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1860)
La resistencia de ios pueblos originarios
frente a! surgimiento de ios estados nacionales
La segunda mitad del siglo XVIII fue una época clave para
los territorios meridionales del imperio español, en especial para el
Río de la Plata. Los efectos de las medidas tomadas por la monarquía
borbónica se hicieron sentir en la región, que vivió así un período de
marcado crecimiento económico. Se gestaron entonces las condicio$
nes para el proceso revolucionario que tuvo lugar a partir de la crisis
de la monarquía española, a fines de la primera década del siglo XIX.
El proceso fue de fundamental importancia para las relaciones con las
sociedades originarias que se mantenían independientes del control
de las autoridades coloniales en las pampas, la Patagonia, el Chaco y la
Araucanía.
la s transformaciones del mundo hispano-criolio
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Caflfucura
A mediados deí siglo XIX Callfucura era, sin duda, el jefe más poderoso y
¡a figura más importante de la pampas. Desde mitad de la década de
1830, cuando se instaló en las pampas proveniente de las tierras
trasandinas, una hábil política que combinó la fuerza con !a negociación
!e permitió convertirse en eí señor indiscuíido de la región. Ubicado cerca
de las Salinas Grandes, en el centro de ías pampas, controlaba la
obtención de sal, esencial para el tratamiento de cueros y carnes, y una
intrincada red de caminos cuyo eje central era la llamada "rastrillada de
los chilenos”. A sus habilidades y méritos personales unía sus vínculos
estrechos con sus parientes de la Araucanía y las poblaciones de la
cordillera neuquina, donde su hermano Reuque Cura había establecido
otra importante jefatura.
Él francés Auguste Guinnard, que vivió tres años como cautivo de los
indígenas en la segunda mitad de la década de 1850, describe a
Callfucura no sin cierta admiración. Nos dice de! cacique, un hombre
anciano de quizá más de sesenta años, que
“[...] su cabellera negra todavía hacía marco a una frente sin arrugas, que
los ojos vivos y escrutadores hacían muy inteligente. B conjunto de la
fisonomía de este jefe, aunque con cierta dignidad, recordaba
perfectamente, sin embargo, ai tipo de los patagones occidentales [...]
era de aita estatura; tenía los hombros muy anchos, el pecho arqueado;
ia espaida estaba un poco agobiada; el paso pesado, casi dificultoso,
pero gozaba todavía de todas sus facultades; con excepción de dos
dientes perdidos en un combate en que íe habían partido el labio
superior, este viejo los poseía todos intactos todavía”.
Con los criolios, Callfucura negoció y guerreó. Pactó con Rosas
primero, se acercó a Urquiza iuego y, como aliado de éste, atacó las
fronteras de Buenos Aires. Acuerdos con ¡os ranqueles y con Pincén le
permitieron formar una confederación indígena que incluía a casi todos
los grupos pampeanos. Además, se le atribuían a Callfucura -su
nombre significaba Piedra Azul- poderes mágicos asociados a !a
posesión de una piedra de color azul. B antropólogo chileno José
Bengoa cita un relato de Alejandro Curiqueo recogido en la localidad
chilena de Truf Truf:
“Entonces Caifucura le dijo a su hijo: Cuando lleguen a Maquehua,
cuando desmonten, tiene que arreglar bien su caballo, tiene que
maniatarlo, le voy a mandar un trueno, que fe dijo. Y así lo hizo. Uovía y
tronaba para que lo respetaran. Porque tenía el poder de la fuerza de la
naturaleza. Según dice, Caifucura tenía un piedra y la azotaba, y
entonces comenzaba a tronar, lluvia, relámpago; cuando iba a pelear
hacía lo mismo, para que los huincas no salieran de sus casas”,
Las décadas centrales del siglo XIX, particularmente las de 1850 y 1860,
marcaron un breve florecimiento de las sociedades originarias del área
pampeana y norpatagónica, que alcanzaron entonces su mayor comple"
jidad económica, social y política. Fue también el momento más con"
flictivo en sus relaciones con la sociedad criolla, en un balance de fuer"
zas que, en algunas instancias, se volcó claramente a favor de la sociedad
indígena.
Para entonces, entre los pueblos originarios de las llanuras se habían
profundizado los cambios y transformaciones que venían operándose a
partir del asentamiento de los europeos en la región, y cuyos efectos
eran claramente visibles a mediados del siglo XVHI: consolidación de
los circuitos ganaderos que unían las llanuras orientales con la Arauca#
nía, desarrollo de procesos de especialización económica, mayor com#
plejidad política y social y profundizadón de las relaciones con la sode-
dad hispano-criolla.
En las fronteras pampeanas, en especial en la bonaerense, luego de
los conflictivos años iniciales de la década de 1780, las reladones entre
ambas sociedades habían sido pacíficas y estables. A partir de la muerte
de Llanketruz en 1789, terminaron también las violentas acciones que
llevaban a cabo los llamados “cadques corsarios” -jóvenes guerreros
mapuches que se habían dirigido a las pampas para forjar sus carreras y
fortunas-, actores principales en los conflictos que conmovieron a la re#
gión entre 1750 y 1790, aproximadamente. Defensores de una política
agresiva contra los hispano-criollos -la guerra era el camino para lograr
prestigio y riquezas-, entraron también en competenda con jefes y gru#
pos locales y en conflicto abierto con quienes se orientaban a una polí#
tica de convivencia con los cristianos o huiricas. Así ocurrió con muchos
pehuenches cordilleranos que no sólo estrecharon su alianza con las
autoridades coloniales sino que, incluso, obtuvieron ayuda militar de
ellas para enfrentar a sus enemigos.
Esa paz fronteriza se extendió casi hasta finales de la primera década
revolucionaria, cuando se inidó otro largo ciclo de guerra y violenda
que se atenuó redén a mediados de la década de 1830. Una década des#
pués, afines de la de 1840, el panorama político del mundo indígena se
había simplificado: de las numerosas y cambiantes unidades políticas
que habían caracterizado esos conflictivos años surgió un número rela#
tivamente reducido de jefes y linajes cada vez más fuertes, con un con#
trol territorial más extenso.
En ese proceso tomaron forma los grandes cacicatos pampeanos. El
del poderoso Callfucura, con su sede central cerca de las Salinas Gran#
des, controlaba las tierras de pastoreo del suroeste de la actual provin#
cia de Buenos Aires -el Carhué- y la zona de médanos y valles del este
de La Pampa, tierras por las que pasaba la llamada “rastrillada de los
chilenos”, la vía más importante del tránsito ganadero. Más al oeste, el
linaje de los Güoro “zorros” -cuyo representante más destacado fue Pai-
ketruz-Güor, más conocido como Mariano Rosas-, regía el cacicato ran-
quel, que dominaba la región del monte pampeano, en la pampa cen#
tral. En la región cordillerana, que se extendía desde el sur mendocino
hasta la zona del lago Nahuel Huapi, tres cacicatos controlaban los es!
tratégicos pasos andinos, el de Purrán al norte, el de Reuque Cura -her!
mano de Callfucura- en la zona central y, al sur, el de Shayhueque, co!
nocido luego como “gobierno de las manzanas”.
La organización económica en la que se sostuvo el desarrollo de esos
grandes cacicatos era el resultado de los cambios y reacomodamientos
producidos en los siglos anteriores y revela una estructura y un funcio!
namiento complejos. Pueden distinguirse en ella dos ciclos o circuitos
complementarios pero bien diferenciados, articulados en virtud de
un complejo sistema de intercambios.
El primero de esos circuitos, al que denominamos “del ganado”, te!
nía que ver con el movimiento de ganados en gran escala hacia las tie!
rras transcordilleranas; abarcaba el conjunto de actividades vinculadas
a tal circulación y los intercambios derivados. Su funcionamiento invo!
lucraba al mundo indígena en su conjunto, directa e indirectamente, y
se apoyaba en la apropiación de ganados -principalmente en las estan!
cias de la frontera- y su posterior traslado hacia el occidente de la cor!
dillera andina, mercado normal de esos ganados. El malón, la apropia!
ción por la fuerza de ganados en tierras del blanco, convertido en una
vasta empresa económica colectiva, unificaba a los distintos grupos y au!
naba esfuerzo y recursos.
La extensión de este circuito y el volumen de animales transportados,
que alcanzó a veces varias decenas de miles de cabezas, suponían una
sólida organización. Robar el ganado era la etapa más fácil. Luego era
preciso arrearlo hasta territorio seguro protegiéndolo de la persecu!
ción, en general poco eficaz, de las tropas de la frontera. Después ve!
nían las difíciles travesías, con escasos recursos de agua y pastos, hasta
alcanzar los grandes ríos, el Negro y el Colorado, para continuar enton!
ces el camino hacia la cordillera y atravesarla rumbo a la Araucanía o a
Chile. La venta de esos ganados permitía la obtención de múltiples pro!
ductos, principalmente licores y vinos, objetos de metal y plata. La em!
presa ganadera era la que proporcionaba las mayores riquezas al
mundo indígena, en especial a los caciques y jefes que organizaban los
grandes malones.
El otro circuito, que denominamos “doméstico” o “comunal”, abar!
caba un conjunto diversificado de actividades destinadas en su mayoría
a contribuir a la subsistencia de las tolderías, satisfaciendo sus necesida!
des: pastoreo en pequeña o mediana escala de rebaños muy variados
(caballos, ovejas, algunas vacas, cabras), caza, recolección de frutos y se!
millas y agricultura se combinaban de manera flexible permitiendo una
gran adaptabilidad a las variadas condiciones ecológicas de la región. A
estas actividades se sumaba una importante producción artesanal, en es"
pecial de tejidos, talabartería y platería. El conjunto de esta producción
doméstica permitía al indio disponer de algunos excedentes -cueros,
pieles, plumas, artículos* de talabartería, ponchos y mantas tejidos- que
se comercializaban en las fronteras criollas.