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(OSE ENRIQUE RODO
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EDITADAS,
CON INTRODUCCIÓN,
PRÓLOGOS Y NOTAS,
POR
CON 30 ILUSTRACIONES
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f Ai*) i
AGUILAR
ÍNDICE GENERAL
Enrique Rodó;- - - - - - — . . . . . . . . . .
Previsión Social;- - - - - - - - - - - - - - - - - -
- - RESUELVE!: - -
1*.-AUTORIZASE-a 1* firma *A¿uil a r S.A.de Ediciones"
de Madrid-España,s publicar las obr 3 s coaplatas de Jo-
STA es la cuarta vez que se intenta la deo, 1932). Por otra parte, los textos que
edición de Obras completas de José ofrece esta edición española abundan en
Enrique Rodó. La editorial Cervan- erratas y hasta en reiteradas omisiones
tes, de Barcelona, las reunió postuma- de palabras o períodos enteros.
mente bajo ese título; su colección com- En 15 de agosto de 1936, el Poder Eje-
prende las siguientes unidades: Ariel, se- cutivo designó al doctor José Pedro Se-
guido de Liberalismo y Jacobinismo; Mo- gundo y a Juan Antonio Zubiüaga encar-
tivos de Proteo; El mirador de Próspero; gados de la edición oficial de las Obras
Hombres de América, seguido de Discur- completas de José Enrique Rodó. En 1945
sos parlamentarios; El camino de Paros; apareció el primero, y único, volumen de
Nuevos motivos de Proteo; El que ven- la misma: Los escritos de la «Revista
drá, seguido de artículos misceláneos. La Nacional de Literatura y Ciencias Socia-
edición no respetó las primitivas unida- les», seguido de Poesías dispersas. Esta
des bibliográficas creadas por el autor. edición se proponía recoger, por orden
Aceptó el criterio de la segunda edición cronológico, todo lo que hubiera publi-
de El mirador de Próspero (Madrid, edi- cado o escrito Rodó. El fallecimiento
torial América) y retiró dos ensayos del doctor Segundo en 1952 la ha de-
(Montalvo, Bolívar) que, sumados al Ru- tenido.
bén Darío de 1899, compusieron una nue- Al cumplirse treinta años de la muerte
va unidad: Hombres de América, que de Rodó, la editorial Zamora, de Buenos
Rodó había proyectado y hasta anuncia- Aires, preparó una edición de sus Obras
do alguna vez, pero no con este conteni- completas en un solo volumen y bajo la
do. Recogió muchas páginas dispersas dirección de Alberto J. Vaccaro. Se re-
(en El camino de Paros, primera parte; producen allí los textos divulgados por
en El que vendrá, en los Discursos par- la editorial Cervantes, con excepción de
lamentarios), pero llegó a incluir en un los Discursos parlamentarios; se les su-
volumen textos que ya figuraban en man las páginas de la edición oficial y
otros y lo tituló, con exceso, Nuevos Mo- los Últimos Motivos de Proteo. Aunque
tivos de Proteo; no supo velar tampoco se agregan páginas dispersas (no pa-
por la adecuada distribución de estos san de cinco), no se llega a constituir
textos olvidados. Aunque su criterio no ninguna nueva unidad. Omite el Episto-
era exhaustivo, no atinó siempre a reco- lario. Esta edición, cuya circulación no
ger lo mejor. Omitió el Epistolario (que fué autorizada en el Uruguay, está ago-
había publicado en París, 1921, Hugo biada de erratas.
D. Barbagelata); nunca recogió los Últi-
mos Motivos de Proteo, que publicaron
los familiares de Rodó con la aseso-
ría del doctor Dardo Regules (Montevi- La presente edición aspira a completar
la obra emprendida por anteriores com-
12 PRELIMINARES A ESTAS EDICIONES DE LAS «OBRAS» DE RODO
piladores. En la primera parte recoge to- una opinión sobre alguna obra enciclopé-
dos los libros publicados por Rodó y dica, una mera comunicación política de
bajo el título de Obra original, respetan- aceptación o rechazo); otras no he podi-
do las primitivas unidades bibliográficas do obtenerlas a tiempo para esta edición.
y sus textos. La única modificación que A las páginas recogidas en estas cuatro
se ha creído oportuno realizar consiste secciones he sumado las que anteriores
en intercalar al frente de los capítulos recopiladores habían relevado.
correspondientes de Ariel y de Motivos de Una palabra sobre los textos. He uti-
Proteo los sumarios preparados minucio- lizado los de las ediciones príncipe, revi-
samente por el mismo autor y que en el sándolos a la luz de otras, también corre-
primer caso se publican por primera vez gidas por Rodó; para las ediciones pos-
junto al texto mismo de la obra. tumas he cotejado, siempre que ha sido
La segunda parte comprende la Obra posible, las transcripciones de los edito-
postuma, ordenada cronológicamente y res con los originales o con las primeras
agrupada en diez secciones: Escritos de publicaciones periódicas. No aspiro a ha-
la «Revista Nacional»; Poesías dispersas ber desterrado las erratas, que atacaban
(éstas reproducen la edición oficial, aun- los nervios de Rodó (según reconoce en
que con el agregado de un poema); Pro- carta a Pedro Cosío, 26 de abril de 1898);
teo, título bajo el que se reúnen y reor- pero declaro haberlas perseguido con en-
denan las páginas publicadas como Últi- tusiasmo. Como no se trata de una edi-
mos Motivos de Proteo (según se explica ción paleográfica, he uniformado la or-
en el prólogo particular a esta sección); tografía, incluso en la transcripción de
Crítica y cortesía literarias; Escritos po- manuscritos. Las convenciones tipográfi-
líticos; Discursos parlamentarios, que au- cas son las habituales en ediciones críti-
menta los publicados por la editorial cas: todos los títulos se dan en bastardi-
Cervantes; Escritos misceláneos; Escritos lla, las palabras o títulos que se interca-
sobre la guerra de 1914; El camino de lan entre corchetes fueron agregadas por
Paros, que recoge y reordena cronológi- el editor; tres puntos dentro de un pa-
camente todas las crónicas de viaje; Co- réntesis curvo indican una supresión; los
rrespondencia, que reproduce el Episto- espacios en blanco corresponden a los
lario de 1921 y lo aumenta considerable- del original. Para aligerar las referencias
mente de cartas y borradores inéditos bibliográficas se establece la convención
u olvidados. Cuatro de esas secciones de que toda publicación cuya proceden-
(la cuarta y la quinta, la séptima y la cia no se indique explícitamente corres-
octava) recogen, por primera vez en un ponde a Montevideo.
volumen de obras de Rodó, gran canti-
dad de páginas dispersas que han sido
rescatadas directamente de los periódi-
cos, revistas o libros en que fueron origi- Esta es la primera edición anotada de
nariamente publicadas. Son virtualmente Obras completas de José Enrique Rodó.
inéditas, ya que su dispersión o la rareza Aunque el primer volumen de la edición
de los ejemplares en que se encuentran oficial tiene un extenso y documentado
las tornaba inaccesibles. No agotan, sin prólogo, solo se trata en él de lo relativo
embargo, el número de páginas todavía a un período de la producción rodonia-
no recogidas. Muchas de éstas son de na: el de su iniciación crítica y poética.
importancia tan relativa que he preferi- El prólogo de la editorial Zamora es un
do omitirlas en la presente edición (una intento de apreciación crítica, incompleto
carta aprobando, por ejemplo, un pedido en más de un sentido.
de aumento de sueldo a los maestros, Para esta edición he preparado una In-
rique Etcheverry me facilitó copia de al- urgencia y reanudada luego sin prisa, ha
gunas documentos que él mismo había sido muy importante la consulta amisto-
estudhdo en el Archivo Rodó y una com- sa con estos estudiosos de la obra ro-
pleta relación de la actividad parlamen- doniana.
taria de Rodó, que facilitó muchísimo la Quiero expresar un último agradeci-
búsqueda y localización de sus Discursos. miento a la Comisión de Derechos de
Debo también ayuda constante y estímu- Autor por los términos con que reco-
lo al profesor Carlos Real de Ázúa, que mendó la autorización oficial de esta
ha dedicado a Ariel y su proyección en edición de Obras completas de José En-
las letras de América una valiosa mono- rique Rodó.
grafía, todavía inédita, y ala que me re-
fiero en el prólogo de dicha obra. En el EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL.
transcurso de esta labor de años, suspen-
dida ocasionalmente por tareas de mayor Montevideo, 28 de julio de 1954.
blemente la lectura del muy denso libro. taba custodiado el Archivo Rodó. Ahora
También se insertan en los lugares co- este Archivo, como el mencionado Insti-
rrespondientes las páginas que en la pri- tuto, han sido restituidos a la Biblioteca
mera edición constituían el Apéndice, re- Nacional. Al profesor Pivel Devoto debo
estructurándose así tres de las unidades el acceso al Diario de viaje, cuya edición
postumas que esta colección entonces ha- con prólogo y notas me encomendó en
bía organizado; Crítica y cortesía litera- 1966. También quiero mencionar aquí el
rias, Escritos políticos y Escritos misce- nombre de otros dos valiosos colabora-
láneos. He revisado la cronología a la luz dores: don Mario Benedetti, que me en-
de nuevos datos biográficos y he puesto tregó una copia del artículo político arri-
al día la bibliografía. ba mencionado, y don Javier Fernández,
En esta nueva etapa del trabajo conté, que me obsequió los números de la Re-
ante todo, con la ayuda invalorable del vista Dominicana de Cultura (1955) en
profesor Juan E. Pivel Devoto, ministro que se reproducen las cartas de Rodó a
de Instrucción Pública del anterior Go- García Godoy. A elfos, nuevamente, las
bierno uruguayo y principal responsable gracias.
de la profunda reorganización del Insti-
tuto Nacional de Investigaciones y Archi- E. R. M.
vos Literarios, de Montevideo, donde es- París, 19C7.
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INTRODUCCIÓN GENERAL
I. VIDA Y CARÁCTER
II. OBRA
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I
VÍDA CARÁCTER
hablar con interés y gusto en cosas de como su vocación por la lectura fué su
letras; género de iniciación que rara vez vocación periodística: hacia 1881 «publi-
suplen del todo las influencias del cole- caba» (bajo el título de El Plata) una
hoja periódica, totalmente escrita por él
y bajo distintos seudónimos.
/
Un maestro particular, don Pedro Vi-
dal, orientó sus primeros estudios; ya
en ó de marzo de 1882 aparece inscrito
en el Liceo Elbio Fernández. Este insti-
tuto había sido fundado en 1869 por la
Sociedad de Amigos de la Educación Po-
pular y bajo la directa inspiración de
don José Pedro Várela, reformador de la
escuela uruguaya. A diferencia de otros
institutos del momento, este Liceo tenía
una orientación laica, y es posible que a
lir a ganarse la vida le debe haber resul- En ese instante de su vida, y en víspe-
tado muy dura. ras de la iniciación literaria, José Enri-
Estos reveses no le hacen abandonar que Rodó parecería, sin duda, sólo un
sus estudios ni disminuyen su amor por muchacho de aficiones poéticas, poco
la lectura. Su escolaridad se resiente, sin expansivo y nada brillante. Ya se mar-
embargo; sus progresos son irregulares. caban en él los rasgos perdurables del
Cada vez prima más en él la vocación que cultiva la vida interior y no el trato
literaria, que lo aparta del enciclopedis- social indiscriminado. Dos episodios de
este período crepuscular de su vida son
suficientemente ilustrativos (en su apa-
rente insignificancia) de la índole mo-
ral y sentimental de este joven lector
j taciturno.
i El primero muestra su temprana con-
i ciencia cívica. El país vivía entonces so-
j metido a una dictadura militar, la del
I general Máximo Santos. En un artículo
, de 1910 ha evocado Rodó su reacción in-
1
fantil (y la reacción popular) en esta
! etapa oscura de la historia uruguaya:
i «He alcanzado, de niño, los tiempos en
| que el paso de un batallón por las ca-
i lies públicas, alarde de una fuerza abo-
| minada, repercutía en el corazón de los
| ciudadanos con vibración angustiosa, de
j humillación mal sufrida, de sordos en-
¡ conos...» Esta visión de su madurez se
j encuentra anticipada en un texto conser-
I vado entre sus papeles inéditos; allí se
ve su temprana reacción ante la dicta-
dura. La ocasión la suministra el aten-
tado fallido del teniente Gregorio Ortiz
contra el general Santos (17 de agosto
de 1886). Rodó, de quince años, escribe
entonces una carta ai dictador; estampa
allí su repudio formal del pistoletazo,
Rodó a los once años.
pero apunta también su repudio al dés-
Foto Bate and Co., Montevideo. pota y le recuerda magistralmente que
el arrepentimiento del malvado lleva en
mo científico de los planes de estudio. sí su propio castigo: no ser creído. Rodó
La suerte en los exámenes es desigual. no envió la carta; para sus quince años
Aunque obtiene en 1894 la máxima dis- bastaba haber sentido el impulso de
tinción en Literatura (el profesor era Sa- escribirla.
muel Blixen, dramaturgo, crítico teatral), I El otro episodio es de carácter senti-
no completa el ciclo secundario y se re- mental y documenta una pasión de la
tira sin haber obtenido el título de ba- adolescencia que ha dejado su huella en
chiller. Uno de sus amigos ha dicho con | algunos borradores preservados en su Ar-
acierto que «era refractario a los exá- ¡ chivo. En las cartas, de lenguaje tan pre-
raen es». visible, que José Enrique dirige a Luisa
m.
(rubia muchacha de ojos negros), los tí- o para quienes conocían sus accesos de
midos sueños de amor aparecen ya enla- timidez, que le impedían tomar el tran-
zados con la ambición estética, cada vez vía en marcha o permanecer en una casa
más dominante. Uno de los borradores si llegaban personas extrañas. Estos ras-
de esta correspondencia (que ocurre ha- gos desaparecían o se atenuaban en el
cia 1890) muestra que su anhelo era trato íntimo. Entre sus compañeros más
«arrojar a sus pies la ofrenda que arre- asiduos estaban los hermanos Daniel y
bate a la gloria». Las relaciones con Lui- Carlos Martínez Vigil, Félix Bayley, Juan
sa no se formalizaron; ella se fué a Antonio Zubillaga y Juan Francisco Pi-
Buenos Aires y la correspondencia quedó quet (con quien habría de mantener una
interrumpida. Otros testimonios aduci- de las correspondencias más reveladoras
dos por su biógrafo y amigo Víctor Pé- de su epistolario). Había en el grupo
rez Petit han señalado distintos intere- una vigilante conciencia literaria que se
ses femeninos en este período de la ju- tradujo en el proyecto de fundar una
ventud de Rodó. El más conocido es la Academia Nacional, cuya misión fuera
admiración que despertó en él Lola Mila- la de velar por el lenguaje. Este proyec-
nes, cantante y bailarina española, a la to no se realizó, pero fué como el borra-
que dedicó un encendido poema que se dor, despistado, de otro posible.
reprodujo en La Carcajada (4 de enero A esta época de su vida pertenece el
de 1897). retrato literario, aunque elaborado, bas-
Ninguna de estas mujeres (ni otras de j tante verdadero, que traza Arturo Gímé-
las que también se ha hablado) parece ( nez Pastor (Figuras a la distancia, Bue-
haber despertado la gran pasión. Sin nos Aires, 1940): «Una cosa larga, flaca
duda, hay en la vida de Rodó una au- y descolorida; un cuerpo tendiendo a sa-
sencia del amor como elemento erótico; lirse por el cuello, como atraído por la
lo que no significa que falten mujeres, tensión que concentraba en los lentes
ya sea en aventuras más o menos román- toda su figura de miope resfriado; se-
ticas o en contactos puramente sensua- ñalando pertinaz el rumbo, una nariz
les. Todo este aspecto de su vida apa- que avanzaba descomedidamente; la faz,
rece deliberadamente sepultado en silen- como fría y desvaída; un hombro mucho
cio, y lo poco que ha trascendido no más alto que el otro, y pendiente de allí
permite ninguna conjetura seria. un brazo pegado al cuerpo. Esto era lo
Abundan también en este período los que a menudo veíamos pasar—camino de
poemas con que llena José Enrique un su casa—desde la ventana de un amigo
cuaderno, pulcramente copiado a dos tin- a quien yo visitaba en su escritorio; per-
tas (azul para los textos, roja para los sona caprichosamente apasionada, que
versos) e ilustrado con inhábiles viñetas aborrecía con atrabiliaria agresividad a
y dibujos. Estos poemas no fueron pu- aquel mozo Rodó en cuyo físico la des-
blicados. La timidez o la segura auto- ! manada adolescencia se prolongaba sin
crítica impidió una difusión que hubie- color ni franqueza de definición perso-
ra resultado seguramente imprudente. nal; pura inexpresividad distraída que
En ese instante de su vida, Rodó se podía sentirse como distanciado despego.
mostraba tímido y callado, pero no era ; Era la sensibilidad tímida, la cortedad
un solitario. Gustaba frecuentar a algu- natural del retraído, lo que daba al as-
nos pocos y probados amigos; con ellos pecto exterior aquel aire de desabrida
se franqueaba naturalmente un fondo tibieza que nada decía de la afectuosidad
de alegría (y hasta un don cómico) nada generosa en que abundaba el amplio e
común, insospechable además para quie- iluminado mundo interior. Rodó había
nes sólo veían su alta estampa taciturna \ vivido solitaria vida en la sombra de un
Leyó las novedades y las asimiló a su una situación de espíritu que quitaba
obra, pero dedicó sin excepción sus tra- para mí todo interés a lo que pasaba en
bajos a una zona en que su talento crí- nuestra tierra, a los acontecimientos a
tico pudiera ejercerse con mayor ori- que usted se refería y que han conti-
ginalidad, con mayor provecho. nuado desenvolviéndose cada vez más
No quiso ser únicamente un glosa- luctuosos y más graves... Todo lo que
dor o un distinguido divulgador. En es- ha sucedido en esta última quincena, en
te sentido, su política de crítico se di- estos días que bien podemos llamar des-
ferencia enormemente de la de su ami- de ya inolvidables, tristemente inolvida-
go Pérez Petit, el otro crítico de la Re- bles en nuestra historia, lo he visto al
vista. La iniciación americanista de Rodó través de una espesa niebla, lo he sen-
puede fijarse en estos trabajos de la jo- tido como un eco vago y lejano... Cuan-
ven publicación. do la resonancia de la batalla sobreco-
Su sentido práctico se puso de mani- gía de dolor o electrizaba de entusiasmo
fiesto en otras formas. Sostuvo una co- a los corazones, el mío, embargado por
piosa correspondencia con escritores ex- inquietudes muy ajenas a la lucha de
tranjeros y obtuvo así no sólo colabo- los partidos, apenas participaba del in-
raciones, sino reconocimiento para la Re- terés y de la emoción de los demás.»
vista y para su propia obra en el exte- Esa crisis coincide con la necesaria
rior. Los críticos más perspicaces de desaparición de la Revista Nacional. El
América y España descubrieron pronto impulso inicial parecía agotado, el equi-
en Rodó a un valor nuevo de indiscuti- po empezaba a dividirse, las dificultades
ble interés. Su correspondencia con Leo- económicas mostrábanse invencibles. La
poldo Alas, con Salvador Rueda, con guerra civil, a la que alude el fragmen-
Rafael Altamira, con Merchán—en que to ya transcrito, vino a liquidar todo
abunda el elogio amplio y calificado, y esfuerzo. En las cartas de Rodó a Piquet
también el ditirambo—, bastaría para se puede asistir a la agonía: «¿Quién se
ilustrar este temprano reconocimiento. acuerda de nuestra querida literatura en
En su misma tierra fué profeta. Sa- días como los que pasan? (pregunta la
muel Blixen, que fuera su profesor de misma carta). ¡La existencia de la Re-
literatura, y era entonces director de La vista significa ahora un esfuerzo casi
Razón, reprodujo en su periódico y con heroico de nuestra voluntad!... ¿Quién
elogio una de sus colaboraciones de la escribe?, ¿quién lee? El frío de la indi-
Revista Nacional: el artículo titulado El ferencia ha llegado a la temperatura del
que vendrá, en que daba Rodó muestra hielo, para estas cosas. Montevideo es
de sus inquietudes estéticas y ostentaba mitad un club de hablillas políticas, y
ya un elaboradísimo estilo. Al año si- mitad una factoría de negociantes. Nun-
guiente, en 1897, Rodó habría de recoger ca fué cosa muy distinta. Hace medio
en folleto este ensayo, inaugurando con siglo, sitiada y ensangrentada, en vida
él (y con otro, complementario, sobre de una generación de la que no parece-
La novela nueva) la serie de sus obras. mos nietos, siquiera había en ella vida
El título común que les impuso fué La intelectual, gente que demostraba afición
Vida Nueva, L a las cosas del espíritu... Hoy, cuando
no nos conmueve la noticia de un en-
Ese mismo año atravesó una crisis ín- cuentro sangriento o el anuncio de otro
tima (no la primera, no la última), de que va a realizarse, vegetamos entre la
cuya existencia queda huella en una car- chismografía política, las pequeñas an-
ta a Juan Francisco Piquet (28 de mar- gustias de la lucha por la vida, penosa
zo de 1897): «Cuando recibí, estimado y difícil, y el tajear de las lenguas que
amigo, su última caria me hallaba en
En enero de 1897 se celebró en el teatro revelan una misma madurez para aten-
Cibils, de Montevideo, una asamblea (a der el hecho político que para el trabajo
la que asistió Rodó como espectador), literario. Rodó no improvisa opiniones
en la que se destaca uno de los oradores, ni escribe panfletos demagógicos; pide
don José Batlle y Ordóñez, quien habría honor y respeto. Ya apunta en estos pri-
de orientar la política del país en los meros escritos políticos el claro sentido
próximos treinta años. El Gobierno no de una tradición nacional colorada, que
cambió su política y la guerra estalló simboliza la bandera del partido.. Llega
una vez más, en marzo de 1897. Un aten- a escribir: «Cuando la histórica bandera
tado precipitó los acontecimientos. El explotada durante tantos años para dar
25 de agosto, el estudiante Avelino Arre- visos de legitimidad y de honor a todos
dondo, disgustado por la corrupción po- los abusos de la fuerza, para encubrir
lítica, asesinó a Idiarte Borda. Ascien- y decorar todas las ambiciones bastar-
de a la presidencia don Juan Lindolfo das, para cohonestar todos los atentados
Cuestas, quien decide cambiar de rum- y todas las ignominias, propicie serena-
bo, organizar honestamente el país y per- mente la reconstrucción del edificio ins-
mitir la coparticipación de los blancos titucional y haga destacarse, libre del
en el Gobierno. polvo que aún la desluce, su tinte vivaz
En septiembre de 1897 se firma la paz sobre los horizontes de la patria,. nos
y parece que el país va a entrar por fin sentiremos altivos los que nunca duda-
en la senda institucional. Cuestas se de- mos de la posibilidad de su regenera-
dica a preparar su candidatura a la pre- ción, por haberle permanecido fieles en
sidencia, la que obtiene el franco apo- la hora de la decadencia y del infor-
yo de todos los enemigos de la oligar- tunio.»
quía colorada, que dominó hasta enton- Desde estos artículos traza Rodó las
ces. Batlle lo apoya. líneas básicas de su actuación política
En esta agitación política participó ac- futura: una actitud reflexiva y serena,
tivamente Rodó. La labor literaria pasa un respeto por la legalidad que supera
a segundo plano o se realiza en el silen- las conveniencias partidistas, una posi-
cio de la biblioteca. Disuelta la Revista ción mesurada que se apoya fuertemen-
Nacional, con algunos de sus antiguos te en la visión teórica sin descuidar las
redactores colabora Rodó en El Orden, exigencias prácticas, un sentido de la
periódico de ocasión que sostiene la can- tradición del partido que le hace soli-
didatura de Cuestas, y cuyo director era darizar (según dijo en marzo de 1910)
don Antonio O. Villalba. Redactor en el destino del Partido Colorado con los
jefe era Carlos Martínez Vigil; sus cola- destinos mismos del país.
boradores, honorarios, fueron Juan An- Esta primera etapa del periodismo po-
drés Ramírez, Pérez Petit, Juan C. Blan- lítico de Rodó es breve. En una nota de
co Acevedo, Alberto Guaní, Domingo 27 de febrero de 1898, El Orden infor-
Arena y Juan Antonio Zubillaga. El ma a sus lectores: «Llevada a término
editorial que presenta a los nuevos re- la campaña política que en momento
dactores (1 de febrero de 1898) se re- de solemne expectativa para el país em-
fiere a Rodó como «el notable escritor prendió EL ORDEN (...), dejan de formar
cuya fama de estilista ha pasado las parte del personal de redacción de este
fronteras de nuestro país», frase en la diario los señores Víctor Pérez Petit,
que (aun descontando el elemento pro- José Enrique Rodó y José A. Zubillaga.»
pagandístico inevitable) queda el saldo (Siempre escriben mal el nombre de es-
ya importante del calificativo estilista. te último; en la presentación lo llaman
Los artículos de Rodó en El Orden Tubillaga.) Poco después el periódico de-
tac!, su carácter retozón le inclinaba fuer- mi partido debía ceder el poder si caía
temente a risa, y entonces era de ver vencido en la lucha del sufragio. Tal ma-
su modo peculiar de reírse—una risa nifestación, hecha en días de gran in-
de todo el cuerpo, viboreante, en zig- certidumbre electoral y en un ambiente
zags, las largas piernas echadas por un de apasionamientos juveniles, no era co-
lado, los brazos por otro, el cuerpo agi- mo para suscitar entusiasmos, y a los
tándose sobre la silla—; y si había algo más pareció, cuando menos, inoportuna;
de reservado en su ser, ello estaba en pero no pasó mucho tiempo sin que
la frente, una frente amplia, que aún más pudiese comprobar que más de uno de
lo parecía porque peinaba sus cabellos ios que se acercaran a censurármelo en
hacia atrás; una frente tersa, fría, de- aquel momento se había habituado a es-
trás de la cual ya se anidaba un pen- cuchar sin escándalo, y aun a reconocer
samiento propio, altivo, una voluntad de por sí mismo que la conservación del
conquistador reflexivo y sereno.» poder debía plantearse en el terreno fran-
co y llano del derecho.»
Pero es el doctor Lago quien en su
discurso inaugural propone un verdade-
3 ro programa de gobierno (como lo llamó
un diario de ia época); allí define la lu-
1901-1905 cha que dividía a los dos grandes par-
tidos tradicionales, como una repetición
del conflicto entre el liberalismo y el
Otra vez la política vuelve a tentarlo. conservadurismo y. exhortando al Par-
Ante la desunión del Partido Colorado, tido Colorado a la unificación, a la re-
un puñado de jóvenes decide emprender dacción de una carta orgánica, a la adop-
la lírica empresa de la unificación. Rodó ción de un lema («Gobernar con el parti
es invitado a integrar un grupo escogi- do, pero para el país») que ofrezca ga-
do que capitanea su íntimo amigo el rantías sin disminuir el sentido político
doctor Juan María Lago. Con entusias- del Gobierno. Su discurso lo destacó co-
mo que no cede al de Ariel, acepta y su- mo el verdadero organizador del movi-
ma sus fuerzas (principalmente orato- miento que se iniciaba tan auspiciosa-
rias) a los trabajos de una Comisión de mente.
veintitrés que redacta un manifiesto A En 3 de febrero de 1901, en el estudio
la juventud colorada (noviembre de 1900). del doctor Lago se proyecta la fundación
La culminación de estas gestiones fué del Club Libertad; el 6 se realizan las
el banquete del 21 de enero de 1901, en elecciones, siendo designado presidente
tí teatro San Felipe. En su discurso, Ro- el doctor Lago y primer vicepresidente
dó predicó la obediencia a los princi- Rodó. Para consolidar el triunfo obte-
pios y no a las pasiones, a la fuerza nido con el banquete, se organiza (en
y no a la violencia. Años más tarde, en 10 de febrero) una enorme manifesta-
unas páginas polémicas de 1906, evocaría ción, que recorre las calles principales
él mismo con estas palabras la signifi- de la ciudad y vitorea a los jefes de las
cación profunda de su primer discurso distintas fracciones. El éxito de la mis-
político: «Recuerdo que, cuando por pri- ma multiplicó las actividades del Club:
mera vez tuve ocasión de hablar en se organizaron nuevas manifestaciones,
una reunión política, en vísperas de elec- una de ellas de homenaje a Garibaldi,
ciones y con la consiguiente exaltación y para la que Rodó redactó el manifies-
de ios ánimos, fué para decir a la ju- to (septiembre de 1901); se extendió la
ventud en cuyo seno me encontraba que | prédica al interior del país. Rodó mismo
32 INTRODUCCIÓN GENERAL
no vaciló en hablar ante auditorios des- una fuerza que nadie discute, una ten-
conocidos, correr de uno a otro extre- dencia superior que nadie osará comba-
mo de la república, repetir una y mil tir abiertamente, y dueños de estas fuer-
veces los mismos conceptos básicos (y tes posiciones podemos detener los avan-
hasta el mismo discurso, según aconse- ces del tajismo, podernos favorecer, a!
jaba humorísticamente). formarse la comisión definitiva, la en-
La vida del Club no transcurrió sin trada en ella de elementos independien-
tropiezos. Huella de uno queda en una tes, podemos ejercer una presión decisiva
esquela de Rodó al doctor Lago, en que sobre las conciencias en ciertos instan-
recomienda no enviar una delegación a tes solemnes, y aunque el nuevo club
dar satisfacciones al general Tajes «so- sea, como usted dice, un club de frac-
bre un supuesto desaire de que se con- ción, siempre lo será menos que el Club
sidera objeto ese señor». Concluye la Libertad, pues estando nosotros a la ca-
nota; «Creo que no hay motivo para se- beza de aquél, y por el hecho de ser
mejante acto de pleito homenaje, y que enemigos declarados de los círculos, con-
un acto de esa naturaleza sería inter- trariamos la expansión de éstos, además
pretado de un modo que no nos conviene de que combatiéndolos por sistema la
autorizar.» En efecto, el general Tajes actividad juvenil se vería forzada a to-
era el jefe de una de las fracciones mar otros rumbos más nobles.»
que dividían al Partido, y cualquier se- Rodó no acompaña a Reyles. Sin em-
ñal, de simpatía podría ser considerada bargo, renuncia al Club Libertad por la
entonces como una violación de la im- división que estas rencillas han traído
parcialidad tan cuidadosamente cultivada al movimiento juvenil unificador. Y cie-
por los jóvenes. rra de esta manera una etapa de su aC'
Otras disidencias asumieron carácter tividad política. Poco después, el Club
más grave. En agosto se enfrentaron dos se disuelve.
candidaturas en las elecciones internas El balance de tanta actividad política
del Club; la del narrador Carlos Reyles, desinteresada fué previsible. Lograda la
que iniciaba su militancia política, y la unificación, se agradeció a los jóvenes su
del doctor Lago. Vence este último; pe- esfuerzo, los mayores tornaron nueva-
ro, «por efecto de la lucha (comenta el mente las riendas, y así acabó todo. Pa-
semanario Rojo y Blanco, 11 de agosto), ra Rodó la experiencia fué importante.
ha estado a punto de producirse una Tal vez la huella más perdurable fué
disgregación del Club». La escisión, ya ía del contacto directo con la multitud,
inevitable, se produce luego. En 8 de sep- con la faena preelectoral más cruda. To-
tiembre Reyles inaugura, con una fiesta davía en unas palabras de 1910 se en-
en su Cabana Melilla, el Club Vida Nue- cuentra un eco de lo que pudo haber
va, cuyo título parece tener resonancias significado para su sensibilidad esta cam-
rodonianas. En una elocuente carta pri- paña política de 1901: «¿Quién que al-
vada de 25 de agosto, Reyles había in- guna vez haya participado en esa acti-
vitado a Rodó a formar con él en el vidad, en su habitual manifestación de
nuevo Club un frente común contra las los partidos políticos, no recuerda, si
dos fracciones más activas dentro del tiene alma un tanto levantada sobre el
Partido Colorado; tajistas y baíllistas. vulgo, las torturas de la adaptación; la
«En el Club Libertad (escribe Reyles) ni resistencia de su personalidad, a las uni-
usted ni yo podíamos, en las cireuns- formidades de la disciplina; aquella an-
íaneias actuales, intentar esa obra, pero gustia intelectual que produce la impo-
en el. nuevo centro sí, porque tendremos sibilidad de graduar y depurar las ideas
más autoridad, juntos representamos en la expresión grosera de las fórmulas
inteligibles para los más; las repugnan- ¿ado todavía entre el joven político y el
cias del contacto forzoso con lo bajo.. hombre que domina completamente la
con lo torpe, con lo servil; la sensación actividad partidaria y proyecta su enor-
vivísima de las profundas diferencias me sombra sobre la república, don José
de sentir y pensar que cautelaba la uni- Batí le y Ordóñez.
dad falaz de un programa y un nom- La conducta parlamentaria de Rodó
bre?» queda básicamente reseñada si se apun-
Esta experiencia no lo apartó, sin em- ta que jamás quiso descender a la po-
bargo, de la actividad política. Por el lítica mezquina, que buscó siempre ex-
contrario, casi de inmediato habría de presar una visión panorámica y fuerte-
ensayar Rodó una forma más elevada e mente legalista de la organización del
influyente de la misma: la gestión par- país, que puso el interés del Estado an-
lamentaria. Su primera legislatura (1902- tes que el del propio partido, que pres-
1905) encuentra a Rodó en la plenitud tó especial atención a los hechos cultu-
de sus fuerzas: su entusiasmo político rales. Dos de sus principales interven-
está todavía intacto, el prestigio de su ciones se refieren a problemas que afec-
obra literaria envuelve toda su actua- tan a la cultura: un proyecto de ley
ción, ninguna discrepancia se ha desli- aclaratorio de un artículo de la Cons-
RODO.—2
34 INTRODUCCIÓN GENERAL
titución en el sentido de que los cate- de Unamuno: «De mi país, nada nue-
dráticos de la Universidad pueden ser vo ni bueno puedo decirle. La guerra ci-
elegidos representantes o senadores (22 vil no es cosa nueva, tratándose de
de mayo de 1902); un artículo aditivo pueblos donde parece haber arraigado
que, al tiempo que acepta la elimina- casi como una diversión ó sport nacio-
ción de la obligatoriedad para la pre- nal. Sin embargo, aunque tal guerra
sentación de tesis universitarias, esta- sea cosa triste, injustificable y vergon-
blece el régimen de concurso para las zosa, y nos perjudique y afrente, he
mejores que se presenten (26 de junio de decir a usted que no considero el
de 1902). Pero sus principales interven- porvenir inmediato de estos países con
ciones pertenecen al terreno político. el criterio pesimista de muchos; creo
Pronuncia un discurso sobre la paz efí- que los males de ahora pasarán; perci-
mera de 1903, en que subraya la nece- bo que, en medio de tantas tribulacio-
sidad de una paz duradera y apunta nes, vamos adelante, aun en lo político
sus condiciones (6 de abril de 1903); in- y administrativo, y veo tanta vitalidad,
terviene activa y decisivamente para evi- y tanta riqueza, y tanta fuerza almace-
tar—ya encendida nuevamente la guerra nada en estas tierras bendecidas por la
civil—que el Ejecutivo exagere las medi- Naturaleza, que tengo por cuestión de
das de censura a la prensa; pronuncia tiempo el triunfo sobre los resabios del
un elocuente discurso a propósito de la pasado y el predominio definitivo de los
necesidad de una reforma de la Consti- hombres de pensamiento sobre los caudi-
tución de 1830 (23 de diciembre de 1904). llos levantiscos. Lo innegable es que,
En todas sus intervenciones actúa con para los que tenemos aficiones intelec-
mesura y elevación. tuales y tendencias a una vida de pen-
La guerra civil de 1904 conmovió pro- samiento y de cultura, resultan, más
que incómodas, desesperantes las con-
fundamente su conciencia. En sus cartas diciones (siquiera sean transitorias) de
privadas, y en otros escritos, quedan tes- este ambiente, donde apenas hay ca-
timonios inmediatos de esta experiencia bida sino para la política impulsiva y
que destruía sus mejores ideales. En anárquica, que concluye por arrebatar
carta de 19 de enero de 1904, escribe en su vértigo a los ánimos más serenos
a su amigo Juan Francisco Piquet; «Ya y prevenidos. Yo no aspiro a la «torre
sabrá usted, al recibir la presente, cuál de marfil»: me place la literatura, quer
es la plácida y bienaventurada situación a su modo, es milicia, pero cuando se
en que nos hallamos los que tenemos trata de luchar por ideas grandes, de
la inefable dicha de vivir en este nue- educar, de redimir. En fin: estoy muy
vo paraíso terrenal. La estupidez de la hastiado de lo que por aquí pasa; y tai
guerra contribuye a hacer el ambiente vez, tal vez, si logro arreglar mis asun-
aún más estrecho y turbio que de cos- tos, no pasará un año antes de que me
tumbre, y centuplica los mil inconve- vaya a oxigenar el alma con una larga
nientes, mezquindades y fastidios de la estadía en esa Europa.» La carta (de la
vida normal de estas Batuecas.» El mis- que se han extraído estos párrafos) está
mo año, agrega en otra carta: «Por aquí fechada en 20 de marzo de 1904. En un
todo va lo mismo: guerra y miseria, borrador de otra carta al mismo (28 de
caudillos y fanáticos, ríos de sangre y septiembre de 1904) dice: «Aquí feste-
huracanes de odio. En todo eso, vida fe- jamos el restablecimiento de la paz, cosa
bril; y en lo demás, muerte y silencio.» tanto más digna de festejos cuanto que„
También evidencian el mismo espíritu como usted dice, nuestras luchas civiles
estos fragmentos de unas cartas a Miguel no son guerras de ideas, ni de altos m-
salud, y me hacía decir por algún miem-1 sión perdurable de tristeza y soledad, de
bro de su familia cómo seguía y lo que i aislamiento afectivo, de incomunicación
deseaba. Dijérase que se avergonzaba de j personal directa. En este período de su
hallarse enfermo o que quería sustraer j vida, Rodó aparece como enmurallado
a todos el espectáculo de su dolor». Este en sí mismo. No hostil, sino ensimisma-
pudor, extendido hasta las zonas más ex- do, y también herido. Porque él mismo
puestas de su ser, habría de conducirlo i supo decir con rotunda frase: «La so-
en Italia a un enclaustramiento y disimu-j ledad es escudo diamantino, sueño re-
lo de su enfermedad que resultó fatal, j parador, bálsamo inefable, en ciertas si-
Muy pocos de los que fueron sus ami- j tuaciones del alma y por determinado
gos y compañeros de la juventud siguie- j espacio de tiempo. Pero como medio úni-
ron frecuentándolo; se convirtieron, en j co y constante de asegurar la plenitud
realidad, en conocidos ocasionales, con j de la personalidad contra las opresiones
los que Rodó hablaba en la calle, o en j y falacias del mundo, marra la soledad,
la redacción de un periódico, o en una porque le faltan un instrumento eficací-
librería, y a los que jamás franqueaba simo con que desenvolver el contenido
su retiro. Su apartamiento, su mismo de nuestra conciencia: la acción, y una
desaliño externo, alimentaron también preciosa alianza a quien fiar lo que no
otra leyenda, a la que se ha referido logre consumar de su obra: la simpatía.»
(para negarla) Pérez Petit: la de su dip- Con enorme fuerza de voluntad supo
somanía. Otros testimonios coinciden en Rodó sobreponerse a esta crisis y conti-
asegurar que Rodó bebía, aunque insis- ¡ nuó laborando su Proteo. Acostumbraba
ten siempre en el cuidado con que in-' trabajar en la Biblioteca del Ateneo, en
tentó ocultarlo. ] la que (según se cuenta) llegaba a ence-
Acostumbraba pasear solo por la ciu- ¡ rrarse con llave, transformándola así en
dad, hacer una larga recorrida en el tran- biblioteca privada; escribía también en
vía de caballos; tal vez meditar junto ¡ una quinta de la Avenida Buschental, en
al mar que la bordea. En muchas pági- el Prado, lejos de la agitación ciudadana.
nas se ha referido al mar; lo ha exalta- «Concurría a él por la tarde únicamente
do; ha dicho su mérito: «gran confiden- (escribe su biógrafo Pérez Petit) y traba-
te de tristes y reconcentrados»; ha de- jaba hasta declinar el día. Escribía si
clarado, con ímpetu lírico: «Tengo el estaba en vena; si no, que era lo menos
sentimiento del mar. Esas afinidades ins- frecuente, salía a caminar por los alrede-
tintivas con las cosas de la Naturaleza, i dores, buscando ex profeso los parajes
esas misteriosas simpatías que parecen i más solitarios, en la vecindad del arroyo
recuerdos de una existencia elemental, no Miguelete.» En esa quinta, entre 1904 y
me hablan de mi fraternidad con la mon- 1907 redactó sus Motivos de Proteo,
taña abrupta, ni la tendida pampa, ni Parece marcarse una clara contradic-
otra de la duras formas de la tierra, sino ción entre la experiencia angustiosa del
de mi fraternidad con las inmensas y hombre Rodó y el optimismo que refleja
ondulantes aguas, con el errabundo ser í el escritor Rodó, particularmente en su
de la ola. Abro el pecho y el alma a este j Proteo. Tal aparente contradicción ha
ambiente marino; siento como si mi sus- sido explanada por él mismo en unos
tancia espiritual se reconociese en su J textos, redactados seguramente con al-
centro.» Y ha puesto bajo la invocación gunos años de intervalo. Uno pertenece
de Proteo («numen del mar», como él a un artículo periodístico de 1915 (4 de
mismo dice) su obra más perfecta y re- diciembre) y dice así: «Pasa colectiva-
veladora. mente como en lo que se refiere ai ca-
Del cuadro general surge una impre- j rácter que cada autor infunde en sus es-
1 PR#
grado e infinito Misterio; allí brota la de América. El Rodó que emerge de este
vena de amor cuya pendiente va a don- estudio es no sólo más patético y tem-
de están los vencidos y los míseros; allí bloroso; es más completo y verdadero.
residen la comprensión de otra beldad
que la que se contiene en la Forma, y
la tristeza que lleva en sí su bálsamo, y
cuyos dedos son mejores que la dulce-
dumbre del deleite.,. ¡No; no tienes tú
toda la razón, oh luminoso y sereno 1906-1914
huésped mío, oh pagano que resucitas
en mi alma; y aunque con tu presencia Una polémica—la única que Rodó sos-
me hagas columbrar la gloria de los dio- tuvo largamente—vuelve a colocarlo en
ses, yo quiero que dejes lugar dentro el primer plano de la atención pública.
de mí para las melancolías de que no En 1906, el doctor Eugenio Lagarmilla
sabes, para las inquietudes que no com- había presentado a la Comisión Nacio-
prendes, para las fuentes de amor que te nal de Caridad una moción en que se
son desconocidas!» solicitaba el retiro de emblemas de cual-
Todos estos textos apuntan—a pesar quier religión positiva de las casas de-
de su condición fragmentaria y aun in- pendientes de dicha Comisión, La medi-
forme—a una esencial dualidad de la na- da propuesta fué aceptada, y esto se tra-
turaleza rocloniana, dualidad que él no dujo prácticamente en el retiro de los
i n t e n t a b a superar, sino agotar en sus crucifijos de las salas de hospitales. La
extremos de d i c h a y dolor. Un largo sociedad montevideana se conmovió. En
aprendizaje del dolor parece su aventu- una carta abierta (que se publicó en La
ra interior de los últimos años, un apren- Razón, 5 de julio), Rodó censuraba esta
dizaje del dolor para él, reservado para medida. Pocos días después, el doctor
su confidencia íntima y apenas desarro- Pedro Díaz pronunciaba una conferencia
liado en los textos que sus familiares sobre el debatido tema y replicaba los
conceptos vertidos en dicha carta, Con-
comunicaron. Sumergido en la duda y tra su costumbre, Rodó no permaneció
en la soledad, anegado por la tristeza, callado, y en una serie de artículos ex-
Rodó se niega a dar rienda suelta a la planó sus Contrarréplicas; con ellas com-
pena, a cultivar su duelo y (como acon- puso luego su librito Liberalismo y Jaco-
sejaba ya el fuerte Püidaro) se sobrepo- binismo. En sus artículos no sólo refu-
ne, lucha, tiende a recrear, así sea en taba Rodó a su ocasional contendedor;
el entusiasmo de la creación literaria, también desarrollaba con entera ampli-
ia felicidad del estado glauco: esa sere- tud el tema de la verdadera significación
nidad griega que transmite a su prosa de la figura de Cristo. La repercusión de
el aura marmórea, intacta. la polémica en los medios intelectuales
El estudio detenido de su vida y de o religiosos, y hasta políticos, fué gran-
sus textos íntimos despeja por completo de. Rodó pareció entonces el campeón
la falsa imagen circulante de un Rodó de un liberalismo generoso y tolerante.
estatuario, frío e insensible en anticipado La preparación de Proteo u otras acti-
bronce. Demuestra qué combates debió vidades complementarias no impidieron
de librar para alcanzar en su obra una su colaboración en algunas importantes
serenidad y un equilibrio, una objetivi- publicaciones literarias de América. Du-
dad que no nacía de ia indiferencia, para rante el año 1907, acepta la colaboración
ofrecerla como la mejor lección al mun- literaria en La Nación, de Buenos Aires,
do desordenado, agónico de su patria y uno de los más importantes de ios perió-
•y
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teramente como un mal. Todo está en Grito de Asencio, uno de los episodios
que no nos dejemos despojar de nues- primeros de la revolución de la inde-
tra personalidad (...) Aceptemos nuestro pendencia; exención de impuesto al libro
destino. En cuanto a mí, la relativa per- extranjero; adiciones importantes al pro-
severancia de mi labor consiste en que yecto de Carlos Roxlo sobre la propiedad
la forja de la vocación se me impone literaria. Participó también activamente
de tal modo, que no hay en mi vida mi- para conseguir una pensión que permi-
nuto de tregua y paz que no vuelva, co- tiese a Florencio Sánchez, primer dra-
mo por sí mismo, hacia el polo de las maturgo uruguayo, ir a Europa. La in-
letras.» (El borrador está fechado en 3 tervención directa de Rodó en el pro-
de diciembre de 1907.) yecto (que firma conjuntamente con
En 1908 es electo diputado. Su segunda diputados de distintos sectores políticos)
legislatura se extiende de 8 de febrero la reconoce y documenta el propio Sán-
de 1908 a 4 de febrero de 1911. Su acti- chez en una carta a su primo, don Joa-
vidad se concentra principalmente en quín Sánchez Carballo: «Rodó presenta-
problemas culturales: subvención para rá la semana próxima probablemente un
que pueda erigirse un monumento al proyecto por el que se me acuerda una
Rodó en las cumbres (cordillera de los Andes), en su viaje a Chile como delegado del
Uruguay ante las fiestas del Centenario de la Independencia de aquel país, con el coronel
Jaime Bravo (a su derecha) y el poeta Juan Zorrilla de San Martín.
20 de septiembre de 1910.
48 INTRODUCCIÓN: GENERAL
pensión de doscientos pesos por dos rrespondencia coetánea hay huellas elo-
años. Irá firmado por un grupo de cuentes del interés con que vigilaba el.
diputados blancos y colorados de los desarrollo de estos movimientos y de
más representativos y tengo la seguridad las palabras de aliento que siempre en-
casi de que se vote por unanimidad.» contró para sus organizadores. En carta
El proyecto no fué aprobado, y el presi- a Enrique Pérez (2 de abril de 191.2) es-
dente Williman decidió enviar directa- cribe, por ejemplo: «Como testigo pre-
mente a Florencio Sánchez a Europa. sencial del primero de esos congresos,
En el terreno político, la actividad de puedo dar fe del ambiente de anima-
Rodó fué menor, aunque no debe dejar- ción y de entusiasmo en que se desen-
se de subrayar su elocuente discurso al volvió, presentando a los ojos de los
presentarse en la Cámara el Tratado con que aplaudíamos las generosas expan-
el Brasil sobre el condominio de las siones de aquella juventud, como una
aguas de la laguna Merim, por el que se anticipada imagen de esa patria latino-
rectificaba algún abuso de la anterior j americana con que soñamos para el por-
política imperial. Pero si su actuación venir los que creemos que las fronteras
externa no parece muy importante, es internacionales no han de prevalecer
indudable que para los hombres de su eternamente, sobre la natural e históri-
partido Rodó empieza a señalarse como ca unidad de estos pueblos.»
una de las figuras más interesantes e Este mismo año de 1908 es electo pre-
independientes. Sin confundirse nunca sidente del Círculo de la Prensa, enti-
con los incondicionales de Baüle, en dad de carácter social que agrupa a los
más de una oportunidad aparece Rodó periodistas de la capital, con prescinden-
vinculado expresivamente a esta candi- cia de los matices políticos que repre-
datura que ya se empieza a preparar. senten. En su discurso (14 de abril de
En una carta abierta, que publica El 1909), Rodó expresa su alegría de ver re-
País, traza Rodó un cuadro de las últi- unidos allí a representantes de todos los
mas décadas de la política nacional y diarios y apunta el significado gremial
realiza un análisis mesurado y elogioso del Círculo,
de la gestión de Batlle en su primera En 1909 publica, por fin, los Motivos
presidencia. de Proteo: una selección de la obra en
La actividad política marca sólo un que venía trabajando desde fines de si-
aspecto de este período de su actuación , glo y a la que dedicó todos sus ratos de
pública. Participa con su adhesión en el j ocio en ios últimos atareados años. Aun-
primer Congreso Internacional de Estu- que por su propia índole no alcanza este
diantes Americanos, que por iniciativa libro la súbita y enorme popularidad de
de 3a juventud universitaria del Uruguay Ariel, el nombre de Rodó basta para ago-
se reúne en Montevideo, 1908; cuando tar en pocas semanas la primera edición
pasan por esta ciudad los congresistas y poner en prensa una segunda, que se
al segundo (que tuvo su sede en Buenos publica en 1910. Como pensador y como
Aires y en 1910) participa como orador | estilista, alcanza Rodó en esta obra el.
en el acto de homenaje realizado en el | primer rango entre los escritores de ha-
Club Uruguay cié 24 de julio. De alguna i bla hispánica.
.manera estos congresos, y otros que ha- Nuevas actividades vienen a aumentar
brían de continuarse realizando en los su prestigio. Aunque fracasa una misión,
distintos países americanos, reflejaban al Brasil con motivo de la firma del
una aspiración que Rodó había explaya- j Tratado sobre la laguna Merim (Rodó
do Y canalizado—con tanto entusiasmo— \ debió integrarla y ya tenía esbozado su
er¡ las páginas ele su Ariel. En su co- i discurso, de!, que redactó las páginas so-
comprensiva y conservadora, que trata bía pasado una temporada en Suiza, es-
de limar injusticias, pero no fomenta tudiando su sistema de gobierno) inten-
ias posiciones extremas ni las máximas tó preparar el terreno para una refor-
reivindicaciones proletarias. ma de la Constitución que sustituyera
Toda esta actividad social y cultural el Ejecutivo unipersonal por un Gobier-
{que incluye una ardiente defensa de Zo- no Colegiado. Rodó lucha en la oposi-
rrilla de San Martín con motivo de su ción colorada En la Cámara y en la
obra La Epopeya de Artigas) debió de prensa luchó por una reforma de la
realizarse mientras Rodó mantenía una Constitución que no implicara un cam-
de las más enconadas batallas de la his- bio tan radica] en la estructura políti-
toria parlamentaria del Uruguay. Poco ca del país. Buscó una reforma gra-
a poco, Rodó se había ido separando de dual, escalonada y que fuera preparan-
la política de Batlle. En 1910 era toda- do al elector. De la importancia que
vía partidario de Batlle, como lo de- concedía a este conflicto político da fe
muestra su carta abierta a El País. En el borrador de una carta a Juan Anto-
191 í se suma a la fracción antibatllista nio Zubillaga de 21 de diciembre de 1911:
dentro del Partido Colorado. ¿A qué obe- «No le había contestado, esperando te-
clebe este cambio de actitud? Es difícil ner tiempo para acceder a su pedido;
sintetizar en poco espacio y con absolu- pero no sé si usted sabe que estamos
ta objetividad este tema tan controver- en plena agitación parlamentaria y li-
tido. Baste apuntar las más evidentes diando una batalla de importancia con
discrepancias ideológicas. motivo de la reforma constitucional. Me
Al ascender por segunda vez a la Pre ha tocado ser el leader de la representa-
sidencia de ia República, Batlle (que ha- ¡ ción proporcional contra el proyecto gu-
-¿yv d¿¿^t&0**>4b
h<<p
¿nú (Uu*i
Pensamiento autógrafo de Rodó. Dice así: '.'.El tesoro del recuerdo: En la adoles-
cencia y l.-1 juventud, cuando todavía no leñemos pasado, no cuidamos [interceda:
ios recuerdos del bien; no...'] de asegurar en la memoria este tesoro que luego
perfumaría nuestra vida. Todos debíamos escribir ei <: alario intime-» de ias cosas
bellas y guardarlo 10 ó 20 años como un buen vino,» Archivo Rodó.
Biblioteca Nacional, Montevideo.
bernista, y tengo que intervenir diaria-1 en todos los frentes. Desde su escaño
mente en el interesantísimo debate que en el Parlamento, desde sus columnas
envuelve además otros puntos, como el periódicas, en discursos pronunciados en
de la ratificación, etc., en que también actos públicos de distinta índole, en su
me dispongo a intervenir. Es una cues- correspondencia pública o privada, Ro-
tión que interesa mucho a la opinión y dó aparece entregado a la faena de com-
en que, como le digo, el esfuerzo está batir a Batlle y a sus proyectos de Ye-
en gran parte a mi cargo.»
Rodó no consiguió el triunfo de sus
ideas. Pero se granjeó la terrible ene-
mistad de Batlle. En la prensa de la
época se recogen ecos de la extrema ten-
sión en que se desarrolló el debate par-
lamentario. Se llegó a asegurar que el
Presidente había establecido nítidamente
que quienes no votaran su fórmula re-
formista serán considerados enemigos.
Rodó no sólo no la votó, sino que inter-
vino activamente para demostrar sus
errores, para impedir su triunfo.
Otra intervención parlamentaria de Ro-
dó, en un tema de escasa entidad que
la oposición a Batlle convirtió en capi-
tal, vino a agravar sus ya tirantes rela-
ciones. Batlle abandonó su residencia
en Montevideo para ir al interior de la
República a visitar a un familiar enfer-
mo. La oposición planteó de inmediato
la inconstitucionalidad de esta medida,
y en el enconadísimo (e interminable)
debate que se promovió, Rodó actuó co-
mo opositor. La mayoría batllista resol-
vió la cuestión en términos favorables
al Presidente. Este incidente, en sí tri- Rodó a los cuarenta años.
vial, puso de manifiesto hasta qué pun- Foto Fitz Patrick. Montevideo.
to estaba dispuesto Rodó a combatirlo.
Otros incidentes menores (como el elo- forma constitucional. No parece haber
gio de Rodó a José Pedro Ramírez) con- nada personal en esta actitud, pero el
tribuyeron a distanciarlo de Batlle y a so- distanciamiento no es por ello menos
cavar toda posibilidad de acuerdo. Rodó grave. Rodó sabe que con su actitud
llegó a constituirse en el leader oposicio- se juega la reelección, pero esto no le
nista máximo dentro de la Cámara de preocupa demasiado. Tenía la prensa y
Diputados. A comienzos de 1912, ingresa desde ella habría de continuar su pré-
Rodó en la redacción del Diario del Plata dica. Antes de abandonar la Cámara es-
V su oposición al Gobierno encuentra cribe en una carta a Hugo D. Barbage-
allí otra forma de manifestación. No es lata estas palabras, que son a modo de
posible desvincular una actividad de la testamento de su actividad parlamenta-
otra; en este momento, dedica sus me- ria: «La política es la más precaria de
jores energías a sostener un combate las ocupaciones para los que tenemos
52 INTRODUCCIÓN GENERAL
I *v#s-
/ •
V...
• K?.
relieve y color dándome una intuición rica, áspera, ruda, a estilo de Thierry.»
tan enérgica de su identidad con lo esen- Hay otros testimonios de proyectos in-
cial, con lo radical, de nuestra propia cumplidos: un largo ensayo sobre Martí
alma, que me quedó, como una obse- (al que se refiere en carta a Carlos de
sión, la idea de rastrear, en la realidad Velasco, 25 de junio de 1914), otro sobre
histórica, la manera como esta alma Artigas, el héroe de la independencia uru-
n u e s t r a se desprende de aquélla. Es guaya y el que inspiró alguna página her-
una maravillosa época, la de la Conquis- mosa (recogida en Escritos misceláneos),
ta, para intentar una evocación histó- un trabajo sobre Francisco Acuña de Ti-
54 INTRODUCCIÓN GENERAL
gueroa de que habla Zubillaga en unas chini, Rodó no ceja en su prédica anti-
Notas recordatorias de 1917. Pero no to- colegialista. Pero el periodismo le va a
do fueron planes, brillantes esbozos, in- exigir una colaboración que no era ex-
terpretaciones apenas insinuadas. Tam- clusivamente ideológica. En una página
bién trabajó, también realizó. Hacia 1912 de 1909 ha señalado él mismo la impor-
reúne cinco textos de su primera época tancia de esta actividad en nuestra vida
y los reordena magistralmente bajo el literaria: «Nuestros novelistas, nuestros
título común de Juan María Gutiérrez y dramaturgos, nuestros líricos, todos, con
su época; escribe ensayos de aliento so- rarísima excepción, han sido alguna vez
bre Montalvo (en el que trabaja desde periodistas; y si íes preguntáis qué re-
1907), sobre Bolívar, que anticipa en pe- cuerdos guardan del periodismo y lo que
riódicos literarios y destina a una colec- le deben, puede ser que os digan que
ción de cartas del Libertador que Rufino la prensa diaria ha quitado algún tiem-
Blanco-Fombona publica en París, 1913. po o ha negado algún reposo a la voca-
Este mismo año Rodó colecciona en un ción preferente de su espíritu; pero, en
grueso volumen sus ensayos dispersos y cambio, os dirán también que en la prác-
escritos misceláneos. El Mirador de Prós- tica del periodismo, adquirieron esa dis-
pero se convierte así en un ejemplario ciplina del trabajo, ese hábito de la pro-
de sus inquietudes intelectuales, en re- ducción ágil y asidua, y esa gimnasia de
pertorio de sus temas, en diario de su claridad y precisión, que desentumecen
espíritu, y hasta en muestra de los suce- el estilo y adiestran las energías del en-
sivos y diferentes estilos, la obra que tendimiento, como el aire libre y el ple-
mejor lo representa y en la que se en- no sol y la desenvuelta actividad de los
cuentran sus páginas más perdurables. músculos vigorizan y entonan el cuerpo
En uno de sus más trabajados ensayos, entumecido en la quietud.» Esa es, sin
el que dedicó en 1913 a Montalvo, escri- embargo, una cara de la moneda. La
be Rodó algunas palabras que reflejan otra, se encuentra (en palabras del mis-
penetrantemente su actitud íntima de en- mo Rodó) en una carta a Barbagelata
tonces: «...queda el aislamiento y aban- de 14 de enero de 1914: «El periodismo
dono espiritual, que es lo verdaderamen- —usted lo sabe— no es mi vocación, pe-
te doloroso; queda el calvario de la in- ro en él he tenido que ampararme para
comprensión común: desde la que se vivir, sobre todo desde que he dejado
eriza con las púas de la inquina a la de ser diputado.»
superioridad, pasión de democracias chi- En ese doble aspecto—como medio de
cas, hasta la que se encoge de hombros vida y como tribuna política—debe ver-
con un zafio menosprecio de toda la- se la actividad periodística de Rodó. Nun-
bor desinteresada de estilo y de inves- ca alcanza la alta categoría de su labor
tigación, y la que, dentro mismo de es- literaria, pero tampoco desciende a la
tas actividades, ensordece a lo nuevo y faena meramente venal. Porque a todas
personal, o afecta comprender y no com- las formas de su actividad—la literatura,
prende...; quedan, en fin, aquellos resa- la política, el periodismo—aporta el mis-
bios de la aldea, por los cuales, para las mo respeto esencial, la misma respon-
altas cosas del espíritu, toda esta Amé- sabilidad.
rica Española ha sido, en escala mayor, j Por otra parte, en la labor periódica,
soledad de villorrio...» ! en la camaradería de la sala de redac-
Este último período de su vida está do- ción, encontró algún calor que hacía fal-
minado por el periodismo político. Des- ta a su vida social. Es bien conocida la
de su ingreso ai Diario del Plata, cuyo anécdota que lo muestra no perdiendo
director era su amigo don Antonio Ba- su sentido del humor ni en los rnomen-
tos más solemnes. En la redacción ha- ción de artículos que se recoge entre los
bía un yacaré disecado que Rodó colo- Escritos políticos de este volumen. Aun-
caba frente a su mesa presidiendo su que había perdido su banca de diputado,
trabajo, con un cigarrillo en las fauces no ceja en la lucha por sus ideales anti-
abiertas. colegialistas. En carta a Luis A. Theve-
En la prensa de este período queda net (que éste insertó en un folleto titu-
abundante testimonio de una actividad a lado La Prensa, Salto Oriental, 1916), ha
la que Rodó entrega lo mejor de su ta- sintetizado Rodó su visión del momento
lento político. Fruto de ella es la colec- político: «Circunstancias críticas y acia-
•gas se han producido en el país desde dad, Rodó veía algo más que la amena-
que usted hace profesión de publicista, za a uno de los países que amaba más
pero no recordará usted ninguna en que entrañablemente, a Francia. Lo que en
la magnitud de los problemas que se seguida sintió fué la ruptura de los va-
plantearan y de los peligros que hubie- lores sobre los que estaba edificada la
ran de afrontarse se haya impuesto a civilización de Occidente, la destrucción
la conciencia ciudadana con tan extraor- del mundo en el que había sido criado,
dinarios caracteres de gravedad. Nunca, en el que había realizado su obra, para
pues, habrá encontrado usted campo más el que había proyectado un futuro ame-
propicio para la manifestación libre y ricano. Todo ío que constituía el fun-
entera de su vocación de luchador. Ya damento de su obra parecía deshacerse
se definían los antecedentes inmediatos con la guerra. A partir de ese momento,
de la situación a que ha llegado la Re- Rodó se hunde en una meditación cada
pública, cuando hace pocos años entrá- vez más sombría.
bamos, usted v yo, a formar parte de Por otra parte, debe abandonar el Dia*
la Redacción de Diario del Plata y con- rio del Plata por 3a disimulada germa.no-
tribuíamos a realizar una propaganda filia de esta hoja. Su carta de renuncia
que, siendo de imparcial expectativa al (publicada en el mismo periódico en 2
iniciarse, pasó muy luego a ser de franca de septiembre de 1914) no alude a esta
v resuelta oposición. Allí combatimos la circunstancia; por el contrario, habla ele
desastrosa política de círculo; la exclu- razones de orden personal y confirma
sión deliberada de las fuerzas intelectua- su «completa solidaridad» con la propa-
les y morales más representativas del ganda política del periódico. Es eviden-
país en la obra del Gobierno; el persona- te que la separación de Rodó no impli-
lismo avasallador de la autoridad presi- caba un distanciamíento de la orienta-
dencial, ahogando todas las autonomías ción política nacional del Diario; sin em-
y suprimiendo de hecho todas las divi- bargo, su discrepancia en materia ínter-
siones del poder; la exacerbación provo- nacional le obliga a dejarlo. Continúa
cada y funesta de odios que aún humea- vinculado al periodismo por sus colabo-
ban con el vapor de la sangre. Los pla- raciones en El Telégrafo. Las palabras
nes de reforma social sin orden ni adap- de presentación (S de septiembre de 19.14)
tación, ni medida, la inquina demagógi- informan que «en las páginas de El Te-
ca que se saciaba en la tumba de los légrafo [Roció] abordará el estudio de
hombres ilustres; la práctica libertici- los mil aspectos de la vida diaria, pero
da de la «influencia moral» en los comi- absteniéndose, no obstante, del comen-
cios y en la organización partidaria; la tario político, porque así se encuadra
consagración del incondicionalismo co- dentro del criterio general que acerca
mo escuela de carácter, y finalmente el de ella [la política] ha guiado siempre
propósito de trastornar las instituciones la propaganda absolutamente imparcial
fundamentales de la República, rehabili- de esta hoja». El escritor se encarga de
tando formas reaccionarias de organiza- una sección nueva, La guerra a la lige- •
ción que. la ciencia y la experiencia han ra, en la que comenta margínalmente
desautorizado umversalmente y que só- hechos y personajes de la gran contienda.
lo pueden considerarse eficaces para fi- En plena guerra se publican en España
nes de perpetuación oligárquica y de in- ios Cinco ensayos {Montalvo, Ariel, Bo-
definida usurpación de soberanía.» lívar, Rubén Darío, Liberalismo y Jaco-
El estallido de la guerra de 1914 lo binismo) que contribuyen a la mayor di-
sorprende en su faena periodística, La fusión de su obra por todo el mundo de
conmoción interior es enorme, En reali- habla hispánica.
INTRODUCCIÓN GENERAL
¿Cómo era entonces Rodó? Lauxar, vada y dos manos moviéndose en la nie-
que lo conoció en sus últimos años, ha bla. Por la puerta, pintando una débil
dejado este retrato tan patético en su so- franja, entraba un reguero de claridad
briedad minuciosa: «Siempre tuvo José exterior, y en su plano había una silla
Enrique Rodó la expresión adusta y re- para el visitante. Así pudo él observarme,,
servada. Con los años sus facciones se sin ser visto, desde su rincón oscuro (...).
abultaron debido a una inflación general. Hablaba el artífice de arte, de letras y
La mirada, inmóvil tras los cristales de hombres, de sus manuscritos inéditos^
sus lentes; el rostro carnoso y abotaga- de un vasto proyecto de revista latino-
do; la tez, borrosa; la nariz, grande y americana. Y al referirse a su política
gruesa; gruesa también la boca; el bigo- (sonámbulo de la belleza que baja al
te, duro, caído y enmarañado, al igual patio de las fieras), habló con melanco-
que las cejas; tosca la frente, y sobre lía de próximas luchas que atormenta-
ella, lacio el pelo rebelde: su fisonomía ban el ambiente.»
era como una máscara sin emoción ni
inteligencia.» Una máscara (podría agre-
garse) tras la que defendía su intimidad
Rodó.
La imagen de Rodó puede ser comple- 1914-1917
tada con este otro retrato, coetáneo, de
Gustavo Gallinal: «Veo su alta y desgar- La tensión que adquiría la lucha polí-
bada silueta: ceñido el cuerpo por un tica interna, un gran descreimiento que
chaquet, los brazos abandonados, con las poco a poco va minando los fundamen-
manos hacia atrás, rígidas, en un gesto tos de su obra y contra el que se deba-
muy suyo; la cabeza hundida entre los te agónicamente, lo empujan a intentar
hombros, los lentes muy bajos, la mira- el viaje como salvación. Piensa, en un
da abstraída y como ausente de las co- primer momento y apremiado por las
sas...» A este autómata ensimismado, a necesidades económicas, en Buenos Ai-
esta máscara ingrata e inexpresiva se res, que ha sido refugio de tanto uru-
había ido reduciendo Rodó, acorazando guayo golpeado por la ingratitud del
su persona, hundiéndose en el refugio país; pero debe desechar la idea. El. via-
de sí mismo y proyectando hacia fuera je a Europa se impone como la única
un caparazón torpe y espeso. solución; no se trata de huir, sino de re-
Del mismo período, año más o menos, cuperarse, volviendo a las fuentes. Trata
es el retrato que ha dejado Rafael Al- entonces de poner en práctica una tera-
berto Arrieta (en un artículo de Nos- péutica que, en teoría, había recomenda-
otros, Buenos Aires, mayo de 1917): «Co- do en Motivos de Proteo (LXXXVI).
nocí personalmente al maestro de los Una carta a Juan Francisco Piquet (sep-
Motivos en su casa de Montevideo, ha- tiembre de 1904) había balanceado y an-
ce algo más de un año. Alguien me^ había ¡ ticipado lo que Rodó anhelaba del viaje.
advertido: Lo recibirá a oscuras; es su ' Se imagina allí, con Proteo bajo el brazo,,
costumbre. Y en efecto, fijó nuestra en- : lanzando su alma a los cuatro vientos,
Irevista de seis a siete de la tarde; con- escribiendo en las mesas de las posadas
versamos en una sala pequeña y sin luz; [ o en los vagones de ferrocarril. «Así me
allí nos despedimos sin que él asomara veo en el porvenir (dice), especie de per-
al vestíbulo iluminado, y sólo recuerdo sonificación del movimiento continuo, al-
haber visto, como en los sueños, entre ma volátil, que un día despertará al sol
las sombras que indeterminaban las aris- de los climas dulces y otro día amane-
tas del moblaje, una alta figura encor- cerá en las regiones del frío Septentrión,
oara quedar, por fin, extenuada ele tan- mencionada publicación (2 de mayo de
tas andanzas, quién sabe adonde; alma 1917), fué redactado espontáneamente por
andariega como una moneda o como Rodó: «Mi compromiso es escribir tres
una hoja seca de otoño, sin más habi- correspondencias al mes, que se me re-
tación que la alcoba del hotel o el ca- tribuyen con 650 nacionales, o sea 250 oro
marote del barco, sin más muebles pro- uruguayo. Dentro de breves días estaré,
pios que la maleta de viaje, sin más pues, lejos de la patria y [agrega signi-
domicilio constante que el mundo, sin , ficativamente] de Batlle...» De la impor-
más nostalgia que la de los tiempos en tancia de esta asignación queda el tes-
que había una 'Atenas' viva en la tie- timonio complementario de sus herma-
rra...» A esta imagen de sí mismo, opo- nos, que aseguran (en el prólogo a ios
ne, en su visión profética, otra: «...hay Últimos Motivos de Proteo, 1932): «Bas-
veces que estas veleidades de nómada tó para cubrir con holgura todos sus
tienen que luchar dentro de mi corazón gastos y hasta le permitió adquirir al-
con otros proyectos y tentaciones; y hay gunos objetos de arte destinados a su
una voz íntima que suele decirme por lo familia, que llegaron en su equipaje.»
bajo: 'Radícate; echa raíces en tu tierru-1 La noticia de su partida conmueve el
ca; zambúllete de cabeza en este pozo; : pequeño ambiente montevideano. Todos
pon lastre a tu carga para evitar los sienten el ridículo de que el mayor escri-
caprichos de alzar el vuelo.—El ideal de tor nacional deba ir a Europa como co-
la vida está en tener una choza pro- rresponsal de un periódico argentino. De
pia; en constituir una familia; en espe- j inmediato se presenta al Senado un pro-
rar en santa paz el desvanecimiento de j yecto de Cátedra de Conferencias. En
esta gran ilusión que llamamos vida, al j una carta (publicada en El Plata, 6 de
abrigo de la borrasca, junto al fuego del j julio de 1916) Rodó agradece y aclara:
hogar tranquilo y alegre.' Pero esta voz ] «...cualquiera que sea la suerte reserva-
dura poco, y prevalece la otra, la que i da al proyecto, mi candidatura para ejer-
me aconseja el movimiento continuo.—Lo \ cer la nueva cátedra debe considerarse
indudable es que llegando a cierta altura '••absolutamente eliminada, pues, aun su-
de su vida el hombre ha menester deci- poniendo que existiera la posibilidad de
dir su destino, en un sentido u otro.— ; esa designación, quedaría sin efecto por
Vegetar no es para hombres que se es- mi irrevocable voluntad de no aceptar-
timen.—No quiero permanecer estacio- la.» El rechazo tiene un evidente sentí-
nario en este ambiente enervador, La do aleccionador. Rodó no está dispuesto
reputación que he conquistado con mis a aceptar limosnas. Prefiere seguir sien-
esfuerzos tiene para mí más de asiento do un periodista al margen del favor
que de término o meta.» oficial.
En 1916 el Destino (y en qué profundo El viaje a Europa era un sueño larga-
sentido que él mismo no alcanzaba) asu- mente paladeado. Ya se ha visto ia car-
me la forma del viaje a Europa, de la ta en que trazó (hacia 1905) un primer
aventura que lo devolverá «como una itinerario. Ahora lo rectifica en algunos
moneda o como una hoja seca de otoño detalles. Italia será la primera meta. Es
a la fragua original». Acepta (o procura) posible que en una página de Motivos
entonces un ofrecimiento de la revista de Proteo (XCV) se encuentre el moti-
argentina Caras y Caretas para recorrer vo profundo de esta primera elección.
el viejo mundo como su corresponsal i Está hablando de los viajes y de su in-
extraordinario. En carta a su amigo Zu-; fluencia en la formación de la persona-
biliaga (19 de julio de 1916) explica los , lidad y dice: «Aún más hermoso ejem-
términos de un contrato que, según la • plo es el de Goethe, transfigurado por
60 INTRODUCCION GENERAL
MOTIVOS D E 4 R 0 T E 0 '
/KwMt^iTro, /?/6
Pensamiento autógrafo de Rodó, en un ejemplar de «Motivos de Proteo»
destinado al señor Juan Antonio Rodríguez. Montevideo, 1916,
tada su mente, retemplada y como bru- proyectado viaje (ese oxigenar el alma en
ñida su sensibilidad, llega a la entera Europa, de que habló a Unamuno), cuan-
posesión de sí mismo y rige con firme do escribía estas líneas? ¿No habrá espe-
mano las cuadrigas de su fuerza crea- rado que en Italia se cumpliera, para éí
dora. Cuando, frente a las reliquias de también, el milagro de la entera posesión
la sagrada antigüedad y abierta el alma [ de sí? :
a la luz del Mediodía, reconoce, por con- Una nota publicada en El Plata (8 de-
templación real y directa, lo que, por in- julio de 1916) anticipa su itinerario: Lis-
tuitiva y amorosa prefiguración, había boa, España, mediodía de Francia. Italia
vislumbrado ya de aquel mundo que con- (una larga temporada), Suiza, Francia,
cordaba con lo que en él había de más «a fin de fijar su residencia en París y
consagrarse allí, de lleno, a su labor li- quizá el más alto postulado de su evan-
teraria». El sueño de la consagración pa- ! gelio personal y social; porque en El
risiense, tan tenaz en todo literato his- Mirador de Próspero, libre ya en parte
panoamericano desde Rubén Darío, ha- de una «misión» que transmitir, aunque
bía alcanzado también a quien en rea- siempre docente por su devoción de la
lidad no necesitaba de otra consagra- hermosura, paseó su vista prócera por
ción que la de su América. el vasto universo, tendiéndola doquiera
Ante la irrevocable decisión de su via- halló un modelo que mostrar, una in-
je, sus amigos (y muchos que pronto des- tención que recoger, un bello esbozo que
cubrieron amistad por él) decidieron or- exhibir o una injusticia que acorrer; por-
ganizar una despedida apoteótica. El ho- que, sin alarde ostentoso, arropó su ideal
menaje nacional que se le debía desde en la gala magnífica de sus obras eter-
hace tantos años tomó forma en pocas nas que hacen decir, en el deliquio de
semanas. Se crea una Comisión de Ho- la forma, si es pensamiento o es de már-
nor (integrada por lo mejor de la inte- mol; porque en sus libros y en su acción
lectualidad uruguaya) que redacta una se reconoce su país natal y adquiere, por
citación para el 13 de julio en la que el más encumbrado título, personería en
se afirma: «Porque plasmó en Ariel, pa- el concierto de los pueblos creadores y
ra la juventud, el sermón laico de la más civilizadores de la Humanidad; porque
alta idealidad para que sea su América fué en todo tiempo caballero de punta en
algo más noble que una rebañega agre- blanco y acrisolado maestro, y ciudada-
gación de civilizaciones sin espíritu y no sin tacha, periodista de ideas, y par-
pueblos sin virtud; porque en Motivos lamentario con dignidad, el Comité Estu-
de Proteo reiteró, desde una tribuna uni- diantil que suscribe, poseído sólo por un
versal, el férvido optimismo de su predi- alto sentimiento de reconocimiento na-
cación, por el ahincado cultivo de la vo- cional, y exento totalmente de animad-
cación y de la individualidad, que son versiones que no caben en su pecho, in-
62 INTRODUCCIÓN GENERAL
vita como un deber al mismo tiempo ña, formulando votos por la obra futu
que un honor, a despedir al señor José ra del autor de Ariel (...). Después d
Enrique Rodó, pensador y prosista, que haber largado amarras el transatlántico
parte para Europa.» sus amigos obtuvieron que se les pro
La víspera de la partida se organiza un porcionara un vaporcito para alcanza]
homenaje en el Círculo de la Prensa, don- al Amazon mientras no saliera mar afue
de lo despide su Presidente, Víctor Pérez ra. Como el transatlántico había sacadc
Petit. La noche del día anterior, los ya una ventaja bastante considerable, se
amigos más íntimos le ofrecen un ban- le avisó con unas pitadas deteniéndose
quete en la confitería Jockey Club, don- por breves momentos hasta dar tiempo
de solían reunirse para tomar café. (El al vaporcito a que lo alcanzase. Así fué
menú contiene alusiones a su obra: Par- que sus amigos pudieron marchar por
fait Ariel, Gateau Motivos de Proteo.) En un tiempo de hora y media al costado
la mañana del 14 de julio lo acompañan del barco en donde iba Rodó, quien des-
al Amazon, barco en el que viajará hasta de la borda saludaba con emoción esta
Lisboa. Una crónica periodística de la última despedida cariñosa.»
época (El Plata, 15 de julio de 1916) in- El Amazon llegó a Santos el 17 de ju-
forma así de los incidentes de la parti- lio; al día siguiente está en Río de Ja-
da: «Numerosísima concurrencia acom- neiro y Rodó puede conocer directamente
pañó a Rodó en la mañana de ayer, has- la hermosa bahía de Guanabara, cuya vi-
ta a bordo del transatlántico inglés Ama- sión había evocado en un discurso no
zon, que lo conduce a Europa. Momen- pronunciado. El 21 están en Bahía; des-
tos antes de zarpar el vapor, que salió pués de tocar en Recife, llega el 27 a la
a las diez aproximadamente, un grupo isla de San Vicente, en el grupo de Cabo
de los amigos más íntimos del maestro Verde, y el 1 de agosto desembarca en
le ofreció a bordo una copa de champa- Lisboa, es decir: en Europa. Visita al
Rodó, a bordo del vapor «Amazon», en compañía del cónsul del Uruguay en
Recife, don Francisco José Castro. Julio de 1910.
64 IXTR O D t'CCt O X GENERAL
Luego continúa recorriendo la penínsu- y seguirá al sur de Italia. Tal vez llegue
la: Bolonia, Módena, Parma y Milán son a Sicilia. Me pareció que este amigo no
los siguientes puntos de escala. En esta se encuentra nada bien de salud. Está
última ciudad lo ve un caballero uru- muy delgado y tiene un gran resfrío. Me
guayo y envía sus noticias en carta pri- dijo que se le había reproducido el ata-
vada a la que pertenecen estos fragmen- que de influenza y bronquitis que tuvo
tos: «Encontré a Rodó de regreso de antes de salir de Montevideo. Rodó ha
París. Viene huyendo del frío, me dijo, pasado ya dos semanas en Montecatini,
RODO.—3
66 INTRODUCCIÓN GENERAL
donde fué asistido por el doctor Petroc- frío, pero es también un debilitamiento
chi, de Florencia. Aunque parece tener general, y es una nefritis. Rodó ha ido
una circulación defectuosa, no hay vicios decayendo físicamente; su cuerpo está
de sangre que él temía, y el corazón an- minado y expuesto a cualquier ataque.
da bastante bien. Lo único qae le mo- Sigue su trabajo; no quiere reconocer su
lesta es el resfrío, con mucha tos, aun- estado. Algunas palabras de sus cróni-
que espera ponerse bien así que llegue cas adquieren al ser leídas ahora un sen-
al clima de Ñapóles.» tido premonitorio, hasta siniestro. Así
En Turín visita al doctor Emilio Pe- parece dejar caer una alusión personal
rrero. El 12 de diciembre ya está en Tívo- cuando llama a Sorrento «ciudad prefe-
li, que recuerda en una de sus crónicas rida de los convalecientes» o cuando
más elaboradas. Allí enferma seriamente; cuenta, en Capri, la salida de la Gruta
había empezado (el 9) a llevar un sobrio Azul, «tendido en el fondo de la barca
diario de salud, paralelo al de viaje. El en la actitud de un cadáver en su fé-
27 de diciembre está en Roma, donde se retro».
instala por dos meses y donde examina, A Palermo llega, enfermo ya, el 3 de
en el taller del escultor Zanelli, la esta- abril. Se hospeda en el Hotel des Pal-
tua de Artigas que el Gobierno urugua- mes, habitación 215, con balcón sobre eí
yo le ha encargado. En una carta priva- jardín del hotel. Una minuciosa crónica
da a Juan Antonio Zubillaga (y de la de Julián Nogueira (publicada en El Día,
que se conoce sólo esta frase) habla que 28 de enero de 1920, y sumamente con-
se siente dominado por el «mal de pa- trovertida en algunos aspectos) ha deja-
tria», por la nostalgia del país que ha- do el detalle de sus últimos días: «Cenó
bía abandonado con alivio. Pero, él mis- aquel día [de su llegada] tomando leche
mo ha dicho (en carta a Joaquín de Sal- y agua mineral con la comida, que fué
teráin, 12 de junio de 1911): «La patria la única que Rodó pidió en el hotel. Los
es la patria; y la distancia idealiza to- días siguientes a su llegada, tomó algu-
das las cosas, lo mismo en el espacio nos huevos pasados por agua, café y
que en el tiempo.» agua mineral, fuera de los desayunos ha-
En la capital de Italia (y también del bituales al levantarse. Esas frugales me-
Imperio Romano y de la Cristiandad) re- riendas siempre se efectuaban entre las
sumirá Rodó al concluir el año su inin- horas de la comida, suponiendo los due-
terrumpida meditación americana en la ños del hotel que no comía nada fuera
que se mezcla la nostalgia del terruño de casa. Nadie sabía quién era y con
con el ideal de la Magna Patria; allí tra- nadie, absolutamente con nadie, habla-
bajará firme (cinco de sus crónicas de bla sino lo estrictamente necesario para
viaje están fechadas en Roma); allí refle- solicitar alimentos. A veces pasaba lar-
xionará sobre el espectáculo de las ciu- gas horas en el hall del hotel delante
dades europeas como centros de civili- de una taza de caldo y de una copa de
zación y anotará: «Formar ciudades, ciu- agua, ensimismado, con la vista fija en.
dades con entera conciencia de sí pro- un punto determinado y sin pronunciar
pias, y color de costumbres, y sello de una palabra. Salía del hotel todos los
cultura, debe ser uno de los términos de días envuelto en un chaqué raído que
nuestro desenvolvimiento.» había perdido su color primitivo y que
El 21 de febrero de 1917 se encuentra mostraba su forro descosido en los fal-
ya en Ñapóles, la española, como la lla- dones, casi siempre con un paraguas ba-
ma en un penetrante ensayo. Visita So- jo el brazo y con un evidente aspecto
rrento y Capri y Castellamare. Pero la de completo abandono de su persona; la
enfermedad ha ido creciendo; es un res- barba crecida, lleno de manchas, cubier-
to de polvo, que jamás sacudía, y meti- clientes del hotel, entre ellos el general
do en unos botines que nunca hizo lim- Elia y la princesa Baucina de Palermo,
piar. Todos los días se retiraba de no- que acudió con una bolsa para agua ca-
che muy temprano. Durante toda su liente, se habían puesto a disposición en-
permanencia de casi un mes en. el hotel, tera del enfermo y con los medios case-
no ordenó un solo baño. Y a menudo su ros a su alcance trataban de mitigar los
exterior era tan poco aseado que los dolores de aquel desconocido que tanto
dueños del hotel pensaron en más de les había interesado, a pesar de la im-
una ocasión pedirle la pieza, deteniéndo- presión desfavorable que- en el mal ob-
los siempre una especie de respeto intui- servador podía provocar su descuidado
tivo que les imponía la obligación de es- aspecto exterior. El doctor Sapuppo no
tarse a distancia, considerando que de- pudo ya interrogar al enfermo y sólo evi-
bajo de aquel hábito sucio y viejo se
ocultaba una persona llena de dignidad,
quizá de gran valor, reducida a aquel
estado quién sabe por qué circunstancias
infelices. Le tenían por un misántropo,
por hombre raro y pudiente, quizá -por
un avaro que por equivocación hubiera
caído en el primer hotel de Palermo. (...)
Su edad podía oscilar alrededor de los
setenta años. Tenía, en realidad, cuaren-
ta y cinco años-. (...) Desde el día 24 no
salió para nada del hotel y, por tanto,
puede establecerse con toda precisión
que apenas se alimentaba, deduciéndose
de ello y de los datos expuestos que ya La tumba donde fueron depositados proviso-
su organismo estaba del todo abatido por riamente los restos de Rodó en Palermo. Italia,
el mal que lo minaba. En estas condi- mayo de 1917.
ciones, verdaderamente trágicas, desarro-
llándose no se sabe qué terrible drama denció que se trataba de algo muy gra-
en su alma, pasó José Enrique Rodó, ve, sin poder precisarlo. Dijo que podía
con ligeras variaciones de detalle, los estar atacado de meningitis y aconsejó
días entre el 3 y el 28 de abril de 1917. llevarlo al hospital sin perder tiempo.
Fué en la mañana de este día, cuando, El copropietario del hotel, señor Mar-
al llevarle la camarera su desayuno, Ro- cucci, salió de inmediato a buscar una
dó le dijo que se sentía mal. Sin embar- camilla y a la hora 1 del día 30 de abril
go, se levantó, y permaneció en el ho- j lo transportaba él mismo en un carruaje,
tel sin decir una palabra más hasta y en medio de la absoluta oscuridad de
el día siguiente. El día 29 repitió a la la ciudad en tiempo de guerra, al hospi-
camarera que sufría, todas las veces que j tal San Saverio. Manifiesta el señor Mar-
ésta fué a ver si necesitaba algo, pues cucci que durante el trayecto es indeci-
no se levantó de la cama ese día. A la ble lo que Rodó debe de haber sufrido,
hora 19 llamó a la camarera, a quien di- a juzgar por lo que se quejaba, sin po-
jo que estaba muy mal y que quería el ¡ der hallar posición cómoda y ya en es-
médico. El doctor Sapuppo vino a la j fado comatoso. El médico de guardia en
hora 21 y 15, encontrando a Rodó que el hospital diagnosticó, en dudas, menin-
se retorcía en la cama presa de grandes gitis cerebroespinal. Lo colocaron en la
dolores y quejándose a gritos. Algunos sala de entrada y a la hora 10 y 30 el
68 INTRODUCCIÓN GENERAL
médico de la sala a que fué conducido festación estudiantil promovida por una
Jo examinó detenidamente, indicando que huelga. AI saberse que había muerto, ce-
se hallaba en estado comatoso, casi agó- só el bullicio de los manifestantes y, des-
nico, con fiebre alta, que el caso no te- pués de un pequeño acto oratorio, se
nía remedio y que ía enfermedad debía disolvieron. Los diarios hicieron sonar
de ser tifus abdominal y nefritis, sin po- sus bocinas y cubrieron sus pizarrones
derlo determinar completamente. El res- con el telegrama. En uno de ellos lee
to del día 30 de abril lo pasó Rodó sin la noticia su hermano Eduardo; por al-
dar señales de lucidez, y a la mañana j gún tiempo se la ocultan a la madre,
siguiente, a la hora 10 del día 1 de mayo j que estaba enferma.
de 1917, falleció.» Comienzan la apoteosis y la: mitología.
El informe oficial (firmado por el doc- Se envía una delegación, presidida por
tor Juan Cuestas, ministro uruguayo en Antonio Bachtni, para la repatriación de
Londres, que fué encargado de investi- sus restos. Sus funerales (27 de febrero
gar las causas de su muerte) señala que de 1920) fueron solemnes; su compañero
Rodó murió de tifus abdominal y ano- de letras, el poeta Juan Zorrilla de San
ta: «Fué atendido con todos los recur- Martín, pronunció un discurso en nom-
sos de la ciencia. Se libraron actas del bre del presidente de la República, doc-
embalsamamiento y depósito de sus res- tor Baltasar Brum; allí evocó su viaje
tos. Se hizo inventario de los efectos, di- a Chile, juntos, y el triunfo de su dis-
nero, papeles y libros de propiedad del curso en el Congreso. Todos quisieron
extinto,» asociarse al homenaje. El cuerpo de Ro-
La noticia de su muerte llegó a Monte- dó fué velado por el pueblo en la expla-
video en la tarde del 3 de mayo, en mo- nada de la Universidad, Ya pertenecía
mentos en que se realizaba una mani- a la Historia.
Tres cíe ellos (Viana, Sánchez, Quiroga) Tampoco faltaron los cenáculos de sig-
vivieron parte considerable de sus res- no poético unos (como el. Consistorio del
pectivas Addas en la Argentina. Allí crea- Gay Saber, en que oficiaba Quiroga, o
ron obras, allí fueron reconocidos o la Torre de los Panoramas, en que impe-
consagrados. También Reyles residió al- ró Julio Herrera y Reissig), de actitud
gún tiempo en Buenos Aires, residencia anárquica otros (como el café Polo Bam-
que alternaba con dilatados viajes a Eu- ba y el Centro Internacional de Estudios
ropa. Sociales). Esta necesaria diversidad de-
Esta vinculación entre ambas capitales muestra la ausencia de un centro rector
del Plata—que ha pretextado, con mayor al tiempo que revela el agrupamiento
o menor fundamento, la anexión de al- sucesivo y cambiante de los principales
gunos de los escritores citados a la lite- valores en capillas que actuaban como
ratura argentina—se robustece por las avanzadas de la obra de proselitismo y
visitas que todos, sin excepción, han rea- difusión estéticos.
lizado a la Argentina. Y contribuye a No toda la relación entre los integran-
subrayar la necesidad, ya denunciada tes de la generación era de tipo cordial,
por muchos, de integrar el estudio de y aunque no faltan claros ejemplos—la
nuestras letras en el más amplio de la amistad no desmentida entre Delmira
literatura ríoplatcnse. Aún sería posible Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira,
ampliar el objetivo, ya que, si se pre- ! las relaciones de afecto y camaradería
lende alcanzar la precisión, hay que es- I entre Rodó y Reyles—hubo, hay siempre,
uiblecer un cuadro de! 900 proyectado i guerrillas; hubo polémicas y hasta desa-
^obiv una perspectiva general hispano- fíos caballerescos; hubo hostilidad y de-
americana. liberada indiferencia. Algunos poetas exa-
La convivencia en la misma ciudad geraron: Roberto de las Carreras contes-
—así sea una ciudad pequeña como era tó, soezmente, un ataque poco noble de
Montevideo al cambio de siglo—no basta Alvaro Armando Vasseur; pocos años
para establecer una comunidad personal después estaba enredado con quien lo
entre escritores de la misma generación. había asistido en la anterior polémica,
En las publicaciones literarias, en los ce- con su ex amigo Julio Herrera y Reissig,
náculos, en el trabajo compartido del y por el supuesto plagio de una metá-
aula, en los periódicos, hay que buscar fora que ya estaba, entera, en Quevedo
los puntos de contacto. Este grupo del j y en Bécquer.
900 conoció las revistas bajo sus más ! Esto no podía afectar la unidad esen-
diversos aspectos, desde la audaz y ais- : cial del grupo, por motivos que el críti-
lacla empresa juvenil que fué la Revista ' co alemán Pinder ha denunciado nítida-
del Satto (dirigida por Quiroga entre 1899 ' mente: «La unidad de problema, como
v 1900) hasta la más conservadora y por j fórmula para una comunidad generacio-
eso mismo más duradera Vida Moderna j nal, no excluye en modo alguno la ten-
(director: Raúl Montero Bustamante, sión ni los antagonismos más vigorosos:
1900-1903). Rodó tuvo (ya se ha, visto) su antes bien hasta requiere la posibilidad
Revista Nacional de Literatura y Ciencias de su existencia. Pues sólo implica una
Sociales (1895-97); Herrera y Reissig pu- unidad en cuanto a la tarea impuesta,
blicó dos, de vida efímera la segunda: i mas no una unidad en cuanto a la solu-
la Revista (1899-Í900) y la Mueva Alian- l ción.» Más importante que las ocasiona-
tida (1907). Otras publicaciones obede- les discrepancias intergeneracionales es
cieron a figuras menos destacadas, pero hallarse frente al mismo sistema de vi-
Unieron, muchas veces, más sólida fi- gencias (como diría Ortega).
nanciación, y hasta más larga vida. I
Otro elemento de vinculación (y de an-
74 INTRODUCCIÓN GENERAL
tagonismo) entre los integrantes del gru- j Pero lo que da carácter de grupo o
po del 900 fué la política que entre 1895 j de generación literaria a la obra de este
y 1905 llevó varias veces a las armas a conjunto de escritores es la presencia de
los partidos tradicionales uruguayos. Un algunos elementos comunes a todos: el
ejemplo: en momentos en que Rodó es- lenguaje, en primer lugar. El lenguaje,
taba empeñado, con otros jóvenes, en por encima de la variedad de estilos y
la unificación del Partido Colorado, Ju- de formas, acusa la unidad de experien-
lio Herrera y Reissig (también colorado, cia vital literaria: el Modernismo, con
pero de una fracción inconciliable), pro- lo que la voz implica de renovación en
nunció un ofensivo discurso en que ata- los medios expresivos por influencia de
caba por el ridículo a los organizadores las literaturas no hispánicas (y la fran-
del movimiento unificador. Su conferen- cesa en primer lugar), por la atención
cia (dictada en 19 de diciembre de 1900) concedida a la forma, y no sólo en el
era de extrema virulencia. Hay conexio- verso, sino (particularmente) en una pro-
nes de tipo amistoso, como las de Rodó sa que por abuso se llama poética; de
con Reyles, transformación idiomática por acarreo
Estas simpatías y diferencias de un de voces foráneas, hábil y necesariamen-
tipo político tienden a incorporar el gru-: te aclimatadas; de imaginería verbal re-
po literario a la generación histórica de novada y renovadora Esta experiencia
la que ha sido aislado por el análisis; vital (que se examina con más detalle
por el estudio de las mismas es posible luego) no estatuye la uniformidad entre
lograr un más exacto conocimiento del los integrantes de la generación. Por el
lugar que corresponde a los integrantes contrario, cada uno usó el lenguaje co-
de esta generación en el ámbito histó- i mún acentuando ciertos efectos o bo-
rico en que les tocó moverse. J
No debe exagerarse, sin embargo, la j rrándolos; persiguiendo a través del mis-
importancia de estos vínculos. A medida j mo medio su propia voz; ajustando el
que van madurando los creadores, a me- J ritmo de todos a su propio pulso, a las
dida que se hunden más en la propia necesidades ineludibles de su escritura.
obra, tienden a debilitarse las relaciones Otro elemento que acentúa la unidad
con sus coetáneos. Algunos, por otra par- subvacente del grupo es el contraste con
te, no tuvieron nunca espíritu gregario, la generación anterior. El testimonio, in-
De uno de ellos, de Carlos Reyles, ha vocado al comienzo, de Reyles y de Ro-
escrito Rodó: «Ha realizado su obra li- dó demuestra que en la inquietud de
teraria de la manera más opuesta a la los más jóvenes no hallaba eco la obra
publicidad constante y afanosa del es- de sus mayores. Esto no significa que
critor de oficio; con señoril elección del se sintieran tentados a romper, por la-
tiempo de escribir y el tiempo de dar violencia, con la generación más vieja,
a la imprenta; ajena a toda camarade- Hasta es posible señalar en una primerí-
ría de cenáculo, y aun a comunicación i sima etapa un acuerdo cortés que se evi-
estrecha y sostenida con el grupo inte- dencia, por ejemplo, en el tono general
lectual de su generación; en altiva sole- de la Revista Nacional. A esa etapa per-
dad, que recuerda algo del aislamiento tenece la afirmación, tan conciliadora,
voluntario y de la obra concentrada, y del joven Rodó: «Para quien las consi-
sin moción exterior, ele Mérimée.» Parte dera con espíritu capaz de penetrar, ba-
de la obra de Rodó se realizó también j jo la corteza de los escolasticismos, en
de acuerdo con esla actitud íntima. Y j lo durable y profundo de su acción, las
lo misino podría decirse de la mejor ¡ sucesivas transformaciones literarias no
:
obra de Horacio Quiroga. se desmienten: se esclarecen, se am-
AL PUEBLO
La Comisión de Homena|e a R O D O trulla al pueblo ele la República para que concurra
a l a s exequias de quien, por liaber sido " 1 1 P f NSAPIH N I O D I N U f S f k ' O S ÍNUIVOS F I C M P O S " .
según lo proclamó Rubén D a r í o , fue. lamblen. allisima gloria de las lelras H i s p a n o . Americanas
y orgullo d e l Uruguay.
f í h o r t a . asi mismo, al comercio de Montevideo para que, en señal de adhesión al duelo
público, clausure las casas de negocio durante el transcurso de las honras
.J.O*E S e & Í E S l U . P r a U c a t n EMILIO BARBAROCA, PEDRO RLAAES VIAI.B. AWERIEO RICALDOXI. V I C T O » PERES
ALEJANDRO T A U C E . JOSÉ PEDRO SEGI ADO. HORACIO AOAD1E SANTOS, DARDO 8EGCLÉ3. ICIO
ha visto que a pesar de claras diferen- escindida por Ortega y Gasset en varias
cías (y por radicales que parezcan) en etapas, de quince años cada una, en que
lo fundamental—una zona de fechas, vi- se produce toda su acción. En el caso
gencias compartidas, actitud polémica o particular de esta generación uruguaya
renovadora frente a la generación ante- del 900, la proximidad de los años de
rior—sus integrantes evidenciaban una nacimiento de sus integrantes permite
postura común. Incluso podría anotarse establecer empíricamente una zona de
en todos una misma posición frente a fechas cuyos topes serían 1865 y 1880.
la creación literaria o intelectual, inde- (Delmira Agustini, la genial poetisa, su-
pendiente de la tendencia estética en que pera en seis años este lapso, pero el pro-
militasen. Todos concibieron su obra pio Ortega ha explicado teóricamente es-
desde un plano universal, levantando el ta aparente irregularidad al señalar que
punto de mira nacional, incorporando «las mujeres de una generación son cons-
la literatura uruguaya a la gran tradi- titutivamente, y no por azar, un poco
ción literaria de Occidente (y no sólo más jóvenes que los hombres de esa ge-
de España). Ni siquiera aquellos que neración».)
practicaron con voluntad el regionalismo Si se toma, pues, como base este pe-
en parte de su obra (Viana, Reyles, Sán- ríodo inicial de quince años, cuya fecha
chez, Quiroga) se redujeron al criollis- central de nacimiento es 1872, puede es-
mo pintoresco. Intentaron—aunque no tablecerse una segunda etapa (1880-1895)
siempre pueda asegurarse que lograron— en que la generación se educa y forma,
trascender las limitaciones de lo regio- y una tercera (1895-1910) que corresponde
nal. Quiroga, en Los desterrados; San- \ en este caso al período llamado de ges-
chez, en Barranca abajo, levantaron lu- tación; es decir: el momento en que la
minosos y perdurables ejemplos. generación accede a la vida pública, se-
En otro orden, puede asegurarse que j ñala una actitud de revisión de valores
Rodó construyó su americanismo a es- j e intenta imponer su sistema de vigen-
caía universal. Ya en una carta a Ru- i cias; es un momento polémico y de bas-
fino Blanco-Fombona (cuyo borrador es-! tante cohesión interna, que apunta con-
tá fechado en noviembre 1897) establecía ¡ tra la generación anterior, aunque no ex-
el joven crítico una distinción importan- i cluye el cómbate intergeneracional. La fe-
te entre su americanismo y el de su co- cha central de esta etapa (1902) es la
rresponsal: «Yo profesaré siempre el le- central de la generación que debiera lla-
ma americanista que una vez escribí y marse, con mayor precisión, la genera-
que tan grato ha sido a usted; pero ción de 1902. (Lo mismo podría decirse,
nos diferenciamos en que su americanis- y lo ha dicho Ortega, de la generación
mo me parece un poco- belicoso, un poco \ española de 1898; Díaz-Plaja, en Moder-
intolerante; y yo procuro conciliar con j nismo frente a Noventa y Ocho, Madrid,
el amor de nuestra América el de las j 1951, confirma y amplía el aserto,) Una-
viejas naciones a las que miro con un j cuarta etapa de la vida de esta genera-
sentimiento filial.» Hasta Julio Herrera y ción (1910-1925) la muestra ya en el po-
Reissig—cuyo exotismo deliberado es im- der, cumpliendo su gestión y enfrentán-
posible ignorar—esbozó en un curiosísi- dose con una generación nueva que la
mo discurso de 1909 la armonización de combate e intenta suplantarla. La últi-
lo primitivo gauchesco con lo primitivo ma etapa (1925-1940) señala la retirada,
helénico, señalando los términos de una que no es lícito entender en términos
alianza que la muerte le impidió quizá absolutos.
tentar. De estas cinco etapas fijadas empíri-
La vida de una generación ha sido camente, dos revisten particular ininor-
cuya influencia sobre la generación si- que su autor estaba agotado ya como
guiente (y no sólo en el Uruguay, sino creador y que casi todas sus novelas de
en todo el orbe hispánico), no cesó ele este período son intentos, no siempre
crecer hasta convertirse en. una de las afortunados, de dilatar un suceso y unos
voces directrices de la poesía de este personajes que cabían perfectamente en
siglo. la forma anterior de cuento.
La cuarta etapa ofrece también su co- Este período de gestión no alcanzó la
secha de muertes. Después de la culmi- significación necesaria precisamente por
nación poética de Los cálices vacíos la ausencia irreemplazable, o por ia neu-
(1913) y antes de publicar Los astros del tralización particular, de tantas figuras.
abismo, Delmira Agustini muere, asesi- Por otra parte, la guerra de 1914 y su
nada, en 1914. Rodó explana su magis- desorientada posguerra provocarían un
terio superior en El Mirador de Próspe- cambio tan radical de la sensibilidad y
ro (1913), pero fallece antes de comple- de todo el sistema de vigencias en que
tar Proteo. (Editores postumos, no siem- basaban su obra, casi sin excepción, los
pre bien aconsejados, se encargan de creadores del 900, que se habría de clau-
El Camino de Paros, 1918, y del incom- surar, en gran medida y desde fuera, el
pleto Epistolario, 1921). Hacia el final alcance de su obra.
del período mueren María Eugenia Vaz ) En la última etapa escasean los títu-
Ferreirá (1924), que alcanzó a preparar j los; es decir: escasea la obra. Quiroga
una rigurosa autoantología, su único li- j publica una novela frustrada, Pasado
bro: La isla de los cánticos, y Javier de ' amor (1929), y un volumen de cuentos
Viana (1926), que, con criterio simétrica- i desiguales, Más allá (1935); está agotado,
mente opuesto, abundó en títulos de : como hombre y como creador. Vaz Fe-
irritante, de reiterada mediocridad, con- I rreira suma dos obras significativas a
virtiéndose en el best-seller de la gene- • su bibliografía: Sobre Feminismo (1933)
ración. Mucho antes de su muerte ha- ] y Fermentado (1938), pero su pensa-
bía perdido el narrador gauchesco toda | miento parece cada día más incapaz de
auténtica significación literaria. ¡ renovación. Carlos Reyles produce cua-
El grupo quedó reducido a tres figu- \ tro libros de valor desigual: El gaucho
ras mayores: Rey les, Vaz, Quiroga. En I Florido (1935), Incitaciones (1936), Ego
esos años alcanzan plena madurez, Qui- ¡ Sum y A batallas de Amor... (ambas de
roga publica sucesivamente: Cuentos de 1939 y postumas). Gracias a editores
amor, de locura y de muerte (1917), perfectibles realiza Rodó una fugaz re-
Cuentos de la selva (1918), El salvaje y aparición con un libro que sólo él po-
Las sacrificadas (ambos de 1920), Ana- dría haber publicado: los Últimos Moti-
conda (1921), El desierto (1924), La galli- \ vos de Proteo (1932). La muerte llega
na degollada y otros cuentos (1925) y su j para Quiroga, que se suicida en 1937,
obra más coherente: Los desterrados y para Reyles (1938). Vaz Ferreira los
(1926). Vaz Ferreira recogerá su ense- sobrevive y se sobrevive, aportando una
ñanza viva en algunos libros ocasionales, luminosa excepción de longevidad en
eludiendo siempre la sistematización de j una generación que estuvo retaceada por
su pensamiento: Sobre la propiedad de j ia muerte.
la tierra (191.8) y Estudios pedagógicos \ La temprana desaparición de muchos
(1921-1922). Carlos Reyles publica El te-\ de sus creadores más significativos re-
¡ruño (1916), los Diálogos olímpicos (1919) j duce la actuación colectiva de esta ge-
y su famosa novela El embrujo de Se- •.neración—no la individual de cada crea-
villa (1922). El éxito resonante de esta; dor—a un lapso de unos treinta años:
última no puede disimular, sin embargo, I 1895-1925. Esto, si afectó a la obra mis-
Darío apuntó una primera definición del aceptado en nombre o no por los que le
Modernismo poético al referirse al «es- dieron motivo y razón, el auténtico 'mo-
píritu nuevo que hoy anima a un peque- dernismo' que, como un río, corría bajo
ño pero triunfante y soberbio grupo de su propio nombre con destellos ideales y
•escritores y poetas de la América espa- espirituales posibles para él, fué, es, se-
ñola: el modernismo. Conviene, a saber; guirá siendo la realidad segura con ex-
la elevación y la demostración en la presión accidental mejor o peor, de un
crítica con la prohibición de que el maes- cambio universal ansiado, necesitado ha-
tro de escuela anodino y el pedagogo cia 1900, repito: un reencuentro funda-
•chascarríllero penetren en el templo del mental de fondo y forma humanos o
arte; la libertad y el vuelo, y el triunfo más que humanos (ya Nietzsche, actual y
de lo bello sobre lo preceptivo, en la universal por escritura y espíritu, fué un
prosa; y la novedad en la poesía: dar 'modernista' en su Alemania).»
color y vida y aire y flexibilidad al an- Pero aun descartando tan amplia con-
tiguo verso que sufría anquilosis, apre- cepción—que equivaldría a señalar en el
tado entre tomados moldes de, hierro...» Modernismo la dimensión de un Renaci-
La crítica de estas últimas décadas ha miento—es posible advertir que aparece
compartido en general la interpretación incorporando simultáneamente a la lite-
amplia de Federico de Onís en 1935: «El ratura hispanoamericana un conjunto de
modernismo es la forma hispánica de la corrientes que en las letras y el pensa-
crisis universal de las letras y del espí- miento europeos (como ha señalado el
ritu que inicia hacia 1885 la disolución mismo De Onís) se presentaban desvincu-
del siglo xix y que se había de manifes- ladas y, a veces, antagónicas: Parnaso y
tar en el arte, la ciencia, la religión, la Simbolismo, en poesía; naturalismo y psi-
política y gradualmente en los demás cologismo, en novela y teatro; positivis-
aspectos de la vida entera, con todos los mo e idealismo, en filosofía; socialismo
caracteres, por tanto, de un hondo cam- y anarquismo en sociología. En el pró-
bio histórico cuyo proceso continúa hoy,» logo a las Academias (1896) mencionaba
Más amplia aún, aunque ya no utilizable Reyles, en enumeración que ahora pa-
aquí, es la definición que ha dado Juan rece caótica, algunos nombres represen-
Ramón Jiménez: «El modernismo no fué tativos: Bourget, Huysmans, Barres,
solamente una tendencia literaria: el mo- Tolstoi, Jbsen, D'Annunzio, Schopen-
dernismo fué una tendencia jeneral. Al- j hauer, Wagner, Stendhal, Renán, los Gon-
canzó a todo. Creo que el nombre vino : court. Y en carta coetánea a José Enri-
de Alemania, donde se producía un moví- ] que Rodó (12 de abril de 1899) apunta
miento reformador por ios curas llama- j algunos otros nombres, exclusivamente
dos modernistas. Y aquí, en España, la i franceses. «Se lee mucho a Mallarmé (es-
jen te nos puso ese nombre de modernis- cribe), a Baudelaire y Verlaine; algo
tas por nuestra actitud. Porque lo que menos a Moréas, Heredia, Coppée y Rég-
se llama modernismo no es cosa de es- nier, y poco, aunque también algo, a
cuela ni de forma, sino de actitud. Era Rimbaud, Francis Janimes, Viélé-Griffin
el encuentro de nuevo con la belleza se- y Hugues Rebeil. Entre los noveladores
pultada durante el siglo xix por un tono reinan aún los pontífices del naturalis-
jeneral de poesía burguesa. Eso es el mo. Flauberí, Zola y Goncourt, dejándo-
modernismo: un gran movimiento de en- j se también sentir la influencia de Sten-
iusiasmo y libertad hacia la belleza.» Es-! dhal, Mérimée, Bourget, Huysmans, Fran-
tas declaraciones de 1935 (recogidas por ce y Barres, Remy de Gourmcnt, casi
V. Proel en La Voz.) fueron completadas! todos los poetas y noveladores que es-
en un artículo de 1940: «El 'modernismo', I criben en el Mercare de Franee, L'Er-
bustos increíbles y palmeras enanas. vimiento que poco a poco habría de do-
A Rubén Darío le está permitido eman- minar el escenario literario hispánico. Su
ciparse de la obligación humana de la correspondencia con Leopoldo Alas es
lucha, refugiarse en el Oriente o en Gre- ejemplar en este sentido. Dos fragmen-
cia, madrigalizar con los abates galantes, tos, tomados de los borradores de su
hacer la corte a las marquesas de Wat- Archivo, merecen particular atención.
teau naturalizándose en el 'país' donoso Uno, fechado en 30 de junio de 1897, dice-.
de los abanicos. Una individualidad li- «Otro de los puntos sobre los que yo
teraria poderosa tiene, como el verdade- quisiera hablar detenidamente a usted es
ro poeta según Heine, el atributo regio el de mi modo de pensar en presencia
de la irresponsabilidad. Sobre los irni-' de las corrientes que dominan en nues-
tadores debe recaer el castigo, pues es j tra nueva literatura americana. Me pare-
de ellos la culpa. A los imitadores ha de ; ce haberlo afirmado alguna vez: nuestra
considerárselos los falsos demócratas del \ reacción antinaturalista es hoy muy cier-
arte, que, al hacer plebeyas las ideas, ta, pero muy candorosa; nuestro moder-
al rebajar a la ergástula de la vulgari- nismo apenas ha pasado de la superfi-
dad ios pareceres, los estilos, los gustos, cialidad. En América, con los nombres
cometen un pecado de profanación qui-; de decadentismo y modernismo, se dis-
lando a las cosas del espíritu el pudor j fraza a menudo una abominable escuela
y la frescura de la virginidad.» de trivialidad y frivolidad literarias, una
En otro artículo del mismo año preci-1 tendencia que debe repugnar a todo es-
sa Rodó algunos nuevos matices de esta píritu que busque ante todo, en la lite-
posición ecléctica frente al Modernismo ratura, motivos para sentir y pensar
poético, que será su posición definitiva. Los que hemos nacido a la vida litera-
Al escribir sobre los Poemas, de Leopol- ria después de pasados los tiempos he-
do Díaz, apunta: «i Cuánto elemento gá- roicos del naturalismo no aceptamos de
rrulo y vacío, cuántas viejas cosas mal su legado sino lo que nos parece una
restauradas, cuánta ingenuidad pueril en conquista definitiva; los que vemos en
este movimiento modernista que hoy ha- la inquietud contemporánea, en la ac-
ce vibrar—confundiendo en sí, como to- tual renovación de las ideas y los es-
cios los movimientos literarios, el canto píritus algo más, mucho más, que ese
de las aves y el vocear de las ocas—, prurito enteramente pueril de retorcer
la vida del verso americano!... ¡Pero la frases y de jugar con las palabras a
también cuántas halagadoras promesas!, que parece querer limitarse gran parte
¡cuántas notas inspiradas y altivas!, de nuestro decadentismo americano, te-
i cuánto talento y cuánta animación capa- nemos interés en difundir un concepto
ces de armonizarse en una obra de ver- completamente distinto del modernismo,
dadero arte, en una obra duradera y fe- como manifestación de anhelos, necesi-
cunda! Para la crítica bienintencionada dades y oportunidades de nuestro tiem-
es una grata tarea, es toda una fiesta del po, muy superiores a la diversión can-
espíritu, señalar y levantar en alto las ¡ dorosa de los que se satisfacen con los
cosas buenas que trae esta revuelta co-! Iogogrifos del decadentismo gongo rico y
tríente de publicidad, separar del mon-1 las ingenuidades del decadentismo azul.»
ton vulgar cada una de las obras que ; El otro texto (de 5 de septiembre)
lo merecen.» acentúa esta distinción entre un moder-
En textos privados puede encontrarse j nismo sólo atento a las superficies y el
'a. confirmación de esta actitud básica, al! modernismo que él propugna, cuidado-
•-lempo que se descubren mejor las razo-; so de las realidades, nutrido en el pen-
nos de su reticencia inicial frente al mo-! samiento. «Con esta carta (escribe a su
8ó INTRODUCCIÓN GENERAL
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Fís/a parcial del monumento a Rodó, obra de José Belloni, que se levanto
en el Parque Rodó, Montevideo, y fue inaugurado en febrero de 1947.
90 INTRODUCCIÓN GENERAL
muy pocas ocasiones de satisfacer esa ¡ quelque chose dans le ventre, como dice
afición con la lectura de la producción ¿ola. Estos pueblos son escenario muy
indígena. Necesitamos gente de pluma pequeño (para empresas de orden inte-
que sienta y piense, y lo que abunda lectual) en la actualidad; pero nos ani-
son miserables buhoneros literarios, ven- ma el que el porvenir de ellos es grande
dedores ele novedades frágiles y visto- y seguro. Es nuestra única ventaja.»
V**t> ÍSAMI
más o menos modernistas en que no hay rica, como vengo deseándolo desde hace
sino balbuceos de imitación.» Bajo la tiempo y predicándolo a mi modo; por-
censura de Unamuno se descubre (como que en Francia, muerto y enterrado eí
en Rodó) un rechazo de la parte pura- decadentísimo (que deja a su paso al-
mente imitativa y superficial del Moder- gunas cosas buenas, y mucho cintajo
nismo; no un rechazo del Modernismo. ridículo y polvo y broza que se lleva el
Si las declaraciones de esta correspon- viento), las tendencias que alborean pa-
dencia permanecieron hasta hace poco recen ir en el sentido de la fuerza, de
inéditas, no pasó lo mismo con otros la vida, de la labor fecunda y viril del
textos en que Rodó expuso su nueva ac- pensamiento. Este ejemplo, más que
titud literaria. De 1903 es, por ejemplo, toda prédica, es lo que en nuestros
un prólogo para De Litteris, de Francis- pueblos será oportuno y eficaz.»
co García Calderón (Lima, 1904), más La enseñanza de Rodó iba enderazada
'arde recogido en El Mirador de Prós- a la juventud de América y en el seno
pero, Se abre con unas palabras que de ella encuentra el crítico uruguayo
pueden entenderse como un programa: quienes ía recogen profundamente; en-
«Abunda en la nueva generación litera- cuentran no sólo a Francisco García
rió, americana el colorista instintivo; no Calderón, sino a Pedro Henríquez Ure-
es del todo escaso el poeta o escritor ña y al joven Alfonso Reyes, a Jesús
de intensidad sentimental; pero lo son Castellanos, a García Godoy y a Carlos
mucho los espíritus de serenidad y pen- Arturo Torres, que, aunque mayor reci-
samiento. Nuestra cultura ha pasado, sin be el impulso de la obra rodoniana y
embargo, de los comienzos en que la sim- hasta un espaldarazo consagra torio. En
ple espontaneidad es natural y graciosa; esos nombres, y en otros menores, pone
y hora es ya de que procuremos hacer Rodó su esperanza de una literatura
de nuestro arte (si es que de veras as- americana trascendental o de ideas, como
piramos a tener alguno) obra seria y prefería calificarla, una literatura que al-
consciente. Sean bienvenidos los que, zar frente a los productos repetidos y
corno ei autor de este opúsculo, traen anodinos del peor Modernismo.
a esa obra la promesa de un concurso í
eficaz, y muestran ya, en el esbozo de i
su fisonomía literaria, un gesto de medi- \ V
tación que le hace interesante e imprime i
en ella sello propio.» No hay allí nin- i Una polémica de 1907 pone en evidencia
guna mención ai Modernismo poético, ' —así sea lateralmente y con tocias las
pero hay (visible) la propaganda a favor simplificaciones inherentes al género—la
de una literatura consciente, de medi-1 actitud de Rodó frente al Modernismo
tación y análisis crítico. De una carta • de moda. El escritor argentino Manuel
al mismo joven escritor peruano (2 de Ugarte había recopilado apresuradamen-
agosto de 1904) es este párrafo comple- te en París una pequeña antología de
mentario: «Yo tengo l'e en la juventud ¡ prosistas y poetas del continente bajo
que llega, Y como en nuestras evolu- j el título La joven literatura hispanoame-
dones y rumbos literarios seguimos do-! ricana (París, Armand Colin, s. a.). Rodó
Gilmente la pauta que nos impone Eu- le dedicó un comentario extenso en La
ropa—singularmente la civilizadora y j Nación, de Buenos Aires (4 de marzo
prestigiosísima Francia—tengo motivo j de 1907). Su artículo (Una nueva anto-
para creer que pronto un movimiento ; logía americana) empieza puntualizando
literario serio y bien orientado, rico en . la necesidad de florilegios que difundan
¡deas, ha de producirse en nuestra Amé- ; la producción hispanoamericana. Al en-
94 INTRODUCCIÓN GENERAL
solo, hubiera quedado sin corresponden- zada por la virtud del arte puro, sin la
cia ni eficacia. Vino cuando la necesi- fuerza magnética de un ideal de huma-
dad temporal, en poesía de habla espa- nidad o de raza, de esos que convier-
ñola, era la tendencia a ía selección, al ten el canto del poeta en verbo de una
refinamiento; la reacción contra la es- conciencia colectiva.»
pontaneidad vulgar y la abundancia vi- Al alcanzar Rodó tan sazonada visión
ciosa; el predominio de lo que en la de Darío, tan justa y hermosa valoración
poesía hay de arte sobre lo que hay en de su obra y de su proyección, es todo
ella de confesión sentimental o de ener- el Modernismo literario o poético, lo
gía de propaganda y de combate. Apa- mejor de ese Modernismo, lo que enjui-
reció cuando era necesario que repercu- cia. Este texto no sólo cierra la visión
tiese, en lengua de Góngora y Quevedo, rodoniana del Modernismo; cierra, en
un movimiento de liberación y aristocra- realidad, la trayectoria entera de su ca-
cia artística que había triunfado en casi rrera literaria.
todo idioma culto. Y nunca se vio tan
preciso acuerdo entre las condiciones de
¡a obra que había de cumplirse y la na- 3
tural disposición del llamado a ejecu- EL AMERICANISMO
tarla. Jamás hubo poeta americano que
como él anticipase los caracteres pro- I
pios de un ambiente de cultura multi-
secular; que tuviera como él el sentido El sociólogo francés Roger Caillois se-
de lo precioso y exquisito; que maneja- ñaló, ya en 1941, los cinco elementos que
ra el oro de los ritmos con tal sutil pri- dan a la América hispánica su unidad
mor de artífice, que concibiera y dibu- —unidad no desmentida por las varieda-
jara y colorease la imagen con tal de- des regionales que determina su geogra-
licadeza y tal entendimiento del matiz... fía, por las rivalidades que recogen y
Grande es el poeta por su obra perso- perpetúan sus historias nacionales, por
nal; pero el agitador en el campo del los tipos étnicos en que se divide su
arte y propagador de formas nuevas, el población—, Esos elementos son: 1) todo
pontífice lírico, el César de dos genera- el hemisferio recibe de un solo golpe
ciones subyugadas por ía extraordinaria la tradición europea (id est: la civiliza-
simpatía de su imaginación, vincula aún, ción griega, la civilización romana, la
si cabe, mayor prestigio de triunfo y civilización cristiana, la noción de ho-
maravilla. Ninguna otra influencia indi- nor que es herencia de los bárbaros);
vidual se había propagado en América 2) la independencia americana es un fe-
con tal extensión, tal celeridad y tan nómeno continental y que se produce
avasallador imperio. Durante veinte años, simultáneamente; 3) la fiesta en que se
no ha habido, de uno a otro confín del conmemora el descubrimiento de Amé-
Continente, poeta que no llevase más rica determina una vida supernacional
o menos honda en el alma la estampa que no existe en Europa; 4) hay una
de aquella garra innovadora. Su domi- comunidad lingüística a pesar de la
nio trascendió más allá, y por vez pri- coexistencia de varios idiomas; 5) Amé-
mera, en España, el ingenio americano \ rica fué poblada por emigrados en los
fué acatado y seguido como iniciador. que la idea de nación se encuentra por
Por él la ruta de los Conquistadores se completo desprendida de todo carácter
tornó del ocaso al naciente. Y esta so- tradicional y hereditario.
beranía irresistible es tanto más excep- A este análisis de Caillois ha sumado
cional y peregrina cuanto que fué alcan- Pedro Henríquez Ureña otra circunslan-
de abril de 1896), aplaude su obra de di- dio de 1950 sobre la Revista Nacional.
fusión de la cultura americana, su es- Un borrador de carta a Aurelio Berro*
fuerzo por acabar el actual desconoci- (24 de febrero de 1896) muestra a Rodó
miento de América por América misma. encerrado aún dentro de una visión na-
Se asocia a esa obra (cuyo precursor, cional de la literatura uruguaya: «La re-
dice, es Juan María Gutiérrez), y le de- dacción de la Revista Nacional de Lite-
dica sus mejores esfuerzos. Queda ya en ratura y Ciencias Sociales, de la que for-
evidencia el sentido de su acción ame- mo parte, aspira a hacer de esa publica-
ricana; queda también en evidencia su ción el fiel reflejo de la intelectualidad
esperanza enorme. Pero esta esperanza de nuestra tierra, y conceptúa un deber
no se funda en el desconocimiento de que le impone ese propósito audaz pero
la realidad. Rodó sabe que estas socie- bienintencionado que la anima, el ofre-
dades americanas son «forzosamente in- cer las páginas de la Revista a todos
hospitalarias para las manifestaciones aquellos que por sus talentos probados
desinteresadas del espíritu» (como es- honran y dignifican el pensamiento na-
cribe en 1895 a propósito de Juan Car- cional en cualquiera manifestación de su
los Gómez); Rodó conoce «la tristeza actividad.» El mismo año, y en 9 de
infecunda de nuestra presente vida li- marzo, escribe a Manuel Ligarte con una
teraria» (según apunta en un artículo visión ríoplatense: «Retribuyendo el ga-
sobre Arte e historia, de 1897). Pero esta lante ofrecimiento que de las páginas
misma escasez, esta intemperie a que se de su interesante Revista Literaria hizo
ve expuesto el artista americano, forta- u s t e d a los redactores de la Revista
lecen en él la misión civilizadora, forti- Nacional, y aprovechando la oportuni-
fican su intuición de una América culta dad en que ésta se dispone a poner tér-
y una. mino a su tomo primero con un número
En sus artículos de la Revista Nacio- en el que procurará que figuren las .más
nal está todo en germen. Incluso llega conocidas y mejor conceptuadas firmas
a fijar en uno (El Iniciador de 1838, de la literatura del Río de la Plata, me
1896) una fórmula que, concebida para es grato dirigirme a usted solicitando
expresar la unión literaria de los pue- para ese número su valiosa colabora-
blos del Río de la Plata, habría de am- ción.» Otro borrador, de una carta a
pliar en sus implicaciones político-socia- Rafael M. Merchán (8 de abril de 1896)
les a todo el continente: «una sola y muestra el término americano de la
gran patria literaria». El americanismo evolución de Rodó: «Realizado ya el
de Rodó está íntegro aquí, con su asien- principal objetivo que se tuvo en vista
to en la raíz hispánica (de origen lati- al fundarla [a la Revista], por cuanto
rlo), con su culto de la tradición, con su el movimiento literario de esta Repú-
respeto por la originalidad, con su de- blica tiene en ella su más fiel y exacto
nuncia de la influencia sajona, que se reflejo, nuestra atención y nuestro in-
personifica para él en los Estados Uni- terés se contraen desde ahora a esa otra
ds. Está todo, pero en germen. La la- vehemente aspiración de nuestro espíritu,
bor de los próximos veinte años consis- [«el acercamiento intelectual y moral de
tirá en desarrollar, madurar y completar los pueblos de la América Española»].
este ideario. El más seguro medio de alcanzarla nos
En su correspondencia mejor que en ha parecido el de dirigirnos a aquellas
sus artículos es posible seguir la evolu- personalidades cuyo valer y significación
ción de su conciencia de una literatura en la literatura de América pueden hacer
americana, como ha demostrado José En- de su nombre una bandera prestigiosa
rique Eícbeverry en un minucioso estu- cuando se le inscribe entre ios de ios
raza, una gran tradición étnica que man- nismo no se agota en sí mismo, no es
tener, un vínculo sagrado que nos une sólo una fórmula para proyectar el futu-
a inmortales páginas de la historia, con- ro de las naciones hispánicas de Améri-
fiando a nuestro honor su continuación ca. Su americanismo hunde las raíces
en el futuro. El cosmopolitismo, que mucho más hondo y más lejos que en
hemos de acatar como una irresistible América misma y se proyecta sobre todo
necesidad de nuestra formación, rio ex- el mundo occidental, en su doble dimen-
cluye ni ese sentimiento de fidelidad a sión espacial y temporal. En el borra-
lo pasado, ni la fuerza directriz y plas- dor de una carta a Rufino Blanco-Fom-
mante con que debe el genio de la raza bona (fechado en noviembre de 1897)
imponerse en la refundición de los ele- señalaba ya la dirección de su ideal:
mentos que constituirán al americano «Yo profesaré siempre el lema ameri-
definitivo del futuro.» Ese principio casi canista que una vez escribí y que tan
místico de raza, invocado como panacea grato ha sido a usted; pero nos dife-
o como bandera, debe ser entendido (es renciamos en que su americanismo me
claro) en sus términos culturales. Es parece un poco belicoso, un poco into-
una «gran tradición étnica» la que Rodó lerante; y yo procuro conciliar con el
exhuma: la gran tradición grecolatina. amor de nuestra América el de las vie-
Para su concepción general (y esto ha de jas naciones, a las que miro con un
verse luego) lo que importa precisamen- sentimiento filial.»
te es este sentido de una tradición, de En realidad, su americanismo descansa
una herencia multisecular que reciben en el concepto (más universal) de tradi-
ios pueblos de América. ción. Desde 1895, y en sus artículos de
Rodó sabe que esta lección que predi- la Revista Nacional, manifestaba su con-
ca a los jóvenes de su momento no es de ciencia de la tradición no como la su-
aplicación inmediata («No aspiraréis, en jeción supersticiosa a un conjunto de
ío inmediato, a ía consagración de la vic- reglas absolutas, sino como una fuerza
toria definitiva, sino a procuraros mejo- que sostiene ai hombre en su marcha
res condiciones de lucha.»); Rodó sabe hacia el futuro, £1 escribir sobre Juan
que es a ias generaciones que nacerán Carlos Gómez (20 de mayo de 1895), ex-
de estas que lo escuchan ahora que ha- presaba su punto de vista: «Lucio Vi-
brá que pedir la realización de este cente López, en una oración universita-
ideal. Por eso alza la confianza en el ria que merece eterno recuerdo, señala-
porvenir como última bandera de su dis- ba hace pocos años como suprema ins-
curso: «Todo el que se consagre a pro- piración regeneradora, en medio del
pagar y defender, en la América con- eclipse moral que veía avanzar en el
temporánea, un ideal desinteresado del horizonte de América, la obra patriótica
espíritu—arte, ciencia, moral, sinceridad de fortalecer en la mente y el corazón
religiosa, política de ideas—debe educar de las generaciones que se levantan el
su voluntad en el culto perseverante del amor a la contemplación de aquellas
porvenir.» Esta es la última nota de su épocas en que el carácter, la individua-
mensaje americano. j lidad nacional de nuestros pueblos y
las fuerzas espontáneas de su intelec-
tualidad vibraban con la energía que
III hoy les falta, y con el sello propio de
que les priva el cosmopolitismo ener-
Á partir de Ariel, Rodó reitera en toda j vado r que impone su nota a la fisono-
ocasión favorable su credo y lo ilustra. 1mía del tiempo en que vivimos. El sen-
"on nuevos desarrollos. Pero su america- ¡ timiento de ia tradición, el culto del
104 INTRODUCCIÓN GENERAL
los unían a un pasado que era también Montevideo al ser repatriados los restos
de América. El mismo ensayo muestra de Juan Carlos Gómez, encuentran su
que no es incompatible el sentimiento eco, amplificado y resonante, en el dis-
de un porvenir abierto y prometedor, curso que pronuncia en el Congreso de
ilimitado, y la conciencia de una tradi- Chile, durante las fiestas del Centena-
ción como vínculo y continuidad. La rio de la independencia, en 17 de sep-
fuerza esencial de su análisis de la ira- j tiembre de 1910. Desde esa tribuna con-
dición es que se apoya en un agudo sen-1 tinental expresa su concepto de una
timiento de futuro. i Magna Patria que abarca no sólo a las
naciones de habla española, sino tam-
bién al Brasil. La solemnidad de la oca-
IV sión y el tono fervoroso de Rodó se
unieron para dar a sus palabras todo el
De su concepto de la tradición cobra significado de una profesión de fe.
fuerza y empuje su visión americana. España no podía estar excluida de esta
Rodó contempla el pequeño panorama visión, porque España (o Iberia) se con-
cultural uruguayo dentro del marco más fundía con la tradición, con la lengua y
vasto de la realidad ríopíatense, la que con la raza. Ya en un trabajo de 1910
(a su vez) integra el mundo hispanoame- denuncia Rodó la confusión de los for-
ricano, y a través de él se incorpora al jadores de la independencia al rechazar,
orbe hispánico y latino. Las etapas de junto con la dominación española, los
este proceso—el mundo nacional urugua- elementos que constituían el fundamento
yo, el ríopíatense, el hispanoamericano, mismo de las nuevas nacionalidades. En
el hispánico, el latino—pueden señalarse una página de 12 de octubre de 1915
fácilmente en su obra, como si el crítico ' (que se reproduce entre los Escritos
fuera ascendiendo paulatinamente a una i misceláneos bajo el título El Genio de
visión cada vez más general y abarcadu- ¡a Raza), confirma y amplía, con un ele-
ra del mundo en que vive. La concep- mento básico, ese punto de vista: «La
ción del Plata como «una sola y gran emancipación americana no fué el re-
patria literaria» puede datarse ya en 25 pudio ni la anulación del pasado, en
de agosto de 1896; en 8 de octubre de cuanto éste implicaba un carácter, un
1905 ese concepto aparece enriquecido abolengo histórico, un organismo de cul-
por una visión americana total: «Alta es tura, y para concretarlo todo en su más
la idea de la patria; pero en los pueblos significativa expresión, un idioma. La
de la América latina, en esta viva armo- persistencia invencible del idioma im-
nía de naciones vinculadas por todos los porta y asegura la del genio de la raza,
lazos de la tradición, de la raza, de las la del alma de la civilización heredada,
instituciones, del idioma, como nunca porque no son las lenguas humanas án-
las presentó juntas y abarcando tan vas- foras vacías donde pueda volcarse in-
to espacio la historia del mundo, bien distintamente cualquier sustancia espi-
podemos decir que hay algo aún más ritual, sino formas orgánicas del espíri-
alto que la idea de la patria, y es la tu que las anima y se manifiesta por
idea de la América; la idea de la Amé- ellas.» El desvelo por el lenguaje, como
rica, concebida como una grande e im- elemento básico de una tradición here-
perecedera unidad, como una excelsa y dada y no como mero instrumento poé-
máxima patria, con sus héroes, sus edu- tico, aparece expresado aquí en térmi-
cadores, sus tribunos; desde el golfo de nos rotundos.
Méjico hasta los hielos sempiternos del Pero no es sólo una aceptación de la
Sur.» Y estas palabras, pronunciadas en herencia española Jo que se advierte en
106 INTRODUCCIÓN GENERAL
Rodó; hay, asimismo, la concepción cá- j el mundo, para mantener, sobre los des-
lida de una España viva y eternamente bordes de la fuerza y sobre los incenti-
ligada a América. En un ensayo de 1911 vos de la utilidad, la enseña augusta del
(La España niña., recogido en El M ir ti- ideal desinteresado. En nuestro culto de
rador de Próspero), se expresa la visión la historia, en nuestra figuración del
de una España que ha transfundido su porvenir, en lo mejor de nuestro pensa-
vida al nuevo mundo y en la que se cus- miento, en lo más íntimo de nuestro
todia el solar original de la raza; una corazón, vive y alienta el alma de Fran-
España que conserva energías como para cia: musa, sacerdotisa, conductora in-
producir, dentro de sí misma, una per- mortal, vibrante de simpatía como Antí-
petua renovación. El amor de Rodó por gona, bella y fuerte a la vez como Ate-
España se expresa en esa página con una nea Victoriosa.»
fuerza incontenible. Se palpa allí lo que Rodó ve la realidad americana con
ella significa para este americano: no ojos enriquecidos por la historia, y la
el pasado vuelto al pasado, sino el pasa- historia es, para él, una línea de tradi-
do que se convierte, siempre, en futuro. ción que viene desde la lejana y ejem-
De ahí que su ensayo concluya con una plar Grecia, a través de la Roma Im-
nota de esperanzado porvenir: «Soñe- perial, del Cristianismo, a través de
mos, alma, soñemos un porvenir en Castilla, descubridora y civilizadora, a
que a la plenitud de la grandeza de través de la gesta de nuestra indepen-
América corresponda un milagroso ava- dencia, hasta la hora actual de Améri-
lar de la grandeza española, y en que ca. En esa visión integradora nada fal-
el genio de la raza se despliegue así, en ta. Ni siquiera las rivalidades de nues-
simultáneas magnificencias, a este y a tros caudillos. Ellos también integran la
aquel lado del mar, como dos enreda- tradición; ellos también, de manera os-
deras, florecidas de una misma especie cura y a veces negativa, enriquecen esa
de flor, que entonasen su triunfal acor- tradición. Todo cabe en esta visión. To-
de de púrpuras del uno ai otro de dos do cabe porque todo se integra en la
balcones fronteros.» fuerza viva del pasado que actúa sobre
A través de su amor por Francia, de ¡ el presente para crear el futuro.
su veneración por el genio francés, se ! En esa visión optimista de la grande-
expresa su amor por lo latino, como él j za americana y de la grandeza de su
mismo dijo en su discurso de homenaje i destino no faltaban, es clarov las no-
a Anatole France (16 de julio de 1909): tas de lúcida crítica. En Ariel resuenan,
«Cuando se habla de Francia, no pode-; sobre todo, las que se refieren al uti-
mos hablar como extranjeros. En el rau- litarismo que empieza a prender en las
dal de sus ideas hemos abrevado, de pre-: naciones latinas; su peligro está delica-
ferencia, nuestro espíritu; con los ejem- damente señalado al tratar de Buenos
plos de su historia hemos retemplado; Aires. Pero había otros males, casi en-
constantemente nuestra admiración del j démicos en estas naciones, A uno de
heroísmo y nuestra pasión de la libertad., ellos, el caciquismo, se refirió en ar-
Nos hemos habituado—con justicia, sin ¡ tículo periodístico que por primera vez
duda—a representar en su nombre cuan- ¡ se incorpora a un volumen de sus es-
to hay de más noble en la criatura hu- j critos. Es de 29 de abril de 1912 y está
mana: la claridad de la razón, el senti-! firmado con el seudónimo, revelador, de
miento del derecho, la belleza del arte, j Calibán. Pasa revista en él Rodó al es-
la generosidad del sacrificio. Vemos en J pectáculo político de América y se la-
ella la suprema florescencia de esta al- j menta de la barbarie que todavía predo-
rna latina que vela, en los siglos, sobre j mina y justifica el juicio europeo des-
ciencia esta América destruyese su con- tumulto y clamor de las pasiones, sino
tinuidad con el pasado, con la tradición también la condición, más esencial, de
viva de Occidente. interesarse en las ideas por sí mismas, y
Enfocados así, se comprenden mejor no principalmente corno tema oratorio
el alcance y la permanencia de su acción o corno arena de una justa: faltóle
americanista; se comprende por qué su aquel pertinaz afán con que se entra por
palabra no traía solución para los mil las reconditeces de una idea, hasta ilu-
problemas inmediatos de América, sino minar lo más entrañado y secreto; con
para el problema de la cultura america- que se la apura y exprime hasta verla
na. No era una panacea para los maies soltar su más espesa sustancia.» Si apli-
de nuestra realidad. Lo que traía Rodó camos a su pensamiento esta medida con
era una enorme visión de América para que midió a Moníalvo, parece evidente
alzar y mantener como modelo mientras que Rodó sí fué un pensador, un pen-
se enfrentaban (y resolvían) los peque- sador cabal y entero. Aunque no quepa
ños y grandes problemas cotidianos. hablar en su caso de un filósofo.
Traía un evangelio para la creación de Su especulación filosófica es tributaria
un continente. del pensamiento europeo del siglo xix;
Casi todas las objeciones que se han sus raíces se encuentran en el positivis-
hecho a su teoría americanista des- mo de la segunda mitad del siglo y
cansaban en el equívoco de no advertir! en la reacción espiritualista que le su-
la naturaleza verdadera de su mensaje. cedió. Él mismo, en su Rubén Darío (y
En su pensamiento el problema era, y en frase ya aprovechada en este estudio),
es, uno: ¿América se resignará a conti-; declara su filiación filosófica: «...yo per-
nuar siendo un caos de pequeñas na- j tenezco con toda mí alma a la gran reac-
dones divididas o asumirá su misión con- i ción que da carácter y sentido a la evo-
tinental? Para ese problema Rodó co- lución del pensamiento en las postrime-
nocía una sola respuesta. rías de este siglo; a la reacción que,
partiendo del naturalismo literario y del
positivismo filosófico, los conduce, sin
desvirtuarlos, en lo que tienen de fecun-
4 dos, a disolverse en concepciones más
altas.»
EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Pero donde se encuentra expresado con
mayor claridad el origen de su medita-
I ción filosófica es en el ensayo sobre ¡dolo.
Fori, de Carlos Arturo Torres (1910), que
Su visión crítica de América no se con- inserta bajo el título de «Rumbos Nue-
formaba con la observación minuciosa vos» en El Mirador de Próspero. Realiza
del pasado y del presente, con la inquie- allí Rodó un breve y sustancioso análi-
ta profecía del futuro. Rodó también sis del positivismo y de su herencia, sub-
buscó elucidar lo eterno del hombre a rayando particularmente qué parte de
través de los signos de su historicidad; esa corriente arraigó en América. «Fué
también fué pensador genera!. Buena luz I éste un empirismo utilitarista de muy
arroja sobre la naturaleza de su intento j bajo vuelo y de muy mezquina capa-
este párrafo del ensayo sobre Montal-j cidad, como hecho de molde para hala-
vo (1913): «¿Fué pensador Moníalvo? gar, con su aparente claridad de ideas
Para llenar cabalmente eí concepto fal- y con la limitación ele sus alcances mo-
tóle, sin duda, no sólo la superior sere- rales y sociales, las más estrechas pro-
nidad que pone su atalaya por encima del j pensiones del sentido común,» Un poco
son, pero en tanto que éste entiende la vivo al que corresponde, no recrea el
vida en sentido «biológico» Rodó la en- habitat en que estaba sumergido intelec-
tiende en sentido «biográfico» y esto sig- tualmente Rodó. La imagen que presenta
nifica un paso desde Bergson hacia las al cabo de su largo proceso es (inevita-
filosofías de la vida más recientes, in- blemente) la de un ávido lector que en
cluso la existencialista, que conciben la las obras más dispares recoge una aza-
vida o la existencia en sentido humano rosa cosecha que trasvasa a sus páginas,
o biográfico. verdaderos mosaicos. Cuando, en reali-
dad, el proceso de integración, o mejor
II dicho de creación, de su habitat fué en
Rodó—como en los grandes americanos—
La determinación erudita de las fuen- de importancia capital. A tal punto que
tes del pensamiento de Rodó exigiría su obra sólo acusa el impacto ajeno des-
una investigación que todavía no ha si- pués de un lentísimo proceso de asimi-
do realizada cabalmente. Existe, es cier- lación y de incorporación a la sustancia
to, una obra que pretende cumplir con ya laborada. En un capítulo de Motivos-
el tema: Rodó's Main Sources, por Cle- de Proteo (CXIÍI) ha quedado apuntado
mente Pereda (San Juan de Puerto Rico, el sentido de este proceso: «Pasa, en
Í948). Pero es insuficiente. En primer más amplio terreno, como mientras com-
lugar, el autor no siempre distingue en- ponemos un libro, que cuanto vemos,
tre escritores que (como Renán o Taine) pensamos y leemos, se relaciona con la
alimentaron largamente su pensamiento idea que preside a la obra de nuestra
y otros que sólo sirvieron para inquietar- fantasía, y de uno u otro modo la enri-
lo un instante (Armel, por ejemplo) o quece y va abriendo campo para ella.»
fueron usados como lujosos ejemplos Para llevar a cabo su tarea ha seguido
de algún desarrollo (Gracián). Tampoco Pereda tres caminos. Uno lo facilita el
distingue, entre los pensamientos refle- propio Rodó con sus citas, explícitas o
jados por las páginas de Rodó, aquellos implícitas de autores y obras. Es cierto
que eran patrimonio cultural del 900 o que no acostumbraba citar textualmente
lugares comunes de todos los tiempos, y, menos aún, indicar con precisión las
y otros que provenían de fuentes que el referencias bibliográficas (hay tres en
pensador había consultado largamente. Ariel, algunas más en Juan María Gu-
Pereda puede escribir por eso: «We find tiérrez y su época, y eso es casi todo);
another interesting coincidence in the prefirió casi siempre proceder por alu-
idea sustaíned by both writers [Rodó y siones bastante elaboradas. Una de ellas,
Juan Val era] that the best symbol of en El que vendrá, indujo a Pereda a
nations may be found in íheir greatest creer que hablaba de Dante y su Vita
writers», como si la idea de que los Nuova cuando se refería a Comte. El
mayores escritores de una nación cons- segundo camino lo facilita la misma
tituyen su mejor símbolo fuera de aque-
llas cuya paternidad merece investigarse. obra, con las vinculaciones que una lec-
tura comparada puede revelar y las in-
Si bien Pereda no ignora que Rodó per- dicaciones que otros críticos han sem-
tenece a la gran tradición intelectual de brado. Así, la influencia de Platón es
Occidente en su doble caudal franco-es- visible, apunte o no Rodó su lectura de
pañol, y que su obra entera debe exami- los mismos textos: o la huella de Emer-
narse a la luz que mana de dicha tradi- son, para poner otro ejemplo.
ción, al compulsar aisladamente cada Su biblioteca (que se encuentra, divi-
fuente, ordenándolas por nacionalidades, dida, en la Biblioteca Nacional y eí Mu-
no logra integrarla en el cuadro cultural seo Histórico Nacional, de Montevideo)
Este plan no lleva fecha pero por las irrita «aun más los deseos y esperanzas
palabras liminares que acaban de citarse I que abrigo hace tiempo de leer una
se advierte que es anterior a la prepara-! obra suya que nos dé la esencia y la
ción de aquel volumen. En efecto, dicho j medida de su peregrino talento de es-
plan o sumario supone una distribución i critor»), este rasgo tan suyo que le per-
del material en forma de tratado. Al de- mite inaugurar, al decir de Alfonso Re-
cidirse por la publicación de un frag- yes, un nuevo tipo de obra: la frag-
mento, Rodó ha hecho algo más que an- mentaría, es el primero de su personali-
ticipar un torso de su magna obra; ha dad intelectual que hay que relevar.
elegido la exposición asistemática y flui- ¿Cuáles son las otras notas? Ante todo,
da (menos rigurosa pero más sugestiva) una: el individualismo. De ahí la pre-
de un libro en perpetuo devenir. Rodó ocupación dominante por la personali-
renuncia a su plan, o (por lo menos) re- dad, su estudio detenido de la misma y
nuncia a la primitiva arquitectura. De su de los elementos que la transforman en
proyecto inicial sólo quedan hoy las rui- el curso de la vida (temas cuyos ecos
nas: ruinas fastuosas, a veces. Esta de- resuenan en Proteo). En una página en-
rrota aceptada frente a la obra sistemá- contrada por sus hermanos entre sus ma-
tica, pensada totalmente en cada una de nuscritos inéditos e insertada capricho-
sus partes y articulada minuciosamente, samente en el libro postumo que edita-
da la clave de su organización intelec- ron en 1932, glosa Rodó la impresión
tual. que dejó en su espíritu infantil la lectura
Rodó no podía pensar con rígida con- de Robinson Crusoe, a la que llama «la
tinuidad filosófica; su pensamiento des- litada del esfuerzo individual, el lábaro
confiaba íntimamente de la sistematiza- de la conquista de uno mismo», Robin-
ción que canaliza el fluir natural de la son es, en más de un sentido, el símbolo
vida; aunque intelectual, no era mera- de esta personalidad consciente de Roció,
mente razonador y se apoyaba en un y el símbolo de una obra centrada en el
sentido intuitivo de la vida como reali- incesante perfeccionamiento de sí mis-
dad superior. Se hallaba en la línea fi-1 mo, en la conquista de la individualidad
nisecular de reacción contra la inteli-! genial, en la autoeducación orientada.
gencía deshumanizadora. De los extremos a que llega Rodó en su
De ahí que su reflexión tendiera al 1 individualismo da fe esta declaración,
fragmentarismo del ensayo y eludiera | pronunciada en Ja Cámara de Diputados
la totalidad del tratado, a los Motivos de ¡ en 18 de junio de 1904: «Propendo, por
Proteo y no a Proteo mismo. Esta carac- \ natural tendencia de mi espíritu, a un
terística se manifiesta en todos los as- i individualismo, quizá exagerado, en ma-
pecios de su obra, que no produce sino | teria de opiniones: formo las mías pro-
opúsculos y ensayos. Sus dos grandes li- j curando apartarme de las influencias
bros (Motivos de Proteo, El Mirador de i del ambiente en cuanto ellas puedan
Próspero) son en realidad colecciones de | traer consigo sugestiones de pasión; y
fragmentos, vinculados sí por una conti- i las enuncio tal como sinceramente las
nuidad espléndida ele pensamiento y de ¡ concibo, sin preocuparme nunca de vol-
estilo, pero esquivos a la organización | ver la mirada para ver si de parte de
sostenida. Este rasgo, que sus contera- j lo que yo pienso está la opinión que re-
poráneos no entendieron, y que asoma j presenta el mayor numero o está una
como reproche en las entrelineas amis-! parte de ia opinión, o estoy yo solo.-
tosas de una carta de Reyles (le escri-! El cultivo de la individualidad es, pues,
be en 23 de abril de 1907, que la lectura I su negocio fundamental. No es extraño
de Liberalismo y Jacobinismo aumenta e i que al lerna dedicara su obra más ín>
«Cuando todos los títulos aristocráticos Sin embargo, Rodó nunca penetró pro-
fundados en superioridades ficticias y fundamente ese misterio, nunca ahondó
caducas hayan volado en polvo vano, el problema religioso. Había en él una
sólo quedará entre los hombres un tí- suerte de repugnancia racional; tal vez
tulo de superioridad, o de igualdad aris- una auténtica ceguera para los valores
tocrática, y ese título será el de obrero, religiosos. Así parecen indicarlo estas
Esta es un aristocracia imprescriptible, anotaciones inéditas de los cuadernos
porque el obrero es, por definición, 'el preparatorios de Proteo, en que escribe,
hombre que trabaja'; es decir, la única poseído por Glauco: «La preocupación
especie de hombre que merece vivir. del pecado; esa pasión por el misterio;
Quien de algún modo no es obrero debe esa tendencia al rebajamiento, a la hu-
eliminarse, o ser eliminado, de la mesa millación, que es lo íntimo del cristia-
del mundo; debe dejar la luz del sol y nismo, quizá, que vemos en un Pascal,
el aliento del aire y el jugo de la tierra,; o un Lutero o un [deja un espacio en
para que gocen de ellos los que traba- i blanco] me parecen casi incomprensi-
jan y producen: ya los que desenvuelven ! bles; no siento su interés ni su belleza.
los dones del vellón, de la espiga o de j No aguanto a Pascal.»
la veta; ya los que cuecen, con el fuego Buscó, no obstante, una vía de acceso.
tenaz de] pensamiento, el pan que nutre i Su correspondencia con Alberto Nm
y fortifica las almas.» Estas palabras no Frías o con Miguel de Unamuno (que se
tienen contenido demagógico alguno; no incluyen en esta edición) lo muestran
fueron pronunciadas en una barricada ¡ sinceramente interesado por lograr el
ni procuraron el halago preelectoral. ¡ acercamiento a un mundo que, tal vez, le
Las dijo Rodó en el Círculo de la Prensa! estuviera vedado. Así, se le oye decir con
de Montevideo y como exaltación del i profunda candidez a Unamuno (en carta
trabajador intelectual, el jornalero del t de 20 de octubre de 1902): «¡Cuánto de-
pensamiento, su propia cíase. t seo que aparezca lo más pronto posible
En la obra de Rodó hay constantes su prometida obra sobre la Religión
alusiones al Misterio que envuelve con y la Ciencia! Me preocupa muy inten-
su halo de sombra la luminosa vida de ¡ samente el problema religioso, y leo
la razón; ese mundo clásico, sensual con interés todo lo que espero que pueda
y perfecto, se ve pertubado ocasional- darme nueva luz sobre ello.» Hacía el
mente por la Duda o por la Angustia final de su vida este hombre que pudo
de io desconocido. Lo apunta desde el ser calificado (con palabras de la con-
ensayo más ambicioso de sus orígenes: desa Pardo Bazán a Montalvo): «Alma
El que vendrá (1896); lo reitera en mu- religiosa y pensamiento heterodoxo», es-
chas alusiones de su Liberalismo y Ja- te desvelado pensador se refugia en una
cobinismo (1906) particularmente en el concepción que hermana—como la Eti-
respeto casi devoto a la figura de Cristo; ca y la Estética en Ariel—el temblor
está en las entrelineas de muchos Moti- religioso con la imperecedera belleza de
vos de Proteo (1909) y explícito, en las la forma. Mi retablo de Navidad, que
páginas postumas del mismo libro (1932). escribe en 1911 a instancias de Rubén
Su propia personalidad tal como se la Darío y que recoge luego en El Mirador
descubre en sus anotaciones más ínti- de Próspero, 1913, encierra una teoría,
mas, encerraba una profunda zona de ya largamente anticipada por otros es-
sombra; deseoso de perpetuar su estado píritus, de un Dios futuro: «Antes que
glauco, no quería renunciar al Dolor o lamentarse porque Dios no sea niño ele
a la nutricia Tristeza (corno se hai veras durante un día dei año, acaso es
visto en su biografía). I preferible pensar que Dios es niño sieni-
pre, que es niño todavía. Cabe pensar! toda concepción elevada del mundo, li-
así y ser grave filósofo. El Dios en for-! bar la gota de amor que ocupa el fondo
mación, el Dios in fieri en el virtual >de todo entusiasmo desinteresado.» Am-
desenvolvimiento del mundo o en la plitud, tolerancia, amor: en estas pala-
conciencia ascendente de la Humanidad, bras, así jerarquizadas por él mismo,
es pensamiento que ha estado en cabeza se sintetiza su actitud humana general
de sabios. ¿Y hemos de consideraría En otro texto, de Motivos de Proteo,
la peor, ni la más desconsoladora, de éste amplía su definición: «La toleran-
las soluciones del Enigma?... ¡Niño-Dios; cia: término y coronamiento de toda
de mi retablo de Navidad! Tú puedes ! honda labor de reflexión; cumbre donde
ser un símbolo en que todos nos recon- : se aclara y engrandece el sentido de la
cüiemos. Tal vez el Dios de la verdad es ¡ vida. Pero comprendámosla cabalmente:
como tú... Si a veces parece que está le- no la que es sólo luz intelectual y está
jos o que no se cura de su obra, es por- i a disposición de! indiferente y del es-
que es niño y débil. Ya tendrá la plenitud j céptico, sino la que es también calor
de la conciencia, de la sabiduría, y del j de sentimiento, penetrante fuerza de-
poder, y entonces se patentizará a los amor.»
ojos del mundo por la presentanea san- ] Contra lo que se ha interpretado con
ción de la justicia y la triunfal oficien- '' cierta precipitación, la tolerancia en
cia del amor... Hermanos míos: no ha- Rodó no excluye una toma de posición
gamos ruido de discordia; no hagamos en el combate de la vida ni la propa-
ruido de vanidad, ni de feria, ni de orgía. ganda ardida de los propios ideales. Su
Respetemos el sueño del Dios-niño que misma actividad, su prédica america-
duerme y que mañana será grande. ; nista, su infatigable ejercicio del arte,
¡Mezamos todos en recogimiento y si-1 su valiente postura política, demues-
lencio, para el porvenir de los hombres, j tran que no era tolerante por indife-
ia cuna de Dios!» rencia o por blandura; que lo era por
auténtico sentido democrático, por ge-
IV nerosa amplitud intelectual. Su toleran-
cia era una manera activa de restaurar
Queda por señalar una última nota de la dignidad del debate humano.
su pensamiento: la tolerancia. En Libe- Desvanecida la primera huella de su
ralismo y Jacobinismo (1906) ha dejado j magisterio, poco quedó del contenido fi-
una concepción superior de esta actitud : losófico de su obra para alimento de
espiritual profunda. Alií dice: «...con esa i generaciones que se habían asomado al
tolerancia encaro cuanto íeo, si reconoz-! mundo intelectual y social en ocasión
co en ello sinceridad; ya se trate de re- : de la quiebra de gran parte del pensa-
íigión, de ciencia o de literatura. En la miento del siglo xix. Rodó derivaba de
educación de mi espíritu, de una cosa es- Spencer y de Taine; no de Kierkegaard
toy satisfecho: y es de haber conquista- o de Nietzsche, de Marx o de Proudhon,
do, merced a una constante disciplina in-; adelantados del siglo xx. La guerra de
telectual—favorecida por cierta tendencia 1914—a la que el Destino no quiso que
innata de mi naturaleza mental—, aquella I sobreviviese—aventó definitivamente una
superior amplitud que permite al jui-1 concepción del mundo en que había fun-
ció y al sentimiento, remontados sobre dado su filosofía general. Por eso, y pese
sus estrechas determinaciones persona- a haber muerto en 1917, P.odó es en este
íes, percibir la nota de verdad que vibra ' aspecto un hombre de las postrimerías
en el timbre de toda convicción sincera, i del siglo xix, un coetáneo espiritual de
sentir el rayo de poesía que ilumina' los pensadores idealistas que aspiraban
118 INTRODUCCIÓN GENERAL
apunta, como estímulo, en una anotación literario o identificarse con los más di-
de trabajo). Otros nombres (Flaubert o versos estímulos de inspiración. Esta so-
Gautier, Villemain o Macaulay) pueden berana libertad del criterio, que no ha-
haber orientado ocasionalmente su crí- de confundirse con la indiferencia doc-
tica, y algunos aparecen citados por él trinal, erigida en principio regulador del
mismo con reverencia, pero los primeros juicio de arte por cierto superficial es-
son los que nutrieron en forma perma- cepticismo estético hay en boga, ni
nente su pensamiento. con las incertidumbres de ese pálido
No debe extrañar eí predominio de eclecticismo que nace de la flojedad de
autores franceses. No se debía tan sólo la convicción o de la ausencia de amor
a la influencia del momento. Aparte del y de entusiasmo por determinado ideal
idioma natal, Rodó leía perfectamente que imprima carácter y dé nervio a la
en francés. Sabía poco latín (según tes- personalidad del escritor, debe tenerse
timonia Pérez Petit) y menos griego; su como por la más alta cualidad de la
inglés era escaso y hasta completada su crítica y por el más triunfal y hermoso
formación intelectual no se resolvió a es- resultado que sea posible al espíritu al-
tudiarlo. Compró entonces un linguáfono canzar en la contemplación y juicio de
(cuenta su hermano Alfredo) y estudió lo bello.»
con ahinco dos o tres meses; luego em- Dos conceptos básicos surgen aquí, en
pezaron a llegar a la casa común obras los umbrales mismos del ejercicio críti-
encuadernadas severamente, en lugar de co de Rodó: amplitud de criterio, que
los livianos tomos a la rústica de las edi- relega eí juicio personal en beneficio de
ciones francesas. Se ha podido determi- una mayor latitud crítica; identificación
nar que en alguna de sus obras cita a simpática con la obra de arte. Tout com-
Spencer directamente del inglés (se trata prende c'est tout aimer, podría haber
de Facts and Comrnenis, en un artículo dicho, modificando la célebre frase. En
de El Mirador de Próspero), pero esto no repetidas oportunidades insistirá sobre la
basta para asegurar un comercio fácil y i amplitud de criterio y de gusto. En el
continuado. borrador de una carta a Juan Francisco
Piquet (10 de julio de 1897) comunicaba
III a su corresponsal: «Yo estoy rumiando
un estudio que se intitulará, si es que
Los principios que inspiraron la crí- llega a nacer, Be la tolerancia en la crí-
tica rodoniana están enunciados por él tica, y que quiero que sea algo así como
mismo en sus artículos y hasta ancha- j una profesión de fe literaria. Tanto me
mente explicitados en unas Notas sobre seduce el tema ese que temo echarlo a
crítica. La cronología de sus escritos per-1 perder si lo tomo sin gran serenidad de
mite seguir la evolución del concepto espíritu y reflexión. Por eso lo iré ha-
crítico a través de toda su obra. La ciendo despacio. Pertenecerá a la serie
primera anotación importante ocurre en j de La vida nueva.-» Nunca realizó Rodó
un artículo de 1895: -<Gran condición del j su proyecto, pero el tema de la toleran-
pensamiento de Gutiérrez es ese espíritu j cia crítica está siempre presente, explí-
de fecunda y luminosa serenidad, el ho- i cita o implícitamente, en su obra. Al es-
rizonte amplísimo en que se dilatan sus ] cribir sobre Rubén Darío en 1899 podrá
admiraciones y entusiasmos, no limita- j decir (con sus ribetes de orgullo): «Pre-
dos nunca por exclusivismos de gusto sumo tener entre las pocas excelencias
personal ni por intolerancias cíe escue-! de mi espíritu, la virtud, literariamente
la, su capacidad para comprender tocias [ cardinal, de la amplitud. Soy un dócil
las formas de lo bello dentro del arte ¡ secuaz nara acompañar en sus peregri-
naciones a los poetas, a dondequiera que mitación de gusto. Los admiro, pero com-
nos llame la irresponsable voluntariedad prendo que no todo lo que ellos me-
de su albedrío; mi temperamento de recen.»
Simbad literario es un gran curioso de
sensaciones. Busco de intento toda oca- IV
sión de hacer gimnasia de flexibilidad;
pláceme tripular, por ejemplo, la nave En un artículo sobre Leopoldo Alas
horadaría que conduce a Atenas a Virgi- (1895), examina Rodó una de las contro-
lio, antes de embarcarme en el bajel de versias críticas del momento. «Se con-
Saint-Pol Roux o en el raro yate de trovierte en nuestros días (escribe) la
Mallarmé.» En un papel inédito, quizá posibilidad de una crítica literaria que
posterior, vincula Rodó ese temperamen- j corresponda rigurosamente a ía significa-
to de Simbad literario con lo que él ción de los términos con que se la nom-
llama la capacidad de transformarse por bra, y ella se mantiene fluctuante entre
la simpatía (id est: la empatia) y dice: estos dos puntos de atracción que en di-
«La facilidad mía para transformaciones verso sentido la apartan de su tradicio-
morales (en el ejercicio de la crítica, en nal objeto y por igual la desnaturalizan
general por obra de cualquier otra for- j o anulan: o el criterio que se limita a
raa de simpatía), que no por fugitivas y investigar y precisar las reacciones de la
contenidas de mi personalidad real de- j actividad literaria con elementos ajenos
jan de darme a probar los sentimientos j a la consideración de sus resultados ar-
y tendencias más diferentes, instituye en j tísticos y desdeña el tecnicismo propio
mi interior una especie de anfiteatro de ! de estos resultados, o bien el individua-
experiencias psicológicas indefinidas que lismo doctrinal, la irresponsable genia-
bastaría para darme el interés de la lidad del que comenta, sustituida a los
vida.» preceptos racionales como base del jui-
Por eso ha podido escribir a Unamu- cio, y el libre campear de la impresión.»
no (19 de julio de 1903) estas palabras Rodó aparta su crítica de ambos extre-
sobre una de sus mayores limitaciones: mos. No se encontrará en él una crítica
«Me pasa con fray Luis en la lírica clá- extraliteraria o extraestética; tampoco se
sica lo que con Zorrilla en la romántica encontrará en él una crítica subjetiva,
moderna. No ciertamente porque se pa- librada a la arbitrariedad y al humor de
rezcan entre sí, sino porque, reconocien- cada instante.
do yo su indudable grandeza, no los re- Su crítica se apoyará en sólidos prin-
conozco míos, sé que no los comprendo cipios estéticos, y nada más que es-
cuanto debiera. Me apenan estas limita- téticos, aun cuando ocasionalmente des-
ciones de gusto, y usted sabe que procu- taque (como complemento) los valores
ro tener las menos posibles y pongo mi morales y hasta nacionales que una obra
mayor aspiración en comprenderlo todo. de arte arrastra consigo.
Por esfuerzo y tesón de mi espíritu he En este mismo trabajo sobre Clarín,
vencido muchas de esas resistencias de al analizar su estética crítica, facilita
mi gusto personal y espero dominar gran Rodó una visión continuada y coherente
parte de las que me quedan. Cada día de su propia actitud. Para Rodó, Leo-
me siento más amplio y comprensivo. poldo Alas «afirma, pues, sin negar a las
Creo que lo seré cada vez más. Claro espontaneidades de la impresión y al
está que por lo que respecta al poeta sentimiento individual como aspiraciones
de la Noche serena (y lo mismo digo de del género a que nos referimos lo que
Zorrilla), no debe darse más que un hay en ellos de legítimo y oportuno (...),
valor relativo a lo que afirmo de mi li- sin desconocer tampoco la licitud de
122 INTRODUCCIÓN GENERAL
aquellas formas de la crítica que extien- Rodó concedía a esta formulación se de-
den sus horizontes fuera de lo que ar- muestra por haberla incluido, con algún
tísticamente es necesario y hacen de ella desarrollo complementario, como Lema
ya una investigación científica del am- de su primer opúsculo: La Vida Nue-
biente, ya un estudio de relaciones so- va, I (1897). Entre las mismas Notas so-
ciales y políticas, materia de observa- bre crítica hay una que se refiere al im-
ción moral o experimento psicológico—la perio de las opiniones autorizadas (id
significación insustituible y esencial de est: a las opiniones de la crítica) sobre
la crítica literaria como juicio de arte—, la común opinión individual y que apun-
como referencia de la obra a ciertos tan, por tanto, a la influencia social y
principios que el crítico tiene por ver- formativa de la crítica en la fijación de
dad y en cuyo nombre aprueba o con- los patrones estéticos de la época. Rodó
dena, siempre en atención al fin directo no hace más que rozar el tema, pero se
de la actividad literaria que es la reali- advierte que reconoce la importancia del
zación de la belleza.» magisterio crítico en momentos en que
En un texto inmediato aclara Rodó el lo está ejerciendo con toda responsabi-
significado de este criterio esteticista: lidad. También se refiere a la evolución
«No tiende este criterio a una reacción del juicio crítico y a la necesidad de re-
que sería absurda; no significa volver a novar las opiniones. Ya está en germen
la consideración de la obra bella como aquí el pensamiento que convertiría en
objeto aislado, al juicio para el que ni eje de su meditación en Motivos de Pro-
eí valor relativo de las reglas, ni la per- teo (1909), lo que Henríquez Ureña, acer-
sonalidad del escritor, ni el imperio de tadamente, ha llamado su Etica del de-
las influencias naturales y sociales, eran i venir. La frase de Rodó merece transcri-
factores que modificasen la invariable birse. «Eí crítico que al cabo de dos
aplicación del precepto; pero significa lustros de observación y de labor no en-
reivindicar contra la intromisión de ele-j cuentre en aquella parte de su obra que
mentos extraños al arte puro y libre en \ señaia el punto de partida de su pensa-
la censura estética y contra las varia- ¡ miento un juicio o una idea que rectifi-
cíones subjetivas de la apreciación, la ¡ car, una página siquiera de que arrepen-
soberana independencia de lo bello, por' tirse, habrá logrado sólo dar prueba,
una parte, el valor real y objetivo de la ¡ cuando no de una presuntuosa obstina-
crítica y la legitimidad de ciertas leyes, [ción, de un espíritu naturalmente esta-
por la otra,» ; cionario o de un aislamiento intelectual
En el año 1896 publica en la Revista • absoluto,»
Nacional de Literatura y Ciencias Socio- j Después de una clasificación, con ejem-
les unas Notas sobre crítica que resumen I plos, de las distintas formas que asume
su ideario. En las primeras reitera ese ¡ el espíritu crítico (desde el dogmático
criterio de tolerancia ya expuesto arriba,! Boileau hasta el rencoroso Zoilo), Rodó
El crítico es comparado con el cómico, examina el problema que se plantea a
de acuerdo con el célebre análisis de Di-! todo creador, y en este sentido el crítico
derot. «La más elevada aspiración de un j es también creador: la insuficiencia del
espíritu literario (agrega) ha de cifrarse j verbo para transmitir «ciertas recondi-
en ia ciudadanía de la ciudad ideal que | teces del pensar, ciertas delicadezas de
imaginaron en Weimar los dos geniales j ¡a emoción estética, ciertos matices del
colaboradores de Las Horas y a la que I juicio». La lucha con ¡o inefable, en fin.
debía llegarse por la armonía de todos l En estas reflexiones se advierte hasta
los entusiasmos y ia reconciliación de to- qué punto encara el ejercicio de la crí-
das las inteligencias.» La importancia que tica como una actividad estética supe
Jejos de limitarse a una descarnada ma- ta crear belleza donde no la hay o pue-
nifestación del juicio, (...) el más vasto de descubrir motivos de belleza allí don-
y complejo de los géneros literarios; de el autor no acertó a expresarlos, se-
rico museo de la inteligencia y la sen- mejante en esto al artista genial que
sibilidad, donde a favor de la amplitud descubre en alguna fábula grosera o en
ilimitada de que no disponen los géne- algún intento fracasado el germen de su
ros sujetos a una arquitectura retórica, creación. La intuición crítica es compa-
se confunden el arte del historiador, la rada luego a la del artista mismo, a
observación del psicólogo, la doctrina esa cualidad que en el poeta se llama
del sabio, la imaginación del novelista, inspiración y que para Rodó no se dife-
el subjetivismo del poeta.» rencia de la capacidad intuitiva del crí-
En estas apuntaciones ocasionales no tico: «Es la propia intuición artística,
falta ni siquiera la v i s i ó n de lo que con la diferencia de que tiene por punto
Eiiot llama la crítica del practicante, es de partida el dato reflejo, en vez del na-
decir: la del artista mismo (Motivos de tural e inmediato...» Esa penetración
Proteo, CVÍI), ni la referencia a la re- simpática, que es posible por el amor,
lación Hombre-Niño/Crítico-Poeta (Mi no es en sí misma el juicio (aclara Rodó
retablo de Navidad, 1911, en El Mirador en otro texto, natural complemento del
de Próspero). Una lectura minuciosa de que aquí se examina y que los editores
sus artículos revelaría muchas otras opi- han separado bajo el título de Tres cla-
niones importantes sobre crítica, sobre ses de críticos). Sobre esta identifica-
sus formas, sobre sus métodos, sobre sus ción simpática se alza la libertad del
técnicas. Pero hay un lugar en donde Ro- juicio y del sentido estético; por pro-
dó resumió con mayor continuidad su funda que haya sído la identificación, el
pensamiento crítico; esas páginas han crítico se libera de ella (sin olvidarla,
sido recogidas por sus familiares en los aprovechándola) para su juicio. De ahí
Últimos Motivos de Proteo (1932), y en que Rodó considere al crítico de sensi-
cierto sentido permiten concluir la vi- j bilidad simpática como «el homo dú-
sión de la crítica rodoniana plex, el más fiel ejemplo genérico de
Un artículo (La facultad específica del escisión o doble faz de la personalidad».
crítico, ha sído titulado por sus palabras ! Por lo que aclara: «La participación en
iniciales) se refiere a la relación entre ! determinado sentimiento, medio único
crítica y creación, y trata de demostrar ' de conocerlo y penetrarlo hasta el fon-
que la crítica es una forma de la crea- ¡ do, no obliga al crítico ni a la aproba-
ción. Insiste allí en la «emoción de sim- ¡ ción de ese sentimiento ni siquiera a la
patía», que contribuye a recrear el ob- j complacencia en él.» El artículo se cie-
jeto poético; asegura: «La crítica no es ! rra con una consideración de las tres
sino la expresión consumada y perfecta! clases de lectores: el que sólo asimila
de la aptitud de contemplación artística, <lo que se le asemeja; el que resulta dócil
y ese elemento activo que en la pura | a toda sugestión y sigue hipnotizado a
contemplación germina, en el gran crí- i cada nuevo autor; el que puede dupli-
tico se magnifica y realza hasta emular j carse realmente durante la lectura, que
la potencia creadora del grande y sobe- es capaz de participar del alma ajena,
rano artista.» Más adelante vuelve so- pero que al mismo tiempo no abdica de
bre la semejanza entre la labor del ar- la «facultad de juzgar, que es la que
tista y la de] actor (ya apuntada en sus determina propiamente al crítico, no
Motas sobre crítica, 1896), en la expre- avasallada nunca por la tempestad de
sión de la belleza contenida en una obra; ideas y pasiones que allí, en el propio
sostiene que el crítico puede llegar has- espíritu, se desarrolla en tanto, bajo.
rrespondencia podrían relevarse nume- sura superior que ejerció en los prime-
rosos ejemplos de este tipo de crítica en ros años de su carrera literaria. La sus-
cartas dirigidas a Miguel de Unarauno, pensión del juicio frente a valores con-
a Juan Ramón Jiménez, a Gabriel Miró, trovertidos de las letras uruguayas no
a Horacio Quiroga, a Alcides Arguedas, significó más que eso: una omisión que
a Pedro Henríquez Ureña, entre otros. por lamentable que parezca hoy no im-
Después de 1900, entregado como es- plica desafecto o censura.
taba Rodó a la creación de Proteo y a «Era una naturaleza de crítico, en
la milicia americanista, el ejercicio de la cuanto esta palabra expresa, esencial-
crítica resultó cada vez más espaciado mente, una idea de simpatía y no de
Cada vez eran menos frecuentes las oca- resistencia; de solidaridad de la imagi-
siones de pronunciarse; y muchas ve- nación, antes que de frío análisis.» Con
ces, éstas obedecían más al impulso de estas palabras define Rodó en 1913 a
la presión amistosa o a la comunidad de Juan María Gutiérrez; con estas pala-
ideas que a la pura fruición estética. De bras podría sintetizarse también su pro-
ahí que haya en sus juicios muchas no- pia actitud crítica.
torias omisiones, Las más lamentadas
(y censuradas) se refieren a dos de sus
ilustres coetáneos.
Con la solitaria excepción de Carlos. 6
Reyles (al que dedicó, por lo menos, dos
valiosos trabajos, en 1900 y en 1916, I 1A CREACIÓN Y EL ESTILO
Rodó no se pronunció ni sobre Floren- j
ció Sánchez ni sobre Julio Herrera y ¡
Reissíg en artículo de crítica que merez- I
ca registrarse. No dejó, sin embargo, de Cuando se habla del estilo de Rodó se
reconocer su valor, como lo demuestra piensa en un estilo único e inmutable,
el hecho de que haya seleccionado pá- fijado para siempre desde los mismos
ginas de ambos para la discutida Bi- orígenes del escritor. Esto corresponde-
blioteca Internacional de Obras Famosas ría a la impresión de continuidad inal-
de la que fué colaborador. De la selec- j terada que produce su pensamiento y su
ción y de las elípticas noticias con que j personalidad entera y que uno de sus
los presenta cabe deducir una preferen-! críticos ha expresado (con delicado error)
cia por los últimos dramas de Sánchez, así: «En realidad, Rodó no recorre una
en que el dramaturgo intenta una supe- línea ascendente en la revelación de su
ración del naturalismo, así como una personalidad, sino que aparece maduro
mayor estima por aquella parte de la y pleno desde sus primeros ensayos.»
obra de Herrera y Reissig más vincula- Nada más engañosa que esta perspectiva.
da a la de un Darío o a la de un Lugo- Tanto el pensamiento como el estilo de
nes, lo que parece implicar desafecto Rodó evolucionan. Es más (y refirién-
de sus experimentos poéticos más auda- dome ahora sólo al estilo), no hay una
ces. Su relativo silencio público no dejó sola manera de Rodó; hay tantos esti-
de asumir cierto aspecto de sanción ne- los como períodos en su producción li-
gativa, porque un crítico también se pro- teraria, tantos como géneros literarios
nuncia por omisión. cultivó.
Sin embargo, no pudo ser ése su pro- Lucharon dentro de Rodó más de una
pósito. Al abandonar el ejercicio conti- vocación particular, dentro de la indis-
nuado de la crítica, Rodó deponía ese | cutida vocación literaria. Su organiza-
magisterio periódico, esa suerte de cen- j ción intelectual, su sensibilidad estética,
sita. Y sigue reflexionando. AI fin se de- dito papel en el bolsillo días y días. Al
cide a trasladar al papel su artículo; es- cabo, se decide devolverlo a las cajas.
cribe entonces a grandes rasgos, dejando Entonces, con el consiguiente estupor de
espacios en blanco que rellenará luego todos, pide «tercera» El tipógrafo le da
con todas las notas y apuntes que tiene la tercera prueba porque no puede darle
en el puño de la camisa, en el dorso de un tiro. Es verdad que ya en este perío-
la tarjeta, en el papel del sobre, en el do no abusa. Hace correcciones funda-
reverso de un libro en cualquier parte, mentales, nada más, lo que se le ha ocu-
en fin. Concluido este primer esbozo, em- rrido en sus paseos solitarios, repasando
pieza el trabajo de «cimentación», como en su memoria el texto del escrito. Por-
él dice: expurgar del escrito todo lo que que en fuerza de leer y releer, de corre-
huelga y agregar todo lo sólido que falta. gir y de enmendar, de pensar siempre en
Ya está el trabajo en píe, bien cimentado. lo mismo, ha concluido por aprenderse de
Luego, ¿está concluido? No; ahora es memoria todo su trabajo. Con estas úl-
cuando empieza la labor del artífice; aho- timas correciones devuelve la prueba a la
ra viene lo más rudo de la tarea, el mi- imprenta. Entran las formas en máquina,
nucioso análisis gramatical, la elección de ruge el motor, se pone en movimiento
los vocablos sinónimos, el pulimento de todo el herraje y empieza a salir el papel
la frase, la sustitución de unos califica- impreso. ¡Gracias sean dadas a Dios!
tivos por otros, el pequeño golpecito que Ahora sí está todo concluido. No; todavía
da suprema elegancia a todo un cuerpo no. Falta un detalíecito, Rodó hace pa-
escultural. Las páginas se llenan de ta- rar la máquina hasta que haya concluido
chaduras, de enmiendas, de entrerrenglo- de leer las dieciséis páginas del pliego.
naduras, de líneas que suben y bajan pa- Compara el texto con la última prueba,
ra alcanzar los márgenes del papel y se- relee las páginas, examina si los tipos
ñalar un texto agregado. A poco, todo marcan bien o no. A veces pilla un «es-
aquello parece un jeroglífico, el mapa de pacio» que se ha subido o una letra algo
un pensamiento incoherente, un capricho gastada; entonces exige la corrección en
infantil. A veces, cuando la labor ha sido el plomo sobre la misma máquina. El
ruda y muy numerosas las enmiendas, el maquinista reniega entre dientes, el tipó-
escritor no tiene más remedio que sacar grafo entre dientes reniega, y el impresor
otra copia de las páginas más trabaja- se marcha porque en el Código Penal el
das. ¿Ya está todo concluido? Todavía no. i artículo 317 condena a doce años de pe-
El artículo va a cajas, es cierto, pero los netenciaría al que da muerte a un hom-
señores cajistas no sospechan lo que bre. Por fin, todo queda pronto y em-
los aguarda. Cuando Rodó se lleva una. pieza el tiraje ensordecedor. Rodó coge
«prueba» a su casa, nadie sabe lo que va el pliego definitivo para volverlo a leer
a suceder. La gesta de la forma se rea- a solas en su casa, y se va dejando caer
nuda en el silencio de su gabinete, y el esta frase estupenda:
papel empieza a llenarse de signos, de
garabatos, de letras, de frases enteras co- ¡ «—i Con tal que no se nos haya escapa-
rregidas o rehechas. Da a corregir aque- i do algo con estas precipitaciones!»
lio y pide «prueba de segundas». Para i En los papeles de su archivo se pueden
arrancarle luego esta segunda prueba, seguir paso a paso las etapas de su faena
hay que perseguirlo como a un deudor ] de composición literaria; ellos documen-
desconfiado. Nunca se decide a entregar- j tan y amplían con su testimonio lo que
la, porque siempre tiene alguna duda, o j declaran loe textos arriba citados. Allí
busca una nueva corrección, o teme ha- se encuentran esos «jirones de papel, de
'ber descuidarlo algo, ¿,ÜÍ anda con el ben-: toda forma, especie y tamaño» de que
habla a García Calderón, y que oonstitií-
que sin una ancha base de ideas y sin reviste sus múltiples formas, dentro de
un objetivo humano, capaz de interesar las cuales alternarán la filosofía moral
profundamente, las escuelas literarias con la prosa descriptiva, el cuento con el
son cosa leve y fugaz.» Y en el borrador apotegma, la resurrección de tipos histó-
de una carta a Andrés González-Blanco ricos con la anécdota significativa, los
(19 de junio de 1909) insistiendo en los ejemplos biográficos con las observacio-
mismos conceptos, pero ampliándolos en nes psicológicas, todo ello en un estilo
su dimensión social, dice: «Creo que la proteico, que a veces asume la gravedad
tendencia que ganará terreno cada día y entono de clásica prosa castellana,
en las letras contemporáneas es la que otras la ligereza amena y elegante de la
las mueve a interesarse en ideas y propó- «escritura» francesa, recorriendo las in-
sitos sociales, de alia y noble educación flexiones más diversas del sentimiento y
humana, y creo también que el sentido el lenguaje.» Y en 1913, al referirse aí es-
de esa tendencia puede ser y será opti- tilo de Montalvo, apunta: «Por eso, el
mista, afirmativo, viril; de franca re- arcaísmo de Montalvo puede considerar-
construcción idealista, en armonía con se, en muchos de sus elementos, obra
direcciones filosóficas que cada vez se viva; antecedente capaz de felices suges-
definen más clara y enérgicamente en tiones, para el intento, en que ahora es-
todas partes donde se piensa con origi- tamos empeñados, de devolver a la pro-
nalidad. Todo esto, sin mengua del arte, sa castellana color, resalte y melodía, y
desde luego. No concibo ia obra literaria de henchirla de sangre y encordaría de
sin estilo, y creo que en este terreno te- nervios, consumando una reacción que ni
nemos mucho que hacer, procurándonos ; ios románticos ni los realistas de la ante-
una forma de expresión moderna, am- ¡ rior centuria llegaron más que a deme-
plia, flexible, pero que mantenga los fue- diar, en la sintaxis y en el léxico.»
ros del idioma y aproveche sabiamente i Una atención siempre vigilante al esti-
ia riquísima virtualidad. El modernismo lo que no descuida su contenido ideoló-
agitó el ambiente, ensanchó ios moldes i gico; la concepción de la faena estilísti-
de la expresión, hizo más clara la noción ¡ ca como una gesta, un combate entraña-
del individualismo literario y de plena j ble; la imagen desdoblándose en idea y
libertad que hoy identificamos con núes-1 la idea en imagen; un estilo proteico y
tro concepto del arte. Pero la obra a que, j no único: tales parecen ser ías notas
en mi sentir, debemos aplicarnos ahora j fundamentales del estilo de Rodó, de su
es la de expresar artísticamente un ideal {preocupación estilística, de su creación
constructivo, de trascendencia social, i verbal.
buscando apoyo en el fondo psíquico de'
la raza, pero con horizontes sobre el por- i
venir, sobre las esperanzas humanas...» { 7
Todo un programa de ideario y de estilo !
que él se encargó de enriquecer con su j PERSPECTIVA "ULTIMA
ejemplo. i
La renovación estilística de Rodó se i Aunque no han faltado ni faltan apo-
inscribe en la general del Modernismo logistas de Rodó, tampoco han escasea-
hispanoamericano, El mismo era cons- í do los censores. Desde su misma muerte
cíente de esta renovación y en algunos ' se han alzado voces en el Uruguay: Raúl
textos así lo ha expresado. En una carta ! Montero Bustamente con un punto de
a Juan Francisco Piquet (3 de abril de ¡ vista católico, Alberto Lasplaces y Zum
1904) anota: «...entre desalientos y des-i Feíde con el antagonismo ideológico {y
mayos, la obra se va haciendo, y Proteo ¡ tal vez político) de una nueva generación.
OBRA ORIGINAL
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1
LA VÍDA NUEVA
i
EL QUE VENDRÁ
LA NOVELA NUEVA
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LA VIDA NUEVA (I)
PROLOGO
rior) lo censura por no reconocer la lectores dijeran (como dijo Pérez Petit):
existencia de una respuesta a su angus- «Era él mismo, el que vendrá»; que se
tia: «¿Cómo es posible—pensaba yo al pensara que el crítico había sabido ser
leer sus angustiosas páginas sobre El que el Bautista de su propia predicación. Uno
vendrá—, cómo es posible, que un alma de sus primeros glosadores, Max Henrí-
joven y vigorosa como la del que esto quez, Ureña, dejó escrito en 1918: «Mien-
escribe no haya encontrado todavía en tras su espíritu generoso buscaba el re-
las creaciones literarias de la Humani- velador en otra parte y soñaba con ver-
dad una obra que haya dado forma a lo aparecer en su camino, nosotros ha-
muchas de sus ansias, reflejado los es- bíamos comprendido ya que José Enri-
tremecimientos de su espíritu, inventado que Rodó era el que vendrá.» Plasta es
siquiera un nombre para muchas de sus posible creer hoy que él mismo así lo
misteriosas inquietudes? ¿No habrá en • sentía cuando pregunta en el ensayo:
esto algo de preocupación que puede ser «Sobre qué aura se reposa tu frente, que
perjudicial al desarrollo de riquísimos irradiará mañana el destello vivificador
gérmenes?» y luminoso; o sobre qué pensativa cerviz
Es lástima que Rodó no hubiera reci- de adolescente..,»
bido esa carta. Habría sido conmovido,
indudablemente, por la argumentación de III
Zorrilla; habría podido alegar (como a
Unamuno en 12 de octubre de 1900) que El otro ensayo del opúsculo (recogido
no era un devoto incondicional de las de la Revista Nacional, 25 de diciembre
últimas novedades del boulevard y que de 1896) tiene un tema más particular y
su devoción por Francia no se confundía limitado, aunque es posible reconocer en
con la parte más perecible del genio fran- él la misma tónica espiritual y el mismo
cés; tal vez se habría entablado un fe- anhelo de El que vendrá. Hay, incluso,
cundo diálogo. Por razones que se desco- frases enteras que podrían trasladarse
nocen, Zorrilla no concluyó la carta y sin esfuerzo al ensayo anterior. Por ejem-
sólo recientemente (enero de 1942) se ha plo, cuando dice: «Un soplo tempestuoso
publicado el borrador. ha agitado en sus profundidades al espí-
Años después de editado el opúsculo, ritu; mil cosas que se creían para siem-
Rodó apuntó su desafecto por él. En car- pre desaparecidas, se han realizado; mil
ta a Alejandro Andrade Coello (20 de cosas que se creían conquistadas para
noviembre de 1914) en que le anuncia el siempre, han perdido su fuerza y su vir-
envío de alguna de sus obras, agrega que tud; rumbos nuevos se abren a nuestras
poco se perderá con omitir el opúsculo; miradas allí donde las de los que nos
y a Pérez Petit (según cuenta éste en su precedieron sólo vieron la sombra, y hay
biografía): «No dicen nada», me confesó un inmenso anhelo que tienta cada día
cierta vez, cuando preparaba Motivos de el hallazgo de una ruta ignorada, en la
Proteo y se hallaba en pleno dominio de realidad de la vida y en la profundidad
sus facultades.» Pero esa valoración pos- de la conciencia.» Esa tónica y ese an-
terior—confirmada objetivamente por la helo aparecen subordinados aquí a la
circunstancia de que no lo recogió en El consideración del problema de La novela
Mirador de Próspero, 1913—no puede ha- nueva. El ensayo tiene como punto de
cer olvidar el impacto que el ensayo pro- partida una polémica de Carlos Reyles
dujo al publicarse. En él se expresaba un con don Juan Valera. Al presentar en
ansia común a muchos. No fué casual sus Academias (1896) el programa de su
que poco más tarde, al revelarse la joven nuevo arte de novelar, Reyles había creí-
madurez de Rodó en su Ariel, muchos do oportuno atacar el exteriorismo de la
148 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
novela española del siglo xix, oponiéndo- vos rumbos el modernismo hispanoame-
le la nueva sensibilidad de la novela fran- ricano. En su exigencia—atemperada por
cesa. Su ideal era «un arte que no perma- la comprensión—apunta el mal de super-
nezca indiferente a los estremecimientos ficialidad de casi todos los intentos crea-
e inquietudes de la sensibilidad fin de dores del Nuevo Mundo. Sus palabras
siglo, tan refinada y compleja, y que esté van más allá; establecen un principio
pronto a escuchar los más pequeños la- fundamental para el desarrollo del arte
tidos del corazón moderno, tan enfermo americano: la necesidad de mantener las
y gastado». relaciones con el arte europeo, de no
Sin desconocer esta nueva sensibilidad cortar el hilo de la tradición.
—tan acorde con la propia, tan nutricia A partir de ese momento, el ensayo
para su ambición de esplritualismo—Ro- toma otro rumbo. Abandona la conside-
dó tiende a corregir a Reyles del error en ración particular del problema de la no-
que ha incurrido al no ver los gérmenes vela nueva y se dedica a adoctrinar a
de espiritualidad de la misma novela es- los nuevos creadores de América, previ-
pañola y dedica la parte más importante niéndoles del optimismo candoroso de ¡a
de su análisis a abundar en un tema que juventud o de ¡a falsa sencillez. Y se cie-
luego retomaría su comentario de Mise- rra con una nota de esperanza en que
ricordia (novela de Galdós). Los ejem- suena el mismo espíritu profético de E!
plos—finamente analizados—de Emilia que vendrá.
Pardo Batán, de Juan Valera, del mismo
Galdós, de Armando Palacio Valdés., de IV
Leopoldo Alas, le permiten levantar el
reproche, excesivo por lo indiscriminado, Rodó utilizó este opúsculo para ensan-
de Reyles. Apunta, con razón, que es a la char el campo de sus corresponsales y ía
lírica a la que cabría hacer tal reproche. repercusión de su palabra. En su Archivo
Su análisis concluye rotundamente: «En se encuentra un Registro especial de co-
¡a novela es donde es necesario buscar rrespondencia despachada entre el 11 de
todo lo que el alma de España sabe de setiembre de 1897 y el 10 de abril de
la vida nueva del espíritu.» 1898, y dedicado exclusivamente a La
No ha gozado este segundo ensayo del vida nueva I.
mismo favor que el anterior. Sin embar- En un coro casi unánime de opiniones
go, desde el punto de vista crítico es tal favorables (encabezado por Samuel Bli-
vez más maduro y perdurable. La cuota xen) debe registrarse una, discordante,
de creación puramente verbal es, sin du- de indudable interés. No fué conocida
da, menor; pero el pensamiento crítico por Rodó y no se hizo pública hasta
que sustenta sigue pareciendo hoy tan 1950. Entre los papeles inéditos de una
sólido como antes. Por otra parte, en él larga obra inconclusa de Julio Herrera
se encuentran oportunas y penetrantes j y Reissig encontré una página en que se
consideraciones sobre las letras hispano-! hacía referencia a El que vendrá en estos
americanas que conviene subrayar. Rodó ' términos: «A propósito, la ingenuidad de
no se limita a examinar el problema de; un crítico uruguayo que para dar a en-
la novela en sus términos españoles. Ex- ¡ tender en una de sus obras que la Hu-
tiende a las letras de América su mirada ¡ manidad desalentada espera su salvación
penetrante y descubre en ellas la super- ¡ de un poeta o de un novelador. No [hay
ficialidad de la reacción antinaturalista, \ en] las historias de las infelicidades mís-
la necesidad de un ahondamiento, de una i ticas y candorosas algo que se pueda
mayor exigencia. En sus palabras se aá-\ comparar a la invocación con que el vi-
vierte la intención de encauzar por ¡me- •sionario del porvenir de la especie rema-
[PROPOSITO DE LA COLECCIÓN]
LEMA
EL QUE VENDRÁ
A VÍCTOR PÉREZ PETIT.
El despertar del siglo fué en la histo- Medan crece la hierba que denuncia el
ria de las ideas una aurora, y su ocaso paso infrecuente.—La Némesis compensa-
en el tiempo es, también, un ocaso en la dora e inflexible que restablece fatalmen-
realidad. te, en las cosas del Arte, el equilibrio
Mejor que Hugo, podrían los que hoy violado por el engaño, la intolerancia o
mantienen en aras semí-derruídas los ofi- la pasión, se ha aproximado a la escue-
cios del poeta, dar el nombre de crepus- la que fué traída por su mano, hace seis
culares a los cantos en que adquiere un lustros, para cerrar con las puertas de
son la misteriosa inquietud de nuestro ébano de la realidad la era dorada de los
espíritu, cuando todo, a nuestro alrede- sueños, y ha descubierto ante nuestros
dor, palidece y se esfuma; y mejor que ojos sus flaquezas, y nos ha revelado su
Vigny, los que llevan la voz del pensa- incapacidad frente a las actuales necesi-
miento contemporáneo, podrían llorar, dades del espíritu que avanza y columbra-
en nuestro ambiente privado casi de ca- nuevas e ignoradas regiones.
lor y de luz, el sentimiento de la «sole- Quiso ella alejar del ambiente de las
dad del alma» que lamentaba, en días almas la tentación del misterio, cerrando
que hoy nos parecen triunfales, su nu- en derredor del espacio que concedía a
men desolado y estoico. sus miradas la línea firme y segura del
La vida literaria, como culto y celebra- horizonte positivo; y el misterio indoma-
ción de un mismo ideal, como fuerza de ble se ha levantado, más imperioso que
relación y de amor entre las inteligencias, nunca en nuestro cíelo, para volver a
se nos figura a veces próxima a extin- trazar, ante nuestra conciencia acongoja-
guirse. De la última y gran protesta sólo da, su martirizante y pavorosa interroga-
dura en la atmósfera intelectual que res- ción. Quiso ofrecer por holocaustro, en
piramos la vaga y desvanecida vibración los altares de una inalterable Objetivi-
en que se prolonga el golpe metálico del dad, todas las cosas íntimas, todas esas
bronce. Sobre el camino que conduce a eternas voces interiores, que han repre-
¿De qué nos hablarás, revelador, para bra haya descendido sobre nuestro co-
que nosotros encontremos en tu palabra razón.
la vibración que enciende la fe, y ía El vacío de nuestras almas sólo puede
virtud que triunfa de la indiferencia, y ser llenado por un grande amor, por un
el calor que funde el hastío? grande entusiasmo; y este entusiasmo y
Cuando la impresión de las ideas o de ese amor sólo pueden serles inspirados
las cosas actuales inclina mi alma a la por la virtud de una palabra nueva.—Las
abominación o la tristeza, tú te presen- sombras de la Duda siguen pesando en
tas a mis ojos como un airado y sublime nuestro espíritu. Pero la Duda no es, en
vengador.—En tu diestra resplandecerá nosotros, ni un abandono y una volup-
la espada del arcángel. El fuego purifi- tuosidad del pensamiento, como la del
cador descenderá de tu mente. Tendrás escéptico que encuentra en ella curiosa
el símbolo de tu alma en la nube que a delectación y «blanda almohada»; ni una
un tiempo llora y fulmina. Ei yambo actitud austera, fría, segura, como en los
que flagela y la elegía constelada de lá- experimentadores; ni siquiera un impul-
grimas, hallarán en tu pensamiento el so de desesperación y de soberbia, como
lecho sombrío de su unión. en los grandes rebeldes del romanticis-
Te imagino otras veces como un após- mo. La Duda es en nosotros un ansioso
tol dulce y afectuoso. En tu acento evan- esperar; una nostalgia mezclada de re-
gélico resonará la nota de amor, la nota mordimientos, de anhelos, de temores;
de esperanza. Sobre tu frente brillarán una vaga inquietud en la que entra por
'as tintas del iris.—Asistiremos, guiados mucha parte el ansia de creer, que es
por la estrella de Betlem de tu palabra, casi una creencia... Esperamos; no sabe-
a la aurora nueva, al renacer del Ideal— mos a quién. Nos llaman; no sabemos de
del perdido Ideal que en vano buscamos, qué mansión remota y oscura. También
viajadores sin rumbo, en las profundida- n o s o t r o s hemos levantado en nuestro
des de la noche glacial por donde va- corazón un t e m p l o al dios descono-
mos, y que reaparecerá por ti, para Ha- cido.
mar las almas, hoy ateridas y dispersas, En medio de su soledad, nuestras al-
a ía vida del amor, de la paz, de la con- mas se sienten dóciles, se sienten dis-
cordia. Y se aquietarán bajo tus pies puestas a ser guiadas; y cuando dejamos
las olas de nuestras tempestades, como j pasar sin séquito al maestro que nos ha
si un óleo divino se extendiese sobre sus ¡ dirigido su exhortación sin que ella mo-
espumas. Y tu palabra resonará en núes- j viese una onda obediente en nuestro es-
tro espíritu como el tañir de la campa- píritu, es para luego preguntarnos en
na de Pascua al oído del doctor incli- \ vano, con Bourget: «¿Quién ha de pro-
nado sobre la copa de veneno. nunciar la palabra de porvenir y de fe-
Yo no tengo de ti sino una imagen cundo trabajo que necesitamos para dar
vaga y misteriosa, como aquellas con que comienzo a nuestra obra? ¿Quién nos
el alma, empeñada en rasgar el velo es- devolverá la divina virtud de la alegría
trellado del misterio, puede representar- en el esfuerzo y de la esperanza en la
se, en sus éxtasis, el esplendor de lo Di- lucha?»
vino.-—Pero sé que vendrás; y de tal Pero sólo contesta el eco triste a nues-
modo como el sublime maldecidor de las tra voz... Nuestra actitud es como la del
Blasfemias anatematiza e injuria al nun- viajero abandonado que pone a cada ins-
cíador de la futura fe, antes de que él ' tante el oído en el suelo del desierto por
haya aparecido sobre la tierra, yo te amo i si el rumor de los que han de venir le
y te bendigo, profeta que anhelamos, sin I trae un rayo de esperanza. Nuestro cora-
que el bálsamo reparador de tu pala- : zón y nuestro pensamiento están llenos
LA NOVELA NUEVA
A PROPOSITO DE «ACADEMIAS», DE CARLOS REYLES
A CARLOS MARTÍNEZ VIGIL.
Para juzgar la obra, en cuanto la rea- claraciones que las aclaran, del autor—de
lización del propósito anunciado, ha de una tentativa de adaptación de la «nove-
esperarse que ella llegue a su término. la nueva»: de los caracteres y las condi-
Para juzgar la oportunidad del propósito ciones del arte de narrar que hoy preva-
la ocasión es buena y propicia, y el tema lece en las grandes literaturas del mundo.
se ofrece lleno de fecundidad y de in- Aseguremos, ante todo, que la inicia-
terés. ción del propósito, por sí misma, está
El autor de Academias nos revela en el destinada a parecer detestable a muy di-
prólogo de su Primitivo que se propone versas especies de censores; y que a me-
escribir una serie de narraciones cortas dida que él, en el desempeño de la obra
a las que atribuye la condición de «tan- se realice, las voces de censura se mul-
teos o de ensayos de arte», «de un arte tiplicarán en torno de ella, mil consejos
que no permanezca indiferente a los es- sapientes tratarán de hacerla volver so-
tremecimientos e inquietudes de la sen- bre sus pasos, y los más varios pareceres
sibilidad fin de siglo, tan refinada y com- convergerán esta vez para condenar el
pleja, y que esté pronto a escuchar los rumbo nuevo,
más pequeños latidos del corazón mo- Parecerá insensato a los que, sólo ca-
derno, tan enfermo y gastado». Agrega paces de comprender la belleza que delei-
que no es su mira proporcionar, a quien ta y que ríe, detestan cuanto pueda lle-
le lea, «mero solaz, un pasatiempo agra- var a que se mezcle alguna vez, en la
dable, el bajo entretenimiento calificado emoción de la belleza, un poco de la
por Goncourt», sino que pretende «hacer amargura del dolor, y a que ella se aven-
sentir y hacer pensar por medio del li- ture en las profundidades de la sombra;
bro lo que no puede sentirse en la vida j a los aquejados del miedo de pensar,
sin grandes dolores, lo que no puede ¡ para quienes es hermoso y amable sólo
pensarse sino viviendo, sufriendo y que- el arte plácido, el arte sereno, el arte
mándose las cejas sobre los áridos libros azul, que encuentra grato presenciar des-
de los psicólogos de colegio»: y declara, de allí donde no alcancen el llanto ni la
por último, que para conseguirlo, emplea- i sangre las querellas del mundo, como el
rá, en el desenvolvimiento de su plan, el burgués del Fausto hallaba dulce hablar
método interno, «estudiando lo que hay | de heroísmos y batallas en los días fes-
de general en lo individual». j tivos, en santa paz y ante la copa col-
Se trata, pues—según éstas, y otras de- ¡ mada de vino generoso, bien lejos de
156 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ciencia que un día estremecieron como la frente de París, y que hoy aplaude
la piedra lanzada a la superficie de las cuando los elegidos de generaciones nue-
aguas serenas, sin que el arte divino los vas tientan los rumbos nuevos.—Para
llame a su regazo y recoja de ellos la quien las considera con espíritu capaz
confidencia que luego recibirá de sus la- de penetrar, bajo la corteza de los es-
bios el soplo de otra vida y durará como i colasticismos, en lo durable y profundo
el relieve de la cera que se convierte <de su acción, las sucesivas transforma-
en el relieve del bronce. ciones literarias no se desmienten: se
¿Necesitamos, los que hoy pedimos una j esclarecen, se amplían; no se destruyen
nueva cuerda, de ignorada virtud, para j ni anulan: se completan. No son como
que vibren aquellas cosas de nuestra el rastro leve y efímero que el viento
alma que en las usadas liras no la en- borra, para que se grabe en la arena
cuentran, negar a los que nos han prece- la huella de otra planta. Son sobrepues-
dido? ¿Necesitamos, los que tenemos la tos tramos de donde ve dilatarse rítmi-
sed de una nueva fuente espiritual pa- camente el horizonte quien lo sube. Son
ra nuestro corazón y nuestro pensamien-, círculos concéntricos, cada uno de los
to, desandar el camino andado, volver cuales amplía el espacio del círculo an-
la espalda a aquellas fuentes que bro- terior, sin fijarse en plano distinto.—
taron ayer de los senos de ía Realidad?— Quedó del clasicismo para siempre el
Antes bien, la obra de los que nos han sentido de i.a mesura plástica e ideal, el
precedido es una indispensable condición amor de la perfección, la noción impe-
ele ía que presenciamos; y la Realidad ratoria del orden. De la protesta román-
—la que responde a una concepción am- tica quedó, también para siempre, su
plia y armónica, la que comprende lo dogma de la relatividad de los modelos,
mismo el vasto cuadro de la vida exte- su adquisición de libertad racional. Y de
rior que la infinita complejidad del mun- la escuela de la naturaleza quedarán la
do interno—, una Musa inmortal de la audacia generosa y la sinceridad brava
que ya nadie podrá apartar impune- y ruda, el respeto de la realidad, el
mente los ojos.—Comienza la cuestión i sentimiento intenso de la vida; pero no
del arte contemporáneo—ha dicho un | quedarán ni las intolerancias, ni las li-
crítico—cuando una vez sancionada como j mitaciones.
su condición general la Realidad, dirí- Como en la obra de aquellas que la
gese el alma humana al artista o el pen- precedieron, se discernirá en la de la fe
sador y le pregunta: ¿Qué género de que hoy agita, vaga e informulable, nues-
realidad vas a escoger? ¿Qué aspecto de tras almas, la escoria deleznable y el
la vida tomas como base de inspiración i mármol y el pórfido que duran.—Ella no
y de trabajo?—Viene, pues, ei espíritu viene a señalar, como el verbo de ver-
nuevo a fecundar, a ensanchar, no a dad eterna, el solo camino de salvación.—
destruir.—Por lo demás, la sucesión de Saben bien sus Pontífices que el Arte no
las escuelas no se comprendería si no es más que un huésped transitorio bajo
las vinculase una correlación orgánica y el techo nuevo que alzaron. Ellos saben
fecunda, si sólo representasen destruc- bien que su única morada digna entre los
ciones recíprocas que condujeran de ne- hombres sería la ciudad en que Schiller
gación en negación.—Ei Buen Genio del soñó verles rendir a la Verdad y la Be-
Arte, que levantaba su copa en el fes- lleza un solo culto; la «ciudad ideal»,
tín del Renacimiento, es el mismo que a la que debía llegarse por la armonía
aplaudía en 1830 en el estreno de Herna- de todos los entusiasmos, por la recon-
ni, el mismo que aplaudía cuando L'As- ciliación de todas las inteligencias.—Y
sommoir, desataba la tempestad sobre así, no ha de considerarse cada nueva
1.a imagen, triste y hermosa del converso,! venecedora, y después que el estremeci-
cuando al volver de pavorosa alucinación, I miento de vorágine del. numen finisecular
bajo el misterio de la noche, en el fondo j ha traído a la superficie un mundo nue-
del barranco sombrío, donde ha luchado vo, todo un mundo, de sensaciones, de
con las larvas de la tentación y del mal, imágenes, de afectos, que tiene la gran-
llama una y otra vez al niño que le ¡ deza ignota y rara de aquel que cela el
acompañó hasta el borde de la sima, al; mar en la profundidad de sus abismos—,
niño que lleva el nombre de Jesús y no J la lírica española aún vive de la luz que
le halla, ¿no ve el autor de Beba uno de I encendió el alma de generaciones cuyos
los símbolos vivos más hondos, más her- ¡ poetas irradian ya desde el ocaso, y sólo
mosos, con que ha encarnado en las en- j debe a aquellas que podrían regenerarla
trañas de la literatura el nostálgico sen- j por la expresión de una nueva vida espi-
timiento de generaciones que llevan, a| ritual vagas y dispersas notas de las que
un tiempo, en el corazón la infinita sed Fígaro diría que son algunas chispas más
de un ideal y en el pensamiento el estig- j en una hoguera que concluye.
ma implacable de la Duda?—¿No ve en ¡ En la novela es donde es necesario bus-
las páginas del libro, temblando sobre ¡ car todo lo que el alma de España sabe
los seculares muros empapados en la hu- de la vida nueva del espíritu. En la no-
medad espiritual de la fe vieja, un deste- vela es donde puede comprobarse que,
llo de la religiosidad anhelante de Tols- por ella también, ha pasado cierto soplo
toi?... En Armando Palacio, la aspiración de viento que semeja alzado, desde la
que infiltrándose delicadamente, como sombra, por un batir de alas...
vena de aguas mansas y profundas, lle-
naba ya de rumores de espiritualidad, ¿Cuál es el interés que en relación a
para los oídos sutiles, el ambiente de al- las particularidades del arte literario de
gunos de sus estudios primeros de la América ofrece esta gran cuestión de la
realidad, es hoy la tendencia segura y novela contemporánea, inquieta en la
confesada que inspiró aquella inmortal elección de sus rumbos?—Ofrece, en pri-
psicología del alma rescatada por su es- mer término, el interés humano, univer-
fuerzo propio de las cautividades del do- sal, que en parte es de nosotros. Ofrece,
lor y la inceríidumbre: las páginas origi- luego, el interés y la oportunidad de
nalmente hermosas de La Fe, y que recla- guiarnos a la consideración de una clefi-
sobre nuestra organización moral, sobre ignorancia de las visiones que estreme-
nuestra vida inteligente, tal así como si cen, y el desdén de la Esfinge que inte-
el espíritu de la raza reconociese, brillan- rroga, sería bien triste privilegio el de
do en la profundidad del horizonte, el la juventud, y yo no cambiaría, por la
fuego lejano de su hogar—«Vanos son, eternidad de sus confianzas, un solo ins-
cuando el viajero tiene alas, los abismos tante de la lucha viril en que los brazos
anchos y profundos.» Mal aislador es el fuertes desgarran jirones de la sombra
agua del Océano para la corriente que y en que el púgil del pensamiento se
hace vibrar, con el impulso lanzado a bate cuerpo a cuerpo con la Duda.
toda hora desde los centros en donde se Me parecen análogas, por la identidad
condensa y suena la hirviente espuma de de los peligros, cierta idea de la acep-
Ja vida, la inmensa red nerviosa que el ción intelectual de la juventud, y la idea,
genio de una misma civilización extiende vulgar también, de la salud literaria, que,
del uno al otro extremo del planeta, co- propagándose y haciéndose plebeya des-
mo por una universal confederación de! de la boga del autor de Degeneración, ha
las almas. servido para escudar muchas lamentables
La literatura en que hoy llega a nos-; limitaciones del sentimiento, de la tole-
otros la misiva de aquel que hemos lia-1 rancia y del gusto. Hay espíritus vanos
mado lejano hogar de nuestra mente es j para quienes está enferma toda literatura
casi siempre amarga, es casi siempre i que no ría, o que no duerma, o que no
oscura... La ingenua y dulce «alegría de i sea discreta y cauta como podría serlo
la vida» tiene poco que ver con los sen- la Musa de Bouvard, o que no aspire sólo
timientos que la engendran, con las ins- a aquel fin de alegre e inofensiva diver-
piraciones que la inflaman. Los que se sión que se cumple sin dejar surcos ni
esfuerzan por alejarla de nosotros en- sombras en el alma y hace del libro gra-
cuentran en esa misma condición de su to arrullo de las cabezas soñolientas que
inquietud febril, desordenada y sombría, conciben el arte como el sueño tranquilo
la gran causal de su sentencia de destie- de sus noches y al artista como el juglar
rro.—Llenos de buena voluntad, quieren que las liberte del tormento odioso de
que todos nos creamos en marcha hacia pensar. Sí; lo mismo la juventud que la
«algo bueno y hermoso», como la heroí- salud, en cuanto atributos del espíritu, sí
na de L'Argent.—Y se oponen al paso del se las considera con el criterio estrecho
dolor, al paso de la sombra, guardas ce- de las burguesías literarias, son armas
losos de la juventud de esta América a j excelentes en manos de los amigos deí
quien todavía suele representarse con los \ limitez vous de que habló Hugo, y tien-
atributos del candor primitivo, virgen I den a sustituir a la energía, a la verdad,
que duerme, sobre la arena de la playa... j a la sutil penetración del sentimiento y
Yo convendré fácilmente en que la «ju- ¡ de la idea, la trivialidad, la frivolidad,
ventud de los pueblos» es algo más que i el aire lánguido,— los pálidos colores
una expresión, vacía de sentido íntimo, j que en opinión de Mme. de Sévigné deja
de la brevedad de su existencia material, ¡ en las almas la ausencia de las lecturas
y en que trascendiendo a todas las cosas j que obligan al austero sentir y a la refle-
del espíritu, debe mostrarse también en j xión profunda.
el carácter de una literatura.—Creo en los i Los que por insensibilidad a todas
pueblos jóvenes. Pero si la juventud del ] aquellas vibraciones del alma que no
espíritu significase sólo la despreocupa-' puedan clasificarse dentro de un orden
ción riente del pensar, del abandono para ¡ de sentimientos muy generales y preci-
el que lodos los clamores de la vida son ,! sos, por aislamiento en relación a la nue-
arrullo, la embriaguez de lo efímero, la ! va vida intelectual, acaso por alarde de
esta inmensa labor renovadora merced traño de aspiraciones sin armonía, de du-
a la que nuestro caso secular presenta, das sin respuesta, de contradicciones sin
con la agitación aparentemente anárqui- solución, de voces de esperanza y de an-
ca y sombría que es el signo de las gran gustia, que si se condensasen en un solo
des transiciones humanas, el espectáculo grito, inmenso y formidable, harían de-
de una cultura en cuyo seno hierven a cir acaso al alma moderna, como al For-
un tiempo todas las ideas y todas las pa- tunio de Gautier: «¡Tengo más sed que
siones—, en cuyo ambiente se entrecho- el desierto!»
can todas las resonancias del Deseo, del
Entusiasmo y del Dolor—, concurso ex- 1896.
FIN DE
«LA VIDA NUEVA ( l >
RUBÉN DARÍO
SU PERSONALIDAD LITERARIA. SU ULTIMA OBRA
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RUBÉN DARÍO
PROL OGO
OMO segundo volumen de la co- ha proporcionado su libro. Es usted en
C lección de opúsculos La Vida Nue- él un poeta extraordinario; es usted más
va publicó Rodó un estudio sobre poeta en ese trabajo que el mismo Da-
Rubén Darío, Su personalidad literaria, río, a quien admiro y quiero tanto. Me
su última obra {Montevideo, Dornaleche ha hecho usted un profundo surco en et
y Reyes, 1899). En torno a la figura de alma [con] la obra de usted, y además
Darío y de sus Prosas profanas (1888) de ese intensísimo goce, seré franco: me
levanta un minucioso ensayo que lo con- ha ocasionado una profunda tristeza: la
sagró como uno de los críticos más pe- de considerar que en España, hoy, no te-
netrantes de la lengua española. Ya en nemos un crítico dotado de esa elegancia
la Introducción general se han estudiado suprema y, sobre todo, de esa amplitud
algunos antecedentes de este trabajo de criterio de usted. Su cerebro me pa-
(II, 2) y el método crítico que en él se rece un bosque en el cual pueden entrar
despliega (II, 5); en la Correspondencia
con Darío hay más noticias. Ahora con- todos los vientos, todas las corrientes,
viene puntualizar cómo fué recibido. lodos los perfumes, todos los pájaros,
por varío y distinto que sea su pluma-
Ningún estudio tan completo se había je. ¡Qué talento el de usted! Es tan raro
dedicado a quien ya era, sin disputa, el 1que un crítico pueda arrojar de sí sus
Primer poeta de la lengua. Y su trabajo pasiones personales al coger la pluma,
adquirió pronto categoría de clásico. ' que ver realizarse en usted ese milagro
Testimonio de la reacción apasionada
que produjo en algunos puede ser esta \ me produce un gran asombro.
carta de Salvador Rueda: j ^Sagacidad, perspicacia, don d.e traspa-
sarlo todo como por los rayos X de la
«Madrid, 1 de mayo de 1899. estética; sensibilidad y erudición a car-
gas; un estilo que, siendo espontáneo, es
»Señor don José Enrique Rodó. j a la vez labor quintaesenciada de lapi-
»Aíi querido amigo y admirado escri- dario; color, luz, intuiciones sorprenden-
tor: Admirado más que nunca, porque el | tes; novedad absoluta en el sistema de
estudio que usted ha consagrado a núes- j analizar describiendo, como un soberano
tro amigo Rubén es toda una «Maravi- poeta en prosa: todas esas altas prendas
Uas—así, con mayúscula. existen en usted y en su obra, sin olvi-
yRace años que no he gozado de una i dar el sello general de seriedad, de con-
emoción estética semejante a ¡a que me \ ciencia, de altura y de cosa grande y de-
168 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
finitiva. ¿Cómo puede usted encerrar >luptuosas, sus lujos orientales, su coque-
todo esto en sus veintitanto años?» tería parisiense, su sensualidad artística,
su rareza bizantina, su desnudez aristo-
El resto de la carta habla de otras co- crática, su galantería Borboniana y su
sas. Pero la muestra basta para reconocer delicada belleza florentina! Rodó es un
la cultivada admiración (y adulación) en anatómico que enflorece donde exami-
que solía incurrir fácilmente el poeta es- na y hace hablar lo que cincela. La an-
pañol. torcha de su erudición rasga y alumbra;
No se crea que Rodó era el único su lente acerca sin agrandar; su intuición
recipiente de esas efusiones. Menos de de Moisés artístico señala y profetiza.
dos meses después, el mismo Rueda es- ¡Su pluma, despierta: es el Pigmalión
cribía a Menéndez Pelayo una carta en de nuestra literatura!
la que dice: «Precisamente hace pocos ¡Choque su copa con la de su particu-
días, intentando hacer un soneto escri- lar amigo!» Esta nueva efusión está fe-
bí en una cuartilla como título La ca- chada en 15 de marzo de 1899.
beza de Menéndez Pelayo y había idea-
do describir una pirámide formada con Pero si estos testimonios parecen sos-
todos los cráneos célebres del siglo, po- pechosos de complacencia, pueden invo-
niendo el de usted como campanile de carse otros. Ante todo, el del mismo Da-
esa, torre intelectual; no sé qué hubiera río, que solicitó y obtuvo autorización
resultado dicho en verso,» (La carta es \ para incorporar el estudio como prólogo
de 7 de junio de .1899 y está citada aj la segunda edición de Prosas profanas
por Guillermo Díaz-Piafa en Modernismo j (París, 1901), lo que suscitó un enojoso
frente a Noventa y Ocho, Madrid, 1951, ¡incidente que se detalla en la Correspon-
página 59 n.) dencia. Años más tarde, en una Cabeza
Otra curiosa reacción fué la de Julio de Rodó que Darío escribió para Mun-
Herrera y Reissig, el mismo que se había dial (París, 1912) se refirió al estudio con
burlado, en borrador, de El que vendrá. estas palabras: «Su segundo opúsculo so-
Rodó le había enviado un ejemplar del bre el autor de Prosas profanas, o, me-
estudio y el joven poeta se apresuró a jor dicho, sobre este libro de poesías, le
agradecerle en un par de tarjetas que do- afirmó virtuoso de la prosa de erudición
cumenta doblemente su aplauso a la \ elegante, y, en la última parte de su tra-
obra crítica y su tácito reconocimiento \ bajo, profeta.» En efecto, y como apunta
de la jerarquía de su autor. Herrera, que Darío, al concluir su estudio Rodó afir-
prodigaba sin rubores el incienso, dice: maba su confianza en que la renovación
«Julio Herrera y Reissig saluda afectuo- poética del americano fecundara también
samente a José Enrique Rodó y le agra- a la poesía de la madre patria.
dece el envío de su preciosa producción, Otra reacción espontánea, y nada sos-
en la que ha vuelto a cincelar y a son- pechosa de halago, puede verse en los
dar con una galanura de lenguaje y párrafos de una carta de Gabriel Alo-
profundidad de juicio admirables. ¡Puede mar a Rubén Darío (12 de octubre de
estar satisfecho el laureado Rubén Darío 1907): «¡Amigo mío, después del estu-
de esta nueva condecoración de triunfo, pendo prólogo de Rodó qué difícil resul-
al haber encontrado un prosista poeta ta hablar de usted! A mí me ha mara-
y un Fidias crítico que haya adivinado villado. Por momentos he recordado a
y esculturado, al mismo tiempo, la Musa Gautier presentando a Baudelaire, aun-
exótica y crepuscular del autor de. Azul, que en R.odó hay exceso de visión parcial
presentándola con todas sus andrajosiáa- de cada poesía más que apreciación sin-
des. sublimes, y todas sus exquisiteces vo- fónica o de conjunto.» La reserva que
RUBÉN DARÍO
SU PERSONALIDAD LITERARIA. SU ULTIMA OBRA
A Samuel Blixen.
los aciertos y en 3a de las culpas. Ima- ¡ do donde genios celosos niegan la entra-
ginad su mundo íntimo como un hori- da a toda realidad que no se haya ba-
zonte avasallado por una cumbre solita- ñado en veinte aguas purificadoras. Por-
ria, donde la Belleza hace llegar sus ra- que Rubén Darío sería absolutamente in-
yos de cerca y donde el amor de la Be- capaz de extraer poesía de las excursio-
lleza se levanta poderoso, altivo, vence- nes en que el pie felino de la musa de
dor. Todo lo demás de la realidad y de Baudelaire hollaba, con cierta morbosa
la idea queda en el fondo oscuro del delectación, el cieno de los barrios in-
valle... Las cosas sólo salen de la- oscu- mundos, y en que ella desplegaba sus
ridad de la indiferencia cuando un rayo alas de murciélago para remover la impu-
de aquel amor las ilumina. Y del impe- reza de las nieblas plomizas. Ve intensa-
rio de ese sentimiento único—receloso ti- mente, pero no ve sino ciertos delicados
rano de su reino interior—, ha nacido aspectos del mundo material. La intensi-
esta organización de poeta, verdadera- dad de su visión se reserva para las cosas
mente extraña y escogida, como nace, de hermosas. Cierra los ojos a la impresión
la cristalización del carbono puro, la de lo vulgar. Lleva constantemente a la
piedra incomparable. descripción el amor de la suntuosidad,
Los que, ante todo, buscáis en la pa- de la elegancia, del deleite, de la exterio-
labra de los versos la realidad del mito ridad graciosa y escogida. Su taller opu-
del pelícano, la ingenuidad de la confe- lento no da entrada sino a los materiales
sión, el abandono generoso y veraz de de que, si fuese suya la lámpara de Ala-
un alma que se os entrega toda entera, diño, habría de rodearse en la realidad,
renunciad por ahora a cosechar estrofas Oro, mármol y púrpura, para construir,
que sangren como arrancadas a entrañas bajo la advocación de Scheherazada, sa-
palpitantes. Nunca el áspero grito de la lones encantados. Todas las formas que
pasión devoradora e intensa se abre paso ha fijado en el verso revelan ese mismo
al través de los versos de este artista culto de la plasticidad triunfal, deslum-
poéticamente calculador, del que se di- \ bradora, que se armoniza en él con el de
ría que tiene el cerebro macerado en aro- ¡ la espiritualidad selecta y centelleante.
mas y el corazón vestido de piel de Sue- ¡ El instinto del lujo—del lujo material y
cia. También sobre la expresión del sen- : el del espíritu—, la adoración de la apa-
timíento personal triunfa la preocupa- j riencia pulcra y hermosa, con cierta in-
ción suprema del arte, que subyuga a ese j dolente non enrama del sentido moral.
sentimiento y lo limita; y se prefiere—-an- \ Tal inclinación, entre epicúrea y plató-
tes que los arrebatados ímpetus de la pa- [ nica, a lo Renacimiento florentino, no se-
sión, antes que las actitudes trágicas, j ría encomiable como modelo de una es-
antes que los movimientos que desorde- i cuela, pero es perfectamente tolerable
nan en la línea la esbelta y pura limpi- I como signo de una elegida individuali-
dez—los mórbidos e indolentes escorzos, j dad. De ese modo de ver no nacerán en
las serenidades ideales, las languideces i el arte literario las obras arquitecturales
pensativas, todo lo que hace que la tú- . e imponentes (y, desde luego, es induda-
nica del actor pueda caer constantemen- ble que no nacerán poemas cosmogóni-
te, sobre su cuerpo flexible, en pliegues ! cos, ni romances sibilinos, ni' dramas ce-
llenos de gracia. j jijuntos); pero nacen versos preciosos;
versos de una distinción impecable y gen-
Y ese mismo amaneramiento voulu de ; tilicia; de un incomparable refinamiento
selección y de mesura que le caracteriza j de expresión; versos que parecen brinda-
en el sentimiento, le domina también en i dos, a quien los lee, sobre la espuma que
la : descripción. Está lleno de imágenes, j rebosa cíe un vino de oro en un cristal de
pero todas ellas son tomadas a un mun- i
que podría haber salido de manos de , obra del poeta. Las composiciones que
Banville—y preceden a El faisán—que I se titulan Mía y Dice mía nos colocan
considero una verdadera golosina de frente a otra faz del grande y raro maes-
arte—, tres composiciones madrigalescas tro. Henos ahora en los brumosos domi-
que parecen intercaladas de intento para nios del Verlaine de los Romances saris
complacer a mi! deseo de no dejar intac- paroles: en los dominios del Verlaine
to el capítulo de las censuras. convertido por Rimbaud al culto de su
Reconvengo a Rubén Darío por esas poesía ultraespiritual y sutilísima. Esta-
seis páginas triviales de ía colección. mos en un país de cosas trémulas, donde
Ellas están admirablemente en los álbu- debe marcharse reprimiendo el aliento.
mes donde fueron escritas; pero, quita- Esas cantinelas vagas y como tejidas de
das de allí, me parecen indignas de que hilos de aire; esos versos calificados de
semejante poeta las confirme y reconoz- enfantillages amorphes por Maurras, y
ca por suyas; pues va saris diré que si le i en los cuales la sombra de un pensamien-
tengo por-un espíritu del siglo XVIII fran- | to o una emoción se expresa en una for-
cés, no es porque le crea de la especie ; ma de balbuceo, tienen en Verlaine un
poética de los Bertín y los Dorat. No encanto que nace de su propia falta de
diré yo—¿y quién se atrevería a confe- realidad y contenido; de que nada preci-
sar, aunque lo pensase, ese pecado de so entra en lo que significan o figuran;
galantería?—que los poetas de veras es- porque a la fantasía del lector le basta
tén moralmente imposibilitados de hacer con la espuela de plata que la hiere,
versos de álbum. Un poeta no lia de ser abandonándola luego a su espontaneidad.
feroz. Lo que yo pienso es que la fiesta Cada uno de nosotros pone, a su capri-
solemne que significa para el poeta el cho, la letra a esta verdadera música ver-
acto de vendimiar entre las fructifican- bal en la que las palabras hacen de no-
tes vides de sus rimas y colmar las ces- tas. Cada uno tiene derecho a una inter-
tas doradas de sus Canéforas debe ser pretación personal sobre esta rara clase
consagrada con la resolución viril del de versos, que son apenas como un papi-
sacrificio, y debe acallar, en su corazón rotazo sugestivo, un resquicio instantá-
de autor, todas las predilecciones inte- neo abierto sobre una perspectiva ideal,
resadas. Efectivamente: una antología, un golpe rápido de filo sobre cristal vi-
aunque ella sea personal, un Cancio- brante,..
nero, para decirlo a lo siglo xv y a lo Acepto el género, legitimado por muy
Heine, es por naturaleza obra de estric- curiosas naderías de los decadentes. Pero
ta selección—y si procede, como en este ¿será posible usar, como arco, el verso
caso de gran poeta—, de selección lle- español, sobre esa cuerda de la lira no-
vada a la crueldad. Pasen las humildes vísima? Pienso que no,—Soberbiamente
desigualdades en nuestra prosa plebeya, hermosa nuestra lengua, para el efecto
y pasen, también, fuera del libro, las plástico y para la precisión, y la fhme-
complacencias con la musa. Pero un li- za de la forma sonora! Pero ella no ha
bro de versos es la delicada fuente de tenido jamás—por su naturaleza, por su
fresas, donde sólo place ver admitidos, genio, no tan sólo por deficientemente
sobre el esmalte o el cristal, las frutas trabajada—esa infinita flexibilidad, esa
perfumadas, el azúcar niveo y bien, cer- dislocación de mimo antiguo, que hacen
nido, los ampos más blancos de la nata... del francés un idioma admirablemente
apto para registrar las más curiosas suti-
El Ver lame de las Fétes ha solido de- lezas de la sensación, un idioma todo
jar la huella ele su paso por las páginas compuesto de matices... Está hecho,., el
que hasta ahora: hemos recorrido en la nuestro, como para complacer al per-
truos. Van al rapto amoroso con una ele- ¡ asclepiadeo. Todo es hermoso, fresco, ju-
gancia enteramente humana; retozan co- j venil, en esta encantadora evocación de
mo en una fiesta de Eros; y la verdad i la fábula, cuyos versos quedan vibrantes
es que nos parecen dignos de aspirar a i en nosotros, con una deliciosa sonoridad,
la conquista de las ninfas bonitas. ¡ aun después de extinguidos, como un
El poeta los presenta dispersos, en bu-; golpear de cascos leves sobre una caja
Uicioso bando, sobre los prados dorados ! sonora.
por el sol, cuando de súbito un ruido de ; Los centauros del Palimpsesto compo-
ondas y de joviales gritos los detiene, • nen algo parecido a una cabalgata aven-
Diana se baña cerca con sus ninfas. Cau- ; turera y galante. En el Coloquio de ¡os
telándose, el inquieto tropel se acerca a j centauros—que es quizá el trabajo de
las aguas con silencioso paso.—Impera la i más aliento y reposo en la colección que
blanca Desnudez; bullen exasperadas las j recorrernos—domina una concepción más
cantáridas de la tentación.—Una de las • amplia del mito. Folo y Caumantes, dos
divinas baigneuses ha avivado la llama- I de los monstruosos interlocutores, la ex-
rada del sátiro en el más joven y hermo- i presan lapidariamente, cuando atribuyen
so de la tropa; centauro esbelto y pulcro I a su raza el significado de una triple per-
como el Cülaris descrito por Ovidio, el i sonificación, en que se confunden la pri-
Cillaris de las Metamorfosis, cuya parte vilegiada naturaleza del dios, las pasio-
humana semejaba una estatua y a quien nes de la naturaleza humana y el impul-
el poeta llama «bello, si cabe nombre de j so salvaje de la bes'tia.—Condúcenos eí.
belleza en los monstruos». Roba el cen-¡ poeta a una playa acariciada por la luz
tauro Adonis a la ninfa azorada, y huye | matinal.—-Quirón, el sabio centauro
veloz, con el orgullo y la felicidad de su j —maestro y consejero de Aqui-les—que
conquista. Pero Diana le ve. La casta I ha descendido de los cielos y que aún
Diva se lanza tras el galope del raptor y i muestra, presas en sus crines, las abejas
envía sobre él un dardo que se hunde, j griegas recogidas en los campos del Áti-
mortal, en sus entrañas, como la flecha i ca, reúne a su alrededor a los «crinados
de Hércules en el cuerpo de Neso. Huyen >,cuadrúpedos divinos». Y entre las fres-
dispersos los centauros; llegan las nin- ¡ cas galas de la Isla de Oro, invitados por
fas; y las ninfas, desconsoladas, lloran, | la calma silente que se tiende sobre la
porque el dardo de la cazadora celeste . arena de la playa, los centauros depar-
ha matado también a la robada... Tal es ¡ ten. Versa el coloquio sobre la próvida
la escena, que me figuro como un bajo fecundidad de la Naturaleza y sobre
relieve de Escopas o de Fidias. Tendido j el alma universal que se reparte en el
en tierra, el centauro, como el altar de i alma de las cosas; sobre las apariencias
un sacrificio, sobrelleva a la víctima, cía- ; opuestas del enigma, y sobre lo que cuen-
vada, exánime, sobre él, por el dardo to- j tan las voces legendarias; sobre el pér-
davía vibrante. En derredor, el coro gra- ¡ fido arcano que esconde la belleza de la
cioso de las ninfas tomo actitudes lasti- j mujer y la sagrada majestad y la inviola-
meras. Diana, en último término, se yer- j ble hermosura de la muerte, que es el
gue altiva y majestuosa.—La simplicidad único bien a que los dioses no alcan-
de la descripción escénica, y de la del zan... Este coloquio de centauros es flor
tropel de los centauros, en pocos rasgos de esa poesía graciosamente docta y eru-
firmes y severos, acentúa la ilusión de dita—para los iniciados, para los enten-
un bajo relieve. La forma métrica—el de- dedores—-que, expulsada, con modales
casílabo repartido por la manera de acen- groseros, de los dominios del arte, por
tuarse en dos hemistiquios de sonoridad los que no encuentran inspiración, ni
autónoma—imita el gracioso compás del poesía de buena ley, sino en ios frutos
luego el azul y la serenidad.—Y esa dua- i Pone término al libro una interesante
lidad extrañísima, por la que Verlaine, ! composición simbólica que se titula El
sin dejar de ser la más refinada de las reino interior, y que puede relacionarse
organizaciones literarias y el símbolo vi- con las que hemos citado últimamente
viente de nuestras contradicciones y i por alguna reminiscencia del Crimen
nuestras dudas, es, al mismo tiempo, el ¡ amoris verlainiano.—Joven cautiva, el al-
único de los poetas modernos que merez- ma del poeta mira pasar, desde su casti-
ca el nombre sagrado y religioso de bar- llo carnal—avanzando sobre una senda
do, que reclamaba para Shelley el prín- de color de rosa como las que se pintan
cipe de los críticos ingleses; esa dualidad en las vidas de santos de fray Doménico
no se reproduce, por cierto, en Rubén —una procesión de vírgenes, que son las
Darío, artista enteramente consciente y siete Virtudes, y un grupo de mancebos
dueño de sí, artista por completo res- que son los siete Pecados. Y el Alma,
ponsable de sus empresas, de sus victo-
rias, de sus derrotas, y en cuyo talento que los sigue desde su soledad, queda
—plenamente civilizado—no queda, como pensativa, lo mismo por la satánica her-
en el alma de Lélian, ninguna tosca re- mosura de los Pecados que por la divi-
liquia de espontaneidad, ninguna parte j na gracia de las Virtudes,—Admirable, la
primitiva. j originalidad de la ejecución. Hay un he-
chizo propiamente prerrafaelísta en ese
El Responso sobre la tumba de Verlai- j cuadro simbólico. La descripción de la
ne es, a pesar del nombre austero que blanca teoría virginal es de una encanta-
lleva, una elegía impregnada de una dora y femenina gracia. Todo color se
ideal serenidad; llena de gracia y de luz, |
como los ritos de las exequias clásicas, y rinde en ella místicamente desvanecido.
sobre la que se difunde el balsámico aro- La beatitud de la blancura envuelve al
ma de los túmulos griegos.—En cuanto cuadro en una sonrisa ideal. Del choque
al Canto de la Sangre, evoca algunas de de las rimas brotan ampos de espuma.
las cosas trágicas o conmovedoras que Parece que se deshojan lirios sobre el
la asociación puede representarse al espí- verso. Y luego, cuando pasan por él los
ritu frente al encendido jugo de la vida. satanes de la tentación—resplandecientes
Cada estrofa lleva su unción sangrienta, ] y fascinadores con la nota violenta de
y cada mancha de sangre de las que j sus púrpuras—se enciende, se ensangrien-
purpuran ese ramillete cosechado entre | ta admirablemente el fondo del cuadro;
zarzas ha sido recogida en la efusión de diríase que lo azota duramente una pe-
una herida diferente. Ondea en el verso drería de magnificencia infernal; ascuas
la púrpura extendida de las batallas; y carbunclos lo iluminan; y las rimas que
viértese el vino de fuego de las venas del chocan hacen, en vez de la candida espu-
mártir; florecen las rosas líquidas del sa- ma de la escena anteror, relámpagos ro-
crificio virginal; y se desborda, como de | jos y siniestros.—Me parece de un efec-
una fuente impura, la sangre del suicida j to supremo la oposición de esos dos cua-
y el ajusticiado que colora los cuartetos ! dros. El verso ópalo hace juego con el
postreros con el rojo sombrío de la he- I verso rubí. Y, en cuanto a la íntima sig-
matites. El poeta ha asociado a cada es- i nificación del fragmento, creo que lo di-
trofa—usando un procedimiento seme- i cho antes sobre la naturaleza literaria de
jante al de las primeras estancias de Les Rubén Darío me excusa de reconocer la
voix, de Verlaine—el nombre del instru- propiedad de este admirable símbolo del
mento adecuado para sugerir musical- alma del poeta, igualmente sensible a
mente la idea que se expresa o la esce- los halagos de la Virtud y a los halagos
na que se describe en ella, : del Pecado, cuando uno y otro se cevis-
lia agostada poesía, su presencia, como y entre ellos los que han formado el círculo
la de los príncipes que en el cuento íntimo de Rubén Darío, me sugieren el pensa-
oriental traen de remotos países la fuen- miento de terminar el estudio de la persona-
lidad del'poeta con el análisis de Los raros y
te que da oro, el pájaro que habla y el de Azul. Téngase, pues, lo leído, como la pri-
árbol que canta... mera parte de un estudio más amplio, que aca-
so ha de completarse en breve. [J. E. R,]
NOTA.—Prontas para ser dadas a la publici-
dad estas páginas, mis amigos de Buenos Aires, Montevideo, 1899.
FIN DE
« R U B É N DARÍO »
uooo.~..7
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A R. I E L
PROLOGO
hito en que se piensa Ariel. Los que co- '. discutida de la obra. Cabe, en mi sentir,
tejan sus páginas con las realidades de oponer reparos a algunos de sus juicios
América—o mejor: de ciertas zonas de severos sobre la nación septentrional,
América—no advierten la clave en que mucho más severos que los formulados
están escritas. Con su acostumbrada con- por dos máximos pensadores y geniales
cisión lo apuntó Pedro Henríquez Ureña psicosociólogos antillanos: Hostos y Mar-
en un artículo recogido en sus Ensayos ti En aquel organismo social hay dos
críticos (La Habana, 1905, pp. 71-80): males contradictorios que en el actual
«Rodó no ha intentado hacer un estudio período de agitación se han recrudecido:
sociológico, como Carlos Octavio Bunge de una parte, el orgullo anglosajón, suer-
en Muestra América: su propósito es te de pedestal aislador en que se asien-
contribuir a formar un ideal en la clase tan las tendencias imperialistas, la mora-
dirigente, tan necesitada de ellos.» lidad puritana y los prejuicios de raza
1 y secta; de otra parte, el espíritu aventu-
| rero, origen del comercialismo sin escrú-
VII : pulos y del sensacionismo invasor y vul-
j garizador. Pero por encima de sus ten-
Como ilustración de los vicios de una \ dencias prácticas, aquel pueblo sustenta
democracia utilitarista—pero también co- un ideal elevado, aunque distinto de
mo ilustración de los peligros a que se nuestro ideal intelectualista: el perfec-
exponen las democracias latinoamerica- cionamiento humano, que tiene por fina-
nas al seguir ciegamente el modelo del lidad el bien moral y debe traducirse so-
Norte—estudia el caso de los Estados ! cialmente en la dignificación de la vida
Unidos. Su tesis aparece claramente ex- ¡ colectiva. Hoy mismo se ofrece a la mi-
planada en el sumario ya transcrito. A ¡ rada escrutadora, sugestivo para nues-
través de él es posible ver hasta qué tro pensamiento, el perseverante esfuer-
punto era tributario de Groussac y otras zo idealista de la mejor parte, la genui-
interpretaciones francesas. También es namente representativa del espíritu nor-
posible advertir lo poco que sabía de teamericano contra las tendencias co-
Estados Unidos, rruptoras que amenazan Invadir todos
Ya un coetáneo señaló con firmeza esta los campos de la actividad nacional: los
ignorancia. En un artículo de El Siglo, | hombres de probidad inflexible y agre-
de Montevideo (15 de julio de 1901), Al-! siva en política; el periodismo serio, que
berto Min Frías no refuta la acusación es el más culto y noble en el mundo;
de utilitarismo que Rodó lanza contra los escritores, desde el d,ecano Howells
Estados Unidos; pero apoyándose en hasta la admirable Edith Wharton, figura
Outre-mer, de Paul Bourget (1894), y en • culminante de la juventud, que cultivan
su mejor conocimiento de las letras es- una literatura original y vigorosa, de
tadounidenses, denuncia la unilateralidad honda psicología y estilo selecto; los ar-
de su punto de vista. tistas, creadores de una escuela nueva
i
Su conclusión puede sintetizarse en | que e independiente de pintura y escultura
ha dado glorias universales como
esta frase: «El mercantilismo, repelente ; Whistler
tal vez, en sus principios, llega a su po- Farge; losy científicos
Sargent, Saint Gaudens y La
que se consagran
derío de acumulación y entonces produce a una labor desinteresada, como Gidclins
algo esencialmente contrario a su ori- y Ward, fundadores de sistemas socioló-
gen: el refinamiento.» Poco más tarde, gicos; los educadores y conferencistas
se publica el ensayo ya citado de Pedro que llegan al seno de las masas el evan-
Henríquez Ureña en el que se dice: «Este
análisis es la parte más discutible y más gelio de la elevación moral e intelectual,»
ARIEL
A LA JUVENTUD DE AMERICA
[I
Junto a la estatua que habéis visto pre- oratoria sagrada. Pienso también que el
sidir, cada tarde, nuestros coloquios de espíritu de la juventud es un terreno ge-
amigos, en los que he procurado despo- neroso donde la simiente de una palabra
jar a la enseñanza de toda ingrata aus- oportuna suele rendir, en corto tiempo,
teridad, voy a hablaros de nuevo, para los frutos de una inmortal vegetación.
que sea nuestra despedida como el sello Anhelo colaborar en una página del
estampado en un convenio de sentimien- programa que, al prepararos a respirar
tos y de ideas. el aire libre de la acción, formularéis,
Invoco a ARIEL como mi numen. Qui- sin duda, en la intimidad de vuestro es-
siera ahora para mi palabra la más sua- píritu, para ceñir a él vuestra personali-
ve
y persuasiva unción que ella haya dad moral y vuestro esfuerzo. Este pro-
tenido jamás. Pienso que hablar a la ju- grama propio—que algunas veces se for-
ventud sobre nobles y elevados motivos, ; muía y escribe; que se reserva otras
cualesquiera que sean, es un género de i para ser revelado en el mismo transcurso
208 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tan ausentes los ascetas que acompaña- y corazón en quienes se reflejan tan des-
ban en la soledad las penitencias del consoladoras manifestaciones del espíritu
Bautista. Cuando Jesús habla de los que de nuestro tiempo como la del protago-
a él le siguen, los compara a los para- nista de A rebours o la del Robert Gres-
ninfos de un cortejo de bodas.—Y es la lou de Le disciple.—V&io comprobaba
impresión de aquel divino contento la el análisis, también, un lisonjero renaci-
que, incorporándose a la esencia de la ¡ miento de animación y de esperanza en
nueva fe, se siente persistir al través de | la psicología de la juventud de que suele
la Odisea de los evangelistas; la que hablarnos una literatura que es quizá
derrama en el espíritu de las primeras nuncio de transformaciones más hondas;
comunidades cristianas su felicidad can- i renacimiento que personifican los hé-
dorosa, su ingenua alegría de vivir; y I roes nuevos de Lemaítre, de Wizewa,
la que, al llegar a Roma con ios igno- de Rod, y cuya más cumplida represen-
rados cristianos del Transtevere, les abre tación lo sería tal vez el David Grieve
fácil paso en los corazones; porque ellos con que cierta novelista inglesa contem-
triunfaron oponiendo el encanto de su poránea ha resumido en un solo carácter
juventud interior—la de su alma embal- todas las penas y todas las inquietudes
samada por la libación del vino nuevo— ideales de varias generaciones, para solu-
a ía severidad de los estoicos y a la de- cionarlas en un supremo desenlace de
crepitud de los mundanos. serenidad y de amor,
Sed, pues, conscientes poseedores de ¿Madurará en la realidad esa esperan-
la fuerza bendita que lleváis dentro de za?—Vosotros, los que vais a pasar, como
vosotros mismos. No creáis, sin embar- \ el obrero en marcha a los talleres que
go, que ella esté exenta de malograrse le esperan, bajo el pórtico del nuevo si-
y desvanecerse, como un impulso sin ob- : glo, ¿reflejaréis quizá sobre el arte que
jeto, en la realidad. De la Naturaleza es os estudie imágenes más luminosas y
la dádiva del precioso tesoro; pero es ; triunfales que las que han quedado de
de las ideas que él sea fecundo, o se pro- nosotros? Si los tiempos divinos en que
digue vanamente, o fraccionado y disper- ' las almas jóvenes daban modelos para
so en las conciencias personales, no se ios dialoguistas radiantes de Platón sólo
manifieste en la vida de las sociedades ; fueron posibles en una breve primavera
humanas como una fuerza bienhechora. \ del mundo; si es fuerza «no pensar en
—Un escritor sagaz rastreaba, ha poco, i los dioses», corno aconseja la Forquias
en las páginas de la novela de nuestro i del segundo Fausto al coro de cautivas;
siglo—esa inmensa superficie especular ¿no nos será lícito, a lo menos, soñar con
donde se refleja toda entera la imagen la aparición de generaciones humanas
de la vida en los últimos vertiginosos ¡ que devuelvan a la vida un sentido
cien años—, la psicología, los estados del | ideal, un grande entusiasmo; en las que
alma de la juventud, tales como ellos \ sea un poder el sentimiento; en los que
han sido en las generaciones que van ) una vigorosa resurrección de las energías
desde los días de Rene hasta los que j de la voluntad ahuyente, con heroico cla-
han visto pasar a Des Esseintes.—Su ana- j mor, del fondo de las almas, todas las
lisis comprobaba una progresiva dismi- >cobardías morales que se nutren a los
nución de juventud interior y de ener- ¡ pechos de la decepción y de la duda?
gía, en la serie de personajes represen- i ¿Será de nuevo la juventud una realidad
tanvos que se inicia con los héroes, en- j de la vida colectiva, como lo es de la
ferinos, pero a menudo viriles y siempre j vida individual?
intensos de pasión, de los románticos, y ¡ Tal es la pregunta que me inquieta,
termina con los enervados de voluntad I mirándoos.--Vuestras primeras páginas,
con su descontento de lo actual, la nece- tensas que debieran ser. Gastón Des-
sidad de renovarla. Lo que a la Huma- champs lo hacía notar en Francia, hace
nidad importa salvar contra toda nega- poco, comentando la iniciación tardía de
ción pesimista es, no tanto la idea de las jóvenes generaciones, en la vida pú-
ía relativa bondad de lo presente, sino blica y la cultura de aquel pueblo, y la
la de la posibilidad de llegar a un térmi- escasa originalidad con que ellas contri-
no mejor por el desenvolvimiento de la buyen al trazado de las ideas dominan-
vida, apresurado y orientado mediante tes. Mis impresiones del presente de Amé-
ei esfuerzo de los hombres. La fe en el rica, en cuanto ellas pueden tener un ca-
porvenir, la confianza en la eficacia del rácter general a pesar del doloroso ais-
esfuerzo humano, son el antecedente ne- lamiento en que viven los pueblos que
cesario de toda acción enérgica y de todo la componen, justificarían acaso una ob-
propósito fecundo. Tal es la razón por servación parecida. —Y, sin embargo, yo
la que he querido comenzar encarecién- creo ver expresada en todas partes la
doos la inmortal excelencia de esa fe necesidad de una activa revelación de
que, siendo en la juventud un instinto, fuerzas nuevas; yo creo que América
no debe necesitar seros impuesta por necesita grandemente de su juventud.
ninguna enseñanza, puesto que la encon- —He ahí por qué os hablo. He ahí por
traréis indefectiblemente dejando actuar qué me interesa extraordinariamente la
en el fondo de vuestro ser la sugestión orientación moral de vuestro espíritu. La
divina de la Naturaleza. energía de vuestra palabra y vuestro
Animados por ese sentimiento, entrad, ejemplo puede llegar hasta incorporar
pues, a la vida, que os abre sus hondos las fuerzas vivas del pasado a la obra
horizontes, con la noble ambición de ha- del futuro. Pienso con Michelet que el
cer sentir vuestra presencia en ella des- verdadero concepto de la educación no
de el momento en que la afrontéis con abarca sólo la cultura del espíritu de los
la altiva mirada del conquistador. Toca hijos por la experiencia de los padres,
al espíritu juvenil la iniciativa audaz, la sino también, y con frecuencia mucho
genialidad innovadora. —Quizá universal- más, la del espíritu de los padres por la
mente, hoy, la acción y la influencia de inspiración innovadora de los hijos.
la juventud son en la marcha de las so- Hablemos, pues, de cómo considera-
ciedades humanas menos efectivas e in- réis la vida que os espera.
[H
rogeneidad, que, a medida que la cultu- estructura social. —La belleza incompa-
ra general de las sociedades avanza, se rable de Atenas, lo imperecedero del mo-
limite correlativamente la extensión de delo legado por sus manos de diosa a la
las aptitudes individuales y haya de ce- admiración y el encanto de la humani-
ñirse el campo de acción de cada uno dad, nacen de que aquella ciudad de pro-
a una especialidad más restringida. Sin digios fundó su concepción de la vida en
dejar de constituir una condición necesa- el concierto de todas las facultades hu-
ria de progreso, ese desenvolvimiento del manas, en la libre y acordada expansión
espíritu de especialización trae consigo de todas las energías capaces de contri-
desventajas visibles, que no se limitan a buir a la gloria y al poder de los hom-
estrechar el horizonte de cada inteligen- bres. Atenas supo engrandecer a la vez
cia, falseando necesariamente su concep- el sentido de lo ideal y el de lo real, la
to del mundo, sino que alcanzan y perju- razón y el instinto, las fuerzas del espíri-
dican, por la dispersión de las afecciones tu y las del cuerpo. Cinceló las cuatro
y los hábitos individuales, al sentimiento faces del alma. Cada ateniense libre des-
de la solidaridad. —Augusto Comte ha se- cribe en derredor de sí, para contener su
ñalado bien este peligro de las civilizacio- acción, un círculo perfecto, en el que nin-
nes avanzadas. Un alto estado de perfec- gún desordenado impulso quebrantará la
cionamiento social tiene para él un grave graciosa proporción de la línea. Es atleta
inconveniente en la facilidad con que sus- y escultura viviente en el gimnasio, ciu-
cita la aparición de espíritus deformados dadano en el Pnix, polemista y pensador
y estrechos; de espíritus «muy capaces | en los pórticos. Ejercita su voluntad en
bajo un aspecto único y monstruosamen- i toda suerte de acción viril y su pensa-
te ineptos bajo todos los otros». El em- i miento en toda preocupación fecunda.
pequeñecimiento de un cerebro humano Por eso afirma Macaulay que un día dé-
por el comercio continuo de un solo gé- j la vida pública del Ática es más brillan-
ñero de ideas, por el ejercicio indefinido ] te programa de enseñanza que los que
de un solo modo de actividad, es para hoy calculamos para nuestros modernos
Comte un resultado comparable a la mí- centros de instrucción. —Y de aquel li-
sera suerte del obrero a quien la divi- bre y único florecimiento de la plenitud
sión del trabajo de taller obliga a con- de nuestra naturaleza, surgió el milagro-
sumir en la invariable operación de un griego, —una inimitable y encantadora-
detalle mecánico todas las energías de su mezcla de animación y de serenidad, una
vida, En uno y otro caso, el efecto moral primavera del espíritu humano, una son-
es inspirar una desastrosa indiferencia ' risa de la historia.
por el aspecto general de los intereses En nuestros tiempos, la creciente com-
de la humanidad. Y aunque esta especie plejidad de nuestra civilización privaría
de automatismo humano—agrega el pen- de toda seriedad al pensamiento de res-
sador positivista—no constituye felizmen- taurar esa armonía,
te sino la extrema influencia dispersiva los elementos de una sólo posible entre
graciosa sencillez.
del principio de especialización, su reali- Pero dentro de la misma
dad, ya muy frecuente, exige que se atri- nuestra cultura; dentro decomplejidadla
de
diferencia-
buya a su apreciación una verdadera im- ción progresiva de caracteres, de aptitu-
portancia (i). ; des, de méritos, que es la ineludible con-
No menos que a la solidez, daña esa ' secuencia del progreso en el desenvolvi-
influencia dispersiva a la estética de la ! miento social, cabe salvar una razonable
participación de todos en ciertas ideas y
(1) A. COMI'E: Coars de. phüosophic posiíive, sentimientos fundamentales que manten-
i. IV, p. 430, 2.» ed. [J. E. R,] gan la unidad y el concierto de la vida.
rey las enredaderas osadas y curiosas, | guraba que, aun cuando a nadie fuera:
Los fatigados vientos abandonaban lar- I dado acompañarle hasta allí, su hospita-
gamente sobre el alcázar real su carga lidad seguía siendo en el misterioso se-
de aromas y armonías. Empinándose des- guro tan generosa y grande como siem-
de el vecino mar, como si quisieran ce- pre, sólo que los que él congregaba den-
ñirle en un abrazo, le salpicaban las olas I tro de sus muros discretos eran convi-
con su espuma. Y una libertad paradisial, dados impalpables y huéspedes sutiles.
una inmensa reciprocidad de confianzas, En él soñaba, en él se libertaba de la
mantenían por dondequiera la animación realidad, el rey legendario; en él sus
de una fiesta inextinguible... miradas se volvían a lo interior y se bru-
Pero dentro, muy dentro; aislada del. j ñían en la meditación sus pensamientos
alcázar ruidoso por cubiertos canales; i como las guijas lavadas por la espuma;
oculta a la mirada vulgar—como la «per- | en él se desplegaban sobre su noble fren-
dida iglesia» de Uhland en lo esquivo ¡ te las blancas alas de Psiquis... Y luego,
del bosque—al cabo de ignorados sende- ; cuando la muerte vino a recordarle que
ros, una misteriosa sala se extendía, en :! él no había sido sino un huésped más en
ia que a nadie era lícito poner la planta, su palacio, la impenetrable estancia que-
sino al mismo rey, cuya hospitalidad se ! dó clausurada y muda para siempre;
trocaba en sus umbrales en la aparien- i para siempre abismada en su reposo in-
cia de ascético egoísmo. Espesos muros i finito; nadie la profanó jamás, porque
ia rodeaban. Ni un eco del bullicio ex- i nadie hubiera osado poner la planta irre-
terior; ni una nota escapada al concierto i verente allí donde el viejo rey quiso es-
de la Naturaleza, ni una palabra despren- \ tar solo con sus sueños y aislado en Ja
dida de labios de los hombres, lograban ¡ última Thule de su alma.
traspasar el espesor de los sillares de 1 Yo doy al cuento el escenario ele vues-
pórfido y conmover una onda del aire j tro reino interior. Abierto con una salu-
en la prohibida estancia. Religioso silen- { dable liberalidad, como la casa del mo-
cio velaba en ella la castidad del aire ' narca confiado, a todas las corrientes del
dormido. La luz, que tamizaban esmal- i mundo, exista en él, al mismo tiempo, la
tadas vidrieras, llegaba lánguida, medido I celda escondida y misteriosa que deseo-
el paso por una inalterable igualdad, y se i nozcan los huéspedes profanos y que a
diluía, como copo de nieve que invade un j nadie más que a la razón serena perte-
nido tibio, en la calma de un ambiente nezca. Sólo cuando penetréis dentro del
celeste.—Nunca reinó tan honda paz; ni inviolable seguro podréis llamaros, en
en oceánica gruta, ni en soledad nemo- realidad, hombres libres. No lo son quie-
rosa.—Alguna vez—cuando la noche era nes, enajenando insensatamente el do-
diáfana y tranquila—abriéndose a modo minio de sí a favor de la desordenada
de dos valvas de nácar la artesonada te- pasión o el interés utilitario, olvidan que,
chumbre, dejaba cernerse en su lugar la según el sabio precepto de Montaigne,
magnificencia de las sombras serenas. En nuestro espíritu puede ser objeto de
el ambiente flotaba como una onda in- préstamo, pero no de cesión.-—Pensar,
disipable la casta esencia del nenúfar, el soñar, admirar: he ahí los nombres de
perfume sugeridor del adormecimiento los sutiles visitantes de mi celda. Los
penseroso y de la contemplación del pro- antiguos los clasificaban dentro de su
pio ser. Graves cariátides custodiaban las j noble inteligencia del ocio, que ellos te-
puertas de marfil en la actitud del silen- j nían por el más elevado empleo de una
ciario. En los testeros, esculpidas imáge- : existencia verdaderamente racional, íden-
nes hablaban de idealidad, de ensimisma- i tíñeándolo con la libertad del pensa-
miento, de reposo...—-Y el viejo rey ase- ¡ miento emancipado de todo innoble yugo.
[III
Importancia del sentimiento de lo bello para la educación del
espíritu.—Su relación con la moralidad.—Ejemplos históricos.—
Importancia de la cultura estética en el carácter de los pueblos
y como medio de propagar las ideas.]
Así como el primer impulso de la pro-1 contra la que os prevengo comenzará por
fonación será dirigirse a lo más sagrado sacrificar lo más delicado del espíritu.
"'-£-1 santuario, la regresión vulgarizadora : -De todos los elementos superiores de
218 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
[IV
UODO,
226 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COA1PLETAS
formula la más explícita condenación del los ojos de la razón, la cifra del valor
principio fundamental de la democracia: humano.
la igualdad de derechos; cree a este prin- La educación popular adquiere, consi-
cipio irremisiblemente divorciado de to- derada en relación a tal obra, como siem-
do posible dominio de la superioridad pre que se la mira con el pensamiento
intelectual; y llega hasta a señalar en él, del porvenir, un interés supremo (1). Es
con una enérgica imagen, das antipodas en la escuela, por cuyas manos procura-
de las vías de Dios—puesto que Dios no mos que pase la dura arcilla de las mu-
ha querido que todos viviesen en el mis- chedumbres, donde está la primera y
mo grado la vida del espíritu»,—Estas más generosa manifestación de la equi-
paradojas injustas del maestro, comple- dad social, que consagra para todos la
mentadas por su famoso ideal de una accesibilidad del saber y de los medios
oligarquía omnipotente de hombres sa- más eficaces de superioridad. Ella debe
bios, son comparables a la reproducción complementar tan noble cometido, ha-
exagerada y deformada, en el sueño, de ciendo objetos de una educación prefe-
un pensamiento real y fecundo que nos rente y cuidadosa el sentido del orden,
ha preocupado en la vigilia.™Desconocer la idea y la voluntad de la justicia, el
la obra de la democracia, en lo esencial, sentimiento de las legítimas autoridades
porque, aún no terminada, no ha llegado morales.
a conciliar definitivamente su empresa de Ninguna distinción más fácil de con-
igualdad con una fuerte garantía social fundirse y anularse en el espíritu del
ele selección, equivale a desconocer la pueblo que la que enseña que la igualdad
obra, paralela y concorde, de la ciencia, democrática puede significar una igual
porque interpretada con el criterio estre- posibilidad, pero nunca una igual reali-
cho de una escuela, ha podido dañar al- dad, de influencia y de prestigio, entre
guna vez al espíritu de religiosidad o al los miembros de una sociedad organiza-
espíritu de poesía.—La democracia y la da. En todos ellos hay un derecho idén-
ciencia son, en efecto, los dos insustitui- tico para aspirar a las superioridades
bles soportes sobre los que nuestra civi- morales que deben dar razón y funda-
lización descansa; o, expresándolo con mento a las superioridades efectivas;
una frase de Bourget, las dos «obreras» pero sólo a los que han alcanzado real-
de nuestros destinos futuros. «En ellas mente la posesión de las primeras debe
somos, vivimos, nos movemos.» Siendo, ser concedido el premio de las últimas.
pues, insensato pensar, como Renán, en El verdadero, el digno concepto de la
obtener una consagración más positiva igualdad, reposa sobre el pensamiento de
de todas las superioridades morales, la que todos los seres racionales están do-
realidad de una razonada jerarquía, el tados por naturaleza de facultades capa-
dominio eficiente de las altas dotes de ces de un desenvolvimiento noble. El
la inteligencia y de la voluntad, por la deber del Estado consiste en colocar a
Destrucción de la igualdad democrática, todos ios miembros de la sociedad en
sólo cabe pensar en la educación de la indistintas condiciones de tender a su
democracia y su reforma. Cabe pensar ¡ perfeccionamiento. El deber del Estado
en que progresivamente se encarnen, en
los sentimientos del pueblo y sus cos- (1) «Plus l'instruction se répand, plus elle
tumbres, la idea de las subordinaciones doít faire de part aux idees genérales et géné-
necesarias, la noción de las superiorida- reuses. On croit que rinstruciion populaire doit
des verdaderas, el culto consciente y es- étre ierre á ierre. C'est le coníraire qui esí I?.
pontáneo de todo ío que multiplica; a vérite.» (FOCÍLLÉB; L'idée moderno dti droit, li-
bro V, IV. ¡7. E, R.]J
descienda sobre las multitudes en la efu- peto religioso del genio, viciados por
sión bienhechora del amor. cierto aristocrático desdén de los humil-
Al mismo tiempo que concillará aque- des y los débiles. El porvenir sintetizará
llos dos grandes resultados de la obser- ambas sugestiones del pasado, en una
vación del orden natural, se realizará, fórmula inmortal. La democracia, enton-
dentro de una sociedad semejante—se- ces, habrá triunfado definitivamente. ¡Y
gún lo observa, en el mismo libro de que ella, que, cuando amenaza con lo innoble
os hablaba, Berénger—, la armonía de del rasero nivelador justifica las protes-
los dos impulsos históricos que han co- tas airadas y las amargas melancolías
municado a nuestra civilización sus ca- de los que creyeron sacrificados por su
racteres esenciales, los principios regu- triunfo toda distinción intelectual, todo
ladores de su vida.—Del espíritu del cris- ensueño de arte, toda delicadeza de la
tianismo nace, efectivamente, el senti- vida, tendrá aún más que las viejas aris-
miento de igualdad, viciado por cierto tocracias, inviolables seguros para el cul-
ascético menosprecio de la selección es- tivo de las flores del alma que se mar-
piritual y la cultura. De la herencia de chitan y perecen en el ambiente de la
las civilizaciones clásicas nacen el senti- vulgaridad y entre las impiedades del
do del orden, de la jerarquía, y el res- tumulto!
[V
pósito de originalidad, para templar los i la grandeza y el poder del trabajo; esa
entusiasmos de los que nos exigen su ] fuerza bendita que la antigüedad aban-
consagración idolátrica.—Y ílego, ahora, donaba a la abyección de la esclavitud,
a la relación que directamente tiene, con y que hoy identificamos con la más
el sentido general de esta plática mía, alta expresión de la dignidad humana,
el comentario de semejante espíritu de fundada en la conciencia y la actividad
imitación. del propio mérito. Fuertes, tenaces, te-
Todo juicio severo que se formule de niendo la inacción por oprobio, ellos
los americanos del Norte debe empezar han puesto en manos del mechanic de
por rendirles, como se haría con altos sus talleres y el farmer de sus campos
adversarios, la formalidad caballeresca la clava hercúlea del.mito, y han dado
de un saludo.—Siendo fácil mi espíritu al genio humano una nueva e inespera-
para cumplirla.—Desconocer sus defectos da belleza ciñéndole el mandil de cue-
no me parecería tan insensato como ne- ro del forjador. Cada uno de ellos avan-
gar sus cualidades. Nacidos—para em- za a conquistar la vida como el desierto
plear la paradoja usada por Baudelaire a los primitivos puritanos. Perseverantes
otro respecto—con la experiencia innata devotos de ese culto de la energía in-
de la libertad, ellos se han mantenido fie- dividual que hace de cada hombre el ar-
les a la ley de su origen, y han desenvuel- tífice de su destino, ellos han modelado
to con la precisión y la seguridad de una ! su sociabilidad en un conjunto imagina-
progresión matemática, los principios rio de ejemplares de Robinsón, que, des-
fundamentales de su organización, dando pués de haber fortificado rudamente su
a su historia una consecuente unidad personalidad en la práctica de la ayuda
que, si bien ha excluido las adquisiciones j propia, entrarán a componer los filamen-
de aptitudes y méritos distintos, tiene la ! tos de una urdimbre firmísima.—Sin sa-
belleza intelectual de la lógica.—La hue- : crificarle esa soberana concepción del
lia de sus pasos no se borrará jamás en i individuo, han sabido hacer al mismo
los anales del derecho humano; porque tiempo, del espíritu de asociación, el más
ellos han sido los primeros en hacer sur- admirable instrumento de su grandeza y
gir nuestro moderno concepto de la li- de su imperio; y han obtenido de la su-
bertad, de las inseguridades del ensayo y ma de las fuerzas humanas, subordinada
de las imaginaciones de la utopía, para a los propósitos de la investigación, de la
convertirla en bronce imperecedero y filantropía, de ia industria, resultados
realidad viviente; porque han demostrado tanto más maravillosos, por lo mismo
con su ejemplo la posibilidad de exten- que se consiguen con la más absoluta in-
der a un inmenso organismo nacional la tegridad de la autonomía personal.—Hay
inconmovible autoridad de una repúbli- en ellos un instinto de curiosidad des-
ca; porque, con su organización federa- pierta e insaciable, una impaciente avi-
tiva, han revelado—según la feliz expre- dez de toda luz; y profesando el amor
sión de Tocqueville—la manera como se por la instrucción del pueblo con la obse-
pueden conciliar, con el brillo y el po- sión de una monomanía gloriosa y fecun-
der de los estados grandes, la felicidad da, han hecho de la escuela el quicio más
y la paz de los pequeños.—Suyos son seguro de su prosperidad, y del alma del
algunos de los rasgos más audaces con niño la más cuidada entre las cosas leves
que ha cíe destacarse en la perspectiva y preciosas.—Su cultura, que está lejos
del tiempo ia obra de este siglo. Suya de ser refinada ni espiritual, tiene una
es la gloria de haber revelado plenamen- eficacia admirable siempre que se dirige
te—acentuando la más firme nota de prácticamente a realizar una finalidad in-
belleza moral de nuestra civilización— mediata. No lian incorporado a las ad-
quisiciones de la ciencia una sola ley | una esperanza terca y arrogante; la nota
general, un solo principio; pero la han i del Excelsior y el Salmo de la vida con
hecho maga por las maravillas de sus ] que sus poetas han señalado el infalible
aplicaciones, la han agigantado en los | bálsamo contra toda amargura en la filo-
dominios de la utilidad, y han dado al ' sofía del esfuerzo y de la acción.
mundo, en la caldera de vapor y en la dí- Su grandeza titánica se impone así, aun
namo eléctrica, billones de esclavos invi- a los más prevenidos por las enormes
sibles que centuplican, para servir al : desproporciones de su carácter o por las
Aladino humano, el poder de la lámpara violencias recientes de su historia. Y por
maravillosa.—El crecimiento de su gran- mi parte, ya veis que, aunque no les
deza y de su fuerza será objeto de per- amo, les admiro. Les admiro, en primer
durables asombros para el porvenir. Han término, por su formidable capacidad de
inventado, con su prodigiosa aptitud de querer, y me inclino ante «la escuela
improvisación, un acicate para el tiempo; de voluntad y de trabajo» que—como de
y al conjuro de su voluntad poderosa, | sus progenitores nacionales dijo Phila-
surge en un día, del seno de la absoluta ] rete Chasles—ellos han instituido.
soledad, la suma de cultura acumulable ; En el principio la acción era. Con es-
por la obra de los siglos.—La libertad tas célebres palabras del Fausto podría
puritana, que les envía su luz desde el empezar un futuro historiador de la po-
pasado, unió a esta luz el calor de una derosa república, el Génesis, aún no con-
piedad que aún dura. Junto a la fábrica cluido, de su existencia nacional. Su ge-
3' 3a escuela, sus fuertes manos han alza- : nio podría definirse, como el universo de
do, también, los templos de donde eva- los dinamistas, la fuerza en movimiento.
poran sus plegarias muchos millones de Tiene, ante todo y sobre todo, la capaci-
conciencias libres. Ellos han sabido sal- dad, el entusiasmo, la vocación dichosa
var, en e] naufragio de todas las ideali- de la acción. La voluntad es el cincel que
dades, la idealidad más alta, guardando ha esculpido a ese pueblo en dura pie-
viva la tradición de un sentimiento reli- dra. Sus relieves característicos son dos
gioso que, si no levanta sus vuelos en | manifestaciones del poder de la volun-
alas de un espiritualismo delicado y pro- \ tad: la originalidad y la audacia. Su his-
fundo, sostiene, en parte, entre las aspe- toria es, toda ella, el arrebato de una ac-
rezas del tumulto utilitario, la rienda fir- tividad viril. Su personaje representativo
™e del sentido moral.—Han sabido, tam- se llama Yo quiero, como el superhom»
bién, guardar en medio de los refina- j bre de Nietzsche— Si algo le salva colec-
mientos de la vida civilizada, el sello de tivamente de la vulgaridad, es ese extra-
cierta primitividad robusta. Tienen el cui- ordinario alarde de energía que lleva a
to
pagano de la salud, de la destreza, todas partes y con el que imprime cierto
ce
' la fuerza; templan y afinan en el carácter de épica grandeza aun a las lu-
músculo el instrumento precioso de la chas del interés y de la vida material.
voluntad; y obligados por su aspiración i Así, de los especuladores de Chicago y de
ln
saciable de dominio a cultivar la ener- Minneápolis ha dicho Paul Bourget que
va de todas las actividades humanas, son a la manera de combatientes heroi-
modelan el torso del atleta para el cora- \ eos en los cuales la actitud para el ata-
zón del hombre libre.—Y del concierto que y la defensa es comparable a la de
ce
' su civilización, del acordado movi- un grognard del gran Emperador.-—Y
miento de su cultura, surge una dorni- esta energía suprema con la que el genio
"ante nota de optimismo, de confianza, norteamericano parece obtener—hipnoti-
Ce
fe, que dilata los corazones impulsán- zado r audaz—el adormecimiento y la su-
dolos al porvenir bajo la sugestión de gestión de ios hados, suele encontrarse
236 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
los países de Las mil y una noches, col- i ventajas materiales, elementos de supe-
madas de especias y marfil, hicieron po- rioridad espiritual.
sible que Lorenzo de Médicis renovara, . Pero la vida norteamericana no nos
en las lonjas de los mercaderes florenti- j ofrece aún un nuevo ejemplo de esa re-
nos, los convites platónicos.—La historia lación indudable, ni nos lo anuncia como
muestra en definitiva una inducción re- j gloria de una posteridad que se vislum-
cíproca entre los progresos de la activi- ; bre. Nuestra confianza y nuestros votos
dad utilitaria y la ideal. Y así como la j deben inclinarse a que, en un porvenir
utilidad suele convertirse en fuerte escu- j más inaccesible a la inferencia, esté re-
do para las idealidades, ellas provocan j servado a aquella civilización un destino
con frecuencia (a condición de no pro- j superior. Por más que, bajo el acicate de
ponérselo directamente) los resultados ¡ su actividad vivísima, el breve tiempo
de lo útil. Observa Bagehot, por ejemplo, ¡ que la separa de su aurora haya sido bas-
cómo los inmensos beneficios positivos ' tante para satisfacer el gasto de vida re-
de la navegación no existirían acaso para I querido por una evolución inmensa, su
la Humanidad, si en las edades primi- ¡ pasado y su actualidad no pueden ser
tivas no hubiera habido soñadores y j sino un introito con relación a lo futu-
ociosos—i seguramente, mal comprendí- j ro.—Todo demuestra que ella está aún
dos de sus contemporáneos!—a quienes j muy lejana de su fórmula definitiva. La
interesase la contemplación de lo que ! energía asimiladora que le ha permitido
pasaba en las esferas del cielo.—-Esta ley i
conservar cierta uniformidad y cierto
de armonía nos enseña a respetar el bra- j
temple genial, a despecho ele las enor-
zo que labra el duro terruño de ia prosa. '
mes invasiones de elementos étnicos
La obra del positivismo norteamericano ¡
opuestos a los que hasta hoy han dado
servirá a la causa de Ariel, en último '
término. Lo que aquel pueblo de ciclo- j el tono a su carácter tendrá que reñir
pes ha conquistado directamente para el : batallas cada día más difíciles, y en el
bienestar material, con su sentido de lo j utilitarismo proscriptor de toda ideali-
útil y su admirable aptitud de la inven- : dad no encontrará una inspiración sufi-
ción mecánica, lo convertirán otros pue- ¡ cientemente poderosa para mantener la
blos, o él mismo en lo futuro, en efica- ! atracción del sentimiento solidario. Un
ees elementos de selección. Así, la más pensador ilustre, que comparaba al es-
preciosa y fundamental de las adquisicio- ' clavo de las sociedades antiguas con una
nes del espíritu—el alfabeto, que da alas partícula no digerida por el organismo
de inmortalidad a la palabra—, nace en social, podría quizá tener una compara-
el seno de las factorías cananeas y es el ! ción semejante para caracterizar la si-
hallazgo de una civilización mercantil, j tuación de ese fuerte colono de proce
que, al utilizarlo con fines exclusivamen- : dencia germánica que, establecido'en los
te mercenarios, ignoraba que el genio de j estados del centro y del Far-West, con-
razas superiores lo transfiguraría convir- , serva intacta, en su naturaleza, en su so-
íiéndole en el medio de propagar su más I ciabilidad, en sus costumbres, ia impre-
pura y luminosa esencia. La relación en- \ sión del genio alemán, que, en muchas
tve los bienes positivos y los bienes inte- ! de sus condiciones características más
lectuales y morales es, pues, según la profundas y enérgicas, debe ser conside-
adecuada comparación de Fouillée, un ¡ rado una verdadera antítesis del genio
nuevo aspecto de la cuestión de la equi- americano.—Por otra parte, una civiliza-
valencia de las fuerzas que, así como : ción que esté destinada a vivir y a dila-
permite transformar el movimiento en ! tarse en el mundo; una civilización que
calórico, permite también obtener, de las no haya perdido, momificándose, a la
[VI
No existe pueblo verdaderamente grande para la historia, sin
un ideal desinteresado.—No basta la grandeza material para la
gloria de los pueblos.—Ejemplos históricos.—El pensamiento y
la grandeza material de las ciudades.—Aplicación de lo anterior
a las condiciones de la vida de América.—Confianza en el por-
venir.—Nos toca trabajar en beneficio del porvenir.—La dignidad
humana exige que se piense en lo futuro y se trabaje para él—
Simbolismo de «Ariel».]
constantemente ante los ojos del alma la j las edades de oro del espíritu imponer a
visión de esa América regenerada, cer- ¡ los oficiantes solemnes de su gloria —
niéndose de lo alto sobre las realidades i «No es la posesión de los bienes—ha di-
del presente, como en la nave gótica el i cho profundamente Taine, hablando de
vasto rosetón que arde en luz sobre lo I las alegrías del Renacimiento—; no es la
austero de los muros sombríos.—No se- posesión de bienes, sino su adquisición,
réis sus fundadores, quizá; seréis los lo que da a los hombres el placer y el
precursores que inmediatamente la pre- sentimiento de su fuerza.»
cedan. En las sanciones glorificadoras del Acaso sea atrevida y candorosa espe-
futuro hay también palmas para el re- ranza creer en un aceleramiento tan con-
cuerdo de los precursores. Edgard Qui- tinuo y dichoso de la evolución, en una
net, que tan profundamente ha penetra- eficacia tal de vuestro esfuerzo, que bas-
do en las armonías de la historia y la te el tiempo concedido a la duración de
Naturaleza, observa que para preparar j una generación humana para llevar en
el advenimiento de un nuevo tipo huma- ¡ América las condiciones de la vida inte-
no, de una nueva unidad social, de una lectual, desde la incipiencia en que las
personificación nueva de la civilización, tenemos ahora, a la categoría de un ver-
suele precederles de lejos un grupo dis- dadero interés social y a una cumbre
perso y prematuro, cuyo papel es análo- que de veras domine.—Pero, donde no
go en la vida de las sociedades al de las cabe la transformación total, cabe el pro-
especies proféticas de que a propósito de greso; y aun cuando supierais que las
la evolución biológica habla Héer. El tipo , primicias del suelo penosamente traba-
nuevo empieza por significar, apenas, di- ¡ jado no habrían de servirse en vuestra
ferencias individuales y aisladas; los in- mesa jamás, ello sería, si sois generosos,
dividualismos se organizan más tarde en si sois fuertes, un nuevo estímulo en la
«variedad»; y por último, la variedad en- intimidad de vuestra conciencia. La obra
cuentra para propagarse un medio que la mejor es la que se realiza sin las impa-
favorece, y entonces ella asciende quizá ciencias del éxito inmediato; y el más
el rango específico: entonces—digámoslo glorioso esfuerzo es el que pone la espe-
con las palabras de Quinet—el grupo se ranza más allá del horizonte visible; y la
hace muchedumbre, y reina. \ abnegación más pura es la que se niega
He ahí por qué vuestra filosofía mo-; en lo presente, no ya la compensación
ral en el trabajo y el combate debe ser ¡ del lauro y el honor ruidoso, sino aun la
el reverso del carpe diem horaciano; una ! voluptuosidad moral que se solaza en la
filosofía que no se adhiera a lo presente i contemplación de la obra consumada y
sino como al peldaño donde afirmar el [ el término seguro.
pie o como a la brecha por donde entrar ¡ Hubo en la antigüedad altares para los
en muros enemigos. No aspiraréis, en lo «dioses ignorados». Consagrad una parte
inmediato, a la consagración de la vic- de vuestra alma al porvenir desconocido.
toria definitiva, sino a procuraros mejo- A medida que las sociedades avanzan, el
res condiciones de lucha. Vuestra ener- ; pensamiento del porvenir entra por ma-
gía viril tendrá con ello un estímulo más \ yor parte como uno de los factores de su
poderoso, puesto que hay la virtualidad evolución y una de las inspiraciones de
de un interés dramático mayor, en el sus obras. Desde la imprevisión oscura
desempeño de ese papel, activo esencial- del salvaje, que sólo divisa del futuro lo
mente, de renovación y de conquista, ¡ que falta para el terminar de cada pe-
propio para acrisolar las fuerzas de una ríodo de sol y no concibe cómo los días
generación heroicamente dotada, que en que vendrán pueden ser gobernados en
la serena y olímpica actitud que suelen parte desde el presente, hasta nuestra
formas organizadas, con la llamarada del y a los que luchan, hasta que el cumpli-
espíritu. Ariel triunfante, significa idea- miento del plan ignorado a que obedece
lidad y orden en la vida, noble inspi- le permita—cual se liberta, en el drama,
ración en el pensamiento, desinterés en del servicio de Próspero—romper sus la-
moral, buen gusto en arte, heroísmo en zos materiales y volver para siempre al
la acción, delicadeza en las costumbres. centro de su lumbre divina.
—El es el héroe epónimo en la epopeya Aún más que para mi palabra, yo exi-
de la especie; él es el inmortal protago- jo de vosotros un dulce e indeleble re-
nista; desde que con su presencia inspi- cuerdo para mi estatua de Ariel. Yo quie-
ró los débiles esfuerzos de racionalidad ro que la imagen leve y graciosa de este
del hombre prehistórico, cuando por pri- bronce se imprima desde ahora en la
mera vez dobló la frente oscura para más segura intimidad de vuestro espíri-
labrar el pedernal o dibujar una grosera ¡ tu.—Recuerdo que una vez que observa-
imagen en los huesos de reno; desde ba el monetario de un museo provocó
que con sus alas avivó la hoguera sagra- mi atención en la leyenda de una vieja
da que el aria primitivo, progenitor de moneda la palabra Esperanza, medio bo-
los pueblos civilizadores, amigo de la luz, rrada sobre la palidez decrépita del oro.
encendía en el misterio de las selvas del i Considerando la apagada inscripción, ya
Ganges, para forjar con su fuego divino meditaba en la posible realidad de su
el cetro de la majestad humana—hasta influencia. ¿Quién sabe qué activa y no-
que, dentro ya de las razas superiores, se ble parte sería justo atribuir, en la for-
cierne, deslumbrante, sobre las almas mación del carácter y en la vida de algu-
que han extralimitado las cimas natura- \ nas generaciones humanas, a ese lema
les de la Humanidad; lo mismo sobre j sencillo actuando sobre los ánimos como
los héroes del pensamiento y el ensueño i una insistente sugestión? ¿Quién sabe
que sobre los de la acción y el sacrificio; ¡ cuántas vacilantes alegrías persistieron,
lo mismo sobre Platón en el promontorio cuántas generosas empresas maduraron,
de Sunium, que sobre San Francisco de cuántos fatales propósitos se desvanecie-
Asís en la soledad de Monte Alber- ¡ ron, al chocar las miradas con la palabra
nia.—Su fuerza incontrastable tiene por alentadora, impresa, como un gráfico gri-
impulso todo el movimiento ascendente to, sobre el disco metálico que circuló de
de la vida. Vencido una y mil veces por [ mano en mano?... Pueda la imagen de
la indomable rebelión de Calibán, pros- j este bronce—troquelados vuestros cora-
crito por la barbarie vencedora, asfixiado j zones con ella—desempeñar en vuestra
en el humo de las batallas, manchadas 1vida el mismo inaparente pero decisivo
las alas transparentes al rozar el «eterno J papel. Pueda ella, en las horas sin luz
estercolero de Job», Ariel resurge inmor- ; del desaliento, reanimar en vuestra con-
talmente, Ariel recobra su juventud y su | ciencia el entusiasmo por el ideal vaci-
hermosura, y acude ágil, como al manda- | lante, devolver a vuestro corazón el ca-
to de Próspero, al llamado de cuantos le 1lor de la esperanza perdida. Afirmado
aman e invocan en la realidad. Su benéfi- i primero en el baluarte de vuestra vida
co imperio alcanza, a veces, aun a los interior, Ariel se lanzará desde allí a la
que le niegan y le desconocen. El dirige conquista de las almas. Yo le veo, en el
a menudo las fuerzas ciegas del mar y porvenir, sonriéndoos con gratitud, desde
la barbarie para que concurran, como lo alto, al sumergirse en la sombra vues-
las otras, a la obra del bien. El cruzará tro espíritu. Yo creo en vuestra voluntad,
la historia humana, entonando como en en vuestro esfuerzo; y más aún en los de
el drama de Shakespeare, su canción me- aquellos a quienes daréis la vida y trans-
lodiosa, para animar a los que trabajan mitiréis vuestra obra. Yo suelo emhria-
FIN DE «ARIEL»
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4
LIBERALISMO
Y JACOBINISMO
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LIBERALISMO Y JACOBINISMO
PROLOGO
go, referirse al tema sin haber conside- pasó nunca de esas conversaciones ca-
rado, directamente, la opinión de ambas suales.
partes. Enorme fué la resonancia que tuvo el
Como en casi toda polémica, lo que opúsculo. El tema era de los que apa-
más separaba a ambos campeones no sionaban a la opinión montevideana, y la
eran las opiniones mismas, sino los pía- i palabra de Rodó—cuyo valor magistral
nos, distintos, en que desarrollaban sus \ no era desconocido—adquirió entonces
argumentos. En tanto que el doctor Díaz una inesperada proyección. En aquel mo-
no abandonaba el plano de las proyec- mento la tendencia del Gobierno era
ciones políticas—de política religiosa, es anticlerical y antirreligiosa; el liberalis-
claro—en que el crucifijo era un arma mo luchaba por imponer un cambio en
de persuasión y propaganda, Rodó no la estructura tradicional de la sociedad
abandonaba el plano ideológico, doctri- • uruguaya. Su palabra, que salía del mis-
nal, y examinaba el problema en sus fun- mo campo liberal, pero abogaba por una
damentos éticos y hasta filosóficos. Para mayor comprensión, por una tolerancia
el doctor Díaz era imposible este plan- profunda, conmovió a hombres de am-
teo. Para él el crucifijo está en los hos- i bos bandos. Fué aplaudido por el doc-
pítales como imagen religiosa. El cruci- tor José Pedro Ramírez; Monseñor So-
fijo (que no es Cristo, subraya) es sím- ler, arzobispo de Montevideo, le envió
bolo, no de la caridad, sino del fanatis- una carta elogiosa. El partido católico
mo y la intolerancia de la religión. Por pudo felicitarse públicamente entonces
otra parte, considera que es utilizado por de esta, importante adhesión que le lle-
los sacerdotes con fines proselitisias. gaba del campo rival (V. El Bien, 9 de
Rodó ni siquiera considera ese planteo j septiembre de 1906).
inmediato y, si se quiere, doméstico. En j
realidad, como la polémica no fué con- j Pero encontró asimismo reservas y hos-
tinuada, como quedó dueño del campo, tilidades. Un eco de ellas puede advertir-
pudo desarrollar su argumentación úni- se en la biografía de Pérez Petit (capí-
camente en el plano ético-filosófico. Y tulo VIII); la discrepancia con la posi-
en ese plano no podía no tener razón. ción de Rodó que plantea su amigo e
Los argumentos del doctor Díaz para ne- historiador es representativa de la que
gar a Cristo la representación de la cari- muchos sostuvieron entonces. Otra re-
dad—al menos dentro del mundo occi- ! serva, hipotéticamente expresada, y que
dental—no parecen buenos y huelen a [ implica un homenaje, se encuentra en el
sofistería. En cambio, es fuerte y convin- párrafo de una carta inédita que le es-
cente el retrato que traza Rodó de la fi- cribe Carlos Reyles (23 de abril de 1907):
gura ideal de Cristo. «No conozco los artículos del doctor
Díaz, ¡no llegan a París!, mas adivino
La oposición entre ambos contendedo- lo que asegura por lo que usted dice y
res no derivaba de ninguna hostilidad prueba. Los liberales con puntas y ribe-
personal y no excedió los límites natu- j tes de socialistas—sin sospechar acaso
rales de una contienda ideológica. Aun- \ que el socialismo es el antídoto de todas
que no eran amigos, solían verse ocasio- !las libertades-—podían haber objetado, si
nalmente en algún comercio de la ciudad ; algo había que objetar a la brillante re-
vieja. El mismo doctor Díaz ha recordó.- \quisitoria que hace usted para demostrar
do cómo tuvo oportunidad más de una ,
vez, de felicitar personalmente a Rodó \ el abolengo cristiano de la caridad, que
por sus escritos de la Revista Nacional, I precisamente por ser el nombre de Cris-
cuyo estilo le parecía particularmente ' to el símbolo de aquélla, debían los cru-
hermoso. Pero el trato entre ambos no cifijos desaparecer de los hospitales, des-
LIBERALISMO Y JACOBINISMO
LA EXPULSIÓN DE LOS CRUCIFIJOS
el jacobinismo, que con relación a los he-1 ¿Se dirá que lo que se expulsa es el sig-
chos del presente tiene por lema: «La ' no religioso, el icono, la imagen del dios,
intolerancia contra la intolerancia», tiene j y no la imagen del grande hombre sacri-
por característica, con relación a las co- ficado por amor de sus semejantes? La
sas y a los sentimientos del pasado, esa ! distinción es arbitraria y casuística. Un
lunesta pasión de impiedad histórica que crucifijo será sólo signo religioso para
conduce a no mirar en las tradiciones y ! quien crea en ia divinidad de aquel a
creencias en que fructificó el espíritu de ¡ quien en él se representa. El que lo mire
otras edades, más que el límite, el error, ! con los ojos de la razón—y sin las nubes
la negación, y no lo afirmativo, lo per- ¡ ele un odio que sería inconcebible, por lo
durable, lo fecundo, lo que mantiene la ! absurdo—no tiene por qué ver en él otra
continuidad solidaria de las generaciones , cosa que la representación de un varón
perpetuada en la veneración de esas sublime, del más alto Maestro de la hu-
grandes figuras sobrehumanas—profetas, i manidad, figurado en el momento dei
apóstoles, reveladores—que desde lo hon- martirio con que selló su apostolado y su
do de las generaciones muertas iluminan gloria. Sólo una consideración fanática
la marcha de las que viven, como otros —en sentido opuesto y mil veces menos
tantos faros de inextinguible idealidad. tolerable que la de los fanáticos creyen-
tes—podría ver en el crucifijo, per se, un
signo abominable y nefando, donde haya
V algo capaz de sublevar la conciencia de
¡
un hombre libre y de enconar las an-
Si ¡a intolerancia ultramontana lléga- gustias del enfermo que se revuelve en
la un día a ser gobierno, mandaría reti- el lecho del dolor.
rar de las escuelas públicas ei retrato de ¿Por qué el enfermo librepensador ha
José Pedro Várela, ¿Qué importa que la de ver en el crucifijo más de lo que éi
regeneración de la educación popular ' le pone ante los ojos: una imagen que
haya sido obra suya? No modeló su re- j evoca, con austera sencillez, el más su-
forma dentro de lo que al espíritu orto- ' blime momento de la historia del mundo
doxo cumplía; no tendió a formar fie- j y la más alta realidad de perfección hu-
les para la grey de la Iglesia; luego su ! mana? ¿Acaso porque ese crucifijo, pues-
obra se apartó de la absoluta verdad, y , to en manos de un sacerdote, se con-
e
s condenable. ¡No puede consentirse su j vierte en signo e instrumento de una fe
glorificación, porque ella ofende a la con- \ religiosa? Pero no es en manos de un
ciencia de los católicos! Esta es la lógi- ! sacerdote donde le verá, sino destacán-
c
a de todas las intolerancias. dose inmóvil sobre la pared desnuda,
La intolerancia jacobina—incurriendo i para que su espíritu lo refleje libremen-
er
i una impiedad mucho mayor que la ' te en la quietud y desnudez de su con-
^1 ejemplo supuesto, por la sublimidad , ciencia...
^e la figura sobre quien recae su irreve- |
rencia—quiere castigar en la imagen del VI
redentor del mundo el delito de que haya
bienes, dando un significado religioso a ¡ De cualquier punto de vista que se la
esa
imagen, la conviertan en paladión considere, la resolución de la Comisión
cIe
una intolerancia hostil al pensamien- ! de Caridad aparece injustificada y deplo-
to libre. Sólo ve en el crucifijo al dios ) rable.
enemigo, y enceguece para la sublimidad ' No reivindica ningún derecho, no res-
humana y el excelso significado ideal del : tituye ninguna libertad, no pone límite a
Martirio que en esa figura está plasmado. ningún abuso,
260 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
CONTRARRÉPLICAS
(Publicadas en «La Razón», con motivo de la conferencia dada
por el doctor don Pedro Díaz, en el Centro Liberal, el día 14 de
julio, refutando las ideas expuestas en la carta anterior)
Esperaba con interés la publicación de réplica, para que, por su sola virtud, se
la conferencia que el doctor don Pedro abrieran camino en los espíritus dotados
Díaz consagró a refutar mi crítica de la de la rara cualidad de modificar sincera-
expulsión de los crucifijos de las salas mente sus juicios o prejuicios por la in-
del Hospital de Caridad.—No se mezcla- fluencia del raciocinio ajeno.
ba a ese interés el propósito preconcebi- Pero, por otra parte, el grave mal de
do de contrarreplicarle, y hasta deseaba estas disputas sobre puntos de índole
que mi participación personal en la agi- transitoria es que en sus proyecciones
tación de ideas promovida alrededor de quedan casi siempre envueltos puntos
tan sonado asunto quedara terminada mucho más altos, de interés imperecedero
con la exposición serena de mi juicio. y esencial, que las conveniencias acciden-
No es que no sea para mí un placer tales del polemista resuelven en el senti-
quebrar una lanza con inteligencia tan re- do más favorable a su tesis del momen-
flexiva y espíritu tan culto como los que to; propendiénclose con frecuencia así
me complazco en reconocer, desde luego, a deformar la verdad, a arraigar la men-
en mi adversario de ocasión; pero con- tira histórica, a fomentar sofismas per-
fieso que, un tanto desengañado sobre la niciosos y enormes injusticias, que acaso
eficacia virtual de la polémica como me- quedan flotando en el aire y se fijan lue-
dio de aquilatar y depurar ideas, me hu- go en ías asimilaciones inconscientes del
biera contentado con dejar persistir, criterio vulgar, como el único y deplora-
frente a frente, mi argumentación y su ble rastro de estas escaramuzas efíme-
ras.—No es otro el interés que me mueve , por la verdad; y nunca habrá satisfac-
a no dejar sin contrarréplica la refuta- i ción más intensa para la conciencia leal
ción a que aludo. I que cuando se le presente oportunidad
Me detendré ante todas las fases de la ; de proclamar la razón que asiste del lado
cuestión que encara el doctor Díaz, y | de las ideas que no je profesan, y de de-
aun ante algunas otras; y le seguiré, paso i fender el derecho que radica en el cam»
a paso, en todas las evoluciones y los ' po donde no se milita.
giros y las vueltas y revueltas de su ha- i Dicho esto, entremos, sin más düacio
bilidosa argumentación; por lo cual ha ¡ nes, en materia,
de disculpárseme de antemano si abuso,
con más extensión y por más días que
fuera mi deseo, de la afectuosa hospita-
lidad de este diario. LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DE LA
Libre de toda vinculación religiosa, de- CARIDAD
¡
fiendo una gran tradición humana y un I
alto concepto de la libertad. ; Afirmé en mi carta, y repito y confir-
No miro a mi alrededor para cercio- I mo ahora, que la vinculación entre el es-
rarme de si está conmigo la multitud que ! píritu de las casas de beneficencia y el
determina el silent vote de la opinión y significado de la imagen que ha sido ex-
que determinará el sí o el no en un ple- pulsada de su seno es tan honda como
biscito de liberales. Me basta con perse- manifiesta e innegable; que Jesús es en
verar en la norma de sinceridad invaria- nuestra civilización, y aun en el mundo,
ble, que es la única autoridad a que he el fundador de la caridad; que por El
aspirado siempre para mi persona y mi i este nombre de caridad tomó, en labios
palabra. Recuerdo que, cuando por pri- | de los hombres, acepción nueva y subli-
mera vez tuve ocasión de hablar en una me, y que son su enseñanza y su ejemplo
reunión política, en vísperas de eleccio- los que, al cabo de los siglos, valen para
nes y con la consiguiente exaltación de ] el enfermo la medicina y la piedad.
ios ánimos, fué para decir a la juventud, \ El estimable conferenciante desconoce
en cuyo seno me encontraba, que mi par- ¡ rotundamente todo esto; sostiene que «no
tido debía ceder el poder si caía vencido j es por la idea ni por el sentimiento cris-
en la lucha del sufragio. Tal manifesta- I tiano por lo que el hombre socorre al
ción, hecha en días de gran incertidum- i hombre»; califica de falso mi concepto
bre electoral y en un ambiente de apasio- I de la personalidad de Jesús y añade que
namientos juveniles, no era como para '• este concepto importa atribuir al funda»
suscitar entusiasmos, y a los más pare- ¡ dor del cristianismo, en la historia cíe la
ce, cuando menos, inoportuna; pero no ; humanidad, una significación que «la
pasó mucho tiempo sin que pudiese com- i ciencia» (así dice) le niega en absoluto,
probar que más de uno de los que se ' Escuchemos la severa palabra de ¡a
Cercaran a censurármelo en aquel mo- I ciencia. La ciencia nos opone, por labios
"^nto se había habituado a escuchar del doctor Díaz, un argumento deductivo
S,
P escándalo, y aun a reconocer por sí ¡ y copiosos argumentos históricos. El ar-
nnsmo, que la conservación del poder ; gumento deductivo consiste en inferir
e
'£bia plantearse en el terreno franco y I que siendo las revoluciones morales y so»
-laño del derecho.—-El más seguro cami- ¡ ciales la obra impersonal de las fuerzas
n
_o( no ya para la aprobación interior, : necesarias que se desenvuelven, con el
sino también para el triunfo definitivo, ¡ transcurso del tiempo, en el serio de las
cs
_el d.e decir la verdad, sin reparar en \ sociedades humanas, importa una ano-
quién sea el favorecido ocasionalmente I malía inaceptable atribuir la iniciativa
262 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
de un nuevo sentimiento moral a la ins- Pero hay más; para atribuir a Jesús la
piración personalísima de un hombre; fundación de la moral caritativa, no sólo
cosa que, de ser cierta, invadiría la es- no se requiere desconocer las fuerzas his-
fera del milagro y confirmaría para Cris- tóricas que obren por encima de la per-
to la naturaleza, que le negamos, de sonalidad humana para producir los mo-
Dios. vimientos morales y sociales, sino que no
No se necesita mucho esfuerzo para es necesario desconocer siquiera los pre-
:
mostrar la inconsistencia de tal razona- cedentes, más o menos directos y eñca-
miento, aun colocándose dentro del cri- ¡ ees, que aquella moral haya tenido den-
terio histórico que más lo favorezca. Por- ! tro mismo de la conciencia y la acción
que sin menoscabar la acción de las fuer- ! personal de los hombres. El doctor Díaz
zas necesarias que presiden a la evolu- ¡ refuerza su argumento deductivo con
ción de las sociedades y preparan en su j abundantes citas históricas para demos-
oscuro laboratorio los resultados osten- trarnos que el sentimiento de la caridad
sibles de la Historia humana, cabe per- ha existido en el mundo desde mucho an-
fectamente valorar la misión histórica y tes de Jesús; y que ya entendían de cari-
la originalidad de las grandes personali- , dad Confucio, Buda, Zoroastro y Sócra-
dades que, con carácter de iniciadores y ¡ tes y cien otros. Muy pronto desvanece-
reformadores, aparecen personificando ! remos la ilusión que pueda cifrar el doc-
en determinado momento los impulsos tor Díaz en estos recursos de su erudi-
enérgicos de innovación; aunque su obra ción histórica, y reduciremos a su verda-
haya sido precedida por un largo proceso dero valor la congruencia y oportunidad
de preparación lenta e insensible, y aun- de tales citas. Pero aceptándolas provi-
que la acción del medio en que actúan sionalmente, y concediendo que fuesen
colabore inconscientemente con ellas i1 exactas y oportunas ellas no serían un
para el triunfo que se manifiesta como motivo para que Jesús no pudiera ser lla-
exclusiva conquista de su superioridad. mado, en el sentido usual de este género
Por mucho que se limitase la jurisdic- de calificaciones históricas, el fundador
ción de la voluntad y el pensamiento per- de la caridad en el mundo. El mismo ar-
sonales; por mucho que se extremara la gumento que invocaba el doctor Díaz
concepción determinista de la Historia, para resistirse a aceptar que la moral
nunca podría llegarse a anular el valor
de aquellos factores hasta el punto de celera), que han sido inventores o reformadores
que no fuera lícito a la posteridad, en en el orden social y moral. Que una parte de
sus rememoraciones y sanciones, vincu- ¡ la invención que se les atribuye es debida a
lar a un nombre individual la gloria má- j sus predecesores y a sus sucesores, es evidente,
xima de una iniciativa, la inspiración ca- pero la invención, sea quienquiera el autor, no
pital de una revelación, el mérito supe- es por eso menos cierta. Hemos dicho en otra
rior de una reforma.—La invención per- i parte, y se nos permitirá repetirlo ahora, que
sonal, en la esfera de las ideas morales, esta expresión inventores, aplicada a la moral,
podrá parecer extraña a algunos, porque están
representa una realidad tan positiva e imbuidos por la hipótesis de un conocimiento
importante—según ha demostrado Ribot dei bien y del mal innato, universal, comparti-
en su análisis de la imaginación creado- do por todos los hombres y en todos los tiem-
ra—como en el terreno de la ciencia o pos. Si se admite, por el contrario, como lo
del arte (1), impone la observación, no una moral hecha de
antemano, sino una moral que se va haciendo
poco a poco, preciso es que sea la creación de
(1) «En el origen de las civilizaciones se en- un individuo o de un grupo.» (Ribot: Ensavo
cuentran personajes semihistóricos y semilegen- ¡ sobre la imaginación creadora, tercera parte,
darios (Manú, Zoroastro, Moisés, Confucio, et- i cap, VII). [J. E. R.J
del cristianismo haya significado tan ex- , Más de un siglo antes que la Revo-
cepcional vuelco de ideas; su mismo ar- i lución del 89 proclamara el principio de
gumento de que no hay obra humana sin ¡ la soberanía popular y realizase la forma
preparación y antecedentes, determina- | republicana, los puritanos de Inglaterra
ría el significado de las relaciones que ¡ habían reivindicado los derechos del pue-
pudieran encontrarse, en la historia an- í blo, y el trono de los Estuardos había
tenor ai cristianismo, con la obra de ! precedido en la caída al de los Borbones;
Jesús, No hay obra humana sin prepara- ; y a pesar de ello, la Revolución del 89
ci.ón y antecedentes, y sin embargo de es el pórtico por donde la sociedad mo-
ello, hay y habrá siempre, para ei cri- j derna pasa del ideal del absolutismo mo-
ierío de la Historia, iniciadores, fundado- • nárquico al ideal de las instituciones li-
res, hombres que resumen en sí el senti- bres.
do de largos esfuerzos colectivos, la ori- Siempre habrá un precedente que in-
ginalidad de una reforma social, la gloria vocar, un nombre que anteponer, una
de una revolución de ideas. huella que descubrir, en el campo de las
Cuatro siglos antes de que Lulero que- j más audaces creaciones de los hombres;
mase en la plaza de Wittenberg las bulas pero las sanciones de la justicia humana
de León X, habían rechazado los albi- no se atendrán jamás al criterio que par-
genses ía autoridad del Pontífice romano ta del rigor de estos fariseísmos cronoló-
y sostenido la única autoridad de las gicos—miserables cuestiones de priori-
Escrituras; largos años antes de Lutero, dad, cuyo sentido se disipa en la incerti-
Habían sido arrojadas al Tíber las ceni- dumbre crepuscular de todos los oríge-
zas de Arnaldo de Brescia, y había pere- ¡ nes—. La predilección en el recuerdo, ía
cido Juan Huss por la libertad de la superioridad en la gloria, no serán nunca
conciencia humana. Pero Lutero es y del que primero vislumbra o acaricia una
será siempre, ante la justicia de los si- idea, del que primero prueba traducirla
glos, el fundador de la reforma religiosa. en palabras o intenta comunicarle el im-
Varias generaciones antes que Sócra- pulso de la acción; sino del que definiti-
tes platicase de psicología y de moral vamente la personifica y consagra; del
con los ciudadanos de Atenas, había fi- que la impone a la corriente de los si-
losofado Tales, y Pitágoras había insti- glos; del que la convierte en sentido co-
tuido su enseñanza sublime, y habían mún de las generaciones; del que la en-
razonado los atomistas y habían argu- traña en ía conciencia de Sa Humanidad,
mentado los eleatas; pero Sócrates es y como la levadura que se mezcla en la
s
erá siempre, en la memoria de la poste 1 masa y la hace crecer con su fermento
t'idad, el fundador del pensamiento filo- y le da el punto apetecido.
sófico. Por lo demás, si existe originalidad hu-
Mucho tiempo antes que Colón plan- mana, no que excluya todo precedente,
tese en la playa de Guanahani el estan- pero sí que se encuentre en despropor-
darte de Castilla, los marinos norman- ción con los precedentes que puedan se-
a s habían llegado con sus barcos de ñalársele, es, sin duda, la originalidad de
CUei
-0, no ya a las costas del Labrador la persona y la obra de Jesús. El entu-
y de Terranova, sino a las mismas tierras siasta conferenciante manifiesta extra-
donde hoy se levantan las más populo- ñar, por honor de la Humanidad, que se
sas
, más opulentas y más cultas ciuda- acepte que en las civilizaciones anterio-
des de la civilización americana; pero res a Cristo el sentimiento de la caridad
Colón es y será siempre, ante la concien- no fuera conocido y practicado en for-
cia de la Historia, el descubridor del mas tan altas, por lo menos, como las
Aúievo Mundo. que ha realizado la enseñanza cristiana.
264 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
ñas cuando los navegantes portugueses nos, los ecos se disipan con ellas. Es me-
llegaron a las extremidades orientales del nester que muchos siglos transcurran, y
Asia, comenzó a abrirse a las miradas que el maravilloso sentido histórico del
del mundo el espectáculo de ese pueblo siglo xix despeje el enigma multisecular
que había permanecido por millares de de esa India—que no había sido hasta
años en inviolada soledad, tan ajeno a entonces en la imaginación europea más
los desenvolvimientos convergentes y ! que una selva monstruosa—para que el
progresivos de la historia humana como I foco de infinito amor y de melancólica
lo estaría la raza habitadora de un pla- piedad que había irradiado en la palabra
neta distinto. ¿Por qué grietas de la fa- ¡ de Buda se revele a la conciencia de Oc-
mosa muralla ha podido filtrarse un so- i cidente con su poética y enervante atrac-
pío del aire estagnado dentro de aquella j ción, suscitando en el pensamiento ger-
inmensa sepultura, para infundirse en el ' mánico las congeniales simpatías que lle-
espíritu de otras civilizaciones y concu- varon el espíritu de Schopenhauer al
rrir a formar el sentido moral de la hu- amor deí loto de Oriente e indujeron a
manidad?... Convengamos en que esta \ Hartmann a buscar en el desesperanzado
piadosa evocación de la geta mogola de i misticismo del solitario de Urulviva eí
Confucio no pasa de ser un exceso de i germen probable de la futura religión
düeltantismo chinesco. ' de los hombres (1).
Tras de Confucio, sale a la luz la fiso- I Queda cerrado el atajo de Sakia-Mu-
nomía, menos pavorosa, de Buda. Nos ¡ ni.—Sigamos adelante. Henos aquí en
encontramos en presencia de un ideal ; plena Persia, ante el formidable Zara-
moral realmente alto y en algunos res» ! thustra de Nieízsche, o el Zoroastro de
„ pecios no inferior, sin duda, al cristia- J la denominación vulgar.™«¿Cómo habla-
nismo. Nos encontramos, además, en un ! ba Zarathustra?» Según el doctor Díaz,
mundo que, desde el punto de vista étni- j de manera no menos alta y generosa que
co, puede considerarse más vinculado al j Jesús. Démoslo de barato y vamos a lo
origen de los pueblos occidentales que el j pertinente: ¿ha trascendido de allí al es-
propio mundo de Jesús. Y con todo, ! píritu de nuestra civilización una influen-
¿cuál es la influencia histórica positiva
deí budismo en la elaboración del espí- i (i) Las conjeturas de Hartmann sobre eí
ritu de la civilización cristiana? ! porvenir de la evolución religiosa no excluyen
de este porvenir la persistencia de elementos
Absolutamente ninguna. La religión de ! cristianos, ni impiden que el filósofo del pesi-
Sakia-Muni, expulsada, no bien nacida, I mismo reconozca explícitamente que la prepon-
de su centro por la persecución de la or- i derancia y el sentido progresivo de la civiliza-
todoxia brahmánica, se extiende hacia el ¡ ción occidental se deben a la superioridad de
Oriente y hacia el Norte, sigue una tra- j la filosofía cristiana, en cuanto afirma la reali-
yectoria enteramente opuesta a la que ¡ dad del mundo, sobre el idealismo nihilista que
hubiera podido llevarla al gran estuario j ha detenido la evolución de los arios asiáticos.
Para Hartmann la fórmula religiosa del porve-
de ideas de Occidente, y queda así sus- nir será una síntesis del desenvolvimiento reli-
traída a la alquimia de que resultó nues- gioso ariano y el semítico, del budismo y el
tra civilización. Si algún esfuerzo hace ; cristianismo; sólo que concede marcada prefe-
e
l budismo para tomar el rumbo de las j rencia al primero, por entender que e! panteís-
"emolas emigraciones de los arios, ante ; mo es una concepción más conciliable con la
la certidumbre histórica ese esfuerzo no ' idea científica del mundo que el deísmo perso-
nal trascendente, y por creer en las ventajas
Pasa de manifestaciones oscuras y disper- \ del pesimismo, como fundamento ético, sobre
Sa
-S. Si ecos menos vagos de su espíritu [ el espíritu, optimista en definitiva, de la moral
°3be sospechar en algunas de las sectas ' judeo-erisíiana. Véase Hartmann: La religión
¿nósticas de los primeros tiempos cristia- | deí porvenir, cops. VIIí y IX. [J. E. R. ]
266 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
cia positiva que menoscabe la originali- ¡ de Zoroastro no tiene, pues, más opor-
dad de nuestra ley moral?—Este es, sin j tunidad que la de Confucio y Buda.
duda, un campo histórico más fronterizo \ Análogas razones invalidan la cita del
que los de Buda y Confucio, con los orí- Egipto, cuya intervención veneranda ne-
genes de la civilización cristiana. Admita- •' gocia también el distinguido orador para
mos sin dificultad que el ambiente de la ; que le auxilie con la moral del Libro de
religión de la Persia, respirado por los • los muertos.—Aquí el contacto es eviden-
profetas durante el cautiverio, haya su- , te por ambas faces de los orígenes cris-
ministrado elementos teológicos y mora- tianos; evidente el contacto del pueblo
les a la elaboración del mesianismo ju- de Israel con el imperio de los Farao-
dío. Concedamos también que, fuera de nes, y por tanto muy presumible la in-
esa vía de comunicación, el espíritu occi- fluencia de la tradición egipcia en el es-
dental haya podido asimilarse, por inter- píritu de la ley mosaica, y evidente el
medio de la cultura helénica, partículas contacto del pensamiento griego, desde
que procedan del contenido ideal del Pitágoras o desde antes de Pitágoras con
mazdeísmo, sea desde los viajes más o la enseñanza de los sacerdotes del Nilo.
menos legendarios de Pitágoras, sea des- ¡ Pero estas vinculaciones quedan inclui-
de las expediciones de Alejandro. ¿Quién ' das entre las de la doctrina de Jesús con
es el que se atrevería a precisar, aun así, | la antigüedad hebrea y helénica, punto
la vaguedad incoercible de estas infiltra- ! que hemos de considerar en breve, lleva-
ciones históricas, de aquellas que no fal- dos por los pasos de nuestro replicante.
tan jamás ni alrededor de la obra de más Si Cristo se relaciona con los adoradores
probada espontaneidad; y quién podría • de Osiris, será por intermedio de Moisés,
demostrar, sobre todo, que ellas se rela- y si el cristianismo primitivo se asimila
cionan con el sentimiento moral cuya elementos de procedencia egipcia, será
procedencia discutimos y que se relacio- por intermedio de los pensadores griegos,
nan hasta el punto de determinar una in- y singularmente del neoplatonismo de
fluencia capaz de considerarse camo va- Alejandría, Lo que cabe preguntar des-
lor histórico estimable y de pesar en las de luego es si la originalidad y virtud
sanciones de la posteridad?—Por otra de la moral cristiana, como ley de amor
parte, o esta cuestión no existe, o se re- ¡ extendida a todos los hombres, ha podi-
duce a la ele la originalidad de la obra de j do venir del seno del Libro de los muer-
Jesús con relación al testamento antiguo ! tos; y para esta pregunta la respuesta
y a la moral de los filósofos griegos, úni- ! negativa se impone con absoluta certi-
eos puentes posibles entre el espíritu re- ¡ dumbre, siendo indudable que lo que la
formador de la Bactriana y la conciencia tradición de los egipcios haya proporcio-
de la moderna civilización. Ningún otro : nado, para la constitución del dogma
influjo autoriza•• a incluir la moral del i cristiano, podrá referirse a la parte teoló-
mazdeísmo entre los precedentes de la i gica o teogóníca, pero nunca al espíritu
moral que profesamos. La religión del y la expansión de la moral, que aquel
Zend-Avesta no sólo perdió en Maratón y • pueblo de formulistas y canonistas, con
Salamina la fuerza necesaria para propa- \ su inmovilidad hierática y su egoísmo
garse e influir en los destinos del mun- desdeñoso y estrecho, jamás hubiera sido
do, sino que ni aun supo persistir dentro capaz de infundir, por su propia efica-
de sus propias fronteras, y fué barrida cia, en el organismo de una fe apta para
de ellas ai primer empuje de proselitis- : propagarse e imponerse al mundo.
rao del Corán, para arrinconarse en las
semiignoraclas regiones donde aún pro- Vea, pues, nuestro estimable antago-
longa su lánguida agonía.—-La evocación nista cómo podíamos habernos ahorrado
este paseo por Oriente. No es en aque-
a.los hombres venidos de los cuatro pun- Pero abramos campo todavía. Imagi-
tos del horizonte, rebosaba sobre la prole nemos que esta extensión universal del
escogida de Abrahán y llenaba los ám- espíritu caritativo estuviera ya en ger-
bitos del mundo. men en los preceptos de la antigua ley
La campaña contra la imagen de Cris- y no necesitara sino desenvolverse y pro-
to levanta por bandera el postulado de pagarse. Aun así, el vínculo por el cual
que la religiosidad prevalece sobre las di- esa escondida virtud de la tradición mo-
ferencia religiosas; y desconoce que ese saica se habría comunicado con el mun-
mismo postulado a que se acoge, ese mis- do y le habría conquistado y redimido
mo principio en que se escuda, pertene- no sería otro que la palabra de Jesús. En
cen, por derecho irrefragable, a quien, Grecia, en Roma, en todo el oriente del
oponiéndolos a la tolerancia orgullosa de Mediterráneo, las colonias judías prece-
su tiempo, los consagró para siempre, dieron en mucho tiempo a las misiones
con la hermosa sencillez de sus parábo- de los apóstoles; pero su espíritu no fué,
las, en el ejemplo de «el samaritano y el antes de la propagación del cristianismo,
levita» (1) que minaba las bases de la más que un ánfora cerrada, sin trascen-
caridad fundada sólo en la coparticipa- • dencia real en el ambiente. ¡Qué misera-
ción de la fe. ! ble virtud había de tener por sí solo
(1) San Lucas, X, 30-37.—El señor Bossi, en tiles y samaritanos (Mateo, X, 5-7); y eí episo-
el libro de que se hablará más adelante (Jesu- dio de la mujer cananea (Mateo, XV, 22-26), no
cristo nunca ha existido, pág. 173 de la traduc- sin excluir de la referencia los versículos fina-
ción española), invierte los términos de esta les (27 y 28), que completan, y en cierto modo
notoria diferencia entre la moral del Antiguo rectifican el sentido y el pasaje que presenta a
Testamento y la del Nuevo, atribuyendo a la los apóstoles juzgando sólo a Jas doce tribus
fraternidad cristiana el carácter nacionalista o de Israel (Mateo, XIX, 28). La refutación de
sectario, y a la judía el humanitarismo. La pa- pleitista consistiría en argüir que el significado
radoja no tiene siquiera el mérito de la origi- de esos y otros pasajes debe tomarse en la in-
nalidad. Esta es, desde luego, una cuestión pal- teligencia de una simple prioridad cronológica
mariamente resuelta por los hechos históricos, en la conversión de los judíos respecto de la
que presentan al cristianismo tendiendo, desde de los gentiles, como cabe sostener fundándose
su nacer, a unlversalizarse y fundando la uni- ! en la versión dada por San Marcos (VII, 27),
dad humana más amplia y comprensiva, y al de las palabras de Jesús a la Cananea, y en
judaismo, confirmándose después de la destruc- las de San Pablo y San Bernabé a los judíos
ción de su Templo, y perseverando hasta nues- en las «Actas de los Apóstoles» (XIII, 46). Pero
tros días en su exclusivismo de raza y su inso- la sinceridad crítica y el interés desapasionado
ciabilidad genial. El señor Bossi no puede des- en la indagación de la verdad están en aceptar
conocer lo evidente, y confiesa (pág. 178) que derechamente el significado judaísta de tales
la fraternidad universal es «la esencia del cris- i referencias, para argumentar luego con que no
tianismo»; sólo que atribuye este resultado a es admisible valorarlas sin poner al lado de
influencias extrañas a la moral, que llama sec- ellas los lugares en que aparece, de manera
taria, del Evangelio. Pero es absurdo pretender clara e inequívoca, el sentido humanitario. Así,
que el humanitarismo cristiano proceda, en lo en el mismo Mateo, el episodio del centurión
fundamental, de otra parte que de la moral de Cafarnaum (VIII, 5-13), y la parábola de los
evangélica. Las citas en que apoya la paradoja labradores sustituidos en el cultivo de la viña
el señor Bossi (pág. 116) son unilaterales y con- (Mateo, XXI, 33-43; Marcos, XII, 1-9; Lucas,
trarias a todo principio de lealtad y corrección XX, 9-16), y la de los caminantes llamados
en la crítica. No sólo se atiene casi exclusiva- al convite de bodas (Mateo, XXII, 2-10; Lu-
mente al Evangelio de San Mateo, que, como se cas, XIV, 16-23); y en Lucas, la citada parábola
sabe, es eí más penetrado de judaismo conser- del samaritano y el levita, y el caso del sama-
vador, sino que toma únicamente de él lo que ritano agradecido (XVII, lí-16); y en Juan, la
puede convenir a su prejuicio. Así, menciona la hermosísima escena de la Samaritana (IV, 5-23);
prohibición ele entrar en las ciudades cíe gcu- y finalmente, los mandatos de que el Evangelio
para mover la corriente magnética de las ticas. Jesús no se levanta sobre la plani-
simpatías humanas! La sinagoga sin Je- cie del fariseísmo como montaña aislada
sús es el fariseísmo, el hedor del sepul- y súbita, a manera de los conos volcáni-
cro, ía hipocresía de la fórmula. Jamás cos. Anhelos e impulsos de reforma; ten-
pudo surgir de almas de fariseos la re- dencias inconexas, pero inconscientemen-
dención de la Humanidad. Lejos de co- te convergentes en el sentido de comuni-
operar desde sus reductos a la obra his- i car más efusión de amor al espíritu de
tórica del cristianismo, la ortodoxia ju- j la caridad, más amplitud y fuerza íntima
día, que sacrificó al Reformador en | al sentimiento religioso, más extensión
nombre de ía ley, fué el mortal enemigo j humanitaria a la idea de la solidaridad
que hubo de vencer la fe naciente, no ya i social, se agitaban, con la recrudescencia
fuera, sino dentro mismo de su seno; y | de las esperanzas mesiánicas, en torno de
el cristianismo necesitó romper los últi- \ la sinagoga; y en ese desasosiego presa-
mos lazos que lo sujetaban a la tradición | gioso el maestro de Nazareth no fué el
para no perecer consumido por su som- i único ni el primero.—Algo aprovecha de
bra, como habría perecido, sin duda, si ! este argumento posible el doctor Díaz; y
eí genio propagador y humanitario de J así, aunque con un tanto de incongruen-
San Pablo no le arrancara de aquella at- cia—furtivamente deslizado entre su Bu-
mósfera de muerte, separando, según el da, su Zo roas tro y su Confucio—trae a
precepto del Maestro, el vino nuevo de luz el nombre de Filón, el judío de Ale-
ios odres que le hubieran agriado. jandría que, simultáneamente o con al-
Cabe aún una última objeción—si es j gima anterioridad a Jesús, obtuvo, de la
que puede llegarse a la última objeción— ¡ conciliación del deísmo de su pueblo con
.cuando se tiene enfrente la pertinacia i la filosofía neoplatónica, una moral ins-
imperturbable de las opiniones sistema- , pirada en un alto sentimiento de ía fra-
se predique a todas las gentes v naciones, en
Mateo (XXIV, 14, y XXVIII, 19), en Marcos
(XVI, 15) y en Lucas (X, 1 y XXIV, 47), co- : y por mucha parte que deba atribuirse en ei
rroborados en Juan eon eí anuncio de la glori- ! triunfo de la expansión humanitaria a la iní-
I dativa de San Pablo, es seguro que esta inicia-
ficación de Jesús por los gentiles (XII, 20-23).
j uva no hubiera prosperado a no tener hondas
Es, pues, inexcusable la necesidad de recono- i raíces en ia doctrina original. Nadie puede ieai-
cer en los Evangelios la huella de ambas ten- } mente desconocer que el sentido humanitario
dencias—judaismo y humanitarismo—tal como j es el que se conforma y armoniza con el carác-
alternativamente se imponían al espíritu de los j ter general de la personalidad y la doctrina de
evangelistas; y partiendo de aquí, quien se pro- j Jesús, y desde luego, el que fluye necesaria-
Ponga inferir, con sinceridad, entre ambas, cuál ! mente de su concepción del sentimiento reli-
e
s la que verdaderamente interpreta la posición j gioso: separando este sentimiento de la auto-
origina! de Jesús, se inclinará sin género de I ridad de la tradición y de ia ley, para darle
duda a atribuirle el sentido humanitario, y ha- ! por fundamento único la intimidad de la con-
dará para los vestigios del judaismo, ya la ex- J ciencia, la sinceridad del corazón, no podía me-
plicación de que el maestro no llegó probable- i nos de llegarse a repudiar la idea del privile-
mente a aquél desde el primer instante de sus . gio de un pueblo elegido y de la indignidad
Predicaciones, ya la de las resistencia que en de los otros. Los dos grandes historiadores del
' a mente de los discípulos, sujeta todavía por i Jesús humano concuerdan en la interpreta-
los vínculos de ia tradición y la raza, debía ción dei espíritu del Reformador en este pun-
1
to: véase Renán: Vida de Jesús, cap. XíV:
Rallar el atrevimiento de un espíritu inmensa- í «Relaciones de Jesús con los paganos y los
mente superior al de ellos en amplitud e inde- ; samaritanos», y Strauss: Nueva vida de Jesús,
pendencia genial de tales vínculos. Sabido es ; lib. I, XXVI: «Jesús y los gentiles.» Consúltese
°lue la lucha entre la tendencia universalista y también en Strauss la «Mirada retrospectiva
ta uidaica constituye, durante ei primer sido, sobre los tres primeros Evangelios:;: oh. cit.
^ conflicto interior del cristianismo naciente; '• Introducción XIX, XX, XXI. [J, E. R.'J
270 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
íernidad humana. Demos paso a Filón, y cuestiones con la estrechez del criterio
hasta proporcionémosle cortejo, recor- legista, apegado a la ruindad de la letra,
dando que aún pudo el conferenciante incapaz de la mirada que desencarna
abonar su tesis contraría a la originali- ¡ el alma de los acontecimientos y las
dad del cristianismo con nombres que j cosas.
convinieran mejor a su objeto que el de El genio es esencialmente la originali-
Filón; siendo así que, respecto del pensa- dad que triunfa sobre el medio; pero
dor alejandrino, nadie duda que perma- esta originalidad en que consiste el ele-
neció Jesús en incomunicación absoluta, mento específico del genio no significa
mientras que es sostenible la influencia la procedencia extratelúrica del aerolito;
de los esenios, con su apartamiento de i no excluye, como lo entendería una inter-
las observancias exteriores y su sentido ¡ pretación superficial, la posibilidad de
semicristiano de la caridad; y muy soste- ; rastrear, dentro del mismo medio, ios
nible la de moralistas como Hillel, el ra- j elementos de que, consciente o incons-
bino de las suaves sentencias, más ver da- j cientemente, se ha valido; los preceden-
dero precursor de Jesús que el tétrico y ! tes que de cerca o de lejos le han prepa-
adusto Bautista.—Pero ya se refieran los j rado; el cultivo que ha hecho posible la
precedentes a la utopía social de los ese- floración maravillosa. Lo que sobrepuja
nios, ya al judaismo helenizante de Filón, i en el genio todo precedente, lo que se
ya a las sentencias de la tradición oral I resiste en el genio a todo examen, lo que
recogida en las páginas de los libros tal- \ desafía en el genio toda explicación, es la
múdicos, es indudable que en los últimos j fuerza de síntesis que, reuniendo y com-
tiempos de la antigua Ley cabe encon- I penetrando por un golpe intuitivo esos
trar, antes o fuera de la palabra de Je- j elementos preexistentes, infunde al con-
sus, muchos de los elementos en que j junto vida y sentidos inesperados, y ob-
pueda concretarse la diferencia literal de ; tiene de ello una unidad ideal, una crea-
la ley nueva respecto de la antigua. j ción absolutamente única que persevera-
¿Qué dificultad hemos de oponer para j rá en el patrimonio de los siglos, como
reconocerlo quienes no vemos en la obra ! la síntesis química obtiene, de la combi-
del fundador del cristianismo cosa divi- nación de los elementos que reúne un
na, materia de revelación, sino obra de I cuerpo con propiedades y virtudes pecu-
genio y monumento de grandeza huma- liares, un cuerpo que no podría definir-
na? — Demuéstrese triunfalmente todo se por la acumulación de los caracteres
ello, ordénense, en dos columnas parale- de sus componentes.
las, el Nuevo Testamento por un lado, I Así en el arte, como en la ciencia, co-
por el otro extractos del antiguo, de los ! mo en la creación moral. Todo Shake-
tratados de Filón y del Talmud; señalen- j speare puede ser reconstruido con auto-
se las relaciones, las semejanzas, las coin- \ res que le precedieron, para quien sólo
cidencias... y después de esto la origina- ¡ atienda a los argumentos de sus obras; y
Iidad de Jesús quedará siendo tan alta ; en cuanto a la originalidad literal, dos mil
que jamás obra humana merecerá a más i entre seis mil versos suyos son remedos
justo título que su obra el nombre de o reminiscencias; pero no es sino Shakes-
creación. peare quien, con ese material ya emplea-
Lo que queda dicho, al precisar las do, impone a la admiración eterna de los
condiciones que determinan la calidad i hombres a Romeo y Julieta, Hamlet,
histórica de los iniciadores y reformado- Macbeth, Ótelo,
res, define suficientemente ei sentido de ¡ Y hemos de ver más adelante que
esa afirmación, que no será parado jal j cuando se trata de la iniciativa de revo-
más que para los que se alleguen a estas 1luciones morales, las ideas—en cuanto
uuuca, de la igualdad de los hombres: lo terio, la aguja magnética del gusto; pero
cúsalo en la relación del ciudadano al ex- no le dio la regeneración moral. Enea-
tranjero que en la del señor ai esclavo; i rézcanse en buena hora los elementos
274 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
con que el espíritu de Grecia contribuyó \ Ambos principios han llegado a conci-
a desenvolver y dejar construido en orga- j llarse, más o menos armoniosamente, en
nismo cabal y poderoso el germen de la ! la complejidad de nuestro espíritu, en
idea cristiana, desde que este germen ! nuestro sentimiento de la vida; pero, en
tomó vuelo hacia Occidente. Vayase aún cuanto a su origen, ni pudieron brotar
más allá, y señálese en la excitación que juntos, ni era dable que se lograsen sino
concurrió a fomentarlo y madurarlo, den- a condición de crecer en medios diferen-
tro de su propio terruño, ia parte que tes, adecuados a las respectivas leyes de
quepa atribuir a las influencias helénicas ¡ su desarrollo. La obra de Grecia, no sólo
que hubiesen alcanzado a penetrar en el no arraigó en la conciencia humana el
ambiente de Judea, por medio de los pro- sentimiento de 3a caridad, sino que im-
sélitos paganos y, si se quiere, de la plícitamente lo excluía. Cada civilización,
misma escuela helenizante de Egipto. ; cada raza considerada como factor histó-
Todo lo que se diga no alterará la ver- ; rico, son un organismo cuyas fuerzas
dad de que la cédula central, el germen convergen necesariamente a un resultado
precioso, donde está la fuerza de la vida, que, por naturaleza, excluye la posibili-
sin cuya virtud la más pingüe tierra nun- dad de otros bienes y excelencias que
ca dará de sí un tallo de hierba, vino de aquellos que están virtualmente contení-
otra parte y no tenía en el espíritu de la dos en el principio de su desenvolvimien-
civilización grecorromana cosa capaz ele to. No se corona el rosal con las pomas
sustituirlo. del manzano; no tiene el ave de presa el
No he de ser yo quien propenda a instinto de la voz melodiosa; ni a las ra-
amenguar la autoridad con que Grecia zas que recibieron el don del sentimiento
preside en lo más bello y más sólido de | estético y la invención artística fué con-
nuestro pensamiento. Aquel pueblo úni- cedida la exaltación propagadora en ma-
co produjo para ía humanidad su obra teria de moral y de fe. La obra de Gre-
cien veces gloriosa; y ella dura y dura- cia era el cultivo de la perfección plásti-
rá por los siglos de los siglos. Sin la per- ca y serena: la formación de la criatura
sistencia de esta obra, el cristianismo se- humana noble, fuerte, armoniosa, rica de
ría un veneno que consumiría hasta el facultades y potencias para expandirse,
último vestigio de la civilización. Las i con la alegría de vivir, en el ambiente lu-
esencias más salutíferas, los específicos minoso del mundo; y en la prosecución
más nobles, son terribles venenos, toma- i de esta obra, el débil quedaba olvidado;
dos sin medida ni atenuante. Es una ¡ el triste quedaba excluido, la caridad no
gota de ellos lo que salva; pero no por \ tenía sentido atendible ni parte que des-
ser una gota deja de ser la parte esen- empeñar. Donde la libertad, no acompa-
cial en la preparación con que se los ad- ñada por un vivo sentimiento de la soli-
ministra. Lo que en la redoma del farma- ; daridad humana, es la norma suprema,
céutico da el olor aromático, el color, la ¡ el egoísmo será siempre ía sombra inevi-
eficacia medicinal, la virtud tónica, es a ! table del cuadro. La compasión, nunca
menudo una gota diluida en muchas par- ¡ muy tierna ni abnegada, ni aun entre los
tes de agua. El agua fresca y preciosísi- [ vinculados por los lazos de la ciudada-
ma, el agua pura de la verdad y la na- ¡ nía, tocaba su límite en la sombra donde
turaieza, es lo que Grecia ha suministra- i habitaban el esclavo y el bárbaro.
do al espíritu de nuestra civilización.— ; Un día se presentó en el Areópago de
Agradezcamos esta agua; pero no desco- Atenas un judío desgarbado y humilde,
nozcamos por eso la gota de quinta esen- que hablaba, con palabras balbucientes,
cia que la embalsama, y le da virtud de de un dios desconocido, de una ley igno-
curar, y ia guarda de que se corrompa. rada, de una era nueva... Su argumentar
inhábil hizo sonreír a los filósofos y los otra muy distinta sugerir y propagar sen-
retores, iniciados en los secretos de la timientos.
diosa que comunica los dones de la razón Porque una cosa es exponer la verdad,
serena y de la irresistible persuasión. El y otra muy distinta entrañarla en la con-
extranjero pasó; ellos quedaron junto a ciencia de los hombres de modo que to-
sus mármoles sagrados, y nadie hubiera me forma real y activa.
podido hacerles comprender entonces Lo primero es suficiente en los descu-
por qué, con la dirección moral de su sa- brimientos e invenciones de la ciencia;
biduría, el mundo se había rendido a la lo segundo es lo difícil y precioso y lo
parálisis que le mantenía agarrotado que determina la calidad de fundador,
bajo la planta de los Césares, y por qué en los dominios de la invención moral.
Pablo de Tarsos, el judío de la dialéc- Las revoluciones morales no son obra
tica torcida y la palabra torpe, llevaba de cultura, sino de educación humana;
consigo el secreto de ía regeneración del no se satisfacen con revelar una idea y
mundo. propagarla, sino que tienen como condi-
ción esencialísima suscitar un entusias-
mo, una pasión, una fe, que cundiendo
V en el contagio psíquico de la simpatía, y
manteniéndose triunfalmente en el tiem-
LA PERSONALIDAD EN po, concluya por fijarse y consolidarse
LOS REFORMADORES MORALES en hábitos, y renueve así la fisonomía
moral de las generaciones.
Hemos examinado, una por una, las El mecanismo de la psicología colec-
pruebas históricas que se nos oponían, tiva no es diferente del de la psicología
y hemos demostrado la inoportunidad de individual; y en la una como en la otra,
todas ellas: ya por referirse a influencias para que la idea modifique el complejo
Que no alcanzan al ambiente de nuestra viviente de la personalidad y se haga car-
civilización, ya por aludir a sistemas mo- ne en la acción, ha menester trascender
r
aíes inferiores a la idea cristiana del de- al sentimiento, infalible resorte de la vo-
ber o que carecieron de aptitud de pro- luntad: sin cuyo calor y cuya fuerza la
selitismo y realización. Todo cuanto pue- idea quedará aislada e inactiva en la
mente, por muy claro que se haya per-
de concederse es que preexistiera, en las cibido su verdad y por muy hondo que
fórmulas de la moral pagana, el concep- se haya penetrado en su lógica.
to intelectual de la caridad, de manera
ma
s o menos aproximada a la extensión Los grandes reformadores morales son
creadores de sentimientos y no divulga-
humanitaria y a la categoría moral del dores de ideas.
deber imperativo, que dio a aquel con- La moral de Séneca el estoico se levan-
cepto la doctrina cristiana.—Y ahora: ta casi tan alta como la del Evangelio;
cPor qué los que, dentro del paganismo, pero Séneca no sólo dejó inmóvil e indi-
0
dentro de las tendencias más o menos ferente el ánimo de sus contemporáneos,
divergentes de la sinagoga, llegaron inte- sino que su moral, falta del calor que se
lectuaJmente ai principio del amor cari- une a la luz intelectual de la convicción
aílv
° , no dejaron tras sí más que indife- para refundir el carácter, no impidió que
1
encía o ecos vanos y estériles, y sólo la conducta del propio Séneca siguiese el
e
sus produjo la revolución moral que le declive del egoísmo abyecto de su tiem-
da derecho imprescriptible a la posesión po.—Era la suya «moral muerta», como
-•' ^ la gloria del principio? diría Ribot.
Jorque una cosa es formular ideas y ¿Cuál es, entonces, ía condición nece-
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
saria para inflamar este fuego del senti- casa de huérfanos. Apreciando de esi;
miento, con que se forjan las revolucio- manera 3a magnitud de su obra, es com,.
nes morales?—Ante todo, que el reforma- se tendrá la medida ele su originalicb/
dor empiece por transformar en si mis- sublime.
mo la idea en sentimiento: que se apa- No fue otra la originalidad de Buú.:
sione y exalte por su idea, con la pasión en su medio. Cuanto hay de teórico v
que arrostra las persecuciones y el mar- doctrinario en su enseñanza preexistía, v
tirio; y, además, que demuestre la cons- era el fondo de los libros sankias y ve
tancia de este amor por medio de sus ac- dantas; pero por él se transformó en sis-
tos, haciendo de su vida la imagen ani- tema activo, en revolución social, en prc-
mada, el arquetipo viviente de su palabra selitismo religioso.
y su doctrina. El verdadero inventor de Concretaremos de manera más simple
una idea en el mundo moral es, pues, el y breve lo que va expresado, si décimo;
que primero la transforma en sentimien- : que lo que importa en el origen de las
to propio y la realiza en su conducta. revoluciones morales es, ante todo, la
Pero aún no son suficientes esas dos ; personalidad real y viva del reformador:
condiciones para que la iniciativa del ; su personalidad y no, abstractamente, si:
apóstol alcance la virtualidad que la con- \ doctrina.
vierte en sustancia de los hechos histó- ¡ El don de atraer las almas, que infun-
ricos: ya que puede el apóstol apasionar- i dió la palabra de Jesús en el núcleo hu-
se por su idea, y rendirle la vida en holo- ; milde de sus primeros adeptos hasta el
causto, y haberla hecho carne en su con- i punto de darles, con esta vocación propa-
ducta, y a pesar de ello no dejar en tor- i gandista, la fuerza necesaria para resistir
no de su nombre más que silencio y so- el peso de un imperio y una ciencia hos-
ledad; sino que la palabra y los actos del tiles—como la burbuja de aire que, por
reformador han de tener la virtud comu- | fuerza infinita de expansión, equilibra el
nicativa, el irresistible poder de suges- peso de la columna atmosférica—: esta
tión, el don simpático que solemos lla- eficacia misteriosa y nunca igualada, no
mar prestigio y que hace que, dejando de venía directamente de la doctrina de!
ser aquellos actos una excepción indivi- Maestro, sino, ante todo, de la maravi-
dual, se difundan por la imitación y el llosa sugestión de su personalidad: de Ja
ejemplo: de donde concluiremos definid- ; impresión imborrable y fascinadora que
vamente que el verdadero inventor de \ dejó en el espíritu de su pobre cohorte:
una idea, con relación al mundo moral, de la locura de amor que supo inflamar
es el que la transforma en sentimiento, en torno suyo.
la realiza en conducta y la propaga en
ejemplo. ] Este era el talismán incontrastable qu¿
Considerada a esta luz, la personalidad aquel grupo de hombres sin malicia lie*
del fundador del cristianismo asume, con j vaha consigo.—La personalidad del Maes-
preeminencia incontestable, la represen- j tro, viva en su memoria y en su corazón;
tación del ideal moral que selló con su ! la doctrina, propagada en alas de ese re-
martirio. Es por él por quien la caridad j cuerdo fervoroso, de esa onda magnéti-
desciende de la región de las ideas y se ! ca de sugestión persistente: tal es el se-
convierte en sentimiento universal y per- • creto de aquel triunfo único en lo huma*
durable; es por él por quien inflama los ; no: de esta manera fué regenerado el
corazones para traducirse persistente- mundo.
mente en acción, y reserva un lugar, en \ No tendrá clara idea de la psicología
el organismo de la ciudad, para el hospi- | de las revoluciones morales el que no
ral, el asilo, el refugio de ancianos, la ; conceda todo el valor que deba atribuir''
sele a este factor importantísimo ele la nimos; la acción inconsciente de los ins-
:
personalidad. tintos colectivos, no excluyen el dinamis-
:
Sócrates mismo—con no haber sido un mo peculiar de la personalidad genial
fundador moral en el mismo sentido de como factor insustituible en ciertos rno-
Jesús o Buda—debió la mayor parte | mentos y para ciertos impulsos; factor
de su influencia real, no tanto a la pro- ! que puede ser traído, si se quiere, por la
fesión de una doctrina determinada y i corriente de los oíros; fuerza que puede
concreta—puesto que fué mucho más lo no ser sino una manifestación o concre-
que sugirió que io que significó y con- ción superior de aquellas mismas fuer-
cretó—cuanto a ¡a atracción que supo | zas, tomando conciencia de sí, aceleran-
ejercer en torno suyo, a la persistencia | do su ritmo y concentrando su energía,
que acertó a infundir en la impresión i pero que, de cualquier modo que se la
causada en el ánimo de los que le rodea- interprete, responde a una necesidad
ban, por la sugestión de su palabra y el '¡ siempre renovada y tiene significado sus-
modelo de su vida. ' tantivo (1).
Hay, dentro mismo del escenario de
los orígenes cristianos, un interesante (i) Nadie que siga con algún interés el des-
ejemplo de io que decimos. El influjo de envolvimiento de la filosofía de la historia des-
la personalidad del fundador es un hecho conoce que eí problema del valor relativo de la
tan esencial, que un hombre del genio y conciencia genial y de la acción inconsciente de
la asimilación intuitiva de San Pablo la masa, es uno de los que con más animación
nunca logró compensar del todo la infe- y persistencia se han discutido y discuten. El
rioridad en que quedó, en muchos res- influjo de Nietzsche, la nueva propagación de
pectos, para con los candorosos discípu- las doctrinas de Carlyle y de Emerson, y otras
los de Galilea, con no haber vivido como influencias, han determinado en los últimos
tiempos una reacción contraria a la excesiva
ellos en compañía del Maestro; con no importancia que se concedió a la acción de la
haber presenciado por sus propios ojos muchedumbre, y favorable al papel histórico
las escenas de la Pasión; con no haber del genio. Pero lo que importa hacer notar, so-
escuchado por sus propios oídos el Ser- bre todo, es que ninguna tesis autorizada y du-
món de la Montaña... Bien se echa de radera llegó nunca a la afirmación de uno solo
ver en San Pablo, a pesar de toda su de ambos factores y a la negación del otro;
grandeza, que no estuvo nunca al lado sino que todas ellas aceptan, aunque en diversa
de Jesús. proporción y según diferentes relaciones, la ne-
cesidad complementaria de ambos. Véase, por
Y este valor de la personalidad de los ejemplo, cómo el individualismo histórico de
reformadores, independientemente de 3o Hegel, no sólo no significa negar el valor de
que hay de concreto en su doctrina, ad- la obra común, sino que implícitamente lo afir-
quiere singular oportunidad e importan- ma, hasta el punto de que, según se considere
cia cuando se trata de evitar el riesgo de su tesis, ya lleva a la deificación de los hom-
bres providenciales, ya conduce a la idea de la
Jugarlos con lamentable insuficiencia y pasividad de] grande hombre, convertido en dó-
e
strechez, al apreciar los quilates de su cil instrumento que no hace sino continuar y
0r
iginaiidad y la eficacia de su influjo. terminar la obra de todos, y esto mismo sólo
La personalidad del genio es un ele- porque el azar le coloca en el punto y hora en
mento irreductible y necesario en la mis- que ella ha de terminarse (Hegel: Filosofía del
teriosa alquimia de la historia,—Hay algo Derecho, Prefacio). Y para ejemplo de la posi-
de inexacto, pero hay mucho de verda- ción contraria, nótese cómo Le Bon, sostenedor
de la preponderante eficacia de '.as multitudes,
dero, en la teoría de los héroes, de Carlv- encarece la necesidad de la dirección individual
ig
'—La fatalidad de las fuerzas naturales; que las polarice y oriente. (Le Bon: Psicolo-
^ acumulación de las pequeñas causas; gía- de las muchedumbres, lib, II, cap. III.)
Ja
obra oscura de los trabajadores anó- [J. E. R.]
278 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
te) Esta referencia a la tesis que niega la giones orientales. Allí se saca filo al fecundísi-
existencia personal de Jesús es oportuna, por- mo argumento basado en las analogías de nom-
que, a lo que parece, ella ha ganado algún auge bre (Xristos y Xrestos—Cristo y Cristna—Jet-
en nuestro ambiente, a favor de la divulgación cus y Jesús). Allí se desarrolla, en sugestivos
de cierto libro escrito en italiano por el señor paralelos la identidad palmaria y decisiva de
Emilio Bossi y traducido a nuestro idioma en los más salientes rasgos atribuidos a la perso-
un volumen de la «Biblioteca contemporánea» nalidad y la vida de Jesús con los más salientes
de Granada y Ponzinibbio: libro que está en to- rasgos de la historia o ia leyenda de Buda, y
das las manos y explota la común afición ha- de las leyendas de Mitra, de Serapis, de Dioni-
cia los ruidos que se tiene por nuevos, aunque sos, de Adonis... No entra en la oportunidad
se hallen muy lejos de serlo; libro iliterario por ni en los límites de esta alusión incidental, el
la forma y vulgarísimo en el fondo, donde la comentario—ciertamente, tentador—de tan al-
conocida tesis de Ganneval—y hasta cierto pun- tos portentos de mitología comparada. Sabido
to, de Havet—, se rebaja a la entonación de esa es, por otra parte, que este sufrido tema de los
propaganda efectista y batallona que es en sí paralelos constituye, por excelencia, el burgo
misma un prejuicio inconciliable con la inda- libre de la fantasía en los dominios de ia es-
gación histórica de la verdad. peculación histórica. Recordamos haber leído,
Esa obra, profanación de fuentes muy dig- hace tiempo, una curiosa página, muy espiri-
nas a menudo de estudio y de respeto, no me- tualmente urdida, donde, sin ánimo de conven-
recería la menor atención si no entrañase el cer a nadie, y sí sólo por alarde de ingenio, se
género de importancia común a todos estos li- demostraba la tesis de la irrealidad legendaria
bros escritos ad captandum vulgus, que llevan de Napoleón, convertido en una palingenesia
en su propia inferioridad la condición triunfal del mito griego de Apolo, con su significado
de su difusión y su influencia. El autor empie- solar «como el que atribuyen estos sutiles exe-
za por declarar ingenuamente en su prólogo getas a Cristo), y con las hazañas heroicas del
que él no entiende mucho de estas cosas... a dios; desenvolviéndose el paraleLo a favor de
pesar de lo cual invade y resuelve, con admi- semejanzas y coincidencias que hubieran resul-
rable intrepidez, las más altas y delicadas cues- tado verdaderamente impresionantes a tratarse
tiones de historia, exégesis y mitología. Fun- de una personalidad algo remota y de historia
dándose principalmente en el Origen de los no muy precisa, sin excusarse, entre tales rela-
cultos, de Dupuis, dedica el señor Bossi la ciones, las del oportuno cotejo de los nombres
tercera parte de su libro a asimilar la idea de (Napoleón y Apollan).
Jesús con los mitos del paganismo y las reli- Aducha más seriedad implican ios conocidos
übro del señor Bossi, dará idea la pintoresca que surge ad litteram de la enseñanza
acumulación de adjetivos con que se empeña- evangélica mucho que rectificar, mucho
dla el siguiente fin de párrafo: «...el cristia- que circunscribir, y, por tanto, reales
nismo intelerante, inmovilista, teocrático, ilibe-
diferencias que la separan del concepto
'' a ', reaccionario, místico, ascético y visionario.»
Las inculpaciones contra la mora! evangélica de aquella virtud a que se alude cuando
asumen rasgos cómicos en la página 124: «Se se habla de una caridad que tiene por
nace mantener por las mujeres de los demás.-» j norma la utilidad común y lleva impreso
«Se rodea de gente hambrienta.» «Manda a los 1 el sello de la ciencia.—Como nacida de
^Postóles que no saluden a nadie.» El señor la exaltación inspirada y absoluta que es,
ísossi termina su libro con una invocación pa-
por naturaleza de las cosas, el involucro
•ctica para que la humanidad, subyugada por
a
i irresistible persuasión de su palabra se rego-
ígneo de todas las grandes ideas que na-
Cf
je de haberse librado de la pesadilla de creer cen—a la manera del planeta envuelto en
>n
'a exislencia persona! de Jesús, remora de , fuego antes de consolidar su corteza—la
Lodos sus adelantos v obstáculo de todas sus idea de la caridad surgió del espíritu de
as
pn-acíoncs generosas. [.I. E, R.] i su autor ardiendo en llamas que excluían
280 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS
siva, para que, llegado el despertar glo- i los excesos de las Cruzadas, hasta las
rioso de las artes, lo perpetuasen en me- • crueldades de las guerras de religión y
tai, en piedra, en madera, en marfil, en : de las persecuciones de herejes. ¿Qué
tintas de color, los grandes orfebres, los ; importa que en su significación primera
grandes estatuarios y los grandes pinto- —se pregunta—simbolizase o hubiese po-
res de una de las más lozanas primave- dido simbolizar una idea de amor, de li-
ras del ingenio humano: Benvenuto Celli- bertad, de redención? El crucifijo propi-
m, Donatello, Velázquez, Van Dyck.., No ció el ensañamiento de los cruzados con-
se menosprecia con el mote grosero de tra los musulmanes de Ornar; estuvo en
fetiches estas formas sensibles en que manos de los victimarios de la noche de
cuaja la savia de idealidad y entusiasmo Saint-Barthélemy; acompañó los desbor-
de una fe secular, desenvolviéndose en el des sangrientos de la conquista de Amé-
espíritu de las generaciones humanas; a rica; presenció en las paredes del tribu-
la manera como la imaginación incons- nal del Santo Oficio las sentencias que
ciente que combina líneas y colores en ahogaban la libertad del pensamiento hu-
las obras de la naturaleza remata los la- \ mano; y es hoy mismo, en los fanáticos
boriosos esfuerzos de un proceso orgáni- de Rusia, el signo que incita a la matan-
co con la forma inspirada de una flor, ¡ za de los judíos de Bielostock... Luego el
con la flámula viva de un penacho de ; crucifijo ha perdido su significación ori-
ave. No se inventan, ni reemplazan, ni ; ginal; la ha desnaturalizado y pervertido,
modifican en un día estos signos sécula- j y lejos de ser emblema de salud y de
res: se los recibe de los brazos de la vida, es sólo signo de opresión, de bar-
tradición y se los respeta tal como fue- barie y de muerte.
ron consagrados por la veneración de las No será necesario apurar mucho los
generaciones. El crucifijo no estaba en ejemplos para demostrar que con la apli-
manos de Pablo ni de Pedro, ni sobre el cación de este criterio estrecho y negati-
pecho de los mártires del circo, ni ante vo, si ha de entenderse que los grandes
los altares ante los cuales se amansó la símbolos históricos pierden su significa-
furia de los bárbaros. No por eso deja do original e intrínseco en manos de
de significar el crucifijo la gloria de tales quienes los desnaturalizan y falsean en
tradiciones: estuvo, antes de todas ellas, el desborde de las pasiones extraviadas,
en realidad y carne y humana, en la pe- | recordándose exclusivamente, para carac-
lada cima del Gólgota..., y aun cuando I terizarlos, todo lo que se haya hecho de
no hubiera estado, suya es la virtud de ignominioso y funesto, a su sombra-—y
evocarlas y animarlas juntas en el re- nada de lo que a su sombra se haya he-
cuerdo de la posteridad. cho de glorioso y concorde con su genui-
Pero no se repudia sólo al crucifijo na significación moral—no habrá símbo-
por ajeno a la significación del verdade- lo histórico que quede puro y limpio des-
ro espíritu cristiano; se le repudia tam- pués de apelarse a la deposición testimo-
bién por execrable. ¿Y en qué consiste \ nial de la historia, porque todos rodarán
el carácter execrable de crucifijo? Aquí confundidos en la misma ola de sangre,
el distinguido conferenciante remonta su lágrimas y cieno.
oratoria al tono de la indignación, abra- La bandera tricolor, el iris de la liber-
za en una síntesis arrebatada el espec- i tad humana, la enseña victoriosa de Val-
íáculo de los siglos, y se yergue triun- j my y de Jemmapes, impulsaba, apenas
(ante con las pruebas de que el crucifijo \ nacida, el brazo del verdugo, y cobijaba
ha presidido a muchas de las más ne- con su sombra las bacanales sangrientas
gras abominaciones de que haya ejemplo del Terror, no menos infames que la ma-
en la memoria de la Humanidad: desde tanza de Saint-Barthélemy; y propiciaba
dio de El antiguo régimen a delinear la ; nos no hace cosa mejor que «imponer
estructura de la sociedad anterior a la j por la violencia el crucifijo, como un
Revolución; y acaso refrescará muy opor- yugo de servidumbre, sobre la cabeza de
tunos recuerdos, y acaso reconocerá la las razas inferiores».—No lo sospechaba
necesidad de modificar buena parte de Víctor Hugo cuando, en una página ins-
sus prejuicios y de limitar no pocas de piradísima de Los castigos (1), antes de
sus abominaciones. marcar con el hierro candente de su sá-
Otro tanto podría decirse en lo que tira a los dignatarios del alto clero que
respecta a alguna otra alusión de las que agitaban el turíbulo de las alabanzas en
acumula el doctor Díaz en su síntesis de la cohorte palaciega del gran corruptor
las tradiciones infamantes de la cruz; y, del 2 de diciembre, entonaba un himno
singularmente, a la que se renere a la conmovido y conmovedor ante el cadáver
conquista de América.—¿Todo en la con- del fraile decapitado en las misiones de
quista fué oprobio y ferocidad; todo en la China por predicar allí la moral del
ella fué abominación y exterminio? Y Evangelio. La espontaneidad deí corazón
cuanto en ella hubo positivamente de y el criterio de la equidad consisten en
condenable a la luz de la razón serena, honrar la vocación del sacrificio donde-
cha de imputarse a la sugestión maldita ; quiera que se la encuentre: bajo la sota-
de la cruz?—¿Por qué recordar, si se as- na del fraile como bajo la blusa del obre-
pira a la severa equidad del juicio histó- ro o la pechera deslumbrante del prín-
rico, que la cruz representó en Caja- cipe; y en glorificar la propaganda de la
marca la sanguinaria brutalidad de la civilización, cualquiera que sea el aban-
conquista, y olvidar que representó, en derado de la gran causa humana: así el
Guanañani, el nacimiento de la América pionner que se abisma en el fondo del
a la vida de la civilización, la primera desierto con el hacha que traspasa los
luz de nuestro espíritu, el pórtico de i bosques, como el misionero que, con la
nuestra Historia?—¿Por qué recordar que Biblia católica o la Biblia protestante en
estuvo en manos de Valverde para exci- la mano, se acerca a remover la soporosa
tar al sacrificio de los indios, y olvidar conciencia de la tribu.
Que estuvo en manos de Las Casas para Por lo demás, no es interpretar fiel-
interponer ante el pecho de los indios mente el espíritu de los hechos concretar
l¡
n escudo de misericordia? ¿Por qué re- en la significación del crucifijo, como
cordar que fué, con Torquemada, el sig- emblema histórico, los motivos que han
no oprobioso de las iniquidades inquisi- determinado su condena. Cualquiera otra
toriales, y olvidar que fué en la mente de imagen del fundador del cristianismo,
Isabel la Católica el estímulo para ganar aparte de la que le presenta clavado en
-•' Redimir un mundo?—¿Por qué recordar ía cruz, cualquiera otra imagen, cuadro
a
' verdugo tonsurado y olvidar al evan- o estatua, hubiera sido sentenciada in-
Sefizador capaz del martirio?—¿Por qué distintamente a proscripción. ¿Es o no
recordar al fraile que mata y olvidar al cierto? Luego la condena va dirigida con-
lr
aile que muere? tra la glorificación de Jesús, que la sus-
Bien es verdad que para la justicia picacia jacobina no concibe separada del
nrstórica del elocuente conferenciante, culto religioso ni admite que pueda in-
cuyo género de liberalismo recuerda, en terpretarse de manera que allí mismo
^s'w como en otras muchas cosas, la : donde el creyente ve el icono, objeto de
lor
mula absoluta del sectarismo reiigio- su veneración, el no creyente vea la
S0:
j «fuera de lo que yo creo, no hay
^iriud ni salvación», el misionero que se (i) Las chátimenis, VIII, «A un martvr::,
niioja a propagar su fe en climas leja- [J. E. R.]
288 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
imagen representativa del más alto de- | nario evangelista por el empleo, que juz-
chado de grandeza humana. i ga inadecuado, de tal nombre.
Juan Carlos Gómez acariciaba en su El jacobinismo no es solamente la de-
mente proféüca un pensamiento que ya i signación de un partido famoso, que ha
se ha convertido en realidad. Soñaba que dejado impreso su carácter histórico en
se levantase un día sobre una de las ¡ el sentido de la demagogia y la violencia.
cumbres de la Cordillera, a modo de nu- ! El jacobinismo es una forma de espíritu,
men tutelar de la civilización americana, j magistralmente estudiada y definida por
engrandecida por la confraternidad de j Taine en los Orígenes de la. Francia con-
todas las razas que se acogen a su seno, temporánea.—IJQ. índole de la acción his-
y por la fructificación de las esperanzas tórica y de la dominación del jacobinis-
y los ideales que ha alentado la Humani- ¡ mo está virtuaímente contenida ya en los
dad en veinte siglos, una colosal estatua i datos esenciales de su psicología; pero
del Redentor del mundo, erguida allí, \ estos caracteres esenciales se manifiestan
corno sobre un agigantado Tabor, en la j y reconocen sin necesidad de que su exal-
eterna paz de las alturas, bajo el signo | tación suprema en el estallido de las cri-
indeleble del Crucero... Juan Carlos Gó- j sis revolucionarias los pongan en condi-
mez pensaba como un furibundo ultra- ¡ ción de deducir las últimas consecuencias
montano, y la realización de su sueño ; prácticas y activas de su lógica.—La idea
implica un privilegio ofensivo para mi- i central, en el espíritu del jacobino, es el
llares de conciencias humanas que ven absolutismo dogmático de su concepto
levantarse en su horizonte la imagen de l de la verdad, con todas las irradiaciones
un dios en que no creen; y lo implicará ; que este absolutismo parten para la teo-
mientras no se levanten también en las . ría y la conducta. Así, en su relación con
cumbres circunvecinas, formando tabla ¡ las creencias y convicciones de los otros,
redonda, otras semejantes estatuas de ; semejante idea implica forzosamente la
Buda, de Zoroastro, de Confucio, de Só- intolerancia: la intolerancia inepta para
crates, de Filón.., y de Kant, comprender otra posición de espíritu que
la propia; incapaz de percibir la parte de
verdad que se mezcla en toda convicción
sincera y el elemento generoso de idea-
lidad y de belleza moral que cabe hallar
VIII unido a las más palmarias manifestacio-
¿JACOBINISMO? ; nes de la ilusión y del error, determinan-
i do a menudo una fraternidad de móviles
y sentimientos que se levanta por enci-
Concluye su refutación el doctor Díaz i ma de los deslindes de ideas y vincula
exponiendo su concepto del liberalismo ; con lazos más íntimos que ios que esta-
en relación con la idea de tolerancia, [ blece la escuela, el partido o la secta, a
que di por característica, en mi carta, al \ los hombres que militan por el mundo en
espíritu liberal.—El criterio en que se j campos distintos. Y como aptitud igual-
funda ese concepto es genuinamente ja- | mente inconciliable con su índole, falta
cobino, y confirma este nombre de jaco- j al jacobinismo el sentido humano de la
binismo que apliqué a las iniciativas y ; realidad, que enseña a olvidar los proce-
tendencias cuya defensa ha asumido el | dimientos abstractos de la lógica cuando
conferenciante. [ se trata de orientarse en ei campo infini-
Contestando en esta parte al doctor ¡ tamente complejo de los sentimientos in-
Díaz, explicaré el porqué de la expresión ¡ dividuales y sociales, cuyo conocimiento
al joven e inteligente escritor que me ha ! será siempre la base angular de todo pro-
'hecho caraos en las columnas del sema- I
es «una grande obra de amor humano». su nido la mentira que estorba el paso
Criterio permanente de todas las intole- a mi verdad.—¿Por qué arrojas al fue-
rancias; criterio con que se han autori- go, inquisidor español, esos tesoros de
zado y legitimado todas las persecucio- literatura oriental, de Salamanca? Por-
nes por motivo de ideas, y que constitu- que quien los conociere podría tentarse
ye, desde luego, la exacta repetición de a abandonar la verdad por el error,—
las razones que han estado siempre en ¿Por qué incluyes en tu índex, Pontífice
labios-* de la iglesia católica para justifi- romano, tantas obras maestras de la filo-
car la persecución de la herejía. Porque, sofía, la exégesis y la literatura? Porque
como nadie que tiene una fe o una con- represento la Verdad y tengo el deber de
vicción absoluta deja de considerar que guardar para ella sola el dominio de las
ía verdad está con él y sólo con éi, es conciencias.
obvio que, proclamada la vanidad o la En el desenvolvimiento de esta lógica,
culpabilidad de ser tolerante con las ins- es bien sabido que las personas mismas,
tituciones y las ideas erróneas, nadie de- en sus inmunidades más elementales y
jará cíe reivindicar exclusivamente para sagradas, no quedan muy seguras... To-
sí el derecho de ejercer esa tolerancia do está en que se entenebrezca el hori-
lícita, plausible y redentora, en opinión zonte y se desate la tormenta. Y así,
del conferenciante, que consiste en perse- todas las intolerancias que empiezan por
guir el error, acorralarlo y extinguirlo, afirmar de modo puramente ideal y doc-
sin consentirle medio de difundirse e ín- I trinario: «Soy la eterna, exclusiva e in-
sinuarse en las almas.—Siempre habrá ; modificable verdad», pasan luego, si ha-
' mil respuestas, absolutamente distintas, : llan la ocasión propicia, a auxiliarse del
pero indistintamente seguras de sí mis- ¡ «brazo secular» para quemar libros o
mas, para la eterna pregunta de Píiato: ' romper estatuas, cerrar iglesias o clausu-
«¿Qué significa la verdad?» rar clubes, prohibir colores o interdecir
¿Por qué inutilizas, monje de la Edad himnos; hasta que el último límite se
Media, ese precioso manuscrito, para em- quebranta, y las personas no son ya más
plear el pergamino en trazar fórmulas ! invulnerables que las ideas y las insti-
de tus rezos? Porque lo que dice es fal- tuciones; y partiendo por rumbos dia-
so y lo que yo voy a estampar encima es metralmente opuestos, se unen en el mis-
la verdad,—¿Por qué incendias, califa mo culto de Moloch—como caminantes
musulmán, los libros ele la biblioteca de que, dando la vuelta redonda, se asom-
Alejandría? Porque si no dicen más que brasen de llegar al mismo punto—Tor-
lo que está en mi Ley, que es ía verdad, quemada y Marat; Jacobo Clement y
son innecesarios, y si dicen lo que no j Barére; los sambartolomistas y los sep-
e
stá en mi Ley, son mentirosos y blas- ; tembristas; el Santo Oficio y el Comi-
femos.—¿Por qué rompes, cristiano into- té de Salud Pública; ios expulsores de
lerante de los primeros siglos, esas bellí- moros y judíos y los incendiarios de
simas estatuas de Venus, de Apolo, de iglesias y conventos.
Minerva? Porque son dioses falsos que
disputan su cuito al Dios de la verdad.— ;
¿Por qué despedazas, sectario calvinista,
tas imágenes de ese templo de Orleáns? IX
Porque mi interpretación de la Biblia, j.
Que es la verdadera, me dice que son j CONCLUSIÓN
ídolos del error.--¿Por qué profanas, go- j
tierno revolucionario, las naves de Núes- Falso concepto de la tolerancia que
ir
a Señora de París? Porque allí tiene censura tiene el doctor Díaz, cuando su-
292 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS CO Ai FLETAS
pone que ella excluye la acción, en los | ¡Pensamiento libre!... He aquí otro mo-
partidarios de la libertad, dejando libre ! tivo de consideraciones que bien mere-
el campo a los avances enemigos. Las ! cían una prolija atención si estos ar-
condiciones de la acción no son otras tículos no se hubieran dilatado ya más
que el derecho y la oportunidad. Lo le- de lo justo.—¿Piensa por ventura el doc-
gítimo de la acción represiva empieza tor Díaz que no hay más que romper
donde se prueba que el derecho de al- el yugo de los dogmas católicos para
guno ha ultrapasado sus límites para per- adquirir la libertad de pensar? El libre
judicar al de otros. Y la hora de una ini- | pensamiento es cosa mucho más ardua y
ciativa ha sonado cuando se demuestra I compleja de lo que supone la superficial
e! interés social que la hace necesaria u interpretación común que le identifica
oportuna. No serán las agitaciones libe- con la independencia respecto de la fe
rales, per se, las que puedan disgustar- tradicional. Es mucho más que una fór-
nos, sino lo gratuito e inoportuno de ! muía y una divisa: es un resultado de
ellas. No es el movimiento anticlerical | educación interior, a que pocos, muy po-
en sí mismo, sino su vana provocación ] eos, alcanzan. Pensar con libertad, o no
con actos como eí que discutimos, des- : significa sino una frase hecha, o significa
acertados e injustos, que aun cuando no pensar por cuenta propia, por esfuerzo
lo fueran, estarían siempre en evidente consciente y racional del propio espíri-
desproporción de importancia para con tu; y para consumar esta preciosa eman-
la intensidad de los agravios que causan cipación y para adquirir esta difícil ca-
y de las pasiones que excitan.—Dígase- pacidad, no basta con haberse libertado
nos cuál es la acción fecunda a que se de la autoridad dogmática de una fe.
nos convoca en nombre de la libertad; Hay muchas otras preocupaciones, mu-
indíquesenos dónde está concretamente chos otros prejuicios, muchas otras au-
la reforma que es necesario, justo y opor- ; toridades irracionales, m u c h o s otros
tuno hacer práctica; y si reconocemos la ! convencionalismos persistentes, muchas
necesidad y sentimos la justicia y vemos : otras idolatrías, que no son la fe religio-
la oportunidad, acompañaremos sin va- sa, y a ios cuales ha menester sobrepo-
cilar la iniciativa y ni aun nos importará nerse el que aspire a la real y efectiva li-
que ella haya de realizarse a costa de bertad de su conciencia. Todo lo que
estas turbulencias que son la protesta tienda a sofocar dentro de una fórmula
inevitable de la tradición y la costumbre. preestablecida la espontaneidad del jui-
Pero suscitar primero la agitación para cio personal y del raciocinio propio; todo
buscar después pretextos que la justifi- | lo que signifique un molde impuesto de
quen; tocar primero a rebato para descu- | antemano para reprimir la libre activi-
brir después el peligro a que deba co- dad de la propia reflexión; todo lo que
rrerse; componer primero la tonada para importe propósito sistemático, afirma-
después idear la letra que haya de ajus- ción o negación fanáticas, vinculación vo-
tar a su ritmo, eso no puede parecemos tiva con cierta tendencia incapaz de rec-
más que fuerza perdida y bulla estéril, tificarse o modificarse, es, por definición,
propia para alborotar a los muchachos ! contrario a la libertad del pensamiento.
y sacar a luz toda la prendería de las j Y, por lo tanto, las organizaciones seu-
declamaciones antipapales y antiinquisi- i doliberales que entrañan la guerra incon-
íoriaies, pero absolutamente vana para i dicionaí y ciega contra determinada fe
cuanto signifique un adelanto positivo i religiosa, excluyendo la posibilidad de di-
en la marcha de las ideas, una conquista j ferenciar, de discernir, de hacer salveda-
sólida en el sentido del pensamiento \ des y excepciones que 3a justicia exija, en
libre. i cuanto a la tradición histórica o en cuan-
lo a las manifestaciones actuales de esa ' intelectualmente, del vulgo, están entera-
fe—vale decir: excluyendo la posibilidad dos de que la tierra se mueve alrededor
de un ejercicio legal e independiente del de sí misma y alrededor dei sol. Pero
criterio personal—, son en sí mismas una entre ciento que lo saben habrá dos o
persistente negación del pensamiento li- i tres que sean capaces de probarlo. Los
bre. demás quedarían absolutamente descon-
Si para llamarse a justo título libre- certados si se les exigiera una demostra-
pensador bastara con inscribirse en los ción de que no tienen noticia o que nun-
registros de una asociación de propa- j ca han analizado por sí mismos para
ganda y participar de los odios anticle- i comprenderla; pero no por eso dejan de
ricales, dependería de un acto de volun- i abrigar la íntima seguridad de lo que di-
tad—menos aún, de un movimiento re- ; cen, hasta el punto de que no vacilarían
flejo—el ser efectivamente librepensador; en aceptar, en favor de ello, una apuesta
pero el hecho es que poder llamárselo en que les fuese la fortuna o la vida.
con verdad es cosa difícil; tanto, que, La multitud cree, pues, en la autoridad
para que el libre pensamiento pudiera de la ciencia por fe, por adhesión irra-
ser la característica psicológica del ma- | cional, por docilidad hipnótica; por mo-
yor número, se requeriría en la generali- i tivos absolutamente ajenos a la activa
dad de los espíritus un estado de eleva- intervención de su raciocinio; como hu-
ción mental que hoy no es lícito, ni aun biera creído, a nacer dos siglos antes, en
con el mayor optimismo, reconocer sino la autoridad de la fe religiosa y en los
en un escaso grupo. Fácil sería demos- i dogmas que esa autoridad impone, Y
trar', en efecto, que ia gran mayoría de ;{ lo que se dice de las verdades científicas,
los hombres, los que forman multitud puede, con doble fundamento, decirse de
para echarse a la calle en día de mitin y las ideas morales y sociales. Muy pocos
auditorio numeroso con que llenar salas 1 son los que se encuentran en el partido,
de conferencias para aplaudir discursos escuela o comunión de ideas a que per-
entusiastas, no pueden ser, dado el actual tenecen, por examen propio y maduro,
nivel medio de cultura de las socieda- por elección de veras consciente, y no
des humanas, verdaderos librepensado- por influencias recibidas de la tradición,
res. Y no pueden serlo—si se da a esa pa- del ambiente o de la superioridad ajena.
labra el significado que real e íntimamen- Mientras el nivel medio de cultura de Ja
te tiene y no el que le atribuye el uso i humanidad no alcance muchos grados
vulgar—porque lo que creen y proclaman I más arriba, no hay que ver en ningún
J_ juran, aunque marque el grado má- género de proselitismo un convencimien-
ximo de exaltación en punto a ideas lí- to comunicado, por operación racional,
brales, no ha sido adquirido por vía de de inteligencia a inteligencia, sino una
convencimiento racional, sino por pre- obra de mera sugestión. Si sugestionados
míelo, por sugestión o por preocupación, son la mayor parte de los que llevan ci-
^a misma docilidad inconsciente y auto- rios en las procesiones, sugestionados
mática que constituía en lo pasado el son la mayor parte de los que se burlan
;°°puIoso cortejo de los dogmas religio- de ellos desde el balcón o la esquina. El
Sos
. constituye en nuestros días ei no sueño y la obediencia de somnámbulo,
menos populoso cortejo de las verdades con los que Tarde ha asimilado la ma-
científicas vulgarizadas y de las ideas de nera como se transmite y prevalece la.
'[religiosidad y libertad que han llega- I fuerza social de imitación, siguen siendo
^ al espíritu de la muchedumbre.- --Mu- | el secreto de toda propaganda de ideas y
chísimos son—valga esto de ejemplo ! pasiones. No hay por qué sublevarse con-
: ' tra esto, que está todavía en la natura-
°s que; a i m e n c a p a s m i l y inferiores,
294 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
leza de las cosas humanas; pero propen- ¡ de una fe con el odio ciego de una in-
der a que deje de ser tal la ley de la j credulidad
necesidad es la gran empresa del pen- Abandone, pues, el doctor Díaz su ge-
samiento libre. nerosa ilusión de que todos los que con-
Y entendido y definido así el libre ¡ curren a oírle son librepensadores y de
pensamiento, ¿qué será necesario para ; que su aplauso es la sanción consciente
aumentar el número, forzosamente redu- j del libre pensamiento. Mucho le aplaude
cido aún, de los que pueden llamarse li- '.ahora su auditorio; pero si extremara
brepensadores? Tratar de aumentar el | la nota y subiera el tono de sus invec-
número de los hombres capaces de exa- tivas, no le quepa duda de que aún le
minar por sí mismos antes de adoptar j aplaudiría mucho más. Lo característico
del sentido crítico de la mayoría es no
una idea, antes de afiliarse en una co- entender de matices. En arte, como en
lectividad, antes de agregarse a la ma- , moral, como en cualquier género de
nifestación que ven pasar por la calle, ideas, la ausencia de la intuición de los
antes de prenderse la divisa que ven lu- i matices es el límite propio del espíritu
cir en el pecho del padre del hermano o ' de la muchedumbre. Allí donde la retina
del amigo. Y como esta capacidad depen- : cultivada percibirá nueve matices de co-
de de los elementos que proporciona la ! lor, la retina vulgar no percibirá más que
cultura y del recto ejercicio del criterio, tres. Allí donde el oído cultivado percibi-
se sigue que la tarea esencial para los ] rá doce matices de sonido, el oído vulgar
fines del pensamiento libre es educar, no percibirá sino cuatro. Allí donde eí
es extender y mejorar la educación y la i criterio cultivado percibirá veinte mati-
instrucción de las masas; por cuyo cami- i ces de sentimientos y de ideas, para ele-
no se llegará en lo por venir, si no a for- gir entre ellos aquel en que esté el punto
mar una mayoría de librepensadores en de la equidad y la verdad, el criterio
la plena acepción de este concepto—por- j vulgar no percibirá más que dos matices
que la superior independencia de toda su- j extremos: el del sí y el del no, el de la
gestión, preocupación y prejuicios siem- j afirmación absoluta y el de la negación
pre seguirá siendo privilegio de los es- absoluta para arrojar de un lado todo
el peso de la fe ciega y del otro lado
píritus más enérgicos y penetrantes—por todo el peso del odio iracundo.
lo menos a asegurar en la mayor parte ;
de los hombres una relativa libertad de Esto es así y es natural y forzoso que
pensar.—Este es el liberalismo, para sea así, desde que la diferenciación de
quien atienda a la esencia de las cosas y los matices implica un grado de com-
las ideas; éste es el pensamiento libre, plejidad mental que sería injusto y ab-
que, como se ve, abarca mucho más e im- surdo exigir del espíritu de la multitud.
Es más, quizá conviene, en ella, esta in-
plica algo mucho más alto que una sim- ¡ ferioridad relativa; porque el modo como
pie obsesión antirreligiosa; y el procedi- puede ser eficaz la colaboración de la
miento con que puede tenderse eficiente- multitud en los acontecimientos huma-
mente a su triunfo es, lo repito, el de la nos es el de la pasión fascinada e im-
educación atinada y metódica, perseve- petuosa, que lleva con ceguedad sublime
rante y segura, que nada tiene que ver a la heroicidad y al sacrificio, y que no
con organizaciones sistemáticas condu- se reemplazará de ninguna manera en
centes a sustituir un fanatismo con otro ciertos momentos de la historia; seme-
fanatismo; la autoridad irracional de un jante la muchedumbre en esto al hombre
dogma con la autoridad irracional de una ; de genio en la fundación moral o la. ac-
.sugestión de prejuicios; el amor ciego ción, que también debe su fuerza pecu-
APÉNDICE
EL SENTIMIENTO RELIGIOSO Y LA CRITICA (1)
resistencia implacable, cuando, descen- autores franceses, aun los más sutiles,
diendo de la excelsa esfera que les es aun los más hondos, página donde se
propia, invaden el campo de los intere- establezca la posición de la conciencia
ses y pasiones del mundo, convertidas libre frente al problema religioso, de ma-
en instrumentos de predominio material, nera que plenamente me satisfaga. Er-
que hieren con los filos de la intoleran- nesto Renán es una excepción. Hay en
cia y aspiran a imponerse por la repre- la manera como este extraordinario es-
sión de las conciencias. píritu toca cuanto se relaciona con el
Si tuvieran la noción clara de sus lí- sentimiento y el culto del eterno Miste-
mites, nada faltaría para sellar por siem- : rio, un tacto exquisito y una facultad de
pre su convivencia amistosa con el espí- simpatía y comprensión tan hondas, que
piritu de investigación positiva y con los hacen que se desprenda de sus páginas
fueros de la libertad humana. «La posi- —escépticas y disolventes para el crite-
ción central de las religiones es inex- rio de la vulgaridad—, una real inspira-
pugnable», ha dicho Herbert Spencer en ; ción religiosa, de las más profundas y
aquel maravilloso capítulo de Los prime- durables, de las que perseveran de por
ros principios, que se intitula Reconci- vida en el alma que ha recibido una vez
liación, y en el que la austeridad del su balsámica unción.
pensamiento llega—sin otra fuerza paté- El librepensamiento, tal como yo lo
tica que su propia desnuda eficacia—a concibo y lo profeso, es, en su más ín-
producir en nuestro ánimo conmovido el tima esencia, ía tolerancia; y la toleran-
sentimiento de concordia, de paz, de bea- cia fecunda no ha de ser sólo pasiva,
titud, con que el espectador del teatro sino activa también; no ha de ser sólo
antiguo asistía, en el solemne desenlace actitud apática, consentimiento desdeño-
ele Ja tragedia, a la solución y purifi- so, fría lenidad, sino cambio de estímu-
cación de todo conflicto de pasiones: | los y enseñanzas, relación de amor, po-
efecto' de serenidad ideal que constituye I der de simpatía que penetre en los abis-
el más alto de los triunfos, así en la es- mos de la conciencia ajena con la intui-
fera del pensamiento especulativo como ción de que nunca será capaz el corazón
en la del arte. indiferente.
Yo, que soy tan profundamente latino Y más que cualquiera otras, son las
en mi concepción de la belleza y de la cuestiones religiosas las que requieren
vida, y en mis veneraciones históricas, ; este alto género de tolerancia, porque
encuentro en nuestro libre pensamiento ; son aquellas en que por más parte entra
íatino una tendencia a la declamación i en el fondo inconsciente e inefable de
forense—eterna enemiga de la austera ! cada espíritu, y en que más se ha me-
Mens interior—y una unilateralidad y nester de esa segunda vista de la sensi-
una ausencia de la delicadeza y penetra- bilidad que llega a donde no alcanza la
ción intuitiva para llegar al espíritu de perspicuidad del puro conocimiento.
las religiones y comprender y sentir su Con esa tolerancia he leído, sentido y
eterno fondo inefable, que le dejan a comprendido su libro, yo, que si como
cien leguas de las inspiradas intuiciones objeto de análisis fríamente intelectual
de un Carlyle, cuyo sentido profundo al- ' hubiera de tomarlo, sólo hallaría motivo
canza hasta iluminar el germen noble de en él para una crítica estrecha y negati-
Realidad y superiores anhelos que des- va. En general, con esa tolerancia encaro
Punta en la adoración temblorosa del cuando leo, si reconozco en ello sinceri-
salvaje ante el grosero fetiche. El pen- dad: ya se trate de religión, de ciencia
samiento francés es mi encanto; y con o de literatura. En la educación de mi
todo, muy rara vez he encontrado en ! espíritu, de una cosa estoy satisfecho;
298 JOSÉ ENRIQUE RODO.- -OBRAS COMPLETAS
FI\T
DE
«LIBERALISMO Y JACOBINISMO»
MOTIVOS DE PROTEO
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MOTIVOS DE PROTEO
PROLOGO
I García Calderón (2 de agosto de 1904) y
que ya ha sido comentada en la Intro-
(¡ACIA 1898, y durante algún tiempo,ducción general (II, 6). Lo que en 1900 se
i acarició Rodó el proyecto de pu- proyectó como un opúsculo, complemen-
' blicar en un volumen (que se titu- tario de Ariel, fué creciendo hasta con-
laría Cartas a...) la materia que se en- vertirse en una obra enorme e ilimitada,
cuentra ahora dividida entre Ariel y Mo- de la que extrajo en 1909 los Motivos de
tivos de Proteo. En el prólogo a aquel Proteo.
discurso se han ofrecido las pruebas, in-
ternas y externas, de dicho común ori- II
gen. Ahora interesa documentar lo que
se refiere exclusivamente a la génesis del La tarea de composición de la magna
segundo libro. obra se realizó al margen de una activi-
La oportunidad histórica del Desastre dad política absorbente; Rodó debió al-
precipitó la escisión de ambas obras, y ternar la creación con tareas de más
Ariel fué publicado en 1900 como pieza urgente ejecución y más efímera memo-
independiente. Rodó no abandonó, sin ria. En 1901 puede fijarse la fecha en
embargo, su proyecto de una obra com- que la composición de la obra empieza
plementaria, pero no más vasta, y a la a dominar sobre toda otra actividad lite-
Que el discurso sólo habría distraído al- raria. Pero es hacia 1904 cuando se le ve
&in tema, algún procedimiento expositi- entregado intensamente a su Proteo. La
v
°. Ya en carta a Unamuno (12 de octu- correspondencia de ese período abunda
b}'e de 1900) en que comenta las obser-en testimonios sobre su redacción. Ya se
vaciones que Ariel mereciera al escritor ha mencionado un fragmento de carta a
español, comunica Rodó: «Preparo para García Calderón; a Miguel de Unamuno
dentro de poco un nuevo opúsculo sobre —al que lo va ligando cada vez más una
u
na cuestión psicológica que me interesa noble correspondencia—escribe, en 20 ele
mucho.» En esas palabras cabe reconocer marzo de 1904: «Tengo casi terminado mi
& germen de Proteo; la «cuestión psico- libro, que probablemente haré imprimir
lógica» aludida es, indudablemente, las en Madrid o Barcelona. Es extenso. El
transformaciones de la personalidad. tenia (aunque no cabe indicarlo con pre-
Durante años fué acumulando pape- cisión en breves palabras) se relaciona
e<i
' ' sobre el tema, en un desorden orde- con lo que podríamos llamar «la conquis-
f fií
; 'o cuya mejor descripción se encuen- ta de uno mismo»: la formación y el per-
' n la caria que dirigió a Francisco feccionamiento de la propia personali-
r, a ¿
302 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
MOTIVOS DE PROTEO
.. Todo se trata por parábolas-
MARCOS, IV, 11.
PROTEO se publicará de otro modo que Virgilio va a pedirle el secreto del mar
de éste; es decir, nunca le daré «arqui- que consume sus abejas, Proteo recurre
tectura» concreta, ni término forzoso; a la misteriosa virtud con que desorien-
siempre podrá seguir desenvolviéndose, taba a aquellos que le sorprendían. Ya se
::viviendo». La índole del libro (si tal trocaba en ñero león, ya en ondulante
puede llamársele) consiente, en torno de y escamosa serpiente; ya, convertido en
un pensamiento capital, tan vasta ramifi- fuego, se alzaba como trémula llama;
cación de ideas y motivos, que nada se ahora era el árbol que levanta hasta la
opone a que haga de él lo que quiero vecindad del cielo su cerviz, ahora el
que sea: un libro en perpetuo «devenir», arroyo que suelta en rápida corriente sus
un libro abierto sobre una perspectiva ondas. Siempre inasible, siempre nuevo,
indefinida. recorría la infinitud de las apariencias
J. E. R. sin fijar su esencia sutilísima en ninguna,
Y por esta plasticidad infinita, siendo di-
Consideramos de interés aumentar esta vinidad del mar, personificaba uno de
segunda edición con la siguiente página los aspectos del mar; era la ola multifor-
escrita por el autor en un ejemplar de me, huraña, incapaz de concreción ni
¡a primera, de propiedad, del señor don reposo; la ola que ya se rebela, ya acari-
/. M. Vidal Belo, guien nos ha facilitado cia; que unas veces arrulla, otras atrue-
¡o. transcripción. na; que tiene todas las volubilidades del
impulso, todas las vaguedades del color,
Los EDITORES (1). todas las modulaciones del sonido; que
nunca sube ni cae de un modo igual, y
que tomando y devolviendo al piélago el
PROTEO líquido que acopia, impone a la igualdad
inerte la figura, el movimiento y el cam-
Forma del mar, numen del mar, de cu- bio.
yo seno inquieto sacó la antigüedad fe-
cunda generación de mitos, Proteo era JOSÉ ENRIQUE RODÓ,
Quien guardaba los rebaños de focas de
Poseidón. En la Odisea y en las Geórgi-
cas se canta de su ancianidad venerable,
de su paso sobre la onda en raudo coche
marino. Como todas las divinidades de i
as
' aguas, tenía el don profético y el
Cocimiento cabal de lo presente y lo ' [Reformarse es vivir. Nuestra
Pasado. Pero era avaro de su saber, es- I transformación personal en el
QUfvo a las consultas, y para eludir la tiempo]
curiosidad de los hombres apelaba a su
Maravillosa facultad de transfigurarse en i Reformarse es vivir.., Y desde luego,
mil formas diversas. Por esta facultad se j nuestra transformación personal en cier-
caracterizó en la fábula, y ella determi- i to grado., ¿no es ley constante e infalible
j^a» en la clave de lo legendario, su signi- en el tiempo? ¿Qué importa que el de-
ficado ideal. seo y la voluntad queden en un punto
Cuando el Menelao homérico quiere j sies elel tiemposumo
pasa y nos lleva? El tiempo
innovador. Su potestad, bajo
saber por él el rumbo que deberá impri- la cual cabe todo ío creado, se ejerce de
mir a sus naves; cuando el Aristeo de manera tan segura y continua sobre las
;
n
\í) OÍ id. uruguaya (Montevideo, Be- almas como sobre las cosas. Cada pen-
L'l'O
Regules, 1910). i Sarniento de tu mente, cada movimiento
310 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
^ di ser propio y genial de cada una: el vejez, de cuya poesía sabe, sus más líri-
^ucLen típico que hace de ellas como los cos metros, que son la apoteosis de su
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
dice que no debemos empeñarnos en infame, del destierro cuando fué lanzado
arrancar sonidos de la copa con que nos al destierro.
embelesamos un día, si la naturaleza de \ La filosofía digna de almas fuertes es
¡as cosas quiere que enmudezca. Y dice la que enseña que del mal irremediable
•uego que es necesario buscar, en derre- ha de sacarse la aspiración a un bien dis-
dor de donde entonces estemos, una re- tinto de aquel que cedió al golpe de la
paradora flor; una flor que poner sobre fatalidad: estímulo y objeto para un nue-
la arena por quien el cristal se tornó vo sentido de la acción, nunca segada
mudo,,, No rompamos torpemente la en sus raíces. Si apuras la memoria cíe
copa contra las piedras del camino, sólo los males de tu pasado, fácilmente verás
porque haya dejado de sonar. Tal vez la cómo de la mayor parte de ellos tomó
iior reparadora existe. Tal vez está allí origen un retoñar de bienes relativos,
cerca.,. Esto declara la parábola del que si tai vez no prosperaron ni llegaron
niño; y toda filosofía viril, viril por el a equilibrar la magnitud del mal que les
espíritu que la anime, confirmará su en- sirvió de sombra propicia, fué acaso por-
señanza fecunda. que la voluntad no se aplicó a cultivar el
germen que ellos le ofrecían para su des-
quite y para el recobro del interés y
contento de vivir.
Así como a aquel que ha menester
[Actitud en la desilusión y en el fracaso. aplacar en su espíritu el horror a la
Todo bien puede ser sustituido por otro muerte, y no la ilumina con la esperanza
género de bien] de la inmortalidad, conviene imaginarla
como una natural transformación, en la
En el fracaso, en la desilusión, que no que el ser persiste, aunque desaparezca
provengan del fácil desánimo de la in- una de sus formas transitorias, de igual
constancia; viendo el sueño que descu- manera, si se quiere templar la acerbi-
bre su vanidad o su altura inaccesible; dad del dolor, nada más eficaz que consi-
•iendo la fe que, seca de raíz, te abando- derarlo como ocasión o arranque ele un
na; viendo el ideal que, ya agotado, mue- cambio que puede llevarnos en derechura
re, la filosofía viril no será la que te in- a nuevo bien: a un bien acaso suficiente
duzca a aquella terquedad insensata que para compensar lo perdido. A la voca-
no
se rinde ante los muros de la necesi- ción que fracasa puede suceder otra vo-
f!
- fd; ni la que te incline al escepticismo cación; al amor que perece, puede susti-
fle¡íre y ocioso, casa de Horacio, donde tuirse un amor nuevo; a la felicidad des-
Jla V
- guirnaldas para orlar la frente del | vanecida puede hallarse el reparo de otra
' encielo; ni la que, como en Harold, sus- manera de felicidad... En lo exterior, en
at
e en ti la desesperación rebelde y trá- \ la perspectiva del mundo, la mirada del
| l c a; ni la que te ensoberbezca, como a ; sabio percibirá casi siempre la flor de
Alfredo de Vigny, en la impasibilidad de ! consolación con que adornar la copa que
an
t estoicismo desdeñoso; ni tampoco el hado ha vuelto silenciosa; y mirando
vei
; "á la de la aceptación inerme y vil, que adentro de nosotros, a la parte de alma
Líe
nda a que halles buena la condición en que llega tal vez a revelarse si lo cono-
Que la pérdida de tu fe o de tu amor te cido de ésta se marchita o agota, ¡cuánto
llív
ya puesto, como aquel Agripino de que ; podría decirse de las aptitudes ignoradas
^e habla en los clásicos, singular adu- , por quien las posee; de los ocultos teso-
j
ridor del mal propio, que hizo el elogio ros que, en momento oportuno, surgen a
^e ia fiebre cuando ella le privó de sa- la claridad de la conciencia y se tradu-
u
d, de la infamia cuando fué tildado de cen en acción resuelta v animosa!
318 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
provecho. Quien por ella llega a la escena cia ¿piensas tú que no sufre rectificación
del mundo puede considerar que ha co- y complemento? ¿Qué no admite mayor
sechado todas las plantas de mirífica vir- amplitud, mayor claridad, mayor verdad?
tud de que hablan las leyendas: la ba- Nadie logró llegar a término en el cono-
cará que preserva de la fascinación, el cimiento de sí, cosa ardua sobre todas
nepente que devuelve la alegría, y el hon- las cosas, sin contar con que, para quien
go que infunde el ardor de las batallas. mira con mirada profunda, aun la más
Tener experiencia de esta senda vale tan- simple y diáfana es como el agua de la
to como llevar la piedra de parangón con j mar, que cuanta más se bebe da más
que aquilatar la calidad de las cosas cu- j sed, y como cadena de abismos. ¡Y tú
yas apariencias nos incitan. Por ella se presumirás de conocerte hasta el punto
sale a desquijarar los leones, tanto como de que te juzgues perpetuamente limita-
a ceñir la oliva de paz. Cuando por otros do a tu ser consciente y actual!... ¿Con
caminos se las busca, todas las tierras ; qué razón pretendes sondar, de una mi-
son al cabo páramos y yermos; pero si j rada, esa complejidad no igual a la de
ella fué el camino, aun la más árida se Sninguna otra alma nacida, esa única ori-
trueca en fértil emporio: su sequedad se ! ginalidad (por única, necesaria al orden
abre en veneros de aguas vivas; cúbrense j del mundo), que en ti, como en cada uno
las desnudas peñas de bosque, y el aire \ de los hombres, puso la incógnita fuerza
se anima con muchas y pintadas aves. ! que ordena las cosas? ¿Por qué, en vez
Toma, peregrino, esa senda, y el bien que I de negarte con vana negación, no prue-
soñaste será tuyo.—¿Alzas los ojos? ¿Con- bas avanzar y tomar rumbo a lo no co-
sultas, en derredor, el horizonte?... No I nocido de tu alma?... ¡Hombre de poca
allí, no afuera, sino en lo hondo de ti fe!, ¿qué sabes tú de lo que hay acaso
mismo, en el seguro de tu alma, en el dentro de ti mismo?...
secreto de tu pensamiento, en lo recóndi-
to de tu corazón: en ti, en ti sólo, has de
buscar arranque a la senda redentora. XVII
[La respuesta de Leuconoe]
XVI i
Soñé una vez que volviendo el gran
[Hay una senda segura, y es la que va Trajano de una de sus gloriosas conquis-
a lo hondo de uno mismo'] \ tas, pasó por no sé cuál de las ciudades
de la Etruria, donde fué agasajado con
¿Nada crees ya en lo que dentro de tu tanta espontaneidad como magnificencia.
alma se contiene? ¿Piensas que has apu- Cierto patricio preparó en honor suyo el
rado las disposiciones y posibilidades de más pomposo y delicado homenaje que
ella; dices que has probado en la acción hubiera podido imaginar. Escogió en las
todas las energías y aptitudes que, con familias ciudadanas las más lindas don-
harta confianza, reconocías en ti mismo, cellas, y las instruyó de modo que, con
y que, vencido en todas, eres ya como ¡ adecuados trajes y atributos, formasen
barco sin gobernalle, como lira sin cuer- una alegórica representación del mundo
das, como cuadrante sin sol?... Pero para conocido, donde cada una personificara a
juzgar si de veras agotaste el fondo de tu determinada tierra, ya romana, ya bár-
personalidad es menester que la conoz- ¡ bara, y en su nombre reverenciase al Cé-
cas cabalmente. ¿Y te atreverás a afir- j sar y la hiciera ofrecimiento de sus do-
mar que cabalmente la conoces? El re- j nes. Púsose en ensayo este propósito;
fie jo de ti que comparece en tu concien- ! todo marchaba a maravilla; pero sea
ros de raros perfumes; el árbol milagroso puesto que eres hermosa. Pero ¿qué bien
cuyo fruto hace vivir doscientos años.., me dirás de la región que representas, si
La Palestina ofreció olivos y viñedos. Fe- has de evitar el engañarme?... ¿Qué me
nicia se glorió de su púrpura. La región ofreces de allí? ¿Qué puedes afirmar que
sabea, de su oro. Mesopotamia hizo men- haya en tu tierra de quimera?...
ción de los bosques espesísimos donde —¡Espacio!---dijo con encantadora sen-
Alejandro cortó las tablas de sus naves. cillez Leuconoe.
El país de Sérica cifró su orgullo en una Todos sonreían.
tela primorosa; y Taprobana, que remece —Espacio...-—repitió el César—. ¡Es
el doble monzón, en la fragante canela. verdad! Sea desapacible o risueña, estéril
Vinieron luego los pueblos de la Libia. o fecunda, espacio habrá en la tierra in-
Presidiéndolos llegó el Egipto multisecu- cógnita, si existe; y aun cuando ella no
lar: habló de sus Pirámides, de sus es- exista, y allí donde la finge el poeta sólo
finges y colosos; del despertar mejor de esté el mar, o acaso el vacío pavoroso,
su grandeza, en una ciudad donde una ¿quién duda que en ei mar o en el va-
torre iluminada señala el puerto a los cío habrá espacio?... Leuconoe—prosi-
marinos. La Círenaica dijo el encanto de ; guió con mayor animación—; tu respues-
su serenidad, que hizo que fuese el lecho ta tiene un alto sentido. Tiene, si se la
a donde iban a morir los epicúreos. Car- considera, más de uno. Ella dice la mis-
tago, a quien realzara Augusto de las rui- teriosa superioridad de lo soñado sobre
nas, se anunció llamada a esplendor nue- j lo cierto y tangible, porque está en la
vo. La Numidia expuso que daba mármo- I humana condición que no haya bien m.e-
les para los palacios; fieras para las te- i jor que la esperanza, ni cosa real que se
riomaquias y las pompas. La Etiopía afir- i aventaje a la dulce incertidumbre del
mó que en ella estaban el país del cina- ! sueño. Pero, además, encierra tu respues-
momo, el de la mirra, los enanos de un : ta una hermosa consigna para nuestra
pigmo y los macrobios de mil años. Las I voluntad, un brioso estímulo a nuestro
Fortunadas, fijando el término de lo co- ! denuedo. No hay límite en donde acabe
nocido, recordaron que en su seno espe- para el fuerte el incentivo de la acción-
raba a las almas de los justos la man- Donde hay espacio, hay cabida para
sión de la eterna felicidad. nuestra gloria. Donde hay espacio, hay
Por último, con suma gracia y divino posibilidad de que Roma triunfe y se
candor, llegó Leuconoe. En nada aparen- dilate.
taba formar parte de la viviente y simbó- Dijo el César; arrancó de su pecho una
lica armonía. No llevaba sino un traje gruesa, esmeralda que allí estaba de bro-
blanco y aéreo, como una página donde che, y era de las que el Egipto produce
no se ha sabido qué poner... En aquel mayores y más puras; y prendiéndola al
instante, nadie la envidiaba, por más seno de la niña, la dejó, como un fulgor
que luciese su hermosura. El César pre- de esperanza, sobre la estola, toda blan-
guntó la razón de su presencia, y se ex- ca, mientras terminaba diciendo:
trañó, cuando lo supo, viéndola tan mal —-¡Sea el premio para la región desco-
destinada y tan hermosa. nocida; sea el premio para Leuconoe!
—Leuconoe—dijo con una benévola iro-
nía—: no te ha tocado un gran papel.
Tu poca suerte quiso que la realidad con- ! XVIII
cluyera en manos de las otras, y he aquí ¡.Espacio, espacio es lo que te queda.. "\
que has debido contentarte con la fic-
ción del poeta... Admiro tu dulce confor- Espacio, espacio, es lo que te queda,
midad, y me complace tu homenaje, después que la esperanza con color y
figura, y el ideal concreto, y la fuerza o : que impedían verlo mientras la tela esta-
aptitud de calidad conocida, te abando- | ba en blanco, Hallar y traer al haz del
naron en mitad del camino. Espacio: i alma esa ignorada riqueza: tal es tu obra
mas no ese donde el viento y el pájaro y la de cada uno. Derramar luz dentro
se mueven más arriba que tú y con alas de sí por la observación interior y la ex-
mejores; sino dentro de ti, en la inmensi- periencia: tal es el medio de abrir cami-
dad de tu alma, que es el espacio propio no a la ocasión dichosa, que vendrá traí-
para las alas que tú tienes. Allí queda da por el movimiento de la realidad. Em-
infinita extensión por conquistar, mien- peño difícil este de conocerse—¿quién lo
tras dura la vida: extensión siempre ca- duda?—y expuesto a mil engaños. Pero
paz de ser conquistada, siempre merece- ¿no vale todos los tesoros de la voluntad
dora de ser conquistada... Imaginar que el término que quien lo acomete se pro-
no hay en ti más que lo que ahora perci- pone? ¿Hay cosa que te interese más que
bes con la trémula luz de tu conciencia, descubrir lo que está en ti y en ninguna
equivale a pensar que el Océano acaba parte sino en ti: tierra que para ti sólo
allí donde la redondez de la esfera lo fué creada; América cuyo único descu-
sustrae al alcance de tus ojos. Incompa- bridor posible eres tú mismo, sin que
rablemente más vasto es el Océano que puedas temer, en su designio gigante, ni
la visión de los ojos; incomparablemente ! émulos que te disputen la gloria, ni con-
más hondo nuestro ser que ja intuición j quistadores que te usurpen el provecho?
de la conciencia. Lo que de él está en la
superficie y a la luz, es comúnmente, no
ya una escasa parte, sino la parte más XIX
vulgar y más mísera. Dame acertar con
la ocasión y yo sacaré de ti fuerzas que [El. conocimiento propio como
íe maravillen y agiganten. Tu languidez antecedente de la acción. Amiel
de ánimo, tu desesperanza y sentimiento y Marco Aurelio}
como de vacío interior, no son distintos
de los de miles de almas electas, en las Ahondar en la conciencia de sí mismo,
vísperas de la transfiguración que las procurar saber del alma propia; mas no
sublimó a la excelsa virtud, o a la in- en inmóvil contemplación, ni por prurito
vención genial, o al heroísmo. Si veinte de alambicamiento y sutileza; no como
horas antes de consagrarse héroe el hé- quien, desdeñoso de la realidad, dando
roe, apóstol el apóstol, inventor el in- la espalda a las cien vías, que el mundo
ventor, o de tender resuelta y eficazmen- ofrece para el conocimiento y la acción,
te a hacerlo, hubiéraíes anunciado un vuelve los ojos a lo íntimo del alma, y
zahori de corazones su destino inminen- allí se contiene y es a un tiempo el es-
te, ¡cuántas veces no se hubieran encogi- pectador y el espectáculo. Este continuo
do de hombros o sonreído con amarga análisis de lo que pasa dentro de nos-
incredulidad! Dame la ocasión y yo te otros, cuando el análisis no va encami-
haré grande; no porque infunda en ti nado a un fin trascendente; esa morosi-
]
-0 que no hay en ti, sino porque haré dad ante el espejo de la propia concien-
brotar y manifestarse lo que tu alma tie- cia, no tai cual se detendría a consultar,
ne oculto. De afuera pueden auxiliarte en clara linfa, el porte y el arnés, el gue-
cateadores y picos; pero en ti sólo está rrero que marchaba a la lucha, sino por
la mina. La ocasión es como el artista simple y obsesionador afán de mirarse,
Pintor de quien dijo originalmente uno son, más que vana, funesta ocupación de
Que lo era: no crea el pintor su cuadro, la vida. Son el sutil veneno que paraliza
s
mo que se limita a descorrer los velos el espíritu de Amiel y le reduce a una
326 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
crítica ineficaz de sus más mínimos he- no disipado en vano mirar, sino resuelto
chos de conciencia; crítica disolvente de en actos de una voluntad afirmativa y fe-
toda espontaneidad del sentimiento, ener- cunda, que van tejiendo una de las más
vadora de toda energía de la voluntad. hermosas vidas humanas; y tomemos
¿Y quién como ese mismo moderno um- como puntos de comparación, para dis-
bilicario; quién como ese confidente ofi- cernir entre ambos modos de íntima ex-
cioso de sí propio, ha expresado cuan fa- periencia, los Pensamientos del inmortal
tal sea esa malversación del tiempo y de emperador y el Diario del triste Hamlet
las fuerzas de la mente? El alma que, en ginebrino.
estéril quietud, se emplea en desmenu-
zar, con cruel encarnizamiento, cuanto, XX
para ella sola, piensa, siente y no quiere,
es «el grano de trigo que, molido en hari- [La sugestión social]
!na, no puede ya germinar y ser la planta
fecunda». Cierto; mas yo te hablo del Cuando te agregas en la calle a una
conocerse que es un antecedente de la muchedumbre a quien un impulso de pa-
acción; del conocerse en que la acción sión arrebata, sientes que, como la hoja
es, no sólo el objeto y la norma, sino suspendida en el viento, tu personalidad
también el órgano de tal conocimiento, queda a merced de aquella fuerza avasa-
porque ¿cómo podrá saber de sí cuánto lladora, La muchedumbre, que con su
se debe quien no ha probado los filos de movimiento material te lleva adelante y
su voluntad en las lides del mundo?,..; fija el ritmo de tus pasos, gobierna, de
modo de saber de sí que no es prurito igual suerte, los movimientos de tu sen-
exasperador, ni deleite moroso, sino obra sibilidad y de tu voluntad. Si alguna
viva en favor de nuestro perfecciona- condición de tu natural carácter estorba
miento; que no nos incapacita, como el para que cooperes a lo que en cierto mo-
otro, para el ejercicio de la voluntad, mento el monstruo pide o ejecuta, esa
sino que, por lo contrario, nos capacita condición desaparece inhibida. Es como
y corrobora; porque consiste en obser- una enajenación o un encantamiento de
varse para reformarse: en sacar todo tu alma. Sales, después, del seno de la
partido posible de nuestras dotes de na- i muchedumbre; vuelves a tu ser anterior;
turaleza: en mantener la concordia entre y quizá te asombras de lo que clamaste
nuestras fuerzas y nuestros propósitos, y o hiciste.
descender al fondo del alma, donde las
virtualidades y disposiciones que aún no Pues no llames sólo muchedumbre a
han pasado al acto se ocultan, volviendo ! esa que la pasión de una hora reúne y
de esa profundidad con materiales que ; encrespa en los tumultos de la calle.
luego la acción aplica a su adecuado fin Toda sociedad humana es, en tal sentido,
y emplea en hacernos más fuertes y me- muchedumbre. Toda sociedad a que per-
jores; como quien alza su casa con pie- maneces vinculado te roba una porción
dras de la propia cantera, o como quien de tu ser y la sustituye con un destello
forja, con hierro de la propia mina, su de la gigantesca personalidad que de ella
espada. colectivamente nace. De esta manera,
¡cuántas cosas que crees propias y esen-
Amiel nos dio un ejemplo de contem- ciales de ti no son más que la imposi-
plación interior sin otro fin que el del ción, no sospechada, del alma de la so-
melancólico y contradictorio placer que ciedad que te rodea! ¿Y quién se exime,
de ella nace. Recordemos ahora la augus- del todo, de este poder? Aun aquellos
ta personalidad de Marco Aurelio, y ! que aparecen como educadores y domi-
aquel su constante examen de sí mismo, I nadores de un conjunto humano, suelen
formas de las nubes, tiembla y se • fador rasaba la columna del límite sin
disipa. Alcanzaré al extremo de la an- tocarla; si aquel rasgo inconsecuente
cianidad; no alcanzaré al principio de y excéntrico que una vez rompió el
la ciencia que busco. Desagotarás tu equilibrio de mi conducta, en el sentido
pozo; no desagotaré mi alma. ¡Esta es del bien o en el del mal, hubieran sido,
la ociosidad del pensamiento!»... Llegó dentro del conjunto de mis actos, no
un rumor de pasos que se aproximaban; pasajeras desviaciones sino nuevos pun-
volvió el esclavo a su faena, el deste- tos de partida, ¡cuan otro fuera ahora
rrado a lo suyo; y no se oyó más que yo; cuan otras mi personalidad, mi his-
la áspera quejumbre de la garrucha del toria, y la idea que de mí quedara!?
pozo, mientras el sol de la tarde tendía i
las sombras alargadas del meditador y !
el esclavo, juntándolas en un ángulo cuyo ! xxix
vértice tocaba al pie de la estatua ca- ¡
bizbaja de Hipnos. ; [Imposibilidad de una igualdad
perenne]
XXVÍII j Ni la más alta perfección moral ase-
! quible, que importa la concordia de las
\_¿Nunca te has sentido distinto tendencias inferiores; ni la más primi-
de ti mismo?] tiva sencillez, que muestra, persistiendo
en la conciencia humana, el vestigio de
En verdad, ¡cuan varios y complejos la línea recta y segura del instinto; ni
somos! ¿Nunca te ha pasado sentirte í la más ciega y pertinaz pasión, que
distinto de ti mismo? ¿No has tenido absorbe toda el alma y la mueve, mien-
nunca para tu propia conciencia algo tras dura la vida, en un solo arrebatado
del desconocido y el extranjero? ¿Nunca impulso, tienen fuerza con que preva-
un acto tuyo te ha sorprendido, después lecer sobre lo complejo de nuestra na-
de realizado, con la contradicción de turaleza hasta el punto de anular la di-
una experiencia que fiaban cien ante- versidad, la inconsecuencia y la contra-
riores hechos de tu vida? ¿Nunca has dicción, que se entrelazan con las mis-
hallado en ti cosas que no esperabas mas raíces de nuestro ser.
ni dejado de hallar aquellas que tenías ¿Hay límpida y serena conciencia por
por más firmes y seguras? Y ahondan- la que no haya pasado la sombra de
do, ahondando, con la mirada que tiene algún instante infiel al orden que com-
su objeto del lado de adentro de los ponen los otros?... Levantémonos a la
ojos, ¿nunca has entrevisto, allí donde ¡ cumbre sublime donde se tocan lo di-
casi toda luz interior se pierde, alguna | vino y lo humano. Subamos hasta Jesús
vaga y confusa sombra, como de otro I e interroguémosle. En la vía de su amor
que tú, flotando sin sujeción al poder infinito hubo también cabida para la
de tu voluntad consciente; furtiva som- desesperanza, el desánimo y el tedio.
bra, comparable a esa que corre por j Volviendo de la Pascua, y ya en el um-
el seno de las aguas tranquilas cuando I bral de su pasión, el Redentor llegó al
la nube o el pájaro pasan sobre ellas? i monte de los Olivos... Y allí una mitad
¿Nunca, apurando tus recuerdos, te | de su alma peleó contra la otra; allí
!
has dicho: si aquella extraña intención fué la angustia de la duda, y el sudor
que cruzó un día por mi alma, llegó : de muerte, y la rebelión que amaga des-
hasta el borde de mi voluntad y se de- de ío hondo de las entrañas mortales,
tuvo, como en la liza el carro triun- a la parte que es puro amor y vida:
intensidad; antes bien realzándola por hay naturalidad, hay verdad, siéntese
la palpitante semejanza de la ficción del el calor y aroma de la vida, en el más
arte con la obra de la naturaleza. Tal grande y puro de los hombres.
pasa en el inmenso mundo de Shakes-
peare, el más pujante alfarero del ba-
rro humano; cuyas criaturas, movidas XXXI
por el magnetismo de una enérgica y
bien caracterizada pasión, que las hace [Los pozos comunicantes. Ráfagas}
inmortalmente significativas, muestran
al propio tiempo toda la contradicción e La infinita y desacordada variedad de
inconstancia de nuestro ser, alternan- las cosas y los acontecimientos multipli-
do el fulgor del ideal con la turpitud ; ca la ocasión de que nuestra desigual-
del apetito, nobleza olímpica con ras- dad radical dé muestra de sí. Y a la in-
trera vulgaridad, impulsos heroicos con fluencia de lo que ocurre en torno de
viles desfallecimientos. ' nosotros, únese acaso, para ello, otras
Te hablaba, hace un instante, del Re- más lejanas y escondidas... Nuestra alma
dentor del mundo. Pues bien: la im- no está puesta en el tiempo como cavi-
presión de realidad humana, aunque dad de fondo cerrado e incapaz de dar
única y sublime; el interés hondísimo • paso a la respiración de lo que queda
que para nosotros nace de ver cómo bajo de ella. Hemos de figurárnosla me-
de mortales entrañas irradia y se sus- jor como abismal e insondable pozo,
tenta tan inefable luz, no serían tales, ! cuyas entrañas se hunden en la oscura
en la figura que esculpe con poética efi- profundidad del tiempo muerto. Porque
cacia la palabra candorosa de los evan- el alma de cada uno de nosotros es ei
gelistas, sin inconsecuencias que no se término en que remata una inmensa
concüian con la igualdad inalterable , muchedumbre de almas: las de nues-
que es de la esencia del dios; igualdad tros padres, las de nuestros abuelos;
capaz de abismar nuestra mente, de los de la segunda, los de la décima,
exaltarnos a la adoración, de fascinar- los de la centésima generación...; al-
nos y humillarnos, mas no de suscitar j mas abiertas, en lo hondo del tiempo,
el conmovido sentimiento de humana ,¡ unas sobre otras, hasta el confín de los
simpatía con que reconocemos la pal- orígenes humanos, como abismos que
pitación de nuestra naturaleza, en aquel j uno de otro salen y se engendran; y
que la levantó más alto que todos, cuan- j a medida que se desciende, truécase
do su esperanza se eclipsa en el huer- en dos abismos cada abismo, porque
to de los olivos; cuando su constancia cada alma que nace viene inmediata-
padece tentación en la cumbre de la j mente de dos almas. Debajo de la raíz
montaña; cuando su mansedumbre se | de tu conciencia, y en comunicación
agota, y el látigo movido por su mano, j siempre posible contigo, flota así la
en un arranque que parece de Isaías, vida de cien generaciones. Todas las que
restalla sobre la frente de los merca- j pasaron de la realidad del mundo, per-
deres; cuando la desesperación del ham- j sisten en ti de tal manera; y por el
bre burlada le muerde en la carne mor- tránsito que tú les das al porvenir,
tal, y lanza un anatema sin razón ni. mediante el alma de tus hijos, gozan
sentido sobre la higuera sin fruto; cuan- vida inmortal, en cuanto perpetúan la
do la esperanza vuelve a huirle, en la esencia y compendio de sus actos, a
cruz, y reconviene al Padre que le ha que se acumulará la esencia y compen-
abandonado... Por inconsecuencias co- j dio de los tuyos. ¿Qué es el misterioso
mo éstas, por discordancias como éstas, | mandato del instinto, que obra en ti
XXXVI
Allá, en el norte de América, hay una
[¿Hay hecho pequeño?... Un vuelo estupenda fuerza organizada; cuerpo en
de pájaros] el que participan dos naturalezas: manos
de castor, testuz de búfalo; imperio por
Pero aun en \o exterior del mundo, aun el poderío, república por la libertad. Es-
en los desenvolvimientos y transforma- te organismo es el resultado en que cul-
ciones que se verifican dentro de esa ca- ! minan sentimientos y hábitos que una
pacidad, real o ilusoria, que queda fuera raza histórica elaboró, del otro lado del
de nosotros, ¿es que existe, en rigor, he- Océano, en el transcurso de su desenvol-
cho que pueda ser desdeñado por peque- vimiento secular. Pero a la raza le eran
ño? ¿Qué clasificación es ésta que nos precisos nuevo ambiente, tierra nueva,
autoriza a dividir las cosas que pasan en y los tuvo. ¿Cómo fue que esta tierra
pequeñas y grandes, en trascendentales y quedó reservada para aquella simiente?
vanas, según nuestra limitadísima infe- ¿Qué hay en la base de esa montaña de
rencia? Para graduar un hecho de peque- la voluntad, pueblo de nuevas magias y
ño, con certidumbre de lo que juzgamos, prodigios, que, donde no amor, inspira
habríamos de abarcar, y tener presente admiración, y donde no admiración ins-
en su unidad, la infinita máquina del uni- pira asombro? Hay un vuelo de pájaros.
verso, donde tal hecho está incluido y Sesenta días después de la partida, Jas
obra de concierto con todo. ¡Pequeño naves de Colón cortaban el desierto del
para quien lo mira pasar es, acaso, un mar con rumbo al Occidente. Quietas las
hecho que, en el blanco a donde vuela aguas. Nada en el horizonte, igual y
disparado por la oculta potestad que rige mudo, como juntura de unos labios de
las cosas, ha de embestir y dislocar a un esfinge. Tedio y enojo en el corazón de
mundo! ¡Pequeño es un movimiento que la plebe. La fe del visionario hubiera
aparta, en grado infinitesimal, del punto prolongado aquel rumbo a lo infinito, sin
en que tropezarían, dos fuerzas cuyo en- sombra de cansancio; y bastaba que lo
cuentro sería el caos! i Pequeña es una prolongase sólo algunos días para que las
arista que, esforzando la atención, des- corrientes le llevaran a tierra más al nor-
cubres en el viento, y que va tal vez en- te del Golfo. Sujetaba apenas las iras de
derezada a volcar el trono de un dios!... su gente, cuando he aquí que, una tarde,
Y cuenta que no hablo ahora del hecho Alonso Pinzón, escrutando la soledad
cuya pequenez acumulada a la de otros porfiada, ve levantarse, sobre eí fondo
que lo reproducen, como los granos de de oro del crepúsculo, una nube de pája-
arena en la clepsidra, se suma, al cabo ros que inclina la curva de su vuelo al
del tiempo, en cosas grandes; sino de sudoeste y se abisma de nuevo en la pro-
aquel que comparece, solitario y único, y fundidad del horizonte. Tierra había, sin
que, por la ocasión en que llega, por duda, allí donde, al venir la noche, se asi-
el punto del tiempo que ocupa, decide de laban los pájaros; las naves, corrigiendo
inmediato, con su impulso levísimo, la di- su ruta, tomaron al instante la dirección
rección de una columna inmensa, de des- que les marcaba aquel vuelo. Sin él, e5
tinos humanos: al modo como un sua- fundada presunción de Washington Irv-
ve soplo de viento, o la mano de un ing que a la Carolina o la Virginia futu-
niño, cambian de posición a esas rocas ras, y no a la humilde Lucaya, hubiera
los otros hombres. Con cada uno de i provocar los ecos extraños y los falaces
nuestros actos, aun los más ligeros, tri- reflejos de Psíquís?... Otro tanto pasa
viales y ajenos de intención, no sólo pro- i con el génesis arcano del amor, de la fe,
ponemos un punto de partida para un I del odio, de la duda... Porque nada de lo
encadenamiento capaz de prolongarse y j que obra fuera sobre el alma la mueve
conducir a no esperado término dentro ; como al cuerpo inanimado, cuyo movi-
de nuestra existencia, sino que le propo- | miento puede preverse con exactitud, sa-
nemos también para encadenamientos se- i bidas su resistencia invariable y la ener-
mejaníes fuera de nosotros. Porque todo \ gía móvil. Carácter de las reacciones de
acto nuestro, por nimio que parezca, tie- ¡ la vida es la espontaneidad, que estable-
ne una potencia incalculable de difusión ce una desproporción constante entre el
y propaganda. No hay entre ellos ningu- impulso exterior y los efectos del impul-
no que esté absolutamente destituido de ; so; y esta desproporción puede llegar
ese toque magnético que tiende a provo- i a ser inmensa...
car la imitación, y luego, a persistir en ; Una palabra..., un gesto..., una mira-
quien lo imita, por esa otra imitación de ' da... El rayo que fulmina no es más cer-
uno mismo que llamamos costumbre. | tero y súbito que suelen serlo esas cosas
Hacer tal o cual cosa es siempre propen- , sobre el alma nuestra. Y para las morta-
der, con más o menos fuerza, a que la ! les lentitudes del remordimiento y el do-
hagan igual todos aquellos que la ven y i lor, ¿cuántas veces no son el germen
todos aquellos que la oyen referir. Y esto . terquísimo que retoña y dura hasta la
no es sólo cierto de los actos mínimos ' muerte? ¿Quién agotará su sentido a la
de una voluntad grande y poderosa: es imagen que sella el recuerdo de Sully
una radical virtud del acto, que, sin sa- Prudhomme como la empresa de su pen-
berlo ni los que la ejercen ni los que la ¡ samiento intenso y melancólico; aquel
sufren, puede estar adscrita a un movi- j vaso de flores que, herido al paso y sin
miento del ánimo del niño, del mendigo, ; querer, con un golpe ligero, sobrelleva,
del débil, del necio, del vilipendiado. ' como quien siente pudor del sufrimien-
Además, el valor de aquello que se ha- to, su apenas visible rasgadura, mien-
ce o se dice, como influencia que entra a . tras por ella se escapa, lenta, lentamente,
desenvolverse en lo interior del alma de j el agua que humedece los cabos de las
otro, ¿quién lo calculará con fijeza si no ¡ flores, y éstas se marchitan y mueren?. -
es conociendo hasta en sus ápices la si- '••
tuación peculiar de esta alma, dentro de ;
ía cual una moción levísima, y en un sen- ! XXXIX
tido indiferente para los demás, puede
ser la causa que rompa el orden en que [El hecho nimio y la invención]
ella reposaba, o que, por el contrario, lo :
restablezca y confirme por misteriosa- . En el descubrimento, en la invención
mente fatal o misteriosamente oportuna? en el zarpazo con que aferra su presa fr
¿
Hablaban los viejos moralistas del fa- atención hipertrófica que, perenne en
riseísmo en el escándalo, y lo encontra- fondo de un espíritu, espía el movinfiei;-!
ban allí donde el hecho inocente es acu- to de la realidad, a modo de pupila fc'e '
sado de ejemplo tentador. Pero ¿quién na, dilatada en ía sombra, aguardandoCL
sabe qué fondo de verdad personal no >paso de la víctima, el hecho nimio, i
habría a menudo en estas acusaciones ¡ mo se agiganta y vuelve glorioso!... *-;'
sospechadas de fingidas y pérfidas, si se manzana de Newton, la lámpara de Gal-c
piensa en la inextricable repercusión de leo, no son sino moldes de una iníc'£
una palabra o una imagen que entran a ! con que comienzan muchas páginas -
la historia del espíritu humano. Una mar- VOCACIÓN. Verdadero acicate, verdadera
mita cuya tapa se mueve a impulsos del punzada, como la que, en su raíz origi-
vapor pone a Worcester sobre las huellas nal, significa este nombre de instinto, él
de la fuerza con que más tarde humi- se anticipa a la elección consciente y re-
llará el espacio la locomotora. Un papel flexiva y pone al alma en la vía de su
que, por encima de una llama, se sos- aptitud. La aptitud se vale de él como
tiene y sube en el aire, inspira a los , los pájaros del supuesto sentido de orien-
Montgolfier el principio de la navegación - tación, por el cual hallarían el camino
aérea. Haüy deja caer involuntariamente cierto en la espaciosidad del aire. ¿Adon-
unos prismas de espato al suelo de su de va el pájaro sin guía sobre la llanura
laboratorio, observa cómo se parten en inmensa, en medio del laberinto de los
pedazos simétricos, y descubre las leyes bosques, entre las torres de las ciudades?
de la cristalografía. Un burgomaestre de A la casuca, al nido, a término seguro.
Brujas, Luis de Barken, frota, por pueril Así, sin conocimiento de la realidad, sin
distracción, un diamante con otro, y experiencia de sus fuerzas, sin compara-
acierta así con el pulimento y la talla ción entre los partidos posibles, el alma
de la más noble de las piedras. que ve abrirse ante sí el horizonte de la
El caballero de Méré consulta sobre vida, va por naturaleza al campo donde
el juego de dados a Pascal; y con su su aplicación será adecuada y fecunda.
respuesta, Pascal funda el cálculo de A veces se revela tan temprano, y tan an-
probabilidades. En la invención artística, terior a toda moción externa, este instin-
igual grandeza de la pequenez apresada to, que se asemeja a la intuición de una
por las garras de la observación. Leonar- reminiscencia. Otras veces se manifiesta
do no halla modo de figurar como quie- tan de súbito y de tan resuelta manera,
re al Judas de La Cena; repara un día, cuando ya el alma ha entrado en el co-
yendo por la calle, en la postura de un mercio del mundo, que sugiere la idea de
gañán, y la forma con que en vano soña- : una real vocación, esto es, de una verda-
ba se le imprime en los ojos. Milton ; dera voz que llama: «Sigúeme, ¡oh Ma-
asiste, de viaje por Italia, al retablo de teo!» Otras veces, en fin, después de in-
un titiritero, y allí germina en su mente decisiones en que parece revelarse la au-
sublime la concepción de El paraíso per- sencia del saber inequívoco y palmario
dido. : del instinto, surge la vocación tan clara
y enérgica como si las dudas hubieran
sido resueltas por el fallo de una potes-
tad superior: tal se contaba, en la anti-
güedad, que surgió de la respuesta de la
XL Pythia, para Aristóteles y para Licurgo.
La repentina conciencia que un alma,
[La vocación: su arraigo inconsciente] hasta entonces ignorante de sí misma,
adquiere de su vocación, suele acompa-
Hay una misteriosa voz que, viniendo i ñarse de un estremecimiento tan hondo
de lo hondo del alma, le anuncia, cuando y recio en las raíces de la vida moral, en
n
o se confunde y desvanece entre el cla- los oscuros limbos donde lo espiritual y
mor de las voces exteriores, el sitio y la lo orgánico se funden, que la emoción
tarea que le están señalados en el orden semeja un vértigo o un síncope; y a ve-
^1 mundo. Esta voz, este instinto perso- ces dura, como un mal del cuerpo, la
na
l que obra con no menos tino y efica- huella que deja en la carne esa sacudida
c i a que los que responden a fines co- o arranque misterioso. Cuando Malebran-
munes a la especie, es el instinto de la 1
che sintió anunciársele su genialidad me-
344 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tafísica leyendo el Tratado del hombre, en que la fantasía pagana expresó la te-
de Descartes, que puso ante sus ojos la nacidad de un don o carácter que se
imagen de una aptitud semejante a la identifica con la esencia de un ser: tal
que él llevaba, sin conocerlo, dentro de la repetidora Eco, que, muerta y despe-
sí mismo, las palpitaciones de su cora- dazada, no pierde su facultad; la lengua
zón le sofocaban a punto de forzarle a de Filomela, que, cortada por su forza-
interrumpir la lectura. Wagner nada sa- dor, sigue murmurando sus quejas: Nio-
bía de su vocación musical, antes de oír, be, que, convertida en piedra, llora toda-
por primera vez, en un concierto de Dres- vía; o el ensimismado Narciso, que des-
de, una sinfonía de Beethoven. Trastor- pués de descender al yermo, aún busca,
nado por la intensidad de la emoción, en las negras aguas de la Estigia, la
llega enfermo, enfermo de verdad, a su hermosura de su imagen.
casa; y cuando, pasados los días, vuelve Pero si, una vez desembozada y en
a su ser normal, tiene ya plena concien- acto, la vocación profunda manifiesta es-
cie de su vocación y se apresta para acu- ta nota de fuerza fatal, no siempre toma
dir a ella. franca posesión del alma sin que la vo-
Energía que arraiga en el fondo incons- luntad la busque y anime. Suele ser, la
ciente y genial de la personalidad, la vo- vocación, tardía y melindrosa en declarar
cación prevalece sobre los más altos y su amor, aun cuando luego pruebe, con
categóricos motivos de determinación vo- su constancia, cuan verdadero era; por
luntaria. Un padre moribundo, médico • donde se parece en ocasiones al enamo-
decepcionado de su ciencia, llama junto : rado tímido y al pobre vergonzante, en
al lecho a su hijo, y le persuade a jurar j quienes la vehemencia del deseo lucha
que abandonará el propósito de estudiar- con lo flaco de la decisión. Para consuelo
ía. El juramento sagrado hace fuerza, du- del enamorado y del pobre que sufren
rante cierto tiempo, en el ánimo del hijo; por este íntimo conflicto, la naturaleza
pero, al cabo, la soberana voz interior ha distribuido, entre sus gracias delica-
recobra su ascendiente, y ese inculpable das, un arte fino y sutil, de que suele ha-
perjuro será Walter, el gran anatomista cer beneficio tanto a las voluntades sa-
de Koenigsberg. Puede la razón del mis- bias en ardides de amor como a las al-
mo que se siente fatalmente llevado a mas piadosas. Es éste el arte de provocar
cierto género de actividad condenar y el atrevimiento, de modo que no se per-
aborrecer el objeto de ésta, sin que por cate de la provocación el provocado, que
ello la vocación pierda un ápice de su le tiene por propio y natural impulso su-
fuerza e imperio. El gran capitán de los yo. ¡Cuánta perspicacia y habilidad; qué
reinados de Marco Aurelio y de Cómodo, intuitivo hallazgo de la actitud, el gesto
Albino, es fama que reprobando las ar- y la palabra; qué justo punto medio entre
mas con toda sinceridad de su pensa- contrarios extremos de insinuación y de
miento, perseveraba en ellas por ímpetu desvío, para determinar al labio trémulo
irresistible de su naturaleza, lo que le a la audacia de la confesión; o a la mano
movía a decir que para él fue ideado el contenida, al recibimiento de la dádiva!..-
verso de Virgilio Arma amens capio, nec Pues algo de este arte ha menester la vo-
sat rationis in armis. luntad puesta en la obra de vencer la he-
En medio de los obstáculos del mundo; sitación de ciertas vocaciones; ya para
del abandono y la adversidad; del des- i despejar y definir el rumbo de una voca-
dén y la injusticia de los hombres, la vo- ción conocida; ya para que se nos acer-
cación hondamente infundida se desen- que y anuncie una que aún no sabemos
vuelve con esas porfías indomables que ! cuál sea, pero que acaso nos tiene pues-
recuerdan las significativas figuraciones I tos los ojos en el alma y espera así el
da el pensamiento del Templo, para plas- . por el estigma que agregó a su nombre
marlo en la madera de los bosques del la vindicta del vencedor, que por la estu-
Líbano, y en la piedra, el bronce y el penda complejidad de su genio, donde al-
oro; en aquel sibarita, que amontona ri- ternan rasgos de santo y de poeta, de sa-
quezas, y vive en casa revestida de cedro, bio y de héroe. En esa alma gigantesca
entre cantores y cantoras y músicos, y hay comprendidos no menos de cuatro
tiene jardines donde crece toda clase de : hombres superiores, a la manera como el
plantas, y dice de sí: «No negué a mis i cráter del Pichincha tiene dentro de sí
ojos nada que deseasen ni aparté a mi ; varias montañas. Renovador de una ñlo-
corazón de ninguna alegría», hay un tí- i sofía, la enciende en espíritu de religión,
pico ejemplar de redondeada y cabal ca- | y su frente pensadora luce las ínfulas
pacidad humana, al que nuestro sentido ! sacerdotales; poseedor de un centro, lo
moderno de las cosas del espíritu logra i ilustra, como Trajano, por la grandeza;
añadir todavía una nota más, un comple- ! como Antonino, por la bondad; vibra-
mento, que la Escritura sólo puede apun- dor de una espada, la impone al respeto
tar como flaqueza; y es el dilettantismo de los bárbaros cuanto a la admiración
religioso, la inquietud politeísta, que le de sus legiones: la lleva de las Galias
mueve, en sus último años, a levantar, de César a la Persia de Alejandro, y más
junto al Templo que él mismo ha erigido i feliz que Alejandro y que César, esgri-
al dios de Israel, los altares de divinida- miéndola muere; dueño de un estilo, lo
des extrañas, desde Astharot, ídolo de los transfigura en la austeridad de Marco
sidonios, hasta Chamós, abominación de ; Aurelio, en la gracia de Platón, en el
Moab, y Moloch, abominación de los am- ! arrebato de Plotino, en las sales de Lu-
monitas; confundiendo en su reverencia, ! ciano, Una civilización se infunde entera
o en su angustia, del misterio, las imá- ' en él para morir, y mueren juntos. Heri-
genes de enemigos dioses, como antes do por un golpe sublime, el mundo anti-
había abarcado, en los anhelos de su guo se desploma a los abismos de la
amor humano, a la princesa de Egipto y nada: ese titán rebelde lo recibe en sus
a las mujeres de Ammon, y de Moab; brazos extendidos, lo mantiene en alto
a las de Idumea, a las de Sidón, y a las un instante; y cuando vencido del peso
hetheas. Salomón es el hombre, en la lo suelta, se precipita tras él, y su som-
plenitud de sus facultades, de alma y bra inmensa sirve de cauda, en la me-
cuerpo, con que cabe arrancar a la vida moria de los tiempos, a aquel mundo
su virtualidad y su interés; el hombre desorbitado.
que, a un mismo tiempo, investiga, ora, Pasado este crepúsculo, y su noche, y
canta, gobierna, filosofa, ama y goza del : aproximándose el albor de un nuevo día
vivir; y que, por suma de esta experien- del espíritu humano, otra real corona
cia omnímoda, deja, al cabo, deslizarse ciñe, en Castilla, una frente capaz de in-
de su pensamiento la gota de amargura finita suerte de ideas: la del sabio rey
que ha de caer, resbalando sobre la fren- de las Partidas. Si no tan grande, o si no
te de los siglos, en el corazón de Ranees, tan venturoso, en las artes de la acción
como en la cerviz de Carlos V, como en \ como en las del pensamiento, no menos
la copa de Fausto, ¡ emprendedor y altamente inspirado en
i las unas que en las otras, y en las de la
No ya semivelado por el vapor de la : sabiduría tan vasto y comprensivo que la
leyenda, como el rey bíblico, sino a pleno ! extensión de la ciencia de su tiempo se
sol de la historia, otro monarca de genio i mide por el círculo de sus aplicaciones,
orbicular, aparece conduciendo a los don Alfonso es formidable cabeza, de
pueblos, en los últimos días del paganis- donde brota, armada de todas armas, la
mo. Es Juliano, más vulgarmente famoso
Minerva de una civilización que se define ción del gobierno y de la guerra, mien-
y constituye. Toma una lengua balbucien- tras negocia colgar de sus hombros la
te, y como sentándola sobre sus rodillas, púrpura del imperio alemán, contiene los
le enseña a vincular los vocablos, a mo- ! amagos de una nobleza levantisca, o acu-
dularlos, a discernirlos; y sin quitarle ; de en las fronteras a la algarada de los
gracia ni candor, le añade orden y fuerza. I moros.
Entra por la confusión de fueros y prag- Estos son reyes que de veras fueron,
máticas donde se entrelazan, disputando, no en el simple sentido político, sino en
los vestigios de sucesivas dominaciones y el pleno sentido de la civilización, caudi-
costumbres, y de este informe caos trae llos de su gente, Pero tan soberana am-
a luz el más portentoso organismo de le- plitud representativa, o una complejidad
yes que conociera el mundo desde los de facultades que se le asemeje, no han
días de Justiniano. Quiere escribir de lo I menester, por cierto, de cetro y corona,
que fué, y viniéndole estrechos los aleda- ! cuando, respondiendo a singular elección
ños de la crónica, sube a la cúspide de ! de la naturaleza, se manifiestan en una
la memoria de los hombres, y hace la criatura humana. La gran florescencia
grande e general Estoria que no había. espiritual del Renacimiento es, más quizá
El sentimiento poético presta curvas y que cualquiera otra época no inculta ni
claros a tan dilatada gravedad, y como la primitiva, fecunda en estos casos de om-
imponente basílica de piedra se animaba ; nímoda aptitud, porque, debido a un
a sus horas con la voz del órgano que I conjunto de circunstancias transitorias,
en las desiertas bóvedas volcaba las que- i tendió a generalizar, por tipo de los ca-
jas y los ruegos de su melodía, así el al- racteres, una como multiplicación de la
ma de don Alfonso lleva dentro de su personalidad. Al desatarse las energías
arquitectónica grandeza los registros de reprimidas y concentradas durante sue-
donde fluye en inexhausto raudal la pia- ño de siglos, no parece sino que todas
dosa inspiración de las Cantigas, prelu- : las actividades de la inteligencia y de la
dios de un sentimiento lírico y mina in- | voluntad fuesen pocas para dar empleo a
agotable de casos legendarios. Pero si la I tal desborde de fuerza, y que cada hom-
gravedad del entendimiento reflexivo bre tuviera necesidad de gustar su parte
vuelve a él, no le contentan las sendas de vida de muchos y distintos modos,
donde ya ha estampado su garra; por- ; para saciar su anhelo de gozarla. Quien
que, como a los Reyes Magos, le atraen ! en aquella alta ocasión de la historia bus-
también los secretos de las estrellas; y ! ca sólo héroes del pensamiento o sólo hé-
alza, para atalayarías, aquel ilustre ob- roes de la acción, encuentra casi siempre
servatorio donde ejecutores de su pen- héroes de dos naturalezas: testa de águi-
samiento componen las Tablas Alfonsi- la, cuerpo de león, como el Grifo; a
nas. A sus instancias comparecen en las quienes el filosofar, o el producir de
escuelas de Toledo las ciencias del Orien- arte, y el compartir la más ferviente pa-
te; y el romance ennoblecido por él se ' sión por la puras ideas que hayan pren-
a
bre a las ideas de los libros hebraicos, dido en humanos pechos después de Ate-
de los maestros moros de Bagdad y de nas y de Alejandría, no estorbaron para
Córdoba, y aún de los narradores de la confundirse en la inquietud guerrera de
India. Y toda esta maravillosa actividad, su tiempo, y ganar gloria con la espada;
^ue se desenvuelve, ya por su personal y ni para probar los filos de su entendi-
Única obra, ya teniendo él en sus manos miento en esa otra esfera de las trazas e
la dirección y el impulso, cúmplelo aquel industrias de la sabiduría política, que
S'-gante espíritu, no en apartada quie- arraigaba entonces su imperio, suavi-
hid, sino en medio a la perpetua agita- i zando el zarpazo de la fuerza brutal me-
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
diante las artes refinadas que redujo a resca las tintas de Salustío, y enriquece
cínica y elegante expresión ei libro Del la prosa castellana con la joya exquisita
Príncipe. del Lazarillo de Tormes.
Así resultan sobre el fondo triunfal del Pero si destaramos las facultades de la
maravilloso siglo xvi, espíritus como el política y la guerra, y agrandamos, en
de aquel Cornelio Agripa, que el empera- cambio, considerablemente, las del pen-
dor Maximiliano lució en su séquito de samiento puro, llevándolo, en sus dos
guerrero y de Mecenas; extraordinaria manifestaciones de arte y ciencia, a los
unión de escéptico e iluminado, de ocul- : más amplios límites de que el genio es
íista quimérico y crítico demoledor; teó- capaz, la novadora energía del Renaci-
logo, médico, jurisconsulto, ingeniero de miento se infunde en una personifica-
minas, maestro de todas ciencias, en ción suprema: la personificación de Leo-
Dole y en Colonia, en Turín y en Pavía; nardo de Vinci. Jamás figura más be-
auxiliar a quien ios reyes se disputaban lla tuvo, por pedestal, tiempo más me-
los unos a los otros, como un preciado recedor de sustentarla. Naturaleza y
talismán o una interesante rareza; y en arte son los términos en que se cifra
la vida de acción, tan apto para el alarde la obra de aquella grande época hu-
heroico, que le vale título de caballero mana: naturaleza restituida plenamente
sobre ei mismo campo de batalla, como I al amor dei hombre, y a su atención
para asistir a ios consejos del Empera- e interés; y arte regenerado por la be-
dor, administrar ciudades y participar lleza y la verdad. Y ambos aspectos de-
en conciliábulos cismáticos. Así se osten- tal obra, deben a aquel soberano espíri-
ta también la genialidad de tan ilustre tu inmensa parte de sí. Con los manuscri-
siglo, si la representamos por figura más tos de Leonardo, la moderna ciencia
estatuaria y clásica, en don Diego Hur- amanece. Frente a los secretos del mun-
tado de Mendoza, el hombre por exce- do material, éi es quien reivindica y pone
lencia significativo y armónico del Re- en valiente actividad el órgano de la expe-
nacimiento español; cabeza para primo- riencia, tentáculo gigante que ha de tre-
res de estilo y para planes de gobierno, | molar en la cabeza de la sabiduría, susti-
brazo para mandobles, ojo para cazas l tuyendo a las insignias de la autoridad y
de altanería; el incomparable, el magní- \ de la tradición. Galileo, Newton, Descar-
fleo don Diego: soldado, embajador, go- ¡tes, están en germen y potencia en el
bernador de Siena, arbitro de Italia; ver- '•<
pensamiento de Leonardo. Para éi el co-
bo de Carlos V, cuya palabra hace re- j nocer no tiene límites artificiosos, por-
tumbar en el concilio de Trento por '. que su intuición abarca, con mirar de
encima del pontífice romano, y cuya vo- ! águila, el espectáculo del mundo, cuan
luntad tiende en redes sutiles alrededor ; ancho y cuan hondo es. Su genio de ex-
de príncipes y repúblicas; y en el as- j perimentador no es óbice para que levan-
pecto literario; humanista de los de la I te a grado eminente la especulación ma-
hora prima, inflamado hasta la medula ¡ temática, sellando la alianza entre ambos
de los huesos en los entusiasmos de la ! métodos, que en sucesivos siglos llevarán
resurrección de la belleza y del hallazgo adelante la conquista de la Naturaleza.
de manuscritos preciosos: a quien el Sul- Como del casco de la Atenea del Parte-
tán de Turquía manda una vez, para re- nón arrancaban en doble cuadriga ocho
tribuir cumplidos de Estado, seis arcas \ caballos de frente, simbolizando la ce-
llenas de códices antiguos; poeta que lo j leridad con que se ejecuta el pensamiento
mismo compone al uso popular que cul- • divino, así de la mente de Leonardo
tiva ei endecasílabo de Garcilaso; escri- ; parten a la carrera todas las disciplinas
tor que reproduce en la historia pinto- ; del saber, disputándose la primacía en
dentro del arte o de la ciencia, un gru- tudes por que se diferencian los hijos de
po armónico de disciplinas, enlazadas por cada generación en la sociedad civilizada,
la semejanza de su objeto y la afinidad son como los ecos mil en que se multi-
de las disposiciones que requieren; así, plican, repercutiendo en concavidades del
los que cultivan con fortuna todos los tiempo, los cuatro o cinco llamados car-
géneros literarios: como Manzoni, Vol- dinales a que los hombres de la primiti-
taire, Lope de Vega; todas las artes plás- va edad obedecieron, cuando fué me-
ticas: como Puget, Bernini, Alberto Du- nester repartirse y separarse, durante las
rero, Alonso Cano; todas las ciencias na- horas del día, para acudir a diferentes
turales: como Linneo, Humboldt, La- labores: unos a aprender el uso de las
marck. armas; otros a tributar las honras del
dios; otros a extraer de las yerbas bál-
XLÍI samos y venenos; otros a soplar la caña
musical; otros, en fin, a partir la piedra
[A medida que la sociedad avanza, la y desbrozar la selva virgen. Y ai com-
vocación tiende a formas más definidas pás que las necesidades de las generacio-
y concretas'] nes aumentan, aumentan con ellas los
modos de aptitud; y con los modos de
La ausencia de vocación una y precisa, aptitud, que plasman y adiestran en el
por universal difusión de la aptitud, es tiempo el genio de una raza, la tendencia
caso cuya frecuencia disminuye, dentro a trocarse en predisposición innata e
de la sociedad humana, con los pasos j instintiva, en vocación verdadera, cada
del tiempo. Á medida que las sociedades I nueva y más prolija variedad que el na-
avanzan y que su actividad se extiende j tural progreso determina en el desenvol-
y multiplica, como el árbol que crece, vimiento de las aptitudes humanas.
dando de sí ramas y ramúsculos, es ley Una economía infalible provee a toda
que la vocación individual tome una for- sociedad y generación de los obreros
ma restringida y concreta. Nacen las vo- \ que para cada uno de sus talleres nece-
caciones personales en el momento en ! sitan, y tales como los necesitan. Con
que el hombre primitivo deja de bastarse ; los obreros, llegan en número adecuado
a sí propio y empieza, correlativamente, sus capataces naturales. Mientras una
a ser útil y necesario a sus semejantes. actividad de cierto género no se agosta
Disgréganse los músculos del brazo de o suspende en la vida de una agrupación
Adán condenado, elemental e indetermi- social, los espíritus aptos para dirigir
nadamente, al trabajo, y se llama Jabel, ¡ esa actividad a sus fines surgen con ad-
el pastor; Tubalcain, el que forja los me- \ mirable puntualidad y eficacia. Diríase
tales; Nemrod, el que va a caza de las que el deseo y la prefiguración de las
fieras... Y se fija el instinto de cada vo- almas superiores que le son menester
cación cuando lo que fué en su principio para orientarse obra en las entrañas de
aptitud adquirida por necesidad y asen- la multitud al modo que la representa-
tada por la costumbre, truécase, pri- \ ción anticipada del hijo suele plasmarse
mero, en afición instintiva del que la j en las entrañas de la madre, producien-
adquirió, y se trasmite luego a otros se- ¡ do el parecido real con la imagen del
res humanos, sea por obra de la ense- j sueño. Una sociedad de alma heroica no
ñanza y de la simpatía, sea, más tarde, • permanece largo tiempo sin Héroe gran-
por la acumulación, en don innato y gra- j de. Vino al mundo el Mesías cuando
cioso, de la virtud de actos ejecutados j todo el mundo pensaba en él y preci-
por los ascendientes. saba de él. En punto a hombres supe-
Las diversísimas disposiciones y apti- riores, cada sociedad humana dispone.'
Iluminado de esta suerte, un pensa- amor más puro de todos, para cada al-
miento de otra manera exánime por su ma que viene al mundo: y no hay tiernos
indeterminación y vaguedad: el de un labios donde una mirada que ve con la
porvenir que no veremos, adquiere forma doble vista de los sueños no haya nota-
y calor de cosa viva; toma contornos y do una vez las abejas que libaron en
colores capaces de provocar nuestra emo- la boca infantil de Hesíodo y de Platón,
ción y vincularnos con el grito de las de San Ambrosio y de Lucano, o bien
entrañas. Es el reinado del Delfín de la las hormigas oficiosas que amontonaron
humanidad presente: es el reinado que en los labios de Midas los granos de
el viejo rey, a quien abruma ya el peso trigo, anunciadores de que sería dueño
del manto, se complace en imaginar de la próvida Frigia.
como el resultado glorioso de sus bata- Pero aun fuera de lo que pinta esta
llas fructificando en la apoteosis de su mirada de amor que, sin más razón que
estirpe alrededor de una altiva figura el amor mismo, imprime su bendición
juvenil... profética, para la mirada común hay
Pero si el futuro misterioso vive y también, entre esos graciosos semblantes,
avanza en esa humanidad toda conten- los que parecen llevar estampado el sello
to y amor, ¿adonde están, dentro de ella, j de una predestinación gloriosa. ¿Quién,
los que en su día han de señalar a los ¡ en presencia de alguna fisonomía infan-
demás el rumbo y personificarlos en la | til, no ha propendido, por instantáneo
gloria? ¿Cuáles son los que llevan en j sentimiento, a augurar el genio futuro?
su brazo la fibra del esfuerzo viril, y en | Cuéntase que, cuando Erasmo era niño,
el fondo de sus ojos la chispa de la j Agrícola de Holanda, que le vio, consi-
llama sagrada? ¿Adonde están los ca- j derando el despejo de su frente y la elo-
chorros del león Héroe, los polluelos del cuencia de sus ojos, le dijo: Tu eris
águila genial: adonde están para levan- ; magnus! Y en presencia de ciertos poe-
tarlos sobre nuestras cabezas, y honrar, j mas de curiosidad, de ciertas originali-
unánimes, la elección de los dioses, an- j dades de lógica, de ciertas sorprenden-
tes que se le crucen al paso contradic- : tes intuiciones, de ciertas pertinaces in-
ción, recelo y envidia? ! quietudes, de ciertos misteriosos recogi-
mientos, ¿quién no se siente movido a
preguntar, como en el Tentando, via est>
XLIV ! de Víctor Hugo: ¿Que germina para la
i humanidad detrás de esa frente límpida?
{Augurios. Pasan los niños sublimes...] ¿Acaso el mundo intacto de Colón, el
astro nuevo de Herschell, la mole armo-
Vulgo y elegidos del porvenir se con- niosa de Miguel Ángel, el mapa transfi-
funden indiscerniblemente en esas leves gurado de Napoleón?..,
multitudes, donde reina la más sagrada Para quien sutil y cuidadosamente la
igualdad: la igualdad de la común espe- observe, la agitación de esos bulliciosos
ranza. Sobre todas esas frentes que el enjambres está llena de revelaciones que
tiempo levanta cada año un pulgada más permiten columbrar algo del secreto de
del suelo; sobre todas esas frentes, aun los futuros amores de la Gloria. Aquel
las más desamparadas, aun las más mí- niño de ojos alegres que, en las calles de
seras, se posa una esperanza inmensa, | una ciudad de estudiantes, se inclina
que sustenta la fe del amor. Las íeyen- i a recoger del suelo los papeles donde
das que adornan de significativos augu- ! ve letras impresas, y los guarda con es-
ríos la cuna de los que fueron grandes, j mero solícito, es Miguel de Cervantes
se reproducen en la visionaria fe del j Saavedra, Aquel otro que, en el patio
tilo, el sesgo peculiar, que ha de prevale- servador sagaz que acertara a interpretar
cer definitivamente en la obra de un es- y dar su valor propio al indicio sutil, ai
critor o un artista, se relacione, no tanto rasgo esfumado, a la veleidad aparente-
con los rumbos de su producción de ado- mente nimia y sin sentido, al relámpago
lescente, guiada a menudo por influen- revelador de un momento? Quizá; pero el
cias exteriores, a las que allana el paso misterio en que se envuelve una aptitud
la fascinación de su primera salida al latente, sin que ni aun la transparencia
aire libre del mundo, sino más bien con de la niñez la haya hecho columbrar a la
las impresiones que lo modelaron en sus mirada de los otros, ni la conciencia del
primeros años. ¿No hay quien ha consi- poseedor, cuando tardíamente la descu-
derado al genio como la expresión de la bre, pueda relacionarla con recuerdos y
personalidad infantil del elegido, dotada anhelos de su primera edad, suele no ha-
ya de medios poderosos con que tradu- llar término hasta muy adelantado el
cirse y campear hacia afuera?... Brentano curso de la vida; no ya cuando el medio
prometía, por las aficiones de su infan- en que ésta pasa es de por sí inhábil pa-
cia, un alma mística. Luego, convertido ra suscitar la manifestación de la apti-
a la razón, es escritor escéptico, sin me- tud, porque sería insuficiente para con-
recer gran nota. Su personalidad litera- tenerla; sino aun en medio propicio y
ria se afirma y engrandece, como río cuando la aptitud tuvo a su favor, desde
suelto de trabas, cuando Brentano, in- mucho antes de la ocasión en que toma
flamado en la religiosidad que puso sello conocimiento de sí misma, las facílida*
ai romanticismo alemán, recobra aquel des de la educación y los estímulos del
tenor de alma de su niñez. ejemplo. Es cosa semejante a lo que en
el ser vegetativo llaman el sueño de los
granos: la permanencia estática del gra-
XLVI no apto para germinar, y que, por tiem-
po indefinido, queda sólo un cuerpecilló
[Permanencia estática de una simiente leve y enjuto fuera del regazo de la tie-
apta para germinar] rra, sin que por eso deje de llenar vin-
culada la pertinaz virtud germinadora, la
Así, aun cuando la infancia no ponga facultad de dar de sí la planta cabal y
de manifiesto la promesa de la aptitud fecunda, cuando la tierra le acoja amo-
futura, reúne e incorpora en la persona- rosamente en su seno. La excitación, el
movimiento, de la vida, no es capaz de
lidad las impresiones que acaso consti- crear una aptitud que no tenga su prin-
tuirán luego el combustible, o la sustan- cipio en la espontaneidad de la natura-
cia laborable, de la aptitud. ¡Cuántas ve- leza; pero es infinitamente capaz de des-
ces no se ha observado que los grandes cubrir y revelar las que están ocultas,
intérpretes del alma de la naturaleza, en
palabras o colores, salieron de entre Sea realmente por este sueño de la ap-
aquellos en quienes la niñez se deslizó titud virtual; sea por la superficialidad
al arrullo del aire del campo! Tal pasó de observación de quienes las presencia-
en La Fontaine, cuya revelación tardía ron, la infancia y la adolescencia de los
vino a dar lengua locuaz a las impresio- grandes pueden no dejar recuerdo de lí-
nes de su infancia, embalsamada por el mites que las separen de las del vulgo.
hálito de la soledad campestre, en un «Tu infancia no era bella—dice en una de
siglo y una sociedad en que casi nadie sus obras menores el poeta del Fausto—;
la amaba. la forma y el color faltan a la flor de la
La misma promesa precoz de la aptitud vid, pero cuando el racimo madura, es
¿no sería hecho casi constante para el ob- regocijo de los dioses y los hombres.»
358 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
parecer tardíamente a ocupar el sitial rentemente, promete para quien con jus-
que la constante voluntad le cuida y ticia haya de juzgarle; pero que, con un
guarda. Es como anticipado aroma de íntimo sentimiento de su tesoro oculto,
remota floresta; como vislumbre que contra la propia justicia persevera, y ven-
atisba el alma con mirada zahori, y por ce luego a favor de la justicia. Este yerra
el cual asegura la realidad de una luz tal vez en cuanto a la ilusoria estimación
que aún nadie percibe, pero que luego de méritos que aún no tiene, y acierta
brotará en palmarios resplandores. Sabe en cuanto a la profética vista de méri*
el alma, por misterioso aviso, que está tos que adquirirá. El nombre que pri-
llamada a tal especie de actividad, a tal mero acude a mi memoria, para ejemplo
linaje de fama; no encuentra en sí fuer- de ello, es el de Luis Carracci: aquel no-
zas que muestren, ni aun que prometan, ble, sincero y concienzudo pintor, que
la realidad de su visión; persiste en ello, con Agustín y Aníbal, vinculados a él por
porfía, espera sin razón sensible de es- los lazos de la vocación y de la sangre,
peranza; y después el tiempo trueca en animaron, en el ocaso del Renacimiento,
verdad la figuración del espejismo. Es, la escuela de Bolonia. Cuántase que Luis
éste, género de obstinación que se con- comenzó a pintar dando de su disposición
funde, en la apariencia con la terquedad, tan pobres indicios que Fontana, que le
no pocas veces heroica y temeraria, de había iniciado en el arte, y el Tintoretto,
que suelen acompañarse las falsas voca- que vio sus cuadros en Venecia, le acon-
ciones. Sólo al tiempo toca decidir si la sejaron que abandonase para siempre el
terquedad respondía a ilusión vana o a pincel. Obstinóse contra el doble parecer
inspirada anticipación del sentimiento. magistral la fe del mal discípulo, y éste
De tal manera se confunden, mientras el llegó a ser el maestro a cuyo alrededor
tiempo no decide, que diríase, parodian- se puso en obra aquel ensayo de síntesis
do lo que el poeta dijo de Colón y el , de las escuelas italianas, y por quien hoy
mundo de su sueño, que nunca hubo en ¡ admiran los visitantes de la Pinacoteca
ciertas almas la predisposición de las ! de Bolonia el cuadro de La Transfigura-
dotes que luego mostraron en el triunfo | ción y el del Nacimiento del Bautista,
sino que el hado se las concedió, por j Semejante es el caso de Pigalle, el es-
acto de creación, en premio de su fe. ] cultor que había de reconciliar al már-
Para ia posteridad, que ve completa la mol enervado por ia cortesanía con la
vida de los que aspiran a durar en su verdad y la fuerza; y cuyo aprendizaje
memoria, la perseverancia del que se en- infructuoso y lánguido no mostraba otro
gañó al tomar camino y avanzó, hasta j indicio de vocación que la perseverancia
caer, por uno que no le estaba destina- igual y tranquila, que le acompañaba,
do, sólo será objeto fugaz de compasión como la sonrisa de un hada invisible
(o de dolorido respeto, cuando heroica); para los demás, cuando despidiéndose,
pero serán sublime prólogo de una vida i avergonzado, del taller de su maestro,
en que la gloria fué difícil y morosa co- { tomaba el camino de Italia, con el pen-
secha, los comienzos de la desvalida fe, samiento de encomendarse a la interce-
cuya confianza inquebrantable no se apo~ J sión de dioses mayores.
yaba en la promesa real, en la objetiva
demostración, de la aptitud. Porque no En el actor dramático, cuyo género de
hablo ahora de la perseverancia mante- superioridad espiritual requiere el auxi-
nida al través de injustos desdenes, con lio de disposiciones materiales y exter-
que el juicio del mundo desconoce mere- nas, que no siempre componen graciosa-
cimientos que existen ya en el desdeña- mente su séquito: la voz, la fisonomía,
do; sino de la de aquel que nada, apa- la figura, estas exterioridades, sí las da
insuficientes la naturaleza, forman delan-
la costumbre. Y en esta obra de civili- cómo fue el adquirir los hombres la ha-
zación personal, que tiene su punto de bilidad del dibujo? Despedíase de su
partida en la indómita fiereza del niño y enamorada un mozo de Corinto. Sobre la
llega a su coronamiento en la perfección pared la luz de una lámpara hacía resal-
del patricio, del hidalgo, del supremo tar la sombra del novio. Movida del de-
ejemplar de una raza que florece en una seo de conservar la imagen de él consi-
ilustre, altiva y opulenta ciudad, la ini- go, ideó ella tomar un pedernal, o un
ciación de amor es, como en los preám- punzón, o acaso fue un alfiler de sus ca-
bulos de la cultura humana, fuerza que bellos; y de este modo, siguiendo en la
excita y complementa todas las artes que pared el perfil que delineaba la sombra,
a tal obra concurren; así las más some- lo fijó, mitigando, merced a su arte sen-
ras, que terminan en la suavidad de la cillo, el dolor que le preparaba la au-
palabra y la gracia de las formas, como sencia; de donde aprendieron los hom-
las que toman por blanco más hondas bre a imitar sobre una superficie pla-
virtualidades del sentimiento y el juicio. na las formas de las cosas.
En la deleitosa galería del Decamerón Esta tradición parece que renace en la
descuella la bien trazada figura de Cimo- que, pasados los siglos, viene a adornar
ne de Chipre, el rústico torpe y lángui- la cuna del arte de imprimir. Un flamen-
do, indócil, para cuanto importe urba- co de Harlem distraía, vagando por so-
nizar su condición cerril, a toda emula- ledad campestre, la pena que le causaba
ción, halago y ejemplo, y a quien el la ausencia de su amada. Acertó a pasar
amor de la hermosa Ingenia levanta, con junto a unos sauces henchidos de savia
sólo el orfeíco poder de su beldad, a nueva, y ocurriósele arrancar de ellos
una súbita y maravillosa cultura de to- unas frescas cortezas, donde talló rústi-
das las potencias del alma y el cuerpo, camente frases que le dictaba el amor o
hasta dejarle trocado en el caballero de en que desahogaba su melancolía. Reno-
más gentil disposición y mejor gracia, vó la distracción en nuevos paseos; has-
de más varia destreza y más delicado en- ta que grabando en una lámina de sau-
tendimiento, que pudiera encontrarse en ce toda una carta, que destinaba a la
mucho espacio a la redonda. Igual con- dulce ausente, envolvió la lámina en un
cepto de la civilizadora teurgia del amor, pergamino, y se retiró con ella; y des-
inspiró a Jorge Sand el carácter de su envolviéndola luego, halló reproducida
Mauprat, en quien una naturaleza selvá- en el pergamino la escritura, merced a la
tica, aguijada por el estímulo de la pa- humedad de la savia; y esto fué, según
sión, se remonta, con la sublime incons- la leyenda, lo que, sabido de Gutenberg,
ciencia del iluminado, a las cumbres de depositó en su espíritu el germen de la
la superioridad de espíritu. invención sublime. ¡Mentira con alma de
verdad! El interés de una pasión acica-
teando la mente para excogitar un igno-
Lili rado arbitrio; la observación de lo pe-
queño como punto de partida para el ha-
{La leyenda del dibujo y la de la llazgo de lo grande; ¿no está ahí toda la
imprenta. El amor en las vocaciones] filosofía de la invención humana? ¿No
es ésa la síntesis, anticipada por cando-
Por eso la leyenda, significativa y pin- rosa intuición, de cuanto, en los milagros
tora, mezcla esta divina fuerza a los orí- del genio, encuentra el análisis de los
genes de la invención, al risueño albor psicólogos?...
de las artes. En el Gilliat de Los trabajadores del
¿Recuerdas la tradición antigua de mar personificó la gigantesca imagina-
ción de Víctor Hugo la virtud demiúrgi- pués de traspasarle, porque logra juntos
ca del amor, que inspira al alma del el amor y la gloria. Este caso enternece-
marinero rudo e ignorante las fuerzas dor se reproduce esencialmente en la
heroicas y las sutiles astucias con que vida de otros dos maestros del pincel.
se doma a la naturaleza y se le arran- Quintín Metzys, el herrero de Amberes,
can su velados tesoros. transfigurado por la ambición del amor
Siendo padre y maestro de cuantas pa- en el grande artista de quien data el sen-
siones pueden hallar cabida en el alma, timiento de la naturaleza y la alegría en
el amor, por instrumento de ellas, sugie- los cuadros flamencos; y el español Ri-
re todas las artes que pide la necesidad balta, que, a exacta imagen de Solario,
o el deseo a que da margen cada pasión busca en la casa de un pintor la vecin-
que nos subyuga; las invenciones de que dad de unos ojos al propio tiempo que
se vale la ambición de gloria o riqueza; la norma de una vocación.
los artificios e industrias con que se au- De todo cuanto sobre el Profeta musul-
xilia el propósito de parecer mejor; los mán refieren la historia y la leyenda, na-
ardides que calculan los celos; los ex- da hay acaso que interese y conmueva
pedientes a que recurre la simulación; con tal calor de realidad humana, como
las redes que urde la venganza; y de esta la acción que en las vislumbres de su
diligencia que imprime el sentimiento apostolado se atribuye al amor de su Ca-
apasionado a la facultad inventiva, surge dija. Cadija es, por pura ciencia de amor,
más de una vez el invento que dura, más que la Egeria del profeta; ella le en-
agregado para siempre a los recursos de tona el alma; ella le presta fe cuando aun
la habilidad y la destreza humanas, aun- él no la tiene entera en sí mismo; ella da
que en su origen haya servido a un fin alas a la inspiración que ha de sublimar-
puramente individual. le... Pero ¡qué mucho que la pasión co-
Por el estímulo a ennoblecerse y mejo- rrespondida, o iluminada de esperanza,
rarse que el amor inspira, suyo preferen- preste divinas energías, si aun del desen-
temente es el poder iniciador en las ma- gaño de amor suele nacer un cuito desin-
yores vocaciones de la energía y de la teresado y altísimo, que vuelve mejor a
inteligencia. Movida del empeño de le- quien lo rinde! ¿No es fama que para
vantarse sobre su condición para mere- alentar el pensamiento y la voluntad de
cer el alto objeto (siempre es alto en Spinoza tuvo su parte de incentivo una
idea) a que mira su encendido anhelo, el infortunada pasión por la hija de Van
alma hasta entonces indolente, o resigna- der Ende, su maestro; la cual, aun ne-
da a su humildad, busca dentro de sí el gándole correspondencia, le instó a bus-
germen que pueda hacerla grande, y lo car nuevo objeto a sus anhelos en la con-
encuentra y cultiva con voluntad esfor- quista de la sabiduría; mandato que, por
zada. Esta es la historia del pastor judío ser de quien era, perseveró quizá, en
que, enamorado de la hija de su señor, el espíritu de aquel hombre sin mácula,
quiere encumbrarse para alcanzar hasta con autoridad religiosa?
ella, y llega a ser, entre los doctores del El valor heroico, todavía más que otras
Talmud, Akiba el rabino. No de otro mo- vías de la voluntad, se ampara de este
do, de aquel pobre calderero de Ñapóles dulce arrimo del amor. En uno con la
que se llamó Antonio Solario hizo el vocación del caballero nace la invocación
amor el artista de vocación improvisa, de la dama; y no hay armas asuntivas
que, ambicionando igualarse en calidad donde, ya sea porque excitó la ambición
con la familia del pintor en cuya casa de fortuna, ya porque alentó la de glo-
tenía cautivo el pensamiento, pone el ria, no estampe el dios que campeaba en
dardo doble más allá de su blanco, des- el escudo de Alcibíades la rúbrica de su
366 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
saeta. Sin que sean menester Cenobias, del alma responde con tal solicitud a
Pentesileas ni Semíramis, hay un género sus reclamos y se hace tan íntimo con
de heroísmo amazónico contra el que ja- él como el don del poeta y el artista:
más prevalecerán Heracles ni Téseos; y el que tiene por norte sentir y realizar
es el que se vale del brazo del varón lo hermoso. Bajo la materna idea de be-
como de instrumento de la hazaña, y de lleza, amor y poesía se hermanan. An-
la voluntad de la amazona como de ins- helo instintivo de lo bello, e impulso
piración y premio a la vez, mientras ella a propagar la vida, mediante el señuelo
se está quieta y sublime, en la actitud de lo bello; esto es amor; y de este
de la esperanza y la contemplación. Esta mismo sentimiento de belleza, cuando le
es la eterna heroicidad de Dulcinea, más imprime finalidad el deseo de engendrar
lidiadora de batallas desde su Olimpio de imaginarias criaturas que gocen tan pro-
la imaginación del caballero, que al fren-pia y palpitante vida como las que el
te de sus huestes la soberana de Nínive. amor engendra en el mundo, fluyen las
Quien ha leído en Baltasar Castiglione fuentes de la poesía y el arte. Amor es
la más fina y donosa de las teorías del polo y quinta esencia de la sensibilidad,
amor humano, no olvidará aquella pági- y el artista es la sensibilidad hecha per-
na donde con tal gracia y calor se repre- sona. Amor es exaltación que traspasa
senta la sugestión de amor en el ánimo los límites usuales del imaginar y el sen-
del guerrero, y tan pintorescamente se tir, y a esto llamamos inspiración en el
sostiene que contra un ejército de ena- poeta; allí donde haya un arte y poesía;
morados que combatiesen asistidos de la allí donde haya libros, cuadros, estatuas,
presencia de sus damas no habría fuer- o imágenes de estas cosas en memoria
zas que valieran, a menos que sobre él escogida, no será menester afanar por
viniese otro igualmente aguijoneado y mucho tiempo los ojos o el recuerdo pa-
encendido por el estímulo de amor; lo ra acertar con la expresión del amor,
cual abona el deleitoso prosista con el porque lo mismo en cuanto a las geniali-
recuerdo de lo que se vio en el cerco de dades y reconditeces del sentimiento, que
Granada, cuando, a la hora de salir a las el arte transparenta, que en cuanto a los
escaramuzas con los moros los capitanes casos y escenas de la vida que toma para
de aquella heroica nobleza, las damas de sí y hace plásticos en sus ficciones, nin-
la Reina Católica, formando ilustre y se- gún manantial tan copioso como el que
renísima judicatura, se congregaban a deí seno del amor se difunde.
presenciar, desde lo avanzado de los rea-
les cristianos, los lances del combate, y Quien ama es, en lo íntimo de su ima-
ginación, poeta y artista, aunque carezca
de allí la tácita sanción de sus ojos y las
cifras mágicas que pinta un movimien- del don de plasmar en obra real y sensi-
ble ese divino espíritu que lo posee. La
to, un gesto, una sonrisa, exaltan el entu-
siasmo de sus caballeros a los más famo- operación interior por cuya virtud la
sos alardes de la gallardía y el valor. mente del artista recoge un objeto de ía
realidad y lo acicala, pule y perfecciona,
; redimiéndole de sus impurezas, para con-
formarlo a la noción ideal que columbra
LIV en el encendimiento de la inspiración, no
es fundamentalmente distinta de la que
[Amor y arte] | ocupa y abstrae a toda hora el pensa-
i miento deí amante, habitador, como el
Pero si toda aptitud y vocación obede- artista, del mundo de los sueños. Por
ce como a eficacia de conjuro, al estí- ' espontánea e inconsciente actividad, que
mulo que el amor despierta, ningún don i no se da punto de reposo, el alma en a-
cede a la tentación de dejar el cincel del bién él, en la obra. Tal vez es el milagro-
platero por el del estatuario. Ejemplos so prestigio de una invención o un descu-
de ¡o mismo se reproducen en cualquier brimiento; como cuando la novedad del
otro género de vocación; ya sea éste la pararrayos suscita en el ánimo del futu-
música, como cuando el compositor ro físico Charles el primer estímulo de
Charpentier, que se proponía estudiar su aplicación. Pero si la conciencia de la
para pintor, oye cantar en una iglesia un aptitud procede de la percepción de un
motete, y se convierte al arte de Palestri- objeto material, puede este hecho no ser
na; o cuando el cantante Garat siente la clasificable dentro del anch'ío; no es, en
voz que le llama a la escena, asistiendo a ciertos casos, la obra de otro, sino Natu-
Ja representación de la Armida de Gluck; raleza misma, la que pone ante los ojos
ya sea la oratoria, donde cabe citar el del sujeto aquello que le causa indisipa-
clásico ejemplo de Demóstenes, arrebata- ble y fecunda sugestión. No hay en la
do en la pasión de la elocuencia desde la naturaleza cosa que no sea capaz de ejer-
arenga oída en el tribunal a Calistrato; cer esa virtud súbitamente evocadora,
ya la creación dramática, que manifiesta, respecto a alguna facultad de la acción
en el viejo Dumas, su virtualidad, por su- o del conocimiento. La misma sensación
gestión de un drama de Shakespeare; ya que en el común de las gentes pasa sin
la interpretación teatral, cuya aptitud se dejar huella, encuentra acaso un espíritu
revela en Ernesto Rossi después de oír donde pega en oculto blanco, y queda
al actor Módena, y en Adriana Lecou- clavada para siempre, como saeta que
vreur por las impresiones de que la ro- produce escozor de acicate. El espectácu-
dea, siendo niña, la vecindad en que vive, lo del mar visto por primera vez; un ár-
del teatro; ya la investigación de los cie- bol que cautiva la atención, por hermoso
los, que estimula a Herschell, por prime- o por extraño, son sensaciones que han
ra vez, cuando cae en sus manos un pla- experimentado muchos sin que nada de
nisferio celeste; ya, en fin, el arte médi- nota se siguiese a ellas; pero la primera
ca, cuando Ambrosio Paré, viendo, en su para visión del mar fue para Cook, y luego
aquella mujer extraordinaria, ama-
infancia, realizar una operación de ciru- zona de empresas pacíficas, que se llamó
gía, reconoce el objeto perdurable de su Ida Pfeiffer, la revelación de su genial
atención, e interés. En la esfera de vida instinto de viajeros; y Humboldt nos re-
fóorai, no es menos eficaz el anch'ío. La fiere en el Cosmos cómo de una palma
vocación ascética de Hilarión cuando lle- de abanico y un dragonero colosal, que
ga delante del eremita Antonio, mani- vio, de niño, en el jardín botánico de
fiesta uno de los más comunes modos Berlín, partió el precoz anuncio del anhe-
como obró en los tiempos de fe, el re- lo inextinguible que le llevó a conocer
pentino impulso de la gracia. tierras remotas.
No es menester la presencia material
del objeto o el acto, para transmitir ia La conversación, ese común y sencillí-
excitación del anch'ío: basta el conoci- simo instrumento de sociabilidad huma-
miento de ellos. Tal vez es la resonancia na, con que los necios ponen en certa-
del triunfo obtenido por otro en cierta men su necedad; con que los frivolos ha-
especie de actividad lo que determina al cen competencia a los ruidos del viento;
ánimo indolente o indeciso a probar en con que los malvados tientan los ecos del
ella sus fuerzas; así cuando Montesquíeu escándalo; la conversación, ocio sin dig-
subyuga, con el Espíritu de las leyes, la nidad casi siempre, es influencia fecunda
atención de sus contemporáneos, y Hel- en sugestiones, que acaso llegan a fijar
vecio se siente movido a emularle, y bus- el superior sentido de una vida, cuando
& retiro y soledad para abismarse, tam- vale para que entren en contacto dos es-
c
370 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS
man con perenne aroma su nombre. En voz de los oráculos; ya la vista, como en
el espíritu de Alfredo de Dreux, la voca- los espectros; ya el tacto, como en los
ción de la pintura nació unida a la im- súcubos; sin poder presentarse nunca en
presión con que cautivó su fantasía de percepción armónica y cabal.
niño la belleza de los caballos que veía
en las paseatas elegantes; y de tal mane- i
ra se identificaron aptitud e impresión, LVIII
que el pincel apenas fue en sus manos ]
más que un medio de fijar, de cien mo- j [Vocación que se define por
dos distintos, aquella imagen obsesora. j eliminaciones sucesivas']
En la composición literaria, es nombre I
de significado semejante el de Heredia, ! Cuando algún propósito de la volun-
el supersticioso devoto de un idolillo in- ; tad no trae aparejada a su imagen, por
aplacable: el versificador absolutamente instinto o costumbre, la inspiración de-
contraído, con los recursos de una acri- movimiento con que ha de ejecutarse
solada cultura y una perseverante labor, calcula y prueba el ánimo movimientos
a señorear la técnica sutil y preciosa del distintos, para dar lugar a que se maní'
soneto. Análogo carácter puede atribuir- ! fieste el que corresponde a aquel fin, H:
se, en la ciencia, a los naturalistas que ; este modo, quien no tiene el conocimier,-
han limitado el campo de su observación to intuitivo e inmediato de su vocación
a una única especie, dedicándole todo el la busca, en ciertos casos, por experier,
fervor y afán de su vida; ya las abejas, cias y eliminaciones sucesivas, hasi?
como Huber; ya las hormigas, como Me- acertar con ella. Un sentimiento vag(
ver; y a los astrónomos, que se han cir- de la propia superioridad; un estimule
cunscrito a un solo cuerpo celeste: como ',de ambición enérgica y emprendedora
Fresner a la luna. ; esto es todo lo que algunas almas dest;
De igual manera que el curso de la ci- i nadas a ser grandes conocen de sí mi-
vilización presenta épocas de amplitud mas antes de probarse en la práctica de.
armoniosa, en que, equilibrándose las mundo; y por eso hay muy gloriosa
ventajas de las primitivas con las de las existencias que se abren con un períodt
refinadas, la estructura natural de los de veleidades y de ensayos, durante ¿
espíritus propende, sin mengua de la i cual experimenta el espíritu ios más di-
eficacia de sus fuerzas, a una universal versos géneros de actividad, y los abaí-'
capacidad: como la Grecia de Feríeles, | dona uno tras otro; hasta que recoiioc-
el siglo XIII o el Renacimiento, así hay ! el que le es adecuado, y allí se quecl-
también, en las sociedades que lian llega- de raíz.
do a una extrema madurez de cultura, El abandono de aquellas vocación^
tiempos de menudísima clasifición, de primeramente tentadas nace, a veces, c¡[
fraccionamiento atomístico, en las fun- repulsión o desengaño respecto de ca¿<
ciones de la inteligencia y de la volun- una de ellas; porque, una vez conocida
tad: tiempos y sociedades en que aun los sus secretos y tratadas en intimidad, '>>'-
espíritus mejores parecen reducirse a satisficieron al espíritu ni colmaron -;
aquella naturaleza fragmentaria con que idea que de ellas se tenía. Otras vece--
encarnan los entes sobrenaturales, según menos voluntario el abandono, refiere--
el demonio socrático se los describía a el desengaño a la propia aptitud: no l»1
Cyrano de Bergerac: cuerpos condenados lió dentro de sí el inconstante fuerza
a no manifestarse a los hombres sino por ; que correspondiesen a tal género de a<>
intermedio de un sentido único; ya sea j vidad, o no las conoció y estimuló el Jl!
éste e) oído, corno cuando se trata de la j ció de los oíros. Ejemplo de lo primea
ella; aun cuando el espíritu sea conscien- i puerta de la ciudad del pensamiento,
te de su peculiar aptitud, aquella vaga I como el que puso Dante, entre sombras
difusión de las propias fuerzas suele ser, i aún más tristes que el fuego devorador,
en tal ausencia de bien diferenciado or- | en el pórtico de la ciudad de Dite, mira
ganismo social, necesidad o tentación a ¡ con ansia al umbral que no ha de pa-
que el individuo concluye por rendirse. | sar y con rencor a quien lo pasa; en
Este es de los obstáculos que estorban, j ese torvo y pálido grupo se cuentan el
en sociedades nuevas, la formación de perseverante inepto, y el que carece de
una cultura sólida y fecunda. Porque | aptitud y de constancia a la vez; pero
cuando hablo de falsa universalidad, me está también aquel otro en cuya alma
refiero a la que se manifiesta en la pro- pena, como en crucifixión, la aptitud,
ducción, en la acción, en el anch'ío; no a clavada de pies y manos por una ¿oloro-
la amplitud contemplativa; no a ese fácil sísima incapacidad para la obra; enerva-
y abundoso interés, a esa simpática y so- miento de la voluntad, cuya conciencia,
lícita atención tendida sobre el conjunto unida a la de la realidad del don inhibi-
de las cosas, únicos capaces de salvar al do, produce esa mezcla acre en que rebo-
fondo humano del alma de las limitacio- san del pecho la humillación y la sober-
nes de cada oficio y cada hábito; género bia. Es la sombría posteridad de Ober-
de amplitud que se predicó junto a la mann, el abortado de genio.
estatua de Ariel, y que es tanto más ne- Otras veces, la inactividad de la actitud
cesaria, para aquel fin de mantener la no sucede a una inútil porfía sobre sí
integridad fundamental de la persona, mismo, que deje el amargo sabor de la
cuanto más el objeto de la vocación res- derrota. Se debe a una natural insensibi-
trinja y precise. Firme y concreta deter- lidad para los halagos de la emulación
minación en la actividad; amplio y vario y la fama, y para el soberano placer de
objetivo en la contemplación: tal podría ' realizar la belleza que se sueña y de pre-
compendiarse la disciplina de una fuerza ' cisar la verdad que se columbra; o bien
de espíritu sabiamente empleada. se debe a una graciosa pereza sofística,
que, lejos de tener la amargura hostil del
fracasado trágico, ni el frío desdén del
LXI incurioso displicente, se acoge a la con-
dición de espectadora con una benévola
[Elemento volitivo que incluye toda ironía, y extiende un fácil interés sobre
aptitud en acto. La vocación y los las obras de los otros, desde su almoha-
males de la voluntad] da epicúrea. Se ha dicho que el escéptíco
no es capaz de reconocer a un héroe,
Toda aptitud superior incluye en sí, aunque lo vea y lo toque; agregúese, para
además del natural privilegio de la fa- complemento de observación tan verda-
cultad en que según su especie radique, dera, que ni aun es capaz de reconocerle
un elemento de naturaleza volitiva, que cuando lleva al héroe dentro de sí
«• estimula a la acción y la sostiene en mismo...
e
lla. Si la endeblez de la facultad espe- Las dotes que por estas causas se pier-
cífica, o la conjuración adversa de las den quedan, como las que malogra la
cosas, dan la razón de muchas vocacio- inconsciencia de la aptitud, en la igno-
nes defraudadas, con no menor frecuen- rancia y la sombra; pero aun en aquellos
cia la pérdida de la aptitud, siendo ésta cuya aptitud se sabe, porque alguna vez
^uy real y verdadera en principio, viene dio razón o indicio de sí, no es infre-
<k insuficiente o enferma voluntad. cuente caso el de la idea aherrojada den-
En ese grupo torvo y pálido, que, a la tro de la mente por falta de fuerza eje-
378 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS
sus vistas del mundo y a explorar en ideas que llegaban con el nuevo tiempo,
campo enemigo. Artista que se amanera sin conceder sensiblemente en nada, pero
es Narciso encantado en la contempla- quedando, al fin, a considerable espacio
ción de su imagen. La onda que lo lison- del punto de partida; a manera de esas
jea y paraliza, al cabo lo devora. La ple- aldeas asentadas sobre tierras movedizas
na energía de la voluntad envuelve siem- y pendientes; que, fundadas cerca de la
pre cierta tendencia natural de evolu- altura, un día amanecen en el valle.
ción, con que la obra se modifica al par Pero esta disposición a cambiar y dila-
que crece. Excelso y soberano ejemplo tarse, en pensamiento o estilo, se desen-
de esta perpetua modificación de la obra, vuelve, por lo general, menos continua
manifestándose de la manera fácil, gra- e insensiblemente, por tránsitos que per-
duada y continua, que antes hemos com- miten fijar con precisión el punto en que
parado con el desenvolvimiento de una cada tendencia da principio y se separa
graciosa curva, es el arte de Rafael. Des- de la que la precedió, como líneas que
de sus primeros cuadros hasta el último; forman ángulo. Así en Murillo, cuya obra
desde las obras modeladas en el estilo inmensa se reparte en las tres maneras,
paterno hasta las inmortales creaciones tan desemejantes, tan netamente caracte-
del período romano, cada lienzo es una rizadas, que dominan, la primera, en los
cualidad de su genio que se desemboza; cuadros hechos durante la juventud, pa-
es una nueva enseñanza adquirida; una ra las ferias de Cádiz; la segunda, en los
nueva y distinta contemplación, prove- que pintó viniendo de estudiar las colec-
chosamente libada; un nuevo tesoro des- ciones del Escorial; y la tercera, en las
cubierto, ya sea por sugestión del Perú- maravillas del tiempo de La Concepción
tino, de Masaccio o de Leonardo; pero y el San Antonio. Análoga diversidad,
iodo esto se sucede tan a boga lenta, y ofrece la obra de compositores como
*e eslabona de tan discreto y delicado Gluck, persuadido, por la plena posesión
modo, subordinándose a la unidad y la de sus fuerzas, a pasar de la molicie y
constancia de una firme y poderosa per- vaguedad de sus primeras óperas al ner-
sonalidad, que apenas hay, de uno a otro vio dramático con que expresó la abne-
cuadro, transición aparente, para quien gación de Alcestes y las melancolías de
acorra paso a paso la estupenda galería, ingenia; y aún la ofrece mayor ese pro-
que cruza en diagonal la más grande épo- . teico e inaplacable espíritu de Verdí,
Ca
- del arte; aunque sí la hay, y se mide ; transportándose, con facilidad de tau-
Por distancia inmensa, para quien, sin ! maturgo, del estilo de Hernani al del
ftterposición de tiempo, pase de ver el ! Trovador o Rigoletto; del de Rigoletto al
desposorio de la Virgen a admirar la | de Don Carlos; y que, no contento con
Escuela de Atenas, o de admirar la Es- ' imprimir, en Alda, sesgo original e ines-
pida de Atenas a extasiarse con la cul- perado al último vuelo de su madurez,
minante y portentosa Transfiguración. singulariza los destellos de su robusta
ancianidad con la nueva y sorprendente
Este linaje de progreso, igual y sosie- transformación de Ótelo y Falstaff.
g o , que cuando se trata de grandeza
ta
l produce la impresión de serenidad y De naturaleza literaria progresiva y fle-
(: e
- indefectible exactitud, de un movi- xible podría ser imagen Jorge Sand, la
miento celeste, es más frecuente acompa- Tisbe dotada del don de rejuvenecer
ñamiento o atributo de condiciones me- cuanto tocaba con su aliento, y tan reju-
ll0s
altas que el genio, A semejante pau- venecedora de sí misma, en cuanto a es-
•^obedeció el entendimiento crítico de tilo y formas de arte, como para mover1
Vl
nernam, llevado, como por declive sua- su espíritu de las febricitantes pasiones
' e y moroso, a seguir el impulso de las y la insólita complejidad del alma ele
380 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
Lelia, y el grito de rebelión de Indiana capacidad de simpatía; sea, con más fre-
y Valentina, al candor idílico de La mare cuencia, por el temor de perder los hala-
au diabte y La petiíe Fadette. Sainte- gos de la fama; sea, más comúnmente
Beuve figuraría, con justo título, a su aún, por absorción, involuntaria e insen-
lado. El imponente rimero de sus cien sible, de lo que flota en los aires, el
volúmenes contiene en sus abismos no maestro cuyo astro declina, ponga la
menos de cinco almas de escritor, suce- : frente de modo que alcance a iluminarla
diéndose y destronándose en el tiempo, el resplandor de la nueva aurora. Inte-
al modo como, en el campo donde Troya resante sería detenerse a puntualizar una
fué, halló la excavación de los arqueólo- influencia de esta especie en las obras de
gos los rastros de cinco ciudades sobre- la vejez de víctor Hugo (cuya producción
puestas, levantadas la una sobre las rui- oceánica es, por otra parte, desde sus
nas de la otra. comienzos, estupendo despliegue de cien
Constituyen superioridad estos cam- fuerzas que irradian en otros tantos di-
bios cuando radican, y se reducen a uni- ferentes sentidos de inspiración y de
dad, en un fondo personal consistente y arte); mostrando, por ejemplo, cómo la
dueño de sí mismo; no si sólo manifies- sensación ruda y violenta de la reali-
tan una fácil e indefinida adaptación, por dad, a que convergían, al declinar el pa-
ausencia de sello propio y de elección ca- sado siglo, las nuevas corrientes litera-
racterística. Ha de modificarse la obra rias, domina en la entonación de las Can-
de modo que en nada menoscabe la ente- ciones de las calle y los bosques, y có-
reza de la personalidad, sino que mues- mo cierto dejo de acritud pesimista
tre a la personalidad como reencarnán- atenúa el férvido idealismo del poeta de
dose, merced a esa aptitud de atender y las visiones humanitarias, en los finales
de adquirir, jamás colmada ni desfalleci- poemas de El Papa y El asno.
da, que, io mismo en el artista que en el La voluntad constante del artista no
sabio, es el don más precioso; el don que implica necesidad de producción ininte-
se exhala en esencia de aquellas últimas rrumpida e insaciable. Para la renova-
palabras de Gay Lussac, las más altas y ción, y el progresivo desenvolvimiento de
nobles con que se haya expresado un la obra, son, a menudo, más eficaces que
motivo para la tristeza de morir. «¡Qué una actividad sin tregua, esos intervalos
lástima de irse! Esto empezaba a ser in- de silencio y contemplación, en que el
teresante...», murmuró el sabio, aludien- artista recoge las fuerzas interiores, pre-
do a lo que se adelantaba en el mundo, parando, para cuando rasgue la crisálida
y a poco de decirlo, expiró. en que se retrae, una transfiguración de
Cuando el autor que ha acaudillado y su espíritu, que se manifestará por la
personificado cierta tendencia de pensa- obra nueva. No es éste el melancólico
miento o de arte, ganando, bajo sus ban- reposo del crepúsculo precursor de la
deras, la gloria, asiste desde su ocaso al sombra y tristeza de la noche; es el olím-
amanecer de las ideas por que se anun- pico reposo del mediodía; el enmudecí-
cia el porvenir, ocurre ordinariamente miento y quietud de los campos subyu-
que las mira con recelo y desvío, y se en- gados por la fuerza del sol, en que la an-
castilla, con más decisión que nunca, en tigüedad vio el sueño plácido y la respi-
los términos de su manera o de su doc- ración profunda de Pan, a cuya imitación
trina, llevándolas a sus extremos, como el aire mismo sosegaba su aliento y sf
si, mediante esta falsa fuerza, pudiera interrumpía el afán del trabajador rendi-
resguardarlas, Pero suele suceder tam- do a la fatiga por la labor de la ma-
bién que, sea por consciente y generosa ñana.
hermanos Bach: Juan Ambrosio y Juan de Apolo, de que dejaron memoria los
Cristóbal (éstos, si no en el hecho estric- antiguos, obra de dos amigos escultores;
tamente de la colaboración, por el amor Telecles y Teodoro, que, después de con-
entrañable y la extraordinaria semejanza, venir las proporciones de la estatua, se
que comprendía desde el casi absoluto separaron; uno para Samos, otro para
parecido físico hasta la identidad del es- Efeso, a hacer el uno la mitad superior,
tilo musical); Pablo y Víctor Marguerit- y la inferior el otro; y terminadas, ajus-
te, en las letras francesas contemporá- taron y armonizaron a tal punto que un
neas, participan de la notoriedad como solo artífice no las haría más semejantes
de una herencia indivisa. Pero ¿quién no y concordes.
sentirá ya aletear en su memoria los Pero puede consistir también la virtud
nombres más gloriosos y característicos de la colaboración en que, dentro de la
en que pueda cifrarse este interesante he- fundamental unidad sin la cual sería im-
cho psicológico: Edmundo y Julio de posible la participación en el trabajo,
Goncourt, los Menechmos de la pluma, haya entre los dos espíritus que se aso-
enlazados por una candida, ternísima fra- cian cierta oportuna y dichosa variedad
ternidad, de niños que jugasen juntos, de aptitudes, poniendo cada uno de los
bajo el techo paterno, al divino juego del colaboradores aquello de que el otro t¡c
arte?... Otras veces, los hermanos artistas es capaz, y concertándose así, para I*
lo son solamente de elección; así Polido- armonía y perfección de la obra común,
ro de Caravaggio y Maturino de Floren- fuerzas que, separadas, darían sólo una
cia, que, en tiempo de Rafael, partieron criatura irregular o incompleta. De estf
la honra y el provecho de comunes cua- manera fueron pintados los cuadros rií
dros; o para citar ejemplos que todo el los Both. Juan poseía la inteligencia de:
mundo reconozca: Erckmann y Cha trian; paisaje; Andrés, la de la forma humana
Meilhac y Halévy. y mientras el uno contribuía con el fot-
Puede acontecer que las facultades de do del cuadro, el otro trazaba las figura:
ambos colaboradores sean idénticas en Interesante es ver cómo la fuerza in¿-
calidad, sin que ninguno de ellos tenga tintiva y fatal que aproxima para la labo-'
condición que al otro falte; la eficacia a dos espíritus que se reconocen con'-
de la colaboración se explica entonces plementarios puede alternar, en ocasic
por la mayor concurrencia de fuerzas nes, con la enemistad, y aun con la en-
homogéneas, en el acto de producir; por vidia, que los aparta y encona mientra
la mayor suma e intensidad de energía dan tregua al trabajo, y los deja que ;•
aplicada a la obra. Tal fué el caso de los unan otra vez, para la ejecución de -:
Goncourt, que, escribiendo separadamen- obra que ha de moverlos a nuevos ceK-
te una página sobre el mismo asunto, y disputas. Así me represento yo a Agi¡í
apenas advertían más que accidentales tín y Aníbal Carracci, sobre el fondo, li-
diferencias cuando comparaban ambas tad primitivo, mitad refinado, de aquc
versiones, de modo que, rectificándolas lia vida pintoresca y dramática que fr
la una por la otra, obtenían la expresión cían ios artistas en la Italia del siglo x^
más exacta, enérgica y bruñida, de una así los pinto en la imaginación: peleado
única idea. Muerto Julio, Edmundo per- siempre; peleados desde las faldas de 1-
sistió en la producción, y sus escritos madre, como Jacob y Esaú desde el vie-'
unipersonales no se distinguen, por nin- i tre de Rebeca; ardiendo en sordos re-
guna excelencia ni defecto esencial, de j cores y en bajas envidias; y, sin embai'E1
los que compuso en compañía del prime- de esto, buscándose después de cada ePc
ro, Son ios libros de los Goncourt como I jo, por necesidad irresistible, ya para P;
la realización literaria de aquella estatua I dirse inspiración o juicio, ya para ap:
car sus pinceles a una obra común, como episodios de la historia de las ideas du-
las famosas pinturas de la galería de Far- rante el pasado siglo.
nesio. Tanto más eficaces y fructuosos suelen
Si la colaboración constante es hecho ser estos vínculos espirituales cuanto
relativamente extx~aordinario, la amistad | más desemejanza hay entre las aptitudes
radicada en el campo del arte o de la ¡ y afecciones de los unidos por ellos,
ciencia, y manifestándose en esa comen- siempre que tales diferencias puedan re-
saiía intelectual de dos espíritus que, sin ducirse a una concordia y unidad supe-
llegar a la colaboración, por lo menos rior en el definitivo objeto a que tras-
como procedimiento habitual y persisten- cienda la actividad de uno y otro. Goe-
te, cambian entre sí influencias, estímu- the lo expresó, refiriéndose a su amistad
los y sugestiones, de manera fecunda pa- con Schiller, cuando dijo que la eficacia
ra ellos y para la disciplina que cultivan, de su unión consistía en que, siendo am-
se reproduce en todo tiempo y lugar. bos de muy contraría naturaleza, ten-
Esta amistad predestinada suscita en uno dían a un fin único. Y esta famosa amis-
de ambos amigos, por la estimuladora ¡ tad de Schiller y Goethe es, en verdad,
virtud del ejemplo, el primer impulso de como ninguna, patente ejemplo de ello.
la vocación; o bien, reforma y equilibra, ! Dotados, por su natural organización, de
ya por recíproco, ya por solo unilateral i las facultades e inclinaciones más dis-
influjo, la índole de la producción de ¡ tintas, dentro de la identidad de un mis-
arabos o de uno de ellos; o bien, final- ¡ mo arte y de una misma excelsa aspira-
mente, los enlaza en una misma acción i ción de cultura y de raza; apasionado el
v
un único propósito, a que cada uno ¡ uno, olímpico el otro; idealista el íma-
contribuye con obras personales, y quizá ginador del Don Carlos, realista el del
disímiles de las del otro por sus carac- Guillermo Meister; demócrata el glorifi-
teres, pero que convergen y se aunan cador de la Revolución, aristocrático el
c
on ellas en el blanco de su puntería. consejero de Carlos Augusto; Kantiano el
Así, reveladora de su vocación fué para autor de las Cartas estéticas, panteísta el
Wordsworth la amistad de Coleridge; y lector de Spinoza, empiezan por mirarse
c
entro de inspiración y fuente de doctri- con recelo y desvío; y cuando, venciendo
na, fué para el mismo Coleridge la amis- estas resistencias, se aproximan a fin de
ted de Southey, como para Foseólo la de conocerse mejor, la amistad que llega a
Alfieri. Una amistad gloriosa, en el fin vincularlos es para cada uno de ellos la
c
°n que confederó las fuerzas autónomas más adecuada y fecunda iniciación en
^e ambos amigos, es la que unió a Bos- que hubiera podido retemplar su pensa-
c
3fl y Garcilaso, y dio por fruto la for- miento y su carácter; y cada uno es a la
nia
típica y capaz del Renacimiento lite- vez maestro y discípulo; y entre ambos
ra
rio español. edifican para la posteridad el arca de
esta alianza, en sus campañas de Las Ho-
La investigación científica ofrece terre- ras y en la coraboración de Los Xenios;
n
° tan ptopicio como el arte a esta su- hasta que, muerto Schiller, su memoria
gestión de la amistad. Geoffroy de Saint- sigue velando, como un numen, sobre
yilaire descubre el genio de Cuvier, y Goethe, que la consagra en sublime can-
desde ese punto sus esfuerzos marchan to de alabanza y la relaciona con todo
Por cierto tiempo unidos, y aun llegan cuanto luego piensa y produce.
a
confundirse en la colaboración de al-
tünas memorias, para apartarse luego, Otro alto ejemplo de espíritus antagó-
adiendo a la originalidad de cada uno, nicos y complementarios, dichosamente
• amatar en ia polémica célebre que unidos para una grande obra ideal, es el
instituye uno de los más memorables de Lutero v Melanchthon. La fuerza ve-
i;
°I)0.._]3
386 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS
compone, recluido en su señorío de Ba- una vida de acción, por los voluptuosos
tres, la más rica y penetrante prosa his- o melancólicos estímulos del ocio y el
tórica del siglo xv, Esta observación re- recuerdo: tal vez se reveló en Silio Itáli-
sultaría confirmada si se la probase en co entre los mármoles de su retiro de
los historiadores del Renacimiento. Guic- Parténope. Y el interés de la especulación
ciardini vuelve los ojos al tiempo pasado filosófica, despertando en la. mente, como
mientras reposa, en su Tusculum de incitativo dejo del mundo, luego de una
Aratri, de los afanes del gobierno y de juventud, y parte de una madurez, con-
la guerra; Hurtado de Mendoza, cuando sagradas a la carrera de las armas y a la
la ingratitud y suspicacia de Felipe II pasión de los negocios públicos, realízase
le retraen a su solar de Granada, después i en la vida de Destutt de Tracy.
de gloriosísima vida de diplomático y ¡ Fué teoría de Saint-Simón, no el in-
político; Brantóme, hallándose de vuelta i signe autor de las Memorias, sino el uto-
en sus dominios de Dordoña, tras largas pista, que las doctrinas del pensador que
aventuras de soldado y prolija experien- aspirara a innovar en punto a ideas rao-
cia de la corte; don Francisco de Meló, rales y sociales no habían de concretarse
el Tácito portugués, cuando su desvali- y propagarse nunca sino en la vejez, vi-
miento y prisión le obligan a trocar por niendo precedidas de un dilatado perío-
los libros su espada de las campañas de do de acción, varia y enérgica, que diese
Flandes y Cataluña. Más adelante, el des- lugar al conocimiento directo de las rea-
engaño y sosiego de Saint-Simón, al cabo lidades más distintas y veladas; período
del porfiado maquinar con que consa- j experimental, en que proveyera el espíri-
gró su vida a un pensamiento de vindicta tu sus trojes para el retiro dei invierno.
aristocrática, valdrían para la posteri-1 El mismo ajustó su existencia, de tan
ridad las pinceladas soberbias de las \ extrañas aventuras, a esta idea del per-
Memorias, El historiador que sólo sabe ! fecto reformador; o acaso ajustó la idea,
del mundo por los papeles que quita del ¡ a posteriori, al carácter que su existen-
Polvo de los archivos es especie que j cia tuvo por necesidad; pero hay en ello,
abunda más desde tiempos más cerca- de todos modos, un fondo exacto y dis-
dos; pero aún son numerosos, entre los creto, que corrobora cuan lógica y opor-
del último siglo; los que proceden del j tuna transformación puede ser la de un
c
ampo de la acción: llámense Grote, que j modo de vida en que desempeña princi-
ír
ueca, al término de su juventud, las j pal papel la voluntad, en otro que dé
tarrascas del Parlamento por la serena • preferencia al pensamiento.
contemplación de las cosas pasadas; llá-1
if
iense Guizot, cuya labor histórica, in~ El tránsito contrario, de la ciencia o
irrumpida durante veinte años de ilus- el arte a la vida de acción, es hecho que
tr
e acción política, entra en definitiva' se reproduce, a menudo, cuando a lar-
y fecunda actividad después que el des- gos periodos de paz suceden grandes sa-
peñamiento de Luis Felipe aparta a su cudimientos revolucionarios o guerre-
Mentor de participar en la historia ac- ros. Naturalezas esencialmente activas, a
tual y viva; llámense Niebuhr, que deja quienes la quietud dei ambiente mantie-
^ embajada de Roma y se recluye, por ne ignorantes de su radical vocación o
^ resto de sus días, en el uníversita- sin modo de satisfacerla, permanecen
L
10 ar
tó)iente de Bonn, para dar cima a i vinculadas hasta entonces a otra, quizá
^ a de su juventud con la obra mag- abonada por muy positiva aptitud, pero
la lc e
4 a
que dura vinculado su nombre. menos profunda y congenial que la que
- - inspiración poética es también, al- aguarda silenciosa su tiempo, La volun-
3
úa vez, flor que se abre en el ocaso de tad heroica se destaca tal vez, en esas
horas supremas, por brazo sólo habitúa-
388 JOSB ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
fortuna, ia aptitud, sino sólo la gloría guna vez hasta el odio? ¿Será posible que
que nace de ella, condenando a eterno ol- el desvío para con el don superior que
vido el propio nombre, pero salvando pa- recibimos de la naturaleza, llegue hasta
ra la humanidad el rédito de su genio, si- el aborrecimiento del don y el arrebato
quiera lo manifieste únicamente como iracundo contra él?... ¿Por qué no, cuan-
medio subordinado a la idea que le tiene do el instinto de la aptitud se alza y rebe-
en sonambulismo. Los artistas de mara- la contra la condena injusta: cuando la
villosa inspiración, que, salidos de los necesidad, el prurito irrefrenable, de ex-
claustros de la Edad Media, guiaron a pansión, que suele estar en la esencia de
las muchedumbres a levantar, en formas las aptitudes grandes, lucha contra eí
sublimes, las piedras arrancadas para en- desesperado esfuerzo que hace la volun-
carnación de ía fe, y los maestros orga- tad por domeñarlo y reprimirlo?...
neros que animaron con aladas voces
la cavidad de las imponentes catedrales,
opusieron a la inmortalidad de sus obras
la eterna oscuridad de sus personas. El LXÍ X
autor de la admirable Imitación escri-
be en una de sus páginas: «Haz, Señor, [Vestigio de una primera vocación en
que mi nombre quede ignorado para otra que la sustituye]
siempre»; y cumpliéndose la aspiración
de su humildad, ésta es la hora en que el Una primera vocación que desaparece
mundo no sabe con certeza su nombre. ; ya porque se extenúa en el alma el im-
Pero el mismo sentimiento que movía en pulso espontáneo de que nacía, ya por-
él ese ruego, ha conducido, sin duda, ve- que la fatalidad exterior opone a su de-
ces infinitas, no a la abnegación de la : senvolvimiento obstáculos que la fuenan
fama únicamente, sino a ía represión y j a ceder su plaza a otra, suele manifestar-
el sacrificio de la propia aptitud. Un día, ; se veladamente en el carácter de esta
el santo de Asís se ensaya, por distrac- i que la sigue y prevalece sobre ella.
ción, en esculpir una copa, y descubre No ha muerto, en realidad, la primera
una habilidad, no sospechada, de su es- I vocación, en la que naturaleza puso acá-
píritu. La copa se modela gallardamente; ' so su voz más íntima y pura: sólo está
el cincel realiza primores; pero la volun- i soterrada y contenida en lo hondo del
tad del santo, celosa de todo género de ' alma; y desde allí, logra vengarse del des-
ocupación que pueda ser incentivo de conocimiento y olvido a que se la conde-
vanidad, se apresura a hacerle soltar de ; nó, o de la suerte cruel que torció, malo-
la mano el instrumento que le ha dado "•. grando la aptitud, el cauce de la vida: se
conciencia de su genio de artífice. Estas i venga de ellos penetrando de su esencia
inhibiciones del fervor religioso pueden y tiñendo con sus reflejos las obras de !?•
producirse también como obra, ya de nueva vocación que la sustituye.
una filosofía, de una organización social, j Así, en Ignacio de Loyola, la institución
de una preocupación flotante en el am- del fundador que se desviste la armadu-
biente, que pugnen con ciertas formas de i ra para ceñirse los hábitos, muestra, ei"¡
actividad; ya de una pasión o un interés ! su índole y carácter, temple de milicia'
muy vivos, a cuyo paso se interponga, o j Así, en aquellos escritores cuya inclina-
para cuyo logro quite tiempo, e] ejerci- ción literaria no se ha pronunciado sin°
cio de una aptitud que se tiene y que, después de una tendencia, más o menos
por tal manera, llega a ser objeto de duradera y activa, a la profesión de otil-
desestima y olvido. arte, suele ésta poner de relieve la p e r
¿Podrá esta falta de amor exaltarse al- I sistencia de su espíritu, en los procedí-
verdad humana, ahogadas, en las obras I donde hunden sus áncoras eternas las
de su juventud, por el desborde de un • rocas sobre que alzó sus ciudades la
subjetivismo tumultuoso. ¡ raza por quien empezó a ser obra de
i hombres la belleza; y en una rara, hiper-
bólica figuración, tierra y mar se me re-
\ presentan como una inmensa tumba de
LXXII estatuas, museo disperso donde la pie-
dra que fué olímpica, los despojos de
[Voz Inquietante. Los mármoles los dioses que, en seis siglos de arte, es-
sepultos] culpieron los cinceles de Atenas, de Si-
cione y de Pérgamo, reposan bajo la agi-
¡ tación indiferente de la Naturaleza, que
un día personificaron, y de la humanidad
Y ahora quiero dar voz a un sentimien- que fué suya...
to que, en el transcurso de este divagar j Dioses caídos, dioses de mármol y de
sobre las vocaciones humanas, cien ve- bronce volcados por el ala del tiempo o
ces me ha subido del corazón, repitiendo el arrebato de los bárbaros; hechos para
por lo bajo una pregunta que viene, en la luz y condenados a la sombra de un
coro, de mil puntos dispersos, y suena misterio sin majestad y sin decoro, su
en son de amargura y agravio. Dice la imagen me suspende en una suerte de
pregunta: «¿Y nosotros?»...; y me deja ! angustia de la imaginación. De su actual
una desazón semejante a la que expe- • sepulcro, algunos resurgirán, quizá, en la
rimento cuando me figuro los mármoles deslumbradora plenitud de su belleza;
antiguos que permanecen sepultados e ig- intactos, salvados, por misteriosa eiec-
norados para siempre... : ción, de los azares que se conjuran para
Cada vez que, por revelación de la ca- ' su abandono: como esos pocos que la hu-
sualidad, corno cuando se iluminó de her- I manidad ha podido reponer enteros so-
mosura el campo venturoso de Milo; o bre el pedestal, con entereza no debida a
de la investigación sagaz, que impone a restauraciones profanas, y que perpe-
la avaricia de las ruinas sus conjuros, la túan, en la promiscuidad de los museos,
civilización recupera una obra de arte la actitud con que ejercieron su sobera-
perdida o ignorada; una estatua, un bajo nía desdeñosa sobre frentes no menos se-
relieve, un vaso precioso, un frontón, una renas que ellos mismos... Otros, despeda-
columna, el mismo pensamiento me ob- zados, truncos; devueltos, como tras el
sede. De la idea de ese objeto ganado pa- : golpe vengador de los Titanes, a las cari-
ra la gloria y la admiración humana, al : cias de la luz; vejados por la supersti-
reino de las sombras, pasa mi mente a ! ción, tumbados en los derrumbes, mordí-
aquellos otros que aún permanecen ocul- I dos por el fuego, hollados por los potros
tos, entre el polvo de grandezas conclui- I que pasaron en la vorágine de las irrup-
das, en soledad agreste o profunda pri- ¡ ciones, entregarán a la posteridad un
sión: allá en el Ática, en sus llanos glo- • adorable cuerpo decapitado, como la
riosos y sus colinas purpúreas; en Olim- ; Nice de Samotracia; un torso maravillo-
pia y Corinto, ricas de tesoros arcanos; : so, como el Hércules del Belvedere; y su
bajo las ondas del mar de Jonia y del . invalidez divina hará sentir a los que
Egeo, o bien bajo el gran manto de Ro- '. sean capaces de reconocer su hermosura
^ a y las lavas seculares de Ñapóles. ; la especie sublime de piedad que experi-
Transparentando la corteza de la tierra mentaba, en presencia de los infortunios
V las aguas de) mar, ilumina mi espí- de estirpes sobrehumanas, eí espectador
ritu ese seno oriental del Mediterráneo, de Esquilo o de Sófocles...
396 .10 SE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Pero los que más me conmueven son I Pero ellas no están sólo en las muche-
aquellos que no resucitarán jamás; los dumbres que carecen de luces y suelen
que no han de incorporarse ni al llama- carecer de pan. Aun por arriba de este
do de la investigación ni al del acaso; los fondo de sombra, mil fatalidades sepul-
que duermen un sueño eterno en las en- tan para siempre bajo un género trivial
trañas del terrón que nunca partirá el de actividad (donde acaso lo escogido del
golpe del hierro, o en los antros del mar, alma estorbe para la competencia y el
donde el secreto no será nunca violado: medro), nobles aptitudes, que serían ca-
detentadores de una belleza perdida, per- | paces de reproducir y reemplazar, sin in-
dida para siempre, negada por cien velos I feríoridad ni sitio vacante, el armonioso
espesos a los arrobos de la contempla- j conjunto de las que se desenvuelven en
ción, y que, persistiendo en la integridad i acción. Y en la masa informe y opaca del
de la forma, a un mismo tiempo vive y i espíritu de la vulgaridad hay así, en po-
ha muerto.., tencia, una primorosa literatura, y un
arte excelso, y una ciencia preñada de
i claridad y mil batallas heroicas, a la ma-
LXXÍII nera que, según la soberana imagen de
Tyndail, también los dramas de Shakes-
[Las aptitudes perdidas en el fondo oscu- peare estaban, como lo demás, potencial-
ro de la sociedad humana. La influencia i mente, en el claustro materno de la pri-
negativa del medio social} j mitiva nebulosa.
1 Cada sociedad humana, decíamos, le-
La idea de los dones superiores que sa- vanta a su superficie almas de héroes en
crifica el ciego hado social se presentaba la proporción en que las sueña y necesita
a la mente del poeta inglés en el cemen- i para los propósitos que lleva adelante;
terio de la aldea, frente a las humildes i pero no ha de entenderse que exista la
tumbas anónimas, A mí la triste idea me ¡ misma equidad entre el número de ellas
hiere, más que en ninguna otra ocasión, que pasan de tal manera al acto, y las
viendo pasar ante mis ojos el monstruo ; que el cuerpo social guarda en germen
de la enorme muchedumbre. ¡Las fuerzas i o potencia. Pensarlo así valdría tanto co-
capaces de un alto dinamismo que que- i mo reducir la cantidad de las semillas
dan ignoradas, y para siempre se pierden, i que difunde el viento a la de las que
en el fondo oscuro de las sociedades hu- 1
caen en disposición de arraigar y conver-
manas! Hay pensamiento más merecedor tirse en plantas. Muchas más son las se-
de atención profunda y grave que éste?... millas que la tierra deja perder que las
Cuando nos brota del pecho, al paso del que acoge. La espontaneidad individual
héroe, el vítor glorificador; cuando ver- : lucha por quebrantar el límite que la ca-
temos lágrimas de admiración y de entu- ] pacidad del medio le señala; y en alguna
siasmo ante el prodigio del artista, o nos medida, logra crear en la multitud que
embebe en recogimiento cuasi religioso la resiste un aumento de necesidades y
la especulación de un sublime entendi- deseos heroicos; pero nunca este esfuerzo
miento, ¡cuan pocas veces consagramos ensancha el campo en la extensión que se
un recuerdo piadoso y melancólico a las requería para una cabal y justa distri-
energías semejantes que, no por propia bución de todas las energías personales
culpa, y sin tener, en su muy mayor par- dignas de noble y superior empleo. En el
te, conciencia de su injusto destino, perenne certamen que determina cuáles
pasan de la vida a la muerte tan en \ serán los escogidos en el número de los
principio y oscuridad como vinieron al llamados, ya que no hay espacio pata
mundo! todos, prevalece la mayor adecuación °
cosas que clasificamos bajo el nombre de Aún hay, más triste que las que hie-
medio es el que se traduce por las voca- la lo ingrato del ambiente en conniven-
ciones nobles, que, ya después de defini- cia con lo flaco de la voluntad, otras es-
das y entradas en acto, la indiferencia peranzas perdidas, Pero sobre éstas no
común interrumpe y hiela, de modo que cabe sino piedad y silencio. Son aquéllas,
no reducen sólo su virtualidad y energía ¡ay!, que excitan en el alma los senti-
manteniéndose dentro de su peculiar ac- mientos más graves y angustiosos que
tividad, sino que renuncian para siempre puedan conmoverla, en cuanto a la rea-
a ésta; y habiendo comenzado el espíritu lidad del orden del mundo y de la justi-
su. paso por el mundo con un soberano cia que cabe en las leyes que lo rigen.
arranque de vuelo, lo continúa y termina, Los destinos segados por temprana muer-
¡lastimoso tránsito!, sin una aspiración < te, esa en que el poeta antiguo vio una
que excede de la vida vulgar. prenda del amor de los dioses, son el
Una de las raíces de la inferioridad de agravio que nunca olvida la esperanza.
\
ia cultura de nuestra América para la ¡ Para estos destinos, existe una personifi-
producción de belleza o verdad consiste ¡ cación (ya aletea acaso en tu recuerdo),
en que los espíritus capaces de producir : quizá más típica que cualquiera otra;
abandonan, en su mayor parte, la obra I por la inmensidad de los secretos de be-
antes de alcanzar la madurez. El cultivo lleza oue se llevó a las sombras de lo des-
de la ciencia, la literatura o el arte, suele conocido, y por el modo como inmortali-
ser, en tierra ele América, flor de ia mo- zó, expresándola, la conciencia de su
cedad, muerta apenas la Naturaleza co- propio infortunio: la personificación de
menzaba a preparar la transición del fru- Andrés Chénier, arrastrado a la muerte
to. Esta temprana pérdida, cuando la su- cuando el albor de su genio; arrastrado a
perior perseverancia de ia voluntad no se la muerte en el carro de ignominia, don-
encrespa para impedirla, es la imposición de, golpeando su frente, afirmó que algo
del hado social, que prevalece sobre la había tras ella, mientras quedaban, de su
espontánea energía de las almas no bien cosecha en ia viña antigua, unas pocas
se ha agotado en ellas el dinamismo de la ánforas llenas, que ía posteridad desen-
juventud: ese impulso de inercia de ia terró cuando ia calma volvió al mundo:
fuerza adquirida cuando somos lanzados así un resto de vino añejado en cántaros
de lo alto a la escena del mundo. Muere de Forrnio, que los nietos del viñador en-
el obrero noble que había en el alma, y contraran, removiendo la tierra, después
del paso de los bárbaros.
la muerte aene para Í como en ia an-
tigua copie , escondida:
Ven. muert-í tan escondida.., LXXVÍII
Se extenúa o se paraliza la aptitud, a íAyaxl
imitación de esas corrientes perezosas
que, faltas de empuje y de pendiente, ...Florecía el jacinto en los prados de
quedan poco a poco embebidas en las Laconia.y a márgenes del.Tíber, y había
arenas del desierto, o se duermen, sin una especie de él cuya flor tenía estam-
llegar a la mar en mansos estanques. El pados, sobre cada uno de los pétalos, dos
bosquejo como forma definitiva, la pro- signos de color oscuro. El uno imitaba
mesa como término de gloria: tales han el dibujo de una alpha; el otro, el de
sido hasta hoy, en pensamiento y arte, una / griega. La imaginación antigua se
las onsinalidad.es autóctonas de América. apropió áe esto como de toda singulari-
dad y capricho de las cosas. En la églo-
acción que paraliza y enerva, odia la mo- i pasión; reducida ésta a impulso de iner-
notonía, la uniformidad, la repetición de 1 cia o a dejo ingrato y malsano, se apre-
sí mismo, que son el modo como la iner- \ sura a reivindicar su libertad; y perpe-
cia se disfraza de acción. Para su grande i tuando en forma de arte el recuerdo de
espíritu es alto don del hombre la incon- i lo que sintió, acude, por espontáneo
secuencia porque habla de la inconse- i arranque de la vida, al reclamo del amor
cuencia del que se mejora; y no impor- i nuevo. Sobre toda esta efervescencia de
tan las contradicciones flaqueza, si son I su mundo interior, se cierne, siempre
las contradicciones del que se depura y I emancipada y potente, la fuerza mdoma-
rectifica. | ble de su voluntad. Se dilata y renueva
Todo en él contribuye a un proceso de ¡ y reproduce en la acción, no menos que
renovación incesante: inteligencia, senti- i en las ideas y en los afectos. Su espe-
miento, voluntad. Su afán infinito ele sa- • ranza es como el natural resplandor de
ber, difundido por cuanto abarcan la na- j su energía. Nunca el amargo sabor de la
turaleza y el espíritu, aporta sin descan- | derrota es para él sino el estímulo de
so nuevos combustibles a la hoguera de- I nuevas luchas; ni la salud perdida, la di-
voradora de su pensamiento; y cada for- cha malograda, la gloria que palidece y
ma de arte, cada manera de ciencia, en i flaquea, se resisten largamente a las re-
que pone la mano, le brindan, como en ' acciones de su voluntad heroica. Tomado
arras de sus amores, una original hermo- j a brazo partido con el tiempo para for-
sura, una insospechada verdad, incapaz zarle a dar capacidad a cuantos propósi-
de contenerse en los límites de un siste- tos acumula y concierta, multiplica los
ma o una escuela; reacio a toda discipli- años con el coeficiente de su actividad
na que trabe el arranque espontáneo y sobrehumana. No hay en su vida sol que
sincero de su reflexión, su filosofía es, i ilumine la imitación maquinal, el desfa-
con la luz de cada aurora, cosa nueva, llecido reflejo, de lo que alumbraron
porque nace, no de un formalismo lógico, ¡ los otros. Cada día es un renuevo de
sino del vivo y fundente seno de un alma. ¡ originalidad para él. Cada día distinto;
Cuanto trae hasta él, a través del espacio cada uno de ellos, consagrado, como un
y el tiempo, el eco de una grande aspira- Sísifo de su propia persona, a levantar
ción humana, un credo de fe, un sueño otro Goethe de las profundidades de su
de heroísmo o de belleza, es imán de su i alma, nunca cesa de atormentarle el pen-
interés y simpatía. Y a este carácter di- samiento de que dejará la concepción cíe
námico de su pensamiento corresponde i su destino incompleta: ambicionaría mi-
idéntico atributo en su sensibilidad. Se | rar por los ojos de todos, reproducir en
lanza, ávido de combates y deleites, a la su interior la infinita complejidad del
realidad del mundo; quiere apurar la ex-
periencia de su corazón hasta agotar la I drama humano, identificarse con cuanto
copa de la vida; perennemente ama, pe- i tiene ser, sumergirse en las mismas fuen-
rennemente anhela; pero cuida de remo- | tes de la vida... Llega así al pináculo de
ver sus deseos y pasiones ele modo que I su ancianidad gloriosa, aún más capaz y
no le posean sino hasta el instante en • abierta que sus verdes años, y expira pi-
que pueden cooperar a la obra de su per- | diendo más luz, y este anhelo sublime es
feccionamiento. No fué más siervo de un j como el sello estampado en su existencia
afecto inmutable que de una idea exclu- ; y su genio, porque traduce, a la vez, el
siva. Agotada en su alma la fuerza vivi- I ansia de saber en que perseveró su espí-
ficadora, o la balsámica virtud, de una ¡ ritu insaciable, y la necesidad de expan-
¡ sión ouc acicateó su vitalidad inmensa.,,
408 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS
nando en destreza y ciencia práctica, pe- ¡ más ajena a esos impulsos de rectifica-
:
ra no en la ciencia austera del perfeccio- ción y reforma de uno mismo, que nacen
namiento interior, ni con moción honda i de ia sinceridad del pensamiento y de la
de la personalidad; aptitud hisíriónica, i comunicación de simpatía con los senti-
:
que ninguna relación íntima tiene con la mientos de los otros. Nadie, en lo esen-
noble y rara facultad en que se funda el cial, más impenetrable a toda influencia
carácter aííameníe educable; aunque no ¡ desvinculada de aquel ambiente que era
pocas veces logre la una ennoblecer su i como una dilatación de su espíritu: el
calidad, ante los ojos del mundo, con el •• ambiente de Atenas. Pero Alcibíades, uno
simulacro y prestigio de la otra. • en el fondo de su natural ligero y ele-
El talento de acción, rico en diversidad gante, es legión en la apariencia artificio-
de formas y matices; la inteligencia rápi- • sa y el remedo feliz. Se despoja a volun-
da y aguda; la intuición infalible de las ' tad de todo aquello que lo transparenta
conveniencias de cada papel; el hechizo ; y acusa; y allí donde está toma al punto
de una superficial virtud de simpatía; la : la máscara típica de la raza, o de la es-
plasticidad, como de cera, de los distin- ' cuela, o del gremio; de suerte que logra
tos medios de expresión, en semblante, ser hombre representativo entre todos;
modos y palabras: tales son los elemen- y si, en Esparta, no hay quien le aventa-
tos con que se compone este tipo aco- i je en el vivir austero y el temple militar,
modaticio y flexible, leve y sinuoso, ca- j nadie le supera, en la Tracia, como bebe-
paz de amoldarse a toda situación, de i dor y jinete; ni, en las satrapías asiáticas,
identificarse con toda sociedad, de impro- :
por el esplendor y pompa de la vida. Si
visar o suplir toda costumbre; apto para se le observa en el estrado de Aspasia.
las transiciones más variadas y súbitas, es el libertino de Atenas; si cuando asis-
no con ia obediente pasividad del suges- i te a las lecciones de Sócrates, es el dia-
donado y el amorfo, sino por su libre y ' loguista de El Convite; si en Potidea y
sagaz iniciativa; tipo que es al trabaja-
dor sincero de la propia personalidad lo en Delium, es el hoplita heroico; si en
que al Kermes helénico, dueño de mil el estado de Olimpia, es el atleta vence-
mañas y recaudos, pero en sentido reli- . dor. Toma cien formas, usa cien antifa-
gioso y sublime, su avatar, el Mercurio ; ees, arregla de cien modos distintos su
latinizado, astuto y utilitarista,.. El le- aspecto y sus acciones; pero nada de
gendario abuelo de esta casta de almas esto alcanza a lo íntimo, al corazón, a
es Panurgo, su personificación plebeya la conciencia; en nada se ha modificado
y andariega se llama Gil Blas; y Fígaro, al través de tantos cambios ío que hay
si se la enfervoriza con cierta nota de de real y vivo en su personalidad. El es
poesía y entusiasmo. siempre Alcibíades, cómico en la escena
del mundo, Proteo de parodia, cifra de
Pero en la realidad de la historia, y ! esa condición sinuosa y falaz del genio
levantándose a mucha más alta esfera de griego, que personifica, en la epopeya,
selección y de elegancia, tiene un nombre
inmortal: el nombre de Alcibíades, Ulises, y por la cual Taine reconoce a
La gracia del proteísmo simulado y há- este divino tramposo de la edad heroica
bil fué, en este griego, como una alegre en el argumentar de los sofistas y en las-
invención de la Naturaleza. Nadie más artes del greculus refinado y artero, pa-
olímpicamente inmutable en su realidad rásito de las casas romanas.
de vivo mármol jovial. Nadie de alma
412 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
nado de sensualidad prepara, ya desde ledad. En rigor, los dos son necesarios;
las entrañas de la madre, el alma de la y una vida bien ordenada a los fines de
cortesana; la permanencia en él la lleva su renovación perseverante y eficaz sa-
a su fatal florecimiento; la novedad del brá conceder lugar dentro de sí a perío-
desierto la redime: tal es la historia dedos de incomunicación respecto de la so-
Manon. ciedad que sea habitualmente la suya,
En lo que siente quien de luengas tie- distribuyéndolos con sabiduría entre el
rras vuelve a la propia suele mezclarse recurso de la soledad y el de los viajes.
a la impresión de desconocimiento de La soledad es escudo diamantino, sue-
las cosas con que fué íntimo, y que ve ño reparador, bálsamo inefable, en cier-
de otra manera que antes, cierto desco- tas situaciones de alma y por determina-
nocimiento de su misma personalidad del do espacio de tiempo. Pero como medio
pasado, que allí, en el mundo donde la único y constante de asegurar la plenitud
formó, resurge en su memoria y se pro- de la personalidad contra las opresiones,
y falacias del mundo, marra la soledad,
yecta ante sus ojos, como si fuese la figu-
ra de un extraño. Aquel cuento de los porque le faltan: un instrumento efica-
tratados de San Ambrosio, del amante císimo con que desenvolver el contenido
que, para dar al olvido su pasión, busca de nuestra conciencia: la acción, y una
la ausencia, y peregrina largo tiempo, preciosa alianza a quien fiar lo que no
hasta que, al volver, es requerido por su logre consumar de su obra: la simpatía.
antigua enamorada, que le dice; «Reco- Sólo el sacudimiento de la acción es apto
nóceme; soy yo, soy yo misma»; a lo que para traer a la superficie del alma todo
arguye él: «Pero yo ya no soy yo», presta lo que en el fondo de ésta hay posado e
vivos colores a una verdad psicológica inerte; y sólo el estímulo de la acción
que aparece más patente hoy que sabe- es apto para traer a la superficie del
mos cuánto hay de relativo y de preca- alma todo lo que en el fondo de ésta hay
rio en la unidad de la persona humana; posado e inerte; y sólo el estímulo de la
verdad, la de la respuesta, que confir- simpatía alcanza a corroborar y sostener
ma, entre tantos otros, Sully, en su ad- nuestra reacción espontánea hasta el
mirable estudio de las «Ilusiones de la punto que se requiere para emanciparse
sensación y del espíritu», mostrando có- firmemente de los vínculos de la preocu-
mo un cambio considerable y violento de pación y la costumbre. La soledad conti-
las circunstancias exteriores, no solamen-nua ampara y fomenta conceptos engaño-
te tiende a determinar modificaciones sos, no sólo en cuanto a la realidad exte-
profundas en nuestros sentimientos e rior, de cuya percepción nos aparta, sino
ideas, sino que llega a conmover y escin- también en cuanto a nosotros mismos,
dir, aunque sea sólo parcialmente, la sugiriéndonos quizá, sobre nuestro pro-
noción de nuestra continuidad personal. pío ser y nuestras fuerzas, figuraciones
que, luego, al más leve tropiezo con la
j realidad, han de trocarse en polvo, por-
LXXXVII | que no se las valoró en las tablas de la.
| comparación con los demás, ni se las
[La emancipación personal y la soledad. ' puso a prueba en las piedras de toque
El monje Teótimo] j de la tentación y de la lucha.
fué que luchara por quitar los ojos del una vez adquirida la conciencia de esta
alma de este obstinado pensamiento, por- superioridad, obrase en adelante estimu-
que él volvía a presentársele, cual si lo lado por ella, subiendo el tono de su
empujase a la claridad de la conciencia altivez y extendiendo el vuelo de sus
de Teótimo una tenaz: persecución. Y ambiciones.
tras él sentía el eremita venir de lo hon-
do de su ser un rugido cada vez más jLj\A.yvlA.
cercano..., un rugido cada vez más si-
niestro..., un rugido cuyo son conocía, y [Los viajes y nuestra capacidad de
que brotaba de unas fauces que creyó simpatía]
mortalmente secas en su alma. Bastó
una débil floréenla para que el mons- El viajar dilata nuestra facultad de
truo oculto, la soberbia apostada tras la simpatía, fuerza que obra en la imitación
ilusión de la humildad, dejase, con ava- transformante, redimiéndonos de la re-
sallador empuje, su. guarida... Bajo la clusión y la modorra en los límites de la
alegre bondad de la mañana, mientras to- propia personalidad. Mientras nuestra fi-
caba en su pecho un rayo de sol, Teóti- guración de los hombres y cosas distin-
mo, torvo y airado, puso el pie sobre la ! tos de los que nos rodean no se apoya en
flor indefensa... 1 el conocimiento de una parte de ía reali-
' dad infinita que hay más allá de nuestro
inmediato contorno, nunca tal vez las
LXXXVIII ! imágenes que de ellos concibamos ten-
' drán sobre nuestra sensibilidad la fuerza
[La soledad y la permanencia en la de que son capaces cuando, nutrida y
patria] amaestrada la fantasía con las preseas de
una varia y extensa visión real, queda
La reclusión en ei pedazo de tierra don- luego en aptitud de representarse, con
de se ha nacido es soledad amplificada, cálida semblanza de vida, otras cosas que
o penumbra de soledad. Todos los enga- no han llegado a ella por intermedio de
ños que ía soledad constante e ininte- ; los ojos.
rrumpida cría en la imaginación del so- El primer viaje que haces es una ini-
litario, en cuanto al juicio que forma de ciación liberadora de tu fantasía, que
sí mismo, suelen arraigar también en el rompe la falsa uniformidad de las imá-
espíritu del que no salió nunca de su pa- • genes que has forjado sólo con elemen-
tria; y cuando ha respirado el aire del tos de tu realidad circunstante. Tu capa-
extranjero, se disipan: ya se traduzca . cidad para prevenir y figurar desemejan-
esto en desmerecimiento o en reintegra- zas en el inagotable contenido de la na-
ción; ya sea para palpar la vanidad de turaleza se hace mayor desde el momen-
la fama que le lisonjeaba, entre los su- to en que quebrantas, del modo como
yos; ya, por el contrario, para saber que sólo es posible mediante el testimonio
ha de estimarse en más y que puede dar directo del sentido, la tendencia incons-
de sí más que pensaba: ya como el ermi- ciente a generalizar todo lo de esa estre-
taño cuya ilusión de santidad se deshizo cha realidad que te circunda. Por eso, no
en presencia de la silvestre floréenla; ya enseña el viajar únicamente a represen-
como aquel que, viviendo en retraimien- tarse luego con exactitud las cosas que
to e inacción, se creyera a sí propio débil pasen, en ausencia nuestra, en los países
V cobarde, hasta que, envuelto inopina- | que hemos visto: también aumenta la
damente en ía ocasión del peligro, des- I perspicacia y el brío de la imaginación
plegase un valor que él no sospechaba, y j para suplir al conocimiento real de lo
416 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
demás que hay en el mundo, Y aún más nes a su seno y a despertar el leve en-
que en el mundo de nuestro mismo tiem- jambre de las dulces memorias. Bella y
po, la propia intuición de lo pasado, la compasible es la nostalgia. Pero a su
concepción viviente y colorida de otras idealidad de pena que nace de amor,
épocas, de otras civilizaciones, ganan en ; mézclanse, en realidad, elementos menos
ti desde que viajas una vez, aun cuando nobles y puros; y no siempre es una de-
sea por pueblos donde no haya huellas licada forma de sentir lo que obra en
ni reliquias de aquel pasado. Lo que im-! ella.
porta es que te emancipes, por la efica- ¡Cuántas veces lo que tienes por im-
cia de tu viaje primero, de la torpeza \ pulso fiel del corazón en tu desvío de las
imaginativa a que, más o menos, nos cosas nuevas que ves y de las nuevas
condena siempre la visión de una sola i gentes que tratas no es sino la protesta
cara de la realidad; la que hallamos, al que tu personalidad, subyugada por el
nacer, delante de los ojos. De esa mane- hábito, entumecida en la quietud, opone
ra, desentumida y estimulada tu fanta- i a cuanto importe de algún modo dilatar-
sía, será ágil después para transportarse, la y moverla!... Todo lo que nace en ti de
ya en el espacio, ya en el tiempo, a la limitación, de inactividad, de servidum-
visión de cualquiera realidad distinta de bre, se disfraza entonces, para tu pro-
Ja que el sentir material te pone delante. - pia conciencia, con la máscara de aquel
En la andantesca escuela del mundo, la amor. Te enoja, inconscientemente, aque-
facultad de concebir imágenes se extien- j llo que te pone a la vista tus inferiorida-
de, se realza, se multiplica; y como la des o las de los tuyos; eludes el esfuerzo
sensibilidad es potencia sometida al in- ¡ íntimo que reclama de ti la comprensión
flujo de la imaginación, y siente más j de cuanto, en lo humano, te es ajeno, to-
quien mejor imagina aquello de que sien: : cas el límite de tu capacidad simpática;
te, cuanto mejor y con más brío imagi- resguardas, por instintivo movimiento.
nes Ja vida de remotos hombres, tanto Jos prejuicios con que estás encariñado y
más apto serás para participar, por sim- las ignorancias lisonjeras de tu egoísmo
patía, de sus dolores, de sus regocijos y o de tu orgullo; y todo esto se decora y
entusiasmos; y de este modo se ensan- poetiza con la melancolía del recuerdo
chará el horizonte de tu vida moral, co- amante, que es lo más puro y mejor de
mo el de tus ojos cuando subes a una la nostalgia; aunque en el complejo de
montaña; y conocerás, compartiéndolas, ella predominen elementos menos nobles,
emociones diferentes de aquellas que te como son las resistencias de una perso-
han herido en carne propia o de los tu- nalidad esquiva y huraña; el desequili-
yos; de donde nace que para el hombre brio de su economía a favor de los ele-
de imaginación difundida y adiestrada mentos de conservación y de costum-
por el mucho ver haya siempre mayor bre; su defecto de aptitud proteica, lla-
posibilidad de aflojar los lazos opresores mando así a la virtud de renovarse y
del hábito y de redimir o reformar su transformarse merced a esa facultad de
personalidad, adaptación que hace del hombre ciuda-
dano del mundo, y que, en su expresión
XC más intensa, engendra otra especie de
nostalgia, conocida de las organizaciones
[La nostalgia: elementos que entran bien dotadas de simpatía y amplitud;
en ella} la nostalgia de las tierras que no se han
visto, de los pueblos a que aún no se ha
Sagrada es la melancólica voz que, en cobrado amor, de las emociones huma-
tu ausencia de la tierra nativa, viene de [ nas de que nunca se ha participado.
lo hondo de tu alma a pedirte que tor- J
entusiasmo de que el ánimo del viajero guo aventurero de viajes legendarios; del
viene poseído; pero no falta la ocasión tripulante de los buques que, allá cuan-
en que la eficacia de un viaje glorioso do el mundo guardaba aún el hechizo del
consiste, por el contrario, en la influencia misterio, fueron a grandes cosas; del ca-
negativa de ía decepción y el desengaño. rnarada de Marco Polo o Vasco de Gama,
Si el caso es el primero, la nueva reali- que torna de extrañas tierras con rail
dad conocida queda en la mente co- preseas de los climas remotos y fecun-
mo un original, como una norma, a la dos: oro, y esencias, y marfil, y el tesoro
que luego se procura adaptar la vieja de los cuentos pintorescos, flamantes de
realidad a cuyo seno se vuelve. En el se- gloria y de color, que se escuchan en co-
gundo caso, las cosas con que se traba rro por el auditorio suspenso y exta-
conocimiento defraudan y desvanecen el siado.
anticipado concepto que de ella se tenía, Para el espíritu inventor del artista el
o ponen a ía vista del viajero males que viajar es como, para melificadora abeja,
él no sospechaba; y entonces el mode- el libre vuelo por prados florentísimos.
lo que el viajero trae de retorno obtié- Uno y otra volverán a su laboriosa cel-
nelo por negación y oposición. Ejem- da cargados de botín. No solamente por-
plos típicos de estas opuestas formas de que la imaginación, provisionada con
la influencia de los viajes son, respec- I nuevos despojos de la realidad, podrá
tivamente, el de Pedro el Grande a los descubrir o componer ignotas armonías,
países de Occidente, y el de Lutero a ! dentro de la variedad infinita de las co-
la corte de Roma, Sugestionado Pedro sas. Los que han sondado los misterios
por los prestigios de la civilización occi- de la invención artística nos hablan de
dental, vuelve a su imperio concentran-
do toda el alma en el pensamiento de cómo, sin que a menudo lo sepamos, to-
rehacer esta bárbara arcilla según el dos los elementos que han de entrar en
modelo que le obsede; y pone mano a la una obra de nuestra imaginación están
obra, con su feliz brutalidad de Hércules ' presentes y semiordenados en ella. Faltan
civilizador. Espantado Lutero de las abo- sólo una impresión, una idea, un objeto
minaciones de la Roma pontificia, adon- • visto, que den el toque por cuya virtud
de ha ido sin ánimo aún de rebelión, , se completará y animará aquella síntesis
compara esa baja realidad con la idea inacabada, apareciendo viva a la concien-
sublime que ella invoca y usurpa; siente j cia del artífice y a la mirada de los hom-
despertarse dentro de sí la indignación j bres. Es la operación inefable y decisiva
del burlado, la consternación del cóm- de un momento. Mientras él no llega, la
plice sacrilego, y arde desde ese instan- : obra es como el cuadro en cuarto oscu-
te en el anhelo de oponer a aquella im- : ro; es como Galatea antes deí beso de
pura Babilonia la divina Jerusalén de amor. Tal vez no llega nunca, y la obra
sus sueños. ¡ que pudo ser gloriosa queda abismada y
perdida para siempre. Pero cuanto ms-
I
yor sea el cambio y movimiento de h1
sensibilidad; cuantos más objetos dife-
s
XCIV ¡ rentes veas; cuanto más percibas de la
confidencias sutiles de las cosas, tanto
\Los viajes en la educación del artista] más fácil será que la ocasión del dichosoe
toque se produzca. Así, una forma que t
]
Todo viajero en quien ía observación hiere al pasar, un matiz, un acento, UJ
perspicaz se anima con una centella de temblor de realidad humana sorprendido
!a fantasía tiene, al volver, algo deí anti- ' en la varia superficie del mundo, pueden
el amor de ios viajes, se apercibió a ex- mundo; y. dicho esto huelga añadir en
tenderse (así un río que se desbordara, qué grado eminente importan a la cultu-
ávido de nuevos tintes y reflejos) por la ra y el trabajo del pensamiento investi-
inmensidad gloriosa del mundo. gador. Aun prescindiendo de las ciencias
de la naturaleza, en las que el viajar es
modo de conocimiento sin el cual no se
xcvn concebiría cabalmente la obra de un
Humboldt, un Darwin o un Haeckel; aun
[Los viajes en la revelación y el desenvol- en las ciencias del espíritu y de la socie-
vimiento de las vocaciones científicas. dad, donde la observación sensible no es
Montesquieu; Adam Smith] tanta parte del método, pero es siempre
parte importantísima, fácil será imaginar
Si, tratándose de la vocación del artis- hasta qué punto puede acrisolarse la efi-
ta, Ja variedad de objetos propios para cacia de la observación en quien ha na-
interesarle, favorece al hallazgo del que cido para ejercitaría, con la infinita di-
acertará a despertar el estímulo de la versidad de las circunstancias y los he-
obra, otro tanto sucede con los géneros chos; y el apartamiento de las cosas tras
de aptitud que caen dentro de los térmi- que se amparan la pasión y la costum-
nos de la ciencia. Un objeto que la per- bre; y el cotejo de la versión vulgar o li-
petua mudanza de los viajes pone ante bresca con el hecho vivo; y el poner a
los ojos mueve acaso ei impulso original prueba cada día la inducción naciente
de atención, de curiosidad, de interés, en nuevas piedras de toque, con que se
que se prolonga en obsesión fecunda y lleve a sus posibles extremos de riguro-
decide a la actividad perseverante y en- sidad las que llamó Bacon tablas de
tusiástica en determinado orden de in- ausencia y de presencia.
vestigación. Sea éste, por ejemplo, la La tradición antigua, que muestra ante-
historia. De paso Gibbon en la Ciudad cedida de largos y prolijos viajes la la-
Eterna, detiénese un día allí donde era el bor de los primitivos historiadores, como
Foro; y la contemplación de las ruinas, Herodoto, de los legisladores y educado-
preñadas de recuerdos, suscita en él la res de pueblos, como Licurgo y Solón; de
idea de su magno propósito de historia- los filósofos, desde Tales y Pitágoras, na
dor. Viajando Irving por los pueblos de índica sólo un hecho derivado de las con-
Europa, sin haber hallado aún ía mane- diciones peculiares de una civilización
ra como debe concretar una vaga voca- naciente y menesterosa del impulso ex-
ción literaria, llega a Castilla; reanímanse traño: encierra un ejemplo más alto y
en su mente, en aquellas muertas ciuda- esencial, para la disciplina del espíritu y
des, los grandes tiempos del descubri- la sólida confirmación del saber; v ía
miento de América; busca sus huellas en oportunidad de este ejemplo persiste,
los archivos y los monumentos, y esto le aun después que los libros impresos
Pone en el camino por donde ha de vin- traen al acervo común la averiguación de
cular su nombre a la inmortalidad de cada uno, y que la noticia de las cosas se
tanta gloria. trasmite casi instantáneamente a las antí-
Pero más todavía que en Ja revelación podas de donde se producen o de donde
de la aptitud, vese este influjo en su des- se piensan. Dos ilustres maestros de las
envolvimiento y ejercicio. Los viajes son ciencias políticas, entre otros que pudie
sscuela inexhausta de observación y de ran citarse, dieron prueba de tener en so:
e
Xperiencia; museo donde nada falta; la- justo valor la observación real y directa,
boratorio cuya extensión y riqueza se mi- que en los viajes se aplica, como medie
^en por la superficie y contenido del para la originalidad y sinceridad dei pea-
424 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
sador: Montesquieu, que cuando vislum- luz y la sombra, sin que esta modifi-
bra la idea del Espíritu de las leyes dedi- cación exterior alcance en lo mínimo a
ca años de su vida a recorrer los pueblos lo inmutable de su contextura.
de Europa, antes de recluirse en su casti- Este tipo de almas adquiere su mani-
llo de Bréde, a fin de concentrar el pen- festación más característica y completa
samiento en la porfiada ejecución; y cuando las tendencias entre que se repar-
Adam Smith, cuya magna obra De la ri- te la extensión de la personalidad son
queza de las naciones fué precedida por muy pocas y simples, y hay entre ellas
ios viajes que, en compañía del duque de una que somete con rigor despótico a las
Buckleng, realizó acumulando los ele- otras; de manera que a la monotonía su-
mentos que con la observación de cada cesiva que nace de aquella inalterable
sociedad adquiriría, para retirarse luego igualdad se une la monotonía simultánea
a elaborar esta preciosa cosecha en su de un conjunto psíquico en que todo se
casa de campo de Kirkaldi, que vio na- reduce a algunos elementos, muy senci-
cer a aquella Biblia de la utilidad. llamente combinados. Pocos sentimientos
e ideas, y éstos duraderos cuanto la vida
misma, y convergentes dentro de la más
rígida unidad; tal es la fórmula extrema
de estos caracteres, que ocupan las antí-
xcvm podas de las almas ricas y educables,
[Almas simples e inmutables: una sola siempre en vía de formación, siempre
idea; un solo impulso de pasión. Subli- capaces de acrecentar su contenido y de
midad posible de estos caracteres} modificar las relaciones entre unas y
otras de las partes que lo constituyen.
Lo mismo en las regiones de la supe- Nuestra natural complejidad, que no
rioridad de espíritu que en el nivel de la consiente alma sin alguna lucha interior
vulgaridad, hállanse almas constituidas y alguna inconsecuencia, se opone a la
para una mayor permanencia que las realización perfecta de este tipo, más
otras; almas que parecen sustraerse al abstracto que humano; pero la naturale-
imperio omnímodo del cambio y la evo- za suele dar la perfección relativa de él:
lución. Tallada su naturaleza de una vez el monolito adecuado para esculpir la es-
para siempre, los sentimientos e ideas tatua de una sola pieza, y luego la volun-
que componen el fondo de su vida se tad se aplica a trabajar esa estatua, por
mantienen unos y constantes, así en su el gobierno de sí misma, por la práctica
número y especie como en su intensidad de la única especie de educación que se
y en sus maneras de relacionarse o aso- aviene con la índole de tales caracteres
ciarse. No menos que el ser real, el apa- desde que se consolidan y toman su ca-
rente desconoce en ellas todo arte con mino en el mundo; la educación que con-
que se reduzca a circunstancias distintas. siste en restringir, depurar y sistemati-
Nada ganan ni pierden en el comercio zar, cada vez más, el campo de la propia
del mundo, respecto del patrimonio con conciencia, haciendo, de día en día, más
que entraron a él. El paso del tiempo netos y fijos sus aspectos, más tiránicos
las deja relativamente íntegras e intac- los principios por que se rige, más indi-
tas, diferenciando apenas los matices de solubles las asociaciones en que reposan
su carácter según las condiciones de ca- sus costumbres; a diferencia de la edu-
da edad, sin llegar a removerlo en lo cación realmente progresiva, que siste-
hondo; así la cúpula de hierro o la pa- matiza y ordena, pero con cargo de au-
red de granito, donde, a medida que el mentar correlativamente los elementos
sol pasa, se pintan los cambiantes de la que reduce a una superior unidad.
nada sabe la historia, recorría, después I se que de cada cosa del camino nacía una
de doctrinado en Corinto por Pablo de , bendición para ellos, Sintiéndola, reco-
Tarso, las islas del Archipiélago. En una giéndola en su corazón, se regocijaban y
ciudad pequeña de la Eubea, su palabra hacían sonar todo el tesoro de su sueño
tocó ei corazón de seis jóvenes paganos I en joviales coloquios, cuando, de impro-
que formaron un grupo lleno de adhesión ] viso distrajeron su interés unos lastime-
hacia él, no menos que de fe pura y sen- ¡ ros ayes que venían de unas breñas cer-
cilla. Esta comunidad naciente vivió, du- canas. Dirigiéronse allí, y viendo tendido
rante cierto tiempo, en la intimidad afec- entre las zarzas a un pastor que se desan-
tuosa con que la vida de las iglesias pri- graba, herido acaso por los lobos, se
mitivas imitaba los lazos fraternales. Un aproximaron a valerle. Sólo uno de los
día, un día del Señor, en la expansión seis, Agenor, laconio enjuto y pálido, de
cordial de la cena, maestro y discípulos grandes ojos absortos, había permaneci-
fueron heridos de un pensamiento que do indiferente, desde ei primer momento,
les pareció una vocación: partirían a j a los ayes, atribuyéndolos a uno de los
propagar la buena nueva siguiendo la , mil rumores del viento; y extraño a iodo
ruta de Alejandro; soldados de una man- ' lo que no fuese la idea sublime a cuya
sa conquista, llegarían, sobre las huellas I ejecución se encaminaban; en la impa-
del conquistador, hasta donde el cielo ' ciencia de ver convertirse en realidad las
quisiera; pero juraban que no se deten- ! imágenes deslumbradoras de su sueño, se
dría, falta de impulso, la divina palabra, ¡ había negado a desviarse y a esperar que
en tanto que uno solo de sus propagado- I se satisficiera la curiosidad de sus ami-
res quedara, con vida y libertad, sobre ¡ gos. Agenor siguió adelante, adelante, co~-
el camino, que por ellos sería, otra vez [ mo en el ciego ímpetu de una fascina-
y con más pureza, glorioso. 1
cíón,
La fe, radiante, ofuscaba la temeridad ^ Ellos, en tanto, después de haber lava-
de la intención. Aún no estaba formula- i do y vendado con jirones de sus propias
da la idea, y ya la impaciencia por la ac- | ropas las heridas del rústico, le conduje-
ción y la gloria hacía aletear las volunta- ron a su choza, que descollaba a cierta
des. Pero como Endimión, el maestro, distancia, sobre una ladera donde se co-
necesitaba completar, ante todo, su viaje lumbraban restos dispersos del hato. Allí,
por la isla, convinieron que, pasado el prolongando sus cuidados, los sorprendió
término que para ello se consideraba me- la noche. Cuando, abriendo la aurora,
nester, él y sus seis discípulos se encon- llegó el momento de partir, he aquí que
trarían en un vecino puerto, donde atra- Mearco, otro de ios seis compañeros, per-
vesarían el mar para emprender la ruta maneció apartado y melancólico, con el
soñada. j aire de quien no se resuelve a hacer una
El tiempo transcurrió para todos como i confidencia dolorosa. Instáronle los de-
en el éxtasis de una visión. Llegaron los ¡ más a confesar lo que sentía: «Sabéis
días de la cita. Una mañana alegre; ape- j —dijo Nearco—que, desde que este episo-
nas provistos de pan y frutas los zurro- i dio nos obligó a alterar por compasión ei
nes; en la dirección de la marcha un I rumbo que llevábamos, me entró en el
claro sol, y dentro de sí, como la mano alma la duda de la inoportunidad de
de Dios en el timón del alma, el entu- nuestra empresa; y oí una voz interior
siasmo, los seis amigos partieron a re- que me decía: «Si hay tanto, y tan des-
unirse al maestro. amparado dolor, tanto abandono y tanta
Corría, suavísimo y opulento, el otoño. impiedad, cerca de nosotros, donde em-
La naturaleza parecía concertar con la plear el fuego de caridad que nos infla-
íe
Ucidad de los viajeros sus galas; diría- ma, ¿por qué buscar objeto para él en
428 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
climas extraños y remotos?» Me dormí de una vela sobre la línea oscura del
con este pensamiento en el alma; y soñé; mar, el alma del neófito parecía tender
y así como el apóstol vio en sueños la presurosamente hacia ellos sobre el riel
imagen del macedón que le llamaba, lo de una mirada anhelante...
que él interpretó como un ruego de que Ya el sol había templado la fuerza de
fuera a redimir a los suyos, a mí se sus rayos cuando los viajeros vieron
me apareció la imagen de este pastor, aparecer, en la caída de una loma, las ca-
que, intentando yo continuar el viaje, sas dispersas de una aldea. Gigante enci-
me cerraba el camino; y lo aparté para na descollaba, en lo más avanzado del lu-
avanzar; y entonces, en los enebros y las gar, sobre los techos, que esmaltaba el
zarzas a cuyo lado le encontramos, sentí oro de la tarde; y en derredor del árbol
que se enredaban mis ropas y me dete- veíase un gran grupo de gente, que for-
nían...» maba corro con muestras de atención y
Dicho lo cual, Nearco, en quien un sue- respeto, Preguntando a unos labradores
ño disipó el encanto de otro, abrazó a que habían interrumpido su trabajo para
sus amigos, que ya daban cara al sol pa- dirigirse hacia allí, supieron que era un
ra continuar su ruta, y volvióse en direc- cantor ambulante, mendigo consagrado
ción a la ciudad. por la vejez y por el numen, que todos
El grupo siguió con entusiasmo intac- los años recorría, en ocasión de las cose-
to, adelante. De los cuatro que le compo- chas, aquella parte de la isla. «¿Oigámos-
nían ahora, Idomeneo parecía ser el que, le?», propuso Idomeneo.
por su superioridad, llenaba la ausencia Acercándose al corro, los cuatro ami-
del maestro. El había sido el primero en gos se empinaron para ver al cantor. Un
percibir y atender los ayes del herido. soplo de antigüedad heroica llegó a ellos.
Era de Atenas; era suave, inteligente, be- Todo lo del Homero legendario reapare-
névolo. En su fisonomía se reflejaba algo cía en una dulce y majestuosa figura: el
de la inquietud con que se significaría la continente regio, la luenga barba lilial,
curiosidad espiritual de un estudiante, y ! la frente olímpica; a la espalda el zurrón,
algo de la ternura con que se expresaría la lira a la cintura, el nudoso báculo en
el omnímodo amor de un panteísta. Pero la diestra, el can escuálido y enlodado
el sello de expresión más hondo lo impri- a sus plantas. Hízose un silencio solem-
mía el dulce estupor con que aún lo em- ne; y desatando al dios ya inquieto en su
bargaba la inmensidad de la fe nueva seno, el mendigo cantó; y sobre el alien-
que había conquistado su alma. to de sus labios, mientras las manos tré-
Cuando en los bordes de algún soto mulas tocaban las cuerdas de la lira, flo-
vecino asomaba una lozana flor silvestre, • taron cosas de historia y de leyenda, co-
Idomeneo, desviándose, se acercaba a ad- ¡ sas que estaban en todas las memorias,
mirar su forma, su color, o a aspirar su i pero que parecían recobrar, en versos in-
perfume. Cuando el viento traía, de cer- j genuos (tal como se serena el agua en el
canas cabanas de pastores, un son de j cántaro de barro), la frescura y el res-
zampona o caramillo, o bien si una ciga- plandor de la invención. Cantó del ger-
rra levantaba su canto, Idomeneo se de- minar de los elementos en las sombras
tenía un instante a escuchar. Cuando una primeras; de la majestad de Zeus; de los
guija pintada lucía entre la arena del ca- dioses y sus luchas sublimes; de los amo-
mino, Idomeneo, con el afán de un niño, res de las diosas y los hombres. Cantó de
la recogía, y bruñéndola la llevaba en la las tradiciones heroicas: Hércules y Te-
mano, Y cuando allá, en la profundidad seo lidiando, en el amanecer del mundo,
del horizonte, un ave o una nube pasa- con los monstruos y tiranos; la nave que
ban, o se descubría el triángulo blanco busca el vellocino; Tebas y su estirpe
a los trabajadores en derredor del ara dimbre, entre la cual formaba capricho-
del dios. El circular de sarmientos encen- sos cambiantes con la sombra la luz que
didos pintaba de fuego las sombras de la descendía tenuemente velada. De aquí y
noche. Por todas partes parecía vagar, en de allá partían, buscando el corazón de ía
libertad, el alma del vino. En el viento espesura, senderos estrechos y tortuosos,
embriagado con las exhalaciones del la- y no tardaban en oponerse a su paso las
gar, venían risas, canciones, y el resonar vigilantes zarzas y las hiedras cuajadas
de rústicos instrumentos, que denuncia- de corimbos. Los frutos todavía sujetos
ba alegres danzas. Merión, incorporán- a la rama veíanse en tan gran copia co-
dose, levantó su copa del suelo, y se per- mo los que, ya desprendidos, yacían en el
dió, con paso sigiloso, en la sombra. suelo y le alfombraban de tintes más os-
Aún no se había disipado la fiesta curos que los que desparramaban los
cuando sus dos amigos saludaban de pie otros por el aire. A pesar del otoño, no
la bandera de la mañana, que les mos- escaseaban, junto a esta riqueza, galas
traba la dirección de su camino. No en- más tempranas que el fruto. Y todo esta-
contraron a Merión junto a ellos. «¿Es- ba virgen, radiante, como húmedo aún de
táis despierto, Merión?» Tendido en tie- la humedad del soplo creador. Fresco
rra, desceñido, faunesco, coronado de aposento de quién sabe qué divinidad
pámpanos, como Dionysos joven a la esquiva, no había señales de haber to-
sombra de las grutas de Nisa, el beocio cado en aquel retiro planta humana. A
les respondió, cuando le hallaron, alar- medida que se internaban en lo espeso
gándoles negligentemente su copa. Ido- | del soto, Idomeneo sentía cómo iba es-
meneo y Adimanto partieron. í trechándole el alma, dulcemente, el abra-
—Y ¿qué era, en tanto, de Agenor, el zo de la naturaleza, y se abandonaba sin
que, después de la primera jornada se | recelos a él. Admiraba, con la admiración
había adelantado, en su impaciencia, a que pone húmedos los ojos, todo cuanto
los otros?... Agenor había llegado acaso i íe rodeaba; parecía beber con delicia en
al término del viaje; o tal vez seguía | el ambiente; perdíase de intento allí don-
adelante, adelante, como en el ciego ím- I de formaban más hondo laberinto las
petu de una fascinación. j frondas; tenía dulces palabras para las
A poco andar, Adimanto e Idomeneo ! flores que le embalsamaban el camino;
vieron abrirse ante su paso una hermosí- se detenía a grabar el signo de la cruz en
sima llanura, por donde el camino ser- la corteza de los árboles, como en el co-
peaba con deliciosa volubilidad, como razón de catecúmenos; recordaba, de los
atraído a un tiempo por mil cosas. Blan- libros sagrados, el Paraíso y la tierra que
cas aldeas, rubias y ondulantes mieses; ; mana leche y miel; los cedros del Líba-
tupidos bosques, a cuyos pies se desli- no y las rosas de Jericó, y el fondo de
zaba la corriente sosegada de un río; y imágenes campestres del Evangelio. Co-
en lo remoto, el mar azul y profundo. mo en la copa donde se mezclan dos vi-
Caminaban absortos en la contemplación, nos para mitigar los humos del más
cuando, percibiendo de cerca un aroma fuerte, en él el entusiasmo, la embriaguez
de manzanas silvestres, transpusieron, no de la vida, cosa de su raza, que, sin él
sin esfuerzo, el natural vallado que ori- quererlo, subía de las raíces de su ser, se
llaba el camino; y el soto más ameno, la dulcificaba con el sabor de la fe nueva»
más risueña espesura rústica que pueda con el recuerdo del Dios que también
imaginarse, apareció ante sus ojos y los había sabido detenerse ante la gracia de
envolvió en la fragancia de su aliento. un ave, de una colina o de una flor...
Bajo la bóveda que extendían los árboles Idomeneo bautizaba toda aquella hermo-
más altos tejía la vida una gloriosa ur- sura al difundirse en ella por obra del
CIV
CIIÍ
[Una vocación suscita otras. Asociación
[El enamorado y la omnipresencia y subordinación de vocaciones. Casos en
de su pasión] que coexisten, sin asociarse.]
La imagen fiel, el caso ejemplar, de esta Con esta aptitud de una potencia di-
°nmipresencia de una idea que ocupa el | rectora del alma, para avasallar, habili-
centro del alma, es el espíritu del ena- j dosa e indirectamente, todo lo que medra
dorado, que se agita en mil lides y tra- en torno de ella, sin necesidad de pro-
bajos del mundo, sin que por ello se pender a quedar solitaria y única, tiene
a
Parte en un ápice de su pasión. Un gran- congruencia el tema que llamaré de la
434 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
poeta; en Raimundo Lulio, el del filóso- arte soberano de la acción, de donde to-
fo; el del pintor en Leonardo de Vinci. ma, no sólo su transitoria utilidad, sino
también su perenne y peculiar belleza.
Subordínanse igualmente las letras a la
CV acción en aquellos otros hombres polí-
ticos que han dejado la sustancia de su
[Vocaciones de arte y ciencia que se experiencia, o la historia de sus recuer-
subordinan a la vida de acción. Dijeren- dos, en obras que la posteridad lee, no
tes vocaciones activas que se auxilian y únicamente por su interés histórico, sino
complementan entre sí. Fecundidad de la por su valer literario: como Maquiavelo,
unión de dos elementos contrardictónos como Antonio Pérez, como Felipe de
en una vocación compleja} Commines. Y subordínanse también en
los descubridores y exploradores que han
Indiquemos algunas de estas subordi- sabido reflejar, en páginas donde circula
naciones de aptitudes. Las distintas for- el aire y la luz, la emoción de las aventu-
mas de vocación contemplativa, enten- ras gloriosas, y la palpitación de la natu-
diendo por tal la que se cifra en el ejer- raleza sorprendida en su desnudez y can-
cicio del pensamiento y el cultivo de la dor: desde el más alto de todos, desde
ciencia o el arte, aparecen frecuentemen- Colón, con ia pintoresca e ingenua poe-
te en el espíritu del hombre de acción, sía de ciertos pasajes de su Diario.
como medios encaminados ai logro del Relación semejante ofrece el espíritu
objeto que persigue su voluntad: como del apóstol favorecido con la virtud, ya
auxiliares de esta preponderante voca- cariciosa, ya flageladora, de la expresión,
ción activa. Así, en los grandes capitanes o que resueltamente penetra en los tér-
y en ios grandes conductores de multitu- minos del arte para pedir a ia obra bella
des, a quienes la posesión de cierta fa- alas con que propagar su doctrina. Del
cultad literaria ha servido, ya para real- anhelo de comunicar la propia fe y de
zar la influencia de su personalidad y su mover el impulso de la caridad, fluye en
ejemplo con el poder arrebatador de la los siglos ese doble río de elocuencia;
palabra caldeada en las fraguas de la pa- poderoso, encrespado y bramador en Cri-
sión y del arte; ya para esculnir ellos sóstomo, en Tertuliano, en Jerónimo: de
mismos, con la narración de sus haza- cuya casta de espíritus viene el alma de
ñas, el pedestal de su inmortalidad: Je- fuego de Lamennais; manso, suave y
nofonte, Josefo, Julio César, Bonaparte, arrullador en Ambrosio, en Gregorio Na-
Bolívar,.. Así también en los hombres cianceno, en Basilio, que prestan el secre-
de Estado, consejeros y agitadores, para to de su gracia a Fenelón y a Francisco
Quienes la aptitud oratoria, incluyendo de Sales, y tanto en el pastor que se auxi-
como especie de ella, la de la propa- lia de la palabra para formar o condu-
ganda escrita, propia de nuestro Agora cir una piadosa grey, como en cualquier
moderno, ha sido instrumento eficaz de otra especie de hombres de acción que
su principal carácter de hombres de ac- sea dueño a la vez del don de la forma,
ción: Pericles, lord Chatham, Wiíliam frecuentemente ocurre que esta aptitud
Pitt, Danton, Guizot, Thiers...; y aun pu- subordinada es la que lleva en sí el supe-
diera decirse que es de la naturaleza de rior merecimiento y la promesa de la
este don de la oratoria elocuente no ma- gloria cierta, por más que la mayor in-
nifestarse en su plenitud sino por seme- tensidad de la vocación y del anhelo esté
jante consorcio o vasallaje; porque el de parte de la otra; y quizá cuando ha
don de la oratoria no es grande por sí: pasado la virtud ele ía palabra para mo-
es grande como aptitud subordinada al ver las voluntades, su hermosura apare-
436 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tífica del filólogo y la vocación activa del j poleón, dejó, por fruto de su experiencia
explorador. El impulso a estudiar las len- l y su saber, dos obras crásicas en la es-
guas bárbaras o extrañas, para buscar | trategia.
camino por ellas en el corazón del infiel; Una patente demostración, social o co-
impulso que llevó a Raimundo Lulio, en lectiva, de cómo una apasionada eferves-
su reclusión del Monte Randa, a sumer- cencia de las energías de la acción pro-
girse en las fuentes de la ciencia árabe, y voca y estimula, como actividad subordi-
que contribuyó poderosamente a iniciar nada, los afanes del conocimiento cien-
a la Europa cristiana en el conocimiento tífico, particularmente en su aplicación a
del árabe mismo y del hebreo, fué tam- J las artes de la utilidad, ofrécela la Fran-
bién el que inspiró a los misioneros espa- I cia revolucionaria: cuando, respondien-
ñoles y portugueses, que yendo tras las I do la Convención al doble propósito de la
huellas de los conquistadores, trajeron a defensa nacional, y de la consolidación
la filología el estudio de las lenguas ame- del nuevo régimen político, mantiene, en
ricanas, y dilataron o perfeccionaron el los espíritus electrizados por los entu-
de las asiáticas. La vocación del explora- siasmos de la libertad, aquella emula-
dor de tierras incógnitas, identificada ción de descubrimientos e invenciones
con la del misionero, aparece, aun mo- con que poner, en manos del heroísmo,
dernamente, en espíritus como el de Li- más poderosas fuerzas, de donde nacie-
vingstone, que llevaba consigo a lo igno- ron el telégrafo de señales, los primeros
rado del África, junto con los instrumen- j ensayos de la aerostación militar, el per-
tos de la observación científica, la Biblia feccionamiento de la fabricación del ace-
del evangelizador. ro y de la pólvora; mientras, en esfera
Como la vocación religiosa, las demás más alta y permanente, el nuevo espíritu
manifestaciones de la vida de acción: la alantaba la reorganización de la enseñan-
del soldado, la del navegante, la del po- za común y de toda suerte de estudios;
lítico, toman con frecuencia también, congregándose, para las distintas mani-
bajo su protección y tutela actividades festaciones de esta obra del saber puesto
del espíritu, que no se reducen a la que al servicio de una acción titánica, enten-
indicamos ya de la expresión literaria, dimientos científicos como el de Condor-
documentos de esto son aquellas mismas cet y el de Lagrange, el de Berthollet y el
°bras en que marinos, hombres de go- de Fourcroy. En pasados siglos, los ro-
bierno y guerreros, han dejado testimo- manos de Marcelo habían visto multipli-
nio de sus hechos y de su experiencia; carse y agigantarse, cual si interviniesen
siempre que en las páginas de tales obras artes de magia, la resistencia de la ilustre
Predomine, sobre los prestigios de la for- Siracusa a sus armas conquistadoras, por
^a y el arte de la narración, el caudal de inspiración del matemático de genio, que,
observaciones recogidas en el trato con sublimando su ciencia en el amor de la
ta naturaleza física, o de nociones refe- patria, oponía a las naves del sitiador
|-
entes al arte de la guerra, o a la ciencia sus espejos ustorios, sus palancas guar-
V_el arte de la política. Montalembert es necidas de garfios y sus catapultas ci-
e
Jeinplo de ilustre capitán, cuya eminen- clópeas; para luego personificar la trá-
te
aptitud en las ciencias que tienen co- gica fatalidad de la caída, sucumbiendo
piones con la profesión de las armas al golpe del soldado que le encuentra ab-
^valió para unir a los lauros de la ac- sorto, mientras raya en el suelo las líneas
q
óii, y aun mejor ganados, los del estrá- de un problema.
bico teórico. Igual cosa se diría del ar- Así como la acción se vale de la socie-
^iduque Carlos, que, después de resis- dad del pensamiento, las diferentes for-
lr
gallardamente a los ejércitos de Na- mas de la vida de acción trábanse, fre-
438 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
pero toda relación es posible y fecunda disciplina del pintor, y le habilita para
mientras se contenga en el fondo el sedi- escribir, con discreción y originalidad, ya
mento del espíritu, donde hunde sus raí- sobre las medidas geométricas, ya sobre
ces la obra, y deje libre el sagrado mis- las proporciones humanas. El arquitecto
terio de la generación estética. artista es, por esencia de su oficio, el eje-
El acuerdo de una afición científica cir- cutor de una obra de utilidad a que con-
cunscrita a un objeto limitado y único, curren la geometría y la mecánica; y
con una inspiración de poeta, aplicada y para complemento y realce de lo que
ceñida al mismo único objeto, de modo hay, en su labor, de ciencia aplicada,
que formen entre ambas una simple y pone su intuición de belleza. En el teóri-
graciosa armonía, como fruto y flor que co de la música, que frecuentemente lle-
una menuda rama sustenta, vese en la va en sí, como aptitud accesoria, y aun
sencilla dualidad de espíritu de Rodrigo predominante, la facultad de la creación
Caro, el arqueólogo contraído a las ve- o de la interpretación, la inteligencia ma-
jeces de su tierruca, que, volviendo de re- temática es elemento precioso, y al que
mover, en las orillas del Betis, el polvo le vincula natural afinidad y simpatía,
de las ruinas romanas, supo decir inmor- tratándose de un arte que reposa todo
talmente a Fabio la tristeza de los cam- él en relaciones numéricas de sonidos e
pos de soledad donde fué Itálica fa- intervalos. Así, es matemático eminen-
mosa. te un Choron; y obra de matemáticos
En el artista plástico y el compositor fue, en la antigüedad, desde Arquitas de
de música, no menos que en el escritor Tarento y Pitágoras hasta Boecio, cuanto
y el poeta, un fondo de saber extenso y se razonó sobre la concordia de los nú-
cario, que se dilate, más allá de lo técni- meros sonoros. Ciencia matemática es ia
co de la cultura, con honda perspectiva astronomía; y tanto Herschell como To-
de ideas, que para el artista son visiones, lomeo entendieron de música, y Hers-
es mina que enriquece la imaginación, y chell fué ejecutante y cifró en ello la vo-
loca sobre que ella adquiere seguridad y cación de su adolescencia.
JÍrmeza. Pero, además, en el conocimien- Por otra parte, dos aptitudes: una,
to teórico de cada arte, que complemen- científica; otra, artística, que coexisten
te y acrisola la maestría de la práctica, en un espíritu, aun cuando no se relacio-
caben vínculos más directos y constantes nen de modo persistente y orgánico, que
con la aptitud en determinado género de nazca de conexiones reales y objetivas
ciencia. Así, nadie podría determinar con entre la una y la otra, pueden vincularse
Precisión dónde acaban los términos de accidentalmente y con resultado fecundo.
la anatomía pictórica dentro de la des- La vocación artística interesa y estimula
cripción, ni hasta qué punto el cabal do- al espíritu para una tarea en que aplique
minio de esta última es capaz de fortale- las luces de su ciencia; y éste ha sido el
cer y afinar las vistas que infunde la pri- origen de más de un descubrimiento glo-
mera, cuando, como en Leonardo de Vin- rioso y más de una eficaz investigación.
% el estudio de las formas humanas, ilu- La antigüedad atribuía la primera deter-
minado por la observación genial del pin- minación de las leyes de la perspectiva ai
tor, se apoya en aquella comprensión, más genio de Esquilo, que, movido del deseo
honda y analítica, de nuestro cuerpo, que de asegurar el efecto y propiedad de las
•adquirió de experiencias e investigaciones decoraciones teatrales de sus obras, ha-
Por las que merece lugar entre los pre- bría convertido la atención a aquel punto
cursores de Vesalio, Alberto Durero señó- de la matemática. Van Eyck, el gran ar
l o también un fundamento de cultura tisía flamenco, a quien pertenece, según
^ e excede de los límites estrictos de la toda probabilidad, la invención de ia pin-
442 JOSÉ ENRIQUE RODO.—O ERAS COMPLETAS
así, en Pablo de Céspedes, una de las más rrir a obra común, la facultad del mú-
gallardas figuras de las letras y el arte, sico y la del poeta, úñense por simpatías
en la España del gran siglo: pintor en e inspiraciones eficaces, como las que a
quien la concomitante aptitud poética se j menudo transparentan las historias fan-
dedicó, exclusiva o preferentemente, a tásticas de Hoffmann, que, escritor más
cantar la gloria y hermosura del arte del que músico, aunque también lo fué de
color. Artistas que, como Fromentin y alto mérito, toma con frecuencia, para
Guillaumet, tuvieron, además del don de sus ficciones, asuntos y motivos que de-
colorear el lienzo, el de manejar artística- be a un profundo sentimiento de la su-
mente ia palabra, hicieron de la pluma, gestión infinita y el poder, como tauma-
igual que del pincel, un instrumento con túrgico, vinculados a la vibración mu-
que fijar las líneas y colores prisioneros sical.
en sus retinas. Poetas como Víctor Hugo El florecimiento, en la vocación y ap-
y como Bécquer, aplicaron, con verdade- titud de un mismo espíritu, de más de un
ra inspiración, una accesoria aptitud de género literario, es hecho más frecuente
dibujantes a interpretar y traducir plásti- que la absoluta consagración del escritor
camente las concepciones de su imagina- a un género único. Puntualizando esto,
ción poética. se patentizarían relaciones casi constan-
La facultad literaria, reunida dentro de tes. Apenas podrá nombrarse gran poeta
una misma personalidad, con la del mú- que no haya sido, además, notable pro-
sico, para obra en que ambas participan, sador. Apenas se hallará poeta dramáti-
tiene magnífica realización en el espíritu co de primera magnitud, que no haya lle-
de Wagner, que persiguiendo, a favor de vado dentro de sí un poeta lírico más que
esta dualidad de su genio, la perfecta mediano. Los oradores escritores (si se
concordia de ia expresión musical con la j los busca en lo alto y verdaderamente su-
inventiva dramática, dio tipo a ese drama perior de la elocuencia) se cuentan, sin
bifronte, cuya manifestación cumplida no duda, en mayor número que los que ca-
se logrará sin ia conformidad y confluen- recieron de estilo capaz de emanciparse
cia de ambas suertes de inspiración, des- I de la tutela de la expresión oral.
de sus nacientes en el misterio de una so- : En aquellas artes que por su índole re-
ia alma inspirada. Arrigo Boito, con la quieren, para poner de manifiesto la be-
doble obra poética y musical de Mefistó- lleza que crean, el auxilio de otra arte in-
Mes, es otro ejemplo insigne de esta aso- terpretativa, no es raro caso que concu-
ciación de aptitudes. Unidos en más sim- rra, con la aptitud creadora, la aptitud de
ple y candorosa armonía, para el leve or- la interpretación. Grandes compositores
ganismo de la canción, música y verso excedieron también como ejecutantes:
suelen brotar de un solo aliento del alma, Mozart, Beethoven, Mendelssohn... Gran-
a
sí en los cánticos y Heder a que Hans ¡ des poetas dramáticos: Plauto, Sha-
Sachs puso la tonada y la letra, o en el ; kespeare, Moliere fueron asimismo auto-
himno glorioso de que Rouget de l'Isle es , res; y Moliere lo fué genialmente. Aun
doblemente autor; cual si por un mo- j fuera del género poético destinado a
ínento recobrasen las dos artes del soni- la representación, esta aptitud de inter-
do su elemental y primitiva hermandad, pretar activamente las propias ficciones,
v
°lviendo al tiempo en que, de la lira de aptitud que, en los orígenes de la poesía,
'°s Terpandros, Simónides y Timoteos, se identificó, quizá, y fué una sola, con la
n
acian, como merced de un numen úni- esencial inspiración del poeta, se repro-
Co
> el son melodioso y la palabra rítmi- duce a veces en el mismo autor de ficcio-
Ca
' Otras veces, coexistiendo dentro de nes narrativas, como en Dickens, cuyas
Un
a misma personalidad, pero sin concu- | lecturas públicas de sus obras novelescas
444 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
pone a ceder a la influencia que primero t nos lleve en dirección de algo vano, equi-
o con más artíficiosidad lo solicite en los vocado o injusto, ella, con solo su poder
caminos del mundo, y ésa viene a ser así de disciplinarnos y ordenarnos, ya en-
su efímero tirano sustituido luego por cierra en sí un principio de moralidad
otro y otros más, con el sol de cada día. que la hace superior a la desorientación
Queda su alma en la condición de la Ti- I y el desconcierto; porque la moralidad
íania de Shakespeare, cuando, durante el j es siempre un orden, y donde hay algún
sueño, fueron restregados sus párpados orden hay alguna moralidad.
con la hierba que tenía virtud de infun-
dir amor por lo que antes se viere. Des-
conoce el liberal y razonable poder de CXII
un sentimiento maestro que la ordenaría
como en una bien concertada república, {La disciplina del amor y la calidad del
y sufre ser pasto a la ambición de multi- objeto en que el amor se cifra]
tud de advenedizos. A los que la acechan
en las emboscadas del mundo, úñense los Relaciónase con esto que digo de la
que ella esconde en su interior; esos ene- virtud disciplinaria de una potencia inte-
migos domésticos que son las propensio- rior que nos domina una proposición
nes viciosas, los resabios mal encadena- llena de dudas. ¿Valdrá más, para el
dos, los primeros ímpetus de nuestra na- buen gobierno de la vida, ausencia de
turaleza. Fácil es ver cuan contradicto- amor, o amor consagrado a quien sea
rio y complejo (y cuan miserable, siem- indigno de inspirarle?
pre, en gran parte) es el contenido de un En una primera consideración de las
alma. Sólo la autoridad de una idea di- cosas, ello se resolvería de acuerdo con
rectora que sujete, aunque sin tiránico la propiedad que el amor tiene de aseme-
celo ni desbordado amor de sí misma, la jar a quien lo tributa y a quien lo inspi-
libertad en sus límites, puede reducir a ra, siendo éste el original y aquél el tras-
unidad la muchedumbre de tantas fuer- lado; de suerte que la virtud del amor
zas opuestas. Faltando esta idea direc- no sería en sí mala ni buena, sino relati-
tora, nadie sino el acaso y el desorden va a la calidad del objeto en que él pone
suscitarán quien se arrogue su poder, la mira; y según fuese el objeto, la vir-
de entre la encrespada muchedumbre; y j tud del amor variaría entre !o sumo de
es propio del acaso y el desorden hacer ; las influencias nobles y lo ínfimo de las
prevalecer antes lo malo de lo bueno, j causas de abatimiento y abyección; entre
Así como, en lo material, se ha dicho lo más alto y lo más bajo; porque tal
con exactitud que nuestra marcha no es como el amado es y tal como necesita,
sino una caída continuamente evitada, para su complemento, a quien le ama,
así, por lo que toca al espíritu, la recta así lo rehace y educa con la más sutil y
voluntad es la constante inhibición de un poderosa de las fuerzas. Condición de!
extravío, de un móvil tentador, de una alma que, ya por útil a sus propósitos,
disonancia, de una culpa. Una potencia ya sólo por la complacencia que halla en
ideal que nos inspira, fija la norma a ella, desea en el amante el amado, o la
esa función de nuestra voluntad, y es a descubre en él o la crea; y de este modo 11
menudo como el demonio socrático, que la sugestión de amor vuelve al amante e
se manifestaba en el alma del filósofo, hechura del espíritu que le enamora. En
más por la inhibición de lo que no con- la poética expresión del amor es senti-
cordaba con su ley que no por su capaci- miento frecuente el anhelo de refundirse ue
dad de iniciativa. Dondequiera que eli- y transformarse, para ser aquello q
jamos la potencia ideal, y aun cuando pueda determinar más íntima vinculación
tiva tolerancia, es idea que sin cesar está con tal de eliminar de sí lo exánime y
plasmándose en manos de una infatiga- caduco y vivir sólo, a ejemplo del traba-
ble simpatía. jador, de lo que gana cada jornada con
De este modo, la suma de ideas que sus fuerzas.
aquella que fundamenta nuestra convic-
ción reúne y concilia, en determinado CXVII
instante, en nuestra mente, no ha de ser
considerada nunca como orden definiti- [No es la convicción más honda la más
vo, como término y reposo, sino como igual y tranquila]
hito con cuya ayuda proseguir una direc-
ción ideal, un rumbo que llevamos; así A través de las dudas, de las desmayos
el viajero que no conoce su camino y I y reanimaciones, de las angustias y por-
pregunta a los que viven junto a éste, j fías de la lucha que se desenvuelve en
se orienta por direcciones sucesivas, y | lo interior de la conciencia y de la que
va del árbol a la casa, de la casa al mo- j se sostiene al pleno sol de la contradic-
lino, del molino al sembrado. j ción humana, la idea que resiste, y iriun-
Para que nuestro pensamiento cumpla | fa de cuantas armas se le oponen, se
esta ley de su desarrollo vital y no se I fortalece, acicala y magnifica,
remanse en rutinario sueño, es menester, i No es la mejor y más acreditada prue-
a la vez que su aptitud de comunicación ! ba con que pueda abonarse la sinceridad
tolerante, el hábito de la sinceridad con- í de una fe la que consiste en afirmar su
sigo mismo; rara y preciosa especie de : igualdad inalterable, sin borrascas, sin
verdad, mucho más ardua que la que se I alternativas, sin más y menos de fervor
refiere a nuestras relaciones con los y confianza; como no sea en aquellas al-
otros; mucho más ardua que la que con- ! mas anticipadas a la celeste beatitud,
siste en el acuerdo de lo que aparenta- i que, por candor del corazón o simplici-
mos y decimos, con la inmediata repre- i dad de la mente, salen fuera de la ley
sentación de nuestra conciencia; testimo- común a las otras. Pero en quien palpita
nio que puede ser infiel, superficial o con el turbio torrente de la naturaleza
mal depurado. Aquella honda sinceridad humana, en quien lidia los combates del
interior obliga a rastrear las fuentes de mundo, una fe perennemente igual, sin
este testimonio; a saber de sí cuanto se tentaciones, sin deliquios, una fe que no
pueda y con la claridad y precisión que oyó nunca pasos de enemigo interior, an-
se pueda, celando las mil causas de error tes suele acusar la escasa profundidad a
que comúnmente nos engañan sobre que ha arraigado en el alma donde asis-
nuestros propios pensamientos y actos, te, manteniéndose limpia y serena por-
V ejercitándose cada día en discernir lo que no la frecuentan la mente con una
que es real convicción en nuestra mente, atención ahincada ni el sentimiento con
de lo que ha dejado de serlo y dura sólo un celoso afán de amor.
Por inercia y costumbre, y de lo que No estimes, pues, la superioridad de
nunca fué en ella sino eco servil o vana tu fe sólo por la paz que reine en sus
impresión. Consagrado a la práctica de ámbitos. Una fe verdadera es como en-
este conocimiento reflexivo, buscándose traña que participa del soplo de tu vida;
a sí mismo en sus veneros hondos, el y la vida no consiente uniformidad, igual-
Pensamiento varonil no teme, aunque dad, paz sempiterna. Sólo en la máscara
£
se constante esfuerzo de sinceridad y de I o la estatua hay una expresión inmuta-
verdad perpetúe en su seno las desazo- I ble; la fisonomía real refleja los movi-
nes de la agitación y de la lucha, porque ¡ míenlos desiguales de un alma, que va-
desdeña la voluptuosidad de la quietud,
| rían y renuevan cien veces la apariencia
456 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
jCon qué pasmosa sutileza 3a obra len- ¡ que llevaron dentro de sí fué sólo una
ta y asidua de sustitución, de que pro- j seca concreción, imagen engañosa de !?•
vienen las petrificaciones orgánicas, true- ']fe que antes alentaban; con toda la dis-
ca el despojo vegetal en concreción silí- ciplina que ella estableció, con todas las
cea, sin cambiar en lo mínimo su for- | costumbres que determinó, con todo
ma y estructura! aquello que la constituía formalmente;
Esta piedra fué fragmento soterrado con todo lo de la fe, menos su jugo y
de un tronco. Descompuesta la sustancia su espíritu. La paz y la constancia que
vegetal, cada molécula que ella perdió en el alma toma entonces por signos de la
disolución secreta y morosa, fué sustitui- resistente firmeza de su sentimiento no
da al punto, y en su propio lugar, por i son sino inmovilidad de cosa muerta. La
otra de sílice. Cuando la última parteci- ] obra lenta y delicada del tiempo, obran-
lia orgánica se hubo soltado, todo fué ¡ do sin perceptible manifestación, ha sido
piedra en el conjunto; mas ni una línea, ] bastante para sustituir el espíritu que
ni un relieve, ni un hueco, ni un ínfimo : creó la forma por la forma vacía del es-
accidente de la construcción interna del píritu. El tiempo ha robado al alma la
tronco, faltaron en la conservación de la : esencia de su fe, y el alma no lo siente.
apariencia. Esta es la superficie del tron- Duerme, soñando en su pasado; tan in-
co, con sus grietas y arrugas; éstas son capaz de abandonar la creencia a que
las fibras corticales, y éstas las capas le- ¡ un día se atuvo, como de sacar de eli*
ñosas, y estos los radios que van del nú- nuevo original amor, nuevo entusiasmo,
cleo a la corteza, y éste ei oscuro y com- : nueva ternura, nueva poesía, nueva cien-
pacto corazón del árbol. Aun cuando ese i cia... A.sí soportan en el alma el petrífl-
cado cadáver de una fe rígidos devotos, I adentros, pensando tener dominio sobre
!
graves prelados, apologistas elocuentes; ella, y que te ha robado tu libertad,
quizá, sabios teólogos; quizá, ilustres . obrando en ti como el mandato hipno-
pontífices. ¿Puede llamárseles convenci- i tico a que se obedece, sin saberlo, des-
dos o creyentes? No, en realidad, ¿im- pués que se ha vuelto a la vigilia. ¿Cuán-
postores? Tampoco. Su sinceridad suele tas veces el mentiroso concluye por creer,
ser tan indudable corno su ignorancia de con toda ingenuidad, en sus invenios? £1
lo que ocurre en su interior. Creen que discutidor falaz, ¿cuántas veces pasa, sin
creen, según la insustituible expresión transición consciente, de la artificiosidad
de Coleridge. de sus sofismas, al apasionamiento cier-
to y a la ilusión de que rompe lanzas
por ía verdad? ¿Cuántas el enamorado
s falso, compadecido de sí mismo, llora
[Empezar por la simulación y acabar como nenas de amor las que mueve el
por la sinceridad} ¡ despecho de su ambición o de su orgu-
1
lio? El más vil culpado, ¿cuántas halla,
Otra forma de engaño, de las que i en la dialéctica de su interés, recursos
!
usurpan ía autoridad de la razón en el con que aplacar a su conciencia, y aun,
gobierno de nuestras ideas, es la que i con que obtener que ella le declare ino-
podría calificarse, en cierto modo, de j cente? ¿Cuántas el divino poeta llega a
contraria a la que acabamos de conside- > sentir la realidad de lo que finge, hasta
rar: el entusiasmo y fervor que se en- j tomar, olvidando su personalidad verda-
cienden, inopinadamente y con fuerza i dera, el alma de sus criaturas?...
avasalladora, en la dolosa, práctica de una : Caso semejante a ésos es este del ilu-
fe mentida. i sionado por sus propios fingimientos
Empezar por la simulación y concluir ' de entusiasmo y de fe. Quien tenga hecha
por la sinceridad, no es un caso infre- i una mediana observación en los secretos
1
cuente en las opiniones de ios hombres. de las opiniones humanas no dejará de
Tomas partido, adeptas una idea, sin conocer algún ejemplar de este linaje de
convencimiento real, quizá por motivo i convencidos y creyentes, que empezaron
interesado, quizá siguiendo pasivamente i por un aparentar habilidoso, o cuando
luidlas de otros. Luego, en la confesión I más, por una adhesión sin fervor ni ma-
o actividad ele esa idea, te ilusionas has- j dure?, reflexiva, y que, después de mez-
ta creerte firme y desinteresadamente clados en el tumulto de la acción, créen-
convencido; y así, lo que primero fué se ellos mismos sinceros, lo cual es casi
máscara y engaño, pasa a ser, hasta cier- corno si lo fueran, y obran al tenor de
1
to punto, verdad, capaz de inflamarte en esta sinceridad, y tal vez se manifiestan
¡lanías de pasión, y aun de arrebatarte capaces de ios extremos de constancia,
&1 sacrificio generoso. • lealtad y valentía, en que muestra su
] temple la convicción heroica.
No implica esto que hayas llegado a i La primera palabra que, afirmando fal-
convencerte; implica sólo que el simu- samente una idea, se dice en alta voz; el
lacro con que engañaste a los demás i primer acto con que se aparenta servirla,
ha concluido por engañarte a ti mismo, ! ante las miradas ajenas, son ya un paso
y piensas y sientes como si dentro de ti ¡ en el sentido de olvidar lo que hubo, en
hubiera una idea que te gobernase por la intención, de mentira. Después, amo-
I°s medios propios de la madura convic- l res y odios que nacen de la acción; el
c
|ón o de la fe profunda, cuando no hay ! interés y la vanidad, mancomunados en
Sln
o una sombra traidora, a la que, im- pro de la perseverancia; la sugestión ele
pudentemente, hiciste camino en tus
458 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
pensamiento! ¡Cómo están ellas sujetas i aquella duda que pasó un día por mi
a los mismos engaños y artificios que alma y que aparté de mí por negligen-
las relaciones entre unos y otros hom- cia o por temor?... Si la hubiera arros-
bres! ¡Y hasta qué punto es a veces ne- I trado con sinceridad valerosa, ¿no hubie-
cesario el más hábil, enérgico y pertinaz I ra sido el punto de arranque para una
esfuerzo de sinceridad, para discernir, j revolución de mis ideas? Mi permanencia
dentro de la propia conciencia, la idea | en esta comunidad, mi adhesión a esta
que realmente vive, de la que, con seme- i filosofía, mi fidelidad a esta ley, ¿no son
janzas de vida, yace muerta, y de la que obstáculos para que adelante en la obra
nunca fué en nosotros sino eco vano, re- del desenvolvimiento propio? ¿Me digo
medo sin espíritu! la verdad de todo esto a mí mismo?,,,
¿Cuánto tiempo hace, quizá, que no te ¿No se cruza, entre el fondo de mi pen-
detienes a mirar frente a frente la idea samiento y mi conciencia, el gesto de
a que te vincula una pasada elección: el una máscara?,,.
dogma, ía escuela o el partido, que da a Kaz esta meditación. Ponía bajo la ma-
tu pensamiento nombre público? jestad de la alta noche, o ve con ella al
Ayúdate de ía soledad y del silencio. campo, abierto y puro, libre de ficción
Procura alguna vez que un impulso ínti- humana, o junio al mar, gran confiden-
mo del alma te lleve a esa alta mar del te de meditabundos, cuando el viento
alma misma, donde sólo su inmensidad enmudece sobre ía onda dormida. Ayú-
desnuda y grave se ve; donde no vibran dase de la soledad y del silencio.
ecos de pasión que te enajenen; donde
no llegan miradas que te atemoricen o
te burlen, ni hay otro dueño que la rea- CXXII
lidad de tu ser, superior a la jurisdicción
de tu voluntad. Y allí, como si consulta- j {«Jubileo» que debería existir'}
ras, a través del aire límpido, la profun- '
didad del horizonte, pregúntate sin mié- i ¡Ah!, si todos tuviéramos por hábito
do: ¿Es verdad, verdad honda, que yo ¡ esa depuración de nuestro espíritu, ese
crea en esto que profeso creer? Tal con- ejercicio de sinceridad, ¿qué inmenso pa-
vicción que adquirí un día y en la que, so no se habría dado en el perfecciona-
desde entonces, descanso, ¿resistirá aho- miento de nuestro carácter y nuestra in-
ra a que, en este centro de verdad, la . teligencia? Pero ía inmensa multitud de
traiga ante mis ojos? Tal sentimiento ' los hombres, no sólo ignora en absoluto
que considero vivo aún, porque alguna j tal género de meditación, reservado a los
vez lo estuvo, ¿no le hallaré muerto si me ! que ahincan muy hondo en la seriedad
acerco a moverle? ¿No vivirá mi fe de j del pensar, sino que espantan y alejan,
la inercia de un impulso pasado? ¿Me he | presurosos, de su pensamiento, la más
detenido a probar si cabe dentro de ella j leve sombra que haya logrado penetrar
lo que he sabido después, por otra del ; por sus resquicios a empañar la sereni-
tiempo? Cuando la afirmo, ¿la afirmación i dad del fácil acuerdo en que él reposa.
£
s sólo una costumbre de mis labios, o ¡Afrontar la sombra importuna que ama-
e
s cada vez, cual debe serlo, nuevo par- ¡ ga a nuestra fe, y procurar desvanecerla
to de mi corazón? Si ahora hubiera de ' de modo que arguya raciocinio, esfuerzo,
decidir mi modo de pensar por vez pri- ' y triunfo bien ganado, es acto de íntima
ni era; si no existiesen las vinculaciones j constancia a que no se atreven los más;
Que he formado, las palabras que he di- ¡ unos, por indolencia de la mente, que no
c
ho, los lazos y respetos del mundo, se aviene a ser turbada en la voluptuosi-
¿elegiría este campo en que milito?,,. ¿Y | dad con que dormita en una vaga, nebu-
460 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
losa creencia; otros, por la pasión celo- i el encierro de la tumba, y apenas lo toca
sa de su fanatismo, que ios lleva a sos- ! el aire libre se disuelve y avienta en poi-
pechar que en cada pensamiento nuevo ' vo vano!
naya oculto un huésped traidor, y los
precave contra el asomo de una idea con
la escrupulosidad de aquel gigante de CXXIII
quien decían los antiguos que rondaba,
sin darse punto de reposo, 3os contornos [A/o hay convicción tai que puedas dejar
de Creta, para evitar que se estampase de trabajar sobre ella']
en sus playas huellas de extranjero.
No hay convicción tal que, una vez ad-
quirida, debas dejar de trabajar sobre
ella. Porque; aunque su fundamento de
verdad sea para ti el más firme y seguro,
nada se opone a que remuevas, airees y
retemples tu convicción, y la encares con
nuevos aspectos de la realidad, y mues-
tres su fortaleza en nuevas batallas, y ls
Heves contigo a explorar tierras del pen-
samiento, mares de la incredulidad y de
ia duda, que ella puede someter a su im-
perio engrandeciéndose; ni a que, corro-
borándola dentro de ella misma, fe afa-
nes por hacer más fuerte y armónica la
conexión de las partes que ia componen.
Pues si ella es la verdad, ¿no es deber
tuyo entrar cada vez más adentro de ia
verdad, y adherirte a ella, en cuanto ses
posible, por más motivos de convenci-
miento y amor? Trabaja, pues, sobre la
¡ convicción adquirida; relaciónala con
nuevas ideas, con nuevas experiencias,
con nuevas instancias de ia contradic-
ción, con nuevos espectáculos del teatro
del mundo. Si ella resiste y prevalece,
La primera vez que esto se hiciera, yo ¿cuánto más probada no quedará su
doy por cierto que serían superadas to- : energía?, ¿cuántos más elementos no ha-
das nuestras conjeturas en cuanto a la I brá conquistado y sojuzgado, ordenando
rareza de la convicción profunda y firme, [ a su alrededor, por su propia virtud }:
;Y qué de inopinadas conversiones vería- i eficacia, todas las cosas con que la pu-
1
mos entonces! ¡Cuántos remedos de con- síste en contacto? La convicción más fir-
vencimiento y de fe, que andan ufanos me será la que más multitud de ideas
por el mundo creyéndose a sí propios mantenga en torno suyo y alcance a
hondas realidades del alma, se desharían unirlas en más ceñida y concorde reía-
no bien fueran sacados de la urna don- , ción. Todo lo que vive y progresa se
de la costumbre sin reflexión los preser- | mueve doblemente en el sentido de una
va; como el cadáver que, por acaso, ha ; mayor complejidad y un mayor orden,
mantenido la integridad de su forma en . Si sóío te preocupa perfeccionar la uní-
creto, volvió mi madre con determina- la niñez, y con la fe que le infunde, aspi-
ción de ponerlo al punto por obra. Y re a adueñarse de su vida, eternizando
aquella noche tuvo un sueño. Soñó que j en él la condición de la infancia, como
procedía tal como le había sido prescri- mi madre antes de ser desengañada por
to, que transcurrían muchos años, que su sueño. Yo os fui maestro de amor;
mi niñez permanecía en un ser; y que yo he procurado daros el amor de la
favorecida ella misma con el don de al- j verdad; no la verdad, que es infinita. Se-
canzar una ancianidad extrema, se exta- guid buscándola y renovándola vosotros,
siaba en la contemplación de mi ventura como el pescador que tiende uno y otro
inalterable, de rni belleza intacta, de mi I día su red, sin mira de agotar al mar su
pureza impoluta,.. Luego, en su sueño; \ tesoro. Mi filosofía ha sido madre para
llegó un día en que ya no halló, para vuestra conciencia, madre para vuestra
traer a casa, ni una flor de íride ni un
corazón de paloma. Y al despertarse y razón. Ella no cierra el círculo de vues-
acudir a mí, la mañana siguiente, vio, tro pensamiento. La verdad que os hay?,
en lugar mío, un hombre viejo ya, adusto dado con ella no os cuesta esfuerzo, com-
y abatido; iodo en él revelaba un ansia paración, elección; sometimiento libre y
insaciable; nada había de noble ni gran- responsable del juicio, como os costará
de en su apariencia, y en su mirada vi- la que por vosotros mismos adquiráis,
braban relámpagos de desesperación y desde el punto en que comencéis real-
de odio. «¡Mujer malvada!—le oyó cía- mente a vivir. Así, el amor de la madre
mar, dirigiéndose a ella con airado ges- no le ganamos con los méritos propios,
to—, me has robado ía vida por egoís- él es gracia que nos hace la Naturaleza.
mo feroz, dándome en. cambio una feli- Pero luego otro amor sobreviene, según
cidad indigna, que es la máscara con el orden natural de la vida; y el amor de
que disfrazas a tus propios ojos tu cri- la novia, éste sí, hemos de conquistarlo
men espantable... Has convertido en vil nosotros. Buscad nuevo amor, nueva ver-
juguete mi alma. Me has sacrificado a dad. No se os importe si ella os conduce
un necio antojo. Me has privado de ía a ser infieles con algo que hayáis oído de
acción, que ennoblece; del pensamiento, mis labios. Quedad fieles a mí, amad
que ilumina; del amor, que fecunda... mi recuerdo, en cuanto sea una evoca-
¡Vuélveme lo que me has quitado! Mas i ción de mí mismo, viva y real, emanación
ya no es hora de que me lo vuelvas, i de mi persona, perfume de mi alma en
porque este mismo es el día en que la el afecto que ostuve; pero mi doctrina
ley natural prefijó el término a mi vida, no la améis sino mientras no se haya
que tú has disipado en una miserable inventado para la verdad fanal más diá-
ficción, y ahora voy a morir sin tiempo fano. Las ideas llegan a ser cárcel tam-
más que para abominarte y maldecir- bién, como la letra. Ellas vuelan sobre
te...» Aquí terminó el sueño de mi ma- las leyes y las fórmulas; pero hay algo
dre. Ella, desde que le tuvo, dejó de que vuela aún más que las ideas, y es el
deplorar la fugacidad de mi niñez. Si yo
aceptara el juramento que propones, ¡oh espíritu de vida que sopla en dirección
Lucio!, olvidaría la moral de mi parábo- a la Verdad...
la, que va contra el absolutismo del dog- Luego, tras breve pausa, añadió:
ma revelado de una vez para siempre; —Tú, Leucipo, el más empapado en el
contra la fe que no admite vuelo ulte- espíritu de mi enseñanza: ¿qué piensas
rior al horizonte que desde el primer ins- tú de todo esto? Y ya que la hora se
tante nos muestra. Mi filosofía no es re- aproxima, porque la luz se va y el ruido
ligión que tome al hombre en el albor de del mundo se adormece: ¿por quién será
nuestra postrera libación? cPor quién
en orden instituido con el objeto de mo- cial y delicado. De esa necesidad naces
verla y hacerla prevalecer como norma errores y limitaciones que, no sólo adul-
de la realidad, ya fatalmente pierde una teran la íntima realidad de nuestro pen-
parte de su esencia y aroma, del libre samiento en el concepto de los otros,
soplo de vida con que circulaba en la sino que, por el maravilloso poder de su-
conciencia del que la concibiera o refle- gestión que está vinculado a las palabras,
jara, antes que la palabra del credo y la , reaccionan sobre nosotros mismos, y po-
disciplina de las observancias exteriores : nen como bajo un yugo, o mejor, com-
la redujesen a una inviolable unidad. Y primen como dentro de un molde, el na-
a medida que el lazo de esta unidad se tural desenvolvimiento de la idea que ha
aprieta, y que su propaganda y su mili- hecho su nido en nuestra alma. «¿Qué
cia, confirmándose, han menester de más filosofía, qué religión profesas; cuál es,
medido y estrecho movimiento, su espí- en tal o cual respecto, la doctrina a que
ritu enflaquece, y lo que ía idea gana en j adhieres?» Y has de contestar con un
extensión aumentando la numerosidad i nombre; vale decir: has de vestirte de
de su rebaño, piérdelo de hondor en la ; uniforme, de hábito... Para quien piensa
conciencia individual. j de veras, ¡cuan poco de lo que se piensa
No es en las tablas de la fórmula, no i sobre las más altas cosas cabe significar
es en las ceremonias del rito, ni en la por medio de los nombres que pone a
letra del programa, ni en 1.a tela de la nuestra disposición el uso! No hay nom-
bandera ni en las piedras del templo, ni bre de sistema o escueta que sea capaz
en los preceptos de la cátedra, donde la de reflejar, sino superficial o pobremen-
idea está viva y da su flor y su fruto. te, la complejidad de un pensamiento
Vive, florece y fructifica la idea, realiza vivo. ¡Y cuan necesario es recordar esta
la fuerza y virtud que tiene en sí, desem- verdad a cada instante! Una fe o con-
peña su ley, llega a su término y se trans- vicción de que sinceramente participas
forma y da de sí nuevas ideas, mientras es, en lo más hondo de su carácter, una
se nutre en la profundidad de la con- originalidad que a tí sólo pertenece; por-
ciencia individual; expuesta, como la ; que si las ideas que arraigan en ti con
nave lo está ai golpe de las olas, a los ¡ fuerza de pasión te impregnan ei alma
embates de la vida interior de cada uno: j con su jugo, tú, a tu. vez, las impregnas
libremente entregada a las operaciones , del jugo de íu alma. Y además, una idea
de nuestro entendimiento, a los hervores j que vive en la conciencia, es una idea en
de nuestro corazón, a los filos de nuestra j constante desenvolvimiento, en indefini-
experiencia; como entretejida e identifi ¡ da formación: cada día que pasa es, en
cada con la viva urdimbre del alma. i algún modo, cosa nueva; cada día que
pasa es, o más vasta, o más neta y cir-
No ya la inmutabilidad del dogma en i cunscrita; o más compleja, o más de-
que una idea cristaliza, y la tiranía de la | purada; cada día que pasa necesitaría, en
realidad a que se adapta al trascender a rigor, de nueva definición, de nuevo cre-
la acción: el solo, leve peso de la pala- do, que la hicieran patente; mientras que
bra con que la nombramos y clasifica- la palabra genérica con que has de nom-
mos, es un obstáculo que a menudo bas- I brarla es siempre igual a sí misma..
ta para trabar y malograr, en lo interior Cuando doy el nombre de una escuela.•
de las conciencias, la fecunda libertad de fría división de la lógica, a mi pensa-
su vuelo. miento vivo, no expreso sino la corteza
La necesidad de clasificar y poner intelectual de lo que es en mí fermento•
nombre a nuestras maneras de pensar verbo, de mi personalidad entera: no ex-
i'o se satisface sin sacrificio fV: f!'r?;ii',fi preso sino un residuo impersonal, oeí
Darte de lo ciue hav en ellas de más esen-
que están ausentes la originalidad y ner- miento se debe la eliminación de las for-
vio de mi pensamiento y los del pensa- mas gastadas que se abandonan y la
miento ajeno, que, por abstracción, iden- adopción de otras nuevas; no de diverso
tifico en aquella palabra con el mío. La | modo que como el desenvolvimiento con-
clasificación de las ideas nos da, en un i secuente del germen está en pasar de la
nombre, un vínculo aparente de simpatía | semilla a la planta, de la planta a la flor,
y comunión con multitud de almas que, de la flor al fruto: formas sucesivas cuyo
penetradas en lo sustancial de su pensar, impulso no para mientras persiste el
en lo que éste tiene de innominado e in- principio vital que está presente en todas
comunicable, fueran para nosotros almas | ellas y las enlaza las unas con las otras.
de enemigos. ¡Ay cuántas veces los que j Inconsecuencia del árbol fuera dejar
realmente son hermanos de alma han de j su vida inmovilizada en la flor, oponién-
permanecer para siempre separados por dose al tránsito de que nace el fruto:
esa pared opaca y fría de un nombre; inconsecuencia para con la ley de su na-
porque la íntima verdad de su alma, don- turaleza. Quizá, si hubiera quien igno-
de estaría el lazo de hermandad, no en- rase esta ley, viendo la flor intacta y per-
cuentra nombre que la transparente en- manente, mientras la de otros árboles
tre aquellos que las clasificaciones usua- había cuajado en fruto, diría; «¡Oh ár-
les tienen destinados para las opiniones bol consecuente, que no desampara la
de los hombres! leve envoltura de la flor, y emplea, en
Y no tan sólo desconocimiento y frial- mantenerla viva, su savia!»; mas nos-
dad: odio y muerte, a raudales, han des- otros veríamos inconstancia del árbol
atado entre humanos pechos los nom- donde ése fidelidad y consecuencia.
bres de las ideas: sus nombres—antes Así, una vida de hombre puede estar
que su esencial realidad; y por de con- gobernada, de lo más íntimo del alma,
tado, muy antes que lo que está aún por una grande idea, o una inquebranta-
más hondo que ellas: el espíritu, y la in- ble pasión, y ser este principio dominan-
tención, y la fe; odio y muerte—¡pena te el que, mostrando su constancia y su
infinita entre quienes, si recíprocamente brío, impone al alma la modificación de
se vieran, por intuitivo relámpago, el ¡ sentimientos e ideas menos esenciales
fondo del alma, rota esa venda de los que él; aunque quizá más aparentes,
nombres adversos, se hubieran confundí- quizá más vinculados a aquella parte de
do, allí, sobre el mismo ensangrentado | nosotros que perciben las miradas del
campo de la lucha, en inmenso abrazo mundo. Por eso el mundo ve la incons-
de amor! : tancia que está en la superficie, y no la
' firmeza del amor que asiste en lo hondo.
cxxx Cuando oigas voces malévolas que ha-
blan de apostasía en el pensar, de infide-
[inconsecuencia aparente y perseveran- lidad en la conducta, recuerda siempre,
cia esencial] i ant-es de dar tu juicio, esto de que por la
¡ estabilidad y permanencia del más firme
Una inconsecuencia aparente, un cam- asiento de su alma suele ser por lo que
bio que el vulgo toma a prueba de ver- el hombre varía en tal o cual relación
satilidad, puede ser, muy por lo contra- de sus afectos e ideas; por la tenacidad
rio, acto de ejemplar consecuencia, acto de un amor o convicción más altos, cuyo
de perseverancia en una idea más honda, adecuado camino sigue su curso en el
e
n un propósito más fundamental que sentido de ideas y sentimientos divergen-
aquellos en que consiste el cambio: idea tes de aquellos con que había coincidido,
V propósito a cuyo natural desenvolvi- en esa relación, hasta entonces; y de
468 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
este modo, hay tenacísima voluntad que, va, día a día, bajo altivas frentes, por
vista de lejos., parece errátil vagar sin : entre las cuales va lisonjera el aura po-
rumbo distinto, y hay caracteres en apa- i puiar, y que luego los mármoles de so-
riencia muy contradictorios que son, en I berbias tumbas decorarán, acaso, con
eí fondo, caracteres muy unos. ! los símbolos de la convicción y la fir-
Todo está en conocer su resorte cen- • meza...
i
tral y dominante; su pasión o idea supe- l
rior: ese «primer móvil» del alma, no
siempre manifiesto en las acciones de
los hombres, y descubierto el cual vemos I [Los amigos de Pirran]
tal vez resolverse Jas disonancias de una
vida en unidad y orden supremo: corno
aquel que, confuso y desconcertado en-
tre sublimes ondas de música, halla de
pronto ei hilo conductor que ordena el
vasto ruido en estupenda armonía. vida de los hombres, todos los extravíos
CXXXIÍI
[Tercera voz: Ternura y gratitud, Cómo
un primer amor puede vivir a través cíe
los que le suceden}
que te hablaba, que, en sublime herman- ron en la dulce primera edad del pensa-
dad, el uno hace revivir memorias del miento; cuando las creencias que adquie<
otro, se complace tal vez en notar coin- res cruzan sus estambres en los husos
cidencias, afinidades, simpatías, entre los que van urdiendo el tejido más fino y re-
sentimientos morales con que la vieja sistente de tu personalidad: cuando la
fe te modelara y las enseñanzas en que idea traba con las potencias afectivas
te inicia la severa razón. asociaciones de esas que ya no se disuel-
ven sin entrar a desanudarlas en el mis-
] mo centro del alma. La fe, en el entusias-
CXXXÍV I mo, la «verdad querida», de entonces,
i aun después que son reemplazados por
[Vestigio inmortal que deja a su paso i otros y parecen desvanecidos hasta en
toda fe sincera] la copia del recuerdo, suelen transparen-
tarse bajo aquellos que han ocupado su
:
Una í e que verdaderamente ha arraiga- lugar, e influir de alguna suerte en su
:
do en la profundidad de tu conciencia, ; tonalidad y su carácter; que es como
tomando allí los principios de su savia, i cuando el vencido en la guerra, llega,
enviada luego a distribuirse c infiltrarse S poí su superioridad en artes pacíficas,
por el alma toda; una fe que concuerda I a dominar suave y calladamente al ven-
con tu vida, rara es la vez que no deja, I cedor.
después de secarse y morir, algún ves- | Perdura en Jas paredes del vaso la
tigio inmortal, algún recuerdo de sí que esencia del primer contenido; de modo
no desaparece, y que, en medio de la que el licor nuevo que viertes se impreg-
nueva fe o la nueva convicción que la na de esa esencia; y cuantas veces mu-
sustituyen, o de la duda en que para das el licor tantas otras veces se mezcla,
siempre quedas, mantiene vivo un deste- con el aroma propia del nuevo, el dejo
llo de aquel pasado amor de tu alma. del que fué servido antes que todos.
Vestigio inmortal; no huella transito- Así es como la austeridad cristiana po-
ria, como esa que, en los primeros tiem- ne su sello al paganismo de Juliano el
pos de una conversión, acusa, por tal Apóstata. Así Renán (y éste es patentísi-
cual ráfaga de inconsecuencia, por tal mo ejemplo) logra la extraña armonía de
cual impulso regresivo del sentimiento o su espíritu: la educación sacerdotal del
de la voluntad, el esfuerzo que la fe que maestro, la fe de su adolescencia religio-
has abandonado hace por rescatar el co- sa, van con él, en lo íntimo del alma,
razón que fué suyo y el esfuerzo que la cuando él pasa el meridiano de la razón,
fe nueva ha menester aun para reducir y aroman y coloran para siempre su vi-
ciertos rincones del corazón a su impe- da, y le dan actitud y unción de sacer-
rio.—Este otro vestigio, más íntimo, de dote, aun cuando predica la duda y el
que quiero hablarte, es como onda difusa análisis; porque, muerta la fe como
que persiste en todo tu ser, y no se ma- ] creencia, queda indeleble, en él, como
nifiesta irregular y desentonadamente, i virtud de poesía, como fragancia del am-
sino a la manera de la lontananza del biente interior, como timbre del senti-
paisaje o del fondo del cuadro. Es como miento, como hada oculta en el miste-
una vaga armonía, sombra sonora de rio del alma; como fuerza ideal, mante-
una música que, amortecida por la dis- nedora de mil hondas asociaciones y cos-
tancia, llega, en eco perenne, desde lo tumbres.
más hondo de ti. La duda de Renán está impregnada de
Dejan este vestigio, sobre todo, la fe y religiosidad hasta los tuétanos. La iglesia
la apasionada convicción que te poseye- de Tréguíer tiende hasta el último día de
1
Renán su sombra amiga. ¿No cabe pre- no sabido de este rumbo, y le dejas, para
guntar si algo, si no tan intenso, seme- seguir al cuervo cauto que te devuelve,
jante, no ocurre en todo aquel que ha en arrepentimiento, al puerto que te vio
tenido una fe, una apasionada convic- ; partir. Pero, ¡ay!, quizá también, sin
ción, realmente suyas? La esencia que ¡ acertar a ponerse en ninguno de los rum-
elias dejan de su paso, se apoca, se enra- bos contrarios, permaneces en angustio-
rece, subordina a otras su intensidad: sa incertidumbre, junto al cuervo que ha
pero nunca, acaso, se disipa. Nada per- quedado contigo con fidelidad aciaga y
manece en absoluto; pero, tampoco, na- sarcástica. ¿Sacrificarás tu fe a una espe-
da que ha prendido una vez con eficacia ranza aleatoria? El mar por donde se
muere del todo, en lo latente de la vida ; arriesgan los que dudan está lleno de
moral. naves inmóviles o errantes, sobre cuyo
mástil más alto domina, como grímpola
cxxxv negra, un triste cuervo, posado en deso-
j lante quietud,
{Cuarta voz: Temor a la. soledad y el
desamparo. Los tres cuervos del descu- CXXXVI
brimiento de Jslandia]
[En el fuerte la duda no es desconcierto
...Y dice otra de las voces disuasivas: ni ocio. La duda laboriosa es, como la
«Teme la soledad, teme el desamparo. je, principio de disciplina']
Cuando abandonas el dulce arrimo de
una fe, cortas la amarra que mantenía La fuerza de esa admonición es pode-
tu nave sujeta a lo seguro de la costa, y rosa tratándose del flaco de espíritu, que
te aventuras en el mar incierto y sin lí- no nació para sentir el peso de otra auto-
mites. Contigo van tres cuervos...» ridad que la que se le impone de afuera
Cuentan las crónicas del descubrimien- y se contiene en una fórmula encumbra-
to de íslandia que, partiendo unos nave- da sobre el tímido vuelo de su razón,
gantes de Noruega a explorar el piélago Tema éste en buena hora afrontarse con
que avanza, al Norte, hacia los hielos la soledad infinita; y como el niño que
eternos, llevaron tres de aquellas aves fa- esconde ios ojos en el regazo de la raa-
1
tídicas consigo. Aún no había brújula en- dre, rehuya la luz y vuélvase a su segu-
tonces. Llegados a alta mar, los navegan- ro. Pero en el alma capaz de libertad, en
tes soltaron, como medio de determinar : el alma para quien libertad, significa lu-
su ruta, a los tres cuervos, de los cuales cha y trabajo, no habrá temor de que la
uno volvió en dirección al punto de par- renuncia al amparo de una fe caduca sea,
tida, quedóse el otro en el barco y se ] en definitiva, desorientación y zozobra y
adelantó al restante con misterioso de- j redunde en ausencia de aquel principio
rrotero. Siguió la nave tras el último; y i director, como polo magnético del alma,
rasgado el secreto de las brumas borea- I que hemos considerado necesario para
les, la tierra nueva no tardó en destacar- mantener el orden de la vida y darle sa-
se de la confusa lejanía. ! zón de idealidad. Porque, en el fuerte,
(•También contigo van tres cuervos—si- \ la duda no es ni ocio epicúreo ni aflic-
gue diciendo la voz—cuando, sin brúju- ción y desánimo, sino antecedente de
la, te pierdes, mar adentro, en el ponto una reintegración, apercibimiento para
desde cuya soledad no se divisa tierra | una reconquista, que tiene por objeto
firme de fe. Quizá vas hacia donde te I lograr, mediante el esfuerzo indomable
1
Snía el cuervo aventurado, v arribas, de la conciencia emancipada, nueva ver-
Por fin, a nueva costa. Quizá temes lo • dad, nuevo centro de espiritual amor,
472 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
bro que se conoce, de las nuevas gentes ! quimérico. Y en el mismo seno de aque-
con quienes se vive. Para levantarse so- lla pasión que se ha de desarraigar y
bre cada una de estas impresiones, apre- sustituir, hallará tal vez la voluntad el
ciándola serenamente en su objeto, y punto de partida, la piedra angular, la
propendiendo a retenerla y ahondaría, y simiente fecunda, con que arribar a la
a convertirla así en sentimiento duradero nueva y contraria pasión. Porque nuestra
y firme voluntad, si es que el objeto lo complejidad personal se reproduce en to-
merece; o por lo contrarío, a apartarla do cuanto pasa dentro de nosotros; y un
del alma, mediante la atención negativa sentimiento, una costumbre, una tenden-
y la táctica de la prudencia, si no hay cia de nuestro carácter, son otros tantos
para ella causa justa, es necesaria la vi- complejos, en los que se agregan y or-
gilante autoridad de esa misma razón, ganizan elementos de la más varia y di-
que por sí sola nunca producirá más que símil condición. Y así, por ejemplo, den-
convicciones inertes, pero que, obrando tro de la intimidad de la pasión impura,
como centro de las potencias interiores, del hábito funesto, de la voluntad extra-
será siempre la irreemplazable soberana, viada, caben elementos separables, de be-
sin cuyo poder una creencia que se ad- lleza moral. Ellos no faltan ni en la fe-
quiera no pasará de ciega fe o endeble rocidad de los odios, ni en la sordidez
sentimentalismo. de las falacias, ni en la brutalidad de las
concupiscencias. Pertenece a la intuición
| del maestro psicólogo y del moralista re-
CXXXIX ' dentar descubrir esos aliados suyos con-
tenidos en la pasión o el hábito de que
[La idea puede suscitar el sentimiento. se propone emancipar a un alma, y com-
Contradicciones íntimas. Toda pasión hu- batir a éstos en su propio seno, y asen-
mana lleva en sí misma el germen de su tar el cimiento de la regeneración sobre
disolución'] la misma cerviz del enemigo.
Y ¡qué inauditas contradicciones halla-
Además, si la idea pura no alcanza a ríamos, si nos fuera dado sondar esa
sustituir al sentimiento ni a hacer lo que I complejidad de que hablamos, en lo ínti-
éí, puede, hábil y perseverantemente, pro- i mo de cada sentimiento! ¡Qué estupen-
vocarlo y suscitarlo. Excogitando la oca- ] dos consorcios verifica esta química del
sión; acumulando excitaciones y estímu- corazón!... ¿Hay afinidades que ella no
los; entrando en alianza con eí tiempo, manifieste y realice? ¿Hay aparentes re-
que traspasa en sigilo las rocas en con- pulsiones que ella no venza? Placer y
nivencia con la gota de agua; evitando dolor, amor y odio, son contrarios más
la tentación hostil; cuidando la emoción 1 en la esfera de la abstracción y deí len-
favorable, incipiente y tímida, con esme- ] guaje que en la de la realidad concreía
ro solícito, como quien quiere fuego, y y viva.
para aprovechar una sola chispa que tie- ¿Cuánto no se ha dicho de la dificul-
ne, allega ramillas, y las dispone bien, y tad de clasificar en los términos del do-
distribuye sutil y delicadamente el soplo lor o el placer el sentimiento de la con-
de sus labios, hasta que la ve levantarse templación melancólica, del ensueño
en llamarada: así la idea pura y fría abandonado y lánguido? ¿La melancolía
logra arrancar, del corazón remiso, el es gozo, es pena?... Y en el paroxismo de
fuego de amor que la complemente. la sensualidad, cuando las células disgre-
Vencer una pasión que nos sojuzga, y gadas mueven el furor y desesperación
criar en lugar de ella, voluntariamente, de que hablaba Lucrecio; y en la com-
otra pasión, es empeño heroico, pero no I placencía con que el espectador de la tra-
gedia deja correr sus lágrimas, herido \ del exceso de flaqueza el arranque de la
por los filos cariciosos del arte; y en la temeridad? Nada aparentemente más in-
voluptuosidad del paladar propia del go- conciliable que el sentimiento de la ad-
loso de lo amargo; y en aquella otra ex- miración conmovida y el de la risa bur-
traña voluptuosidad del que remueve sus lesca, manera del desprecio: pero ¿tienes
heridas para despertar el sufrimiento y más que volver a leer ciertas escenas clei
gozarse en su encono; y en la sonrisa Quijote, para sentirlos, enlazados en pa-
con que eí mártir, sabedor de que el radoja sentimental, dentro de ti mismo?
martirio es el pórtico de la bienaventu- La contradicción aparece claramente
ranza, resplandece entre las llamas de en esas situaciones de alma, en que in-
la hoguera; y en el sarcasmo con que el tervienen, con proporcionado poder, dos
poeta maldecidor mezcla el agrio de su fuerzas antagónicas. Pero en el comple-
ofensa al regocijo de la burla: en todos jo de cualquier sentimiento personal
estos casos, los dos polos de ia sensibi- existe siempre la nota contradictoria, di-
lidad se tocan y unimisman: ya es el pla- sonante, aunque, por débil y recóndita,
cer quien aprovecha del dolor y le con- no trascienda y quede desvanecida en el
vierte en siervo suyo; ya es el dolor acorde del conjunto.—¿Cómo se engen-
quien se insinúa en el seno del placer y dra la pasión en el alma? Como la mu-
vive allí del jugo que de él toma, como chedumbre que se levanta al paso de una
la vívora que, trepando a un lecho de ¡ bandera o de un profeta. La iniciativa de
nodriza en el misterio de la noche, se | una emoción dotada de misterioso poder
nutre a pechos de mujer. ; de prcselitismo y simpatía reúne, dentro
Amor y odio no se eximen de esta na- | de nosotros, elementos vagos y dispersos,
tural fuerza humorística que se compla- y los ordena a una finalidad, y los con-
ce en aunar las más opuestas determina- cita a la acción. Entre los elementos de
ciones del sentimiento. Si amor y odio tal manera congregados, los hay fieles,
caben en un mismo impulso de alma, inconmcvibles y seguros; pero los hay
sábelo quien tuvo amor capaz de sobre- también que no se adhieren sin reserva y
i no permanecen sin desgano o malicia.
vivir a la traición e incapaz de contener I Hay, en la heterogénea muchedumbre, el
el rugido de la honra o el clamor de la | indolente, el forzado, el posible prófugo,
venganza por la felicidad perdida: supié- I el posible traidor. ¿Qué importa que no
ronlo Lancioto mientras Francesca leía l se los perciba mientras la pasión marcha
en el libro fatal, Ótelo ante el sueño de a su objeto, como la horda que el furor
Desdémona. Si la ternura de la madre guerrero arrebata? Ellos van dentro de
puede embeberse, sin dejar de ser tal, en ella; y no hay pasión en cuyos reales
la crueldad del homicida, súpolo mostrar no militen de estos soldados sin estímu-
aquel pintor antiguo que unió en el sem- i lo. Concluyese de aquí que toda pasión
blante de Medea la voluntad que mata : humana es, en alguno de sus elementos,
y la que implora, la intención aleve y la contradictoria del carácter que prevalece
caricia.—Soberbia v humildad son enemi- en su conjunto, Medita en esto, y tradú-
gos que he visto abrazarse muchas veces, i celo por esta otra proposición, tan suges-
e
n palabras y gestos que transparentaban tiva para cuando te convenga mantener
u
n alma de asceta, de bautista, un alma y afianzar cierta pasión, cierta fuerza or-
puritana. Nada más contradictorio que ganizada, en tu alma, como para cuando
el miedo desolador y el ímpetu iracundo; te interese reducirla y vencerla: Toda pa-
Psro el soldado novel a quien la angus- sión humana lleva en sí misma el ger-
tia y confusión de su entrada en la ba- men de su disolución.
talla mueven a precipitarse, cerrados los En lo hondo del amor más ardiente, de
°Jos, en lo mortífero del fuego, ¿no saca
476 JOSÉ ENRIQUE RODO.-™OBRAS COMPLETAS
¡leños de lágrimas los ojos—; ¿tu ciencia j cía». «¡Me abismas—prorrumpió Árte-
es esa? ¿Tu habilidad es infamia? Traí- I mió—en un mar de confusiones! ¿Qué ex-
can una brasa de fuego con que probar traña criatura es esta que ía amistad con-
si pasa por mis labios palabra que no sea fió en mis manos?...» «Cesa en tu asom-
tic verdad, y óiganme decir si anida, en bro—dijo finalmente el mago, acudiendo
mí, intención o sentimiento que guarde a reanimar a Lucrecia, que permanecía
relación con la imagen que pretende ha- sumida en doloroso estupor—; ella no es
ber visto dentro de mi espíritu.» «Calla, ser extraordinario, ni las que has visto
pobre Lucrecia—arguyo el mago—; ¿aca- por mis ojos son cosas que tengan nada
so es menester que íú lo sepas? Tú dices de sobrenatural o peregrino. Con cien
verdad y yo también.» «¿Justo será en- malvados, que durmieron siempre en lo
tonces—-dijo Artemio—menospreciar las escondido de su ser, subió a la gloria
promesas que nos cautivaban y preparar cada bienaventurado; y con den justos,
nuestro ánimo a la decepción?» «No pien- que no desoertaron nunca, en lo hondo
so como tú—replicó el mago--; ¿quién te de sí mismo, bajo a su condenación cada
asegura que la cortesana despierte?» «Di- ! reprobo. Artemio: nunca estimules la
go por si despierta»---añadió Artemio—, | seguridad en el justo; la desconfianza.
«Señor—repuso el mago—; yo le concedo , en el caído: todos tienen huéspedes que
que eso pase; pero yo vi también en el no se les parecen, en lo oculto del alma.
fondo del alma de esa hetaira dormida Veces hay en que el bien consiste en pro-
Que está en el fondo del alma de Lucre , curar que despierte alguno de esos hués-
cía; y vi orro abismo, y en el seno del ; pedes; pero las hay también (y esto te
abismo una luz, y como envuelta y sus- | importa) en que turbar el sueño fuera
pendida en la luz, una criatura suavísi- j temeridad o riesgo ioútii, El sueño vive
ma, por la que el ampo de la nieve se ! en un ambiente silencioso; la inocencia
holgara de trocarse, según es de blanca, '<. es el silencio del alma: ¡haya silencio en
¡unto a esta dea, mujer sin sexo, puro i el corazón de Lucrecia!...»
espíritu, juzgarías sombra el resplandor
de !a virtud de Lucrecia: y como la cor-
tesana en tu pupila, ella en la cortesa- CXLI
na, duerme...» «Infiero de ahí—dijo el i
corregidor -que aun con el despertar de i [Ante los muros de la cárcel. El criminal
¡a cortesana podrían resucitar sahuma- • heroico, Fatalidad de un momento, El
bas nuestras esperanzas en Lucrecia. De- ! epiléptico en la, tumbal
mos gracias a Dios, ya que en el extra-
vío de su virtud hallamos el camino de
su santidad.» «Sí—volvió a decir el ma- Ante ios muros que separan de la so-
go ~; pero no olvides que, como en. las ; ciedad humana la sombra de una cárcel,
otras, hay en el alma de esa forma an- cuántas veces he sentido porfiar, en el
gélica un abismo al cual puedo yo aso- fondo de mi mente—en el fondo huraño
larme.» «¿Y quién—pregunto Artemio— • y selvático donde las ideas no tienen
fs la durmiente de ese abismo?» «Te lo ley—, este pensamiento tenaz: ¿qué no
diría—opuso el mago--, si fuera bien podría hacer la vida, el recobro del goce
mostrar a los ojos de Lucrecia una pin- natural de libertad, acción y amor, con
tara de abominación. Piensa en la escena muchas de esas almas quitadas ele la vi-
c
ie la Pasífae corintia de Lucio; piensa en da como agua soterrada que no corre ni
mujer tal que para con ella la primera envía sus vapores al cielo? ¿Qué no po-
cortesana sea, en grado de virtud, lo que dría hacer con ellas un grande impulso
Para con la primera cortesana es Lucre- ' de pasión, un grande estímulo, un gran-
478 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
de entusiasmo, un horizonte abierto, una los de la heroica viitud. Vive una espe-
embriaguez de dicha y de sol?.., ranza eternamente enamorada del alma
Y ante el relato de un crimen que hace en donde hay fuerza, condición de todas
que midamos el abismo de un alma pro- las superioridades, lo mismo las buenas
terva, trágica por la fuerza aciaga de la que las malas, A mucha suerte de gér-
perversidad y del odio, cuántas veces he menes es propicio el suelo rico de calor
experimentado, aún más intensa quizá y de jugo.
que la abominación por el mal que fué En el conflicto de dos potencias anti-
objeto de esa fuerza, un sentimiento de téticas, que se disputan el gobierno de un
admiración y... ¿cómo lo diré?... de co- alma, si la una es vencida y la otra pre-
dicia; de codicia comparable con la que, ¡ valece, adquiere realidad la superstición
ante el impulso desplegado por el hura- de ciertos salvajes, que imaginan que el
cán devastador, o el mar iracundo, o el valor y fuerza del caído pasan a incor-
alud que derriba casas y árboles, expe- porarse al ánimo del vencedor,—¿Qué
rimentaría quien se ocupara en buscar otro sentido tiene la observación de que
un motor nuevo, una nueva energía ma- es en el pesar y espanto de la culpa don-
terial de que adueñarse para magnificar de la santidad recogió siempre cosecha
el trabajo y el poder de ios hombres. más opima, y de que la intensidad de la
En la quietud, en la acumulación bal- virtud guarda proporción con la causa
día de la cárcel, hay fuerza virtual de del arrepentimiento?
voluntad y de pasión, que, enderezada a Pero además de las poderosas y extra-
un alto objeto, sería bastante para ani- ordinarias energías, para siempre anula-
mar y llevar tras sí, con avasallador di- das con su primera aplicación al mal:
namismo, a ese rebaño humano que veo : aun en lo que se refiere al vulgo del
pasar bajo el balcón si levanto los ojos; ; crimen, ¡cuánto dolor en la fatalidad que
en su mayor parte, inútil para el bien, j unce el destino de una vida al yugo de
inútil para el mal: ¡polvo vano que solé- ¡ lo que puede haber de fatal también en
yantan el egoísmo y el miedo! ! la sugestión de una ráfaga perversa!... La
Está más cerca de aquella noche teñe- j criminalidad recoge buena parte de su
brosa que de esta pálida penumbra la ración de almas dentro de la inmensa
luz porque se anuncia súbitamente el multitud de los que cruzan el temeroso
Espíritu... Y es más fácil hacer un Pedro campo de la vida sin forma propia y fija
el Ermitaño, o un Jerónimo Savonarola, de personalidad; de los que en esta in-
o un Bartolomé las Casas de un criminal certidumbre e indiferencia vagan, mien-
apasionado, que de un hombre recto que tras el impulso de un momento no los
no tenga más que la fría rectitud que se precipita del lado de su condenación, co-
funda en interés y discreción. Cuando se mo otro impulso de un momento los
pone fuego a una selva, una vegetación ; alzaría a lo seguro de la honra. Con fre-
del todo diferente de la que había bro- cuencia el culpado fué, hasta el preciso
ta y arraiga entre las cenizas del in- instante de su culpa, lo que yo llamaría
cendio, I un conciencia soñolienta, especie abun-
Es que gérmenes ocultos, vencidos has- j dantísima. Fué, hasta ese instante, el que
ta entonces por los que en la selva pre- ; aún no es malo ni bueno. Fué aquel que,
valecían, se manifiestan v desenvuelven ! mohíno por su desamparo y miseria, mar-
a favor de la fertilidad del suelo, pródigo I cha una noche, al acaso, por las calles,
de sí, que dio esplendente prosperidad a sin determinación de hacer cosa que ten-
los unos, como la dará, no menos franco ga trascendencia en su vida. Ve, tras una
ventana, un montón de oro que relum-
y liberal, a los otros. Llámense aquéllos j bra, y un hombre indefenso junto a él;
los gérmenes de la maldad heroica; éstos ¡
un mal demonio le habla al oído, y roba acude sin demora a rectificar ese pensa-
y mata. A lo instantáneo de la tentación miento o ese acto, pero no desmayes aun
y de la culpa, sigue la perdurable nece- cuando tal contrariedad se reproduzca,
sidad social de la ignominia. Si el azar ni juzgues perdido el esfuerzo que hayas
le hubiera puesto frente a una casa que hecho por abandonar la manera de vida
fuese presa del incendio, y hubiese visto, anterior, Una transformación moral que
allá en lo alto, una mujer o un niño a no ha arribado a lentos impulsos del
punto de perecer entre las llamas, quizá tiempo y la costumbre, sino por inspira-
un buen ángel le habría hablado al oído, ción y arranque de la voluntad, impone
y él se hubiera consagrado de héroe, y al alma un apresurado trabajo de diso-
después de tal iniciación, perseveraría ciación, para romper con viejos hábitos,
probablemente en el bien, y suyas para y otro, no menos activo, de coordinación
siempre fueran la dignidad, y la gloria. y disciplina, para formarlos nuevos y
¿Con qué he de comparar lo que siento oficiosos. Esta doble tarea no se realiza
cuantas veces sé que un hombre joven y sin interrupciones ni sin lucha. Alguna
fuerte pasa, para ya no salir, o bien para tentación reaccionaria, algún paso atrás,
salir con la cabeza blanca, las puertas de algún recuerdo dotado de fuerza ejecuti-
la casa de amarga paz, de la casa de va, son, en el transcurso de ella, inevita-
esclavitud y de vergüenza? Con el senti-
miento de angustia que experimentamos bles tropiezos. La iniciativa de la refor-
ante la horrenda fatalidad del epiléptico ma, el primer durable esfuerzo, volunta-
que toma las apariencias de un cadáver rio, importan ya, sin duda, cierta cone-
y es llevado en vida a la tumba. ¡Quizá xión de tendencias, sin la cual la idea ais-
hubiera despertado el epiléptico para vi- lada no tendría fuerza para salir fuera
vir mucho más; quizá su vida hubiese si- de sí misma; pero esta conexión no abar-
do hermosa y buena!... ¿Y su desespera- ca, ni con mucho, en sus principios, todo
ción cuando recobra el sentido en el en- el contenido del alma. Cuando la tenden-
cierro pavoroso?.,. Cierto es que esta cia regeneradora ha hecho acto posesivo
desesperación dura un instante, un ins- de la autoridad, aún le falta organizar su
tante no más, porque, si mientras aún república y sojuzgar las propensiones
TÍO fué sepultado puede haber duda so- reaccionarias o indóciles. Hay, por nece-
bre si en realidad estaba muerto, des- sidad, un período intermedio, durante el
pués de que ha pasado una hora en la cual el enemigo que va de vencida suele
clausura adonde no llegan luz ni aire, volver la cara y logra tal vez algún efí-
¿quién dudará de que ha muerto de mero triunfo. Ve la imagen de las incer-
verdad?... tidumbres de ese estado moral, en las
propias transformaciones de la naturale-
CXLII | za, cuando se verifican por una transi-
ción más impetuosa y súbita que la
[Tentaciones regresivas en la conversión acompasada que ella prefiere de ordina-
incipiente] rio; ve cómo en el tránsito de la infan-
cia a la adolescencia, que es un caso na-
tural de repentino cambio, el ser del ni-
Si ya entrado en la vía de tu conver- ño resurte en ciertos momentos a la
sión, si encaminada tu voluntad en un apariencia del alma del casi adolescente,
S£
nticlo nuevo, te encuentras alguna vez
v
°iviendo a lo antiguo y reparas en que y se da a conocer por puerilidades gra-
l,
no de tus pensamientos o tus actos se ¡ ciosas que resalían en medio de una se-
traviesa en el curso de aquel propósito, ! riedad temprana, hasta que, por fin, la
480 JOSÉ ENRIQUE RODO,---OBRAS COMPLETAS
fuerza que lleva adelante la vida aparta ¡ hasta donde es posible en tiempos de al-
de su lado esos últimos vestigios de la ma complejísima, la epifanía social de
edad que pasó. los cantos de las edades épicas, resonó
sobre la vasta agitación del pasado siglo
¡ el verbo arrebatador de Víctor Hugo, su-
cesivamente vinculado a las más diver-
CXLIII sas doctrinas, a las más opuestas direc-
1
clones morales que solicitaron la con-
[Un amplio don de expresión corno ciencia de sus contemporáneos; no tanto
incentivo de falsos cambios de ideas] por desenvolvimiento interior del pensa-
miento y laboriosa evolución personal,
Reanudando lo que decíamos, la con- cual la que rigió la magna vida de Goe-
versión entera y eficaz arguye convicción the, cuanto por inmediata y como in-
racionalmente adquirida y sentimiento consciente repercusión de los clamores
hondo y persistente. Suscitar y mantener de afuera. No cabría reconocer sin sal-
esta última energía, si por espontánea vedades, en la inconsecuencia congenial
afluencia no acude, es empeño costoso, de Víctor Hugo, la majestuosa dinámica
pero no superior a las instancias de 3a del pensamiento dueño de sí mismo, que,
voluntad. Cuando uno de ambos elemen- consagrado a la integración de su ver-
tos falta, la conversión es ciega o para- dad, la busca en lo hondo de las cosas,
lítica; y cuando uno de los dos es en- y con exclusivo y pertinaz deseo; pe-
deble, ella ve sólo como por relámpagos, | ro aun así, hay en esa inconsecuencia
o sólo se agita como por movimientos algo infinitamente' más alto que la ver-
espasmódicos, satilidad que se reduce a vana impresión;
En el escritor, el orador y el poeta, a : hay la grandeza de un espíritu cíclico,
un tiempo amos y esclavos de la pala- que piensa sucesivamente como todos,
bra, la docilidad a las sugestiones cam- porque a todos los resume y atrae a su
biantes del ambiente, de donde nacen inmenso órgano verbal todas las Ideas,
conversiones efímeras, sin consistencia porque de todas es capaz de exprimir la
intelectual, sin verdadero ejercicio del esencia luminosa.
criterio, ni activo acompañamiento de la
voluntad, suele ser la desventaja inheren-
te a un amplio e imperioso don de expre- CXLIV
sión, más apto, por su peculiar natura-
leza, para recoger las cosas que en su ¡La apostasía venal]
derredor circulan y devolverlas en vivido
reflejo; que para tomar su contenido del Por bajo de los simulacros, más o me-
fondo de la propia personalidad. La ve- nos inanes y superficiales, pero todavía
leidosa dirección del pensamiento, o qui- sinceros, de la verdadera y cabal conver-
zá mejor, de la palabra, se dignifica y sión, aquella en que inteligencia, senti-
magnifica en esas grandes almas expre- miento y voluntad amorosamente ££
sivas hasta asimilarse a la soberana fa- abrazan, están los que son ya engaño
cultad del primitivo épico; del alma casi calculado, ficción consciente y artera;
impersonal puesta, corno resonancia fiel están las formas de la menguada apos-
y multiforme del pensar y el sentir aje- tasía, hija del interés, por quien diríase
nos, en el centro ele un alma colectiva, que las ideas, las Madres que dominan
que se reconoce toda entre en. la vibran- en beatitud sublime el movimiento de
te voz del intérprete. las cosas, descienden a cínica terceras en
De tal modo, de modo que recuerda, los goces v provechos del mundo.
fama que se satisface con la aprobación j cosd de antes; como que el alma ha es-
de los mejores, mientras espera la san- i tampado su imagen allí, y sólo en el vul-
ción perenne del tiempo, certísimo re- i go de las almas las hay de la condición
compensador de la verdad, sino en la de las monedas de un valor, que puedan
fama juglaresca y efímera. Este sacrificio trocarse sin diferencia las unas por las
de la probidad del pensar a la tentación otras.
de un ruido vano se manifiesta común-
mente por dos alardes o remedos fala- CXLVI
ces: la falsa fuerza y la falsa origina-
lidad. [Paradoja sobre la originalidad}
La falsa fuerza consiste en violentar la
medida y norma del juicio, llevando ...Pero ni aun en esas que llamamos
una idea que, tal como se la halló, mar- vulgares las hay que se puedan trocar
caba acaso el fiel de la verdad, a extre- sin diferencia. La originalidad es la ver-
mos donde se desvirtúa; y esto, no por dad del hombre.
desbordada espontaneidad de la pasión, Nada más raro que la originalidad en
que puede ser exceso sublime, sino por la expresión del sentimiento; pero nada
busca consciente del efecto, para poner- más común y vulgar que la originalidad
se en un plano con la multitud, cuya del sentimiento mismo. Por la manera
naturaleza primitiva excluye ese sentido de sentir, nadie hay que deje de ser ori-
del grado y deí matiz, que es el don que ginal. Nadie hay que sienta de modo en-
la Némesis antigua hace a las mentes teramente igual a otro alguno. La ausen-
superiores; porque la fuerza de la men- cia de originalidad en lo que se escribe
te no es la energía arrebatada y fatal, no es sino ineptitud para reflejar y pre-
que corre ignorante de su término, sino cisar la verdad de lo que se siente.
la fuerza que se asesora con un mirar Figúrate ante el más vulgar de los ca-
de águila, y percibido el ápice donde es- sos de pasión; ante el crimen de que ha-
tán ía armonía y la verdad, allí reprime blan las crónicas de cada día. ¿Por qué
el ímpetu de la afirmación, como la ma- mató el criminal; por qué robó; por qué
no hercúlea que sofrena, en el punto manchó una honra? ¿Qué fué lo que le
donde quiere, la cuadriga que rige. movió a la culpa? ¿El odio, la soberbia,
La falsa originalidad induce, por su la codicia, la sensualidad, el egoísmo?..-
parte, a prescindir del examen leal del No; ésas son muertas abstracciones. Dí
raciocinio, para buscar, derechamente y que le impulsó su odio, su soberbia, su
con artificiosa intención, el reverso de la codicia, su sensualidad, su egoísmo; los
palabra autorizada, o las antípodas de suyos, cosas únicas, únicas en la eterni-
la posición del mayor número; sin re- dad de los tiempos y en la infinidad del
parar en que la originalidad que deter- mundo. Nadie odia, ni ha odiado, ni odia-
mina raro y supremo mérito es ía que rá absolutamente como él. Nunca hubo
importa presencia de la personalidad en ni habrá codicia absolutamente igual a
aquello que se dice y se hace, aunque su codicia; ni soberbia que con la suya
este pensamiento o esta acción, reduci- pueda identificarse sin reserva. Multipli-
dos a su ser abstracto de ideas, no diver- qúense las generaciones como las ondas
jan de un precedente conocido; porque de la mar; propagúese la humildad con
donde hay hondo aliento de personali- mil orbes; nunca se reproducirá en alma
dad, donde la idea ha sido pensada y creada un amor como el mío, un odio
sentida nuevamente con la eficacia de la como el mío. Semejantes podrán tener
energía creadora, habrá siempre una vir- mi amor y mi odio; nunca podrán sei'
tud y un espíritu que no se parecerán a iguales, Cada sentimiento, aun el más
ella, después de lograr que dejemos de que el alma adelantase, por su calidad
ser sus esclavos. e íntimo ser, como quien asciende exte-
Sólo porque nos reconocemos capaces riormente en preeminencia o fortuna,
de limitar la acción que sobre nuestra Pero ¡cuan pocos son los que se con-
personalidad y nuestra vida tienen las sagran a tal obra, con amor y encarniza-
fuerzas que clasificamos bajo el nombre miento de artistas, ya que no se le con-
de fatalidad, hay razón para que nos sagraran con devoción de creyentes en
consideremos criaturas más nobles que una norma imperativa de moralidad!
el buey que empleamos en labrar el sur- Porque arte verdadero hay en ella; arte
co, el caballo cuyo lomo oprimimos y el superior a cualquier otro. Las grandes
perro que lame nuestros pies. Por este existencias, en que la voluntad subyuga
privilegio, que nos alza a una doble su- y plasma el material de la naturaleza con
blimidad, como disciplinados y como re- sujeción a un modelo que resplandece
beldes, reaccionamos sobre nuestras pro- mientras tanto en la mente, son reales
pensiones innatas, y a veces les quita- obras de arte, dechados de una habili-
mos el triunfo; resistimos la influencia dad superior, a la cual la sustancia hu-
de las cosas que nos rodean; sujetamos mana se rmde, como la palabra en el
los hábitos naturales o adquiridos, y metro, la piedra en la escultura, el co-
merced a ia táctica de la voluntad pues- lor en la tela. Así, en Goethe la obra de
ta al servicio de la inteligencia, consti-la propia vida parece una estatua; una
tuímos nuevos hábitos; adaptamos nues- estatua donde el tenaz y rítmico esfuer-
tra vida a un orden social, que,, recíproca-
zo de la voluntad, firme como cincel con
mente, modificamos adoptándolo a nues- punta de diamante, esculpe un ideal de
tros anhelos de innovación y de mejora; perfección serena, noble y armoniosa, la
prevenimos las condiciones que nos ro- vida de San Francisco de Asís está com-
dearán en lo futuro, y obramos con arre- puesta como una tierna y sublime mú-
glo a ellas; intervenimos en la ocasión sica. Para encontrar imagen a la vida de
y estímulo de nuestras emociones, y en monarcas como Augusto o como Cario-
el ir y venir de nuestras imágenes, con magno, sería preciso figurarse uno de
lo que ponemos la mano en las raíces esos monumentos cíclicos de la arqui-
de donde nace la pasión; y aun la fuer- tectura, que encarnan en la piedra ^
za ciega y misteriosa del instinto, que genio de una civilización, templo clásico
representa el círculo de hierro de la ani-o cristiana basílica. El arte de la vi¿
malidad, se hace en nosotros plástica y de Franklin es el de una máquina, doc
modificable, porque está gobernada y co- de la sabia e ingeniosa adecuación &
mo penetrada por la activa virtud de los medios al fin útil, y la economía ^
de nuestro pensamiento. la fuerza, alcanzan ese grado de convf;
niencia y precisión en que la utiliza0
Esta capacidad, esta energía, se halla asume cierto carácter de belleza.
potencialmente en toda alma; pero en
inmensa muchedumbre de ellas, apenas
da razón de sí: apenas pasa, sino en mí-
nima parte, a la realidad y la acción CXLIX
y sólo en las que componen una estric-
ta aristocracia, sirve de modo conscien- [El primer instrumento de la regen&]V
te y sistemático a una idea de perfeccio- ción es la esperanza de alcanzarla
namiento propio. Aparecería en la pleni-
tud de su poder sí todos atináramos a El primer instrumento de la regetfeI|
considerar nuestra vida como una obra ción es la esperanza de alcanzarla. T0(|
de constante y ordenado progreso, en la propósito y plan de educar, de reform*1.
marnos y ser cada vez más poderosos y dogma y tradición y de la misma real-
mejores. dad del mundo, el solio de la Voluntar,
Porque, en realidad, ¿qué es lo que omnipotente.
dentro de nosotros mismos se exime en En la misteriosa alquimia del amor, er.
absoluto de nuestro poder voluntario, la oculta generación de la fe, cosas qu;
mientras el apoyo de la voluntad no aca- se confuden con lo más impenetrable y
ba con el postrer aliento de nuestra exis- demoníaco del alma, la Voluntad se sus-
tencia? tituye tal vez a la espontaneidad del ins-
¿El dolor? ¿El amor? ¿La invención? tinto, y crea el amor donde no le hay
¿La fe? ¿El entusiasmo? ¿El sueño? ¿El partiendo a golpes de hierro, pues fah:
sentir corporal? ¿La función de nuestro fuego que derrita, el hielo de la indife-
organismo? rencia; y arranca la fe viva de las entra-
Hechos y potencias son ésos, que pare- ñas de la duda, como el niño a quier.
cen levantarse sobre el poder de nuestra sacan a vivir del vientre de sus madre
voluntad, para obrar o no obrar, para muerta. Así, por la pertinacia de la aten-
ser o no ser; señalándole límites tan in- ción y del hábito, quien quiere creer, '<•••
franqueables como los que las leyes de cabo cree; quien tiene voluntad de affl?<-
la naturaleza física señalan al alcance y al cabo se enamora. Ya supo de esto Pas-
virtud de un agente material. Pero esta cal cuando afirmó la virtualidad de \< :
maravillosa energía, que lo mismo mueve fórmula y el rito para abrir paso a la -
una falange de tus dedos, que puede re- dentro del alma remisa a sus reclamo::
hacer, de conformidad con una imagen En ia divina operación del genio, -;
de tu mente, la fisonomía del mundo, se Voluntad no sólo acumula el combusti-
agrega u opone también a aquellas fuer- ble que luego una chispa sagrada inflara
zas que juzgamos fatales; y cuando ella y consume, sino que aun esta chispa pu¿-
se manifiesta en grado sublime, su inter- de provenir de su solicitud; y la graz-
vención aparece y triunfa; de modo que no muy largamente concedida por la na-
da vida al amor o lo sofoca; anonada al turaleza, el don incierto, la aptitud, dridc-
dolor; enciende la fe; compite con el ge- sa o velada, se transfiguran y agiganta
nio que crea: vela en el sueño; trastorna por ella, a punto de semejar una crea-
la impresión real de las cosas, rescata la ción de ella misma, y serlo casi, algún"; ;:
salud del cuerpo o la del alma, y levan- vez. Demóstenes, Alfieri, y aquellos Q;;
ta, casi del seno de la muerte, el empuje citamos ya caracterizando la vocacicc
y la capacidad de la vida. anticipada a todo indicio de aptitud,
pintor Carraci, Máiquez el cómico, s¡>
En el vientre del muchacho esparciata, ejemplos del artista vencedor de su PV;
donde el cachorro oculto bajo el manto mera inferioridad, cuya más peregflp
muerde hasta matar, sin que se oiga un
lamento; en el hornillo donde Mudo Es- ¡ obra de arte parece ser su propio genK-
cévola pone la mano y ve cómo se que- La invención es a menudo un acto ^
ma, «sin retorcer ceja ni labio»; en el voluntad, ante todo; como el que, seg'J-;
martirio donde Campanella, reconcentra- la tradición religiosa sacó la luz y K'
do en su idea contumaz, calla y no sufre, ! mundo de las primitivas tinieblas. Y d¿-
la voluntad vence al dolor y le aniquila. ; de luego, este arranque para romper co-
No fué otro el fundamento de la sober- ló sabido y usado, en que consiste ia ll
bia estoica, despreciadora del dolor, que vención, ¿no es uno mismo, por su car?-1,
inspiró la gloriosa frase de Arria y la íer y el modo de desenvolverse, con \
moral de Epicteto, y que resurge en lo arranque por el cual se aparta de la in-
moderno con Kan i, para asentar, mar, formidad del iusímío y la costimibrs •
firme oun nunca, sobre la ruina de todo ! acto plenamente voluntario?,.. La Yo*11,
chillo en la piedra de afilar; y así pasó ¡ Las lágrimas corrían en un arroyo que-
mucho tiempo, mucho tiempo, tanto que j jumbroso tocando el círculo de tierra; y
el niño tenía abierta en la roca una ca- la simiente asomó sobre el haz de la tie-
vidad no menor que el cóncavo de un ¡ rra como un punto; y luego echó fuer;
cráneo; pero roía, roía siempre, con un el tallo incipiente, las primeras hojuelas:
gemido de esteicor; roía el pobre niño y mientras el niño lloraba, el árbol nue-
bajo la planta del viejo indiferente e in- i vo criaba ramas y hojas, y en todo esto
mutable, como la pampa de granito, pasó mucho tiempo, mucho tiempo, has-
Cuando el hueco llegó a ser lo hondo ta que el árbol tuvo tronco robusto, \
que se precisaba, el viejo levantó la plan- ¡ copa anchurosa, y follaje, y flores que
ta opresora; y quien hubiera estado allí ¡ aromaron el aire, y descolló en la sole-
hubiese visto entonces una cosa aún más dad; descolló el árbol aún más alto que
triste, y es que el niño, sin haber dejado el viejo indiferente e inmutable, sobre
de serlo, tenía la cabeza blanca de canas; la pampa de granito.
y apartólo el viejo, con el pie, y levantó El viento hacía sonar las hojas del ár-
al segundo niño, que había mirado tem- bol, y las aves del cielo vinieron a ani-
blando todo aquello. «Junta tierra para dar en su copa, y sus flores se cuajaron
la simiente», le dijo. «Padre—preguntóle en frutos; y el viejo soltó entonces al
el cuitado—, ¿en dónde hay tierra?» «La j niño, que dejó de llorar, toda blanca la
hay en el viento; recógela», repuso; y [ cabeza de canas; y los tres niños tendie-
con el pulgar y el índice abrió las mandí- ron las manos ávidas a la fruta del ár-
bulas miserables del niño; y le tuvo así bol; pero el flaco gigante los tomó, come
contra la dirección del viento que sopla- cachorros, del pescuezo, y arrancó uní
ba, y en la lengua y en las fauces jadean- ' semilla, y fue a situarse con ellos en cer-
tes se reunía el flotante polvo del. viento, cano punto de la roca, y levantando une
que luego el niíio vomitaba, como limo de sus pies juntó los dientes del prime: [
precario; y pasó mucho tiempo, mucho niño con el suelo; juntó de nuevo <w
tiempo, y ni impaciencia, ni anhelo, ni el suelo los dientes del niño, que sona-
piedad, mostraba el viejo indiferente e ron bajo la planta del viejo indiferente
inmutable sobre la pampa de granito. e inmutable, erguido, inmenso, silencio-
Cuando la cavidad de piedra fué col- so, sobre la pampa de granito.
mada, el viejo echó en ella la simiente,
y arrojó al niño de sí como se arroja una
cascara sin jugo, y no vio que el doloi ¡ CLII
había pintado la infantil cabeza de blan- ;
co; y luego, levantó al último de los pe- j [Sentido de esa parábola]
queños, y le dijo, señalándole la simiente j
enterrada: «Has de regar esa simiente»; Esa desolada pampa es nuestra vid3
y como él le preguntase, todo trémulo de y ese inexorable espectro es el poder &
angustia: «Padre, ¿en dónde hay agua?» nuestra voluntad, y esos trémulos nin°-
«Llora; la hay en tus ojos», contestó; y son nuestras entrañas, nuestras faculta
íe torció las manos débiles, y en los ojos des y nuestras potencias, de cuya debili-
del niño rompió entonces abundosa vena dad y desamparo la voluntad arranca al^
de llanto, y el polvo sediento la bebía; y energía todopoderosa que subyuga
este llanto duró mucho tiempo, mucho mundo y rompe las sombras de lo &'
tiempo, porque para exprimir los lagri- cano.
males cansados estaba el viejo indiferen- Un puñado de polvo, suspendido, P°-
e
te e inmutable, de pie sobre la pampa un soplo efímero, sobre el haz de la tiLl
de granito. rra, para volver, cuando el soplo acab
perdido, y que se alce y centellee en los ción sentimental, en sus aciagas aventu-
aires el hacha capaz de abatir en un mo- ras. Ora se alzan y van en vuelo loco;
mento lo que erigieron luengos años. ora, más al abrigo, ruedan solitarias bre-
Esta es la heroica eficacia de la revolu- ve trecho y quedan un momento inmóvi-
ción, bélica enviada de Proteo a la casa les, antes de trazar, lánguidamente, otro
de los indolentes y al encierro de los surco; ora se acumulan y aprietan, como
oprimidos. medrosas o ateridas; ya se despedazan
y entregan en suicidio a la ráfaga, deshe-
chas en liviano polvo; ya giran sin com-
pás alrededor de sí mismas, como poseí-
CLVII das danzantes... Su suerte varia es pas-
to de mi fantasía, cosquilleo de mi cora-
[Cuadro de otoño} zón. Me parecen en ocasiones los despo-
jos volantes de un sacrificio de papeles
El Invierno, viejo fuerte, se acerca. Su viejos, con los que se avientan cartas de
impetuoso resuello llega en ráfagas lar- amores idos y vanidades de la imagina-
gas al ambiente de esta tarde de otoño, ción, obras que no pasaron de su larva.
y roba a todo lo que hay de movible en Las imagino después el oropel de una
el paisaje su quietud o la suave ondula- corona destrozada de cómico. Se me figu-
ción con que se adormecía. Ahora se in- ran otras veces manos exangües y ama-
quieta, como malcontento de su lugar, rillas; manos de moribundo, que buscan
cuanto es capaz de movimiento: las ra- vanamente tañer, en una lira que no en-
mas, sacudidas desde su raíz; las aspas cuentran, una melodía triste que saben...
del molino, que se persiguen entre sí con Caen, caen sin tregua, las hojas; y el
furia vana; la cadena del pozo; las ropas alma del paisaje éntrase en tanto, por
tendidas a secar en el cercado vecino; el las puertas del sentido, al ambiente de
polvo yacente, que se levanta en gruesas mi mundo interior. Me reconcentro, sin
nubes. Por el cielo vagan esos blancos dejar de atender a las aladas moribun-
vellones que el viento suele agitar, como das. Comienza a cantar, dentro de nú
enseña, en sus combates, El balcón de ¡ esa elegía marchita que, en el pathos ro-
la casa de enfrente no se ha abierto. Tras mántico, hay para la caída y el murmu-
sus cristales asoma una cara dulce y pen- llo de las hojas secas. Abandono; volup-
sativa, más pálida que de costumbre. En tuosidad de melancolía; complacencia en
cambio, de esa otra cara, casi infantil, lo amargo fino y suave... ¿Dónde está
que, junto a la enorme y bondadosa va- ahora, respecto de mí mismo, el objeto
ca, veo pasar todas las tardes, el soplo de mi contemplación? ¿Adentro? ¿Afue-
recio hace brotar dos frescas rosas. ra?... Caen, caen sin tregua, las hojas; y
Sentado a la ventana, empleo mi ocio por un instante siento que su tristeza de
en la contemplación. Mientras en mi chi- muerte se comunica a todo lo visible, í
menea se abre un ojo de cíclope que des- sube al cielo, y le entristece también, v
de hace tiempo permanecía velado por alcanza hasta la línea lejana en que una
su párpado negro, y junto a mí mi galgo ' niebla tenue empieza a tejer su veste de
ofrece sus orejas frías y sedosas a las ca- lino. Pero luego, muy luego, la expresión
ricias de su amo, se fija mi atención en mortal que se había extendido en el p^'
una muda sinfonía: la de las hojas que, saje como sombra de nube, se concreta y
desprendidas, en bandadas sin orden de fija nuevamente en las hojas, que son las
los árboles que van dejando desnudos, que de veras se van y perecen, y que n°
pueblan el suelo y el aire, a la merced volverán nunca a su árbol... En lo demás
del viento. Me intereso, como en una fic- queda sólo una esfumada aureola de esa
PIN DE LOS
«MOTIVOS DE PROTEO»
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6
EL MIRADOR
DE PROSPERO
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EL MIRADOR DE PROSPERO
P R O : OGO
vas; es una conversación íntima... Somos génesis han sido estudiados en la Intro-
felices con observar los orígenes de este ducción, II, 6) es ejemplar en el plano de
generoso y potente espíritu, descubrir las la historia literaria. Pedro Henríquez Ure-
facultades que han nutrido su talento, ña (Las corrientes literarias en la Améri-
qué investigaciones han formado su cien- ca hispánica, México, 1949, p. 241) afir-
cia, qué opiniones se ha hecho sobre la ma que «es el mejor estudio sobre un pe-
filosofía, sobre la religión, sobre el Es- ríodo literario en la América Española».
tado, sobre las letras; lo que era y lo En su trabajo no sólo examina Rodó la
que es, lo que quiere y lo que cree.» vida y la obra de Gutiérrez a la luz de
su época (como el título promete); tam-
bién traza la historia literaria de su ge-
II neración y estudia los antecedentes his-
panoamericanos de cada uno de los te-
No todos los trabajos que Rodó selec- mas en que se manifestó el arte del in-
cionó para este volumen parecen igual- signe emigrado argentino. La obra y la
mente importantes. Junto a ensayos que vida de Juan María Gutiérrez se proyec-
exceden holgadamente las 20 ó 30 pági- tan así doblemente: contra el marco his-
nas, se encuentran algunos que apenas i tórico-literario coetáneo, contra la histo-
cubren dos o tres y hasta otros que ni \ ria de la literatura hispanoamericana cu-
alcanzan la página. Los grandes temas j ya tradición integran y enriquecen. El
(Bolívar o Montalvo, América o el Esti- ; trabajo no sólo ubica eruditamente a Gu-
lo) alternan con piezas de circunstancias, j tiérrez. También contribuye a poner de
páginas que parecen de encargo, tan ano- \ relieve la importancia de esa tradición li-
dina es su apariencia. Al recogerlos, Ro- I teraria americana cuyo perfil, en la hora
dó sancionó su importancia. No siempre ¡ en que él escribió y pensó, no estaba
es posible elogiar su acierto. completamente trazado. En este sentido,
Es posible escindir en varios grupos los i el ensayo es pieza fundamental para la
cuarenta y cinco artículos de El Mirador j ajustada valoración de esta zona de su
de Próspero. Sin ánimo de establecer una j obra.
clasificación rígida y definitiva, se pue- i El ensayo sobre Montalvo—en el que
den determinar seis grupos principales; ¡ trabajaba desde 1907, como lo prueba su
el primero estaría integrado por ensayos \ correspondencia con Alejandro Andrade
de crítica literaria; el segundo, por ensa- Coello (5 de diciembre de 1907)—-es jus-
yos históricos; el tercero, por ensayos li- tamente famoso por la excelencia de su
terarios; el cuarto, por ensayos morales; ¡ caracterización biográfica y literaria. Si-
el quinto, por ensayos sociales; el sexto, \ guiendo a Taine (aunque no servilmente,
por ensayos hispanoamericanos. \ como aclara Max Henríquez Ureña), tra-
Los ensayos de crítica literaria lo mués- ¡ za una biografía del hombre que va des-
tran en la plenitud del ejercicio de la crí- ¡ de su precisa localización en el espacio
tica. En la Introducción general (II, 5) y en el tiempo hasta un retrato moral
se ha estudiado la naturaleza y caracte- penetrante. Su concepción heroica de la
res de la crítica rodoniana; baste indicar ¡ personalidad, que deriva de Carlyle pero
aquí algunos rasgos complementarios. ¡ la profundiza en el terreno espiritual, en-
Este grupo de ensayos puede escindirse ¡ cuentra en Montalvo un ejemplo notable.
a su vez en tres series: A) de historia li- i Montalvo es para Rodó no sólo el héroe
teraría; B) de biografía literaria; C) de ! de estatura poética magnífica; es tam-
crítica literaria exclusivamente. i bién «el iluminado de la acción». Y ya se
Un ensayo como Juan María Gutiérrez sabe la importancia que el crítico uru-
y su época (algunos aspectos de cuya ' guayo concedía a la acción directa y
sus implicaciones culturales sobre to- edición de la Biblioteca Artigas, del Mi-
do, había ilustrado Rodó con su ensa- nisterio de Instrucción Pública (1965).
yo sobre Juan María Gutiérrez y su Con este trabajo, y con el del mismo crí-
época. tico dedicado a Motivos de Proteo, se
También merece transcribirse el juicio funda verdaderamente la interpretación
que—con la perspectiva de unos cuaren- ideológica textual de Rodó.
ta años—redactó el doctor José Pedro Se- Hoy no cabe la menor duda de que El
gundo: «El Mirador de Próspero es la fá- Mirador de Próspero es su obra más im-
brica de su reputación mental y artística portante: es la que muesta su entera es-
de más heterogénea y trabajada escultu- tatura de critico (y Rodó fué, ante todo
ra.» (Escritos de la Revista Nacional, 1945, y sobre lodo, un crítico), la que permite
introducción, LXIX.) Desde la perspecti- abarcar completamente el horizonte de
va actual el estudio más completo y mi- sus ideas y sus intereses, la que ofrece
nucioso es el que ha dedicado a esta obra (en un haz) su evolución literaria; la que
Carlos Real de Azúa en su prólogo a la da, en fin, un Rodó entero y único.
EL MIRADOR DE PROSPERO
...J'aime, je l'avoue, ees soríes de livres. D'abord
on peut jeter le volume au bout de vingt pages,
commencer par la fin, ou au miUeu; vous n'y etes
pas servileur, mais maitre; vous pouvez le traitei
comme jouraal; en effet, c'est le journal d'rm
esprit.
H. TAINE: Littérature anglaise, V, ÍIL
de fondo luminoso a la plena manifesta-1 una propaganda de dos lustros, que hizo
ción de su personalidad. ¡ descender de lo alto de los Andrés, sobre
La iniciativa de reforma social y de j el suelo argentino, la voz de protesta de
emancipación literaria que parte, como ¡ la cultura y la libertad vilipendiadas.
anuncio de una época nueva, del seno de ; Santiago y Valparaíso reflejan, desde el
la juventud congregada por el autor de \ terror de 1840, las luces proscriptas de su
La Cautiva bajo los pliegues de la última ; centro por la barbarie vencedora, y al
bandera de Mayo que debía flamear den- j amparo de su hospitalidad, se continúa,
tro de la capital argentina hasta la caída ; en las múltiples manifestaciones de la
del régimen brutal que profanó sus co- ¡ prensa, el libro y la cátedra, la obra en
lores, fue obligada a continuarse en el que colaboran el pensamiento de AI-
destierro y afirmó sus focos de luz en berdi, la crítica de López, los panfletos
esta margen del Plata y sobre las costas de Frías, la investigación erudita de Juan
del Pacífico. | María Gutiérrez,
Así, la fuerza de expansión y de pro- j Con el anatema incesantemente lanzado
paganda que había sido una de las glo- j sobre la tiranía, comparte la actividad de
rías de la revolución política iniciada por esta emigración gloriosa la revelación de
la generación anterior e impulsada por la nueva idea literaria. El numen del ro-
ella hasta llevar a latitudes remotas, di- ¡ manticismo llega envuelto en los pliegues
latándose como en el sucesivo desenvol- i de la bandera de Mayo al otro lado de
vimiento de las ondas concéntricas que ¡ la Cordillera, y lucha allí con la resisten-
levanta el golpe de la piedra sobre el : cía, que personificaba aquel don Andrés
agua dormida, el brazo de sus héroes y : Bello, en quien reconoce la cultura de
la palabra de sus tribunos, realza tam- ! Chile al primero de sus educadores, y
bien esta iniciativa de renovación de las \ cuyo espíritu, abierto a todas las luces
ideas, que se formula en el programa de ¡ del saber y favorecido con los dones del
la «Asociación de Mayo», vibra en la ! entendimiento más difícilmente concilia-
prensa de Montevideo sus entusiasmos ! bles, flexible y múltiple como el de un
ardorosos y tiene su más alta expresión ¡ humanista del Renacimiento, era santua-
en las polémicas de Santiago de Chile, i rio de la tradición intelectual. En el bri-
A fines de 1840 atravesaba la Cordi- i llante torneo que estas polémicas man-
llera, después de ser befado y torturado i tienen, luce en todo su brío la gentileza
por la «Mazorca», un prófugo de San, \ literaria de los jóvenes desterrados que
Juan, que había llevado allí la voz del j el romanticismo tuvo por justadores; el
patriciado culto y de la juventud inteli- generoso entusiasmo con que llevaban a
gente en el movimiento suscitado por la aquella lucha puramente ideal todo el ar-
repercusión de la propaganda de Echeve- dor de las luchas reales y efectivas. Im-
rría, y trazaba en un descanso del cami- pulsada por ellos, una cuestión de arte
no, bajo las armas de la patria que aban- llegó a agitar los espíritus con fuerza de
donaba, estas palabras de Fortoul: ON pasión, y una de las sociedades hasta en-
ME TUE POINT LES IDEES. '
tonces menos espirituales de América fué
Aquel proscrito, cuyo nombre debía acaso el escenario más movido que tuvo
en breve fulgurar al pie del Facundo, en el continente la gran querella litera-
era el mensajero de una emigración que ría. La relativa incipiencia de la vida in-
Chile vería pronto afluir a sus ciudades, telectual de aquella sociedad, un tanto
donde los estremecimientos de la máqui- encadenada a la tradición de la colonia,
na de imprimir anunciaron ruidosamente un tanto adusta y espartana en sus linca-
su presencia; y aquel lema profético iba mientos, sirvió de fondo opaco para que
a tener la confirmación de la realidad en ¡ se destacase aún más el brillo de esa
506 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
y las lágrimas, que desata el aura del universitaria que merece eterno recuerdo,
sentimiento individual, libre de la pre- señalaba hace pocos años, como suprema
sión niveladora e imperiosa del ambiente inspiración regeneradora, en medio del
colectivo, y no manifestándose este sen- eclipse moral que veía avanzar en el ho-
timiento en el arranque súbito de la rizonte de América, la obra patriótica de
emoción ni con la fuerza que estalla en fortalecer, en la mente y el corazón de
el sollozo de Musset o en la imprecación las generaciones que se levantan, el amor
byroníana, sino cuando se ha tendido so- a la contemplación de aquellas épocas en
bre él el velo de una suave melancolía, y que el carácter, la personalidad nacional
vagan sigilosas las sombras de la medita- de nuestros pueblos y las fuerzas espon-
ción o del recuerdo, era como la íntima táneas de su intelectualidad, vibraban
naturaleza de nuestro poeta desempeña- con la energía que hoy les falta (1) y con
ba su ley y acertaba con la nota pura, el sello propio de que les priva el cosmo-
sencilla, la que llega al centro del alma, politismo enervador que impone su nota
ya diese voz a las tristezas de la ausen- a la fisonomía de estos tiempos.
cia, ya espaciara el espíritu en los arro- El sentimiento de la tradición, el cuito
bos de la contemplación. del pasado, es una fuerza insustituible en
Su poesía refleja así la exquisita suavi- la conciencia de los pueblos, y la venera-
dad de los sentimientos, que constituía ción de las grandes personalidades en que
el fondo velado de su personalidad. Nun- se encarnan sus porfías, sus anhelos, sus
ca entregó a las pasiones de la vida pú- glorias, es la forma suprema de ese culto.
blica sino una parte de su espíritu, y su- Entre nosotros, merecen ser honradas
po guardar constantemente intactas del las generaciones que han precedido a las
polvo abrasador de la lucha todas las de- que tienen la representación oscura del
licadezas del pensamiento y la sensibili- presente, no sólo a nombre de aquella
dad, el culto de las cosas íntimas, que solidaridad histórica inquebrantable, sino
constituye el más preciado de esos bie- también por un claro derecho de supe-
nes del alma que el hombre, perpetua- rioridad. El interés del porvenir se une a
mente confundido en las tempestades de la «sagrada voz de la historia»—siempre
la acción, suele sacrificar a la devorado- vibrante en el corazón de los pueblos,
ra intensidad de la idea que le absorbe o que son algo más que muchedumbres—,
de la pasión que le avasalla, para exigirnos, cuando se trate de esas
He de terminar, sobreponiéndome a la generaciones, un homenaje de amor y de
atracción de un tema gratísimo; pero no j justicia, que sea, a la vez, inspiración de
será sin antes insistir acerca de la alta j fecundas enseñanzas y nos lleve a fami-
oportunidad con que se autoriza, en este ¡ liarizarnos con los ejemplos de su acción
silencio del olvido que parece ser la pos-! y las confidencias de su espíritu.
turna condenación de nuestras glorias
más puras, toda palabra encaminada a 1855.
una reparación. |
Lucio Vicente López, en una oración i (1) Esto se escribía en 1895. [J. B. R.]
te fuera de una época con la que se iden- dominante y duradero influjo se han su-
tificó absolutamente en espíritu. Medio cedido en su seno, arriban en definitiva
siglo ha pasado ya desde que Juan Car- a una misma conclusión, cuando se trata
los Gómez partía para el destierro, que de fijar merecimientos y sanciones, y se
debía prolongarse hasta después de la transmiten la misma insustituible con-
tumba. SÍ volviese a la vida, vería cómo signa: sólo la voluntad que realiza el
el vertiginoso movimiento que impulsa bien es sólido fundamento de gloria; sólo
hacia adelante los hombres y las cosas, de la inteligencia, y nunca de la fuerza
ha renovado la fisonomía moral y mate- brutal, irradia luz y vida; sólo los hom-
rial de su pueblo, partícipe de las trans- : bres que han sido virtud, carácter, inte-
formaciones del mundo. No es ya Monte- ligencia, merecen el homenaje de los
video la ciudad humilde, ceñida por los \ pueblos y el recuerdo de la posteridad.
arreos de su guerrear interminable, que ¡ Esas tres superioridades eternas: inte-
él dejara al partir. En vano sus ojos bus- ! ligencia, carácter y virtud, honramos en
carían aquel viejo «Fuerte de Gobierno», • la apoteosis que hoy nos reúne. Sobre
que él recordaba una vez, en su apenada esa base triangular no hay pedestal de
ancianidad, con las melancolías y ternu- I estatua que no resista a todas las fuerzas
ras del proscripto; el viejo Fuerte, que , de la tierra. No ignoráis, señores, cómo,
los hombres de mi generación no hemos í a pesar de ello, se ha discutido y se ha
alcanzado a conocer, y entre cuyos mu- negado la razón de esta apoteosis. Quien
ros de piedra se asentó el sillón presiden- tantas tempestades desató en vida, no
cial de don Joaquín Suárez y se dio la podía incorporarse sobre su lecho de
norma de tanto valor y abnegación su- muerte sin provocar una vez más la tem-
blime. En la esfera de las ideas, si des- pestad. Entre tanto, hemos oído la pala-
cendiera al fondo de nuestro espíritu, no bra de los acusadores, y no sólo la decla-
se sentiría, ciertamente, menos desorien- ramos vana e irreverente, sino contradic-
tado. Derruidas o desiertas hallaría las toria de imprescriptibles fueros de la con-
aras de sus dioses. Esta selva que entre- ciencia humana. Jamás, jamás en un pue-
tejen las almas se ha deshojado y ha j blo libre la profesión sincera de un mo-
brotado, desde su tiempo, muchas veces. do personal de concebir la grandeza, el
Sólo como el son de una armonía lejana porvenir, los destinos de la patria, puede
percibimos ya los ecos de aquella fulgu- justificar el ostracismo, ni el anatema,
rante revolución de las ideas que, en el ni el olvido de ios más altos títulos y las
primer tercio del pasado siglo, hechizó más legítimas superioridades que enaltez-
al pensamiento humano. Otra es hoy can a los hombres. El fecundo amor pa-
nuestra filosofía, otra nuestra literatura, trio es el que exige del ciudadano, no el
otra nuestra concepción de infinitas co- sacrificio de la libre profesión de su pen-
sas; otros son nuestros mentores y nues- samiento, en cuanto a las conveniencias
tros libros. e intereses del patrimonio común, sino
Pero lo que perpetúa, al través de tan- la sinceridad del amor, y el desinterés
tos cambios, la oportunidad de homena- con que esa sinceridad se abona, y el
jes como éste; lo que preserva en el cumplimiento del cívico deber. Toda otra
tiempo la continuidad solitaria de las ge- concepción del amor patrio no será sino
neraciones; lo que debe decirse, para ho- un estrecho e irracional fetichismo.
nor de esta civilización cristiana, que Nuestro pueblo ha purgado su historia
mantiene, por encima de las mudanzas y de leyendas falaces; hemos reivindicado
los siglos, la enseña capitana del mundo, memorias gloriosas que oscureciera el fa-
es que todas las escuelas, todos lor> cri- llo ajeno, y los altares del culto nacional
terios, todas las doctrinas, que con pre- están puestos sobre granito. Quien siga
eminentes la escena cívica de un grande que fueron sus conmilitones o sus ene-
y próspero pueblo. migos, podría disputarle el primer pues-
Personificó, por la feliz armonía de sus to. Pero en Sarmiento la fuerza rara vez
dotes, su propio ideal de democracia cul- se armoniza con la gracia y la medida
ta, no reñida, sino connaturalizada, con escultural. Hay algo de abrupto, de des-
el orden y la selección. En nuestra histo- proporcionado, de inarmónico, en la for-
ria no hallo figura que con tal brillo re- midable clave de ese Hércules debelador
presente al gentilhombre, al patricio de de monstruos y tiranos. En Juan Carlos
una sociedad republicana. Porque él lo Gómez, el golpe, no menos irresistible y
tuvo todo: el pensamiento penetrante y certero, guarda constantemente el ritmo
la palabra que lo esculpe en forma que de la elegancia gladiatoria, Así como, ni
no perece; el corazón generoso y la vo- aun en las mayores vehemencias de su
luntad que convierte sus palpitaciones alma apasionada, pierde el sentido de
en impulsos eficaces y enérgicos; la aus- una caballeresca dignidad, así, aun en el
teridad estoica y la delicadeza exquisita; ímpetu de la contradicción y el encarni-
el favor de las gracias y las armas del zamiento de la lucha, mantiene la nota
combate; soberbio ejemplar de superio- escogida del buen gusto. Y cuando exhu-
ridad humana, que, en escenario más mamos sus escritos, por entre aquello
vasto, hubiera dejado esculpida su figu- j que el tiempo ha inevitablemente mar-
ra en el mármol que contemplan con : chitado, nos sorprenden a menudo un
arrobamiento las naciones y los tiempos. ' pensamiento, una imagen, una frase, de
Aun para aquellos que no acierten a |: inolvidable y escultórica belleza, como
ver la superioridad del hombre de acción 1 en las despedazadas ruinas atrae tal vez
y del político, siempre se destacará ava- la mirada del viajero una columna trun-
salladora la faz del escritor, Su palabra : ca o el torso divino de una estatua.
de fuego es de las que parecen capaces Tal fué el escritor; tal fué el lucha-
de conmover y entusiasmar a los mismos i dor; tal fué el apóstol.
contra quienes van dirigidas. Yo no co- I Señores: Alta es la idea de la patria;
nozco publicista del Río de la Plata que pero en los pueblos de la América lati-
haya tenido en más alto grado que Juan na, en esta viva armonía de naciones
vinculadas por todos los lazos de la tra-
Carlos Gómez la unción del inspirado, dición, de la raza, de las instituciones,
del apóstol. Todo lo que salía de su plu- del idioma, como nunca las presentó
ma venía envuelto en ese poder magnéti- juntas y abarcando tan vasto espacio la
co que se impone instantáneamente y historia del mundo, bien podemos decir
por medios superiores a los de la refle- que hay algo aún más alto que la idea
xión y el análisis; que subyuga, más que de la patria, y es la idea de la América;
convence; que arrebata, más que adoc- la idea de la América, concebida como
trina. Lo que en otros es convicción, en una grande e imperecedera unidad, como
él era fe; lo que en otros es raciocinio, una excelsa y máxima patria, con sus
en él era inspiración; lo que en otros es héroes, sus educadores, sus tribunos;
faena de crítico, en él era fervor de ilu- desde el golfo de Méjico hasta los hie-
minado. Nadie más distante de aquella los sempiternos del Sur.
serenidad reflexiva, y aquella igualdad
de ánimo, y aquella expresión sobria y Ni Sarmiento, ni Bilbao, ni Martí, ni
desnuda, que caracterizaron a Florencio Bello, ni Montalvo, son los escritores de
Várela, su precursor en la propaganda una u otra parte de América, sino los ciu-
f
le la libertad. La polémica era el campo dadanos de la intelectualidad americana.
donde se agigantaba. En cuanto polemis- Significando, pues, esa íntima solida-
ta, sólo Sarmiento, entre los escritores ridad, por la cual lo que enaltece y hon-
H000.---17
514 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
RUMBOS NUEVOS
on motivo de la publicación de «ídolo, Fori», de Carlos
Arturo Torres
tad bien regida, son ídolos groseros si tesoros donde el quijotismo de lo ideal
se las observa campear, sueltas y eman- finge Dulcineas, castillos y gigantes.
cipadas de todo principio superior, en Relativamente a la peculiar situación
la conciencia del vulgo. En general, nada de nuestros pueblos, estas tendencias en-
debe temerse más que los efectos de la cerraban peligros que no era bastante a
deformación de ciertas ideas arriesgadas compensar el efecto de saludable elimi-
y confundibles, o ya originariamente vi- nación que, por otra parte, producirían
ciosas, cuando se apoderan de ellas la [ (ya que no falta nunca alguna relación
mediocridad de espíritu y la mediocridad ! benéfica en lo fundamentalmente perni-
de corazón, para disfrazar de conceptos j cioso), sobre idealismos quiméricos y
capaces de sostenerse y propagarse a pie- j sueños impotentes y vagos. Desde luego,
na luz las condiciones de su personal in- toda obsesión utilitarista, todo desfalleci-
ferioridad. Esto, de que puede señalarse miento de las energías que mantienen el
actualmente un ejemplo en la deplorable timón de la nave social en derechura a
boga del egoísmo aristocrático de Nietzs- un objeto superior al interés del día que
che, convertido en patente de corso para pasa, habían de ejercer tanto más fácil
la franca expansión de la desatinada so- y avasallador influjo en el espíritu de de-
berbia de los necios y de la miseria de ; mocracias nuevas, donde la marea utili-
alma de los viles, pasó también con la j taria no encontraría resistencia de esas
difusión entusiástica de la idea de uti- i poderosas fuerzas de idealidad inmanen-
lidad. Las medianías ineptas, por su po- j te que tienen fijas, en los pueblos de ci-
breza de vida espiritual, para compren- , vilización secular, la alta cultura cientí-
der aspiración más alta que las que cir- j fica y artística, la selección de clases di-
cunscribe el interés positivo, acogieron rigentes y la nobleza con que obliga la
con júbilo un criterio que interpretaban ¡ tradición. A esto hay que agregar, toda-
como la confirmación de que, allí donde vía, circunstancias de época. Comenzaba
nada veían ellas, nada existía sino vani- \ en estas sociedades el impulso de en-
dad; y creyendo predicar la filosofía que grandecimiento material y económico, y
habían aprendido, predicaban la imita- [ como sugestión de él, la pasión de bien-
ción de su propia naturaleza. Imaginaron estar y riqueza, con su cortejo de frivo-
que descubrían un mundo, y que este lidad sensual y de cinismo epicúreo; la
mundo era la tierra misma: el suelo fir- avidez de oro, que, llevando primero a
me y seguro de la realidad, de donde las la forzada aceleración del ritmo del tra-
generaciones anteriores habían vivido bajo, concluía en el disgusto del trabajo,
ausentes, y que era menester rehabilitar \ como harto lento prometedor, y lo susti-
como habitación de los hombres. La tuía por la audacia de la especulación
energía interior, la facultad dominante, aventurera. Eran los años en que las lí-
que para ello preconizaban, era un sen- \ neas enérgicas y airosas de la tradicional
tido práctico abstraído de toda noción personalidad colectiva empezaban a esfu-
ideal que lo refiriese, como instrumento marse, veladas por un cosmopolitismo
o medio de hacer, a algún supremo tér- incoloro, y en que, en medio de la confu-
mino de desinterés, de justicia o de be- sión de todo orden de prestigios y valo-
lleza; sentido práctico que orientándose, ! res sociales, se apresuraba la formación
como el buen sentido de Sancho, en ex- ¡ de una burguesía adinerada y colecti-
elusiva persecución de lo útil, si alguna ' cia, sin sentimiento patrio, ni delicadeza
vez padecía quiebras y eclipses había de moral, ni altivez, ni gusto. El gran Sar-
ser, como en el inmortal escudero, para miento, que alcanzó en su titánica vejez
desviarse en dirección de esos quijotis- ¡ el despuntar de esos tiempos, los llamó
mos de la utilidad que fingen ínsulas y ¡ la época cartaginesa. En semejante dis-
interés, sino aquellos otros que se relie- ; bandos. Y apenas me parece necesario
ren a ideas y objetivos que alguna vez ; advertir que si abomino de esa conmix-
tuvieron rea! fundamento y oportunidad tión, allí no la haga forzosa el desequili-
imperiosa, y que ios conservan hoy mis- brio de un régimen de intolerancia, sólo
mo en ciertas partes, pero que en otras, ¡ quiero negar la oportunidad del debate
donde se les mantiene, han perdido, por ! religioso en los estrechos límites de i a
ya resueltos y logrados o por desviados vida política, en las disputas de la paz
del sentido que lleva el desenvolvimiento ] pública: de ningún modo en el intercam-
de la vida, toda razón de ser, lo que no bio espiritual, en la verdadera comunica-
es obstáculo para que una maquinal ción del pensamiento, donde la contro-
inercia o una galvanización artificiosa : versia de esa índole responde a un per-
los represente con el carácter de lo ac- ¡ durable interés humano y donde siempre
tuai, y motiven proselitismos, y susciten j será oportuno y siempre será noble pro-
pasiones, y defrauden de esta manera pender, por ios medios de la razón y de
energías que se sustraen a la aplicación la simpatía, a emancipar las conciencias
eficiente y fecunda de los problemas de ; capaces de libertad, del yugo de ios dog-
la realidad. Muchos podrían ser ejem- mas que tenemos por falsos y tiránicos.
plos; yo no citaré sino uno. Pero sería tarea interminable la de in-
En algún pueblo hispanoamericano, la dicar todas las particularidades y todos
libertad y ía tolerancia religiosas han i ios problemas de la vida actual de nues-
culminado hasta un punto que, segura- : tros pueblos a que puede tener aplica-
mente, ningún otro pueblo supera, den- \ ción el profundo sentido de esta obra,
tro de la civilización contemporánea; no destinada, sin duda, a realzar la ya jus-
sólo porque, en el terreno de la ley, ha ta fama de su autor.
tiempo que se han reivindicado amplia- : Por la índole de sus facultades y la
mente, y con arraigo inconmovible, todas : orientación de sus tendencias, Carlos Ar-
las libertades de ese orden que pueden • turo Torres es de los escritores hispano-
ser objeto de limitación por la hitóle- j americanos que mejor responden a las
rancia o la parcialidad del Estado, sino | necesidades actuales de nuestra sociedad
porque en la sociedad, en las costura- ; y de nuestra cultura, en lo intelectual
bres, en la vida doméstica, el sentimiento i como en lo moral; de los que están en
religioso no incide sino por raro caso en condiciones de hacer mayor bien con la
pasión perturbadora y fanática, y tiende : pluma; d.e ios que en más alto grado me-
a contenerse, en su inviolable santuario recen ejercer cura de almas. Es, además,
de la conciencia individual. A pesar de de los que, por sus cualidades de forma
ello, la sugestión de campañas anticleri- y de gusto, y por la variedad y elección
cales, que, en los pueblos de Europa de de sus lecturas ; manifiestan una persona-
donde se las reflejaba, tenían acaso natu- ; lidad literaria más emancipada de las su-
ral impulso en las peculiares condiciones ¡ gestiones caprichosas de la novedad. El
de la realidad, fué bastante (y no escribo equilibrio superior, la amplitud simpáti-
historia antigua) para traer al primer ¡ ca y benévola, la alta y noble equidad de
plano de la atención y el apasionamiento su pensamiento, encuentran adecuado
político un género de propaganda que es- medio de expresión en la severa elegancia
taba lejos de ocupar el mismo rango en \ de un estilo inmune de toda vana retó-
el orden real de las necesidades sociales; rica. Como escritor y como pensador tie-
retrocediéndose, sin ventaja visible, a la ne por carácter la selección desdeñosa
conmixtión abominable y anacrónica de del vulgar efecto; la elevada sinceridad,
las más delicadas cuestiones de concien- que, en el pensar, es justicia fundada
cia con ¡as pasiones violentas de los sobre propia y personal reflexión, y en
524 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
LA GESTA DE LA FORMA
¡Qué prodigiosa transformación la de triunfo. Sabéis, cuando la forma apenas
las palabras, mansas, inertes, en el re- asida se os escapa, cómo es que la an-
baño del estilo vulgar, cuando las con- gustia del desfallecimiento invade el co-
voca y las manda el genio del artista!... razón. Vibra todo vuestro organismo, co-
Desde el momento en que queréis hacer mo la tierra estremecida por la fragorosa
un arte, un arte plástico y musical, de la palpitación de la batalla. Como en el
expresión, hundís en ella un acicate que campo donde la lucha fué, quedan des-
subleva todos sus ímpetus rebeldes. La pués las señales del fuego que ha pa-
palabra, ser vivo y voluntarioso, os mira sado, en vuestra imaginación y en vues-
entonces desde los puntos de la pluma, tros nervios. Dejáis en las ennegrecidas
que la muerde para sujetarla; disputa páginas algo de vuestras entrañas y de
con vosotros, os obliga a que la afron- vuestra vida. ¿Qué vale, al lado de esto,
téis; tiene un alma y una fisonomía. Des- la contentadiza espontaneidad del que no
cubriéndonos en su rebelión todo su con- opone a la afluencia de la frase incolora,
tenido íntimo, os impone a menudo que
le devolváis la libertad que habéis que- inexpresiva, ninguna resistencia propia,
rido arrebatarla, para que convoquéis a ninguna altiva terquedad a la rebelión
otra, que llega, huraña y esquiva, al yugo de la palabra que se niega a dar de sí el
ele acero. Y hay veces en que la pelea alma y el color?... Porque la lucha del
con esos monstruos minúsculos os exal- estilo no ha de confundirse con la perti-
ta y fatiga como una desesperada con- nacia fría del retórico, que ajusta peno-
tienda por la fortuna y ei honor. Todas samente, en el mosaico de su corrección
las voluptuosidades heroicas caben en convencional, palabras que no ha hu-
esa lucha ignorada. Sentís alternativa- medecido el tibio aliento del alma. Eso
mente la embriaguez del vencedor, las sería comparar una partida de ajedrez
ansias del medroso, la exaltación iracun- con un combate en que corre la sangre
da del herido. Comprendéis, ante la doci- y se disputa un imperio. La lucha del
lidad de una frase que cae subyugada a estilo es una epopeya que tiene por cam-
vuestros pies, el clamoreo salvaje del po de acción nuestra naturaleza íntima,
EL "RAT-PICK*
Una vez, en tiempo que, como todos go. Abrense las casillas simultáneamente
los pasados, «fué mejor»; cuando estre- con la trampa en que traen a la rata, la
naba mis armas literarias, se requirió mi cual, despavorida, busca huir, mientras
parecer en una encuesta relativa a si de- los perros se lanzan en competencia so-
bía o no levantarse la prohibición de las bre ella; el que primero la atrapa es el
corridas de toros. Pasaba yo entonces ganador. Veces hay en que la rata se re-
por esa crisis de dilettantismo, desdeño- siste y muerde; pero claro está que no
so de la acción y de las ideas, ebrio del llega el caso de que escape a las mandí-
arte puro, que suele ser como el prurito bulas de sus perseguidores. Pronto los ca-
de la dentición en los espíritus de natu- nes, disputándosela, arrancándosela uno
raleza literaria (aunque en mí nunca caló a otro, la truecan en piltrafas sangrientas;
muy hondo). Por aquel tiempo había des- dase, con esto, por terminada una tanda,
cubierto a Gautier, y este sol me tenía y a los breves minutos se entra a otra.
deslumhrado. Con tales antecedentes, no El rat-pick, como casi todo espectácu-
será difícil comprender que hiciese, has- lo de sport, es invención de ingleses y
ta cierto punto, la defensa de la pintores- ocasión frecuentemente elegida entre
ca barbaridad, en nombre de la belleza, ellos para despuntar el vicio de la apues-
del color y de la originalidad característi- ta, por la gente del vulgo y también por
ca de tradiciones y costumbres. No nece- la ociosa juventud aristocrática. Excluiré
sito decir que hoy mi respuesta sería otra. desde luego de mi comentario lo que se
Recordaba esto, ha pocos días, volvien- refiere a esta intervención del juego de
do de satisfacer mi curiosidad en cuanto azar; no sólo porque nos llevaría a mo-
al espectáculo que, con el nombre de ralidades muy triviales, sino porque con-
rat-pick, anuncian los carteles y que ya fieso que no es la nota reprobable que
goza de cierta popularidad. ¿En qué con- más subleva mi espíritu en esta baja di-
siste el rat-pick? versión. Mis soliloquios de espectador re-
El rat-pick no es sino la caza de ia pugnado fueron de distinto genero, y voy
rata por los grifos rateros que llaman a ponerlos ahora por escrito. Razonemos
tox-terriers. Esta caza da pretexto a un acerca de las cosas pequeñas, puesto
juego de sport. Frente a las gradas de ¡ que no nos favorecen con su presencia
los espectadores, un recuadro, cercado las grandes.
de madera, sirve de palenque. Tres fox- Inútil me parece advertir que sí ya va
terriers aguardan encerrados en otras tiempo que me despedí del dilettantismo
tontas casillas, cuyos colores distintivos indiferente, dispuesto a perdonar y con-
corresponden a los de ias boletas del jue- sagrar de lícita toda apariencia amable,
526 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
En las riñas de gallos no falta su miga- empresas, desde Rodrigo de Vivar, si he-
ja de estética, y ello se concibe con sólo mos de creer a la fama, hasta el propio
recordar al gallardísimo animal, como César Carlos V. Y con un poco de ima-
modelado plásticamente para el alarde í ginación, cabe percibir en el arte del to-
y el combate. El aspecto armado y sober- ¡ reo un valor significativo o representati-
bio; la reluciente pluma; el ojo cente- vo de ese triunfo de la destreza humana
lleante; la cola que se alza en arco pom- sobre la fuerza bestial, que inspira, cuan-
poso; la pata toda nervio con que dar do el despertar de las energías y poten-
empuje al espolón, y en la altanera cabe- cias del hombre, las leyendas de las vic-
za la roja insignia heráldica, vuelta más torias de Heracles sobre el jabalí de En-
roja por la ira; todo esto compone un ! manto y el león de Memea. En las riñas
admirable conjunto, al que la actividad ¡ de gallos el hombre es pasivo espectador,
de] combate agrega, en actitudes, ímpe- j sanguinario a mansalva, y, esto contribu-
tus y acometimientos, un arte gladiatorio í ye a envilecerlas; pero, cuando menos, la
capaz de interesar a la mirada que ate- competencia se entabla allí entre fuerzas
sora belleza, Cuando Temístocles, en vis- j proporcionadas por naturaleza y por ley
peras de batalla, quiere excitar la bravu- \ del juego, Al espolón se opone el espo-
ra de la juventud, en aquel mundo donde \ lón; al pico, el pico; y el mismo interés
el sentido de la belleza plástica no se j venal del deporte interviene para que,
apartó jamás de ninguna manera de pen- ¡ antes de la riña, se comparen cuidadosa-
Sarniento o acción, la imagen que pone | mente las fuerzas de los combatientes y
ante sus ojos es la del gallo de pelea, { se depure, en lo posible, la decisiva supe-
apercibido y vibrante. | rioridad de mérito o fortuna,
En cambio, este abominable rat-pick '
no se ilumina con el más tenue rayo de ; Pero en la lucha entre los dientes ra-
gracia o hermosura. En tan bajo espec- j toniles y la mandíbula del fox-terrier, ía
tácuio, todo es feo, todo es desagradable, i víctima está indicada de antemano. Es
todo es ruin. Fea es la víctima, reo el i la inmolación del débil por el fuerte; del
victimario, feo el aspecto de la lucha, o, [ condenado, por el verdugo; es decir, lo
más exactamente, de la caza, Y la h> j más antipático que cabe como objetivo
ferioridad estética no está compensada i del sentido moral. Y quien arguya que en
por ninguna ventaja de orden moral. En ! este caso el débil es una alimaña repul-
las lidias de toros no es posible negar I siva y dañosa, demostrará no darse cuen-
que la barbarie tiene cierta atenuación i ta del carácter de la inmoralidad, la cual
de nobleza, que consiste en la exposición i procede, no del exterminio en sí mismo,
que el hombre hace de su vida. Cuales- \ que puede ser necesario o útil, sino dei
quiera que sean la vulgaridad.y el ínsu- ; exterminio abstraído de la utilidad y con-
fribie amaneramiento del lidiador de ír> ¡ vertido en juego; de la indignidad de)
t'os, considerado fuera de la arena, como j goce que se obtiene en la contemplación
arquetipo chulesco, como modelo que po- \ del exterminio. Aun ateniéndonos, a la
lanza, con sugestiones ele gustos y eos- ! pura consideración de gusto con que nos
lumbres, la admiración popular, es indu- autorizamos a tildar de repulsiva a la
dable que el desafío oficioso del peligro, : rata, más repulsivo y de perverso gusto
la voluntaria vecindad con la muerte, re- j es el espectáculo de su sacrificio. Por lo
flejan sobre él alguna luz de simpatía, ¡ demás, en esto de distribuir .repugnan-
cierto prestigio marcial., cierta elegancia [ cias y reprobaciones entre ios seres que
heroica, (pie en antiguos tiempos tentó' tripulan, junto con nuestra aristocrática
a que se probasen en el hoy plebeyo ejer- ¡ especie, la nave del mundo, lia de andar-
ciclo ios brazos más capaces de sublimes ¡ se con tiento, l a víbora, oue nos repug-
528 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
de su palco para gritarle, ardiendo de i de los últimos pasos de una riña, cuando
impaciencia: «¡Mátalo, mátalo!» Y «¡má- \ el gallo vencido clava el pico, y el vence-
talo!», coreó la alborotada muchedum- , dor, con gran complacencia de la muche-
bre, y el lidiador no se hizo de rogar, y ! dumbre, se obstina en humillarlo y rema-
las cañas se volvieron lanzas, a despecho ! tarlo, él, que desbarató los títeres de mae-
de la ley Grammont y de las convenien- | se Pedro por socorrer a don Gaiferos,
cias de la oportunidad y del ambiente, • promovería la más sonada y ejemplar de
"o es dudoso que hay en estas cosas I las suyas. ¿Por qué el Maestro de la bue-
Ui
*a manifestación degenerada de ese ex- j na locura no hará de vez en cuando al-
traño placer de la crueldad, de esa terri- : guna providencial aparición en nuestro
ble sensualidad del derramamiento de ; mundo de gentes cuerdas y chiquitas?..,
Sa
ngre o del sufrimiento impuesto a Por lo que toca a las relaciones con el
^tro, que nos repugna en las demencias irracional, bien puede decirse que la tor-
1er
oces de las degollaciones de vencidos, peza y la crueldad humanas son cosa
in
' el frenesí de los tiranos sanguinarios, más característica de la civilización y la
530 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
cultura que del estado de naturaleza. Es ! cartesianos con los muñecos de resorte.
posible que, según aquel verso de Ovidio | En esta parte del mundo hay razón
parafraseado por Montaigne en su capí- | para conceder a las cosas de que conver-
tulo «De la crueldad», la primera hoja de I samos especial interés. Como descendien-
hierro que salió forjada de mano de ios I tes de pastores, y pastores hoy mismo,
hombres haya servido para teñirse en la ! adaptados a la labor cruenta en que la
sangre de la bestia; pero, sin embargo, I bestia perece, nuestra sensibilidad para
de ello, en el hombre aún no apartado de | con el irracional está embotada por la
las sugestiones leales del instinto, el re- herencia y la costumbre. Cuando las in-
conocimiento de su vinculación fraternal vasiones inglesas, un viajero europeo ha-
con los seres vivos que halló a su lado, cía resaltar, en página que se transcribe
ai despertar del sueño misterioso que en la Historia de Belgrano, el contraste
precede a la vida, ha debido imponerse entre la lenidad con que el criollo de
por sobre la fiereza de su condición, y la i Buenos Aires trataba a sus esclavos y la
idea o el sentimiento de ese vínculo se crueldad de que hacía gala con el animal,
manifiesta efectivamente en hechos tales . Es la huella de la ferocidad del matade-
como las zoolatrías, la creencia en las j ro; el sedimento ele los usos brutales que
metamorfosis y transmigraciones, el ve- I fomenta esta industria de impiedad y
getarianismo, de que hay huella en los i matanza, a diferencia de los suaves hábi-
Vedas, y la efusión de piedad por los su- I tos que maduran, con la dorada mies y
frimientos de los animales, de que aun el dulce fruto, en la vida del agricultor,
dura testimonio en el célebre hospital de No en balde aquel manso y sedentario
Surata, Si, por una parte, la necesidad pueblo de Egipto, donde el respeto por
de la caza o de la inmolación del animal el animal llegó a los extremos de la su-
domesticado, y, por la otra, los artificios perstición zooiáfrica, profesaba a los
de la vida de civilización, que aleja al ganaderos y pastores el odio que cono-
hombre del seno de la Naturaleza, han cieron dui amenté las espaldas del israe-
podido relajar aquel lazo de hermandad, lita. De las faenas pastoriles vino Rozas
la civilización en su más alio punto, por a la ciudad, y es circunstancia de que su-
obra del conocimiento científico, lo res- po sacar razones el autor del Facundo.
tablece, teóricamente por lo menos; y La puñalada que parte la garganta de
en esto,, como en otras muchas cosas, las la res se transporta al modus operandi
conclusiones de la sabiduría vienen en de la Mazorca, y los excesos de la guerra
confirmación de las vislumbres del pri- civil, que han alimentado las leyendas
mitivo candor. La investigación científi- trágicas de medio siglo, se iluminan de
ca, reduciendo considerablemente la dis- un relámpago revelador cuando conside-
tancia que el orgullo humano imaginara : ramos, en una estancia al uso antiguo,
entre nuestra especie y las inferiores; . los procedimientos, los hábitos y el am-
patentizando entre una y otra las simi- j biente afectivo que ellos crean. El va]oi
litudes de organización y el parentesco i de estas relaciones sólo será dudoso par?.
probable, tiende a rehabilitar aquellas . el que ignore que el pueblo, como ci
simpatías, nacidas del natural instinto, niño, son sonámbulos naturales en cuan-
por cuanto ofrece, como ellas, fundamen- to a su docilidad para la sugestión que:
to para la piedad y compasión respecto mediante un acto imitado y repeíiao :
de seres que reconocemos dotados de to- funda la ciega fatalidad ele la costumbre.
das las capacidades elementales de nues- En suma, la prohibición que pesa so-
tra sensibilidad, muy ajenos del automa- . bre las riñas de galios y las lidias de to-
tismo sin alma que en un tiempo se atri- • res no hay razón para que no se extien-
buía al animal, identificando casi per los : da a este repulsivo deporte del rat-pick;
LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA
Uno de los intentos meritorios en que manos de preceptores y estudiantes, tien-
podrían probarse el desinterés y la abne- de a sobreponerse a la reputación que
gación de un espíritu de alta cultura li- merece por obras más altas y fundamen-
teraria sería el de escribir para los estu- tales, cuando, además ele un autor di-
diantes un texto elemental de teoría de dáctico, hay en él un verdadero escritor,
literatura. Existiendo la observación a El concepto común que se tiene formado
todos los idiomas, a todos los pueblos en América de Víctor Duruy es el de juz-
cultos, hasta donde yo alcanzo a saber garle un meritorio ordenador de textos
de ellos; en parte alguna ese humilde li- de historia para los párvulos de las escue-
bro que sueño se ha hecho tal como lo las y los jóvenes ele los liceos. La fama de
imagino y como sólo podría realizarlo su obra de investigador y crítico de la
quien, teniendo el criterio, el sentimiento historia permanece ensordecida por el es-
y el gusto de un verdadero entendedor trépito de su formidable popularidad es-
de la belleza literaria, tuviese al propio colar, y alguna vez me ha pasado que se
tiempo la vocación evangélica de ha- me objetase la autoridad de un juicio de
cer a las almas nuevas e ignorantes Duruy con la displicencia irónica que
esa obra de misericordia, que consiste provocaría la. apelación a una cita de
en abrir los ojos a la luz de lo bello, Y los beneméritos compendios de Drioux.
no en vano he hablado del desinterés y Tratándose de textos de literatura, la
abnegación que tal empresa importaría, dhninutio capitis que, en ei, criterio vul-
a lo menos en cuanto a la ambición de gar, apareja el oficio de autor didáctico,
nombre y fama. No sólo la producción se manifiesta aún más patentemente, El
de obras didácticas se considera, en ge- nombre de cualquier preceptista de retó-
neral, tarea subalterna y adaptada a un rica suscita, por inevitable asociación, en
mero fin de utilidad, sino que suele ocu- nuestro espíritu, la figura de don Herraó-
rrir que el género de popularidad que genes, o por lo menos la figura de Her-
alcanza el autor de ellas por el hecho mosilla... Esta particular prevención tie-
c
'e que su libro corra, año tras año, en ne su fundamento, y es que no existe gé-
532 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
anacreóntica y del madrigal como de , hablase al estudiante, no, como los tex-
formas típicas y florecientes todavía. tos actuales, del concepto clásico de las
El convencimiento pastoril y bucóli- letras, sino del tipo de literatura que el
co está tan muerto y sepultado como las natural desenvolvimiento de la vida ha
novelas de caballerías; pero para el retó- modelado para nosotros.
rico existe, sólo porque alguna vez exis- Pero inútil parece añadir que todo eso
tió. En cambio, en esas dilatadas fronte- no constituiría sino el molde o el esque-
ras de la ciencia y el arte, donde se en- leto de la obra: porque siendo tal como
trelazan de mil modos distintos verdad y yo la concibo, libro de verdadera inicia-
belleza, el pensamiento moderno ha sus- ción literaria: libro no sólo de instruc-
citado riquísimos modelos de obras in- ción, sino también de educación de la
termedias, singularmente adecuadas a sensibilidad estética y del gusto, habría
nuestro gusto y a nuestras necesida- de infundir en él el espíritu, vale de-
des espirituales; obras que, como las cir1: la virtud sugestiva, el don de inte-
ele Quinet, como las de Guyau, como resar, la simpatía pedagógica; y cuando
los Diálogos, de Renán, como cien otras, así fuese realizado, su campo de acción
anticipan acaso las formas que tendrán podría traspasar los límites de la cáte-
preferencia en la literatura del porve- dra y servir de lectura popular que di-
nir...; pero el retórico no se sentirá ten- fundiese la buena nueva de lo bello y
tado a penetrar en este campo inmen- preparase el espíritu de la generalidad
so y florentísimo, y se excusará de ello, para recibir la influencia civilizadora y
señalando el oscuro rincón que dedicará j dígnificadora de las buenas letras.
en su tratado a hablar de las obras di- j Agregaré que la perfecta realización de
dácticas y doctrinales concebidas a la tal obra implicaría la de otras dos que
antigua manera. '• la complementasen: una Antología com-
Abatir esa armazón vetusta de clasifi- ¡ puesta con objeto y plan esencialmente
cationes y jerarquías; probar a distri-! didácticos y ajustada al ordenado desen-
buir el variadísimo contenido de la acti- | volvimiento del libro de teoría, para co-
vidad literaria propia de la civilización y ¡ rroborarlo con la eficacia irreemplazable
la cultura modernas, según un orden fun- j de los ejemplos; y un texto de historia
dado en las formas que realmente viven ¡ literaria, parco en nombres y en juicios
y en la subordinación que les señala su ¡ bibliográficos, y en el que se atendiese
grado de importancia actual, su mayor o ¡ debidamente a la relación de la activi-
menor adaptación a las condiciones de ! dad literaria con los caracteres de raza,
nuestro espíritu y de nuestro medio; ! de país, de sociabilidad, de instituciones,
Podar la parte convencional y estre- ¡ que concurren a imprimir el sello en la
chámente retórica de, la preceptiva y ¡ literatura de cada nación y cada época.
v
igorizar la que reposa sobre alguno ¡ Pero tratar de esas obras complemen-
de los dos seguros fundamentos de la j tarias excede del propósito de este ar-
ciencia estética y de la historia de las tículo. Sólo he querido en él indicar una
literaturas; adaptar a la exposición di- vez más la deplorable insuficiencia y
dáctica los principales resultados y ad- petrificación de los textos usuales de li-
quisiciones de esa labor inmensa y pro- j teratura, y apuntar ligeramente la idea
lija que la crítica del pasado siglo ha ; de ese libro humilde y benéfico con que
balizado en el estudio de la obra lite- sueño y que se escribirá cuando alguno
prria y de sus vinculaciones con el am- j de los que son capaces de escribirlo ten-
"lente social y físico en que se proclu- \ ga la abnegación de quererlo escribir,
Ce:
tales serían los lincamientos gene-
r e s de un texto de teoría literaria que i 1908.
534 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
GARIBALDI
Prólogo a la obra «La Bandera de San Antonio»,
de don Héctor Vollo
secuestros de esa especie tendrías que i Hemos decretado a Garibaldi una es-
dar cuenta si se te llamara a juicio ante I tatúa. Pero para completar el homenaje
el tribunal donde se examinasen, para que la ciudad de la Defensa, la ciudad de
distribuir responsabilidades y penas, las i Suárez Pacheco, debía al general de
vocaciones perdidas y las aptitudes ma- ! sus tiempos heroicos; al que le dio una
logradas!... ; Legión, levantando sobre ella—porque la
Pero no se perderán ni malograrán la | Italia estaba muerta—una enseña de lu-
vocación y las facultades de Vollo. Des- | to; al que venció en San Antonio; al que
de luego, éste es un libro que lo com- : peleó en Europa con el poncho oriental
prueba. No aparece en él plenamente la I y la camiseta de los Legionarios, era pve-
faz del estilista, pero aparece, sí, la del 1 císo que un libro sobre Garibaldi se es-
investigador concienzudo, y, lo que vóüe I cribiese en Montevideo.
más que la aptitud investigadora: apa- Se escribirá ese libro, y será la ex-
rece también el sentido crítico que real- tensa leyenda de la estatua de mármol.
za y fecunda ios resultados de la inves- Cuando murió Horacio Greely, los pu-
tigación. Quien sin prejuicio lea este | büeistas norteamericanos resolvieron eri-
trabajo, no podrá menos de considerar girle una estatua, y desechando el már-
definitivamente resuelto el interesante mol y el bronce, determinaron que ella
punto histórico sobre que versa. fuera de plomo y que, para fundirla,
La obra futura sobre Garibaldi, que cada diario de Nueva York contribuyese
Vollo prepara con amor y dedicación dig- con tipos de su imprenta. Funda el autor
nos de tan magno terna, manifestará de de este opúsculo la estatua de su Héroe,
cuerpo entero la personalidad literaria de nuestro Héroe, en el mismo noble ma-
del autor, y sera un título más que le terial.
vinculará a la ciudad de que es ciudada-
no, más que huésped, 1904.
EL CRISTO A LA JINETA
Después del Cristo de paz, hubo me- ] ño fuiste también tú, y sólo por ti vive
nester la humana historia del Cristo gue- en la memoria del mundo tu Argamasí-
rrero, y entonces naciste tú, Don Quijote. | lia. Cuando se aludía a él por su naci-
Cristo militante, Cristo con armas, impli- | miento, no se vinculaba a su nombre el
ca contradicción, de donde nace, en par- I de su pueblo, sino el de su región: el
te lo cómico de tu figura, y también lo ! Gal ¿leo se le llamaba; como tú tomaste
que de sublime hay en ella. | para añadir a tu nombre el de la co-
Atribuyeron a Cristo casta real, dijeron marca de que eras, el del viejo Camp0
que era de la sangre de David; y tú con- ¡ Esportuario: la Adancha de los moros.
jeturaste que había de pasar igual cosa El, antes de poner por obra nuestra re-
contigo: «Podría ser, ;oh Sancho!—dijis- dención, quiso ser consagrado por manos
te-—, que el sabio que escribiese mi his- dei Bautista; como tú, antes de arrojarte
toria deslindase de tal manera mi paren- a no muy menores empresas, quisiste re-
tela y descendencia, que me hallase quin- cibir, del castellano de tu castillo, la PeS'
to o sexto nieto cíe rey.» Nació Cristo en coxada y el espaldarazo. Cuarenta ellas
su aldea humilde, a la que para siempre y cuarenta noches pasó él en retiro <$•
levantó de la oscuridad su cuna. Lugare- desierto; y tú, en tu penitencia de Sier''3
Morena, pasaras otros tantos, a no sa~ i festejan en casa de los Duques, se indig-
caríe de allí maquinaciones de los bom- i na un ensoberbecido y necio clérigo... Y
bres. Rameras hubo a su lado y las puri- ¡ es tu .Jerusalén la casa de los Duques:
ficó su caridad; como a tu lado, y trans- i allí, después de festejársete, padeces per-
figuradas por tu gentileza, maritornes y 'i secución; allí te befan, allí te llenan de
mozas del partido. El dijo: «Bienaventu- 1 ignominia. Como Pedro al Maestro, San-
radas los que padecen persecución de la j cho, hechura tuya, te niega, cuando con
justicia»; y tú, pasando del dicho inaudi- j cobarde sigilo llega a confesar a la Du-
to al hecho temerario, trozaste la cadena j quesa lo que el vulgo llama tu locura,
de los galeotes. El atraía y retenía a su ¡ El letrero que en Barcelona cosen a tu
cohorte con la promesa del reino de los \ espalda es el «Este es Rey de los Ju-
cielos; como tú a la cohorte tuya-—uni- ! dios», con que se te expone a la irrisión,
personal, pero representativa del puiu- | Sansón Carrasco es el Judas que te en-
lante coro humano—, con la promesa del ; trega. Un publicano, San Mateo, escribió
gobierno de la ínsula. Si enfermos sanó ; el Evangelio de Cristo, y otro publicano,
él, tú valiste a agraviados y menestero- ! Miguel de Cervantes, tu Evangelio. Dos
sos. Si él conjuró los espíritus de los en- ! naturalezas había en ti, como en el Re-
demoniados, a ti te preocupó el remediar i dentor; la humana y la divina; la divina
encantamientos, Ni a él quiso reconocer- | de Don Quijote, la humana de Alonso
le el sentido común como Mesías, ni a ti ¡ Quijano el Bueno, Murió Alonso Qui-
como andante caballero. Burla y escar- | jano, y para otros quedaron su hacienda,
nio hicieron de su mesianismo como de y las armas tuyas, y el rocín flaco y el
tu caballería; y si la madre y los herma- galgo corredor: pero tú, Don Quijote, tú,
nos del Maestro le buscaban para disua- ! si moriste, resucitaste al tercer día: no
dirie y él hubo de decir: «No tengo ma- : para subir al cielo, sino para proseguir
dre ni hermanos», bien se te opusieron y i y consumar tus aventuras gloriosas; y
te obstaculizaron en tu casa, tu ama y \ aún andas por el mundo, aunque invi-
to sobrina. Cuando desbaratas el retablo sible y ubicuo, y aún deshaces agravios,
del titiritero, donde lo heroico se rebaja- | y enderezas entuertos, y tienes guerra
ba a charlatanería de juglar, haces como ; con encantadores, y favoreces a ios dé-
el que echó por tierra las mesas de los ! bíles, los necesitados y los humildes, ¡oh
mercaderes y las sillas de los vendedo- i sublime Don Quijote, Cristo ejecutivo,
res de palomas. Indígnanse los secerdo- ; Cristo-León, Cristo a la jineta!
tes de Jerusalén, porque ven que festeja
la multitud a Cristo; y porque a ti te 1906,
IMPRESIONES DE UN DRAMA
la juventud; que llega a la madurez sin de Lorenzo de Médicis. Desde que lo*
fama ni fortuna, y que, tras de gastar lo príncipes de la sangre han dejado de
mejor de su espíritu en avalorar con su presidir en muchas de las cosas del mun-
ayuda la obra de otros, siente apagarse do, los príncipes del ingenio se enorgu-
su razón, vencida por la constante ten- llecen de haber dejado de ser sus vasa-
sión del pensamiento y por las angustias llos, y la afirmación de que los Mecenas
de la lucha en que el enemigo es el han pasado a la historia suele vibrar con
hambre. I entonación de libertad, y aun de regoci
Se trata, pues, del interés dramático | jo, no sé si un tanto retórico, no sé si
contenido en el precario vivir que suelen I otro tanto irónico, en labios de los pe-
llevar las gentes que, contraviniendo o; \ bres artistas. Sobre esta emancipación
sofistificando el precepto de Dios, ganan I de la pluma respecto del protector en-
el pan, no con el sudor de su frente, sino ! cumbrado se ha escrito y filosofado nrn-
con el sudor negro de la pluma... El te- l cho, y el adusto Alfieri tiene páginas en
ma, umversalmente interesante, lo es en que se desentraña la moralidad de tan
doble grado si se Je concreta a la rela- preciosa liberación, y en que, a la iuz
ción de nuestro ambiente con las cosas de la dignidad humana, se manifiesta YA
del espíritu y con los devotos de estas vergüenza de la condición del áulico poc
cosas, a quienes llamamos escritores y ta, pájaro enjaulado al que se alimenta
artistas. Excelente ocasión para filosofar. con cañamones de oro para que regate
Filosofemos. Filosofemos huyentando la el oído de los grandes.
elegía sentimental que se nos entraba en Sin negar yo lo que tan generosas de-
el alma bajo el ala gris de la lluvia, y clamaciones tienen de justo y oportuno,
guardando, mientras podamos, la sereni- me doy a sospechar, rememorando una
dad olímpica, que no descompone las página de don Juan Valera, y lo diré
líneas del estilo. Imaginemos que el mis- aunque sólo sea de paso, que los incon-
mo Alcibíades y el propio Chármidas nos venientes de los Mecenas de antaño se
escuchan. han exagerado no poco, y que el sacri-
En pasados tiempos, ¡oh atenienses ficio de libertad en el pensar o de auda-
que oís!, cuentan que el problema eco- cia en gusto y estilo, que la protección
nómico del escritor se resolvía merced ¡ aristocrática haya impuesto al espíritu
a la generosidad del mecenas individual ¡ del poeta, es cosa más aparente que real-
y aristocrático. El principe o magnate j La obligación del protegido por Mecenas
dado a letras, ya por sincera vocación, {solía saldarse con la dedicatoria pomp°'
ya por amigo de lisonjear su vanidad j sa e inocente, tanto más inocente cuanto
con el cortejo del ingenio famoso, paga- j más pomposa, después de la cual Pega; sl
ba la vida, cuando no el decoro de la | so soltaba el vuelo a su albedrío, y,
vida, al hombre herido de la divina in- ! la ocasión era propicia, 3a vengadora rr°'
validez de ser poeta. A la sombra de esta j nía quedaba en libertad de urdir sus te-
protección palatina, más o menos fron- ¡ las sutiles. Pero sea de esto lo que quie-
dosa, dieron su flor muchos de los más I ra, pasó el Mecenas individual y aristo-
gloriosos espíritus que han contribuido j crático y vino a sustituirlo el colectivo
al tesoro de verdad y belleza de la Hu- ¡ y plebeyo. A la pensión que se cobraba
manidad; y si el mecenas vive en versos ' en la mayordomía del palacio ha suce- e
de Horacio, y Carlos Augusto de Weimar ! dido el manuscrito descontable en *
se ilumina del reflejo de Goethe, el In- ! mostrador del librero. La multitud lec-
genioso hidalgo sirve de zócalo a la me- j tora alimenta a su elegidos. "Fama y di-11
moría del conde de Lemos y el Mor gante \ nero llegan juntos. Si las cosas pasara
de Pulci perpetúa un eco de los convites ' absolutamente así, ¿podría llamarse ?•
DIVINA LIBERTAD
Al margen de «Bajorrelieves», de Leopoldo Díaz
«¡Culto del verso por el verso; ado- j esperanzas, en esta poesía de contornos
ración estéril de la forma!», siento cía-; perfectos, que sólo deja en nuestros la-
^ar, condensándose las voces de repro- ¡ bios, ansiosos del licor refrigerante, el
^ción y de desvío que he oído levan- contacto glacial del vaso cincelado y va-
tarse al paso de este libro nuevo. «¿Don- cío?... El poeta abanderado en nuestras
ce
- está la palabra que nos adoctrine en luchas, pertenece a la idea, pertenece a
nuestras dudas, que nos consuele en la acción, y la poesía que merece los
o s t r a s penas, que nos estimule con sus triunfos y la gloria es aquella que aspira
^ODo.. --18
546 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
a representar, como algún día, en la vida te, como él, lo encuentra un día en MI
de las sociedades humanas, una fuerza camino; sube, lleno de júbilo, entre sus
fecunda, una fuerza civilizadora.» Yo, alas desmayadas, y entonces un estreme-
que he participado, y aún participo, de cimiento nervioso hace hervir el pecho
esta fe en el sublime magisterio de la del corcel rebelde a su labor; se desplie-
palabra de los poetas, creo, antes que en gan sus alas, sus pupilas flamean, y tien-
ninguna otra cosa, en la libertad, que de el vuelo hacia la altura con el sober-
Heine proclamó irresponsable, de su ge- bio brío, con la infinita libertad de 1a
nio y de su inspiración. Cuando veo que inspiración levantada sobre las cosas de
se les exige, con amenazas de destierro, la tierra...
interesarse en lo que llama la Escritura ¡Hermoso símbolo de la soberana in-
¡as disputas de los hombres, recuerdo a dependencia del arte! Comprendiéndolo
Schiller narrando la historia de Pegaso en su sentido profundo, dejemos al cor-
bajo el yugo. El generoso alazán, ven- ¡ cel alado la voluntariedad de sus vuelos,
dido por el poeta indigente, es uncido j a la poesía la fuerza de su libertad, y
por groseras y mercenarias manos a las ¡ seamos siempre gratos al beneficio de
faenas rústicas, símbolo de la inmediata sus dones divinos, ya se nos aparezca,
utilidad y del orden prosaico de la vida. como deidad armada y luminosa, en
El se revuelve primero para sacudir el nuestras luchas; ya se retraiga en la
yugo que desconoce, y desmaya después : dulce intimidad del pensamiento; ya ex-
de humillación y de dolor. En vano se ! tinga en sí la llama de la vida, como
fatigan sus amos: le desuncen, convencí- ¡ adurmiéndose sobre el lecho de mármol,
dos de la imposibilidad de domeñarle, y y deje sólo en nuestro espíritu la can-
le arrojan con desprecio como cosa da helada de la forma!
inútil.
Pero el antiguo dueño, que vagaba tris- ; 1395.
B O L IVAR
escalar los Andes, luego de pasar ciéna- Norte, las del Sur. Y como en Bogotá,
gas extensas, ríos caudalosos; y es la es- como en Caracas, como en Quito entra
tación de invierno, y tamaña empresa se en Lima, en el Cuzco, en La Paz, el li-
acomete con un ejército punto menos bertador de América; y mientras el úl-
que desnudo. Otros pasos de montaña timo ejército español, numeroso y fuerte,
puede haber más hábiles y de más ejem- se apresta a esperarle, y él se consagra
plar estrategia; ninguno tan audaz, nin- ! a percibir el suyo, enferma, y doliente
guno tan heroico y legendario. Dos mil todavía, oye que le preguntan: «¿Qué
quinientos hombres suben por las pen- piensa usted hacer ahora?» «Triunfar»,
dientes orientales de la Cordillera, y ba- contesta con sencillez de esparciata. Y
jan por las de Occidente menor número triunfa; triunfa después de cruzar las
de espectros, y estos espectros son de gargantas de los Andes, a la altura del
los que eran fuertes del cuerpo y del cóndor, como en las vísperas de Boyacá,
ánimo, porque los débiles quedaron en que ahora reproduce Junín; y con el im-
la nieve, en los torrentes, en la altura pulso de Junín triunfa, por el brazo de
donde falta el aire para el pecho. Y con Sucre, en Ayacucho, donde catorce ge-
los espectros de los fuertes se gana Bo- nerales de España entregan, al alargar
yacá, que abre el camino de la altiplani- la empuñadura de sus espadas rendidas,
cie donde Colombia ha de fijar su cen- los títulos de aquella fabulosa propiedad
tro, y de vuelta de la altiplanicie se gana que Colón pusiera, trescientos años an-
Carabobo, que franquea hacia Oriente tes, en manos de Isabel y Fernando,
el paso ele Caracas, y desde ese instante Cumplida está la obra de Bolívar; pero
el dominio español ha perecido en cuan- aún rebosan sobre ella la aspiración y
to va de las bocas del Orinoco hasta el los heroicos alientos. Aún sueña el héroe
istmo de Panamá, Desde ese instante, a con más; aún querría llegar a las már-
los altibajos de aquella guerra de angus- genes del Plata, donde padece bajo la
tiosa incertidumbre sucede como un de- conquista un pueblo arrancado a la co-
clive irresistible que la victoria, rendida munidad triunfante en Ayacucho; ser,
y hechizada, hace con sus brazos, incli- también para él, el Libertador; arrollar
nados al Sur, para que el torrente de hasta la misma corte del Brasil las hues-
las armas emancipadoras corra a con- tes imperiales, fundar allí la república,
fundirse con aquel otro que avanza, des- y remontando la corriente del Amazonas,
de los Andes argentinos, anunciando su como Alejandro los ríos misteriosos del
avenida por los ecos de las dianas triun- Oriente, cerrar la inmensa elipse de glo-
ria en suelo colombiano, e ir a acordar
fales de Chabuco y de Maipo. Colombia y presidir la armonía perenne de su
ha completado sus fronteras, después obra, en la asamblea anfictiónica de Pa-
que ha puesto bajo «el manto del iris»
los volcanes del Ecuador, y es libre para ) namá.
siempre. Pero aún queda para Bolívar
lidiar por América, que es más su pa-
tria que Colombia. San Martín está fren- El conjunto de este tempestuoso he-
te a él, lauro para lauro. La gloria de roísmo es de un carácter singular e in-
lo que falta por hacer no es ambición confundible en la historia. Lo es por el
compartible. Cuando se trata de determi- enérgico sello personal del propio héroe,
nar cuál ha de gozaría de los dos, bas- y lo es también por la vinculación estre-
tan, de una parte, la conciencia de la su- cha e indisoluble de su acción con cien
perioridad, y de otra parte, el leal y no- íntimas peculiaridades del ambiente en
ble acatamiento de ella. Bolívar será que se genera y desenvuelve. Y ésta cons-
quien corone, como las campañas del tituye una de las desemejanzas que
del alma, otras menores que la hicieran ; de relámpagos proféticos, en que predi-
séquito, la potencia genial se despliega ce la suerte de cada uno de los pueblos
en bandada de aptitudes distintas, que hispanoamericanos después de su inde-
rompen concertadamente el espacio en | pendencia, vaticinándose así la vida de
dirección a una misma cúspide. A esta I ordenado sosiego de Chile como el des-
imagen corresponden los genios comple- ; potismo que ha de sobrevenir en el Plata
jos y armoniosos; aquellos en quienes i con Rozas. El sistema de organización
toda la redondez del alma parece encen- propuesto en 1819 al Congreso de An-
dida en una sola luz de elección; ya ocu- : gostura manifiesta, a vuelta de lo que
pe el centro de esa redondez la imagina- ; tiene de híbrido y de utópico, la crítica
ción artística, como en Leonardo; ya la ¡ penetrante y audaz de los modelos polí-
invención poética, como en Goethe; ya, ticos que proporcionaba la experiencia,
como en César o Napoleón, la voluntad y una facultad constructiva, en materia
heroica. Tanto más gallardamente des- constitucional, que busca su apoyo en la
cuella la arquitectónica mental de estos consideración de las diferencias y pecu-
espíritus múltiples, cuando la vocación liaridades del ambiente a que ha de apli-
o facultad que lleva el cetro en ellos—el í carse. Esta facultad toma aún mayor
quilate-rey si recordamos a Gracián—ha- | vuelo y carácter en la constitución boli-
lla cómo orientarse, de manera firme y viana, extendida luego al Perú, obra del
resuelta, en una grande y concentrada apogeo de su genio y de su fortuna, don-
obra, en una idea constante que le im- de los sueños de su ambición forman ex-
prima fuerte unidad y en la que puedan I extraño conjunto con los rasgos de una
colaborar a un mismo tiempo todas las |: inventiva innovadora que ha merecido la
aptitudes vasallas, de suerte que aparez- atención y el análisis de los constitucio-j
ca operando, en el seno de aquella uni- ' nalistas, como la idea de un «poder elec
dad enérgica, la variedad más rica y con- toral», seleccionado del conjunto de los
corde. ciudadanos, en la proporción de uno por
De esta especie genial era Bolívar. To- diez, al que correspondería elegir o pro-
da actividad de su grande espíritu, toda poner los funcionarios públicos.
manera de superioridad que cabe en él, Con estos planes constitucionales com-
se subordina a un propósito final y con- partía la actividad de su pensamiento, en
tribuye a una obra magna: el propósito los días de la plenitud de su gloria, la
y la obra del libertador; y dentro de esta manera de realizar su vieja aspiración de
unidad coparticipan, en torno a la facul- unir en firme lazo federal los nuevos
tad central y dominante, que es la de pueblos de América, desde el Golfo de
la acción guerrera, la intuición del enten- Méjico hasta el Estrecho de Magallanes,
dimiento político, el poder de la aptitud No concurre en el Libertador mereci-
oratoria, el don del estilo literario. Como miento más glorioso, si no es la realiza-
entendimiento político, nadie, en la re- ción heroica de la independencia, que la
volución de América, lo tuvo más en ! pasión ferviente con que sintió la natu-
grande, más iluminado y vidente, más ral hermandad de los pueblos hispano-
original y creador; aunque no pocos de americanos y la inquebrantable fe con
sus contemporáneos le excedieran en el que aspiró a dejar consagrada su unidad
arte concreto del gobierno y en el senti- i ideal por una real unidad política. Esta
do de las realidades cercanas. El, con- idea de unidad no era en él diferente de
más claridad que el presente, veía el por- la idea de la emancipación: eran dos fa-
venir. Desde Jamaica, en 1815, aún leja- ses de un mismo pensamiento; y así co-
no y oscuro el término de la Revolución, mo ni por un instante soñó con una in-
escribe aquella asombrosa carta, ardiente i dependencia limitada a los términos de
res de la revolución del Río de la Plata, que no lo es, en el orden estético, cuan-
o no están escritos o no están propaga- do se está delante de aquella fuerza de
dos. Yo lo pensaba hace poco leyendo el creación que da de sí La Divina Comedia
resumen, admirable de perspicuidad y o las estatuas de Miguel Ángel. La natu-
precisión, que de los orígenes de la Amé- raleza no funde en sus moldes caracteres
rica contemporánea hizo, en sus recien- como los que cabe obtener por abstrac-
tes conferencias de Madrid, el alto y no- ción, eliminando y añadiendo rasgos, pa-
ble talento de Rufino Blanco-Fombona. ra componer el paradigma a un cuerpo
Dícese allí que la revolución del extremo de moral que satisfaga las aspiraciones
Sur nació y se mantuvo en un ambiente éticas de una sociedad o de una escuela;
de ideas monárquicas; y es relativa ver- funde la naturaleza caracteres orgánicos,
dad, porque no se cuenta con Artigas, y en los que el bien y el mal, o los que lue-
la revolución del extremo Sur es, en go ha de clasificar como tales el criterio
efecto, una revolución monárquica, sin la mudable y relativo de los hombres, se re-
acción excéntrica de Artigas, el remove- parten según una correlación en que
dor de la democracia de los campos, hos- obra una lógica tan cabal e imperiosa co-
tilizado y perseguido, como fiera en coso, mo la lógica del pensamiento discursivo,
por la oligarquía monarquista de los ¡ con que se construyen los sistemas de
Posadas y los Pueyrredones, y despeda- \ ética, aunque la una y la otra no se ase-
zado e infamado luego, en historias efí- mejen absolutamente en nada. Y si bien
meras, por los escritores herederos de el análisis del criterio moral puede llegar
los odios de aquella política oligárquica. lícitamente al carácter que modela la na-
Una fundamental revisión de valores es turaleza, para señalar lo que halle en él
tarea que empieza en la historia de esta de imperfecto, transportado al mundo de
parte del Sur; y cuando esa revisión se la libertad, nunca deberá extremarse en
haya hecho, mientras pasarán a segundo ese fuero cuando se encuentre frente a
plano figuras pálidas y mediocres, se , los grandes temperamentos personales,
agigantará, como figura de América, la j de eficacia avasalladora, ni deberá as-
del caudillo de garra leonina que en •
1813 levantaba, por bandera de organi- j pirar a ver desintegrada o enervada por
zación, íntegra y claramente definido, el ¡ un molde ideal de perfección facticia esa
sistema republicano, que Bolívar opuso ' original estructura del carácter, cauce de
luego, aunque en menos genuina forma, piedra de la personalidad, donde reciben
al programa monárquico de San Martín, j el pensamiento su troquel, y la acción el
impulso con que se desata. Hay una ma-
nera de heroísmo en que la ambición es
Tratándose de Bolívar político, llega natural atributo. Quien dijera que la
de suyo el tema de su ambición. Este energía genial y el desinterés no caben
rasgo es capital e inseparable de su ima- en un centro, afirmaría una oposición sin
gen. Siempre formaré tan pobre idea del sentido entre dos vagas abstracciones;
discernimiento histórico de quien se em- pero quien dijera que cierto género de
peñe en presentar a Bolívar inmune de energía genial y cierto género de desin-
la pasión de mandar, como del grado de terés son términos naturalmente incon-
comprensión humana de quien le inicie ciliables, pondría la mano en una rela-
por tal pasión un proceso que tire a em- ción tan segura como la que nos autori-
pequeñecerle o macularle. Importa re- za a sentar que ningún animal carnicero
cordar, desde luego, que la perfección tendrá los dientes ni el estómago de los
negativa, en el orden moral, no puede ser que se alimentan de hierbas, o que nun-
la medida aplicable a ciertas grandezas ca pudo haber una especie en que se
de la voluntad creadora, de igual manera unieran, como en el grifo mitológico, la
cabeza del águila con el cuerpo del león, tan respeto los demás, sin aguardar la
Y si la energía genial es de aquel temple tentativa del caudal.» Fuera de la acti-
que supone como condición específica ia vidad de la guerra, en la aspiración o
fe indomable en la virtud única y pre- el ejercicio del gobierno civil, la ambi-
destinada de la propia acción, y si con el ción de mando de Bolívar deja más libre
nombre de desinterés se clasifica, no el campo a la controversia y a la crítica;
fácil desarrimo respecto de egoísmos sen- pero aun en esta parte, nunca será le-
suales, sino el apartamiento de la obra gítimo juzgarla sino levantándose a la
cuando está inconclusa, y el desdén de la altura de donde se alcanza a divisar, infi-
autoridad que trae en sí los medios de nitamente por encima de egoísmos vul-
desenvolver la parte de obra que aún gares, al héroe que persigue, con el sen-
está oculta y recogida en las virtualida- timiento de una predestinación histórica,
des de una iluminación visionaria, enton- un grande objetivo, que estimula y real-
ces es lícito afirmar que la convivencia za su ambición personal. No significa es-
de ambos caracteres implica contradic- te criterio que toda voluntad y todo paso
ción. Un Bolívar que, después de la entre- del héroe hayan de concordar necesaria-
vista de Guayaquil, abandonara el cam- mente con el fin superior que él trae al
po a su émulo, o que, una vez consuma- mundo, sin que la fe en sí mismo pueda
da su obra militar, renunciara a influir inducirle a aberración. No significa tam-
decisivamente en los nuevos destinos de poco sostener la irresponsabilidad posi-
América, sería un contrasentido psico- tiva del héroe ante la justicia de sus
lógico, un enigma irresoluble de la natu- contemporáneos, ni su irresponsabilidad
raleza humana, En cambio, estos desen- ideal para el fallo de la posteridad. Sig-
laces de renunciamiento son cosa espon- nifica sólo conceder todo su valor a la
tánea y congruente en los héroes de la indivisible unidad del carácter heroico,
especie moral de San Martín. Espíritus de modo que aquella parte de impureza
de vocación limitada y reflexiva, la ab- que se mezcla acaso en el fermento efi-
negación de un poder al que no les atrae caz no se presente a juicio abstraída de
ningún alto propósito que realizar viene las otras, como el elemento material que,
después de la segura constancia con que disociándose de un conjunto donde es
han dado cima a un pensamiento único virtud o sazón, para en crudo veneno. La
y concreto; y aquella condición encima muchedumbre que, valida de su instinto,
de ésta cae como esmalte. Así, nada más a veces tan seguro como el mismo ins-
natural, en uno y otro de los dos capi- tinto del genio, se encrespa frente al hé-
tanes de América, que el voluntario eclip- roe y le cruza el paso; el grupo de hom-
se y el mayor encendimiento de gloria bres de reflexión o de carácter, que opo-
con que resuelve sus opuestos destinos la ne a las audacias de la voluntad heroica
histórica entrevista de 1822, Tiene el ale- las previsiones de su sabiduría o las
jamiento de San Martín explicación en altiveces de su derecho, tendrán o no
su noble y austera virtud, pero, en no razón contra el héroe, frecuente es que
menor parte sin duda, tiénela en las in- la tengan; pero el historiador que luego
deliberadas reacciones del instinto, y la tienda la vista por el proceso de acciones
había anticipado Gracián en el «Primor» y reacciones que entretejen la compleji-
decimocuarto de El héroe, donde define dad del drama humano, verá en la vo-
el «natural imperio» y dice: «Reconocen luntad disparada del héroe una fuerza
al león las demás fieras en presagio de que, con las que se le asocian y las que
naturaleza, y sin haberle examinado el la limitan, concurre a la armonía de la
valor le previenen zalemas; así a estos historia, y jamás confundirá los mayores
héroes, reyes por naturaleza, les adelan- excesos de esa fuerza con ia baldía o per-
558 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
turbadora inquietud del héroe falso, que j te inconsistente barro, en manos de Bo-
disfraza una ambición egoística y sen- lívar, es material que modela un artífice
sual en la mentida vocación de un heroís- de genio, pero barro al fin. En cambio,
mo, simulando las guedejas del león so- i en las cartas la propia naturaleza del gé-
bre el pelo atusado de la raposa. | ñero mantiene un aire de espontaneidad,
I que no excluye, por cierto, ni la elocuen-
Tan interesante como la aptitud políti- ! cia ni el color. Ya abandonadas y confi-
ca es, entre los talentos accesorios del ; denciales; ya acordadas a un tono algo
Libertador, la facultad de la expresión ! más lírico u oratorio, si la ocasión lo
literaria. Su nombre, en este género de ; trae de suyo; ya dando voz a las con-
gloria, vive principalmente vinculado a la I centraciones de su pensamiento, ya a los
elocuencia ardiente y pomposa de sus I aspectos de su sensibilidad, radiante o
proclamas y arengas, las más vibrantes, melancólica, las cartas forman interesan-
sin duda, que hayan escuchado, en suelo tísimo conjunto. La imagen nueva y sig-
americano, ejércitos y multitudes. Pero nificativa realza a menudo la idea: «Es-
ya, sin negar nuestra admiración a tan tábamos como por milagro (escribe en
espléndida oratoria, muchos somos los 1826) sobre un punto de equilibrio ca-
que preferimos gustar al escritor en la | sual, como cuando dos olas enfurecidas
literatura, más natural y suelta, de sus | se encuentran en un punto dado y se
cartas. Las proclamas y arengas, como i mantienen tranquilas, apoyada una de
cualquiera análoga especie literaria, en I otra, y en una calma que parece verda-
que el énfasis del acento y el aparato de | dera, aunque instantánea; los navegantes
ia expresión son caracteres que legitima ! han visto muchas veces este original.»
la oportunidad, tratándose de solicitar el | Hay soberanos arranques de personali-
efecto presentaneo y violento en la con- dad, como este de ia carta en que repu-
ciencia de la muchedumbre, se marchi- dia la corona real que le ha propuesto
tan de estilo mucho más que la obra Páez: «Yo no soy Napoleón, ni quiero
acrisolada y serena y que la íntima y | serlo. Tampoco quiero imitar a César;
espontánea, Por otra parte, en la trama ¡ menos aún a Itúrbide. Tales ejemplos
I me parecen indignos de mí gloria. El tí-
de esos documentos oratorios suele mez- | íulo de Libertador es superior a todos
clar sus hebras desteñidas y frágiles el los que ha recibido el orgullo humano.
vocabulario de la retórica política, que Por tanto, me es imposible degradarlo.»
es ia menos poética de las retóricas, con Otras veces, subyuga la atención el brío
sus vaguedades y abstracciones y sus con que está sellada la sentencia: «Para
maneras de decir acuñadas para socorro ! juzgar bien de las revoluciones y de sus
común en las angustias de la tribuna; ¡ actores, es preciso observarlas muy ele
y así, en las proclamas y arengas del ! cerca y juzgarlos muy de lejos,» «Sin es-
Libertador, el relámpago genial, la hue- i tabilidad, todo principio político se co-
lla leonina, la imagen, la frase o la pala- ! rrompe y termina por destruirse.» «El al-
bra de imperecedera virtud, resaltan so- | ma de un siervo rara vez alcanza a apre-
bre el fondo de esa declamación seudo- ciar la sana libertad; se enfurece en los
clásica, adaptada al lenguaje de las mo- tumultos o se humilla en las cadenas.»
dernas libertades políticas, que, divulgán- Pérdidas de que nunca nos consolare-
dose en los libros cíe Raynal, de Marmon- mos han mermado este precioso tesoro
tel y de Mably y en la elocuencia ele ele sus cartas; pero, cal como se le con-
montañeses y girondinos, dio su instru- serva, es, no sólo el indeleble testimonio
mento de propaganda a la Revolución del grande escritor que hubo en Bolívar,
de 1789 y lo dio después, de reflejo, a Siiio ¡.ambleo el mas em.ero v aiiajwi-:U
nuestra revolución iiispauoameiicaLia. üs-
men y arbitro de un mundo, volvía Bolí- ! lítica aquel germen precioso, aunque en
var a Colombia para asumir el mando pura potencia, que el valor militar y la
civil. Pronto la embriaguez del triunfo y inspiración de las batallas habían con-
de la gloria había de trocarse en la «em- • quistado, menos como premio disfruta-
briaguez de absintio» de que hablan los ble que como promesa condicional y re-
trenos del Profeta. Todo lo que resta de lativa, Y para semejante obra no había
esa vida es dolor. Aquella realidad cir- en la realidad más que disposiciones ad-
cunstante, que él había manejado a su versas; no había en el carácter heredado,
arbitrio mientras duró su taumaturgia en la educación, en las costumbres, en la
heroica; plegándola, como blanda cera, al relación geográfica, en la económica, más
menor de sus designios; sintiéndola en- ¡ que resistencia inerte u hostil. Fundar
corvarse, para que él se encaramara a ! naciones libres donde la servidumbre era
dominar, somo sobre el lomo de su caba- I un tejido de hábitos que espesaban y
llo de guerra, y viéndola dar de sí la ma- arreciaban los siglos; naciones orgánicas
ravilla y el milagro cuando él los necesi- i y unas, donde el desierto ponía entre
taba y evocaba, se vuelve, desde el pre- : tierra y tierra habitada más tiempo y
ciso punto en que la epopeya toca a su ; azares que la mar que aparta a dos mun-
término, rebelde y desconocedora de su dos; infundir el estímulo del adelanto
]
voz. donde confinaban con la hosquedad de
Antes las cosas se movían en torno la barbarie el apocamiento de la aldea;
de él como notas de una música que él formar capacidades de gobierno donde
concertaba, épico Orfeo, en armonía toda cultura era una superficie artificial
triunfal; ahora quedarán sordas e inmó- ' y tenuísima; hallar resortes con que
viles, o se ordenarán en coro que le nie- : mantener, sin la represión del despotis-
gue y denigre. Lógica y fatal transición, ' mo, un orden estable: tal y tan ardua
si se piensa. Esa realidad social que le j era la obra. El conflicto de fin y medios
rodeaba, esa América amasada a fuego que ella planteaba, a cada paso, en la
y hierro en las fraguas vulcánicas del | realidad externa, no perdonaba al mis-
Conquistador, escondía, cuando sonó la | mo espíritu del obrero, del Libertador,
hora de su revolución, bajo el aparente mucho más predestinado para héroe que
enervamiento servil, un insondable poso para educador de repúblicas, mucho más
de voluntad heroica, de virtualidades grande, en sus designios políticos, por
guerreras, acrisoladas por su propio le- la iluminada visión del término lejano y
targo secular, como el vino que se añe- ! la soberana potencia del impulso inicial,
ja en sombra y quietud. Apenas llegó que por el esfuerzo lento y oscuro con
quien tenía la palabra del conjuro, toda que se llega de éste a aquel extremo en
aquella efervescencia adormida salió a la las empresas que son de resignación, de
luz, capaz de prodigios: en el genio agi- cautela y de perseverancia. Junto a es-
tador y guerrero halló entonces la rea- I tos obstáculos esenciales, quedaban to-
lidad el polo que la imantase según las ! davía los que accidentalmente encrespa-
afinidades de su naturaleza; y allí adon- ; ba la ocasión; quedaba aquella impura
de el genio fué, la realidad le siguió y i hez que deja al descubierto la resaca de
obedeció con anhelo filial. Pero, consu- las revoluciones; las energías brutales
mada la parte heroica, la obra que espe- que se adelantan a primer término; los
raba al héroe, a la vuelta del triunfo, calenturientos delirios que se proponen
como las preguntas de la Esfinge, era la por ideas; la ambición, que pide el pre-
manera de asimilar, de organizar, el bien I ció usurario de su anticipo de valor o de
conquistado, de desenvolver, por la efi- ', audacia, y la exacerbada insolencia de
cacia del valor civil y de la sabiduría po- I la plebe, que recela el más legítimo uso
Por si alguna chispa de fe pudiera alen- 1 el camino de sus primeras victorias, allí,
tar bajo estas cenizas, no tarda mucho I arrullado por el trueno del mar, espera
tiempo en persuadirse de que su ostra- ! la cercana muerte, epilogando, como el
cismo no tendrá siquiera la virtud de i mar, con la tristeza de una calma subli-
restablecer el sosiego. Harto a menudo, me, la sublimidad dinámica de sus des-
un ruido de armas removidas, allí don- j ates tempestuosos. Su espíritu, purifica-
de hay guarnición de soldados, anuncia, ' do y aquietado, sólo tiene, en aquellas
no, como un día, la gloria de la guerra, últimas horas, palabras de perdón para
sino la vergüenza del motín: los restos las ingratitudes, de olvido para los agra-
del ejército que había libertado un mun- I vios, y votos de concordia y amor para
do se disolvían en esa en esa agitación I su pueblo. Pocos hombres vivieron, en
miserable. De los vecinos pueblos hispa- i el torbellino de la acción, vida tan bella;
noamericanos llegaba el eco de parecidas ! ninguno murió, en la paz de su lecho,
turbulencias. Y como si todo este espec- i muerte tan noble. Comenzaba la tarde
táculo de la América anarquizada y en ! del 17 de diciembre de 1830 cuando Si-
1
delirio necesitara, para herir a Bolívar món Bolívar, Libertador de América, rin-
;
más de agudo, condensarse en un solo dio el último aliento.
hecho atroz, que colmase las ingratitudes | Había dado a los nuevos pueblos de
y las subversiones y le traspasara a él : origen español su más eficaz y grande
en el centro de sus afectos, pronto había voluntad heroica, el más espléndido ver-
de saber el vil asesinato de Sucre, el bo tribunicio de su propaganda revolu-
preclaro mariscal de Ayacucho, cazado, ; clonaría, la más penetrante visión de sus
como un vulgar malhechor, en un desfi- | destinos futuros, y concertando todo es-
ladero de los Andes, sin que fuese escudo i to, la representación original y perdura-
a la saña de la demagogia la gloria mili- | ble de su espíritu en el senado humano
tar más austera y más pura de la revo- , del genio. Para encontrarle pares es me-
lución de América. Amarguísima carta : nester subir hasta aquel grupo supremo
escrita en aquella ocasión por Bolívar i de héroes de la guerra, no mayor de diez
trasluce hasta qué punto extremó su des- I o doce en la historia del mundo, en quie-
aliento ese crimen. Tal es la situación de ; nes la espada es como demiurgo inno-
su ánimo, cuando se oye llamar de Bo- vador que, desvanecida la efímera luz
gotá, donde el Gobierno de Mosquera ha j de las batallas, deja una huella que trans-
sido derribado y el motín triunfante | forma, o ha de transformar en el des-
quiere la vuelta del Libertador. Un úl- '' envolvimiento de los tiempos, la suerte
timo encrespamiento de su instinto de de una raza de las preponderantes y no-
dominación y de su fe en sí mismo le bles. ¿Qué falta para que en la conciencia
estremece, y por un instante vuelve los universal aparezca, como aparece clara
ojos a los que le llaman; pero luego que en la nuestra, esa magnitud cíe su gloria?
advierte cómo es la sedición militar la Nada que revele de él cosas no sabidas
que, sin conocida sanción de los pueblos, ni que depure o interprete de nuevo las
le tienta con un poder arrebatado a sus que se saben. El es ya del bronce frío
poseedores legítimos, recobra su volun- y perenne, que ni crece, ni mengua, ni se
tad de apartamiento y su actitud estoica, J muda. Falta sólo que se realce el Pe'
y altivo arranque de su dignidad le libra \ destal. Falta que subamos nosotros y que
de romper aquel solemne ocaso de su \ con nuestros hombros encumbrados a la
vida con las vulgares pompas de un j altura condigna, para pedestal de esta-
triunfo de pretor. Agravado su mal, tras- • tua semejante, hagamos que sobre núes-
ládase en el otoño de 1830 a Santa Mar- i tros hombros descuelle junto a aquella3
ca, Allí, donde dieciocho años antes tomó ! figuras universales y primeras, que pa-
recen más altas sólo porque están más desde el Anáhuac hasta el Plata, allí don-
altos que los nuestros los hombros de ; de hoy campea ia naturaleza o cría sus
los pueblos que las levantan al espacio I raíces la civilización; cuando cien gene-
abierto y luminoso. Pero la plenitud de ; raciones humanas hayan mezclado, en la
nuestros destinos se acerca, y con ella, j masa de la tierra, el polvo de sus huesos
la hora en que toda la verdad de Bolívar j con el polvo de los bosques mil veces
rebose sobre el inundo. : deshojados y de las ciudades veinte ve-
Y por lo que toca a la América nues- ; ees reconstruidas, y hagan reverberar en
tra, él quedará para siempre como su in- i la memoria de hombres que nos espan-
superado Héroe Epónimo. Porque la su- I tarían por extraños, si los alcanzáramos
;
perioridad del héroe no se determina a prefigurar, miríadas de nombres glo-
sólo por lo que él sea capaz de hacer i riosos en virtud de empresas, hazañas y
:
abstractamente valoradas la vehemencia victorias de que no podemos formar ima-
de su vocación y la energía de su aptitud, | gen; todavía entonces, si el sentimiento
sino también por lo que da de sí la oca- I colectivo de la América libre y una no
sión en que llega, la gesta a que le ha | ha perdido esencialmente su virtualidad,
enviado la consigna de Dios; y hay oca- i esos hombres, que verán como nosotros
siones heroicas que, por trascendentes y j en la nevada cumbre del Sorata la más
fundamentales, son únicas o tan raras i excelsa altura de los Andes, verán, como
como esas celestes conjunciones que el i nosotros también, que en la extensión
girar de los astros no reproduce sino a | de sus recuerdos de gloria nada hay más
enormes vueltas de tiempo. Cuando diez ; grande que Bolívar.
siglos hayan pasado, cuando la pátina de
una legendaria antigüedad se extienda ¡ 1912
fundo observador de las Novelas contem- Pero, además de llevar en sus entrañas
poráneas con el de las Escenas de la vida la prosa verdadera de la pobreza mise-
parisiense, el interés concedido por am- rable, lleva también la nueva novela de
bos grandes artistas de la realidad al Galdós, la balsámica poesía de la miseri-
problema de las dificultades materiales cordia. Encarna esta poesía en la figura,
de la vida, como anchuroso campo de a veces vulgar, a veces sublime, de una
observación y rica materia novelable, anciana humilde y piadosa, que, con la
siempre fecunda en dramática virtuali- j abnegación del oscuro y anónimo solda-
dad. Muchas son, efectivamente, las no- do para quien no se cosechan, después
velas de Galdós que giran alrededor del | del combate, los laureles, es heroína y
problema económico en la vida burgue- ' mártir en la batalla de la vida. Yo no va-
sa. Misericordia puede contarse entre las | cilo en poner esta grande alma imagina-
más originales y más hermosas novelas ' da en el número de las más preciosas
de este grupo; pero, además, están com- | creaciones de quien ha dado al arte tan-
prendidos, en la extensión de realidad tas otras que no morirán. Sí; la Nina de
en que se desarrolla, ciertas extremas re- i Galdós es una figura que yo igualaría, sin
giones de la inferioridad social, ciertos , vacilaciones, a las más originales, a las
círculos de] infierno de la humillación y j mas nuevas, a las más llenas de interés
el abandono, a que había descendido po- j y más radiantes de hermosura, que sea
cas veces el espíritu del autor de La des- dado encontrar en el santoral realista..,;
heredada. \ porque también tiene el realismo su san-
Considerándola con el criterio realista, j toral, el de los héroes moralmente her-
es el poema prosaico de la escasez y Ja mosos que han sido amasados con el ba-
miseria; de la miseria, en sus manifesta- ¡ rro de la verdad y la vulgaridad huma-
clones, moral y materialmente, más des- nas. Como en la Felicité, de Flaubert, ¡a
piadadas y más duras; desde la osada y vulgaridad tiene en ella el artístico pre-
franca que se personifica en la Almáde- cio que da valor a la tosquedad del ma-
na, en Pulido, en la tía Burlada—en la terial en que ha de trabajarse, cuando
turba famélica «que acecha, a la puerta esa tosquedad es necesaria o conveniente
de los templos, el paso de la caridad»—, al efecto que se procura. La ignorancia
hasta la tímida y vergonzante que se de ía propia sublime abnegación; la na-
oculta en el desolado retiro de doña turalidad en la práctica del sacrificio,
Francisca Juárez de Zapata—la empobre- ' como en ía de cualquier acto trivial }'
cida señora que vive, sin saberlo, de la usado de la vida.; ía conformidad, de
caridad que implora para ella a los feu- ; mártir o de inconsciente, para admita'
greses de San Sebastián una criada com- la ingratitud y resignarse a la injusticia
pasiva-—; o se parapeta tras la elegancia | de ía pena, son otros tantos elementos
marchita y la mal simulada distinción j que, empequeñeciendo íntelectuaiinente
de don Francisco Ponte, curiosísimo j la figura de Nina, la realzan por lo mis-
ejemplar de lyon caduco, tragicómico ] mo, y la engrandecen moralmente, hasta
traicionado de la fortuna, galán venido • tocar en ios límites de la sublimidad.
a menos, que disfraza los rigores de su i Nunca de manera más oportuna que a
decadencia lastimosa salvando con es- ¡ propósito de esta figura de Galdós po-
fuerzo heroico las apariencias de su dig- ¡ dría señalarse—como Menéndez Pelayo
nidad pasada y recordando, melancóli- ' en la del Pae Apolinar que imaginó el
camente, sus aventuras de mundano y j gran novelador ele la montaña—-«aquel
sus buenos éxitos de declamador en las j sello de primitiva grandeza que realza
románticas tertulias de ios tiempos de i a la fuerza del bien cuando se desen-
Flor de un día. i vuelve sin conciencia ele sí propia», Y la
absoluta y constante sencillez, la nunca j las páginas que Nina y Almudena moti-
interrumpida llaneza del cauce prosaico | van, como la obra de su grande estirpe
en que esta mansa onda de belleza moral I novelesca a que más íntimamente se pa-
se desenvuelve, hacen que ella penetre y | rece: tanto como Nazarín. Y la pasión del
se insinúe de tan suave y tan callada ma- ciego por la anciana misericordiosa—de
nera en el ánimo del lector, que no es la que sólo puede adorar el alma abne-
,;
sino después de haber avanzado un tanto gada, a la que acaso imagina dueña de
en la acción de la novela cuando él re- una envoltura digna de ella por la juven-
para que ha debido adorar, desde las tud y la hermosura—hace pensar en la
primeras páginas, la adorable santidad i idea de que fluye la profunda belleza
del alma de Nina. ¡Arte grande y hermo- ! ideal de Marianeia. Como Pablo Panágui-
so—aun para los que nos encontraría- ¡ las, el moro de Misericordia cree instin-
mos, haciendo examen de conciencia, un | tivamente en la armonía necesaria de la
poco amigos de lo refinado y de lo ex- belleza del alma y la del cuerpo. Y cie-
traño—el que consiste en obtener y rea- go para la realidad corpórea, la sombra
lizar, sin salirse de los medios sencillos eterna de sus ojos se convierte para él,
que ofrecen los aspectos comunes de las ! como para el enamorado de Marianeia,
cosas, las grandes energías dramáticas y en la dicha de poder amar plenamente
los grandes efectos! ¿No ha definido Cal- •—con el alma, con los ojos, únicos en él
dos uno de los caracteres y uno de los sensibles, del espíritu—lo que sólo para
secretos peculiares de su talento podero- el espíritu es amable.
!
so, cuando habla, a propósito de la sin- Son, sin duda, esos dos magistrales ca-
gular fachada del templo en que comien- racteres, lo más hermoso, lo más profun-
za la acción de su novela, de la necesi- damente interesante, lo de mayor em-
dad de encontrar y percibir «el encanto ! peño en el libro; pero además, en lo ac-
y la simpatía que fluyen, a modo de te- cidental, en lo formal, en los episodios,
nue fragancia, de las cosas vulgares, o en el diálogo, en las descripciones—lo
de algunas de las infinitas cosas vulga- diré antes de señalar el mérito y ver-
res que hay en el mundo»? dad de algunas de las figuras secunda-
Después de la de Nina, la figura domi- rias—-¡cuánto hay que notar y que aplau-
nante del cuadro es, sin duda, la del mo- dir; cuánto hay que irresistiblemente de-
ro ciego y mendicante, para quien ella, tiene la atención de la crítica acusadora
en medio de las angustias con que atien- de bellezas! Admirable es, en las prime-
de al socorro de su propia ama desvali- ras páginas, la descripción de la estam-
da, encuentra todavía tesoros de amor, pa caricaturesca de la iglesia de San
tesoros de caridad, en su infinita espon- Sebastián, «fea y pedestre como un plie-
taneidad piadosa. Bien trazado está este go de aleluyas, o como los romances de
personaje, aparentemente fácil de pre- ciego»; risible preciosidad arqueológica,
sentar y virtualmente rico en fuerza e in- ante la cual el Galdós que recibió la he-
terés; pero, en realidad, difícil y de deli- rencia del Curioso Parlante, la pasión lo-
cado empeño, si se atiende a la obra ma- cal y la manía escudriñadora del viejo
gistral que ha sido necesaria para conci- Madrid, encuentra, para abogar por la
liar, en su sencillo carácter, con la exac- conservación de aquella vieja reliquia, la
titud del estudio la belleza moral y la razón ingeniosa de que «la caricatura
simpatía, y en su propio informe lengua- monumental también es un arte». Prodi-
je, la naturalidad y la verdad con el efec- giosos, como imitación artística del len-
to artístico que no marra nunca en la guaje zafio y plebeyo, son algunos de los
pintoresca incorrección de sus palabras. parlamentos de las mendigas, y están di-
El nuevo libro llega así a valer tanto, en i vinamente trazadas sus figuras. Hay
568 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Decir las cosas bien, tener en la plu- recemos a los niños—suele estar también
ma el don exquisito de la gracia, y en el en que se nos arrulle con hermosas pa-
pensamiento la inmaculada linfa de luz labras. Como el misionero y como la
donde se bañan las ideas para aparecer Hermana, el artista cumple su obra de
hermosas, ¿no es una forma de ser bue- misericordia. Sabios, enseñadnos con
no?... La caridad y el amor, ¿no pueden gracia. Sacerdotes, pintad a Dios con
demostrarse también concediendo a las pincel amable y primoroso, y a la virtud
almas el beneficio de una hora de aban- en palabras llenas de armonía. Si nos
dono en la paz de la palabra bella: la concedéis en forma fea y desapacible la
sonrisa de una frase armoniosa; el «beso verdad, eso equivale a concedernos el
en la frente» de un pensamiento cincela- pan con malos modos. De lo que creéis
do; el roce tibio y suave de una imagen la verdad, ¡cuan pocas veces podéis es-
que toca con su ala de seda nuestro es- tar absolutamente seguros! Pero de la
píritu?... belleza y el encanto con que lo hayáis
La ternura para el alma del niño está, comunicado, estad seguros que siempre
así como en el calor del regazo, en la vivirán.
voz que le dice cuentos de hadas; sin Hablad con ritmo, cuidad de poner la
los cuales habrá algo de incurablemente unción de la imagen sobre la idea, res-
yermo en el alma que se forme sin ha- petad la gracia de la forma, ¡oh pensa-
berlos oído. Pulgarcito es un mensajero dores, sabios, sacerdotes!, y creed que
de San Vicente de Paúl. Barba Azul ha aquellos que os digan que la Verdad
hecho a los párvulos más beneficios que debe presentarse en apariencias adustas
Pestalozzi. La ternura para nosotros y severas son amigos traidores de la
—que sólo cuando nos hemos hecho des- Verdad.
preciables dejamos enteramente de pa- 1899.
570 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
EL CENTENARIO DE CHILE
Discurso pronunciado, en representación del Uruguay, en la
sesión solemne celebrada por el Congreso chileno, durante las
fiestas del Centenario, el 17 de septiembre de 1910
LA RAZA DE CAÍN
Carta a Carlos Rey les
me apresuro a anticipar al autor un bo- más o menos relacionados, por una agre-
ceto de mi juicio y, sobre todo, mi abra- gación inorgánica y desproporcionada,
zo amistoso y cordial de enhorabuena. dentro de una novela aparente; pero fal-
Lo primero que yo haría resaltar y se- tarán siempre al conjunto la entereza y
ñalaría a la admiración de sus lectores, la vida que sólo se dan cuando la obra
si se tratase ahora de escribir ese juicio, es un verdadero organismo, cuando es
sería la doble excepcional calidad de un ser animado, sujeto, como todos, a la
obra inspirada y obra perfecta (perfec- ley de las correlaciones orgánicas.
ción literaria, orden, regularidad, conve- La acción de su novela sigue la progre-
niencia formal), con que se nos impone sión armoniosa, el movimiento fácil de la
la última novela de usted. Para los que curva, que es la línea expresiva de la
creen, vanamente, que hay una oposición agilidad y de la gracia, porque, cambian-
y discordia casi irresolubles entre la do constantemente de dirección, cada di-
energía de la inspiración creadora y el rección nueva está indicada por la que
arreglo y primor de la ejecución artísti- la precede. Y no sólo sería imposible se-
ca; entre la fuerza interna de una obra ñalar episodios inútiles en su obra, o
y la justa proporción de sus apariencias, rasgos deficientemente acentuados, o
me imagino que la lectura de esta novela partes que pudieran suprimirse sin per-
ha de ser una prueba abrumadora de lo juicio de la naturalidad o el interés, sino
falso de tal preocupación. El color y el que hay siempre en ella una feliz y ati-
dibujo lidian a una en tan admirable es- nada correspondencia entre la fuerza y
fuerzo de arte. La raza de Caín, que es eficacia de inspiración y la importancia
obra de inspiración y de fuerza, es, a ia relativa de los episodios; de manera que
vez, un hermoso modelo de corrección y el más subido valor artístico en el des-
de -factura. De corrección en lo que la empeño corresponde constantemente a
forma literaria tiene de más interno, de los pasajes más significativos e impor-
inmediato a la concepción original, en tantes de la acción.
el plan, en el orden, en la armonía de
las partes; y de corrección, también, en Todo esto representa gran mérito, sin
lo más exterior y plástico de la forma, duda; pero mucho más que el acierto
en el lenguaje, en el estilo, en la expre- que usted ha demostrado al correlacio-
sión. nar los elementos de su novela, atendería
yo, en el juicio que escribiese, al valor
Desde luego, hay en toda la obra una propio de estos elementos, y muy parti-
perfecta regularidad de estructura. Sabe cularmente al de los caracteres, que es
usted componer; tiene usted una admi- donde la crítica que quiera hacer a us-
rable intuición del desenvolvimiento ló- ted plena justicia ha de agotar el capí-
gico de un argumento, de la arquitectura tulo de las alabanzas. No hay facultad
de la obra novelesca; y esta cualidad, artística superior a la de la invención
que ya se dejaba percibir en su primera de caracteres. El novelista lo es en más
novela, tanto más notablemente cuanto o menos alto grado según ¡a fuerza de su
que parece ser una condición de expe- poder característico; y el raro don de
riencia más que de instinto, se manifies- crear seres imaginarios que vivan y per-
ta ahora con magistral intensidad. Bien duren, como si a la realidad de los que
sabe usted cuánto significa el reconoci- engendra la Naturaleza unieran la in-
miento de tan preciosa condición litera- marcesible juventud y frescura de los
ria. Sin ese claro sentido del orden y la dioses, es concedido sólo a los que pue-
proporción, no hay novelista verdadero. den levantarse, como pájaros sobre co-
Habrá, a lo sumo, cuentistas, «costum- rrales, por encima del vulgo novelador.
bristas», autores de cuadros o episodios Ha creado usted, por lo menos, dos
almas que vivirán, que resistirán muchos der a los abismos de este mundo infi-
aletazos del tiempo. La crítica, que las nito que se abre en la intimidad de cada
ha llevado ya a su laboratorio y las ha conciencia, e iluminar sus honduras es-
sometido a todas las pruebas del análi- pantables, y descubrirnos la convulsa y
sis, ha tenido que reconocer la presen- desordenada rotación del pensamiento
cia del indefinible soplo vivificador en que ha sido arrebatado por monstruoso
esas dos criaturas de su fantasía. Ex- : egoísmo a todo centro de atracción exte-
trañas y singulares criaturas, pero vivas j rior, ¡qué fuerza y qué fineza de análisis;
y reales, y menos raras quizá—aun limi- qué justo atrevimiento en los grandes
tando la observación a nuestro propio . rasgos y qué incisiva delicadeza al he-
ambiente—de lo que la mayoría de sus rir en ciertas reconditeces; cuánta ver-
lectores ha de imaginarse; aparte de que dad y cuánta eficacia en la expresión!
la índole misma de su obra las requería El siglo que concluye, siendo en cierta
de otra arcilla que la arcilla común y manera el de los grandes heroicos es-
otro modelo que el modelo corriente. fuerzos de la voluntad, el de la triunfal
Observa, con acierto, Bourgeí, que para expansión de las energías interiores, es a
el interés y la fuerza de la novela psico- la vez, por singular antinomia, el que le-
lógica, los caracteres medios, normales ] gará a la historia de los males humanos
—del punto de vista del relieve del ca- . más abundante acopio de observación en
rácter mismo, y de la moralidad—, que j cuanto a las enervaciones y enfermeda-
pueden suministrar tan abundante mate- ! des del carácter, que extinguen o desen-
ria de observación como cualesquiera caminan aquellas energías. La raza nove-
otros tratándose de la novela de costum- , lesca a que pertenecen sus dos raros y
bres, valen menos que cualquier tipo de desventurados protervos no es otra que
excepción, ya se entienda lo excepcional ia que, con más o menos profundas mo-
en el sentido de la superioridad, ya en el ! dificaciones, ha dado a ia literatura de
ele lo degenerado, mórbido o abyecto. este siglo—como expresión de uno de los
La psicología novelesca se alimentará grandes tipos reales que en él se repro-
siempre, preferentemente, de lo raro y ducen—toda una doliente multitud de en-
excepcional, en materia de caracteres hu- fermos de la voluntad, de egoístas desor-
manos. bitados y rebeldes, almas sin equilibrio y
Guzmán y Cacio son almas de excep- sin luz, llevadas por la dilatación morbo-
ción; y además, es fácil descubrir en ¡ sa del propio yo y por la rebelión insen-
ellos, sobre su carácter individual, bien i sata contra las leyes de la vida, a todos
determinado y concreto, un significado j los tormentos del fracaso y la desespe-
ideal, de personificaciones o tipos; pero, I ración. Ese tipo fundamental tiene toda
por magia de su arte, que ha pasado de la talla mensurable por el ámbito del
esta manera sobre ia más ardua dificul- mismo siglo. Cien años de distancia sepa-
tad de los grandes caracteres dramáticos ran al Rene de Chateaubriand del Des-
y novelescos, la verdad real, el fondo hu- Esseintes de Huysmans; la mirada vul-
mano, de ambos caracteres, no aparecen - gar no alcanzará a percibir las semejan-
en lo más mínimo empañados por la zas en medio de las diferencias; pero
representación típica e ideal con que re- restableciendo la sucesión de héroes ima-
saltan a los ojos de quien penetra en lo ginarios que se tiende entre ellos, al tra-
íntimo de su concepción. Ha esculpido vés de la novela y el drama contemporá-
usted estatuas representativas en carne neos, sería fácil manifestar claramente
palpitante: ¡grande hazaña de arte! Y al su parentesco espiritual, y comprobar
desenvolver ante nosotros la tela oscura que una herencia acrecentada siempre,
y rara de esas almas fingidas; al descen- de miseria y de culpa, los vincula como
576 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS
el primero al último eslabón de una viva estudiados tanto más prolijamente cuan-
cadena de condenados, to que usted nos la presenta, si no con
Con acentuada fisonomía individual, un propósito declarado y prosaico de en-
con personalidad bien característica y señanza, con el de ejemplo capaz de
propia—porque sus criaturas espirituales : sugerir ideas saludables. Yo encuentro
son verdaderamente suyas, y usted las justificado ese propósito. Aquellos que
ha forjado con jugos de su alma y alien- ; quieran sostener que hay en el libro
tos de su fantasía—, Cacio y Guzmán j una tesis pesimista, una idea de predes-
pertenecen a esa misma multitud inmen tinación fatal, que tiende a poner de re-
sa y llorosa, que marcha al porvenir, es- lieve lo inevitable de la humillación y el
cudada por la inmortalidad del arte que sufrimiento en la raza maldita, nacida
la ha consagrado, para llevar a la poste- para ofrecer, con sus serviles espaldas,
ridad que nos juzgará la confesión sin- vivo escabel a los llamados al triunfo y a
cera de nuestras flaquezas y las sombras la gloria, no carecerán de razones atendi-
de esta extraña alma de nuestro tiempo, bles para justificar esa interpretación,
tan contradictoria en su complejidad, ya que es característico de casi toda te-
tan irreducible, para nosotros, a toda j sis trascendental velada en forma de arte
clasificación y todo juicio. la posibilidad de atraerla en más de un
Contribuyen eficazmente, en su obra, a sentido y resolverla a favor de más de
la intensidad del efecto, la justeza y so- una idea. Pero aquel mismo valor de sa-
lidez de la expresión. La forma en que ludable ejemplo que usted supone en
está escrita—austera y mate quizá., pero La raza de Caín es una prueba de que,
de una adaptación y una conveniencia por lo menos, la interpretación personal,
perfectas respecto a lo que, por suje- la conciencia artística del autor, van por
ción a los términos consagrados, llama- otros caminos; y el examen atento de la
remos el fondo—tiene la fuerza del relación de los caracteres con el término
músculo y el calor de la sangre, Su escri- de la acción conduce, en mí sentir, a un
tura—como hoy suele decirse—revela que resultado ideal menos desconsolador y
tiene usted siempre presente la relación más verdadero.
de dependencia del estilo respecto de la Atendiendo, preferentemente, al carác-
idea, y que la forma literaria se rige para ter de Guzmán, es como aparece ese re-
usted, como en el concepto spenceriano, sultado, claro y distinto. Ha querido y
por un principio de economía dinámica. ha conseguido usted enseñar que el cul-
Y sin embargo, en ciertos momentos in- tivo egoísta del propio yo, no dominado
tensos de la acción, en los fuertes rasgos por la conciencia de nuestra subordina-
característicos de un personaje, en los ción a las leyes de la vida y de nues-
toques vivaces de la descripción o el sen- tra solidaridad con la obra de todos;
timiento, su manera llega a adquirir a la perversión de la voluntad, enervada
veces, independientemente de aquel valor por la ausencia de un objetivo real, viril
de relación, notas y vibraciones de las y fecundo, y por la disconformidad co-
que dan a la palabra y a la frase un va- barde con la naturaleza y el deber; el
lor propio e intrínseco, un valor compa- engrandecimiento ficticio y vanidoso de
rable con el que tienen, antes de ser co- la personalidad propia a costa de nuestra
locadas en sus joyas, las piedras raras ineludible condición de seres sociales,
que centellean, dispersas, sobre la mesa son los seguros antecedentes de la derro-
del artífice que ha de engarzarlas en el ta sin honor, en los combates del mun-
oro o la plata. do. Ha querido y ha conseguido usted en-
La trascendencia ideal, el pensamien- señar que cada destino individual tiene
to íntimo de su obra, merecerían ser su única posibilidad de paz v de dicha en
la adecuada relación de los intentos y da, del esfuerzo: viril, de la actividad va-
las aspiraciones con la fuerza real del liente, generosa y fecunda. El grupo de
nropio ánimo, y en la transacción gene- los Crocker, con su perfecta, y a las ve-
rosa de nuestra voluntad con lo inevita- ces antipática, mediocridad, no es sufi-
ble y lo fatal Nos lia mostrado usted có- ciente para producir ese efecto de con-
mo la estéril soberbia de los egoísmos traste, aunque tiene su significación ne-
rebeldes es im motivo de disolución que cesaria y oportuna dentro del conjunto
concluye por destruir y: anular la misma de la acción. Pero, aun sin eso¿ yocreo
voluntad que se I consideraba engrande- que quien quiera interpretar rectamente
cida ^fortificada: por -la- virtud, del. aisla- la filosofía de. su obra tendrá que hacer-
lo en un sentido poco i diferente rdel que
mient0* 1 , ¿«J A 1 yo le atribuyo; con lo cual la oportuni-
Así interpreto yo el sentido de su obra, dad de su; dedicatoria quedara-plenar
ir por eso creo que no va usted descami- mente justificada (1), y el valor de ense-
nado cuando considera: que nuestra im- ñanza de su libro resultará tan claro a
presión será sana • y benéfica, aunque los ojos del pensador como;su valor de
atnarga- Quizás hubiera sido bien, para ficción a los del artista. ^v
aue ese sentido apareciese, a los ojos de Pongo punto a esta carta, ya larga para
toaos, claro y patente, que hubiera usted lo que es, y que usted sabrá tomar én
opuesto al cuadro de y enervación: y dé su exclusivo carácter de esbozo de un
egoísmo que ha querido dejar severa- estudio futuro, y le estrecho afectuosa-
mente en pie, como una dura lección, un mente la mano.
cuatro, un episodio, un personaje, una
escena accidental siquiera, que significa- 1900.
ran, por contraste, la apoteosis de la vi
A ANATOLE FRANCE
Discurso pronunciado en el banquete ofrecido a Anatoíe France,
a su paso por Montevideo, el 16 de julio de 1909
:
Ilustre maestro: del espíritu, un vasto y único escenario,
Un pueblo joven, que aspira a orien- donde se difunden, del uno al otro extra
tal* su espíritu en dirección a las nobles mo, la voz propagadora de verdad o be-
superioridades de la inteligencia, flor ex- lleza y el coro de simpatía y entusiasmo
quisita y tardía de la civilización, saluda que responde a esa voz y la multiplica.
en vos al embajador glorioso de esa pa- Las naciones latinoamericanas, últimas,
tria universal, que,: por encima dé, las por su poca edad, en incorporarse a esa
fronteras y las razas, forman el pensa- grande unidad ideal, componen, dentro
miento y el arte.: ;; de ella, un grupo atento y entusiasta, el
Hermoso triunfo de la.; solidaridad hu- más entusiasta qüizá>,porque¿ lo inspira
mana es que las sociedades vinculadas el fervor del noviciado y porque pone en
por los principios esenciales de una: civi- su atención e interés la secreta esperanza
lización común, aunque; se interpongan
entre ellas la distancia material o las di- (1) Reyles había escrito: «Respetuosa y hu-
ferencias de, la i raza y la lengua, consti-mildemente dedico a; la; juventud dei mi;: país.
tuyan ya, para las altas: manifestaciones este libro doloroso, pero acaso saludable.» v•;f
R0D0.-I9
578 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPIETAS-
de que-surgirán de suseno las voces so- a producir; hemos reconstruido cien ve.
beranas del porvenir.- .: ;;.wt-;i.•:.* ./-Aai; ees los; fundamentos •-. de cultura ;arreÜ
Del pueblo en que os encontráis; acaso tados por el huracán de las ¡: discordias!
sólo había1 llegado hasta vos,:: en ¡ rumor hemos! tendido, en una palabra, a la | y ¡
apagado y confuso, el -eco.de-slasi discor- concia \ fidelidad:: inquebrantable, "de • J
dias1 civiles; qüe¿ renovándose con porfia- planta: que, arraigada: en; sitió. oscuro ¿ j j
do encono) han dado tan claras pruebas rige ¡sus-famas anhelantes hacia el ||ef
de nuestro • valor como dudosas de nues- quicio por donde penetrá> pálida ylyjS
tra madurez políticas Este ha sido • ante casa/ la claridad; del día. Y; bien: : .e s ¿
el mundo el testimonio.' de nuestra exis- conciencia de IOSÍ deberes de la civij]2a,;
tencia; ¡Testimonio-'••demasiado violento; ción, este sentimiento de dignidad.^;
sin• Hüda! Pero nosotros, que. queremos lectúal; que, a pesar.-.de todo, ha-^ijMi
la organización y la paz, y que marcha- en nuestro espíritu, es;lo que nos-aSe.'
mos definitivamente, • y con fe: profunda, gura: que el triunfo i. será nuestro e!f|É
á conquistarlas;!ño nos¡avergonzamos ni lucha con los fieros resabios del pasáis
nos desalentamos por esos revoltosos co- Ceci tuerá cela: esto matará aquello; y
mienzos, porque sabemos; que ellos: son, ya está cercana; la hora en que eliígj
en los pueblos como en los hombres, la heroico del poeta no pedirá más al -pas^í
condición de la niñez. Tuvimos el arran- jero, con airado gesto, «pólvora y balas»'
que atrevido de optar por la libertad; ha- sino, que aceptará, sonriente,; de susináf
cemos-su duro aprendizaje: tal es nues- nos, la flor delicada y; el: ave.. melodiosa
tra historia. Y como entre las cualidades símbolos de = belleza.. y ; mansedumbre.
excelsas de vuestro espíritu pensador •: En su obra lenta; y • penosa. de • cultura
cuéntase la de la comprensión amplia y estos pueblos de;.América han sido:vfo¿
generosa, que mira de lo alto y llega zosamente, hasta hoy, tributarios del es!
hasta el fondo" de las cosas y de las al- píritu europeo. El faro orientador que
mas, sabemos ya que aplicáis a nuestra razas predestinadas fijaron, hace niillaj
indómita inquietud, tan duramente; juz- res;de:años/en las costas del Mediterrá-
gada de ordinario, ese criterio de bene- neo, azul y sereno, orlándolo con las cim
volencia y. de esperanza.(¡, ,. ^t^y-víV? &.•:& ¡dadeS; creadoras, de- -la:; civilización,-per*
Podría personificarse; el genio.; de\ esta manece. aún, allí,, sin que otra luz-háyj
turbulenta América latina, tal como se eclipsado sus fulguros. Somos aún- effi
ha manifestado hasta hoy, en aquel beli- ciencia y arte, vuestros tributarios; .pero; :
coso hiño griego qué* el poeta; de las los somos con el designio^ íntimo y: pefl
, Orientales imaginó5 entre las ruinas calci- severante; de/reivindicar la; autónoma ú |
nadas de • Quío, después de pasar el inva- nuestro pensamiento; y hay'ya presagio^
sor, y que, preguntado portel :pasajero que nos alientan a afirmar^ qué:--vfflí8f
sobre • la-1 prenda qué lograría contentarle rumbó a ella, i Aspirando- eficazmente^
~flor delicada; sabroso fruto o ave me- alcanzarla os demostraremos á ;los; que.
lodiosa—y contestaba; pidiendo, con ade- ejercéis desde vuestras cátedras ilústfll
mán heroico^ «pólvora- y balas»; «Pólvora el=': magisterio de nuestra culturaj que he-
y balas» hós'habéis oído pedir, aquejados mos aprovechado vuestras ;
lecciones vv
!
; !
de fátal é inaplacable deseo. Pero lo que vuestros ;-ejemplos; Consideramos^ fif
1
á^6?^a 'ebj&odfai^^Uticiéntémente «i és americanos: que-nuestra
$?
; :
emancipac^
;í
quéy á pésár del- vértigo que nos ha arre- no está terminada con lái independen^
batado, y aprovechando las treguas pre- política^ .y 1a '-obra en que: hoy- esforladl
carias í.y> luctuosas, ¡ hemos, aspirado, con mente trabajamos^es* la de eorñpIeíá|í|
inces'anteí y; ñor siempre estéril afán, a. sa- con nuestra emancipación espiritual; :
Os
:
:, i
ber, a cOmprenderi a admirar; y también escuchamos': y '•> admiramos, pues-: ái vS
oíros,- -los maestros: lejanos,; no': como el somficación;.. literaria.¿ La imás =:alta,-^.¡;lá-
siervo ¡que b a • abdicado sui personalidad, ¡ más típica: No; por yáno; capricho pstenn
ni como el hipnotizado ¡ que tiene su per- tais como nombre; vuestro: el nombre de
sonalidad inhibida,; sino como el alumno : vuestra. nación. La^representáis en las
reflexivo y atento;=para quien la: palabra cualidades.. más¡ • características.;dé:. su.; . in-
magistral,.lejos de ser;yugo:que oprime, : teligencia y;;de-.su>sensibilidad.; ^uestrp
1
c s por el contrario, impulso y sugestión pensamiento es como la flor preciosa y
que estimulan a investigar y pensar por leve en que concentra su escogida esencia
cuenta propia. ., . la savia espiritual de una raza. Si como
Maestro; representáis entre .nosotros.la ;;escritora' tenéis la gracia del estilo, como
patria universal del pensamiento y el ar- filósofo: tenéis un género de gracia aún
fe pero representáis también una patria más raro. y difícil: tenéis la gracia .del
¿«5 concreta y definida: representáis él pensamiento. Veis el mundo al,'través de
espíritu de Francia. Acaso no imagináis la ironía, pero la expresáis jpor una son-
;tqcla la vibración.desamor y; de entusias- risa tan fina y tan. dulce c[ue ella pierde
jgg que ese nombre despierta en nuestra toda su crueldad. Vuestra ironía vale
mente y en nuestro corazón.. Cuando sq tanto como él| entusiasmo. Es aquella
lilla de Francia, no podemos hablar Có- amable y piadosa filosofía dé la buena
m 0 extranjeros. En el raudal. de• sus sonrisa, qtte se traducé en una inagotable
í^eas'; hemos, abrevado, de . preferencia, indulgencia para todas las_ debilidades
nuestro espíritu;.con los ejemplos 3e su humánás> ¡en un vasto perdón para todas
historia hemos, retemplado constante- las miserias dé nuestra naturaleza peca-
mente nuestra^ admiración; del heroísmo dora, para todas las vanidades de nues-
y nuestra; pasión, de ¡la libertad.' Nos he- tros sueños, Enseñáis a dudar, pero de-
lios habituado—con justicia, sin chidá-r- rramáis un óleo balsámico sobré ía duday
a representar en.. su, nombre cuanto hay porque ensenáis también a comprender
de niás noble en la criatura Rumana: lá y tolerar. Salimos dé Vuestra cátedra sin-
claridad de la razón, el. sentimiento del tiendo qué, a pesar; de todas las ilusiones
derecho, la belleza del arte, la generosi- de nuestra inteligencia y de todos los
dad del sacrificio. Vemos en ella la su- enigmas dé nuestro destino, és hermoso
prema florescencia de esta alma latina ser justo, es hermoso selr sabio, es her-
que vela, en los siglos) sobre¡el mundo, nioso ser bueno. La admiración que os
para mantener, sobre los desbordes de consagramos está mezclada de afecto y
la fuerza y sobre los incentivos de la uti- agradecimiento....Y.( aunque nada más ex-
lidad, la enseña augusta del ideal desin- traño, ciertamente', a vuestra naturaleza
teresado. En nuestro culto de la histo- intelectual que las jíneas rígidas y auste-
ria) en nuestra figuración del porvenir, ras del apóstol bien puede decirse que
en lo mejor de riuéstm pensamiento, erí en tierras como; estas por donde pasáis,
lo más íntimo de nuestro corazón, vive y dónde los caracteres y las pasiones sue-
alienta el alma de Francia: musa, sacer- len tener lá aspereza bravia de los bos-
dotisa, conductora inmortal, vibrante dé ques vírgenes, vuestra literatura es pro-
simpatía como Antígona, bella y fuerte a pia para ejercer, sin proponérselo^ un
la.vez como Atenea Victoriosa.; - ; r,--Vlj verdaderp: apostolado: el apostolado de
Y ese fascinador espíritu de "Francia lá tóiérahciáV die íá Benevolencia y de la
que, en su manifestación de arte, es gra- delicadeza, dones supremos de la civili^
cia, proporción, gustó exquisito, claridad •zaciómü. <:!$ll::. SJJ>. nubs'^nivíí' ¡úhu>i& = •:•;.
de ideas y-de formas;-=.= ese respíritu que J Maestro:sínO podemos ofreceros^> riada
encarnó . en Montaigne\ [ en Voltaíre, én para* vuestra; gloria,< porque vuestra gló^
Renañ/tiene hoy éri>vos su más[ alta per¿ ria está completa; -y*porque/ rudos; traban
580 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
jadores de un suelo que és; necesario des- la simpatía; la simpatía que: quedará, co»
brozar, no hemos cosechado todavía las mo huella indisipable de vuestra presea
flores con que sé tejen las guirnaldas ciaren la memoria-de un pueblo :QUe
para las frentes elegidas. Pero os ofrece- marcha al porvenir con la aspiración <3e
mos, de lo íntimo de nuestro corazón, ennoblecerse por la virtud de las'ideas
algo más suave y sencillo que la gloria: y por el culto de la belleza y la verdad.
MIRANDO AL MAR
Aquella generación que llegó a la ju- quien todos los refinamientos del gusto:
ventud bajo las sombras de la tiranía de todas las delicadezas de la sensibilidad
Rosas trajo, entre los maestros de su gru- literaria, se concillaban con la aplieaeíón
po intelectual, un espíritu ático y fino en infatigable; y nimia del investigador^ Te-
*ón con: la alteza lírica de ciertas ráfagas ción escrita y i oral"; de las : ideas adqui-
ie Olmedo; ni el con el clasicismo primo- rió de ello: superior;. importancia. Pareció
risO'--del; cuadro? ¡ de: i naturaleza, tropical entonces-revestir, formas reales en la vi-
^ue Bello trazó,: rescatando en él la pa- da de un pueblo aquella imagen de una
lidez de los colores- por- la maestría del cultura intelectual vivificada por el sen-
dibujo; ni con el grito -del alma > que timiento cívico y la~ austeridad republi-
anunciaba en los versos tormentosos de cana; por la dignidad, de lask costumbres
gerediá*—inquietos ya bajo el entono de ypW seriedad de las inteligencias,i: qué
[a máscara clásica^la proximidad de una liabía soñado para el porvenir, cuando
poesía nueva por- el sentimiento y por la las pasajeras esperanzas del Directorio,
forma. La condición superior de la poe- el alma apasionada •• de.madamé; de Staei>
sía^ argentina dé aquel tiempo está en Toda manifestación^ del espíritu conver-
p e ninguna otra sostuvo, en América, gía al centro ideal que fijaba; aquel plan
yn comentario lírico tan asiduo: y: cons- superior de gobierno.: Adquiría el perio-
tante de la acción;. revolucionaria, i: con dismo político las formas cultas de; la
¿us encendimientos y ¡ desmayos; con; sus impersonalidad y la doctrina^ La tribu-
Iriunfos y derrotas, desde el himno de na se dignificaba al par de él. La instruc-
1813 hasta los cantos de Várela, de Lafi- ción quebrantaba el molde colonial: de
|úr y de Lucaj;;Aquella: poesía que hoy las viejas aulas de: San Carlos^para ¿im-
sentimos tan ;poco -y consideramos tan pregnarse^ de ideas :inueyas. ¡Y, la expre-
artificial y fría, en su tiempo fué ; verbo sión literaria, enaltecida por aquel her-
palpitante, fué- súgestióní eficaz. El pro- moso • y altivo sentimiento de los pro-
pio clasicismo solemne de: sus formas no gresos humanos que había inspiradora
era sólo un amaneramiento retórico. I El la; poesíardeL siglo^xviiieL.Hermes de
sé-relacionaba: con las inspiraciones;más Chénier y: que vibraba: en lasrodas civiles
íntimas del genio: de la Revolución-ame- de Quintana; cantaba con Juan Cruz Vá-
ricana, modelada, como la francesa;; en rela las Geórgicas dé la tieiTa fecundada
la evocación de las sombras del civismo por la paz.'Penetradas del mismo espíri-
antiguo. Recuerdo que don Vicente Fidel tu; -hasta' -las-;formas• exteriores;: y usuales
López dio alguna vez luminosa idea de de la sociabilidad desplegaban una ele-
esta influencia real y honda del modelo gancia áulica, que, sin quitar a aquel en-
clásico, que no domina sólo en las for- sayo de republicanismo perfecto su sello
mas de la poesía de la; Revolución; rsino; de severidad; genial> modificaba, en este
también en la marcialidad de sus hé- rasgo también, la fisonomía de la co-
roes y la actitud estatuaria de sus • tri- lonia.^ • sv.v.s y
bunos.
La generación que estaba en la infancia
La intensidad de la tendencia de cultu- o. en la primera juventud, cuando, así
ra y••' dé • noble; idealidad; que;: había:; movi-fructificaba la obra de la que; la había
do, desdé él primer'instante, el espíritu precedido/ ofrece en sVr figuración;^histó-
de la revolución de Mayo, se comprueba rica ejemplo de esa misma vinculación
plenamente cuándo, llegada1 ésta; éón el estrecha [y constante entre ;el: •pensamien-
triunfo a edificar sobre: lo! queVhabía tóí".!y! lá/ádcióh-:Ella';hizo lá:^guerra a-la
destruido, produce el breve pero ma^Eíí- formidable tiranía; :coríía "palabra de sus
^n'co,-fíbrecimientó '":qüense\ personifica en escritores y el canto de sus poetas. Ella
Riyaáaviá. Acásó/eh! tá historia de Ámé4 identificó sus1 entusiasmos/literarios con
rica, no haya ejemplo de un período dé stis propósitos'dé> régeharációir;política
gobierno en que las ideas hayan ejercido bajo : la•• ensena :;glÓriosa d£! aquella: Aso*
fuerza tan eficiente'e imperiosa' en la di- elación de Mayo, de donde ;; surgieron^ •&
rección ae la sociedad. Y la manifesta- Iá¡ vez :ía%íciátiváj poética' dé{£a - Cautiva
584 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
EN LA ARMONÍA, DISONANCIAS
De una carta a Alberto Nin Frías-.I;-i'-:;; ••••:;¿;.
somos: fieles nos reconcilia .especialmen- vida muy monótona y triste, donde, al
te: nuestro culto por Taine, que supo cabo, la discordia renacería del seno del
unir en su gigante alma el amor de Ate- fastidio: nos pelearíamos entonces de ¿ra-
nas : y • la admiración; de Inglaterra.! r ro ..fastidiados*
por mi parte, a: medida que vivo, sien- Su nuevo libro viene Heno de ideas-
to mi espíritu más amplio y más sereno. Hace pensar; hace sentir. ¿Conquistará
Vinculo mi alma a nuevas cosas bellas. usted con él muchas almas para su tierra
Venzo nuevas limitaciones dentro de mí santa y sus profetas? De. eso; no estoy
niismo. Veo dilatarse, con nuevas y sin^ seguro...:- : ! • -/::
giilárési perspectivas,? el horizonte de la De lo que sí estoy seguró es del aprecio
contemplación qué ambos: tenemos por que tengo por SU:talento; de íq.mucho
suficiente objeto de la vida... ¿Ha olvi- que me complacen y animan su entusias-
dado usted a Thomas Graindorge? mo, no| vano, sino equilibrado y conscien-
Tendemos, pues,: a la armonía; No de- te; la tendencia reflexiva y severa de su
seemos, empero; convertirla en identifi- espíritu;:: su perseverancia;: el temple; dé
cación que anule toda peculiaridad indi- su naturaleza intelectual, sana y fuerte,
vidual,; toda diferencia. Reservémonos del como educada en país de robustos y te-
fondo de nuestras ideas algo propio e in- naces trabajadores.
pclinable>: con que; se sustente; el placer Su labor de usted, tan sincera,. tan pro-
•xjg la contradicción. Las divisiones con- gresiva, tan noblemente inspirada, mere-
tienen, dijo ya San Pablo/ a uuien usted ce citarse como: ejemplo. Si yo tuviera
debe de reverenciar, porque fué, portel autoridad para indicar ejemplos, la indi-
espíritu, una especie de protestante pro- caría como tal.
fético. Sin alguna discordia y contradic-
ción, la vida del pensamiento sería una 1904.
- •
DE LO MAS HONDO
' Colección de poesías de Emilio FntRoni
No ha mucho tiempo que procuraba admiramos aquella facultad del poeta ín-
yo expresar, a propósito de un libro de timo, j Honda -: y¡ delicada;. voluptuosidad
versos, la ; sensación que produce en la debe ser; la de vivir; perpetuamente su-
mayoría de nosotros la comunicación es- mergido en esas aguas seienas, y lle¿ar a
piritual con un temperamento lírico sufi- hacer así del propio corazón un alga rara,
cientemente dotado de vida y fuerza inte- que, siendo cosa viva, parece: flor de arti-
rior para limitarse; a buscar sus inspira^ ficio o extraño adorno,:compuesto-; de. su-
cionés en ellas,; sin: abrirse; a la repercu- tiles, encajes!; Los demás sólo disír^íamos.
sión dé; lo exterior y colectivo. Aquellos por excepción dichosa,.tal.cual;f%.i:M ;
que tenemos dispersa entre las cosa del manera; de regalado -convite p: paséó' én^
mundo una buena parte deLalma^y rio cantador, los halagos de esa absorciones-:
podemos acariciar por mucho tiempo las cogida; pero en el poeta intimo ella nos
dulces emociones de la concentración sin parece única y constante.
que nos inquieten y sacudan los hilos es- Tengo ahora ante mí los originales.de
pirituales que nos vinculan a esas cosas un nuevo libro de poesía, casi exciusiva-
de afuera, envidiamos aquel privilegio-y ! mente personal,, ensimismada, dulcemen-
586 JOSÉ ENRIQUE'. R O D Ó L O BRAS COMPLETAS i
;
te egbistty y fuella 'impresión -senrepro- mático y de ladmitación descriptiva. Con-
clüee/ :ps& reproduce más •intensa, jorque cedamos rai^qüé/;por ció;-que itoca a :1a
me/ sorprende 'sumergidoj del todo • en ^un expresión:entdnada¡.ideólos?:grandes
1 l
afec-
gran clamoreo de voces exteriores,; que tos colectivos ,; -quepan>.- i sin inferioridad
acálk el! rumor de las profundas ¡yj sumi- i dentro "de la;elocuencia, de-"la; ptfosa, eí
sas1 que} cada uno ^llevá-^conío ia;'músic-á himno; ía-imprecación;: el-credo;.de fe; el
de -que hablaba Porcia—dentro de :, SL'- ^ ditirambo •?• y> el; pean-fden victoria;-' Pero
. Libro de intimidad;- • poesía de recogeI aun iéuándOflo• ¡
'porvenir !haya de ser eso;
: :
miento y confidencia. No sé si-habrá la'-formas poética conservará el, imperio
quién, después de conocida la obra, acón- inmutable • de ?lási confesiones del sentir
¿éje-ál áútórqüe ; atienda a lo^que^asa miento ^individual/ :euyo¡ interés; -perecerá,
'en-torno suyo;'que; confunda1-su persona- fatalmente, desvanecido :éni. trivialidad;rj!
lidad dé poeta con la personalidad co- falta dé-sustanciáy r
cuanta^veces;interna
lectiva de su pueblo, o con la de una privárseleí del¡.quid inef'fabiíe-del--ritmo]
'Comunión ideal/ a la que muevan hondos á&ia'hnsteriosaívirtudíque'el.Tdtmo
; :
pone
intereses- humanos,-; Tal hubiera hecho eh^los: ápiees de'*lai'éxpresión- ai la mane-
:
'buena- pútt&'dé • la¿crítica pt/ :stí i tiempo..ra^ como^ < hay;'••vagos; - y.) delicados:iaíoija^
Pero no lo haré yo, qu'é/éh-présencía de cuyo encantóle; disiparías si: se los sepa
un temperamentoj Ü obra- dfe poeta, nun- rase: i del-- tejido v
•; tenue •••y • transparente. dé
: :: v laS' floreS/ de^c^ie-se/exhalán;nno': ;:\ :¿
ca me; hé séritido mclmádo" sino a apre^ -
ciarlos- en sí mismos, tal cual la natura- •> Po* otra;parte;:hay veces:\en>¡que,;a pe
; ;
leza desempeña' en: elios su ley.' Siendo sár'de buscar su ^poesía. dentro • de, sí mis-
••él instinto poético una vocación)-en ri- mo; elípoetaíntimo^llega/a;:ser,ier más
gurosa etimología, esto es, un llamamien- uhivérsal^-casi: diría: él más; impersonal^
to, él poeta sabe bien de dónde procede de todos-los- poetas:.-Sucede esto siempre
para él la misteriosa voz y cuál es la di- que las emociones, los afectos, los esta-
rección que ha de tomar para acudir a dos de alma, que en sus versos encuen¿
ella, sin que los rumbos que le indique- tráfr expresión, no son los excepcionales
mos nosotros puedan darle más; fija y? fe- . de¡ una; naturaleza poética caracterizada
liz orientación. Nuestro deber de críticos por extraña y anómala, ni presentan muy
es limitarnos a juzgardarobra^ealizada, .acentuaba Ja,mance individual que cada
en el campo adonde el poeta nos lleva. i humano corazón imprime al sentimiento.
Y adviértase que es, quizá, este de las Entonces, dentro de los vagos contornos
intimidades1- el! únic6¡ campo'; que1.i la ¡ poe-con que el poeta dibuja ¡la!: imagen dé. Su
sía ' podrá' reivindicar• 'eternamente como vida interior, á todos: ¡nos; parece ver aigo
S&ydiri Si* y o 1 - ^ deMa de Ja propia;;i reconocemos i allí nuestras
forma-métrica es porque no' concibo có- sensaciones' actuales;-' o 1 «-aquellas de que
rnó;séri& pósiblé;;elimihaflá dé^ lá-:e'xpre^ sábemos0ipor^íei'irecuerd0/ío jpor lo [RÉJ
sión clel sentimiento individual, eh lo-que nos ¡nuestras'
:
sensaciones::virtuales y ppsi?
• ésta tiene- de puramente lírico j no • adhe- bles- -:y| és • así" como'%;elegía I de Musset;
rido accesoriamente a la 'descripción o OÍ eliiedefiheimañoVconstituyen una: poé>
i:
aí relato, Imaginemos que la> querella Síá más- á&/'tódb$'¿ i; :
más ^impersonal,, niás
de la prosa y el verso' haya de resolverse cercana' a- ía- universalidad -que un -día
j
• definitivamente de la • manera como- ella •líyiéróft las epopeyas y los cantos deges»
¡está resuelta- con relación a las actuales táj'qüeí'ei' himnO^ Sagrado>fcManzoiiioo
;
•condiciones de ;oportunidad literaria, y la- im^reeáeión^ólítiea V&cRur bier.:: ^
que' persista1; para-siempre la; superiori- -'Intima dé esá'mianerayj'mtíma y gen©
dad-actual de ía primera' como1 instruí M'"a la vez^ por- la -índoles de los.sehfr
;mentó;dé la riá'rrációrv del diálogor3ra* miéntOSíCiüe'iéx^resá^esJJávpoesía de este
.hermoso: ¡libro. Las impresiones, las tris- lírica;: La; unidad: sentimental i de esta ? co-
tezas, los sueños, que se dicen de él,< son lección deí: versos < está; en juif.vago;;dejo
de aquellos^ que están en la trama misma melancólico. Sabido es qué; el dolor es
de nuestra sensibilidad y- que aparecen a un voluptuoso ¡..diletíaniisniqi- de;; Ja. ado-
ñuestra: mirada apenas la hundimos ,én la lescencia . Sabido es; también que a la ¡ su-
profundidad azul;••• que- tenemos dentro. gestión de. las.; tristezas • reales^ como, im-
Este género de poesía transparentar co- pulso; generador de poesía, se une enton-
mo el fondo de su corriente límpida,.la ces, en el dolor imaginado, algo.de. ese
identidad5 fundamental.:de nuestras• ¡al- hechizo.de misterio: y Ueyenda: que-; tie-
mas. En cambio; aquefc-no menos legíti- nen,' para el¡, alma sedienta ;:de; aventuras,
mo, sin duda—enbíqueíei relieve.:de la las tierras, raras,-desconocidas y.remo-
fisonomía individual s alcanza a la' singu- tas, No hay mucha sombra en, la expre-
laridad y la excepción, hace sensible la: sión de.:. sus tristezas. Diríase; que entre
idea de la complejidad infinita de. que es; el: sentimiento y la expresión, deja pa-
capaz ^nuestra naturaleza,/ a; pesar; de-.esa sar—siguiendo \::xta.\ •. consejon •.magis'trál^el •
fundamental: identidad. -Pertenece, a i este tiempo ¿necesario; para contemplar en la
.ultimo:género- lai: mayor intensidad::de. perspectiva del alma, con mirada serena,
ijbmhiio ^ obre •• cierto -número ; de Y almas, la; elegancia de las tristezas apacibles o
tdistintas para;; cada?;poeta,;; y que éste; ;dé las emociones de: amorj o,el desfilar
agrupa a su alrededor por afinidad electi- de los sueños, como nubes, o un. vuelo
|á;, pero el * dominio más; extenso; es del dé recuerdos,/:como aves ¡:de;'..pasó .que
primero¿^ Gada ¡ uno; siente;: y • admira, enrozan, el horizonte: indeciso, ¡ Pero hay ve-
W proporción eii que es; capaz .de iden- ces, en que- la. intensidad del sentimiento
tificarse con el objeto de; su- admiración., llega a la nota de la tristeza apasionada,
(¡Bl: sentimientoojusto^.y ¡ eficaz,:,como lila como sucede en las composiciones, que
plena inteligencia, crítica, ¡. ;de. i una .obra, jllevan por título Mí tortura .y Tus .'£«-
solo! se dan ai condición;;de;. desprenderse; goresí i.
provisionalmente^; el lector.• ó..eB. crítico,; ••.. Dominada, casi exclusivamente,, la. aten-
de-una-parte'.dé -su propia; personalidad,1 ción del; poeta por el interés de lo que
Jára^erabeberse en la. del -poetan jBnnpre-; pasa en su escenario íntimo, poco. es... ío-
séttcia de: una naturaleza• .¡ moral,.: honda-' que ¡ Je preocupa, el escenario de ,1a natu-
mente distinta: de:¡H, suya>j esa.: mutación raleza. Sus rasgos descriptivos: sonhV sin
relativa de • personalidad; • exige¡ de< ellosembargo, verdaderos y hermosos; pero
un esfuerzo,, una tensión de simpatía; que? ellos están ¡ subordinados constantemeñ-
no siempre logra: ponerlos al-unísono, con; te¿; como.; elemento, accidental, ai;.perso-
aquella alma discordante. Pero cuando1 nalismo lírico, y no sólo reflejan la na-
lo qué el poeta;se•>propone:-es desentra-, turaleza al través de, un estado de alma
ñar, del sentimiento de todos, el interés; determinado, sino que señalan; ese modo,
y la virtud comunicativa que lo convier- aún más .-estricto, de. subordinación, en
ten en sustancia poetizable, tal modifica- que la naturaleza aparece participando
ción personal no es casi necesaria, o ella misma de. los efectos del. espíritu
bien es casi insensible. El poeta, enton- que la contempla. Así en La Choza, Pri-
ces, reina sin opresión sobre sus sub- maveral, El regreso y Llanto, de rosas.
ditos. Todo lo que se refiere a la ejecución
Frugoní interpreta con nativa verdad manifiesta encesté- póetáA huevo un senti-
este género universa! de sentimiento, y do: muy fíno de lo plástico y de lo musi-
id interpreta; en algunas'de sus manifes-i cal de su arte. Sabe escoger en el voca-
taciones más hermosas y ^delicadas. To-| bulario poético, y rige con pulso.firme y
ríos suaves y de crepúsculo son los dé su seguro el, movimiento de la estrofa. Es-
588 JOSÉ ENRIQUE RODO»—OBRAS COMPLETAS •
culpé el endecasílabo del serventesio; o sión poética a.los: caracteres de:la for-
de la silva con clásica limpieza, y el ro- ma); a pesar del;paralelismo tradicional
mance se desata, al impulso de su mano, en -el desenvolvimiento de la poesía efe
con la desenvuelta gallardía que recuerda entrambas, desde que.ai sol del Rena-
los escarceos y arrogancias de un corcel cimiento tendieron, como dos velas ami-
de torneo. Para apreciar, a la vez, la de- gas, su vuelo-y apesar, también, de j a
licadeza de sentimiento y expresión, y la proporción considerable en que contrib^.
destreza en el gobierno del verso, que yen el espíritu y; la- sangre de aquel jyfjf
es justó reconocer a nuestro poeta, nada blo glorioso ai la; formación del bronce
más apropiado que la lectura de compo- de nuestra raza futura, sólo como notas
siciones como Súplica,: Tus: pupilas, Re- excepcionales y perdidas pueden señala-
surrección, Fénix, Tus ojos, o aquella se las influencias de". la poesía italiana en
que ocupa el segimdo lugar en los Aleta- la de los poetas de la América de habla
zos y 'á la que el autor no ha puesto española. Por otra parte,.todo lo que ira-
nombre,-Menos me agrada cuando vuel- porte contraponer sugestiones y modelos
ve a los; -metros y al estilo románticos, es una fuerza de originalidad, porque es
cómo;; éñ<: sus esproricedianas Siempre- una fuerza de emancipación, cuando se
VÍVÍÍ5;::- ; ; :
. Í ; :
-' ; ; ; ;mantienen tan; invariables y únicas, rio
-:-- ; ;
•'•'••••••'••'= '•-•.•••••<!••••.:•:'•'•.• !
¡> $
•;' Si sé me preguntase cuál es, de lastanto las fuentes de lo antiguo, sino las
; !
/. TúctuTián es de las pocas ciudades Ms-i con ésa vibración^ de idealidad y simpa-
parioaméricanas cuyo. nombre suena a tía, que queda: en•• el; espíritu cuando se
distancia con ese prestigió de leyenda,1 deja repercutir-dulcemente, dentro; de él,
elnombre de las cosas lejanas con que El beso transfigurador con que eLarte
s e ha soñado mucho y que ignoramos si toca la frente de la naturaleza \ virgen .y
llegaremos a ver... No es principalmente la deja como hechizada fué puesto: en la
la aureola de los recuerdos históricos; frente de Tücumán por aquellos gruesos
n o es el patrimonio de gloria^ que la en- labios de, primitivo.: que: diseminaron ya
noblece, lo que determina esa sugestión los vientos de América tanta robusta ver-
vinculada a su nombre. Cierto es;. que dad y: tanta estupenda paradoja y: tanta
ella llevará siempre en el blasón:nobilia- desigual,belleza, los labios de Sarmien-
rio de su tradición heroica un título de to. El formidable titán civilizador: tuyo
escogida superioridad, que bastaría para para los encantos de Tucumán una pá-
diferenciarla de los centros de improvi- gina de fragancia exquisita que asoma
sada civilización cosmopolita y mercan- entre las agrestes asperezas del Facundo
til; con que nuestra democracia america- como una flor delicada en medio del ma-
na dilata sus victorias sobre la bárbara torral bravio. Yo no sé si las impieda-
poesía del desierto. Pero, por encima des de la civilización han desgarrado> en
¿é este prestigio de la tradición, descue- torno del Tucumán de hoy, el velo de
ra el de la naturaleza; la leyenda para- inefable poesía con que aparece en aque-
disíaca que, tejida por los relatos y las lla página imperecedera; pero si acaso
saudades del viajero; comunica a quie- fuese así, yo pido a mis amigos; de Tu^
nes la escuchan algo como una nostalgia cumán- que no me lo digan, y que me
de aquella tierra encantada* antes de ha- perdónenla crueldad de desear que su
ber estado en ella. Ni siquiera falta a ciudad adelante poco y lentamente,1.si
está nombradía de- belleza' la consagra- ha de adquirir; su mayor intensidad de
ción de: la página de perenne poesía que civilización a costa dé:' su patrimonio
le de suprema expresión en el lenguaje magnífico de poesía.i. .•; .:••:•>;••;
;ftumano." ';::.:!Í';';•"••-:
MONTALVO
man ; Ambato; Esta ciudad gozó,:••.: désele ratura, con; el fervor, con la; perseveran,
los tiempos : coloniales, cierto renombre cía, con; los respetos y cuidados de u ¿
geórgico: e idílico.: Celebrábanse la pureza profesión religiosa. Al elemento mec-ns-
de sus aires, la delicadezas dé .'sus frutas, cíente, activo i y eficaz en su inspir|¡|¿¿
la abundancia de i sus cosechas, y era: fa- de escritor, sé • amia un._ elemento:^bns-
ma qué en ella amasaban un pan tan cíente -y-- reflexivo, que nutre sus^rlices
blanco- y: exquisito que?en ninguna otra en el mucho saber y en el acrisolado do-
parte lograban imitarlo, ni!aun!cuando minio de su; arte. Este fecundo conj^reio
llevasen; de; allí el mismo agua: y la ha- imprime a; Montalvo un sello ünicoi|omo
' rinai-^' ^llíin-^i :••• ^y^:^-, prosista americano i de su tiempo. Concia
; Alguna vez, sintió caer sobre sí la ga- ción de; toda üteratura americana-Sabía
rra de! vecino volcán; pero pronto resur- sido,: hasta entonces, la discordia entre
gió1 a su; vida de- paz y sencillez bucólica, las; dos: potencias; de que depende la eis.
y : de : esta humilde sencillez no. hubiera tereza y constancia de la obra: la.que
pasado; si no le-reservase-el-porvenir una da de sí la centella elemental y la que
notoriedad más ilustre:que:aquella,;;prir preside avia ejecución perfecta y ^ a ,
mitiva' y candida, ganada con su; blanco d u r a . :. ¡: :V.:-'";'.«f
, ,
;r: •::;-. • :: .:.-¡
::
pan y el;- fruto ¡de • sus -vergeles.: y sus =••; Los dos tipos intelectuales antagónicos
huertas. Habíala señalado .el destino para que respectivamente • las personifican, en
cuna dé uno de esos hombres que enno- su; oposición más... extrema,;: son aquéllos
blecen: el oscuro y apartado lugardonde a quienes puso frente a frente,; cuando
vinieron al mundo, y que atraen sobre la repercusión de: las guerras del roman-
él un interés que no pudieron darle, ticismo, la escena literaria de Santiago de
rodando al olvido, silenciosas, las diez Chile; Sarmiento, poderoso y genial, pero
o las cien generaciones que les; prece- de: cultura inconexa; y claudicante, de
dieron. gusto semibárbaro, de producción atro-
En aquella ciudad nació Montalvo; allí pellada y febril; don Andrés Bello, cíe
reunió en una sola personalidad Natu- firme y armónica cultura, de acrisolado
raleza el don de uno de los artífices más gusto, de magistral y bien trabada; dia-
altos que hayan trabajado en el mundo léctica, pero falto del aliento creador y
la lengua de Quevedo, y la fe de uno de de unción y arranque en el estilo: doctor
los caracteres más constantes que. hayan ilustre a quien si, en verso y prosa, vi-
profesado, en América el amor de la li- sitaba a veces la gracia, no es aquella
bertad^ . ; ''•.C'.,',';¡ ')[.''..[ '" que recuerda, por su divinidad, al don
Si, con la idea emersoniana de los teológico. Es menester llegar hasta Mon-
hombres representativos, se buscara ci- talvo para hallar- entre nuestros escrito-
frar en sendas figuras personales las res; uno éñ quién: se consume el abrazo
energías superiores de la cóncienciá; his- conyugar de ambas potencias. La cobra
panoamericana durante: él primer siglo suya las muestra amorosamente enlaza-
de su historia,; nadie podría disputar a das, dejando admirar, aunque no siem-
Montalvo la'típica representación- del Es- pre én proporción igual y concorde, la.
critor^ : en la "integridad5: cíe facultades y inspiración • y : el!:arte; la: fuerza interna
disciplinas que; lo .cabal del título su- y la habilidad primorosa; la minuciosi-
^oá¿/"'^;':;fV''':•.;;". 'l-'.:;;;A.:;,,i.:' f'''/ñT'''?'',y'' dad sutil del mosaísta y elaliento vulcá-
Fué el Escritor entre los nuestros, nico del forjador;v
porque, a; la vez ¡que la insuperádá apti- -Mientras en stis procedíniientós: de'aft
tud, tuvo, en grado singular y rarísimo tíficé se manifiesta lo refinado, lo com-
dentro de una cultura naciente, la reli- plejo, liáy en sü naturaleza de comba-
giosidad literaria; la Vocación de la lite- tiente y dé entusiasta mucho de empuje
ese tronco común. A aquellos claustros se acólitos. En las parroquias; es uso real,
acogerá, cuando haya menester de retiro zar las misas solemnes con el son de
espiritual, el vecino de solar conocido que tambores y chirimías. Las procesiones
cruzai envuelto en su capa, por las ca- originales> pomposas, se.suceden á cortos'
lles, donde indios de embotada expresión plazos, haciendo de la ciudad como im
pasan llevando a las espaldas la carga de teatro a pleno sol, donde se. representa-
leña o de hortaliza, o el cántaro de agua. sen graves juegos escénicos; así, l a $Q
Sobre esta plebe indígena reposa todo Viernes Santo, grandiosa mascarada sa-
trabajo servil. Los días de mercado, en cra, en Ja que el .pueblo entero ondula
la plaza de San Francisco, ella despliega, componiendo como una plástica y 'anima,
en curiosa muchedumbre, su originalidad da alegoría de la Pasión; figurados | 0 s
de color; circulantes o sentados debajo actores- del drama sublime con disfraces
de estrechos toldos, los vendedores, in- de respeto o de escarnio, o con imágen¿
dios de la ciudad o del contorno, cuyos de bulto, que se llevan en andas entre el
trajes de tintas vistosas, se mezclan en bosque de luces de las miríadas de cirios
pintoreco desconcierto'•, como la variedad ardientes. En la procesión de Coi-pus, j¿|
de sus mercaderías; los I cestos de junco, dios contratados para este fin, y que lla-
las tinajas, los pulidos juguetes de coro- man danzantes, marchan siguiendo con
zo, las flautas y vihuelas en que ha de pasos de baile el compás musical. Allí la
infundirse el alma del pueblo, las tortas danza misma recobra su primitivo carao-
de maíz, la caña de azucarólas fragantes ter hierático, como en el tiempo en que
finitas del valle... Este comercio bullicio- David iba danzando delante del arca.
so no. tiene correspondencia en cuanto Para el día de Reyes, la costumbre popu-
al trabajo del; espíritu: la comunicación lar consagra cierto género de candorosas
de las ideas: carece, o poco menos, de representaciones, donde se asocian, como
sus órganos; elementales. La librería no en las primeras fiestas de Dionisos y co-
existe; la imprenta apenas trabaja. En mo en el amanecer del teatro moderno,
las tiendas de paños suele venderse, por la imaginación religiosa y: el rudo ins-
añadidura, algún libro de oraciones, o tinto teatral: infantiles autos o burdos
algún compendio para la enseñanza. Du- misterios, que consisten en. simular, so-
rante el Gobierno liberal de Rocafuerte, bre tablados al aire libre, el palacio de
de 1835 a 1839, no salió a la luz un solo Herodes,el portal de Belén y la.entrada
periódico i Publicar un cuaderno ¡ impreso de los Magos, librando a. la espontanei-
es empeño erizado de dificultades; dad de los groseros intérpretes el borda-
La-vida es-triste y monótona. La di- do de la acción, que se colora de inocente
versión de laclase culta no pasa de las bufonería como de polichinela o bululú.
tertulias- de confianza, que alguna vez se . La mortificación voluntaria, el ofreci-
remontan a saraos; lá del pueblo, de las miento exaltado del dolor en acto: públi-
lidias-de toros, con bárbaros retoques de co y edificante, son complementos que no
invención local, y las riñas de gallos. Pero faltan a esa religiosidad primitiva: si-
la': diversión suprema, como la/ suprema| guiendo: el paso de i las procesiones mar-
meditación, como el arte sumb, se iden- i chan los que a sí. mismos se flagelan; los
tifican y conñmden con;la; devoción reli- que van arrastrando gruesas vigas, suje-
giosa. El espectáculo por excelencia es el tas a los brazos por ligaduras que revien-
culto.;: Las,;fiestas eclesiásticas; revisten • tan las; carnes; los, que llevan, a cuestas
fausto imponente; la^plata, ek oro, las cargas : de/: ramas:: espinosas, que y desga-
piedras preciosas, apuran sus luces en la rran sus espaldas desnudas.
gloria del altar; muchedumbre de sacer- Ese pueblo era instintivo artista; conci-
dotes oficia acompañada de ejércitos de iaba con su monacal austeridad el senti-
za o de ganado,: y de los talleres donde ¡se cortándole de ^raíz!la melena/ que para él
labra la i tela 'de;tocuyo;::Al indio de: esta era el más atroz de los ^oprobios. Toda
manera obligado' se" le; llama concierto. esta disciplina de rdolor, ha criado en e)
Las formas i en; que satisface•'• su tributo alma del rindió, no sólo la costumbre
son las dé'labmás cruda : esclavitud;; So- sino: también, como -la necesidad del ¡ si¿
bre el páramo glacial,' -sobre la llanura frimiento.-. Cuando lie! tratan con dulzura
calcinada, -hay;. un perenne! ;y i lento holo- cae en: inquieto asombro y piensa que fe
causto, qué es; la; vida del ¡indio pastor.: o engañan,: .En; '.cambio,.!seb acomoda a los
labrador. El ramal de cuero que ondea más crueles: rigores de i la;-tiranía con la
en la mano del capataz, está rebozado de mansedumbre, entre conmovedora y re-
la: sangre del indio. Azotes Í si: la simiente pugnante,-:: dé :.ios- <perros menospreciados
sé malogra;;;si-; el cóndor le>:arrebata-; la y golpeados- ÍEl cholito< sirviente- se amó^
res, si la', i oveja- se -descarría, • si la vacaliina,-y> á:v^cés,huye-de lacasá; si- trans-
amengua! su leche. Gana de jornal el in* curre'tiempo?sin que:le .castiguen. Cuando
dio un real:-y;medio; cuando Ja necesi- la abólicióh-del:inicuo..tributo personal,
dad ' le hostiga, recurre al anticipo con bajo el gobierno de Robles, muchos eraá
que le tienta el amo, y así queda uncido ios indios: que sé-espantaban; de ella,
hasta la muerte; muriendo deudor, el-tra- cómo si¡ íse: vulnerase i una; tradiciónvené!-
bajo : del! hijo,;5 monstruosidad horrenda^ randa,; y sentían nostalgias -de, la, servi-
viene a 1 redimirla- deuda; del- padre. En dumbre; Fuera el acicate y el fustazo del
tiempo: de escasez,- apenas sé alimenta al castigo;el'indio es indolente y.lánguido,
concierto o se le alimenta de-la res que No hay'promesa'en que crea, ni recom-
se; infesta, del maíz que; se daña. &i;=de' pensa ;que%-le: inciten;El^ trabajo,: como
esto que ^ocurre: a pleno: sol, :se pasa al actividad: voluntaria y:, ennoblecedora, no
encierro de; la: mina, o:¡ al nó: más: blando cabe 'en:16s>móldes:ídei su entendimiento.
encierro."• del^obraje;:ei^icuadro!: es:• aún Moción' deüderechos, ;>ahpr de :libertad^
más aciago ; y.j ¡ lúgubrer; El- hambre; > ¡los •no1 los tiene. El movimiento de-¡ emanen
azotes/ el esfuerzo brutal; han envilecido pación. respecto de España,: en .eL gene-
al iridio dé alma y • de cuerpo. Cuando roso '¡e; infortunado; alzamiento de • 1809,
bárbaro, es:-hermoso y: fuerte;. • en • la su>cómo 'én-vla/efímera declaración dé inde-
jecióh servil-;: sü¿figura merma .y .se. avi?i pendencia de 'dos. años después; y - fíi|||
ílanáí •' Abundan','' entré'; i los? indígenas ..dé mente en la'adhesión Í alimpulso triunfal
tas: ¡.'poblaciones;.'.-lbs''-lisiados :y • los:, de¿ deolas huestes Í dé) i Bolívar) (fué la. obra
mentes: <: ;oi$sp ;•: - - ; - ^ .v: = -¡ : •=: l:? M:>M
de Ja ¿fracción,de criollos ¡.'arraigados -y
' Quien: consulta: las' Noticias1: secretas decultosa/en quienes la'aspiración a ser
Jorge Juan .y iUlloa-,- donde. el; régimen de libres era el-sentimiento-'.altivo de la^lea-
las -mitas dstá pintado; como: era en dos lidád-y ^c^móCdelífueroviíDe ;la! rivalidad
últimos ^tiempos de i la ¡ colohiay tomo; sin tradicional/)éh los'hidalgos; dé ;lás ciudár
esencial - diferencia,! fue ;has.ta!-"-promediar des,-entré' chapetones-y-:criollos, selalit
él: siglo ;xix>^siente esa ;áspera"tristeza íiiéntat'OivIa'idea1 y la pasión de la patria*,
que nace de uña clara visión de los abis- La muchedumbre I: indígena quedó. por
mos dé Ja-maldad humana Indios remi- bajo:dei lapídea <y¡del:la:;:pásióm aunque
sos "eran!arrastrados' a láihorrible prisión se: la llevara- • á > pagar; jen: > asonadas y> • éh
de los talleres; rátáridolo'SVdel íipéloV -aJ la ejércitos; :su inamortizáble cuota, de •sari?
cola1 *dél'caballordels enganchador.: De los gre: Las libertad•; plebeyaoñó tuvo: allí; la
forzados -a eáta: esclavitud'miserable iban encarnación: heroica -y genial qué., tomó
diez y: volvía-uno con •vida: Para ator- esculturales .< ' lineamientos o en ; el • gauch.o
mentar al mitayo en lo: que'le: quedara; de del > Plata !.y;éh.d llaneracá,e .otras par-
estimación :dé>sí^mismo> solían; castigarle tés .dé?Colombia/- MuchdSrráñós .después
de la Revolución; aún-! solían suceder que; del martirio, La esperanza del ciéló^rio
el- indio gañán de las haciendas, • igno- \ le somíe, porque no conoce su aroma, ¡
y
ránte dé: la existencia de la patria, pen- la religión en que le instruyen rio es riiás
sase que la mita, : á r q u e continuaba su-; que una canturía sin unción. ;Lá muerte
jeto, se fe imponía : en nombre del rey. ni le regocija, ni le 1apena. Sólo W efí-
feíEa Revolución, q u e n o se hizo-por el; mera ' exaltación de la embriaguez evoca,
iridio, aún menos sé : hizo para él? poquí- ! de lo hondo de esa alma maleficiada por
simo modificó su suerte. E n la Repúbli- la •servidumbre, larvas, como entumeció
gji el indio continuó formando la casta das, de atrevimiento y de valor; fantas- ;
conquistada; é l : barro vil sobre que se mas iracundos qué representan/ sobre1 el
asienta el edificio social. E l mestizo tien- relámpago de locura, i
su simulacro. de
d e a negar su mitad'de sangre, indígena/ vindicta.. /:'.- .• •:.-' .-;.,v.-.=.:..;.. }(-•
y Se esfuerza como en testimoniar con su Sobre • esté mísero fundamento de de-
:
¡¿piedad filial la pureza de su alcurnia. mocracia, l a c l a s e directora, escasa, divi-
|g§ clérigos aindiados difícilmente llegan dida; y en su mayor parte inhabilitada
¿jos beneficios;-la uñiversidád/'páraeJ 1 también, por- defectos orgánicos, para
¿e raza Humilde; es madrastra. El"indie adaptarse a los usos de la libertad. Lo
¿ e la plebe; como -una bestia que : -ha'• verdaderamente emancipado, lo capaz de
jhudado d e dueño, ve confirmada su con- gobiernb : propio, ¡ no- forma número •' ni
dición dé 'ilota; E n las calles, el rapaz fuerza apreciable. Hay en aquellas tierras
turbulento le .mortifica y •le' veja; ; e l ne- unos termites o : carcomas que llaman
gj# esclavo cuándo las faenas de la casa comejenes: éri espesos '• énjambrés se des-
0- agobian, echa manó- del ¡indio t r a n - parraman por las casas; anidan en cuan-
seúnte y le fuerza a que trabaje p o r él.:to es papel ó madera, aun la másrdura, y
U- crueldad, qué tal : veZ se '• ha mitigado itodo lo roéñ-y consumen: por dentro>'de
en las leyes, perseveraren las costumbres, modo que del mueble; del tabique, del
j a s ó la garra -buitrera• del; corregidor, libro; 'en apariencia ilesos, queda final-
cómo antes la ; vendimia de sangre del mente -un ' pellejo finísimo, i Una ; forma
encomendero^-pero : el-látigo'queda para ; vana; 'que: al1 empuje del ; dedo í cae y rse
el indio en la diestra del mayordomo de deshace. Si ; hay-expresiva imagen :• de
lá liacieridá del" maestro del 'obraje; del aquélla minoría' liberal y -culta,: con que
«alcalde : de doctrina»'/ del "cura - zafio y- sé compuso allí, como más o menos : en
mandón;:que también acierta a 'ser-ver-' los; demás de la América españoladla
áugo. Hanle ensenado sus tiranos a-qué, figura de una ! civilización'republicana/ es
lúégóqué le azoten; sé levante a-besar l a capa falaz del objeto ahuecado p o r
la mano del azotador'y le diga: «Dios se el •termite.N;- ; •. ;-.-va .••...••.•:?:•,•• M\-.\
lo pague»; y si la mano que se h a en-:::: El : 'entono' hidalguesco; cifrado en r el
sanado en sus ^espaldas es la del •negro lustre de la'Cuna o la excelencia de la
esclavo, por cuenta dé su señor,-ó dé su;profesión, se mantenía en toda la pureza
propio odio y maldad; el indio, é l pobre de la tradición española, ya con la pre-
indio de América; besa la mano del es*; eminencia de las familias descendientes
clavo..;- Tal permanece siendo su noche, de los fundadores de ciudades y los dig-
en cuyas '• sombras lá vida : . del ; espíritu'natarios d é l a colonia, ya con la aureola
no enciende una estrella de entusiasmó,; aristocrática del clero, de las armas y de
de anhelo, ni siquiera de-pueril curio1 los grandes : académicos.'Cualquiera ocu-
sidad. La promesa vana, la mentira, éñ-: pación de otro orden, trae diminutio ca-
gendros sórdidos dé-la debilidad y del piti; el trabajo industrial; las artes mecá-
miedo, son las tímidas defensas con que: nicas, s o n cosas que se relegan; a indios
procura contener e l paso a los •excesos: y mestizos; o: a l a poca: inmigración: de
596 JOSÉ.ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS:
extranjeros. La riqueza territorial, vincu- petua Inseguridad: propia de: ías^; tieriip
lada: de hecho =. en la sociedad de raíces en que la misma firmeza del suelo es m
coloniales, ;se-distribuye en muy contadas bien precario en que : lo edificado p 0 r
manos/Aquella montaña, maravilla de la las , generaciones;: suele desplomarse en
naturaleza; aquel, llano a que no encuen-, un -día:.: maldición la más fatal e-inéiiic--
tra. fin el galope del caballo/ aquel valle lable. que;; puede: pesar sobre-la casa fle¡¿
que daría: pan para un, imperio, ..son¿.a. hombre. Las /poblaciones parecen quinta-
menudo, propiedad.de un.solo; hombre, das, para inmolar. ya: a. la una, ya a:;j¿/
pingüe patrimonio feudal::donde las,en-, otra, en el cercano/sacrificio.. Sus vecin-
corvadas espaldas del indígena represen- darlos viven gustando: el dejo de recuer-
tan las; del villano que. satisface sus ¡ pres-dos como de justicias movidas por la có-
taciones al señor. Un clero, repartido; lera., de.- Dios; leyendas:, de terribilidad |
entre la: población de los don ventos, y Ja; de exterminio,: en; que las ciudades Se
muchedumbre; de los. crérigos seculares, abisman- y; desaparecen,; como las : naves
pulula:con el permanente hervor de-la. entre Jas olas de-la ;mar.: Quito cayó, en
planta: asaltada de -hormigas. Inteligen- parte.: destruida^, .en 1587>; y-luego, otras
cia,, virtud, i suelen mover, si se la disgre-- espantosas; convulsiones, la;; sacuden, en
ga en personas, esa incontrastable fuerza; 1660,,: cuando: se precipitó, desgajado de
pero: de .ordinario la; mueven vulgaridad la,cumbre.un., pedazo del Sincholagua; en
de espíritu, pasión fanática,, sensualidad 1678,; en 1755, y finalmente.;en : 185?, La
y ^codicia? que i arrebata, en; derechos:; y ciudad:-de Riobamba: es .la, del fúnebre
priostazgos, al-dinero, del indio, las heces sorteo; en 1645;; reconstruida, se sobrepo-
que. haya ¡ dej ado • la. usura del patrono.;;. •ne
, a ..sacudimientos ¿ menores; = pasa los
En: inmediata; jerarquía, el abogado; el meses de abril a.: junio de 1786 en un
abogado:hábil y único para toda maestría continuo baile siniestro; once años des-
del entendimiento; • político, escritor^ poe- pués^ la misteriosa .fuerza subterránea la
ta;; íorador,: perito; en píen disciplinas,. :y abate á&. raíz; reálzase de sus escombros,
llevando¡ adondequiera,\ como• llaves-.de, y no, bien repuesta, en 1803, el suelo, ame-
.universal sabiduría;.= su ¡; peripato •, y su la-naza con,incesantes remesones, y los ve-
tín.; Completaba; el cuadro de los •gre- cinos piensan, en su desesperación, aban-
miosisque-;; privilegiaba;; Ia= costumbre.: el donarla., Ambato. sucumbe en 1698; Lata-
militar: c personificación. • de una,• energíacunga,, en-; 1757; Imbabura, en Ja tremen-
por; la; general; inculta/íy .grosera;;• pero! da catástrofe de 1868., Entre, las. /ruinas
que;í se.? '• realzaba:. con; los : laureles de lade la segunda; destrucción de Riobamba
emancipación, y:;tendía..al caudillaje;po- quedan, según; los. cálculos más tímidos,
lítico, en el que había de ofrecer algún no menos de; seis mil cadáveres; tres mil
punto de ¡apoyo-a las. primeras ,¡ tímidas entre; ¡las, de: Ambato; veinte mil, por lo
reacciones contra Jos. omnímodo.-., de la in- menos, .entre las de. Imbabura. Las imáge-
fluencia: ; clerical. El. conjunto de;;la; >so- nes-de estas, escenas de horror reviven,
ciedad de-esta manera constituida era el. año: tras,: año, llamadas, por alguno de
de un; vasto convento, que, como en tierna los infinitos..- estremecimientos pasajeros,
pos de;los señoríos feudales, tuviese;cer- que.; son: otros tantos, temerosos amagos.
ca;..de, sus muros un:villorrio,abadengo, Como; un dej q; de la: espera milenaria pa-
cuyos/ecos ;de •trabajo// de - disputa o .de rece exacerbar, en aquella religiosidad as-
fiesta, • se; perdiesen en? la alta i y ¡ austeracética, :el;: sentimiento.;, de lo deleznable
majestad del silencio/ monástico, a;>;•:•.:•;';:;; del mundo.;
/ El temor supersticioso,, la. .disposición : •-.: Sobre .la, costa,. Guayaquil- más: en con-
.penitenciar,: ,el.; tinte.; melancólico. <áe la tacto, con la.-civilización, más:, frecuentar-
vida/ se. acrecentaban• • con...aquella:per- da de .extranjeros, que, en las ciudades
marqués: dé Selva Alegre, que, después tranjeros en la nueva república) dio a 1¿>
de favorecer con sü riqueza todo empeño provincias procónsules violentos y; j | J |
de cultura, contribuyó a glorificar con su ees, que les hicieron, conocer la: dure¿
martirio el infortunio de aquella primera del despotismo militar. Bajo esta:dG¿;
rebelión. Pero ni estas energías de.natu- nación, la más lucida parte de los e^;
raleza liberal que participaron en la: obra diantes de Quito, ún grupo: adelantada
de la independencia, ni las que, luego que leía; a. los enciclopedistas, sabía ¿
de consumada la obra, perseveraron en el los liberales ingleses y en el que la et¿
mismo sentido; singularmente durante la na sugestión de PUitarco excitaba el; seug
memorable administración de Rocafuer- miento estoico y tribunicio de la^ añügijg,:
té, habían quitado a aquella sociedad, en dad, comenzó a orientar en el sentido <¿
los tiempos eirque'Montalvosé educaba, la-acción sus ideas de libertad política
los rasgos esenciales que hacían de ella, en reuniones donde se meció la cuna dj
en América, él refugio más incontamina- partido liberal ecuatoriano. Consejero v
do y • resistente .de: la tradición del- mi- caudillo de esta, organización incipiente:
sionero y el conquistador.;. -.v:--\. vino a ser un hombre singular y de.eleva-
dos méritos, que allá,: en .oscura xhoz^
apartada de la ciudad, vivía, unai:vida d¿
ermitaño laico o de filósofo antiguó. %§ •
el- inglés; Francisco Hall, discípulo ¿
Tal era el medio. Antes de pasar ade'- Bentham, que, con recomendación dej!
lánte, importa todavía señalar con cier- profeta del utilitarismo para el Liberta
ta precisión los precarios alientos' de li- dor Bolívar,'había:
llegado a América; ef"
beralismo político qué, desde la indepen- tiempos de- la Revolución, y militado en;
dencia; precedieron a los años de lá ju- las:campañas :
de Colombia, donde. g|nl
ventud de' Montalvo.- ••;:::': "':' '•••"las presillas de coronel. Con la dirección
Constituyóse la República del Ecuador de-Hall, empezó a publicar aquella ju,;
en 1830/: segregaba de : la primitiva Co- ventud El Quiteño Lib re¿ que infund|f
iombia por la ambición de mando de los- primeros alientos a la propaganda^
'üilÓ""de:los tenientes de Bolívar:; él gene- beral. Pero no tardó en sobrevenir la_:r|f
ral venezolano don Juan José Flores; presión tiránica, cohonestada por el es-
aquel a quien la arrogante musa de Olrrie- tallido de desórdenes;: el grupo. juvenil
dd; tributó, hartó -generosa, el más sober- salió proscrito, y Hall, víctima de celada
bió rasgó con que' se haya realzado, en indigna, fue atropellado y muerto en JaC
lengua castellana, una salutación heroica: calles de la ciudad por la guardia, pr¿
toriana de Flores, .: .
{Rey de los'Andes!; la ardua frente inclina, que El liberalismo; ecuatoriano, que ha|í¿
pasa él vencedor.., , : tenido en Hall su primer propagandista,
tuvo el primer ejecutor de su programa
:i
Hábil> atrevido, dueño de indisputable en el presidente sucesor de Flores: Roca-,
prestigio guerrero; amigo no menos qué fuerte. Compañero de los. Espejo.| los
de la- realidad del poder; de sus alardes ¡ Montúfar, en el: movimiento intelectáalj
y sensualidades, gobernó como primer de las vísperas de la Independencia, di-
presidente del Ecuador, apoyado en las putado a las Cortes de Cádiz; viajero o|-.^
bayonetas del ejército y cuidando de servador por la Europa de los días, na-
mantener1 en aquélla sociedad la espon- poleónicos; agitador, en Méjico, contra
tánea1 y fortísima propensión conserva- el imperio de Itúrbide; diplomático me-
dora. Con sus compañeros de armas, casi jicano; después, en los Estados Unidos:
todos¿ cómo colombianos del norte, ex- del Norte, Rocafuerte fué saludado,: <ft J
, . ~ u e holló de nuevo el suelo dé la ¡pa-¡ en ? el-gobierno: de:; Nbvoa, que le; siguió
tria como la esperanza profética del li-. después de un.: intervalo anárquico, la in-
, «rálismo naciente. Luego: de acaudillar clinación reaccionaria se anunció por ac-
, jg33. la revolución • contra • Flores y detos como el que -franqueó las puertas del
cer sometido;centró con. elnvencedor en Ecuador .a la'Compañía de Jesús,; alejada
transacciones que le valieron la- sucesión desdeña histórica'iCéduia • deVGarlos: III.
¿gl.-niaDdoj'pero/á pesar de la forma de Contra la'amenaza;dé recrudescencia;cle-
, eI1GmT)bramientó, que se ensombrece rical se levantó;;la revolución)ide .1851,
•-on Ia luctuosa página déla rota ^ de; los que arrojó a Novoa del poder en circuns-
Ultimes mantenedores del 'levantamiento tancias en-que la ¡admisión de la.Compa-
liberal; em la•sarígrienta.vjornada;de Mi- ñías provocaba ograve'S:. conflictosfcon • el
llllllÚ:-sl'; gobierno' -fué::de;•• generosa y gobiernos de i íGolómbia,- y ;que:¡ señala: el
|¡f||itó'reacción'!-contra los¡¡vicios\ del tiempo en que allegó .a .participar.de ;los
au(iiilaje' militar;-! Ese varón i insigne, si cuidados- cívicos /la gerie'raciój^debMon-
4 niedio hubiera opuesto resistencias nie- talvOv';''--:: ;w;:q unV.'oy;!:;'..'.:2íWsOf#?J&'.: -
tos guras; a-:SUÍ-esforzada voluntad-, se- i Fué.ejecutor^-dé aquél movimiento,,el
ría :PíU'a ^l' listona : el ¡Sarmiento (o •. ci general • don1 i Jpséj Urbiná, que:; encabezó
^íontt"ecuatoriano: ¡la'personificación; de la nueva organización;',primero;:Conao:jefe
i energía' !á©ó' gobierno aplicada, :¡con supremo;: fnluégo.ccomo presidente. El
trañsfiguradora••: efícacia/iavlai Obra :dé. da impulso.<liberal-llegór.á ser-;es^vez;algo
civilización, Intentos suyos; en aparte con- más.-franco; y .eficaz, que las. anteriores. El
seguidos, fueron' el buen orden dé> la ha- entusiasmo ' cívico: ¡despertó, con/ desusa-
cienda, el fomento de la enseñanza,. Ja da intensidad, ;para 'las'elecciones; de la
dignificación--social^del trabajo:;da-edu- Convención constituyente, que; se=ins tal ó
cacíárpdé la;mujer,'^la' moralización del en ¡Guayaquil-el; 1/7 de'.juliorde>;i852. La
ejército, ía. reforma,de''•• los-hospitales y manumísióníMe-v:Iús¡r;negros -esclavos; la
las' cárceles, ;y aun; la ^tolerancia; religio- libertad • de navegación; de lqsj:-|íos./ la
sa Pero no halló correspondencia; que-le renovada^ proscripción" ,de la .Compañía .de
ayitdásé 'a "-remover emlo hondo Ja-.enor- Jesús, son históricos:-rasgos-de esa;asam-
me inercia de los hábitos- y lasi ¡preocupa- blea, .donde,, por ;;poeá diferencia-de-votos,
ñó;se; arribó a.la-.is;tipresiónx:4eíi?p^cepl:o
mera, constitucional(que;;establecíanla .Religión
nos Aires la de Rivadavia; lo que no del -Estado;-: Algunos ;años rmáSiitarde^.ei
desvirtúa la gloria personal del uno ni la régimen -liberal había .de comple¡tar;;a'quer
del otro. lias reformas -cotí.la abolición de:(las
Acabado el período de Rocafuerte, vol- odiosas-prestaciones., que :pesaban,sobre
vió a:;la-' presidencia - Flores,•> con' ¡quien el; indígena; Al calor: de. las ideas-libera^
reaparecieron'elidesan'ííglo: -y la ¡arbitra- les>:;üna^ simpática-; emulacióKt^ppr-, todq
riedad; ' hasta-• que/la revolücióiii'victorio- empeño de cultura*; con i el brillo exte-
sa ;en • 1845' puso¡ definitivo. terminóla • larior; dé los certámenes y las (exposiciones;
fortuna del famoso caudillo;; Desde'aquel removió el mortecino, ambiente! de, Quito;
:
ano hasta el de 1349, gobernó;'a; nombre La juventud,- congregada.:en un, centro
de los'liberales; 'don'Vicente Rocá^el ma- social como el que'había reunido,; veinte
gistrado que ejercía el poder cüárido¡llegó años antes, a los;- discípulos] de Hall,; em-
a; Quito; • páraosusnestudios^. Montaívo, prendió la publicación fie; «Sí," lxis>) al .que
que-ádniiraba enTél''<<la dignidad estoica M'ontalvo brindó Ías:prímiCiasv.déx:SU,-pIur
y!%- 'prosopopeya». "A- 'pesar idelciertas mar (¡Tenía, conquistada-en-vías ¡-aulas re-
sombras-'de peculado,-su 'administración putación :; de-1 m íéiigente¡ y,¡ d£ . enérgico;
filé benéfica y"'de'controversia libre;- Pero hermanos suyos:disfrutaban, ¡ en ¡el nuevo
600 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ta:v-«¡ Guerra ál Perú!» Duélese; de que; la intolerancia religiosa, aunque, enjéste til.
enfermedad r que' le• paraliza .en?, el: lecho timo?i respecto^ nó; ••: alcanzase todavía
le prive idé-acudircon. las armas a: donde aquel grado: de1 obsesión fanática del 'que
anhela, ver -lanzarse a sü; pueblo.:. «Sir¡de ocho años1 más tardé, había de ejere¿g|j
algo i soy: capaz; sería; de•: la guerrai» Eri. elmismo famoso; personaje, .Xas: impartía
tono con que i se dirige al poderoso;;; se enmudecida; • por- = • el •• temor,. • cuándo no
mezclan;1 en{el másv justo punto,i la. ruda amordazada por la fuerza, no daba » 8
y viril sinceridad: y elrecdnocimieñtoy; no ¡a; la protesta cívica, que se:-resiü$¿:;:e¿
tanto ^confesado como virtual e implícito, las conciencias;: o llegaba, ¡ en ecos débi-
de••; la incontestable superioridad de: aquel les; del destierro. Montalvo calló dñra¿2
hombre; qué i aún no .había descubierto estos cinco años, pero a la sombra ¡É
claramente..el; término a¿ que encaminaba su silencio maduraban las hierbas deja
su poder. «Sepárese--Ie-;dice—de Ja mise- violenta y: concentrada;intención;co£É||
rable rutina i trillada aquí; por todos [» «Sidebía enherbolar los; dardos de El | j ¡ |
las pasiones de usted; son crudas, i su ra- mopolita.
zón es elevada.» Pero -líneas;; antes'Jé': ha La libertad de la palabra se recobró
enristrado como acción. traidora; denla corrí el tránsitos a í;nuevo gobierno. Bug
que ha menester rehabilitarse/.• el • prece- elegido para/desempeñarlo don Jerónimo
dente de; su alianza coñ¡vet gobierno, del Camón; que. subía-en. hombros- de los
Perú;-: y líneas: después;-le -apercibe:, en conservadores y no: desplacía a los libe-
cuanto: a: los indicios que; ha dado; ya de rales;"• hombre : moderado-y- benigno, aun.
su:;violencia, «Hay en .usted elementos qué singlas, "energías de carácter-ni la
paira'héroe -j para tirano.» Y luego aña- suma dé prestigios propios,; que hubieran
dé; coh generosa altivez:;'«Salgo;apenas sido necesarios para; quebrar: la influen-
de 'esa:edad de la que; no^ se; hace: caso; cia ; personal; con qué * su antecesor per-
y^aP Dios-gracias; ^principio;abominando maneció: como.'arbitro de ¡la política y
toda'¿lase; de indignidades; Algunos':anos concluyó ; por ; restituirse ; al poder. Si
vividos lejos^ de mi patria en: el ejercicio cambio dio lugar; sin embargo, a unajj
de^ conocer" y -aborrecer::&. los déspotas1 de piro de í libertad^ que Montalvo-.-ütüisüó
Europa] hanme -enseñado al mismo tiem- de: inmediato para levantar bandera. E¿
po a conocer y despreciar a los.tiranue- eneró dé' 1866; veía 'la. luz:el primer § |
los • de1 Ja América7 española. Si alguna vez mero de Él •• CosniOp,olitá, periódico -ex-
me i resigno; á:Ltómar°párté-' en nuestras clusivamente: escrito por él; que, sin tér-
pobres cosas,, usted y cualquier ótróv: cu- mino regular de salida y con las dificul-
ya conducta- política fuera hostil a las tades : consiguientes1 • a la; precaria ícondi-
libertades y derechos!de los pueblos;ten¿ ción de aquellas -prensas; continuo-publi-
drámeti mí; uní ^enémigo^ y; ño ••' vulgar:* Elcando hasta; tres áñóS: después.' Tal corno
cumplimiento de esté votó es, en la parte definió desde el1 principio su posición
de civismo y acción; la historia de Móiv en lá; controversia política, entraba.-en
tálvó:í!y::?Vv:>: " i ; ^°'>yi-"ii}ii ft\üJ(&iUv-Ái^ ella'; á • módó;; dé -combatiente franco •) -y
La • • reorganización constitucional desingular; ni1 secuaz; ni,: hasta aquel mo-
186T confirmó en el 'poder a García- Mo- mento, guía de1'otro alguno. Las 'fuer-
reno. El espíritu de "la--nueva'Constituí zas populares se repartían entre -el con-
ción-era medianamente liberal,'y no fué servatismoxlérical^ y sanguinario de Gar-
en ella: donde 'rJudd hallar su fundamento cía Moreno y elJ liberalismo soldadesco
la autoridad despótica y reaccionaría con y relajado de Urbíñal La reacción con-
qué ^desempeñó' su presidencia el? caudi- tra el primero tendía a buscar brazo ?
llo ''conservador:-Gobierno"fué'ése de• ri- eficacia- en -los-prestigias" del último;
gor : ?drácóhián6; puesto ; ab servicio'de la pero 'Montalvo • repúgnó-; está1 solidaridad;
nante ecuatoriano es de los qué'. ofrecen una voluntad: y se llamó Felipe; H; aqu»
más ; originalidad: ¡ y carácter.:. Tuvo : porlia idea,: le hincó Ja garra en la con¿igM
fundamento la intolerancia religiosa, y cía. Como el monarca del Escorial, el8
acaso,nunca, en., pueblos modernos;, la presidente, en pequeño escenario, se.-oS
reacción. a., un; régimen: teocrático se ha yó señalado para brazo de Dios,- - h ^
realizado . con; tal franqueza y decisión. ejecutor. de:. sus sanciones y vindictas *
El hombre: que concibió.. e impuso: a;su La realización: de semejante sueño fü¿
pueblo esa .monstruosidad reaccionaria un régimen en que parece como que w
distaba mucho de ser un hombre vulgar, tonara y creciera algún gajo de la EspíJ
ni por la: calidad de la energía ni por las ña. de: [ los:: conquistadores, escapad^!j¡¡
prendas del entendimiento. Confundirle fuego: revolucionario. El Ecuador rio Q^
con dictadores de cuartel y advenedizos ya una nación cabal y señora de sí m{*
sin más. norte que el mando, fuera em- ma,, es un feudo: de Roma. Humii]aílM
pequeñecerle : dé: modo que resultaría concordato sella esa sumisión. ReslH^
amenguada: la propia magnitud d¡e¡ sus cese el diezmo en forma nunca .'$J¡j¡|
responsabilidades y sus extravíos. Hijo de la décima; parte de las. rentas, se aparta
noble cuna; realzado por su esfuerzo pro- para costear los gastos, del culto y |¡¡§lj
pio, en prestigios cívicos y -sociales; due- concurrir: a aumentar el dinero de $M
ño de una cultura superior,;; menos- lite- Pedro. La; facultad del patronato; here-
raria que científica, largamente ^acendra- dada de los Reyes Católicos, que la man-
da en viajes por Europa, y que le habi- i tuvieron siempre frentea la potestad de
litó en la juventud;para ser el acompa- la Iglesia, es abdicada por la República,
ñante: de Wisse en la, ascensión del Pi- ;como cismática .abominación. Sobre j |
chincha, don Gabriel García Moreno pasó !que se;Iee y escribe, la censura. No pasa
a ser- triunviro, y presidente desde: una librode la aduana, ni sale de las pren-;.
cátedra; de la'Universidad. .En sus-propó- ¡sas^i sin.que:un,censor d é l a Iglesia lo
sitos de gobierno hubo cosas grandes, autorice. Detrás del presidente hay como
que le han sobrevivido, o en idea o ya ;un: Senado veneciano,, que es la Compa-
cumplidas por él. A vuelta de sus aberra- ñía de Jesús. La escuela pública es cosa
ciones de inquisidor, reorganizo la. ha- :de;la.Compañía,; yalguna;vez el propj
cienda; :multiplicó:;las. instituciones•-de iministro de Instrucción sale de las mili-
educación, de beneficencia .y de: Crédito; IciaS: tonsuradas. Atraída por aquella Jau-
abrió caminos ^ que; llevasen desde los | jaV:- de i los: clérigos, comparece de; cien
puertos- -del Pacífico hasta - el: corazón: de partes distintas una inmigración mona-
los Andes; dio a su república el ferroca- i cal, hez y rezagó- de; todos los conventos:
rril,: y trató de darle el:telégrafo. Tam- :'del mundo, :e: infesta las- ciudades con
poco era malvado; por: instinto, ni por lia•: plaga : de la.: ociosidad parasitaria,
ambición groseramente;egoísta. Era fa- mientras, en los.pueblos-de los campos,
nático reügioso> y ésta es la raíz de su • el: eura; trueca su autoridad espiritual en
maldad, porque es la clave entera de; su fueros de taita y de caudillo. Las divisio-
personalidad de -l obsesionado. Aquella ;nes y los regimientos del Ejército se de-
idea; única; yj sublime ¡que tiene; cómo nominan como las hermandades r e l i ^
exaltar el barro humanó a las ideales j sas, son los soldados del Niño Dios, o
transfiguraciones de la santidad y cómo ! de; las Cinco .Llagas;los Ejercitantes v&-
despeñarlo: a; ]os más hórridos abismos ! luntariosy. los: Hijosi de su Santidad, los
del odio yt la: locura;: aquella•;idea ojie ; Guardianes de:ta Virgen;., La.innugracion
convertida!i mientras América; ser coloni- que venga, de ; tierras-protestantes, se.
zaba;^! polo del pensamiento y de ¡la ac- abomina; el gobernante. se aprecia de
ción histórica de un pueblo; encarnó en guardar inmune de; esa sangre; impura la
fltie él Jlamá «segunda Jerusalén»,: desti- ;Sea por caracteres de: nuestro organismo
nada a: cuidar el «arca de-la f黿 Guan- Social que tienen: ya o su- antecedente-en
do las armas de: Italia entran triunfantes cierta; genialidad liberal y :democrática
eñ Roma, la: república del Ecuador en- que nos diferenció: desde la dominación
vía indignada protesta;. más adelántense española; sea por está; exposición conti-
piensa en consagrar, por acto solemne, nua y franca a los vientos del mundo,
la República al corazón de Jesús. Para que debemos a la situación geográfica y
dar forma plástica al espíritu que obra la asiduidad de la inmigración cosmopo-
e n todo esto, la devoción oficial se os- lita, con los moderadores influjos de la
tenta en espectáculos primitivos. El día convivencia de tantas disimilitudes y
¿ e Viernes Santo> encabezando la proce- tantas contradicciones, ello es que el há-
sión Que v a P° r las calles, marcha el bito de la libertad de pensamiento arrai-
;efe del Estado, corvas las espaldas, car- gó sin dificultoso cultivo; en él alma de
gado en ellas uría ¡cruz;: sus ministros estas sociedades. Aun dentro del propio
j¿ rodean,-y;la muchedumbre, les sigue, campo ortodoxo, y tomando por punto
disciplinándose y gimiendo. Este candor de comparación el temple del fanatismo
patriarcal nev excluye ¡la ^horrible; contra- clerical en. otros pueblos de América, se
dicción en qué culminó/:en todo-tiempo, ha respirado aquí siempre; una relativa
j a piedad fanática; el furor Matricida por tolerancia, un cierto latitudinarismo, que,
amor de Dios; Cada nuevo amago de sa- por lo menos en la esfera de las aplica-
cudir el yugo ominoso,- de :restituir ¿la ciones a la realidad política y social, han
patria á la vida de la dignidad humana, mitigado prudentemente la lógica del
acaba en represión cruelísima; el patíbu- dogma. Compruébase esto poniendo en
lo consuma las prevenciones de la maz- ¡parangón, la calidad de, espíritu de un
morra y del azote, y sangre de genero- Estrada, un Zorrilla de San Martín p; un
sas -victímase'corre:;-afrentando- al noble Goyena, con la de alguno de los ipierica:
pueblo de los Rócafuerte i y los Moncayo. les significativos y famosos del otro lado
Tal había sido; en parte, <o; tal:. había deJos Andes/-, x-v^.-i^.'. :^M¿:W¿^i!r;
de ser en su próximo: resurgimiento,: el La ^propaganda de • Montalyo-; relampa-
sistema con • que hubo de : encararse ¡la gueaba^: pues,;;entre; los palpitantes-:re-
vengadora plumaÚQEI Cosmopolita. Pa-; cuerdos de aquel régimen y las- simes-.
ra el lector de; esta; parte de -América en itras; vislumbres de-su-cercana-y^exacef-.
donde escribo, nb será fácil empeño i for- bada •. restauración^SólO:: quien-imagine
mar idea completa de él. En los pueblos ifielmente,de una parte, la magnitud: de
del Plata, la intolerancia religiosa no ha • esta ignominia, y; de la otra,; el natural
sido, en ningún caso, fuerza de gobierno vindicativo y genei-oso del alma de Mon-
ni bandera de facciones. Aquí la tiranía talvo, podrá representarse: bien la heroi-
no usó nunca la; máscara de la fe, y las ca crudeza de aquella guerra.-dév^üxha.
discordias civiles se movieron Siempre : Grande y presagiosa mqmetüd: ocupó,
por impulso de otras pasiones^ otros in- el año de 1867. Votadopara senador Gar-
tereses yi otras ideas. Guando: en opor- cía Moreno, \que continuaba •• enla=pose-
tunidad de alguna reforma de la legis- sión de su r influencia, su diploma, vicia-
lación, ó •• cosa análoga que cruzase lado por: un falso escrutinio, fué objeto de
trama de la vida real, la controversia; re- vigorbsac impugnación: :yí: finalmente: de
ligiosa ha trascendido de la tribuna aca- rechazo. En; lugar del aparente; vencedor
démica a: lasolucháSHdel Foro, la agita- fué; citado raí; jurar el candidato t-quéj ha-
ción proveniente de ello ha pasado sin bía contendido con él, La opinión libe-
determinari en lo político deslindes;'ni ral cobró en ese instante nervio y espe-
organizaciones i capaces de prevalecer.
606. JOSE.-ENRÍQUií RODO.'^OBKASCOMPLETAS :
tanza. Por todos se reconoció en el aba- concentrar las- fuerzas capaces de ODO
timiento,-, que imaginaban.,radical, del nerse a la amenaza de reacción, alrede
poderoso,; la sanción;de la ¡propaganda dor de un hombre qué las concillase
de-Montalvo, el,.triunfo &t El.Cosmopo- m este fin sé convino»en don Franciscc
lita. -Perorío se detuvieron aquí las. agi- .'Aguine,: templado en; las ideas v a í t o
taciones de aquel año. La intromisión el respeto de todos. Quedó así definid-
fraudulenta de .que...resultaban .culpados la contienda electoral,.y al paso'iq^^g
]()S::r.epreseiilarites^cle:la autoridad en el se.acercaba a su término; .veíaseljxiál
proceso de aquellas elecciones; dejó en ; clara lá •;;desigua (dad de: las condiciones
pie, entre el Presidente y el Congreso, ira dé ambos bandos,, comía prcpoteric1||j¿
conflicto que llevó'más allá de, la..solu- caudillo reaccionario; y.la exaltacióH de
ción, del litigio de candidaturas las pa-. ' los ánimos arreciaba. •••. .: :;;, .::;.••'
síones: :que éste; fíabía enardecido. Ten- j;-;Por éste;;tiempo-Montalvo venía- ¿.oii
tábase lá conciliación entre ambos pode- frecuencia -a;fia; ciudad;? o estaba)en ella
res- cuando el destierro y la prisión de- desasiento.'Sufigura altiva1 y serena con-
cretados en la persona de''algunos de centraba);eñ las calles^ya las miradas-;^
ios mediadores, a pretexto dé qué'aleja- odio, ya las de la admiración. Contábale
ban con fines sediciosos el acuerdo, col-, i los. • pasos i: el¡ espioná-jeloMás ¡ de una-.ves
marón la medida para que la' oposición | embrazo i fanático O avenal .'anduvo!;cerca
parlamentaria nó demorase ya en llamar de-, su pecho; O ira/ amenazada su casa
al Presidente Camorra jtu^ioWrespbfr del asalto-de: las. turbas-,.generosa-juven-
sabilidád. Se'exasperó esta discordia;- tud- constituyó- guardia' en- ella. Bsta ex-
rondaron en torno del Congreso amena- citación heroica; este acicate del peligro,
zas de disolución, que él afrontó coivalti- y>.el agravioy'-avivaban:ios fuegos de £/
vez, en borrascosas sesiones, hasta que •Cosmopolita. Por entonces, dio-a-la-pro-
el 5 de • noviembre* salió de su seno tina|tésía : sus rriásaltos-y;viriles acentosSi¿
severísimá' declaración; porlá-"que se ca- ¡ páginas conío las dé \:.El Nueve Junius.
lificaba al Presidente de indigno' de- su Allí denunciaba las violencias, y las.p.er-
alta investidura. En esta violenta extre- |sediciones;;;la ¡ amenaza).del sayónBj^-j¿
rnidádj -aeüdró García^ Moreno}1 ipara im- jinfamiasideta libelista;v¡y-tras ebencanta-
poner a Can ion la renuncia de una'auto- I mién tí)V-deI.:.Presf dente ^anulad o, ^móstiraba
ridad' qué se 'fcáitósP"'• hecho'•'• insostenible"(en toddE'dlo» la -manoí-del• omnipotente
en sus manos. Aceptóse; esta forzada -re- instigador. Puntualizando la verdad ::dé
nuncia;:y: las pasionesvolvieron -transí- i la:: can didatura reaccionaria, - la señalaba:
joñamente a su límite. ,.,-••••• á ; la abomiriaeión,i:al itembrv a látvet-,
Ai i Presidente'; repuesto reemplazó don ! güenza;:-y:cuando!el candidato hace oír
javier'-Espinosa/!ni;rnénos probó ni más i' su voz, él! mulfiplica
1
en ecos de escándalo
::
enérgico' que níquel; La cercana • tenniñá- 'sus palabras, que prometen por horma
ción' del'período .que él .debía completar, de gobierno las condenaciones .áchS.yllk¡
daba5 yá-: oportunidad ^ al problema cíe la bus; y i por: instrumento: elri^or i mexora-i
presidencia- futura. García Moreno pare- ble. Ya se. dirigía a-'los partidos; y!:$as
cía tenerla asegurada-'-para-' ¡sí/coií-lós té- inducía a un: acuerdo superior; ya•tófa*
cursos de; su mal encubierto- predominio. gába a;los militares; para disputarlos:.ai
Frente.a su candidatura, aparecieron-las | vértigo con que la sugestión que goher*
dé la^ópiníóm liberal; La de-don Pedro naba de hecho la República losülévaba
y eríérgicá^reformai'y que^Moritalvo hü^ al)abismo,de la deslealtad!sediciosavl&IMi-
Cárbdj í qué cirraba Jfeñdencías ;de • franca litáreseles
:
dice—; no; soy vuestro; ene-
bíesé-.rj)réferido}- tenía por-obstáculo su migó: en-uña gran: nación habría; sido yo
propia, radical excelencia; Era menester soldado:»'También a la.piedad inocente,
movida con .engaño • trásdá: maquinación bases c entró; a i ejercerá aquél; hombre; ex-
fal fanatismo, J buscaba; ¡persuadir;-y ^re- traordinario, su; nuevaoy ornas..: caracterís-
firiendo ima: plática; íno sé!, sii real o: fin- tica dominación.;La; libertad;de? escri-
gida, con el: manso varón que era enton- bir, el derecho,: de viviroen; la;patria, ha-
ces arzobispo. :de Quito, opone; á las ins- bían: perecido: con; el.aliento.; de: la i dicta-
tancias de la-poquedad, escrupulosa los dura. El: Cosmopolita acabó como la voz
¡fueros de la razón, i que; encuentra: ámbi- que; queda -truncada • em la garganta, ..y
to y aliento dentro•:.< de /lá misma: ente- -Montalvo tomó el camino:del destierro.
reza de la; fe; ¿X.-:Ü-::-:.- •-.h uü; O ^ - Í U ^ U / ;
Todo esto sé embotaba en el; arraigo
de un ascendiente -personal; que -da¿.-tra- VI
bazón de las; cosas;: volvía; de.¿horaí.:«ü
hora más = incontrastable, Urbznaj.¡ ama- '•.-Pasando' la'¡raya.1de Colombia;);en-lo
gaba con Ia:.revólución;;idésde.el :destie- más/alto; de;: una/de las i mesas que/ for-
rr0í o tal se-decía con-intencional: suspi- man, de ambos lados; de aquella;, abrupta
cacia; y esté peligro; era. recurso que..-..uti- frontera, lás> cumbres; andinas, se asienta
lizaban los secuaces ¡ • del- bando I reaccio-el pueblo.• de ¡ ¿piales; / donde.:.-, Montalvo
bario, para- excitar: las alarmas; del. nú- halló- por siete años; su refugio:; lugar • de
¿leo social amigo del orden ^acusar : de hermosas vistas; aunque; harto.i castigado
débil e incapaz la acción • del' 'gobierno, del frío de la altura para embozo; del
y propagarÍ la necesidad de= la i-férrea alma de^un desterrado.;;
mano salvadora.'' García: Moreno había • '•:• Allí .-llegó'1 sin libros', allí permaneció.; sin
dejado las; trazas de inerme postulante •tenerlos; Y; ¡asesar dé ello, / este; ;déd:su
al • favor de: ¡ los i comicios. A sus puertasdestierro: aldeano es; él; tiempo en-que
velaba guardia! pretorianái! Los/medios produjo:;más;; y; más: para" su •. gloria; por
de la fuerza material ¡no/ eran vya; sino ío~ i cual aviene.- aquí la ocasión: i de. hablar
-SUyOS. \ :V':'r-VV:i, 3]3;._Cff?.lü_ ftLbnp/. del;Montalvó literario.:Suvida exterior,
Comenzó éli año; ¿#1869; en; este< impro- contenida casi; en, el; -cerco; de,surhuerte-
rrogable conflicto1 de'íuriaL'autoridad sin cillo, no.i tuvo tepisodios de: mayor;.--.entfe-
energía1 y ; uno 'poder ^subversivo ttqueííla dad i- que tal; ;• cual reyerta con-algún-> ve-
estrechaba con:; altaneras/ franquezasv de dnóidriapertineñteipo-. algún- clérigo! zafío
autoridad. El Ti lí ¡ de enero; se; pronuncia^ y ;rapáz;; deresos ;que;fueroji^eternC): blan-
bá finalmente; el 'motín5 "militáffí qúéanm co; -dé•:su/pluma¿ En;; cambio,;;:stU;.imagi-
jó del gobierno -ülpresidente;- Espinosa y nación-hirvió ¿en soñados; lances; en en?
confirió a García Morenóffacultadesí-;dé jambres • de:>: ideas;; en;; juegos v y ^músicas
dictador, Tó'do^e cbhsumóí y i quedói quie- dá:forma¿:'b Í.-D i\bkn$ \hnh¡-ioihm-y'nvn
to en un instante,?-como preparado: .por r¡Háy algo/: de representativo; del; destino
forzoso declive?' uj-.:.rjjna ÚTmVú:) •<&£ entero j:de¡iMontalvo; ;
?hay como una ima-
: gen abultadai de> lab total;; desventura/=; dé
El restaurado déspota quisó.-'acometer;
; suj;vidáj en esto/ -de/ da- producción ideólo
¡sin; 'demora/ Iw'>reorganización • constitu-
;
cional que diese.' formas:• de .legalidad al mejor y /más caitamente/ literario^ i de i su
sueño!' autoritario ;;.y;?.teocrático;i que> se obra, en la soledad;-de/un^viUorlq^En^
proponía ¡ reencarnarrcon* maso cumplida tendedloíMen: .no en la• soledad• del• fe
perfección. En mayo (de; aquel * año se sierto, ;•;due-es;--altavy.soberana •.emanci-
reunió la Convención constituyéñteXique pación;^ amor. hconV la- ñbx&. ¡ inmensidad]
íuvo.'ipop-principales^inspiraciones* dei su por- dónde; vagantlosadivinos;;alientos^que
j
obra reforzar <lá; sujeción;del?;Estadosál í^bIán<^oioatatale^ déf:Sáé^oy nin-
yugo^de la Iglesia, y robustecer las i atri- fas; sino; en la; soledad del villorrio; ruin
buciones del poder'público.1 [Sobrevestas y ¡menguada< donde; no r-.tieiíetíiSu- habita^
608 JOSÉ ENR1QUR RODO.—OBRAS COMPLETAS
al orden del mundo sino aceptando con el gallo tanisario, de canto solemne y me-
resolución estoica, aún más: con alegría lancólico».
de ánimo, el puesto que la consigna de La integridad de la conciencia ameri-
Dios le ha señalado en sus milicias al fi- cana, la integridad que comprende el
jarle una patria donde nacer y un espa- sentimiento profético de la cabal gran-
cio del tiempo para realizar su vida y su deza de nuestros destinos y, por tanto,
obra. La incapacidad de adaptarse sólo de la cabal grandeza de nuestro pasado,
es condición de progreso, en la evolución está presente en su obra, y ella la mue-
social como en la orgánica, si se resuel- ve, en uno de los Siete tratados, a aque-
ve en energía de reacción, que acomoda lla gallarda afirmación de la superiori-
a las necesidades de la propia superiori- dad de Bolívar sobre Bonaparte, afirma-
dad el ambiente mortal a los inadapta- ción que hubo de espantar en su tiempo
dos, cuando inferiores o débiles. a la gente discreta y partidaria del apo-
A menudo refleja el pensamiento de camiento común, y que aun le asombra-
Montalvo el ritmo de un irrefrenable des- rá hoy mismo, aunque por ventura no
apego a la transitoria realidad de la pa- tanto. ¿Quién ha consagrado acentos de
tria y un profundo sentimiento del ser más honda piedad a la suerte de las do-
ideal y permanente de ella. Hablando de madas razas indígenas?.,. Y en cuanto a
su forzoso abandono de la secretaría que la originalidad de la naturaleza, también
desempeñó en París, decía: «La suerte se supo sentirla y fijarla a menudo. Nada
rae puso zahareña de repente, y con un más propio para oído por la montaña
fiero ademán me volvió a echar a este que la voz con que imprecó a la majes-
tad del Pichincha, de modo tal que ima-
rincón.» Otra vez agregaba: «Si llega pa- ginamos que aún está retumbando en los
ra mí el día de volver a Europa, prome- contornos del gigante. Nada más pene-
to a mis conciudadanos que no les daré trado de aroma de la tierra y de divina
mueño que murmurar en justicia.» Hay humildad que aquel elogio del maíz, el
ocasiones en que manifiesta su desvío trigo del pobre, el acumulador de la
con amarga rudeza: «Sólo siento no te- energía que ha de desatarse por los bra-
ner buena, noble y grande patria, donde zos del indio labrador, cuando, encorva-
no ser noble, bueno y gran patriota.» do sobre el suelo hecho del polvo de los
Comentando el desorden de los pueblos suyos, trueca su dulce paciencia en oro
hispanoamericanos, exclamaba: «¡Ah, re- del amo... Cada vez que esta nota de
públicas turcas! El cíelo se contrista, el americanismo, en el sentimiento o en el
infierno sonríe, cuando echan los ojos a color, se levanta a presidir la armonía
esta parte del mundo.» Pero otros ras- de una prosa tan clásica, tan limpia,
gos complementan el sentido de aqué- tan de la antigua hechura, comparece
llos con palabras de fe y esperanza: en mi memoria la impresión de aquellos
«América, joven, robusta, inteligente y Comentarios reales, donde un mestizo
amiga de lo grande, cumplirá su destino, que unió a la doble nobleza de la cali-
se civilizará, será libre, feliz, y gozará dad el privilegio del estilo dejó expre-
sin estorbo de los dones de su gran na- sados, en la más pura lengua del con-
turaleza.» Mientras estuvo en París, vi- quistador y en la más rica y gallarda
sitador asiduo del Jardín de Plantas, gus- prosa de su tiempo, sabrosísimos can-
taba demorarse, con la terneza del amor dores del alma americana, que semejan
reconciliado por la ausencia, frente a to- allí las huellas de la sangre del indio en
do lo que despertaba en su espíritu la el lustre de una hoja de Toledo.
imagen del terruño: «el cóndor de los Los Siete tratados, que no publicó has-
Andes, la ortiga de América, la coronilla; ta diez años más tarde en Europa, fue-
RODO,—?,0
610 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
ron escritos, o por lo menos bosqueja- ¡ moroso, y de esta pintura a las enaguas
dos, durante el año 1872, en aquel retiro [ que usaba Clitemnestra; para volver des-
de Ipiales. La literatura de Montalvo está j pues al tema original, que no tarda en
allí en su más característica y remontada j desviarse hasta dar término al ensayo
expresión. Titúlanse esas disertaciones: con un comentario de los crímenes de
De la Nobleza, De la Belleza en el gé- i los comuneros de París... En la entona-
nero humano, Réplica a un sofista seudo- | ción de estos tratados no hay más unidad
católico, Del Genio, Los Héroes de la I que en el asunto. Ya se mantiene en ei
emancipación sudamericana, Los Banque- | carácter de la exposición didáctica; ya
tes de los filósofos y El Buscapié, traba- ¡ se allana a la forma del cuadro de cos-
jo éste que reprodujo, corno estudio pre- tumbres o de la sátira ligera; ya se re-
liminar, en los Capítulos que se le olvi- ¡ monta al lirismo de la imprecación, del
daron a Cervantes, I ditirambo o de la alegría.
El ensayo al gusto de Montaigne, des- I De Montaigne toma, además, el egotis-
ordenado y libre de todo plan metódico, mo, la preocupación constante del «yo»,
extrema en manos de Montalvo su curso no tanto por estímulos de investigación
voluntarioso y errabundo. El tema que se psicológica, ni por conflictos y tormentos
anuncia en el título persiste apenas como i que pasen en su alma, sino como tema
el hilo tenue y velado por la fronda, que de ameno divagar, que tiene más de ino-
enlaza, alrededor de su eje imperceptible, cente complacencia de amor propio que
las vueltas caprichosas de la enredadera. de la pasión austera del psicólogo empe-
Desde que se ha doblado la primera hoja, ñado en mirar al fondo de su herida, o
se echa de ver que el tema es lo acceso- en subyugar a la Esfinge del conocimien-
rio para el ensayista, y lo principal el to interior. Pero aquí las semejanzas con-
alarde continuo y centelleante de inge- cluyen, porque, como carácter de estilo,
nio, de lectura y de estilo, Cuando le sale la espontaneidad natural y suelta de
al paso una idea accidental, jamás la Montaigne es el término opuesto a la
aparta, ni la reprime, ni la urge, sino que artificiosidad preciosa de Montalvo; y
se le entrega del todo y la sigue mien- como carácter moral, la indolencia con-
tras ella da pábulo a la fantasía, o mien- templativa del bórdeles en nada se pa-
tras no acude una idea nueva a torcer ¡ rece a la disposición militante y quijotes-
otra y otra vez su camino, como en esas ¡ ca con que nuestro americano asiste al
carreras anhelantes y sin rumbo, que, en i espectáculo del mundo. Montaigne es pro-
los cuentos de hadas, tienen por guía el j totipo de e s c é p t i c o s ; y de este rasgo
vuelo de un pájaro maravilloso o el ro- esencia], que es la raíz de sus superiori-
dar de una piedra animada de una magia dades, viene también aquella limitación
interior. Si se intenta reducirlo a sustan- de su naturaleza, que Sainte-Beuve defi-
cia y a orden dialéctico, el pensamiento nía: . «la ausencia de la locura santa y
fundamental comparece, flaco y escaso, j del fuego del sacrificio generoso», En
de entre el follaje de las digresiones. Sir- I Montalvo no falta nunca este fermento:
va de ejemplo el tratado sobre la Noble- antes rebosa y se derrama, como la más
za. Allí, de una disertación acerca del activa esencia de su espíritu. Montalvo,
origen del hombre, se pasa a discretear aunque razonador y malicioso, tiene su-
sobre las diferencias de razas y de cla- mergido el pecho en el mundo de los
ses, y de esto a describir la naturaleza ! Amadises y Espíandianes.
del polo, y la del trópico, y la aurora bo- | La singularidad y excelencia de la íor-
real; y luego a encarecer los extremos de ; ma es principalísima parte en la literatu-
que es capaz el amor a la ciencia, y en la J ra de Montalvo. Tuvo, en esto, por ideal
siguiente página a pintar un insecto prr i la vuelta a los típicos moldes de la len-
gua, en sus tiempos de más color y ca- andaluzas, de Estébanez Calderón. Pero
rácter y de más triunfal y gloriosa pleni- el costumbrista andaluz, a pesar de su
tud. Guisio escribir como lo haría un con- opulencia de color y su caudal de lengua
temporáneo de Cervantes y Quevedo que inexhausta y gallardísima, queda como
profetizase sobre las ideas y los usos de escritor de muchos menos quilates que
nuestra civilización, y lo cumplió de Montalvo. Faltan en su pintoresco artifi-
modo que pasma y embelesa. El fabuloso cio aquella gran alma, aquel arranque
caudal de vocablos, giros y modos de de- hacia arriba, aquel verbo ferviente, que
cir, que rescató de la condena del tiempo, magnifican y realzan el prodigio de for-
infunde en cada página suya un peculiar ma de nuestro ecuatoriano. Lo que es
interés de sorpresa y deleite. Nunca se curiosa habilidad de Estébanez, es en
trajo a luz, de las arcas del idioma, tan- Montalvo maña genial, la prosa de las
ta deliciosa antigualla; tanta hoja de hie- Escenas andaluzas equivale a deleitable
rro tomada de orín, tanto paramento de \ exposición de cuadros de género; a mul-
seda, tanta alhaja, pomposa y maciza, tiforme y soberbia galería la de ios Siete
tanta moneda desgastada, de esas donde tratados.
agoniza en oro un busto de rey y se es- La lengua de Castilla se mira en el es-
fuma, en truncos caracteres, una leyenda tilo de Montalvo como la madre amorosa
ilustre. Aquella prosa semeja un museo; en el hijo de sus entrañas. Nunca hubo
y tiene del museo hasta la profusión que gusto literario de más neto solar español,
desorienta a la curiosidad y que, deján- por lo que tiene y por lo que le falta, que
dola suspensa a cada instante de lo me- el suyo. Llevó a su realización más defi-
nudo y primoroso, le impide el paso des- nida y concreta las virtualidades y dis-
envuelto con que guiarse a donde está lo posiciones características del instrumen-
principal. to verbal de la raza, que componen lo
La ciencia vasta y prolija, el sentimien- que llamamos el genio del idioma; sa-
to profundo del idioma, que semejante cando todo el partido posible de sus ma-
evocación supone, son verdaderamente yores ventajas y excelencias, sin evitar
incomparables. La obra de rehabilitación ninguno de los escollos a que por espon-
de las buenas y sabrosas tradiciones de tánea propensión se tuerce su curso, ni
la sintaxis y el léxico, realizada en len- tender a suplir ninguna de las deficien-
gua española por Montalvo, no represen- cias que, en determinados castos, limitan
ta mérito inferior a la que, en lengua sus medios de expresión, de modo que
francesa, llevó a cabo, algo anteriormen- aquella prosa acrisolada y magnífica es,
te, Pablo Luis Courier, abriendo paso en : para el genio del idioma, como una lente
las lánguidas formas prosaicas de su | de aumento, a través de la cual se viese
tiempo al habla rancia y generosa desen- I abultado su relieve, engrosado su tejido,
terrada de los frescos sótanos de Mon- ¡ puestas en claro sus desproporciones, o
taigne y de Amyot. Como el traductor de j como una artificiosa alquitara, de donde
Dafnis y Cloe, a quien, por otra parte, le surtiera, en espeso jugo costosísimo, su
vincula la común potestad del dardo sa- más concentrada quinta esencia. Allí
tírico, Montalvo fué artífice original don comparecen, y se desenvuelven hasta sus
piedras de las ruinas, innovador con extremos, la firmeza de la línea, la ener-
aliento de antigüedad. La literatura cas- gía del color, la elocuencia ardiente y
tellana no ofrece, en el siglo xix, otra pomposa, el elegante discreteo, el castizo
tentativa de restauración arcaica compa- donaire; y junto a estas riquezas de la
rable a la suya, por lo viva y orientada herencia común, manejadas habilísima-
e
n sentido de arte, y no de solaz grama- mente, ningún esfuerzo dirigido a probar
tical o académico, que la de las Escenas , la eficacia de la lengua para triunfos
612 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
del Renacimiento, al modo como los que ébano de Indias. Nadie hubiera podido
trasiegan el mosto suelen marearse del manejar con mejor tino aquellos tesoros.
capitoso vaho, se marearon divinamente Por encima del conocimiento reflexivo y
trasegando el generoso vino de los clá- prolijo de la lengua; por encima de la
sicos y llevaron sobre su nativa lengua acrisolada lección de sus clásicos maes-
la conquista romana, en aquella prosa, tros, tenía de ella Montalvo el conoci-
hirviente de latín, que empezó en el rei- miento intuitivo, el inspirado sentimiento
nado de don Juan II. Donde dije «roma- del carácter y naturaleza idiomática, que,
na», póngase «española del gran siglo», como en cifra, reproducía en su propio
y ése y no otro es el caso de Montalvo. carácter literario. Se comprende así que,
La prosa de Montalvo, después de Junín siendo tan moderno y curioso en su pen-
y de Ayacucho, es el desquite del Con- sar, y reflejando su obra ideas de tan
quistador. Y por cierto que hay en el esparcidos orígenes, mantuviese constan-
rebusco y acumulación, que manifiesta temente inmune la nobleza antigua de
esa prosa, de riquezas del tiempo viejo, las palabras y la frase; porque el sesgo
cierto soplo marcial, cierto ímpetu heroi- castizo que tomaba, en el primitivo
co, como de conquistador que entrase a arranque de la forma, cualquiera mani-
saco una ciudad antigua y volviera ufano festación de su pensamiento, le guiaba a
y curioso del botín; cierta exaltación que completar sin violencia su modo propio
es todo lo opuesto que pueda imaginarse y genuino de expresión. No es humana-
a la asiduidad linfática del literario de la mente posible expresar mayor copia y
especie académica. variedad de ideas ateniéndose tanto a la
Para quien guarde diferenciado el sa- tradicional integridad y pureza del idio-
bor de cada uno de los prosadores del ma. La lengua de Montalvo es victoriosa
gran tiempo de la lengua, la lectura de demostración de lo mucho que, a pesar
Montalvo es como múltiple y maravillo- de juicios vulgares, cabe contener en
sa evocación. Un rasgo rememora al uno, el romance heredado del Conquistador,
otro rasgo al otro; y de esta manera, cuando se le conoce en lo hondo y se le
sobre el fondo de aquella prosa, dorada j solicita con enamoradas instancias: o es,
de gloriosos reflejos, se ven pasar, como si se prefiere, demostración de la inde-
procesionalmente, sus sombras augustas, finida amplitud que el genio personal de
con tanta gracia y reverencia invocadas un gran escritor logra arrancar a los en-
en ia introducción de los Capítulos que durecidos moldes de una lengua añeja,
se le olvidaron a Cervantes. Por allí Gra- sin deformarlos ni descaracterizarlos. En
nada, por allí León, por allí Quevedo, por presencia de este soberano dominio, y del
allí Malón de Chaíde, por allí Saavedra amor ferviente que fué su inspiración,
Fajardo... Esta obra de selección y con- pasma averiguar, como sabemos por car-
cierto de las varias riquezas del tiempo ta suya dirigida a don Miguel Antonio
antiguo, bajo el imperio arquitectónico Caro, que alguna vez pasó por su espíri-
de un estilo personal y creador; ese cer- tu, aquejado de la nostalgia de más an-
tamen de las suntuosidades de la lengua, cho escenario, la ambición de radicarse
se compararía con el alarde de magnifi- en París y escribir para siempre en len-
cencia colectiva que presidió a la fábrica gua francesa, ¿Qué hubiera resultado de
del Escorial, para cuya edificación dicen la realidad de este sueño? ¿Un Heredia
Rué se reunieron, en piedras, maderas y prosista? Aquella extraordinaria facultad
fetales, todos los primores de las tierras de expresión, que tan íntima y congenial
de España; el mármol de Filabres, el jas- nos parece con el idioma en que se ma-
Pe de Tortosa, el pino de Cuenca y Val- nifestó, como si a él estuviera votivamem
saín, el hierro de Vizcaya, la caoba y el te consagrada, ¿pudo, sin desvirtuarse,
614 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
buscar nuevo arraigo y nueva adapta- talvo en esas páginas. Sin asomo de hi-
ción?... La historia literaria testimonia pérbole puede decirse que ellas son el
que no hubo nunca gran escritor que lo análisis digno de la creadora síntesis
fuese a la vez en dos lenguas distintas, del genio. La más durable estatua de Cer-
y Heredia no había llegado a ser gran vantes está allí, labrada con la unción
poeta en castellano cuando optó por ser- que un artífice devoto pondría en cince-
lo en francés. lar una imagen sagrada.
Para hacer alarde de este absoluto do- Por lo demás, no hay cosa tan distante
minio del idioma y del profundo senti- de la condición intelectual de Montalvo
miento de su genio y tradición, en te- como la de los «hombres de un solo li-
meraria competencia con el más único y bro», o de un solo autor, o de un solo
abrumador de los modelos, escribió los círculo de autores. Su cultura era varía y
Capítulos que se le olvidaron a Cervan- difundida; su comprensión, de amplios
tes, parodia del Quijote, que hasta des- alcances; ágil y melificadora, su curiosi-
pués de la muerte de Montalvo no cono- dad. Dentro de las letras—y aun en lo
ció la imprenta. La obra es lucidísima, que podríamos llamar los alrededores y
como dechado de lenguaje y como in- baluartes de una cultura literaria—, te-
terpretación y nuevo desenvolvimiento de nía cabal noción de lo moderno, no igno-
los caracteres de la ficción maravillosa. raba lo exótico, y era capaz de sentir la
Pero quien allí aparece y campea es fuerza de la belleza y de la persuasión,
Montalvo, y no Cervantes, o es, si se quie- en otras lenguas que en la propia. Pero
re, el Cervantes de Montalvo, que, refle- el núcleo de su saber, la medida y nor-
jando su imagen en lo vivo de tamaño ma de su gusto, fueron siempre lo clási-
temperamento, muestra, hondamente es- co, lo clásico de su lengua y las de la
tampados, el sello y fisonomía del intér- materna antigüedad. Comprendió entera-
prete. Y Montalvo, en su natural de es- mente la belleza antigua, porque empezó
critor, se parecía poco al modelo que en por comprender y admirar la vida anti-
esta ocasión trató de imitar. Cervantes, gua en lo esencial de su carácter. Nada
en quien la invención novelesca conserva más elocuente, nada más revestido de la
mucha parte del candor del primitivo altivez y majestad de la vieja toga orato-
épico, tuvo la divina inspiración del es- ria que la defensa de la civilización pa-
tilo, y como su arte infuso; pero careció, gana en su réplica a un detractor sacris-
en fuerza de su propia absoluta natura- tanesco. El civis romanus sum se siente
lidad, de la conciencia del estilo, que es allí encrespando ejemplos y razones. Allí
intensísima y predominante en Montalvo, es donde se dice: «No me cerréis las
artista refinado y precioso, cuyas afini- puertas de la antigüedad, porque os las
dades, dentro de la clásica prosa caste- \ derribaré a hachazos.» La virtud romana
llana, han de buscarse, mucho más que le inspiró, en medallas de admirable pro-
en Cervantes, en Quevedo o Gracián. Va- sa, figuras como la de Fabio Darso, cuan-
lióle, sí, a Montalvo para su magnífica do, ceñidos los hábitos sacerdotales, pasa
parodia, ya que no la espontánea seme- por medio de los bárbaros; o la del jo-
janza en medios de expresión, el profun- ven Curcio, echándose al abismo; o la de
do sentimiento del espíritu y la idealidad la mujer de Fulvio dándose la muerte
de la creación cervantesca; y no sólo ma- para reparar su indiscreción. De Grecia
nifestó ese sentimiento en la parodia remozó también eternos asuntos. ¿Quién
misma, sino también, y aún más si cabe, mejor que él ha pintado la escena de la
en las páginas críticas que la preceden. absolución de Friné? Toda la gracia deí
Nadie, en idioma castellano, ha hablad» diálogo ateniense está en los coloquios
de Cervantes y del Quijote como Mon- que animó entre los convidados de Jeno-
dencia ni sentido que el del puro refle- como la de aquellos bélicos cuadros de
jo de la apariencia bella, pero tratados Los héroes de la emancipación. Allí el
con admirable triunfo de la palabra pic- aliento de la lírica heroica se infunde,
tórica. Así, en la aventura del puente de sin perder su eficacia, en la amplitud deí
Mantible, en la parodia cervantesca, la ritmo prosaico, y exalta hasta ios más
enumeración de los tributos que impone pujantes vuelos de la estrofa rasgos co-
de portazgo el tirano Galafre, sirve de mo los que reproducen la actividad de
pretexto para lucir toda suerte de biza- Bolívar en eí mando, el ímpetu de Boves
rrías de lenguaje y de color, en la des- en el acometimiento y la grandeza de
cripción de vasos, colgaduras, alhajas y Ricaurte en el sacrificio.
caballos. De este animal predilecto de De la misma raíz de producción artifi-
pintores sintió Montalvo vivamente la ciosa y reflexiva, que da la escogida flor
hermosura y el brío; pocas veces las lí- de sus bellezas, vienen los peculiares de-
neas ondulantes, la noble y altiva ex- fectos de esa prosa, no difíciles de per-
presión, la rítmica energía, del generoso cibir. En ocasiones aparece la retórica
bruto, se habrán trocado en palabras aliñada y compuesta como en produc-
corno cuando él lo pinta, ya en el tor- ción de certamen, con los recursos clá-
neo del castillo a que hizo asistir a Don sicos y el orden convencional que ajusta
Quijote, ya arrebatado por el huracán de frases, giros y figuras, cual escuadrón
las batallas, en la carga de Junín. Y fué dispuesto por sus hileras. Otras veces,
incomparable paisajista: tuvo de la na- es la persecución desconcertada deí efec-
turaleza no únicamente la visión sensual, to violento, en la parte sentimental o en
sino el íntimo y delicado sentimiento, y el color, el énfasis declamatorio, la ba-
se singularizó, en esta parte, por cierto rroca mezcla de tintas, el esfuerzo paté-
género de tablitas de égloga o idilio, tico que produce aquel «son de cuerdas
pero llenas de fragante verdad; floridas tirantes», de que hablaba Taine a pro-
márgenes, rincones nemorosos, jardines pósito de ciertas páginas de Dickens.
como los de Academo, que describió en Véanse, para ejemplo de estas deforma-
el Banquete de Platón, y grutas como ciones del sentimiento y la expresión,
la de los coloquios en Numa con la Nin- las cartas de los dos naturalistas reñidos
fa, que pintó de modo que parece exha- por el descubrimiento del Aimatocare,
larse realmente del ilusorio círculo de que se incluyen en el tratado De la No-
imágenes la bocanada de frescor y de bleza, o la imprecación al cadáver de
aroma. Girardot, en el de Los héroes de la eman-
Este pincel de cuadros edénicos es el cipación hispanoamericana. Y, sin em-
mismo que dominaba, si era oportuno, bargo, no pocas veces alcanzó Montalvo,
la rudeza y humildad del pormenor rea- no ya el gusto de la riqueza, que ese lo
lista, ya deleitándose, con la morosidad tuvo a cada paso, sino aun la escogida
de las pinturas flamencas, en la abundan- y sobria sencillez y la naturalidad dia-
cia del comedor y del mercado; ya bos- mantina: aquellas que podrían ser loadas
quejando, como en un apunte para nue- en los términos con que él dijo ma-
vas Geórgicas, la escena del ordeño en ravillosamente, por boca de su reencar-
la dehesa. Y es el mismo también en cu- nado Don Quijote, la alabanza del agua,
yos trazos ardía el fuego del pintor de «inocencia de la naturaleza».
batallas; nunca en nuestra lengua hubo En los buenos y en los malos momen-
prosa tan henchida del soplo de la gue- tos, su prosa es personalísima. Lo es a
rra, tan vibrante con el son de clarines pesar de que leyó inmensamente y es-
y tambores, tan colorida por el flamear cribió con infinitas reminiscencias. Por
de las banderas y el relucir de las armas, esta apropiación de las lecturas en el
política. No fué Montalvo, en el sentido que viene del innato poder de simpatía
en que lo fué Bilbao, un revolucionario y del ritmo enérgico y airoso de la vida
de las ideas, venido a remover en sus moral. En horas de abatimiento y displi-
mismos fundamentos la conciencia de cencia, su lectura levanta y corrobora
una generación, franqueando el paso a el ánimo; y para quienes le conocen de
filosofías de abierta independencia. Mon- cerca y han llegado a ser íntimos con él,
talvo, más que en la doctrina, más que cualquiera página suya trae, aun inde-
en el dogma, que nunca combatió de pendientemente del sentido, una expre-
frente, se encarnizó en el hecho de la sión de sonrisa y de consuelo, como ei
degeneración de la piedad, como susten- son de esas dulces voces familiares que
táculo de tiranía y como máscara social llevan su propiedad balsámica en el tim-
de vicios y de bajas pasiones; y no sólo bre, más que en la palabra. Hay autores
dejó a salvo, en su tradicional integri- que a sus prestigios y excelencias de
dad, la fe religiosa, sino que, en mucha orden literario, reúnen un no aprendido
parte, desenvolvió su propaganda en son don magistral con que instituir la disci-
de vindicta y desagravio por la pureza plina de la sensibilidad y de la mente
de esa fe. Porque, con cierta vaguedad y y formar el concepto de la vida. Montal-
libre arranque que le tuvieron siempre vo es de éstos. La abundancia de ideas
fuera de confesión determinada, era cre- morales, pintorescas y cálidas; el gene-
yente y cristiano; nunca ultrapasó los roso entusiasmo, la fortaleza y alegría
límites de aquel inocente liberalismo que de alma, el temple varonil, le hacen par-
se compadecía, en nuestros padres, con ticularmente apto como mentor y amigo
la propia calificación de católico, y sen- en los días de la juventud, cuando el
tía con intenso fervor la religiosidad y hervor de esas primeras lecturas, que,
la moral evangélicas, que más de una si son nobles y viriles, infunden en el
vez fijó su pluma en rasgos de indeleble alma, para el resto de la vida, el dejo
unción. Su concepto del clérigo ideal le ¡ inextinguible de un bautismo de fuego
inspiró el episodio de El cura de Santa \ de la una iniciación religiosa. Es de
Engracia, que recuerda a monseñor Bien- aquellos a quienes puede decirse: «Ár-
venido, o al Fra-Cristóforo de Manzoni. mame caballero.» Tuvo, entre los rasgos
Nada tan penetrado del sentimiento de que más definen su carácter, la admira-
la autoridad sacerdotal, como la compa- ción franca y ferviente: el alma abierta
ración, desenvuelta en alguno de los Sie- a la comprensión plena, entrañable, de
te tratados, de la palabra del ministro todo lo bueno, de todo lo grande, de
de Dios con el agua que satisface las todo lo hermoso: en la naturaleza y en
ansias del sediento. Ese Anticristo, es- el arte; en las cosas del pensamiento
cándalo de sacristanes y beatas, era en como en las de la acción; en el alma de
realidad un alma profundamente re- los hombres como en el genio e historia
ligiosa. I de las sociedades. Era un radical opti-
La literatura de Montalvo tiene asenta- i mista por la constancia de su fe en
da su perennidad, no solamente en la ¡ aquellas nociones superiores que man-
divina virtud del estilo, sino también en í tienen fija la mirada en una esfera
el valor de nobleza y hermosura de la ideal: bien, verdad, justicia, belleza;
expresión personal que lleva en sí. Po- aunque, frente al espectáculo de la rea-
cos escritores tan apropiados como él lidad, le tentara, a menudo, aquel pesi-
para hacer sentir la condición reparado- mismo transitorio que es como el lamen-
ra y tonificante de las buenas letras. Su to de esa misma fe, desgarrada por el
amenidad, su deleitoso halago, están im- áspero contacto del mundo. «Un perver-
pregnados de una virtud más honda, so para cada diez hombres, mucho honor
senador; pero ni aceptó esa investidura, nuncióse la gravedad desde luego; fué
ni le tentó en ninguna otra ocasión el menester operarle, y rechazando el anes-
pensamiento de la vuelta. Y no porque tésico que le proponían, afrontó con es-
la vida del destierro tuviera para él ven- toica impasibilidad el dolor. Estoico tam-
tajas de bienestar, ni halagos de especie bién para la certidumbre de su próximo
menos alta que los que cabe suponer en fin, le vio llegar entero en el ánimo, en-
la adaptación de su espíritu a un ambien- tero en la mente. «Me siento capaz—de-
te superior de cultura. Vivía pobre y con cía a sus amigos—de componer una ele-
escasos amigos. Sólo las gracias invisi- gía como nunca la hiciera en los años
bles llevaban risa y embeleso a aquella de mi juventud.» Cuando lució el postrer
callada habitación de la Rué Cardinet. día quiso abandonar el lecho; se vistió
Aun en el oasis del arte, hubo de sentir- con pulcritud y aliño, como quien espe-
se, a menudo, extraño y solo. Su propen- ra a su enamorada o su señora, y se sen-
sión apasionadamente idealista, su gusto tó para morir. Aún tuvo un último de-
clásico y selecto, le apartaban, con todas j seo, y fué que le rodeasen de flores.—
las fuerzas de su alma, del naturalismo j «Un cadáver sin flores—daba por razón
literario, que estaba en su triunfal pleni- j de esta voluntad — me ha entristecido
tud. Abominó, como cualquier otra si- siempre.» Trajéronse las pocas y lán-
monía, la de la fama que se aumenta guidas que la estación ponía al alcance
siguiendo la corriente del tiempo. Tam- i de la mano; y teniéndolas consigo, ex-
poco recurrió, a pesar de su poca pros- \ piró.
peridad, al producir sin alma y por ofi- ; Hermoso sueño de inmortalidad es la
cio, que jamás conoció en su vida, una j inmortalidad de los Campos Elíseos, don-
de las raras de escritor en que el uso de las almas bienaventuradas mantenían,
del natural privilegio mantuvo, del pri- como en una tierra mejor, pero no esen-
mero al último día, su soberana libertad. cialmente distinta de la realidad del mun-
En cambio, cualquier empeño desintere- I do, los rasgos característicos de su perso-
sado y andantesco halló pronta y volun- \ nalidad terrena y las formas de su envol-
taria su pluma, espada nunca enmoheci- tura corpórea. Allí los que dedicaron su
da, como cuando fué la ocasión de salir vida a las ideas podían seguir consagrán-
en desagravio de la mujer americana, dose a tan altos amores; iluminados de
que un papel de París trataba torpemen- nueva y más serena luz; en los bosques
te, comentando los matrimonios de aris- de laurel donde Virgilio vio, ceñidos de
tócratas del Viejo Mundo con ricas here- ínfulas blancas, a los poetas y los sacer-
deras de América. Por este mismo tiem- dotes. ¿Qué ficción más bella que ésta
po, algún tiranuelo viajante, de esos que para complacer a aquel nostálgico anhe-
las borrascas o los turnos, de nuestras lo con que pensamos en las grandes al-
democracias, suelen enviar a las playas mas desaparecidas cuya intimidad qui-
de Europa en blando ostracismo de des- siéramos penetrar, más allá de lo que
pilfarro y vanidad, quiso desplegar hacia nos dicen de ellas los recuerdos que de-
él un ademán de Mecenas, que él contuvo jaron y los libros que escribieron?... In-
apenas esbozado. En la oscuridad de teresante cosa sería encontrar, en tan
aquel solitario retiro no se encendió una amable eternidad, la sombra de Montal-
luz que no reverberase en la limpieza de vo. Conversaríamos allí de la maravillosa
la honra. condición y divina virtud de las pala-
Sobrevino así el mes de enero de 1889. bras; de la música de su son y la arqui-
Este invierno le postró en el lecho, da- I tectura de sus ordenaciones; del placer
ñado el pulmón con las reliquias de un j de cuando se nos rinden y el dolor de
mal que le aquejara un año antes. Pro- i cuando nos huyen, y del don de evocar
MAGNA PATRIA
el numen de la patria, era la patria mis- ble, pero no menos vibrante e intensa
ma consagrada por todos los óleos de la que cuando tomó color y contornos en el
tradición, del derecho y de la gloria. La mapa de las naciones.
Italia una y personal existía: menos cor-
pórea, pero no menos real; menos tangi- 1905.
SAMUEL BLIXEN
Discurso pronunciado, en representación del Círculo de la
Prensa, al inhumarse los restos de Samuel Blixen, el 23 de
mayo de 1909
nes de poder y fortuna: y prefirió pasar prendido y mal agradecido, pero de una
por la vida, fiel a los sueños desintere- eficacia civilizadora mucho más radical
sados de su juventud, cosechando las y profunda de lo que imagina la vulga-
flores del camino, como en un alegre pa- ridad. Su gran pasión literaria fué, como
seo, con ese soberano desdén de las ven- todos sabéis, el teatro, y su nombre será
tajas materiales que halagan y esclavizan glorificado siempre como el del funda-
al vulgo de los hombres, pero que acaso dor del teatro nacional. En ambiente más
no son capaces de proporcionarles las propicio habría desenvuelto ampliamente
íntimas venturas con que los sueños de las admirables facultades de gracia, de
alas impalpables favorecen a estos privi- delicadeza y espiritualidad, que resplan-
legiados del espíritu. ; decen en las obras primorosas que nos
Para caracterizar su naturaleza moral i ha dejado y que sobrevivirán a todos los
habría de imaginar una eterna alma de j cambios de escuelas y de gustos. En
niño, con todo el candor, con toda la ale- nuestro periodismo fué un invalorable
gría, con toda la gracia, con toda la leve- elemento de cultura, de interés, de origi-
dad ideal de una infancia respetada por nalidad, que decidía por sí solo, con los
el tiempo. Había esculpida en su fisono- fascinadores prestigios de su pluma, el
mía espiritual una dulce y bondadosa éxito del diario a que se vinculaba. En
sonrisa. j la crítica de literatura y de arte, la obra
Dotado de todos los refinamientos y i de Blixen señala en nuestro país un pun-
todas las exquisiteces de una naturaleza | to de partida, una iniciación caracteriza-
aristocrática, complementada por la edu- I da por la fineza del criterio, la erudición
cación y por los hábitos de la sociabili- ; selecta, la caballeresca impersonalidad y
dad, tenía, al propio tiempo, la sencillez , la singular belleza de la forma. La mara-
y la llaneza de un hombre del pueblo, y : villosa facilidad de aquel estilo transpa-
su don de simpatía se comunicaba a ios : rente y ágil, como un manantial intacto,
pequeños y a los grandes, a los podero- i será igualada alguna vez, nunca superada.
sos y a los humildes. Era un espíritu ad- Era un cultivador de la ironía; y, obser-
mirablemente organizado para ser dicho- vación que enaltece tanto el temple mo-
so, porque llevaba la condición de la feli- ral del hombre como el gusto exquisito
cidad en sí mismo: en su despreocupa- del escritor: nunca puso en su ironía, ni
ción infantil, en su placidez, en su opti- aun en el enardecimiento de la polémica,
mismo, en su benevolencia; y por esto es ni aun repeliendo el ataque personal, una
tanto más cruel y tanto más injusta la sola gota de veneno. La benignidad de
fatalidad, que interrumpe, en lo mejor su ironía brotaba de la superior cultura
del camino, una vida que parecía desti- de su gusto, pero brotaba también de
nada a coronar la plata de su vejez con una fuente más honda: brotaba de la
las rosas de Anacreonte. bondad del corazón.
El nombre de Samuel Blixen vivirá en I Tenía el supremo don de la crítica: el
nuestra tierra mientras quede en ella un \ don de admirar. Y admiraba sin restric-
rastro de interés por la cultura del espí- 1 clones, sin reservas, con la efusión gene-
ritu, y los deleites superiores del arte. Su '. rosa de un entusiasmo siempre pronto
actividad continua y entusiástica en la ' a fluir en raudales de elogio, donde la
Propaganda del amor de lo bello, de lo ' benevolencia infinita no era obstáculo
selecto, de lo desinteresado, bastaría a | para que se transparentase la delicadeza
asegurarle la perennidad del recuerdo, | de su juicio y de su gusto. La virtud de
Porque esa propaganda tiene, en socieda- 1 estímulo y animación que ejerció su crí-
des como la nuestra, toda la significación ! tica, en nuestro medio, es inmensa. Si
de un Evangelio, casi siempre mal com- entonar las voluntades indecisas y forta-
630 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
lecer las esperanzas de los que empiezan, resado, un refugio para la meditación, un
en literatura y en arte, es una forma de refugio para el arte, la extinción de esta
hacer el bien—¿y quién puede dudar de vida es una gran fuerza que nos falta,
que lo sea?—, la crítica de Blíxen fué una una gran voz alentadora que muere en el
grande obra de bien. A muchos, a muchí- silencio, una gran soledad que nos des-
simos, alentó: no puso estorbos a nadie. concierta... Pero en las compensaciones
En la gratitud personal que yo le debo, I ideales de la muerte, que acrisola y baña
interpreto la de mi generación y la de los de perenne luz las realidades queridas
que han venido después de elía. Todos que nos arrebata, el recuerdo de Samuel
los que manejamos una pluma, o un ins- Blixen será perdurable inspiración de
trumento de arte, todos le debemos un nuestros esfuerzos, estrella propicia en
estímulo, todos le debemos una esperan-
za, todos le debemos una parte de nues- Jas horas del desaliento y de la decepción.
tro nombre y de nuestra consagración. ¡Duerme en paz, amigo y maestro en
Una sociedad entera le llora, pero hay el culto de las cosas bellas, delicadas y
una parte de la sociedad que singular- amables de la vida! ¡Y si de la infinita
mente debe llorarle. Para nosotros, es- profundidad misteriosa donde se ha abis-
critores y artistas, los que hemos consa- mado tu espíritu algo puede descender
grado lo mejor de nuestro espíritu y de sobre la tierra, sigue irradiando, desde
nuestra existencia a labrar, en el alma allí, sobre nosotros, tu gran sueño de
de un pueblo nuevo e inestable todavía, belleza, tu gran sueño de arte, tu gran
un refugio para el pensamiento desinte- sueño de idealidad!
RECÓNDITA ANDALUCÍA
Al margen de las «Elegías» de Juan R. Jiménez.
El joven escritor argentino don Manuel de nuestras letras en los últimos veinte
Ugarte ha publicado por la casa de Ar- años, sin olvidar las indicaciones históri-
niand Colin, de París, una colección de cas y los comentarios críticos pertinen-
trozos escogidos, en prosa y verso, de tes. No sé que, antes que el señor ligarte,
autores de las nuevas generaciones hispa- haya procurado alguien hacer esto. Bien
noamericanas. La idea que se ha tratado es verdad que es dudoso que se haya rea-
de realizar en ese libro es feliz y oportu- lizado análoga tarea, a lo menos en con-
na, cualquiera que sea el juicio que haya diciones aceptables por lo que se refiere
de merecer su desempeño. Siempre he a nuestra literatura de otras épocas. Mu-
pensado que, entre cuantos medios de chas colecciones publicadas hay; pero en
propaganda puedan emplearse para con- vano se buscará entre ellas la que pueda,
tribuir a formar en la conciencia del pú- sin grandes reservas, mostrarse c o m o
blico que habla castellano una noción adecuada expresión de nuestra poesía o
exacta de nuestro pensamiento literario nuestra prosa. Menos extraña parecerá
en la actualidad, tan vaga e insuficien- esta deficiencia sí se consideran las di-
temente conocido, aun sin salir del con- ficultades que, bajo engañosas aparien-
tinente, ninguno de más urgencia y efica- cias de facilidad, presentan las obras de
cia que la publicación de una antología ese género, aun tratándose de un con-
de contemporáneos, breve, bien hecha, junto de producción más depurado y or-
y editada en condiciones propias para su denado que el nuestro por la asiduidad
vulgarización, donde se reuniera alguna de la crítica.
Parte de lo mejor y más característico Una colección literaria puede obedecer
632 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
a una norma de selección, o puede llevar j fiel e intuitivo de las evoluciones del es-
sólo un propósito de manifestación carac- tilo y del gusto en determinado espacio
terística respecto de la época, el país o de tiempo. Sólo que lo inaparente de la
la lengua, que sean el campo en que se austera labor que implica la obra del an-
espigue. En el primer caso, el colector íologista, y lo accesible que es el remedo
ejercita principalmente su gusto; separa vulgar de su tarea, aun a los espíritus
el vino de la hez, el oro de la escoria, y más iliterarios e incultos, cuando sólo se
reúne con esmero exquisito aquella poca trata de recortar sin discernimiento y
parte de imperecedera fragancia y vir- amontonar sin orden, hacen que, en el
tud que está confundida y dispersa en concepto de la generalidad, la tarea del
los libros donde se estampa el sueño de colector sea tenida por cosa subalterna y
belleza de cada generación humana. En el casi mecánica, no muy superior al zur-
segundo caso, el colector se propone, an- cido del gacetillero ni a la faena del pen-
te todo, presentar él resumen significad-1 dolista. Pasa con las compilaciones lite-
vo, trazar el mapa literario, de la cultura rarias algo análogo a lo que ocurre con
de una nación o de una época. Sin ceñir- las traducciones. Del que compila como
se a la pura consideración del valor es- del que traduce, si lo hacen bien, puede
tético de la obra, ve en ella, predominan- decirse que emplean la fuerza de su es-
temente, el documento, y procede, en píritu en realzar y difundir la fama aje-
cierto modo, con la indiferencia propia na; y esta abnegación oficiosa no alcanza
del naturalista que ordena, según el sis- el premio de una mínima participación
tema de clasificación, los ejemplares ha-1 en el aprecio que la obra merezca, por-
bidos en sus expediciones, o del historia- que el descrédito de actividades que tan-
dor que, revisando viejos papeles, escoge to han descendido induce a prejuicio el
y separa para su archivo las piezas más ánimo del vulgo, incapaz de reparar en
nutridas y reveladoras, con abstracción que todo lo que ellas tienen de inmerito-
del juicio que ellas merezcan en la reía- j rio y de grosero cuando se realizan sin
ción literaria o en la relación moral. Co- i conciencia, tiénenlo de precioso y arduo
sas medianas, inferiores, y aun ridiculas, i en sus formas superiores. El lenguaraz
tiene así en este género de colecciones ¡ de tribu que, entrando de rondón en el
su lugar justificado y oportuno, si re- j campo de la literatura, consuma, en las
presentan una iniciativa o un modelo i aras del folletín de diario o de las «Bi-
que hayan ejercido influjo positivo en la i bliotecas» populares, la inmolación de
orientación de las ideas; si caracterizan I Maupassant o de Flaubert, de Jorge Eliot
eficazmente una decadencia, una aberra- o de D'Annunzio, impedirá siempre que
ción del gusto general o un vuelco de la | el juicio común conceda toda su impor-
moda. i tancia y dignidad al esfuerzo del espíritu
En cualquiera de ambos conceptos, la escogido que, siendo capaz de producir
composición de una de estas pandectas por propia cuenta, apura su instinto de
literarias es empresa noble, que exige escritor y su íntima penetración de dos
para su buen éxito la asistencia de todas idiomas en la labor finísima de interpre-
las facultades en que estriba la obra del tar y reproducir los matices del pensa- e
crítico o la obra del historiador. Porque miento, de que se compone el quid in f'
crítica tácita hace quien, con sujeción a fabile de un estilo. Colector y traductor
un criterio de belleza, decide lo que debe son, en verdad, los frailes del arte: des-
proponerse preferentemente a ía lectura; j preciables y funestos zánganos, como el
y síntesis histórica realiza el que, remon- i fraile vulgar, cuando por venal oficioe
íándose sobre la desordenada multitud i aceptan la profanación de un ideal qu
de obras y nombres, presenta el cuadro l no sienten; y admirables de escrupulosa
América, sentido que interesase a la con- reflexiva del arte; el crédito de la facili-
ciencia colectiva, el romanticismo tradi- dad repentista; el desamor de ese idea!
cional y arqueológico halló aquí imitado- de perfección, único capaz de engendrar
res y sugirió poemas caballerescos, dra- la obra que dura.
mas de trovadores y cruzados, leyendas Pasó el auge universal de aquella es-
orientales; evocaciones falsas de recuer- cuela, y sobrevino el imperio del natu-
dos que no correspondían, en suelo ame- ralismo. En lo que tenía de fundamental
ricano, ni a una piedra ruinosa ni a un y amplio, el naturalismo comprendía ele-
latido del sentimiento popular. Algo se- mentos que, bien asimilados, no hubie-
mejante cabe decir en lo que se refiere ran podido sino favorecer en América la
a la otra mitad del espíritu romántico: j manifestación de un espíritu literario
la subjetiva o byroniana. Los doloridos j original y vigoroso. La tendencia a ce-
apasionamientos, las íntimas contradic- ñirse a la realidad viva y concreta es la
ciones, las hondas nostalgias ideales de vía más segura para llegar a una origi-
este género de romanticismo, si bien te- nalidad de pueblo y de época, como la
nían, sin duda, un fondo humano que tendencia a ceñirse a la expresión sin-
los hacía capaces de trascender adonde- cera y simple de lo que se siente es el
quiera que se sintiese y meditase sobre más seguro camino para alcanzar la ori-
el misterio de las cosas y sobre los pro- ginalidad individual. La importancia con-
blemas de nuestro destino, obedecían, en cedida a la representación del mundo
no pequeña parte, a influencias que, re- objetivo eí predominio literario de la
presentando en la propia Europa un con- descripción, favorecía una de las aplica-
vencionalismo o un amaneramiento, de- ciones del arte de escribir capaces de
bían serlo con doble motivo en socieda- brindar en América más ricos veneros
des donde el ambiente no daba de sí las de originalidad, como es la pintura y ei
razones históricas, del medio y del mo- sentimiento de la naturaleza física. La
mento, que concurrían, en las sociedades precisión minuciosa en la reproducción
europeas, a explicar aquella atormentada de costumbres y tipos contribuía a re-
agitación de los espíritus. Y por lo que levar el sello local del poema y la nove-
respecta al elemento literario formal, la la. La reivindicación de la poética vir-
imitación no fué más atinada. El roman- tualidad de la vida contra todo quimérico
ticismo, en cuanto quebrantaba los mol- idealismo coincidía con la tendencia na-
des de una preceptiva artificial y vetus- tural en pueblos jóvenes y testigos áe
ta; en cuanto favorecía el libre arranque una fecundidad magnífica y potente. La
de la inspiración y ensanchaba los límites franqueza, y aun la vulgaridad pintores-
del vocabulario poético, ofrecía, cierta- ca, de la expresión, autorizaban a que se
mente, ejemplos y enseñanzas favorables diese curso en el lenguaje literario a las
al florecimiento de una literatura ameri- peculiaridades del habla regional.
cana diferenciada y eficaz; pero este im- Pero, ni la protesta naturalista se li-
pulso de reacción contra el dogmatismo mitaba originariamente a esos elemen-
retórico tenía en América, más que en tos para siempre justos y oportunos, ni,
ninguna otra parte, peligros y desventa- tampoco esta vez, la imitación supo pi'0'
jas que no supieron conjurarse, porque ceder en América con libertad y firme
halagaban muchas de las propensiones criterio. Propendiendo, como sucede en
más funestas y arraigadas de nuestro es- toda imitación servil y fascinada, a vio-
píritu: la propensión a la negligencia, al lentar las cosas, a recargar las tintas, a
desaliño, a la falsa espontaneidad, a la ir a lo extremo del original y ceder a la
abundancia viciosa; el desconocimiento impresión de lo caricaturesco más que cte
o menosprecio de la parte consciente y lo característico, nuestros naturalistas
BIENVENIDA
En el primer número del periódico «F ranee-Uruguay*
Allí donde palpite un jirón del alma anuncia la claridad de la mañana, y que,
e
^ Francia, no puede ser que no surja cuanto más esfuerza las alas, más alto
' a Palabra vibrante que le dé repercusión hace sonar la canción? ¿Cuándo el gallo
^°nora. ¿Cuándo fueron silenciosas la simbólico dejó de pregonar el triunfo de
.lda, la Fecundidad, la Libertad? ¿Cuán- la luz, en su heráldico clarín, que decora
0
fué mudo el vuelo de la alondra que el moño de púrpura?
638 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
RICARDO GUTIÉRREZ
En ocasión de su muerte
"DE LITTERIS"
De F. García Calderón. Lima, 1904
das del espíritu: ese hondo arraigo del se hermanen la fecundidad y la gracia,
amor a las letras, por el cual puede afir- enseñoreándose, cada día más, de los
marse que el entusiasmo que ha engen- instrumentos que para ello son precisos:
drado estas primeras páginas no será pa- el criterio, reacio a todo yugo, lo mismo
sajera nube de la juventud. tradicional que nuevo; la tolerancia, no
Yo veo en él una de las mejores espe- sólo la que es luz intelectual, sino la que
ranzas de la crítica americana. Es a la es también calor del sentimiento, pe-
crítica adonde le destinan, claramente, netrante fuerza de amor; el interés fácil
las disposiciones de su espíritu; a la for- y vario, siempre pronto a acudir adon-
ma o ejercicio del pensamiento que aún dequiera que un alma piense, sienta u
clasificamos con tal nombre, aunque, en obre; la virtud de la expresión, insepa-
rigor, debiéramos buscarle otro más am- rable de los matices del pensamiento, y
plio y exacto, porque del modo como la por lo tanto, auxiliar eficaz de la investi-
crítica es hoy, muy lejos de limitarse a gación y el análisis.
una descarnada manifestación del juicio, Tal será, como crítico, García Calde-
es el más vasto y complejo de los géne- rón; tal es desde ahora. Y aunque no se
ros literarios; rico museo de la inteligen- si parecerá bien, que estas palabras mías
cia y la sensibilidad, donde, a favor de vayan al comienzo de un libro donde sue-
ía amplitud ilimitada de que no disponer le decirse de mí mas de lo que merezco,
los géneros sujetos a una arquitectura no las quito de ahí, porque de la since-
retórica, se confunden el arte del histo- ridad de cuanto dejo escrito estoy segu-
riador, la observación del psicólogo, la ro, y de la aprobación que le dará quien
doctrina del sabio, la imaginación del haya de leer las páginas que sigan, casi
novelista, el subjetivismo del poeta. lo estoy también.
Cultive el joven escritor tan vasto
campo, y cultívelo de manera que en él 1903.
concordante con ios caracteres y oportu-1 su cultura. Para esta obra, un arte hon-
nidades de] desenvolvimiento social y po- i damente interesado en la realidad so-
lítico de estos pueblos, de modo que la i cial, una literatura que acompañe, desde
obra del escritor concurra, como una su alta esfera, el movimiento de la vida
fuerza positiva, al gobierno de ías ideas i y de la acción, pueden ser ías más efi-
y las pasiones. Ninguna aspiración más i caces energías^
generosa ni más justa. Yo he participado Expresa usted, con elocuente vehemen-
siempre de ella; yo he pensado siempre cia, la inextinguible virtualidad de un
que, aunque la soberana independencia sentimiento nacional arraigado en la tra-
del arte y el valor sustancial de la crea- dición y en la conciencia de un pueblo,
ción de belleza son dogmas inmutables para resistir a las amenazas de absorción
de la religión artística, nada se opone a a que dé aparentes facilidades la debili-
que el artista que, además, es ciudadano, dad material; y en la exaltación cons-
es pensador, es hombre, infunda en su tante de ese sentimiento por los medios
arte el espíritu de vida que fluye de las propios del arte, que evoca a nuestra
realidades del pensamiento y de la ac- j vida el legendario ser del pasado y per-
ción, no para que su arte haga de esclavo \ petúa el culto de los héroes, señala us-
de otros fines, ni obre como instrumento I ted, con acierto, un pederosísimo es-
de ellos, sino para que viva con ellos en ! tímulo de aquella salvadora fuerza in-
autonómica hermandad, y con volunta- j terior.
lia y señoril contribución se asocie a ía , Por razones de situación geográfica, en
obra humana de la verdad y del bien. ' la patria de usted adquiere doble opor-
Aun consideradas estas cosas de un pun- ¡ tunidad, ese propósito, es más urgente e
lo de vista puramente estético, nadie po- ¡ ineludible la obligación moral de poner-
drá negar que el arte se privaría de cier- ¡ lo en obra; pero el legítimo alcance de
ta especie de belleza si renunciara a las !
inspiraciones y virtualidades que puede ] él abarca toda la América que habla en
recoger en el campo de la agitación ci- ¡ la lengua del Descubridor, toda la Amé-
vil y de la controversia de ideas; como ! rica nuestra, representada y querida co-
se privaría la propaganda ideal o cívica ¡ mo una magna patria indivisible, en la
de un medio insustituible para lograr j que es necesario avivar la conciencia de
ciertos efectos, si nunca el arte trajese J su propia unidad y el entendimiento y
en su auxilio el maravilloso poder y la el amor de las tradiciones históricas
única eficacia con que íleg lo hondo ; donde esa unidad radica. Todo ello está
de los corazones y los enlaza en comu- enérgicamente sentido por usted.
nión de simpatía. Y al cumplimiento de tan noble pro-
Las circunstancias históricas tienen en : grama lleva usted ya consagrados vigo-
esto, como en todo, considerable parte. rosos esfuerzos con su labor de crítico y
Épocas y pueblos hay en que la función ' propagandista, que tan merecido relie-
social de la obra artística se impone con ve ha dado a su personalidad, y que
mavor imperio v encuentra más adecua- complementan, al mismo fin, trabajos
do campo en las condiciones de la reali- de otro género, como el interesante cua-
dad. Entre esos pueblos y esas épocas dro histórico que ha tenido usted la be-
incluyo yo a las naciones hispanoameri- nevolencia de enviarme y por el que re-
canas del presente tiempo. Su gran tarea conozco, una vez más, cuántas son las
es la de formar y desenvolver su perso- semejanzas que mantiene entre estos
nalidad colectiva, el alma hispanoamerí- \ pueblos hispanoamericanos la identidad
cana el genio propio que imprima sello j de su origen, la pertinaz e indomeñable
enérgico y distinto a su sociabilidad y a I identidad de su origen, a pesar de la
644 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
LA PRENSA DE MONTEVIDEO
Discurso pronunciado en el acto de la inauguración del
Círculo de la Prensa de Montevideo, él 14 de abril de 1909
senté y encarne. Periodista fué Juan Car- tualidad se personifique hasta hoy en el
los Gómez, y periodista don Eduardo periodista: especie de improvisador en-
Acevedo. Periodista fué Melchor Pache- ciclopédico, dispuesto, corno el teólogo
co y Obes, después de haber sido héroe de los tiempos pasados, a enterarse y
y tribuno; y periodista don Bernardo juzgar de todas las cosas. Nuestros no-
Berro, antes de ser gobernante. Con san- velistas, nuestros dramaturgos, nuestros
gre de periodistas mártires se ha sellado, líricos, todos con rarísima excepción, han
más de una vez, la protesta y la reivin- sido alguna vez periodistas; y si les pre-
dicación de las libertades públicas: lo guntáis qué recuerdos guardan del perio-
mismo cuando Francisco Labandeira deja dismo y !o que le deben, puede ser que
su cuerpo inanimado al pie de las urnas os digan rme la prensa diaria ha quitado
del comicio, que cuando Teófilo Gil aba- algún tiempo o ha negado algún reposo
te su noble frente en el más aciago de a la vocación preferente de su espíritu;
¡os campos de batalla. Un periodista, ! pero, en cambio, os dirán también que en
José Pedro Várela, realiza la obra santa la práctica del periodismo adquirieron
de la reforma de la educación común; y esa disciplina del trabajo, ese hábito de
otro periodista, Francisco Bauza, nos da la producción ágil y asidua, y esa gim-
la primera síntesis de nuestro pasado en nasia de claridad y precisión, que desen-
la labor severa de la historia. La vasta tumecen el estilo y adiestran las ener-
producción política, económica, literaria, gías del entendimiento, como el aire li-
jurídica, en que se difunde el luminoso bre y el pleno sol y la desenvuelta acti-
espíritu de Carlos María Ramírez, y que vidad de los músculos vigorizan y ento-
será algún día, reunida en libros donde nan el cuerpo entumecido en la quietud.
se perpetúe, alto timbre de nuestra cul- Suele decirse que la labor del perio-
tura, es la obra de un periodista. Cuan- dista es efímera. Esto no es verdad más
do queremos representar en formas vivas que a medías. Es efímera la forma, la
ia entereza del carácter cívico y la infle- exterioridad, la envoltura; la página que
xible resistencia contra el mal prepoten- se escribe un día y que, salvo algún caso
te, los personificamos en Prudencio Váz- singular, ha muerto y se ha disipado al
quez y Vega, cuyo pedestal son las co- día siguiente; pero la influencia y la
lumnas de un diario. Y para terminar, sugestión que quedan de esos esfuer-
señores, esta rápida evocación de me- zos, aparentemente perdidos y olvidados,
morias ilustres, puesto que me limito a constituyen una acción persistente y efi-
los que han dejado de existir, permitid- caz como ninguna, que convence, que
l e que agregue todavía un nombre caro apasiona, que destruye, que reedifica;
Para muchos de nosotros, y para todos que forma, en una palabra, la concien-
respetable; un nombre que representa cia de los pueblos. Así, es efímera la
aquí el recuerdo de una grande esperan- semilla de la planta; es efímero ese
za perdida: el nombre, que ya siento cuerpo leve y enjuto en que está depo-
asomar a vuestros labios, de Antonio Ca- sitada la simiente fecunda; pero, si dura
rral, ayer no más llegado al gobierno poco, débese a que la disolución de sus
Con las coronas de su severa juventud: tejidos es condición necesaria para que
¡grande y preclaro en ia esperanza; y el germen que contiene muerda la tierra
Por virtud de la esperanza, grande y y dé de sí la planta que ha de coronarse
Preclaro en el recuerdo! luego con la flor delicada y el fruto sus-
Las peculiares condiciones de una cul- tancioso. No se expresaría una ilusión de
tura naciente y apenas diferenciada en ! ideólogos, sino una positiva e incontesta-
-•unciones de especial aplicación han he- i ble realidad, si se dijera que, habiendo
c
k° que el carácter de nuestra fntelec- i de elegirse entre tener un absoluto do-
646 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
RIO BRANCO
En ocasión de su muerte
Aún dura la vibración de su caída, ¡ gaces que trae y lleva el viento que
como la del roble secular cuyo desplo- ¡ pasa.
me
se prolonga en largos ecos, que re-1 ¡Impresión original y compleja la de
percuten de valle en valle. Todavía su la grandeza de ese hombre! Por su ac-
miagen se destaca sobre las nuevas im- ción infaliblemente victoriosa en el en-
presiones de cada día, y es la impresión sanche de las fronteras de su pueblo;
de su grandeza la que nos abstrae a por su inaudita fortuna de ganador de
ca
da instante del ruido de las cosas fu- tierras, inmensas y pingües, infunde ad-
650 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
como la del gigante áeitado, sino de pie, j derrotero inmutable de justicia y civili-
erguida de toda su talla, como el faro zacióm
puesto en Jas cumbres para señalar un J 1912.
píritu que, siendo rara siempre, es doble- >la enseñanza del lenguaje, no los voca-
mente rara en ios que cultivan su género blos, no los elementos inertes de la elo-
de estudios: la amplitud. Cada aplica- cución, sino las combinaciones organiza-
ción de la mente trae consigo ciertos pe- das de vocablos en que consiste la esen-
ligros peculiares, ciertos desequilibrios, cia del hablar, la vida de la palabra;
ciertas propensiones viciosas. La índole determinándose en cada ocasión el va-
de las cuestiones en que concentra su lor y oficio del vocablo por el sentido
atención y forma sus hábitos intelectua- que él adquiera de la cláusula donde se
les el gramático le exponen fácilmente le emplee, y no por una clasificación
a la estrechez, a la nimiedad y a la in- preestablecida de las partes de la ora-
tolerancia. Pues de ninguno de estos vi- ción. Así se desenvuelve el estudio del
cios hay huella en el espíritu del señor lenguaje como el de un organismo capaz
Gámez Marín. Amplísimo en su concepto de interesar a la razón y de dar el senti-
del lenguaje, al que considera y estudia miento de la vida, en vez de inmovili-
como organismo vivo, en p< rpetua reno- zarse en muertas abstracciones, ni de
vación e indefinido enriquecimiento; li- ordenarse artificialmente en reglas de
beral para acoger toda innovación que dudosa exactitud o de dudoso valor. Así
responda a oportunidades de tiempo c la gramática deja de ser, para el estu-
de lugar; tolerante para juzgar de las diante, la ocupación árida y tediosa, que
libertades que legitime la originalidad sólo a la memoria educa, y se convierte
de un temperamento personal, o que ex- en satisfacción para la inteligencia, a
cuse la fuerza y eficacia de una expre- la que devuelve, mostrándole el orden
sión feliz; nada afecto a las menuden- real y animado del lenguaje, la viva ima-
cias ni a los ápices, porque se inclina a gen de su propia organización.
buscar la corrección en la fidelidad al j El hecho de que la doctrina de este
genio del idioma, en el alma y la vida libro se aparte, en puntos importantes,
de la elocución, antes que en sus par- ¡ de la que priva en los textos consagra-
tículas disueitas, el autor de esta obra i dos por el uso, no ha de ser obstácu-
muestra, asimismo, la amplitud de su j lo para que él logre, en la enseñanza
criterio en la manera como aspira a oficial o fuera de ella, la aceptación que
emancipar la teoría y la enseñanza de la merece. Ese será, más bien, motivo que
gramática de todo uso rutinario y de lo favorezca, en el concepto de cuantos
toda falsa autoridad, trayendo, con opor- prefieren a la autoridad la razón y el
tunísimo intento, a la exposición didác- adelanto a la costumbre.
tica, ideas que sólo en más alta esfera El señor Gámez Marín presta, con su
habían hallado forma. Honda y fecunda! nueva obra, un excelente servicio a la-
es la influencia que sobre su método y enseñanza, y mediante la enseñanza a In-
doctrina ha ejercido la constante lectura cultura general, en los pueblos del Rí°
de Benot; y es seguro que si este alto de la Plata. Preocupados hasta ahora,
espíritu, a quien la posteridad debe con justa preferencia, de adquirir ideas
la compensación del aprecio insuficiente y modernizar nuestro espíritu, abando-
que, con relación a la magnitud de sus namos, y hasta desdeñamos consciente-
méritos, tuvo durante su labor tenacísi- mente, el estudio de la lengua materna,
ma, pudiese leer este libro, habría de re- porque ella no bastaba como instrumen-
gocijarse de ver tan acertadamente apli- to directo de aquella renovación de
cado a un texto de gramática el criterio nuestra cultura. Pero la reacción emp*e'
que él preconizaba y defendía. za a imponerse, y no en vano, al crite-
Consiste fundamentalmente ese crite- rio de ios hombres reflexivos. Creciendo
rio en tomar como objeto preferente de estos pueblos por aluviones de inmigra-
ción, de la más varia procedencia, repa- descuida su lengua, como un pueblo que
ran ya en la necesidad ele resguardar y descuida su historia, no están distantes
fortalecer todo lo que constituya una de perder el sentimiento de sí mismos
energía asimiladora, como lo es en alto y de dejar disolverse y anularse su per-
grado una lengua nacional; y esta, len- sonalidad. Hay, en el fondo de estas
gua, para las naciones hispanoamerica- cuestiones verba1 es, intereses de una en-
nas, no puede ser otra, fundamentalmen- tidad mucho mayor de lo que alcanza a
te, que aquella que las vincula a la percibir el vulgo. «¡Cuidad de vuestra
tradición humana de la civilización; que lengua!», nos decía ayer no más, con par-
las vincula entre ellas mismas, mante- ticular encarecimiento, Anatole France.
niendo para lo por venir el tazo de una nuestro ilustre huésped. Y no es, por
unidad preciosísima, y que, dentro de cierto, un temperamento verbalista, sino
cada una de ellas, sirve de vínculo con un espíritu avezado a las más altas, am-
el propio pasado y de expresión conna- plias y trascendentales cuestiones en que
tural a todos los accidentes de la vida. pueda ocuparse el pensamiento humano,
El idioma es a la personalidad colectiva el que habla en la página que Herbert
de un pueblo lo que el estilo a la per- Spencer incluyó en uno de sus últimos
sonalidad del escritor; lo que esa ento- libros (1), relativa a las corruptelas del
nación característica que llamamos mo- uso, que quitan a ciertas palabras de la
do de hablar, a la personalidad del hom- lengua inglesa su propia y genuina sig-
bre común: un sello natural y propio nificación.
que no puede cambiarse. Un pueblo que 1910.
Su libro no es nuevo para mí, porque usted La Razón? ¿Se ha fijado usted en
hace muchos meses que cada día doblo unos artículos firmados con las inicia-
una página de él en la lectura de La les R. B.?...» Y cuando me contesta
Razón. Y como mi memoria es buena negativamente, me doy el placer, entre
para las cosas que me impresionan bien, vanidoso y desinteresado, del gourmet
puede decirse que dentro de nií existía que revela, a otros que también lo son,
ya un ejemplar de la colección de sus dónde pueden gustar una ignorada golo-
Moralidades, antes de que usted las hi- sina; y cuando me contestan afirmativa-
ciera reimprimir; y un ejemplar más mente, el placer consiste en la fruición
completo que los que se encuentran en del comentario acorde y entusiástico.
las librerías, porque no le faltan pági- Fia enaltecido usted la crónica sin qui-
nas que en éstos he buscado en vano. tarle amenidad ni sencillez. La ha dig-
Yo no sé si tengo derecho a envane- j nificado usted por el pensamiento, por
cerme de haber contribuido a aumentar la sensibilidad y por el estilo. Hay cro-
f
-l número de sus lectores; pero, en cuan- nistas ele fama europea que, escribiendo
r
-o a la intención, hace tiempo que, ape- fuera del bulevar, no tendrían nada inte-
gas tropiezo con persona a quien se pue» resante que decir a nadie, y que, aun
í¡
a pedir este género de albricias, le pre-
gunto, venga o no a cuento: --«¿Lee (1) Facts and comments.
654 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
BOHEMIA
En ¡a revista juvenil de ese nombre
Aún hay «bohemios»; aún hay quien ¡ injurioso, de «los gueux», que, levantado
quiere ser «bohemio»... Y el mote, que, del suelo por los flamencos de Güilísi-
en labios del burgués espeso y acora-! mo de Orange, llegó a quedar como el
zado de farisaísmo, equivale a una des- nombre vibrante y altanero de los ga'
calificación, bien puede ser recogido y llardos revoltosos de la libertad.
reivindicado por los muchachos entusias- Haya, pues, «bohemios», y sean bene-
tas, a cuya cabeza sube la savia'que es- volentes para juzgarlos los rígidos secua-
talla en las primeras flores: a manera de ces del acreditado señor Al~pie-de-la-Ie'
aquel otro calificativo, originariamente tra, Entiendan y perdonarán. «Bohemio"
no es el que tiene la voluntad enervada tona prosa, sólo tienen salida en los simu-
y la cabeza en desequilibrio. «Bohemio» lacros de la imaginación, en las campa-
es el que vive su juventud con un exceso ñas incruentas del arte, y en esa terri-
de entusiasmo, que se le desborda del ble vocación de las paradojas y las irre-
aima, por las cosas bellas y las cosas verencias, que, aun en ios casos en ajde
raras y las acciones generosas, y con son desatinadas o injustas, permanecen
mucho de ese embrujamiento interior siendo simpáticas, porque llevan el aro-
que, en tiempos de acción y de heroís-¡ ma de la juventud.
mo, empujaba a las aventuras y las cru- j
zadas, pero que, en tiempos de mono-1 1908.
códigos que componen ya las leyes de fuerzo de los paitidos obreros que han
trabajo en algunos de los más adelan- llegado a resolver pacíficamente, en aque-
tados pueblos del mundo. llas maravillosas regiones, muchos de los
Vulgar error sería entender que el mo- problemas sociales que en el resto del
vimiento de ideas que ha presidido a mundo inquietarán aún por largo tiempo
esta intervención del Estado en el fun- la conciencia de la humanidad. Indepen-
cionamiento de la vida industrial sea la dientemente de ese dogmatismo, se mani-
obra exclusiva de una doctrina revolu- fiesta en la misma Francia el espíritu de
cionaria, cuya sombra fatídica pretenden muchos de los sindicatos gremiales; e in-
muchos ver insinuarse a favor de cada dependientemente de ese dogmatismo
una de estas manifestaciones de refor- también, se han caracterizado en todas
ma, olvidando que es en los pueblos de partes la prédica y el ejemplo de una
más hondo sentido individualista donde benemérita legión de pensadores y filán-
ía legislación del trabajo ha tenido su tropos, que sin solidaridad con doctrina
origen y ha alcanzado mayor compleji- alguna subversiva de los fundamentos de
dad, y que son, a menudo, parlamentos la sociedad, ha consagrado su existencia
y estadistas de filiación conservadora al mejoramiento material y a la dignifica-
los que aparecen colaborando en el pro- ción moral de los trabajadores.
pósito de mejorarla y completarla. La universalidad de estos anhelos de
No ya la realización de las solucio- reparación, la persistente fuerza con que
nes, más o menos radicales y amplias, en subyugan las conciencias, concurren a
el terreno de las leyes; pero aun mis- persuadir al más indiferente de que no
mo el impulso de la iniciativa, la pala- se trata en ellos de un simple fermento
bra de ía propaganda, el reclamo tenaz de ideas puestas en boga por los vien-
que ha atraído la atención de los pue- tos de un día; sino de uno de los carac-
blos a los agravios y las aspiraciones teres esenciales del espíritu de nuestro
que esas leyes tienden a satisfacer, es- tiempo, que tiene positivas correspon-
tán lejos de haberse mantenido cons- dencias con la realidad y que fluye de
tantemente vinculados a la doctrina so- naturales consecuencias de la evolución
cial con que suele identificárselos en el social y de la evolución económica.
concepto común. Los conflictos entre el capital, que de-
Independientemente del dogmatismo so- fiende su superioridad, y el trabajo, que
cialista se han desarrollado la propagan- reclama su autonomía, no son el rasgo
da y la acción, realmente gloriosas de privativo de una sociedad o de una épo-
las Trade Unions inglesas, verdaderas ca: pertenecen al fondo permanente y
iniciadoras de las reivindicaciones obre- sin cesar renovado de la historia huma-
ras y la más poderosa fuerza que exista na; pero su recrudecimiento, en térmi-
constituida en el mundo en defensa de nos que relegan a segundo lugar cual-
los desheredados. Independientemente quiera otro interés social y político, es
del dogmatismo socialista se han desen- uno de los hechos capitales de la pasada
vuelto, en gran parte, las tendencias del centuria, desde que, por una parte, el
sindicalismo norteamericano, que, orga- portentoso desenvolvimiento de la acti-
nizado en la Federación de Trabajo, con- vidad industria], modificando las condi-
firmaba una vez más, en el Congreso de ciones del trabajo, y por otra parte, el
Boston de 1903, su autonomía respecto despertar de la conciencia de las multi-
a toda fórmula revolucionaria del orden tudes, llamadas por el régimen de la de-
social. Independientemente del dogma- mocracia a la plenitud de sus derechos
tismo socialista se ha dirigido, en la civiles y políticos, determinaron, en las
Australia y en la Nueva Zelandia, e! es- ideas como en los acontecimientos, de-
clives que debían, forzosamente, condu- Quintana, desaparecido para grave mal
cir a las reivindicaciones del momento de su país, declaraba, al tomar en sus
presente. manos el bastón de Rivadavia, que el
Cabe preguntar todavía si este género programa mínimo del partido socialista
de reivindicaciones, justificadas y opor- argentino, en el que están comprendi-
tunas en los países de avanzado des- dos los tópicos fundamentales de la le-
arrollo industrial, mantienen su oportu- gislación del trabajo, constituía un ideal
nidad tratándose de pueblos que, como aceptable y digno de fijar la atención
los de nuestra América, no han pasado de los hombres de gobierno. Y ésta es
aún del aprendizaje de la industria y la hora en que el cuarto Congreso Cien-
están lejos del exceso pletórico de po- tífico Latinoamericano que ha de re-
blación que agrava y embravece, en las unirse en noviembre del corriente año
viejas sociedades de Europa, las luchas en Santiago de Chile, incluye, entre los
entre una burguesía opulenta y un pro- temas fundamentales que propone a los
letariado que se angustia en los extre- estudiosos de América, el relativo a
mos de la necesidad. aquella misma cuestión social, conside-
Pero, desde luego, ia demostración ob- rada desde el punto de vista de las con-
jetiva de que, cualquiera que sea la mag- diciones y caracteres peculiares de los
nitud de esas diferencias internacionales, pueblos del Nuevo Mundo. Obedeciendo
no es prematura ni inoportuna la aten- i a una persuasión semejante, el Uruguay
ción concedida a las cuestiones de esta ¡ ha incorporado a su organización minis-
índole en pueblos como el nuestro, la terial ei Ministerio de Trabajo, cuya fun-
de la agitación persistente que remueve, ción se complementa, en el mecanismo
en estas sociedades también, a los ele- administrativo, con la Oficina de igual
mentos de trabajo, congregándolos, para nombre; y la Cámara de Diputados de
la común defensa de sus intereses, en ia misma República ha aumentado el
asociaciones gremiales, en círculos de número de sus Comisiones permanentes
propaganda, en protestas y huelgas que con la dedicada a este género de legis-
tienen su reproducción periódica: fenó- lación.
menos con que se denuncia un estado ! Contribuye a la oportunidad de tales
de espíritu que, aun prescindiendo de iniciativas la misma condición embriona-
los trastornos accidentales que provoca, ria de nuestro desenvolvimiento indus-
no podría dejar indiferente el ánimo del trial, y ella es razón que debe persuadir
legislador, interesado en estudiar las a no detenerse en ciertas tendencias de
causas que lo generan y en prevenir los reforma. La ausencia de enormes acu-
medios que lo aplacarían. Ni puede pre- mulaciones de intereses, la relativa sen-
tenderse que esa tenaz inquietud no re- cillez de las parcialidades en juego, son,
conozca otra base que la sugestión falaz en efecto, circunstancias que favorecen
de los agitadores (aun cuando sea in- la implantación de leyes regularizadoras,
dudable que prédicas desencaminadas la que serán tanto más necesarias, pero
exacerban y desnaturalizan); ni que im- también tanto más difíciles y peligrosas
porte sólo el reflejo maquinal e incons- de iniciarse, a medida que, en cumpli-
ciente de lo que pasa en los pueblos que , miento de una evolución ineludible, la
dan la norma de la civilización. Estadis- actividad de nuestro organismo produc-
tas y pensadores americanos han seña- tor pase de sus comienzos y se adapte
lado ySi respecto a esas aspiraciones a las formas de la gran industria, con
clamorosas, una dirección que no es de la trascendencia, en cuanto a las con-
asistencia ni de pasividad. Aún no hace diciones de trabajo, que igual concurso
duchos años que el ilustre presidente de causas ha tenido en todas partes del
658 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
diñando toda fórmula a una justa consi- j y porfiada de las reivindicaciones obre-
deración de la realidad. En tal sentido, ras. Fúndase esa reivindicación en la ne-
nunca se lamentará bastante que cues- cesidad de proporcionar el esfuerzo a h
tiones de la naturaleza de las que propo- medida de la resistencia normal de la
nen estes leyes .hayan de plantearse sin salud, y en el derecho de disponer, fuera
que exista formado un censo industrial, de la tarea obligatoria, de algún tiempo
que permita adquirir una noción exacta de reposo de espíritu o de actividad per-
y precisa del número de obreros vincula- sonal y libre.
dos a las diferentes industrias, de su cla- Obtenida, casi umversalmente, la limi-
sificación en sexos y edades, de los sala- tación de la jornada en lo que respecta
rios de que gozan y las horas que nor- a las mujeres y a los niños, lo ha sido
malmente trabajan; como asimismo del también, en algunas legislaciones, para
capital representado por cada uno de los los obreros adultos, quienes, en la ma-
establecimientos industriales, su capaci- yor parte de las otras, gozan de ella
dad de producción, los agentes mecáni-' cuando se trata de trabajos públicos o
eos de que hace uso, y otros elementos ! de los contratistas del Estado, casos en
de juicio de que no cabe prescindir den-' que éste interviene en calidad de patro-
tro de la complejidad de problemas que no, administrando intereses propios. Un?
nunca se resolverán por la mera apli- propaganda insistente reclama, donde-
cación de principios generales ni por quiera, la extensión de igual beneficio a
la imitación inadaptada de las solucio- la universalidad de los brazos emplea-
nes que se hayan arbitrado en medios dos en la vida industrial; y las multitu-
que pueden diferir considerablemente de des del trabajo concretan, en este pun-
aquel en que se actúe, así en la relación to, sus aspiraciones extremas, con la so
social como en la economía. nada fórmula de las ocho horas, que te-
En ausencia de una rigurosa informa- sido en todas partes una de las más pres-
ción estadística, la Oficina de Trabajo tigiosas banderas con que se las ha mo-
de Montevideo, a pesar del breve espacio vido a la acción; aunque fuera erróneo
transcurrido desde su fundación y de la creer que ella sea la fórmula única, ni
pobreza de los recursos de que ha dis- la definitivamente acreditada por el aná-
puesto para su obra, lleva acumulada en lisis y la experiencia, entre las que se
sus registros una suma, importante ya, han propuesto y ensayado para llegar a
de datos pertinentes a ios diversos aspec- una humanitaria reducción de las jor-
tos de 3a situación de nuestras clases nadas.
productoras. Completadas estas noticias Pero antes de detenernos a consideran'
por las que debo a otros órganos de in- los medios prácticos de esta reducción,
formación, el conocimiento en que he procuremos eliminar dos dificultades que
procurado fundarme para la aplicación atañen fundamentalmente al hecho ^e
local de las cuestiones de trabajo, pue- poner un límite obligatorio al tiempo de
de considerarse de una relativa exactitud trabajo. En primer término: ¿es legíti-
que, en lo que interesa a las conclusio- ma la intervención del poder público pa-
nes, no sería modificada de manera sen- ra restringir la libertad individual en el
sible por los resultados que arrojarían trabajador que contrata sus servicios wv
Jos números de un censo. más de cierto número de horas? Y s;
efectivamente es legítima esa interven-
II ción del Estado, ¿es oportuna? ¿Respon-
i de a una necesidad quo no quepa satis-
La limitación de la jornada de trab i facer por medio más adecuado o venta-
jo es, en todas partes, la más vehemen j joso?
Para poner en duda aquella legitimi- ro que rinde ía vida o la salud al exceso
dad, puede buscarse fundamento en dos de trabajo no hay comprometido más
derechos capitales, incorporados ambos j que un interés individual, al que el Es-
a las bases de núes ira legislación, y por ¡ tado debe permanecer ajeno. No es un
igual necesarios al pleno desenvolvimien- hecho de mero interés individual el que
to de la personalidad humana. La liber- procede de una situación que alcanza a
tad de trabajo es el uno, la libertad de muchos millares ele individuos; el que
contratar es el otro. sirve de exponente a los peligros y Jos
Evitando plantear la cuestión que esto sufrimientos que esa situación entraña
suscita en el terreno de las generaliza- para una parte numerosa de la socie-
ciones y de las escuelas, de modo que dad: para aquella parte a cuya salud y
entren en oposición principios abstrac- a cuyas fuerzas está confiado el cultivo
tos: prerrogativas del individuo y facul- de los campos, la construcción de las
tades de la sociedad, individualismo y habitaciones, la elaboración del pan, eí
socialismo (términos, en suma, más que transporte de las personas y las cosas
antagónicos, concordantes y complemen- y todos los demás elementales servicios
tarios, como los de autoridad y libertad, que hacen posible la existencia material
como los de derecho y deber), atengá- de la sociedad entera. Absurdo en cual-
monos simplemente, para orientarnos,, a quier tiempo el criterio que negase a un
las prescripciones expresas de la legisla- hecho derivado de ía manera como ta-
ción positiva de estos pueblos. En nues- les servicios se ejercen su interés colec-
tra Constitución, como en otras consti- tivo, lo sería doblemente desde que la
tuciones americanas, se consagra de ma- organización en grande de la industria
nera explícita el principio de la libertad ha acumulado en fábricas y talleres ver-
de trabajo, y de la forma como en aqué- daderos ejércitos de conscriptos del tra-
lla se le define, es posible inferir si ha- bajo, que constituyen, por su imponente
bría, en la intervención de que se trata, muchedumbre, una demostración objeti-
menoscabo de los fundamentos de nues- va, abierta a las miradas de todos, de
tras leyes. «Todo habitante del Estado ía suma de fuerzas, intereses y destinos
—dice la Constitución del Uruguay—pue- que están vinculados al desempeño de
de dedicarse al trabajo, cultivo, indus- esas funciones de utilidad común.
tria o comercio que le acomode, como La disminución de salud y de energías
no se oponga al bien público o al de los por el trabajo excesivo, prematuro o mal
ciudadanos.» reglamentado, importa, colectivamente,
El bien público y de los ciudadanos es, un mal, si menos violento y ostensible,
pues, el límite que la Constitución de más hondo y persistente que el de una
la República ha señalado al ejercicio de infección epidémica, ante cuyas amena-
las energías laboriosas. Y es indudable zas el Estado concentra, sin protesta de
que dentro de las más elemental concep- nadie, sus medios de defensa, y hace
ción del bien público entra el bien de la pesar, sobre los derechos e intereses que
salud general, o sea el bien mismo de la sea menester lesionar, la razón de fuerza
v
'da, cuya preservación es anterior a mayor. El mal físico que nace del can-
Malquiera otro deber de la sociedad sancio del taller no se mide en toda su
constituida en Estado, porque radica en extensión por las tablas de mortalidad
la más simple imposición natural, que se que denuncien la frecuencia de las muer-
Manifiesta, aun en el ser destituido de íes tempranas en los centros fabriles, ni
r
azón, por el instinto de la conservación por la proporción que representen los
de ia especie. obreros en los cuadros de morbilidad;
sofístico fuera sostener que en el obre- aún sería necesario agregar lo que la
662 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Conviene recordar desde luego que la ' frecuentes, entre ¡a opulencia y el ham-
libertad de contratar no es ilimitada ni I brc. Es la forma cabal del pacto leoni-
ilegislable. El precepto constitucional j no. Cierto es que este vicio de desiguai-
que, asegurando el goce de los derechos ! ciad podría observarse a menudo en mu-
individuales, prescribe que nadie podrá chas otras convenciones legales; pero no
ser privado de ellos sino conforme a las ; con tal desproporción, y sobre todo, no
leyes, no la ha exceptuado de su alcan- : con el carácter de un hecho tan común y
ce. Nuestra legislación común, en punto consuetudinario, Debajo de esa libertad
a las relaciones entre el patrono y los formal, cuya intangibilidad se defiende
obreros, permanece inmovilizada dentro en el arrendamiento de servicios, se
de moldes anteriores a la profunda oculta en realidad un fondo insondable
transformación que, en las condiciones : de coacción y violencia. Los más brutales
del trabajo humano, han sucedido desde i abusos, las explotaciones más inicuas,
el último siglo al centuplicado impulso I son condiciones aceptables para el que
del desenvolvimiento industrial, dando 1 delibera sobre lo que le proponen, cuan-
por resultado un concepto enteramente : do la deliberación se plantea entre estos
nuevo del carácter jurídico de aquellas j términos: vivir o morir. Y si se recuer-
relaciones. No pasan nuestros Códigos da que es un principio jurídico inconcu-
del concepto del simple «arrendamiento so, en cuanto a la validez de los conve-
de obra», inapropiado y mezquino para nios, que el consentimiento dado en cir-
caracterizar una cooperación que debe cunstancias de violencia moral vicia de
regularse por una idea, mucho más alia nulidad lo convenido, no será mucho
y noble, de solidaridad. Pero, aun en que, moralmente a lo menos, veamos
estos límites estrechos, han tenido espa- : una suprema razón de nulidad en las
cio para dar, siquiera sea rudimentaria- obligaciones que contrae el trabajador
mente, formas efectivas al principio de j que arrienda sus fuerzas bajo la pre-
que, en éste como en cualquier otro ob- 1 sión de las angustias de la necesidad. El
jeto de convención, hay un término in- oprimido a quien se reconoce derecho de
franqueable a la voluntad de las partes emanciparse cuando quiera no es un es-
contratantes, y así, nuestra legislación ci- | clavo; pero si esa fuga o liberación a. que
vil y comercial estatuye que nadie puede i se le reconoce derecho ha de equivaler
obligar sus servicios por un tiempo inde- ¡ para él al hambre y a la muerte, ¿qué di
terminado, ni para empresa u obra que I ferencia le separa de la condición del es-
no sea concreta. La libertad de contra- ¡ clavo, si no es la vanidad del nombre?
tar ha de someterse a los límites que Limitar una libertad, aparente y falaz
le señalan ele consumo las demás mani- jen el acto del contrato, significa, pues,
festaciones de la libertad del individuo y resguardar una libertad infinitamente
los fines esenciales de la sociedad. más real y preciosa: la de i a verdadera
Por otra parte, es argumento que na- posesión de sí mismo, la del uso de la
die ha podido desvirtuar, aunque ha sido i propia personalidad, inconciliable con
propuesto reiteradamente al debate, el ; jornadas que absorban tocio el tiempo
que señala lo precario y ficticio de una de vida en automático servicio del pro-
libertad de contratar ejercida en condi- vecho ajeno.
ciones de desigualdad tan notorias como Pero si la intervención del poder públi-
|as que separan al industrial que ofrece co, con las limitaciones que necesaria-
trabajo clel obrero que llama a sus puer- mente "imponga en la libertad de traba-
tas. £s el contrato entre la fuerza y la i jar y contratar, es, en principio, legítima,
tiebilídad; entre la libertad y la necesi- ! queda por resolver aún si ella es opor-
dad; y e r i casos extremos, pero no in- ! tuna; si responde a una necesidad que
664 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS
no pueda satisfacerse de manera mejor. que, aun cuando por excepción se eleve
Allí donde los medios de iniciativa pri- a ellas, se verá impedido de llevar sus
vada resulten débiles o inconducentes propósitos benéficos más allá de ciertos
para ía satisfacción de una conveniencia límites, por el hecho de que su propia
pública, allí y sólo allí empieza la juris- calidad de excepción le pondría, durante
dicción del Estado en el sentido de aten- mucho tiempo, en condiciones inferiores
der a ella; a menos de hipertrofia!- el de competencia.
Estado su poder, y sofocar el fecundo Otro medio, mucho más adaptado al
desenvolvimiento de la espontaneidad in- conocimiento de la naturaleza humana
dividual...—¿Hay, pues, dentro de las ac- y a la historia de esta cuestión social,
tuales condiciones de las sociedades hu- puede señalarse para excusar al poder
manas, y concretamente, de la sociedad público de la ingerencia en los conflictos
de que se trata ahora, recursos eficaces del trabajo. Consiste este medio en fo-
con que arribar a una satisfactoria re- mentar en obreros y patronos, el espíritu
glamentación del trabajo y una justa de asociación profesional, de modo que
protección de los trabajadores, prescin- cada una de esas parcialidades se orga-
diendo de la acción directa de la ley? nice y adquiera personalidad corporati-
Indudablemente los habría, si el in- va, relacionándose entre ambas y pro-
dustrial tuviese de ordinario una concep- pendiendo a equilibrar sus conveniencias
ción clarividente y elevada de las exigen- y derechos. La facultad de contratar, en
cias de su interés definitivo. Levantán- materia de trabajo, podría ser abando-
dose entonces por encima del aparente nada sin temor a las contingencias de
y transitorio interés que pueda moverle una libertad no restringida, si, frente s
a la desconsideración y la injusticia con una asociación de los intereses patrona-
sus colaboradores forzosos, llegaría a les, que uniformase fas manifestaciones
comprender que una estrecha solidari- de su voluntad, hubiera constituido un
dad de destinos lo vincula a éstos, y fuerte haz de sindicatos obreros, auto-
que no debe, por tanto, abusar de sus rizados por la ley para el contrato co-
fuerzas ni exacerbar sus agravios, sino lectivo, de modo que desapareciera fe
ver en el agente productor y ver en sí debilidad del proletario que estipula in-
mismo como dos órganos cuya integri- dividualmente con el patrono; y dotados,
dad es mutuamente necesaria para am- además, de una base material suficiente
bos, siendo la condición de la salud de como para ofrecer al capital la confian-
un cuerpo único. Las persuasiones de za de una responsabilidad efectiva en
esa elevada consideración de utilidad, de cuanto al respeto de sus convenciones.
interés bien entendido (ya que moti- En tal caso, el interés legítimo del tra-
vos más altos de filantropía y desinte- bajador tendría su amparo y su vigilan-
rés no es posible incluir, por desdicha, cia en sí mismo, y el juicio arbitral P 0 '
entre los móviles comunes de las accio- dría dirimir pacíficamente todas las disi-
nes humanas, serían suficientes para am- dencias de obreros y patronos, sin que
parar al obrero contra los excesos de el Estado necesitase abandonar su nor-
la brutalidad o la codicia, sin necesidad ma de abstención.
del escudo protector de la ley. Pero bien Cualesquiera que sean sus condicione?
se comprende que semejante garantía es, de madurez en lo presente, tal solución
en realidad, asaz precaria y problemática. es, sobre toda duda, un ideal a que se
El industrial está lejos de ser siempre debe tender; es la fórmula superior y
un espíritu superior... El interés particu- completa, más sólida y más digna que
lar no se eleva fácilmente a considera- otra alguna, puesto que busca su fyn"
ciones de esa índole. Y puede agregarse damento en las costumbres, y su ínl"
ñera intuitiva apenas se pasa de lo más j fije el uso de ios servicios del trabaja-
exterior de él. dor con ia necesidad de respetar las na-
Debe, en general, desconfiarse, contra turales diferencias determinadas por la
la creencia vulgar, de las leyes que no distinta aplicación de esos servicios.
establecen excepciones ni especifican di- Tal es el resultado de ia más somera
ferencias. El objeto a que se aplican las ; consideración de las cosas, y tal es tam-
leyes, el fondo diversísimo e inestable de I bien el ejemplo, en todas partes en don-
la sociedad humana, es cosa demasiado ! de se ha reglamentado legalmente el tra-
apartada de la simplicidad para que una bajo. Los pocos pueblos que han sefia-
medida absolutamente común sea, las lado un límite a la jornada del obrero
más de las veces, conciliable con el acier- adulto no lo han hecho sin atender, de
to y la justicia. Pero tratándose de ia uno u otro modo, aquellas causas de
cuestión que examinamos, la verdad de desigualdad. En la legislación francesa,
esa observación sube de punto, porque la jornada de diez horas, que establece
difícilmente se hallaría materia más com- la ley de 1900 y que ha entrado en vi-
pleja que ésta. Aún no se ha dicho todo gencia desde 1904, alcanza sólo a los
con señalar la diversidad de las indus- obreros que trabajen en los talleres y
trias entre sí. La complejidad se repro- | manufacturas donde también se ocupen
duce, a menudo, en los distintos momen- ! mujeres y niños. Para los demás, rigen
tos de la actividad de cada industria. las doce horas que prescribe el decreto
Numerosas son las clases ele trabajo en . dictado, durante la efímera República de
que un horario inflexible no se adaptaría | 1848, por el llamado Consejo de Luxem-
a las necesidades cambiantes de la pro- burgo. Pero, además de esta primera di-
ducción, según las estaciones, según la ferencia, así este decreto como aquella
inclemencia o la bonanza del tiempo, y i ley están sujetos en la práctica a nume-
según las mil causas que influyen en las 1 rosas excepciones. El decreto de 1.848 es-
alzas y bajas de la demanda. | tablece que «los reglamentos de admi-
Se deduce de aquí, y es menester re- ! nistración pública determinarán las ex-
conocerlo, una de las indudables venta- j cepciones que sea necesario introducir
jas que el libre acuerdo entre las partes en la disposición general, por razón de
tiene, en principio, sobre la intervención la naturaleza, de las industrias o de cau-
del Estado para la solución de las difi- í sas de fuerza mayor». Y ia ley de 1900
cultades del trabajo. Presupuesta una or- está limitada en su aplicación por dispo-
ganización de los intereses patronales y siciones como las de la ordenanza de
gremiales en la que estos últimos estu- 28 de marzo de 1902, que autoriza los
viesen dotados de fuerza suficiente con trabajos extraordinarios fuera del máxi-
Que equilibrar los medios del patrono, mo normal de diez y doce horas, en de-
cada industria, cada gremio, se daría au- terminados géneros de industria o en
tonómicamente la jornada que mejor ciertos casos de urgencia.
conviniese al orden de sus tareas, armo- La legislación suiza ha consagrado, des-
nizando en ella las aspiraciones legíti- j de 1877, el horario universal de once ho-
mas del industrial y del obrero; modifi- [ ras; pero no sin dar lugar, por el ar-
cándola según su experiencia, y adaptán- ', tículo 11 de la famosa ley de aquella fe-
dola al cambio de las circunstancias. j cha, a los pedidos de autorización para
Pero mientras tal organización no exista prolongar extraordinariamente la dura-
y la intervención del Estado sea necesa- j ción de las horas de trabajo; pedidos
ria para compensar la debilidad de una i que, según el termino de la prórroga,
c e
'- las partes, esta intervención debe te- j deberán dirigirse a las autoridades del
!ler
por norma conciliar ios límites que distrito o al Gobierno federal.
668 JOSÉ ENRIQUE RODO. —OBRAS COMPLETAS
abierto para que trabajen algo más que los zapateros mecánicos, los operarios
ios otros aquellos que más lo necesitan, sastres, etc. Trabajan diez horas: los cor-
o que más aptos son, o que más ambi- tadores sastres, los ebanistas de fábrica,
ciones tienen; y con esto respetaremos los caleros, etc.
los principios fundamentales de nuestra Excusado es decir que estos gremios,
organización democrática, y tutelaremos que, en un régimen de ilimitada libertad,
el más alto y vital interés de los traba- cuando no hay máximo obligatorio de
jadores. tiempo, han obtenido, por su propia ges-
tión o por espontánea concesión del in-
IV dustria!, jornadas inferiores a once ho-
ras, en nada verían modificado su hora-
Si en tal forma se modificase el ho- rio por la vigencia de una ley que fijase,
rario inflexible de ocho horas que pro- con carácter de excepción, el máximo de
pone el Gobierno del Uruguay, puede once. Es obvio que los industríales que
asegurarse que su aplicación no traería han podido adaptar el movimiento re-
consigo alteraciones de cuantía en las gular de sus empresas a aquellas jorna-
actuales costumbres de nuestra organiza- nas breves, sin que los moviese a ello
ción industrial, ni haría otra cosa que más que su propio interés o el de conci-
completar una evolución, favorable a las liar con los obreros, sólo tendrán motivo
jornadas breves, que se ha desenvuelto para mantener, y aun reducir, sus hora-
sin la intervención del Estado. Pocas se- rios, desde que sepan que todo Hempo
rían las industrias a las que viniese es- ; que exceda de las ocho horas normales
trecho el término máximo que tolera la ; entra en la condición de trabajo extraor-
flexibilidad de un horario de ocho horas dinario, con derecho a ser beneficiado
normales y tres extraordinarias, o que en Ja retribución.
no pudieran ceñirse a él sin graves per- El término de las jornadas varía, en
juicios. Las jornadas que pasan de once otros gremios, según las estaciones del
horas son, en nuestras fábricas y talle- año; y es, sin duda, una de las ventajas
res, una rara excepción. de una fórmula flexible la de dejar sub-
Debe tenerse en cuenta, desde luego, sistir estas diferencias, que la fórmula
que el horario fijo de ocho horas es una absoluta abatiría con su rasero nivelador.
conquista ya alcanzada en muchas de las Así, los peones de las barracas (o depó-
industrias cuyo funcionamiento peculiar sitos) de maderas, trabajan nueve ho-
no opone dificultades insalvables a esa ras en verano y ocho en invierno; los
limitación de tiempo. Gozan actualmente de las barracas de lanas, nueve y media
de la jornada de ocho horas, por libre I en invierno y diez en verano; los de las
1
acuerdo entre obreros y patronos, gre- barracas de carbón, nueve y diez horas
mios como los alhamíes, los carpinteros respectivamente; los aserradores, ocho y
de obra blanca y de ribera, los herreros, nueve horas; los operarios de las fábri-
íos herradores, los operarios joyeros, los : cas de vehículos, ocho y diez.
escultores en madera, los calafates, ios Fuera de estos horarios constantes (y
aserradores de ribera, los trabajadores sin que entre en cuenta el trabajo a do-
e
n mármol, los ebanistas de taller, los • miciiio, ni el que se tasa por piezas, y
e
laboradores de cigarrillos y de fósforos. no por el término de duración), quedan
En otros gremios, el horario actual, pa- I los casos en que el horario es indeter-
sando de ocho horas, no alcanza a once. I minado y variable según mil circunstan-
Trabajan nueve horas: los talabarteros, cias que se relacionan con las desigual-
l°s lustradores de muebles, los malete- ! dades de la demanda u otros motivos de
a s y bauleros, los aparadores de botas, i oportunidad, El aditamento de las horas
672 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ñas llegarían a trece, desvirtuaría el es- que la habitación del obrero, la casa del
píritu de la ley, desde que, a pesar de modesto empleado. Sostén, infinitas ve-
no tratarse ya de tareas de gran esfuerzo ces, de una familia, el modesto empleado
muscular, el excesivo embargo de tiempo une a ía exigüidad de sus recursos la
contrariaría los fundamentos morales de pesada carga, ajena al obrero, de un
ía jornada máxima con la anulación de decoro social que le obliga en el modo
la personalidad inteligente y libre, no de vestir y en el modo de alojarse. Para
deberá olvidar que las interrupciones de colmo de males, el empleado desconoce,
actividad, en las labores de este género, o poco menos, el medio, a que ya está
comportan frecuentemente la posibilidad habituado el menestral, de la protesta
de reposar la atención y de expandir el pública y ruidosa que se complementa,
espíritu fuera d<d objetivo directo del en caso necesario, con la apelación a la
trabajo, permitiendo en cierta medida las huelga; y lejos de poner de manifiesto
conversaciones, la meditación, las lectu- sus dolores y reclamar para ellos la
ras, etc., etc. atención y el interés de los demás, ha
Ha habido acierto en la inclusión del de callarlos y disimularlos a menudo con
empleado de comercio dentro del alcan- los disfraces de la pobreza vergonzante y
ce tutelar de la ley. Y cuando un estudio de las conveniencias y respetos del mun-
exacto y prolijo de la organización y las do. De otros puntos de vista, y singular-
prácticas administrativas haga la refor- mente del que se refiere a la suprema
ma oportuna, es indudable que deberá razón de la salud, no aparece menor la
extenderse también una reglamentación necesidad de volver la mirada a este gé-
semejante a las oficinas que dependen nero de obreros tan injustamente des-
del Estado. atendidos. El trabajo sedentario, de mu-
Ha sido, durante mucho tiempo, una chas horas, en el local cerrado, con fre-
limitación injustificada de las reivindi- cuencia estrecho e insalubre; en la acti-
caciones en favor del trabajo el hecho ttud malsana del dependiente de escrito-
de que ellas se circunscribieran casi ex- rio, o en ía prolongada tenencia en pie
clusivamente al obrero, al menestral, del que atiende a las tareas del mostra-
manteniendo en olvido a otro género de dor, se desenvuelve en condiciones in-
trabajadores, y singularmente a los em- dudablemente más antihigiénicas que
pleados de comercio y de oficina. Pero muchas de las labores de fuerza muscu-
en los últimos años se ha abierto paso, lar practicadas al aire libre o en el am-
y de día en día se acentúa en las legis- biente de talleres y fábricas.
laciones europeas, una tendencia a co- La modificación fundamental del pro-
locar a esos olvidados de ayer bajo la yecto en el sentido de autorizar el tra-
Protección de las leyes que reglamentan bajo extraordinario dejaría lugar, como
el trabajo. «El empleado y no el obrero queda dicho, para que tareas de distinta
—ha dicho Gustavo Le Bon con la habi- índole se ajustasen sin grandes trastor-
tual rigidez de sus fórmulas—es el ver- nos a la ley. Pero, aun modificada de
dadero paria moderno.» Apartando lo ab- acuerdo con esa conveniencia, la ley per-
soluto de esta proposición en lo que manecería inadaptable a las peculiares
afirma como en lo que niega, queda un ¡ condiciones de cierto orden de trabajo,
sólido fondo de verdad, que entre nos- j respecto del cual no puede menos de
ot
ros puede fácilmente comprobarse. En | establecerse una excepción, dejándole pa-
nuestro ambiente, cabe asegurar que los ra ser reglamentado según su peculiar
dolorosos dramas de la angustia econó- naturaleza. Aludo al trabajo de mar.
mica, las luchas con la escasez y la mi- Ya se haya limitado la denominación
rria, tienen por escenario, tanto o más de marineros, en el proyecto del Gobier-
RODO.—22
674 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
no del Uruguay, a los que se ocupan en favorables condiciones que quedan den-
el tráfico del puerto; ya comprenda tam- tro de las necesidades y costumbres de
bién a ios de la navegación marítima la vida de mar.
y fluvial, es evidente que el género de
actividad que les es propio obedece a cir- VI
cunstancias y procedimientos que no po-
drían identificarse sin violencia con ios Ninguna parte más indiscutida, ningu-
del trabajo de fábrica o taller, ni con los na más indiscutible, en la organización
de ios transportes terrestres. La vida de legal del trabajo, que la que se relaciona
mar es cosa aparte. Aun cuando el al- con la limitación de las tareas impuestas
cance de la disposición no pasara de las a los niños. Cuando se trata de este ob-
embarcaciones auxiliares del puerto, fácil jeto, todas las disidencias fundamentales
sería convencerse de cuan impracticable desaparecen, todas las opiniones se con-
es. La premura inherente a la clase de funden en un asentimiento unánime, que
operaciones en que se emplean; las des- apenas tolera discrepancias en cuanto a
igualdades, que no habría forma de evi- la medida y las formas de la aplicación,
tar, en el tiempo de trabajo; la imposi- como si el supremo instinto de la espe-
bilidad de medir este tiempo por las ho- cie, acudiendo en salvaguardia de su por-
ras de permanencia a bordo (permanen- venir, inhibiese, en la conciencia de to-
cia que, para el marinero, es como el dos, las consideraciones egoístas, los in-
modo habitual de habitación o domici- tereses transitorios, los apasionamientos
lio), a menos de contar el armador con de escuela o de doctrina,
triples reservas de personal que se tur- Y, sin embargo, ha sido necesario re-
nasen para bajar a tierra, o de hacer mover ideas llenas de prestigio para lle-
cesar diariamente sus servicios cuando gar a este mismo acuerdo parcial. No
se cumpliese el horario, son dificultades es sin cierta impresión de cosa de otra
que no se resolverían sin perjudicar con- edad y otro mundo como leemos hoy las
siderablemente a la rapidez de las opera- páginas, no muy viejas, en que Herbert
ciones, con lo que se anularía un alicien- Spencer, caracterizando la transforma-
te indispensable para mantener la activi- ción de las tradiciones liberales en ten-
dad de ese tráfico, o bien, sin recurrir a dencia al socialismo de Estado, bajo los
encarecer las tarifas, con ío que el re- gobiernos de Palmerston y Gladstone, in-
sultado sería igualmente desviar del cluye entre los que tiene por signos de
puerto de Montevideo una gran parte de extraviada política—aun reconociendo la
los buques de paso que hoy se detienen bondad de los móviles—el hecho de que
en él. Excusado es decir que aún me la ley interviniese en el trabajo de las
parecería mayor la gravedad de este pun- minas y de las más penosas industrias,
to si no se tratase sólo del tráfico por- para impedir que los niños muy peque-
tuario, sino también de los demás géne- ños fuesen ocupados en él. Es dudoso
ros de marinería. que, en nuestros días, alguien se atrevie-
Forzosa es, pues, la excepción a que ra a hacer coro a esas protestas del ilus-
me refiero no para dejar a un gremio de tre teórico del individualismo. Los más
trabajadores fuera del alcance protector radicales individualistas, los más irredu-
de la ley, sino para dar a la protección cibles partidarios del liberalismo econó-
de la ley, en lo que a él importa, forma mico, se inclinan ya ante la intervención
eficaz y congruente. Aconsejándose de del Estado en el trabajo de los niños.
los centros gremiales, de patronos y de Los pueblos más reacios a entrar de lle-
marineros, podrá llegarse a determinar, no en el movimiento intervencionista
en el trabajo de estos últimos, las más que ha suscitado en otras partes todo un
diez y media, y los obreros, ocho o nue- sible cultivar la vida de familia, los
ve. La limitación de la jornada, en los vínculos de la amistad, y participar de
menores de dieciocho años, a un término ciertas manifestaciones de recreo.
inferior a la de los adultos, no compla- Entre nosotros, el descanso dominical,
cerá a la mayor parte de los industriales, forma en que la ley religiosa de los pue-
que. por lo que he podido investigar, blos cristianos ha consagrado el reposo
consideran como una necesidad de la or- hebdomadario, es costumbre observada
ganización y disciplina del taller el hora- en casi todos los establecimientos fa-
rio uniforme para la totalidad del perso- briles y en la gran mayoría de los co-
nal. Pero esa limitación es elemento in- merciales; con excepciones, en su mayor
separable del espíritu de la ley que se parte justificadas, ya por las condicio-
proyecta. nes de funcionamiento de cierto género
Una inspección cuidadosa ele las for- de industrias, ya por la índole de los
mas en que actualmente se realiza el menesteres públicos a que responden.
trabajo traería a luz, seguramente, mu- El problema que, a propósito de esto,
chos excesos e irregularidades en lo que ha de resolver el legislador, no es el de
se relaciona con el trabajo de los niños. la necesidad, casi unánimemente reco-
Así, en la tarea de los saladeros es fre- nocida, del descanso semanal, sino el de
cuente ver empleados a menores de doce, determinar si este descanso ha de co-
once y diez años, en faenas como las de rresponder invariablemente a los domin-
dividir las osamentas, tirar el lazo, o gos, o si ha de procurarse una fórmula
barrer los residuos de la matanza, y esto, que consienta más diversidad en la indi-
aun en el invierno y en tos días de llu- cación de los días que se destinen al
via. Los carretilleros de playa, a pesar de asueto. Posible es que si se consultara
la ordenanza municipal que prohibe a los la voluntad de los trabajadores, ellos op-
menores la conducción de vehículos, sue- tasen, casi en su totalidad, por que se
len ser niños de no mucho más de diez les concediera el domingo. No ha sido
años, que participan del horario común otro el resultado de las informaciones
de doce a quince horas; y a esta causa levantadas entre los obreros franceses,
atribuyen los trabajadores del gremio la con motivo de la aplicación de las nue-
mayor parte de los accidentes que sue- vas leyes de trabajo; y por otra parte,
len producirse en él. ello se deduce (aun sin tomar en cuenta
los motivos de orden religioso, que no a
todos alcanzan) de la simple considera-
VII ción de ser tradicionalmente el domingo
el día en que prevalecen diversiones, de-
La necesidad del descanso semanal es portes y paseos; en que el solaz y la ale-
Punto que puede darse por resuelto en gría toman, por decirlo así, un carácter
teoría, y ha sido sancionada, con más público, y en que el espectáculo de las
o menos amplitud, por las leyes de casi expansiones ajenas estimula el deseo de
todas las naciones que han abordado la las propias. Pero, a poco que se refle-
r xione, aparece clara la dificultad del des-
egiamentación legal del trabajo. Militan
Para justificar ese descanso, y con doble canso universal del domingo; no sólo
imperio quizá, las mismas razones en porque conduciría a hacer de aquél un
^ue se funda la reducción del tiempo día monótono y tedioso, sin medios de
u locomoción ni de recreo, inhábil, por
iario de tarea: así las que se refieren a
ia tanto, para el objeto a que se le destina-
higiene, como las de índole moral, que
aclaman para el trabajador un día de ría (y no es inoportuno recordar a este
lib-ertad y de respiro, en que le sea po- respecto la proverbial tristeza del do-
678 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
mingo en las ciudades inglesas y anglo- i di da, en el mes, de cuatro días de sala-
americanas); sino también porque es for-' rio. Pero no es aventurado afirmar que
zoso reconocer que hay géneros de tra-! esta disminución de beneficios será acep-
bajo que no toieran, como los otros, una j tada sin hesitar por la gran mayoría de
interrupción periódica de su actividad, i los obreros, a cambio de poder satisfacer
Así, las fábricas de labor continua, en | periódicamente una necesidad de liber-
las que la suspensión de la fuerza mo- j tad y expansión que radica en los más
íriz irrogaría graves perjuicios; las lí- elementales instintos de la naturaleza
neas telefónicas, los ferrocarriles, tran- humana. Cuando el canciller Bismarck
vías y demás medios de comunicación; arguyo contra esta forma de la interven-
las imprentas donde se editan diarios, ción legal, invocando el interés del pro-
etcétera, etc. Esta es la causa de que en letario, fué consultado en Alemania un
los países donde se ha adoptado eí des- plebiscito de trabajadores, y las tres
canso obligatorio del domingo, la ley se cuartas partes de ellos votaron por el
haya visto en la necesidad de establecer descanso semanal, aun cuando él impor-
innumerables excepciones, referentes a tase la pérdida del salario de los días
determinados ramos de comercio e in- ¡ del asueto.
dustría; y estas excepciones dejan fuera j
del beneficio del descanso un inmenso ¡ VIII
número de obreros, o restringen para ]
ellos ese beneficio. Tal es el procedimien- ¡ Al movimiento en pro de la interven-
to en la ley suiza de 1877, en la espa- ] ción legal en el trabajo del niño ha su-
ñola de 1904, en la proposición votada cedido muy luego, en todas partes, el
por la Cámara de diputados francesa en que propende a lo que es, en cierto
1902, etc. La República del Paraguay tie- ; modo, un complemento lógico y necesa-
ne en vigencia desde hace cinco años rio de la protección de la infancia; la in-
una ley que consagra la clausura domini- ! tervención legal en el trabajo de la mu-
cal de todos los establecimientos comer- jer. Las leyes de esta naturaleza suelen
ciales e industriales. En la Argentina se designar a las mujeres y los niños bajo
ha sancionado también el descanso de la denominación común de personas pro-
los domingos; pero su cumplimiento no tegidas. Por lo que se refiere a la mujer,
parece, ni con mucho, suficientemente la fórmula ideal, que ha sido preconiza-
asegurado. Con mejor acuerdo propone da muchas veces en la propaganda de
resolver el problema el gobierno del Uru- los filántropos y la doctrina de los higte-
guay. Según lo que él proyecta, los pa- nistas, consistiría, sin duda, en que ella
tronos podrán optar por conceder o no i sólo trabajase dentro de su casa y n 0
a sus obreros el descanso del domingo; ¡ participase del trabajo de fábrica y ta-
pero, en este último caso, habrán de di- ller; por lo menos, después de su matri-
vidir su personal en siete grupos, que monio. Desgraciadamente, esta aspira-
se turnarán para el descanso en los dis- ción generosa, fundada en el más cabal
tintos días de la semana, de manera concepto del cometido que la naturale-
que no sea forzoso quebrantar la conti- za y la sociedad confían a la esposa y
nuidad de la labor en los trabajos que la madre, parece muy lejana de su rea-
lo requieran. j lización. La concurrencia de la mujer
Una única objeción cabe oponer, en a los talleres y las fábricas representa
nombre del interés de los obreros, al ca- hoy, umversalmente, una proporción ma-
rácter obligatorio dado al reposo sema- yor que nunca. En las industrias del er
nal. Es la que consiste en recordar el tejido y de confección de ropas, el P '
perjuicio que para ellos significa la per-1 sonal de mujeres suele alcanzar a doble
cuidado que se debe a la mujer obrera tran la reducción considerable del tiem-
en el trance de ia maternidad. po de la gestación en la mujer sometida
El proyecto del Gobierno del Uruguay durante su embarazo a un esfuerzo físi-
establece que la operaría de fábrica o co tenaz; y como consecuencia del na-
taller dispondrá de un mes de reposo cimiento prematuro, la inferioridad cons-
después del parto; pero sería menester tante, en peso y vitalidad, de los niños
dar carácter de obligación, y no simple- que nacen de las obreras concurrentes
mente de derecho, a esta tregua, y com- al taller hasta el momento del parto, res
plementaria y ampliarla de acuerdo con pecio de aquellos otros cuyas madres
las consideraciones que expondré. han reposado en las casas de Mater-
El descanso obligatorio de la mujer nidad.
después del parto es de los puntos en La Asociación Nacional francesa ins-
que la legislación obrera universal ha tituida para propender a la protección
llegado a una conformidad casi unáni- legal de los trabajadores, votó en 1903
me. Incluida, a iniciativa de Jules Si- la resolución siguiente: «Las mujeres no
món, la necesidad de tan justo descan- podrán ser admitidas al trabajo durante
so, entre las proposiciones adoptadas en los dos meses que preceden al término
1890 por la memorable conferencia in- presunto de su embarazo, ni durante el
ternacional de Berlín, ha sido consagra- mes que siga al alumbramiento.» Y el
da luego por las leyes de casi todas las ya citado proyecto de Ley del Trabajo
naciones de Europa, sin otra excepción que el Gobierno argentino envió en 1904
de país de importancia industrial que la al Congreso, prescribe con fuerza obliga-
de Francia, donde un movimiento de toria «un descanso de veinte días antes
opinión, en que cooperan la autoridad del parto y cuarenta después de él».
de la ciencia y los sentimientos piado- Pero ia imposición legal del descanso
sos, apresura cada día la adhesión de ia de la madre, puesto que su mera autori-
ley nacional a esa conquista de huma- zación sería ineficaz, trae consigo la ne-
nidad y civilización. cesidad de arbitrar el medio de subvenir
El plazo generalmente fijado al reposo a la manutención de la obrera durante
de la madre es el de las cuatro semanas los días en que se la excluye del taller:
posteriores al parto. Pero la Confedera- de otro modo sería contraproducente, e
ción Helvética, en su gran ley obrera de inhumana una obligación que la priva-
.1877, que coloca todavía a la ejemplar ría de recursos en las circunstancias en
república en el más avanzado puesto en- que más habría menester de ellos. I~a
e
tre los pueblos de Europa, en materia subcomisión de Trabajo que, en la l10;
de legislación del trabajo, dio anticipa- gislatura anterior a la actual, dictamii
damente una amplitud mayor a esa me- sobre este punto, acordó proponer que
dida humanitaria que luego adoptarían el Estado tomara provisionalmente a su
los demás países; y consagró también cargo ese subsidio, hasta tanto se fun- en
el descanso de la madre en los días dase una Caja Nacional de seguros y P ~
inmediatamente anteriores al alumbra- siones para obreros. Juzgo aceptable, en
miento. Dispone dicha ley que no serán lo esencial, esta idea. Según cálculos de
admitidas las mujeres, en las labores in- aquella Comisión, considerando el tér-
dustriales, dentro de un espacio de ocho mino medio de natalidad, que alcanza, en ]S
semanas, distribuidas «antes y después la ciudad de Montevideo, única del pa
del parto». donde hay obreras de fábrica y taller en
El fundamento higiénico del previo re- cantidad apreciable, a unos ocho mil ue
poso ha sido corroborado, dondequiera, nacimientos por año, y suponiendo q
por experiencias reiteradas, que demues- hasta la tercera parte de ellos correspon-
diesen a las madres obreras, lo que ex- ralidad, de] mayor número, y hasta el
cede de toda razonable presunción, se supremo interés de la integridad y la
tendría un número aproximado de dos existencia misma de la patria, que sólo
mil quinientas obreras con derecho a estarán aseguradas en la medida de las
esta gracia, lo que representaría una fuerzas con que las generaciones que
erogación de treinta y siete a treinta y en ella se sucedan sean capaces de de-
ocho mil pesos anuales. fenderla en la guerra, y de robustecerla
Es lícito creer que ese subsidio no ha- y perpetuarla en la paz, por la virtud
bría de pagarse más de un año, siendo de su fecundidad y su energía.
la fundación de la Caja de pensiones
obreras un pensamiento que subyuga las
simpatías de todos, y que puede conside- IX
rarse en vísperas de su realización. Pero
aun cuando el socorro del Estado hubie- Una importante omisión conviene re-
ra de durar algunos años, no asumiría, parar en el organismo de esta ley; la de
por cierto, el carácter de una erogación las disposiciones que limiten el trabajo
odiosa o vana. El Estado, que no escati- que se realiza durante las horas de la
ma su acción protectora cuando se la noche.
requiere para las distintas manifestacio- i Si cualquier género de trabajo diurno
nes de la iniciativa particular en el fo- ; ha menester reglamentarse para concor-
mento de todas las actividades benéficas; : dar con la salud e indemnidad del obre-
que concede primas y exenciones con ro, el trabajo nocturno puede decirse
que estimular las empresas de utilidad I que es, en sí mismo y por esencia, anti-
común incapaces de sostenerse por su ; higiénico y antinatural, verificándose en
esfuerzo aislado; que propende al desen- i horas que la naturaleza tiene destinadas
volvimiento de las altas tendencias del al reposo. Las restricciones y cuidados
espíritu, aun en aquellas artes y aque- j de que se le rodee no harán más que
llos espectáculos de que sólo puede be- : atenuar su carácter nocivo.
neficiar una parte restringida de la so- Pero no siendo conciliable con la rea-
ciedad; que da dinero para asociarse a lidad actual una absoluta prohibición del
fiestas y regocijos populares, y que, fi- trabajo nocturno en talleres y fábricas,
nalmente, otorga pensiones, a menudo cabe, por lo menos, excluir de él al niño
cuantiosas, con que asegurar el decoro y la mujer, con lo cual, no sólo se res-
de la vida a las familias de los que le petarán razones de higiene, sino también
consagraron sus servicios, no podría con- muy claras consideraciones morales. El
siderar pesada la carga que tuviese por trabajo de ía mujer, fuera de su casa,
justificación el más sagrado e imperioso . durante las horas de la noche, trastorna
de los intereses, como es el de la salud las más fundamentales condiciones de la
y fortaleza de las generaciones a que ha ¡ vida doméstica y lleva fatalmente al
de transmitirse en herencia el patrimo- ]abandono y desorganización de la fami-
nio nacional. Y no cabe dudar de que j lia. En el niño, cuyo organismo requiere,
ningún interés más imperioso que el de [ más que otro alguno, desenvolverse a la
la salud y la fortaleza física del pueblo, i luz, la actividad en ausencia de ésta fo-
Porque en él se comprenden y resumen menta, además, para lo sucesivo, el hábi-
todos los intereses: desde el económico, to de velar por la noche, funesto a la
Que está necesariamente vinculado a la disciplina de la vida.
opacidad y resistencia de los elemen- La magna ley suiza de 1877, a la que
tos de trabajo, hasta el interés moral de más de una vez he hecho referencia, ex-
Procurar la felicidad, y por tanto la mo- tiende, en este sentido, su solicitud pro-
682 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
lectora hasta los obreros adultos, deter- para esa importantísima función, sin cuyo
minando por uno de sus artículos que el cumplimiento cabal la ley no pasará de
trabajo nocturno no será admitido más letra vana, y cuyas dificultades de orga-
•que a título de excepción y cuando el nización en los países de industria muy
obrero consienta en él de buen grado. La vasta y compleja se cuentan entre los
legislación de los demás países de Euro- j más serios obstáculos con que se ha lu-
pa se limita en este punto a tutelar (aun- chado y se lucha todavía para una efi-
que con numerosas salvedades y toleran- caz reglamentación del trabajo. Lo inci-
cias) a la mujer y al menor, difiriendo piente y sencillo de nuestro organismo
sólo en la determinación de la edad de industrial facilitará relativamente esa ta-
este último y en las horas dentro de las rea de inspección que, confiada a per-
cuales se considera comprendido el tra- sonal idóneo, no sólo asegurará la fiel
bajo nocturno. observancia de la ley, sino que será siem-
Por lo que toca a la edad, podría se- pre uno de los medios positivos de in-
ñalarse, en nuestra ley, el mínimo de j vestigación y de estudio con que propen-
diez y seis años. En cuanto a las horas, derá completarla y reformarla.
•un horario que las fijase entre las nueve
de la noche y las cinco de la mañana en
"ios meses de noviembre a abril, y entre XI
las ocho de la noche y las seis de la ma-
ñana en los de mayo a octubre, se adap- Se ha observado, a mi entender con ra-
taría regularmente a nuestro medio. Una zón, la conveniencia de advertir en el
reglamentación de las circunstancias ma- texto de la ley que, para los efectos de
teriales del trabajo nocturno será más ella, sólo se tendrán por fábricas o ta-
oportuna en la ley que tenga por objeto lleres aquellos en que trabajen más de
ia higiene y seguridad en los talleres. tres personas que no sean el cónyuge,
los descendientes o ascendientes o los
hermanos del patrono.
X Casi todas las leyes similares han con-
sagrado una restricción análoga, con el
Un determinado orden legal de trabajo objeto de apartar del alcance de sus dis-
supone la necesidad de cuidados de vi- posiciones a los pequeños talleres, deno-
gilancia e inspección. Por el proyecto del minados en Francia talleres de familia
Gobierno del Uruguay, se comete provi- I El carácter, en cierto modo odioso, de
sionalmente a los funcionarios de poli- una intervención que habría de llegar al
cía, mientras no se establezca un servicio sagrado del hogar doméstico; las ven-
de inspectores, el desempeño de aquellos tajas que en el orden moral realzan el
oficios. Fáciles son de calcular los in- trabajo que se verifica en la casa sobre
convenientes y deficiencias de una ins- el que se ejerce fuera de ella; las difi-
pección así constituida, y el desagrado cultades materiales de una inspección
con que forzosamente se recibirá la in- que alcanzase al primero, y hasta la pre-
tervención policial por los industriales, i sunción de dignidad humana, de que la
que quedan obligados a franquear a los ! autoridad del jefe de familia velará su-s
agentes de ella las puertas de sus talleres \ ficientemente por la salud y el bien d
o sus fábricas; pero el carácter provisio- los suyos, han concurrido a determinar
nal de este procedimiento contribuirá, esa excepción.
acaso, a hacerlo soportable. Será necesa- No es posible negar, a pesar de ello,
rio preocuparse de crear, en el más bre- que del punto de vista de la eficacia
ve término posible, el órgano adecuado práctica de las leyes de esta naturaleza,
depurada, una positiva y fecunda liber- estrictamente exija el bien común de los
tad, harto preciosa, como todas las li- hombres.
bertades humanas, para que sea lícito su-
jetarla a otros límites que a aquellos que 1908.
OBRA DE HERMANOS
En el álbum de una Exposición Agrícola
La obra del labrador de ideales—pen- sión de su obra dentro del campo de las
sador, artista, poeta—se hermana sin di- más positivas realidades humanas, cuan-
ficultad, para quien mira de lo alto el do el eco del canto se transfigura en
conjunto de las activas fuerzas humanas, acción, cuando la nota de la marcha se
con la del cultivador de las realidades inflama en heroísmo, cuando la moral
positivas: con la de aquel que recibe los del sistema se concreta en conducta.
dones de la opima mies, del lucio reba- Y aún sin llegar a estas transformacio-
ño, del metal que esconde en sus pro- nes que requieren la alquimia misteriosa
fundos tuétanos la tierra. Sobre ambos del tiempo; ¿no nos ofrece el arte ejem-
tiende el Trabajo su enseña gloriosísima. plos de una vinculación más inmediata,
Ambos son hijos buenos del Trabajo, Sea más íntima, con las inspiraciones de la
en pensamiento laminoso, en fácil verso, prosperidad y el bienestar material...?
en pincelada inmortal; sea en opulento ¿Qué es, en su aspecto más característi-
vellón, en rubio trigo, en áureo lingote, co, el glorioso arte flamenco, sino la apo-
ambos pagan bien su parte de vida. No teosis de la vida de abundancia y de
siempre reconocen su fraternidad, y hay sensualidad sana y fecunda, que esplen-
veces en que se miran con recelo. No de en las romerías, en las alegres ker-
importa. Son picapedreros de la misma messes de Teniers?—-De aquellas rome-
roca, sembradores del mismo predio; y rías, de aquellas ferias, tomó colores un
cuando vuelven, después de la jornada, arte... Cuando estas fiestas del trabajo,
hay una Madre que los confunde en el cuando estas citas civilizadoras con que
mismo abrazo de amor. Del campo fe- aspiramos a reemplazar, en el semide-
cundo por el brazo tosco y fuerte—¡ cuán- sierto americano, la cita bárbara de los
to más noble que el de Adán anterior a montoneros para la revuelta, de las pa-
la condena, exento de traba jo I—nacen siones para la devastación, hayan adqui-
las frondas de las civilizaciones podero- rido la perennidad de la costumbre y el
sas y ricas; y luego esta vegetación flo- colorido propio sin' el cual no habrá nun-
rece, por su propia ley, con las mara- ca asunto valedero para el arte, a ellas
villas de color y fragancia de las grandes recurrirá acaso el artista, para encontrar
épocas de pensamiento, de cultura, de en la belleza que nace de la alegría del
arte. Tal florescencia preciosa es, pues, vivir, del consorcio fecundo con la Na-
indirectamente, obra del rudo trabaja- turaleza, de la eterna geórgica del campo
dor, que ni pensó nunca en ella, ni acaso, domado por la mano del hombre, la ins-
si la conociese, la estimaría en su divina piración que sustituya a las leyendas,
hermosura. Tampoco suelen pensar el ya mustias y descoloridas, de la guerra
poeta, el pensador, el artista, fieles a su civil.
labor desinteresada y libre de toda uti- Entre tanto, arte y utilidad pueden
lidad consciente, en la posible repercu- bien ir de compañeros entre nosotros,
por cuanto tienen intereses convergentes res hemos de inmolar todos los odios,
y tienen también comunes enemigos. Una todas las preocupaciones del pasado, to-
actividad gloriosa los identifica dentro de das las influencias de esterilidad, de es-
su capacidad inmensa: el Trabajo, o lla- tancamiento y de muerte.
mándola con nombre más grande aún
y más sagrado: la Vida, en cuyos alta- 1903.
EN EL ÁLBUM DE UN POETA
Alaben otros, ¡oh poeta!, la perfec- y un eco para nuestras tristezas.—Ellos
ción de tus ánforas cinceladas. Yo pre- le hablaban para decirle: «Haznos, esta-
fiero decirte que tu verso sabe hacer pen- tuario, una estatua. Que llore o ría; que
sar y hacer sentir; que tu poesía tiene muestre el gesto del amor, de la medita-
un aía que se llama emoción y otra ala ción o del desprecio. Pero que sea perfec-
que se llama pensamiento. Siendo igual- ta y que sea pura.» Nosotros le decimos:
mente justo, te habré dicho, sin duda, | «Escúlpenos una elegía en mármol ne-
mucho más. Los que en tiempos cerca- | gro; y haz de modo que bajo los plie-
nos recorrieron la senda que va de las gues armoniosos de la túnica parezca la-
estatuas esbeltas y delicadas de Gautier tir un corazón.» Llenos de estremeci-
a los grandes mármoles de Leconte, ama- mientos íntimos, al mismo tiempo que
ron en el poeta el don de una impasibili- de sueños ambiciosos de arte, nosotros
dad que resguardara a las líneas del cin- quisiéramos infiltrar las almas de los
cel impecable del peligro de un estreme- héroes de Shakespeare en el mármol de
cimiento. Menos paganos, nosotros gus- los dioses antiguos; quisiéramos cincelar,
tamos de recordarle nuevamente el mito con el cincel de Heredia, la carne viva
del pelícano; porque, sin dejar de tener de Musset.
la idolatría de la forma, necesitamos, a
la vez, un arrullo para nuestro corazón 1896.
PERFIL DE CAUDILLO
Discurso leído en la velada literaria que celebró el Club Rivera,
de Montevideo, en conmemoración de la toma de las Misiones,
el 22 de mayo de 1907
paralizar en mi lengua las fibras que res- vimiento de los hechos, forzándolos a
ponden a estos dos afectos venerandos: un falso desenlace que no lleva el sello
el sentimiento de la patria, sin el cual expreso de nuestra voluntad; porque otro
no hay corazón de hombre que sea más y más digno que el de una transacción
que un vil saco de polvo, y la admira- diplomática habría sido, según toda líci-
ción del heroísmo guerrero, energía su- ta presunción, el camino por donde lle-
blime, rayo ejecutor, por cuyo medio se gáramos a la independencia, si el vence-
comunica la nube, que es la idea, con dor de las Misiones, entonado por los
el suelo, que es la realidad, alientos del triunfo, organizado su Ejér-
Propicio como pocos a la expansión cito del Norte, y después de nuevos lau-
de esos dos sentimientos es el heroico ros arrancados aún más cerca del cora-
episodio que hoy conmemoramos. Para zón del Imperio, desciende al teatro de
quien considere las cosas con mirada va- su legendario prestigio, recordando que,
ga y somera, Misiones, después de Itu- si en su diestra había estado la espada
zaíngó, podrá no ser, si me toleráis la ex- del Rincón, también había estado en su
presión, más que un pleonasmo histórico, diestra la espada de Guayabos.
o cuando mucho, un esfuerzo accesorio, Como quiera que sea, Ituzaingó y Mi-
que no tiene virtud sino para comple- siones prepararon la solución de 1828.
mentar y apresurar lo que ya Ituzaingó Pero aún faltaba poner a prueba la re-
había irrevocablemente asegurado. Pero sistencia del organismo por esa solución
quien cale más hondo, quien sea capaz constituido; remover del uno al otro ex-
de llegar al alma de los hechos históri- tremo el esqueleto de la incipiente na-
cos, percibirá que la significación de la ¡ cionalidad, para patentizar su trabazón
conquista de Misiones es inmensamente indestructible; y, quizá por esto, después
mayor: a punto de que no hay, en el de Ituzaingó y de Misiones, vienen los
transcurso de los acontecimientos que se veinte años de lucha contra Rosas: Tu-
abren con la cruzada de 1825, página que pambay, Yucutujá, el Palmar, y pasando
más sin reserva podamos vincular al he- por el soberbio episodio de Cagancha,
cho de nuestra definitiva independencia, la Defensa de Montevideo;—la Defensa
de nuestra constitución como nacionali- de Montevideo, es decir: la santidad pa-
dad. Porque si se tiene en cuenta que tricia de Suárez, el genio militar y tri-
aquella última jornada de nuestra heroi- bunicio de Pacheco, la sabiduría política
ca leyenda se realiza, no ya sin el con- i de Santiago Vázquez, la pluma vengado-
curso de los aliados para quienes se rei- ra de Florencio Várela, el valor caballe-
vindicara hasta entonces el territorio resco de Francisco Tajes, la abnegación
de la que había sido su provincia, sino espartana de Marcelino Sosa, la legen-
contra la voluntad y con la hostilidad daria personalidad de Garibaldi; la De-
de estos mismos aliados, se sigue que, fensa de Montevideo, pensamiento y ac-
si suprimimos la solución diplomática de ción, inteligencia y heroísmo, tribuna gi-
1828 y prolongamos idealmente las con- gantesca y baluarte ciclópeo, lengua ins-
secuencias probables del triunfo de Mi- pirada de civilización y brazo armado de
siones en el sesgo de los acontecimientos libertad; la Defensa de Montevideo, lo
que hubiesen sobrevenido, veremos que más grande que se haya realizado en
el término a que se arribó por aquella suelo americano a partir del último ca-
solución se habría demorado acaso más, ñonazo de Ayacucho, aunque entre en
pero con mayor honra para nuestra his- cuenta la convulsión suprema del suelo
toria. Y llega el sentimiento patriótico a de Méjico para rechazar de sí el impe-
dolerse de que las convenciones de la i rio de Maximiliano.
diplomacia atajaran el natural desenvol- ¡ En los preámbulos de esta epope3ra de
alta talla intelectual entre sus contempo- ca. Y partido de propaganda y de tribu-
ráneos. Su gobierno, caracterizado por na continuó siendo en las posteriores
las iniciativas de organización y reforma evoluciones de nuestra democracia, aun-
de don Lucas Obes, asumirá, cuando se que la fuerza real fuese la suya y aun-
escriba la historia de nuestro país, signi- que hubiera de volver contra su propia
ficado análogo al que tiene, dentro de la fueraz real su vocación razonadora e in-
historia argentina, la gran administra- quieta.
ción liberal de Rivadavia. Quiso en todo Señores: El Club bajo cuyos auspicios
momento, para sí y para sus actos, un nos hemos congregado manifiesta tener
ambiente de libre publicidad; y hay un clara noción de una de las más hondas
decreto que lleva su firma y es para él necesidades nacionales cuando persevera
un timbre de honor como homenaje tri- en actos de esta índole, Necesitamos,
butado a la libertad del pensamiento. Por como del aire y de la luz, formar nues-
eso, ia histórica colectividad que tuvo tra historia; en el doble concepto de
por núcleo el círculo de adictos del ge- empezar a elaborarla sólidamente con los
nera! Rivera se caracterizó desde su na- esfuerzos de la investigación erudita, y
cer como partido de discusión, de pro- de animaría en el sentimiento del pue-
paganda y de tribuna. Nació, ese viejo blo y colorearla en su imaginación, me-
partido, armado de todas armas para las diante las apoteosis y las glorificaciones,
luchas de la controversia, y nunca olvi- las estatuas, los cuadros y los cantos.
dó acompañar o preceder la acción con Evoquemos, sin dejar perderse ocasión,
la palabra, como se lo imponía, desde las sombras de nuestro legendario pasa-
luego, su espíritu liberal; porque, así do, para que, como nubes de purifica-
como cada organismo está sujeto en la dora tempestad, refresquen y electricen
naturale2a a ciertas condiciones y mane- nuestro ambiente; y dirigiéndonos a la
ras de vida, que serían mortales para se- que comparece hoy, precedida del sol de
res de distinta organización, cada colec- gloría que acaba de alumbrarnos, digá-
tividad humana tiene, según el espíritu mosle: «Patriarca de los tiempos viejos;
que la anima, formas propias y peculia- caudillo de nuestros mayores; grande y
res de existencia; y la silenciosa quietud generoso Rivera: ¡Levanta eternamente
a cuyo favor prosperan admirablemente sobre nuestro horizonte tu sombra tu-
los partidos autoritarios, es ambiente le- telar, agigantada como en un inmenso
tal para las agrupaciones modeladas en espejismo; cabalgando en campos de
los principios y las costumbres de la aire, a la manera de Santiago en las
libertad. Partido de propaganda y de tri- leyendas de España; y con el mismo
buna fué el partido del general Rivera j irresistible impulso, con el mismo alien-
cuando daba asilo en su seno a los pen- ¡ to de huracán con que condujiste a los
sadores, a los publicistas, a los poetas i jinetes de tus cargas heroicas a doblar
proscriptos de Buenos Aires por la bár- las huestes enemigas, condúcenos a nos-
bara tiranía de Rosas, y cuando, en me- otros, conduce a tu pueblo, en la infi-
dio a las tribulaciones de un sitio formi- nita sucesión de los tiempos, a la reali-
dable, hacía de Montevideo la ciudad zación de la justicia, de la fortaleza y
más reflexiva y espiritual de Sudaméri- de la gloria!
IBEROAMÉRICA
ciudadanía en la ciudad ideal que, como un orden de estudios que recibía su ins-
aquella con que soñaban en Weiraar los piración de la necesidad de adaptar todo
dos geniales colaboradores de Las horas, organismo social al armónico desenvol-
reúne a los espíritus verdaderamente vimiento de los principios y trascenden-
emancipados, bajo el lábaro único de la cias del gobierno propio. Por la eficacia
verdad y la belleza. de la educación así regenerada, aquella
Por eso hay en la mayor parte de sus grande época tendía a asegurar los triun-
juicios una seguridad que ha respetado fos del. presente con la conquista del por-
el tiempo, y por eso también su figura es, venir, y estampaba el sello en la mente
mejor que cualquiera otra, el centro de una generación a la que tocaría custo-
adonde transportarse para abarcar el diar el. arca de la cultura patria, lleván-
cuadro literario de su época, porque él dola consigo en largo y proceloso destie-
mismo lo consideró con esa visión am- rro mientras duró el régimen bárbaro
plia y serena que anticipa, sobre las pa- que había de prosperar sobre las ruinas
siones de los con temporáneos, la mirada de aquel glorioso alarde de civilización.
de la posteridad. Esos que traspasaban entonces los lin-
des de la infancia; los hombres nuevos
ÍI a quienes Juan Cruz Várela, el poeta
consagrado del sentimiento liberal y cí-
El ó de mayo de 1809 nació en Bue- vico de sus contemporáneos, saludaba,
nos Aires, de padre español y madre ar- con la emoción de la esperanza, en uno
gentina, Juan María Gutiérrez. Recibió, de sus cantos solemnes (1), no debían
desde niño, aquella insustituible unción ver jamás, o debían verlo sólo cuando
literaria que se adquiere en el hogar do- treinta años de luchas e infortunios los
méstico, cuando en él hay biblioteca es- ¡ separasen de aquel radiante amanecer de
cogida y se oye hablar con interés y gus- j su vida, un predominio tal de la inteli-
to en cosas de letras; género de inicia- j gencia, informando el organismo social
ción que rara vez suplen del todo las como soplo animador y plasmante; res-
influencias del colegio ni de la lectura plendecienclo como supremo prestigio de
hecha en plena juventud. Sin apartarse la personalidad y acatada como fuerza
un solo instante del cultivo de esa tem- efectiva de gobierno. La prensa y la tri-
prana vocación, siguió estudios de mate- buna, que se transfiguraban por la ad-
máticas, hasta completar los cursos de quisición de un carácter adoctrinador y
ingeniería bajo la dirección de aquellos digno; las tendencias nacientes de asocia-
Senillosas, Fernández y Mossottis, de cu- ción intelectual, que levantaban centros
yas venerables figuras había de trazar de propaganda y de cultura, estimulando
tan amorosas semblanzas en su curioso al pensamiento en todas sus actividades
libro sobre la historia de la Enseñanza generosas; la cátedra, que se adaptaba
Superior. a nueva ciencia y nuevos métodos; el
En los últimos tiempos del ensayo de canto mismo de los poetas, que aspiraba
organización republicana que empieza, en a ser también una fuerza de acción,
Buenos Aires, con el sosiego de 1821, la arraigada en la sensibilidad, para valer
juvenil generación de que formaba parte a la empresa de regeneración que lo ins-
Juan María Gutiérrez henchía los claus- piraba, concurrían, como otros tantos
tros de la Universidad que acababa de toques de cincel, a transformar la fiso-
erigir el genio civilizador de Rivadavia, j nomía heredada de la sociedad de la co-
sustituyendo en ella los moldes de la vie- lonia y creaban una atmósfera de emu-
ja enseñanza colonial, no modificados
fundamentalmente hasta entonces, con (1) A la juventud argentina, 1822.
cución. Luego de sufrir tres meses de son los que manifiestan, en una forma
cárcel, pena de que participaron otros más ingenua y humana, un sentimiento
de los reos de igual delito, buscó eí re-' más profundo.
fugio de Montevideo, al promediar el En cuanto al magisterio intelectual de
año de 1839. Nuestra pequeña y graciosa Florencio, que fué, sin duda, eficaz y
ciudad de aquellos tiempos convirtióse poderoso sobre parte de la emigración
así en único escenario de la cultura ar- juvenil, no se manifestó tanto en forma
gentina. pública y escrita, hasta la aparición del
El elemento pensador de la primera ! diario que vive vinculado a su trágica
emigración se personificaba en dos her-1 gloria, como por el adoctrinamiento ín-
manos ilustres: Juan Cruz y Florencio ' timo y oral. Su C3.SEI de Montevideo fué
Várela. Tenía ei mayor de ellos ía repre- j cátedra familiar y salón académico, En
sentación de la aristocracia intelectual j su primera juventud, había soñado con
de la época de Rivadavia. Representaba ] los lauros del poeta. Su poesía resonó
el segundo la persistencia del mismo I al par de la del cantor de ítuzaingó, en
ideal político y literario, dentro de una i las mismas formas solemnes y austeras
generación que había de caracterizarse, J de la lírica; templada un tanto la arro-
en uno y otro sentido, por ideales míe- j gancia oratoria de Juan Cruz por un tono
vos y emancipados de la tradición. ¡ algo más sobrio y horaciano. Cantó co-
Juan Cruz mantuvo, en los comienzos ¡ mo él a los triunfos de la guerra con el
del. destierro, su actividad de publicista, j Imperio, a los esfuerzos de la obra de
acompañando los esfuerzos iniciales de la i organización liberal, y saludó la resu-
organización oriental con la propaganda : rrección de Grecia, en nombre de la
de El Patriota, bajo el ministerio refor-1 América libre, después de Navarino. En
mador de don Santiago Vázquez. Su ins-1 ei destierro, dedicó cantos de noble, si
piración de lírico, que había despertado j no muy alta inspiración, a la concordia,
al calor de una época gloriosa en la ! a la paz, a la prosperidad del nuevo Esta-
guerra y en la paz, y estaba hecha a ser I do, que debía ser el campo de su propa-
la consagración de sus triunfos, quedó, j ganda gloriosa y el suelo amigo de su
por algunos años, como en mudo estu- tumba. Abandonó después el cultivo del
por, con el fracaso del gran período de verso, y concentró su espíritu en el es-
civilización que había celebrado. En la tudio de la historia de América, a la
severidad espartana de su poesía no ha-1 que pensaba dedicar todos los afanes
lió una nota que se acordase con las <de su madurez. Su influjo literario fué
amarguras de la proscripción. Pero cuan- ¡ de resistencia primero, de moderación
do la juventud de la época nueva llegó más tarde, para la corriente innovado-
a Montevideo, el poeta que había salu-' ra, en cuanto ella discordaba de aquella
dado en ella, en días mejores, al porve- i severa disciplina que estaba en la edu-
nir y la esperanza, y a quien muy cor-j cación y en la propensión instintiva de
to plazo separaba de la tumba, alcanzó su mente. Su naturaleza intelectual era
a participar en el movimiento literario firmeza, sosiego, exactitud. Desconoció
que esa juventud inició, con sus últimos como publicista otras inspiraciones que
versos (1), que tienen ya la entonación las de la razón que domina, austera e
c
'e la elegía, aunque áspera y varonil, inmutable, desde su altura superior a
c
°Jno encastada con la grave sátira iíri- la tormenta; y aun en una propaganda
Ca
> y que serán, entre los suyos, los que que vibró en atmósfera inflamada por
más respete el paso del tiempo, porque las más nobles exaltaciones de la indig-
nación y los más justificados extremos
" ) El 25 de mayo de 1838, en Buenos Aires. I del odio, no se caracterizó su palabra
696 JOSÉ ENRIQUE RODO, OBRAS COMPLETAS
por la Invectiva ni el sarcasmo que ca- triunfos. En tal endeble poesía de cir-
lienta la pasión impetuosa, sino por la cunstancias, se asociaban, de contradic-
ecuanimidad, por la serenidad, por la toria manera, la ingenuidad, el abando-
justicia; por todas aquellas condiciones no, el candor, todas aquellas condiciones
que son el sello de la tranquila forta- del gusto y el estilo que manifiestan la
leza del ánimo, unida a las vistas lím- inexperiencia literaria, con el amanera-
pidas y seguras de la inteligencia. miento y el artificio propios de una re-
A la llegada de estos primeros pros- tórica que señalaba el último grado de
criptos, nuestra cultura propia daba es- afectación y decadencia en una escuela
casas muestras de sí. Constituida la na- moribunda.
cionalidad, el signo de su autonomía li- La organización incipiente y precaria
teraria se personificaba en Francisco concedía muy poco espacio a las tareas
Acuña de Figueroa, a quien se hubiera del espíritu que no se relacionasen di-
podido llamar, aún más que el poeta de rectamente con las porfías y las pasio-
la nueva República, el poeta de Monte- nes de la acción. La imprenta apenas
video: la encarnación del carácter de existía más que para el periódico polí-
una ciudad y de su crónica, animados tico. Ciudad nueva y atribulada, sin tra-
por cierta poesía, risueña y apacible, que dición intelectual ni reposo para haber
tenía algo del aspecto de esa misma constituido las formas fundamentales de
ciudad. Cuando la plaza fuerte dentro una cultura, Montevideo recibió de aque-
de cuyos muros había dado expresión, lla doble inmigración de escritores el
con el Diario del Sitio, a las últimas re- impulso que, perseverando con ellos y
sistencias del espíritu urbano y español, despertando a la vez la emulación de
se alzaba al rango de capital de un pue- los nativos, la levantó en diez años más
blo independíente y a la dignidad repu- a la condición de uno de los centros
blicana, cobró de súbito el acento del literarios más interesantes y animados
versificador que hasta entonces había de la América española.
militado en las humildes filas de la tra- Una nueva generación presentó sus in-
dición prosaica de .Triarte, o de la vulgar térpretes y voceros a rivalizar con la ga-
y villanesca de Lobo, cierto brío, cierta barda juventud argentina. El nombre
elevación, cierta nobleza, y tendió a ser que primero acude, en orden de tiempo,
el comentario lírico de las armas y de cuando se trata de personificar esa ge-
las leyes. Al propio tiempo, en otras neración innovadora, es el de Marcos
formas de su copiosa producción, más Sastre, benemérito amigo de la educa-
adecuadas a sus dotes nativas, interpre- ción popular. Pero radicado éste, desde
taba el poeta jovialmente la crónica me- la adolescencia, en Buenos 4ires, fue
nuda de la ciudad, los rasgos caracte- allí donde se desenvolvió su entusiasta
rísticos de su vida social y doméstica. acción intelectual, con la que presto
En el tono remontado y solemne no era servicios eficaces a la evolución de 1837
sólo su voz la que sonaba. Carlos Villa- como fundador del Salón Literario. Es,
demoros, Manuel y Francisco de Araú- en realidad, Andrés Lamas quien, antes
cho, entre otros que aún les son inferio- que otro alguno, anuncia en Montevideo
res, buscaban inspirarse en los aconte- la renovación del grupo dirigente y la
cimientos de la época. Eran sus cantos renovación de las ideas. Su participa-
como un remedo aldeano o infantil de ción en las contiendas de la vida públi-
la genialidad de aquel solemne y arro- ca se adelanta a la de los demás hom-
gante lirismo que había resonado en bres de su generación. Su palabra es la
América, durante la Revolución, para primera de escritor uruguayo en que se
propagar sus entusiasmos y saludar sus sienta el influjo de las tendencias de
tributaba sus aplausos al poeta que se José Tomás Guido había dado a la es-
revelaba, Florencio Várela, fijando su tampa, en 1834, una versión de la ¿fis-
atención en el movimiento literario eu- iona de la Filosofía, de Cousin.
ropeo, aparecía desconcertado por el de- El arribo a tierra firme, la orientación
clinar de los dioses de su culto; pedía definitiva después del período de ensa-
el desagravio para las sombras de Ho- yos, se anuncia por la memorable pro-
racio, de Racine y de Moliere; profeti- fesión de fe de 1837 y tiene, como signo
zaba con segura convicción que «Hugo literario, la aparición de La Cautiva. Si
pasaría», y se negaba a reconocer en la no la madura realización poética, se
revolución literaria otra cosa que una había logrado con aquellos versos de-
pasajera desviación y una recrudescencia finir el propósito para siempre oportu-
gongórica. Años más tarde, cuando tocó no. Tendiendo a desatar los vínculos
ai publicista del Comercio del Plata juz- que supeditaban la nueva dirección de
gar El Peregrino, de Mármol—y aun las ideas a una norma de imitación, en
cuando escribió el informe relativo al que el principio de obediencia que se
memorable Certamen de 1841—, dejó no- había abandonado con respecto a los
tar que la revolución de las ideas había clásicos parecía sancionarse otra vez con
labrado cierto surco en su espíritu. En relación a los maestros del romanticis-
cuanto a Juan Cruz, tampoco permane- mo, se ponía al pensamiento en eí ca-
ció reacio a toda influencia innovadora, mino de una franca emancipación; se
y en 1836, escribiendo a don Bernardino refundía el concepto de aquella escuela
Rivadavia para exponerle los principios literaria dentro de molde americano, y
de crítica a que se proponía ajustar la se la convertía en obra propia, en el
traducción, que entonces reanudaba, de sentido de interpretarla y adaptarla se-
h Eneida, tenía observaciones de un sen- gún las condiciones de nuestra naturaleza
tido profundo, que manifiestan el in- y de nuestro medio social.
flujo de una crítica nueva y levantan su Sabemos ya que el movimiento de aso-
juicio muy sobre el pensar del falso cla- ciación y propaganda que estas ideas
sicismo del siglo XVIII. promovieron en Buenos Aires fué inte-
Entre tanto, la juventud que por aque- rrumpido, al nacer, por la suspicaz per-
llos años entregaba a la vida pública secución de la tiranía, y que, con el
la decaída Universidad, donde la palabra destierro de la juventud que le comu-
dulce y persuasiva de Alcorta mante- j nicaba sus alientos, se trasladó a esta
nía, ella sola, la tradición de un glo- margen del río, donde tuvo inmediata-
rioso profesorado, empezaba a poetizar mente su periódico. El Iniciador, de
al modo nuevo, y a interesarse en otras Montevideo, representa para esa juven-
ideas que las que se le habían comu- tud como la última jornada del apren-
nicado en las aulas. Se generalizaba el dizaje, como el último día del aula. Des-
conocimiento de los modelos románti- i pués de él, las ideas literarias y sociales
eos. En 1835, una edición emprendida por que, nuevas y débiles aún, le habían
don Patricio Basabilbaso divulgaba la inspirado, se levantan con rápido vuelo
traducción que el argentino Miralla dejó a dirigir la actividad espiritual de la
hecha, en Cuba, de las Cartas de Jacobo época, y los que habían sido sus preco-
Of'tiz, el wertheriano epistolario de Hu- ces conversos hablan ya, más que como
so Foseólo. Abríanse paso, al par de insurrectos que proclaman, como vence-
ias nuevas ideas literarias, las corrien- dores que dominan.
tes nuevas de la filosofía y del derecho. Cooperando con la difícil propagación
*-enninier era resumido y comentado, del libro europeo, el periódico procura-
eri
interesante opúsculo, por Alberdi. ba difundir, desde sus páginas, a los
702 JOSÉ ENRIQUE RODO,.—OBRAS COMPLETAS
maestros de aquella grande aurora inte- tido a la doble ley del tiempo y del es-
lectual. Hugo, Manzoni, Lamartine, Es- pacio»; los diálogos festivos en que, bajo
pronceda; Fígaro, de cuyas críticas se el título común de Mis visitas, desplegó
hizo, en el mismo año de 1838, una edi- certeras dotes de crítica y observación;
ción por las prensas de Montevideo; La- las meditaciones, a menudo profundas,
mennais, cuyo apasionado estilo fué a sobre el estado social y los problemas
menudo imitado en los escritos de la propios de la América recién emanci-
época; Cousin, Saint-Simón, Lerminier, pada, En una de ellas realzaba, con
se divulgaban en las transcripciones o sentida elocuencia, el urgente interés de
resúmenes de El Iniciador. Al propio la propagación de la enseñanza, como
tiempo, la escena teatral se abría a la suprema virtud regeneradora; glosaba
irrupción romántica, y en nuestro viejo en otro de esos artículos doctrinarios,
San Felipe triunfaban Don Alvaro, Ma- dirigiéndose a los hombres de su gene-
clas, Catalina Howard, La torre de Nes- ración, las palabras postumas de Saint-
le, Los amantes de Teruel. Simon a sus discípulos: «El porvenir es
Interesante es atender al desenvolvi- vuestro»; hablaba en otros —El Pueblo,
miento de El Iniciador en los escritos La Aristocracia en Sur-América, Fiestas
propios de sus redactores. De don Andrés públicas—de la dificultad de convertir
Lamas—que en la declaración de propó- en fuerza orgánica y autónoma la mole
sitos del periódico había trazado valien- inerte de las multitudes que la educa-
temente los rumbos de su propaganda, ción colonial y la semibarbarie del de-
pero que contribuyó al desenvolvimien- sierto habían preparado para la servi-
to de ella con escasa asiduidad, solici- dumbre o para el ciego desplome de la
tado bien pronto por las agitaciones de anarquía.
la política activa—, debe recordarse un La aplicación del pensador, del polí-
diálogo lleno de brío e intención (1), tico y del moralista aparece con más
donde recoge los ecos de desdén, de des- frecuencia que Ja del crítico propiamen-
confianza o de burla, que manifestaban te literario, en esas páginas. Y, sin em-
cómo aquella iniciativa autonómica de bargo, era la de don Miguel Cañé una
la juventud había herido ya los senti- organización moral profundamente se-
mientos de inercia, las raíces aún vivas llada por pasiones de artista. La voca-
del pasado, ya la superioridad recelosa ción, aunque nunca llegó en él a reali-
de los círculos. dad madura, le llamaba a una de las
Más asidua fué la colaboración de más inmunes consagraciones de escritor
Cañé. Citemos de su pluma el hermoso literario que hubiesen podido florecer en
juicio sobre Alejandro Manzoni, lleno aquella generación. Su crítica suele ofre-
de apasionado entusiasmo por el poeta cer, por esto, manifestaciones de un
y de anhelantes votos por la resurrec- desinteresado sentimiento de belleza, que
ción de Italia; el atinado examen de las no es cosa fácil encontrar en una lite-
tendencias de la Literatura, donde, sobre- ratura de periodistas y tribunos; aunque
poniéndose a todo lo que había de con- no se eximiese, como queda dicho, de la
vencional y transitorio en el romanticis- imposición común de un ambiente que
mo, señalaba, como la idea definitiva- obligaba a convertir la misma contem-
mente adquirida por aquella gran revo- plación y el mismo reposo en medios
lución, la de la variabilidad de la obra y maneras de lucha. Así, formulando
literaria, en «cuanto atributo del esta- un excelente juicio sobre Larra, supo
do y condición de los pueblos», «some- reconvenir a Fígaro el criterio, de todo
extraño a la pura apreciación estética,
(1) ¿Quiénes escriben «El Iniciador»? que le dictó su condenación de Antony-
A Cañé, según todas las apariencias, mordaz, acreditó la realidad del rasgo
pertenece, en efecto, el más hermoso y que señalaba don Juan Cruz Várela en
magistral fragmento de crítica que real- la genialidad de su pueblo, cuando afir-
ce las páginas de El Iniciador: el estu- maba que, como el caracterizado en la
dio de la personalidad y ta obra de Ma- expresión del gran satírico, nada bur-
riano José de Larra, que, publicado en lón. Algún durable elemento literario
ocasión de la muerte del gran escritor, podría sacarse tal vez de entre aquellas
constituye un juicio definitivo y perfec- encontradas muchedumbres de vocablos
to, que hoy podría figurar, sin alteracio- que combaten riendo: no, ciertamente,
nes, en el texto de una historia lite- por la fina espiritualidad, por la, elegan-
raria. cia, por el aticismo, sino en el género
Cultivó también, en su período de El de aquella sátira española del siglo xvm,
Iniciador, el cuento sentimental y poé- tan cerril y tan tosca, pero tan varonil,
tico. Más tarde, fijó su dedicación li- tan sazonada con las especias fuertes del
teraria en la novela, aunque sin asomo ingenio, que aún nos convida a franco
de originalidad americana ni de estudio y alegre reír en las páginas gruesas del
de ía realidad. Concertó esta vocación Gerundio, y que podría tener el símbo-
con la de dilettante en artes plásticas, lo de sus procedimientos en el manteo
mediante cierto género seminovelesco, de Sancho o en las tribulaciones del
que es conversación artística al par que Buscón en la Universidad de Salamanca.
narración (1). Lienzos y mármoles cons- El padre Castañeda es la personifica-
tituyen el fondo del relato, como en las ción militante de esa que podemos llamar
novelas de viajes los cuadros de la na- edad de piedra del donaire argentino.
turaleza. La crítica de arte alterna con Tiene para nosotros su sátira, como la
el desenvolvimiento de la acción, a la de las réplicas de Várela y la de quie-
manera del libro en que Mme. de Staél nes participaron con el uno o el otro
dio por escena los museos y las ruinas en aquellas jornadas de Fronda del pan-
de Italia a las figuras de Osvaldo y Co- fleto y el diario, la curiosidad de ofre-
rma. El modo de contar manifiesta en cer algo así como una cómica refrac-
Cañé cierta animación y elegancia; el ción de los hombres y las cosas de uno
fondo es tan reflejo y pobre como en j de ios períodos más trascendentes y so-
casi todo el novelar romántico trasplan- j lemnes en el desenvolvimiento orgánico
tado a tierras de América. de estos pueblos, y hoy las leemos con
Entre los colaboradores de El Inicia- aquel género de interés con que se re-
dor, ninguno de personalidad más resal- corre una página de caricaturas de Cham
tante que Alberdi. La crítica satírica de o de Nadar, donde aparecen, entregan-
costumbres, instrumento de los más efi- do sus rasgos a la travesura del lápiz,
caces para los fines del periódico, fué, aquellas figuras de otros tiempos que
en la literatura de su tiempo, iniciativa estamos habituados a mirar en las ac-
suya. No es que la sátira careciese de titudes dignas y nobles con que las fija
memorables precedentes en los escritos el grabado y nos las representamos en
de la anterior generación. Aquella pren- la contemplación de la historia.
sa turbulenta que controvertíó, durante La sátira, pues, era personal o polí-
la reforma de Rivadavia, las ideas de la tica cuando dejaba de ser indeterminada
organización social y política, lo mismo y abstracta. Alberdi la infundió carác-
C(
>n la gravedad del razonamiento doc- ter social; la animó con su sentido pro-
trinario que con la intención irónica y fundo de las necesidades y los intere-
ses de la sociedad en que escribía; la im-
(1) V, gr,: Esther: La familia de Sconner. primió el colorido de la localidad y de
704 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
buscarse sólo en el traslado de los colo- tos del espíritu, y que la manifestación
res de la naturaleza física, ni en la ex- de independencia que puede reclamársele
presión pintoresca o dramática de las es el criterio propio que discierna de io
costumbres, ni en la idealización de las que conviene adquirir en el modelo lo que
tradiciones con que teje su tela impalpa- hay falso e inoportuno en la imitación.
ble la leyenda para decorar los altares Propendiendo, con el impaciente amor
del culto nacional. Más extensa, más va- del neófito, a asimilar cuanto fuese arte,
ria, es la raíz, que anuda la creación del saber, selección de hábitos e ideas, no
poeta al suelo donde se produce. En la j podía ocultárseles que el desenvolvimien-
representación de las ideas y los senti- • to de la vida de ciudad exigiría progre-
mientos que flotan en el ambiente de una sivamente entre nosotros, del escritor y
época y determinan la orientación de la el artista, una profunda atención para
marcha de una sociedad humana; en la nuestras inquietudes espirituales, q u e
huella dejada por una tendencia, un cul- son, no las de una determinada latitud
to, una afección, una preocupación cual- de la tierra, sino las de todos los pueblos
quiera, de la conciencia colectiva, en las vinculados por ei genio de una misma
páginas de la obra literaria; y aun en las ' civilización; y que, a medida que nuestra
manifestaciones del género más íntimo y ¡ capacidad literaria adelantase, había de
personal cuando, sobre los signos de la adquirir superior importancia, sobre la
genialidad del poeta, se estampan los de espontánea sencillez del t e m a nativo,
la índole afectiva de su pueblo o su raza, aquel elemento de interés que denomi-
el reflejo del alma de los suyos, puede ; naba íxart la vitalidad intelectual de los
buscarse, no menos que en las citadas asuntos.
formas, la impresión de aquel sello ca- Pero, entonces como ahora, el america-
racterístico. Además, no es tanto la for- nismo de paisajes, tradiciones y costum-
zosa limitación a ciertos temas y gene-! bres, si bien era incapaz de dar la fór-
ros, como la presencia, en lo que se es- j mula de una cultura literaria que abar-
cribe, de un espíritu autónomo, de una i case toda la sustancia poética e ideal de
cultura definida, y el poder de asimila- ] nuestra existencia, que satisficiera todas
ción que convierte en propia sustancia j las aspiraciones legítimas de nuestro es-
cuanto la mente adquiere, la base que I píritu, representaba una parte necesaria,
pueda reputarse más firme de una verda- i y la más fácilmente original, dentro de
dera originalidad literaria. i la complejidad de una literatura modela-
Mo desconocían ni ignoraban esto los ¡ da en un concepto más amplio; y aun
directores de aquella generación. No des- con mayor oportunidad ahora que enton-
conocían ni ignoraban que la interpreta-j ces, él se adapta a un interés de la reali-
ción estrecha de la idea de americanismo dad social, por lo mismo que aumenta
que desplegaban por bandera, apenas ha- progresivamente el arraigo de los temas
bría dado de sí una originalidad obtenida más universales, y que en esas ráfagas de
al precio de incomunicaciones y descon- i antigüedad y de naturaleza puede venir
fianzas; originalidad que, tratándose de cierta virtud tónica y salubre para la con-
pueblos sin madurez para educar, apar- ciencia de pueblos un tanto descaracteri-
te de todo magisterio extraño su pensa- \ zados por el cosmopolitismo y un tanto
miento, valdría tanto como pobreza de negligentes en la devoción de su historia.
fondo e ingenuidad pueril o aldeaniega. Interesa a nuestro objeto examinar
Ellos sabían bien que una cultura novel hasta qué punto aquella generación ini-
y fundada en libertad sólo va en camino ciadora pudo hallar, en su esfuerzo de
ae ser fuerte cuando ha franqueado la | originalidad nacional, precedentes que lo
atmósfera que la rodea a los cuatro vien- i facilitaran; refiriendo estos precedentes,
712 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
no sólo a la circunscrita idea de america- en que da su flor una cultura. Aún tenía
nismo que hemos precisado, sino a cual- menos del ambiente propicio a aquel gé-
quiera otro reflejo directo de la realidad nero de pensamiento y de arte, rudo, pe-
y a cuanto importa dar expresión a las ro intenso y sanguíneo, que brota de los
espontaneidades y energías del sentimien- entusiasmos de la acción y de «las dispu-
to colectivo. tas de los hombres».
Sin duda, una gran parte de la literatu-
ra de la colonia era la expresión de ios
Vano sería buscar en el espíritu ni en sucesos reales y actuales de la sociedad
ia forma de la literatura anterior a la en que se producía; v. gr.: la abomina-
Emancipación una huella de originalidad ble literatura de recepciones, de exe-
americana. No eran influencias de escue- quias, de fiestas reales, q u e arropaba
la las que principalmente se oponían a la vistosamente la lisonja servil y añadía
aparición de esa originalidad, sino, ante un son vano al decoro de las ciudades
todo, ías condiciones de Ja vida y el tono donde se asentaba la autoridad de los
de ios caracteres. virreyes; pero la constante trivialidad de
El principio de imitación de modelos aquellos sucesos quita todo valor signifi-
irreemplazables, base de las antiguas ti- cativo a las páginas que los reflejan. Es
ranías preceptivas, eran, con relación al el diario de una travesía sin percances,
pensamiento y a ia sociabilidad de la co en sempiterna calma, bajo inmutable tol-
lonia, una fuerza que trascendía de su do de bruma.
significado y alcance literario, para con- [ Y si el carácter de la producción li-
vertirse en la fatal imposición del am-1 teraria no podía originarse de la presen-
biente y en el molde natural de toda acti- j cia de un alma colectiva, que imprimie-
vidad, lo mismo se tratara de las formas ¡ ra a la sociedad colonial sello peculiar y
de la producción intelectual que de otra distinto, tampoco era posible que brotara
cualquiera de las manifestaciones del es- de la dilatación del alma española al
píritu. La colonia, privada de toda espon- través del Océano que dividía el inmen-
taneidad en la elección de las ideas y so imperio, ni que recogiera su inspira-
ia confesión de ios sentimientos; entera- ción en los recuerdos y los sentimientos
mente extraña al poder que gobernaba de raza simbolizados en la bandera que
sus destinos y al magisterio que modela- tendía su sombra desde las columnas de
ba su cultura; dócil arcilla dentro de una Hércules hasta el Golfo de Méjico y el
mano de hierro, no pudo sino imitar el i Estrecho de Magallanes.
modelo literario que venía sellado por la i El progresivo desvanecimiento de la
autoridad de que recibía leyes, hábitos, j conciencia de esa unidad moral, en las
creencias. El remedo servil estaba en la colonias americanas, y la pérdida de todo
naturaleza del terreno de que se nutría sentimiento de la gloria y la tradición de
aquella lánguida vegetación literaria, co- la metrópoli, son hechos que inspiraron
mo lo estaba el gusto prosaico y enerva- al gran viajero de quien ha podido exac-
do, que sin dejar de explicarse por las tamente decirse que realizó a principios
influencias y por los modelos de la de- del pasado siglo un segundo descubri-
cadencia española, era también el reflejo miento de nuestra América, observacio-
de la monotonía tediosa de la vida y del nes llenas de interés. «Las memorias na-
tímido apagamiento de la servidumbre. cionales—afirma Humboldt—se pierden
Nacida de ocios fríos, la obra del escri- insensiblemente en I a s colonias, y aun
tor no respondía a un interés social ni lo aquellas que se conservan no se aplican
suscitaba. Poco tenía aquella paz, sin be- a un pueblo ni a un lugar determinado.
lleza ni espíritu, de la superior serenidad La gloria de Pelayo y del Cid Campeador
ha penetrado hasta las montañas y los ¡ prenta colonial, como herida de ía emo-
bosques de América; el pueblo pronuncia ción del presagio y el apercibimiento.
algunas veces esos nombres ilustres, pero Uno de los signos reveladores de la fun-
ellos se presentan a su imaginación como damental transformación que se operaba
pertenecientes a un mundo puramente en el espíritu público es, en los últimos
ideal o al vacío de los tiempos fabulo- tiempos de la colonia, la vibración cre-
sos» (1). ciente de ios afectos, las preocupaciones
En cuanto a las memorias y las leyen- y las necesidades sociales en la palabra
das de las razas que representaban la escrita; el movimiento de publicidad que
tradición de la libertad salvaje de Amé- iniciaron en Buenos Aires las memorias
rica junto a la posteridad del conquista- de Belgrano y ios trabajos de Víeytes,
dor, sólo con las protestas de la Indepen- para la propaganda de la libertad econó-
dencia pudo venir la reivindicación de mica, y que debía tener su más resonan-
tales reliquias del pasado como cosa pro- te manifestación de elocuencia en el Me-
pia de la tierra, como abolengo de su morial de los Hacendados, y su nota de
historia. «El colono de la raza europea sentimiento en el canto de triunfo con
—añade Humboldt—se desdeña de cuan- que el Rouget de i'ísle de las futuras
to tiene relación con los pueblos venci- victorias de la Revolución ungía ía fren-
dos. Colocado entre las tradiciones de la te de la poesía inspirada en las altiveces
metrópoli y las de la tierra de su cuna, del honor popular y en los arrobamien-
considera las unas y las otras con la tos de la gloria, sobre las calles donde
misma indiferencia, y muy raras veces aún no se había oreado el riego de san-
arroja sus miradas sobre lo que fué.» gre de la Reconquista. Y como elemento
Mudo y sin alma io pasado; ajena la de este ejercicio ele aprendizaje deí pen-
realidad actual a todo estímulo de pasión samiento propio, en vísperas deí tiempo
e interés, y cerrado, por una fatalidad en que él sería el motor de la marcha de
que excluía todo objetivo de la voluntad, la colonia emancipada, nace el amor al
el horizonte del porvenir, no era posible estudio de los orígenes históricos del Vi-
para la vida colectiva la expresión lite- rreinato, que no se manifiesta sólo por
raria, ni para la obra del pensamiento la investigación erudita y la exposición
individual la repercusión de simpatía que indiferente, sino que se colora ya, en los
la trocase en idea y sentimiento de to-
dos. La contemplación de una naturale- escritos de Funes, de Araújo, de Rivaro-
za cuya poesía desbordante no había sido la, y en las monografías locales que los
traducida al lenguaje humano jamás; los primeros periódicos acogen en sus pági-
rasgos propios que determinaba en las ! nas, con ciertos toques de sentimiento
costumbres la lucha de la civilización y tradicional y patriótico; al paso que se
el destierro, sólo hubiera sido posible generalizaban, entre los temas preferidos
que brindaran inspiraciones de originali- de aquellos mismos periódicos, las des-
dad a la lírica y la narración, si estas cripciones geográficas del suelo, con que
formas de arte hubiesen reposado, para se contribuía a fijar y definir la noción
las escuelas de aquel tiempo, en la imi- material de la patria que se esbozaba.
tación de la vida. Pero aún tuvo una manifestación más
Con la proximidad de la Revolución, genuinamente literaria e s e sentimiento
ciertas audacias e inquietudes del pensa- naciente de las cosas propias, y es el
miento aceleran las pulsaciones de la im- bosquejo de una poesía inspirada en 3a
originalidad de la tierra, que Labardén
trazó, remontando a ía entonación del li-
(1) Humboldt: Viaje a las regiones equinoc-
ciales del Nuevo Continente, cap. V, libro II. rismo la imagen de la naturaleza y p r o
714 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
cuchillas y las pampas; que reflejase I blo. Para que pudiera ser escrita aque-
una imagen de Jos Andes, por donde lla obra de iniciación; para que el can-
cruzaron los cóndores de San Martín, to del poeta adquiriera cierta oiginali-
y modelara en bronce la escultura he- dad expresiva de las cosas propias, era
roica del gaucho. menester que un vuelco radical de las
Germinaba en las trovas del payador, ideas literarias se verificara y que sal-
del gaucho guitarrero y vagabundo, una vase los mares el influjo de una revo-
hermosa poesía popular, que el poeta lución que debía ofrecerse al pensa-
clásico consideraba con el desdén del miento de América con los halagos de
trovador palaciano por el romance del una nueva sanción de su autonomía en
juglar villanesco; pero este desdén man- cuanto propagaba a los dominios de la
tenía desvinculada del movimiento lite- forma el aura bulliciosa de la libertad.
rario y del espíritu del hombre de ciu- Estaba en las afirmaciones y en los
dad esa espontánea floración de los ejemplos del romanticismo la benéfica
campos. El clasicismo del siglo xvili, en idea de la nacionalización de las litera-
que tuvo la escuela de los poetas de la j turas. Reaccionando contra la nulidad
independencia su modelo, había profun- j del modelo insustituible y del precepto
dizado, hasta hacerlo irreconciliable, el inviolable, aquella gran revolución re-
divorcio entre la inspiración popular y emplazaba con la espontaneidad que con-
la erudita, obstinándose en el propósi- dujese a cada pueblo a la expresión
to de formar alrededor del poeta noble j de su carácter propio, la imitación que a
y selecto una atmósfera diferente de! todos los identificaba en la misma fal-
aquella en que respiraba la multitud. I sedad, y oponía la filial vinculación del
De este lado del Plata, donde la vida j verbo literario con lo del suelo, la época
pastoril y gauchesca halló su origen; y el uso, a la abstracción de un clasicis-
donde la revolución adquirió el áspero mo que, indiferente a toda realidad de-
fermento democrático que la salvó para terminada, presentaba el tipo universal
la libertad, un payador semioculto, Hi- por norma de arte y aspiraba, no a la re-
dalgo, ensayó interpretar en forma es- producción directa y concreta de las
crita el balbuceo de la imaginación del cosas, sino a la significación de la verdad
paisano. Pero esta poesía, ni pasó de ideal depurada de todo accidente, vale
diálogos festivos que sólo muy super- decir, de todo rasgo local, de toda pecu-
ficialmente reflejaban el sentimiento po- liaridad histórica, de todo relieve de
pular, ni tuvo el más mínimo contacto originalidad.
con el raudal de aquella otra que, des- La poesía dejaba de ser considerada
pués de cantar al modo clásico las vic- como el patrimonio de ciertas selectas
torias guerreras, apuraba la solemni- civilizaciones que hacían durar su espí-
dad de sus acentos para servir de olím- ritu en ía herencia de perennes mode-
pica corona al liberalismo enconado y los, y pasaba a ser un don universal,,
patriótico de Rivadavia. un don humano, cuya originalidad daba;
No era posible, dentro del gusto de en cada una de sus formas históricas,
la época, la obra de reconciliación que j la medida de su valor, y cuya crítica ha-
había de ser el significado prestigioso i bía de fundarse en el modo de pensar
de La Cautiva, su mérito de oportuni-1 y sentir propio de cada raza y cada pue-
dad, tan superior a su valor de arte; blo, en el estudio, en su naturaleza, sus
ia obra de nacionalizar el espíritu de costumbres y sus tradiciones.
]a poesía en que florece la cultura ur- A aquel impulso igualitario con que
bana y ennoblecer la forma del verso la hegemonía del clasicismo francés ha-
aspirado en el sentir agreste del pue- bía derribado en Europa las aras de
716 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
los viejos dioses nacionales, en arte y su literatura. Pero podían esos pueblos
poesía, sucede, dondequiera que reper- tomar por punto de partida y por estí-
cute el grito de guerra de los innova- mulo eficaz en la formación del pensa-
dores, la altiva afirmación del propio miento propio el principio de libertad
abolengo literario. Shakespeare, la Co- que el romanticismo propagaba con sus
media española, e] Romancero, las Can- victoriosas banderas, y podían modelar
ciones de gesta, los Nibelungos y las en el ejemplo de la enérgica reivindi-
Sagas reverdecieron con el aroma y la cación de nacionalidad literaria que la
virtud del terruño. nueva escuela suscitó en todas partes
Levantábanse así las voces de los pue- un ideal de poesía capaz de desenvolvi-
blos, que Herder percibía en el hervor mientos fecundos.
de ideas de aquel comienzo de siglo, y La variedad de formas, de sentimien-
por primera vez se aspiraba de manera tos, de modelos, abría, además, un cam-
consciente a que las literaturas fuesen po de elección mucho más vasto, dentro
la expresión de la personalidad de las de la imitación misma; y el impulso que
naciones, como el estilo es la expresión reaccionando contra ia reserva aristo-
de la personalidad del escritor. Un cen- crática del espíritu literario lo difundía,
tenar de colores se alzaba sobre el blan- como por una evangelización de la be-
co frontón de la antigüedad. lleza, entre todos los hombres, no po-
Muchas de las notas características de día menos de facilitar la expresión de
aquella revolución espiritual, del modo la índole propia de nuestras sociedades.
como ella prevaleció en Europa, discor- La literatura descendía de la academia
daban con el ambiente americano. Ni y el liceo, para poner la mano sobre el
entendido el romanticismo como movi- corazón de la muchedumbre, para em-
miento ele reacción artística que busca- papar su espíritu en el hálito de la vida
ba sus inspiraciones en el espíritu de popular. El poeta americano contó, en
una edad cuya evocación no hubiera te- la obra de crear una expresión nueva y
nido en América sentido razonable; ni enérgica para la naturaleza y las cos-
como escuela de falso idealismo, que tumbres, con otra gran conquista del
llegó a desdeñar, no menos que el sis- romanticismo; la democratización del
tema de imitación contra que había lenguaje literario, el bilí retórico que
protestado, los fueros de la realidad; ni concedió los fueros de la ciudadanía a
como manifestación literaria de aque- esa «negra muchedumbre de las pala-
llos estados de conciencia que refleja- bras», que Hugo, en las Contemplacio-
ron sobre la frente de las generaciones nes, se jactaba de haber confundido con
románticas sus sombras, y que traduje- «el blanco enjambre de las ideas», ano-
ron los poetas de la época en clamores nadando la distinción entre vocablos pa-
de rebelión individual y de conflicto tricios y vocablos plebeyos. Dentro de
íntimo, traía consigo una fórmula satis- los límites del lenguaje poético del si-
factoria y oportuna con relación al ca- glo XVIII, con su veneración de la perí-
rácter y a la expresión natural de pue- frasis y su desprecio del habla popu-
blos que vivían su niñez; que no podían lar: la escuela de lenguaje que hacía
participar, como signo social persisten- del Homero de Mme, Dacier un poeta
te, de las nostalgias y congojas nacidas cíe la corte y llevaba a Shakespeare a
de la experiencia de las sociedades, y la alquitara de Ducis, no hubiera sido
que necesitaban, ante toda cosa, de aquel posible el sabor de naturalidad de La
«conocimiento de uno mismo», que, co- Cautiva ni la palpitante crudeza del Fa-
mo fué la inscripción del templo clási- cundo.
co, debía ser ia heráldica empresa ele i La narración rompía los moldes esírc-
cidente para dulcificar el ardor del am- sas nacidas en las cumbres donde rei-
biente inflamado en el olor de la sangre na la perpetua paz, no del sentimenta-
y de la pólvora. lismo egoísta que hace girar el espec-
Aquel libro: la Átala—precediendo al táculo del mundo en torno a sus cuitas
que, por obra del mismo grande escri- y dolores, sino de la visión amplia y
tor, asoció a la palabra del hastío y la serena, en que se conciertan todos los
desesperación la poesía, también, de la dones superiores del pensamiento y de
soledad—, ü~aía consigo al mundo lite- la sensibilidad, como para contraponer
rario la revelación de la naturaleza de al enseñoreado orden de las cosas el
América. orden soberano del espíritu que las con-
Y esta virgen naturaleza, estudiada co- templa.
mo escenario de pasiones insólitas y Humboldt y Chateaubriand convirtie-
hondas melancolías, por el escritor de ron, casi simultáneamente, la naturaleza
Bretaña, se manifestaba, poco tiempo de América en una de las más vivas y
después, como objeto de distinto género originales inspiraciones de cuantas ani-
de contemplación y distinto sentimiento, maron la literatura del luminoso ama-
en las obras del gran viajero cuya figu- necer del pasado sigio: el uno, por el
ra domina la historia geográfica de su sentimiento apasionado que tiende so-
siglo desde alturas que tienen la ma- bre la poética representación del mundo
jestad del Chimborazo, que fué una vez exterior la sombra del espíritu sólita
su pedestal. En 1807, Alejandro Hum- rio y doliente; el otro, por cierto género
boldt comenzó a publicar el Viaje a de transición de la ciencia ai arte, en
las regiones equinocciales del Nuevo Con- que amorosamente se compenetran la
tinente, donde están comprendidos los observación y la contemplación, la mi-
Paisajes de las Cordilleras. rada que se arroba y la mirada que-
El poeta sabio del Cosmos no había analiza.
llevado en su espíritu, al seno de las En la naciente literatura de América
selvas y los desiertos americanos, el aci- debía despuntar bien pronto la misma
cate del dolor, ni la inquietud de una generosa inspiración, como una de las
personalidad desbordada y rebelde, co- formas inmediatas que asumiría la es-
mo la que se expresó por la elocuencia pontaneidad del sentimiento sustituida
lírica de Rene, sino la huella de aquel j al tema convencional y a la imitación
ambiente sereno y luminoso que impri- j de lo extraño. La nota más intensa de
mió en la cultura de los grandes días originalidad que pueda señalarse en los
de Weimar un sello de universalidad y albores de la poesía americana, con re-
de armonía que no ha vuelto a presen- j lación a los antecedentes y los modelos
tarse en el mundo, y que hizo de sus de la literatura española, es, sin duda,
sabios hombres de fantasía y sentimien- la que procede de la directa comunica-
to; de sus poetas, hombres de ciencia. ción con la naturaleza física: no sólo
Con la obra de la observación y del por la real y poderosa originalidad de
análisis armonizó el gran viajero, mer- esta naturaleza, bastante a comunicar
ced a esa norma de educación íntegra- sello distinto y vida propia a la poesía
mente humana y a la complejidad de que se acogiese a su seno, sino también
su genio propio, una nota contempla- porque el entendimiento poético del pai-
tiva, que, realzando la elemental idea- saje y la simpatía profunda con las co-
lidad de toda investigación elevada, in- sas no fueron nunca de los más ricos
flama a la ciencia en espíritu poético. veneros en la tradición de aquella li-
Grande y fecunda poesía, que descien- teratura,
de, al modo de las corrientes majestuo- Descartados los cuadros de égloga e
ideal en el seno de una sociedad em- fundada en ese constante propósito ideal,
brionaria e instable, mantienen y man- no podría generalizarse sin llevar al ama-
tendrán siempre bendecido su nombre. neramiento prosaico del símbolo y la
La nota peculiar que puso Magariños alegoría, sustituyendo a la desinteresada
Cervantes en ia contemplación de la na- visión de las cosas, que se complace en
turaleza, tal como luce en las páginas de su propia realidad y belleza, un proce-
aquellas obras de su juventud con que dimiento de interpretación puramente in-
ejerció positiva influencia literaria, con- telectual; pero como peculiaridad y ras-
siste en cierta interpretación simbólica, go característico de un poeta, no carece
inspirada en un alto didacticismo y aten- de interés y prestigio la idea de asociar
ta siempre a traducir la imagen de lo ex- así a las formas naturales de América la
terno en una idea o un precepto moral. profesión de fe de su cultura; al senti-
Así, la onda petrificadora del río que miento de su naturaleza, la figuración de
envuelve en malla de silícea firmeza sus destinos.
cuanto cae en sus aguas, expresa para Fué Juan María Gutiérrez de los pri-
él la inmortalidad del nombre que la meros en tentar la expresión del senti-
gloria redime del olvido; y el fuego que miento poético cuyos orígenes hemos
provoca el incendio inmenso de la selva bosquejado. Apenas había difundido sus
cuyos despojos fertilizarán el suelo arra- ecos La Cautiva, ya él buscaba comuni-
sado, la obra destructura de las revolu- car el aliento de la naturaleza al verso
ciones que preparan en las sociedades esbelto y primoroso de que tuvo el se-
humanas el orden verdadero y fecundo. creto y que fué en sus manos una forma
Así, las improvisaciones de la cultura flexible a toda influencia nacional y a
triunfante que invade el seno del desierto todo ejemplo innovador, sin mengua de
y levanta, como por una mágica evoca- aquella serenidad, constantemente pre-
ción, ía ciudad altiva y poderosa sobre venida, de su gusto.
los vestigios del aduar, tiene su imagen Dentro de la originalidad americana, su
en la isla repentinamente formada del sello personal consistió en hermanar con
camalote; y la virtud tenaz que triunfa la directa expresión de las cosas propias
de la multitud indiferente y egoísta, en y con el sabor de la tierra cierto suave
el manantial de aguas dulces que brota, aticismo, cierta maestría de delicadeza
rasgando el seno de las ondas amargas, plástica e ideal, que decoran la agreste
en la inmensidad del Océano. Así, tam- desnudez del tema primitivo con la gra-
bién, la marcha lenta y segura de la cia interior del pensamiento y el terso
idea que labra inaparentemente su alvéo- esmalte de la forma. Evocó de la leyen-
lo en la conciencia humana, hasta reve- da indígena figuras de mujer que descu-
larse súbita e irresistible en la acción, bren, bajo sus plumas de colores, la mor-
se simboliza por la subterránea corrien- bidez del mármol preciosamente cincela-
te del Tucumeno, al aparecer voraz y do, y que llevan en sus melodiosos acen-
Poderosa en la superficie; y el mandato tos algo de las blandas melancolías de
Providencial de la perdurable unidad de la Ifigenia de Racine o la Cautiva de
nuestra América, como suelo de una pa- Chénier. En el paisaje puso la misma
tria única, se cifra en la ciclópea traba- nota de deleitosa poesía, la misma sua-
zón de ios Andes (1). vidad acariciante en el toque e igual des-
Una consideración de la naturaleza, vanecimiento apacible del color. Dueño
de un pincel exquisito, se complació en
(1) Pueden verse las composiciones a que me reproducir las tintas tornasoladas del
refiero en las Brisas del Plata, Violetas y orti- crepúsculo, los cuadros de líneas serenas
as
'^ }' Palmas v ombúes. y graciosas, las marinas estáticas de la
726 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
deo, las treguas del trabajo forense y j bajo las galas de la Historia de los Gi-
del combate cívico, atesorando los ma- rondinos, el sentimiento que abrió paso
teriales que deberían valerle para escri- a la democracia de 1848, Nació, en una
bir la historia de los pueblos del Plata, palabra, del Facundo, libro para el que
tarea a que pensaba dedicar el periodis- no había precedentes en lengua caste-
ta mártir las energías de su madurez. llana ni como cuadro de historia pin-
Y la vocación alentada en ia juventud | toresca, ni como ensayo de filosofía
por ambas magistrales influencias no de- ¡ social.
moró en dar algún fruto de positiva sig- La clave de la revolución americana y
nificación literaria. de la tiranía de Rozas tuvo allí sino
La Crónica dramática de la Revolución su manifestación puntualizada y analíti-
de Mayo, publicada por Alberdi en la ca, la intuición original que la iluminó
Revista del Plata de 1839, representaba de una vez y dejó, diseñada, pero inde-
ya un estimable esfuerzo en el sentido leble, la imagen que luego podría com-
de reconstituir la verdad de la historia, plementarse y retocarse por los esfuer-
al mismo tiempo que por la sutil pe- zos de la investigación y el raciocinio.
netración en el proceso íntimo de los Nadie sino Sarmiento estaba llamado a
sentimientos y de las ideas, por la ani- aquella obra, de adivinación más que de
mada reproducción de la exterioridad ca- estudio, entre los hombres de su gene-
racterística de los hechos. Debe conside- ración, porque ninguno como él tuvo el
rarse esa Crónica, no sólo como el pri- pensamiento iluminado y profético, la
mer ensayo eficazmente encaminado a j audacia que procede con ignorancia de
desentrañar la filosofía de la Revolución, ¡ ia duda. Nadie tampoco pudo revestirla
sino también, lo que interesa más a así de la forma potente y original que
nuestro tema, como el primer intento j a ella cuadraba, porque, en América,
de proceder con cierto auxilio del arte ¡ ninguno de los prosistas de su tiempo
en el estudio y reconstrucción de lo pa- poseyó tanto como él la soberanía del
sado. color, de la energía dramática y de la
Pero la grande y triunfal iniciación de crudeza verbal; ninguno, en tal grado, el
una poesía pintoresca y una filosofía de don de «concordar las palabras con la
la historia, en la literatura de esta parte vida», según la fórmula de Séneca, y
de América, nació algunos años después, convertir cada imagen de las cosas en
en el destierro de Chile; y nació, no de palpitante encarnación de la verdad.
la reflexiva preparación del libro que se \ Discútase cuanto se quiera la cabal
acrisola y depura largamente en el re- exactitud histórica del Facundo; sepáren-
cogimiento del pensador y del artista, se de los que ha puesto la realidad los
sino de genial inspiración, que hizo sur- que ha puesto la fantasía en los filamen-
gir aquellos elementos preciosos y dura- tos de su trama: la historia de una épo-
bles del seno de un plafleto templado ca no dejará de reconocer en esa simbó-
al calor de la pasión actual; que ha- lica querella de la Civilización y la Bar.
cía obra de acusación y propaganda con- barie su más intensa y característica ex-
tra la formidable tiranía, y que, para presión. Sustituya la crítica al semilegen-
asegurar su eficacia, tomó instintivamen- dario Quiroga de Sarmiento un Quiroga
te la vía de la expresión transfigurada que complazca mejor a la minuciosa se-
Por el Arte: a la manera como en La veridad del analista, y siempre quedará
cabana del tío Tom se buscó difundir inconmovible y soberbio, para afrontar
la idea redentora del esclavo por el po- los rigores de la crítica, el valor repre-
der conmovedor de una invención nove- sentativo del personaje: 3a arrogante es-
l e a , o como se encaminó a las almas, cultura del caudillo amasado con el mis-
728 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
H O D O . _ 'M
738 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
de Jas cosas y de los hechos a que debía de su patria con las funciones públicas
adaptar el poeta las invenciones de su de trascendencia intelectual que desem-
fantasía, no es raro caso encontrar, ya i peñó: ya de rector de la Universidad de
medio rota la crisálida, ya casi a punto i Buenos Aires, en 1861; ya de jefe del
de cuajar en color y aroma de belleza, j departamento de Escuelas, en 1875; ya
una leyenda heroica, o un paso noveles-1 en su carácter de miembro de la Facul-
co, o un candido y gracioso idilio, que, j tad de Matemáticas y de la de Humani-
sin más que ía última iluminación de la dades y Filosofía; ya, finalmente, coope-
forma, llegarían a la plenitud poética. rando en planes de reorganización, como
el de la enseñanza universitaria y el de
Archivo General, ambos en las postrime-
rías de la administración de Sarmiento,
VIII De su vida política no me compete ha-
blar aquí. Diré sólo que dejó uno de los
Esa vasta y lucidísima obra de inves- ] nombres más respetados y más puros en-
ligación y de crítica ocupa densamente j tre cuantos se vinculan a la porfiada
los años de fecunda plenitud para el es- • labor de la organización nacional argen-
píritu de Juan María Gutiérrez; pleni- i tina. Pero ni su acción de hombre de
tud duradera, que llega muy más allá de ; gobierno, como ministro del de don Vi-
ía madurez de ía vida, y persiste, sin cente López y Planes, y luego, de la Pre-
decadencia ni desfallecimientos, desde su sidencia de Urquiza; ni sus servicios di-
vuelta del destierro de Chile hasta su plomáticos, para restablecer o confirmar
muerte, ocurrida en 26 de febrero de 1878. | las relaciones con España y el Brasil; ni
He citado los libros que en tan largo es- ¡ la participación que le cupo en el Con-
pació de tiempo dio a la imprenta y los greso constituyente de Santa Fe y en la
principales estudios que, p a r a comple- Convención de 1870, forman más que un
mento de aquéllos, publicó en revistas rasgo secundario de su apacible figura.
corno la de Buenos Aires, que dirigió Na- El que sobre todos prevalece es que «las
varro Viola, y el Correo del Domingo; i Gracias fueron constantes compañeras de
pero debo nueva mención al memorable su vida», como para la suya deseaba el
esfuerzo de publicidad y de disciplina j dulce Teócrito. Y si se quisiera expresar
estudiosa representado por aquella Re- cuál es el fundamento de su originalidad
vista del Río de la Plata, que él fundó personal y de su gloria, se diría: fué el
en 1871, en unión de don Andrés Lamas estudioso desinteresado, en una genera-
y don Vicente Fidel López, y de la que I ción de combatientes y tribunos; fué, en
él fué verdaderamente el director, alcan- ella, el que se mantuvo fiel hasta morir
zando a dejar realizados, en sus trece al sueño literario, concebido antes de 3a
interesantísimos volúmenes, uno de los juventud, inmune entre los afanes de la
grandes ejemplos de revista americana edad madura, y acariciado todavía con
y el más victorioso ensayo que se hubie- el amor de la vejez: a modo de la primo-
ra hecho en Buenos Aires para arraigar j rosa flor silvestre que, escogida en el pa-
publicaciones de tai índole. seo de la mañana, sirve de embeleso a
Además de la perseverante vibración todo el día y queda aún fragante, por la
de su pluma, contribuyó Juan María Gu- j noche, junto al libro que se cierra para
tiérrez al desenvolvimiento de la cultura dormir.
740 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
LA ESPAÑA NIÑA
En su reciente y admirable libro Ca- España se va... Y cuando me parece que
mino de perfección—digno, en verdad, vislumbro algún signo sensible de que
del glorioso recuerdo que su nombre evo- vuelve: de que torna a ser original, acti-
ca, por la indeficiente gracia del estilo va y grande, me alborozo, y empeño en
y la serenidad, de sombra y frescura, de el crédito de ese augurio todos mis aho-
la meditación—, apunta Díaz Rodríguez, rrillos de fe. Me he habituado así a bo-
el gran novelador venezolano, una idea rrar de mi fantasía la vulgar imagen de
tan henchida de persuasión como de es- una España vieja y caduca, y a asociar
peranza; una idea honda y preciosa, que la idea de España a ideas de niñez, de
me ha quedado en el alma, prendida co- porvenir, de esperanza. Creo en la Espa-
mo una estrella, ungiéndomela de luz y ña niña, Esta es la razón por que me
diciéndome por lo bajo cosas de consue- interesó y halagó tanto la referida pági-
lo y de fe... na del autor de ídolos rotos. Piensa Díaz
Yo no he dudado nunca del porvenir Rodríguez que «en vez de pueblo dege-
de esta América nacida de España. Yo nerado, como tontamente proclaman al-
he creído siempre que, mediante Amé- gunos, del pueblo español puede afirmar-
rica, el genio de España, y la más sutil se más bien que es un pueblo primitivo».
esencia de su genio, que es su idioma, «Así nos lo dice—agrega—aquella sensa-
tienen puente seguro con que pasar so- ción que el hombre del pueblo español
bre la corriente de los siglos y alcanzar nos produce, de una reserva intacta de
hasta donde alcance en el tiempo la hue- fuerzas.» Y después de señalar dos carac-
lla del hombre. Pero yo no he llegado a teres notorios de esa condición primitiva,
conformarme jamás con que éste sea el uno exterior, otro interno, en la rudeza
único género de inmortalidad, o, si se española de las maneras y en la españo-
prefiere, de porvenir, a que pueda aspi- lísima virtud de la generosidad, infiere,
rar España. Yo la quiero embebecida, o de aquel defecto como de esta virtud, la
transfigurada, en nuestra América: sí; existencia de frescos rincones del alma
pero la quiero también aparte, y en su popular «donde la savia originaria duer-
propio solar, y en su personalidad pro-
pia y continua. Mi orgullo americano me, soñando quién sabe en qué magnífi-
—que es el orgullo de la tierra, y es, cos renacimientos futuros».
además, el orgullo de la raza—no se sa- Abramos el corazón a este vatici-
tisface con menos que con la seguridad nio, que viene de poeta. Acaso la defensa
de que la casa lejana, de donde viene el de una grande originalidad latente, que
blasón esculpido al frente de la mía, ha aguarda su hora propicia, imprima hon-
de permanecer siempre en pie, y muy do sentido a esa resistencia, aparente-
firme, muy pulcra y muy reverenciada. mente paradójica, contra el europeísmo
Por eso me deja melancólico lo que a invasor, predicada hoy por el alto y fuer-
otros conforta y alegra: el esforzarse en te Unamuno.—Soñemos, alma, soñemos
vencer la tristeza de que España se va- un porvenir en que a la plenitud de la
can el pensamiento de que no importa grandeza de América corresponda un mi-
que se vaya, puesto que queda en Amé- lagroso avalar de la grandeza española,
rica; y por eso no he concedido nunca, y en que el genio de la raza se despliegue
ni concedo, ni espero conceder, que así, en simultáneas magnificencias, a
...Titúlase el libro Ecos lejanos, y lle- harta vaguedad. Con él se clasificaba has-
va a su frente un nombre de poeta que ta entonces la manera de los que habían
es un ilustre guión en toda lid de senti- saludado en versos precoces, arrogantes,
miento y de arte. Carlos Guido Spano mezcla de infantil ingenuidad y de labo-
ha reunido las páginas dispersas de su riosa retórica, ias glorias de la Revolu-
producción de los últimos años, y nos ción; y con los poetas de la Revolución
ofrece un libro nuevo. Excelente ocasión no tiene, seguramente, el imaginador de
para detenerse a bosquejar una de nues- Amira y de Marmórea más afinidad de
tras más características fisonomías litera- tendencias que con los que tremolaron
rias. en el torneo de nuestra vida literaria los
Madame de Staél llamaba a la anciani- colores del romanticismo. Aquellos poe-
dad de los varones ilustres «la aurora tas profesaban, por ideal de la forma,
de la inmortalidad». Digamos nosotros el remedo pindárico, la elocuencia líri-
que si alguna vez puede hablarse de una ca; buscando efectos semejantes a los
ancianidad que tenga semejanza de auro- de la arenga y la proclama, pagaban ple-
ra es cuando se trate de este poeta lumi- no tributo a la afectación declamatoria,
noso, sereno, eterno adolescente del al- que era la ficticia inspiración de la épo-
ma, cuya mano se tiende desde las cum- ca; en tanto que una de las calidades de
bres blancas de la vida para brindarnos la poesía de Guido es su serenidad, su
con un libro de versos que ostenta toda aristocrática templanza, y lo característi-
la espontaneidad, todo el candor y toda co en su forma es todo lo contrario del
la frescura de la más intacta juventud. lirismo elocuente: es la línea pura y co-
Tan natural y suave como es, fué a rrecta en breves límites. Ellos no halla-
su modo un. original y casi un rebelde. ban medio de desprenderse de la altiso-
Su. figura resalta, dentro de su época, con nancia de la oda académica, especie de
el interés peculiar de los que no se pa- pedestal a cuya planta abandonaba el
recen a sus contemporáneos y llevan en poeta, como fardo innoble y pesado, su
su sensibilidad, en su fantasía o en su naturaleza de hombre, para asumir la
gusto, un carácter esencial que los sin- gravedad solemne de un numen, sino
gulariza. Llegó a la escena literaria cuan- cuando procuraban la falsa sencillez ma-
do alcanzaba entre nosotros a triunfal drigalesca o bucólica, en tanto que la
plenitud la renovación romántica, y vio elevación ideal y la forma pura y esco-
pasar la corriente de las nuevas formas gida conviven hermanablemente con la
con cierto apartamiento señoril, aunque verdad de los afectos en el autor de
no incapaz de simpatía y asimilación. Ecos lejanos.
Puede, en algún sentido, afirmarse que Independiente el estilo poético de Gui-
fué su musa la Cordelia fiel al clasicis- do de estrechas tradiciones de escuela;
mo entre las que aquí respiraron el alien- formado en esa inteligencia de la limita-
to impetuoso de la tempestad hugoniana. ción que no excluye, sino que estimula
Pero este de clasicismo es un término de y fecundiza, el impulso de la libertad;
742 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
MI RETABLO DE NAVIDAD
su justicia, mirada desde este valle os- i zamos todos en recogimiento y silencio,
curo, parezca morosa, e inactivo su amor, ' para el porvenir de los hombres, la cuna
El día del Dios-niño, toda esa pruden-; de Dios!
cia de Dios desaparecería. Al Dios sa-
bio y político sucedería el Dios sencillo II
y candoroso, cuya omnipotencia obraría
de inmediato, en cabal ejecución de su EL A S N O
bondad. En ese día de gloria no habría
inmerecido dolor que no tuviese su con- Asno del pesebre donde el Señor vino
suelo, ni puro ensueño que no se reali- al mundo, yo te quería y te admiraba.
zase, ni milagro reparador que se pidie- Tú eras, en aquel espectáculo, el perso-
ra en vano, ni iniquidad que persistiera, naje que me hacía pensar, iniciación pre-
ni guerra que durara. A ese día rimiti- ciosa que te debo. Tú, abanicando con
ríamos todos la Esperanza, y el mayor ; los atributos de tu sabiduría, diste alien-
mal tendría un plazo tan breve que lo to a la primera chispa de libre examen
sobrellevaríamos sin pena. ¡Oh, cuan be- que voló de mi espíritu. Tú fuiste mi
lla cosa sería que Dios fuese niño una Mefistófeles, ¡oh Asno! Por amor a ti,
vez al año, y que éste fuera el bien que por caridad y compasión con que me
anunciasen las campanas de Navidad!... inundabas el alma, me hiciste concebir
Pero no... Ahora toman otro sesgo mis í los primeros asomos de duda sobre el
filosofías del recuerdo del Niño-Dios. orden y arreglo de las cosas del mundo,
Antes que lamentarse porque Dios no y aun sospecho que, por este camino, me
sea niño de veras durante un día del año, llevaste, con ignorancia de los dos, a los
acaso es preferible pensar que Dios es j alrededores y arrabales de la herejía.
niño siempre, que es niño todavía. Ca-1 Verás cómo. Yo, prendado de la gra-
be pensar así y ser grave filósofo. El cia inocente y dulce que hay en ti, y que
Dios en formación, el Dios in fieri en el no suelen percibir los hombres, porque
virtual desenvolvimiento del mundo o se han habituado a mirarte con la tor-
en la conciencia ascendente de la huma- cida intención de la ironía, me intere-
nidad, es pensamiento que ha estado en saba por tu suerte. Viéndote allí, junto
cabezas de sabios. ¿Y hemos de conside- a la cuna de Dios, me figuraba que te
rarla la peor, ni la más desconsoladora, era debido algún género de gloria. En-
de las soluciones del Enigma?... ¡Niño-! tonces preguntaba cuá! fué tu destino
Dios de mi retablo de Navidad! Tú pue- ultratelúrico, y me decían que para los
des ser un símbolo en que todos nos asnos no hay eternidad. Para los asnos
reconciliemos. Tal vez el Dios de la ver- no hay en el mundo sino trabajo, burla
dad es como Tú. Si a veces parece que y castigo, y después del mundo, la na-
está lejos o que no se cura de su obra, da... La Nueva Ley no modificó en esto
es porque es niño y débil. Ya tendrá la \ las cosas. El sacrificio del Hijo de Dios
plenitud de la conciencia, y de la sabidu-: no alcanzó a ti. El viejo esclavo de Pom-
ría, y del poder, y entonces se patentiza-; peya que debió de trazar, bajo tu ima-
rá a los ojos del mundo por la presenta-1 gen, dibujada en la pared, la inscripción
nea sanción de la justicia y la triunfal de amarga ironía: «Trabaja, buen asni-
eficiencia del amor. Entre tanto, duerme llo, como yo trabajé, y aprovéchete a ti
en la cuna... Hermanos míos: no haga- j tal como a mí me aprovechó», dijo la
mos ruido de discordia; no hagamos rui-1 desventura del asno pagano y del cris-
do de vanidad, ni de feria, ni de orgía. ¡ tiano, De poco te valió estar presente
Respetemos el sueño del Dios-Niño que j en el nacimiento del Señor, ni más tarde
duerme y que mañana será grande. ¡ Me- ¡llevarlo sobre tus lomos en la entrada a
746 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
lerusalén, entre palmas y vítores. Ni rae-j tamento Novísimo, ante eí cual el nuevo
joro tu suerte en la tierra, ni, lo que es pasase a viejo. ¡ Yo creo, y Dios me per-
peor, se te franqueó el camino del cielo. done, que a él también le acechaba la
A mí, este privilegio de la promesa de herejía!... Pero se detuvo, o no le com-
otra vida para el alma del hombre, con prendieron del todo, y la Naturaleza si-
exclusión de la candorosa alma animal, guió sin Nochebuena. Tú, Asno hermano,
capaz de inmerecido dolor remunerable perdiste con eilo tu redención, y acaso
y capaz también de una bondad que yo no perdimos menos los hombres.
no había aprendido todavía a discernir ¡Ah, si el dulce vago de Asís se hu-
de la bondad humana, porque aún no j biera atrevido...!
había estudiado libros de filosofía, sé j
me antojaba un tanto injusto y me de- III
jaba un poco triste. ¡Cómo! El perro
fiel y abnegado que muere junto a la SUEÑO DE NOCHEBUENA
tumba del amo, acaso torpe y brutal; el
león hecho pedazos en la arena infame; En Nochebuena era el soñar despierto,
el caballo que conduce al héroe y par- girando la mariposa interior en torno a
ticipa del ímpetu heroico; el pájaro que la imagen de luz pura, que ya aparecía,
nos alegra la mañana; el buey que nos infantil, en el regazo de la Madre; ya
labra eí surco; la oveja que nos cede a márgenes del lago o sobre el monte,
el vellón, ¿no recogerán siquiera las mi- con sus rubias guedejas de león manso;
gajas del puro festín de gloria a que nos ya, trágica y sublime, entre los brazos
invita el amor ele Dios después de la de la Cruz. Mi imaginación era invencio-
muerte?... De esta manera me acechaba nera; la fe le daba alas. Cuentos, leyen-
3.a pravedad herética tras el retablo de j das, ficciones de color de rosa, nacían
Navidad. de aquel soñar, Una recuerdo. No sabría
Quedábamos en que para ti no hubo reproducirla con su tono, con el metal ele
Nochebuena. Asno amigo; pero siglos des- voz de la fantasía balbuciente. Será una
pués estuviste a dos decios de la reden- idea de niño dicha con acento de hom-
ción. Un paso más y te ganas los fueros bre; será un verso de poeta que ha pasa-
de la inmortalidad, con el suplemento de . do por manos de traductor.
alguna tregua y alivio en tu condición Era en la soledad de los campos, una
terrena. Fué cuando, en humilde pueblo noche de invierno, Nevaba. Sobre lo al-
de ía Umbría, apareció aquel hombre to de una loma, toda blanca y desnuda,
vago, y tai vez loco, que se llamó Fran- se aparecía una forma, blanca también,
cisco de Asís, i Venturoso momento! La como de caminante cubierto de nieve
piedad de este hombre se extendía, como En derredor de esta forma flotaba una
los rayos del sol, sobre todo lo creado. claridad que venía, no de la luz de una
Sentía, presa de exaltadas ternuras, su j linterna, sino del nimbo de una frente.
fraternidad con las aves del cielo, con I El caminante era Jesús.
las bestias deí campo y hasta con las ! Allá donde se eriza el suelo de áspe-
fieras del bosque, Hablaba amoros&men- ¡ ras rocas, un bulto negro se agita. Jesús
te del Hermano Lobo, del Hermano Cor-1 marcha hacia él; él viene, como recelo-
dero y de la Hermana Alondra. Era como j so, a su encuentro. A medida que el
el corazón de Cristo rebosando sobre su j resplandor divino, lo alumbra, se define
amor por nosotros y derramándose en j la figura de un lobo, en cuyo cuerpo es-
la Naturaleza. Era un Sa.kiamuni menos | cuálido y en cuyos ojos de siniestro bri-
triste y austero, más iluminado de espe-1 llo está impresa el ansia del. hambre.
ranza. Parecía venido a predicar un Tes-1 Avanzan; párase eí lobo al borde de
una roca, ya a pocos palmos del Señor, nura, adoración, se aunaron como en un
que también se detiene y le mira. La ac- fuego de rayo, y derritieron las entrañas
titud dulce, indefensa, reanima el ímpetu feroces, y las refundieron en aquella for-
del lobo. Tiende éste el descarnado ho- ma dulcísima, todo ello mientras decli-
cico y aviva el fuego de sus ojos famé- naba la curva del salto que tuvo por
Jicos; ya arranca el cuerpo de sobre la arranque la intención de hacer daño...
roca..., ya se abalanza a la presa..., ya Agregaba mi cuento que el Señor, mi-
es suya..., cuando El, con una sonrisa rando a las flores que a sus plantas ha-
que filtra a través de su inefable sua- bía, hizo sonar los dedos corno quien
vidad la palabra: llama a un animal doméstico. Entonces,
—Soy Yo—le dice. de bajo el manto de flores se levantó,
Y el lobo, que lo oye en el rapidísimo cual si despertara, un perro grande, fuer-
espacio de atravesar el aire para caer te y de mirada noble y dulce, de la casta
sobre El, en el mismo rapidísimo espa- de aquellos que en las sendas del Monte
cio muda maravillosamente de aparien- San Bernardo van en socorro del viajero
cia: se transfigura, se deshace, se preci- perdido.
pita en lluvia de blancas y fragantes flo- Algunas veces asocio ai recuerdo de
res. A los pies de Jesús, entre la nieve, i mi ficción candorosa la idea de esas sú-
las flores forman como una nube mis-' bitas conversiones de la voluntad, que,
tica, sobre la que el divino cuerpo flota- por la devoradora virtud de una emoción
ra. Y todo mi afán de poeta consistía en instantánea, consumen y disipan para
que se entendiese que no fué voluntad siempre la endurecida broza de la natu-
del sagrado Caminante, ni intervención raleza o la costumbre: Pablo de Tarso
de lo alto, lo que movió la transforma- herido por el fuego del cielo, Raimundo
ción milagrosa, sino que fué virtud del. Luiio develando el ulcerado pecho de su
propio sentir del lobo, espantado, loco, Blanca, o el Duque de Gandía frente a
al reconocer a Aquel a quien iba a des- la inanimada belleza de la Emperatriz
trozar con sus dientes: virtud en que ¡ Isabel.
arrepentimiento, dolor, vergüenza, ter-' 1911.
Una de las impresiones más altas de fama. Comprenden la obra bella en sus
respeto que yo haya experimentado en ; más delicados matices, con esa plenitud
el mundo es la que me produce cierto de inteligencia y simpatía que es una se-
linaje de espíritus—seguramente, muy ra- gunda creación; son el lector o el espec-
ros—, y aún más que raros, difíciles de tador ideal con que e 1 artista ha soñado;
reconocer sin haber llegado a su más es- dan su alma entera en el sacrificio reli-
cogida intimidad; cierto linaje de espíri- gioso de la emoción artística, en esa ab-
tus que unen al sentimiento infalible, soluta inmolación de la personalidad, de
perfecto, aristocrático, de la belleza, en donde toma su vuelo el misticismo del.
las cosas del Arte, el absoluto desinte- Arte. Guardan dentro de sí el eco pe-
rés con que profesan calladamente su renne en que se prolonga el acento ver-
culto, inmunes de todo estímulo de va- dadero, original, del poeta, que el vulgo
nidad, de todo propósito de crítica o de no percibe sino enturbiado y trunco; el
producción, de tocia codicia simoníaca de reflejo clarísimo en que se reproduce,,
748 JOSÉ ENRIQUE RODO—03RAS COMPLETAS
con la frescura matinal de la inspiración Y cuando vuelvo a esta faena, ellas com-
creadora, la imagen del cuadro o de la ponen el público, incógnito e incognosci-
estatua. Son la compensación de la vul- ble, que más me exalta y que más me
garidad triunfante y ruidosa; del alarde tortura. A él me remito, con una austera
inferior; del abominable snobismo. Sai-' y melancólica esperanza, como quien se
van, en el puerto abrigado y calmo de su remite a la justicia de una posteridad
piadosa memoria, nombres y obras que que no ha de ver, cuando creo que una
la injusticia o la indolencia de una época palabra mía no ha sido entendida en su
han condenado al olvido común. Para virtud o su beldad; cuando una criatura
ellos no tiene curso la mentira acuñada de mi imaginación no ha hallado el rega-
en moneda falsa de renombre y de zo amante que la acoja. Y en él pienso,
gloria. lleno de íntima inquietud—como aqueja-
Llevan en sus desdenes secretos y do del imposible deseo de saber la ver-
animados de una serena y terrible cer- dad de labios de un dios de mármol—,
tidumbre el infierno de que no logran i cuando aplausos y loas quieren persua-
eximirse los que triunfan delinquiendo ] dirme de que ha brotado de mi alma
contra la belleza, contra el gusto, contra ' algo bueno o hermoso.
la noble altivez. Y callan.., Y pasean por j ¡Ah, cuántos de estos abnegados mon-
el mundo una apariencia indiferente, jes de belleza pasan acaso junto a tí, y
acaso vulgar. Y a modo de la capilla de tú no los reconoces, y quizá los des-
un culto misterioso y prohibido, encie- deñas!... Tal vez hay uno de ellos en
rran, en lo más hondo de sí, el taber- ese espectador, indeterminado e incoloro,
náculo de ese amor ideal que embe- que ocupa su butaca en el teatro, no
llece el misterio como el pudor de una lejos de la tuya, y aplaude cuando los
novia. demás, y asiente con trivialidades a los
¿Dudas de que existan almas así?... Yo comentarios del vecino, y se disipa, es-
he llegado a conocer algunas, después fumándose en el rebaño de la reti-
de conocer sólo la opaca apariencia que rada.
me las velaba. Y desde que las descubrí Tal vez otro se oculta bajo la máscara
su presencia me domina y subyuga con de ese viajero que, con apariencias de
el sentimiento de una superioridad que comisionista, lee, frente a tu asiento del
no recono2CO, tan imperiosa y de tan tren, un libro que lo mismo puede ser
alta especie, ni en el artista creador que la guía de Baedeker que un poema de
más admire ni en la sabiduría magistral Wilde o una novela de D'Annunzio. Tal
que más respeto me infunda. Porque esas vez descubrirías uno más en aquel otro
almas de silencio celeste son las únicas a quien el juicio popular—¡cruel iro-
que me han dado la completa intuición nía!—gradúa de poeta fracasado y con
de cuanto hay de vulgar y mezquino en hoscos despechos de impotencia; porque
esta brega por la notoriedad, en este no sabe que su renunciamiento prematu-
sensualismo de la admiración y del aplau- ro fué espontánea y altísima religiosi-
so, grosera liga que mezclamos nosotros, dad, y que en su repugnancia a hablar
los de la comedia literaria, al oro de de arte con ios que fueron sus émulos
idealidad del amor de lo bella Sólo ellas y amigos no hay sino las delicadezas de
saben amarte, Belleza, como tú. ¡ oh, Dio- una sensibilidad transfigurada y la con-
sa!, mereces. En la sociedad de esas ciencia de una soledad de extraño... Con
almas se apodera de mí no sé qué uno u otro disfraz, ellos pasan en su
noble vergüenza de ser autor, escritor de irrevocable silencio. Y este silencio ni es
oficio. i humildad ni es orgullo. No es más que la
FIN DE
«EL MIRADOR DE PRÓSPERO»
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SEGUNDA PARTE
OBRA POSTUMA
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7
ESCRITOS
DE LA
«REVISTA NACIONAL»
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ESCRITOS
DE LA
PROLOGO
A través de un pausado ejercicio crí- lias de elogio culminan con este arrebato:
tico—21 artículos publicados en 27 entre- «Vuelvo a admirar su alma hermosísima,
gas a lo largo de unos tres años—pue- su amplitud moral, su variedad infinita
den discernirse cabalmente sus concep- j de ideas, su estilo de una elocuencia que
ios críticos y rastrearse sus maestros. En \ subyuga, su sensibilidad pasmosa, sus
la Introducción general (II, 5) he estu- j dones singulares de analizador, su bri-
alado este aspecto de su obra en de- \ llantez de forma que parece trabajada a
talle. ! cincel, y la cantidad de poesía que lleva
La recepción que mereció su labor en usted en el corazón. ¡Qué flexibilidad de
la Revista Nacional fué entusiástica. Con- gusto
i estético! ¡Qué ausencia de prejui-
variando el conocido dicho, Rodó fué cios! ¡Qué variadísimo paladar literario!
profeta en su tierra. Su ensayo sobre El ' ¡Qué retina para ver todos los diversos
que vendrá fué reproducido de inmediato ; y encontrados horizontes del arte! Es us-
en La Razón y con un acápite muy élo- ' ted el crítico acaso más amplio y ecléc-
gioso de Samuel Blixen, el crítico más ¡ tico de nuestro tiempo.»
influyente del momento. Del exterior no ' Otros aplausos extranjeros—de Rafael
cesaron de llegar testimonios de enco- ' Altamira, de Pierre VUle—bastaron para
mió. Leopoldo Alas fué uno de los prime- : asegurar el triunfo personal del joven
ros en reconocer su valía. En un artículo ; crítico en la misma hora de su aparición.
publicado en La Saeta, de Barcelona (25 ¡ (En la sección Correspondencia se en-
de febrero de 1897), se refiere elogiosa- cuentra un estudio más minucioso de las
mente a la Revista Nacional y agrega: j relaciones de Rodó con algunos de es-
«Trabaja en ella un señor don José En- , tos escritores y se transcriben juicios so-
rique Rodó, que es un crítico de cuerpo bre este período de su actividad lite-
entero, que no está vinculado con nin- i raria. )
gima de esas pestes pegajosas que tantos
y tontos escritores jóvenes americanos , La mejor edición de los Escritos de
llevan de París a su tierra. El señor Rodó j la Revista Nacional es la preparada para
reconoce que el jugo de las letras hispa- inaugurar una colección oficial de Obras
noamericanas debe tomarse de la tradi- Completas de José Enrique Rodó, cuyo
ción española. Perfectamente. cCómo no ' primer volumen fué impreso en 1945, con
he de estar conforme con esa idea, si la Introducción de José Pedro Segundo. En
vengo predicando hace años en todas este volumen he reproducido el texto fi-
partes, principalmente en El Imparcial jado por el doctor Segundo. Algunos de
v en Las Novedades, de Nueva York? Crí- \los artículos resultan duplicados de los
ticos como el señor Rodó pueden hacer \ que Rodó seleccionó para El Mirador
mucho en América, por la sincera unión ' de Próspero; pero como casi todos pre-
moral e intelectual de España y las re- !sentan variantes de interés y, en algunos
Públicas hispanoamericanas; unión que • casos, alteraciones profundas, he creído
Podría preparar lazos políticos y econó- ' oportuno reproducir aquí su primera for-
micos futuros, de los que, a mi ver, ya \ ma; el cotejo de ambas permitirá al lec-
twie sentadas las premisas la historia, y , tor atento advertir las modificaciones del
Que serán las consecuencias que saque el pensamiento crítico y del estilo de Rodó.
Porvenir.» Casi ditirámbica fué la reac- \Muchas de las notas del doctor Segundo
c
'ón de Salvador Rueda en una carta pri- . se han conservado; están identificadas
v
ada de 31 de mayo de 1897; varias cari- por • sus iniciales J. P. S.
758 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
DOLORES cu
POR FEDERICO BALART
análisis al mismo tiempo que la radia- dos, aunque no sea aún—en este aspec-
ción luminosa del lirismo. Personifica- to de su personalidad—de los maestros;
ra ante el porvenir la alianza definitiva y la revelación de un nuevo poeta de ver-
de la poesía que piensa, que reflexiona, dad, cualquiera que sea su índole y su
con el verso castellano, Por otra parte, talla, será siempre una halagadora no-
tiene la sencillez externa de la forma—y vedad y una promesa de gratas emocio-
es modelo en este respecto—; pero le fal- nes para aquellos que no podemos ver
ta, en general, la sencillez del sentimien- sin un poco de melancolía, aun cuando
to y del espíritu. En los cuarteles de su nos lo expliquemos como oportunidad li-
escudo de poética nobleza podrían figu- teraria de la época, cómo el intolerante
rar una lente de aumento y una alquita- dominio de la prosa invasora que absor-
ra, simbolizando todas las sutilezas y be en todas partes la nueva savia inte-
alambicamientos del pensar y el sentir.— ! lectual para vivificar el organismo, de la
El último impulso original y poderoso j novela y la crítica triunfantes, deja lan-
comunicado en nuestro siglo al desenvol- ' guidecer en solitario destierro a aquella
vimiento de la lírica castellana es el que reina destronada que ejercía, con el ce-
parte del poeta del Idilio. Debe convenir- ; tro del ritmo, el soberano imperio del
se en que es una estrecha apreciación la sentimiento y la fantasía de los hom-
de la crítica que no le atribuye sino una bres.
sola cuerda de bronce, por más que en Descendiendo un tanto de las cimas,
ella haya que oírle para admirarle en la es menos difícil recordar como preceden-
integridad de su genio. El mismo Idilio \ tes nombres relativamente secundarios,
es un ejemplo de que sabe hacer sentir ; que evoquen en la memoria las impre-
también pintando amores y tristezas; pe- ¡ siones de la poesía cuya índole tratába-
ro aun allí no los canta líricamente y ¡ mos de caracterizar al principio de esta
en forma personal, según acertadamente ' revista, en los anales literarios de la Es-
observó Leopoldo Alas: los manifiesta paña moderna, Baste citar a Enrique Gil,
narrando o describiendo. Y en cuanto a
las composiciones de sentimiento indivi- el dulce y sentido poeta que, resistiendo
dual que a veces interrumpen el carácter a las influencias de la escuela del roman-
de épica objetividad de los Gritos, puede ticismo fogoso e hiperbólico que su ami-
afirmarse con Revilla que son «lamentos go el autor de El Diablo Mundo perso-
que participan del rugido del león», nificaba en España, mantuvo límpidas la
ingenuidad y ternura de su inspiración,
Reconozcamos que no es el poeta cuya la naturalidad del sentimiento y la senci-
presentación nos proponemos hacer en la llez ele la forma; a Ventura Ruiz Aguilera,
primera de estas crónicas de vulgariza- que, en medio de la fecunda variedad de
ción bibliográfica a aquellos de nuestros las manifestaciones de su numen, dejó
lectores que desconozcan el libro que la probado que era su verdadera cuerda la
ocasiona, inadvertido hasta hoy por nues- de los sentimientos tiernos y las confi-
tra crítica, el maestro que, con la repre- dencias melancólicas; y a Vicente Que-
sentación del género de poesía a que rol, que manejaba el verso castellano
aludíamos, venga a ocupar su puesto al con una corrección y una facilidad tan
lado de los grandes nombres que hemos dignas de nota como la verdad y la de-
mencionado; pero afirmemos que es so- licadeza de los sentimientos que expre-
bre toda duda un poeta original y ver- saba.
dadero que. trae, por caracterísitica de su Diremos algo más acerca de la oportu-
estilo y de su inspiración, el sentimiento nidad de estas reminiscencias, antes de
delicado y profundo expresado en corrée- entrar a manifestar las impresiones de
os y sencillas formas,—Es de los elegí- •' nuestra lectura de Balart
760 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
los timbres de su antigua tradición civili- Sólo por alguna página, casualmente lle-
zadora, aspira a representar en la vida de gada a nuestras manos, de su última
las sociedades humanas una fuerza fecun- campaña de El Globo y por artículos más
da y efectiva, uno y otro género de liris- recientes, como los de donosa refutación
mo se dan la mano en cuanto signifique de las paradojas didácticas de Campo-
reivindicar, para el fondo esencial de la amor, éramos conocedores de las altas
poesía, la superioridad que sobre lo pu- dotes del crítico antes de la lectura de
ramente externo y material se le desco- Impresiones.—Agreguemos únicamente a
noce por las escuelas que prevalecen. este respecto que, en la evolución de la
La nota nueva con que conmueve el moderna crítica española, es Balart el
ambiente de la lírica el libro en que va- inmediato precursor de Revilla; que, lle-
raos a ocuparnos no trae aparejada la gado a Ja juventud en el período litera-
revelación de un nombre antes oscuro, rio que siguió al del florecimiento del ro-
si bien se identifica con la inesperada re- manticismo y que se caracteriza en lite-
aparición de una personalidad que nos ratura dramática por las tendencias que
parecía de otras épocas. Federico Baíart tienen su más alta personificación en el
está bien lejos de ser un desconocido en autor de Un drama nuevo y de Consuelo,
la república literaria, donde al derecho hizo sus primeras armas en la crítica de
de ciudadanía del ingenio une desde ha i teatros y continuó desempeñándola, co-
tiempo los fueros de la magistratura del mo uno de sus más autorizados represen-
crítico; pero el obstinado mutismo en tantes, hasta el renacimiento romántico
que permanecía, la ausencia de su pala- I traído por Echegaray; y que, a las facul-
bra autorizada en las controversias que tades de pensador y a la vasta y sólida
han renovado en los últimos quince años cultura manifestada en sus páginas de
la faz de la literatura contemporáea, y el crítica por un fondo doctrinal y científico
hecho inexplicable de que los artículos del que ellas adquieren casi siempre un
con que por dos veces ha ejercido en la valor de permanente interés y oportuni-
vida intelectual española, en interesantes dad que las redime de la suerte general-
campañas de crítica dramática, la direc- mente reservada a las críticas del mo=
ción del gusto público, no hayan adquiri- mentó, une, por la flexibilidad elegante
do hasta ahora la forma duradera del del estilo y la manifestación comunicati-
libro, son otras tantas causas que entre va y amena de la impresión personal, el
nosotros contribuyen a esfumar los con- dominio de las condiciones que asegu-
tornos de personalidad literaria tan dig- ran el éxito de la crítica de actualidades.
na de una notoriedad y una influencia Durante los años de silencio del críti-
que son a menudo concedidas a guías co, hase verificado en su alma, bajo el
menos seguros. inspirador influjo del dolor, la transfor-
Por dos obras casi simultáneamente mación que le ha hecho poeta.
aparecidas se anuncian, en esta nueva Se explica así que su lirismo no sea va-
etapa de la actividad literaria de Balart, riado ni fecundo, pues se limita en lo
el despertar del talento poderoso del crí- esencial, y salvo la manifestación de cier-
tico y la revelación de las dotes ignora- to estado de alma de orden más alto
das del poeta.—De la primera, que lleva que luego consideraremos, porque está
el título de Impresiones, no nos interesa ; en él uno de los aspectos más interesan-
hacer mención en esta revista, sino en tes de la obra poética de Balart, a la
cuanto ella ha contribuido a fijar nues- sostenida inspiración de un sentimiento
tro criterio y nos ha dado ocasión de único, de un absorbente e imperecedero
comprobar juicios extraños sobre aquel recuerdo, en los que se cifra para el poe-
aspecto principal de su personalidad.— ta toda aquella parte de su vida afectiva
762 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETA»
de del mundo intelectual del análisis, el vaga ansiedad, por la medrosa indecisión
aislado representante de un misticismo j de quien investiga horizontes y tienta
que. si en las tradiciones de la lírica cas- i rumbos, brillando trémula y apenas con-
tellana tiene noble abolengo, no ha sus- fesada en ciertas almas descontentas de
citado en la España de nuestro siglo, des- lo presente, como el toque de un reflejo
de ia época de Zorrilla, y Arólas, otros crepuscular; pero de la que pueden no-
acentos dignos de ser considerados como tarse en la literatura española de los úl-
precedentes de la inspiración religiosa de timos tiempos vestigios tales como la
Balart que los dedicados en la vasta pro- idea fundamental de La fe, de Armando
ducción de la Avellaneda al género sa- Palacio Valdés, el sentimiento íntimo que
grado, las conmovedoras narraciones en vibra en aquel hondo estudio de la crisis
que el cantor de Las mujeres del Evange- moral por que pasa el alma de Ángel
lio concilio la palabra ingenua de la fe Guerra en la última de las grandes nove-
con la expresión de desconsolador pesi- las de Galdós, y cierto espíritu nuevo que
mismo, y ciertas notas dispersas que se difunde, cada vez más franco y per-
pueden señalarse, como la Meditación re- ceptible, en la crítica del autor de La
ligiosa, de Tassara, y la inmortal Plega- Regenta, amortiguando con la sombra de
ria, de Avala, en la obra diversamente intensas nostalgias ideales el brillo de la
caracterizada de otros poetas. sátira y vivificando esa vaga aspiración
Cabe, pues, afirmar que la poesía del neocristiana, simbolizada en la hermosa
autor de Dolores ha galvanizado una fi- página final de Apolo en Pafos, por la
bra hacía tiempo amortiguada y laxa en evocación del «mendicante de traje ta-
el corazón de la lírica española y que ha lar» que reaparece en las costas de la
alcanzado una elevada originalidad en Palestina para lanzarse otra vez a la pro-
uno de los temas que por su misma ex- pagación de la buena nueva.
celsitud más profanados han sido en todo Mientras en el género al que indispu-
tiempo por el servum pecus de la lírica: tablemente pertenece la supremacía je-
una de los más prodigados en odas aca- rárquica en el seno de la actual literatu-
démicas y composiciones de certamen; ra, corren así las aguas «por el cauce
pero tal vez, en nuestros días, el más di- del realismo espiritualista», según la fra-
fícil de hallar unido a la verdad de la se de Emilia Pardo Bazán, y cierta parte
emoción, para quien acierte a medir el de la crítica pone el oído al rumor de
espacio que separa el verdadero senti- renovaciones cercanas, trae Balart a la
miento lírico de un objeto, de la consi- lírica la nota de la suprema idealidad, la
deración del mismo objeto como tema del amor de lo absoluto que, antes de
retórico o como motivo de expansión de ! leerle, hubiéramos tenido por incapaz de
un pasajero y endeble sentimentalismo. hallar ambiente propio en nuestro espí-
Pero esta parte de las inspiraciones del ritu.
poeta que estudiamos halas relacionado Puede observarse a este respecto que
la crítica con las manifestaciones litera- las indecisiones y torturas del conflicto
rias, ya resonantes y cuantiosas, que pue- moral que tan principalísima parte des-
den tenerse por expresión o indicio de empeña en el espíritu de la poesía de Nú-
una nueva e inesperada tendencia de los ñez de Arce, y que simboliza, en sober-
espíritus en este nuestro ocaso de siglo bia imagen, uno de sus críticos identifi-
ten lleno de incertidumbres morales, tan cándole con [el] (1) martirio de las al-
angustiado por extrañas vacilaciones; mas que se sienten arrebatadas en el in-
tendencia de reacción espiritual o idea-
lista—en el sentido más amplio e indeter- (1) Intercalamos el artículo el, que falta os-
minado—, que sólo se manifiesta por la tensiblemente en el texto. [J. P. S.]
764 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
fierno de Dante por vientos encontrados, i misterio, para terminar con la palabra de
suelen reflejarse también en la poesía del I la afirmación, puede contarse acaso entre
autor de Dolores con acentos de pavor i las que dan la medida de sus más altos
o de melancolía, que evocan el recuerdo i vuelos; y esto a pesar de cierta ostenta-
de las Tristezas y de La Duda; pero el ción de verbosidad oratoria que contras-
conflicto aparece menos difícil y encar- ta con la expresión ingenua y sencilla
nizado en nuestro poeta, y semejantes que es la habitual en él y la que nace
acentos, tales como resuenan en algún espontáneamente de la índole de los sen-
pasaje de meditación filosófica de Ultra timientos que canta, y a pesar también
o en las décimas hermosamente cincela- de que por la forma demasiado directa
das de Ansiedad, acusan sólo los pasa- de razonamiento o argumentación con
jeros desfallecimientos de un espíritu que en ciertos pasajes se aparta de los
que ha logrado aplacar, tras larga lucha, , procedimientos naturales del estilo poé-
en su seno, las tempestades de la razón y •.tico suele empañarse con la opacidad del
en el que imperan ya como definitivos ! prosaísmo.
estados de conciencia, frente al misterio | Por lo demás, la forma es pura, melo-
de la vida, la afirmación y la esperanza. ' diosa, correcta, en la poesía de Balart.
No nos es dado, dentro de los términos I Sin ambiciones de originalidad, sin afec-
en que debe contenerse esta revista, pe- ¡ tación de clasicismo, sin dejar huellas de
netrar en examen más detenido ni abo- i un perfeccionamiento laborioso, alcanza
nar nuestro juicio con las transcripciones j casi siempre a una intachable pureza de
oportunas; psro citaremos, entre las com- ejecución y es de los poetas en que los
posiciones que pueden dar idea más exac- dos elementos constitutivos de su arte
ta y característica de la colección de que se enlazan en perfecta armonía.
forman parte, las tituladas Primer lamen- j Pero insistamos, para terminar, en la
to, Soledad, Valle hermoso, por su con- j afirmación que concreta nuestras impre-
movedora sencillez y la unción de lágri- j siones y expresa al mismo tiempo la más
más que llevan; Nostalgia y Humildad notable significación del libro que hemos
entre las que responden al amor de lo j considerado: el alto precio de la poesía
suprasensible; Desde el promontorio, co- ¡ de Balart, el perfume de su íntimo en-
mo modelo acabado de descripción; El canto, a la vez que el secreto de su ori-
sauce y el ciprés, por la belleza del pen- i ginalidad poderosa—porque cabe decir
Sarniento fundamental que simboliza en que la verdadera y envidiable originali-
el murmullo de ios dos árboles que guar- ¡ dad se identifica en poesía contemporá-
dan el sueño de la tumba, mirando el i nea con el gusto de lo puro y sencillo—,
uno a la tierra y al cielo el otro, las en- \ están para nosotros en que ella va enca-
contradas solicitaciones de desconsuelo y minada ai sentimiento del que lee por el
esperanza con que atrae al espíritu el J seguro rumbo de la verdad de la confi-
pensamiento de la muerte; Aspiración, I dencia y la verdad de la expresión: en
acaso, la más bella e inspirada de todas, \ que se las siente surgir, como generoso
por la alteza lírica del vuelo y la vibran- I manantial de aguas límpidas, de las más
te intensidad de la emoción. \ hondas intimidades del alma: gran condi-
En Balart el poeta que piensa y filo- ¡ ción para cuantos crean que si hemos
sofá es evidentemente inferior al poeta I de asistir alguna vez a un vigoroso des-
que siente; pero aun así, la ya citada y j pertar del numen lírico, si está destinado
extensa meditación que lleva el título de el género que interpreta las confesiones
Ultra y expone el íntimo proceso de las ! de la conciencia individual a nuevos días
vacilaciones del alma torturada por el i de triunfo, ellos no han de lucir mientras
Cada vez que se trata de buscar pre- mo de estudio, que no ha pasado todavía
cedentes en los anales de la cultura de del límite marcado por los trabajos de
los pueblos del Plata a determinada acti- meritoria iniciación que debe a los afa-
vidad del espíritu, o de relacionar las ini- nes de una venerable existencia, en la
ciativas y los esfuerzos con que las gene- I que se personifican, con más exactitud
raciones que se han sucedido en su his- . que en ta de ninguna otra figura de nues-
toria han contribuido intelectualmente a } tra historia, el entusiasmo de la labor in-
esclarecerla, aparece con particularísimo \ telectual y los empeños de la investiga-
relieve, a los ojos de la posteridad, la ¡ ción erudita. Y como la ausencia de con-
obra debida a los hombres de aquella j tinuadores de su ejemplo contribuye a
época turbulenta y gloriosa que se vincu- I que se enlace aún más íntimamente con
la dignamente por las energías de la idea, él el nombre del iniciador, precederemos
el nervio de la acción y la majestad de la consideración de la labor estudiosa de-
las virtudes, a la de la emancipación que dicada por el doctor don luán María Gu-
inmediatamente la precede, y supo com- tiérrez a aquel objeto histórico, con el
partir con las porfías de la organización esbozo de su esclarecida personalidad y
y de la lucha política, una labor mental la sumaria apreciación de las facultades
encaminada a objetivos de interés dura- que puso eficazmente al servicio de tan
dero que aún se nos impone como la noble tarea.
más alta y honrosa tradición de la inte- La juventud del eminente crítico y hu-
lectualidad de nuestras sociedades, ma- manista destácase gallarda sobre el fon-
ravillándonos por las condiciones del do luminoso de una época de renacimien-
tiempo en que se realizó, to intelectual.
Un superficial examen sería suficien- Cuando la poesía, animada de nueva
te para constatar en el legado intelectual
de esa época muchos nobles ejemplos (1) Esta cifra que figura al pie del original
que se han dejado caer en el vacío, mu- marca el tiempo de la composición del artículo
chas ideas fecundas que no han prose- que la precede, Las fechas en bastardilla que
guido al través de otras generaciones el acompañan cada uno de ios escritos de este vo-
vuelo alzado en el espíritu de aquélla. lumen señalan el día de su aparición en la
Puede contarse, entre las que no han Revista que los dio a la publicidad. Haremos
logrado dominar esta culpable indiferen- sistemáticamente esta indicación. [J. P. S.]
(2) [Con este estudio, y otros también publi-
cia latente en la atmósfera moral que res- cados en esta Revista, redactó José Enrique
piramos, la obra de aclaración de los orí- Rodó su importante ensayo Juan María Gutié-
genes de la actividad literaria de los rrez y su época de El Mirador de Próspero. He
pueblos de América y las tradiciones de publicado un trabajo sobre la refundición en
la cultura colonial: objeto interesantísi- Número, octubre-diciembre 1952.]
766 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ma de Mayo con el amor, a que nunca tiérrez es ese espíritu de fecunda y lumi-
renunció, por los antiguos modelos lite- nosa serenidad, el horizonte amplísimo
rarios, y vio pasar desde serenas alturas en que se dilatan sus admiraciones y
del criterio los apasionamientos de la entusiasmos, no limitados nunca por ex-
lucha. clusivismos de gusto personal ni por in-
Bajo ese aspecto, la significación que tolerancias de escuela, su capacidad para
a su crítica y su poesía puede atribuirse comprender todas las formas de lo bello
es semejante a la que tuvo dentro del ro- dentro del arte literario e identificarse
manticismo español, que fué su ambien- con los más diversos estímulos de inspi-
te literario, la personalidad de otro ar- ración.
gentino ilustre: la personalidad de Ven- Esta soberana libertad del criterio, que
tura de la Vega, a quien correspondió re- no ha de confundirse con la indiferencia
presentar en el seno de la generación que doctrinal erigida en principio regulador
Lista había educado en el culto de los del juicio de arte por cierto superficial
clásicos y que olvidó después, cediendo a escepticismo estético hoy en boga, ni con
los prestigios del romanticismo naciente, las incertidumbres de ese pálido eclecti-
la fidelidad a las devociones de la pri- cismo que nace de la flojedad de la con-
mera juventud, el más equilibrado con- vicción o de la ausencia de amor y de
sorcio de esas dos influencias armoniza- entusiasmo por determinado ideal que
das por la tendencia natural de un tem- ! imprima carácter y dé nervio a la perso-
peramento literario dotado de esa clara nalidad del escritor, debe tenerse acaso
intuición del orden artístico, de esa «na- por la más alta cualidad de la crítica y
tural urbanidad» del buen gusto, de esas por el más triunfal y hermoso resulta-
delicadezas de la concepción v de la for- do que sea posible al espíritu alcanzar
ma, que fueron también el privilegio de en la contemplación y el juicio de lo
Gutiérrez entre los hombres de su ge- bello.
neración. Tanto más límpida y profunda es la
No han faltado quienes le atribuyesen visión del pensador cuanto más ha fran-
el papel de un clásico rezagado y ver- queado los horizontes de su inteligencia
gonzante, pero lo cierto es que sus ideas a lo que el poeta llama idos cuatro vien-
le aproximaban más al culto nuevo que tos del espíritu»; y en tal sentido podría
a la adoración de los viejos dioses.—Hu- decirse que en la aleación del alma del
bo también en la revolución de la litera- crítico grande y generoso es indispen-
tura la Gironda y la Montaña; y acaso no sable elemento una buena porción de
podríamos escoger un medio más certero aquella sustancia etérea, vaga, dotada de
de sintetizar la peculiar significación de infinita elasticidad, sensible y dócil
nuestro humanista, que figurárnoslo co- presión de todos los resortes humanos,
ntó un girondino de esa revolución: co- fácilmente adaptable a las más opues-
rno un representante del sentimiento de tas manifesl aciones del pensar y el sen-
fraternidad en la república literaria, ex- tir, que veía el gran estético de la Enci-
traño siempre a las iracundias montañe- j clopedia en el alma multiforme del có-
sas con que el formidable luchador del | mico.
Facundo, en las polémicas del otro lado ! Fue Juan María Gutiérrez de los fa-
de la Cordillera, arremetía contra las vorecidos con ese altísimo don intelec-
aras de la tradición intelectual personifi- tual; y por eso su figura se destaca no-
cada en Andrés Bello, a quien trataba, ble y serena y hay en su crítica la eter-
según frase de Lucio Vicente López, «con na oportunidad del juicio no empañado
modales de Atiia». por las nieblas de la intolerancia o la
Gran condición del pensamiento de Gu- pasión.
768 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
sagaz y profundo observador, sino tam- siglo XVIII, nos hace penetrar, por ejem-
bién, en ciertas páginas, con verdaderas plo, dentro del ambiente hechizado de
intuiciones de historiador artista, de ins- aquella Lima colonial que constituye una
pirado dominador de los secretos de la de las más romancescas perspectivas de
narración que reproduce formas y co- la historia de América y surge con to-
lores. dos los caracteres de la vida, en el pa-
Estéril y tedioso es el empeño de la norama de su narración, el singular as-
erudición vulgar que ama la investigación pecto de aquella sociedad en que tan ex-
por la investigación, el pasado por el pa- trañamente se mezclaban refinamientos
sado, el dato nimio y escondido por la bizantinos y pequeneces lugareñas, inge-
sola virtud de su rareza; pero puede nuidades de pueblo niño y rasgos de de-
señalarse, como hermosa y fecunda entre crepitud social, sórdidas manifestaciones
todas las aplicaciones del espíritu, la de abyección y timbres preclaros de cul-
obra afanosa del investigador que, inspi- tura, vemos reflejarse la inspiración del
rándose en elevado pensamiento y guiado verdadero y grande historiador sobre la
por la luz intuitiva que no se suple con fas del erudito y reconocemos que ha-
las prolijidades de la documentación ni bía dotes en él para llevar al estudio del
con la evidencia de las cosas externas, pe- pasado esa poderosa visión del movi-
netra en la profundidad del tiempo muer- miento dramático de la realidad que lo
to como para restituirle su alma y acier- ! convierte en nigromancía de la fantasía
ta a reconstruir idealmente, en presencia J evocadora.
de las mudas ruinas de lo que fué, la j Era éste el campo en que se espacia-
vida intelectual y afectiva de una gene- ! ba con singular delectación y reconocía
ración, la fisonomía moral de una so- j el ambiente propio de sus luces la men-
ciedad o la genialidad literaria de una j te de Gutiérrez. Imaginémoslo dominan-
época. I do más amplios materiales de informa-
Iniciador en el examen de una tradí- j ción y laborando en la serenidad de una
ción de cultura casi por completo igno- ! vida del todo consagrado a los desinte-
rada, a la que no podían aplicarse las ¡ resados afanes del pensamiento, que ape-
formas literarias de la narración ni el nas han podido brillar en el tumulto de
metódico análisis de la crítica sin antes nuestras poco atenienses democracias co-
atender a la ausencia, con que para ello | mo fulgores transitorios, y le veremos
se luchaba, de fundamentos seguros y con fuerzas para sintetizar en vasto cua-
materiales organizados de investigación, dro de la progresiva ascensión de la in-
hubo de consagrar forzosamente Gutié- teligencia americana, ansiosa de la luz,
rrez a esa ingrata tarea porfías que en- el resultado de sus investigaciones y sus
caminara, de otro modo, a empresas más críticas, que hasta hoy constituyen los
altas. Hay en su vasta obra muchas pá- más notables precedentes de esa magna
ginas de descarnada erudición; insisten- obra a realizarse.
tes esfuerzos empleados en lo que tiene Unía, en efecto, al amor y la tenaci-
de más desapacible la crónica desnuda y dad de la investigación prolija de los
lo que la bibliografía ofrece de más ári- hechos que es lastre de la historia, la
do; pero cuando, a la significación ex- aptitud de la generalización y el poder
clusivamente histórica y relativa de la del colorido; pero creía en la necesidad
personalidad o del objeto sobre que re- de cimentar ante todo, sólidamente, so-
caen sus miradas de investigador, se une bre aquel árido y seguro plantel la cien-
más alto interés, capaz de cautivar el sen- cia del pasado, y abominaba en ella los
timiento o la fantasía; cuando, trazan- vuelos errabundos y livianos de la ima-
do la imagen de famoso polígrafo del ginación, las vanidosas ampulosidades de
la historia sin nombres de que habla lacionándola con una tendencia univer-
el autor de La Revolución Argentina. So- sal de la erudición en su época.
bre la necesidad de imprimir a las tareas El romanticismo, vivificando el senti-
de iniciación de la historia de los pueblos miento de la tradición, las inspiraciones
de América un «carácter particularmen- del pasado, como seguro medio de llegar
te erudito y cronológico» que compen- a lo más íntimo y puro del alma popu-
sase, según sus palabras, la tendencia lar en su gloriosa empresa de nacionali-
que predomina en nuestro espíritu a la zar las literaturas, llevó este mismo im-
vaga generalización «con las remoras que pulso al espíritu de investigación y des-
dan pulso y gravedad a la historia», ver- pertó el amor de la crítica y la histo-
sa una hermosa página, dirigida a Ale- ria por el estudio tradicional de espon-
jandro Magariños Cervantes con motivo taneidad literaria de los pueblos.
de la publicación de su Bibloteca Ame- Juan María Gutiérrez, que fué el co-
ricana, que merecería preceder como lu- operador más eficaz de los esfuerzos de-
minosa exposición de criterio la colec- dicados por el autor de La Cautiva a la
ción, no verificada todavía, de los estu- creación de una literatura tributaria del
dios históricos de su autor. espíritu americano y engalanada con los
En cuanto a ¡as apreciaciones de crí- dones de la naturaleza propia, fué esti-
tica literaria con que acompañó su ex- mulado por esa fecunda aspiración a
humación de viejas obras y autores ig- cuyo logro contribuyó productivamente
norados, puede censurársele cierto exce- con la delicada leyenda de Caicobé, la
so de encomio que se justifica, sin em- hermosa página de idealización histórica
bargo, como reacción oportuna.—Predo- que intituló El Capitán de Patricios y la
minaba un espíritu de exagerada detrac- pastoral criolla de Los amores del paya-
ción respecto a las condiciones intelectua- dor, en su afán de desentrañar del abis-
les y morales de la vida americana bajo mo de los tiempos las viejas crónicas que
el viejo régimen. Por otra parte, el im- guardaban la repercusión de los fragores
pulso de innovación triunfante en las épicos de la conquista y las que refleja-
ideas literarias producía el desdén por ban con prosaica llaneza el tedio de la
los vencidos, y esto influyó para que no larga noche colonial.
participaran todos los hombres de su No era posible evocar los lejanos an-
época del sentimiento de atencioso inte- tecedentes de la producción americana
rés por la labor y el ejemplo de sus pre- en el sentido en que lo hicieran con las
cursores. Juan María Gutiérrez fué a ve- reliquias de arte y poesía anteriores al
ces extremoso en tal sentimiento, pero impulso del Renacimiento los mantene-
e
sta explicable y bien inspirada benevo- dores del espíritu romántico; la reivindi-
lencia, esta generosa facilidad de entu- cación de la individualidad literaria na-
siasmo, no impidieron que su diestra cional en lucha con la abstracción del
guardara casi siempre la rienda firme del clasicismo, que sacrificaba a la inflexible
buen gusto, ni que fluctuase constante- uniformidad de sus modelos todo relieve
mente sobre sus juicios literarios el re- ,¡ histórico y todo carácter de costumbres,
flejo de aquella ática sonrisa que era verificábase en América sin precedentes
corno el sello de su fisonomía intelec- cercanos ni remotos; pero, en relación a
tual. la eficacia de la labor erudita que ha-
Sólo nos resta señalar otro estímulo bía de servir de sólido fundamento a la
Poderoso que determinó en gran parte la obra del poeta que interpretase las con-
aplicación del pensamiento de Gutiérrez fidencias del pasado, era indispensable
a
aquellas faces de su obra, de crítico elemento la consideración en aquella em-
e
historiador que hemos considerado, re- brionaria literatura, donde, además del
772 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
LA CRITICA DE "CLARÍN"
El estudio de una personalidad que, en diverso sentido la apartan de su tra-
a la representación más avanzada del dicional objeto y por igual la desnatura-
sentido moderno en ideas críticas, a la lizan o anulan: o el criterio que se limi-
amplitud de su cultura intelectual y la ta a investigar y precisar las relaciones
complejidad de un espíritu donde se re- de la actividad literaria con elementos
flejan todas las íntimas torturas y todas ajenos a la consideración de sus resulta-
las indefinibles nostalgias ideales que dos artísticos y desdeña el tecnicismo
conmueven el alma de este ocaso de siglo, propio de estos resultados, o bien el indi-
concille la fuerza imperativa de la afir- vidualismo doctrinal, la irresponsable ge-
mación, «la fe retórica» y el atlético brío nialidad del que comenta sustituida a
que son propios de los luchadores de los preceptos racionales como base del
épocas literarias caracterizadas por la só- juicio, y el libre campear de la impre-
lida unidad del criterio y la entereza dog- sión.
mática de las convicciones: de un John- El interés por lo esencialmente litera-
son o un La Harpe, es objeto interesante rio y la afirmación estética que Leopoldo
de suyo y que se presta a la considera- Alas opone a aquellas falsas orientacio-
ción de las más debatidas y oportunas nes de la crítica actual pueden particu-
cuestiones relacionadas con los actuales larmente estudiarse en ciertas páginas de
rumbos de la crítica y el verdadero ob- Ensayos y revistas dedicadas a comentar
jeto de su actividad. apreciaciones de Cesáreo sobre la lírica
Si hubiéramos de determinar la nota contemporánea española y en el exordio
que, en las campeñas del escritor de que de la última de sus obras de crítica pu-
hablamos, vibra con particular energía e blicadas.
insistencia y el carácter esencial de su Afirma, pues, sin negar a las esponta-
crítica, los encontraríamos acaso en la neidades de la impresión y al sentimiento
porfiada reivindicación de la legitimidad individual como inspiraciones del géne-
y la eficacia negadas al verdadero juicio ro a que nos referimos, lo que hay en
literario por el esceptismo estético hoy ellos de legítimo y oportuno, siendo pre-
en boga y en el acuerdo de sus procedi- cisamente Leopoldo Alas ardiente de-
mientos con tal afirmación. fensor de la realidad del elemento per-
Se controvierte en nuestros días la sonal e intuitivo, irreemplazable por la
posibilidad de una crítica literaria que fiel aplicación de las fórmulas, que es
corresponda rigurosamente a las signifi- factor capital en el gusto del crítico ver-
cación de los términos con que se la dadero como en la aptitud productiva del
nombra, y ella se mantiene fluctuante artista, y habiéndolo reivindicado cons-
entre estos dos puntos de atracción que tantemente en este último respecto con-
ira la negación absoluta de las adivina- al sentido poético por las modernas ten-
ciones e «inconsciencias» de la inspira- dencias que conspiran a quitar a la críti-
ción que creyeron ver intérpretes nimios ca literaria su fin directo y su verdadera
de la letra en ciertas afirmaciones pre- sustantividad; palabras en que está im-
ceptivas de Zola; sin desconocer tam- plícitamente contenida la expresión de la
poco la licitud de aquellas formas de la crítica esencial, típica, eterna.
crítica que extienden sus horizontes fue- A la sustitución del estudio de la obra
ra de lo que artísticamente es necesario por el del escritor, en que Sainte-Beuve
y que hacen de ella ya una investigación se complacía; al análisis fecundo, pero
científica del ambiente, ya un estudio de insuficiente, del medio en que se detiene
relaciones sociales y políticas, ya mate- el procedimiento de Taine, anteponía el
ria de observación moral o experimento autor de Salambó la consideración «de
psicológico, la significación insustituible la obra en sí», «por su composición y su
y esencial de la crítica literaria como estilo», como cosa de arte; y es este
juicio de arte, como referencia de la obra punto de vista, sancionado en las avanza-
a ciertos principios que el crítico tiene das del pensamiento contemporáneo por
por verdad y en cuyo nombre aprueba la autoridad de Guyau, que invoca las
o condena, siempre en atención al fin palabras mismas de Flaubert, el que
directo de la actividad literaria que es debe definitivamente rehabilitarse en con-
la realización de la belleza. cepto de nuestro crítico.
No tiende este criterio a una reacción i Pero la afirmación de la natural su-
que sería absurda; no significa volver a | premada del juicio de lo bello sobre el
la consideración de la obra bella como ] de aspectos y relaciones extraños a la
objeto aislado, al juicio para el que ni j verdadera apreciación literaria, que él
el valor relativo de las reglas, ni la per- I manifiesta con la insistencia de una con-
sonalidad del escritor, ni el imperio de I vicción ardorosa y en la que se formu-
las influencias naturales y sociales, eran ! la el espíritu predominante en su propia
factores que modificasen la invariable i crítica, atenta siempre a traducir, ante
aplicación del precepto; pero significa j todo, la emoción estética y el juicio co-
reivindicar, contra la intromisión de ele- j rrespondíente a esa emoción, no ha sido
mentos extraños al arte puro y libre en obstáculo para que ella ejerza eficazmen-
la censura estética y contra las variacio- • te su actividad en otras formas y senti-
nes subjetivas de la apreciación, la sobe- dos cuya relativa legitimidad reconoce, ni
rana independencia de lo bello, por una para que pague su tributo a aquéllos gé-
parte, el valor real y objetivo de la crí- neros en que la tendencia de la época
tica y la legitimidad de ciertas leyes, hace del crítico literario, apartándole de
por la otra. su tradicional función de juez, ya un his-
Crítica directamente literaria en cuan- toriador, ya un poeta, ya un psicólogo.
to al objeto esencial a que se aplique; Crítica subjetiva, de impresión perso-
impersonal y afirmativa por partir de nal, que participa de la intimidad de la
cierta base teórica de criterio y no de la confidencia y el sentimiento del lirismo,
veleidad de la impresión: tal se propone es la que imprime su nota al estudio que
Ser
, y es en el hecho, la crítica del autor de la personalidad artítica de Rafael Cal-
de Pipa, Por lema de su escudo ha vo hace Clarín en uno de los más in-
adoptado ciertas palabras de Gustavo teresantes Folletos, evocando antiguas
Haubert que pueden ser consideradas, j emociones de espectador, y a la semblan-
P°r su elocuencia y su origen, como su- i za de Camus, de Ensayos y revistas, don-
prema fórmula de las protestas arran- de las reminiscencias de la vida del aula
cadas al amor desinteresado del arte y I sirven de fondo a la fisonomía intelec-
774 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
rín; pero por semejanzas menos rela- tación del sentido estético que el escri-
cionadas con lo esencial de las ideas y tor que lo desconozca.
los procedimientos que accidentales o ex- Semejante aplicación de la crítica, que
teriores, por la franqueza agresiva de la un tiempo fué la crítica entera, está hoy
sátira, la ruda sinceridad, la participa- muy lejos de ser su función más noble
ción en ciertos odios literarios, como y elevada, pero reconociendo que ella
Zola diría, manifestados en las ruidosas no puede satisfacer de ningún modo a
campañas contra el oficialismo académi- nuestro espíritu, y que por su índole se
co y la personalidad de Cánovas, hay presta más que ningún otro modo de
quienes relacionan con la de Clarín la I juzgar a la profanación y el empeque-
crítica de Valbuena como manifestacio- ñecimiento de la crítica en manos de la
nes de un mismo espíritu reaccionario abominable «posteridad de Don Hermó-
y trivial, y dirigen sobre el uno las ar- genes», debe aceptarse la legitimidad de
mas que es lícito emplear contra el otro, j la censura que parte del tecnicismo for-
Personifica el escritor de los Ripios, \ mal como manifestación eternamente
oportuna del juicio literario.
con la exactitud de un rezagado de aque- i Admitamos, pues, al Clarín batallador
lias lides de pluma del siglo xvín que j de los Fatigues y la Sátira, al que ha sido
encrespaban en torno a las nimiedades calificado de «Juvenal de las Mesalinas
del vocablo, todos los desbordamientos de • del ripio»; aun cuando cierta nerviosa
la pasión y todas las iracundias del pan- ¡ intemperancia en la agresión personal y
fleto, el género de crítica al que atribuye ; un excesivo encarnizamiento con las me-
Menéndez y Pelayo, hablando de ios cen- ¡dianías que complementa la tendencia
sores retóricos del primer Imperio, la ' un tanto autoritaria, que se le ha re-
significación de policía de la república ! prochado, a establecer la indiscutibili-
literaria: género útil y aun necesario en : dad de los maestros, arrojan sombras so-
tal concepto, pero mezquino y pernicioso . bre aquella manifestación de su actividad
cuando se le convierte en exclusivo y ge- literaria, que es a su modo original y
nera la crítica estrecha de criterio y nula fecunda.
de corazón, la crítica sin interés por el En su tenaz defensa de la acción de
sentido y la esencia de la obra, ni sen ti- i la crítica externa, nimia, de «disciplina
miento expansivo para identificarse con i retórica», según se la podría calificar,
el estado de alma del escritor, ni el don I agrega nuestro crítico a las razones de
de poético reflejo que responde a las so- j legitimidad estética que hemos notado,
licitaciones de la inspiración ajena con motivos de oportunidad que resultan, en
el _ acorde vibrar del alma propia, ni la,su concepto, de las condiciones de la cul-
mirada profunda que descubre las intimi- | tura literaria española.
dades del pensamiento y la emoción, y j Nota constante de la crítica del autor
acierta a leer en la interlínea sugestiva I de Museum es la consideración decep-
y callada que es como irradiación no j cionada y pesimista del propio ambiente
para todos sensible de la letra; la crí- ! literario: el desaliento que uniendo sus
bca detenida en la consideración del ele- Jacerbidades a la de cierto pesimismo más
mentó formal más exterior y mecánico. | general y más hondo, que se revela en.
Por lo demás, el sentimiento de la for- ¡ sus producción de los últimos tiempos,
ma^ no es privilegio de retóricos, sino de j hace aparecer bajo la superficie de la
artistas. Hay innegable licitud en hacerlo ¡ sátira, a poco que el sentimiento íntimo
valer como elemento de apreciación li- ¡ encuentra para manifestarse, un favora-
eraría, V e^ crítico que lo desdeñe revé- ¡ ble conductor en la idea o la realidad que
tu
"á, sin duda, la misma ausencia o limi- •la provoca, un fondo de tristeza por el
776 30SE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
que ha podido afirmarse que posee Cla- bres de ingenio el sentimiento de sole-
rín en alto grado la risa de las lágrimas. dad, el frío moral del abandono, que
Renuevan en la memoria ciertas páginas identificaba, experimentándole en sí mis-
de nuestro autor impresiones que la lec- mo, el gran escritor, con las angustias de
tura de Fígaro deja vibrando en ella quien busca voz sin encontrarla, «en una
como un tañido doliente que interrum- pesadilla abrumadora y violenta»?.,. Lo
pen acordes de músicas festivas.—¡Qué afirmaría quien hubiera de imaginarse la
reconcentración de inextinguible amargu- actualidad intelectual española por el
ra bajo la sátira nerviosa de aquellos ar- traslado que de la laxitud de su produc-
tículos en que considera Larra, en una u ción, el enervamiento de la crítica, la in-
otra faz, la decadencia de la sociedad de diferencia y las ingratitudes del públi-
su tiempo, la limitación de los horizon- co, ofrece a cada paso la sátira amarga
tes, el estupor intelectual, el ritmo inva- de Clarín; pero sólo con la sensación
riable, tedioso, de la vida!—La personali- directa del ambiente podría apartarse de
dad del escritor reclamaba el grande es- lo que es observación y realidad en las
cenario: la electrizada atmósfera de la tristezas del cuadro, lo que sin duda hay
sociedad que rodea y estimula el pensa- en ellas de proyección de un pesimismo
miento de Schíegel en los grandes días personal que añade a la sombra exterior
de Weimar; la tribuna de todas partes su propia sombra, al modo como el ge-
escuchada que difunde la oratoria críti- nial optimismo de Valera parece dejar
ca de Villemain en el centro donde es- un toque de luz en todo objeto sobre
cribe Balzac y canta Hugo; la hoja vi- que se posa el vuelo de su espíritu, y lle-
brante de la revista que esparce la pala- va a todas partes la expansión de su ín-
bra de Macaulay a los cuatro vientos tima serenidad.
del mundo intelectual... Y aquellas pá-
ginas que reflejaban la irradiación de un * * *
espíritu no menos digno de las cumbres,
no menos legítimamente ansioso de la Con las manifestaciones primeras de la
luz, estaban destinadas a perderse, como modificación del gusto español en senti-
el bólido errante, en el vacío de una so- do naturalista, hace tres lustros, coincide
ciedad sin fuerza inspiradora, vacilante la notoriedad literaria de Clarín, cuya
en la orientación del ideal, desalentada y presencia vino a reparar por entonces, en
enferma... Esta doíorosa impresión se el escenario de la crítica actual y mili-
manifiesta por la sonrisa melancólica o tante, la desaparición prematura de Re-
el gesto del hastío en cada una de las pá- villa y fué realzada por la oportunidad
ginas que arrojaba a ese abismo de in- de un período de activa renovación de
diferencia el crítico inmortal, y estalla, j las ideas.
con la vibración potente del sollozo, en | A los constantes empeños de su críti-
la crítica de las Horas de Invierno y la | ca y a la no menos eficaz propaganda
Necrología del Conde de Campo Alange. ' verificada por cierto libro famoso de
Pues bien: en ciertas lamentaciones y Emilia Pardo Bazán, que él mismo acom-
desalientos del crítico de ahora, en el pañó con un prólogo, debe atribuirse en
prólogo de Sermón perdido, en el de primer término el honor de la tolerancia
Nueva Campaña, en el vigoroso treno obtenida en el espíritu del público espa-
satírico titulado A muchos y a ninguno ñol para la heterodoxia literaria que re-
se reconoce como el eco de aquellas nos- novaba allí, como en todas partes, las
talgias de la inteligencia.—¿Cabe en la iras de los «filisteos».
España actual la repercusión de la ele- Dos magistrales artículos contenidos en
gía patriótica de Fígaro, y en sus hom- La literatura en 1881; el juicio de La des-
heredada, de Galdós, al que no sería aven- la protesta que dio impulso y dirección
turado conceder en la crítica española a la literatura contemporánea estaba en-
la significación que en la novela tuvo tonces como ahora en la solidaridad con-
la obra a que se refiere como iniciación traída por el reformador con el experi-
de rumbos nuevos, y el de Los buenos y mentalismo exclusivista, insuficiente en
los sabios, de Campoamor, donde se di- cuanto método de arte, que proscribía
lucidan con criterio original y profundo toda inspiración psicológica; y es esta
las posibles influencias del nuevo espíri- fundamental restricción, puesta desde el
tu literario en la modificación de la líri- primer momento por el autor del prólo-
ca, pueden ser considerados como la ini- go citado a la doctrina a que adhería, la
ciación de los esfuerzos que al comen- que nos revela como natural evolución
tario y aliento de tal tendencia dedicó de sus pensamiento, que no puede cali-
desde entonces la crítica de Leopoldo ficarse de reacción, su actual tendencia
Alas. a abrir camino a otras aspiraciones del
Su naturalismo, que nunca excluyó el espíritu literario, a otras oportunidades
criterio amplio y la cultura total que le del sentimiento y el gusto.
han llevado a la ardorosa defensa de Hablemos ya de esta nueva orientación
los clásicos como elemento de educación de su espíritu, en la que no se manifiesta
literaria irreemplazable, se señaló ade- sólo, según veremos, una idea literaria
más por cierta «dilatación de horizon- modificada, pues responde a un impulso
tes», que, en presencia de actuales modi- interior más hondo y más complejo,—
ficaciones de su crítica, es oportuno Por el corazón y el pensamiento del crí-
recordar.—El prólogo de La cuestión pal- tico han pasado las auras que traen al
pitante, a que aludíamos, tiene bajo ese ambiente espiritual de la novísima cul-
aspecto una significación merecedora de tura aromas y rumores que parecen
estudio. anunciar la proximidad de un mundo
Domina en él una concepción esen- nuevo,—El anhelo ferviente de una reno-
cialmente tolerante y relativa de la nueva vación, no ya idealista, sino religiosa, de
escuela, en el sentido de considerarla la vida del alma, anhelo que aparece, co-
como un «oportunismo literario» que no mo rayo de luz, entre tristezas profundas
necesitaba negar estéticamente la legiti- expresadas con el sentimiento que hay,
midad de escuelas diversas o antagóni- verbigracia, en el citado comentario de
cas, pues le bastaba con que se recono- La Ierre, que a veces toca en el lirismo
ciera su condición de género literario de la elegía o en la semblanza, también
adecuado a las tendencias generales de citada, de Camus: tal es la nota con que
la época en que se inició; y se manifies- se revela el nuevo espíritu de la crítica
ta al (1) propósito de levantar la idea de Clarín, a partir de Ensayos y re-
esencial y fecunda que ella entrañaba, so- j vistas.
bre las limitaciones que el entusiasmo I Ya en ciertas páginas de una colección
de la iniciación y la lucha y la preceptiva j anterior, en el estudio de Mensonges, a
inflexible del maestro imponían al natu- i propósito del simbolismo puesto por el
ralismo batallador e intolerante de los j ilustre restaurador de la psicología nove-
<lue podríamos llamar «sus tiempos he- lesca en la hermosa figura del P. Taco-
roicos». net, que cierra el libro con palabras de
Para nuestro crítico, el vicio capital de afirmación y esperanza, en ciertas re-
flexiones de la introducción a la serie
U) Este al del texto debe ser sustituido por de artículos titulada Lecturas sobre la li-
*;'• Es patentemente un error de imprenta. bertad deí pensamiento en la España ac-
ti. p. s.] tual, y en el examen de Maximina, de
778 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Palacio, se nota, vago e incierto, toda- esperanzas, de todos los anhelos.» «Hay
vía, esa vislumbre de restauración ideal una tendencia cuasi mística a la comu-
•que hoy constituye la más señalada ma- nión de las almas separadas por dogmas
nifestación de su crítica. y unidas por hilos invisibles de sincera
Una generosa aspiración de armonía piedad, recatada y hasta casi vergonzan-
o inteligencia entre los espíritus separa- te; efusiones de una inefable caridad que
dos por parcialidades de escuelas y con- van de campo a campo, de campamento
fesiones, pero vinculados, desde lo hondo a campamento se pudiera decir, como
del alma, por el mismo anhelo de una iban los amores de moras y cristianos en
nueva vida espiritual; un sentimiento las leyendas de nuestro poema heroico de
profundo de concordia que une el respe- siete siglos.» «Cabe no renegar de ningu-
to del pasado y de las tradiciones de la na de las brumas que la sinceridad abso-
fe con el amor de la verdad adquirida, y luta del pensar va aglomerando en nues-
como inspiración de ese grande impulso tro cerebro, y dejar que los rayos del sol
de fraternal acercamiento, la idea cristia- poniente de la fe antigua calienten de
na en su pureza esencial, en su realidad soslayo nuestro corazón,»
'íntima y pura: así podríamos formular En el último de los Folletos literarios,
•la nueva tendencia que convierte al sa- acaso el más hermoso y sugestivo de to-
tírico implacable en propagador de un dos, se formula la misma aspiración de
Meal de tono místico. idealidad respecto a la enseñanza, opo-
En el estudio a que anteriormente he- niéndose a la idea de directa utilidad
mos hecho referencia sobre cierta obra como inspiración del propósito educati-
de apología de la tradición y la unidad vo, la del desinteresado amor de lo ver-
.religiosas, tal sentimiento vibra más que dadero.
en ninguna otra parte con honda intensi- Hay, en relación a la oportunidad li-
dad, con inspiración comunicativa y po- teraria y filosófica de estos tiempos, un
derosa, y el espíritu de la elocuente con- singular interés en tales manifestaciones
fesión de anhelos y esperanzas que sugie- de la crítica de Clarín, a las que la ne-
re la obra ai alma conmovida del crí- cesaria compendiosidad de este trabajo
tico se condensa en afirmaciones que no nos permite consagrar la atención de
pueden dar idea de su idealismo genero- que ellas son merecedoras, limitándonos
so, evangélico, al que no cabe descono- a señalarlas al sentimiento y a la refle-
cer, aun cuando no se compartan sus en- xión de los que en algo participen de esa
tusiasmos, un suave aroma de belleza ansiedad de cosas nuevas que flota, como
moral; «La tolerancia ha de ser activa, presagio de una renovación tal vez cer-
positiva; no ha de lograrse por el sacri- cana, en el ambiente moral de nuestros
ficio de todos los ideales parciales, sino días.
por la concurrencia y amorosa comunica-
ción de todas las creencias, de todas las 20 de abril y 5 de mayo de 1895.
los rasgos firmes del carácter, a la in- dad de los sentimientos que constituía el
quebrantable tenacidad de la virtud. fondo velado de su personalidad.—Nun-
Junto a una apreciación más detenida ca entregó a las pasiones de la vida pú-
de la varonil personalidad del escritor, blica sino una parte de su espíritu y
habría interés en considerar la suave fi- supo guardar constantemente intactas dei
sonomía del poeta. polvo abrasador de la lucha todas las de-
La escuela literaria a que puso sello licadezas del pensamiento y la sensibili-
el autor de La Cautiva tuvo un carácter dad, el culto de las cosas íntimas que
esencialmente relacionado con las turbu- constituye el más preciado de los bienes
lencias de la época, y modelóse en el del alma que el hombre, perpetuamente
concepto, que el mismo Echeverría for- confundido en las tempestades de la ac-
muló, de una literatura social y revolu- ción, suele sacrificar a la devoradora in-
cionaria; la poesía cobraba nueva inspi- tensidad de la idea que lo absorbe o la
ración después de haber flotado sobre la pasión que lo avasalla.
Epopeya de la Independencia y consagra- Hemos de terminar, venciendo la pode-
do sus victorias, para ser otra vez, en rosa atracción de un tema gratísimo;
medio de las luchas por la libertad, como pero insistiremos acerca de la elevada
la cincelada empuñadura del acero o oportunidad que tendrá siempre, en el
como el lampo que arrojaba de sí la silencio del olvido que parece ser la pos-
misma espada estremecida. Pero la cuer- tuma condenación de nuestras glorias
da heroica partió entonces su imperio más puras, toda palabra encaminada a
con las primeras manifestaciones del una reparación.
subjetivismo poético y la melancolía ro- Lucio Vicente López, en una oración
mántica, y el verso ahondó en la intimi- universitaria que merece eterno recuerdo,
dad de la conciencia al mismo tiempo señalaba hace pocos años como suprema
que seguía siendo un medio de acción. inspiración regeneradora, en medio del
No era en Juan Carlos Gómez la na- eclipse moral que veía avanzar en el ho-
turaleza del tribuno la que se imponía rizonte de América, la obra patriótica
con superior intensidad a la manifesta- de fortalecer en la mente y el corazón de
ción del poeta.—En ei silencioso encogi- las generaciones que se levantan el amor
miento de la inspiración tributaria de los a la contemplación de aquellas épocas
ensueños y las lágrimas, que desata el en que el carácter, la individualidad na-
aura del sentimiento individual libre de cional de nuestros pueblos y las fuerzas
la presión niveladora e imperiosa del am- espontáneas de su intelectualidad vibra-
biente colectivo—y no manifestándose es- ban con la energía que hoy les falta, y
te sentimiento en el arranque súbito de con el sello propio de que les priva el
la emoción ni con la fuerza que estalla cosmopolitismo enervador que impone su
en el sollozo de Musset o la imprecación nota a la fisonomía del tiempo en que
byroniana, sino cuando se ha tendido so- vivimos.
bre él el velo de una suave melancolía, y El sentimiento de la tradición, el cul-
vagan sigilosas las sombras de la medi- to del pasado, es una fuerza insustituible
tación o del recuerdo—, era que la íntima en el espíritu de los pueblos, y la vene-
naturaleza de nuestro poeta desempeña- ración de las grandes personalidades en
ba su ley, y acertaba con la nota pura, que se encarnan sus porfías, sus anhelos,
sencilla, la que llega al centro del alma, sus glorias, es la forma suprema de ese
^a diese voz a las tristezas de la ausen- culto.
ta, ya espaciara el espíritu en los arro- Entre nosotros, merecen ser honradas
bos de la contemplación. las generaciones que han precedido a las
^n poesía refleja así la exquisita suavi- que tienen la representación oscura del
784 JOSÉ ENRIQUE RODO.,—OBRAS COMPLETAS
a trabar la marcha rápida de aquel pen- fícil dicernir la mezcla, que advirtió Me-
samiento. néndez Pelayo, de «recurso poético» y
Pone término a la colección un co- retórica, necesitaba ser tratado con nue-
mentario poético del monólogo de Ham- va y briosa inspiración y concretarse en
let, versificado con esa comparable (1) forma que aportara cierta nota de ori-
maestría que despliega Núñez de Arce en ginalidad penetrante en la expresión o el
el manejo del verso libre, tan desdeñado sentimiento, para que sonara a nuestros
por muchos.—Puede afirmarse que ja- oídos de otra manera que como el eco
más, en mano de poetas de nuestra ha- debilitado de antiguas vibraciones de la
bla, la austera y clásica forma donde se lira del poeta, cuya impresión permane-
lia escanciado en otras lenguas moder- ce imborrable en la memoria. Para quien
nas la poesía de Milton, la de Klopstoclc, recuerda, por ejemplo, la descripción de
la del autor de Los Sepulcros, ha resca- la marcha de las generaciones humanas
tado por la gallardía del movimiento rít- en La visión de Fray Martin, el comen-
mico y la pureza escultural del contorno
todo el encanto de que le priva la ausen- tario del inmortal monólogo no es más
cia de la rima, como cuando se doblega que un eco.
a la inspiración de nuestro poeta.—Cons- Una J i son jera esperanza se une, como
tituye el fondo de la composición a que tributo final de la lectura de Poemas cor-
nos referimos una vigorosa protesta de tos, a la inefable gratitud de la impre-
la esperanza de la inmortalidad, como sión que deja en el alma el paso de la
término de una no menos elocuente ex- verdadera poesía. La inspiración del poe-
posición de las incertidumbres y vacila- ta ilustre, que nos parecía vencido por
ciones de esa duda característica del el desaliento, entra acaso en un período
autor de Tristezas que ha comparado de nueva animación. ¡Luzbel bate las
un crítico a la duda provisional de Des- alas tras el velo que oculta la obra no
cartes, porque termina casi siempre con terminada del artista; y pronto el cincel
la palabra de la afirmación y la fe.—El que ha de darle el último toque le gol-
pensamiento es digno de la forma; pero peara en la frente para imprimirle el
ese viejo tema de la poesía de Núñez de sello de vida y animarle a volar!
Arce, quizá un tanto marchito por el
tiempo, y en el cual no sería empeño di- 5 de junio de 1895.
EL AMERICANISMO LITERARIO ^.
a las imaginaciones cultas; los poetas como el patrimonio de ciertas selectas ci-
que glorificaban la obra social de Riva- vilizaciones que hacían durar su espíritu
davia cincelaban la forma culta sin vivi- en el legado de perennes modelos, y pa-
ficaría por los afectos e imágenes que saba a ser un don universal, un don hu-
halagan al sentimiento popular. mano, cuya originalidad daba en cada
No era posible, dentro de la escuela una de sus formas históricas la medida
de la época, la reconciliación que había de su valor, y cuya génesis debía buscar-
de ser el significado prestigioso de La se en el modo de pensar y sentir propio
Cautiva y el secreto de su poderosa ori- de cada raza y cada pueblo, en las ins-
ginalidad, la obra de nacionalizar el es- piraciones de su naturaleza, de sus cos-
píritu de la poesía nacida de la cultu- tumbres, de sus glorias.
ra urbana y ennoblecer la forma del A aquel impulso igualitario con que
verso humedecido en el aliento del de- la hegemonía del clasicismo francés ha-
sierto. bía derribado en Europa las aras de los
Para que pudiera ser escrita aquella viejos dioses nacionales, en arte y poesía,
obra de iniciación, para que el acento sucede en todas partes donde repercute
del poeta adquiriera originalidad expre- el grito de guerra de los innovadores la
siva de las cosas propias, era preciso que altiva reivindicación del propio abolen-
un vuelco radical de las ideas literarias go literario.
se verificara, y que salvase los mares el El balbuceo sublime de la inspiración
espíritu de una revolución que debía sepultada por el Renacimiento fué evo-
ofrecerse al pensamiento de América con cado del fondo de la tradición; la «mul-
los prestigios de una nueva sanción de titud» de Shakespeare se incorporó para
su autonomía, en cuanto propagaba a los difundir por el mundo la gloria de su
dominios de la forma el aura bulliciosa i solar nativo; eí Romancero limpió de
de la libertad. herrumbre su coraza; la Comedia del
Estaba, en las afirmaciones y en los siglo xvn volvió a su juventud; y en las
ejemplos del romanticismo, la grande i brumas del Norte las viejas sagas des»
idea de la nacionalización de las liteía- ; pertaron para arrasar, con el ímpetu de
turas. | las tempestades boreales, la mustia poe-
Reaccionando contra la unidad del mo- ! sía trasplantada del parque de Wielancl
delo insustituible y el precepto inviola- , y Voltaire a los invernaderos de la corte.
ble, aquella revolución reemplazaba con Levantábanse así las voces de los pue-
la espontaneidad que debía conducir a blos que Herder percibía en el rumor de
cada pueblo a la expresión de su carácter la agitación literaria, y se aspiraba a que
propio la imitación que a todos los iden- l las literaturas fuesen la expresión de la
!
tificaba en la misma falsedad, y oponía personalidad de las naciones, como el es-
h vinculación del verbo literario con ] tilo es la expresión de la personalidad
todo lo del suelo, la época y el uso, a la del individuo.—Un millar de colores se
abstracción de un clasicismo que, sin alzaba sobre el blanco frontón de la an-
subordinarse a ninguna realidad determi- ; tigüedad.
nada, presentaba el tipo universal por El romanticismo, ni entendido como
norma de arte y aspiraba, no a la repro- reacción literaria que buscaba sus inspí-
ducción directa y concreta de las cosas, i raciones en el espíritu de una edad cuya
sino a la expresión de la verdad ideal, evocación no hubiera tenido en América
depurada de todo accidente, es decir, un sentido explicable; ni como escuela dé
de todo rasgo local, de toda peculiaridad idealismo que llegó a desdeñar, no menos
histórica. que el sistema de imitación que había de-
La poesía dejaba de ser considerada rribado, las fuentes de la realidad; ni
794 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
como expresión artística de aquellos es- i de las palabras» que Hugo, en Las Con-
tados de conciencia que tendieron sobre templaciones, se jactaba de haber con-
la frente de las generaciones románticas fundido, anonadando la distinción de vo-
su sombra y se tradujeron en sus poetas i cablos plebeyos y vocablos patricios, con
en clamores de rebelión individual y de «el blanco enjambre de las idease—Den-
conflicto íntimo, hubiera dado una fór- tro de los límites del lenguaje poético
mula satisfactoria y oportuna con rela- del siglo XVIII, con su veneración de la
ción al carácter y la expresión natural de perífrasis y su desprecio del habla po-
pueblos que vivían su niñez, que no po- pular, la escuela de lenguaje que ha-
dían participar de las nostalgias y congo- cía del Homero de Mme. Dacier un poe-
jas nacidas de la experiencia de las socie- ta de la corte y llevaba a Shakespeare
dades, y que necesitaban, ante todo, del ; al destilatorio de Ducis, no hubiera sido
«conocimiento de sí mismos» que debía | posible el sabor de naturalidad de La
ser, como fué la inscripción del templo ¡ Cautiva ni la palpitante crudeza del Ce-
clásico, el epígrafe y el lema de su litera- ¡ liar.
tura; pero era posible que ellos aprove- ' La narración rompía los moldes estre-
charan del principio de libertad racional ¡ chos y convencionales de la épica de es-
que la revolución literaria traía inscrito ¡ cuela, y se dilataba por la franca exten-
en su gallardas banderas, como punto ' sión de la poesía legendaria, del cuento
de arranque en la obra de emancipación j popular, de la novela histórica o de cos-
del pensamiento propio, y era posible • tumbres, formas mucho más adaptadas
que recogieran del ejemplo de esa enér- ! a la expresión de las peculiaridades de
gica reivindicación de la nacionalidad li- j la vida nacional o local y mucho menos
teraria que el romanticismo suscitó, en \ difíciles de modelarse bajo inspiraciones
todas partes, inspiraciones beneficiosas ' originales y creadoras.
y fecundas. ; Manifestábase en la lírica del senti-
La variedad de formas, de sentimien- miento de la naturaleza, parte necesa-
tos, de modelos, abría, por otra parte, | riamente principal en toda literatura ge-
un campo de elección mucho más vasto, ¡ nuinamente americana, y la descripción
dentro de la imitación misma, y el impu'l- j animada por la presencia del espíritu,
so que, reaccionando contra la reserva I por la poesía de la contemplación, reem-
aristocrática del espíritu literario, lo di- | plazaba al artificioso procedimiento de
fundía, como por una evangelización de i la escuela que había inspirado a los di-
la belleza, entre todos los hombres, no ; dácticos del siglo XVIII pálidos cuadros
podía menos que facilitar la expresión \ de una naturaleza inexpresiva.
de la índole propia de nuestras socie- | Merced a todas esas manifestaciones
dades. de libertad, a todos esos ejemplos e in-
La literatura descendía de la Academia ; fluencias que directa o indirectamente
y el Liceo para poner la mano sobre el ; invitaban a la franca expresión de las
corazón de la muchedumbre, para em- cosas propias y sugerían la ambición de
papar su espíritu en el hálito de la vida i una originalidad que no necesitaba bus-
popular. carse sino en las mismas, romanticismo
El poeta americano contó en su obra ¡ y emancipación literaria nacional fueron
de crear una expresión nueva y enérgica i términos que se identificaron en el pro-
para la naturaleza y las costumbres con pósito del gran innovador que encendió,
otra gran conquista del romanticismo: la en el pensamiento y la cultura de esta
democratización del lenguaje literario, el parte de América, el fuego de aquella in-
bilí retórico que concedió los fueros de mortal revolución de los espíritus.
la ciudadanía a esa «negra muchedumbre A las notas primeras del subjetivismo
era como un soplo balsámico venido de • del sentimentalismo egoísta que hace gi-
Occidente para dulcificar el ardor de las rar el espectáculo del mundo en torno a
frentes abatidas y sudorosas. sus cuitas y dolores, sino de las visión
Aquel libro: la Átala— precediendo al amplia y serena en que se conciertan to-
que por impulso del mismo espíritu aso- dos los altos dones del pensar y el sentir,
ció a la palabra del hastío y la des- todas las calidades y excelencias del al-
esperación la poesía también de la so- ma, manifestando, como un reflejo de la
ledad—verificaba en el mundo literario unidad y armonía de la naturaleza ins-
la revelación de la naturaleza de Amé- piradora, el orden supremo del espíritu
rica, que la contempla.
Esta virgen naturaleza, estudiada como Humboldt y Chateaubriand convertían
escenario de pasiones insólitas y hondas casi simultáneamente la naturaleza de
melancolías por el escritor de Bretaña, América en una de las más vivas y ori-
se manifestaba, poco después, como ob- ginales inspiraciones de cuantas anima-
jeto de distinta contemplación y distinto ron la literatura del luminoso amanecer
sentimiento, en las obras del gran viajero de nuestro siglo; el uno, por el senti-
cuya figura domina la historia científica miento apasionado que tiende sobre la
de nuestro siglo desde cumbres que tie- poética representación del mundo exte-
nen la altura del Chirnborazo, que fué rior la sombra del espíritu solitario y
una vez su pedestal. doliente; el otro, por cierto género de
Eí poeta-sabio del Cosmos no había transición de la ciencia al arte, en que
llevado en su espíritu al seno de las sel- amorosamente se compenetran la obser-
vas y los desiertos americanos el acicate vación y la contemplación, la mirada que
del dolor, ni la inquietud de la persona- se arroba y la mirada que analiza.
lidad desbordada y rebelde, [ni] (1) el En la naciente literatura americana de-
ansia insaciable de Rene, sino la huella bía germinar bien pronto la mismo pode-
de aquel ambiente sereno y luminoso que rosa inspiración, como una de las formas
imprimió en la cultura de los grandes naturales de la espontaneidad del senti-
días de Weimar un sello de universali- miento, sustituida al tema convencional
dad y armonía que no ha vuelto a pre- y a la imitación exótica.
sentarse jamás y que hizo de sus sabios La nota más intensa de originalidad
hombres de fantasía y sentimiento; de que puede señalarse en las primeras ma-
sus poetas, hombres de ciencia. nifestaciones de poesía americana, con
A la obra de la observación y del aná- relación a las influencias y modelos de
lisis armonizó el viajero, merced a esa la literatura española, es la que procede
norma de educación esencialmente huma- del contacto con la naturaleza en que
na y a la complejidad de su genio pro- tomó aquélla sus galas, no sólo por la
pio, una nota contemplativa que se con- real y poderosa originalidad de esta na-
funde con la idealidad que hay en el turaleza, bastante a comunicar sello dis-
fondo de toda investigación elevada en tinto y vida propia a la poesía que aco-
un solo espíritu poético. Grande y fecun- giese a su seno, sino también porque ei
da poesía que desciende, al modo de las sentimiento poético del paisaje y la ad-
corrientes majestuosas venidas de las miración de la belleza natural eran ins-
cumbres donde reina la perpetua paz, no piraciones punto menos que desconoci-
das dentro de la tradición de aquella li-
(1) Agregamos la partícula negativa ni, que teratura.
falta el texto, para asegurar el sentido cabal Descartadas las descripciones de la
del período. [J. P. S. Está en la refundición ya égloga y la novela modelada a su imagen,
citada.] por la falsedad del modelo puramente
ideal y la palidez clorótica del tono; las y fué, en gran parte, obra de la virtud
de los épicos por detenerse en la exac- inspiradora de aquella amistad intelec-
titud desnuda y geográfica, o sustituir tual y del ejemplo de los Cuadros y los
un escenario tomado de las reminiscen- Paisajes de Humboldt, el sentimiento
cias de escuela o la propia fantasía a la estético que, acendrado por una larga
verdad de la observación; y limitado a preparación del pensador y el artífice y
derivaciones más o menos modificadas estimulado por la inteligencia clara y
de la misma égloga y al sentimiento ho- profunda de la descripción de los clási-
raciano de la soledad el amor de la na- cos, produjo, como tardía fructificación,
turaleza en los líricos, sólo por excepción el canto majestuoso y severo en que
puede notarse, en la contemplación ins- Bello armonizó con la exhortación a la
pirada de la Noche serena, en ciertos pa- labor y la paz dirigida a las nacientes
sajes del Romancero y el Teatro y en nacionalidades del Nuevo Mundo, el loor
medio de la agreste frescura de la lírica de la naturaleza que les brindaba sus
popular anterior al Renacimiento, la im- dones.
presión directa y sentida de la natura- Poco antes de que la silva de Bello
leza exterior. viese la luz en las páginas de aquel Re-
Los épicos de la conquista apenas ha- pertorio Americano que fué, como ga-
bían fijado su atención en ía espléndida llarda ostentación de la inteligencia y la
naturaleza que les brindaba su copa de cultura de la América libre en el seno
poesía desbordante.—La Araucana no de la vida europea, habíanse publicado
ofrece otra página realmente hermosa de en Nueva York los versos de un deste-
descripción que la del valle fabuloso que rrado de Cuba, cuyo nombre debía tener
dentro del convencionalismo descriptivo para la posteridad la resonancia del
de los clásicos puede rivalizar con la de Niágara a que aquellos versos daban
la isla embalsamada de Camoens y la del ritmo.
alcázar encantado que el Tasso imaginó El sentimiento de la naturaleza en poe-
para su Armida.—La contemplación de la sía americana era una realidad consagra-
noche en el desierto sólo sugería al ar- da por dos obras de genio, y se mani-
cediano Centenera el pretexto de un vano festaba por dos modos de contemplación
sueño mitológico. La naturaleza tropical esencialmente distintos. En la una, de se-
era apenas, para Peralta y Barnuevo, ob- rena objetividad; de pasión intensa, en
jeto de una enumeración de herbolario. la otra.
Ellos dejaron virgen el tema que debía La naturaleza es para Bello la madre
ser hallazgo dichoso del propio espíritu próvida y fecunda que inspiró, por la
de América. idealización de la abundancia y la labor,
En los años en que Humboldt visitó la el utilitarismo delicado de las Geórgicas.
Caracas espiritual y pensadora de las Para Lleredia es el fondo del cuadro que
postrimerías del régimen colonial, brilla- dominan la desesperación de Rene o la
ba en sus tertulias literarias la persona- soberbia de Barold, la soledad bienhe-
lidad de un poeta adolescente que cultivó chora del que sufre, una armonía cuya
el trato del sabio y le acompañó en algu- nota fundamental está en el sentimiento
nas de sus excursiones científicas.—-Es- reflejado en los ojos que contemplan.
taba reservado a aquel poeta, en cuyo es- Bello nos da la perfección en la poesía
píritu no debía desvanecerse jamás la estrictamente descriptiva, en la represen-
huella dejada por la palabra del viajero, tación de las formas sensibles de la na-
ja gloria de ser uno de los dos grandes turaleza por la imagen que reproduce to-
iniciadores del sentimiento de la natura- das las variaciones de la línea y todos los
leza de América en su literatura propia; tonos del color; pero Heredía, poeta de
798 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
la intimidad, poeta del alma, sabe tradu- Juan Cruz Várela, en un discreto exa-
cir al lenguaje de la pasión las voces de men del legado transmitido por la época
la naturaleza y muestra condensadas en literaria que tuvo en él su más alta per-
las exterioridades de la imagen las ema- sonificación a la que se anunciaba en
naciones del espíritu. los ensayos de la juventud que había de
A esta superioridad de sentimiento e rimar La Cautiva y escribir el Facundo,
inspiración debe aún agregarse la supe- constataba en 1828 la total ausencia del
rioridad pictórica que resulta de haber tema descriptivo en las composiciones
Heredia reproducido un cuadro determi- de los poetas de su tiempo, y lo seña-
nado y concreto, y haberse limitado el laba como una de las notas destinadas
autor de la Silva a la Agricultura a de- a hacer vibrar preferentemente en lo por
corar una composición de índole espe- venir el espíritu de la poesía americana.
cialmente didáctica, con ciertos toques La descripción de la naturaleza, real-
descriptivos que no se ordenan en un zada por el sentimiento íntimo de su her-
conjunto armónico y viviente, ni adquie- mosura y las galas de la imaginación que
ren la unidad de un paisaje real. la refleja, ofreció a la pluma de Alherdi
Por otra parte, una inspiración deriva- sus primicias y tuvo brillante manifes-
da del eco blando de las Geórgicas no tación en uno de los ensayos de la ado-
era la más apropiada para trasuntar la lescencia que hicieron destacarse, sobre
poesía de los desiertos en su magnificen- todas, su personalidad en el grupo que
cia salvaje, en su majestad primitiva. se inició en la vida pública bajo la ins-
Bello entona su canto a los dones ge- piración de las ideas de reforma social
nerosos de Ceres, a la labor futura que y literaria lanzadas por Echeverría.
hiciera esclava del esfuerzo humano la La tierra encantadora de su nacimien-
naturaleza indómita y bravia, no a la es- to brindóle el más hermoso de los mo-
pontaneidad selvática de esta naturaleza, tivos de descripción que podían haber
en que estaba precisamente su poesía iniciado el nuevo género, y la novedad
peculiar. y frescura de la inspiración obtenida de
En nuestros pueblos del Plata, la re- un tema inexplorado se unen a la mag-
velación del sentimiento literario de que nificencia de la realidad que la obra re-
hablamos no se manifestó plenamente produce para comunicarle cierta juvenil
hasta llegada la época de Echeverría.— e ingenua lozanía.
Labardén había cantado, en forma me- El influjo de aquella mezcla de obser-
diocre, al Paraná en los últimos tiempos vación y sentimiento que había converti-
de la colonia.-—Los rasgos descriptivos do, desde Juan Jacobo y Bernardino de
que puedan señalarse en algunas compo- Saint-Pierre, el amor de la naturaleza
siciones de los poetas de la Revolución, física en una de las más fecundas inspi-
como simples accesorios del cuadro, se raciones del arte literario, se hizo sentir
refieren a la perspectiva de la edad de por vez primera en la literatura argenti-
oro que ellos imaginaban en lo futuro, y na por la Memoria descriptiva, de Alber-
presagian los dones de la tierra fecun- di, que tan bien acertó a expresar la sen-
dada por la paz.—Así, Luca en su profe- tida admiración de la belleza natural y
cía del porvenir de Buenos Aires y el el arrobamiento de la contemplación me-
poeta de Ituzaingó tratando análogo te- lancólica en las Impresiones de un viaje
ma. La observación de las peculiaridades al Paraná con que inició la descripción
de la naturaleza indígena había permiti- de la espléndida naturaleza que Marcos
do a nuestro Larrañaga imprimir el colo- Sastre había de reflejar, años más tarde,
rido local en las formas sencillas del en páginas de singular hermosura.
apólogo. La poesía, entre tanto, despertaba, ani-
los hielos del Sud hasta al región de los páginas del Tempe que evocan, según
bosques—apenas interrumpida en su ta- acertadamente observó su prologuista,
citurna soledad por el golpe del malón las impresiones de El insecto y El pája-
o el paso tardo de la caravana de carre- ro.—-En suma, como obra de observación
tas—circunda, desvaneciéndose en inson- y obra de sentimiento, reveladora de las
dable perspectiva, el escenario; y dentro intimidades de un alma ingenua y dulce
de él aparecen lan aturaleza encantada y los encantos de una naturaleza hasta
de Tucumán, soberbiamente reproducida entonces casi desconocida, tiene la de
en un cuadro donde la gracia y la pureza Marcos Sastre valor propio y merece la
del contorno rivalizan con la magnifi- atención de la posteridad.
cencia del color; la árida travesía sobre Habíase propagado, entre tanto, y de-
cuya superficie desolada, como Macbeth terminaba la nota más intensa y distinta
en páramo siniestro, surge a la acción en la poesía de la época, el ejemplo que
del drama la figura sombría de Facundo; la gloria de La Cautiva prestigiaba.
el grave aspecto de la Ciudad monás- Casi simultáneamente a las manifesta-
tica y doctoral; el paisaje austero y des- ciones primeras del sentimiento de la na-
nudo de los llanos y las serranías de La turaleza local en el lirismo del autor de
Rio] a. los Consuelos y las Rimas, Juan María
Comparte con Civilización y barbarie, Gutiérrez comunicaba igual inspiración
la más alta representación de la prosa al verso esbelto y grácil de que tuvo el
descriptiva en la literatura de su época, secreto y que fué en sus manos una for-
la obra en que Marcos Sastre consiguió ma flexible a toda novedad oportuna, a
bajo el título de El Tempe argentino, sus toda discreta innovación, sin mengua de
impresiones de la naturaleza en cuyo la serenidad constantemente prevenida
seno había buscado, en medio de la tem- del criterio y el gusto.
pestad de las pasiones desencadenadas, Dentro de la originalidad americana,
el olvido y la paz. su sello personal fué conciliar a la mani-
Es un libro que participa de la natura- festación de las tradiciones propias y al
leza de las Geórgicas, en cuanto une sabor de la tierra, cierto suave aticismo,
como ellas al propósito útil, hermoseado cierto secreto de delicadeza plástica e
por la idealización del retiro y la labor, ideal, que decoran la agreste desnudez
la esencia poética y el sentimiento deli- del tema primitivo con la gracia interior
cado .—No están exentas sus páginas de del pensamiento y el terso esmalte de
rasgos de trivialidad y de mal gusto, ni la forma.—Evocó de la leyenda indígena
de afectación declamatoria, pero la im- figuras de mujer que descubren, bajo
presión de conjunto es de una íntima sus plumas de colores, la morbidez del
sinceridad y una sencillez sentida y sua- mármol exquisitamente cincelado y lle-
ve.— En los capítulos donde prevalece la van en sus melodiosos acentos algo de
n
°ta contemplativa suelen notarse hue- las blandas melancolías de la Ifigenia de
llas de imitación o de retórica. El libro Ráeme o la Cautiva de Chénier.—En el
vale más por aquellos que revelan una paisaje puso la misma nota de deleitosa
investigación original y directa de las pe- poesía, la misma suavidad acariciante en
culiaridades de la naturaleza indígena, el toque e igual desvanecimiento apaci-
es
íudiada con verdadero amor y preci- ble del color,—Dueño de un pincel de
a n cuidadosa del detalle.—Pone a me- seda, se complació en reproducir las tin-
nudo Marcos Sastre en la observación tas tornasoladas del crepúsculo, los cua-
de
l mundo irracional cierto interés afec- dros de líneas serenas y graciosas, las
tuoso, cierta ternura, que recuerdan la marinas estáticas de la calma.---Robó a
Sx
Pansión sentimental de Michelet. Hay la naturaleza regional los más encanta-
do DO. -_;¿g
802 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
debate literario movido por uno de los ción, la resonancia poética de aquel pe-
episodios triviales y los hechos oscuros ríodo de renovación de las ideas y de
que daban pábulo a la vana locuacidad iniciativa fecunda, que se manifiesta por
de los versificadores de la colonia, en los anhelos de prosperidad material y
tiempo del marqués de Loreto, luce un de libertad económica, los escritos de
hermoso arranque de sentimiento que Vieytes y la acción benéfica de Belgrano,
casi llamaríamos nacional y que vuelve diseñando sobre el fondo incoloro de la
realmente inspiradas las estrofas donde sociedad colonial el esbozo de un enér-
el poeta rechaza, a nombre de la condi- gico espíritu colectivo.
ción altiva de su pueblo, la abyección La evocación de las tradiciones legen-
cortesana de la vida pública de Lima. darias del pasado de América, que rea-
V ei canto por ei que fué poéticamente lizo Labardén en la escena, celosamente
consagrada la naturaleza de esta parte reservada por los poetas y los precep-
de América, que él personificaba en la tistas, para ios héroes y pueblos con-
sagrados como una aristocracia de Ja his-
majestad del Paraná—ensayando, con el toria, ofrece, pues, si se prescinde de la
vuelo tímido e incierto del numen apo- severidad, que sería inoportuna, del jui-
cado por la habitud de la imitación y la cio literario, y se ia aprecia relacionán-
retórica, el tema inagotable que señala- dola con ese anhelo de conceder una
ría la nota más intensa y distinta dentro expresión adecuada a la sociedad y la
de la futura originalidad de nuestra lite- naturaleza propias, que descubren los
ratura—, constituye a la vez, como mani- versos del autor de Siripa, todo el sig-
festación inicial entre nosotros de aquel nificado de una audaz manifestación pre-
género de poesía elevadamente didácti- cursora de la obra de nacionalización
ca, social, utilitaria en noble sentido, que sería francamente iniciada en la li-
que puso en boga el espíritu revolucio- teratura de América medio siglo más
nario del siglo XVIII y fué instrumento tarde.
eficacísimo de propaganda y de guerra 10 de julio, 10 de agosto y
en manos de los poetas de la Emancipa- 10 de noviembre de 1895.
tros.—Reconozcamos, ante todo, que el ante sus ojos por la pasión de escuela y
recuerdo de las impresiones, en nosotros el efecto imponente y vago del conjunto
imperecederas, dejadas por la lectura de que objeto para ella de una sólida y de-
aquel primer libro a que el actual se purada admiración. El libro de exégesis
vincula, crea para éste un término de calderoniana de Menéndez Pelayo puede
comparación que no le es, en definitiva, ofrecerse como dechado de independen-
favorable; y que no se encuentra en la cia crítica, de alta sinceridad, de criterio
nueva colección una monografía del pre- propio y seguro; y en eí juicio general y
cio de aquel inolvidable discurso Del sintético del antiguo teatro español que
arte de la historia, ni el traslado de la allí se hace, y sirve de fondo al de la
personalidad de un escritor, y el juicio personalidad del gran poeta romántico,
de su obra, verificados con la maestría se admira el resultado de una investiga-
que en el estudio del poeta del Idilio ción directa, original, completísima, rea-
admiramos; ni una página, de estilo y lizada, acaso por vez primera en la eru-
de doctrina a la vez, como aquella que dición española, desde los trabajos de
el discernimiento del verdadero y falso iniciación de los críticos inspirados por
clasicismo, del espíritu helénico y la el moderno despertar del genio nacio-
moderna imitación de sus formas, moti- nal, en la más gloriosa de las manifesta-
va en la semblanza del autor de La con- ciones del pasado literario de nuestra
juración de Venecia. Predomina en los lengua. Como elemento de la obra de
nuevos estudios literarios la erudición revisión y reparación que en aquel libro
sobre la crítica, aunque sea constante- se esboza, en la crítica del gran Teatro,
mente esa erudición la original, selecta se manifiesta en sus páginas a menudo el
y fecundada por la intervención activa enaltecimiento del arte espontáneo y vi-
del criterio y el gusto a que el sabio goroso de Lope y Tirso, colocado artís-
escritor nos tiene acostumbrados. ticamente sobre la «grandeza amanera-
Entremos ya a examinar, con la nece- da» de Calderón.—Es el segundo de los
saria rapidez de una apuntación de este poetas citados quien hasta ahora puede
reclamar de la posteridad el pago de más
género, el contenido de la colección, co- cuantioso crédito; el que aún espera de
menzando por aquellos ensayos relativos ¡ la crítica la apreciación exacta de su
a obras y autores del viejo teatro caste- genio y del conjunto de su producción, y
llano, que forman la mejor y más exten- de la historia literaria, el esfuerzo que
sa parte de ella. disipe, en lo que toca a su vida, las bru-
Establece cierta unidad en el espíritu mas de la ignorancia o la leyenda. El
de esos estudios la tendencia que mani- estudio a él referente en el libro q ue
fiestan a levantar, sobre el nombre y la motiva esta nota viene a satisfacer en
gloria de Calderón de la Barca, los de gran parte tal exigencia de justicia, re-
poetas objeto de menos universal acla- uniendo y armonizando el resultado cte
mación, aunque acaso artísticamente más la labor erudita consagrada en los últi-
excelsos. A nuestro crítico corresponde mos años por diligentes investigadores
el honor de haber fijado definitivamente I al esclarecimiento de la personalidad y
el criterio desapasionado en la aprecia- la existencia, punto menos que desco-
ción del último y más célebre de los re- nocidas, del poeta, y acompañando a
presentantes de la gran tradición dramá- esa síntesis de erudición, que se acre-
tica española, identificado un día con la cienta con datos personalmente adquiri-
gloria entera de esa tradición, levanta- dos, observaciones de crítica profunda
do por impulso de la crítica romántica con respecto a su obra. Para Menéndez
alemana a la categoría de símbolo más es indudable que el segundo lugar entre
adorado que conocido, más transfigurado
DE DOS POETAS
«ECOS LEJANOS», POR CARLOS GUIDO SPANO.—«BAJO-RELIEVES»,
POR LEOPOLDO DÍAZ
trario del lirismo elocuente: es la línea sencillez del arte homérico, y desde que
pura y correcta en breves límites. Ellos el evocador de la Elena robada al reino
no hallaban medio de desprenderse de de las sombras sintió alborear en sí, pa-
la afectación de la onda académica, es- sada la tempestad que Werther propagó
pecie de pedestal a cuya planta abando- por la tierra, la olímpica serenidad que
naba el poeta, como fardo innoble y pe- puso en sus versos el sosiego imperioso
sado, su naturaleza de hombre, para asu- de los mármoles y quedó en él como la
mir la gravedad solemne de un numen, huella refulgente de la visitación de Apo-
sino cuando procuraban la falsa sencillez lo redivivo al santuario de su espíritu
del madrigal o de la égloga, en tanto que consagrado para un nuevo culto.
la elevación ideal y la forma pura y es- De esta fe poética es iniciador el autor
cogida se concilian perfectamente con ia de Ecos lejanos. Como epígrafe de una
verdad de los afectos, en el autor de completa colección de sus versos, ven-
Ecos lejanos. dría bien el hemistiquio inmortal de La
Independiente el estilo poético de Gui- Invención, que pide pensamientos nuevos
do de tradiciones de escuela; educado en labrados en el mármol antiguo.—Tiene
esa alta inteligencia de la imitación que del ateniense sacrificado por los escitas
no excluye, sino estimula y fecundiza, el del Terror el aticismo en que ha colabo-
impulso de la libertad; concretando lo ín- rado más ]a naturaleza que la escuela;
timo y sustancial del gusto clásico en y cuando su numen, traspasando los lin-
formas personales y propias, el lazo deros del campo donde se ofrecen los sa-
por el que le reconocemos vinculado a crificios de la forma, aspira al triunfo
los modelos de la antigüedad ha de atri- que se consagra con tributo de lágrimas,
buirse a virtud de ía misma revolución li- j es para penetrar como él en esa zona
teraria que derruyó en su tiempo las I crepuscular del sentimiento donde flotan
aras de un clasicismo falso y un remedo ¡ las sombras de las heroínas de Eurípi-
infecundo, y que logró apartar de las pá- , des, el eco de las quejas de Dido y ba-
ginas del texto griego o latino el prisma ; ten sus olas blancas y sedosas los ale-
empequeñecedor de Boileau.—Mientras el i jandrinos de Racine.—Bajo el tipoy de
sistema de los imitadores modernos era ;• Nenia, se siente latir un corazón herma-
herido de muerte por la crítica de los no- no de La joven cautiva. Marmórea tiene
vadores, la intuición de lo antiguo, otor- la triste languidez de Neera.
gada a los grandes artistas del Renaci- De este abolengo ático de su naturale-
miento, volvió a iluminar, más intensa y , za poética y su arte, nace como condición
más pura, ciertas almas.—Desmoronóse | fundamental, entre las que contribuyen
el templo alzado en honor de la sabia re- ¡ a imprimirles sello distinto dentro de su
gularidad y de la indeficiente corrección \ tiempo, el señorío de todas las exquisi-
durante el soberbio reinado que la críti- ! teces de la dicción y todos los secretos
ca del siglo xvni proclamaba, subliman- ¡ del ritmo.-—El noviciado de la libertad
dolo sobre los tiempos de Pericles y los j literaria se tradujo, para la generalidad
de Augusto, edad de oro del ingenio; I de nuestros poetas de América, en la vo-
pero «el amor de Grecia» cobró alas en luptuosa non curanza (1) de la forma, en
el ambiente de esa ruina; y ella fué, más el descuido, más o menos consciente y
que nunca, para los entendimientos capa- confesado, de ese «culto del material»,
ces de sentir sus prestigios excelsos, Tie-
rra Santa de fervientes peregrinaciones (1) Esta expresión italiana es una sola pala-
ideales, desde que Andrés Chénier, alcan- bra: noncuranza. Quiere decir tanto como «des-
zando la perfecta visión de un mundo preocupación, desdén, incuria». [J. P. S. Rodo
desvanecido, hizo revelación de la divina : siempre la escribió así.]
que hoy llega a la superstición e induce una aspiración esforzada aquellos que no
al delirio.—Eran los tiempos en que solía hayan enervado su sensibilidad en el abu-
tenerse por consustancial a la naturaleza so de los perfumes capitosos y ardientes.
del poeta, el don divino de la composi- La poesía es irradiación de todas las fa-
ción enteramente fácil y espontánea y de ces del espíritu y, como la naturaleza
la producción abundosa. Confiábase de- para cada una de las latitudes del espa-
masiado en las abstracciones de cierta cio, ella tiene para todas las latitudes del
psicología estética que atribuía una so- sentimiento, manifestaciones peculiares
brada realidad al mito del «numen» y de vida y hermosura. Al lado de la poesía
acaso era tildada de prosaica la porfía de la pasión y del dolor, que lleva el al-
difícil y tenaz de la labor.—Diríase que ma a las asperezas de la cumbre, admita-
el romanticismo se inclinó a no recono- mos como la vegetación risueña de los
cer sino la «magia negra», la magia no valles la que se debe a la serena y plá-
aprendida, en la taumaturgia del Arte. cida concepción de la existencia; tal vez
—Era adorado el misterio de la inspira- mecida por los deliquios de la voluptuo-
ción que desciende al espíritu del poeta sidad que embalsamaron la amena granja
envuelta en nubes.—Hoy encontramos del Tíbur y la estancia sabina, tal vez ve-
más poesía en los afanes de esa lucha lada transitoriamente por el celaje de
hermosa y viril que empeña con el ma- las melancolías más suaves y graciosas.
terial rebelde el espíritu enamorado de la —Pero el aspecto que manifiesta toda la
perfección: la lucha que llevaba la razón superioridad de la obra poética de Gui-
del Tasso a la locura, que torturaba el do, aquel en que principalmente puede
pensamiento de Flaubert, con alternati- ser ejemplar, es sin duda el de las exte-
vas de angustia y júbilo infinitos, y que rioridades del verso; el que admiramos
el autor de Levia Gravia ha simboliza- en las cuartetas de Amira, en las de Ja
do en una imagen soberbia: los afanes inolvidable bendición paternal, en el ver-
del sátiro perseguidor de la ninfa leve í so libre de La Noche, en las briosas oc-
y esquiva en el misterio de los bosques, I tavas de Adelante.
Fué concedido a nuestro poeta el honor Hay dos supremas manifestaciones de
del triunfo logrado en esa lucha, cuando la belleza poética en la forma—según la
respiraban, los que con él compartieron poesía, que reúne y armoniza en cierto
la representación literaria de su época, ; modo las calidades de las demás artes
vientos de tempestad, vientos de desorde- bellas, se incline a participar del dominio
nada inspiración, y eran sus versos como j de las artes del dibujo o de la indetermi-
soldados vencedores que vuelven del ¡ nación del esplritualismo melódico.—Por
combate, desaliñados y altivos.—Tuvo en- j una parte, la línea firme, el ritmo vence-
tre ellos el índisputado dominio de la i dor de la inmaterialidad de la palabra, el
forma.—No ciertamente porque sea el la- i culto de las apariencias materiales y tan-
brado y blanquísimo panal lo que sedu- j gibles del verso que dan la sensación de
ce en su obra por única excelencia; hay ¡ contornos mórbidos de estatua, el arte de
también miel regalada que gustar en sus : la imagen precisa, dotada de relieve, que
transparentes alvéolos; sabe acertar tam- ! puede hacerse pasar de la estrofa al már-
"jen, si no con el intenso grito de la pa- J mol o al bronce; el procedimiento, en
Sl
ón, con el lenguaje de las delicadezas ¡ fin, que pone en manos de los poetas, ya
del alma que piden propagarse en ondas el martillo y el cincel del escultor, ya
^ e luz, con la manifestación acabada de j como símbolo de los primores parsania-
°s afectos ingenuos, puros, apacibles, ex- nos—-el diamante del grabador de pie-
halaciones cíe suavísimo aroma que per-' dras finas.—Por otra parte, el tejido te-
cioirán en sus versos sin necesidad de nue y aeriforme de los líricos en quienes
818 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ser una nota desmayada de impotencia, ción patricia que imprime constantemen-
luce en el ritmo y en la imagen un do- te nuestro poeta a la voluptuosa moda-
naire infinito.—Musgo, Melancolía, Sole- lidad de su expresión.—Cuando ensaya
dad, sobre las que se proyecta la pen- su musa, educada en la contemplación
umbra de un tono elegiaco atenuado, a del ideal ateniense, la tonalidad plebeya
veces religioso, dan ejemplo de cómo aún de la trova y canta, en estrofas admira-
las acerbidades del desaliento y el dolor bles de agilidad y de brío, la altivez de
ostentan, al resbalar por el cauce terso la raza y el amor del terruño, hace pen-
y pulido del verso que labra nuestro poe- sar su estilo en la manera peculiar de
ta, eí impulso leve y gracioso de una ciertas deliciosas composiciones de Juan
onda que arrastrase, entre sus blancos María Gutiérrez, el poeta de la originali-
copos de espuma, flores marchitas y des- dad local conciliada con las supremas
pojos de alas destrozadas.—Las traduc- delicadezas de la forma, en quien la
ciones de los dos sonetos intercalados en esencia de americanismo poético se fil-
La fus du Tifien, de Alfredo de Musset, y traba al través de urdimbres de rosas
que modeló el poeta de las Noches en la y de mirtos. Parécenos ver entonces una
espiritualidad refinada del amor petrar- enredadera de nuestros bosques salva-
quista, adquieren, de la similitud Je! jes abrazando la columna esbelta de un
molde labrado en nuestro idioma con la templete.
forma toscana, todo el aire de dos pági- Un toque rápido, una estrofa labrada
nas ignoradas del Cancionero.—La figura con la preciosa concisión del epigrama
épica de Pringles, destacándose sobre el antiguo, para servir de engarce a una lá-
medallón de bronce de otro soneto irre- grima, de resonancia a un grito de admi-
prochable, encuentra, quizás por vez pri j ración o de piedad, de contorno a un
mera, una digna consagración de su glo- i pensamiento ático, a una ofrenda galan-
ría, desde el esbozo rapidísimo, pero pro- te, a una imagen leve y graciosa, resalta
cedente al cabo de mano genial, que re- a veces en la blanca soledad de una pági-
produce al jinete heroico en algunas lí- na. El sello de su origen se reconoce
neas del Facundo,—Al pie de Bajo-relie- siempre en estas notas ligeras, ya sean
ve se ha detenido también el lápiz cuyas un tributo puesto en la tumba del cantor
huellas me guían en esta evocación de ¡ de Granada, ya salude el poeta la glo-
impresiones. Son veinte versos de una ' ría eterna de Roma, ya levante su mano
absoluta sencillez, que encuadran una ; para enjugar, en el martirio de íschia,
descripción apenas bosquejada, sin la I el llanto de Parténope, o solicite frescos
íntima vibración del sentimiento, sin el ¡ lirios de Arauco, para ornar una frente
halago de la rima... Pero ¡qué gracia J pura.
ideal en su estructura, qué supremo buen | Hemos pasado por el taller del viejo
gusto, qué clásica y perfecta sobriedad! i escultor; vengamos al del artista joven,
Para decir, de la manera propia del poe- I donde aún se festejan los desposorios del
f
a, nada más que aquello, y decirlo de j cincel y la piedra.—No es, por cierto, el
lanera que encante y enamore, es nece- | taller de un ignorado: el nombre de Leo-
sario poseer el secreto que permite al | poldo Díaz ocupa, ha tiempo, para los
Regido de las Gracias concentrar en un ¡ que aspiramos a la superioridad espiri-
r
asgo único y como trazado al pasar so- tual del buen gusto, puesto honroso en
bre la arena del camino toda la esencia la más distinguida selección de las amis-
bella que otros se afanan vanamente en tades "de la inteligencia.—No tiene el cui-
buscar al amparo de los grandes temas. to de la forma, entre los nuevos cincela-
Aprecíese singularmente en esta página dores rítmicos de nuestra habla, un ini-
la morbidez elegante, el sello de distin- ciado más fiel, No tiene la actual gene-
820 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ración de poetas, en esta parte de Amé- que dan ejemplo Heliogdbalo, Süa o Si-
rica, nombre más alto- lencio de Tarquino,
Personifica, entre los nuestros, la ten- Por los Acantos, se siente pasar la vi-
dencia de poesía para quien la perfección bración del alma moderna. El verso ad-
es el sueño supremo y el triunfo último, quiere un tibio soplo de vida, un estre-
y reserva a esa audaz y fascinadora ten- mecimiento nervioso. Ya no es la flor de
dencia días de gloria.—Duego de todos mármol, insensible o inerte, sino la viva
los secretos del ritmo, no le ha sido ve- flor arrancada de su tallo para que luz-
dado el paso que conduce a las fuentes ca en urna cincelada.—Muerta y Recluso.
de la emoción y de la idea. Su Byron es tienen, para mí, la savia poética necesa-
un perfecto modelo de esa alianza. El ria para vivificar muchos poemas; en Ja
sentimiento intenso y generoso arde en Vieja Canción hay un vago y delicioso
el seno de la forma impecable, como el perfume; Stelta y Distante son de una
ascua encendida en brasero de magnífi- delicadeza infinita.—A veces, en los pro-
co bronce. pios Acantos, triunfa sobre el sentimien-
Titúlase el nuevo libro: Bajo-relieves to, que es la calidad por que se singula-
y un solo molde métrico impera en todas riza la serie, la preocupación de la línea
sus páginas. «La invención de Guido y del color. Vense entonces, dentro del
d'Arezzo», la forma selecta y bien ceñi- marco repujado con primores de orífice,
da en la que el pensamiento avanza por el cuadro del Crepúsculo, el de la Noche;
grados, como destacándose sobre un fon- la pálida flor que languidece entre el
do crepuscular, desde la sombra a la hielo; Véspero naciente en la profundi-
plena luz del verso último, ha halagado dad de las sombras azules; y el perfil de
al don de habilidad técnica del poeta, la Dogaresa que entona al desmayar de
que la domina, posesionado de su fuer- la tarde su rondel sobre la góndola que
za y su gracia, con altivez de vencedor. boga en el canal silencioso.
Sobre los primeros sonetos luce el Toma Leopoldo Días, entre otras con-
nombre de Grecia. Es a menudo un asun- diciones del sentimiento y la plástica, al
to de la Fábula de belleza inmortal e autor de Trofeos, el alarde de flexibili-
inagotable—un dios o un mito—el que se dad en la adaptación del colorido y del
gusto a variados tiempos y lugares, que
destaca sobre el fondo luminoso del permite a Heredia pasar, sin detrimento
verso, comparable a las gemas más clási- de su intuición admirable de la historia
cas donde se entallaron escenas mitológi- en su elemento dramático y sensible, de
cas. Bien la carcajada de Zeus que hace los cuadros romanos de Trebbia y La
estremecerse el Olimpo; bien Eros, sobre tarde de batalla a la bizarría puramente
la cumbre, bañado en sangre entre sus española de Los Conquistadores del oro
flechas de oro; bien Afrodita, que brota o del Romancero, y el exotismo japonés
de las blancas espumas o el brazo fuerte de SamouraL—El sonetista clásico pasa
de Diana tendiendo el arco vengador.—Sí- al norte, después que ha probado su cin-
sifo, Tanatos, Belerofonte, Edipo y Esfin- cel en el mármol sagrado de las ruinas
ge son de una belleza austera y admira- y lo ha teñido con sangre al recortar con
ble; pero triunfa singularmente el cincel él un jirón del seno palpitante de nues-
cuando la figura reclama la suave mor- tras inquietudes y nuestros dolores; y en-
bidez de la línea. Así, Leda, Pasifae y tre las brumas plateadas de ios Nibelun-
Bacante. gos, ve pasar el escuadrón de las vírgenes
En Roma domina casi exclusivamente guerreras y la bandada blanca de las Wi-
el cuadro histórico, tratado con el ner- lis; la aparición de Elsa y su caballero
vio dramático y la intensidad de color de legendario; Parsifal sobre el fondo tre-
mante del incienso, y la Princesa en que frigerante, el contacto glacial del vaso
Tannháuser soñaba, dormida en su fére- ', cincelado y vacío?... ¡El poeta, abandera-
tro como tumbergia silenciosa.—Luego, : do en nuestra luchas, pertenece a la idea,
la ciudad ideal que puebla la multitud de j pertenece a la acción; y la poesía que
Shakespeare le abre sus puertas. Sobre ¡ merece los triunfos y la gloria es aquella
la esbelta escalinata de catorce tramos que aspira a representar, como algún día,
marmóreos ascienden las dulces heroínas. en la vida de las sociedades humanas,
Cuando ellas pasan, el verso adquiere el • una fuerza civilizadora, una fuerza fecun-
corte airado y la sombría tonalidad de i da! Yo, que he participado, y aún parti-
la ola borrascosa, al evocar el horror de cipo, de esta fe en el sublime didactícis-
la sombra sarcástica de Banquo y la in- mo de la palabra de los poetas, creo ante
finita desesperación del rey que llora todo en la libertad, que Heine proclamó
junto a Cordelia moribunda,—Me pare- irresponsable, de su genio y de su ins-
cen de los más hermosos e inspirados de piración. Cuando escucho exigirles que
la colección, estos dos sonetos que quin- se i n t e r e s e n —bajo apercibimiento de
taesencian, para encerrarle en pomo de destierro—en lo que Jesús llamó las
metal precioso, el absintio de las cosas dispulas de los hombres, recuerdo a
más acerbas del trágico.—-Admiro tam- Schiller narrando la historia de Pegaso
bién el esmalte oriental y el ritmo volup- bajo el yugo. El generoso alazán, ven-
tuoso de La Sulamita y Salomé; la cris- dido por el poeta indigente, es unci-
pación de fiera que se dibuja en los ver- do por groseras y mercenarias manos
sos de Hendías; la casta sencillez de a las faenas rústicas, símbolo de la di-
los que parecen modelados en la blanca recta utilidad y el orden prosaico de la
túnica de Ruth.—-En los Ciclos noto un vida. El se revuelve primero para sacu-
esfuerzo de condensación aplicado a te- dir el yugo que desconoce, y desmaya
más inmensos, que no se aviene con la después de humillación y de dolor. En
naturaleza íntima del poeta ni con el mol-
de métrico que usa; ambos más adecua- vano se fatigan sus amos; le desuncen,
dos al motivo capaz de contenerse en convencidos de la imposibilidad de do-
formas breves y correctas, a la imagen meñarle, y le arrojan con desprecio co-
de contornos claros y precisos, al pensa- mo a cosa inútil. ¡Pero el antiguo dueño,
miento marcado con un sello profundo, que vagaba triste como él, le encuentra
que a la indefinida amplitud de las gran- un día en su camino; sube, lleno de
des generaciones históricas. Lucha allí, júbilo, entre sus alas desmayadas; y en
con la insuficiencia del límite impuesto tonces un estremecimiento nervioso re-
por la técnica, la fuerza de expansión corre los flancos del corcel rebelde a la
de temas que acaso se resistirían al po- labor, se despliegan sus alas, sus pupi-
der sintético de Andrade. las flamean, y tiende el vuelo hacia la
¡Culto del verso por el verso! ¡Adora- altura con el soberbio brío, con la infi-
ción estéril de la forma!—-oigo clamar, nita libertad de la inspiración levantada
condensándose las notas de indiferencia sobre las cosas de la tierra!
0
de censura que han llegado a mi oído ¡Hermoso símbolo de la soberana in-
a
propósito de la genialidad de Bajo-re- dependencia del Arte! Comprendiéndolo
heves.—¿Dónde está la palabra que nos en su sentido profundo, dejemos al cor-
adoctrine en nuestras dudas, que nos cel alado la voluntariedad de sus vuelos,
fíente en nuestros afanes, que nos con- a la Poesía la fuerza de su libertad, y sea-
forte en nuestros dolores, en esta poesía mos siempre gratos al beneficio de sus
c e
^ contornos perfectos, que sólo deja dones divinos, ya ella nos aparezca como
Cíl
nuestros labios, ansiosos del licor re- deidad armada y luminosa en nuestras
822 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Sin cierta flexibilidad del gusto no hay aquel que haya dado prueba de com-
buen gusto. Sin cierta amplitud toleran- prender ideales, épocas y gustos más
te del criterio, no hay crítica literaria opuestos.
que pueda aspirar a ser algo superior al
eco transitorio de una escuela y merez-
ca la atención de la más cercana poste- Si hubiera de graduarse el nivel a que
ridad. alcanza en la clasificación de las inteli-
Temperamento de crítico es el que une gencias el espíritu de cada escritor, to-
al amor por una idea o una forma de mando por base sus aspiraciones res-
arte—nervio y carácter de sus juicios—la pecto a la crítica que ha de pronunciarse
íntima serenidad que pone un límite a sobre sus obras, yo propondría la fórmu-
los apasionamientos de ese amor, como la siguiente: «El escritor de noble raza
lo fija a las tempestades de la tierra la es aquel que ambiciona, ante todo, ser
paz de las alturas.—Recuerdo haber es- comprendido. El vulgar escritor es aquel
crito alguna vez que en la aleación del que procura, ante todo, ser elogiado.»
alma del crítico grande y generoso es
indispensable elemento una buena por-
ción de aquella sustancia etérea, vaga,
dotada de infinita elasticidad, fácilmente El ministerio de la crítica no compren-
adaptable a las más opuestas manifes- de tareas de mayor belleza moral que
taciones del pensar y el sentir, que veía las de ayudar a la ascensión del talento
el gran estético de la Enciclopedia en real que se levanta y mantener la vene-
el alma multiforme del cómico.—Agre- ración por el grande espíritu que declina.
garé que la más elevada aspiración de
un espíritu literario ha de cifrarse en la
ciudadanía de la ciudad ideal que ima- Reservad la benevolencia de la crítica
ginaron en Weimar los dos geniales co- para juzgar las caídas de los grandes y
laboradores de Las horas y a la que no la empleéis en cohonestar la inepcia
debía llegarse por la armonía de todos de los pequeños.
los entusiasmos y la reconciliación de
todas las inteligencias (1). ,
Leopoldo Alas traduce acertadamente , Lo que Bentham define, en los Sofis-
en máxima de crítica la frase famosa de ! mas políticos, «la disposición absoluta-
Terencio: «No me es ajeno nada de lo j
que es humano.»—El mejor crítico será (1) La parte final de este escrito desde:
«¡Culto del verso por el verso!..,» hasta su
(1) Esta primera Nota está reproducida en conclusión forma la página intitulada «Divina
el Lema con que el propio autor encabeza libertad», que el autor incluyó entre los tra-
la serie de sus folletos de La vida nueva. bajos de El Mirador de Próspero, ya tantas
[J. P. S.] veces mentado. [J, P. S.]
jos del genio que rae parecen animados .Melchor Pacheco, por cuya personalidad
de inspiración noble y robusta, o el De- tengo veneración casi idolátrica; ni de
rrotero, que es una hermosa profesión Enrique de Arrascaeta, en quien no todo
de fe de la poesía americana; elegiría dejó de superar el nivel de la mediocri-
La Gloria, donde se realiza y describe dad; ni de Heraclio Fajardo, a quien con-
con toques de un pincel brillante y ani- cede la Antología la semihospitalidad de
mado la odisea del explorador; elegiría la mención en una nota; ni de Fermín
En las Piedras, donde percibo algo del Ferreira y Artigas, que electrizó a una
soplo a un tiempo heroico y candoroso generación con su palabra de tribuno y
que bate la frente de aquel niño inmor- todavía nos conmueve con no pocos de
tal de Víctor Hugo que pide pólvora y sus acentos de poeta.
balas sobre las ruinas desoladas de Quío. Si considero injusta la proscripción de
Llego en mis comentarios a la parte que se ha hecho objeto a Juan Carlos
para la que reservaba el tono de una Gómez es porque creo que difícilmente
enérgica desaprobación .—Los reparos que podía haberse excluido de la colección
he puesto no han sido hasta ahora sino nombre que más la honrara y que re-
la exposición insegura, incierta, de mis uniese más valor representativo.
dudas, Al llegar aquí, me yergo, a mi La Libertad, que para Menéndez Pe-
pesar, y levanto franca y confiadamente layo no parece ser sino una insoportable
mi protesta. declamación versificada, es la que se in-
Falta un nombre en la Antología, voca en primer término, como documen-
Juan Carlos Gómez, que en concepto to de prueba, en esa dura sentencia de
de muchos debió ocupar en esta parte exclusión.
de ella puesto de honor, no es siquiera Toda defensa de aquel canto puede ser
aceptado a participar de la representa- sospechada de una parcialidad inevita-
ción del sentimiento lírico de su pue- ble y generosa en labios de quienes lo
blo.—Proscripto él mismo, en la realidad recitamos y lo amamos desde la niñez.—
de la vida, y aun en el sueño de la muer- I Tres generaciones antes de nosotros lo
te, que duerme en tierra extraña, está- ; han llevado en su espíritu, asociándolo,
bale reservada de esta manera, a su obra como una promesa, a sus anhelos de un
de poeta, la dura suerte de una proscrip- futuro mejor, esculpidos sus versos en
ción no menos injusta. la más segura intimidad de la memoria;
Me doy exacta cuenta del pensamiento tres generaciones lo han entonado en
a que obedece y el plan en que se encua- todas las horas solemnes de su acción y
dra la obra que ocasiona esta crítica; \ en medio de todas las sensaciones pro-
subordinada a una rigurosa selección fundas del civismo, como un Credo: en
que limita, por la misma amplitud del los entusiasmos febriles de la lucha, en
campo que ella barca en el espacio y las horas amargas y frecuentes de la de-
el tiempo, el número de autores acepta- cepción, en las soledades sombrías del
dos en cada parte de la Antología; y res- destierro, en las iluminaciones fugaces de
petando de buen grado este criterio del \ la esperanza.
colector, que me parece el único practi- El imperio de esta tradición constante
cable, o el único oportuno en su obra, y prestigiosa, que ha incorporado al nú-
adviértase que no le hago cargos por la mero de las cosas queridas del sentimíen-
exclusión de Pedro Pablo Bermúdez, en ¡ to nacional el viejo canto del tribuno,
quien reconozco el primero que consagró es seguramente un obstáculo difícil de
esfuerzos audaces a la victoria de una evitar para que nosotros nos alleguemos
poesía empapada en el sentimiento de la a juzgarle con la severidad del criterio
tradición y el juego de la tierra; ni de desapasionado.
«En nuestros pueblos, decía una vez dera poesía en aquellas almas capaces de
Miguel Cañé—y a propósito de la misma apasionarse por los buenos y verdaderos
avasalladora influencia de la palabra de pensamientos que el cincel de una for-
Juan Carlos Gómez—la impersonalidad ma hermosa ha acariciado!
literaria es imposible.» Hay un lazo fa- Que hay en ellos pasajes que hoy nos
tal, en el limitado escenario de nuestras suenan a declamaciones de colegio; que
democracias, por el que se vincula indi- los deslucen en alguna parte ciertas no-
solublemente a la existencia y la obra de tas de lirismo infantil y ciertas galas de
cada uno, su palabra, su prédica, su ex- retórica candorosa, no seré yo quien lo
hortación. dude. Pero la vida interna, el soplo ar-
Cuando José Pedro Valera canta a la diente que constituyen a aquel canto en
muchedumbre anhelante de los niños que un vivo organismo lírico, lo redimen lar-
la enseñanza congrega y conduce al por- gamente a mí ver de todos sus pecados
venir bajo su égida de luz, la estrofa de la forma y todas sus faltas contra el
resuena en nuestro espíritu con unción gusto. Podría comparársele con un cora-
evangélica, el verso adquiere alas de su zón que, al palpitar, da sones melodio-
vinculación con el recuerdo de la acción sos.—Es, además, tomando el americanis-
redentora; y cuando se lee a Juan Chas- mo poético en un amplio sentido, una
saing, saludando en la bandera de Mayo composición esencialmente americana.
el símbolo del ideal a cuyo honor con- No tanto por la rememoración feliz de la
sagró las energías de un alma pura y Epopeya, que hace vibrar sones heroicos
fuerte, para los que conocen la vida y el y triunfales enfervorizando la corriente
ejemplo del ciudadano, tienen aquellos ¡ hasta entonces majestuosa, serena, de la
versos una repercusión moral que in- narración; no tanto por aquellas estro-
dudablemente supera al afecto aislado fas de poderosa síntesis descriptiva en
de una inspiración que no alcanza a las que aparece la naturaleza del Nuevo
cumbres. Mundo brindando su seno próvido a la
Es indudable que el prestigio de La Li- libertad proscripta de todos los climas y
bertad ha reposado, en mucha parte, pa- los tiempos, cuanto por significar, por su
ra nosotros, sobre ese pedestal labrado misma ingenuidad y su mismo abandono,
por la acción a la palabra; es indudable
que los esfuerzos, y las prédicas, y los el sentimiento intenso de la libertad que
dolores, de medio siglo de una constante dominaba en el espíritu de pueblos que
personificación de la inteligencia inco- acababan de conquistarla, al precio de
rruptible que flota como un lampo de un inmenso heroísmo, luchando por su
luz sobre las maldades triunfantes y ten- ser de naciones, y aun derramaban san-
tadoras de la vida, han contribuido a for- gre por estrecharla con abrazo viril en
^ar alrededor de aquella composición el orden de su vida interna.
Un
a atmósfera electrizada y luminosa; La libertad que habían cantado los poe-
han puesto en sus acentos una poderosa tas americanos hasta entonces era la dio-
v
ibración que no hallará, de seguro, en i sa clásica, la libertad que tuvo por atri-
la letra inanimada quien no recite aque- butos el gorro frigio y el ramo de laurel,
llos versos llevando la imagen del poeta y fué adorada en la cúspide del Aventi-
en
la memoria y el culto de su ejemplo no.—No era este intenso amor, este ar-
en
el corazón. ¡Pero yo confío en que doroso y humano sentimiento, que se
aun allí donde no alcance esta influencia manifestaba, independiente de toda ves-
Prestigiosa a que no podemos sustraer- tidura simbólica, en el canto que El Na-
nos
, los alejandrinos de La Libertad re- cional de 1842 lanzó a los vientos en vís-
sonarán con la entonación de la verda- peras de la Defensa, cuando era llegada,
830 JOSÉ ENRIQUE RODO ,—OBRAS COMPLETAS
blico español en los nombres y obras de zado los tres esfuerzos más eficaces y
la actual literatura del continente; y Mar- plausibles entre los que han podido con-
celino Menéndez y Pelayo, saliendo triun- sagrarse al buen éxito de obra tan no-
fador de la primera tentativa encamina- ble y tan fecunda como la de estrechar
da a armonizar las inspiraciones superio- los lazos de fraternidad intelectual de
res de nuestros poetas, en un conjunto España y América.
ordenado bajo las prescripciones más se-
guras del criterio y del gusto, han reali- 25 de febrero de 1896.
enlaza los dos miembros gigantes de la terario consagrado hasta hoy a la uni-
América la tribuna sobre la que cerniese ficación intelectual de los pueblos del
vencedor el genio de sus democracias, Nuevo Mundo partió de tierra argentina,
son las revistas, las ilustraciones, los pe- v está representado por los trabajos de
riódicos, formas triunfales de la publici- investigación, de divulgación, de propa-
dad en nuestros días, los mensajeros ade- ganda, con que la incansable y fervoro-
cuados para llevar en sus alas el llamado sa actividad de Juan María Gutiérrez ten-
de la fraternidad que haga reunirse en dió a formar de todas las literaturas de
un solo foco luminoso las irradiaciones América una literatura, un patrimonio y
de la inteligencia americana, por la fuer- una gloria de la patria común.
za de la comunidad de los ideales y las La labor del maestro espera continua-
tradiciones. dores que la lleven a término fecundo,
En tal sentido, su propaganda y sus
esfuerzos me parecen merecedores de un y yo abrigo la persuasión de que, a con-
aplauso entusiasta. tinuar como hasta hoy el vuelo ascenden-
Ustedes tienen, por el escenario en que te de la Revista que usted con tan ani-
descuellan, por el centro en que escriben, moso espíritu dirige, ella ha de recordar-
la más brillante oportunidad para vin- se con honra el día en que sea posible
cular a su nombre el honor de la inicia- j comprobar el definitivo triunfo de esa
tiva en obra tan fecunda y de tan vastas i aspiración en que le acompaño con mis
proyecciones, desde esa Buenos Aires, en- | simpatías y mis votos.
caminada sin duda a representar en lo ¡ Grabemos entre tanto, como lema de
por venir, como lo representa acaso en i nuestra divisa literaria, esta síntesis de
el presente, la personificación más selec» ¡ nuestra propaganda y nuestra fe: Por la
ta de su estirpe, el primado de la civi- j unidad intelectual y moral de Hispano-
lización latinoamericana en las múltiples ! américa.
manifestaciones de Ja cultura, del arte y j Créame su afectísimo amigo.
de la ciencia. !
El más eficaz y poderoso esfuerzo li- I 25 de abril de 1896,
des de paisajista delicado y todas sus do- sidad o, si usted quiere, extravagancia
tes de poeta de suave sentimiento han de mi gusto, para realzar la significación
llegado en esta composición a la más del aplauso que debo a usted al llegar
perfecta y admirable armonía, refundien- a esa parte de su obra, y dar idea de
do en una sola y dichosa inspiración, que la admiración que me merece el exquisi-
acaso inmortaliza un recuerdo melancó- to sentimiento con que ha interpretado
licamente acariciado en la intimidad de usted la melodía arrobadora de la Lucía,
su memoria, ío más selecto, lo más her- de Musset — El íntimo perfume, la fideli-
moso, lo más puro, que ambas excelen- dad del espíritu, me parecen en esa com-
cias de su espíritu pudieron dar de sí. posición verdaderamente irreprochables;
Todo, en esa composición, me es sin- y si a ellos se redujeran las buenas con-
gularmente grato: la ingenuidad del sen- diciones de la traducción, yo la tendría
timiento, la poética naturalidad de la ex- por modelo, ¡Qué lástima que inoportu-
presión, hasta la forma métrica, eí ser- nas asonancias vuelvan la forma defec-
ventesio sencillo y elegante, que Cam- tuosa!
poamor sustituyó con excelente acuerdo Ha tentado también a sus anhelos de
a la estrofa tradicional de la epopeya en refundir por la traducción, en el propio
el Drama universal y que es hoy, en poe- j espíritu, las concepciones bellas de los
sía americana, copa de férvido y brillan- j otros, el soneto triunfal con que el in-
te lirismo en manos del gran poeta de J signe americano de quien puede decirse
Méjico autor de Gloria y de Sursum. \ que ha hecho resplandecer la magnifi-
Hace ya tiempo que cuento esa que cencia y la juventud del Muevo Mundo,
considero mejor de sus composiciones en en eí cenáculo de Gautier y de Banville,
el número de las que me son excepcional- cantó a la banda aventurera a cuyos ojos
mente queridas; y al agradecer a usted ávidos se levantaron una vez, en el con-
por esta carta el galante envío de su fín del horizonte, las estrellas desconoci-
obra, se me ofrece la ocasión agradable das que hoy fulguran sobre la libertad
de transmitirle el testimonio de esa pre- y la civilización de nuestra América.
dilección. Bien sabe usted que no ha llegado el
Llego a las páginas que dedica usted primero al pie de ese bajo relieve de
a sus traducciones de selectos versos bronce, esculpido por mano a un tiempo
franceses y que despiertan en mí tanto delicada y atlética, para apoderarse de
interés como las anteriores. su imagen y labrarla de nuevo, con el
Hay quienes conceptúan la traducción cincel de nuestra habla española, a la
labor servil o, por lo menos, secundaria; que el tema de aquel fragmento épico pa-
hay quienes la identifican con las más rece adaptarse como a su forma natu-
nobles manifestaciones de la producción. ral—Miguel Antonio Caro ha traducido
En cuanto a mí, las traducciones poéti- Los Conquistadores y la lectura de una
cas me parecen cosa tan ardua e insegu- nueva versión se asocia inevitablemente
ra como el acto de pasar de un pomo a en nuestro espíritu al recuerdo de tan
otro la esencia etérea, sutilísima.—Esta formidable precedente,—Pero la tentativa
mi idea de su dificultad ha resistido, mu- de usted no significa, después de la de
chas veces, a la lectura de las que llevan Caro, una obra inútil, porque está inspi-
la firma de don Juan Valera, de Teodoro rada en muy distinta inteligencia de la
Llórente, de Bonaíde. Sí La priére pour traducción. El clásico de Colombia, ade-
tous no hubiera sido traducida al espa- más de traducir el soneto, lo ha españoli-
ñol por Andrés Bello, apenas creería en zado. Impera en sus Conquistadores an-
traducciones. tes el estilo del traductor que el deí pro-
Traigo ahora a cuenta esta meticulo- pio poeta, y es su soneto de la casta de
los que salieron de manos de los Góngo- i El soneto, de Soulary, no me parece que
ra, de los Jáuregui, de los Arguijo. Con- esa travesura, tan ingeniosamente expre-
siderado independientemente del original, sada por el poeta, de la idea rebelde y
es, sobre toda duda, soberbio; apreciado esquiva a las solicitaciones tenaces de la
en su calidad de traducción, deja bastan- forma, haya sido dominada esta vez por
te que desear.—Usted, en cambio, prefie- su habilidad de rimador?
re el endecasílabo que lleva el sello poé- Pero no prolongaré por más tiempo la
tico de nuestra raza, y a la soltura con- ya impertinente prolijidad de este co-
cedida, en el procedimiento de interpre- mentario. Me olvido de que escribo una
tación, al voluntario vuelo de que habla- carta y no una crítica. Sírvanme de dis-
ba, a propósito de las imitaciones de los culpa el interés y el halago del tema so-
clásicos, Bartolomé de Argensola, la es- bre que he departido con usted y mi afi-
tricta sujeción al metro y a la letra, y ción al estudio de los poetas.
sus alejandrinos castellanos, calcados casi Tratándose de los elegidos para hablar-
uno por uno en los del soneto original, nos en el lenguaje natural de las cosas
son el traslado fidelísimo del pensamien- bellas a los que formamos en el rebaño
to y las palabras del autor de Trofeos, oscuro de la prosa, yo no concibo la crí-
Las traducciones de La tumba del con- tica sino como un homenaje tributado
quistador y la Fuente de juventud, del a la superioridad jerárquica de los que
mismo Heredia, armonizan cumplida- crean sobre los que analizan. En vano
mente con la belleza de la que he co- voces que parten a toda hora del clamor
mentado. bárbaro y plebeyo, pero que suelen des-
Ha elegido usted, en el acervo de otros cender también de las alturas, niegan y
poetas, y ha acertado a darles también desconocen la razón de esa superioridad.
una fiel y brillante interpretación, la fres- ¡Ustedes ríen de los augures que profe-
ca y primaveral poesía de la Aurora, de tizan la ruina inevitable de la ciudad de
Hugo; el dejo melancólico de los Remor- que son dueños; ustedes imperan, eterna-
dimientos, de Bourget; la imagen sober- mente vencedores! Hace apenas dos lus-
bia del Albatros, con que el maestro de tros, bajo los auspicios de una escuela
las Flores del mal simbolizó la ineptitud que ambicionó dictar la fórmula última
divina de los poetas en la prosa del mun- y definitiva al arte moderno, proclama-
do; la severa reconvención de Sully Prud- ba la soberbia de la prosa una vez más,
homme ante la frivola vanidad del tiem- que el secreto del porvenir era exclusi-
po perdido; y la canción de Richepin, la vamente suyo. Entre tanto, nuevas escue-
balada del corazón de la madre muerta, las se han alzado sobre la decadencia
lúe es de veras un corazón que va go- de la que confinaba la poesía a los do-
teando sangre... minios de un recuerdo glorioso, ella ha
Habla tan alto la selección de los ori- rescatado a su favor gran parte de su
ginales en pro del acierto de su gusto imperio, y hoy va pasando de moda el
como, en favor de sus condiciones para saludarla con el adiós melancólico de
e
_sta producción refleja de poesía, la fe- Shakespeare a la reina de los tristes des-
licidad del desempeño. tinos.
En cambio, ¿me permitirá usted con-
fesarle que cuando leo su traducción de 10 de mayo de 1896.
m TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
JUICIOS CORTOS (O
J. RIVAS GROOT: «LA NATURALEZA», «CONSTELACIONES» (2)
de sueños ambiciosos de arte, nosotros ; sobre las cenizas de los astros fulgura-
quisiéramos infiltrar las almas de los rán las constelaciones de las almas.
héroes de Shakespeare en el mármol de Y así, de la respuesta a la piedad de
ios dioses antiguos; quisiéramos cince- las constelaciones, como antes, de la re-
lar, con el cincel de Heredia, la carne j convención ante la frialdad desdeñosa
viva de Musset (1). j de la Naturaleza, surge rasgando con un
En el segundo canto—Constelaciones— lampo de luz las sombras anteriores del
a quien hermanan con el anterior idénti- ! canto, a la manera del blanco copo de
eos caracteres de metrificación y de es- | espuma con que se corona el agua acer-
tilo, son actores también la Naturaleza y ba de la onda, la afirmación de la inmor-
el Alma.—-Pero la Naturaleza no se pre- talidad.
senta en él cubierta por el polvo de la Dicen las voces nuevas que ía palabra
tierra sombría, donde tiene su imperio de los que cantan, de los que sueñan, de
lo deleznable, lo oscuro, sino vistiendo los que no dudan, empieza a recobrar,
el peplum de plata de los cielos. sobre la mente de los hombres, un poco
del prestigio perdido por la palabra de
Conversa el poeta con los luminares los sabios.—Y si la sabiduría del entendi-
sagrados de la noche.—Es, pues, el diá- miento no pudo desvanecer el dejo amar-
logo un coloquio de amigos. «¿Por qué i go de la decepción y la nostalgia en nues-
—pregunta el poeta~-la dulzura piadosa tro espíritu, bueno es que tienda el vue-
de vuestras miradas?» Y le responden las J lo al lado de la luz y la esperanza, la sa-
constelaciones: «¡Porque desde que exis- biduría del corazón.—Cantad, ¡oh poe-
tís os vemos alzar en vano a nuestro cie- tas!, a los ideales que confortan, a los en-
lo la vista suplicante y las manos tem- tusiasmos que reaniman, a los impulsos
blorosas; porque contemplamos la eter- que levantan.—Dejad, ¡oh caballeros de
na vanidad de vuestros sueños; porque una luminosa caballería!, a nuestra prosa
sabemos que vuestra condena es el do- oscura la acerbidad de sus querellas y a
lor!» «¡Oh, no, no todo es muerte y nuestra estéril cavilación sus inquietudes.
olvido, astros radiantes!», dice entonces ; —Cuando oigáis que negamos, vosotros
el poeta.—Vendrá sin duda la noche de afirmad; cuando las frentes pálidas y fa-
que los siglos son el día.—Las últimas tigadas se dobleguen al peso del dolor
dos olas pondrás su beso sobre la arena o la duda, levántense las vuestras, seña-
de la playa; los últimos dos hombres de- lando a la región de quien acaso nadie
volverán su vida al seno ingrato de la sino vosotros puede hablarnos, porque
tierra. Pero flotará, cuando todo acabe, sois sus proscriptos; cuando nosotros
el aroma eterno del espíritu sobre la flor arranquemos de nuestras almas, para en-
marchita y deshojada de los mundos; arbolarlo como una fúnebre bandera,
un jirón más de sombra, vosotros en-
(1) Este bello párrafo, desde: «Digámosle, cended, sobre los horizontes de la vida,
ante todo...», está reproducido en El Mirador un nuevo rayo de luz!,.,
de Próspero, con el título: «En el álbum de
un poeta». [J. P. S.] 25 de julio de 1896.
£
EL INICIADOR" DE 1838 w
ANDRÉS LAMAS.—MIGUEL CAÑE
Recordemos cómo nació la prensa lite- aulas de San Carlos y que no había sido
raria entre nosotros.—Llevemos nuestro modificado esencialmente después de la
espíritu a los tiempos en que resplande- Revolución, por las que las habían su-
cía sobre la frente de Montevideo, azota- cedido, con un orden de estudios que
da por ráfagas heroicas, la representa- recibía su inspiración de los propósitos
ción de la inteligencia y la dirección de de reforma social en que aquel régimen
las ideas en los pueblos del Río de la civilizador se hallaba empeñado.
Plata. Por la eficacia de la educación institui-
Unificados por la indivisibilidad de una da sobre los fundamentos de esta refor-
sola y gran patria literaria ha de consi- ma social y animada de un espíritu nue-
derar a esos pueblos nuestro estudio, vo, aquella época luminosa aseguraba sus
porque no admite la historia intelectual triunfos del presente con la conquista del
de aquella época clasificaciones funda- porvenir, y ponía su sello a la mente de
das en las diferencias de nacionalidad una generación a quien tocaba custo-
que acababan de fragmentar el suelo del diar ios penates de la cultura vilipendia-
viejo Virreinato. da, llevándolos consigo en largo y pro-
Es de la acción aunada de las dos ge- celoso destierro, frente al régimen bár-
neraciones que se alzaban simultánea- baro que debía levantarse sobre las rui-
mente en una y otra margen del Río—te- nas de aquella obra gloriosa de organi-
niendo por inspiración los mismos idea- zación.
les, obedeciendo en la propaganda y en la Los que salvaban entonces los lindes de
lucha a idénticos propósitos—de donde la infancia, los hombres nuevos a quien
el movimiento intelectual que tuvo sus Juan Cruz Várela, el poeta consagrado
manifestaciones primeras en las páginas de las iniciativas de la grande época ins-
de El iniciador nace pujante y presti- titucional, había cantado lleno de genero-
gioso y labra el amplio cauce común en so entusiasmo, no debían ver jamás—o
lúe aquéllas debían precipitar sus ener- debían verlo sólo cuando treinta años
vas, sus anhelos y sus entusiasmos. de luchas e infortunios los separaba de
En los últimos tiempos del período aquel amanecer luminoso de su vida—
de regeneración que inauguran en la his- un predominio tal de la inteligencia, vivi-
toria argentina los ensayos orgánicos de ficando el organismo social como energía
^21, una juventud brillante y anhelosa impulsora y soberana, resplandeciendo
animaba los claustros de la Universidad como supremo prestigio de la personali-
Que acababa de levantar la iniciativa ge- dad y acatada como fuerza efectiva de
mal de Rivadavia, sustituyendo en ella gobierno.—La prensa y la tribuna, que se
e
I molde de la vieja enseñanza colonial, regeneraban por la adquisición de un
^ e tiene su expresión en las históricas carácter esencialmente digno y doctrina-
rio; las tendencias nacientes de asocia-
, }•}•) Este notable ensayo fué refundido tam-ción intelectual que levantaban centros
°ien en e j e s t u c j ¡ 0 m ¿ s comprensivo y vasto de
de propaganda y de cultura, estimulando
tJ al pensamiento en todas sus actividades
' uan María Gutiérrez y su época», que forma
Pñn
e de El Mirador de Próspero [J. P. S], generosas; la cátedra, que difundía en
840 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
El impulso que, concentrando y encau- que se determinaba a medida que los ri-
zando dentro de una tendencia definida gores del régimen de fuerza demostra-
los esfuerzos aislados, fijó de modo so- ban la imposibilidad de toda propaganda
lemne y prestigioso la fórmula de las de reforma.—A la dispersión de los con-
ideas que imprimieron carácter a una jurados, que sentían agitarse en su espí-
época, se manifestó casi simultáneamen- ritu el numen de una época nueva, siguió
te, en su aspecto literario, por la apari- bien pronto su ostracismo voluntario o
ción de La Cautiva, y en su aspecto so- forzado.—Una segunda emigración fué a
cial por el pensamiento orgánico que el unirse con la que mantenía en tierra ex-
propio autor de La Cautiva formuló en traña, hacía dos lustros, la gloria viva y
el Dogma de Mayo, la intelectualidad de generaciones ante-
Aquel poema daba el modelo de la riores.
emancipación de los espíritus en la ex- Montevideo fué el centro preferido de
presión, en la forma. El Salón Litera- esa emigración, como lo había sido de
rio que Marcos Sastre fundó, también la que la precedió en los caminos del des-
en 1837, fué el centro de donde se pro- tierro. Ella aportaba al movimiento inte-
pagó la iniciativa y contribuyó principal- lectual que iba a tener por escenario el
mente a uniformar en la juventud que recinto de la ciudad heroica las ideas de
animaba sus veladas las aspiraciones y 1830 en filosofía y arte y la fórmula
ias tendencias. constitutiva lanzada por el autor de los
El pensamiento de regeneración políti- Consuelos, como norma e inspiración de
ca, que levantó, en medio de las pasiones su propaganda política.
desencadenadas de los bandos, una ban- El elemento pensador de la primera
dera de concordia y un programa de or- emigración personificábase en Juan Cruz
ganización que debía ser definitivamente y Florencio Várela.
sancionado por la posteridad, hízose car- Tenía el primero la representación de
ne en la institución de la Asociación de la aristocracia intelectual de la época de
Mayo, de la que podría decirse que con- Rivadavia. Representaba el segundo la
tuvo en sí la cédula de la nacionalidad persistencia del mismo ideal político y
futura. literario dentro de una generación que
Colaboraba eficazmente también en debía caracterizarse por ideales nuevos
este doble movimiento un periódico de y distintas aspiraciones.
rida efímera que Alberdi dirigió y cuyas Juan Cruz había tenido oportunidad
inspiraciones, fundamentalmente serias y de proseguir en el destierro su fecunda
fecundas, estaban en curiosa oposición acción de publicista, acompañando los
c
on el trivial significado de su título: La esfuerzos primeros de nuestra constitu-
Moda. Ha de buscarse en él el inmediato ción nacional, con la propaganda de El
Precedente de El Iniciador. Patriota, bajo el ministerio organizador
Todas estas manifestaciones de activi- de don Santiago Vázquez.—Su inspira-
dad y de entusiasmo debían forzosamen- ción de poeta, que había nacido al calor
te atraer, sobre la inquieta juventud que de una época gloriosa y estaba hecha a
'as producía, los recelos de aquellos que ser la consagración de sus triunfos, que-
^presentaban un régimen que necesita- i dó por algún tiempo como en mudo es-
ka para su consolidación de la inmovi- j tupor, ante el fracaso de la grande obra
"dad de todas las tradiciones de atraso. ¡ que había celebrado. En la severidad es-
Penetró la Mazorca en el secreto de j partana de su poesía no halló una nota
las
reuniones donde se controvertía la que se acordase con las amarguras de la
^üeva idea política y social.—Ellas, por proscripción. Pero cuando la juventud de
ütl
"a parte, tendían a un carácter activo la época nueva llegó a Montevideo, eí
842 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
poeta que había saludado en ella, en días que vibró en atmósfera inflamada por
mejores, el porvenir y la esperanza, y a todas las exaltaciones de la indignación
quien muy breve tiempo separaba enton- y todos los odios de la lucha, como la
ces de la tumba, pudo todavía contribuir que le llevó al martirio y a la inmortali-
al movimiento literario que ella inició, dad, no se caracterizó su palabra por el
con sus últimos versos, que tienen ya la arrebato y el ardor que acusan la pa-
entonación de ia elegía, y que serán aca- sión impetuosa, sino por la ecuanimidad,
so los más amados de la posteridad, por- por la serenidad, por la justicia, por to-
que son los que manifiestan, en una das aquellas condiciones que son el sello
forma más ingenua y humana, un senti- de la tranquila fortaleza del ánimo, uni-
miento más profundo. da a las vistas límpidas y seguras de la
En cuanto al magisterio intelectual de inteligencia.
Florencio, que fué sin duda eficaz y po- Esbozábase en ocasión de la llegada
deroso sobre la generación que entonces de estos primeros proscriptos, y estimu-
se iniciaba, no se manifestó tanto en for- lada por su presencia en gran parte, ia
ma pública y escrita, hasta la aparición actividad intelectual de la naciente Re-
del diario que vive vinculado, a su gloria, pública.
como por el adoctrinamiento íntimo y Constituida la nacionalidad, el signo de
verbal.—En su primera juventud había su autonomía literaria se personificaba
soñado con los lauros del poeta. Su poe- en Francisco Acuña de Figueroa, a quien
sía había resonado al par de la del ce- hubiérase podido llamar aún con más
lebrador de Ituzaingó, en iguales formas exactitud que el poeta de la nacionalidad
solemnes y austeras del lirismo, modifi- que se iniciaba el poeta de Montevideo:
•cada un tanto ia difusión oratoria de la encarnación del espíritu de una ciudad
Juan Cruz por un tono más sobrio y ho- y de su crónica, animados por una poesía
raciano. Cantó al par de él a los triunfos risueña y apacible que tenía algo del as-
de ia guerra con el Imperio, a los afanes pecto de esa misma ciudad.—Cuando la
de la obra de organización y saludó la plaza fuerte, dentro de cuyos muros ha-
resurrección de Grecia, en nombre de la bía escrito el Diario del sitio de 1812, se
América emancipada, después de Navari- rango de capital de un pueblo
no. En el destierro dedicó cantos de no- independiente y a la dignidad republica-
ble y austera inspiración a la concordia, na, cobró de súbito el acento del versifi-
a la paz, a la prosperidad del nuevo Esta- cador que hasta entonces había militado
do que debía ser la escena de su gloria en las filas humildes de la tradición pro-
y el suelo amigo de su tumba. Abandonó saica de Iriarte, o la vulgar y villanesca
más tarde el verso y concentró su espí- de Lobo, cierto brío, cierta elevación,
ritu en el sentido de la historia de Amé- cierta grandeza, y dieron ritmo sus can-
rica, a la que pensaba consagrar todos tos a las primeras palpitaciones de la
los afanes de su madurez. Su influjo lite- existencia nacional.
rario fué de moderación y resistencia a Mientras la vida pública, en la capital
la corriente innovadora en cuanto ella re- del nuevo Estado, tenía de este modo su
lajaba las severidades de la disciplina poeta—el poeta que ensayaba crear, P°r
que estaba en la educación y en la orga- sobre el lenguaje del documento, la pren"
nización misma de su mente. Su natura- sa y ía tribuna, una expresión más ideal
leza intelectual era firmeza, sosiego, exac- y más alta para el sentimiento colecti-
titud. Desconoció, como publicista, otras vo—reflejábanse con no menos fidelidad
inspiraciones que las de la razón que im- la vida íntima y la vida de sociedad del
pera, augusta y majestuosa, con la paz mismo centro en otras formas inagota"
de las cimas; y aun en una propaganda bles de su producción, que seguían el
La obra propia de sus redactores me- ción, las palabras postumas de Saint-
rece fijar, con algún detenimiento, nues- Simón a sus discípulos: «¡El porvenir es
tro interés. vuestro!» Y hablaba, en otros—El Pueblo,
De Andrés Lamas—que en la declara- Aristocracia en Sud-América, Fiestas Pú-
ción de propósitos del periódico había blicas—, de la necesidad de convertir en
trazado firmemente los rumbos de su fuerza viva y autónoma la mole inerte de
propaganda, pero que contribuyó con es- las multitudes, sobre las que no se ha-
casa asiduidad, solicitado bien pronto bía disipado el sueño de la servidumbre
por las agitaciones de la política activa, colonial.
al posterior desenvolvimiento de ella—, La faz del pensador, del propagandis-
debe recordarse un diálogo lleno de brío ta o del sociólogo se refleja más a me-
e intención, donde recoge los ecos de nudo que la del crítico propiamente lite-
desdén, de desconfianza o de burla, que rario en esas páginas.
manifestaban que la iniciativa innovado- Y, sin embargo, era la de don Miguel
ra de la juventud había herido, ya los Cañé una organización moral profunda-
sentimientos de inercia, las raíces aún mente sellada por pasiones de artista.
vivas del pasado, ya la superioridad re- Había sido concedido a su naturaleza,
celosa de los círculos. con más generosidad quizá que a la de
En los escritos de Cañé lucen los do- otro alguno de sus contemporáneos, el
nes preciosos del estilo; el giro esbelto amor del arte por el arte, la virtud de
y elegante, la marcha leve, airosa, de la la contemplación desinteresada de lo
dicción; la urbanidad selecta del inge- bello, que en los espíritus de una época
nio; las vistas penetrantes del criterio y de agitación, cíe organización y de lucha,
el gusto. pocas veces lució sin la mezcla impura
Citemos de eDos: el hermoso juicio de del objetivo utilitario—aunque fuese de
Alejandro Manzoni, lleno de apasionado una elevada y noble utilidad—, sin la
entusiasmo por el poeta y de anhelantes intervención, en el sentimiento y en el
votos por la resurrección de la Italia: juicio, de tendencias que se relacionaban
su consideración sagaz de los nuevos más o menos directamente con la propa-
horizontes de la Literatura, donde, sobre- ganda y la acción. Su crítica suele ofre-
poniéndose a todo lo que había de esco- cer, por esto, manifestaciones de una
lástico y transitorio en el romanticismo, cualidad que es raro encontrar en la de
señalaba como el concepto definitivamen- los hombres que la ejercieron en su épo-
te conquistado por él el de la variabili- ca y a su lado; aunque no se eximiese,
dad de la obra literaria «como atributo según hemos dicho, de la imposición fa-
del estado y condición de los pueblos», tal de un ambiente que obligaba a con-
«sometido a la doble ley del tiempo y vertir, la misma contemplación y el mis-
^1 espacio»; sus diálogos festivos, en los mo reposo, en medios y maneras de lu-
que, bajo el título de Mis visitas, desple- cha.—Así, supo reconvenir a Fígaro el
go certeras dotes de crítica y de observa- criterio del todo extraño a la pura apre-
ción; sus meditaciones, a menudo pro- ciación estética que le dictó su condena-
fundas, sobre las condiciones y las nece- ción de Antony, haciendo un magistral
sidades del estado social de América re- juicio de Larra.
cien emancipada.—En una de ellas 'real A Cañé, según todas las apariencias,
?
aba con sentida elocuencia los benefi- debe atribuirse, en efecto, la página de
Cl0s
de la educación popular como su- crítica más duradera y más hermosa que
prema fuerza regeneradora. Glosaba, en realce las columnas de El iniciador: el
otro de estos artículos doctrinarios, di estudio de la personalidad y la obra de
rigiéndolas a los hombres de su genera- Mariano José de Larra, que, escrito en
850 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ocasión de la muerte del crítico genial, gran satírico, nacía burlón. Algún dura-
puede ser considerado como un juicio ble elemento literario es posible sacar de
perfecto, definitivo, que sería lícito tras- entre aquella bulliciosa multitud de vo-
ladar, sin modiñcaciones, de las hojas cablos amotinados y bravios que desfilan
fugaces e improvisadas de la prensa, don- riendo; no ciertamente por la fina espi-
de vio la luz, a las páginas de bronce de ritualidad, la elegancia, el atiscismo, sino
la historia literaria. en el género de aquella sátira española
Cultivó también, en aquella primera del siglo XVIII, tan cerril y tan tosca,
manifestación de sus talentos, la narra- pero tan varonil, tan sazonada con las
ción breve, el cuento de índole román- especias fuertes del ingenio, que resonó,
tica, modelándole en el remedo ingenuo como un eco de la carcajada estruendo-
de la afectación sentimental de la escue- sa de los dioses, en las páginas gruesas
la. Luego, su espíritu debía fijar su defi- del Gerundio, y que podría tener el sím-
nitiva vocación literaria en el romance, bolo de sus procedimientos en el manteo
desplegando singularmente las galas de de Sancho o en las tribulaciones del
su estilo en cierto género novelesco, que Buscón en la Universidad de Salamanca.
es conversación artística al par que na- i El P. Castañeda es la personificación
rración. Lienzos y mármoles constituyen ¡ militante de esta que podemos llamar
en él el fondo del relato, como en nove-! edad de piedra del donaire argentino.
las de otra índole el escenario de la na- | Tiene para nosotros su sátira, como la
turaleza. La crítica de arte alterna con j de las réplicas de Várela y la de los que
el desenvolvimiento de la acción, como ! se agitaron con ellos en medio a esas
en el libro en que Mme. Staél dio por j jornada de Fronda del panfleto y el dia-
escena los museos y las ruinas de Italia i rio, la curiosidad de ofrecernos algo así
a las figuras de Oswaído y de Corina. , como una cómica refracción de los hom-
La forma fácil, esbelta, refleja la ento- i bres y cosas que tejieron la trama de
nación de una palabra animada y ele- ¡ uno de los períodos más solemnes y más
gante. i decisivos en el desenvolvimiento orgáni-
Hablemos ya de los colaboradores de J co de nuestros pueblos; y hoy las leemos
El Iniciador.—Entre ellos, debe citarse í con el interés que se recorre una página
a Alberdi en primer término. La crítica j de caricaturas de Cham o de Nadar, don-
de costumbres, arma de las más pode- de se ven con sorpresa, entregando sus
rosas y eficaces que sirvieron a la pro- rasgos a la implacable travesura del lá-
paganda del periódico, puede considerar- piz, aquellas figuras de otros tiempos
se, en la literatura de su época, obra que estamos habituados a mirar en las
suya. actitudes nobles y dignas con que las
No es que la sátira careciese de esti- fija el grabado y nos las representamos
mables precedentes, dentro de las ante- en la contemplación de la historia.
riores manifestaciones de la cultura ar- j La sátira, pues, era personal o política,
gentina. Aquella prensa vivaz que contro- j cuando dejaba de ser indeterminada y
vertió, durante los años de la Reforma, abstracta, Alberdi la hizo social, la ani-
las ideas de organización y de política, i mó con su sentido profundo de las exi-
lo mismo con el vigor del razonamiento ¡ gencias y los intereses de la sociedad en
doctrinario que con la punta acerada j que actuaba; le imprimió el colorido de
de la burla, pudo servir de comproba- | la localidad y de la época. Duraba un
ción a la efectividad del rasgo que seña- i tanto en sus formas el dejo aldeano de
laba don Juan Cruz Várela en la genia- j la pendencia inmoderada e inculta. Al-
lidad de su pueblo, cuando afirmaba que, • berdi la familiarizó con las sutilezas de
como el caracterizado en la expresión del i la sonrisa inteligente y las voluptuosida-
alma apasionada de Cienfuegos y la gra- | presentado por las rudas estrofas de As-
ve razón de Jovellanos, dio en el cantor | casubi a objeto de no hacerlo ingrato o
de Gutenberg el modelo de aquel lirismo desapacible a los oídos urbanos, sin qui-
que consagró los guerreros triunfos de tarle por eso el aire y el sabor de la tie-
América y poetizó los principios de su rra.—Tal es el género a que pertenece la
Revolución.—Un atinado examen dei cam- más hermosa de las composiciones que
po ilimitado y fecundo que brindaba, dio Gutiérrez a El Iniciador, si de ella
para la regeneración de la poesía españo- se descuenta La flor del aire, a cuyo co-
la y para el amanecer de un arte nuevo lorido, esencialmente americano también,
en el espíritu del pueblo preferido por mézclase un tono menos popular y más
el romance y la leyenda, la escuela lite- íntimo; La endecha del gaucho, donde,
raria que había proclamado desde los sin perder su carácter ni su propiedad,
otros pueblos de Europa la virtud ins- se tamiza el acento del paisano al través
piradora de la tradición, realza también de una elegancia ática de expresión.—
los méritos de este estudio notable, don- Pero el triunfo obtenido en la originali-
de se imprime a la vez la huella san- dad regional de estos ensayos no hizo
grienta del alma del proscrito en doloro- ! apartarse al poeta, que estaba vinculado
sas reflexiones sobre el ingenio a quien por una admiración y un entusiasmo
persigue el odio de los déspotas y sobre muy sinceros al lirismo de Várela y de
la superioridad que se convierte en cau- Luca, de aquel estudio clásico que se re-
sa de infortunios. veló por el canto vencedor en el Certa-
Hay otro aspecto de la colaboración men de 1841, y del que hizo alarde des-
de Gutiérrez en El Iniciador que nos pués, en otros cantos de una hermosura
revela dotes luego descuidadas de su es- altiva y solemne, mientras seguía culti-
píritu. La observación de costumbres, vando la poesía de estirpe nacional en
para la que demostró en ciertos cuadros composiciones tales como Amor del de-
llenos de gracia y de intención condicio- sierto, Caicobé o Los amores del Paya-
nes que no cedían en mucho a las de dor.—Así, su musa, a un tiempo refinada
Alberdi, puestas al servicio del mismo e ingenua, se balanceaba, como la flor
pensamiento oportuno de reforma, no del aire de sus trovas, entre la tradición
volvió a. preocupar, después de esos en- y la idea nueva, la pureza y la audacia,
sayos de la primera juventud, a su es- las formas cultas y el modelo nativo.
píritu, definitivamente encaminado por ¡ Junto a los de Alberdi y Gutiérrez, lu-
los rumbos severos de la investigación I cen la mayor parte de los nombres en
y de la crítica. quienes hoy se personifican la labor y la
También sus dotes poéticas tuvieron gloria de su generación.
manifestación en las páginas de aquel De Félix Frías se leen muy hermosas
periódicc—Gutiérrez y Florencio Balear- ¡ páginas de exhortación moral y de doc-
ce—que no será, solamente, para la de- j trina austera, empapadas en la inspira-
finitiva historia de nuestra literatura, co- ¡ ción del cristianismo democrático que
mo lo es hoy para el recuerdo de la pos- I había apasionado las almas en la prosa
teridad, el sentido autor de La Partida—, i ardiente de Lamennais y de Lacordaire.—
fueron los primeros en hacer eco a la . Habló, asimismo, sobre Poesía nacional,
iniciación de una poesía a un tiempo j pidiendo de ella la tendencia activa, varo-
culta y popular, lírica en el sentido an- nil, militante, «sublimemente didáctica»,
tiguo, en el sentido de cantable, que par- que formuló en estas palabras: «Quere-
tió de ciertas melodiosas composiciones mos ciudadanos. Queremos la ciudadanía
" e Echeverría, y que era como una ar- en poesía, en arte, en política, en litera-
tística depuración del canto plebeyo re- ¡ tura.» Y bajo el título de La espontanea
854 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
dad defendió, al mismo tiempo, la ma- \ ta, donde Juan Bautista Alberdi publi-
nifestación libre y autónoma del pensa- j có su Crónica dramática de la Revolu-
miento americano y la independencia del ! ción. Eí movimiento sostenido por estos
talento individual como signo del escri- j ensayos de adaptación de la prensa lite-
tor verdadero. La concisión y la intensi- ¡ raria debía en breve tomar una forma
dad de la frase nerviosa e incisiva de más solemne e histórica en el Certamen
Carlos Tejedor manifestaron, en los ar- memorable de 1841.
tículos que intituló Linajes de hombres El Iniciador, que tuvo todo el signifi-
y La Guerra, las dotes de su estilo tan cado efectivo de su título con relación
profundamente marcado por el sello de a aquella etapa primera de nuestra his-
su carácter inflexible y viril.—Bartolomé toria literaria, deberá siempre ser reme-
Mitre, casi un niño entonces, entregó al morado e invocado entre nosotros por
periódico de la juventud sus primeras las publicaciones que aspiren a dar voz
composiciones poéticas y escribió para y reflejo a la actividad intelectual de la
él un hermoso elogio de Quintana.—Eche- República, como una ejecutoria honrosa
verría, Juan Cruz Várela, Figueroa, con- de abolengo.
tribuyeron a veces al brillo y la ampli- Tiene el prestigio histórico de la tran-
tud representativa de El Iniciador. Al- sición intelectual y moral que simboliza
gunos olvidados ingenios, cuyos nombres y puede ser, a la vez, un modelo de in-
sólo han podido traspasar para las in- fluencias fecundas.—Hay vibración enér-
vestigaciones de la erudición los lindes gica, hay savia vigorosa, hay entusiasmo
de la época en que figuraron, comparten i comunicativo en sus páginas.—Difícil y
la ardorosa tribuna y le añaden, ante la I desdeñado por muchos en su tiempo, el
posteridad, el interés de guardar en su | ensayo desamparado se agiganta a los
1
seno la repercusión de desvanecidas vo- ojos de la posteridad; porque está en él
ces, para las que no siempre la muerte el punto de arranque de un grande y po-
literaria puede considerarse estricta e deroso movimiento de ideas, que descri-
inapelable justicia. bió, su órbita de uno a otro mar de los
que ciñen el mundo americano, difun-
Tales son, pues, los elementos capita- dido por una pléyade luminosa de pros-
les que concurrieron a la obra de El Ini- critos, doblando las cimas de la Cordi-
ciador.—Su último número, que lleva llera para llevar al seno de otras socie-
fecha de enero de 1839, reprodujo, como dades su impulso renovador; y porque
la fórmula final que sintentizaba el es- la idea política y la idea literaria que
píritu de su propaganda, la profesión de asomaban en él, con la dificultad del
fe redactada por Esteban Echeverría pa- germen que rasga apenas la corteza en
ra la Asociación de la juventud que le campo ingrato, debían poner su sello a
reconoció por maestro.—El no había aún todas las porfías de la acción, a todas
desaparecido, cuando nació, bajo la pro- las manifestaciones del pensamiento de
pia dirección de Miguel Cañé y Andrés '-. una generación excepcional.
Lamas, El Nacional, de 1838, destinado I Como al hogar paterno, remoto e ig-
a librar campañas gloriosas. La vida li- | norado, tal vez de formas toscas y hu-
teraria, al mismo tiempo que siguió re- i mildes, que dejó atrás el viajador que
flejándose en las páginas de El Nacio- marcha al triunfo y a la gloria, a aque-
nal, manifestóse también en otras publi- llas formas primeras de su producción y
caciones más singularmente dedicadas a de su propaganda ha debido volverse el
ella, pero efímeras. Citemos El Corsario, recuerdo cariñoso de esta generación
El Talismán, El Porvenir, El Álbum, di- que, destinada a fulgurar en lo alto de
rigido por Mármol, y la Revista del Pla- la cumbre, difundía entonces su luz co-
P O E M A S (D
«ISLAS DE ORO».—«LA LEYENDA BLANCA».—«BELPHEGOR», POR LEOPOLDO DÍAZ
giones deleitosas del Arte que correspon- eos y suaves que resaltan sobre la ruda
den a las regiones del mundo que hacían austeridad del fondo bárbaro, al modo
suspirar a la Mignon del poeta, acaso no de cierta misteriosa alga que matiza de
se desvanecerá del todo esa impresión. rosa la soledad de los hielos infinitos, y
Si, para corroborarla, llamáis en vuestro reflejan su luz sobre el mismo extraño
auxilio a cualquiera Poética vulgar que protagonista de la leyenda, como el oso
doctrine en nombre de la mesura, de la sensible de Les larmes de l'Ours del gran
tradición y el buen sentido, la leyen- maestro de los Poemas trágicos.—La des-
da os seguirá pareciendo extravagante,— cripción tiene toques soberbios y grandio-
Pero emancipad vuestro juicio de recuer- sos, toques de un pincel inspirado que
dos amables y serenos; olvidad que se contribuyen grandemente al interés de
han escrito idilios clásicos en el mundo: un poema en que tanto importa el efecto
alejad de vuestra mente a Virgilio, no de escenografía. Vago, fantástico y nebu-
penséis en Chénier, borrad Jocalyn de la loso el dibujo: el de los contornos de los
memoria. En vuestro espíritu meridional, témpanos enormes, de los áridos acanti-
poned un poco de aquel áspero fermento lados, de las nubes desgarradas y las olas
del gusto que dan los jugos fuertes y to- inmensas; una sola nota de color: el blan-
nificantes del Norte; tened candor; ima- co deslumbrante sobre el fondo negro de
ginaos que vivís bajo las sombras que la noche que siempre dura.—-En este am-
dan su prestigio a fábulas extrañas; su- biente espectral, se desprenden vaporo-
mergios en las brumas que hacen posi- sas nébulas de poesía o vagan negras
bles los espectros, y gustaréis entonces el sombras. Hay preciosos pasajes. La invo-
crudo sabor de esta poesía que, a la ma- cación preliminar es un soberbio pórtico,
nera de un bosque adusto de las heladas que se diría cincelado en el hielo.—Para
latitudes que se os atravesase (1) un ca- la presentación de la heroína, parece ha-
mino del Mediodía, os desorientará pri- ber tomado el poeta a la caja de colores
mero para imponeros su grandeza extra- de Gautier los campos blancos que des-
ña después. lumhran en alguno de los Esmaltes.—-El
Claro está que sin la habilidad de la monstruoso monarca aparece en un frag-
ejecución, sin las sugestiones de la for- i mento que es otro primoroso cuadro,
ma, sin el primor del arte, sin el cuida- j digno dei anterior como contraste som-
do de la estrecha relación en que está la ¡ brío.—No a>í el lied de los sueños que
eficacia trágica del drama con el fondo ¡ canta la princesa en sus horas de con-
pictórico de la Naturaleza miserable, ate- templación y de nostalgia, y en el que
rida, penitente, sería trivial el efecto de | noto cierto aire de trivialidad, de usada
3o maravilloso, se tornaría en ridicula j poesía, que se conforma difícilmente con
la apariencia solemne de la fábula. í el aspecto general, de fresca y altiva ori-
Pero el poeta tiene conciencia de to- {ginalidad, de la leyenda.--En cambio, me
das las delicadas imposiciones de la idea i parece verdaderamente Virtuoso el him-
escogida y sabe obtener de ella un rico i no del Noite que uitona el príncipe
tributo de poesía, fecunda, original, que ' amante de Yolanda, mientras devora,
ya resuena en sus versos con la grave y ¡ yendo hacia ella, las estepas sombrías
pavorosa voz de las olas y de las tor- I y suenan las campánulas que llevan los
mentas, ya se reviste de tonos melancóli- | rengifos (1) de su trineo. El himno que
evoca las furias de los guerreros de
Ü) Probablemente hace falta aquí la prepo-
Walhalla y la alegría siniestra de Odín.
sición por antepuesta a «un camino dei Medio-
día». De lo contrario, carece de sentido la frase (1) Debe de ser rengíferos (vale decir: «re-
^te-calar respectiva. [J. í\ S.] nos de su trineo»), [J, P. S.]
858 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
envuelta en la blanca túnica de un celaje, sobre sus alas a la playa lejana, que arru-
que era el Amor. Las trágicas visiones, lla el inmenso grito del mar, para que el
separándose del Héroe que soñaba, mur- mar sea el confidente de su decepción...
muraron: «Es un vencido.» Y dijo el Cuando el ave le deja, obediente a sus
Amor: «¡Me pertenece!» mandatos, en la playa, el Héroe queda
Belphegor despierta y sigue su viaje sumergido en el estupor, en el silencio y
sobre el águila. Dirígense, por sobre las el olvido. Entonces, el huracán, las aves
olas turbulentas, a ignoradas regiones. | que pasan, los monstruos del mar, las
Hay en ellas una misteriosa selva y una i voces vagas del abismo concitan a Bei-
princesa encantada, que, yendo a velar ! phegor a que despierte. Pero cuando
en la selva misteriosa su anillo, quedó \ Belphegor despierta y vuelve la mirada a
cautiva por arte de magia de un endria- su propio ser, ya sólo encuentra en sí,
go, Belphegor, que ama los imposibles, \ desvanecido el éxtasis pasajero de su en-
sueña en amar a la princesa y arrancarla • sueño, el vacío y la sombra: un océano
a la cautividad, venciendo al arte pérfi- i de sombra. «Llévame—dice al águila—al
da.—Ciñe, para la empresa heroica, su ¡ espacio infinito, a los abismos insonda-
hoja templada en la sangre ardiente de i bles donde el alma olvide todo sufrimien-
un dragón: recoge el arco y el carcaj de ! to.» Y mientras el águila corta con el filo
plata, el clarín sonoro y el blando laúd • ondeante de sus alas las nieblas del éter
de las endechas. Y penetra entonces en . adormido, el Héroe le grita sin cesar:
la profundidad del bosque encantado, . «¡Más alto! ¡Más alto!», hasta que se píer-
que se desenvuelve en una extraña espi- I de arrebatado por el vértigo de la altu-
ral y a cuya entrada florecen amapolas I ra y todo se esfuma y desvanece ante su
negras y rojas que esparcen un efluvio mirada y sólo ve lucir las constelaciones
de sueño, y amapolas blancas en las que sobre su frente, como camelias blancas
se enroscan negras serpientes que dan al abiertas sobre el terciopelo de la noche.
héroe que pasa una siniestra bienvenida. De pronto, a la manera del ave que rom-
Belphegor avanza silencioso y solemne. pe la prisión oscura de su jaula, Bel-
Crujen a su lado las hojas, las aves de la phegor se lanza al vacío. El pájaro enor-
noche levantan su vuelo en torno al via- me da un terrible graznido de rabia y
jero, vagos terrores flotan en los aires y de dolor y, recogiendo y oprimiendo al
los mudos fantasmas se enlazan en círcu- Héroe en sus garras, le suelta luego para
los sombríos, mientras, tejiendo sus te- j precipitarse tras él. Y entonces, como
las, negras tarántulas parecen describir dos visiones, como dos espectros confun-
figuras de fatídicas danzas. Pero Belphe- didos en una misma sombra, ruedan al
gor1 prosigue su marcha entre las som- abismo infinito el Héroe y el águila.
bras. Divisa, en la profundidad del bos-
que encantado, un lago de aguas dormi-
das y serenas en cuyas márgenes corre
una fosca Quimera entre espadañas. El He ahí, pues, la simbólica aventura de
Héroe llega a él... y prorrumpe entonces Belphegor.—El poeta manifiesta, al na-
en un grito de asombro y de dolor que rrarla, que ha consagrado al pensamien-
cunde propagándose en ecos infinitos: to que trata de poetizar todo su amor
ha visto muerta a la princesa del ensue- de artista; y la ejecución es digna del
n
° - . Besa Belphegor su frente divina y interés interno del poema. Intensa y po-
sus verdes ojos, ciñe sus cabellos con derosa la imagen, rica en fantástica gran-
nen
úfares que se despliegan en la super- | deza.
ficie de las aguas, y marcha después a i Enfrente de ciertas páginas de ver-
^onde el águila le espera. Quiere volver : sos, se me ha figurado a mí ver un di-
860 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
playa, al águila blanca que vuela al País en su intimidad ya sólo queda sombra,
de la Quimera, o tendrán conciencia de sombra inútil ansiosa de refundirse para
que aún aguardan que ella pase. Cuando siempre en la sombra!... De la inquietud
Belphegor atraviesa, para arrancar de su que impulsa al alma en pos de las imá-
encanto a la cautiva, el negro bosque del genes doradas que la hirieron; de la de-
misterio, muchos recordarán que lo han cepción que pone su mancha sombría allí
cruzado alguna vez, o sentirán acaso que donde brillaban las doradas imágenes
lo cruzan porque se congregan a su al- que pasaron; del vacío que empieza cuan-
rededor las sombras que flotan en los ai- do han desaparecido los estímulos de la
res y les hieren las carnes los abrojos inquietud y se han agotado las lágrimas
punzantes del sendero... Cuan Belphegor de la decepción, se compone un ritmo
vuelve de su fracasada empresa sobre el viejo y sabido—como el de los días y el
águila y busca el olvido, el silencio, y el de las estaciones—que sólo deja de cum-
abismo, ¡cuántos sentirán que también plirse cuando Belphegor es precipitado,
han vuelto de su viaje, y que el propio antes de terminar su trágica aventura,
Dolor es, quizá, un viandante que ha pa- por el águila.
sado en la ruta trillada de su vida, y que 25 de junio de 1897.
La obra del eminente historiador ar- i Eran los tiempos en que empezaba a
gentino que, exhumada de los folletines ¡ manifestarse en el espíritu de nuestros
del viejo Nacional, acaba de adquirir for- { pueblos, junto con muchos nuevos sig-
ma de libro en Buenos Aires, da en cier- | nos reveladores de ansiedad de saber y
to modo carácter de actualidad al re- j de cultura, el amor de los estudios bis-
cuerdo de otra obra, tan poco leída hoy i tóricos.
como memorable en los anales de la lite- i La época anterior—la de las luchas por
ratura de América: al recuerdo de La I la Independencia—no legaba, en rigor,
novia del hereje. j ejemplos apreciables en ninguna otra for-
¿Por qué no buscar compensación a la ! ma de producción literaria que la elo-
tristeza infecunda de nuestra presente cuencia política y la lírica, únicas mani-
vida literaria, volviendo a veces los ojos festaciones del espíritu que habían podi-
a
las cosas buenas y olvidadas del pasa- do ser toleradas en ella por la necesidad
do, de un pasado tan lleno de inspira- suprema y absorbente de la acción.
c
iones y de ejemplos? Ni el arte ni la filosofía de la historia
% Dura siempre la oportunidad de los de América podían reconocer preceden-
libros hermosos; y el silencio, en la tes en las páginas consagradas a narrar
suerte de la obra literaria, es camarada la crónica de la conquista y la domina-
del olvido. ción española, por la pluma superficial
del Deán Funes, cuya literatura repre-
(1) Este trabajo es parte integrante también senta, en su tiempo, la persistencia del
e
~ l estudio general sobre la literatura riopla- carácter propio de la cultura colonial,
ens
e. repetidamente mencionado en notas an- vivificada, en cuanto a las ideas y la
tericu-; e s. [J, P. S.] crítica, por el espíritu nuevo; pero con-
862 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
UN POETA DE CARACAS
son los hilos de bronce que urden la precación, de la invectiva. Pasa por sus
malla de Pentélicas. estrofas, a menudo, el soplo de Barbier,
El poeta es, entre artistas, hombre de de Núñez de Arce y de Tassara.
muchas almas, como se dijo una vez de Nada pródiga del color y la luz, pero
Buonarroti. El Poeta, considerado en la firme y severa en los lincamientos, no
plenitud de su naturaleza y de su mente descompuestos nunca por la crispatura
divina, es, al mismo tiempo, el héroe, el nerviosa de la emoción—mal grado la ve-
tribuno, el escultor, el pintor, el músico, hemencia con que el poeta siente y la
el vidente. Pero cada una de estas almas verdad con que lo expresa—la forma poé-
parciales prevalece, al encarnarse en for- tica, en este Simónides (1) de una jo-
ma viva, sobre las otras, y pone su sello ven democracia, armoniza cumplidamen-
a la naturaleza personal del elegido.—El te con la austeridad viril del contenido —
autor de Pentélicas participa, más que Noble y sonora siempre, caracterizada a
de ninguna otra, del alma de bronce del menudo por el tono que indica la con-
tribuno.—Su inspiración fluye casi cons- fluencia de la lírica con la oratoria, revis-
tantemente del contacto con ideas y pa- te, con frecuencia también, la majestuo-
siones que interesan a muchas almas; su sa amplitud del verso clásico: unas veces,
entonación es la de la palabra que se remedando en el verso «las líneas puras
cierne sobre la muchedumbre, no la de la de un mármol cincelado por Ictmhis»;
que se insinúa en las intimidades de la otras veces, tal como el verso clásico sa-
confidencia; la armonía propia de sus ) lió de las forjas de aquella audaz y ba-
versos es de aquellas que piden, para talladora poesía del siglo xvm, que hizo
ser gustadas plenamente, el auxilio de descender la lírica a la candente arena
la voz vibrante y poderosa que convierta de la Revolución, remozando los acentos
la letra fría en vivo impulso de las on- de Píndaro y la voz de Tirteo,
das del aire. No se busque en sus versos el estudio
Aquellos que hayan educado su gusto curioso del pormenor, grato a artífices
en la contemplación del panorama ame- exquisitos; ni, entre los instrumentos pro-
no del horacianismo—la poesía de la va- pios de su arte, el diamante aguzado del
riedad amable—acaso echarán de menos lapidario. Búsquese la huella del recio
en el poeta aquel privilegio de varia y martillo del escultor. Admírese la fuerza,
flexible adaptación que imprime carácter la majestad, el toque amplio y seguro,
a la tradición lírica que aman, arbusto «la locución caudalosa que se espacia de
aclimatable en tan diversas latitudes del una a otra margen del endecasílabo», Pa;
sentimiento.—Un poco estoica, su poesía ra valerme de una frase de Yxart, y el
no está dotada de ese gracioso «eclecti- rojo verbo pindárico que pone fuerza }
cismo» de la sensibilidad.—Conoce el luz, como de máquina de guerra, en el
arte de templar el verso para que hiera estilo.
y no le sabe domar para que arrulle.— ! Revelación exacta de la poética indi-
La estrofa delicada o galante toma, como vidualidad del autor será la vigorosa
involuntariamente en sus labios, el sesgo composición que luce al pie de estas
del pensamiento grave y la pasión inten- líneas que terminamos, para quien des-
sa. Modificando una imagen de Musset, conozca los versos vibrantes de Penteh-
podría decirse que «aun cuando vuelan
bajo, sus alas revelan la costumbre vieja (1) Debe de referirse a Semónides de Anie-
de la altura.» En cambio, cuando increpa, gos, probable contemporáneo de Arquíloco >
cuando maldice, cuando clama, se reco- poeta yámbico como él. El verdadero Simoni"
noce a una naturaleza que desempeña des es un lírico posterior y de carácter cornple
su ley. Es el poeta del yambo, de la im- tamente divergente de los anteriores. [J. P- Í,,J
cas.—En tierra americana no sobran hoy merecedoras de la ira sagrada de los poe-
quienes hagan resonar de tal modo la tas en tierra americana?
cuerda áspera del yambo.—¿Habrá quien
diga que es porque pasaron ya las cosas 10 de agosto de 1897.
Siempre he pensado que la mejor re- alma, tiene para mí el secreto encanto
compensa de los poetas—mejor y más de las cosas que evocan recuerdos dul-
llena para ellos de divinos halagos que ces y queridos. Yo no la podría juzgar
las formas ruidosas y deslumbrantes de como se juzga la de un genial poeta que
la gloria—sería la que se hallasen dota- admiramos, pero a quien no reconocemos
dos de la virtud de percibir y atraer a sí como nuestro, que no nos habla del pa-
todos los clamores de entusiasmo, todas sado, y cuya poesía no hunde sus raí-
las lágrimas de melancolía, todos los im- ces en las reconditeces de nuestra vida
pulsos de admiración, que sus cantos, espiritual y la viste y enlaza como la.
peregrinando entre las almas jóvenes y enredadera a la columna. La poesía de
buenas, arrancan bajo los astros de cada Ricardo Gutiérrez tiene una historia en
noche y bajo el sol de cada día.—¡Qué el proceso de mi vida interior. Cada uno
hermoso arrullo hubiera llenado de con- de sus cantos es para mí como una de
solaciones y armonías los últimos ins- esas melodías que, escuchadas en mo-
tantes del poeta querido que hoy llora- mentos dichosos o solemnes, se asocian
mos, si a su espíritu hubiera sido otor- inevitablemente después al despertar del
gado ese beneficio, en la hora suprema, instante escogido en que vibraron. Cuan-
y hubieran convergido, en un inmenso do una estrofa suya hago pasar ante
acorde, hacia él todas las vibraciones de mis ojos, siento en el alma una ala mus-
las almas heridas por la noble y dignifí- tia y aterida que se estremece. Por eso
cadora virtud de sus estrofas! la desaparición del poeta produce en mí
Gritos de trémula emoción que de mi la sensación de un abandono y me pare-
Pecho brotaron en algunas de las horas ce la extinción de una luz sobre mí es-
más bellas de mi vida, se hubieran mez- píritu.
clado en el coro de triunfo del poeta. Lo ¡Cuan pocos de nuestros poetas de hoy,
leí de niño, y su poesía, que desde enton- aun cuando haya de ser grande y dura-
ces quedó vibrando en lo hondo de mi ! dera la gloria de sus triunfos, alcanzarán
esta devoción de los sentimientos; El
(t) Como justificativo de la inclusión en su ¡ poeta, hoy, es, ante todo, el artista, es el
texto de esta sentida semblanza, en el núme- [ orfebre, es el cincelador paciente y em-
!° 56 de La Revista Nacional, se ofrece esta I peñoso. Detiénese ante sus puertas el
j^eve aclaración: «El primer aniversario de viandante para admirar, en aquella fiesta
' a muerte de Ricardo Gutiérrez y los trabajos de la luz, los finos contornos del oro
lúe se han iniciado estos últimos días en Bue-
nos Aires para honrar dignamente su memoria
cincelado. Pero, cuando se aleja, lleva
dan oportunidad al siguiente artículo, escrito sólo la impresión de un deslumbramien-
e
^ ocasión de la muerte del poeta y destinado to, porque no reconoce ya, en el artífice
a
l Almanaque Sudamericano.» [J. P. S.] enamorado del ritmo y del color, a aquel
872 JO-SE ENRIQUE RODO.---OBRAS COMPLETAS
ser, comparable con el pelícano del mito, dos grandes manifestaciones del senti-
que arrancaba de sus entrañas palpitan- miento lírico: la que se reconcentra en el
tes la imagen viva de lo que llevaban los recogimiento y en la meditación, tímida
demás dentro de sí. del tumulto humano, y la que alienta en
Y ninguno entre nuestros poetas ha las inspiraciones del alma colectiva y es
personificado esta entera condensación tribuna de donde arengar y espada con
del alma de los suyos, este seguro impe- que lidiar en nombre de todos. Vibraban
rio ejercido sobre el sentimiento de una alternativamente en sus cantos los acen-
generación, como el del Libro de los Can- tos del hombre íntimo y los del soldado
tos y La fibra salvaje.—Era el poeta de del pensamiento y de la acción. Unas ve-
todos, sin dejar de ser, intensa y domi- ces, la suave estrofa modelada para el
nante, el poeta de sí mismo. Había brin- amor y el ruego; la que se ampara bajo
dado la hospitalidad de su corazón a aquellas frondas, propicias al misterio,
todas las cosas buenas, a todas las cosas del alma, donde los sentimientos delica-
bellas. Naturaleza esencialmente lírica dos y afectuosos anidan. Otras veces, el
la suya, siempre en sus cantos el impulso verso amplio y fulgurante, el verso de
del vuelo partía de la intimidad. Pero en grandes alas, lleno de sol, erguido sobre
su intimidad refundía, convirtiéndole en una cúspide.—Nacían de esta audacia épi-
sentimiento propio, en dolor propio, el ca el grito de guerra de la Libertad que
dolor de todos los que sufren; en fuerza ¡ envía al país del trópico sus legiones, la
de su vida, el anhelar de todos los que vigorosa imprecación de Montevideo, el
esperan, la inquietud de todos los que diálogo de El Poeta y el Soldado. Brota-
batallan; en calor de su sangre, la ansie- i ban de aquella reconcentración melancó-
dad de todos los que padecen hambre lica la carta, húmeda en lágrimas, a Lu-
de justicia y el entusiasmo de todos los cía, el contemplativo sentir de La Ora-
que persiguen sobre la tierra un ideal. ción y la querella apasionada de la Mag-
1.a individualidad, la vida misma del dalena.
poeta, límpida y fuerte como el mármol, I No era el poeta de Lázaro un devoto
eran, además, un nimbo de luz sobre su de ia plasticidad y la melodía de la for-
obra.—iCuántas veces, corriendo, llenos ma, no era un cincelador paciente y obs-
de ansiedad, el velo que oculta a nues- tinado del verso, ni a él alcanzaron los
tros ojos la intimidad de la existencia de influjos de la evolución, posterior al ro-
donde parte la palabra inspirada, sólo manticismo, de la lírica, que levantó, so-
nos es dado encontrar el fondo gris de bre las ruinas de las aras de la emoción
una personalidad moralmente indiferente y el pensamiento, las consagradas al cul-
o borrosa! En nuestro poeta, personali- to de la perfección exterior. Pero tenia
dad, y arte, vida y ensueño se confunden un admirable don instintivo de armonía.,
y forman un solo trazo de luz.—Huella un seguro y natural imperio del ritmo,.
por la que puede seguirse el rumbo de su que le autorizaban para sustituir, en la
marcha son sus versos. Cantó a la fe en producción, los afanes del procedimiento
el ideal que regenera y tuvo fe; cantó laborioso con la confianza y la audacia
a la caridad y fué piadoso; cantó al he- de la libertad. Y el verso brotaba de su
roísmo y fué soldado. En esta luminosa mente, alado, ágil, espontáneo, con ímpe'
existencia, la poesía es acción, la acción tu como de lampo de luz que rasga de
es poesía. Evocando la imagen del varón ¡ improviso las sombras, como de vena de
bueno y abnegado, es como adquiere so- agua que salta de la roca herida por el
bre nosotros toda su avasalladora virtud pico, como de anchurosa bandera que se
el canto del poeta. despliega de un golpe y flota en los aires
Dueño era su numen por igual ele las ¡ a favor de un viento pujante.
Hase observado que uno de los más j mundo íntimo, donde la rodee la nube
constantes modos de manifestación del j impenetrable con que quería velar la mís-
genio lírico está en el don de crear o mo- I tica ciudad de sus elegidos cierto poeta
dificar algún metro, que es como «la moderno? Ella será como la música de
nueva copa en que se exprime el jugo los astros, que el sabio oyó, pero que
generoso de un ingenio nuevo».—Fué nosotros no oímos; será como la imper-
otorgado a Gutiérrez este signo escogido ceptible luz que vibra allí donde la
de originalidad. El cinceló su copa para pupila humana no ve sino la oscuridad.
el vino de su vendimia, y creó su estrofa Ahora este silencio durará para siem-
propia, su estrofa admirablemente mode- pre, pero el nombre del poeta se engran-
lada sobre el tono íntimo de su senti- decerá en la memoria de las generacio-
miento, llena a la vez de fuerza y de gra- nes y su poesía adquirirá vida nueva.
cia como el cuerpo del púgil, y que que- Andrade tuvo de los contemporáneos
dó consagrada en la lírica argentina, apoteosis más ruidosas, pero en su obra,
donde Gervasio Méndez la escogió para osada e inmensa, verá más ruinas Ja pos-
mensajera de su abandono y su dolor y teridad. Para lo que edifica la fantasía,
la ungió nuevamente con la unción de hay en el tiempo base menos estable y
las lágrimas. En ella están sus composi- segura que para lo que labra el senti-
ciones que muchos tienen por mejores, miento, siempre uno en esencia. Cuando
las que son, por lo menos, las más sen- se ha desvanecido el eco de Las Orienta-
tidas, las más ingenuas, las más íntimas; i les, aún viven su juventud Rolla y Las
y ella llegará a la posteridad, perpetúan- , Noches, de Musseí. Mientras buena par-
dose en la métrica de la poesía ameri- j te de la obra de Hugo palidece, el grito
cana, como forma sensible de la inmorta- de Byron sigue vibrando en las alturas,
lidad de quien la añadió al Cancionero \ ¿Quién me recordará que no es una
;
de la lengua. página de crítica lo que he trazado al
Ya había empezado la sanción de la j escribir sobre la muerte de Ricardo Gu-
posteridad, en cierto modo, para la fígu- ! tiérrez? Si así como el corazón tiene su
i'a literaria de Ricardo Gutiérrez, y ella i memoria, y su memoria es la gratitud,
se nos presentaba como una noble figu- ¡ también tiene el corazón su juicio, será
''a de otros tiempos, a los ojos de los | éste sólo el que yo podría ofrecer para
Que le admirábamos en mi generación, j juzgar al noble espíritu que acaba de
Años hacía que la lira del poeta estaba ' ascender a la luz.—Era uno de mis poe-
^uda. ¿Era, acaso el hastío, el cierzo he- tas. Si le hubiera encontrado alguna vez
¡a
do de la vida?... ¿Era, más bien, la en el camino de la vida, le habría estre-
amarga protesta contra el ambiente in- chado la mano y le habría dicho: Gra-
nato, la desolación ante el irresistible cias. Y él me hubiera entendido.—Pero
avanzar de la ola turbia y plebeya que desde hoy, que sé que no he de verte ya
clamoreaba los triunfos de nuestro pe- en la realidad, yo te tendré conmigo, ¡oh
nodo cartaginés?... ¿Quién sabe? El si- poeta!, para siempre, en aquella consa-
ie
ncio del poeta, que puede ser una for- grada región de la memoria donde se re-
ma de la decepción, el desaliento, el des- únen, como en un cielo que va cuaján-
engaño, ¿no puede ser también el signo dose de luces, las cosas bellas y los se-
c
te su iniciación en una poesía más alta, res benéficos y amados que hicieron me-
lTla
$ gloriosa, más pura? Por encima de la nos ingrato el duro peregrinaje de la
que se traduce en palabras y se comuni- vida y se abismaron en la decepción y
ca 3.1 sentimiento de los hombres, ¿no-po- en el misterio.
lra
él alcanzar una poesía superior, una
io
esía que sólo irradie y florezca en su 25 de septiembre de 1897.
874 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS
FIN DE LOS
«ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL
DE LITERATURA
Y CIBNCIAS SOCIALES»
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8
POESÍAS DISPERSAS
i
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POESÍAS DISPERSAS
PROLOGO
UNCA condescendió Rodó a reco- taciones y sus errores, se fija con minu-
N ger sus poemas en volumen; ape- ciosidad el texto de cinco poemas. El
nas si toleró la publicación de mismo doctor Segundo y algunos inves-
cuatro de ellos en periódicos o ilustran- tigadores han dado noticia de otros,
do algún libro ajeno. La inclusión de al- pero sus textos son, por ahora, inacce-
guno en antologías coetáneas (como el sibles.
Parnaso Oriental, de Raúl Montero Bus- No debe lamentarse, sin embargo, esta
tomante, 1905) debe haberle parecido más circunstancia. Los poemas que aquí se
una incomodidad que una distinción. Su ofrecen—compuestos en un lapso de
amigo Juan Antonio Zübittaga ha refe- veintinueve años—demuestran sin lugar
rido que cierta vez, de tertulia en casa a dudas que Rodó no era un poeta. Decir
del doctor Sienra Carranza, dijo Rodó: (con Jesús Castellanos, con otros) que
«Yo no he escrito versos», agregando, era un gran poeta en prosa es confundir
ante el justificado asombro de sus oyen- las categorías, barajar la nomenclatura.
tes: «Versos que el autor no reconoce, Era un gran prosista; es decir, era un
son versos sin responsabilidad para él.» creador en un medio totalmente distinto.
Esta reserva revelaba un seguro juicio
crítico. Es cierto que versificó con fre- Cuando versificaba no era Rodó; era
cuencia, que lo hizo desde su infancia; un señor atribulado por las leyes y orde-
Pero guardó celosamente esta parte se- nanzas de un universo rítmico que cono-
cundaria y no lograda de su actividad cía racionalmente, pero que le era ajeno.
creadora. Sólo después de su muerte se Incurría en vulgarismos, escandía erró-
ha podido comprobar que no había aban- neamente el verso, forzaba la rima. ¿A
donado definitivamente el verso. qué seguir? Estos defectos ya han sido
Fl estudio más detenido sobre su per- puestos de relieve por la crítica. En rea-
sonalidad poética que se conoce es el de lidad, son errores secundarios frente al
3°sé Pedro Segundo para el primero y i mayor de todos: ser un versificador (y
mejor volumen de la edición oficial de mediocre), no un poeta.
Obras completas de Rodó. Se. rastrean
a
"í sus ejercicios líricos, se examinan sus El texto que ahora se reproduce es el
facultades poéticas, se precisan sus limi- \ de la edición Segunda.
884 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
POESÍAS DISPERSAS
¡ESPERO!
Ií
LA PRENSA (2)
ill
[LECTURAS] (1)
A Daniel Martínez VigiL
Del sol de adolescencia en los ardores, amé a Cervantes. Sensación más ruda
fué Lamartine mi cariñoso guía. busqué luego en Balzac... y hoy, ¡cosa ex-
Jocelyn propició, bajo la umbría [traña!,
fronda vernal, mis ocios soñadores. vuelvo a Perrault, me reconcentro, y río!...
ta Nacional de Literatura y Ciencias Sociales,
w [Publicado por vez primera en la Revis- 25 de mayo de 1896.]
886 ÍOSE ENRIQUE RODO,-—OBRAS COMPLETAS
IV
[A...] (1)
V
AL NOBLE SEÑOR DON CARLOS REYLES (2)
CULTIVADOR DE TERRUÑOS Y «TERRUÑOS»
FIN DE LAS
«POESÍAS DISPERSAS»
PROTEO
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PROTEO
PROLOGO
la obra perdida—(cuentan sus hermanos en tres libros, bajo los siguientes títulos:
en el mismo prólogo)—, dedicamos nues- El libro de la Vocación, El libro del Do-
tros desvelos al examen, clasificación, or-
lor y El libro de Próspero. No se da otra
denación y copia de los manuscritos queexplicación de la elección de estos títulos
José Enrique había dejado en su mesa de que la ya citada («las designaciones con
trabajo.» La tarea fué enorme; en unas que ellos aparecen han sido naturalmente
Indicaciones del doctor Dardo Regules a impuestas por el espíritu del material
la misma edición se dice; «El material que contiene»). Es fácil señalar algunas
que compone este volumen no tenía or- arbitrariedades. Un texto que se titula
den ni distribución. Formaba un macizo «El dolor de amor es el primero» aparece
de páginas escritas, en estado de correc-
en el libro de la Vocación, no en el del
ción, sin plan visible ni ordenación deDolor; una parábola, Los dos abanicos,
especie alguna, ha distribución en tres li-
que glosa el despertar de la vocación, no
bros y las designaciones con que ellos se encuentra en este libro, sino en el ter-
aparecen han sido naturalmente impues- cero, el de «Próspero». Por otra parte,
tas por el espíritu del material que con-
hasta los mismos títulos parecen discu-
tiene.» A esta labor de los hermanos detibles: ¿qué tiene que ver Próspero en
Rodó—devota, pero ejecutada sin los ne- Proteo?
cesarios requisitos técnicos—se asoció el A pesar de una declaración liminar so-
doctor Regules, albacea del escritor. Enbre la ineditez de las páginas reproduci-
su prólogo él mismo ha contado cómo das (salvo expresa mención en contra-
trabajaban: «Tengo sobre la mesa un rio), el origen bibliográfico de muchas de
montón de manuscritos que provocan, en ellas no fué claramente determinado por
cierta medida, la emoción de papeles sa-los recopiladores. Así, por ejemplo, un
grados... Los dejó así—en desorden de fragmento que pertenecía a una crónica
trabajo inacabado—el maestro... Y así los
de viaje (recogida desde 1918 en Ei Cami-
he encontrado al cabo de los años, como no de Paros) aparece reproducido con la
un testimonio callado y vivo de su espí-siguiente nota al pie: «Pudo sentir bien
ritu. Me toca, por privilegio de amistad,
de cerca Rodó, al recorrer entonces aquel
explorarlos por primera vez. Nadie los suelo [de Italia] en que ardía la guerra,
ha leído antes. Y la lectura se hace en las emociones provocadas por los episo-
común con los cuatro hermanos ejempla- dios de la hórrid,a tragedia mundial.-» Hay
res: María del Rosario, Isabel, Julia y Al-
otros ejemplos más notables. La estatua
fredo... Alfredo—todo comprensión y to- de Cesárea, parábola que Rodó había an-
do distinción espiritual—nos ayuda hastaticipado en Mundial (según se ha indica-
el fin en esta tarea, que acomete con pro-
do ya), aparece publicada sin indicación
lijidad conmovedora...» alguna y, además, escindido su texto en
El resultado de tanta devoción es el tres fragmentos, uno de los cuales (el
volumen titulado Los Últimos Motivos inicial) está separado de los otros dos
de Proteo, y subtitulado «Manuscritos por 144 páginas (véase págs. 181-82 y 326-
hallados en la mesa de trabajo del maes-335 de la edición citada).
tro» (Montevideo, 1932). Este error de lectura no es único. Un
examen atento del texto permite asegu-
rar, en otros casos, que las páginas ma-
TT nuscritas no fueron adecuadamente orde-
nadas. Un ejemplo: el fragmento que los
Parece necesario examinar cuidadosa- editores titulan «El dolor de amor es el
mente esta obra. Los textos reconstruí- primero» (págs. 183-84) lleva esta nota:
dos por sus hermanos fueron agrupados «El original encontrado termina aquí con
segura, por ahora. Parece indudable, sin RIS STELLA, fué inscripto por Rodó en el
embargo, que hay que renunciar para álbum de una dama y pertenece, por lo
siempre a la reproducción total del plan tanto, al grupo de sus Escritos miscelá-
o de los sucesivos planes que tenía Rodó neos, al que ha sido devuelto. He incor-
en la mente cuando hablaba de su porado, por otra parte, una página olvi-
Proteo. dada que Rodó publicó en el semanario
El libro así reordenado es un nuevo li- bonaerense Caras y Caretas bajo el títu-
bro. Aunque sus textos fueron ya impre- lo Transfiguración (3 de mayo de 1916).
sos en Los Últimos Motivos de Proteo, Aunque no lleva ninguna indicación ex-
la azarosa distribución volvía casi impo- plícita que la refiera a Proteo, parece
sible la lectura. En esta nueva presenta- evidente que integra un desarrollo, más
ción se ha perseguido, ante todo, la con- amplio, sobre el estado glauco, del que
tinuidad del pensamiento. También se ha tanto se habla en este libro y al que ya
intentado restaurar en la medida de lo me he referido extensamente en la Intro-
posible la continuidad poética. Muchos ducción general (I, 4). Por estas razones,
textos adquieren así una importancia que lo he insertado entre otros textos sobre
su desmembramiento ocultaba; otros, re- el mismo tema.
sultan enriquecidos por la recuperada co- He conservado ciertas peculiaridades
herencia del razonamiento. La estatua de de la transcripción hecha por los familia-
Cesárea aparece ahora recompuesta y en res. Los espacios en blanco que ellos in-
toda su perfecta elaboración. Los textos dican han sido mantenidos; también he
sobre la función creadora del dolor ad- reproducido las variantes que recogen
quieren por primera vez sentido unitario; en notas al pie de la página; sus anota-
las reflexiones sobre el estado glauco (y ciones han sido en general conservadas
su contrario, que le permiten a Rodó al- \ (aunque he debido suprimir las que re-
canzar la comunicación con un mundo sultaban superfinas luego de la reorde-
más profundo y conmovedor que el de nación de los textos). Para distinguirlas,
su clásica serenidad) sólo ahora logran he empleado las iniciales D. R., que co-
mostrar toda su significación autobiográ- rresponden al doctor Dardo Regules. No
fica; las páginas sobre la crítica y la na- he conservado, casi nunca, los títulos ca-
turaleza del crítico, descuartizadas en el prichosos con que sus familiares identi-
volumen de 1932, resultan mejor inte-
gradas y más reveladoras del pensamien- ficaban los fragmentos; los he sustituido
to central de Rodó. \ por otros que aluden con mayor preci-
Un libro que parecía perdido para la sión a su verdadero contenido.
¡ñera y gozosa lectura, que estaba con-
denado a ser únicamente pasto de erudi- NOTA. En un folleto periodístico dedicado a
x
°s, queda ahora incorporado a la circu- Rodó y publicado por el semanario Marcha, de
Montevideo (mayo 1967), el profesor Roberto
lación general. No quiero decir con esto j Ibáñez anticipa algunas páginas de su restaura-
Que no haya todavía espacios en blanco ción\ de este mismo libro. Aunque es imposible
0
fragmentos perdidos. Pero ya es posi- pronunciarse sobre su trabajo hasta que no lo
^ e practicar una lectura continua y sin publique íntegramente (lo viene anunciando
Mayores tropiezos. desde hace unos veinte años), para esta reedi-
Dos palabras sobre el texto. Con dos ción de las Obras completas ya he podido uti-
lizar algunas de las observaciones, variantes y
acepciones, se reproducen todos los tex- rectificaciones que hace en dicho folleto el pro-
to
s recogidos por los familiares. Los dos fesor Ibáñez. También he incorporado ahora
te
xtos omitidos corresponden, uno, a las tres de los textos que él ha rescatado de la
^nicas de viaje (como yo, indiqué) y papelería inédita de Rodó: son los que aquí
(tonda el lector lo encontrará; otro, MA-llevan los numerales LXV, LXVI y LXXI. (1967).
8% JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
[INTRODUCCIÓN
LA COMPLEJIDAD NATURAL. EL CONOCIMIENTO PROPIO]
[LIBRO i
LA; i VOCACIONES]
el azul claro de su cielo, los dos pájaros en el de Eufemia, dos finas puntas que
que pasan ponen un azul más oscuro. coronan la frente doblada en ceremonio-
Hortensia afirma haber visto levantarse sa reverencia. Oigo un acorde bufo, den-
un pájaro azul de la cima de aquel ár- tro del cual tiembla, y como que no se
bol florido y añade que otro pájaro azul atreve a concretarse un hilo de dolor.
la está mirando en este instante sobre ¡Sileno! ¡Sileno! ¿No fué por como al-
aquel Término de mármol. ¿Serán trans- ma griega la melancolía? Entre tanto,
figurados príncipes, héroes de belleza y flores y guirnaldas dispersas, copas de-
amor, como los que viajan por los cuen- jadas, tendidas pieles, cestos, y todavía
tos? Dulce aventura. Acaso a las que los algún eco cercano de canto o de oaristis,
sigan y aprisionen, o descubran su refu- atestiguan cómo pastoras y señores, pas-
gio ignorado, deberán ellos entregar su tores y marquesas, han concertado las
corazón. Hortensia y corren de- Horas y las Gracias. Aquí ambos abani-
trás de los pájaros azules. El abanico cos, casi a un tiempo, se cierran; y el
pastoral, puesto a apagar en las mejillas desenlace de la ficción deslíe en el aire
de Araminta la llama de una emoción su nota de horaciana o epicúrea;
traidora, pasa del scherzo al prestissimo. con cierto dejo de sentimentalismo musi-
Los maravillosos pájaros huyen, se re- cal: la decepción irónica, para la edad
montan, se abaten; suben a las copas cansada y fría; para la mocedad ardien-
frondosas, rastrean en los sembrados y te, el fruto cierto; a la puericia leve y
las matas, liban de paso alguna flor. Sus candida, el perseguir sus pájaros divinos,
perseguidoras, ciudadana y zagala, corren mientras se pinta de oro el fruto sin
como ciervas. El sol las sonríe. Las pelu- sazón.
sas de cardo siguen tras ellas a favor del Los abanicos ideadores han quedado
viento que ellas hacen. Dejan verdes lla- quietos y como en suspenso, porque un
nuras, suaves colmas, frescos sotos. No rumor de pasos se acerca. El coloquio de
sólo en los pájaros hay alas. ¿Qué ruido Araminta y Eufemia concluye. Yo vuel-
es ese que las suspende, de músicas y vo en mí de mi contemplación somno-
juegos?... Tal vez allí está el triunfo. lente. Tomo conciencia de esta opera-
Tal vez está cercano el encantado país ción subterránea de mi espíritu; y
que será término y galardón de su osa- un sentimiento nuevo me inquieta.
día... ¡Sorpresa infiel! Siguiendo a los pá- ¿Seré yo autor? ¿Habré compuesto, sin
jaros azules, han vuelto a donde los pas- quererlo, el esquicio, de una cosa d¿
tores y sus huéspedes componen, al amor teatro? Esto pensaba cuando aquella mis-
del sol, su fiesta galante. He aquí otra ma noche tomé posesión del escritorio
vez la escena pastoril. Ríe Araminta, con de mí padre, ausente en la guerra del
risa que a mí me parece sin burla, ale- Imperio, y puse manos a la obra. Se-
gre y buena. En esta risa, pongo yo el ría ella una comedia pastoral y lírica,
desconcierto de las aventurillas recobra- ' para la que requeriría el auxilio de las
das, su confesión, el tierno interés con notas de Auber y de los pinceles de
que la escuchan los otros, y el festejo in- Había decoraciones de acuarela, arias de
dulgente que hacen de sus cuitas. Eufe- amor y bailes rústicos, y mucha música,
mia prorrumpe en una risa más larga, a la que se transportase el olor del heno
pero cruel. Escena nueva es ésta. ¿No apenas cortado, la placidez del amarillo
será que el concurso recibe a los sátiros de la paja de Italia, y el son del carami-
burlados que vuelven después de un día llo; todo ello contenido dentro de una
sin gloria? En el abanico de Araminta me I sutil y miniada artificiosidad. Así fue
figuro ver ahora hendidos cascos por re- | como el instinto de la composición dra-
mate del cuerpo del viejo rabadán; y j ma tica, que se anunció en mi
dolas al aire, por donde pasaba un rayo pasar en lenta góndola a Donna Vio-
de sol, prorrumpió en tales gritos y de- lante.
mostraciones de júbilo que, al acudir a Había ido él en busca de maravillas
él, le creyeron presa de un delirio. Como del color a Venecia. La línea pura, ape-
le prohibieran jugar en adelante con las nas tocada por la vida, ganó su espíritu
piedras, enfermó de contrariedad y de- a traición. Se enamoró Doménico, y fué
seo. Así se reveló en el niño la pasión con esa intensidad concentrada, a un
del color. tiempo ardiente y tímida, que la pasión
Quince años tenía y se encontraba, de amor suele asumir en las naturale-
una noche de carnaval, en la vía del zas violentas. En vano sujetó él el pri-
Corso, de Roma, cuando, respondiendo mer ímpetu de este amor en su alma,
al simulacro de un enmascarado que le como se sofrena al bridón al columbrar-
amagaba por burla con sable de madera, se la pendiente temida. Toda el alma se
le hundió en el corazón el estilete que incendió de amor. Y este incendio, cual
ocultaba en su seno. Así se reveló en el si un fuego purificador lo animara, pa-
adolescente lo fiero de la índole. Favo- reció limpiar a aquella naturaleza bravia
recido por Clemente VII, Doménico pin- i de tosquedades y fierezas, o la redujo,
tó desde muy joven y con afición vehe- i más bien, a lo más hondo y escondido.
mentísima; pintó con atrevimiento de i La amistad de Ticiano abrió a Doménico
luz y de color que reproducían, por coin- las casas patricias de Venecia. Conoció
cidencia de temperamento, el brillo, para Donna Violante, que cautivóle aún
él desconocido de los venecianos. No po- más que le había cautivado ya con su
cas veces la mancha de pintura alterna- hermosura, con su distinción y majestad
ba en sus manos vigorosas y finas con serenísima. Cierta noche se conversaba,
la sangre de una querella. Guerreó tam- entre los muros radiantes de una sala,
bién, en aquel tiempo en que la guerra de la estatuaria y la pintura. Había pre-
era hermosa; se hizo soldado en servicio sentes pintores y estatuarios; estaban Ve-
de la Liga Santa; acompañó al duque de cellio y Jacobo Sansovino; y después de
Urbíno en el asedio de Genova; y es fama oír, en sabia controversia, a estos maes-
que se empeñaba en disputar a Benve- tros, cada uno de los circunstantes ma-
nifestó su sentir en el problema de la
nuto Cellini el mérito de haber sido rivalidad, entre ambas artes. Tocó a
quien disparó la bala de arcabuz que, Donna Violante su turno.
en el asalto del castillo de Sant Angelo, —La pintura—díjo Donna Violante-
mató ai condestable de Borbón. es como esos sueños o imaginaciones
Después de haber abierto fácil paso a con que los hombres débiles de voluntad
su nombre con dos cuadros paganos: se contentan, en ilusión contemplativa;
una Euíerpe y unas Ménades Vendimia- mientras que de la estatua, real y sólida,
doras, pintó para la iglesia de un con- diría yo que es el sueño del hombre
vento de Padua una angelical Santa Lu- fuerte; convierte en objeto la acción y
cía. Luego quiso realizar su deseo de co- adquiere la firmeza de la realidad.
nocer a Venecia, de cuyos pintores oía Palideció Doménico, como si le hu-
encomiar la magnificencia y brío de co- bieran punzado en una fibra muy hon-
lor. Hospedóse en la ciudad ducal en da, en tanto sonreía Jacopo Sansovino
casa de Tíciano Vecellio. con halago, y Ticiano Vecellio prepara-
Una tarde, asomándose a uno de los ] ba la réplica cortés. Desde entonces hu-
balcones que de la casa daban al canal bo un cruel torcedor dentro de la pa-
silencioso, purpurado en aquel momen- sión que enajenaba a Doménico; su vo-
to por el sol que moría, Doménico vio cación, su arte, su promesa de gloria, n°
de interés y halago para él mismo, Do- expresión. Todo el amor con que la ha-
ménico quiso apartarse de su arte por bía pintado trocóse en desconfianza y
otra razón más íntima y sutil, con esa aborrecimiento. Rival posible de la ima-
sutileza del fanatismo de amor, que saca gen que le llenaba el alma ahora; rival
bálsamo o veneno de cuanto asocia al posible si la vanidad o la muerta afición
objeto de su culto; quiso apartarse de se reanimaban, debía perecer la imagen
su arte por aquel fallo de Violante de celeste. Doménico logró quedar oculto
Portinacelli, que traslucía, para las apa- en la iglesia conventual una noche; llegó
riencias del color, el desdén olímpico del al altar; vertió el aceite de la lámpara
mármol. sobre el paño y lo incendió, sonriendo,
Entonces, entre su voluntad, o la pa- y se le iluminó el rostro más que al re-
sión que la movía, y lo espontáneo e in- flejo de las llamas que rápidas crecie-
consciente de su naturaleza, comenzó ron. Cuando las llamas, formando ho-
una lucha brava y tenaz. guera ya, treparon hasta el borde del
Doménico reflejaba, sin quererlo, en cuadro y la imagen quedó velada por el
su alma de artista, la belleza derramada humo, Doménico, temeroso de que le
en las cosas, las sentía, la trocaba por sorprendiesen en medio del incendio, vol-
acto reflejo, en cuadros, vistos en visión vió a su celda, de donde no tardó en sa-
interior, que apartaba de su atención con lir, llamado por clamores de alarma. Ar-
brusco y cruel arranque; se sorprendía, día la iglesia; huían los monjes en tu-
en ratos de abandono, a sí misma, admi- multo; un fuego inmenso enrojecía la
rando tal contorno armonioso, tal matiz frente de la noche; y Doménico, inad-
deleitable, tal sorprendente efecto de vertido en medio de la general desola-
luz; y la resistencia implacable que opo- ! ción, pudo seguir con palpitante júbilo
nía a esta insurrección heroica del ins- i el desate de las mil lenguas de oro vivo,
tinto reproducía en él algo semejante al I y sentióse contento del arrojo de su vo-
drama de la conciencia asediada por las i Imitad, y adquirió al fin—ahora sin des-
tentaciones de la sensualidad y de la • confianzas ni recelos—la conciencia de
duda, que estorban la concentración del ; su triunfo sobre sí mismo; porque pasa
alma del asceta en amor único y sublime. 1 a menudo que sólo después de consuma-
Todas las energías indómitas que ha- ¡ da la acción, si ésta es audaz o difícil
bía replegado el encantamiento de amor ; se confirme del todo, para el que la eje-
a lo más hondo de su alma despertaron, cuta, la realidad de su intención. Venci-
concitadas por la voluntad para su obra do el fuego, no sin dejar una parte del
de sojuzgamiento; y después de mil al- convento en ruinas, pocos días pasaron
ternativas de esperanza y angustia, llegó hasta que un pensamiento loco y suspi-
un día en que creyó haber inmolado en caz brotó en la mente de Doménico.
el altar de su pasión la víctima preciosa. En la complacencia, en el júbilo, en te
Faltábale, empero asegurar su triunfo satánica voluptuosidad con que había
con un golpe final, presenciado el incendio destructor de su
Tenía allí cerca un testimonio de sus obra, y que le parecían la prueba defini-
sueños de artista, testimonio del que re- tiva de sri emancipación respecto del
celaba como de una sombra a cuyo fa- pasado ideal de su existencia; en la sen-
vor pudieran prepaiarse alguna vez la sación dicnisíaca con que había visto a
resurrección y el desquite de esos sue- las llamas cundir, retorcerse, agigantar-
ños. Su Santa Lucía irradiaba, desde se, conquistar los aires, llenar de heridas
el altar que le estaba consagrado, la bea- negras los muros, ¿no se había mezclado,
titud de su mirada dulcísima, en que como oculta causa concurrente, el placer
Doménico realizara su obra maestra de de contemplar la luz, el color; la e¡no-
gando al paroxismo en el odio de aquel precisan y aclaran; todo esto es cosa tan
don inmortal de «ver» lo hermoso de la personal y falta de equivalente fuera
luz, que estaba en su sangre y en sus de como todo lo que radica en la
tuétanos, abrió en su celda, una noche, incomunicable originalidad del tempera-
ia ventana ojival, cuya reja cedió a un mento propio. Una aptitud que desapare-
esfuerzo hercúleo; y después de golpear ce del alma de súbito y misterioso modo,
con ambas manos sus ojos sin pupila, sin que ello pueda explicarse ni por na-
como empeñado aún en ahuyentar imá- tural decadencia, ni por la modificación
genes tercas, se precipitó en las som- de las condiciones de la vida, ni por
bras del aire. desmayo de la voluntad, ni por cambio
vicioso en los procedimientos de arte;
extinción fatal e instantánea de una luz
[V] por un soplo desconocido, es caso dolo-
roso y extraño, del que no faltan ejem-
[UNA APTITUD QUE DESAPARECE DE SÚBITO ' plos.
Y MISTERIOSO MODO] i
La antigüedad nos habla (1) del retó-
rico Hermógenes, que llegó a una extre-
Una vocación verdadera y honda es ; ma vejez, y cuya superioridad de espí-
una fuerza que mueve en cierto sen- ritu acabó con la primera juventud para
tido. No ha de considerársela como aci- no volver nunca. Y si en esto del retó-
cate de una sola facultad, como tenden- rico griego cabe suponer la huella de
cia que pueda explicarse abstraída de una enfermedad de la mente, como en
las demás que concurren en nosotros: lo que refiere la tradición de Alberto
ha de considerársela como la misma per- Magno, castigado mientras peroraba (2)
sonalidad en movimiento. De aquí que en su cátedra de Colonia, con la repen-
la realización activa y concreta de la tina desaparición de su elocuencia y de
vocación, el camino por donde toma, la sus luces, otros nombres dan más pa-
manera como se infunde en obras que, tente ejemplo de este misterio, Sea el
reaccionando a su vez sobre ella, la de aquel Rafaellino del Garbo (3)...
íi
AGENTES DE TRANSFORMACIÓN MORAL]
cia de actos nuestros, sino porque estos deantes; y fulgurando en la cabeza des-
actos, como criaturas autónomas, han carnada y pequeña, el fuego de los ojos.
tomado una dirección diferente de la Sólo faltaba aún poner en las fauces la
que calculábamos, o han entretejido.tra- espuma que debía brotar del hervor del
mas rarísimas con las cosas de afuera, generoso aliento. Pero Nealces iba a ha-
o se han engrandecido y vuelto númenes llar su suplicio en este rasgo final, En
gigantes, con potestad soberana sobre vano se acogió, primero, a la inspiración;
nuestra suerte, cuando no los conside- luego, al estudio. En vano se empeñó en
rábamos más que fugaces larvas, desti- la esponjosidad de los copos blancos,
nadas a morir y disiparse en el aire, no vaporosos, que desbordasen de los la-
bien salidas como de un sueño de la bios y el freno, y alrededor de los cuales
voluntad. Nuestros actos, desde el pre- flotara un hálito apenas condensado en
ciso instante en que son, no sólo dejan el aire. Una y otra vez corrige en esto
de pertenecemos, sino que tampoco lle- la huella del pincel rebelde, que otras
van en sí propios la seguridad de un des- tantas veces le burla. Llega un instante
envolvimiento adecuado y consecuente, en que, vencido por la impaciencia y el
al modo como la ecuación algebraica lle- despecho, y expulsando de su. corazón la
va en sí el desenvolvimiento infinito de estima de su obra, Nealces tira el pin-
la curva. Nuestros actos tienen, como cel, que va a dar sobre la superficie del
nosotros mismos, su fatalidad; tan inde- lienzo, ¿Cuál no será su asombro cuando
pendiente de la intención de que se en- ve que de este toque casual queda una
gendran, como irreducible a lógica o jus- mancha que, acertando a caer en el pun-
ticia. Muchos, nacidos de la más briosa to donde el rasgo que le desesperaba era
volición y que deliberadamente encami- preciso, imita, con la más pasmosa ilu-
namos a influir en nuestro futuro, se sión de la realidad, la espuma del ca-
pierden, faltos de eficiencia; mientras
alcanzan inmortal repercusión en nues- ballo, en el color, en la disposición, en el
tra vida, otros, juzgados por nosotros diseño, dando maravilloso fin al cuadro
mismos como indiferentes y triviales, y que hubo de dejar el impaciente artista
que proceden, más que de cumplida re- inconcluso?
solución, de esa vaga penumbra que me-
dia entre el pleno sol de la voluntad y
las tinieblas de la actividad automática.
[VIII]
Nealces quiso una vez pintar un ca- EL PALADÍN MENUDO
rro de los juegos de Olimpia, del que ti-
rase un brioso caballo de Tesalia. Tomó-
le en el instante de detenerse y vencedor; Hondo debió de entrar la mirada de
y más que en la pintura del carro y del Amolda de Castello en el corazón novel
atleta, en la del noble bruto fué donde de Reinaldo, cuando éste, acallando den-
apuró la magia de m arte. Ya había col- tro de sí un clamor supersticioso, pro-
mado sus deseos en cuanto a reproducir metió traer para ella, de cumbre sinies-
la fiera actitud, el cuerpo sobre tra e inviolada, cierta única flor, frágil,
los acopados cascos, la tirantez de los blanca y divina, que allí brota en alto
remos y finos; la palpitación del misterio y que jamás tocaron las manos
pecho anchuroso; el cuello, que con de los hombres.
altivez echaba en derredor las crines on- Reinaldo no sabía aún qué fuerza nue-
nos del niño. Tías corto juego, la ca- gar encarnaba en un cuerpo humano y
beza mal segura cedió a un arranque de varonil, y que le tomaba un sayón de
las manos curiosas, y he aquí que con la cada lado para llevarle a donde estaba el
muerte del polichinela, el alma de Rei- hombre de innoble mirar, que era el ver-
naldo quedó de nuevo en libertad. Cuan- dugo. Mientras vencía el corto trecho,
do otra vez volvió de lo indeterminado y probó Reinaldo cien turbulencias espan-
oscuro, halló que estaba al pie de una tosas: odio rebelde, remordimiento acu-
tapia ruinosa; y junto a ella vio tum- sador, visión de airados espectros, feroci-
bada una enredadera marchita, a la que dad, espanto: todo como quien tiene con-
el desplome de aquella parte de la ta- ciencia de ser reo de una hórrida culpa,
pia había privado de asidero. Su débil y alma tal como para haberla cometido,
tallo palpitaba cual si le angustiasen an- y sabe que marcha a la muerte ignomi-
sias de subir, Reinaldo sintió entonces niosa. Después, sintió una tosca mano
infiltrarse su espíritu en el suelo, y tomó que se apoderaba de él, una fuerza que le
allí forma y ser material en unas raíces sujetaba, un nudo que cortaba el paso
poderosas, que, asomando al haz de la de su aliento; y con el postrer despojo
tierra, echaron hacia arriba un grueso del sentido, un bárbaro clamor que salu-
tronco, por donde subió el alma de Rei- daba su agonía. De vuelta de la sombra,
naldo, difundiéndose luego en ancha y nada vio que se pareciera a la ciudad ni
frondosísima copa. Adormecióse en la al verdugo. Vio un ser monstruoso, cuyo
paz del ser vegetativo, beata somnolen- cuerpo, semejante al del león, remataba
cia, encantamiento natural, no privado en cabeza de mujer; vio pavorosa Esfin-
de secretas ternuras; tímido albor del ge, que inmóvil sobre su pedestal, tan
alma sobre la condición de las cosas. alto y negro como si fuera un hombre
Mientras tanto, la enredadera se asía al de la Noche, ponía la vista allí donde
tronco del árbol, y ciñéndole en nudo estaba el alma de Reinaldo. Como una
estrecho, trepaba hasta su bóveda som- espada, sintió ésta penetrar en su seno
bría. Luego hizo más fuerte el lazo de la pregunta sin voz de aquellos ojos. Y
amor, convirtióle en cíngulo férreo y la- sin perceptible transición, se halló ani-
cerante, y al par que ella cobraba nueva mando un cuerpo débil, anciano, venera-
vida, el árbol desmayaba, hasta que, ble; su espaciosa frente era bóveda que
seco y desnudo, entregó el alma al so- agrietaban hondas arrugas; sus ojos pa-
plo del viento. Era la de Reinaldo, que recían volver hacia adentro la mirada;
vagó en nuevas sombras, a cuya término sobre su exiguo pecho caía en madeja
no vio ya más la enredadera cruel. Se una barba saturnina. Tenía delante un
halló flotando sobre una ciudad desco- atril sobre el que descansaba un libro
nocida; y vio allí dos altos maderos que abierto; y a su alrededor, en anaqueles
juntaban en su cima un travesano; un negreados por los años, había instrumen-
hombre adusto velaba al píe de esta ar- tos de herméticos estudios. Reinaldo co-
mazón siniestra. Su mirar era innoble; noció la emoción de la sabiduría; la hos-
su frente escasa, sus facciones míseras, quedad adusta del misterio; la sumisión
mostraban cómo puede nacer de torpe- de la rendida verdad; cuanto compone la
za la maldad. Cubríale el cuerpo roja alternativa interior de luz y sombra, de
túnica, en la que había estampadas ar- orgullo y desaliento en los afanes de esta
mas que parecían ser de reyes. Luego lucha sublime. Todo su ser se absorbió
Reinaldo vio comparecer una anhelante en ella; y por si el cansancio le tentaba a
multitud que se situaba a poco espacio ceder, allá, en lo excelso de la noche, la
de aquel hombre y advertía que era arre- Esfinge muda, la Esfinge de mirada es-
batado su espíritu hacía ella, y que al lle- pantable, velaba, con los ojos siempre
caen sobre los centros de la civilización, esté saciado y que por ley natural íe
y, difundiendo a su paso el desconcierto abandone, déjele ir y ya no mire para
y Ja ruina, abaten en pocas horas la obra atrás a ver dónde está el pájaro, prolon-
de las generaciones y quebrantan el or- gando de modo ficticio su presencia por
den de la sociedad, y dejan tras sí por alucinaciones de la melancolía y del te-
mucho tiempo la confusión y el horror mor. Sólo a esta doble condición de no
de la sombra. Tai vez, prevalecerá la bar- ahuyentarle, valiéndose del aturdimiento
barie para siempre; tal vez acabará la o el sofisma; de no detenerle tampoco
misma sociedad, y el desierto vendrá a falsamente por morosidades de la imagi-
extenderse sobre (1) donde fué un im- nación, el sagrado pájaro dejará en las
perio famoso. Pero quizá también, libre venas de donde tome sangre un principio
de miasmas pestilentes la civilización que activo y salubre.
había; repuestos, con la sangre nueva,
la fuerza y el candor gastados, y combi- ¡
nándose para lo futuro los elementos
de una dichosa originalidad, un orden [X]
mejor y más enérgico resurgirá, como
[EL DOLOR RESTABLECE LOS FUEROS
una floresta, del polvo de las ruinas. Esta
DE LA NATURALEZA]
es la imagen del período de anonada-
miento que dejan tras sí los grandes do-
lores. Todo parece trastornado en el al- Una porción de inevitable «comicidad»
ma; todo desquiciado e incapaz de vol- !se nos entra a todos en el alma a favor
ver a su término habitual; la existencia, de las leyes de convención que rigen la
sin objeto ni rumbo; la voluntad, sin sociedad de los hombres: artificiosa es-
normas; pero, por bajo de esto, sí la cuela, donde, entre la parte que cedemos
conciencia alcanzara a las misteriosas de nuestro propio ser y la que se nos
profundidades del abismo interior, perci- agrega, sin consistencia, de lo ajeno o
biría el sordo fermentar con que se pre- flotante, desaparece a menudo bajo una
para una vida renovada y fecunda, por vana corteza la verdad de nosotros mis-
obra del mismo impulso que mueve, co- mos. Pero el dolor nos devuelve a esta
mo operación preliminar, aquel desorden verdad; el dolor restituye (í) los fueros
y que restablecerá, mediante asociacio- de Naturaleza. A su contacto abrasador
nes nuevas, la unidad y finalidad de la disípase cuanto no era más que un agre-
vida, dejándola acaso más firme y mejor gado sin raíz en lo hondo del alma;
concertada que antes. El sufrir es de to- como fuego que devora una túnica lige-
dos; el saber sufrir no es de muchos. ra y manifiesta la carne viva y desnuda.
Porque también hay su arte y economía No otra cosa quiso expresar quien dijo
en esto del dolor. El hombre fuerte a que el dolor pone al descubierto la par-
quien el infortunio ataje en su camino te infantil que hay en cada uno de nos-
ha de considerarle como haríamos con un otros.
pájaro sagrado al que fuera lícito sacar Ese género de engaño con que nos
su alimento de las venas del hombre. No' ¡fingimos a nosotros mismos entusiasmos*
le espante, pues, ni huya en él con ía j convicciones, ideas, que no radican sino
fuerza que consiste en hundirse en el bu- j en la indolencia de nuestra reflexión o en
llicio del mundo y ofuscar la claridad de el artificio de nuestra fantasía; el enga-
su conciencia; antes bien extienda el bra- j ño de aquellos de quienes puede decir-
zo y dé lugar a que se sacie, y así que I se que juegan a sentir y pensar, y luego
Suele la juventud del alma traer en sí, i de la realidad, traidora, por algo que oye
como el agrio de la fruta nueva, una j o ve y de súbito lo más y amargo
forma de la ironía, que no es aquella, i de la vida, haciendo palpitar su cora-
penetrada de piedad y dulzura, que el zón con agitado impulso bajo el color
tiempo pone a veces en el tiembre del ce- | del traje de máscara, y diluyendo acaso
razón de los desencantados bondadosos; j en lágrimas ardientes el carmín y el al-
que no es tampoco perversión de volun- bayalde del rostro: de esta manera nos
tad, o indicio de un aciago interior de las j sorprende a todos el dolor en la real es-
entrañas; sino una candida, casi pueril j cena del mundo.
Malevolencia que nace de incomprensión ;
del mundo y de la natural sugestión del | [XII]
estulto, formado el nuestro, como está, ¡
desde lo remoto de las generaciones, por I [EL VANO Y ARTIFICIAL DOLOR]
s
%los de dureza y crueldad, cuyo eco j
e
^ ga de esta manera al alma virgen, en
0]
ida atenuada y leve. ¡ La falsedad que primero caerá mueita
£s como un juego de maldad, una dis- I y deshecha en tu alma al empuje deí do-
Posición a ser cruel en las cosas peque- J lor cierto es la del vano dolor: remedo,
nas
- una ineptitud para comprender I simulacro, con que tu fantasía te ator-
^quel género de daño que no hace sangre, j
ni
Provoca lágrimas; y todo esto puede ! (1) Sutil. [D. R.]
916 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
das. Ya lo trata con mordientes sutiles dustria del dolor, la naturaleza humana
y lo esculpe con menudo y lento cincel. es material que sólo gracia divina pue-
¿Qué habrá de (1) más eficaz que su de reducir a artificio. Recordemos, en
maestría para probar la docilidad (2) de la pintura, a Rembrandt, a Meyerbeer
la arcilla de que estamos hechos? En el en la música. En cuanto a Rembrandt,
abatimiento, te comprime (3). En la ira de los tiempos en que más aciaga fue
y la desesperación, te golpea. En el has- su vida datan sus cuadros más glorio-
tío, te aplana. En la duda, te despedaza. sos. Cuando la muerte le arrebató al
En el pavor, te hiela. En la pasión de amor de su Saskia; cuando la vil nece-
amor, te derrite. En el remordimiento, te sidad le forzó a disipar sus mármo-
atenacea. En ía melancolía, te acaricia les antiguos, sus lienzos, sus estampas,
bruñéndote. Y de ía continuación y de sus joyas, sus medallas preciosas, el
cada una de estas operaciones suyas, genio de Rembrandt, como exaltado por
nace una reforma en ti. el dolor sobre la sensual apacibilidad (1)
Por eso, tiene medios para (4) volver de su ambiente, se anima de estímulos
fuertes a los blandos (5) y delicados y más fuertes y tenaces. Fué entonces
suaves a los fuertes. Con igual arte en- cuando nacieron los Peregrinos de
durece ía fibra de los corazones tímidos Emaús, El samaritano. Los síndicos... Y
que hace entreabrirse, en madurez de en general, su arte, en lo que tiene de
amor y benevolencia, las entrañas más más hondo y humano, ¿cuánto no de-
duras; maravillosa alquimia capaz de I berá al dolor real, «aprendido»; cuánto
trocar el terrón de frágil barro en la má.s de su intensa expresión, y de aquella
firme roca, y el bien templado acero en originalidad suya del contraste entre la
la cascara de la almendra mollar. Miste- luz constantemente amenazada, precaria,
rioso es el modo como él ejercitará su moribunda, y la invasión mortal de las
arte proteica sobre el alma que esco- sombras?
ge (6); pero es seguro que ésta no saldrá
de sus manos sin la señal que, de una
u otra suerte, revele el genio del artífice. [XV]
Y si después de pasar (7) por un dolor
[El. TRABAJO DEL DOLOR SOBRE LA
verdadero y hondo, no te reconoces, en
FISO MOMIA]
algo, diferente de antes; si no te sientes
más áspero o más tierno, más simple o
más sutil (8), más turbulento o más tran- Del brío de este grande agente trans-
quilo, di entonces que la corteza de tu formador juzgarás si imaginas su influjo
Pecho es de tal condición que no hay sobre las hondas realidades del alma por
martillo que la forje, ni lima que la me- el modo como alcanza a transformar la
lle, ni berbiquí que la taladre, ni asperón carne y la apariencia.
Que la pula; porque donde fracasa la in- Nuestra fisonomía es, en manos del
dolor, como una blanda máscara que la
(U ¿Dónde habrá cosa? [D. R.j continuidad de su trabajo modifica; en-
&) Para vencer la indocilidad. [D. R.] ! dureciéndola, para siempre quizá, en la
[3] El original marca, además, en todo este ¡ expresión y los rasgos que sustituye a los
desarrollo, la fórmula: Nos comprime, nos • de la naturaleza. ¡Qué prodigiosos reto'
&0hea, etc. [D. R.] i qties del barro vivo; de la forma ani-
H) Con que. [D. R.l |
t5) Flacos. [D. R.] ¡
mada! Esas frentes sumisas, que sellan
¡6) Elige. [D. R.] indelebles arrugas; esos lánguidos ojos,
•') Que has pasado. [D. R.]
lí
>) Más candoroso o más aabio. [D. R.] (1) Somnolencia, [D. R.J
918 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
de pupilas inciertas, de mortecino mirar, sola las que ya teníamos, y porque sus-
acaso enrojecido por el dejo y la fre- cita a veces nueva calidad de energía,
cuencia del llanto; esas mejillas macera- nueva vocación, nueva aptitud.
das; esas narices a las que se ha sacado Aquel sacudimiento, trastornador de
filo; esos labios exangües, flojos y entre- las más hondas raíces de la herencia y
abiertos; esas palideces transparentes; del hábito, que el amor produce, y
esas livideces terrosas; esas cervices mal por (1) el cual hace pasar de lo poten-
seguras; esos aspectos ya de espirituali- cial a lo real de nuestro ser tanta igno-
dad cuasi divina, ya de estúpido anona- rada riqueza, muévelo también el dolor
damiento; esas prematuras canas... ¿Qué y con no menos milagroso acierto. Para
otra fuerza puede imprimirse, hasta este la creación artística, más que para cual-
punto, en carne nuestra... (1) cuál quiera otra forma de humana actividad,
otra así la virtud, plasmante y mo- el dolor es acicate que provoca a menu-
deladora, de la vida? ¿Cuándo el placer do el primer impulso de la invención, y
amigo alcanzará a fijar, con tal riqueza otras muchas veces la sublima a alturas
de expresión, con tal poder (2) de per- no vislumbradas por la mente hasta en
manencia, las huellas de su paso?... tonces. Algo hay en la esencia de este
majestuoso sentimiento que lo guía, con
magnético tino, a la expansión, a la co-
municación, al anhelo de declararse y
[XVI] hacer compartir sus congojas a otros co-
[LA FECUNDIDAD CREADORA DEL DOLOR]
razones que aquel en que toma su ori-
gen. Mientras el alma donde el genio
duerme, ignorante de sí mismo, sin que
Ninguna fuerza más eficaz que la del la necesidad de producción lo estimule,
sufrimiento para traer a la luz de ia permanece virgen de penas hondas, pue-
conciencia y poner en la vía de la acción de prolongarse indefinidamente esta in-
tesoros que el alma lleve en sí misma sin consciencia; pero cuando el dolor acude,
sospecharlo. Gran transmisor (3) de vo- el alma busca en la manera de expresión
caciones, el dolor depara a veces voca- que le es congenial, sea ésta la palabra,
ción briosa y precisa al que aún no la ha el color o la armonía, el medio de re-
hallado propia; o sustituye por la voca- flejar fuera de sí el dolor que no cabe
ción verdadera una falsa; o bien confir- en su seno y que ansia ganar, llevado en
ma, levanta y perfecciona la verdadera. alas de la imagen, la capacidad de otras
Nuestra reacción voluntaria contra la in- almas. In doloribus pinxit, escribió Schil-
ferioridad a que el dolor nos condena ler al frente de una de sus composiciones
suele ir, con potencia nunca manifiesta más bellas. ¡Cuántos no pudieron poner-
hasta ese instante, más allá del punto en lo de epígrafe de su primera obra,
que el infortunio nos tomó; de suerte la que los reveló a sí mismos o les gran-
que no sólo tiende a recobrar el bien que jeó la corona del mundo!
nos fue quitado por éste, sino que logra Representar el propio dolor con la lim-
acaso plantar su bandera aún más allá, pieza y el relieve de la imaginación artís-
adelantándose al baluarte cuya recon- tica; depurándolo de cuanto en él se con-
quista se propuso. Arranca esta reacción, tiene de trivial e insignificante; convir-
de nosotros, dobles fuerzas; porque acri- tiéndole en ejemplar luminoso, objeto de
deleitable contemplación aun para el mis-
(1) De hombre,—mortal. [D. RJ mo que fué su víctima y su ara antes de
(2) Virtud. [D. R.]
(3) Comunicador. [D. R.] (1) Mediante. [D. R.]
[XVII]
[XVIII]
[EL DOLOR EN LAS MENTES SUPERIORES]
[EL DOLOR DE AM.0R]
Mentes superiores hay que, separadas •
hipotéticamente (1) del dolor, rehacien- El dolor de amor es el más fecundo y
do, sin sus dolores grandes, las vidas en milagroso de todos: dos omnipotencias
^ e resplandecieron, como por la estra- j convergen en él. Del dolor de amor nacen
íe
gia (2), no se conciben ya sino i conversiones y vocaciones infinitas. Fran-
empequeñecidas y (3) truncas. ] cisco muestran con el ejemplo cómo la
(1) Por abstracción. [D. R.] i santidad es a menudo aroma de esta flor
(2) Hay una palabra ilegible. [D. R.l
(3) 0. [D. R.] (1) Aquella. [D. R."J
920 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
otros cíe menos noble alcurnia (1) valen su taller amaba más o reputaba mejores.
también como eficaces estímulos. El su- El escultor escudriñó lo más íntimo de
frimiento que nace de un inmerecido su corazón, apuró la precisión de su jui-
agravio, de una condenación o inculpa- cio, y hubo de callar, sin respuesta que
ción injusta, mueve... viniese francamente a sus labios. ¿Quién
Cuando el abate L'Epée es fulminado se maravillará de esta incapacidad de
por la excomunión, nace en su alma el elección, si entiende de la calidad del
propósito de consagrarse a su piadosa amor que se tiene al hijo y a la obra?...
empresa de la enseñanza de los sordo- Pero Friné era sabia y fina. Se obstinó
mudos. Cuando Bernal Díaz del Castillo en penetrar, más adentro que la propia
lee, en la vejez, la historia de Gomara, conciencia del artífice, en el sentir del
donde ve preteridas sus viejas proezas y artífice sobre las creaciones de su genio
su gloria, se siente tentado a armarse es- y quiso descubrir la preferencia que aca-
critor, para vindicarlas, él que nunca ha- so existía en lo más profundo de su ser,
bía tomado hasta entonces la pluma; y aunque él mismo la ignorase (1). Un día,
así escribe su vibrante y graciosa Cróni- vinieron a decir a Praxiteles que se in-
ca. La pena del desengaño, la fea reali- cendiaba su taller y que ya no era tiem-
dad palpada bajo la idea o el ídolo en po de salvar más que algunas obras que
que se creyó, convierte acaso la volun- allí había. Todo era ficción de Friné. El
tar a más firmes derroteros, como cuan- dolor usurpa a Praxiteles el alma. «¡Mi
do Malte-Brun, propagandista político, Sátiro, mi Eros!—exclama, en su confu-
primero de ser geógrafo, ve desenmasca- sión y su congoja—; ¡que salven a lo
rarse a Bonaparte, su ídolo, el dieciocho menos mi Sátiro y mi Eros!» Movida,
de Brumario; y abandona la arena cívica por el sacudimiento de la emoción, en lo
y se consagra a la ciencia, donde le espe- más hondo, el alma del artista había vol-
raba la gloria. La pesadumbre que nace cado, en su conciencia, como lo calcula-
de la pérdida de bienes materiales, im- ba la astuta cortesana, el sentimiento de
pulsa a Fourier al apostolado como preferencia, el juicio de elección, que
en la antigüedad había impulsado a Ze- existían en la oscuridad de lo incons-
nón a la filosofía, haciéndole pasar ciente.
al pórtico de Stoa.
El dolor propio, o bien el ajeno com-
partido por una viva simpatía, son el se-
weto de transfiguraciones en que la apti- :
tu
d del artista y ei poeta, ya revelada, XXI
pero contenida dentro de mediana altu- [LOS SIGNOS DE LA ESCRITURA]
ra, se levanta extraordinariamente sobre
su
s sombras augustas, como las nubes
que han de dar de sí la tempestad. Era costumbre en San Francisco de
Asís recoger del suelo, con esmero pia-
doso, todo papel escrito que encontraba,
aun cuando este papel fuese un desecho
[XX] o una triza, y no contuviera sino una
[PRAXITELES Y LA CORTESANA] frase trivial, una palabra trunca, quizá
una sola letra. Ocurría a menudo que le
.Peguntó cierta vez la cortesana al ar- tildasen por esta nimiedad o quisieran
Us
ra cuáles de las obras que él tenía en averiguar su objeto; a lo que el santo
(1
) Linaje. [D. R.] (1) Por él mismo ignorada. [D. R.]
922 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
respondía: «Dejadme reverenciar las le- i mía, entre risible y siniestra, brotaba de
tras, puesto que de esos signos se com- los contornos de la sombra, completados
pone el nombre de Dios.» Trazados por por algunas grietas del muro.
torpe o maliciosa mano, alineados en Después que logré asir con la aten-
significación de cosas fútiles o abyectas, | ción la forma representativa en que po-
o aislados sin sentido propio, los signos ¡ dían, efectivamente, concertarse, median-
conservaban aún, para el mejor de los te un poco de buena voluntad, aquellas
cristianos, su dignidad inmanente. Por líneas confusas, la percepción de esta
el hecho de prestarse a nueva ordena- I imagen en la mancha de humedad fué
!
ción, de modo que contribuyeran a ex- tan inmediata y clara para mí. que ape-
presar el nombre divino; y respetando ñas concebía cómo pude dejar de notar-
el pensamiento en lo esencial, añada- la a la primera indicación de mi amigo;
mos nosotros: cualquier nombre benéfi- y cuantas veces, desde entonces, pasé
co, cualquiera idea justa. Para el santo frente a aquel ruinoso muro, ella se des-
toda letra era amable. tacaba, infaliblemente, a mis ojos, de
manera superior a mi voluntad, la cual
en vano se esforzaría por volverme a la
1
XXII simple percepción de una mancha.
Esto puede corroborarse por la obser-
[LA MANCHA DE HUMEDAD] vación común. ¿Quién es el que desci-
:
frando, por ejemplo, uno de esos gráfi-
Pasaba en compañía de un amigo, ha- í eos enigmas, en que se trata de encon-
ce años, frente a la ruinosa pared de un trar una figura que se forma del blanco
edificio, cuando señalándome aquél una de las otras, no habrá notado cuánto
mancha de humedad que sombreaba un supera al esfuerzo de la voluntad dejar
gran trozo del humo, di jome, mientras de discernir la figura secreta, en la ví-
1
me hacía detener el paso: sión del conjunto, una vez que se ha
—¡Mira qué admirable cabeza para acertado con ella?
una bruja del Macbeih, sí algún artista | No es otro el modo como una lectura
de esos que, cumpliendo el precepto de intensa y eficaz te impone para siempre
Leonardo, están atentos a estos capri- un concepto del mundo y de la vida. Un
chos de la casualidad, la viera y supiese • libro enérgico, si coincide con propicia
hacerla suya!.,. , ocasión, tanto más cuando aún no ha;'
Miré y no vi sino la mancha informe, ; en tu alma una idea neta y fija del mun-
extendida al azar sobre el blanco sucio ! do, el cual equivale entonces para ti a
del muro. En vano mi acompañante ins- | la mancha de humedad donde no ves
taba mi atención: yo sólo una informe ; nada representativo y concreto, es el
mancha veía. Entonces, acercándose a ! acompañante que enseña a ordenar tu
ella y siguiendo con el índice el contor- concepción de la realidad dentro de una
no: «Repara—me indicó—-en la frente imagen precisa. Nada será capaz de sus
estrecha y las greñas hirsutas; mira en tituir en ti esta imagen por lo indefinido
esta línea la corva, innoble nariz; obser- anterior. Nadie podrá emancipar tu pen-
va el ojo oblicuo, los labios contraídos '. Sarniento del orden que le fué impuesto
en un gesto de odio; ve aquí el flaco con ella, si no es quien tenga arte pai'a
pescuezo...» Y al compás que mi acom- hacer que descifres una nueva y mas
pañante me indicaba, la figura iba orde- patente figura en la mancha de hume-
nándose en mi percepción, y una fisono- dad..,
'fel príncipe: los sueños, suave, balsa- j menester para trocarse en fuerza viva.
^ico elemento de que necesita también I Y cuando ésta rompe en heroísmo y en
e
' orden del mundo. gloria, son, en parte, las imágenes del
Plutarco, las que vuelven al mundo por
Psro aún hay otro género de libros, i el camino de la acción y el ejemplo. El
|5Qr
el cual lo que ese frágil y maravillo- Plutarco está en el espíritu, y todavía
924 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
más en «la plástica», de aquellas dos Re- ¡sí solo, nos mueva a la práctica y la
voluciones; él se enlaza a la marcialidad i acción, ni que, sin el auxilio de la ima-
de sus héroes y modela la actitud esta- gen, nos enamore. Cuando el místico
tuaria de sus tribunos. siente necesidad de defender la idea de
lo infinito y lo eterno, objeto de su amor,
de la competencia de los bienes terrenos,
reales y sensibles, ha menester prestar a
[XXV] aquel supremo, indeterminado bien, una
forma imaginaria, un divino cuerpo, que
[GRANDE INSTRUMENTO DE REFORMA
humille y oscurezca la belleza de las
INTERIOR ES EL LIBRO] ¡ cosas del mundo. Tal es la visión del ex-
tático; y el arte la reproduce, para cada
Grande instrumento de reforma inte- idea, en cada uno de nosotros, encen-
rior es el libro; pero no principalmente diéndonos en la fe y el amor de un pen-
por su eficacia intelectual y el poder de samiento que arranca de la oscuridad de
convicción que atesore; sino por su in- la abstracción y levanta sobre el altar
tensidad en el sentimiento y la imagen; ; donde se le ofrenda la oración y el sa-
no principalmente por lo que argumenta, ! crificio.
sino por su valor, y su vida, y por lo que i
hay en él de voluntad subyugante, y de
la hechicería del corazón; no principal- [XXVI]
mente por la fuerza propia de la idea,
[CADA FRASE PONE EN MOVIMIENTO
sino por la virtud que la idea, pintada
UN NUEVO MUNDO]
y animada, adquiere para tocar los re- ¡
sortes con que se despierta la emoción
y se provoca el movimiento. Desvanecido todo lo que es interposi-
Acaso nunca hubo libro de abstracto y ción de cosas muertas, hojas de papel
frío filósofo que, sin interposición de letras mudas, la obra parece leída en el
otros libros, hiciera modificarse un alma alma misma del poeta y en el instante
humana; pero la doctrina se convierte . de la creación, sagrado y misterioso.
en fervor y redención, o en vértigo y lo- Cundiendo en reverberaciones infinitas
cura, cuando el artista se la apropia, sol- cada frase pone en movimiento, dentro
tándola luego a los vientos de la vida; y del alma, un mundo nuevo. Cada pala-
artista llamo aquí a todo el que, con sus bra rasga la oscuridad de la abstracción
escritos, su prédica o su ejemplo, viste : y se convierte al punto en una visión
de hermosura y claridad una idea. imaginaria, que llega a simular la sensa-
Una doctrina nueva es como el verbo ción de los ojos; unas veces a modo de
de un Dios, que, para revelarnos su ley, : vaporosa aparición, hada sutil, nacida
precisa tomar cuerpo en carne humana, del aire en que se esfuma; otras veces
y andar, vivo y tangible, entre nosotros y como imagen de y precisos con-
hablarnos con parábolas, y hacernos llo- tornos abierta por el cincel sereno en fe
rar con su pasión. Esto es el libro del límpida firmeza del mármol; otras con10
artista, cuando junta un designio ideal a criatura palpitante y sanguínea, cuyo
su belleza: la vida y la pasión de una gesto potente se dibuja sobre el oro del
idea encarnada para revelársenos. | sol, entre el clamor y el aliento de la
No hay concepto intelectual que, por I Naturaleza.
posterior concepto del mundo. Por otra ejercitando la parte de Proteo que hay
parte, la iniciación severa de Plutarco en el alma de cada uno de nosotros.
le abrió las puertas del civismo antiguo Nuestra identificación imaginaria con
y le naturalizó en Esparta y en Roma: los personajes del novelista o el poeta,
de aquí sus ráfagas de estoicidad, su pa- no sólo ños transporta a menudo a con-
sión de independencia, su afición por la diciones de vida distintas de las que la
virtud sencilla y fecunda. Relacionando severa realidad nos impone, sino que,
esos dos opuestos fundamentos, ¡cuánto produciendo la misma mutación iluso-
se aclara y simplifica la complejidad ria por lo que respecta a nuestro ser
contradictoria de Rousseau! interior, hace que aparezcamos, por una
Una influencia semejante obra acaso hora, ante nuestra propia conciencia, con
para lo múltiple y disperso del alma de alma y corazón diferentes de los que re-
muchos de nuestros contemporáneos. cibimos de la naturaleza;: nos hace to-
mar el alma y el corazón del personaje
Cien fuerzas diferentes nos solicitan, des- y nos franquea de ese modo una parte
de los libros que nos conmueven e inte- de la inmensidad de espíritu que queda
resan, nunca bastantes en número para fuera del estrecho circuito del propio. Es
nuestra curiosidad y nuestra capacidad una emoción tan interesante y viva, por
de simpatía; con frecuencia, nuestras lo menos, como la opuesta de reconocer
primeras lecturas, las más decisivas, ca- en el libro, con la limpieza y la luz que
recieron de orden que graduara su des- añade el arte, el reflejo de nuestra rea-
envolvimiento en el tiempo y las subor- lidad personal. Quizá es una suave her-
dinase a una norma de la razón; los es- mosura, el encanto de. un recuerdo tri-
tados de almas que nuestros poetas nos vial, la sugestión de un sueño de dicha;
transmiten, los caracteres que la inven- quizá un halago de la vanidad; quizá el
ción textual o novelesca propone a nues- timbre ideal e inexplicable de un nom-
tra imitación, nos llevan sin ritmo por bre; mil afinidades e impulsos, cons-
mil partes distintas; y no es, ciertamen- cientes e inconscientes: todo esto se fun-
te, raro (1) entre nosotros, el de aquel de en mi amor, tal es su contextura. El
cuyo espíritu fluctuará para siempre en- tuyo y el de cada uno de los otros tiene
tre dos centros de atracción que pueden su contenido propio y diferente. Y cual-
referirse a dos libros, que el azar juntó quiera de esos elementos que en mi
en su adolescencia, o a dos persistentes amor o en el tuyo se funden: admira-
devociones literarias. ción, recuerdo conmovido, esperanza, va-
nidad, sugestión trivial, prurito incons-
ciente... es a su vez complejísimo con-
junto, que, por su finalidad, toma la se-
[XXIX] mejanza de lo simple. Así la total com-
plejidad de nuestro ser se reproduce, e*1
[LAS TRANSFORMACIONES ILUSORIAS cualquiera de nuestros sentimientos, en
DE LA LECTURA] la más pasajera manifestación de nues-
tra naturaleza moral; quizá quien es Ba-
yardo se complace en pasar al alma de
...esa tendencia a romper, por cierto Dafnís; quien es Manon, prefiere la his-
espacio de tiempo, la unidad consecuen- toria de Virginia; quien es Homais, gus-
te y monótona de la personalidad, esca- ta del libro que le lleva a ser, por una
pando de la prisión de uno mismo y hora, Aquiles o Romeo. Así, mediante el
libro, participan, por cierto tiempo, QPe
(!) Caso extraño. [D. R.] sustraen al encadenamiento de la r ea '
llegar a descubrir tan hondo asiento del I acaso la dice sin reparo; y de este modo
alma, se desprende de ella la corteza su- ' se cambia, no el hombre real en una fic-
perficial, que componen aquellos artifi- j ción, sino un hombre falso habitualmen-
cios con que ella siempre se disfraza, en te en otro real, aunque sea efímero; de
parte, ante ía mirada de los otros y aun donde nacen la sinceridad y la verdad
ante la de su propia conciencia, y el que la embriaguez suele poner en labios
alma ve clara la verdad de sí misma, y de los hombres (1).
[LIBRO ill
ORIGEN Y PROCESO
DE LAS TRANSFORMACIONES MORALES]
una holgada medianía. Llegó así al de- j compraran para él una biblioteca, muy
clive (1) de sus años. Quedóse viudo poco ; copiosa y selecta, que vendían herederos
después de que la enfermedad le hirió, de un erudito. Pero lo que sobre todo
dejándole, decía él con sonrisa melan- deseaba, era que restableciésemos, en lo
cólica, como los leones de Milton, pri- i posible, nuestra (í) sociedad ju-
sioneros de limo elemental, y fué enton- venil y que, cuantos quedábamos de
ces cuando determinó volver a París y los que habíamos sido en junta bulli-
pasar, lo que le restase de vida, consa- ciosos bohemios, nos congregásemos en
grado a la evocación de sus recuerdos de aquel restaurado Olimpo que él prepara-
este teatro de nuestras quimeras juve- ba y removiéramos allí las cenizas del
niles. pasado dichoso.
Pero el rasgo precioso es que era una La idea me ganó el corazón, como bál-
evocación cierta y activa esta que Alba- samo que pedía aquella desventura y por
tros se proponía realizar; no era una lo que a mí mismo me prometía de apa-
simple contemplación del tiempo muer- cible. Acepté, de buen grado, la tarea de
to, sino una vuelta real, que anhelaba convocar, para ese fin, a nuestros amigos
ahora de lo hondo de su alma, al culto dispersos, y en los más la reaparición
de sus viejos dioses: los libros, la inti- de Albatros, descrita con los colores
midad con la belleza, quizá la propia en que puse todo el empeño de mi ima-
obra literaria. En su origen, este pensa- ginación, provocó interés y simpatía, No
miento había sido el término final de tardó él en anunciarnos que ya ocupaba
una angustiada deliberación. «Inválido, habitación estable alta y aislada
ocioso, sin familia—habíase dicho—, ¿qué como una cumbre. Allí tenía dispuesto el
podré hacer de mi pena sino engañarla centro que había de reunimos: una sal?.
con el opio sutil de la lectura?» Luego espaciosa que se abría sobre un terrado
advirtió que, como consonancia senti- y recibía de frente el sol de la tarde. La
mental del pensamiento, nacía, para de- luz que doraban las paredes atestadas
cidirle a ejecutarlo, una dulce e impe- de libros alegraba primero, con el lucir
riosa solicitud del corazón, y que del de hojas y flores, el jardín de tiestos que
sepulcro del pasado distante, ese escon- había en el terrado. Presidiendo en 1»
dido impulso traía, a lo actual y vivo de sala, figuraba la vuelta de Apolo
su alma, mil olvidados estímulos, deseos j hiperbóreo cuando, en aéreo ca-
y emociones. Cuando llegó a París, sintió rro de cisnes, desbarata el hechizo del
alentarse aún más la inesperada llama. invierno y difunde nueva belle-
Me hizo saber su plan. Buscaría, para za y nueva vida.
instalarse, un piso, muy claro y muy ale- ¡Qué resurrección maravillosa de t#
gre, y desde el cual se pudiera divisar al- alma, presenciamos las tardes de nues-
guna parte del barrio donde había flore- tros coloquios, en la palabra de Al-
cido en esperanzas nuestra altiva pobre- batros! Con el gracioso desorden de la
za. No quería ir a habitar al barrio mis-
mo, pues vislumbrándolo de lejos, lo (1) El original que tenemos a la vista esta
podría imaginar cual si fuese aún como escrito a máquina y corregido de puño y le*1'3
era entonces. Trataría de formarse un de Rodó. Tiene ios claros que el lector notara
seguro propicio al placer del arte, la en estas páginas y que hemos respetado. Aun-
conversación y la lectura. Se rodearía que ningún claro deje interrumpido ei período
completo, nos mueve a la versión tal como Ia
de libros, de revistas, de algunos cuadros publicamos—acaso con inmotivado escrúpulo-''
de mérito. Ya había dado orden de que la sospecha de que Rodó pudiera haber dejado
esos claros para marcar, con nuevos vocablos,
(1) Cuesta abajo. [D. R.l su pensamiento. [D. R.]
lazaba con ese primor voluptuoso de mu- vencedora de los hábitos que ha consti-
jer, con ese interés de niño que juega, tuido el tiempo, un despertar de la origi-
sólo comprensibles del todo por quien nalidad malograda. Así pasó en Albatros.
haya dado a imprimir en la adolescencia Pero fuera de este caso de regresión per-
un primer libro y haya tenido el alma sistente a la verdad interior, ¿no cabe,
trémula en la sensación indefinible de aún en aquellos que no han sido falsea
esperarlo. Prefigurando la exterioridad dos en su desenvolvimiento por la for
elegante de una obra que ya no podría mación de una sobrepersonalidad ficti
escribir, Albatros parecía ocupado en dis- cia, ciertas fugas del alma contra la co
poner para su alma candorosa de artista, rriente que la lleva adelante; ciertas ho
próxima a desaparecer con él mismo, un ras de resurrección ideal de las reaíida
tocado hermoso de muerta. Cuando, al des muertas, con su color y su aroma,
declinar del día siguiente, quedó fulmina- con su frescura y su eficacia, de manera
do por el acceso mortal en la butaca, que restituyan transitoriamente el ser a
donde había pasado inmóvil todo aquel un «yo» sumido en los abismos del tiem-
sueño , nos contaron que oprimía en- po? Tanto valdría que preguntásemos si
tre las yemas de los dedos una hoja del no cabe recordar con sentimiento y ener-
y acariciaba la morbidez de ese marfil gía. Cuanto ha sido, puede volver a ser
impreso, como se acaricia, en el enterne- merced a la prenda que nos deja en si
cimiento del adiós, una mano suave y imagen: éste es hechizo de la memoria,
querida. cuyo acompañamiento sentimental vincu-
—¡Pobre Albatros ¡—concluyó el escri- la siempre cierto poder de evocación y
tor—; mientras íbamos tras sus despojos, realización de las cosas desaparecidas;
nosotros, que también lo éramos de su poder que, en organizaciones muy sen-
dulce e irreconquistable pasado, y en tan- sibles al prestigio alucinador del recuer-
to que veíamos languidecer en el ambien- do, alcanza hasta igualar, y aun superar
te la llovizna de un día triste de octubre, en intensidad y fuerza, la faz subjetiva
yo sentía que me angustiaba el alma un de la realidad pasada. ¿Tienes el recuer-
pesar de tono desusado y complejo: un do lírico o épico? Sabes que en términos
pesar diferente del que experimentaba al de escuela, lírica es la representación de
ver partir a nuestros compañeros desapa- la subjetivo, de lo personal, de lo íntimo:
recidos en la madurez, la fecundidad y es aquel género de visión poética que
la gloria; diferente también del que sen- reproduce las cosas tal como se reflejan
tía al recordar a nuestros camaradas en del sentimiento, el cual las tiñe
muertos antes de dar fruto sazonado; al de su color, y las magnifica o empe-
poner una siempreviva en la tumba de queñece, y las transfigura o deforma'
los discípulos que nos arrebarata el Épica es, en cambio, la visión impersonal
amor homicida de los dioses en las pro- y serena; la manifestación de la realidad
mesas de su juventud. exterior, sin huellas de una influencia
sentimental que altere la verdad objeti-
va de la imagen.
[XXXIV] Pues bien: ambas maneras de represen-
tación son también aplicables a la índole
[RECUERDO LÍRICO Y RECUERDO ÉPICO]
de las imágenes del recuerdo, determi-
nándose por el habitual predominio de
una de ellas el estilo de la memoria de
La verdad de la naturaleza, recobran cada uno.—La memoria lírica evoca &s
do sus fueros tras una desviación artífi- ! cosas del pasado con el subjetivismo de
cial en el sesgo de la vida, puede traer, quien toma una idea o un hecho corno
pluma, quien estuviera allí sólo hubiera daban en espantosa confusión, por la es-
visto bajo de ellas una sombra anegada tancia, y el león, rugiente, que revolvía
en un charco de sangre miserable; y hu- el furor de su destrozo entre ellos, mien-
biera visto después los vidrios de colo- tras la lágrima, asomando fuera de su co-
res, los entablamentos de cedro, los lam- razón, como acerada punta, le teñía el
padarios y trípodes de bronce, que ro- pecho de sangre.
[LIBRO IV
LA TRANSFORMACIÓN GENIAL]
desdeñase por tener ella su origen y su i sino para que la ocupe aquella otra per-
objeto en sueños de la imaginación. El sona que, con exclusivo amor, se repre-
natural mecanismo de esta facultad y su senta?... Todos los grandes artífices de
parte oficiosa en el conjunto del alma almas son, en más o menos proporción,
son suñcientes para fiar la honda reali- como el novelista que Dostoyevski pintó
dad de aquella conversión psicológica. en Crimen y castigo, coloreándole con
En la esencia misma de la imagen ra- las tintas de su propia experiencia: el
dica un principio apetitivo, una fuerza ! novelista que mientras trae una obra en-
elemental de realización, que tiende a i tre manos, no vive otra vida que la de
trocar lo simplemente imaginado en per- sus criaturas; o como aquel estudiante
cepción y creencia; la representación de que Boerhaave tuvo de discípulo, y cuya
un acto, en impulso a realizarle; la re- imaginación, embargada por la represen-
presentación de un afecto, en afecto efi- tación intensísima de cuantos males es-
cazmente sentido. Supuesto el desenvol- tudiaba, le hacía enfermar verdadera-
vimiento completo de la imagen, tal co- mente de ellos. La imagen que el artista
mo se daría por naturaleza, de no opo- concibe, tiende originariamente a satisfa-
nerse a ello las influencias que normal- cerse y realizarse, no por las acciones
mente la contienen y reducen a su con- que a ella correspondan, sino por la
dición original de pura forma interior, creación de una apariencia que la re-
toda representación de la mente llegaría produzca, dándola a conocer de los de-
a ser, por su propia y espontánea ener- más; pero cuando el ímpetu y caudal de
gía, la sensación o el movimiento que la imagen son tales que ella rebasa del
ella figura. Sólo diferencias de intensidad cauce que le presta la creación de la
separan la visión externa de la interna; i apariencia artística, la imagen se des-
el simple concepto, del asentimiento; la ata también por los otros medios de ex-
admiración extática, de la imitación ac- pansión que en lo humano tiene: el ges-
tiva; el simulacro consciente, de la emo- to expresivo, la mímica, las lágrimas, la
ción real; y la vaga simpatía con que risa, los sacudimientos exteriores que a
nos abstrae una forma imaginaria, de la menudo manifiesta el artista en el mo-
obsesión y docilidad del sonámbulo que mento de la producción, y de los cuales
abdica, a favor de la imagen que le ha refluye a su alma, en virtud de una sa-
sido impuesta, el absoluto dominio de bida ley de solidaridad psicológica, 1?
su personalidad. Intervenga un deseo po- realidad, más o menos honda y perfecta,
deroso, una viva fuerza de amor que de- del sentimiento que aquellos signos de-
cuplique la potencia usual de la imagen; claran. Así, de Diclcens se refiere cómo
su duración, su brío, la intensidad de su penaba y se alegraba con los hijos de
color; y toda diferencia se disipará, y la su fantasía: y de Diderot, con qué acerbo
imagen se trocará en realidad palmaria llanto deploraba los infortunios de su
y única para el espíritu a quien ella po- Religiosa; y la identificación entre Flau-
see. ¿Cuánto no se ha hablado de la ver- bert y sus héroes era tal que, si uno de
dad con que el artista llega a experimen- ellos moría envenenado, él sentía iltiso-
tar por sí los sentimientos que atribuye riamente el sabor y las náuseas del ve-
a sus personajes, a medida que los in- neno; y Byron mismo, aunque opuesto
funde y desarrolla en éstos; y de cómo por su personalidad desbordada y avasa-
se alucina con la figuración de las cosas lladora a esta facultad de metamorfosis
entre las cuales los coloca, y tal vez se en que consiste esencialmente el secreto
siente tentado a realizar los mismos ac- de la creación épica y dramática, se re-
tos que ellos; y perdido el recuerdo de cluye, antes de escribir la Lamentación
su persona real, ya no tiene conciencia del Tasso, en la mazmorra donde estuv°
comprobable por número y medida: to- | barrios que más frecuenta. Así como de
do es allí como sólo alcanza a figurarlo ! las cosas vistas en los sueños suelen en-
la intuición que alumbra, de un relám- i gendrarse ilusiones de la memoria que
pago, la plenitud del horizonte; la in- ! nos las hacen tener por positivamente
tuición, que sabe el secreto del orden de acontecidas, así el genio entreteje a me-
la naturaleza, no siendo ella misma qui- nudo las ficciones de su vida ideal en la
zá sino el oculto poder constructivo de urdimbre de sus horas vulgares. Así co-
la naturaleza, que obra en el alma sin mo en la vigilia suelen despertarse ráfa-
injerencia de la reflexión. Y esta facul- gas del alma del sonámbulo, así la per-
tad de animar intuitivamente lo exterior sonalidad adquirida durante la ficción
y corpóreo, llega también, como la in- reaparece inopinadamente en la concien-
tuición de lo espiritual, a aquel extremo í cia que una vez tuvo de huésped. Hoff-
de identificación simpática en que la j mann y la Radcliffe sintieron su existen-
personalidad desaparece, abismada en el j cia atormentada por la obsesión de los
objeto: el fervor de la descripción es un i espectros a que ellos mismos dieran ser
misticismo panteísta. Así Flaubert dejó . en sus obras. Carlos Lever, en medio de
escrito, en una de sus cartas íntimas, I un círculo de amigos, desviándose re-
cómo, describiendo un paseo de enamo- i pentinamente, como quien cede a una
rados, se sentía alternativamente, no sólo sugestión impuesta a plazo fijo, de la
ella y él, sino también los caballos que conversación que mantenían, los llama-
cabalgaban, el viento que llevaba sus ba con los nombres de los héroes que
palabras de amor, las hojas que hacían i él había creado y les hablaba en relación
sonar el viento, el sol que los iluminaba. . con los caracteres y refiriéndose a los
La transformación de que el artista es actos que a éstos atribuía. Aun en la
el sujeto, mientras concentra su vida en carne, aun en el semblante, puede que-
la obra, suele prolongarse y embargar dar la huella de la máscara que se puso
parcialmente la personalidad verdadera,
aun después de pasada la fiebre del tra- el poeta y quedar en forma que perdure.
bajo y restituido en su espíritu al vulgar ' Algo aprendido de la expresión amarga
ambiente del mundo. El sueño rebosa | de los reprobos, del contacto del eterno
sobre la realidad, como el río sobre los dolor, hay tal vez en aquella frente tor-
sembrados. La común ineptitud del ar- : va, y aquellos labios como sellados y
tista para las relaciones de la vida real, I aquel rostro enjuto, que encuadra una
sus torpezas, sus distracciones, sus olvi- i capucha ceñida de laurel, junto a la
dos, son la forma negativa de esta reten- sombra de Virgilio (1).
ción de la conciencia por los fantasmas
del sueño. Si, cerrando los ojos, imagi- (1) Las páginas que componen este capítulo,
nas por largo espacio mirar a un punto y que hemos copiado, al pie de ia letra, ¿e
lejano, y acomodas la vista a esa ficticia los últimos borradores de Rodó, demuestran
percepción, luego que los abras no per- según un minucioso cotejo, que fueron escri-
cibirás sin dificultad los objetos que tie- tas con posterioridad a las que, fragmentaria'sU
nes cerca. Esta es la visión de lo real j mente, dio a la publicidad como anticipo de
para el artista que ha adaptado su mi- Proteo, Así lo revelan las ampliaciones y modi-
rada interior a las concepciones de su !j trodujo
íicaciones, de orden esencial 3' formal, que in-
en su texto, y que establecen su eví"
fantasía. Después de enfebrecerse en lar- . dente superioridad, por el pensamiento y P or
gas horas de inspiradísima labor, Baízac ! el estilo, sobre las primitivas a que hemos he'
sale a la calle, y no reconoce las de los i cho referencia. [D. R.]
dad y de acierto, valdrán jamás, como ron y el alma misma que por tal estado
instrumentos de penetración y de juicio, se determina en cierto instante. Es la
lo que valen el interés, caldeado de amor, propia intuición artística, con la diferen-
y la perspicuidad de la admiración hon- cia de que tiene por punto de partida el
damente verdadera. El crítico, tratándo- dato reflejo, en vez del natural e inme-
se de la obra de arte como de la acción diato; como es la propia intuición artísti-
heroica, es, por mitad cuando menos, ca la intuición del historiador, con la di-
una emoción participante. Del entusias- ferencia de que se aplica a realidad con-
mo cuasi lírico, que arrebata para ilumi- creta y pasada, en vez de aplicarse a rea-
narse en la consideración de la belleza, lidad actual y discreta. Todo cuanto cabe
una centella de su propia luz, nacieron decir sobre la transfusión del alma del
siempre las grandes intuiciones y efica- artista en el objeto de su obra es tam-
cias de la crítica artística; desde Longino bién indistintamente aplicable al crítico
hasta Ruskin. El alto conocimiento ana- y al historiador. La condición primera
lítico no obtendrá nunca sino los elemen- : y esencial de la visión histórica es lo
tos disgregados e inertes de esa unidad i que con sugestiva paradoja llamó alguno
viva y orgánica en que consiste la crea-1 la profecía del pasado; o en otros tér-
ción artística. La esencia vital, el soplo ( minos, el sentido inmediato e inconscien-
que por obra se difunde y la anima, no I te de la realidad que fué. La investiga-
se entregará jamás sino a la mirada apta ción y el discurso sólo darán de sí la
para llegar a lo hondo de la conciencia inteligencia de las cosas, no su honda
del poeta y conocerle como cada uno a sí comprensión, que es nunca con-
mismo se conoce por intuición inmedia- \ cedido a esa indiferencia apática que
ta, transformándose momentáneamente Mérimée paradójicamente incluía entre
en él; no se entregará sino al conocimien- las artes del historiador, como quien
to por amor, por transporte al mismo tratar con brutal cortafrío lo que
centro del objeto, que es la manera de sólo por la acción íntima y enternecedo-
conocer propia del artista, la penetración j ra del fuego puede trabajarse convenien-
poética, la interpretación a que en la \ temente. Para consumar el milagro evo-
obra del artista damos nombre de crea- ¡cador en que la más alta historia consis-
ción. Todas las sutilezas y habilidades ; te, será siempre menester la intuición
del análisis, todos los recursos de la sabí- i inspirada a cuya altura el pensamiento
duría, todos los prestigios de la forma no ¡ científico se transforma en facultad poé-
suplirán, en el,juez de cosas ele arte, la ¡ tica.
ausencia de esa virtud intuitiva e incoas- \ No hay grande alma de historiador sin
cíente, alma del sentido crítico; tan intui- alguna parte de aquella ilusión de la me-
tiva e inconsciente como la propia inspi- j moria y de la conciencia personal que
ración del artista, de la que no es sino ¡ induce al alma enamorada de un tiempo
una manifestación particular. Así como la muerto a figurarse dentro de él; la ilu-
visión genial del poeta se levanta de la i sión de una existencia anterior
percepción de un rasgo aislado, de un ges- j que llenó de misterios de lo heroico la
}°, de un movimiento, de una actitud, a la j mente de un Shelley o un Bauanche,
iluminación total y armoniosa de un ca- amigos de la infancia de Antígona.
rácter visto clarísimamente de hito en ¡ La visión del pasado tiene, en el histo-
hito y hasta lo hondo y entrañable de él, ¡ riador de genio, la unidad inmodifica-ble,
a
sí la visión genial del crítico grande re- | la verosimilitud imperativa, de una remi-
construye sobre una página, sobre una ; niscencia o de una paramnesia. Y a este
frase, sobre una impresión que la palabra s reconocimiento ilusorio ele las imágenes
' J j a -, el estado de alma de donde surgie- ; del pasado, únese en el. genial historia-
966 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
dor la afinación perfecta del instrumento que en ella se trata de manifestar. Más
de su sensibilidad y el de su inteligencia, aún: si la simpatía que hace al crítico
según los modos de sentir e idear, pro- participante de la personalidad del autor
pios del tiempo mismo que alucinada- a quien comenta dominara sola e ilimita-
mente recuerda. Su personalidad puede da en su espíritu, esto equivaldría a la
mostrar, en convicciones y pasiones, una inhibición de todo juicio, a la imposibi-
forma neta y exclusiva, mientras se mue- lidad de cualquiera aplicación eficaz del
ve su vida real; pero, llegado al campo criterio y el gusto. Quien, por la virtud
de la interpretación histórica, toda for- transformante de la simpatía, infeuda en
ma irreductible desaparece, y su sustan- absoluto su personalidad a la ajena, pa-
cia psíquica se vuelve capaz de recibir dece sugestión que aniquila todo impul-
las operaciones que más la confor- so de originalidad y libre examen. Pero
men para adecuarla a la identificación es carácter de la organización intelectual
con la de otros; como el metal se presta propia del crítico, que, a pesar de la
a ser estirado por la hilera, comprimido identificación simpática con el alma del
por el laminador, batido sobre el yun- poeta, quede intacta en aquél la libertad
que. De esta manera Michelet, siendo un del juicio y del sentido estético. La per-
espíritu radicalmente definido y apasio- sonalidad ficticia y transitoria que, por
nado en las luchas y los problemas de imitación de la del poeta, emerge en la
su tiempo, manifiesta en el cultivo de la conciencia del crítico, no es sino la mi-
historia la más asombrosa facilidad de tad de la personalidad total de este últi-
adaptación. Porque en el historiador, co- mo, tal como se manifiesta en el acto de
mo en el crítico, como en el poeta, el la contemplación y el discernimiento.
fundamento de la visión genial es el po- El crítico de sensibilidad simpática es
der transformante con que el amor por excelencia el homo dúplex, el más
su fantasía; es la fuerza sublime que nos fiel ejemplo genérico de escisión o doble
impulsa a pasar el límite de nuestro ser faz de la personalidad. Junto al sistema
para participar de lo íntimo y personal personal que piensa y siente al unisón
del ser ajeno, ya sea éste real o imagi- del alma con quien se pone el crítico en
nario. relación de simpatía, vela en su concien-
cia el sistema personal que hace de es-
[LV] pectador sereno del otro. La simpatía
que el crítico y el artista han menester
[LA DUPLICIDAD DEL CRITICO] como condición primaria de su natura-
leza no es sino una superior expresión de
Pero la penetración simpática que ilu- esa honda y elemental energía de la vida,
mina los antecedentes y condiciones que que tiende a propagar, por imitación na-
a
vinculan la obra al espíritu de que ha tural y espontánea, de uno a otro ser, y
brotado, y que faculta así para compren- formas y movimientos, ya emociones e
derla plenamente, no es en sí misma el ideas; y este impulso comunicativo, en
juicio que determina la calidad y quila- su manifestación psicológica, no implica
tes de la obra, el juicio que constituye la necesariamente la unidad absoluta de
última y esencial finalidad de toda críti- un estado de alma en que el afecto com-
ca; sino que es sólo el camino por don- partido domine única y despóticamente,
de a ese juicio se llega y que asegura su como en el sueño de la sugestión, inhi-
acierto, su equidad, la verdad probable biendo cuanta actividad reflexiva pueda
en la apreciación del valor de la expre- ! analizarlo y cuanta fuerza de sensibili-
sión artística, luego de adquirido el co- dad tienda a oponérsele. La participa-
nocimiento perfecto del estado de alma ción en determinado sentimiento, me-
dio único de conocerlo y penetrarlo has- tura es en ellos como esa semisomnolen-
ta el fondo, no obliga al crítico ni a la cia abúlica que precede al sueño del so-
aprobación de ese sentimiento ni siquie- námbulo; y sonámbulos son, en realidad,
ra a la complacencia en él. Aun sin salir para con el hipnotizador que, desde las
de los términos de la simpatía común, páginas del libro, les impone su volun-
no es rara la ocasión de comprobar có- tad subyugadora y su sensibilidad fas-
mo cabe sentir en uno mismo la virtud cinante. El más leve vestigio de aptitud
contagiosa de un dolor, una pasión o un crítica queda inhibido y anulado en ellos
apetito, y conocer al propio tiempo lo por la absoluta enajenación de su liber-
que ellos tengan de injustificado o per- tad. Por último, cuento al lector en
nicioso, permaneciéndose capaz de juz- quien real y verdaderamente asiste es-
garlos con serena razón, y tal vez de píritu crítico, que es el capaz de dupli-
experimentar, conjuntamente con ellos, carse psicológicamente durante la lectu-
un contrario impulso de repulsión y des- ra. En él se da, para la eficaz comuni-
vío; y en este hecho de observación ge- cación del sentimiento, la docilidad, del
neral se encierra el germen de este gé- espíritu a esa fuerza hipnótica del arte
nero de simpatía conciliable con la supe- que, como en la pasta de la cera o en el
rior libertad del espíritu, que en el críti- lacre fundido para el sello, estampa la
co alcanza manifestación orgánica y per- imagen fiel, la impresión nítida de un
fecta. alma ajena, cual si evocara, dentro de
Yo suelo clasificar en tres categorías a nosotros, un aller ego de esta alma con
los lectores de un libro de sentimien- la exacta y sutil reproducción de todos
to y de arte, según la manera como, en sus procesos mentales y afectivos; pero,
presencia de éste, reacciona su sensibi- por encima de esta personalidad refleja,
lidad. En el primero y más bajo círculo, permanece en el temperamento crítico,
cuenta al lector incapaz de abnegación como la estrella serenísima sobre la nube
imaginaria; condenado, por la fatal iner- que vela el horizonte para nuestros ojos,
cia de su «yo», a no considerar la obra I el criterio que juzga con arreglo a una
ajena sino del punto de vista de una ¡ norma superior de verdad y de arte:
vana generalización de su alma propia; ¡ permanece la facultad de juzgar, que es
dando por nulo o falso todo lo que no ¡ la que determina propiamente al crítico,
se le asemeje. Sobre este molde están í no avasallada nunca por la tempestad de
hechos los espíritus negativos y fríos de j ideas y pasiones que allí, en el propio
la lectura vulgar y de la crítica. Si meros \ espíritu, se desarrolla en tanto, bajo ella,
lectores, cerrarán con indiferencia o has- j por imitación y contagio de lo que pasa
tío el libro que les pone delante la ima- ¡ en el alma del artista a quien se trata de
gen viva de un alma distinta de la suya. ¡ comprender y valorar. No es éste un he-
Si críticos, razonarán esta incompren- i cho fundamentalmente distinto de la du-
sión, y acaso pretenderán erigir en juicio ! plicidad psicológica del actor o el ora-
de valor objetivo, en dogma o ley con I dor que, en el transcurso de la actividad
autoridad sobre todos, la fórmula de su de su arte, se observan y juzgan, cons-
Propia limitación e incapacidad. Una se- I ciente o inconscientemente, a sí mismos.
gunda especie de lectores es la de aque- i El prurito de análisis que, aplicado a los
Uos que sobreabundan en facilidad y ex- i actos y a los sentimientos propios para
tensión de simpatía hasta el punto de considerarlos con objetividad, imperso-
a
bdicar instantáneamente en manos del nalizándose, en esa actitud frecuente du-
nuevo autor que cada día los fascina y rante el ensueño que consiste en soñar y
•deduce, toda espontaneidad de reacción a la vez mirarse soñar, es condición ca-
y toda independencia de juicio, La lec- racterística de las organizaciones cavilo-
968 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
sas y contradictorias, como las que per- arrebatada, que cabalga a la usanza mu-
sonificó La Brayére en su Hegesipo; esa jeril, con aire sereno, afirmando una de
condición que fué la de un Amiel, espec- las manos en los cuernos del toro. Un
tador impersonal y tenacísimo de su dra- Amor les sigue por lo alto
ma interior; esa duplicidad a veces ator- del aire, y y asterias se ade-
mentada, a veces voluptuosa, a que se lantan sobre el haz de la onda para
refería Schopenhauer cuando hablaba del rendir al dios el homenaje del imperio
interés con que en su juventud se com- líquido. Mientras tanto, de pie sobre la
placía en representarse a sí mismo su cercana costa, el mismo Júpiter aparece,
existencia como si fuese la de otro, es espectador del rapto, en figura humana
el propio fenómeno moral que contiene y augusta, desnudo el pecho, por bajo
el secreto de la naturaleza específica del del cual desciende el mando talar; la
crítico; pero aplicado en este caso el es- rama de roble puesta en la frente, apo-
píritu de análisis, no ya a la personalidad yando la diestra sobre el cetro de don-
real y persistente del analizador, sino a de parte el rayo y que mantiene el orden
esa segunda personalidad ficticia y tran- del mundo.
sitoria, que en él suscita la plena com-
prensión del pensar y el sentir ajenos; y [LVÍ]
no manifestándose de la manera y
mórbida que la contemplación de sí [LA AMPLITUD DEL CRITICO]
mismo, asume en aquellas naturalezas
sino firme, serena e imperatoriamente. Diferenciar, dentro de lo humano, el
La alta contemplación objetiva se conci- espíritu del artista y de su obra, y apu-
lia así en el alma del crítico con su par- rar la diferenciación hasta precisar lo
ticipación simultánea en el subjetivismo individual y característico de ellos, es
apasionado de la aspiración y la lucha. tarea previa a todo juicio de arte que
Es un privilegio olímpico. aspire a ser justo. Si esa tarea se propu-
[Al terminar este párrafo, Rodó agre- siera alguna vez, aprendería el crítico es-
ga: —«Sigue lo de Júpiter y la Ninfa trecho que la naturaleza humana es in-
Europa».] finitamente más compleja y capaz de lo
Es un privilegio olímpico. La concep- que él la imagina; sentiría la honda rea-
ción pagana de ios dioses les figuraba lidad y la virtud poética de estados de
capaces de infundir, al propio tiempo, su ' alma que él califica de falsos o mons-
numen en formas diferentes; de modo truosos porque los juzga con relación a
que una misma divinidad solía ser, sin los límites de su propia personalidad, en
mengua de su papel activo, espectadora vez de penetrar, para habituarse a com-
de sus actos. En un vaso de la cerámica prenderlos, el misterio del alma ajena; y
hay una pintura que manifiesta esa du- hallaría la clave, y con la clave la justi-
plicidad. Representa el rapto que, enamo- ficación, de los temperamentos compli-
rado Júpiter, hizo de Europa, la hija de cados y raros, cuya expresión sincera ha
Agenor, ninfa fenicia, cuando, trocándo- de participar forzosamente de la singu-
se en toro, el padre de los dioses, fué laridad de su estrucíua íntima, en la que
por ella y volvió con ella, sobre el mar el crítico amplio verá simplemente una
que la separaba del Continente a que forma de la naturaleza, no menos digna
la Ninfa dio nombre. El divino toro, in- de benevolencia y atención que las que
gente y robusto, roza con sus patas tro- \ están vaciadas en más comunes y sen-
tantes el agua crespa, irradiando el or- í cillos moldes. Cuando en el Notre Coeuv,
güilo y la felicidad de su conquista. So- de JVÍaupassant, el gran novelista escribe,
bre el lomo anchuroso lleva a la ninfa refiriéndose a las quejas de uno de los
[LIBRO V
EVOLUCIÓN DE LA PERSONALIDAD]
en el alma misma del poeta y en el ins- minar un día en mi alma, único y con-
tante de la creación, sagrado y misterio- tinua, hasta donde puede serlo, dentro
so! ¡Cómo, cundiendo en reverberaciones de nuestra complejidad, la tendencia fun-
infinitas, cada frase pone en movimiento, damental de la persona?
dentro del alma, un mundo nuevo! ¡Có- Tal vez... mas yo quiero también para
mo cada palabra rechaza ia vaguedad mi alma aquella parte de mí que no es
de la abstracción y se convierte al punto cíe Glauco. Porque con él están la clari-
en una visión imaginaria que llega a si- dad, la paz y la armonía; pero en la aus-
mular la sensación de los ojos; unas ve- teridad, en la sombra, que dentro el alma
ces a modo de vaporosa aparición, hada quedan fuera de su cerco de luz, hay
sutil, nacida del aire en que se esfuma; manantiales y veneros para los que él no
otras veces como imagen de precisos con- sabe el paso... Allí nutre sus raíces el
tornos, abierta por el cincel sereno en la interés por el sagrado e infinito Misterio;
límpida firmeza del mármol; otras como allí brota la vena de amor cuya pendien-
criatura palpitante y sanguínea, cuyo ges- te va a donde están los vencidos y los
to potente se dibuja sobre el oro del sol, míseros; allí residen la comprensión de
entre el clamor y el aliento de la Natu- otra beldad que la que se contiene en la
raleza! Forma, y la tristeza que lleva en sí su
bálsamo y cuyos dejos son mejores que
[LXXII] i la dulcedumbre del deleite... No; no tie-
: nes tú toda la razón, ¡oh luminoso y
[LAS FUENTES DE AMOR DESCONOCIDAS] i sereno huésped mío, oh pagano que re-
| sucitas en mi alma!; y aunque con tu pre-
Este es Glauco, jovial y pasajera som- | sencia me hace columbrar la gloria de
bra. ¿No podría él, mediante una acción i los dioses, yo quiero que dejes lugar den-
sistemática de mi voluntad, en el sentido i tro de mí para las melancolías de que
de cooperar a los llamados que lo evo- no sabes, para las inquietudes que no
can, a las condiciones que le son propi- comprendes; para las fuentes de pensa-
1
cias, adiestrándose a vencer cuanto lo miento y de amor que a ti te son desco-
ahuyenta y desvanece; no podría él do- i nocidas!
FIN DE «PROTEO»
CRÍTICA Y CORTESÍA
LITERARIAS
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CRÍTICA Y CORTESÍA
LITERARIAS
PROLOGO
AJO un título que deriva de Alfonso que muchas veces esa ascensión parezca
B Reyes ha parecido adecuado reunir condenada de antemano. El mismo llegó
este conjunto de páginas hasta aho- a advertir el engañoso valor de un ejer-
ra nanea publicadas en volumen unitario cicio sistemáticamente benevolente de la
':• que Rodó escribió para prologar la crítica. En carta a Dulce María Borrero
obra de un amigo, generalmente novel, de Lujan escribió hacia 1914: «Si un de-
para agradecer epistolarmente la comuni- ber de agradecimiento y cortesía me obli-
cación de algún, libro, para celebrar la ga a dirigirme a usted para acusar recibo
memoria de aquellos desaparecidos que de su libro de versos, confieso que, en
l
'' importaban. En estos escritos, la críti- cuanto a mi impresión de la lectura, pre-
í-f'l literaria no aparece casi nunca en es- feriría decirla a otros y no a usted; y
'¡o.do puro. Aunque hay algunas notables esto por un doble motivo: en primer tér-
excepciones (el prólogo a El terruño, de mino, porque las cartas de agradecimien-
Carlos Reyles, la nota a la muerte de to están desvalorizadas como expresión
bario) casi todos obedecen a la cortesía fidedigna de juicios literarios y además
úteraria. Pero como su autor era un crí- porque en las cartas que van dirigidas a
tlc
o, su cortesía no podía ejercerse al señoras supone siempre la opinión vulgar
''Mrgen de la crítica. En sus palabras se cierto convencionalismo de indulgencia y
(le
$lizaban juicios y opiniones, puntos de de cultura, que se opone a la libre y leal
Vls
ta, análisis e intuiciones. sinceridad.-» Es lástima que no haya aten-
Al subordinar su crítica a las exígen- dido siempre a la lección implícita en
os de la amistad o de la cortesía, Rodó esas líneas: la lección de que la generosi-
corría grave riesgo. Ya en su juventud dad indiscriminada sólo consigue desva-
1896) había indicado con nitidez una lorizar el juicio.
Cai
'(icterística de su espíritu: la toleran- Sin embargo, aunque algunas de estas
Cla
> Y había escrito: «El ministerio de páginas estén sólo enderezadas a la exal-
f crítica no comprende tareas de mayor tación de valores medianos y hasta de
be
tteza moral que las de ayudar a la as- confesadas mediocridades, hay páginas
C(¿]
isión del talento real que se levanta y que no es posible desconocer porque en
Mantener la veneración por el grande es- ellas se da Rodó tan entero como en sus
•n?itu que declina.» A esta convicción mejores trabajos. Podrán no importar
obedecen páginas de encomio en que fa- hoy, por ejemplo, las Narraciones de
Cl l
^ ta la ascensión del talento joven, aun- Juan C. Blanco (1898); pero sigue siendo
984 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS
II
[PROLOGO A "NARRACIONES'
La condición novel del autor de la sus signos inmóviles y fríos, pero con?
presente colección de Narraciones—pri- tantes, el poder de conceder a la obr:
mera obra suya que se lanza, como fru- de la inteligencia el dominio del tiempí
to de una temprana adolescencia, a los y destacarla de la honda que se apaga ei
azares de la publicidad—, no justifica en los aires.
este caso la oportunidad de un prólogo Ha escogido, para su revelación de es
que la preceda en el ánimo del público critor, la forma de la narración; con le
y sea a la manera de una consagración que, además de seguir las disposiciones
caballeresca de las armas que van a pro- naturales de su talento, prueba tener un
barse en el esfuerzo del torneo. Bien pue- claro sentido de las actuales exigencias
de el joven escritor avanzar decididamen- de la producción literaria; porque yo
te a reclamar su puesto en el escenario creo que la. narración—y muy singular-
intelectual de la República, con la seguri-mente la que se desenvuelve con la am-
dad de que, como en el caso de justado- plia y fecunda libertad de la novela y e)
res que ya han obtenido el derecho de cuento—no ha perdido ni lleva trazas de
usar lema y empresa propios, no será ne- perder todavía, entre los géneros de lite-
cesario para provocar el interés sobre la ratura, la superioridad jerárquica que,
primera demostración de esas armas que por su mejor adaptación a las oportuni-
se inician, la intervención del heraldo dades del espíritu contemporáneo, fué
que invite a presenciarla. Juan Carlos conquistada para ella en las épicas jor-
Blanco Acevedo lleva impreso, entre las nadas del naturalismo. El gran maestro
sílabas de su doble apellido, lo que lla- de esta escuela—para la que nuestra ge-
maría Charcot el estigma del talento. neración literaria ha adoptado en Amé-
Su voz, que hemos oído resonar elo- rica, quizás con un poco de precipita-
cuentemente alguna vez, en horas de ex- ción, los aires desdeñosos que los ado-
pansión patriótica, despertando en nos- lescentes salidos del estreno de Hernam
otros como el eco y la representación de tenían para las momias de la retórica an-
otra elocuencia muchas veces admirada, tigua—señalaba, no ha mucho, una evi-
va ahora a difundirse más lejos; no pro- dente desventaja de las escuelas poste-
pagada ya por las ondas sonoras que des- riores, en su olvido o su desconocimien-
envuelven una red de entusiasmo y sim- to de la importancia real de la narración,
patía en torno del que habla y llevan de como «la forma más comprensiva, más
uno en otro espíritu el contagio de la cómoda y más amplia de la retórica mo-
emoción; sino por el medio, más dura- derna». Debemos., pues, calificar de feliz
ble, de la página impresa, que vincula a la elección de los rumbos que al desen-
volvimiento de su vocación literaria ha
(1) [Juan C. Blanco Acevedo: Narraciones fijado el autor de estas Narraciones. ^
(Montevideo, Imprenta de Dornaleche y Re- llegando a la apreciación del desempeño,
yes, 1898).] debemos empezar por alabarle una con-
dición cuyo valer y significado quizá él dadera permuta de salvajes, por un mun-
mismo no avalore suficientemente toda-1 do de convención. Nuestros ojos hastia-
vía, pero que es la que da carácter a su dos no se satisfacen ya sino con las irisa-
libro, y la que, más que ninguna otra, ciones raras del crepúsculo, en que el
nos permite presagiarle una fisonomía prisma parece ebrio; las voces graves y
literaria original, si es que el andar del sencillas con que la naturaleza habla al
tiempo no modifica las inclinaciones na- sentimiento de los hombres, han dejado
cientes de su gusto. de tener encanto para nuestro oído; nues-
Me refiero a la completa inmunidad de ! tro entusiasmo es menos por lo bello que
todo artificio y de toda afectación que ¡ por lo excepcional; y a pesar de las pro-
ha logrado mantener en páginas escritas testas de nuestro gusto, sentimos que
en medio de las influencias tenaces de nuestro espíritu se va irresistiblemente
una época de artificio; aludo al vivo tras el juglar que invente la contorsión
sentimiento de la sencillez que transpa- I más atrevida y más extraña. Hemos que-
rentan su estilo y su manera de narra- rido formarnos para el arte una organi-
dor. zación de aventureros y un paladar de si-
Un crítico sagaz me escribía, tal vez baritas. Hemos llegado a la insensatez en
no infundadamente, hace poco: «Todo li- el propósito de hacer nuestro ese calum-
bro juvenil que no esté penetrado hasta niado decadentismo literario, que adquie-
la médula por algún alambicamiento de ] re tintes de parodia al combinarse con
mal género, significa un hallazgo en la J los rasgos aldeanos de nuestra literatura;
presente bibliografía americana.» Y cual- j árbol exótico trasplantado a un tiesto
quiera que sea para nosotros la bipérbo- ¡ pigmeo, como el baobab de Tartarín, No
te de esa afirmación, es imposible desco- debemos arrepentimos de haber contri-
nocer que vivimos literariamente en una buido a propagar lo que ha pensado y
época de bizantinos. La escuela literaria ' sentido el alma contemporánea después
que hoy domina en América, como un ! que el naturalismo vio pasar sus «tiem-
compuesto extraño de mil influjos dife- pos heroicos», y por mi parte encuentro
rentes, nos lleva a una inmoderada avi- intacto mi entusiasmo para recoger y di-
dez de la sensación desconocida, de la ! fundir, como antes, la buena simiente del
impresión nunca gastada, de lo artificial espíritu nuevo; pero la sinceridad nos
en el sentimiento y en la forma; y éste obliga a reconocer que, por haber pros-
es tal vez su único carácter de uniformi- perado menos la simiente buena que la
dad. Nos hemos olvidado de que lo arti- mala, la cultura literaria de nuestros pue-
ficial es mal remedo del hastío, tanto blos va en camino de convertirse en lp
raías cuanto el hastío es prematuro; he- que llamaría Guyau una literatura de in-
mos vuelto la espalda a la Verdad; y I sociables, de neurópatas, de degenera-
Por una injustificable aberración, consti- dos... Hay una entraña enferma en esta
tuímos un grupo literario que desconoce novísima literatura de América, pálida y
la impresión franca de la vida, escribien- I precoz, que ha gustado a destiempo to-
do en medio de la impaciencia embriona- das las intemperancias de la vida; y es
ria de nuestras sociedades y frente a las necesario que la regeneremos por la vir-
argenes galas de nuestra naturaleza. tud del aire puro y le devolvamos el sen-
Tenemos en la realidad un mundo nue- timiento de ía sencillez.
vo, en el que resplandece todavía—como En tiempo de deliberada rareza litera-
*a humedad del hálito creador—la fres- ria, ser original es ser sencillo; la nota
cura de las cosas; y llevados por nuestro personal se manifiesta entonces renun-
a
fán de falsificar sobre él la pátina del ciando a las vesanias y las extravagancias
hempo, lo hemos cambiado, en una ver- que haya puesto en moda el Panurgo de
988 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS
la época, de la manera como suele maní- . cionar al autor, depurada por el tiempo.
festarse el buen tono por la renuncia a í las ventajas de ese grande arte de la na-
las galas que se han hecho patrimonio de j turalidad exterior, no concediendo a mu-
la vulgaridad. Un libro ingenuo y pe- j chos de ios más jurados naturalistas.
netrado del sentimiento de lo sobrio y i pero sin el cual no hay narración que
sencillo esconde, con relación al gusto de I tenga las apariencia de la realidad ni que
nuestro tiempo, la verdadera sorpresa, el ¡ se imponga con el poder del sentimiento
temblor nuevo, el verdadero golpe ines- ¡ verdadero; porque la naturalidad es co-
perado; y es un espíritu suficientemente mo la superficie tersa y límpida en que
dotado de energía para resistir al rasero se condensa visiblemente el aliento de?
del ambiente el espíritu capaz de escri- alma del escritor. Lejos de mí las com-
birlo. Si en la «manera» de estos cuentos placencias para con el desaliño; y muy
puede descubrir, frecuentemente, un es- lejos, aquel ideal del modo de escribí;
píritu observador, el anuncio de una per- que Anatole France expresaba lamentán-
sonalidad, lo deben a que no se parecen dose de que no se hubiera inventado la
en nada a los que, torturando desespera- precipitación directa del pensamiento, de
damente la forma, la sensación y el sen- uno a otro cerebro, sin la interposición
timiento, incuban iodos los días las ten- del velo que adoramos todos los que te-
dencias en boga, y a que los defectos que nemos un poco la superstición de la for-
en ellos señalaría cualquier falsificado ma. La sencillez es amable en cuanto
boulevardier, de los que pululan en nues- significa el amor a la palabra sincera;
tras revistas de América, son precisamen- pero no excluye la vivacidad del color,
te el germen de las cualidades que, vigo- ¡ que es a menudo el signo externo de la
rizadas por la definitiva constitución de 1vida, ni la esbelta limpidez del contorno.
aquella personalidad, preservarán ai au- La espontaneidad es una cosa llena de
tor del contagio de las afecciones que ' gracia; porque, por ella, nos impresiona
constituyen hoy el mal de muchos. Este | el estilo corno un organismo que desem-
es un libro sano que viene a ocupar su | peña la ley de su naturaleza; pero no
puesto en una época literaria en que debe conducirnos jamás a preferir sus
abundan libros enfermos, y en que las facilidades, a menudo engañosas, a las
obras de los hombres .nuevos de América porfías de esa lucha hermosa y viril 0V£
suelen dejarnos esa impresión de discon- | empeña con el material rebelde el espí-
veniencia que causa ver la palidez de la ¡ ritu, enamorado de la perfección, hastñ
fiebre en la frente de ios niños. : someterle y rendirlo en medio a los
Apreciando como la condición más her- j transportes del entusiasmo que enaje-
mosa de estos cuentos la impresión de J naba ai alma de Flaubert con las volup-
frescura que se desprende de su ingenui- i tuosidades heroicas del esfuerzo. Com-
dad y de su sencillez, yo me considero parando las páginas de más antigua data
personalmente tanto más autorizado de este libro con las que lucen la ele-
para encomiarlos por lo mismo que a mí gante facilidad de El Jefe Muerto y Mar-
1
me ha tocado defender frecuentemente la j cos Pérez, no es cosa difícil advertí -"
legitimidad literaria de lo refinado y lo ¡ cómo nuestro joven cuentista concede
e
complejo. Y la sencillez de la composi- | un progresivo valor a las condiciones d '
eión y de la idea se complementa exte- ¡ estilo y cómo ha llegado a ver con cla-
nórmente por la. fácil espontaneidad de ridad que, si el. valor genérico del cuen-
la expresión, que no es en literatura to está ante todo en el valor de la na-
«manjar de mesas pobres» ni condición rración, la narración es una imagen en
frecuente de encontrar en los que hacen mal espejo sin la nitidez y la donosura
sus primeras armas, y que ha de propor- de la forma. «El estilo sobre la idea—ha
dicho Hugo—es el esmalte sobre el dien- nos, a medida que nuestros pueblos avan-
te.» Y para la eficacia de la observación, I cen, por Jo que llamaba Ixart la vitalidad
para la fuerza del análisis, no son en '• intelectual de los asuntos. Pero sean cua-
manera alguna indiferentes los dones del J les quiera las modificaciones con que el
estilo. ¡Muerde más hondo el diente que ¡ tiempo, que es un caviloso escultor que
guarda firme y límpido su esmalte! nunca llega a estar en paz con sus már-
Es otra condición plausible de este li- moles, altere en nuestra sociabilidad los
bro, y otra muestra de acierto que da el | rasgos que aún duran de su fisonomía
autor en la elección de sus rumbos, la I originaría, hay una irresistible necesidad
preferencia otorgada a aquellos temas ¡ de poesía que nos llevará a volver de vez
que acusan la observación de nuestras en cuando los ojos, para considerar, en
cosas propias y el propósito de buscar, eí fondo del desierto, las cosas que des-
para el arte que las refleje, el sello de aparecen, la hermosa vida que se va; tan-
una relativa originalidad. to más bella y más llena de gracia y de
Creo que no pueden tenerse sino aplau- luz para nosotros, a medida que nos en-
sos y estímulos para este propósito, aun- vuelva en nieblas grises esta prosa de la
que él haya servido y sirva todavía, en civilización que, según decía tristemente
las letras de los pueblos del Plata, para Gautier, «priva a los vicios y las virtudes
escudar muchos localismos quiméricos. humanas de formas y contornos». Y es
Poco avenido con apasionamientos que así que, junto al poeta que nos hable, en
considero enteramente pueriles, en el el lenguaje de los cinceladores y los refi-
modo ele interpretar la actual posibilidad nados, de las cosas hondas del espíritu,
de una autonomía literaria americana, | aceptaremos siempre al que recoja, de
me encuentro muy dispuesto a reconocer manos de los últimos payadores que pa-
que, dentro de todo plan racional de san, eí legado de las trovas plebeyas,
nuestra literatura, habrá siempre interés i para urbanizarlas y traducir el sentimien-
v oportunidad para la expresión de las to que las anima a nuestro modo de ha-
peculiaridades regionales de nuestras cos- ! Mar, como los poetas de Castilla hicieron
tumbres y nuestra naturaleza; para el re- j con los versos huraños y balbucientes de
flejo de las formas originales de la vida ls Romanceros; y junto al novelador que
°n los campos donde aún lucha la per- haga de su arte un instrumento de análi-
sistencia del retoño salvaje con la savia sis sutil para profundizar en las intimi-
de la civilización invasora, y para la evo- , dades ele nuestra alma, aceptaremos tam-
cación de los despojos vagos del pasado bién al que reproduzca, en animados cua-
con que, a fin de decorar los altares del ' dros de género, las originalidades de la
culto nacional, teje la tradición la tela I vida regional, y al que nos dé la leyenda
impalpable de las leyendas. No ha de ne- del pasado que evoque a nueva vida las
garse por esto que la cultura de la vida sombras de la tradición y del recuerdo;
de ciudad reclamará progresivamente en- i la leyenda en cuyo seno se perpetúe la
tre nosotros, del escritor y del artista, . repercusión del galope de la montonera
u
na profunda atención para sus necesida- al través de las calladas soledades, y
des espirituales, que son, no las de los , que modele en bronce la escultura he-
habitadores de una determinada latitud roica del gaucho,
de la tierra, sino las de todos los pueblos ¿Cómo negar derechos al arte y a la
unidos por el genio y el espíritu de una poesía para que detengan en medio del
"usina civili zación; y que más que por la desierto a ese interesantísimo desterrado
^actitud del colorido local que imprima- que no volverá, cuando aun sin los pres-
dos a la descripción y al relato en nues- tigios y las iluminaciones del arte él ha-
tras obras, ha de estimársenos y leérse- bía de parecer algún día legendario, por
990 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tas de libros nuevos en los que han lle- semejanza de los concursos y los juegos
gado hasta mí algunas de las recientes de la Hélade antigua, abriese al genio
manifestaciones del pensar y el sentir de y al estudio un vasto teatro de expansión,
la juventud americana; y por una fácil con auditorio de cuarenta millones de
asociación, ellos me inducen a relacionar hombres, desde el Golfo de Méjico hasta
nuevamente la publicación de esta obra las márgenes del Plata. En presencia de
con el aspecto general del movimiento las fuerzas nuevas que, a pesar de todos
de publicidad a que ella viene a incorpo- los extravíos y todas las perversiones de
rarse. Es, con frecuencia, un animado las ideas literarias, vemos alzarse cada
e interesante movimiento. Yo tengo pro- día para vigorizar, para esclarecer el ce-
funda fe en la gloria intelectual que el rebro de nuestras repúblicas, yo he pen-
porvenir reserva a la generación que se sado más de una vez si no está cercana
levanta en nuestros pueblos, a pesar de la hora en que una grande institución de
todos los extravíos, que he sido tan duro ese género prepare, por la unidad de los
en censurar, de sus ideas literarias. Ellos espíritus, el triunfo de la unidad política
significan, apenas, el triunfo de la moda; vislumbrada por la mente del Libertador,
y la moda, a quien por algo llamó Leo- cuando soñaba en asentar, sobre el ist-
pardi «hermana de la muerte», es inca- mo que enlaza los dos miembros gigan-
paz de vivificar nada que dure. El deca- tescos de la América y separa las aguas
dentismo es en nuestra casa un huésped de sus Océanos, la tribuna sobre la
incómodo, algo que debemos soportar que se cerniese el genio de sus democra-
con paciencia porque pasará. Y entre cias, transfigurado por la gloria del tra-
tanto, no es la vitalidad de la mente y el bajo y de la paz. Para la reconstrucción
corazón lo que nos falta, sino la norma, de las dos nacionalidades de Europa que
la inspiración que la someta y sepa ha- han conquistado y consolidado su unidad
cerla fecunda; el cauce donde se vuelque en nuestro siglo, el verbo literario fué el
la comente, hoy perdida, porque no se obrero de la primera hora, poniendo en
conducen las fuerzas humanas con habi- labios de los poetas la inspiración se-
lidades de juglar ni con guiñapos de co- vera de los héroes y los estadistas a
lores. Cuando todo eso haya pasado; quienes tocaba esculpir la imagen de la
cuando ante nuestros ojos flamee una utopía en el bronce rebelde de la reali-
gran bandera de esperanza; cuando un dad; y el verbo de nuestros poetas y
nuevo y generoso entusiasmo, rehabili- nuestros escritores puede desempeñar en
tándonos para el trabajo y para la ac- la actualidad de la América una obra se-
ción, disipe en torno nuestro el frío de mejante, para preparar aquel trabajo de
la incertidumbre y de la duda, a cuyos Hércules del porvenir del Nuevo Mundo.
pechos todas las cobardías morales se Seamos osados a decir que en el con-
alimentan, entonces hallaremos que hay junto de la anfictionía literaria de Amé-
luz y hay energía en el escenario de la rica, nuestro país haría destacarse con
América para vivificar un gran floreci- rasgos propios el boceto, ya enérgico, de
miento literario. su personalidad intelectual. Yo no he po-
Yo recuerdo a menudo que en los Jue- dido saborear mejor las voluptuosidades
gos Florales de 1881, donde fué corona- de la emoción patriótica que cuando, de
do el poeta de la Atlántida, la palabra climas extraños, y de maestros que mere-
elocuente del doctor Avellaneda resona- cen respeto, he recibido la afirmación de
ba para pedir, como una consagración de que ellos ven y reconocen en Jas actuales
la unidad de la raza española en este manifestaciones de nuestra actividad li-
Continente de sus esplendores futuros, teraria cosas que no es fácil hallar en la
una grande institución literaria que, a de nacionalidades de América dotadas de
992 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
mayor caudal acumulado de cultura y cóndor que, según contaban los viejos
de abolengo intelectual más antiguo. Ha- soldados de San Martín, precedió una
bía en nuestro pasado dos épocas carac- mañana, atraído por el radiante lucir de
terizadas por un anheloso despertar de las armas y las banderas, y llenando el
las energías de la mente, y dos generacio- \ aire de clamores, la marcha del ejército
nes que singularizaron su vida literaria libertador por los barrancos y las cum-
por la fuerza de la iniciativa y del en- bres de la Cordillera, AI través de las
tusiasmo: La que en tiempos heroicos, vicisitudes de la guerra civil y de la or-
bajo los fuegos de la guerra, mantuvo ganización, ella siguió siendo, en una y
dentro del recinto de Montevideo una otra margen del Plata, lo que había sido
condensación gloriosa de la cultura pros- en el transcurso de la Revolución de 1810,
crita, en vasta zona, por la tiranía; im- lo que había sido para acompañar con
provisando, con encantadora despreocu- los cantos de Juan Cruz Várela la obra
pación convites de atenienses dentro del regeneradora de Rivadavia; literatura de
marco de bronce de una acción esparta- agitadores, de propagandistas y de ciuda-
na. Y la que, venida cuando la paz ahu- danos, como aquella que proclamaba en
yentaba en 1872 la terca jauría de los medio de las austeridades del Directorio
odios, hizo eí Club Universitario y tuvo el alma apasionada de madame de Stael.
su período de gloria intelectual en las Nosotros hemos formado en nuestro es-
memorables jornadas del Ateneo: de ese píritu un concepto más puro de la natu-
Ateneo que, antes de ser un fatigoso es- raleza del arte y una idea menos guerrera
fuerzo de ía piedra, fué una hermosa de la función social del escritor; y sí en
forma de la vida. Es el que nos ha depa- la obra de nuestros contemporáneos es
rado la suerte, un tercer período de ani- cosa fácil señalar mayor suma de ele-
mación y de renovación en la vida de la mentos sólidos y duraderos, no es cierta-
inteligencia; de vistosos colores que on- mente por nuestra superioridad de fuer-
dean para el torneo; de revelaciones de zas propias, sino porque, merced a la di-
luz; de horizontes nuevos que se abren. A ferenciación que trae por consecuencia
este tercer período viene a incorporar la ! iodo proceso evolutivo, las luchas de la
fuerza y el entusiasmo de su espíritu jo- • vida real han llegado a tener su campo
ven el autor de estos cuentos, que son aparte, y dejan, fuera de ellas, suficien-
una gallarda iniciación, y nosotros lo re- te amplitud para el libre campear del
cibimos en nuestras filas como al solda- pensamiento.
do que tiene porte de bravo. La obra de mayor arranque genial que
Las ventajas de la época literaria que i las generaciones del pasado hayan trans-
va a contarle entre sus elegidos, son, en mitido a las nuestras, en los pueblos del
suma, las de un ambiente más concilia- Río de la Plata, es seguramente el Fa-
ble que el de las anteriores con el senti- cundo; y el Facundo, en el que nosotros
miento del reposo y con ia serenidad en reconocemos a la vez el más poderoso
el trabajo. Aquellos que nos precedieron esfuerzo aplicado a desentrañar la filoso-
fueron llevados por la necesidad supre- fía de nuestra historia y la más original
ma de la acción y la lucha a mezclar un creación de nuestro arte, era además y
poco de la levadura amarga de la pasión, ante todo, para los contemporáneos, un
un poco de las cosas fugaces y los afanes panfleto: un panfleto en eí que se les
interesados de cada día, en cada página concitaba para la obra de regeneración,
suya que lanzaron, sin tener, sino muy bajo apariencias de la más admirable li-
raras veces, en el alma, el pensamiento teratura; de la manera como la idea re-
de ía posteridad. Su literatura fué mili- dentora de Lincoln debía tener su mas
cia; y se la podría simbolizar en aquel eficaz propagación en el poder conmove-
III
[PROLOGO A "SENSUALISMO"
POR JOSÉ L. GOMENSORO] ( 1 )
miento de sus méritos, he leído los origi- exige continuadores que la lleven a tér-
nales del cuento que, a objeto de que le mino e impriman en nuestra novela el
participe mi opinión, ha tenido usted la sello de una relativa originalidad, como
benevolencia de enviarme. conviene a la expresión de las cosas pro-
Celebraré, ante todo, como fórmula de pias; bien entendido que la originalidad
esa opinión que usted me pide, su propó- de las manifestaciones de una cultura
sito de publicar separadamente dicho naciente no debe impedirle franquear la
cuento en libro u opúsculo, concedién- atmósfera que respira a los «cuatro vien-
dole así los honores de aquella forma de tos del espíritu», y que la verdadera se-
publicidad mediante la cual se diría que ñal de independencia que puede recla-
adquieren las obras del espíritu sus de- mársele es el criterio propio que discier-
rechos de mayoridad y ciudadanía en la na, de lo que conviene adquirir en el
república literaria. modelo, lo que hay en la imitación de
Todo escritor tiene, en realidad, dos falso y de inoportuno.
iniciaciones, que preceden a la definitiva Mientras usted prepara el lienzo don-
formación, de su personalidad y de su in- de, con suficiente amplitud de concep-
genio', la de la primera página suya que ción y pleno dominio de la forma, repro-
se estampa—un día que será para él inol- ducirá, dentro de no lejano porvenir, las
vidable—en letras de molde, y la del escenas de nuestra sociedad y nuestra
primer manojo de páginas que adquieren naturaleza que reclaman del arte esa ex-
la forma duradera del libro. presión definitiva, prueba conveniente-
Ha tiempo que, para cierto número de mente sus fuerzas y nos da buena mues-
lectores curiosos de las cosas nuevas del tra de sus propósitos y sus aptitudes en
terruño, el nombre literario de usted ha- el interesante ensayo que me ha propor-
bía salvado con honra los riesgos de la cionado la grata oportunidad de cono-
primera iniciación; y ninguno de esos cer.
lectores ha de encontrar extraño o pre- Nada para mí más hermoso que un es-
maturo que busque usted ahora para sus píritu que progresa y avanza: las nuevas
dotes de escritor una consagración más páginas suyas que he leído, acusan, con
general y más durable. relación a las que llevaba usted publica-
Su personalidad de autor novel ofrece das hasta ahora, líneas más firmes y se-
va una suma de interés suficiente para guras en el boceto de su personalidad de
ser digna de atención. La vocación litera- escritor.
ria de usted tiene, bien indicado, el cam- Creo que usted debe entregarlas con-
po donde más adecuadamente puede es- fiado al fallo de la crítica, con la per-
paciarse, en el cultivo del cuento y la suasión de que es un sentimiento a que
novela; géneros que a su fecundidad vir- ninguna crítica noble se sustrae el que
tual y mérito intrínseco, y a la superior llama un poeta del Norte el respeto de la
oportunidad que ningún otro género pue- esperanza.
de disputarles con relación a las actua- Un primer libro tiene en sí mismo algo
les exigencias de la producción literaria, de inviolable, como, en sentir de otro
unen la ventaja local de adaptarse, más poeta, tiene algo de sagrado las primeras
que otro alguno, al propósito de eman- palpitaciones de las alas y los primeros
cipación de que es usted tan partidario, estremecimientos de las cunas; y cuan-
en
ías formas y en el espíritu de lo que do ese libro se presenta dotado en sí mis-
osaremos llamar «nuestra literatura». mo de cierta autoridad, revestido de cier-
La obra de nacionalización que el au- ta fuerza propia; cuando lleva quelque
tor
de Ismael y el de Primitivo han ini- chose dans le ventre, según la enérgica
ciado, con honor para su fama literaria, í expresión del maestro, entonces, con tan-
996 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
IV
VI
[SOBRE "LA ALBORADA"]
VII
[PROLOGO A "CABEZA DE ORO"
POR HORACIO 0. MAI.DONADO] (1)
De una carta
VIII
Si se me pidiera una fórmula que ca- dos temas. Lo que falta es la persistencia
racterizase en breves términos el espíri- del interés. Si se inicia una conversa-
tu del autor de los Nuevos Ensayos de ción con un espíritu criollo, por culto
Crítica literaria y filosófica, diría simple- que sea, sobre cuestiones de tal índole,
mente: «Alberto Nin Frías es uno de los al breve rato la inevitable tangente elu-
pocos orientales con quienes se puede de el círculo de la conversación con esta
mantener una conversación que dure más fuga desconcertadora. «Y a propósito:
de diez minutos sobre puntos de filoso- ¿qué ha oído Ud. decir de Mariano Sa-
fía, de literatura o de arte.» Me expli- \ ravia?...» o bien: «¿Quién se llevará la
c
aré, para que no se atribuya a mis pala- \ senaturía por el departamento de Tal?»
oras un sentido que no tienen. No sig- : «¿Qué harán los blancos en noviem-
nifica esto negar que existan, y hasta ¡ bre?» etc., etc.
abunden, entre nosotros, en relación con ' Alberto Nin Frías habla poco de Ma-
1° limitado del ambiente, los espíritus ; riano Saravia y de lo que harán los
capaces de conversar con conocimiento, i blancos en noviembre, y en cambio ha-
discreción y gracia sobre esos o parecí- ' bla mucho, y muy bien, de libros nue-
1002 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
IX
DE MI CARTERA
—La intolerancia puede ser, transito- miento de la tolerancia, que tanto la ani-
riamente, una fuerza fecunda y poderosa ma y enaltece; en su infinita capacidad
en el espíritu del poeta innovador, del de comprender, en su insaciable aspira-
que se descubre un mundo y no tiene ción a disculparlo y explicarlo todo. Con-
ojos más que para verlo, ni entusiasmos siste ella también en haber hecho, de lo
más que para amarlo. Jamás puede ser que antes era un juicio austero y descar-
sino una limitación odiosa e infecunda nado, una psicología penetrante y una
en el espíritu del crítico. Mes haines es historia de las costumbres y las ideas.
una obra interesante y viril, porque de- Pero nunca llegará a formarse un con-
trás de sus clamores de guerra se siente cepto justo de esa superioridad si no se
sonar el férreo paso de una legión de li- tiene en cuenta la reconciliación de las
bres conquistadores. Sería una obra que formas de la crítica con el estilo y con el
ya no leería nadie si sólo significase un arte, la variedad infinita en las formas
poder de odiar que no estuviera unido de expresión que, permitiendo al crítico
al don genial de la creación. literario ser, alternativamente o a un
—Hay quienes con la afectación de una mismo tiempo, un conversador, un maes-
frialdad displicente pretenden demostrar tro, un poeta, un novelador, un moralis-
un exquisito y refinado buen gusto, Pero ta, hacen de la crítica manejada a la
ya observó Vauvenargues que el no sa- manera de Sainte-Beuve o de Taine, una
ber elogiar jamás sino con tibieza es una especie de arte resumitivo, y del crítico
de las pruebas más irrecusables de me- artista un hombre de muchas almas, co-
diocridad. mo aquellos maravillosos humanistas del
—La superioridad de la crítica moder- Renacimiento.
na consiste esencialmente en el senti- [Apolo, noviembre 1907.]
XI
de escribir sobre las últimas obras de para mí, nombres de amigos también.
Ángel de Estrada, ese espíritu de selec- Para todos, mis cordiales sentimien-
ción, de estudio y de arte que tanto real- tos; y para ustedes, que llevan la mano
za al nuevo pensamiento argentino. en el timón, mis mejores aplausos y mis
Entre los nombres que presenta el pe- mejores votos.
riódico de ustedes, reconozco con afecto JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
a muchos quienes de antiguo son mis
Montevideo, 30 de noviembre de 1907.
amigos, y veo, con interés y simpatía,
nombres nuevos que desde ahora son, [Nosotros, Buenos Aires, mayo 1917,]
XII
A LOS EDITORES DE
"TRES PARÁBOLAS DE PROTEO" <*>
Señores don Luis Carlos Berro y don el joven artista que han llamado ustedes
Dardo Regules. a colaborar en la obra y que parece des-
Estimados amigos: Cuando me propu- tinado a mantener los prestigios de su
sieron ustedes reeditar tres de las pará- apellido ilustre con la madurez de sus
bolas de los Motivos de Proteo en un lisonjeras promesas.
tomito primoroso, creí que no tenía de- Si la buena estrella que presidió a la
recho de negarme, porque me considera- primera edición de los Motivos de Pro-
ba moralmente obligado a contribuir, teo, favorecidos con tan extraordinario
por mi parte, al éxito de los nobles empe- éxito de librería, no desampara a estos
ños con que aunan ustedes la superiori- fragmentos, ni a lo segunda edición que
dad de su cultura y las energías de su ustedes preparan de la obra, me felicita-
ejemplar dedicación al trabajo, para fun- ré doblemente de ello: porque servirá
dar en Montevideo la librería por exce- de estímulo eficaz a los propósitos edito-
lencia intelectual. riales que ustedes amistosamente abri-
Acaso hubiera puesto yo algún repa- gan, y porque será una buena prueba de
ro en cuanto al interés o la oportu- que el libro nacional empieza a ser posi-
nidad que la gente lectora pudiese hallar ble, entre nosotros, de otra manera que
en la idea; pero fué suficiente para ven- como manifestación aislada y casi heroi-
cer todas mis dudas la consideración de ca, de una afición individual
que el texto mío dará oportunidad para Digamos aquí el «Así sea» terminal de
Que luzca la precoz maestría de su lápiz las plegarias, y pongámonos en manos
del público.
(1) [Esta carta figura como prólogo a una De ustedes afectísimo amigo.
edición de Tres parábolas de Proteo, que publi-
có la Librería de la Universidad (de Berro y JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
aguíes en Montevideo, 1909, y con ilustracio-
nes de José Luis Zorrilla de San Martín.] Montevideo, 12 de diciembre de 1909.
1006 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XIII
XIV
publicada la conferencia de- Jesús Caste- I tener la actividad de aquel medio de co-
llanos sobre mi Proteo. i municación de las ideas.
En el escritor un tanto emancipado de El pensamiento generador de esa insti-
la vanidad de los primeros años, la efica- tución, que yo quisiera ver imitada en
cia de lo que se escribe sobre sus obras, todas aquellas partes de América donde
para interesarle e impresionarle grata- no existe alguna análoga (como existe
mente si el juicio es favorable, depende, en México), me parece, hoy más que
en primer término, del grado de com- nunca, oportunísimo; y sobre ello quiero
prensión de la obra que el juicio mani- decir algo en esta carta.
fiesta. Tanto como se desdeña la alaban- El momento actual ofrece un aspecto
za trivial, o torcidamente fundada, se ' interesante, en la vida intelectual de es-
aprecia y agradace el aplauso que revela tos pueblos: algo nuevo se prepara y
penetración honda y sincera del espíritu anuncia en lo que se refiere a la produc-
de la obra. ción literaria y sus vinculaciones con la
Esta es, desde luego, poderosa razón sociedad.
para que el trabajo de Castellanos obli- ! El movimiento modernista americano,
gue mi reconocimiento. A otros toca de- i que, en la relación de arte, fué en suma
cidir si hay justicia o exceso de bene- '1 oportuno y fecundo, adoleció de pobre-
volencia en su crítica; pero es atribución : za de ideas, de insignificante interés por
mía reconocer que la obra, tal como yo la realidad social, por los problemas de
me la propuse, está sentida y penetrada i la acción y por las graves y hondas pre-
íntimamente: sin duda porque ha sido- ' ocupaciones de la conciencia individual.
examinada con esa disposición de sim- ¡ La independencia del arte literario res-
patía que es, en suma, el más eficaz ins- \ pecto de fines ulteriores a la realización
trumento de comprensión que pueda apli- ¡ de belleza es dogma en que todos comul-
carse a los hechos y los dichos hu- : gamos; pero no es inconciliable con él
manos, \ la afirmación de que, en el frecuente
Claro es que, además de ser el valor contacto con el fondo de ideas e inte-
del juicio relativo a la condición de com- ¡ reses superiores que constituyen la viva
i actualidad de una época, hay, para el
prender, lo es también a la autoridad o í arte y la literatura, una fuente de vitali-
la calidad del espíritu de quien lo for- , dad que no pueden desdeñar sin empo-
mula. De este punto de vista, lo que yo brecerse y perder en calor humano.
pienso de Jesús Castellanos no he de de- ' Pues bien: esa verdad tiende a reco-
cirlo ahora: porque no es ésta la oca- ! brar su imperio. O mucho me equivoco
sión oportuna, y porque lo dije ya, cuan- ¡ o llegamos en América a tiempos en que
do cayó en mis manos una preciosa co- i la actividad literaria ha de manifestar
lección de cuentos suyos—la intitulada i clara y enérgica conciencia de su función
De tierra adentro—y me bastó con su social.
^ctura para diputar al autor como uno Bastaría citar alguno de los libros más
^e los narradores de más fina sensibili- i interesantes y valiosos que han salido
dad y más hermoso estilo entre cuantos de prensas americanas, desde hace tres
cultivan, en América, la pintura de la na- o cuatro años, para dar la razón de
turaleza y las costumbres propias de ca- esa esperanza; y no sólo podría señalarse
cla
una de estas tierras. en ellos el carácter de trascendencia so-
Acrecienta mi satisfacción el hecho de cial que asume la obra literaria, sino
^•Ue sea mi obra la que haya dado el también la afinidad de las tendencias en
_ertia para la primera conferencia de la que se concreta ese carácter.
Piedad fundada con el objeto de man- i Según los indicios a que me reñero,
1008 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
hay, por lo menos, dos tendencias fun- i ginas del trabajo que ha dado ocasión
damentales que parecen destinadas a pre- j a esta carta mía.
valecer en la orientación de la nueva li- \ Jesús Castellanos manifiesta ahora una
teratura hispanoamericana. i faz de su personalidad que ha de darle
Es la una la vigorosa reanimación del j no menos honra que su preclara labor
sentimiento de la raza., o si se prefiere; I de artista: la faz del intelectual que, par-
del abolengo histórico, como medio de j ticipando de las energías del hombre de
mantener el carácter consecuente de la i acción, las emplea en la propia esfera de
personalidad colectiva, al través de todas ¡ la intelectualidad desinteresada, para
las modificaciones impuestas por la ¡ abrir campo a las actividades de este or-
adaptación al espíritu de los tiempos y ¡ den en el medio social y dotarlas de un
por influencias extrañas, que son inevita- i organismo adecuado a su desenvolvi-
bles, pero que deben someterse a la I miento.
energía asimiladora del carácter propio. ; Si la Sociedad de Conferencias arrai-
La otra consiste en la creciente mani- ga, despertando en cuantos tienen «cura
festación del sentido idealista de la vida; ! de almas» el sentimiento del deber de ro-
en la reacción contra el concepto pura- ' bustecerla, y si logra crear en cierta par-
mente material y utilitario de la civiliza- te del público el hábito de una atención
ción y la cultura; en el interés devuelto que sobreviva al fácil interés de la nove-
a las cuestiones de orden espiritual, que dad, el grupo de sus fundadores podrá
es, umversalmente, uno de los signos del enorgullecerse de haber tributado al por-
espíritu nuevo que ha sucedido al auge venir de su patria un bien tan alto como
del positivismo. los que pueda procurar para ella en el
terreno de la educación política o del
Ambas notas forman acorde en el su- engrandecimiento material.
perior designio de contribuir a la deter- ! La república que soñaba Martí era li-
minación del alma latinoamericana, tal i bertad, era prosperidad, era paz; pero
como la quieren el recto entendimiento era también inteligencia, cultura e idea-
de la historia y la clara visión del por- <lismo.
venir donde está la plenitud de nuestro ! Concluyo esta carta con la evocación de
ser y de nuestros destinos. tan gloriosa memoria; y agradeciendo a
En esa obra está llamada a colaborar i usted nuevamente su fineza, me suscri-
eficazmente la Sociedad de Conferencias ¡ bo su afectísimo amigo,
de Cuba, cuyo objeto y propósitos ex- \
pone su digno iniciador en elocuentes pá- | JOSÉ ENPRIQUE RODÓ.
XV
mentó racional de sus afirmaciones y sus puede percibirse en esta obra de princi-
juicios, cualquiera que sea el acierto que piante: la de que su autor es de los espí-
se reconozca en cada uno de ellos: y ritus que persiguen con sincero amor la
una tendencia incipiente, pero ya esti- verdad, y por lo tanto, de los que se
mable, a la expresión precisa y sobria. rectifican y progresan. A nosotros nos
Otra condición, más valiosa todavía, toca decirlo; a él demostrarlo.
XVI
[PROLOGO A "AMERICA"
POR ABEL J. PÉREZ] (1)
«Gil Blas de Santillana besa el anillo , a diferencia de la mayor parte de los que
episcopal de S. S. R. el. Arzobispo de se escriben sobre temas análogos, la obra
Granada, y después de leída su homilía, l del análisis y la reflexión no aparece
se permite caracterizarla, según su leal í abstraída del acompañamiento emocio-
saber y entender, diciendo que ella es: nal, que la complementa y la hace más
Por el fondo: un trabajo de seria y perspicua y eficaz, porque es cosa averi-
penetrante sociología, donde, sin el apa- guada que el corazón es también un ór-
rato pedantesco de los Don Hermógenes gano de conocimiento y que no conoce
que hoy abundan en el campo de las plenamente su objeto aquel que no llega
ciencias morales y políticas como antaño ; a él con el sentimiento al mismo tiempo
en el de las retóricas y las bellas letras, que con la inteligencia.
se desentrañan los caracteres fundamen- Gil Blas tendría necesidad de escribir
tales del pasado, el presente y el porvenir otra homilía si se propusiera señalar to-
de las sociedades latinoamericanas, con ! dos los puntos en que su pensar y su
acopio de saber, de ese que no aparece j sentir vibran al unísono con los del se-
en ostentaciones de advenedizo, sino que ! ñor Arzobispo, y que son casi todos los
se percibe callado y discretamente, como ! que comprende su trabajo.
sustentáculo de lo que se dice por cuen- I Le parece, por ejemplo, acertadísima-
ta propia. ; mente señalada la influencia selecciona-
En la forma: una exposición elocuente I dora del struggle for Ufe en la formación
y fácil; dueña de todas las cualidades ¡ de la sociedad colonial, y admirablemen-
esenciales del estilo didáctico; elegante j te precisadas las influencias buenas y
sin afectación y sencilla sin trivialidad; 1 malas de la ausencia de tradiciones secu-
capaz de ser leída con interés y agrado lares de la vida de estos pueblos, y
por doctos e indoctos. | elocuentemente denunciados los peligros
Observa, además, que en este trabajo, del aluvión cosmopolita para el porvenii'
de los mismos. La comparación entre los
(1) [Abel J. Pérez: América (Montevideo, Im- caracteres y condiciones de las socieda-
prenta «El Siglo Ilustrado», 1912). En unas pa- des europeas y los de las americanas, le
labras aclaratorias del Prólogo, el autor explica parece bien planteada y resuelta, sobre
que pidió a Rodó franqueza absoluta y le re- todo en lo relativo a la cuestión social >'
cordó a Gil Blas de Santillana en sus relacio-
nes con el Arzobispo de Granada. En esta ob- al imperialismo, que siendo odioso en
servación tomó pie Rodó para su carta.] todas partes, en la América nuestra es,
XVII
[SOBRE EL CATALÁN]
tura literaria persistente y autónoma. interesantes sin duda, pero que no bas-
Con arreglo a este criterio, el catalán tan a caracterizarlo como instrumento
es considerado como verdadera lengua o usual de una cultura. El gallego es dia-
idioma, puesto que, como instrumento lecto, el catalán es idioma.
de cultura, tiene una tradición propia y Dejando así satisfecho su pedido, sa-
mantenida en estos días por una literatu- luda a Vd. atentamente.
ra original e importante.
Otra cosa sucede, por ejemplo, con el J O S É ENRIQUE RODÓ.
dialecto gallego, que no ha trascendido
del uso popular sino en algunas manifes- [Ariel, Año I, núm. 2, San José, 29 de febre-
taciones literarias del género lírico, muy ro de 1915.]
XVIII
[PROLOGO A "INTIMIDADES"
POR JOAQUÍN DE SALTERAIN] (1)
Hombres hay que toman por oficio el, tura de estos pueblos nuevos obligue a
ser poetas y no quieren aparecer ante la sus hombres superiores a repartir en di-
sociedad con otro carácter ni en otra ac- í ferente sentido su atención, en vez de
titud, ni en diferente obra. Pero los hay i concentrarla y mantenerla en uno; pero,
también que, participando del divino si esto es un mal, tiene la compensación
don, y por lo mismo que tienen de él de que sirve para poner de manifiesto la
idea demasiado alta para convertirlo en múltiple virtualidad de ciertos espíritus.
condición profesional y título público, Así, el que refleja su más íntimo fondo
son ordinariamente hombres, obreros, en las páginas que van a leerse. Con las
ciudadanos; honran su parte de labor inclinaciones literarias de su juventud
y de lucha en el esfuerzo común, y en compartió su vocación el amor de una
excepcionales horas de intimidad y reco- carrera científica, que terminó en las
gimiento abren su alma a aquel amor aulas de París, después de brillantísi-
ideal, del que suelen hacer cosas tanto mas pruebas, cuya resonancia devolvió,
más delicadas y bellas cuanto que no como preciada promesa, a la patria leja-
contribuyó a engendrarlas la simoníaca na, el nombre del estudiante ausente.
codicia del aplauso de los otros. En el ejercicio de esta carrera, no solo
El autor de este libro no tiene el ofi- confirmó desde el primer momento Ia
cio de poeta. Es, por su espíritu y su superioridad de su ciencia, sino que Ia
vida, uno de los ejemplos de más varia, ; realizó con los atributos de una supe"
perseverante y desinteresada actividad, rioridad moral todavía más digna de en-
que pueda ofrecer, entre los modelos carecimientos. Dos caminos se ofrecían,
que la honran, una democracia que se para optar, a quien, como él, había gj1"
forma y educa. Con frecuencia nos dole- nado puesto eminente en un género "e
mos de que la escasa complejidad de cul- estudios que es a la vez medio lucrati-
vo de vida: la persecución, muy &&'
Jn
(1) [Joaquín de Salteráin: Intimidades (Pa- tima, del bienestar y la fortuna, o 6
rís, Bernard Grasset, 1912).] ambición de hacer todo el bien conc '
dido a los recursos de su sabiduría con Con estos rasgos se bosquejaría lo que
despreocupación de cualquiera otra re- podríamos llamar la parte pública y no-
compensa que el goce íntimo de ambas toria de la personalidad de don Joaquín
idealidades. Optó por este último cami- de Salteráin, y los que nos honramos con
no, y puso en la aplicación generosa de su amistad sabemos que no valen menos
su ciencia todo ese apasionado aprove- en él los rasgos más íntimos. Lo mismo
chamiento del tiempo, que mueve en se trate de lo grande que de lo pequeño,
otros la codicia; y su tiempo fué oro... es el suyo un espíritu naturalmente aris-
para los demás. Pero la benéfica influen- tocrático, en la mejor acepción de la pa-
cia social de este hombre abnegado no se labra: en aquella que significa aversión a
contiene en los límites de una actividad todo lo que sea vulgaridad moral o in-
profesional. Apenas ha habido iniciativa telectual, e instintiva simpatía por cuan-
fecunda, obra merecedora de estímulos, to, en modos de pensar, de expresarse o
en cualquiera manifestación de beneficen- de conducirse, tiende a realzar y ennoble-
cia, de mejoramiento, de cultura, que no cer este mísero barro de que estamos he-
le hayan contado entre los obreros de chos. Une a la sensibilidad benevolente y
primera hora, aportando siempre, junto delicada, refinamiento intelectual. Hom-
con las luces de su entendimiento rá- bre de inmensa lectura, de fino gusto, de
pido y flexible y las energías de su labo- calurosa y afluente capacidad de admi-
riosidad, entusiástica, este elemento fun- rar, su conversación es vasto repertorio
damental de su carácter: el desinterés. de las más variadas impresiones de arte,
Pertenece a un ambiente en que la polí- que su palabra amena refleja con comu-
tica es preocupación universal, sugestión nicativa animación y colorido. Como nor-
de que nadie se exime; y él se ha ren- ma y centro de todo, prevalece, en ese
dido, sin mayor resistencia, a esa suges- tesoro de su memoria, la flor del espíritu
íión del ambiente, porque el sentimiento francés, y a su. alrededor se ordena lo se-
cívico es espontánea vibración de su al- lecto de las distintas literaturas, comen-
íiia, y no ha pensado nunca que el saber, zando por la de nuestra lengua, simboli-
ni ei poetizar, ni el practicar el bien en zada para él en la predilección que con-
cualquier forma, sean condiciones que sagra al genio poético de Calderón. Es
justifiquen la anestesia de la fibra moral un apasionado de la historia, en cuyas
del ciudadano. Se ha confundido, pues, formas superiores ve la más perfecta fu-
e
n las borrascas de la vida pública; ha sión de ciencia y arte que sea posible rea-
s
ido de las cabezas dirigentes en famo- lizar al pensamiento humano, y tiene le-
sas campañas políticas; en el Parlamento vantado en su espíritu un altar al gran
Su
palabra fácil y vehemente ha lidiado Thierry. Su formación intelectual se hizo
°uenos combates, y hubo una vez en que, en tiempos de positivismo filosófico, y
!)0i' obiigación de solidaridad con una si- naturalismo literario, y como vestigio de
iu
ación que había contribuido a crear, ello conserva una fervorosa devoción por
|legó a ocupar un ministerio. Y pasando el maestro y caudillo de los naturalistas
i(J
do esto en pueblo de pasiones bravias franceses; pero por su temperamento y
\ Poco educado en el respeto de las legí- la posterior evolución de sus ideas, es
-urms superioridades, su entidad moral un idealista, y nada puede patentizarlo
'•^alta de modo que, pronunciando su mejor que este libro de intimidad, don-
''0rjibre, no hay temor a que de parte de se refleja, con la transparencia con-
0
ios que sean o hayan sido alguna vez fidencial del verbo lírico, el fondo de su
,Us adversarios salga una voz que pon- alma.
\[ e n duda la sinceridad de sus propó- La seguridad de su sentido crítico, la
0s
y la elevación de su carácter. amplitud con que la naturaleza le ha do-
1014 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tado para gustar, en la obra ajena, las ¡ dad. Por eso, aunque la mirada experta
más diversas manifestaciones de poesía,! perciba, en más de una composición y en
se concillan con la facultad de manejar; mas de un rasgo, que quien poetiza es
él mismo aquella forma de expresión en un espíritu de cultura refinada y extensa,
que el sentimiento poético tiene, si no la lo que en su poesía aparece reflejado es
única, la más apropiada vestidura. La co- aquel fondo de humanidad que está más
lección de versos que ahora aparece en en lo íntimo que las adquisiciones de la
libro que se ha acumulado, paralelamen- cultura y el saber. Vario es el asunto de
te a la vida del autor, sin afán ni esfuer- sus cantos, y entre todos componen co-
zo de su parte, desde los días de la pri- mo la glosa lírica de la historia espiritual
mera juventud, en que el poetizar brota del autor: sueños de la edad juvenil;
del alma, búhente y abundoso, hasta emociones de amor, de belleza, de cívico
aquellos de la razón madura, en que ya entusiasmo; afectos de caridad, de admi-
no es sino la tregua infrecuente, aunque ración por lo heroico, de dolor ante las
por eso mismo apetecida, de menos gra- impiedades de la muerte... De estos y se-
tas disposiciones del ánimo. La diferen- mejantes temas ha obtenido inspiracio-
cia de matices refleja bien esa interposi- nes tan delicadas como la del breve poe-
ción de tiempo entre unos y otros; pero ma titulado María; tan valientes y gene-
a todos los une un carácter del que ad- rosas como la de los Yambos; tan lím-
quieren acaso su más subido valor: su ¡ pidas y graves, en su serenidad de con-
condición de poesía natural y espontá- j templación, como la de Helénica y El rit-
nea, que lleva en el fondo la verdad del mo eterno. Recogerán las memorias es-
sentimiento, y en la forma la melodiosa ; cogidas esas y otras cosas de este libro
afluencia de un instinto musical extraño de sinceridad sentimental. Y él quedará
a todo procedimiento laborioso. Jamás •
se ha preguntado el autor a qué escuela como adecuado complemento de otros tí-
pertenecen sus versos, ni qué tendencia [ tulos de un hombre superior, a quien po-
manifiestan por su espíritu y estructura, j demos llamar triplemente poeta, ya que
ni en qué relación están con tales o cua- ha sido favorecido con el triple don de
les propensiones del gusto. Ha abierto el sentir delicadamente la poesía en las
alma al motivo que la solicitaba; ha de- obras de la naturaleza y del arte; de rea-
jado que de la naturaleza de la emoción lizar en su propia existencia aquel otro
o de la idea brote la forma connatural y género de poesía en que consiste la este-
propia, al modo que la vena de agua la- tica de la conducta, y finalmente de do-
bra por sí misma su cauce, y ha respeta- minar por sí mismo la forma poética de1
do, en la obra de esa manera concebida, la expresión, en versos sentidos, fáciles'
la frescura y la gracia de la espontanei- bellos.
XIX
AA
Señores miembros del Comité Pro cen un órgano más amplio que el progra-
Vaz Ferreira: ma normal de las aulas.
Si el éxito moral del homenaje está
Me complazco en reiterar a ustedes asegurado de antemano y no necesita
por escrito la ilimitada adhesión que ma- mayor esfuerzo para imponerse, creo que
nifesté verbalmente a los miembros de la realización de la idea que le dará for-
ese Comité que me vieron, con motivo ma práctica será fácil de obtener, siem-
de los trabajos iniciados por el mismo. pre que ustedes lo propongan y soliciten
Un noble objeto, digno de todas las de inmediato, sin dejar desvanecerse el
simpatías y de todos los aplausos, hay ambiente de oportunidad e interés que
en la iniciativa de ustedes. En primer ha adquirido esa idea con el movimiento
término, el homenaje personal a Vaz Fe- por ustedes iniciado.
rreira, sobradamente justificado por la Formulo mis más sinceros votos por
magnitud de sus talentos, la calidad de que así suceda; y felicitándoles por e¡
sus prestigios y la altura de su represen- noble propósito que llevan adelante, m¿
tación moral. Y además, la idea de com- ouscribo de ustedes affmo, amigo,
plementar la enseñanza universitaria con
ana cátedra en que encuentren desenvol- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
vimientos superiores aquellos temas de 2 de mayo de 1913.
estudio que, por su valor educativo, y
por la universidad de su interés, mere- [Imparcial, suplemento de 17 enero 1930.]
XXi
que, por encima de lo que tiene de perso- término, a fomentar y popularizar el co-
nal y honroso para mí, manifiesta el muy nocimiento recíproco de las tradiciones y
laudable propósito de establecer relacio' las glorias de Venezuela y del Uruguay:
nes de orden intelectual que confirmen del pueblo que dio a la América de nues-
y estrechen la natural fraternidad de es- tra raza su más gloriosa personificación
tas dos repúblicas hispanoamericanas: en la figura excelsa de Bolívar, y del
relaciones en ningún terreno más oportu- que dio, con Artigas, a la democracia del
nas que en el del cultivo de la historia, Sur, su representación más enérgica, ori-
destinado a poner progresivamente de re- ginal y espontánea.
lieve cuan íntimos e inquebrantables son Reitero a la Institución que usted diri-
los lazos que vinculan, dentro de una ge la expresión de mis sentidos agradeci-
magna patria espiritual, a los pueblos de mientos, y aprovecho la oportunidad que
nuestra América. se me ofrece de presentar a usted las se-
Aseguro a esa benemérita Corporación guridades de mi mayor aprecio y consi-
mi decidida voluntad de contribuir, en la deración.
medida de mis fuerzas, al logro de tan
alto propósito, propendiendo, en primer JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
XXII
El autor de las páginas que van a leer- j que revela clara noción de las necesida-
se tiene ganado, en la nueva generación des y oportunidades actuales de los estu-
de mi país, un nombre que ya empieza dios históricos hispanoamericanos. Firme
a optar merecidamente a los prestigios trabajador de archivos y bibliotecas, ha-
de más vasto escenario. La pasión del es- , bilitado como tal por una preparación
tudio, sincera, entusiástica, ferviente, ha i metódica en la que es único entre los
dado temprano complemento a las natu- i uruguayos de su generación, ha visto ya
rales dotes de su espíritu; y así por la • recompensados sus afanes con hallazgos
vasta amplitud, de sus conocimientos his- felices, que prometen abundosa cosecha
tóricos como por la madurez y precisión para los días de la plenitud del traba-
de sus juicios, su palabra goza ya mucho jo. Alentado hasta ahora, exclusivamente,
de la autoridad que se reconoce en la por su. propia desinteresada vocación, lo
de aquellos que han culminado en la será alguna vez por la ayuda oficial de
°dad y en la labor. su país, que tanto necesita estimular las
Oriéntase preferentemente su vocación tareas de sólida y eficaz preparación de
de historiógrafo en el sentido de la in- una literatura histórica. Y a sus condi-
vestigación original y prolija, de la de- ciones de estudioso y de investigador,
puración escrupulosa del hecho, con lo une Barbagelata un vivo y anhelante sen-
timiento patriótico de la historia, un apa-
U [Hugo D. Barbagelaía: Artigas y la revo- sionado entusiasmo por lo que la histo-
Ci
" »n americana (París, Paul Ollendorff, 1917).] ria tiene de majestuosa epifanía de un
1018 jOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XXIII
...Veo en su manuscrito de versos sin- dará lo demás; el tiempo, que para los
ceridad lírica, expresión simpática y fe- sinceros y ios fuertes es el triunfo sobre
liz de una juventud que busca en la fres- el propio pasado, es el sueño de perfec-
cura intacta de su vida interior la trans- ción, nunca satisfecho ni rendido:
parente vena de armonía. Lo que no se
adquiere cuando falta, lo «no aprendido» C'est la nuit, l'dpre nuit áu travail d'oü se
de] canto en que se desata el don natural lleve
está presente en esos versos. Lentement, lentement, l'oeuvre, ainsi qu'un
[soleil!
Aun allí donde el ritmo claudica o la
ingenuidad pasa del justo límite, se sien- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
te la promesa de más altas cosas. Es la
obra buena de los veinte años. El tiempo Montevideo.
XXIV
XXV
XXVI
Con este título, el joven escritor don siempre pueda considerárselos acerta-
Mario Falcao Espalter ha reunido en un dos—y la facilidad y elocuencia de la ex-
elegante volumen, impreso en Barcelona posición, que manifiesta el trato asiduo
Por la casa de Luis Gíli, buen número con los clásicos de nuestro idioma, y se
de artículos literarios, en su mayor parte tendrá idea de los méritos de esta prime-
de índole crítica, que había publicado ra obra, que mucho promete para un
anteriormente en diarios y periódicos. porvenir no lejano.
El conjunto manifiesta la privilegiada Cuando se trata de libros de iniciación,
inteligencia y vasta preparación de este como este de que hablamos, lo importan-
a
ütor novel, y el entusiasmo de su aplica-
ción intelectual, que infunde en su obra te es averiguar si manifiestan la presen-
L
m espíritu de vida y de energía juvenil cia de aquellas condiciones innatas sin
estante para darle excepcional interés. las cuales todos los esfuerzos son va-
Se ve que este neófito de las letras se nos. El tiempo puede traer las condicio-
apasiona realmente por las ideas, lo que nes complementarias, que nacen de la ex-
constituye un verdadero rasgo de supe- periencia, del estudio y de la madurez de
u espíritu, pero la obra juvenil es un signo
°ndad en tiempos en que el propio es-
frntu de la juventud parece más predis- j suficientemente seguro respecto de los
Puesto a apasionarse por intereses subal- favores de la naturaleza.
pinos, Agregúese a esa noble condición Y en este caso cabe afirmar sin vacila-
Perspicacia de los juicios—aunque no ciones que esos favores existen y que el
1022 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
joven escritor que se incorpora con fir- lustre a su nombre y honor a las letras
me paso al grupo de nuestros prosistas nacionales.
ha nacido ampliamente dotado para dar [El Telégrafo, 5 de marzo de 1915.]
XXVII
José Enrique Rodó saluda con su ma- que no puede ser calculada por su re-
yor consideración a la señora Marta Cos- percusión ostensible, pero que se desen-
ta del Carril y le agradece el atento en- vuelve en terreno hondo y seguro. Sea
vío de su interesantísimo opúsculo, tan ése el destino reservado a las páginas
noblemente inspirado, tan elocuentemen- que motivan estas líneas, y encuentren
te escrito y para cuyas sentidas palabras
desea toda la difusión y eficacia que me- en los corazones fácil hospitalidad, lle-
recen. vando como llevan, por epígrafe y lema,
Ese género de exhortaciones que, fren- la contraseña imperecedera de nuestra
te a la desatada violencia de las discor- civilización cristiana.
dias humanas, apelan a la virtud inmune Montevideo, 2 de julio de 1915.
de los sentimientos íntimos y fundamen-
tales del orden social, ejercen una acción [El Plata, 3 de julio de 1915.]
XXVIII
LA GIOCONDA
La Gioconda ha sido robada del Lou- la vanidad de una posesión que no po-
vre. El telégrafo difunde la noticia a los dría hacer saber de nadie. ¿Quién es, en-
cuatro vientos, y millones de corazones tonces?
humanos se estremecen de angustia y de Vasto campo para que la imaginación
ansiedad. Ese trozo de lienzo que des- forje novelas ¿es un enamorado como
aparece tiene la virtud de disputar a las Pigmalión, herido de desesperada locura
amenazas de guerra y a la conmoción de por la forma divina pero insensible? ¿y
huelgas pavorosas el interés de la huma- es un egoísta fanático del arte, que quie-
nidad civilizada. El héroe incógnito y re admirar él, él solo, aquella única ?
siniestro del día es el ladrón de la Gio- misteriosa sonrisa, arrancada un día al
conda. «Indudablemente no es un ladrón torbellino de las formas pasajeras para
vulgar», nos decimos. ¿Para qué había de levantarla por encima del tránsito de las
robar por interés menguado lo que no generaciones y los siglos?
podrá vender?... Tampoco lo ha tentado La imaginación prosigue a este tenor
su cuestionario; y evocando la imagen
(1) [Con motivo del opúsculo Tomando altu- de Helena antigua, por cuya hermosui^
ras.] ¡ se enemistaron pueblos y ardieron lar'
gas guerras famosas, considera que, si la sagrado por el arte se levante al rango
Gioconda apareciese en algún museo de de las grandes preocupaciones humanas
Alemania, la guerra se justificaría por un y monopolice en el mundo todas las con-
motivo más poético e ideal que la dispu- jeturas y todos los comentarios... hasta
ta de un puerto en Marruecos o un pe- el punto de que haya escritores que ten-
dazo del Congo. gan el mal gusto de hablar de esto en las
Unos días más y la realidad nos dará páginas de un álbum, donde sólo debiera
probablemente una explicación vulgar y resonar el loor de la belleza, la inteli-
prosaica, desbaratando las novelas de la gencia, la espiritualidad, que forman el
fantasía. Pero, entre tanto, quedará una triple privilegio de su dueña e inspira-
impresión halagadora para esta civiliza- dora.
ción contemporánea, tan a menudo tilda- [Reproducida en Anales Mundanos, núme'
da de positivista: la impresión de que la ro 6, 1915. El robo ocurrió en 21 de agosto
pérdida de un leve objeto material con- de 1911).]
XXIX
XXX
AXXI
La obra del escritor, como toda obra que eí genio es, esencialmente, la emanci-
del hombre, está vinculada al medio so- pación respecto de las condiciciones del
cial en que se produce por una relación medio, pero esto debe entenderse en lo
que no se desconoce y rechaza impune- que se refiere a los resultados a que lle-
mente. La misteriosa «voluntad» que nos ga, suscitando nuevas ideas, nuevas for-
señala tierra donde nacer y tiempo en que mas o nuevas realidades. Por lo que toca
vivir, nos impone con ello una solidari- a los elementos de la operación genial, a
dad y colaboración necesarias con las los medios de que se vale, a las energías
cosas que tenemos a nuestro alrededor. que remueve, el genio es, como toda hu-
Nadie puede contribuir, en su grado o mana criatura, tributario de la realidad
limitada esfera, al orden del mundo, sin que le rodea, y cabalmente en compren-
reconocer y acatar esa ley de la necesi- derla y sentirla con más profundidad y
dad. Cuanto más cumplidamente se la re- mejor que los demás consiste el que sea
conoce y acata, tanto más eficaz es la capaz de arrancar de sus entrañas el Pa'
obra de la voluntad individual. Dícese radigma de una realidad superior.
El principio de originalidad local, en
(1) [Carlos Reyles: El terruño (Montevideo, la obra del escritor y del artista, tiene,
Renacimiento, 1916.] pues, un fundamento indestructible. Am-
cierta candorosa niñez las de más abun- deleble de su estilo. Ha realizado su obra
dante contenido estético, porque es en literaria de la manera más opuesta a la
ellas donde caben acciones de la más es- publicidad constante y afanosa del escri-
pontánea poesía, costumbres de más fir- tor de oficio; con señoril elección del
me color y caracteres de más indomada tiempo de escribir y el tiempo de dar a
fuerza. Por donde debemos concluir que la imprenta; ajena a toda camaradería de
si la vida de nuestros campos, como ma- cenáculo, y aun a comunicación estrecha
teria de observación novelesca y dramá- y sostenida con el grupo intelectual de
tica, no ha alcanzado, sino en alguna su generación; en altiva soledad, que re-
obra de excepción, a las alturas del cuerda algo del aislamiento voluntario y
grande interés humano, de la representa- de la obra concentrada, y sin moción ex-
ción artística universal y profunda, ha terior, de Mérimée. En Reyles la voca-
de culparse de ello a la superficial de la ¡ ción del escritor no es toda la persona-
mayor parte de los que se le han alle- i lidad, no es todo el hombre. Su voluntad
gado como intérpretes, y no a la pobreza • rebelde, arriesgada y avasalladora, le lm-
de la realidad, cuyos tesoros se reservan, | biera tentado con los azares y los violen-
en éste como en todos los casos, para ¡ tos halagos de la acción, a nacer en tiem-
quien con ojos de zahori catee sus ocul- | pos en que la acción tuviera espacio para
tos filones y con brazo tenaz los desen- i el libre desate de la personalidad y ten-
trañe de la roca. | diese de suyo al peligro y a la gloria. Y
Alegrémonos, pues, de que escritor de aun dentro del marco de nuestra vida
la significación de Carlos Reyles siente i domesticada y rebañega, cuando no vul-
esta vez su garra en el terruño nativo, y \ gar y estérilmente anárquica, la superior
realice la gran novela campera, y por | energía de su voluntad ha dado muestra
medio de la verdad local solicite la ver- i de sí abrazándose a la moderna «aven-
dad fundamental y humana que apete- ' tura» del trabajo, concebido en grande y
cen los ingenios de su calidad. A manera | con idealidad de innovación y de con-
del heroico corredor de aventuras, que | quista: a las faenas de la tierra fecunda,
emigró de niño y forjó en remotas tie- en que, junto con la áurea recompensa,
rras su carácter, trae de allá, domeñada, se recoge la conciencia enaltecedora del
a la esquiva fortuna, para volver ya hom- resabio vencido, de la rutina sojuzgada,
bre y ofrecer al hogar de los hermanos del empuje de civilización impuesto a la
el tributo de la madurez, más fecundo indolencia del hábito y a la soberbia de
que el de la ardorosa juventud, así este la naturaleza. Porque este gentleman füí-
ilustre novelista nuestro, después de ga- mer que, en cuanto novelador, se acerca
nar personalidad completa y fama con- ahora por primera vez a la vida de núes-
sagrada, por otros caminos que los de • tros campos, es, en la realidad, familia'
la realidad característica del terruño, vie- e íntimo con ella, y le consagra amor del
ne a esta realidad en la otoñal plenitud alma, y no sólo le está vinculado por la
de su talento y con la acrisolada pose- aplicación de su esfuerzo emprendedor,
sión de su arte. sino que, como propagandista social V
Otras novelas suyas manifestaron su i económico, pugna desde hace tiempo Voí
maestría para penetrar en el antro de los I reunir en apretado haz las energías dis-
misterios psicológicos e iluminar hasta ¡ persas o latentes del trabajo rural, pat'3
lo más recóndito y sutil, su poder crea- I que adquieran conciencia de sí mismas
e1)
dor de caracteres, a un tiempo genéricos j y desenvuelvan su benéfico influjo
e individuales; su sentido de lo refinado, i los destinos comunes.
de lo extraño, de lo complejo; la amarga I Del campo nos habla esta novela, \
crudeza de sus tintas y la precisión in- i aun pudiera decirse que en favor &'
campo. Como en el libro improvisado y cual es, y en los conflictos en que lidia,
genial que es, por lo que toca a nuestros no hay duda de que Mamagela lleva la
pueblos del Plata, el antecedente homé- razón de su parte, porque el autor no ha
rico de toda literatura campesina: como colocado junto a ella a nadie que la ex-
en el Facundo, de Sarmiento, la oposi- ceda (quizá debido a que tampoco suele
ción del campo y ciudad forma, en cierto haberle en la extensión de realidad que
modo, el fondo ideal de la nueva obra de reproduce), y los falsos o desmedrados
Reyles; sólo que esta vez no aparece re- idealismos que la tienen de enemiga va-
presentando el núcleo urbano la irradia- len mucho menos que la rudimentaria
dora virtud de la civilización, frente a la idealidad implícita en lo hondo de aquel
barbarie de los campos desiertos, sino sentido suyo de orden y trabajo.
que es la semicivilización agreste, no Con Mamagela, aparece representando
bien desprendida de la barbarie original, Primitivo la energía de nuestras geórgi-
pero guiada por secreto instinto a la la- cas criollas. Felicísima creación la de
bor, al orden, a la claridad del día, la este personaje, que vale por sí solo una
que representa el bien y la salud del or- novela, Primitivo es personificación del
ganismo social, contraponiéndose al de- gaucho bueno, orientado por naturaleza
sasosiego estéril que lleva en las entra- a la disciplina de la vida civil y a la
ñas de su. cultura vana y sofística la vida conquista de la honesta fortuna, que per-
de ciudad. sigue con manso tesón de buey. Hay una
Grande o restringida la parte verdade- intensa y bien aprovechada virtud poéti-
ra de esa oposición social, vuélvese en- ca en esta vocación de un alma bárbara
tera verdad en la relación de arte, que que tiende a los bienes de un superior
es la que obliga tratándose de obras de estado social, con el impulso espontáneo
imaginación. Ha personificado el novelis- con que la planta nacida en sitio oscuro
ta la santa tendencia del genio campesi- dirige sus ramas al encuentro de la luz.
no en un enérgico y admirablemente pin- Así debieron de brotar, en el seno de la
tado carácter de mujer; la vigilante, la- errante tribu de la edad de piedra, las
dina y sentenciosa Mamagela, musa pro- voluntades que primeramente propendie-
saica del trabajo agrario, Sancho con fal- ron al orden sedentario y al esfuerzo rít-
das, Egeria de sabiduría vulgar, cuya fi- mico y fecundo. Primitivo aspira a tener
gura resalta sobre todas y como que pre- , majada suya y campo propio; y de sus
side a la acción. Mamagela es la pruden- I salarios ahorra para realizar su. sueño.
cia egoísta y el buen sentido alicorto, i Cuida sus primeras ovejas con el primor
íue, puestos en contacto con el vano e i y la ternura de un Melibeo de égloga,
^potente soñar y con la bárbara incu- • Rigores del tiempo diezman su majada,
ba, adquieren sentido superior y tras- , y él se contrae, con dulce perseverancia,
cendental eficacia y se levantan a la ca- I a rehacerla, trabajando más y gastando
tegoría de fuerzas de civilización. Como ! menos. El buen gaucho tiene mujer, y la
en el ingenuo utilitarismo de Sancho, hay quiere. Pero he aquí que a su lado ace-
¿ri
el de esa remota descendiente del in- ¡ cha la barbarie indómita y parásita de
Mortal escudero un fondo de honradez la civilización; la sombría libertad sal-
distintiva y de espontánea sensatez, que vaje, que encarna el hermano holgazán
jdentifica a veces las conclusiones de su y malévolo, el gaucho malo, el avatar in-
lu
ff¡Ude perspicacia con los dictados de digno de la raza de Caín, Jaime quita a
a severa razón y de la resta filosofía de Primitivo la mujer y la dicha, y entonces
! v
^ ida. Por sus labios habla la malicia el laborioso afán del engañado se trueca
'-'stica, más rastreadora de verdad que en sórdido abandono; su apacibilidad en
A se
micultura del vulgo ciudadano. Y tal iracundia, su sobriedad en beodez, su
1028 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
menudo el medio con que reaccionamos resca. Del orden de narraciones que re-
idealmente contra los límites de nuestra quieren como auditorio a la gente pro-
propia y personal naturaleza. pia, pásase al libro novelesco que, mer-
En el desenvolvimiento de nuestra li- ced al consorcio de la verdad local y el
teratura campesina, esta novela repre- interés humano, puede llevar a otras
sentará una ocasión memorable, y por tierras y otras lenguas la revelación ar-
decirlo así, un hito terminal. De la es- tística de la vida original del «terruño».
pontaneidad improvisadora e ingenua, Y esta nueva obra de Reyles, que por
en que aún aparece aspirarse el dejo de su alto valer de pensamiento y de arte
la relación del payador reencarnándose confirmará para él los sufragios del pú-
en forma literaria, pásase aquí a la obra blico escogido, reúne al propio tiempo,
de plena conciencia artística, de compo- más que otras de su autor, las condicio-
sición reflexiva y maestra, de intención nes que atraen el interés del mayor nú-
honda y trascendente. De la simple man- mero, por lo cual puede pronosticarse
cha de color, o de la tabla de género que será entre las suyas la que preferen-
temente goce de popularidad; género de
circunscrita a un rincón de la vida rústi- triunfo que, aun cuando vaya unido a
ca, pásase al vasto cuadro de novela, en otros más altos, tiene su halago anima-
que, concentrando rasgos dispersos en la dor y violento, y sin cuyo concurso pa-
realidad, se tiende a sugerir la figuración recerá que falta un grano de sal en la
intuitiva del carácter del conjunto, de la más pura gloria del artista.
fisonomía peculiar de nuestro campo, co-
mo entidad social y como unidad pinto- Montevideo, marzo de 1916.
A.XXJ.1
tribunicia; en días corno los de Ricardo pontífice lírico, el Cesar de dos genera-
Gutiérrez o de Andrade, su numen se hu- ciones subyugadas por la extraordinaria
biera amenguado en la violenta adapta- simpatía de su imaginación, vincula aún,
ción a tonos que no eran los suyos; o si cabe, mayor prestigio de triunfo y ma-
bien, cediendo a lo espontáneo de su ravilla. Ninguna otra influencia indivi-
instinto o permaneciendo solo, hubiera dual se había propagado en América con
quedado sin correspondencia ni eficacia. tal extensión, tal celeridad y tan avasa-
Vino cuando la necesidad temporal, en llador imperio. Durante veinte años, no
poesía de habla española, era la tenden- ha habido, de uno a otro confín del Con-
cia a la selección, al refinamiento; la re- tinente, poeta que no llevase, más o me-
acción contra la espontaneidad vulgar y nos honda, en el alma, la estampa de
la abundancia viciosa; el predominio de aquella garra innovadora. Su dominio
lo que en la poesía hay de arte sobre lo trascendió más allá, y por vez primera,
que hay en ella de confesión sentimental i en España, el ingenio americano fué aca-
o de energía de propaganda y de comba- ¡ tado y seguido como iniciador. Por él la
te. Apareció cuando era necesario que | ruta de los Conquistadores se tornó del
repercutiese, en lengua de Góngora y i ocaso al naciente. Y esta soberanía irre-
Quevedo, un movimiento de liberación ; sistible es tanto más excepcional y pere-
y aristocracia artística que había tríun-1 grina cuanto que fué alcanzada por la
fado en casi todo idioma culto. Y nunca virtud del arte puro, sin la fuerza mag-
se vio tan preciso acuerdo entre las con- nética de un ideal de humanidad o de
diciones de la obra que había de cum- raza, de esos que convierten el canto del
plirse y la natural disposición del llama- poeta en verbo de una conciencia co-
do a ejecutarla. Jamás hubo poeta ame- , lectiva.
ricano que corno él anticipase los carac- Su nombre, que ya tenía, en vida de
teres propios de un ambiente de cultura él, cierta vibración de nombre ideal y
legendario, resonará en el tiempo con el
multisecular; que tuviera como él el poder evocador de un símbolo de reno-
sentido de lo precioso y exquisito; que vación y poesía, como el del Apolo Hi-
manejara el oro de los ritmos con tal i perbóreo, que el mito clásico representó
sutil primor de artífice, que concibiera y sobre aéreo carro de cisnes, difundiendo
dibujara y colorease la imagen con tal nueva belleza y nueva vida en el seno
delicadeza y tal entendimiento del matiz. de la naturaleza arrancada al letargo del
Grande es el poeta por su obra per- invierno,
sonal; pero el agitador en el campo del
arte y propagador de formas nuevas, el [Nosotros, Buenos Aires, febrero de 1916.]
FIN DE
«CRITICA Y CORTESÍA LITERARIAS»
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11
ESCRITOS POLÍTICOS
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ESCRITOS POLÍTICOS
PROLOGO
T y NA misma doctrina sostiene la ac- '• Rodó con una precisión que vuelve
I I tividad política de Rodó en el Par- \ inoportuna cualquier glosa. Los cuatro
lamento uruguayo y su actividad ! primeros testimonian su adhesión ju-
política en la Prensa; un mismo pen- venil al cuestismo, pero apuntan ya, cía-
Sarniento político que se va formando, i ramente, las exigencias de su elevado
sobre la herencia tradicional del Par- sentido político. Una discrepancia con el
tido Colorado, y va logrando concretar- : cuestismo aparece indicada en el texto
se en una posición personal que Rodó de El Día (1902) sobre El problema pre-
impone en la lucha enconada de las \ sídencial. Rodó resulta vinculado a la
fracciones políticas (según se ha mos- [política rectora de José Batlle y Ordó-
trado en su biografía: Introducción ge- \ñez, a cuya elección presidencial aporta-
neral, I). Lo que varía es la forma de j ría sus mejores esfuerzos de diputado,
exposición de ese ideario. En la Cá- ¡£/ período de su adhesión a Batlle se
niara de Diputados, su palabra tiene ¡ c¿erra con ¡a extensa y magnífica carta
un tono mfc permanentemente magis- i a Ricaráo L Areco (publicada en El
tral y oratorio; en la Prensa, su cola- ; P a í ¡ m ) m tmm a des Hnms
nuZZ"1 °SCía eHt7 !SCUrS° r°~ ¡ ¿ P^ceso de los últimos diez años de
nunciado en hora solemne (v que el pe- i . ; ,,,. . ,., . „
riódico difunde) y la nota irónica 0 ^ a política e institucional y apoya,
mordaz que hasta puede ser firmada ! p o r ultmm vez' la nueva candldatura de
Calibán, como sucede a veces, y así re- \Batlle- A Partvr de esta ¿echa> las dis"
vela el tono con que ha sido escrita. ' H n t a s Piezas lo muestran distanciándose
Estas consideraciones han fomentado la ! d e &> oponiéndose a la Reforma Consti-
e
scisión en dos series de los testimo- \ tucional que propone y combatiendo el
ni
os de su actividad política. En esta ¡Colegiado, con el sarcasmo o la impre-
Pñmera, y bajo el título de Escritos po- | cación. Lo muestran también acompa-
uticos, van los trabajos misceláneos que ¡ fiando a quienes fueron atacados por
instituyen su principal aporte peñó- jBatlle o lo enfrentaron: a José Pedro
«ico. En la siguiente se insertan exclu- \ Ramírez, (1913), a Manuel Dubra
Mantente los Discursos parlamentarios, ¡ (1913), a Antonio Bachini (1915). Los
"° es necesario encarecer la impor- }dos últimos textos de esta serie expía-
a
ncia de los escritos que aquí se re- '¡non la doctrina anticolegialista de Rodó:
uien en volumen por primera vez. Ellos ¡ las raíces con que hunde su pensamien-
''°cumentan la evolución política de j to en la tradición secular del Partido
1036 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
LA JUVENTUD
Y EL PARTIDO COLORADO
La juventud del Partido Colorado no tende, por cierto, ser más ambiciosa ni
se resignaría jamás a cargar sobre su más descontentadiza que las generaciones
conciencia cívica la culpa de permane- anteriores, en la reivindicación de sus de-
cer indiferente, al aproximarse la defi- rechos y en su exigencia de los funda-
nitiva jornada en la lucha de aspira- mentales bienes de la vida democrática.
clones, de sistemas y de ideales de go- j Nuestras aspiraciones no son las de in-
bierno, que, desde hace algún tiempo, j sensatas utopías ni las de idealismos
se desarrolla con creciente animación ] impacientes. Nuestras aspiraciones son
en el escenario político del país. ! las que están en todos los labios y de-
Ella no llegaría a consolarse tampo- ben estar igualmente en todos los cora-
co de haber incurrido en la irresolu- ! zones. Son, en una palabra, las del país,
ción o en la insensatez de vacilar por j que no pide sino el decoro, el orden, la
un momento entre los combatientes de i confianza, que ha necesitado hasta hoy
1
esa lucha. para su prosperidad; que necesita hoy
De un lado, la representación inequí- para su vida. Son las que invocan y han
voca, indudable, del corazón y de los invocado siempre, lo mismo los hombres
sagrados intereses del pueblo. Del otro de buena fe, como inspiración de su pro-
lado, las disciplinadas huestes de una oli- paganda y de sus actos, que los tribu-
garquía que pugna por la imposible per- nos falaces y los desleales mandata-
petuación de su entronizamiento y en la rios, para burlarlas, traicionarlas y es-
que se personifica un régimen que el carnecerlas. Son las que han tenido su
país abomina y rechaza con todas las expresión, lo mismo en el manifiesto
fuerzas de su alma, con todas las ener- nacionalista de 1872, y en el manifiesto
gías del legítimo interés herido y de la constitucional de 1880, y en el manifies-
indignación, con el supremo e irrefre- to colorado del mismo año, sinceros y
nable esfuerzo que la desesperación sabe espontáneos arranques del sentimiento
arrancar de la propia debilidad del can- nacional, que en la proclama de los moti-
sancio. ! ñeros del 75 o en el programa presiden-
Es el porvenir de la República el que cial de 1890, las dos manifestaciones
se juega en la partida, de manera solem- supremas de la ironía y el sarcasmo en
ne. Cierta parte del porvenir está en la literatura política de la República-
nosotros. Nosotros nos adelantaremos Queremos el gobierno efectivo del P a r
para hablar en nombre del porvenir. ' tido Colorado, por el encumbramiento
eJ
La generación que se levanta, no pre- I de sus hombres mejores; queremos
ciencia pública exige de los hombres que durante tantos años para dar visos de le-
la representan. gitimidad y de honor a todos los abusos
Ha llegado el momento solemne de su de la fuerza; para encubrir y decorar to-
vida. Es también un solemne momento das las ambiciones bastardas; para co-
en la vida de la nacionalidad. honestar todos los atentados y todas las
La juventud que ha resistido a la des- ignominias, propicie serenamente la re-
moralizadora impresión de los tiempos construcción del edificio institucional, y
de abatimiento y decadencia del Partido haga destacarse, libre del polvo que aún
Colorado, y se le ha mantenido fiel, ven- la desluce, su tinte vivaz sobre los hori-
cida por la subyugadora fuerza de sus zontes de la patria, nos sentiremos alti-
tradiciones, espera que la solución del vos, los que nunca dudamos de la posi-
problema que hoy mantiene al pueblo en bilidad de su regeneración, por haberle
angustias—abriendo una era nueva en la permanecido fieles en la hora de la deca-
historia de nuestra vida política—justifi- dencia y del infortunio.
cará ampliamente esa fidelidad.
Cuando la histórica bandera explotada
vA [El Orden, 10 de febrero de 1898.]
II
agrupaciones políticas cuya cohe- consistente y efímera una vez que ha des-
sión no responde a la fuerza impersonal cendido a ocupar su puesto en la llanura,
de una idea, a una aspiración distinta El interés es voraz, es impaciente; los
de las aspiraciones groseramente utilita- sentimientos desinteresados se concillan
rias que convierten en objeto de medro mucho mejor con la resignación, con la
y lucrativo modo de vida la dirección espera, con la conformidad. El corazón
de los intereses públicos: las oligarquías puede vivir de recuerdos y esperanzas;
y ios personalismos, no pueden tener ja- el estómago no se satisface con esperan-
más, en la derrota y el infortunio, aque- zas ni con recuerdos. Los que tienen ubi-
lla solidez colectiva, aquella energía re- cado su criterio político en el estómago
sistente que es Eruto de las influencias no serán capaces nunca de despreocupar-
tonificantes de la convicción y de la fide- se de la derrota del presente y marchar
lidad a una idea desinteresada. tranquilos y confiados al porvenir.
Ninguna agrupación más unida y ar- Los jefes de los partidos personales
mónica que ellas en los días del triunfo son, entre los hombres, los que más
y de la prosperidad, porque satisfechas hondo han sentido los golpes de la ingra-
las ambiciones personales de cada uno, titud. Esto se explica. Las ambiciones ha-
"ena la copa del festín, no hay lugar a lagadas levantaron sobre los hombros el
conflictos ni disidencias. Todo lo demás pedestal de su encumbramiento; esas
c
s objeto de un desdén olímpico para los mismas ambiciones lo dejan caer cuando
asociados, que abandonan generosamente sus fuerzas no han sido convenientemen-
ta marcha y los destinos del país a la te reparadas por una cena bien servida.
noluntad caprichosa del que los dirige En nuestra historia no escasean, por cier-
y ios halaga. to, los ejemplos.
Pero ninguna otra agrupación más in- Don Julio Herrera y Obes experimen-
1040 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tara bien pronto (acaso lo estará expe- nuestra escena política eclipsarán todos
rimentando ahora mismo), el duro peso los olvidos e ingratitudes del teatro y la
de esa ley. No quiso ser el centro de novela!
atracción de las voluntades animadas por La vieja fórmula de la lealtad monár-
el deseo del bien, y de los sanos corazo- quica: ¡El Rey ha muerto; Viva el Rey!
nes, cuando todo se le presentaba fácil puede también pasar como la fórmula
para restablecer de una vez para siempre adecuada de la consecuencia peculiar a
el imperio de las instituciones libres y los parásitos de la política en todas par-
levantar bien alto la bandera del Partido tes del mundo. Ellos son consecuentes en
Colorado; y prefirió ser el núcleo a cuyo adhesión incondicional a la autoridad, al
alrededor se congregaran los intereses poder, a la capacidad de dar prebendas y
bastardos y las mismas ambiciones, nece- honores; nunca en su adhesión a las per-
sitadas de un cacique que diese unidad sonas por sí mismas, por su significación
y fuerza a la tribu. Aquellos que le hu- moral, por las ideas y principios que re-
biesen rodeado si hubiera sido leal a presentan.
sus promesas, le acompañarían todavía El colectivismo murió como partido
hoy, en la derrota o en el triunfo, por- desde el momento en que perdió sus po-
que el prestigio que radica en el bien siciones en las alturas. El tiempo será
realizado, nunca se desvanece entre los rápido en la obra fácil de disolverlo y
amigos del bien. Los que le rodearon distribuir los elementos que lo formaron.
y halagaron porque fué infiel a su tradi- Al lado del doctor Herrera quedará
ción política e hizo burla de las aspira- siempre—reconozcámoslo en homenaje a
ciones legítimas del pueblo, le abandona- su justicia—un grupo de amigos sinceros,
rán bien pronto, le habrán abandonado entre los que hay hombres de lealtad y
ya en lo íntimo de sus conciencias, y de corazón. Pero para mantener unido
esperarán que llegue la primera oportu- y fuerte a un partido en la derrota, no
nidad favorable para contribuir de he- hay eficacia bastante en la personalidad
cho a su desgracia y a su anulación. política del doctor Herrera, El único
¡Ah, cuando se escriba la leyenda de medio de recuperar partidarios sería pa-
la ingratitud de los discípulos del doctor ra él la vuelta al poder; ¡y es para volver
Herrera! ¡Entonces El rey Lear, de al poder que se necesitan verdaderamen-
Shakespeare, y el Papá Goriot, de Bal» te partidarios!
zac, parecerán sólo pálidos cuadros de VlNCY.
la maldad de los hijos ingratos, porque
las criaturas de ese padre fecundo de [El Orden, 19 de febrero de 1898.]
III
Tiene derecho a ser oída con respeto tica, a afirmar y consolidar el triunfo de
la palabra honrada del doctor Sienra Ca- la causa del pueblo.
rranza. Su personalidad reúne todos los Una de las vacantes producidas en el
merecimientos que la virtud cívica y el | Consejo de Estado por la renuncia de al-
talento probado pueden dar a los ciuda- j gunos de los ciudadanos designados para
danos de un pueblo organizado y libre. ! formar parte de él, sería honrosamente
Sus condiciones excepcionales de publi- I provista con el nombramiento del doctor
cista, puestas siempre al servicio de la j Sienra Carranza.
causa del bien, contribuyeron en primer j Apuntamos la idea, que no dudamos
lérmino, en épocas difíciles, a mantener j será del todo simpática a la opinión y
viva la protesta contra gobiernos opro- 'merecerá ser unánimemente prestigiada
biosos y a acusar a los criminales del por nuestros colegas de la prensa.
poder ante el tribunal de la conciencia j En cuanto a los juicios y fundamentos
pública. La austeridad de su carácter, lle- , en que apoya tan distinguido compatrio-
vada hasta el extremo de abstenciones i ta su completa adhesión al Gobierno pro-
que no siempre pueden considerarse jus- visional, creemos que son de una solidez
tificadas, y el brillo de su poderosa inte- I indiscutible, y que demuestran la más
ligencia, le destinan a una alta figuración ; ciara visión de las exigencias del momen-
política en el porvenir y hacen destacarse to histórico en que se produjo el nuevo
su personalidad entre las que tienen un orden de cosas y un concepto exactísimo
puesto señalado en la época de la rege- del significado y trascendencia de los
neración que acaba de inaugurarse hon- últimos acontecimientos.
rosamente en la historia de la República. Corno el doctor Sienra Carranza, nos-
La juventud del Partido Colorado cree otros vemos toda una revolución en los
hechos que dieron por resultado la diso-
aspirarse en uno de los tradicionales sen- lución de la Asamblea, y creemos que es
timientos de su gloriosa colectividad, póli- ésa la palabra que traduce de manera
za, que nunca se señaló por la exclusión más fiel la realidad de un movimiento
111
la intolerancia, al prestigiar y enalte- político impulsado, como éste, por la vo-
cí* las personalidades que, fuera del Par- luntad popular y acatado por el Ejército,
u
^o, son honra de la patria y pueden ser que no llevó de manera alguna la inicia-
amentos de primer orden en la obra, tiva. El término de revolución, si por lo
''!Ue a todos interesa, de su reconstruc- j que toca a la forma material de los he-
C|
ón moral jy su felicidad. i chos puede parecer a algunos inadecua-
La juventud del Partido Colorado nun- j do, no es sino eminentemente propio y
;^ tendrá anacrónicas prevenciones de j expresivo aplicado al significado esencial
judería para repudiar a los ciudadanos '•de los acontecimientos que han venido
c valer que no figuran en las mismas ; a trastornar radicalmente un orden de
!la
s que ella, porque reserva sus preven- <cosas y sustituirlo por otro enteramente
,0
nes y sus odios para los enemigos ! contrario.
0 a
' s instituciones, para los malos ciu- ¡ Tiene igualmente razón el doctor Sien-
"adanos. ra cuando afirma que el único reproche
0r
eso, ella ha recibido con júbilo que podría hacerse a los ejecutores de la
^'; valiosa palabra de adhesión del doctor ' voluntad popular estriba en la demora
i ^ a Carranza al régimen inaugurado con que se ha llevado a cabo una idea
W de febrero, y por eso confía en i que los sucesos presentaban, desde el pri-
. can expectable compatriota contri-i mer momento, como única capaz de sa-
,( °: oien pronto, con su intervención, tisfacer las aspiraciones del país. Pero
1Va
en la obra de reparación poli- ' este reproche, que ha estado en el espí-
1042 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ritu de todos, y que sería indisputable- jsamos que esta urgencia de volver a la
mente justo si entre la teoría y la prác- vida constitucional está limitada por
tica de los procedimientos políticos no ¡consideraciones que no deben desaten-
mediasen a menudo largas y difíciles tra- derse y que se relacionan con la estabili-
vesías, se desvanece ante la considera- dad y la consolidación de la política nue-
ción de posibilidad; ante la magnitud de va, a la vez que con la necesidad de unas
las dificultades y las responsabilidades elecciones convenientemente preparadas
con que el anhelo del pueblo debió lu- por todos los medios de la propaganda
char en el ánimo de los que habrían de y la organización de los partidos. Un in-
ejecutarlo. Además, era imperiosamente terinato dictatorial en que la suma del
preciso desvirtuar toda acusación male- poder público se concentre en manos de
volente de miras personales y planes am- un solo hombre implica un riesgo tan
biciosos; era necesario llegar a la eviden- formidable y una alteración tan profunda
cia en la demostración de que si se sacri- en la vida de los pueblos organizados li-
ficaba una Asamblea obcecada a la su- bremente, que sólo puede tolerarse su
prema necesidad de devolver al pueblo duración en los momentos álgidos del
su confianza, su decoro y su tranquili- peligro. Un interinato cuya organización
dad, no era sino después de haber ago- ofrezca casi todas las garantías de un
tado todos los medios de convencer a esa gobierno regularmente constituido, es
Asamblea y obtener, con su sometimien- siempre una anormalidad que conviene
to, aue no se interrumpiese el aparente abreviar, pero que no encierra, ni con
orden regular de las instituciones. mucho, los inconvenientes de hecho y de
Nosotros creemos firmemente que la decoro de las dominaciones unipersona-
solución radical dada a la crisis política les. De cualquier manera, creemos que
de los seis últimos meses ha resulta- acierta el ilustrado autor de la carta que
do mucho más ventajosa y mucho más comentamos, cuando sostiene que la
cuestión puramente accidental, de las fe-
decorosa para la República que la situa- chas fijadas constitucionalmente para la
ción que se hubiera creado con la elec- renovación de los poderes públicos, no
ción presidencial del señor Cuestas por puede ser obstáculo que demore la res-
la Asamblea colectivista. Pero no desco- titución del país al régimen de las insti-
nocemos que, apreciadas las dos solucio- tuciones.
nes antes de producirse ninguna, la solu-
ción radical podía atemorizar a los es- La carta del doctor Sienra Carranza
píritus reflexivos y sobre todo a los que no sólo por el valor de la adhesión peí''
tendrían que cargar sobre su conciencia | sonal expresada en ella, sino también
la responsabilidad de los hechos, con la por su mérito propio, debe ser atenta-
visión de peligros que nadie reputaba en- mente leída (1).
teramente faltos de razón.
Y para que ninguna disidencia nos se- [El Orden, 19 de febrero de 1898.]
pare del modo de pensar del doctor (1) [En otra carta publicada en el misi"L
Sienra Carranza, también convenimos Orden al día siguiente (20 de febrero) el doctc-
con él en que el ideal del momento con- Sienra Carranza declina la candidatura y rei^'
siste en una pronta restauración del ré- ra su posición independiente. La carta está f¡-'
gimen de las instituciones, si bien pen- rígida a José Enrique Rodó.]
IV
LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN
violado no puede ser responsable de los , leza, cuyo efecto inmediato ha sido pre-
infortunios a que han llevado al país las jcisamente impedir que las leyes se cum-
pasiones y los intereses que han burlado \ plan y sean algo más que vanas palabras
sus venerandas prescripciones, y que no escritas sobre un papel liviano?
hay Ja posibilidad de un ciudadano bien No busquemos ilusos la reparación de
inspirado y de mediano criterio que no nuestros males en la reforma constitu-
considere como cosa ideal la situación cional, obra útil, y que llegará a ser ne-
que produciría un cumplimiento algo me- cesaria, pero que está lejos de ser ur-
nos que estricto de la constitución de gente; ni compliquemos las dificultades
1830. Pero además, ¿quién podrá sostener y los problemas que requieren una solu-
razonablemente que el mal originario de ción inmediata con otros cuya solución
todos nuestros males, la causa eficiente precipitada e inoportuna entrañaría una
de nuestras vergüenzas y nuestros infor- inmensa responsabilidad.
tunios, radique en la mala calidad de
nuestra ley fundamental, y no en moti- VINCY.
vos y circunstancias de muy otra natura- ¡ [El Orden, 25 de febrero de 1898.]
VI
A LA JUVENTUD COLORADA W
•''Me la disciplina, las agitaciones y las í que en los días de peligros patrióticos
~°nQuistas de nuestros adversarios tradí- j flameó en los muros troyanos de la Gue-
cíonales, que aprovechan las disidencias ¡ rra Grande, la que en los momentos trá-
Qüe profundamente hieren al organismo j
•'goroso de nuestro Partido, la juventud (1) [ E n u n a h o j a suelía _ c o n el siguiente
dorada debe levantar como símbolo de p i e de imprenta: «Imp. «El Fénix»—18 de ju-
1|
'°n, fuerza y victoria, la bandera roja ' lio, 32».]
1046 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
VII
[DISCURSO P O R LA UNIFICACIÓN
DEL PARTIDO COLORADO]
grama y nuestra fuerza, evoquemos du- los extremos de la generosidad y del he-
rante la lucha la gloria de nuestras tra- roísmo eran como una función de su
diciones y recordémoslas a cada instan- naturaleza; en César Díaz, cuya expecta-
te de todas las formas eficaces de la bilidad militar tiene por fundamento el
propaganda, pero, entendedlo: no en son más glorioso de los campos de batalla
de odio ni de bravios apasionamientos, de la libertad americana; en Garibaldi y
porque no caben lo odios infecundos en Thiebaud; en Marcelino Sosa, nombre
del pasado en almas jóvenes, sino por de la abnegación estoica y sencilla, o en
lo que ellas tienen de inspiraciones ge- aquel bravo y leal León de Palleja, cuya
nerosas y significan una obligación sa- caída en la heroica borrasca del Boque-
grada para el porvenir. rón es el símbolo trágico de la gloria de
Evoquemos la gloria de nuestras tra- tres mil orientales sacrificados a la de-
diciones; y para mantener vibrantes so- rrota de la última de las tiranías legen-
bre todos nosotros su inspiración y su darias de América, desde los campos de
prestigio, no debemos contentarnos con Yatay hasta los arenales del Ibicuí.
recordar a nuestros grandes caudillos Los buscaremos en las manifestacio-
populares, los que rememoramos y glo- nes de la mente gubernativa y del pen-
rificamos siempre, los que se levantan i Sarniento propagador, en los Consejos
sobre el horizonte del pasado a la ma- ; de Gobierno, en la prensa, en la tri-
nera de altivas sombras legendarias, buna; y los encontraremos en Santiago
personificadoras de la voluntad y el co- Vázquez, el constituyente de 1830, el es-
razón de las muchedumbres, y que el tadista de 1843; en Lucas Obes, cuyas
criterio de la historia, emancipado de j iniciativas civilizadoras iluminaron nues-
las limitaciones insensatas de un día, tro primer período constitucional con
i'econeerá grandes y necesarios aquí, co- un reflejo del espíritu de Rivadavia; en
mo sus similares en las primeras expan- Juan Carlos Gómez, que hizo vibrar a
siones de la democracia de América; uno y otro lado de los Andes el verbo
porque ellos esculpieron la patria con de la libertad, con la perseverancia de
la pujanza de su brazo, y encaminaron Mazziní, con la gallardía de Cairel; en
los movimientos vacilantes e inseguros Florencio Várela, levantado por la elo-
del pueblo en el aprendizaje de la liber- | cuencia de su palabra acusadora hasta
tad, y habiendo sido pródigos de su va- i el merecimiento del martirio.
lor temerario en la batalla, fueron cle- Los buscaremos más alto: en los mo-
mentes y generosos en el triunfo. I délos de la virtud republicana, de la
Ho nos contentaremos con recordar i cívica abnegación; y los encontraremos
a
- nuestros grandes caudillos populares, | en estos dos nombres, que señalan en
lazos de providencial mediación, por su i nuestra democracia las manifestaciones
navidad y sus tendencias, entre las es- I más puras del ejemplo: don Joaquín
pontaneidades de la fibra nativa y las I Suárez, numen de nuestra Defensa in-
tormas regulares de la civilización. i mortal, cuya pureza cívica resplandece
Llena está nuestra historia de nombres [ en la deslumbradora blancura de las
c
iue pueden ser ejemplo y símbolo im- nieves eternas en lo alto de aquella mon-
perecedero para todas las eventualida- taña del heroísmo, y don Tomás Go-
cle
s del futuro. Los buscaremos en los mensoro, que, ejerciendo una verdade-
anales heroicos de la guerra, y los en- ra soberanía moral en su ancianidad
contraremos en aquella personificación augusta, personificó tantas veces la con-
^1 soldado-ciudadano, que se llamó cordia del pueblo en días de abatimien-
francisco Tajes, alma verdaderamente I to. Y si nos fuera necesario resumir
Mn mieclo y sin reproche», para quien en un solo nombre las glorias de los
1050 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
otros; sí se nos exigiera que levantáse- f que las fronteras que separan a uno de
mos en alto, como un símbolo perdu- | otro pueblo no son más que humanas
rable, una memoria que pudiera, his- I ficciones y que todo sentimiento exclu-
tóricamente, identificarse con nuestra I sivo de nacionalidad se eclipsa y des-
bandera, entonces recordaríamos al más ¡ aparece en presencia de un principio
grande y fulgurante de todos, al que, I más alto: el de la solidaridad y la con-
como un sello de fuego, llevó estampado | fraternidad de todos los homares dig-
nuestro espíritu colectivo en su persona- ; nos de ser libres.
lidad titánica, aquel que fué pensamien- Señores:
to y voluntad, y corazón, y que fué todo ! Hubo un momento solemne en la his-
eso en grado heroico y sublime, recor- I toria de los pueblos del Río de la
daríamos a Melchor Pacheco, que fa- Plata, en el que dos banderas antagó-
vorecido, como ciertos hombres de gue- ¡ nicas, dos fundamentales tendencias de
rra del Renacimiento, con todos los | principios de acción entrelazados con
dones de la superioridad humana, no ! fuerza contrapuesta e igual a las raíces
necesita más que el engrandecimiento
del escenario en que se irguió su talla ' mismas de nuestras democracias, en-
portentosa para levantarse a la altura j traron a librar su batalla definitiva para
de La Fayette, de Miranda y de Kos- ! resolver el porvenir de estos pueblos en
ciusko, entre los glorificadores de la li- j el sentido señalado por la dirección de
bertad universal. I las banderas del triunfo.
j Era la lucha entre el principio de ci-
Fortalecidos por la evocación de esas j vilización, de libertad, de organización
memorias, por la virtud de esos ejem- i republicana, que significaba el corona-
plos, iremos a la lucha. Y para obtener, I miento lógico y fecundo de la obra de
señores, la suma verdadera de las fuer-
zas con que concurriremos a ella, es j independencia y la incorporación de es-
necesario que agreguemos, a la cantidad, , tas sociedades recién nacidas al con-
representada por el total de nuestros i cierto de la cultura universal y la fuerza
elementos activos, la inmesa fuerza mo- i de reacción y de muerte que, desatada
ral que representan las simpatías y la j desde la Cordillera hasta el Atlántico,
adhesión de ese elemento extranjero, • en los ejércitos de formidable tiranía,
vinculado al suelo de la patria, al am- 1 entrañaba, con la posibilidad de su vic-
paro de la libertad y por los lazos fe- ! toria, la amenaza del fracaso y el des-
cundos del trabajo: de ese elemento : honor para la gigantesca iniciativa de
extranjero, que nos acompaña, que nos ; i8io.
pertenece, que es nuestro, decididamen- I Tocó al Partido Colorado, a sus tribu-
te, en su inmensa mayoría: que es | nos y sus héroes, resolver la titánica
nuestro porque nos ha acompañado más ¡ contienda a favor de los principios del
de una vez a defender los penates de I gobierno libre, salvando definitivamente
la civilización común; que es nuestro para el porvenir los elementos esencia-
porque no puede olvidar que nosotros he- les de la civilización americana: hecho
mos formado en nuestra escuela de sa- fundamental, en cuya virtud puede afa-
crificios héroes universales y hemos sa- marse que existen en nuestro país par'
lido de la Patria cuando ha sido nece- tidos y ciudadanos de principios que
sario colaborar fuera de ella en una desconocen o repudian esa tradición °
iniciativa libertadora; que es nuestro, fi- j apartan la mirada del pasado para n°
nalmente, porque sabe que nosotros he- I verla, en los momentos en que lucha*1
mos inscrito en nuestro programa, san- • realmente, como lo han hecho, por lfl
cionando esos dictados de la tradición, :
libertad y las instituciones, son en i'ea'
VIII
EL CLUB LIBERTAD
AL PARTIDO COLORADO Y AL PUEBLO NACIONAL Y EXTRANJERO ( 1 )
en el corazón del noble pueblo que re- yenda garibaldina y en las abnegacio-
cobró por él su entidad nacional y su nes espartanas de Caprera; que hubo
grandeza, la memoria del más univer- plomo de la Defensa de Montevideo en
sal y prestigioso de sus héroes popula- los fuegos de los mil de Marsala, en la
res: de aquel cuya figura legendaria campaña homérica de las Sicilias, en
cruza la historia del siglo último como Volturno, en Apromonte, en Mentana,
personificación militante de la libertad, en todo lo que hizo posible el episodio
como la sombra tutelar de todas las que consagró definitivamente la reali-
generosas empresas; y siempre que tan , dad de la utopía secular con la reivin-
alta figura sea, con cualquier motivo, dicación de Roma intangible para la
evocada, será imposible al partido de la Italia una.
Defensa de Montevideo dejar de recor- Se renovará en la conciencia popular,
dar que ella es la del que, al amparo por la influencia de actos cívicos como
de la bandera nacional, compartió con , el que iniciamos, la impresión de esos
los hombres de ese partido abnegacio- hechos que nos enaltecen. Se estrecha-
nes y heroísmos; que ella es la del que, rán, al mismo tiempo, en virtud de ma-
hablando de este compañerismo con or- nifestaciones de esta índole, los víncu-
gullo, llamaba al Montevideo de la De- los de afecto, de confraternidad, de iden-
fensa la ciudad de los milagros, asom- tificación que nos unieron siempre a esa
bro y admiración del mundo: la del | población extranjera radicada en el sue-
que afirmaba que su resistencia heroica lo nacional, que ella honra y fecunda con
servirá de norte en las generaciones ve- el sudor bendito del trabajo, y a la que
nideras a todos los pueblos que no quie- nunca hemos considerado como huésped
ran rendirse a la voluntad de los pode- ' que se acoge por una hora a la sombra
rosos, y la del que, dirigiéndose a la ! del hogar extraño, a favor de una fría
voluntad de su patria, en días de incer- benevolencia, sino como hermana nues-
tídumbre, cuando aún faltaba terminar tra, partícipe de todos nuestros derechos,
la obra emancipadora, instábala a ins- colaboradora en todas nuestras glorias,
pirarse en la enseñanza y el ejemplo solidaria de nuestra obra de edificación
del pueblo oriental, en su valor subli- nacional, responsable como nosotros de!
me, para saber al precio de qué sa- porvenir y los destinos de la patria, que
crificios sobrehumanos se conquistan los ella contribuye a formar, con la sangre
bienes de la libertad. de sus venas, y a caracterizar, con las
Partiendo de esta indeleble impresión, tendencias de su espíritu.
en todo tiempo confesada, que la gran- Aparte de los indestructibles sentimien-
deza guerrera y moral de la Defensa tos de orgullo partidario y de grafio
dejó, como un sello de fuego, en el es- patriótica que en este caso nos inspiran
píritu del Héroe, y teniendo en cuenta evocando en nuestra memoria la fig'-ira
además la inmensa parte que a su pres- del protagonista militar en la epopeya
tigio personalísimo hay que atribuir en que tuvo su desenlace el 20 de setiembre-
los sucesos preparatorios de la unidad pensamos que esa otra considerados»
y la libertad italianas, no se forzaría se- de confraternidad internacional bastara
guramente el alcance de las relaciones siempre para justificar la intervención, >
históricas si se afirmara que hubo in- ; aun la iniciativa, del Partido
fluencias de la Defensa de Montevideo Colorado-
en el movimiento liberal de 1848 que en cualquier acto de rememoración hi st0 '
hizo levantarse a Italia de su tumba; rica que, con trascendencias universal^
que hubo recuerdos de la Defensa de por el significado de los hechos que s^
Montevideo en. cada página de la le- glorifiquen, provoque en una colectiviza
de extranjeros vinculados al suelo üe
IX
EL PROBLEMA PRESIDENCIAL
por una fracción dei Partido Colorado ía revolución de febrero, no hubo, des-
contra otra fracción del mismo partido, pués del triunfo, quienes tuviesen la in-
a mérito de diferencias radicales en tuición de que una de las más elementa-
cuanto a régimen de gobierno y a la les conveniencias de la situación creada,
manera como debían resolverse tras- y uno de los intereses más altos del
cendentales cuestiones de actualidad, de partido, estaban en propender a ensan-
que dependía la suerte del país. Triun- char las bases morales de esa situación
fante la revolución, no puede decirse que mediante una política conciliadora que
se produjeran, como consecuencia, el desvaneciese el recuerdo ofensivo de su
fraccionamiento y la discordia de aque- origen y se atrajera la mayor suma de
lla colectividad, porque ya estaba dividi- elementos.
da y discorde; pero sí es indudable que, Se comprendía por la mayor parte
cumpliéndose un resultado fatal de todo que la inflexibilidad en cuanto al man-
movimiento violento, las disidencias se tenimiento del programa de la revolu-
enconaron, se hizo más honda la separa- ción, de sus iniciativas reparadoras, de
ción, y de la suma de ios rencores des- sus reacciones benéficas, de su severi-
piertos y los intereses heridos se formó dad honrada, podía y debía concillarse,
en el seno dei Partido Colorado una fuer- en lo político, con la sabía tolerancia
za poderosa de odio y de resistencia al que nacería de la aplicación de un voto
régimen que se iniciaba. Esta fuerza ten- generoso de olvido, tendiente a concen-
dió, desde el primer momento, al des- trar, en lo posible, al Partido Colorado,
quite, a la contrarrevolución. Por su par- alrededor de la nueva situación.
te, la política del gobernante encumbra- Esta necesidad apareció aún más clara
do por el golpe de Estado tendió a la y patente cuando la perspectiva de la
represión, a la inflexibilidad. La discor- lucha electoral, planteada con el partido
dia, que lejos de atenuarse fué engrosan- adverso, organizado y firme, sin que exis-
do día a día con el tributo de nuevos y tiera aún la seguridad del acuerdo que
más hondos agravios, hubo de desembo- sobrevino, hacía de la conciliación y la
car en sangre el 4 de julio, Y conjurada concentración coloradas una bandera que
aquella tentativa reaccionaria, no por eso sólo podía repudiarse, en el partido, por
se modificó la posición recíproca de am- insensatez o por el anhelo interesado de
bas fracciones. Hasta hoy, no sólo la un desastre.
situación surgida del movimiento de fe- No entra en mi tema recordar las vi-
brero no ha logrado incorporarse el cisitudes por que pasó, al querérsela lle-
concurso de los elementos que la com- var a la práctica, esa idea; ni discernir
batieron en su origen, sino que una bue- responsabilidades oscuras, en la pérdida
na parte de estos elementos persisten de los esfuerzos, que alguna vez, pare-
en sus aspiraciones restauradoras, en cieron llevarla, definitivamente, adelante.
su actitud de guerra; otra parte guar- Sólo es oportuno aquí señalar el fracaso
da distancias en la abstención, y son tam- de las tendencias de unificación, como un
bién oposicionistas, abstinentes o activos,
no pocos de los mismos factores que hecho actual que tiene aplicación a mi
contribuyeron a traer el nuevo régimen. objeto.
La situación interna del Partido Colo- La enseñanza que fluye del fracaso de
rado es, pues, fundamentalmente la mis- tan generosas tentativas es que, sin la
^a que en febrero de 1898. No se ha ayuda de una acción simultánea y con-
ganado un ápice de cordialidad. corde de parte del poder—sin la reper-
Sería injusto concluir de ahí, sin ero- cusión, en lo alto, de las tendencias de
bargo, que, dentro de los elementos de esa política unifícadora—no es posible
1056 JOSÉ ENRIQUE RODO,-—OBRAS COMPLETAS
obtener la conciliación de un partido que del bien, por rencorosa pertinacia; y es-
gobierna. casa talla de estadista demostraría en
La conciliación colorada se hará o no, 1903 el hombre que, elevado al gobierno,
en el próximo período presidencial, se- no supiera aprovechar la oportunidad
gún el espíritu que anime, respecto a que le ofrecería el simple hecho de inau-
ese desiderátum de nuestra colectividad, gurarse una nueva situación, para disipar
al nuevo presidente de la República, y rencores caducos y afirmar su posición
según las facultades que le den sus ante- de gobernante con la adquisición de un
cedentes, su prestigio y la manera como gran refuerzo moral.
haya sido elevado al gobierno, para con- No se trata, en efecto, de una simple
gregar al partido en torno suyo. Apun- consideración de justicia. Se trata de las
temos este primer rasgo para nuestra es- exigencias más elementales de la seguri-
quisse del «perfecto candidato»: El Par- dad del gobierno que ha de venir.
tido Colorado debe levantar al poder un Ciego será quien no vea que la pers-
Presidente capaz de realizar su conci- pectiva de una prolongación de la esci-
liación. sión actual, y de las actuales tiranteces
¿Qué significa la conciliación colorada? y discordias, por cuatro años de gobier-
¿Una reacción? ¿Algo que se parezca no, equivaldría a la inminencia de una
a la reviviscencia, en espíritu, del régi- situación revolucionaria; empujaría des-
men debelado por el movimiento de fe- esperadamente a la violencia a los ele-
brero? Nadie puede pretender semejante mentos que verían dilatarse indefinida-
cosa. En sus lineamientos generales, la mente su proscripción moral, y origina-
nueva situación guardará necesariamente ría en el país una desastrosa zozobra,
el sello de su origen, determinado por la capaz de esterilizar los más sanos propó-
actual composición de las Cámaras; y sitos administrativos.
sería absurdo pensar que, consciente- Y todavía puede invocarse una razón
mente, pudiese volverse un paso atrás so- superior a la seguridad egoísta de la si-
bre las conquistas a pesar de todo reali- tuación que sobrevenga. Es la seguridad
zadas, o perder rumbos en prácticas de del Partido Colorado; la posibilidad de
administración que el país se ha acos- su permanencia en el poder.
tumbrado ya a considerar seguras y de- Si los partidos han considerado sacri-
finitivas. ficio patriótico postergar, por medio de
Pero no sólo esa perseverancia en cier- dos acuerdos electorales, el ejercicio de
tas conquistas de administración y otras su verdadera función cívica, no es lícito
tendencias es perfectamente compatible pensar que esa solución, transitoria por
con un amplio movimiento de concilia- naturaleza, haya de convertirse en cos-
ción, sino que, dentro de los numerosos tumbre definitiva y subversiva.
elementos del Partido Colorado hoy más ! Existe la posibilidad—¡por lo menos!—
o menos hostiles a la política dominante, j de que las elecciones de 1904 sean elec-
sería fácil hallar colaboradores sinceros ciones de lucha. Se habrá planteado en-
y útilísimos para continuar toda iniciati- tonces, para el Partido Colorado, la cues-
va reparadora y propender a otras mu- tión que resolverá de sus destinos, y e '
chas de parecido alcance moral. duelo histórico de las dos grandes agni'
Hay inteligencias, hay corazones, hay paciones nacionales llegará a su episodio
voluntades entre los que guardan aún, más trascendental. Ante esa perspectiva
por convicción o por decoro, su vincu- imponente, ¡sólo una inconcebible ofusca-
lación con el régimen caído, que sería ción puede exponernos al peligro de q^e
execrable injusticia mantener durante el ciudadano que gobierne en tales cii-1
más tiempo esterilizados para la obra cunstancias el país sea un espíritu ind '
[CARTA-PROLOGO A
«EL PROBLEMA PRESIDENCIAL DE 1907 Y EL MANIFIESTO
NACIONALISTA»
XI
vosotros, estudiantes, los mágicos pres- al mundo que los sentimientos de des-
tigios de la juventud, que, vibrante de interés y generosidad son extensibles,
inteligencia y de entusiasmo, recoge en en la práctica, a las relaciones interna-
torno suyo las esperanzas de un pre- cionales; y con espontaneidad absolu-
sente ya glorioso para trocarlas en las ta, sin que medie petición que le mueva
realidades triunfales de aún más glorio- ni compensación que le halague, anun-
so porvenir. cia solemnemente su propósito de de-
Pero la ocasión y el objeto de vuestra volver a un pueblo hermano lo que por
visita magnifican de tal modo su signifi- naturaleza era de éste, pero lo que con-
cado, que la levantan a la categoría de venciones de validez inexpugnable man-
un suceso histórico. La opinión os aco- tenían en manos de su poseedor.
ge como los heraldos de la cercana reali- Y para confirmar que esta iniciativa
zación de una fausta promesa que, cum- gloriosa no es la obra fría y astuta del
plida, no sólo estrechará los lazos frater- cálculo político, ni es tampoco la inspi-
nales de nuestras dos naciones, sino que ración generosa, pero aislada, de un hom-
será en el tiempo una gloria americana, bre superior que se adelante a los senti-
y subirá más alto todavía, porque mar- mientos de su pueblo, ecos vibrantes de
cará una fecha indeleble en los anales simpatía y entusiasmo la acogen, apenas
del derecho universal. enunciada, en la opinión de vuestro país,
Ningún símbolo más apropiado para que se reúne para ello en coro unánime
dar forma plástica a ocasión tan solem- y superior a toda diferencia de partidos;
ne que la efigie escultórica de que ha- como unánime y superior a toda diferen-
béis sido portadores y que reproduce cia de partidos es el arranque de afecto
en la perennidad del bronce la cabeza j y gratitud con que el pueblo oriental co-
privilegiada en cuyos amplios senos ger- rresponde a vuestra nobleza y os rati-
minó y llegó a su madurez la grande fica para siempre su tradicional amistad.
idea que en breve veremos trocarse en Cuando los años pasen, y la posteridad
realidad. tome la perspectiva de tiempo necesaria
Era hasta hoy creencia corriente—y la para justipreciar la grandeza de los acon-
experiencia de la historia parecía, dolo- tecimientos históricos, acaso la política
rosamente, confirmarlo—, que en las re- internacional inaugurada por este rasgo
laciones de los pueblos entre sí la civili- extraordinario aparezca, en la historia
zación sólo había logrado disfrazar con de vuestra gloriosa nacionalidad, como
máscaras falaces el imperio brutal y uno de los cuatro grandes hechos capi-
odioso de la fuerza, y que ninguna de tales que hayan contribuido a modelar-
jas naciones superiores que amparan la la y a orientar su magnífico desenvol-
insuficiencia de poder material con los vimiento, caracterizado, más que por vio-
escudos intangibles de la justicia y el lentas transiciones revolucionarias, por
derecho, valían internacionalmente como el ritmo de una firme y segura evolu-
emites del egoísmo implacable que, con- ción: el primero, el grito de Ipíranga,
denado por la ley moral en la persona- que extendió sobre el vasto dominio co-
lidad del individuo, parecía trocarse en lonial la plataforma de un poderoso y
|egítima norma de conducta, y aun en opulento Imperio; el segundo, la aboli-
|deal glorioso, tratándose de la persona- ción de la esclavitud, que extinguió la
«dad colectiva de las naciones. sola nota inarmónica de vuestra civili-
Pero he aquí que en América, en el zación humanitaria; el tercero, la pro-
esc
enario del porvenir, un pueblo gran» clamación del régimen republicano, que
cíe
Por su territorio, por su poder y por señala el momento de vuestra madurez
SUs
destinos, quiere un día demostrar para el pleno ejercicio de las institu
1064 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
dones ubres; y el cuarto, la consagra- [ diríase que esos eternos luminares del
ción de un criterio internacional funda- j mundo moral que se llaman verdad,
do en el principio del reconocimiento j justicia, derecho, sentimientos de patria
leal del derecho ajeno, por sobre las y de humanidad, resplandecen en la
tradiciones y costumbres diplomáticas, profundidad de vuestras conciencias con
como prenda única de paz y armonía aquella misma claridad casi solar y
entre las naciones. aquella misma igualdad, sin escintila-
Recuerdo de los viajes de Humboldt ciones con que las luces del firmamento
por los trópicos, una página en que presiden a la majestad augusta de vues-
ese poeta de la sabiduría expresa el
sentimiento de inefable beatitud con que tras noches tropicales.
embargó su espíritu la contemplación Permitidme, señores, que, al daros en
del cielo estrellado, en aquellas mara- esta casa de la prensa la más cordial
villosas regiones, donde la diafanidad y afectuosa bienvenida, salude en vos-
incomparable del ambiente no sólo real- otros a los Estados Unidos del Brasil;
za el fulgor de los astros, sino que los a su ilustre Presidente, el doctor don
hace brillar con una igualdad extática, Nilo Peeanha; a la personalidad eminen-
sin las variaciones de intensidad y de te del barón de Río Branco, gloria de
color con que ellos lucen en nuestras América; al cultísimo periodismo bra-
latitudes, cuando decimos que las estre- sileño; a la juventud que es esperanza y
llas escintilan. Al ver la serena firme- gala y energía de vuestra gran Repú-
za con que trazáis el rumbo de vuestro blica.
porvenir, señalando por una magna con-
quista cada paso de vuestra historia, {El Día, 25 de septiembre de 1909.]
XII
[SOBRE LA CANDIDATURA
DE JOSÉ BATIXE Y ORDOÑEZ]
mínimo conflicto era el estallido espon- natural del gobernante? Cuando ios an-
táneo de la guerra. tecedentes conocidos de su actuación,
Tuve oportunidad de decirio en el Par- en otras circunstancias, en otras condi-
lamento, cuando votamos, con respecto ciones, en otras épocas, confirmasen»
de esas mismas condiciones, la paz efí- como nota esencial de su personalidad,
mera de marzo de 1903; y no pasó mu- la intolerancia de partido y la resisten-
cho tiempo sin que los sucesos lo con- cia a toda acción conjunta, o a toda
firmaran. relación cordial, con los que hoy se con-
No importa que se discuta la mayor o sideran separados de él por insalvable
menor oportunidad, el mayor o menor distancia. Pero los antecedentes polí-
acierto, con que Batlle haya procedido ticos de Batlle, antes de su encumbra-
en cada uno de sus actos de gobierno, miento, lejos de corroborar aquella no-
antes y después de la fatal liquidación. ta, son constantes, más bien, en el sen-
Dejemos sólo en claro—porque es lo que tido contrario. Esos antecedentes nos lo
interesa—esta fatalidad original de la si- muestran, en 1886, cooperando a un
tuación que recibió en herencia, y com- movimiento popular en que las divisas
probemos en ella el grado de verdad y tradicionales se eclipsaban por la soli-
de justicia que puede haber en acumu- daridad en una causa superior; y en
lar exclusivamente sobre la cabeza de 1897, contribuyendo a sentar los funda-
de un hombre la responsabilidad de mentos de una situación política erigida
aquel desenlace inconjurable de extra- sobre la plataforma de una pacificación
víos, errores e imprudencias comunes que daba el triunfo moral al partido
a casi todos los que actuaron, de una revolucionario; y en años anteriores, e
y otra parte, en las ulterioridades de la inmediatos a su presidencia, obrando
paz de 1897. de acuerdo y armonía con ios elementos
Juzgar los acontecimientos políticos dirigentes de ese mismo partido, den-
de un período de gobierno—y el mismo tro de los lincamientos de la política de
sentido general de su política—como coparticipación, encarnada en la presiden-
actos dependiendo de la sola voluntad cia de Cuestas; y una vez llegado a su
del gobernante, sin tener en cuenta el propio gobierno, iniciando sus actos ofi-
Punto de partida y el escenario que le ciales con un decreto que disolvía re-
han tocado en suerte, es un error muy gimientos y aligeraba sus medios de de-
grave y muy vulgarizado. Es el error fensa, lo que acusaba, con la ausencia
que lleva a muchos todavía a formular de toda sospecha de agresión, el claro
s
u juicio sobre la gestión administrativa propósito de vivir en paz y lealtad fren-
del doctor Herrera y Obes—una de las te al adversario que aún tenía armass
Correctas y hábiles que haya presencia- feudos y caudillo.
do el país—sin relacionarla con el hecho ¿Por qué no hemos relacionar con
fundamental de la tremenda situación estos antecedentes la disposición de es-
Cc
onómica a cuya liquidación hubo de píritu en que debe inferirse que reasu-
Presidir: herencia no menos faítal y me Batlle el poder: hoy, que de la anor-
abrumadora, en sus líneas, que la que, malidad política que él hubo de liquidar
Políticamente, recibió Batlle de la sitúa- en su primer gobierno, no quedan ya ni
C!
ón que le precedió. huellas; cuando no hay feudos que rei-
¿Cuándo podría inferirse, del carác- vindicar, ni armas que suprimir, ni com-
er
de reivindicación partidaria que los promisos morales con minorías de parti-
su
cesos imprimieron al gobierno Batlle, do, cuando la ausencia y el tiempo han
^Ue ese carácter coincidía con la pre- interpuesto sus influjos reparadores;
la
intención y con la intransigencia cuando todo—desde los intereses más
1068 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
caros del país hasta los propios intere- nera como se plantee su. candidatura y
ses de la situación que se cree—invita como se Heve adelante la propaganda
a la paz, a la ecuanimidad, al olvido, de ella; y por eso yo me regocijo de
a la concordia?... que sea usted quien, en digna compañía,
Esta consideración, ya que no baste a tome en sus manos la bandera de esa
determinar la adhesión activa de los propaganda, porque, mantenida por us-
que permanecen alejados del candidato tedes, no puede tener otro sentido que
por los recuerdos de la lucha, debe bas- el muy amplio y elevado que es opor-
tar, cuando menos, a determinar de par- tuno y patriótico imprimirle. No vie-
te de ellos una expectativa serena. nen ustedes a la prensa para oponer a
El deplorable error que en 1903 negó la negación intransigente y enconada, a
a Batlle los votos nacionalistas solici- la persistencia del rencor y el agravio,
tados para confirmar moralmente una la afirmación arrebatada por el agravio
candidatura ya triunfante y de digna
significación personal: el error que dejó y el rencor; sino para demostrar que,
sola, al lado de Beatlle, una minoría de en el ambiente de la candidatura que
nacionalistas a los que no era justo exi- levantan, esos impulsos regresivos no
girle que repudiara, y cuya presencia existen, y que el pensamiento que se
debía ser, por la naturaleza de las co- agita en torno de ella es pensamiento
sas, el torcedor que más reavivase y de porvenir, de paz y de labor fecunda,
enconase los recelos de la mayoría, ale- y no de apego estéril a recuerdos de
jando toda coyuntura de conciliación; discordia y de luto que sólo pueden
y este otro error, más reciente, que en ser eficientes para el odio y la ruina.
1907 reprodujo la misma negativa fren- Extender esa convicción, que ya exis-
te a otra candidatura triunfante y de te en nuestro espíritu; extenderla a los
digna significación personal ¿se reagra- demás, reforzarla en el espíritu pro-
vará ahora con una resistencia indecli- pio, y conseguir que se habitúen a oír-
nable, no a contribuir al triunfo de la la formular sin demasiada desesperan-
candidatura ni siquiera a confirmarla za los que dudan de buena fe, y aun
con los propios votos, sino simplemente los que están resueltos a dudar: ése es
a mantenerse en esa actitud de espera el más alto servicio que pueden ustedes
y de reserva que ha sido la concesión prestar a la candidatura de que son
hecha tantas veces a personalidades in- abanderados; ésa es la parte más inte-
finitamente inferiores y frente a perspec- resante de la tarea que ustedes em-
tivas mucho más desnudas de espe- prenden.
ranza?...
Sólo esa actitud que, refrenando las Yo abrigo, como ustedes, la convic-
pasiones, mantuviese toda resistencia ción serena de que, a estas alturas del
dentro de la ley y todo cargo e inculpa- problema político, la candidatura _ ¿e
ción dentro de cierta moderación decoro- Batlle, surgiendo incontrastable, afra11"
sa, daría derecho luego para decir ai zada sobre la sólida base de arraigo y
candidato vencedor, que la iniciativa de prestigio que tiene en la estructura
de las conciliaciones debe venir de lo de la actual situación, y que es ante-
alto y que el primero en olvidar debe cedente necesario de la estabilidad &
ser el que goza las satisfacciones del todo gobierno; ennoblecida por los al-
triunfo. tos títulos cívicos que nadie puede sen-
Es indudable que, para mover a tal satamente desconocer al candidato, como
actitud a los adversarios sinceros de ciudadano y como gobernante; y ^ ' "
Batlle, mucho puede hacerse en la ma- nída por el programa de equidad,
XIII
[ADHESIÓN A LA CANDIDATURA DE
CARLOS VAZ FERREIRA]
XIV
CORONA FÚNEBRE
DEL DOCTOR JULIÁN GRANA U>
XV
XVI
[SOBRE EL DOCTOR
ALFREDO L. PALACIOS]
Montevideo, 4 de abril de 1912. la satisfacción de recibir la afectuosa
Señor don Julio David Orguelt. nota en que, a nombre del Comité oí-
Buenos Aires. ganizado para prestigiar la candidatura
Estimado señor y amigo: He tenido del doctor don Alfredo L. Palacios a
XVII
No es tan fácil como se cree el arribar modesto, aun en el espíritu más lleno de
^ la cómoda vida del parasitismo oficial timidez; a pesar de las genuflexiones de-
Amén de las antesalas interminables, que i primentes, del servilismo de la actitud y
Poco a poco desgastan el sentimiento or- los tantos vencimientos que se padecen
Mloso que late, más o menos rebelde, o [ desde las antesalas ministeriales hasta
1074 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
las canonjías de las oficinas públicas, el sociedad en sus más hondas raíces, han
absolutismo de círculo ha creado nuevas llegado a caer tal vez en la ceguera inau-
sumisiones, nuevas modalidades de vasa- dita de que la república carece de otras
llajes mezquinos a las alturas, todo por energías que puedan encaminar su por-
el afán de «hacer méritos» para surgir no venir por senderos de progreso y de paz,
importa cómo. Lo esencial es escalar la sin innovaciones extemporáneas, sin apa-
cúspide. rato bélico y sin intransigencias omní-
No me refiero a aquellos empleados modas.
que en la jerarquía del presupuesto no Por fortuna la sensatez, rayo de luz,
gozan de los dispendios desenfrenados de rasga a veces esa penumbra incierta del
los arbitros del tesoro público y cuyos mañana que un optimismo patriótico im-
merecimientos jamás se toman en cuen- pone desconocer: el optimismo genero-
ta, sino a ese tipo de hoy, de factura so que ha salido a flor últimamente en
novísima, infatigable palaciego que se un núcleo de la juventud de Canelones.
multiplica—por sus órganos—en las pro- Rasgo aislado, es verdad, pero tal vez
pagandas de los clubs y que se balancea pueda provocar otros dentro de la apatía
de común en un alto sitial, sin más idea- cívica del momento.
les u opiniones que las que limita a la ex- Gestos como ése confortan el espíritu
hibición chillona de los colorines de sus ciudadano, y nunca tan digno de elogio
corbatas o el cárdeno manifiesto de cla- viéndolo relucir al margen de las genu-
veles en el ojal y hasta en la seda de los flexiones de los postulantes de las altu-
pañuelos. ras, que en su delirio de abatirse ante el
Imprescindibles en todas aquellas ma- Supremo sueñan, quizás, para éste, el
nifestaciones que suelen destilar a cuál comando vitalicio y la toga cesárea...
más frenética de servidumbre, ellos son Su parasitismo les hace temblar de pa-
los que con la prédica del ejemplo, en- vor ante la idea de una franca renova-
greídos en la triste, pero dorada figura- ción. Adheridos a la planta que vigoriza
ción de un éxito fácil, tratan de marchi- su nulidad, un sordo terror les sobrecoge
tar el ideal de la juventud no contamina- a la presencia de un sembrador, que no
da todavía; ellos son los que, validos de quieren distinguir en parte alguna, pero
ia influencia corruptora de que disfru- que constituye su pesadilla.
tan, han implantado el fraude en los co- Y éstos son los paladines que rompen
micios—-para rubor del ciudadano ínte- lanzas, convulsos de entusiasmo, ante los
gro—hasta venir a parar—¡oh bochor- estrados del éxito,
no!-~a la mentira de nuestros sufragios. ¡Y estos son los heraldos repúblicos
Tales son los merecimientos que les que anunciarían a trompa tañida, locos
consagra en el ánimo del galanteado. De de júbilo, la muerte del civismo, si vie-
allí arranca su valimiento. Dispuestos ran camino del cadalso a la democracia!
siempre a aplaudir hasta las menores ac-
ciones del ídolo, a secundar sus capri- CALIBÁN.
chos, aun aquellos descabellados y fan-
tásticos, que a cada hora conmueven la {Diario del Plata, 8 de abril de 1912.]
XVIII
NUESTRO DESPRESTIGIO
EL CACIQUISMO ENDÉMICO
Todavía ha de pasar mucho tiempo insolubles, hasta el punto de que esa tra-
para que en Europa desaparezca el pre- gedia interna caiga en ocasiones bajo el
juicio que hace aparecer a una gran par- dominio del chascarrillo.
te de las repúblicas americanas como se- En el Perú se ejecuta a obreros iner-
millero de revoluciones, como países fe- mes cuyo único delito consistía en la pro-
cundos en motines, disturbios y masa- testa contra el rudo trato de los capora-
cres de todo género. les y la mezquina retribución de un jor-
La fama viene de atrás. La figura trá- nal irrisorio.
gica de los cabecillas que luego de arri- La autonomía exagerada que ha dado
bados al poder, por la sorpresa de las ba- origen al caciquismo en los estados del
yonetas la mayoría, se convirtieron en ce- Brasil, y a las revueltas lamentables de
sares absolutos: Rosas siniestros, Fran- Ceará, Pernambuco y otros puntos, al
elas sombríos, García Morenos a lo bombardeo de Manaos, a los motines de
Borgía, ayer; Zelayas, Castros, Aliaros, la Armada, constituye una seria interro-
Reyes no ha mucho; estas siluetas de gación para aquella república, hoy, cuan-
terror y arbitrariedad son las que han do ía gran figura de Río Branco ha des-
contribuido al descrédito que se cierne aparecido del escenario y su palabra de
sobre el Continente, no obstante las no- concordia no repercute.
tas aisladas de progreso, de orden, que En la propia Argentina, ¿no hablóse
al presente dan algunas repúblicas. hace días del estallido de una revolu-
Pero basta una recorrida a vista de pá- ción? Fortuna fué que la actitud del pre-
jaro por nuestras nacionalidades, para sidente Sáenz Peña, insólita en esta Amé-
que surja la consideración, bastante tris- rica donde las elecciones son un mito,
te, de desencanto acaso, de que la extin- actitud que ennoblece ante la historia su
ción del prejuicio europeo está lejana administración, conjurara el conflicto,
aún. Si de nosotros se trata, sucede algo
Allí tenemos en México el desenfreno peor. Nuestros recientes progresos y la
revolucionario en todo su vigor, hasta tregua de paz que gozamos, no han bas-
temerse para aquella república fuerte la tado para elevarnos a la consideración
deprimente intervención yanqui. unánime de los estados florecientes. Se
Todavía el eco nos trae, de aquella nos confunde tristemente con el Para-
Sainte Barthélemy de Quito efectuada en guay, acaso por la vecindad o por la con-
l°s jefes revolucionarios, el frenesí de sonancia guaraní tica de los nombres.
las turbas ensañadas en los cadáveres de Tanto es así que días atrás un impor-
tas prisioneros; y el ánimo se consterna tante diario madrileño publicaba un te-
an
te esa regresión a épocas de barbarie legrama que decía poco más o menos:
° a las degollinas de manchúes en la «Los revolucionarios paraguayos ataca-
^hina contemporánea. ron la capital. Reina pánico en Montevi-
Sin i); m uy lejos, en el Paraguay se deo.»
bate el record de los problemas políticos Y luego hablemos de congresos y con-
1076 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
A.J./V
[HOMENAJE AL DOCTOR
JOSÉ PEDRO RAMÍREZ] <*>
XX
[HOMENAJE AL CORONEL
MANUEL DUBRA] ^
XXI
En presencia de ios actos con que se suscriben piensan que quedaría incom-
ha celebrado la colocación del marco pleta la significación de esos actos sin
fronterizo que señala los límites de la uno en que se recordase especialmente
ica, en la parte rectificada por vuestro nombre y el honor de vuestra
r
ecientes convenios, los ciudadanos que
de la exclusión de que se ie hizo objeto en los
U) [Resumen de las palabras pronunciadas actos a que dio lugar la visita del canciller Mül-
^°i" Rodó en el acto de desagravio al coronel ler.» El señor Bachini había sido ministro de
Manuel Dubra.] Relaciones Exteriores durante la concertación
(2) [Una nota del periódico presenta así este del Tratado entre Uruguay y Brasil sobre con-
texto: «He aquí la brillante página que José dominio de la Laguna Merim. De aquí que se
trinque Rodó ha escrito para el álbum que se hable de «exclusión» en lo que se reñere a los
Crecerá al señor Antonio Bachini con motivo actos de homenaje al canciller brasileño.]
1078 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XXII
CUESTIONES INTERNACIONALES. ¿INTERVENCIÓN
EN MÉXICO?
[DE UN EDITORIAL ATRIBUIDO A RODO (1)]
XXIII
[HOMENAJE A JULIO HERRERA Y OBES] U>
Señores: que no han sido superados en las lides
La tumba a cuyo alrededor nos coa- de nuestro periodismo. Poseía, en las se-
gregamos tiene la virtud de evocar den- ducciones de su cultura exquisita, un me-
tro de nosotros, a la vez que una imagen dio de dominación, que lo mismo se ejer-
personal, la visión y el sentimiento de cía sobre las inteligencias cultivadas que
una época: sobre el ánimo de los hombres del pue-
Desaparecida o retirada del primer pla- blo. Y reunía a esos atributos selectos la
no de la vida pública aquella generación voluntad entera y el valor civil que le
gloriosa que recibió la toga viril dentro llevaron a afrontar, impávido, persecu-
de los muros de la inmortal Montevideo, ciones y castigos, cuando los ciudadanos
otra gran generación la sucede en nues- eran entregados, en una barca miserable,
tra historia; otra gran generación, menos a la furia de los elementos, y cuando las
heroica y quizá menos austera que aqué- imprentas caían despedazadas al golpe
lla, pero admirable de brillo intelectual, aleve de la Mazorca.
de valor cívico y de gallardía de carácter. ! Así se caracterizó durante la primera
El nombre de Julio Herrera y Obes la :
mitad de su existencia, desde las campa-
personifica en sus rasgos más distintivos J ñas juveniles de El Siglo, con que amo-
e indelebles y en las más bellas cualida- j nestó en la victoria a su partido restau-
des de su espíritu. \ rado, hasta las maduras campañas de El
Hay dos aspectos sucesivos, y por igual ! Heraldo, con que lo reorganizó a la
interesantes, en la figuración de ese hom- sombra de sus tradiciones liberales. Re-
bre superior: el aspecto del publicista y presentante de una generación poderosa-
el del hombre de gobierno. mente influida todavía por el romanticis-
Desde que, en los albores de su juven- mo literario y político de 1830, puede de-
tud, se adelanta en nuestra escena cívica, cirse que él tuvo, más que el fervor ro-
desplegando por lábaro la tradición de mántico, la elegancia clásica: la armonía
la Defensa, que había asimilado en el de líneas, la actitud serena y sonriente,
ambiente de un hogar ilustre, y destacan- con que resaltan las figuras de los «de-
do de un golpe su personalidad de escri- magogos» y ios retores, sobre el fondo
tor, la influencia moral e intelectual de del pórtico de Atenas.
Julio Herrera es una fuerza sin la cual Un día, el escritor, el polemista, el
no se explicarían treinta años de la his- hombre de letras, el desterrado de la bar-
toria de la República. ca Putg, el parlamentario de 1873, sube
Como ninguno o muy pocos de sus con- a las alturas del gobierno, alzado en
temporáneos, prevaleció por la triple efi- hombros de su partido, como resultado
cacia del talento, de la atracción personal de una evolución política a que él había
y de la energía varonil. Poseía en su plu- dado orientación con su talento podero-
ma, penetrante y ática, un instrumento so y como personificación de las esperan-
de propaganda y un arma de combate zas del país, que imaginaba en él al pre-
destinado para fundar definitivamente el
(1) [Palabras pronunciadas en el tercer ani- régimen de las instituciones, y que reali-
versario del fallecimiento del doctor Julio He- zaba esta esperanza con el orgullo de ver
rrera y Obes.] destacarse alguna vez en la más encum-
derramado sobre ella el agua del cielo, ¡Mientras existan cuatro ciudadanos en
lavándola de las injurias de los hombres cuyo pecho se mantenga vivo el senti-
y de las impurezas de la realidad. miento de las tradiciones sociales y polí-
Señores: ticas de la República, el culto ele los
No miremos a nuestro alrededor para nombres que las personifican; mientras
cerciorarnos de si están aquí presentes existan cuatro ciudadanos para quienes
todos los que debieran estar; todos los el respeto de las superioridades verdade-
que incluímos con el pensamiento en la ras—carácter, talento, elevación moral,
amplitud de nuestra convocatoria. Cual- energía cívica-—signifiquen algo más que
quiera que sea el número de los que fal- los halagos transitorios del éxito; mien-
tan, no desvirtuará el significado popu- tras existan cuatro ciudadanos capaces
lar de este acto cívico. Cuando un grupo de honrar sepulcros como éste que hoy
se adelanta a manifestar públicamente lo honramos, habrá una norma en ías in-
que sentía en silencio la conciencia na- certidumbres del presente y habrá espe-
cional—-por limitado que ese grupo sea— ranza en el porvenir de la República!
él se trae consigo el corazón del pueblo. [El Telégrafo, 6 de agosto de 1915.]
XXIV
Señores de la Comisión Colorada An- hostil de los que tienen en sus manos la
ticolegialista del departamento de fuerza y el poder,
Cerro Largo: Y es que la campaña no es sólo—como
En la imposibilidad de concurrir per- sin contradicción se le reconoce—fuente
sonalmente a la asamblea política para inexhausta de ía riqueza nacional y hori-
la que se me ha hecho el honor de invi- zonte inmenso abierto al trabajo digni-
tarme, quiero que algunas palabras mías ficador. Ella es también núcleo de sanas
lleven a nuestros correligionarios reuni- energías morales, de incontaminadas tra-
dos la expresión de mi agradecimiento y diciones cívicas, tanto más nobles cuan-
de la profunda simpatía con que he to más desinteresadas, porque sabido es
acompañado la organización anticolegia- que si en la hora de la necesidad o de ía
lista departamental a que esa asamblea prueba es la campaña la primera a quien
responde. se impone el sacrificio, en la hora del
Los que desenvolvemos nuestras acti- triunfo y de la holgura es la última en
vidades cívicas en Montevideo, sentimos, recibir la recompensa.
más que nunca, retemplada nuestra ener- La extraordinaria gravedad de la crisis
gía para la propaganda de las ideas y política que está planteada en el país
confortada nuestra fe en los destinos po- justifica la extensión, también extraordi-
líticos de la República, cuando de los naria, de estas agitaciones del civismo.
más apartados confines de ella nos llega El propósito de resistencia que las de-
el eco de agrupaciones ciudadanas, que termina es el más alto que haya podido
se organizan, se difunden y prosiguen aunar jamás el patriótico esfuerzo de to-
resueltamente sus tareas, superando ios dos los ciudadanos y de todas las colec-
obstáculos que representa en todo tiem- tividades de opinión.
po—y más en el presente—la disposición La conciencia nacional, que sabe que
intervención del Parlamento en el desem- po, la vigilancia de los unos sobre los
peño de las funciones ejecutivas, y muy otros, el equilibrio de las aspiraciones
particularmente, si se asegurara la inde- personales y la renovación paulatina bajo
pendencia del Parlamento mismo, y por el patrocinio electoral de la mayoría que
lo tanto la realidad de su existencia y permanece en sus puestos, determinarán
su poder, eliminando la abrumadora pre- una fuerza de conservación bastante para
sión de los gobiernos en el acto funda- ahogar en germen cualquiera veleidad ex-
mental de la soberanía. céntrica de alguno de los oligarcas.
Se invoca del lado del colegialismo, La innovación colegialista parecería,
como principal fundamento de la innova- pues, de incontrastable eficacia como me-
ción, la enormidad de la suma de gobier- dio de asegurar en el país el predominio
no y de ascendiente político que las pre- indefinido de una misma política y de
sidencias individuales acumulan en ma- unos mismos hombres, si no fuera que
nos de un solo hombre; y sin embargo, a la posibilidad de esos triunfos sempi-
es en el campo en que así se pretende ternos se oponen fuerzas superiores a los
reaccionar contra el autoritarismo presi- más hábiles cálculos humanos.
dencial donde ha nacido o reaparecido Es inconcebible cómo el sueño del po-
la doctrina que sostiene—bajo presiden- | der a perpetuidad, que ha torturado eí
cias típicamente «individuales»—la legiti- espíritu de todas las oligarquías, se re-
midad de la «influencia moral» que un produce en todo tiempo con extraña im-
presidente dotado de esos desmedidos re- penitencia, a pesar de los desengaños de
cursos de dominio y de sugestión puede ! la historia y de las conclusiones de la
ejercer para inclinar en favor propio los i más sencilla reflexión.
resultados del sufragio. Podrá, una vez más, una oligarquía
Completado por la doctrina de la «in- que declina abrazarse desesperadamente
fluencia moral» que le es congénita, ese a ese sueño. Todo será inútil. Llegará
Ejecutivo colegiado que se renovará en la hora de su fatal caducidad. Cuates-
sólo uno de sus miembros, por elecciones í quiera que sean los medios que se ensa-
anuales, dará a la acumulación del po- yasen para impedirlo, serán, en definiti-
der público en manos del Ejecutivo un va absolutamente vanos, lo mismo cuan-
carácter mucho más intolerable que el do se funden en la represión por la fuer-
que ha tenido hasta ahora, porque a la za brutal, que cuando se valgan, corno en
extensión actual de atribuciones legales este caso, de combinaciones artificiosas,
y de resultados de hecho añadirá garan- de expedientes legales, de instituciones
tías de continuidad y permanencia que de nueva invención.
no caben fácilmente en la sucesión de los Este convencimiento absoluto debe
gobiernos individuales. alentar al generoso esfuerzo de los ciuda-
Una voluntad personal salida del nú- danos del Partido Colorado que hoy se
cleo de una oligarquía puede reaccionar organizan en los cuatro ámbitos de la
en determinado momento, reivindicar la República para luchar por la integridad
plenitud de su autoridad, formar vincula- de nuestro régimen constitucional y P01'
ciones nuevas, dar oído a los clamores la reivindicación de la libertad política.
de la opinión; pero el círculo férreo l La palabra de orden que nos transmi-
constituido por nueve individualidades, tamos no puede ser sino perseverar; per-
que se escogerían entre lo más neto, sig- severar a toda costa: permanecer firmes
nificativo y probado del régimen que al pie de nuestra bandera de principios;
prevalece en el país, es incomparable- firmes en la resistencia y en la propa-
mente más difícil que resulte infiel al es- ganda, aunque el régimen que combati-
píritu oligárquico. La solidaridad de gru- mos haya de prolongarse más allá ¿e
toda lógica presunción y de todo ante- que se pasa lejos de los halagos del éxito
cedente conocido; firmes e inquebranta- y el encumbramiento, cuando se lleva en
bles en rechazar las argucias y los ejem- el alma la fuerza de una convicción.
plos que convidan a transigir con lo que A los colorados anticolegialistas del
se considera un mal y a participar en lo departamento de Cerro Largo, a los ho-
que se tiene por funesto, invocando fa- norables ciudadanos que presiden su or-
laces esperanzas de evolución y de re- ganización; a los elementos cívicos de
acción, que hasta ahora no reconocen el esa importante zona de la República que,
más inconsistente fundamento en el tes- en el seno de otras agrupaciones par-
timonio de la realidad. tidarias, comparten en estas circunstan-
Por lo demás, los que para continuar cias nuestros propósitos, envío mi adhe-
de nuestra parte necesiten saber si la sión entusiasta, mis felicitaciones y mis
hora del triunfo está cercana, harán bien saludos.
en satisfacer sus impaciencias y retirar- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
nos su concurso. Queden sólo aquellos Montevideo, 28 de febrero de 1916.
que no miden la extensión del tiempo [El Telégrafo, 4 de marzo de 1916.]
XXV
parada y asegurada sin ellas; allí donde libertad no estará nunca la genuina tra-
el ideal que se profesa y realiza es la dición del partido que nació reivindi-
uniformidad mental y la votación canó- cando los principios del gobierno libre
nica, y se considera que una voz diso- y sellándolo con la sangre de sus hé-
nante es un peligro, y se exige acep-> roes y sus mártires, en formidable due-
tarlo todo, como en la cátedra romana, [ lo con la más poderosa y sangrienta
para no incurrir en nota de heterodo- tiranía que haya pesado sobre el suelo
xia, allí puede afirmarse con entera de América.
certeza que no está el espíritu de la li-
bertad, y donde no está el espíritu de la [Patria, 10 de junio de 1916.]
XXVI
FIN DE LOS
«ESCRITOS POLÍTICOS»
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12
DISCURSOS
PARLAMENTARIOS
R
°oo.-3 5
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DISCURSOS PARLAMENTARIOS
PROLOGO
-A L trazar la biografía (Introducción han juzgado más tarde con aplauso. Por
r\ general, I) se ha indicado la im- otra parte, hay en estos discursos pá-
i-
portañola que tiene su actividad ginas que contribuyen a iluminar as-
parlamentaria: importancia que se acre- pectos ignorados o desconocidos de su
ce a medida que domina mejor Rodó vida y sus opiniones.
los secretos del oficio y a medida que Junto a los Discursos, propiamente
las circunstancias lo enfrentan a las ma- dichos, se incluyen también proyectos
yores responsabilidades d,e su carrera de ley e informes que ilustran distintos
política: la oposición al presidente BaP aspectos de su labor parlamentaria. No
He y al proyecto de gobierno colegiado. todos estos textos fueron redactados por
Estos discursos fueron ayer crónica; Rodó (en algún caso debe lamentarse);
hoy son historia, A través de ellos se re- pero llevan su firma y expresan, por
fleja no sólo la actividad de un indivi- tanto, su pensamineto.
duo privilegiado, sino las vicisitudes de La Editorial Cervantes, de Barcelona,
la organización social y política en que había incluido como complemento de
éste actuaba; es decir: de la república un volumen que tituló Hombres de Amé-
uruguaya. Al recogerlos aquí se ha se- rica— donde recopilaba los ensayos sobre
guido el criterio de su mayor o menor Montalvo, Bolívar y Darío sin atender
resistencia a la obra del tiempo. Algu- a la cronología y sin respetar ¡as pri-
n
as de esas intervenciones parlamenta- mitivas unidades bibliográficas planea-
rias fueron efímeras; trataron asuntos das por el propio autor—una selección
c
«>'o interés murió en el mismo instan- de Discursos parlamentarios. Son ocho
te
¡ no merecen reseña. Pero muchas intervenciones, escogidas entre las de
—casi todas de las suyas-—aportan valió-su primera y tercera legislatura. Aquí,
os elementos de juicio o de reflexión se publican veintidós, seleccionadas en-
a
problemas que marcan las fechos capi- tre las de sus tres legislaturas. La trans-
ta
les de la evolución del Uruguay en cripción de los textos es, casi siempre,
j°s primeros quince años del siglo. Rodó íntegra. Sólo se ha creído oportuno re-
ío
pensaba así cuando recogió el Infor- sumir algún pasaje del debate cuando
nie
sobre el trabajo obrero en el Uru- su contenido era demasiado inesencial
Suay en El Mirador de Próspero (1913), o indiferente. Los textos han sido ver-
c
°ncediendo así validez extraparlamen- tidos directamente después de una com-
ar l
' a a un texto que muchos críticos pulsa de sus fuentes originales.
1092 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS
a ese grado de adelanto que permite dio al servicio de los grandes intereses
cierta diferenciación, cierta separación generales.
entre las funciones intelectuales. La Universidad perdería gran parte de
En los pueblos muy adelantados, de su fuerza y de su brillo si hubiese de
cultura muy avanzada, en los pueblos privarse de los elementos del Parlamen-
muy civilizados, el catedrático de la Uni- to; y el Parlamento perdería también
versidad es un especialista como otro gran parte de su fuerza y de su brillo,
cualquiera, un profesional que se man- si hubiera de privarse de los elementos
tiene recluido en el ambiente de su cá- que puede suministrarle la Universidad.
tedra, lejos de la vida pública; pero Con estas consideraciones me parece
entre nosotros, en nuestro país, los ele- haber fundado el proyecto que he pre-
mentos constitutivos de la alta cultura sentado, y sí acaso él llegase a ser dis-
intelectual son todavía desgraciada- cutido, abundaré en consideraciones
mente restringidos. De modo que nece- más extensas.
sita del concurso, de la contribución, de He concluido.
las luces de todos los hombres de estu- (Apoyados.)
II
aducido hasta ahora, llégase a esta con- dad dedicación suficientes para escribir
clusión: una tesis verdaderamente bue- una tesis que merezca ser leída y apro-
na, la Universidad no tiene derecho de bada, escribirá y presentará tesis, no
exigirla de todos los estudiantes; y una solamente porque será movido a ello
tesis mediocre es inútil como prueba de por el estímulo material de la exención
suficiencia, y no tiene, por otra parte, de sus derechos de título, sino porque
ningún interés ni utilidad para el movi- tendrá también el estímulo moral de
miento del país salir de la Universidad con el antece-
Pero se me dirá, señor presidente (y dente de una distinción honrosa y hala-
es un argumento que insinúa ya la güeña, que al mismo tiempo que puede
Comisión de Legislación en su informe), ser el punto de partida de su reputación
si se reconoce que entre las tesis pre- ; intelectual, puede favorecerle para el
sentadas había algunas notables y so- ¡ ejercicio lucrativo de su profesión.
bresalientes, bien vale la pena de man- ¡ De manera que, por el artículo aditivo
tener la tesis como condición general, i que yo he propuesto, la tesis pierde to-
a fin de dar lugar a que esas tesis dos sus inconvenientes, deja de ser una
sobresalientes o notables se presenten. fórmula vana como es ahora, y se con-
La excepción, se dirá, justifica en este vierte en un verdadero torneo intelec-
caso la regla. Preséntense en buena hora tual, con influencia positiva en el es-
cien tesis insignificantes o mediocres, tímulo de la producción científica.
con tal que la Universidad gane dos El único argumento que la Comisión
o tres tesis verdaderamente útiles y bri- de Legislación insinúa en favor del man-
llantes. tenimiento de la tesis en su forma ac-
Yo reconozco la parte de verdad que tual es el de que ella constituye una
!
liay en este argumento; yo lo reconozco \ costumbre tradicional con arraigo en
más que nadie, porque tengo apasio- i las viejas universidades. Pero, desde lue-
nado entusiasmo, por todo lo que pueda go, me parece que la tradición por sí
significar para mi país un honor o un sola es un argumento poco decisivo en
progreso en la esfera intelectual, y mal tiempos en que la ciencia y los méto-
podría yo, conscientemente, tender a dos de la enseñanza, en todas partes
que se disminuyera en lo más mínimo del mundo, se modifican bajo podero-
la posibilidad de que en mi país se pro- sos impulsos de innovación que llegan a
dujesen trabajos intelectuales de mérito. abolir, sin temor alguno, prácticas y
Pero en el proyecto que he presentado costumbres que se consideraban defi-
a la H. Cámara está prevista y resuelta nitivamente consagradas.
esta dificultad. Así, más tradicional todavía que la
Rige actualmente en la Universidad tesis, más esencial, más orgánico que
una disposición muy sabia y muy justa, ella en el régimen de las universidades,
según la cual se recompensan las tesis parece por ejemplo, el examen (no me
notables o sobresalientes, por medio de refiero ahora al examen general, sino
ciertos privilegios y excepciones. Man- al examen parcial de cada asignatura),
tengamos, en buena hora, esta disposi- y sin embargo, una corriente de opi-
ción; estimulemos a los estudiantes a nión que adquiere cada día más prestigio
que se apliquen con verdadero ahinco, y más influencia en los pueblos europeos
con amor verdadero, a escribir tesis que tiende a la supresión de los exámenes,
salgan de la esfera de lo vulgar. El es- sustituyéndolos con la observación metó-
tudiante que se considere con fuerzas dica y diaria del catedrático sobre el
para ello, el estudiante que tenga apti- discípulo.
tudes naturales, contracción, laboriosi- Y esta corriente de opinión, que y&
III
poner que las demás caducaran por su espíritu cuya observancia o cumplimien-
base. to es, esta vez, verdaderamente impos-
Es menester reconocer, señor presi- tergable. Yo creo que, votando esta paz,
dente, que, desde entonces, no se han no debemos considerar que hemos crea-
verificado en el país elecciones genera- do un estado de cosas normal ni siquie-
les que se encuentren en tales condicio- ra duradero; no debemos considerar tan
nes, debido a la renovación de los acuer- sólo que hemos propendido a mante-
dos que yo también he contribuido a ner o a asegurar las condiciones más
votar, dentro de mi partido, en circuns- propias para preparar la entrada defi-
tancias en que creí que eran para él nitiva al régimen de las instituciones,
una necesidad angustiosa, debido a cul- fuera de todo pacto, en los comicios
pas y errores que ahora no es oportuno libres y sin acuerdo de 1904.
entrar a precisar. De modo que faltan- Si la opinión, señor presidente, o par-
:
do el gran veredicto popular que resol- te de ella cree que hemos votado en
viese, en la contienda histórica de los otro concepto o con otro espíritu esta
partidos, las condiciones de paz de sep- paz, en lo que a mí y a otros diputados
tiembre han podido o debido conside- se refiere, la opinión, o parte de ella,
rarse subsistentes por la subsistencia se equivoca.
de las circunstancias que la determi- Es sabido, señor presidente, que es-
naron, Y así lo entendió el actual pre- tos pactos o convenios políticos, más
sidente de la República, cuando, formu- que por la materialidad de sus cláu-
lando sus ideas de gobierno como candi- sulas y condiciones, se caracterizan, ante
dato a la primera magistratura del país, la opinión, por la repercusión que de-
en declaraciones que hizo públicas el jan en el ambiente.
diario El Tiempo, expresaba que las con- j Nadie ignora que anda flotando ya
diciones de la paz de septiembre, o su en la atmósfera una idea que, en deter-
espíritu, debían ser respetadas, en cuan- minado momento, puede tomar contor-
to a las relaciones de los partidos polí- nos, concretarse. Vaticino que se con-
ticos, dando como fundamento de ello i cretará. Es la idea de que este pacto
las circunstancias de que aún no se de paz trae consigo, como consecuencia
había hecho práctica la libertad electo- lógica, la idea de un nuevo acuerdo, y
ral de la cual debía surgir el fallo in- que ése es el verdadero espíritu de esta
apelable de la contienda de nuestras dos | paz, en vez del radicalmente distinto
colectividades históricas. que yo, por mi parte, le atribuyo. Y
Tal fué, pues, el espíritu de la paz de como, por su propia naturaleza, un nue-
septiembre: remitir las disidencias de vo acuerdo traería en sus entrañas un
los partidos al fallo de la soberanía po- nuevo pacto con la fatalidad con que
pular; y considerar todo lo demás como las premisas traen la consecuencia, re-
Provisorio y en el carácter de prenda sultaría de ahí que, según el concepto
Que se daba para asegurar el cumpli- que la opinión tiene formado, en gran
miento de aquello. parte de esta paz, lo que habríamos
Ahora bien: yo creo, señor presiden- consagrado desde ahora, volándola, es
te, que, votando esta nueva paz, hace- la ratificación indefinida de la política
mos obra sabia y patriótica; pero creo de los pactos y de los acuerdos, que
también que no nos daríamos cuenta todos hemos aceptado y bendecido en
' l verdadero significado, del único sig- determinadas circunstancias; que todos
ce
tt'-ficado, que a mis ojos es lícito atri- hemos considerado necesaria alguna vez
0u
-^ a esta paz, si no la relacionáramos I para la salud de la patria; pero que,
c
°u ese íntimo espíritu de aquella obra; como normalidad o como estado de co-
1102 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
IV
del señor Pereda señala. Si, en una oca- es de las conquistas desde hace tiempo
sión dada, la asamblea entiende que incorporadas a sus progresos políticos,
el poder ejecutivo, al usar de sus fa- no se prescinde de ella sin dificultad y
cultades extraordinarias con respecto a sin violencia; y cuando la restricción de
la prensa, ha llevado las restricciones esa libertad es llevada, como yo creo
más allá de lo necesario o las ha hecho que sucede ahora, más allá de lo que
durar sobrado tiempo, dicte en buena exige la necesidad o un alto interés, tal
hora la asamblea una ley de circuns- restricción concluye siempre por deter-
tancias que deje sin efecto las restric- minar en el espíritu público una impa-
ciones abusivas; por cuanto ella es la ciencia sorda y creciente, que en este
que debe resolver de la revocación o caso vendría a hacer aún mayor el
subsistencia de las medidas que el po- malestar de una situación como la que
der ejecutivo tome en uso de sus facul- atravesamos.
tades extraordinarias. No me satisfizo la manera como el
De conformidad con estas ideas ma- poder ejecutivo respondió a la expec-
nifesté en el seno de la Comisión de tativa general, con el proyecto de ley
Asuntos Constitucionales que subscribi- que acompaña a su mensaje. Ese pro-
ría el informe de la Comisión desfavo- yecto no importa otra cosa que consa-
rable al proyecto del señor Pereda, siem- grar legalmente la subsistencia incondi-
pre que el informe se limitase a exponer cional de las restricciones en vigencia,
las razones de nuestra común disiden- Y por más que en el mensaje se dice
cia respecto de ese preyecto, y a condi- que el valor ejecutivo sólo desea dejar
ción también de que hiciera la salve- subsistentes algunas de las prohibicio-
dad de que, en cuanto a lo demás, cada nes decretadas, lo cierto y positivo es
uno de los miembros de la Comisión que en su proyecto se dejan subsisten-
se reservaba la facultad de opinar tes, no algunas, sino todas, con la di-
hbre y personalmente en el seno de la ferencia de que hasta ahora esas me-
Cámara. didas restrictivas no tiene el carácter
El hecho de que sea yo adversario del de permanencia que les daría la san-
proyecto del señor Pereda no significa, ción de una ley.
Pues, que haya profesado en ningún Una sola ventaja trae consigo el pro-
niomento opinión favorable de la sub- yecto del poder ejecutivo respecto al
sistencia del régimen vigente en mate- régimen vigente, en cuanto a la liber-
ria de libertad de la prensa; hasta el tad de la prensa, y es la que se refiere
Punto que, como lo recordó el mismo a la supresión de la censura; condición
señor diputado por Paysandú en el dis- esta, no sólo la más contraria al espí-
curso con que fundó su proyecto, hube ritu de nuestra Constitución, que ha
yo de prestar, días antes, otro, inspi- consagrado un artículo a eliminar en
Pirado en iguales propósitos, proyecto expreso el procedimiento preventivo, en
Que sólo postergué por consideraciones | materia de imprenta, la censura previa,
del momento. | sino también la que más violencia debe
Es el que ahora someto al ilustrado necesariamente causar en eL ánimo del
Cl
'iterio de la Cámara. que padece la limitación de sus liberta-
.La solución de este asunto, señor pré- des, y la que menos consulta la digni-
ndente, no admite dilación. dad democrática de esa institución po-
Adquirido el hábito de una libertad, pular de la prensa, de una interven-
cíe
la manera como este pueblo ha ad- ción policial, Pero, aparte de la forma
quirido el hábito de la libertad de la en que la restricción se ha hecho prác-
Prensa que, en circunstancias normales, tica, el límite de la restricción ha sido
1106 JGSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
llevado, sin duda, más allá de lo que la de todas veras quisiera serlo, en cuanto
necesidad consiente y autoriza. Y en a la eficacia que en este caso pueda te-
este sentido, nada innova el proyecto ner la propaganda de la prensa para en-
del poder ejecutivo, que mantiene los contrar la solución pacífica de los males
términos de la restricción fuera de lo que afligen ai país. Es, en primer tér-
conveniente y de lo lícito. mino, que la libertad no sufra restric-
En buena hora alcance la restricción ción innecesaria, aunque lo restringido
a las informaciones de la guerra y a la no fuera más que un ápice y aunque la
crítica de la acción militar; en buena restricción no durase más de un minu-
hora también, en uso de medidas ex- to. Y es además que basta la posibi-
traordinarias, prevéase toda explota- lidad de que, del lado del pueblo, surja
ción de la propaganda política que, de un rayo de luz, para que demos ocasión
los desfallecimientos y angustias del es- a que la luz se haga.
píritu público, tome ocasión para pro- Abramos paso a la opinión. La opi-
piciar nuevas violaciones del orden ins- nión no tiene, ciertamente, rol alguno
titucional, nuevas subversiones, males que desempeñar en lo que se refiere a
todavía mayores y más hondos que los la solución militar de la guerra, que es
inmensos males del presente. Todo esto cosa que, por su naturaleza, debe levan-
se comprende y justifica. Pero la ma- tarse por encima de toda discusión y
nifestación del deseo de paz, y la pro- toda crítica; pero ella tiene sí, y ha
paganda en favor de fórmulas más o tenido siempre, derecho a que se le atri-
menos acertadas, más o menos dícre- buya un rol en lo que podría llamarse
ías y viables, para hallarla dentro del la elaboración política de los sucesos,
orden institucional, ¿por qué ha de ser como promotora de ese cambio de
objeto de prohibición, señor presiden- ideas, de sentimientos, de impresiones,
te? ¿Por qué hemos de temerla y por con que se forma el ambiente en que
qué hemos de vedarla? ¿Qué significa- i respiran los gobiernos democráticos, y
ría, en rigor, esa propaganda, sino la | que en los momentos de prueba les per-
resonancia publica, la sanción popular mite compartir con el espíritu público
de los anhelos y aspiraciones que la la ínciatíva de sus actos y la responsa-
mayoría de los miembros de la bilidad de sus tendencias.
asamblea expusieron al pueblo en su Negarle ese rol resultaría, no ya inú-
manifiesto de hace dos meses, y que til e ilícito, sino contraproducente; hoy
el propio presidente de la República más que nunca. Porque a mí me asiste
corroboró e hizo suyos en las declara-
ciones de su nota de contestación al la firme convicción de que si en los
pedido de los enviados argentinos?... Y momentos actuales se dejara que esa
si se tiene en cuenta que esa prohibi- l poderosa voz anónima vibrara libremen-
ción es la que más se explota, sin duda, I te en los aires, lo que primero se per-
por los interesados en el desprestigio cibiría, lo que primero se haría sensi-
de los poderes públicos, para arrojar ble, en medio de todos los desalientos
sobre ellos el cargo calumnioso de que y a pesar de todos los desalientos del
hay en su seno enemigos de la paz, co- espíritu público, sería hasta qué punto
mo si esa enemistad absurda cupiese la causa de las instituciones tiene de
en ningún corazón bien puesto ni en su lado, en esta dolorosa crisis, las as-
ninguna razón sensata, ¿cuál es la consi- piraciones y los sentimientos ciudada-s
deración política que pueda movernos nos y el decidido concurso de todos lo
a dejar en pie esa prohibición? intereses legítimos.
Y no es que sea yo optimista, aunque Tales son las cosideraciones que me
han movido a presentar el proyecto de
Decía, señor presidente, que las necesi- principio, punible, aun dentro de una
dades de la defensa social en cierto mo- época de normalidad y de paz. ¿Y es
mento pueden hacer forzosas determina- mucho señor presidente, que interpre-
das restricciones a la libertad de la pro- tando y aplicando ese principio dentro
paganda política, y que por eso es incon- de las condiciones propias de una situa-
veniente el límite infranqueable aconse- ción irregular, cuyos males y peligros
jado por el diputado señor Pereda, cuan- se relacionan de una manera directa, en
do proponía a la Cámara a determinar i su origen, con repetidas violaciones al
definitivamente que en ningún caso de ! orden institucional, se interdicte como
conmoción interior la restricción de la : subversiva la propaganda que se dirija
libertad de la prensa se referiría sino a I a abrir camino a la persistencia de esas
las noticias de la guerra, y a la crítica violaciones?
de las operaciones militares. i De este punto de vista, creo que quien
Hasta qué punto deban llevarse esas li- : sinceramente aprecia la única restricción
mitaciones de la propaganda y sobre qué que mi proyecto mantiene hasta tanto no
hayan de versar, es cosa que sólo podrá | se restablezca el orden, en la libertad de
resolverse con relación a las circunstan- la propaganda política, ha de reconocer
cias de una situación dada, y dentro de j que ella no obedece a consideraciones
esa situación misma. del momento, ni a intereses de la actua-
Toda situación anormal, por el hecho lidad ni a tendencias a una solución po-
j
de serlo, traerá consigo condiciones pro- ' lítica de circunstancias, sino que se ins-
pias, peculiares, de dificultad y de peli- pira en motivos más hondos, los cuales
gro; y estas condiciones, no sólo no se- no se ocultarán a la mirada del que es-
rán nunca las mismas de un estado de tudie en su origen los males del presen-
cosas regular, sino que ni siquiera se pa- te y busque explicación a esta aparente
recerán siempre entre sí. Son condicio- l anomalía de una revolución que estalla
nes esas imprevisibles por naturaleza; de una manera inopinada en una época
porque anormalidad, ¿qué significa^ se- I de administración y libertad. (¡Muy
ñor presidente? Significa desorden; y el bien!)
desorden es lo menos susceptible de pre- ¡ Cuando la pacificación de marzo, se-
cisión. : ñor presidente, tuve el honor de hacer
¿Quién negará, por ejemplo, que no es , uso de la palabra en la Cámara, y mani-
£
1 mismo el efecto que una propaganda ! festé entonces, por extenso, cuál era mi
encaminada a minar la autoridad de la criterio en cuanto al alcance y significa-
^y y de los poderes públicos pueder cau- ! ción del estado de cosas que se creaba y
sar
en una época de paz y seguridad que yo aceptaba sólo como un nuevo y
cuando esa autoridad, materialmente, es ! último provisoriato que debía preceder a
gatada por todos, que cuando ella es la solución definitiva que surgiría de las
desconocida por una rebelión que la ! urnas, del voto público,
tenaza con las armas en la mano; y Dije entonces: «Aunque a primera vis-
Que no es el mismo el concurso que, 1 ta parezca contradictorio y paradójico,
consciente o inconscientemente, puede j pacto de paz permanente significa ame-
nevarse a la causa de la sedición, cuan- naza de revolución permanente.» Los
[!o la sedición no se ha manifestado de hechos, por desdicha, no me desmintie-
l,ec
ho, que cuando ella se ha manifes- ron; y después de algunos meses de paz
utí
-° y agita sus banderas de uno a otro precaria, la revolución estallaba de nuevo
ex
ú-emo del territorio de la República? y ya irreparable; porque la revolución
Ahora bien: la incitación a violar la está en la lógica de pactos que nunca
iV
' a subvertir la Constitución, es, en pudieron ser enteramente definidos, por
1110 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
con sus feudos y su paz armada. La pro- i Es verdaderamente singular, señor pre-
longación absurda y temeraria de esas | sidente, lo que pasa respecto de las crí-
irregularidades más allá de los límites ! ticas que este proyecto ha suscitado; y
due las circunstancias estrictamente les j no me refiero, en lo que voy a decir, a
fijaban, es lo que explica, ante el cri- i ninguno de los distinguidos miembros de
terio desapasionado, esta dolorosa la Cámara, que han manifestado opinión
anomalía que levanta revoluciones en adversa a él, sino a los que, fuera de
épocas de administración y libertad. la Cámara, han escrito impugnando este
El día en que por la autoridad de la proyecto.
costumbre, siempre superior a la auto- Se fulminan todos los rayos y cente-
ridad y eficacia de las leyes, quedara es- llas de las tempestades retóricas contra
tablecido que la paz pública sólo puede la más mínima restricción que transito-
reposar en el país sobre la base de una riamente se imponga a la libertad de la
repartición empírica y monstruosa de las prensa, en virtud de una ley de circuns-
funciones propias del Estado, repartición tancias; y se le fulmina a pretexto de
que no hay que confundir en manera al- una inconstitucionalidad que no se ha
guna con la idea de coparticipación que i demostrado, ni se demostrará jamás,
iodos llevamos en el alma y que es una i porque es absurda: se alardea para esto
necesidad imprescindible de nuestro pro- de inflexibilidad de principios, y en el
greso político (¡Muy bien!); el día que mismo escrito, quizá en la misma colum-
esto llegara a constituir en el país una na, entrando a tratar de los pactos sub-
especie de derecho consuetudinario que versivos que certísímamente implican in-
prevaleciera sobre la ley escrita, no tar- constitucionalidad, y que no la implican
daríamos, señor presidente, en asistir así comoquiera, sino en lo que la Cons-
al fraccionamiento de la nacionalidad, a titución tiene de más esencial y funda-
su escisión irreparable, a un verdadero mental, es decir, en la fundación de un
naufragio de la conciencia nacional, que Estado único, de una asociación política
se habría manifestado incapaz de vivifi- indivisible; entonces para cohonestar la
car un cuerpo organizado y único. inconstitucionalidad y subversión de esos
Cr eo con toda sinceridad que pocas pactos se argumenta con que es necesa-
veces, en el transcurso de nuestra vida rio encarar estas cosas, no del punto de
nacional, se habrá presentado a la con- vista de las especulaciones ideológicas,
sideración de los hombres públicos un sino del punto de vista de la viviente
problema de más entidad y más grave- realidad; y todo lo que era rigor de prin-
a d que el que plantea esta nueva faz cipios para fulminar la inconstitucionali-
que amenaza tomar la discordia de míes- dad, por otra parte falsa e ilusoria, de
eos partidos, en el sentido de constituir una ley de circunstancias, se convierte
cada uno de ellos un estado que se rela- en una admirable benignidad posibüista
cione con el otro, por una especie de de- para aceptar la posibilidad de que se
ceno internacional vuelva a incidir en la subversión de las
subversiones, en la subversión que mina
y ^ estas experiencias de vivisección po- el orden constitucional por su base y di-
ética, estos ensayos subversivos, no se vide al país en dos estados antagónicos.
re
Piten impunemente en la vida de los (¡Muy bien!)
Pueblos. En ella, como en la de los indi-
yduos, la repetición del acto es lo que Se dice también, señor presidente: «El
determina la costumbre, y la costumbre pueblo no es menor de edad; no lo so-
Se
identifica y confunde con la propia | metáis a tutela; dejadle plena libertad
natllr
aleza cuando no la substituye y la i para que, entre las fórmulas de paz posi-
"?nce. • bles, examine y discuta también la que
1112 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
entrañaba solamente una redundancia in- por el término de cinco días, invocándose
ofensiva, porque interpreté siempre que como fundamento de esta resolución el
todo lo que fuera mermar la legítima au- hecho de haber violado el artículo 3.° de
toridad de los poderes públicos caía den- la ley relativa a régimen de la prensa.
tro del alcance de la frase anterior: la No se habrá olvidado que cuando se
que establece que no se podrá hacer pro- discutió en la Cámara el referido artícu-
paganda en el sentido de coartar ninguna lo de la ley, hubo discrepancia de opi-
de las facultades propias de dichos po- niones en cuanto al alcance de la frase
deres. final agregada al artículo por la Comi-
Completamente en desacuerdo con la sión de Asuntos Constitucionales: y co-
interpretación que da al artículo mi dis- mo se manifestara que, con arreglo a
tinguido colega de Comisión el doctor ella, la propaganda encaminada a pedir,
Vargas, creo que la propaganda que se como prenda de paz, la renuncia del pre-
dirigiera a solicitar la renuncia del pre- sidente de la República, debía conside-
sidente de la República (sin que esto im- rarse incluida entre las prohibiciones de
porte de manera alguna apreciar la sen- la ley, me opuse, por mi parte, a esa in-
satez y oportunidad de una propaganda terpretación, como me hubiera opuesto a
de esa naturaleza) no caería dentro de cualquiera otra tendente a penar propa-
las prohibiciones de este artículo, cuyo gandas igualmente fuera de lo razona-
significado se limitó, en mi intención, a ble y de lo sensato, pero que, a pesar de
impedir propaganda en favor de pactos ello, no se opusieran al espíritu de la
subversivos que importaran violación de ley, el cual en mi concepto fué siempre,
la Constitución y de las Leyes. Pedir la pura y exclusivamente, el de prohibir
renuncia del presidente de la República propagandas que excitasen a violar el ré-
no es ir contra la observancia de la Cons- gimen constitucional, en el sentido de
titución o de la Ley. favorecer pactos que quebrantaran la
SR. COSTA.—¡Cómo no, señor! Es el
unidad política del país o coartasen las
acto más subversivo que hay. inalienables facultades de los poderes
SR. RODÓ.—No es ir contra la obser- públicos.
vancia de ninguna ley; no es propender Insistí en esto, aunque desgraciada-
a falsear la Constitución, que es lo único mente sin resultado; y observé que había
Que yo tuve en cuenta en mi proyecto. verdadera conveniencia en que, limitan-
SR. COSTA.—En estos momentos, es un do el alcance de la ley a ese único y ex-
acto subversivo pedir la renuncia del clusivo objeto, definiéndola así de una
presidente de la República. manera clara y precisa, imposibilitaría-
SR. RODÓ.—YO no lo interpreto así, y mos multitud de dudas y ambigüedades
dejo de ello constancia, salvando mi opi- de interpretación, que, de otro modo, se-
nión a este respecto. rían inevitables, y que quizá tuvieran
Pedir la renuncia del presidente de la por efecto colocar a la prensa en una si-
República, no es incitar a cometer una tuación peor que aquella en que se en-
ntconstitucionalidad ni una ilegalidad. contraba bajo el régimen de la previa
censura,
No se ha hecho esperar la comproba-
[SESIÓN DEL 9 DE JULIO DE 1904] ción de lo que decía. Pero el hecho que
lo ha comprobado, señor presidente, ex-
SR. RODÓ,—Señor presidente: la jefa- cede de mis previsiones, porque no tiene
tura política y de policía comunicó con acomodo razonable, ni aun dentro de la
'echa de anteayer ai diario titulado El ley tal como quedó interpretada después
ll
-inpo, haberse resuelto su suspensión de aquella parte del debate.
1114 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
voy, señor presidente, a hacer una bre- fensa de una causa común, de la causa
ve manifestación. de las instituciones, impone la necesidad
Se ha dicho fuera de aquí, en la pren- de estrechar la acción conjunta de di-
sa, que la iniciativa que he tomado en chos poderes; pero esta acción conjunta,
el sentido de que se aclare la inter- esta armonía, esta concordia, podría de-
pretación y alcance de esta ley es injus- cirse esta «amistad», no ha de excluir
ta e inoportuna, y se ha dicho más: se la discusión que remueve y depura las
ha agregado que esta iniciativa consti- ideas; son la armonía y la concordia
tuye nada menos que una palabra de que persisten a través de estas pasa-
aliento dirigida a aquellos que pugnan jeras disensiones; ¡no son la paz del se-
por obstaculizar el triunfo de las ins- pulcro, donde todo reposa porque todo
tituciones. está muerto; no son la concordia deí
Hay en estos cargos, y sobre todo en silencio, donde nada disuena porque
el último, que es grave y malévolo, una todo está mudo! .
absoluta falta de equidad. Si yo he con- Dentro de la unidad superior impuesta
tribuido a la formación y a la sanción por la solidaridad de la causa común
de una ley, interpretándola de una ma- que defendemos, cabe el juego armóni-
nera determinada, que expuse durante co de todas las opiniones, la esponta-
su discusión, y si veo que en la aplica- neidad del criterio individual. Y así lo
ción de esa ley prevalece una interpre- he visto yo comprender y practicar por
tación contraria y que en mi concepto esta Cámara, a la cual siempre me enor-
desnaturaliza la ley, ¿puede exigírseme gulleceré de haber pertenecido, porque
razonablemente el sacrificio del silen- la he visto siempre conciliar ía pruden-
cio, que importaría la solidaridad con cia del criterio político con la altivez
opiniones que yo no comparto? ¿Puede de la independencia moral. (¡Muy bien!)
exigírseme por razones de oportunidad Perseverando en ello, señor presiden-
y de orden político? Preferible hubiera te, esta Cámara, que contribuyó a elegir
sido, sin duda, que estas disidencias se al presidente de la República, como re-
hubieran dilucidado antes de la sanción sultado de una lucha democrática, que
de ía ley; pero si no pasó esto, no es será en la historia un timbre de honor
mía ciertamente la culpa, porque la para nuestro país, le demostrará que lo
misma interpretación, el mismo concep- acompaña en estos críticos momentos
to de la ley que yo expongo ahora, lo con la prueba mejor de la estimación;
expuse detenidamente durante la discu- con aquella, por lo menos, que más
sión de ella. ¿Por qué no se me repli- grata debe ser a los espíritus levantados
có entonces? sobre la vulgaridad de la lisonja; con la
Por otra parte, cuando se habla de estimación que se manifiesta por la sin-
falta de oportunidad, ¿se requiere insi- ceridad, y que una veces se traduce en
diar acaso que estas disidencias y estas el aplauso desinteresado y otras veces
'interpelaciones tienden a perjudicar la se traduce en la crítica amistosa.
unidad moral de los poderes públicos, He terminado. (¡Muy bien!)
hoy SR. PRESIDENTE,—Va a darse lectura
más que nunca, necesaria? ¡ Falso del proyecto presentado por él diputado
y estrecho concepto sería este de la señor Rodó,
unidad moral de los poderes públicos!
Estas libres discusiones levantan el (Se lee lo siguiente:)
Prestigio de esta situación, robustecen
| a autoridad moral de los poderes pú Artículo 1.° Declárase que la prohi-
blicos. bición establecida en el artículo 3.a de
Ro
Cierto es que la solidaridad en la de-
»o.~,36
1122 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
[SESIÓN DEL 23 DE DICIEMBRE DE 1904] ' tos que se hacen valer en él En la pri-
mera, se propende a demostrar la in-
SR, RODÓ.—Señor presidente: A pesar j constitucionalidad de los procedimientos
de la vigorosa defensa que hicieron del propuestos para la reforma constitucio-
informe de la Comisión de Asuntos nal y en la segunda parte se impugna
Constitucionales en la sesión de ante- la conveniencia y la oportunidad de la
ayer los señores diputados por Trein- reforma en sí misma.
ta y Tres y por Tacuarembó, y de la Respecto del primer punto, considero,
que ha dicho en la sesión de hoy el se- como la mayoría de la Comisión de que
ñor diputado por Minas, no resisto al formo parte, que cabe una interpreta-
deseo de intervenir en este debate. Por ción de ios artículos constitucionales re-
regla general, creo en la conveniencia lativos reforma, que legitime e¡
de que la discusión parlamentaria se procedimiento que consagra el proyecto,
contenga dentro de breves límites, pero y esto sin violencia alguna, sin desnatu-
en casos excepcionales, la magnitud de ralizar el espíritu de esos artículos. Pero
la cuestión que se dilucida, puede, como no tengo inconveniente en agregar que
en eí caso presente, reclamar la más me interesa relativamente poco esta fez
amplia discusión y el más prolijo y dete- de la discusión; le concedo una impor-
nido análisis. tancia muy relativa y subalterna. ^°
Me propongo principalmente tomar en planteo y encaro la cuestión del punto
curso que el señor diputado por Río de vista de los altos intereses públicos,
consideración el extenso y elocuente dis- de la alta conveniencia nacional 9ue
Megro pronunció en una de las sesio- puede haber en la reforma, y de la P0'
nes anteriores impugnando el informe sibilidad de verificarla con acierto; 3
de la Comisión de Asuntos Constitucio- creo que si se demuestra que la refor-
nales. ma es conveniente, que la reforma es
Su discurso puede dividarse en dos oportuna y que responde a una asP1'
partes, según la índole de los argumen- ración nacional, y que hay medios oe
cada una de estas causas la eficacia que eminente, quizá, entre los que se sen-
en justicia le corresponde. taban en aquellas bancas, del que fué
Es cierto que la mayor proporción tal vez el primero de nuestros estadistas,
de influencia en los infortunios por que contra la opinión y la previsión clari-
ha atravesado el país ha de atribuirse vidente de don Santiago Vázquez, la
a las violaciones de la Constitución, ai Asamblea Constituyente sancionó esa ex-
desorden de la anarquía, y al orden clusión insensata que apartó a los mili-
que reposa en la fuerza brutal del des- tares de la escuela cívica del Parlamen-
potismo, pero no es menos cierto que to y que trazó la primera línea diviso-
los errores y la forzosa inexperiencia ria entre la fuerza moral de la opinión
de los constituyentes contribuyen a ex- y la fuerza material de las armas, divor-
plicar muchos de los fracasos y mu- cio que debía ser una de las calamidades
chas de las calamidades de nuestra po- de nuestra turbulenta historia, porque di-
lítica. vidió en campos opuestos y alejados por
Así lo reconocían, con la experiencia desconfianzas recíprocas elementos que
del poder, el doctor don Manuel Herre- siempre debieron marchar unidos, vincu-
ra y Obes y don Bernardo Berro, que lándose el derecho del ciudadano con
no pueden ser sospechados de ligereza la espada del soldado, y robustecién-
ni de intemperancia innovadora. Y ca- dose con la eficacia del poder mate-
be afirmar más: cabe afirmar que no ! rial las energías morales del espíritu pú-
es justo que se exima a nuestros cons- ! blico.
tituyentes de toda responsabilidad en i Cuando la Asamblea Constituyente
los antecedentes de las primeras gue- hubo sancionado la incapacidad de los
rras civiles que asolaron el país, y que militares para formar parte del Poder
depositaron el germen de los odios que j legislativo, el elemento militar de la épo-
luego fueron triste herencia de las ge- ca, en el cual formaban el vencedor de
neraciones orientales y se multiplicaron ] Sarandí y el vencedor del Rincón pre-
en calamitosa cosecha de guerras fra- sentó a ía Asamblea Constituyente una
tricidas. varonil y elocuente protesta, que no se
Como lo decía nuestro distinguido co- puede leer hoy sin admirar en sus cláu-
lega el doctor Areco, la obra de los sulas la intuición profética de que están
constituyentes se verificó bajo el influ- poseídos. Se anticipa allí la filosofía de
jo de una constante prevención contra muchas de las calamidades que sucedie-
la influencia perturbadora del caudi- ron después.
llaje; pero no tuvo ni pudo tener la ex- Apreciando la significación de este me-
periencia política que le hubiera inspi- morable documento, uno de nuestros
rado los medios de limitar eficazmente primeros constitucionalistas, el ciudada-
la influencia de los caudillos, atempe- no don Francisco Bauza, decía en pala-
rándola a las condiciones de la vida bras que no puedo citar literalmente, pe-
organizada. Los prohombres de la Asam- ro que recuerdo en esencia: «Fué tan
blea Constituyente, obedeciendo a ese desacertada la resolución de la Asamblea
sentimiento de prevención y quizá im- i Constituyente, negándose a atender aque'
presionados por las turbulencias milita- lia justa protesta, que yo me inclino ?
res que habían dificultado sus primeras ! pensar que si el general Lavalleja hu'
deliberaciones, votaron el precepto cons- | biera pertenecido al Senado de la R&P1)'
titucional que impidió a los miembros | blica cuando el gobierno del general B-1'
del ejército la entrada al Poder legis- | vera, y algunos de sus amigos militai"e:J
lativo, 1 hubieran sido diputados, no estalla e
Contra la opinión del hombre más I movimiento militar de 1813, que abrió lfl
naturaleza esté exenta de toda función cuelas, sin elementos apreciables de cul-
política de circunstancias garantiza que tura; con una población total que ape-
su elección se verificará fuera de toda nas sería suficiente para una sola ciudad
consideración o influencia que pueda per- de cuarto orden, con una campaña semi-
judicar la calidad de los elementos que desierta y semibárbara. Si en 1830—di-
han de componerla; y permite esperar go—una Asamblea, donde estaban pre-
que en esa Asamblea tendrán represen- sentes los reducidos elementos intelec-
tación, por órgano de sus hombres más tuales con que contaba el país, afrontó
caracterizados, no sólo los partidos mi- y realizó, con relativo acierto, ia obra de
litantes, sino también esa masa de inte- nuestra organización, ¿no es, señor pre-
reses y de opinión que permanece fuera sidente, un exceso de escepticismo dudar
de la organización de los partidos. de la sabiduría y del acierto con que se
Insistió el señor diputado en sus te- la resolvería hoy, cuando nuestra pobla-
mores respecto del acierto como podría ción es doce veces mayor, cuando nues-
verificarse la revisión constitucional. Ma- tros elementos de civilización, de inte-
nifestó su consternación al pensar en la lectualidad y de cultura, son inmensa-
posibilidad de que esa Asamblea diera mente superiores, cuando una experien-
curso a absurdos, a anomalías, a mons- cia de setenta y cinco años nos ha reve-
truosidades como las que se citaron, en» j lado tantas cosas que ignorábamos sobre
tre las que se cuenta la institución del | nosotros mismos, y, en fin, cuando las
Senado vitalicio, el fraccionamiento del | doctrinas constitucionales y políticas es-
país en cantones, ia división del Poder tán umversalmente mucho más depura-
Ejecutivo entre varios presidentes, etc. i das y mucho mejor planteadas que co-
Yo no veo fundamento serio a seme- i mo lo estaban entonces?
jantes temores. El hecho de que esas o ( Otras objeciones que el señor diputado
parecidas ideas hayan sido sostenidas en j opuso al proyecto que ha de pasar a
el país por hombres de significación no i consideración de la legislatura venidera
tiene valor alguno para el caso. En to- ¡ no se refieren a lo que hay en él de esen-
dos los países y en todos ios tiempos, 1cial o fundamental, sino a sus particula-
b.a habido hombres de significación que i ridades o detalles. Si el señor diputado
sostuvieron ideas absurdas y extrava- \ opina, en mi sentir con acierto, que el
gantes. Ei hecho indiscutible es que nin- Jnúmero de miembros fijado para ía com-
gima de aquellas ideas ha cundido entre | posición de la Asamblea Constituyente
nosotros, en la masa de opinión ilustra- ¡ es exiguo, y que debería duplicarse; o si
da, ni en el pueblo. el señor diputado opina, con acierto tam-
¿Por qué hemos de pensar que en ía bién en mi opinión, que el término de
Asamblea Constituyente haya de preva- duración de la Asamblea Constituyente
lecer lo monstruoso, lo anómalo, lo ab- debe dilatarse hasta un máximo de un
surdo, en vez de prevalecer lo justo, lo año, nada se opone a que esas y otras
sensato y lo discreto? modificaciones y mejoras se propongan
Yo tengo más fe en el tino, la ciencia en la discusión particular del proyecto
y la experiencia de nuestros hombres de en la próxima Legislatura.
consejo; yo tengo más fe en la ciencia Se dice: la antigüedad de las leyes es
del pensamiento de esos hombres. condición de estabilidad y de respeto, v
Y sí en 1830, salidos apenas de las una Constitución nueva carecería necesa-
sombras del régimen colonial, desgarra- riamente del prestigio y del arraigo Qfie
dos por veinte años de guerra continua, tiene ésta, que representa para todos uitf
sin hábitos de libertad, sin hábitos de tradición veneranda.
ejercitar el pensamiento propio, sin es- La antigüedad de íey es, efectivame*1'
te, una base de estabilidad, que puede te, que iodos nuestros partidos la han le-
ser peligroso remover, cuando la ley en- vantado indistintamente como bandera.
cama prácticas que han llegado a ser ins- Hay en esto una confusión de térmi-
tintivas por la acumulación del hábito; nos.
cuando se trata de instituciones de esas Lo que puede decirse es que nuestros
que los pueblos elaboran, por decirlo así, partidos políticos no se han diferenciado
con su propia sustancia, en el transcur- entre sí, explícitamente, por programas
so de las generaciones. Entonces modifi- opuestos; sino que cada uno de ellos
car la ley es violentar la costumbre. Pero ha reivindicado sólo su mayor aptitud
tratándose de una Constitución mucho para el cumplimiento de la Constitución
más teórica que asentada en las costum- y de las leyes, es decir, su mayor aptitud
bres, una Constitución que no ha arrai- para contener su acción dentro de las
gado en los hábitos del pueblo, porque formas regulares de la vida democráti-
si a algo pudiera estar habituado el pue- ca. Pero ninguno de nuestros partidos ha
blo sería a vivir fuera de ella, y que no hecho bandera de la Constitución del año
ha fundado un orden estable y conse- 30 en el sentido de considerarla la forma
cuente, porque fué en su origen, como fija e inmutable de sus ideales cívicos.
todas las de ía América española, un (¡Muy bien!)
molde artificial, mediante el cual se as- Un partido hay, o hubo, que tomó su
piró a regularizar el desenvolvimiento de nombre de la Constitución, y ni aun ése
pueblos que no tenían entonces, ni toda- hizo bandera de la Consitución vieja: se
vía han logrado por completo, la aptitud j llamó constitucional en el sentido de as-
del gobierno propio; tratándose, digo, de pirar a la vida regular, al orden que re-
una Constitución ele esa naturaleza, mo- posa sobre las instituciones libres, pero
dificarla, reformarla, para adaptarla a no en el sentido de aspirar a la conserva-
necesidades reales, no es trastornar la ción e inmutabilidad de una Constitu-
naturaleza ni ía costumbre, no es violen- ción, (¡Muy bien!)
tar ningún hábito que se haya incorpora- Si hubiéramos de plantear la cuestión
do hondamente al organismo social, en este terreno, llegaríamos, señor1 pre-
Es indudable la conveniencia de man- sidente, a averiguar que lo que verdade-
tener cierta estabilidad en el régimen po- ramente constituye tradición en el país
lítico; de evitar que la Constitución esté es el sentimiento de la necesidad de re-
sujeta a los embates de las pasiones y formar la Constitución, antes que el sen-
los intereses transitorios; pero no sería, timiento de la necesidad de mantenerla
por cierto, en nuestro pueblo donde po- j inmutable. Aún la Constitución no había
dría hablarse de un excesivo prurito re- I sido jurada, cuando, como ya he dicho,.
formador en materia constitucional. i toda una clase poderosa e influyente, re-
Hace tres cuartos de siglo que, por ca- presentada por los beneméritos soldados
so único en América, permanecemos in- de la independencia, levantaba justa pro-
movibles y estáticos, no en la verdad de I testa contra ella, y pedía su modifica-
'•nía Constitución, sino en el culto plató- i ción; y desde entonces acá, puede bien
nico de una Constitución.; y la primera afirmarse que el sentimiento de la nece-
Ve
z que, después de largas vacilaciones, sidad de la reforma ha resonado, casi
nos resolvemos a analizarla y reformar- sin interrupción, en la palabra de los es-
la ¿se nos acusaría de sobradamente ve- tadistas y publicistas de tres generacio-
rdosos y sobradamente revolucionarios? nes. Se objeta a esto con el hecho de
J- ara probar el arraigo que se atribuye ! que, habiendo sido tantas veces propues-
a
la Constitución del año 30 en el senti- i ía la reforma de la Constitución, siempre
U)I
cnío público, se aduce, señor presiden- ¡ se ha desistido de ella en último térmi-
1128 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
vi
[PENSIÓN A FLORENCIO SÁNCHEZ] U>
VII
traje hace pocos momentos con un gru- que resume la disciplina de espíritu de
po de diputados amigos, de pronunciar los buenos creyentes: «Libertad en lo
aquí breves palabras que fueran la dudoso; unidad en lo necesario.» (¡Muy
fórmula, aunque pálida y mezquina, de lo bien!)
que todos sentimos, de lo que todos pen- Nuestro pueblo, nuestra idiosincrasia
samos. se han caracterizado, sin duda, por un
Yo no podría añadir ninguna palabra exceso de turbulencias, por un exceso de
eficaz para expresar el sentimiento de individualismo, por un exceso de anar-
júbilo patriótico que a todos nos embar- quía, en las cuestiones dudosas: en las
ga; la admiración profunda que sentimos rivalidades por el poder, en las luchas
ante el acto que motiva este regocijo y internas de pasiones o de ideas; pero se
la gratitud con que correspondemos a ha caracterizado siempre y se caracteri-
acto tan excepcional y tan grande, Y za ahora y se caracterizará eternamen-
cuando hablo de gratitud, señor Presi- te, por una absoluta unidad en lo nece-
dente, lo hago con plena conciencia de sario; por una absoluta unidad en aque-
lo que digo, porque he solido oír y leer, llo que se relaciona con la integridad de
en estos días, que ese sentimiento no la patria, con las fronteras de la patria,
es el propio para corresponder a lo que, con el honor de la patria. (Aplausos en
en suma, no es sino el reconocimiento de la Cámara y en la barra.)
un derecho de que siempre nos creímos No se exagera, señor Presidente, la
asistidos; pero no se desnaturaliza el i importancia de este hecho en la historia
concepto humano de la gratitud, ni se le ¡ del mundo, cuando se afirma que es un
lleva más allá de sus límites racionales ; hecho sin precedentes: es un hecho sin
y justos, cuando la gratitud se consagra : precedentes por su nobilísima esponta-
a retribuir un acto de justicia, un acto neidad, sin que esto sea desconocer el
de homenaje al derecho. (¡Muy bien!) mérito de las instancias reiteradas que
Desgraciadamente las relaciones mora- nuestro país ha hecho, por órgano de
les entre los hombres y entre los pueblos casi todos sus gobiernos, como ha indi-
no han llegado, ¡ni con mucho!, a un cado el señor Ministro de Relaciones Ex-
grado tan alto de altruismo y de desinte- teriores, para llegar a este propicio re-
rés que la gratitud deba reservarse para sultado. Es un hecho sin precedentes,
10 que pasa más allá del reconocimiento también, por su absoluto desinterés, por-
leal de la justicia. (¡Muy bien!) que no tienen estas concesiones la mácu-
Al sentimiento de júbilo que a mí, co- la de una compensación que signifique
nio a todos los orientales, nos inspira el un incentivo interesado.
gran acto que consagra para siempre esta Es un hecho de trascendencia america-
fecha, se une en mí otro sentimiento de na, porque fija normas, que debemos
júbilo no menos fundado, no menos in- creer definitivas, a la acción internacio-
tenso; y es el que me produce esta una- nal de todos los pueblos del continente;
nimidad conmovedora—podemos llamar- y es un hecho de trascendencia america-
la así—con que el pueblo oriental, sin dis- ¡ na, también, porque contribuye a revelar
tinción de partidos, sin distinción de j que el espíritu de América tiene eficacia
^leas, sin distinción, en fin, de ningún con que tender a la originalidad, a la in-
Señero, se ha unido, en esta palpitación, novación fecunda, en materia política
011
un solo sentimiento, para tributar al como en otras esferas del pensamiento
Pueblo del Brasil la admiración y el y de la acción.
ñfe
cto que le debe. Cuando la América surgió a la vida de
Se me ha ocurrido a mí, con este rao- la historia, no fué solamente una nueva
lv
°, recordar aquella fórmula teológica , entidad geográfica la que apareció a í.a
1132 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
faz del mundo: debemos afirmar que Bolívar, cuando pensaba que en el Istmo
surgió con ella un nuevo espíritu, un de Panamá, que une las dos mitades de!
nuevo ideal, el espíritu y el ideal del por- continente americano, se reunirá algún
venir, día el Congreso afictiónico que manten-
Y bien, señor Presidente: la Europa ci- dría con lazos perdurables la unidad de
vilizadora que nos ha adoctrinado, que los pueblos del nuevo mundo.
nos üa amamantado en sus ideas de li- Hechos como el que va a realizarse,
bertad y de justicia, fruto de su expe- manifiestan, señor Presidente, que esa
riencia y de su genio, tiene derecho a es- idea grandiosa no fué sólo una utopía
perar que nosotros hagamos algo más nacida de las fiebres del genio; que hay
que repetirlas: tiene derecho a esperar en el fondo de esa idea el presentimiento
que las realicemos, que las encarnemos de un porvenir, remoto quizá, pero se-
en la realidad viviente. Y es un pueblo guro.
americano el que hoy—quizá por vez pri- Yo, señor Presidente, no quiero moles-
mera en el mundo—, tiende de una ma- tar por más tiempo la atención de la Cá-
nera franca y resuelta a desvanecer el mara. Diré sólo, para terminar, que a
concepto, asaz generalizado, de que en los nombres recordados por el señor Mi-
política internacional sigue predominan- nistro de Relaciones Exteriores, de los
do, bajo máscaras más o menos falaces, que en el Brasil han contribuido a ase-
la superioridad brutal y odiosa de la gurar el resultado que hoy celebramos,
fuerza. ¡El pueblo del Brasil ha demos- debemos unir también en nuestro recuer-
trado que en materia de relaciones inter- do el de los obreros de nuestro país que
nacionales, sobre la fuerza bruta puede han cooperado, en diversas épocas, al
prevalecer el derecho, que es una idea, mismo fin; gobernantes y diplomáticos,
pero que es también una fuerza! (Aplau- desde los primeros tiempos de nuestra
sos en la Cámara y en la barra.) nacionalidad hasta los actuales, en que
América tiende, desde sus orígenes, por el triunfo se consagra con honor para
el pensamiento consciente de sus eman- el Presidente de la República, a quien
cipadores, de los fundadores de los pue- le ha cabido la honra de presidir el go-
blos que la constituyen, a formar una bierno que quedará en los anales de
confederación de naciones. Esta confe- nuestro país con este timbre histórico,
deración de naciones será primero una y para el señor Ministro de Relaciones
confederación moral, una armonía de in- Exteriores, que, por su acción inteligen-
tereses, de sentimientos, de ideas. Será, te y enérgica, tiene gran parte en tan
algún día muy lejano, una gran unidad hermoso triunfo de la justicia. (Aplau-
política, como la soñaba el libertador sos en la Cámara y en la barra-.)
VIII
[MONUMENTO
AL GRITO DE ASCENCIO]
Los señores diputados Rodó, Rivas, Mi- El proyecto que presentamos a consi-
láns y Puppo presentan el siguiente deración de la H. Cámara no necesita
otros justificativos que los que, espontá-
PROYECTO DE LEY nea e inmediatamente, fluyen del senti-
miento patriótico que lo ha inspirado. Se
Artículo 1.° Destínase de rentas gene- aproximan los días en que los aconteci-
rales la cantidad de pesos 15.000 para mientos más grandes y trascendentales
completar los fondos reunidos por la Co- de nuestra historia nacional llegarán, en
misión Popular establecida en él Departa- la memoria de las generaciones presen-
mento de Soriano, con el objeto de erigir tes, a la fecha solemne de su centena-
un monumento que conmemore el hecho rio, y en que, cumplido el primer siglo
histórico conocido por el «Grito de As- de su desenvolvimiento histórico, la Re-
cencío», de conformidad con la ley de pública puede y debe considerarse habi-
12 de julio de 1901. litada para mirar a su pasado con un
Artículo 2.° Con los fondos completa- criterio definitivo y con sentimiento in-
dos por dicha cantidad se atenderá, no conmovible, respecto de los hechos y los
solamente a la adquisición y colocación hombres de la época de su formación.
del monumento, sino también a todas las El levantamiento de As cencío exige, en-
demás erogaciones que motive su solem- tre los acontecimientos de esa época, una
ne inauguración y los festejos que en tal especial rememoración. Su trascenden-
oportunidad se realicen. cia excede los límites de nuestra histo-
Artículo 3.° Confírmase, con carácter ria nacional, puesto que contribuye, en
oficial, la Comisión Popular a que se re- i momentos críticos, a confirmar y ento-
fiere el artículo 1°, encargándosela de- nar la iniciativa revolucionaria de 1870.
todas las diligencias relativas a la erec- Siendo, en cierto modo, el punto de
ción del monumento y a la organización arranque de la revolución oriental, la
de festejos, para lo cual deberá proceder sintetiza en su carácter esencialmente
de conformidad con el Poder Ejecutivo. popular y democrático, obra de la es-
Artículo 4.° La Comisión organizará pontaneidad de las masas campesinas,
un concurso histórico, cuyo tema será mucho más que de la cultura de la ciu-
el acontecimiento que se trata de conme- dad. Y esta espontaneidad popular de]
morar. grito de Ascensio contribuirá a singu-
Artículo 5.° La inauguración del mo- larizar el significado de las estatua que
numento se realizará solemnemente den- lo glorifique. Los otros gloriosos episo-
tro del primer semestre del año 1911. dios de la independencia nacional que se
Artículo ó.° Comuniqúese, etc. perpetúen en el mármol o el bronce se
Montevideo, 12 de marzo de 1910. representarán casi siempre por la efigie
JOSÉ ENRIQUE RODÓ—SALVADOR T. MI- de alguna personalidad culminante. Pero
ÜNS—SEBASTIÁN PUPPO—SANTIAGO RIVAS. i es necesario que entre nuestras estatuas
1134 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS
haya una consagrada a esa entidad anó- de suscripciones después de pasar cier-
nima del pueblo, que, siendo la primera to límite, impondrían una demora inde-
en el sacrificio, es siempre la última en finida si la Comisión continuase librada
la recompensa de los contemporáneos a sus solas fuerzas. Tal es el motivo de-
y en el recuerdo de la posteridad. terminante del auxilio oficial que pro-
La realización de esta idea, aparte de ponemos.
su general interés patriótico, dejará cum- Datos que la referida Comisión posee,
plido un anhelo vehemente de los ciu- permiten asegurar que, integrados sus
dadanos del departamento de Soriano, fondos con la cantidad que se fija en el
que con sentimiento de fundado orgullo, proyecto, se estará en aptitudes de cos-
por la parte principal que les toca en la tear, no sólo el monumento mismo, en
gloria nacional que se trata de conme- condiciones modestas, pero artísticamen-
morar, han acariciado desde hace tiem- te decorosas, sino también todas las de-
po la aspiración que tiende a satisfacer más erogaciones que sean necesarias, in-
este proyecto, consagrando a ella inicia- cluyendo en ellas las de los festejos de
tivas y gestiones que los Poderes pú- inauguración, que deberá efectuarse en
blicos no harían sino complementar.
forma solemne y con su lucimiento pro-
Hace, efectivamente, algunos años, que porcionado a la magnitud del hecho que
hay constituida en la ciudad de Merce- se trata de glorificar.
des una Comisión Popular compuesta
por vecinos honorables, con el objeto de Por lo demás, creemos que será acto
allegar fondos destinados a la erección de justicia confiar al criterio de la mis-
del monumento conmemorativo de As- ma Comisión Popular todo lo relativo a
cencio (ya autorizado por ley de 12 de la mejor realización de esta particular
julio de 1901), y de gestionar, con el idea; sin perjuicio de que proceda, en
mismo fin; la cooperación de los pode- general, de conformidad con el Poder
res públicos. Esta Comisión tiene en su Ejecutivo.
poder una suma no menor de pesos 5.500, Dejamos así expuestos los fundamen-
reunidos por suscripción popular, en el tos del proyecto que elevamos a la con-
país y fuera de él; pero, como se com- sideración de la Honorable Cámara.
prende, lo relativamente exiguo de estos Montevideo, 12 de marzo de 1910.
fondos y las dificultades con que se tro-
pieza para llevar adelante ese género {Siguen las •firmas.']
IX
[EXENCIÓN DE IMPUESTO
AL LIBRO E X T R A N J E R O ]
de esta ley las obras impresas en el ex- i llegará a la conclusión de que en esto,
tranjero por cuenta de autores o edito- J como en todas las cosas, debe confiarse
res establecidos en el país, | en la única eficacia de la libertad para
Artículo 3.° Comuniqúese, publiquese, | subsanar sus inconvenientes y peligros.
etcétera. I Contribuye a reforzar los fundamen-
Montevideo, 12 de mayo de 1910. mentos de este proyecto. la consideración
! de que el impuesto de Aduana, en la
JOSÉ ENRIQUE RODÓ parte relativa a los libros, es de casi
Diputado por Montevideo. insignificante rendimiento. En el año
económico de 1907-1908, último de que
hay datos en orden sobre el particular,
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS la introducción de libros empastados y
a la rústica comprendiendo no sólo los
Contadísimos son los países que ha- derechos específicos, sino también los
cen extensivos a los libros el impuesto impuestos de almacenaje, de construc-
de Aduana, Fuera del Brasil, Suiza, Haití, ción del puerto, la patente consular,
Cuba y el Uruguay, rige universalmente etcétera, etc., produjo únicamente 6394
3a exención de derechos para la circu- pesos con 91 centesimos.
lación internacional del libro, vehículo La excepción que establece el artículo
de civilización y de cultura cuya difu- 2.a del proyecto se inspira en la justi-
sión fácíl y amplia es de interés huma- cia debida a los intereses de la indus-
no. Y si este interés alcanza a las nacio- tria tipográfica nacional. Siendo, noto-
nes capaces de elaborar por sí mismas riamente más reducido el costo de las
la suma de producción intelectual su- impresiones hechas en Europa que el de
ficiente para satisfacer sus necesidades las realizadas en nuestro país, el único
espirituales, en el orden científico y en factor que puede contribuir relativamen-
el literario, aún más alcanza a aquellos te a equilibrar esa diferencia es el im-
pueblos nuevos que por lo incipiente de
su cultura necesitan indispensablemen- ! puesto que grava los impresos venidos
te la asimilación de los frutos del pen- I del exterior. La permanencia de este im-
samiento extraño, para formar y estimu- ! puesto, es, pues, el medio de evitar que
lar su propia capacidad de producción. | los autores o editores nacionales apro
Parece, a primera vista, que esta fran- ¡ vechen de las ventajas que la nueva ley
quicia debiera concederse con limitacio- • les concedería, para imprimir sus publi-
nes fundadas en la distinta calidad e in- ! caciones en el extranjero, privando asá
fluencia de los libros. No todos ellos tie- ! de una importante fuente de recursos
nen igual valor educador y útil, ni to- a una industria nacional tan merecedora
dos ellos responden a un objeto digno de protección y respeto como lo es la
y noble, y los hay que manifiestamente de la imprenta.
se oponen a esa superior finalidad. Pero Montevideo, 12 de mayo de 1910.
si se considera que, en la práctica, sería
punto menos que imposible trazar la JOSÉ ENRIQUE RODÓ
línea divisoria que separase a unos li-
bros de los otros, y que en esa tarea ha- A la Comisión de Hacienda.
brían de intervenir forzosamente las [El 16 de junio de 191.0 se discute en
preocupaciones o parcialidades derivadas Cámara el proyecto y el informe de la
de las distintas opiniones humanas y Comisión. Luego de animado debate, se
que hacen odioso y contraproducente propone y aprueba una nueva versión
cualquier procedimiento de censura, se del artículo 1.°, que dice así:
1136 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
«Artículo 1.° Queda eximida de todo ¡ v>Exceptúanse del alcance de esta ley:
impuesto de Aduana la importación de \ »1.° Las obras impresas en el extran-
los libros a la rústica y los de encua- í jero por cuenta de autores o editores
dernación común destinados a la lee- i establecidos en el país.
tura o estudio, y las composiciones mu- »2.° Los libros que lleven encuaderna-
sicáles impresas. ción de lujo.»]
[SESIÓN DEL 14 DE MAYO DE 1910] honor del país, y como el homenaje pos-
tumo rendido a aquellos que mueren
SR. RODÓ.—ES notorio, señor presiden- dejando un nombre esclarecido es el te-
te, que la República acaba de sufrir con rreno en que más fácilmente confrater-
la muerte de don Agustín de Vedia la nizan los hombres bien inspirados y co-
pérdida de uno de los ciudadanos que mo, además, don Agustín de Vedia con-
más la honraron intelectual y cívica- sagró largos años de su vida al servi-
mente. cio del país, no sólo como periodista,
Por el temple de sus virtudes ciudada- sino como miembro de esta Cámara
nas y por el vigor de sus dotes intelec- de Representantes, donde su palabra re-
tuales, don Agustín de Vedia era de sonó en defensa de las libertades
aquellas personalidades que, cualesquie- públicas por las cuales sufrió más de
ra que sean las filas en que hayan mili- una vez persecuciones y destierros, creo
tado, se levantan por encima de los interpretar el sentimiento unánime de
partidos políticos y entran a formar par- ¡ la Cámara haciendo moción para que
te del patrimonio moral e intelectual de .' ella se ponga de pie en homenaje a
la Nación; y como estos merecimientos | la memoria de aquel eminente ciudada-
tienen que ser siempre enaltecidos para \ no. (¡Muy bien!) (¡Apoyados!)
XI
jen la propiedad de sus obras, que será judicial para los autores, ya que los edi-
respetada siempre la integridad de éstas tores para protegerse impondrían con-
y las condiciones decentes de su presen- diciones muy severas. Roxlo no asiste;
tación; es decir, debe garantizarse ai el debate se generaliza con la interven-
autor que el editor que adquiera en pro- ción de otros diputados. En su inter-
piedad sus obras no podrá nunca ha- vención Rodó llega a sostener.']
cerlas objeto de mutilaciones ni de su- SR. RODÓ.—En este asunto hay com-
presiones no autorizadas por el mismo prometidos tres órdenes de intereses cu-
autor, ni podrá tampoco presentarlas ya armonía debe buscarse: hay el in-
en condiciones tipográficas que, por su terés del autor que enajena la propie-
descuido o por la abundancia y la gra- dad de su obra, el interés del editor
vedad de los errores que contengan, im- que la adquiere, y el interés de la so-
porten una verdadera adulteración de ciedad que, efectivamente, tiene que in-
las obras. Deben ser consideradas edi- teresarse en todo lo que se refiera a la
ciones ilícitas aquellas en que el editor publicación y difusión de los libros, co-
no guarde estas consideraciones elemen- mo cosa que afecta a su ilustración, a
tales, como sucede con frecuencia en bi- su cultura, a su vida intelectual. Y bien:
bliotecas o colecciones populares, donde yo creo que el acuerdo de estos intere-
las obras de mayor mérito aparecen mu- ses resulta favorable a la modificación
tiladas sin escrúpulos, para adaptarlas a propuesta por mí.
las condiciones materiales de la biblio- Cuando el editor que ha adquirido en
teca, y a veces hasta para suprimir pá- propiedad una obra literaria deja de
ginas que no concuerdan con las ten- reeditarla una vez que ésta se ha ago-
dencias sociales o filosóficas que se tado; cuando, después de cierto tiem-
quiere halagar. po de agotada, renuncia a su derecho de
Propongo, pues, que se incluya con el darla nuevamente a la publicidad, lo
número 5 en el inciso A, el siguiente hará, o bien porque carece de medios
caso, de que pido tome nota el señor materiales suficientes para proceder a
Secretario: esa reimpresión, o bien porque consi-
«En la publicación de una obra con dera que esa reimpresión no le trae con-
supresiones o modificaciones no autori- veniencia alguna, o por cualquier otra
zadas por el autor o con errores tipo- causa análoga, sin que debamos olvi-
gráficos que por su número o impor- dar, entre esas causas posibles, el inte-
tancia constituyan grave adulteración.» rés que alguna vez puede haber, del
ISe aprueba. En la misma sesión pro- punto de vista moral, en sustraer a
pone Rodó que una obra que el editor la circulación obras que expongan y pro-
no reedite a los tres años de agotada paguen determinadas ideas.
vuelva al autor, quien podrá reeditarla Bien, señor Presidente: me parece muy
por su cuenta o por cuenta de otro edi- dudoso que el derecho de un editor—cua-
tor. Esta modificación es resistida por lesquiera que sean los motivos que ten-
d autor del proyecto original Carlos I ga para proceder de ese modo—alcance
Roxlo, y se discute hasta que se levan- hasta mantener sustraída a la publici-
ta la sesión.'} dad, hasta mantener oculta en la som-
bra, una producción del pensamiento
[SESIÓN DEL 18 DE OCTUBRE DE 1910] ajeno, porque con esto se vulnera, no
sólo un derecho del autor, sino también
[La Comisión no acepta la propuesta un derecho de la sociedad.
presentada por Rodó en la sesión ante- No se puede aplicar a este género de
rior porque considera que puede ser per- propiedad, a la propiedad intelectual,
1138 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XII
mente entre los que se inspiren en el curso del pasado siglo, contiene la co-
sentimiento de una y de otra naciona- rrespondencia epistolar enviada de In-
lidad. dias a aquellas instituciones religiosas,
La obra más completa y fundamental j En los archivos eclesiásticos y los de
que hasta hoy poseemos sobre la do- propiedad privada, no será difícil tam-
minación española y la revolución de bién al investigador, orientado por un
1811—la Historia, del señor Bauza—, ! dominio suficiente de las fuentes histó-
fué preparada por su ilustre autor con j ricas, realizar más de una exploración
amplia base de erudición bibliográfica; I eficaz.
pero, en punto a investigación de ar- Puede contarse de antemano con la
chivos, sólo le fué dado poner a con- benévola disposición del Gobierno y de
tribución los del propio país y algunos los archiveros españoles, para ayudar
de los de Buenos Aires. a una tarea que tendrá, por otra parte,
Vasto campo queda, seguramente, provechosas guías en obras de descrip-
para quien busque ensanchar la exten- ción de los archivos de España, como
sión de esas primeras noticias, en los el libro monumental de Rodolfo Beer,
depósitos de documentos de la antigua publicado en Viena en 1894, y otros
metrópoli. análogos, citados por el ilustre histo-
El Archivo de Indias, radicado en la riógrafo Rafael Altamira en su intere-
ciudad de Sevilla, atesora inagotable sante monografía de aquel país.
manantial histórico relativo al descu- Dando resultado la investigación que
brimiento, conquista, colonización y go- propone mi proyecto de ley, no deberá
bierno de las que fueron posesiones es- ser sino el primer paso de un plan
pañolas de América. Sólo una parte de más vasto de estudios de ese orden,
esta riqueza documental ha sido orde- que "abarque los archivos de otras na-
nada y publicada en colecciones muy ciones europeas, como la Inglaterra y
interesantes y meritorias, sin duda, pero
necesariamente incompletas del punto Portugal, y los de las repúblicas ame-
de vista de nuestra historia propia y de ricanas, especialmente las limítrofes de
las investigaciones a ella referentes, co- la nuestra, donde, además de los depó-
mo las dos extensas compilaciones de sitos públicos, consta que existen, en
Documentos inéditos sobre las colonias poder de particulares, colecciones pre-
españolas de América y Oceanía; las j ciosas en lo relativo a nuestro interés
Cartas de Indias, las Relaciones Geo- nacional y cuya adquisición se haría,
gráficas de Indias, y algunas otras obras más de una vez, con relativamente es-
semejantes, a las que hay que agregar I caso dispendio.
los documentos obtenidos por la inves- ! Complemento necesario de ese plan
tigación personal de eruditos ameri- de investigaciones sería también la ins-
canos. titución de becas para el estudio, en
Fuera de ese importantísimo depó- los centros europeos, de los cursos de
sito, ofrecen abundosa cosecha de ma- diplomática y trabajo prácticos de bi-
terial histórico americano algunos otros bliotecas y archivos: aplicaciones que
de los archivos españoles. Así, en el fa- constituyen en todo país de plena civili-
moso de Simancas, se guardan nume- zación una aptitud profesional diferen-
rosos papeles de los antiguos Consejos ciada.
de Indias. El Histórico Nacional, de Mientras preparamos estos investiga-
Madrid, adonde confluyeron las colec- dores técnicos urge comenzar la tarea
ciones particulares de los monasterios utilizando la laboriosidad y las luces
y conventos clausurados en el trans- de algunos de los eruditos, formando
XIII
XIV
XV
de los fundamentos mismos de la socie- norías, como ahora, por la lista incom-
dad, de los fundamentos de la vida ci- pleta?
vil, de los fundamentos de la vida eco- ¡ SR. VÁRELA ACEVEDO.—Tendrán acceso
nómica, de los fundamentos de la vida i todas las minorías.
política; cuando se trata de los princi- \ SR. RODÓ.-—En el sistema que el se-
pios que han de regir las actividades de ñor diputado propone, y que después
todos, cualquiera que sea el rumbo que examinaré de paso; pero ésa es una sim-
tomen en la vida, y que han de deter- ple idea del señor diputado.,.
minar los derechos y las obligaciones SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero que tiene
esenciales de cada uno, envolviendo la bastante probabilidad de pasar en la Cá-
personalidad del ciudadano en un am- mara.
biente que será tan inseparable de él SR. RODÓ.—Pero no tenemos la segu-
como el aire que respira y como la luz ridad para que argumentemos sobre la
que lo alumbra, entonces se cierra el base de que eso es lo que va a hacerse.
paso a la intervención de las minorías, SR. VÁRELA ACEVEDO.—Ni tampoco de
se prescinde de su opinión y de su voto que pase la idea del diario citado, por-
y se entregan los más altos y funda- j que el Parlamento se gobierna por su
mentales intereses—no ya del ciudada- j autoridad.
no, sino del hombre-—, al exclusivo ar- | SR. RODÓ.—No me refiero a eso...
bitrio de esas mismas mayorías abso- SR. MASSERA.—Pero ¿aquí en la Cáma-
lutas a las que se ha considerado insu- ra se sabe de antemano lo que se va a
ficientes, cuando se trata de actividades votar?... ¡Estoy horrorizado, señor dípu-
ordinarias de la legislación y de la po-¡ tado Várela!
lítica. ¡ SR, VÁRELA ACEVEDO,—NO, señor dípu-
SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero en la Cá- j tado; pero todos los representantes He-
mara nadie ha propuesto eso, i nen el derecho de creer que sus ideas
SR. SOSA.—Y en los diarios tampoco. | cuentan con mayor o menor número de
SR, RODÓ.—SÍ, señor diputado. ¡ probabilidades de ser aceptadas.
SR. SOSA.—Lo único que se estableció SR. RODÓ.-—Pero no puede presentar
en el artículo a que se refiere el señor eso como una seguridad que nos exima
diputado Rodó es que para la Asamblea de argumentar.
Constituyente debería regir un sistema SR. VÁRELA ACEVEDO.—Es evidente: co-
de elección de mayoría y minoría ex- mo la Comisión no puede tener tampoco
clusivamente: eso no lo ha dicho. esa seguridad.
¡ SR. RODÓ.—Yo me he referido a un
SR. RODÓ.—Recorriendo la colección de argumento que tiene oportunidad de ser
El Día, va a serme fácil citarle al señor ¡ citado, por las condiciones de influencia
diputado la frase concreta a que me y de representación del diario en que ha
he referido. salido a luz.
SR. SOSA.—£7 artículo publicado por Continúo, señor presidente.
el diario El Día dice exclusivamente lo Decía que todos los argumentos que
que yo digo. se puedan aducir a favor de la represen-
SR. RODÓ.—Se niega la oportunidad de tación proporcional, en lo relativo a la
la representación proporcional tratán- I elección de Asamblea Legislativa, son ar-
dose de las Asambleas Constituyentes. ! gumentos a fortiori cuando se trata de
SR. SOSA.—Es cierto: eso sí; pero no I la elección de Asamblea Constituyente.
de que no intervengan las minorías, 1 El señor diputado Várela Acevedo no
que es otra muy distinta. J podía menos de reconocer que el funda-
SR. RODÓ.—¿La intervención de las mi- i mental defecto del régimen electoral que
íación proporcional de las minorías, de- SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero ¡si amplío
jando aparte la representación de la ma- la base que se reserva a las minorías!
yoría. SR. RODÓ.—¿La proporcionalidad en-
No es ésta la ocasión oportuna de ana- tre la representación de la mayoría, y
lizar la idea que ha esbozado nuestro la de las minorías en conjunto no será
distinguido colega; sólo diré de paso la misma que en la actualidad?
que me parece que, del punto de vista SR. SOSA.—No señor; está en error.
de los efectos morales que se buscan SR. VÁRELA ACEVEDO.—Actualmente la
para el ambiente de la reforma, ese mayoría tiene dos tercios y la minoría
procedimiento sería, no sólo ineficaz, sino en conjunto un tercio; y con mi siste-
contraproducente; porque, si no lo he ma, la mayoría tendría sólo tres quin-
entendido mal, lo que resulta de él es tos y las minorías dos quintos.
que el partido de la mayoría, después SR. RODÓ.—¿Y de esas cuentas no re-
de reservarse intacta su parte, o sea sulta que la minoría más numerosa, la
ía parte del león, concede generosamen- que representa más fuerza numérica con
te que, en las sobras, todas las minorías | la aplicación del sistema de la lista in-
tengan representación, y como se com- j completa, tendría que quedar menosca-
prende... | bada para dar entrada a otras minorías?
SR. VÁRELA ACEVEDO.—NO, señor dipu- | SR. VÁRELA ACEVEDO .—NO, señor, por-
tado. ¿Me permite aclarar mi pensa- que ampliando el número de los dipu-
miento? tados que se jija para las minorías no
SR, RODÓ.—¿Cuál es el pensamiento hay ese perjuicio para ana de ellas.
j
del señor diputado? SR. RODÓ.—Puede ser; pero no es el
SR. VÁRELA ACEVEDO.—El partido áe caso de entrar ahora a analizar el siste-
la mayoría no se reserva nada: o, las ma deí señor diputado Várela Acevedo.
urnas pueden ir todos los ciudadanos. Ya llegará la ocasión...
SR. RoDó.—Ya se ve, pero resulta cla- SR. VÁRELA ACEVEDO.—Sin embargo, se-
ro que el partido que es mayoría en ; ñor diputado, yo creo que sería el caso.
en el país, si no hay proporcionalidad \ SR. RODÓ.—No, porque ésta ha sido
más que en lo referente a las minorías, I simplemente una digresión. Esto es aje-
conservará intacta su proporción. Eso no al fondo del debate. Ya llegará la
es evidente. ocasión, cuando presente su proyecto de
SR. SOSA.-—La proporción que le cié ley, si hay oportunidad de que lo pre-
la ley. sente.
SR. RODÓ.—-De modo que lo que se Continúo, señor presidente.
obtendría con la idea del señor dipu- ; El argumento fundamental o uno de
tado es que la minoría más poderosa, ! ios argumentos fundamentales que se
la minoría que puede hacer más con- hacen contra el sistema de la represen-
trapeso a la mayoría, o sea en este tación proporcional es el de su supues-
caso el partido nacionalista, vería mer- ta novedad.
mada forzosamente su parte de repre- Se dice que no tiene precedentes que
sentación, para hacer lugar a la de otras lo autoricen en lo referente a la elec-
minorías. ción de asambleas con facultades cons-
SR. VÁRELA ACEVEDO.- -Pero el señor tituyentes.
diputado olvida que yo amplío la base Desde luego, esto no es absolutamente
reservada a la minoría. exacto porque hay precedentes notorios
SR. RODÓ.—La proporción no dijo que y preclaros como el de Bélgica, en lo re-
la modificase. lativo a la elección de asambleas legis-
SR. SOSA.—¡Cómo no! lativas, y no se ha podido demostrar
que exista una diferencia esencial que SR. RoDÓ.—Desde luego, sería una ex-
invalide para el primer caso la autori- cepción, y sobre todo, no se trata de ios
dad de los ejemplos que militan a favor pueblos maestros, o cuya afinidad con
del segundo. el nuestro pueda en este caso dar opor-
Pero, aun cuando no fuera así, podría tunidad concluyente ai ejemplo,
decirse que si lo que autoriza la decisión SR. FRUGONI.—Es muy semejante.
para realizar una reforma que no tiene SR. VECINO.—ES de los más semejan-
la autoridad de la experiencia es el tes por su simplicidad de organización,
propósito de justicia y de equidad que precisamente.
con esa reforma se persigue, ninguna SR. RODÓ.—Pero, señor presidente, yo
novedad habrá más autorizada que ésta, no he citado estos ejemplos, como pa-
porque ninguna responde a un propó- rece creerlo el señor diputado Frugoni,
sito más equitativo y más justo. para juzgar del acierto o desacierto de
Por otra parte, debo confesar que cs.ci.ct una de dichas iniciativas; no: yo
me parece que desentona de una mane- los he citado como signos de que el es-
ra inexplicable este argumento miso- píritu que domina esta situación, el cri-
neísta, viniendo del seno de una situa- terio que la informa en las cuestiones
ción política y administrativa que, si por más fundamentales, no se caracteriza
algo se caracteriza, es por un espíritu por un exagerado respeto a la autori-
audaz de reforma, que manifiesta con- dad de la experiencia y la costumbre:
ceder un valor muy relativo y muy se- y, por tanto, nada puede haber más
cundario a los antecedentes de la expe- ; inesperado en el seno de esta situación
riencia ajena, y a la autoridad del ejem- ¡ política que el argumento que se hace
plo universal cuando se trata de llevar I valer contra la representación proporcio-
a la práctica una idea que le parece be- i nal, denunciándola como una novedad
néfica o le parece justa. No hace mu- ¡ que no tiene modelos que la autoricen
chos días pasó, con sanción de esta ; y prestigien para la elección de asam-
Cámara, un proyecto de ley que pone I bleas constituyentes.
en manos del Estado el monopolio de | SR. VÁRELA ACEVEDO.—¿Me permite
los seguros, afrontando así para el país i una interrupción?
la prioridad en una experiencia econó- | SR. RODÓ.—SÍ, señor.
mica respecto de la cual no hay prece- | SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero no hay
dentes en la legislación de los países j tampoco nada tan sorprendente como
que nos sirven de mentores y modelos. ver a los espírius conservadores desde-
En las carpetas de la Comisión de ñar, en este caso, la experiencia ajena
Trabajo existe, próximo a informarse, de que siempre hicieron caudal,
otro proyecto de ley que consagra el SR. RODÓ.--¿Y qué me dice usted a
horario uniforme, inflexible y rígido de mí con eso? A menos que quiera clasi-
ocho horas para todos los gremios obre- ficarme, amablemente, entre los espíri-
ros, resolviendo de plano uno de los tus conservadores...
más graves y complejos problemas re- Continúo, señor presidente.
lativos a la organización del trabajo, en Los ejemplos que de las naciones eu-
un sentido en que tampoco la experien- ropeas aducía el señor diputado Vare-
cia universal puede suministrar prece- la Acevedo para demostrar la resisten-
dentes porque no lo ha realizado ningún cia que en la teoría y en la práctica ha
Pueblo del mundo... encontrado el sistema de la represen-
SR. FRUGONi.--.Esf4 equivocado el se- tación proporcional no tienen, desde lue-
ñor diputado: en Nueva Zelanda exis- go, nada que se resista a una explicación
ten precedentes. muy fácil, ni que les dé un valor inde-
1150 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
cación para las sanciones de la Conven- Habiendo, pues, un medio tan eficaz y
ción Constituyente, podría haber repa- tan fácil, de desvanecer todo temor, in-
rado en que esta condición de la rati- cluso el de ese fantasma pavoroso de
ficación le ofrecía medios suficientes una Convención Constituyente que se
para buscar garantías que desvanecie- habilita a sí misma para elegir Presi-
sen todos los temores que le han indu- dente de la República, habiendo un me-
cido a negar su opinión y su voto a dio tan eficaz y tan fácil, ¿no valdría
este gran principio de justicia y de la pena de dejar de obstinarse en esta
verdad política que consagra el pro- oposición vehemente a un sistema cuya
yecto de la Comisión. bondad fundamental y cuya aureola de
Basta que las sanciones de la Conven- prestigios en el espíritu público ha re-
ción Constituyente no sean el término conocido el mismo señor diputado Vá-
último e irrevocable en el proceso de rela Acevedo? ¡Yo creo que ésta sería
la reforma, basta que haya que apelar la ocasión j i e que me interrumpiera!
a la sanción de una autoridad ulterior, SR. VÁRELA ACEVEDO—SÍ, señor: con el
para que todos esos peligros se desva- mayor gusto. ¿Ese contralor o esa rati-
nezcan, porque aceptado el principio ficación ¡a hará una autoridad elegida
de la ratificación, sea por el pueblo, sea por otro sistema?
por la Asamblea Legislativa, las funcio- SR. RODÓ.—Cabe pensarlo así.
nes de la Convención Constituyente ele- SR. VÁRELA ACEVEDO.---Si es así, prue-
gida por el sistema de la representación ba que el señor diputado desconfía mu-
proporcional, no serían, en suma, otra cho de la justicia teórica y práctica del
cosa que funciones de iniciativa o de sistema proporcional
proporción, muy importantes, sin duda, SR. RODÓ.—No, señor; porque una
porque nada podría hacerse en sentido cosa es la facultad de iniciativa y de pro-
afirmativo sin ella, pero nunca decisivas posición, y otra cosa es la facultad defi-
para el caso de una proposición incon- nitiva de aceptar o rechazar (nunca de
veniente o peligrosa, que estaría sujeta hacer lo que no esté propuesto), que
siempre a las facultades negativas del puede concederse a otra corporación o
cuerpo político que tuviera a su cargo a otra entidad, como se hace en muchos
la ratificación. Cuando el señor dipu- otros organismos políticos. La prueba de
tado nos decía que el sistema de la re- que ése ha sido mi pensamiento está en
presentación proporcional ha sido adop- que en el proyecto de reforma que yo he
tado en los comicios de Bélgica, no lo presentado constan las dos cosas: el
ha sido sin el contrapeso del voto plu- principio de la representación proporcio-
ral, de que gozan allí determinados elec- nal y el principio de la ratificación.
tores; cuando decía también que, adop- SR. VÁRELA ACEVEDO.—El principio de
tado en nuestro país para la Cámara la ratificación, yo creo que no. El señor
de Representantes, tendría siempre el Rodó ha presentado dos fórmulas, en
contrapeso del Senado y de las faculta- una de las cuales no hay ratificación.
des de observación del Poder Ejecuti- SR. RODÓ.—Me he referido a la fórmu-
vo, como poder colegíslador, olvidaba la que sostuve en la Comisión y en la
que, en su aplicación a la reforma cons- cual constan los dos principios: el prin-
titucional, ese sistema tiene, dentro del cipio de la proporcionalidad y el princi-
alcance de estos mismos proyectos que pio de la ratificación.
están a nuestro estudio, la posibilidad SR. VÁRELA ACEVEDO.—Por eso yo, par-
de un contrapeso como el de la ratifi- tiendo de un punto de vista cronológico,
cación, que, por otra parte, concuerda me refería a la última., creyend.o que era
con las opiniones del señor diputado. I la mejor.
bres; cuando ni aun las tradiciones co- dad indiferente de las demás fuerzas de
munes han ofrecido a los partidos un opinión, podría ser idealmente buena en
campo de conciliación y de tregua, por- el papel; eso no impediría que, por su
que han buscado en la historia más razo- repercusión en la lógica de las pasiones
nes para el odio que para la fraternidad; políticas, por sus efectos negativos en
durante ochenta años quizá el único sím- cuanto a la solidez de las instituciones
bolo inmune que se ha impuesto a la ve- que creara, fuese, señor presidente, una
neración de todos es esa vieja Constitu- verdadera calamidad nacional.
ción de 1830, no como la expresión de Si queremos tener Constitución esta-
un ideal político perfecto e inmodifica- ble; si queremos evitar el peligro de que
ble, sino como tradición nacional, como a cada cambio de situación, a cada vuel-
signo de una aspiración generosa de li- ta de los vientos políticos muera una
bertad y de organización que las gene- Constitución y nazca otra, para morir al
raciones se han transmitido en herencia, día siguiente; si nos inspira pavor esa
esperando la hora en que una generación perspectiva que nos rebajaría a la ines-
más afortunada o más apta que las otras tabilidad rayana en la disolución, de
llegara a convertirla en realidad. ([Muy que han dado triste ejemplo otros pue-
bien.1) blos en esta misma América, hagamos de
Una Constitución que representa así la reforma constitucional un acto que,
una tradición casi secular y unánimemen- por las condiciones en que se realice,
te venerada, es, indudablemente, una lleve en sí la promesa de una resisten-
fuerza nacional. Las exigencias implaca- cia duradera a la veleidad de las pasio-
bles del tiempo pueden obligarnos a nes y a la rotación de los círculos.
abandonarla y substituirla; pero no lo El señor diputado Várela no parece
debemos hacer sin gran cuidado en la conceder gran interés a este ambiente de
manera como llenemos el vacío que ella entusiasmo, de animación y de lucha cí-
va a dejar al desaparecer. vica que otros consideramos necesario
No basta que una Constitución sea bue- formar alrededor de la reforma consti-
na, sea óptima en sí misma: es necesario tucional. Nos refería impresiones de sus
que tenga arraigo en la conciencia nacio- viajes; nos decía haber observado cómo
nal; es necesario que el pueblo vea alre- en alguno de los pueblos maestros de la
dedor de ella el prestigio, la aureola, la libertad política, una calma de indiferen-
luz, que la imponga a su veneración y la cia ha sido el ambiente en que ha visto
vincule, como parte integrante, a ese desenvolverse reformas de este orden,
conjunto de afectos, de costumbres, y si defraudando las expectativas de la imagi-
se quiere, de supersticiones, que forman nación, que se las figuraría forjadas al
el sentimiento de la nacionalidad, el sen- calor de inquietudes casi revolucionarias.
timiento de la patria. (¡Muy bien!) Es posible que la aseveración del señof
Por eso, todo lo que se haga en el sen- diputado Várela no pueda dar base a
tido de estimular en el ánimo del pueblo una inducción demasiado general; es po-
la decisión de concurrir a estos comicios sible, también, que en pueblos habitua-
excepcionales y asegurar así, de antema- dos a la práctica constante y disciplina-
no, el prestigio de la obra que se va a da, de la vida cívica, la ausencia de exal-
realizar, es poco con relación al interés tación, aparente en ciertos casos, no indi-
patriótico que ello representa. que sino ese mismo hábito de actividad,
El doctor Aíeíián Lafinur lo ha dicho consecuente y confiada en sus resultados
con razón sobrada: una Constitución que propios; pero corno quiera que sea, 1°
surgiera de una convención de partido, interesante no es la agitación exterior, n°
frente al retraimiento hostil o la pasivi- es el bullicio, no son las turbulencias de
XVI
para entregar cinco mil pesos al doctor No creo del caso analizar prolijamente
don Juan Zorrilla de San Martín por su las opiniones del señor diputado Melián
notable obra La Epopeya de Artigas. Lafinur, en cuanto al carácter y méritos
Al aconsejaros, pues, su sanción cree de la obra. Lo que podría deducirse, en
un deber ineludible repetir con el Poder todo caso, de sus argumentos, es que el
Ejecutivo y con la Comisión informante doctor Zorrilla de San Martín se ha ex-
del Honorable Senado que la indicada cedido en su encargo, y en lugar de limi-
retribución no es más que una modesta tarse a hacer una monografía de aplica-
recompensa al autor de una obra de va- ción concreta para estudio o consulta de
lor absoluto, evidentemente superior. los artistas, ha hecho una obra de índo-
Sala de la Comisión, abril 15 de 1912. le más fundamental, que se levanta so-
JAIME FERRER OLÁIS.—JOSÉ ENRIQUE bre aquel objeto y que enriquece nota-
RODÓ.—UBALDO RAMÓN GUERRA.—ALBERTO blemente la literatura histórica del país.
ZORRILLA. Y aun encarada la obra del punto de
vista de su aplicación al uso de los ar-
Cámara de Senadores. tistas, me parece discutible que ella de-
La Honorable Cámara de Senadores, biera haberse concretado a una referen-
en sesión de hoy ha sancionado el si- cia somera de los hechos capitales de la
guiente : vida de Artigas y a un simple esbozo de
su carácter. Es sabido que el artista en
PROYECTO DE LEY general, y en este caso el escultor, tiene
que infundir en la obra que crea el
Artículo 1.° Autorízase al Poder Eje- alma del personaje a quien trata de re-
cutivo para entregar al doctor Zorrilla de producir; y siendo así me parece que
San Martín la cantidad de cinco mil pe- está lejos de ser inútil para el artista la
sos por la obra sobre Artigas que escri- lectura de una obra que le dé una no-
bió en cumplimiento del encargo que le ción completa de la personalidad del hé-
confiriera el Gobierno por decreto del roe y que lo identifique con él en cuanto
1° de mayo de 1907. al sentimiento que debe imprimir a su
Artículo 2.° La expresada suma se imagen estatuaría.
imputará a gastos generales. Pero, señor presidente, aparte de esto,
Artículo 3.° Comuniqúese, etc. yo creo que el Poder Legislativo está, si
Sala de Sesiones de la Honorable Cá- no en la obligación estricta, en la obliga-
mara de Senadores, en Montevideo, a 12 ción moral de acceder al pedido del Po-
de abril de 1912. der Ejecutivo, si se tiene en cuenta que
se trata de una obra encargada oficial-
Feliciano Viera, Presidente. mente, y cuyo pago se impone, por con-
Federico Min Aguüar, Secretario. siguiente, de una manera ineludible.
IComienza el debate; Rodó interviene Lo que puede quizá observarse y en
después de Melián Lafinur y Frugonf] este sentido coincido en opiniones con el
señor Melián Lafinur-—, lo que puede
SR. RODÓ.—A pesar de no ser miembro quizá observarse, repito, es que el Poder
informante en este asunto, me siento im- Ejecutivo, o debió dirigirse a la Asam-
pulsado a exponer, después de las obser- blea, pidiendo autorización para encar-
vaciones del señor diputado Melián La- gar la obra, o de lo contrario, si se con-
finur, las razones que ha tenido en cuen- sideró autorizado para encargarla por si
ta la Comisión de Instrucción Pública mismo, ha debido considerarse autoriza-
para informar favorablemente sobre el do también para abonarla por su propia
particular. cuenta, porque, no precediendo así se
ha expuesto a que la Asamblea, ne- j recibido por ese concepto un solo cénti-
gándole autorización para pagar la obra, j mo de nadie,
lo deje en situación equívoca de quien i Estas consideraciones me parecen so-
encarga una cosa sin saber sí dispondrá j 'oradas, señor Presidente, para que la Cá-
de fondos con que pagarla. I mará no vacile en prestar su voto a la
En cuanto a los beneficios que el doc-
tor Zorrilla de San Martín haya recibido resolución aconsejada por la Comisión de
por su libro, me consta que son absolu- instrucción Pública.
tamente nulos. Ignoro las condiciones en Era lo que quería decir.
que el Poder Ejecutivo ha hecho editar [El debate continúa. Rodó interviene
el libro, pero repito que me consta que otras veces para pequeñas rectificaciones
el doctor Zorrilla de San Martín no ha hasta que se vota por la afirmativa,}
XVII
[SESIÓN DEL 20 DE MAYO DE 1912] ble es, desde luego, una idea acertada:
pero debo manifestar que es insuficiente
[Se discute la moción del doctor Vá- si se considera que con ella sólo puede
rela Acevedo en el sentido de adjudicar levantarse la Biblioteca a la altura en
10.000 pesos a la Biblioteca Nacional para que debe estar.
la compra de libros. Hay quienes propo- La reorganización de la Biblioteca Na-
nen que se destinen sólo 6.000 pesos. La cional debe ser completa: debe empezar-
intervención de Rodó se refiere, asimis- se por dotarla de un personal suficiente
mo, a la situación general de la Biblio- e idóneo, siendo sabido que la competen-
teca..} cia bibliográfica es en todas partes del
SR. RODÓ.—A propósito de la moción mundo una aptitud especial que requiere
que ha presentado el doctor Várela estudios particulares.
Acevedo, debo manifestar que, en com- La Biblioteca Nacional en la actualidad
pañía de un distinguido miembro de esta no tiene un personal suficiente, ni bien
Cámara, proyectamos presentar en el ac- remunerado, ni especialmente preparado,
tual período, sí es posible, un proyecto ni organización adecuada, ni siquiera una
de reorganización de la Biblioteca Na- instalación propia.
cional. Todo eso es necesario remediarlo por
Lo que ha dicho el señor diputado Vá- medio de una ley especial.
rela Acevedo acerca del estado de esa Los fondos con que cuenta actualmen-
institución es completamente exacto: la te ía Biblioteca para la adquisición de li-
Biblioteca Nacional, como organismo de bros son de una inferioridad tal, que
cultura, no ha seguido el impulso de las hasta por decoro nacional vale más no
instituciones análogas del país, y está a decir en cuánto consisten. Baste obser-
nivel muy inferior al de ía cultura públi- var que cualquier particular amigo de
ca en general. leer, y que disponga de modestos recur-
(Apoyados.) sos, gasta más en ía compra de libros
Votar una partida que la habilite para mensualmente que la Biblioteca Nacio-
adquirir libros en la plTOpOTClGn des63," nal
1158 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Yo creo que la suma de 10.000 pesos Por eso yo voy a votar la moción del
anuales para que la Biblioteca Nacional señor Diputado Várela Acevedo, tal como
complete sus fondos bibliográficos no es él la ha. formulado, es decir, voy a votar
exagerada; sobre todo, dado el estado de que se le adjudiquen 10.000 pesos anua-
atraso en que se encuentra, y que obli- les para la compra de libros.
gará—por lo menos durante cierto tiem- Era lo que deseaba manifestar.
po—a gastos relativamente crecidos, para [Después de discutirse el punto, se vota
poder levantar la institución en ese sen- favorablemente la moción de adjudicar
tido a una situación decorosa. sólo 6.000 pesos,']
XVIII
[PENSIÓN A DOÑA
MARÍA STAGNERO DE MUNAR] tt>
XX
cluyendo en ella a muchísimos elemen- tuciones o las leyes. Se puede pedir que
tos liberales—es un gobierno de un ex- la sociedad apresure su movimiento de
tremo radicalismo, resulta un gobierno adelanto, pero no se puede pedir que
moderado, puesto que es esencialmente, deje de graduar ese movimiento. Se pue-
todavía, un gobierno burgués, si se les de pedir que el barco marche a 20 nudos
juzga del punto de vista de las ideas por hora, a 30 nudos por hora, a 40
que con tanto brillo representa en esta nudos por hora, pero no se puede pedir
Cámara el señor diputado Frugoni, y que falten en el mecanismo del barco los
este mismo elocuente compañero nues- resortes propíos para fijar un máximun
tro, que a nuestro lado, en el seno de de la velocidad. Supongamos que todos
la Cámara, es el defensor avanzadísi- fuéramos radicales-liberales en la más
mo de ideas revolucionarias, resulta, limitada extensión imaginable: no por
no diré un conservador, pero sí un inno- eso podríamos desconocer, en principio,
vador moderado, si se le mira desde las la necesidad de un resorte conservador
posiciones que ocupan los anarquistas de I en el mecanismo permanente de las íns-
la calle Río Negro, cuya bandera es la ! títuciones sociales. Supongamos que la
absoluta y total destrucción, y para ! tendencia a la innovación y ía reforma
quienes el socialismo no es más que la i que hoy prevalece en las alturas del go-
última transformación de esa tiranía del | bierno sea originariamente buena, sea
Estado que es necesario segar en sus | oportuna, esté bien orientada: no por
raíces para asegurar la dicha y la rege- ! eso se debe renunciar a las precaucío-
neración de la humanidad. | nes conducentes a mantenerla en cier-
Se deduce de esto que digo, señor pre- ! lo límite o a sujetarla a cierto contra-
sidente, que, fuera de las posiciones ab- j lor, porque los movimientos buenos en
solutamente extremas, nadie tiene dere- sí no están exentos de la posibilidad
cho a considerarse otra cosa que un hom- de extremarse y desbordarse, porque es
bre de ideas intermedias, ya fije su posi- humano el errar, y porque las socieda-
ción un grado más acá o un grado más des humanas no tienen por qué entre-
allá. Sólo en los extremos de ía cadena garse como campos indefensos de expe-
es posible encontrar alguien que no ten- rimentación a la voluntad ilimitada de
ga nadie a su derecha o no tenga nadie los innovadores sea generosa y sea
a su izquierda. buena.
Y se deduce también de esto que digo, No soy de los que creen, señor pre-
que, fuera de las posiciones absoluta- sidente, que la tendencia a asimilar e
mente extremas—de un lado ía disolu- imitar todo lo nuevo—que es la pasión
ción social y la bomba de dinamita, y de esta actualidad—sea en sí misma una
de otro lado la intolerancia inquisitorial garantía de acierto, ni siquiera de pro-
y la monarquía absoluta por derecho greso real y efectivo. Es más: conside-
divino—fuera de esas posiciones absolu- ro que es una tendencia que no tiene
tamente extremas, que, en nuestro me- j sentido ni bueno ni malo, sino apreciada
dio, son puras abstracciones, no hay na- i en cada una de sus manifestaciones par-
die a quien sus ideas le autoricen a ¡ ticulares. Tan irracional como la pasión
desconocer, en principio, la necesidad de lo viejo que considera buenas las
de mantener cierta proporción, cierto cosas sólo porque tiene a su favor los
equilibrio entre la fuerza de innovación prestigios de la novedad. Esa concep-
y la fuerza de conservación de adaptar ción del progreso humano, en línea rec-
a esa necesidad los procedimientos que ta y a paso acelerado, de modo que lo
se usen y las formas que se empleen que se piensa y se propone hoy sobre
cuando se trate de modificar las insti- determinado punto sea forzosamente su-
1164 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
perior a lo que se propuso o se pensó muy lejos de ser una garantía de acier-
hace medio siglo, es falsa para quien- to ni de progreso real. Creo que per-
quiera que se levante un palmo sobre la manece siendo cierta aquella afirma-
interpretación vulgar de estas cosas. I ción de Macaulay según la cual todas
Cada época, cada sociedad, tiene sus su- las colectividades políticas, todas las
persticiones políticas y sociales, sus «ído- fuerzas organizadas de opinión, donde-
los del Foro», como decía el gran pen- i quiera que se las busque, pueden re-
sador inglés; y la superstición de lo ducirse, en definitiva, a dos caracte-
nuevo es en nuestros días una idola- res: o liberales o conservadores, o par-
tría sofística, más generalizada quizás tidarias de la fuerza que impulsa ha-
que la superstición de lo antiguo. La cia adelante, o partidarias de la fuer-
garantía de la verdad no está ni en la za de estabilidad y de inercia. Pero,
pasión de lo nuevo ni en la pasión de como no existe en P1 mundo la socie-
lo viejo. La garantía posible de la ver- dad abstracta y uniforme, sino un con-
dad y también del mejoramiento posi- junto complejísimo de sociedades dife-
tivo de las sociedades y de los hombres; rentes, con sus necesidades propias, con
la garantía de esa libertad interior, fuen- sus condiciones peculiares, la tenden-
te y origen de todas las libertades rea- cia del adelanto, como la tendencia a
les y efectivas, es la independencia del la conservación, no pueden tener igual
criterio individual, que se aplica sin per- sentido en todas partes, sino que ten-
juicio a cada reforma en particular, a drán en cada sociedad y en cada épo-
cada idea concreta, a cada iniciativa de- ca el sentido determinado por las pe-
terminada, y las examina con soberana | culiares condiciones de esa sociedad y
libertad, y las acepta si las considera | de esa época. No se es progresista pol-
buenas aunque tengan siglos de uso, y la inconsulta adaptación de fórmulas
las rechaza sí las juzga malas, aunque abstractas o de ejemplos extraños, sino
coincidan con las ideas, o los sueños, o por la profunda comprensión de las
los caprichos de los últimos innovado- necesidades del medio en que se ac-
res. {Aplausos de la barra.) túa. Se explica así que un radical o un
SR. PRESIDENTE.—4 la barra le está : jacobino a la europea pueda resultar
prohibida toda manifestación, dentro del ambiente de alguno de estos
SR. RODÓ.—ES esa independencia del pueblos un retardatario, es decir, un
criterio individual, y no la pasión de lo espíritu que obstaculice y retarde la
nuevo, la que ha salvado los fueros de evolución en determinado sentido en
la razón humana en todas las crisis que aquí se la necesite.
de la historia, y es esa independencia Pero aun dejando esto de lado; aun
del criterio individual la que nos im- suponiendo que la tendencia de inno-
pedirá siempre enrolarnos en ningún vación que hoy prevalece sea totalmen-
propósito sistemático, en ningún dogma- te oportuna y esté adaptada al ambien-
tismo, viejo ni nuevo, y la que nos hará te, aun así, los que amen el progreso
aplicar el mismo rigor de análisis y la real y seguro, no deben olvidar jamás,
misma autonomía de criterio cuando se cuando se trate de la obra constitucio-
trate de analizar las fórmulas que salgan nal, que los movimientos de reforma
de los congresos de los teólogos. (¡Muy en los que se prescinde del concurso
bien!) del tiempo y de las garantías de una
Además, señor presidente, cuando la reflexión serena encierran un gravísimo
tendencia a innovar se orienta, como peligro del punto de vista del interés li-
actualmente entre nosotros, por asimi- beral; y ese peligro consiste en que, des-
lación e imitación de lo extraño, está pués de estos movimientos forzados,
XXI
enunciarán los trabajos ejecutados, que blezca si el profesor se halla en las con-
hayan de justificar la petición. diciones exigidas por esta ley para go-
Los reclamos que se hubieran presen- zar de sus beneficios será dictada suce-
tado dentro del plazo establecido en este sivamente por dos tercios de votos, y
artículo serán examinados por el Conse- por el Consejo Central, por su mayoría
jo respectivo, el cual se pronunciará so- absoluta de votos.
bre los que considere que se hallan en Si ambas corporaciones estuviesen de
las condiciones exigidas por esta ley. acuerdo, la decisión favorable o desfavo-
rable causará estado. En caso contrario,
Podrá también ser considerada por el resolverá el Poder Ejecutivo.
Consejo de Sección o de Facultad la pro- Los Consejos antes de resolver podrán
puesta que formulen tres de sus miem- asesorarse de Comisiones o personas aje-
bros en él sentido de premiar los traba- nas a la Corporación a que pertene-
jos de un profesor. cen.
Artículo 6.° Los trabajos que el pro- Artículo 8.° El Poder Ejecutivo regla-
fesor haya hecho en el ejercicio de cual- mentará la presente ley.
quier profesión ajena a su profesorado Artículo 9° Comuniqúese, etc.
no podrán invocarse, sea cual fuese su Sala de la Comisión, en Montevideo,
valor científico, para optar a los benefi- a 22 de octubre de 1912.
cios de esta ley.
Artículo 7.° La resolución que esta- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
XXII
Pero, por encima de tales diferencias, to- tos de partido en las luchas de la ju-
dos o casi todos se confundirán en el ventud.
reconocimiento de aquel gran patriotis- Figura representativa de una genera-
mo, de aquella gran abnegación y de ción batalladora, José Pedro Ramírez la
aquella gran sinceridad. personificó lo mismo en sus cualidades
Porque para fundamento de su gloria que en sus defectos. Y si sus cualidades
basta recordar el magisterio cívico que fueron eminentes, los defectos fueron de
ejerció sobre dos generaciones: aquel aquellos que no envuelven jamás ni in-
prestigio avasallador con que actuó en tención dañada, ni sórdidos intereses,
nuestra vida política desde los días que (¡Muy bien!)
precedieron al encumbramiento del Par- Como para todo espíritu verdadera-
tido Colorado, en. el cual fué agente efi- mente superior, el tiempo había sido
caz como autor de la histórica proclama para él una gran escuela, y todos lo he-
del general Flores, hasta la memorable mos conocido en su noble ancianidad,
proscripción de 1875; la intervención re- pacificadas sus pasiones, equilibrado su
iterada que tuvo para la pacificación de espíritu, dueño de una serenidad supe-
la República en angustiosas crisis, la de- rior que le hacía recibir hasta los agra-
cisión con que concurrió a alistarse como vios de que era objeto con una perfecta
soldado de fila en las protestas armadas igualdad de ánimo, igualdad, de ánimo en
contra dominaciones oprobiosas, y las la que se mezclaba la filosofía de su
eminentes dotes intelectuales acreditadas vasta experiencia del mundo y la bondad
en el periodismo, en ia tribuna y en el inagotable de su generoso corazón. (¡Muy
foro, que en otro ambiente y en otras bien!)
condiciones de vida, se hubieran conden- Preguntar si en su acción o en su con-
sado en obra duradera y que reflejaría sejo hubo errores sería en estos momen-
aún mayor honor para el país. tos inconcebible pequenez. Sólo no ye-
Nunca fui su correligionario; cuando rran nunca los que nada hacen. (¡Muy
yo hice mis primeras armas en la vida bien!)
pública, ya él se había desvinculado de Sólo no yerran nunca aquellos que pa-
la tradición política a que pertenezco san por la vida abroquelados en su egoís-
desde los albores de mi vida; pero en mo, sin merecer castigo ni premio, como
una esfera superior me reconocía su co- aquellas almas nulas que el Dante dejaba
rreligionario no sólo en cuanto a la co- encontrarse a las puertas de su Infierno
munidad de los principios, sino también porque no tenían ni méritos para subir
porque quizás sin darse él mismo cabal a la gloria ni siquiera culpas para pe-
cuenta de ello continuaba siendo en el netrar en las regiones del eterno dolor,
fondo de su espíritu un entusiasta y un (¡Muy bien!) (Aplausos en la barra.)
creyente del culto cívico de los días de El presidente observa a la,barra.
su iniciación juvenil. Era, como lo he SR. RODÓ.—Al sembrador, al hombre
dicho antes, un espíritu modelado en la que trabaja en contacto con la tierra,
tradición de la Defensa de Montevideo. nadie le ha exigido nunca la vestidura
Lo era por su sentimiento de la libertad, inmaculada del ocioso, del sibarita, por-
lo era por su veneración profunda que que todos saben que si el barro salpica
lo vinculó siempre a aquellas figuras y a alguna vez sobre su vestidura, es porque
aquellos ejemplos inmortales de don Joa- en ese barro ha estado arrojando a ma-
quín Suárez, de Melchor Pacheco y Obes, nos llenas la simiente que han de aprove-
de Francisco Tajes, y lo era hasta por char los demás. (¡Muy bien!)
la tendencia generosa y amplia, culta y Y porque José Pedro Ramírez no fue
civilista, que imprimía a sus sentimien- nunca hombre de odios, sino de fraterní-
dad y de amplitud, y porque José Pedro justo y tan hondo. Desaparece un hom-
Ramírez no fué nunca hombre de perse- bre superior, que fué al mismo tiempo,
cución, sino de benevolencia, hay en el y en el más alto grado, un hombre bue-
sentimiento de dolor que provoca su no: desaparece un jirón viviente de la
muerte una nota más suave, más pro- tradición nacional; desaparece la última
funda que las manifestaciones ruidosas reliquia de una generación gloriosa; des-
de la glorificación y de la apoteosis; y aparece el centro de inagotables recuer-
esa nota que es el dolor sincero que bro- dos vinculados a la política, intelectual,
ta de las entrañas de una sociedad, iden- social del país, en medio siglo de agitada
tificando a todos, sin diferencias de par- historia; recuerdos que harán que esa
tido, de genio ni de condición social, figura que se va, y que todos nos había-
como si se realizase así, por un momen- mos acostumbrado a mirar desde la ni-
to, aquella confraternidad patriótica que ñez como un rasgo inseparable de la
fué el gran sueño de su vida. fisonomía de la Patria, perdure en la
Frente a esta tumba que se abre, no memoria de los orientales como una de
se concibe el odio, ni siquiera la reserva las más nobles, como una de las más
indiferente: se conciben sólo las natura- grandes personificaciones del civismo na-
les diferencias de grado en el respeto, en cional.
la consideración y en el afecto que su He dicho. (¡Muy bien!) (Aplausos en
pueblo, unánimemente, tributa en postu- la Cámara y en la barra.)
mo homenaje.
El sentimiento público no volverá a [En la sesión siguiente el Proyecto de
resonar en mucho tiempo con dolor tan ley fué votado por la negativa.}
FIN DE LOS
«DISCURSOS PARLAMENTARIOS»
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13
ESCRITOS
MISCELÁNEOS
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ESCRITOS MISCELÁNEOS
PROLOGO
T^ÁJO este título se recogen aquí unita- Artigas, de Eduajdo Acevedo. Por esta
>'')) ñámente, por vez primera, los ar- u otra razón, sólo dejó apuntes o indi-
tículos, las cartas, ¡os discursos, las cios en sus escritos de lo que hubiera
improvisaciones, ¡os resúmenes de dis- podido ser un Artigas suyo. De esos es-
cursos, las frases para álbumes, cuanto critos artiguistas se recogen aquí cuatro.
escrito suyo no encontró cabida en algu- Tres de ellos (La batalla de Las Piedras,
na, de las unidades precedentes ni encon- El monumento de Artigas, La. bandera
trará en las subsiguientes. Su valor es inspirada) son meros esbozos de cir-
desigual como su naturaleza. Algunas pá cunstancias. Donde se descubre nítida-
ginas fueron escritas para el instante, mente su visión de Artigas es en una
para satisfacer una consulta, para expre- página de 1915: La grandeza de Artigas.
sar un punto de vista; otras fueron crea- Alzándose sobre las circunstancias que
das para siempre. podrían haber limitado su pensamiento,
Aparecen aquí mezcladas sin enojosas apunta allí con penetración la condición
distinciones y sometidas al imperio de la única de la. faena artiguista, su origina-
cronología tal como Rodó las fué dando lidad americana, su proporción heroica,
« conocer. Unas y otras valen hoy por No se recogen aquí todos los escritos
Wña circunstancia que cuando fueron misceláneos. Muchos han sido desecha-
compuestas no pesaba: la de dar testi- dos por demasiado indiferentes; otros,
monio de la actividad intelectual de un por reiterar lo que antes o después dijo
hombre. mucho mejor R,odó, Hay algunos, en
Entre los escritos de mayor significado fin, que no han podido ser localizados
-•hoy y siempre—se encuentran los dedi- y que deberán esperar su incorporación
cados a Artigas. Toda su vida expresó a esta serie.
Rodó una enorme admiración por el Once de los treinta que ahora se pu-
¿efe de los Orientales. En varias oportu- blican no habían sido recogidos nun-
nidades manifestó su deseo de dedicarle ca en volumen de sus obras. Esta cir-
ur
>- ensayo de interpretación biográfica, cunstancia los volvía prácticamente inac-
como ¡os que realizara sobre Bolívar o cesibles. Cada escrito lleva al pie la fuen-
sobre Aíontalvo. No pudo llevar a cabo te de donde ha sido tomado, que es (ca-
este proyecto. Confidencias amicales ase- si siempre) la fuente original. Pero no
guran que se lo impedía la existencia de puede asegura.rse que en esta pesquisa
°°ras con ¡as que no deseaba entrar en no se haya deslizado algún error. La bi-
c
°mpetencia: la Epopeya de Artigas, de bliografía de Rodó, a pesas de meritorios
•'uin Zorrilla de San Martín, y el José esfuerzos, está todavía en la infancia.
1176 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
[¿MI AUTOBIOGRAFÍA?]
ser sabido de los otros, y a condición que lo valga, ya que no hallo camino de
también de ser absolutamente sinceros, cumplir de razonable manera los deseos
ferozmente sinceros, con aquel grado de de usted.
sinceridad que acaso no es legítimo ni Otra razón, justificativa de mi excusa,
razonable pedir sino al que escribe me- se me ocurre, para el caso de que me
morias que no han de darse a la publi- resolviera a pasar por alto las dificulta-
cidad mientras el autor pertenezca al des de alguno de esos medios de compla-
mundo de los vivos. cerle. Y es ella que, aun dando por cierto
No me parece odioso el yo como a que yo no merezca figurar en la cate-
Pascal: lo que me parece odioso es el goría de vulgo literario, ¿sería éste sufi-
falso yo de las confesiones amafiadas ciente motivo para que alguien encontra-
pensando en el efecto y adoptando la ra interés en lo que yo me arrojara
pose más conducente al visible fin de in- a decir de mi?
teresar como los Credos de ópera, hechos Piense Vd. en que abundan las gentes
para ser cantados ante el público de los 1 ¡ para quienes nuestra afición a ocupar-
teatros. Creo, pues, en el interés de las nos en asuntos de literatura significa
confidencias literarias, cuando ellas son ! sólo un pasatiempo, un entretenimiento
ingenuas y cuando nos guían por los inofensivo; una manera de llenar los ra-
vericuetos de un espíritu escogido; no ¡ tos de ocio, comparable al billar, al aje-
me parece que se pierda el tiempo refis- \ drez, al juego de damas, o a la resolu-
toleando y sutilizando, con la porfía de ! ción de charadas o logogrifos. Escribir
ira Amiel, en los propios pensares de j bien es, pues, una habilidad que en con-
pensares, cuando esto se hace con saga- cepto de muchas gentes doctas y serías,
cidad y con gracia; pero me causa ho- y aunque ellas no lo digan, no debe de
rror pensar en lo que podría llegar a ser exceder en mucho a la que cabe mos-
este género de literatura personal el día trar aplicándose a cualquiera de esos
en que se la declara puerto franco y fue- juegos. Y yo todavía no sé que, por vo-
ra fácilmente accesible para las tenta- races e insaciables que sean la curiosidad
ciones de ía tontería. y el espíritu investigador de nuestra épo-
a que haya llevado esa universal manía
¿Cuál es, pues, el medio que me que- ca, por increíbles que sean los extremos
da por ensayar para complacerle? de la información que Pompeyo Gener
Aún podríamos salir del paso, plan- clasifica entre las grandes neurosis con-
teando Vd. y contestando yo uno de esos temporáneas, ellos hayan llegado nunca
cuestionarios inocentes, en los que la in- hasta pedir que sean sometidos a una
discreción se limita a averiguar del in- interview, para, obtener la revelación de
terpelado cuál es su color favorito, cuál sus cosas íntimas, un ajedrecista distin-
es la flor y el manjar que más le gus- guido, un hábil aficionado de juegos de
tan, en qué país desearía habitar, qué ingenio, o un buen jugador de caram-
autor es el de su predilección, etc., etc. bolas.
Pero como de todas las maneras que pue-
den idearse para hablar de sí mismo, ¿No le parece a Vd., amigo mío, que
ésa me parece la más tonta, renuncio con todo lo dicho se halla suficientemen-
& aprovecharla como la solución de mis te justificada mi excusación y que debe
dudas y la reservo para cuando haya de usted perdonarla con su habitual y ge-
llenar una página de álbum. nerosa benevolencia? En caso necesario
En suma: que por esta vez se queda puede Vd. hacer uso de esta carta, pre-
^d. sin autobiografía, ni confesión, ni sentándola como una prosaica imitación
Prosa confidencial o subjetiva, ni cosa del soneto de Violante, en la que se tra-
1178 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
II
[SOBRE EL DEPARTAMENTO
DE MERCEDES]
No sin razón se enorgullece Merce- greso material sean, sobre toda duda, los
des de haber dado a la patria nombres más urgentes y seguros—, sino también
que dignifican los anales de la intelec- por la progresiva formación de centros
tualidad nacional y de la vida pública. cultos y dotados de personalidad distin-
Toca a la juventud de la prestigiosa ciu- ta, capaces de irradiar su influencia y
dad honrar esta tradición local y tender contribuir a formar la aureola luminosa
a convertirla en carácter definitivo. La del espíritu nacional por los prestigios de
verdadera autonomía de los departamen- la mente, por la educación de los senti-
tos, cuyo espíritu permanece hoy oscure- mientos, por todas las manifestaciones
cido y acallado por lo imperioso de nues- superiores de la civilización y ía cultura
tros hábitos de centralización, no ha de que realzan la naturaleza humana y fun-
obtenerse sólo por el acrecentamieno de damentan la gloria de los pueblos.
su número de habitantes y la multipli- Montevideo, 29 de diciembre de
cación de sus fuentes de riqueza—aunque
estos medios que se resumen en el pro- {El Diario, Mercedes, 1 de enero de 1901.
IV
EL H É R O E NO MACULADO
dejado propagarse, sobre nuestros des- to que todas las desconfianzas cobardes,
tinos del futuro, los más aciagos vati- el quand méme de la divisa histórica:
cinios. Pero a pesar de esa conspiración la persistencia de la nacionalidad orien-
demoledora de la ligereza, el desencan- tal, su consolidación y sus progresos, en
to y la pasión, queda un héroe que nun- medio de desastres capaces de aniquilar
ca ha sido maculado ni discutido: el un organismo que no estuviera destinado
pueblo, el pueblo indomable y generoso a prevalecer y perdurar con gloria en el
que triunfaba en Las Piedras, en el Rin- mundo.
cón, en Sarandí y caía en el Catalán y Montevideo, 19 de abril de 1902.
en India Muerta; y queda un hecho por
el cual ha podido siempre vibrar más al- [«La Alborada», 20 de abril de 1902.]
EL CONCEPTO DE LA PATRIA
VI
VII
EL EJERCITO Y EL CIUDADANO
cívicamente, una fibra del corazón del zando con esta vocación accesoria los
pueblo, que participa de todas sus palpi- prestigios de su vocación guerrera; y me
taciones y vibra, sin disonancia, en sus es agradable aprovechar esta oportuni-
congojas como en sus regocijos; el mili- dad para mencionar el laudable esfuer-
tar es socialmente un hombre culto, con zo con que dos distinguidos oficiales, los
quien se comparten los primeros puestos señores Onetti e Ibarra, acaban de refu-
en todas las manifestaciones de la vida tar, en defensa de su carrera y de sus
civil, en todas las formas nobles y supe- ideales de soldados, la tesis antimilitaris-
riores de la actividad, en todos los certá- ta de Hamón.
menes de la inteligencia. Esa benemé- Pero el sello de la reconciliación de-
rita institución de la Academia Militar, finitiva entre el ciudadano y el soldado,
donde han formado su personalidad je- entre el ejército y el pueblo, no será
fes y oficiales que honran a las nuevas puesto mientras no se lleve a realidad
generaciones, tiene, sin duda, principalí- el deber cívico del servicio militar obli-
sima parte en la obra de reforma que gatorio, cuyo cumplimiento hará que ei
ha rendido por fruto la dignificación y ciudadano se sienta permanentemente
el prestigio de la carrera de las armas. dentro de la institución militar, y como
Los periódicos que tienen por objeto dar parte de ella aprenda a comprenderla, a
voz y orientación al espíritu de la mili- respetarla y a honrarla.
cia, acompañándola en sus estudios y En tanto que la situación de las cosas
abogando por sus legítimos intereses de humanas no se modifique fundamental-
clase, secundan eficazmente los propósi- mente, la fuerza material será una condi-
tos de la Academia; y por el medio se- ción inexcusable de respetabilidad y de
guro de la publicidad, contribuyen a que influencia en la sociedad de las nacio-
se realice esa comunión, cien veces fe- nes.
cunda, entre la conciencia del gremio El país tiene derecho a ser fuerte.
militar y la de los elementos civiles. No Los ciudadanos, ya militares, ya civiles,
menos contribuyen a ello los jóvenes mi- tienen el deber de cooperar a que halle
litares que aplican su preparación e in- satisfacción ese derecho del país.
teligencia al ejercicio de la pluma, real- [Almanaque Ilustrado del Uruguay, 1910.]
VIII
El estudiante de provincia que sueña donde todas las casas son limpias, cómo-
con ir a doctorarse en la metrópoli, el das y hermosas; todas las mujeres espi-
mozo de pueblo que nunca se apartó de rituales y elegantes; discretas y delica-
la sombra de su campanario y anhela das todas las conversaciones; todos los
conocer el mundo, suelen forjarse de la objetos, de gusto: donde el mérito co-
ciudad, objeto de sus sueños, una idea rre siempre parejas con la fama, y Ia
alambicada, sublime y muy superior a misma maldad y el mismo vicio se pre-
toda realidad. Con el fácil optimismo de sentan constantemente en formas inte-
ía inocencia, ellos se figuran la ciudad resantes y novelescas.
como la realización de un orden perfec- Obra en estos mirajes la natural exor-
to, donde todo está nivelado por lo alto: bitancia de la imaginación candorosa y
IX
haberlos oído y después de haberlos tra- más eficaz que la de las corrientes de in-
tado se les admira aún más, y esta ad- tercambio intelectual y de comunicación
miración abarca un círculo mucho más de cultura que la benemérita Universi-
extenso y se manifiesta realzada por dad de Oviedo ha iniciado, y que han de
un sentimiento de afecto y de amis- persistir con progresiva intensidad y
tad, todavía más precioso que la mis- animación. Estos movimientos de apro-
ma admiración para el feliz cumpli- ximación intelectual nos revelan a los
miento del propósito que los trajo a americanos que hay en la España ac-
estas Américas. Y la explicación de esto tual mucho digno de ser conocido y es-
es que si Posada y Altamira son maes- tudiado; nos revelan que hay una «Es-
tros por el talento y el saber: por aquello paña nueva»: nueva no en un sentido de
que cabe apreciar mediante los libros, oposición a la España tradicional y glo-
son también maestros por el «carácter»; riosa, sino como complemento de ella;
por aquello que no cabe apreciar sino adaptación de las energías característi-
por el contacto directo con la misma cas de la raza a las condiciones y las
personalidad. Son maestros por el ca-
rácter: maestros en sentido absolutamen- tendencias de la vida moderna. Es esa
te contrario al anticuado concepto que España la que hoy vemos personificar-
se personifica en el «dómine»: maestros se en Posada, como ayer en Altamira; es
en el sentido, que incluye, como condi- ella la que nos envía, con sus nombres
ción fundamental y rasgo típico, la «sim- ilustres, su propio espíritu y el mensaje
patía», supremo don para enseñar y edu- de su amistad. Permitidme que al levan-
car. Por eso, la labor de esos dos hom- tar mí copa por el huésped y el maestro,
bres será eficacísima^ para llevar ade- que dejará indeleble en nuestro espíritu
lante la obra de la unión intelectual la impresión de su enseñanza luminosa y
y moral de españoles y americanos. El de su noble carácter, os invite a que
momento es propicio para esa obra. La brindemos también por la España nueva;
conciencia americana empieza a recono- por la España hermana de América en
cer firmemente—-y mil signos lo reve- el amor de la libertad y en la orienta-
lan—que si hay un género de amor pro- ción de su cultura; por ía España que da
pio colectivo, necesario y fecundo, que al mundo científico la gloria de Cajal;
es el sentimiento de la patria, hay otro por la España que reúne en la Univer-
género de amor propio colectivo, no me- sidad de Oviedo espíritus como Leopol-
nos necesario y fecundo, que es el senti- do Alas, Posada y Altamira; por la Es-
miento de la raza. Y este sagrado senti- paña de Costa y Unamuno; por la Es-
miento de la raza, del origen, del abolen- paña que, mediante la labor perseveran-
go histórico, unirá perdurablemente la te, rítmica, paciente—menos deslumbra-
conciencia americana a la conciencia es- dora quizá, pero más fecunda y oportuna
pañola. España y América sienten con hoy que las proezas herocias—, marcha
creciente imperio la necesidad de recons- a reconquistar su preeminencia históri-
tituir idealmente, en lo espiritual, en lo ca, para gloria común de la raza que re-
del alma, la unidad quebrantada en lo conoce en ella su solar ilustre y el centro
político, desde la natural madurez y inconmovible de su conciencia colec-
emancipación de las colonias. Este senti-
miento, esta aspiración, no había tenido tiva.
hasta ahora una forma de manifestación
[La Razón, 4 de octubre ele 1910.]
XI
XII
SOLIDARIDAD
[SOBRE LA PRENSA DEL URUGUAY]
des múltiples, sino más bien como un la educación de nuestra embrionaria de-
complemento o una prolongación de to- mocracia.
das ellas: como un alter ego de la perso- Si cada escritor, grande o pequeño, de
nalidad social. La dignificación del espí- los que contribuyen a la magna obra
ritu de la prensa, por los hábitos de re- común, tuviera clara conciencia de su
cíproca cultura y por la conciencia de parte de responsabilidad y de eficacia en
una armonía superior que subordine to- los resultados morales de tal obra, no
das las transitorias disonancias, es un habría, entre los millones de palabras
hecho social de la más alta y fecunda que entregan a la circulación las hojas
trascendencia; y no cabe duda de que impresas cada día, una palabra sola que
el progreso de las costumbres y las no fuese una sugestión benéfica, y no
ideas, de treinta años a esta parte, lleva se orientase en algún sentido superior.
con acelerado impulso a la radicación
de aquel ideal de periodismo civilizador, [De La Prensa del Uruguay; folleto impreso
que sea de todas veras una fuerza en en Tipografía O. M. Eertani, 1912.]
XIII
MARIS STELLA d>
Escribo, por un movimiento casi ins- ] nos ideales con que se dibuja la apa-
conscíente de mi pluma, ese epígrafe ala- | rición de la mujer, en la perspectiva de
do, frente de las páginas que me toca | la esperanza o entre las brumas del re-
llenar. Lo acepto, desde luego, no bien j cuerdo?
seguro de por qué él ha brotado espon- La estrella sobre el mar; es decir: la
táneamente de mí, pero sí de que res- I serenidad sobre el tumulto, la mirada so-
ponde, sin yo saberlo, a una idea. | bre la. soledad, el consuelo sobre el aban-
¿Será tal vez porque se asocia inevita- ¡ dono, la sonrisa sobre la tristeza, la luz
blemente a este albúm la imagen vista \ sobre el abismo.
al pasar, de privilegiada criatura, cuya ¡ No de otro modo fulgura el alma fe-
belleza, suave y selecta, parece destinada i menina sobre todos los aspectos de la
a evocar, en lo que tiene el amor de la realidad, oscuro mar en que bogamos.
hermosura antigua, la eterna visión de j En la naturaleza, tiene la mujer la re-
Anadiomena-—la surgida del mar—refle- j presentación de la belleza superior, de
jando en la profundidad serena de sus , la que condensa en sí todas las otras,
ojos los tintes glaucos de la onda? de la que les sirve de corona y de sím-
Ese es, sin duda, el motivo de mi re- bolo, de la que concilla la hermosura
miniscencia. Pero, además, hay entre el que nace de las perfecciones de la for-
significado ideal que se expresaría poéti- ma, con la que nace del reflejo del
camente, por la «estrella del mar», y sentimiento.
ia significación del alma femenina, tal En el espíritu de las sociedades hu-
c
pmo la concebimos bajo la inspira- manas, suyo es el supremo imperio de
ción de inextinguibles anhelos, una re- la delicadeza, del refinamiento, de ía
lación que no es, por cierto, difícil de gracia, que extienden sobre las formas
encontrar. y las costumbres de la vida el esmalte
¿Qué otras palabras podrían sugerir,
e
n efecto, idea más justa de los contor- (1) [En el álbum de una dama uruguaya.]
1192 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XIV
[EL MONUMENTO DE ARTIGAS]
Montevideo, 18 de enero de 1913, El género superior de realidad que pue-
Sr. D. Augusto Gozalbo. de exigirse en una imagen estatuaria,
Estimado señor: Diré a Ud. en bre- representación de un carácter personal,
ves palabras lo que pienso sobre el pun- se satisface siempre que ella sugiera efi-
to a que se refiere su consulta. cazmente la verdad ideal de ese carác-
Sin autoridad de técnico que valorice ter. Y yo creo que, juzgando con ampli-
en este caso mi juicio, pero con impre- tud y sin inoportunas preocupaciones de
sión sentida y profunda, soy partidario nacionalismo, esas líneas de admirable
del boceto de Zanelli por espontánea su- sencillez y belleza sugieren la verdad.
misión al imperio de la belleza indiscu- ideal del carácter de Artigas y dan la
tible y soberana. expresión de su personalidad.
El fallo del Jurado, en la parte que En lo fundamental estoy, pues, de
concierne al referido boceto, me parece acuerdo con el sentido de la protesta
de todo punto inaceptable. No admito que Ud. me leyó, aunque no la recuerdo
Que, tratándose de una concepción de en la precisión de sus detalles para po-
e I der afirmar igualmente mi conformidad
sa sencillez armoniosa y perfecta, se pi-
da al artista que la rectifique, en nombre con todo lo que en ella se expresa.
de una vaga exigencia de «carácter nacio- I De Ud. afectísimo amigo.
n
al» que sería difícil precisar en su JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
significado oportuno. i [El Día, 31 de enero de 1913.]
1194 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XV
[CARTA A LA ACADEMIA ESPAÑOLA]
XVI
INDEPENDENCIA Y REPÚBLICA
tal situación, bien puede afirmarse que que saltase sobre los límites de la sabi-
lo inteligente era dudar. Y los que re- duría y la prudencia.
presentaban la inteligencia dudaban, en Así se llegó, de un ímpetu, a la de-
efecto, y proponían términos de tran- mocracia y la república; y cuando estos
sición que asegurasen, con el prestigio principios quedaron encarnados en la
de instituciones seculares, la solidez de realidad, los hombres cultos reconocie-
la improvisada obra. Pero un declive ron que ellos los habían llevado virtual-
mente en el alma y habían contribuido
irresistible llevaba el impulso original
también a entronizarlos, aunque no les
más allá de donde se detenía la volun- consagrasen, como la muchedumbre po-
tad inteligente; y la instintiva energía pular, aquella fe que mueve las monta-
de las multitudes que conducían los cau- ñas porque no reflexiona ni vacila.
dillos trajo el atrevimiento temerario [Atenea, agosto, 1913.]
XVII
LA PAZ Y LA GUERRA
ñalarie, en el armónico conjunto de las cesario que nos habituemos a ver tam-
energías nacionales, el puesto que ella bién en él a uno de los hombres del por-
merece. venir, a uno de los tipos representati-
Glorifiquemos en el soldado al hombre vos de la patria adulta y floreciente.
de las tradiciones heroicas, al rudo ar-
tífice de la patria guerrera; pero es ne- [Ariel, Año I, núm. 3, septiembre, 1913.]
XVIII
XIX
EL NUEVO "ARIEL"
XX
Mucho más que como una actividad con más o menos oportunidad y efica-
aparte, en el conjunto de las actividades cia el comentario y la propaganda de la
sociales, debe concebirse la función del Prensa. Lo que ninguna forma de publi-
periodismo como un complemento de cidad puede suplir es la rápida y exten-
todas las funciones que interesan, mate- sa difusión de los hechos que vinculan
rial o moraimente, al organismo social. una porción grande o pequeña de interés
No ha ninguna que pueda prescindir de general.
ese complemento sin amenguar su fuer- No se rebaja, pues, la importancia
za y eficacia. Jamás hubo en el mundo de la Prensa, ni se propende a adaptar-
institución tan enteramente identificada la a un bastardeado utilitarismo, cuan-
con el complejo desenvolvimiento de la do se le señala como carácter principal
sociedad como, en nuestra época, la la función informativa. Al paso que el
institución de la Prensa periódica. medio social en que se desenvuelve au-
No se trabaja, ni se combate, ni se menta en magnitud y en diversidad, el
estudia, ni se pasa la vida en ocio y so- interés de esa función sube de punto,
laz, sin tener algún necesario punto de porque son más las órdenes de hechos
contacto con la Prensa. Esta universa- que tienen repercusión en la vida colec-
lidad de relaciones determina, desde lue- tiva y en la individual, y es mayor la
go, en el diario moderno, una infinita dificultad de que se difundan de otra
complejidad de carácter y estructura. manera que por la transmisión escrita
Pero si hubiéramos de intentar una cla- de la Prensa. Huelga decir, por lo de-
sificación en los oficios propios del dia- más, que dentro de los límites de la
rista, podríamos empezar por repartirlos información periodística caben todas las
en estos dos órdenes fundamentales: formas de exposición que, levantándose
la información y el comentario. sobre la desnuda referencia del hecho,
De ambas aplicaciones, la vedadera- dan a la crónica su amenidad y su in-
mente esencial e inseparable de la ín- terés y obtienen el relativo valor de
dole del diario moderno es la primera. arte que cabe en esta pequeña historia
El comentario es, sin duda, cosa más cotidiana impresa en las páginas del
alta, y de superior dignidad jerárquica diario.
que la noticia, pero de ningún modo
representa un interés social más posi-
tivo ni más trascendente que ésta. Por Pero si la información ha de tender
mucho que remontemos eI_concepto de necesariamente cada día a ser más so-
utilidad, siempre quedará subsistente licitada y compleja, no me parece me-
que la utilidad superior de la Prensa dia- nos cierta la necesidad de excluirla o
ria radica en ser un medio de informa- limitarla en algunas de las manifesta-
ción, porque es en tal concepto como el ciones con que predomina en los actua-
diario desempeña un cometido de comu- les usos de la Prensa. Hay, desde luego,
nicación y simpatía social para el que una complacencia informativa que no
no tiene equivalente posible. El libro, dudo en calificar de perniciosa y bru-
el panfleto, la tribuna, pueden suplir. tal, por lo mismo que satisface bajas
siderar limitada su jurisdicción a los te- del público lector, a medida que sube el
mas de estricta actualidad ni de interés nivel medio de cultura y se hacen ma-
utilitario. Estos son, sin duda, los prin- yores las necesidades intelectuales de la
cipales objetivos, dentro de ía naturale- mayoría: todo parece concurrir a aumen-
za de la Prensa diaria^ pero la parte de tar indefinidamente la extensión y ca-
material desinteresado, en que se con- pacidad de los diarios.
cede su lugar a las letras, a la ciencia, Pero como en este desarrollo material
al arte, a la amenidad o a la instrucción se ha llegado ya a lo excesivo y las cre-
popular, representa un elemento precio- cientes imposiciones de que procede son
sísimo de los diarios modernos, porque imposibles de evitar, la fórmula de la
contribuye al fin, que también les es futura evolución periodística no puede
propio, cb «democratizar la cultura», ha- ser otra que la «concentración»: mante-
ciendo llegar los reflejos de ella allí a ner la sustancia de los hechos y del co-
donde rara vez logra penetrar el libro, mentario, con superior densidad, elimi-
y atrayendo la atención, de modo con- nando lo prolijo, lo vano, lo superfluo.
tinuo e insinuante, hacia las cuestiones Aquella spenceriana teoría del estilo, que
de interés puramente espiritual, que per- se nos enseñaba en cátedra y que reduce
manecerían en la clausura de la biblio- el secreto de la buena forma literaria a
teca o de la cátedra sin ese medio de ha- la economía de atención, es ineficaz y
cerlas z'esonar al aire libre, junto a los falsa, de todo punto, cuando se trata
varios ecos del movimiento cotidiano. de penetrar en el carácter de la ex-
presión verdaderamente artística, pero
A * * define bien el ideal de la forma pecu-
liar al diarismo, donde la economía de
«El mal que aqueja a la República atención y de tiempo es finalidad natu-
Argentina es la extensión», dijo Sar- ralmente impuesta por un género de
miento en el pórtico admirable del Fa- lectura que ha de hacerse entre las ur-
cundo. gencias del trabajo cotidiano y con cla-
El mal que aqueja al periodismo mo- ra conciencia de la condición efímera
derno es la extensión. de lo que se lee.
El material proporcionado por el des- Cada vez más identificada con la vida
envolvimiento, cada vez más activo y compleja de una sociedad, pero en for-
más complejo, de los grandes centros ma necesariamente somera y cambiante,
urbanos; la comunicación internacional, la Prensa diaria ha de ser como ia som-
más asidua y estrecha cada día, con el bra del cuerpo social: verdadera y fiel
consiguiente acrecentamiento de interés como ia sombra, y como la sombra
por lo que ocurre en cualquier parte leve y pasajera.
del mundo; las progresivas exigencias {El Telégrafo, 24 de septiembre de 1914.]
1202 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XXI
Las librerías de Montevideo han de re- guardarla con cuidadoso amor y de po-
cibir, seguramente, ejemplares de este nerla en contacto, por intermedio de los
catálogo, que honra a la tendencia su- ojos, con una inteligencia culta y una
perior de un oriental que supo ennoble- sensibilidad escogida.
cer su riqueza con el amor desinteresado
por las cosas del espíritu. Ya que la ad- ARIEL.
mirable colección se disuelve, pase cada
una de sus joyas a manos capaces de [El Telégrafo, 8 de octubre de 1914.]
XXII
XXIII
LA BANDERA INSPIRADA
XXIV
[CONTRA L A M I L I T A R I Z A C I Ó N
D E LA ESCUELA]
XXV
LA GRANDEZA DE ARTIGAS
XXVI
CARTA-PROLOGO A
'NUESTRA EPOPEYA (GUERRA DEI (i)
XXVII
EL CENTENARIO DE CERVANTES
España se dispone a celebrar, dentro esta América nuestra. El sentimiento del
de pocos meses, el centenario de la muer- pasado original, el sentimiento de la raza
te de Miguel de Cervantes. Un centena- y de la filiación histórica, nunca se re-
rio más, como el de Calderón y el de presentarían mejor para la América de
Velázquez—ocasiones, no muy lejanas, de habla castellana que en la figura de Cer-
fiestas semejantes—, no importaría gran vantes.
cosa. Las solemnidades de la pompa ofi- Cualesquiera que sean las modifica-
cial, las declaraciones de la vanidad ora- ciones profundas que al núcleo de ci-
toria, los rebuscos de la erudición pedan- vilización heredado ha impuesto nuestra
tesca, bastarían para mantener el conse- fuerza de asimilación y de progreso; cua-
cuente ritual de conmemoraciones de esa lesquiera que hayan de ser en eí porvenir
especie. Pero debe fiarse en que la su- los desenvolvimientos originales de nues-
gestión y el estímulo de la oportunidad tra cultura, es indudable que nunca po-
enciendan en el alma de la juventud es- dríamos dejar de reconocer y confesar
pañola—donde hay prometedoras poten- nuestra vinculación con aquel núcleo pri-
cias de meditación y poesía—, la inspi- mero sin perder la conciencia de una
ración que concrete en estudio, poema u continuidad histórica y de un abolengo
obra de arte, la grande ofrenda que aún que nos da solar y linaje conocido en
debe España a su más alto representan- las tradiciones de la humanidad civiliza-
te espiritual, que fué a la vez el mayor da. Y esa persistente herencia no tiene
prosista del Renacimiento, y el más ma- manifestación más representativa y cabal
ravilloso creador de caracteres humanos j que la del idioma, donde ella se resume
que pueda oponer el genio latino al ex- ¡ toda entera y aparece adaptando a sus
celso nombre de Shakespeare. medios connaturales de expresión las ad-
La ocasión obliga, con igual imperio, a quisiciones y evoluciones sucesivas. Con-
firmar la fidelidad a esa forma espiri- en el mundo del espíritu, donde esa civi-
tual que es el idioma y glorificarla en lización forja sus normas ideales y sus
el recuerdo de su escritor-arquetipo, es, medios de expresión, y escogerlo en
pues, el modo más adecuado y más sin- quien tiene dentro de ella personalidad
cero con que América puede mostrar el más característica y más alta. Hay, ada-
género de solidaridad que reconoce con mas, entre el genio de Cervantes y la
la obra de sus descubridores y civiliza- aparición de América en el orbe profun-
dores. da correlación histórica. El descubri-
No hay otra estatua que la de Cervan- miento, la conquista de América, son la
tes para simbolizar en América la Espa- obra magna del Renacimiento español,
ña del pasado común, la España del sol y el verbo de este Renacimiento es la
sin poniente. Los reyes que la abarcaron novela de Cervantes. La ironía de esta
con su cetro, aun cuando mereciesen al- maravillosa creación, abatiendo un ideal
guna vez mármol o bronce, no podrían caduco, afirma y exalta de rechazo un
encarnar jamás en mármol ni bronce ideal nuevo y potente, que es el que de-
americano, porque representan la auto- termina el sentido de la vida en aquel
ridad de que nos emancipamos y las ins- triunfal despertar de todas las energías
tituciones que sustituímos. Sólo la au- humanas con que se abre en Europa el
gusta imagen de Isabel la Católica domi- pórtico de la edad moderna. A un obje-
naría sin incongruencia en suelo de Amé- tivo de alucinaciones y quimeras, como
rica, rescatando en gloria perenne las el que perseguía el agotado ideal caba-
joyas que costearon la aventura sublime, lleresco, sucede el firme objetivo de la
y figurando como un numen maternal de realidad, abierta a los fines racionales y
nuestra civilización. Pero el símbolo re- a la perseverante energía de los hombres.
quiere en este caso formas más recías y El mundo imaginario que había dado
viriles que esa suave fisonomía de mu- teatro a las hazañas de los Amadíses y
jer. Los portentosos capitanes de la Con- Esplandíanes se desvanece como las nie-
quista, los legendarios sojuzgadores de blas heridas por el sol, y lo sustituye el
mares y de tierras, tienen un carácter mundo de la naturaleza, redondeado y
que excluye la plena apoteosis america- conquistado por el esfuerzo humano; la
na, como personificaciones de la ejecu- América vasta y hermosa sobre todas
ción brutal, consumada con sacrificio las ficciones, que con su descubrimiento
del indio, que también es carne y alma completa la noción del mundo físico, y
de América. Los colonizadores, gobernan- con el incentivo de su posesión ofrece
tes o misioneros, en quienes se apacigua el escenario de proezas más inauditas y
y endulza la empresa civilizadora, pro- asombrosas que las aventuras baldías de
porcionan más de una figura capaz de los caballeros andantes.
ser glorificada en la parte del Continen-
te a que se contrajo su influencia; pero La filosofía del Quijote es, pues, la
ninguna de magnitud continental. En filosofía de la conquista de América. La
cuanto al Descubridor, a España perte- radical transformación de sentimientos,
de ideas, de costumbres, para la que el
nece su gloria, sin duda, pero no su per-
sona; y las estatuas que reproducirán hallazgo del hemisferio ignorado fué cau-
infinitamente su imagen del uno ai otrosa concurrente, es la que adquiere forma
extremo del mundo concecido a su fe poética imperecedera en esa epopeya de
la burla, donde el jovial espíritu del Re-
no son las aptas para significar el genio
nacimiento dirige sobre los últimos ves-
original y propio de la civilización tras-
plantada. tigios de un ideal moribundo las morta-
les saetas de la ironía. América nació
Sólo queda buscar el símbolo personal para que muriese Don Quijote; o mejor,
1212 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XXVIII
DEFENSA NACIONAL
Y SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
La aspiración a la paz, como ideal de propensiones guerreras, estimulando gra-
organización interna y de armonía inter- tuitamente sueños de gloria militar y avi-
nacional, no puede ser discutida: se vando odios y recelos de pueblo a pue-
identifica con el natural desenvolvimien- blo, debe considerarse fundamentalmen-
to de la idea de civilización. Todo lo que te nocivo y reaccionario.
concurra a demorar la realización de ese Pero lo que se pide por los que de-
ideal, fomentando sin un fin justificable sean la implantación del servicio müit£r
Por mucho que los pueblos hispano- diciones y a nuevos tiempos, pero in-
americanos adelanten y se engrandezcan, capaz de desvirtuarse esencialmente. Si
y alcancen a imprimir a su cultura sello aspiramos a mantener en el mundo una
original y propio, el vínculo filial que los personalidad colectiva, una manera de
une a la nación gloriosa que los llevó ser que nos determine y diferencie, ne-
en las entrañas de su espíritu ha de per- cesitamos quedar fieles a la tradición,
manecer indestructible. ! en la medida en que ello no se oponga a
Al través de todas las evoluciones de i la libre y resuelta desenvoltura de nues-
nuestra civilización, persistirá la fuerza ; tra marcha hacia adelante. La emanci-
asimiladora del carácter de raza, capaz pación americana no fué el repudio ni
de modificarse y adaptarse a nuevas con- la anulación del pasado, en cuanto éste
1214 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
implicaba un carácter, un abolengo his- las lenguas humanas ánforas vacías don-
tórico, un organismo de cultura, y para de puede volcarse indistintamente cual-
concretarlo todo en su más significati- quier sustancia espiritual, sino formas
va expresión: un idioma. La persistencia orgánicas inseparables del espíritu que
invencible del idioma importa y asegura las anima y que se manifiesta por ellas.
la del genio de la raza, la del alma de
la civilización heredada, porque no son [El Diario Español, 12 de octubre de 1915.]
XXX
Señor Director de El Plata, Dr. Juan j cualquiera que sea la suerte reservada
Andrés Ramírez. 1 al proyecto, mi candidatura para ejer-
Mi distinguido amigo: Me entero por cer la nueva cátedra debe considerarse
la crónica parlamentaria de un proyecto absolutamente eliminada, pues, aun su-
de ley presentado a la sesión de ayer del poniendo que existiera la posibilidad de
Senado por el doctor don Blas Vidal, esa designación, quedaría sin efecto por
creando en la Universidad una cátedra mi irrevocable voluntad de no aceptarlo.
de conferencias, con el propósito de que Agradeciendo de antemano la publica-
sea yo designado para desempeñarla. ción de estas líneas, me suscribo de us-
Mucho agradezco, en lo que me es ted amigo y s. s.
personal, esa iniciativa, que considero
tanto más honrosa cuanto que procede JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
de un ciudadano de la significación y las
relevantes condiciones del doctor Vidal. 6 de julio de 1916.
Deseo manifestar, sin embargo, que, {El Plata, 6 de julio de 1916.]
FIN DE LOS
«ESCRITOS MISCELÁNEOS»
ESCRITOS SOBRE
LA GUERRA DE 1914
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ESCRITOS SOBRE LA GUERRA DE 1914
PROLOGO
ANSIEDAD UNIVERSAL
LAS MATANZAS HUMANAS
11
gias del destierro». Seguro estoy de que que sería en el sentido de normas y
por el espíritu de España pasa a estas principios absolutamente divergentes de
horas la misma vibración de simpatía, aquellos que la naturaleza y la historia
y ya lo confirman, desde luego, las pala- señalan como ideal a las jóvenes nacio-
bras que se conocen de algunos de sus nalidades del Nuevo Mundo. Esto, por
hombres de ideas y de prestigio popular. sí solo, debería decidir nuestros votos.
Por sentimiento de raza o por sen- No olvidemos, por otra parte, que para
timiento de conservación nacional y li- los elementos reaccionarios y guerre-
bertad, parecen formar acorde de nue ros del Viejo Continente América no
vo, frente al común peligro, aquellas ha dejado de ser del todo «la presa
«voces de los pueblos»—para usar de colonial», el país de leyenda abierto a
una expresión germánica—que surgieron, la imaginación de la conquista. Un im-
enérgicas y distintas, entre el fragor perialismo nacional europeo, vencedor
de las conquistas napoleónicas. Y si se del resto de Europa, y por tanto sin
quisiera completar la protesta contra límite que lo contuviese, significaría
el imperialismo amenazador, con la pa- para el inmediato porvenir de estos pue-
labra de otra de las razas más cultas de blos una amenaza tanto más cierta y
Europa, sería necesario evocar la voz tanto más considerable cuanto que ven-
desvanecida de una Alemania menos dría a favorecer la acción de aquel otro
fuerte y próspera, sin duda, pero incom- imperialismo americano, que hallaría en
parablemente más llena de atracción y la común conciencia del peligro la oca-
de espíritu que el imperio de Guiller- sión de afirmar sin reparos su escudo
mo II: la Alemania liberal de princi- protector.
pios del siglo xix; la Alemania de Schi- En suma: raza, mentalidad, institucio-
líer y de Kant, de Goethe y de Fichte: nes, espontaneidad del afecto, noción de
la Alemania que renovaba el ideal es- nuestro interés colectivo: todo, todo,
toico del deber con la Crítica de la ra- nos vincula estrechamente a una de
zón práctica, y que expresaba, por la- las partes de esa discordia gigantesca.
bios del Posa de Don Carlos, el senti- Mirada del punto de vista americano,
miento de la fraternidad humana y el de- corno de cualquier punto que diste al-
recho de todos los hombres a la vida j gunas horas de la Wilhelmstrasse de
de la libertad. Si esa alianza de la Eu- '.Berlín, la de Francia y sus alia-
ropa occidental cayese vencida, no sa- j dos es, en el más alto y amplio sen-
bría ahora precisarse por qué rumbos , tido, la causa de la humanidad.
oscuros se orientarían los destinos del !
siglo que comienza, pero es indudable [La Razón, 3 de septiembre de 1914.]
ni
LA GUERRA A LA LIGERA
INTROITO DE UNA PEQUEÑA SECCIÓN
tan despedazando los pueblos, se sienta j nen los que no se sienten ni con enér-
uno a la ventana, apura su copa, y ve gica vocación para hacer daño ni con
pasar por el río multitud de barcos con suficiente abnegación para recibirlo. En
las banderas de diferentes naciones...» el circo romano, ocupaban las gradas; en
Todos nos parecemos al burgués del este circo de la vida moderna, leen lo
Fausto. No hay conversación más sa- que cuentan los diarios o comentan lo
brosa que la de la guerra, cuando la que se dice en la mesa de café.
guerra ocurre allá lejos, máxime si la Espectadores, como los que leen los
conversación es de sobremesa y la ima- diarios, son también los que los escri-
ginación envuelve sus simulacros heroi- ben. En esta condición de espectadores,
cos en el vapor de una taza de moka o ajenos a toda vocación heroica, abri-
en la nube perfumada de un habano. El mos esta pequeña sección para hablar,
hombre es naturalmente guerrero y na- a nuestro turno, «de guerras y batallas»,
turalmente egoísta. Como guerrero, le como el burgués del Fausto. Impresio-
complacen las peleas remotas o fingi- nes, comentarios, recuerdos, moralejas,
das, cuando no las tiene reales y pro- asociaciones de ideas o de sentimientos,
pias: desde niño, le agrada jugar a los pasarán por el fondo gris de estas cró-
soldados. Como ser egoísta, experimenta nicas, todo ello sin pizca de mala inten-
una dulce satisfacción sintiéndose tran- ción ni de gravedad trascendental. En
quilo y seguro en tanto que otros com- cuanto a los hechos que nos han de ser-
ponen, a costa de su reposo o de su vida, vir de canevas, declinamos, desde luegop
íos motivos marciales con que él se de- toda garantía de veracidad, traspasándo-
leita. ¡Pícara condición humanal Pero la a la autoridad responsable de los
¿no participamos todos de ella, y por corresponsales telegráficos. Nos trasmi-
muy doloridos o muy apasionados que ten cada día tantas cosas opuestas, man-
nos tenga esa formidable guerra de Eu- tienen en tan loco vaivén nuestras im-
ropa, no se mezcla, en la emoción que presiones, que quizás la filosofía más
nos produce, un poco de la impresión discreta, en este caos informativo, sea
del espectador que ocupa su butaca, en i la de aquel prudente cronista del que
ia sala confortable y tibia, una noche de j refiere Chamfort que escribía cuando
estreno?... í circularon en París los primeros rumo
Quien dijo que todos los papeles de j res de la muerte del cardenal Mazarino:
la vida podían reducirse a dos: el de j «Se miente mucho: unos afirman que
víctima y el de victimario dio muestra i ha muerto el Cardenal, otros aseguran
de ignorar otro papel importantísimo, ! que aún vive, pero, por mi parte, no
que contribuye a integrar el teatro de] j creo que sea cierto ni lo uno ni lo
mundo. i otro.»
Ese papel, el más interesante sin duda, ¡ •
IV
VI
El dato es de Novicov, que declara ¡ se han firmado más de ocho mil trata-
tomarlo, a su vez, de la Gaceta de Mos- ¡ dos de paz que debían subsistir para
cú. Dice así: «Desde 1496 antes de núes- siempre; su duración media ha sido
tra era hasta 1861, en tres mil trescien- j de dos años.»
tos cincuenta y ocho años, ha habido , Nuestras perpetuas «paces», nuestros
doscientos veintisiete años de paz y tres periódicos juramentos de olvido y con-
mil ciento treinta años de guerra, o sea fraternidad, nuestra sempiterna afirma-
un año de paz por cada tres. Durante ción de la que acaba «será la última»,
los tres últimos siglos hubo doscientas j tiene ahí su filiación indiscutible,
ochenta y seis guerras en Europa.» Quedamos, pues, vencidos y humilla
Resulta, entonces que, aunque nos li- , dos en nuestro último reducto de origi-
mitemos a tomar como base este cal- ! nalidad, y de hoy en más debemos decli-
culo de tres siglos, la proporción ha j nar modestamente el honor que nos ha-
sido casi de una guerra por año, mien- ; cen ios que, como Gustavo Le Bon, atri-
tras que en nuestro pequeño mundo j buyen nuestra imposibilidad de paz a la
apenas excedemos de una revolucioncita j parte de barbarie indígena que se mez~
por cada dos años de historia. Se nos ¡ cía en nuestra sangre impura, recono-
aventaja por el doble. \ ciendo en justicia que esa comezón de
Sigue citando Novicov, que reprodu- j pelea procede, como las demás, de nues-
ce esta vez palabras de Valbert: «Des- tro ilustre abolengo europeo,
de mil quinientos años antes de la era |
cristiana hasta el año 1860 de esta era ! ÍEl Telégrafo, 14 de septiembre de 1914.1
VII
ras de los acontecimientos que conmue- i los pueblos son la escuela de la huma-
ven al mundo, era ésta: una sociedad ' nidad; la victoria difunde prestigios y
desgastada por la disolución; un amor ' normas en el mundo. Si la victoriosa re-
patrio minado de escepticismo: un go- I sistencia de Francia se consuma, ¡qué
bierno privado de sólida y potente auto- ! inmensa reverberación de prestigio para
ridad; un ejército desorganizado; una re- ¡ ia causa de la libertad humana, en la
volución social pronta a estallar al pri- revelación guerrera de esa república li-
mer amago de guerra. beral, humanitaria y utopista, a cuyo
Y la impresión irresistible, desde que frente figura, en vez de un César laurea-
la prueba se ha verificado, es: una es- ! do en 1 a s batallas, un hombre de pensa-
pontaneidad patriótica sin deserciones | miento y de paz, fuerte sólo por la tran-
ni vacilaciones; una augusta serenidad, sitoria autoridad de su investidura im-
cruzada de ardientes entusiasmos: un prescriptible de la virtud y del talento!
gobierno indiscutido y firme, dondequie- j Y cuando se pregunte por qué ese
ra que sitúe su autoridad, un ejército ejército relativamente en abandono, for-
admirable de organización, empuje y de i mado entre la inseguridad y fluctuación
constancia; un pueblo en. que todo se ! de los cambios de gobierno, salido de
acalla—hasta la voz de las pasiones exas- i las filas de un pueblo refinado y escép-
peradas por el crimen de 31 de julio—, j tico como el pueblo de Atenas, mantiene
frente ai supremo deber de la defensa i1 sin embargo, el nervio que lo ha hecho
nacional. capaz de resistir a la más formidable
: máquina de guerra que se haya orga-
De esta manera ha contestado Francia, I nizado en el mundo, fácil será la con-
la Francia de los milagros del 92, a los , testación para los espíritus liberales.
que dudaban de ella y a los que duda- , Ellos podrán contestar que, contra lo
ban de la capacidad del liberalismo re- \ que piensa una concepción estrechamen-
publicano como fuerza de acción capaz te automática de la energía militar, es y
de contrarrestar el impulso del imperia- será siempre uno de los grandes valo-
lismo militar. : res de la guerra el «espíritu» marcial
Así se ha incorporado magnífica, unien- ! del hombre libre, el dinamismo que crea,
do al ímpetu, y al brillo de su genia- i en el soldado de una democracia, la con-
lidad tradicional una aureola de tran- • ciencia de que pelea por su derecho y
quila confianza, que manifiesta, más so- de que su personalidad, que es parte
beranamente aún, la plenitud de su ener- i de la soberanía, debe ser también ele-
gía. , mentó activo y eficaz de la victoria,
Atendamos a la trascendencia univer-
sal de estos ejemplos. Las victorias de ! [El Telégrafo, 16 de septiembre de 1914.]
VIH
Macla se opone, sin embargo, a que acep- civilización, un hecho superior a todos
temos en principio su verosimilitud, no esos, que es la guerra. La guerra: es de-
con relación a uno u otro pueblo de los cir, los destinos de la parte más noble de
que pelean, sino con relación a la natu- la humanidad entregados al ciego y es-
raleza humana, enceguecida y desenca- túpido arbitrio de la fuerza; las genera-
denada por la radical barbarie de la ciones humanas diezmadas en la ñor de
guerra. su juventud; la riqueza que ha acumu-
«Hay—prosiguió diciendo—un límite lado el trabajo, echada al viento como
que el sentido moral de los hombres en un arrebato de locura; la inteligen-
y las convenciones de los estados se- cia apurando sus recursos en obra de
ñalan a la misma fuerza brutal en su muerte y de destrucción; el porvenir
transitorio y anómalo dominio; pero, su- abrumado con herencias de odios, de
puesto el inicial desate de esa fuerza, luto y de vergüenza, y la cultura de pue-
todos los excesos se derivan tan fácil- blos superiores obligada a confesar que
mente de su impulso, que el propósito sus adelantos materiales e ideales no
de limitarlos se parece al de fijar un tienen fuerza para preservarlos del re-
movimiento acompasado al cuerpo de greso atávico a la más triste fatalidad
enorme gravedad que se precipita por de la barbarie.
violento declive. Tal vez nos sorprenden »Si el espectáculo de esta hora es de
demasiado las iniquidades de la guerra oprobio para la sociedad que compo-
que contravienen nuestra medida de lo nen las naciones cultas del mundo, no
lícito y de lo ilícito, y no nos sorprende consiste principalmente en tal o cual
suficientemente la iniquidad de la gue- exceso de los procedimientos y formas
rra en sí misma, que las contiene vir- de la guerra: consiste, sobre todo, en
íualmente a todas, porque significa, des- el hecho de la guerra misma. Es este
de que empieza hasta que acaba, una hecho el que está manifestando las fa-
sistemática excitación de todos los ins- llas de que adolecen los fundamentos
tintos del odio, de la crueldad y de la de nuestra civilización, y es él el que,
depravación. dejando un eco de horror en la concien-
»Por encima de los incendios de ciu- cia de los niños que hoy lloran en la
dades, del uso de armas innobles y pro- cuna, ha de sugerirles un día la abomi-
hibidas, de bombardeo de poblaciones nación de nuestra historia y la aspira-
no fortificadas, de las exacciones, y las ción a destinos menos miserables.»
muertes fuera del combate, y los vejá- Eso nos dijo el sereno observador.
menes y las violencias inútiles, se im-
pone a la conciencia humillada de los ARIEL.
hombres, en esta aciaga bancarrota de la [El Telégrafo, 18 de octubre de 1914.]
IX
gre, los diluvios de lágrimas, no son más ¡ miento de tu voluntad. ¿Cómo hallar en
que la parte visible de un daño que se , los códigos humanos el nombre y la san-
dilata, aún más funesto, en la sombra. ; ción de tu Delito? ¿Dónde está el dés-
Millares y millares de destinos truncados I pota de oriente, inventor de tormentos
en la primera flor de la vida, dejan | feroces; dónde el renovado Gibelino, ima-
como tras un bárbaro saqueo el sagrado ginador de castigos eternos, que, en la
misterio del porvenir, mientras el odio, i proporción de la culpa y la pena, en-
envenenando la leche de los pechos que i cuentren el suplicio para tu maldad y
no ha secado la miseria, arroja a los : la afrenta para tu orgullo?
surcos del tiempo la semilla de los es-
ARIEL,
pantos de que se ha engendrado... y en
principio de ese infierno hay un movi- ! [El Telégrafo, 18 de septiembre de 1914.]
XI
DESPUÉS
po y la idea innovadora carece del fuego des heroicas en la sala patriarcal de Uli-
con que soldarse de inmediato en la sus- ses, arrancada al hogar de los Cortejado-
tancia de lo real. De esas generaciones res, Para entonces columbro una aurora
que el dolor exalta, son los milagros de en que la palabra del poeta sea otra vez
la historia. Instituciones, potestades, fue- fuerza de teurgia e iluminación de vati-
ros, normas sociales y políticas verá mu- cinio, y levante ciudades, y domestique
darse quien viva hasta que las cenizas fieras, y posea el talismán de ocultos te-
de este incendio redunden en pingüe abo- soros: salmo en el templo, canción en el
no de la tierra; y como necesario com- taller, himno en la batalla, sin dejar por
plemento de ello, verá mudarse también eso de embeber el silencio y el misterio
el último temple de las almas, la forma en el velado tálamo de Psiquis. Para en-
de toda actividad espiritual. Si queréis tonces columbro una vuelta primaveral
grande arte y gran literatura, los tendréis de la invención, pujante, caudalosa y fér-
después de trágicas vicisitudes y cam- vida, como en los tiempos de original vi-
bios esenciales; cuando la imaginación sión de cosas; un retoñar de aquella ago-
maravillada reciba del pensar y el sen- tada energía que infundió en cuentos y
tir de los hombres tributos de intacta y poemas la perennidad y la frescura de la
resplandeciente riqueza. Así, pasado un obra de los gnomos y los espíritus ele-
siglo sin unción de poesía, se levantó la mentales. Para entonces columbro un tea-
tempestad romántica sobre la Europa tro magnificado y libre de toda estrecha
nueva que consagraron los óleos de la convención y toda vana pompa; teatro de
Revolución y de las campañas napoleó- cielo abierto en muchedumbre popular
nicas, ¿No percibís cuánto de enteco y como en los días de la democracia ate-
de servil hay en las bases de lo que se niense, donde quepan acciones gigantes-
produce en nuestro tiempo? ¿No sentís I cas, y varias como la vida misma, y de
en toda esa habilidad farandulera y todo un sentido ideal que despierte en la cir-
ese artificioso primor la ausencia de
la vena profunda, que fluye, para la in- cunstante alma colectiva el acorde uná-
mortalidad de las ásperas reconditeces nime y profundo de un tácito coro.
del alma? El arte vivo y sincero es fuer- Todas esas cosas columbro para cuan-
za de comunicación y luminosa epifanía do el sentimiento de la vida renazca,
con que se corrobora y manifiesta el sen- transfigurado y potente, sobre las ruinas
timiento social. Para reaparecer el arte en que ha de sepultarse un mundo, y
grande y persistir en grandeza, ha me- sólo espero nueva y cabal conciencia ar-
nester encontrarle en el fondo de hu- tística a condición de un tránsito glorio-
manidad donde prende sus raíces: en , so en los dominios de la voluntad. Avi-
aquella fundamental concepción de la sados, por la radical languidez de toda
vida y aquel superior acuerdo de ideales, obra, de la necesidad de un soplo nuevo,
que constituyen, en cierto amplio senti- pero incapaces de arrancarlo de nosotros
do, la conciencia religiosa de la época. mismos mientras no nos levante el pecho
Y acaso, en el cercano futuro, la remo- el aire por donde ha pasado la tormenta,
ción de la vida espiritual no ha de dete- nos parecemos al viajero que, en la char-
nerse, por enérgica y honda, hasta al- ca hallada en los ardores de su sed, se
canzar de veras a la cumbre de religio- inclina a beber del agua quieta, tibia e
sidad en que todo ideal humano culmi- impura, en tanto que oye, quizá de cer-
na y entra el alma en amorosas instan- ca, el rumor inmenso de un torrente para
cias con el misterio que la rodea. el que no sabe el camino.
Para entonces columbro como el súbito
despertar del bronce y el hierro de las li- [La Razón, 19 de noviembre de 1914.1
1234 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS
BEL( 3 I C A
De los tres claros nombres de nación j amontonado y oliente se levanta y difun-
que han hecho resonar, en signos de ar- • de la llama del incendio con el irrefre-
monía, las músicas marciales que acabáis I nable impulso del rayo! ¡Reveladora en-
de oír, permitidme que destaque, para ! señanza para los que imaginan que la
que aparezca el primero en la expresión i energía de la guerra ha menester culti-
verbal de nuestra ofrenda, el menos vin- | varse por sí misma y en el ejercicio de
culado a fuerza material y a deslumbran- ' su propia obra ele destrucción y muerte,
te gloria: el nombre de Bélgica. Quien i en vez de brotar, a su hora, de aquella
fué el primero en la resistencia sobrehu- | fundamental y armónica energía que,
mana, quien lo es en la magnitud del sa- ! templando los resortes del carácter so-
crificio, séalo también para la simpatía ! cial, forma la voluntad para las artes
que busca mitigar el dolor. Y porque en I pacíficas e inspira los ejemplos del va-
el corazón de Francia la generosidad es I lor civil!
la naturaleza misma, y porque la libre Difícil es encontrar en la memoria el
Inglaterra tuvo siempre el tono y el sen- parangón a la grandeza de esta Bélgica
tido de una caballeresca dignidad, me ¡ que ahora conocemos. Todo cuanto pue-
parece que de ellas parte espontánea- j de contribuir a enaltecer la acción huma-
mente el noble ademán que nos invita na, por los sentimientos que la animen
a conceder la prefación en el recuerdo, | y el término a que se dirija; todo cuanto
como tendrá la predilección en la histo- ¡ puede tender a embellecerla y glorificar-
ria, al pueblo incomparable que las ha • la por la heroica fiereza como se mani-
escudado con su pecho y que ha de ser, fieste, todo se congrega en Bélgica y
de hoy en más, entre ellas, prenda in- realza esta inenarrable tragedia de su
mortal de fraternidad y de alianza. historia. En los mayores portentos del
Bélgica era, en las representaciones pasado, en los más clásicos y nobles, fal-
habituales de nuestra imaginación, el ta- ta esa armonía y perfección de estatua
ller doméstico, todo paz y virtudes, que ! guerrera. Cuando no hay lugar para la
disfrutaba su áurea medianía en seguri- I duda en la justicia de la idea por que se
dad inviolable. Bélgica es ahora el altar ! combate, ni se percibe desigualdad en el
humeante y sangriento del valor sublime. ! denuedo, ni sombras de iniquidad y aíe-
De ese sosegado fondo de granjas y de- ! vosía empañan el esfuerzo fundamental-
hesas, donde renace, magnificada, la Ar- mente generoso, queda a la crítica to-
cadia pastoril; de fábricas que ennegre- mar por blanco la calidad del pueblo
cen la niebla y barcos que cortan los combatiente: la turbulencia de sus incli-
ríos indolentes; de primorosos jardines naciones, la rudeza de sus costumbres, su
y casas pulquérrimas, y en suma, de tra- j inferior condición respecto del extranje-
bajo apacible, que a algunos puede pare- • ro que le oprime o del invasor que le
cer opaco y sin vuelo, se ha adelantado I amenaza. Aquí, ni una mácula, ni un prs
de súbito la máscara trágica de las Ilío- ¡ texto, ni una diferencia siquiera en va-
nes y las Zaragozas. ¡Transfiguración ex- lores de civilización. Nada falta a Ia
traordinaria, que recuerda a la bondad ¡ gloria de Bélgica; nada puede restarse
de la tierra cuando del plácido heno ¡ a la soberana razón que de ella irradia
XIII
dad histórica, realiza el triunfal esfuerzo ' formas esenciales de la sociedad moder-
de su independencia, y se constituye en na, confirma la gran nación una vez más
repúblicas de instituciones libres que han < el signo de elección histórica que hace
continuado su progresivo desenvolvi- de ella «el faro secular erguido sobre el
miento alimentando preferentemente su mundo», la patria de adopción de todos
idealidad y su cultura en las enseñanzas los espíritus libres, la norma y la espe-
de la Francia transfigurada y creadora ranza de cuantos afirman un ideal más
que surgió de las fraguas de la gran Re- alto que el predominio de la fuerza y
volución. una ley internacional más noble que la
Va a cumplirse el primer aniversario • disputa de los egoísmos colectivos.
del 14 de julio desde el comienzo de la Disponiéndonos, pues, a conmemorar el
guerra que ensangrienta el suelo de Eu- 14 de julio, ratificamos un principio de
ropa y que ha visto incorporarse a Fran- libertad humanitaria, corroboramos un
cia, radiante de serena y magnífica ener- sentimiento de simpatía internacional y
gía; más fuerte aún que la imaginaban formulamos un voto de victoria.
Jos que nunca abandonaron la fe en la A todos aquellos que lleven en el pecho
eficacia de su genio; mostrando la capa- la pasión de la libertad y en el pensa-
cidad guerrera de la libertad republica- miento la idea de un porvenir de paz y
na, como cuando inspiraba para bautis- de justicia; a todos aquellos que crean
mo de su tricolor, los épicos milagros de en la virtud inextinguible de la geniali-
la primera República. Como entonces ' dad latina, madre de la civilización, de-
también, Francia combate ahora en pro I positaria de sus tesoros más nobles; a
de ideas y derechos que son patrimonio : todos aquellos que amen el inmortal es-
de la humanidad. No defiende ella sólo píritu de Francia y en quienes un deste-
su causa nacional ni la causa nacional • lio de ese espíritu, un episodio de su
de sus aliadas. . historia, una palabra de su vasto evan-
Hay en la solución de este pavoro- ; gelio ideal, haya despertado alguna vez
so conflicto de naciones un interés ideal una emoción de belleza, de generosidad,
que contribuye a explicar por qué no : de heroísmo; a nuestros conciudadanos
se conciben ante él la perplejidad ni la y a los que, sin serlo, viven entre nos-
indiferencia. Es la gran tradición humana otros y se identifican con ias palpita-
del 14 de julio, con sus principios tute- ciones del sentimiento nacional, exhor-
lares y los virtuales desenvolvimientos tamos a embanderar sus casas y llevar
de su jornada, quizá definitiva, para pre- la escarapela tricolor el 14 de julio, y a
valecer o eclipsarse en la dirección de inscribir sus nombres ese día en los ál-
los destinos del mundo. Es ella la que ¡ bumes de la Legación francesa, realí-
quedó vencedora en los gloriosos campos | zando así el homenaje popular con que
del Marne, y la que resiste, en las trin- manifestará Montevideo su entusiasta
cheras de Flandes y los Vosgos, el for- adhesión a la Francia de 1879, a la Fran-
midable empuje del invasor. Y así, pasa- cia de 1914.
do más de un siglo desde que daba las. [El Plata, 12 de julio de 1915.]
1238 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XIV
LA LITERATURA POSTERIOR
A LA GUERRA
Se me pregunta si creo en el adveni- simplemente a eliminar algo de lo que
miento de una «literatura de la guerra», no ha de ser.
de una literatura en que la guerra en- Los que esperan, o temen, una litera-
cuentre su expresión. Se me pide ade- tura de penacho heroico, patriótica en ei
más que manifieste mi idea del sentido tono guerrero, jiarradora y soñadora de
en que ha de producirse la evolución li- batallas, es probable que acierten en
teraria después de los acontecimientos cuanto a la inmediata y transitoria re-
que parecen remover el eje del mundo. percusión que esta tremenda realidad
He de separar, ante todo, esta última in- que presenciamos tendrá en el despertar
quisición. Concedo escasa fe a los augu- de la imaginación humana; pero es casi
rios en materia histórica, ya se trate de seguro que se equivoquen, si entienden
historia literaria o política. Téngolos por que eso puede ser el carácter duradero
necesariamente falsos, a lo menos cuan- de la evolución literaria en que verda-
do se procede por vía de razonamiento deramente trascenderá la obra social y
y no de intuición inspirada, como el espiritual de la guerra. Asistiremos a
que goza del don de profecía. El razona- una explosión estruendosa y fulgurante
miento es incapaz de dominar, en su de lirismo marcial y de narraciones épi-
complejidad infinita, el génesis del he- cas, de pasión y orgullo de patria y de
cho histórico, que escapa así a cualquie- alardes de fuerza y poder; pero nada
ra anticipación que no sea la concedida de ello brotará de las hondas entrañas
al visionario. Todo hecho, todo eslabona- de la conciencia social, donde se prepa-
miento de hechos, son cosa esencial- ran aquellas direcciones ideales capaces
mente nueva y única, y la experiencia de prevalecer por largo tiempo y de
del pasado no puede cooperar a la pre- marcar huella en el mundo. Será, por
visión del porvenir en mucho mayor decirlo así, el «acto reflejo» con que la
grado que el análisis de los sorteos pue- imaginación fascinada responderá a la
de dar luz sobre la bolilla que caerá ma- primera impresión de la victoria. Peto
ñana. Nadie como el gran Schopenhauer el gran impulso de renovación literaria
ha mostrado la radical vanidad de todo que infaliblemente ha de sobrevenir, lle-
cálculo que se aplique al curso desigual, gará más bien como reacción que como
errabundo, de la historia, de toda la ley desenvolvimiento de esa fugaz literatura
que quiera imponerse en ella a título de guerrera.
inducción, y la sonrisa helada del genial En los albores del siglo pasado todo
misántropo se ilumina en mi espíritu era guerra en el mundo, y milagros he-
siempre que veo renovarse el empeño de roicos, e inauditos ejemplos de la trans-
arrebatar con los medios de la lógica el formadora fuerza de las armas, y laS
secreto del futuro. generaciones que abrían los ojos a la faz
Pero es indudable que la dificultad pue- recogían de la viva realidad imágenes
de ser menor cuando el propósito se li- más portentosamente épicas que las ciue
mita a una previsión no afirmativa: no podían ofrecerles la ficción ni la histo-
a definir aquello que ha de ser, sino ria. Una literatura caduca y exánime
XV
FIN DE LOS
«ESCRITOS SOBRE LA GUERRA DE 1914»
EL CAMINO DE PAROS
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EL CAMINO DE PAROS
PROLOGO
T^N 1918, Vicente Clavel, editor espa- v valen corno testimonio del hombre.
to ñol de Rodó, reunió las crónicas de Rodó sabe decir como buen periodista
f
viaje, que, regularmente enviara el lo que vio con curiosidad de turista.
crítico uruguayo a la revista bonaeren- Sabe atacar la superficie colorida para.
se Caras y Caretas en un volumen al alcanzar lo que bajo ella vive y perdura.
que tituló El camino de Paros (Barce- De Barcelona-, de las ciudades italianas,
lona, 1918). El nombre le fué sugerido, deja memorables impresiones.
sin duda, por un pasaje del estudio so- A lo largo de su periplo, y mientras
bre Prosas profanas (1899): «En vano se se aleja cada vez más de la tierra natal,
lamenta Leconte de que hayamos perdido van aflorando en Rodó sus recuerdos de
para siempre el camino de Paros.» Aun- América. En muchas crónicas suena el
que el título es eficaz, no es biográfica- eco americano: un tango escuchado en
mente exacto. Rodó no iba a Paros, sino Barcelona, las playas de Pisa que solici-
« Italia. De allí pensaba dirigirse a Fran- tan la comparación con las uruguayas,
cia, como lo demuestra su corresponden- las luchas civiles en Italia que evocan
cia. Pero si el título no tiene validez bio- las nuestras, el encuentro con unos es-
gráfica, ¡a tiene, sí (y grande), en el te- tlidiantes venezolanos con los que arie-
rreno poético: el viaje de Rodó era hacia liza (el verbo es suyo), la inevitable
Europa, hacia el mundo de la civiliza- comparación de cada nueva piedra vie-
ción grecolatina en que se hundían las ja de Ñapóles con las viejas piedras
raíces culturales de América, Italia era, nuevas de Montevideo. En una crónica
e
n definitiva, Paros. (Al concluir el año) se resume toda su
En las crónicas de viaje se encierran preocupación americana, esa América
ulgunas de sus páginas más hermosas y que vivía en él, esa América cuyo des-
maduras. Alejado de las inquietudes de tino contempla desde 1917, desde el
la política y del periodismo, que malo- mismo año de su muerte. ¿Cómo evitar
graron muchas de sus horas, en los últi- la idea de testamento? En Roma, al
mos años, tonificado por el viaje, su pro- abrirse mi nuevo año, Rodó mira con
s
c recobra elasticidad, rehuye el lugar los ojos de su carne el esplendor de
común, el amaneramiento, y se alza en una civilización secular, pero los ojos
li
]i equilibrio sin solemnidad, en una gra- de su espíritu sólo ven América en el
c
¿a stn esfuerzo. Su mejor estilo es, tal futuro.
Ve
z, el d.e estas páginas. Pero no valen A las crónicas de viaje sumó posterior-
s
ólo como ejercicios de estilo. Valen mente el editor barcelonés artículos mis-
también por su testimonio de Europa celáneos que ninguna relación tenían
1244 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
CÍELO Y AGUA
las ideas, sin petrificarse nunca en in- su pie de ondas azules, evoca en mí la
mutable convicción. imagen de un Montevideo de los trópi-
Como maravilloso simulacro de las cos. Confirmo frente a sus paisajes una
nubes, se levanta en el horizonte la impresión del panorama fluminense: de
bahía de Río Janeiro. No hay mejor todo cuanto este maravilloso sol delinea
espectáculo para quien llega iniciado y colora, son las palmeras gigantescas,
por el mar en la visión de lo grande ondeantes, el rasgo que cautiva mis ojos
y majestuoso, Si cabe fijar en una par- y queda indeleble en mi fantasía. ¿Será
te el pórtico de un mundo, éste es el sólo para la belleza esbelta y sobria
pórtico de América. Esas sublimes lí- de esa admirable columna natural? Es
neas de montaña; esas lujuriantes guir- también, sin duda, porque a diferencia
naldas de bosque, esas inmensas y ar- de otras formas hermosas, pero faltas
moniosas curvas de playa, sugieren la de sentido histórico, de este mundo
idea arquitectónica de un mundo que virgen, aquel árbol enciende en la ima-
se abre, de un continente que compen- ginación su nimbo de embelesante idea-
dia su infinitud y su carácter en un lidad, su inmemorial prestigio de his-
aspecto capaz de ser abarcado con los toria y de leyenda. No hay plenitud de
ojos. Por este arco triunfal debió de poesía sino allí donde se une a la obra
penetrar a la Atlántida soñada, para con- | de la naturaleza la vibración, el dejo
1
sagrarla en la historia, el genio latino. del sentimiento humano.
Aquí, aquí y no en otra parte, debieron I Mar y cielo otra vez. La sugestión de
de tocar las carabelas de la sublime i la onda ajusta mi soliloquio al tono
aventura, y plantar el pendón primero y lírico. Concluyo por ver el mar con los
ía primera cruz. I ojos de un griego de la Odisea; con el
!
candor de la imaginación heroica, que
Vuelvo a mi mar y mis olas. Dulce I le dio un alma y la encarnó en mil
empleo del tiempo es verlas nacer, mo- ! formas divinas. ¡Salve, titán cerúleo
rir y renovarse, y en la dejadez de un —dice mi palabra interior—, viejo titán
semisueño sentir que la inmensidad in- que arrullaste mis primeros sueños,
vade nuestra alma, y como que la pe- cuando aspiraba a la gloria del nauta
netra de su espíritu, y no saber, al cabo, y el héroe de mi anhelo era el Simbad
si el objeto de la contemplación está de Las mil y una noches! Tú sólo eres
en lo infinito de las aguas o está en la libre, tú sólo eres fuerte. No hay lindes
profundidad del alma propia. Dulce es que te repartan en patrias y heredades,
entonces asociar a cada ola un pensa- • ni voluntad que te sujete, ni huella
miento, tina memoria, una ficción, y de- que en ti dure. No hay inmundicia que
cirse: ésta, pujante y clamorosa, es la sea capaz de macularte, porque todas
fe que me sostiene, la aspiración que j las desvaneces en tu infinitud y las redi-
me lleva adelante; aquellas que blan- mes con tu austera pureza.
quean allá lejos son los recuerdos de ¡ En tus antros ignotos velas los mun-
ios que me quieren; esta otra, pequeñue- ! dos de la leyenda y de la fábula; mons-
la y exánime, que prueba a ser y no es, i truos, tesoros y jardines azules que guar-
y se disipa en un leve brinco de espuma, dan para siempre la frescura de la crea-
e
s la promesa que dejé incumplida, el ¡ ción. Tus amigos son el cielo y el vien-
sueño mío que murió de niño, el anhelo !
to; tienes del uno la profundidad miste-
que no he de realizar jamás... riosa y del otro el desasosiego implaca-
He aquí la rada de Bahía, anchurosa ble. La fuerza y la gracia están contigo:
y bella. La ciudad, sin el soberbio mar- tuyo es el grito que difunde el espanto
co de montañas de Santos y de Río, i adentro de las costas, y tuyo el coro
pero pintorescamente escalonada sobre
1246 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
II
[PORTUGAL]
UNA ENTREVISTA CON EL PRESIDENTE
!
fui al Parlamento a declarar que la na- su política exterior, a aquel «magnífico
ción sería siempre fiel a sus compromi- aislamiento» de Chamberlain. La evolu-
sos internacionales, y tuve la satisfacción ción iniciada bajo Eduardo VII, median-
de ver partir, de las más opuestas frac- te el acercamiento a Francia, a Rusia,
ciones de las Cámaras, muestras de ca- | al Japón, da ahora sus grandes resul-
luroso asentimiento. No hemos descui- ¡ tados. Ya no sería oportuno hablar, co-
dado, desde entonces, las actividades ! mo característica nacional, del «egoís-
que tal decisión nos imponía, La reor- ! mo inglés». Inglaterra es hoy una po-
ganización de nuestro ejército es uno ! tencia humanitaria.
de los esfuerzos de que puede enorgu- ! Apunto el tema de las relaciones en-
llecerse la república. Ya ha visto usted i tre los pueblos ibéricos; de las posibles
las manifestaciones de entusiasmo pa- 1 trascendencias de una política que las
triótico a que ha dado ocasión la re- \ estreche y ahonde.
ciente revista militar de Táñeos. Según —El programa internacional de la re-
las probabilidades, se acerca la hora de pública—dice a este respecto—incluye
nuestra cooperación en tierra europea, la tendencia a una mayor vinculación
como la prestamos ya en las colonias. I con España. Las corrientes liberales que
Esta preparación cuesta a Portugal in- predominan, cada vez más resueltamen-
gentes sacrificios económicos, a los que i te, en la política española, favorecen
seguirán, sin duda, dolorosos sacrificios i en gran manera la realización de ese
de sangre; pero el deber es sacrificio, y 1 propósito. Estos dos pueblos linderos
perseveraremos hasta el fin en nuestro ! han vivido hasta ahora vueltos de espal-
deber de estar al lado de Inglaterra. I das. Ni se han conocido ni han experi-
Percibo la entonación de afecto y de | mentado interés en conocerse. Acaso en
respeto con que pronuncia el nombre i España se sabe menos aún de Portugal
de esta nación. ! que en Portugal de España, y es bien
—La alianza inglesa—continúa—, que i poco lo que de ella sabemos. Así como
es la tradición internacional lusitana i la solidaridad internacional nos ha uni-
y que responde a nuestros más vitales i do, sobre todo, a Inglaterra, el comer-
intereses dada nuestra condición de pue- | ció de las ideas nos ha vinculado pre-
blo colonizador, ha sido confirmada y j ferentemente a Francia. Diríase que
robustecida, además, como necesario j cuando salíamos de Portugal para viajar
complemento de la política liberal de la ! por Europa, atravesábamos la parte del
república. Nunca la monarquía favore- I territorio español con los ojos cerrados,
ció, en la realidad de las cosas, esa alian- • y los abríamos al dejar atrás los Piri-
za. El interés dinástico buscaba la amis- neos. Esta incomunicación debe cesar.
tad de la corona de Inglaterra; pero en Necesitamos y queremos amistad con
las relaciones propiamente internacíona- España; pero la amistad, la estrecha
cionales, de pueblo a pueblo, la inclina- ¡ vinculación intelectual y económica a
ción reaccionaria de aquel régimen le I que aspiramos, no debe confundirse con
hacía temer la influencia del liberalis- | vanos sueños de unidad política. La
mo inglés y le llevaba, en cambio, al idea de una confederación peninsular es
lado de Alemania. Nosotros hemos res- una quimera. No sólo por lo imposible
tablecido en toda su fuerza la alianza na- de su realización, sino también porque
importa un contrasentido histórico. Es-
tural. Y ha cooperado eficazmente a ese paña y Portugal tienen destinos diferen-
restablecimiento la orientación interna- ' tes, genio y vocación aparte. Nosotros
cional de la propia Inglaterra en estos constituímos una nación esencialmente
últimos años, con el amplio sentido de colonial y marítima. No ocupamos en
solidaridad humana que ha sucedido, en
RODO.—40
1250 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
[II
[ESPAÑA]
EN BARCELONA
Después de rápido paso por la corte, I go, pues, a la calle, y recibo la impre-
y de un viaje en ferrocarril que me hace ,' sión de haber pasado una frontera in-
pensar, con envidia profética, en los que j ternacional. Viniendo de las tierras de
burlarán a los calores del futuro viajan- ! la opuesta parte del Ebro, notáis, a la
do en aeroplano, llego una tórrida noche ; primera ojeada, que el ambiente es otro;
a Barcelona, la ilustre y hacendosa ciu- que al deslinde geográfico corresponde,
dad, raíz de mi sangre y objeto siempre en la conciencia social, un cambio de
para mí de estimación y simpatía, que j clima. Falta la gracia singular de Ma-
acrecentaban mi deseo de verla. drid, y falta también lo que forma, en
Cierto es que la ocasión es la menos la villa y corte española, el reverso, un
propicia para conocer a fondo aquella i poco chocante, de esa gracia local. Hay
parte del conjunto social donde están carteles de toros; pero el torero, con sus
mis relaciones y mis semejanzas. Aquí, I innumerables variedades, complemento':;
como en Madrid, el rigor del verano ! y adherencias, es aquí tipo inadaptado y
mantiene fuera de la ciudad a la mayor fugaz, o tiene el buen gusto de quedarse
parte de la gente de letras. Encuentro, en los alrededores de la plaza.
sin embargo, entre otros de los mejores, El pueblo luce, en lo pintoresco y en
a Rafael Vehiís, que, con cariñosa soli- lo anímico, su carácter propio. La barre-
citud, se afana por hacer doblemente tina, «la milenaria barretina» de que
interesantes y gratos los breves días que habla Prat de la Riba en un libro cé-
paso en Barcelona. Vehils prepara aquí, I lebre, salpica de rojo las ramblas y las
acompañado desde su cátedra de Oviedo calles. Ese color está en su medio. Rojo
por Rafael Áltamira, una publicación de es aquí el tono de las almas, rojo el re-
la mayor oportunidad e interés: una re- flejo de la fragua espiritual. Sigo donde
vista de estudios internacionales, donde, | me indica el paso de la muchedumbre;
anticipándose a la solución del actual pero, como veréis, no sin fruto provecho-
conflicto europeo, con las tranformacio- j so. He aquí que descubro mi apellido en
nes que probalemente determinará y el i la muestra de una casa de comercio, V
nuevo orden que ha de resultar de • por vez primera aprendo a pronunciar-
él, se tenderá a señalar un ideal de po- lo bien... Parece ser, según me explica
lítica exterior para España, una direc- : concienzuda y prolijamente mi honóni-
ción consciente y sistemática de sus re- I mo, que, en buena prosodia de esta len-
laciones con el resto del mundo, inclu- | gua, la primera o no suena como la cla-
yendo como parte preferente de ellas las : ra y neta vocal castellana, sino de una
que se refieren a los pueblos hispano- ' manera que participaría de la o y de la
americanos. ¡ u. Agradezco la revelación de mi hono-
Mientras llega la hora de marchar 1 nimo, y pienso cuan cierto es que cada
i
orientado por tan selecto guía, quiero, hora trae su enseñanza. Andando, andan-
conñándome al soplo de la casualidad, | do, proveo mi cesta de observador. E¿
conocer callejeramente a Barcelona. Sal- ; aire y la expresión de la gente que pasa
a ver especímenes de novedad arquitec- ;! pulso interior que las levanta y estimula;
tónica y decorativa, de ultramodernis- de una personalidad común que adquiere
mo plástico, como el Templo de la Sa- i cada día conciencia más clara de sí, no-
grada Familia, en construcción; la casa ción más fírme y altiva de sus capacida-
que en una de las ramblas más céntricas i des y destinos. Cualquiera que haya de
ocupa el Consulado Argentino, y la sala ' ser el final resultado de esta inquietud
| espiritual, nadie puede desconocer que
de conciertos del Orfeó Cátala. Todo ello : un sentimiento colectivo de intensidad
equivale a la impresión de un choque i semejante, es una fuerza, y una fuerza
violento para quien está educado en el 1 que no es probable que acabe en el va-
gusto de la línea pura y se confirma j cío. Las trascendencias políticas de tal
cada día en el amor de la severa y divi- \ exaltación de amor patrio son, necesaria-
na sencillez; pero aún así, se impone en mente, muy hondas. Hasta ayer se ha-
tales tentativas un fondo interesante, si | biaba de «regionalismo». Hoy se habla
!
se las toma en su condición de una bus- a boca llena de «nacionalidad». Justo es
ca fuera de lo usado, de un olfateo que agregar que, en los más reflexivos y sen-
alguna vez puede ser leonino e indicar satos, esto se interpreta de modo que no
que la garra está tendida y que la presa j importa propósitos de separación abso-
de verdad anda cerca. ¡ íuta. ¿Y no hay ya quien ha lanzado a los
vientos la idea del «imperialismo cata-
Toda esa suma de energías que el am- | lán»; del imperialismo en el sentido de
biente pone ante los ojos se concentra y i la penetración y la dominación pacífica
resuelve en una idea, en un sentimiento j de España por el espíritu director de
inspirador; la idea de que Cataluña es la j una Cataluña que asumiese la férula del
patria, la patria verdadera y gloriosa, y j magisterio y el timón de la hegemonía?
el orgullo de pertenecerle. Civis romanas Todo ello plantea, para el porvenir de
sum! Y esto, que es el más íntimo fondo, la comunidad española, problemas de la
trasciende y bulle en la superficie con un más seria entidad. Y de todo ello, que
fervor de fuente termal. No hay quien, no podría explicarse en pocas palabras,
con alguna facultad de observación, pase be de hablaros en un artículo próximo.
por medio de estas gentes y no perciba,
a la primera mirada, el hecho de un im- Agosto de 1916.
IV
EL N A C I O N A L I S M O CATALÁN
UN INTERESANTE PROBLEMA POLÍTICO
raarlo como objeto de una de estas cró- i bernarse a sí propia, que haya quedado,
nicas y a procurar las fuentes de infor- siglos enteros, bajo la planta del con-
mación más apropiadas para transmitir j quistador; mientras conserve su carácter,
a mis lectores exacta idea del que es, | sus tradiciones, sus costumbres, todo
sin duda, uno de los aspectos principa- | aquello que espiritualmente la determi-
les de la actualidad española. | na y diferencia, es una nacionalidad opri-
No estaba en Barcelona Cambó, pero | mida, pero es una nacionalidad. Corres-
hablo con hombres de representación se- 1 ponde, pues, este nombre a todas las
mejante/entre ellos uno de los más cons- i grandes unidades sociales que, al través
picuos oradores de la Diputación catala- 1 de la irrecusable prueba del tiempo, de-
nista, jurisconsulto de grandes presti- J muestran una personalidad común su»
gios: el señor Ventosa y Calvell. No des- ¡ ficieníemente firme y vigorosa para sepa-
deño, por otra parte, la opinión de los I rarlas netamente de las demás. Esta
anónimos; promuevo la conversación en j personalidad se manifiesta por el pensa-
el café y en la rambla; busco algún libro, miento, por el arte, por la conciencia
hojeo algún folleto de combate, atiendo | jurídica, por la vida doméstica, por las
a lo que dicen los diarios... Y con lo 1 disposiciones y formas de trabajo. Con-
que ico, con lo que oigo y con lo que in- | siderada a la luz de tal criterio, la Es-
duzco, forjo para los fines de mi crónica paña actual, que es un Estado único, no
un interlocutor ideal, a quien haré con- I es, ni con mucho, una única nacionali-
verger las preguntas que a muchos he dad, sino un mal armonizado conjunto
propuesto, y en quien me atrevo a espe- ! de nacionalidades. Alrededor de la hege-
rar que quedará fielmente reflejado el ' monía de Castilla, que razones de transi-
sentido común del catalanismo. ¡ toria oportunidad justificaron o explica-
--¿Cuál es, pues, la significación y el ! ron a su hora, conviven pueblos distirr
alcance de ese movimiento? ¿Cuáles han ' tos, a quienes la tutela castellana ha pri-
sido sus orígenes? ¿Cuál es su posición j vado políticamente de su autonomía, pe-
actual? ¿Cuáles las resistencias que pro- i ro no ha podido despojar de su natura-
voca?,.. I leza y su carácter. Cataluña, que dentro
—Para darse cuenta cabal de nuestro i de la actual organización española no
espíritu y nuestras reivindicaciones—me l constituye siquiera una unidad adminis»
dice mi interlocutor—; para comprender ¡ trativa, es, cíarísimamente, una unidad
por qué y en qué sentido se habla hoy histórica, étnica, viviente; una unidad es-
de «nacionalismo catalán», debe empezar- piritual, creadora de un idioma y un de-
se por apartar la falsedad corriente que recho, inspiradora de un arte, que ates-
identifica la «nacionalidad», el ser «per- tiguan las obras de sus arquitectos y de
sonal» y característico de un pueblo, con sus poetas. Es, pues, consiéntalo o no la.
su realización política en Estado aparte. voluntad de los hombres, una «naciona-
La nacionalidad no es el Estado. La exis- lidad». «Nacionalismo» llamamos hoy a
tencia de la nacionalidad, que es un he- | lo que ayer «regionalismo», y está me-
cho natural, imposible de modificar por | jor llamado. Veinte siglos de invasiones
la virtud de los pactos o por la sanción j extrañas, de sucesivos yugos, de imposi-
de las batallas, no puede confundirse • ción de ajenas formas de vida, no han
nunca con la existencia del Estado, que ; sido suficientes a sofocar la energía per-
es un hecho convencional, rectificable, 1 tinaz y rebelde de este principio de ori-
fortuito, expuesto a todos los sofismas ginalidad que hay en nosotros. El reapa-
de la iniquidad y a todas las sinrazones reció, vencedor, tras la. conquista roma-
de la fuerza. Una colectividad humana a i na, y él renace, más pujante que nunca,
ía que se haya quitado el derecho de go- i después de la obra unificadora de Casti-
1256 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
31a. Puesto que esa originalidad no tiene esta parte. Nadie lo diría al comprobar
aún su satisfacción y complemento en hoy su arraigo profundo y su fuerza ava-
la autonomía política, que se nos niega, salladora. Y es que, en realidad, no se
y en la espontaneidad jurídica, que en trata de su espíritu esencialmente nuevo,
parte se nos ha arrebatado, afirmamos sino de la reanimación de una poderosí-
ser una nacionalidad oprimida, Y puesto sima corriente secular que pasó por lar-
que no nos conformamos con que al- go desmayo y recobra ahora su empuje.
cance a nuestros hijos la falta de esos ¿No es el Tucumeno, ese río de Vene-
bienes, tendemos a reivindicarlos. La le- zuela, que ya desenvuelto e impetuoso,
gislación no es ía vida de los pueblos, se soterra durante cierto trecho, y re-
pero la única legislación que concuerda aparece de súbito, con más caudal y brío
con su vida es aquella que ha nacido que antes? Tal podría ser la imagen de
históricamente de ellos mismos, y no de nuestro sentimiento nacional. Mantuvi-
imitación ni de abstracción. El Estado mos, durante centenares de años, una
no es la nacionalidad, pero cada nacio- personalidad social enteramente nuestra,
nalidad requiere, para su desenvolvimien- en instituciones y costumbres, en arte,
to, tener su Estado propio. Considere en derecho; una personalidad tan
usted estos principios y verá cuan alto terística, tan fuerte, tan inconfundible
se levanta su concepto de nuestra pro- con la de la nacionalidad castellana, co-
testa sobre la idea de una agitación de- mo pudo tenerla el mismo Portugal, aun
clamatoria y vulgar. En un periódico de cuando no la hicimos culminar nosotros
Buenos Aires, un escritor de nota pre- en emancipación política. Esta personali-
tendía caracterizar, no ha mucho, nues- dad era consciente de sí y manifestaba
tro movimiento regional considerándolo el orgullo de sus fueros y de sus pecu-
como un egoísmo colectivo. Nada más liaridades. Luego, la ruina material que
ajeno de justicia. Nuestro fin es patrió- nos trajo el descubrimiento de América,
tico, pero nuestra razón es humana. Nos- la obra de centralización política realiza-
da por los primeros Borbones, y la in-
otros afirmamos el derecho de las nacio- fluencia niveladora y seudoclásica del si-
nalidades, en nuestra aspiración de au- glo XVIII en toda materia de cultura,
tonomía, como lo afirmamos en el fue- nos apartaron de nuestro cauce, nos des-
rismo de los «bizkaítarras» y en las pojaron de cuanto teníamos de original,
reivindicaciones de los campesinos galle- y durante largo tiempo pareció como
gos. Como lo afirmaríamos igualmente que nos resignábamos con nuestra suer-
en Irlanda, en Alsacia, en Polonia, don- te. El primer anuncio de nuestro desper-
dequiera que exista una entidad nacio- tar, después de tan triste decadencia, se
nal sacrificada a la unidad de un Estado relaciona con aquella universal emula-
opresor... ción por los estudios históricos, que, des-
Pregunto sí este movimiento de ideas de los albores del pasado siglo, produjo
procede de largo tiempo atrás. la revolución romántica. El romanticis-
—Todo lo contrario—me contestan—, mo, difundiendo el amor a la tradición y
El nacionalismo catalán es un movimien- el respeto de la genialidad artística ori-
to recientisimo, es un hecho de ayer. En ginal de cada pueblo, nos volvió a la
lo que tiene de renacimiento espiritual, devoción de nuestras vejeces, de nuestras
de reintegración de una cultura, alcanzan reliquias, de cuanto, en el pergamino o
sus orígenes a la primera mitad del si- en la piedra, nos hablara de nuestro pa-
glo Xix. Pero, en lo que tiene de tenden- sado. Como la visión de la Italia redi-
cia, de reivindicación política, apenas mida, como el sueño de la patria germa-
hay señales de él sino de treinta años a j
nica, nuestro ideal patriótico empezó por | critores como Muntañola, como Almirall,
ser un motivo de anyoranga poética y como Prat de la Riba, como Duran y
sentimental. Renovábamos las ceremo- Ventosa, propagaban las ideas que hoy
nias de los Juegos Florales; aprendía- son el fondo común de nuestro pensa-
mos historias de trovadores y cruzados, miento patriótico. En 1892 se intentó dar
y visitábamos los monasterios semide- a las aspiraciones regionales su primera
rruídos, o nos deleitaban las estampas fórmula orgánica con las Bases de Man-
que trazaba el lápiz de nuestros dibu- resa. Pero la ocasión en que la corriente
jantes para el Álbum Pintoresco de Es- de catalanismo se desató por entero fué
paña. Pero, al cabo, este divagar entre aquel profundo y saludable estremeci-
ruinas, este remover de legajos, este ta- miento que provocó en el ánimo de los
rarear de aires antiguos, plácida cosecha pueblos españoles la desastrosa guerra
espiritual, dio su fermento de energía. de Cuba. De la borrasca de protestas, in-
Lo que pudo parecer extática contempla- j dignaciones, repugnancias, sonrojos y re-
ción de poetas o inocente recreo de an- j proches, que tal fin del imperio colonial
ticuarios, se convirtió en el impulso ini- castellano desencadenó en la Península,
ciador de la más trascendental revolu- I salió corroborado y entonado el senti-
ción de conciencia que jamás se habrá miento de nuestras reivindicaciones pro-
presentado en nuestra historia. El con- pias. Otra oportunidad memorable de
tacto con la tradición había despertado nuestra propaganda fué, hace pocos años,
en nuestro pueblo el sentimiento de su la discusión de la ley de Mancomunida-
personalidad adormida; había hecho re- : des, por la que se autorizaba a dos o
percutir en sus entrañas el grito de gue- : más provincias de la monarquía a pac-
rra de sus generaciones muertas. Y diri- : lar, para determinados fines, algo como
giéndonos hacia el pasado fué como to- una confederación accidental. Hoy, defi-
mamos el camino del porvenir. Llegamos i nitivamente orientados en ideas y pro-
a nuestro Oriente por el Occidente. Pron- : pósitos, representamos la casi unánime
to a los tonos de la leyenda y de la ele- opinión de Cataluña. El porvenir es cla-
gía se mezclaron notas de más vibrante ramente nuestro. Somos mucho más que
resonancia. Aribau cantó de Cataluña con ! un partido: somos una conciencia nació»
valentía de himno. Hombres nuevos re- i nal en acción...
cibían desde la cuna un temple de alma
enteramente distinto del que había he- i Manifiesto el deseo de precisar lo que
cho posible el apocamiento «provincial». I se me ha indicado de paso sobre la faz
La patria no fué ya sólo un miraje de j jurídica del catalanismo.
los corazones; tendió a ser cada vez ; —Uno de los caracteres—me dicen—
más, una afirmación de las voluntades, ! que mejor confirman la existencia de
una reflexiva y activa concepción de los nuestra personalidad nacional es, en efec-
destinos comunes. Se habló, por prime- to, la posesión de una originalidad jurí-
ra vez, de autonomía, de regionalismo, ¡ dica bien determinada y constante. Fácil
del derecho a reponer la legislación tra- es señalar algunas de las particularida-
dicional, del deber de cultivar la lengua des en que se revela. La institución del
propia. Las resistencias que pretendieron hereu, del mayorazgo, que considerada
detener en su arranque este impulso irre- abstractamente, puede parecer injusta y
sistible no hicieron sino exacerbarlo y ; perniciosa, pero que responde a un sen-
espolearlo. A los esfuerzos individuales timiento de conservación patrimonial, de
sucedió el espíritu de asociación. La ju- continuidad de la «casa», profundamente
ventud universitaria se organizó, en 1887, arraigado en el corazón de nuestro pue-
con el Centre Escolar Catalanista. Es- blo; la institución de la enfiteusis, des-
envuelta en nuestra vida agraria con for-
1258 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
[ITALIA]
RECUERDOS DE PISA
peridad, ganó aún otro género de glo- Arno; y sobre la ruina de su florecimien-
ria y enseñó al mundo, con el más to comercial, se levantó a la animación
grande de sus hijos, los secretos del y a la riqueza la cercana Liorna, ciu-
cielo... Ahora duerme, pero su sueño es dad de tiendas y almacenes; ciudad
admirable. sin arte, ni recuerdos, ni sugestión ideal
Todo concuerda armoniosamente en aunque con playas balnearias muy her-
|
ella para sugerir una impresión de tris- I mosas, que no bastan para conquistar-
teza noble, de elegía en tono heroico, j me a mí, de la margen oriental del Río
El Arno, atravesado a largos trechos por j de la Plata. Mientras Liorna trafica y
los puentes que unen los dos barrios lucra, Pisa la moría reconcentra la me-
de la ciudad, pasa lento y opaco. Pa- i lancólica mirada en su gloriosa Plaza
rece que recuerda, parece que piensa... I del Duomo, lugar de hierba y de sol,
La soledad, el silencio, dulces númenes I campo de soledad, donde guarda sus
por que suspiráis en otras partes, no alhajas de mármol: el Duomo majestuo-
necesitan ser buscados en esta sede de so, el incomparable Baptisterio, el obli-
meditación: ellos os esperan a la puer- ¡ cuo Campanile y el Campo Santo, his-
ta. Las maravillas monumentales que j toria de piedra y tesoro de arte. No
atraen el paso del viajero están reuni- incurriré en la trivialidad de pintaros
das todas en el punto más apartado y estas cosas, que entran en el orden de
desierto de la ciudad. El Campo Santo las que son familiares a toda persona
es, artísticamente, la mitad de Pisa, y él de alguna lectura, descritas/ como están,
os presenta la idea de la muerte en su desde las reseñas de las guías hasta el
forma más sencilla y austera. La incli- ¡ comentario de los maestros. Duomo,
nación del Campanile es también, a Baptisterio y Campanile tienen por ca-
su modo, expresión de abatimiento, de rácter común los cordones de columnas
laxitud meditabunda. El mismo cielo, sobrepuestas formando remontados pór-
este cielo ideal de la Toscana, contri- ticos; y nada iguala la levedad, la gra-
buye aquí al carácter que señalo, por- cia, la armonía de ese desenvolvimiento
que manifiesta su más divina transpa- aéreo de las columnas, que multiplican,
rencia en la agonía de la luz. Yo no he sobre el fondo de radiante luz, sus es-
visto en parte ninguna morir la tarde beltos fustes blancos, y parecen levan-
de manera tan soberanamente bella co- tar en su vuelo todo el cuerpo de la
mo en Pisa. Mirando desde la curva del j obra, de modo que no aparecen pesar
Lungarno, veis al Oriente, sobre la ciu- i sobre la tierra.
dad oscura, la montaña, que se envuel- | Si se tratara de encarecer la belleza
ve en un suavísimo velo de rosa, mien- i de este Campanile, preferiría, sin duda,
tras, como cincelada en el oro del ocaso, I no haber visto luego el de Florencia,
resalta la vieja Torre de ia Ciudadela i joya finísima que el César Carlos V hu-
y se aureola con la última llamarada de ! biera deseado preservar bajo un fanal;
sol, de modo que las encendidas tro- ' estupendo alarde de Giotto, en que el
neras de la torre semejan las dos pupi- ¡ mármol adquiere la delicadeza y el pri-
las de un gigante, que os miran... os ' mor del marfil pulido y taraceado. En
miran... hasta apagarse en un morondo I cambio, pienso que Florencia trocaría
de adiós. • sin vacilar el Baptisterio de su Duomo,
Junto a toda grandeza caída veréis a pesar de las puertas de Ghiberti, por
;
alzarse el improvisado favor de la for- ¡ este prodigioso Baptisterio de Pisa, agi-
tuna. El mar, también infiel con Pisa, I gantada copa de Benvenuto; rotonda la
la dejó paulatinamente sin puerto, reti- j más bella y majestuosa que hayan visto
rándose empujado por las arenas del i mis ojos ni conciba mi imaginación.
y de lo humano, no existe desde hace vivió diez meses en Pisa, poco antes de
más de dos siglos. Pero la imaginación ir a doblar la frente en el regazo de
reconstruye la torre fácilmente, inspi- la Hélade materna. Una lápida que veo
rándose, allí donde estuvo, en la plásti- sobre un muro, en el Lungarno Mediceo,
ca energía del episodio dantesco. Las co- evoca en mi memoria la figura del mi-
sas circunstantes no se oponen a esa re- >sántropo lord y los recuerdos de su paso
presentación. Al lado veis el que fué Pa- i por la ciudad de la inclinada torre:
lacio de los Ancianos, transformado, al
gusto del Renacimiento, por Vasari, y GlORGIO GORDON NOEL-BYKON
convertido ahora en Escuela Normal. A QUI DIMORÓ
la derecha, la iglesia de los Caballeros DALL'AUTUNNO DEL 1821
ocupa el lugar de la «de San Sebastián», ALL'ESTÁTE DEL 1822 E SCRISSE SEI CANTI DEL
donde se reunió el consejo que pronun- «DON GIOVAMNI»
ció la infame sentencia. Gozo, pues, de
la visión en su alucinante plenitud. Oigo Esta vieja mansión, que consagró la
el chirriar de la llave que se cierra tras presencia del poeta, es el Palacio de Lan-
los sepultados vivos; veo el grupo ma- franchi, nombre que los tercetos dan-
cilento que pide pan, y se me figura que tescos envuelven en su imperecedera re-
retumba en los aires la imprecación des- sonancia, citándolo entre los de los cóm-
garradora: plices del terrible arzobispo Rugiere.
Atribuyen el diseño del palacio a Mi-
Ahi dura térra, perché non t'apristi! guel Ángel. El mármol de la fachada
tiene ese color indefinible, que no sé
cómo llamar, si no me dejáis que diga
Horas más tarde, me muestran, al «color de tiempo». De allí, pues, salió
través del Arno, sobre la margen izquier- para el mundo la más bella de las reen-
da del río, la casa donde, según la tra- carnaciones de Don Juan. Y allí vivió
dición, se hospedó el altísimo poeta,
acogido en Pisa por el vencedor Ugoccio- Byron mismo su más interesante epi-
ne della Fagiola, cuando lo más recio sodio de amor. Esas paredes, que pa-
de la lucha entre güelfos y gibelinos. Du- recen de una tétrica cárcel, fueron tes-
rante su permanencia aquí, escribió gran tigos de su famosa aventura con la con-
parte de su tratado político De la Mo- desa de Guíccioli, la única mujer que,
narquía y aquella carta suya de tan ' por algunos años, encadenó su incons-
vibrante «Italianidad» a los electores del tancia: flor de delicadeza, de gracia y
sucesor de Clemente V. Por entonces de melancolía, cuyo aspecto casi infan-
también, mecía en su pensamiento el i til sugirió la leyenda de la amante im-
Purgatorio: no la parte más llena de púber, que aún se suele repetir vana-
fuerza, pero sí, quizá, la más empapada mente a pesar de los veintrés años cum-
de suave y comunicativo sentimiento, plidos que, a la fecha de estos amores,
en la sublime trilogía; la parte en que i se le han contado a la heroína de la bis-
dio ser poético a sus más nobles y en- ! toria. La condesa de Guiccion, que te-
cantadoras criaturas, amables sombras nía un escogido sentimiento literario,
que me parece ver vagar entre las copas !! prefería inspirar hermosos versos a es-
de los árboles que circundan la casa cribirlos, y la Profecía de Dante, que es
donde, posiblemente, fueron concebidas: I de las obras menores contemporáneas
Pía la infortunada, Nella la fiel; Lía y ' del Don Juan, fué sugestión venida de
Matilde, dulcísimas maestras, y sobre : ella. Por lo demás, la vicia del romances-
todas, la celeste Beatriz. co personaje, durante su temporada de
! Pisa, no dejó oíros recuerdos que la de
En cuanto a Byron, sabido es que
VI
DIALOGO DE BRONCE Y MARMOL
aquel tiempo volvió a Florencia Miguel ' alma. Fui primero un fantasma en su
Ángel, vio la montaña de mármol, miró imaginación; luego me dio una vida pá-
luego adentro de sí y prometió la obra. lida en el modelo de yeso, y se dispuso
La idea que brotó en la mente del ar- por fin a cautivarme en el duro y sem-
tista, colocado entre la enormidad de i piterno metal. Abrió espacio para ei
piedra y el sentimiento de su fuerza in- i molde en su jardín de la calle de la
terior, fué mi imagen juvenil. Me evocó ; Pérgola, desarraigando árboles y viñas;
en la más bella hora de mi vida; en la ! la obra comenzó. ¡ Oh, qué vulcánico
vaga conciencia de mi predestinación; i trabajo, qué conmovedora historia la de
en la promesa de la gloria más hermo- ! mi encarnación en el bronce! Benvenu-
sa que la gloria real; en la esperanza to, poseído de la furia creadora, solo
del triunfo, ¡cuánto mejor que el triun- al principio, con unos pocos obreros
fo cumplido! Obtuvo así la imagen de : después, siempre sin medios suficientes
la energía inmaculada, del candor he- para la faena material, se movía diri-
roico, Luego, se abrazó con la piedra, giendo la influencia del fuego, y pasaba
y por espacio de tres años sentí cómo cientos de veces del entusiasmo a la
el golpe áel cincel inoculaba cada día ¡ desesperación y del embeleso a la ira.
en la blanca entraña del mármol una : En ciertos momentos, lágrimas de sus
chispa de mi ideal. Cuando se consumó I ojos se evaporaban en el líquido bron-
el encantamiento, conocí que esta in- | ce. Yo asistía, desde el fondo de su pen-
mortalidad en la forma bella es la ver- samiento, a aquellas convulsiones de
dadera beatitud. Me levanté a una paz \ inspiración, de rabia, de dolor, y en
que no podría expresarse en el lenguaje j verdad te digo que era una hermosa
de los hombres. Aquel Miguel Ángel tempestad. Con tiernísimas plegarias por
casi adolescente, que me había llamado | ei logro de la soñada imagen, alternaban
a nuevo ser, llevaba aún en el alma el • en sus labios juramentos de muerte para
beso de la Florencia medicea, el sello de enemigos a quienes atribuía los tropie-
un ambiente impregnado de la sereni- zos de su obra. Había llegado a idola-
dad platónica, sello de serenidad al trarme como a un hijo que hubiera de
que pronto había de sobreponerse la defender contra mortales peligros. A \re-
reacción de su genio impetuoso y som- ces necesitaba apartarse de mí para mon-
brío. Por eso renací trayendo en la fren- i tar un diamante o cincelar una copa.
te algo de la calma de los dioses y los Un Ganimedes de mármol vi nacer y for-
héroes aqueos. Por eso me parezco a marse cerca de mi cuna de fuego. Pero a
Apolo. Más tarde, en la bóveda de la mí volvía siempre con anhelante ardor.
Sixtína, el Miguel Ángel de la madurez j Un día, inclinado sobre la hornalla, au-
me figuró de nuevo; pero allí participo 1 reolado del rojo resplandor como un cí-
del. soplo de una tempestad de formas clope, manejaba gruesos leños de pino
i' colores: allí tengo el arrebato de la con que avivar el adormido elemento,
acción, aquí el sosiego de la idea. Y i cuando he aquí que una llamarada in-
ahora, cuéntame tú tu encantamiento, ! mensa se levanta y el taller entero se
l incendia. Con desesperados esfuerzos lle-
! ga a reparar el daño, pero pronto la
PERSEO.
¡ angustia y la fatiga le postran rendido
Me levantó en el vuelo de su fantasía por la fiebre. Piensa que va a morir y
Senvenuto Celiini, obedeciendo a un ¡ sus palabras son para confiarme a :sus
mandato de Cosme de Médícis. La gloria amigos y pedirles que yo le sobreviva.
del escultor, que le buscaba, fascinó al En esto, alguien viene a decirle que la
artífice del oro, y él se consagró a mi . obra no se pierde, que el bronce se ha
Jtnagen con toda la vehemencia de su
1272 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
PERSEO. DAVID.
Dulce tiempo que fué... ¿Te acuerdas La idea, en el imperecedero espíritu
de aquel hervir pintoresco de la vida en del hombre.
las abiertas logias, centros de conversa-
ción, de arte y de filosofía, como los pór- PERSEO.
ticos de Atenas? ¿Te acuerdas de aquel El hombre ya no existe. La criatura
zumbar, como de abejas oficiosas, en de- armoniosa que dio con su cuerpo el ar-
rredor de un antiguo mármol recobrado, quetipo de nuestra hermosura, y con su
de un amarillo códice devuelto a la luz? alma el dechado de nuestra serenidad,
¿Te acuerdas de las procesiones, de las pasó, como los semidíoses de mi raza y
máscaras, de las pompas mitológicas, como los profetas de tu gigantesco Is-
cuando la juventud representaba en las rael. Los que hoy se llaman hombres,
calles, inmenso teatro descubierto, la noble título que quisieron llevar tu Dios
apoteosis de la alegría y de la fuerza? y los míos, no lo son sino en mínimas
partes. Todos están mutilados, todos es- ños vestidos de harapos que, en los bra-
tán truncos. Los que tienen ojos, no tie- zos de las mendigas, se acercan a tocar
nen oídos; los que ostentan dilatado el las estatuitas de mi pedestal y manifies-
arco de la frente, muestran hundida la tan, sonriendo, su alegría: Come é bello!
bóveda del pecho, los que tienen fuerza
de pensar, no tienen fuerza de querer. DAVID.
Son despojos del hombre, son visceras ¿En qué reconoces a los que son dig-
emancipadas. Falta entre ellos aquella nos de mirarte?
alma común, de donde nació siempre !
cuanto se hizo de duradero y de grande. PERSEO.
Su idea del mundo es la de un sepul- En que cuando ellos me miran siento
cro triste y frío. Su arte es una contor- como si el fuego de la fragua volviera a
sión histriónica o un remedo impoten- arder en mis arterias de bronce, y me
te. Su norma social es la igualdad, el transmitiera otra vez el soplo creador, y
sofisma de la pálida Envidia. Han eli- me comunicara de nuevo los estremeci-
minado de la sabiduría, la belleza; de mientos sobrehumanos, las angustias fe-
la pasión, la alegría; de la guerra, el he- roces, los júbilos sublimes, de la forma
roísmo. Y su genio es la invención uti- que va a ser, que va a infundirse en las
litaria, y conceden las glorificaciones su- entrañas de la materia oscura y rebelde.
premas al que, después de una vida de- Después, en una especie de sueño, veo
dicada a hurgar en ia superficie de las que renazco en tierras lejanas, entre gen-
cosas, regala al mundo uno de esos inge- tes que no vi jamás, reencarnado en pa-
niosos inventos con que el Leonardo de labras armoniosas, o en doctas lecciones
nuestro siglo jugaba, como con las mi- de belleza, o en figuras heroicas que
gajas de su mesa, entre un cuadro di- brotan en ía piedra y el color, o simple-
vino y una teoría genial. mente en una blanca idea que se queda,
con el pudor de las vírgenes vestales, en
DAVID. la soledad de un noble pensamiento.
¿Cuál es tu consejo en la nostalgia?
DAVID.
PERSBO. Perseo: ¿volverán al mundo la alegría,
Lo que no han mudado los hombres: la abundancia de la invención, la jovial
el cielo, el aire, la luz. energía creadora?
DAVID. PERSEO.
¿Y tu mayor suplicio? I Cuando los hombres vuelvan a creer
i en los dioses.
PERSEO,
Oír el comentario de los viajeros. DAVID,
¿Con fe de belleza?
DAVID.
¿Cuáles, de los que te miran, te com- PERSEO.
prenden? No, con fe de religión. El mundo se
dará nuevos dioses. A la fe en la divini-
PERSEO. dad omnipotente e infinita sucederá otra
Los de muy arriba y los de muy aba- vez la fe en divinidades parciales, núme-
jo: los que vienen trayendo en el alma nes benéficos y activos, pero de poder
una idea con que compararme, y que ge- limitado, que ejercerán en ordenada je-
neralmente permanecen mudos, y los ni- rarquía el gobierno de las cosas, y con
1274 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS
los que se entenderán más fácilmente los I la luz del Evangelio y la filosofía que
hombres, porque la limitación de su po- [ dictaron ios dioses. ¿Ves ese resplandor
der explicará la de su favor 5' su justi- j que dora la frente de mármol de Nep-
cia. Y dioses y mortales colaborarán en ¡ tuno? Es el sol que viene de iluminar la
la misma obra universal. i altura del Calvario y las rumas de Par
!thenón.
DAVID.
De mi posteridad nació el que vino a
redimir el mundo y es el sólo Dios ver- LAS VESTALES DE MÁRMOL DE LA LOGIA DE
dadero. Cristo no morirá jamás. I ORCAGNA.
]
¡Apolo! ¡Apolo! Tráenos, para Floren-
PERSEO. j cía, nueva inspiración y nueva gloria.
¿Y por qué ha de morir? Bajo el cla-
ro cielo de Florencia se concillaron ya Florencia, 1916.
VII
...Y bien, formas divinas, ideas de már- Vuestro ser está perenne en una ex-
mol, dioses y diosas, sernidioses y hé- presión, en un gesto, en una actitud.
roes, ninfas y atletas, ¿qué os falta para Sois un momento eternizado; la inmor-
la plenitud del ser, para la realidad en- talidad del momento en que vuestro ca-
tera y cabal? ¿Por qué un glorioso en- rácter idea, se manifestó por entero en
tendedor de vuestra belleza sintió ex- una apariencia y en un acto. Todo lo
halarse de vuestros labios inmóviles la demás de la vida no es sino redundan-
melancólica nostalgia de la conciencia cia o declinación. Cada criatura huma-
y de Ja vida? ¿Para qué el beso de Pig- na tiene en su desenvolvimiento real
malión? ¿Para qué el martillazo de Mi- un dichoso momento en que culmina;
guel Ángel en la frente de Moisés? ¿A en que sus facultades y potencias llegan
qué vivir, a qué cambiar, cuando se lia al más equilibrado punto; en que la rea-
llegado a una serena perfección?... Si la lidad circunstante le ofrece como mar
vida os hubiera arrebatado en su co- co la situación capaz de destacar ple-
rriente, el tiempo habría marchitado namente la fuerza que trae dentro de si
vuestra juventud, ei pensamiento habría y que da el porqué de su existencia. Si
quemado vuestra serenidad, la lujuria en ese momento se detuviera para cada
habría mancillado vuestra carne; vues- uno de nosotros el vuelo de las Horas,
tra belleza no hubiera sido sino una y quedáramos así eternamente, ¿no val-
sombra fugaz, y hoy compartiríais la dría esto más que el torbellino de for-
muerte con la multitud de generaciones mas sucesivas con que nos precipitamos
humanas que habéis visto pasar y des- a la final disolución? Todos merecemos
hacerse, como nubes de polvo que el la estatua en alguna ocasión de nuestra
viento arremolina en derredor de vues- vida; todos, hasta los que llevan más
tro pedestal. hondamente soterrada su chispa celeste
VIII
LA POESÍA DE STECCHETTI
CON MOTIVO DE SU MUERTE
IX
ECDOTAS DE LA GUERRA
Cuando Edmundo de Ámicis decía que pueblo. Percibís a cada paso la seguri-
para consolidar la trabazón de su uni- dad, la confianza, con que tiende a él. Es,
dad, necesitaba Italia un gran sacudi- el que flota en el ambiente, un entusias-
miento guerrero, una de esas conmocio- mo diáfano y sereno, al que la misma in-
nes heroicas que hacen vibrar, del uno tegridad de la esperanza que lo anima
al otro extremo, el esqueleto de un orga- parece privar de los borbotones de aquel
nismo nacional, pensaba en una exalta" otro febril entusiasmo que alterna con
ción de la conciencia colectiva, como la angustia. Ho hay tiesura, marcial, no
ia que ha provocado, efectivamente, esta hay solemnidad trágica. Mientras el gol-
guerra. Italia sabe que pasa por la hora pe del cañón deshace, palmo a palmo,
de prueba de que debe salir magnificada las fronteras, y los hilos de sangre des-
y perdurable. El génesis histórico de la cienden por las vertientes alpinas, el
Italia nueva requería coronarse con un alma despreocupada y ardiente de la
final más épico y glorioso—en el sentido raza sigue entonando, en las ciudades
de la gloria guerrera—que la ocupación bruñidas de sol, su eterna canción de
de la Roma pontificia. Y a ese final va, juventud y de alegría. A no ser por la
consciente y entusiasta, el alma de este oscuridad nocturna de las calles, • en
1280 JOSÉ EKRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
tiesamente, hacia donde ha visto flamear ¡ campo abierto, un batallón italiano, por
la tricolor que anuncia la salvadora pre- los fuegos de la artillería austríaca, ha-
sencia de la patria. De súbito, la pobre bía buscado la protección de un alto
mujer se siente envuelta en el estrépito muro de piedra. De pronto, entre las
y el fulgor de la pelea: está entre los matas que orillan el camino, ven los
fuegos del ejército que avanza y del que parapetados aproximarse, agitando un
se retira. El espanto la mantiene, por | pañuelo blanco, un niño, un aldeanito
un momento, inmóvil y trémula, apre- ! harapiento, teñido de sol y de polvo. Le
tando contra su corazón a los dos niños | preguntan qué quiere. «Ayudar en lo
que lloran. Pero ve la tricolor que se i que pueda—responde—. Estoy solo. Mi
adelanta; que, como un relámpago iri- | padre, mis hermanos, todos han muerto
sado, abre aquí y allá las nubes de hu- ! en la guerra. Yo conozco bien este te-
mo, y cerrando los ojos, corre arrebata- rreno.» Y trepando como un gato sobre
damente hacia ella. Los soldados de Ita- el muro, se pone a avizorar, temerario
lia ven aparecer, ante la boca de sus i centinela, el campo enemigo, a fin de
fusiles, aquella trágica visión de la ma- l indicar el punto de donde partían sus
dre abrazada a su viviente tesoro. Con- | fuegos y la senda por donde convenía
tinuar el fuego es probablemente matar- tomar para salir de su alcance. Los
la; suspenderlo es alentar al enemigo, | soldados le instan a que baje de allí,
que no se da tregua en el suyo. Una I El, impávido, continúa observando; con
voz de mando, que brota vibrante, como ¡palabras y señas transmite lo que ve...
sugerida por inspiración común, resuel- y en el momento en que se dispone a
ve toda vacilación: «¡Cese el fuego!»... Y bajar y cien brazos impacientes se tien-
en tanto que las armas se abaten y den para ayudarle, una bala hace pe-
dos bersaglieri se adelantan a recibir dazos la inocente cabecita y el cuerpo
en sus brazos a la mujer que se des- 1 ensangrentado rueda el pie del muro,
maya de cansancio y de angustia, las I entre un irrefrenable grito de compa-
descargas del enemigo, reanimadas con sión y de dolor.
el inesperado silencio que las contesta, No se sabe su nombre. No queda de
siembran la muerte en aquellas filas que él más que del pájaro abatido de la
inmoviliza la piedad. rama por el golpe del granizo. Glorifi-
El otro caso es de un chicuelo heroi- quémosle dentro de la advocación sim-
co, de un «niño sublime». Acosado, en bólica del Gravoche de Víctor Hugo.
X.
LA ESPERANZA EN LA NOCHEBUENA
Presencié, desde mí asiento del tren, ! quedaron vibrando en mis oídos, extra-
una escena de despedida en que una mu- j ñámente concertadas con el ruidoso alen-
jsr de cabellos blancos decía a una niña ¡ tar del monstruo de hierro, que me pa-
vestida de luto: j recia repetirlas, silabearlas y acordar-
—Ve, hija mía, que esta Nochebuena i las a tonos distintos.
uos traerá la paz. i Luego pensé: «La esperanza humana
El tren partió. Y aquellas palabras I es como esas enredaderas a las que bas-
KODO.—41
1282 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
ta, para centro y sostén, el tenue rodri- i explicó, o que no le entendieron? ¿Será
gón de un hilo. Busca su eje ideal y lo i que profetizaba cuando dijo que «no
encuentra en una levedad, en un soplo, traía la paz sino la espada»? ¿O será más
en una sombra. Por eso persistirán eter- bien que hay en el fondo de la natura-
namente las infinitas formas de la fe, leza humana una hez tan áspera y acer-
de que no nos eximimos los incrédulos. ba que ni aun la sangre de Dios es
Son los rodrigones de nuestras esperan- miel suficiente para suavizarla?
zas.» A través de esa ciénaga de sangre,
La señora de los blancos cabellos ani- cerca de dos mil veces ha vuelto a apa-
ma en la hija o en la nieta la esperanza recer la Nochebuena, indiferentemente
de la paz, porque la Nochebuena está atravesada por los fuegos del sempi-
cercana, y en esa Noche vino al mundo : íerno fratricidio; y es seguro que otras
el enviado a poner amor y concordia '. tantas veces, infinitas almas, heridas
entre las gentes, aquel cuyo nacimiento de aflicción y de angustia, pusieron su
celebró el coro que oyeron los pastores: esperanza en la noche que le hablaba
¡Gloria a Dios en las alturas y paz en de la ley de amor y perdón, y soñaron
la tierra a los hombres de buena volun- que al paso de la estrella de Belén, el
tad! iris tendería su arco y la mancha que
Señora: hace mil novecientos dieci- enrojecía la tierra se evaporaría. Y ía
séis años que esa voz propagó la buena estrella de Belén ha pasado, y la man-
nueva de una ley de caridad y de gra- cha roja ha permanecido indeleble. ¿Có-
cia. Si desde entonces ha habido gloria mo hemos de esperar, señora, que esta
en el reino de Dios, lo sabrán los as- Nochebuena traiga al mundo la paz, si
tros del cielo, que no quieren conver- i no es la paz imperturbable y eterna
sación con nosotros; pero de las cosas para los que, en esa noche, como en
del mundo sabemos en esos mil nove- estas que la preceden, caerán con la
cientos diez y seis años, que suman cabeza rota por las balas, o helada la
unos cuantos centenares de miles de sangre por el frío de la altura?...
días, o sea no pocos millones de horas, ...Pero todo este razonar se viene al
y en estos millones de horas no ha pa- ! suelo, apenas hago llegar hasta él el
sado, un minuto, uno solo, en que el 1 soplo de una reflexión más honda y re-
brazo del hombre no haya estado sus- , conozco la incongruencia de mi ana-
pendido sobre el pecho del hombre; en | lísis.
que la sangre, el odio, la matanza, al Quien está en lo cierto, del punto
Norte o ai Sur, a Oriente o a Occidente, i de vista de la Vida, es usted, señora, y
no hayan mantenido erguida sobre el ! no yo. Tengo la lógica, que no es más
mundo la sombra de Caín, eterna, incon- que la verdad paralítica; pero en usted
jurable, soberana... habla el instinto vital de la esperanza,
Guerra para resistir la ley del Dios de madre de toda energía, y al cabo, de
amor y guerra para difundiría; g tierral toda verdad. De espejismos aún más va-
para imponerla en climas remotos, para nos que el que yo denuncio en la inge-
resguardarla del error, para interpretar nua confianza de usted, está compuesto
una palabra suya; guerra entre prínci- el fondo de nuestra historia, y merced
pes que se celan, entre pueblos que se a ellos nos movemos, respiramos y vivi-
aborrecen, entre clases que se incomo- mos. La experiencia secular demostrará
dan y, lo que es más triste todavía, gue- i que la Nochebuena no tiene virtud para
rra entre gentes que ni se incomodan., traer la paz al mundo, pero una expe-
ni se aborrecen, ni se celan. riencia más firme todavía, porque empie-
e
¿Qué será, señora? ¿Será que no se za con el primer sabor de amargura q"
i
probaron los labios de Adán, demues- la tierra que nos da el pan y el vino.
tra que toda humana vida remata en La paz no vendrá esta Nochebuena;
la decepción y en el dolor, que todos vendrá una noche o un día que serán
los bienes de la tierra son o ilusorios o buenos por obra de la fuerza fatal, o
efímeros; y, sin embargo, los soñamos, bien del tino guerrero; y tras la paz
les concedemos nuestra fe, y cerremos sobrevendrá probablemente la guerra, y
desesperadamente tras ellos. Cada gene- luego otra guerra y otra paz, y en este
ración que se va, deja, como la espuma ritmo se sucederán las Nochebuenas,
en la píaya, la confesión de su desenga- tan indiferentes como las otras a las
ño, y cada generación que viene con- ¡ disputas de los hombres; pero habrá
testa, con terquedad impenitente y su- siempre—y debe haber—señoras de ca-
blime, entonando el himno de la alegría ! bellos blancos, creyentes y confiadas,
y de la acción. Así se realiza el oculto que digan a la niña llorosa que tiembla
plan a que servimos, así se mantiene | por el padre, por el hermano o por el
el sortilegio del mundo. Sin estas in- • novio:
consecuencias de la vida, sin estas re- —Ve, hija mía, que esta Nochebuena
beliones del instinto, nuestra lógica con- ] nos traerá la paz.
cluiría por secar las fuentes de la vo- |
luntad; nuestra razón sembraría de sal I Turín, diciembre de 1916.
XI
UN DOCUMENTO HUMANO
Cuando la toma de Gorizia, cayó pri- extraordinaria condición alguna, tal vez
sionero, y con la razón conturbada, un sin gran iniciación literaria, pero, sobre
oficial del Regimiento 87, 4.° Batallón, toda duda, dotado de eficaz instinto de
del ejército austríaco. Este oficial lle- expresión, descubre el fondo de su pen-
vaba en el bolsillo un cuaderno de me- samiento, con la ingenuidad y el aban-
morias, un «diario psicológico», donde dono de quien habla para sí mismo, y
había anotado sus impresiones de la vi- deja así poderosamente reflejada la ima-
da de campamentos y trincheras, duran- gen de su personalidad, que interesa co-
te el mes anterior a aquel memorable mo todo lo que tiene el sabor de la ver-
hecho de armas. Del teatro de la guerra dad humana; acertando no pocas veces
pasó ese cuardeno—hasta hoy descono- con la frase penetrante, segura, insusti-
cido para el púb!ico--a ciertos círculos tuible, como estampada por el agua fuer-
intelectuales de Turín. te sobre lámina de acero,
Debo a la buena amistad del señor Ca- i En el taller de Leopoldo Bístolñ, ro-
milo Ferrúa, el conocimiento de ese cu- | deados de formas estatuarias que ha
;
rioso manuscrito, que con su autoriza- blan «del dolor y la muerte», leíamos
ción ofrezco, brevemente comentado, a estas páginas también de muerte y de
los lectores de Caras y Caretas. Es, se- dolor, y el grande artista señalaba ati-
gún se decía en tiempos del naturalismo, nadamente, en el transcurso de ellas, re-
ün admirable «documento humano», una lámpagos del humour heiniano. Explica-
confesión enteramente libre de artificios, bles respetos me obligan, y es lástima,
donde un hombre sin notoriedad, ni a suprimir o atenuar, en la traducción,
1284 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS
medallas del mundo. Hoy, acompañado lia muerte se los trague... No concibo
de Moílner, fui al pueblo a visitar a una • cosa más estúpida que esta guerra de
muchacha. Difícil es hallar una armo- medio mundo contra el otro medio, tan-
nía de formas como la de esta Gilda. to más cuanto que creo que después de
Mi una línea de más, ni una de menos. ella las cosas quedarán, poco más o
La Venus yacente de Velázquez no es í menos, como antes. ¡Ah, el cuerpo muer-
más bella. Yo prefiero lo macizo y ro- J to de Luis XVI está esperando a sus cole-
tundo a la manera de la Margarita de ! gas, y si tuviera la cabeza pegada al
Gorizia. tronco se reiría!»
»<5 de agosto. Quedan algunas páginas de la lectura
difícil, por lo apagado y borroso de la
»¡Hoy he visto a los soldados de la letra.
Landsturn con fusiles Mendel, y no po- ¿No hay un vivo interés humano, un
dría expresar la cómica impresión que caluroso aliento de verdad y de expre-
me ha causado el aspecto de la bayo- sión en el soliloquio escrito de esa infor-
neta aplicada a ese fusil! Es verdad tunada alma anónima, de ese pobre for-
que los italianos usan todavía ía lanza, zado de la guerra, a quien el huracán
pero lo antiguo no es ridículo; lo «fuera I de odios que le arrastra lleva de la iro-
de moda», sí. A nadie se le ocurrirá nía de su indiferencia antipatriótica al
reírse delante de un caballero con plena horror y el espanto de la locura? ¿No
armadura de la Edad Media; pero to- percibís frecuentemente, al través de su
dos se reirían de un ciudadano particu- divagar desaliñado y febril, algo como
lar que se pusiera frac... y pantalón a la repercusión de ecos dispersos y flo-
cuadros. tantes que vienen de lo hondo del sen-
»7 de agosto. timiento colectivo, de la conciencia pro-
funda de la humanidad, y que, acaso
«Lloraría de este horrible dolor de ca- un día cercano, han de reunirse y re-
beza, Para quien ha danzado en las trin- bosar en un inmenso clamor?... La par-
cheras la danza de la muerte, sólo que- te más interesante—si bien rara vez lo-
da abierto un camino: el del hospital
de locos. grada—de la historia no es la que se
—¿El general X... en Tarvis? Si queda escribe con. el pensamiento puesto en
mucho tiempo fuera de su casa, corre : el juicio de los otros, aunque estos
peligro de ser padre otra vez. «otros» sean la posteridad. Es, o sería,
la de las confesiones personales que ac-
tores y espectadores escribiesen con la
»11 de agosto. absoluta sinceridad del testimonio íiiti-
»Ayer he tenido fiebre, Me siento muy | mo y sin pensar que existen en el mun-
sin fuerzas. Estoy solo, contemplando la J do imprenta y literatura. ¡Cuántas «im-
puesta del sol. Los cipreses del huerto ; presiones» como esas que la casualidad
se tifien de púrpura y de oro. Parece ha puesto en mis manos podrían reco-
que una cosa dura como el acero hubie- gerse en cartas que se perderán para
ra chocado contra mi alma y la hubie- ! siempre ignoradas, en. «diarios íntimos»
ra roto en pedazos... Veo desde aquí que se rasgarán cuando haya pasado la
la hortelana que baja a recoger el agua í situación de ánimo a que sirvieron ue
y luego la vierte en la pileta para que expansión y consuelo! ¡Cuántas más que-
la beban los bueyes. Hace como la gue- darán sin signo escrito y sólo sobrevivi-
rra, que saca a los hombres de su casa rán precariamente a favor de la tranr
y los vuelca en las trincheras para que > ción doméstica! ¡Y qué preciosa luz de-
XI [
TIVOLI
La corriente del Anio, revolviéndose cientos pies, en salto casi vertical, rebo-
entre los montes Tiburtinos, se encrespa tando a mitad de ese espacio, al con-
en bullidoras cascadas y enguirnalda sus traerse y juntarse su garganta de piedra;
márgenes de arboleda frondosa. Asomada y para un americano que no ha visto el
a esas alegres aguas,, a ia sombra de esa Niágara, el Iguazú ni el Tequendama, el.
perenne espesura, está ia antigua Tibttr, efecto es de maravilla y emoción. Nunca
la Tívoli de hoy, donde la Roma de los sentí tan líricamente la belleza del agua;
Césares disfrutó los ocios de la paz, y nunca se me presentó tan sincero el en-
donde pasaron dulces horas pontífices y tusiasmo heroico de Píndaro en su invo-
cardenales amigos del bello vivir. cación de la primera Olímpica. Soberbia
Desde que se tiende la primera mirada es la inquietud del mar, pero esta otra
por este montuoso horizonte, se dispu- inquietud del agua me parece (y no sé
tan los favores de la imaginación la ame- si sugiero así lo que pienso) de un carác-
nidad de la naturaleza y el prestigio de ter más «orgánico», más «personal» que
ios recuerdos. Si preferís empezar por ia del mar alborotado. Aquel ímpetu,
acercaros a lo que la naturaleza puso de aquella pureza, aquel clamor, se me figu-
su propia hermosura, llegad, entrando al raban los accidentes de una vida, y de
pueblo por la puerta de Sant' Angelo, una vida espiritual y consciente. Si en
adonde un letrero pintado, que parece de el vapor de las deshechas aguas hubiera
un ventorrillo, sobre una tapia como de brotado de improviso una forma, ele dios
cualquier quinta vulgar, anuncia que es o de genio, que me mirase; si el estruen-
allí la Villa Gregoriana. De paso para doso son se hubiera ordenado de súbito
las cascadas y las grutas, veis levantarse, en un himno colosal o en una arenga
sobre eminente peñón, las columnas de sublime, creo que no hubiese experimen-
dos destrozados templos: el de Vesta y tado espanto ni asombro. Sentía ai lado
si de la Sibila de Tíbur, que añaden a del torrente como un poder subyugador
la poesía del paisaje ía melancolía de las y reíentivo, al modo del que hay en la.
ruinas. En el fondo del valle, y sobre sombra de esos árboles que atraen al
los lomos de las redondas colinas que viajero y le adormecen; pero esta influen-
forman el marco de este cuadro, apare- cia era benéfica y íonificadora, y me
cen en pintoresco desorden oscuros oli- alumbraba la imaginación, y me alegraba
vares, salvajes matas, casas rústicas, des- el alma, y me levantaba a pensamientos
garrados senos de roca y blancas nubes altos y gloriosos. Cuando me aparté de
3ue flotan sobre espumas hirvientes. Gra- allí, me parecía triste silencio el natural
ciosas cáscatelas os preparan los ojos rumor de los campos circundantes, y so-
Para la solemne impresión de la Cascada siego mortal su serenidad apacible.
grande. Cae ésta de una altura de tres- En camino para la Villa de Este, ob-
1288 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
sílica, las Termas... «De todo apenas que- ofrece en arriendo, con su extendida
dan las señales.» Un rebaño de cabras huerta y su sencillo moblaje. Espesos oli-
huella pedazos de mármol que se levan- vos la cercan. Enfrente, al otro lado del
taron sobre tanta frente soberbia. La Anio, se levanta el Templo de la Sibila.
hierba salvaje alfombra la exedra del ¡ De la hondonada cercana llega el rumor
Trono. Se busca a Fabio, en este campo • ele las aguas hirvientes, Domus albuneae
de soledad, para comunicar la tristeza resonantis et praeceps Anio.
de la contemplación, y se piensa en el Cerca de allí puede indicarse el sitio
epitafio que compondría si se apareciese que ocupaban las villas de Catulo, de
en estos escombros, la animula vagula : Quintilio Varo, de Mecenas. El paraje
blanduia del César viajador y poeta que , está escogido como para abarcar de una
realizó aquí sueño de arte, ¡ mirada todo este hermosísimo contorno.
De vuelta de las ruinas, subo a la al- ' El testimonio de mi sensibilidad acre-
tura del Belvedere, donde blanquea el dita que fué verdaderamente aquí ¡a casa
que fué convento de San Antonio. Este del. poeta, porque me siento enteramente
pedazo de tierra es sagrado para la fan- | horaciano, y pienso que sería dulce cosa
tasía. La tradición local fija en este pun- : quedarse en esta retirada paz, gozando
lo la casa de Horacio; no la granja sa- de la «áurea medianía», y escribir, a la
bina, regalo de Mecenas, cuyo lugar se sombra de los olivos, un libro transpa-
reconoce también a corto trecho de Tívo- rente y sereno. Y cuando ía chicueia del
li, sino la tiburtina, donde pasó pro- guardián me despide cortando para mí
bablemente sus últimos años: el apaci- un rojo clavel y un ramo de blancos jun-
ble seguro encarecido en la oda a Julio quillos, tengo la puerilidad de mirarlos
Antonio y en la epístola a Septimio. La como reliquias, pensando que llevo con-
finca que ocuparon los monjes es ahora migo flores de la huerta de Horacio.
propiedad de una señora inglesa, que la Tívoli, enero de 1917.
XIII
AL CONCLUIR EL AÑO
americanos que viven en Europa. Yo tu- ¡ como fuerza común, como alma indivi-
ve siempre una idea muy clara y muy | sible, como patria única. Todo el porve-
apasionada de la fuerza natural que nos j nir está vírtualmente en esa obra. Y
lleva a participar de un solo y grande j todo lo que en la interpretación de nues-
patriotismo; pero aun en los americanos ¡ tro pasado, al descifrar la historia y di-
originariamente más devotos de las es- I fundirla; en las orientaciones del pre-
trecheces del terruño, de las hosqueda- ! senté, política internacional, espíritu de
des del patriotismo «nacional», comprué- j la educación, tienda de alguna manera
base a cada instante en Europa que la a contrariar esa obra, o a retardar su
perspectiva de la ausencia y el contacto definitivo cumplimiento, será error y
con el juicio europeo avivan la noción germen de males; todo lo que tienda a
de la unidad continental, ensanchan el favorecerla y avivarla, será infalible y
horizonte de la idea de patria y anti- eficiente verdad.»
cipan modos de ver y de sentir que se- En este maravilloso suelo de Italia,
rán, en no lejano tiempo, la forma vul- donde los ojos leen cómo la unidad de
gar del sentimiento americano. Veis una tradición y de un espíritu, aunque
aquí corno el corazón argentino se abre largos siglos parezcan negarle fuerza eje-
con solícito afán a los infortunios de cutiva, concluye por encarnar en realidad
Méjico; cómo el criollo de Colombia o inconmovible, me he dicho infinitas veces
de Cuba habían con orgullo patriótico que, si aún está para nosotros lejana la
de la grandeza y prosperidad de Bue- hora de una afirmación política de nues-
nos Aires; cómo el montañés de Chile i tra unidad, nada hay que pueda demos-
reconoce en los llanos de Venezuela y | trar mejor el boceto ideal de ese cuadro
ven las selvas del Paraguay voces que i futuro que la aproximación de las inte-
tienen consonancia dentro de su espí- i ligencias y la armonía de las voíunta-
ritu. Los recuerdos o los problemas vi- I des. Y he pensado en ía juventud como
vos y actuales que, entre algunos de ; siempre que pasa por la mente una idea
nuestros pueblos, pueden ser causa de i de esperanza y de gloria, y me he pre-
recelo y desvío, se depuran, en el ame- I guntado por qué de sus periódicos Con-
ricano que ha pasado el mar, y mani- : gresos de Estudiantes no nacería, con la
fiestan transparentemente el fondo per- l cooperación de los Estados, una fiesta
durable de instintiva armonía y de in- i aún más amplia, aún más significativa:
terés solidario. j las Panateneas de nuestra liga espiri-
La comprobación de este sentimiento j tuaí; un 25 de mayo o un 12 de octubre
en los americanos a quienes he trata- j celebrados de modo que fuesen conti-
do en Europa parece el más grato ! nentalmente el ágape de la amistad ame-
mensaje que pueda enviar, al concluir ricana, y congregasen, a los enviados de
el año, con mis filiales votos de amor, las diecisiete repúblicas, en junta cultu-
a mis dulces tierras de Occidente. Si ral donde se delinease poco a poco el
se me preguntara cuál es, en la presente i hábito de deliberaciones más eficaces y
hora, la consigna que nos viene de lo ! de lazos más firmes.
alto, si una voluntad, juvenil se me diri- Otro sentimiento despierta dentro del
giera para que le indicase la obra en que j corazón americano la influencia de Eu-
podría ser su acción más fecunda, su j ropa, y es la profunda fe en nuestros
esfuerzo más prometedor de gloria y de i destinos, el orgullo criollo, la tonifican-
bien, contestaría: «Formar el sentimien- i te energía de nuestra conciencia social,
to hispanoamericano; propender a arrai- i Despierta este sentimiento porque la
gar en la conciencia de nuestros pue- I comparación con ía obra de los siglos,
blos de la idea de América nuestra, si en muchísimas cosas certifica la na-
XIV
gía, y obra de cíclopes o de titanes, por I las de antiguas balas de piedra, un San
el atrevimiento de las proporciones y j Miguel de mármol, de Rafael de Mon-
las formas. Así, pocas construcciones j telupo. La fachada de la hermosa capi-
humanas han producido en mi ánimo lla que ocupa el fondo de este patio es
tan avasalladora impresión y han corres- obra de Miguel Ángel. De la capilla paso
pondido tan cumplidamente a mi idea i a visitar unas salas donde se han recons-
de la belleza arquitectónica, como el ! tituído determinados aspectos de la ha-
Palacio Pitti, de Florencia, con sus in- j bitacíón y las costumbres en el si-
mensos y toscos sillares, que semejan glo xvn: un cuerpo de guardia, un la-
rocas naturalmente superpuestas. El Cas- boratorio y un despacho de farmacia;
tillo de Sant' Angelo es de esa casta j todo ello con exacto y minucioso carác-
monumental. Quien lo mira desde cierta j ter de época. El laboratorio aquel, con
distancia lo imaginaría un peñón ape- sus anticuados vasos y alambiques y el
nas redondeado por la mano del hom- vetusto marco del Castillo, sugiere ideas
bre. Y de esta sencillez irradía, en seve- • de alquimia y nigromancia: esperáis ver
ras ondas, la fuerza. El tiempo ha arre- l: aparecer la luenga barba y el semblan-
batado el revestimiento de mármoles ! íe enjuto de un monje buscador de la
que, según parece, tenía originalmente ! piedra filosofal. Una preciosa colección
el mausoleo de Adriano; y la aspereza I de cerámica italiana y otra de viejas ar-
y el opaco tono de la piedra sientan ! mas y máquinas de guerra dan interés
bien al carácter austero y heroico de a las cámaras siguientes, una de las
esta forma gigante. i cuales lleva el nombre de Sala de la
La entrada del Castillo que os sale al | Justicia y era ia sede del tribunal que
paso viniendo del Puente de Sant' An- I juzgaba, por cuenta del Pontífice, a los
gelo se abre sobre un oscuro corredor, i prisioneros de Sant' Angelo. El vecino
donde entre pedazos de mármol, despo- í espacio descubierto, que denominan Cor-
jos del primitivo monumento, se conser- i tile dell'Olio, estaba dispuesto en otro
van los bustos de Adriano y Antonio. ¡ tiempo como sala de teatro, y allí se
Luego, por una suave rampa se ascien- j representó, delante del León X, una
de al que fué mausoleo de los empera- comedia de Ariosto: / Suppositu
dores, compuesto de dos cámaras: una Estrecha escalera conduce del Cortüe
donde un nicho colosal, hoy vacío, con- dell'Olio a las prisiones de siniestro re-
tuvo probablemente la estatua de Adria- nombre, en que padecieron reclusión, en-
no, y otra donde reposaban las impe- j tre otros, Beatrice Cenci y Benvenuto
riales cenizas en urnas de sustancias i Cellini. Imaginad unas angostas cuevas
preciosas. Los que, en días de necesidad i de piedra, donde apenas se diferencia el
o de saqueo, quitaron esas urnas, arro- l día de la noche; donde penetráis encor-
jarían las cenizas al viento; y esta de- ¡ vados y respiráis con afanosa angustia.
fraudación del sueño imperial, que ima- i Pensar que en uno de esos negros se-
ginó la eternidad del reposo en un se- ! pulcros ha entrado una criatura huma-
pulcro estupendo, me parece suerte me- '! na y la puerta se ha cerrado tras ella
nos triste que la de los embalsamados j es pensamiento que me hiela la sangre.
Faraones eme vi en el Museo Egipcio de Cada cual tiene la imaginación sensible
Turín, arrancados a la quietud de sus a determinado género de suplicios, co-
Pirámides y expuestos como objetos de ¡ mo a determinado género de goces. A
curiosidad. I mí no me espantan—imaginariamente di-
Súbese después al segundo plano de] I go—muerte de hoguera, ni de cruz, ni pe
Castillo, y se llega a un patio—el Cortüe j naufragio, ni entre las garras de las fíe-
delle Palle—, donde descuella, entre pi- I ras; pero siempre me causó el escalo^ 10
del terror la idea del sepultado vivo; los de Rafael; la antecámara, o Sala
del encierro donde falta aire para el : de Per seo, donde la historia del vence-
pulmón, espacio para el movimiento, luz ! dor de la Medusa se desenvuelve en pre-
para los ojos, y donde un silencio inexo- j ciosísimos frescos, obra de los mismos
rable es el testigo único de la espantosa o semejantes pinceles, y el dormitorio,
quietud y de la lenta agonía... Asomado : o Sala del Amor y de Psiquis, en la que
al calabozo de Beatrice, mi imaginación | está divinamente figurada la hermosa fá-
evocaba, entre lejanos recuerdos del dra- i bula de Apuleyo, y donde muebles y
ma de Shelley, la deliciosa imagen de ' cuadros de la época reconstituyen la fi-
la infortunada, que el pincel de Guido i sonomía y el ambiente de la alcoba pon-
Reni trazó, tomando el original de la ! tificia. Nido de insinuante voluptuosi-
memoria, y que había admirado un día : dad, que enciende en mi imaginación to-
antes en la Galería Barberini. En la do ei cuadro de aquella Roma restituida
cueva de Benvenuto me muestran, a la ; a los dioses; de aquella Roma neopaga-
luz de una cerilla, un vestigio de aque- ! na, que excitó el horror de Lulero y que
lla mano prodigiosa: Es un esbozo de encarna bien la figura de ese pontífice
Cristo resucitado que aún puede distin- Pablo, en cuya frente caería, mejor que
guirse en la pared, tras un vidrio que lo ; la tiara, la guirnalda de hiedra; Farne-
preserva; esbozo a que él alude en un sio sibarita y jovial, gustador de masca-
pasaje de su Vida: un cristo risuscitan- radas, cabalgatas y festines; protector
te vittorioso che io mi avevo disegnati de bailarinas y bufones, y excelente be-
nal muro con un poco di carbone... bedor de malvasía y de dulces vinos
Luego me complazco en recordar, allí en de Grecia...!—Veo aún una elegante ga-
el propio escenario, la célebre evasión lería, que llaman Logia de Julio II; una
del artífice, y la temeridad de esta fuga espaciosa sala que fué Biblioteca papal,
me parece, después de conocer la ho- y la Cámara del Tesoro y del Archivo
rrible prisión, menos meritoria, o si se secreto, donde palpo inmensos y fortí-
quiere, más fácilmente explicable por simos cofres, que guardaron el oro con
el acicate de un padecimiento peor que que fué costeada aquella perenne sa-
todos los peligros. turnal del paganizado cristianismo.
Paso de las prisiones a visitar el vasto | Subo, por último, a la más alta terra-
olíate, o depósito de aceite, donde se za, y miro de cerca de Werschaffeít, que
conservan alineadas ochenta y tantas el ángel de bronce corona, en actitud de
gruesas botijas, y el profundo silo o envainar la vengadora espada, la adusta
granero, que, después de servir para majestad del Castillo. Tiendo la mirada
íal uso, se trocó en horrenda mazmo- en derredor, y veo desplegarse un mara-
rra, según cuenta la crónica del Casti- villoso cuadro que no esperaban mis
llo, personificada en el guía que me ojos. A mis pies, colosal, augusta, glo-
atiende. Por aquí una escalera de pocas riosa, Roma se extiende, bendecida por
gradas lleva a una estancia menuda y ! el azul sin mancha del cielo, por el "ra-
primorosa, cuyos estucos el pincel de diante júbilo del sol; el sol y el cielo de
Julio R.omano revistió de caprichosos ¡ este dulcísimo invierno romano, que pa-
adornos: es el cuarto de baño de Cle- ' rece aún más primavera que un otoño.
mente VIL Llegado al piso superior, don- Como protagonista de la inmensa esce-
de el Castillo se convierte en apacible na, donde torres, rotondas, pórticos, ar-
alcázar, admiro ías habitaciones de otro cos y obeliscos representan el drama de
pontífice famoso, de Pablo III: la lla- treinta siglos de historia, descuella la
mada Sala Paulina; que decoran fres- fábrica ciclópea de San Pedro, que de
cos del Perín del Vaga y otros discípu- esta altura se domina en su armoniosa
1294 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XV
Dentro de una unidad nacional tan j te cuanto en ella se hace, desde la forma
característica y enérgica, Italia ofrece la ! en que se ordenan las piedras hasta el
más interesante y copiosa variedad de as- i tono con que hablan los hombres.
pectos y maneras que pueblo alguno pue- ] Así entendida la ciudad, madre de toda
da presentar a la atención del viajero; ¡ civilización, foco irradiador de toda pa
y esta variedad se manifiesta por la ar- : tria, digo que no hay pueblo moderno
monía, verdaderamente única, de sus ciu- en que las ciudades sean tantas y tan
dades. No hay en el mundo nación de ; «personales» y sugeridoras, como en este
tantas ciudades como Italia. Grandes na- pueblo de Italia. De las heladas cum-
ciones existen que no cuentan una sola bres de los Alpes a la incendiada cima
ciudad: grandes naciones con capitales [ del Etna; del «amarguísimo» Adriático al
populosas y desbordantes de animación Tirreno adormecedor, ¡ qué maravilloso
y de riqueza, Porque una «ciudad» es un coro de ciudades, cada una con tradición
valor espiritual, una fisonomía colectiva, I y genio inconfundible, con color, relieve
un carácter persistente y creador. La ciu- j y melodía singular, dentro de la suprema
dad puede ser grande o pequeña, rica consonancia que a todas las vincula co-
o pobre, activa o estática; pero se la mo las cuerdas de una lira! ¡Qué inago-
reconoce en que tiene un espíritu, en table diversidad de impresiones y recuer-
que realiza una idea, y en que esa idea dos (nombrando sólo los centros que has-
•v ese espíritu relacionan armoniosamen- ta ahora conozco) de la Genova mercan-
til y democrática, pero llena de pinto- austera majestad de los palacios floren-
resco carácter en su codicioso hervor, a tinos, que parecen obra de cíclopes; de
la silenciosa, nobiliaria y taciturna Pisa, las arrogantes fachadas de Genova, a los
y Florencia arrobada en la visión de sus abiertos pórticos y el ornamento ladrillo
divinos mármoles, y esas pequeñas ciu- I de Bolonia. El alma de Luca inspira el
dades de Toscana, como Luca y Pistoja, ¡ cincel de Civitaíi, como ía de Parma el
donde cada piedra es una crónica que ! pincel de Correggio, como la de Milán
os cautiva; y la Bolonia de la prosopo- j a los discípulos del divino Leonardo,
peya doctoral, y Módena, la de las an- mientras la de Módena manifiesta su
chas calles inundadas de luz y Parma la i plástica originalidad en sus pintadas te-
sosegada, y la semüranca y grave Turín, j rracotas.
y Milán la resonante con el aliento de | El patriotismo de ciudad, energía tan
sus usinas y talleres, y esta gigantes- ! vital y creadora como puede serlo el
ca Roma, ciudad-orbe, ciudad-arquetipo, ; patriotismo de nación, es un sentimien-
donde todas las demás de nuestra civi- to que aún no encuentra en nuestra
lización están poíencialmente, como ios ! América condiciones que le den el arrai-
astros del cielo, en el claustro materno go hondo y pertinaz que requiere para
de la primitiva nebulosa! ser fecundo. Tenemos sólo esbozos, lar-
Ignoro hasta qué punto 3a obra polí- vas de ciudades, si se atiende al espíritu,
tica de la unificación italiana se ha rea- al carácter de la personalidad urbana;
lizado, respetando en Jo jurídico, en lo i aunque sean a veces larvas o esbozos gi-
administrativo, en lo oficial, esa fecunda gantescos, con capacidad material para
variedad de personalidades sociales; pero j que se infunda dentro de ellos un espíri-
ella subsiste y aparece en todo lo que es tu gigante. Los centros que un día des-
de la naturaleza, sin que por eso deje plegaron vigoroso sentimiento local, que
de aparecer también el fundamento natu- actuó como una fuerza histórica, y don-
ral de la unidad política. Y la tardía rea- de se diseñó una enérgica fisonomía de
lización de esta unidad, el apartamiento ciudad, han perdido del todo estas líneas
deplorado durante siglos, favoreció, sin i tradicionales o tienden a perderlas, por
duda, la plena florescencia de esos carac- | obra de la irrupción cosmopolita que
teres locales de esas ciudades con alma ! materialmente los ha magnificado. La ex-
personal y semblante indeleble, a las que tinción de aquel celoso amor propio co-
una centralización prematura hubiera munal es un hecho que puede haber fa-
restado gran parte de su fuerza y espíri- cilitado graves problemas y reportado
tu, si la formación nacional se hubiese ; claros bienes, pero no sin el precio de
consumado, como en Francia y España, I grandes desventajas. Formar «ciudades»,
por el impulso avasallador de los mo- ¡ ciudades con entera conciencia de sí pro-
narcas del Renacimiento. ' pias, y color de costumbres, y sello de
Nada más lleno de interés que obser- i cultura, debe ser uno de los términos de
var cómo se refleja en la inmensa am- nuestro desenvolvimiento. No hay «civi-
plitud del arte italiano esta múltiple ori- ! lizacíón» ni «ciudadanía» sin «ciudad».
ginalidad del ambiente, y cómo cada ciu- ; La educación municipal es el seguro fun-
dad produce, de su propia sustancia, su damento de toda educación política.
inconfundible forma artística, al modo La tendencia a regularizarlo e igua-
que cada casta de pájaro su canto y ca- larlo iodo, que es uno de los declives
da especie de planta su flor. Pasáis de ! de nuestro tiempo, induce en la legisla-
admirar la levedad alada, el desenvolvi- ción y el gobierno de los pueblos a perni-
miento aéreo de las columnas, en los so- ciosos sofismas. Allí donde aparece una
brepuestos arcos de Pisa, a la desnuda y ! excepción, una disonancia, un rasgo dife-
1296 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
XVI
en La húmeda sombra de las Catacu.m- : fluencia de Roma, para los espíritus que
bas; lo representan, en el arco de Cons- vienen a ella sin fe, pero sin odio; por
!
tantino, levantando al cielo el tronco ya eso afirmo que hay en las sugestiones de
espeso y consciente, y luego, en el Pala- \ este ambiente una perenne lección de
cío de Letrán en el Vaticano, en la igie- [ tolerancia; una iniciación, en ninguna
sia de San Pedro, con sus confesonarios , parte tan perfecta, de sentido histórico,
para veinte idiomas distintos, evoca el de amplitud humana, de superior y fe-
tiempo en que la copa anchurosa tiende cunda armonía...
su sombra sobre la redondez del mundo.
Por eso es noble y saludable la in- '' Roma, enero de 1917.
XVII
Tomando la Vía Alejandrina para en- ! rías direcciones. Luego advertí que con
trar en la del Corso, paso todas las tar» j aquellas cosas pasajeras solían correr
des junto al Foro Trajano, o si queréis, , unas extrañas lucecillas. ¿Almas de tri-
junto a la Columna Trajana, que es lo ' bunos, de mártires, de héroes, como las
único que verdaderamente queda en pie i que en este venerando suelo de Roma
de aquel complejo monumento, acaso el i han de reconocer un despojo de su. vesti-
de más sonada magnificencia entre cuan» ¡ dura corporal en cada grano de polvo,
tos vio levantarse y caer este sol de ¡ en cada hilo de hierba?...
Roma. Un paralelogramo cercado, de ni-' Volví a pasar de día, y las sombras
vel mucho más bajo que la calle, contie- • me revelaron su secreto. El ruinoso Foro
ne, entre silvestres hierbas y lodosos ¡ está poblado de gatos. Allí ha puesto su
charcos, truncas columnas de granito, al- ; cuartel general, su concilio ecuménico,
gunas de ellas arraigadas al suelo, otras | su populosa metrópoli, la que llamó Que-
tumbadas; y en medio de estas ruinas \ vedo «la gente de la uña»,
resalía, entera y majestuosa, la Columna I Los hay de todas pintas. Barcinos y
Trajana, de mármol esculpido, en toda atigrados, amarillos y grises, blancos y
la extensión del fuste, con bajorrelieves negros. En los cuadros de sol. sobre la
que recuerdan el sometimiento de los • fresca hierba, disfrutan, con envidiable e
dacios por el magnánimo y glorioso Era- , indolente placidez, su dicha de vivir ya
perador. Sus cenizas reposan, o reposa- . gravemente sentados, ya tendiéndose en
ron, dentro del pedestal, dispuesto como ¡ esas actitudes inverosímiles y absurdas
sarcófago. Sobre el dórico capitel, en vez ¡ con que encantaban a Teófilo Gautier.
de la imagen de Trajano que lo conora- , Uno, negro como la tinta, inmóvil, sobre
ba, descuella, desde tiempos de Sixto V, ! una tronchada columna que le forma pe-
un San Pedro de bronce, ; destaí, parece una esfinge de ébano. Mi-
La primera vez que pasé junto ai Foro cifuz se reíame sobre un derribado capi-
Trajano, ya casi entrada la noche, y me \ tel. Zapírón remeda, rascándose «la pata
asomé a la oscura hondonada, vi desli- ! coja de Mefistófeles». Zapaquilda ama-
zarse entre las rotas piedras y las ma- ! manta a sus bebés en el hueco de dos
tas de pasto, una sombra fugaz. A esta : piedras donde ha tendido el césped blan-
sombra siguieron otras y otras, en va- '' co tálamo. Ignoro si el problema econó-
mico de esta comunidad se resuelve me- ! mayana, la Ilíada, la Comedia. Para ex-
diante la protección del vecindario, o si | presar la democracia utilitaria y nivela-
ella vive de su propia industria con la . dora, la Gatomaquia, Carecemos de la
libre de sabandijas; pero observo j crueldad que empurpuró la arena del
que todos los asociados están gordos y I Circo y maceró ías carnes del esclavo;
lucios y que el rayo de sol arranca de | pero tenemos la perversidad del rasguño,
los esponjados pelambres reflejos, ya de i de la pupila que escudriña en la noche,
oro, ya de azabache, ya ele nieve. de la mano esponjosa que dilata la ago-
No quiero a los gatos. Me han pare- nía del ratón. Gatunos son nuestros crí-
cido siempre seres de degeneración y de menes. Económicas, tibias y falaces nues-
parodia: degeneración y parodia de la tras virtudes, pulcritud de gato. Si se
fiera. Son la fiera sin la energía; son el aparece entre nosotros el Héroe, el mie-
tigre achicado, el tigre de Liliput; el ins- do nos infunde valor y le saltamos a la
tinto contenido por la debilidad; la in- cara, como nuestros congéneres hicieron
tención pérfida y sinuosa que sustituye con Don Quijote. Suplimos nuestra timi-
el arrebato de la fuerza; la mansedum- dez para afrontar las puertas bien guar-
bre delante del hombre y la ferocidad dadas, con nuestra habilidad para mar-
delante del ratón. char por las cornisas y trepar por los
Cuando la corona de los seres vivien- muros.
tes está sobre la frente del león, como Las lamentaciones de Isaías, las ame-
en la hermosa fábula de Goethe, la pro- nazas de Daniel, las maldiciones de Dan-
pia tiranía se ennoblece y la propia te, las quejas de Prometeo Encadenado,
crueldad cobra prestigios de justicias. retumban en las concavidades del tíem-
¡Ay del reino animal cuando manden los j po como rugidos en la selva. Los ayes de
1
gatos! nuestros dolores, la declaración de nues-
Contemplando a la plebe felina adue- tro moderno pesimismo, el clamor de
ñada de aquellos despojos de la grande- nuestras rebeliones y nuestras esperan-
za imperial, se me figuró ver cifrado en zas, ¿no sonarán en los oídos del futuro
este caso un carácter constante de las como maullidos de azotea?
decadencias. Caer en manos de los gatos, El patriotismo romano, propagandista
¿no es el destino de todos los poderes i y conquistador, fué un inextinguible an-
que envejecen, de todas ías glorias que helo de espacio, y rebosando sobre el
se gastan, de todas las ideas que se ¡ mundo, hizo nacer de la idea de la patria
usan?... Luego otra figuración embargó ¡ el sentimiento de la humanidad, nuestro
mi pensamiento. Me pareció como si se 1 patriotismo, contenido y prudente, egoís-
presentara entre las ruinas el alma de un ta y sensual, ¿no tiene mucho del ape-
antiguo romano, y, con la amarga ironía j go del gato a la casa donde disfruta
de su orgullo señalase en aquella vasta su rincón?.,. Oh tú, que te levantas
gatería una pintura de nuestra civiliza- allá enfrente!, sombra del Coliseo, ergui-
ción, un símbolo de nuestra edad. do fantasma de la antigüedad, genio de
Somos, para los antiguos, gatos para una civilización de águilas y leones: ¿no
fieras. Reproducimos su genio y su cul- será esta de que nos envanecemos una
tura, como el gato los rasgos del felino civilización de gatos?
indómito y gigante. Para dar voz a
otros hombres y otros tiempos, el Ra- Roma, 1917.
1300 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS
XVÍII
ÑAPÓLES LA ESPAÑOLA
ló, por espacio de tres siglos, nuestra bre un nicho hay de uno de esos bravos
lengua. | un epitafio que es un poema. Escuchad:
Llegad a los barrios populares—si es I «D, O, M.—Guarda este mármol las
que no lo son todos en esta ciudad de ; famosas zeni¿;as—de aquel eroe imbenci-
rebosante muchedumbre—: la Plaza del | ble Dionisio de Guzmán—Cavallero del
Mercado, Puerta Capuana, la marinera abito de Santiago—de los consejos de
Santa Lucía, de nombre que parece con- guerra de Su Majestad—maestro de cam-
tinuarse de suyo en melodiosa barcarola, po general de los exércitos—de Milán y
¿no son figuras y escenas de ciudad an- Lombardía, armada real y este Reyno,—
daluza las que veis? Este hervor fasci- • Falleció en 24 de julio de 1654—militó 44
nante de vida, de alegría y de color: este años continuos en guerra viva—en las
como canto de gloria que se levanta al provincias de Italia, Estados de Flandes,
Olimpo, y este perenne chispear de bur- —Reynos de España y armadas maríti-
las y gracejos entre los que pasan, y mas.—Comenzó de soldado y subió a la
esta florescencia del piropo, y este ha- fuerza de su mérito—a todos los grados
blar con el gesto aún más que con la ; de la milicia—ganó a su Rey treinta y
voz, y más que con la palabra con el j una fortalezas—socorrió 18 plazas, peleó
tono, ¿no provocan reminiscencias de | y venció 62 veces—fué terror de los ad-
Triaría, del Rastro, de las romerías? ¿No ! versarios, exemplo de los amigos—asom-
es el sol andaluz el que se asoma a bro de los exércitos y envidia de las na-
los ojos y encrespa con sus tenacillas ciones—constante en los trabajos, intré-
de fuego el pelo de las brunas Carme- pido en los peligros—templado en las
las, Nanninas y Giesumminas de la ple- costumbres y modesto en las felicidades.
be? ¿No es divinamente española y an- —La antigua Castilla le dio noble orien-
daluza esta visible despreocupación por te—la sociedad christiana dichosa vida—
eí día de mañana, por el fruto que se ha su proceder eroicas obras. Nació para
de cosechar, esta abandonada confianza honra de su patria—vivió para servir
en los dones del suelo próvido, de la na- a su Rey—y haviendo muerto para sí
turaleza benigna, que derraman sobre ri- quedará inmortal—a la memoria de los
cos y pobres sus dones gratuitos para siglos futuros.»
que vivan como las aves del cielo, que Decidme si no trasciende de ese re-
no siembran ni recogen? tumbante epitafio todo el alma de aque-
También dentro de los muros de Mi- lla España soberbia y andantesca cuya
lán tuvo una de sus cuevas, durante más idea encarnó en eí caballero de la Man-
de dos siglos, el león de Castilla; pero cha, y si no manifiesta, en el énfasis que
en la fisonomía de la Milán contemporá- i así había ante la muerte, la fuerza con
nea no existen ya, o no conservan sufi- que se imprimía, allí donde fijaba su ga-
ciente reüeve para que aparezcan a la ! rra, la huella de aquel pueblo de con-
mirada del viajero, los vestigios de aque- I quistadores. No, no se borrará ya más el
lla Lombardía reflejada de rojo y gual- • sello de España de la frente de Ñápe-
da que conocemos en las páginas de / les, hasta que el vecino monstruo p fu-
promessi Sposi. En Ñapóles la influen- tónico la estreche y la consuma con su
cia española caló más hondo y dejó color j brazo de fuego, según la tradición fatí-
más indeleble. Los esforzados castella- dica puesta en hermosa leyenda por Ma-
nos, los aragoneses heroicos, que tienen tilde Serao.
su sepulcro en estas iglesias, pueden re- Cierto es que el tiempo se lleva en
posar seguros ele la perennidad de su '' su corriente mucho de lo antiguo, y no
conquista. En Santa María de los Ange- i faltan lauáaíores temporis acti, que afir-
les, entre dos altares de la izquierda, so- men con nostalgia que Ñapóles va per-
1302 JOSÉ ENRIQUE RODO,—ÜBRáS COMPLETAS
diendo su color. Hay en el fondo de esta centro que propague nueva vida sobre las
afirmación una parte verdadera. Ñapó- hoy yermas regiones del mediodía de Ita-
les, visiblemente, se transforma. El laz- lia y las convide a nuevas Geórgicas,
zarone se va. Alientos de emulación y de como las del suave mantuano que duer-
energía rompen la costra secular de ocio- me allá enfrente, a la sombra del Pau-
sidad, de desaseo y de miseria. Un acue- silipo.
ducto colosal, que hubiera honrado a la Ñapóles se asea, se enriquece, se educa,
vieja Roma, trae de las famosas surgen- pero no se descaracteriza. En lo bueno
tes de Serino y difunde hasta los entra- como en lo malo, continúa siendo esen-
ñados rincones de la ciudad, agua rica cialmente española, Y con decir que es
y salubre. Donde se asentaba el barrio sustancíalmente española, dicho se está
más vetusto e infectof álzase hoy la so- que participa de Hispanoamérica, afini-
berbia Galería, rival en magnitud y ri- dad que aparece de relieve si se estable-
queza de la de Milán, y uno de los ma- ce la comparación con aquellas partes de
yores esfuerzos edilicios de la moderna América cuyo desenvolvimiento, menos
Italia. Humo de fábricas y usinas empie- impetuoso y acopiador, ha mantenido re-
za a mezclarse, en estos contornos, con lativamente intacto el núcleo original.
el humo volcánico. El hechizo enervador Yo he sentido despertarse y sonreír mi
de Paríénope será superado otra vez por velado instinto criollo reconociendo
la maña de Ulises, que retoña en la san- en las calles de Ñapóles cosas que me
gre griega que hay en las venas de Ña- parecían del terruño, líneas y matices
póles. Una metrópoli industrial, activa y ele mi ciudad nativa, en lo que ésta tie-
poderosa, se delinea para el cercano por- ne aún de característico, de tradicional,
venir, aquí donde fué el imperio del dol- de pintoresco; semejanzas que completa
ce farniente. Y aunque todavía desento- la imaginación con la curva armoniosa
nan, dentro de la admiración y el encan- de la bahía, cuya entrada custodia, como
to del viajero, la casa antigua y noble un Cerro agigantado y flamígero, el Ve-
que yace en sucio abandono, y el montón subio. Y estas correspondencias de ca-
de basura que fermenta al rayo del sol, rácter, estos acordes de color, evocaban
y el corro de muchachos que juegan en en mi memoria las palabras que oí una
la esquina sus monedas de cobre, y los vez a un cultísimo y delicioso sevillano,
cornetti de coral ofrecidos como amule- don Francisco Orejuela, que contaba ad-
tos en los escaparates de las tiendas, y mirablemente sus recuerdos de viaje;
el conventillo al aire libre, y los mendi- i —No hay más que tres ciudades en el
gos implacables, y los frailes pringosos, ! mundo: Ñapóles, Sevilla y Montevideo.
puede vaticinarse que esta ciudad será el \Tápoles, febrero de 1917,
XIX
EL ALTAR DE LA MUERTE
Noble complemento ideal de este ma- lina del Posillipo, dominando el paisaje
ravilloso cuadro de Ñapóles es la tumba de más pura y armoniosa belleza que
de Virgilio. A la orilla del celeste golfo, puedan componer en consorcio la tierra
donde concluye la ciudad y empieza la y el agua, está la tumba del poeta, y su
encantada bahía de Pozzuoli, sobre la co- evocadora virtud puebla de clásicos re-
Junto con la conciencia de su inraen- j purísimos. Porque este amor era desin-
so infortunio, y como fermento nacido j teresado y absoluto. No era el del pesi-
de su amargor, pero al propio tiempo j mista religioso, no era el del creyente
con la fuerza fría y analítica en que ¡ que pone al otro lado de la tumba la
obra la reflexión de un gran entendí-- j esperanza del cielo. Era una aspiración
miento, sobrevino en el enfermo y dis ¡ sin otro fin, sin otra recompensa que
forme la abjuración de toda fe y de la Muerte misma, Y de este culto de la
todo principio afirmativo que diese a la Muerte nacieron versos que concillan,
realidad orden y objeto. con la serenidad y la transparencia pla-
La excitación de Bruto menor con- tónicas, el fervor y el arrebato de los
fesando al morir la vanidad del mundo místicos, el vuelo ardiente de San Juan
ideal, fué en lo sucesivo el lerna de su de la Cruz. Dijo en ellos cómo el Amor
ciencia. Y la noche se hizo en la inti- y la Muerte son hermanos, y por qué
midad de aquella alma. Pero fué una el antiguo saber enseñó que «muere jo-
noche inundada de tristísima luz, una ven el que aman los dioses», y por qué
noche tachonada de estrellas, porque ni inclina a la muerte la disciplina de
el desengaño ni el desconsuelo pudieron amor; y dijo que cuando esta divina
disipar en la frente del infortunado la fuerza entra en humano pecho
unción de la divina poesía. Por el contra-
rio, la magnificaron y la hicieron doble- Un desiáerio di morir sí senté.
mente preciosa. Fué entonces cuando lo
que había de poeta, de poeta escogidísi- y el alma enamorada, aun la más in-
mo y excelso, en aquel ángel vestido de docta y ajena a «la virtud que nace de
miseria y fealdad, se reveló con maravi- ! la sabiduría», «comprende la gentileza
llosa plenitud. Y fué la suya la poesía a i de morir», y el aldeano sencillo, la don-
un tiempo más amarga y más suave que j cella inocente, si amor les infunde áni-
haya anidado en el corazón humano. ' mo, «osan meditar hierro y veneno» y
Todo aquel sentimiento de idealidad; de ; miran sin espanto el misterio de la muer-
perfección y de belleza que había exal- ! te... Y todo esto se desenvuelve en aque-
tado la mente candida del soñador, se ! llos versos portentosos de modo que
decoloró de esperanza; pero continuó no está solo sentido, sino pensado; que
siendo sentimiento de idealidad, de per- ¡ no es sólo una emoción poética, sino
fección y de belleza. Toda aquella inmem ¡ una profunda y personal filosofía; una
sa vena de amor que había corrido, de ¡ concepción fundamental del mundo, que
su impulso primero, a ios bienes supe- j impone a nuestro ánimo un género de
riores del mundo, y se había roto en la j dolor muy distinto de aquel que nos
tremenda decepción, se convirtió a un j transmiten los poetas que expresan des-
solo bien, a una sola idea, a un solo j dichas contingentes, tristezas relativas,
anhelo: la Muerte. Fué el poeta sublime i aunque grandes; porque esta poesía nos
de la Muerte. Y como poeta de la i da la intuición de lo que hay de eterno
Muerte, fué el divino poeta del amor. y necesario en el dolor y descubre a
Nunca hubo mujer, ni deidad, ni patria, ¡ cada cual la más escondida raíz de su
ni concepto abstracto del derecho ni ; infortunio.
aspiración de libertad, gloria o fortuna, En Ñapóles se extinguieron los últi-
que inspiraran más dulces sueños en mos días del poeta. Aquí en la serena
alma juvenil que en aquel poeta del altura de Capodimonte, o en la vecina
sueño de la Nada. Nunca hubo novia Torre del Greco, sobre la falda del Ve-
que más se embelleciera en versos de subio; aquí donde la naturaleza es ática
amante, que la Muerte en sus versos ; como el ideal de la forma que él sin-
tió, y donde todo evoca él mundo an- to y poesía; los que embelesáis el alma
tiguo a que él perteneció por las afi- y ios ojos en la radiante luz de este
nidades de su corazón y de su mente, cielo, en la belleza arquitectónica de
esperó a la pálida amada «que había : este volcán, en el pagano júbilo de esta
de cerrar sus ojos tristes». Aquí se rea- : naturaleza, olvidaos un momento de la
lizó eí desposorio; aquí perdura su in- vida, revestios de noble gravedad y en-
violable fe en la paz de esa lápida de trad a visitar el altar de la Muerte en
mármol. la «tumba de Leopardi».
Vosotros, los que pasáis por esta tie-
rra encantadora y sabéis de sentimien- 1917.
XX
SORRENTO
pado contento de la vida, aquí donde to- , rrento no perdáis la ocasión de observar
da la naturaleza es bondad: aliento de ; por vuestros propios ojos un taller de
azahar y de pinos, balsámica leche, vino i marquetería), se concluye de aceptar y
nectareo, peces fosfóricos, fruta delica- i comprender que aquellos dibujos, aque-
da y sin cuento, y sobre todas las fru- I lias figuras y aquellos paisajes no han
tas, las naranjas, a cuyas jugosas po- ¡ sido hechos con pincel, sino con distin-
mas de oro llaman, en este gracioso tas piezas de madera, cortadas medíante
dialecto, Portogallo (Portugal)?... ' sierras sutiles y aplicadas en los hue-
Sí no os basta el panorama que ha- | eos de un diseño. Llégase así a formar
béis admirado en la ribera; si queréis i de incrustaciones verdaderos cuadros,
aún más altura y más horizonte, subid \ con la conveniente distribución de colo-
a las colinas en que se recuesta la ciu- \ res en cada figura y en el fondo. Este
dad, hacia el poniente y el mediodía; \ arte, en lo que tiene de refinado, no es,
id a Capodimonte de Sorrento, donde \ según me dicen, aptitud tradicional, sino
está el Belvedere Parisi, o al monaste- relativamente moderna. Primeramente se
rio del Deserto, sobre la cumbre más taraceaba sólo en la madera de naranjo
alta, entre jardines, donde os regalarán y diseñando las imágenes y labores con
con vino exquisito, y tierno queso, y aro- ¡ tinta china. Un artífice innovador, Luís
mática miel, y desde el cual abarcaréis , Gargiulo—cuyos descendientes son aún
con la mirada una extensión de estu- ; los más activos representantes de esta
penda grandeza: el golfo de Ñapóles a habilidad local-—, halló los medios de
un lado; al otro el de Salerno, entre las ¡ emplear diferentes clases de madera e
puntas de Licosia y Campanella, y en \ indefinida variedad de tintes. Hoy la-
medio de las dos, la rocallosa isla de marquetería de Sorrento tiene fama y
Capri, que parece encorvarse y atalayar ; mercado en todo el mundo. También es
sobre las ondas, como un monstruo ma- i floreciente industria de la ciudad el te-
rino que velara guardando el maravi- ! jido de la seda, y los pañuelos y fajas
1
lloso zafiro de su Gruía Azul, de colores que salen de sus telares gozan
.
Sorrento, en la antigüedad, unía al re- ; crédito de ser los más hermosos de
nombre clásico de su belleza, que ins- ! Italia,
piró Las Selvas de Estado, la celebri- En las treguas de esos afanes del ta-
dad, de su cerámica, cuya excelencia ] lier, o de ía pesca en las serenas ondas
comprueban aún, en los museos, cálices • del golfo, o de las geórgicas de los fruc-
y vasos fúnebres comparables con los • tuosos campos vecinos, mozos y mucha-
de Ñola. La moderna Sorrento tiene, en ] chas del pueblo suelen reunirse en gra-
cambio, su arte peculiar, que ha levan- ciosos grupos para bailar ía tarantela
tado a una perfección que es su fun- de Sorrento, que es una variedad de la
dado orgullo: la marquetería, la labor de Ñapóles. Una tarantela bailada sobre
de incrustaciones en madera, Numero- ! un fondo de playa o de bosque, con Jos
sos talleres dan aliento a esta industria, pintorescos trajes populares, es espec-
y las más ricas tiendas de la ciudad son ! táculo que debe procurarse el viajero.
las dedicadas a la venta de muebles, es- ! Guitarras y mandolinas suenan su alegre
tuches, cigarreras, y otros mil objetos de música, y las parejas, ceñidas de visto-
utilidad y de adorno, compuestos de mo- sos colores, componen mudanzas raudas
saico o taracea. La delicadeza y el pri- y vehementes, pero de delicada erpre-
mor con que se ejecuta ese trabajo ex- ; sión; mientras la sangre férvida relum-
ceden todo elogio. Sólo cuando se ha bra en el negro de los ojos y las more-
asistido al interior de uno de estos ta- i ñas manos repiquetean a maravilla las
lleres (y os aconsejo que si vais a So- i castañuelas de Teletusa. Donde hay vir-
conmovedor ejemplo del consorcio de] la rebelión. Los tiempos eran duros, y
genio, la demencia y el infortunio. el caudillo republicano traía el propó-
Todo esto se pintaba en mi imagina- sito de entrar a sangre y fuego en la
ción mientras miraba las rocas que ane- ciudad rebelde, y castigarla sin distin-
ga el agua transparente, allí donde fué ción de inocentes y culpados. Se in-
Ja casa de Torcuato Tasso. Y por la no-1 terpone entonces, entre la población
che, conversando en el Circolo Sociale, consternada y el jefe inexorable, el ar-
un elocuente sorrentino me refiere cómo zobispo de Sorrento. Como razón supre-
su ciudad es deudora al poeta de la Je- ma con que ablandar el corazón, del ven-
rusalén, no sólo de la más alta gloria gador, recuerda a Sarrazin que Sorren-
que se agrega al prestigio de su ideal to es la patria del Tasso... Y el noble
naturaleza, sino también de haber con- francés, sintiendo la fuerza obligatoria
jurado el mayor de los peligros que ha de ese título de inmunidad, ahorró to-
yan amenazado interrumpir el plácido da sangre, todo rigor, y perdonó a So-
sueño de su vida. Es el caso que, cuan- rrento para honrar la cuna del poeta.
do, por la expansión de la Francia revo- Así el desventurado Torcuato fué el
lucionaria, se erigió en el antiguo reino numen tutelar de su patria; y así reanu-
de Ñapóles la República Partenopea, una dó, sin más tormentas, su vida de idilio,
tentativa de reacción se originó en So- la primorosa creación de las Sirenas;
rrento, a favor de los depuestos Bor- la ciudad preferida de los convalecien-
bones. El general Sarrazin, jefe de las tes y los novios; la dulce ciudad coro-
armas francesas que sostenían la na- nada de azahares y vestida con la ce-
ciente República, fué enviado a sofocar leste seda del mar.
XXI
CAPRí
Cuento entre Jas imposibilidades abso- ocupación que, cuando volvéis de Capri,
lutas la de hallar belleza que no tenga ; os demostrarán en Sorrento, es averí-
conciencia de sí propia, y entre las im- i guar lo que pensáis de Capri, y el más
posibilidades relativas la de hallar con- I apremiante interés que os habrán ma-
ciencia de la propia beldad que no se I nifestado en Capri, al llegar, es pregun-
empañe de cierta inquietud o desazón ¡ taros lo que opináis de Sorrento. Os
delante de Ja beldad ajena. Sorrento, con- ! supongo suficientemente hábiles para
firmando la ley sin excepción, sabe que \ contestar a esas preguntas de modo que,
es hermosa; pero sabe que Capri lo es ¡ sin herir de frente la vanidad local, deis
también, y Capri está al lado de Sorren-
to; y como la belleza de Capri no es ; lugar, al mismo tiempo, a cierto res-
menos fiel cumplidora del nosce te ip- j quemor de emulación; y entonces oiréis,
sum, hay, al través de las azules ondas I de una y otra parte, los más fervorosos
que las separan, un perpetuo cambio de ! alegatos de amor patrio; los más ínspi-
desconfianzas y de celos; un pleito en- | rados razonamientos para demostraros
cantador, que renueva sus instancias ante i que aún no habéis visto lo mejor, en la
cada viajero, excitado a ser juez en este ¡ comarca del panegirista, y que debéis
nuevo juicio de París. La primera pre- ' dejar que os lleven a admirar en ella
AAJ.1
¿RENUNCIARA BENEDICTO XV
AL PODER TEMPORAL?
ACTUAL ASPECTO DE LA CUESTIÓN ROMANA
XXIII
[PALERMO]
de la Ralsa, de morisco nombre; barrio j lira, que el banquero saca, sin más cere-
de pescadores aglomerado en derredor de ' monia, del bolsillo del chaleco. Suele su-
la iglesia de Santa María dello Spásimo, \ ceder que la multitud se aglomera con
con sus escaleras al aire libre, y sus bal- . demasiado afán a su alrededor, y en tal
cones que adornan macetas de albahaca : caso el grave ministro de la suerte «abre
y clavel y racimos de «nasas», o cestas ; cancha», como decimos en América, agi-
de pesca de trenzados juncos. Este es el ; tando entre los importunos un a modo
mes en que esa República marinera se ! de plumero enastado en una larga caña,
apresta para la pesca del atún, que es ! instrumento moderador que tiene en el
de las grandes industrias de la isla, ten- • suelo de reserva para este uso. Ignoro si
diendo en distintos puntos de la costa I las leyes consienten o la policía tolera.
los ingeniosos encadenamientos de redes I La devoción religiosa se mantiene dí-
que hacen de la captura de aquel pez ! fundida y ferviente, y mil signos lo certi-
una de las más complejas y curiosas en- ! fican. Quien recorre las calles de Paler-
tre las cacerías del mar. i mo no tardará en advertir la crecida can-
Otras impresiones son de tono menos I tidad de niños que se preparan para el
halagüeño. En la esquina de las calles i sacerdocio, vistiendo ya el hábito ecle-
de Milán y Venecia, a pocos pasos de j siástíco. Frecuentes son, en los parajes
la de Roma, que es de las vías más ¡ más céntricos, las hornacinas con imáge-
centrales, asisto al poco edificante espec- j nes sagradas, que el fervor popular ro-
táculo de una lotería coram populo. Un ¡ dea de luces y flores: así el Ecce-homo
grupo de no menos de cincuenta perso- i de la vía de Roma, y el de la Plaza de
nas: obreros, soldados, muchachos en ! Santo Domingo. En los altares de las
gran número y tal ocioso burgués, for- i iglesias abundan los exvotos, que aquí
ma rueda, en la bocacalle, a un gañán de I llaman mirácoli (milagros): figuras pin-
sombrero echado a la nuca y gruesa ca- i tadas o de bulto en que se rememora
dena de plata que esgrime en una mano I alguna gracia divina. Presencié, en Vier-
una bolsa de seda verde. Excitando, con ! nes Santo, una procesión callejera, al
entrecortada arenga, la codicia de los es- i uso antiguo de nuestras ciudades, con
pectadores, distribuye entre ellos, a ra- séquito populoso y formas de teatral so-
zón de dos sueldos por cabeza, unos car- lemnidad. Un simulacro de Cristo yacen»
toncitos mugrientos, con aspecto de nai- te, de peso abrumador, a juzgar por el
pes. Luego que los ha colocado todos, visible esfuerzo de sus portadores, era
echa mano a la bolsa; revuelve el fondo, llevado en hombros de una veintena de
haciendo sonar las fichas, y trae a luz tiernos congregantes (í).
una de ellas, cuyo número da a verificar
a alguno de los presentes. El poseedor
(1) [Está inconcluso. Véase Prólogo en este
del billete premiado recibe entonces su mismo volumen, p . 1242,]
FIN DE
«EL CAMINO DE PAROS»
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16
CORRESPONDENCIA
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CORRESP >ENCIA
ROLOGO
-\URANTE toda su carrera, Rodó nes exhaustivas, a Rafael M. Merchán,
I | cultivó cuidadosamente su corres- Juan Zorrilla de San Martín, Rubén Da-
''''""* pondencia con escritores, Mientrasrío, Manuel ligarte, Julio Herrera y Reis-
realizaba sus primeras faenas en la Re- sig, Rufino Blanco Fombona, Carlos Rey-
vista Nacional de Literatura y Ciencias les, F. García Godoy, Enrique José Va.-
Sociales se ocupó de hacer llegar sus roña, Javier de Viana, José Ingenieros,
escritos a todas partes del mundo his- Horacio Quiroga, Leopoldo Díaz, Fran-
pánico; por medio de una copiosa co- cisco García Calderón, Leopoldo Lugo-
rrespondencia establecía y mantenía el nes, Pedro y Max Henríquez Ureña, Alci-
contacto con muchos de los principales des Arguedas, Alejandro Andrade Coello,
escritores de España y América, Esa po- Alberto Nin Frías, Carlos Arturo Torres,
lítica literaria, tan cuidadosamente pla- Baldomcro Sanín Cano, Alfonso P.eyes,
neada desde sus orígenes, fué sosteni- Carlos Guido y Spa.no, María Eugenio.
da—con alguna declinación final—hasta Vaz Ferreira, Enrique González Martí-
su viaje a Europa. Ella le permitía ac- nez, José Gálvez, Pedro César DominicL
tualizar siempre su nombre, renovar su José Santos Chocano, Enrique Gómez
influencia directa. Su biógrafo, Pérez Carrillo, Federico Henríquez y Carvajal,,
Petlt, vela-a un encuentro con Rodó ha- etcétera,, etc.
cia 1914, en que éste le comunica que A través de esa correspondencia rea-
colabora en El Telégrafo «para, vivir», lizaba Rodó uno de los puntos de su
y agrega: «Escribo también a mis amigos programa: la vinculación efectiva entre
de América, para que no me olviden los hombres más destacados del mundo
como los de aquí.» hispánico. La correspondencia era un
Entre sus corresponsales pronto contó arma formidable de su labor de proseíú
a Leopoldo Alas, Francisco Giner de los tismo americanista., de su milicia. de-
Ríos, Salvador Rueda, Rafael Barret, Ra- América (como le gustaba decir). De ahí
Jael Altamira, y otros españoles; a éstos que no la descuidara; de ahí que a, ella
siguieron luego: Antonio Rubio y Lluch, dedicara un esfuerzo constante y no dis-
Luis Ruiz Contreras, Juan Yolera, Miguel tinguiera entre los corresponsales, no im-
le l'jnamuno, Juan Ma.ra.gall, Núñez de portándole la escasa figuración de éste
Arce, Juan Ramón Jiménez, Francisco o el escaso valor poético del otro para,
^'dlaespesa, Gregorio Martínez Sierra y cumplir su labor ríe sembrador en am-
Gabriel Miró. Entre sus corresponsales bos.
de América puede citarse, sin pretensio- Para fiscalizar mejor tan nutrida co-
1320 IOSE ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS
PRIMERA SERIE
Para su tercer estudio de la Revista I vista, en el cual leo una segunda parte
Nacional de Literatura y Ciencias Socia- t de un artículo que se me dedica, y que
les elige el joven R.odó como tema a va firmado por el señor D. José Enrique
Leopoldo Alas, uno de los más impor- Rodó.
tantes críticos españoles de la genera- i Escribo a V., ante todo, para rogarle
ción anterior (nacido en 1852), En 20 que, en mi nombre, dé las gracias más
de abril y 5 de mayo de 1895, publica expresivas al Sr. Rodó por su artículo.
La crítica de «Clarín». Allí señala en su Cuando elogios o censuras vienen ríe
modelo, entre otras cosas, la reivindi- quien demuestra escaso juicio y gusto,
cación del juicio literario frente al es- me dejan igualmente tranquilo e indife-
cepticismo de moda, la significación in- rente. Cuando las censuras prueban ta-
sustituible y esencial de la crítica como lento en el que escribe, me pican. Cuan-
juicio de arte, la relación estético-crí- do los elogios nacen de un espíritu es-
tica con Flaubert. Examina también las cogido y serio, como lo es sin duda el
dos faces de su figura crítica: el insti- del Sr. Rodó, me halagan y los agra-
gador despiadado, el crítico pensador; dezco mucho.
vinculo, su desaliento ante la incultura Por interesarme de veras ese traba-
del ambiente con el que expresó Larra; jo, llego a mi segunda súplica: que me
apunta su oposición a la crítica de Va- envíe V. el número en que haya salido
lera, su actitud tolerante ante el Natu- la primera parte.
ralismo, su anhelo de una renovación Por todo le anticipo las gracias y me
religiosa. Rodó insiste—como leit-motiv ofrezco su compañero y affmo. s. s. q.
de su artículo—en «una necesidad de 1. b. 1. m.
cosas nuevas que flota, como presagio
de una renovación tal vez cercana, en Leopoldo Alas.
el ambiente moral de nuestros días»; Oviedo, 29 de diciembre de 1895.
es el tema de su ensavo: El que vendrá
(1896).
Al enviar su estudio a Leopoldo Alas,
recibe la siguiente carta, publicada en En su Archivo se encuentra un borra-
la Revista Nacional (tomo I, núm. 22). dor de la respuesta de Rodó.
hago mis primeras armas literarias, me Un año más tarde de este intercambio
ha dado a leer la atenta carta que con epistolar publica Leopoldo Alas en La
[echa de diciembre ppdo, le ha dirigido Saeta, de Barcelona (25 de febrero de
Vd. a propósito del artículo por mí pu- 1897), un Palique en que señala a Rodó
blicado en esa Revista con el título de a la atención del público hispánico ai
La crítica de Clarín. tiempo que subraya la coincidencia de
Necesito testimoniar a Vd. mi satis- puntos de vista con el joven crítico uru-
facción y mi gratitud por esta carta, guayo. Afirma allí Mas que éste es «un
para mí muy honrosa. He dedicado a crítico de cuerpo entero, que no está
Vd. uno de mis trabajos de iniciación vinculado con ninguna de esas pesies
literaria porque a la lectura de sus pegajosas que tantos y tantos escrito-
obras y a la enseñanza de su crítica res jóvenes americanos llevan de Varis a
atribuyo una de las influencias más be- su tierra. El Sr. Rodó reconoce que et
néficas y poderosas en la corrección de jugo de las letras hispanoamericanas-
mi espíritu. Puede Vd..., pues, figurarse debe tomarse de la tradición españole,
cuánto me complace y cuánto me es- (...) Críticos como el Sr. Rodó pueden
timula que a Vd. le haya agradado aquel hacer mucho en América, por la sin-
trabajo y que por él haya dado motivo cera unión moral e intelectual de Es-
para que manifieste juicio tan favorable paña y las repúblicas hispano america-
sobre mí. nas; unión que podría preparar lazos
En el ambiente ingrato para todas las políticos y económicos futuros, de im
manifestaciones desinteresadas de la la- I que a mi ver, ya tiene sentadas las
bor intelectual, de estas democracias in- i premisas la historia, y que serán ¡a
quietas y mercantiíizadas, una palabra j consecuencia que saque el porvenir». Su
de aliento que venga de quienes signi-i juicio fué reproducido en la Revista Na-
fican y valen lo que Vd. decide a me- j cional (tomo II, p. 336).
nudo la constancia de una vocación com- ! En carta cuyo borrador está fechada
batida por la ausencia de estímulos y es- en 30 de junio, Rodó agradece la men-
peranzas. ción, tan honrosa, y asegura: «Bien fe
Con el número de la Revista en que interpretado Vd. uno de los sentimfc&v
se publicó la primera parte de mi ar- ; tos en mí más intensos y poderosos,,
tículo sobre Vd. envióle algunos otros \ cuando, en las líneas que rae consagra
que contienen trabajos míos. Mire Vd. | en un periódico de Barcelona, me pre-
con benevolencia esos ensayos ligeros, j senta como partidario de la unión es-
escritos para ocupar mis ocios de es tu- | trechísima de España y América. A con-
diante. Si en algunos de ellos encuentra j tribuir en la medida de mis fuerzas ?¿
Vd. tal cual observación atinada, tal cual tan fecunda unión, he dedicado y me
manifestación de sentimiento y de gusto, propongo dedicar en lo futuro muchos
todos mi deseos están cumplidos. de los afanes de mi labor literaria.;
Vinculado a Vd., desde lejos, por la También confirma en dicho borrador sit
admiración y el afecto, tendré el placer actitud antimodernista con estas pala-
de enviarle en adelante cuanto escriba, | bras: «Otro de los puntos sobre los
siempre que a Vd. no le desagraden del que yo quisiera hablar detenidamente
todo mis rasguños de principiante. a Vd. es el de mi modo de pensar ei¿
Créame Vd., maestro, su sincero admi- presencia de las corrientes que domi-
rador y amigo. nan nuestra nueva literatura americana,,
José Enrique Rodó. Me parece haberlo afirmado alguna vez;.
nuestra reacción aníínaturalista es hoy
muy cierta, pero muy candorosa; núes-
1324 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
¡ni procedimiento. No para mis méritos, ¡Cuánto quisiera yo tener a quién es-
pues en este respecto Pérez Petit peca, cribir cartas así en mi querida Cuba!
respecto de Clarín, por lo mismo que Pero no conozco allí más que azules. Su-
Vd., por exceso de benevolencia. A pro- pongo que habrá algo mejor, casi lo afir-
pósito de Pérez Petit. Sin fijarme en la mo, pero no lo conozco. Insisto en rogar
firma, leí un artículo suyo en que parecía a Pérez Petit que tenga ésta por suya en
otro; se trataba, de elogiar a Gómez Ca- prueba de que me perdona lo de mucha-
rrillo y alabar con enjouement exce- cho (sin nombrarle) (1).
sivo todo lo reciente de que Gómez abu- Algo parecido a Vds. no lo conozco
sa, como yo lo digo en el prólogo deí li- ¡en América. Sin embargo, muy genero-
bro que Carrillo va a publicar. Pues bue- ' sas tendencias me las manifestó Choca-
no; en ese prólogo, sin saber de quién no, privadamente (de! Perú).
era, y creyendo ver en el autor un mu- Gente seria me ha escrito también de
chacho más entusiasta y generoso que Colombia, Ecuador, etc., v. gr. el ilus-
prudente, aludo al artículo en tono algo '•tre M. Caro, y un señor Groot, algo ma-
desabrido para el autor, Le llamo... eso, j chacón y caviloso y aun atrasado, pero
muchacho, que no es ofensa; pero no de juicio y conciencia. Con Vds. quiero
puedo yo tolerarme tratar así al que al \ continua correspondencia, y denme los
estudiar mis paliques, y en otros artícu- '.dos noticias, juicios de cosas de ahí. De
los suyos, ha demostrado justamente i los dos, de todo corazón,
calidades de madurez en el juicio, pru- I
dencia, templanza, debida parsimonia y \ Leopoldo Alas.
penetración concienzuda. Doy todas es-
tas explicaciones con el mayor gusto y
la mayor espontaneidad. Yo debí adivi- La respuesta de Rodó se conoce a tra-
nar (aun sin fijarme en la firma en que vés de un borrador de su Archivo.
no reparé) a Pérez Petit en el dichoso \
artículo..., pero confesaré que era algo i
difícil, porque sostengo que parece otro. 4. A LEOPOLDO ALAS
Otro, no menos bien intencionado y eru-
dito, pero mucho más inexperto. Deseo.- \ Montevideo, setiembre 5 de 1897,
ría que Vd. y él lean entre líneas el pro- \ Sr. Leopoldo Alas.
logo de que trato. A Vds., principalmen- Querido maestro y amigo:
te, aludo cuando espero que haya una Grande fue mi satisfacción al recibir
parte de la juventud de la América Es- su muy hermosa carta, y no mayor el
pañola que muestre el generoso cosmo- interés con que la leí, apreciando en
politismo, más que en el arte, que no es todo lo que vale la corriente de benevo-
donde ofrece menos peligros, en la reli- lencia y afecto que por ella circula. Es-
gión, en la filosofía, en lo que se llama pero con verdadera ansiedad su pro-
la ciencia. Si vale mi consejo, por ser de metida contestación, en Las Novedades,
hombre, si no viejo, ya maduro, insis- ¡ a la carta en que le expresé mi modo de
tan ustedes en dar a gran parte de su \ sentir y pensar en lo referente a las re-
periódico carácter serio, filosófico y cien- tí) Que era él el aludido, lo vi en una nota
tífico, siguiendo con independencia, es j de las pruebas, de letra de Gómez Carrillo.
claro, las corrientes realmente novísí- ' [Nota de Leopoldo Aias. Al publicar esta carta
mas, de la Europa de veras culta, que . en la revista Fuentes (Montevideo, agosto de
tienen digno reflejo y ampliación en los \ 1961), Roberto Ibáñez identifica el libro de Gó-
Estados Unidos, tan calumniados por el \ mez Carrillo: Almas y cerebros, París, Car-
jingoísmo de acá. nier, 1898.]
1326 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
laciones de España y América: los dos Aquí, la fuerza de inercia de los ren-
pedazos de la gran patria a que pertene- cores de la lucha, por una parte, y por
cemos, y que sobre el quebrantamiento otra el afán explicable de comunicar-
de su unidad política, debe conservar nos con la cultura de los pueblos que
para siempre su unidad espiritual. más fieles representantes son del espí-
Los redactores de la Revista agradece- ritu del siglo, mantuvieron después de la
mos en el alma sus palabras de aliento independencia, cierto olvido, cierto des-
y tenemos muy en cuenta sus indicacio- vío, respecto de la que ahora llamamos
nes. Aunque nuestra publicación no de- ya cariñosamente la Madre Patria. Hoy,
jase otra señal de su paso que la de ha- que nuevas generaciones han ocupado el
ber contribuido un poco a dar a cono- escenario, nadie, o casi nadie, se acuerda
cer las aspiraciones y las tendencias de de los odios pasajeros de aquella lucha;
la nueva generación americana y haber y el sentimiento de la raza, la conciencia
llevado su grano de arena a la grande de su unidad, se fortificarán y depura-
obra de la unidad y fraternidad de los rán más cada día. ¡Cuánto contribuyen
pueblos de habla española, satisfechos a ello los que, en una u otra manifesta-
quedaríamos del resultado y nos daría- ción del pensamiento, representan una
mos por bien retribuidos de nuestros fuerza realmente moderna en la vida de
esfuerzos. la España actual! Liberalizar a España,
Como me propongo escribir a Vd. a hacer que con originalidad y energía
menudo, y enviarle datos, noticias, libros intervenga en el concierto de la cultura
y periódicos de por acá que puedan europea contemporánea, equivale a ha-
contribuir a que Vd. forme exacta idea cerla más nuestra. Y yo creo que en eí
de la cultura actual de nuestros pueblos, arte, en la literatura, es donde más efi-
como Vd. desea, no trataré en esta car- cazmente se puede trabajar para estre-
ta de ninguno de los muchísimos pun- char los lazos de nuestra grande y defi-
tos sobre que yo quisiera hablarle o | nitiva reconciliación.
consultarle en lo referente a nuestras La belleza resplandeciente de la pa-
casas, ni de las impresiones y juicios de labra de Emilio Castelar (aquí popula-
mi lectura de lo que lleva escrito Vd. rismo), su virtud arrebatadora, es lo
sobre asuntos americanos, ni del modo que más eficazmente ha contribuido a
de pensar que por aquí priva respecto reconciliar, a aproximar a España y Amé-
de las personalidades, obras, tenden- rica, desde nuestra emancipación políti-
cias, etc., etc., de la actual literatura ca. Todas las sucursales de la Academia
española. Todo esto puede dar tema pa- Española no han valido, para mantener
ra muchas cartas, que escribiré, Dios y avivar el amor de América a España,
mediante, acompañándolas con los opor- lo que un párrafo de un discurso de
tunos comprobantes de mis informacio- Castelar. Si se buscase una personifica-
nes y juicios. ción de la unidad espiritual de la raza
Hoy me limito a insistir en lo merití- j española de ambos mundos en el si-
simo de la obra que, con sólo ocuparse glo xix, en Castelar habría que seña-
en nuestras cosas y comentarlas con im- larla.
parcial y desapasionado criterio (sea pa- Yo creo que para su gloria no será el
ra censurar o para aplaudir), realizan menor de los títulos, lo que él ha hecho
los escritores españoles. por su España en esta América donde
Más de medio siglo nos hemos lleva- tanto se le admira.
do, españoles y americanos, represen- { Don Juan Valera con las deliciosas
tando en nuestras relaciones algo pa- | Cartas americanas, Menéndez Pelayo con
recido a El desdén con el desdén. i sus investigaciones y estudios de núes-
iras cosas, han hecho mucho también. lencia. Que la encuentre en el juicio
Usted, que tanto y tan merecido pres- de Vd. es lo que desea su affmo. y agra-
tigio tiene así en España como en Amé- decido amigo, que le admira y respeta
rica, creo yo que debe influir para que \ [José Enrique Rodó],
los nuevos escritores de España tengan j
presentes a estos pueblos que son un j
auditorio tan suyo, como España misma;
para que nos atiendan y nos juzguen, lo En realidad, por esa fecha Rodó se
que se pide no son optimismo ni lison- iba dejando ganar también por el Mo-
jas. Nuestros pueblos de América van dernismo, sensual y lujoso, de Rubén
ya dejando de ser niños, y deben habi- Darío en Prosas profanas. Como puede
tuarse a que se les hable con sinceridad. verse en su Correspondencia con el poe-
Se pide buena voluntad, interés por co- ta nicaragüense, ya entonces actuaba
nocernos y estudiarnos y cierta bene- ¡ de intermediario para preparar una edi-
volencia para apreciar el mérito del es- ción uruguaya de alguna de sus obras;
fuerzo, que yo veo que es mucho en los ya había empezado a redactar el ensa-
adelantos de nuestra cultura, a pesar de yo, sobre el último libro de versos de
sus inevitables deficiencias. Darío, que publicaría en 1899. Allí se en-
Con esta carta recibirá Vd. un ejem- j contraría aquella frase («Yo también
piar del primer opúsculo de La Vida soy modernista») que parece, aunque no
Nueva, colección de folletos literarios j es, una declaración de fe, una adhesión
que me propongo publicar. al nuevo arte poético. Al mismo tiempo,
Si no desconfiase de mis fuerzas para ; su relación directa con Alas parece in-
tal empresa, diría que el plan de esa co- j terrumpirse.
lección se basa en el anhelo de encauzar j Con la publicación de Ariel en 1900
al modernismo americano dentro de ten- j —que ejemplifica ese Modernismo que
dencias ajenas a las perversas del deca- | Rodó intentaba encauzar desde 1897—se
dentismo Azul... o candoroso según Vd. y ¡ restablece una última vinculación con
yo hemos convenido en llamarle, valién» ; el maestro.
donos, como Vd. dice, de un eufemismo. En El Imparcial, de Madrid (23 de
Van en ese opúsculo La novela nueva abril), Clarín escribe un artículo elogio-
y El que vendrá. Ambos trabajillos han so sobre el nuevo libro. Al presentar a
circulado ya por América, en las pági- Rodó ante su público retoma su actitud
nas de la Revista. Al publicarlos de nue- • de 1897 (como si el episodio de Darío no
vo, sólo me anima el que acaso algo i hubiera ocurrido). Muestra al joven cri-
puedan hacer en el sentido arriba in- • tico uruguayo sólidamente entroncado
dicado. ! en la tradición hispánica, con lo que im-
El que vendrá me lo han alabado por plícitamente contra-dice el juicio de Juan
aquí, atribuyéndole méritos de forma, Valera que (en una de sus Cartas ame-
de estilo y algún sentimiento. La no- ricanas) reprochó con error a Rodó «el
vela nueva (en la que creo que hay más olvido de la antigua madre patria, de
sustancia) ha encontrado también gran \ la casta y de la civilización de que pro-
aceptación. ¡ cede la América que se empeñan en lla-
Pero no me fío mucho de estos juicios ; mar latina». Cuando, precisamente, y es-
cariñosos del terruño. Le digo con toda to lo subraya bien Alas, «lo que Rodó
sinceridad que si se me ocurriese ahora pide a los americanos latinos es que sean
releer el folleto, tal vez no se lo en- siempre... lo que son, es decir, españoles;
viaría. hijos de la vida clásica y de la vida
Va a Vd. muy necesitado de benevo-¡ cristiana-».
1328 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
En su artículo, con fina habilidad dia- (que Rodó cita en uno de sus artículos
léctica, opone a Rodó él grupo de deca- de la Revista Nacional, sobre Dolores,
dentes y modernistas de ambas orillas por Federico Balart), ya a su introduc-
del Atlántico; «Admira ver la profundi- ción a la versión española de Los hé-
dad y la serena unción con que Rodó roes, de Carlyle, libro que Rodó pudo
sabe llegar a la armonía, siempre inspi- no conocer. El artículo de Alas concluye
rado por la justicia, siempre sincero, y con una nota de entusiasta recomenda-
valiente y decidido en la defensa de sus ción.
propias ideas, pero leal con las opuestas Pocos días después de haber publi-
sin desvirtuarlas; flexible, tolerante, cado su artículo, Alas escribe a Rodó
comprendiéndolo todo, pero predicando una carta (28 de abril de 1900) que no
lo suyo. Recomiendo a nuestros litera- ha sido hecha pública. Rodó no parece
tos decadentes y modernistas, y a los haberle contestado directamente. Pero
jóvenes «ácratas» y «libertarios», a los no dejó de hacer llegar su agradecimien-
que todavía tienen salvación, no a los to al viejo maestro, ya en forma de un
perdidos por la ignorancia, él orgullo y saludo, en carta a Rafael Altamira (29 de
a veces el vicio, les recomiendo el es- junio), ya incorporando su estudio como
tudio de este espíritu americano, tan prólogo a la segunda edición de Ariel
joven y ya tan equilibrado; sereno e (Montevideo, 1900). Es probable que pos-
imparcial, sin mengua del entusiasmo, tergara la respuesta, como dice en la
enamorado del porvenir, pero con vene- carta a Altamira, con ánimo de escribir
ración por el pasado, y en el conoci- largamente («Quiero escribirle una carta
miento positivo del presente.» larga, en que pueda decirle algo más
Con cierto orgullo de maestro apunta que fórmulas de agradecimiento.») La
también, al pasar, las coincidencias de muerte de Alas (en 13 de junio de 1901)
puntos de vista con él joven crítico, interrumpió definitivamente toda comu-
remitiéndose ya a su Apolo en Pafos nicación.
CON ANTONIO R U B I O Y L L U C H
Las cartas que Rodó enviara al emi- ! dero placer contesto a su afectuosa y
nente erudito catalán D, Antonio Rubio j muy benévola carta de fecha 7 de febre-
y Lluch (1856-1938) fueron recogidas y ro. Es para mí un honor el generoso
ordenadas por Hugo D. Barbagelata pa- i juicio que en ella formula sobre mi pri-
ra su edición del Epistolario. | mer opúsculo literario, y puede Vd.
De allí han sido tomadas para esta I creer que agradezco y aprecio en todo lo
Correspondencia. j que vale tan bondadoso estímulo.
Con el vivo deseo de que este primer
1. A ANTONIO RUBIO Y LLUCH
cambio de cartas sea el comienzo de
una estrecha amistad intelectual entre
Montevideo, 5 de marzo de 1898. I nosotros, me es grato enviarle, por es-
Sr. D. Antonio Rubio y Lluch. j te mismo correo, varios artículos publi-
Barcelona. j cados en diversas fechas por mí, sobre
Muy estimado señor mío: Con verda- 1 temas literarios que pueden interesarle,
de que siempre reservo para Vd. un I rato que suele no presentarse en muchos
puesto de predilección entre las personas j días.
cuya palabra respeto y anhelo oír tra- \ Ya que tengo la pluma en la mano, no
tándose de cosas mías. j quiero cerrar esta carta sin manifestar-
El olvido está, pues, en no haber co- | le el pesar con que leo en la prensa las
rrespondido a esa carta, pero no ha al- | noticias telegráficas recibidas de España
canzado ni por un momento a ia carta \ sobre la agitación, ya sangrienta, de los
misma, cuyos conceptos viven en mi me- I obreros de esa laboriosa y culta Barcelo-
moria y en mi gratitud. j na. ¡ Quiera el cielo que todo termine
Desidioso y algo desordenado en mi ! pronto, sin dejar semilla de catástrofes
correspondencia, me pasa muchas veces j cercanas, ni en lo social ni en lo poli-
creer que he contestado ya a cartas reci- ! tico!
bidas hace tiempo, siendo así que, si bien j Con el afecto de siempre y deseando
he acordado mentalmente lo que he de a Vd. mucha salud y disposición de áni-
contestar, no he llegado a ponerlo por I mo propicio a las tareas intelectuales,
escrito y enviarlo. Y entre esas cartas no j para que nos dé en breve otro trabajo
escritas se cuentan muchas de las que I como su último y magistral discurso, se
tendría mayor interés en enviar, dejándo- | suscribe de Vd. affmo. amigo y S. S.
las por eso mismo para cuando pueda de- i
dicarles un rato de detenida atención, ¡
José Enrique Rodó.
sus gratas líneas del 26 de noviembre, ¡ europea. Cada día que pasa, aparece más
con gran retardo. jCuán agradable es ¡ claro el horizonte para la causa que con-
oír, a través de la distancia, la voz de i ceptuamos la de la humanidad y la del
3a amistad, demostrándonos que se nos I derecho. Ha sido inmenso, en Europa,
recuerda y se nos quiere! ¡ el efecto moral de la adhesión america-
Sigo desde aquí, con el interés que us- ; na, y nadie duda del ya visible fracaso
ted se figurará, el desenvolvimiento de ! del bloqueo germánico.
las cosas del terruño. La reacción produ- j Si le hablara de impresiones de viaje,
cida con el cambio ministerial y confir- ; correría el riesgo de hacer esta carta in-
mada por las elecciones de enero no mo- i terminable. Quede, pues, para cuando
dífica mí impresión de que el régimen tenga la dicha de renovar personalmente
vencido en las de julio marcha a su li- nuestros viejos coloquios.
quidación. Presente usted a los suyos mis más
El año en transcurso, que tanto inte- atentos saludos, y reciba un estrecho
resante promete en nuestro país, será abrazo de su amigo que no le olvida,
también, según todas las probabilidades,
el de la solución de esta terrible crisis José Enrique Rodó.
SEGUNDA SERIE
En 1896, Juan Francisco Piquet publica de los modelos. Uno de ellos (el cuar-
sus Perfiles literarios (Montevideo, Im- to) es el de José Enrique Rodó. Piquet.
prenta y Litografía Oriental, 137 pp.} con lo presenta como a «una revelación her-
ilustraciones). Contiene doce retratos li- mosa de la crítica literaria en el Plata»
terarios que preceden a sendas páginas y señala desde ya un concepto que se ha
vuelto lugar común de la crítica rodo- ginales que han sido conservados por do-
mana: «Literariamente considerado, no ña Luisa Mantera de Piquet, que ha te-
ha tenido infancia: nació plenamente nido la gentileza de comunicarlos para
formado, vigoroso, pujante,- con bríos de esta edición por intermedio de su sobri-
joven atleta, pertrechado como Minerva no Fernando Pereda. Por ahora, se ha
de todas armas para las luchas de lo considerado oportuno omitir alguna car-
ideal.» Exalta también su culto del estilo ta y hasta suprimir pasajes en algunas
(lo que Rodó llamaría luego «la gesta de de las que se transcriben, lo que se in-
la forma») y las opiniones que ha mere- dicará en cada caso.
cido su labor a personalidades como Entre los borradores del Archivo Rodó
Leopoldo Alas, Valera y Rafael Obligado. se encuentran algunos dirigidos a Piquet
Apunta asimismo sus preferencias por y que corresponden a cartas que no han
las letras hispanoamericanas y platenses, sido conservadas. En uno de ellos (fecha-
en particular, y señala la diferencia de do en 4 de enero de 1897) Rodó habla
su orientación con respecto a la de otros a Piquet de la interrupción de la Revista
críticos de la Revista Nacional. Como Nacional y aclara, con esperanza: «La
ejemplo o muestra, transcribe un frag- Revista no ha muerto, ni piensa en mo-
mento, brevísimo, de su reseña. De dos rirse. Tiene algo de ave de tormenta:
poetas (Revista Nacional, 10 de diciem- cuanto peores y más borrascosos son los
bre de 1895). tiempos, se siente más llena de bríos y
Rodó le agradeció en carta, cuyo bo- de orgullo. Si se reprodujera el Diluvio
rrador (fechado en 11 de setiembre) re- universal, ese mismo día saldría del ta-
vela su familiaridad con el texto de Pi- maño de El Siglo.»
quet. Allí dice: «No le encuentro otro de- En 28 de marzo de 1897 contesta a una
fecto que el de la sobra de benevolen- carta de Piquet, escrita desde el mismo
cia. No soy yo el más autorizado para campo de batalla. El Uruguay pasaba
mostrarle semejante defecto, porque ello por una de las crisis de guerra civil que
importa en mí la inculpación de la sar- ensangrentaron todo el siglo XIX y que
tén al cazo. Después de todo, creo que
debemos felicitarnos de ser un tanto habrían de liquidarse en la primera dé-
optimistas en la apreciación de ios de- cada del XX. Su carta es significativa,
más, ya que en punto a elogio, como en íntimamente, del estado de ánimo del
relación al dinero, menos odiosa resulta joven crítico ante la situación nacional.
la prodigalidad que la tacañería.»
Con estos documentos comienza (para
nosotros) una de las relaciones más im-
portantes y duraderas de la vida de Ro- 1. Á JUAN FRANCISCO PIQUET
dó. Piquet (nacido en 1870) era amigo de
la primera hora; según Pérez Petit, fué i Montevideo, 28 de marzo de 1897,
él quien le hizo leer a Montalvo a Car- ' Sr. Juan Francisco Piquet,
lyle (Los héroes, en particular) y a Os- \ Rolon.
sian. Las cartas que le envía Rodó se Cuando recibí, estimado amigo, su úl-
encuentran, sin lugar a dudas, entre las tima carta me hallaba en una situación
más reveladoras de su Correspondencia. de espíritu que quitaba para mí todo in-
Para reconstruir esta relación epistolar \ terés a lo que pasaba en nuestra tierra,
he podido contar, además de los borra- a los acontecimientos a que usted se
dores del Archivo Rodó, con los frag- ] refería y que han continuado desenvol-
nientos de cartas que publicó el mismo viéndose cada vez más luctuosos y más
Piquet en 1919 y con muchos de los ori- graves...
' Todo lo que ha sucedido en
1338 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
esta última quincena, en estos días que i un club de hablillas políticas, y mitad
bien podemos llamar desde ya inolvida- i una factoría de negociantes. Nunca fué
bles, tristemente inolvidables en nuestra cosa muy distinta. Hace medio siglo, si-
historia, lo he visto al través de una es- tiada y ensangrentada, en vida de una
pesa niebla, lo he sentido como un eco , generación de la que no parecemos nie-
vago y lejano,.. Cuando la resonancia \ tos, siquiera había en ella vida intelec-
de la batalla sobrecogía de dolor o elec- I tual, gente que demostraba afición a las
trizaba de entusiasmo a los corazones, el ! cosas del espíritu... Hoy, cuando no nos
mío, embargado por inquietudes muy I conmueve la noticia de un encuentro
ajenas a la lucha de los partidos, ape- j sangriento o el anuncio de otro que va
nas participaba del interés y de la emo- i a realizarse, vegetamos entre la chismo-
ción de los demás. Empiezo ahora, a j grafía política, las pequeñas angustias de
darme cuenta de lo que ha pasado, y i la lucha por la vida, penosa y difícil, y
me siento lleno de patrióticas angustias el tajear de las lenguas que manifiesta
al pensar en el salto atrás que esto sig- nuestro maravilloso desconcierto de vo-
nifica en la vida de nuestro pueblo. Me i luntades, nuestra incurable anarquía de
acongoja el espectáculo de la guerra ci- | esfuerzos y de opiniones... No hay tribu-
vil; me apena figurarme el porvenir a í na, no hay prensa política, no hay vida
que marchamos por esta senda oscura..., i .-: ia inteligencia. Cada uno de nosotros
y como una atenuación del sentimiento | es un pedazo de gran cadáver,
depresivo que experimento, me enorgu- j En cuanto a mí, la decepción, el des-
llece este soberbio derroche de heroísmo concierto de esta situación, me apartan
que ha dejado empapado en sangre de de la labor literaria, porque escribir de
orientales el mismo campo en que tal literatura sería trillar en el. agua en es-
vez leerá usted estas líneas mías... Ri- tos tiempos; pero, por otra parte, no
cardo Flores, llevando ahí. su glorioso hacen sino robustecer mis aficiones, con-
2.° de cazadores a la muerte, con temeri- j firmarme en mí amor a la grata, a la
dad sublime, puede presentarse como la i noble vida del pensamiento y el trabajo
personificación de nuestra vieja leyenda i intelectual. Los desengaños, las rudas ex-
heroica, que resucita para probar que i períencias, los sabores amargos de la
no es la bravura la que faltará jamás ¡ vida han tenido siempre sobre mí la vir-
en las generaciones orientales... No dis- j tud de fortalecer mi culto por el refugio
cutamos sobre cuál es la causa por que sagrado del arte y del estudio, adonde
sus bravos han luchado; pensemos sólo l las cosas bajas y miserables no alcanzan.
en que el enemigo que tenían al frente I Sin mis libros, sin mis admiraciones, sin
no representaba, por cierto, otra más ! mi manía de borronear papel—y mi üu-
noble ni más justa... \ sión de que, haciéndolo, hago algo—lo
| vería todo del color gris del fastidio. T
Ha sido usted espectador en la ba- j a medida que en las otras manifesta-
talla y algún día nos referirá cosas lle- ciones de la actividad, en las otras es-
nas de interés sobre ese episodio que feras de Ja vida, aprendo, a pesar mío,
será inmortal en nuestra historia. a dudar de los hombres y de las cosas,
¿Quién se acuerda de nuestra queri- me vuelvo más creyente en la divina reli-
da literatura en días como los que pa- gión del pensamiento y del arte y en
san? ; La existencia de la Revista, signi- su virtud regeneradora de los ánimos
fica ahora un esfuerzo casi heroico de enfermos, fatigados y tristes.
nuestra voluntad!... ¿Quién escribe?
¿Quién lee? El frío de la indiferencia ¡Dejemos pasar las olas turbias de
ha llegado a la temperatura del hielo, los mercantilismos y de las menguadas
para estas cosas. Montevideo es mitad pasiones, poniendo entre ellas y nos-
otros un libro que nos levante el alma! lo iré haciendo despacio. Pertenecerá a
Su affmo. amigo, la serie de Xa vida nueva'.» Del mismo
año (y fechado en 16 de noviembre) es
José Enrique Rodó. el borrador de una carta en que confía
a su amigo: «Ahora, escribo poco y leo
mucho; leo con verdadera voracidad. Es-
I pero entrar muy pronto en un período
I de producción fecunda, y para entonces
En el borrador de otra carta de una confío en que haré algo serio y dura-
correspondencia que entonces era copio- dero. Acaricio mil proyectos distintos.»
sa, le escribe Rodó a Piquet: Hacia 1903 se reanuda la corresponden-
cia. Una de las primeras cartas que reci-
«La Revista puede decirse que aparece be Piquet de su corresponsal y amigo ha
para ser leía y circular en el extran- sido publicada por mí, aunque sólo par-
jero. De allí vienen ahora los testimonios cialmente, en el semanario Marcha (Mon-
de estima y las muestras de que se la tevideo, 5 de octubre de 1956). El origi-
¡ee. Si no fuera por eso y porque nues- nal no lleva fecha, y como firma tiene el
tra voluntad empecinada no se resigna nombre de Próspero. En ella emplea
a arriar el pabellón, hubiéramos abierto Rodó una forma sutil de la ironía que,
un paréntesis en su vida. Pero tenemos además de ser infrecuente en él, puede
la convicción de que hacemos una obra resultar casi imperceptible al lector su-
buena, patriótica y de que algo de lo perficial. La carta tiene como objeto
que suena la Revista por esos mundos evidente contestar a algún reproche de
se traduce en crédito para el país, aun- Piquet sobre el abstencionismo político
que ese crédito no se cotice en el merca- de Rodó. O mejor dicho: sobre una for-
do de Londres. Leopoldo Alas dice de ma, particular de su abstencionismo po-
la Revista en que se refleja el movimien- lítico. Por las alusiones que contiene a
to literario del país 'que es una excep- la muerte de don Domingo Aramburu
ción honrosa en América'. Mariano de (ocurrida en 1902) se la puede ubicar
Cavia, en El Liberal, comentando la ba- hacia 1903, y en esa fecha Rodó ya ocu-
talla de 3 árboles, habla con orgullo de paba una banca de diputado. Por eso,
raza del valor de nuestros soldados, ¡por cabe conjeturar que lo que ¿> amigo le
desgracia empleado en despedazarse en- reprochaba en su misiva no era desinte-
tre sí!—Problema: ¿cuál de los dos jui- resarse totalmente de ¡a política, sino
cios honra más a la República?—No se quedarse en Montevideo en vez de salir
lo pregunte usted a nadie, pero dígame: a la, campaña, a convertirse en caudi-
¿no vale eso la pena de meditarse bien?» llo. Por el tono de la contestación se
(El borrador está fechado en 21 de abril puede suponer que ese reproche no po-
de 1897.) día ser tomado demasiado en serio. De
En 10 de julio de 1897 redacta un bo- ahí el comienzo de la carta.
rrador en que confirma una constante
de su actitud crítica. Dice allí: «Yo estoy
rumiando un estudio que se intitulará,
si es que llega a nacer, 'de la tolerancia 2. A JUAN FRANCISCO PIQUET
en la crítica', y que quiero que sea algo
así como una profesión de fe literaria. Mi distinguido amigo:
Tanto me seduce el tema ese, que temo Las reconvenciones de su carta entra-
echarlo a perder si lo tomo sin gran se- ñan una gran injusticia, «Próspero» no
renidad de espíritu y reflexión. Por eso ha nacido para sugestionador de muche-
1340 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
mada y progresista que cuando la vio í en España. ¿Por qué no ha ido usted a
hace tres años. j Oviedo, donde hay con quién hablar, en
Por aquí, la vida intelectual sigue como ¡ vez de extasiarse con los primores y ex-
usted puede imaginarse, sobre todo des- i celencias de Vigo, Pontevedra, La Cora-
pues de la nueva zapacoca. Empezó a ¡ na, Mondoñedo, Monforte y otros santos
publicarse una nueva revista: Lumen, lugares del arte y de la ciencia?
modelada en el Helios de Madrid y Deseo que encuentre efectivamente a
redactada por Schinca, Torterola y Adria- ; Madrid mejor que cuando le vio por vez
no Aguiar. La empresa era buena y po- primera, y que acabe de reconciliarse
día haberse intensificado, si con el cuen- con Barcelona. Hasta la próxima.
to de la guerra, como dice el Fausto de Su siempre affmo.
Del Campo, no hubiese tenido que mo-
rir en la cuna. Yo procuro seguir tra- José Enrique Rodó.
bajando en mi Proteo, en los ratos que
me dejan libre en estas circunstancias
mis faenas de Licurgo; y entre col y
col parlamentaria, procuro cultivar al- El mismo mes escribe Rodó una se-
guna lechuga literaria. A propósito: no gunda carta, en contestación a una de
olvide preguntar en Madrid, cuando ven- Piquet, y en la que se extiende sobre
ga la ocasión, el precio, en números re- el proyectado libro, indicando los temas
dondos, de la impresión de un tomo de sus cuentos simbólicos.
igual al Morsamor, de Valera. Veo que
las distracciones del viaje no le impi-
den seguir trabajando en su proyectado 4. A JUAN FRANCISCO PIQUET
opúsculo. Me felicito, aunque temo que
eí parecido del retrato padezca algo por Montevideo, %\ de enero de 1904.
la benevolencia del pintor; pero venga Estimado amigo Piquet: Acabo de re-
de cualquier manera el halagüeño re- cibir su segunda carta, fechada en Ma-
trato, que revelará en todo caso la ha- drid y en vísperas de salir usted para
bilidad del artista, al mismo tiempo que Barcelona. Va usted en su viaje siguien-
la bondad del amigo. do una escala ascendente, de la luz a la
De mis proyectos y sueños de viaje, sombra, de la barbarie a la civilización,
ya sabe usted que por ahora no hay na- como el Dante recorrió los círculos del
da inmediato. Habrá que esperar a que Infierno y las esferas del Purgatorio pa-
termine mi mandato charlamentario, ra después remontarse hasta el Empíreo.
si es que termina antes de lo que debie- Sale usted de Montevideo y toca Galicia,
ra, porque todo puede ser, y siempre lo que siempre es un progreso (perdó-
una nueva crisis, nada inverosímil con la nenme nuestros compatriotas), pues peor
guerra y la emigración, etc., no nos deje que Montevideo en las presentes circuns-
exhaustos, esquilmados y pelados. Nada tancias no es concebible que pueda haber
hay seguro en nuestro bendito país, ni en tierra de cristianos, De Galicia pasa tis-
política, ni en cuestión económica; todo tes a Madrid, de Madrid a Barcelona,
es inestable, problemático, todo está y si de Barcelona sigue rumbo a las ciu-
amenazado de mil peligros y expuesto a dades más importantes de Italia, y de
desaparecer de la noche a la mañana: in- éstas a París, su viaje será una verda-
cluso el país mismo... dera progresión matemática, que demos-
Altamira me habla en su carta del gran trará que usted viaja con arte de viajero
influjo que él y sus colegas del grupo entendido.
ovetense ejercen en la opinión general, Entre tanto, por aquí pasamos la pena
1342 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
negra..., pero olvidaba que usted desea una obra, viendo abanicarse a dos mu-
olvidarse de las miserias de nuestro país. jeres; otro, que narra la experiencia he-
Doblemos la hoja. Novedades literarias, cha por un mago de Persia en el alma
no las hay, como usted puede suponer. de una doncella romana; otro, en que
Reina el silencio, interrumpido a largos se refiere el sueño de un paladín de la
intervalos por ei graznido de algún ána- Edad Media que se imagina sufrir di-
de; porque esto de particular tienen el versas transformaciones, y así por este
arte y la literatura: es posible que las tenor algunos más. Reserve por el mo-
inclemencias del ambiente desanimen y mento estos datos.
paralicen a los verdaderos artistas, pero No se olvide de tomar idea del pre-
no hay fuerza humana ni fatalidad capaz cio de un volumen como Morsamor—en
de hacer enmudecer y cejar a los imbé- números redondos—por una edición de
ciles metidos a literatos, a los poetastros mil ejemplares. Ha sido impreso en ca-
tontos y los asesinos del sentido común... sa de Fernando Fe.
Lo que verdaderamente maravilla es que Suyo affmo.
la persistencia de ciertas falsas voca- José Enrique Rodó.
ciones dure más y se manifieste con
más incontenible flujo que la de las que
responden a aptitudes reales y excepcio-
nales. Una nueva carta de Rodó agrega nue-
He recibido un número de Helios, bas- vas confidencias sobre la gesta de Pro-
tante interesante, con un buen estudio teo.
sobre Ganivet; y otro de Nuestro Tiem-
po. Leo poco. El tiempo de que puedo 5. A JUAN FRANCISCO PIQUET
disponer lo consagro a seguir esculpien-
do mi Proteo. Tengo fe en esta que será Estimado amigo Piquet: Recibí su nue-
mi obra de más aliento, hasta hoy. La va carta y la tarjeta postal en que apa-
parte literaria está representada princi- rece su vera efigie, por la que veo que
palmente por cuentos aplicables a tal i ha tomado usted la gloria por asalto,
o cual pasaje teórico, sin que esto sea como el bull-dog caza su presa en el aire,
decir que no haya también literatura en pues no bien pisa las playas españolas
lo demás de la obra. Hay un cuento sim- ya su retrato circula en esas populares
bólico en el que se describe el desfile cartulinas, rivales de las cajas de fós-
de todas las tierras del mundo delante foros y las etiquetas de cigarrillos, en
del emperador Trajano; otro, que es un las que espero verle pronto. También
discurso de un filósofo antiguo en las noto en su fisonomía un gesto de satis-
horas que preceden a su muerte; otro, facción y ufanía que me revela lo bien
que consiste en un diálogo entre un pen- adaptado que se encuentra usted en el
sador y un esclavo de Atenas; otro, que ambiente de la semifrancesa Barcelona,
describe el viaje que hicieron seis neó- atalaya de España. Comprendo bien que
fitos cristianos para reunirse a su maes- ahí se pueda estudiar y trabajar con
tro; otro cuya acción pasa en la Italia entusiasmo. Me figuro lo que parecerá
del Renacimiento y que pinta la locura eso, después de haber vivido en esto.
de amor de un artista; otro, que se des- ¡Y qué sería si usted hubiera salido de
arrolla en la España del siglo xvn y en su país en circunstancias como las que
que figura un cómico ambulante y se se han producido después de su par-
describe un palacio de aquella época; tida!
otro, que relata la curiosa manera como ¡Qué esfuerzos de voluntad y de per-
un escritor llegó a concebir la idea de severancia tengo que hacer sobre mí
mismo para tomar en los ratos libres , pueblo. Claro es que entre la mentira
la pluma y seguir trabajando, en este I monárquica y el enigma republicano es
ambiente de tedio y de tristeza! Lo que I preferible éste, aunque más no sea que
me estimula es precisamente la espe- j para ver derribada y afrentada esa ridi-
ranza de poder dejar esta atmósfera. Sí I culez del trono y la corona; pero esperar
supiera que habría de permanecer en j maravillas del cambio en la forma de
el país, le aseguro a usted que no es- I gobierno... ¡Niñería!
cribiría una línea y optaría por aban- j Su affmo.
donarme a la corriente general, matán- ! José Enrique Rodó.
dome intelectualmente. Pero, en fin, en-
tre desalientos y desmayos, la obra se
va haciendo, y Proteo reviste sus múl-
tiples formas, dentro de las cuales al- La correspondencia, continúa, por par-
ternarán la filosofía moral con la prosa te de Rodó, con la siguiente carta.
descriptiva, el cuento con el apotegma,
ia resurrección de tipos históricos con
la anécdota significativa, los ejemplos ¡ 6. A JUAN FRANCISCO PIQUET
biográficos con las observaciones psico-
lógicas, todo ello en. un estilo poético, ' Montevideo, ó de marzo de 1904.
que a veces asume la gravedad y el en- | Amigo Piquet: Recibí su nueva carta,
tono de clásica prosa castellana, otras ; escrita de vuelta de Perpiñán. Tiene ej
la ligereza amena y elegante de la «es- 1 color del papel en que viene escrita: el
critura» francesa, recorriendo las infle- ; color gris del tedio que, con harta ra-
xiones más diversas del sentimiento y el ; zón, producen a usted las miserias de
lenguaje. Será un libro variado como i nuestro desventurado país. ¿Qué no di-
un parque inglés, o más bien como una : remos los que las presenciamos de cer-
selva americana; un libro en el que, a : ca? En cuanto a mí, la experiencia que
vuelta de una escena de la Grecia anti- I mi temporada de politiquero me ha su-
gua, encontrará el lector la evocación ; ministrado, me ha bastado para tomar
de una figura épica de la Edad Medía, ! desde ahora (o más bien, desde antes
o una anécdota del Renacimiento, o una i de ahora) la resolución firmísima de po-
evocación del siglo xvni, o una descrip- ; ner debajo de mí última página parla-
ción de la Naturaleza, o un análisis psi- | mentaría un letrero que diga: «Aquí aca-
cológico, todo ello relacionado dentro de bó la primera salida de Don Quijote»,
un plan vasto y complejo, sobre el que '• y decir adiós a la política. Esto equi-
se cierne, como un águila sobre una i valdrá casi a decir adiós al país; pues
montaña, un pensamiento .fundamental. i el país nuestro y su política son térmi-
Quiero que, por el momento y hasta que | nos idénticos: no hay país fuera de la
la obra aparezca, nada se sepa de todo política. Todo lo demás es aquí epidér-
eso; ni siquiera su nombre. mico y artificial; lo único que realmen-
Aquí se habla algo por ios diarios de j te es propio y natural del país mismo,
posibles complicaciones de España en la i y lo que preocupa de veras, y absorbe
cuestión de Oriente, y, desde luego se :! sus energías, es lo que por eufemismo
sabe que los buques ingleses están de- patriótico tenemos la benevolencia de
masiado cerca de los puntos más estra- I apellidar política.
tégicos de la Península. ¿Será el princi- I Cuando el tiempo y el humor no me
pio del fin? Dice usted bien cuando afir- ; faltan, sigo batiendo el yunque de Pro-
ma que es ilusión esperar que la repú- . leo, libro vario y múltiple como su pro^-
blica tenga la virtud de regenerar ese pió nombre; libro que, bajo ciertos as-
1344 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS
doble, Me acaban de dar datos muy in- , solicitado con ese objeto; y me propor-
teresantes sobre las impresiones en Leip- j cionaría por este medio nuevos recur-
zig, pues además de lo perfectas y bara- I sos pecuniarios para cuando me largue
tas, parece que disponen de medios ex- por esos mundos.
cepcionales para difundir esas impresio- ! Quién sabe cuándo podré realizar esta
nes por las repúblicas del Norte (Colom- I aspiración mía, pues a lo que parece,
bia, Venezuela, etc.), donde la imprenta I no habiendo elecciones este año a cau-
alemana va ganando terreno; y hasta sa de la guerra que se va prolongando,
en ios Estados Unidos creo que tienen la presente legislatura será prorrogada
proporción para hacer entrar la obra, y por un año más, y en este caso quién
aun para traducirla, que sería lo mejor. sabe si renunciaré o esperaré a la con-
Todavía no sé lo que haré a este res- clusión definitiva del período, aunque
pecto. i quizá haga lo primero. En fin, depende
Proteo, entre tanto, avanza. No sin al- j esto de muchas circunstancias. Lo que
gún sentimiento me separaré de Proteo j sí está decidido es que Proteo se publi-
cuando llegue el momento de darlo a I cara fuera del país, no bien esté ter-
la imprenta; porque ese libro me ha minado.
acompañado a sobrellevar el tedio y la 1 Veo que lleva Vd. una laboriosa y
saciedad de esta larga temporada de po- ! aprovechada vida de estudio y de entu-
lítica, y porque es la obra que he escri- j siasmo intelectual. No esperaba menos
to en plena posesión de mi reputación j de sus propósitos y energías. Ese es el
literaria; sin precipitaciones ni fines in- j estudio grande y verdadero: el que se
mediatos; dejándola cuando la inspira- '. realiza en la escuela del mundo, «al aire
ción falla y volviéndola a tomar cuando i libre», viendo, leyendo, observando, y
ella vuelve a dispensarme sus favores; ! adueñándose de las llaves de todo saber,
escribiéndola tanto para mí como para ! que son los idiomas que hablan las gen-
los demás, y poniendo en sus páginas el I tes que piensan en nuestros días. Al lado
sello de mi personalidad definitivamen- i de esa escuela, los pedantismos y for-
te formada en lo intelectual, sin que es- [ mulismos universitarios no valen un
to sea decir que no haya de escribir I comino. El hombre debe habituarse a
otra cosa que se le adelante, si puedo; j aprender por sí mismo y no a atenerse
porque yo concibo la vida y la produc- a lo que le enseñen en el ambiente ce-
ción del escritor como una perpetua rrado y triste de las aulas. Su «primer
victoria sobre sí mismo. Pero una vez | curso» es ese que está estudiando en
escrito y publicado Proteo, que, como España; luego vendrá el 2.°, que será el
ya sabe usted, será un libro de no me- de Italia; y el 3.° el de Francia; y des-
nos de 500 páginas, me tomaré una tem- pués convendrá que complete su «doc-
porada de esparcimiento, no en el sen- \ torado» trabando conocimiento con el
tido de dejar de escribir, sino en el de genio del Norte, en Europa y en la Amé-
dedicarme por algún tiempo a produ- rica sajona, a la que, como Vd. sabe, yo
cir artículos y correspondencias, notas no amo, pero sí admiro.
de viaje, revistas críticas, etc.; todo ello ! Esa, repito, es la verdadera escuela
breve y sin orden. Así me «desentumi- ! de inmortal sabiduría. Yo aspiro a com-
ré» después de la larga disciplina a que ; pletar por el mismo medio mi cultura;
^e sujeta la producción metódica y or- y mi mayor satisfacción es poder decir
denada de este largo libro. Además, hace ' que cuanto soy y valgo intelectualmen-
^empo que deseo colaborar en dicha ¡ te lo debo a mi esfuerzo personal, a mi
torma en periódicos americanos y es- i trato directo con los libros, que es ne-
Pañoles, que repetidas veces me han 1 cesario luego completar viendo y oyendo
RODO.—43
1346 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
lo que hay desparramado por el mundo. De julio del mismo año es una nueva
Su affmo. carta que Piquet publicó casi completa
José Enrique Rodó. y que ahora se reproduce por vez pri-
mera en su totalidad, corrigiéndose de
paso algunos errores de lectura o de
transcripción. Al publicarla en 1919, Pi-
De esta misma época queda en el Ar- quet la situó un año más tarde, en 1905.
chivo Rodó un borrador inconcluso que La fecha exacta ha sido restablecida por
ha sido fechado «a fines de mayo o prin- Roberto Ibáñez sobre la base del «Re-
cipios de junio de 1904», por Roberto gistro de Correspondencia despachada»,
Ibáñez. En él vuelve a referirse Rodó que él minucioso Rodó llevaba. Este re-
a su obra en preparación, ese Proteo gistro ha permitido asimismo restaurar
que califica ya de «-libro de gran em- la fecha exacta de otras cartas de esta
peño». correspondencia.
8. A JUAN FRANCISCO PIQUET
|
Estimado amigo Piquet: La única no- \ 9. A JUAN FRANCISCO PIQUET
vedad que por aquí ocurre (fuera de las í
cosas políticas, sobre las cuales hemos ! Caro amigo Piquet: He recibido sus
convenido guardar silencio) es la muer- últimas cartas, con los recortes adjun-
te de Mascaró, el bibliotecario. Aún no tos: el del discurso de Galdós, muy bue-
se ha provisto el puesto, pero sé de no; el párrafo de Alma Española sobre
buena fuente que yo soy el candidato Ariel y el artículo de El Maleta Indul-
del Presidente, No aceptaré si me lo gencias, cuya anécdota del mostrador del
ofrecen, porque mis planes y proyectos fidelero me gusta por lo intencionada.
son otros. Algunas de las citas a que Vd, se refiere
Sigo laborando en Proteo. Lo funda- sobre aquella obra mía, me son conoci-
mental está ya hecho, en la obra. Ahora das; otras no probablemente. No deje de
falta coordinar y enlazar entre sí los enviarme lo que encuentre. Acabo de re-
muchos fragmentos dispersos que tengo cibir un artículo publicado en Madrid
escritos; y esa parte de la tarea (que es por Luis Moróte, donde habla de la ad-
ía más ingrata) es la que al presente miración que Menéndez Pelayo siente por
me ocupa. Tengo gran deseo de poner mi Ariel.
el punto final en este libro de gran em- Ello es que esta obra va prolongando
peño, que será, así lo espero, un paso sus ecos de una manera poco común, V
más adelante en mi carrera de escritor. creo que no queda párrafo de eíía QU£
Cuando Proteo ande por el mundo, me no haya sido citado, comentado o trans-
dedicaré durante algún tiempo a tareas cripto por alguien. Con los comentarios
más livianas; a escaramuzas y guerri- que yo conozco (y he de desconocer mu-
llas, después de ganada esa batalla cam- chos) podrían formarse veinte opúsculos
pal. Escribiré artículos sueltos, corres- del tamaño de Ariel Ahora va a repro-
pondencias y otras cosas de menor cuan- ducirse la obra como folletín de un dia-
tía, pero necesarias y que me servirán rio de México.
de reposo y esparcimiento de espíritu, j Los primeros ecos que suscite la apa-
al cabo de tan prolongada y afanosa la- ¡ rición de Proteo se confundirán, pues,
bor como ía de Proteo. \ con los que aún deja vibrantes en ej
aire su hermano mayor. Proteo es BU
preocupación casi absorbente. Lo coni'
pongo con «delectación morosa», si vale i gen toda idea que entra en mi espíritu,
en esto la frase. Hay páginas en que el me ha favorecido para dar a la obra
colorido de la descripción, la firmeza del gran animación y amenidad. Para cada
dibujo, el cuidado de la frase, y la com- punto o particularidad de mi tesis, se me
penetración del concepto y la forma, me ha ocurrido un símbolo claro, un cuen-
dejan satisfecho plenamente. El elemento to o una parábola, en los que he vertido
artístico de la obra está ya hecho. El todos los colores de mi paleta, toda la
aparato de apuntes, datos e informacio- luz, toda la armonía de mi imaginación,
nes también está completo y ordenado. pintando cuadros que creo han de vivir
Tengo cuadernos enteros (diez o doce) en la memoria de los que me lean. Hago
llenos de noticias y detalles biográficos, como Raimundo Lulio, el filósofo-artis-
que he reunido, compulsado y organiza- ta, y baño la idea en la luz de la ima-
do durante largos meses, para obtener ginación y la magnetizo con el prestigio
de ellos conclusiones relativas a diversos hipnótico del estilo. Tengo la convicción
puntos de mi tesis. Esta sola tarea im- de que mi obra «quedará» en la litera-
porta la consulta de más de «cien» vo- tura americana, superando acaso al éxi-
lúmenes de obras biográficas, en mi bi- to de Ariel Todos estos datos son ínti-
blioteca, en la del Ateneo, en la de la mos y usted es el único a quien se los
Universidad, etc. He querido que los da- he comunicado.
tos que me sirvan de canevas sean jun- Le escribo en circunstancias en que
tados y obtenidos por mi propio esfuer- estoy enteramente poseído por el espíritu
zo, comparando unas fuentes con otras, de mi obra en gestación, y por eso no le
y no saqueando tres o cuatro libros don- hablo sino de ella.
de la tarea esté ya hecha, como suele Su affmo. amigo,
hacer la fácil erudición americana. Yo
reúno mis datos uno por uno y los or-
deno a mi manera. En cierto modo es ; José Enrique Rodó.
un bien que no haya escrito mi obra es-
tando en Europa; porque teniendo más
elementos de información a mano, quizá
no habría parado hasta agotarlos o poco Del mismo año 1904, aunque sin fecha,
menos, lo que me habría hecho demorar es un borrador que se conserva en el Ar-
quién sabe hasta cuándo. Tal como está, chivo. Roberto Jbáñez lo ha fechado en
la base de erudición de mi libro me sa- julio, apoyándose en el «Registro de Co-
tisface, porque es el resultado de mi rrespondencia despachada». Su interés
labor e investigación propia y prolija. es indudable, a pesar de encontrarse in-
Pero no se limita a la información bio- concluso. El prólogo a Nin Frías a que
gráfica el fondo de datos de que he teni- se refiere Rodó puede verse en la sec-
do que echar mano. Como la tesis de ción Crítica y Cortesía literarias; el pró-
la obra abarca fundamentales cuestiones logo a Y olio fue incorporado por él mis-
psicológicas y éticas, y se roza con pun- mo a El mirador de Próspero, 1913, bajo
tos de historia, etc., es mucho más lo el Ututo Garibaldi.
que he tenido que ver; y todo lo he I
sustanciado, criticado y asimilado por mi
cuenta. 10. A JUAN FRANCISCO PIQUET
Después de eso, la cuestión de estilo,
de ejecución, que, como Vd. sabe, es Amigo don Juan Francisco: He reci-
fundamental para mí. bido varias cartas de Vd. y no las he
Mi aptitud para transformar en ima- contestado hasta hoy por falta de tíem-
1348 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
po. Entre la política, que me arrebata (según se aclara en una nota que acom-
horas y días enteros (porque cuando se paña su publicación en La Razón, 5 de
está en el baile no hay más remedio que junio de 1919) «el mismo día que en Mon-
bailar, aunque no el candombe) y los tevideo se recibió la noticia de la batalla
toques finales de Proteo, que, por ser de Masoller, a la cual hace extensas refe-
los finales, son los más despaciosos, veo rencias que el Sr. Piquet quiere reservar
correr el tiempo con celeridad de to- por razones de delicadeza y de lealtad».
rrente. Por aquí todo va lo mismo: gue- La batalla aludida, que habría de poner
rra y miseria, caudillos y fanáticos, ríos fin al alzamiento revolucionario, fué li-
de sangre y huracanes de odio. En todo brada en 10 de setiembre de 1904.
eso, vida febril y en lo demás muerte y
silencio. La literatura no da otras seña-
les de vida que el aborto periódico de
11. A JUAN FRANCISCO PIQUET
algún decadentoide revenido, en abomi-
nables opúsculos. Como excepción puede
citarse el libro que publicará en breve [Montevideo, setiembre 1904.]
Nin Frías, con algunos ensayos bien pen- En la Ciudad Luz recibirá usted esta
sados y criteriosos, para el que he es- carta con que contesto a varias suyas,
crito una carta de presentación. Y aun- después de largo silencio de mi parte,
que me exponga a que se diga que soy impuesto por atenciones que tienen más
un prologuista de oficio, como don Her- de absorbentes que de gratas, en este
mógenes era opositor a cátedras, de pro- círculo dantesco donde rugen las pasio-
fesión, también he escrito un prólogo nes y el humo denso envenenador del
que irá al frente de un folleto de Héctor odio, del temor, del pesimismo, de la an-
Vollo, relativo a algunas rectificaciones gustia... enturbia la atmósfera, casi irres-
históricas sobre la bandera que llevó la pirable. El tiempo que rescato para mí
legión italiana en la batalla de San An- mismo lo consagro a Proteo; a los to-
tonio. Es ese trabajo de Vollo un estu- ques finales del libro en que he puesto
dio serio y erudito. Al prólogo mío se lo mejor de mi alma.
refiere el suelto que le acompaño. Tam- Con este libro debajo del brazo sal-
bién le envío una preciosa composición dré de mi país—cuando pueda—para em-
publicada en un diario, y que lleva al pezar una nueva etapa de mi vida; para
pie la firma de una eminencia que con iniciar una marcha de Judío Errante por
obras de esa magnitud no tardará en las sendas del mundo, observando, escri-
levantarse a la sublime altura de los biendo en las mesas de las posadas o
superhombres nietzscheanos, dejando en los vagones de los ferrocarriles, y
humillados y casi abollados a los más
grandes vates de los tiempos presen- lanzando así mialma a los cuatro vien-
tes y futuros. En fin, mi amigo, este tos, como esas pelusas de cardo que re-
ambiente no tiene otra salida que la de volotean en el aire, hasta disiparse en
replegarse dentro de uno mismo en las polvo y en nada.
horas que le deja a uno libres. Así me veo en el porvenir, especie
de personificación del movimiento con-
tinuo, alma volátil, que un día desper-
tará al sol de los climas dulces y otro
día amanecerá en las regiones del fn°
En setiembre y octubre de 1904, Rodó Septentrión para quedar, por fin, exte-
escribe a Piquet sendas cartas. No he po- nuada de tantas andanzas, quién sabe
dido ver el original de la primera, escrita adonde; alma andariega como una nio-
neda o como una hoja seca de otoño, \ ambiente enervador. La reputación que
sin más habitación que la alcoba del he conquistado con mis esfuerzos tiene
hotel o el camarote del barco, sin más para mí más de asiento que de término
muebles propios que la maleta de via- o meta.
je, sin más domicilio constante que el Tracé mi destino en la vida: el de ma-
mundo, sin más nostalgia que la de los nejar la pluma. Y a tal destino me aten-
tiempos en que había una «Atenas» vi- go. Hay mucho que hacer en América
va en la tierra... con ese instrumento de trabajo, y yo me
Seré como una bola de billar en una debo a esta América donde mi nombre
mesa de mármol.—Seré la salamandra suele despertar resonancias que no son
escurridiza de las leyendas.—Pasaré co- vulgares, ecos que vuelven a mí en for-
mo una sombra por todas partes, y no ma que me estimula y me enaltece.
tejeré mi capullo, ni labraré mi choza,
en ninguna.—Dejaré mi personalidad en I .i.
una casa librera de esta ciudad. Y para lo envío a Barcelona, de donde supongo
fines del futuro abril (o del futuro ma- que se lo transmitirán a las márgenes
yo, a más tardar para junio) está com- del Támesis.
pletamente resuelto mi viaje al Viejo Proteo ha metido aquí gran bulla. El
Continente. Iré, primero, por pocos días, éxito ha sido tal que en mes y medio
a Madrid, a fin de ver terminada la im- quedó agotada la edición de dos mil
presión de la obra. De ahí pasaré a ejemplares que hicimos. Cosa rara en
Salamanca, a ver a Unamuno; a Oviedo, nuestra tierra: ¿no es cierto? También el
a ver a Altamira y Posada; a Sevilla, a éxito literario ha superado todas mis ex-
ver a Rueda; a Valencia, a ver a Blas- pectativas. Artículos, conferencias, folle-
co Ibáñez; todo de paso. Terminaré mi tos..., de todo ha habido a propósito de
jira por Barcelona, sólo a fin de cono- Proteo. Ojalá la misma suerte le espere
cer la tierra de mis abuelos, y de allí, en las Europas, y ojalá el juicio de Vd.
tras brevísima permanencia, me pon- —que tanto aprecio por su doble condi-
dré en Italia (esto será, según calculo, ción de la sinceridad y del buen g u s t o -
para comienzos de julio) y de Italia, des- halle merecido el triunfo de mí obraca.
pués de dos meses de estadía en París, Me agradará que Vd. me diga cuáles
donde permaneceré cuatro meses; y a son los fragmentos que más le gustan, o
Londres, donde quedaré un mes—hasta menos le disgustan, en el libro.
marzo de 1906, en que regresaré a mí Quizá esté Vd. en condiciones de mo-
país—, para ver cómo están las cosas; ver un poco el ambiente, en Barcelona,
luego, según todas las probabilidades, a favor de mi libro. Allí le tienen—por-
regresaré a Europa para radicarme de- ! que se los he enviado—Ramón D. Peres,
finitivamente desde fines de 1906. Son | Maragaíl y Pompeyo Gener. Si cree us-
las nuevas que tengo que comunicarle. ted conveniente que lo mande a algunos
Adiós, sea Vd. feliz. otros escritores catalanes, le estimaría,
me los citase. ¿Sabe Vd, la dirección de
Gabriel Alomar? Y las revistas, ¿cómo
está eso, y a cuáles importaría enviar la
A esta carta—y al fracaso de su pro- ! obra?
yectado viaje a Europa a «oxigenar el Le nombro a Vd. padrino de Proteo en
alma», como le había escrito coetánea- el viejo mundo, Quizá le parezca excesi-
mente a Unamuno—, sucede un largo si- vo mí interés por él, pero el amor de pa-
lencio que Rodó interrumpe en 1909 para dre tiene disculpables extremos.
anunciar a Piquet el envío de Motivos de Sé por Zubillaga que Vd. escribe con
Proteo, en edición montevideano.. alguna asiduidad en diarios y periódicos
de ésa. Pero de nada de esto he tenido
conocimiento concreto, porque Vd. no ha
14. A JUAN FRANCISCO PIQUET creído oportuno enviarme nada de lo que
ha publicado. ¿Es represalia por mi largo
Montevideo, 20 de agosto 1909. silencio? No me lo tenga Vd. en cuenta,
Caro amigo don Juan Francisco: De- y crea que siempre lo recuerdo y tengo
moré en enviarle mi Proteo: 1.a por no presentes nuestros coloquios literarios en
tener las señas de su domicilio; 2° por- los paseos peripatéticos que solíamos ha-
que cuando Zubillaga me las comunicó cer por la calle de Cerrito hacia afuera,
me dijo que Vd., al presente, debería de comunicándonos las impresiones de nues-
hallarse en Londres, de donde no regre- tras lecturas y sus viajes.
saría hasta pasados dos meses. Por fin, No pierdo la esperanza de verle pron-
siguiendo el consejo de aquel amigo, se to por aquí, aunque sea transitoriamente.
1352 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
Mejor sería, sin duda, que pudiese yo Si Vd. conoce personalmente a algu-
atravesar el charco y estrecharle la mano no de ellos, hágame el favor de decír-
en nuestra común patria de origen, la melo.
brava Cataluña; —Pero, ¡ay!, por el mo- Pongo a su disposición los ejemplares
mento es cosa imposible para mí.— En que Vd. desee de Motivos de Proteo para
esta soledad no tengo más aliciente que los intelectuales de su relación a quienes
la comunicación con los espíritus lejanos yo no conozca.
a quienes puedo leer o de quienes reci- Cuando llegue a ésta su contestación
bo una palabra amiga. Por eso le pido a la presente creo que ya estarán en mi
que me comunique todo lo que pueda in- poder los ejemplares de la edición que
teres arme sobre mi libro, y en general, ha de imprimir Ollendorff en París, pues
sobre novedades literarias. de la que aquí se hizo ya le he comuni-
Acabo de leer un artículo de González cado que quedó agotada en menos de
Blanco publicado en La Corresponden- dos meses.
cia de España, en que hace referencia a Déme noticias «uyas y créame siempre
mi obra. Se lo envío en recorte. su affmo. amigo y compañero.
No me tenga en cuenta mi silencio y
contésteme pronto. José Enrique Rodó.
Con recuerdos de nuestro común ami-
go Zubillaga, se repite su amigo verda-
dero, De otras cartas de este período sólo
José Enrique Rodó. se conocen fragmentos, no siempre fe-
chados, que fueron difundidos bajo el tí-
tulo de Pensamientos inéditos en la re-
Esta carta restablece ¡a corresponden- vista Ariel (Montevideo, año V, núm. 2).
cia, que se prolongará todavía unos años, En uno de ellos dice Rodó: «Yo conci-
y de la que se conocen algunas piezas. bo la vida como una continua movilidad
La siguiente, del mismo 1909, se refiere y variación que dé nuevos, siempre nue-
a la difusión de Motivos de Proteo. vos, alicientes al espíritu, librándole del
tedio y la monotonía de una existencia
inmovilizada como la de una ostra en la
15. A JUAN FRANCISCO PIQUET peña. ¡Yo me moriré con la nostalgia
de los pueblos que no haya visto!... En
Montevideo, 12 de setiembre de 1909. estos últimos tiempos se me ha desarro-
Estimado amigo Piquet: Supóngolo, al llado una súbita curiosidad y vivo inte-
recibo de la presente, de nuevo en Bar- rés por conocer, también, la América del
celona. Norte, a la que no amo pero admiro.»
Le incomodo para pedirle estos datos, En otro fragmento, éste sí fechado (abril
si están en su conocimiento: el domici- 1910) expresa: «Los privilegiados de la
lio (o publicaciones en que habitualmen- fortuna no deben acogerse jamás a los
te escriben) de los siguientes escritores favores, siempre un tanto humillantes,
catalanes; del presupuesto. Los cargos públicos ren-
Gabriel Alomar. tados son para aquellos que no hemos
Víctor Cátala. encontrado aún otro medio decoroso de
Ángel Guimerá. vida; pero no para los que están en po-
Ignacio Iglesias. sesión de pingües bienes que les permi-
Eduardo Marquina. ten darse el lujo de pasar su vida en
Eugenio d'Ors. sempiterno viaje de placer, arrojando a
Santiago Rusiñol. los cuatro vientos sus rentas. No deben
éstos provocar las justas iras de los des- , expansiones patrióticas. Nunca he visto
heredados de la suerte, quitándoles uno a nuestra gente tan unánime y tan entu-
de esos recursos de desesperado que lla- •• siasta en conmemoraciones nacionales.
mamos en nuestro país un empleo pú- , La figura de Artigas se agiganta, induda-
blico.» I blemente, día por día. Es el héroe único
! de la democracia republicana en el Plata.
Así lo ha reconocido y proclamado, en
Se conserva completa, y por primera : estos días, el ministro norteamericano
vez se publica, esta otra carta de la mis- míster Morgan, en una nota que ha cau-
ma época. í sado impresión.
! De letras, nada interesante. En estos
I días daré a la imprenta los materiales de
16. A JUAN FRANCISCO PIQUET El mirador de Próspero. Allí va incluido
un estudio sobre Montalvo que anticipa-
Montevideo, 28 de mayo de 1911. i ré en alguna revista y le enviaré oportu-
Sr. D. Juan Francisco Piquet. | ñámente.
Barcelona. Parece que en París aparecerá (o ya ha
Mi buen amigo Piquet: Recibo su muy j aparecido) un magazine (sic) intitulado
grata del 4 del corriente y el recorte de Mundial, dirigido por Rubén Darío y con
El Liberal que la acompaña y que le la mira de dar representación al pensa-
agradezco. Sígame enviando cuanto vea miento hispanoamericano. ¿Será efectiva-
que pueda interesarme, porque aquí no mente esto, o será una revista más de ver-
tengo ocasión de leer los diarios y pe- sos azules, morados, verdes y amarillos?
riódicos españoles. Escríbame cuando tenga tiempo y va-
En estos momentos soplan por nuestra gar, y mande a su affmo. amigo.
tierra aires de tormenta, no por la con-
suetudinaria inquietud política, sino por José Enrique Rodó.
la agitación social, que, tomando origen
en una huelga de guardatrenes, provocó
luego el paro general con sus consecuen-
i
cias en la vida económica de la ciudad
y sus consiguientes repercusiones de j Con este texto se cierra, por ahora,
agravios, rencores y alarmas. La oposi- i esta correspondencia ejemplar.
ción inculpa a Batlle de fomentar estos Dos años después de muerto Rodó,
disturbios semisocialistas, y la gente con- Juan Francisco Piquet daba a conocer
servadora rezonga. Como quiera que sea, en La Razón (2 de mayo y 5 de junio de
son preferibles estas conmociones de ciu- 1919), y como homenaje a la memoria de
dad a las inveteradas de campaña, sobre su amigo, algunos fragmentos significa-
la base del gauchaje montonero. Pero lo tivos de sus cartas. Lo que luego un edi-
Preferible en absoluto es la quietud y la tor llamó La gesta de Proteo quedaba
Paz, de que tanto ha menester nuestro allí en evidencia. La publicación fué, por
Pueblo y que nunca le es dado disfrutar, otra parte, respetuosísima de aquellas
La glorificación del centenario de Las • confidencias que Rodó pudo haber desli-
Piedras ha dado motivo a interesantes zado en sus cartas.
1354 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
respuesta desde Nueva York, donde se ser Grande Exégeta, como Renán, o para
encontraba Blanco-Fombona, El libro ser Gran Crítico de Arte, como Sainte-
al que se hace referencia, esa «obrilla» Beuve; pero ninguno de los que nacieron
titulada Trovadores y trovas, había sido con aptitudes de ingenio peregrino lle-
publicado en Caracas, 1898. ga a cristalizarse; y el crítico de arte, y
el exégeta, y el expositor de doctrinas, y
él pensador, y el capitán insigne, todos
1. A JOSÉ ENRIQUE RODÓ perecen a las manos de mil y una pe-
queñas circunstancias, de todas esas pe-
167 W 64 St quenas cosas que en mucha parte sim-
New York, 20/6/99. plificamos llamándolas el medio. En Vd.
Sr. D. José Enrique Rodó. creo yo ver eso que no había crecido y
Montevideo. florecido en América. Vd. quizás sea, en
Amigo mío: menor sentido del que Vd. emplea, e).
¡Con qué placer tomo ¡a pluma para que vendrá. Yo veo... Pero ¿seré yo vi-
escribirle! En lugar de placer he debido sionario? De todas suertes estoy encari-
decir cariño. Recibí su carta y su libro ñado con mi visión.
último. Es ahora cuando llegan a mis Así, pues, no me agradezca—y me re-
manos una y otra cosa. No bien di a la fiero a su carta—, no me agradezca aten-
estampa mi obrilla tuve que dejar mi ciones y demostraciones públicas o pri-
país. Por eso es aquí, y tarde, donde me vadas que yo rinda a Vd.
han llegado algunas buenas palabras de Trovadores y trovas son mis primeras
miel, por cartas y por periódicos, de mis armas, ¡Ojalá pudiera yo librar al pie de
hermanos de América. esa misma bandera otras batallas! Espe-
Leí su estudio de Rubén Darío. Estoy ro publicar otras obrillas, tan pronto
deslumhrado; pero no son los ojos de como pueda. Entre otras cosas tengo
mi cuerpo, sino los ojos de mi alma, los i listo, listo del todo, un tomo de cuentos.
que han sentido la impresión de tanta i Algunos de esos cuentos se están actual-
luz. Veo que el sol sale ahora por el Me- Imente traduciendo y publicando en in-
diodía. Yo he tenido y tengo muy buena glés, en los Estados Unidos.
idea de la aptitud intelectual de Améri- Lucho por fundar un periódico en es-
ca; pero por razones que Vd. se sabe—y ta ciudad, o en París, que sea corno el
algunas las señala en su obra—, no es hogar de algunos de entre nosotros,
ésta la tierra de las mejores cosas inte- ¿Querría algún periódico de Montevi-
lectuales. Por aquí pudieran darse, y se j deo o Buenos Aires aceptarme por su
han logrado, buenos y hasta excelentes . corresponsal? ¿Sería mucho exigir de Vd,
poetas: baste citar desde Olmedo y Be- rogarle que me agencie el asunto? [Ho-
llo hasta Casal y Darío; pero un cerebro \ norarios (?)] no discuto: acepto lo que
alto, que tienda a la gloria de las cimas, \ Vd. disponga y en las condiciones que Vd.
que se bañe en serenidad, que se nutra exprese, salvando ilesa mi libertad de
de humanidad, (no de humanidades) un escritor, como Vd. comprende.
cerebro por donde circule savia y mé- Escríbame, amigo mío. Salúdeme a
dula, un cerebro de cal y canto, eso es Reyles, si lo ve.
difícil de obtener, aunque muchos naz- ¡
can con la aptitud. Se nace por aquí pa- Rufino Blanco-Fombona
ra ser Gran Capitán, como Napoleón, o
para ser Gran Pensador, como Montai-
gne, o para ser Grande Analista y funda- Que el contacto entre ambos escrito-
dor de teorías, corno Spencer, o para res no conoció interrupciones muy lar-
1356 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS
gas, se deduce de una referencia a Blan- referencia a Rodó, al que se llama «el
co-Fombona que aparece en una carta maestro del Plata» (p. xvi). En el mis-
de Rodó a Juan Francisco Piquet, del 6 mo prólogo vuelve a citar unas palabras
de marzo de 1904. Al referirse a algunos de Rodó sobre Bolívar, en un rol de ilus-
libros recientes, aquél cuenta a su ami- tres opiniones en que también incluye a
go: «Blanco-Fombona me envió de París Paul Groussac, a Montalvo, a Menéndez
una colección muy amena y elegante de \ Pelayo, a Unamuno. El otro volumen bo-
cuentos en francés, originales de él mis- j lívar iano recoge la primera parte de una
mo.» Dicha colección se titula Contes colección en tres tomos de las Cartas de
américains, y es de 1903. También en car- Bolívar (1799-1822). Fue publicado por las
tas de Rodó a Hugo D. Barbagelata, que Ediciones Louis Michaud, bajo la vigi-
también vivía en París como Blanco- lancia de Blanco-Fombona, y lleva como
Fombona, hay menciones y recados para prólogo el admirable estudio de Rodó
el escritor venezolano. En una de 15 de que ese mismo año sería también reco-
enero de 1911, Rodó agradace unos salu- gido en El mirador de Próspero (1913).
dos que por intercambio de su compa- Por su parte, y como para retribuir los
triota le ha enviado Blanco-Fombona. elogios de Blanco-Fombona, en un pasa-
En otra (14 de enero de 1914) hay una fe de su ensayo (p. 20 de la citada edi-
referencia mucho más importante: «Te- ción de las Cartas), Rodó señala el mé-
nemos que americanizar a Artigas, y al- rito de la obra de historiador del pole-
go se ha hecho ya en tal sentido. Hace mista venezolano. Es muy significativa,
pocos días leí con viva satisfacción, en sin duda, esta estrecha colaboración en-
el Fígaro, de la Habana, la semblanza tre ambos para exaltar la figura del Li-
de Zo