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Rich, A. (1980). Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana.

Contenidos:
 Contexto cultural de la obra: La obra buscaba parcialmente contrarrestar la cancelación de la existencia
lesbiana de tanta bibliografía feminista, cancelación que tiene consecuencias no sólo antilesbianas sino
también antifeministas, además de distorsionar también la experiencia de las mujeres heterosexuales.
(…) De igual manera, se busca animar a las feministas heterosexuales a analizar la heterosexualidad como
institución política que debilita a las mujeres, y a cambiarla”. (p. 15).

 Por otro parte, a partir de la publicación realizada las presiones se hicieron mucho más intensas por parte
de la sociedad con una actitud cada vez más conservadora: “Los mensajes de la Nueva Derecha a las
mujeres han sido, precisamente, que somos propiedad emocional y sexual de los hombres, y que la
autonomía y la igualdad de las mujeres son una amenaza contra la familia, la religión y el estado. Las
instituciones que han controlado tradicionalmente a las mujeres -maternidad patriarcal, explotación
económica, familia nuclear, heterosexualidad obligatoria- se están viendo fortalecidas por la legislación,
por los mandatos religiosos, por las imágenes de los medios de comunicación y por los esfuerzos de la
censura”. (…) Además, las circunstancias que afrontaban las mujeres abiertamente lesbianas estaban
relacionadas con la discriminación laboral, acoso y la violencia, incluso en instituciones de inspiración
feminista. (p. 16).

 Asimismo, se buscaba fomentar una postura crítica ante la ideología que exige la heterosexualidad, pues
la coerción y la obligación están entre las condiciones en las que las mujeres han aprendido a reconocer
su fortaleza. La resistencia es un tema importante en este artículo y en el estudio de la vida de las mujeres,
si se sabe lo que se busca. (p. 17).

 El sesgo de la heterosexualidad obligatoria: Este lleva a percibir la experiencia lesbiana en una escala que
va de la desviación a la aberración o a volverla sencillamente invisible y estos presupuestos son muy
comunes en literatura y en las ciencias sociales. De este modo se busca abordar dos cuestiones
circunscritas en dichos presupuestos: La primera, referida a cómo y por qué la elección de mujeres por
mujeres como compañeras de vida, trabajo, amantes, comunidad ha sido aplastada e invalidada, obligada
a ocultarse y disfrazarse; y la segunda, respecto a la parcial o total desatención hacia la existencia lesbiana
en una amplia gama de escritos, incluida la investigación feminista. (p. 18).

 Abordando la cuestión directamente: “Toda teoría o creación cultural o política que trate la existencia
lesbiana como un fenómeno marginal o menos «natural», como una mera «preferencia sexual» o como
una réplica de las relaciones heterosexuales u homosexuales masculinas, resulta profundamente
debilitada por ello, al margen de sus restantes aportaciones. La teoría feminista no puede permitirse más
el limitarse a manifestar tolerancia del «lesbianismo» como «estilo de vida alternativo» o aludir
formalmente a las lesbianas. Hace ya mucho que es necesaria una crítica feminista de la orientación
heterosexual obligatoria para las mujeres.” (p. 18).

 Análisis de la literatura acerca de la existencia lesbiana: Se analizan diversas perspectivas y orientaciones


políticas circunscritas en el discurso feminista, las cuales a su parecer habrían sido mucho más acertadas,
“si hubieran tratado la existencia lesbiana como realidad y como fuente de conocimiento y de poder
disponible para las mujeres, o de la institución misma de la heterosexualidad como avanzadilla del
dominio masculino. En ninguno de ellos se plantea jamás la pregunta de si, en un contexto distinto o en
condiciones de equidad, las mujeres elegirían la pareja y el matrimonio heterosexuales; se asume que la
heterosexualidad es la «preferencia sexual» de la «mayoría de las mujeres», ya sea implícita o
explícitamente. En ninguno de estos libros, que se ocupan de la maternidad, los papeles sexuales, las
relaciones y las normas sociales para las mujeres, se analiza nunca la heterosexualidad obligatoria como
institución que les afecta poderosamente a todas, ni es siquiera cuestionada indirectamente la idea de
«preferencia» o de «orientación innata».” (p. 19).
 Si bien los libros analizados, en algunos casos logran ser sumamente informativos en cuanto a los abusos
y supuestos que la heterosexualidad normativa impone hacia las mujeres que no se someten a esta,
quedan cortos al examinar proscripciones básicas del lesbianismo o si quiera dar cuenta de su existencia.
Además de ello, se ignoran las reiteradas luchas de las mujeres para resistir a la opresión (la propia y la
ajena) y para cambiar su condición (“aquellas resistentes al matrimonio, solteronas, viudas autónomas
y/o lesbianas que han conseguido a distintos niveles no participar de dichas prácticas impuestas como
normativas”). (p. 20).

 Ante las diversas posturas planteadas deben tenerse presente las numerosas formas de separatismo
femenino: "El hecho es que mujeres de todas las culturas y a lo largo de toda la historia han emprendido
la tarea de una existencia independiente, no heterosexual, conectada con mujeres, hasta el punto
permitido por su contexto, a menudo creyendo que eran las únicas que lo habían hecho hasta entonces.
La han emprendido a pesar de que pocas mujeres han estado en una situación económica que les
permitiera rechazar abiertamente el matrimonio, y a pesar de que los ataques contra las mujeres no
casadas han ido de la difamación y la burla al ginecocidio deliberado, pasando por la quema en la hoguera
y la tortura de millones de viudas y de solteronas durante las persecuciones contra las brujas en la Europa
de los siglos XV, XVI y XVII”. (p. 21).

 Desde una perspectiva psicoanalítica, “Chodorow cree que el hecho de que las mujeres, y solo las mujeres,
sean las responsables del cuidado de la infancia según la división sexual del trabajo, ha llevado a toda una
organización social de desigualdad de género, y que los hombres, además de las mujeres, tienen que
convertirse en cuidadores primarios de la infancia si ha de modificarse esa desigualdad.” Esto es
sustentado en el hecho de que “las mujeres tienen un mundo interior más rico en qué refugiarse” y que
los hombres juegan un rol “emotivamente secundario” en la vida de las mujeres, lo cual se evidencia en
el hecho de que las mujeres se centren emocionalmente durante el siglo XVIII y XIX (Según los hallazgos
de Smith-Rosenberg). Es así que para las mujeres que han tenido como madres a mujeres, siendo niñas,
esta relación constituye un objeto primario interno, de modo que las relaciones heterosexuales para ella
siguen un modelo de relación secundaria, mientras que para un niño recrearían una relación primaria
exclusiva.” (p. 21). Asimismo, se menciona que las mujeres “han aprendido a negar las limitaciones de los
amantes masculinos, por razones psicológicas como prácticas (como la quema de brujas, control
masculino del derecho, la teología y la ciencia, o la inviabilidad económica dentro de la división sexual del
trabajo); y es que este relato histórico a penas ojea las ataduras y sanciones que han forzado o garantizado
el emparejamiento de las mujeres con hombres y obstruido o castigado las parejas de mujeres o la
agregación con otras mujeres en grupos independientes. (p. 22)

 En síntesis, el argumento principal de la explicación psicoanalítica da por sentado que las mujeres que han
escogido mujeres no lo han hecho más que porque los hombres son opresores o no están disponibles
emocionalmente, lo cual sigue dejando en el aire la explicación de por qué hay mujeres que siguen
teniendo relaciones con hombres opresores y/o emocionalmente insatisfactorios. (p. 23). Sobre este
punto se sugiere que se reconozca a la heterosexualidad y la maternidad en tanto institución política por
los precursores de una nueva relación entre los sexos.

 Es sumamente importante identificar las fuerzas sociales que arrebatan las energías emocionales y
eróticas de las mujeres que muchas veces están relacionadas a ataduras tan violentas como imponer la
lealtad emocional y erótica y el servilismo pleno hacia los hombres. (p. 24)

 Existe posturas que plantean que un mayor ejercicio de la maternidad por los hombres reduciría el
antagonismo entre los sexos y moderaría el desequilibrio sexual de poder de los hombres sobre las
mujeres, esto sin hacer referencia a la heterosexualidad obligatoria como fenómeno y mucho menos
como ideología (p. 24).

 Kathleen Gough enumera 8 características del poder masculino: 1) Capacidad de negarles a las mujeres
su propia sexualidad (Represión de la masturbación, cinturones de castidad, etc.); 2) de imponerles la
sexualidad masculina sobre ellas (mediante la violación, idealización del amor heterosexual, pornografía,
etc.); 3) De forzar o explotar su trabajo para controlar su producto (mediante la institución del matrimonio
y la maternidad, control masculino del aborto, esterilización, etc.); 4) controlar o usurparles sus criaturas
mediante el “derecho paterno” y el “rapto legal”; 5) Confinarlas físicamente e impedirles el movimiento
(violación como terrorismo, acoso sexual en las calles, maternidad obligatoria, etc.); 6) Usarlas como
objetos en transacciones entre hombres (Proxenetismo, dote marital, etc.); 7) Limitar su creatividad
(instaurar objetivos masculinos como más valiosos que los femeninos, cancelación de tradición femenina);
8) privarles de amplias áreas de los conocimientos de la sociedad y de los descubrimientos culturales
(mediante el No acceso de las mujeres a la educación, el “gran silencio” sobre las mujeres y especialmente
la existencia de lesbianas, canalización de roles sexuales que aleja a la mujer de la ciencia, tecnología y
otros objetivos considerados como “masculinos”, etc.). (p. 26).

 Al evaluar el esquema, con seguridad se puede saber que no nos enfrentamos con una simple
preservación de la desigualdad y de posesiones, sino de agrupamientos de fuerzas que actúan por doquier
y que van de la brutalidad física al control de conciencia.

 La difusión de la pornografía muestra como congruente la sexualidad y la violencia, y que para las mujeres,
el sexo es esencialmente masoquista, la humillación placentera y el abuso físico, erótico, estableciendo
de una manera asolapada que la sumisión obligada y el uso de la crueldad, si se producen dentro de una
pareja heterosexual, son sexualmente “normales”, mientras que la sensualidad entre mujeres, incluidos
el respeto y la reciprocidad eróticas son “raras”, “enfermizas”. (p. 28). Además, la pornografía amplía la
gama de conductas consideradas aceptables para los hombres en la relación heterosexual, conductas que
despojan a las mujeres de su autonomía, dignidad potencia sexual, incluso el potencial de amar y ser
amadas por mujeres en la reciprocidad y la integridad.

 Mackinnon planeta la interconexión entre la heterosexualidad obligatoria y la economía. En el capitalismo


las mujeres son segregadas horizontalmente por género y ocupan una posición estructuralmente inferior
en el lugar de trabajo. Además se reflexiona sobre el hecho de que la “sexualización de la mujer” es parte
del trabajo y de esta forma, el acoso sexual perpetúa la densa estructura que mantiene a las mujeres a
disposición de los hombres en la parte más baja del mercado laboral. Es en este escenario en el que
convergen dos fuerzas: el control viril de la sexualidad de las mujeres y el control capital sobre la vida
laboral de la fuerza de trabajo. Económicamente discriminadas, se fuerza a las mujeres a aguantar el acoso
para conservar sus empleos y a comportarse de manera dócil; si esta se niega a actuar de esta manera, es
acusada de “seca”, asexuada, o de lesbiana. En este caso, las lesbianas se ven atacadas por los prejuicios
y obligadas a negar su vida privada, y deben pretender ser no simplemente heterosexual, sino una mujer
heterosexual en los términos de atuendo y del rol femenino exigido a las “verdaderas” mujeres. (p. 28).

 Es así que los lugares de trabajo, entre otras instituciones sociales, son lugares en que las mujeres han
aprendido a aceptar la violación por los hombres de sus confines psíquicos y físicos a cambio de la
supervivencia, donde las mujeres han sido educadas para “autopercibirse como presa sexual”. (p. 29).

 Respecto al análisis del acoso sexual, se plantea afrontar el hecho de que la relación sexual se da
normalmente entre desigualdades tanto físicas como económicas, y sobre la “erotización cotidiana de la
subordinación de las mujeres”, se postula como probable explicación que los hombres realmente “teman”
que las mujeres es fueran totalmente indiferentes y que se guíen de las condiciones impuestas por su
propio consentimiento y que estos tengan que permitirle el acceso sexual, emocional y por lo tanto
económico. (p. 30).

 Los estudios realizados por Kathleen Barry dan cuenta de la existencia de esclavitud femenina
internacional, conocido antes como “trata de blancas”, que incluye mujeres de todas las razas y clases
sociales. Asimismo su estudio pone en evidencia las condiciones impuestas en las mujeres que viven
sometida a hombres: prostitución, violación marital, incesto, maltrato de mujeres, pornografía,
mutilación genital, dote marital, etc. Asimismo, señala “la esclavitud sexual de las mujeres está presente
en todas las situaciones en las que las mujeres o las niñas no pueden cambiar las condiciones, sea por
presión social dificultades económicas, error de confianza o ansia de afecto, no pueden salir; y dónde
están sometidas a violencia y explotación”. (p. 31). Como señala Barry, se habla de una “perspectiva de
dominio sexual”, a través de cuya lente el abuso sexual y el terrorismo de los hombres contra las mujeres
han sido hechos casi invisibles, tratándolos como algo natural e inevitable. El objetivo político de su libro
es sustituir esta perspectiva de dominio por una medida universal de libertad básica para las mujeres,
libertad de la violencia específica de género, de las restricciones de movimientos y del derecho masculino
de acceso sexual y emocional”. Tal como lo afirma la autora, “parte del problema de nombrar y
conceptualizar la esclavitud sexual de las mujeres es la heterosexualidad obligatoria”. (p. 32).

 Barry critica fuertemente la ideología más universal de la primacía y de lo incontrolable del impulso sexual,
masculino, en el que, mientras a los adolescentes aprenden cuál es su poder sexual a través de la
experiencia social del impulso, las adolescentes aprenden que el lugar del poder sexual es masculino,
llevando a una identificación con lo masculino, en el que su propia identidad ocupa un rol secundario y se
hacen propios los valores del colonizador. Así también las mujeres aprenden a aceptar como algo natural
la inevitabilidad de este “impulso” porque lo reciben como dogma; de ahí el desequilibrio de poder, tanto
psicológico, sexual así como económico. (p. 33) A pesar de las relaciones mujer con mujer, de las redes
femeninas de apoyo, de la confianza y el aprecio que se sienta por un sistema de valores femenino y
feminista, es casi imposible no sorprenderse ante la enorme población masculina dedicada a la esclavitud
sexual de las mujeres, pero lo que debería ser motivo de alarma es que esto sea aceptado como “relación
sexual normal”. (p. 34)

 “Resulta inevitable preguntarse si la cuestión que las feministas tienen que plantearse no es la simple
«desigualdad de género» o el dominio masculino de la cultura o los meros «tabús contra la
homosexualidad», sino la imposición sobre las mujeres de la heterosexualidad como medio de garantizar
el derecho masculino de acceso físico, económico y emocional.43 Uno de muchos mecanismos de
imposición es, evidentemente, el hacer invisible la posibilidad lesbiana, un continente sumergido que se
asoma fragmentario de vez en cuando a la vista para ser hundido de nuevo. La investigación y la teoría
feministas que contribuyen a la invisibilidad o a la marginación del lesbianismo trabajan de hecho contra
la liberación y la potenciación de las mujeres como grupo. El supuesto de que «la mayoría de las mujeres
son heterosexuales por naturaleza» es un muro teórico y político que bloquea el feminismo”. (p. 35).

 Debe analizarse la heterosexualidad como institución y para dar el paso de cuestionar la heterosexualidad
como “preferencia” u “opción” debe plantearse una liberación del pensamiento, un explorar caminos
nuevos, el desmoronarse de otro gran silencio y una claridad nueva en las relaciones personales. (p. 36).

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