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JOSÉ ENRIQUE RODO

OBRAS
COMPLETAS
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(OSE ENRIQUE RODO

U D i\. k,.

OMP -^J \

EDITADAS,
CON INTRODUCCIÓN,
PRÓLOGOS Y NOTAS,
POR

EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL

CON 30 ILUSTRACIONES

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AGUILAR
ÍNDICE GENERAL

NOTA DEL EDITOR Pág. 7 i 3.—LA VIDA NUEVA (III).—ARIEL:

PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN 11 i Prólogo 195


NOTA A LA PRESENTE EDICIÓN 14 Ariel. A la juventud de América ... 206

INTRODUCCIÓN GENERAL: 4.—LIBERALISMO Y JACOBINISMO:

I.—Vida y carácter: Prólogo 253


1.-1871-1894 19 Liberalismo y Jacobinismo. La ex-
-1895-1900 25 pulsión de los crucifijos 255
-1901-1905 31
-1905 35 Contrarréplicas:
-1906-1914 44
I.—Los orígenes históricos de la
-1914-1917 58 candad 261
Ií — Los orígenes históricos de la
II.—Obra: caridad. (Continuación.) 264
1.—La generación del 900 69 III,—Los orígenes históricos de la
—El modernismo 81 caridad. (Continuación.) 267
El americanismo 98 IV,—Los orígenes históricos de la
El pensamiento filosófico 108 caridad. (Conclusión.) 271.
La crítica literaria 118 V.—La personalidad en los refor-
La creación y el estilo .... 126 madores morales 275
Perspectiva última 138 VI.—El sofisma de la «caridad
científica» 279
VIL—El signo 283
PRIMERA PARTE VIII.—¿Jacobinismo? 288
IX.—Conclusión 291
OBRA ORJGIMAL Apéndice.—El sentimiento religio-
so y la crítica 295
1,—LA VIDA NUEVA (I):
5.—MOTIVOS DE PROTEO:
Prólogo .- 145
149 Prólogo 301
[Proposito de la colección]
Lema 149 Proteo 309
El que vendrá 150
La novela nueva, A propósito de 6,—EL MIRADOR DE PRÓSPERO:
«Academias», de Carlos Reyles ... 155
Prólogo 499
2.—LA VIDA NUEVA (II).—RUBÉN DARÍO: Juan Carlos Gómez 503
La vuelta de Juan Carlos Gómez ... 509
Prólogo 167 Rumbos nuevos 514
Rubén Darío. Su personalidad lite- La gesta de la forma 524
raria. Su última obra 169 El «Raí-Pido 525
1554 INDICF

La enseñanza de La Literatura 531 Un libro de crítica , 809


Garibaldi 534 De dos poetas 815
EL Cristo a la jineta 538 Notas sobre crítica 822
Impresiones de un drama 539 Menéndez Pelayo y nuestros poe-
Divina libertad 545 tas 824
Bolívar 546 Por la unidad de América 831
Una novela de Galdós , 563 Sobre un libro de versos 832
Decir las cosas bien 569 Juicios cortos 836
El centenario de Chile 570 «El iniciador» de 1838 839
La raza de Caín '.'. 573 Poamas 855
A Anatole France 577 Arte e Historia 861
Mirando al mar 580 Un poeta de Caracas 868
La tradición intelectual argentina. 580 La muerte de Ricardo Gutiérrez ... 871
En la armonía, disonancias 584 Una novela de Galdós 874
De lo más hondo 585
Tücuman 588 8.—POESÍAS DISPERSAS:
Montalvo 589 Prólogo 883
Magna patria 627
Samuel Blixen 628 Poesías dispersas 884
Recóndita Andalucía 630
Una nueva antología americana ... 631 9.—PROTEO:
Bienvenida 637 Prólogo 889
Ricardo Gutiérrez 638
«De litteris» 641 [Introducción:
Una bandera literaria 642
La Prensa de Montevideo 644 La complejidad natural. El conoci-
Río Branco 649 miento propio]- 896
La enseñanza del idioma 651 L—[El personaje interior] 896
Las «moralidades», de Barrett 653
Bohemia 654 [Libro I.—Las vocaciones]:
Del trabajo obrero en eí Uruguay. 655 II.—Los dos abanicos ..;.' 898
Obra de hermanos 684 I I I — Odiar el don que ser tiene ... 901
En el álbum de un poeta 685 IV.—Violante de Portinacelli 901
Perfil de Caudillo 685 V.--[Una aptitud que desaparece
Iberoamérica 689 de súbito y misterioso'jmodo] ... 906
Juan María Gutiérrez y su época, 690
La España niña 740 {Libro II.—Agentes de trans-
Carlos Guido Spano 741 formación moral]:
Mi retablo de Navidad 744
Los que callan 747 VI.—Felicia '" 906
VIL—Voluntad y fatalidad 909
VIH.—El paladín menudo 910
SEGUNDA PARTE IX.—Arte y economía del dolor ... 913
X.—El dolor restablece "los fueros
OBRA POSTUMA de la naturaleza 914
XI.—La ironía pueril y el dolor ... 915
7.—ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL DF. XII.—El vano y artificial dolor ... 915
LITERATURA Y CIENCIAS SOCIALES»: XIII.—El acicate del dolor 916
XIV.—Arte y proteica del dolor ... 916
Prólogo ',"." 755 XV.—El trabajo del dolor sobre la
Dolores 758 fisonomía 917
Juan María Gutiérrez :,- 765 XVI.—-La fecundidad creadora del
La crítica de «Clarín» .• 772 dolor 918
Juan Carlos Gómez ., 778 XVIL—El dolor en las mentes su-
Los «Poemas cortos» 784 periores •.. 919
El americanismo literario ,,;,.,.,,,.,, 787 XVIII.-F.1 dolor: de amor 919
ÍNDICE GENERAL 1555
XIX.—El dolor de la creación 920 XLIX,—La fecunda inconsciencia
XX.™Praxiteles y la cortesana 921 genial 960
XXL—Los signos de la escritura. 921 L.—La inspiración en el genio he-
XXII.—La mancha de humedad ... 922 roico 961
XXIII.—El l i b r o modelador de LL—El «alma nueva» 961
hombres 923 LII.—Otra formidable fuerza de
XXIV.—La idea trocada por el li- amor 962
bro en fuerza viva 923 LIIL—La mente de Arquímedes ... 962
XXV.—Grande instrumento de re- LIV.—La facultad específica del
forma interior es el libro 924 crítico 963
XXVI,—Cada frase pone en movi- LV.—La duplicidad del crítico 966
miento un nuevo mundo 924 LVL—La amplitud del crítico 968
XXVIL—Este es el libro viejo y LVII.—La víbora que ondula 969
maltratado, con quien conversé LVIIL—El sentido adivinatorio de
de niño 925 la simpatía 970
XX VIII.—Influencias contradicto- LIX.—Metamorfosis del crítico .... 970
rias de las lecturas 925 LX.—El diálogo crítico 97Ü
XXIX.—Las transformaciones ilu-
sorias de la lectura 926 [Libro V.—Evolución de la per-
XXX.—Si quieres saber si ha cam- sonalidad]:
biado el ritmo de tu alma 927
XXXI.—La embriaguez 927 LXL—La fisonomía de Diderot .,. 971
LX 11.--Maestro, marino y forja-
{Libro III.—Origen y proceso dor 972
de las transformaciones inó- LXÍÍL—El jardín inglés 972
rales]: LXIV,—Los falsos c a m b i o s de
rumbo 974
XXXII.--Un tono de alma perdido. 928
LXV.—-Glauco, el alma nueva de
XXXIIL—Albatros 929 Pitágoras 974
XXXIV.—Recuerdo lírico y recuer- LXVL—Cómo aparece y se im-
do épico 936 pone 974
XXXV.—Para quien tiene el re LXVIL—La vida integral 975
cuerdo lírico 938 LXVIII.—El estado Glauco 975
XXXVI.—La cítara de Eunomo .. 939 LXIX.—Transfiguración 976
XXXVI1.—E1 león y la lágrima .. 939 LXX.—La noche estatuaria 977
LXXL—La lectura inspirada 979
LLibro IV, -La transformación LXX1L—Las fuentes de amor des-
gen tal J; conocidas 980
XXXVIII.—La transformación ge-
nial 941 10.—CRÍTICA Y CORTESÍA LITERARIAS:
XXXIX.—La imaginación que crea. 945
Prólogo 983
XL —La estatua de Cesárea 946
L—Sobre la «Vida del general Si-
XLL—La invención del artista ... 947
món Martínez» 985
XLÍL—Obra de amor es la crea-
I I — Prólogo a «Narraciones» 986
ción del artista 949
III.—Prólogo a «Sensualismo» 994
XLIII.—La lidia del estilo y la per-
IV.—-Una carta sobre «Ariel» 996
sonalidad 957
V.—Sobre «Harpas en el silencio». 997
XLIV,—La vana y superficial cor-
VI.—Sobre «La Alborada» 1000
teza 957
VIL—Prólogo a «Cabeza de oro» ... 1000
XLV.—La campana de Hugo 958
XLVL—La fisonomía y la máscara. 958 VIH—Sobre Alberto Nin Frías ... 1001
XLVIL—El rapto de la inspiración IX.—La guitarra del paisano 1003
pictórica 958 X.—De mi cartera 1004
XLVIIL—El músico es desatado XL—Carta a los d i r e c t o r e s de
Proteo 959 «Nosotros» •••• 1°°4
1556 ÍNDICES

XII.—A los editores de «Tres pa- X.—Carta-prólogo a «El problema


rábolas de Proteo» 1005 presidencial de 1907 y el Mani-
XIII.—Solo la inspiración del pue- fiesto nacionalista» 1060
blo «crea» 1006 XI,—Discurso sobre el Tratado con
XIV.—La orientación de la nueva el Brasil 1062
literatura hispanoamericana 1006 XII.—Sobre la candidatura de José
XV.—Prólogo a «Cosas del medio Batlle y Ordóñez 1064
ambiente» 1009 XIII.—Adhesión a la candidatura
XVI.—Prólogo a «América» 1010 de Carlos Vaz Ferreira 1069
XVII—Sobre eí catalán 1011 XIV.—Corona fúnebre del doctor
XVIIL—Prólogo a «Intimidades». 1012 Julián Grana 1069
XIX—Sobre «Historia y bibliogra- XV.—Sobre la reforma constitu-
fía de la Imprenta en Monte- cional 1071
video 1015 XVI.—Sobre el doctor Alfredo L.
XX.—Sobre una cátedra de confe- Palacios 1072
rencias para el doctor Carlos Vaz XVII.—Los paladines, de hoy 1073
Ferreira 1016 X V I I L - N u e s t r o desprestigio 1075
XXL—Carta al señor don R. Villa- XIX.—Homenaje al doctor José
vicencio 1016 Pedro Ramírez 1076
XXII.—Prólogo a «Artigas y la re- XX.—Homenaje al coronel Manuel
Dubra 1077
volución americana» 1017
XXL—Homenaje a Antonio Ba-
XXIIL—Sobre «El sayal de mi es-
chini 1077
píritu» 1019
XXII.—Cuestiones internacionales.
XXIV.—Prólogo a «Ritmos y sen- ¿Intervención en México? 1078
saciones» 1019 XXIIL—Homenaje a Julio Herrera
XXV.—Prólogo a «Notas del Mal- y Qbes 1080
do» ¡020 XXIV.—Una caria anticolegialista, 1082
XXVI.—Sobre «Del pensamiento a XXV.—Una declaración anticolegia-
la pluma» 1021 lista 1085
XXVII.—Tarjeta a Gala Placidia. 1022 XXVI—Carta a don Luis A, Thé-
XXVIII.—La Gioconda 1022 venet 1086
XXIX.—Una opinión sobre «Ana-
les mundanos» 1023 1 2 , - DISCURSOS PARLAMENTARIOS:
XXX.—Un saludo para los jóvenes Prólogo 1091
de «Ariel» 1024
XXXI—Prólogo a «El terruño» ... Í024 Primera Legislatura (1902-1905):
XXXIL—En la muerte de Rubén
I.—Sobre la condición de los cate-
Darío 1030
dráticos de la Universidad 1092
II.—Sobre las tesis universitarias. 1095
11,—ESCRITOS POI/ÍTÍCOS:
III.—Sobre una paz permanente ... 1099
Prólogo , 1035 IV.—Por la libertad de la Prensa. 1104
I.—La juventud y el partido colo- V.—La reforma de la Constitución. 1122
rado 1036
Segunda Legislatura (1908-1911):
íí.™¿Qué será del colectivismo? ... 1039
I i I.—La palabra del doctor Sien- VI.—Pensión a Florencio Sánchez. 1129
rra Carranza 1040 VIL—Sobre el Tratado con el Bra-
IV,—La reforma de la Constitu- sil 1130
ción 1043 VIII,—Monumento al Grito de As-
V.—Carta abierta a Pedro Cosió ... 1044 cencio 1133
VI.—A la Juventud Colorada 1045 IX.—Exención de impuestos al li-
VIL—Discurso por la unificación bro extranjero 1134
del partido colorado 1047 X.—Homenaje a don Agustín de
VIII-.—El Club Libertad 1051 Vedia 1136
ÜX.—E1 problema presidencial ..... 1054 XI.—Sobre la propiedad literaria. 1136
INDIO; GEN-IiKAL 1557
Tercera Legislatura (1911-1914): XXIV.—Contra la militarización de
la escuela J206
XII.—Sobre investigaciones histó-
ricas 1139 XXV.—La grandeza de Artigas 1208
XXVI.—Carta-prólogo a «Nuestra
XIII.—Derogación de las leyes de
epopeya (Guerra del Paraguay)». 1209
duelo nacional 1141
XXVII,—El centenario de Cervan-
XIV.—Homenaje a! doctor De Cas-
tes 1210
tro ; 1143
XXVIII.—Defensa nacional y ser-
XV.—La reforma constitucional ... 1144
vicio militar obligatorio 1212
XVI.—Sobre «La epopeya de Arti-
XXÍX.—El genio de la raza 1213
gas» 1.155
XXX.—Sobre una cátedra de con-
X V I I . — S o b r e la Biblioteca Nacio-
ferencias 1214
nal ; 1157
XVIII.—P e n s i ó n a doña María
14.—ESCRITOS somu: F.A GUÍÍRRA un 1914:
Stagnero de Munar 1158
XIX.—-Monumento a Samuel Blt- Prólogo 121.7
xen 1159 I.—Ansiedad universal 1218
XX.—Sobre la reforma constitu- II.—La causa de Francia es la cau-
cional 1160 sa de la Humanidad 1220
XXL—Aumento de sueldo a los III.—La guerra a la ligera 1222
profesores de la Universidad .... 1165 IV.—La guerra a la ligera (La gran-
XXII.—Homenaje a José Pedro deza de las batallas) 1224
Ramírez 1168 V.—La guerra a la ligera (La em-
peratriz) 1225
13.—ESCRITOS MÍSCÜ ANUOS: VI.—La guerra a la ligera {La voz
Prólogo ' 11.75 de la estadística) 1226
VIL—La guerra a la ligera (Liber-
L—¿Mi autobiografía? 1176
tad y guerra) 1227
I I . — S o b r e el- departamento de
VIII.—-La guerra a la ligera (Los
Mercedes 1178
excesos de la guerra) 1228
III.—De la enseñanza constitucio-
IX.—La guerra a la ligera (La his-
nal y cívica en los estudios se-
toria de Juan de Flandes) 1229
cundarios 1178
X.—La guerra a la ligera (Anar-
IV.—El héroe no maculado 1183
quistas y Cesares) 1230
V.—Eí concepto de la patria 1184
XI.-Después 1232
VI.—Sobre America latina 1185
XIL—Bélgica 1234
VIL—El ejercito y el ciudadano ... 1.135
XIIL—La conmemoración del 14
VIII.—La ilusión americana 1186 cíe julio 1236
IX.—Homenaje a Adolfo Posada ... 1187 XIV.—La literatura posterior a la
X.—La batalla de las piedras 1189 guerra 1238
XI.—Sobre una Universidad libre. 1189 XV.—La voz de la raza 1240
XII.—Solidaridad 1190
XIIL—Maris Stella 1191 15!—EL CAMINO m PAROS:
XIV.—El monumento de Artigas ... 1193
XV.—Carta a la Academia Espa- Prólogo ¡243
ñola 1194 L—Cielo v agua 1244
XVI.-—Independencia y república, 1194 . II.—Portugal 1246
XVII.—La paz y la guerra 1195 / III.—España 1250
XVIII,—Homenaje a Eugenio Gar- "•' IV.—El nacionalismo catalán 1254
zón 1196 V.—Italia 1263
XIX.—El nuevo «Ariel» 1197 VI.—Diálogo de bronce y mármol. 1268
XX.—Cómo ha de ser un diario ... 1198 VIL—Y bien, formas divinas 1274
X X I . - P a r a los bibliófilos 1202 VIII.—La poesía de Stecchetti 1276
XXII.—La tradición en los pueblos IX.—Anécdotas de la guerra 1279
hispanoamericanos 1203 X,—La esperanza en la Noche-
XXIII.—La bandera inspirada 1206 buena - 128.1
1558 ÍNDICES

XI.—El documento humano 1283 23.—Con Alfredo L. Palacios 1418


XII.—Tívoli 1287 24.—-Con María Eugenia Vaz Fe-
XIII.—Al concluir el año 1289 rreira 1419
XIV.—El castillo de Sant' Angelo. 1291 25,—Con Gabriel Miró 1422
XV.—Ciudades con alma 1294 26,—Con Carlos Arturo Torres 1423
XVI,—La impresión de Roma 1296 27.—Con Alcides Argueclas 1426
XVII.—Los gatos del Foro Trajano. 1298 28.—Con Juan Antonio Zubillaga ... 1428
XVIIL—Ñapóles la española 1300 29.—Con Juan José de Soiza Reilly. 1431
XIX,—El altar de la muerte 1302 30.—Con Juan María Lago 1433
XX.—Sorrento 1305 31.--Con Cristóbal de Castro 1435
XXL—Capri 1308
XXII.—¿Renunciará Benedicto XV Tercera serie:
al poder temporal? 1310 32.—Con Francisco García Calde-
XXIIL—Palermo 1313 rón 1435
33,—Con Max Henríquez Ureña 1442
16.—-CORRESPONDENCIA:
34.—Con Pedro Henríquez Ureña ... 1443
Prólogo 1319 35.—Con Alejandro Andrade Coello. 1449
36,—Con Hugo D. Barbagelata 1454
Primera serie: 37.—Con Luis Enrique Azaróla Gil. 1461
38.—Con Alfonso Reyes 1464
•' 1.—Con Leopoldo Alas •,. 1322
39.—Con Andrés González Blanco ... 1468
2.—Con Antonio Rubio y Lluch ... 1328
40.—Con Enrique Pérez 1469
3.—Con Enrique José Varona 1330
41.—Con Dulce María Borrero de
4.—Con Federico García Godoy ... 1332
Lujan Í471
5,—Con Joaquín de Salteráin 1333
42.—Con Juan Ignacio Gálvez 1472
6.—Con Federico Hcnvíquez y Car-
43.—Con José Gálvez 1473
vajal Í33S
44.—Con Joao Pinto da Silva 1474
45.—Con Carlos de Velasco 1475
Segunda serie:
4ó.-Con Rafael H. Elizalde 1476
7,—Con Juan Francisco Piquct .... 1336
8.—Con Rufino Blanco Fombona. 1354 17.—ESCRITOS ÍNTIMOS;
'\ 9.—Con Rafael Altamira 1357 Prólogo 1479
' 10,—Con Rubén Darío 1364
11.—Con Pedro Cosió 1369 I.—Tarjetas postales a la madre ... 1480
12.—Con Leopoldo Lugones 1371 II.—Diario de viaje 1483
13,—Con Baldomcro Sanín. Cano ... 1373
CRONOLOGÍA Y BIBLIOGRAFÍA ÜIÍ JOSÍÍ ENIU-
\ 14.—Con Miguel de Unamuno 1375
oui; RODÚ:
15.—Con Alberto Nin Frías 1397
16.—Con Luis Ruiz Contreras 1401 Cronología de Rodó 1503
17.—Con Javier de Viana 1405
18.—Con José Ignacio Vargas Vi la. 1407 Bibliografía crítica:
19,—Con Juan Ramón Jiménez 1408 Parte I; Fuentes manuscritas 1507
20. Con José Santos Chocano 1413 Parte II: Fuentes impresas 1507
21.—Con Manuel Díaz Rodríguez .., 1414
22.—Con Horacio Quiroga 1417 ÍNDICE DE NOMBRES PROPIOS 1535

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NOTA DEL EDITOR
TESTIMONIOi - - - - - - - - -

MINISTERIO DE INSTRUCCIÓN PUBLICA t PREVISIÓN SOCXAL.-

- . Montevideo, 17 de setiembre de 19?2.- - -

VISTA5-la gestión promovida por el. Sr.LUIS ALBERTO L0-


RIETO,de la firma "Ináíato Libros" en representación

de la Editorial Aguilar de Madrid,Espafla,solicitando

la autorización correspondiente para publicar,-por par-

te de aquella Editorial,-laa obras completas de José

Enrique Rodó;- - - - - - — . . . . . . . . . .

ATENTO 1«.-lo dispuesto en la Ley n*.?64 de. 20 de mar-

zo de 1918 en el Decreto de 12 de agosto de 1936 y en

e l numeral 1ro.del a r « . 61 de la Ley n*.9739 de 37 de


diciembre de 1937}- - - - - - - - - - - - - - - - - -

- - - 2*.-1© informado favorablemente por la Biblio-

teca Hacional,GonseJo de Derecho de Autor ,y la Aseso-

ría Letrada del Ministerio de Instrucción Pública y

Previsión Social;- - - - - - - - - - - - - - - - - -

EL COIfBEJO NACIONAL DE GOBIERNO / - - - -

- - RESUELVE!: - -
1*.-AUTORIZASE-a 1* firma *A¿uil a r S.A.de Ediciones"
de Madrid-España,s publicar las obr 3 s coaplatas de Jo-

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NOTA DEL EDITOR

E STA edición de las Obras completas de José Enrique


Rodó—recopiladas, con introducción, prólogo y notas,
por Emir Rodríguez Monegal—es el cuarto intento que se
hace para reunir los escritos del gran escritor uruguayo y
él más afortunado de todos, ya que supera a los anterio-
res en ordenación y textos. Además, es la primera con
notas.
Hacía falta una edición como la presente, pues José
Enrique Rodó es una de las cimas de la literatura hispá-
nica de una y otra orilla del Atlántico.
El magisterio de Rodó—«maestro altivo y generoso» le
llamó Juan Ramón Jiménez—es una realidad siempre pre-
sente que han proclamado hombres de la talla de Unamu-
no, Alfonso Reyes, Enrique José Varona, Báldomero Sa-
nín Cano, Alcides Arguedas, Max Henríquez Drena y—con
verbo tan encendido como el que más—Rubén Bario, el
cisne de las Españas. A esta realidad y a este magisterio
americano de Rodó, ilustre hijo de la República del Uru-
guay, obedece nuestra publicación de sus obras completas.
En homenaje a la gloria de Rodó no hemos regateado es-
fuerzos. Sin embargo, en este preámbulo, queremos testi-
moniar que nuestra empresa no hubiera sido posible sin
contar con el saber y el discernimiento de su recopilador,
Emir Rodríguez Monegal; y muy especialmente deseamos
manifestar aquí nuestro agradecimiento a la generosidad
del Gobierno uruguayo, cuyo Ministerio de Instrucción
Pública y Previsión Social, mediante decreto, nos autorizó
a publicar estas Obras completas de José Enrique Rodó.
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PRELIMINARES
A ESTAS EDICIONES DE LAS «OBRAS COMPLETAS»
DE JOSÉ ENRIQUE RODO
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PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

STA es la cuarta vez que se intenta la deo, 1932). Por otra parte, los textos que
edición de Obras completas de José ofrece esta edición española abundan en
Enrique Rodó. La editorial Cervan- erratas y hasta en reiteradas omisiones
tes, de Barcelona, las reunió postuma- de palabras o períodos enteros.
mente bajo ese título; su colección com- En 15 de agosto de 1936, el Poder Eje-
prende las siguientes unidades: Ariel, se- cutivo designó al doctor José Pedro Se-
guido de Liberalismo y Jacobinismo; Mo- gundo y a Juan Antonio Zubiüaga encar-
tivos de Proteo; El mirador de Próspero; gados de la edición oficial de las Obras
Hombres de América, seguido de Discur- completas de José Enrique Rodó. En 1945
sos parlamentarios; El camino de Paros; apareció el primero, y único, volumen de
Nuevos motivos de Proteo; El que ven- la misma: Los escritos de la «Revista
drá, seguido de artículos misceláneos. La Nacional de Literatura y Ciencias Socia-
edición no respetó las primitivas unida- les», seguido de Poesías dispersas. Esta
des bibliográficas creadas por el autor. edición se proponía recoger, por orden
Aceptó el criterio de la segunda edición cronológico, todo lo que hubiera publi-
de El mirador de Próspero (Madrid, edi- cado o escrito Rodó. El fallecimiento
torial América) y retiró dos ensayos del doctor Segundo en 1952 la ha de-
(Montalvo, Bolívar) que, sumados al Ru- tenido.
bén Darío de 1899, compusieron una nue- Al cumplirse treinta años de la muerte
va unidad: Hombres de América, que de Rodó, la editorial Zamora, de Buenos
Rodó había proyectado y hasta anuncia- Aires, preparó una edición de sus Obras
do alguna vez, pero no con este conteni- completas en un solo volumen y bajo la
do. Recogió muchas páginas dispersas dirección de Alberto J. Vaccaro. Se re-
(en El camino de Paros, primera parte; producen allí los textos divulgados por
en El que vendrá, en los Discursos par- la editorial Cervantes, con excepción de
lamentarios), pero llegó a incluir en un los Discursos parlamentarios; se les su-
volumen textos que ya figuraban en man las páginas de la edición oficial y
otros y lo tituló, con exceso, Nuevos Mo- los Últimos Motivos de Proteo. Aunque
tivos de Proteo; no supo velar tampoco se agregan páginas dispersas (no pa-
por la adecuada distribución de estos san de cinco), no se llega a constituir
textos olvidados. Aunque su criterio no ninguna nueva unidad. Omite el Episto-
era exhaustivo, no atinó siempre a reco- lario. Esta edición, cuya circulación no
ger lo mejor. Omitió el Epistolario (que fué autorizada en el Uruguay, está ago-
había publicado en París, 1921, Hugo biada de erratas.
D. Barbagelata); nunca recogió los Últi-
mos Motivos de Proteo, que publicaron
los familiares de Rodó con la aseso-
ría del doctor Dardo Regules (Montevi- La presente edición aspira a completar
la obra emprendida por anteriores com-
12 PRELIMINARES A ESTAS EDICIONES DE LAS «OBRAS» DE RODO

piladores. En la primera parte recoge to- una opinión sobre alguna obra enciclopé-
dos los libros publicados por Rodó y dica, una mera comunicación política de
bajo el título de Obra original, respetan- aceptación o rechazo); otras no he podi-
do las primitivas unidades bibliográficas do obtenerlas a tiempo para esta edición.
y sus textos. La única modificación que A las páginas recogidas en estas cuatro
se ha creído oportuno realizar consiste secciones he sumado las que anteriores
en intercalar al frente de los capítulos recopiladores habían relevado.
correspondientes de Ariel y de Motivos de Una palabra sobre los textos. He uti-
Proteo los sumarios preparados minucio- lizado los de las ediciones príncipe, revi-
samente por el mismo autor y que en el sándolos a la luz de otras, también corre-
primer caso se publican por primera vez gidas por Rodó; para las ediciones pos-
junto al texto mismo de la obra. tumas he cotejado, siempre que ha sido
La segunda parte comprende la Obra posible, las transcripciones de los edito-
postuma, ordenada cronológicamente y res con los originales o con las primeras
agrupada en diez secciones: Escritos de publicaciones periódicas. No aspiro a ha-
la «Revista Nacional»; Poesías dispersas ber desterrado las erratas, que atacaban
(éstas reproducen la edición oficial, aun- los nervios de Rodó (según reconoce en
que con el agregado de un poema); Pro- carta a Pedro Cosío, 26 de abril de 1898);
teo, título bajo el que se reúnen y reor- pero declaro haberlas perseguido con en-
denan las páginas publicadas como Últi- tusiasmo. Como no se trata de una edi-
mos Motivos de Proteo (según se explica ción paleográfica, he uniformado la or-
en el prólogo particular a esta sección); tografía, incluso en la transcripción de
Crítica y cortesía literarias; Escritos po- manuscritos. Las convenciones tipográfi-
líticos; Discursos parlamentarios, que au- cas son las habituales en ediciones críti-
menta los publicados por la editorial cas: todos los títulos se dan en bastardi-
Cervantes; Escritos misceláneos; Escritos lla, las palabras o títulos que se interca-
sobre la guerra de 1914; El camino de lan entre corchetes fueron agregadas por
Paros, que recoge y reordena cronológi- el editor; tres puntos dentro de un pa-
camente todas las crónicas de viaje; Co- réntesis curvo indican una supresión; los
rrespondencia, que reproduce el Episto- espacios en blanco corresponden a los
lario de 1921 y lo aumenta considerable- del original. Para aligerar las referencias
mente de cartas y borradores inéditos bibliográficas se establece la convención
u olvidados. Cuatro de esas secciones de que toda publicación cuya proceden-
(la cuarta y la quinta, la séptima y la cia no se indique explícitamente corres-
octava) recogen, por primera vez en un ponde a Montevideo.
volumen de obras de Rodó, gran canti-
dad de páginas dispersas que han sido
rescatadas directamente de los periódi-
cos, revistas o libros en que fueron origi- Esta es la primera edición anotada de
nariamente publicadas. Son virtualmente Obras completas de José Enrique Rodó.
inéditas, ya que su dispersión o la rareza Aunque el primer volumen de la edición
de los ejemplares en que se encuentran oficial tiene un extenso y documentado
las tornaba inaccesibles. No agotan, sin prólogo, solo se trata en él de lo relativo
embargo, el número de páginas todavía a un período de la producción rodonia-
no recogidas. Muchas de éstas son de na: el de su iniciación crítica y poética.
importancia tan relativa que he preferi- El prólogo de la editorial Zamora es un
do omitirlas en la presente edición (una intento de apreciación crítica, incompleto
carta aprobando, por ejemplo, un pedido en más de un sentido.
de aumento de sueldo a los maestros, Para esta edición he preparado una In-

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PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN 13
traducción general, en que se estudia do- camente a don Dionisio Trillo Pays, di-
cumentadamente la vida y el carácter de rector de la Biblioteca Nacional; a don
Rodó y se analiza en cinco capítulos la Juan E. Pivel Devoto, director del Museo
evolución de su pensamiento y la natu- Histórico Nacional, y a don Carlos Alber-
raleza de su arte; concluye con una apre- to Passos, ex director interino del Insti-
ciación general desde la perspectiva ac- tuto Nacional de Investigaciones y Ar-
tual. Cada obra o grupo de escritos lleva chivos Literarios, la generosidad con que
un prólogo particular, en que se examina alentaron esta tarea de recopilación e
su génesis, su contenido, su publicación, investigación. Hago extensivo a sus co-
y se califica su valor. Un índice crono- laboradores el agradecimiento expresado.
lógico y otro de nombres y una Biblio- Otros documentos provienen de fondos
grafía crítica completan la edición. particulares que me fueron gentilmente
comunicados por sus poseedores. Doña
#* * Luisa Montero de Piquet me facilitó, por
intermedio del poeta Fernando Pereda,
Para preparar las Obras completas de algunas cartas de Rodó a Piquet; Juan
José Enrique Rodó he trabajado desde Ramón Jiménez mandó fotocopia de una
1948 en la Biblioteca Nacional de Mon- de las cartas, la más importante según
tevideo. He consultado el fondo biblio- él, que le envió el crítico uruguayo; Al-
gráfico, la hemeroteca y el Archivo Rodó, fonso Reyes autorizó la reproducción de
de su propiedad. Este Archivo—que se una carta suya hasta entonces inédita; la
cita con tanta frecuencia en la parte crí- profesora Elda Lago puso en mis manos
tica de esta edición—fué donado a la Bi- los documentos personales y la corres-
blioteca Nacional por doña Julia Rodó pondencia de Rodó con su señor padre,
y ha sido organizado por la Comisión de el doctor Juan María Lago; por interme-
Investigaciones Literarias bajo la direc- dio de don Carlos Alberto Passos obtuve
ción del profesor Roberto Ibáñez; desde copias de las cartas inéditas de Rodó a
1948 está depositado en el Instituto Na- Joaquín de Salteráin, que posee don
cional de Investigaciones y Archivos Li- Eduardo Salteráin Herrera, y de las dos
terarios, que tiene su sede en la Bibliote- cartas de Javier de Viana a Rodó, que se
ca Nacional Pude consultarlo, entre 1948 conservan en el Archivo Viana del Mu-
y 1950, cuando se encontraba este Insti- seo Histórico Nacional; don Wallace Díaz
tuto bajo la dirección interina de don me facilitó el inhallable folleto de su pa-
Carlos Alberto Passos. Asimismo consul- dre, el doctor Pedro Díaz, que suscitó las
té allí el Archivo de Julio Herrera y Reis- Contrarréplicas rodonianas de Liberalis-
sig y el de Horacio Quiroga, en que se mo y Jacobinismo; el profesor José Pe-
custodian algunos documentos relativos reirá Rodríguez me facilitó copia de la
a Rodó. En el Museo Histórico Nacional
he consultado el material de la Sala carta a Luis A. Thévenet, que éste inclu-
Rodó, que conserva papelería, objetos yó en un rarísimo folleto de 1916; el pro-
personales, muebles y parte importante fesor Luis Alberto Menafra me dio a co-
de su biblioteca. nocer copias de la correspondencia de
Carlos Reyles con Rodó, que se utilizan
Casi toda la documentación inédita que en la Introducción general y en alguno
aquí se reproduce (cartas, apuntes, planes de los prólogos. A todos ellos quiero rei-
de trabajo, borradores) proviene de esos terar el agradecimiento que tuve oportu-
repositorios públicos, cuyo acceso me fué nidad de expresarles personalmente.
ampliamente facilitado por los respecti-
vos directores y por el personal técnico Mayor es la deuda de este trabajo con
a su cargo. Quiero agradecer aquí públi- dos de mis amigos. El profesor José En-
14 PRELIMINARES A ESTAS EDICIONES DE LAS «OBRAS» DE RODO

rique Etcheverry me facilitó copia de al- urgencia y reanudada luego sin prisa, ha
gunas documentos que él mismo había sido muy importante la consulta amisto-
estudhdo en el Archivo Rodó y una com- sa con estos estudiosos de la obra ro-
pleta relación de la actividad parlamen- doniana.
taria de Rodó, que facilitó muchísimo la Quiero expresar un último agradeci-
búsqueda y localización de sus Discursos. miento a la Comisión de Derechos de
Debo también ayuda constante y estímu- Autor por los términos con que reco-
lo al profesor Carlos Real de Ázúa, que mendó la autorización oficial de esta
ha dedicado a Ariel y su proyección en edición de Obras completas de José En-
las letras de América una valiosa mono- rique Rodó.
grafía, todavía inédita, y ala que me re-
fiero en el prólogo de dicha obra. En el EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL.
transcurso de esta labor de años, suspen-
dida ocasionalmente por tareas de mayor Montevideo, 28 de julio de 1954.

NOTA A LA PRESENTE EDICIÓN


Esta segunda edición de las Obras com- completo de las doce tarjetas postales
pletas de Rodó—que se publica a los cin- enviadas por Rodó a su madre durante
cuenta años exactos de su muerte—incor- su viaje a Europa, y last but no least,
pora algunos textos nuevos. La mayor buena parte del Diario de viaje que él
cantidad de ellos va en la sección Corres- escritor uruguayo llevó entonces y que se
pondencia, que está aumentada ahora de detiene nueve días antes de su muerte.
dieciséis cartas, cambiadas con ocho nue- Tanto la correspondencia arriba mencio-
vos corresponsales (Blanco Fombona, nada, como esos otros textos práctica-
Chocano, García Godoy, González Blanco, mente inéditos, contribuyen a completar
Lugones, Gabriel Miró, Alfredo L. Pala- notablemente la imagen de Rodó que
cios, Vargas Vila) además de recoger seis esta edición se propuso desde sus co-
nuevas cartas cambiadas con correspon- mienzos.
sales ya registrados en la primera edi- He aprovechado la reedición para re-
ción: Leopoldo Alas, Juan Francisco Pi- visar nuevamente los textos y erradicar
quet, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez. (en lo posible) las erratas. Muchas de las
Otras cartas importantes, escritas a Rodó cartas que aquí se citan habían sido to-
para comentar Motivos de Proteo o el madas directamente de los borradores
Mirador de Próspero por Menéndez Pidal, conservados en el Archivo Rodó. Ahora
Juan Maragall, Francisco Giner y Ricar- sus textos han sido corregidos a la luz de
do Rojas, han sido parcialmente incorpo- lecturas propuestas por el profesor Ro-
radas a los prólogos de dichos libros. berto Ibáñez y sus colaboradores en la
También se recogen en esta segunda selección publicada por la revista Fuen-
edición algunos textos dispersos impor- tes, de Montevideo (1961). De allí he to-
tantes: un artículo de 1915 en que Rodó mado también el texto de muchas cartas
discute la intervención de los Estados hasta entonces inéditas. En esta nueva
Unidos en la política de la América lati- edición se incorpora a las páginas Motivos
na; una carta de agradecimiento a la de Proteo el sumario del mismo libro, co-
Real Academia Española, al ser nombra- mo ya se había hecho con Ariel en la pri-
do miembro correspondiente; el texto mera. De <?se modo se facilita considera-

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PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN 15

blemente la lectura del muy denso libro. taba custodiado el Archivo Rodó. Ahora
También se insertan en los lugares co- este Archivo, como el mencionado Insti-
rrespondientes las páginas que en la pri- tuto, han sido restituidos a la Biblioteca
mera edición constituían el Apéndice, re- Nacional. Al profesor Pivel Devoto debo
estructurándose así tres de las unidades el acceso al Diario de viaje, cuya edición
postumas que esta colección entonces ha- con prólogo y notas me encomendó en
bía organizado; Crítica y cortesía litera- 1966. También quiero mencionar aquí el
rias, Escritos políticos y Escritos misce- nombre de otros dos valiosos colabora-
láneos. He revisado la cronología a la luz dores: don Mario Benedetti, que me en-
de nuevos datos biográficos y he puesto tregó una copia del artículo político arri-
al día la bibliografía. ba mencionado, y don Javier Fernández,
En esta nueva etapa del trabajo conté, que me obsequió los números de la Re-
ante todo, con la ayuda invalorable del vista Dominicana de Cultura (1955) en
profesor Juan E. Pivel Devoto, ministro que se reproducen las cartas de Rodó a
de Instrucción Pública del anterior Go- García Godoy. A elfos, nuevamente, las
bierno uruguayo y principal responsable gracias.
de la profunda reorganización del Insti-
tuto Nacional de Investigaciones y Archi- E. R. M.
vos Literarios, de Montevideo, donde es- París, 19C7.
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INTRODUCCIÓN GENERAL
I. VIDA Y CARÁCTER
II. OBRA
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I
VÍDA CARÁCTER

i biblioteca y eran amantes de la lectura.


Durante la emigración argentina de 1840,
1871-1894 don José se había vinculado a algunos de
los más importantes personajes de la
misma. Trabajó con Florencio Várela y
OSÉ Enrique Rodó nació en Montevi- con Vicente Fidel López, era amigo ínti-
deo en 15 de julio de 1871. Su padre, mo del poeta uruguayo Alejandro Maga-
don José Rodó y Janer, era catalán riños Cervantes y del entonces patriarca
de origen y estaba radicado en el país de las letras orientales don Francisco
desde su infancia. Hacia 1850, don José Acuña de Figueroa, autor de la letra del
había fundado su familia con doña Ro- Himno nacional y poeta de corte neo-
sario Piñeiro y Llamas, de abolengo pa- clásico. En su biblioteca poseía don José
tricio. Cuando nace José Enrique, el ho- colecciones de los mejores periódicos de
gar ya estaba constituido por seis hijos: la época: El Comercio del Plata y El
José (que muere a los veintiún años), Al- Iniciador; también poseía obras de Sal-
fredo, Eduardo, Rosario, Isabel y Julia, miento, Echeverría, Juan María Gutié-
que habrían de sobrevivirlo. La posición rrez, Juan Carlos Gómez, Juan Bautista
de la familia era desahogada; el padre Alberdi; es decir, de la promoción lite-
se dedicaba al comercio y tenía su casa raria que modificó profundamente el
particular en el casco primitivo de la rumbo de la cultura ríoplatense, orien-
ciudad: calle de los Treinta y Tres, nú- tándola hacia el Romanticismo.
mero 1.289, esquina a Buenos Aires. En la biblioteca de su padre pudo re-
José Enrique fué bautizado en Monte- coger Rodó, todavía viva, la incipiente
video el 5 de octubre. El ambiente en tradición intelectual platense; su afición
que se crió era religioso, aunque sin bea- por las letras hispanoamericanas se vio
tería. Acostumbraba acompañar a su tío, despertada y alimentada por estos prime-
don Cristóbal Rodó, a la iglesia. Sus pri- ros contactos. No debe extrañar, pues,
meros años transcurrieron en la casona que sus primeros trabajos de crítica lite-
montevideana, con períodos de veraneo raria versen sobre esta generación que
en una quinta de la familia ubicada en la fué la de su padre. Al escribir mucho
villa de Santa Lucía, a sesenta kilómetros más tarde sobre Juan María Gutiérrez,
de la capital. Ya a los cuatro años sabe I habría de decir, con frase de resonancia
leer: su hermana Isabel le ha enseñado, autobiográfica: «Recibió, desde niño,
urgida por la curiosidad del niño. Aun- aquella insustituible unción literaria que
que no pudieran calificarse de intelectua- ' se adquiere en el hogar doméstico cuan-
les, los padres de Rodó poseían escogida do en él hay biblioteca escogida y se oye
20 INTRODUCCIÓN GENERAL

hablar con interés y gusto en cosas de como su vocación por la lectura fué su
letras; género de iniciación que rara vez vocación periodística: hacia 1881 «publi-
suplen del todo las influencias del cole- caba» (bajo el título de El Plata) una
hoja periódica, totalmente escrita por él
y bajo distintos seudónimos.
/
Un maestro particular, don Pedro Vi-
dal, orientó sus primeros estudios; ya
en ó de marzo de 1882 aparece inscrito
en el Liceo Elbio Fernández. Este insti-
tuto había sido fundado en 1869 por la
Sociedad de Amigos de la Educación Po-
pular y bajo la directa inspiración de
don José Pedro Várela, reformador de la
escuela uruguaya. A diferencia de otros
institutos del momento, este Liceo tenía
una orientación laica, y es posible que a

José Rodó y Janer, padre del escritor.

gio ni de la lectura hecha en plena ju-


ventud.»
También encontró en la biblioteca de
su padre algunos autores básicos de la
cultura occidental; allí pudo leer a Dante
y a Quevedo, a Cervantes y a Santa Te-
resa, las Partidas y Menéndez Pelayo,
Juan Valera y la Biblioteca Clásica Es-
pañola. Pronto, libros de las bibliotecas
de sus tíos vinieron a engrosar su cau-
dal de lecturas. Cuando empezó a formar Rosario Piñeiro de Rodó, madre del
su propia biblioteca contaba ya con una escritor.
selecta colección. El contacto directo con |
los libros dio a su formación—y desde ¡ su influencia se deba el entibiamiento de
los comienzos—ese sesgo autodidáctico i la fe religiosa en el niño. José Enrique
que tan bien lo caracteriza. Temprana ' permaneció tres años allí, destacándose

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i: VIDA Y CARÁCTER.—1: 1871-1894 21

como excelente alumno. En el liceo en- da con él contraída». Sigamos bendicien-


saya sus primeras salidas literarias. Pu- do su memoria.»
blica con un compañero, Milo Beretta, La muerte de su padre, en 1885, altera
el periódico liceal Los Primeros Albores. bruscamente el equilibrio de la vida fa-
Algunas de sus colaboraciones ostentan miliar. Reveses económicos habían des-
ya una de las constantes de su organiza-
ción intelectual: el culto del héroe, que
se ha encarnado entonces en Benjamín
Franklin y en Bolívar. De este último
—al que dedicaría en plena madurez un
vibrante ensayo—dice a los doce años
palabras que merecen recordarse: «Ce-
lébrense en buena hora los festejos tri-
butados a su memoria; pero no basta
esto. Continúese la obra por él comenza-
da—no se desperdicien sus esfuerzos—,

Rodó a los cuatro años.

vanecido el antiguo desahogo. Ya en


1883, José Enrique había debido suspen-
der sus estudios en el Elbio Fernández,
inscribiéndose en el Liceo del Estado. A
la muerte de su padre, debe contribuir
•\: yW también al presupuesto familiar e ingre-
sa como amanuense en el estudio de un
escribano; más tarde, en 1891, ha de
Rodó a los dieciocho
meses. trabajar en el Banco de Cobranzas. Aun-
que no se sentía totalmente desprotegido
límense, en fin, los hierros que aún su- (su padrino y tutor, don Cristóbal Rodó,
jetan a varios pueblos de América, es- velaba por él), esa súbita alteración de
clavos todavía de la dominación de un la seguridad y mimo en que vivía debe
poder extranjero, y entonces podremos de haber impresionado profundamente
decir: «Hemos pagado a Bolívar la deu- su carácter retraído; la necesidad de sa-
22 INTRODUCCIÓN GENERAL

lir a ganarse la vida le debe haber resul- En ese instante de su vida, y en víspe-
tado muy dura. ras de la iniciación literaria, José Enri-
Estos reveses no le hacen abandonar que Rodó parecería, sin duda, sólo un
sus estudios ni disminuyen su amor por muchacho de aficiones poéticas, poco
la lectura. Su escolaridad se resiente, sin expansivo y nada brillante. Ya se mar-
embargo; sus progresos son irregulares. caban en él los rasgos perdurables del
Cada vez prima más en él la vocación que cultiva la vida interior y no el trato
literaria, que lo aparta del enciclopedis- social indiscriminado. Dos episodios de
este período crepuscular de su vida son
suficientemente ilustrativos (en su apa-
rente insignificancia) de la índole mo-
ral y sentimental de este joven lector
j taciturno.
i El primero muestra su temprana con-
i ciencia cívica. El país vivía entonces so-
j metido a una dictadura militar, la del
I general Máximo Santos. En un artículo
, de 1910 ha evocado Rodó su reacción in-
1
fantil (y la reacción popular) en esta
! etapa oscura de la historia uruguaya:
i «He alcanzado, de niño, los tiempos en
| que el paso de un batallón por las ca-
i lies públicas, alarde de una fuerza abo-
| minada, repercutía en el corazón de los
| ciudadanos con vibración angustiosa, de
j humillación mal sufrida, de sordos en-
¡ conos...» Esta visión de su madurez se
j encuentra anticipada en un texto conser-
I vado entre sus papeles inéditos; allí se
ve su temprana reacción ante la dicta-
dura. La ocasión la suministra el aten-
tado fallido del teniente Gregorio Ortiz
contra el general Santos (17 de agosto
de 1886). Rodó, de quince años, escribe
entonces una carta ai dictador; estampa
allí su repudio formal del pistoletazo,
Rodó a los once años.
pero apunta también su repudio al dés-
Foto Bate and Co., Montevideo. pota y le recuerda magistralmente que
el arrepentimiento del malvado lleva en
mo científico de los planes de estudio. sí su propio castigo: no ser creído. Rodó
La suerte en los exámenes es desigual. no envió la carta; para sus quince años
Aunque obtiene en 1894 la máxima dis- bastaba haber sentido el impulso de
tinción en Literatura (el profesor era Sa- escribirla.
muel Blixen, dramaturgo, crítico teatral), I El otro episodio es de carácter senti-
no completa el ciclo secundario y se re- mental y documenta una pasión de la
tira sin haber obtenido el título de ba- adolescencia que ha dejado su huella en
chiller. Uno de sus amigos ha dicho con | algunos borradores preservados en su Ar-
acierto que «era refractario a los exá- ¡ chivo. En las cartas, de lenguaje tan pre-
raen es». visible, que José Enrique dirige a Luisa

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•;.;!-•

m.

Rodó a los veintiún años.


Foto Chute and Brooks, Montevideo.
24 INTRODUCCIÓN GENERAL

(rubia muchacha de ojos negros), los tí- o para quienes conocían sus accesos de
midos sueños de amor aparecen ya enla- timidez, que le impedían tomar el tran-
zados con la ambición estética, cada vez vía en marcha o permanecer en una casa
más dominante. Uno de los borradores si llegaban personas extrañas. Estos ras-
de esta correspondencia (que ocurre ha- gos desaparecían o se atenuaban en el
cia 1890) muestra que su anhelo era trato íntimo. Entre sus compañeros más
«arrojar a sus pies la ofrenda que arre- asiduos estaban los hermanos Daniel y
bate a la gloria». Las relaciones con Lui- Carlos Martínez Vigil, Félix Bayley, Juan
sa no se formalizaron; ella se fué a Antonio Zubillaga y Juan Francisco Pi-
Buenos Aires y la correspondencia quedó quet (con quien habría de mantener una
interrumpida. Otros testimonios aduci- de las correspondencias más reveladoras
dos por su biógrafo y amigo Víctor Pé- de su epistolario). Había en el grupo
rez Petit han señalado distintos intere- una vigilante conciencia literaria que se
ses femeninos en este período de la ju- tradujo en el proyecto de fundar una
ventud de Rodó. El más conocido es la Academia Nacional, cuya misión fuera
admiración que despertó en él Lola Mila- la de velar por el lenguaje. Este proyec-
nes, cantante y bailarina española, a la to no se realizó, pero fué como el borra-
que dedicó un encendido poema que se dor, despistado, de otro posible.
reprodujo en La Carcajada (4 de enero A esta época de su vida pertenece el
de 1897). retrato literario, aunque elaborado, bas-
Ninguna de estas mujeres (ni otras de j tante verdadero, que traza Arturo Gímé-
las que también se ha hablado) parece ( nez Pastor (Figuras a la distancia, Bue-
haber despertado la gran pasión. Sin nos Aires, 1940): «Una cosa larga, flaca
duda, hay en la vida de Rodó una au- y descolorida; un cuerpo tendiendo a sa-
sencia del amor como elemento erótico; lirse por el cuello, como atraído por la
lo que no significa que falten mujeres, tensión que concentraba en los lentes
ya sea en aventuras más o menos román- toda su figura de miope resfriado; se-
ticas o en contactos puramente sensua- ñalando pertinaz el rumbo, una nariz
les. Todo este aspecto de su vida apa- que avanzaba descomedidamente; la faz,
rece deliberadamente sepultado en silen- como fría y desvaída; un hombro mucho
cio, y lo poco que ha trascendido no más alto que el otro, y pendiente de allí
permite ninguna conjetura seria. un brazo pegado al cuerpo. Esto era lo
Abundan también en este período los que a menudo veíamos pasar—camino de
poemas con que llena José Enrique un su casa—desde la ventana de un amigo
cuaderno, pulcramente copiado a dos tin- a quien yo visitaba en su escritorio; per-
tas (azul para los textos, roja para los sona caprichosamente apasionada, que
versos) e ilustrado con inhábiles viñetas aborrecía con atrabiliaria agresividad a
y dibujos. Estos poemas no fueron pu- aquel mozo Rodó en cuyo físico la des-
blicados. La timidez o la segura auto- ! manada adolescencia se prolongaba sin
crítica impidió una difusión que hubie- color ni franqueza de definición perso-
ra resultado seguramente imprudente. nal; pura inexpresividad distraída que
En ese instante de su vida, Rodó se podía sentirse como distanciado despego.
mostraba tímido y callado, pero no era ; Era la sensibilidad tímida, la cortedad
un solitario. Gustaba frecuentar a algu- natural del retraído, lo que daba al as-
nos pocos y probados amigos; con ellos pecto exterior aquel aire de desabrida
se franqueaba naturalmente un fondo tibieza que nada decía de la afectuosidad
de alegría (y hasta un don cómico) nada generosa en que abundaba el amplio e
común, insospechable además para quie- iluminado mundo interior. Rodó había
nes sólo veían su alta estampa taciturna \ vivido solitaria vida en la sombra de un

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i: VIDA Y CARÁCTER.—2: 1895-1900 25

enclaustramiento estudioso, que lo plas- no que «fuera su expresión genuina en


mó inhábil para el menudo ajetreo de cuanto atañe a los elevados ideales que
la vida ordinaria. Lo exterior de sí mis- persigue en materia científica y literaria,
mo parecía en él cosa de otro. Era en y que no tuviese atingencia con el carác-
cuanto a figura y actitud, el hombre a ter distintivo de las hojas diarias de pu-
quien le sobra todo en el desairado jue- blicidad, las cuales, por el propio minis-
go de los movimientos: brazos, piernas, terio para que han sido fundadas, pres-
ropa (¿quién se dio cuenta nunca de tan más atención al tejemaneje de la
cómo iba vestido Rodó?). Todo eso es- política y a las informaciones del noti-
taba de más, funcionaba como quiera. cierismo sensacional, que a los trabajos
Daba la mano entregándola como una de la abstrusa ciencia o de las letras
cosa ajena; la voluntad y el pensamiento ¡ humanas». Los jóvenes tampoco dejan
no tomaban parte en ese acto. La mira- • de señalar que su Revista estará desti-
da diluíase imprecisa y corta tras la nada a «sacudir el marasmo en que ya-
frialdad de los lentes.» cen por el momento las fuerzas vivas»
Es cierto que en esta visión primera de la intelectualidad uruguaya. El pro-
se han deslizado impresiones posteriores, grama es tan convencional y previsible
pero la imagen coincide con la que del como el lenguaje en que está redactado.
mismo joven han trazado coetáneamente No ataca los verdaderos problemas li-
otros testigos. terarios del medio; apenas si permite
advertir un deseo de actuar y un im-
pulso renovador cuya orientación habría
de definirse con la misma marcha.
z, La Revista Nacional era una típica
empresa juvenil, pero estaba planeada y
1895-1900 ejecutada con sentido común. No fué una
publicación revolucionaria. Por el contra-
río, acogió las tendencias más opuestas.
El ingreso en la vida literaria se pro- En sus páginas colaboraron representan-
duce en 1895. Con un pequeño grupo de tes de la vieja generación, los valores
amigos funda Rodó una publicación quin- oficiales, junto a los más jóvenes del
cenal: la Revista Nacional de Literatura ambiente y a los nuevos grandes dioses
y Ciencias Sociales. Uno de los fundado- del Modernismo. Para Rodó la Revista
res ha contado con algún detenimiento significó una tribuna. Espaciadamente,
en su biografía de Rodó la historia de sin prisa aunque sin pausa, publicó al-
la revista. La idea germinó en Rodó y gunos ensayos críticos que pronto tuvie-
en los hermanos Martínez Vigil, que ron resonancia en el país y en el mundo
constituían el grupo llamado (inevita- de habla hispánica. Desde sus comienzos
blemente entonces) Los Mosqueteros. Pa- demostró Rodó un claro sentido de las
ra reforzar el equipo, o, tal vez, para líneas fundamentales de su obra futura
seguir más fielmente a Dumas, invitan a y (también) de su misión literaria. En
un cuarto escritor, Benjamín Fernández sus colaboraciones se advierte un plan
y Medina, que no acepta. Se ponen en- coherente: comentario de libros recien-
tonces en contacto con Víctor Pérez Petit tes de autores españoles e hispanoame-
y fundan, con éste, la Revista Nacional j ricanos; exhumación e interpretación de
El primer número se publicó en 5 de j la obra dejada por quienes integran la
marzo de 1895. Un Programa exponía su >tradición intelectual americana. Por mu-
orientación. La finalidad primera es la de | cho que le gustaran las novedades de
dotar a la nueva generación de un órga-! París, se ciñó minuciosamente a ese plan.
26 INTRODUCCIÓN GENERAL

Leyó las novedades y las asimiló a su una situación de espíritu que quitaba
obra, pero dedicó sin excepción sus tra- para mí todo interés a lo que pasaba en
bajos a una zona en que su talento crí- nuestra tierra, a los acontecimientos a
tico pudiera ejercerse con mayor ori- que usted se refería y que han conti-
ginalidad, con mayor provecho. nuado desenvolviéndose cada vez más
No quiso ser únicamente un glosa- luctuosos y más graves... Todo lo que
dor o un distinguido divulgador. En es- ha sucedido en esta última quincena, en
te sentido, su política de crítico se di- estos días que bien podemos llamar des-
ferencia enormemente de la de su ami- de ya inolvidables, tristemente inolvida-
go Pérez Petit, el otro crítico de la Re- bles en nuestra historia, lo he visto al
vista. La iniciación americanista de Rodó través de una espesa niebla, lo he sen-
puede fijarse en estos trabajos de la jo- tido como un eco vago y lejano... Cuan-
ven publicación. do la resonancia de la batalla sobreco-
Su sentido práctico se puso de mani- gía de dolor o electrizaba de entusiasmo
fiesto en otras formas. Sostuvo una co- a los corazones, el mío, embargado por
piosa correspondencia con escritores ex- inquietudes muy ajenas a la lucha de
tranjeros y obtuvo así no sólo colabo- los partidos, apenas participaba del in-
raciones, sino reconocimiento para la Re- terés y de la emoción de los demás.»
vista y para su propia obra en el exte- Esa crisis coincide con la necesaria
rior. Los críticos más perspicaces de desaparición de la Revista Nacional. El
América y España descubrieron pronto impulso inicial parecía agotado, el equi-
en Rodó a un valor nuevo de indiscuti- po empezaba a dividirse, las dificultades
ble interés. Su correspondencia con Leo- económicas mostrábanse invencibles. La
poldo Alas, con Salvador Rueda, con guerra civil, a la que alude el fragmen-
Rafael Altamira, con Merchán—en que to ya transcrito, vino a liquidar todo
abunda el elogio amplio y calificado, y esfuerzo. En las cartas de Rodó a Piquet
también el ditirambo—, bastaría para se puede asistir a la agonía: «¿Quién se
ilustrar este temprano reconocimiento. acuerda de nuestra querida literatura en
En su misma tierra fué profeta. Sa- días como los que pasan? (pregunta la
muel Blixen, que fuera su profesor de misma carta). ¡La existencia de la Re-
literatura, y era entonces director de La vista significa ahora un esfuerzo casi
Razón, reprodujo en su periódico y con heroico de nuestra voluntad!... ¿Quién
elogio una de sus colaboraciones de la escribe?, ¿quién lee? El frío de la indi-
Revista Nacional: el artículo titulado El ferencia ha llegado a la temperatura del
que vendrá, en que daba Rodó muestra hielo, para estas cosas. Montevideo es
de sus inquietudes estéticas y ostentaba mitad un club de hablillas políticas, y
ya un elaboradísimo estilo. Al año si- mitad una factoría de negociantes. Nun-
guiente, en 1897, Rodó habría de recoger ca fué cosa muy distinta. Hace medio
en folleto este ensayo, inaugurando con siglo, sitiada y ensangrentada, en vida
él (y con otro, complementario, sobre de una generación de la que no parece-
La novela nueva) la serie de sus obras. mos nietos, siquiera había en ella vida
El título común que les impuso fué La intelectual, gente que demostraba afición
Vida Nueva, L a las cosas del espíritu... Hoy, cuando
no nos conmueve la noticia de un en-
Ese mismo año atravesó una crisis ín- cuentro sangriento o el anuncio de otro
tima (no la primera, no la última), de que va a realizarse, vegetamos entre la
cuya existencia queda huella en una car- chismografía política, las pequeñas an-
ta a Juan Francisco Piquet (28 de mar- gustias de la lucha por la vida, penosa
zo de 1897): «Cuando recibí, estimado y difícil, y el tajear de las lenguas que
amigo, su última caria me hallaba en

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i: VIDA Y CARÁCTER.—2: 1895-1900 27

manifiesta nuestro maravilloso descon- de Londres.» Tampoco se cotizaba ante


cierto de voluntades, nuestra incurable las imprentas de Montevideo. El último
anarquía de esfuerzos y de opiniones... número, el 60, apareció en 25 de noviem-
Ko hay tribuna; no hay prensa política, bre de 1897. La desaparición de la Revis-
no hay vida de la inteligencia. Cada uno ta Nacional dejaba a Rodó en posesión
de nosotros es un pedazo de un gran de una sólida reputación de crítico y
cadáver. En cuanto a mí, la decepción, de un público calificado y numeroso.
el desconcierto de esta situación, me Todos sus esfuerzos de creación litera-
apartan de la labor literaria, porque es- ria se concentraron entonces en un es-
cribir de literatura sería trillar en el tudio sobre la última obra de Rubén Da-
agua en estos tiempos; pero, por otra río, esas Prosas profanas que lo decla-
parte, no hacen sino robustecer mis afi- ran pontífice máximo del nuevo movi-
ciones, confirmarme en mi amor a la miento. Al estudiar al poeta, se incor-
grata, a la noble vida del pensamiento pora al Modernismo, al que aporta un
y del trabajo intelectual. Los desenga- entusiasmo por las ideas y un arte pre-
ños, las rudas experiencias, los sabores cozmente maduro de crítico. (Véase en
amargos de la vida, han tenido siempre esta misma Introducción, II, 5.) Ya en
sobre mí la virtud de fortalecer mi cul- 1897, está trabajando en su libro; a fines
to por el refugio sagrado del arte y del de este año visita a Darío, según comu-
estudio, adonde las cosas bajas y mise- nica en carta posterior a Sanín Cano;
rables no alcanzan. Sin mis libros, sin en 4 de marzo de 1898 escribe a Luis
mis admiraciones, sin mi manía de bo- Berisso, secretario del poeta, y habla del
rronear papel—y mi ilusión de que, ha- ensayo como si estuviera editado. En
ciéndolo, hago algo—, lo vería todo del realidad, no se imprime hasta 1899 y
color gris del fastidio. Y a medida que cuando Rodó está sumido en la medita-
en las otras manifestaciones de la activi- ción americana de la que surgirá Ariel
dad, en las otras esferas de la vida, (1900). El éxito del opúsculo—que Da-
aprendo, a pesar mío, a dudar de los río incorporó como prólogo a la segunda
hombres y de las cosas, me vuelvo más edición de su obra (1901)—fué enorme y
creyente en la divina religión del pen- sirvió para asentar su reputación de
samiento y del arte y en su virtud rege- crítico en todo el mundo de habla his-
neradora de los ánimos enfermos, fati- pánica.
gados y tristes.» La dedicación del joven Rodó a las le-
En el borrador de otra carta escribe tras fué conmovida profundamente por
Rodó (21 de abril de 1897): «La Revista los acontecimientos políticos nacionales.
puede decirse que aparece para ser leída Desde 1894 presidía el país—enconada-
y circular en el extranjero. De allí vie- mente dividido por cuarenta y una revo-
nen ahora los testimonios de estima y luciones en setenta años de vida indepen-
las muestras de que se la lee. Si no fue- diente—el doctor Juan Idiarte Borda. La
ra por eso, y porque nuestra voluntad oposición (que encabezaba el Partido Na-
empecinada no se resigna a arriar el cionalista o Blanco) parecía dispuesta a.
pabellón, hubiéramos abierto un parén- lanzarse a otra revolución como medida
tesis en su vida. Pero tenemos la con- capaz de neutralizar el fraude electoral
vicción de que hacemos una obra bue- ejercido por el Gobierno. Muchos inte-
na, patriótica y de que algo de lo que grantes del partido oficial (colorados, se
suena la Revista por esos mundos se tra- llamaban) estaban disconformes con la
duce en crédito para el país, aunque política del Gobierno y buscaban un
ese crédito no se cotice en el mercado acercamiento con el enemigo tradicional.
28 INTRODUCCI:0N GENERAL

En enero de 1897 se celebró en el teatro revelan una misma madurez para aten-
Cibils, de Montevideo, una asamblea (a der el hecho político que para el trabajo
la que asistió Rodó como espectador), literario. Rodó no improvisa opiniones
en la que se destaca uno de los oradores, ni escribe panfletos demagógicos; pide
don José Batlle y Ordóñez, quien habría honor y respeto. Ya apunta en estos pri-
de orientar la política del país en los meros escritos políticos el claro sentido
próximos treinta años. El Gobierno no de una tradición nacional colorada, que
cambió su política y la guerra estalló simboliza la bandera del partido.. Llega
una vez más, en marzo de 1897. Un aten- a escribir: «Cuando la histórica bandera
tado precipitó los acontecimientos. El explotada durante tantos años para dar
25 de agosto, el estudiante Avelino Arre- visos de legitimidad y de honor a todos
dondo, disgustado por la corrupción po- los abusos de la fuerza, para encubrir
lítica, asesinó a Idiarte Borda. Ascien- y decorar todas las ambiciones bastar-
de a la presidencia don Juan Lindolfo das, para cohonestar todos los atentados
Cuestas, quien decide cambiar de rum- y todas las ignominias, propicie serena-
bo, organizar honestamente el país y per- mente la reconstrucción del edificio ins-
mitir la coparticipación de los blancos titucional y haga destacarse, libre del
en el Gobierno. polvo que aún la desluce, su tinte vivaz
En septiembre de 1897 se firma la paz sobre los horizontes de la patria,. nos
y parece que el país va a entrar por fin sentiremos altivos los que nunca duda-
en la senda institucional. Cuestas se de- mos de la posibilidad de su regenera-
dica a preparar su candidatura a la pre- ción, por haberle permanecido fieles en
sidencia, la que obtiene el franco apo- la hora de la decadencia y del infor-
yo de todos los enemigos de la oligar- tunio.»
quía colorada, que dominó hasta enton- Desde estos artículos traza Rodó las
ces. Batlle lo apoya. líneas básicas de su actuación política
En esta agitación política participó ac- futura: una actitud reflexiva y serena,
tivamente Rodó. La labor literaria pasa un respeto por la legalidad que supera
a segundo plano o se realiza en el silen- las conveniencias partidistas, una posi-
cio de la biblioteca. Disuelta la Revista ción mesurada que se apoya fuertemen-
Nacional, con algunos de sus antiguos te en la visión teórica sin descuidar las
redactores colabora Rodó en El Orden, exigencias prácticas, un sentido de la
periódico de ocasión que sostiene la can- tradición del partido que le hace soli-
didatura de Cuestas, y cuyo director era darizar (según dijo en marzo de 1910)
don Antonio O. Villalba. Redactor en el destino del Partido Colorado con los
jefe era Carlos Martínez Vigil; sus cola- destinos mismos del país.
boradores, honorarios, fueron Juan An- Esta primera etapa del periodismo po-
drés Ramírez, Pérez Petit, Juan C. Blan- lítico de Rodó es breve. En una nota de
co Acevedo, Alberto Guaní, Domingo 27 de febrero de 1898, El Orden infor-
Arena y Juan Antonio Zubillaga. El ma a sus lectores: «Llevada a término
editorial que presenta a los nuevos re- la campaña política que en momento
dactores (1 de febrero de 1898) se re- de solemne expectativa para el país em-
fiere a Rodó como «el notable escritor prendió EL ORDEN (...), dejan de formar
cuya fama de estilista ha pasado las parte del personal de redacción de este
fronteras de nuestro país», frase en la diario los señores Víctor Pérez Petit,
que (aun descontando el elemento pro- José Enrique Rodó y José A. Zubillaga.»
pagandístico inevitable) queda el saldo (Siempre escriben mal el nombre de es-
ya importante del calificativo estilista. te último; en la presentación lo llaman
Los artículos de Rodó en El Orden Tubillaga.) Poco después el periódico de-

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i: VIDA Y CARÁCTER.—2: 1895-1900 29

be interrumpir su publicación, según Juan Francisco Piquet y llena de amar-


aclara el 1 de marzo, por haberse reti- ga verdad: «Los privilegiados de la for-
rado de su redacción «elementos jóve- tuna (escribe allí) no deben jamás aco-
nes y de valía que le daban su savia in- gerse a los favores, siempre un tanto
teligente». Es posible conjeturar que la humillantes, del presupuesto. Los car-
separación de Rodó se debió al nuevo gos públicos rentados son para aquellos
rumbo que estaba tomando la política que no hemos encontrado aún otro me-
de Cuestas. Para consolidar su posición dio decoroso de vida; pero no para los
y asegurarse el triunfo de su candida- que están en posesión de pingües bie-
tura, Cuestas disuelve en 10 de febrero nes que les permiten darse el lujo de
la Asamblea y forma un Consejo de Es- pasar su vida en sempiterno viaje de
tado. Esta medida fué censurada por placer, arrojando a los cuatro vientos
muchos. Hay un texto posterior de Ro- sus rentas. No deben éstos provocar las
dó (El problema presidencial, publicado justas iras de los desheredados de la
en El Día, 25 de junio de 1902), en que suerte, quitándoles uno de esos recur-
se recoge un eco de su discrepancia con sos de desesperado que llamamos en
estas medidas de Cuestas, en particular nuestro país un empleo público.»
por la tendencia del presidente a la re- En 9 de mayo de 1898, fué designado
presión, a la inflexibilidad. Rodó en- catedrático interino de Literatura por el
tonces pareció orientarse hacia el gru- doctor Alfredo Vázquez Acevedo y en
po de Batlle, y su subsiguiente colabo- mérito a su reconocida excelencia lite-
ración en El Día así lo demuestra. raria. El cargo fué convertido luego en
Cerrada esta etapa política, se reinte- permanente. Durante tres años lo ocu-
gra a su estudio. Lee febrilmente y em- pó Rodó. El curso que debía dictar fué
prende la redacción de una obra enorme. más de Estética literaria que de Historia
Su primer proyecto toma la forma epis- de la Literatura; en su amplitud, abar-
tolar; unas Cartas a... le permitirán ex- caba desde Platón hasta Spencer y Jean-
planar, sin las limitaciones sistemáticas Marie Guyau. No puede disimularse la
del tratado, su pensamiento en materias importancia de este curso para la inte-
tan delicadas como la Estética y la Etica, gración y ordenación de su saber dis-
la Metafísica y la Política. De este pro- perso: autodidacto y reacio íntimamente
yecto extraerá Rodó dos de sus libros a la sistematización. Rodó debió de tra-
más famosos: Ariel (1900), Motivos de bajar seriamente abarcando un enorme
Proteo (1909). Pero todavía está lejos el panorama de la cultura y profundizando
momento de la concreción: Rodó lee y las enseñanzas de los maestros de la
toma notas, elabora su pensamiento, es- cultura occidental.
cribe fragmentos, los trabaja. Entre tan- La tarea pedagógica debió de signi-
to la obra, las obras, van perfilándose ficar, sin duda, una curiosa experiencia
en su forma definitiva. humana. Han quedado algunos testimo-
El triunfo del partido en que Rodó nios escritos de su peculiar manera de
militaba le reportó un empleo en la ofi- dictar la clase. En su estudio de 1924,
cina de avalúos de guerra (Cerrito y Lauxar (Osvaldo Crispo Acosta) ha ofre-
Ciudadela), mera prebenda oficialista que cido uno; otro, menos conocido, se en-
pronto habría de ser sustituida por otra cuentra en un libro de Pedro Erasmo
designación más acorde con la vocación Callorda, que fué su discípulo en 1899:
del joven crítico. La opinión íntima de «Rodó comenzó a explicar su curso. Ha-
Rodó con respecto a la burocracia ha blaba con relativa tranquilidad, miran-
quedado consignada en una carta de do a un punto vago del techo; su frase
abril de 1910, dirigida a su gran amigo era fluida, limpia de recursos oratorios,
30 INTRODUCCIÓN GENERAL

como si se oyera a un lector; y accio- Su personalidad alcanzaba cada día


naba con su diestra descarnada y fla- mayor importancia. Como resultado de
ca (...) No osaba mirar a sus discípu- una intervención en la Biblioteca Nacio-
los; y cuando se cansaba de mirar al nal, es nombrado (19 de junio de 1900)
cielo raso, miraba, siempre hablando, a director interino, cargo que desempeña
la puerta de la clase. (...) Rodó hablaba durante dos meses. En este lapso presi-
con sosiego, a veces con presteza, como de una Comisión, integrada también por
si tratara de redactar sus pensamientos Juan Paullier, Pérez Petit y Elias Regu-
a fin de que salieran limpios y claros; les, que propone un nuevo plan de ca-
y su voz tenía un timbre agudo, algo talogación sistemática. Al término de
aflautado y nasal, al que imprimía una su gestión son nombrados miembros del
acentuación docta y viril.» Consejo Directivo Honorario de la Bi-
Mientras Rodó tomaba posesión de su blioteca. (El decreto es del 4 de octubre
cargo de catedrático de Literatura, ocu- de 1901.)
rría en otro extremo de América el des- En su vida privada también se produ-
enlace de la guerra de España con los cen alteraciones de importancia. A la
Estados Unidos por la posesión de Cuba. m u e r t e de su tío, Domingo Piñeyro,
Rodó acusó de inmediato el efecto de la familia hereda una hermosa casa en la
este acontecimiento. Su conciencia de calle Cerrito, 102; mejora la situación
americano, su amor por la madre patria, económica y tiende a restablecerse el es-
hasta su ascendencia latina, sintieron tilo de vida que fuera normal antes del
como algo propio el Desastre. En la fallecimiento de su padre. Rodó está en-
biografía de Pérez Petit se evoca la cri- tregado a labores literarias. El éxito de
sis provocada por este acontecimiento y Ariel, la lenta elaboración de Proteo, pa-
se citan las palabras que entonces pro- recen definir una vocación profunda y
nunció: «Habría que decir todo esto, ha- exclusiva.
bría que decir todo esto, bien profunda- ¿Cómo era Rodó en el momento de
mente, con mucha verdad, sin ningún su mayor triunfo? Pérez Petit lo ha re-
odio, con la frialdad de un Tácito.» Tal tratado así en la biografía que le dedi-
convicción precipitó la realización de cara: «El Rodó de la época de Ariel (...)
Ariel Pero antes de escribir y publicar era un joven alto, delgaducho, un sí es
esta obra, habría de editar Rodó uno no es desgarbado que andaba ya con el
de sus libros más significativos: el es- cuerpo tieso, los brazos caídos, las ma-
tudio sobre Rubén Darío (1899), centra- nos abiertas—aquellas manos flaccidas y
do en Prosas profanas. El éxito de este muertas que al ser estrechadas se es-
trabajo—que Darío incorporó de inme- currían frías como algo inanimado—,
diato como prólogo de su obra—fué su- un hombro bastante caído, la cabeza
perado luego por la difusión excepcio- rígida sobre el cuello echado hacia ade-
nal de Ariel (1900). Llegaba en una hora lante; pero tenía el rostro juvenil y mo-
muy oportuna este discurso a la juven- vible, no endurecido por una mirada
tud de América; el nombre de Rodó co- aquilina, sino dulcificado por otra de
rrió por todo el orbe hispánico. Su miope que en los momentos de regoci-
obrita fué leída y reproducida por do- jo se encendía y vibraba detrás de los
quiera; las ediciones (muchas de ellas vidrios de sus lentes; apuntábale un
espontáneas y hasta piratescas) se mul- bozo casi rubio, que más bien le deslu-
tiplicaron; su texto fué comentado y, a cía el rostro que no se lo agraciaba; su
veces, discutido. Rodó resultó desde en- expresión no era adusta, sino solamente
tonces, y para siempre, el autor de grave, por lo menos en público, toda vez
Ariel. que en privado, en el seno de la amis-

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i ! VIDA Y CARACTreR.-3: 1901-1905 31

tac!, su carácter retozón le inclinaba fuer- mi partido debía ceder el poder si caía
temente a risa, y entonces era de ver vencido en la lucha del sufragio. Tal ma-
su modo peculiar de reírse—una risa nifestación, hecha en días de gran in-
de todo el cuerpo, viboreante, en zig- certidumbre electoral y en un ambiente
zags, las largas piernas echadas por un de apasionamientos juveniles, no era co-
lado, los brazos por otro, el cuerpo agi- mo para suscitar entusiasmos, y a los
tándose sobre la silla—; y si había algo más pareció, cuando menos, inoportuna;
de reservado en su ser, ello estaba en pero no pasó mucho tiempo sin que
la frente, una frente amplia, que aún más pudiese comprobar que más de uno de
lo parecía porque peinaba sus cabellos ios que se acercaran a censurármelo en
hacia atrás; una frente tersa, fría, de- aquel momento se había habituado a es-
trás de la cual ya se anidaba un pen- cuchar sin escándalo, y aun a reconocer
samiento propio, altivo, una voluntad de por sí mismo que la conservación del
conquistador reflexivo y sereno.» poder debía plantearse en el terreno fran-
co y llano del derecho.»
Pero es el doctor Lago quien en su
discurso inaugural propone un verdade-
3 ro programa de gobierno (como lo llamó
un diario de ia época); allí define la lu-
1901-1905 cha que dividía a los dos grandes par-
tidos tradicionales, como una repetición
del conflicto entre el liberalismo y el
Otra vez la política vuelve a tentarlo. conservadurismo y. exhortando al Par-
Ante la desunión del Partido Colorado, tido Colorado a la unificación, a la re-
un puñado de jóvenes decide emprender dacción de una carta orgánica, a la adop-
la lírica empresa de la unificación. Rodó ción de un lema («Gobernar con el parti
es invitado a integrar un grupo escogi- do, pero para el país») que ofrezca ga-
do que capitanea su íntimo amigo el rantías sin disminuir el sentido político
doctor Juan María Lago. Con entusias- del Gobierno. Su discurso lo destacó co-
mo que no cede al de Ariel, acepta y su- mo el verdadero organizador del movi-
ma sus fuerzas (principalmente orato- miento que se iniciaba tan auspiciosa-
rias) a los trabajos de una Comisión de mente.
veintitrés que redacta un manifiesto A En 3 de febrero de 1901, en el estudio
la juventud colorada (noviembre de 1900). del doctor Lago se proyecta la fundación
La culminación de estas gestiones fué del Club Libertad; el 6 se realizan las
el banquete del 21 de enero de 1901, en elecciones, siendo designado presidente
tí teatro San Felipe. En su discurso, Ro- el doctor Lago y primer vicepresidente
dó predicó la obediencia a los princi- Rodó. Para consolidar el triunfo obte-
pios y no a las pasiones, a la fuerza nido con el banquete, se organiza (en
y no a la violencia. Años más tarde, en 10 de febrero) una enorme manifesta-
unas páginas polémicas de 1906, evocaría ción, que recorre las calles principales
él mismo con estas palabras la signifi- de la ciudad y vitorea a los jefes de las
cación profunda de su primer discurso distintas fracciones. El éxito de la mis-
político: «Recuerdo que, cuando por pri- ma multiplicó las actividades del Club:
mera vez tuve ocasión de hablar en se organizaron nuevas manifestaciones,
una reunión política, en vísperas de elec- una de ellas de homenaje a Garibaldi,
ciones y con la consiguiente exaltación y para la que Rodó redactó el manifies-
de ios ánimos, fué para decir a la ju- to (septiembre de 1901); se extendió la
ventud en cuyo seno me encontraba que | prédica al interior del país. Rodó mismo
32 INTRODUCCIÓN GENERAL

no vaciló en hablar ante auditorios des- una fuerza que nadie discute, una ten-
conocidos, correr de uno a otro extre- dencia superior que nadie osará comba-
mo de la república, repetir una y mil tir abiertamente, y dueños de estas fuer-
veces los mismos conceptos básicos (y tes posiciones podemos detener los avan-
hasta el mismo discurso, según aconse- ces del tajismo, podernos favorecer, a!
jaba humorísticamente). formarse la comisión definitiva, la en-
La vida del Club no transcurrió sin trada en ella de elementos independien-
tropiezos. Huella de uno queda en una tes, podemos ejercer una presión decisiva
esquela de Rodó al doctor Lago, en que sobre las conciencias en ciertos instan-
recomienda no enviar una delegación a tes solemnes, y aunque el nuevo club
dar satisfacciones al general Tajes «so- sea, como usted dice, un club de frac-
bre un supuesto desaire de que se con- ción, siempre lo será menos que el Club
sidera objeto ese señor». Concluye la Libertad, pues estando nosotros a la ca-
nota; «Creo que no hay motivo para se- beza de aquél, y por el hecho de ser
mejante acto de pleito homenaje, y que enemigos declarados de los círculos, con-
un acto de esa naturaleza sería inter- trariamos la expansión de éstos, además
pretado de un modo que no nos conviene de que combatiéndolos por sistema la
autorizar.» En efecto, el general Tajes actividad juvenil se vería forzada a to-
era el jefe de una de las fracciones mar otros rumbos más nobles.»
que dividían al Partido, y cualquier se- Rodó no acompaña a Reyles. Sin em-
ñal, de simpatía podría ser considerada bargo, renuncia al Club Libertad por la
entonces como una violación de la im- división que estas rencillas han traído
parcialidad tan cuidadosamente cultivada al movimiento juvenil unificador. Y cie-
por los jóvenes. rra de esta manera una etapa de su aC'
Otras disidencias asumieron carácter tividad política. Poco después, el Club
más grave. En agosto se enfrentaron dos se disuelve.
candidaturas en las elecciones internas El balance de tanta actividad política
del Club; la del narrador Carlos Reyles, desinteresada fué previsible. Lograda la
que iniciaba su militancia política, y la unificación, se agradeció a los jóvenes su
del doctor Lago. Vence este último; pe- esfuerzo, los mayores tornaron nueva-
ro, «por efecto de la lucha (comenta el mente las riendas, y así acabó todo. Pa-
semanario Rojo y Blanco, 11 de agosto), ra Rodó la experiencia fué importante.
ha estado a punto de producirse una Tal vez la huella más perdurable fué
disgregación del Club». La escisión, ya ía del contacto directo con la multitud,
inevitable, se produce luego. En 8 de sep- con la faena preelectoral más cruda. To-
tiembre Reyles inaugura, con una fiesta davía en unas palabras de 1910 se en-
en su Cabana Melilla, el Club Vida Nue- cuentra un eco de lo que pudo haber
va, cuyo título parece tener resonancias significado para su sensibilidad esta cam-
rodonianas. En una elocuente carta pri- paña política de 1901: «¿Quién que al-
vada de 25 de agosto, Reyles había in- guna vez haya participado en esa acti-
vitado a Rodó a formar con él en el vidad, en su habitual manifestación de
nuevo Club un frente común contra las los partidos políticos, no recuerda, si
dos fracciones más activas dentro del tiene alma un tanto levantada sobre el
Partido Colorado; tajistas y baíllistas. vulgo, las torturas de la adaptación; la
«En el Club Libertad (escribe Reyles) ni resistencia de su personalidad, a las uni-
usted ni yo podíamos, en las cireuns- formidades de la disciplina; aquella an-
íaneias actuales, intentar esa obra, pero gustia intelectual que produce la impo-
en el. nuevo centro sí, porque tendremos sibilidad de graduar y depurar las ideas
más autoridad, juntos representamos en la expresión grosera de las fórmulas

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i: VIDA Y CARÁCTER.—3: 1901-1905 33

inteligibles para los más; las repugnan- ¿ado todavía entre el joven político y el
cias del contacto forzoso con lo bajo.. hombre que domina completamente la
con lo torpe, con lo servil; la sensación actividad partidaria y proyecta su enor-
vivísima de las profundas diferencias me sombra sobre la república, don José
de sentir y pensar que cautelaba la uni- Batí le y Ordóñez.
dad falaz de un programa y un nom- La conducta parlamentaria de Rodó
bre?» queda básicamente reseñada si se apun-

Roáá pronunciando su discurso fúnebre en el Cementerio Central, con motivo de la


repatriación de los restos de Juan Carlos Gómez. ¡Montevideo, 8 de octubre de 1905.

Esta experiencia no lo apartó, sin em- ta que jamás quiso descender a la po-
bargo, de la actividad política. Por el lítica mezquina, que buscó siempre ex-
contrario, casi de inmediato habría de presar una visión panorámica y fuerte-
ensayar Rodó una forma más elevada e mente legalista de la organización del
influyente de la misma: la gestión par- país, que puso el interés del Estado an-
lamentaria. Su primera legislatura (1902- tes que el del propio partido, que pres-
1905) encuentra a Rodó en la plenitud tó especial atención a los hechos cultu-
de sus fuerzas: su entusiasmo político rales. Dos de sus principales interven-
está todavía intacto, el prestigio de su ciones se refieren a problemas que afec-
obra literaria envuelve toda su actua- tan a la cultura: un proyecto de ley
ción, ninguna discrepancia se ha desli- aclaratorio de un artículo de la Cons-
RODO.—2
34 INTRODUCCIÓN GENERAL

titución en el sentido de que los cate- de Unamuno: «De mi país, nada nue-
dráticos de la Universidad pueden ser vo ni bueno puedo decirle. La guerra ci-
elegidos representantes o senadores (22 vil no es cosa nueva, tratándose de
de mayo de 1902); un artículo aditivo pueblos donde parece haber arraigado
que, al tiempo que acepta la elimina- casi como una diversión ó sport nacio-
ción de la obligatoriedad para la pre- nal. Sin embargo, aunque tal guerra
sentación de tesis universitarias, esta- sea cosa triste, injustificable y vergon-
blece el régimen de concurso para las zosa, y nos perjudique y afrente, he
mejores que se presenten (26 de junio de decir a usted que no considero el
de 1902). Pero sus principales interven- porvenir inmediato de estos países con
ciones pertenecen al terreno político. el criterio pesimista de muchos; creo
Pronuncia un discurso sobre la paz efí- que los males de ahora pasarán; perci-
mera de 1903, en que subraya la nece- bo que, en medio de tantas tribulacio-
sidad de una paz duradera y apunta nes, vamos adelante, aun en lo político
sus condiciones (6 de abril de 1903); in- y administrativo, y veo tanta vitalidad,
terviene activa y decisivamente para evi- y tanta riqueza, y tanta fuerza almace-
tar—ya encendida nuevamente la guerra nada en estas tierras bendecidas por la
civil—que el Ejecutivo exagere las medi- Naturaleza, que tengo por cuestión de
das de censura a la prensa; pronuncia tiempo el triunfo sobre los resabios del
un elocuente discurso a propósito de la pasado y el predominio definitivo de los
necesidad de una reforma de la Consti- hombres de pensamiento sobre los caudi-
tución de 1830 (23 de diciembre de 1904). llos levantiscos. Lo innegable es que,
En todas sus intervenciones actúa con para los que tenemos aficiones intelec-
mesura y elevación. tuales y tendencias a una vida de pen-
La guerra civil de 1904 conmovió pro- samiento y de cultura, resultan, más
que incómodas, desesperantes las con-
fundamente su conciencia. En sus cartas diciones (siquiera sean transitorias) de
privadas, y en otros escritos, quedan tes- este ambiente, donde apenas hay ca-
timonios inmediatos de esta experiencia bida sino para la política impulsiva y
que destruía sus mejores ideales. En anárquica, que concluye por arrebatar
carta de 19 de enero de 1904, escribe en su vértigo a los ánimos más serenos
a su amigo Juan Francisco Piquet; «Ya y prevenidos. Yo no aspiro a la «torre
sabrá usted, al recibir la presente, cuál de marfil»: me place la literatura, quer
es la plácida y bienaventurada situación a su modo, es milicia, pero cuando se
en que nos hallamos los que tenemos trata de luchar por ideas grandes, de
la inefable dicha de vivir en este nue- educar, de redimir. En fin: estoy muy
vo paraíso terrenal. La estupidez de la hastiado de lo que por aquí pasa; y tai
guerra contribuye a hacer el ambiente vez, tal vez, si logro arreglar mis asun-
aún más estrecho y turbio que de cos- tos, no pasará un año antes de que me
tumbre, y centuplica los mil inconve- vaya a oxigenar el alma con una larga
nientes, mezquindades y fastidios de la estadía en esa Europa.» La carta (de la
vida normal de estas Batuecas.» El mis- que se han extraído estos párrafos) está
mo año, agrega en otra carta: «Por aquí fechada en 20 de marzo de 1904. En un
todo va lo mismo: guerra y miseria, borrador de otra carta al mismo (28 de
caudillos y fanáticos, ríos de sangre y septiembre de 1904) dice: «Aquí feste-
huracanes de odio. En todo eso, vida fe- jamos el restablecimiento de la paz, cosa
bril; y en lo demás, muerte y silencio.» tanto más digna de festejos cuanto que„
También evidencian el mismo espíritu como usted dice, nuestras luchas civiles
estos fragmentos de unas cartas a Miguel no son guerras de ideas, ni de altos m-

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i: VIDA Y CARÁCTER.—4: 1905 35
tereses opuestos, sino sólo el empleo femismo patriótico tenemos la benevolen-
semibárbaro de un exceso de actividad, cia de apellidar política» (6 de marzo
más que juvenil, infantil, que es necesa- de 1904).
rio disciplinar y encauzar dentro de la Estas palabras pueden considerarse
civilización y el orden.» como su despedida de la política, o (al
En unas palabras posteriores de su menos) de lo que él mismo llamaba en
discurso de salutación a Anatole Fran- carta a Piquet, de 19 de enero de 1904,
ce (16 de julio de 1909) se reitera la es- su período charlamentario.
peranza en las fuerzas de regeneración Adiós, por ahora.
que operan a pesar de la barbarie y el
caos: «...a pesar del vértigo que nos
ha arrebatado, y aprovechando las tre- 4
guas precarias y luctuosas, hemos aspi-
rado, con incesante y no siempre esté- 1905
ril afán, a saber, a comprender, a ad-
mirar, y también a producir; hemos re- El alejamiento de Rodó de la activi-
construido cien veces los fundamentos dad parlamentaria coincide con la ma-
de cultura arrebatados por el huracán yor crisis espiritual de su vida. Ya su
de las discordias; hemos tendido, en una primer biógrafo habla de ella, aunque
palabra, a la luz, con la fidelidad inque- I señala, con error, causas casi exclusiva-
brantable de la planta que, arraigada en mente políticas. El estudio de sus pa-
sitio oscuro, dirige sus ramas anhelan- peles íntimos permite reconstruir con
tes hacia el resquicio por donde penetra, mayor precisión el origen y desarrollo
pálida y escasa, la claridad del día.» de un conflicto que Rodó padeció mien-
Esta primera experiencia parlamenta- tras escribía las páginas optimistas de
ria concluye, por voluntad propia, en ! Motivos de Proteo. Una de las manifes-
un alejamiento. Aunque reelecto, Rodó j taciones más evidentes de la crisis se
renuncia indeclinablemente (8 de febre- advierte en ios avatares de su proyecta-
ro de 1905). do viaje a Europa. Desde 1903 estaba
En una carta a Juan Francisco Piquet decidido a irse. Durante muchos años
(un poco anterior a su renuncia) escri- ambicionó publicar allí su Proteo. En
be las razones de su apartamiento: uno de los cuadernos preparatorios de
«...la experiencia que mi temporada de dicha obra, y que se conserva en el
politiquero me ha suministrado, me ha Archivo Rodó, se encuentra un proyecto
bastado para tomar desde ahora (o más de carátula así concebido:
bien desde antes de ahora) la resolu-
ción firmísima de poner debajo de mi JOSÉ ENRIQUE RODO
última página de vida parlamentaria un
letrero que diga: «Aquí acabó la pri- PROTEO
mera salida de Don Quijote» y decir ... para los que están de la parte
adiós a la política. de afuera, todo se hace por vía de
»Esto equivaldría casi a decir adiós al parábolas.
país, pues el país nuestro y su política San Marcos, cap. IV, v. II.
son términos idénticos: no hay país
fuera de la política. Todo lo demás es BARCELONA
aquí epidérmico y artificial; lo único 1905
que realmente es propio y natural del
país mismo, y lo preocupa de veras, y Ya desde 1904 se puede documentar
absorbe sus energías, es lo que por eu- con la correspondencia su voluntad de
36 INTRODUCCIÓN GENERAL

publicar la obra en Europa. En carta viaje tan morosamente planeado, deben


a Juan Francisco Piquet (20 de abril apuntarse, en primer lugar, los quebran-
de 1904) expresa: «Lo que sí está de- tos económicos provocados por la ex-
cidido es que Proteo se publicará fuera plotación a que era sometido Rodó por
del país, no bien esté terminado.» Su un grupo de usureros a quienes Pérez
tan acariciado proyecto, qué suponía, es Petit llama vampiros. Otro de sus bió-
claro, un viaje a Europa, se refleja con grafos, Hugo D. Barbagelata, se ha refe-
insistencia, y a través de patéticas fluc- rido también a su precaria situación
tuaciones, en sus cartas a otros corres- económica de entonces: «Fué Próspero
ponsales. Pero es a Piquet, confidente siempre y también Mecenas por ins-
de sus más íntimos proyectos literarios, tantes. Afirman los que fueron sus co-
al que seguramente escribe, en plena legas en el Parlamento uruguayo que
exaltación, estas líneas cuyo borrador cuando iba a la Cámara, a recoger su
preserva en sus irregulares trazos, en sueldo de diputado, éste se hallaba, con
sus espacios en blanco, la extrema ten- frecuencia reducido a una pequeña su-
sión en que fuera compuesto: «-Gloria ma, porque el resto ya no era suyo, sino
in excelsis Deo! ¡ He terminado mi labor! de los dueños de diversos vales que
Con esta fecha envío a la casa Fernan- Rodó había suscrito, con el fin de obte-
do Fe, en Madrid, los originales de Pro- ner dinero para sus gastos particulares
teo—por intermedio de una casa libre- y para otros, mayores, de sus amigos.
ra de esta ciudad. Y para fines del fu- Y de esas liberalidades las hubo que no
turo abril (o del futuro mayo, a más son para contadas.»
tardar, para fines de junio) está com- Pero más que a liberalidad, esas deu-
pletamente resuelto mi viaje al viejo das contraídas por Rodó en su nombre
continente. Iré, primero, por pocos días y como garantía de amigos, se debían
a Madrid—a fin de ver terminada la im- a la confianza depositada en quienes
presión de la obra—, de allí pasaré a no tenían otro interés que el de explo-
Salamanca, a ver a Unamuno; a Oviedo, tarlo. La correspondencia de su Archivo
a ver a Altamira y Posada; a Sevilla, a permite documentar la sordidez de es-
ver a Rueda; a Valencia, a ver a Blasco tos asuntos, la constante apelación de
Ibáñez: todo de paso. Terminaré mi ji- Rodó a la dignidad y honorabilidad in-
ra por Barcelona, sólo a fin de conocer existentes de estas personas (alguna de
Ja tierra de mis abuelos; y de allí, tras ellas, muy íntima), la larga burla a que
brevísima permanencia, me pondré en se veía sometido sin remedio. Las zozo-
Italia—esto será, según calculo, para co- bras que despertaban en él eran inco-
mienzos de julio—y de Italia (dos me- municables a nadie. Rodó reservaba pa-
ses de estadía) en París, donde perma- ra sí, o—contadas veces—para la confi-
neceré cuatro meses; y a Londres, don- dencia de algún apuntamiento íntimo,
de quedaré un mes, hasta marzo de 1906, las torturas que padecía. Uno de los
en que regresaré a mi país para ver có- textos más desgarradores que se conser-
mo están las cosas. Luego, según todas van es éste, escrito en la Biblioteca del
la? probabilidades, regresaré a Europa Ateneo (adonde iba a documentarse pa-
para radicarme definitivamente: desde ra su Proteo): «Hoy, 3 de mayo de 1906,
fines de 1906.» (Por las indicaciones del a la una y media de la tarde, en la Bi-
mismo texto puede conjeturarse que blioteca del Ateneo, donde estudio y
fué escrita a fines de 1904 o a principios trabajo; hoy, día y hora aciagos, con
de 1905, aunque quizá esta última fe- sensación de angustia que no me cabe
cha sea más segura.) en el pecho, después de salir un rato
Entre los motivos que frustraron ese a tomar aire, a moverme para desahogar

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i: VIDA Y CARÁCTER.—4: 1905 37

la nerviosidad que me tiene trémulo; bios, deben mantenerse célibes. Si la mu-


hoy, acumulo en uno todos mis recuer- jer pretende llegar al nivel del soñador
dos de este año terrible, en que no ha o del sabio, nunca habrá mesa servida
habido para mí un día de paz, de tran- en la casa; y si quiere mantenerse ex-
quilidad, de despreocupación; en que traña a los sueños o a la ciencia, ella
TÍO he tenido un respiro en el temor morirá de aburrimiento o matará a dis-
constante, en la convulsión agónica de gustos a su marido.» Estos o parecidos
una perpetua amenaza suspendida so- argumentos, confirmados por su actitud
bre la cabeza; en que he derramado general, fomentaron la creación de una
más lágrimas quizá que en todos los leyenda que a él mismo no debía de
demás años ele mi vida; acumulo en disgustar. Aunque haya que proclamar-
uno todos los recuerdos feroces, y mi la falsa en el detalle, tal vez no lo sea
conciencia los considera, y los ve enor- en lo esencial. Y hasta es posible creer
mes como pena, enormes como casti- que Rodó nunca tuvo relaciones íntimas
go, y no sabe qué hacer para que, aun- con ninguna mujer de su clase.
que sea a costa de sangre de las ve- También su trato con amigos y cono-
nas, esto tenga un término...» cidos se resintió en esta época por una
Es posible suponer que a las angustias cierta frialdad. No era impuesta por la
económicas se sumaban en Rodó otros vanidad ni por una falsa concepción de
motivos de aflicción y dolor. Nada (o su misión literaria. En las relaciones
casi nada) ha trascendido de su vida ín- convencionales de la sociedad, Rodó era
tima. Vivió siempre en la severa casa de exquisita amabilidad; jamás discutía,
familiar, junto a su madre y a sus her- y cuidaba mucho de no parecer supe-
manos, también solteros. No se le cono- rior en talento o erudición a su interlo-
cieron amores ni amoríos en la edad cutor ocasional. Uno de sus discípulos
madura. Fué siempre reservado hasta el lo presenta con estas palabras: «Aman-
hermetismo. En su papelería han apare- te de la buena mesa, charlaba en ella
cido testimonios de relaciones privadas con amenidad de mil tópicos distintos:
que, tal vez, no ignorasen sus íntimos. políticos, científicos, literarios o socia-
Pero no modifican sustancial mente el les, y no se preocupaba de que los que
cuadro ya esbozado sin ellas. Rodó no lo escuchaban o los que rebatían sus
conoció la gran pasión amorosa que for- opiniones fuesen o no hombres de le-
ma y orienta la vida del hombre. Si tuvo tras. En el restaurante o en el café no
amores, fueron del tipo de aquellos ado- hizo distingos entre camaradas, y posi-
lescentes que pertenecen más a la lite- blemente fué en esos lugares en donde
ratura epistolar que a la vida, o cono- su imaginación menos trabajaba. Fuma-
ció, ya en la virilidad, esas relaciones ba un cigarrilío en cada comida, bebía
puramente sensuales que no enriquecen agua mineral después de ía cena, y por
al hombre y que él ocultó celosamente. la noche frecuentaba pocos teatros y
Su timidez, su natural pudor, la posi- conciertos. Tampoco era muy afecto a
ción destacada que ocupó desde joven las visitas; no por falta de educación,
en la sociedad montevideana, explican la sino de tiempo.»
discreción extrema con que manejó es- Pero esta misma sencillez iba unida
tos asuntos. A tal punto consiguió bo- a una reserva de todo lo que fuese ver-
rrar sus huellas, que pronto se formó—y dadera intimidad. Pérez Petit ha contado
todavía persiste—la leyenda de su miso- que «en los largos años de trato, ni una
ginia. Conocida es la respuesta que dio sola vez pude verle en su cama cuando
a un amigo que lo interrogaba sobre su alguna dolencia le obligó a guardarla;
soltería: «Los soñadores, como los sa- iba yo a su casa para interesarme por su
38 INTRODUCCIÓN GENERAL

salud, y me hacía decir por algún miem-1 sión perdurable de tristeza y soledad, de
bro de su familia cómo seguía y lo que i aislamiento afectivo, de incomunicación
deseaba. Dijérase que se avergonzaba de j personal directa. En este período de su
hallarse enfermo o que quería sustraer j vida, Rodó aparece como enmurallado
a todos el espectáculo de su dolor». Este en sí mismo. No hostil, sino ensimisma-
pudor, extendido hasta las zonas más ex- do, y también herido. Porque él mismo
puestas de su ser, habría de conducirlo i supo decir con rotunda frase: «La so-
en Italia a un enclaustramiento y disimu-j ledad es escudo diamantino, sueño re-
lo de su enfermedad que resultó fatal, j parador, bálsamo inefable, en ciertas si-
Muy pocos de los que fueron sus ami- j tuaciones del alma y por determinado
gos y compañeros de la juventud siguie- j espacio de tiempo. Pero como medio úni-
ron frecuentándolo; se convirtieron, en j co y constante de asegurar la plenitud
realidad, en conocidos ocasionales, con j de la personalidad contra las opresiones
los que Rodó hablaba en la calle, o en j y falacias del mundo, marra la soledad,
la redacción de un periódico, o en una porque le faltan un instrumento eficací-
librería, y a los que jamás franqueaba simo con que desenvolver el contenido
su retiro. Su apartamiento, su mismo de nuestra conciencia: la acción, y una
desaliño externo, alimentaron también preciosa alianza a quien fiar lo que no
otra leyenda, a la que se ha referido logre consumar de su obra: la simpatía.»
(para negarla) Pérez Petit: la de su dip- Con enorme fuerza de voluntad supo
somanía. Otros testimonios coinciden en Rodó sobreponerse a esta crisis y conti-
asegurar que Rodó bebía, aunque insis- ¡ nuó laborando su Proteo. Acostumbraba
ten siempre en el cuidado con que in-' trabajar en la Biblioteca del Ateneo, en
tentó ocultarlo. ] la que (según se cuenta) llegaba a ence-
Acostumbraba pasear solo por la ciu- ¡ rrarse con llave, transformándola así en
dad, hacer una larga recorrida en el tran- biblioteca privada; escribía también en
vía de caballos; tal vez meditar junto ¡ una quinta de la Avenida Buschental, en
al mar que la bordea. En muchas pági- el Prado, lejos de la agitación ciudadana.
nas se ha referido al mar; lo ha exalta- «Concurría a él por la tarde únicamente
do; ha dicho su mérito: «gran confiden- (escribe su biógrafo Pérez Petit) y traba-
te de tristes y reconcentrados»; ha de- jaba hasta declinar el día. Escribía si
clarado, con ímpetu lírico: «Tengo el estaba en vena; si no, que era lo menos
sentimiento del mar. Esas afinidades ins- frecuente, salía a caminar por los alrede-
tintivas con las cosas de la Naturaleza, i dores, buscando ex profeso los parajes
esas misteriosas simpatías que parecen i más solitarios, en la vecindad del arroyo
recuerdos de una existencia elemental, no Miguelete.» En esa quinta, entre 1904 y
me hablan de mi fraternidad con la mon- 1907 redactó sus Motivos de Proteo,
taña abrupta, ni la tendida pampa, ni Parece marcarse una clara contradic-
otra de la duras formas de la tierra, sino ción entre la experiencia angustiosa del
de mi fraternidad con las inmensas y hombre Rodó y el optimismo que refleja
ondulantes aguas, con el errabundo ser í el escritor Rodó, particularmente en su
de la ola. Abro el pecho y el alma a este j Proteo. Tal aparente contradicción ha
ambiente marino; siento como si mi sus- sido explanada por él mismo en unos
tancia espiritual se reconociese en su J textos, redactados seguramente con al-
centro.» Y ha puesto bajo la invocación gunos años de intervalo. Uno pertenece
de Proteo («numen del mar», como él a un artículo periodístico de 1915 (4 de
mismo dice) su obra más perfecta y re- diciembre) y dice así: «Pasa colectiva-
veladora. mente como en lo que se refiere ai ca-
Del cuadro general surge una impre- j rácter que cada autor infunde en sus es-

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Rodó. Caricatura de «Cao», publicada en «Caras y Caretas», Buenos Aires,
3 de abril de 1909.
40 INTRODUCCIÓN GENERAL

critos: la parte de personalidad puesta sol, irguiéndome en toda mi talla para


en transparencia por ía obra no es siem- \ que los otros náufragos que luchan me
pre la misma que el hombre manifiesta j viesen.»
en la sociedad y en la acción, sino, con j Es posible, sin embargo, una explica-
mayor frecuencia, otra más íntima, tal; ción que ahonde más en la compleja na-
vez contradictoria con aquélla, y que ¡ turaleza psicológica de Rodó. Él mismo
busca el regazo de la fantasía para tre- \ ha dejado una clave transparente en los
gua y olvido de la realidad.» Comple- i papeles preparatorios de Proteo que se
mentario del mismo punto de vista es custodian en su Archivo. Allí hace fre-
esta frase de 1916: «La imaginación es cuentes alusiones a lo que llama el esta-
el desquite de la realidad, y (...) lejos do glauco. Una glosa de Baudelaire le
de quedar constantemente impreso en facilita esta descripción: «Días hay en
las páginas del libro el ánimo acciden- que nos despertamos con un genio juve-
tal, ni aun el carácter firme de quien lo nil y robusto. Apenas despiertos, se nos
escribe, es el libro a menudo el medio presenta el mundo exterior con enérgico
con que reaccionamos idealmente contra ; relieve, con una claridad de contornos y
los límites de nuestra propia y personal una riqueza de colorido admirables. El
naturaleza.» mundo moral, lleno de esplendores nue-
El otro texto arriba aludido ha sido en- vos. El hombre favorecido con esa beati-
contrado, inconcluso, entre sus papeles ' tud, por desgracia rara y pasajera, sien-
inéditos: «Cada uno de mis motivos es- tese a la vez más artista y más justo; en
peranzados es la sanción de una previa suma: más noble. Pero lo más extraño
e intrincada lucha interior con la deses-; en ese excepcional estado del espíritu y
peranza y el pesimismo. De manera que de los sentidos (que no dudo "en llamar
los que ofrezco cuajados de admonición paradisíaco, comparándolo con las den-
y arte son los momentos excepcionales, sas tinieblas de ía vida normal) es que
no los momentos normales, que son, en no ha sido creado por ninguna causa
mí como en todos, de duda y a veces de bien visible y fácil de definir. Parece ve-
desesperación. Ofrezco a los demás la nir de un poder superior e invisible, su-
manera como triunfo de mí mismo en perior al hombre. Esa condición anormal
la lucha. No se ve la pirámide de som- del espíritu es una verdadera gracia,
bras que hacen el sustentáculo, sino sólo cual un mágico espejo donde se incita
el vértice de luz con que ella se corona al hombre a que se vea hermoseado, tal
en el relámpago de la victoria. No se ve como debiera ser. Es una especie de ex-
el pecho negro del pájaro; se ve la plu- citación angélica. No tiene síntomas pre-
ma blanca del pájaro negro. Son los mo- cursores ese estado encantador y par-
mentos triunfales, los grandes—los que ticular en el cual se equilibran todas las
deben.., Tenemos que hacer como ios fuerzas; en el que la imaginación, aun
marinos: perdidos sobre el mar, animar- cuando pasmosamente enérgica, no arras-
nos unos a otros en medio de la tem- tra en pos de sí al sentido moral a pe-
pestad deshecha. (...) Cuántas veces, en ligrosas aventuras; en el que una sensi-
momentos de desesperación o de duda, bilidad exquisita no se ve ya atormen-
no me ha ocurrido pensar: ¡No! !Esa tada por nervios enfermos..., etc. Ese
confianza y esa fe que prediqué no son estado maravilloso no tiene síntomas pre-
mías! Pero braceando para dominar la monitorios. Es imprevisto como un fan-
ola negra, sofoqué para los demás el gri- tasma. Esa agudeza del pensamiento, ese
to de mi cobardía hasta encaramarme entusiasmo de los sentidos y del espíri-
otra vez sobre la roca, y allí, de nuevo, tu. El hombre busca en la embriaguez
lanzar el °rito de triunfo v el saludo al la reproducción ficticia de ese estado...»

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Í||ff

1 PR#

jRorfd. Caricatura por «Carolus» [Hermenegildo Sábat], con motivo de la desig-


nación de aquél para la presidencia del Círculo de la Prensa, Montevideo,
14 de abril de 1909.
42 INTRODUCCIÓN GENERAL

Rodó a los treinta y ocho años.

Un cotejo de este resumen con el texto la embriaguez la reproducción ficticia de


de Baudelaire (Les varadis artificiéis: ese estado...»), que se enlaza con otra
I, Le poéme du Haschich; 1, Le goüt de anotación del mismo cuaderno Azulejo:
l'infini) permite advertir que Rodó omi- «Al tratar de la transformación por la
te toda referencia al haschich y conserva bebida: ¿Qué te parece, Glauco, de esta
sólo lo que puede aplicarse igualmente al explicación psicológica del vicio de be-
vino; de aquí la importancia de la última ber?» Aunque la nota no dice más, es
frase de su glosa («El hombre busca en evidente que alude al texto invocado de

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i: VIDA Y CARÁCTER.—4: 1905 43

Baudelaire. Del mismo orden es la refe-! zumo de áspera , demasiada niebla


rencia que se encuentra en el cuaderno ' de ...» (El pensamiento queda, otra
sobre Nietzsche, el vino y la transforma-1 vez, en suspenso, como un acorde.) O
ción de la personalidad. El análisis que ; cuando afirma: «Glauco palidece. Cada
el filósofo alemán hace del estado dioni- vez se manifiesta más pálido en mi es-
síaco en su Origen de la tragedia fué, sin píritu.» También busca definir las rela-
duda, consultado por Rodó. Todas estas ciones entre ese estado glauco y el habi-
indicaciones permiten iluminar de una, tual: «Mi estado normal y mi estado
manera distinta su actitud íntima y faci- glauco son como un mismo verso, pero'
litan una clave que no debe desatenderse. recitado con distinta entonación y rit-
Mo son las únicas. mo»; «en el estado glauco: es como la-
En otras páginas del cuaderno Azulejo elasticidad del alma lo que se recobra.»
se encuentran nuevas precisiones sobre Otro texto, que titula La vela, explana
el estado glauco. Una de ellas dice: ese entusiasmo, esa suerte de sereno
«Glauco es una tendencia de mi natura- frenesí, que encierra el estado glauco:
leza depurada de sentimientos contra- «No sé por qué, pero hay un objeto en-
rios a ella, que con ella luchan en mi tre los de la antigüedad que me predis-
estado normal y forman parte de mi ca- pone más fácilmente que otros ai estado
rácter afectivo.» Y otra vez: «Admiro a glauco, y es la imagen de las galeras an-
Montaigne, sobre todo, por lo que tiene I tiguas, con la graciosa vela curva cor-
cié Glauco, de griego, de... Pero lamen-! tando el viento. (...) Cuando la veo en
ío que no crea con .» (La frase y el | los cuadros de , en las estampas
ejemplo quedan en suspenso.) Escribe ¡ de , me parece que mi alma se le-
asimismo esta confidencia reveladora: ! vanta como una ola para recogerlas so-
«Glauco, un pagano. Y algo de persona- \ bre sí. Experimento el furor griego.»
lidad pagana se mezcla a cada uno de I Entre las páginas de lo que sus fami-
nosotros, aunque sea en rasgos fugaces,'" liares llamaron Últimos Motivos de Pro-
y no como en mí, en forma de subper- teo (1932), se recoge una en que Rodó
sonalidad que a intervalos reaparece, in-1 opone este estado de fugitiva felicidad
dependizándose. Sainte-Beuve decía: ü\ al otro, más oscuro y taciturno, que tam-
y a du Montaigne en chacun de nous. , bién posee a su alma. «Este es Glauco,
(II, 412, Port-Royal.h Al margen del jovial y pasajera sombra. ¿No podría él,,
mismo texto anota Rodó: «(Esto hay mediante una acción sistemática de mí
que decirlo de paso).» La anotación pue- voluntad, en el sentido de a los lla-
de ser, algunas veces, apenas una indi- mados que lo evocan, a las condiciones
cación para futuros desarrollos, como j que le son propicias, conjurando cuanto
cuando apunta: «(Glauco contrarío al ! lo ahuyenta y desvanece; no podría él.
Cristianismo).» Otras veces, el contenido ; dominar un día en mi alma, único y
está casi totalmente expuesto: «(Qué las-1 continuo, hasta donde puede serlo, den-
tima que Montaigne, que me es tan sim- ¡ tro de nuestra complejidad, la tendencia
pático—i sobre todo por lo que tiene de i fundamental de la persona? Tal vez...,
Glauco!—, no crea en esta posibilidad mas yo quiero también para mi alma
de renovación continua.) ¡Cuánto ama aquella parte de mí que no es Glauco,
Glauco a Montaigne!» Porque en él están la claridad, la paz y
Las oscilaciones del estado glauco es- la armonía; pero en la austeridad, en la
tán también indicadas: «Pero el estado sombra, que en el alma quedan fuera
glauco no se prolonga mucho tiempo. de su cerco de luz, hay manantiales y
En este vaso que soy yo hay demasia- veneros para los que él no sabe el paso...
do escepticismo y literatismo, demasiado i Allí nutre sus raíces el interés por el sa-
44 INTRODUCCIÓN GENERAL

grado e infinito Misterio; allí brota la de América. El Rodó que emerge de este
vena de amor cuya pendiente va a don- estudio es no sólo más patético y tem-
de están los vencidos y los míseros; allí bloroso; es más completo y verdadero.
residen la comprensión de otra beldad
que la que se contiene en la Forma, y
la tristeza que lleva en sí su bálsamo, y
cuyos dedos son mejores que la dulce-
dumbre del deleite.,. ¡No; no tienes tú
toda la razón, oh luminoso y sereno 1906-1914
huésped mío, oh pagano que resucitas
en mi alma; y aunque con tu presencia Una polémica—la única que Rodó sos-
me hagas columbrar la gloria de los dio- tuvo largamente—vuelve a colocarlo en
ses, yo quiero que dejes lugar dentro el primer plano de la atención pública.
de mí para las melancolías de que no En 1906, el doctor Eugenio Lagarmilla
sabes, para las inquietudes que no com- había presentado a la Comisión Nacio-
prendes, para las fuentes de amor que te nal de Caridad una moción en que se
son desconocidas!» solicitaba el retiro de emblemas de cual-
Todos estos textos apuntan—a pesar quier religión positiva de las casas de-
de su condición fragmentaria y aun in- pendientes de dicha Comisión, La medi-
forme—a una esencial dualidad de la na- da propuesta fué aceptada, y esto se tra-
turaleza rocloniana, dualidad que él no dujo prácticamente en el retiro de los
i n t e n t a b a superar, sino agotar en sus crucifijos de las salas de hospitales. La
extremos de d i c h a y dolor. Un largo sociedad montevideana se conmovió. En
aprendizaje del dolor parece su aventu- una carta abierta (que se publicó en La
ra interior de los últimos años, un apren- Razón, 5 de julio), Rodó censuraba esta
dizaje del dolor para él, reservado para medida. Pocos días después, el doctor
su confidencia íntima y apenas desarro- Pedro Díaz pronunciaba una conferencia
liado en los textos que sus familiares sobre el debatido tema y replicaba los
conceptos vertidos en dicha carta, Con-
comunicaron. Sumergido en la duda y tra su costumbre, Rodó no permaneció
en la soledad, anegado por la tristeza, callado, y en una serie de artículos ex-
Rodó se niega a dar rienda suelta a la planó sus Contrarréplicas; con ellas com-
pena, a cultivar su duelo y (como acon- puso luego su librito Liberalismo y Jaco-
sejaba ya el fuerte Püidaro) se sobrepo- binismo. En sus artículos no sólo refu-
ne, lucha, tiende a recrear, así sea en taba Rodó a su ocasional contendedor;
el entusiasmo de la creación literaria, también desarrollaba con entera ampli-
ia felicidad del estado glauco: esa sere- tud el tema de la verdadera significación
nidad griega que transmite a su prosa de la figura de Cristo. La repercusión de
el aura marmórea, intacta. la polémica en los medios intelectuales
El estudio detenido de su vida y de o religiosos, y hasta políticos, fué gran-
sus textos íntimos despeja por completo de. Rodó pareció entonces el campeón
la falsa imagen circulante de un Rodó de un liberalismo generoso y tolerante.
estatuario, frío e insensible en anticipado La preparación de Proteo u otras acti-
bronce. Demuestra qué combates debió vidades complementarias no impidieron
de librar para alcanzar en su obra una su colaboración en algunas importantes
serenidad y un equilibrio, una objetivi- publicaciones literarias de América. Du-
dad que no nacía de ia indiferencia, para rante el año 1907, acepta la colaboración
ofrecerla como la mejor lección al mun- literaria en La Nación, de Buenos Aires,
do desordenado, agónico de su patria y uno de los más importantes de ios perió-

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Carta de Rodó a Juan Ramón Jiménez. Montevideo, 11 de septiembre


de. 1909.
46 INTRODUCCIÓN GENERAL

dicos de habla hispánica y que anuncia posibilidad: la de que él mismo haya


su incorporación en los más aitos tér- sido el involuntario responsable de la
minos. pérdida. Ahora parece bastante difícil
Su primera contribución es un exten-1 resolver el punto. Puede suponerse que
so estudio sobre la antología de La jo- este incidente debe de haber suscitado
ven literatura hispanoamericana, publi- en Herrera y Reissig un nuevo encono
cada por Manuel Ügarte (París, Armand contra Rodó.
Colín, 1905). La Nación misma subraya El mismo año, el rector de la Univer-
la importancia del texto con estas pala- sidad, don Miguel Lapeyre, le ofrece por
bras: «Rodó ha elegido para su estreno segunda vez la cátedra de Literatura,
en estas columnas un tema que, aparte pero Rodó no acepta. Contra lo pensado
de su propio mérito, tiene el de permi- y escrito unos años antes, ha resuelto
tirle hacer una interesante excursión por reanudar su actividad parlamentaria, em-
el campo de las letras hispanoamerica- prender la segunda salida. En el borra-
nas.» En su artículo, apunta el crítico dor de una carta a Baldomero Sanín
las reservas sobre el decadentismo y or- Cano se encuentra un comentario sobre
dena algunos nombres de inexcusable este reingreso a la actividad política:
presencia en todo recuento de valores «Ve usted de lejos el ambiente en que
contemporáneos de América (que el an- vivo y trabajo, y por eso propende a
tologista precipitadamente omite) y exa- extremar la diferencia entre este medio
mina los fundamentos de esta literatura. y el que a usted ha tocado en suerte.
Su análisis provocó una respuesta bas- Para la desinteresada tarea intelectual,
tante agria, y en general injusta, de estas comarcas del Plata todavía son tie-
Ugarte, a la que Rodó contestó con el rra de infieles: créalo usted. Es claro
silencio. (Ei artículo está recogido en que ei engrandecimiento material y eco-
El mirador de Próspero, 19J3, bajo el tí- nómico, por el hecho de ensanchar el
tulo Una nueva antología americana; se [ escenario, favorece la expansión de to-
comenta más extensamente en esta mis- [ das las actividades, y entre ellas la in-
ma Introducción, II, 2.) ¡ telectual; pero no en ía proporción que
Su actividad literaria se extiende a j desearíamos, ni mucho menos. Los que
otros campos. Rodó debió de integrar | trabajamos en obra desvinculada de los
(con Pérez Petit y Elias Regules) el Ju- intereses y pasiones del momento, he-
rado del concurso de obras teatrales en mos de hacerlo con intermitencias, apro-
un acto organizado por el Conservatorio vechando las treguas que nos consiente
Labardén, de Buenos Aires. Según Pérez la inevitable y celosa política. Escríbole
Petit, la calidad de las obras era tal, precisamente en momentos en que mis
que Rodó llegó a decir: «...si las hace- amigos me han hecho de nuevo diputa-
mos representar todas, nos matan.» Un do..., y como primer sacrificio en los al-
enojoso incidente contribuyó a volver tares de la política he colgado de la es-
memorable esta competencia. Julio He- petera mi pluma de corresponsal litera-
rrera y Reissig había enviado al concur- rio de La Nación, hasta que el ánimo
so una pieza titulada La sombra, que no se me alivie del peso de tantas y tan
alcanzó a ser juzgada porque se perdió j poco áticas preocupaciones como trae
el único ejemplar enviado. Pérez Petit j consigo el respirar ei aire de los clubs y
adjudica la responsabilidad de tal per-! las asambleas populares. Quizá no es us-
dida a Rodó, a quien (por otra parte) ted ajeno a esa fatalidad de la vida sud-
presenta como desaprensivo en el cum-1 americana que nos empuja a la política
plimiento de sus deberes como jurado. j a casi todos los que tenemos una pluma
De su relato surge, sin embargo, otra ¡ en la mano. Y yo no considero esto en-

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i: VIDA Y CARÁCTER.—3: 1906-1914 47

teramente como un mal. Todo está en Grito de Asencio, uno de los episodios
que no nos dejemos despojar de nues- primeros de la revolución de la inde-
tra personalidad (...) Aceptemos nuestro pendencia; exención de impuesto al libro
destino. En cuanto a mí, la relativa per- extranjero; adiciones importantes al pro-
severancia de mi labor consiste en que yecto de Carlos Roxlo sobre la propiedad
la forja de la vocación se me impone literaria. Participó también activamente
de tal modo, que no hay en mi vida mi- para conseguir una pensión que permi-
nuto de tregua y paz que no vuelva, co- tiese a Florencio Sánchez, primer dra-
mo por sí mismo, hacia el polo de las maturgo uruguayo, ir a Europa. La in-
letras.» (El borrador está fechado en 3 tervención directa de Rodó en el pro-
de diciembre de 1907.) yecto (que firma conjuntamente con
En 1908 es electo diputado. Su segunda diputados de distintos sectores políticos)
legislatura se extiende de 8 de febrero la reconoce y documenta el propio Sán-
de 1908 a 4 de febrero de 1911. Su acti- chez en una carta a su primo, don Joa-
vidad se concentra principalmente en quín Sánchez Carballo: «Rodó presenta-
problemas culturales: subvención para rá la semana próxima probablemente un
que pueda erigirse un monumento al proyecto por el que se me acuerda una

Rodó en las cumbres (cordillera de los Andes), en su viaje a Chile como delegado del
Uruguay ante las fiestas del Centenario de la Independencia de aquel país, con el coronel
Jaime Bravo (a su derecha) y el poeta Juan Zorrilla de San Martín.
20 de septiembre de 1910.
48 INTRODUCCIÓN: GENERAL

pensión de doscientos pesos por dos rrespondencia coetánea hay huellas elo-
años. Irá firmado por un grupo de cuentes del interés con que vigilaba el.
diputados blancos y colorados de los desarrollo de estos movimientos y de
más representativos y tengo la seguridad las palabras de aliento que siempre en-
casi de que se vote por unanimidad.» contró para sus organizadores. En carta
El proyecto no fué aprobado, y el presi- a Enrique Pérez (2 de abril de 191.2) es-
dente Williman decidió enviar directa- cribe, por ejemplo: «Como testigo pre-
mente a Florencio Sánchez a Europa. sencial del primero de esos congresos,
En el terreno político, la actividad de puedo dar fe del ambiente de anima-
Rodó fué menor, aunque no debe dejar- ción y de entusiasmo en que se desen-
se de subrayar su elocuente discurso al volvió, presentando a los ojos de los
presentarse en la Cámara el Tratado con que aplaudíamos las generosas expan-
el Brasil sobre el condominio de las siones de aquella juventud, como una
aguas de la laguna Merim, por el que se anticipada imagen de esa patria latino-
rectificaba algún abuso de la anterior j americana con que soñamos para el por-
política imperial. Pero si su actuación venir los que creemos que las fronteras
externa no parece muy importante, es internacionales no han de prevalecer
indudable que para los hombres de su eternamente, sobre la natural e históri-
partido Rodó empieza a señalarse como ca unidad de estos pueblos.»
una de las figuras más interesantes e Este mismo año de 1908 es electo pre-
independientes. Sin confundirse nunca sidente del Círculo de la Prensa, enti-
con los incondicionales de Baüle, en dad de carácter social que agrupa a los
más de una oportunidad aparece Rodó periodistas de la capital, con prescinden-
vinculado expresivamente a esta candi- cia de los matices políticos que repre-
datura que ya se empieza a preparar. senten. En su discurso (14 de abril de
En una carta abierta, que publica El 1909), Rodó expresa su alegría de ver re-
País, traza Rodó un cuadro de las últi- unidos allí a representantes de todos los
mas décadas de la política nacional y diarios y apunta el significado gremial
realiza un análisis mesurado y elogioso del Círculo,
de la gestión de Batlle en su primera En 1909 publica, por fin, los Motivos
presidencia. de Proteo: una selección de la obra en
La actividad política marca sólo un que venía trabajando desde fines de si-
aspecto de este período de su actuación , glo y a la que dedicó todos sus ratos de
pública. Participa con su adhesión en el j ocio en ios últimos atareados años. Aun-
primer Congreso Internacional de Estu- que por su propia índole no alcanza este
diantes Americanos, que por iniciativa libro la súbita y enorme popularidad de
de 3a juventud universitaria del Uruguay Ariel, el nombre de Rodó basta para ago-
se reúne en Montevideo, 1908; cuando tar en pocas semanas la primera edición
pasan por esta ciudad los congresistas y poner en prensa una segunda, que se
al segundo (que tuvo su sede en Buenos publica en 1910. Como pensador y como
Aires y en 1910) participa como orador | estilista, alcanza Rodó en esta obra el.
en el acto de homenaje realizado en el | primer rango entre los escritores de ha-
Club Uruguay cié 24 de julio. De alguna i bla hispánica.
.manera estos congresos, y otros que ha- Nuevas actividades vienen a aumentar
brían de continuarse realizando en los su prestigio. Aunque fracasa una misión,
distintos países americanos, reflejaban al Brasil con motivo de la firma del
una aspiración que Rodó había explaya- j Tratado sobre la laguna Merim (Rodó
do Y canalizado—con tanto entusiasmo— \ debió integrarla y ya tenía esbozado su
er¡ las páginas ele su Ariel. En su co- i discurso, de!, que redactó las páginas so-

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i: VIDA Y CARÁCTER.—5: 1906-1914 49

bre Ibero-América), obtiene casi de in- j espíritu y que va contaminando cuan-


mediato una distinción tal vez más im- | to piensa y hace, inicia Rodó en 1911
portante. Es enviado, con el poeta Zo- su tercer período parlamentario—el últi-
rrilla de San Martín y el coronel Jaime mo—, En este período su posición po-
Bravo, como representante uruguayo, a lítica se definirá completamente. Impul-
las fiestas del Centenario de ía Indepen- sado por las circunstancias o por el
dencia chilena. Zorrilla ha contado el juego azaroso de las posiciones perso-
efecto visible de la popularidad conti- nales, Rodó se enfrentará a las aspira-
nental de Rodó: «Yo puedo y debo re- ciones (y las ambiciones) de quien fuera
petir lo que yo mismo oía, lo que oían hasta entonces, y a pesar de discrepan-
mis propios oídos, cuando, en el desfi- cias de momento, su orientador: Batlle.
le, en medio de aquel pueblo, de otras La gestión de Rodó es enorme. Su
dignas y suntuosas embajadas, pasaba la actividad cultural no decae, pero se ve
nuestra menos numerosa... «Es la emba- : anchamente superada por la política y
jada del Uruguay...—decían los hombres aun la social. El Uruguay entraba en-
y las mujeres—. ¿Cuál es Rodó? ¿Cuál tonces en un período de agitación obre-
es Rodó?» En el Congreso de Chile pro- ra, de la que se encuentra elocuente eco
nunció Rodó (17 de septiembre de 1910) en una de las cartas a Juan Francisco
un discurso que pronto se hizo famoso. ; Piquet (23 de mayo de 1911): «En estos
Proyectaba allí, en plena madurez de su momentos soplan por nuestra tierra ai-
pensamiento y con optimismo no alcan- res de tormenta, no por la consuetudina-
zado aún por la amargura de sus últi- ria inquietud política, sino por la agita-
mos años, la esencia de su concepción ción social, que, tomando origen en una
americanista. E! discurso era una profe- huelga de guardatrenes, provocó luego el
sión de fe y una bandera. paro general, con sus consecuencias en
Hacia eí final de su segundo período la vida económica de la ciudad y sus
parlamentario, el país se ve conmovido consiguientes repercusiones de agravios,
por dos nuevas intentonas revoluciona- rencores y alarmas. La oposición culpa
rias que fracasan. En una carta a Hugo a Batlle de fomentar estos disturbios se-
D. Barbagelata (15 de enero de 1911), misocialistas, y la gente conservadora
Rodó deja expresado en forma categóri- rezonga. Comoquiera que sea, son pre-
ca su repudio de esta forma de desgo- i feribles estas conmociones de la ciudad
bierno: «Desgraciadamente es cierto que { a las inveteradas de campaña, sobre la
la situación interna de nuestro país si- i base del gauchaje montonero. Pero lo
gue siendo crítica por la amenaza de la I preferible en absoluto es la quietud y la
guerra civil, desvarío mil veces deplora- | paz que tanto ha menester nuestro pue-
ble, contra el que no sé si resultarán : blo y que nunca ie es dado disfrutar.»
eficaces los consejos de la razón y el | Importa sumar a este testimonio otro,
patriotismo. La guerra civil no es nunca ' más perdurable, que destacó el mismo
solución; y aunque deba reconocerse la ! Rodó: eí minuciosísimo informe sobre
parte que a cada uno corresponde en las el Trabajo Obrero en el Uruguay (de 15
responsabilidades de esta gran crisis, de mayo de 1908) quo incorporó, con re-
ninguna responsabilidad mayor y más toques, a la colección de sus escritos
abrumadora que la de ensangrentar el misceláneos: El Mirador de Próspero
país y deprimir su crédito, sin ningún (.1913), Allí se refleja su actitud ante el
resultado auspicioso para su desenvolvi- j problema social, sus íntimas resistencias
miento político y su formación moral.» frente al «gran rugido que se levanta»,
Con esta nota de desaliento, que se como dice en una apuntación inédita de
va filtrando cada vez más hondo en su su Archivo. Allí fundamenta una actitud
50 INTRODUCCIÓN GENERAL

comprensiva y conservadora, que trata bía pasado una temporada en Suiza, es-
de limar injusticias, pero no fomenta tudiando su sistema de gobierno) inten-
ias posiciones extremas ni las máximas tó preparar el terreno para una refor-
reivindicaciones proletarias. ma de la Constitución que sustituyera
Toda esta actividad social y cultural el Ejecutivo unipersonal por un Gobier-
{que incluye una ardiente defensa de Zo- no Colegiado. Rodó lucha en la oposi-
rrilla de San Martín con motivo de su ción colorada En la Cámara y en la
obra La Epopeya de Artigas) debió de prensa luchó por una reforma de la
realizarse mientras Rodó mantenía una Constitución que no implicara un cam-
de las más enconadas batallas de la his- bio tan radica] en la estructura políti-
toria parlamentaria del Uruguay. Poco ca del país. Buscó una reforma gra-
a poco, Rodó se había ido separando de dual, escalonada y que fuera preparan-
la política de Batlle. En 1910 era toda- do al elector. De la importancia que
vía partidario de Batlle, como lo de- concedía a este conflicto político da fe
muestra su carta abierta a El País. En el borrador de una carta a Juan Anto-
191 í se suma a la fracción antibatllista nio Zubillaga de 21 de diciembre de 1911:
dentro del Partido Colorado. ¿A qué obe- «No le había contestado, esperando te-
clebe este cambio de actitud? Es difícil ner tiempo para acceder a su pedido;
sintetizar en poco espacio y con absolu- pero no sé si usted sabe que estamos
ta objetividad este tema tan controver- en plena agitación parlamentaria y li-
tido. Baste apuntar las más evidentes diando una batalla de importancia con
discrepancias ideológicas. motivo de la reforma constitucional. Me
Al ascender por segunda vez a la Pre ha tocado ser el leader de la representa-
sidencia de ia República, Batlle (que ha- ¡ ción proporcional contra el proyecto gu-

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Pensamiento autógrafo de Rodó. Dice así: '.'.El tesoro del recuerdo: En la adoles-
cencia y l.-1 juventud, cuando todavía no leñemos pasado, no cuidamos [interceda:
ios recuerdos del bien; no...'] de asegurar en la memoria este tesoro que luego
perfumaría nuestra vida. Todos debíamos escribir ei <: alario intime-» de ias cosas
bellas y guardarlo 10 ó 20 años como un buen vino,» Archivo Rodó.
Biblioteca Nacional, Montevideo.

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i: VIDA Y CARÁCTER.—5: 1906-1914 51

bernista, y tengo que intervenir diaria-1 en todos los frentes. Desde su escaño
mente en el interesantísimo debate que en el Parlamento, desde sus columnas
envuelve además otros puntos, como el periódicas, en discursos pronunciados en
de la ratificación, etc., en que también actos públicos de distinta índole, en su
me dispongo a intervenir. Es una cues- correspondencia pública o privada, Ro-
tión que interesa mucho a la opinión y dó aparece entregado a la faena de com-
en que, como le digo, el esfuerzo está batir a Batlle y a sus proyectos de Ye-
en gran parte a mi cargo.»
Rodó no consiguió el triunfo de sus
ideas. Pero se granjeó la terrible ene-
mistad de Batlle. En la prensa de la
época se recogen ecos de la extrema ten-
sión en que se desarrolló el debate par-
lamentario. Se llegó a asegurar que el
Presidente había establecido nítidamente
que quienes no votaran su fórmula re-
formista serán considerados enemigos.
Rodó no sólo no la votó, sino que inter-
vino activamente para demostrar sus
errores, para impedir su triunfo.
Otra intervención parlamentaria de Ro-
dó, en un tema de escasa entidad que
la oposición a Batlle convirtió en capi-
tal, vino a agravar sus ya tirantes rela-
ciones. Batlle abandonó su residencia
en Montevideo para ir al interior de la
República a visitar a un familiar enfer-
mo. La oposición planteó de inmediato
la inconstitucionalidad de esta medida,
y en el enconadísimo (e interminable)
debate que se promovió, Rodó actuó co-
mo opositor. La mayoría batllista resol-
vió la cuestión en términos favorables
al Presidente. Este incidente, en sí tri- Rodó a los cuarenta años.
vial, puso de manifiesto hasta qué pun- Foto Fitz Patrick. Montevideo.
to estaba dispuesto Rodó a combatirlo.
Otros incidentes menores (como el elo- forma constitucional. No parece haber
gio de Rodó a José Pedro Ramírez) con- nada personal en esta actitud, pero el
tribuyeron a distanciarlo de Batlle y a so- distanciamiento no es por ello menos
cavar toda posibilidad de acuerdo. Rodó grave. Rodó sabe que con su actitud
llegó a constituirse en el leader oposicio- se juega la reelección, pero esto no le
nista máximo dentro de la Cámara de preocupa demasiado. Tenía la prensa y
Diputados. A comienzos de 1912, ingresa desde ella habría de continuar su pré-
Rodó en la redacción del Diario del Plata dica. Antes de abandonar la Cámara es-
V su oposición al Gobierno encuentra cribe en una carta a Hugo D. Barbage-
allí otra forma de manifestación. No es lata estas palabras, que son a modo de
posible desvincular una actividad de la testamento de su actividad parlamenta-
otra; en este momento, dedica sus me- ria: «La política es la más precaria de
jores energías a sostener un combate las ocupaciones para los que tenemos
52 INTRODUCCIÓN GENERAL

altivez e independencia de carácter.» La | advierte, con reserva que revela su inte-


carta está fechada en 14 de enero de i rés personal y sus actuales limitaciones,
1914; su tercera legislatura concluye en i que si escribiera sobre la naturaleza del
7 de febrero. i suelo español «no lo haría mientras no
Un acontecimiento público vino a sub- lo viese por mis ojos.» Del mismo orden
rayar fuertemente la actitud del Ejecu- de proyectos largamente acariciados es
tivo hacia Rodó. Debió integrar en 1912 una vida de Melchor Pacheco y Obes a
la delegación uruguaya a las fiestas del la que se refiere en la nota de 1908 con
Centenario de las Cortes de Cádiz, pero que presenta los apuntes biográficos in-
el Gobierno lo sustituyó por don Euge- conclusos que dej el general Lorenzo
nio Lagarmiíla. En una carta a Hugo D. Batlle: «En cuanto a la biografía que
Barbagelata se franquea Rodó, aunque proyecté en un tiempo de aquel grande
con pudor y hasta reticencia, sobre esta hombre—quizá la figura más genial y
injusta postergación: «Respecto de mi \ fascinadora de nuestra historia—, no es
viaje a Europa, bien quisiera realizarlo..., una idea abandonada, sino sólo diferida.
pero no entra eso en el número de las La grandeza del tema impone un respe-
posibilidades actuales. Ya sabe usted que to que explica suficientemente el temor
de este Gobierno no puedo esperar aten- de profanarlo, tanto más si se tienen en
ciones, ni yo las aceptaría, siendo radi- cuenta las dificultades con que tropieza
calmente adversario de él y combatién- entre nosotros todo propósito de inves-
dolo, como lo combato, por la prensa. tigación histórica adecuada y completa,
Si yo fuera argentino o chileno habría Fío al tiempo la esperanza de p a g a r
ido a Europa veinte veces, porque en ¡ un día, en la medida de mis fuerzas,
esas vecindades se cotiza un poco más i el tributo de admiración que tengo pro-
alto la representación de ciertos nom- I metido a la memoria del que fué cabe-
bres... Acuérdese usted de lo que pasó za, corazón y brazo de la inmortal Mon-
cuando las Cortes de Cádiz, Estas son tevideo.» (V. Revista Histórica de la Uni-
pequeneces de nuestro terruño, de las j versidad, tomo I, página 176.)
que no debemos hablar más que entre \ No lo pudo cumplir. Otros proyectos
nosotros mismos.» (El borrador aparece se cruzaron, En una entrevista periodís-
fechado en 11 de febrero de 1914.) Este tica de 1911 (que se publicó en La Ac-
penoso incidente vino a ser, de alguna ción, 2 de junio) descubre un nuevo y
manera, aliviado por la Academia Espa- fascinante propósito: el de un libro de
ñola, que, con fecha 4 de octubre de historia de los tiempos de la conquista
1912, lo designa correspondiente extran- y colonización. Declara entonces: «Qui-
jero. siera poner en pie alguna estatuita de
Entre tanto, prosigue sin pausa su la- conquistador o ele colonizador; por ejem-
bor literaria. Las páginas para los Nue- plo: Hernando Arias de Saavedra. ¿Y
vos Motivos de Proteo se acumulan len- sabe usted cómo ha venido a preocupar-
tamente, Abunda en proyectos, realiza- me el pensamiento de escribir algo de
bles unos, meras ambiciones otros. A lo ; eso? Es una sugestión del gran teatro
largo de su carrera ha debido de dejar j de Lope, de Alarcón y de Tirso. No hace
morir unos cuantos. En carta a Unamu-1 mucho, quise dedicar dos o tres meses
no (19 de julio de 1903) puede verse su ! a completar, hasta donde me fuese po-
entusiasmo ante la idea, de una obra que : sible, mi conocimiento del teatro del
fuera para las letras hispánicas lo que ' siglo XYII. Leí cuanto pude; y en aquel
cí libro de Víctor Laprade sobre El sen- enorme archivo psicológico, el alma cas-
timiento de la Naturaleza en los moder- tellana de los grandes tiempos apareció
nos era para las francesas; aunque allí ; en mí con tal fuerza plástica, con tal

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i: VIDA Y CARÁCTER—5: 1906-1914 53

I *v#s-

/ •

V...

• K?.

Rodó. Caricatura del natural, por M. Barlhold, Montevideo., 1913.

relieve y color dándome una intuición rica, áspera, ruda, a estilo de Thierry.»
tan enérgica de su identidad con lo esen- Hay otros testimonios de proyectos in-
cial, con lo radical, de nuestra propia cumplidos: un largo ensayo sobre Martí
alma, que me quedó, como una obse- (al que se refiere en carta a Carlos de
sión, la idea de rastrear, en la realidad Velasco, 25 de junio de 1914), otro sobre
histórica, la manera como esta alma Artigas, el héroe de la independencia uru-
n u e s t r a se desprende de aquélla. Es guaya y el que inspiró alguna página her-
una maravillosa época, la de la Conquis- mosa (recogida en Escritos misceláneos),
ta, para intentar una evocación histó- un trabajo sobre Francisco Acuña de Ti-
54 INTRODUCCIÓN GENERAL

gueroa de que habla Zubillaga en unas chini, Rodó no ceja en su prédica anti-
Notas recordatorias de 1917. Pero no to- colegialista. Pero el periodismo le va a
do fueron planes, brillantes esbozos, in- exigir una colaboración que no era ex-
terpretaciones apenas insinuadas. Tam- clusivamente ideológica. En una página
bién trabajó, también realizó. Hacia 1912 de 1909 ha señalado él mismo la impor-
reúne cinco textos de su primera época tancia de esta actividad en nuestra vida
y los reordena magistralmente bajo el literaria: «Nuestros novelistas, nuestros
título común de Juan María Gutiérrez y dramaturgos, nuestros líricos, todos, con
su época; escribe ensayos de aliento so- rarísima excepción, han sido alguna vez
bre Montalvo (en el que trabaja desde periodistas; y si íes preguntáis qué re-
1907), sobre Bolívar, que anticipa en pe- cuerdos guardan del periodismo y lo que
riódicos literarios y destina a una colec- le deben, puede ser que os digan que
ción de cartas del Libertador que Rufino la prensa diaria ha quitado algún tiem-
Blanco-Fombona publica en París, 1913. po o ha negado algún reposo a la voca-
Este mismo año Rodó colecciona en un ción preferente de su espíritu; pero, en
grueso volumen sus ensayos dispersos y cambio, os dirán también que en la prác-
escritos misceláneos. El Mirador de Prós- tica del periodismo, adquirieron esa dis-
pero se convierte así en un ejemplario ciplina del trabajo, ese hábito de la pro-
de sus inquietudes intelectuales, en re- ducción ágil y asidua, y esa gimnasia de
pertorio de sus temas, en diario de su claridad y precisión, que desentumecen
espíritu, y hasta en muestra de los suce- el estilo y adiestran las energías del en-
sivos y diferentes estilos, la obra que tendimiento, como el aire libre y el ple-
mejor lo representa y en la que se en- no sol y la desenvuelta actividad de los
cuentran sus páginas más perdurables. músculos vigorizan y entonan el cuerpo
En uno de sus más trabajados ensayos, entumecido en la quietud.» Esa es, sin
el que dedicó en 1913 a Montalvo, escri- embargo, una cara de la moneda. La
be Rodó algunas palabras que reflejan otra, se encuentra (en palabras del mis-
penetrantemente su actitud íntima de en- mo Rodó) en una carta a Barbagelata
tonces: «...queda el aislamiento y aban- de 14 de enero de 1914: «El periodismo
dono espiritual, que es lo verdaderamen- —usted lo sabe— no es mi vocación, pe-
te doloroso; queda el calvario de la in- ro en él he tenido que ampararme para
comprensión común: desde la que se vivir, sobre todo desde que he dejado
eriza con las púas de la inquina a la de ser diputado.»
superioridad, pasión de democracias chi- En ese doble aspecto—como medio de
cas, hasta la que se encoge de hombros vida y como tribuna política—debe ver-
con un zafio menosprecio de toda la- se la actividad periodística de Rodó. Nun-
bor desinteresada de estilo y de inves- ca alcanza la alta categoría de su labor
tigación, y la que, dentro mismo de es- literaria, pero tampoco desciende a la
tas actividades, ensordece a lo nuevo y faena meramente venal. Porque a todas
personal, o afecta comprender y no com- las formas de su actividad—la literatura,
prende...; quedan, en fin, aquellos resa- la política, el periodismo—aporta el mis-
bios de la aldea, por los cuales, para las mo respeto esencial, la misma respon-
altas cosas del espíritu, toda esta Amé- sabilidad.
rica Española ha sido, en escala mayor, j Por otra parte, en la labor periódica,
soledad de villorrio...» ! en la camaradería de la sala de redac-
Este último período de su vida está do- ción, encontró algún calor que hacía fal-
minado por el periodismo político. Des- ta a su vida social. Es bien conocida la
de su ingreso ai Diario del Plata, cuyo anécdota que lo muestra no perdiendo
director era su amigo don Antonio Ba- su sentido del humor ni en los rnomen-

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Original manuscrito de un artículo sobre «El libro», publicado en la revista


«Tabaré-», año I, man. 1. Montevideo, 1914 (primera carilla).
56 INTRODUCCIÓN GENERAL

Rodó a los cuarenta y dos años.

tos más solemnes. En la redacción ha- ción de artículos que se recoge entre los
bía un yacaré disecado que Rodó colo- Escritos políticos de este volumen. Aun-
caba frente a su mesa presidiendo su que había perdido su banca de diputado,
trabajo, con un cigarrillo en las fauces no ceja en la lucha por sus ideales anti-
abiertas. colegialistas. En carta a Luis A. Theve-
En la prensa de este período queda net (que éste insertó en un folleto titu-
abundante testimonio de una actividad a lado La Prensa, Salto Oriental, 1916), ha
la que Rodó entrega lo mejor de su ta- sintetizado Rodó su visión del momento
lento político. Fruto de ella es la colec- político: «Circunstancias críticas y acia-

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'(,: VIDA Y CARÁCTER,—ó: 19064914 57

•gas se han producido en el país desde dad, Rodó veía algo más que la amena-
que usted hace profesión de publicista, za a uno de los países que amaba más
pero no recordará usted ninguna en que entrañablemente, a Francia. Lo que en
la magnitud de los problemas que se seguida sintió fué la ruptura de los va-
plantearan y de los peligros que hubie- lores sobre los que estaba edificada la
ran de afrontarse se haya impuesto a civilización de Occidente, la destrucción
la conciencia ciudadana con tan extraor- del mundo en el que había sido criado,
dinarios caracteres de gravedad. Nunca, en el que había realizado su obra, para
pues, habrá encontrado usted campo más el que había proyectado un futuro ame-
propicio para la manifestación libre y ricano. Todo ío que constituía el fun-
entera de su vocación de luchador. Ya damento de su obra parecía deshacerse
se definían los antecedentes inmediatos con la guerra. A partir de ese momento,
de la situación a que ha llegado la Re- Rodó se hunde en una meditación cada
pública, cuando hace pocos años entrá- vez más sombría.
bamos, usted v yo, a formar parte de Por otra parte, debe abandonar el Dia*
la Redacción de Diario del Plata y con- rio del Plata por 3a disimulada germa.no-
tribuíamos a realizar una propaganda filia de esta hoja. Su carta de renuncia
que, siendo de imparcial expectativa al (publicada en el mismo periódico en 2
iniciarse, pasó muy luego a ser de franca de septiembre de 1914) no alude a esta
v resuelta oposición. Allí combatimos la circunstancia; por el contrario, habla ele
desastrosa política de círculo; la exclu- razones de orden personal y confirma
sión deliberada de las fuerzas intelectua- su «completa solidaridad» con la propa-
les y morales más representativas del ganda política del periódico. Es eviden-
país en la obra del Gobierno; el persona- te que la separación de Rodó no impli-
lismo avasallador de la autoridad presi- caba un distanciamíento de la orienta-
dencial, ahogando todas las autonomías ción política nacional del Diario; sin em-
y suprimiendo de hecho todas las divi- bargo, su discrepancia en materia ínter-
siones del poder; la exacerbación provo- nacional le obliga a dejarlo. Continúa
cada y funesta de odios que aún humea- vinculado al periodismo por sus colabo-
ban con el vapor de la sangre. Los pla- raciones en El Telégrafo. Las palabras
nes de reforma social sin orden ni adap- de presentación (S de septiembre de 19.14)
tación, ni medida, la inquina demagógi- informan que «en las páginas de El Te-
ca que se saciaba en la tumba de los légrafo [Roció] abordará el estudio de
hombres ilustres; la práctica libertici- los mil aspectos de la vida diaria, pero
da de la «influencia moral» en los comi- absteniéndose, no obstante, del comen-
cios y en la organización partidaria; la tario político, porque así se encuadra
consagración del incondicionalismo co- dentro del criterio general que acerca
mo escuela de carácter, y finalmente el de ella [la política] ha guiado siempre
propósito de trastornar las instituciones la propaganda absolutamente imparcial
fundamentales de la República, rehabili- de esta hoja». El escritor se encarga de
tando formas reaccionarias de organiza- una sección nueva, La guerra a la lige- •
ción que. la ciencia y la experiencia han ra, en la que comenta margínalmente
desautorizado umversalmente y que só- hechos y personajes de la gran contienda.
lo pueden considerarse eficaces para fi- En plena guerra se publican en España
nes de perpetuación oligárquica y de in- ios Cinco ensayos {Montalvo, Ariel, Bo-
definida usurpación de soberanía.» lívar, Rubén Darío, Liberalismo y Jaco-
El estallido de la guerra de 1914 lo binismo) que contribuyen a la mayor di-
sorprende en su faena periodística, La fusión de su obra por todo el mundo de
conmoción interior es enorme, En reali- habla hispánica.
INTRODUCCIÓN GENERAL

¿Cómo era entonces Rodó? Lauxar, vada y dos manos moviéndose en la nie-
que lo conoció en sus últimos años, ha bla. Por la puerta, pintando una débil
dejado este retrato tan patético en su so- franja, entraba un reguero de claridad
briedad minuciosa: «Siempre tuvo José exterior, y en su plano había una silla
Enrique Rodó la expresión adusta y re- para el visitante. Así pudo él observarme,,
servada. Con los años sus facciones se sin ser visto, desde su rincón oscuro (...).
abultaron debido a una inflación general. Hablaba el artífice de arte, de letras y
La mirada, inmóvil tras los cristales de hombres, de sus manuscritos inéditos^
sus lentes; el rostro carnoso y abotaga- de un vasto proyecto de revista latino-
do; la tez, borrosa; la nariz, grande y americana. Y al referirse a su política
gruesa; gruesa también la boca; el bigo- (sonámbulo de la belleza que baja al
te, duro, caído y enmarañado, al igual patio de las fieras), habló con melanco-
que las cejas; tosca la frente, y sobre lía de próximas luchas que atormenta-
ella, lacio el pelo rebelde: su fisonomía ban el ambiente.»
era como una máscara sin emoción ni
inteligencia.» Una máscara (podría agre-
garse) tras la que defendía su intimidad
Rodó.
La imagen de Rodó puede ser comple- 1914-1917
tada con este otro retrato, coetáneo, de
Gustavo Gallinal: «Veo su alta y desgar- La tensión que adquiría la lucha polí-
bada silueta: ceñido el cuerpo por un tica interna, un gran descreimiento que
chaquet, los brazos abandonados, con las poco a poco va minando los fundamen-
manos hacia atrás, rígidas, en un gesto tos de su obra y contra el que se deba-
muy suyo; la cabeza hundida entre los te agónicamente, lo empujan a intentar
hombros, los lentes muy bajos, la mira- el viaje como salvación. Piensa, en un
da abstraída y como ausente de las co- primer momento y apremiado por las
sas...» A este autómata ensimismado, a necesidades económicas, en Buenos Ai-
esta máscara ingrata e inexpresiva se res, que ha sido refugio de tanto uru-
había ido reduciendo Rodó, acorazando guayo golpeado por la ingratitud del
su persona, hundiéndose en el refugio país; pero debe desechar la idea. El. via-
de sí mismo y proyectando hacia fuera je a Europa se impone como la única
un caparazón torpe y espeso. solución; no se trata de huir, sino de re-
Del mismo período, año más o menos, cuperarse, volviendo a las fuentes. Trata
es el retrato que ha dejado Rafael Al- entonces de poner en práctica una tera-
berto Arrieta (en un artículo de Nos- péutica que, en teoría, había recomenda-
otros, Buenos Aires, mayo de 1917): «Co- do en Motivos de Proteo (LXXXVI).
nocí personalmente al maestro de los Una carta a Juan Francisco Piquet (sep-
Motivos en su casa de Montevideo, ha- tiembre de 1904) había balanceado y an-
ce algo más de un año. Alguien me^ había ¡ ticipado lo que Rodó anhelaba del viaje.
advertido: Lo recibirá a oscuras; es su ' Se imagina allí, con Proteo bajo el brazo,,
costumbre. Y en efecto, fijó nuestra en- : lanzando su alma a los cuatro vientos,
Irevista de seis a siete de la tarde; con- escribiendo en las mesas de las posadas
versamos en una sala pequeña y sin luz; [ o en los vagones de ferrocarril. «Así me
allí nos despedimos sin que él asomara veo en el porvenir (dice), especie de per-
al vestíbulo iluminado, y sólo recuerdo sonificación del movimiento continuo, al-
haber visto, como en los sueños, entre ma volátil, que un día despertará al sol
las sombras que indeterminaban las aris- de los climas dulces y otro día amane-
tas del moblaje, una alta figura encor- cerá en las regiones del frío Septentrión,

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i: VIDA Y CARÁCTER.—6: 1914-1917 59

oara quedar, por fin, extenuada ele tan- mencionada publicación (2 de mayo de
tas andanzas, quién sabe adonde; alma 1917), fué redactado espontáneamente por
andariega como una moneda o como Rodó: «Mi compromiso es escribir tres
una hoja seca de otoño, sin más habi- correspondencias al mes, que se me re-
tación que la alcoba del hotel o el ca- tribuyen con 650 nacionales, o sea 250 oro
marote del barco, sin más muebles pro- uruguayo. Dentro de breves días estaré,
pios que la maleta de viaje, sin más pues, lejos de la patria y [agrega signi-
domicilio constante que el mundo, sin , ficativamente] de Batlle...» De la impor-
más nostalgia que la de los tiempos en tancia de esta asignación queda el tes-
que había una 'Atenas' viva en la tie- timonio complementario de sus herma-
rra...» A esta imagen de sí mismo, opo- nos, que aseguran (en el prólogo a ios
ne, en su visión profética, otra: «...hay Últimos Motivos de Proteo, 1932): «Bas-
veces que estas veleidades de nómada tó para cubrir con holgura todos sus
tienen que luchar dentro de mi corazón gastos y hasta le permitió adquirir al-
con otros proyectos y tentaciones; y hay gunos objetos de arte destinados a su
una voz íntima que suele decirme por lo familia, que llegaron en su equipaje.»
bajo: 'Radícate; echa raíces en tu tierru-1 La noticia de su partida conmueve el
ca; zambúllete de cabeza en este pozo; : pequeño ambiente montevideano. Todos
pon lastre a tu carga para evitar los sienten el ridículo de que el mayor escri-
caprichos de alzar el vuelo.—El ideal de tor nacional deba ir a Europa como co-
la vida está en tener una choza pro- rresponsal de un periódico argentino. De
pia; en constituir una familia; en espe- j inmediato se presenta al Senado un pro-
rar en santa paz el desvanecimiento de j yecto de Cátedra de Conferencias. En
esta gran ilusión que llamamos vida, al j una carta (publicada en El Plata, 6 de
abrigo de la borrasca, junto al fuego del j julio de 1916) Rodó agradece y aclara:
hogar tranquilo y alegre.' Pero esta voz ] «...cualquiera que sea la suerte reserva-
dura poco, y prevalece la otra, la que i da al proyecto, mi candidatura para ejer-
me aconseja el movimiento continuo.—Lo \ cer la nueva cátedra debe considerarse
indudable es que llegando a cierta altura '••absolutamente eliminada, pues, aun su-
de su vida el hombre ha menester deci- poniendo que existiera la posibilidad de
dir su destino, en un sentido u otro.— ; esa designación, quedaría sin efecto por
Vegetar no es para hombres que se es- mi irrevocable voluntad de no aceptar-
timen.—No quiero permanecer estacio- la.» El rechazo tiene un evidente sentí-
nario en este ambiente enervador, La do aleccionador. Rodó no está dispuesto
reputación que he conquistado con mis a aceptar limosnas. Prefiere seguir sien-
esfuerzos tiene para mí más de asiento do un periodista al margen del favor
que de término o meta.» oficial.
En 1916 el Destino (y en qué profundo El viaje a Europa era un sueño larga-
sentido que él mismo no alcanzaba) asu- mente paladeado. Ya se ha visto ia car-
me la forma del viaje a Europa, de la ta en que trazó (hacia 1905) un primer
aventura que lo devolverá «como una itinerario. Ahora lo rectifica en algunos
moneda o como una hoja seca de otoño detalles. Italia será la primera meta. Es
a la fragua original». Acepta (o procura) posible que en una página de Motivos
entonces un ofrecimiento de la revista de Proteo (XCV) se encuentre el moti-
argentina Caras y Caretas para recorrer vo profundo de esta primera elección.
el viejo mundo como su corresponsal i Está hablando de los viajes y de su in-
extraordinario. En carta a su amigo Zu-; fluencia en la formación de la persona-
biliaga (19 de julio de 1916) explica los , lidad y dice: «Aún más hermoso ejem-
términos de un contrato que, según la • plo es el de Goethe, transfigurado por
60 INTRODUCCION GENERAL

el mismo espectáculo del arte y. la na- íntirno, es la honda realidad de su pro-


turaleza de Italia. En el constante y pio ser la que descubre y la que, desde
triunfal desenvolvimiento de su genio, entonces, prevalece en su vida, goberna-
esta ocasión de su viaje al país por quien da de lejos por la serenidad y perfec-
luego hizo suspirar a Mignon es como ción de los mármoles, limpia de vanas
tránsito glorioso, desde el cual, magni- nieblas y de flaquezas de pasión.» ¿No
ficado su sentimiento de la vida, aquie- estaría pensando en sí mismo, y en su

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' 1

MOTIVOS D E 4 R 0 T E 0 '

/KwMt^iTro, /?/6
Pensamiento autógrafo de Rodó, en un ejemplar de «Motivos de Proteo»
destinado al señor Juan Antonio Rodríguez. Montevideo, 1916,

tada su mente, retemplada y como bru- proyectado viaje (ese oxigenar el alma en
ñida su sensibilidad, llega a la entera Europa, de que habló a Unamuno), cuan-
posesión de sí mismo y rige con firme do escribía estas líneas? ¿No habrá espe-
mano las cuadrigas de su fuerza crea- rado que en Italia se cumpliera, para éí
dora. Cuando, frente a las reliquias de también, el milagro de la entera posesión
la sagrada antigüedad y abierta el alma [ de sí? :
a la luz del Mediodía, reconoce, por con- Una nota publicada en El Plata (8 de-
templación real y directa, lo que, por in- julio de 1916) anticipa su itinerario: Lis-
tuitiva y amorosa prefiguración, había boa, España, mediodía de Francia. Italia
vislumbrado ya de aquel mundo que con- (una larga temporada), Suiza, Francia,
cordaba con lo que en él había de más «a fin de fijar su residencia en París y

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i: VIDA Y CARÁCTER.—6: 1914-1917 61

consagrarse allí, de lleno, a su labor li- quizá el más alto postulado de su evan-
teraria». El sueño de la consagración pa- ! gelio personal y social; porque en El
risiense, tan tenaz en todo literato his- Mirador de Próspero, libre ya en parte
panoamericano desde Rubén Darío, ha- de una «misión» que transmitir, aunque
bía alcanzado también a quien en rea- siempre docente por su devoción de la
lidad no necesitaba de otra consagra- hermosura, paseó su vista prócera por
ción que la de su América. el vasto universo, tendiéndola doquiera
Ante la irrevocable decisión de su via- halló un modelo que mostrar, una in-
je, sus amigos (y muchos que pronto des- tención que recoger, un bello esbozo que
cubrieron amistad por él) decidieron or- exhibir o una injusticia que acorrer; por-
ganizar una despedida apoteótica. El ho- que, sin alarde ostentoso, arropó su ideal

«Lunch» de despedida a Rodó, con motivo de su inmediata


partida hacia Europa, Círculo de la Prensa. Montevideo,
13 de julio de 1916.

menaje nacional que se le debía desde en la gala magnífica de sus obras eter-
hace tantos años tomó forma en pocas nas que hacen decir, en el deliquio de
semanas. Se crea una Comisión de Ho- la forma, si es pensamiento o es de már-
nor (integrada por lo mejor de la inte- mol; porque en sus libros y en su acción
lectualidad uruguaya) que redacta una se reconoce su país natal y adquiere, por
citación para el 13 de julio en la que el más encumbrado título, personería en
se afirma: «Porque plasmó en Ariel, pa- el concierto de los pueblos creadores y
ra la juventud, el sermón laico de la más civilizadores de la Humanidad; porque
alta idealidad para que sea su América fué en todo tiempo caballero de punta en
algo más noble que una rebañega agre- blanco y acrisolado maestro, y ciudada-
gación de civilizaciones sin espíritu y no sin tacha, periodista de ideas, y par-
pueblos sin virtud; porque en Motivos lamentario con dignidad, el Comité Estu-
de Proteo reiteró, desde una tribuna uni- diantil que suscribe, poseído sólo por un
versal, el férvido optimismo de su predi- alto sentimiento de reconocimiento na-
cación, por el ahincado cultivo de la vo- cional, y exento totalmente de animad-
cación y de la individualidad, que son versiones que no caben en su pecho, in-
62 INTRODUCCIÓN GENERAL

vita como un deber al mismo tiempo ña, formulando votos por la obra futu
que un honor, a despedir al señor José ra del autor de Ariel (...). Después d
Enrique Rodó, pensador y prosista, que haber largado amarras el transatlántico
parte para Europa.» sus amigos obtuvieron que se les pro
La víspera de la partida se organiza un porcionara un vaporcito para alcanza]
homenaje en el Círculo de la Prensa, don- al Amazon mientras no saliera mar afue
de lo despide su Presidente, Víctor Pérez ra. Como el transatlántico había sacadc
Petit. La noche del día anterior, los ya una ventaja bastante considerable, se
amigos más íntimos le ofrecen un ban- le avisó con unas pitadas deteniéndose
quete en la confitería Jockey Club, don- por breves momentos hasta dar tiempo
de solían reunirse para tomar café. (El al vaporcito a que lo alcanzase. Así fué

Homenaje estudiantil a Rodó, con motivo de su inmediata partida


hacia Europa, frente al Círculo de la Prensa.
Montevideo, 13 de julio de 1916.

menú contiene alusiones a su obra: Par- que sus amigos pudieron marchar por
fait Ariel, Gateau Motivos de Proteo.) En un tiempo de hora y media al costado
la mañana del 14 de julio lo acompañan del barco en donde iba Rodó, quien des-
al Amazon, barco en el que viajará hasta de la borda saludaba con emoción esta
Lisboa. Una crónica periodística de la última despedida cariñosa.»
época (El Plata, 15 de julio de 1916) in- El Amazon llegó a Santos el 17 de ju-
forma así de los incidentes de la parti- lio; al día siguiente está en Río de Ja-
da: «Numerosísima concurrencia acom- neiro y Rodó puede conocer directamente
pañó a Rodó en la mañana de ayer, has- la hermosa bahía de Guanabara, cuya vi-
ta a bordo del transatlántico inglés Ama- sión había evocado en un discurso no
zon, que lo conduce a Europa. Momen- pronunciado. El 21 están en Bahía; des-
tos antes de zarpar el vapor, que salió pués de tocar en Recife, llega el 27 a la
a las diez aproximadamente, un grupo isla de San Vicente, en el grupo de Cabo
de los amigos más íntimos del maestro Verde, y el 1 de agosto desembarca en
le ofreció a bordo una copa de champa- Lisboa, es decir: en Europa. Visita al

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ire & -.•;••:•"••..•'•:• ..

Rodó, a bordo del vapor «Amazon», en compañía del cónsul del Uruguay en
Recife, don Francisco José Castro. Julio de 1910.
64 IXTR O D t'CCt O X GENERAL

presidente don Bernardino Machado y ¡ ta del hotel... ¡Pobre Rodó! Me contó la


escribe una entrevista para el periódico. ! tristeza con que había abandonado Mon-
De allí pasa casi de incógnito a Madrid, ¡ tevideo: 'Sí me hubiera quedado allí—me
donde no se encuentra con Cristóbal de dijo—me muero de hambre'. Yo me
Castro y se encuentra con Juan Ramón , asombré. '¿Pero no había en Montevideo
Jiménez en rápida entrevista que el poe- : millonarios patriotas que le encargaran
ta andaluz ha evocado así: «Rojo y os- j un libro sobre la patria, a fin de que
curo de conjunto, confuso en su acen- i usted no se alejara de Montevideo?' Ba-
tuación sanguínea, corpulento, vigoroso ¡ jó los ojos, muy triste. Y en seguida
tronco americano, José Enrique Rodó me miró sonriendo mansamente.»
se levantó brusco y recto de su butaca. Este curioso testimonio contradice ex-
El buen amigo común nos presentó. ¡ Qué i presamente lo declarado por los herma-
sorprendente imprevisión la mía! ;Qué nos de Rodó en el sentido de la holgura
ajeno yo, aquella radiante mañana ma- con que pudo subvenir a sus necesidades
drileña, de que Rodó estaba «esperán- en el viaje a Europa. El periodista uru-
dome» sin saberlo yo, en la redacción de guayo no es insospechable de exageración
España, calle del Prado, entonces pre- y aun de mistificación. Ya en una nota
sidida por José Ortega y Gasset y «Fí- sobre Julio Herrera y Reissig había pre-
garo»! ¡Qué ajeno de que aquella belleza sentado al poeta como morfinómano.
alta, pura, esmaltada, verdeazul de aquel Hay en él un gusto por la revelación sen-
Madrid de fronda y granito cercanos ro- j sacionalista que justificaría la invención
deaba con magnitud solemne de mauso-1 o el intencionado aderezo de una entre-
leo a un hombre que era para ellos ne- j vista, tai vez real. Esto no significa ne-
cesario y que llevaba ya en su sangre j gar que durante su estadía en Europa
dinámica su permuta definitiva; de que Rodó no se haya visto ocasionalmente
aquel rincón de museo, de botánico, de • en apuros económicos; hasta es posible
academia, había enviado ya el mensaje ] que haya algún fondo de verdad en lo
de aviso y cesión a sus iguales de Fio- j relatado por Soiza Reilly con crudo sen-
renda; de que un mar, una tierra atlán- j tido del escándalo. Pero en su totalidad
ticos propios del peregrino se le queda-1 no es posible aceptar el testimonio: el
han a Rodó, del todo y para siempre, ¡ Rodó confesional y patético que presen-
espalda!» j ta no condice con la figura reservada
El 8 de agosto llega a Barcelona, la j hasta la exageración que todos han mos-
tierra de sus antepasados y a la que des- ¡ trado.
cribe en una crónica minuciosa. En vía- \ Desde Genova se traslada, enfermo, a
je a Italia, pasa el 12 por Marsella (que j Montecatini. Por una receta de diuretina
le impresiona por su actividad) y llega i que se ha encontrado entre sus papeles
el 17 a Genova, Juan José de Soiza Rei- j se ha conjeturado que tenía algún tras-
lly. periodista uruguayo, lo vio entonces j torno en las vías urinarias. Pero no es
y lo presenta así: «Estaba en una pieza ' posible pronunciarse sobre este asunto
de hotel. Una habitación muy humilde, • con la información de que se dispone ac-
muy triste... Recuerdo que después de tualmente. No se demora mucho en Mon-
visitarlo fui a un café y escribí dos lí- tecatini y de allí inicia una recorrida
neas a Orestes Baroffio. Le narré, con que abarca Pisa, Livorno, Lucca y Pisto-
asco, la situación de olvido en que Ro- ja, ciudades c u y o s variados caracteres
dó vagaba por e! mundo,.. Caras y Ca- examina en una crónica. El 25 de setiem-
retas no le mandaba dinero. Debíanle va- bre está ya en Florencia, donde se detie-
rios meses. Estaba detenido en Genova ne un mes y desde donde escribirá el
poí falta de fondos para pa.gr. r la cuen- hermoso Diálogo de bronce y mármol.

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i: VIDA Y CARÁCTER.—6: .19144917 65

Una de las últimas fotografías de Rodó, publicada en


«Caras v Caretas», Buenos Aires, 4 de agosto de 1917.

Luego continúa recorriendo la penínsu- y seguirá al sur de Italia. Tal vez llegue
la: Bolonia, Módena, Parma y Milán son a Sicilia. Me pareció que este amigo no
los siguientes puntos de escala. En esta se encuentra nada bien de salud. Está
última ciudad lo ve un caballero uru- muy delgado y tiene un gran resfrío. Me
guayo y envía sus noticias en carta pri- dijo que se le había reproducido el ata-
vada a la que pertenecen estos fragmen- que de influenza y bronquitis que tuvo
tos: «Encontré a Rodó de regreso de antes de salir de Montevideo. Rodó ha
París. Viene huyendo del frío, me dijo, pasado ya dos semanas en Montecatini,
RODO.—3
66 INTRODUCCIÓN GENERAL

donde fué asistido por el doctor Petroc- frío, pero es también un debilitamiento
chi, de Florencia. Aunque parece tener general, y es una nefritis. Rodó ha ido
una circulación defectuosa, no hay vicios decayendo físicamente; su cuerpo está
de sangre que él temía, y el corazón an- minado y expuesto a cualquier ataque.
da bastante bien. Lo único qae le mo- Sigue su trabajo; no quiere reconocer su
lesta es el resfrío, con mucha tos, aun- estado. Algunas palabras de sus cróni-
que espera ponerse bien así que llegue cas adquieren al ser leídas ahora un sen-
al clima de Ñapóles.» tido premonitorio, hasta siniestro. Así
En Turín visita al doctor Emilio Pe- parece dejar caer una alusión personal
rrero. El 12 de diciembre ya está en Tívo- cuando llama a Sorrento «ciudad prefe-
li, que recuerda en una de sus crónicas rida de los convalecientes» o cuando
más elaboradas. Allí enferma seriamente; cuenta, en Capri, la salida de la Gruta
había empezado (el 9) a llevar un sobrio Azul, «tendido en el fondo de la barca
diario de salud, paralelo al de viaje. El en la actitud de un cadáver en su fé-
27 de diciembre está en Roma, donde se retro».
instala por dos meses y donde examina, A Palermo llega, enfermo ya, el 3 de
en el taller del escultor Zanelli, la esta- abril. Se hospeda en el Hotel des Pal-
tua de Artigas que el Gobierno urugua- mes, habitación 215, con balcón sobre eí
yo le ha encargado. En una carta priva- jardín del hotel. Una minuciosa crónica
da a Juan Antonio Zubillaga (y de la de Julián Nogueira (publicada en El Día,
que se conoce sólo esta frase) habla que 28 de enero de 1920, y sumamente con-
se siente dominado por el «mal de pa- trovertida en algunos aspectos) ha deja-
tria», por la nostalgia del país que ha- do el detalle de sus últimos días: «Cenó
bía abandonado con alivio. Pero, él mis- aquel día [de su llegada] tomando leche
mo ha dicho (en carta a Joaquín de Sal- y agua mineral con la comida, que fué
teráin, 12 de junio de 1911): «La patria la única que Rodó pidió en el hotel. Los
es la patria; y la distancia idealiza to- días siguientes a su llegada, tomó algu-
das las cosas, lo mismo en el espacio nos huevos pasados por agua, café y
que en el tiempo.» agua mineral, fuera de los desayunos ha-
En la capital de Italia (y también del bituales al levantarse. Esas frugales me-
Imperio Romano y de la Cristiandad) re- riendas siempre se efectuaban entre las
sumirá Rodó al concluir el año su inin- horas de la comida, suponiendo los due-
terrumpida meditación americana en la ños del hotel que no comía nada fuera
que se mezcla la nostalgia del terruño de casa. Nadie sabía quién era y con
con el ideal de la Magna Patria; allí tra- nadie, absolutamente con nadie, habla-
bajará firme (cinco de sus crónicas de bla sino lo estrictamente necesario para
viaje están fechadas en Roma); allí refle- solicitar alimentos. A veces pasaba lar-
xionará sobre el espectáculo de las ciu- gas horas en el hall del hotel delante
dades europeas como centros de civili- de una taza de caldo y de una copa de
zación y anotará: «Formar ciudades, ciu- agua, ensimismado, con la vista fija en.
dades con entera conciencia de sí pro- un punto determinado y sin pronunciar
pias, y color de costumbres, y sello de una palabra. Salía del hotel todos los
cultura, debe ser uno de los términos de días envuelto en un chaqué raído que
nuestro desenvolvimiento.» había perdido su color primitivo y que
El 21 de febrero de 1917 se encuentra mostraba su forro descosido en los fal-
ya en Ñapóles, la española, como la lla- dones, casi siempre con un paraguas ba-
ma en un penetrante ensayo. Visita So- jo el brazo y con un evidente aspecto
rrento y Capri y Castellamare. Pero la de completo abandono de su persona; la
enfermedad ha ido creciendo; es un res- barba crecida, lleno de manchas, cubier-

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i: VIDA Y CARÁCTER.—6: 1914-1917 67

to de polvo, que jamás sacudía, y meti- clientes del hotel, entre ellos el general
do en unos botines que nunca hizo lim- Elia y la princesa Baucina de Palermo,
piar. Todos los días se retiraba de no- que acudió con una bolsa para agua ca-
che muy temprano. Durante toda su liente, se habían puesto a disposición en-
permanencia de casi un mes en. el hotel, tera del enfermo y con los medios case-
no ordenó un solo baño. Y a menudo su ros a su alcance trataban de mitigar los
exterior era tan poco aseado que los dolores de aquel desconocido que tanto
dueños del hotel pensaron en más de les había interesado, a pesar de la im-
una ocasión pedirle la pieza, deteniéndo- presión desfavorable que- en el mal ob-
los siempre una especie de respeto intui- servador podía provocar su descuidado
tivo que les imponía la obligación de es- aspecto exterior. El doctor Sapuppo no
tarse a distancia, considerando que de- pudo ya interrogar al enfermo y sólo evi-
bajo de aquel hábito sucio y viejo se
ocultaba una persona llena de dignidad,
quizá de gran valor, reducida a aquel
estado quién sabe por qué circunstancias
infelices. Le tenían por un misántropo,
por hombre raro y pudiente, quizá -por
un avaro que por equivocación hubiera
caído en el primer hotel de Palermo. (...)
Su edad podía oscilar alrededor de los
setenta años. Tenía, en realidad, cuaren-
ta y cinco años-. (...) Desde el día 24 no
salió para nada del hotel y, por tanto,
puede establecerse con toda precisión
que apenas se alimentaba, deduciéndose
de ello y de los datos expuestos que ya La tumba donde fueron depositados proviso-
su organismo estaba del todo abatido por riamente los restos de Rodó en Palermo. Italia,
el mal que lo minaba. En estas condi- mayo de 1917.
ciones, verdaderamente trágicas, desarro-
llándose no se sabe qué terrible drama denció que se trataba de algo muy gra-
en su alma, pasó José Enrique Rodó, ve, sin poder precisarlo. Dijo que podía
con ligeras variaciones de detalle, los estar atacado de meningitis y aconsejó
días entre el 3 y el 28 de abril de 1917. llevarlo al hospital sin perder tiempo.
Fué en la mañana de este día, cuando, El copropietario del hotel, señor Mar-
al llevarle la camarera su desayuno, Ro- cucci, salió de inmediato a buscar una
dó le dijo que se sentía mal. Sin embar- camilla y a la hora 1 del día 30 de abril
go, se levantó, y permaneció en el ho- j lo transportaba él mismo en un carruaje,
tel sin decir una palabra más hasta y en medio de la absoluta oscuridad de
el día siguiente. El día 29 repitió a la la ciudad en tiempo de guerra, al hospi-
camarera que sufría, todas las veces que j tal San Saverio. Manifiesta el señor Mar-
ésta fué a ver si necesitaba algo, pues cucci que durante el trayecto es indeci-
no se levantó de la cama ese día. A la ble lo que Rodó debe de haber sufrido,
hora 19 llamó a la camarera, a quien di- a juzgar por lo que se quejaba, sin po-
jo que estaba muy mal y que quería el ¡ der hallar posición cómoda y ya en es-
médico. El doctor Sapuppo vino a la j fado comatoso. El médico de guardia en
hora 21 y 15, encontrando a Rodó que el hospital diagnosticó, en dudas, menin-
se retorcía en la cama presa de grandes gitis cerebroespinal. Lo colocaron en la
dolores y quejándose a gritos. Algunos sala de entrada y a la hora 10 y 30 el
68 INTRODUCCIÓN GENERAL

médico de la sala a que fué conducido festación estudiantil promovida por una
Jo examinó detenidamente, indicando que huelga. AI saberse que había muerto, ce-
se hallaba en estado comatoso, casi agó- só el bullicio de los manifestantes y, des-
nico, con fiebre alta, que el caso no te- pués de un pequeño acto oratorio, se
nía remedio y que ía enfermedad debía disolvieron. Los diarios hicieron sonar
de ser tifus abdominal y nefritis, sin po- sus bocinas y cubrieron sus pizarrones
derlo determinar completamente. El res- con el telegrama. En uno de ellos lee
to del día 30 de abril lo pasó Rodó sin la noticia su hermano Eduardo; por al-
dar señales de lucidez, y a la mañana j gún tiempo se la ocultan a la madre,
siguiente, a la hora 10 del día 1 de mayo j que estaba enferma.
de 1917, falleció.» Comienzan la apoteosis y la: mitología.
El informe oficial (firmado por el doc- Se envía una delegación, presidida por
tor Juan Cuestas, ministro uruguayo en Antonio Bachtni, para la repatriación de
Londres, que fué encargado de investi- sus restos. Sus funerales (27 de febrero
gar las causas de su muerte) señala que de 1920) fueron solemnes; su compañero
Rodó murió de tifus abdominal y ano- de letras, el poeta Juan Zorrilla de San
ta: «Fué atendido con todos los recur- Martín, pronunció un discurso en nom-
sos de la ciencia. Se libraron actas del bre del presidente de la República, doc-
embalsamamiento y depósito de sus res- tor Baltasar Brum; allí evocó su viaje
tos. Se hizo inventario de los efectos, di- a Chile, juntos, y el triunfo de su dis-
nero, papeles y libros de propiedad del curso en el Congreso. Todos quisieron
extinto,» asociarse al homenaje. El cuerpo de Ro-
La noticia de su muerte llegó a Monte- dó fué velado por el pueblo en la expla-
video en la tarde del 3 de mayo, en mo- nada de la Universidad, Ya pertenecía
mentos en que se realizaba una mani- a la Historia.

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II
OBRA

pues de trazar un cuadro de las distin-


i tas escuelas literarias que han dominado
el horizonte, después de haber apuntado
LA GENERACIÓN DEL 900 el tránsito del Naturalismo y del Posi-
tivismo, del Parnaso y del Psicologismo,
I del Simbolismo y del Decadentismo, Ro-
dó apunta: «El movimiento de las ideas
* \ obra de Rodó aparece inscrita tiende cada vez más al individualismo
I v
en la de una generación que la crí- en la producción y aun en la doctrina, a
~ tica uruguaya ha convenido en lla- la dispersión de voluntades y de fuer-
mar la generación del 900, por ser ésta zas, a la variedad inarmónica, que es el
la fecha en que, aproximadamente, se re- signo característico de ía transición.»
vela como una nueva promoción de es- Frente a ese panorama crepuscular al-
critores. La generación del 900 equiva- za Rodó una ansiedad de cosas nuevas
le cronológicamente a la del 98 en Es- —signo también o presagio, según escri-
paña; es su coetánea. Aunque la temá- be en 1894, de una renovación tal vez
tica y los caracteres salientes de ambas próxima—, una esperanza mesiánica que
generaciones acusen notables diferencias, encuentra su mejor formulación en es-
hay elementos que señalan (también no- tos párrafos del mismo escrito: «Entre
tablemente) su coetaneidad. Se da en tanto, en nuestro corazón y nuestro pen-
ambas una preocupación por el destino samiento hay muchas ansias a las que
nacional; en la uruguaya esa preocupa- nadie ha dado forma, muchos estreme-
ción se proyecta, en muchos y en Rodó cimientos cuya vibración no ha llegado
especialmente, hacia toda América. Se da aún a ningún labio, muchos dolores pa-
en ambas una minoría esteticista que ex- ra ios que el bálsamo nos es desconocí-
perimenta con las nuevas formas litera- do, muchas inquietudes para las que to-
rias y que recoge, en síntesis personal, davía no se ha inventado un nombre.
Ja herencia poética de todo el siglo xix (...) Todas las torturas que se han en-
occidental. Llevar más lejos el paralelo sayado sobre el verbo, todos los refina-
puede conducir a forzar las simetrías. mientos desesperados del espíritu, no
Muchas de las coincidencias de detalle han bastado a aplacar la infinita sed
son coincidencias de clima: ese clima de expiación del alma humana. Tam-
íinisecular europeo en que ambas están ! bién en la libación de lo extravagante y
inmersas y cuya influencia general ex- i de lo raro han llegado a las heces, y hoy
presa Rodó en unas páginas de su tem- I se abrasan sus labios en la ansiedad de
prano escrito: F.l que vendrá (1896). Des- algo más grande, más humano, más pu-
70 INTRODUCCIÓN GENERAL

ro. Pero lo esperamos en vano. En vano bien señala el narrador su respetuoso


nuestras copas vacías se tienden para apartamiento de las fórmulas galdosia-
recibir el vino nuevo: caen marchitas y ñas que han engendrado «obras verda-
estériles en nuestra heredad, las ramas deramente hermosas, pero locales y epi-
cíe las vides, y está enjuto y trozado el dérmicas, demasiado epidérmicas para
suelo del lagar. (...) El vacío de nues- sorprender los estados de alma de la ner-
tras almas sólo puede ser llenado por viosa generación actual y satisfacer su
un grande amor, por un grande entusias- curiosidad del misterio de la vida». De
mo; y este entusiamo y ese amor sólo inmediato, subraya su voluntad de estu-
pueden serle inspirados por la virtud dio (no de entretenimiento) y afirma;
de una palabra nueva. Las sombras de j «la novela moderna debe ser obra de ar-
la Duda siguen pesando en nuestro es- te tan exquisito que afine la sensibilidad
píritu. Pero la Duda no es, en nosotros, con múltiples y variadas sensaciones, y
ni un abandono ni una voluptuosidad del tan profundo que dilate nuestro con-
pesamiento, como la del escéptico que j cepto de la vida con una visión nueva
encuentra en. ella curiosa delectación y y clara». El prólogo concluye, con arro-
«blanda almohada»; ni una actitud aus- gancia, hablando el autor en nombre de
tera, -fría, segura, como en los experi- ¡ su generación: «Tengo mi verdad y tra-
mentádores; ni siquiera un impulso de I taré de expresarla valientemente, porque
desesperación y de soberbia, como en í yo, asombrado lector, humilde y todo,
los .grandes, rebeldes del romanticismo, j pertenezco a la gloriosa, aunque maltre-
La Duda: es. en nosotros un ansioso es- I cha y ensangrentada falange, que mar-
perar;, una nostalgia mezclada de re-1 cha a la conquista del mundo con un
mordimientos, de anhelos, de temores; J corazón en una mano y una espada en
tina vaga inquietud en. la que entra por j la otra.» (En estas palabras de Reyles,
mucha parte el ansia de creer que es I m á s que en las elusivas de Rodó, se
casi una creencia... Esperamos; no sa-¡ apunta el egocentrismo o heroísmo pro-
bemos a .quién. Nos llaman; no sa-i tagónico que Carlos Real de Azúa ha
hemos de qué mansión remota y oscu- j denunciado como característico del am-
ra. También nosotros hemos levantado | biente espiritual del 900.)
en nuestro corazón un templo al dios \
desconocido.»
Ésa alma de nuestro tiempo—«tan con- j II
tradictoria en su complejidad, tan ir re- j
ducible, para nosotras, a toda clasifi-1 Muchas figuras integran esta genera-
cación y. todo juicio»., según escribió él ¡ ción uruguaya del 900; pero nueve de
mismo en .1900—ha sido definida también ellas se imponen como las más represen-
por Carlos Reyles en el prólogo de sus tativas y es a su alrededor que gira casi
nouvelJ.es (que llamó Academias, 1896). todo el análisis del movimiento genera-
Allí expresa Reyles su ambición de crear cional. Los mayores del grupo son Ja-
un arte «que no sea indiferente a los i vier de Viana, novelista y narrador gau-
estremecimientos e inquietudes de la sen-: chesco, y Carlos Reyles, cuya temática
sibilidad fin de siglo, refinada y comple- j es de carácter más universal, aunque no
jísima, que transmita el eco de las an- ' desdeña lo criollo; ambos nacen en 1868,
sias y dolores innombrables que experi- Con un año de diferencia nacen Rodó
mentan, las almas atormentadas de nues- (en 1.871) y el otro pensador del grupo,
tra época, y esté pronto a escuchar has- Carlos Vaz Ferreira. De 1875 son dos
ta los más débiles latidos del corazón de los mayores poetas: Julio Herrera y
moderno, tan enfermo y gastado». Tam- ¡ Reíssig, lírico impar y precursor de las

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NOSOTROS

A JOSÉ ENRIQUE RODÓ


Numero Colnboron en este, número: l • D'BFÚÜlCh APTuflO OlMÍhf? P*fTOft, t M I t i O FlíllGD»..»
• ' • c o n ^eoe? P P T « T , Efih-E.*To Oi'FíiAt)*. A f t v * * p n Oo<.n«¡n,
•*n»uO M K i u f i OStlOAOO, P A F A Í I A L F . ( B T O Anfllf T A, Cof.v.
• • M : U I c V i f l u . AÜÍIHUTO Busr.F, CAH,n>. '6ARííuftth, L u í ; S F R I F S O , LirfNriAOO vmRiFMA t
•fwft.10 Bí&iFftO, 6Rt.F«TO MOBAtfS, WiFRfOO P l , EfthfFTO A G l b « ¿ K , A N G P I Of E M O A P »
Extraordinario • K I . I O I . A16ERT G F R C H U N Í V t . fesRiOl/F OiCfctaAhfi, L m F W * f l i * JORO As, AiFftfcDO COOO, f Mil tQ
¿urr.APiut S* L-UF i Ltr>Nio, Cí «•« CARRITO, C A un n o M . BOÍIFT, GARCIA L *t¿0A, VARÍO*
M.. BuAí-ro. E V A » Mft,OFJ, A N T O N I O Q H L I R I , VICTO» JIJA*. C U I U O I , ARTijRO L A G O R I O , FfftNAf.»,'
i!f? W o " F t , o , PFORO PRADO, ^onio TÉ^TFKA, ELOV fAB.ÑA NI'IÍ<62. - S F PUBLICA AOFMAÍI,
• « r f O R A V f K T Í . Fl f»OTAS(.f eSTüDIO IW ftOOO SOBRF " JUAN M t R l A GtlTiÍRRE? v BU f (Of

Carátula del número extraordinario de homenaje a Rodó, publicado por la


revista «Nosotros», Buenos Aires, mayo de 1911.
72 INTRODUCCIÓN GENERAL

mayores audacias de Ja poesía actual, y j ron incorporarse a una corriente anar-


María Eugenia Vaz Ferreira, sombría fi- quista en la que militaban ya Florencio
gura. Del mismo año es el mayor dra- • Sánchez y el poeta Alvaro Armando Vas-
maíurgo que ha producido el Río de la seur; de éstos los aislaba, sin embargo,
Plata, Florencio Sánchez. Los menores, la posición estética o el ostentoso dan-
y a una distancia que casi establecería dysmo de las actitudes. Esta comunidad
una segunda generación, son el recio na- de modelos no significaba, por otra par-
rrador Horacio Quiroga (nacido a fines \ te, que extrajeran idéntica enseñanza
de 1878) y la ardiente poetisa Delmira de ios mismos autores. Baudelaire fué
Agustini (de 1886). Por su precocidad lí- para Herrera una influencia formativa
rica Delmira Agustini se incorporó, des- (no sólo de su arte, sino de su persona-
de 1902, a la obra de la generación. Ho- lidad). Rodó vio en él, en cambio, una
racio Quiroga, en cambio, que inscribió fuente para la comprensión de cierta
toda su primera obra en el Modernismo sensibilidad exquisita, de alguna rara in-
abandonó bien pronto la poesía para ín- i vención poética, de la exaltación clioni-
temarse, como cuentista, en un regiona- sí acá—que también estudió en Nietzs-
lismo de esencias, no de accidentes. che—. En este mismo Nietzsche se apo-
Un rasgo sumamente característico de \ yó Reyles para combatir, en La muerte
este grupo es que (con excepción de Vaz del cisne, la prédica arieiista de un op-
Ferreira) sus integrantes no fueron uni- ' timismo paradójico. Lecturas comunes
versitarios. En realidad, las vinculado- j es cierto, aunque no común asimilación.
ríes de sus componentes con la Univer-; p odrían rastrearse otros elementos
sidad fueron tenues y azarosas. La mayo- j que, en definitiva, contribuyen a la for-
ría de ellos no logró títulos universita- mación de una concepción colectiva del
rios. (Algunos no aspiraron; otros los I mundo y sirven para datar una genera-
menospreciaron.) Y aunque es cierto que j ción. Uno, sobre todo, merece decirse:
sus nombres pueden resultar lateralmen- • la actividad periodística. En ella se for-
te vinculados a la Universidad—Rodó ; mó Sánchez. (Recuérdese su primer,1,
fué algunos años catedrático de Litera- i obra importante: Cartas de un ¡tojo,
tura; Reyles fué maestro de conferen- ¡ 1897). Al periodismo aportaron, por lar-
cías—esos enlaces casuales parecen acen- gos períodos o aisladas incursiones ma-
tuar más la falta de un vínculo directo, cho de lo mejor de su vida y de su
permanente. Frente a la cultura univer- obra, Viana, Rodó, Herrera y Reissíg,
sitaria, floreció en América a fines del Quiroga. Incluso podría llegar a afirmar-
siglo la cultura adquirida paciente o pe- se que, en algún caso, su influencia fué
nosamente en el libro, con entusiasmo y deformativa. Lo fué de Viana, a quien
distracción en la mesa de café y en el la falta de rigor y la dura necesidad re-
exaltado ambiente de los cenáculos. Los dujeron hacia el final de su vida a la
escritores del 900 fueron en general au- fabricación de relatos en serie; lo fué
todidactos. | (en parte) de Rodó, cuyos menesteres
La comunidad de lecturas o de ideales ! periodísticos malograron o entorpecie-
es, por otra parte, bastante visible, es- ron tanta creación posible.
pecialmente si se discierne dentro de la Sólo dos de los principales creadores
unidad los subgrupos que la integraban ; del 900 nacen fuera de Montevideo (Via-
y que se deshacían y recomponían ince- ] na en Canelones, Quiroga en Salto). Pe-
santemente. Un ejemplo: hacia 1900, por ro éstos también acuden a la capital a
sus lecturas y hasta por algunos des- . estudiar y se vinculan con los montevi-
plantes personales, Roberto de las Ca- i deanos. Hay que contemplar, sin em-
rreras y Julio Herrera v Reissií?: pudie- barco, las desviaciones o excentricidades.

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n: OBRA.—1: LA GENERACIÓN DEL 900 73

Tres cíe ellos (Viana, Sánchez, Quiroga) Tampoco faltaron los cenáculos de sig-
vivieron parte considerable de sus res- no poético unos (como el. Consistorio del
pectivas Addas en la Argentina. Allí crea- Gay Saber, en que oficiaba Quiroga, o
ron obras, allí fueron reconocidos o la Torre de los Panoramas, en que impe-
consagrados. También Reyles residió al- ró Julio Herrera y Reissig), de actitud
gún tiempo en Buenos Aires, residencia anárquica otros (como el café Polo Bam-
que alternaba con dilatados viajes a Eu- ba y el Centro Internacional de Estudios
ropa. Sociales). Esta necesaria diversidad de-
Esta vinculación entre ambas capitales muestra la ausencia de un centro rector
del Plata—que ha pretextado, con mayor al tiempo que revela el agrupamiento
o menor fundamento, la anexión de al- sucesivo y cambiante de los principales
gunos de los escritores citados a la lite- valores en capillas que actuaban como
ratura argentina—se robustece por las avanzadas de la obra de proselitismo y
visitas que todos, sin excepción, han rea- difusión estéticos.
lizado a la Argentina. Y contribuye a No toda la relación entre los integran-
subrayar la necesidad, ya denunciada tes de la generación era de tipo cordial,
por muchos, de integrar el estudio de y aunque no faltan claros ejemplos—la
nuestras letras en el más amplio de la amistad no desmentida entre Delmira
literatura ríoplatcnse. Aún sería posible Agustini y María Eugenia Vaz Ferreira,
ampliar el objetivo, ya que, si se pre- ! las relaciones de afecto y camaradería
lende alcanzar la precisión, hay que es- I entre Rodó y Reyles—hubo, hay siempre,
uiblecer un cuadro de! 900 proyectado i guerrillas; hubo polémicas y hasta desa-
^obiv una perspectiva general hispano- fíos caballerescos; hubo hostilidad y de-
americana. liberada indiferencia. Algunos poetas exa-
La convivencia en la misma ciudad geraron: Roberto de las Carreras contes-
—así sea una ciudad pequeña como era tó, soezmente, un ataque poco noble de
Montevideo al cambio de siglo—no basta Alvaro Armando Vasseur; pocos años
para establecer una comunidad personal después estaba enredado con quien lo
entre escritores de la misma generación. había asistido en la anterior polémica,
En las publicaciones literarias, en los ce- con su ex amigo Julio Herrera y Reissig,
náculos, en el trabajo compartido del y por el supuesto plagio de una metá-
aula, en los periódicos, hay que buscar fora que ya estaba, entera, en Quevedo
los puntos de contacto. Este grupo del j y en Bécquer.
900 conoció las revistas bajo sus más ! Esto no podía afectar la unidad esen-
diversos aspectos, desde la audaz y ais- : cial del grupo, por motivos que el críti-
lacla empresa juvenil que fué la Revista ' co alemán Pinder ha denunciado nítida-
del Satto (dirigida por Quiroga entre 1899 ' mente: «La unidad de problema, como
v 1900) hasta la más conservadora y por j fórmula para una comunidad generacio-
eso mismo más duradera Vida Moderna j nal, no excluye en modo alguno la ten-
(director: Raúl Montero Bustamante, sión ni los antagonismos más vigorosos:
1900-1903). Rodó tuvo (ya se ha, visto) su antes bien hasta requiere la posibilidad
Revista Nacional de Literatura y Ciencias de su existencia. Pues sólo implica una
Sociales (1895-97); Herrera y Reissig pu- unidad en cuanto a la tarea impuesta,
blicó dos, de vida efímera la segunda: i mas no una unidad en cuanto a la solu-
la Revista (1899-Í900) y la Mueva Alian- l ción.» Más importante que las ocasiona-
tida (1907). Otras publicaciones obede- les discrepancias intergeneracionales es
cieron a figuras menos destacadas, pero hallarse frente al mismo sistema de vi-
Unieron, muchas veces, más sólida fi- gencias (como diría Ortega).
nanciación, y hasta más larga vida. I
Otro elemento de vinculación (y de an-
74 INTRODUCCIÓN GENERAL

tagonismo) entre los integrantes del gru- j Pero lo que da carácter de grupo o
po del 900 fué la política que entre 1895 j de generación literaria a la obra de este
y 1905 llevó varias veces a las armas a conjunto de escritores es la presencia de
los partidos tradicionales uruguayos. Un algunos elementos comunes a todos: el
ejemplo: en momentos en que Rodó es- lenguaje, en primer lugar. El lenguaje,
taba empeñado, con otros jóvenes, en por encima de la variedad de estilos y
la unificación del Partido Colorado, Ju- de formas, acusa la unidad de experien-
lio Herrera y Reissig (también colorado, cia vital literaria: el Modernismo, con
pero de una fracción inconciliable), pro- lo que la voz implica de renovación en
nunció un ofensivo discurso en que ata- los medios expresivos por influencia de
caba por el ridículo a los organizadores las literaturas no hispánicas (y la fran-
del movimiento unificador. Su conferen- cesa en primer lugar), por la atención
cia (dictada en 19 de diciembre de 1900) concedida a la forma, y no sólo en el
era de extrema virulencia. Hay conexio- verso, sino (particularmente) en una pro-
nes de tipo amistoso, como las de Rodó sa que por abuso se llama poética; de
con Reyles, transformación idiomática por acarreo
Estas simpatías y diferencias de un de voces foráneas, hábil y necesariamen-
tipo político tienden a incorporar el gru-: te aclimatadas; de imaginería verbal re-
po literario a la generación histórica de novada y renovadora Esta experiencia
la que ha sido aislado por el análisis; vital (que se examina con más detalle
por el estudio de las mismas es posible luego) no estatuye la uniformidad entre
lograr un más exacto conocimiento del los integrantes de la generación. Por el
lugar que corresponde a los integrantes contrario, cada uno usó el lenguaje co-
de esta generación en el ámbito histó- i mún acentuando ciertos efectos o bo-
rico en que les tocó moverse. J
No debe exagerarse, sin embargo, la j rrándolos; persiguiendo a través del mis-
importancia de estos vínculos. A medida j mo medio su propia voz; ajustando el
que van madurando los creadores, a me- J ritmo de todos a su propio pulso, a las
dida que se hunden más en la propia necesidades ineludibles de su escritura.
obra, tienden a debilitarse las relaciones Otro elemento que acentúa la unidad
con sus coetáneos. Algunos, por otra par- subvacente del grupo es el contraste con
te, no tuvieron nunca espíritu gregario, la generación anterior. El testimonio, in-
De uno de ellos, de Carlos Reyles, ha vocado al comienzo, de Reyles y de Ro-
escrito Rodó: «Ha realizado su obra li- dó demuestra que en la inquietud de
teraria de la manera más opuesta a la los más jóvenes no hallaba eco la obra
publicidad constante y afanosa del es- de sus mayores. Esto no significa que
critor de oficio; con señoril elección del se sintieran tentados a romper, por la-
tiempo de escribir y el tiempo de dar violencia, con la generación más vieja,
a la imprenta; ajena a toda camarade- Hasta es posible señalar en una primerí-
ría de cenáculo, y aun a comunicación i sima etapa un acuerdo cortés que se evi-
estrecha y sostenida con el grupo inte- dencia, por ejemplo, en el tono general
lectual de su generación; en altiva sole- de la Revista Nacional. A esa etapa per-
dad, que recuerda algo del aislamiento tenece la afirmación, tan conciliadora,
voluntario y de la obra concentrada, y del joven Rodó: «Para quien las consi-
sin moción exterior, ele Mérimée.» Parte dera con espíritu capaz de penetrar, ba-
de la obra de Rodó se realizó también j jo la corteza de los escolasticismos, en
de acuerdo con esla actitud íntima. Y j lo durable y profundo de su acción, las
lo misino podría decirse de la mejor ¡ sucesivas transformaciones literarias no
:
obra de Horacio Quiroga. se desmienten: se esclarecen, se am-

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II: OBRA.—1: LA GENERACIÓN DEL 900 75

plían; no se destruyen ni anuían: se : juveniles, desordenada profesión del des-


completan.» contento y del deseo de renovar el am-
Por otra parte, no todos ios integran- j biente literario que asoma detrás de los
tes de la vieja generación permanecerán I convencionalismos del género. Así, por
indiferentes a la obra de los jóvenes. Al-1 ejemplo, la Revista Nacional de Litera-
gunos, como Zorrilla de San Martín, el tura y Ciencias Sociales expresará en su
autor de Tabaré, o como Eduardo Ace- \ Programa la voluntad de «sacudir el ma-
vedo Díaz, el gran novelista histórico de ¡ rasmo en que yacen por el momento las
Ismael, continúan alternando con aqué- j fuerzas vivas de la intelectualidad uru-
líos, índice del eco que encontraron mu- j guaya». En el primer número de La Re-
chas veces es su colaboración en la nue- vista traza Herrera y Reissig el cuadro
va revista o su amistad sostenida con del momento, tal corno lo veían sus ojos
algunos miembros del grupo. También impacientes: «...la literatura (...) es en-
podría señalarse el testimonio escrito, tre nosotros o bien un feto que está por
como (por ejemplo) la crónica de Ace- nacer, o un pantano que se pudre en
vedo Díaz a la muerte de Florencio la más vergonzosa estagnación, sin que
Sánchez, que contiene uno de los más una sola corriente trate de darle vida y
penetrantes retratos clel joven drama- sin que sea posible asegurar que, en
turgo, o la carta en que Zorrilla agra- tiempo no lejano, llegue a ser conside-
deció a Rodó el envío de El que vendrá rada como el más ridículo de los mi-
y en la que trataba de refutar, desde tos. (...) Pero, de todos modos y en cual-
su perspectiva católica, la incredulidad quier época, los literatos han sido con-
csícticista del joven pensador. (Esta car- siderados y estimulados honrosamente y
r
ta, cuyo borrador rescató Raúl Montero aquellos tiempos, no lejanos, en que los
Bus Lámante de la papelería de Zorrilla, triunfos del orador y del poeta llenaban
no fue enviada nunca; pero por su ex- de aplausos las salas en que se verifi-
tensión, y por el interés que revela, pue- caban los certámenes, forman raro con-
de ser invocada aquí como testimonio.) traste con estos días de enervamiento y
Todo esto resulta normal, ya que es frivolidad, en que no existen centros li-
esta etapa inicial un período de gesta- terarios, y en que se fundan footballs,
ción (para usar la terminología de Orte- presenciándose, al revés del triunfo de la
ga) y, para los jóvenes, es tanto más cabeza, el triunfo de los pies, y, mien-
deseable la comunicación eficaz con la | tras el Ateneo no es, en realidad, sino
generación anterior. un bello cadáver de arquitectura que
\To es menos cierto, sin embargo, que luce su robusta mole frente a la estatua-
la publicación de El extraño, de Reyles de la Libertad.»
(1897, la segunda de sus Academias), del Y hasta una revista como Vida Mo-
Rubén Darío, de Rodó (1899), de Los derna—tan íntimamente conciliadora—no
arrecifes de coral, prosa y verso, de Ho- vacila en declarar: « Y a eso venimos;
racio Quiroga (1901) y la fundación de a sacudir el marasmo en que viven los
la Torre de los Panoramas (hacia 1901), hombres de pensamiento [aunque aña-
significaban un rompimiento con la ge- de: ] y a recoge]^ con el respeto y la ve-
neración anterior, los primeros actos que neración que merecen los frutos de los
conducían a la toma del poder. Esta ¡ que a pesar de todo luchan, de ¡os que
nueva actitud puede confirmarse tam- taba jan en la sombra, de los que se ago-
bién en las obras colectivas, en el pro- tan en estériles esfuerzos, condenadas
grama de presentación de las revistas sus obras a no ver jamás la luz.»
JOSÉ ENRIQUE R O D Ó

AL PUEBLO
La Comisión de Homena|e a R O D O trulla al pueblo ele la República para que concurra
a l a s exequias de quien, por liaber sido " 1 1 P f NSAPIH N I O D I N U f S f k ' O S ÍNUIVOS F I C M P O S " .
según lo proclamó Rubén D a r í o , fue. lamblen. allisima gloria de las lelras H i s p a n o . Americanas
y orgullo d e l Uruguay.
f í h o r t a . asi mismo, al comercio de Montevideo para que, en señal de adhesión al duelo
público, clausure las casas de negocio durante el transcurso de las honras

La translación del féretro hasta la Universidad tendrá lugar el dia


Sábado, a las 16 horas. (Punto de reunión: Muelle Maciel).
La inhumación de los restos en el Panteón Nacional se realizará
el Domingo, a las 15 horas.

.J.O*E S e & Í E S l U . P r a U c a t n EMILIO BARBAROCA, PEDRO RLAAES VIAI.B. AWERIEO RICALDOXI. V I C T O » PERES

P E T I T . JBS€ SERRATO. EDUARDO FERREIRA. ALEJANDRO tíALLINAL. PEDRO H S A R I , EOUAROO

« O N T E V E R D E . ROBERTO P. RIVEROS. JIJAN A. ZOHILLAGA. LLIS SEPERYIELLE. ISMAEL CORTIIA*

ALEJANDRO T A U C E . JOSÉ PEDRO SEGI ADO. HORACIO AOAD1E SANTOS, DARDO 8EGCLÉ3. ICIO

LCRENA JIJANTE© I ALBERTO SEVE3 rKEVEJIET. S « r t l i r l » »

Mcuújiesto del Comité Nacional de Homenaje invitando a las exequias


de Rodó. Montevideo, 21 de febrero de 1920.

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II: OBRV—1: LA GENERACIÓN DEL 900 77

Rodó. Caricatura por Radaelli, publicada en «El Plata», Montevideo,


TI de febrero de 1920.

III <ri i'n mismo mundo de valores (o vi-


gencias), de que los problemas se plan-
¿Es posible extraer del examen cum- teaban del mismo modo a sus integran-
plido la convicción de que el grupo de tes, cualquiera que sea la solución ofre-
escritores que se revela hacia 1900 vivía cida por cada uno de los mismos? Se
78 INTRODUCCIÓN GENERA!,

ha visto que a pesar de claras diferen- escindida por Ortega y Gasset en varias
cías (y por radicales que parezcan) en etapas, de quince años cada una, en que
lo fundamental—una zona de fechas, vi- se produce toda su acción. En el caso
gencias compartidas, actitud polémica o particular de esta generación uruguaya
renovadora frente a la generación ante- del 900, la proximidad de los años de
rior—sus integrantes evidenciaban una nacimiento de sus integrantes permite
postura común. Incluso podría anotarse establecer empíricamente una zona de
en todos una misma posición frente a fechas cuyos topes serían 1865 y 1880.
la creación literaria o intelectual, inde- (Delmira Agustini, la genial poetisa, su-
pendiente de la tendencia estética en que pera en seis años este lapso, pero el pro-
militasen. Todos concibieron su obra pio Ortega ha explicado teóricamente es-
desde un plano universal, levantando el ta aparente irregularidad al señalar que
punto de mira nacional, incorporando «las mujeres de una generación son cons-
la literatura uruguaya a la gran tradi- titutivamente, y no por azar, un poco
ción literaria de Occidente (y no sólo más jóvenes que los hombres de esa ge-
de España). Ni siquiera aquellos que neración».)
practicaron con voluntad el regionalismo Si se toma, pues, como base este pe-
en parte de su obra (Viana, Reyles, Sán- ríodo inicial de quince años, cuya fecha
chez, Quiroga) se redujeron al criollis- central de nacimiento es 1872, puede es-
mo pintoresco. Intentaron—aunque no tablecerse una segunda etapa (1880-1895)
siempre pueda asegurarse que lograron— en que la generación se educa y forma,
trascender las limitaciones de lo regio- y una tercera (1895-1910) que corresponde
nal. Quiroga, en Los desterrados; San- \ en este caso al período llamado de ges-
chez, en Barranca abajo, levantaron lu- tación; es decir: el momento en que la
minosos y perdurables ejemplos. generación accede a la vida pública, se-
En otro orden, puede asegurarse que j ñala una actitud de revisión de valores
Rodó construyó su americanismo a es- j e intenta imponer su sistema de vigen-
caía universal. Ya en una carta a Ru- i cias; es un momento polémico y de bas-
fino Blanco-Fombona (cuyo borrador es-! tante cohesión interna, que apunta con-
tá fechado en noviembre 1897) establecía ¡ tra la generación anterior, aunque no ex-
el joven crítico una distinción importan- i cluye el cómbate intergeneracional. La fe-
te entre su americanismo y el de su co- cha central de esta etapa (1902) es la
rresponsal: «Yo profesaré siempre el le- central de la generación que debiera lla-
ma americanista que una vez escribí y marse, con mayor precisión, la genera-
que tan grato ha sido a usted; pero ción de 1902. (Lo mismo podría decirse,
nos diferenciamos en que su americanis- y lo ha dicho Ortega, de la generación
mo me parece un poco- belicoso, un poco \ española de 1898; Díaz-Plaja, en Moder-
intolerante; y yo procuro conciliar con j nismo frente a Noventa y Ocho, Madrid,
el amor de nuestra América el de las j 1951, confirma y amplía el aserto,) Una-
viejas naciones a las que miro con un j cuarta etapa de la vida de esta genera-
sentimiento filial.» Hasta Julio Herrera y ción (1910-1925) la muestra ya en el po-
Reissig—cuyo exotismo deliberado es im- der, cumpliendo su gestión y enfrentán-
posible ignorar—esbozó en un curiosísi- dose con una generación nueva que la
mo discurso de 1909 la armonización de combate e intenta suplantarla. La últi-
lo primitivo gauchesco con lo primitivo ma etapa (1925-1940) señala la retirada,
helénico, señalando los términos de una que no es lícito entender en términos
alianza que la muerte le impidió quizá absolutos.
tentar. De estas cinco etapas fijadas empíri-
La vida de una generación ha sido camente, dos revisten particular ininor-

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II: OBRA.—1: LA GENERACIÓN DEL 900 79

tanda: la tercera y la cuarta. En esta hasta la fugaz Nueva Atlánlida, de He-


generación del 900 se da un caso singu- rrera y Reissig (1907).
lar: la más intensa no es esta última, Los últimos años de esta etapa de ges-
sino la etapa anterior. En efecto, en los tación ofrecen obras incomparables. Vaz
quince años que corren desde 1895 se Ferreira publica cuatro libros sobre la
producen y publican algunas de las obras base de sus apuntes de clase y conferen-
perdurables del grupo. El período se cias: Problemas de la libertad (1907), Mo-
abre con los libros, inmaduros y pre- ral para intelectuales (1908), Pragmatis-
cursores, de Roberto de las Carreras: mo (1909) y Lógica viva (1910). Horacio
Al lector (1894) y Sueño de Oriente Quiroga abandona definitivamente el ver-
(1899); con las más ambiciosas narracio- so y compone dos estudios de psicología
nes de Javier de Viana: Campo (1896), anormal o histérica, de indudable fuer-
Gaucha (1899) y Gurí y otras novelas za: Historia de un amor turbio y Los
(1901); con las Academias modernistas perseguidos (ambos de 1908). En 1909 se
de Carlos Reyles: Primitivo (1896), El publicaron los Motivos de Proteo, en que
Extraño (1897), El sueño de Rapiña trabajaba Rodó desde comienzos del si-
(1898); Carlos Vaz Ferreira renueva la glo; en 1910 (y ya postumos) Los pere-
enseñanza y las concepciones vigentes grinos de piedra, obra que Julio Herre-
con la Psicología experimental (1897); Jo- ra y Reissig preparó con cuidado y que
sé Enrique Rodó publica trabajos de ofrece su primera imagen cabal. (No lle-
joven madurez: La vida nueva (1897), gó a verla impresa, pero ordenó su ma-
Rubén Darío (1899) y Ariel (1900). Con terial y corrigió las pruebas de galera.)
esos libros se impone el Modernismo, El mismo 1910 vio la publicación de los
se abre camino a una profunda renova- Cantos de la mañana, de Delmira Agus-
ción. tini; de La muerte del cisne, de Carlos
Entre 1903 y 1905 estrena Florencio Reyles, y de Macachines, con que ini-
Sánchez, vertiginosamente, sus mejores ciaba Viana una manera más elíptica y
piezas: M'hijo del dolor (1903), La grin- anecdótica de sus relatos camperos. Es-
ga (1904), Barranca abajo, Los muertos, ta misma abundancia se compensa, cruel-
En familia (todas en 1905). Los poetas mente, con la desaparición en 1910 de
aparecen con algún retraso. Los arreci- Herrera y Reissig y de Florencio Sán-
chez. Es asombrosa su coincidencia cro-
fes de coral (1901) de Horacio Quiroga nológica. Nacidos a pocos días de dis-
es obra inmadura y agria; señala una tancia en enero de .1875 (Herrera el 9,
crisis de su arte y una vocación poé- \ Florencio el 17), mueren, respectivamen-
tica errónea. i te, el 18 de marzo y el 7 de noviembre
Tampoco facilitan las primeras obras i de 1910. Pero la muerte no tiene para
de Herrera' y Reissig una imagen cabal | ambos el mismo significado: Florencio
de su futura poesía; habrá que esperar fallece en el colmo de la fama, impues-
a Las pascuas del Tiempo (1901), a Los jto absolutamente su teatro en el mun-
maitines de la noche (1902), a La Vída\ do ríoplatense y en momentos en que
(1903), para descubrir las posibilidades i empezaba a mostrar señales evidentes de
del gran lírico, aunque su mejor pro- ''declinación; Julio Herrera muere en ple-
ducción ni siquiera sea ésta y sólo se lo-; na lucha, negado apasionadamente por
gre, con ardida intensidad, entre 1904 muchos, exaltado ilimitadamente por
y 1909. Tampoco puede olvidarse el ex- otros.
traordinario florecimiento de las revis- Para el primero, esíe período no fué
tas en este período, desde la perdurable sólo de gestación; para eí segundo, la
Revista Nacional, de Rodó (1895-1897), gestación la realizaría la propia obra,
80 INTRODUCCIÓN GENERAL

cuya influencia sobre la generación si- que su autor estaba agotado ya como
guiente (y no sólo en el Uruguay, sino creador y que casi todas sus novelas de
en todo el orbe hispánico), no cesó ele este período son intentos, no siempre
crecer hasta convertirse en. una de las afortunados, de dilatar un suceso y unos
voces directrices de la poesía de este personajes que cabían perfectamente en
siglo. la forma anterior de cuento.
La cuarta etapa ofrece también su co- Este período de gestión no alcanzó la
secha de muertes. Después de la culmi- significación necesaria precisamente por
nación poética de Los cálices vacíos la ausencia irreemplazable, o por ia neu-
(1913) y antes de publicar Los astros del tralización particular, de tantas figuras.
abismo, Delmira Agustini muere, asesi- Por otra parte, la guerra de 1914 y su
nada, en 1914. Rodó explana su magis- desorientada posguerra provocarían un
terio superior en El Mirador de Próspe- cambio tan radical de la sensibilidad y
ro (1913), pero fallece antes de comple- de todo el sistema de vigencias en que
tar Proteo. (Editores postumos, no siem- basaban su obra, casi sin excepción, los
pre bien aconsejados, se encargan de creadores del 900, que se habría de clau-
El Camino de Paros, 1918, y del incom- surar, en gran medida y desde fuera, el
pleto Epistolario, 1921). Hacia el final alcance de su obra.
del período mueren María Eugenia Vaz ) En la última etapa escasean los títu-
Ferreirá (1924), que alcanzó a preparar j los; es decir: escasea la obra. Quiroga
una rigurosa autoantología, su único li- j publica una novela frustrada, Pasado
bro: La isla de los cánticos, y Javier de ' amor (1929), y un volumen de cuentos
Viana (1926), que, con criterio simétrica- i desiguales, Más allá (1935); está agotado,
mente opuesto, abundó en títulos de : como hombre y como creador. Vaz Fe-
irritante, de reiterada mediocridad, con- I rreira suma dos obras significativas a
virtiéndose en el best-seller de la gene- • su bibliografía: Sobre Feminismo (1933)
ración. Mucho antes de su muerte ha- ] y Fermentado (1938), pero su pensa-
bía perdido el narrador gauchesco toda | miento parece cada día más incapaz de
auténtica significación literaria. ¡ renovación. Carlos Reyles produce cua-
El grupo quedó reducido a tres figu- \ tro libros de valor desigual: El gaucho
ras mayores: Rey les, Vaz, Quiroga. En I Florido (1935), Incitaciones (1936), Ego
esos años alcanzan plena madurez, Qui- ¡ Sum y A batallas de Amor... (ambas de
roga publica sucesivamente: Cuentos de 1939 y postumas). Gracias a editores
amor, de locura y de muerte (1917), perfectibles realiza Rodó una fugaz re-
Cuentos de la selva (1918), El salvaje y aparición con un libro que sólo él po-
Las sacrificadas (ambos de 1920), Ana- dría haber publicado: los Últimos Moti-
conda (1921), El desierto (1924), La galli- \ vos de Proteo (1932). La muerte llega
na degollada y otros cuentos (1925) y su j para Quiroga, que se suicida en 1937,
obra más coherente: Los desterrados y para Reyles (1938). Vaz Ferreira los
(1926). Vaz Ferreira recogerá su ense- sobrevive y se sobrevive, aportando una
ñanza viva en algunos libros ocasionales, luminosa excepción de longevidad en
eludiendo siempre la sistematización de j una generación que estuvo retaceada por
su pensamiento: Sobre la propiedad de j ia muerte.
la tierra (191.8) y Estudios pedagógicos \ La temprana desaparición de muchos
(1921-1922). Carlos Reyles publica El te-\ de sus creadores más significativos re-
¡ruño (1916), los Diálogos olímpicos (1919) j duce la actuación colectiva de esta ge-
y su famosa novela El embrujo de Se- •.neración—no la individual de cada crea-
villa (1922). El éxito resonante de esta; dor—a un lapso de unos treinta años:
última no puede disimular, sin embargo, I 1895-1925. Esto, si afectó a la obra mis-

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II: OBRA.—2: EL MODERNISMO 81

ma del grupo—producida intensamente, personalidad, un individualismo heroico


en breve espacio—, no afectó a su in- que el propio Rodó diagnosticara como
fluencia. Por el contrario, la generación típico de la herencia finisecular en su
que debió enfrentarla y que la sucedió ensayo sobre El que vendrá (1896).
no sostuvo sistemáticamente una acti- Una jefatura no se ejerce sólo por la
tud iconoclasta. dócil aceptación de los discípulos; se
Prolongó, dentro de las nuevas circuns- ejerce también (y éste fué el caso de
tancias y con ejemplar docilidad, su en- Rodó) por la resistencia que levanta una
señanza poética e intelectual; se apoyó personalidad, por la reacción que des-
en ella para su desarrollo, se nutrió en pierta el peso y la proyección de su obra,
ella y preservó así la continuidad de su por la posición desde la que los mejo-
herencia. El único realmente negado fué res construyen su respuesta. En este
Rodó, quizá por lo mismo que su obra sentido, Rodó no sólo ejerció la jefatu-
poseía mayor significación, comprometía ra espiritual de la sumisa masa genera-
más ancho campo de intereses espiri- cional. También la ejerció sobre los re-
tuales y había ejercido más poderoso im- beldes como estímulo y como provoca-
pacto. Pero hoy es posible advertir que ción, determinando por su sola existen-
esa negación enconada y repetida dejó cia la necesidad de otras direcciones es-
intactos los verdaderos fundamentos éti- pirituales.
cos y estéticos de su obra.
¿Qué lugar ocupó Rodó en esta gene-
ración uruguaya del 900? Con la pers- 2
pectiva que aportan ya los años, es fácil
reconocer su jefatura espiritual. Durante EL MODERNISMO
su vida el Uruguay no podía ofrecer nin-
gún otro prosista de estatura hispánica, I
un escritor cuya obra interesara en todo
el mundo de habla española y que repre- La obra de Rodó—y la de la genera-
sentara, a los ojos de todos, esa nueva ción uruguaya del 900—aparece inscrita
actitud intelectual de América. (Darío lo en todos los manuales de historia de la
representaba, y tal vez con más fuerza, literatura hispanoamericana dentro de la
en el plano poético.) Dentro del Uruguay gran corriente del Modernismo. Por Mo-
su acción se prolongaba en discípulos y dernismo, parece innecesario aclarar, no
en epígonos, facilitado el magisterio por debe entenderse únicamente la revolu-
la misma postura del escritor. Pero las ción poética promovida por Rubén Darío
grandes cabezas de la generación fueron en ias dos últimas décadas del siglo xix.
independientes de él y no aceptaron su Ya Rodó había indicado en 1899 (y ai-
jefatura. Algunos, como Julio Herrera y referirse especialmente a Darío) la am-
Reissig, le fueron francamente hostiles; plitud general de este movimiento: «Yo
otros, como Carlos Reyles, mantuvieron soy un modernista también; yo pertenez-
con él una relación de amistad, sin com- co con toda mi alma a la gran reacción
partir sus ideas y hasta, en algunos ca- que da carácter y sentido a la evolución
sos, combatiéndolas abiertamente; otros, del pensamiento en las postrimerías de
en fin, como Horacio Quiroga o Carlos este siglo; a la reacción que, partiendo
Vaz Ferreira, desarrollaron toda su obra del naturalismo literario y del positivis-
al margen de la de Rodó. En realidad, lo mo filosófico, los conduce, sin desvir-
que unía subyacentemente a los principa- i tuarlos en lo que tienen de fecundos,
les integrantes de esta generación era un a disolverses en concepciones más al-
culto común v hasta exacerbado de la tas.» Unos años antes, en 1890, el propio
82 INTRODUCCIÓN GENERAL

Darío apuntó una primera definición del aceptado en nombre o no por los que le
Modernismo poético al referirse al «es- dieron motivo y razón, el auténtico 'mo-
píritu nuevo que hoy anima a un peque- dernismo' que, como un río, corría bajo
ño pero triunfante y soberbio grupo de su propio nombre con destellos ideales y
•escritores y poetas de la América espa- espirituales posibles para él, fué, es, se-
ñola: el modernismo. Conviene, a saber; guirá siendo la realidad segura con ex-
la elevación y la demostración en la presión accidental mejor o peor, de un
crítica con la prohibición de que el maes- cambio universal ansiado, necesitado ha-
tro de escuela anodino y el pedagogo cia 1900, repito: un reencuentro funda-
•chascarríllero penetren en el templo del mental de fondo y forma humanos o
arte; la libertad y el vuelo, y el triunfo más que humanos (ya Nietzsche, actual y
de lo bello sobre lo preceptivo, en la universal por escritura y espíritu, fué un
prosa; y la novedad en la poesía: dar 'modernista' en su Alemania).»
color y vida y aire y flexibilidad al an- Pero aun descartando tan amplia con-
tiguo verso que sufría anquilosis, apre- cepción—que equivaldría a señalar en el
tado entre tomados moldes de, hierro...» Modernismo la dimensión de un Renaci-
La crítica de estas últimas décadas ha miento—es posible advertir que aparece
compartido en general la interpretación incorporando simultáneamente a la lite-
amplia de Federico de Onís en 1935: «El ratura hispanoamericana un conjunto de
modernismo es la forma hispánica de la corrientes que en las letras y el pensa-
crisis universal de las letras y del espí- miento europeos (como ha señalado el
ritu que inicia hacia 1885 la disolución mismo De Onís) se presentaban desvincu-
del siglo xix y que se había de manifes- ladas y, a veces, antagónicas: Parnaso y
tar en el arte, la ciencia, la religión, la Simbolismo, en poesía; naturalismo y psi-
política y gradualmente en los demás cologismo, en novela y teatro; positivis-
aspectos de la vida entera, con todos los mo e idealismo, en filosofía; socialismo
caracteres, por tanto, de un hondo cam- y anarquismo en sociología. En el pró-
bio histórico cuyo proceso continúa hoy,» logo a las Academias (1896) mencionaba
Más amplia aún, aunque ya no utilizable Reyles, en enumeración que ahora pa-
aquí, es la definición que ha dado Juan rece caótica, algunos nombres represen-
Ramón Jiménez: «El modernismo no fué tativos: Bourget, Huysmans, Barres,
solamente una tendencia literaria: el mo- Tolstoi, Jbsen, D'Annunzio, Schopen-
dernismo fué una tendencia jeneral. Al- j hauer, Wagner, Stendhal, Renán, los Gon-
canzó a todo. Creo que el nombre vino : court. Y en carta coetánea a José Enri-
de Alemania, donde se producía un moví- ] que Rodó (12 de abril de 1899) apunta
miento reformador por ios curas llama- j algunos otros nombres, exclusivamente
dos modernistas. Y aquí, en España, la i franceses. «Se lee mucho a Mallarmé (es-
jen te nos puso ese nombre de modernis- cribe), a Baudelaire y Verlaine; algo
tas por nuestra actitud. Porque lo que menos a Moréas, Heredia, Coppée y Rég-
se llama modernismo no es cosa de es- nier, y poco, aunque también algo, a
cuela ni de forma, sino de actitud. Era Rimbaud, Francis Janimes, Viélé-Griffin
el encuentro de nuevo con la belleza se- y Hugues Rebeil. Entre los noveladores
pultada durante el siglo xix por un tono reinan aún los pontífices del naturalis-
jeneral de poesía burguesa. Eso es el mo. Flauberí, Zola y Goncourt, dejándo-
modernismo: un gran movimiento de en- j se también sentir la influencia de Sten-
iusiasmo y libertad hacia la belleza.» Es-! dhal, Mérimée, Bourget, Huysmans, Fran-
tas declaraciones de 1935 (recogidas por ce y Barres, Remy de Gourmcnt, casi
V. Proel en La Voz.) fueron completadas! todos los poetas y noveladores que es-
en un artículo de 1940: «El 'modernismo', I criben en el Mercare de Franee, L'Er-

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II: OBRA.—2: EL MODERNISMO 83

mitage, La Plttme y otras revistas de la cho de su mayor originalidad y valor—


misma índole, empiezan a leerse, pero no que en ella coexisten, aun en los mismos
puede decirse que conformen a nadie.» autores, tendencias literarias que en Eu-
En un trabajo reciente (1953) ha com- ropa fueron fases sucesivas incompati-
pletado De Onís su interpretación del bles las unas con las otras; que el es-
Modernismo y ha señalado: «La reacción critor americano al afirmar y realizar
contra el siglo xix, que en Europa fué el algo nuevo no niega lo anterior ni re-
carácter negativo que unió a los escrito- nuncia a ello, sino que lo integra en una
res, en América es más imitación que superposición de épocas y escuelas que

El túmulo erigido a la entrada de la Universidad, v que contenía los restos de Rodó.

realidad. Los modernistas hispanoameri- conviven armónicamente en una unidad


canos combaten, es verdad, el verbalis- donde están vivos y presentes todos los
mo, los lugares comunes, el anquilosa- valores humanos del pasado. Así ocurre
miento, todos los defectos de la literatu- que los modernistas hispanoamericanos
ra inmediatamente anterior; pero no nie- son al mismo tiempo clásicos, románti-
gan ni el romanticismo—'románticos so- cos, parnasianos, simbolistas, realistas y
mos, ¿quién, que es, no es romántico?' naturalistas. Muchos mezclan en su obra,
(Darío)—ni el realismo y naturalismo, que en mayor o menor proporción, todas o
van a continuar y dar sus mejores frutos varias de estas escuelas, con alguna de
hispanoamericanos durante el período ellas como predominante.» Y de ahí que
modernista y después. Es decir—y éste es De Onís pueda concluir: «No es por tan-
un carácter esencial y constante de la li- to la escuela, sino la diversidad de es-
teratura americana, al que ésta debe mu- cuelas, lo que caracteriza al Modernis-
M INTRODUCCIÓN GENERAL

mo hispanoamericano...» Por otra parte, Scarácter de censura: «...si hemos de asis-


ya Pedro Salinas había señalado opor- tir alguna vez a un vigoroso despertar
tunamente (contra la empecinada confu- de numen lírico, si está destinado el gé-
sión de Pío Baroja) ía distinción capi- nero que interpreta las confesiones de
tal entre generación y escuela literaria: la conciencia individual a nuevos días
«...las escuelas literarias no son otra co- de triunfo, ellos no han de lucir mien-
sa sino las distintas soluciones que una tras no desista de alcanzarlos por el afán
g e n e r a c i ó n ofrece a un único pro- de los procedimientos artificiosos y las
blema.» sensaciones nunca expresadas, para po-
Si se entiende, pues, el concepto de ner sus labios en la única fuente de re-
Modernismo en esos términos tan vastos generación que la sinceridad del senti-
y abarcadores, parece legítimo incluir a miento le ofrece.» Más explícitamente
R.odó dentro de este gran movimiento. se expide Rodó en otro texto, de 1897:
Lo que no parece legítimo (y esto es lo «Muy avenido a que la poesía america-
que hacen por lo general los manuales) j na abra su espíritu a las modernísimas
es simplificar la visión de la obra entera j corrientes del pensamiento y la emoción,
de Rodó para que acepte todos los pos-1 se inicie en ios nuevos ritos del arte,
tulados, a veces, contradictorios o exclu- i acepte los procedimientos con que una
yentes, del Modernismo. En realidad, en- í plástica sutil ha profundizado en los se-
tre 1895 y 1917, la obra de Rodó sufre) cretos de la forma, no me avengo igual-
una evolución y un desarrollo que, sin I mente a que, extremando y sacando de
sacarla totalmente del ancho ámbito mo- su cauce el dogma, bueno en sí, de la
dernista, le hace adquirir un carácter independencia y el desinterés artísticos,
muy especial. Para comprender bien ía rompa toda solidaridad y relación con
naturaleza de esa evolución conviene re- j las palpitantes oportunidades de la vi-
pasar los textos críticos y las declara- i da y los altos intereses de la realidad.
clones, p ú b l i c a s y privadas, con que Veo en esta ausencia de contenido hu-
ha ido pautando Rodó su carrera lite- mano, duradero y profundo, el peligro
raria. inminente con que se ha de luchar en el
rumbo marcado por nuestra actual orien-
tación literaria. Al modernismo america-
no le matará la falta de vida psíquica.
En sus primeros trabajos críticos de la j Se piensa poco en él, se siente poco. Le
Revista Nacional (1895-97) Rodó no apa- j domina con demasiado imperio un vivo
rece embanderado en el Modernismo; ; afán por la novedad de lo aparente, que
ellos reflejan lecturas españolas e hispa-1 tiene a la frivolidad muy cercana. Yo
noamericanas premodernistas: Dolores,! lo he comparado una vez con el mundo
de Federico Balart; la obra de Juan Ma- j de puerilidades ligeras y graciosas del
ría Gutiérrez, la crítica de Clarín, la poe-: Japón de Loti; y confieso que si el arte
sía de Núñez de Arce, etc. Antes de pro-' de América ha de ser forzosamente to-
nunciarse tan categóricamente en su es- ¡ davía un arte niño, un arte de inicia-
ludio sobre Rubén Darío («Yo soy un ' ción, prefiero que lo podamos simboli-
modernista también...»), su actitud fren-! zar en aquel niño pensativo del Ten tan-
te a la nueva estética osciló desde una J da via de Hugo—pensador precoz—o en
reserva cortés hasta una franca acepta- i el Alcides infante de la fábula que es-
ción de sus tendencias principales, j trangula entre sus dedos a la serpiente,
Las primeras menciones o alusiones al a que le veamos jugar en una escena de
Modernismo aparecen ya en un texto) bazar japones, al juego literario de los
inaugural, de 1894, y tienen un marcado • colores, o solazarse en los jardines de ar-

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I i : OBRA.—2: EL MODERNISMO 85

bustos increíbles y palmeras enanas. vimiento que poco a poco habría de do-
A Rubén Darío le está permitido eman- minar el escenario literario hispánico. Su
ciparse de la obligación humana de la correspondencia con Leopoldo Alas es
lucha, refugiarse en el Oriente o en Gre- ejemplar en este sentido. Dos fragmen-
cia, madrigalizar con los abates galantes, tos, tomados de los borradores de su
hacer la corte a las marquesas de Wat- Archivo, merecen particular atención.
teau naturalizándose en el 'país' donoso Uno, fechado en 30 de junio de 1897, dice-.
de los abanicos. Una individualidad li- «Otro de los puntos sobre los que yo
teraria poderosa tiene, como el verdade- quisiera hablar detenidamente a usted es
ro poeta según Heine, el atributo regio el de mi modo de pensar en presencia
de la irresponsabilidad. Sobre los irni-' de las corrientes que dominan en nues-
tadores debe recaer el castigo, pues es j tra nueva literatura americana. Me pare-
de ellos la culpa. A los imitadores ha de ; ce haberlo afirmado alguna vez: nuestra
considerárselos los falsos demócratas del \ reacción antinaturalista es hoy muy cier-
arte, que, al hacer plebeyas las ideas, ta, pero muy candorosa; nuestro moder-
al rebajar a la ergástula de la vulgari- nismo apenas ha pasado de la superfi-
dad ios pareceres, los estilos, los gustos, cialidad. En América, con los nombres
cometen un pecado de profanación qui-; de decadentismo y modernismo, se dis-
lando a las cosas del espíritu el pudor j fraza a menudo una abominable escuela
y la frescura de la virginidad.» de trivialidad y frivolidad literarias, una
En otro artículo del mismo año preci-1 tendencia que debe repugnar a todo es-
sa Rodó algunos nuevos matices de esta píritu que busque ante todo, en la lite-
posición ecléctica frente al Modernismo ratura, motivos para sentir y pensar
poético, que será su posición definitiva. Los que hemos nacido a la vida litera-
Al escribir sobre los Poemas, de Leopol- ria después de pasados los tiempos he-
do Díaz, apunta: «i Cuánto elemento gá- roicos del naturalismo no aceptamos de
rrulo y vacío, cuántas viejas cosas mal su legado sino lo que nos parece una
restauradas, cuánta ingenuidad pueril en conquista definitiva; los que vemos en
este movimiento modernista que hoy ha- la inquietud contemporánea, en la ac-
ce vibrar—confundiendo en sí, como to- tual renovación de las ideas y los es-
cios los movimientos literarios, el canto píritus algo más, mucho más, que ese
de las aves y el vocear de las ocas—, prurito enteramente pueril de retorcer
la vida del verso americano!... ¡Pero la frases y de jugar con las palabras a
también cuántas halagadoras promesas!, que parece querer limitarse gran parte
¡cuántas notas inspiradas y altivas!, de nuestro decadentismo americano, te-
i cuánto talento y cuánta animación capa- nemos interés en difundir un concepto
ces de armonizarse en una obra de ver- completamente distinto del modernismo,
dadero arte, en una obra duradera y fe- como manifestación de anhelos, necesi-
cunda! Para la crítica bienintencionada dades y oportunidades de nuestro tiem-
es una grata tarea, es toda una fiesta del po, muy superiores a la diversión can-
espíritu, señalar y levantar en alto las ¡ dorosa de los que se satisfacen con los
cosas buenas que trae esta revuelta co-! Iogogrifos del decadentismo gongo rico y
tríente de publicidad, separar del mon-1 las ingenuidades del decadentismo azul.»
ton vulgar cada una de las obras que ; El otro texto (de 5 de septiembre)
lo merecen.» acentúa esta distinción entre un moder-
En textos privados puede encontrarse j nismo sólo atento a las superficies y el
'a. confirmación de esta actitud básica, al! modernismo que él propugna, cuidado-
•-lempo que se descubren mejor las razo-; so de las realidades, nutrido en el pen-
nos de su reticencia inicial frente al mo-! samiento. «Con esta carta (escribe a su
8ó INTRODUCCIÓN GENERAL

corresponsal) recibirá usted un ejemplar joven crítico. En este mismo lapso se


del primer opúsculo de La Vida Nueva, i produce la irrupción del modernismo en
colección de folletos que me propongo ¡as letras uruguayas. Reyles publica El
publicar. Si no desconfiase de mis fuer- extraño (1897); Roberto de las Carreras,
zas para tal empresa, diría que el plan recién llegado de París, introduce las
de esa colección se basa en el anhelo de formas y el estilo de vida del decaden-
encauzar el modernismo americano den- tismo; en la Revista Nacional ya inicia
tro de tendencias ajenas a las perversas Víctor Pérez Petit su serie de estudios
del decadentismo azul... o candoroso, se- sobre autores europeos que intitula los
gún usted y yo hemos convenido en lla- Modernistas. Todo el ambiente se con-t
marle, valiéndonos, como usted dice, de tamina de Modernismo, muchas veces
un eufemismo.» de un Modernismo de caricatura. Rodó
Este enfoque diferenciador expuesto no pudo no ser sensible a este cambio de
ante la mirada bastante escéptica y has- temperatura que removía tanta inquie-
ta zumbona de Clarín aparece explanado tud ya existente en él. Disminuye y se
asimismo en una carta coetánea a Rafael debilita gradualmente la influencia de
Altamira, a cuyo borrador (sin fecha) Clarín y de su escuela crítica. Ya en
pertenecen estos párrafos: «Hay, efecti- pleno 1897 (el año de su distinción entre
vamente, aquí una juventud que, con decadentes y modernistas) emprende Ro-
excelentes propósitos y con hermoso en- dó el análisis de la última obra de Ru-
tusiasmo, estudia y escribe, procurando bén Darío, su más continuado esfuerzo
bañar su espíritu en las corrientes de crítico hasta el momento. En una carta
la cultura contemporánea, con indepen- a Rubén Darío (cuyo borrador es de 16
d a de todas las preocupaciones viejas de enero de 1898) la anuncia la termina-
y también de todos los caprichos fuga- ción del estudio que no sería publicado
ces de la moda. El rasgo principal de la hasta 1899.
-fisonomía ¡iterarla de Montevideo está, a En su estudio Rodó comunica que el
mi ver, en que, a diferencia de lo que primer poema de Darío que leyó fué Sin-
sucede en la mayor parte de las ciuda- fonía en gris mayor, publicado en Buenos
des americanas, hay pocos líricos deca- Aires en 8 de enero de 1894. (Hay una
dentes o azules, poca afición a la garru- publicación anterior en la Habana, mayo
lería del verso fofo y a la prosa insus- de 1891.) Pero sólo a partir de 1897 se
tancial y bastante amor al estudio serio, acerca, personal y literariamente, a Da-
a la sólida erudición, a la crítica de río. Por una carta del poeta (Buenos
juicio y de gusto, al verdadero cultivo Aires, octubre de 1897) se sabe que Ro-
del espíritu.» i dó le había enviado La Vida Nueva. Con
Entre 1895 y 1897 Rodó pasó de la fácil retruécano, Darío le asegura olím-
desconfianza y hasta del rechazo de la picamente (y tai vez sin haber hojeado
nueva escuela poética a una simpatía, el opúsculo): «...comenzamos una Vida
cada vez mayor, que no excluía la lú-: Nueva en nuestra América; su labor es
cida distinción entre decadentes azules y i una de tantas manifestaciones de ese
verdaderos modernistas. Entre ambas fe- i hecho.» Rodó no pareció advertir el elo-
chas se produce la publicación en volu-! gio amonestado por el «una de tantas».
men de los versos de Prosas profanas y i A fines del mismo año visita a Darío en
de los artículos de Los raros (ambos de Buenos Aires, «poco antes de partir...
1896). Puede creerse que estos libros, de para
j Europa» (según escribe en el borra-
los mejores de Darío, hayan influido po- j dor de una carta a Baldomcro Sanín
derosamente en la determinación de una j Cano). El joven crítico no habrá desper-
simpatía y de un acercamiento en el' diciado la oportunidad de conversar con

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II: OBRA.—2: EL MODERNISMO 87

Darío sobre el estudio que preparaba; reconoceríamos buenos cantaradas de


sufrió entonces, sin duda, la fascinación ideas.» Y de inmediato hace su profe-
personal del poeta. sión de fe modernista, de un Modernis-
Rodó llegó a interesar a Darío en una mo entendido anchamente, como reno-
edición montevideana de alguna de sus vación de las formas y de las ideas, co-
obras; pero la gestión no prosperó a pe- mo reacción superior, Con estas pala-
sar del interés de ambos. Es suficiente- bras Rodó se define en un plano de
mente significativa, sin embargo, de su igualdad frente a Darío: ni discípulo
actitud hacia la persona y la obra de ni panegirista, camarada.
quien podía entonces considerarse sin También está condicionado el elogio.
exceso como el pontífice del Modernis- Desde el comienzo de su trabajo estable-
mo. Esta devoción creciente no impli- ce Rodó algunos puntos de vista que per-
caba de ninguna manera la aceptación miten señalar carencias y limitaciones en
inconsulta de la obra de tanto desdi- la obra espléndida de Darío y (por con-
chado imitador. En un texto de 1907 siguiente) en toda la zona del Modernis-
expresó Rodó su juicio definitivo sobre mo que se ampara en su nombre y en su
este período de su vida literaria: «Pa- ejemplo. Al compararlo con Walt Whit-
saba yo entonces por esa crisis de di- man señala que no es «el poeta de Amé-
letantismo, desdeñoso de la acción y j rica» (el propio Darío ya lo reconocía);
de las ideas, ebrio de arte puro, que lo define (y lo circunscribe) con estas
suele ser como el prurito de la denti-) palabras: «un gran poeta exquisito»;
ción en los espíritus de naturaleza lite- apunta su «amaneramiento voulu», su
raria (aunque en mí nunca caló muy ; refinamiento que empequeñece; alza, ba-
hondo).» jo la ficción transparente de una voz
La publicación en 1899 del Rubén Da- interior, una importante reserva: «¿No
río, con la declaración de fe modernis- crees tú que tal concepción de la poesía
ta, parecía resolver definitivamente la encierra un grave peligro, un peligro
adhesión de Rodó al nuevo movimiento. mortal para esa arte divina, puesto que,
No es así, sin embargo. La misma de- a fin de hacerle enfermar de selección,
claración está condicionada. Ante todo, ¡ le limita la luz, el aire, el jugo de la
Rodó separa cuidadosamente la obra tierra?»
de Darío de la de sus imitadores y con- Estas y otras censuras muestran que
tinuadores; luego, apunta su propia po- si bien Rodó no puede negar la fascina-
sición de independiente simpatía: llega ción que sobre él ejerce la poesía de
a
hablar de «este homenaje de mi equi- Darío (a la que estudia, por primera
dad, que no es el de un discípulo, ni el vez en nuestra lengua, con mirada pene-
de un oficioso adorador», y agrega: ¡ trante), tampoco abdica los fueros de
«Por lo demás, está aún más lejos de la crítica y su natural independencia de
se
r el homenaje arrancado, a un es- juicio. Rodó aplaude y se reserva. Una
pectador de mala voluntad, por la irre- ; tarde, en la confitería de El Telégrafo
sistible imposición de la obra. No creo y antes de publicar Ariel, le confió a
se
r un adversario de Rubén Darío. De Pérez Petit: «Lo de Rubén es una 'ma-
mis conversaciones con el poeta he ob- nera' de escribir que no me va: lo hice
tenido la confirmación de que su pen- así, hipnotizado por el poeta, y por pro-
samiento está mucho más fielmente en barme la mano, como quien dice; pero
"ai que en casi todos los que le invo- yo siento y escribo de otro modo.» Y
can por credo a cada paso. Yo tengo la luego, con encomio, se refirió a Ana-
seguridad ele que, ahondando un poco tole France y a Juan Valera. De ser
mas abajo de nuestros pensares, nos exacto este testimonio, quedaría un re-
88 INTRODUCCIÓN GENERAL

conocimiento de la influencia ejercida, j tiblemente tras el juglar que invente la


brevemente, por Darío y de un rechazo contorsión más atrevida y más extraña.
y hasta un distanciamiento más pro- Hemos querido formarnos para el arte
fundo. una organización de aventureros y un
Coetáneas de estas manifestaciones ora» i paladar de sibaritas. Hemos llegado a la
les y de sus declaraciones en el Iibrito i insensatez en el propósito ele hacer nues-
sobre Darío—aunque publicadas algo an- j tro ese calumniado decadentismo litera-
tes—son unas palabras con que prologa ' rio, que adquiere tintes de parodia al
las Narraciones de Juan C. Blanco Ace- ¡ combinarse con los rasgos aldeanos de
vedo (1893). Ellas permiten conocer más nuestra literatura; árbol exótico tras-
completamente la actitud de Rodó frente j plantado a un tiesto pigmeo, como el
al Modernismo en el umbral del nuevo ¡ baobab de Tartarín. No debemos arre-
siglo. «La escuela literaria que hoy do- pentimos de haber contribuido a pro-
mina en América, como un compuesto | pagar lo que ha pensado y sentido el
extraño de mil influjos diferentes, nos \ alma contemporánea después que el na-
lleva, a una inmoderada avidez de la sen- jturalismo vio pasar sus 'tiempos heroi-
sación desconocida, de la impresión nun- j ros', y por mi parte encuentro intacto
ca gustada, ele ío artificial en el senti- mi entusiasmo para recoger y difundir,
miento y en la forma; y éste es tal vez como antes, la buena simiente del espí-
su único carácter de uniformidad. Nos ritu nuevo; pero la sinceridad nos obli-
hemos olvidado de que lo artificial es ga a reconocer que, por haber prospe-
mal remedio del hastío, tanto más cuan- rado menos la simiente buena que la
do el hastío es prematuro; hemos vuelto mala, la cultura literaria de nuestros
la espalda a la Verdad; y por una in- pueblos va en camino de convertirse en
justificable aberración, constituímos un lo que llamaría Guyau una literatura
grupo literario que desconoce la impre- de insociables, de neurópatas, de dege-
sión franca de la vida, escribiendo en j
medio de la incipiencia embrionaria de nerados... Hay una entraña enferma en
nuestras sociedades y frente a las vír- j esta novísima literatura de América, pá-
genes galas de nuestra Naturaleza. Te- lida y precoz, que ha gustado a destiem-
nemos en la realidad un mundo nuevo, po todas las quintaesencias y todas las
en el que resplandece todavía—como la intemperancias de la vida; y es necesario
humedad del hálito creador—la frescu- que la regeneremos por la virtud del
ra de las cosas; y llevados por nuestro aire puro y le devolvamos el sentimien-
afán de falsificar sobre él la pátina del to de la sencillez.»
tiempo, lo hemos cambiado, en una ver- Por la naturaleza casi didáctica de es-
dadera permuta de salvajes, por un mun- tas palabras y por plantear el problema
do de convención. Nuestros ojos hastia- del Modernismo en relación estrecha con
dos no se satisfacen ya sino con las la realidad americana, el prólogo a estas
irisaciones raras del crepúsculo, en que Narraciones parece expresar mejor la ac-
el prisma parece ebrio; las voces gravas titud de Rodó hacia el Modernismo poé-
y sencillas con que la Naturaleza habla tico. También se encuentra en este pró-
al sentimiento de los hombres, han de- logo una denuncia del alejamiento del
jado de tener encanto para nuestro oí- artista «de las regiones donde se traba-
do; nuestro entusiasmo es menos por lo ! ja y se lucha». Está en germen allí la
bello que por lo excepcional; y a pesar milicia americanista que su próxima obra
de las.protestas de nuestro gusto, senti- (Ariel, 1900) inauguraría tan brillante-
mos que nuestro espíritu se va irresis- | mente.

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Fís/a parcial del monumento a Rodó, obra de José Belloni, que se levanto
en el Parque Rodó, Montevideo, y fue inaugurado en febrero de 1947.
90 INTRODUCCIÓN GENERAL

educación de la inteligencia puede fun-


III darse en el aislamiento candoroso o en
la ignorancia voluntaria. Todo proble-
Con Ariel el tema de América se im- ma propuesto al pensamiento humano
pone como el fundamental en la obra de por la Duda; toda sincera reconvención
Rodó. Y no sólo de la América literaria que sobre Dios o la Naturaleza se ful-
que fuera su preocupación constante des- mine, del seno del desaliento y el dolor,
de sus orígenes críticos en la Revista Na- -tienen derecho a que los dejemos llegar
cional; sino la América entera, vista tam- a nuestra conciencia y a que los afron-
bién en su perspectiva política y social, temos. Nuestra fuerza de corazón ha de
la América como problema esencial y probarse aceptando el reto de la Esfin-
permanente. Esto no quiere decir que ge, y no esquivando su interrogación for-
el discurso olvide la importancia que la midable.»
Estética tiene para la mentalidad moder- Pero si Rodó no olvida la parte (im-
nista. Por el contrario, Rodó dedica toda portantísima) que le corresponde a la Es-
una parte fia cuarta) a mostrar las ín- tética en la formación de la juventud
timas relaciones entre la Estética y la americana, si no rechaza el contacto
Etica y a esbozar, después de Platón, reactivo con la literatura del decaden-
una teoría que revele su interdependen- tismo europeo (y, por consiguiente, con
cia. Y cuando se refiere al arte, no deja- sus ejemplares americanos), todo su dis-
rá Rodó de apuntar «las notas que acu- curso está orientado a la defensa y pro-
san el sentimiento, que podríamos llamar paganda de un credo más importante: el
de extrañeza, del espíritu, en medio de credo americanista. Su preocupación por
las modernas condiciones de la vida» el destino de América coincide con el
—sentimiento que ejemplifica cor, la alu- ingreso a la política de partido. Sus pa-
sión a los parnasianos, a Flaubert, a Ib- labras sobre la Democracia en Ariel con
sen y al «formidable Nietzsche.» Más el ejercicio de la democracia en el Par-
adelante, no dejará de apuntar la nece- lamento uruguayo. En ese momento, y
sidad de un evangelio de la belleza en contra la general opinión de los moder-
estas tierras de América. Dirá entonces: nistas, Rodó cree que ei artista ameri-
«Todo el que se consagre a propagar y cano no puede encerrarse en torres de
defender, en la América contemporánea, marfil y que se debe a la milicia del es-
un ideal desinteresado del espíritu—arte, píritu, a la milicia de América. A partir
ciencia, moral, sinceridad religiosa, po- de Ariel, toda su obra estará condicio-
lítica de ideas—debe educar su voluntad nada por esa actitud. Con ella Rodó con-
en el culto perseverante del porvenir.» tinúa en lo esencial lo actuado por la
Llega incluso a señalar la necesidad de generación anterior, la del Ateneo; su
que la juventud se enfrente con esa lite- personalidad literaria adquiere entonces
ratura extraña que viene de Europa con esa doble dimensión de tribuno y ar-
el eco de un decadentismo exótico. «Yo tista que ya lucieran Víctor Hugo o Ed-
he conceptuado siempre vano el propó- gar Quinet. Frente al amanerado esteti-
sito de los que constituyéndose en avi- j cismo de tanto vate decadente, la pos-
zores vigías del destino de América, en tura de Rodó debía parecer a muchos
custodios de su tranquilidad, quisieran como antimodernista. En realidad, y co-
sofocar, con temeroso recelo, antes de mo se ha visto, no lo era. Aunque Rodó
que llegase a nosotros, cualquier eco | aparecía separado del Modernismo por
venido de literaturas extrañas, que, por ¡ una diferente interpretación del destino
triste o insano, ponga en peligro la fra- ! del poeta americano, estéticamente con-
gilidad de su optimismo. Ninguna firme ! tinuaba dentro del ámbito modernista,

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II: OBRA.—2: EL MODERNISMO 91

El estilo de sus discursos y de sus pa- pertenezco, a la juventud de América,


rábolas o cuentos simbólicos soporta a sobre ideas cuyo interés y oportunidad
ratos la huella indeleble de Darío. Pero me parecen indudables; y si no pareciera
su prédica se orientaba en un sentido una aspiración presuntuosa, agregaría
rauyr distinto, inauguraba una nueva di- que he ambicionado iniciar, con mi mo-
mensión americana del Modernismo. desto libró, cierto movimiento de ideas
en el seno de aquella juventud, para
que ella oriente su espíritu y precise
IV su programa dentro de las condiciones
de la vida social e intelectual de las ac-
Toda la obra de Rodó posterior, a Ariel
tuales sociedades de América.» En forma
puede simbolizarse en el título de una:
coincidente, aunque ampliando el juicio
El Mirador de Próspero; ese Mirador
sobre la literatura del Modernismo ame-
desde el que Rodó contempla la cultura
ricano, se expresa en 12 de octubre del
hispánica y (como Goethe en la-.interpre-
mismo año: «Tengo en mucho el aspec-
tación de Alfonso Reyes) trata de mar-
to artístico y formal de la literatura;
car el rumbo para América. Y es preci-
creo que sin estilo no hay obra real-
samente en ese volumen de ensayos, co-
mente literaria; y en la medida de mis
secha en 1913 de casi dos décadas de
fuerzas procuro practicar esa creencia
trabajo, donde se podrá encontrar el
mía. Pero también estoy convencido de
producto más sazonado de su milicia
que sin una ancha base de ideas y sin
americanista. Pero antes de integrar las
un- objetivo humano, capaz de interesar
páginas del voluminoso libro, esas de-
profundamente, las escuelas literarias
claraciones y testimonios de una vigilia
son cosa leve y fugaz. Mi propósito es
fueron artículos y se publicaron en re-
difícil; usted lo sabe bien. Nuestros pue-
vistas, fueron leídos e influyeron en la
blos (España por anciana, América por
creación de una conciencia de América.
infantil) son perezosos para todo lo que
En esos artículos y en otros no reco- signifique pensar o sentir de manera
gidos hasta ahora, y en su correspon- profunda y con un objetivo desinteresa-
dencia privada, hay también un tema do. x\To importa; trabajaremos mientras
complementario: las limitaciones del Mo- nos quede un poco de entusiasmo, esti-
dernismo americano, sus defectos. Por- mulándonos recíprocamente los que for-
que Rodó no se reduce a promover su mamos la minoría más o menos pensa-
propaganda americanista; busca también dora. Otros vendrán después que harán
combatir una actitud que si estéticamen- lo que no nos sea concedido a nos-
te puede aceptar (con reservas), intelec- otros. Mi Ariel es el punto de partida de
tual y socialmente !e parece nociva para ese programa que me fijo a mí mismo
América. De aquí que lleve una doble para el porvenir.»
ofensiva: contra el Modernismo azul o
decadentismo; a favor de una nueva con- Meses después, al agradecer una rese-
ciencia americana. ña de Unamuno sobre Ariel, tiene opor-
En su correspondencia con Miguel de tunidad de abundar sobre el mismo te-
Unamuno—de las más reveladoras que ma: «Si algo me separa fundamental-
mantuvo—se pueden encontrar huellas mente de la mayor parte de mis colegas
tempranas de esta doble actitud militan- literarios de América, es mi afición, cada
te (como a él mismo le gustaba califi- vez más intensa, a lo que llamaré lite-
carla). En 7.0 de marzo de 1900, al en- ratura de ideas, ya que llamarla docente
viarle Ariel apunta: «Es, como usted ve- o trascendental no la definiría bien. Por
rá, obra de acción, si así puede decirse; desgracia, el modernismo infantil, trivia-
lie querido hablar a la juventud a que íísimo, que por aquí priva, me ofrece
92 INTRODUCCIÓN GENERAL

muy pocas ocasiones de satisfacer esa ¡ quelque chose dans le ventre, como dice
afición con la lectura de la producción ¿ola. Estos pueblos son escenario muy
indígena. Necesitamos gente de pluma pequeño (para empresas de orden inte-
que sienta y piense, y lo que abunda lectual) en la actualidad; pero nos ani-
son miserables buhoneros literarios, ven- ma el que el porvenir de ellos es grande
dedores ele novedades frágiles y visto- y seguro. Es nuestra única ventaja.»

V**t> ÍSAMI

Rodó. Caricatura por Toño Salazar, publicada en «Marcha»,


Montevideo, 26 de diciembre de 1952.

sas.» (La carta está fechada en 25 de En muchos sentidos, la acción de Una-


febrero de 1901.) Otra carta, de 10 de mimo se desarrollaba sobre líneas seme-
diciembre de 1901, completa estas cen- jantes a la de Rodó; de ahí que en una
suras y dibuja mejor su esperanza: «En de sus respuestas (5 de mayo de 1902)
América sigue predominando la literatu- precise el escritor español: «Tiene usted
ra de abalorios, juguetes chinos y cuen- lazón: hay que luchar por imponer ideas
tas de cristal. Luchamos por poner en y hacer que circulen. Es preciso que el
circulación ideas; por hacer pensar; por público no se asuste de los libros de con-
formal- público para el libro que trae tenido v acabe ese aluvión de ñoñerías

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I i : OBRA.—2; EL MODERNISMO 93

más o menos modernistas en que no hay rica, como vengo deseándolo desde hace
sino balbuceos de imitación.» Bajo la tiempo y predicándolo a mi modo; por-
censura de Unamuno se descubre (como que en Francia, muerto y enterrado eí
en Rodó) un rechazo de la parte pura- decadentísimo (que deja a su paso al-
mente imitativa y superficial del Moder- gunas cosas buenas, y mucho cintajo
nismo; no un rechazo del Modernismo. ridículo y polvo y broza que se lleva el
Si las declaraciones de esta correspon- viento), las tendencias que alborean pa-
dencia permanecieron hasta hace poco recen ir en el sentido de la fuerza, de
inéditas, no pasó lo mismo con otros la vida, de la labor fecunda y viril del
textos en que Rodó expuso su nueva ac- pensamiento. Este ejemplo, más que
titud literaria. De 1903 es, por ejemplo, toda prédica, es lo que en nuestros
un prólogo para De Litteris, de Francis- pueblos será oportuno y eficaz.»
co García Calderón (Lima, 1904), más La enseñanza de Rodó iba enderazada
'arde recogido en El Mirador de Prós- a la juventud de América y en el seno
pero, Se abre con unas palabras que de ella encuentra el crítico uruguayo
pueden entenderse como un programa: quienes ía recogen profundamente; en-
«Abunda en la nueva generación litera- cuentran no sólo a Francisco García
rió, americana el colorista instintivo; no Calderón, sino a Pedro Henríquez Ure-
es del todo escaso el poeta o escritor ña y al joven Alfonso Reyes, a Jesús
de intensidad sentimental; pero lo son Castellanos, a García Godoy y a Carlos
mucho los espíritus de serenidad y pen- Arturo Torres, que, aunque mayor reci-
samiento. Nuestra cultura ha pasado, sin be el impulso de la obra rodoniana y
embargo, de los comienzos en que la sim- hasta un espaldarazo consagra torio. En
ple espontaneidad es natural y graciosa; esos nombres, y en otros menores, pone
y hora es ya de que procuremos hacer Rodó su esperanza de una literatura
de nuestro arte (si es que de veras as- americana trascendental o de ideas, como
piramos a tener alguno) obra seria y prefería calificarla, una literatura que al-
consciente. Sean bienvenidos los que, zar frente a los productos repetidos y
corno ei autor de este opúsculo, traen anodinos del peor Modernismo.
a esa obra la promesa de un concurso í
eficaz, y muestran ya, en el esbozo de i
su fisonomía literaria, un gesto de medi- \ V
tación que le hace interesante e imprime i
en ella sello propio.» No hay allí nin- i Una polémica de 1907 pone en evidencia
guna mención ai Modernismo poético, ' —así sea lateralmente y con tocias las
pero hay (visible) la propaganda a favor simplificaciones inherentes al género—la
de una literatura consciente, de medi-1 actitud de Rodó frente al Modernismo
tación y análisis crítico. De una carta • de moda. El escritor argentino Manuel
al mismo joven escritor peruano (2 de Ugarte había recopilado apresuradamen-
agosto de 1904) es este párrafo comple- te en París una pequeña antología de
mentario: «Yo tengo l'e en la juventud ¡ prosistas y poetas del continente bajo
que llega, Y como en nuestras evolu- j el título La joven literatura hispanoame-
dones y rumbos literarios seguimos do-! ricana (París, Armand Colin, s. a.). Rodó
Gilmente la pauta que nos impone Eu- le dedicó un comentario extenso en La
ropa—singularmente la civilizadora y j Nación, de Buenos Aires (4 de marzo
prestigiosísima Francia—tengo motivo j de 1907). Su artículo (Una nueva anto-
para creer que pronto un movimiento ; logía americana) empieza puntualizando
literario serio y bien orientado, rico en . la necesidad de florilegios que difundan
¡deas, ha de producirse en nuestra Amé- ; la producción hispanoamericana. Al en-
94 INTRODUCCIÓN GENERAL

trar en materia, señala el carácter de ción original del problema. No se limita


improvisación que trasunta ¡a obra y a refutar a Ugarte en su audaz afirma-
apunta lo que (a su juicio) sobra o ción de la supremacía de la joven litera-
falta en ella. Luego comenta detenida- tura hispanoamericana. Apunta también
mente algunas afirmaciones de la in- la necesidad de no cortar, orgullosa y es-
troducción o prefacio. Discute fundamen- túpidamente los vínculos con Europa; el
talmente dos puntos: la supremacía de error de la imitación sin discernimiento
los jóvenes, proclamada sin reservas por ni elección, la ausencia de sentido crí-
ligarte; la falta de originalidad de la tico que es patente no sólo en la obra
obra de los mayores. Sus palabras son i del Romanticismo o del Naturalismo, si-
terminantes: «Difícil sería demostrar que i na también en la del Modernismo. «¿Imi-
-después de Sarmiento, la juventud ame- tan nuestros modernistas con criterio
ricana' haya dado de sí el super-Sar-1 más cercano a la originalidad que nues-
miento. No es punto muy seguro que, tros realistas y nuestros románticos?»,
•después de Montalvo y de Martí, tenga pregunta para concluir. Aquí se toca la
la juventud resplandores con que ofus- parte más importante de su artículo.
car los nombres de Montalvo y Martí.. Rodó, cuyo conocimiento de las letras
Ni está probado que, con posterioridad americanas era más completo y sólido
a Andrade, haya surgido quien señale que el de Ugarte, demuestra su actitud
un nivel claramente superior ai vuelo • sobria de valoración, su descreimiento
lírico de Andrade.» (Aquí, parece fia-! en las maravillas de la nueva promoción,
;grante la omisión deliberada de un nom-1 Y en este sentido, sus palabras, difun-
bre sobre cuya importancia Rodó no didas desde una tribuna literaria im-
podía tener dudas: el de Rubén Darío. ¡portantísima y dichas con a u t o r i d a d ,
La injusticia no es causal, según se ex- j significaron una valoración cabal del
plica en el comentario a su correspon- i estado de la literatura hispanoamericana.
dencia con el poeta.) ¡ Desde un punto de vista polémico, el
Más abajo, concluye Rodó su argumen-! último párrafo del artículo de Rodó era
tacíón: «Y si el sentido de la afirmación j lapidario: «En conclusión, esta antolo-
ha de entenderse de modo que no ex- i gía de la nueva literatura americana no
eluya el insuperado valer de tal cual' está a la altura de su objeto ni de lo
nombre individual del pasado, sino que ¡ que era lícito esperar del colector. Pase
se refiera a la actividad literaria como j el señor Ugarte por encima de esta obra
obra colectiva, como conjunto armónico j improvisada y precaria, y denos, puesto
y consciente en que florezca un orga- que es capaz de dárnosla, la verdadera
nismo de cultura, entonces podrá ser antología americana de nuestro tiempo;
justo negar que tan preciosa forma de ; la obra de síntesis que sirva de guía
civilización haya existido en generaciones ' fiel, a quien quiera formar ideas de
anteriores; pero afirmarlo respecto de nuestro espíritu, o la obra de selección
las contemporáneas, importaría extre-! donde se congregue lo poco, lo muy
mar una diferencia y un progreso que, 1poco, que, literariamente, tenemos digno
siendo reales, no habría pasado de muy ! de ser mostrado sin rubor y de asociarse
.modestas proporciones. Lo exacto sería, , a esperanzas y presagios triunfales, de
en tal caso, declarar que la literatura i que esta vez me parece el señor Ugarte
hispanoamericana, como obra social, : demasiado pródigo.»
com organismo autóctono y maduro, ; Desde el mismo periódico contestó
o i ha existido antes de ahora ni existe ugarte en un artículo {Respuesta al señor
todavía.» j Rodó) que recogió más tarde (1908) en
Su comentario vale por una conside- i Las nuevas tendencias literarias. £1 tono

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II: OBRA.—2: EL MODERNISMO 95

de su contestación quiere ser superior 1 respuesta («claro está que el libro ha


y hasta desdeñoso; consigue general- sido compilado y compuesto con cierta
mente ser agresivo. Apunta la costum- precipitación»); las omisiones de nom-
bre americana de vivir emboscados al bres importantes eran lícitas, y Ugarte
borde de la carretera para apedrear al las amplió en un apéndice a la segunda
que pasa; señala que Rodó es «pródigo edición; sus objeciones críticas (que
en las críticas»; habla de la «concepción calaban tan hondo) estaban expresadas;
hosca y glacial de los sedientos de je- en un lenguaje comedido y de delicada
rarquías que multiplican los anatemas censura. Lo que hirió precisamente a
y se creen inatacables porque son me- Ugarte era la fuerza de los argumentos
nos malos que los demás»; contraataca, y el tono frío y algo desdeñoso con
apuntando nombres que no están en la que se expresó el crítico uruguayo.
antología y que Rodó (como él) había Como en t o d a polémica, se produ-
olvidado; lo acusa, con error, de exami- jo un equívoco perdurable. Porque sí
nar sólo detalles y olvidar las grandes Rodó no era como lo presentó la ma-
líneas (Rodó hace exactamente lo con- levolencia de Ugarte, tampoco este úl-
trario); y pide que «el señor Rodó, que | timo difería tanto de su contrincante
viene mariposeando desde hace muchos como era de suponerse. Si había afir-
años en folletos minuciosos que coin- maciones en su prefacio que podían
ciden con los cambios presidenciales, chocar a Rodó («La aparición del sim-
nos dé al fin en un libro sus opiniones bolismo y del decadentismo es el acon-
sobre ese asunto. El no es novelista, ni tecimiento más notable y en cierto modo'
poeta, ni sociólogo, ni luchador, y su más feliz de la historia literaria de
actitud, limitada como está a la crítica, Sudamérica. Es el punto que marca.
puede emplearse para bien de todos en nuestra completa anexión intelectual a
esa labor necesaria.» Si se deja de lado Europa. Es el verdadero origen de nues-
la alusión injuriosa y falsa de un sin- tra literatura»), también ías había que
cronismo entre la obra literaria de Rodó podían haber sido suscritas por éste.
y los cambios presidenciales del Uruguay, Así, por e j e m p l o , cuando apunta la
es evidente que Ugarte denuncia en «enfermiza orientación moral» y las.
este último párrafo una limitación de «tendencias disolventes» del Decadentis-
la obra crítica de Rodó. Pero lo que él ¡ mo, o cuando señala como segunda ca-
entonces no advierte es que precisa- racterística del estado actual de nuestra
mente a subsanar esa omisión está en- literatura la preocupación por las cues-
derezado el análisis crítico de su anto- tiones sociales, tema favorito de Rodó
logía; io que Ugarte no pudo ver es que y de sus discípulos más eminentes. Y
en la larga reseña de Rodó está en j hasta las mismas palabras que cita Ugar-
germen una consideración esencial de te en el acápite de su selección de
toda la literatura hispanoamericana y de Ariel demuestran esta identidad parcial
su problema fundamental. de criterios: «He tratado—dice Rodó en
Rodó no parece haber contestado na- i una autobiografía—de difundir en la li-
da. La respuesta de Ugarte era vulgar; ! teratura americana el interés por las
estaba, además, desenfocada. En nin-1 ideas, apartándola del estrecho y egoís-
gún momento la censura de Rodó parece ¡ tico personalismo que ha caracterizado
hostil. Sus calificaciones de apresura-: las manifestaciones novísimas de nues-
miento o de improvisación fueron re- tra actividad literaria, encasillada en el;
conocidas por el propio Ugarte en su arte puro y la pura emoción individual.»
96 INTRODCCCIÜA GENERAL

reiteradamente su esperanza en la reno-


vación del ambiente literario «que se
anuncia (escribe a este último) por una
No puede decirse que. Rodó haya sido ; declinación muy visible de la frivolidad
enemigo de! Modernismo poético. Pero [ y la trivialidad decadentistas, y por una
muchas de sus manifestaciones (tanto | tendencia muy simpática^ a la reflexiva
públicas como privadas) estuvieron en- seriedad del pensamiento y a la trans-
derezadas polémicamente contra ese Mo- parencia y firmeza de la forma». En la
dernismo. Parece necesario., sin embar- misma carta apunta PU confianza en que
go, reiterar un distingo importante: mu- la renovación del contenido no deje de
chas, casi todas, las objeciones de Rodó afectar a la forma: «...siempre he pensa-
no afectan sino a una zona de este mo- do que la literatura americana llegará
vimiento literario: la del decadentismo. a existir como real energía social, cuan-
En realidad, no siempre distinguió Rodó do adquiera un firme sentido idealista
entre decadentismo y modernismo. El y lo exprese reivindicando y renovando
concepto de decadentismo, contra el que la hermosura genial del idioma cuyo
tan a menudo se alza desde 1897, no mantenimiento futuro nos está confia-
constituye sino una de las formas que do.» Hay aquí algo más que la propagan-
abarca el concepto mucho más vasto de da de una literatura de ideas; hay tam-
Modernismo. Es indudable que Rodó bién la convicción, hondamente sentida
siempre rechazó el decadentismo; en su y nunca desmentida, de la necesidad de
momento de mayor fascinación, pudo una literatura estéticamente válida.
comprender y tolerar sus expresiones Si se hace, pues, el descuento de la
más puras, pero jamás pudo compar- cuota decadentista del Modernismo (que
tirlas. Distinta es su actitud frente al siempre repelió a Rodó) ¿qué queda de
Modernismo. En un momento capital de su antagonismo frente a la nueva co-
su carrera literaria se sintió incorpora- rriente literaria y artística? Queda, evi-
do a él; más tarde, después de algunas dente y ú n i c a , esta objeción: el Mo-
experiencias personales, intentó orientar dernismo no concibe adecuadamente la
el Modernismo por una vía ideológica, función intelectual y social del artista.
por el camino de la acción americana. Rodó no difiere del Darío de Prosas pro-
Dentro del Modernismo, asentó su pré- fanas en su actitud creadora; difiere en
dica y se fué alejando (cada vez más) su actitud ideológica. Rodó cree que el
de la mera actitud esteticista, del rego- artista americano debe estar vinculado
deo sensual de las formas. a la milicia de América, que en él debe
A la luz de esta distinción es posible descansar esta misión de porvenir, de
advertir mejor el alcance de muchas de creación del continente. Así lo apunta
sus declaraciones antimodernistas, de en el borrador de una carta a Andrés
muchas de sus objeciones, esparcidas en González Blanco (19 de junio de 1909):
su correspondencia con amigos y discí- «Creo que la tendencia que ganará te-
pulos. En cartas a Miguel de Unamuno rreno cada día en las letras contempo-
(particularmente una de 20 de marzo | ráneas es la que las mueve a interesarse
de 1904), a Alejandro Andrade Coello, en en ideas y propósitos sociales, de alta
Quito (25 de diciembre de 1909), a Luis y noble educación humana, y creo tam-
Enrique Azaróla Gil (de 27 de septiembre bién que el sentido de esa tendencia
de 1909), a Hugo D. Barbagelata, y refi- puede y será optimista, afirmativo, vi-
riéndose a Alcídes Arguedas (de 3 de di- ril; de franca reconstrucción idealista,
ciembre de 1909), a Pedro Henríquez Dre- en armonía con direcciones filosóficas
na (12 de mayo de 1910), explana Rodó [ que cada vez se definen más clara y

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ir: OBRA.—2: EL MODERNISMO 97

enérgicamente en todas partes donde se reportaje publicado en La Acción, en 2


piensa con originalidad. Todo esto, sin de junio de 1911, o la carta enviada en
mengua del arte, desde luego. No con- 1912 a F. García Godoy para agradecer-
cibo la obra literaria sin estilo, y creo le su libro Alma Dominicana). Pero los
que en este terreno tenemos mucho que ya invocados son suficientes para apun-
hacer, procurándonos una forma de ex- tar la única diferencia esencial entre
presión moderna, amplia, flexible, pero Rodó y los artífices del Modernismo: la
que mantenga los fueros del idioma y actitud frente al artista como ideólogo y
aproveche sabiamente la riquísima vir- como ser social.
tualidad. El modernismo agitó el am- Curiosa y tal vez inesperadamente,
biente, ensanchó los moldes de la ex- tampoco Darío mantuvo toda su vida esa
presión, hizo más clara la noción del actitud ajena y desdeñosa que, con tanta
individualismo literario y de plena li- soberbia aristocrática, expuso en las Pa-
bertad que hoy identificamos con nues- labras liminares a Prosas profanas. Ya
tro concepto del arte. Pero la obra a en 1904 sus Cantos de vida y esperanza
que, en mi sentir, debemos aplicarnos (que parcialmente dedicó a Rodó) alber-
ahora es la de expresar artísticamente gan temas hispanoamericanos actuales.
un ideal constructivo, de trascendencia Darío ya no abandona a Whitman el
social, buscando apoyo en el fondo psí- mundo de hoy; Darío escribe contra Teo-
quico de la raza, pero con horizontes doro Roosevelt; Darío saluda a las na-
sobre el porvenir, sobre las esperanzas | ciones hispánicas con acento (y metro)
humanas...» épico. El puro poeta decadente de la
Con la misma nitidez se expresa en primera hora, el nostálgico exiliado de
carta a Ramón V. Cátala (10 de enero París o de una Grecia afrancesada y de
de 1911): «El movimiento modernista un Oriente de bazar, sin dejar de ser
americano, que, en la relación de arte, modernista, aparece comprometido tam-
fué en suma oportuno y fecundo, ado- bién en la milicia de América.
leció de pobreza de ideas, de insignifi- De aquí que las palabras de Rodó con-
cante interés por la realidad social, por tra el decadentismo ya no puedan caer-
los problemas de la acción y por las gra- le al poeta y sólo correspondan a los
ves y hondas preocupaciones de la con- epígonos, a los mediocres que difunden
ciencia individual. La independencia del y abaratan todas las invenciones del es-
arte literario respecto de fines ulteriores píritu, a esos mismos que él denunció,
a la realización de belleza es dogma desde 1889, en su estudio sobre Darío. Y
en que todos comulgamos; pero no es in- por eso, el último texto suyo que hay
conciliable con él la afirmación de que que invocar ahora es el que compuso a
en el frecuente contacto con el fondo de la muerte del poeta en 1916: «El gran
ideas e intereses superiores que constitu- poeta que hoy lloramos fué de esos
yen la viva actualidad de una época, hay, bienvenidos a la realidad del mundo.
para el arte y la literatura, una fuente de Llegó a la hora que su portentosa fuer-
vitalidad que no pueden desdeñar sin em- za personal podía realizar obra más
pobrecerse y perder en calor humano. oportuna y conquistar fama más excel-
Pues bien: esa verdad tiende a recobrar
su imperio. O mucho me equivoco o sa. En días de poesía apasionada o de
llegamos en América a tiempos en que poesía tribunicia; en días como los de
la actividad literaria ha de manifestar Ricardo Gutiérrez o de Andrade su nu-
clara y enérgica conciencia de su función men se hubiera amenguado en la vio-
social.» lenta adaptación a tonos que no eran
los suyos; o bien, cediendo a lo espon-
Podrían invocarse otros testimonios (el táneo de su instinto o permaneciendo
uouo.- --•':
% INTRODUCCIÓN GENERAL

solo, hubiera quedado sin corresponden- zada por la virtud del arte puro, sin la
cia ni eficacia. Vino cuando la necesi- fuerza magnética de un ideal de huma-
dad temporal, en poesía de habla espa- nidad o de raza, de esos que convier-
ñola, era la tendencia a ía selección, al ten el canto del poeta en verbo de una
refinamiento; la reacción contra la es- conciencia colectiva.»
pontaneidad vulgar y la abundancia vi- Al alcanzar Rodó tan sazonada visión
ciosa; el predominio de lo que en la de Darío, tan justa y hermosa valoración
poesía hay de arte sobre lo que hay en de su obra y de su proyección, es todo
ella de confesión sentimental o de ener- el Modernismo literario o poético, lo
gía de propaganda y de combate. Apa- mejor de ese Modernismo, lo que enjui-
reció cuando era necesario que repercu- cia. Este texto no sólo cierra la visión
tiese, en lengua de Góngora y Quevedo, rodoniana del Modernismo; cierra, en
un movimiento de liberación y aristocra- realidad, la trayectoria entera de su ca-
cia artística que había triunfado en casi rrera literaria.
todo idioma culto. Y nunca se vio tan
preciso acuerdo entre las condiciones de
¡a obra que había de cumplirse y la na- 3
tural disposición del llamado a ejecu- EL AMERICANISMO
tarla. Jamás hubo poeta americano que
como él anticipase los caracteres pro- I
pios de un ambiente de cultura multi-
secular; que tuviera como él el sentido El sociólogo francés Roger Caillois se-
de lo precioso y exquisito; que maneja- ñaló, ya en 1941, los cinco elementos que
ra el oro de los ritmos con tal sutil pri- dan a la América hispánica su unidad
mor de artífice, que concibiera y dibu- —unidad no desmentida por las varieda-
jara y colorease la imagen con tal de- des regionales que determina su geogra-
licadeza y tal entendimiento del matiz... fía, por las rivalidades que recogen y
Grande es el poeta por su obra perso- perpetúan sus historias nacionales, por
nal; pero el agitador en el campo del los tipos étnicos en que se divide su
arte y propagador de formas nuevas, el población—, Esos elementos son: 1) todo
pontífice lírico, el César de dos genera- el hemisferio recibe de un solo golpe
ciones subyugadas por ía extraordinaria la tradición europea (id est: la civiliza-
simpatía de su imaginación, vincula aún, ción griega, la civilización romana, la
si cabe, mayor prestigio de triunfo y civilización cristiana, la noción de ho-
maravilla. Ninguna otra influencia indi- nor que es herencia de los bárbaros);
vidual se había propagado en América 2) la independencia americana es un fe-
con tal extensión, tal celeridad y tan nómeno continental y que se produce
avasallador imperio. Durante veinte años, simultáneamente; 3) la fiesta en que se
no ha habido, de uno a otro confín del conmemora el descubrimiento de Amé-
Continente, poeta que no llevase más rica determina una vida supernacional
o menos honda en el alma la estampa que no existe en Europa; 4) hay una
de aquella garra innovadora. Su domi- comunidad lingüística a pesar de la
nio trascendió más allá, y por vez pri- coexistencia de varios idiomas; 5) Amé-
mera, en España, el ingenio americano \ rica fué poblada por emigrados en los
fué acatado y seguido como iniciador. que la idea de nación se encuentra por
Por él la ruta de los Conquistadores se completo desprendida de todo carácter
tornó del ocaso al naciente. Y esta so- tradicional y hereditario.
beranía irresistible es tanto más excep- A este análisis de Caillois ha sumado
cional y peregrina cuanto que fué alcan- Pedro Henríquez Ureña otra circunslan-

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n: OBRA.—3: EL AMERICANISMO 99
cia básica: «Ciertos fenómenos sociales y dor de Próspero (1913) y pasando por su
políticos ocurren en América latina con libro continental: Ariel (1900), el libro
una identidad cronológica sorprendente.» que por el impacto que produce y por
De esta séxtuple raíz nace la conciencia su difusión lo incorpora de inmediato
de comunidad hispanoamericana: la con- al rol de grandes varones americanos.
ciencia de América, para usar una fórmu- Ya en su segundo artículo (dedicado a
la reciente de Leopoldo Zea. Bolívar dio Juan María Gutiérrez y publicado en
un impulso enorme, una extraordinaria 20 de marzo y 5 de abril de 1895), re-
difusión a ese estado de conciencia. Y sulta evidente la orientación del joven
aunque haya fracasado en el plano de crítico hacia las realidades literarias de
las realidades políticas, no fracasó en el América. En una época en que sus coe-
de los ideales. Junto a Bolívar, Andrés táneos se volcaban hacia las novedades
Bello fué el primero que formó y orien- del último correo parisiense, Rodó apa-
tó la visión cultural de nuestro conti- rece de espaldas, vuelta la mirada hacia
nente hacia una conciencia general ame- el pasado inmediato del Río de la Pla-
ricana, el primero que echó las bases ta, hacia las raíces de la cultura nacio-
sólidas de un americanismo cultural. Su nal americana. (No ignoraba, es claro,
Alocución a la poesía, escrita y publica- a los nuevos modelos europeos; pero no
da en Londres (1823), es el manifiesto se desvelaba sobre ellos.) En su en-
prematuro de la independencia literaria sayo aparecen algunos elementos que
de América. Es, también, el manifiesto luego desarrollaría en la madurez de su
de una conciencia propia expresado en pensamiento^ americano: el cariño por
términos poéticos y asentado en la con- el pasado literario de América, el valor
templación de nuestras realidades bási- de las tradiciones de la cultura colo-
cas: el paisaje, las ciudades, los hom- nial, el mérito de cualquier esfuerzo
bres que forjaron v forjan las nuevas americano hacia la originalidad, el con-
naciones. Toda la obra posterior de Be- cepto de que está por realizarse la mag-
llo está enderezada—en Londres hasta na obra de c r í t i c a de la literatura
1829, en Santiago de Chile hasta su hispanoamericana. En otro artículo del
muerte en 1865—a posibilitar en la ac- mismo año (que más tarde refundiera
ción cotidiana esa conciencia. Después con el anterior en el ensayo sobre Juan
de Boiivar y de Bello, todos los gran- María Gutiérrez y su época, 1913), estu-
des americanos no han cesado en esa dia Rodó el Americanismo literario con
obra de construcción y mantenimiento una óptica predominantemente riopla-
de una conciencia americana: la prime- tense (no menciona a Bello); su valor
ra generación romántica, con Juan Ma- principal radica en el planteo, en el in-
ría Gutiérrez y Domingo Faustino Sar- tento de abarcar con una sola mirada
miento; la segunda (ya coetánea del rea- la vasta y desperdigada literatura de
lismo), con Zorrilla de San Martín y América, en mostrar sus constantes por
Eduardo Acevedo Díaz; Martí, con su encima de las variedades de lugar y de
obra fulgurante y su apasionada decla- ambientes.
ración condensadora: «De América soy Otros artículos de esta época aporta-
hijo: a ella me debo... América, a cuya rán elementos fundamentales para esta
revelación, sacudimiento y fundación me concepción americanista que se está ges-
consagro.» tando en Rodó. Ninguno de ellos recoge
En esa línea americanista se inscribe toda la doctrina, pero entre todos es po-
!a porción más perdurable de la obra sible recomponerla en sus elementos bá-
ele Rodó, desde sus artículos de la Re- sicos. En una carta a Manuel Ligarte
vista Nacional (1895-1897) hasta El Mira- (publicada en la Revista Nacional en 25
100 INTRODUCCIÓN GENERAL

de abril de 1896), aplaude su obra de di- dio de 1950 sobre la Revista Nacional.
fusión de la cultura americana, su es- Un borrador de carta a Aurelio Berro*
fuerzo por acabar el actual desconoci- (24 de febrero de 1896) muestra a Rodó
miento de América por América misma. encerrado aún dentro de una visión na-
Se asocia a esa obra (cuyo precursor, cional de la literatura uruguaya: «La re-
dice, es Juan María Gutiérrez), y le de- dacción de la Revista Nacional de Lite-
dica sus mejores esfuerzos. Queda ya en ratura y Ciencias Sociales, de la que for-
evidencia el sentido de su acción ame- mo parte, aspira a hacer de esa publica-
ricana; queda también en evidencia su ción el fiel reflejo de la intelectualidad
esperanza enorme. Pero esta esperanza de nuestra tierra, y conceptúa un deber
no se funda en el desconocimiento de que le impone ese propósito audaz pero
la realidad. Rodó sabe que estas socie- bienintencionado que la anima, el ofre-
dades americanas son «forzosamente in- cer las páginas de la Revista a todos
hospitalarias para las manifestaciones aquellos que por sus talentos probados
desinteresadas del espíritu» (como es- honran y dignifican el pensamiento na-
cribe en 1895 a propósito de Juan Car- cional en cualquiera manifestación de su
los Gómez); Rodó conoce «la tristeza actividad.» El mismo año, y en 9 de
infecunda de nuestra presente vida li- marzo, escribe a Manuel Ligarte con una
teraria» (según apunta en un artículo visión ríoplatense: «Retribuyendo el ga-
sobre Arte e historia, de 1897). Pero esta lante ofrecimiento que de las páginas
misma escasez, esta intemperie a que se de su interesante Revista Literaria hizo
ve expuesto el artista americano, forta- u s t e d a los redactores de la Revista
lecen en él la misión civilizadora, forti- Nacional, y aprovechando la oportuni-
fican su intuición de una América culta dad en que ésta se dispone a poner tér-
y una. mino a su tomo primero con un número
En sus artículos de la Revista Nacio- en el que procurará que figuren las .más
nal está todo en germen. Incluso llega conocidas y mejor conceptuadas firmas
a fijar en uno (El Iniciador de 1838, de la literatura del Río de la Plata, me
1896) una fórmula que, concebida para es grato dirigirme a usted solicitando
expresar la unión literaria de los pue- para ese número su valiosa colabora-
blos del Río de la Plata, habría de am- ción.» Otro borrador, de una carta a
pliar en sus implicaciones político-socia- Rafael M. Merchán (8 de abril de 1896)
les a todo el continente: «una sola y muestra el término americano de la
gran patria literaria». El americanismo evolución de Rodó: «Realizado ya el
de Rodó está íntegro aquí, con su asien- principal objetivo que se tuvo en vista
to en la raíz hispánica (de origen lati- al fundarla [a la Revista], por cuanto
rlo), con su culto de la tradición, con su el movimiento literario de esta Repú-
respeto por la originalidad, con su de- blica tiene en ella su más fiel y exacto
nuncia de la influencia sajona, que se reflejo, nuestra atención y nuestro in-
personifica para él en los Estados Uni- terés se contraen desde ahora a esa otra
ds. Está todo, pero en germen. La la- vehemente aspiración de nuestro espíritu,
bor de los próximos veinte años consis- [«el acercamiento intelectual y moral de
tirá en desarrollar, madurar y completar los pueblos de la América Española»].
este ideario. El más seguro medio de alcanzarla nos
En su correspondencia mejor que en ha parecido el de dirigirnos a aquellas
sus artículos es posible seguir la evolu- personalidades cuyo valer y significación
ción de su conciencia de una literatura en la literatura de América pueden hacer
americana, como ha demostrado José En- de su nombre una bandera prestigiosa
rique Eícbeverry en un minucioso estu- cuando se le inscribe entre ios de ios

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I i : OBRA.—3: EL AMERICANISMO 101

colaboradores de una publicación que Aunque todo el discurso se refiere al


lleva los propósitos de la nuestra.» En tema de América, algunos pasajes ilu-
el mismo sentido, puede citarse este minan más concretamente los distintos
fragmento del borrador de una carta a problemas que el joven ensayista consi-
Rufino Blanco-Fombona (noviembre de dera fundamentales. Así, por ejemplo,
1897): «Yo creo que en el arte, en la al referirse (en la primera parte de su
literatura, es donde principalmente pue- discurso) al papel que corresponde a la
de contribuirse, hoy por hoy, a estre- juventud en la vida de las sociedades,
char los lazos de esa nuestra unidad reflexiona sobre la necesidad de que
casi disuelta. Y creo que son las gene- ella asuma la iniciativa audaz, la genia-
raciones jóvenes las que mejor pueden lidad innovadora. Rodó sabe que el mo-
y deben esforzarse en tal sentido. Por mento en que escribe no es propicio
eso yo anhelo la amistad de aquellos para que la juventud haga ejercer su
que como usted tienen derecho a in- influencia, pero al mismo tiempo siente
fluir, e influyen, efectivamente, en la que «América necesita de su juventud»
marcha de nuestra generación.» y por ello reflexiona: «Quizá universal-
Los textos citados son suficientemen- mente, hoy, la acción y la influencia de
te elocuentes del proceso operado en el la juventud son en la marcha de las so-
pensamiento de Rodó en un lapso bre- ciedades humanas menos efectivas e in-
ve. Ese año de 1896 fué suficiente para tensas que debieran ser. Gastón Des-
que ei joven crítico comprendiera la champs lo hacía notar en Francia, hace
necesidad de inscribir la literatura uru- poco, comentando la iniciación tardía de
guaya dentro de la ríoplatense y ésta las jóvenes generaciones en la vida pú-
dentro de la americana general; ese año blica y la cultura de aquel pueblo, y la
de 1896 bastó para que Rodó ascendie- escasa originalidad con que ellas contri-
ra a una perspectiva de la cultura ame- buyen al trazado de las ideas dominan-
ricana como totalidad, a una visión de tes. Mis impresiones del presente de
América como una. Los frutos de esta América, en cuanto ellas pueden tener un
meditación habrían de ser cosechados, carácter general, a pesar del doloroso
ordenadamente, en Ariel aislamiento en que viven los pueblos que
la componen, justificaría acaso una ob-
servación parecida. Y, sin embargo, yo
II creo ver expresada en todas partes la
necesidad de una activa revelación de
En esta nueva obra, que recoge el tra- fuerzas nuevas; yo creo que América
bajo de unos cinco años, se encuentra necesita grandemente de su juventud.»
estructurada y proyectada hacia toda: Casi en el pórtico del discurso magis-
América una doctrina que empezó como I tral muestra Rodó la índole del mismo;
reflexión sobre la literatura nacional, se , la meditación general, la reflexión filo-
amplió hasta abarcar el Rio de la Plata \ sófico pedagógica que podrían haberse
Y, luego, todo el continente hispánico, y ; hecho en cualquier tierra y en cualquier
concluyó (ahora) por inscribir el proble- tiempo, va a estar apoyada en la ob-
ma cultural dentro del marco de una i servación de la realidad presente de
perspectiva general americana. El ensa- América, va a sustentarse en una con-
yo que publica en 1900 escapa al orbe : sideración de sus carencias y de sus ne-
literario y se asienta en una visión to- cesidades, va a existir como profecía de
tal. En él alcanza Rodó los términos de su futuro. La reflexión humana general
una sociología cultural americana. Tal es se condensa en la fórmula particular
Ai sentido esencial. americana: El discurso está enderezado,
102 INTRODUCCIÓN GENERAL

sí, a la juventud, pero a la juventud de ] para la cultura intelectual.» Semejante


América. reflexión, y en un discípulo de Renán,
Donde se ve mejor esta orientación es indica claramente su origen americano.
en los capítulos dedicados al estudio de Lo que hace del aristocrático Rodó un
la democracia y del ejemplo utilitarista ! defensor de la democracia calificada es,
de los Estados Unidos. Después de ha- [ precisamente, su origen americano. En
ber planteado en términos generales el ; él se confunden el refinamiento intelec-
problema de la democracia y de haber tual y moral con una visión política que
considerado las críticas de su maestro sólo parece concebir una forma de ci-
Renán, entra Rodó a examinar el pro- vilización. Por eso llega a decir: «...el es-
blema desde el punto de vista de las con- píritu de la democracia es, esencialmen-
diciones de la vida en América. Señala te, para nuestra civilización, un principio
entonces el riesgo que implica eí creci- de vida contra el cual sería inútil rebe-
miento de estas democracias por la in- larse.» En esta convicción alienta, segura
cesante agregación de una enorme mul- e irrefutable, su conciencia americana.
titud cosmopolita (son sus palabras), Al llegar a la quinta parte del discurso
«...la afluencia inmigratoria, que se in- el tema americano se evidencia por sí
corpora a un núcleo aún débil para ve- solo: Estados Unidos es alzado como
rificar un activo trabajo de asimilación muestra de los peligros del utilitarismo,
y encauzar el torrente humano con los como advertencia para las jóvenes nacio-
medios que ofrecen la solidez secular de nes del Sur, demasiado dóciles a la imi-
la estructura social, el orden político tación de la grandeza externa, contami-
seguro y los elementos de una cultura nadas de nordomanía. Aquí más que en
que haya arraigado íntimamente, nos ex- parte alguna de Ariel, alienta su senti-
pone en el porvenir a los peligros de la miento hispanoamericano, y alienta con-
degeneración democrática, que ahoga fuso y hasta virulento. Rodó teme enton-
bajo la fuerza ciega del número toda ces la influencia moral de los Estados
noción de calidad; que desvanece en la Unidos (no la penetración de los capita-
conciencia de las sociedades todo justo les o la presión política) y contra ella se
sentimiento del orden; y que, librando alza en un tono que altera por completo
su ordenación jerárquica a la torpeza la marcha normal del discurso. Se vuel-
del acaso, conduce forzosamente a ha- ve panfletario. Olvida que su retrato de
cer triunfar las más injustificadas e in- los Estados Unidos es caricatura; ahue-
nobles de las supremacías.» ca la voz y condena. Pero lo que interesa
El problema inmigratorio queda allí subrayar ahora es la preocupación ame-
planteado, desde la perspectiva rodonia- ricana que tal actitud revela, lo que hay
na, en sus términos más nítidos. El des- de angustiada conciencia de América en
arrollo que se le da—después de consi- este ataque desenfocado. Desnuda aquí
derar la famosa fórmula de Alberdi (Go- Rodó su esperanza, y su profecía, aun-
bernar es poblar)~es leal con su doc- que turbia, no carece por ello menos
trina filosófica general. En las palabras de calor y de fuerza comunicativa.
con que él mismo resumió esta parte Es en esa parte de la obra que expla-
de su discurso, puede decirse que el na su fe en la herencia colectiva de la
verdadero concepto de la igualdad de- América hispánica: «Falta tal vez, en
mocrática no excluye el dominio de los nuestro carácter colectivo, el contorno
mejores (por la inteligencia y la virtud). seguro de la 'personalidad'. Pero en
De aquí que concluya con una afirma- ausencia de esa índole perfectamente di-
ción categórica: «La democracia bien ferenciada y autonómica, tenemos- los
entendida es el ambiente más propio j americanos latinos • • una herencia ele

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II: OBRA.—3: EL AMERICANISAIO 103

raza, una gran tradición étnica que man- nismo no se agota en sí mismo, no es
tener, un vínculo sagrado que nos une sólo una fórmula para proyectar el futu-
a inmortales páginas de la historia, con- ro de las naciones hispánicas de Améri-
fiando a nuestro honor su continuación ca. Su americanismo hunde las raíces
en el futuro. El cosmopolitismo, que mucho más hondo y más lejos que en
hemos de acatar como una irresistible América misma y se proyecta sobre todo
necesidad de nuestra formación, rio ex- el mundo occidental, en su doble dimen-
cluye ni ese sentimiento de fidelidad a sión espacial y temporal. En el borra-
lo pasado, ni la fuerza directriz y plas- dor de una carta a Rufino Blanco-Fom-
mante con que debe el genio de la raza bona (fechado en noviembre de 1897)
imponerse en la refundición de los ele- señalaba ya la dirección de su ideal:
mentos que constituirán al americano «Yo profesaré siempre el lema ameri-
definitivo del futuro.» Ese principio casi canista que una vez escribí y que tan
místico de raza, invocado como panacea grato ha sido a usted; pero nos dife-
o como bandera, debe ser entendido (es renciamos en que su americanismo me
claro) en sus términos culturales. Es parece un poco belicoso, un poco into-
una «gran tradición étnica» la que Rodó lerante; y yo procuro conciliar con el
exhuma: la gran tradición grecolatina. amor de nuestra América el de las vie-
Para su concepción general (y esto ha de jas naciones, a las que miro con un
verse luego) lo que importa precisamen- sentimiento filial.»
te es este sentido de una tradición, de En realidad, su americanismo descansa
una herencia multisecular que reciben en el concepto (más universal) de tradi-
ios pueblos de América. ción. Desde 1895, y en sus artículos de
Rodó sabe que esta lección que predi- la Revista Nacional, manifestaba su con-
ca a los jóvenes de su momento no es de ciencia de la tradición no como la su-
aplicación inmediata («No aspiraréis, en jeción supersticiosa a un conjunto de
ío inmediato, a ía consagración de la vic- reglas absolutas, sino como una fuerza
toria definitiva, sino a procuraros mejo- que sostiene ai hombre en su marcha
res condiciones de lucha.»); Rodó sabe hacia el futuro, £1 escribir sobre Juan
que es a ias generaciones que nacerán Carlos Gómez (20 de mayo de 1895), ex-
de estas que lo escuchan ahora que ha- presaba su punto de vista: «Lucio Vi-
brá que pedir la realización de este cente López, en una oración universita-
ideal. Por eso alza la confianza en el ria que merece eterno recuerdo, señala-
porvenir como última bandera de su dis- ba hace pocos años como suprema ins-
curso: «Todo el que se consagre a pro- piración regeneradora, en medio del
pagar y defender, en la América con- eclipse moral que veía avanzar en el
temporánea, un ideal desinteresado del horizonte de América, la obra patriótica
espíritu—arte, ciencia, moral, sinceridad de fortalecer en la mente y el corazón
religiosa, política de ideas—debe educar de las generaciones que se levantan el
su voluntad en el culto perseverante del amor a la contemplación de aquellas
porvenir.» Esta es la última nota de su épocas en que el carácter, la individua-
mensaje americano. j lidad nacional de nuestros pueblos y
las fuerzas espontáneas de su intelec-
tualidad vibraban con la energía que
III hoy les falta, y con el sello propio de
que les priva el cosmopolitismo ener-
Á partir de Ariel, Rodó reitera en toda j vado r que impone su nota a la fisono-
ocasión favorable su credo y lo ilustra. 1mía del tiempo en que vivimos. El sen-
"on nuevos desarrollos. Pero su america- ¡ timiento de ia tradición, el culto del
104 INTRODUCCIÓN GENERAL

pasado, es una fuerza insustituible en perdido y disuelto en otras manifesta-


el espíritu de los pueblos, y la venera- ciones de la vida, descaracterizadas en
ción de las grandes personalidades en toda esta parte de América, por un cos-
que se encarnan sus porfías, sus anhe- mopolitismo sin crisol y sin norte. La
los, sus glorias, es la forma suprema de tradición podría ser, sin embargo, y li-
ese culto.» Se apunta aquí una primera mitándonos ahora a lo que se refiere
visión del significado nutricio de la tra- a la actividad del pensamiento, una fuen-
dición, del elemento prospectivo de la te de inspiraciones fecundas, que, ar-
misma. monizadas con las influencias legítimas
Otros textos permiten matizar mejor de innovación, darían por resultado el
este concepto de tradición. Así, por mantenimiento de una originalidad na-
ejemplo, en una de sus intervenciones cional dotada de fuerte energía asimila-
parlamentarias (de 26 de junio de 1902) dora, con la que imprimiría sello propio
señala Rodó que la «tradición por sí a todo lo nuevo y extraño que adquiera.»
sola es un argumento poco decisivo en La tradición vista como continuidad;
tiempos en que la ciencia y los métodos la tradición complementada por la facul-
de la enseñanza, en todas partes del tad de asimilar lo nuevo; la tradición
mundo, se modifican bajo poderosos im- como sustento de la originalidad nacio-
pulsos de innovación que llegan a abo- nal: ésos son los elementos que el aná-
lir, sin temor alguno, prácticas y eos- ¡ lisis de Rodó arroja. El crítico uruguayo
tumbres que se consideraban definitiva- ! no ignora el concepto retrógrado de tra-
mente consagradas». No es, pues, el ele- dición. Por eso, en un ensayo de 1910
mento conservador y rutinario de la tra- (Rumbos nuevos, sobre el libro de Carlos
dición lo que puede atar a este espíritu Arturo Torres), apunta con precisión los
ávido de porvenir. dos significados opuestos de la tradi-
Lo que Rodó ve en la tradición es el ción: «Los partidos conservadores se
elemento vivo y fecundo que une el pa- adhirieron a la tradición y a la heren-
sado de estos pueblos de América con cia española, tomándolas, no como ci-
su futuro, todavía inseguro. En un tra- miento ni punto de partida, sino como
bajo de 1903 (La tradición intelectual fin y morada; con lo que, confirmán-
argentina, recogido luego en El Mirador dolas en su estrechez, las sustrajeron al
de Próspero), comenta la obra crítica progresivo impulso de la vida y coope-
de Juan María Gutiérrez y señala la raron a su descrédito,» Cimiento y pun-
importancia de sus trabajos de historia to de partida; fin y morada: he aquí
literaria ríoplatense. «Desde entonces expresados los términos extremos del
nadie ha renovado, con tenacidad y amor concepto. También queda en esa frase
suficientes para continuar tan luminosas enunciada sintéticamente la intención de
huellas, el estudio de los orígenes del Rodó: devolver a la tradición (y a la
pensamiento argentino y de su desen- herencia española, como se verá) el va-
volvimiento, paralelo al de las energías lor prospectivo que tienen; reintegrar-
de la vida activa y del progreso mate- las, para usar sus palabras, al progresi-
rial, hasta la definitiva constitución de vo impulso de la vida, restaurar su
la nacionalidad. Nadie ha mostrado gran crédito,
empeño por que, en este campo de las Uno de sus difundidos trabajos, La tra-
producciones del espíritu, más fácil de dición en los pueblos hispanoamerica-
cuidar que los de aquellas actividades nos, reitera precisamente este concepto
que no son, como él, patrimonio de unos y muestra el grave error en que han in-
pocos, se mantenga la continuidad, el currido los pueblos de América al que-
espíritu informante de la tradición, ya , rer cortar, artificialmente, los lazor. que

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I Í : OBRA.—3: EL AMERICANISMO 105

los unían a un pasado que era también Montevideo al ser repatriados los restos
de América. El mismo ensayo muestra de Juan Carlos Gómez, encuentran su
que no es incompatible el sentimiento eco, amplificado y resonante, en el dis-
de un porvenir abierto y prometedor, curso que pronuncia en el Congreso de
ilimitado, y la conciencia de una tradi- Chile, durante las fiestas del Centena-
ción como vínculo y continuidad. La rio de la independencia, en 17 de sep-
fuerza esencial de su análisis de la ira- j tiembre de 1910. Desde esa tribuna con-
dición es que se apoya en un agudo sen-1 tinental expresa su concepto de una
timiento de futuro. i Magna Patria que abarca no sólo a las
naciones de habla española, sino tam-
bién al Brasil. La solemnidad de la oca-
IV sión y el tono fervoroso de Rodó se
unieron para dar a sus palabras todo el
De su concepto de la tradición cobra significado de una profesión de fe.
fuerza y empuje su visión americana. España no podía estar excluida de esta
Rodó contempla el pequeño panorama visión, porque España (o Iberia) se con-
cultural uruguayo dentro del marco más fundía con la tradición, con la lengua y
vasto de la realidad ríopíatense, la que con la raza. Ya en un trabajo de 1910
(a su vez) integra el mundo hispanoame- denuncia Rodó la confusión de los for-
ricano, y a través de él se incorpora al jadores de la independencia al rechazar,
orbe hispánico y latino. Las etapas de junto con la dominación española, los
este proceso—el mundo nacional urugua- elementos que constituían el fundamento
yo, el ríopíatense, el hispanoamericano, mismo de las nuevas nacionalidades. En
el hispánico, el latino—pueden señalarse una página de 12 de octubre de 1915
fácilmente en su obra, como si el crítico ' (que se reproduce entre los Escritos
fuera ascendiendo paulatinamente a una i misceláneos bajo el título El Genio de
visión cada vez más general y abarcadu- ¡a Raza), confirma y amplía, con un ele-
ra del mundo en que vive. La concep- mento básico, ese punto de vista: «La
ción del Plata como «una sola y gran emancipación americana no fué el re-
patria literaria» puede datarse ya en 25 pudio ni la anulación del pasado, en
de agosto de 1896; en 8 de octubre de cuanto éste implicaba un carácter, un
1905 ese concepto aparece enriquecido abolengo histórico, un organismo de cul-
por una visión americana total: «Alta es tura, y para concretarlo todo en su más
la idea de la patria; pero en los pueblos significativa expresión, un idioma. La
de la América latina, en esta viva armo- persistencia invencible del idioma im-
nía de naciones vinculadas por todos los porta y asegura la del genio de la raza,
lazos de la tradición, de la raza, de las la del alma de la civilización heredada,
instituciones, del idioma, como nunca porque no son las lenguas humanas án-
las presentó juntas y abarcando tan vas- foras vacías donde pueda volcarse in-
to espacio la historia del mundo, bien distintamente cualquier sustancia espi-
podemos decir que hay algo aún más ritual, sino formas orgánicas del espíri-
alto que la idea de la patria, y es la tu que las anima y se manifiesta por
idea de la América; la idea de la Amé- ellas.» El desvelo por el lenguaje, como
rica, concebida como una grande e im- elemento básico de una tradición here-
perecedera unidad, como una excelsa y dada y no como mero instrumento poé-
máxima patria, con sus héroes, sus edu- tico, aparece expresado aquí en térmi-
cadores, sus tribunos; desde el golfo de nos rotundos.
Méjico hasta los hielos sempiternos del Pero no es sólo una aceptación de la
Sur.» Y estas palabras, pronunciadas en herencia española Jo que se advierte en
106 INTRODUCCIÓN GENERAL

Rodó; hay, asimismo, la concepción cá- j el mundo, para mantener, sobre los des-
lida de una España viva y eternamente bordes de la fuerza y sobre los incenti-
ligada a América. En un ensayo de 1911 vos de la utilidad, la enseña augusta del
(La España niña., recogido en El M ir ti- ideal desinteresado. En nuestro culto de
rador de Próspero), se expresa la visión la historia, en nuestra figuración del
de una España que ha transfundido su porvenir, en lo mejor de nuestro pensa-
vida al nuevo mundo y en la que se cus- miento, en lo más íntimo de nuestro
todia el solar original de la raza; una corazón, vive y alienta el alma de Fran-
España que conserva energías como para cia: musa, sacerdotisa, conductora in-
producir, dentro de sí misma, una per- mortal, vibrante de simpatía como Antí-
petua renovación. El amor de Rodó por gona, bella y fuerte a la vez como Ate-
España se expresa en esa página con una nea Victoriosa.»
fuerza incontenible. Se palpa allí lo que Rodó ve la realidad americana con
ella significa para este americano: no ojos enriquecidos por la historia, y la
el pasado vuelto al pasado, sino el pasa- historia es, para él, una línea de tradi-
do que se convierte, siempre, en futuro. ción que viene desde la lejana y ejem-
De ahí que su ensayo concluya con una plar Grecia, a través de la Roma Im-
nota de esperanzado porvenir: «Soñe- perial, del Cristianismo, a través de
mos, alma, soñemos un porvenir en Castilla, descubridora y civilizadora, a
que a la plenitud de la grandeza de través de la gesta de nuestra indepen-
América corresponda un milagroso ava- dencia, hasta la hora actual de Améri-
lar de la grandeza española, y en que ca. En esa visión integradora nada fal-
el genio de la raza se despliegue así, en ta. Ni siquiera las rivalidades de nues-
simultáneas magnificencias, a este y a tros caudillos. Ellos también integran la
aquel lado del mar, como dos enreda- tradición; ellos también, de manera os-
deras, florecidas de una misma especie cura y a veces negativa, enriquecen esa
de flor, que entonasen su triunfal acor- tradición. Todo cabe en esta visión. To-
de de púrpuras del uno ai otro de dos do cabe porque todo se integra en la
balcones fronteros.» fuerza viva del pasado que actúa sobre
A través de su amor por Francia, de ¡ el presente para crear el futuro.
su veneración por el genio francés, se ! En esa visión optimista de la grande-
expresa su amor por lo latino, como él j za americana y de la grandeza de su
mismo dijo en su discurso de homenaje i destino no faltaban, es clarov las no-
a Anatole France (16 de julio de 1909): tas de lúcida crítica. En Ariel resuenan,
«Cuando se habla de Francia, no pode-; sobre todo, las que se refieren al uti-
mos hablar como extranjeros. En el rau- litarismo que empieza a prender en las
dal de sus ideas hemos abrevado, de pre-: naciones latinas; su peligro está delica-
ferencia, nuestro espíritu; con los ejem- damente señalado al tratar de Buenos
plos de su historia hemos retemplado; Aires. Pero había otros males, casi en-
constantemente nuestra admiración del j démicos en estas naciones, A uno de
heroísmo y nuestra pasión de la libertad., ellos, el caciquismo, se refirió en ar-
Nos hemos habituado—con justicia, sin ¡ tículo periodístico que por primera vez
duda—a representar en su nombre cuan- ¡ se incorpora a un volumen de sus es-
to hay de más noble en la criatura hu- j critos. Es de 29 de abril de 1912 y está
mana: la claridad de la razón, el senti-! firmado con el seudónimo, revelador, de
miento del derecho, la belleza del arte, j Calibán. Pasa revista en él Rodó al es-
la generosidad del sacrificio. Vemos en J pectáculo político de América y se la-
ella la suprema florescencia de esta al- j menta de la barbarie que todavía predo-
rna latina que vela, en los siglos, sobre j mina y justifica el juicio europeo des-

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I I : OBRA.—3: EL AMERICANISMO 107
pectivo. Es una página dura y sin con-1 teratura o el arte, suele ser en tierra de
cesiones, en que nada falta: ni el desen- América flor de la mocedad, muerta ape-
freno revolucionario de Méjico que sus- nas la Naturaleza comenzaba a preparar
cita la «deprimente intervención yanqui»; la transición del fruto. Esta temprana
ni la matanza de revolucionarios en Qui- pérdida, cuando la superior perseveran-
to; ni las sucesivas revoluciones para- cia de la voluntad no se encrespa para
guayas, que dan pie al retruécano; ni la impedirla, es la imposición del hado so-
ejecución de obreros en Perú («cuyo úni-1 cial, que prevalece sobre la espontánea
co delito consistía en la protesta contra energía de las almas no bien se ha ago-
el rudo trato de los caporales y la mez- ¡ tado en ellas el dinamismo de la juven-
quina retribución de un jornal irriso- ventud: ese impulso de inercia de la
rio»); ni el caciquismo autonómico de fuerza adquirida cuando somos lanzados
los estados brasileños; ni las agitaciones de lo alto a la escena del mundo. Muere
civiles que penden, como amenaza, so- el obrero noble que había en- el alma, y
bre países más organizados, como Argen- la muerte viene para él, como en la an-
tina y el mismo Uruguay. En este artícu- tigua copla, escondida:
lo Rodó demuestra la nitidez con que
percibe la realidad americana coetánea, Ven, muerte, tan escondida...
una nitidez que muchos detractores no
le reconocen. »Se extenúa o se paraliza la aptitud, a
También sabía Rodó que en América, imitación de esas corrientes perezosas
fuera de la cuenca del Plata, estaba el que, faltas de empuje y de pendiente,
indio como elemento no asimilado por quedan poco a poco embebidas en las
esa cultura occidental de la que él era arenas del desierto, o se duermen, sin
campeón. En el ensayo sobre Montal- llegar a la mar, en mansos estanques.
vo (1913) hay una página sobre el indio El bosquejo como forma definitiva, la
que revela hasta qué punto era cons- promesa como término de gloria: tales
ciente de esa enorme zona inactiva de han sido hasta hoy, en pensamiento y
nuestra cultura, de ese vacío que sólo arte, las originalidades autóctonas de
ahora empieza a sentirse como injus- América.»
ticia y como deber. El indio («que tam- Pero esa misma conciencia.de los pro-
bién es carne y alma de América», como blemas y de las limitaciones originales
escribió en otra parte) surge como uno de la cultura americana no atenúan su
de los más graves problemas de la cul- confianza en América. Rodó sabía que
tura americana. Rodó no vio la manera tras esos defectos se encontraba una
de integrarlo; pero apunta su existencia, ;uerza viva a cuyo empleo no quería re-
la injusticia a que está sometido, y de- nunciar. No sentía la comezón iconoclas-
jó constancia de su inasimilación. ta de tantos por abolir el pasado y lan-
Otro problema, éste específicamente zarse a la aventura sin plan; buscaba,
creador, es el de la inmadurez del artis- por el contrario, la realización cabal de
ta americano. En un capítulo de los Mo- la verdadera a v e n t u r a americana: la
tivos de Proteo (LXXVTI) lo señala con creación de una América original so-
toda precisión: «Una de las raíces de la bre la herencia europea. En esos térmi-
inferioridad de la cultura de nuestra nos veía el destino de América y del ser
América para la producción de belleza americano.
o de verdad consiste en que los espíritus Su gran labor fué ésa: recordar siem-
capaces de producir abandonan, en su pre que para la obra del futuro hay que
mayor parte, la obra antes de alcanzar la apoyarse sólidamente en la obra del pa-
madurez. El cultivo de la ciencia, la li- sado; impedir que en su juvenil incons-
108 INTRODUCCIÓN GENERAL

ciencia esta América destruyese su con- tumulto y clamor de las pasiones, sino
tinuidad con el pasado, con la tradición también la condición, más esencial, de
viva de Occidente. interesarse en las ideas por sí mismas, y
Enfocados así, se comprenden mejor no principalmente corno tema oratorio
el alcance y la permanencia de su acción o corno arena de una justa: faltóle
americanista; se comprende por qué su aquel pertinaz afán con que se entra por
palabra no traía solución para los mil las reconditeces de una idea, hasta ilu-
problemas inmediatos de América, sino minar lo más entrañado y secreto; con
para el problema de la cultura america- que se la apura y exprime hasta verla
na. No era una panacea para los maies soltar su más espesa sustancia.» Si apli-
de nuestra realidad. Lo que traía Rodó camos a su pensamiento esta medida con
era una enorme visión de América para que midió a Moníalvo, parece evidente
alzar y mantener como modelo mientras que Rodó sí fué un pensador, un pen-
se enfrentaban (y resolvían) los peque- sador cabal y entero. Aunque no quepa
ños y grandes problemas cotidianos. hablar en su caso de un filósofo.
Traía un evangelio para la creación de Su especulación filosófica es tributaria
un continente. del pensamiento europeo del siglo xix;
Casi todas las objeciones que se han sus raíces se encuentran en el positivis-
hecho a su teoría americanista des- mo de la segunda mitad del siglo y
cansaban en el equívoco de no advertir! en la reacción espiritualista que le su-
la naturaleza verdadera de su mensaje. cedió. Él mismo, en su Rubén Darío (y
En su pensamiento el problema era, y en frase ya aprovechada en este estudio),
es, uno: ¿América se resignará a conti-; declara su filiación filosófica: «...yo per-
nuar siendo un caos de pequeñas na- j tenezco con toda mí alma a la gran reac-
dones divididas o asumirá su misión con- i ción que da carácter y sentido a la evo-
tinental? Para ese problema Rodó co- lución del pensamiento en las postrime-
nocía una sola respuesta. rías de este siglo; a la reacción que,
partiendo del naturalismo literario y del
positivismo filosófico, los conduce, sin
desvirtuarlos, en lo que tienen de fecun-
4 dos, a disolverse en concepciones más
altas.»
EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO Pero donde se encuentra expresado con
mayor claridad el origen de su medita-
I ción filosófica es en el ensayo sobre ¡dolo.
Fori, de Carlos Arturo Torres (1910), que
Su visión crítica de América no se con- inserta bajo el título de «Rumbos Nue-
formaba con la observación minuciosa vos» en El Mirador de Próspero. Realiza
del pasado y del presente, con la inquie- allí Rodó un breve y sustancioso análi-
ta profecía del futuro. Rodó también sis del positivismo y de su herencia, sub-
buscó elucidar lo eterno del hombre a rayando particularmente qué parte de
través de los signos de su historicidad; esa corriente arraigó en América. «Fué
también fué pensador genera!. Buena luz I éste un empirismo utilitarista de muy
arroja sobre la naturaleza de su intento j bajo vuelo y de muy mezquina capa-
este párrafo del ensayo sobre Montal-j cidad, como hecho de molde para hala-
vo (1913): «¿Fué pensador Moníalvo? gar, con su aparente claridad de ideas
Para llenar cabalmente eí concepto fal- y con la limitación ele sus alcances mo-
tóle, sin duda, no sólo la superior sere- rales y sociales, las más estrechas pro-
nidad que pone su atalaya por encima del j pensiones del sentido común,» Un poco

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II: 0BRA.--4: EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO 109
más adelante, define la posición filosó- Nada cabría agregar a un, resumen
fica que las nuevas generaciones ameri- tan acertado, a una ubicación filosófica
canas han sostenido: «El positivismo, tan precisa. El neoidealismo es el título
que es la piedra angular de nuestra for- que mejor conviene a la corriente en que
mación intelectual, no es ya la cúpula se inscribe la obra de Rodó. Es una co-
que la remata y corona; y así como en rriente que anticipa o preanuncia muchas
la esfera de la especulación reivindica- de las más interesantes conquistas de
mos, contra los muros insalvables de la la filosofía contemporánea. Ya Pedro
indagación positivista, la permanencia in- Henríquez Ureña ha vinculado su pensa-
dómita, la sublime terquedad del anhe- miento con el (mucho más desarrollado
lo que excita a la criatura humana a en- y personal) de un Bergson: «Su base
cararse con lo fundamental del misterio filosófica [de Motivos de Proteo] es una
que la envuelve, así, en la esfera de la especie de ética de la renovación, muy
vida y en el criterio de sus actividades, en armonía con la doctrina entonces
tendemos a restituir a las ideas, como nueva de la 'evolución creadora' de
norma y objeto de los humanos propó- Henri Bergson.» En un escrito anterior
sitos muchos de los fueros de la sobera- ya había señalado, con su habitual agu-
nía que les arrebatara el desbordado em- deza, el mismo crítico: «La grande ori-
puje de la utilidad. Sólo que nuestro ginalidad de Rodó está en haber enlaza-
idealismo no se parece al idealismo de do el principio cosmológico de la evolu-
nuestros abuelos, los espiritualistas y ro-! ción creadora con el ideal de una norma
mánticos de 1830, los revolucionarios y ¡ de acción para la vida. Puesto que vivi-
utopistas de 1848. Se interpone, entre am-1 mos transformándonos, y no podemos
bos caracteres de idealidad, el positivis- j impedirlo, es un deber vigilar nuestra
rao de nuestros padres. Ninguna enérgi- propia transformación constante, diri-
ca dirección del pensamiento pasa sin girla y orientarla. La persistencia inde-
dilatarse de algún modo dentro de aque- finida de la educación: he ahí la verdad
lla que la sustituye, La iniciación positi- que no debe olvidarse.» Coincidiendo con
vista dejó en nosotros, para lo especu- este punto de vista, ha podido hablar
lativo como para lo de la práctica y la Emilio Oribe de una Paideia rodoniana.
acción, su potente sentido de relatividad: Por su parte, Arturo Árdao (en uno de
la justa consideración de las realidades los trabajos más sintéticos y completos
terrenas, la vigilancia e insistencia del sobre el pensamiento de Rodó) ha apun-
espíritu crítico; la desconfianza para las tado sus relaciones con la axiología que
afirmaciones absolutas; el respeto de las habría de dominar la escena contempo-
condiciones de tiempo y de lugar; la cui- ránea: «Su idealismo se presenta enton-
dadosa adaptación de los medios a los ces como una axiología; una axiología
fines; el reconocimiento del valor del que, al mismo tiempo que fundamenta
hecho mínimo y del esfuerzo lento y su filosofía de la acción, se relaciona
paciente en cualquier género de obra; el íntimamente con su visión metafísica del
desdén de la intención ilusa, del arre- ser.»
bato estéril, de la vana anticipación. So- José Gaos (según testimonia su discí-
mos los neoidealistas, o procuramos ser, pula Vera Yamuni Tabush) ha llevado
como el nauta que yendo, desplegadas algo más lejos esta aproximación del
las velas, mar adentro, tiene confiado pensamiento rodoniano con la filosofía
el timón a manos firmes, y muy a ma- contemporánea. Piensa que su idea de
no la carta de marear, y a su gente muy la vida como transformación continua
disciplinada y sobre aviso contra los y creadora procede de la idea de la
engaños de ía onda.» vida como evolución creadora de Berg-
110 INTRODUCCI[ON GENERAL

son, pero en tanto que éste entiende la vivo al que corresponde, no recrea el
vida en sentido «biológico» Rodó la en- habitat en que estaba sumergido intelec-
tiende en sentido «biográfico» y esto sig- tualmente Rodó. La imagen que presenta
nifica un paso desde Bergson hacia las al cabo de su largo proceso es (inevita-
filosofías de la vida más recientes, in- blemente) la de un ávido lector que en
cluso la existencialista, que conciben la las obras más dispares recoge una aza-
vida o la existencia en sentido humano rosa cosecha que trasvasa a sus páginas,
o biográfico. verdaderos mosaicos. Cuando, en reali-
dad, el proceso de integración, o mejor
II dicho de creación, de su habitat fué en
Rodó—como en los grandes americanos—
La determinación erudita de las fuen- de importancia capital. A tal punto que
tes del pensamiento de Rodó exigiría su obra sólo acusa el impacto ajeno des-
una investigación que todavía no ha si- pués de un lentísimo proceso de asimi-
do realizada cabalmente. Existe, es cier- lación y de incorporación a la sustancia
to, una obra que pretende cumplir con ya laborada. En un capítulo de Motivos-
el tema: Rodó's Main Sources, por Cle- de Proteo (CXIÍI) ha quedado apuntado
mente Pereda (San Juan de Puerto Rico, el sentido de este proceso: «Pasa, en
Í948). Pero es insuficiente. En primer más amplio terreno, como mientras com-
lugar, el autor no siempre distingue en- ponemos un libro, que cuanto vemos,
tre escritores que (como Renán o Taine) pensamos y leemos, se relaciona con la
alimentaron largamente su pensamiento idea que preside a la obra de nuestra
y otros que sólo sirvieron para inquietar- fantasía, y de uno u otro modo la enri-
lo un instante (Armel, por ejemplo) o quece y va abriendo campo para ella.»
fueron usados como lujosos ejemplos Para llevar a cabo su tarea ha seguido
de algún desarrollo (Gracián). Tampoco Pereda tres caminos. Uno lo facilita el
distingue, entre los pensamientos refle- propio Rodó con sus citas, explícitas o
jados por las páginas de Rodó, aquellos implícitas de autores y obras. Es cierto
que eran patrimonio cultural del 900 o que no acostumbraba citar textualmente
lugares comunes de todos los tiempos, y, menos aún, indicar con precisión las
y otros que provenían de fuentes que el referencias bibliográficas (hay tres en
pensador había consultado largamente. Ariel, algunas más en Juan María Gu-
Pereda puede escribir por eso: «We find tiérrez y su época, y eso es casi todo);
another interesting coincidence in the prefirió casi siempre proceder por alu-
idea sustaíned by both writers [Rodó y siones bastante elaboradas. Una de ellas,
Juan Val era] that the best symbol of en El que vendrá, indujo a Pereda a
nations may be found in íheir greatest creer que hablaba de Dante y su Vita
writers», como si la idea de que los Nuova cuando se refería a Comte. El
mayores escritores de una nación cons- segundo camino lo facilita la misma
tituyen su mejor símbolo fuera de aque-
llas cuya paternidad merece investigarse. obra, con las vinculaciones que una lec-
tura comparada puede revelar y las in-
Si bien Pereda no ignora que Rodó per- dicaciones que otros críticos han sem-
tenece a la gran tradición intelectual de brado. Así, la influencia de Platón es
Occidente en su doble caudal franco-es- visible, apunte o no Rodó su lectura de
pañol, y que su obra entera debe exami- los mismos textos: o la huella de Emer-
narse a la luz que mana de dicha tradi- son, para poner otro ejemplo.
ción, al compulsar aisladamente cada Su biblioteca (que se encuentra, divi-
fuente, ordenándolas por nacionalidades, dida, en la Biblioteca Nacional y eí Mu-
no logra integrarla en el cuadro cultural seo Histórico Nacional, de Montevideo)

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II: OBRA.—4: EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO 111

facilita una última pista. Es claro que chich en la personalidad; Schopenhauer


no se conserva como en vida de Rodó. al que acude sobre el tema del Dolor;
Falta en ella, por ejemplo, el Catiban de Hartmann, que desarrolla una Filosofía
Ernesto Renán, que había leído y po- del inconsciente, 1869, etc., etc. Reco-
seía; por testimonio de Pérez Petit se rriendo esos cuadernos, puede verse que
sabe que este libro le fué obsequiado no sólo Taine, Renán o Guyau alimen-
por Rodó. Pero ¿de cuántos otros no se taron su largo cavilar; que para hablar
conoce el destino? Por otra parte, tenía de las fuentes de Rodó hay que hundir-
mucho libro que ni había abierto (o se en una bibliografía copiosa y variada,
que sólo había cortado en la página en en una labor de años.
que se hablaba de él) y, como todos, ha-
bía leído y estudiado mucho libro que
no poseía. De manera que su Bibliote- IÍI
ca, que Pereda pudo revisar en 1929,
constituye un testimonio parcial. La obra más ambiciosa de las que pro-
Más valiosa, y base de toda investiga- yecta Rodó, su Proteo, es inicialmente
ción sobre las fuentes, es la consulta del un intento de sistematizar una reflexión
Archivo Rodó. Pereda no pudo determi- de carácter filosófico. Su Proteo, aclaro,
nar si el crítico había leído directamente y no los Motivos de Proteo, que publi-
a Montaigne o sólo lo conocía a través có en 1909, y que explícitamente rehu-
de la exposición de Sainte-Beuve en \ yen desde una nota liminar toda siste-
Port-Royat; creyó que de los grandes au- matización: «La índole del libro (si tal
tores rusos del siglo xix sólo le era fa- puede llamársele) consiente, en torno de
miliar Tolstoi; ignora si tuvo acceso a un pensamiento capital, tan vasta rami-
alguna obra de Bergson. Una consulta de ficación de ideas y motivos, que nada
los cuadernos preparatorios de Proteo se opone a que haga de él lo que quiero
permite contestar estas preguntas. Rodó que sea: un libro en perpetuo 'devenir',
leyó y extractó directamente a Montaig- un libro abierto sobre una perspectiva
ne y a Bergson; en el cuaderno Carte- indefinida.» Pero el propósito aquí decla-
lero hay un resumen, con notas, de los rado es indudablemente posterior. El
Ensayos libro II, cap. 1.°; en el Garibal- primer proyecto de Proteo es, sin duda,
dino (por el color de las tapas) dedica el de un libro orgánico y completo so-
odio páginas a extractar, con comenta- bre la personalidad. Así parece indicar-
rios, el Essai sur les données inmédiates lo un sumario de la obra que se encuen-
de la consciente, 1889. Leyó también a tra entre los papeles inéditos de su
Dostoyevski, uno de cuyos libros le su- Archivo, Dice así:
giere este comentario: «Una de las obras
que me producen opuesto efecto según
las lea en el estado Glauco [id est: de PROTEO
plenitud apolínea] o en el normal es la
Casa de los muertos...» INTRODUCCIÓN.—La complejidad personal. El
En esos cuadernos se encuentran las conocimiento propio.
verdaderas fuentes de su obra: los psi- LIBRO I,—Las vocaciones.
cólogos contemporáneos (principalmente LIBRO H. -LOS agentes de transformación
franceses), que estudio para documentar moral.
LIBRO III.--Proceso de ias transformaciones
internamente su Proteo; Nietzsche y morales.
Baudelaire, que lo ilustraron sobre el LIBRO IV.—La transformación genial.
estado dionisíaco o sobre las transfor- LIBRO V,- -Evolución de la personalidad, y ías
maciones que producen el vino y el has- ideas,
112 INTRODUCCIÓN GENERAL

Este plan no lleva fecha pero por las irrita «aun más los deseos y esperanzas
palabras liminares que acaban de citarse I que abrigo hace tiempo de leer una
se advierte que es anterior a la prepara-! obra suya que nos dé la esencia y la
ción de aquel volumen. En efecto, dicho j medida de su peregrino talento de es-
plan o sumario supone una distribución i critor»), este rasgo tan suyo que le per-
del material en forma de tratado. Al de- mite inaugurar, al decir de Alfonso Re-
cidirse por la publicación de un frag- yes, un nuevo tipo de obra: la frag-
mento, Rodó ha hecho algo más que an- mentaría, es el primero de su personali-
ticipar un torso de su magna obra; ha dad intelectual que hay que relevar.
elegido la exposición asistemática y flui- ¿Cuáles son las otras notas? Ante todo,
da (menos rigurosa pero más sugestiva) una: el individualismo. De ahí la pre-
de un libro en perpetuo devenir. Rodó ocupación dominante por la personali-
renuncia a su plan, o (por lo menos) re- dad, su estudio detenido de la misma y
nuncia a la primitiva arquitectura. De su de los elementos que la transforman en
proyecto inicial sólo quedan hoy las rui- el curso de la vida (temas cuyos ecos
nas: ruinas fastuosas, a veces. Esta de- resuenan en Proteo). En una página en-
rrota aceptada frente a la obra sistemá- contrada por sus hermanos entre sus ma-
tica, pensada totalmente en cada una de nuscritos inéditos e insertada capricho-
sus partes y articulada minuciosamente, samente en el libro postumo que edita-
da la clave de su organización intelec- ron en 1932, glosa Rodó la impresión
tual. que dejó en su espíritu infantil la lectura
Rodó no podía pensar con rígida con- de Robinson Crusoe, a la que llama «la
tinuidad filosófica; su pensamiento des- litada del esfuerzo individual, el lábaro
confiaba íntimamente de la sistematiza- de la conquista de uno mismo», Robin-
ción que canaliza el fluir natural de la son es, en más de un sentido, el símbolo
vida; aunque intelectual, no era mera- de esta personalidad consciente de Roció,
mente razonador y se apoyaba en un y el símbolo de una obra centrada en el
sentido intuitivo de la vida como reali- incesante perfeccionamiento de sí mis-
dad superior. Se hallaba en la línea fi-1 mo, en la conquista de la individualidad
nisecular de reacción contra la inteli-! genial, en la autoeducación orientada.
gencía deshumanizadora. De los extremos a que llega Rodó en su
De ahí que su reflexión tendiera al 1 individualismo da fe esta declaración,
fragmentarismo del ensayo y eludiera | pronunciada en Ja Cámara de Diputados
la totalidad del tratado, a los Motivos de ¡ en 18 de junio de 1904: «Propendo, por
Proteo y no a Proteo mismo. Esta carac- \ natural tendencia de mi espíritu, a un
terística se manifiesta en todos los as- i individualismo, quizá exagerado, en ma-
pecios de su obra, que no produce sino | teria de opiniones: formo las mías pro-
opúsculos y ensayos. Sus dos grandes li- j curando apartarme de las influencias
bros (Motivos de Proteo, El Mirador de i del ambiente en cuanto ellas puedan
Próspero) son en realidad colecciones de | traer consigo sugestiones de pasión; y
fragmentos, vinculados sí por una conti- i las enuncio tal como sinceramente las
nuidad espléndida ele pensamiento y de ¡ concibo, sin preocuparme nunca de vol-
estilo, pero esquivos a la organización | ver la mirada para ver si de parte de
sostenida. Este rasgo, que sus contera- j lo que yo pienso está la opinión que re-
poráneos no entendieron, y que asoma j presenta el mayor numero o está una
como reproche en las entrelineas amis-! parte de ia opinión, o estoy yo solo.-
tosas de una carta de Reyles (le escri-! El cultivo de la individualidad es, pues,
be en 23 de abril de 1907, que la lectura I su negocio fundamental. No es extraño
de Liberalismo y Jacobinismo aumenta e i que al lerna dedicara su obra más ín>

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TI: OBRA.—4: EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO 113

portante. En ella, la fórmula Reformar- i butaria de Carlyle, no deja de tener acen-


se es vivir sintetiza el ideario. Con más | tos propios. Todo el opúsculo (nacido
detalle, examino en el prólogo de Moti- al calor de la polémica religiosa) es
vos de Proteo, su desarrollo; ahora sólo una defensa de la «misión histórica y
quiero apuntar el sentido profundo de la originalidad de las grandes persona-
este pensamiento. Contra lo que han lidades». En una página condensa su
opinado hasta sus discípulos (Hugo D. pensamiento: «La personalidad del ge-
Barbagelata, por ejemplo) y han repeti- nio es un elemento irreducible y nece-
do contradictores superficiales, Rodó no sario en la misteriosa alquimia de la
concibe la transformación en el sentido ¡ historia. Hay algo de inexacto, pero hay
de mera renovación. Y no se trata de una mucho de verdadero, en la teoría de los
cuestión de palabras. Rodó era suma- héroes de Carlyle. La fatalidad de las
mente cauteloso y si dijo reformarse y fuerzas naturales; la acumulación de las
no renovarse fué intencionalmente. Este pequeñas causas; la obra oscura de los
rehacer de la personalidad, cuyo símbo- trabajadores anónimos; la acción incons-
Jo es Proteo, ese cambio incesante e in- ciente de los instintos colectivos, no ex-
evitable, no es una mera comezón de lo cluyen el dinamismo peculiar de la per-
nuevo, la frivolidad de lo inédito. Es una sonalidad genial, como factor insusti-
transformación hacia adentro, la obra de tuible en ciertos momentos y para cier-
un espíritu sobre sí mismo, intentando tos impulsos; factor que puede ser traí-
todas sus posibilidades—hasta las más do, si se quiere, por la corriente de los
escondidas e insospechadas consciente- otros, fuerza que puede no ser sino
mente—, infatigable en su anhelo de ple- una manifestación o concreción superior
nitud y perfección. Y la conquista (no de aquellas mismas fuerzas, tomando
sólo el descubrimiento) de la vocación, conciencia de sí, acelerando su ritmo y
en que centra gran parte del libro, es concentrando su energía; pero que, de
precisamente la fijación de esa plenitud, cualquier modo que se la interprete, res-
lograda después de ardua busca. En su ponde a una necesidad siempre renova-
libro se alza contra quienes sólo aspi- da y tiene significado sustantivo.» Y en
ran a la conmoción del cambio, los de- nota cita a Nietzsche, a Carlyle y a Emer-
nuncia con severidad, traza su retrato son.
sin contemplaciones. Y frente a ellos A estas palabras de 1906 cabría sumar
alza en cambio el de quien (como escribe otras que se encuentran esparcidas en
en LXXXI) se esculpe y retoca a sí mis- toda su obra posterior, particularmente
mo. En unas notas de sus cuadernos en el libro que dedica a las transforma-
preparatorios, y como previendo lec- ciones de la personalidad. Pero es en un
turas frivolas o erróneas, apunta: «Fór- ensayo sobre Garibaldi (de 1904 y reco-
mula de T, E. R.: Modificarse y ampliar- gido en El Mirador de Próspero) donde
se [intercala, arriba: crecer] sin desca- sintetiza expresivamente su definición del
racterizarse: tal ha de ser la ley de héroe. «Mi concepto del Héroe no se
transformación.» Y en el mismo cuader- identifica con el de hombre superior por
no Garibaldino confirma: «Renovarse, su voluntad y su brazo; no porque ex-
pero no perder el hilo de continuidad de ; prese siempre, dentro de este género,
la personalidad.» una mayor intensidad y grandeza, sino
Como nota complementaria, y tal vez en razón ele una calidad distinta. El Hé-
sobresaliente, debe apuntarse el heroís- ¡' roe es, para mí, el iluminado de la ac-
rao, En Liberalismo y Jacobinismo mejor ción. La acción heroica es la que toma
que en parle alguna ha señalado Rodo su su impulso en quelios abismos insonda-
concepción del heroísmo que, aunque tri- bles del alma, de donde vinieron el de
114 INTRODUCCIÓN GENERAL

monio de Sócrates, la convulsión de la ] utilitaria y que permita en su seno la


sibila, la visión del extático; en donde j selección, una democracia que no aho-
se engendra iodo lo que obra de un mo- gue sino estimule la aristocracia espiri-
do superior a la razón: la palabra que tual. El utilitarismo y no la democracia
avasalla, el gesto que electriza, el golpe ! es el enemigo *y contra él (y contra los
que abate o levanta por instantánea y I Estados Unidos, a los que, con evidente
portentosa fuerza. Bolívar es Héroe; San j error, presenta como únicos campeones
Martín no es Héroe. San Martín es gran- del utilitarismo) endereza sus ataques.
de hombre, gran soldado, gran capitán, Su concepción de la democracia ameri-
ilustre y hermosísima figura. Pero no cana del futuro se halla expresada, sin-
es Héroe. Falta para que lo sea, a su j téticamente, en este párrafo del dis-
alrededor, la aureola deslumbradora, el j curso:
relámpago, la vibración magnética, el j «Para mostrar ahora cómo ambas ense-
misterioso soplo que, ya se le tome en ¡ ñanzas universales de la ciencia pueden
sentido sobrenatural, ya en sentido pu-! traducirse en hechos, concillándose, en la
ramente. humano, pero instintivo e in- organización y en el espíritu de la socie-
consciente es, de todas maneras, algo dad, basta insistir en la concepción de
que viene de lo desconocido,» Al dibu- una democracia noble, justa; de una de-
jar Rodó la personalidad de Bolívar en mocracia dirigida por la noción y el sen-
su famoso ensayo, convierte su trabajo timiento de las verdaderas superiorida-
en una apología de la acción heroica. des humanas; de una democracia en ía
cual la supremacía de la inteligencia y la
virtud—únicos límites para la equivalen-
IV cia meritoria de los hombres—reciba su
autoridad y su prestigio de la libertad,
Este pensamiento filosófico no actúa y descienda sobre las multitudes en la
en el vacío. En su vida y en su obra efusión bienhechora del amor.» (Véase
Rodó aparece inmerso en la realidad cir- prólogo a Ariel, en esta misma edición.)
cundante, y esa realidad, en la América
de su tiempo, se llama democracia. De Esta concepción política parece ex-
ahí que haya que consultar también su cluir toda problemática social, y así
pensamiento político-social para com- lo ha creído más de un apresurado co-
pletar este esbozo de su actitud filo- mentarista de su obra. Rodó, se ha lle-
sófica. Su concepto del Héroe o de la gado a decir, fué insensible a los pro-
personalidad genial tenía clara cuenta fundos cambios sociales que venían ocu-
de la labor colectiva, del fondo de anó- rriendo en el mundo desde (por lo me-
nimas personalidades, sobre el que se nos) la revolución de 1848. Tal afir-
alza el Genio. mación es, en general, falsa.
Al estudiar en Ariel el problema de la Es posible relevar en su vasta obra
Democracia, y (en particular) de las de- indicios de que el problema social se
mocracias hispanoamericanas, expone Ro- j le planteó en sus términos adecuados.
dó una concepción calificada de la mis- En una carta de 1910 sobre las Morali-
ma. Su pensamiento reconoce las debi- dades, de Rafael Barret (recogida en
lidades de la democracia y su afán nive-1 parte por El Mirador de Próspero)
íador y mediocrizador; pero no por eso j apunta: «...en nuestro tiempo, aun aque-
acepta las censuras que un pensamiento I llos que no somos socialistas, ni. anar-
aristocrático corno el de Renán se com- ¡ quistas, ni nada de eso, en la esfera de
place en levantar. Todo su esfuerzo tien- i la acción ni en la de la doctrina, lle-
de a la definición de una democracia no ; vamos dentro del alma un fondo, más o

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II: OBRA.—4: EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO 115

menos consciente, de protesta, de des- que se levanta. Siento reconvenciones.


contento, de inadaptación, contra tanta Todo esto de arte, aristocracia, selec-
injusticia brutal, contra tanta hipócri- ción no serán vanidades ilícitas frente
ta mentira, contra tanta vulgaridad en- a los derechos que . Nunca podré so-
tronizada y odiosa, como tiene entre- focar en mí el sentimiento de la per-
tejidas en su urdimbre este orden social sonalidad.» El conflicto íntimo aparece
transmitido al siglo que comienza por aquí enunciando en sus términos ex-
el siglo de advenimiento burgués y de tremos: por un lado, la personalidad
la democracia u t i l i t a r i a . » Es precisa- heroica en que centraba su visión del
mente e s t a sensibilidad p a r a la injus- mundo, por otro, la masa que el so-
ticia social que lo lleva, al margen de cialismo hacía surgir como el elemento
toda doctrina socialista (y en esta ma- fundamental en la convivencia humana.
teria siempre fué explícito) a inten- Rodó estaba demasiado atento a la rea-
tar un mejoramiento de las condiciones lidad para no sentir la fuerza invasora
de vida y trabajo del obrero. Uno de sus de este nuevo elemento y el anacronis-
ensayos más completos, recogidos tam- mo que implicaba su actitud indivi-
bién en El Mirador de Próspero (lo que dualista. Al mismo tiempo, era dema-
sanciona su importancia ideológica) es- siado leal con su naturaleza para ocul-
tá dedicado precisamente al Trabajo tarse que la selección, el concepo de
obrero en el Uruguay. Originariamente una vida vivida como arte, eran nece-
planeado como informe para la Cámara ; sarios para su organización intelectual
de Representantes del Parlamento uru-! y para su sensibilidad poética. Como'
guayo, Rodó lo desarrolló hasta darle j tantos de los mejores artistas de aquel
las proporciones de un ensayo. siglo, vivió en carne propia los térmi-
Allí refleja una actitud de democracia nos extremos de este conflicto. De ahí
liberal bien entendida. Sin temores ante que el fragmento autobiográfico invo-
la fuerza proletaria, atendiendo a las cado concluya con estas palabras: «Pero
reivindicaciones obreras, Rodó propug- esta belleza clásica que admiro y siento
na una solución conciliadora de los in- no basta a mi ansiedad de hombre
tereses del capital y del trabajo. Su moderno.»
pensamiento, de matices conservadores, Podrían invocarse otros textos coin-
cala más hondo de lo que se ha pensado cidentes. Así, por ejemplo, en un pró-
y denuncia en muchas de las medidas logo a América, de Abel J, Pérez (fir-
que propone un Estado sólo superficial- mado en 6 de septiembre de 1911), ca-
mente socialista los defectos, la orien- lifica a Proudhon de «energúmeno anti-
tación demagógica y los riesgos que pático, lleno de bárbaros odios hacia
ellas pueden implicar, Proyectado en el arte y hacia otras cosas delicadas y
1906 y concluido en 1908, este ensayo bellas que ennoblecen y dignifican esta
ha sido superado en más de un concep- picara vida.» Aunque todo el prólogo,
to, pero su valor para definir la posición que Rodó supone escrito por Gil Blas
de Rodó en tan importante materia no de Santillana, está en un tono burlesco
parece haber disminuido. (lo que justificaría el tono y ciertas ex-
En un texto inconcluso encontrado presiones) el pensamiento que lo infor-
entre sus papeles inéditos, ha dejado ma es serio. Su actitud, estética le hace
testimonio directo y vivo de su reacción oponerse al pensador social. Esa opo-
frente a los movimientos sociales que sición no le impedía, sin embargo, re-
conmovieron eí comienzo del nuevo si-i conocer la dignidad de la condición
S'Io: «Mis resistencias al socialismo. Ex- [ obrera y en palabras que han sido muy
ponerlas a propósiio de] gran rugido citadas lo d e j ó estampado en 1909:
lió INTRODUCCIÓN GENERAL

«Cuando todos los títulos aristocráticos Sin embargo, Rodó nunca penetró pro-
fundados en superioridades ficticias y fundamente ese misterio, nunca ahondó
caducas hayan volado en polvo vano, el problema religioso. Había en él una
sólo quedará entre los hombres un tí- suerte de repugnancia racional; tal vez
tulo de superioridad, o de igualdad aris- una auténtica ceguera para los valores
tocrática, y ese título será el de obrero, religiosos. Así parecen indicarlo estas
Esta es un aristocracia imprescriptible, anotaciones inéditas de los cuadernos
porque el obrero es, por definición, 'el preparatorios de Proteo, en que escribe,
hombre que trabaja'; es decir, la única poseído por Glauco: «La preocupación
especie de hombre que merece vivir. del pecado; esa pasión por el misterio;
Quien de algún modo no es obrero debe esa tendencia al rebajamiento, a la hu-
eliminarse, o ser eliminado, de la mesa millación, que es lo íntimo del cristia-
del mundo; debe dejar la luz del sol y nismo, quizá, que vemos en un Pascal,
el aliento del aire y el jugo de la tierra,; o un Lutero o un [deja un espacio en
para que gocen de ellos los que traba- i blanco] me parecen casi incomprensi-
jan y producen: ya los que desenvuelven ! bles; no siento su interés ni su belleza.
los dones del vellón, de la espiga o de j No aguanto a Pascal.»
la veta; ya los que cuecen, con el fuego Buscó, no obstante, una vía de acceso.
tenaz de] pensamiento, el pan que nutre i Su correspondencia con Alberto Nm
y fortifica las almas.» Estas palabras no Frías o con Miguel de Unamuno (que se
tienen contenido demagógico alguno; no incluyen en esta edición) lo muestran
fueron pronunciadas en una barricada ¡ sinceramente interesado por lograr el
ni procuraron el halago preelectoral. ¡ acercamiento a un mundo que, tal vez, le
Las dijo Rodó en el Círculo de la Prensa! estuviera vedado. Así, se le oye decir con
de Montevideo y como exaltación del i profunda candidez a Unamuno (en carta
trabajador intelectual, el jornalero del t de 20 de octubre de 1902): «¡Cuánto de-
pensamiento, su propia cíase. t seo que aparezca lo más pronto posible
En la obra de Rodó hay constantes su prometida obra sobre la Religión
alusiones al Misterio que envuelve con y la Ciencia! Me preocupa muy inten-
su halo de sombra la luminosa vida de ¡ samente el problema religioso, y leo
la razón; ese mundo clásico, sensual con interés todo lo que espero que pueda
y perfecto, se ve pertubado ocasional- darme nueva luz sobre ello.» Hacía el
mente por la Duda o por la Angustia final de su vida este hombre que pudo
de io desconocido. Lo apunta desde el ser calificado (con palabras de la con-
ensayo más ambicioso de sus orígenes: desa Pardo Bazán a Montalvo): «Alma
El que vendrá (1896); lo reitera en mu- religiosa y pensamiento heterodoxo», es-
chas alusiones de su Liberalismo y Ja- te desvelado pensador se refugia en una
cobinismo (1906) particularmente en el concepción que hermana—como la Eti-
respeto casi devoto a la figura de Cristo; ca y la Estética en Ariel—el temblor
está en las entrelineas de muchos Moti- religioso con la imperecedera belleza de
vos de Proteo (1909) y explícito, en las la forma. Mi retablo de Navidad, que
páginas postumas del mismo libro (1932). escribe en 1911 a instancias de Rubén
Su propia personalidad tal como se la Darío y que recoge luego en El Mirador
descubre en sus anotaciones más ínti- de Próspero, 1913, encierra una teoría,
mas, encerraba una profunda zona de ya largamente anticipada por otros es-
sombra; deseoso de perpetuar su estado píritus, de un Dios futuro: «Antes que
glauco, no quería renunciar al Dolor o lamentarse porque Dios no sea niño ele
a la nutricia Tristeza (corno se hai veras durante un día dei año, acaso es
visto en su biografía). I preferible pensar que Dios es niño sieni-

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I I : OBRA.—4: EL PENSAMIENTO FILOSÓFICO 117

pre, que es niño todavía. Cabe pensar! toda concepción elevada del mundo, li-
así y ser grave filósofo. El Dios en for-! bar la gota de amor que ocupa el fondo
mación, el Dios in fieri en el virtual >de todo entusiasmo desinteresado.» Am-
desenvolvimiento del mundo o en la plitud, tolerancia, amor: en estas pala-
conciencia ascendente de la Humanidad, bras, así jerarquizadas por él mismo,
es pensamiento que ha estado en cabeza se sintetiza su actitud humana general
de sabios. ¿Y hemos de consideraría En otro texto, de Motivos de Proteo,
la peor, ni la más desconsoladora, de éste amplía su definición: «La toleran-
las soluciones del Enigma?... ¡Niño-Dios; cia: término y coronamiento de toda
de mi retablo de Navidad! Tú puedes ! honda labor de reflexión; cumbre donde
ser un símbolo en que todos nos recon- : se aclara y engrandece el sentido de la
cüiemos. Tal vez el Dios de la verdad es ¡ vida. Pero comprendámosla cabalmente:
como tú... Si a veces parece que está le- no la que es sólo luz intelectual y está
jos o que no se cura de su obra, es por- i a disposición de! indiferente y del es-
que es niño y débil. Ya tendrá la plenitud j céptico, sino la que es también calor
de la conciencia, de la sabiduría, y del j de sentimiento, penetrante fuerza de-
poder, y entonces se patentizará a los amor.»
ojos del mundo por la presentanea san- ] Contra lo que se ha interpretado con
ción de la justicia y la triunfal oficien- '' cierta precipitación, la tolerancia en
cia del amor... Hermanos míos: no ha- Rodó no excluye una toma de posición
gamos ruido de discordia; no hagamos en el combate de la vida ni la propa-
ruido de vanidad, ni de feria, ni de orgía. ganda ardida de los propios ideales. Su
Respetemos el sueño del Dios-niño que misma actividad, su prédica america-
duerme y que mañana será grande. ; nista, su infatigable ejercicio del arte,
¡Mezamos todos en recogimiento y si-1 su valiente postura política, demues-
lencio, para el porvenir de los hombres, j tran que no era tolerante por indife-
ia cuna de Dios!» rencia o por blandura; que lo era por
auténtico sentido democrático, por ge-
IV nerosa amplitud intelectual. Su toleran-
cia era una manera activa de restaurar
Queda por señalar una última nota de la dignidad del debate humano.
su pensamiento: la tolerancia. En Libe- Desvanecida la primera huella de su
ralismo y Jacobinismo (1906) ha dejado j magisterio, poco quedó del contenido fi-
una concepción superior de esta actitud : losófico de su obra para alimento de
espiritual profunda. Alií dice: «...con esa i generaciones que se habían asomado al
tolerancia encaro cuanto íeo, si reconoz-! mundo intelectual y social en ocasión
co en ello sinceridad; ya se trate de re- : de la quiebra de gran parte del pensa-
íigión, de ciencia o de literatura. En la miento del siglo xix. Rodó derivaba de
educación de mi espíritu, de una cosa es- Spencer y de Taine; no de Kierkegaard
toy satisfecho: y es de haber conquista- o de Nietzsche, de Marx o de Proudhon,
do, merced a una constante disciplina in-; adelantados del siglo xx. La guerra de
telectual—favorecida por cierta tendencia 1914—a la que el Destino no quiso que
innata de mi naturaleza mental—, aquella I sobreviviese—aventó definitivamente una
superior amplitud que permite al jui-1 concepción del mundo en que había fun-
ció y al sentimiento, remontados sobre dado su filosofía general. Por eso, y pese
sus estrechas determinaciones persona- a haber muerto en 1917, P.odó es en este
íes, percibir la nota de verdad que vibra ' aspecto un hombre de las postrimerías
en el timbre de toda convicción sincera, i del siglo xix, un coetáneo espiritual de
sentir el rayo de poesía que ilumina' los pensadores idealistas que aspiraban
118 INTRODUCCIÓN GENERAL

a la salvación del mundo por 3a aristo- artículo favorable a Cámpoamor (1919);.


cracia del espíritu, nostálgicos de un hi- que Menéndez Pelayo, a los veintisiete,
potético (y siempre renovable) milagro elogiaba y prologaba a Núñez de Arce
griego, de una imposible serenidad clá- (1883); que Rubén Darío, a los treinta y
sica, de un equilibrio que triunfara per- un años, repartía sus elogios entre José
manentemente sobre el caos. A esa con- Martí y Vargas Vila (1898). Ese mal gus-
cepción optimista dedicó el pensador to general podría explicar el de Rodó,
uruguayo sus mejores esfuerzos, borran- pero no justificarlo.
do en la pulida superficie de su obra Tampoco sería difícil probar hoy que
todos los elementos de desesperanza y Rodó fué un crítico literario correcto.
angustia, de dolor y fracaso, que hoy Bastaría recordar sus juicios laudatorios
emergen de su fondo. Su pensamiento sobre Leopoldo Díaz (1895), sobre Fran-
-—que él quiso triunfal y nutricio—está cisco García Calderón (1903), sobre Car-
atravesado por una profunda veta de los Arturo Torres (1910). Allí aplica
melancolía que no se rinde. Por esta Rodó un criterio de tolerancia o de po-
ambigua condición demuestra pertenecer lítica americanista cultural que hoy pue-
a una época de transición: una época de parecer excesivo a muchos. No inte-
en que resplandecen todavía los valores resaría alegar en su descargo que Leo-
del pasado y se anuncian ya las fuerzas poldo Díaz, García Calderón y Carlos
que habrán de destruirlos. Arturo Torres son, en distintos planos y
por distintos motivos, valores aún hoy
estimables. Eso explicaría la crítica favo-
5 rable, pero no justificaría todos los elo-
gios de Rodó.
LA CRITICA LITERARIA
No sería difícil probar hoy que Rodó
fué un buen crítico literario. Bastaría
recoger su ensayo sobre Galdós (1897),
I | sus juicios sobre Rubén Darío (1899 y
Rodó ejerció la crítica literaria con 1916), su artículo sobre La raza de Caín
todos los riesgos que esa actividad in- de Carlos Rey les (1900), sus páginas so-
telectual implica y acertó o erró en sus bre Juan Ramón Jiménez y Rafael Ba-
juicios individuales o en su política li- rrett (ambos de 1910), su trabajo sobre
teraria en proporción equivalente a la Monta]vo (1913). En cada caso Rodó de-
de otros críticos de este mundo. No se- muestra una comprensión cabal del es-
ría difícil probar hoy que Rodó fué un critor y de la obra, aunque algunos fue-
mal crítico literario. Bastaría recoger ran (como J. R. J.; como Barrett) auto-
su media página de elogios a Cam- res noveles; maneja sin alardes eruditos
poamor (1894), su artículo laudatorio so- una minuciosa información y realiza una
bre Núñez de Arce (1895), sus diecinueve crítica que, en líneas generales, debe lla-
palabras sobre Vargas Vila, tres de las marse empalica porque pretende ubicar-
cuales son adjetivos calificativos (1897). se dentro del cuma mismo de creación
Allí Rodó—entre los veintitrés y veinti- de la obra, para juzgaría en profundi-
séis años—evidencia mal gusto y justifi- dad y con amor.
ca más de un ataque que quiera hacér- Ninguno de estos tres puntos de vista
sele hoy. No interesaría alegar en su sobre la crítica rodoníana atiende a la
descargo que otros ilustres contemporá- totalidad de su obra, ni a su actitud crí-
neos se equivocaron; que Azorín, a los tica general. Porque la calificación que
cuarenta y cinco años, reeditaba un merezca un crítico literario no depende

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II: OBRA.—5: LA CRÍTICA LITERARIA 119

sólo de la calidad y cantidad de sus jui- en algunos casos a utilizar su palabra


cios, individualmente considerados, sino magistral para respaldar, estéticamente,
depende también de su conducta como a quienes sólo lo merecían por la comu-
crítico, lo que podría llamarse su política nidad de ideales.
literaria. Y así, cuando alguien afirma Cuando Rodó inicia su actividad crí-
que Rodó fué un mal crítico y otro sos- tica ya está completado su período de
tiene que fué un buen crítico, tales ase- aprendizaje silencioso, ya tiene bien ele-
veraciones podrían significar, por ejem- gidos sus maestros. En América, Juan
plo, que carecía de talento crítico o que María Gutiérrez; en las letras españolas
poseía (según ha escrito Carlos Real de coetáneas—que leía con tanta asiduidad-
Azúa) una «esplendorosa facultad crí- habría que mencionar a Menéndez Pe-
tica». Pero esas mismas frases absolutas layo, cuya orientación histórico-crítica ha
—mal criterio literario, buen criterio li- dejado honda huella en el joven (que, sin
terario—podrían significar (y esto es embargo, llega a censurar el predominio
muy importante) que ejercía una mala, de la erudición sobre la crítica en les
o una buena, política literaria. Por eso, últimos trabajos del maestro); a Juan
los que hoy se empeñan en aniquilarlo Valera y su elegante esteticismo; a la
por algunos de sus juicios o los que se condesa Pardo Bazán (que le sirve de
empeñan en ensalzarlo por otros, no lo guía en el laberinto de la novelística
enjuician; se limitan a utilizar algunos moderna) y, last but not least, a Clarín,
textos rodonianos para demostrar una de quien comparte con entusiasmo casi
tesis. Fabrican imágenes y luego las ado- todo el ideario crítico, aunque nada de
ran o destruyen. El verdadero Rodó re- la agresividad con que lo practica. En
sulta inafectado. Francia tiene también algunos maestros:
Sainte-Beuve, Proteo c r í t i c o (como él
II mismo lo llama), cuyo Port-Royal estu-
dió minuciosamente y que es la fuente
Rodó practicó la crítica literaria, como de su comercio con Montaigne y Pas-
actividad principal, únicamente entre cal; Renán, cuyo magisterio reconoce
1895 y 1899: época de Sa Revista Nacio- con unción en su prédica arielista y que
nal de Literatura y Ciencias Sociales, y poco a poco se va desvaneciendo; Tai-
del ensayo sobre Darío. Después de Ariel ne, a quien sigue fielmente en el método
(1900), su magisterio americanista se im- de reconstrucción histórico-literaria de
puso sobre toda otra actividad y relegó dos de sus trabajos más ambiciosos y
el ejercicio de la crítica a un plano se- perdurables (Juan María Gutiérrez y su
cundario aunque no despreciable. Rodó época, Montalvo, ambos concluidos en
jamás abandonó ía crítica; jamás dismi- • 1913); Guyau, cuyo estilo parabólico in-
nuyó su capacidad crítica. Si hiciera falta fluye casi tanto como su pensamiento en
alguna prueba, ahí estarían sus ensayos la formación ensayística de Rodó; Bru-
(sobre Jiménez, sobre Montalvo) escritos netiére, en quien recoge las indicaciones
en los últimos años de su vida y reco- de una nueva espiritualidad y de un tem-
gidos en El Mirador de Próspero (1913); blor nuevo, pero a quien no acompaña
lo probaría su página sobre Rubén Da- en muchas fobias (Baudelaire, por ejem-
río en ocasión de la muerte del poeta plo); Anatole France, cuyo elegante eclec-
(1916). Pero no ejerció la crítica con la ticismo comparte, aunque sin gota de
misma periodicidad y empeño ininte- ironía, y Paul de Saint-Víctor, cuya opu-
rrumpido de sus primeros años. Alu- lencia verbal, desenfrenada y hasta de
días veces (además) subordinó su crítica mal gusto, alza como codiciado modelo
a la milicia americanista y hasta llegó (Imágenes, imágenes, a lo Saint-Victor,
120 INTRODUCCIÓN GENERAL

apunta, como estímulo, en una anotación literario o identificarse con los más di-
de trabajo). Otros nombres (Flaubert o versos estímulos de inspiración. Esta so-
Gautier, Villemain o Macaulay) pueden berana libertad del criterio, que no ha-
haber orientado ocasionalmente su crí- de confundirse con la indiferencia doc-
tica, y algunos aparecen citados por él trinal, erigida en principio regulador del
mismo con reverencia, pero los primeros juicio de arte por cierto superficial es-
son los que nutrieron en forma perma- cepticismo estético hay en boga, ni
nente su pensamiento. con las incertidumbres de ese pálido
No debe extrañar eí predominio de eclecticismo que nace de la flojedad de
autores franceses. No se debía tan sólo la convicción o de la ausencia de amor
a la influencia del momento. Aparte del y de entusiasmo por determinado ideal
idioma natal, Rodó leía perfectamente que imprima carácter y dé nervio a la
en francés. Sabía poco latín (según tes- personalidad del escritor, debe tenerse
timonia Pérez Petit) y menos griego; su como por la más alta cualidad de la
inglés era escaso y hasta completada su crítica y por el más triunfal y hermoso
formación intelectual no se resolvió a es- resultado que sea posible al espíritu al-
tudiarlo. Compró entonces un linguáfono canzar en la contemplación y juicio de
(cuenta su hermano Alfredo) y estudió lo bello.»
con ahinco dos o tres meses; luego em- Dos conceptos básicos surgen aquí, en
pezaron a llegar a la casa común obras los umbrales mismos del ejercicio críti-
encuadernadas severamente, en lugar de co de Rodó: amplitud de criterio, que
los livianos tomos a la rústica de las edi- relega eí juicio personal en beneficio de
ciones francesas. Se ha podido determi- una mayor latitud crítica; identificación
nar que en alguna de sus obras cita a simpática con la obra de arte. Tout com-
Spencer directamente del inglés (se trata prende c'est tout aimer, podría haber
de Facts and Comrnenis, en un artículo dicho, modificando la célebre frase. En
de El Mirador de Próspero), pero esto no repetidas oportunidades insistirá sobre la
basta para asegurar un comercio fácil y i amplitud de criterio y de gusto. En el
continuado. borrador de una carta a Juan Francisco
Piquet (10 de julio de 1897) comunicaba
III a su corresponsal: «Yo estoy rumiando
un estudio que se intitulará, si es que
Los principios que inspiraron la crí- llega a nacer, Be la tolerancia en la crí-
tica rodoniana están enunciados por él tica, y que quiero que sea algo así como
mismo en sus artículos y hasta ancha- j una profesión de fe literaria. Tanto me
mente explicitados en unas Notas sobre seduce el tema ese que temo echarlo a
crítica. La cronología de sus escritos per-1 perder si lo tomo sin gran serenidad de
mite seguir la evolución del concepto espíritu y reflexión. Por eso lo iré ha-
crítico a través de toda su obra. La ciendo despacio. Pertenecerá a la serie
primera anotación importante ocurre en j de La vida nueva.-» Nunca realizó Rodó
un artículo de 1895: -<Gran condición del j su proyecto, pero el tema de la toleran-
pensamiento de Gutiérrez es ese espíritu j cia crítica está siempre presente, explí-
de fecunda y luminosa serenidad, el ho- i cita o implícitamente, en su obra. Al es-
rizonte amplísimo en que se dilatan sus ] cribir sobre Rubén Darío en 1899 podrá
admiraciones y entusiasmos, no limita- j decir (con sus ribetes de orgullo): «Pre-
dos nunca por exclusivismos de gusto sumo tener entre las pocas excelencias
personal ni por intolerancias cíe escue-! de mi espíritu, la virtud, literariamente
la, su capacidad para comprender tocias [ cardinal, de la amplitud. Soy un dócil
las formas de lo bello dentro del arte ¡ secuaz nara acompañar en sus peregri-

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U: OBRA.—5: LA CRITICA LITERARIA 121

naciones a los poetas, a dondequiera que mitación de gusto. Los admiro, pero com-
nos llame la irresponsable voluntariedad prendo que no todo lo que ellos me-
de su albedrío; mi temperamento de recen.»
Simbad literario es un gran curioso de
sensaciones. Busco de intento toda oca- IV
sión de hacer gimnasia de flexibilidad;
pláceme tripular, por ejemplo, la nave En un artículo sobre Leopoldo Alas
horadaría que conduce a Atenas a Virgi- (1895), examina Rodó una de las contro-
lio, antes de embarcarme en el bajel de versias críticas del momento. «Se con-
Saint-Pol Roux o en el raro yate de trovierte en nuestros días (escribe) la
Mallarmé.» En un papel inédito, quizá posibilidad de una crítica literaria que
posterior, vincula Rodó ese temperamen- j corresponda rigurosamente a ía significa-
to de Simbad literario con lo que él ción de los términos con que se la nom-
llama la capacidad de transformarse por bra, y ella se mantiene fluctuante entre
la simpatía (id est: la empatia) y dice: estos dos puntos de atracción que en di-
«La facilidad mía para transformaciones verso sentido la apartan de su tradicio-
morales (en el ejercicio de la crítica, en nal objeto y por igual la desnaturalizan
general por obra de cualquier otra for- j o anulan: o el criterio que se limita a
raa de simpatía), que no por fugitivas y investigar y precisar las reacciones de la
contenidas de mi personalidad real de- j actividad literaria con elementos ajenos
jan de darme a probar los sentimientos j a la consideración de sus resultados ar-
y tendencias más diferentes, instituye en j tísticos y desdeña el tecnicismo propio
mi interior una especie de anfiteatro de ! de estos resultados, o bien el individua-
experiencias psicológicas indefinidas que lismo doctrinal, la irresponsable genia-
bastaría para darme el interés de la lidad del que comenta, sustituida a los
vida.» preceptos racionales como base del jui-
Por eso ha podido escribir a Unamu- cio, y el libre campear de la impresión.»
no (19 de julio de 1903) estas palabras Rodó aparta su crítica de ambos extre-
sobre una de sus mayores limitaciones: mos. No se encontrará en él una crítica
«Me pasa con fray Luis en la lírica clá- extraliteraria o extraestética; tampoco se
sica lo que con Zorrilla en la romántica encontrará en él una crítica subjetiva,
moderna. No ciertamente porque se pa- librada a la arbitrariedad y al humor de
rezcan entre sí, sino porque, reconocien- cada instante.
do yo su indudable grandeza, no los re- Su crítica se apoyará en sólidos prin-
conozco míos, sé que no los comprendo cipios estéticos, y nada más que es-
cuanto debiera. Me apenan estas limita- téticos, aun cuando ocasionalmente des-
ciones de gusto, y usted sabe que procu- taque (como complemento) los valores
ro tener las menos posibles y pongo mi morales y hasta nacionales que una obra
mayor aspiración en comprenderlo todo. de arte arrastra consigo.
Por esfuerzo y tesón de mi espíritu he En este mismo trabajo sobre Clarín,
vencido muchas de esas resistencias de al analizar su estética crítica, facilita
mi gusto personal y espero dominar gran Rodó una visión continuada y coherente
parte de las que me quedan. Cada día de su propia actitud. Para Rodó, Leo-
me siento más amplio y comprensivo. poldo Alas «afirma, pues, sin negar a las
Creo que lo seré cada vez más. Claro espontaneidades de la impresión y al
está que por lo que respecta al poeta sentimiento individual como aspiraciones
de la Noche serena (y lo mismo digo de del género a que nos referimos lo que
Zorrilla), no debe darse más que un hay en ellos de legítimo y oportuno (...),
valor relativo a lo que afirmo de mi li- sin desconocer tampoco la licitud de
122 INTRODUCCIÓN GENERAL

aquellas formas de la crítica que extien- Rodó concedía a esta formulación se de-
den sus horizontes fuera de lo que ar- muestra por haberla incluido, con algún
tísticamente es necesario y hacen de ella desarrollo complementario, como Lema
ya una investigación científica del am- de su primer opúsculo: La Vida Nue-
biente, ya un estudio de relaciones so- va, I (1897). Entre las mismas Notas so-
ciales y políticas, materia de observa- bre crítica hay una que se refiere al im-
ción moral o experimento psicológico—la perio de las opiniones autorizadas (id
significación insustituible y esencial de est: a las opiniones de la crítica) sobre
la crítica literaria como juicio de arte—, la común opinión individual y que apun-
como referencia de la obra a ciertos tan, por tanto, a la influencia social y
principios que el crítico tiene por ver- formativa de la crítica en la fijación de
dad y en cuyo nombre aprueba o con- los patrones estéticos de la época. Rodó
dena, siempre en atención al fin directo no hace más que rozar el tema, pero se
de la actividad literaria que es la reali- advierte que reconoce la importancia del
zación de la belleza.» magisterio crítico en momentos en que
En un texto inmediato aclara Rodó el lo está ejerciendo con toda responsabi-
significado de este criterio esteticista: lidad. También se refiere a la evolución
«No tiende este criterio a una reacción del juicio crítico y a la necesidad de re-
que sería absurda; no significa volver a novar las opiniones. Ya está en germen
la consideración de la obra bella como aquí el pensamiento que convertiría en
objeto aislado, al juicio para el que ni eje de su meditación en Motivos de Pro-
eí valor relativo de las reglas, ni la per- teo (1909), lo que Henríquez Ureña, acer-
sonalidad del escritor, ni el imperio de tadamente, ha llamado su Etica del de-
las influencias naturales y sociales, eran i venir. La frase de Rodó merece transcri-
factores que modificasen la invariable birse. «Eí crítico que al cabo de dos
aplicación del precepto; pero significa lustros de observación y de labor no en-
reivindicar contra la intromisión de ele-j cuentre en aquella parte de su obra que
mentos extraños al arte puro y libre en \ señaia el punto de partida de su pensa-
la censura estética y contra las varia- ¡ miento un juicio o una idea que rectifi-
cíones subjetivas de la apreciación, la ¡ car, una página siquiera de que arrepen-
soberana independencia de lo bello, por' tirse, habrá logrado sólo dar prueba,
una parte, el valor real y objetivo de la ¡ cuando no de una presuntuosa obstina-
crítica y la legitimidad de ciertas leyes, [ción, de un espíritu naturalmente esta-
por la otra,» ; cionario o de un aislamiento intelectual
En el año 1896 publica en la Revista • absoluto,»
Nacional de Literatura y Ciencias Socio- j Después de una clasificación, con ejem-
les unas Notas sobre crítica que resumen I plos, de las distintas formas que asume
su ideario. En las primeras reitera ese ¡ el espíritu crítico (desde el dogmático
criterio de tolerancia ya expuesto arriba,! Boileau hasta el rencoroso Zoilo), Rodó
El crítico es comparado con el cómico, examina el problema que se plantea a
de acuerdo con el célebre análisis de Di-! todo creador, y en este sentido el crítico
derot. «La más elevada aspiración de un j es también creador: la insuficiencia del
espíritu literario (agrega) ha de cifrarse j verbo para transmitir «ciertas recondi-
en ia ciudadanía de la ciudad ideal que | teces del pensar, ciertas delicadezas de
imaginaron en Weimar los dos geniales j ¡a emoción estética, ciertos matices del
colaboradores de Las Horas y a la que I juicio». La lucha con ¡o inefable, en fin.
debía llegarse por la armonía de todos l En estas reflexiones se advierte hasta
los entusiasmos y ia reconciliación de to- qué punto encara el ejercicio de la crí-
das las inteligencias.» La importancia que tica como una actividad estética supe

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II: 0BRA.—5.* LA CRITICA LITERARIA 123
ñor, hasta qué punto la crítica es crea- ' del poeta hace revivir a esa marquesa
ción, hasta qué punto el crítico no es | Eulalia... (...) ¿Tocar así la obra del poe-
rival del creador, sino su más íntimo i ta, para describirla, como un cuadro,
colaborador. En una página del mismo j con arreglo a un procedimiento en que
año 1896 ha dejado escrito: «...yo no i intervenga cierta actividad refleja de la
concibo la crítica sino como un home-i imaginación, es un procedimiento legí-
naje tributado a la superioridad jerár- ¡ timo de la crítica? Sólo puede no serlo
quica de los que crean sobre los que ¡ por la incapacidad de quien lo haga va-
analizan.» Y en su estudio sobre Rubén \ ler.» En otro momento se refiere a su
Darío (1899) confirma: «La capacidad crítica como «esta confesión de impre-
de admirar es, sin duda, la gran fuerza siones». El crítico se halla, pues, muy
del crítico.» (En otro texto, de 1909, ha- cerca del poeta y hasta asimila sus mé-
bla del «supremo don de la crítica: el j todos y amplifica con su fantasía lo que
don de admirar.») Fuerza o don, es evi-: el poeta deja, apenas sugerido, en su
dente que para Rodó la crítica supone verso. Rodó tiene conciencia de que su
una actividad generosa de simpatía, de ensayo sobre Darío no es mera glosa.
penetración amorosa en la obra ajena, Sabe que ha trabajado en él examinando
de fina comunicación con sus más per- la obra del poeta desde muy variados
manentes esencias; una labor que es ho- puntos de vista, que su misma estruc-
menaje. tura (una primera parte de reflexión
Otros textos podrían complementar y general, una segunda de glosa, una ter-
aun precisar mejor lo dicho. Así, por cera de balance y distinción)' pone en
ejemplo, en 1897, señala con más insis- evidencia los modos de la aproxima-
tencia la función de glosa o traslado que ción crítica. Pero desea que el lector lo
tiene la crítica: «Es de la crítica (afir- advierta y se deja ver (o se exhibe) en
roa) penetrar en el secreto de la obra de pleno trabajo. Apunta, por ejemplo, al
la Imaginación y convertir al lenguaje pasar: «en estas páginas.,, he puesto
-le la idea lo que en ella se expresa en j en movimiento tantos modos de juicio»;
el lenguaje alado de la imagen.» Y esto ¡ o su hábito de ir marginando con un
dicho en un artículo en que al analizar ¡ lápiz las páginas del libro que lee: «mi
los poemas de Leopoldo Díaz ensaya la! lápiz—que es, mientras leo, algo así co-
íéeníca de recreación o glosa que des-1 mo el secretario de mis nervios e inva-
arrollaría ampliamente en su estudio so-) de con correrías de colegial las márge-
bre Prosas profanas. En este último tra- nes blancas de los libros...»
°ajo se evidencia la labor de amplifica- En este ensayo, en que Rodó ha pues-
ción y traslado (del lenguaje de la ima- to tanta gracia de estilo, como si qui-
gen, Poesía, al lenguaje de la idea, Cri- siera rivalizar en prosa con el poeta,
mea) que el crítico debe encarar como predomina sin duda la crítica-glosa más
misión principal. que la crítica-análisis. De ahí que insis-
La importancia del estudio sobre Ru- ta tanto en la cuoía subjetiva (fanta-
oen Darío aparece acrecida, también, sía, imaginación refleja, impresiones, ner-
porque además de poner en práctica su vios). Pero no se crea que esta docili-
método empático y resonador, Rodó se dad del crítico ante el creador, esta na-
muestra trabajando; a medida que estu- j tural subordinación aceptada, involucra
íha la obra va mostrando su método, i una disminución del valor que Rodó con-
Así, al comentar Era un aire suave..., \ cedía a la crítica de análisis y juicio.
escribe: «Tal amplifica mi fantasía, dó-1 Su concepción de la crítica era tan alta,
cü a toda poética sugestión, el fondo i por varia y totalizadora, que en 1904
lechizado del cuadro en que la magia I pudo escribir: «la crítica es hoy, muy
124 INTRODUCCIÓN GENERAL

Jejos de limitarse a una descarnada ma- ta crear belleza donde no la hay o pue-
nifestación del juicio, (...) el más vasto de descubrir motivos de belleza allí don-
y complejo de los géneros literarios; de el autor no acertó a expresarlos, se-
rico museo de la inteligencia y la sen- mejante en esto al artista genial que
sibilidad, donde a favor de la amplitud descubre en alguna fábula grosera o en
ilimitada de que no disponen los géne- algún intento fracasado el germen de su
ros sujetos a una arquitectura retórica, creación. La intuición crítica es compa-
se confunden el arte del historiador, la rada luego a la del artista mismo, a
observación del psicólogo, la doctrina esa cualidad que en el poeta se llama
del sabio, la imaginación del novelista, inspiración y que para Rodó no se dife-
el subjetivismo del poeta.» rencia de la capacidad intuitiva del crí-
En estas apuntaciones ocasionales no tico: «Es la propia intuición artística,
falta ni siquiera la v i s i ó n de lo que con la diferencia de que tiene por punto
Eiiot llama la crítica del practicante, es de partida el dato reflejo, en vez del na-
decir: la del artista mismo (Motivos de tural e inmediato...» Esa penetración
Proteo, CVÍI), ni la referencia a la re- simpática, que es posible por el amor,
lación Hombre-Niño/Crítico-Poeta (Mi no es en sí misma el juicio (aclara Rodó
retablo de Navidad, 1911, en El Mirador en otro texto, natural complemento del
de Próspero). Una lectura minuciosa de que aquí se examina y que los editores
sus artículos revelaría muchas otras opi- han separado bajo el título de Tres cla-
niones importantes sobre crítica, sobre ses de críticos). Sobre esta identifica-
sus formas, sobre sus métodos, sobre sus ción simpática se alza la libertad del
técnicas. Pero hay un lugar en donde Ro- juicio y del sentido estético; por pro-
dó resumió con mayor continuidad su funda que haya sído la identificación, el
pensamiento crítico; esas páginas han crítico se libera de ella (sin olvidarla,
sido recogidas por sus familiares en los aprovechándola) para su juicio. De ahí
Últimos Motivos de Proteo (1932), y en que Rodó considere al crítico de sensi-
cierto sentido permiten concluir la vi- j bilidad simpática como «el homo dú-
sión de la crítica rodoniana plex, el más fiel ejemplo genérico de
Un artículo (La facultad específica del escisión o doble faz de la personalidad».
crítico, ha sído titulado por sus palabras ! Por lo que aclara: «La participación en
iniciales) se refiere a la relación entre ! determinado sentimiento, medio único
crítica y creación, y trata de demostrar ' de conocerlo y penetrarlo hasta el fon-
que la crítica es una forma de la crea- ¡ do, no obliga al crítico ni a la aproba-
ción. Insiste allí en la «emoción de sim- ¡ ción de ese sentimiento ni siquiera a la
patía», que contribuye a recrear el ob- j complacencia en él.» El artículo se cie-
jeto poético; asegura: «La crítica no es ! rra con una consideración de las tres
sino la expresión consumada y perfecta! clases de lectores: el que sólo asimila
de la aptitud de contemplación artística, <lo que se le asemeja; el que resulta dócil
y ese elemento activo que en la pura | a toda sugestión y sigue hipnotizado a
contemplación germina, en el gran crí- i cada nuevo autor; el que puede dupli-
tico se magnifica y realza hasta emular j carse realmente durante la lectura, que
la potencia creadora del grande y sobe- es capaz de participar del alma ajena,
rano artista.» Más adelante vuelve so- pero que al mismo tiempo no abdica de
bre la semejanza entre la labor del ar- la «facultad de juzgar, que es la que
tista y la de] actor (ya apuntada en sus determina propiamente al crítico, no
Motas sobre crítica, 1896), en la expre- avasallada nunca por la tempestad de
sión de la belleza contenida en una obra; ideas y pasiones que allí, en el propio
sostiene que el crítico puede llegar has- espíritu, se desarrolla en tanto, bajo.

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II: OBRA.—5: LA CRITICA LITERARIA 125
ella, por imitación y contagio de lo que sonalidad colectiva, el alma hispanoame-
pasa en el alma del artista a quien se ricana, el genio propio que imprima se-
traía de comprender y valorar». Una vez llo enérgico y distinto a su sociabilidad
más se compara esta duplicidad psico- y a su cultura. Para esta obra, un arte
lógica del crítico—que es la clave de hondamente interesado en la realidad
su propio carácter—con la del actor (o social, una literatura que acompañe, des-
el orador). El análisis se cierra (como de su alta esfera, el movimiento de la
en los Motivos de Proteo) con el esbozo vida y de la acción, pueden ser las más
de una parábola o ilustración poética: eficaces energías». Consecuente con este
la de Júpiter y la Ninfa Europa, en que j principio, sus ensayos posteriores a Ariel
el dios es actor y espectador del rapto demuestran una coexistencia de crítica
divino. literaria y milicia americanista. Los me-
jores (Montalvo y Juan María Gutiérrez
V y su época, ambos de 1913) ofrecen ca-
bal ejemplo de historia y crítica litera-
Un crítico no puede inventar una li- ria aplicadas al estudio de la cultura
teratura. Cuando Rodó era crítico profe- americana y de sus incipientes tradicio-
sional (1895-97) los autores que él co- nes. (Que las preocupaciones puramen-
mentó eran los que entonces importaban te estéticas siguieron ocupando su espí-
en las letras españolas e hispanoamerica- ritu es bien evidente en las páginas que
nas. Algunos de ellos (Menéndez Pela- dedica al estilo de Montalvo en el ca-
yo, Clarín, Galdós) no han perdido su j pítulo VI.) En la misma línea america-
vigencia hoy. Otros (Campoamor, Nú-; nista, y aunque hoy no merezcan igual
ñez de Arce, Vargas Víla) fueron olvi- atención, deben considerarse sus prólo-
dados por el mismo Rodó, quien, al no i gos o reseñas de obras de Carlos Artu-
recoger sus juicios sobre ellos en El Mí- \ ro Torres, García Calderón, García Go-
'i'ador de Próspero, 1913, sancionó ese doy, Díaz Rodríguez, etc. Para su exacto
olvido. En uno de sus artículos de en- enjuiciamiento no debe olvidarse que
tonces, Arte e Historia, 1897, justifica su todos estos trabajos fueron luego reco-
dedicación al pasado literario señalando gidos en el libro que Rodó puso bajo
«la tristeza infecunda de nuestra pre- la tutela del maestro de Ariel: El Mira-
sente vida literaria». Eso en 1897. La dor de Próspero.
rición de Rubén Darío, el triunfo del Pero Rodó no abandonó totalmente la
Modernismo y de ia llamada generación crítica pura o (ideológicamente) desinte-
de! 98 en España, modificaron profun- resada de sus primeros años. De 1907 es
damente el cuadro de valores. Rodó no su excelente reseña (desfavorable) de
tardó en conocer a Darío. Sobre el poe- una antología americana que preparó
ta de Prosas profanas publicó en 1899 Manuel Ugarte en París. De 1910 es una
el ensayo más completo y penetrante breve nota (Recóndita Andalucía) sobre
Que se íe dedicara hasta la fecha, in- las Elegías del entonces novel poeta Juan
c
°niparablemente superior al celebrado Ramón Jiménez, nota que revela la sen-
de Juan Vaíera sobre Azul... (1888). sibilidad crítica de Rodó. De 1916 es su
Después de 3900 no quiso (tal vez no homenaje fúnebre a Rubén Darío, her-
pudo) ejercer desinteresadamente la crí-1 mosa página que sirve de complemento
tica literaria. En 1912 escribió a García digno a su ensayo juvenil sobre el poeta.
Godoy una carta que luego recogió en Del mismo año el excelente prólogo a
•zl Mirador. Allí afirmaba que la gran El terruño, de Carlos Reyles, y una ne-
••área de las naciones hispanoamericanas crológica sobre Stechetti, que integra sus
'•es la de formar y desenvolver su per- correspondencias europeas. En su co-
126 INTRODUCCIÓN GENERAL

rrespondencia podrían relevarse nume- sura superior que ejerció en los prime-
rosos ejemplos de este tipo de crítica en ros años de su carrera literaria. La sus-
cartas dirigidas a Miguel de Unarauno, pensión del juicio frente a valores con-
a Juan Ramón Jiménez, a Gabriel Miró, trovertidos de las letras uruguayas no
a Horacio Quiroga, a Alcides Arguedas, significó más que eso: una omisión que
a Pedro Henríquez Ureña, entre otros. por lamentable que parezca hoy no im-
Después de 1900, entregado como es- plica desafecto o censura.
taba Rodó a la creación de Proteo y a «Era una naturaleza de crítico, en
la milicia americanista, el ejercicio de la cuanto esta palabra expresa, esencial-
crítica resultó cada vez más espaciado mente, una idea de simpatía y no de
Cada vez eran menos frecuentes las oca- resistencia; de solidaridad de la imagi-
siones de pronunciarse; y muchas ve- nación, antes que de frío análisis.» Con
ces, éstas obedecían más al impulso de estas palabras define Rodó en 1913 a
la presión amistosa o a la comunidad de Juan María Gutiérrez; con estas pala-
ideas que a la pura fruición estética. De bras podría sintetizarse también su pro-
ahí que haya en sus juicios muchas no- pia actitud crítica.
torias omisiones, Las más lamentadas
(y censuradas) se refieren a dos de sus
ilustres coetáneos.
Con la solitaria excepción de Carlos. 6
Reyles (al que dedicó, por lo menos, dos
valiosos trabajos, en 1900 y en 1916, I 1A CREACIÓN Y EL ESTILO
Rodó no se pronunció ni sobre Floren- j
ció Sánchez ni sobre Julio Herrera y ¡
Reissíg en artículo de crítica que merez- I
ca registrarse. No dejó, sin embargo, de Cuando se habla del estilo de Rodó se
reconocer su valor, como lo demuestra piensa en un estilo único e inmutable,
el hecho de que haya seleccionado pá- fijado para siempre desde los mismos
ginas de ambos para la discutida Bi- orígenes del escritor. Esto corresponde-
blioteca Internacional de Obras Famosas ría a la impresión de continuidad inal-
de la que fué colaborador. De la selec- j terada que produce su pensamiento y su
ción y de las elípticas noticias con que j personalidad entera y que uno de sus
los presenta cabe deducir una preferen-! críticos ha expresado (con delicado error)
cia por los últimos dramas de Sánchez, así: «En realidad, Rodó no recorre una
en que el dramaturgo intenta una supe- línea ascendente en la revelación de su
ración del naturalismo, así como una personalidad, sino que aparece maduro
mayor estima por aquella parte de la y pleno desde sus primeros ensayos.»
obra de Herrera y Reissig más vincula- Nada más engañosa que esta perspectiva.
da a la de un Darío o a la de un Lugo- Tanto el pensamiento como el estilo de
nes, lo que parece implicar desafecto Rodó evolucionan. Es más (y refirién-
de sus experimentos poéticos más auda- dome ahora sólo al estilo), no hay una
ces. Su relativo silencio público no dejó sola manera de Rodó; hay tantos esti-
de asumir cierto aspecto de sanción ne- los como períodos en su producción li-
gativa, porque un crítico también se pro- teraria, tantos como géneros literarios
nuncia por omisión. cultivó.
Sin embargo, no pudo ser ése su pro- Lucharon dentro de Rodó más de una
pósito. Al abandonar el ejercicio conti- vocación particular, dentro de la indis-
nuado de la crítica, Rodó deponía ese | cutida vocación literaria. Su organiza-
magisterio periódico, esa suerte de cen- j ción intelectual, su sensibilidad estética,

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n: OBRA.—6: LA CREACIÓN Y EL ESTILO 127

no se resignaron a orientarse únicamente vo, en que el ritmo sensual de las pala-


por una o dos sendas perfectamente de- bras mima las realidades prestigiosas
limitadas: la dei crítico literario, domi- que la lengua evoca; un estilo en que
nante en sus primeros años; la del ensa- se percibe la huella perdurable de Ru-
yista y pensador americano de su madu- bén Darío y del Modernismo poético.
rez. Así, por ejemplo, en los comienzos Sus cuentos no son puras creaciones
mismos de su carrera se le ve atraído poéticas, son enxemplos, viñetas que
poderosamente hacia el verso. Pero una pone el autor a sus páginas de análisis;
oportuna visión autocrítica coarta el su naturaleza es híbrida. Pero, a pesar
desarrollo de esta aptitud limitada y de ello, es visible la entrega de Rodó
orienta definitivamente su obra hacia al puro acto de narrar, de recrear rea-
una concepción, cada vez más amplia, lidades (posibles o meramente simbóli-
del ejercicio crítico. Más tarde, es la cas) por medio de la palabra, trabajada
narración simbólica la que disputa la en ritmo y en número en énfasis y mo-
hegemonía al espíritu crítico. Rodó llegó vimiento, como la palabra del poeta. Una
a subordinar su creación pura a la crí- prosa esencialmente poética es la de es-
tica, llegando a buscar en ésta lo que tas narraciones.
puede lograrse exitosamente sólo en el Con Ariel y con Motivos de Proteo
plano poético. Como un feliz equilibrio desarrolla Rodó un gran estilo de ensa-
entre ambas tendencias compone, en yista (no meramente un estilo funcio-
1899, la glosa crítica de Rubén Darío en nal de crítico). Ya en El que vendrá
que intenta la recreación en prosa de era visible esa tendencia hacia el perío-
muchos poemas. do de sostenido ritmo, de lentos y pau-
Ya en 1900 se le ve ensayar directa- sados giros, de amplia dicción, que en-
mente—y sin el transparente pretexto ¡ cuentra su colmo en los pasajes más
crítico—la creación narrativa. En su i oratorios de Ariel (un discurso, al fin y
Ariel ha intercalado algunas narraciones • al cabo) y en las más elaboradas tira-
que él mismo llama cuentos simbólicos das de Proteo. Ese estilo de ensayista es
o parábolas, y de cuyo alcance ilustran el que se reconoce generalmente como
estas palabras de 1909: «el cuento, que el estilo de Rodó: un estilo que se ce-
£
s una novela menor, mas alada, mas | lebra o vitupera como único.
leve, más primorosa...» Al componer lue- Sin embargo, los accidentes de una ca-
go Motivos de Proteo (1909) el cuento rrera literaria intensa obligaron a Rodó
simbólico adquiere valor importantísi- a practicar también estilos más funcio-
mo de ilustración; el propio Rodó sub- nales: el de la oratoria política (perio-
ra
ya su función didáctica al citar desde dística o parlamentaria), el de la crítica
e
* epígrafe inicial: «...Todo se trata por literaria en revistas, el del mero perio-
Parábolas.» (Marcos, IV, 11.) En ambas dismo cotidiano. Cada una de esas for-
obras, las narraciones cumplen también mas exigió de él un estilo distinto en el
ü
na función poética: son extensas imá- que se conservaban ciertos rasgos de no-
genes, metáforas morosamente elabora- bleza elocutiva y de casticismo lingüís-
das, ilustraciones de un pensamiento que tico del fondo común, pero que imponían
se complace en una suerte de doblaje a su pluma ritmos muy dispares e ima-
poético. Hacia esta fecha anota en uno ginería varia. Alguna ocasión, como el
t'e sus cuadernos de apuntes: «¡ Imáge- ensayo sobre Montalvo en 1913, le per-
nes! ¡Imágenes! Estilo a lo Saint-Víc- mitió la completa maduración de un es-
tor.» tilo crítico que se venía gestando lenta-
•Uay, por tanto, un estilo parabólico mente desde sus comienzos.
St
'yo en que lo ornamental y descripti- El viaje a Europa provoca un último
12S INTRODUCCIÓN GENERAL

avatar de su estilo; la crónica periodís- lector se ve aliviado a la vez de «hojas


tica de impresiones y divagaciones, el fugaces e improvisadas» y de las imprac-
reportaje de ribetes líricos, encuentran ticables «páginas de bronce».
a Rodó con una pujanza extraordinaria. Algunas de las modificaciones consis-
Su estilo, algo anquilosado en el ensayo ten en la sustitución de una metáfora
y la crítica larga, se agilita sin perder o de un giro, ya desvalorizados, por otro
su grave elegancia. Deja caer gran parte que restituye eficacia a la impresión. En
de la pompa oratoria y encuentra, en el prólogo a Narraciones (que utiliza
cambio, una sensibilidad para la palabra también para la refundición de 1913;
que convierte alguna de sus páginas de había reiterado: «...y refleja su luz so-
El Camino de Paros en la prueba más bre la frente de los héroes satánicos de
admirable de su talento verbal, de su Byron...» El nuevo texto sustituye e!
recatada sensibilidad de estilista. En la clisé verbal por una expresión más vi-
soledad y hasta en la desolación de su va: «...y rodea de irresistible luz...» Ai
último viaje, descubre Rodó una fres- revisar las páginas de su juventud sabe
cura de escritor que faltaba a su ejem- encontrar a veces imágenes con que en-
plario de estilos. riquecer su significado, como (por ejem-
El examen de un trabajo de su juven- plo) cuando cambia: «Algunos olvidados
tud (sobre Juan María Gutiérrez) per- ingenios, cuyos nombres sólo han podi-
mite afinar un poco más estas precisio- do traspasar para las investigaciones de
nes. Es sabido que entre 1895 y 1897 la erudición los lindes de la época en
Rodó publicó en la Revista Nacional de que figuraron...» (expresión imprecisa y
Literatura y Ciencias Sociales cuatro penosa) por esta otra formulación, más
trabajos sobre el pasado literario pla- exacta, sintácticamente, y más feliz:
tense, que en 1913 refunde bajo el título «Nombres olvidados, de esos con que
común de Juan María Gutiérrez y su cada generación literaria paga el pon-
época. Si se comparan los artículos ori- tazgo del tiempo...»
ginales con la refundición es posible ad- El estilista de 1.913 (más de cuarenta
vertir no sólo que Rodó modificó mu- años) no tuvo escrúpulos en rectificar al
chas de sus valoraciones literarias ju- de 1895-97 (unos v e i n t i c i n c o ) . En casi
veniles, sino que simultáneamente reali- todos los casos las modificaciones tien-
zó una cuidadosa tarea de depuración I den a una mayor depuración del ha-
estilística. A veces se trata de una modi- ' bla. El corrector avienta puntos suspen-
laxación que tiende a atenuar la delibe- J sivos que mendigan el énfasis, arroja
rada resonancia de una frase o elimina I metáforas vulgares o cursis, epítetos ya
alguna patentada pomposidad. Ai co- \ resonantes de otras voces; ajusta la sin-
mentar, por ejemplo, el artículo que en taxis y ordena más nítidamente su ora-
El Iniciador dedica Miguel Cañé a La- j ción. La tarea de censor, en vez de en-
rra, concluía el crítico de veinticinco friar o entorpecer el ímpetu juvenil, con-
años: «...puede ser considerado como ¡ sigue perfeccionarlo. En r e a l i d a d , has-
un juicio perfecto, definitivo, que sería ta podría asegurarse que el estilista de
lícito trasladar, sin modificaciones, de | 1897 es más convencional, más académi-
las hojas fugaces e improvisadas de ¡ co e insensible que el de 1913. Paradóji-
Ja prensa, donde vio la luz, a las pá- ¡ camente la madurez ha renovado (re-
ginas de bronce de la historia». El tex- ¡ juvenecido) al escritor.
to de 1913 dice, mejor: «...un juicio de-• Esta variedad de estilos (ya en el
unitivo y perfecto, que hoy podría fi- ! tiempo, ya en el espacio) no debe ex-
gurar, sin alteraciones, cu el texto de • trañar. Según la ocasión, el estilo de
una historia literaria», Con lo que el ; Rodó adquiere rigidez marmórea o bus-

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CLAVE DE LOS SIGNOS
fcACod y YirtitauM cMfica de Sersonajes ulteriores
[a udea de La corRjízíejudaji j^ersoRní Q (conRo |?recedenie o |?róbgo a guampo) d
CipeglDR. sufccoRseieRte del oím O Ca simjnauja ^
for^zíejidad de cada Son^TÍejldaji física, 49
sentimiento en |?artecuíar X iefúnickines del caraxíer,
tí estacío glauco — de [a ^soncdidad
ciiieinaciones de [a memoria, y de [a inalMiaíidad X
en el mismo I cí yo naíuraty eí f i c t o 'YYl
ÍÁiismón ujiífieadora (?or d arte O gemidos literarios o
Ci regeneracíói?. X históricos de descbbíamienío - 4 -
GomfijiiM tó olma moder^ I Eí ensiieño - £a conten7|n(aaón
Ca nerencia y (a a)rcjácjidad - (asociado a (as nafres) NA
Q ideaL en eí orden moral ° < 3 EYouiCión rítmica del carácter 1,2,3
c>
£o normal y b mórbudo ° Ordenación síquica en torno de oigo. S
ártterfiretadón de formas en las nubes. N CCL convidad y (o hético ©
&ojis|monaíi¿cjción del genio G Snoonerenaa -°—°-°
efeesudad áujzseáuraento director Z\ &s amorfos -o—o—o
fia memoria y demás dkoaacióri mGiemaiica ^
factores eficientes en tas Ca umifimción ^
alteraciones de (a. íaersorca © Ca inteos|mión ÉH
&ans[?£r¿onaíi¿aoJX)ri en el actor. ^ diferencias entre [as
&0J2S|?ersonali¿aaÓR en eí crítico... «O diversas alteraciones
cN/osce te ifisum 7 de ía t o n a l i d a d 35
£are¿a do [a unadaá absoíuia Sb Ca com^íejuíad p
Casos en que se teansforma es sugno de firogreso (Si
la [zersonaíidad normalmente + Ca, ciudad interior ^
El equilibrio superior y el inferior... ? Sniagunación sinn^átuca ()
EaWción en General # Ca l^sonalidad cofectiVa.... ^ ^ ^
as un bien renovarse # 6ase física de (a |?ersonalidacL <§>
Cornjnlej'idaa .natural del escita Su^estón-irnujajción 9
(inclusive tacna de tendencias) — cAisüeisrno V
f
linidad natural del espíritu • Casos mórbidos o
Correíaaón orgánica H anormales de alteración K2
v
£í medio y [a transforíRton [zersonaL 2 friona,, confíalo ~•
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II: OBRA.—6: LA CREACIÓN Y EL ESTILO 129
:;¡ disimularse en el vasto anonimato del la concepción del plan y la ejecución.
•^riodismo. Para la forma soy descontentadizo y
Mientras pule el movimiento de la obstinado. Percibo muy intensamente el
rase, el ímpetu y el ritmo en su Bolí- ritmo de la prosa, y procuro obtenerlo.
v.r, redacta sueltos incoloros y hasta Escribo mentalmente casi sin cesar, aun
:rivíales, estilísticamente, para cotidia- en la calle, aun en la mesa. Mis bo-
nos de la capital. Porque en Rodó el es- rradores suelen ser un montón de ji-
lío era creación y no fórmula. El mis- rones de papel, de toda forma, especie
:;¡o ha fijado en una célebre página los y tamaño. No tengo, para excitar la
caracteres de esta creación. Es de 1900 fantasía, un gato a quien pasar la mano,
v se titula La gesta de la forma. El como se cuenta de autor célebre; pero
estilo se convierte en lucha, en forja. aseguro a usted que casi no puedo es-
Para el escritor, en- esta lucha le va la cribir de seguida sin tener a mi al-
vida. Rodó llega a decir: «Dejáis en cance un diario, periódico o libro que
ías ennegrecidas páginas algo de vues- de, cuando en cuando tomo para pal-
tras entrañas y de v u e s t r a vida.» Y parlo, para estrujarlo (y así he echado
en intuición que adelanta la tesis de la a perder, muchos inocentes volúmenes)
estilística sostiene: «La lucha del estilo y hasta para aspirar su aroma, si es
ÍS una epopeya que tiene por campo de impreso nuevo, el incomparable aroma
-ccíón nuestra naturaleza íntima, las del papel y la tinta.»
<¡iás hondas profundidades de nuestro A estas declaraciones de Rodó cabe
¿er.i> El pasaje se cierra con la evo- sumar las de su biógrafo y amigo de
cación del nombre tantalizador de Flau- la época de la Revista Nacional de Li-
tert, al que dedica también unas líneas tera-tura y Ciencias Sociales, Víctor Pé-
opresivas en Motivos de Proteo (LXIV), rez Petit. Aunque la transcripción es
larga, vale la pena por la luz que arroja
sobre sus procedimientos literarios. Di-
II ce, en un artículo de 1895: «Es un poco
indolente y parece que escribiera siem-
En carta a Francisco García Calderón pre de mala gana. Es que tiene el temor
e y el respeto de la forma. Parece escritor
^ 2 de agosto de 1904 ha dejado Rodó
^alioso testimonio de su manera de tra- fácil por la donosura de su estilo, pero
Nar. Allí dice: «Mi modo de producir, nadie imagina la lidia incruenta a que se
s
°bre que usted me pregunta, es ca- entrega para hilvanar sus párrafos. Y
lichoso y desordenado en los comien- tiene el modo más original de escribir:
^0s de la obra. Empiezo por escribir distribuye el plan, combina las grandes
tra
gmentos dispersos de ella, en el or- líneas, apunta las ideas generales. An-
clen
en que se me ocurren, saltando dando por la calle, medita, A veces,
Ü1
9 ^ de lo que será el fin a lo que será sobre un punto determinado, le ocurre
f Principio, y de esto a ío que irá en una observación: la anota en el papel
^. rnedio; y luego todo lo relaciono y de un sobre que lleva en el bolsillo.
|1Sciplino. Entonces el orden y el mé- Pasando luego por un escaparate, por
°Jy recobran sus fueros, y someto la ejemplo, una joya le sugiere una imagen;
iciri
edad a la unidad. Al principio no se detiene y la apunta, en el puño de la
!i!°,
e
claro ei
P i a n d e desenvolvimiento camisa.
adecuado
Otro día, descubre el adjetivo
que inútilmente había andado
( ^a obra. Encaro Ja idea de ella por la
/
í' ; que primero se rae presenta, y buscando y llena el hueco que dejara en
'Centras vov escribiendo, el plan se una de sus apuntaciones, trazadas rápi-
'•• uaciendo en mí. Son así simultáneas damente en el dorso de una tarjeta de vi-
130 INTRODUCCIÓN GENERAL

sita. Y sigue reflexionando. AI fin se de- dito papel en el bolsillo días y días. Al
cide a trasladar al papel su artículo; es- cabo, se decide devolverlo a las cajas.
cribe entonces a grandes rasgos, dejando Entonces, con el consiguiente estupor de
espacios en blanco que rellenará luego todos, pide «tercera» El tipógrafo le da
con todas las notas y apuntes que tiene la tercera prueba porque no puede darle
en el puño de la camisa, en el dorso de un tiro. Es verdad que ya en este perío-
la tarjeta, en el papel del sobre, en el do no abusa. Hace correcciones funda-
reverso de un libro en cualquier parte, mentales, nada más, lo que se le ha ocu-
en fin. Concluido este primer esbozo, em- rrido en sus paseos solitarios, repasando
pieza el trabajo de «cimentación», como en su memoria el texto del escrito. Por-
él dice: expurgar del escrito todo lo que que en fuerza de leer y releer, de corre-
huelga y agregar todo lo sólido que falta. gir y de enmendar, de pensar siempre en
Ya está el trabajo en píe, bien cimentado. lo mismo, ha concluido por aprenderse de
Luego, ¿está concluido? No; ahora es memoria todo su trabajo. Con estas úl-
cuando empieza la labor del artífice; aho- timas correciones devuelve la prueba a la
ra viene lo más rudo de la tarea, el mi- imprenta. Entran las formas en máquina,
nucioso análisis gramatical, la elección de ruge el motor, se pone en movimiento
los vocablos sinónimos, el pulimento de todo el herraje y empieza a salir el papel
la frase, la sustitución de unos califica- impreso. ¡Gracias sean dadas a Dios!
tivos por otros, el pequeño golpecito que Ahora sí está todo concluido. No; todavía
da suprema elegancia a todo un cuerpo no. Falta un detalíecito, Rodó hace pa-
escultural. Las páginas se llenan de ta- rar la máquina hasta que haya concluido
chaduras, de enmiendas, de entrerrenglo- de leer las dieciséis páginas del pliego.
naduras, de líneas que suben y bajan pa- Compara el texto con la última prueba,
ra alcanzar los márgenes del papel y se- relee las páginas, examina si los tipos
ñalar un texto agregado. A poco, todo marcan bien o no. A veces pilla un «es-
aquello parece un jeroglífico, el mapa de pacio» que se ha subido o una letra algo
un pensamiento incoherente, un capricho gastada; entonces exige la corrección en
infantil. A veces, cuando la labor ha sido el plomo sobre la misma máquina. El
ruda y muy numerosas las enmiendas, el maquinista reniega entre dientes, el tipó-
escritor no tiene más remedio que sacar grafo entre dientes reniega, y el impresor
otra copia de las páginas más trabaja- se marcha porque en el Código Penal el
das. ¿Ya está todo concluido? Todavía no. i artículo 317 condena a doce años de pe-
El artículo va a cajas, es cierto, pero los netenciaría al que da muerte a un hom-
señores cajistas no sospechan lo que bre. Por fin, todo queda pronto y em-
los aguarda. Cuando Rodó se lleva una. pieza el tiraje ensordecedor. Rodó coge
«prueba» a su casa, nadie sabe lo que va el pliego definitivo para volverlo a leer
a suceder. La gesta de la forma se rea- a solas en su casa, y se va dejando caer
nuda en el silencio de su gabinete, y el esta frase estupenda:
papel empieza a llenarse de signos, de
garabatos, de letras, de frases enteras co- ¡ «—i Con tal que no se nos haya escapa-
rregidas o rehechas. Da a corregir aque- i do algo con estas precipitaciones!»
lio y pide «prueba de segundas». Para i En los papeles de su archivo se pueden
arrancarle luego esta segunda prueba, seguir paso a paso las etapas de su faena
hay que perseguirlo como a un deudor ] de composición literaria; ellos documen-
desconfiado. Nunca se decide a entregar- j tan y amplían con su testimonio lo que
la, porque siempre tiene alguna duda, o j declaran loe textos arriba citados. Allí
busca una nueva corrección, o teme ha- se encuentran esos «jirones de papel, de
'ber descuidarlo algo, ¿,ÜÍ anda con el ben-: toda forma, especie y tamaño» de que
habla a García Calderón, y que oonstitií-

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II: OBRA.—6: LA CREACIÓN Y EL ESTILO 131

ven la base de sus minuciosas edifica- través de ellos la naturaleza visual de la


ciones. También se encuentran las libre- imaginación rodoniana.
tas y cuadernos de notas a que se refiere
en carta a Juan Francisco Piquet (julio III
de 1905). Los cuadernos—que titulaba,
por el color de sus tapas, Azulejo o Ga- Rodó creía, sobre todo, en la eficacia
ribaldino (por ejemplo)—recogían no sólo proselitista de la imagen hermosa. Y
las reflexiones marginales de una lec- así como en Liberalismo y Jacobinismo
tura constante o la súbita inspiración de (1906) subrayó la parte que toca al fervor
un momento; eran también repertorio de de la personalidad individual en la di-
citas y de ejemplos, de textos en que fusión de una ideología, en los Últimos
apoyar o nutrir su pensamiento. Para Motivos de Proteo (1932) apunta la parte
indicar su destino final en la obra que que corresponde a la imagen viva en la
laboriosamente proyectaba (ese Proteo de persuación de una idea transmitida por
interminable gestación), usa Rodó un escrito: «Grande instrumento de reforma
sistema particular de signos, verdadero interior es el libro; pero no principal-
lenguaje cifrado, cuya clave encontró mente por su eficacia intelectual y el po-
José Enrique Etcheverry entre los pape- der de convicción que atesore; sino por
les de su archivo y que ahora se publica su intensidad en el sentimiento y en la
por primera vez. Su transcripción podrá imagen; no principalmente por lo que
dar una idea de la variedad de temas argumenta, sino por su calor, y su vida,
que suscitaban su meditación. (Algunos y por lo que hay en él de voluntad sub-
signos están en lápiz rojo; otros, en lá- yugante, y de la hechicería del corazón;
piz azul; los hay en ambos colores. Véase no principalmente por la fuerza propia
lámina fuera de texto.) de la idea, sino por la virtud que la idea,
Algunos de estos signos tienen una sig- pintada y animada, adquiere para tocar
nificación estrictamente local que tal vez los resortes con que se despierta la emo-
se escape a los lectores hispánicos. Así, ción y se provoca el movimiento.» Esta
por ejemplo, el que corresponde a la convicción dirige su expresión literaria y
simpatía, más que dibujar una pirámide j muestra hasta qué punto era la pasión de
—signo que corresponde en su sistema a j persuadir la que movilizaba sus hermosas
la Necesidad de un sentimiento direc- imágenes. La más íntima verdad de su
tor—, parece aludir al pequeño Cerro que naturaleza literaria queda expuesta al
enfrenta a la ciudad de Montevideo y es mostrar cómo la imagen y la idea se ge-
espectáculo habitual para todo habitan- neraban recíprocamente una a otra en su
te de la llamada ciudad vieja en que espíritu y en su estilo. Dos textos (se-
Rodó tenía su casa. También el signo parados por unos cinco años) permiten
que corresponde a la introspección pa- la doble comprobación. En 1905 escribe
rece aludir, aunque con distintos colores, a Juan Francisco Piquet: «Mi aptitud pa-
a la bandera nacional. (Los colores, en ra transformar en imagen toda idea que
realidad, corresponden a la norteameri- entra en mi espíritu me ha favorecido
cana, lo que daría bastante tema a algún para dar a la obra [Motivos de Proteo]
ocioso discípulo de Freud.) A su vez, la gran animación y amenidad.» En 1911
ciudad interior dibuja, esquemática pero escribe: «Tengo la imaginación hecha de
claramente, el mapa de la República, con tal modo que toda apariencia material
forma de pera, cortada por el río Negro tiende en mí a descifrarse en idea.» De
y, al costado, la margen argentina del lo abstracto a lo concreto y de lo con-
río Uruguay. Toods estos signos merece- I creto a Jo abstracto, en un doble movi-
rian un estudio atento que revelase a ' miento de vaivén que no cesa: tal su.
132 INTRODUCCIÓN GENERAL

naturaleza, tal su dualidad irreductible : ciones. Escojo algunas, de los libros


siempre. ' más trabajados estilísticamente. En
¿Qué hay debajo de esta condición plás- Rubén Darío (1899) señala el aparta-
tica del pensamiento de Rodó? En un miento del poeta de «la vida mercan-
estudio experimental ha intentado anali- til y tumultuosa de nuestras ciudades»
zarlo Vera Yamuní Tabush (Conceptos e y apunta, como referencia erudita e
imágenes en pensadores de lengua espa- ilustración cultural, «la granja del Tí-
ñola, México, 1951, cap. V en particular). bur, el retiro de Andes o Tarento, la
Aparentemente, el pensar con imágenes estancia sabina» donde se refugiaron
sería índice del ametodismo que aqueja ilustres poetas de la antigüedad: «todos
a los pensadores de la lengua y al pro» los seguros de aquel grupo de heíeni-
pió Rodó; sin embargo, un análisis mi- zados espíritus que, con el pensamien-
nucioso de los primeros capítulos de to suspenso de las manos de Atenas y
Motivos de Proteo permite llegar a la sin mezclarse a la avasalladora prosa
conclusión contraria: las imágenes, ya de la vida exterior, formaron como una
implícitas, ya explícitas, tienen homo- gota de aceite ático en las revueltas
geneidad y contribuyen a- la continui- aguas de la onda romana». Se advierte
dad metódica del discurso; a través de la busca de la imagen ya desde la
ella no sólo se alcanza la comunica- tensión que determina el mismo pro-
ción de la doctrina del autor (la cons- ceso alusivo; en vez de mencionar di-
tante transformación de la personali- rectamente a Virgilio, a Horacio, a Me-
dad a lo largo de la vida) y su propia cenas, Rodó apunta el nombre de sus
axiología; también se entra en comu- refugios (o seguros como prefiere es-
nicación con su espíritu proteico. Esa cribir con giro arcaizante), ensaya el
sucesión de imágenes homogéneas es movimiento hacia el símil a través de
cifra de la sucesión de estados del es- uno ya fatigado («la... prosa de la
píritu y expresión viva de la misma vida») y lo obtiene, lo fija, en la con-
doctrina. Por otra parte, la única ma- clusión misma de la frase que renueva
nera de denotar lo psíquico es a tra- la imagen de la gota de aceite por el
vés de imágenes físicas. adjetivo ático.
La imagen no es sólo un ornamento En el mismo opúsculo puede relevar-
o una gracia del estilo; es, en reali- se un ejemplo de comparación frus-
dad, un elemento esencial de la expre- trada porque la imagen que convoca el
sión del pensamiento y de la persona- crítico está teñida de alguna vulgari-
lidad del escritor. El estilo es, aquí, el dad. Compara el ritmo de la prosa y
hombre. Esta estilística del pensamien- las rimas que a veces se deslizan en
to (como la llama la autora) toca las ella, refundiendo sin ventaja dos modos
raíces del ser y no sólo las de la crea- diversos de armonía, con lo que suce-
ción. El acierto de este análisis incita de «al enamorado voi'az que, presuroso
a prolongarlo en el terreno literario por besar las dos mejillas a un tiempo,
mismo que la autora (en esta explora- no acertó a poner el beso en ninguna».
ción preliminar, al menos) apenas roza. Pero abundan en la prosa de Rodó
En los textos de Rodó las imágenes los símiles felices y plenos, rotundos.
aparecen bajo formas que correspon- De Ariel (1900) son éstos: «La inmen-
den a distintos grados de elaboración sidad de Babilonia y de Nínive no re-
poética, entendido aquí este término presenta en la memoria de la Humani-
en su significación etimológica de crea- dad el hueco de una mano si se la
ción. Abundan las imágenes que no su- compara con el espacio que va desde
peran la etapa de símiles o compara- ¡ la Acrópolis ai Píreo,» Y en la conclu-

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Ii: OBRA.—6: LA CKEACIOK7 Y EL ESTILO 133
sión del libro, habla Enjolrás y dice: duce en la Correspondencia; ocurre en
«Mientras la muchedumbre pasa, yo Motivos de Proteo y sirve para abrir
observo que, aunque ella no mira al la evocación de Miguel Ángel niño:
cielo, el cielo la mira. Sobre su masa «Allá, en el valle del Chiana, ante las
indiferente y oscura, como tierra del canteras de mármol que dan la carne
surco, algo desciende de lo alto. La de los dioses.,,» Otra de sus metáforas
vibración de las estrellas se parece al •• más logradas es la que redondea su
movimiento de unas manos de sem- retrato espiritual de Egipto (como opo-
brador.» Compite en esta última frase sición a Grecia) en Ariel. «La gracia,
Rodó con el poeta, no en el número . la inquietud, están proscriptas de las
(o ritmo), sino en belleza de la in- actitudes de su alma, como del gesto
tuición. de sus imágenes la vida. Y cuando ía
En Motivos de Proteo (1909) el símil posteridad vuelve las miradas a él, sólo
evidencia mejor que en otro libro su encuentra una estéril noción del orden
condición didáctica. Baste este ejem- presidiendo al desenvolvimiento de una
plo del capítulo III: «El esquema de civilización que vivió para tejerse un
una vida que se manifiesta en activi- sudario y para edificar sus sepulcros:
dad bien ordenada sería una curva sua- la sombra de un compás tendiéndose
ve y graciosa ondulación. Varia es la sobre la esterilidad de ía arena». Se
curva en su movimiento; la severa rec- vuelve a advertir en este caso el valor
ia, siempre igual a sí misma, tiende ejemplar de la imagen, su condición,
del modo más rápido a su fin; pero didáctica; Rodó cierra con ella, en mag-
sólo por la transición, más o menos nífico movimiento, un desarrollo ideo-
violenta, de los ángulos, podrá la rec- lógico. En vez de ser la imagen una
ta enlazarse a su término con otra, mera distracción, un lujo, del estilo es
que nazca de un impulso en nuevo y la condensación o precipitación última
divergente sentido; mientras que, en la del pensamiento: su propia carne y
curva, unidad y diversidad se reúnen; sangre.
porque, cambiando constantemente de Los símiles, las metáforas, son ele-
dirección, cada dirección que toma está mentos con que comunica Rodó su pen-
indicada de antemano por la que la pre- samiento (y no sólo las vestiduras de
cede.» ese pensamiento); pero el proceso de
También abundan las metáforas, a imaginería no se detiene en ellas. Rodó
las que concedía Roció desvelo com- tiende a la imagen compleja, que, como
parable al de un parnasiano: un He- J los símiles en Homero, vale también
redia o un Leconte, un Goncourt. No por sí misma aunque sin perder su
debe sorprender, pues, que muchas de condición ilustrativa o ejemplar, En
ellas tengan un inequívoco acento neo- j ese proceso que desemboca en la na-
clástico, estatuario y hasta marmóreo. ! rración (parábola o cuento simbólico)
En Rubén Darío, habla del clasicismo j cumple una etapa intermedia el cuadro
que corre debajo de todas las mani- ' en que prima lo descriptivo. Ya se le
festaciones artísticas del Occidente y j encuentra en el más ambicioso de sus
i'esume su pensamiento en esta metá- j primeros escritos: El que vendrá, 1896.
fora: «Esta vena de mármol correrá, ! Los ejemplos de la literatura o del arte
sin interrumpirse un momento, a tra- que convoca el joven crítico están tra-
vés de todas las piedras góticas dei tados como pequeñas estampas o mi-
romanticismo.» Bel mismo orden, es la ¡ maturas. Es significativo que uno de
metáfora que tanto celebró María Euge- i los mejores corresponda precisamente
nia Vaz Ferreira en carta que se repro- ! a la evocación de Hereciia: «De las
134 INTRODUCCIÓN GENERAL

tiendas de orfebre que abrió el 'Parna- ] su minuciosa elaboración. Un ejemplo


so', brindando en el alma de una ge- i más extremo aún lo ofrece La respues-
neración de poetas una morada mejor j ta de Leuconoe (XVII), en que la mis-
y más suntuosa que la vieja Torre de ¡ ma narración se independiza hasta
Nesle a Benvenuto Cellini; de aquellas j constituir una unidad por sí misma va-
tiendas que incendiaron los aires en el i ledera y hasta capaz de contener en m
choque del oro y de la luz, sólo quedó '.,seno una elaborada digresión geográ-
un taller donde el artista de Trofeos , fica. El placer de narrar puede justi-
labra un cáliz precioso que ya no ha ¡ ficar, incluso, la inserción de una pa-
de levantar, en ios altares del arte, ¡ rábola (Mirando jugar un niño, VIII)
mano alguna.» Podrían multiplicarse j que no se adecué al desarrollo filosófico
los ejemplos de este tipo de elabora- i que pretende ilustrar y en la que no
ción estilística que en Motivos de Pro- ¡se advierte la necesaria corresponden-
leo iba a manifestarse con variedad cia entre concepto e imagen. Estos ca-
asombrosa. j sos han sido glosados por Roberto Ibá-
Más interesante parece apuntar un • ñez en un artículo de Anales del Ate-
probable origen a esta afición de Rodó. \ neo (Montevideo, junio de 1947).
En uno de los cuadernos preparatorios ¡ Cabría analizar un caso límite: el
de Proteo que se conservan en su Ar- que facilita La despedida de Gorgias
chivo y que él llamaba Azulejo (hoy ya (CXXVII). Se trata de una ilustración,
está verdoso) apunta la profunda im- ¡ hermosa y densa, de la necesidad de li-
presión, «como un relieve en cera vir- ¡ berarse de un respeto mal entendido
gen», de la lectura de L'aveugle, de i a la enseñanza del Maestro. Rodó la in-
Chénier, en la niñez, «una de las pri- \ serta en un desarrollo que corresponde
meras cosas que leí». A esta composi- j (según resume el índice) a «Voces que
ción dedica una mención especialísima ¡ se oponen a la emancipación de una
en su Rubén Darío: Era aún el si- j conciencia», A la segunda voz («¡Após-
glo xvili, «Andrés Chénier cincelaba en j tata, traidor!») opone Rodó la ense-
el pórtico de la renovada poesía la ñ- j ñanza liberadora de Gorgias que brin-
gura homérica de El ciego, revelador j da con sus discípulos «¡Por quien me
del secreto perdido de la naturalidad | venza con honor en vosotros!» La pa-
de los rapsodas...» No es casual que; rábola cumple estrictamente con su
sea precisamente este neoclásico extra- \ condición funcional de ejemplo e ilus-
víado en pleno hervor romántico, este ¡ tración didáctica. Pero por su enseñan-
preparnasiano, el que haya determina- j za escapa de los límites mismos del
do y desde la niñez una huella en el i libro y se convierte en parábola de la
espíritu de Rodó. Lo que aportaba! misma prédica de Rodó. Se descubre
Chénier no hacía más que alimentar entonces su carácter, implícito, de pa-
una tendencia natural de su organiza- rábola a la segunda potencia; vale de-
ción intelectual dócil a la imagen, cir; de parábola cuyo contenido cabe
El colmo de este proceso de elabora- proyectar en más de un plano.
ción de imágenes es la parábola. La Desde la imagen que ilustra servicial-
condición didáctica que las anima tien- i mente un concepto hasta la parábola
de a desaparecer en muchas de ellas que se evade de su primera condición
por la presión del mismo impulso na- didáctica y adquiere sentido narrativo
rrativo. Rodó llega a olvidar, como en autonómico, el estilo de Rodó traza
El faro de Alejandría (Motivos, XXII), su completo desarrollo, adquiere esa
el estímulo inicial de pensamiento que peculiar apariencia que lo distingue
genera la parábola y se complace en rápidamente entre todos los estilos del

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I I : OBRA.—6: LA CREACIÓN Y EL ESTILO 135

Modernismo hispanoamericano. Pero dosamente articulado en todas sus ora-


no sólo la imagen, en su variada con- ciones incidentales, puntuado con esmero
dición, agota la naturaleza de esta pro- y de largo aliento. Rodó emite su voz
sa. El mismo se ha encargado de sub- tratando de no atenuar la tensión de la
rayar la importancia que concede al frase y sosteniéndola hasta su redondea-
ritmo. En la carta arriba citada a Gar- do final, en el que suele ocurrir una me-
cía Calderón escribe: «Para la forma táfora u otra figura retórica que cierra
soy descontentadizo y obstinado. Per- solemnemente el período. Esta precau-
cibo muy intensamente el ritmo de la ción, este afán oratorio, determinan un
prosa, y procuro obtenerlo.» También estilo general suyo (reconocible desde El
lo declaraba implícitamente un pasaje que vendrá, por lo menos) que pasa por
de su estudio sobre Rubén Darío en ser el único. Hasta una estudiosa tan se-
que asimismo se refiere al ritmo de vera como Vera Yamuni Tabush parece
¡a prosa, tan distinto al del verso: reconocerlo así cuando escribe, en las
«Toda frase tiene oculto número. El huellas de su maestro José Gaos: «...un
párrafo es estrofa. (...) Pero, por lo ritmo lento, blando, «moluscoideo o am-
mismo que es indudable que hay un boideo» (...), un ritmo que responde a la
ritmo peculiar y distinto para cada for- doctrina y a la axiología de Rodó, a todo
ma de expresión, uno y otro ritmo no su espíritu, tal como se habían revelado
deben confundirse nunca, y mucho me- ya en sus imágenes implícitas y explíci-
nos intentar combinarse la flotante ar- tas, (...) La obra se va llevando a cabo
monía de la prosa con el recurso de la en forma que traduce que el autor no
rima para obtener una hibridación com- quiere precipitarse, por medio de imáge-
parable a la de ciertos cronicones la- nes que son imágenes para las transfor-
tinos de la Edad Media; porque esta maciones de la vida. El ritmo del estilo
rima parvenue, interrumpiendo el curso con que se va llevando a cabo la obra
libre y desembarazado de la elocución es el ritmo que las transformaciones de
prosaica, hace el efecto de un incómodo! la vida deben tener según el autor, es el
choque...» i ritmo de las transformaciones de la vida,
Su prosa más elaborada rehuye, co- ¡ axiológícamente preferido por el autor,
herente con su propia doctrina, las ten- es el ritmo del espíritu del autor.»
taciones más obvias de la poesía; pero El acierto general de esta caracteriza-
no desprecia ciertos efectos rítmicos ción (en lo que se refiere a Motivos de
tan legítimos en una forma como en Proteo, al menos) no debe disimular otra
otra. El más visible es, tal vez, el que condición no menos importante de este
cabe llamar estribillo. Hay parábolas estilo, y que determina poderosamente
en Motivos de Proteo que lo emplean su ritmo: la ambición de adecuar (en
con cierta eficacia. En La respuesta de imágenes, en movimiento) lo que se dice
Leuconoe, en Los seis peregrinos (C), al modo en que se dice, la poderosa
en La pampa de granito (CÍA) incurre fuerza de sugestión que Rodó concede
Rodó en esta apoyatura marcada del a la frase como estructura sonora, de su
movimiento, en este énfasis del ritmo j ímpetu o languidez, de su número: todo
y del discurso. ritmo, en fin.
Es, sin embargo, en lo que podría lla- Dos ejemplos (ambos tomados en Mo-
marse «movimiento de la frase» donde tivos) permitirán ilustrar la variedad de
se puede determinar con mayor precisión que es capaz este escritor en su perse-
eí ritmo. En los ejemplos ya invocados cución del ritmo adecuado.
(símiles, metáforas, cuadros) se advierte En el capítulo XLI ocurre una frase
!-ma tendencia al período extenso, cuida- i en que la brusca inversión del ritmo co«
136 INTRODUCCIÓN GENERAL

rresponde puntualmente al tránsito de la j de las grutas de Nisa [la descripción


inmovilidad a la acción en el motivo que I comporta cinco elementos que van enri-
glosa; la frase parece indicar al comien-1 queciendo de significado la figura del jo-
zo una elaboración majestuosa—se reco- j ven], el beocio les respondió, cuando le
ge para el salto, en realidad—y ésta es i hallaron, alargándoles negligentemente
trocada luego por una marcha más ner-1 su copa, ídomeneo y Adimanto par-
viosa, hasta afiebrada. Dice: «Raimundo j tieron.»
Lulio, el 'doctor iluminado», que, des- i Estas observaciones permiten advertir,
pues de desatar sobre su siglo, desde la creo, la compleja naturaleza del ritmo en
soledad del monte Randa, inaudito to-1 la prosa de Rodó. No se ha intentado su
rrente de ideas, que arrastran y consu- J estudio (prácticamente no se ha estudia-
raen todo objeto ele conocimiento [hasta \ do su estilo). Sin una minuciosa determi-
aquí la frase ha ido acumulando elemen- j nación, con ejemplos de todas sus obras,
tos, ascendiendo como la ola], baja de de las variedades fundamentales de ese
allí y aparece como apóstol y héroe de ritmo parece arriesgado intentar ahora
una empresa sublime, corriendo desala- una caracterización. Es cierto que parece
do, delirante de amor, los ámbitos del tender a la frase compleja, cargada y
mundo [la ola se deshace, sus últimas es- hasta recargada de elementos, incidenta-
pumas entran en la arena] para predi- les, a un movimiento blando (aunque pa-
car la gigantesca Cruzada, la redención rezca excesivo lo de «amiboideo») y de
del Oriente, y alcanzar al fin las palmas suaves ondulaciones; pero no es éste ei
del martirio...» único ritmo de su estilo. Sin salirse de
El segundo ejemplo es más complejo. Motivos, ya se ha visto, pueden encon-
Pertenece a Los seis peregrinos, y ocurre trarse pasajes en que el ritmo más varia-
cuando ídomeneo y Adamanto vienen a do se determina por otros elementos que
buscar a Merión para proseguir la ruta. la misma naturaleza general del escritor
Todo el efecto buscado por Rodó consis- y que muestran su necesaria subordina-
te en la economía del gesto con que éste ción al tema.
los rechaza. Para enfatizarla, acentúa el Queda por ver, en este examen pano-
estilista los elementos descriptivos de la rámico de su estilo, el problema del len-
situación, enriquece y aumenta de imá- guaje. Ya se ha señalado repetidamente
genes la figura báquica del joven y de- su ideal del casticismo lingüístico y hasta
termina así un desequilibrio notable de se ha indicado la relación de continui-
la frase que se hincha en su primera par- dad, en este aspecto también, con la obra
te (más extensa) para disolverse rápida emprendida tan denodadamente por An-
y blandamente en cuatro palabras. A esta drés Bello. Es ésta, sin duda, una nota
frase sigue una brevísima, de cuatro pa- constante de su creación estilística. Pue-
labras también. Doy el párrafo entero (la de señalarse, incluso, una exacerbación
estrofa, según Rodó decía) para ver el del lenguaje castizo y hasta arcaico que
movimiento general antes de ocurrir la corresponde al período de su mayor des-
frase estudiada. velo estilístico: la creación de Proteo-
«Aún no se había disipado la fiesta Sería, fácil ordenar una lista de voces
cuando sus dos amigos saludaban en pie poco o nada usadas en este continente
la bandera de la mañana, que les mostra- americano, de voces que aun en España
ba la dirección de su camino. No encon- son arcaicas. En una edición de las Pará-
traron a Merión junto a ellos. '¿Estás bolas ha cumplido esta labor con esme-
despierto, Merión?' Tendido en tierra, ro José Pereira Rodríguez (Montevideo,
¡
19J?I), VOC'J:S como concentos, lucios, )( -
desceñido, farmesco, coronado de pám-
panos, como Dionysos jox'en a la sombra brico (en el significado de edificio), veras

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Ii: OBRA.—Ó: LA CREACIÓN Y EL ESTILO 137

¡fervoroso entusiasmo), buharda, esquivi- pobreza, se esmera en la infinita matiza-


áad, acamado, copia (abundancia), rea- do n.
lenga, cura (cuida), por ejemplo, dan a Esta condición, valiosa en un literato
su frase un sabor a diccionario que para puro, es peligrosa en un escritor de
muchos es rasgo constante y único. Sin ideas. Como apunta Vera Yamuni Ta-
embargo, no es difícil abundar en ejem- ¡ bush, al recurrir por motivos estéticos a
píos de un vocabulario que busca sus j la sinonimia, se incurre en el riesgo de
ideales expresivos en la misma época, un j impropiedad (cada palabra es, al fin y al
vocabulario de resonancias modernistas cabo, un concepto o matiz diferenciado
(lilial, develar, lampadario, por ejemplo) del mismo) y se expone al equívoco en
y, también, de intencionados neologismos alguna medida. Una prosa de ideas, como
[excogitar, desolante, renumerable, né- la suya, no debía necesariamente cuidar-
bula). se tanto del puro efecto sensual. La ver-
Se trata, en realidad, de un problema dad es que, del estilo de Rodó, podría
que cada creador enfrenta de manera se- decirse lo que Valéry del verso: es una
mejante. Rodó reacciona contra el abuso vacilación entre el sonido y el sentido.
del galicismo, contra la flaccidez dei len-
guaje y de la frase, contra la voluntaria
pobreza del escritor que se nutre en tra- IV
ducciones. Acude a las fuentes del idio-
ma, estudia los clásicos españoles e his- ¿Era un estilista? La pregunta parece
panoamericanos, el teatro y la lírica del desplazada después del examen a que se
siglo de oro; con infinita paciencia, com- ha sometido su estilo. Indudablemente lo
pone lista de voces que su lectura varia- era. El mismo ha fijado en La gesta de
da le ofrece (ia suya no es mera pesquisa la forma esa faena y la importancia que
de diccionario) y alimenta así su vocabu- le concedía. Contra lo que opina su bió-
lario de voces y giros castizos. Pero la grafo Pérez Petit, el ejemplo de Flaubert
misma condición de hombre de su tiem- ha marcado hondo. Pero lo que ahora
po y creador de estilo contaminan ese se quiere considerar es otra cosa. La me-
ideal de casticismo y lo aumentan de no- jor formulación tal vez sea ésta: ¿Era
las modernistas y de neologismos cuida- sólo un estilista? Repetidas veces ha in-
dosamente forjados. Eí mismo Rodó uti- sistido Rodó en su amor a la ferina, su
liza a sabiendas el galicismo, como de- culto a la belleza. No era, sin embargo,
muestra un pasaje de Los amigos de Pi- únicamente un estilista. Su misma condi-
ñón (Motivos, CXXXII) que Pereira Ro- ción de pensador y propagandista, su en-
dríguez destaca. Rodó escribe: «Los dog- tregamiento a la milicia de América, su
máticos y obsesionados superiores.,.», y lucha por imponer una concepción me-
Pone en cursiva ía voz obsesionados co- nos gratuita del Modernismo, por impul-
mo para indicarle al lector que el uso sar al intelectual americano a la acción,
del galicismo es deliberado, que no dice por denunciar las blanduras (tan atrayen-
obsesos voluntariamente y para evitar la tes) de la torre de marfil, demuestran
asociación sonora obsesos superiores. que no era sólo un estilista. En carta a
Ünamuno (12 de octubre de 1.900) ha de-
Un último aspecto de su vocabulario finido su posición: «Tengo en mucho el
es el uso frecuente de sinónimos. Es aspecto artístico y formal de la literatu-
achaque del idioma y está en la mejor ra; creo que sin estilo no hay obra real-
tradición deí estilo literario español, i mente literaria; y en Ja medida de mis
Rodó cuida mucho la monotonía del vo- i fuerzas procuro practicar esa creencia
sabulario, evita con horror toda tacha de ¡ mía. Pero también estoy convencido de
138 INTRODUCCIÓN GENERAL

que sin una ancha base de ideas y sin reviste sus múltiples formas, dentro de
un objetivo humano, capaz de interesar las cuales alternarán la filosofía moral
profundamente, las escuelas literarias con la prosa descriptiva, el cuento con el
son cosa leve y fugaz.» Y en el borrador apotegma, la resurrección de tipos histó-
de una carta a Andrés González-Blanco ricos con la anécdota significativa, los
(19 de junio de 1909) insistiendo en los ejemplos biográficos con las observacio-
mismos conceptos, pero ampliándolos en nes psicológicas, todo ello en un estilo
su dimensión social, dice: «Creo que la proteico, que a veces asume la gravedad
tendencia que ganará terreno cada día y entono de clásica prosa castellana,
en las letras contemporáneas es la que otras la ligereza amena y elegante de la
las mueve a interesarse en ideas y propó- «escritura» francesa, recorriendo las in-
sitos sociales, de alia y noble educación flexiones más diversas del sentimiento y
humana, y creo también que el sentido el lenguaje.» Y en 1913, al referirse aí es-
de esa tendencia puede ser y será opti- tilo de Montalvo, apunta: «Por eso, el
mista, afirmativo, viril; de franca re- arcaísmo de Montalvo puede considerar-
construcción idealista, en armonía con se, en muchos de sus elementos, obra
direcciones filosóficas que cada vez se viva; antecedente capaz de felices suges-
definen más clara y enérgicamente en tiones, para el intento, en que ahora es-
todas partes donde se piensa con origi- tamos empeñados, de devolver a la pro-
nalidad. Todo esto, sin mengua del arte, sa castellana color, resalte y melodía, y
desde luego. No concibo ia obra literaria de henchirla de sangre y encordaría de
sin estilo, y creo que en este terreno te- nervios, consumando una reacción que ni
nemos mucho que hacer, procurándonos ; ios románticos ni los realistas de la ante-
una forma de expresión moderna, am- ¡ rior centuria llegaron más que a deme-
plia, flexible, pero que mantenga los fue- diar, en la sintaxis y en el léxico.»
ros del idioma y aproveche sabiamente i Una atención siempre vigilante al esti-
ia riquísima virtualidad. El modernismo lo que no descuida su contenido ideoló-
agitó el ambiente, ensanchó ios moldes i gico; la concepción de la faena estilísti-
de la expresión, hizo más clara la noción ¡ ca como una gesta, un combate entraña-
del individualismo literario y de plena j ble; la imagen desdoblándose en idea y
libertad que hoy identificamos con núes-1 la idea en imagen; un estilo proteico y
tro concepto del arte. Pero la obra a que, j no único: tales parecen ser ías notas
en mi sentir, debemos aplicarnos ahora j fundamentales del estilo de Rodó, de su
es la de expresar artísticamente un ideal {preocupación estilística, de su creación
constructivo, de trascendencia social, i verbal.
buscando apoyo en el fondo psíquico de'
la raza, pero con horizontes sobre el por- i
venir, sobre las esperanzas humanas...» { 7
Todo un programa de ideario y de estilo !
que él se encargó de enriquecer con su j PERSPECTIVA "ULTIMA
ejemplo. i
La renovación estilística de Rodó se i Aunque no han faltado ni faltan apo-
inscribe en la general del Modernismo logistas de Rodó, tampoco han escasea-
hispanoamericano, El mismo era cons- í do los censores. Desde su misma muerte
cíente de esta renovación y en algunos ' se han alzado voces en el Uruguay: Raúl
textos así lo ha expresado. En una carta ! Montero Bustamente con un punto de
a Juan Francisco Piquet (3 de abril de ¡ vista católico, Alberto Lasplaces y Zum
1904) anota: «...entre desalientos y des-i Feíde con el antagonismo ideológico {y
mayos, la obra se va haciendo, y Proteo ¡ tal vez político) de una nueva generación.

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II: OBRA.—7: PERSPECTIVA ULTIMA 139
Luis Alberto Sánchez, desde una perspec- porque no había sido lograda, a pesar
tiva socialista y con abundante error de de los esfuerzos del escritor. La tenta-
detalle, recoge a su vez objeciones ame- ción de ofrecer una obra selecta, una
ricanas. Cada uno de ellos, y otros que antología de la perfección, parecía mu-
omito mencionar, pero que reproducen chas veces irresistible. Y, sin embargo,
sus posiciones básicas, han intentado de- no es razonable.
moler toda la obra de Rodó atacando sus Porque no se trata de mostrar el me-
fundamentos ideológicos, retaceando su jor Rodó posible. Se trata de ofrecer un
alcance, demostrando su inconexión con ; retrato, el más completo posible hoy, de
las realidades coetáneas de América. Su Rodó: un retrato en que estuviera todo
labor no lia sido vana porque ha permi- i Rodó, con sus grandes momentos y con
tido despejar mucha cosa adventicia que I su actividad cotidiana. Rodó en Ariel
le había echado encima la beatería de sus | pero también Rodó en la Cámara de
epígonos. Han colaborado, quizá involun- Diputados y Rodó en El Diario del
tariamente, a reducir la imagen exagera- Plata y Rodó frente a sus numerosos co-
da del Rodó novecentista a las proporcio- rresponsales. Visto en su totalidad, el
nes exactas de gran crítico y gran escri-, balance de su obra y de su acción le si-
tor con que se le contempla hoy, a mos- gue siendo favorable. Es cierto que hay
trar el Rodó esencial por encima de las páginas efímeras, justificadas sólo por
fases accidentales que vieron y ensalza- una precisión histórica hoy necesaria o
ron sus contemporáneos. Ninguno de sus por iluminar alguna circunstancia de su
críticos ha podido reducir la importancia biografía, pero hay libros enteros que se
de Rodó en el campo de ía cultura, su sostienen como lo que son: clásicos, li-
posición central en un momento en que bros en que Rodó explanó una visión
importaba mantener la continuidad de adulta y única de su tiempo. Porque lo
una tradición y (como decía Alfonso Re- que da estatura a Rodó y lo levanta so-
yes de Goethe) mantener el rumbo. Lo bre sus coetáneos de habla hispánica y
esencial de su obra y de su acción ha j confiere inigualada perdurabilidad a su
sido salvado, como lo muestran las pá-1 obra es esa perspectiva que se alcanza
gtnas precedentes. ' desde su obra. Escribiendo en un redu-
Y eso basta. Porque no es posible sal- ¡ cido puerto del mundo occidental, en
var toda la obra de un hombre, ni es ; una ciudad que tenía poco más de un
tampoco necesario. ¿Cuánto libro no es I siglo, en la nación más pequeña de ía
más que reflejo de un momento feliz América del Sur, ensangrentada aún por
aunque sin consecuencia, de una distrae-1 guerras civiles, Rodó alzó su vista por
ción, de una fatiga, de un deber penosa-' encima de ¡os accidentes y proyectó su
mente aceptado? ¿Cuánta obra no es palabra sobre todo el mundo hispánico.
producto de un error sobre las propias Lo que pensó y dijo estaba pensado y
aptitudes, sobre una vocación elegida dicho a esa escala. Esa fué (es) su
pero no poseída? Al recoger estas Obras hazaña.
completas de Rodó he pensado a menudo
EMIR RODRÍGUEZ MONEGAL.
que no todo lo que aquí se ofrece está
en el mismo nivel: unas veces porque I
era labor deliberadamente menor; otras, ¡ Montevideo, 28 de julio de 1954.
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PRIMERA PARTE

OBRA ORIGINAL
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1
LA VÍDA NUEVA
i
EL QUE VENDRÁ

LA NOVELA NUEVA
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LA VIDA NUEVA (I)

PROLOGO

j¡ L estudiar la biografía de Rodó tica de detalle, sí, pero también crítica


(Introducción general, I, 2) se ha concebida como una. amplia faena, litera-
visto la importancia que tuvo su ria que vincula en sí misma los meneste-
iniciación como crítico literario de ¡a Re- res de la creación y de la crítica. Nada
vista Nacional de Literatura y Ciencias se dice todavía (nada corresponde de-
Sociales (1895-97), Como si él mismo hu- cir) sobre la orientación del Modernis-
biera querido subrayarla, separó en vo- mo americano.
lumen dos de los ensayos allí publicados
y con ellos inauguró una serie de opúscu- II
los bajo el título La vida nueva. En
carta a Leopoldo Alas, cuyo borrador se El primer trabajo que ofrece el opúscu-
encuentra en su Archivo, habla de esa lo es el titulado El que vendrá (de 25 de
colección y de su propósito profundo: junio de 1896). Con él se había impuesto
«Sí no desconfiase de mis fuerzas para el joven crítico a la atención de los lec-
tal empresa (esboza en 5 de setiembre tores más calificados. Samuel Blixen, cri-
de 1897), diría que el plan de esa colec- tico teatral y redactor de La Razón, fué
ción se basa en el anhelo de encauzar al uno de los primeros en reconocer su im-
modernismo americano dentro de tenden- portancia y lo recogió en su periódico
cias ajenas a las perversas del decaden- (3 de julio) con un acápite elogiosísimo.
tismo azul... o candoroso, según usted y Allí se asegura que Rodó «se pone a la
yo hemos convenido en llamarle, valién- altura de los mejores estilistas del habla
donos, como usted dice, de un eufe- castellana», y se exhorta: «Lean los en-
mismo.» tendidos, y no sabrán qué admirar más:
Como pórtico del primer volumen ins- si la serena hermosura de la frase, si la
cribe un Propósito en el que apunta la melodía completamente española del pá-
doble condición testimonial de las pági- rrafo, o si esa concisión, y esa pureza, y
nas que irá recogiendo en dicha serie: esa constante variedad del colorido que
testimonio de su conciencia de especta- hace de aquella prosa un precioso traba-
dor del gran drama de la inquietud con- jo de arte. Lean y dirán con nosotros
temporánea, testimonio de las modifica- que en este caso, como en otros muy
ciones del pensamiento propio bajo el contados, el verbo se ha hecho síntesis
impulso actual de renovación. El mismo de todas las cosas bellas, y a más de ser
Propósito advierte la naturaleza varia poesía, parece también música y pin-
(proteica, podría adelantarse) de los tra- tura.»
bajos que la colección ha de incluir: crí- Rodó no fué insensible a este espal-
146 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

clarazo. A la muerte de Blixen y en su tienden para recibir el vino nuevo: caen


discurso fúnebre (23 de mayo de 1909), marchitas y estériles, en nuestra here-
lo recordó con estas palabras: «En la dad, las ramas de las vides, y está en-
gratitud personal que yo le debo, inter- juto y trozado el suelo del lagar...»
preto la de mi generación y la de los Y más adelante: «.El vacío de nuestras
que han venido después de ella. Todos almas sólo puede ser llenado por un
los que manejamos una pluma o un grande amor, por un grande entusiasmo;
instrumento de arte, iodos le debemos y este entusiasmo y ese amor sólo pue-
un estímulo, todos le debemos una es- den serles inspirados por la virtud d¿
peranza, todos le debemos una parte de una palabra nueva. Las sombras de la
nuestro nombre y de nuestra consagra- Duda siguen pesando en nuestro espíri-
ción.» (Está recogido en El Mirador de tu. Pero la duda no es, en nosotros, ni un
Próspero, 1913.) abandono y una voluptuosidad del pen-
Al publicar este ensayo al frente de sus samiento, como la del escéptico que en-
opúsculos, corrige cuidadosamente su es- cuentra en ella curiosa delectación y
tilo—ya bastante castigado—, como si as- «blanda almohada,-»; ni una actitud aus-
pirase a una imposible perfección. Se ex- tera, fría, segura, como en los experi-
plica: el texto encierra su confesión lite- mentadores; ni siquiera un impulso de
raria. desesperación y de soberbia, como en
Con una prosa estatuaria va reve- los grandes rebeldes del romanticismo.
lando el joven escritor su enorme anhelo La Duda es en nosotros un ansioso es-
y también su enorme ambición. El ocaso perar; una nostalgia mezclada de remor-
del siglo, la multitud de escuelas litera- dimientos, de anhelos, de temores; una
rias y filosóficas, la superación necesa- vaga inquietud en la que entra por mu-
ria del positivismo, el impulso oscura- cha parte el ansia d.e creer, que es casi
mente experimentado hacia el Misterio, una creencia... Esperamos; no sabemos
hacia el fecundo y desconocido porvenir, a quién. Nos llaman; no sabemos de
son otros tantos motivos que le permiten qué mansión remota y oscura. También
ir revelando su amor, su optimismo, su nosotros hemos levantado en nuestro co-
entusiasmo. Algunos páirafos condensan razón un templo al dios desconocido.-»
con elegancia ese anhelo: «Entre tanto, La perfección con que enuncia Rodó
en nuestro corazón y nuestro pensamien- sus palabras no hace más transparentes
to hay muchas ansias a las que nadie ha \ sus pensamientos. Es posible intuir qué
dado forma, muchos estremecimientos \ anhela; no es posible formularlo racio-
cuya vibración no ha llegado aún a nin- nalmente.
gún labio, muchos dolores para los que Se siente una inquietud religiosa., casi
el bálsamo nos es desconocido, muchas mística. Pero aparece demasiado envuel-
inquietudes para las que todavía no se j ta (o contaminada-) de esteticismo, de
ha inventado un nombre... Todas las tor~ i ese mismo decadentismo que se quiere
turas que se han ensayado sobre el ver- combatir. Esto lo apuntó entonces en el
bo, todos los refinamientos desesperados j borrador de una carta a Rodó que no
del espíritu, no han bastado a aplacar \ llegó a completar el poeta luán Zorrilla
la infinita sed de expansión del alma de San Martín. Su esbozo (fechado en
humana. También en la libación de lo • 15 de agosto de 1897) contiene una de-
extravagante y de lo raro ha llegado a i nuncia de la influencia de la literatura
las heces, y hoy se abrasan sus labios i francesa finisecular en la formación del
en la ansiedad de algo más grande, más \ estado de espíritu de Rodó. Desde su
humano, más puro. Pero lo esperamos en punto de vista católico, Zorrilla (que
vano. En vano nuestras copas vacías se ! pertenecía adamáis a la generación ante-

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—PROLOGO 147

rior) lo censura por no reconocer la lectores dijeran (como dijo Pérez Petit):
existencia de una respuesta a su angus- «Era él mismo, el que vendrá»; que se
tia: «¿Cómo es posible—pensaba yo al pensara que el crítico había sabido ser
leer sus angustiosas páginas sobre El que el Bautista de su propia predicación. Uno
vendrá—, cómo es posible, que un alma de sus primeros glosadores, Max Henrí-
joven y vigorosa como la del que esto quez, Ureña, dejó escrito en 1918: «Mien-
escribe no haya encontrado todavía en tras su espíritu generoso buscaba el re-
las creaciones literarias de la Humani- velador en otra parte y soñaba con ver-
dad una obra que haya dado forma a lo aparecer en su camino, nosotros ha-
muchas de sus ansias, reflejado los es- bíamos comprendido ya que José Enri-
tremecimientos de su espíritu, inventado que Rodó era el que vendrá.» Plasta es
siquiera un nombre para muchas de sus posible creer hoy que él mismo así lo
misteriosas inquietudes? ¿No habrá en • sentía cuando pregunta en el ensayo:
esto algo de preocupación que puede ser «Sobre qué aura se reposa tu frente, que
perjudicial al desarrollo de riquísimos irradiará mañana el destello vivificador
gérmenes?» y luminoso; o sobre qué pensativa cerviz
Es lástima que Rodó no hubiera reci- de adolescente..,»
bido esa carta. Habría sido conmovido,
indudablemente, por la argumentación de III
Zorrilla; habría podido alegar (como a
Unamuno en 12 de octubre de 1900) que El otro ensayo del opúsculo (recogido
no era un devoto incondicional de las de la Revista Nacional, 25 de diciembre
últimas novedades del boulevard y que de 1896) tiene un tema más particular y
su devoción por Francia no se confundía limitado, aunque es posible reconocer en
con la parte más perecible del genio fran- él la misma tónica espiritual y el mismo
cés; tal vez se habría entablado un fe- anhelo de El que vendrá. Hay, incluso,
cundo diálogo. Por razones que se desco- frases enteras que podrían trasladarse
nocen, Zorrilla no concluyó la carta y sin esfuerzo al ensayo anterior. Por ejem-
sólo recientemente (enero de 1942) se ha plo, cuando dice: «Un soplo tempestuoso
publicado el borrador. ha agitado en sus profundidades al espí-
Años después de editado el opúsculo, ritu; mil cosas que se creían para siem-
Rodó apuntó su desafecto por él. En car- pre desaparecidas, se han realizado; mil
ta a Alejandro Andrade Coello (20 de cosas que se creían conquistadas para
noviembre de 1914) en que le anuncia el siempre, han perdido su fuerza y su vir-
envío de alguna de sus obras, agrega que tud; rumbos nuevos se abren a nuestras
poco se perderá con omitir el opúsculo; miradas allí donde las de los que nos
y a Pérez Petit (según cuenta éste en su precedieron sólo vieron la sombra, y hay
biografía): «No dicen nada», me confesó un inmenso anhelo que tienta cada día
cierta vez, cuando preparaba Motivos de el hallazgo de una ruta ignorada, en la
Proteo y se hallaba en pleno dominio de realidad de la vida y en la profundidad
sus facultades.» Pero esa valoración pos- de la conciencia.» Esa tónica y ese an-
terior—confirmada objetivamente por la helo aparecen subordinados aquí a la
circunstancia de que no lo recogió en El consideración del problema de La novela
Mirador de Próspero, 1913—no puede ha- nueva. El ensayo tiene como punto de
cer olvidar el impacto que el ensayo pro- partida una polémica de Carlos Reyles
dujo al publicarse. En él se expresaba un con don Juan Valera. Al presentar en
ansia común a muchos. No fué casual sus Academias (1896) el programa de su
que poco más tarde, al revelarse la joven nuevo arte de novelar, Reyles había creí-
madurez de Rodó en su Ariel, muchos do oportuno atacar el exteriorismo de la
148 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

novela española del siglo xix, oponiéndo- vos rumbos el modernismo hispanoame-
le la nueva sensibilidad de la novela fran- ricano. En su exigencia—atemperada por
cesa. Su ideal era «un arte que no perma- la comprensión—apunta el mal de super-
nezca indiferente a los estremecimientos ficialidad de casi todos los intentos crea-
e inquietudes de la sensibilidad fin de dores del Nuevo Mundo. Sus palabras
siglo, tan refinada y compleja, y que esté van más allá; establecen un principio
pronto a escuchar los más pequeños la- fundamental para el desarrollo del arte
tidos del corazón moderno, tan enfermo americano: la necesidad de mantener las
y gastado». relaciones con el arte europeo, de no
Sin desconocer esta nueva sensibilidad cortar el hilo de la tradición.
—tan acorde con la propia, tan nutricia A partir de ese momento, el ensayo
para su ambición de esplritualismo—Ro- toma otro rumbo. Abandona la conside-
dó tiende a corregir a Reyles del error en ración particular del problema de la no-
que ha incurrido al no ver los gérmenes vela nueva y se dedica a adoctrinar a
de espiritualidad de la misma novela es- los nuevos creadores de América, previ-
pañola y dedica la parte más importante niéndoles del optimismo candoroso de ¡a
de su análisis a abundar en un tema que juventud o de ¡a falsa sencillez. Y se cie-
luego retomaría su comentario de Mise- rra con una nota de esperanza en que
ricordia (novela de Galdós). Los ejem- suena el mismo espíritu profético de E!
plos—finamente analizados—de Emilia que vendrá.
Pardo Batán, de Juan Valera, del mismo
Galdós, de Armando Palacio Valdés., de IV
Leopoldo Alas, le permiten levantar el
reproche, excesivo por lo indiscriminado, Rodó utilizó este opúsculo para ensan-
de Reyles. Apunta, con razón, que es a la char el campo de sus corresponsales y ía
lírica a la que cabría hacer tal reproche. repercusión de su palabra. En su Archivo
Su análisis concluye rotundamente: «En se encuentra un Registro especial de co-
¡a novela es donde es necesario buscar rrespondencia despachada entre el 11 de
todo lo que el alma de España sabe de setiembre de 1897 y el 10 de abril de
la vida nueva del espíritu.» 1898, y dedicado exclusivamente a La
No ha gozado este segundo ensayo del vida nueva I.
mismo favor que el anterior. Sin embar- En un coro casi unánime de opiniones
go, desde el punto de vista crítico es tal favorables (encabezado por Samuel Bli-
vez más maduro y perdurable. La cuota xen) debe registrarse una, discordante,
de creación puramente verbal es, sin du- de indudable interés. No fué conocida
da, menor; pero el pensamiento crítico por Rodó y no se hizo pública hasta
que sustenta sigue pareciendo hoy tan 1950. Entre los papeles inéditos de una
sólido como antes. Por otra parte, en él larga obra inconclusa de Julio Herrera
se encuentran oportunas y penetrantes j y Reissig encontré una página en que se
consideraciones sobre las letras hispano-! hacía referencia a El que vendrá en estos
americanas que conviene subrayar. Rodó ' términos: «A propósito, la ingenuidad de
no se limita a examinar el problema de; un crítico uruguayo que para dar a en-
la novela en sus términos españoles. Ex- ¡ tender en una de sus obras que la Hu-
tiende a las letras de América su mirada ¡ manidad desalentada espera su salvación
penetrante y descubre en ellas la super- ¡ de un poeta o de un novelador. No [hay
ficialidad de la reacción antinaturalista, \ en] las historias de las infelicidades mís-
la necesidad de un ahondamiento, de una i ticas y candorosas algo que se pueda
mayor exigencia. En sus palabras se aá-\ comparar a la invocación con que el vi-
vierte la intención de encauzar por ¡me- •sionario del porvenir de la especie rema-

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA,—LEMA 149
ta su animado opúsculo. Nada represen- groso las desventuras humanas. Oigamos
tan los Darwin, los Comte, los Spencer, a nuestro crítico; anonadémonos ante su
los Littré, los Renán, los Claudio Ber- unción de Bautista inquieto y apesadum-
nard, los Proudhon, los Marx, los Stirner, brado, nunciador de un orto nuevo de
los Arnold Rudge, los Rus Un, los Nietz- progreso y felicidad.» (En el Archivo Ju-
sche. No es un filósofo quien desentraña- lio Herrera y Reissig, Montevideo, se
rá la verdad, quien marcará nuevos rum- custodia este texto, que pertenece a una
bos al ser humano; no será un pensador, obra proyectada con él título Parentesco
un sociólogo, el [profeta] iluminado del del hombre con el suelo.)
siglo XX. Los que piensan, al sentir del El texto de La Vida Nueva (I) se re-
crítico, son los literatos. Ellos son los produce según el de la ediíio princeps:
que adormecerán con su nephente mila- Montevideo, Dornaleche y Reyes, 1897.

[PROPOSITO DE LA COLECCIÓN]

LA VIDA NUEVA será una colección de Otras v e c e s , podrá, exclusivamente,


opúsculos literarios en los que rae pro- convenirles tal nombre para los que en-
pongo reunir todas aquellas páginas raías tienden por crítica, no sólo la expresión
que expresen, ya una impresión de mi segura y ordenada de un juicio, sino una
conciencia de espectador en el gran dra- amplia forma literaria, capaz de conte-
ma de la inquietud contemporánea, ya ner además un episodio cualquiera de
una modificación de mi pensamiento pro- esos viajes que llamamos lecturas, una
pio que obedezca al actual impulso reno- impresión, una producción refleja de
vador de las ideas y de los espíritus. arte, una nota de simpatía, el eco perso-
Es sólo en esa condición de actualidad nal de un sentimiento que vibra en el
donde ha de buscarse su relación de se- alma de los tiempos.
mejanza. A veces, haré crítica en ellas,

LEMA

El juicio literario se esclarece y depu- la sanción de la más cercana posteridad.


ra, como la mente del viajero, con la ex- Temperamento de crítico es el que une
periencia de la inagotable variedad de las al amor por una idea o una forma de
cosas. Tanto más límpida y profunda es arte, nervio y carácter de sus juicios, la
la visión del pensador, cuanto más ha íntima serenidad que se levanta, augusta
franqueado los horizontes de su pensa- y vencedora, sobre los apasionamientos
miento a 3os que el poeta llama los cua- ¡ ele ese amor, como se cierne sobre las
tro vientos del espíritu. i tempestades de la tierra la paz de las
Sin cierta flexibilidad del gusto no hay! alturas, Me parece haber afirmado algu-
buen gusto, Sin cierta amplitud toleran- na vez que en la aleación del alma del
te del criterio, no hay crítica literaria j crítico grande y generoso es indispensa-
Que pueda aspirar a ser algo superior al j ble elemento una buena porción de aque-
eco transitorio de una escuela v merezca lla sustancia etérea, vaga, dotada de im
150 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

finita elasticidad, sensible y dócil a la entusiasmos y la reconciliación de todas


presión de todos los resortes humanos las inteligencias.
fácilmente adaptable a las más diversas Hagamos del amor que comunica fuer-
manifestaciones del pensar y el sentir, za y gracia a cuanto inspira, y engendra
que veía el gran estético de la Enciclo- en el pensamiento la noble virtud de
pedia en el alma multiforme del cómico. comprenderlo todo, el gran principio de
Agregaré que la más elevada aspiración nuestra filosofía literaria. Comprender es
de un espíritu literario ha de cifrarse en casi siempre tolerar; «tolerar es fecun-
la ciudadanía de la ciudad ideal que ima- dar la vida». El mejor crítico será aquel
ginaron en Weimar los dos geniales co- que haya dado prueba de comprender
laboradores de Las Horas y a la que de- individualidades; é p o c a s y gustos más
bía llegarse por la armonía de todos los opuestos.

EL QUE VENDRÁ
A VÍCTOR PÉREZ PETIT.

Une immense atteníe remplit les ames.


REMAN.

El despertar del siglo fué en la histo- Medan crece la hierba que denuncia el
ria de las ideas una aurora, y su ocaso paso infrecuente.—La Némesis compensa-
en el tiempo es, también, un ocaso en la dora e inflexible que restablece fatalmen-
realidad. te, en las cosas del Arte, el equilibrio
Mejor que Hugo, podrían los que hoy violado por el engaño, la intolerancia o
mantienen en aras semí-derruídas los ofi- la pasión, se ha aproximado a la escue-
cios del poeta, dar el nombre de crepus- la que fué traída por su mano, hace seis
culares a los cantos en que adquiere un lustros, para cerrar con las puertas de
son la misteriosa inquietud de nuestro ébano de la realidad la era dorada de los
espíritu, cuando todo, a nuestro alrede- sueños, y ha descubierto ante nuestros
dor, palidece y se esfuma; y mejor que ojos sus flaquezas, y nos ha revelado su
Vigny, los que llevan la voz del pensa- incapacidad frente a las actuales necesi-
miento contemporáneo, podrían llorar, dades del espíritu que avanza y columbra-
en nuestro ambiente privado casi de ca- nuevas e ignoradas regiones.
lor y de luz, el sentimiento de la «sole- Quiso ella alejar del ambiente de las
dad del alma» que lamentaba, en días almas la tentación del misterio, cerrando
que hoy nos parecen triunfales, su nu- en derredor del espacio que concedía a
men desolado y estoico. sus miradas la línea firme y segura del
La vida literaria, como culto y celebra- horizonte positivo; y el misterio indoma-
ción de un mismo ideal, como fuerza de ble se ha levantado, más imperioso que
relación y de amor entre las inteligencias, nunca en nuestro cíelo, para volver a
se nos figura a veces próxima a extin- trazar, ante nuestra conciencia acongoja-
guirse. De la última y gran protesta sólo da, su martirizante y pavorosa interroga-
dura en la atmósfera intelectual que res- ción. Quiso ofrecer por holocaustro, en
piramos la vaga y desvanecida vibración los altares de una inalterable Objetivi-
en que se prolonga el golpe metálico del dad, todas las cosas íntimas, todas esas
bronce. Sobre el camino que conduce a eternas voces interiores, que han repre-

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—EL QUE VENDRÁ 151
sentado, por lo menos, una mitad, la tiende, señalando al futuro, el brazo del
más bella mitad, del arte humano; y el niño que ha de unimismar en su alma
alma de nuevas generaciones, agitándose las almas de Pascal y Clotilde; personifi-
en la suprema necesidad de la confiden- cando acaso, para los intérpretes que
cia, ha vuelto a hallar encanto en la con- vendrán, el Euforión de un arte nuevo,
templación de sus intimidades, ha vuelto de un arte grande y generoso, que ni se
a hablar de sí, ha restaurado en su im-; sienta tentado, como ella, a arrojar a las
perio al «yo» proscripto por los que no J llamas los legajos del sabio, ni, como él,
quisieron ver «sino lo que está del lado ! permanezca insensible y mudo ante las
de fuera de Jos ojos»; triste reclusa que nostalgias de la contemplación del cielo
se resarce, en, el día del asueto, del mu» | estrellado, por la dulce discípula, sobre
fismo prolongado de su soledad. Quiso el suelo abrasado de la era...
cortar las alas al ensueño, y de los hom- i En tanto que en los dominios de la
bros ensangrentados por el golpe de la ¡ Prosa, y coronando el pórtico austero y
cuchilla cruel y fría, han vuelto a nacer grave de donde señalaron los hombres
alas. ! de la generación que trajo a Taine y a
Allá, sobre una cumbre que señorea, en Renán la ruta nueva del saber, se afir-
la cadena del Pensamiento todas las¡ maba un escudo que tenía por inscrip-
cumbres, descuella, como ayer, la perso- ciones: Culto de la Verdad, madre de
nalidad del iniciador que asombró con el toda belleza y toda vida—único imperio
eco lejano y formidable de sus luchas, j del análisis—sustitución del lirismo por
nuestra infancia; del maestro taciturno ¡ la impersonalidad y de la invención por
y atlético. Suya es todavía nuestra supre- el experimento—, los justadores del Rit-
ma admiración; pero al alzar hacia él la mo, que regresaban entonces de la gran
frente, en medio a nuestras ansias y fiesta romántica, juntaban sus corceles
nuestras inquietudes, nosotros h e m o s , en derredor de una bandera cuyos lemas
visto rotas ias tablas de la ley entre sus decían: Odio de lo vulgar—amor de la
manos; y separando entonces de entre las apariencia bella—, adoración del mármol
muchas cosas caducas de su credo una frío e impecable que mezcla el desdén a
luz de verdad, que se ha incorporado de- la caricia.
finitivamente a nuestro espíritu, hemos Hubo una escuela que creyó haber ha-
deslindado definitivamente también, en llado la fórmula de paz, proscribiendo
el campo donde él sembró su palabra, de su taller, donde amontonó el tributo
la doctrina y la obra, la fórmula y el ge- de luz y de color que impuso regiamente
nio.—Sobre el naufragio del precepto ex- a las cosas, todos los angustiosos pen-
clusivo, de la limitación escolástica, del samientos, todas las crueles dudas, todas
canon—frágiles colores que no respeta las ideas inquietantes, y buscando la
nunca la pátina del tiempo en las cons- non curanza del Ideal en brazos de la
trucciones del espíritu—queda en pie y Forma, Puso en su pecho las flores que
para siempre la obra inmensa: nosotros simbolizan el imperio del color sin per-
la consideramos a la m a n e r a de una fume; colmó su copa del nephente que
montaña sobre la cual se ha extinguido trae el bien del olvido.—Obedeciendo a
la luz que era claridad para las inteli- Gautier, cerró su pensamiento y su cora-
gencias y orientación para las almas, zón, en los que reinó la paz silente del
pero cuya grandeza adusta y sombría santuario, al estrépito del huracán que
sigue dominando, llena de una misteriosa hacía estremecer sus vidrieras; y fué im-
atracción, allá en el fondo gris del hori- ¡ pasible mientras las llamas de la pasión
zonte.- -Y como un símbolo perdurable, i devoraban en torno a su mesa de traba-
sobre la majestad de la obra inmensa se ¡ jo las almas y las multitudes; amante
152 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

del pasado, evocadora de sus sombras, Voces nuevas se alzaron. Generaciones


cuando más real era el interés del hecho que llegaban, pálidas e inquietas, eligie-
vivo; desdeñosa y serena cuando la tem- ron señores. Como en los tiempos en que
pestad de la renovación y de la lucha I se acercaba la hora del Profeta divino,
precipitaba más frecuentes e impetuosas [ apareció en el mundo del arte multitud
sus ráfagas sobre la frente de un siglo J de profetas.
batallador.—Pero esta escuela que olvidó I Predicaron los unos, contra el culto de
que no era posible desterrar del alma la Naturaleza exterior, el culto de la in-
de los hombres, como lo soñó el monarca terioridad humana; contra el olvido de
imbécil, «ía fatal manía de pensar», fué sí, en la visión serena de las cosas, «la
condenada por los dioses del Arte que cultura del yo».—Los otros se prosterna-
no consienten el triunfo del vacío más ron ante el Símbolo, y pidieron a un idio-
que los dioses de la Naturaleza, al mar- ma de imágenes, la expresión de aquellos
tirio de Midas.—Quiso saciar su hambre misterios de la vida espiritual, para los
y halló que el manjar de sus vajillas era que las mallas del vocabulario les pare-
oro; quiso saciar su sed y halló que las cieron flojas o groseras.—Estos alzaron,
ondas de sus fuentes eran plata.—Enton- poseídos de un insensato furor contra la
ces, la triste escuela dobló la cabeza so- realidad, que no pudo dar de sí el con-
bre el pecho, para morir, guardando aún suelo de la vida, y contra ía Ciencia, que
en la actitud de la muerte, la corrección no pudo ser todopoderosa, un templo al
suprema de la línea, porque conoció que Artificio y otro templo a la Ilusión y la
el corazón humano no hubiex*a querido Credulidad.—Aquéllos se llamaron los de-
trocar por las migajas del pan del sen- moníacos, los reprobos; hicieron coro a
timiento y de ía idea sus tesoros inútiles. las letanías de Satán; saborearon cantan-
Hoy su legado es como una ciudad mara- do las voluptuosidades del Pecado des-
villosa y espléndida, toda de mármol y cubierto y altivo; glorificaron en la his-
de bronce, toda de raros estilos y de en- toria el eterno impulso rebelde, y convir-
cantadoras opulencias, pero en la que tieron la blasfemia en oración y el estig-
sólo habitan sombras heladas y donde no ma en aureola de sus santos.—Aquellos
se escucha jamás, ni en forma de clamor, otros volvieron en la actitud del hijo pró-
ni en forma de plegaria, ni en forma de digo a las puertas del viejo hogar aban-
lamento, la p a l p i t a c i ó n y grito de la donado del espíritu—ya por las sendas
vida. nuevas que traza la sombra de 3a Cruz,
Del numen que se cernió sobre el pala- engrandeciéndose misteriosamente entre
cio de Medan, pasó, pues, si no la gloria, los postreros arreboles de este siglo en
el imperio; y los que hoy guardan los ocaso, ya por las rutas sombrías que con-
retales de su enseña negra y purpúrea, ducen a Oriente—, y buscaron, en la evo-
suelen mezclar con ellos telas de distin- cación de todas las palabras de esperan-
tos colores. De las tiendas de orfebres za y la renovación de todas las respues-
que abrió el «Parnaso», brindando en el tas que dieron los siglos a la Duda, el
alma de una generación de poetas una beneficio perdido de la Fe.
morada mejor y más suntuosa que la vie- Pero ninguno de ellos encontró la paz,
ja Torre de Nesle a Benvenuto Cellini; ni la convicción definitiva, ni el reposo,
de aquellas tiendas que incendiaron los ni, ante su mirada, el cielo alentador y
aires en el choque del oro y de la luz, sereno, ni bajo sus pies, el suelo estable
sólo quedó un taller donde el artista de y seguro. Artífices de una Babel ideal,
Trofeos labra un cáliz precioso que ya hízose entre ellos el caos de las lenguas,
no ha de levantar, en los altares del arte, y se dispersaron.
mano alguna. I El mismo impulso que tendía en otra

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—EL QUE VENDRÁ 153
hora, del canto del Poeta al alma de sus labios en la ansiedad de algo más gran-
discípulos y al alma de la muchedumbre. \ de, más humano, más puro.—Pero lo es-
la cadena magnética de Platón, reconcen- j peramos en vano. En vano nuestras co-
tra hoy a los que cantan en la soledad j pas vacías se tienden para recibir el vino
de su conciencia. Como el héroe de Ib- nuevo; caen marchitas y estériles, en
sen, cada uno de ellos piensa hoy que | nuestra heredad, las ramas de las vides,
«es más poderoso el más aislado».—El i y está enjuto y trozado el suelo del la-
movimiento de las ideas tiende cada vez ¡ gar...
más al individualismo en la producción ¡ Sólo la esperanza mesiánica, la fe en
y aun en la doctrina, a la dispersión de ¡ el que ha de venir, flor que tiene por
voluntades y de fuerzas, a la variedad j cáliz el alma de todos los tiempos en que
inarmónica, que es el signo característico recrudecen el dolor y la duda, hace vi-
ele la transición.—Ya no se profesa el brar misteriosamente nuestro espíritu.—
culto de una misma Ley y ía ambición Y tal así como en las vísperas desespera-
de una gloria que ha de ser compartida, das del hallazgo llegaron hasta los tripu-
sino la fe del temperamento propio y la lantes sin ánimo y sin fe, cerniéndose
teoría de la propia genialidad. Ya no se sobre la soledad infinita de! Océano, aro-
aspira a edificar el majestuoso alcázar mas y rumores, el ambiente espiritual
donde una generación de hombres insta- que respiramos está lleno de presagios,
lará su pensamiento, sino la tienda don- y los vislumbres con que se nos anun-
de dormir el sueño de una noche, en tan- cia el p o r v e n i r están líenos de pro-
to aparecen los obreros que han de le- mesas...
vantar el templo cuyos muros verán lle- ¡Revelador! ¡Profeta a quien temen
gar el porvenir, dorada la frente por el los empecinados de las fórmulas caducas
fulgor de la mañana.—Las voces que con- y las almas nostálgicas esperan! ¿Cuándo
citan se pierden en la indiferencia. Los llegará a nosotros el eco de tu voz domi-
esfuerzos de clasificación resultan vanos nando el murmullo de los que se esfuer-
o engañosos. Los imanes de las escuelas zan por engañar la soledad de sus an-
han perdido su fuerza de atracción, y sias con el monólogo de su corazón do-
son hoy hierro vulgar que se trabaja en lorido?...
el laboratorio de la crítica. Los cenácu- ¿Sobre qué cuna se reposa tu frente,
los, como legiones sin armas, se disuel- que irradiará mañana el destello vivifica-
ven; los maestros, como los dioses, se dor y luminoso; o sobre qué pensativa
van.., ! cerviz de adolescente bate las alas eí pen-
Entre tanto, en nuestro corazón y núes- ¡ samiento que ha de levantar el vuelo has-
tro pensamiento hay muchas ansias a las ta ocupar la soledad de la cumbre? O
Q.ue nadie ha dado forma, muchos estre- \ bien, ¿cuál es la idea entre las que ilumi-
metimientos cuva vibración no ha llega-1 nan nuestro horizonte como estrellas
do aún a ningún labio, muchos dolores \ temblorosas y pálidas, la que ha de
Para los que el bálsamo nos es descono-! transfigurarse en el credo que caliente y
cido, muchas inquietudes para las que alumbre como el astro del día;—de cuál
todavía no se ha inventado un nombre... cerebro entre los de los hacedores de
Todas las torturas que se han ensayado obras buenas ha de surgir la obra ge-
sobre el verbo, todos los refinamientos nial?
desesperados del espíritu, no han basta- De todas las rutas hemos visto volver
do a aplacar la infinita sed de expansión los peregrinos, asegurándonos que sólo
del alma humana.--También en la liba- han hallado ante su paso el desierto y la
ción de lo extravagante y de lo raro ha sombra. ¿Cuál será, pues, el rumbo de
llegado a Jas heces, y hoy se abrasan sus tu nave? ¿En dónele está ía ruta nueva?
154 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

¿De qué nos hablarás, revelador, para bra haya descendido sobre nuestro co-
que nosotros encontremos en tu palabra razón.
la vibración que enciende la fe, y ía El vacío de nuestras almas sólo puede
virtud que triunfa de la indiferencia, y ser llenado por un grande amor, por un
el calor que funde el hastío? grande entusiasmo; y este entusiasmo y
Cuando la impresión de las ideas o de ese amor sólo pueden serles inspirados
las cosas actuales inclina mi alma a la por la virtud de una palabra nueva.—Las
abominación o la tristeza, tú te presen- sombras de la Duda siguen pesando en
tas a mis ojos como un airado y sublime nuestro espíritu. Pero la Duda no es, en
vengador.—En tu diestra resplandecerá nosotros, ni un abandono y una volup-
la espada del arcángel. El fuego purifi- tuosidad del pensamiento, como la del
cador descenderá de tu mente. Tendrás escéptico que encuentra en ella curiosa
el símbolo de tu alma en la nube que a delectación y «blanda almohada»; ni una
un tiempo llora y fulmina. Ei yambo actitud austera, fría, segura, como en los
que flagela y la elegía constelada de lá- experimentadores; ni siquiera un impul-
grimas, hallarán en tu pensamiento el so de desesperación y de soberbia, como
lecho sombrío de su unión. en los grandes rebeldes del romanticis-
Te imagino otras veces como un após- mo. La Duda es en nosotros un ansioso
tol dulce y afectuoso. En tu acento evan- esperar; una nostalgia mezclada de re-
gélico resonará la nota de amor, la nota mordimientos, de anhelos, de temores;
de esperanza. Sobre tu frente brillarán una vaga inquietud en la que entra por
'as tintas del iris.—Asistiremos, guiados mucha parte el ansia de creer, que es
por la estrella de Betlem de tu palabra, casi una creencia... Esperamos; no sabe-
a la aurora nueva, al renacer del Ideal— mos a quién. Nos llaman; no sabemos de
del perdido Ideal que en vano buscamos, qué mansión remota y oscura. También
viajadores sin rumbo, en las profundida- n o s o t r o s hemos levantado en nuestro
des de la noche glacial por donde va- corazón un t e m p l o al dios descono-
mos, y que reaparecerá por ti, para Ha- cido.
mar las almas, hoy ateridas y dispersas, En medio de su soledad, nuestras al-
a ía vida del amor, de la paz, de la con- mas se sienten dóciles, se sienten dis-
cordia. Y se aquietarán bajo tus pies puestas a ser guiadas; y cuando dejamos
las olas de nuestras tempestades, como j pasar sin séquito al maestro que nos ha
si un óleo divino se extendiese sobre sus ¡ dirigido su exhortación sin que ella mo-
espumas. Y tu palabra resonará en núes- j viese una onda obediente en nuestro es-
tro espíritu como el tañir de la campa- píritu, es para luego preguntarnos en
na de Pascua al oído del doctor incli- \ vano, con Bourget: «¿Quién ha de pro-
nado sobre la copa de veneno. nunciar la palabra de porvenir y de fe-
Yo no tengo de ti sino una imagen cundo trabajo que necesitamos para dar
vaga y misteriosa, como aquellas con que comienzo a nuestra obra? ¿Quién nos
el alma, empeñada en rasgar el velo es- devolverá la divina virtud de la alegría
trellado del misterio, puede representar- en el esfuerzo y de la esperanza en la
se, en sus éxtasis, el esplendor de lo Di- lucha?»
vino.-—Pero sé que vendrás; y de tal Pero sólo contesta el eco triste a nues-
modo como el sublime maldecidor de las tra voz... Nuestra actitud es como la del
Blasfemias anatematiza e injuria al nun- viajero abandonado que pone a cada ins-
cíador de la futura fe, antes de que él ' tante el oído en el suelo del desierto por
haya aparecido sobre la tierra, yo te amo i si el rumor de los que han de venir le
y te bendigo, profeta que anhelamos, sin I trae un rayo de esperanza. Nuestro cora-
que el bálsamo reparador de tu pala- : zón y nuestro pensamiento están llenos

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OBRA ORIGINAL.-—1: LA VIDA NUEVA.—LA NOVELA NUEVA 155

de ansiosa inceríidumbre.., ¡Revelador! coge de todos los labios el balbucear de


¡Revelador! ¡La hora ha llegado!... El sol un mismo anhelo infinito, y ésta es la
que muere ilumina en todas las frentes hora en que «la caravana de la decaden-
la misma estéril palidez, descubre en el cia» se detiene, angustiosa y fatigada...
fondo de todas las pupilas la misma ex-
traña inquietud; el viento de la tarde re- 1896.

LA NOVELA NUEVA
A PROPOSITO DE «ACADEMIAS», DE CARLOS REYLES
A CARLOS MARTÍNEZ VIGIL.

Para juzgar la obra, en cuanto la rea- claraciones que las aclaran, del autor—de
lización del propósito anunciado, ha de una tentativa de adaptación de la «nove-
esperarse que ella llegue a su término. la nueva»: de los caracteres y las condi-
Para juzgar la oportunidad del propósito ciones del arte de narrar que hoy preva-
la ocasión es buena y propicia, y el tema lece en las grandes literaturas del mundo.
se ofrece lleno de fecundidad y de in- Aseguremos, ante todo, que la inicia-
terés. ción del propósito, por sí misma, está
El autor de Academias nos revela en el destinada a parecer detestable a muy di-
prólogo de su Primitivo que se propone versas especies de censores; y que a me-
escribir una serie de narraciones cortas dida que él, en el desempeño de la obra
a las que atribuye la condición de «tan- se realice, las voces de censura se mul-
teos o de ensayos de arte», «de un arte tiplicarán en torno de ella, mil consejos
que no permanezca indiferente a los es- sapientes tratarán de hacerla volver so-
tremecimientos e inquietudes de la sen- bre sus pasos, y los más varios pareceres
sibilidad fin de siglo, tan refinada y com- convergerán esta vez para condenar el
pleja, y que esté pronto a escuchar los rumbo nuevo,
más pequeños latidos del corazón mo- Parecerá insensato a los que, sólo ca-
derno, tan enfermo y gastado». Agrega paces de comprender la belleza que delei-
que no es su mira proporcionar, a quien ta y que ríe, detestan cuanto pueda lle-
le lea, «mero solaz, un pasatiempo agra- var a que se mezcle alguna vez, en la
dable, el bajo entretenimiento calificado emoción de la belleza, un poco de la
por Goncourt», sino que pretende «hacer amargura del dolor, y a que ella se aven-
sentir y hacer pensar por medio del li- ture en las profundidades de la sombra;
bro lo que no puede sentirse en la vida j a los aquejados del miedo de pensar,
sin grandes dolores, lo que no puede ¡ para quienes es hermoso y amable sólo
pensarse sino viviendo, sufriendo y que- el arte plácido, el arte sereno, el arte
mándose las cejas sobre los áridos libros azul, que encuentra grato presenciar des-
de los psicólogos de colegio»: y declara, de allí donde no alcancen el llanto ni la
por último, que para conseguirlo, emplea- i sangre las querellas del mundo, como el
rá, en el desenvolvimiento de su plan, el burgués del Fausto hallaba dulce hablar
método interno, «estudiando lo que hay | de heroísmos y batallas en los días fes-
de general en lo individual». j tivos, en santa paz y ante la copa col-
Se trata, pues—según éstas, y otras de- ¡ mada de vino generoso, bien lejos de
156 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

donde se despedazan los combatientes a tinta de los tiempos en que la novela de


quienes el tema del coloquio ameno la desnuda realidad, de la experimenta-
hace morir. ción, de la negación psicológica, se pre-
Parecerá importuno a los «trilladores sentaba como la fórmula capaz de satis-
de la heredad esquilmada», a los que aún facer todas las exigencias oportunas y
forman cortes fíeles a las realezas en actuales de la vida y de significar el tra-
destierro del espíritu; a los empecinados sunto literario de la genialidad y el tra-
en la intolerancia de ayer, que congre- bajo de una época.
gándose con la tenacidad de la enreda- La dirección de nuestro pensamiento,
dera que se abraza a la columna ruinosa, la nota tónica de nuestra armonía inte-
en derredor de la fórmula que decae, lectual, el temple de nuestro corazón y
vieja y estéril—gastada «como el brocal nuestra alma, son hoy distintos de lo
adonde han ido a beber todos los veci- que fueron en tiempos en que sucedía el
nos», según la imagen hermosa de Dau- imperio de una austera razón a la aurora
det—, aún sueñan en que la jornada que bulliciosa del siglo, y sólo estaba en pie,
señala su tienda en nuestra ruta es la sobre el desierto donde el fracaso de la
última jornada, y el horizonte que se labor ideal de generaciones que habían
divisa de su tienda el ú l t i m o hori- sido guiadas por el Entusiasmo y el En-
zonte. sueño parecía haber amontonado las rui-
Parecerá punible a los que defienden, nas de todas las ilusiones humanas, el.
como el sagrado símbolo de la nacionali- árbol firme y escueto de la ciencia expe-
dad intelectual, el aislamiento receloso y rimental, a cuya sombra se alzaba, como
estrecho, la fiereza de la independencia el banco de piedra del camino, la lite-
literaria que sólo da de sí una originali- ratura de la observación del hecho.
dad obtenida al precio de la incomuni- Un soplo tempestuoso de renovación
cación y la ignorancia candorosa; pare-
cerá punible a los huraños de la existen- ha agitado en sus profundidades al es-
cia colectiva, a quienes es necesario con- píritu; mil cosas que se creían para siem-
vencer de que la imagen ideal del pensa- pre desaparecidas, se han realzado; mil
miento no está en la raíz que se soterra, cosas que se creían conquistadas para
sino en la copa desplegada a los aires, siempre, han perdido su fuerza y su vir-
y de que las fronteras del mapa no son tud; rumbos nuevos se abren a nuestras
las de la geografía del espíritu, y de miradas allí donde las de los que nos
que la p a t r i a intelectual no es el te- precedieron sólo vieron la sombra, y hay
rruño. un inmenso anhelo que tienta cada día
Pero los que viven la vida de su época, el hallazgo de una nueva luz, el hallaz-
los que quieren sentir y pensar, aun a go de una ruta ignorada, en la realidad
costa del dolor, y no retroceden cuando de la vida y en la profundidad de la con-
la palabra que predica una conquista ciencia.
nueva los llama a las asperezas y las El Arte grande, humano, y eficaz en
sombras, ésos comprenderán la oportu- nosotros, será aquel que se cierna sobre
nidad suprema del intento, su fecundi- esta inmensa agitación, sobre esta vorá-
dad virtual; y lo recibirán como se re- gine soberbia, para tender sobre ella la
cibe el grito que, lanzado de entre la sombra de sus alas; el verbo poético po-
multitud impaciente y anhelosa, hace deroso y fecundo será aquel que no bus-
sensible la aspiración que unificaba to- que fuera del alma de su tiempo ios im-
dos los deseos, el impulso que estaba en I pulsos creadores, sino que se reconozca
todas las voluntades. .hechura de su espíritu, y le manifieste
La situación de los espíritus es hoy dis- iodo él, desde sus grandes e impetuosos

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—LA NOVELA NUEVA 157

estremecimientos hasta sus vibraciones nuestra vida. El arte nuevo, nacido de


más sutiles y más vagas. esas mismas aguas acerbas, ha de ser la
No comprendemos ciertamente nos- espuma que corone la ola.
otros la vinculación del arte y las ideas Los que en nombre de la Verdad cie-
de la manera que condujo al dídacticís- rran el paso a las aspiraciones por las
rao pálido y prosaico que aspira a ser que creen amenazado el templo en que la
una justificación de ía divina Poesía ante veneraron, tal corno ellos concibieron su
las almas privadas de «entendimiento de culto, no pueden desconocer que el gé-
hermosura», o a aquel intento científico nero de verdad que al arte importa es,
que conspiró a encadenar el vuelo ideal ante todo, la sinceridad, que le hace due-
de la Belleza en la teoría del romance ño del espíritu. De la sinceridad adquie-
experimental. Nosotros concebimos nues- re al mismo tiempo su encanto y su po-
tro arte señor de sí, desinteresado y der: ella es su fuerza y su gracia. Las
libre; pero no creemos que la más po- generaciones que han aprendido a gus-
derosa inspiración que guíe su marcha tar la poesía de Sagesse y la psicología
entre los hombres pueda nacer de la in- de Le Disciple o de En route; las gene-
diferencia o el desdén por lo que pasa raciones venidas después que el corcel
en nuestras almas.—Queremos oír vibrar salvaje de Toistoi tiene todo el espíritu
en la palabra del Poeta las mismas vo- humano por estepa, y después que resis-
ces que inquietan nuestro sueño, y verle ten a los dardos del sol meridional las
palpitar con la propia sangre que se vier- brumas visionarias de Ibsen, ¿cómo se-
te de nuestras heridas.-—No Se queremos rían sinceras adoptando el mismo medio
desdeñoso de nuestro pensar, superior a de expresión que sirvió a aquellas que
nuestras emociones, espectador glacial de formaron su concepto de la vida y del
nuestras luchas. Para nosotros, durará arte cuando llegaban a su virilidad bata-
siempre en su naturaleza espiritual un lladora los ansiados de Beyle, los hijos
poco del bardo, un poco del aeda. Estará espirituales de Baízac?...—La fórmula de
siempre en su mente el espejo donde se la verdad artística no ha de ser como
depura y hace inmortal cada nueva ima- el ritual inmóvil en que pretenda legarse
gen de la vida, el crisol donde todos los al porvenir la revelación del procedimien-
pensamientos se acendran, la luz que los to definitivo e invariable. La fórmula
viste y transfigura. Cuando las almas más alta para llegar a la verdad será
tienen sed, suya será la mano que se más bien la que imponga a cada genera-
tienda para guiarlas a la fuente ignora- ción humana, convirtiendo en precepto
da; cuando las almas sienten frío, él es ía imagen poderosa de Taíne a propó-
el leñador que ha de ir por leña para sito del poeta de las Noches, «arrancar
encender la hoguera. despiadadamente de sus entrañas, tai
Sólo el arte indiferente y glacial pue- cual es, la idea que ellas concibieron,.
de aspirar a ser el arte inmóvil.—Como y mostrarla a los ojos de todos, ensan-
la renovación incesante del oleaje sobre grentada pero viva».
los abismos del mar, tal la inquietud de Tal como hay en el espacio, para cada
las ideas sobre la profundidad constan- vasta zona, una genialidad de ía Natu-
temente removida del espíritu. He aquí raleza, hay en el tiempo, para cada nue-
que una ola nueva se levanta. Los vien- va modalidad del espíritu, una Poesía,
tos que la empujan difunden por todas! una Hermosura. Ninguna idea, ninguna
partes el llamado de una renovación, j aspiración, ningún sentimiento, que ha-
Con ella avanzan hacia ía playa oscura, i yan marcado el ritmo de una hora a la
como safes de sus aguas acerbas, núes- j marcha de las generaciones humanas, de-
ira sensibilidad, nuestro pensamiento,l ben morir en la profundidad de la con-
158 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ciencia que un día estremecieron como la frente de París, y que hoy aplaude
la piedra lanzada a la superficie de las cuando los elegidos de generaciones nue-
aguas serenas, sin que el arte divino los vas tientan los rumbos nuevos.—Para
llame a su regazo y recoja de ellos la quien las considera con espíritu capaz
confidencia que luego recibirá de sus la- de penetrar, bajo la corteza de los es-
bios el soplo de otra vida y durará como i colasticismos, en lo durable y profundo
el relieve de la cera que se convierte <de su acción, las sucesivas transforma-
en el relieve del bronce. ciones literarias no se desmienten: se
¿Necesitamos, los que hoy pedimos una j esclarecen, se amplían; no se destruyen
nueva cuerda, de ignorada virtud, para j ni anulan: se completan. No son como
que vibren aquellas cosas de nuestra el rastro leve y efímero que el viento
alma que en las usadas liras no la en- borra, para que se grabe en la arena
cuentran, negar a los que nos han prece- la huella de otra planta. Son sobrepues-
dido? ¿Necesitamos, los que tenemos la tos tramos de donde ve dilatarse rítmi-
sed de una nueva fuente espiritual pa- camente el horizonte quien lo sube. Son
ra nuestro corazón y nuestro pensamien-, círculos concéntricos, cada uno de los
to, desandar el camino andado, volver cuales amplía el espacio del círculo an-
la espalda a aquellas fuentes que bro- terior, sin fijarse en plano distinto.—
taron ayer de los senos de ía Realidad?— Quedó del clasicismo para siempre el
Antes bien, la obra de los que nos han sentido de i.a mesura plástica e ideal, el
precedido es una indispensable condición amor de la perfección, la noción impe-
ele ía que presenciamos; y la Realidad ratoria del orden. De la protesta román-
—la que responde a una concepción am- tica quedó, también para siempre, su
plia y armónica, la que comprende lo dogma de la relatividad de los modelos,
mismo el vasto cuadro de la vida exte- su adquisición de libertad racional. Y de
rior que la infinita complejidad del mun- la escuela de la naturaleza quedarán la
do interno—, una Musa inmortal de la audacia generosa y la sinceridad brava
que ya nadie podrá apartar impune- y ruda, el respeto de la realidad, el
mente los ojos.—Comienza la cuestión i sentimiento intenso de la vida; pero no
del arte contemporáneo—ha dicho un | quedarán ni las intolerancias, ni las li-
crítico—cuando una vez sancionada como j mitaciones.
su condición general la Realidad, dirí- Como en la obra de aquellas que la
gese el alma humana al artista o el pen- precedieron, se discernirá en la de la fe
sador y le pregunta: ¿Qué género de que hoy agita, vaga e informulable, nues-
realidad vas a escoger? ¿Qué aspecto de tras almas, la escoria deleznable y el
la vida tomas como base de inspiración i mármol y el pórfido que duran.—Ella no
y de trabajo?—Viene, pues, ei espíritu viene a señalar, como el verbo de ver-
nuevo a fecundar, a ensanchar, no a dad eterna, el solo camino de salvación.—
destruir.—Por lo demás, la sucesión de Saben bien sus Pontífices que el Arte no
las escuelas no se comprendería si no es más que un huésped transitorio bajo
las vinculase una correlación orgánica y el techo nuevo que alzaron. Ellos saben
fecunda, si sólo representasen destruc- bien que su única morada digna entre los
ciones recíprocas que condujeran de ne- hombres sería la ciudad en que Schiller
gación en negación.—Ei Buen Genio del soñó verles rendir a la Verdad y la Be-
Arte, que levantaba su copa en el fes- lleza un solo culto; la «ciudad ideal»,
tín del Renacimiento, es el mismo que a la que debía llegarse por la armonía
aplaudía en 1830 en el estreno de Herna- de todos los entusiasmos, por la recon-
ni, el mismo que aplaudía cuando L'As- ciliación de todas las inteligencias.—Y
sommoir, desataba la tempestad sobre así, no ha de considerarse cada nueva

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—LA NOVELA MUEVA 159

revelación como barrera impenetrable contentado con respirar el perfume de


que fije a las miradas un límite último los naranjos en los patios andaluces de
y preciso, sino más bien como un cielo Fernán, con ceñir la cota de Martín Gil
nebuloso iras del que se columbren va- y Men Rodríguez, y sazonar, merced a
gas e inciertas lontananzas. No ha de Alarcón, con el donaire de la buena tra-
decir el innovador literario: «Esta es dición castellana, la urbanidad de la
ía verdad», sino tan sólo." «La oportuni- narración parisiense.—Y fructificada ya
dad es ésta». No se enorgullecerá de la rama española del realismo, es nece-
haber amarrado a su palabra el porve- sario reconocer que las tendencias nue-
nir; porque el porvenir es el secreto del vas, las aspiraciones por las que se anun-
plan ignorado de nosotros. Y cuando la cia, en otras partes, la proximidad, y en
escuela que ha creado sienta crujir bajo cierto modo, el hallazgo, de una nueva
sus pies las hojas amarillas de la duda, vida ideal, no han hecho destacarse has-
ella ha de resignarse a que la que apa- ta hoy celajes muy vivos ni muy amplios
rece tiñendo de luz nueva el horizonte, sobre el fondo gris del horizonte que
íe diga como Hamíet a Horacio: «Hay ellas podrían colorear con las irisacio-
muchas cosas en el cielo y la tierra que nes raras del crepúsculo.
tú no sospechaste jamás.» Emilia Pardo Bazán, que tiene la vo-
cación y el sentido intenso de la «prosa»
Para el autor de Primitivo, la novela como atributo de su hermoso talento,
de nuestra habla, ajena a los esfuerzos bendice las barreras que han apartado
que en todas partes se encaminan a afi- ciertas nuevas corrientes del mundo es-
nar y a multiplicar, en la más amplia piritual del ambiente de la novela de
obra de arte contemporánea, las sensa- España, porque «la orea, merced a ello,
ciones del fondo y de la forma, aún per- una brisa de alegría», y porque «la real-
manece fiel al exteriorismo genial de su za cierto equilibrio mental muy sano y
abolengo, que inspira en ella «cuadros dulce».—-Hay travesías del pensamiento
de género de exacta observación, mag- durante las cuales el equilibrio puede
níficos paisajes, escenas ingeniosas, mu- [ llamarse inmovilidad y ía alegría puede
cha luz y mucha travesura, un procedi- J llamarse candor.—Don Juan Valera, que
miento grande y simple que ha produ- tiende la mirada por la amplitud de su
cido obras verdaderamente hermosas»—, inmenso horizonte intelectual con la se-
pero que la mantiene privada de abis- renidad de un huésped del Olimpo y
marse en las nuevas profundidades del j que, como el Eumorfo de su Asclepige-
sentir y del pensar.—Es verdad: ni la nía, entra con la impresión del mundano
penetración sutil, ni la idealidad, ni el que vuelve de una fiesta aristocrática,
sentimiento, son calidades de casta en a las regiones del pensar, predica, fren-
la novela que hunde sus raíces en aque- j te a nuestra ansiedad y nuestras dudas,
lia gran tradición plebeya del siglo xvi,; el arte que, como un camino de mon-
a cuyo jugo añejo se mezcló, en opí- j taña, lleve constantemente a la placidez
nión de un crítico sagaz, por los rnoder- j y la luz de trascendentales desenlaces di-
nos noveladores, el vino nuevo de Zola j chosos.—Pero es justo agregar que no es
y de los suyos, para formar con am- lo único, en el presente aspecto intelec-
bos «un licor más agradable que fuer- tual del solar de nuestra lengua y nues-
tes—La novela española empezó a ser tra raza, el desconocimiento o el desden
obra de pensamiento original y de sen- de las aspiraciones nuevas deí espíritu.
tido profundo con la psicología de Pepi- Yo creo que después de La incógnita,
ta Jiménez y la filosofía social de Doña después de Realidad, el arte del más
Perfecta y de Gloría, después de haberse abundoso y más genial de los novelistas
160 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

españoles no puede ser calificado de in-1 mó elocuentemente su puesto fuera del


sensible a nuestra aspiración de llevar al i exteriorísmo trivial y de la verosimilitud
mundo de las cosas imaginadas el reflejo j de estrechos horizontes, con el prólogo a
de nuestros nuevos anhelos e inquietu- La hermana San Sulpicio. En el imagi-
des, de dilatar el espectáculo de lo real nador de Su único hijo y La Regenta, no
con la visión del hombre interno, y pe-j es la crítica sola quien ahora mueve im-
neírar bien hondo—allá a las profundida- ¡ pulsos de renovación, reflejos de nueva
des de la Meditación y del Dolor—en el ¡ Luz, sobre la vida literaria.—La inculpa-
antro de la tiniebla psicológica. ¿No es i ción de estacionamiento candoroso y es-
acaso Ángel Guerra una de las más in- ; téril sería más justa si se ia dirigiese,
tensas y más hondas entre nuestras mo-! no: a la narración, sino a la lírica. Des-
denlas epopeyas de las luchas del alma, j pués que sobre el pedestal labrado sobre
que conciertan para lo por venir la gran- la decadencia de la escuela que confinó
de y misteriosa Epopeya de la edad nues- la Poesía a los dominios de un glorioso
tra, donde el llanto acerbo del Dolor y recuerdo álzase en todas partes el Ritmo
la Duda correrá como los raudales de la para mostrar cómo el tiempo • no extin-
sangre en los combates de la Ilíada?—En guirá jamás la virtud de su fuente reju-
^ i

1.a imagen, triste y hermosa del converso,! venecedora, y después que el estremeci-
cuando al volver de pavorosa alucinación, I miento de vorágine del. numen finisecular
bajo el misterio de la noche, en el fondo j ha traído a la superficie un mundo nue-
del barranco sombrío, donde ha luchado vo, todo un mundo, de sensaciones, de
con las larvas de la tentación y del mal, imágenes, de afectos, que tiene la gran-
llama una y otra vez al niño que le ¡ deza ignota y rara de aquel que cela el
acompañó hasta el borde de la sima, al; mar en la profundidad de sus abismos—,
niño que lleva el nombre de Jesús y no J la lírica española aún vive de la luz que
le halla, ¿no ve el autor de Beba uno de I encendió el alma de generaciones cuyos
los símbolos vivos más hondos, más her- ¡ poetas irradian ya desde el ocaso, y sólo
mosos, con que ha encarnado en las en- j debe a aquellas que podrían regenerarla
trañas de la literatura el nostálgico sen- j por la expresión de una nueva vida espi-
timiento de generaciones que llevan, a| ritual vagas y dispersas notas de las que
un tiempo, en el corazón la infinita sed Fígaro diría que son algunas chispas más
de un ideal y en el pensamiento el estig- j en una hoguera que concluye.
ma implacable de la Duda?—¿No ve en ¡ En la novela es donde es necesario bus-
las páginas del libro, temblando sobre ¡ car todo lo que el alma de España sabe
los seculares muros empapados en la hu- de la vida nueva del espíritu. En la no-
medad espiritual de la fe vieja, un deste- vela es donde puede comprobarse que,
llo de la religiosidad anhelante de Tols- por ella también, ha pasado cierto soplo
toi?... En Armando Palacio, la aspiración de viento que semeja alzado, desde la
que infiltrándose delicadamente, como sombra, por un batir de alas...
vena de aguas mansas y profundas, lle-
naba ya de rumores de espiritualidad, ¿Cuál es el interés que en relación a
para los oídos sutiles, el ambiente de al- las particularidades del arte literario de
gunos de sus estudios primeros de la América ofrece esta gran cuestión de la
realidad, es hoy la tendencia segura y novela contemporánea, inquieta en la
confesada que inspiró aquella inmortal elección de sus rumbos?—Ofrece, en pri-
psicología del alma rescatada por su es- mer término, el interés humano, univer-
fuerzo propio de las cautividades del do- sal, que en parte es de nosotros. Ofrece,
lor y la inceríidumbre: las páginas origi- luego, el interés y la oportunidad de
nalmente hermosas de La Fe, y que recla- guiarnos a la consideración de una clefi-

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—LA NOVELA NUEVA 161
ciencia que merece estudiarse en la rela- esculpen los tipos briosos y sencillos del
ción de nuestra actividad literaria y nues- pago, sus escenas llenas de vigor y de
tra vida psíquica.—La juventud que se vida, sobre la roca de que están hechas
levanta en nuestros pueblos ha dado un sus entrañas buenas y robustas.—Com-
cierto aire infantil, un cierto aire de tri- prenderemos siempre el encanto de la
vialidad pintoresca^ que suele hacer pen- embalsamada poesía que dan de sí la
sar en las graciosas puerilidades del Ja- tradición que detiene en la soledad los
pón de Mme. Chrysanthéme, a la ciudad ecos moribundos de las leyendas, la églo-
de su arte.—Nuestra reacción antinatura- ga americana que aprisiona las voces de
lista es hoy muy cierta, pero es muy can- la naturaleza regional, el blando toque
dorosa. Nuestro modernismo apenas ha del pincel costumbrista.—Pero al lado del
pasado de la superficialidad.—Tenemos, tributario fiel de la región, al lado del
sí,. coloraciones raras, ritmos exóticos, hijo fiel demuestra América, que se re-
manifestaciones de un vivo afán por la conoce vinculado de lo íntimo de su ser
novedad de lo aparente, osadas aventuras a los particularismos de. determinada
en el mundo de la armonía y el mundo parcialidad humana, que lleva, entre las
de la imagen, refinamientos curiosos y cosas propias de su espíritu el reflejo de
sibaríticos de la sensación... Pero el sen- cierta latitud de la tierra,—-está en nos-
timiento apenas ha demostrado conocer otros el ciudadano de la cultura univer-
las fuentes nuevas de la emoción espiri- sal, ante el que se desvanecen las clasi-
tual, y el pensamiento duerme en la som- ficaciones que no obedezcan a profundas
bra, o sigue los rumbos conocidos, o re- disimilitudes morales, como ante un es-
presenta sólo la manifestación de algunas pectador de las alturas; el discípulo de
individualidades aisladas, el vano conci- Renán o de Spencer, el espectador de
tar en que se pierde la voz de espíritus Ibsen, el lector de Huysmans y Bourget.
sin séquito. Como el esclavo de Terencio, podemos
Y entre tanto, ni nuestra sensibilidad, reivindicar para nuestro ambiente espi-
ni nuestro espíritu, son ignorantes de los ritual «todo lo que es del hombre»; y en
estremecimientos que comunican su im- nuestra naturaleza, curiosa de todos los
pulso, su fuerza de impaciente y audaz estremecimientos, vibra con más intensi-
renovación, a la inquietud contemporá- dad el eco de los gritos lejanos que vie-
nea, y dan su tono a las voces de una nen de las altas cumbres del espíritu,
literatura que legítimamente podemos re- que el clamor desvanecido y confuso con
clamar como nuestra,—Amamos, sí, la que llega a nosotros—imágenes vivas del
aspiración de originalidad que busca im- tipo humano que se esculpe y retoca
primir un sello peculiar y profundo a cada día en los viejos talleres de la civi-
aquellas formas que lo admiten de nues- lización—el cántico de originalidad sal-
tro arte, y que se manifiesta en la nove- vaje de la tierra.
la de América por las tentativas, ya de Todo propósito de autonomía literaria
evocar la gloria de nuestras tradiciones, que no empiece por reconocer la necesi-
ya de poner en juego los elementos dra- dad de la vinculación fundamental de
máticos de nuestra sociabilidad, ya de nuestro espíritu con el de los pueblos a
colorearse en los tintes de la naturale- quienes pertenece el derecho de la inicia-
za propia, o de reflejar las formas origi- tiva y de la dirección, por la fuerza y la
nales de la vida en los campos donde aún originalidad del pensamiento, será, ade-
lucha la persistencia del retoño salvaje más de inútil, estrecho y engañoso.- -Mi-
con la savia de la civilización invasora.-- rando al lado del Naciente, es como he-
Nunca nos hallará indiferentes la narra- mos de ver alzarse por mucho tiempo to-
ción que sea dueña del cincel con que se davía la más intensa luz que irradiará
R-O00, u
162 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sobre nuestra organización moral, sobre ignorancia de las visiones que estreme-
nuestra vida inteligente, tal así como si cen, y el desdén de la Esfinge que inte-
el espíritu de la raza reconociese, brillan- rroga, sería bien triste privilegio el de
do en la profundidad del horizonte, el la juventud, y yo no cambiaría, por la
fuego lejano de su hogar—«Vanos son, eternidad de sus confianzas, un solo ins-
cuando el viajero tiene alas, los abismos tante de la lucha viril en que los brazos
anchos y profundos.» Mal aislador es el fuertes desgarran jirones de la sombra
agua del Océano para la corriente que y en que el púgil del pensamiento se
hace vibrar, con el impulso lanzado a bate cuerpo a cuerpo con la Duda.
toda hora desde los centros en donde se Me parecen análogas, por la identidad
condensa y suena la hirviente espuma de de los peligros, cierta idea de la acep-
Ja vida, la inmensa red nerviosa que el ción intelectual de la juventud, y la idea,
genio de una misma civilización extiende vulgar también, de la salud literaria, que,
del uno al otro extremo del planeta, co- propagándose y haciéndose plebeya des-
mo por una universal confederación de! de la boga del autor de Degeneración, ha
las almas. servido para escudar muchas lamentables
La literatura en que hoy llega a nos-; limitaciones del sentimiento, de la tole-
otros la misiva de aquel que hemos lia-1 rancia y del gusto. Hay espíritus vanos
mado lejano hogar de nuestra mente es j para quienes está enferma toda literatura
casi siempre amarga, es casi siempre i que no ría, o que no duerma, o que no
oscura... La ingenua y dulce «alegría de i sea discreta y cauta como podría serlo
la vida» tiene poco que ver con los sen- la Musa de Bouvard, o que no aspire sólo
timientos que la engendran, con las ins- a aquel fin de alegre e inofensiva diver-
piraciones que la inflaman. Los que se sión que se cumple sin dejar surcos ni
esfuerzan por alejarla de nosotros en- sombras en el alma y hace del libro gra-
cuentran en esa misma condición de su to arrullo de las cabezas soñolientas que
inquietud febril, desordenada y sombría, conciben el arte como el sueño tranquilo
la gran causal de su sentencia de destie- de sus noches y al artista como el juglar
rro.—Llenos de buena voluntad, quieren que las liberte del tormento odioso de
que todos nos creamos en marcha hacia pensar. Sí; lo mismo la juventud que la
«algo bueno y hermoso», como la heroí- salud, en cuanto atributos del espíritu, sí
na de L'Argent.—Y se oponen al paso del se las considera con el criterio estrecho
dolor, al paso de la sombra, guardas ce- de las burguesías literarias, son armas
losos de la juventud de esta América a j excelentes en manos de los amigos deí
quien todavía suele representarse con los \ limitez vous de que habló Hugo, y tien-
atributos del candor primitivo, virgen I den a sustituir a la energía, a la verdad,
que duerme, sobre la arena de la playa... j a la sutil penetración del sentimiento y
Yo convendré fácilmente en que la «ju- ¡ de la idea, la trivialidad, la frivolidad,
ventud de los pueblos» es algo más que i el aire lánguido,— los pálidos colores
una expresión, vacía de sentido íntimo, j que en opinión de Mme. de Sévigné deja
de la brevedad de su existencia material, ¡ en las almas la ausencia de las lecturas
y en que trascendiendo a todas las cosas j que obligan al austero sentir y a la refle-
del espíritu, debe mostrarse también en j xión profunda.
el carácter de una literatura.—Creo en los i Los que por insensibilidad a todas
pueblos jóvenes. Pero si la juventud del ] aquellas vibraciones del alma que no
espíritu significase sólo la despreocupa-' puedan clasificarse dentro de un orden
ción riente del pensar, del abandono para ¡ de sentimientos muy generales y preci-
el que lodos los clamores de la vida son ,! sos, por aislamiento en relación a la nue-
arrullo, la embriaguez de lo efímero, la ! va vida intelectual, acaso por alarde de

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OBRA ORIGINAL.—1: LA VIDA NUEVA.—LA NOVELA NUEVA 163

gusto puro, clásico y severo, predican, en el antro oscuro de la Pasión; el rocío


frente a nuestra complejidad cerebral, que flota, como exhalación de playas nue-
ia sencillez; frente a la voz de nuestras vas, en el ambiente de los que se lanzan,
íntimas contradicciones, ía espontaneidad argonautas del perdido Ideal, a los mares
del canto aprendido, como la música del del espíritu—, para las almas inquietas,
gaitero ingenuo de Daudet, del viento y anhelantes, para los visionarios del por-
de los pájaros, deben pensar en que la venir, que reflejan sobre la profundidad
afectación es cosa fácil de hallarse, en del horizonte humano los mirajes dora-
ciertos tiempos, por los propios caminos dos de sus sueños; las raras exquisiteces
que se eligen para evitar sus malas ten- de su expresión, para los refinados de la
taciones. La sencillez del sentimiento y forma que piden a la magia omnipotente
del espíritu es afectación cuando la rea- del verbo la entera imitación de todos
lidad no da de sí la sencillez. Hijas nues- los estremecimientos de la vida, el placer
tras almas de un extraño crepúsculo, condensado de todas las sensaciones de
nuestra sinceridad revelará en nosotros, arte; la quinta esencia de sus nostalgias
más que cosas sencillas, cosas raras.— indefinibles y sus penas agudas, para los
Nada sería tan engañoso como identificar paladares finos en lo amargo, para los
la sinceridad con eí candor.—Generacio- que Anatole France llama los gourmets
nes complejas por la composición de una del dolor.
idealidad indefinible, por la intensidad Que en el conjunto enorme de la ac-
de la vida intelectual, darán de sí natu- tividad donde ha de ir a buscar, el in-
ralmente un arte complejo. La ingenui- térprete de esta poética vida que anhe-
dad de la Rapsodia y del Romance, en la- lamos, inspiración y e j e m p l o que lo
bios de los que gustan el zumo de una guíen, mézclanse también elementos, no
civilización que lleva destilado cien ve- ya indignos de nuestro arte peculiar, sino
ces el filtro de la vida, sería tan falsa de todo arte noble y duradero, no lo
como el eco de la sensibilidad perversa dudamos nosotros ni habrá claro y recto
de un Verlaine en una sociedad de almas juicio que lo dude. Discernámoslos, y
candidas y heroicas. hagamos nuestro lo que exprese una rea-
Y por eso, junto al David Teniers de lidad de nuestro mundo íntimo, de nues-
las exterioridades pintorescas y apaci- tros sufrimientos, de nuestra fe, de nues-
bles; junto al novelador de la región, lle- tro amor... Si dentro de la organización,
aún indeterminada e informe, de pueblos
no del genio de los suyos, atento al habla
que, como el que un tiempo inspiró a la
de la Musa plebeya—en quien repercutan
pluma de Fígaro las consideraciones del
las palpitaciones de la fiebre salvaje, a
juicio de Antony, ofrecen del punto de
quien la Naturaleza virgen conceda la
vista de la unidad del alma colectiva,
confianza de su ingenuidad—debemos ad- más que la imagen de una sociedad com-
mitir al experto peregrino de nuestro pacta y una, la del revuelto campo de
mundo interior, al novelista de la uni- batalla donde se chocan los elementos
versalidad humana que brinde, en la co- opuestos que han de constituir sociedad,
pa exquisita de sus cuentos, el extracto hay cierto número de espíritus que vi-
sutil de sus torturas intelectuales, de sus ven la más compleja vida de la sensibili-
contemplaciones íntimas, de sus estreme- dad y el pensamiento, triunfe en buena
cimientos profundos, para los curiosos hora la aspiración que para ellos pide
de la inteligencia y los «curiosos de la una literatura que se modele a su seme-
vida» que quieren ver brillar sobre la janza.—Y sea bien venido en su nombre
frente del Arte la luz que los guíe hacia el esfuerzo de los que se adelantan para
lo hondo en los misterios de la Idea y hacer colaborar al alma de América en
164 JOSÉ ENRIQUE RODO/ —OBRAS COMPLETAS-'

esta inmensa labor renovadora merced traño de aspiraciones sin armonía, de du-
a la que nuestro caso secular presenta, das sin respuesta, de contradicciones sin
con la agitación aparentemente anárqui- solución, de voces de esperanza y de an-
ca y sombría que es el signo de las gran gustia, que si se condensasen en un solo
des transiciones humanas, el espectáculo grito, inmenso y formidable, harían de-
de una cultura en cuyo seno hierven a cir acaso al alma moderna, como al For-
un tiempo todas las ideas y todas las pa- tunio de Gautier: «¡Tengo más sed que
siones—, en cuyo ambiente se entrecho- el desierto!»
can todas las resonancias del Deseo, del
Entusiasmo y del Dolor—, concurso ex- 1896.

FIN DE
«LA VIDA NUEVA ( l >

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2
LA VIDA NUEVA (II)

RUBÉN DARÍO
SU PERSONALIDAD LITERARIA. SU ULTIMA OBRA
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RUBÉN DARÍO

PROL OGO
OMO segundo volumen de la co- ha proporcionado su libro. Es usted en
C lección de opúsculos La Vida Nue- él un poeta extraordinario; es usted más
va publicó Rodó un estudio sobre poeta en ese trabajo que el mismo Da-
Rubén Darío, Su personalidad literaria, río, a quien admiro y quiero tanto. Me
su última obra {Montevideo, Dornaleche ha hecho usted un profundo surco en et
y Reyes, 1899). En torno a la figura de alma [con] la obra de usted, y además
Darío y de sus Prosas profanas (1888) de ese intensísimo goce, seré franco: me
levanta un minucioso ensayo que lo con- ha ocasionado una profunda tristeza: la
sagró como uno de los críticos más pe- de considerar que en España, hoy, no te-
netrantes de la lengua española. Ya en nemos un crítico dotado de esa elegancia
la Introducción general se han estudiado suprema y, sobre todo, de esa amplitud
algunos antecedentes de este trabajo de criterio de usted. Su cerebro me pa-
(II, 2) y el método crítico que en él se rece un bosque en el cual pueden entrar
despliega (II, 5); en la Correspondencia
con Darío hay más noticias. Ahora con- todos los vientos, todas las corrientes,
viene puntualizar cómo fué recibido. lodos los perfumes, todos los pájaros,
por varío y distinto que sea su pluma-
Ningún estudio tan completo se había je. ¡Qué talento el de usted! Es tan raro
dedicado a quien ya era, sin disputa, el 1que un crítico pueda arrojar de sí sus
Primer poeta de la lengua. Y su trabajo pasiones personales al coger la pluma,
adquirió pronto categoría de clásico. ' que ver realizarse en usted ese milagro
Testimonio de la reacción apasionada
que produjo en algunos puede ser esta \ me produce un gran asombro.
carta de Salvador Rueda: j ^Sagacidad, perspicacia, don d.e traspa-
sarlo todo como por los rayos X de la
«Madrid, 1 de mayo de 1899. estética; sensibilidad y erudición a car-
gas; un estilo que, siendo espontáneo, es
»Señor don José Enrique Rodó. j a la vez labor quintaesenciada de lapi-
»Aíi querido amigo y admirado escri- dario; color, luz, intuiciones sorprenden-
tor: Admirado más que nunca, porque el | tes; novedad absoluta en el sistema de
estudio que usted ha consagrado a núes- j analizar describiendo, como un soberano
tro amigo Rubén es toda una «Maravi- poeta en prosa: todas esas altas prendas
Uas—así, con mayúscula. existen en usted y en su obra, sin olvi-
yRace años que no he gozado de una i dar el sello general de seriedad, de con-
emoción estética semejante a ¡a que me \ ciencia, de altura y de cosa grande y de-
168 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

finitiva. ¿Cómo puede usted encerrar >luptuosas, sus lujos orientales, su coque-
todo esto en sus veintitanto años?» tería parisiense, su sensualidad artística,
su rareza bizantina, su desnudez aristo-
El resto de la carta habla de otras co- crática, su galantería Borboniana y su
sas. Pero la muestra basta para reconocer delicada belleza florentina! Rodó es un
la cultivada admiración (y adulación) en anatómico que enflorece donde exami-
que solía incurrir fácilmente el poeta es- na y hace hablar lo que cincela. La an-
pañol. torcha de su erudición rasga y alumbra;
No se crea que Rodó era el único su lente acerca sin agrandar; su intuición
recipiente de esas efusiones. Menos de de Moisés artístico señala y profetiza.
dos meses después, el mismo Rueda es- ¡Su pluma, despierta: es el Pigmalión
cribía a Menéndez Pelayo una carta en de nuestra literatura!
la que dice: «Precisamente hace pocos ¡Choque su copa con la de su particu-
días, intentando hacer un soneto escri- lar amigo!» Esta nueva efusión está fe-
bí en una cuartilla como título La ca- chada en 15 de marzo de 1899.
beza de Menéndez Pelayo y había idea-
do describir una pirámide formada con Pero si estos testimonios parecen sos-
todos los cráneos célebres del siglo, po- pechosos de complacencia, pueden invo-
niendo el de usted como campanile de carse otros. Ante todo, el del mismo Da-
esa, torre intelectual; no sé qué hubiera río, que solicitó y obtuvo autorización
resultado dicho en verso,» (La carta es \ para incorporar el estudio como prólogo
de 7 de junio de .1899 y está citada aj la segunda edición de Prosas profanas
por Guillermo Díaz-Piafa en Modernismo j (París, 1901), lo que suscitó un enojoso
frente a Noventa y Ocho, Madrid, 1951, ¡incidente que se detalla en la Correspon-
página 59 n.) dencia. Años más tarde, en una Cabeza
Otra curiosa reacción fué la de Julio de Rodó que Darío escribió para Mun-
Herrera y Reissig, el mismo que se había dial (París, 1912) se refirió al estudio con
burlado, en borrador, de El que vendrá. estas palabras: «Su segundo opúsculo so-
Rodó le había enviado un ejemplar del bre el autor de Prosas profanas, o, me-
estudio y el joven poeta se apresuró a jor dicho, sobre este libro de poesías, le
agradecerle en un par de tarjetas que do- afirmó virtuoso de la prosa de erudición
cumenta doblemente su aplauso a la \ elegante, y, en la última parte de su tra-
obra crítica y su tácito reconocimiento \ bajo, profeta.» En efecto, y como apunta
de la jerarquía de su autor. Herrera, que Darío, al concluir su estudio Rodó afir-
prodigaba sin rubores el incienso, dice: maba su confianza en que la renovación
«Julio Herrera y Reissig saluda afectuo- poética del americano fecundara también
samente a José Enrique Rodó y le agra- a la poesía de la madre patria.
dece el envío de su preciosa producción, Otra reacción espontánea, y nada sos-
en la que ha vuelto a cincelar y a son- pechosa de halago, puede verse en los
dar con una galanura de lenguaje y párrafos de una carta de Gabriel Alo-
profundidad de juicio admirables. ¡Puede mar a Rubén Darío (12 de octubre de
estar satisfecho el laureado Rubén Darío 1907): «¡Amigo mío, después del estu-
de esta nueva condecoración de triunfo, pendo prólogo de Rodó qué difícil resul-
al haber encontrado un prosista poeta ta hablar de usted! A mí me ha mara-
y un Fidias crítico que haya adivinado villado. Por momentos he recordado a
y esculturado, al mismo tiempo, la Musa Gautier presentando a Baudelaire, aun-
exótica y crepuscular del autor de. Azul, que en R.odó hay exceso de visión parcial
presentándola con todas sus andrajosiáa- de cada poesía más que apreciación sin-
des. sublimes, y todas sus exquisiteces vo- fónica o de conjunto.» La reserva que

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OBRA ORIGINAL.—2: RUBÉN DARÍO 169
se apunta allí no mengua el aplauso ge- Este trabajo sobre Rubén Darío cerra-
neral a un trabajo que provocó, casi ba la etapa exclusivamente crítica de la
unánimemente, la misma reacción: sor- labor rodoniana. Su próximo libro, Ariel,
presa y maravilla. (La palabra la usan, lo mostraría orientado ya hacia la con-
a ocho años de distancia y sin consul- sideración del vasto problema de la cul-
tarse, Rueda y Alomar.) tura americana,

RUBÉN DARÍO
SU PERSONALIDAD LITERARIA. SU ULTIMA OBRA

A Samuel Blixen.

—No es el poeta de América, oí decir en el cerebro de Walt Whitman.—Que-


una vez que la corriente de una animada , dan, es cierto, nuestra Naturaleza sober-
conversación literaria se detuvo en el i bia, y las originalidades que se refugian,
nombre del autor de Prosas profanas y j progresivamente estrechadas, en la vida
de Azul Tales palabras tenían un sen- ¡ de los campos.—Fuera de esos dos mo-
tido de reproche; pero aunque ios pare- i tivos de inspiración, ios poetas que quie-
ceres sobre el juicio que se deducía de í ran expresar, en forma umversalmente
esa negación fueron distintos, el asenti- ' inteligible para las almas superiores, mo-
miento para la negación en sí fué casi I dos de pensar y sentir enteramente cul-
unánime. Indudablemente, Rubén Darío '; tos y humanos, deben renunciar a un
no es el poeta de América. i verdadero sello de americanismo ori-
¿Necesitaré decir que no es para se- j ginal.
ñalar en ello una condición de inferió- 1 Cabe, en ese mismo género de poesía,
ridad literaria, como hago mías las pa- | cierta impresión, de americanismo en los
labras del. recuerdo?.... Me parece muy; accesorios; pero, aun en los accesorios,
justo deplorar que las condiciones de J dudo que nos pertenezca colectivamente
una época de formación, que no tiene ío el sutil y delicado artista de que hablo.
poético de las edades primitivas ni lo Ignoro si algún espíritu zahori podría
poético de las edades refinadas, poster- descubrir, en tal cual composición de
guen indefinidamente en América la po- Rubén Darío, una nota fugaz, un ins-
sibilidad de un arte en verdad libre y tantáneo reflejo, un sordo rumor, por los
autónomo. Pero así como me parecía in- que se reconociera en' el poeta al ameri-
sensato tratar de suplirlo con la mez- cano de las cálidas latitudes, y aun al
quina originalidad que se obtiene al pre- sucesor de los misteriosos artistas de
cio de la intolerancia y la incomunica- ütatlán y Palenke; como, en sentir de
ción, creo pueril que nos obstinemos en Taine, se reconoce—comprobándose la
fingir contentos de opulencia donde sólo persistencia del antiguo fondo de una ra-
puede vivirse intelectualmente de pres- za—al nieto de Néstor y de Ulises en
tado. Confesémoslo: nuestra América los teólogos disputadores del Bajo Impe-
actual es, para el Arte, un suelo bien po- rio. Por mi parte, renuncio a tan aven-
co generoso. Para obtener poesía, de las turados motivos de investigación, y me
formas, cada vez más vagas e inexpre- limito a reiterar mi creencia de que, ni
sivas de su sociabilidad, es ineficaz el para el mismo Taine, ni para Buckle,
reflejo; sería necesaria la refracción en sería un hallazgo feliz el de tal persona-
un cerebro de iluminado, ía refracción lidad en ambiente semejante, ,
170 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Su poesía llega al oído de los más Agreguemos, incidentalmente, que tam-


como los cantos de un rito no entendido. poco es fruto fácil de hallar, dentro de
Su «alcázar interior»—ese de que él nos j la moderna literatura española, el de la
habla con frecuencia—permanece amoro- | exquisitez literaria; entendiendo por tal
sámente protegido por la soledad frente j la selección y la delicadeza que se obtie-
a la vida mercantil y tumultuosa de nues- nen a favor de un procedimiento refina-
tras sociedades, y sólo se abre al sésa- \ do y consciente; no lo «delicado» senti-
mo de los que piensan, y de los que sue- j mental e instintivo de las Rimas, Suele
ñan... Tal, en la antigüedad, la granja j tener aquella condición la prosa de don
del Tíbur, el retiro de Andes o Tarento, ¡ Juan Valera, por ejemplo; pero es in-
la estancia sabina; todos los seguros de dudable que, ni la genialidad tradicional
aquel grupo de helenizados espíritus que, de la raza, ni mucho menos las actuales
con el pensamiento suspenso de las ma- influencias del medio sobre la produc-
nos de Atenas y sin mezclarse a la ava- j ción, conspiran a favorecer, en el solar
salladora prosa de la vida exterior, for- j de nuestra lengua, tal modalidad de la
belleza y del arte. En cuanto a Amé-
marón como una gota de aceite ático en • rica, la espontaneidad voluntariosa e in-
las revueltas aguas de la vida romana. consulta, reñida con todo divino ensueño
Aparte de lo que la elección de sus de perfección, ha sido cosa tan natural
asuntos, el personalismo nada expansivo en la obra de su pensamiento, como las
de su poesía, su manifiesta aversión a las improvisaciones agitadas en su obra de
ideas e instituciones circunstantes, pue- organización y de desarrollo material
den contribuir a explicar el antiamerica-1 Preferida escuela de sus poetas (¡como
nismo involuntario del poeta, bastaría de sus repúblicos!) ha sido hasta hoy la
la propia índole de su talento para dar- que, con intraducibie modo de decir, lla-
le un significado de excepción y singu- marían en Francia l'école buissoniére de
laridad. Hay una línea que, como la que la poesía y la política. Por otra parte, los
separa de lo azul la franja irisada del i románticos pusieron excesivamente en
crepúsculo, separa en poesía americana boga entre nosotros las abstracciones de
el imperio de los colores francos y uni- cierta psicología estética que atribuía de-
formes—oro y púrpura, como en Andra- masiada realidad al mito del «numen».
de; plata y celeste, como en Guido—, Se creía con una candorosa buena fe y
del sens des nuances de Rubén. Había- en la inspiración que desciende, a modo
mos tenido en América poetas buenos, y de relámpago, de los cielos abiertos; se
poetas inspirados, y poetas vigorosos; tenían para cualquier severa disciplina
pero no habíamos tenido en América un los rencores del escolar para el latín;
gran poeta exquisito. Joya es ésa de es- ! se iba a pasear a los prados y los bos-
tufa; vegetación extraña y mimosa que j ques y, como Mathurin Régnier, se «ca-
mal podía obtenerse de ía explosión ver- i zaban los versos con reclamo».
nal de savia salvaje en que ha desbor- ' Además, toda manifestación de poesía
dado hasta ahora la juvenil vitalidad del I ha sido más o menos subyugada en Amé-
pensamiento americano; algunas veces | rica por la suprema necesidad de la pro-
encauzada en toscos y robustos troncos j paganda y de la acción. El arte no ha
que durarán como las formas brutales, j sido, por lo general, sino la forma más
pero dominadoras, de nuestra naturaleza, : remontada de la propaganda; y poesía
y otras muchas veces difusa en gárrulas ! que lucha no puede ser poesía que cin-
lianas, cuyos despojos enriquecen al sue- cela. Este utilitarismo batallador, que,
lo de tierra vegetal, útil a las florescen- ¡ bien o mal depurado de la inevitable es-
cías del futuro. coria prosaica, aparece en casi todas las

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OBRA ORIGINAL.—2: RUBÉN DARÍO 171

páginas de nuestra Antología, basta para \ Canciller,—Todo Rubén Darío está en


que resalte con un enérgico relieve de I la doctrina que puede deducirse lógica-
originalidad la obra, enteramente desin- j mente de esos dos postulados.—El Dios
teresada y libre, del autor de Azul. No j bueno es adorable, porque es hermoso;
cabe imaginar una individualidad litera- ] y será más verdadera aquella religión
ria más ajena que ésta a todo sentimien- | que nos lo haga imaginar más hermoso
to de solidaridad social y a todo interés I que las otras... y un poco raro además—.
por lo que pasa en torno suyo. Se diría i Le rare est le bon, dijo el maestro.—Sa-
que es lo menos Béranger que puede ser tán es digno de ser ponderado en le-
un poeta; lo que, en sentir de algunos, tanías siempre que se encarne en formas
equivaldría a decir que es todo lo poeta i que tengan la selección de Aícibíades,
que puede ser un mortal. Alguna vez los fulgores de Apolo, la impavidez de
tuvo su musa la debilidad de cantar • don Juan, la espiritualidad de Mercu-
combates y victorias; pero la creo con- rio, la belleza de París. En cuanto a las
vencida de que, como en la frente de la cosas de la tierra, ellas sólo ofrecen,
Herminia del Tasso, el casco de guerra para nuestro artista, un interés reflejo
sienta mal sobre su frente, hecha para 1 que adquieren de su paso por la Hermo-
orlarse de rosas y de mirtos. Heredia, Ol- sura, y que se desvanece apenas han
medo, Andrade, dibujan, más o menos pasado. Frente a la realidad positiva, a
conscientemente, en derredor de sus ver- ¡ las que el Evangelio llama disputas de
sos, el circuito de un Forum, las gradas j los hombres, a todo lo oscuro y lo pe-
que se dominan desde una tribuna; en , sado de la agitación humana, su actitud
tanto que la de Rubén Darío es una men- es un estupor exotérico o un silencio
te de poeta que tendría su medio natural ; desdeñoso. Nada sino el arte. Y como el
en un palacio de príncipes espirituales | arte significa esencialmente la Apariencia
y conversadores. Yo no le creo incapaz j divinizada, y pone en las cabezas el ma-
de predicar la buena nueva; pero afir- i reo fácil de la alondra para ir hacia «to-
mo que, para hacerle maestro de la ver- J do lo que luce y hace ruido», prefiere
dad, sería necesario prepararle una de- | un rey a un presidente de república—y
coración renovada de los más bellos pai- j a Washington, Halagaba}, Se reina bien
sajes del Genezareth de idilio, de Renán; i cuando se reina de manera adecuada pa-
vestir al apóstol con túnica de oro y de ra proporcionar a una reducida porción
seda; ungir de nardo su cabeza y sus de hombres elegidos las más frecuentes
hombros..., y todavía, conseguir del Ene- ' e intensas sensaciones de felicidad y de
migo Malo que las prostitutas y los belleza. La acción vale como parodia del
publícanos fuesen gentes delicadamente \ ensueño. El grande hombre de acción se-
perversas, sin ninguna emanación de vul- ¡ ría el absoluto y todopoderoso monarca
garidad. I que, considerando la sociedad como el
Cierta referencia del mismo autor de i celar
mármol donde él estaría obligado a cin-
una estatua a un tiempo enorme y
La abadesa de Jouarre, que glosaremos i exquisita, la recortara, la trozase des-
con una frase de Bacon, nos dará de í piadadamente, para organizaría con arre-
antemano la síntesis de nuestro estudio ¡ glo a una suprema idea de originalidad
de la personalidad y las ideas del poeta. j novelesca y de magnificencia exterior.
«La verdad de los dioses debe inferirse I Nada sino el arte, repito. Su «natura-
únicamente por la belleza de los templos ¡ leza literaria» vibra entera en esa
que se les han levantado», le decía a Re- ¡ bra. Su talento la lleva por signo lo pala-
nán un artista amigo. «No hay refinada mo en la faz que mira al Capitolio mis-
belleza sin algo extraño en sus propor- 1 en la que mira a la Tarpeya: en laque de
ciones», afirmaba el genial y abyecto
172 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

los aciertos y en 3a de las culpas. Ima- ¡ do donde genios celosos niegan la entra-
ginad su mundo íntimo como un hori- da a toda realidad que no se haya ba-
zonte avasallado por una cumbre solita- ñado en veinte aguas purificadoras. Por-
ria, donde la Belleza hace llegar sus ra- que Rubén Darío sería absolutamente in-
yos de cerca y donde el amor de la Be- capaz de extraer poesía de las excursio-
lleza se levanta poderoso, altivo, vence- nes en que el pie felino de la musa de
dor. Todo lo demás de la realidad y de Baudelaire hollaba, con cierta morbosa
la idea queda en el fondo oscuro del delectación, el cieno de los barrios in-
valle... Las cosas sólo salen de la- oscu- mundos, y en que ella desplegaba sus
ridad de la indiferencia cuando un rayo alas de murciélago para remover la impu-
de aquel amor las ilumina. Y del impe- reza de las nieblas plomizas. Ve intensa-
rio de ese sentimiento único—receloso ti- mente, pero no ve sino ciertos delicados
rano de su reino interior—, ha nacido aspectos del mundo material. La intensi-
esta organización de poeta, verdadera- dad de su visión se reserva para las cosas
mente extraña y escogida, como nace, de hermosas. Cierra los ojos a la impresión
la cristalización del carbono puro, la de lo vulgar. Lleva constantemente a la
piedra incomparable. descripción el amor de la suntuosidad,
Los que, ante todo, buscáis en la pa- de la elegancia, del deleite, de la exterio-
labra de los versos la realidad del mito ridad graciosa y escogida. Su taller opu-
del pelícano, la ingenuidad de la confe- lento no da entrada sino a los materiales
sión, el abandono generoso y veraz de de que, si fuese suya la lámpara de Ala-
un alma que se os entrega toda entera, diño, habría de rodearse en la realidad,
renunciad por ahora a cosechar estrofas Oro, mármol y púrpura, para construir,
que sangren como arrancadas a entrañas bajo la advocación de Scheherazada, sa-
palpitantes. Nunca el áspero grito de la lones encantados. Todas las formas que
pasión devoradora e intensa se abre paso ha fijado en el verso revelan ese mismo
al través de los versos de este artista culto de la plasticidad triunfal, deslum-
poéticamente calculador, del que se di- \ bradora, que se armoniza en él con el de
ría que tiene el cerebro macerado en aro- ¡ la espiritualidad selecta y centelleante.
mas y el corazón vestido de piel de Sue- ¡ El instinto del lujo—del lujo material y
cia. También sobre la expresión del sen- : el del espíritu—, la adoración de la apa-
timíento personal triunfa la preocupa- j riencia pulcra y hermosa, con cierta in-
ción suprema del arte, que subyuga a ese j dolente non enrama del sentido moral.
sentimiento y lo limita; y se prefiere—-an- \ Tal inclinación, entre epicúrea y plató-
tes que los arrebatados ímpetus de la pa- [ nica, a lo Renacimiento florentino, no se-
sión, antes que las actitudes trágicas, j ría encomiable como modelo de una es-
antes que los movimientos que desorde- i cuela, pero es perfectamente tolerable
nan en la línea la esbelta y pura limpi- I como signo de una elegida individuali-
dez—los mórbidos e indolentes escorzos, j dad. De ese modo de ver no nacerán en
las serenidades ideales, las languideces i el arte literario las obras arquitecturales
pensativas, todo lo que hace que la tú- . e imponentes (y, desde luego, es induda-
nica del actor pueda caer constantemen- ble que no nacerán poemas cosmogóni-
te, sobre su cuerpo flexible, en pliegues ! cos, ni romances sibilinos, ni' dramas ce-
llenos de gracia. j jijuntos); pero nacen versos preciosos;
versos de una distinción impecable y gen-
Y ese mismo amaneramiento voulu de ; tilicia; de un incomparable refinamiento
selección y de mesura que le caracteriza j de expresión; versos que parecen brinda-
en el sentimiento, le domina también en i dos, a quien los lee, sobre la espuma que
la : descripción. Está lleno de imágenes, j rebosa cíe un vino de oro en un cristal de
pero todas ellas son tomadas a un mun- i

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OBRA ORIGINAL.—2; RUBÉN- DARÍO 173

baccarat, o en la perfumada cavidad de amarle cristianamente en la realidad. Ru-


un guante cuando apenas se lo ha qui- bén Darío no le ama ni en la realidad ni
tado una mano principesca... Todas las en el arte. Sé que no se indignará con-
selecciones importan una limitación, un migo si atribuyéndole un sibaritismo de
empequeñecimiento extensivo, y no hay corazón que haría rugir a Edmundo
duda de que el refinamiento de la poesía Schérer, cuyas invectivas contra Gautier
del autor de Azul la empequeñece del acabo de dejar de las manos, me creo
punto de vista del contenido humano y autorizado a pensar que, como el perso-
de la universalidad. No será nunca un naje de Mademoiselle' Maupin, sólo se
poeta popular, un poeta aclamado en siente inclinado a dar limosna cuando la
medio de la vía. El lo sabe, y me figuro solidez y los andrajos tienen aspecto de
que no le inquieta gran cosa. Dada su cuadro de Ribera o de Goya...
manera, el papel de representante de j Todas las predilecciones que revelan
multitudes debe repugnarle tanto como i sus versos; todo ese grupo favorito de
al poeta de las Flores del mal, que, con i imágenes, de reminiscencias, de nombres
una disculpable petulancia, se jactaba de I que forman un característico corso e ri-
no ser lo suficientemente béte, para mere- I corso alrededor de la obra de cada ar-
cer el sufragio de las mayorías... Lejos tista, responden en el nuestro al mismo
del vano estrépito del circo, en la «sede delicado instinto de selección. La Grecia
del arte severo y del silencio», como él clásica y la Francia de Luís XV le darán,
gusta decir evocando la grave frase d'an- alternativamente, objetos para sus deco-
nunziana, pule, cincela, a modo de «un raciones; símbolos todas de una organi-
buen monje artífice», y consulta a los zación espiritual que huye lo ordinario
«habitantes de su reino interior.» Recuer- como el armiño lo impuro. Ama prodi-
do a este propósito que uno de los perso- gar la seda, el oro, el mármol, como tér-
najes de L'immortel, de Daudet, plantea minos de comparación. Aún más que la
esta cuestión interesante: «—Si acaso rosa purpurada «en sangre pecadora», es
Robinson hubiera sido artista, poeta, es- el lirio heráldico y beato la flor con que
critor, ¿hubiera continuado siéndolo en nos encontraremos al leerle, Y si se nos
la soledad, hubiera producido?» He ahí preguntase por el ser animado en que
una duda que para los artistas de la raza debería simbolizarse el genio familiar de
dei nuestro, apenas admite explicación. su poesía, sería necesario ue citásemos
En el individualismo soberbio de este —no al león ni al águila que obsedían
poeta—aunque prive a su poesía de la I la imaginación de Víctor Hugo, ni si-
amplitud humana y generosa que realza '. quiera al ruiseñor querido de Heme—,
a la de los que cantan con vocación y i sino al cisne, al ave wagneriana: el blan-
majestad de hierofantes—hay un fondo | co y delicado cisne que surge a cada ins-
legítimo que ningún alma dotada de «en- j tante, sobre la onda espumosa de sus
tendimiento de hermosura» será osada a I versos, llamado por insistente evoca-
negar, Cierto: la Belleza soñada es, de ! ción, y cuya imagen podría grabarse, el
todas las cosas del mundo, la que mejor : día que se blasonara la nobleza de los
justifica los individualismos huraños y j poetas, en uno de los cuarteles de su
rebeldes; es un santo horror el que tiene j escudo de la manera como se grabaría
el artista a la tiranía de los más, al pen- I en el escudo poético de Poe el cuervo
samiento vestido con librea de uniforme; ominoso, y el gato pensativo y híerático
el arte y la multitud están hechos de dis- ¡ en el blasón de Baudelaire. :
tinta sustancia, El arte es cosa leve y Ca-
imán tiene, las manos toscas y duras. Toda la complejidad de la psicología
-Pero se le puede abominar en el arte y ( de este poeta puede reducirse a una su-
i pierna unidad, todas las antinomias de
174 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

su mente se resuelven en una síntesis t Para proseguir nuestra esquisse de la


perfectamente lógica y clara, si se las j personalidad que estudiamos de la mane-
mira a la luz de esta absoluta pasión por i ra más segura; teniendo ante los ojos el
lo selecto y por lo hermoso, que es el i inequívoco trasunto de su obra, elegire-
único quicio inconmovible en su espíri- mos de ella lo que nos parece más carac-
tu.—No es el parnasíanismo helado; pe- ] terístico y de más alto valor. Es su úl-
ro es, en cierta manera, un parnasianis- i tima colección de versos la que represen-
mo extendido al mundo interior, y en el I ta—por así decirlo—la plena tensión del
que las ideas y los sentimientos hacen ¡ arco del poeta. El autor de Azul no es
el papel de lienzos y bronces.—Teófilo ; sino el boceto del autor de Prosas pro-
Gautier no tenía reparo en confesar que, I fanas,
consideradas las cosas poniéndose en el j Entiéndase que me refiero exclusiva-
mirador del arte, le parecía preferible j mente al poeta, en este parangón de los
una magnífica pantera a un ser racional: j dos libros; no al prosista incomparable
lo que no impedía que el hombre pudie- de Azul; no al inventor de aquellos cuen-
ra hacerse superior a la pantera despo- tos que bien podemos calificar de revo-
jándola de su piel para recortarse una lucionarios, porque, en ellos, la urdimbre
hermosa túnica. Hay en Rubén Darío recia y tupida de nuestro idioma pierde
la virtualidad de una estética semejante. | toda su densidad tradicional, y—como
El pensamiento malo que viene revés- j sometida a la acción del trozo de vidrio
tido con una pintada piel de pantera ; que, según Barbey d'Aurevilly, servía
vale más que el pensamiento bueno que ! para trocar los fraques de Jorge Bi~um-
viste de librea o con una corrección afee- j mell en gasas vaporosas—, adquiere ¡a
tadamente vulgar. Pero se concede a los levedad evanescente del encaje.
moralistas que si el buen pensamiento Tomaremos, pues, la última colección
desnuda de su bizarra piel al animal fe- del poeta por punto de partida. Los que
roz y se la pone regiamente sobre los conocéis de las nuevas tendencias litera-
hombros, valdrá más que el pensamiento rias la parodia y de Rubén Darío la le-
malo. | yenda, podéis alejar todo temor de que
Y ahora que he tratado de caracterizar j os juegue una mala pasada conducién-
a mi manera la genialidad del poeta, y ; doos al través de un libro sombrío, dia-
he sintetizado todo lo dicho en ese ejem- J bólico o impuro. Es un libro casi opti-
pío extremoso, oigo que me pregunta una j mista, a condición de que no confundáis
voz interior que se anticipa a muchas ¡ el optimismo poético con la alegría de
voces extrañas: ¿No crees tú que tal J Roger Bontemps. No encontraréis en él
concepción de la poesía encierra un gra- una sola gota del amargo ajenjo verlai-
ve peligro, un peligro mortal, para esa níano, porque el Verlaíne que aparece no
arte divina, puesto que, a fin de hacerla ¡ es el Verlaine que sabe la ciencia del do-
enfermar de selección, le limita la luz, el | lor y el arrepentimiento; ni una onda
aire, el jugo de la tierra? Seguramente, í sola del helado nephente de Leconte de
si todos los poetas fueran así. Pero ¿aca- Lisie; ni un solo pomo de la farmacia
so no existiría un peligro igual para la i tóxica de Baudelaire. Encontraréis mu-
armonía de la Naturaleza y para la so- cha claridad, mucho champagne y mu-
ciedad de los hombres, si todas las plan- chas rosas. No bien hacemos nuestra en-
tas fueran orquídeas; diamantes y rubíes trada en el libro, el poeta nos toma de la
todas las piedras; todas las aves cisnes mano como el genio de algún cuento
o faisanes; y todas las mujeres sirvíe- j oriental, para que retrocedamos con él
ran para figurar en crónicas de Gip y a la vida de una época llena de amenidad
cuentos de Mendés?... I y de gracia. Vamos en viaje al siglo xvnx

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OBRA ORIGINAL.—2: RUBÉN DARÍO 175
francés. Cierto es que a mí, corno a mu- •una Arcadia de parques, Los jardines, ce-
chos de los que se decidan a seguirme, lados por estatuas de dioses humaniza-
nos agrada de una manera mediana aquel dos y mundanos, no son sino salones.
ambiente en que la Naturaleza no era Los salones, traspasados por los dardos
sino un inmenso madrigal; en que un de oro de los candelabros, arden como
erotismo rococó ocupaba el lugar de la i pastillas de quemar que se consumen. Un
pasión fuerte y fecunda; y en que cier- ! mismo tono, delicado y altivo, femenil y
ta mitología de abanico hacía de Mercu- j alegre, de la Gracia, triunfa por todas
rio un mensajero de billetes galantes, y j partes, en el gusto de la ornamentación,
de Eolo un paje encargado de dar aire ! en los tintes claros de las telas, en las
a las reinas, y de las butacas de salón ¡ alegorías pastorales de los tapices, en las
los trípodes de Apolo. Pero no importa, ¡ curvas femeninas de las molduras... Las
por mí parte. Presumo tener entre las j Horas danzan festivas. Se está en el si-
pocas excelencias de mi espíritu, la vir- ; glo del ingenio y la conversación ha des-
tud, literariamente cardinal, de la ampli- , atado en leves bandadas sus trasgos y
tud. Soy un dócil secuaz para acompa- sus gnomos. Declaraciones, risas, suspi-
ñar en sus peregrinaciones a los poetas, ros. Pueblan el aire los pastores acicala-
adondequiera que nos llame la irrespon- dos de Watteau, repartidos, en grupos
sable voluntariedad de su albedrío; mi que se eclipsan y reaparecen, en los pla-
temperamento de Símbad literario es un nos de seda de los abanicos, que conver-
gran curioso de sensaciones. Busco de in- san en el lenguaje de las señas. Se oye la
tento toda ocasión de hacer gimnasia de sinfonía de las telas lujosas. Tañe la
flexibilidad; pláceme tripular, por ejem- seda su pífano insectil, el gro rezonga su
plo, la nave horaciana que conduce a voluptuosidad, los encajes tiemblan azo-
Atenas a Virgilio, antes de embarcarme rados... Cruzan ía sala las mujeres de
en el bajel de Saint-Pol Roux o en el raro Marivaux, Por allá pasa Sylvia, por allá
yate de Mallarmé. ¿Qué mucho que no Araminta, por allá Angélica y Hortensia.
me intimide ahora ía peregrinación a que Los rostros, que semejan de estampas, y
convida este desterrado de los jardines que parecen pedir, sobre las mejillas
de Ver salles y los Trianones cucos, aun- consteladas de lunares, la firma de Bou-
que él no haya de llevarme precisamente cher, llevan, ellos también, esa nota de
a las regiones por que suspira mi alma ] amaneramiento querido que surge en to-
cuando toma la actitud de Mignon? La das partes en el siglo de la artificialidad.
hospitalidad de las Marquesas es, al fin El baile luego. Una orquesta de Italia
y al cabo, una hospitalidad envidiable, y deslíe en el aire la música de un reperto-
la presentación será hecha por un poeta rio voluptuoso. Los tacones de púrpura
de la corte. dibujan sobre la alfombra florida la Z
del minué, o se abandonan a la fugacidad
de la gavota, o hacen la rueda en la pa-
Era un aire suave.,., dice el título de ¡ vana. Oro, rosa, celeste, sobre los paniers
estos primeros versos. Y además del aire \ de las danzantes y en los trajes de sus
efectivamente acariciador que simula en ¡ caballeros, Todo el ambiente es una ca-
ellos el ritmo, ellos os halagarán los ojos | ricia y todo lo que pasa parece salir de
con todos los primores de la línea y to- ¡ la aljaba de la voluptuosidad.
das las delicadezas del color, Imaginaos 1
un escenario que parezca compuesto con ¡ Tal amplifica mi fantasía, dócil a toda
figuras de algún sutil miniaturista del si- j poética sugestión, el fondo hechizado del
gio XVIII. Una noche de fiesta. Un menú- i cuadro en que la magia del poeta hace
do castillo de Le Nótre, en el que lo revivir a esa marquesa Eulalia que, co-
exquisito de ia decoración resalta sobre I locada entre un abate madrigalista y un
176 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

vizconde galante, reparte risas y desvíos nuevo en su taller; lo ha hecho flexible,


con una malignidad encantadora. Un melodioso, lleno de gracia; y libertándole
paje audaz, de los que pirateaban con la de la opresión de los tres acentos fijos
patente de corso de los reyes en los e inmutables que lo sujetaban como he-
mares mundanos de la Regencia y de billas de su traje ele hierro, le ha dado
Luis XV, sabe el secreto que hará des- un aire de voluptuosidad y de molicie
vanecerse la risa de Eulalia, y la espe- por cuya virtud parecen trocarse en la-
rara, a la medianoche, en una glorieta zos las hebillas y el hierro en marfil.
del jardín, que duerme envuelta en som- ¡Tienen ,su destino los metros!, podría-
bras azules. Pero, entre tanto, Eulalia ríe, mos exclamar a este propósito, parodian-
ríe incansablemente; y mientras la gracio- do al anónimo poeta de la antigüedad.
sa Eco mezcla en la copa del aire las des- He aquí que el viejo ritmo del Libro de
granadas perlas de su reír con las notas las querellas y de la Danza de la muerte
perdidas que endulzan las ondas mansas ha doblado sus petrificadas rodillas de
del viento, la fiesta, en torno, continúa: Campeador sobre el almohadón de rosas
las Horas danzan festivas, como en la de la galantería!
pintura matinal de Guido Reni... El mismo cielo, azul y ópalo, de cua-
Tocar así la obra del poeta, para des- dro de Watteau, el de las verlainianas
cribirla, como un cuadro, con arregló a Vetes galantes, se tiende sobre la 'Divaga-
un procedimiento en que intervenga cier- ción que viene luego. El poeta, haciendo
ta actividad refleja de la imaginación, gala de un cosmopolitismo ideal, que liba
¿es un procedimiento legítimo de crítica? voluptuosidades en la copa de todos los
Sólo puede no serlo por lá incapacidad sibaritismos humanos para refundirías
de quien lo haga valer. La composición en una suprema quintaesencia, declara
es de un tono enteramente nuevo en que quiere dar a su amor todos los en-
nuestro idioma; porque el matiz de la cantos y todos los colores propios del es-
Gracia que hay en ella no tiene la correc- tilo de amar de cada raza. Curioso mer-
ta simplicidad de la elegancia clásica, ni endante del verso, reúne en su tienda,
la vivacidad del donaire puramente espa- para preparar un escenario nupcial, esta-
ñol, hecho de especias y de zumo de uva, tuas de Clodíón y bandolines florentinos;
que nuestro propio poeta ha cantado, copas para el vino teutón y copas para el
con versos de gesticulaciones gitanas, en vino de España; mil tesoros exóticos:
el Elogio de la seguidilla. Es la gracia de tortugas y dragones chinescos, y joyas
Watteau, la gracia provocativa y sutil, | de bayaderas de la India, y labrada plata
incisiva y amanerada, de ese siglo xvni i del Japón. Quiere un amor que sea uni-
francés, que los Goncourt, que tan pro- | verso. Quiere que, en sucesivos avatares,
fundamente la amaron y sintieron, lla- 1 su amada lo sea todo: desde la Diana de
maban «la sonrisa de la línea, el alma de j muslos de marfil que blanquea en el rin-
la forma, la fisonomía espiritual de la ; con de un parque de Luis XV, hasta la
manera». La originalidad de la versifica- j negra Sulamita del Cántico... Pero fijaos
ción concurre admirablemente al efecto j bien, y veréis cómo, por debajo de esta
de ese capricho delicioso. Nunca el com- ; mutación superficial, ella sigue siendo
pás del dodecasílabo, el metro venerable , siempre una francesa del siglo de los
y pesado de las coplas de Juan de Mena, I duques-pastores, una joven marquesa,
que los románticos rejuvenecieron en Es- i una nieta mimada de Marivaux, come
paña, después de largo olvido, para con- ¡ aquella deliciosa Eulalia que parece es-
juro de evocaciones legendarias, había j capada de una página de los Juegos del
sonado a nuestro oído de asía manera ¡ amor y el azar o de las Falsas confiden-
peculiar. El poeta le ha impreso un sello cias. Ella sabe de Grecia por las Arcadia;:

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OBRA ORIGINAL.-—2; RUBÉN DARÍO 177
de aquel siglo; de Alemania, por Gérard está también a serlo de los dominios del
de Nerval; de España, por Mérimée; de sentimiento por la potencia infinita de
Oriente, por Loti... Hay eri todas estas la música, que es la única fuerza capaz,
estrofas toques realmente incomparables; de evocar y reunir soberanamente, en el
y se diría que el poeta, al mismo tiempo concierto de la Naturaleza, las confiden-
que hace la corte a su viajera, hace tam- cias de todas las cosas que lloran y las
bién la corte a todas las exquisiteces del confidencias de todas las cosas que ríen.,,
decir y a todas las graciosas petulancias Ceci lucra ce/a.—Cuando lo oigo decir,
de la forma. El cuervo de Poe, El lago lamartiniano
Pienso que la Sonatina, que desgrana -—que son para mí los dos hitos termina-
sus notas en la siguiente página, hallaría les de la armonía verbal—, los sollozos
su comentario mejor en el acompaña- rimados del Souvenir y de Las noches,
miento de una voz femenina que le pres- cien cosas más aletean en mi memoria
tara melodioso realce. El poeta mismo como pájaros amenazados de muerte...
ha ahorrado a la crítica la tarea de cla- Y juro entonces que, por más que lo in-
sificar esta composición, dándole ún ¡ finito se abra tras el horizonte revelado
nombre que plenamente la caracteriza. por la magia sublime de los Schumann
Se cultiva—casi exclusivamente—en ella | y los Wagner, ella compartirá perpetua-
la virtud musical de la palabra y del rit- ] mente el imperio de las vibraciones so-
mo poético. Alados versos que desfilan noras con esta otra música que no pre-
como una mandolinata radiante de amor ! cisa adherirse a cosas tangibles; la que
y juventud. Acaso la imagen, en ellos evo- | nace directamente del roce de la idea, al
cada, de la triste y soñadora princesa, se j entrar en el molde de la palabra; la
ha desvanecido en vosotros, cuando to- | que, a un tiempo mismo, significa y su-
davía os mece el eco interior con la re- i giere; la que tiene instrumentos sutiles
percusión puramente musical de las pala- i y maravillosos en la orquesta de sus le-
bras, como el aire de un canto cuya le- ¡tras inmóviles, cuyos rasgos—como ten-
ira habéis dejado de saber... Imagináis ; didas cuerdas o sonoros tubos de metal—
que os arrulla una berceuse muy suave, i parecen plegarse y desplegarse de cien
y que vuestra alma está en la cuna; ima- ! modos extraños, para arrancar a la onda
gináis que tenéis el alma en la epidermis prisionera de aire vibraciones desconoci-
y que unas manos de hada os la acari- i das... Sí; yo creo que, para que se sos-
cian; aquellas leves manos que dibujó I tenga el trípode del verso, es suficiente
una vez Régnier—inmunes de «haber hi- j que dure el pie que reposa sobre la mú-
lado el lino de toda vil labor» y que j sica. Muerto para la idea, muerto para
sobre las fiebres en que se posaban «ha- i el sentimiento, el verso quedaría justifi-
cían nevar el celeste reposo de su fres- : cado todavía como jinete de la onda so-
cura»... Una berceuse, nada más; pero nora!
¿no vale y no se justifica así también Dos composiciones ha consagrado Ru-
la obra de los poetas? No ha mucho bén
tiempo que estuvo más de moda que hoy | sura Daríodel
a glorificar la candida hermo-
cisne, en quien a dicho que tie-
saludar a la poesía versificada con el j ne su poesía una especie de genio fami-
melancólico adiós de cierta heroína del ¡ liar. Blasón se llama la primera, y con
Ricardo III a la reina de los tristes des- el propio nombre del ave
tinos, Pero todavía escuchamos a menú- : dos homenajes diferentes.laPara segunda. Son
cío que, condenada a ser proscrita—-en ! cisne pintado sobre azur en elcantar el
blasón
cuanto alada mensajera deí pensamiento, | de una condesa española, el poeta parece
y en cuanto arte descriptiva—por otras . prepararle
Cormas más amplías de la expresión, lo : moso lecho endesus versos el claro y espu-
un lago en un parque de
178 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Le Nótre; y entonces, la imagen que se das de la tradición y con las ensoñacio-


levanta, dócil, al llamado del poeta, en nes más hermosas del mito, desde el epi-
nuestro espíritu, es la del cisne meridio- sodio de Leda hasta la leyenda blanca
nay, el cisne de Leda—ese blanco remero de Lohengrin... Las alas diáfanas, la si-
del Eurotas—, glorioso en el cuadro de lueta del cuello largo y candidísimo, pa-
Leonardo, divinamente cantado por Le- recen dibujarse, al través de la transpa-
conte en su evocación de Helena. Y cuan- rencia del papel, bajo los versos que
do, para saludar la aurora de Wagner, I nuestro poeta dedica al blasón de la con-
llama segunda vez al cisne el acento del desa de Peralta.—Delicada, femenina,
poeta, despliégase ante nuestros ojos la graciosa, ¿no se podría decir que, como
otra ala del ave legendaria; y es el cis- la Helena clásica, su poesía tiene sangre
ne del Norte el que canta entonces, do- de cisne en las azules venas?
minando el estrépito del martillo formi-
dable de Thor y las trompas que cele- Hay en el libro otras dos composicio-
bran la espada de Argantir. nes en que el poeta revela la voluntad de
He dicho antes por qué me parece bien ser amable con el ambiente de la ciudad
que un poeta como el de que se habla en que su figura literaria ha adquirido
en esta confesión de impresiones ame al rasgos dominadores y definitivos; con el
cisne y le acaricie en sus versos. Además, ambiente en que ha florecido este «últi-
una poesía de los caracteres de la suya, mo mes de primavera» de su producción,
que ha hecho sus triunfos invocando un representado por las Prosas.
propósito, más o menos bien fundado, de Son ellas una deliciosa canción carna-
renovación, tiene que reconocer algo pro- valesca, y unos elegantes cuartetos ale-
pio en el simbolismo clásico del cisne. jandrinos, en los que se hace la descrip-
—El cántico del ave de armiño es, para ción de una mañana de campo, con la
la leyenda tridicional, símbolo de cre- gracia, menos rústica que palaciana, de
púsculo, símbolo de cosa que muere; la jardinería de Versaíles.—Una y otra
pero, en cambio, el cisne sagrado entre composición son plausibles por el des-
cuyas alas el dios de la luz volvió sobre empeño. La Canción es uno de esos gra-
Delfos desde la región helada, ¿no simbo- ciosos alardes de agilidad y desenfado en
lizaba también, dentro de la fábula grie- que Banville, no pretendiendo ser más
ga, la revelación de la luz nueva, y no que un Debureau, un mimo, de la lírica,
llevaba en la blancura de su plumaje in- encuentra modo de ser, como Debureau,
maculado el emblema de la claridad que un mimo de talento. Pero, en realidad, el
nace?... Aspirando la poesía revolucio- toque local no está representado, en am-
naria de Rubén a representar, además bas, más que por nombres. No hemos sa-
de una renovación, un tamizamiento de lido sino a medias del ambiente que has-
la luz, esta nueva luz, cernida entre espu- ta ahora hemos respirado en el libro y al
mas, no podría ser anunciada, como la que volveremos—pasadas pocas páginas—
de todas las auroras, por el canto del con la cena galante de El faisán y el co-
gallo pregonero, sino por la presencia he- loquio de amigos de la Garconniére. Lo
ráldica de un cisne.—¿Quién duda de que mismo bajo la copa del viejo ombu de
es el cisne la menos terrenal y la más Santos Vega y entre las ramas de los es-
aristocrática de las aves?—Aristocrática piníllos en flor, que al confundir su mu-
por su pureza de nieve no tocada o de sa, puesta de máscara, en el corso de
blanco lino monacal; aristocrática por su nuestras carnestolendas de capa caída, el
«saudoso» ensimismamiento; aristocráti- poeta evoca siempre, como por una ob-
ca por su asociación inseparable, en la sesión tirana de su numen, el genüts loci
ficción humana, con las cosas más delica- de la escenografía de París.--A Guido

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OBRA ORIGINAL.—2: RÜBBN DARÍO 179
Spano le pasa algo semejante con ciertas • apenas un copo de harina plateado por la
composiciones de motivo local, en que I luna... Pero ¡qué sugestiva habilidad en
las reminiscencias del Ática se transpa- i el trasunto de la sensación del ambiente!
rentan muy luego bajo los nombres del ¡ ¡Qué arte adorable en la orfebrería de
terruño y en que parécenos ver una enre- esttx expresión, donde cada palabra se
dadera de nuestros bosques salvajes cuida como una faceta de la piedra pre-
abrazando la fina columna de un temple- ciosa, como una vena del nácar, como
te.—La poesía enteramente antiamerica- una inasible chispa de luz de las que han
na de Darío produce también cierto efec- ¡ de constelar de diamante el oro bruñi-
to de disconveniencia, cuando resalta so- :¡ do!... Con El faisán vino prisionera una
bre el fondo, aún sin expresión ni color, • ráfaga del aire fosfórico que hace cosqui-
de nuestra americana Cosmópolis, toda | llas en el talento de Mendés, de Aurelia-
hecha de prosa. Sahumerio de bouáoir \ no Sholl, de Haiévy... En nuestro idioma
que aspira a diluirse en una bocanada i severo ¿cuándo la voluptuosidad ha ob-
de fábrica; polvo de oro parisiense sobre ¡ tenido del verso, para su carcaj de ca-
el neoyorquismo porteño. \ zadora, dardos semejantes? Porque la vo-
Contenta más volver a verla en su me- luptuosidad es el alma misma de estos
dio natural. El faisán, al que hemos alu- versos; se hunden, se estiran, ronronean,
dido hace un instante, nos brinda una ¡ como ios gatos regalones, en los cojines
ocasión soberbia para ello.—Una compo- ; de la voluptuosidad! Versos golosos, ver-
sícíón que es La obra maestra de la Fri- \ sos tentadores y finos, versos capaces de
volidad. Un tema de una fugacidad y una í hacer languidecer a una legión de Espar-
ligereza que parecen hacerla tanto más ta... Si se tratase de ir a la guerra, yo
encantadora. El recuerdo de una aventu- los proscribiría como a la Maga oferta-
ra galante, de un posarse en la. rama del i dora de un filtro pérfido y enervador.
amor volandero, la cena de una noche de J —Y si—merced al pequeño grano de sal
carnaval en el gabinete de un café pa- j que casi todos hemos recibido de las
risiense. La estrofa de Brizieux, el mono- Gracias—mi incorregible inclinación al
rrimo ternario de los himnógrafos medie- arte que combate y que piensa no estu-
vales—castellanizado en El -faisán de ma- viera lejos de ser pedante como la de
nera propia para hacerle quedar, de esta los pedagogos, diría que son una mala
vez para siempre, entre las copas y los sugestión...
tirsos de nuestra métrica—, se rinde I
blandamente para recibir en su seno este La capacidad de admirar es, sin duda,
oro líquido, excitador y dulce. Describe J la gran fuerza del crítico; pero los que
el poeta, con un vocabulario que se diría ! lo somos, o aspiramos a serlo, tenemos
seleccionado en un taller de mosaístas nuestro i n e v i t a b l e trasgo familiar, a
curiosos, la escena, acompañada musical- j quien atormenta el prurito infantil de
mente por la triunfante sinfonía del car- j afilar sus dientes menudos hincándolos
naval, sahumada por los aromas de los | en carne noble. Cierta amargura mitiga-
vinos, las rosas y las fresas, y presidida ! da y espiritual es un fermento sin el cual
por el ave de oro, símbolo de la mesa i el licor que elaboramos no hace espuma.
exquisita. El nos cuenta que vestía en ! Yo tomaría mi divisa del título de cierta
aquella noche de máscaras la vestimenta ' composición del poeta de los Esmaltes:
blanca de Pierrot, y la melancolía final I Bonbons et pommes verts. Hasta ahora
que suena, como una espuma que se apa- ' no se ha justificado en estas páginas más
ga, en estos monorrímos lujosos, se pa- [ que la primera parte del mote. Pero he
rece a la palidez del enharinado gour- [
mand. No es que «nieve por dentro»; es ; aquí que siguen a la Canción de carna-
val—que es, como he dicho, un juguete
180 JUSH ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que podría haber salido de manos de , obra del poeta. Las composiciones que
Banville—y preceden a El faisán—que I se titulan Mía y Dice mía nos colocan
considero una verdadera golosina de frente a otra faz del grande y raro maes-
arte—, tres composiciones madrigalescas tro. Henos ahora en los brumosos domi-
que parecen intercaladas de intento para nios del Verlaine de los Romances saris
complacer a mi! deseo de no dejar intac- paroles: en los dominios del Verlaine
to el capítulo de las censuras. convertido por Rimbaud al culto de su
Reconvengo a Rubén Darío por esas poesía ultraespiritual y sutilísima. Esta-
seis páginas triviales de ía colección. mos en un país de cosas trémulas, donde
Ellas están admirablemente en los álbu- debe marcharse reprimiendo el aliento.
mes donde fueron escritas; pero, quita- Esas cantinelas vagas y como tejidas de
das de allí, me parecen indignas de que hilos de aire; esos versos calificados de
semejante poeta las confirme y reconoz- enfantillages amorphes por Maurras, y
ca por suyas; pues va saris diré que si le i en los cuales la sombra de un pensamien-
tengo por-un espíritu del siglo XVIII fran- | to o una emoción se expresa en una for-
cés, no es porque le crea de la especie ; ma de balbuceo, tienen en Verlaine un
poética de los Bertín y los Dorat. No encanto que nace de su propia falta de
diré yo—¿y quién se atrevería a confe- realidad y contenido; de que nada preci-
sar, aunque lo pensase, ese pecado de so entra en lo que significan o figuran;
galantería?—que los poetas de veras es- porque a la fantasía del lector le basta
tén moralmente imposibilitados de hacer con la espuela de plata que la hiere,
versos de álbum. Un poeta no lia de ser abandonándola luego a su espontaneidad.
feroz. Lo que yo pienso es que la fiesta Cada uno de nosotros pone, a su capri-
solemne que significa para el poeta el cho, la letra a esta verdadera música ver-
acto de vendimiar entre las fructifican- bal en la que las palabras hacen de no-
tes vides de sus rimas y colmar las ces- tas. Cada uno tiene derecho a una inter-
tas doradas de sus Canéforas debe ser pretación personal sobre esta rara clase
consagrada con la resolución viril del de versos, que son apenas como un papi-
sacrificio, y debe acallar, en su corazón rotazo sugestivo, un resquicio instantá-
de autor, todas las predilecciones inte- neo abierto sobre una perspectiva ideal,
resadas. Efectivamente: una antología, un golpe rápido de filo sobre cristal vi-
aunque ella sea personal, un Cancio- brante,..
nero, para decirlo a lo siglo xv y a lo Acepto el género, legitimado por muy
Heine, es por naturaleza obra de estric- curiosas naderías de los decadentes. Pero
ta selección—y si procede, como en este ¿será posible usar, como arco, el verso
caso de gran poeta—, de selección lle- español, sobre esa cuerda de la lira no-
vada a la crueldad. Pasen las humildes vísima? Pienso que no,—Soberbiamente
desigualdades en nuestra prosa plebeya, hermosa nuestra lengua, para el efecto
y pasen, también, fuera del libro, las plástico y para la precisión, y la fhme-
complacencias con la musa. Pero un li- za de la forma sonora! Pero ella no ha
bro de versos es la delicada fuente de tenido jamás—por su naturaleza, por su
fresas, donde sólo place ver admitidos, genio, no tan sólo por deficientemente
sobre el esmalte o el cristal, las frutas trabajada—esa infinita flexibilidad, esa
perfumadas, el azúcar niveo y bien, cer- dislocación de mimo antiguo, que hacen
nido, los ampos más blancos de la nata... del francés un idioma admirablemente
apto para registrar las más curiosas suti-
El Ver lame de las Fétes ha solido de- lezas de la sensación, un idioma todo
jar la huella ele su paso por las páginas compuesto de matices... Está hecho,., el
que hasta ahora: hemos recorrido en la nuestro, como para complacer al per-

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OBRA ORIGINAL.—2:• RUBÉN DARÍO 181
sonaje de Gautier, que, enamorado de juvenil y altiva, con su tirso de rosas y
lo firme, lo escultural y lo atrevido, so- su frente dorada por.la luz meridional en
fiaba cuadros que parecieran bajos relie- los pórticos griegos, y. en las tibias gran-
ves de colores; figuras que resaltaran, jas de.Venusa; la sigue luego al Oriente
hercúleamente esculpidas por un sol encantado, donde habita el rey del- país
triunfal, y nubes cuyos contornos morda- Fantasía, «que tiene un claro lucero en
ces sobre el azul les diesen las aparien- la frente», y donde ella acompaña las
cias de pedazos de mármol. Por lo de- danzas moras y.conversa con los viejos
más, el análisis tiene poco que hacer con califas de las barbas de plata; la ve par-
estas composiciones enteramente irres- tir, como una golondrina, a la ventura,
ponsables por su índole. Copos de espu- con la caravana indolente que un día se
ma lírica que se desvanecen apenas se detiene en suelo andaluz. Canta entonces
les quiere recoger en las manos. el poeta a la musa indígena de España.
Arde la estrofa con los ocres y rojos de
Salvando el Pórtico escrito para el li- la plaza de toros, la alegría dejas ver-
bro En tropel de Salvador Rueda, y que benas, el reír de las chulas, el relampa-
precede, en la colección que recorremos, guear de las navajas ebrias de sangre, el
a una composición del mismo tono: el cálido son de ios instrumentos caracte-
Elogio de la seguidilla, ábrese ante nues- rísticos: la amorosa guitarra, admirable-
tro paso lo que podríamos llamar el l mente dibujada en el verso que le atribu-
patio andaluz de esta ciudad soñada de ; ye talle y caderas de mujer, los negros
las Prosas. Entremos. Es el mediodía; j crótalos convocadores y el sonoro pande-
la caricia del aire deja en las sienes per- ; ro que, en las brunas y sonrosadas ma-
fumes de azahar; cálidos cantares se di- í nos, hace de fuente donde recoger los
luyen en el silencio; una fuente discreta ¡ claveles y las guindas .—-El canto es míe-
arrulla el reposo en la frescura de la | vo, Heno de garbo, y lo desenlaza bien
sombra, y las puertas de ébano de los | la bizarría del rasgo final, en que el.poe-
sueños se abren movidas por. un genio j ta envía su saludo a Hugo, soberano de
infantil que usa turbante y albornoz... la monarquía poética, emperador de la
Salvador Rueda es, reconocidamente, i barba florida, como hermosamente le
en el parnaso nuevo de España, el due- llama, con la frase de los cantos de gesta
ño del troquel con que están selladas evocada por el propio verso hugoniano
estas composiciones. El lirismo pictórico l en Aymerilot:
y lleno de locuaz amenidad del autor de
los Cantos de la vendimia—z. cuya brio- Charlemagne, empereur a la barbe fleurie.
sa evocación parece haber renacido la ge-
nialidad de la vieja lírica andaluza, la i No tiene el mismo Rueda una composi-
del Góngo.ra de los buenos tiempos, para i ción donde tan poderosamente se con-
concillarse con el eco lejano de algunas ! dense y resuma su propio estilo de pin-
nuevas corrientes literarias—, pone su | tar.—En el Elogio de la seguidilla vibra
nota característica y vivaz en estas pin- i también la cuerda netamente española;
torescas andaluzadas de Darío. i y esa estrofa alada y bailante,., esa peque-
El Pórtico que precedió a la obra del ¡ ña ánfora lírica donde el pueblo ha de-
poeta sevillano, no tiene otro defecto que ¡ rramado todos los jugos de su corazón,
el de estar versificado en un metro asaz ! está cantada como cifra de españolismo
acompasado y monótono para emplearse ¡ poético y como el alma melodiosa de la
en composición de tan largo aliento. Evo- | vida de España.—Pero, entre tantos nona-
ca o5 poeta a íe musa de ios países ama- | bres significativos e ingeniosos como se
dos por el Sol. Nos Ja muestra primero ¡ dan en esos bizarros versos a ]a se?:ui-
182 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dula, ¿por qué se ie llama rosa métrica, j sentimientos poéticos!... El porvenir es


con lo que se ha dado pretexto al lápiz también tierra de poesía; pero al porve-
inquieto de mis glosas para recordar que I nir le falta concreción, forma evocable,
aún existe la crítica ratonil en los desva- j plasticidad y color de cosa que ha exis-
nes 5' subsuelos del arte? Tal modo de ¡ tido... El tiempo muerto ha palpitado
decir sugiere en mí, por una explicable • con visceras y sangre humanas; es la so-
asociación, una extraña imagen de flor \ ledad de la casa que ha tenido habitado-
geométrica, angulosa... Y he aquí que mi 1 res, el vaso en que el agotado licor ha
lápiz ha descendido a imitar, en la mar- I dejado su esencia; la vida del pasado tie-
gen del libro, la glosa hermosillesca... i ne ei sugestivo desarreglo de un lecho
Quede ahora la observación sin borrar, i que ha ocupado el amor... Y por sobre
para que no falte ni aun el mordisco j todas las prominencias legendarias del
hincado en el detalle, en estas páginas pasado—fabuloso Oriente, Egipto o Is-
donde he puesto en movimiento tantos I rael, Edad Media o Renacimiento—es to-
modos del juicio. ! davía la atracción de la Hélade, luminosa
j y serena, la que triunfa cuando se trata
Para hacer su peregrinación a Grecia; i de fijar el rumbo de los peregrinos.
para ser fiel a ese precepto del buen gus- ; Nuestro siglo es, después del que vio
to, que acaso no desobedecerá impu- i propagarse sobre ei mundo asombrado
nemente ningún alma religiosa del arte, I las mariposas áticas salidas de las larvas
nuestro poeta no ha buscado siempre ei i de los códices, el que más sincera y pro-
camino que indican las Arcadias de los i fundamente ha amado a Grecia.—El ro-
Trianones y las diosas de Clodión. Hay manticismo tuvo una faz cuya significa-
veces en que ha seguido una ruta me- '. ción es la de un segundo y prestigioso
nos sinuosa; porque también la Grecia j Renacimiento,—Hase hablado del «ro-
original y verdadera, la que no se adora I mantícismo de los clásicos»; y, cierta-
en las diosas de Clodión, sino en las de ¡ mente, no se aludiría a una realidad me-
Fidias, le parece digna de ser amada. Su nos positiva en la historia de las letras
espíritu—somnámbulo para lo actual—se modernas si, invirtiéndose los térmi-
afirma en el pasado sobre dos trípodes: nos de la paradoja, se hablase del «clasi-
la Francia del siglo xvm, y la Hélade cismo de los románticos». Conquista de
clásica que aquella Francia imitó capri- los primeros revolucionarios del arte y
chosamente, trocando en dominó la tú- de la estética fué, como todos saben, la
nica antigua. He ahí sus dos patrias. verdadera inteligencia de lo antiguo, la
—Siempre he creído que todo verdadero j penetración de su belleza más escondida
espíritu de poeta elegirá, con más o me- j y sustancial, largo tiempo vedada a los
nos conciencia de ello, su ubicación ideal, | ojos de los que habían hecho vocingle-
su patria de adopción, en alguna parte del I ro alarde de clásicos.—Era aún el si-
pasado, cuya imagen, evocada perpetua- | glo xvm; Andrés Chénier cincelaba en
mente, será un ambiente personal que lo j el pórtico de la renovada poesía la figura
aisle de la atmósfera de la realidad.™Lo ¡ homérica de El ciego, revelador del
presente sólo puede dar de sí una poesía j secreto perdido de la naturalidad de
limitada por los cuatro muros de la pro- j los rapsodas; al par que Goethe, el Goe-
sa.—«No hay poesía—ha dicho Anatole j the transfigurado por el influjo de las
France—sino en el deseo de lo imposible, j ruinas y los vientos de Italia, evocaba,
o en el sentimiento de lo irreparable.» | para aplacar la tempestad que se había
¡Honda verdad, a cuya luz aparece la I difundido en su Werther, la Helena clá-
incurable nostalgia de lo que fué como j sica y el simbolismo de Euforión.—Esta
el más inmaculado y más fecundo de los ' vena de mármol correrá, sin interrumpir

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OBRA ORIGINAL.—2: RUBÉN DARÍO 183
se un momento, a través de todas las pie- ] nos; pero, aun así, queda como una reali-
dras góticas del romanticismo. La pureza ¡ dad indudable la persistencia del impul-
de la imitación auténtica, esencial, será I so, del deseo, la tenacidad de la aspira-
sin duda, secreto de pocos iniciados; pe- j ción; y en los transportes de la imitación
ro la inagotable virtud sugeridora de la j poética, como en los del misticismo reli-
poesía y de la fábula se mezclará con las : gioso, es lo primero la infinita voluntad
nacientes de toda inspiración. Limitando- I de identificarse con el objeto amado.
nos a las corrientes literarias que más j Del «clasicismo modernista» de Rubén
imperio han ejercido en la formación del ¡ hay varios ejemplos en su libro. El Co-
poeta que estudiamos, es indudable que ¡ loquio de los centauros y el Palimpsesto,
el propio orientalismo de Hugo no im- que son los más hermosos, versan sobre
pide que el Maestro busque, alguna vez, j una misma ficción de la inagotable fá-
en esa fábula, el punto de partida de su i bula: la ficción del centauro, esculpida,
perpetua alucinación, y labre, por ejem- i como uno de los grandes bajos relie-
pío, el Sátiro asombroso de la Leyenda. ves de la prosa francesa de este siglo,
De Teófilo Gautier ha podido decirse j en la página perdurable de Mauricio de
que, habiendo sido chino de adopción du- Guérin.
rante seis meses, árabe durante tres, m- j La inspiración del Palimpsesto no ha
dio por un año, fue griego de toda la vi- j ido a buscarse, ciertamente, en los episo-
da. En el «Parnaso» el mármol helénico ! dios de la mitología heroica. No son los
fué el material preferido para la anhela- j suyos los ásperos centauros homéricos,
da dureza de la obra. En vano se lamenta ¡ como el Eurito que traiciona la hospitali-
Leconte de que hayamos perdido para ! dad de Pirotoo y se enamora de Hipo-
siempre el camino de Paros. La Grecia ¡ damia; los mostruos feos y brutales, a
rediviva de sus traducciones y sus poe- [ cuyo nacimiento cuenta la fábula que se
mas, ¿no hace en vosotros, como en mí, ¡ desdeñaron las Gracias de asistir, y cuya
la ilusión de unos titánicos hombros que ! imagen, esculpida en los frisos del Parte-
rasgan las ondas del Egeo y se hunden nón y las metopas de Olimpia, sugiere
en la profundidad de sus abismos, para j una idea de bestialidad y de fiereza.—Las
resurgir alzando serenamente a los cié- | Gracias amarían a estos otros descen-
los todo el peso de aquella tierra sagra- j dientes de Ixión.—Gallardos, correctos,
da?—¿Qué es sino griego el Banville de i elegantes, los héroes del Palimpsesto ha-
Les cariátides y Le sang de la coupe?— jcen pensar más bien en aquellos blandos
Los mitos clásicos, ¿no son hoy mismo j y enamoradizos centauros en que degene-
objeto de una tenaz evocación que pue- J ró la enflaquecida posteridad de los
bla de imágenes y símbolos el fondo poé- Jmonstruos biformes, cuando, proscritos
tico de la decadencia contemporánea?— ' por la venganza de Hércules, fueron guia-
El principio grecolatino, ¿no ha sido rei- j dos por Neptuno a la isla en que las si-
vindicado por Moréas y Mauricio Du ; renas tendían sus redes de voluptuosi-
Plessys, en el seno mismo de esa deca- ! dad. No pelean como los héroes de la
dencia, y no ha señalado uno de los j Centauromaquia, contendedores de los
rumbos más eficaces en esa aventurera I Lapitas; ni lamentan con querellas sim-
navegación de poetas, que una brújula , bólicas el conflicto de su doble naturale-
desordenada impulsa tan pronto al Ñor- ¡ za, cifra tal vez de la prisión del alma
te como al Mediodía? ¡ en la carne; ni cantan la voluptuosidad
Cabe preguntar, con Lemaitre, si todos salvaje del galope y del contacto con las
esos helenismos, tan desemejantes en la ásperas fuerzas de la Naturaleza, con la
forma y en la interpretación de la anti- • unción panteísta del admirable fragmen-
giiedad, no son más modernos que paga-' to de Guérin.—Son unos delicados mons-
184 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

truos. Van al rapto amoroso con una ele- ¡ asclepiadeo. Todo es hermoso, fresco, ju-
gancia enteramente humana; retozan co- j venil, en esta encantadora evocación de
mo en una fiesta de Eros; y la verdad i la fábula, cuyos versos quedan vibrantes
es que nos parecen dignos de aspirar a i en nosotros, con una deliciosa sonoridad,
la conquista de las ninfas bonitas. ¡ aun después de extinguidos, como un
El poeta los presenta dispersos, en bu-; golpear de cascos leves sobre una caja
Uicioso bando, sobre los prados dorados ! sonora.
por el sol, cuando de súbito un ruido de ; Los centauros del Palimpsesto compo-
ondas y de joviales gritos los detiene, • nen algo parecido a una cabalgata aven-
Diana se baña cerca con sus ninfas. Cau- ; turera y galante. En el Coloquio de ¡os
telándose, el inquieto tropel se acerca a j centauros—que es quizá el trabajo de
las aguas con silencioso paso.—Impera la i más aliento y reposo en la colección que
blanca Desnudez; bullen exasperadas las j recorrernos—domina una concepción más
cantáridas de la tentación.—Una de las • amplia del mito. Folo y Caumantes, dos
divinas baigneuses ha avivado la llama- I de los monstruosos interlocutores, la ex-
rada del sátiro en el más joven y hermo- i presan lapidariamente, cuando atribuyen
so de la tropa; centauro esbelto y pulcro I a su raza el significado de una triple per-
como el Cülaris descrito por Ovidio, el i sonificación, en que se confunden la pri-
Cillaris de las Metamorfosis, cuya parte vilegiada naturaleza del dios, las pasio-
humana semejaba una estatua y a quien nes de la naturaleza humana y el impul-
el poeta llama «bello, si cabe nombre de j so salvaje de la bes'tia.—Condúcenos eí.
belleza en los monstruos». Roba el cen-¡ poeta a una playa acariciada por la luz
tauro Adonis a la ninfa azorada, y huye | matinal.—-Quirón, el sabio centauro
veloz, con el orgullo y la felicidad de su j —maestro y consejero de Aqui-les—que
conquista. Pero Diana le ve. La casta I ha descendido de los cielos y que aún
Diva se lanza tras el galope del raptor y i muestra, presas en sus crines, las abejas
envía sobre él un dardo que se hunde, j griegas recogidas en los campos del Áti-
mortal, en sus entrañas, como la flecha i ca, reúne a su alrededor a los «crinados
de Hércules en el cuerpo de Neso. Huyen >,cuadrúpedos divinos». Y entre las fres-
dispersos los centauros; llegan las nin- ¡ cas galas de la Isla de Oro, invitados por
fas; y las ninfas, desconsoladas, lloran, | la calma silente que se tiende sobre la
porque el dardo de la cazadora celeste . arena de la playa, los centauros depar-
ha matado también a la robada... Tal es ¡ ten. Versa el coloquio sobre la próvida
la escena, que me figuro como un bajo fecundidad de la Naturaleza y sobre
relieve de Escopas o de Fidias. Tendido j el alma universal que se reparte en el
en tierra, el centauro, como el altar de i alma de las cosas; sobre las apariencias
un sacrificio, sobrelleva a la víctima, cía- ; opuestas del enigma, y sobre lo que cuen-
vada, exánime, sobre él, por el dardo to- j tan las voces legendarias; sobre el pér-
davía vibrante. En derredor, el coro gra- ¡ fido arcano que esconde la belleza de la
cioso de las ninfas tomo actitudes lasti- j mujer y la sagrada majestad y la inviola-
meras. Diana, en último término, se yer- j ble hermosura de la muerte, que es el
gue altiva y majestuosa.—La simplicidad único bien a que los dioses no alcan-
de la descripción escénica, y de la del zan... Este coloquio de centauros es flor
tropel de los centauros, en pocos rasgos de esa poesía graciosamente docta y eru-
firmes y severos, acentúa la ilusión de dita—para los iniciados, para los enten-
un bajo relieve. La forma métrica—el de- dedores—-que, expulsada, con modales
casílabo repartido por la manera de acen- groseros, de los dominios del arte, por
tuarse en dos hemistiquios de sonoridad los que no encuentran inspiración, ni
autónoma—imita el gracioso compás del poesía de buena ley, sino en ios frutos

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OBRA ORIGINAL—2: RUBE\r DARÍO 185
de una naíveté más o menos regresiva,! que reposemos, pasada tanta agradable
tendrá siempre, para reivindicar su legi- i aventura, a la sombra de un mirto tra-
timidad, los sufragios de cuantos no se ' dicional! Pero no olvidemos que se trata
avienen a imaginarse las cosas de erudi- í en todo caso de obra de poeta, y que
ción y de estudio con la desapacible ari-' no hay temor de encontrarse con una de
ciez de los pedantes... Lo ha versificado ] esas frías y laboriosas exhumaciones que
el poeta en ios dísticos alejandrinos, a la hacen sobre el antiguo «el efecto de la
usanza francesa; y esta forma foránea, ¡ humedad sobre el fósforo»—para valer-
que al ser rehabilitada en español evo- ; me de una feliz imagen de Daudet—;
ca siempre en mi memoria el recuerdo ' porque la sensación es más bien la de
de los viejos ritmos del Alexandre y de una restaurada habitación de gineceo,
Berceo, imprime para mí, a la versifica-, donde la gracia clásica sonríe, después
ción de ciertos fragmentos, cierto aire de haberse lavado la cara para quitarse
de antigüedad, cierto sabor arcaico, que' el polvo de ios estantes, como en esas
no deja de formar armonía con la índole ' deliciosas composiciones de Guido que
legendaria de la composición. ostentan, a la vez, la pátina del bronce
Pasemos a ios versos del Friso, que el ' viejo y la húmeda frescura de la espon-
autor ha calificado, al par de los del . taneidad.
Palimpsesto, de Recreaciones arqueólo gi- ¡ También debe incorporarse el Epitala-
cas,—El clasicismo de esos versos es de J mio bárbaro que figura en el libro al
un género que será más fácilmente reco- ¡ número de las composiciones inspiradas
nocido por la generalidad.—La tersura \ en motivos clásicos,—Sagitario, la encar-
de la elocución; el arte puramente hora- ¡ nación celeste de Quirón—, el centauro
ciano del epíteto y de la pintoresca elec- \ transfigurado en un arquero divino y co-
ción de las palabras; la versificación en- j locado entre las estrellas después de ha-
teramente ortodoxa, dentro de la poéti-! ber representado, en su biforme raza, la
ca tradicional, y la maestría con que se ! austeridad y la sabiduría—es una de las
maneja el verso suelto, rescatándose por imágenes que se presentan con más com-
la gallardía del movimiento rítmico y la j placiente asiduidad al espíritu de nues-
pureza escultural del contorno, todo el j tro poeta. Brilla en. muchas otras de sus
encanto de que le priva la ausencia de la ¡ composiciones el torso altivo del Arque-
rima, son otras tantas condiciones que ] ro; y después de haber evocado en el
contribuyen a dar un carácter de singula» ] Coloquio de ¡os centauros la actitud te-
ridad a esta composición, en un conjunto ¡ rrena de Quirón, le busca ahora en el cie-
donde lo normal y característico es lo i lo, donde resplandece dominando con su
raro.—No es ya la Grecia de parnasía-1 ballesta argentina uno de los blancos ba-
nos y romanistas la que surge, sino, sen- i luartes de la noche.—Sagitario es, efecti-
cillamente, la que apareció bajo el sol de vamente, el héroe del Epitalamio.—Acor-
Italia cuando Pericles revivía en el ava- dándose de las legendarias aventuras de
tar de los Médicis. Estos sonoros versos su estirpe, y olvidado a la vez de la gra-
tienen todo el aire de la poesía del Rena- vedad de su saber y de su dignidad ce-
cimiento italiano y español; de la poesía | leste, Quirón ha robado amorosamente
de Sannazaro, de Garcilaso, de fray Luis, j una estrella y la lleva a su grupa por el
tal como probó a rejuvenecerla en la Es-! espacio azul, con gran asombro de las
paña de nuestro tiempo el formidable ba- Ninfas y de las Náyades.—La originali-
tallador que ha evocado en ios endecasí- dad de ese pensamiento es feliz; y en
labos de la Epístola a Horacio el himno cuanto a la forma, me parece que puede
de triunfo de los humanistas de Salaman- entrar en la categoría de las extravagan-
ca y de Sevilla.- El poeta quiere, pues, i cias loables. Tiene un singular encanto
186 i OSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la gracia tosca de esos versos. La aspe-, asociación de ideas merced a la vibra-


reza «querida» de la versificación parece ! ción infinita que induce en la memoria
bien en la envoltura de ese fragmento i el nombre poeniano de «Ligeia». Y Stella
curioso y le da las apariencias de una ¡ es también un nombre poeniano, porque
vieja medalla, de bordes roídos por el ¡ se vincula al recuerdo de aquella dulce
tiempo. ¡ y generosa poetisa que usó ese nombre
de seudónimo, a quien Poe recompensó
Hemos terminado de recorrer lo que i con la dedicatoria de El enigma; y que
llamaríamos el «repartimiento clásico» j fué una de las hadas buenas del pobre
en el palacio de ideas y palabras que nos j poeta martirizado por las gruesas Eumé-
tienen de huéspedes. La composición que I nides de la vulgaridad.
lleva por epígrafe El poeta pregunta por Otra afortunada visita del Sentimiento
Stella, nos conduce ahora a una estan- a la mansión de este artista, gran señor,
cia en la que el duro mármol ha dejado j que no le tiene entre sus amigos más
de reinar; a una sombría y delicada es- | constantes, en un delicadísimo soneto de
tancia en cuyo testero está esculpido el | alejandrinos, en el que se evoca—así co-
busto de Edgard Poe... I mo en la anterior composición el recuer-
¿Recordáis a «Ligeia», la heroína con- j do de Ligeia—el recuerdo de Margarita
cebida en un sueño por la fantasía de los ; Gautier. Cantando a un nuevo avatar de
prodigios y las maravillas; la que en la ¡ la eterna apasionada, el poeta ha hallado
sobrenatural virtud de sus ojos llevaba i medio de comunicar a una imagen que
el himno de triunfo de la voluntad sobre i no tiene, en sí misma, el prestigio de la
la muerte que no pudo apagarlos? «Her- j novedad—la de la flor deshojada por la
mana de Ligeia» ha llamado el poeta a j Muerte—, un perfume original, intenso,,
esa Stella apenas nombrada fugazmente • inefable...
en sus versos y por cuya alma, que ha j ¡Paso ahora a la Sinfonía en gris ma-
volado de retorno al nido celeste, pregun- I yor, que destaca sus notas vibrantes so-
ta al lirio que acaso la habrá visto pa- bre la blancura del papel! Ríen de plus
sar... Y la emoción que levanta con ese ' cher que la chanson grise... Encuentro
hálito de verdad que no se simula ni re- i que mi lápiz—que es, mientras leo, algo
meda, el melancólico verso en que se la j así como el secretario de mis nervios e
evoca, sugiere en nuestro ánimo la sos- ' invade con correrías de colegial, las már-
pecha de una historia real; hace pensar genes blancas de los libros—ha marcado
en la realidad de una memoria triste y [ la página con esa reminiscencia de Verlaí-
querida sobre la que tienda su sombra j ne.—Expreso en ella una preferencia que
esa pálida Astapho, de alas de niebla, que i pluede ser exclusivamente personal en
propició oscuramente el amor de la he- i mucha parte, porque se asocia con la su-
roína de Poe y que patrocinaba, en el ¡ perior intensa de las sensaciones de sor-
país de la Esfinges, el amor malogra- ¡ presa. Fue la Sinfonía en gris mayor la
do.—Me detengo a señalar en esta com- i primera composición de Rubén Darío
posición la probabilidad de una honda \ que pasó bajo mis ojos, entonces igno-
realidad personal, porque en Rubén Da- j rantes de ciertas sensaciones ya definiti-
río no son los más frecuentes ni carac- vamente traídas al idioma, e impresiona-
terísticos los versos que se sienten bro- dos, ante aquella revelación de lo origi-
tar así, espontánea y rápidamente, del i nal, con la impresión del colorista en el
secreto del sentimiento. La cadencia sen- | momento en que sorprende una nota in-
ti mental con que concluye la elegía en ¡ esperada y nueva en el relampagueo de
que ahora me ocupo tiene una inefable i una piedra, en el matiz de una flor, en la
virtud de sugestión, reforzada por la ¡ caprichosa colocación de una tela, en ia

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0I3RA ORIGINAL.—2: RUBEK DARÍO 187
cristalización luciente de un esmalte...—Y A las veces, transcribir es una manera
la impresión aún dura.—Desde la blanca de juzgar.—El, para mí, admirable do-
Symphonie de Gautíer, bálsamo indisipa- naire de esa alegoría es de las cosas que
ble, para la fantasía!, creo que poeta al- j sólo podrían demostrarse por el fácil
guno ha acertado a convertir tan prodi- j procedimiento de la transcripción, que
giosamente en imágenes el poder sugesti- j considero importuno y ocioso cuando se
vo de un color. Henri Mariot osó dar un ¡ trata de artículos escritos, como éste,
pendant a la misma Symphonie del maes- i para quienes conocen la obra que se
tro con las Variaciones azules, pero ni j juzga.
en la sonrisa de sus cielos, ni en la ino-.
cencia de sus flores, ni en la transparen-. Bajo el título de Verlaine, el poeta ha
cía de sus aguas, hay para mí la conden-! reunido en la colección dos de sus más
sación de poesía que en esta cenicienta ! singuraíes composiciones. Ellas me indu-
marina tropical. Poesía que nace, como ¡ cen a formular aquí una pregunta que
la mariposa de la larva, del color del te- ;• me inquieta, desde que he oído vulgari-
dio. Las playas áridas, el plomo de la ¡ zarse la comparación entre Rubén Darío
ola desvaída, la niebla, el humo del car- i y el poeta de Sagesse; comparación a que
bón, la espuma sucia de las dársenas, ; Michel de Kaplan se ha adherido con su
todo eso que en la realidad se llama j voto de calidad en uno de los últimos nú-
hastío, se llama, en la contemplación del meros de El Mercurio de América.--¿Es,
trasunto, singularísimo deleite—¡y triun- ¡ verdaderamente, el alma del último gran
fantes paradojas del arte!—; el iris re-1 poeta de la Francia el troquel donde se
sulta vencido por la bruma... j ha fundido el alma poética de Rubén
Equiparo a mi impresión de la Sinfo- Darío?—No me parece dudoso que pue-
nía la de un alegórico cuadro de Año ¡ den reconocerse en la genialidad de nues-
Nuevo que ocupa puesto inmediato en la tro poeta muchos de los elementos psí-
colección. Apenas lo he citado, cuando lo ' quicos y muchos de los elementos lite-
siento reproducirse, radiante, en mi me- ' rarios que entran en la composición del
moría. Y, sin embargo, es una composi- ••complejo legado de Verlaine; pero no
ción de Rubén Darío que he oído discu- creo que pueda verse igualmente repro-
tir. La opinión se dividía entre los que la ( ducido el carácter del conjunto, de uno a
tienen por trivial y los que la consideran j otro poeta: esa química virtud del con-
encantadora. Está dicho que yo me cuen- i junto, que engendra el precipitado de la
to entre los últimos; pero la verdad es j personalidad.—Sellan de una manera pe-
que renunciaría a justificarlo en las for- culiarisima, a Verlaine, el consorcio de
mas habituales de la crítica—Leedl a vos- I barbarie y de bizantinismo, de infancia y
otros.—Por mi parte, sigo creyendo lo j de caducidad, de perversión y de ternura;
que afirmé en otra ocasión: ese ingrato j el alma candida, a modo de azorada pa-
pelear con la insuficiencia de la palabra, i loma, engarzada en una garra perversa
limitada y rebelde, que hizo que el poeta ¡ que brota de los sentidos exasperados del
anhelara trocar el idioma mezquino de corazón oprimido; la divina inconscien-
los hombres por otro que diese a un cia, que paradojalmente se calificaría co-
tiempo sensación «de suspiros y de ri- mo de un imposible aeda refinado o de
sas», que fuese color y fuese música, un juglar docto en alambicamientos ele
atormenta, más inútilmente aún, el espí- magias y de amores; todo eso que sue-
ritu del juez en cosas literarias, al esfor- i le dar a su poesía el aspecto de un cielo
zarse por traducir en vocablos ciertas límpido, transparente y azul, por donde
sutiles reconditeces de la impresión, cier- se arrebata de súbito una nube formida-
tos matices y delicadezas del juicio.— blemente tempestuosa, para volver muy
188 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

luego el azul y la serenidad.—Y esa dua- i Pone término al libro una interesante
lidad extrañísima, por la que Verlaine, ! composición simbólica que se titula El
sin dejar de ser la más refinada de las reino interior, y que puede relacionarse
organizaciones literarias y el símbolo vi- con las que hemos citado últimamente
viente de nuestras contradicciones y i por alguna reminiscencia del Crimen
nuestras dudas, es, al mismo tiempo, el ¡ amoris verlainiano.—Joven cautiva, el al-
único de los poetas modernos que merez- ma del poeta mira pasar, desde su casti-
ca el nombre sagrado y religioso de bar- llo carnal—avanzando sobre una senda
do, que reclamaba para Shelley el prín- de color de rosa como las que se pintan
cipe de los críticos ingleses; esa dualidad en las vidas de santos de fray Doménico
no se reproduce, por cierto, en Rubén —una procesión de vírgenes, que son las
Darío, artista enteramente consciente y siete Virtudes, y un grupo de mancebos
dueño de sí, artista por completo res- que son los siete Pecados. Y el Alma,
ponsable de sus empresas, de sus victo-
rias, de sus derrotas, y en cuyo talento que los sigue desde su soledad, queda
—plenamente civilizado—no queda, como pensativa, lo mismo por la satánica her-
en el alma de Lélian, ninguna tosca re- mosura de los Pecados que por la divi-
liquia de espontaneidad, ninguna parte j na gracia de las Virtudes,—Admirable, la
primitiva. j originalidad de la ejecución. Hay un he-
chizo propiamente prerrafaelísta en ese
El Responso sobre la tumba de Verlai- j cuadro simbólico. La descripción de la
ne es, a pesar del nombre austero que blanca teoría virginal es de una encanta-
lleva, una elegía impregnada de una dora y femenina gracia. Todo color se
ideal serenidad; llena de gracia y de luz, |
como los ritos de las exequias clásicas, y rinde en ella místicamente desvanecido.
sobre la que se difunde el balsámico aro- La beatitud de la blancura envuelve al
ma de los túmulos griegos.—En cuanto cuadro en una sonrisa ideal. Del choque
al Canto de la Sangre, evoca algunas de de las rimas brotan ampos de espuma.
las cosas trágicas o conmovedoras que Parece que se deshojan lirios sobre el
la asociación puede representarse al espí- verso. Y luego, cuando pasan por él los
ritu frente al encendido jugo de la vida. satanes de la tentación—resplandecientes
Cada estrofa lleva su unción sangrienta, ] y fascinadores con la nota violenta de
y cada mancha de sangre de las que j sus púrpuras—se enciende, se ensangrien-
purpuran ese ramillete cosechado entre | ta admirablemente el fondo del cuadro;
zarzas ha sido recogida en la efusión de diríase que lo azota duramente una pe-
una herida diferente. Ondea en el verso drería de magnificencia infernal; ascuas
la púrpura extendida de las batallas; y carbunclos lo iluminan; y las rimas que
viértese el vino de fuego de las venas del chocan hacen, en vez de la candida espu-
mártir; florecen las rosas líquidas del sa- ma de la escena anteror, relámpagos ro-
crificio virginal; y se desborda, como de | jos y siniestros.—Me parece de un efec-
una fuente impura, la sangre del suicida j to supremo la oposición de esos dos cua-
y el ajusticiado que colora los cuartetos ! dros. El verso ópalo hace juego con el
postreros con el rojo sombrío de la he- I verso rubí. Y, en cuanto a la íntima sig-
matites. El poeta ha asociado a cada es- i nificación del fragmento, creo que lo di-
trofa—usando un procedimiento seme- i cho antes sobre la naturaleza literaria de
jante al de las primeras estancias de Les Rubén Darío me excusa de reconocer la
voix, de Verlaine—el nombre del instru- propiedad de este admirable símbolo del
mento adecuado para sugerir musical- alma del poeta, igualmente sensible a
mente la idea que se expresa o la esce- los halagos de la Virtud y a los halagos
na que se describe en ella, : del Pecado, cuando uno y otro se cevis-

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OBRA ORIGINAL.—2: RUBÉN DARÍO 189

ten del fascinante poder de la aparien- Al hablar de las novedades técnicas de


cia... Prosas profanas, me he referido a las que
pienso-que pueden dejar una huella más
La crítica no ha detenido hasta ahora o menos durable en el procedimiento
su atención en un aspecto tan interesante poético, y que consisten principalmente
de las Prosas profanas como el de las en la preferencia otorgada a los metros
cuestiones relacionadas con la técnica de <que llevan menos nota de clásicos y son
la versificación y de la forma que este | más generosos en virtualidad musical; la
libro promueve, y que conducirían a es- ; consagración de nuevas formas estrófi-
tudiar una de las manifestaciones más i cas, como el monorrimo ternario de do-
positivas y curiosas del talento innova- decasílabos; la frecuencia y la ilimitada
dor de Rubén Darío. libertad con que se interrumpe métrica-
No aludo, ciertamente, con ello a ori- mente la conexión gramatical de la cláu-
ginalidades tan poco recomendables co~ ¡sula, deteniéndola aun en palabras de
mo la de la híbrida contextura de El país simple relación, y la libre movilidad
del Sol, composición en prosa que lleva de la cesura, considerada independiente-
intercalada, al mediar y al concluir de mente de las pausas de sentido; y—como
cada párrafo, una frase que aconsonanta, nota aventurera de la reforma—las diso-
a modo de informe verso, con la que le ! nancias calculadas, que de improviso in-
precede.™¿Quién duda ya de que la ca- terrumpen el orden rítmico de una com-
ricia para el oído, la virtud musical, sean posición con versos de una inesperada
tan propíos de la prosa como del verso? j medida, o simplemente con una línea,
Midas no serviría más para prosista que ! amorfa de palabras.
para versificador. Toda frase tiene un La evolución amplísima cumplida en
oculto número. El párrafo es estrofa. Ru- ; la técnica del verso francés desde que el
bén Darío, que domina con soberana ma- poeta de las Orientales pudo jactarse de
jestad el ritmo del verso ha probado que haber sustituido en él las plumas del vo-
domina, soberanamente también, el rit- ¡ lante por las alas del pájaro—evolución
mo prosaico. Ved la Canción del oro. La j cuyo sentido se representaría en el para-
ninfa, ciertos Raros, que están hechos en i lelismo de dos fuerzas que se apartasen,
bronce... Pero, por lo mismo que es in- ¡ con impulso creciente, de la regularidad.
dudable que hay un ritmo peculiar y dis- j simétrica, para acercarse a la variedad y
tinto para cada forma de expresión, uno j a la expresión—, no ha tenido un movi-
y otro ritmo no deben confundirse nunca ! miento equivalente en las formas genero-
y mucho menos debe intentar combinar- j sas y flexibles de nuestro idioma. Ape-
se la flotante armonía de la prosa con el j nas si Salvador Rueda ha consagrado a
recurso de la rima para obtener una hi- j estudiar la cuestión revolucionaria del
bridación comparable a la de ciertos ero- ¡ ritmo algunos ensayos sagaces; y es, se-
nicones latinos de la Edad Media; por- guramente, de poetas como él de quienes
que esta rima parvenue, interrumpiendo puede partir, con el ejemplo, la propa-
eí curso libre y desembarazado de la elo- ganda de la innovación; porque la forma
cución prosaica, hace el efecto de un métrica no será nunca la obra del cálculo
incómodo choque, y porque le acontece profano, labrando artificiosos moldes,
al poeta, que por tal medio ha intentado sino la obra divina del instinto, el resul-
refundir dos modos diversos de armonía, tado de esa misma economía misteriosa
ÍO que al enamorado voraz que, presu- e infalible que ha enseñado a la abeja
roso por besar las dos mejillas a un I las ventajas de la forma hexagonal para
uempo, no acertó a poner el beso en I los alvéolos de sus panales.
ningvina, I
Toca a los poetas de América ensayar
190 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la no bien bosquejada empresa de refor- sierto el bagaje de la caravana de la Vi-


ma. Advierto que no significa nada de da. Pero al cerrar el libro algo hallo en la
esto conceder los honores de la seriedad portada que me detiene para pedirme
a las aventuras de Gustavo Kahn, por una opinión.—Ha hecho hablar a la críti-
ejemplo, cuyos Palais nómades me hacen ¡ ca el título de Prosas profanas, aplicado
el efecto de la laboriosa falsificación de ! a un tomo de versos. La antífrasis apa-
un dibujo troglodita; reprocho a Rueda j rente del nombre ha disgustado al exce-
haber coincidido demasiado con la afi- i lente bibliógrafo americano del Mercure
ción parado jal de Mallarmé, según la ; de Frunce y le ha parecido de perlas a
cual sería infundada e inútil la distin- i Remy de Gourmont. Rubén Darío habrá
ción del verso y la prosa, y cualquiera ¡ recordado que no es la primera vez que
antojadiza aglomeración de palabras ten- ¡ la portada de sus libros se discute. Don
dría derecho o que se le reconociesen las Juan Valera tuvo una arruga de su fren-
franquicias del metro; no es sin reservas \ te de mármol para el nombre de Azul, y
como he aplaudido las audaces tentativas ¡ Enrique Gómez Carrillo halló que no to-
de Jaimes Freyre, que ha sido el radical i dos los Raros eran raros. Y la cuestión
en el propósito de traer a nuestra poesía , no debe pr.recerle enteramente trivial, si
americana el influjo del vers-librisme \ considera que eí talento de encontrar tí-
francés contemporáneo. Pero, realmente i tulos buenos es el único que ha querido
convencido de que las innovaciones con i reconocer Max Nordau a los oficiantes
que las modernísimas escuelas francesas I de las nuevas capillas literarias, esos
han aguzado y perfeccionado el sentido ¡ clientes malgré eux de su clínica.—En el
de la forma, quedarán entre sus conquis- i presente caso, partiendo las voces de cen-
tas más duraderas, y de que no se ha I sura de los que han entendido la palabra
afirmado sin sentido profundo que toda ! Prosas en la acepción que fué preciso en-
concepción particular de la poesía tiene i señarla a M, Jourdain, creo que bastará
derecho a crear su métrica propia, me \ con recordarles que el adjetivo que la si-
encuentra muy dispuesto al estímulo pa- i gue revelaba el propósito evidente de alu-
ra toda tentativa que se encamine a co- i dir a una de las antiguas formas de la
municar nueva flexibilidad y soltura a ¡ poesía eclesiástica.—Indudablemente, la
los viejos huesos de esta poesía cas- ¡ antífrasis subsiste, a pesar de eso; por-
tellana, cuyo soporoso estado de espí- í que nada podría señalarse de más con-
ritu se complementa—como dos acha- ; trario a la índole esencialmente refinada
ques de una misma vejez—con una ver- | y erudita de la poesía de este libro golo-
dadera anquilosis del verso. ¡ so, que el balbucir informe y candido de
la poesía de las prosas y las secuencias.
No he de extremar la prolijidad, ya im- i Pero yo creo que el autor ha contado
muy particularmente, para la invención
pertinente, de este análisis, Queden sin | de su título, con aquella misma interpre-
glosas dos sonetos primorosamente cin- i tación vulgar, y ha sonreído al pensa-
celados (Ite missa est, La Dea; llamean- ¡ miento de que el público ingenuo se sor-
te de sensualidad el primero; el último ¡ prenda de ver aplicado a tan exquisi-
un hermoso símbolo de estética idealis- ! ta poesía el humilde nombre de prosa.
ta); una alabanza, muy llena de elegante i —¿Coquetería de poeta?—¿O acaso el pu-
vivacidad, a unos ojos negros, y una ori- \ doroso escrúpulo de la virtud en el sacer-
ginal alegoría en la que se pinta la pro- ; dote bueno que, por serlo, tiene la obse-
yección de las figuras de un ensueño so- ',sión de su indignidad ante el ara?—De
bre el vacío de una página en blanco y ! cualquier modo, a mí me gusta la origi-
se nos muestra el tardo desfilar de los nalidad de ese bautismo, como rasgo vo~
camellos que conducen al través del de-

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OBRA ORIGINAL.—2: RUBÉN DARÍO 191
luntarioso y como cortesanía de señor en América al juego literario de los co-
que nos invita a que pasemos adelante lores.
con un alarde de espiritualidad. Lauda- Por eso yo he separado cuidadosamen-
ble es que la espuma del ingenio suba te, en otra ocasión, eí talento personal de
hasta el título, que es como si subiera Darío de las causas a que debemos tan
hasta el borde. abominable resultado; y le he absuelto,
por mi parte, de toda pena, recordando
que los poetas de individualidad podero-
i sa tienen, en sentir de uno de ellos, el
Mal entenderá a los escritores y a los atributo regio de la irresponsabilidad.
artistas el que los juzgue por la obra de ! —Para los imitadores, dije entonces, ha
los imitadores y por la prédica de los j de ser el castigo, pues es suya la culpa;
sectarios. Si yo incurriera en tal extra- I a los imitadores ha de considerárseles
vío del juicio, no tributaría seguramente, ! ios falsos demócratas del arte, que, al ha-
al poeta, este homenaje de mi equidad, j cer plebeyas las ideas, al rebajar a la
que no es el de un discípulo, ni el de un j ergástula de la vulgaridad los pareceres,
oficioso adorador.—Por lo demás, está j los estilos, los gustos, cometen un peca-
aún más lejos de ser el homenaje arran- do de profanación quitando a las cosas
cado, a un espectador de mala voluntad, ! del espíritu el pudor y la frescura de
por la irresistible imposición de la obra. I ía virginidad.
—No creo ser un adversario de Rubén i Pero la imitación servil e imprudente
Darío.—De mis conversaciones con el | no es, por cierto, eí influjo madurador
poeta he obtenido la confirmación de que i que irradia de toda fuerte empresa inte-
su pensamiento está mucho más fielmen- , Iectual; de toda alta producción puesta al
te en mí que en casi todos los que le in- |1 servicio de una idea y conscientemente
vocan por credo a cada paso. Yo tengo la atendida—El poeta viaja ahora, rumbo a
seguridad de que, ahondando un poco i España.—Encontrará un gran silencio y
más bajo nuestros pensares, nos reco- i un dolorido estupor, no interrumpidos
noceríamos buenos camaradas de ideas. j ni aun por la nota de una elegía, ni aun
Yo soy un modernista también; yo perte- I por eí rumor de las hojas sobre el surco,
nezco con toda mi alma a la gran reac- i en la soledad donde aquella madre de
ción que da carácter y sentido a la evolu- vencidos caballeros sobrelleva -- menos
ción del pensamiento en las postrimerías como ía Hécube de Eurípides que como
de este siglo; a ia reacción que, partiendo ' la Dolorosa del Ticiano—la austera som-
del naturalismo literario y del positivis- | bra de su dolor inmerecido.—Llegue allí
mo filosófico, ios conduce, sin desvirtuar- I el poeta llevando buenos anuncios para
los en lo que tienen de fecundos, a disol- I el florecer del espíritu en el había co-
verse en concepciones más altas. Y no hay j mún, que es el arca santa de la raza;
duda de que la obra de Rubén Darío i destaqúese en ía sombra ía vencedora fi-
responde, como una de tantas manifesta- | gura del Arquero; hable a la juventud,
ciones, a ese sentido superior; es en el ¡ a aquella juventud incierta y aterida,
arte una de las formas personales de j cuya primavera no da flores tras el in-
nuestro anárquico idealismo contemporá- i vierno de los maestros que se van, y en-
neo; aunque no lo sea—porque no tie- ciéndala en nuevos amores y nuevos en-
ne intensidad para ser nada serio—la ; tusiasmos.—Acaso, en el seno de esa ju-
obra frivola y fugaz de ios que le imitan, ! ventud que duerme, su llamado pueda
! ser el signo de una renovación; acaso
el vano producir de ja mayor parte de I pueda ser saludada, en el reino de aque-
la juventud que hoy juega infantilmente
192 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lia agostada poesía, su presencia, como y entre ellos los que han formado el círculo
la de los príncipes que en el cuento íntimo de Rubén Darío, me sugieren el pensa-
oriental traen de remotos países la fuen- miento de terminar el estudio de la persona-
lidad del'poeta con el análisis de Los raros y
te que da oro, el pájaro que habla y el de Azul. Téngase, pues, lo leído, como la pri-
árbol que canta... mera parte de un estudio más amplio, que aca-
so ha de completarse en breve. [J. E. R,]
NOTA.—Prontas para ser dadas a la publici-
dad estas páginas, mis amigos de Buenos Aires, Montevideo, 1899.

FIN DE
« R U B É N DARÍO »

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3
LA VIDA NUEVA (III)

uooo.~..7
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A R. I E L

PROLOGO

I contemplativa; no a ese fácil y abundoso


interés, a esa simpática y solícita aten-
TnA/ el Archivo Rodó se encuentran al- ción tendida sobre el conjunto de las co-
~f gunos documentos—manuscritos y sas, únicos capaces de salvar al fondo
apuntaciones ocasionales—que pue- humano del alma de las limitaciones de
den fecharse hacia 1898 y que prueban la cada oficio y cada hábito; género de am-
intención de Rodó de escribir una obra plitud que se predicó junto a la estatua
titulada Cartas a... Esta obra sería ger- de Ariel, y que es tanto más necesaria
men común de Ariel y Motivos de Pro- para aquel fin de mantener la integridad
teo. Aunque no lo confirmaran los ma- fundamental de la persona cuanto más
nuscritos, la atenta lectura de ambas el objeto de la vocación se restrinja y
obras descubriría la simultaneidad de precise.»
concepción. El hombre cuyo programa El mismo Rodó apuntó esta comuni-
vital traza Ariel es el que dibuja la clara dad de ambas obras en carta en que
intimidad de Proteo. En el discurso de
1900 están algunos temas que se desarro- anunciaba a Alberto Nin Frías el envío
llarán luego: la vocación, la voluntad; dn Proteo (29 de mayo de 1909): «Con
incluso están allí la técnica de composi- más amplio horizonte que en Ariel, tien-
ción sucesivamente expositiva y parabó- do la vista por parecidos campos de me-
lica (la novia enajenada, el rey hospitala- ditación y propaganda, aunque concre-
r
&, el esclavo filósofo). Y ¿qué es todo tándome especialmente a la cultura del
Ariel sino una majestuosa, inagotable propio «yo», a la formación de la perso-
Parábola? nalidad, honda y firmemente desenvuelta
En la lectura comparada de ambas mediante una incesante y orgánica reno-
obras podrían encontrarse suficientes vación.-» Esta misma unidad fué reconoci-
templos de una esencial continuidad en da por uno de los primeros glosadores de
a
<- Pensamiento y las preocupaciones del Motivos de Proteo, Joaquín Silván Fer-
meditador. El capítulo IX de Motivos, nández; también la advirtió Jesús Cas-
verbigracia, hace una alusión explícita a tellanos en su conferencia de 1910: «Con
un tema ya desarrollado en Ariel. «Por- este libro ha querido Rodó completar su
gue cuando hablo de falsa universalidad cruzada anterior, que fué su libro Ariel,
[dice este otro Próspero], me refiero a la Aquél fué el Evangelio de la educación
i
//íe se manifiesta en la producción, en la espiritual; éste es el Evangelio de la vo-
acción en el ancti'io; no a la amplitud luntad sirviendo a la vocación.»
196 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

II I güilo. Pero lo que no admitíamos de nin-


gún modo era la intervención de Norte-
La comunidad de origen no debe ha- américa. Cierto que propiciaba la inde-
cer olvidar el valor circunstancial, anec- pendencia de Cuba; pero no le agradecía-
dótico, de Ariel. Este famoso discurso no mos el servicio. ¿Qué tenía que ver esa
contiene únicamente materiales de medi- nación extraña en la concienda de los
tación filosófica o sociológica; también pueblos de otra raza? ¿Qué tenía que in-
contiene páginas, de carácter polémico, miscuirse en algo que para nosotros era
sobre problemas políticos de la hora. Y un «asunto de familia»? En esa lucha es-
ha sido precisamente esta condición, se- tábamos por España. Cuba libre, sí; pero
cundaria, pero innegable, la que determi- no por el favor o el interés de Norte-
nó su popularidad inmediata y su difu- américa. Era un poco complicado, como^
sión. El libro no nace sólo bajo el signo se ve, este modo de raciocinar; pero, era
de Minerva; nace bajo el signo del Desas- así: en nosotros predominaba el senti-
tre. En la última página de Rubén Darío, miento. Amábamos, como seguimos
cuando Rodó saluda al poeta en su viaje j amando, a España, honda y profunda-
a España, se encuentra una hermosa ima- mente; con un amor más bueno, tal vez,
gen de esta visión enlutada: «El poeta que el de muchos de sus hijos, que por
viaja ahora, rumbo a España.—Encontra- aquí la atacan, cuando nosotros la defen-
rá un gran silencio y un dolorido estu- demos: no era imposible entonces que
por no interrumpidos ni aun por la nota j sus desastres repercutieran como propios
de una elegía, ni aun por el rumor de i en nuestros corazones. Y tanto como
las hojas sobre el surco, en la soledad i amábamos a España, nos disgustaba
donde aquella madre de vencidos coba- \Norteamérica. A. Dewett, y a su pondera-
lleros sobrelleva—menos como la Hécube I do lowa y a su invencible Massachusetts,
de Eurípides que como la Dolorosa del lo odiábamos cordialmente. De noche, pa-
Ticiano—la austera sombra de su dolor j seando con Rodó, olvidábamos a Cuestas
inmerecido.» i por esta guerra extranjera. Eran, enton-
La guerra entre Estados Unidos y Es- ces, sentidas e interminables pláticas so-
paña por la posesión de Cuba, y lo que bre nuestra bella e idealista raza latina
ella implicaba de amenaza intervencionis- y esa otra adusta y utilitaria raza del
ta para las naciones hispanoamericanas, Norte.fi
le preocupó intensamente. Su biógrafo \ «—Habría que decir todo esto—excla-
Pérez Petit ha registrado una temprana , maba Rodó—; habría que decir todo es-
reacción en estas palabras: «Esta ruda to, bien profundamente, con mucha ver-
contienda arrojó nuestros ánimos, el de [dad, sin ningún odio, con la frialdad de
Rodó y el mío, en la mayor de las tri- un Tácito.»
bulaciones. Queríamos y anhelábamos la \ La obra así proyectada fué Ariel. En
libertad de Cuba, último pueblo de Amé- el discurso definitivo, sólo se encuentran
rica que permanecía sujeto al yugo de dos alusiones explícitas al hecho histó-
España, no obstante sus viriles luchas rico que fué su primer motor. La prime-
por la independencia y la actuación glo- ra ocurre al hablar de la fascinación que
riosa de los Martí y los Maceo. Pero de- ejerce sobre los pueblos latinos el ejem-
seábamos, al par, que esa libertad fuera plo de Norteamérica: «La admiración por
conquistada, como había sido conquista- su grandeza y su fuerza es un sentimien-
da la de toda Sudamérica, por los hijos to que avanza a grandes pasos en el es-
de la nación sojuzgada y, a lo sumo, con píritu de nuestros hombres dirigentes, y
el concurso de pueblos hermanos. Un aún más quizá, en el de las muchedum-
nuevo Bolívar nos hubiera llenado de or- í bres, fascinables por la impresión de la

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 197

victoria.» La otra ocurre páginas más va Inglaterra—ka nacido y des arrollado se


adelante y dice: «Su grandeza titánica se ' entre sus dos océanos, desde el círculo
impone así, aun a los más prevenidos polar hasta el trópico, un monstruoso
por las enormes desproporciones de su ¡ otganismo colectivo: pueblo de aluvión,
carácter o por las violencias recientes de \ acrecido artificialmente y a toda prisa
su historia.» Ambas alusiones permiten con los derrames de otros pueblos, sin
advertir cómo ha trascendido Rodó la darse tiempo para la asimilación, y cuyo
circunstancia histórica inicial para plan- rasgo saliente y característico no es otro
tarse de lleno en el problema esencial: que el apuntado: la ausencia absoluta de
la proclamada decadencia de la raza la- todo ideal. Aquello no es una nación,
tina. ] aunque ostenta las formas exteriores de
las naciones, ni se parece ya a pueblo al-
III guno de estructura compacta y homogé-
nea, divergiendo más y más del inglés,
Nunca se sabrá, tal vez, por qué aban- de quien sólo desciende el núcleo del
donó Rodó la forma epistolar proyectada Este, que está hoy diluido en la masa ad-
para esta obra (Cartas a...) por la del dis- venticia. Agrupamiento fortuito y colosal,
curso. La mejor hipótesis señala, sin du- lo repito, establecido en un semicontinen-
da, una mayor calidez de la palabra ha- te de fabulosas riquezas naturales, sin
blada, su arte suasoria. También podría raíces históricas, sin tradiciones, sin re-
suponerse (y así lo han hecho algunos) sistencias internas ni obstáculos exterio-
que la elección de la forma oratoria deri- res, se ha desenvuelto desmedidamente
ve, en verdad, de la influencia que algu- con la plena exuberancia de los organis-
nos discursos magistrales y afines ejer- mos elementales. ¡Y los observadores
cieron sobre Rodó mientras componía su adocenados le han admirado por su gran-
obra. Gómez Haedo (prólogo a Ariel, 1947, deza material, sólo nacida de las circuns-
p. 21) se refiere a un discurso de Lu- tancias, o por su concepción del gobier-
cio V, López, leído en la Universidad de no Ubre, que ha heredado de la madre
Buenos Aires con motivo de la colación patria y sólo ha modificado para ma-
de grados de 1893, (Rodó lo cita en un learlo! Aquel núcleo primitivo de la Nue-
artículo de la Revista Nacional, sobre va Inglaterra preponderó hasta mediados
Juan Carlos Gómez, 20 de mayo de 1895, de este siglo, bastando para mantener
dato que parece haber pasado inadverti- ilesos en apariencia, si bien ya desme-
do hasta ahora.) drados, todos los órganos indispensables
Podría apuntarse, asimismo, otro texto a la sociabilidad; así han podíalo los Es-
Que además de la forma tiene la virtud, tados Unidos aparecer a la distancia con
complementaria, de referirse directamen- simulacro de pensamiento propio, cuan-
te a uno de los temas de Ariel: el discur- i do sólo reflejaban el pensamiento euro-
so
pronunciado por Paul Groussac en j peo en las producciones de sus más ilus-
Buenos Aires el 2 de mayo de 1898. Algo tres medianías. Pero, desde la guerra
mas que una semejanza de forma es po- \ de Secesión y la brutal invasión del Oes-
swle advertir allí: hay un común punto te, se ha desprendido libremente el es-
de vista sobre los Estados Unidos de píritu yankee del cuerpo informe y «ca-
Norteamérica. En la segunda parte de su libanesco-»; y el viejo mundo ha contem-
oración, opone a la civilización latina «el \ plado con inquietud y terror a la novísi-
yanquismo democrático, ateo de todo ma civilización que pretende suplantar a
ideal, que invade el mundo», «En menos ¡ la nuestra, declarada caduca. Esta civili-
,;
e cien años (continúa¡--pues tenían j zación, embrionaria e incompleta en su
mu
y otro carácter las colonias de la Nue- ! deformidad, quiere sustituir la razón con
198 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la fuerza, la aspiración generosa con la lo haya leído, aunque ya en esa fecha


satisfacción egoísta, la calidad con la estaba en contacto con el poeta con mo-
cantidad, la honradez con la nobleza, el tivo de la preparación de su estudio crí-
sentimiento de lo bello y lo bueno con tico. Tal vez no leyó nunca ese texto; lo
la sensación del lujo plebeyo, el derecho que sí parece casi seguro es que conoció
y la justicia con la legislación ocasional el discurso de Groussac, que fué repro-
de sus asambleas. Confunde el progreso • elucido parcialmente en La Razón, de
histórico con el desarrollo material; cree \ Montevideo. (En 6 de mayo de 1898, se
que la democracia consiste en la igualdad transcribe el fragmento de exaltación de
de todos por la común vulgaridad, y apli- España.)
ca a su modo el principio darvinista de
la selección, eliminando de su seno las | IV
aristocracias de la moralidad y del talen- i
to. No tiene alma, mejor dicho: sólo po- ! Ya a fines de 1899 es posible encon-
see esa alma apetitiva que en el sistema \ Irar alguna referencia periodística a la
de Platón es fuente de las pasiones gro- | obra que entonces Rodó preparaba. En
seras y de los instintos físicos.» El Siglo (30 de octubre de 1899) se publi-
Este planteo, que se apoya en una vi- ] có este anuncio: «Dentro de la prime-
sión directa (aunque parcial en todos los | ra quincena del entrante noviembre el
sentidos de la palabra) de la realidad j elegante y agudo crítico José Enrique
norteamericana, contiene en germen y \ Rodó entregará a la casa editora de los
hasta en desarrollo sintético los puntos | señores Dornaleche y Reyes el manuscri-
de vista de Rodó. El simbolismo de la \ to del tercer opúsculo del ciclo titulado
obra y del título se encuentran también ' Vida Nueva. En él el señor Rodó ha es-
apuntados en ese adjetivo «calibanesco» ; tudiado con su acostumbrada altura y
que tan intencionadamente deja caer ¡ penetración la influencia de la raza an-
Groussac y recoge el crítico uruguayo. '• glo-yank.ee en los pueblos latinos, arri-
Por eso parecen descaminados quienes • bando a la conclusión de que a ella es
(como Leopoldo Alas, como Zum Felde) i debido el mercantilismo desbordante con
buscan sólo por el lado de Renán y aun i abierto detrimento de todas las moni-
de Shakespeare la simbología de la obra. i festaciones artísticas.»
Es en Groussac donde debe verse el im- i Esta interpretación de la obra se difun-
pulso inicial. Y tal vez en un artículo pe- I dio aún antes de ser publicada. Meses
riodístico de Rubén Darío, titulado El ¡ más tarde, y en vísperas de su aparición,
triunfo de Calibán, en que se comenta \ Rodó se creyó obligado a desmentirla (o
si acto de 2 de mayo y se glosan las pa- a neutralizarla por lo menos) con unas
labras de Groussac. Concluye con unas declaraciones que recoge un suelto de El
palabras que parece oportuno citar: «¡Mi- Día (23 de enero de 1900), como infor-
randa preferirá siempre a Ariel; Miran- mes proporcionados amistosamente por
da es la gracia del espíritu; y todas las el autor.
montañas de piedras, de hierros, de oros Allí se asegura que «no es exacto que
y de tocinos, no bastarán para que mi el tema principal de la nueva obra sea,
alma latina, se prostituya a Calibánl» El como se ha dicho, la influencia de la
•artículo fue publicado en El Tiempo, civilización anglosajona en los pueblos
de Buenos Aires (20 de muyo de 1898), latinos. Sólo de una, manera accidental se
y de allí lo rescató E. K, Mapes en su hará en el libro un juicio de la civili-
adición de Escritos inéditos d-el poeta, zación norteamericana, tratándose de ca-
;New York, 1938, pp. 160-62). No pareceracterizar en ella lo que puede y debe
posible por ahora demostrar que Rodó servir cíe modelo y lo que no d,ebe ser

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 199

objeto de imitación.» En lo que se refie- Antes de aparecer Ariel, Rodó anticipó


re al objeto del nuevo libro, se adelanta un fragmento, bajo el título Del senti-
que «es el de exponer la necesidad de miento de lo hermoso, en La Nación, de
mantener en la vida de los pueblos, y Buenos Aires (10 de enero de 1900), La
especialmente de los americanos, un ideal elección no deja lugar a dudas sobre
que les impida materializarse y caer en cuál consideraba entonces el joven críti-
brazos de un mercantilismo corruptor. co la parte fundamental de su nuevo
Este simpático tema [agrega el periódi- libro.
co'] ha sido desenvuelto en una forma
plenamente literaria, aunque por el fondo V
la obra tendrá un carácter principalmen-
te histórico y de propaganda». j
En el ejemplar de uno de sus amigos,
La aclaración no despejó el malenten- i el Dr. Daniel Martínez Vigi!, inscribió
dido. Aun después de editado Ariel, se I Rodó, y probablemente a pedido de éste,
siguió considerando el capítulo sobre un sumario de Ariel. Se encuentra allí
Norteamérica y su influencia en los paí- indicada, por la propia mano del autor
ses latinoamericanos como central. Leo- su estructura y su temática. El textof
poldo Alas, uno de sus primeros y más dice así:
entusiastas críticos, así lo subraya en
artículo que Rodó incorporó como pró-
logo a la segunda edición de Ariel: «Dos I
punios capitales trata primero en gene-
ral, para llegar después a lo más impor- Necesidad de que cada generación en-
tante de su propósito, a la cuestión ac- tre a la vida activa con un programa pro-
tual histórica, de la asimilación del pio.—Belleza moral de la juventud; su
americanismo del Norte, por la Amé- papel en la vida de las sociedades .—Los
rica joven latina.» pueblos más fuertes y gloriosos son los
A pesar de aceptarlo en el prólogo, que reúnen las condiciones propias de
Rodó no se resignaba a la unüateralidad ía juventud.—EjempIo de Greda.—-Nece-
de ese punto de vista, que tanto reducía sidad de la «fe de la vida».—No debe
el alcance de su obra. Y en carta a Luis confundirse esta fe con un optimismo
Ruiz Coniferas (3 de marzo de 1900) candido.—América necesita de su juven-
comenta: «Me satisface mucho que usted tud.
se halla fijado preferentemente en la par-
te de él [Ariel] que se relaciona con las II
costumbres democráticas. No concibo
como, a pesar de los muchos que en Es- El hombre no debe desarrollar une.
paña y América se han ocupado y siguen sola faz de su espíritu, sino su natura-
ocupándose de mi pobre libro, esa parte j leza entera.—Peligro de las civilizacio-
seci precisamente la que menos atención \nes avanzadas, indicado por Compte—La
ha obtenido de la crítica, cuando yo creo i hermosura de la vida de Atenas depende-
[ L{
l c es la que quizá merecería que al- ?de que supo producir el concierto de to-
guien la comentara seriamente ,o la expu- \ das las facultades humanas.—Necesidad
siera en nueva forma.» Vero su deseo no de reservar una parte del alma para-
se vio satisfecho. El mismo tendría que \ las preocupaciones puramente ideales.
dedicar una nueva obra a la elucidación ' —Cuento simbólico.—Ni la vida de los
de otros problemas esenciales de Ariel y i individuos, ni la vida de las sociedades,,
sobre los que la crítica también había deben tener un objetivo único y exclu-
'''esbalado. sivo.
200 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

III artístico. No cultiva la ciencia sino como


un medio de llegar a las aplicaciones úti-
Importancia del sentimiento de lo bello les.—Su intelectualidad está en completa
para la educación del espíritu.—Su rela- decadencia.—La moral de Franklin; con-
ción con la moralidad. Ejemplos históri- secuencias del utilitarismo en moral.—La
cos.—Importancia de la cultura estéti- vida política de los norteamericanos.
ca en el carácter de los pueblos y como ¡ —Predominio de los Estados del Oeste.
medio de propagar las ideas. i —Aspiración de los Estados Unidos a la
; hegemonía de la civilización contempo-
i ranea.—Vanidad de esa aspiración.—Re-
IV lación entre los bienes materiales o po-
sitivos y los bienes intelectuales y mo-
Causas del utilitarismo del siglo.—Este rales.—Resumen: la civilización norte-
utilitarismo ha preparado el terreno para americana no puede servir de tipo o mo-
idealismos futuros.—¿Debe creerse que delo único.
la democracia conduce al utilitarismo?
—Opinión de Renán.—Examen de esta VI
opinión.—Peligros de la democracia.—Im-
portancia de esta cuestión en las socie- No existe pueblo verdaderamente gran-
dades de América.—Necesidad de que de para la historia, sin un ideal desinte-
predomine en las sociedades la calidad resado—No basta la grandeza material
sobre el número.—El gobierno de las me- para la gloria de los pueblos.—Ejemplos
diocridades; su odio contra toda noble históricos.—El pensamiento y la grandeza
superioridad.—Verdadero concepto de la \ material de las ciudades.--Aplicación de
igualdad democrática.—Siendo absurdo lo anterior a las condiciones de la vida
pensar en destruir esta igualdad, sólo de América.—Confianza en el porvenir.
cabe pensar en educar el espíritu de la —Nos toca trabajar en beneficio del por-
democracia para que dominen los mejo- | venir.—La dignidad humana exige que
res,—La democracia bien entendida es el se piense en lo futuro y se trabaje para
ambiente más propio para la cultura in- él,—Simbolismo de Ariel,
telectual. \
Es fácil advertir aquí la división en seis
V partes del discurso (no de la obra mis-
ma, que contiene, además, un prólogo de
Los Estados Unidos como representan- presentación de Próspero y sus discípu-
tes del espíritu utilitario y de la demo- los y un epílogo en que se dispersan los
cracia mal entendida.—La imitación de jóvenes después de escuchar la palabra
su ejemplo; peligros e inconvenientes de magistral). También es fácil advertir el
esa imitación.—Los pueblos no deben re- lugar que ocupa el análisis de Norte-
nunciar en ningún caso a la originalidad américa en la economía general del libro:
de su carácter para convertirse en imita- una sexta parte, aunque una de las más
dores serviles.—Crítica de la civilización extensas. Su ejemplo es incorporado para
norteamericana.—Sus méritos, su grande- ilustrar el tema del utilitarismo y de la
za.—Cita de Spencer— El defecto radical democracia mal entendida. Lejos de cons-
de esa civilización consiste en que no tituir la parte central del discurso, y pese
persigue otro ideal que el engrandeci- a sus indudables resonancias, el capítulo
miento de los intereses materiales.—Exa- dedicado a los Estados Unidos es sólo
gera todos los defectos del carácter in- una porción, y la más perecible, del mis-
glés,—Carece de verdadero sentimiento mo.

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 201
No en vano el libro está dedicado «A medicina en la ilustre Universidad de
la juventud de América». Toda la prime- Pisa; juntos «arielizan» (el verbo es su-
ra parte del discurso se dedica a expla- yo) en «sobremesa platónica» «Recorda-
nar el concepto rodoniano de la juven- mos largamente (continúa) la América
tud. La juventud en que él piensa es la lejana y querida, y les oigo, con íntimo
de América. Una carta a Max Henríquez deleite, sobre aquel fondo de grandezas
Drena (20 de noviembre de 1904) aclara muertas, levantar los castillos de las tie-
el sentido que concede a la dedicatoria y, rras del porvenir.» (cf. Recuerdos de
por tanto, al libro: la dedicatoria de Ariel Pisa, en El Camino de Paros, 1918.)
ha nacido, «por decirlo así, de sus mis- La confianza de Rodó en la juventud,
mas entrañas». En el mismo sentido se \ y esa esperanza que (como lo demuestra
expresa en carta al director de la Escue- ¡ el texto arriba citado) no lo abandonó
la Nacional Preparatoria de México, don nunca, iba acompañada de una lúcida
Porfirio Parra, de 30 de noviembre de conciencia de sus limitaciones. El suyo
1908, y cuyo borrador se conserva en su 'no era un optimismo candido, sino heroi-
Archivo. «Dediqué Ariel a la juventud j so. Lo demuestran estas palabras que
de América (escribe) y a la juventud de • dedica a la juventud en uno de sus pri-
América pertenece. No sólo, pues, ha usa- ! meros ensayos. La novela nueva, de 1896:
do esa Escuela Nacional de un derecho «Creo en los pueblos jóvenes. Pero si la
plenísimo al reimprimir mi obra para di- juventud del espíritu significase sólo la
fundirla entre la juventud, sino que con despreocupación rienle del pensar, el
dio obliga mi agradecimiento, aun dejan- abandono para el que todos los clamores
do aparte la distinción con que me non- l de la vida son arrullo, la embriaguez de
ra, puesto que contribuye eficazmente a lo efímero, la ignorancia de las visiones
la realización del propósito que me mo- que estremecen y el desdén de la Esfinge
vió a escribir el libro. Lo mismo esas pá- que interroga, sería bien triste privilegio
ginas mías que todas las que puedan salir el de la juventud, y yo no cambiaría, por
de mi pluma son y serán propiedad de la eternidad de sus confianzas, un solo
la juventud que trabaje y combata por instante de la lucha viril en que los bra-
la civilización, por la cultura, por la ele- zos fuertes desganan los jirones de la
vación moral e intelectual de nuestra sombra y en que el púgil del pensamien-
América.» to se bate cuerpo a cuerpo con la Duda.»
Otros textos contribuyen a precisar ¿Qué programa ofrece este joven maes-
e
$ta orientación inicial del discurso. En tro a la juventud de América? Un pro-
ca
na a Rafael Altanara (29 de enero de grama apoyado sobre una triple base: la
1908) se refiere al Primer Congreso In- conciliación ideal del Paganismo y del
ternacional de Estudiantes que entonces Cristianismo, una actitud ética, que se en-
se
celebraba en Montevideo, y escribe: raice en la estética, una concepción de la
«•••esto me ha dado oportunidad gratísi- democracia que excluye el utilitarismo y
tno
- de comprobar cómo Ariel y su espíri- preserva lo mejor de la aristocracia del
tu han calado en el corazón de la juven- espíritu. Como conclusión, abre una pers-
lU
d a quien dediqué aquellas pobres pá- pectiva del porvenir de América en que
ginas mías. Han llegado a ser una bande- los problemas inmediatos son proyecta-
' ÍV> y esto—por motivos superiores a la dos \ hacia el futuro. Ariel sólo propone,
pura vanidad literaria -colma mis ambi- \ modesta y profundamente, trasladar las
'-iones de escritor.-» Y en una crónica de ¡cuestiones del día, de todos los días, a
•'¡a-je, escrita desde Florencia (octubre un' piano de consideración futura, exa-
Ce
1916), evoca, el encuentro con un gru- minándolas (como se ha escrito) sub
po de jóvenes venezolanos que estudiaba especie aeternítatis. El porvenir es el ám-
202 JOSÉ ENRIQUE RODO.—UBRAS COMPLETAS

hito en que se piensa Ariel. Los que co- '. discutida de la obra. Cabe, en mi sentir,
tejan sus páginas con las realidades de oponer reparos a algunos de sus juicios
América—o mejor: de ciertas zonas de severos sobre la nación septentrional,
América—no advierten la clave en que mucho más severos que los formulados
están escritas. Con su acostumbrada con- por dos máximos pensadores y geniales
cisión lo apuntó Pedro Henríquez Ureña psicosociólogos antillanos: Hostos y Mar-
en un artículo recogido en sus Ensayos ti En aquel organismo social hay dos
críticos (La Habana, 1905, pp. 71-80): males contradictorios que en el actual
«Rodó no ha intentado hacer un estudio período de agitación se han recrudecido:
sociológico, como Carlos Octavio Bunge de una parte, el orgullo anglosajón, suer-
en Muestra América: su propósito es te de pedestal aislador en que se asien-
contribuir a formar un ideal en la clase tan las tendencias imperialistas, la mora-
dirigente, tan necesitada de ellos.» lidad puritana y los prejuicios de raza
1 y secta; de otra parte, el espíritu aventu-
| rero, origen del comercialismo sin escrú-
VII : pulos y del sensacionismo invasor y vul-
j garizador. Pero por encima de sus ten-
Como ilustración de los vicios de una \ dencias prácticas, aquel pueblo sustenta
democracia utilitarista—pero también co- un ideal elevado, aunque distinto de
mo ilustración de los peligros a que se nuestro ideal intelectualista: el perfec-
exponen las democracias latinoamerica- cionamiento humano, que tiene por fina-
nas al seguir ciegamente el modelo del lidad el bien moral y debe traducirse so-
Norte—estudia el caso de los Estados ! cialmente en la dignificación de la vida
Unidos. Su tesis aparece claramente ex- ¡ colectiva. Hoy mismo se ofrece a la mi-
planada en el sumario ya transcrito. A ¡ rada escrutadora, sugestivo para nues-
través de él es posible ver hasta qué tro pensamiento, el perseverante esfuer-
punto era tributario de Groussac y otras zo idealista de la mejor parte, la genui-
interpretaciones francesas. También es namente representativa del espíritu nor-
posible advertir lo poco que sabía de teamericano contra las tendencias co-
Estados Unidos, rruptoras que amenazan Invadir todos
Ya un coetáneo señaló con firmeza esta los campos de la actividad nacional: los
ignorancia. En un artículo de El Siglo, | hombres de probidad inflexible y agre-
de Montevideo (15 de julio de 1901), Al-! siva en política; el periodismo serio, que
berto Min Frías no refuta la acusación es el más culto y noble en el mundo;
de utilitarismo que Rodó lanza contra los escritores, desde el d,ecano Howells
Estados Unidos; pero apoyándose en hasta la admirable Edith Wharton, figura
Outre-mer, de Paul Bourget (1894), y en • culminante de la juventud, que cultivan
su mejor conocimiento de las letras es- una literatura original y vigorosa, de
tadounidenses, denuncia la unilateralidad honda psicología y estilo selecto; los ar-
de su punto de vista. tistas, creadores de una escuela nueva
i
Su conclusión puede sintetizarse en | que e independiente de pintura y escultura
ha dado glorias universales como
esta frase: «El mercantilismo, repelente ; Whistler
tal vez, en sus principios, llega a su po- Farge; losy científicos
Sargent, Saint Gaudens y La
que se consagran
derío de acumulación y entonces produce a una labor desinteresada, como Gidclins
algo esencialmente contrario a su ori- y Ward, fundadores de sistemas socioló-
gen: el refinamiento.» Poco más tarde, gicos; los educadores y conferencistas
se publica el ensayo ya citado de Pedro que llegan al seno de las masas el evan-
Henríquez Ureña en el que se dice: «Este
análisis es la parte más discutible y más gelio de la elevación moral e intelectual,»

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 203

En su biografía de Rodó, Pérez Petit • estos últimos tiempos se me ha desarro-


abundó sobre el tema y puntualizó, con I llado una súbita curiosidad y vivo interés
acopio de nombres, las omisiones más | por conocer, también, la América del
notables. Es indudable, sin embargo, que \ Norte, a la que no amo, pero admiro.»
algunas eran más aparentes que reales, j Y en un capítulo de Motivos de Proteo
Su propia posición polémica le llevó a ¡ (XXXVI) le dedica al pasar esta imagen
soslayar nombres que de ninguna mane- l compuesta: «Allá, en el norte de América,
ra desconocía: tal, por ejemplo, el de i hay una estupenda fuerza organizada;
Walt Whuman, que aparece citado con cuerpo en que participan dos naturale-
encomio en su estudio de 1899 sobre Ru- zas; manos de castor, testuz de búfalo;
bén Darío. imperio por el poderío, república, por la
Pero hay un testimonio coetáneo que libertad.-»
tiene, tal vez, mayor valor porque apun- Pero tal vez en ningún lado (ni siquie-
ta a la otra cara del tema: es el de Jesús ra en Ariel) explanó con tanta nitidez su
Castellanos. En la hermosa conferencia oposición ideológica, no sentimental, a
que dedicó en 6 de noviembre de 1910 a los Estados Unidos como en el prólogo
su obra señala con respeto (y sin alardes de 1910 a la segunda edición de ídola
polémicos) la insuficiencia del punto de J Fori, de Carlos Arturo Torres (recogido
vista del joven maestro. Uno de sus pá- j en El Mirador de Próspero, 1913); «Por
rrafos dice: «En Cuba, notablemente des- influjo de corrientes de filosofía históri-
pués de lograda nuestra independencia \ ca que tuvieron umversalmente su auge
política—porque otra cosa dice la obra ! y que convirtieron en desalentado pesi-
de las viejas generaciones—, un triste ex- i mismo de raza, la impresión de decai-
clusivismo utilitario ha dominado en mientos y derrotas que coincidían con el
nuestras aspiraciones sociales, en nues- encumbramiento intelectual, económico y
tros planes educativos, en nuestras com- político de pueblos a quienes parecía,
binaciones económicas. Diríase que he- transmitirse por tal modo la hegemonía
mos traducido mal el noble ejemplo que de la civilización, la desconfianza hacia
nos venía de la vecina gran República lo castizo y heredado de España se ex-
americana; que no sabemos cómo va ven- tendió a la grande unidad étnica e his-
ciendo allí el fecundo idealismo a la es- tórica de los pueblos latinos, cuya capa-
trechez mecánica; que ignoramos cuánto cidad se juzgó herida de irremediable de-
amor se consagra en esa tierra sajona al cadencia,, y cuyo ejemplo y cuya norma,
estudio del latín; que es allí donde ha. en todo orden de actividad, se tuvo por
encontrado su más brillante desarrollo necesario desechar y sustituir, para sal-
e
$a admirable ciencia nueva que se llama var de la fatal condena que virtuahnente
'# Sociología; que de su horizonte gran- entrañaban. No creo engañarme si afir-
dioso ha surgido la moderna filosofía del mo que éste era, aún no hace muchos
* ragniatismo, renovación de todos los i años, el criterio que prevalecía entre los
valores místicos y metafísicos.y> \ hombres de pensamiento y de gobierno,
¿Modificó Rodó su posición primera ¡ en las naciones de la América, latina; el
respecto de los Estados Unidos? Una se- criterio ortodoxo en universidades, par-
rte de textos posteriores parece demos- lamentos y ateneos; la superioridad abso-
trar que mantuvo esencialmente la mis- j luta del modelo anglosajón, así en mate-
ma actitud. Así, por ejemplo, en una i ria de enseñanza, como de instituciones,,
c
°.rta a Juan Francisco Piquet (de la que j como de aptitud para cualquier género
solo se conoce un fragmento, sin fecha), de obra provechosa y útil, y la necesidad
''-pnria: «Yo me moriré con la nostalgia de inspirar la propia vida en la contem-
<-¿e los pueblos que no haya visto... En plación de ese arquetipo, a fin de apro-
204 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ximársele, mediante leyes, planes de edu- desprendiéndose de algunas galas retóri-


cación, viajes y lecturas, y otros instru- cas y acercándose a concebir mejor la
mentos de imitación social. Los Estados verdadera naturaleza de la influencia y
Unidos de Norteamérica aparecían como predominio de la América del Norte so-
viviente encarnación del arquetipo; como bre la Hispánica. En un artículo sobre la
la imagen en que tomaba forma sensible guerra de 1914 (publicado en La Razón,
la idea soberana. Absurdo sería, desde de Montevideo, 3 de septiembre de 1914)
luego, negar ni la grandeza extraordina- apunta estas palabras, en que resuena
ria de este modelo real, ni las positivas un acento nuevo: «Un imperialismo na-
ventajas y excelencias del modelo ideal: cional europeo, vencedor del resto de
el genio de la raza que en aquel pueblo Europa, y por tanto sin límite que lo
culmina; ni siquiera lo que de practica- contuviese, significaría para el inmediato
ble y de fecundo había en el propósito porvenir de estos pueblos una amenaza
de aprender las lecciones de su bien re- tanto más cierta y tanto más considera-
compensado saber y seguir los ejemplos ble cuanto que vendría a favorecer la
de su voluntad victoriosa. Pero el radical acción de aquel otro imperialismo ameri-
desacierto consistía no tanto en la exce- cano, que hallaría en la común conciencia
siva y candorosa idealización ni en el del peligro la ocasión de afirmar sin re-
ciego culto, que se tributaba por fe, por paros su escudo protector.» El pensa-
rendimiento de hipnotizado, más que por miento no carece de contenido prof ético.
sereno y reflexivo examen y prolija elec- No se debe perder de vista, sin embar-
ción, como en la vanidad de pensar que go, que el análisis de los Estados Unidos
estas imitaciones absolutas, de pueblo a se realiza en Ariel a vía de ejemplo.
pueblo, de raza a raza, son cosa que Ejemplo en un doble sentido: de lo que
cabe en lo natural y posible; que la es- puede alcanzar a ser el utilitarismo eri-
tructura de espíritu de cada una de esas gido en principio rector de una nación:
colectividades humanas no supone cier- del peligro que la pujante nación ofrece
tos lincamientos y caracteres esenciales, como modelo vivo. De ahí que el examen
a los que ha,n de ajustarse las formas detenido de la democracia estadouniden-
orgánicas de su cultura y de su vida po- se se complete con claras alusiones a la
lítica, de modo que lo que es eficaz y democracia argentina, encarnada (prin-
oportuno en una parte no lo es acaso en cipalmente) en el desarrollo vertiginoso
otras; que pueden emularse disposiciones de Buenos Aires. En el sexto capítulo
heredadas y costumbres seculares, con escribe Roció: «Existen ya, en nuestra
planes y leyes; y finalmente, que, aun América latina, ciudades cuya grandeza
siendo esto realizable, no habría abdica- material y cuya suma de civilización apa-
ción ilícita, mortal renunciamiento, en rente las acercan con acelerado paso a
desprenderse cíe la personalidad original participar del primer rango en el mundo.
y autónoma, dueña siempre de reformar- Es necesario temer que el pensamiento
se, pero no de descaracterizarse, para sereno que se aproxime a golpear sobre
embeber y desvanecer el propio espíritu las exterioridades fastuosas, como sobre
en el espíritu ajeno.» un cerrado vaso ele bronce, sienta el rui-
do desconsolador del vacío. Necesario es
La raíz latina de su oposición a Esta- temer, por ejemplo, que ciudades cuyo
dos Unidos y a la influencia anglosajona nombre fué un glorioso símbolo en Amé-
queda ahí al descubierto. rica; que tuvieron a Moreno, a Rivadavia.
Es posible citar aún otro texto en que a Sarmiento; que llevaron la iniciativa de
se advierte que Rodó no dejó de pensar una inmortal Revolución; ciudades que
en los Estados Unidos y que su hostili- hicieron dilatarse por toda la extensión
dad ideológica no dejó de evolucionar,

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL.—PROLOGO 205

de un continente, como en el armonioso zación alguna: la tercera, como suple-


desenvolvimiento de las ondas concén- mento de la Revista Literaria, Santo Do-
tricas que levanta el golpe de la piedra mingo, 1901; la cuarta, en Cuba Litera-
sobre el agua dormida, la gloria de sus ria, La Habana, 1905; la quinta, impresa
héroes y la palabra de sus tribunos, pue- en Monterrey, México, 1908, por orden
dan terminar en Sidón, en Tiro, en Car- del gobernador del estado de Nuevo
tago.» León; la sexta, impresa en el mismo país
El tema no era nuevo en Rodó. Ya. por orden de la Escuela Nacional Pre-
había sido apuntado en su Rubén Darío paratoria, 1908, y que motivó la carta a
y con estas palabras: «La poesía entera- j don Porfirio Parra arriba citada.
mente antiamericana de Darío produce El propio Rodó atizó el fuego con una
también cierto efecto de disconveniencia, I correspondencia hábilmente dirigida. A
cuando resalta sobre el -fondo, aún sin los principales escritores de España y
expresión ni color, de nuestra americana América enderezó cartas en las que ex-
Cosmópolis, toda hecha de prosa. Sahu- planaba el propósito central de su obra
merio de boudoir que aspira a diluirse 1y solicitaba un juicio. Ejemplo de esta
en una bocanada d,e fabrica', polvo d,e correspondencia puede ser la carta con
oro parisiense sobre el neoyorkismo por- que envió el libro a Vnamuno y que está
teño.» fechada en 20 de marzo de 1900. De ella
son estos párrafos: «Al presentar a usted,
VIII en signo de alta y sincera estimación, un
ejemplar de mi reciente libro, quiero
La fama de Rodó no ha llegado aún manifestarle cuánto es el interés que yo
más alta que Ariel. Es el libro que lo \ tengo en que usted lo lea; interés que
reveló a un ancho público hispánico; el I no estriba solamente en lo mucho que
libro que llevó su palabra a España, a me importa el juicio que usted forme de
toda América; el libro que sigue asocia- él como obra literaria, sino, ante todo,
do indisolublemente a su nombre. La po- en el propósito que m,e ha movido a es-
pularidad fué inmediata. Los críticos más cribir la obra que le envío.» Sintetiza
prestigiosos de habla española saludaron 1luego el sentido principal del discurso y
su aparición. En España escribieron Leo- i continúa: «He enviado Ariel a los pocos
poldo Alas, Miguel de Unamuno, Juan i amigos intelectuales de verdadero pres-
Valera, Rafael Altamira; en América lo j tigio que tengo en España, contándose
saludaron como maestro las jóvenes ge- entre ellos el que más íntimamente co-
neraciones y acuso,ron temprano testimo- nozco y más benévolamente me ha esti-
'ño de su huella Pedro Henríquez Drena, mulado: Leopoldo Alas; pero quiero que
Alfonso Reyes, Francisco García Calde- otros escritores, a quienes, sin ser ami-
rón, Jesús Castellanos, Gonzalo Zaldum- gos, admiro y respeto, reciban también
bide. Las ediciones se multiplicaron. Más \ mi libro, y, entre esos escritores, hubiera
•le una vez el propio Rodó se entretuvo sido imperdonable olvidarle a usted, a
en alzar su catálogo. Además de las pu- quien, con sobrada justicia, considera-
blicadas bajo su misma dirección (las mos aquí el más pensador de los escrito-
dos primeras impresas ambas en Monte- res de tas nuevas generaciones españolas,
video, por Dornaleche y Reyes, 1900; la el más profundo y reflexivo.»
séptima, publicada en Valencia por Sem- j También es ejemplar una carta dirigi-
pere, 1908; la octava y novena, en Monte- da,¡ al escritor catalán Antonio Rubio y
video, por José María Serrano, 1910 y | Lluch (20 de marzo de 1900), en que
•'911), están las publicadas en vida suya Rodó
'• dice: «El libro que le envío es,
y algunas veces hasta sin recabar autori- como usted verá, obra de acción y pro-
206 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pagando, en favor de la intelectualidad junto de alabanzas. El propio Rodó alu-


y del arte, en favor de toda idealidad ge- de a ellas, complacido, en una carta a
nerosa, y en favor, también, de la tradi- Rafael Altamira (20 de octubre de 1900):
ción latina y del porvenir de nuestra raza «Siempre me felicitaré de haber escrito
en América.-» Del tan comentado ataque a ese ensayo bienintencionado, pues él ha
los Estados Unidos, ni una palabra. sido ocasión de que se discutan y re-
En el mismo sentido, aunque con dis- muevan ideas que era oportuno y nece-
tinta fraseología, se dirige a Enrique José sario agitar en esta América. Las polé-
Varona (7 de mayo de 1900): «Es, éste micas duran todavía, y usted no puede
[Ariel], libro de propaganda, de comba- imaginarse lo valiosa y eficaz que es
te, de ideas. He querido proponer, en cualquier palabra de adhesión que ven-
sus páginas, a la juventud de la América ga de quien, como usted, tiene merecida-
Latina, una profesión de fe que ella pue- mente conquistado un alto prestigio en
da hacer suya. Me han inspirado, para nuestro mundo intelectual.»
hacerlo, dos sentimientos principales: mi
amor vehemente por la vida de la inte- La fama de Rodó pareció fuertemente
ligencia, y dentro de ella, por la vida del asentada desde Ariel. El resumen de las
arte, que me lleva a combatir ciertas oscilaciones de la opinión crítica sobre
tendencias utilitarias e igualitarias; y mi este pequeño libro requeriría un espacio
pasión de raza: mi pasión de latino, que de que aquí no se dispone. Por otra par-
me impulsa a sostener la necesidad de i te, tal investigación ha sido cumplida
que mantengamos en nuestros pueblos lo \ minuciosamente por Carlos Real de Azúa
fundamental en su carácter colectivo, j y se publicará en breve. En este prólogo
contra toda aspiración absorbente e in- | se han aprovechado algunas de sus indi-
vasora.» La alusión a Norteamérica no caciones. He creído oportuno intercalar-
por velada es menos clara aquí, aunque en el texto de Ariel el sumario que pre-
ocupa (como ocupaba en el discurso) un paró Rodó para Martínez Vigil; se facili-
lugar secundario. ta así la lectura de una obra que cuenta,
No faltaron voces que discreparan, indudablemente, entre lo más importante
pero no llegaron a dominar en el con- que ha producido América.

ARIEL
A LA JUVENTUD DE AMERICA

Aquella tarde, el viejo y venerado maes- Dominaba en la sala—como numen de


tro, a quien solían llamar Próspero, por su ambiente sereno—un bronce primoro-
alusión al sabio maestro de La Tempes- so, que figuraba al ARIEL de La Tempes-
tad shakesperiana, se despedía de sus tad. Junto a este bronce se sentaba ha-
jóvenes discípulos, pasado un año de ta- bitualmente el maestro, y por ello le lla-
reas, congregándolos una vez más a su maban con el nombre del mago a quien
alrededor. sirve y favorece en el drama el fantás-
Ya habían llegado ellos a la amplia tico personaje que había interpretado
sala de estudio, en la que un gusto deli- el escultor. Quizá en su enseñanza y su
cado y severo esmerábase por todas par- carácter había, para el nombre, una ra-
tes en honrar la noble presencia de los zón y un sentido más profundos,
libros, fieles compañeros de Próspero, Ariel, genio del aire, representa, en ei

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 207
simbolismo de la obra de Shakespeare, naba de oro; erguida la amplia frente;
ia parte noble y alada del espíritu. Ariel entreabiertos los labios por serena son-
es el imperio de la razón y el senti- risa, todo en la actitud de Ariel acusaba
miento sobre los bajos estímulos de la admirablemente el gracioso arranque del
irracionalidad; es el entusiasmo gene- vuelo; y con inspiración dichosa, el arte
roso, el móvil alto y desinteresado en que había dado firmeza escultural a su
ia acción, la espiritualidad de la cultura, imagen, había acertado a conservar en
la vivacidad y la gracia de la inteligen- ella, al mismo tiempo, la apariencia se-
cia, el término ideal a que asciende la
selección humana, rectificando en el ráfica y la levedad ideal
hombre superior los tenaces vestigios de Próspero acarició, meditando, la fren-
Calibán, símbolo de sensualidad y de tor- te de la estatua; dispuso luego al grupo
peza, con el cincel perseverante de la juvenil en torno suyo; y con su firme
vida. voz—voz magistral, que tenía para fijar
La estatua, de real arte, reproducía la idea e insinuarse en las profundidades
al genio aéreo en el instante en que, del espíritu, bien la esclarecedora pe-
libertado por la magia de Próspero, va netración del rayo de luz, bien el golpe
a lanzarse a los aires para desvanecerse incisivo del cincel en el mármol, bien el
en un lampo. Desplegadas las alas; suel- toque impregnante del pincel en el lien-
ta y flotante la leve vestidura, que la zo o de la onda en la arena—, comenzó
caricia de la luz en el bronce damasqui- a decir, frente a una atención afectuosa:

[I

Necesidad de que cada generación entre a la vida activa con un


programa propio.—Belleza moral de la juventud; su papel en la
vida de las sociedades.—Los pueblos más fuertes y gloriosos son
los que reúnen las condiciones propias de la juventud.—-Ejemplo
de Grecia.—Necesidad de la «fe en la vida».—No debe confun-
dirse esta fe con un optimismo candido.—América necesita de
su juventud.}

Junto a la estatua que habéis visto pre- oratoria sagrada. Pienso también que el
sidir, cada tarde, nuestros coloquios de espíritu de la juventud es un terreno ge-
amigos, en los que he procurado despo- neroso donde la simiente de una palabra
jar a la enseñanza de toda ingrata aus- oportuna suele rendir, en corto tiempo,
teridad, voy a hablaros de nuevo, para los frutos de una inmortal vegetación.
que sea nuestra despedida como el sello Anhelo colaborar en una página del
estampado en un convenio de sentimien- programa que, al prepararos a respirar
tos y de ideas. el aire libre de la acción, formularéis,
Invoco a ARIEL como mi numen. Qui- sin duda, en la intimidad de vuestro es-
siera ahora para mi palabra la más sua- píritu, para ceñir a él vuestra personali-
ve
y persuasiva unción que ella haya dad moral y vuestro esfuerzo. Este pro-
tenido jamás. Pienso que hablar a la ju- grama propio—que algunas veces se for-
ventud sobre nobles y elevados motivos, ; muía y escribe; que se reserva otras
cualesquiera que sean, es un género de i para ser revelado en el mismo transcurso
208 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de la acción no falta nunca en el es- Las contemplaciones, de un «vestigio de


píritu de las agrupaciones y los pueblos sueño y un principio de pensamiento».
que son algo más que muchedumbres. La humanidad, renovando de genera-
Si con relación a la escuela de la volun- ción en generación su activa esperanza y
tad individual, pudo Goethe decir pro- su ansiosa fe en un ideal, al través de
fundamente que sólo es digno de la li- la dura experiencia de los siglos, hacía
bertad y la vida quien es capaz de con- pensar a Guyau en la obsesión de aque-
quistarlas día a día para sí, con tanta lla pobre enajenada cuya extraña y con-
más razón podría decirse que el honor movedora locura consistía en creer llega-
de cada generación humana exige que do, constantemente, el día de sus bo-
ella se conquiste, por la perseverante ac- das.—Juguete de su ensueño, ella ceñía
tividad de su pensamiento, por el es- cada mañana a su frente pálida la corona
fuerzo propio, su fe en determinada ma- de desposada y suspendía de su cabeza
nifestación del ideal y su puesto en la el velo nupcial. Con una dulce sonrisa,
evolución de las ideas. disponíase luego a recibir al prometido
Al conquistar los vuestros, debéis em- ilusorio, hasta que las sombras de la tar-
pezar por reconocer un primer objeto de de, tras el vano esperar, traían la descep-
fe, en vosotros mismos. La juventud que ción a su alma. Entonces tomaba un me-
vivís es una fuerza de cuya aplicación lancólico tinte su locura. Pero su inge-
sois los obreros y un tesoro de cuya in- nua confianza reaparecía con la aurora
versión sois responsables. Amad ese te- siguiente; y ya sin el recuerdo del desen-
soro y esa fuerza; haced que el altivo I canto pasado, murmurando: Es hoy
sentimiento de su posesión permanezca cuando vendrá, volvía a ceñirse la co-
ardiente y eficaz en vosotros. Yo os rona y el velo y a sonreír en espera de!
digo, con Renán: «La juventud es el des- i prometido.
cubrimiento de un horizonte inmenso, i Es así como, no bien la eficacia de
que es la vida.» El descubrimiento que I un ideal ha muerto, la humanidad vis-
revela las tierras ignoradas necesita com- j te otra vez sus galas nupciales para es-
pletarse por el esfuerzo viril que las so- i perar la realidad del ideal soñado con
juzga. Y ningún otro espectáculo puede i nueva fe, con tenaz y conmovedora lo-
imaginarse más propio para cautivar a ! cura. Provocar esa renovación, inaltera-
un tiempo el interés del pensador y el | ble como un ritmo de la Naturaleza, es
entusiasmo del artista, que el que pre- j en todos los tiempos la función y la obra
senta una generación humana que mar- i de la juventud. De las almas de cada
cha ai encuentro del futuro, vibrante con primavera humana está tejido aquel to-
la impaciencia de la acción, alta la fren- cado de novia. Cuando se trata de so-
te, en la sonrisa un altanero desdén del focar esta sublime terquedad de la es-
desengaño, colmada el alma por dulces peranza, que brota alada del seno de la
y remotos mirajes que derraman en ella j decepción, todos los pesimismos son va-
misteriosos estímulos, como las visiones : nos. Lo mismo los que se fundan en la
de Cipango y El Dorado en las crónicas i razón que los que parten de la experien-
heroicas de los conquistadores. I cia, han de reconocerse inútiles para con-
Del renacer de las esperanzas huma- I trastar el altanero no importa que surge
nas; de las promesas que fían eterna- : del fondo de la Vida. Hay veces en que,
mente al porvenir la realidad de lo me- ! por una aparente alteración del ritmo
jor, adquiere su belleza el alma que se I! triunfal, cruzan la historia humana ge-
entreabre al soplo de la vida, dulce e neraciones destinadas a personificar, des-
inefable belleza, compuesta, como lo es- i de la cuna, la vacilación y el desaliento.
taba la del amanecer para el poeta de i Pero ellas pasan—no sin haber tenido

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OBRA ORIGINAL.-—3: ARIEL 209
quizá su ideal como las otras, en forma i mana, todos esos estímulos de Dios que
negativa y con amor inconsciente—; y I son aún nuestra inspiración y nuestro
de nuevo se ilumina en el espíritu de ia orgullo. Absorto en su austeridad hiera-
humanidad la esperanza en el Esposo an- tica, el país del sacerdote representaba,
helado, cuya imagen, dulce y radiosa en tanto, la senectud, que se concentra
como en los versos de marfil de los mís- para ensayar el reposo de la eternidad y
ticos, basta para mantener la animación aleja, con desdeñosa mano, todo fri-
y el contento de la vida, aun cuando volo sueño. La gracia, la inquietud, es-
nunca haya de encarnarse en la rea- tán proscritas de las actitudes de su al-
lidad. ma, como del gesto de sus imágenes la
La juventud, que así significa en el vida. Y cuando la posteridad vuelve las
alma de los individuos y la de las ge- i miradas a él, sólo encuentra una estéril,
neraciones luz, amor, energía, existe y | noción del orden presidiendo al desen-
lo significa también en el proceso evo-, | volvimiento de una civilización que vivió
lutivo de las sociedades. De los pueblos i para tejerse un sudario y para edificar
que sienten y consideran la vida como ;; sus sepulcros: la sombra de un compás
vosotros, serán siempre la fecundidad, la tendiéndose _sobre la esterilidad de la
fuerza, el dominio del porvenir.—Hubo i arena.
una vez en que los atributos de la juven- : Las prendas del espíritu joven—el en-
tud humana se hicieron, más que en nin- ; tusiasmo y la esperanza—corresponden,
guna otra, los atributos de un pueblo, ! en las armonías de la historia y la natu-
los caracteres de una civilización, y en ! raleza, al movimiento y a la luz—. Adon-
que un soplo de adolescencia encanta- j dequiera que volváis los ojos, las en-
dora pasó rozando la frente serena de i contraréis como el ambiente natural de-
una raza. Cuando Grecia nació, los dio- j todas las cosas fuertes y hermosas. Le-
ses le regalaron el secreto de su juventud vantadlos ai ejemplo más alto: —La idea
inextinguible. Grecia es el alma joven. cristiana, sobre la que aún se hace pe-
«Aquel que en Delfos contempla la api- sar-la acusación de haber entristecido
ñada muchedumbre de los jonios—dice la tierra proscribiendo la alegría del pa-
uno de los himnos homéricos—se imagi- ganismo, es una inspiración esencialmen-
na que ellos no han de envejecer ja- te juvenil mientras no se aleja de su
más.» Grecia hizo grandes cosas porque cuna. El cristianismo naciente es en la
^vo, de la juventud, la alegría, que es interpretación—que yo creo tanto más
e
l ambiente de ia acción, y el entusiasmo, verdadera cuanto más poética—de Re-
que es la palanca omnipotente. El sacer- nán, un cuadro de juventud inmarcesi-
dote egipcio con quien Solón habló en ble. De juventud del alma, o, lo que es
e
l templo de Sais decía al legislador ate- lo mismo, de un vivo sueño, de gracia,
niense, compadeciendo a los griegos por de candor, se compone el aroma divino
su volubilidad bulliciosa: ¡No sois sino que flota sobre las lentas jornadas del
unos niños! Y Michelet ha comparado Maestro al través de los campos de Ga-
la actividad del alma helena con un ¡ lilea; sobre sus prédicas, que se desen-
festivo juego a cuyo alrededor se agru- vuelven ajenas a toda penitente grave-
pan y sonríen todas las naciones del dad; junto a un lago celeste; en los va-
mundo. Pero de aquel divino juego de lles abrumados de frutos; escuchadas por
nulos sobre las playas del Archipiélago «las aves deí cielo» y «los lirios de los
^' a la sombra de los olivos de Jonia, campos», con que se adornan las pará-
nacieron el arte, la filosofía, el pensa- , bolas; propagando la alegría del «reino
miento libre, la curiosidad de ia inves- j de Dios» sobre una dulce sonrisa de la
íj
8'ación, ia conciencia de la dignidad hu- Naturaleza- -, De este cuadro dichoso es-
210 JOSÉ EMRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

tan ausentes los ascetas que acompaña- y corazón en quienes se reflejan tan des-
ban en la soledad las penitencias del consoladoras manifestaciones del espíritu
Bautista. Cuando Jesús habla de los que de nuestro tiempo como la del protago-
a él le siguen, los compara a los para- nista de A rebours o la del Robert Gres-
ninfos de un cortejo de bodas.—Y es la lou de Le disciple.—V&io comprobaba
impresión de aquel divino contento la el análisis, también, un lisonjero renaci-
que, incorporándose a la esencia de la ¡ miento de animación y de esperanza en
nueva fe, se siente persistir al través de | la psicología de la juventud de que suele
la Odisea de los evangelistas; la que hablarnos una literatura que es quizá
derrama en el espíritu de las primeras nuncio de transformaciones más hondas;
comunidades cristianas su felicidad can- i renacimiento que personifican los hé-
dorosa, su ingenua alegría de vivir; y I roes nuevos de Lemaítre, de Wizewa,
la que, al llegar a Roma con ios igno- de Rod, y cuya más cumplida represen-
rados cristianos del Transtevere, les abre tación lo sería tal vez el David Grieve
fácil paso en los corazones; porque ellos con que cierta novelista inglesa contem-
triunfaron oponiendo el encanto de su poránea ha resumido en un solo carácter
juventud interior—la de su alma embal- todas las penas y todas las inquietudes
samada por la libación del vino nuevo— ideales de varias generaciones, para solu-
a ía severidad de los estoicos y a la de- cionarlas en un supremo desenlace de
crepitud de los mundanos. serenidad y de amor,
Sed, pues, conscientes poseedores de ¿Madurará en la realidad esa esperan-
la fuerza bendita que lleváis dentro de za?—Vosotros, los que vais a pasar, como
vosotros mismos. No creáis, sin embar- \ el obrero en marcha a los talleres que
go, que ella esté exenta de malograrse le esperan, bajo el pórtico del nuevo si-
y desvanecerse, como un impulso sin ob- : glo, ¿reflejaréis quizá sobre el arte que
jeto, en la realidad. De la Naturaleza es os estudie imágenes más luminosas y
la dádiva del precioso tesoro; pero es ; triunfales que las que han quedado de
de las ideas que él sea fecundo, o se pro- nosotros? Si los tiempos divinos en que
digue vanamente, o fraccionado y disper- ' las almas jóvenes daban modelos para
so en las conciencias personales, no se ios dialoguistas radiantes de Platón sólo
manifieste en la vida de las sociedades ; fueron posibles en una breve primavera
humanas como una fuerza bienhechora. \ del mundo; si es fuerza «no pensar en
—Un escritor sagaz rastreaba, ha poco, i los dioses», corno aconseja la Forquias
en las páginas de la novela de nuestro i del segundo Fausto al coro de cautivas;
siglo—esa inmensa superficie especular ¿no nos será lícito, a lo menos, soñar con
donde se refleja toda entera la imagen la aparición de generaciones humanas
de la vida en los últimos vertiginosos ¡ que devuelvan a la vida un sentido
cien años—, la psicología, los estados del | ideal, un grande entusiasmo; en las que
alma de la juventud, tales como ellos \ sea un poder el sentimiento; en los que
han sido en las generaciones que van ) una vigorosa resurrección de las energías
desde los días de Rene hasta los que j de la voluntad ahuyente, con heroico cla-
han visto pasar a Des Esseintes.—Su ana- j mor, del fondo de las almas, todas las
lisis comprobaba una progresiva dismi- >cobardías morales que se nutren a los
nución de juventud interior y de ener- ¡ pechos de la decepción y de la duda?
gía, en la serie de personajes represen- i ¿Será de nuevo la juventud una realidad
tanvos que se inicia con los héroes, en- j de la vida colectiva, como lo es de la
ferinos, pero a menudo viriles y siempre j vida individual?
intensos de pasión, de los románticos, y ¡ Tal es la pregunta que me inquieta,
termina con los enervados de voluntad I mirándoos.--Vuestras primeras páginas,

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OBRA ORIGINAL.-—3: ARIEL 211
las confesiones que nos habéis hecho ; llegase a nosotros, cualquiera resonan-
hasta ahora de vuestro mundo íntimo, ¡ cia del humano dolor, cualquier eco veni-
hablan de indecisión y de estupor a me- do de literaturas extrañas, que, por tris-
nudo; nunca de enervación, ni de un de- ; te o insano, ponga en peligro la fragi-
Unitivo quebranto de ía voluntad. Yo | lidad de su optimismo. Ninguna firme
sé bien que el entusiasmo es una sur- • educación de la inteligencia puede fun-
gente viva en vosotros. Yo sé bien que i darse en el aislamiento candoroso o en
las notas de desaliento y de dolor que i la ignorancia voluntaria, Todo problema
la absoluta sinceridad del pensamiento propuesto al pensamiento humano por
—virtud todavía más grande que la es- la Duda; toda sincera reconvención que
peranza—ha podido hacer brotar de las ' sobre Dios o la Naturaleza se fulmine,
torturas de vuestra meditación en las j del seno del desaliento y el dolor, tie-
tristes e inevitables citas de la Duda, no j nen derecho a que les dejemos llegar a
eran indicio de un estado de alma per- ¡ nuestra conciencia y a que los afronte-
manente ni significaron en ningún caso mos. Nuestra fuerza de corazón ha de
vuestra desconfianza respecto de ía éter- i probarse aceptando el reto de la Esfin-
na virtualidad de la Vida. Cuando un ! ge, y no esquivando su interrogación for-
grito de angustia ha ascendido del fon- : midable. —No olvidéis, además, que en
do de vuestro corazón, no lo habéis so- ciertas amarguras del pensamiento hay,
focado antes de pasar por vuestros la- j como en sus alegrías, la posibilidad de
bios, con la austera y muda altivez del ! encontrar un punto de partida para la
estoico en el suplicio, pero lo habéis j acción, hay a menudo sugestiones fe-
terminado con una invocación al ideal ; cundas. Cuando el dolor enerva; cuan-
que vendrá, con una nota de esperanza | do el dolor es la irresistible pendiente
mesiánica. que conduce al marasmo o el consejero
Por lo demás, al hablaros del entusias- pérfido que mueve a la abdicación de
mo y las esperanzas, como de altas y fe- la voluntad, la filosofía que le lleva en
cundas virtudes, no es mi propósito en- sus entrañas es cosa indigna de almas
señaros a trazar la línea infranqueable jóvenes. Puede entonces el poeta cali-
que separe el escepticismo de la fe, la ficarle de «indolente soldado que mili-
decepción de la alegría. Nada más lejos ta bajo las banderas de la muerte». Pero
de mi ánimo que la idea de confundií cuando lo que nace del seno del dolor
con los atributos naturales de la juven- es el anhelo varonil de la lucha para
tud, con la graciosa espontaneidad de su conquistar o recobrar el bien que él nos
alma, esa indolente frivolidad del pen- niega, entonces es un acerado acicate
samiento, que, incapaz de ver más que de la evolución, es el más poderoso im-
el motivo de un juego en la actividad, pulso de la vida; no de otro modo que
compra el amor y el contento de la vida como el hastío, para Helvecio, llega a
al precio de su incomunicación con todo ser la mayor y más preciosa de todas
lo que pueda hacer detener el paso ante las prerrogativas humanas, desde el mo-
la faz misteriosa y grave de las cosas. ,! mento en que, impidiendo enervarse
—No es ése el noble significado de la ¡ nuestra sensibilidad en los adormeci-
juventud individual, ni ése tampoco el j mientos del ocio, se convierte en el vigi-
de la juventud de los pueblos. —Yo he lante estímulo de la acción.
conceptuado siempre vano el propósito En tal sentido, se ha dicho bien que
de los que constituyéndose en avizores hay pesimismos que tienen la significa-
vigías del destino de América, en cus- j ción de un optimismo paradójico. Muy
¡.odios de su tranquilidad, quisieran so- j lejos de suponer la renuncia y la conde-
focar, con temeroso recelo, antes de que \ nación de la existencia, ellos propagan,
212 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

con su descontento de lo actual, la nece- tensas que debieran ser. Gastón Des-
sidad de renovarla. Lo que a la Huma- champs lo hacía notar en Francia, hace
nidad importa salvar contra toda nega- poco, comentando la iniciación tardía de
ción pesimista es, no tanto la idea de las jóvenes generaciones, en la vida pú-
ía relativa bondad de lo presente, sino blica y la cultura de aquel pueblo, y la
la de la posibilidad de llegar a un térmi- escasa originalidad con que ellas contri-
no mejor por el desenvolvimiento de la buyen al trazado de las ideas dominan-
vida, apresurado y orientado mediante tes. Mis impresiones del presente de Amé-
ei esfuerzo de los hombres. La fe en el rica, en cuanto ellas pueden tener un ca-
porvenir, la confianza en la eficacia del rácter general a pesar del doloroso ais-
esfuerzo humano, son el antecedente ne- lamiento en que viven los pueblos que
cesario de toda acción enérgica y de todo la componen, justificarían acaso una ob-
propósito fecundo. Tal es la razón por servación parecida. —Y, sin embargo, yo
la que he querido comenzar encarecién- creo ver expresada en todas partes la
doos la inmortal excelencia de esa fe necesidad de una activa revelación de
que, siendo en la juventud un instinto, fuerzas nuevas; yo creo que América
no debe necesitar seros impuesta por necesita grandemente de su juventud.
ninguna enseñanza, puesto que la encon- —He ahí por qué os hablo. He ahí por
traréis indefectiblemente dejando actuar qué me interesa extraordinariamente la
en el fondo de vuestro ser la sugestión orientación moral de vuestro espíritu. La
divina de la Naturaleza. energía de vuestra palabra y vuestro
Animados por ese sentimiento, entrad, ejemplo puede llegar hasta incorporar
pues, a la vida, que os abre sus hondos las fuerzas vivas del pasado a la obra
horizontes, con la noble ambición de ha- del futuro. Pienso con Michelet que el
cer sentir vuestra presencia en ella des- verdadero concepto de la educación no
de el momento en que la afrontéis con abarca sólo la cultura del espíritu de los
la altiva mirada del conquistador. Toca hijos por la experiencia de los padres,
al espíritu juvenil la iniciativa audaz, la sino también, y con frecuencia mucho
genialidad innovadora. —Quizá universal- más, la del espíritu de los padres por la
mente, hoy, la acción y la influencia de inspiración innovadora de los hijos.
la juventud son en la marcha de las so- Hablemos, pues, de cómo considera-
ciedades humanas menos efectivas e in- réis la vida que os espera.

[H

El hombre no debe desarrollar una sola faz de su espíritu,


sino su naturaleza entera.—Peligro de las civilizaciones avan-
zadas, indicado por Comte.—La hermosura de la vida de
Atenas depende de que supo producir el concierto de todas las
facultades humanas.—Necesidad de reservar una parte del
alma para las preocupaciones puramente ideales--Cuento sim-
bólico.—Ni la vida de los individuos, ni la vida de las socieda-
des, deben tener un objetivo único y exclusivo.}

La divergencia de las vocaciones per- ! disposición, una aptitud determinada, en


sonales imprimirá diversos sentidos a j el espíritu cíe cada uno de vosotros. -Loa
'vuestra actividad, y hará predominar una unos seréis hombres de ciencia; los otros

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 213
seréis hombres de arte; los oíros seréis de considerar más que ei único aspecto
hombres de acción. —Pero por encima de la realidad con que estén inmediata-
de ios afectos que hayan de vincularos mente en contacto, vivirán separados por
individualmente a distintas aplicaciones helados desiertos de los espíritus que,
y distintos modos de la vida, debe velar, dentro de la misma sociedad, se hayan
en io íntimo de vuestra alma, la con- adherido a otras manifestaciones de la
ciencia de la unidad fundamental de vida.
nuestra naturaleza, que exige que cada Lo necesario de la consagración parti-
individuo humano sea, ante todo y sobre cular de cada uno de nosotros a una ac-
todo otra cosa, un ejemplar no mutilado tividad determinada, a un solo modo de
de la humanidad, en el que ninguna no- cultura, no excluye, ciertamente, la ten-
ble facultad del espíritu quede oblitera- dencia a realizar, por la íntima armonía
da y ningún alto interés de todos pierda del espíritu, el destino común de los se-
su virtud comunicativa. Antes que jas res racionales. Esa actividad, esa cultura,
modificaciones de profesión y de cultura serán sólo la nota fundamental de la ar-
está el cumplimiento del destino común monía. —El verso célebre en que el es-
de ios seres racionales. «Hay una profe- clavo de la escena antigua afirmó que,
sión universal, que es la de hombre» ha pues era hombre, no le era ajeno nada
dicho admirablemente Guyau. Y Renán, de lo humano, forma parte de los gritos
recordando, a propósito de las civiliza- que, por su sentido inagotable, resonarán
ciones desequilibradas y parciales, que ¡ eternamente en la conciencia de la hu-
el fin de la criatura humana no puede manidad. Nuestra capacidad de compren-
ser exclusivamente saber, ni sentir, ni j der sólo debe tener por límite la imposi-
imaginar, sino ser real y enteramente hn- \ bilidad de comprender a los espíritus es-
mana, define el ideal de perfección a ¡ trechos. Ser incapaz de ver de la Natura-
que ella debe encaminar sus energías ¡ leza más que una faz; de las ideas e
como la posibilidad de ofrecer en un intereses humanos más que uno solo,
tipo' individual un cuadro abreviado de equivale a vivir envuelto en una sombra
la especie. de sueño horadada por un solo rayo de
Aspirad, pues, a desarrollar en lo posi- I luz. La intolerancia, el exclusivismo, que
ble, no un solo aspecto, sino la plenitud ! cuando nacen de ia tiránica absorción
de vuestro ser. No os encojáis de hom- j de un alto entusiasmo, deí desborde de
bros delante de ninguna noble y fecunda , un desinteresado propósito ideal, pueden,
manifestación de la naturaleza humana, merecer justificación, y aun simpatía, se
f pretexto de que vuestra organización convierten en la más abominable de las
individual os liga con preferencia a ma- inferioridades cuando, en el círculo de
nifestaciones diferentes. Sed espectado- la vida vulgar, manifiestan la limitación
res atentos allí donde no podáis ser ac- de un cerebro incapacitado para reflejar
tores. —Cuando cierto falsísimo y vulga- más que una parcial apariencia de las
rizado concepto de la educación, que la cosas.
imagina subordinada exclusivamente ai Por desdicha, es en los tiempos y las
fin utilitario se empeña en mutilar, por civilizaciones que han alcanzado una
medio de ese utilitarismo y de una espe- j completa y refinada cultura donde el pe-
cialización prematura, la integridad na- i ligro de esa limitación de los espíritus
tura! de los espíritus, y anhela proscribir I tiene una importancia más real y condu-
de la enseñanza todo elemento desinte- ] ce a resultados más temibles. Quiere, en
resa.do e ideal, no repara su.ficientemen- efecto, la ley de evolución, manifestán-
ie en ci peligro de preparar para el por- dose en la sociedad corno en la Naturale-
venir espíritus estrechos, que, incapaces i za por una creciente tendencia a la hete-
214 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

rogeneidad, que, a medida que la cultu- estructura social. —La belleza incompa-
ra general de las sociedades avanza, se rable de Atenas, lo imperecedero del mo-
limite correlativamente la extensión de delo legado por sus manos de diosa a la
las aptitudes individuales y haya de ce- admiración y el encanto de la humani-
ñirse el campo de acción de cada uno dad, nacen de que aquella ciudad de pro-
a una especialidad más restringida. Sin digios fundó su concepción de la vida en
dejar de constituir una condición necesa- el concierto de todas las facultades hu-
ria de progreso, ese desenvolvimiento del manas, en la libre y acordada expansión
espíritu de especialización trae consigo de todas las energías capaces de contri-
desventajas visibles, que no se limitan a buir a la gloria y al poder de los hom-
estrechar el horizonte de cada inteligen- bres. Atenas supo engrandecer a la vez
cia, falseando necesariamente su concep- el sentido de lo ideal y el de lo real, la
to del mundo, sino que alcanzan y perju- razón y el instinto, las fuerzas del espíri-
dican, por la dispersión de las afecciones tu y las del cuerpo. Cinceló las cuatro
y los hábitos individuales, al sentimiento faces del alma. Cada ateniense libre des-
de la solidaridad. —Augusto Comte ha se- cribe en derredor de sí, para contener su
ñalado bien este peligro de las civilizacio- acción, un círculo perfecto, en el que nin-
nes avanzadas. Un alto estado de perfec- gún desordenado impulso quebrantará la
cionamiento social tiene para él un grave graciosa proporción de la línea. Es atleta
inconveniente en la facilidad con que sus- y escultura viviente en el gimnasio, ciu-
cita la aparición de espíritus deformados dadano en el Pnix, polemista y pensador
y estrechos; de espíritus «muy capaces | en los pórticos. Ejercita su voluntad en
bajo un aspecto único y monstruosamen- i toda suerte de acción viril y su pensa-
te ineptos bajo todos los otros». El em- i miento en toda preocupación fecunda.
pequeñecimiento de un cerebro humano Por eso afirma Macaulay que un día dé-
por el comercio continuo de un solo gé- j la vida pública del Ática es más brillan-
ñero de ideas, por el ejercicio indefinido ] te programa de enseñanza que los que
de un solo modo de actividad, es para hoy calculamos para nuestros modernos
Comte un resultado comparable a la mí- centros de instrucción. —Y de aquel li-
sera suerte del obrero a quien la divi- bre y único florecimiento de la plenitud
sión del trabajo de taller obliga a con- de nuestra naturaleza, surgió el milagro-
sumir en la invariable operación de un griego, —una inimitable y encantadora-
detalle mecánico todas las energías de su mezcla de animación y de serenidad, una
vida, En uno y otro caso, el efecto moral primavera del espíritu humano, una son-
es inspirar una desastrosa indiferencia ' risa de la historia.
por el aspecto general de los intereses En nuestros tiempos, la creciente com-
de la humanidad. Y aunque esta especie plejidad de nuestra civilización privaría
de automatismo humano—agrega el pen- de toda seriedad al pensamiento de res-
sador positivista—no constituye felizmen- taurar esa armonía,
te sino la extrema influencia dispersiva los elementos de una sólo posible entre
graciosa sencillez.
del principio de especialización, su reali- Pero dentro de la misma
dad, ya muy frecuente, exige que se atri- nuestra cultura; dentro decomplejidadla
de
diferencia-
buya a su apreciación una verdadera im- ción progresiva de caracteres, de aptitu-
portancia (i). ; des, de méritos, que es la ineludible con-
No menos que a la solidez, daña esa ' secuencia del progreso en el desenvolvi-
influencia dispersiva a la estética de la ! miento social, cabe salvar una razonable
participación de todos en ciertas ideas y
(1) A. COMI'E: Coars de. phüosophic posiíive, sentimientos fundamentales que manten-
i. IV, p. 430, 2.» ed. [J. E. R,] gan la unidad y el concierto de la vida.

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 215
—en ciertos intereses del alma, ante los tos. Vivía su reino la candorosa infancia
cuales la dignidad del ser racional no de las tiendas de Ismael y los palacios de
consiente la indiferencia de ninguno de Pilos. La tradición le llamó después, en
nosotros. la memoria de los hombres, el rey hospi-
Cuando el sentido de la utilidad ma- talario. Inmensa era la piedad del rey,
terial y el bienestar domina en el carác- A desvanecerse en ella tendía, como por
ter de las sociedades humanas con la su propio peso, toda desventura. A su
energía que tiene en lo presente, los re- hospitalidad acudían lo mismo por blan-
sultados del espíritu estrecho y la cultu- co pan el miserable que el alma desolada
ra unilateral son particularmente funes- por el bálsamo de la palabra que acari-
tos a la difusión de aquellas preocupacio- cia. Su corazón reflejaba, como sensible
nes puramente ideales que, siendo obje- placa sonora, el ritmo de los otros. Su
to de amor para quienes les consagran palacio era la casa del pueblo. —Tocio
las energías más nobles y perseverantes era libertad y animación dentro de este
de su vida, se convierten en una remota, augusto recinto, cuya entrada nunca
y quizá no sospechada región, para una hubo guardas que vedasen. En los abier-
inmensa parte de los otros. —Todo géne- tos pórticos, formaban corro los pastores
ro de meditación desinteresada, de con- cuando consagraban a rústicos concier-
templación ideal, de tregua íntima, en la tos sus ocios; platicaban al caer la tarde
que los diarios afanes por la utilidad ce- los ancianos; y frescos grupos de muje-
dan transitoriamente su imperio a una res disponían, sobre trenzados juncos,
mirada noble y serena tendida de lo alto las flores y los racimos de que se com-
de la razón sobre las cosas, permanece ponía únicamente el diezmo real. Mer-
ignorado, en el estado actual de las so- caderes de Ofir, buhoneros de Damasco,
ciedades humanas, para millones de al- cruzaban a toda hora las puertas anchu-
mas civilizadas y cultas, a quienes la in- rosas, y ostentaban en competencia, ante
fluencia de la educación o la costumbre las miradas del rey, las telas, las jo-
reduce al automatismo de una actividad, yas, los perfumes. Junto a su trono repo-
en definitiva, material. —Y bien: este saban los abrumados peregrinos. Los pá-
género de servidumbre debe considerarse jaros se citaban al mediodía para recoger
la más triste y oprobiosa de todas las las migajas de su mesa; y con el alba,
condenaciones morales. Yo os ruego que los niños llegaban en bandas bulliciosas
os defendáis, en la milicia de la vida, al pie del lecho en que dormía el rey de
contra ía mutilación de vuestro espíritu barba de plata y le anunciaban la pre-
Por la tiranía de un objetivo único e sencia del sol. —Lo mismo a los seres
interesado. No entreguéis nunca a la uti- sin ventura que a las cosas sin alma al-
lidad o a la pasión sino una parte de canzaba su liberalidad infinita. La Natu-
vosotros. Aun dentro de la esclavitud raleza sentía también la atracción de su
material, hay la posibilidad de salvar la llamado generoso; vientos, aves y plan-
libertad interior: la de la razón y el sen- tas parecían buscar—como en el mito de
timiento. No tratéis, pues, de justificar, Orfeo y en la leyenda de San Francisco
por la absorción del trabajo o el cómba- de Asís—la amistad humana en aquel
le, la esclavitud de vuestro espíritu. oasis de hospitalidad. Del germen caído
al acaso brotaban y florecían, en las
Encuentro el símbolo de lo que debe junturas de los pavimentos y los muros,
ser nuestra alma en un cuento que evoco los alhelíes de las ruinas, sin que una
de un empolvado rincón de mi memoria. mano cruel los arrancase ni los hollara
--Era un rey patriarcal, en el Oriente in- un pie maligno. Por las francas ventanas
determinado e ingenuo donde gusta ha- se tendían al interior de las cámaras del
-er nido la alegre bandada de los cuen-
216 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

rey las enredaderas osadas y curiosas, | guraba que, aun cuando a nadie fuera:
Los fatigados vientos abandonaban lar- I dado acompañarle hasta allí, su hospita-
gamente sobre el alcázar real su carga lidad seguía siendo en el misterioso se-
de aromas y armonías. Empinándose des- guro tan generosa y grande como siem-
de el vecino mar, como si quisieran ce- pre, sólo que los que él congregaba den-
ñirle en un abrazo, le salpicaban las olas I tro de sus muros discretos eran convi-
con su espuma. Y una libertad paradisial, dados impalpables y huéspedes sutiles.
una inmensa reciprocidad de confianzas, En él soñaba, en él se libertaba de la
mantenían por dondequiera la animación realidad, el rey legendario; en él sus
de una fiesta inextinguible... miradas se volvían a lo interior y se bru-
Pero dentro, muy dentro; aislada del. j ñían en la meditación sus pensamientos
alcázar ruidoso por cubiertos canales; i como las guijas lavadas por la espuma;
oculta a la mirada vulgar—como la «per- | en él se desplegaban sobre su noble fren-
dida iglesia» de Uhland en lo esquivo ¡ te las blancas alas de Psiquis... Y luego,
del bosque—al cabo de ignorados sende- ; cuando la muerte vino a recordarle que
ros, una misteriosa sala se extendía, en :! él no había sido sino un huésped más en
ia que a nadie era lícito poner la planta, su palacio, la impenetrable estancia que-
sino al mismo rey, cuya hospitalidad se ! dó clausurada y muda para siempre;
trocaba en sus umbrales en la aparien- i para siempre abismada en su reposo in-
cia de ascético egoísmo. Espesos muros i finito; nadie la profanó jamás, porque
ia rodeaban. Ni un eco del bullicio ex- i nadie hubiera osado poner la planta irre-
terior; ni una nota escapada al concierto i verente allí donde el viejo rey quiso es-
de la Naturaleza, ni una palabra despren- \ tar solo con sus sueños y aislado en Ja
dida de labios de los hombres, lograban ¡ última Thule de su alma.
traspasar el espesor de los sillares de 1 Yo doy al cuento el escenario ele vues-
pórfido y conmover una onda del aire j tro reino interior. Abierto con una salu-
en la prohibida estancia. Religioso silen- { dable liberalidad, como la casa del mo-
cio velaba en ella la castidad del aire ' narca confiado, a todas las corrientes del
dormido. La luz, que tamizaban esmal- i mundo, exista en él, al mismo tiempo, la
tadas vidrieras, llegaba lánguida, medido I celda escondida y misteriosa que deseo-
el paso por una inalterable igualdad, y se i nozcan los huéspedes profanos y que a
diluía, como copo de nieve que invade un j nadie más que a la razón serena perte-
nido tibio, en la calma de un ambiente nezca. Sólo cuando penetréis dentro del
celeste.—Nunca reinó tan honda paz; ni inviolable seguro podréis llamaros, en
en oceánica gruta, ni en soledad nemo- realidad, hombres libres. No lo son quie-
rosa.—Alguna vez—cuando la noche era nes, enajenando insensatamente el do-
diáfana y tranquila—abriéndose a modo minio de sí a favor de la desordenada
de dos valvas de nácar la artesonada te- pasión o el interés utilitario, olvidan que,
chumbre, dejaba cernerse en su lugar la según el sabio precepto de Montaigne,
magnificencia de las sombras serenas. En nuestro espíritu puede ser objeto de
el ambiente flotaba como una onda in- préstamo, pero no de cesión.-—Pensar,
disipable la casta esencia del nenúfar, el soñar, admirar: he ahí los nombres de
perfume sugeridor del adormecimiento los sutiles visitantes de mi celda. Los
penseroso y de la contemplación del pro- antiguos los clasificaban dentro de su
pio ser. Graves cariátides custodiaban las j noble inteligencia del ocio, que ellos te-
puertas de marfil en la actitud del silen- j nían por el más elevado empleo de una
ciario. En los testeros, esculpidas imáge- : existencia verdaderamente racional, íden-
nes hablaban de idealidad, de ensimisma- i tíñeándolo con la libertad del pensa-
miento, de reposo...—-Y el viejo rey ase- ¡ miento emancipado de todo innoble yugo.

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ÜBRA ORIGINAL.—3; ARIEL 217
£1 ocio noble era la inversión del tiempo Ninguna función particular debe preva-
que oponían, como expresión de la vida lecer jamás sobre esa finalidad suprema.
superior, a la actividad económica. Vincu- Ninguna fuerza aislada puede satisfacer
lada exclusivamente a esa alta y aristo- los fines racionales de la existencia indi-
crática idea del reposo su concepción de vidual, como no puede producir el orde-
la dignidad de la vida, el espíritu clásico nado concierto de la existencia colectiva.
encuentra su corrección y su complemen- Así como la deformidad y el empequeñe-
to en nuestra moderna creencia en la cimiento son, en el alma de los indivi-
dignidad del trabajo útil; y entrambas duos, el resultado de un exclusivo objeto
atenciones del alma pueden componer, impuesto a la acción y un solo modo de
en ía existencia individual, un ritmo so- cultura, la falsedad de lo artificial vuel-
bre cuyo mantenimiento necesario nunca ve efímera la gloria de las sociedades que
será inoportuno insistir.—La escuela es- han sacrificado el libre desarrollo de su
toica, que iluminó el ocaso de la antigüe-
dad como por un anticipado resplandor sensibilidad y su pensamiento, ya a la
del cristianismo, nos ha legado una sen- actividad mercantil, como en Fenicia; ya
cilla y conmovedora imagen de la salva- a la guerra, corno en Esparta; ya al mis-
ción de la libertad interior, aun en me- ticismo, como en el terror del milenario;
dio a ios rigores de la servidumbre, en ía ya a la vida de sociedad y de salón, como
hermosa figura de Cleanío; de aquel en la Francia: del siglo xvin.—Y preser-
Cleanto que, obiigado a emplear la fuer- vándoos contra toda mutilación de vues-
za de sus brazos de atleta en sumergir tra naturaleza moral, aspirando a la ar-
el cubo de una fuente y mover la piedra moniosa expansión de vuestro ser en
de un molino, concedía a la meditación todo noble sentido, pensad al mismo
las treguas del quehacer miserable y tra- tiempo en que la más fácil y frecuente
zaba, con encallecida mano, sobre las pie- de las mutilaciones es, en el carácter ac-
dras del camino, las máximas oídas de tual de las sociedades humanas, la que
labios de Zenón. Toda educación racio- obliga al alma a privarse de ese género
nal, todo perfecto cultivo de nuestra na- de vida interior, donde tienen su ambien-
turaleza, tomarán por punto de partida te propio todas las cosas delicadas y no-
la posibilidad de estimular en cada uno bles que, a la intemperie de la realidad,
de nosotros la doble actividad que sim- quema el aliento de la pasión impura y
boliza Cleanto. el interés utilitario proscribe: ¡la vida
Una vez más: el principio fundamen- de que son parte la meditación desinte-
tal de vuestro desenvolvimiento, vuestro resada, la contemplación ideal, el ocio
leraa en la vida, deben ser mantener la antiguo, la impenetrable estancia de mi
integridad de vuestra condición humana. cuento!

[III
Importancia del sentimiento de lo bello para la educación del
espíritu.—Su relación con la moralidad.—Ejemplos históricos.—
Importancia de la cultura estética en el carácter de los pueblos
y como medio de propagar las ideas.]
Así como el primer impulso de la pro-1 contra la que os prevengo comenzará por
fonación será dirigirse a lo más sagrado sacrificar lo más delicado del espíritu.
"'-£-1 santuario, la regresión vulgarizadora : -De todos los elementos superiores de
218 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

la existencia racional, es el sentimiento zaría a proponer la cultura de ios senti-


de lo bello, la visión clara de la herrao- ¡ mientos estéticos como un alto interés
sura de las cosas, el que más fácilmente | de todos.—Si a nadie es dado renunciar
marchita la aridez de la vida limitada a ¡ a la educación del sentimiento moral,
la invariable descripción del círculo vul- j este deber trae implícito el de disponer
gar, convirtiéndole en el atributo de una • el alma para la clara visión de la belleza.
minoría que lo custodia, dentro de cada j Considerad al educado sentido de lo bello
sociedad humana, como el depósito de | el colaborador más eficaz en la forma-
un precioso abandono. La emoción de j ción de un delicado instinto de justicia.
belleza es el sentimiento de las idealida- j La dignificación, el ennoblecimiento in-
des como el esmalte del anillo. El efecto terior, no tendrá nunca artífice más ade-
del contacto brutal por ella empieza fa- cuado. Nunca la criatura humana se ad-
talmente, y es sobre ella como obra de herirá de más segura manera al cumpli-
modo más seguro. Una absoluta indife- miento del deber que cuando, además de
rencia llega a ser, así, el carácter normal, sentirle como una imposición, le sienta
con relación a lo que debiera ser univer- estéticamente como una armonía. Nunca
sal amor de las almas. No es más intensa ella será más plenamente buena que
la estupefacción del hombre salvaje, en cuando sepa, en las formas con que se
presencia de los instrumentos y las for- manifieste activamente su virtud, respe-
mas materiales de la civilización, que la tar en los demás el sentimiento de lo
que experimenta un número relativamen- hermoso.
te grande de hombres cultos frente a los Cierto es que la santidad del bien pu-
actos en que se revele el propósito y el rifica y ensalza todas las groseras apa-
hábito de conceder una seria realidad a riencias. Puede él indudablemente reali-
la relación hermosa de la vida. zar su obra sin darle el prestigio exte-
El argumento del apóstol traidor ante rior de la hermosura. Puede el amor ca-
el vaso de nardo derramado inútilmente ritativo llegar a la sublimidad con me-
sobre la cabeza del Maestro es, todavía, dios toscos, desapacibles y vulgares. Pero
una de las fórmulas del sentido común. : no es sólo más hermosa, sino mayor, la
La superfluidad del arte no vale para la caridad que anhela transmitirse en las
masa anónima los trescientos denarios. formas de lo delicado y lo selecto; por-
Si acaso la respeta, es como a un culto que ella añade a sus dones un beneficio
esotérico. Y, sin embargo, entre todos más, una dulce e inefable caricia que no
los elementos de educación humana que se sustituye con nada y que realza el
pueden contribuir a formar un amplio y j bien que se concede, como un toque de
noble concepto de la vida, ninguno jus- luz.
tincaría más que el arte un interés uni- Dar a sentir lo hermoso es obra de mi-
versal, porque ninguno encierra—según sericordia. Aquellos que exigirían que el
la tesis desenvuelta en elocuentes pági- bien y la verdad se manifestasen invaria-
nas de Schiller—la virtualidad de una j blemente en formas adustas y severas,.
cultura más extensa y completa, en el i me han parecido siempre amigos traido-
sentido de prestarse a un acordado es-1 res del bien y la verdad. La virtud es tam-
tímulo de todas las facultades del alma. ! bién un género de arte, un arte divino;
Aunque el amor y la admiración de la j ella sonríe maternalmente a las Gracias»
belleza no respondiesen a una noble es- j —La enseñanza que se proponga fijar en
pontaneidad del ser racional y no tuvie- ' los espíritus la idea del deber, como la
ran, con ello, suficiente valor para ser j de la más seria realidad, debe tender a.
cultivados por sí mismos, sería un moti- j hacerla concebir al misino tiempo come
va superior de moralidad el que autorí- í la más alta poesía.—Guyau, que es rey

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 219
en las comparaciones hermosas, se vale sueño, porque la conciencia del deber le
de una insustituible para expresar este dará, con la visión clara de lo bueno, la
doble objeto de la cultura moral. Recuer- complacencia de lo hermoso,
da el pensador ios esculpidos respaldos En el alma del redentor, del misionero,
del cono de una gótica iglesia, en los del filántropo, debe exigirse también en-
que la madera labrada bajo la inspira- tendimiento de hermosura, hay necesidad
ción de la fe, presenta, en una faz, esce- i de que colaboren ciertos elementos del
nas de una vida de santo, y en la otra i genio del artista. Es inmensa la parte
faz, ornamentales círculos de flores. Por ! que corresponde al don de descubrir y
tal manera, a cada gesto del santo, sig- [ revelar la íntima belleza de las ideas, en
nificativo de su piedad o su martirio; a la eficacia de las grandes revoluciones
cada rasgo de su fisonomía o su actitud, j morales. Hablando de la más alta de ro-
corresponde, del opuesto lado, una coro- das, ha podido decir Renán profunda-
la o un pétalo. Para acompañar la re- | mente que «la poesía del precepto, que
presentación simbólica del bien, brotan, j le hace amar, significa más que el pre-
ya un lirio, ya una rosa. Piensa Guyau cepto mismo, tomado como verdad abs-
que no de otro modo debe estar enculpi- ¡ tracta». La originalidad de la obra de Je-
da nuestra alma; y él mismo, el dulce sus no está, efectivamente, en la acep-
maestro, ¿no es por la evangélica hermo- 1 ción literal de su doctrina—puesto que
sura de su genio de apóstol, un ejemplo ' ella puede reconstituirse tocia entera sin
de esa viva armonía? I salir de la moral de la Sinagoga, buscán-
Yo creo indudable que el que ha apren- ! doía desde el Deuteronomio hasta el Tal-
dido a distinguir de ío delicado lo vul- ! mud—, sino en haber hecho sensible, con
gar, lo feo de lo hermoso, lleva hecha ¡ su. prédica, ía poesía del precepto, es de-
media jornada para distinguir lo malo de • cir, su belleza íntima,
lo bueno. No es, por cierto, el buen gus- ; Pálida gloria será la de las épocas y las
to, como querría cierto liviano áilettan- | comuniones que menosprecien esa rela-
tismo moral, el único criterio para apre- ción estética de su vida o de su propa-
ciar la legitimidad de las acciones huma- ganda. El ascetismo cristiano, que no
nas; pero menos debe considerársele, supo encarar más que una sola faz del
con el criterio de un estrecho ascetismo, ideal, excluyó de su concepto de la per-
una tentación del error y una sirte enga- I fección todo lo que hace a la vida ama-
ñosa. No lo señalaremos nosotros como j ble, delicada y hermosa; y su espíritu
ía senda misma del bien; sí como un i estrecho sirvió para que el instinto in-
camino paralelo y cercano que mantiene domable de la libertad, volviendo en una
muy aproximados a ella el paso y la mi- de esas arrebatadas reacciones del espí-
rada del viajero. A medida que la huma- ritu humano, engendrase, en la Italia del
nidad avance, se concebirá más clara- I Renacimiento, un tipo de civilización que
mente la ley moral como una estética de consideró vanidad el bien moral y sólo
ia conducta. Se huirá del mal y del error creyó en la virtud de la apariencia fuerte
como de una disonancia; se buscará lo i y graciosa. El puritanismo, que persiguió
bueno como el placer de una armonía. { toda belleza y toda selección intelectual;
Cuando la severidad estoica de Kant ins- que veló indignado la casta desnudez de
pira, simbolizando el espíritu de su ética, ¡ las estatuas; que profesó la afectación de
ias austeras palabras: «Dormía, y soñé • la fealdad en las maneras, en el traje, en
que la vida era belleza; desperté, y ad- los discursos; la secta triste que, impo-
vertí que ella es deber», desconoce que, i niendo su espíritu desde el Parlamento
•i[ c¡ deber es la realidad suprema, en i inglés, mandó extinguir las fiestas que
"Ha puede hallar realidad el objeto de su i manifestasen alegría y segar los árboles
220 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que diesen flores—tendió junto a la vir- j nosa alegría de la antigüedad; imaginar-


tud, al divorciarla del sentimiento de lo se que el Evangelio se propaga otra vez
bello, una sombra de muerte que aún no ! en Tesalónica y Filipos.
ha conjurado enteramente Inglaterra, y ! Cultivar el buen gusto no significa sólo
que dura en las menos amables manifes- | perfeccionar una forma exterior de la
taciones de su religiosidad y sus costum- j cultura, desenvolver una actitud artísti-
bres.—Macaulay declara preferir la gro- ca, cuidar, con exquisitez superflua, una
sera «caja de plomo» en que los purita- elegancia de la civilización. El buen gus-
nos guardaron el tesoro de la Jibertad, to es «una rienda firme del criterio».
ai primoroso cofre esculpido en que la Martha ha podido atribuirle exactamente
corte de Carlos II hizo acopio de sus re- la significación de una segunda concien-
finamientos. Pero como ni la libertad ni cia que nos orienta y nos devuelve a la
la virtud necesitan guardarse en caja de luz cuando la primera se oscurece y va-
plomo, mucho más que todas las severi- cila. El sentido delicado de la belleza es,
dades de ascetas y de puritanos, valdrán para Bagehot, un aliado del tacto seguro
siempre, para la educación de la huma- de la vida y de la dignidad de las cos-
nidad, la gracia del ideal antiguo, la mo- tumbres. «La educación del buen gusto
ral armoniosa de Platón, el movimiento —agrega el sabio pensador—se dirige a
pulcro y elegante con que la mano de favorecer el ejercicio del buen sentido,
Atenas tomó, para llevaría a los labios, | que es nuestro principal punto de apoyo
la copa de la vida. i en la complejidad de la vida civilizada.»
La perfección de la moralidad humana Si algunas veces veis unida esa educa-
consistiría en infiltrar el espíritu de la | ción, en el espíritu de los individuos y
caridad en los moldes de la elegancia ! las sociedades, al extravío del sentimíen-
griega. Y esta suave armonía ha tenido ! to o la moralidad, es porque en tales ca-
en el mundo una pasajera realización. ! sos ha sido cultivada como fuerza aisla-
Cuando la palabra del cristianismo na- i da y exclusiva, imposibilitándose de ese
ciente llegaba con San Pablo al seno de I modo el efecto de perfeccionamiento mo-
las colonias griegas de Macedonia, a Te- ' ral que ella puede ejercer dentro de un
salónica y Filipos, y el Evangelio, aun j orden de cultura en el que ninguna fa-
puro, se difundía en el alma de aquellas i cuitad del espíritu sea desenvuelta pres-
sociedades finas y espirituales, en las \ cindiendo de su relación con las otras.—
que el sello de la cultura helénica man- ( En el alma que haya sido objeto de una
tenía una encantadora espontaneidad de I estimulación armónica y perfecta, la gra-
distinción, pudo creerse que los dos idea- I cia íntima y la delicadeza del sentimien-
les más altos de la historia iban a en- | to de lo bello serán una misma cosa con
lazarse para siempre. En el estilo episto- la fuerza y la rectitud de la razón. No de
lar de San Pablo queda la huella de otra manera observa Taine que, en las
aquel momento en que la caridad se he- grandes obras de la arquitectura antigua,
leniza. Este dulce consorcio duró poco. la belleza es una manifestación sensible
La armonía y la serenidad de la concep- de la solidez, la elegancia se identifica
ción pagana de la vida se apartaron cada 1 con la apariencia de la fuerza: «Las mis-
vez más de la idea nueva que marchaba j mas líneas del Partenón que halagan a la
entonces a la conquista del mundo. Pero i mirada con proporciones armoniosas,
para concebir la manera como podría | contentan a la inteligencia con promesas
señalarse al perfeccionamiento moral de i de eternidad,»
Ja humanidad un paso adelante, sería ¡ Hay una relación orgánica, una natural
necesario soñar que el ideal cristiano se 1 y estrecha simpatía, que vincula a las
reconcilia de nuevo con la serena y himi- I subversiones del sentimiento y de la vo-

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OBRA ORIGINA]-.—i: ARIEL 221
luntacl con las falsedades y las violen- el efecto ennoblecedor de la libertad;
cias del mal gusto. Si nos fuera dado la esclavitud afea al mismo tiempo que
penetrar en el misterioso laboratorio de envilece; la conciencia de su armonioso
las almas y se reconstruyera la historia desenvolvimiento imprime a las razas li-
íntima de las del pasado para encontrar bres el sello exterior de la hermosura.
la fórmula de sus definitivos caractez^es En el carácter de los pueblos, los do-
morales, sería un interesante objeto de nes derivados de un gusto fino, el domi-
estudio determinar la parte que corres- nio de las formas graciosas, la delicada,
ponde entre los factores de la refinada aptitud de interesar, la virtud de hacer
perversidad de Nerón, al germen de his- amables las ideas, se identifican, además,,
trionismo monstruoso depositado en el con el «genio de la propaganda»—es de-
alma de aquel cómico sangriento por la cir, con el don poderoso de la universa-
retórica afectada de Séneca. Cuando se lidad. Bien sabido es que, en mucha
evoca la oratoria de ia Convención, y el parte, a la posesión de aquellos atribu-
hábito de una abominable perversión re- tos escogidos debe referirse la significa-
tórica se ve aparecer por todas partes, ción humana que el espíritu francés
como la piel felina del jacobinismo, es acierta a comunicar a cuanto elige y con-
imposible dejar de relacionar, como íos sagra.—Las ideas adquieren alas potentes
radios que parten de un mismo centro, y veloces, no en el helado seno de la
como los accidentes de una misma insa- abstracción, sino en el luminoso y cálido
nia, el extravío del gusto, el vértigo del ambiente de la forma. Su superioridad
sentido moral y la limitación fanática de de difusión, su prevalencia a veces, de-
la razón. penden de que las Gracias las hayan ba-
Indudablemente, ninguno más seguro ñado con su luz. Tal así, en las evolucio-
entre los resultados de la estética que el nes de la vida, esas encantadoras exterio-
que nos enseña a distinguir, en la esfera ridades de la naturaleza, que parecen
de lo relativo, lo bueno y lo verdadero, representar, exclusivamente, la dádiva de
de lo 'hermoso, y a aceptar ía posibili- una caprichosa superfluidad—la música,
dad de una belleza deí mal y del error. el pintado plumaje de las aves; y como-
Pero no se necesita desconocer esta ver- reclamo para el insecto propagador del
dad, definitivamente verdadera, p a r a polen fecundo, el matiz de las flores, su
creer en el encadenamiento simpático de perfume—, han desempeñado, entre los
todos aquellos altos fines del alma, y elementos de la concurrencia vital, una
considerar a cada uno de ellos como el función realísima; puesto que significan-
Punto de partida, no único, pero sí más do una superioridad de motivos, una ra-
se
guro, de donde sea posible dirigirse al zón de preferencia, para las atracciones
encuentro de los otros. del amor, han hecho prevalecer, dentro
de cada especie, a los seres mejor dota-
La idea de un superior acuerdo entre dos de hermosura sobre los menos ven-
el buen gusto y el sentido moral es, pues, tajosamente dotados.
exacta, lo mismo en el espíritu de los in-
dividuos que en el espíritu de las socieda- Para un espíritu en que exista el amor
des. Por lo que respecta a estas últimas, instintivo de lo bello, hay, sin duda, cier-
esa relación podría tener su símbolo en to género de mortificación en resignarse
| a que Rosenkranz afirmaba existir entre a defenderle por medio de una serie de
a
"bertad y el orden moral, por una par» argumentos que se funden en otra razón,
e
- * y por la otra la belleza de las formas en otro principio, que el mismo irrespon-
unirían as como un resultado del desarro- sable y desinteresado amor de la belle-
po ^íe las razas en el tiempo, Esa belleza za, en la que halla su satisfacción uno de
L1
Pica refleja, para el pensador hegeliano, los impulsos fundamentales de la exis-
222 JOSÉ ENRIQUB RODO—OBRAS COMPLETAS

tencia racional Infortunadamente, este lo anatematizaban en nombre de una tra-


motivo superior pierde su imperio sobre dición popular que consideraba elemen-
un inmenso número de hombres, a quie- tos irreconciliables, y destinados fatídica-
nes es necesario enseñar el respeto de- mente a la discordia, el agua y el fuego.—
bido a ese amor del cual no participan, El criterio común abunda en la creencia
revelándoles cuáles son las relaciones de enemistades parecidas.—Si os propo-
que lo vinculan a otros géneros de inte- néis vulgarizar el respeto por lo hermoso,
reses humanos.™Para elio, deberá luchar-
se muy a menudo con el concepto vulgar empezad por hacer comprender la posibi-
de estas relaciones. En efecto, todo lo lidad de un armónico concierto de todas
que tienda a suavizar los contornos del las legítimas actividades humanas, y ésa
carácter social y las costumbres; a agu- será más fácil tarea que la de convertir
zar el sentido de la belleza; a hacer del directamente el amor de la hermosura,
gusto una delicada impresionabilidad del por ella misma, en atributo de la mul-
espíritu y de la gracia una forma univer- titud.
sal de la actividad, equivale, para el cri- Para que la mayoría de los hombres
terio de muchos devotos de lo severo o no se sientan inclinados a expulsar a las
de lo útil, a menoscabar el temple varonil golondrinas de la casa, siguiendo el con-
y heroico de las sociedades, por una par- sejo de Pitágoras, es necesario argumen-
te, su capacidad utilitaria y positiva, por tarles, no con la gracia monástica del ave
la otra.—He leído en Los trabajadores ni su leyenda de virtud, sino con que la
del mar que, cuando un buque de vapor permanencia de sus nidos no es en mane-
surcó por primera vez las ondas del canal ra alguna inconciliable con la seguridad
de la Mancha, los campesinos de Jersey de los tejados.

[IV

Causas del utilitarismo del siglo.—Este utilitarismo ha prepa-


rado el terreno para idealismos futuros.—¿Debe creerse que la
democracia conduce al utilitarismo?—Opinión de- Renán.—Exa-
men de esta opinión.—Peligros de la democracia.—Importancia
de esta cuestión en las sociedades de América.—Necesidad de
que predomine en las sociedades la calidad sobre el número —
El gobierno de las mediocridades; su odio contra toda noble
superioridad.—Verdadero concepto de la igualdad democrática.—
Siendo absurdo pensar en destruir esta igualdad, sólo cabe pen-
sar en educar el espíritu de la democracia para que dominen
los mejores.—La democracia bien entendida es el ambiente más
propio para la cultura intelectual.]

A la concepción de la vida racional opone—como norma de la conducta hu-


que se funda en el libre y armonioso des- mana—la concepción utilitaria, por la
envolvimiento de nuestra naturaleza, e cual nuestra actividad, toda entera, se
incluye, por lo tanto, entre sus fines orienta en relación a la inmediata fina-
esenciales, el que se satisface con la con- lidad del interés.
templación sentida de lo hermoso, se La inculpación de utilitarismo estre-

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UBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 223

dio que suele dirigirse ai espíritu de I cíón vulgar.—Sobre la democracia pesa la


nuestro siglo, en nombre del ideal, y con | acusación de guiar a la humanidad, me-
rigores de anatema, se funda, en parte, j diocrizándola, a un Sacro Imperio del
sobre el desconocimiento de que sus ti- i utilitarismo. La acusación se refleja con
tánicos esfuerzos por la subordinación de vibrante intensidad en las páginas—para
las fuerzas de la naturaleza a la volun- mí siempre llenas de un sugestivo encan-
tad humana y por la extensión del bien- ; to—del más amable entre los maestros
estar material, son un trabajo necesario 1 del espíritu moderno: en las seductoras
que preparará, como el laborioso enri- I páginas de Renán, a cuya autoridad ya
quecimiento de una tierra agotada, la flo- j me habéis oído varias veces referirme y
rescencia de idealismos futuros. La tran- i de quien pienso volver a hablaros a me-
sitoria predominancia de esa función de i nudo.—Leed a Renán, aquellos de vos-
utilidad, que ha absorbido a la vida agi- otros que lo ignoréis todavía, y habréis
tada y febril de estos cien años sus más de amarle como yo.—Nadie como él me
potentes energías, explica, sin embargo parece, entre los modernos, dueño de ese
—ya que no las justifique—, muchas nos- arte de «enseñar con gracia», que Anato-
talgias dolorosas, muchos descontentos y le Franco considera divino. Nadie ha
agravios de la inteligencia, que se tradu- acertado como él a hermanar, con la
cen bien por una melancólica y exaltada ironía, la piedad. Aun en el rigor del
idealización de lo pasado, bien por una análisis, sabe poner la unción del sacer-
desesperanza cruel del porvenir. Hay, por dote. Aun cuando enseña a dudar, su
ello, un fecundísimo, un bienaventurado ! suavidad exquisita tiende una onda bal-
pensamiento, en el propósito de cierto ! sámica sobre la duda. Sus pensamientos
grupo de pensadores de las últimas ge- ¡ suelen dilatarse, dentro de nuestra alma,
neraciones—entre los cuales sólo quiero i con ecos tan inefables y tan vagos, que
citar una vez más la noble figura de Gu- 1 hacen pensar en una religiosa música de
yau—que han intentado sellar la reconci- j ideas. Por su infinita comprensibilidad
liación definitiva de las conquistas del si- I ideal, acostumbran las clasificaciones de
glo con'la renovación de muchas viejas I la crítica personificar en él el alegre es-
devociones humanas, y que han inverti- j cepticismo de los düettanti que convier-
do en esa obra bendita tantos tesoros de I ten en traje de máscara la capa del filó-
amor como de genio. i sofo; pero si alguna vez intimáis dentro
Con frecuencia habréis oído atribuir a ' de su espíritu, veréis que la tolerancia
dos causas fundamentales eí desborde del ' vulgar de los escépticos se distingue de
espíritu de utilidad que da su nota a la [ su tolerancia como la hospitalidad galan-
fisonomía moral del siglo presente, con te de un salón del verdadero sentimiento
menoscabo de la consideración estética de la caridad.
Y desinteresada de la vida. Las revelacio- , Piensa, pues, el maestro, que una alta
nes de la ciencia de la naturaleza—que, preocupación por los intereses ideales de
según intérpretes, ya adversos, ya favora- '1 la especie es opuesta del todo al espíritu
bles a ellas, convergen a destruir toda de la democracia. Piensa que la concep-
idealidad por su base—son la una; la uni- ! ción de la vida, en una sociedad donde
ve
rsal difusión y el triunfo de las ideas ese espíritu domine, se ajustará progresi-
democráticas, la otra. Yo me propongo vamente a la exclusiva persecución del
hablaros exclusivamente de esta última | bienestar material como beneficio propa-
causa; porque confío en que vuestra pri- gable al mayor número de personas. Se-
mera iniciación en las revelaciones de la j gún él, siendo la democracia la entroni-
!
'-iencia lia sido dirigida como para pre- j zación de Calibán, Ariel no puede menos
servaros del peligro de una interpreta» I que ser el vencido de ese triunfo.—Abun-
224 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS

dan afirmaciones semejantes a éstas de cia de estímulos desinteresados, el gusto,


Renán, en la palabra de muchos de los el arte, la suavidad de las costumbres, el
más caracterizados representantes que sentimiento de admiración por todo per-
los intereses de la cultura estética y la severante propósito ideal y de acatamien-
selección del espíritu tienen en el pensa- to a toda noble supremacía, serán como
miento contemporáneo. Así, Bourget se debilidades indefensas allí donde la igual-
inclina a creer que el triunfo universal dad social que ha destruido las jerar-
de las instituciones democráticas hará quías imperativas e infundadas no las
perder a la civilización en profundidad i sustituya con otras, que tengan en la in-
lo que le hace ganar en extensión. Ve su ; fluencia moral su único modo de domi-
forzoso término en el imperio de un in- nio y su principio en una clasificación
dividualismo mediocre. «Quien dice de- racional.
mocracia—agrega el sagaz autor de An- Toda igualdad de condiciones es en el
drés Comélís—dice desenvolvimiento pro- orden de las sociedades, como toda ho-
gresivo de las tendencias individuales y mogeneidad en el de la Naturaleza, un
disminución de la cultura.»—Hay, en la equilibrio inestable. Desde el momento
cuestión que plantean estos juicios seve- en que haya realizado la democracia su
ros, un interés vivísimo, para los que obra de negación, con el allanamiento
amamos—al mismo tiempo—, por con- de las superioridades injustas, la igual-
vencimiento, la obra de la Revolución, dad conquistada no puede significar para
que en nuestra América se enlaza además ella sino un punto de partida. Resta la
con las glorias de su Génesis; y por ins- afirmación. Y lo afirmativo de la demo-
tinto, la posibilidad de una noble y selec- cracia y su gloria consistirán en suscitar,
ta vida espiritual que en ningún caso por eficaces estímulos, en su seno, la
haya de ver sacrificada su serenidad au- revelación y el dominio de las verdaderas
gusta a los caprichos de la multitud.— superioridades humanas.
Para afrontar eí problema, es necesario Con relación a las condiciones de la
empezar por reconocer que cuando la vida de América, adquiere esta necesidad
democracia no enaltece su espíritu por de precisar el verdadero concepto de
la influencia de una fuerte preocupación nuestro régimen social, un doble imperio,
ideal que comparta su imperio con la El presuroso crecimiento de nuestras de-
preocupación de los intereses materiales, mocracias por la incesante agregación de
ella conduce fatalmente a la privanza una enorme multitud cosmopolita; por la
de la mediocridad, y carece, más que afluencia inmigratoria, que se incorpora
ningún otro régimen, de eficaces barre- a un núcleo aun débil para verificar un
ras con las cuales asegurar dentro de activo trabajo de asimilación y encauzar
un ambiente adecuado la inviolabilidad el torrente humano con los medios que
de la alta cultura. Abandonada a sí mis- ofrecen la solidez secular de la estructu-
ma—sin la constante rectificación de una ra social—el orden político seguro y los
activa autoridad moral que la depure y elementos de una cultura que haya arrai-
encauce sus tendencia en el sentido de gado íntimamente—nos expone en el por-
ia dignificación de la vida—, la demo- venir a los peligros de la degeneración
cracia extinguirá gradualmente toda idea democrática, que ahoga bajo la fuerza
de superioridad que no se traduzca en ciega del número toda noción de calidad;
una mayor y más osada aptitud para que desvanece en la conciencia de las so-
las luchas del interés, que son entonces ciedades todo justo sentimiento del or-
la forma más innoble de las brutalidades den; y que, librando su ordenación jerár-
de la fuerza.—La selección espiritual, el quica a la torpeza del acaso, conduce
enaltecimiento de la vida por la presen- forzosamente a hacer triunfar las más

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 225
injustificadas e innobles de las supre- te de un cerebro de genio, ni de la acu-
macías. mulación de muchas virtudes mediocres
Es indudable que nuestro interés egoís- el equivalente de un rasgo de abnegación
ta debería llevarnos—a falta de virtud—a o de heroísmo.—Al instituir nuestra de-
ser hospitalarios. Ha tiempo que la su- ! mocracía la universalidad y la igualdad
prema necesidad de colmar el vacío mo- | de derechos, sancionaría, pues, el predo-
ral del desierto hizo decir a un publicis- | minio innoble del número, sí no cuidase
ta ilustre que, en América, gobernar es j de mantener muy en alto la noción de
poblar—Vero esta fórmula famosa en- las legítimas superioridades humanas, y
cierra una verdad contra cuya estrecha de hacer, de la autoridad vinculada al
interpretación es necesario prevenirse, voto popular, no la expresión del sofisma
porque conduciría a atribuir una incon- de la igualdad absoluta, sino, según las
dicional eficacia civilizadora al valor palabras que recuerdo de un joven pu-
cuantitativo de la muchedumbre—Gober- blicista francés, «la consagración de la
nar es poblar, asimilando, en primer jerarquía, emanando de la libertad»,
término; educando y seleccionando, des- La oposición entre el régimen de la de-
pués.—Si la aparición y el florecimiento, mocracia y la alta vida del espíritu es
en la sociedad, de las más elevadas acti- una realidad fatal cuando aquel régimen
vidades humanas, de las que determinan significa el desconocimiento de las des-
la alta cultura, requieren como condición igualdades legítimas y la sustitución de
indispensable la existencia de una pobla- la fe en el heroísmo—en el sentido de
ción cuantiosa y densa, es precisamente Carlyle—por una concepción mecánica
porque esa importancia cuantitativa de de gobierno.—Todo lo que en la civili-
la población, dando lugar a la más com- zación es algo más que un elemento de
pleja división del trabajo, posibilita la superioridad material y de prosperidad
formación de fuertes elementos dirigen- económica, constituye un relieve que no
tes que 'hagan efectivo el dominio de la tarda en ser allanado cuando la autori-
calidad sobre el número.—La. multitud, dad moral pertenece al espíritu de la me-
la masa anónima, no es nada por sí mis- dianía.—En ausencia de la barbarie irrup-
ma. La multitud será un instrumento de tora que desata sus hordas sobre los fa-
barbarie o de civilización según carezca ros luminosos de la civilización, con he-
o no del coeficiente de una alta dirección roica, y a veces regeneradora, grandeza,
moral. Hay una verdad profunda en el la alta cultura de las sociedades debe
fondo de la paradoja de Emerson que precaverse contra la obra mansa y disol-
e
^lge que cada país del globo sea juzga- vente de esas otras hordas pacíficas, aca-
do según la minoría y no según la ma- so acicaladas; las hordas inevitables de
yoría de sus habitantes. La civilización la vulgaridad—cuyo Atila podría personi-
de un pueblo adquiere su carácter, no de j ficarse en M. Homais; cuyo heroísmo es
^s manifestaciones de su prosperidad o la astucia puesta al servicio de una re-
" e su. grandeza material, sino de las su- pugnancia instintiva hacia lo grande;
periores maneras de pensar y de sentir cuyo atributo es el rasero nivelador.—
Que dentro de ella son posibles; y ya ob- Siendo la indiferencia inconmovible y la
servaba Comte, para mostrar cómo en superioridad cuantitativa, las manifesta-
cuestiones de intelectualidad, de morali- ciones normales de su fuerza, no son por
dad, de sentimiento, sería insensato pre- eso incapaces de llegar a la ira épica y
tender que la calidad pueda ser sustituí- de ceder a los impulsos de la acometivi-
'-'-a en ningún caso por el número, que ni dad. Charles Morice las llama entonces
c
'e la acumulación de muchos espíritus «falanges de Prudhommes feroces que
vulgares se obtendrá jamás el equivalen- tienen por lema la palabra mediocridad

UODO,
226 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COA1PLETAS

y marchan animadas por el odio de lo dréis entonces la hostilidad rencorosa e


extraordinario». implacable contra todo lo hermoso, con-
Encumbrados, esos Prudhommes harán tra todo lo digno, contra todo lo delica-
de su voluntad triunfante una partida de do, del espíritu humano, que repugna,
caza organizada contra todo lo que ma- todavía más que el bárbaro derrama-
nifieste la aptitud y el atrevimiento del miento de la sangre, en la tiranía jaco-
vuelo. Su fórmula social será una demo- | bina; que, ante su tribunal, convierte en
cracia que conduzca a la consagración | culpas la sabiduría de Lavoisier, el genio
del pontífice «Cualquiera», a la corona- | de Chénier, la dignidad de Malesherbes;
ción del monarca «Uno de tantos», Odia- | que, entre los gritos habituales en la
rán en el mérito una rebeldía. En sus convención, hace oír las palabras:— ¡Des-
dominios toda noble superioridad se ha- confiad de ese hombre, que ha hecho
llará en las condiciones de la estatua de un libro!; y que refiriendo el ideal de la
mármol colocada a la orilla de un cami- sencillez democrática al primitivo estado
no fangoso, desde el cual le envía un la- de naturaleza de Rousseau, podría elegir
tigazo de cieno el carro que pasa. Ellos el símbolo de la discordia que establece
llamarán al dogmatismo del sentido vul- entre la democracia y la cultura en la
gar sabiduría; gravedad, a la mezquina viñeta con que aquel sofista genial hizo
aridez del corazón; criterio sano, a la acompañar la primera edición de su fa-
adaptación perfecta a lo mediocre; y des- mosa diatriba contra las artes y las cien-
preocupación viril, al mal gusto.—Su cias en nombre de la moralidad de las
concepción de la justicia los llevaría a costumbres: un sátiro imprudente que
sustituir, en la historia, la inmortalidad pretendiendo abrazar, ávido de luz, la
del grande hombre, bien con la identidad antorcha que lleva en su mano Prometeo,
de todos en el olvido común, bien con la oye al titán filántropo ¡que su fuego es
memoria igualitaria de Mitrídates, de mortal a quien le toca!
quien se cuenta que conservaba en el re- La ferocidad igualitaria no ha manifes-
cuerdo los nombres de todos sus solda- tado sus violencias en el desenvolvimien-
dos. Su manera de republicanismo se to democrático de nuestro siglo, ni se ha
satisfaría dando autoridad decisiva al opuesto en formas brutales a la sereni-
procedimiento probatorio de Fox, que dad y la independencia de la cultura in-
acostumbraba experimentar sus proyec- telectual. Pero, a la manera de una bes-
tos en el criterio del diputado que le pa- tia feroz en cuya posteridad domesticada
recía la más perfecta personificación del hubiérase cambiado la acometividad en
country-gentleman, por la limitación de mansedumbre artera e innoble, el iguali-
sus facultades y la rudeza de sus gustos. tarismo, en la forma mansa de la ten-
Con ellos se estará en las fronteras de la dencia a lo utilitario y lo vulgar, puede
zoocracia, de que habló una vez Baude- ser un objeto real de acusación contra la
laire. La Titania de Shakespeare, ponien- ! democracia del siglo xix. No se ha dete-
do un beso en la cabeza asinina, podría ¡ nido ante ella ningún espíritu delicado y
ser el emblema de la Libertad que otor- sagaz a quien no hayan hecho pensar an-
ga su amor a los mediocres. Jamás, por gustiosamente algunos de sus resultados
medio de una conquista más fecunda ; en el aspecto social y en el político. Ex-
podrá llegarse a un resultado más fatal. i pulsando con indignada energía, del es-
Embriagad al repetidor de las irreve- : píritu Iraniano, aquella falsa concepción
rencias de la medianía, que veis pasar I de la igualdad que sugirió los delirios
por vuestro lado; íentadle a hacer de de la Revolución, el alto pensamiento
héroe; convertid su apacibilidad. buro- contemporáneo ha mantenido, al mismo
crática en vocación de redentor, --y ten- tiempo, sobre la realidad y sobre la teo-

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OBRA ORIGINAL.—3. ARIEL 227
ría de la democracia, una inspección se- arte, que es donde el sentido de lo selec-
vera, que os permite a vosotros, los que to tiene su más natural adaptación, vi-
colaboraréis en la obi~a del futuro, fijar bran con honda resonancia las notas que
vuestro punto de partida, no ciertamente acusan el sentimiento, que podríamos lla-
para destruir, sino para educar, el espí- mar de extrañeza, del espíritu, en medio
ritud del régimen que encontráis en pie. de las modernas condiciones de la vida.
Desde que nuestro siglo asumió perso- Para escucharlas, no es necesario apro-
nalidad e independencia en la evolución ximarse al parnasianismo de estirpe de<
de las ideas, mientras el idealismo ale- licada y enferma, a quien un aristocráti-
mán rectificaba la utopía igualitaria de co desdén de lo presente llevó a la re-
la filosofía del siglo XVIII y sublimaba, si clusión en lo pasado. Entre las inspira-
bien con viciosa tendencia cesarista, el ciones constantes de Flaubert—de quien
papel reservado en la historia a la supe- se acostumbra derivar directamente la
rioridad individual, el positivismo de más democratizada de las escuelas lite-
Comte, desconociendo a la igualdad de- rarias—, ninguna más intensa que el odio
mocrática otro carácter que el de «un de la mediocridad envalentonada por la
disolvente transitorio de las desigualda- nivelación y de la tiranía irresponsable
des antiguas» y negando con igual con- del número.—Dentro de esa contemporá-
vicción la eficacia definitiva de la sobe- nea literatura del Norte, en la cual la
ranía popular, buscaba en los principios preocupación por las altas cuestiones so-
de las clasificaciones naturales el funda- ciales es tan viva, surge a menudo la ex-
mento de la clasificación social que ha- presión de la misma idea, del mismo sen-
bría de sustituir a las jerarquías recien- timiento; Ibsen desarrolla la altiva aren-
temente destruidas.—La crítica de la rea- ga de su Stockmann alrededor de la afir-
lidad democrática toma formas severas mación de que «las mayorías compacías
en la generación de Taine y de Renán. son el enemigo más peligroso de la li-
Sabéis que a este delicado y bondadoso bertad y la verdad»; y el formidable
ateniense sólo complacía la igualdad de Nietzsche opone al ideal de una humani-
aquel régimen social, siendo, como en dad mediatizada la apoteosis de las al-
Atenas, «una igualdad de semidioses». En mas que se yerguen sobre el nivel de la
cuanto a Taine, es quien ha escrito los humanidad como una viva marea.—El
Orígenes de ¡a Francia contemporánea; anhelo vivísimo por una rectificación del
y si, por una parte, su concepción de la espíritu social que asegure a la vida de
sociedad como un organismo, le conduce la heroicidad y el pensamiento un am-
lógicamente a rechazar toda idea de uni- biente más puro de dignidad y de justi-
l°rmidad que se oponga al principio de cia, vibra hoy por todas partes, y se di-
l&s dependencias y las subordinaciones ría que constituye uno de los fundamen-
orgánicas, por otra parte su finísimo ins- tales acordes que este ocaso de siglo pro-
umo de selección intelectual le lleva a pone para las armonías que ha de com-
dominar de la invasión de las cumbres poner el siglo venidero.
y o r la multitud. La gran voz de Carlyle Y, sin embargo, el espíritu de la de-
"j-abía predicado ya, contra toda nivela- mocracia es, esencialmente para nuestra
ora
irreverencia, la veneración del he- civilización, un principio de vida contra
>oisino, entendiendo por tal ei culto de el cual sería inútil rebelarse. Los descon-
Cu
alquier noble superioridad. Emerson tentos sugeridos por las imperfecciones
:'a e s a v o z en el seno de la más po- de su forma histórica actual, han llevado
•^avista de las democracias, La ciencia a menudo a la injusticia con lo que aquel
aucva habla de selección como de una régimen tiene de definitivo y de fecundo,
necesidad, de todo progreso. Dentro del Así, el aristocratismo sabio de Renán
228 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

formula la más explícita condenación del los ojos de la razón, la cifra del valor
principio fundamental de la democracia: humano.
la igualdad de derechos; cree a este prin- La educación popular adquiere, consi-
cipio irremisiblemente divorciado de to- derada en relación a tal obra, como siem-
do posible dominio de la superioridad pre que se la mira con el pensamiento
intelectual; y llega hasta a señalar en él, del porvenir, un interés supremo (1). Es
con una enérgica imagen, das antipodas en la escuela, por cuyas manos procura-
de las vías de Dios—puesto que Dios no mos que pase la dura arcilla de las mu-
ha querido que todos viviesen en el mis- chedumbres, donde está la primera y
mo grado la vida del espíritu»,—Estas más generosa manifestación de la equi-
paradojas injustas del maestro, comple- dad social, que consagra para todos la
mentadas por su famoso ideal de una accesibilidad del saber y de los medios
oligarquía omnipotente de hombres sa- más eficaces de superioridad. Ella debe
bios, son comparables a la reproducción complementar tan noble cometido, ha-
exagerada y deformada, en el sueño, de ciendo objetos de una educación prefe-
un pensamiento real y fecundo que nos rente y cuidadosa el sentido del orden,
ha preocupado en la vigilia.™Desconocer la idea y la voluntad de la justicia, el
la obra de la democracia, en lo esencial, sentimiento de las legítimas autoridades
porque, aún no terminada, no ha llegado morales.
a conciliar definitivamente su empresa de Ninguna distinción más fácil de con-
igualdad con una fuerte garantía social fundirse y anularse en el espíritu del
ele selección, equivale a desconocer la pueblo que la que enseña que la igualdad
obra, paralela y concorde, de la ciencia, democrática puede significar una igual
porque interpretada con el criterio estre- posibilidad, pero nunca una igual reali-
cho de una escuela, ha podido dañar al- dad, de influencia y de prestigio, entre
guna vez al espíritu de religiosidad o al los miembros de una sociedad organiza-
espíritu de poesía.—La democracia y la da. En todos ellos hay un derecho idén-
ciencia son, en efecto, los dos insustitui- tico para aspirar a las superioridades
bles soportes sobre los que nuestra civi- morales que deben dar razón y funda-
lización descansa; o, expresándolo con mento a las superioridades efectivas;
una frase de Bourget, las dos «obreras» pero sólo a los que han alcanzado real-
de nuestros destinos futuros. «En ellas mente la posesión de las primeras debe
somos, vivimos, nos movemos.» Siendo, ser concedido el premio de las últimas.
pues, insensato pensar, como Renán, en El verdadero, el digno concepto de la
obtener una consagración más positiva igualdad, reposa sobre el pensamiento de
de todas las superioridades morales, la que todos los seres racionales están do-
realidad de una razonada jerarquía, el tados por naturaleza de facultades capa-
dominio eficiente de las altas dotes de ces de un desenvolvimiento noble. El
la inteligencia y de la voluntad, por la deber del Estado consiste en colocar a
Destrucción de la igualdad democrática, todos ios miembros de la sociedad en
sólo cabe pensar en la educación de la indistintas condiciones de tender a su
democracia y su reforma. Cabe pensar ¡ perfeccionamiento. El deber del Estado
en que progresivamente se encarnen, en
los sentimientos del pueblo y sus cos- (1) «Plus l'instruction se répand, plus elle
tumbres, la idea de las subordinaciones doít faire de part aux idees genérales et géné-
necesarias, la noción de las superiorida- reuses. On croit que rinstruciion populaire doit
des verdaderas, el culto consciente y es- étre ierre á ierre. C'est le coníraire qui esí I?.
pontáneo de todo ío que multiplica; a vérite.» (FOCÍLLÉB; L'idée moderno dti droit, li-
bro V, IV. ¡7. E, R.]J

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 229
consiste en predisponer los medios pro- to libre de los asociados. Ella consagra,
pios para provocar, uniformemente, la como las aristocracias, la distinción de
revelación de las superioridades huma- calidad; pero la resuelve a favor de las
nas, dondequiera que existan. De tal calidades realmente superiores—las de la
manera, más allá de esta igualdad ini- virtud, el carácter, el espíritu—, y sin
cial, toda desigualdad estará justificada, pretender inmovilizarlas en clases cons-
porque será la sanción de las misteriosas tituidas aparte de las otras, que manten-
elecciones de la Naturaleza o del esfuer- gan a su favor el privilegio execrable de
zo meritorio de la voluntad.—Cuando se la casta, renueva sin cesar su aristocra-
la concibe de este modo, la igualdad de- cia dirigente en las fuentes vivas del pue-
mocrática, lejos de oponerse a la selec- blo y la hace aceptar por la justicia y el
ción de las costumbres y de las ideas, es amor. Reconociendo, de tal manera, en
el más eficaz instrumento de selección la selección y la predominancia de los
espiritual, es el ambiente providencial, de mejores dotados una necesidad de todo
la cultura. La favorecerá todo lo que fa- progreso, excluye de esa ley universal de
vorezca al predominio de ía energía in- la vida, al sancionarla en el orden de la
teligente. No en distinto sentido pudo sociedad, el efecto de humillación y de
afirmar Tocqueville que la poesía, la dolor que es, en las concurrencias de la
elocuencia, las gracias del espíritu, los naturaleza y en las de las otras organi-
fulgores ele la imaginación, la profundi- zaciones sociales, el duro lote del venci-
dad del pensamiento, «todos esos dones do. «La gran ley de la selección natural
del alma, repartidos por el cielo al aca- —ha dicho luminosamente Fouülée—con-
so», fueron colaboradores en ía obra de tinuará realizándose en el seno de las
la democracia, y la sirvieron, aun cuando sociedades humanas, sólo que ella se
se encontraron de parte de sus adversa- realizará de más en más por vía de li-
rios, porque convergieron tocios a poner bertad.»—El carácter odioso de las aris-
de relieve la natural, la no heredada tocracias tradicionales se originaba de
grandeza,'de que nuestro espíritu es ca- que eran injustas, por su fundamento,
paz.—La emulación, que es el más pode- y opresoras, por cuanto su autoridad era
roso estímulo entre cuantos pueden so- una imposición. Hoy sabemos que no
breexcitar, lo mismo la vivacidad del existe otro límite legítimo para la igual-
Pensamiento que la de las demás acti- dad humana que el que consiste en el
vidades humanas, necesita, a ía vez, de dominio de la inteligencia y la virtud,
T consentido por 3a libertad de todos. Pero
'•a igualdad en el punto de partida, para sabemos también que es necesario que
Producirse, y de la desigualdad que este límite exista en realidad.—Por otra
Ventajará a los más aptos y mejores, parte, nuestra concepción cristiana de la
como objeto final. Sólo un régimen de- vida nos enseña que las superioridades
mocrático puede conciliar en su seno morales, que son un motivo de derechos,
esa
s dos condiciones de la emulación, son principalmente un motivo de debe-
cuando no degenera en nivelador igua- res, y que todo espíritu superior se debe
-••'tarismo y se limita a considerar como a los demás en igual proporción que los
™ hermoso ideal de perfectibilidad una excede en capacidad de realizar el bien.
luturd. equivalencia de los hombres por El anti-ígualitarismo de Nietzsche—que
511 as
censión al mismo grado de cultura. tan profundo sarco señala en la que po-
_ ^-«ciorialmente concebida, la democra- dríamos llamar nuestra moderna litera-
c a
) admite siempre un imprescriptible tura de ideas—ha. llevado a su poderosa
^•mento aristocrático, que consiste en reivindicación de ios derechos que él
establecer la superioridad de los meio- considera implícitos en las superiorida-
>c$, asegurándola sobre el consentimien-
230 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

des humanas un abominable, un reac- | me y primitiva todo el impulso ascenden-


cionario espíritu; puesto que, negando te de las formas orgánicas; que manifies-
toda fraternidad, toda piedad, pone en I ta el poderoso papel que en nuestra vida
el corazón del superhombre a quien en- ! psíquica es necesario atribuir a los fenó-
diosa un menosprecio satánico para los • menos más inaparentes y más vagos, aun
desheredados y los débiles; legitima en a las fugaces percepciones de que no te-
los privilegiados de la voluntad y de la nemos conciencia; y que, llegando a la
fuerza el ministerio del verdugo; y con sociología y a la historia, restituye al
lógica resolución llega, en último térmi- heroísmo, a menudo abnegado, de las
no, a afirmar que «la sociedad no existe muchedumbres, la parte que le negaba el
para sí sino para sus elegidos».—No es, silencio en la gloria del héroe individual,
ciertamente, esta concepción monstruo- y hace patente la lenta acumulación de
sa la que puede oponerse, como lábaro, las investigaciones que, al través de los
al falso igualitarismo que aspira a la ni- | siglos, en la sombra, en el taller, o el
velación de todos por la común vulgari- I laboratorio de obreros olvidados, prepa-
dad. Por fortuna, mientras exista en el 1 ran los hallazgos del genio,
mundo la posibilidad de disponer dos j Pero a la vez que manifiesta así la in-
trozos de madera en forma de cruz—es : mortal eficacia del esfuerzo colectivo, y
decir: siempre—, ¡la humanidad seguirá dignifica la participación de los colabo-
creyendo que es el amor el fundamento radores ignorados en la obra universal,
de todo orden estable y que la superio- ' la ciencia muestra cómo, en la inmensa
ridad jerárquica en el orden no debe ser sociedad de las cosas y los seres, es una
sino una superior capacidad de amar! i necesaria condición de todo progreso el
Fuente de inagotables inspiraciones ¡ orden jerárquico; son un principio de la
morales, la ciencia nueva nos sugiere, al j vida las relaciones de dependencia y de
esclarecer las leyes de la vida, cómo el subordinación entre los componentes in-
principio democrático puede conciliarse, dividuales de aquella sociedad y entre los
en la organización de las colectividades elementos de la organización del indivi-
humanas, con una aristarquia de la mo- ¡ dúo; y es, por último, una necesidad in-
ralidad y la cultura.—Por una parte—co- i herente a la ley universal de imitación,
mo lo ha hecho notar, una vez más, en \ si se la relaciona con el perfeccionamien-
un simpático libro, Henri Bérenger—, las ! to de las sociedades humanas, la presen-
afirmaciones de la ciencia contribuyen a ¡ cia, en ellas, de modelos vivos e influyen-
sancionar y fortalecer en la sociedad el ! tes, que las realcen por la progresiva ge-
espíritu de la democracia, revelando i neralización de su superioridad.
cuánto es el valor natural del esfuerzo
colectivo; cuál la grandeza de la obra de Para mostrar ahora cómo ambas ense-
los pequeños; cuan inmensa la parte de ñanzas universales de la ciencia pueden
acción reservada al colaborador anónimo : traducirse en hechos, concillándose, en la
y oscuro en cualquiera manifestación del organización y en el espíritu de la socie-
desenvolvimiento universal. Realza, no dad, basta insistir en la concepción de
menos que la revelación cristiana, la dig- una democracia noble, justa; de una de-
nidad de los humildes, esta nueva reve- mocracia dirigida por la noción y el sen-
lación, que atribuye, en la naturaleza, a miento de las verdaderas superioridades
la obra de los infinitamente pequeños, a humanas; de una democracia en la cual
la labor del nummulite y el briozoo en el | la supremacía de la inteligencia y la vir-
fondo oscuro del abismo, la construcción : tud—únicos límites para la equivalencia
de los cimientos geológicos; que hace meritoria de los hombres -reciba su au-
surgir de la vibración de la célula infor- 1 toridad y su prestigio de la libertad, y

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OBRA ORIGLVAL.™3: ARIEL 23 f

descienda sobre las multitudes en la efu- peto religioso del genio, viciados por
sión bienhechora del amor. cierto aristocrático desdén de los humil-
Al mismo tiempo que concillará aque- des y los débiles. El porvenir sintetizará
llos dos grandes resultados de la obser- ambas sugestiones del pasado, en una
vación del orden natural, se realizará, fórmula inmortal. La democracia, enton-
dentro de una sociedad semejante—se- ces, habrá triunfado definitivamente. ¡Y
gún lo observa, en el mismo libro de que ella, que, cuando amenaza con lo innoble
os hablaba, Berénger—, la armonía de del rasero nivelador justifica las protes-
los dos impulsos históricos que han co- tas airadas y las amargas melancolías
municado a nuestra civilización sus ca- de los que creyeron sacrificados por su
racteres esenciales, los principios regu- triunfo toda distinción intelectual, todo
ladores de su vida.—Del espíritu del cris- ensueño de arte, toda delicadeza de la
tianismo nace, efectivamente, el senti- vida, tendrá aún más que las viejas aris-
miento de igualdad, viciado por cierto tocracias, inviolables seguros para el cul-
ascético menosprecio de la selección es- tivo de las flores del alma que se mar-
piritual y la cultura. De la herencia de chitan y perecen en el ambiente de la
las civilizaciones clásicas nacen el senti- vulgaridad y entre las impiedades del
do del orden, de la jerarquía, y el res- tumulto!

[V

Los Estados Unidos como representantes del espíritu utilitario


y de la democracia mal entendida,—La imitación de su ejemplo;
peligros e inconvenientes de esa imitación.—Los pueblos no
deben renunciar en ningún caso a la originalidad de su carácter
para convertirse en imitadores serviles.—Crítica de ¡a civiliza-
ción norteamericana.—Sus méritos, su grandeza —Cita de Spen-
car.—El defecto radical de esa civilización consiste en que no
persigue otro ideal que el engrandecimiento de los intereses
materiales.—Exagera iodos los defectos del carácter inglés-
Carece de verdadero sentimiento artístico. No cultiva la ciencia
sino como un medio de llegar a las aplicaciones útiles.—Su
intelectualidad está en completa decadencia.—La moralidad de
Franklin; consecuencias del utilitarismo en moral.—La vida polí-
tica de los norteamericanos.—Predominio de los Estados del
Oeste.—Aspiración de los Estados Unidos a la hegemonía de la
civilización contemporánea.—Vanidad de esa aspiración.—Rela-
ción entre los bienes materiales o positivos y los bienes intelec-
tuales y morales.—Resumen: la civilización norteamericana no
puede servir de tipo o modelo único.}

J-a concepción utilitaria, como idea i marse, en Europa, el espíritu de ameri-


í-eí destino humano, y la igualdad en lo j canismo.—Es imposible meditar sobre
mediocre, como norma de la proporción : ambas inspiraciones de la conducta y la
Ricial, componen, íntimamente relaciona- | sociabilidad, y compararías con las que
v
-&s, ía fórmula de lo que ha solido lia- les son opuestas, sin que la asociación
232 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

traiga, con insistencia, a la mente, la No doy yo a tales límites el sentido de


imagen de esa democracia formidable y una absoluta negación.—Comprendo bien
fecunda que, allá en el Norte, ostenta las que se adquieran inspiraciones, luces, en-
manifestaciones de su prosperidad y su señanzas, en el ejemplo de los fuertes; y
poder, como una deslumbradora prueba no desconozco que una inteligente aten-
que abona en favor de la eficacia de sus I ción fijada en lo exterior para reflejar en
instituciones y de la dirección de sus \ todas partes la imagen de lo beneficioso
ideas.—8i ha podido decirse del utilita- ' y de lo útil es singularmente fecunda
rismo que es .el verbo del espíritu inglés, ; cuando se trata de pueblos que aún for-
los Estados Unidos pueden ser conside- man y modelan su entidad nacional-
rados la encarnación del verbo utilitario. Comprendo bien que se aspire a rectifi-
Y el Evangelio de este verbo se difunde car, por la educación perseverante, aque-
por todas partes a favor de los milagros llos trazos del carácter de una sociedad
materiales del triunfo. Hispano-América humana que necesiten concordar con
ya no es enteramente calificable, con re- nuevas exigencias de la civilización y
lación a él, de tierra de gentiles. La po- nuevas oportunidades de la vida, equili-
derosa federación va realizando entre brando así, por medio de una influencia
nosotros una suerte de conquista moral. ] innovadora, las fuerzas de la herencia y
La admiración por su grandeza y por su la costumbre.—Pero no veo la gloria, ni
fuerza es un sentimiento que avanza a j en el propósito de desnaturalizar el ca-
grandes pasos en el espíritu de nuestros rácter de íos pueblos—su genio perso-
hombres dirigentes, y aún más quizá, en nal—para imponerles la identificación
el de las muchedumbres, fascinables por con un modelo extraño al que ellos sa-
la impresión de la victoria.—Y de admi- crifiquen la originalidad irreemplazable
rarla se pasa por una transición facilí- de su espíritu; ni en la creencia ingenua
sima a imitarla. La admiración y la de que eso pueda obtenerse alguna vez
creencia son ya modos pasivos de imi- por procedimientos artificiales e impro-
tación para el psicólogo. «La tendencia visados de imitación.—Ese irreflexivo
imitativa de nuestra naturaleza moral traslado de lo que es natural y espontá-
—decía Bagehot—tiene su asiento en neo en una sociedad al seno de otra,
.aquella parte del alma en que reside la donde no tenga raíces ni en la naturaleza
credibilidad.»—El sentido y la experien- ni en la historia, equivalía para Michelet
cia vulgares serían suficientes para esta- a la tentativa de incorporar, por simple
blecer por sí solos esa sencilla relación. agregación, una cosa muerta a un orga-
Se imita a aquel en cuya superioridad o nismo vivo. En sociabilidad, como en
cuyo prestigio se cree.—Es así como la literatura, como en arte, la imitación in-
visión de una América deslatinizada por consulta no hará nunca sino deformar
propia voluntad, sin la extorsión de la las líneas del modelo. El engaño de los
conquista, y regenerada luego a imagen que piensan haber reproducido en lo
y semejanza del arquetipo del Norte, flo- esencial el carácter de una colectividad
ta ya sobre los sueños de muchos since- humana, las fuerzas vivas de su espíritu,
ros interesados por nuestro porvenir, y con ellos el secreto de sus triunfos y
inspira la fruición con que ellos formu- su prosperidad, reproduciendo exacta-
lan a cada paso los más sugestivos para- mente el mecanismo de sus instituciones
lelos, y se manifiesta por constantes pro- [ y las formas exteriores de sus costum-
pósitos de innovación y de reforma. Te- | bres, hace pensar en la ilusión de los
nemes nuestra nordomanía. Es necesa- I principiantes candorosos que se imagi-
rio oponerle los límites que la razón y nan haberse apoderado del genio del
p.l sentimiento señalan de consuno. maestro cuando han copiado Jas formas

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 233
de su estilo o sus procedimientos de confiando a nuestro honor su continua-
composición. ción en lo futuro. El cosmopolitismo,
En ese esfuerzo vano hay, además, no que hemos de acatar como una irresisti-
sé qué cosa de innoble. Género de sno- ble necesidad de nuestra formación, no
bismo político podría llamarse al afano- excluye ni ese sentimiento de fidelidad a
so remedio de cuanto hacen los prepon- lo pasado, ni la fuerza directriz y plas-
derantes y los fuertes, los vencedores y mante con que debe el genio de la raza
los afortunados; género de abdicación imponerse en la refundición de los ele-
servil, como en la que en algunos de los ¡ mentos que constituirán al americano de-
snobs encadenados para siempre a la ab- finitivo del futuro.
dicación servil, como en la que en algu- Se ha observado más de una vez que
nos de los snobs encadenados para siem- [ las grandes evoluciones de la historia, las
pre a la tortura de la sátira por el libro ¡ grandes épocas, los períodos más lumi-
de Thackeray, hace consumirse triste- j nosos y fecundos en el desenvolvimiento
mente ias energías de los ánimos no ayu- i de la humanidad, son casi siempre la re-
dados por la naturaleza o la fortuna, en sultante de dos fuerzas distintas y coac-
la imitación impotente de los caprichos tuales, que mantienen, por los concerta-
y las volubilidades de los encumbrados ! dos impulsos de su oposición, el interés
de la sociedad.—El cuidado de la inde- y el estímulo de la vida, los cuales des-
pendencia interior—la de la personalidad, aparecerían, agotados, en la quietud de
la del criterio—, es una principalísima una unidad absoluta.—Así, sobre los dos
forma del respeto propio. Suele, en los polos de Atenas y Lacedemonia se apo-
tratados de ética, comentarse un precep- ya el eje alrededor del cual gira el ca-
to moral de Cicerón, según el cual forma I rácter de la más genial y civilizadora de
parte de los deberes humanos el que | las r azas.—•—América necesita mantener en
cada uno de nosotros cuide y mantenga j el presente la dualidad original de su
celosamente la originalidad de su carác- j constitución, que convierte en realidad
ter personal, lo que haya en él que lo j de su historia el mito clásico de las dos
diferencie y determine, respetando, en ! águilas soltadas simultáneamente de uno
todo cuanto no sea inadecuado para el | y otro polo del mundo, para que llegasen
bien, el impulso primario de la Natura- j a un tiempo al límite de sus dominios,
leza, que ha fundado en la varia distri- | Esta diferencia genial y emuladora no
bución de sus dones el orden y el con- excluye, sino que tolera y aun favorece
cierto del mundo.—Y aún me parecería en muchísimos aspectos, la concordia de
mayor el imperio del precepto si se le ! la solidaridad. Y si una concordia supe-
aplicase, colectivamente, al carácter de j rior pudiera vislumbrarse desde nuestros
^ sociedades humanas.—Acaso oiréis días, como la fórmula de un porvenir le-
decir que no hay un sello propio y den- ] jano, ella no sería debida a la imitación
ni
do, por cuya permanencia, por cuya | unilateral—que diría Tarde—de una raza
integridad deba pugnarse, en la organi- ¡ por otra, sino a la reciprocidad de sus
zacíón actual de nuestros pueblos. Falta influencias y al atinado concierto de los
tal vez, en nuestro carácter colectivo, j atributos en que se funda la gloria de
el contorno seguro de la «personalidad». las dos.
Pero en ausencia de esa índole perfecta- ;
mente diferenciada y autonómica, teñe- I Por otra parte, en el estudio desapasio-
nios—los americanos latinos—una heren- J nado de esa civilización que algunos nos
a
% de raza, una gran tradición étnica que ¡ ofrecen como único y absoluto modelo,
niairtener, un vínculo sagrado que nos i hay razones no menos poderosas que las
u
ne a inmortales páginas de la historia, J que se fundan en la indignidad y la in-
conveniencia de una renuncia a todo pro-
234 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pósito de originalidad, para templar los i la grandeza y el poder del trabajo; esa
entusiasmos de los que nos exigen su ] fuerza bendita que la antigüedad aban-
consagración idolátrica.—Y ílego, ahora, donaba a la abyección de la esclavitud,
a la relación que directamente tiene, con y que hoy identificamos con la más
el sentido general de esta plática mía, alta expresión de la dignidad humana,
el comentario de semejante espíritu de fundada en la conciencia y la actividad
imitación. del propio mérito. Fuertes, tenaces, te-
Todo juicio severo que se formule de niendo la inacción por oprobio, ellos
los americanos del Norte debe empezar han puesto en manos del mechanic de
por rendirles, como se haría con altos sus talleres y el farmer de sus campos
adversarios, la formalidad caballeresca la clava hercúlea del.mito, y han dado
de un saludo.—Siendo fácil mi espíritu al genio humano una nueva e inespera-
para cumplirla.—Desconocer sus defectos da belleza ciñéndole el mandil de cue-
no me parecería tan insensato como ne- ro del forjador. Cada uno de ellos avan-
gar sus cualidades. Nacidos—para em- za a conquistar la vida como el desierto
plear la paradoja usada por Baudelaire a los primitivos puritanos. Perseverantes
otro respecto—con la experiencia innata devotos de ese culto de la energía in-
de la libertad, ellos se han mantenido fie- dividual que hace de cada hombre el ar-
les a la ley de su origen, y han desenvuel- tífice de su destino, ellos han modelado
to con la precisión y la seguridad de una ! su sociabilidad en un conjunto imagina-
progresión matemática, los principios rio de ejemplares de Robinsón, que, des-
fundamentales de su organización, dando pués de haber fortificado rudamente su
a su historia una consecuente unidad personalidad en la práctica de la ayuda
que, si bien ha excluido las adquisiciones j propia, entrarán a componer los filamen-
de aptitudes y méritos distintos, tiene la ! tos de una urdimbre firmísima.—Sin sa-
belleza intelectual de la lógica.—La hue- : crificarle esa soberana concepción del
lia de sus pasos no se borrará jamás en i individuo, han sabido hacer al mismo
los anales del derecho humano; porque tiempo, del espíritu de asociación, el más
ellos han sido los primeros en hacer sur- admirable instrumento de su grandeza y
gir nuestro moderno concepto de la li- de su imperio; y han obtenido de la su-
bertad, de las inseguridades del ensayo y ma de las fuerzas humanas, subordinada
de las imaginaciones de la utopía, para a los propósitos de la investigación, de la
convertirla en bronce imperecedero y filantropía, de ia industria, resultados
realidad viviente; porque han demostrado tanto más maravillosos, por lo mismo
con su ejemplo la posibilidad de exten- que se consiguen con la más absoluta in-
der a un inmenso organismo nacional la tegridad de la autonomía personal.—Hay
inconmovible autoridad de una repúbli- en ellos un instinto de curiosidad des-
ca; porque, con su organización federa- pierta e insaciable, una impaciente avi-
tiva, han revelado—según la feliz expre- dez de toda luz; y profesando el amor
sión de Tocqueville—la manera como se por la instrucción del pueblo con la obse-
pueden conciliar, con el brillo y el po- sión de una monomanía gloriosa y fecun-
der de los estados grandes, la felicidad da, han hecho de la escuela el quicio más
y la paz de los pequeños.—Suyos son seguro de su prosperidad, y del alma del
algunos de los rasgos más audaces con niño la más cuidada entre las cosas leves
que ha cíe destacarse en la perspectiva y preciosas.—Su cultura, que está lejos
del tiempo ia obra de este siglo. Suya de ser refinada ni espiritual, tiene una
es la gloria de haber revelado plenamen- eficacia admirable siempre que se dirige
te—acentuando la más firme nota de prácticamente a realizar una finalidad in-
belleza moral de nuestra civilización— mediata. No lian incorporado a las ad-

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OBRA ORIGINAL,—3: ARIEL 235

quisiciones de la ciencia una sola ley | una esperanza terca y arrogante; la nota
general, un solo principio; pero la han i del Excelsior y el Salmo de la vida con
hecho maga por las maravillas de sus ] que sus poetas han señalado el infalible
aplicaciones, la han agigantado en los | bálsamo contra toda amargura en la filo-
dominios de la utilidad, y han dado al ' sofía del esfuerzo y de la acción.
mundo, en la caldera de vapor y en la dí- Su grandeza titánica se impone así, aun
namo eléctrica, billones de esclavos invi- a los más prevenidos por las enormes
sibles que centuplican, para servir al : desproporciones de su carácter o por las
Aladino humano, el poder de la lámpara violencias recientes de su historia. Y por
maravillosa.—El crecimiento de su gran- mi parte, ya veis que, aunque no les
deza y de su fuerza será objeto de per- amo, les admiro. Les admiro, en primer
durables asombros para el porvenir. Han término, por su formidable capacidad de
inventado, con su prodigiosa aptitud de querer, y me inclino ante «la escuela
improvisación, un acicate para el tiempo; de voluntad y de trabajo» que—como de
y al conjuro de su voluntad poderosa, | sus progenitores nacionales dijo Phila-
surge en un día, del seno de la absoluta ] rete Chasles—ellos han instituido.
soledad, la suma de cultura acumulable ; En el principio la acción era. Con es-
por la obra de los siglos.—La libertad tas célebres palabras del Fausto podría
puritana, que les envía su luz desde el empezar un futuro historiador de la po-
pasado, unió a esta luz el calor de una derosa república, el Génesis, aún no con-
piedad que aún dura. Junto a la fábrica cluido, de su existencia nacional. Su ge-
3' 3a escuela, sus fuertes manos han alza- : nio podría definirse, como el universo de
do, también, los templos de donde eva- los dinamistas, la fuerza en movimiento.
poran sus plegarias muchos millones de Tiene, ante todo y sobre todo, la capaci-
conciencias libres. Ellos han sabido sal- dad, el entusiasmo, la vocación dichosa
var, en e] naufragio de todas las ideali- de la acción. La voluntad es el cincel que
dades, la idealidad más alta, guardando ha esculpido a ese pueblo en dura pie-
viva la tradición de un sentimiento reli- dra. Sus relieves característicos son dos
gioso que, si no levanta sus vuelos en | manifestaciones del poder de la volun-
alas de un espiritualismo delicado y pro- \ tad: la originalidad y la audacia. Su his-
fundo, sostiene, en parte, entre las aspe- toria es, toda ella, el arrebato de una ac-
rezas del tumulto utilitario, la rienda fir- tividad viril. Su personaje representativo
™e del sentido moral.—Han sabido, tam- se llama Yo quiero, como el superhom»
bién, guardar en medio de los refina- j bre de Nietzsche— Si algo le salva colec-
mientos de la vida civilizada, el sello de tivamente de la vulgaridad, es ese extra-
cierta primitividad robusta. Tienen el cui- ordinario alarde de energía que lleva a
to
pagano de la salud, de la destreza, todas partes y con el que imprime cierto
ce
' la fuerza; templan y afinan en el carácter de épica grandeza aun a las lu-
músculo el instrumento precioso de la chas del interés y de la vida material.
voluntad; y obligados por su aspiración i Así, de los especuladores de Chicago y de
ln
saciable de dominio a cultivar la ener- Minneápolis ha dicho Paul Bourget que
va de todas las actividades humanas, son a la manera de combatientes heroi-
modelan el torso del atleta para el cora- \ eos en los cuales la actitud para el ata-
zón del hombre libre.—Y del concierto que y la defensa es comparable a la de
ce
' su civilización, del acordado movi- un grognard del gran Emperador.-—Y
miento de su cultura, surge una dorni- esta energía suprema con la que el genio
"ante nota de optimismo, de confianza, norteamericano parece obtener—hipnoti-
Ce
fe, que dilata los corazones impulsán- zado r audaz—el adormecimiento y la su-
dolos al porvenir bajo la sugestión de gestión de ios hados, suele encontrarse
236 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

aun en las particularidades que se nos una concepción de la existencia, tolera-


presentan como excepcionales y diver- ble sin duda como carácter provisional
gentes de aquella civilización. Nadie ne- de una civilización, como tarea prelimi-
gará que Edgard Poe es una individuali- nar de una cultura, pero que urgía ya
dad anómala y rebelde dentro de su pue- rectificar, puesto que tendía a convertir
blo. Su alma escogida representa una el trabajo utilitario en fin y objeto su-
partícula inasimilable del alma nacional, ; premo de la vida, cuando él en ningún
que no en vano se agitó entre las otras caso puede significar racionalmente sino
con la sensación de una soledad infinita. ; la acumulación de los elementos propios
Y, sin embargo, la nota fundamental : para hacer posible el total y armonioso
—que Baudelaire ha señalado profunda- I desenvolvimiento de nuestro ser.—Spen-
mente—en el carácter de los héroes de I cer agregaba que era necesario predicar
Poe, es, todavía, el temple sobrehumano a los norteamericanos el Evangelio del
la indómita resistencia de la voluntad. I descanso o el recreo; e identificando nos-
Cuando ideó la Ligeia, la más misterio- otros la más noble significación de es-
sa y adorable de sus criaturas, Poe sim- tas palabras con la del ocio tal cual lo
bolizó en la luz inextinguible de sus ojos dignificaban los antiguos moralistas, cla-
el himno de triunfo de la Voluntad sobre • sificaremos dentro del Evangelio en que
la Muerte. debe iniciarse a aquellos trabajadores
Adquirido, con el sincero reconocimien- sin reposo, toda preocupación ideal, todo
to de cuanto hay de luminoso y grande desinteresado empleo de las horas, todo
en el genio de la poderosa nación, el objeto de meditación levantado sobre la
derecho de completar respecto a él la finalidad inmediata de la utilidad.
fórmula de la justicia, una cuestión llena I La vida norteamericana describe efec-
de interés pide expresarse.—¿Realiza tivamente ese círculo vicioso que PascaJ
aquella sociedad, o tiende a realizar, pol- señalaba en la anhelante persecución del
lo menos, la idea de la conducta racional ! bienestar, cuando él no tiene su fin fue-
que cumple a las legítimas exigencias del ra de sí mismo. Su prosperidad es tan
espíritu, a la divinidad intelectual y mo- grande como su imposibilidad de satisfa-
ral de nuestra civilización?—¿Es en ella cer a una mediana concepción del desti-
donde hemos de señalar la más aproxi- no humano. Obra titánica, por la enor-
mada imagen de nuestra «ciudad perfec- me tensión de voluntad que representa, y
ta»?—Esa febricitante inquietud que pa- ' por sus triunfos inauditos en todas las
rece centuplicar en su seno el movimien- esferas del engrandecimiento material, es
to y la intensidad de la vida, ¿tiene ! indudable que aquella civilización produ-
un objeto capaz de merecerla y un es- I ce en su conjunto una singular impre-
tímulo bastante para justificarla? ! sión de insuficiencia y de vacío. Y es que
Herbert Spencer, formulando con no- \ si, con el derecho que da la historia de
ble sinceridad su saludo a la democracia j treinta siglos de evolución presididos por
de América en un banquete de Nueva la dignidad del espíritu clásico y del es-
York, señalaba el rasgo fundamental de { píritu cristiano, se pregunta cuál es en
la vida de los norteamericanos, en esa • ella el principio dirigente, cuál su subs-
misma desbordada inquietud que se ma- traium ideal, cuál el propósito ulterior
nifiesta por la pasión infinita del trabajo a la inmediata preocupación de los inte-
y la porfía de la expansión material en reses positivos que estremecen aquella
todas sus formas. Y observaba después masa formidable, sólo se encontrará, co-
que, en tan exclusivo predominio de la mo fórmula del ideal definitivo, la mis-
actividad subordinada a los propósitos ma absoluta preocupación del triunfo
inmediatos de la utilidad, se revelaba material .---Huérfano de tradiciones muy

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 237
hondas que le orienten, ese pueblo no ha rencia ese instinto poético ancestral, que
sabido sustituir la idealidad inspiradora brota, como surgente límpida, del seno
del pasado con una alta y desinteresada de la roca británica, cuando es el Moisés
concepción del porvenir. Vive para la de un arte delicado quien la toca. El
realidad inmediata, del presente, y por pueblo inglés tiene, en la institución de
ello subordina toda su actividad ai egoís- su aristocracia—por anacrónica e injus-
mo del bienestar personal y colectivo — ta que ella sea bajo el aspecto del dere-
De la suma de los elementos ele su ri- cho político—un alto e inexpugnable ba-
queza y su poder podría decirse lo que luarte que oponer al mercantilismo am-
el autor de Mensonges de la inteligencia biente y a la prosa invasora; tan alto e
del marqués de Norbert* que figura en inexpugnable baluarte que es el mismo
uno de sus libros: es un monte de leña Taine quien asegura que desde los tiem-
al cual no se ha hallado modo de dar pos de las ciudades griegas, no presen-
fuego. Falta la chispa eficaz que haga taba la historia ejemplo de una condi-
levantarse la llama de un ideal vivifi- ción de vida más propia para formar y
cante e inquieto, sobre el copioso com- enaltecer el sentimiento de la nobleza
bustible.—Ni siquiera el egoísmo nacio- humana. En el ambiente de la democra-
nal, a falta de más altos impulsos; ni cia de América, el espíritu de vulgaridad
siquiera el exclusivismo y el orgullo de no halla ante sí relieves inaccesibles para
raza, que son los que transfiguran y en- su fuerza de ascensión, y se extiende y
grandecen, en la antigüedad, la prosaica propaga como sobre la llaneza de una
dureza de la vida de Roma, pueden te- pampa infinita.
ner vislumbres de idealidad y de her- Sensibilidad, inteligencia, costumbres,
mosura en un pueblo donde la confusión todo está caracterizado, en el enorme
cosmopolita y el atomismo de una mal pueblo, por una radical ineptitud de se-
entendida democracia impiden la for- lección, que mantiene, junto al orden
mación -de una verdadera conciencia na- mecánico de su actividad material y de
cional. su vida política, un profundo desorden
Diríase que el positivismo genial de la en todo lo que pertenece al dominio de
j
Metrópoli ha sufrido, al transmitirse a | las facultades ideales.—Fáciles son de se-
sus emancipados hijos de América, una I guír las manifestaciones de esta inepti-
destilación que le priva de todos los ele- | tud, partiendo de las más exteriores y
mentos de idealidad que le templaban, ! aparentes, para llegar después a otras
reduciéndole, en realidad, a la crudeza I más esenciales y más íntimas.—Pródigo
que, en las exageraciones de la pasión o ; de sus riquezas—porque en su codicia
de la sátira, ha podido atribuirse al po- i no entra, según acertadamente se ha di-
sitivismo de Inglaterra.—El espíritu in- ¡ cho, ninguna parte de Harpagon—, el
glés, bajo la áspera corteza de utilitaris- norteamericano ha logrado adquirir con
mo, bajo la indiferencia mercantil, bajo í ellas, plenamente, la satisfacción y la va-
la severidad puritana, esconde, a no du- I nidad de la magnificencia suntuaria;
darlo, una virtualidad poética escogida, j pero no ha logrado adquirir la nota esco-
Y un profundo venero de sensibilidad, el ! gida del buen gusto. El arte verdadero
cual revela, en sentir de Taine, que e!. sólo ha podido existir, en tal- ambiente,
i'onclo primitivo, el fondo germánico de a título de rebelión individual. Emerson,,
aquella raza, modificada luego por la Poe, son allí como los ejemplares de una
Presión de la conquista y por el hábito ¡ fauna expulsada de su verdadero medio
de la actividad comercial, fué una extra- i: por el rigor de una catástrofe geológi-
ordinaria exaltación del sentimiento. El ca.—Habla Bourget, en Outre-mer, del
espíritu americano no ha recibido en he- i acento concentrado y solemne con que
238 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la palabra arte vibra en los labios de acrecentamiento extensivo de la educa-


los norteamericanos que ha halagado el ción, se preocupe de seleccionarla y ele-
favor de la fortuna; de esos recios y acri- varla, para auxiliar el esfuerzo de las su-
solados héroes del selj-help, que aspiran perioridades que ambicionan erguirse so-
a coronar, con la asimilación de todos bre la general mediocridad. Así, el resul-
los refinamientos humanos, la obra de tado de su porfiada guerra a la ignoran-
su encumbramiento reñido. Pero nunca cia ha sido la semicultura universal y
les ha sido dado concebir esa divina ac- una profunda languidez de la alta cul-
tividad que nombran con énfasis sino tura.—En igual proporción que la igno-
como un nuevo motivo de satisfacerse rancia radical, disminuyen en el ambien-
su inquietud invasora o como un trofeo te de esa gigantesca democracia la supe-
de su vanidad. La ignoran, en lo que ella rior sabiduría y el genio. He aquí por
tiene de desinteresado y de escogido; la qué la historia de su actividad pensado-
ignoran, a despecho de la munificencia ra es una progresión decreciente de bri-
con que la fortuna individual suele em- llo y de originalidad. Mientras en el pe-
plearse en estimular la formación de ríodo de la independencia y la organi-
un delicado sentido de belleza; a des- zación surgen para representar, lo mis-
pecho de la esplendidez de los museos mo el pensamiento que la voluntad de
y las exposiciones con que se ufanan aquel pueblo, muchos nombres ilustres,
sus ciudades; a despecho de las monta- medio siglo más tarde Tocqueville puede
ñas de mármol y de bronce que han es- observar, respecto a ellos, que los dioses
culpido para las estatuas de sus plazas se van. Cuando escribió Tocqueville su
públicas. Y si con su nombre hubiera obra maestra, aún irradiaba, sin embar-
de caracterizarse alguna vez un gusto go, desde Boston, la cindadela puritana,
de arte, él no podría ser otro que el que la ciudad de las doctas tradiciones, una
envuelve la negación del arte mismo: la gloriosa pléyade que tiene en la histo-
brutalidad del efecto rebuscado, el des- ria intelectual de este siglo la magnitud
conocimiento de todo tono suave y de de la universalidad.—¿Quiénes han reco-
toda manera exquisita, el culto de una gido después la herencia de Channíng,
falsa grandeza, el sensacionismo que ex- de Emerson, de Poe?—La nivelación me-
cluye la noble serenidad inconciliable con socrática, apresurando su obra desolado-
el apresuramiento de una vida febril. ra, tiende a desvanecer el poco carácter
La idealidad de lo hermoso no apasio- I que quedaba a aquella precaria intelec-
na al descendiente de los austeros purita- tualidad. Las alas de sus libros ha tiem-
nos. Tampoco le apasiona la idealidad de po que no llegan a la altura en que sería
lo verdadero. Menosprecia todo ejercicio umversalmente posible divisarlos. ¡Y hoy,
del pensamiento que prescinda de una in- la más genuina representación del gusto
mediata finalidad, por vano e infecundo. norteamericano, en punto a letras, está
No le lleva a la ciencia un desinteresado en los lienzos grises de un diarismo que
anhelo de verdad, ni se ha manifestado ¡ no hace pensar en el que un día suminis-
ningún caso capaz de amarla por sí mis- tró los materiales de El Federalista!
ma. La investigación no es para él sino , Con relación a los sentimientos mora-
el antecedente de la aplicación utilitaria. les, el impulso mecánico del utilitarismo
Sus gloriosos empeños por difundir los | ha encontrado el resorte moderador de
beneficios de la educación popular están \ una fuerte tradición religiosa. Pero no
inspirados en el noble propósito de co- j por eso debe creerse que ha cedido la
municar los elementos fundamentales del I dirección de la conducta a un verdadero
saber al mayor número; pero no nos re- i principio de desinterés.- -La religiosidad
velan que, al mismo tiempo que de ese ' de los americanos, como derivación ex-

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 239
tremada de la inglesa, no es más que una j americanas, con las más inequívocas ma-
fuerza auxiliatoria de la legislación penal, nifestaciones de ía popularidad y de la
que evacuaría su puesto el día que fuera i crítica, la nueva ley moral en que, desde
posible dar a la moral utilitaria la auto- ¡ la puritana Boston, anunciaba soiemne-
ridad religiosa que ambicionaba darle : mente el autor de cierto docto libro que
Stuart Mili.—La más elevada cúspide de ' se intitulaba Pushing to the front (i),
su moral es la moral de Franklin: Una ! que el éxito debía ser considerado ía fi-
1
filosofía de la conducta, que halla su tér- nalidad suprema de la vida. La revela-
mino en lo mediocre de la honestidad, en ción tuvo eco aun en el seno de las co-
la utilidad de la prudencia; de cuyo seno muniones cristianas, y se citó una vez, a
no surgirán jamás ni la santidad, ni el propósito del libro afortunado, ¡la Imi-
heroísmo; y que, sólo apta para prestar tación de Kempis, como término de com-
a la conciencia, en los caminos normales I paración!
de la vida, el apoyo del bastón de man- I La vida pública no se sustrae, por cier-
zano con que marchaba habitualmente su to, a las consecuencias del crecimiento
propagador, no es más que un leño frá- del mismo germen de desorganización
gil cuando se trata de subir las altas pen- que lleva aquella sociedad en sus entra-
dientes.—Tal es la suprema cumbre; pero ñas. Cualquier mediano observador de
es en los valles donde hay que buscar ía sus costumbres políticas os hablará de
realidad. Aun cuando el criterio moral cómo la obsesión del interés utilitario
no hubiera de descender más abajo del tiende progresivamente a enervar y em-
utilitarismo probo y mesurado de Fran- pequeñecer en los corazones el senti-
klin, el término forzoso—que ya señaló I miento del derecho. El valor cívico, la
la sagaz observación de Tocqueville—de j virtud vieja de ios Hamíiton, es una hoja
una sociedad educada en semejante limi- ¡ de acero que se oxida, cada día más,
tación del deber, sería, no por cierto una ; olvidada, entre las telarañas de las tra-
de esas decadencias soberbias y magnífi- diciones. La venalidad, que empieza des-
cas que dan la medida de la satánica her- ¡ de el voto público, se propaga a todos
mosura del mal en la disolución de los ! los resortes institucionales. El gobierno
, í

imperios; pero sí una suerte de materia- ! de la mediocridad vuelve vana la emula-


lismo pálido y mediocre, y en último re- ción que realza los caracteres y las inte-
sultado, el sueño de una enervación sin i ligencias y que los entona con la pers-
brillo, por la silenciosa descomposición ; pectiva de la efectividad de su dominio.
de todos los resortes de ía vida moral — ¡ La democracia, a la que no han sabido
Allí donde el precepto tiende a poner las dar el regulador de una alta y educadora
altas manifestaciones de ía abnegación y noción de las superioridades humanas,
te virtud fuera del dominio de lo obliga- tendió siempre entre ellos a esa brutali-
torio, la realidad hará retroceder indefi- dad abominable del número que menos-
nidamente el límite de la obligación.— caba los mejores beneficios morales de
Pero la escuela de la prosperidad mate- la libertad y anuía en la opinión el res-
n
aí, que será siempre ruda prueba para peto de la dignidad ajena. Hoy, además,
ía austeridad de las repúblicas, ha lleva- ' una formidable fuerza se levanta a con-
do más lejos la llaneza de ía concepción trastar de la peor manera posible el ab-
de la conducta racional que hoy gana los [ solutismo del número. La influencia po-
espíritus. Al código de Franklin han su- , lítica de una plutocracia representada
cedido otros de más francas tendencias ! por los todopoderosos aliados de los
como expresión de la sabiduría nacional,
i no hace aún cinco años el voto público (I) Por M. Orisson Sweíí Marden. Boston,
consagraba en todas las ciudades norte- 1895. [J. E. R.]
240 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

trusts, monopoliza dores de la producción las ayer desiertas Praderas, refiriéndose


y dueños de la vida económica, es, sin al cual decía Michel Chevalier, hace me-
duda, uno de los rasgos más merecedores dio siglo, que «los últimos serían un día
de interés en la actual fisonomía del gran los primeros». El utilitarismo, vacío de
pueblo. La formación de esta plutocracia todo contenido ideal, la vaguedad cosmo-
ha hecho que se recuerde, con muy pro- polita, y la nivelación de la democracia
bable oportunidad, el advenimiento de la bastarda, alcanzarán, con él, su último
clase enriquecida y soberbia que, en los triunfo .—Todo elemento noble de aque-
últimos tiempos de la república romana, lla civilización; todo lo que la vincula a
es uno de los antecedentes visibles de la generosos recuerdos y fundamenta su
ruina de la libertad y de la tiranía de dignidad histórica—el legado de los tri-
los Césares. ¡Y el exclusivo cuidado del pulantes del Flor de Mayo, la memoria
engrandecimiento material—numen de de los patricios de Virginia y de los ca-
aquella civilización—impone así la lógica balleros de la Nueva Inglaterra, el espí-
de sus resultados en la vida política, co- ritu de los ciudadanos y los legisladores
mo en todos los órdenes de la actividad, de la emancipación—, quedarán dentro
dando el rango primero al struggle-for- de los viejos estados donde Boston y Fi-
lifer osado y astuto, convertido por la ladelfia mantienen aún, según expresiva-
brutal eficacia de su esfuerzo en la su- mente se ha dicho, «el palladium de la
prema personificación de la energía na- tradición washingtoniana». Chicago se
cional—en el postulante a su represen- alza a reinar. Y su confianza en la supe-
tación emersoniana—en el personaje rei- rioridad que lleva sobre el litoral inicia-
nante de Taine! dor del Atlántico se funda en que le con-
Al impulso que precipita aceleradamen- sidera demasiado reaccionario, demasia-
te la vida del espíritu en el sentido de la do europeo, demasiado tradicionalista.
desorientación ideal y el egoísmo utilita- ¡La historia no da títulos cuando el pro-
rio, corresponde, físicamente, ese otro cedimiento de elección es la subasta de
impulso, que, en la expasión del asom- la púrpura!
broso crecimiento de aquel pueblo, lleva A medida que el utilitarismo genial de
sus multitudes y sus iniciativas en di- aquella civilización asume así caracteres
rección a la inmensa zona occidental que, más definidos, más francos, más estre-
en tiempos de la independencia, era el chos, aumentan, con la embriaguez de la
misterio, velado por las selvas del Missis- prosperidad material, las impaciencias de
sippí. En efecto; es en ese improvisado sus hijos por propagarla y atribuirle la
oeste, que crece formidable frente a los predestinación de un magisterio roma-
viejos estados del Atlántico, y reclama no,—Hoy, ellos aspiran manifiestamente
para un cercano porvenir la hegemonía, al primado de la cultura universal, a la
donde está la más fiel representación de . dirección de las ideas, y se consideran a
la vida norteamericana en el actual ins-1 sí mismo los forjadores de un- tipo de
tante de su evolución. Es allí donde los civilización que prevalecerá. Aquel dis-
definitivos resultados, los lógicos y natu- curso semíirónico que Laboulaye pone
rales frutos, del espíritu que ha guiado en boca de un escolar de su París ameri-
a la poderosa democracia desde sus orí-; canizado para significar la preponderan-
genes, se muestran de relieve a la mira- j cia que concedieron siempre en el propó-
da del observador y le proporcionan un sito educativo a cuanto favorezca el or-
punto de partida para imaginarse la faz gullo del sentimiento nacional, tendría
del inmediato futuro del gran pueblo. Al ; toda la seriedad de la creencia más sin-
virginiano y al yanqui ha sucedido, como cera en labios de cualquier americano
tipo representativo, ese dominador de . viril de nuestros días. En el fondo de su

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 241
declarado espíritu de rivalidad hacia Eu- respeto; pero es difícil que cuando el
ropa, hay un menosprecio que es inge- extranjero divisa de alta mar su gigan-
nuo, y hay la profunda convicción de que tesco símbolo: la Libertad de Bartholdi,
ellos están destinados a oscurecer, en que yergue triunfalmeníe su antorcha
breve plazo, su superioridad espiritual y sobre el puerto de Nueva York, se des-
su gloria, cumpliéndose, una vez más, en pierte en su ánimo la emoción profunda
las evoluciones de la civilización humana, y religiosa con que el viajero antiguo
la dura ley de los misterios antiguos en debía ver surgir, en las noches diáfanas
que el iniciado daba muerte al iniciador. del África, el toque luminoso que la
Inútil sería tender a convencerles de que, lanza de oro de la Atenea del Acrópo-
aunque la contribución que han llevado lis dejaba notar a la distancia en la
a los progresos de la libertad y de la uti- pureza del ambiente sereno.
lidad haya sido, indudablemente, cuantio- Y advertid que cuando, en nombre de
sa, y aunque debiera atribuírsele en jus- los derechos del espíritu, niego al utili-
ticia la significación de una obra univer- tarismo norteamericano ese carácter típi-
sal, de una obra humana, ella es insu- co con que quiere imponérsenos como
ficiente para hacer transmudarse, en di- suma y modelo de civilización, no es mi
rección al nuevo Capitolio, el eje del propósito afirmar que la obra realizada
mundo, inútil sería tender a convencer- por él haya de ser enteramente perdida
les de que la obra realizada por la perse- con relación a los que podríamos llamar
verante genialidad del aria europeo, des- j los intereses del alma.—S'm el brazo que
de que, hace tres mil años, las orillas del I nivela y construye, no tendría paz el que
Mediterráneo, civilizador y glorioso, se • sirve de apoyo a la noble frente que
ciñeron jubilosamente la guirnalda de las ¡ piensa. Sin la conquista de cierto bienes-
ciudades helénicas; la obra que aún con- j tar material es imposible, en las socieda-
tinúa realizándose y de cuyas tradiciones i des humanas, el reino del espíritu. Así lo
y enseñanzas vivimos, es una suma con reconoce el mismo aristocrático idealis-
la cual no puede formar ecuación la ! mo de Renán, cuando realza, del punto
fórmula Washington más Edison. Ellos i de vista de los intereses morales de la
aspirarían a revisar el Génesis para ocu- ! especie y de su selección espiritual en lo
par esa primera página!—Pero además futuro, la significación de la obra utili-
de la relativa insuficiencia de la parte taria de este siglo, «Elevarse sobre la
Que íes es dado reivindicar en la educa- j necesidad—agrega el maestro—-es redi-
ción de la humanidad, su carácter mis- i mirse.»—En lo remoto del pasado, los
mo les niega la posibilidad de la hege- | efectos de la prosaica e interesada acti-
monía.—Naturaleza no les ha concedido ¡ vidad del mercader que por primera vez
el genio de la propaganda ni la voca- j pone en relación a un pueblo con otros,
ción apostólica. Carecen de ese don su- ¡ tienen un incalculable alcance idealiza-
perior de amabilidad—en alto sentido— ; dor; puesto que contribuyen eficazmente
de ese extraordinario poder de simpatía, i a multiplicar los instrumentos de la in-
con que las razas que han sido dotadas 1 teligencia, a pulir y suavizar las costum-
de un cometido providencial de educa- j bres, y a hacer posibles, quizá, los pre-
ción saben hacer de su cultura algo pa- ¡ ceptos de una moral más avanzada.—La
retido a la belleza de la Helena clásica, misma fuerza positiva aparece propician-
en
la que todos creían reconocer un do las mayores idealidades de la civili-
ra
sgo propio.—Aquella civilización pue- \ zación. El oro ocumulado por el mercan-
de abundar, o abunda indudablemente, tilismo de las repúblicas italianas «pagó
en sugestiones y en ejemplos fecundos; —según Saint-Víctor—los gastos del Re-
ella puede inspirar admiración, asombro, ¡ nacimiento», Las naves que volvían de
242 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

los países de Las mil y una noches, col- i ventajas materiales, elementos de supe-
madas de especias y marfil, hicieron po- rioridad espiritual.
sible que Lorenzo de Médicis renovara, . Pero la vida norteamericana no nos
en las lonjas de los mercaderes florenti- j ofrece aún un nuevo ejemplo de esa re-
nos, los convites platónicos.—La historia lación indudable, ni nos lo anuncia como
muestra en definitiva una inducción re- j gloria de una posteridad que se vislum-
cíproca entre los progresos de la activi- ; bre. Nuestra confianza y nuestros votos
dad utilitaria y la ideal. Y así como la j deben inclinarse a que, en un porvenir
utilidad suele convertirse en fuerte escu- j más inaccesible a la inferencia, esté re-
do para las idealidades, ellas provocan j servado a aquella civilización un destino
con frecuencia (a condición de no pro- j superior. Por más que, bajo el acicate de
ponérselo directamente) los resultados ¡ su actividad vivísima, el breve tiempo
de lo útil. Observa Bagehot, por ejemplo, ¡ que la separa de su aurora haya sido bas-
cómo los inmensos beneficios positivos ' tante para satisfacer el gasto de vida re-
de la navegación no existirían acaso para I querido por una evolución inmensa, su
la Humanidad, si en las edades primi- ¡ pasado y su actualidad no pueden ser
tivas no hubiera habido soñadores y j sino un introito con relación a lo futu-
ociosos—i seguramente, mal comprendí- j ro.—Todo demuestra que ella está aún
dos de sus contemporáneos!—a quienes j muy lejana de su fórmula definitiva. La
interesase la contemplación de lo que ! energía asimiladora que le ha permitido
pasaba en las esferas del cielo.—-Esta ley i
conservar cierta uniformidad y cierto
de armonía nos enseña a respetar el bra- j
temple genial, a despecho ele las enor-
zo que labra el duro terruño de ia prosa. '
mes invasiones de elementos étnicos
La obra del positivismo norteamericano ¡
opuestos a los que hasta hoy han dado
servirá a la causa de Ariel, en último '
término. Lo que aquel pueblo de ciclo- j el tono a su carácter tendrá que reñir
pes ha conquistado directamente para el : batallas cada día más difíciles, y en el
bienestar material, con su sentido de lo j utilitarismo proscriptor de toda ideali-
útil y su admirable aptitud de la inven- : dad no encontrará una inspiración sufi-
ción mecánica, lo convertirán otros pue- ¡ cientemente poderosa para mantener la
blos, o él mismo en lo futuro, en efica- ! atracción del sentimiento solidario. Un
ees elementos de selección. Así, la más pensador ilustre, que comparaba al es-
preciosa y fundamental de las adquisicio- ' clavo de las sociedades antiguas con una
nes del espíritu—el alfabeto, que da alas partícula no digerida por el organismo
de inmortalidad a la palabra—, nace en social, podría quizá tener una compara-
el seno de las factorías cananeas y es el ! ción semejante para caracterizar la si-
hallazgo de una civilización mercantil, j tuación de ese fuerte colono de proce
que, al utilizarlo con fines exclusivamen- : dencia germánica que, establecido'en los
te mercenarios, ignoraba que el genio de j estados del centro y del Far-West, con-
razas superiores lo transfiguraría convir- , serva intacta, en su naturaleza, en su so-
íiéndole en el medio de propagar su más I ciabilidad, en sus costumbres, ia impre-
pura y luminosa esencia. La relación en- \ sión del genio alemán, que, en muchas
tve los bienes positivos y los bienes inte- ! de sus condiciones características más
lectuales y morales es, pues, según la profundas y enérgicas, debe ser conside-
adecuada comparación de Fouillée, un ¡ rado una verdadera antítesis del genio
nuevo aspecto de la cuestión de la equi- americano.—Por otra parte, una civiliza-
valencia de las fuerzas que, así como : ción que esté destinada a vivir y a dila-
permite transformar el movimiento en ! tarse en el mundo; una civilización que
calórico, permite también obtener, de las no haya perdido, momificándose, a la

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 243
manera de los imperios asiáticos, la ap- la realidad presente de aquel pueblo,
titud de la variabilidad, no puede pro- ni en la perspectiva de sus evoluciones
longar indefinidamente la dirección de inmediatas; y renunciemos a ver el tipo
sus energías y de sus ideas en un único de una civilización ejemplar donde sólo
y exclusivo sentido. existe un boceto tosco y enorme, que aún
Esperemos que el espíritu de aquel ti- pasará necesariamente por muchas rec-
tánico organismo social, que ha sido has- tificaciones sucesivas, antes de adquirir
ta hoy voluntad y utilidad solamente, la serena y firme actitud con que los
sea también algún día inteligencia, senti- pueblos que han alcanzado un perfecto
miento, idealidad. Esperemos .que, de la desenvolvimiento de su genio presiden al
enorme fragua, surgirá, en último resul- glorioso coronamiento de su obra, como
tado, el ejemplar humano, generoso, ar- j en el sueño del cóndor que Leconte de
mónico, selecto, que Spencer, en un ya ¡ Lisie ha descrito con su soberbia majes-
citado discurso, creía poder augurar co- Itad, terminando, en olímpico sosiego, ¡la
¡no término del costoso proceso de re- •ascensión poderosa, más arriba de las
fundición. Pero no lo busquemos, ni en I cumbres de la Cordillera!

[VI
No existe pueblo verdaderamente grande para la historia, sin
un ideal desinteresado.—No basta la grandeza material para la
gloria de los pueblos.—Ejemplos históricos.—El pensamiento y
la grandeza material de las ciudades.—Aplicación de lo anterior
a las condiciones de la vida de América.—Confianza en el por-
venir.—Nos toca trabajar en beneficio del porvenir.—La dignidad
humana exige que se piense en lo futuro y se trabaje para él—
Simbolismo de «Ariel».]

Ante la posteridad, ante la historia, j ria—son aquellos que, al desaparecer ma-


todo gran pueblo debe aparecer como "terialmente
¡ en el tiempo, dejan vibrante
una vegetación cuyo desenvolvimiento ha ! para siempre la melodía surgida de su
tendido armoniosamente a producir un espíritu y hacen persistir en la posteri-
fruto en el que su savia acrisolada ofre- dad su legado imperecedero—según dijo
Ce
al porvenir la idealidad de su fragan- Carlyle del alma de sus «héroes»—: como
Cl
a y la fecundidad de su simiente.—-Sin una nueva y divina porción de la suma
este resultado duradero, humano, levan- de las cosas. Tal, en el poema de Goethe,
tado sobre la finalidad transitoria de lo cuando la Elena evocada del reino de la
utü, el poder y la grandeza de los impe- noche, vuelve a descender al Orco som-
rios no son más que una noche de sueño brío, deja a Fausto su túnica y su velo.
en
la existencia de la Humanidad; por- Estas vestiduras no son la misma dei-
Ue
Q ^ como las visiones personales del dad; pero participan, habiéndolas lleva-
sueño, no merecen contarse en el enca- do ella consigo, de su alteza divina, y tie-
denamiento de los hechos que forman la nen la virtud de elevar a quien las posee
trama activa de la vida. por encima de las cosas vulgares.
Ciran civilización, gran pueblo—en la Una sociedad definitivamente organi-
acepción que tiene valor para la histo- zada que limite su idea de la civilización
244 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

a acumular abundantes elementos de l bre, ha de iluminarse para la posteridad


prosperidad, y su idea de la justicia a j toda una jornada de la historia humana,
distribuirlos equitativamente entre los todo un horizonte del tiempo. La ciudad
asociados, no hará de las ciudades donde | es fuerte y hermosa cuando sus días son
habite nada que sea distinto, por esen-1 algo más que la invariable repetición de
cia, del hormiguero o la colmena. No j un mismo eco, reflejándose indefinida-
son bastantes ciudades populosas, opu- mente de uno en otro círculo de una
lentas, magníficas, para probar la cons- eterna espiral; cuando hay algo en ella
tancia y la intensidad de una civilización. que flota por encima de la muchedum-
La gran ciudad es, sin duda, un organis- ! bre; cuando entre las luces que se en-
mo necesario de la alta cultura. Es el cienden durante sus noches está la lám-
ambiente natural de las más altas ma- para que acompaña la soledad de la vi-
nifestaciones del espíritu. No sin razón gilia inquietada por el pensamiento y en
ha dicho Quinet que «el alma que acude la que se incuba la idea que ha de sur-
a beber fuerzas y energías en la íntima gir al sol del otro día convertida en el
comunicación con el linaje humano, esa grito que congrega y la fuerza que con-
alma que constituye el grande hombre, duce las almas.
no puede formarse y dilatarse en medio Entonces sólo la extensión y la gran-
de los pequeños partidos de una ciudad deza material de la ciudad pueden dar la
pequeña».—Pero así la grandeza cuantita- medida para calcular la intensidad de su
tiva de la población como la grandeza civilización.—Ciudades regias, soberbias
material de sus instrumentos, de sus ar- aglomeraciones de casas, son para el pen-
mas, de sus habitaciones, son sólo me- samiento un cauce más inadecuado que
dios del genio civilizador, y en ningún la absoluta soledad del desierto, cuando
caso resultados en los que él pueda de- el pensamiento no es el señor que las do-
tenerse.—De las piedras que compusieron mina.—Leyendo el Maud, de Tennyson,
a Cartago, no dura una partícula trans- hallé una página que podría ser el símbo-
figurada en espíritu y en luz. La inmensi- lo de este tormento del espíritu allí don-
dad de Babilonia y de Nínive no repre- de la sociedad humana es para él un gé-
senta en la memoria de la Humanidad el nero de soledad.—-Presa de angustioso de-
hueco de una mano si se la compara con : lirio, el héroe del poema se sueña muer-
el espacio que va desde la Acrópolis al to y sepultado, a pocos pies dentro de
Pireo.—Hay una perspectiva ideal en la tierra, bajo el pavimento de una calle de
que la ciudad no aparece grande sólo I Londres. A pesar de la muerte, su con-
porque prometa ocupar el área inmen- ciencia permanece adherida a los fríos
sa que había edificada en torno a la despojos de su cuerpo. El clamor confu-
torre de Nemrod; ni aparece fuerte sólo so de la calle, propagándose en sorda vi-
porque sea capaz de levantar de nuevo bración hasta la estrecha cavidad de la
ante sí los muros babilónicos sobre los tumba, impide en ella todo sueño de paz.
que era posible hacer pasar seis carros ; El peso de la multitud indiferente gravi-
de frente; ni aparece hermosa sólo por- ta a toda hora sobre la triste prisión de
que, como Babilonia, luzca en los para- aquel espíritu, y los cascos de ios caba-
mentos de sus palacios losas de alabas- llos que pasan parecen empeñarse en es-
tro y se enguirnalde con los jardines de tampar sobre él un sello de oprobio. Los
Semírarnis. ! días se suceden con lentitud inexorable.
Grande es en esa perspectiva la ciu- La aspiración ele Maud consistiría en
dad, cuando los arrabales de su espíritu hundirse más dentro, mucho más dentro,
alcanzan más allá ele las cumbres y los de la tierra. El ruido ininteligente del tu-
mares, y cuando, pronunciado su nom- • multo sólo sirve para mantener en su

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OBRA ORIGLYAL.—3: ARIEL 245
conciencia desvelada eí pensamiento de i más manifestaciones de la vida.—El, en
su cautividad. la organización individual, levanta y en-
Existen ya, en nuestra América latina, grandece, con su actividad continuada, la
ciudades cuya grandeza material y cuya bóveda del cráneo que le contiene,
suma de civilización aparente, las acer- razas pensadoras reveían, en la capacidad
can con acelerado paso a participar del creciente de sus cráneos, ese empuje del
primer rango en el mundo. Es necesario obrero interior.—El, en la organización
temer que el pensamiento sereno que se social, sabrá también engrandecer la ca-
aproxime a golpear sobre las exteriori- pacidad de su escenario, sin necesidad
dades fastuosas, como sobre un cerrado de que para ello intervenga ninguna fuer-
vaso de bronce, sienta el ruido descon- za ajena a él mismo .—Pero tal persua-
solador del vacío. Necesario es temer, sión, que debe defenderos de un des-
por ejemplo, que ciudades cuyo nombre aliento cuya única utilidad consistiría
fué un glorioso símbolo en América; que en eliminar a los mediocres y los peque-
tuvieron a Moreno, a Rivadavia, a Sar- ños de la lucha, debe preservaros tam-
miento; que llevaron la iniciativa de una bién de las impaciencias que exigen va-
inmortal Revolución; ciudades que hicie- namente del tiempo la alteración de su
ron dilatarse por toda la extensión de ritmo imperioso.
un continente, como en el armonioso Todo el que se consagra a propagar y
desenvolvimiento de ias ondas concén- defender, en la América contemporánea,
tricas que levanta el golpe de la piedra un ideal desinteresado del espíritu—arte,
sobre el agua dormida, la gloria de sus ciencia, moral, sinceridad religiosa, polí-
héroes y la palabra de sus tribunos,—pue- tica de ideas—, debe educar su voluntad
dan terminar en Sidón, en Tiro, en Car- en el culto perseverante del porvenir. El
tago. pasado perteneció todo entero al brazo
A vuestra generación toca impedirlo; que combate; el presente pertenece, casi
a ía juventud que se levanta, sangre y por completo también, al tosco brazo
músculo y nervio del porvenir. Quiero que nivela y construye; el porvenir—un
considerarla personificada en vosotros. porvenir tanto más cercano cuanto más
Os hablo ahora figurándome que sois los enérgicos sean la voluntad y el pensa-
destinados a guiar a los demás en los miento de los que le ansian—ofrecerá,
combates por la causa del espíritu. La para el desenvolvimiento de superiores
perseverancia de vuestro esfuerzo debe facultades del alma, la estabilidad, el es-
identificarse en vuestra intimidad con la cenario y el ambiente.
certeza del triunfo. No desmayéis en ¿No la veréis vosotros, la América que
Predicar el Evangelio de la delicadeza a nosotros soñamos; hospitalaria para las
los escitas, el Evangelio de la inteligen- ; cosas del espíritu, y no tan sólo para
cia a los beocios, el Evangelio del clesin- | las muchedumbres que se amparen a
teres a los fenicios. i ella; pensadora, sin menoscabo de su ap-
Basta que el pensamiento insista en [ titud para la acción; serena y firme a
se?',-~-en demostrar que existe, con la de- I pesar de sus entusiasmos generosos; res-
mostración que daba Diógenes del movi- j plandeciente con el encanto de una se-
miento—, para que su dilatación sea '. riedad temprana y suave, como la que
ineluctable y para que su triunfo sea i realza la expresión de un rostro infantil
seguro. cuando en él se revela, al través de la
El pensamiento se conquistará, palmo \ gracia intacta que fulgura, el pensamien-
& palmo, por su propia espontaneidad, ' to inquieto que despierta?...—Pensad en
iodo el espacio de que necesite para afir- ella a lo menos; el honor de vuestra his-
'Tiar y consolidar su reino, entre las de- toria futura depende de que tengáis
246 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

constantemente ante los ojos del alma la j las edades de oro del espíritu imponer a
visión de esa América regenerada, cer- ¡ los oficiantes solemnes de su gloria —
niéndose de lo alto sobre las realidades i «No es la posesión de los bienes—ha di-
del presente, como en la nave gótica el i cho profundamente Taine, hablando de
vasto rosetón que arde en luz sobre lo I las alegrías del Renacimiento—; no es la
austero de los muros sombríos.—No se- posesión de bienes, sino su adquisición,
réis sus fundadores, quizá; seréis los lo que da a los hombres el placer y el
precursores que inmediatamente la pre- sentimiento de su fuerza.»
cedan. En las sanciones glorificadoras del Acaso sea atrevida y candorosa espe-
futuro hay también palmas para el re- ranza creer en un aceleramiento tan con-
cuerdo de los precursores. Edgard Qui- tinuo y dichoso de la evolución, en una
net, que tan profundamente ha penetra- eficacia tal de vuestro esfuerzo, que bas-
do en las armonías de la historia y la te el tiempo concedido a la duración de
Naturaleza, observa que para preparar j una generación humana para llevar en
el advenimiento de un nuevo tipo huma- ¡ América las condiciones de la vida inte-
no, de una nueva unidad social, de una lectual, desde la incipiencia en que las
personificación nueva de la civilización, tenemos ahora, a la categoría de un ver-
suele precederles de lejos un grupo dis- dadero interés social y a una cumbre
perso y prematuro, cuyo papel es análo- que de veras domine.—Pero, donde no
go en la vida de las sociedades al de las cabe la transformación total, cabe el pro-
especies proféticas de que a propósito de greso; y aun cuando supierais que las
la evolución biológica habla Héer. El tipo , primicias del suelo penosamente traba-
nuevo empieza por significar, apenas, di- ¡ jado no habrían de servirse en vuestra
ferencias individuales y aisladas; los in- mesa jamás, ello sería, si sois generosos,
dividualismos se organizan más tarde en si sois fuertes, un nuevo estímulo en la
«variedad»; y por último, la variedad en- intimidad de vuestra conciencia. La obra
cuentra para propagarse un medio que la mejor es la que se realiza sin las impa-
favorece, y entonces ella asciende quizá ciencias del éxito inmediato; y el más
el rango específico: entonces—digámoslo glorioso esfuerzo es el que pone la espe-
con las palabras de Quinet—el grupo se ranza más allá del horizonte visible; y la
hace muchedumbre, y reina. \ abnegación más pura es la que se niega
He ahí por qué vuestra filosofía mo-; en lo presente, no ya la compensación
ral en el trabajo y el combate debe ser ¡ del lauro y el honor ruidoso, sino aun la
el reverso del carpe diem horaciano; una ! voluptuosidad moral que se solaza en la
filosofía que no se adhiera a lo presente i contemplación de la obra consumada y
sino como al peldaño donde afirmar el [ el término seguro.
pie o como a la brecha por donde entrar ¡ Hubo en la antigüedad altares para los
en muros enemigos. No aspiraréis, en lo «dioses ignorados». Consagrad una parte
inmediato, a la consagración de la vic- de vuestra alma al porvenir desconocido.
toria definitiva, sino a procuraros mejo- A medida que las sociedades avanzan, el
res condiciones de lucha. Vuestra ener- ; pensamiento del porvenir entra por ma-
gía viril tendrá con ello un estímulo más \ yor parte como uno de los factores de su
poderoso, puesto que hay la virtualidad evolución y una de las inspiraciones de
de un interés dramático mayor, en el sus obras. Desde la imprevisión oscura
desempeño de ese papel, activo esencial- del salvaje, que sólo divisa del futuro lo
mente, de renovación y de conquista, ¡ que falta para el terminar de cada pe-
propio para acrisolar las fuerzas de una ríodo de sol y no concibe cómo los días
generación heroicamente dotada, que en que vendrán pueden ser gobernados en
la serena y olímpica actitud que suelen parte desde el presente, hasta nuestra

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 247

preocupación solícita y previsora de la | do y a un presentimiento misterioso del


posteridad, media un espacio inmenso, | porvenir.
que acaso parezca breve y miserable al- i Eliminando la sugestión del interés
gún día. Sólo somos capaces de progreso • egoísta, de las almas, el pensamiento ins-
en cuanto lo somos de adaptar nuestros i pirado en la preocupación por destinos
actos a condiciones cada más más dis- | ulteriores a nuestra vida, todo lo purifica
tantes de nosotros en el espacio y en el | y serena, todo lo ennoblece; y es un alto
tiempo. La seguridad de nuestra inter- i honor de nuestro siglo el que la fuerza
vención en una obra que haya de sobre- • obligatoria de esa preocupación por lo
vivirnos, fructificando en los beneficios i futuro, el sentimiento de esa elevada im-
del futuro, realza nuestra dignidad huma- posición de ia dignidad del ser racional,
na, haciéndonos triunfar de las limita- se hayan manifestado tan claramente en
ciones de nuestra naturaleza. Si, por j él, que aun en el seno del más absoluto
desdicha, la Humanidad hubiera de deses- ¡ pesimismo, aun en el seno de la amarga
perar definitivamente de la inmortalidad filosofía que ha traído a la civilización
de la conciencia individual, el sentimien- j occidental, dentro del loto de Oriente, el
to más religioso con que podría susti- ! amor de la disolución y la nada, la voz
tuirla sería el que nace de pensar que, : de Hartmann ha predicado, con la apa-
aun después de disuelta nuestra alma en j ciencia de la lógica, el austero deber de
el seno de las cosas, persistiría en la he-' continuar la obra del perfeccionamiento,
rencia que se transmiten las generaciones de trabajar en beneficio del porvenir,
humanas lo mejor de lo que ella ha sen- para que, acelerada ía evolución por el
tido y ha soñado, su esencia más íntima • esfuerzo de los hombres, llegue ella con
1
y más pura, al modo como el rayo lu- más rápido impulso a su término final,
mínico de la estrella extinguida persiste I que será el término de todo dolor y toda
en lo infinito y desciende a acariciarnos ! vida.
con su melancólica luz. Pero no, como Hartmann, en nombre
de la muerte, sino en el de la vida mis-
El porvenir es en la vida de las socie- ma y la esperanza, yo os pido una parte
dades humanas el pensamiento idealiza- de vuestra alma para la obra del futu-
dor por excelencia. De ía veneración pia- | ro—Para pedíroslo, he querido inspirar-
dosa del pasado, del culto de la tradición me en la imagen dulce y serena de mi
por una parte, y por la otra del atrevido ¡ Ariel.—El bondadoso genio en quien Sha-
impulso hacia lo venidero, se compone la ' despeare acertó a infundir, quizá con la
noble fuerza que, levantando el espíritu : divina inconsciencia frecuente en las adi»
colectivo sobre las limitaciones del pre- ! vinaciones geniales, tan alto simbolismo,
sente, comunica a las agitaciones y los , manifiesta claramente en la estatua su
sentimientos sociales un sentido ideal. 1 situación ideal, admirablemente traduci-
Los hombres y los pueblos trabajan, en da por el arte en líneas y contornos. Ariel
sentir de Fouillée, bajo Ja inspiración de i es la razón y el sentimiento superior.
| a s ideas, como los irracionales bajo la : Ariel es este sublime instinto de perfec-
aspiración de los instintos; y la sociedad tibilidad, por cuya virtud se magnífica
que lucha y se esfuerza, a veces sin sa- i y convierte en centro de las cosas ía ar-
berlo, por imponer una idea a la reali- cilla humana a la que vive vinculada su
dad, imita, según el mismo pensador, ia luz, la miserable arcilla de que los ge-
o ora instintiva del pájaro que, al cons- nios de Arimanes hablaban a Manfredo.
truir el nido bajo el imperio de una ima- Ariel es, para la naturaleza, el excelso
gen interna que le obsede, obedece a la coronamiento de su obra, que hace ter-
vez a un recuerdo inconsciente del pasa- minarse el proceso de ascensión de Jas
248 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

formas organizadas, con la llamarada del y a los que luchan, hasta que el cumpli-
espíritu. Ariel triunfante, significa idea- miento del plan ignorado a que obedece
lidad y orden en la vida, noble inspi- le permita—cual se liberta, en el drama,
ración en el pensamiento, desinterés en del servicio de Próspero—romper sus la-
moral, buen gusto en arte, heroísmo en zos materiales y volver para siempre al
la acción, delicadeza en las costumbres. centro de su lumbre divina.
—El es el héroe epónimo en la epopeya Aún más que para mi palabra, yo exi-
de la especie; él es el inmortal protago- jo de vosotros un dulce e indeleble re-
nista; desde que con su presencia inspi- cuerdo para mi estatua de Ariel. Yo quie-
ró los débiles esfuerzos de racionalidad ro que la imagen leve y graciosa de este
del hombre prehistórico, cuando por pri- bronce se imprima desde ahora en la
mera vez dobló la frente oscura para más segura intimidad de vuestro espíri-
labrar el pedernal o dibujar una grosera ¡ tu.—Recuerdo que una vez que observa-
imagen en los huesos de reno; desde ba el monetario de un museo provocó
que con sus alas avivó la hoguera sagra- mi atención en la leyenda de una vieja
da que el aria primitivo, progenitor de moneda la palabra Esperanza, medio bo-
los pueblos civilizadores, amigo de la luz, rrada sobre la palidez decrépita del oro.
encendía en el misterio de las selvas del i Considerando la apagada inscripción, ya
Ganges, para forjar con su fuego divino meditaba en la posible realidad de su
el cetro de la majestad humana—hasta influencia. ¿Quién sabe qué activa y no-
que, dentro ya de las razas superiores, se ble parte sería justo atribuir, en la for-
cierne, deslumbrante, sobre las almas mación del carácter y en la vida de algu-
que han extralimitado las cimas natura- \ nas generaciones humanas, a ese lema
les de la Humanidad; lo mismo sobre j sencillo actuando sobre los ánimos como
los héroes del pensamiento y el ensueño i una insistente sugestión? ¿Quién sabe
que sobre los de la acción y el sacrificio; ¡ cuántas vacilantes alegrías persistieron,
lo mismo sobre Platón en el promontorio cuántas generosas empresas maduraron,
de Sunium, que sobre San Francisco de cuántos fatales propósitos se desvanecie-
Asís en la soledad de Monte Alber- ¡ ron, al chocar las miradas con la palabra
nia.—Su fuerza incontrastable tiene por alentadora, impresa, como un gráfico gri-
impulso todo el movimiento ascendente to, sobre el disco metálico que circuló de
de la vida. Vencido una y mil veces por [ mano en mano?... Pueda la imagen de
la indomable rebelión de Calibán, pros- j este bronce—troquelados vuestros cora-
crito por la barbarie vencedora, asfixiado j zones con ella—desempeñar en vuestra
en el humo de las batallas, manchadas 1vida el mismo inaparente pero decisivo
las alas transparentes al rozar el «eterno J papel. Pueda ella, en las horas sin luz
estercolero de Job», Ariel resurge inmor- ; del desaliento, reanimar en vuestra con-
talmente, Ariel recobra su juventud y su | ciencia el entusiasmo por el ideal vaci-
hermosura, y acude ágil, como al manda- | lante, devolver a vuestro corazón el ca-
to de Próspero, al llamado de cuantos le 1lor de la esperanza perdida. Afirmado
aman e invocan en la realidad. Su benéfi- i primero en el baluarte de vuestra vida
co imperio alcanza, a veces, aun a los interior, Ariel se lanzará desde allí a la
que le niegan y le desconocen. El dirige conquista de las almas. Yo le veo, en el
a menudo las fuerzas ciegas del mar y porvenir, sonriéndoos con gratitud, desde
la barbarie para que concurran, como lo alto, al sumergirse en la sombra vues-
las otras, a la obra del bien. El cruzará tro espíritu. Yo creo en vuestra voluntad,
la historia humana, entonando como en en vuestro esfuerzo; y más aún en los de
el drama de Shakespeare, su canción me- aquellos a quienes daréis la vida y trans-
lodiosa, para animar a los que trabajan mitiréis vuestra obra. Yo suelo emhria-

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OBRA ORIGINAL.—3: ARIEL 249
garme con el sueño de día en que las I quietud que ella derramaba de su urna
cosas reales harán pensar que la Cordi- í de ébano sobre la tierra triunfaban de
llera que se yergue sobre el suelo de la prosa flotante sobre las cosas dis-
América ha sido tallada para ser el pe- puestas por manos de los hombres. Sólo
destal de esta estatua, para ser el ara estorbaba para el éxtasis la presencia de
inmutable de su veneración! \ la multitud. Un soplo tibio hacía estre-
| mecerse el ambiente con lánguido y de-
Así habló Próspero.—Los jóvenes dis- licioso abandono, como la copa trémula
cípulos se separaron del maestro después en la mano de una bacante. Las sombras,
de haber estrechado su mano con afecto ¡ sin ennegrecer el cielo purísimo, se limi-
filial. De su suave palabra, iba con ellos taban a dar a su azul el tono oscuro en
la persistente vibración en que se pro- que parece expresarse una serenidad pen-
longa el lamento del cristal herido, en sadora. Esmaltándolas, los grandes as-
un ambiente sereno. Era la última hora tros centelleaban en medio de un cortejo
de la tarde. Un rayo del moribundo sol infinito; Aldebarán, que ciñe una púrpu-
atravesaba la estancia, en medio de dis- ra de luz; Sirio, como la cavidad de un
creta penumbra, y tocando la frente de , nielado cáliz de plata volcado sobre el
bronce de la estatua, parecía animar en | mundo: el Crucero, cuyos brazos abier-
los altivos ojos de Ariel la chispa in- | tos se tienden sobre el suelo de América
quieta de la vida. Prolongándose luego, como para defender una última espe-
el rayo hacía pensar en una larga mirada ranza. ..
que el genio, prisionero en el bronce, Y fué entonces, tras ei prolongado si-
enviase sobre el grupo juvenil que se lencio, cuando el más joven del grupo,
alejaba.—Por mucho espacio marchó el a quien llamaban Enjoirás por su ensi-
grupo en silencio. Al amparo de un re- mismamiento reflexivo, dijo, señalando
cogimiento unánime se verificaba en el sucesivamente la perezosa ondulación del
espíritu de todos ese fino destilar de la rebaño humano y la radiante hermosura
meditación, absorta en cosas graves, que de la noche:
un alma santa ha comparado exquisita- —Mientras la muchedumbre pasa, yo
mente a la caída lenta y tranquila del '. observo que, aunque ella no mira al cíe-
rocío sobre el vellón de un cordero.— \ lo, el cielo la mira. Sobre su masa indi-
Cuando el áspero contacto de la muche- ferente y oscura, como tierra del surco,
dumbre les devolvió a la realidad que algo desciende de lo alto. La vibración de
les rodeaba, era la noche ya, Una cálida las estrellas se parece al movimiento de
y serena noche de estío. La gracia y la unas manos de sembrador.

FIN DE «ARIEL»
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4

LIBERALISMO
Y JACOBINISMO
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LIBERALISMO Y JACOBINISMO

PROLOGO

n iESPUÉS de Ariel, Rodó se entregó grande y puro modelo de amor y abne-


f a la meditación y composición de gación humana*.
*~~^ las muchas páginas que luego in- La carta fué publicada en la edición
tegrarían Proteo, Esa labor consumió de 5 de julio. Pocos días después (el 14),
todo el tiempo que disponía para la crea- en una conferencia pronunciada en el
ción. Ya tenía muy avanzado el nuevo li- Centro Liberal, el doctor Pedro Díaz
bro cuando un artículo de periódico lo atacaba, ese punto de vista y aplaudía la
embarcó en una polémica—la única que medida oficial Desde La Razón, Rodó
sostuvo largamente—. Esa polémica es la contestó en una serie de Contrarréplicas
fuente inmediata de Liberalismo y jaco- que se fueron publicando en las edicio-
binismo. nes de los días 4, 5, 7, 8, 11, 12, 13 y 14
En 1906, el doctor Eugenio Largamilla de septiembre. En esa serie de artículos
presentó una moción ante la Comisión no sólo refutaba a su contendedor: tam-
Nacional de Caridad y Beneficencia Pú- bién planteaba con toda amplitud el
blica en eV sentido de que se ordenara tema de la verdadera significación espi-
d retiro de los crucifijos de los Hospita- ritual e histórica de la figura de Cristo.
les del Estado. Esta medida fué aproba- El mismo año recogió en volumen la
da y puesta en práctica: el hecho motivó primera carta y las Contrarréplicas (más
comentarios y manifestaciones de distin- una carta sobre el sentimiento religioso)
ta índole. Rodó no permaneció ajeno a en un opúsculo que tituló Liberalismo y
ios mismos. Dirigió una carta a su amigo Jacobinismo (Montevideo, La Anticua-
hian Antonio Zubillaga, director de La ría, 1.906).
Razón, en la que censuraba la medida, Aunque se ha escrito abundantemente
Que calificaba de «jacobinismo». «Se tra- sobre este opúsculo, nadie parece haber
te, efectivamente, de un hecho de franca tenido en cuenta el texto misino de la
^tolerancia y de estrecha incomprensión conferencia del doctor Pedro Díaz, que
moral e histórica, absolutamente incon- fué recogido en un folleto (Montevideo,
ciliable con la idea de elevada equidad y Tipografía F, Jiménez y Cía,, 1906). Tal
de amplitud generosa que va incluida en vez la circunstancia accidental de que el
toda legítima acepción de liberalismo, doctor Díaz no haya continuado la polé-
cuajesquiera que sean los epítetos con mica (su padre estaba muy grave, y poco
Qiie se refuerce o extreme la significación después falleció) haya influido pam esta
t¡e esta palabra.',-, Para él, la imagen de actitud general de olvido de su punto de
cristo crucifijado representa «el más vista. No parece oportuno, sin embar-
254 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

go, referirse al tema sin haber conside- pasó nunca de esas conversaciones ca-
rado, directamente, la opinión de ambas suales.
partes. Enorme fué la resonancia que tuvo el
Como en casi toda polémica, lo que opúsculo. El tema era de los que apa-
más separaba a ambos campeones no sionaban a la opinión montevideana, y la
eran las opiniones mismas, sino los pía- i palabra de Rodó—cuyo valor magistral
nos, distintos, en que desarrollaban sus \ no era desconocido—adquirió entonces
argumentos. En tanto que el doctor Díaz una inesperada proyección. En aquel mo-
no abandonaba el plano de las proyec- mento la tendencia del Gobierno era
ciones políticas—de política religiosa, es anticlerical y antirreligiosa; el liberalis-
claro—en que el crucifijo era un arma mo luchaba por imponer un cambio en
de persuasión y propaganda, Rodó no la estructura tradicional de la sociedad
abandonaba el plano ideológico, doctri- • uruguaya. Su palabra, que salía del mis-
nal, y examinaba el problema en sus fun- mo campo liberal, pero abogaba por una
damentos éticos y hasta filosóficos. Para mayor comprensión, por una tolerancia
el doctor Díaz era imposible este plan- profunda, conmovió a hombres de am-
teo. Para él el crucifijo está en los hos- i bos bandos. Fué aplaudido por el doc-
pítales como imagen religiosa. El cruci- tor José Pedro Ramírez; Monseñor So-
fijo (que no es Cristo, subraya) es sím- ler, arzobispo de Montevideo, le envió
bolo, no de la caridad, sino del fanatis- una carta elogiosa. El partido católico
mo y la intolerancia de la religión. Por pudo felicitarse públicamente entonces
otra parte, considera que es utilizado por de esta, importante adhesión que le lle-
los sacerdotes con fines proselitisias. gaba del campo rival (V. El Bien, 9 de
Rodó ni siquiera considera ese planteo j septiembre de 1906).
inmediato y, si se quiere, doméstico. En j
realidad, como la polémica no fué con- j Pero encontró asimismo reservas y hos-
tinuada, como quedó dueño del campo, tilidades. Un eco de ellas puede advertir-
pudo desarrollar su argumentación úni- se en la biografía de Pérez Petit (capí-
camente en el plano ético-filosófico. Y tulo VIII); la discrepancia con la posi-
en ese plano no podía no tener razón. ción de Rodó que plantea su amigo e
Los argumentos del doctor Díaz para ne- historiador es representativa de la que
gar a Cristo la representación de la cari- muchos sostuvieron entonces. Otra re-
dad—al menos dentro del mundo occi- ! serva, hipotéticamente expresada, y que
dental—no parecen buenos y huelen a [ implica un homenaje, se encuentra en el
sofistería. En cambio, es fuerte y convin- párrafo de una carta inédita que le es-
cente el retrato que traza Rodó de la fi- cribe Carlos Reyles (23 de abril de 1907):
gura ideal de Cristo. «No conozco los artículos del doctor
Díaz, ¡no llegan a París!, mas adivino
La oposición entre ambos contendedo- lo que asegura por lo que usted dice y
res no derivaba de ninguna hostilidad prueba. Los liberales con puntas y ribe-
personal y no excedió los límites natu- j tes de socialistas—sin sospechar acaso
rales de una contienda ideológica. Aun- \ que el socialismo es el antídoto de todas
que no eran amigos, solían verse ocasio- !las libertades-—podían haber objetado, si
nalmente en algún comercio de la ciudad ; algo había que objetar a la brillante re-
vieja. El mismo doctor Díaz ha recordó.- \quisitoria que hace usted para demostrar
do cómo tuvo oportunidad más de una ,
vez, de felicitar personalmente a Rodó \ el abolengo cristiano de la caridad, que
por sus escritos de la Revista Nacional, I precisamente por ser el nombre de Cris-
cuyo estilo le parecía particularmente ' to el símbolo de aquélla, debían los cru-
hermoso. Pero el trato entre ambos no cifijos desaparecer de los hospitales, des-

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO 255

de el momento que los discípulos de res polémico inmediato. Ha ganado, en


Marx entienden que la asistencia pública cambio, como elocuente testimonio de
es una manifestación colectivista que no una actitud esencial suya: la tolerancia
tiene relación alguna con las obras de respetuosa por la religión. Rodó aparece
la beneficencia clásica. Con estas y otras en él como un auténtico liberal, como
sutiles máscaras se disfraza el jacobinis- un liberal sin hieles ni rencores, pero
mo, y usted ha hecho muy bien en ata- también como un liberal que puede acer-
carlo al asomar las orejas, porque dada carse sin indiferencia a un problema
nuestra mentalidad latina, inclinada al cuya importancia no se le oculta, aunque
palabrerío gárrulo y a las demagogias, su organización espiritual no le permita
podría aquél fácilmente infiltrarse en el ¡vivirlo en plenitud. Es adecuada, por lo
organismo nacional y acarrearnos en [misino, la definición de uno de sus crí-
breve hondas perturbaciones sociales. Y ticos católicos, el doctor Dardo Regules:
yo creo que ya tenemos bastante con ¡«£s cristista, sin llegar a ser cristiano.»
nuestra incurable politiquería.» j (Prólogo de Los Últimos motivos de
Boy, el opúsculo ha perdido su inte- , Proteo, Montevideo, 1932, p. 26.)

LIBERALISMO Y JACOBINISMO
LA EXPULSIÓN DE LOS CRUCIFIJOS

(Carta publicada en «La Razón» del 5 de julio de 1906)

| aceptación del liberalismo, cualesquiera


1
que sean, los epítetos con que se refuer-
benor '•'""'" I ce o extreme la significación de esta pa-
Estimado amigo: Desea usted mi opi- | labra.
nión sobre la justicia y oportunidad del t Ocioso me parece advertir—porque no
acuerdo de la Comisión de Caridad y ! es usted quien lo ignora—que, rectamen-
Beneficencia Pública que sanciona defi- j te entendida la idea de liberalismo., mi
nitivamente la expulsión de crucifijos concepción de su alcance, en la esfera re-
que hasta no ha mucho figuraban en las ligiosa, como en cualquiera otra catego-
Paredes de las salas del Hospital. ría de la actividad humana, abarca toda
Voy a complacer a usted; pero no la extensión que pueda medirse por el
j
será sin significarle, ante todo, que hay ; más decidido amor a la libertad. E igual-
inexactitud en la manera como usted ca- í mente ocioso sería prevenir que, por ¡o
finca la resolución sobre que versa su , que respecta a la personalidad y la doc-
c
°nsulta, al llamarla «acto de extremo y I trina de Cristo—sobre las que he de ha-
r
adical liberalismo». i blar para poner esta cuestión en el. te-
¿Liberalismo? No: Digamos mejor «ja- rreno en que deseo—mi posición es, aho-
cobinismo». Se trata, efectivamente, de j ra como antes, en absoluto independien-
un hecho de franca intolerancia y de ' te, no estando unido a ellas por más
estrecha incomprensión moral e históri- I vínculos que ios de la admiración pura-
ca, absolutamente inconciliable con la ; mente humana, aunque altísima y la ad-
1(
j-ea de elevada equidad y de amplitud ! hesión racional a los fundamentos de
generosa que va incluida en toda legítima I una doctrina que tengo por la más ver-
256 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dadera y excelsa concepción del espíritu II


del hombre.
Dicho esto, planteemos sumariamente j El hecho es sencillamente éste: la ex-
la cuestión. La Comisión de Caridad ini- I pulsión reiterada e implacable de la ima-
ció, hace ya tiempo, la obra de emanci- gen de Cristo del seno de una casa de
par de toda vinculación religiosa la asis- caridad.
tencia y disciplina de los enfermos; y Un profesor de filosofía que, encon-
en este propósito plausible, en cuanto trando en el testero de su aula el busto
tendía a garantizar una completa liber- | de Sócrates, fundador del pensamiento
tad de conciencia contra imposiciones o í filosófico, le hiciera retirar de allí; una
sugestiones que la menoscabasen, llegó academia literaria española que ordenase
a implantar un régimen que satisfacía las quitar del salón de sus sesiones la efigie
más amplias aspiraciones de libertad. de Cervantes; un Parlamento argentino
Fueron suprimidos paulatinamente ios que dispusiera que las estatuas de San
rezos y los oficios religiosos que de tra- Martín o de Belgrano fueran derribadas
dición se celebraban; fueron retirados ¡ para no ser repuestas; un círculo de
los altares, las imágenes y los nichos, impresores que acordase que el retrato
que servían para los menesteres del cul- de Gutenberg dejase de presidir sus de-
to. Quedaba, sin embargo, una imagen liberaciones sociales, suscitarían, sin du-
que no había sido retirada de las pare- j da, nuestro asombro, y no nos sería nece-
des de las salas de los enfermos, y esta ¡ sario más que el sentido intuitivo de la
imagen era la del Fundador de la cari- primera impresión para calificar la in-
dad cristiana. Un día, la Comisión en- i congruencia de su conducta.
cuentra que no hay razón para que este Y una Comisión de Caridad que ex-
límite se respete, y ordena la expulsión pulsa del seno de las casas de caridad
de los crucifijos. Acaso pensó irreflexiva- la imagen del creador de la caridad—del
mente no haber hecho con ello más que que la trajo al mundo como sentimiento
dar un paso adelante, un paso último, en I y como doctrina—no ofrece, para quien
la obra de liberalismo en que se hallaba \ desapasionadamente lo mire, espectáculo
empeñada. ¿Era, efectivamente, sólo un | menos desconcertador ni menos extraño.
paso más, sólo un paso adelante? No; j Aun prescindiendo del interés de orden
aquello, como he de demostrarlo luego, social que va envuelto en el examen de
equivalía a pasar la frontera que separa este hecho, como manifestación de un
lo justo de lo injusto, lo lícito de lo abu- criterio de filosofía militante que se tra-
sivo. Aquello tenía en realidad un signi- j duce en acción y puede trascender en
ficado enteramente nuevo, y que parecía \ otras iniciativas parecidas, siempre ha-
denunciar, en las mismas supresiones y bría en él el interés psicológico de inves-
eliminaciones anteriores, un espíritu, una tigar por qué lógica de ideas o de senti-
tendencia, diferentes de los que las ha- mientos, por qué vías de convicción o de
brían justificado... pasión, ha podido llegarse a tan contra-
Y ahora, el error, que pudo explicarse, dictorio resultado: la personificación in-
cuando se cometió por vez primera, discutida de la caridad, expulsada de un
como acto inconsulto, adquiere la persis- ambiente que no es sino la expansión de
tencia de una ratificación laboriosamen- su espíritu, por aquellos mismos que mi-
te meditada, de una ratificación defi- nistran los dones de la caridad.
nitiva. Pero no es necesario afanarse mucho
tiempo para encontrar el rastro de esa
lógica: es la lógica en línea recta del ja-
cobinismo, que así lleva a las consumo

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO 257
cienes idealistas de Condorcet o de Ro sos, refugio para los huérfanos y los an-
bespierre como a los atropellos inicuos cianos, y los levanta en nombre del amor
de la intolerancia revolucionaria; y que, que identifica al protector y al socorrido,
por lo mismo que sigue una regularidad sin condición de inferioridad para ningu-
geométrica en el terreno de la abstracción no, es—por lo menos dentro de la civili-
y de la fórmula, conduce fatalmente a los ; zación y la psicología histórica de los
más absurdos extremos y a las más irri- | pueblos occidentales—absolutamente in-
tantes injusticias, cuando se la transpor- j separable del nombre y el ejemplo del
ta a la esfera real y palpitante de los sen- I reformador a quien hoy se niega lo que
timientos v los actos humanos. i sus mismos proscriptores no negarían tal
| vez a ningún otro de los grandes servido-
i res de la humanidad: el derecho de vivir
IH I perdurablemente—en imagen—en las ins-
j tituciones que son su obra, en las pie-
La vinculación entre eí espíritu de las I dras asentadas para dar albergue a su
instituciones de beneficencia que la Co- I espíritu, en el campo de acción donde
misión de Caridad gobierna, y el signifi- i se continúan y desenvuelven su iniciativa
cado histórico y moral de la imagen que i y su enseñanza.
ella ha condenado a proscripción, es tan
honda como manifiesta e innegable. IV
Si la Comisión de Caridad se propone
apurar el sentido de este nombre que I Sentado el derecho que militaba pata
lleva y evoca para ello la filiación de la j la permanencia y militaría para la repo*
palabra, fácilmente encontrará el vocablo ' sición, de las imágenes de Cristo, en las
latino de donde inmediatamente toma salas del Hospital de Caridad, paso a
origen; pero a buen seguro que, desen- examinar las consideraciones con que el
trañando la significación de este vocablo desconocimiento de este derecho se auto-
en el lenguaje de la grandeza romana, no riza.
hallará nada que se parezca a la íntima, Todos sabemos la razón falaz de liber-
a la sublime acepción que la palabra tie- tad y tolerancia que se invoca para coho-
ne en la civilización y los idiomas de los nestar la real intolerancia de la expul-
pueblos cristianos; porque para que este sión; se habla del respeto debido a las
inefable sentido aparezca, para que el creencias o las convicciones de aquellos
sentimiento nuevo a que él se refiere se que, acogiéndose a la protección del hos-
efunda en la palabra que escogió, entre pital, no crean en la divinidad de la ima-
las que halló en labios de los hombres, y gen que verían a la cabecera de su lecho,
la haga significar lo que ella no había La especiosidad de la argumentación no
significado jamás, es necesario que se le- resiste el más ligero examen. Si de garan-
vante en la historia del mundo, dividién- tizar la libertad se trata, impídase en
dola en dos mitades—separando el pasa- buena hora que se imponga ni sugiera al
do del porvenir con sus brazos abiertos—, enfermo la adoración o el culto de su
es
a imagen del mártir venerando que el imagen; prohíbase que se asocie a ella
nnpulso del jacobinismo acaba de aba- ] ningún obligatorio rito religioso, ninguna
tir de las paredes del Hospital de Ca- i forzosa exterioridad de veneración siquie-
ridad. ! ra; esto será justo y plausible, esto sig-
La caridad es creación, verbo, írradia- í niñeará respetar ía inmunidad de las
ei
°n^ del fundador deí cristianismo. El i conciencias, esto será liberalismo de bue-
^utiiTüento que levanta hospicios para • na ley y digno de sentimiento del dere-
ios enfermos, asilos para los menestero- I cho de todos, Pero pretender que la con-
UODO.—9
258 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ciencia de un enfermo pueda sentirse I se condenasen a una ridicula abstención


lastimada porque no quiten de la pared ! de toda forma pública, de todo homena-
de la sala donde se le asiste una sen- ; je ostensible?... Lo que la conciencia de
cilla imagen del reformador moral por i un pueblo consagra—y, aún más, lo que
cuya enseñanza y cuyo ejemplo—conver- j ía conciencia de la Humanidad consa-
tidos en la más íntima esencia de una ! gra—como juicio definitivo y sanción
civilización—logra él, al cabo de ios si- ; perdurable, tendrá siempre derecho a
glos, la medicina y la piedad, ¿quién imponerse sobre toda disonancia indivi-
podrá legitimar esto sin estar ofuscado dual, para las manifestaciones solemnes
por la más suspicaz de las intolerancias? ; de la rememoración y la gloria.
Para que la simple presencia de esa Hablemos con sinceridad; pensemos
efigie sublevase alguna vez el ánimo del con sinceridad. Ningún sentimiento, ab-
enfermo, sería menester que las creencias ] sobriamente ningún sentimiento respeta-
del enfermo involucrasen, no ya la indi- ble se ofende con la presencia de una
ferencia ni el desvío, sino la repugnancia imagen de Cristo en las salas de una casa
y el odio por la personalidad y ia doc- de caridad. El creyente cristiano verá en
trina de Cristo. Demos de barato que 1 ella la imagen de su Dios, y en las angus-
esto pueda ocurrir de otra manera que ; tias del sufrimiento físico levantará a
como desestimable excepción, ¿Podría el ella su espíritu. Los que no creemos en
respeto por ese sentimiento personal y tal divinidad, veremos sencillamente la.
atrabiliario de unos cuantos hombres imagen del más grande y puro modelo de
prevalecer sobre el respeto infinitamente amor y abnegación humana, glorificado
más imperativo, sobre la alta considera- donde es más opoituna esa glorificación:
ción de justicia histórica y de gratitud ; en el monumento vivo de esa doctrina y
humana que obliga a honrar a los gran- i de su ejemplo; a lo que debe agregarse
des benefactores de la especie y a hon- todavía que ninguna depresión y ningún
rarlos y recordarlos singularmente allí mal, y sí muy dignificadoras influencias
donde están presentes su obra, su ense- podrá recibir el espíritu del enfermo cu-
ñanza, su legado inmortal?... Fácil es yos ojos tropiecen con la efigie del Maes-
comprender que si el respeto a la opinión : tro sublime por quien el beneficio que
ajena hubiera de entenderse de tal modo, recibe se le aparecerá, no como una hu-
toda sanción glorificadora de la virtud, millante dádiva de la soberbia, sino como
del heroísmo, del genio, habría de refu- una obligación que se le debe en nombre
giarse en el sigilo y las sombras de las de una ley de amor, y por quien, al vol-
cosas prohibidas. Los pueblos erigen es- ver al tráfico del mundo, llevará acaso
tatuas, en parajes públicos, a sus grandes consigo una sugestión persistente que le
hombres. Entre los miles de viandantes levante alguna vez sobre las miserias del
que diariamente pasan frente a esas es- egoísmo y sobre las brutalidades de la
tatuas, forzosamente habrá muchos que, sensualidad y de la fuerza, habiéndole de
por su nacionalidad, o por sus doctrinas, la piedad para el caído, del perdón para
o bien por circunstancias y caprichos ex- el culpado, de la generosidad con el dé-
clusivamente personales, no participarán bil, de la esperanza de justicia que alien-
de la veneración que ha levantado esas ta el corazón de los hombres y de la
estatuas, y acaso experimentarán ante igualdad fraternal que los nivela por lo
ellas la mortificación del sentimiento he- alto.
rido, de la convicción contrariada, ¿Quién
se atrevería a sostener que esto podría Es este criterio y este sentimiento de
ser motivo para que la admiración y la , honda justicia humana el que habría de-
gratitud de Jas colectividades humanas bido mantenerse y prevalecer sobre la
suspicacia del recelo antirreligioso. Pero

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OBRA ORIGINAL.-—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO 259

el jacobinismo, que con relación a los he-1 ¿Se dirá que lo que se expulsa es el sig-
chos del presente tiene por lema: «La ' no religioso, el icono, la imagen del dios,
intolerancia contra la intolerancia», tiene j y no la imagen del grande hombre sacri-
por característica, con relación a las co- ficado por amor de sus semejantes? La
sas y a los sentimientos del pasado, esa ! distinción es arbitraria y casuística. Un
lunesta pasión de impiedad histórica que crucifijo será sólo signo religioso para
conduce a no mirar en las tradiciones y ! quien crea en ia divinidad de aquel a
creencias en que fructificó el espíritu de ¡ quien en él se representa. El que lo mire
otras edades, más que el límite, el error, ! con los ojos de la razón—y sin las nubes
la negación, y no lo afirmativo, lo per- ¡ ele un odio que sería inconcebible, por lo
durable, lo fecundo, lo que mantiene la ! absurdo—no tiene por qué ver en él otra
continuidad solidaria de las generaciones , cosa que la representación de un varón
perpetuada en la veneración de esas sublime, del más alto Maestro de la hu-
grandes figuras sobrehumanas—profetas, i manidad, figurado en el momento dei
apóstoles, reveladores—que desde lo hon- martirio con que selló su apostolado y su
do de las generaciones muertas iluminan gloria. Sólo una consideración fanática
la marcha de las que viven, como otros —en sentido opuesto y mil veces menos
tantos faros de inextinguible idealidad. tolerable que la de los fanáticos creyen-
tes—podría ver en el crucifijo, per se, un
signo abominable y nefando, donde haya
V algo capaz de sublevar la conciencia de
¡
un hombre libre y de enconar las an-
Si ¡a intolerancia ultramontana lléga- gustias del enfermo que se revuelve en
la un día a ser gobierno, mandaría reti- el lecho del dolor.
rar de las escuelas públicas ei retrato de ¿Por qué el enfermo librepensador ha
José Pedro Várela, ¿Qué importa que la de ver en el crucifijo más de lo que éi
regeneración de la educación popular ' le pone ante los ojos: una imagen que
haya sido obra suya? No modeló su re- j evoca, con austera sencillez, el más su-
forma dentro de lo que al espíritu orto- ' blime momento de la historia del mundo
doxo cumplía; no tendió a formar fie- j y la más alta realidad de perfección hu-
les para la grey de la Iglesia; luego su ! mana? ¿Acaso porque ese crucifijo, pues-
obra se apartó de la absoluta verdad, y , to en manos de un sacerdote, se con-
e
s condenable. ¡No puede consentirse su j vierte en signo e instrumento de una fe
glorificación, porque ella ofende a la con- \ religiosa? Pero no es en manos de un
ciencia de los católicos! Esta es la lógi- ! sacerdote donde le verá, sino destacán-
c
a de todas las intolerancias. dose inmóvil sobre la pared desnuda,
La intolerancia jacobina—incurriendo i para que su espíritu lo refleje libremen-
er
i una impiedad mucho mayor que la ' te en la quietud y desnudez de su con-
^1 ejemplo supuesto, por la sublimidad , ciencia...
^e la figura sobre quien recae su irreve- |
rencia—quiere castigar en la imagen del VI
redentor del mundo el delito de que haya
bienes, dando un significado religioso a ¡ De cualquier punto de vista que se la
esa
imagen, la conviertan en paladión considere, la resolución de la Comisión
cIe
una intolerancia hostil al pensamien- ! de Caridad aparece injustificada y deplo-
to libre. Sólo ve en el crucifijo al dios ) rable.
enemigo, y enceguece para la sublimidad ' No reivindica ningún derecho, no res-
humana y el excelso significado ideal del : tituye ninguna libertad, no pone límite a
Martirio que en esa figura está plasmado. ningún abuso,
260 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Y, en cambio, hiere a la misma insti- enseñanza objetiva; lo mismo cuando se


tución en cuyo nombre se ha tomado ese encarna en los bronces y ios mármoles
acuerdo, quitando de eila el sello visible erigidos en la plaza pública, que cuando
que recordaba su altísimo fundamento se manifiesta por la efigie colgada en las
histórico: que insustituiblemente concre- paredes de la escuela, del taller, de la
taba el espíritu del beneficio que allí se biblioteca o del asilo; de toda casa don-
dispensa, en nombre de una ley moral de se trabaje por el bien o la verdad.
que no ha dejado de ser la esencia de Esto es lo que sinceramente siento so-
nuestra civilización, de nuestra legisla- bre el punto que usted somete a mi con-
ción y de nuestras costumbres. Y hiere sideración; esto es lo que yo propondría
a la conciencia moral, interesada en que a la meditación de todos ios espíritus
no se menoscabe ni interrumpa el home- levantados sobre los fanatismos y las in-
naje debido a las figuras venerandas que i tolerancias.
son luz y guía de la humanidad; home- i Haga usted de esta carta el uso que
naje que si es un esencialísimo deber de le parezca bien y créame su afectísimo
justicia y gratitud humana, es, además, amigo,
para la educación de las muchedumbres,
un poderoso medio de sugestión y de JOSÉ ENRIQUE RODO.

CONTRARRÉPLICAS
(Publicadas en «La Razón», con motivo de la conferencia dada
por el doctor don Pedro Díaz, en el Centro Liberal, el día 14 de
julio, refutando las ideas expuestas en la carta anterior)

Esperaba con interés la publicación de réplica, para que, por su sola virtud, se
la conferencia que el doctor don Pedro abrieran camino en los espíritus dotados
Díaz consagró a refutar mi crítica de la de la rara cualidad de modificar sincera-
expulsión de los crucifijos de las salas mente sus juicios o prejuicios por la in-
del Hospital de Caridad.—No se mezcla- fluencia del raciocinio ajeno.
ba a ese interés el propósito preconcebi- Pero, por otra parte, el grave mal de
do de contrarreplicarle, y hasta deseaba estas disputas sobre puntos de índole
que mi participación personal en la agi- transitoria es que en sus proyecciones
tación de ideas promovida alrededor de quedan casi siempre envueltos puntos
tan sonado asunto quedara terminada mucho más altos, de interés imperecedero
con la exposición serena de mi juicio. y esencial, que las conveniencias acciden-
No es que no sea para mí un placer tales del polemista resuelven en el senti-
quebrar una lanza con inteligencia tan re- do más favorable a su tesis del momen-
flexiva y espíritu tan culto como los que to; propendiénclose con frecuencia así
me complazco en reconocer, desde luego, a deformar la verdad, a arraigar la men-
en mi adversario de ocasión; pero con- tira histórica, a fomentar sofismas per-
fieso que, un tanto desengañado sobre la niciosos y enormes injusticias, que acaso
eficacia virtual de la polémica como me- quedan flotando en el aire y se fijan lue-
dio de aquilatar y depurar ideas, me hu- go en ías asimilaciones inconscientes del
biera contentado con dejar persistir, criterio vulgar, como el único y deplora-
frente a frente, mi argumentación y su ble rastro de estas escaramuzas efíme-

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OBRA ORIGINAL—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO—CONTRARRÉPLICAS 261

ras.—No es otro el interés que me mueve , por la verdad; y nunca habrá satisfac-
a no dejar sin contrarréplica la refuta- i ción más intensa para la conciencia leal
ción a que aludo. I que cuando se le presente oportunidad
Me detendré ante todas las fases de la ; de proclamar la razón que asiste del lado
cuestión que encara el doctor Díaz, y | de las ideas que no je profesan, y de de-
aun ante algunas otras; y le seguiré, paso i fender el derecho que radica en el cam»
a paso, en todas las evoluciones y los ' po donde no se milita.
giros y las vueltas y revueltas de su ha- i Dicho esto, entremos, sin más düacio
bilidosa argumentación; por lo cual ha ¡ nes, en materia,
de disculpárseme de antemano si abuso,
con más extensión y por más días que
fuera mi deseo, de la afectuosa hospita-
lidad de este diario. LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DE LA
Libre de toda vinculación religiosa, de- CARIDAD
¡
fiendo una gran tradición humana y un I
alto concepto de la libertad. ; Afirmé en mi carta, y repito y confir-
No miro a mi alrededor para cercio- I mo ahora, que la vinculación entre el es-
rarme de si está conmigo la multitud que ! píritu de las casas de beneficencia y el
determina el silent vote de la opinión y significado de la imagen que ha sido ex-
que determinará el sí o el no en un ple- pulsada de su seno es tan honda como
biscito de liberales. Me basta con perse- manifiesta e innegable; que Jesús es en
verar en la norma de sinceridad invaria- nuestra civilización, y aun en el mundo,
ble, que es la única autoridad a que he el fundador de la caridad; que por El
aspirado siempre para mi persona y mi i este nombre de caridad tomó, en labios
palabra. Recuerdo que, cuando por pri- | de los hombres, acepción nueva y subli-
mera vez tuve ocasión de hablar en una me, y que son su enseñanza y su ejemplo
reunión política, en vísperas de eleccio- los que, al cabo de los siglos, valen para
nes y con la consiguiente exaltación de ] el enfermo la medicina y la piedad.
ios ánimos, fué para decir a la juventud, \ El estimable conferenciante desconoce
en cuyo seno me encontraba, que mi par- ¡ rotundamente todo esto; sostiene que «no
tido debía ceder el poder si caía vencido j es por la idea ni por el sentimiento cris-
en la lucha del sufragio. Tal manifesta- I tiano por lo que el hombre socorre al
ción, hecha en días de gran incertidum- i hombre»; califica de falso mi concepto
bre electoral y en un ambiente de apasio- I de la personalidad de Jesús y añade que
namientos juveniles, no era como para '• este concepto importa atribuir al funda»
suscitar entusiasmos, y a los más pare- ¡ dor del cristianismo, en la historia cíe la
ce, cuando menos, inoportuna; pero no ; humanidad, una significación que «la
pasó mucho tiempo sin que pudiese com- i ciencia» (así dice) le niega en absoluto,
probar que más de uno de los que se ' Escuchemos la severa palabra de ¡a
Cercaran a censurármelo en aquel mo- I ciencia. La ciencia nos opone, por labios
"^nto se había habituado a escuchar del doctor Díaz, un argumento deductivo
S,
P escándalo, y aun a reconocer por sí ¡ y copiosos argumentos históricos. El ar-
nnsmo, que la conservación del poder ; gumento deductivo consiste en inferir
e
'£bia plantearse en el terreno franco y I que siendo las revoluciones morales y so»
-laño del derecho.—-El más seguro cami- ¡ ciales la obra impersonal de las fuerzas
n
_o( no ya para la aprobación interior, : necesarias que se desenvuelven, con el
sino también para el triunfo definitivo, ¡ transcurso del tiempo, en el serio de las
cs
_el d.e decir la verdad, sin reparar en \ sociedades humanas, importa una ano-
quién sea el favorecido ocasionalmente I malía inaceptable atribuir la iniciativa
262 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

de un nuevo sentimiento moral a la ins- Pero hay más; para atribuir a Jesús la
piración personalísima de un hombre; fundación de la moral caritativa, no sólo
cosa que, de ser cierta, invadiría la es- no se requiere desconocer las fuerzas his-
fera del milagro y confirmaría para Cris- tóricas que obren por encima de la per-
to la naturaleza, que le negamos, de sonalidad humana para producir los mo-
Dios. vimientos morales y sociales, sino que no
No se necesita mucho esfuerzo para es necesario desconocer siquiera los pre-
:
mostrar la inconsistencia de tal razona- cedentes, más o menos directos y eñca-
miento, aun colocándose dentro del cri- ¡ ees, que aquella moral haya tenido den-
terio histórico que más lo favorezca. Por- ! tro mismo de la conciencia y la acción
que sin menoscabar la acción de las fuer- ! personal de los hombres. El doctor Díaz
zas necesarias que presiden a la evolu- ¡ refuerza su argumento deductivo con
ción de las sociedades y preparan en su j abundantes citas históricas para demos-
oscuro laboratorio los resultados osten- trarnos que el sentimiento de la caridad
sibles de la Historia humana, cabe per- ha existido en el mundo desde mucho an-
fectamente valorar la misión histórica y tes de Jesús; y que ya entendían de cari-
la originalidad de las grandes personali- , dad Confucio, Buda, Zoroastro y Sócra-
dades que, con carácter de iniciadores y ¡ tes y cien otros. Muy pronto desvanece-
reformadores, aparecen personificando ! remos la ilusión que pueda cifrar el doc-
en determinado momento los impulsos tor Díaz en estos recursos de su erudi-
enérgicos de innovación; aunque su obra ción histórica, y reduciremos a su verda-
haya sido precedida por un largo proceso dero valor la congruencia y oportunidad
de preparación lenta e insensible, y aun- de tales citas. Pero aceptándolas provi-
que la acción del medio en que actúan sionalmente, y concediendo que fuesen
colabore inconscientemente con ellas i1 exactas y oportunas ellas no serían un
para el triunfo que se manifiesta como motivo para que Jesús no pudiera ser lla-
exclusiva conquista de su superioridad. mado, en el sentido usual de este género
Por mucho que se limitase la jurisdic- de calificaciones históricas, el fundador
ción de la voluntad y el pensamiento per- de la caridad en el mundo. El mismo ar-
sonales; por mucho que se extremara la gumento que invocaba el doctor Díaz
concepción determinista de la Historia, para resistirse a aceptar que la moral
nunca podría llegarse a anular el valor
de aquellos factores hasta el punto de celera), que han sido inventores o reformadores
que no fuera lícito a la posteridad, en en el orden social y moral. Que una parte de
sus rememoraciones y sanciones, vincu- ¡ la invención que se les atribuye es debida a
lar a un nombre individual la gloria má- j sus predecesores y a sus sucesores, es evidente,
xima de una iniciativa, la inspiración ca- pero la invención, sea quienquiera el autor, no
pital de una revelación, el mérito supe- es por eso menos cierta. Hemos dicho en otra
rior de una reforma.—La invención per- i parte, y se nos permitirá repetirlo ahora, que
sonal, en la esfera de las ideas morales, esta expresión inventores, aplicada a la moral,
podrá parecer extraña a algunos, porque están
representa una realidad tan positiva e imbuidos por la hipótesis de un conocimiento
importante—según ha demostrado Ribot dei bien y del mal innato, universal, comparti-
en su análisis de la imaginación creado- do por todos los hombres y en todos los tiem-
ra—como en el terreno de la ciencia o pos. Si se admite, por el contrario, como lo
del arte (1), impone la observación, no una moral hecha de
antemano, sino una moral que se va haciendo
poco a poco, preciso es que sea la creación de
(1) «En el origen de las civilizaciones se en- un individuo o de un grupo.» (Ribot: Ensavo
cuentran personajes semihistóricos y semilegen- ¡ sobre la imaginación creadora, tercera parte,
darios (Manú, Zoroastro, Moisés, Confucio, et- i cap, VII). [J. E. R.J

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 263

del cristianismo haya significado tan ex- , Más de un siglo antes que la Revo-
cepcional vuelco de ideas; su mismo ar- i lución del 89 proclamara el principio de
gumento de que no hay obra humana sin ¡ la soberanía popular y realizase la forma
preparación y antecedentes, determina- | republicana, los puritanos de Inglaterra
ría el significado de las relaciones que ¡ habían reivindicado los derechos del pue-
pudieran encontrarse, en la historia an- í blo, y el trono de los Estuardos había
tenor ai cristianismo, con la obra de ! precedido en la caída al de los Borbones;
Jesús, No hay obra humana sin prepara- ; y a pesar de ello, la Revolución del 89
ci.ón y antecedentes, y sin embargo de es el pórtico por donde la sociedad mo-
ello, hay y habrá siempre, para ei cri- j derna pasa del ideal del absolutismo mo-
ierío de la Historia, iniciadores, fundado- • nárquico al ideal de las instituciones li-
res, hombres que resumen en sí el senti- bres.
do de largos esfuerzos colectivos, la ori- Siempre habrá un precedente que in-
ginalidad de una reforma social, la gloria vocar, un nombre que anteponer, una
de una revolución de ideas. huella que descubrir, en el campo de las
Cuatro siglos antes de que Lulero que- j más audaces creaciones de los hombres;
mase en la plaza de Wittenberg las bulas pero las sanciones de la justicia humana
de León X, habían rechazado los albi- no se atendrán jamás al criterio que par-
genses ía autoridad del Pontífice romano ta del rigor de estos fariseísmos cronoló-
y sostenido la única autoridad de las gicos—miserables cuestiones de priori-
Escrituras; largos años antes de Lutero, dad, cuyo sentido se disipa en la incerti-
Habían sido arrojadas al Tíber las ceni- dumbre crepuscular de todos los oríge-
zas de Arnaldo de Brescia, y había pere- ¡ nes—. La predilección en el recuerdo, ía
cido Juan Huss por la libertad de la superioridad en la gloria, no serán nunca
conciencia humana. Pero Lutero es y del que primero vislumbra o acaricia una
será siempre, ante la justicia de los si- idea, del que primero prueba traducirla
glos, el fundador de la reforma religiosa. en palabras o intenta comunicarle el im-
Varias generaciones antes que Sócra- pulso de la acción; sino del que definiti-
tes platicase de psicología y de moral vamente la personifica y consagra; del
con los ciudadanos de Atenas, había fi- que la impone a la corriente de los si-
losofado Tales, y Pitágoras había insti- glos; del que la convierte en sentido co-
tuido su enseñanza sublime, y habían mún de las generaciones; del que la en-
razonado los atomistas y habían argu- traña en ía conciencia de Sa Humanidad,
mentado los eleatas; pero Sócrates es y como la levadura que se mezcla en la
s
erá siempre, en la memoria de la poste 1 masa y la hace crecer con su fermento
t'idad, el fundador del pensamiento filo- y le da el punto apetecido.
sófico. Por lo demás, si existe originalidad hu-
Mucho tiempo antes que Colón plan- mana, no que excluya todo precedente,
tese en la playa de Guanahani el estan- pero sí que se encuentre en despropor-
darte de Castilla, los marinos norman- ción con los precedentes que puedan se-
a s habían llegado con sus barcos de ñalársele, es, sin duda, la originalidad de
CUei
-0, no ya a las costas del Labrador la persona y la obra de Jesús. El entu-
y de Terranova, sino a las mismas tierras siasta conferenciante manifiesta extra-
donde hoy se levantan las más populo- ñar, por honor de la Humanidad, que se
sas
, más opulentas y más cultas ciuda- acepte que en las civilizaciones anterio-
des de la civilización americana; pero res a Cristo el sentimiento de la caridad
Colón es y será siempre, ante la concien- no fuera conocido y practicado en for-
cia de la Historia, el descubridor del mas tan altas, por lo menos, como las
Aúievo Mundo. que ha realizado la enseñanza cristiana.
264 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

La extrañeza es absurda en quien tanto i se relacionen con la civilización de cuyo


habla de fuerzas que gobiernan la Histo- patrimonio y espíritu vivimos; la civiliza-
ria por determinisrno y evolución. Lo que ción que, tomando sus moldes últimos
implicaría un concepto evidentemente y persistentes en los pueblos de la Euro-
contradictorio con toda idea de evolu- I pa occidental, tiene por fundamentos in-
ción y determinisrno sería imaginar que concusos: la obra griega y romana, por
la razón humana ha podido levantarse, una parte; la revolución religiosa en que
desde el primer instante de su desenvol- culminó el cometido histórico del pue-
vimiento, a la concepción de la moral blo hebreo, por la otra.
más alta, y que la idea del deber no ha No negará el doctor Díaz que ésta es
necesitado pasar por adaptaciones y mo- la manera como deben encararse los tí-
dificaciones correlativas con ios caracte- I tulos históricos que se pongan frente a
res del medio, la raza y los demás com- los de Jesús; porque de lo contrario, si
plejos factores de la Historia, antes de se admitiera que la simple prioridad cro-
llegar a la moral que constituye el espí- ! nológica, fuera de todo influjo real, de-
ritu de nuestra civilización, | terminase derecho preferente para la
Pero entremos a examinar menudamen- ; apoteosis llegaríamos a la conclusión de
te el valor que tengan las citas históri- | que, resuelto un día el problema de la
cas del doctor Díaz, en relación con [ comunicación interplanetaria y averi-
nuestro asunto. Tal será el tema del ar- ;1 guándose que en Marte o Saturno empe-
tículo siguiente. zó a existir antes que en la Tierra una
; especie racional capaz de virtudes y he-
roísmos, la humanidad debería pospo-
II ner la glorificación de sus apóstoles y
LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DE LA sus héroes a la de los héroes y los após-
CARIDAD
toles saturninos o marcianos,
Establecido, pues, el criterio con que
(Continuación) procederemos, ha de permitirnos, ante
todo, nuestro ilustrado contendedor, que
¿Cuál deberá ser el criterio para gra- pongamos un poco de orden en la suce-
duar la oportunidad y eficacia de las ci- sión tumultuosa de sus citas, disponién-
tas con que se disputa a Jesús la origina- dolas con arreglo a cierta norma, que, a
lidad de ía moral caritativa y el derecho falta de otra menos empírica, será la ele
a ser glorificado en primer término por su correspondencia geográfica de Orien-
ella? El criterio no puede ser otro que te a Occidente. Y ha de permitirnos tam-
el de aquilatar la influencia que las doc- bién que comenzando, según este orden,
trinas y los nombres citados representen por Confucio, le neguemos resueltamen-
en la obra de difundir y realizar aquella te el pasaporte, con todo el respeto de-
moral, con anterioridad de Jesús. Y co- bido a tan majestuosa personalidad. Del
mo ninguna sociedad humana está obli- lado de Confucio no es posible que haya
gada a tributar agradecimiento ni gloria venido, para la civilización europea, ni
por beneficios de que no ha participado, frío, ni calor, ni luz, ni sombra, Ninguna
debe agregarse como condición que el suerte de comunicación espiritual, ningu-
alcance de tales influencias llegue, direc- na noticia positiva siquiera, habían fija-
ta o indirectamente, a la sociedad que ha do la idea de la China en el espíritu de
de rememorarlas y glorificarlas. De don- Europa, antes de los viajeros del Rena-
de se sigue que la cuestión queda lógica- cimiento. Era aquélla una tierra de le-
mente reducida a investigar los orígenes yenda—la Sérica de los antiguos, la Ca-
del sentimiento de la caridad en cuanto tay semisoñada de Marco Polo---, Ape-

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO ' í JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 265

ñas cuando los navegantes portugueses nos, los ecos se disipan con ellas. Es me-
llegaron a las extremidades orientales del nester que muchos siglos transcurran, y
Asia, comenzó a abrirse a las miradas que el maravilloso sentido histórico del
del mundo el espectáculo de ese pueblo siglo xix despeje el enigma multisecular
que había permanecido por millares de de esa India—que no había sido hasta
años en inviolada soledad, tan ajeno a entonces en la imaginación europea más
los desenvolvimientos convergentes y ! que una selva monstruosa—para que el
progresivos de la historia humana como I foco de infinito amor y de melancólica
lo estaría la raza habitadora de un pla- piedad que había irradiado en la palabra
neta distinto. ¿Por qué grietas de la fa- ¡ de Buda se revele a la conciencia de Oc-
mosa muralla ha podido filtrarse un so- i cidente con su poética y enervante atrac-
pío del aire estagnado dentro de aquella j ción, suscitando en el pensamiento ger-
inmensa sepultura, para infundirse en el ' mánico las congeniales simpatías que lle-
espíritu de otras civilizaciones y concu- varon el espíritu de Schopenhauer al
rrir a formar el sentido moral de la hu- amor deí loto de Oriente e indujeron a
manidad?... Convengamos en que esta \ Hartmann a buscar en el desesperanzado
piadosa evocación de la geta mogola de i misticismo del solitario de Urulviva eí
Confucio no pasa de ser un exceso de i germen probable de la futura religión
düeltantismo chinesco. ' de los hombres (1).
Tras de Confucio, sale a la luz la fiso- I Queda cerrado el atajo de Sakia-Mu-
nomía, menos pavorosa, de Buda. Nos ¡ ni.—Sigamos adelante. Henos aquí en
encontramos en presencia de un ideal ; plena Persia, ante el formidable Zara-
moral realmente alto y en algunos res» ! thustra de Nieízsche, o el Zoroastro de
„ pecios no inferior, sin duda, al cristia- J la denominación vulgar.™«¿Cómo habla-
nismo. Nos encontramos, además, en un ! ba Zarathustra?» Según el doctor Díaz,
mundo que, desde el punto de vista étni- j de manera no menos alta y generosa que
co, puede considerarse más vinculado al j Jesús. Démoslo de barato y vamos a lo
origen de los pueblos occidentales que el j pertinente: ¿ha trascendido de allí al es-
propio mundo de Jesús. Y con todo, ! píritu de nuestra civilización una influen-
¿cuál es la influencia histórica positiva
deí budismo en la elaboración del espí- i (i) Las conjeturas de Hartmann sobre eí
ritu de la civilización cristiana? ! porvenir de la evolución religiosa no excluyen
de este porvenir la persistencia de elementos
Absolutamente ninguna. La religión de ! cristianos, ni impiden que el filósofo del pesi-
Sakia-Muni, expulsada, no bien nacida, I mismo reconozca explícitamente que la prepon-
de su centro por la persecución de la or- i derancia y el sentido progresivo de la civiliza-
todoxia brahmánica, se extiende hacia el ¡ ción occidental se deben a la superioridad de
Oriente y hacia el Norte, sigue una tra- j la filosofía cristiana, en cuanto afirma la reali-
yectoria enteramente opuesta a la que ¡ dad del mundo, sobre el idealismo nihilista que
hubiera podido llevarla al gran estuario j ha detenido la evolución de los arios asiáticos.
Para Hartmann la fórmula religiosa del porve-
de ideas de Occidente, y queda así sus- nir será una síntesis del desenvolvimiento reli-
traída a la alquimia de que resultó nues- gioso ariano y el semítico, del budismo y el
tra civilización. Si algún esfuerzo hace ; cristianismo; sólo que concede marcada prefe-
e
l budismo para tomar el rumbo de las j rencia al primero, por entender que e! panteís-
"emolas emigraciones de los arios, ante ; mo es una concepción más conciliable con la
la certidumbre histórica ese esfuerzo no ' idea científica del mundo que el deísmo perso-
nal trascendente, y por creer en las ventajas
Pasa de manifestaciones oscuras y disper- \ del pesimismo, como fundamento ético, sobre
Sa
-S. Si ecos menos vagos de su espíritu [ el espíritu, optimista en definitiva, de la moral
°3be sospechar en algunas de las sectas ' judeo-erisíiana. Véase Hartmann: La religión
¿nósticas de los primeros tiempos cristia- | deí porvenir, cops. VIIí y IX. [J. E. R. ]
266 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cia positiva que menoscabe la originali- ¡ de Zoroastro no tiene, pues, más opor-
dad de nuestra ley moral?—Este es, sin j tunidad que la de Confucio y Buda.
duda, un campo histórico más fronterizo \ Análogas razones invalidan la cita del
que los de Buda y Confucio, con los orí- Egipto, cuya intervención veneranda ne-
genes de la civilización cristiana. Admita- •' gocia también el distinguido orador para
mos sin dificultad que el ambiente de la ; que le auxilie con la moral del Libro de
religión de la Persia, respirado por los • los muertos.—Aquí el contacto es eviden-
profetas durante el cautiverio, haya su- , te por ambas faces de los orígenes cris-
ministrado elementos teológicos y mora- tianos; evidente el contacto del pueblo
les a la elaboración del mesianismo ju- de Israel con el imperio de los Farao-
dío. Concedamos también que, fuera de nes, y por tanto muy presumible la in-
esa vía de comunicación, el espíritu occi- fluencia de la tradición egipcia en el es-
dental haya podido asimilarse, por inter- píritu de la ley mosaica, y evidente el
medio de la cultura helénica, partículas contacto del pensamiento griego, desde
que procedan del contenido ideal del Pitágoras o desde antes de Pitágoras con
mazdeísmo, sea desde los viajes más o la enseñanza de los sacerdotes del Nilo.
menos legendarios de Pitágoras, sea des- ¡ Pero estas vinculaciones quedan inclui-
de las expediciones de Alejandro. ¿Quién ' das entre las de la doctrina de Jesús con
es el que se atrevería a precisar, aun así, | la antigüedad hebrea y helénica, punto
la vaguedad incoercible de estas infiltra- ! que hemos de considerar en breve, lleva-
ciones históricas, de aquellas que no fal- dos por los pasos de nuestro replicante.
tan jamás ni alrededor de la obra de más Si Cristo se relaciona con los adoradores
probada espontaneidad; y quién podría • de Osiris, será por intermedio de Moisés,
demostrar, sobre todo, que ellas se rela- y si el cristianismo primitivo se asimila
cionan con el sentimiento moral cuya elementos de procedencia egipcia, será
procedencia discutimos y que se relacio- por intermedio de los pensadores griegos,
nan hasta el punto de determinar una in- y singularmente del neoplatonismo de
fluencia capaz de considerarse camo va- Alejandría, Lo que cabe preguntar des-
lor histórico estimable y de pesar en las de luego es si la originalidad y virtud
sanciones de la posteridad?—Por otra de la moral cristiana, como ley de amor
parte, o esta cuestión no existe, o se re- ¡ extendida a todos los hombres, ha podi-
duce a la ele la originalidad de la obra de j do venir del seno del Libro de los muer-
Jesús con relación al testamento antiguo ! tos; y para esta pregunta la respuesta
y a la moral de los filósofos griegos, úni- ! negativa se impone con absoluta certi-
eos puentes posibles entre el espíritu re- ¡ dumbre, siendo indudable que lo que la
formador de la Bactriana y la conciencia tradición de los egipcios haya proporcio-
de la moderna civilización. Ningún otro : nado, para la constitución del dogma
influjo autoriza•• a incluir la moral del i cristiano, podrá referirse a la parte teoló-
mazdeísmo entre los precedentes de la i gica o teogóníca, pero nunca al espíritu
moral que profesamos. La religión del y la expansión de la moral, que aquel
Zend-Avesta no sólo perdió en Maratón y • pueblo de formulistas y canonistas, con
Salamina la fuerza necesaria para propa- \ su inmovilidad hierática y su egoísmo
garse e influir en los destinos del mun- desdeñoso y estrecho, jamás hubiera sido
do, sino que ni aun supo persistir dentro capaz de infundir, por su propia efica-
de sus propias fronteras, y fué barrida cia, en el organismo de una fe apta para
de ellas ai primer empuje de proselitis- : propagarse e imponerse al mundo.
rao del Corán, para arrinconarse en las
semiignoraclas regiones donde aún pro- Vea, pues, nuestro estimable antago-
longa su lánguida agonía.—-La evocación nista cómo podíamos habernos ahorrado
este paseo por Oriente. No es en aque-

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 267

ilas civilizaciones donde se encendió, pa- y Zoroastro. Pero como el interés es


ra la nuestra, el fuego de la caridad. No amenguar a toda costa la fama histórica
será allí donde sea posible hallar argu- j de Jesús, y como el Antiguo Testamento
mentos que menoscaben la grandeza de j está demasiado vinculado con Jesús para
la obra de Jesús ni la originalidad de su s que allí pueda reconocerse cosa buena
moral, como títulos para nuestra grati- ' siendo el fundador del cristianismo tan
tud y glorificación—Y esta razón decisi- i insignificante y tan nulo, nuestro repli-
va nos exime de entrar en argumentos de I cante presenta lo que debiera haber sido
otro orden y juzgar el árbol por sus fru- i la parte principal de su argumentación
tos, según enseña el Evangelio, el valor ; en esta forma displicente y casi despec-
de la doctrina por los resultados de la '. tiva: «En los mismos libros del Antiguo
aplicación, y mostrar a la China de Con- Testamento, anteriores a Jesús, hay pre-
fucio momificada en el culto inerte de ceptos de caridad..., etc.»
sus tradiciones; al Tibet y la Indochina Los hay, sin duda; y en este punto, no
de Buda durmiendo, bajo el manzanillo sólo aceptamos el argumento que nos
de Nirvana, el sueño de la servidumbre; opone, sino que, antes de refutarlo, lo
a la Persía de Zoroastro olvidada de su ! ampliamos y reforzamos por nuestra
originalidad y su grandeza, para echarse ! cuenta.
a los pies del islamismo; y a la Europa ; La caridad—puede, efectivamente, de-
y la América de la civilización cristiana, ¡ círsenos—estaba toda en el espíritu y ia
manteniendo en alto la enseña capitana ! letra de la ley antigua. El amor del po-
del mundo sobre quinientos millones de ' bre, del desamparado, del vencido, es la
hombres, fortalecidos por la filosofía de 1 esencia misma de esa clamorosa predica-
la acción, de la esperanza y de la li- ! ción de los profetas, que constituye el
bertad. | más penetrante grito de la conciencia po-
Mañana relacionaremos la idea cristia- pular entre las resonancias de la historia
na de la caridad con sus inmediatos pre- humana. No hay más efusión de caridad
cedentes: la ley hebrea y ¡a moral helé- ! en ias parábolas del Evangelio que en las
nica, y examinaremos si en este terreno ¡ sentencias del Dettteronomio o en la poe-
tiene mejor éxito la dialéctica del doc- ¡ sía de los Salmos. La glorificación del
tor Díaz. ' esclavo, del humilde, no necesitaba ser
i
i revelada por Jesús al pueblo que había
III ! probado por sí mismo las amarguras del
¡ esclavo, durante la larga noche de su
LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DE LA
cautiverio.
CARIDAD ¿En qué consiste entonces la origina-
(Continuación) 1 lidad moral de la ley nueva? ¿En qué
[ consiste que la caridad deba llevar el
Admiremos, ante todo, los contradicto- ¡ sello de Jesús y no el sello de Moisés
rios resultados a que lleva ia pasión de j o Isaías? Apenas parece necesario de-
'a polémica. Es indudable que, para I cirio. En que la Ley y los profetas fueron
quien se proponga negar la originalidad ! una obra esencialmente humana; en que
& Jesús, significa una posición mucho | la Ley y los profetas predicaban para su
Utas fuerte colocarse dentro del Antiguo I pueblo y Jesús predicaba para la huma-
Testamento y tender a demostrar la iden- j nidad; en que la caridad de la Ley y los
tidad de su espíritu con la moral cris- i profetas no abrazaba más que los límites
tiana, que remontarse, en busca de in- ; estrechos de la nacionalidad y de ia pa-
oportunos precedentes, a Confucio, Buda tria, y la caridad de Jesús, mostrando
i abierto el banquete de las recompensas
268 JOSÉ ENRIQUE RODO,—03RAS COMPLETAS

a.los hombres venidos de los cuatro pun- Pero abramos campo todavía. Imagi-
tos del horizonte, rebosaba sobre la prole nemos que esta extensión universal del
escogida de Abrahán y llenaba los ám- espíritu caritativo estuviera ya en ger-
bitos del mundo. men en los preceptos de la antigua ley
La campaña contra la imagen de Cris- y no necesitara sino desenvolverse y pro-
to levanta por bandera el postulado de pagarse. Aun así, el vínculo por el cual
que la religiosidad prevalece sobre las di- esa escondida virtud de la tradición mo-
ferencia religiosas; y desconoce que ese saica se habría comunicado con el mun-
mismo postulado a que se acoge, ese mis- do y le habría conquistado y redimido
mo principio en que se escuda, pertene- no sería otro que la palabra de Jesús. En
cen, por derecho irrefragable, a quien, Grecia, en Roma, en todo el oriente del
oponiéndolos a la tolerancia orgullosa de Mediterráneo, las colonias judías prece-
su tiempo, los consagró para siempre, dieron en mucho tiempo a las misiones
con la hermosa sencillez de sus parábo- de los apóstoles; pero su espíritu no fué,
las, en el ejemplo de «el samaritano y el antes de la propagación del cristianismo,
levita» (1) que minaba las bases de la más que un ánfora cerrada, sin trascen-
caridad fundada sólo en la coparticipa- • dencia real en el ambiente. ¡Qué misera-
ción de la fe. ! ble virtud había de tener por sí solo

(1) San Lucas, X, 30-37.—El señor Bossi, en tiles y samaritanos (Mateo, X, 5-7); y eí episo-
el libro de que se hablará más adelante (Jesu- dio de la mujer cananea (Mateo, XV, 22-26), no
cristo nunca ha existido, pág. 173 de la traduc- sin excluir de la referencia los versículos fina-
ción española), invierte los términos de esta les (27 y 28), que completan, y en cierto modo
notoria diferencia entre la moral del Antiguo rectifican el sentido y el pasaje que presenta a
Testamento y la del Nuevo, atribuyendo a la los apóstoles juzgando sólo a Jas doce tribus
fraternidad cristiana el carácter nacionalista o de Israel (Mateo, XIX, 28). La refutación de
sectario, y a la judía el humanitarismo. La pa- pleitista consistiría en argüir que el significado
radoja no tiene siquiera el mérito de la origi- de esos y otros pasajes debe tomarse en la in-
nalidad. Esta es, desde luego, una cuestión pal- teligencia de una simple prioridad cronológica
mariamente resuelta por los hechos históricos, en la conversión de los judíos respecto de la
que presentan al cristianismo tendiendo, desde de los gentiles, como cabe sostener fundándose
su nacer, a unlversalizarse y fundando la uni- ! en la versión dada por San Marcos (VII, 27),
dad humana más amplia y comprensiva, y al de las palabras de Jesús a la Cananea, y en
judaismo, confirmándose después de la destruc- las de San Pablo y San Bernabé a los judíos
ción de su Templo, y perseverando hasta nues- en las «Actas de los Apóstoles» (XIII, 46). Pero
tros días en su exclusivismo de raza y su inso- la sinceridad crítica y el interés desapasionado
ciabilidad genial. El señor Bossi no puede des- en la indagación de la verdad están en aceptar
conocer lo evidente, y confiesa (pág. 178) que derechamente el significado judaísta de tales
la fraternidad universal es «la esencia del cris- i referencias, para argumentar luego con que no
tianismo»; sólo que atribuye este resultado a es admisible valorarlas sin poner al lado de
influencias extrañas a la moral, que llama sec- ellas los lugares en que aparece, de manera
taria, del Evangelio. Pero es absurdo pretender clara e inequívoca, el sentido humanitario. Así,
que el humanitarismo cristiano proceda, en lo en el mismo Mateo, el episodio del centurión
fundamental, de otra parte que de la moral de Cafarnaum (VIII, 5-13), y la parábola de los
evangélica. Las citas en que apoya la paradoja labradores sustituidos en el cultivo de la viña
el señor Bossi (pág. 116) son unilaterales y con- (Mateo, XXI, 33-43; Marcos, XII, 1-9; Lucas,
trarias a todo principio de lealtad y corrección XX, 9-16), y la de los caminantes llamados
en la crítica. No sólo se atiene casi exclusiva- al convite de bodas (Mateo, XXII, 2-10; Lu-
mente al Evangelio de San Mateo, que, como se cas, XIV, 16-23); y en Lucas, la citada parábola
sabe, es eí más penetrado de judaismo conser- del samaritano y el levita, y el caso del sama-
vador, sino que toma únicamente de él lo que ritano agradecido (XVII, lí-16); y en Juan, la
puede convenir a su prejuicio. Así, menciona la hermosísima escena de la Samaritana (IV, 5-23);
prohibición ele entrar en las ciudades cíe gcu- y finalmente, los mandatos de que el Evangelio

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO—CONTRARRÉPLICAS 269

para mover la corriente magnética de las ticas. Jesús no se levanta sobre la plani-
simpatías humanas! La sinagoga sin Je- cie del fariseísmo como montaña aislada
sús es el fariseísmo, el hedor del sepul- y súbita, a manera de los conos volcáni-
cro, ía hipocresía de la fórmula. Jamás cos. Anhelos e impulsos de reforma; ten-
pudo surgir de almas de fariseos la re- dencias inconexas, pero inconscientemen-
dención de la Humanidad. Lejos de co- te convergentes en el sentido de comuni-
operar desde sus reductos a la obra his- i car más efusión de amor al espíritu de
tórica del cristianismo, la ortodoxia ju- j la caridad, más amplitud y fuerza íntima
día, que sacrificó al Reformador en | al sentimiento religioso, más extensión
nombre de ía ley, fué el mortal enemigo j humanitaria a la idea de la solidaridad
que hubo de vencer la fe naciente, no ya i social, se agitaban, con la recrudescencia
fuera, sino dentro mismo de su seno; y | de las esperanzas mesiánicas, en torno de
el cristianismo necesitó romper los últi- \ la sinagoga; y en ese desasosiego presa-
mos lazos que lo sujetaban a la tradición | gioso el maestro de Nazareth no fué el
para no perecer consumido por su som- i único ni el primero.—Algo aprovecha de
bra, como habría perecido, sin duda, si ! este argumento posible el doctor Díaz; y
eí genio propagador y humanitario de J así, aunque con un tanto de incongruen-
San Pablo no le arrancara de aquella at- cia—furtivamente deslizado entre su Bu-
mósfera de muerte, separando, según el da, su Zo roas tro y su Confucio—trae a
precepto del Maestro, el vino nuevo de luz el nombre de Filón, el judío de Ale-
ios odres que le hubieran agriado. jandría que, simultáneamente o con al-
Cabe aún una última objeción—si es j gima anterioridad a Jesús, obtuvo, de la
que puede llegarse a la última objeción— ¡ conciliación del deísmo de su pueblo con
.cuando se tiene enfrente la pertinacia i la filosofía neoplatónica, una moral ins-
imperturbable de las opiniones sistema- , pirada en un alto sentimiento de ía fra-
se predique a todas las gentes v naciones, en
Mateo (XXIV, 14, y XXVIII, 19), en Marcos
(XVI, 15) y en Lucas (X, 1 y XXIV, 47), co- : y por mucha parte que deba atribuirse en ei
rroborados en Juan eon eí anuncio de la glori- ! triunfo de la expansión humanitaria a la iní-
I dativa de San Pablo, es seguro que esta inicia-
ficación de Jesús por los gentiles (XII, 20-23).
j uva no hubiera prosperado a no tener hondas
Es, pues, inexcusable la necesidad de recono- i raíces en ia doctrina original. Nadie puede ieai-
cer en los Evangelios la huella de ambas ten- } mente desconocer que el sentido humanitario
dencias—judaismo y humanitarismo—tal como j es el que se conforma y armoniza con el carác-
alternativamente se imponían al espíritu de los j ter general de la personalidad y la doctrina de
evangelistas; y partiendo de aquí, quien se pro- j Jesús, y desde luego, el que fluye necesaria-
Ponga inferir, con sinceridad, entre ambas, cuál ! mente de su concepción del sentimiento reli-
e
s la que verdaderamente interpreta la posición j gioso: separando este sentimiento de la auto-
origina! de Jesús, se inclinará sin género de I ridad de la tradición y de ia ley, para darle
duda a atribuirle el sentido humanitario, y ha- ! por fundamento único la intimidad de la con-
dará para los vestigios del judaismo, ya la ex- J ciencia, la sinceridad del corazón, no podía me-
plicación de que el maestro no llegó probable- i nos de llegarse a repudiar la idea del privile-
mente a aquél desde el primer instante de sus . gio de un pueblo elegido y de la indignidad
Predicaciones, ya la de las resistencia que en de los otros. Los dos grandes historiadores del
' a mente de los discípulos, sujeta todavía por i Jesús humano concuerdan en la interpreta-
los vínculos de ia tradición y la raza, debía ción dei espíritu del Reformador en este pun-
1
to: véase Renán: Vida de Jesús, cap. XíV:
Rallar el atrevimiento de un espíritu inmensa- í «Relaciones de Jesús con los paganos y los
mente superior al de ellos en amplitud e inde- ; samaritanos», y Strauss: Nueva vida de Jesús,
pendencia genial de tales vínculos. Sabido es ; lib. I, XXVI: «Jesús y los gentiles.» Consúltese
°lue la lucha entre la tendencia universalista y también en Strauss la «Mirada retrospectiva
ta uidaica constituye, durante ei primer sido, sobre los tres primeros Evangelios:;: oh. cit.
^ conflicto interior del cristianismo naciente; '• Introducción XIX, XX, XXI. [J, E. R.'J
270 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

íernidad humana. Demos paso a Filón, y cuestiones con la estrechez del criterio
hasta proporcionémosle cortejo, recor- legista, apegado a la ruindad de la letra,
dando que aún pudo el conferenciante incapaz de la mirada que desencarna
abonar su tesis contraría a la originali- ¡ el alma de los acontecimientos y las
dad del cristianismo con nombres que j cosas.
convinieran mejor a su objeto que el de El genio es esencialmente la originali-
Filón; siendo así que, respecto del pensa- dad que triunfa sobre el medio; pero
dor alejandrino, nadie duda que perma- esta originalidad en que consiste el ele-
neció Jesús en incomunicación absoluta, mento específico del genio no significa
mientras que es sostenible la influencia la procedencia extratelúrica del aerolito;
de los esenios, con su apartamiento de i no excluye, como lo entendería una inter-
las observancias exteriores y su sentido ¡ pretación superficial, la posibilidad de
semicristiano de la caridad; y muy soste- ; rastrear, dentro del mismo medio, ios
nible la de moralistas como Hillel, el ra- j elementos de que, consciente o incons-
bino de las suaves sentencias, más ver da- j cientemente, se ha valido; los preceden-
dero precursor de Jesús que el tétrico y ! tes que de cerca o de lejos le han prepa-
adusto Bautista.—Pero ya se refieran los j rado; el cultivo que ha hecho posible la
precedentes a la utopía social de los ese- floración maravillosa. Lo que sobrepuja
nios, ya al judaismo helenizante de Filón, i en el genio todo precedente, lo que se
ya a las sentencias de la tradición oral I resiste en el genio a todo examen, lo que
recogida en las páginas de los libros tal- \ desafía en el genio toda explicación, es la
múdicos, es indudable que en los últimos j fuerza de síntesis que, reuniendo y com-
tiempos de la antigua Ley cabe encon- I penetrando por un golpe intuitivo esos
trar, antes o fuera de la palabra de Je- j elementos preexistentes, infunde al con-
sus, muchos de los elementos en que j junto vida y sentidos inesperados, y ob-
pueda concretarse la diferencia literal de ; tiene de ello una unidad ideal, una crea-
la ley nueva respecto de la antigua. j ción absolutamente única que persevera-
¿Qué dificultad hemos de oponer para j rá en el patrimonio de los siglos, como
reconocerlo quienes no vemos en la obra ! la síntesis química obtiene, de la combi-
del fundador del cristianismo cosa divi- nación de los elementos que reúne un
na, materia de revelación, sino obra de I cuerpo con propiedades y virtudes pecu-
genio y monumento de grandeza huma- liares, un cuerpo que no podría definir-
na? — Demuéstrese triunfalmente todo se por la acumulación de los caracteres
ello, ordénense, en dos columnas parale- de sus componentes.
las, el Nuevo Testamento por un lado, I Así en el arte, como en la ciencia, co-
por el otro extractos del antiguo, de los ! mo en la creación moral. Todo Shake-
tratados de Filón y del Talmud; señalen- j speare puede ser reconstruido con auto-
se las relaciones, las semejanzas, las coin- \ res que le precedieron, para quien sólo
cidencias... y después de esto la origina- ¡ atienda a los argumentos de sus obras; y
Iidad de Jesús quedará siendo tan alta ; en cuanto a la originalidad literal, dos mil
que jamás obra humana merecerá a más i entre seis mil versos suyos son remedos
justo título que su obra el nombre de o reminiscencias; pero no es sino Shakes-
creación. peare quien, con ese material ya emplea-
Lo que queda dicho, al precisar las do, impone a la admiración eterna de los
condiciones que determinan la calidad i hombres a Romeo y Julieta, Hamlet,
histórica de los iniciadores y reformado- Macbeth, Ótelo,
res, define suficientemente ei sentido de ¡ Y hemos de ver más adelante que
esa afirmación, que no será parado jal j cuando se trata de la iniciativa de revo-
más que para los que se alleguen a estas 1luciones morales, las ideas—en cuanto

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 271

este nombre designa la simple noción diendo de la extensión de la ciudad y de


intelectual—son, no menos que en el arte, la raza, y trascendiendo de la esfera del
elemento secundario, y la personalidad ; pensamiento abstracto al sentimiento y
viviente del reformador, la personalidad . a la acción, volviese vana la enseñanza
que siente y obra, es casi todo. Las ideas del Redentor del mundo?
que el análisis puede disociar en la doc- , Examinemos la nueva provisión de ci-
trina de Jesús se hallaban en la ley mo- tas de nuestro estimable replicante. Pro-
saica, en los Profetas, en ei Eclesiástico, cede descartar, desde iuego, la que se re-
en Hülel, en Antígono de Soco, en Filón, fiere (de modo general y sin abonarse
en el Bautista; pero sólo Jesús, sólo su concretamente la oportunidad de la cita)
fuerza sublime de personalidad, obtiene a las sentencias que en las epopeyas de
de esos elementos flotantes, dispersos o ¡ Homero y los poemas de Hesíodo refle-
inactivos, esta síntesis soberana: la mo- jan las ideas de conducta que goberna-
ral y la religión de veinte siglos, el por- :; ban el espíritu de aquellas sociedades en
venir del mundo, la regeneración de la tiempos primitivos y semibárbaros, ca-
humanidad. ! racterizando un sentido moral que fuera
Toda argucia fracasa ante la sencillez .• absurdo parangonar con el que orienta
formidable de este hecho; cualquiera i la marcha de nuestra civilización (1). La
otro nombre a que quisiera vincularse i moral de Pítágoras, si señala un nivel
la gloria de la caridad, entre los que he- más alto, no pasa de especulación filosó-
mos citado, sólo tendrá tras sí o el olvi- ¡ fica a ley de conducta, sino en la forma
do o una fama sin calor ni trascenden- ' de organización clausurada y conventual,
cia activa en la realidad de lo presente, j necesariamente efímera en un pueblo a
-y el nombre de Jesús es, y seguirá sien- cuyas más íntimas condiciones repugna-
do durante un porvenir cuyo límite no ¡ ba y que pronto prefirió volverse a aten-
se columbra, el núcleo del proselitismo , der, del lado de ios sofistas, el juego
más fervoroso, más expansivo y más ava- vano, pero alegre y audaz, de las ironías
sallador de que haya ejemplo en ía me- i dialécticas. Más sentido y sustancia hay,
moría de los hombres. sin duda, en el recuerdo de Sócrates, por
quien .un ideal superior al recibido de la
tradición aparece al aire libre de la pro-
paganda.
IV I
LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DE LA j
(í) El espíritu de la moral anterior a la
CARIDAD j
filosofía puede concretarse de esta manera: «El
(Conclusión) \ bien para el amigo; el mal para el enemigo.»
La venganza era ei placer de los dioses. Esta
noción espuria de justicia suele reaparecer, aun
Empezaremos hoy agradeciendo al doc- j en la plenitud de la cultura griega, en los filó-
*or Díaz que nos proporcione ocasión de ' sofos y en los poetas. Véase, por ejemplo, en
aspirar por una hora el aire que circula ! Esquilo, la contestación de Prometeo al coro
e
ntre los mármoles de la Acrópolis y sa- ; que le exhorta a cejar; Prometeo encadenado,
°ude las ramas de los olivos de Minerva. ¡ verso 970. Si la caridad tiene, desde los prime-
•Siempre es grata esta peregrinación a que j ros tiempos de Grecia, un lejano anuncio en
ttos invita. De aquella parte vino lo más ! las costumbres, este es la hospitalidad: el aga-
noble de nuestro patrimonio intelectual: ¡ sajo del caminante y el extranjero, hecho en
obsequio de Júpiter Hospitalario, con el can-
ciencia, arte, investigación metódica, sen- i dor patriarcal cuya poesía embalsama la encan-
ti do de lo bello. ¿Vino también de allí ' tadora fábula de «Filemón v Bancis» reproduci-
un ideal de amor caritativo que, exce- ¡ da por Ovidio: Metamorfosis, Ub. VIII. [J E.R.]
272 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Nadie puede negarse a reconocer en la inseparable y la tercera nunca quedó


esencia de la doctrina de Sócrates ele- aparte de las otras.
mentos comunes con los que imprimie- Esta consideración sería suficiente—in-
ron carácter a la revolución moral del sisto en ello—para eliminar la oportuni-
cristianismo—Sánete Socraíe, ora pro no- dad de la cita; pero aun cuando se con-
bis, rezaba el viejo Erasmo—, Emanci- cediera que la enseñanza recogida por
pando la moral de la tradición y la cos- Jenofonte y por Platón entrañase una
tumbre., para fundarla sobre la íntima moral tan alta como la que se propagó
potestad de la conciencia, Sócrates anti- desde las márgenes del Genezareth, siem-
cipaba en cierto modo la reivindicación pre quedaría subsistente la diferencia
cristiana de «el espíritu y la verdad», an- esencialísima que se refiere a la eficacia
tepuestos a la autoridad tradicional de la y la extensión de ambas iniciativas mora-
ley. Oponiendo al egoísmo receloso de la les. Por más que Sócrates predicase en la
ciudad antigua aquella vislumbre de sen- plaza pública y hablara al pueblo en el
timiento humanitario que inspira las pa- lenguaje del pueblo, su reforma nacía
labras que nos ha transmitido Cicerón: destinada a no prevalecer sino en las al-
«No soy de Atenas, soy del mundo», tas regiones del espíritu. Su ley moral
anunciaba el sentido de cosmopolitismo partía de la eficiencia del conocimiento;
con que los estoicos prepararían el esce- de la necesidad de ía sabiduría como ins-
nario del imperio romano a la propagan- piración de la conducta; y esta concep-
da de la idea cristiana. Sellando su amor ción aristocrática, que limitaba forzosa-
de la verdad con la resolución del sacri- mente la virtud a un tesoro de almas es-
ficio, daba el ejemplo del testimonio su- j cogidas, llevaba en sí misma la imposibi-
blime de los mártires, de que el ciistia- lidad de popularizarse y universalizarse.
nismo recibiría su prestigio y su fuerza. De Sócrates no hubiera podido surgir ja-
más, para la transformación del mundo,
Pero si injusto sería desconocer la glo- \ una pasión ferviente ni un proselitismo
ria de estos precedentes, aún más injusto conquistador.
sería exaltarla hasta el punto de anular
por ella la originalidad de Jesús. Desde Instituyó, sí, una orientación filosófica
luego—y esto bastaría a nuestro propó- \ metódico queunperseveró
perdurable, fundamento racional y
en las construc-
sito—lo que entendemos por caridad no j ciones de la ciencia helénica; y que, en
tiene marco que ocupar en la doctrina la relación de la moral, produjo ideas
socrática. El sentido cristiano de la cari- que, en Platón y sus discípulos, se elevan
dad es el bien practicado sin condicio- a menudo a una alta noción de la solida-
nes; aun a cambio del mal recibido, y ridad humana y a conceptos no distantes
aun con la presunción de la ingratitud de la claridad, desenvolviendo esa teoría
del mal. Y la moral de Sócrates nunca de amor que había de ser el más eficaz
pasó de la noción de justicia que se de- I elemento que hallaría el cristianismo na-
fine activamente por la retribución del j ciente para asimilarse y apropiarse la
bien con el bien, y que frente al mal sólo ¡ obra de la filosofía. Pero nunca esta mo-
prescribe la actitud negativa de no retri- ral trasciende del ambiente de la escue-
buirlo con el mal. No es, en lo que tie- la y se levanta en llama capaz de infla-
ne de activo, más que la relación armo- mar y arrebatar las almas, determinando
niosa que el maravilloso instinto plástico ¡ una revolución que modifique los moldes
de la fábula griega había personificado de la realidad social y convierta sus prin-
en las tres Gracias: la que concede el cipios en sentido común de los hombres.
beneficio, la que lo recibe y la que lo de- Nada era menos conciliable con la ínti-
vuelve. Las Gracias formaban un grupo ma serenidad del genio griego que el ins-

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OBRA ORIGINAL.—4; LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 273

tinto de la propaganda moral apasiona- I preconizó la dignidad del dolor; exaltó


da y simpática, de donde nacen los gran- la aprobación de la conciencia sobre los
des movimientos de reforma social o re- halagos del mundo; y produjo su magní-
ligiosa. fica flor de grandeza humana en el alma
En el espíritu romano—tributario, co- perfecta de Marco Aurelio. ¿Con qué
mo es bien sabido, del griego, en todo lo conquista positiva, con qué adelanto tan-
que no surgió de su ruda y soberbia es- gible en la práctica de la benevolencia y
pontaneidad—el hecho histórico es que la la beneficencia, contribuyó, entre tanto,
caridad no tiene, antes del auge del estoi- ) el estoicismo al advenimiento de la ca-
cismo, precedentes más intensos ni ex- j rídad?... Tal vez con algún alivio en la
tensos, en la teoría ni en la conducta, ; suerte del esclavo cuando el señor era
que los que cabe hallarle dentro de Gre- ¡ estoico; tal vez con algún influjo en las
cia, a pesar de los conceptos puramente : modificaciones de la legislación para mí-
abstractos, sin fuerza de propaganda y j tigar las diferencias sociales; psro nin-
realización, que—como el chantas gene- ; gún resultado práctico nació del estoi-
ris humaní ciceroniano—pueden entresa- cismo que, ni remotamente, se hallara
carse para demostrar la oportunidad con > en proporción con la teoría ni prometie-
que nuestro replicante haya procedido en j se en él la aptitud de realizarla por sus
sus citas de Cicerón, Horacio y Lucrecio. i fuerzas. Faltaban a aquella última y su-
Y dejemos de lado la extravagancia de : prerna fórmula de la moral pagana el
incluir al liviano y gracioso espíritu de jugo de amor y la energía comunicativa;
Horacio, sólo porque haya hablado algu- y su virtud apática, su deber de absíen-
na vez de austeridad y de virtud, entre I ción y resistencia, capaces de suscitar de-
tos educadores y propagandistas morales; ! chados de austeridad individual, pero
que es como sí a alguien se le ocurriera | ineptos para remover el fondo de la con-
retratar a Lord Byron con el uniforme ; ciencia común y arrancar de ella el ím-
del Ejército de Salvación.,. i petu de una reforma, permanecían con la
Llegan las vísperas de la regeneración inmovilidad del mármol ante el espec--
dej mundo. La filosofía clásica parece as- I táculo de aquel orden moral que se disol-
pirar, en aquella expectativa inconscien- v í a y de aquel mundo que se desmoro-
te, a un sentido.más activo y revoluciona- I naba. Después, como antes de los estoí-
rio, que la convierta en fuerza de socia- | eos, el pueblo no tuvo norma que seguir
bilidad y en inspiración de la voluntad del lado de la filosofía; en el espíritu del
individual; y sobre el desborde de todas i pueblo la filosofía había destruido y no
ias abyecciones y todas las concupiscen- ! había edificado, y la corrosión del escep-
cias, se propaga la moral a que el confe- ticismo, que apresuraba la fuga de los
re
nciante alude con Jos nombres de Epic- dioses, no se reparaba con ninguna afir-
íe
to, Séneca y Lucano; se propaga la I mación que viniese a llenar el vacío de
nioral del estoicismo, por quien la escue- las conciencias sin gobierno y a retem-
la adquiere ciertos visos de religión; por plar la fibra enervada de los corazones.
quien el convencimiento asume ciertos Esto es todo cuanto el mundo clásico
caracteres de fe; por quien la razón teóri- ofrece como precedentes del sentimiento
ca tiende a infundirse y encarnarse en la cristiano de la caridad. La dominación
enciente realidad de la vida. El estoicis- ; espiritual de Grecia dio a la unidad ro-
mo trajo como fermento de su moral la mana el resplandor de las ideas, la selec-
- a rnás alta que se hubiera profesado : ción de las costumbres, el timón del cri-
Jc e

uuuca, de la igualdad de los hombres: lo terio, la aguja magnética del gusto; pero
cúsalo en la relación del ciudadano al ex- no le dio la regeneración moral. Enea-
tranjero que en la del señor ai esclavo; i rézcanse en buena hora los elementos
274 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

con que el espíritu de Grecia contribuyó \ Ambos principios han llegado a conci-
a desenvolver y dejar construido en orga- j llarse, más o menos armoniosamente, en
nismo cabal y poderoso el germen de la ! la complejidad de nuestro espíritu, en
idea cristiana, desde que este germen ! nuestro sentimiento de la vida; pero, en
tomó vuelo hacia Occidente. Vayase aún cuanto a su origen, ni pudieron brotar
más allá, y señálese en la excitación que juntos, ni era dable que se lograsen sino
concurrió a fomentarlo y madurarlo, den- a condición de crecer en medios diferen-
tro de su propio terruño, ia parte que tes, adecuados a las respectivas leyes de
quepa atribuir a las influencias helénicas ¡ su desarrollo. La obra de Grecia, no sólo
que hubiesen alcanzado a penetrar en el no arraigó en la conciencia humana el
ambiente de Judea, por medio de los pro- sentimiento de 3a caridad, sino que im-
sélitos paganos y, si se quiere, de la plícitamente lo excluía. Cada civilización,
misma escuela helenizante de Egipto. ; cada raza considerada como factor histó-
Todo lo que se diga no alterará la ver- ; rico, son un organismo cuyas fuerzas
dad de que la cédula central, el germen convergen necesariamente a un resultado
precioso, donde está la fuerza de la vida, que, por naturaleza, excluye la posibili-
sin cuya virtud la más pingüe tierra nun- dad de otros bienes y excelencias que
ca dará de sí un tallo de hierba, vino de aquellos que están virtualmente contení-
otra parte y no tenía en el espíritu de la dos en el principio de su desenvolvimien-
civilización grecorromana cosa capaz ele to. No se corona el rosal con las pomas
sustituirlo. del manzano; no tiene el ave de presa el
No he de ser yo quien propenda a instinto de la voz melodiosa; ni a las ra-
amenguar la autoridad con que Grecia zas que recibieron el don del sentimiento
preside en lo más bello y más sólido de | estético y la invención artística fué con-
nuestro pensamiento. Aquel pueblo úni- cedida la exaltación propagadora en ma-
co produjo para ía humanidad su obra teria de moral y de fe. La obra de Gre-
cien veces gloriosa; y ella dura y dura- cia era el cultivo de la perfección plásti-
rá por los siglos de los siglos. Sin la per- ca y serena: la formación de la criatura
sistencia de esta obra, el cristianismo se- humana noble, fuerte, armoniosa, rica de
ría un veneno que consumiría hasta el facultades y potencias para expandirse,
último vestigio de la civilización. Las i con la alegría de vivir, en el ambiente lu-
esencias más salutíferas, los específicos minoso del mundo; y en la prosecución
más nobles, son terribles venenos, toma- i de esta obra, el débil quedaba olvidado;
dos sin medida ni atenuante. Es una ¡ el triste quedaba excluido, la caridad no
gota de ellos lo que salva; pero no por \ tenía sentido atendible ni parte que des-
ser una gota deja de ser la parte esen- empeñar. Donde la libertad, no acompa-
cial en la preparación con que se los ad- ñada por un vivo sentimiento de la soli-
ministra. Lo que en la redoma del farma- ; daridad humana, es la norma suprema,
céutico da el olor aromático, el color, la ¡ el egoísmo será siempre ía sombra inevi-
eficacia medicinal, la virtud tónica, es a ! table del cuadro. La compasión, nunca
menudo una gota diluida en muchas par- ¡ muy tierna ni abnegada, ni aun entre los
tes de agua. El agua fresca y preciosísi- [ vinculados por los lazos de la ciudada-
ma, el agua pura de la verdad y la na- ¡ nía, tocaba su límite en la sombra donde
turaieza, es lo que Grecia ha suministra- i habitaban el esclavo y el bárbaro.
do al espíritu de nuestra civilización.— ; Un día se presentó en el Areópago de
Agradezcamos esta agua; pero no desco- Atenas un judío desgarbado y humilde,
nozcamos por eso la gota de quinta esen- que hablaba, con palabras balbucientes,
cia que la embalsama, y le da virtud de de un dios desconocido, de una ley igno-
curar, y ia guarda de que se corrompa. rada, de una era nueva... Su argumentar

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 275

inhábil hizo sonreír a los filósofos y los otra muy distinta sugerir y propagar sen-
retores, iniciados en los secretos de la timientos.
diosa que comunica los dones de la razón Porque una cosa es exponer la verdad,
serena y de la irresistible persuasión. El y otra muy distinta entrañarla en la con-
extranjero pasó; ellos quedaron junto a ciencia de los hombres de modo que to-
sus mármoles sagrados, y nadie hubiera me forma real y activa.
podido hacerles comprender entonces Lo primero es suficiente en los descu-
por qué, con la dirección moral de su sa- brimientos e invenciones de la ciencia;
biduría, el mundo se había rendido a la lo segundo es lo difícil y precioso y lo
parálisis que le mantenía agarrotado que determina la calidad de fundador,
bajo la planta de los Césares, y por qué en los dominios de la invención moral.
Pablo de Tarsos, el judío de la dialéc- Las revoluciones morales no son obra
tica torcida y la palabra torpe, llevaba de cultura, sino de educación humana;
consigo el secreto de ía regeneración del no se satisfacen con revelar una idea y
mundo. propagarla, sino que tienen como condi-
ción esencialísima suscitar un entusias-
mo, una pasión, una fe, que cundiendo
V en el contagio psíquico de la simpatía, y
manteniéndose triunfalmente en el tiem-
LA PERSONALIDAD EN po, concluya por fijarse y consolidarse
LOS REFORMADORES MORALES en hábitos, y renueve así la fisonomía
moral de las generaciones.
Hemos examinado, una por una, las El mecanismo de la psicología colec-
pruebas históricas que se nos oponían, tiva no es diferente del de la psicología
y hemos demostrado la inoportunidad de individual; y en la una como en la otra,
todas ellas: ya por referirse a influencias para que la idea modifique el complejo
Que no alcanzan al ambiente de nuestra viviente de la personalidad y se haga car-
civilización, ya por aludir a sistemas mo- ne en la acción, ha menester trascender
r
aíes inferiores a la idea cristiana del de- al sentimiento, infalible resorte de la vo-
ber o que carecieron de aptitud de pro- luntad: sin cuyo calor y cuya fuerza la
selitismo y realización. Todo cuanto pue- idea quedará aislada e inactiva en la
mente, por muy claro que se haya per-
de concederse es que preexistiera, en las cibido su verdad y por muy hondo que
fórmulas de la moral pagana, el concep- se haya penetrado en su lógica.
to intelectual de la caridad, de manera
ma
s o menos aproximada a la extensión Los grandes reformadores morales son
creadores de sentimientos y no divulga-
humanitaria y a la categoría moral del dores de ideas.
deber imperativo, que dio a aquel con- La moral de Séneca el estoico se levan-
cepto la doctrina cristiana.—Y ahora: ta casi tan alta como la del Evangelio;
cPor qué los que, dentro del paganismo, pero Séneca no sólo dejó inmóvil e indi-
0
dentro de las tendencias más o menos ferente el ánimo de sus contemporáneos,
divergentes de la sinagoga, llegaron inte- sino que su moral, falta del calor que se
lectuaJmente ai principio del amor cari- une a la luz intelectual de la convicción
aílv
° , no dejaron tras sí más que indife- para refundir el carácter, no impidió que
1
encía o ecos vanos y estériles, y sólo la conducta del propio Séneca siguiese el
e
sus produjo la revolución moral que le declive del egoísmo abyecto de su tiem-
da derecho imprescriptible a la posesión po.—Era la suya «moral muerta», como
-•' ^ la gloria del principio? diría Ribot.
Jorque una cosa es formular ideas y ¿Cuál es, entonces, ía condición nece-
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

saria para inflamar este fuego del senti- casa de huérfanos. Apreciando de esi;
miento, con que se forjan las revolucio- manera 3a magnitud de su obra, es com,.
nes morales?—Ante todo, que el reforma- se tendrá la medida ele su originalicb/
dor empiece por transformar en si mis- sublime.
mo la idea en sentimiento: que se apa- No fue otra la originalidad de Buú.:
sione y exalte por su idea, con la pasión en su medio. Cuanto hay de teórico v
que arrostra las persecuciones y el mar- doctrinario en su enseñanza preexistía, v
tirio; y, además, que demuestre la cons- era el fondo de los libros sankias y ve
tancia de este amor por medio de sus ac- dantas; pero por él se transformó en sis-
tos, haciendo de su vida la imagen ani- tema activo, en revolución social, en prc-
mada, el arquetipo viviente de su palabra selitismo religioso.
y su doctrina. El verdadero inventor de Concretaremos de manera más simple
una idea en el mundo moral es, pues, el y breve lo que va expresado, si décimo;
que primero la transforma en sentimien- : que lo que importa en el origen de las
to propio y la realiza en su conducta. revoluciones morales es, ante todo, la
Pero aún no son suficientes esas dos ; personalidad real y viva del reformador:
condiciones para que la iniciativa del ; su personalidad y no, abstractamente, si:
apóstol alcance la virtualidad que la con- \ doctrina.
vierte en sustancia de los hechos histó- ¡ El don de atraer las almas, que infun-
ricos: ya que puede el apóstol apasionar- i dió la palabra de Jesús en el núcleo hu-
se por su idea, y rendirle la vida en holo- ; milde de sus primeros adeptos hasta el
causto, y haberla hecho carne en su con- i punto de darles, con esta vocación propa-
ducta, y a pesar de ello no dejar en tor- i gandista, la fuerza necesaria para resistir
no de su nombre más que silencio y so- el peso de un imperio y una ciencia hos-
ledad; sino que la palabra y los actos del tiles—como la burbuja de aire que, por
reformador han de tener la virtud comu- | fuerza infinita de expansión, equilibra el
nicativa, el irresistible poder de suges- peso de la columna atmosférica—: esta
tión, el don simpático que solemos lla- eficacia misteriosa y nunca igualada, no
mar prestigio y que hace que, dejando de venía directamente de la doctrina de!
ser aquellos actos una excepción indivi- Maestro, sino, ante todo, de la maravi-
dual, se difundan por la imitación y el llosa sugestión de su personalidad: de Ja
ejemplo: de donde concluiremos definid- ; impresión imborrable y fascinadora que
vamente que el verdadero inventor de \ dejó en el espíritu de su pobre cohorte:
una idea, con relación al mundo moral, de la locura de amor que supo inflamar
es el que la transforma en sentimiento, en torno suyo.
la realiza en conducta y la propaga en
ejemplo. ] Este era el talismán incontrastable qu¿
Considerada a esta luz, la personalidad aquel grupo de hombres sin malicia lie*
del fundador del cristianismo asume, con j vaha consigo.—La personalidad del Maes-
preeminencia incontestable, la represen- j tro, viva en su memoria y en su corazón;
tación del ideal moral que selló con su ! la doctrina, propagada en alas de ese re-
martirio. Es por él por quien la caridad j cuerdo fervoroso, de esa onda magnéti-
desciende de la región de las ideas y se ! ca de sugestión persistente: tal es el se-
convierte en sentimiento universal y per- • creto de aquel triunfo único en lo huma*
durable; es por él por quien inflama los ; no: de esta manera fué regenerado el
corazones para traducirse persistente- mundo.
mente en acción, y reserva un lugar, en \ No tendrá clara idea de la psicología
el organismo de la ciudad, para el hospi- | de las revoluciones morales el que no
ral, el asilo, el refugio de ancianos, la ; conceda todo el valor que deba atribuir''

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Q3RA ORIGTMAL.--4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 277

sele a este factor importantísimo ele la nimos; la acción inconsciente de los ins-
:
personalidad. tintos colectivos, no excluyen el dinamis-
:
Sócrates mismo—con no haber sido un mo peculiar de la personalidad genial
fundador moral en el mismo sentido de como factor insustituible en ciertos rno-
Jesús o Buda—debió la mayor parte | mentos y para ciertos impulsos; factor
de su influencia real, no tanto a la pro- ! que puede ser traído, si se quiere, por la
fesión de una doctrina determinada y i corriente de los oíros; fuerza que puede
concreta—puesto que fué mucho más lo no ser sino una manifestación o concre-
que sugirió que io que significó y con- ción superior de aquellas mismas fuer-
cretó—cuanto a ¡a atracción que supo | zas, tomando conciencia de sí, aceleran-
ejercer en torno suyo, a la persistencia | do su ritmo y concentrando su energía,
que acertó a infundir en la impresión i pero que, de cualquier modo que se la
causada en el ánimo de los que le rodea- interprete, responde a una necesidad
ban, por la sugestión de su palabra y el '¡ siempre renovada y tiene significado sus-
modelo de su vida. ' tantivo (1).
Hay, dentro mismo del escenario de
los orígenes cristianos, un interesante (i) Nadie que siga con algún interés el des-
ejemplo de io que decimos. El influjo de envolvimiento de la filosofía de la historia des-
la personalidad del fundador es un hecho conoce que eí problema del valor relativo de la
tan esencial, que un hombre del genio y conciencia genial y de la acción inconsciente de
la asimilación intuitiva de San Pablo la masa, es uno de los que con más animación
nunca logró compensar del todo la infe- y persistencia se han discutido y discuten. El
rioridad en que quedó, en muchos res- influjo de Nietzsche, la nueva propagación de
pectos, para con los candorosos discípu- las doctrinas de Carlyle y de Emerson, y otras
los de Galilea, con no haber vivido como influencias, han determinado en los últimos
tiempos una reacción contraria a la excesiva
ellos en compañía del Maestro; con no importancia que se concedió a la acción de la
haber presenciado por sus propios ojos muchedumbre, y favorable al papel histórico
las escenas de la Pasión; con no haber del genio. Pero lo que importa hacer notar, so-
escuchado por sus propios oídos el Ser- bre todo, es que ninguna tesis autorizada y du-
món de la Montaña... Bien se echa de radera llegó nunca a la afirmación de uno solo
ver en San Pablo, a pesar de toda su de ambos factores y a la negación del otro;
grandeza, que no estuvo nunca al lado sino que todas ellas aceptan, aunque en diversa
de Jesús. proporción y según diferentes relaciones, la ne-
cesidad complementaria de ambos. Véase, por
Y este valor de la personalidad de los ejemplo, cómo el individualismo histórico de
reformadores, independientemente de 3o Hegel, no sólo no significa negar el valor de
que hay de concreto en su doctrina, ad- la obra común, sino que implícitamente lo afir-
quiere singular oportunidad e importan- ma, hasta el punto de que, según se considere
cia cuando se trata de evitar el riesgo de su tesis, ya lleva a la deificación de los hom-
bres providenciales, ya conduce a la idea de la
Jugarlos con lamentable insuficiencia y pasividad de] grande hombre, convertido en dó-
e
strechez, al apreciar los quilates de su cil instrumento que no hace sino continuar y
0r
iginaiidad y la eficacia de su influjo. terminar la obra de todos, y esto mismo sólo
La personalidad del genio es un ele- porque el azar le coloca en el punto y hora en
mento irreductible y necesario en la mis- que ella ha de terminarse (Hegel: Filosofía del
teriosa alquimia de la historia,—Hay algo Derecho, Prefacio). Y para ejemplo de la posi-
de inexacto, pero hay mucho de verda- ción contraria, nótese cómo Le Bon, sostenedor
de la preponderante eficacia de '.as multitudes,
dero, en la teoría de los héroes, de Carlv- encarece la necesidad de la dirección individual
ig
'—La fatalidad de las fuerzas naturales; que las polarice y oriente. (Le Bon: Psicolo-
^ acumulación de las pequeñas causas; gía- de las muchedumbres, lib, II, cap. III.)
Ja
obra oscura de los trabajadores anó- [J. E. R.]
278 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

No se explican los impulsos enérgicos Excluyanse—si se quiere—por legenda-


de innovación que responden a una nor- rias o dudosas, de la vida de Jesús, toda
ma ideal orgánica, sin la conciencia de determinación biográfica, toda circuns-
un grande hombre; no se explica el ori- tancia concreta: el nacimiento de Belén
gen de la caridad cristiana sin el corazón o en Nazareth, la visita al Bautista, el
y la voluntad de un Jesús. Por eso, los grupo de pescadores, la crucifixión en el
que se empeñan en desconocer la reali- Calvario..., y siempre quedará subsisten-
dad histórica de esta sublime figura, los te la necesidad psicológica de la existen-
que niegan la existencia personal de Je- cia de la personalidad capaz de haber
sús, no reparan en que su tesis, huyendo dado el impulso genial, la forma orgáni-
de aceptar lo que llaman el milagro de ca de los elementos que compusieron la
una personalidad tan grande, incide en la doctrina, e inflamado el fuego del prose-
suposición de un milagro mayor: el de litismo. Y siempre subsistirá, además, la
una obra tan grande realizada por per- noción fundamental del carácter de esa
sonalidades relativamente tan pequeñas personalidad testimoniado por la índole
de su obra, de su creación, de su ejem-
como las que quedan en el medio desde plo, tal como éste tema formas vivas en
el cual se propaga el cristianismo si se los actos de sus discípulos y en la morai
elimina la personalidad del fundador (1). que prácticamente instituyeron. Asegúra-

te) Esta referencia a la tesis que niega la giones orientales. Allí se saca filo al fecundísi-
existencia personal de Jesús es oportuna, por- mo argumento basado en las analogías de nom-
que, a lo que parece, ella ha ganado algún auge bre (Xristos y Xrestos—Cristo y Cristna—Jet-
en nuestro ambiente, a favor de la divulgación cus y Jesús). Allí se desarrolla, en sugestivos
de cierto libro escrito en italiano por el señor paralelos la identidad palmaria y decisiva de
Emilio Bossi y traducido a nuestro idioma en los más salientes rasgos atribuidos a la perso-
un volumen de la «Biblioteca contemporánea» nalidad y la vida de Jesús con los más salientes
de Granada y Ponzinibbio: libro que está en to- rasgos de la historia o ia leyenda de Buda, y
das las manos y explota la común afición ha- de las leyendas de Mitra, de Serapis, de Dioni-
cia los ruidos que se tiene por nuevos, aunque sos, de Adonis... No entra en la oportunidad
se hallen muy lejos de serlo; libro iliterario por ni en los límites de esta alusión incidental, el
la forma y vulgarísimo en el fondo, donde la comentario—ciertamente, tentador—de tan al-
conocida tesis de Ganneval—y hasta cierto pun- tos portentos de mitología comparada. Sabido
to, de Havet—, se rebaja a la entonación de esa es, por otra parte, que este sufrido tema de los
propaganda efectista y batallona que es en sí paralelos constituye, por excelencia, el burgo
misma un prejuicio inconciliable con la inda- libre de la fantasía en los dominios de ia es-
gación histórica de la verdad. peculación histórica. Recordamos haber leído,
Esa obra, profanación de fuentes muy dig- hace tiempo, una curiosa página, muy espiri-
nas a menudo de estudio y de respeto, no me- tualmente urdida, donde, sin ánimo de conven-
recería la menor atención si no entrañase el cer a nadie, y sí sólo por alarde de ingenio, se
género de importancia común a todos estos li- demostraba la tesis de la irrealidad legendaria
bros escritos ad captandum vulgus, que llevan de Napoleón, convertido en una palingenesia
en su propia inferioridad la condición triunfal del mito griego de Apolo, con su significado
de su difusión y su influencia. El autor empie- solar «como el que atribuyen estos sutiles exe-
za por declarar ingenuamente en su prólogo getas a Cristo), y con las hazañas heroicas del
que él no entiende mucho de estas cosas... a dios; desenvolviéndose el paraleLo a favor de
pesar de lo cual invade y resuelve, con admi- semejanzas y coincidencias que hubieran resul-
rable intrepidez, las más altas y delicadas cues- tado verdaderamente impresionantes a tratarse
tiones de historia, exégesis y mitología. Fun- de una personalidad algo remota y de historia
dándose principalmente en el Origen de los no muy precisa, sin excusarse, entre tales rela-
cultos, de Dupuis, dedica el señor Bossi la ciones, las del oportuno cotejo de los nombres
tercera parte de su libro a asimilar la idea de (Napoleón y Apollan).
Jesús con los mitos del paganismo y las reli- Aducha más seriedad implican ios conocidos

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OBRA ORIGINAL—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 279

das la existencia personal y 3a sublimi- ¡' pague a la personalidad de los otros.


dad del carácter, todo, lo demás es se- Y esto nos lleva como de la mano a
cundario. Para la justicia de la glorifica- examinar lo que haya de sustancia en
ción, hay bastante con ello. La imagen ese aparatoso concepto de aridez cientí-
que, con más o menos probabilidades de fica, que caracteriza y expone nuestro re-
exactitud plástica, recuerda esa existen- ' plicante para coronar los argumentos his-
cia personal, lleva en sí títulos sobrados j toncos de su conferencia, y con el. cual
a perdurar en la veneración de la poste- I se pretende fundar la desvinculación en-
ridad. Si no es eñgie, es símbolo. Si no ' tre la caridad que hoy se profesa y prac-
es retrato, es figuración legitimada por tica, y el legado inmortal del mártir del
el amor de cien generaciones. Calvario.
Una vez más: las ideas, como agentes
morales, sólo cobran eficacia en el ca-
liente regazo del corazón y la voluntad VI
humanos; y el corazón y la voluntad han
de empezar por tomar formas personales EL SOFISMA
en el carácter vivo de un hombre, de un DE LA «CARIDAD CIENTÍFICA.»
apóstol, de un iniciador, para que, insti-
tuido con el modelo el ejemplo, se pro- Cualquiera que sea el fundamento que,
según las distintas concepciones morales,
argumentos que se fundan en lo insuficiente y se reconozca para la idea de la caridad
vago de las fuentes históricas de que dispo- como deber humano, y ya se le dé por
nemos, relativas a la persona de Jesús; sea por origen un dogma religioso, ya una ética
'o indirecto de las noticias, sea por la autenti- | espiritualista, o un criterio de utilitaris-
cidad insegura; sea por la mezcla del elemento mo, esa idea ha de pasar, de todos mo-
milagroso y sobrenatural; sea, en fin, por las
discordancias de los cuatro Evangelios. Pero ya
dos, a ser sentimiento y voluntad, si as-
se indica en ei texto el límite a que alcanza pira a convertirse en realidad psicoló-
esta argumentación y cómo ella no llegará nun- ¡ gica y social persistente.—Sentado esto,
ca a destruir lo único que en definitiva impor- i examinaremos si es posible rechazar, en
ta: la infinita probabilidad de la existencia de | nombre de determinada teoría del deber
Un fundador personal, y la noción fundamental caritativo, la solidaridad con la obra de
de su carácter, del modo como surge impuesta
| Jesús.
Por el espíritu que infundió en quienes ¡e si-
guieron y heredaron. No sería necesario un análisis prolijo
. e la manera como está escrito el precioso para encontrar en la idea de la caridad
u

übro del señor Bossi, dará idea la pintoresca que surge ad litteram de la enseñanza
acumulación de adjetivos con que se empeña- evangélica mucho que rectificar, mucho
dla el siguiente fin de párrafo: «...el cristia- que circunscribir, y, por tanto, reales
nismo intelerante, inmovilista, teocrático, ilibe-
diferencias que la separan del concepto
'' a ', reaccionario, místico, ascético y visionario.»
Las inculpaciones contra la mora! evangélica de aquella virtud a que se alude cuando
asumen rasgos cómicos en la página 124: «Se se habla de una caridad que tiene por
nace mantener por las mujeres de los demás.-» j norma la utilidad común y lleva impreso
«Se rodea de gente hambrienta.» «Manda a los 1 el sello de la ciencia.—Como nacida de
^Postóles que no saluden a nadie.» El señor la exaltación inspirada y absoluta que es,
ísossi termina su libro con una invocación pa-
por naturaleza de las cosas, el involucro
•ctica para que la humanidad, subyugada por
a
i irresistible persuasión de su palabra se rego-
ígneo de todas las grandes ideas que na-
Cf
je de haberse librado de la pesadilla de creer cen—a la manera del planeta envuelto en
>n
'a exislencia persona! de Jesús, remora de , fuego antes de consolidar su corteza—la
Lodos sus adelantos v obstáculo de todas sus idea de la caridad surgió del espíritu de
as
pn-acíoncs generosas. [.I. E, R.] i su autor ardiendo en llamas que excluían
280 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS

la posibilidad de toda consideración rela- con el amor de sí mismo, que es el ne-


tiva. Su concepción del bienhacer era el cesario antecedente de aquellos afectos
sacrificio de sí mismo sin límites ni dife- y su límite y copartícipe en el dominio
rencias. La pobreza no sólo aparecía a de la obligación moral; demostrará que
sus ojos como objeto de simpatía y de la caridad practicada sin discernimiento
piedad, sino como supremo objeto de de- es una influencia desmoralizadora y que
seo y como la única condición concilia- el sacrificio inconsulto de los buenos no
ble con ía práctica de ía virtud. Quien tendría más resultado que el triunfo y
no lo diera todo, no podía entrar en el la supervivencia de los malos; enseñará
número de los discípulos, ni en el reino a proporcionar la caridad a su objeto,
de los cielos. En el mendigo se glorifica- establecerá para su práctica diferencias,
ba la imagen viva de la santidad. La nor- limitaciones, prevenciones; y llegará, fi-
ma de organización social era el comu- nalmente, a asegurar la fructuosidad del
nismo ebionita, tal cual se realizó, con beneficio, lo proficuo de la protección, la
paradisíaco encanto, pero tan efímera- j eficacia del remedio, con todos los recur-
mente como todas las organizaciones co- ¡ sos que el estudio paciente de la natura-
munistas, en la primera sociedad cris- leza pone a disposición de los maravillo-
tiana de Jerusalén. I sos instrumentos de la inteligencia hu-
¿Dejará por eso Jesús de ser el funda- í mana.
dor humano de la caridad? ¿Dejará de Pero la piedra angular del edificio, el
pertenecerle la revelación del sentimien- impulso, el estímulo de la obra, no han
to, la iniciativa del ejemplo eficaz? ¿Se ha ¡ surgido de las investigaciones de la cien-
suscitado otro principio por misterio de cia, sino que estaban en el núcleo de
la ciencia? ¿Convergen las corrientes del nuestra civilización; y el origen incon-
mundo moral a otro polo? cuso de este principio esencial de nues-
Sería necesario confundir lamentable- tra civilización es el sentimiento propa-
mente los términos para atribuir ese ca- j gado y sostenido por el ejemplo del Fun-
rácter a las conquistas de la sabiduría, i dador en la vida de cien generaciones,
La ciencia no ha sustituido un principio ¡ en virtud de la fuerza moral de imitación
a otro principio. La caridad que se dis- i que reproduce una creencia, un amor,
pensa en nuestros hospitales no es otra ; un ideal de carácter, al través del espacio
que la que fué enseñada en la parábola \ y el tiempo, como la imitación inorgánica
de Lázaro el mendigo y en la del lisiado propaga la forma de una onda en el mo-
del camino de Jericó. El signo veinte ve- ¡ vimiento ondulatorio y como la imitación
ees secular permanece en lo alto. Lo que biológica propaga un tipo individual en
la ciencia ha hecho es depurar el concep- la reproducción de las especies.
to, encauzar el sentimiento, organizar la | Y ese sentimiento es y será siempre lo
práctica, asegurar los resultados. Y así, \ fundamental, lo que impulsa a la obra,
en las sucesivas manifestaciones de esta ; lo que determina la acción, lo que man-
obra, encontrará la ciencia, para el ejer- j tiene vivo el fuego de la voluntad bené-
cicio de la caridad, otros fundamentos y fica, por muchas que sean las modifica-
otras razones que los que sólo nacen de ciones que el saber y la prudencia insti-
la igualdad fraternal en el seno de un tuyan en cuanto a la manera de dirigirlo
amoroso Padre; reivindicará contra la y aplicarlo.
negación absoluta de la propia personali- Valgámonos de un ejemplo sugestivo.
dad, el principio del libre y armonioso La experiencia y la ciencia de la política
desenvolvimiento de todas nuestras fa- han depurado, en el siglo transcurrido
cultades capaces de perfección; comple- desde la Revolución que es génesis de
tará la armonía de los afectos altruistas la sociedad moderna, el concepto de la

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 281

democracia y la república; lo han adap- | clones morales, lo debe sólo a su abso-


tado a una noción más justa del dere- j luta potestad sobre !os resortes de ia
cho, a un sentido más claro de las con- acción.
diciones de la realidad; y nuestra idea Es de pésimo gusto esta invocación
de la una y de la otra es hoy muy dis- ! profética y solemne del nombre de la
tinta de la que profesaron y ensayaron ciencia fuera de lugar y de tiempo; gé-
los hombres del 89, Pero cuando quere- nero de preocupación apenas tolerable en
mos glorificar supremamente aquellas los coloquios famosos de la rebotica de
fórmulas de nuestra fe política, es a los Honráis, con que Gustavo Flaubert levan-
hombres del 89 a quienes rememoramos tó estas deformaciones caricaturescas de
y glorificamos, y son sus fechas históri- la ciencia en la picota de la sátira.
cas las que están umversalmente consa- Ha de darse a la ciencia lo que es de la
gradas para el festejo de la libertad; por- ' ciencia, y a la voluntad inspirada lo que
que, cualesquiera que sean las deforma- ¡ pertenece a las inspiraciones ele la vo-
ciones con que las interpretaron, ellos luntad.
dieron a tales fórmulas el magnetismo, El hornillo de Fausto producirá mara-
la pasión, que las impuso al mundo: villosos resultados mientras se atenga a
magnetismo y pasión sin los cuales no su esfera peculiar y propia; pero no en-
hubieran pasado nunca de entidades gendrará más que el humúnculus mez-
abstractas; magnetismo y pasión que ja- quino cuando trate de remedar la obra
más hubieran dado de sí las especula- creadora de la Vida.
ciones severas de los constitucionalisías, La confusión de tan conocidos límites
el cálculo habilidoso de ios hombres de • re revela en su plenitud cuando indica eí
Estado, capaces de rectificar y corregir, : doctor Díaz la justicia de erigir junto al
de completar la obra con toques pruden- crucifijo, en caso de habérsele dejado
tes y oportunos, pero incapaces de en- • subsistente, un retrato de Kant... ¿Qué
cender, como el apóstol, como el mártir, he de pensar de esta idea novedosa? Se-
como el héroe, el fuego que arrebata ios ría una ridiculez pedantesca colgar la
corazones y las voluntades y renueva el i imagen de Kant de las paredes de ios
mundo por misteriosa transfiguración. , hospitales. Y en verdad que maí podía el
¿Acaso para que la gloria de una ini- . ilustrado autor de la conferencia haber
ciativa persevere vinculada a un nom- escogido nombre más apropiado que el
bre, a una personalidad, a un hecho his- de Kant para poner precisamente de re-
tórico ha de ser necesario que la huma- lieve la inconsistencia de ese género de-
n a d quede inmovilizada después de contraposiciones, que se fundan en la
e
^os, sin revisar su legado ni comple- : identificación absurda de lo que no pue-
mentar su obra? de identificarse jamás: la obra del pen-
En el arranque de las revoluciones mo- ! sador con la obra del apóstol; la fórmu-
rales no es un hombre de ciencia el que la abstracta con la iniciativa creadora.
e
flcontrará quien apele al testimonio de Porque Kant personifica, por excelencia,
*a historia; sino un hombre, o una coope- la moral abstraída de todo jugo y calor
ración de hombres, de simpatía y volun- de sentimiento, vale decir: privada de
tad.— No es un Erasmo, es un Lulero, el . todo dinamismo eficaz, de toda fuerza.
Que realiza una Reforma,-—Puede la rien- I: propia de realización; y en este sentido
da anticipar la idea; pero ya queda di- ofrece el medio de demostración más
cho que si la idea, como quiere Fouillée, í palpable que pueda apetecerse para pa-
es u
i na fuerza, lo debe sólo a sus conco- ;: tentizar la diferencia que va de la esfera
mitantes afectivos; y a su vez, si el sen- de la ciencia pura a la esfera de la vo-
timiento es el motor de las transforma- I Imitad inspirada.
282 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

El moralista de Koenigsberg podría | de el saber occidental y el oriental junta-


haber vivido tantos miles de años como | ron en un foco sus luces. Y por obra de
los dioses de la mitología brahmánica y : Filón, la ciencia planteó simultáneamen-
haber razonado y enseñado otros tantos te, con las prédicas de Galilea, su ten-
en su cátedra de filosofía, admirando, se- tativa de legislación moral para llegar
gún sus célebres palabras, «el espectácu- a resultados teóricamente semejantes.
lo del cielo estrellado sobre su cabeza y ¿Cuál de ambas prevaleció, cuál de am-
el sentimiento del deber en el fondo de bas dio fruto que aplacase el hambre de
su corazón»; y podría haber hecho todo fe y esperanza del mundo?-—El nombre
esto sin que su mora! estoica conmoviese de Filón sólo existe para la erudición his-
una sola fibra del corazón humano ni hi- tórica, y Jesús gobierna, después de vein-
ciera extenderse jamás una mano egoísta : te siglos, millones de conciencias huma-
para un llamado de perdón o para un , ñas. Nada hay, por otra parte, en las con-
acto de generosidad. En cambio, una pa- clusiones de la moderna indagación cien-
labra apasionada y un acto de ejemplo, tífica que, ni aun teóricamente, menos-
de Jesús o de Buda, de Francisco de Asís cabe la persistencia de la obra de Jesús.
o de Lutero, de Mahoma o de Bab es Si alguna relación debe establecerse en-
una sugestión que convierte en dóciles tre los resultados de la ciencia en sus
somnámbulos a los hombres y los pue- aplicaciones morales y sociales y los prin-
blos.—-«Aquel que ame a su padre o a su cipios de la ley cristiana, no es cierta-
madre más que a mí, no venga conmigo»; mente la de que los unos anulen o susti-
sólo el que tiene fuerzas p ara decir esto tuyan a los otros, sino, por el contrario,
e imponérselo, es el que funda, es el que la relación, gloriosísima para el funda-
crea, es el que clava su garra de diaman- mento histórico de nuestra civilización,
te en la roca viva de la naturaleza hu- ; de que, buscando la ciencia una norma
mana. ¿Cuándo adquiriría derecho el re- para la conducta individual y una base
trato de Kant para figurar, frente a la para la sociedad de los hombres, no haya
imagen de Jesús, en las salas de las casas arribado a conclusiones diferentes de las
de caridad? Cuando la moral de Kant hu- que estaban consagradas en la profesión
biera desatado, como la de Jesús, torren- de fe con que se orientó la marcha de la
tes de amor, de entusiasmo y de heroís- humanidad en el más brusco de los re-
mo; cuando hubiera impulsado la volun- codos de su senda.
tad de sus apóstoles a difundirse para la
Llámese al lazo social fraternidad,
conquista del mundo, y la voluntad de
igualdad o solidaridad; llámese al prin-
sus mártires a morir en la arena del co-
cipio de desinterés caridad, filantropía o
liseo; cuando hubiera levantado las pie-
altruismo, la misma ley de amor se im-
dras para edificar hospicios y los cora-
j pone confirmando como elementos esen-
zones para el eterno sursum corda de
í cíales de la sociabilidad humana, como
una fe.
i substraíum de todas las legislaciones du-
El ejemplo puede encontrarse sin salir rables, los viejos principios con que se
de junto al fundador del cristianismo. ilumina en la infancia el despertar de
Ese Filón, cuyo nombre citaba el doctor nuestras conciencias: «Amaos los unos a
Díaz entre los de los precursores de la los otros.» «No hagas a otro lo que no
caridad cristiana, era lo que Jesús no quieras que te hagan a ti.» «Perdona y se
fué nunca: hombre de ciencia, hombre de te perdonará.» «A Dios lo que es de Dios,
sabiduría reflexiva y metódica. Ajustó la y al César lo que es del César.» La ley
tradición hebraica a los moldes del ra- moral, adoptada en el punto de partida
ciocinio griego, y su espíritu condensaba por iluminación del entusiasmo y de la
el ambiente de aquella Alejandría don- fe, reaparece al final de la jornada como

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 283

la tierra firme en que se realizase la ilu-


sión del miraje,..—¿Quién no se arroba VII
ante estas supremas armonías de las co- EL SIGNO
sas que parecen más lejanas y discordes?
Hay en la inspiración moral, como en la
alta invención poética, un género de po- Pero aun dejando por encima la signi-
tencia adivinatoria; y lo característico, en ficación histórica del fundador del cris-
uno como en otro caso, es anticipar, por tianismo,, y aun cuando quede demostra-
la síntesis alada de ía intuición, lo que se do lo indisoluble del lazo que le une a la
recompondrá, tras largos y ordenados es- idea de la caridad, la argumentación que
fuerzos, con los datos menudos del aná- se nos opone encuentra todavía punto en
lisis.—Aun los extremos, aun los desbor- que estribar, para desconocer el respeto
des del sentimiento de la caridad, tal que se debe a su imagen. El crucifijo, se
como su excelso autor quiso generalizar- arguye, no es Jesús. El crucifijo tiene
lo, y que constituirían un ideal de vida su significado propio, independiente del
inconciliable con las condiciones de la mártir a quien en él se representa; y es
sociedad actual, pueden considerarse co- en ese concepto en el que se le repudia y
mo el sublime anticipo de un estado de proscribe.
alma cuya posibilidad vislumbran en la Negamos, desde luego, que cualquier
sociedad de un porvenir muy remoto las otro simbolismo que quepa atribuir al
conjeturas de la ciencia; cuando la evo- crucifijo pueda prevalecer sobre el que
lución de los sentimientos humanos y la intuitivamente surge de su sencilla apa-
reducción correlativa del campo del do- riencia. Eí signo histórico, el supremo
lor y de necesidad en que quepa hacer símbolo del cristianismo, es y será siem-
bien a los otros deje en los corazones un pre la cruz. Cuando se busca una ima-
exceso libre de simpatía, determinándose gen, un emblema, que materialice y pon-
así una emulación de desinterés y sacri- ga inmediatamente a los ojos ele quien lo
ficio que sustituya a la competencia, to- mire ía idea de la regeneración del mun-
davía brutal, de la ambición y el egoís- do, la gran tradición humana del cristia-
mo (í). nismo, despertando de una vez todas las
asociaciones de sentimientos y de ideas
No existe, pues, una caridad traída por que abarca la virtud sugestiva de tan ex-
revelación de la ciencia, que pueda opo-. celsos recuerdos, no se encuentra otra fi-
Uerse, como entidad autónoma y sustan- gura que la de los dos maderos cruzados.
cialmente distinta, a la que hemos reci- Y el crucifijo no es más que la última
bido de los brazos maternos de la tradi- y definitiva forma en el desenvolvimien-
ción. La caridad es una sola; la caridad, to iconográfico del signo de la cruz. No
como sentimiento, como voluntad, como importa que el signo completo no sur-
hábito, como fuerza activa: la que levan- •: giera simultáneamente con la expansión
la asilos y recoge limosnas y vela junto y propagación del nuevo espíritu, sino
si lecho del dolor, no es sino una; y el siglos más tarde. Los emblemas que los
fundador de esta caridad en la civiliza- primitivos cristianos alternaban con el
ción que ha prevalecido en el mundo es de la cruz quedaron sepultados en el se-
Jesús de Nazareth; y la conciencia hu- ' no de las catacumbas y prevaleció el
mana lo reconocerá y 3o proclamará por que recordaba plásticamente el martirio
l°s siglos de los siglos. con que fué consagrada la idea, Luego, al
instrumento del suplicio se añadió la figu-
ración del cuerpo del mártir, y el signo
(1) Véase Spencer: Fundamentos de la ino-
''''•••l, cap. XIV. [J. E,
R.j
adquirió su integridad y plenitud expre-
284 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

siva, para que, llegado el despertar glo- i los excesos de las Cruzadas, hasta las
rioso de las artes, lo perpetuasen en me- • crueldades de las guerras de religión y
tai, en piedra, en madera, en marfil, en : de las persecuciones de herejes. ¿Qué
tintas de color, los grandes orfebres, los ; importa que en su significación primera
grandes estatuarios y los grandes pinto- —se pregunta—simbolizase o hubiese po-
res de una de las más lozanas primave- dido simbolizar una idea de amor, de li-
ras del ingenio humano: Benvenuto Celli- bertad, de redención? El crucifijo propi-
m, Donatello, Velázquez, Van Dyck.., No ció el ensañamiento de los cruzados con-
se menosprecia con el mote grosero de tra los musulmanes de Ornar; estuvo en
fetiches estas formas sensibles en que manos de los victimarios de la noche de
cuaja la savia de idealidad y entusiasmo Saint-Barthélemy; acompañó los desbor-
de una fe secular, desenvolviéndose en el des sangrientos de la conquista de Amé-
espíritu de las generaciones humanas; a rica; presenció en las paredes del tribu-
la manera como la imaginación incons- nal del Santo Oficio las sentencias que
ciente que combina líneas y colores en ahogaban la libertad del pensamiento hu-
las obras de la naturaleza remata los la- \ mano; y es hoy mismo, en los fanáticos
boriosos esfuerzos de un proceso orgáni- de Rusia, el signo que incita a la matan-
co con la forma inspirada de una flor, ¡ za de los judíos de Bielostock... Luego el
con la flámula viva de un penacho de ; crucifijo ha perdido su significación ori-
ave. No se inventan, ni reemplazan, ni ; ginal; la ha desnaturalizado y pervertido,
modifican en un día estos signos sécula- j y lejos de ser emblema de salud y de
res: se los recibe de los brazos de la vida, es sólo signo de opresión, de bar-
tradición y se los respeta tal como fue- barie y de muerte.
ron consagrados por la veneración de las No será necesario apurar mucho los
generaciones. El crucifijo no estaba en ejemplos para demostrar que con la apli-
manos de Pablo ni de Pedro, ni sobre el cación de este criterio estrecho y negati-
pecho de los mártires del circo, ni ante vo, si ha de entenderse que los grandes
los altares ante los cuales se amansó la símbolos históricos pierden su significa-
furia de los bárbaros. No por eso deja do original e intrínseco en manos de
de significar el crucifijo la gloria de tales quienes los desnaturalizan y falsean en
tradiciones: estuvo, antes de todas ellas, el desborde de las pasiones extraviadas,
en realidad y carne y humana, en la pe- | recordándose exclusivamente, para carac-
lada cima del Gólgota..., y aun cuando I terizarlos, todo lo que se haya hecho de
no hubiera estado, suya es la virtud de ignominioso y funesto, a su sombra-—y
evocarlas y animarlas juntas en el re- nada de lo que a su sombra se haya he-
cuerdo de la posteridad. cho de glorioso y concorde con su genui-
Pero no se repudia sólo al crucifijo na significación moral—no habrá símbo-
por ajeno a la significación del verdade- lo histórico que quede puro y limpio des-
ro espíritu cristiano; se le repudia tam- pués de apelarse a la deposición testimo-
bién por execrable. ¿Y en qué consiste \ nial de la historia, porque todos rodarán
el carácter execrable de crucifijo? Aquí confundidos en la misma ola de sangre,
el distinguido conferenciante remonta su lágrimas y cieno.
oratoria al tono de la indignación, abra- La bandera tricolor, el iris de la liber-
za en una síntesis arrebatada el espec- i tad humana, la enseña victoriosa de Val-
íáculo de los siglos, y se yergue triun- j my y de Jemmapes, impulsaba, apenas
(ante con las pruebas de que el crucifijo \ nacida, el brazo del verdugo, y cobijaba
ha presidido a muchas de las más ne- con su sombra las bacanales sangrientas
gras abominaciones de que haya ejemplo del Terror, no menos infames que la ma-
en la memoria de la Humanidad: desde tanza de Saint-Barthélemy; y propiciaba

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBIXISMO. —CONTRARRÉPLICAS 285
después, en las conquistas de Napoleón de muerte que hizo rodar mil. quinientas
el grande, las iniquidades de ia invasión cabezas humanas en quince días, y los
de Rusia y de la invasión de España; y que amarraban a Francia al despotismo
resucitaba para servir un día de dosel, de las cesares? No, sino absolutamente
con la traición del 2 de diciembre, a la los contrarios. Luego, la bandera en que
consagración cesárea de Napoleón el chi- se propagó la declaración de los derechos
co,—Luego ía bandera tricolor, el iris de del hombre, la tricolor de las victorias
la propaganda revolucionaria, el guión de la libertad, permanece en la entera
de ios ejércitos de Carnot, no es signo posesión de su significado y su gloria.—-
de esperanza y de gloria, sino de feroci- ¿Eran los principios sustentados en ia
dad, de opresión y de conquista. revolución de Mayo los que encarnaba
La bandera de mayo, el cóndor blanco la tiranía vencida con la alianza extran-
y celeste de los Ancles, la enseña gloriosa jera en los campos de Caseros? No, sino
de San Martín y de Belgrano, militó du- absolutamente los contrarios. Luego el
rante veinte años en los ejércitos de Ro- símbolo de la revolución de Mayo, la
zas, y flameaba en Santos Lugares sobre bandera cuya tradición inspiraba a ios
el alcázar de la tiranía, y se encharcaba enemigos de la tiranía, queda firme y sin
en sangre en los degüellos de la «Ma- mácula en la cumbre de su dignidad his-
zorca», y era destrozada a balazos por tórica.—¿Eran ios principios sellados con
los hombres libres que defendían el ho- el martirio del Calvario los que se reali-
nor de la civilización americana dentro zaban en la noche de Saínt-Barthéiemy,
«e los muros de Montevideo. Luego ia y en el atropello alevoso del cortejo de
bandera de mayo, el palladium de la re- Atahualpa, y son ellos los que se reali-
volución en el extremo sur de América, zan en las matanzas de ios judíos de Bie-
'a enseña gloriosa de San Martín y de lostock? No, sino absolutamente los con-
Belgrano, está imposibilitada de merecer trarios. Luego el signo del Calvario, la
el homenaje de los buenos, maculada imagen del que anatematizó toda matan-
ante la conciencia de la historia, prosti- za, todo odio, guarda ilesa e intacta su
tuida por lo infinito de la posteridad. significación sublime, para veneración y
¿Adonde nos llevaría la lógica de este orgullo de la Humanidad.
Puritanismo feroz?—A la condena inexo- Sólo con la aplicación de este criterio
rable de toda seña o símbolo que no amplio y ecuánime podrá salvar la justi-
hubiera sido secuestrado, desde el mo- cia histórica una tradición que no se pre-
mento de nacer, dentro de las vitrinas sente enrojecida con ia mancha indeleble
ce
' un museo.—La acción histórica, y el de Jas manos de Macbeth; sólo asi po-
c
°ntacto con la realidad, implican para drá instituirse en la memoria de los hom-
la idea que se hace carne en un emble- bres un Panteón donde se reconcilien to-
ma, en un señuelo de proselitismo, la das las reliquias venerandas, todos los
Profanación y la impureza: tan fatal- recuerdos dignos de amor y de piedad.
mente como la exposición ai aire libre Imaginemos que el crucifijo represen-
aplica para la hoja de acero ia oxida- tase, exclusiva o eminentemente, la uni-
ron que la empaña y la consume. dad católica, tal como prevaleció desde
El criterio de simpatía, de tolerancia el bautismo de ios bárbaros hasta ia de-
y de equidad planteará las cuestiones de finitiva constitución de las nacionalida-
muy distinta manera, y las resolverá con des europeas y el impulso de libertad de
ni
^s honor para la especie humana — la Reforma. Aun en este caso, de ningu-
ctran los principios programados en la na manera rehuiría, por mi parte, soste-
aclaración de los derechos del hombre ner la tesis afirmativa, en cuanto al res-
ios que se aplicaban en el instrumento pecto histórico que se le debe. Sería el
286 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

signo que presidió a la asimilación y la j oponerse a los esfuerzos reaccionarios


síntesis de los elementos constitutivos de i del clericalismo, no es preciso hacer ta-
la civilización moderna, durante mil años I bla rasa de la gloria de las generaciones
de reacciones y esfuerzos proporcionados ¡ inspiradas por la idea católica, cuando
a la magnitud de la obra que había de esta idea era la fórmula activa y oportu-
cumplirse. La denigración histórica de la • na; como para combatir las restauracio-
Edad Media es un tema de declamado- i nes imperiales no han menester los re-
nes que han quedado, desde hace mucho publicanos franceses repudiar para la
tiempo, relegadas a los estudiantes de ' Francia la gloria de Marengo y Auster-
quince años en las clases de Historia Uni- litz, y para combatir la persistencia po-
versal. La honda comprensión de las co- i lítica y social del caudillaje no necesita-
sas pasadas, con sus consiguientes ade- mos nosotros desconocer la fuerza fe-
lantos de exactitud y de justicia, es una cunda y eficaz que representó la acción
de las emperecederas conquistas del si- ! de los caudillos en el desenvolvimiento
glo de los Thierry, los Macaulay y los : de la revolución de América.—¿Imagina
Mommsen. Ya no se infaman épocas en- • acaso el doctor Díaz que diez siglos de
teras de la historia del mundo; se las j historia humana se tiran al medio de la
explica y comprende, y eso vale mucho : calle bajo la denominación común de ig-
más. La historia no es ya una forma re- i nominia, ignorancia, crueldad, miseria,
trospectiva de la arenga y el libelo, como | rebajamiento y servilismo?—Los tiempos
en los tiempos de Gibbon y Voltaire. La ' en que él no ve más que un proceso de
historia es, o bien un camposanto pia- ; «degradaciones tenebrosas» son, en rea-
doso, o bien un laboratorio de investiga- ¡ lidad, una esforzada lucha por rasgar,
ción paciente y objetiva; y en cualquiera ! para los gérmenes soterrados de civiliza-
de ambos conceptos, un recinto al que ción, la dura corteza de los aluviones
hay que penetrar sin ánimo de defender bárbaros; y es, sin duda, en el transcur-
tesis de abogado recogiendo en él, a fa- so de esa lucha, cuando la acción histó-
vor de generalizaciones y abstracciones j rica del cristianismo presenta títulos más
que son casi siempre pomposas ligerezas, . incontestables a la gratitud de la poste-
armas, y pertrechos para las escaramuzas i ridad; porque si el naufragio de la civili-
del presente. Quien tenga desinteresado i zación fué desastroso, hubiera sido com-
deseo de acertar, ha de acercarse a ese pleto sin el iris que el signo de la cruz
santuario augusto, purificado de las pasio- ! levantaba sobre los remolinos tenaces de
nes del combate, con un gran fondo de se- ; la barbarie; y si el despertar de la cul-
renidad y de sinceridad, realzadas todavía tura intelectual fué difícil y lento, hu-
por una suficiente provisión de simpatía j biera sido totalmente imposible sin la
humana, que le permita transportarse en influencia de la única fuerza espiritual
espíritu al de los tiempos sobre que ha ; que se alzaba frente a la fuerza bruta, y
de juzgar, adáptense a las condiciones reservaba, en medio de la guerra univer-
de su. ambiente. Las instituciones que I sal, un rincón de quietud para la labor
han quedado atrás en el movimiento de de colmena de los escribas monacales, y
la civilización, y que ya sólo representan i salvaba el tesoro de las letras y las cien-
una tradición digna de respeto—y en su cias antiguas en los códices que, llegada
persistencia militante, una fuerza regre* ! la aurora del Renacimiento, romperían,
síva—han tenido su razón de ser, y sus merced a la invención de Gutenberg.
días gloriosos, y han prestado grandes ; sus oscuras crisálidas para difundirse
servicios al progreso del mundo; y es por el mundo. Relea el doctor Díaz, sin
precisamente en el terreno de la historia ir más allá, las páginas que el gran espí-
donde menos puede vulnerárselas.—Para ' ritu de Taine ha consagrado en su es tu-

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OBRA ORIGINAL.-—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 287

dio de El antiguo régimen a delinear la ; nos no hace cosa mejor que «imponer
estructura de la sociedad anterior a la j por la violencia el crucifijo, como un
Revolución; y acaso refrescará muy opor- yugo de servidumbre, sobre la cabeza de
tunos recuerdos, y acaso reconocerá la las razas inferiores».—No lo sospechaba
necesidad de modificar buena parte de Víctor Hugo cuando, en una página ins-
sus prejuicios y de limitar no pocas de piradísima de Los castigos (1), antes de
sus abominaciones. marcar con el hierro candente de su sá-
Otro tanto podría decirse en lo que tira a los dignatarios del alto clero que
respecta a alguna otra alusión de las que agitaban el turíbulo de las alabanzas en
acumula el doctor Díaz en su síntesis de la cohorte palaciega del gran corruptor
las tradiciones infamantes de la cruz; y, del 2 de diciembre, entonaba un himno
singularmente, a la que se renere a la conmovido y conmovedor ante el cadáver
conquista de América.—¿Todo en la con- del fraile decapitado en las misiones de
quista fué oprobio y ferocidad; todo en la China por predicar allí la moral del
ella fué abominación y exterminio? Y Evangelio. La espontaneidad deí corazón
cuanto en ella hubo positivamente de y el criterio de la equidad consisten en
condenable a la luz de la razón serena, honrar la vocación del sacrificio donde-
cha de imputarse a la sugestión maldita ; quiera que se la encuentre: bajo la sota-
de la cruz?—¿Por qué recordar, si se as- na del fraile como bajo la blusa del obre-
pira a la severa equidad del juicio histó- ro o la pechera deslumbrante del prín-
rico, que la cruz representó en Caja- cipe; y en glorificar la propaganda de la
marca la sanguinaria brutalidad de la civilización, cualquiera que sea el aban-
conquista, y olvidar que representó, en derado de la gran causa humana: así el
Guanañani, el nacimiento de la América pionner que se abisma en el fondo del
a la vida de la civilización, la primera desierto con el hacha que traspasa los
luz de nuestro espíritu, el pórtico de i bosques, como el misionero que, con la
nuestra Historia?—¿Por qué recordar que Biblia católica o la Biblia protestante en
estuvo en manos de Valverde para exci- la mano, se acerca a remover la soporosa
tar al sacrificio de los indios, y olvidar conciencia de la tribu.
Que estuvo en manos de Las Casas para Por lo demás, no es interpretar fiel-
interponer ante el pecho de los indios mente el espíritu de los hechos concretar

n escudo de misericordia? ¿Por qué re- en la significación del crucifijo, como
cordar que fué, con Torquemada, el sig- emblema histórico, los motivos que han
no oprobioso de las iniquidades inquisi- determinado su condena. Cualquiera otra
toriales, y olvidar que fué en la mente de imagen del fundador del cristianismo,
Isabel la Católica el estímulo para ganar aparte de la que le presenta clavado en
-•' Redimir un mundo?—¿Por qué recordar ía cruz, cualquiera otra imagen, cuadro
a
' verdugo tonsurado y olvidar al evan- o estatua, hubiera sido sentenciada in-
Sefizador capaz del martirio?—¿Por qué distintamente a proscripción. ¿Es o no
recordar al fraile que mata y olvidar al cierto? Luego la condena va dirigida con-
lr
aile que muere? tra la glorificación de Jesús, que la sus-
Bien es verdad que para la justicia picacia jacobina no concibe separada del
nrstórica del elocuente conferenciante, culto religioso ni admite que pueda in-
cuyo género de liberalismo recuerda, en terpretarse de manera que allí mismo
^s'w como en otras muchas cosas, la : donde el creyente ve el icono, objeto de
lor
mula absoluta del sectarismo reiigio- su veneración, el no creyente vea la
S0:
j «fuera de lo que yo creo, no hay
^iriud ni salvación», el misionero que se (i) Las chátimenis, VIII, «A un martvr::,
niioja a propagar su fe en climas leja- [J. E. R.]
288 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

imagen representativa del más alto de- | nario evangelista por el empleo, que juz-
chado de grandeza humana. i ga inadecuado, de tal nombre.
Juan Carlos Gómez acariciaba en su El jacobinismo no es solamente la de-
mente proféüca un pensamiento que ya i signación de un partido famoso, que ha
se ha convertido en realidad. Soñaba que dejado impreso su carácter histórico en
se levantase un día sobre una de las ¡ el sentido de la demagogia y la violencia.
cumbres de la Cordillera, a modo de nu- ! El jacobinismo es una forma de espíritu,
men tutelar de la civilización americana, j magistralmente estudiada y definida por
engrandecida por la confraternidad de j Taine en los Orígenes de la. Francia con-
todas las razas que se acogen a su seno, temporánea.—IJQ. índole de la acción his-
y por la fructificación de las esperanzas tórica y de la dominación del jacobinis-
y los ideales que ha alentado la Humani- ¡ mo está virtuaímente contenida ya en los
dad en veinte siglos, una colosal estatua i datos esenciales de su psicología; pero
del Redentor del mundo, erguida allí, \ estos caracteres esenciales se manifiestan
corno sobre un agigantado Tabor, en la j y reconocen sin necesidad de que su exal-
eterna paz de las alturas, bajo el signo | tación suprema en el estallido de las cri-
indeleble del Crucero... Juan Carlos Gó- j sis revolucionarias los pongan en condi-
mez pensaba como un furibundo ultra- ¡ ción de deducir las últimas consecuencias
montano, y la realización de su sueño ; prácticas y activas de su lógica.—La idea
implica un privilegio ofensivo para mi- i central, en el espíritu del jacobino, es el
llares de conciencias humanas que ven absolutismo dogmático de su concepto
levantarse en su horizonte la imagen de l de la verdad, con todas las irradiaciones
un dios en que no creen; y lo implicará ; que este absolutismo parten para la teo-
mientras no se levanten también en las . ría y la conducta. Así, en su relación con
cumbres circunvecinas, formando tabla ¡ las creencias y convicciones de los otros,
redonda, otras semejantes estatuas de ; semejante idea implica forzosamente la
Buda, de Zoroastro, de Confucio, de Só- intolerancia: la intolerancia inepta para
crates, de Filón.., y de Kant, comprender otra posición de espíritu que
la propia; incapaz de percibir la parte de
verdad que se mezcla en toda convicción
sincera y el elemento generoso de idea-
lidad y de belleza moral que cabe hallar
VIII unido a las más palmarias manifestacio-
¿JACOBINISMO? ; nes de la ilusión y del error, determinan-
i do a menudo una fraternidad de móviles
y sentimientos que se levanta por enci-
Concluye su refutación el doctor Díaz i ma de los deslindes de ideas y vincula
exponiendo su concepto del liberalismo ; con lazos más íntimos que ios que esta-
en relación con la idea de tolerancia, [ blece la escuela, el partido o la secta, a
que di por característica, en mi carta, al \ los hombres que militan por el mundo en
espíritu liberal.—El criterio en que se j campos distintos. Y como aptitud igual-
funda ese concepto es genuinamente ja- | mente inconciliable con su índole, falta
cobino, y confirma este nombre de jaco- j al jacobinismo el sentido humano de la
binismo que apliqué a las iniciativas y ; realidad, que enseña a olvidar los proce-
tendencias cuya defensa ha asumido el | dimientos abstractos de la lógica cuando
conferenciante. [ se trata de orientarse en ei campo infini-
Contestando en esta parte al doctor ¡ tamente complejo de los sentimientos in-
Díaz, explicaré el porqué de la expresión ¡ dividuales y sociales, cuyo conocimiento
al joven e inteligente escritor que me ha ! será siempre la base angular de todo pro-
'hecho caraos en las columnas del sema- I

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO \ JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 289

pósito eficaz de educación y reforma. de odio para el creyente o para el no cre-


La misma facultad dominante que se yente.
halla en el fondo de los excesos brutales, No cabe duda de que la filiación direc-
pero indisputablemente sincesos, de la ta de esta escuela seudoliberal se remon-
tiranía jacobina, constituye el fondo de ta a la filosofía revolucionaria del si-
la intolerancia puramente ideológica e j glo XVII, a la filosofía que fructificó en
inerme que inspira una página o una j la terrible lógica aplicada del ensayo de
arenga neojacobinas sobre puntos de re- ! fundación social del jacobinismo, y que,
íigión, filosofía o historia; aunque para i por io que respecta al problema religio-
llegar del uno al otro extremo hay que so, culminó en el criterio que privaba en
salvar grandes distancias en el desenvol- las vísperas de la reacción neocatólica de
vimiento lógico de la misma pasión, y Chateaubriand y Bonald; cuando se escri-
aunque para no pasar de cierto grado, bía y divulgaban Las nanas de Palmira;
en la transición del uno al otro, es indu- cuando se admiraba a Holbach y a La
dable que sería suficiente en muchos ca- | Mettrie; cuando las religiones aparecían
sos la fuerza instintiva del sentido nio- j como embrollas monstruosas, urdidas
ral.—-El nombre, pues, clasifica con ín- ! calculadamente por unos cuantos impos-
distinta exactitud ambas formas de in- tores solapados y astutos, para asentar
transigencia fanática, relacionándolas por su predominio sobre un hato de imbéci-
una analogía más fundamental que las les, soporte despreciable de las futuras
que se basan en la materialidad de los creencias de la Humanidad.
hechos o las apariencias; así como las El criterio histórico era, en aquella fi-
clasificacicnes de los naturalistas orde- losofía, como lo es hoy en las escuelas
nan, bajo un mismo nombre genérico, es- que la han recibido en patrimonio, la
pecies aparentemente diferentísimas, pe- aplicación rígida e inexorable de unos
ro vinculadas por un rasgo orgánico más mismos principios al juicio de todas las
hondo que los que determinan la seme- épocas y todas las instituciones del pa-
janza formal. sado, sin tener en cuenta la relatividad
El antecedente teórico de la tendencia de las ideas, de los sentimientos y de las
jacobina es la filosofía de la Enciclope- costumbres; por donde fases enteras de
dia: la ideología de Condillac, de Helve- • la historia—la Edad Media, la España del
c
io, de Rousseau, expresión del mismo siglo xvi, el catolicismo, el feudalismo—
e
spíritu de lógica y de dogmatismo qus eran condenadas de plano, sin la piadosa
había engendrado, alrededor de ideas ; excepción de un hecho o un nombre, co-
aparentemente opuestas, la filosofía cató- mo estériles, perversas, afrentosas y es-
lica y monárquica del siglo de Luis XIV, túpidas.—-Si renunciando a ia implacabi-
c
°n la argumentación oratoria de Bos- lidad de sus odios, aquella filosofía se
suet v la «razón razonante» de Descartes. levantaba alguna vez a la esfera de la
* # jacobinismo, como doctrina y escue- tolerancia, jamás pasaba de la tolerancia
ta, persiste y retoña hasta nuestros días, íntelectualista y displicente de Voltaire
er
> este género de seudoliberalismo, cuya o de Bayle, que no se funda en intuición
Psicología se identifica en absoluto con j de simpatía, en penetrante poder de com-
ta psicología de las sectas: el mismo fon- i prensión, como la de un Renán o un
do dogmático; la misma aspiración al do- Saínte-Beuve, sino sólo en una fría leni-
nimio exclusivo de la verdad; el mismo dad intelectual.--Y todos estos rasgos ca-
a
Pego a la fórmula y la disciplina; el racterísticos mantienen en las escuelas
J/nsrno menosprecio de la tolerancia, con- que representan, más o menos adaptados
Ul
nd.ida con la indiferencia o con la apos- a las condiciones del pensamiento con-
tas
ía; la misma mezcla de compasión y i temporáneo, el mismo espíritu; con la
>;-r.)!)0. - 1 0
290 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

diferencia—no favorable, ciertamente, pa-, langes, reconstruyendo la voluntad, el


ra éstas—de que la filosofía de la Enci- pensamiento y las instituciones sociales
clopedia tenía, para sus apasionamientos y políticas de los siglos más desdeñados
e injusticias, la disculpa de la gran obra o calumniados de la historia, para con-
de demolición y allanamiento que había | currir así a demostrar que no se inte-
de cumplir para cooperar en los desti- ' rrumpió en ellos la acción del nisstts se-
nos del mundo. ¡ creto que empuja la conciencia de la hu-
Todo el sentido filosófico e histórico manidad a la realización de un orden, al
del siglo xix—si se le busca en sus ma- \ cumplimiento de una norma de verdad y
nifestaciones más altas, en las cumbres | de belleza.
que son puntos persistentes de orienta- El sentido de la obra intelectual del
ción—concurre a rectificar aquel estrecho siglo xix es, en suma, la tolerancia; pero
concepto del pensamiento libre, y aquella no sólo la tolerancia material, la que
triste idea de las cosas pasadas, y aquel protege la inmunidad de las personas, la
pobre sistema de crítica religiosa.—El | que se refiere a derechos y libertades
pensador, en el siglo xix, es Goethe, le- \ consignables en constituciones y leyes,.
vantando la tolerancia y la amplitud a la I sino también, y principalmente, la tole-
altura de una visión olímpica, en que se | rancia espiritual, la que atañe a las rela-
percibe la suprema armonía de todas las ciones de las ideas entre ellas mismas,
ideas y de todas las cosas; es Spencer, la que las hace comunicarse y cambiar in-
remontando su espíritu soberano a la es- ! fluencias y estímulos, y comprenderse y
fera superior desde la cual religión y j ampliarse recíprocamente: la tolerancia
ciencia aparecen como dos fases diferen- afirmativa y activa, que es la gran escue-
tes, pero no inconciliables, del mismo la de amplitud para el pensamiento, de
misterio infinito; es Augusto Comte, ma- delicadeza para la sensibilidad, de per-
nifestando a cada paso su alto respeto fectibilidad para el carácter.
histórico por la tradición cristiana, y to- No le agrada esa tolerancia al distin-
mándola como modelo en su sueño de guido portavoz del Centro Liberal, que
organización religiosa; es Renán, obte- \ ve en ella una suerte de claudicación pa-
níendo de la explicación puramente hu- • siva; y nada manifiesta mejor la índole
mana del cristianismo el más sólido fun- sectaria y estrecha de su liberalismo.—
damento de su glorificación, y mantenien- j Dando a la verdad y el error, en cierto
do vivo, a pesar de su prescindencia de j género de ideas, la significación absolu-
lo sobrenatural trascendente, un profun- ' tamente precisa, con que se ilusionan to-
do sentido de religiosidad; es Taine, de- ' dos los espíritus dogmáticos; que excluye
clarando que la civilización europea no , cuanto hay de subjetivo y relativo en las
podría dejar extinguirse en su seno el opiniones de los hombres; que prescinde
espíritu cristiano sin provocar una re- de la eterna plasticidad y el perpetuo
crudescencia de barbarie, e instaurando devenir de las fórmulas de la verdad, re-
el más severo proceso del jacobinismo duciendo la complexión infinita del pen-
práctico y teórico; es Carlyle, llevando ¡ samiento humano a la simplicidad de una
su capacidad de simpatía hasta sentir lucha teogónica entre un Ormuz, todo
el germen de idealidad y superiores an- claridad, y un Arimán, todo tinieblas,
helos que despunta en el fetichismo del concluye que no hay tolerancia legítima
salvaje; es Max Müller, aplicando al ! con el Error encarnado en ideas o insti-
estudio de las religiones tantos tesoros tuciones, sino que la Verdad ha de per-
ele ciencia como de intuitiva y piadosa ; seguirlo sin tregua ni misericordia, pava
sensibilidad; y es Thierry y es Sismondi que no envenene las conciencias, y que
v es Vioilet-le-Duc y es Fuste] de Cou- esta implacable hostilidad y represión

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISAl 0.—CONTRARRÉPLICAS 291

es «una grande obra de amor humano». su nido la mentira que estorba el paso
Criterio permanente de todas las intole- a mi verdad.—¿Por qué arrojas al fue-
rancias; criterio con que se han autori- go, inquisidor español, esos tesoros de
zado y legitimado todas las persecucio- literatura oriental, de Salamanca? Por-
nes por motivo de ideas, y que constitu- que quien los conociere podría tentarse
ye, desde luego, la exacta repetición de a abandonar la verdad por el error,—
las razones que han estado siempre en ¿Por qué incluyes en tu índex, Pontífice
labios-* de la iglesia católica para justifi- romano, tantas obras maestras de la filo-
car la persecución de la herejía. Porque, sofía, la exégesis y la literatura? Porque
como nadie que tiene una fe o una con- represento la Verdad y tengo el deber de
vicción absoluta deja de considerar que guardar para ella sola el dominio de las
ía verdad está con él y sólo con éi, es conciencias.
obvio que, proclamada la vanidad o la En el desenvolvimiento de esta lógica,
culpabilidad de ser tolerante con las ins- es bien sabido que las personas mismas,
tituciones y las ideas erróneas, nadie de- en sus inmunidades más elementales y
jará cíe reivindicar exclusivamente para sagradas, no quedan muy seguras... To-
sí el derecho de ejercer esa tolerancia do está en que se entenebrezca el hori-
lícita, plausible y redentora, en opinión zonte y se desate la tormenta. Y así,
del conferenciante, que consiste en perse- todas las intolerancias que empiezan por
guir el error, acorralarlo y extinguirlo, afirmar de modo puramente ideal y doc-
sin consentirle medio de difundirse e ín- I trinario: «Soy la eterna, exclusiva e in-
sinuarse en las almas.—Siempre habrá ; modificable verdad», pasan luego, si ha-
' mil respuestas, absolutamente distintas, : llan la ocasión propicia, a auxiliarse del
pero indistintamente seguras de sí mis- ¡ «brazo secular» para quemar libros o
mas, para la eterna pregunta de Píiato: ' romper estatuas, cerrar iglesias o clausu-
«¿Qué significa la verdad?» rar clubes, prohibir colores o interdecir
¿Por qué inutilizas, monje de la Edad himnos; hasta que el último límite se
Media, ese precioso manuscrito, para em- quebranta, y las personas no son ya más
plear el pergamino en trazar fórmulas ! invulnerables que las ideas y las insti-
de tus rezos? Porque lo que dice es fal- tuciones; y partiendo por rumbos dia-
so y lo que yo voy a estampar encima es metralmente opuestos, se unen en el mis-
la verdad,—¿Por qué incendias, califa mo culto de Moloch—como caminantes
musulmán, los libros ele la biblioteca de que, dando la vuelta redonda, se asom-
Alejandría? Porque si no dicen más que brasen de llegar al mismo punto—Tor-
lo que está en mi Ley, que es ía verdad, quemada y Marat; Jacobo Clement y
son innecesarios, y si dicen lo que no j Barére; los sambartolomistas y los sep-
e
stá en mi Ley, son mentirosos y blas- ; tembristas; el Santo Oficio y el Comi-
femos.—¿Por qué rompes, cristiano into- té de Salud Pública; ios expulsores de
lerante de los primeros siglos, esas bellí- moros y judíos y los incendiarios de
simas estatuas de Venus, de Apolo, de iglesias y conventos.
Minerva? Porque son dioses falsos que
disputan su cuito al Dios de la verdad.— ;
¿Por qué despedazas, sectario calvinista,
tas imágenes de ese templo de Orleáns? IX
Porque mi interpretación de la Biblia, j.
Que es la verdadera, me dice que son j CONCLUSIÓN
ídolos del error.--¿Por qué profanas, go- j
tierno revolucionario, las naves de Núes- Falso concepto de la tolerancia que
ir
a Señora de París? Porque allí tiene censura tiene el doctor Díaz, cuando su-
292 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS CO Ai FLETAS

pone que ella excluye la acción, en los | ¡Pensamiento libre!... He aquí otro mo-
partidarios de la libertad, dejando libre ! tivo de consideraciones que bien mere-
el campo a los avances enemigos. Las ! cían una prolija atención si estos ar-
condiciones de la acción no son otras tículos no se hubieran dilatado ya más
que el derecho y la oportunidad. Lo le- de lo justo.—¿Piensa por ventura el doc-
gítimo de la acción represiva empieza tor Díaz que no hay más que romper
donde se prueba que el derecho de al- el yugo de los dogmas católicos para
guno ha ultrapasado sus límites para per- adquirir la libertad de pensar? El libre
judicar al de otros. Y la hora de una ini- | pensamiento es cosa mucho más ardua y
ciativa ha sonado cuando se demuestra I compleja de lo que supone la superficial
e! interés social que la hace necesaria u interpretación común que le identifica
oportuna. No serán las agitaciones libe- con la independencia respecto de la fe
rales, per se, las que puedan disgustar- tradicional. Es mucho más que una fór-
nos, sino lo gratuito e inoportuno de ! muía y una divisa: es un resultado de
ellas. No es el movimiento anticlerical | educación interior, a que pocos, muy po-
en sí mismo, sino su vana provocación ] eos, alcanzan. Pensar con libertad, o no
con actos como eí que discutimos, des- : significa sino una frase hecha, o significa
acertados e injustos, que aun cuando no pensar por cuenta propia, por esfuerzo
lo fueran, estarían siempre en evidente consciente y racional del propio espíri-
desproporción de importancia para con tu; y para consumar esta preciosa eman-
la intensidad de los agravios que causan cipación y para adquirir esta difícil ca-
y de las pasiones que excitan.—Dígase- pacidad, no basta con haberse libertado
nos cuál es la acción fecunda a que se de la autoridad dogmática de una fe.
nos convoca en nombre de la libertad; Hay muchas otras preocupaciones, mu-
indíquesenos dónde está concretamente chos otros prejuicios, muchas otras au-
la reforma que es necesario, justo y opor- ; toridades irracionales, m u c h o s otros
tuno hacer práctica; y si reconocemos la ! convencionalismos persistentes, muchas
necesidad y sentimos la justicia y vemos : otras idolatrías, que no son la fe religio-
la oportunidad, acompañaremos sin va- sa, y a ios cuales ha menester sobrepo-
cilar la iniciativa y ni aun nos importará nerse el que aspire a la real y efectiva li-
que ella haya de realizarse a costa de bertad de su conciencia. Todo lo que
estas turbulencias que son la protesta tienda a sofocar dentro de una fórmula
inevitable de la tradición y la costumbre. preestablecida la espontaneidad del jui-
Pero suscitar primero la agitación para cio personal y del raciocinio propio; todo
buscar después pretextos que la justifi- | lo que signifique un molde impuesto de
quen; tocar primero a rebato para descu- | antemano para reprimir la libre activi-
brir después el peligro a que deba co- dad de la propia reflexión; todo lo que
rrerse; componer primero la tonada para importe propósito sistemático, afirma-
después idear la letra que haya de ajus- ción o negación fanáticas, vinculación vo-
tar a su ritmo, eso no puede parecemos tiva con cierta tendencia incapaz de rec-
más que fuerza perdida y bulla estéril, tificarse o modificarse, es, por definición,
propia para alborotar a los muchachos ! contrario a la libertad del pensamiento.
y sacar a luz toda la prendería de las j Y, por lo tanto, las organizaciones seu-
declamaciones antipapales y antiinquisi- i doliberales que entrañan la guerra incon-
íoriaies, pero absolutamente vana para i dicionaí y ciega contra determinada fe
cuanto signifique un adelanto positivo i religiosa, excluyendo la posibilidad de di-
en la marcha de las ideas, una conquista j ferenciar, de discernir, de hacer salveda-
sólida en el sentido del pensamiento \ des y excepciones que 3a justicia exija, en
libre. i cuanto a la tradición histórica o en cuan-

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OBRA ORIGINAL.—4; LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—CONTRARRÉPLICAS 293

lo a las manifestaciones actuales de esa ' intelectualmente, del vulgo, están entera-
fe—vale decir: excluyendo la posibilidad dos de que la tierra se mueve alrededor
de un ejercicio legal e independiente del de sí misma y alrededor dei sol. Pero
criterio personal—, son en sí mismas una entre ciento que lo saben habrá dos o
persistente negación del pensamiento li- i tres que sean capaces de probarlo. Los
bre. demás quedarían absolutamente descon-
Si para llamarse a justo título libre- certados si se les exigiera una demostra-
pensador bastara con inscribirse en los ción de que no tienen noticia o que nun-
registros de una asociación de propa- j ca han analizado por sí mismos para
ganda y participar de los odios anticle- i comprenderla; pero no por eso dejan de
ricales, dependería de un acto de volun- i abrigar la íntima seguridad de lo que di-
tad—menos aún, de un movimiento re- ; cen, hasta el punto de que no vacilarían
flejo—el ser efectivamente librepensador; en aceptar, en favor de ello, una apuesta
pero el hecho es que poder llamárselo en que les fuese la fortuna o la vida.
con verdad es cosa difícil; tanto, que, La multitud cree, pues, en la autoridad
para que el libre pensamiento pudiera de la ciencia por fe, por adhesión irra-
ser la característica psicológica del ma- | cional, por docilidad hipnótica; por mo-
yor número, se requeriría en la generali- i tivos absolutamente ajenos a la activa
dad de los espíritus un estado de eleva- intervención de su raciocinio; como hu-
ción mental que hoy no es lícito, ni aun biera creído, a nacer dos siglos antes, en
con el mayor optimismo, reconocer sino la autoridad de la fe religiosa y en los
en un escaso grupo. Fácil sería demos- i dogmas que esa autoridad impone, Y
trar', en efecto, que ia gran mayoría de ;{ lo que se dice de las verdades científicas,
los hombres, los que forman multitud puede, con doble fundamento, decirse de
para echarse a la calle en día de mitin y las ideas morales y sociales. Muy pocos
auditorio numeroso con que llenar salas 1 son los que se encuentran en el partido,
de conferencias para aplaudir discursos escuela o comunión de ideas a que per-
entusiastas, no pueden ser, dado el actual tenecen, por examen propio y maduro,
nivel medio de cultura de las socieda- por elección de veras consciente, y no
des humanas, verdaderos librepensado- por influencias recibidas de la tradición,
res. Y no pueden serlo—si se da a esa pa- del ambiente o de la superioridad ajena.
labra el significado que real e íntimamen- Mientras el nivel medio de cultura de Ja
te tiene y no el que le atribuye el uso i humanidad no alcance muchos grados
vulgar—porque lo que creen y proclaman I más arriba, no hay que ver en ningún
J_ juran, aunque marque el grado má- género de proselitismo un convencimien-
ximo de exaltación en punto a ideas lí- to comunicado, por operación racional,
brales, no ha sido adquirido por vía de de inteligencia a inteligencia, sino una
convencimiento racional, sino por pre- obra de mera sugestión. Si sugestionados
míelo, por sugestión o por preocupación, son la mayor parte de los que llevan ci-
^a misma docilidad inconsciente y auto- rios en las procesiones, sugestionados
mática que constituía en lo pasado el son la mayor parte de los que se burlan
;°°puIoso cortejo de los dogmas religio- de ellos desde el balcón o la esquina. El
Sos
. constituye en nuestros días ei no sueño y la obediencia de somnámbulo,
menos populoso cortejo de las verdades con los que Tarde ha asimilado la ma-
científicas vulgarizadas y de las ideas de nera como se transmite y prevalece la.
'[religiosidad y libertad que han llega- I fuerza social de imitación, siguen siendo
^ al espíritu de la muchedumbre.- --Mu- | el secreto de toda propaganda de ideas y
chísimos son—valga esto de ejemplo ! pasiones. No hay por qué sublevarse con-
: ' tra esto, que está todavía en la natura-
°s que; a i m e n c a p a s m i l y inferiores,
294 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

leza de las cosas humanas; pero propen- ¡ de una fe con el odio ciego de una in-
der a que deje de ser tal la ley de la j credulidad
necesidad es la gran empresa del pen- Abandone, pues, el doctor Díaz su ge-
samiento libre. nerosa ilusión de que todos los que con-
Y entendido y definido así el libre ¡ curren a oírle son librepensadores y de
pensamiento, ¿qué será necesario para ; que su aplauso es la sanción consciente
aumentar el número, forzosamente redu- j del libre pensamiento. Mucho le aplaude
cido aún, de los que pueden llamarse li- '.ahora su auditorio; pero si extremara
brepensadores? Tratar de aumentar el | la nota y subiera el tono de sus invec-
número de los hombres capaces de exa- tivas, no le quepa duda de que aún le
minar por sí mismos antes de adoptar j aplaudiría mucho más. Lo característico
del sentido crítico de la mayoría es no
una idea, antes de afiliarse en una co- entender de matices. En arte, como en
lectividad, antes de agregarse a la ma- , moral, como en cualquier género de
nifestación que ven pasar por la calle, ideas, la ausencia de la intuición de los
antes de prenderse la divisa que ven lu- i matices es el límite propio del espíritu
cir en el pecho del padre del hermano o ' de la muchedumbre. Allí donde la retina
del amigo. Y como esta capacidad depen- : cultivada percibirá nueve matices de co-
de de los elementos que proporciona la ! lor, la retina vulgar no percibirá más que
cultura y del recto ejercicio del criterio, tres. Allí donde el oído cultivado percibi-
se sigue que la tarea esencial para los ] rá doce matices de sonido, el oído vulgar
fines del pensamiento libre es educar, no percibirá sino cuatro. Allí donde eí
es extender y mejorar la educación y la i criterio cultivado percibirá veinte mati-
instrucción de las masas; por cuyo cami- i ces de sentimientos y de ideas, para ele-
no se llegará en lo por venir, si no a for- gir entre ellos aquel en que esté el punto
mar una mayoría de librepensadores en de la equidad y la verdad, el criterio
la plena acepción de este concepto—por- j vulgar no percibirá más que dos matices
que la superior independencia de toda su- j extremos: el del sí y el del no, el de la
gestión, preocupación y prejuicios siem- j afirmación absoluta y el de la negación
pre seguirá siendo privilegio de los es- absoluta para arrojar de un lado todo
el peso de la fe ciega y del otro lado
píritus más enérgicos y penetrantes—por todo el peso del odio iracundo.
lo menos a asegurar en la mayor parte ;
de los hombres una relativa libertad de Esto es así y es natural y forzoso que
pensar.—Este es el liberalismo, para sea así, desde que la diferenciación de
quien atienda a la esencia de las cosas y los matices implica un grado de com-
las ideas; éste es el pensamiento libre, plejidad mental que sería injusto y ab-
que, como se ve, abarca mucho más e im- surdo exigir del espíritu de la multitud.
Es más, quizá conviene, en ella, esta in-
plica algo mucho más alto que una sim- ¡ ferioridad relativa; porque el modo como
pie obsesión antirreligiosa; y el procedi- puede ser eficaz la colaboración de la
miento con que puede tenderse eficiente- multitud en los acontecimientos huma-
mente a su triunfo es, lo repito, el de la nos es el de la pasión fascinada e im-
educación atinada y metódica, perseve- petuosa, que lleva con ceguedad sublime
rante y segura, que nada tiene que ver a la heroicidad y al sacrificio, y que no
con organizaciones sistemáticas condu- se reemplazará de ninguna manera en
centes a sustituir un fanatismo con otro ciertos momentos de la historia; seme-
fanatismo; la autoridad irracional de un jante la muchedumbre en esto al hombre
dogma con la autoridad irracional de una ; de genio en la fundación moral o la. ac-
.sugestión de prejuicios; el amor ciego ción, que también debe su fuerza pecu-

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—APÉNDICE 295

liar a ío absoluto de su fe, a su arrebato ¡ cio de la libertad individual, sacrificada


y obsesión de alucinado. El día en que a la imposición avasalladora de la volun-
intelectuahzásemos al pueblo, para que tad y el interés colectivo, Heve al mundo.
su pensamiento fuera real y verdadera- con acelerado paso, a una de esas situa-
mente Ubre; el día en que lográsemos ciones de unversal nivelación, en que el
darle la aptitud de comparar y analizar, opresor—persona o multitud, César o
¿quién sabe, después de todo, si este don plebe—reclama a un tiempo para sí el
del análisis dejaría subsistir la virtud de Imperio y el Pontificado, obligando al
su omnipotente entusiasmo?... pensamiento individual a refugiarse en el
Pero no se trata aquí de discutir con íntimo seguro de las conciencias, como
quien es vulgo, sino con quien se levanta las aves que se acogen a los huecos de
muy arriba del vulgo; y por eso cabe pre- las torres que se deshacen y de los tem-
guntar si la fuerza empleada en adap- plos que se derrumban.
tarse al ambiente de la vulgaridad no Si ése es el inmediato porvenir, habre-
tendría mejor empleo en propender a mos de resignarnos a no ser ya entonces
elevar la vulgaridad al nivel propio. hombres de nuestro tiempo.—Pero la efi-
El doctor Díaz tiene méritos y condi- cacia inmortal de la idea de la libertad
ciones con que aspirar a triunfos mucho que concretó las primeras convicciones
más altos que el de estas propagandas de nuestra mente, que despertó los pri-
y estos discursos. meros entusiasmos de nuestro corazón,
Su liberalismo es probablemente el de y que encierra en sus desenvolvimientos
la mayoría; se lo concedo sin dificultad. concéntricos la armonía de todos los de-
¿Será también el que, en el inmediato rechos, la tolerancia con todas las ideas,
porvenir, prevalezca y se realice en el el respeto de todos los merecimientos
mundo? históricos, la sanción de todas las supe-
No es imposible. rioridades legítimas—seguirá siendo, en
No es imposible que se preparen en mayoría o minoría, el paladión del de-
el mundo días aciagos para la libertad recho de todos—y allí donde quede una
humana. No es imposible que—según sola conciencia que la sienta, ¡allí estará
augures pesimistas suelen profetizarlo— la equidad, allí la justicia, allí la espe-
la corriente de las ideas, precipitándose ranza para la hora del naufragio y de la
cada día más en sentido del menospre- decepción!

APÉNDICE
EL SENTIMIENTO RELIGIOSO Y LA CRITICA (1)

S. D. R. Scafarelli. que es autor (2), cierta desconfianza suya


Estimado amigo: No me pasó inad- respecto a la disposición de ánimo con
vertida, cuando tuvo usted la amabilidad que yo lo leería y juzgaría. Pensaba us-
c e
' poner en mis manos el opúsculo de ted que llegaba a tienda de enemigo, y
que su obsequio era la espada que se
ofrece caballerescamente por la empuña-
} <*) Por exponer ideas que se relacionan con
•^ de los anteriores artículos, y en cierto rao- dura. He de decir a usted en qué acertó,
^ las complementan, incluvo aquí esta carta,
t J ' E. R.i (2) El Manir del Gólgota. L J. R.]
296 JOSH ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y en qué proporción, mucho mayor, no que más excelsamente deben levantarse


acertó. sobre toda baja realidad. Pero crea usted
Del punto de vista de las ideas, gran- que nada me inspira más respeto que la
de es la distancia que nos separa. Si j sinceridad religiosa, dondequiera que ella
sólo como profesión de ideas hubiera yo ; se manifieste, cualesquiera que sean los
de considerar su opúsculo, resultaría qui- ! dogmas a que viva unida. Ante el fer-
zá que no habría en él dos líneas que ] vor que brota del recogimiento del cora-
no suscitasen en raí el impulso de la zón, y presta alas de inspiración al pen-
contradicción y, en ocasiones, el senti- samiento, y trasciende a la conducta en
miento de protesta y de angustia con que {caridad y amor, respeto y admiro. Ja-
se asiste al espectáculo de un espíritu más me sentiré tentado a encontrar ob-
capaz de desplegar con amplia libertad jeto de desprecio o de burla en lo apa-
su vuelo y a quien contienen y limitan rente y literal de un dogma, si por bajo
las trabas de dogmas difícilmente con- de él, enfervorizando el espíritu que lo
ciliables con los fueros de la libre in- profesa, percibo un hondo y personal
vestigación y de la razón independiente. sentimiento del impenetrable misterio de
Pero si en sus páginas no hubiese más que son símbolos o cifras todos los dog-
que la escueta exposición de las ideas, mas.
ellas no tendrían otro interés que el que La preocupación del Misterio infinito
consistiría en proponer una vez más al es inmortal en la conciencia humana.
debate dogmas cien mil veces confesa- Nuestra imposibilidad de esclarecerlo no
dos, cien mil veces negados, cien mil es eficaz más que para avivar la tenta-
veces controvertidos. Hay algo más que ción irresistible con que nos atrae, y aun
considerar en lo que usted ha escrito, y cuando esta tentación pudiera extinguir-
algo más hondo y original que las ideas, se, no sería sin sacrificio de las más hon-
y es el espíritu personal, el sentimiento das fuentes de idealidad para la vida y
ambiente, el aroma de la fe que se en- de elevación para el pensamiento. Nos
treabre en un alma joven y entusiástica inquietarán siempre la oculta razón de
y la embalsama e inspira; y éste es el lo que nos rodea, el origen de donde ve-
interés intenso que su libro entraña, nimos, el fin adonde vamos, y nada será
esto lo que le da valor moral y estético, capaz de sustituir al sentimiento religio-
ésta la nota que le redime ele la vul- so para satisfacer esa necesidad de nues-
garidad. tra naturaleza moral, porque lo absoluto
Por otra parte, aunque en la clasifica- del Enigma hace que cualquiera explica-
ción de las ideas ocupemos campos dis- ción positiva de las cosas quede fatal-
tintos, no hallo en mi espíritu repug- mente, respecto de él, en una despropor-
nada ni dificultad para ponerme al uní- ción infinita, que sólo podrá llenarse por
sono del suyo, como lo exige la ley de la absoluta iluminación de una fe. Desde
simpatía que es fundamento de toda crí- este puto de vista, la legitimidad de las
tica certera, a fin de comprenderle y juz- | religiones es evidente. Fíaquean en lo
garle. Nada me irrita más que la religio- | que tienen de circunscrito y negativo;
sidad mentida, máscara que disfraza con fíaquean cuando pretenden convertir lo
la apariencia de una fe los propósitos j que es de una raza, de una civilización o
temporales de más o menos bajo vuelo; | de una era: el dogma concreto y las
y la religiosidad tibia, frivola y munda- i fórmulas plásticas del culto en esencia
na, sin profundidad y sin unción, dilet- ¡ eterna e inmodificable, levantada sobre
íantismo indigno; y la groseramente fa- la evolución de las ideas, los sentimien-
nática, que degrada al nivel de las bru- tos y las costumbres. Y fíaquean aún
tales disputas de los hombres las ideas más y justifican la protesta violenta y la

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OBRA ORIGINAL.—4: LIBERALISMO Y JACOBINISMO.—APÉNDICE 297

resistencia implacable, cuando, descen- autores franceses, aun los más sutiles,
diendo de la excelsa esfera que les es aun los más hondos, página donde se
propia, invaden el campo de los intere- establezca la posición de la conciencia
ses y pasiones del mundo, convertidas libre frente al problema religioso, de ma-
en instrumentos de predominio material, nera que plenamente me satisfaga. Er-
que hieren con los filos de la intoleran- nesto Renán es una excepción. Hay en
cia y aspiran a imponerse por la repre- la manera como este extraordinario es-
sión de las conciencias. píritu toca cuanto se relaciona con el
Si tuvieran la noción clara de sus lí- sentimiento y el culto del eterno Miste-
mites, nada faltaría para sellar por siem- : rio, un tacto exquisito y una facultad de
pre su convivencia amistosa con el espí- simpatía y comprensión tan hondas, que
piritu de investigación positiva y con los hacen que se desprenda de sus páginas
fueros de la libertad humana. «La posi- —escépticas y disolventes para el crite-
ción central de las religiones es inex- rio de la vulgaridad—, una real inspira-
pugnable», ha dicho Herbert Spencer en ; ción religiosa, de las más profundas y
aquel maravilloso capítulo de Los prime- durables, de las que perseveran de por
ros principios, que se intitula Reconci- vida en el alma que ha recibido una vez
liación, y en el que la austeridad del su balsámica unción.
pensamiento llega—sin otra fuerza paté- El librepensamiento, tal como yo lo
tica que su propia desnuda eficacia—a concibo y lo profeso, es, en su más ín-
producir en nuestro ánimo conmovido el tima esencia, ía tolerancia; y la toleran-
sentimiento de concordia, de paz, de bea- cia fecunda no ha de ser sólo pasiva,
titud, con que el espectador del teatro sino activa también; no ha de ser sólo
antiguo asistía, en el solemne desenlace actitud apática, consentimiento desdeño-
ele Ja tragedia, a la solución y purifi- so, fría lenidad, sino cambio de estímu-
cación de todo conflicto de pasiones: | los y enseñanzas, relación de amor, po-
efecto' de serenidad ideal que constituye I der de simpatía que penetre en los abis-
el más alto de los triunfos, así en la es- mos de la conciencia ajena con la intui-
fera del pensamiento especulativo como ción de que nunca será capaz el corazón
en la del arte. indiferente.
Yo, que soy tan profundamente latino Y más que cualquiera otras, son las
en mi concepción de la belleza y de la cuestiones religiosas las que requieren
vida, y en mis veneraciones históricas, ; este alto género de tolerancia, porque
encuentro en nuestro libre pensamiento ; son aquellas en que por más parte entra
íatino una tendencia a la declamación i en el fondo inconsciente e inefable de
forense—eterna enemiga de la austera ! cada espíritu, y en que más se ha me-
Mens interior—y una unilateralidad y nester de esa segunda vista de la sensi-
una ausencia de la delicadeza y penetra- bilidad que llega a donde no alcanza la
ción intuitiva para llegar al espíritu de perspicuidad del puro conocimiento.
las religiones y comprender y sentir su Con esa tolerancia he leído, sentido y
eterno fondo inefable, que le dejan a comprendido su libro, yo, que si como
cien leguas de las inspiradas intuiciones objeto de análisis fríamente intelectual
de un Carlyle, cuyo sentido profundo al- ' hubiera de tomarlo, sólo hallaría motivo
canza hasta iluminar el germen noble de en él para una crítica estrecha y negati-
Realidad y superiores anhelos que des- va. En general, con esa tolerancia encaro
Punta en la adoración temblorosa del cuando leo, si reconozco en ello sinceri-
salvaje ante el grosero fetiche. El pen- dad: ya se trate de religión, de ciencia
samiento francés es mi encanto; y con o de literatura. En la educación de mi
todo, muy rara vez he encontrado en ! espíritu, de una cosa estoy satisfecho;
298 JOSÉ ENRIQUE RODO.- -OBRAS COMPLETAS

y es de haber conquistado, merced a una ¡ de esta diferencia nacen, el fundamen-


constante disciplina interior—favorecida to de una comensalía espiritual. Nos en-
por cierta tendencia innata de mi natu- contramos en el camino; usted me habla
raleza mental—, aquella superior ampli- de su fe y del amor que le tiene, con
tud que permite al juicio y al sentimien- j sinceridad y entusiasmo; yo, le escucho
to, remontados sobre sus estrechas de- con interés. Cuando me llegue el turno,
terminaciones personales, percibir la yo le hablaré con igual íntima verdad, de
nota de verdad que vibra en el timbre la manera como a mi alma se impone la
de toda convicción sincera, sentir el rayo atracción del formidable enigma, y de
de poesía que ilumina toda concepción lo que creo, y de lo que dudo; y usted
elevada del mundo, libar la gota de amor me escuchará también, y así ambos sal-
que ocupa el fondo de todo entusiasmo dremos ganando; porque lo único que
desinteresado. no deja beneficio al espíritu es la fal-
Por eso, el libro suyo que vino a mí sedad, es la vulgaridad, es la pasión fa-
no puede decirse que viniera a real de j nática; es el sermón del clerizonte zafio,
enemigo. ¿Quién habla de enemistad sin claridad ni delicadeza; es la invec-
cuando se trata de las confidencias de tiva del jacobino furibundo, sin elevación
ideales y esperanzas, que se cruzan de ni cultura; mientras que siempre hay
corazón a corazón, de conciencia o con- algo que aprender en lo que piensa y
ciencia? siente sobre las cosas superiores un alma
La enemistad por razón de ideas es lealmente enamorada del bien y la ver-
cosa de fanáticos: de los fanáticos que dad.
creen y de los que niegan. Las almas Créame su affmo. amigo,
generosas hallan en la misma diferen-
cia de sus ideas, y en los coloquios que I JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

FI\T
DE
«LIBERALISMO Y JACOBINISMO»

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5

MOTIVOS DE PROTEO
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MOTIVOS DE PROTEO

PROLOGO
I García Calderón (2 de agosto de 1904) y
que ya ha sido comentada en la Intro-
(¡ACIA 1898, y durante algún tiempo,ducción general (II, 6). Lo que en 1900 se
i acarició Rodó el proyecto de pu- proyectó como un opúsculo, complemen-
' blicar en un volumen (que se titu- tario de Ariel, fué creciendo hasta con-
laría Cartas a...) la materia que se en- vertirse en una obra enorme e ilimitada,
cuentra ahora dividida entre Ariel y Mo- de la que extrajo en 1909 los Motivos de
tivos de Proteo. En el prólogo a aquel Proteo.
discurso se han ofrecido las pruebas, in-
ternas y externas, de dicho común ori- II
gen. Ahora interesa documentar lo que
se refiere exclusivamente a la génesis del La tarea de composición de la magna
segundo libro. obra se realizó al margen de una activi-
La oportunidad histórica del Desastre dad política absorbente; Rodó debió al-
precipitó la escisión de ambas obras, y ternar la creación con tareas de más
Ariel fué publicado en 1900 como pieza urgente ejecución y más efímera memo-
independiente. Rodó no abandonó, sin ria. En 1901 puede fijarse la fecha en
embargo, su proyecto de una obra com- que la composición de la obra empieza
plementaria, pero no más vasta, y a la a dominar sobre toda otra actividad lite-
Que el discurso sólo habría distraído al- raria. Pero es hacia 1904 cuando se le ve
&in tema, algún procedimiento expositi- entregado intensamente a su Proteo. La
v
°. Ya en carta a Unamuno (12 de octu- correspondencia de ese período abunda
b}'e de 1900) en que comenta las obser-en testimonios sobre su redacción. Ya se
vaciones que Ariel mereciera al escritor ha mencionado un fragmento de carta a
español, comunica Rodó: «Preparo para García Calderón; a Miguel de Unamuno
dentro de poco un nuevo opúsculo sobre —al que lo va ligando cada vez más una
u
na cuestión psicológica que me interesa noble correspondencia—escribe, en 20 ele
mucho.» En esas palabras cabe reconocer marzo de 1904: «Tengo casi terminado mi
& germen de Proteo; la «cuestión psico- libro, que probablemente haré imprimir
lógica» aludida es, indudablemente, las en Madrid o Barcelona. Es extenso. El
transformaciones de la personalidad. tenia (aunque no cabe indicarlo con pre-
Durante años fué acumulando pape- cisión en breves palabras) se relaciona
e<i
' ' sobre el tema, en un desorden orde- con lo que podríamos llamar «la conquis-
f fií
; 'o cuya mejor descripción se encuen- ta de uno mismo»: la formación y el per-
' n la caria que dirigió a Francisco feccionamiento de la propia personali-
r, a ¿
302 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

dad; pero desenvuelto en forma muy compenetración del concepto y la forma


variada, que consiente digresiones fre- me dejan satisfecho plenamente. El ele-
cuentes, y abre amplio espacio para el mento artístico de la obra está ya hecho,
elemento artístico. Será un libro, en El aparato de apuntes, datos e informa-
cierto modo, a la inglesa, en cuanto a ciones también está completo y ordena-
los caracteres de la exposición, que pue- do. Tengo cuadernos enteros (diez o
de tener parecido con la variedad y doce) llenos de noticias y detalles bio-
relativo desorden formal de algunos «en- gráficos, que he reunido, compulsado y
sayistas» británicos. Veremos qué re- organizado durante largos meses, para
sulta,» obtener de ellos conclusiones relativas a
Pe.ro es el epistolario con Juan Fran- diversos puntos de mi tesis.
cisco Piquet el que lo muestra entregado, «Esta sola tarea importa la consulta
en su máxima tensión creadora, a la de más de cien volúmenes de obras bio-
obra. Hay reiterada afirmación del tra- gráficas, en mi biblioteca, en la del Ate-
bajo sin pausa: «El tiempo de que pue- neo, de la Universidad, etc. He querido
do disponer (escribe en 31 de enero de que los datos que me sirvan de canevas
1904) lo consagro a seguir esculpiendo sean juntados y obtenidos por mi propio
mi Proteo. Tengo fe en esta mi obra de esfuerzo, comparando unas fuentes con
más aliento hasta hoy.» La importancia \ otras, y no saqueando tres o cuatro li-
que a sus ojos reviste el libro en marcha bros donde la tarea ya esté hecha, como
es visible en estas palabras de una carta suele hacer la fácil erudición americana.
de 20 de abril: «No sin algún sentimiento Yo reúno mis datos uno por uno y los
me separaré de Proteo cuando llegue el ordeno a mi manera. En cierto modo, es
momento de darlo a la imprenta; porque un bien que no haya escrito mi obra es-
ese libro me ha acompañado a sobrelle- tando en Europa; porque teniendo más
var el tedio y la saciedad de esta larga j elementos de información a mano, quizá
temporada de política, y porque es la i no habría parado hasta agotarlos o poco
obra que he escrito en plena posesión de j menos, lo que me habría hecho demorar
mi reputación literaria; sin precipitado- \ quién sabe hasta cuando. Tal como está,
nes ni fines inmediatos; dejándola cuan- \ la base de erudición de mi libro me sa-
do la inspiración falla y volviéndola a to- !tisface, porque es el resultado de mi la-
mar cuando ella vuelve a dispensarme j bor e investigación propia y prolija.
sus favores; escribiéndola tanto para mí i Pero no se limita a la información bio-
como para los demás, y poniendo en sus gráfica el fondo de datos de que he teni-
páginas el sello de mi personalidad defi- do que echar mano. Como la tesis de la
nitivamente formada en lo intelectual, obra abarca fundamentales cuestiones
sin que sea esto decir que no haya de psicológicas y éticas, y se roza con pun-
escribir otra cosa que se le adelante, si tos de historia, etcétera, es mucho más
puedo.» lo que he tenido que ver; y todo lo he
En julio de 1905—más de un año des- sustanciado, criticado y asimilado por mi
pués de anunciar, precipitadamente sin cuenta. Después de eso, la cuestión de
duda, a Unamuno que la obra estaba ¡ estilo, de ejecución, que como usted sabe,
completa—escribe a Piquet: «Proteo es \ es fundamental para mí.»
mi preocupación casi absorbente. Lo Podrían multiplicarse las citas. Todas
compongo con «delectación morosa», si mostrarían a Rodó—como él mismo se
vale en esto la frase. Hay páginas en que \ calificó—poseído por el espíritu de su
el colorido de la descripción, la firmeza nueva obra, alimentando una gran espe-
del dibujo, el cuidado de la frase y la ranza,.

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OBRA ORIGIXAL— X MOTIVOS DE PROTEO.—PROLOGO 303

III i término forzoso: siempre podrá seguir


'. desenvolviéndose, viviendo. La índole del
En el Archivo Rodó se encuentran de- i libro (si tal puede llamársele) consiente,
positados los cuadernos preparatorios de \ en torno de un pensamiento capital, tan
Proteo, a los que alude el escritor en su | vasta ramificación de ideas y motivos,
carta de julio de 1905. Ellos documentan que nada se opone a. que haga de él lo
esa actividad minuciosa e infatigable de que quiero que sea: un libro en perpetuo
que es también testimonio el libro. Per- devenir, un libro abierto sobre una pers-
miten seguir los sucesivos avalares sufri- ! pectiva indefinida.»
dos por el plan original. En la Introduc- \ De esta manera había resuelto Rodó el
ción general (II, 4) y en el prólogo a problema de una composición compleja
Proteo (título con el que identifico a sus ; y enorme. El proyecto original era tai
papeles postumos) se estudian detenida- : vez. desmesurado. Al entregar un frag-
mente este y otros aspectos de la compo- | mentó encontraba una fórmula que con-
sición de la obra. Aquí interesa señalar | tilia su ambición y sus presentes limita-
únicamente uno: Proteo no será entrega- ciones de tiempo y de ocio para la me-
do al público como una obra orgánica, ditación. De paso, y tal vez sin propo-
entera, sino como fragmento de una obra nérselo, inauguró un nuevo estilo de
más extensa y en continua preparación. obras: la fragmentaria. Sobre esto tiene
Del plan original, que suponía una obra una fina observación Alfonso Reyes en
en cinco libros y una Introducción, Rodó El suicida (Madrid, 1917, pp. 161-62):
toma como base el libro V: Evolución «Justo ha sido llamar Motivos de Proteo
de la personalidad, el que enruinece con al libro «abierto sobre una perspectiva
elementos de la Introducción (especial- indefinida», al libro entendido como tra-
mente en lo que se refiere al conocimien- sunto fiel de los múltiples estados de
to propio y ala labor del subconsciente), ánimo, expresión sucesiva del movimien-
del libro I (o de las vocaciones), algo de to de la conciencia; es decir, el libro sin
los libros II (agentes de transformación más arquitectura que la arquitectura
moral) y III (proceso de las transforma- misma de nuestras almas, musicalidad
ciones morales). infinita que hubiera deleitado a Wagner.
Pero no se trata sólo de un cambio de Un Proteo es el ánimo; nadie lo sujeta,
Plan. La obra misma cambia de natura- | y vuela a todas partes, sin finalidad apa-
leza; deja de ser un tratado para conver- | rente, por el gusto de su ejercicio: moti-
tirse en un libro decididamente fragmen- :; vos de ese Proteo serán, pues, los libros
ta
-rio. Para justificar esa composición en ' hechos como por mero desahogo; moti-
Perpetuo devenir, el autor inscribe estas vos de ese Proteo, pues encierran el vario
Palabras al frente del volumen: «No pu- , y mudable revolar del pensamiento en to-
blico una primera parte de PROTEO: el ; dos los rumbos de su espacio sin dimen-
Material que he apartado para estos Mo- siones. Pero no sólo se trata aquí de una
tivos da, en compendio, idea general de manera de bautizar los libros, sino ó.e
ht obra, harto extensa (aun si la limitase i una cuestión estética, de una completa
a
lo que tengo escrito) para ser editada teoría del libro que, emanada de Rodó,
de una vez. Los claros de este volumen está produciendo en la viña de América
s
erán el contenido del siguiente; y así en una floración de obras, buenas y malas.»
tos sucesivos. Y nunca PROTEO se publi- Y a elucidar esta teoría dedica Reyes el
c
ará de otro modo que de éste; es decir: siguiente capitulito, El libro amorfo, de
n
nnca le daré arquitectura concreta, ni su ensayo.
304 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

IV arriba citada se encuentran estos párra-


fos reveladores: «Quizá esté usted en
Una de las más caras ambiciones de condiciones de mover un poco el am-
Rodó había consistido en publicar Proteo biente, en Barcelona, a favor de mi li-
en Europa. Ya en 1904 se puede docu- bro. Allí le tienen—porque se los he en-
mentar, con la correspondencia, su deci- viado—Ramón D. Peres, Maragall y Pom*
sión. Así lo expresa en carta a Juan Fran- peyó Gener. SÍ cree usted conveniente
cisco Piquet de 20 de marzo: «Lo que sí que lo mande a algunos oíros escritores
está decidido es que Proteo se publicará catalanes, le estimaría me los citase. ¿Sa-
juera del país, no bien esté terminado.» be usted la dirección de Gabriel Alomar?
Otras cartas corroboran la misma volun- Y de revistas, ¿cómo está eso, y a cuáles
tad: dos a Piquet (19 de enero de 1904 importaría enviar la obra? Le nombro a
y 1905), una a Miguel de Unamuno (20 de usted padrino de Proteo en el viejo mun-
marzo de 1904), dos a Francisco García do. Quizá le parezca excesivo mi interés
Calderón (2 de agosto de 1904 y 28 de por él, pero el amor de padre tiene dis-
junio de 1906). culpables extremos.-» En otra carta (12 de
Pero la obra no sería publicada en septiembre) vuelve a escribir a su corres-
Europa en 1905, sino en Montevideo y ponsal solicitándole la dirección de Víc-
sólo a fines de abril de 1909; la fecha tor Cátala, Ángel Guimerá, Ignacio Igle-
exacta la proporciona un anuncio de El sias, Eduardo Marquina, Eugenio D'Ors,
Tiempo, de Montevideo (25 de abril). En Santiago Rusiñol Por otra parte, en su
su correspondencia con Hugo D. Barba- \ Archivo se encuentra un registro especial
gelata (2 de julio) habla Rodó de la acó- ide envíos (con sus dedicatorias) corres-
gida: «El éxito ha sido grande en verdad, pondientes a Motivos de Proteo, que va
no sólo del punto de vista literario, sino desde 25 de abril de 1909 hasta enero
también como éxito de librería, pues se de 1913 y que testimonia su desvelo por
ha dado el caso, peregrino en nuestro favorecer e impulsar la adecuada difu-
país, de que en menos de dos meses (...) sión de su obra más ambiciosa.
se haya agotado una edición de dos mil j
ejemplares.» En el mismo sentido y con \
palabras semejantes escribe a Juan Fran- V
cisco Piquet en 20 de agosto: «Proteo ha
metido aquí gran bulla. El éxito ha sido En carta a Piquet ha definido Rodó
tal que en mes y medio quedó agotada \ la naturaleza de estos Motivos de Pro-
la edición de dos mil ejemplares que hi- \ teo: «libro vario y múltiple como su
cimos. Cosa rara en nuestra tierra: ¿no i propio nombre; libro que, bajo ciertos
es cierto? También el éxito literario ha ¡ aspectos, recuerda (o más bien recorda-
superado todas mis expectativas. Artícu- ; rá) las obras de los «ensayistas» ingleses,
los, conferencias, folletos..., de todo ha \ por la mezcla de moral práctica y filoso-
habido a propósito de Proteo. Ojalá la fía de la vida con el ameno divagar, las
misma suerte le espere en las Europas , expansiones de la imaginación y las ga-
—y ojalá el juicio de usted—que tanto las del estilo; pero todo ello animado y
aprecio por su doble condición de la sin- entendido por un soplo «meridional», áti-
ceridad y del buen gusto—halle merecido co, o italiano del Renacimiento; y todo
el triunfo de mi obruca.» unificado, además, por un pensamiento
Rodó mismo—y de acuerdo a su ya co- fundamental que dará unidad orgánica
nocida política—se esmeró en que la obra a la obra, la cual, tal como yo la concibo
¡legase a aquellas personas importantes y procuro ejecutarla, será de un plan y
e influyentes en la opinión. En la carta de una índole enteramente nuevos en la

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO.—PROLOGO 305
literatura de habla castellana, pues par- ¡ (XL-LXXIX). De allí, vuelve al problema
ticipará de la naturaleza de varios géne- del cambio y a uno de sus aspectos más
ros literarios distintos (v. g. la didáctica, fascinantes: la simulación del pro teísmo
los cuentos, la descripción, la exposición en las almas fabricadas del febricitan-
moral, y psicológica, el lirismo), sin ser te, del dilettante y del histrión (LXXX-
precisamente nada de eso y siéndolo ! LXXXV); esta parte se completa con un
todo a la vez. Hay partes de mi obra don- \desarrollo sobre el valor formativo de
de creo haber levantado mi estilo por en- jlos viajes (LXXXVI-XCVII). La conside-
cima de Ariel y otras partes en que la i ración de algunas almas simples e inmu-
dialéctica y el análisis ideológico son fi- tables
\ lo lleva al desarrollo de aquellas
nos y sutiles en la defensa de ideas y otras en que coexisten varias vocaciones,
doctrinas que han de parecer peligrosas j con lo que vuelve a un tema ya tocado
a más de un espíritu enmohecido y «en- (XCVIII-CX). A la convicción (o ft o
cajonado» (la carta está fechada en 6 de amor) está dedicada la penúltima paite;
marzo de 1904). \ el alma es gobernada y disciplinada por
Pero no se trata sólo de Ensayos a lo i ella (CXI-CXLVII). La última parte de
Montaigne, en que la digresión y la aso-! este arte de vivir encierra una doble en-
dación (a veces poética) de ideas miman ' señanza: <da esperanza, como luz; la
¡a espontaneidad del pensamiento en li- voluntad,
\ como fuerza» (para decirlo con
bertad; la obra time también una es- i las mismas palabras de Rodó). La vo-
tructura ideológica; sus páginas van pa- \ luntad es la que preside los últimos ca-
sondo de un tema a otro, pero sin doble- pítulos (CXLVHI-CLVIII).
garse al azar. Un claro trazo recorre sub- j Sin ser rígidos, sin asumir ese falso
terráneamente estos Motivos que el au- aspecto de ciencia que muchas veces sólo
tor trató de ofrecer como composiciones disimula el amor a la simetría y no a la
casuales y si se quiere arbitrarias. Rodó verdad, estos Motivos de Proteo descan-
Quiso soslayar la postura de dómine, el san sobre una línea de desarrollo firme
seco aspecto de tratadista. Al referirse y (si se la estudia) nítida. Sus primeras
a su obra habla cierta vez de Geórgicas palabras apuntan al cambio de la perso-
morales para abrazar, en una sola fórmu- nalidad a lo largo de la vida; sus últi-
la, la intención didáctica y el aura poéti- mas (o penúltimas) a la condición de
ca. Pero su obra es, esencialmente, un cambiar sin descaracterizarse. Su primer
datado, y el autor no puede esconder desarrollo señala la voluntad como ele-
siempre (por suave y elusiva que sea su mento principal en el cambio; los últi-
v
°z) la actitud magistral. \ mos capítulos están dedicados a la mis-
Para comprobarlo basta examinar con \ ma voluntad. En cierto íntimo sentido
Mención el Sumario que él mismo com- \ el libro no sólo está abierto a una pers-
Puso. Las Transformaciones de la Perso- \pectiva indefinida; también es una obra
naüdad es el tema mayor de la obra. A \ de indefinida lectura: una obra cíclica.
él se accede por distintos caminos. La A través de la Vocación y el Proteísmo,
transformación consciente y orientada de ¡ de los viajes y la convicción disciplina-
^a personalidad es el primero (capítu- , ria, el lector vuelve al punto de partida,
los I-XIV). Se le contrapone el estudio j retoma el hilo, cierra el círculo para re-
" e la parte subconsciente de la per- \ iniciarlo (si así lo desea).
tonalidad (XV-XXXIX). Luego se inser-1 No todo en la obra es ensayo. Apoyán-
ta, como enorme desarrollo o digresión, ) dose en una cita del Evangelio según
& problema magno de la vocación, con i San Marcos (IV, II), Rodó trata algunos
Sa
larga teoría de ejemplos históri- temas por medio de parábolas. El proce-
COs
y su anecdotario de la genialidad \ dimiento ya tenía antecedentes en su mis-
306 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ma obra. La novia enajenada, el rey \ realidad acabada,; también se encuentra


hospitalario, el esclavo filósofo de Ariel : en estas páginas su retrato ideal, el yo al
son parábolas. Pero en Motivos de Pro- ; que tendía toda su construcción espiri-
íeo el arte de componer parábolas llega tual. El mismo lo sugirió en un artículo
a su culminación. Es, en realidad, un crítico de 1916: «...la imaginación es el
arte de poeta o narrador. Rodó se ma- desquite de la realidad (...), lejos de que-
nifiesta aquí como cuentista (él mismo dar constantemente impreso en las pági-
las calificaba de «cuentos simbólicos») y ''< nas del libro el ánimo accidental, ni aun
en este terreno puede ser comparado, sin el carácter firme de quien lo escribe, es
desmedro, con otros narradores del Mo- el libro a menudo el medio con que reac-
dernismo, empezando por el propio Da- 'cionamos idealmente contra los límites
río, que fué su maestro. i de nuestra propia y personal naturaleza.»
Al lujo verbal, a la blandura y exqui- Rodó en su realidad y en su proyecto, tal
sitez sensual del autor de Azul..., agrega ¡es el hombre que puede palparse debajo
Rodó algunas notas que están ausentes de las páginas hermosamente talladas
en aquél: ana ceñida significación moral, ! de Motivos de Proteo.
una trascendencia ejemplar que justifica ¡
su calificación definitiva de parábolas. El
afán didáctico preside la composición de ' Ví
estas fábulas y determina, en definitiva, \
su naturaleza profunda. ha crítica ha oscilado mucho en su
En una entrevista periodística recono- ; apreciación de este libro. Al elogio dis-
ció Rodó que su página preferida era la . criminado de la primera hora—demasia-
parábola de Los seis peregrinos (capítu- ' do anodido para revelar muchas veces ni
lo C). Otros podrán enunciar distintas ! la mera consulta del índice—ha sucedido
preferencias. En lo que no cabe discre- ' una lectura más ahincada y exigente-
par es en la excelencia de su arte para- Uno de sus mejores y primeros críticos.
bólico que cubre todas las variedades de Jesús Castellanos, llegó a afirmar el enor-
la narración corta y que sabe ser extre- \ me valor del libro para combatir las
madamente conciso (como en El faro de neurosis modernas; su pensamiento se
Alejandría, XXII) o gozosamente proli- encuentra sintetizado en esta imagen:
jo (como en La respuesta de Leuco- ¡ «•Por la magia del arte de este libro crece
noe, XVII). \ la talla de la figura humana, y en fantás-
Un último punto de vista sobre Moti- j tico desenvolvimiento de sus facultades
vos de Proteo podría concentrarse en lo ¡ oprimidas se ven revelarse sus músculos
que el libro tiene de autobiografía espi- Ide Atlas y levantarse contra los dioses su
ritual. Esa personalidad que se trans- j frente audaz de Prometeo.» En otro lu-
forma a impulsos de una vocación y de \ gar de su estudio, llama a Rodó «mora-
una voluntad conscientes (pero también lista práctico», expresión con la que sin-
movida por fuerzas subconscientes) es, \ tetiza su juicio. Por su parte, María Eu-
quién lo duda, la personalidad misma de i genia Vaz Ferreira le había agradecido
Rodó. Al estudiar la personalidad, el au- \ (en carta de julio de 1909) «el que usted
tor no puede dejar de estudiar su per- \ haya querido aplicar su eximio numen ai
sonalidad. El mismo es el sujeto que , cultivo ferviente de la santa, esperanza»-
tiene más a mano y, como Montaigne I Otros lectores de la primera hora advir-
(aunque disimulando por pudor el yo), \ tieron asimismo algunos valores perdura-
va revelando lo más íntimo de su natu- bles. Pedro Henríquez Ureña apuntó en-
raleza profunda. No se crea, sin embar- \ tonces: «La grande originalidad de Rodó
go, que todo lo que muestra en él es su \ está en haber enlazado el principio eos-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO.—PROLOGO 307

mológico de la evolución creadora con el conjunto


\ magnífico que todos debemos
idea! de una norma de acción para ¡a agradecerle
j por la luz que trae al mun-
vida. Puesto que vivimos transformando- \do. Es esencialmente obra de educación
nos, y no podemos impedirlo, es un de- que \ todos los jóvenes debieran leer; pero
ber vigilar nuestra propia transforma- ] ante ella todos somos jóvenes. El que
ción constante, dirigirla y orientarla. La :muere de viejo encontrará en ella espe-
persistencia indefinida de la educación: ¡ ranza y fuerza para reformarse un minu-
he ahí la verdad que no debe olvidarse.» ! to antes de morir.»
Entre las numerosas cartas que Rodó En una carta de Gabriel Miró (20 de
recibió entonces—y que han sido publi-
cadas por primera vez en 1961—hay algu- \ enero de 1910) hay también algunas acer-
ñas que subrayan aspectos centrales del j tadas frases sobre el libro: «Tiene su
libro. Así, Ramón Menéndez Pidal agrá- ¡lenguaje el rancio sabor de los más cas-
dece en 22 de julio de 1909 el envío de tizos escritores de Castilla; está todo
la obra (que aún no ha tenido tiempo \ cuajado de lumbre como una enorme
de leer) y agrega una posdata: «Gusto j ascua; y de todas sus páginas se recibe
desde luego la finura de las páginas que \ una enseñanza deleitosa.» Asimismo pe-
al azar hojeo.» Con más detalle se expi- ' netrante es la opinión del ilustre Fran-
fie el poeta catalán Juan Maragall en j cisco Giner en una carta de 22 de febrero
una hermosa carta de 16 de septiembre de 1910 en que se excusa por no poder
de ¡909, que se transcribe en sus parra- ;escribir más largamente: «Su libro es
jos principales: para mi uno de los pocos momentos de
luz y de intensidad de nuestra raza—por
«Amigo y señor: Acabo de leer sus
Motivos de Proteo en el ejemplar que ahora, más en situación de aprender que
tuvo la bondad de dedicarme, y al darle \ de enseñar—. Su orientación, su brío, sus
muchísimas gracias por esta atención, i horizontes, la personalidad que respira,
macho mayores he de dárselas por la \ le hacen vivir aparte.» Al despedirse, in-
r
iqueza que este libro ha traído a mi siste: «Que su espíritu circule por las
espíritu, porque todo él es una fuente , almas ahí y aquí y en todas partes.» No
dz perpetua juventud, una educación en i es casual que tanto Maragall, como Miró,
Proyección al infinito. como Giner, utilicen la misma imagen
ir / I (luz, lumbre) para calificar este libro tan
»Y sobre esta si\síancia tiene aún esta j lleno de espíritu.
ex
Presión firme y brillante que casi es \ Estos elogios, y otros muchos que po-
P°esía..., y algunas veces sin casi, como \ drían citarse, no disimulan, sin embargo,
en
la "pálida cerradora del camino". \ un hecho: nadie entonces analizó cabal-
''Hay en este libro cosas inolvidables, j mente Motivos de Proteo. Los más pe-
es
to es, para siempre más fecundas en \ netrantes, los mas responsables, se limi-
Quien una vez las ha recibido: como el jtaron a apuntar su significación general,
1llego del niño con el vaso, la inconse- jsu valor de conjunto y de ejemplo, sin
c
uencia profundamente humana de Je- discutir y repensar cada una de ¡as ar-
Síís
, el pozo que es nuestra alma, el bar- ticulaciones del pensamiento de Rodó.
Co
que vuelve, el sueño de perfección
c
°ftcüiado con la actividad, la digresión El único que lo ha hecho hasta ahora
sobre Goethe y el diletantismo, la efíca- j es Carlos Real de Azúa en el extenso y
c
' ^ del amor independientemente de la ' brillante prólogo a una edición del libro
Jdidacl del objeto, la petrificación de la \ para la Biblioteca Artigas, del Ministe-
|<7 la luminosa determinación de la ori- \ rio de Indusírucción Pública, de Monte-
gLnan
dad..,) en fin es esta obra de un \ video (1957). A sus eruditas y penetran-
308 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tes observaciones críticas remito al lec- ya lo denunció Max Henríquez Ureña en


tor. un comentario, por otra parte favora-
No faltaron, es claro, ataques, pero ble, («...esta enumeración ejemplificado-
casi siempre procedieron en forma glo- ra—escribe—es lo único que resta, por
bal, sin atender cuidadosamente al texto momentos, su alto valor al libro, que
mismo y, como pasa en el caso de Luis mejor hubiera podido mantenerse, abre-
Alberto Sánchez, tergiversando muchas viando los ejemplos, en el terreno de lea
veces la letra y el espíritu del pensa- ideas puras.») Pero Rodó—más artista
miento de Rodó, según ha demostrado tal vez que filósofo—no podía prescindir
Real de Az,úa en una refutación a Sán- de los casos concretos de los ejemplos.
chez (1953). El propio Rodó se quejó En un apunte manuscrito que se conser-
cierta vez de haber encontrado muchas va en su Archivo se puede leer: «Lo en
veces en bibliotecas de sus amigos ejem- Vaz Ferreira, de que la psicología se es-
plares de Motivos de Proteo con las pá- tudia mejor en los casos novelescos que
ginas aún sin cortar. Esa comprobación en los psicólogos abstractos, es relacio-
podría generalizarse aún más. De los noble con mi tesis de la virtud insus-
libros de Rodó es éste, sin lugar a dudas, tituible del ejemplo.» Consecuente con
uno de los más citados y venerados, uno su creencia, enriqueció (o abrumó) su
de los menos leídos. meditación de anécdotas, de casos, de
No es éste el lugar más adecuado para ejemplos.
un estudio exhaustivo de Motivos de Lo que hoy queda del libro es el enor-
Proteo. Basle apuntar aquí el juicio que me valor de autobiografía espiritual, di
merece actualmente. Es, no cabe duda, comunicación íntima con el espíntu d¿
su obra más ambiciosa. Pero es, también Rodó. Para quienes descuiden este valor
y en más de un sentido, una obra incom- queda asimismo una hermoso- colección
pleta y fragmentaria. Contiene tal vez. de parábolas (no siempre pertinentes) y
sus mejores páginas aisladas, pero es algunas páginas de sólida observación
irregular. Su filosofía (ya se ha indicado psicológica y moral y excelente escri-
en la Introducción general, II, 4) no cala tura.
hondo ni explota las nuevas perspectivas Para el texto he tenido a la vista no
que descubre. Al coleccionar tanto ejem- sólo la editio princeps (Montevideo, José
plar dispar, tanta anécdota, tanta varia- María Serrano, 1909), sino también la se-
ción infinitesimal del humor o del desti- gunda (Montevideo, Berro y Regules.
no, Rodó no pareció advertir que muchas 1910) que Rodó mismo corrigió, salvando
veces se le escapa lo que pone en movi- notorias erratas, y a la que aumentó de-
miento ese animado muestrario. Y esto una página liminar.

MOTIVOS DE PROTEO
.. Todo se trata por parábolas-
MARCOS, IV, 11.

No publico una «primera parte» de ; (aun si la limitase a lo que tengo escrito)


PROTHO: el material que he apartado ; para ser editada de una vez. Los claros
para estos Motivos da, en compendio, j de este volumen serán el contenido de<
idea general 6c la obra, harto extensa i siguiente; y así en los sucesivos. Y nunca

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OBRA ORIGINAL.—b\ MOTIVOS DE PROTEO

PROTEO se publicará de otro modo que Virgilio va a pedirle el secreto del mar
de éste; es decir, nunca le daré «arqui- que consume sus abejas, Proteo recurre
tectura» concreta, ni término forzoso; a la misteriosa virtud con que desorien-
siempre podrá seguir desenvolviéndose, taba a aquellos que le sorprendían. Ya se
::viviendo». La índole del libro (si tal trocaba en ñero león, ya en ondulante
puede llamársele) consiente, en torno de y escamosa serpiente; ya, convertido en
un pensamiento capital, tan vasta ramifi- fuego, se alzaba como trémula llama;
cación de ideas y motivos, que nada se ahora era el árbol que levanta hasta la
opone a que haga de él lo que quiero vecindad del cielo su cerviz, ahora el
que sea: un libro en perpetuo «devenir», arroyo que suelta en rápida corriente sus
un libro abierto sobre una perspectiva ondas. Siempre inasible, siempre nuevo,
indefinida. recorría la infinitud de las apariencias
J. E. R. sin fijar su esencia sutilísima en ninguna,
Y por esta plasticidad infinita, siendo di-
Consideramos de interés aumentar esta vinidad del mar, personificaba uno de
segunda edición con la siguiente página los aspectos del mar; era la ola multifor-
escrita por el autor en un ejemplar de me, huraña, incapaz de concreción ni
¡a primera, de propiedad, del señor don reposo; la ola que ya se rebela, ya acari-
/. M. Vidal Belo, guien nos ha facilitado cia; que unas veces arrulla, otras atrue-
¡o. transcripción. na; que tiene todas las volubilidades del
impulso, todas las vaguedades del color,
Los EDITORES (1). todas las modulaciones del sonido; que
nunca sube ni cae de un modo igual, y
que tomando y devolviendo al piélago el
PROTEO líquido que acopia, impone a la igualdad
inerte la figura, el movimiento y el cam-
Forma del mar, numen del mar, de cu- bio.
yo seno inquieto sacó la antigüedad fe-
cunda generación de mitos, Proteo era JOSÉ ENRIQUE RODÓ,
Quien guardaba los rebaños de focas de
Poseidón. En la Odisea y en las Geórgi-
cas se canta de su ancianidad venerable,
de su paso sobre la onda en raudo coche
marino. Como todas las divinidades de i
as
' aguas, tenía el don profético y el
Cocimiento cabal de lo presente y lo ' [Reformarse es vivir. Nuestra
Pasado. Pero era avaro de su saber, es- I transformación personal en el
QUfvo a las consultas, y para eludir la tiempo]
curiosidad de los hombres apelaba a su
Maravillosa facultad de transfigurarse en i Reformarse es vivir.., Y desde luego,
mil formas diversas. Por esta facultad se j nuestra transformación personal en cier-
caracterizó en la fábula, y ella determi- i to grado., ¿no es ley constante e infalible
j^a» en la clave de lo legendario, su signi- en el tiempo? ¿Qué importa que el de-
ficado ideal. seo y la voluntad queden en un punto
Cuando el Menelao homérico quiere j sies elel tiemposumo
pasa y nos lleva? El tiempo
innovador. Su potestad, bajo
saber por él el rumbo que deberá impri- la cual cabe todo ío creado, se ejerce de
mir a sus naves; cuando el Aristeo de manera tan segura y continua sobre las
;
n
\í) OÍ id. uruguaya (Montevideo, Be- almas como sobre las cosas. Cada pen-
L'l'O
Regules, 1910). i Sarniento de tu mente, cada movimiento
310 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de tu sensibilidad, cada determinación éstas, sin exceptuar las más profundas y


de tu albedrío, y aún más: cada instan- esenciales, no son menester bruscas rup-
te de la aparente tregua de indiferencia turas, que cause la pasión o el hado vio-
o de sueño, con que se interrumpe el lento. Aun en la vida más monótona y
proceso de tu actividad consciente, pero remansada son posibles, porque basta pa-
no el de aquella otra que se desenvuelve j ra ellas una blanda pendiente. La eficien-
en ti sin participación de tu voluntad y i cia de las causas actuales, por las que el
sin conocimiento de ti mismo, son un I sabio explicó, mostrando el poder de la
impulso más en el sentido de una modi- i acumulación de acciones insensibles, los
ficación, cuyos pasos acumulados produ- : mayores cambios del orbe, alcanza tam-
cen esas transformaciones visibles de I bien a la historia del corazón humano.
edad a edad, de decenio a decenio; mu- i Las causas actuales son la clave en mu-
das de alma, que sorprenden acaso a ' chos enigmas de nuestro destino. ¿Desde
quien no ha tenido ante los ojos el gra- | qué día preciso dejaste de creer? ¿En
dual desenvolvimiento de una vida, como j qué preciso día nació el amor que te in-
sorprende al viajero que torna, tras lar- 1 flama? Pocas veces hay respuesta para
ga ausencia, a la patria, ver las cabezas j tales preguntas. Y es que cosa ninguna
blancas de aquellos a quienes dejó en la pasa en vano dentro de ti; no hay impre-
mocedad. sión que no deje en tu sensibilidad la
Cada uno de nosotros es, sucesivamen- huella de su paso; no hay imagen que no
te, no uno, sino muchos. Y estas perso- estampe una leve copia de sí en el fondo
nalidades sucesivas, que emergen las i inconsciente de tus recuerdos; no hay
unas de las otras, suelen ofrecer entre sí ; idea ni acto que no contribuyan a deter-
los más raros y asombrosos contrastes. | minar, aun cuando sea en proporción in-
Sainte-Beuve significaba la impresión finitesimal, el rumbo de tu vida, el sen-
que tales metamorfosis psíquicas del tido sintético de tus movimientos, la for-
tiempo producen en quien no ha sido ma fisonómica de tu personalidad. El
espectador de sus fases relativas, recor- dientecíllo oculto que roe en lo hondo de
dando el sentimiento que experimenta- tu alma; la gota de agua que cae a com-
mos ante el retrato de Dante adolescen- pás en sus antros oscuros; el gusano de
te, pintado en Florencia; el Dante cuya seda que teje allí hebras sutilísimas, no
dulzura casi jovial es viva antítesis del se dan tregua ni reposo; y sus operaciones
gesto amargo y tremendo con que el Gi- concordes, a cada instante te matan, te
belino dura en el monetario de la gloria; i rehacen, te destruyen, te crean... Muertes
o bien, ante el retrato del Voltaire de los cuya suma es la muerte; resurrecciones
cuarenta años, con su mirada de bondad cuya persistencia es la vida. ¿Quién ha
y ternura, que nos revela un mundo ín- expresado esta inestabilidad mejor que
timo helado luego por la malicia senil Séneca, cuando dijo, considerando lo fu-
del demoledor. gaz y precario de las cosas: «Yo mismo,
en el momento de decir que todo cambia,
¿Qué es, si bien se considera, la Ala- ya he cambiado»? Perseveramos sólo en la
lia, de Racine, sino la tragedia de esta j continuidad de nuestras modificaciones;
misma transformación fatal y lenta? ¡ en el orden, más o menos regular, que
Cuando la hiere el fatídico sueño, la Jas rige; en la fuerza que nos lleva ade-
adoradora de Baal advierte que ya no i lante hasta arribar a la transformación
están en su corazón, que el tiempo ha más misteriosa y trascendente de todas...
domado la fuerza, la soberbia, la resolu- j Somos la estela de la nave, cuya entidad
ción espantable, la confianza impávida, i material no permanece la misma en dos
que la negaban al remordimiento y la ' momento sucesivos, porque sin cesar
piedad. Y para transformaciones como

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OBRA ORIGINAL.—o: MOTIVOS DE PROTEO 311

muere y renace de entre las ondas; la La persistencia indefinida de la educa-


estela, que es, no una persistente reali- ' ción es ley que fluye de ío incompleto y
dad, sino una forma andante, una suce- : transitorio de todo equilibrio actual de
sión de impulsos rítmicos, que obran so- nuestro espíritu. Uno de los más funes-
bre un objeto constantemente renovado. ; tos errores, entre cuantos puedan viciar
! nuestra concepción de la existencia, es
el que nos la hace figurar dividida en
II dos partes sucesivas y naturalmente se-
. paradas: la una, propia para aprender;
[La voluntad rige esta transformación | aquella en que se acumulan las provisio-
y la orienta. Persistencia indefinida de ' nes deí camino y se modelan para siem-
¡a educación} pre las energías que luego han de des-
plegarse en acción; la otra, en que ya no
Hija de la necesidad es esta transfor- se aprende ni acumula, sino que está
mación continua; pero servirá de marco destinada a que invirtamos, en provecho
en que se destaque la energía racional y nuestro y de los otros, lo aprendido y
libre desde que se verifique bajo 3a mi- acumulado. ¡Cuánto más cierto no es
rada vigilante de la inteligencia y con el pensar que, así como del campo de bata-
concurso activo de la voluntad. Si en lo lla se sale a otra más recia y difícil, que
que se refiere a la lenta realización de es la vida, así también las puertas de la
su proceso, ella se ampara en la oscuri- escuela se abren a otra mayor y más ar-
dad de lo inconsciente, sus direcciones dua que es el mundo! Mientras vivimos
resultantes no se sustraen de igual modo está sobre el yunque nuestra personali-
a la atención, ni se adelantan al vuelo dad. Mientras vivimos, nada hay en nos-
previsor de la sabiduría. Y si inevitable otros que no sufra retoque y complemen-
es el poder transformador del tiempo, ! to. Todo es revelación, todo es enseñan-
entra en la jurisdicción de la iniciativa \ za, todo es tesoro oculto, en las cosas; y
propia el limitar ese poder y compartir- i el sol ele cada día arranca de ellas nuevo
lo, ya estimulando o retardando su im- | destello de originalidad. Y todo es, den-
pulso, ya orientándolo a determinado fin tro de nosotros, según transcurre el
consciente, dentro del ancho espacio que tiempo, necesidad de renovarse, de ad-
queda entre sus extremos necesarios. quirir fuerza y luz nuevas, de apercibir-
Quien, con ignorancia del carácter di- se contra males aún no sentidos, de ten-
námico de nuestra naturaleza, se conside- der a bienes aún no gozados; de prepa-
ra
alguna vez definitiva y absolutamente rar, en fin, nuestra adaptación a condi-
c
pnstituído, y procede como si lo estu- ciones de que no sabe la experiencia.
fera, deja, en realidad, que el tiempo lo Para satisfacer esta necesidad y utilizar
Codifique a su antojo, abdicando de la aquel tesoro, conviene mantener viva en
Participación que cabe a la libre reacción nuestra alma la idea de que ella está en
sobre uno mismo en el desenvolvimiento perpetuo aprendizaje e iniciación conti-
de la propia personalidad. El que vive nua. Conviene, en lo intelectual, cuidar
racionalmente es, pues, aquel que, adver- de que jamás se marchite y desvanezca
ado de la actividad sin tregua del cam- ; por completo en nosotros el interés, la
° 10 , procura cada día tener clara noción ] curiosidad del niño, esa agilidad de la
^ su estado interior y de las transfor- ' atención nueva y candorosa, y el estimu-
maciones operadas en las cosas que le lo que nace de saberse ignorante (ya que
|°dean, y con arreglo a este conocimien- lo somos siempre), y un poco de aquella
to siempre en obra, rige sus pensamien- fe en la potestad que ungía los labios
tos y sus actos. del maestro y consagraba las páginas del
312 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

libro, no radicada ya en un solo libro, : volvimiento, para de la relación de en-


ni en un solo maestro, sino dispersa y trambos levantarse a la armónica arqui-
difundida donde hay que buscarla. Y •;tectura del conjunto: como por la subor-
en la disciplina del corazón y la volun- ! dinación de proporciones que faculta a
tad, de donde el alma de cada cual toma j reconstituir, con solo el hallazgo de un
su temple, conviene, aun en mayor gra- diente, el organismo extinguido; o como
do, afinar nuestra potencia de reacción, j por el módulo, que, dado el espesor de
vigilar las adquisiciones de la costumbre, una columna, permite averiguar, en las
alentar cuanto propenda a que extenda- ¡ construcciones de los artífices antiguos.
mos a más ancho espacio nuestro amor, i la euritmia completa de la fábrica.
a nueva aptitud nuestra energía, y conci- ; El tonificante placer que trae el ade-
tar las imágenes que anima la esperanza s cuado cumplimiento de nuestra actividad
contra las imágenes que mueve eí re- espiritual se origina de la rítmica circu-
cuerdo, legiones enemigas que luchan, la lación de nuestros sentimientos e ideas;
una por nuestra libertad, la otra por no de otro modo que como el placer cic-
nuestra esclavitud. la bien trabada danza, en la que puede
señalarse la más exacta imagen de una
vida armoniosa, tiene su principio en el
III ritmo de las sensaciones musculares.
Danza, en la alteza griega del concepto,
[Orden y medida en el cambio. es la vida, o si se quiere: la idea de la
La curva'} vida; danza a cuya hermosura contribu-
yen, con su música el pensamiento, con
Mientras nos sea posible mantener en su gimnástica la acción. Cantando eí poe-
la sucesiva realización de nuestra perso- ta del Wallenstein el hechizo de la activa
nalidad el ritmo sosegado y constante de escultura humana, pregunta a quien con
las transformaciones del tiempo, rigién- ágil cuerpo sigue las sonoras cadencias:
dolas y orientándolas, pero sin quitarles —«¿Por qué lo que así respetas en el
la condición esencial de su medida, im- juego lo desconoces en la acción: por
pórtanos quedar fieles a ese ritmo sagra- qué desconoces la medida?»
do. La antigüedad imaginó hijas de la Gracia y facilidad de hacer son una
Justicia a las Horas: mito de sentido misma cosa; los caracteres del movimien-
profundo. Una vida idealmente armonio- to bello son, al propio tiempo, elementos
sa sería tal que cada día de los que la de economía dinámica. En lo físico come
compusieran significase, mediante los en lo moral, economizamos nuestra»
concertados impulsos del tiempo y de la fuerzas por la elegancia, por el orden.,
voluntad, a él adaptada, un paso hacia por la proporción. Pasar de una a otra
adelante; un cierto desasimiento más res- idea, de uno a otro sentimiento, como 3
pecto de las cosas que atrás quedan, y favor de un blando declive, en gradación
una cierta vinculación correlativa, con morosa y deleitable; relacionar entre si
otras que a su vez preparasen aquellas las sucesivas tendencias de nuestra vo-
que están por venir; una leve y atinada luntad, de manera que no determine"
inflexión que concurriera a determinar direcciones independientes e inconexas,
el sesgo total de la existencia. Si los era- , en que la acción acabe bruscamente al
bates del mundo, y los mil gérmenes de final de cada una, para renacer, por nue-
desigualdad de todo carácter personal, i vo arranque y esfuerzo, con la otra; sino
no dificultasen el sostenimiento de ese ; que todas ellas se eslabonen en un único
orden, bastaría tomar nuestra vida en ' y persistente movimiento, modificado só-
dos instantes cualesquiera de su desen- ¡ lo en cuanto a su dirección, como por

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OBRA ORIGINAL.—X MOTIVOS DE PROTEO 313
asi impulso lateral que le comunicará de cantos de un bien proporcionado poema,
continuo la inflexión necesaria; tal po- en el que cada paso de la acción concu-
drían definirse las condiciones de que rre a la unidad que consagrará majestuo-
dependen la facilidad y gracia de nues- samente el desenlace, o que acaso que-
tra actividad. Así, quien sin cálculo ni dará suspensa, con poético misterio, por
ensayo se lanza de súbito a una empresa la interrupción de la obra, trunca mas no
¡añorada, padece desconcierto y fatiga; desentonada, cuando Naturaleza desista,
mientras que el esfuerzo es fácil y grato a modo del poeta negligente, de termi-
en el que con sabia previsión lo espera nar el poema que empezó: cuando la
y por ejercicios preparatorios se aperci- vida escolle en prematura muerte.
be a él. Para quien ha de abandonar de La verdadera juventud eterna depende
improviso una situación de alma en que de esta rítmica y tenaz renovación, que
gozó dicha y amor, la ruptura es causa ni anticipa vanamente lo aún no maduro,
de acerbo desconsuelo; en tanto que ni consiente adherirse a los modos de
aquel otro que se aleja de ideas o afec- j vida propios de circunstancias ya pasa-
ciones que tuvo, por pasos lentos y gra- das, provocando el despecho, la decep-
duados, como quien asiste, desde el bar- ción y la amargura que trae consigo el
co que parte, al espectáculo de la orilla, I fracaso del esfuerzo estéril; sino que
¡os ve desvanecerse en el horizonte del j acierta a encontrar, dentro de las nuevas
tiempo sólo con tranquila tristeza, y í posibilidades y condiciones de existencia,
aun quizá con delectación melancólica. | nuevos motivos de interés y nuevas for-
El esquema de una vida que se mani- 1 mas de acción; lo que procura en rea-
fiesta en actividad bien ordenada sería i lidad al alma cierto sentimiento de ju~
una curva de suave y graciosa ondula- i ventud inextinguible, que nace de la con-
ción. Varia es la curva en su movimien- ciencia de la vida perpetuamente reno-
to; la severa recta, siempre igual a sí vada, y de ía constante adaptación de los
misma, tiende del modo más rápido a su medios al fin en que se emplean.
fin; pero sólo por la transición, más o Cuando de tal modo se la guíe, la obra
menos violenta, de los ángulos, podrá la ineluctable del tiempo no será sólo re-
recta enlazarse a su término con otra, gresión que robe al alma fuerzas y capa-
Que nazca de un impulso en nuevo diver- cidades; ni será como una profanación,
§£nte sentido; mientras que, en la curva, por manos bárbaras, de las cosas delica-
unidad y diversidad se reúnen; porque, das y bellas que juntó en sus primeros
'^biando constantemente de dirección, vuelos el coro de las Horas divinas. Será
^da dirección que toma está indicada un descubrimiento de horizontes; será la
de antemano por la que la precede. vida sol que, palideciendo, se engrande-
ce. Así, sobre el conjunto de las historias
gloriosas de los hombres, domina, como
IV la paz de las alturas, la excelsitud de las
ancianidades triunfales: la ancianidad de
[Armonía de las edades. Ancianidad Epiménides, la ancianidad del Ticiano, la
gloriosa} ancianidad de Humboldt; y más alto que
todas, la ancianidad de Sófocles, cúspide
fJcI desenvolvimiento regular y fácil de de la más bella y armoniosa existencia
a vida en esa curva que enlaza sus mo- en que encarnó la serenidad del alma
aleaciones se
engendra la armonía de antigua, y que, culminando a un tiempo
^ aferentes edades, la belleza infieren- en años y en genio, pone en labios de la
us

^ di ser propio y genial de cada una: el vejez, de cuya poesía sabe, sus más líri-
^ucLen típico que hace de ellas como los cos metros, que son la apoteosis de su
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tierra y su estirpe en el himno inmortal ; cae en ondas en dirección a las espaldas


cíe los ancianos de Colona. ; levemente encorvadas; ojos lejanos, pol-
Arrobadora idealidad, austero encanto, ' io abismados en las órbitas; olímpicos,
los de la vida que acaba completando un ; por el modo de mirar; barbas de nieve
orden dialéctico de humana perfección... que velan en difusa esclavina la rotundi-
Vamos, por verlo, allí a donde nos con- dad del pecho anchuroso...: ¿qué selec-
duce ese mismo nombre de Sófocles, si i ción divina ha constituido ese coro dei
remontamos la corriente del tiempo. j hermosura senil, donde la mirada se ali-
i via del fulgor de juventud radiante que
i
i recoge si atiende a ía multitud que viene
V : luego? Cada tribu del Ática ha contribuí-
do a él con sus ancianos más hermosos;
[Un friso del Partenón] i Atenas las ha invitado a este concurso;
Atenas premiará a la que más hermosos
Henos aquí en Atenas. El Cerámico j los envíe; y coronando el espectáculo en
abre espacioso cauce a ingente muche- que parece reunir cuanto hay de bello \r
dumbre, que, en ordenada procesión, noble en la existencia, para ostentarlo
avanza hacia la ciudad, que no trabaja; I ante su diosa, señala así en la ancianidad
se interna en ella, la recorre por donde el don de una belleza genérica, que es,
es más hermosa y pulcra, y trepa la fal- en lo plástico, correspondencia de una
da del Acrópolis. En lo alto, en el Par- belleza ideal, propia también y diferen-
tenón, Palas Atenea aguarda el homena- ciada de la que conviene a la idea de
je de su pueblo: es la fiesta que le está la juventud, en la sensibilidad, en la vo-
consagrada. luntad y en el entendimiento.
Ves desfilar los magistrados, los sacer-
dotes, los músicos; ves aparecer donce-
llas que llevan ánforas y canastas ritua- VI
les, graciosamente asentadas sobre la ca-
beza con apoyo del brazo. Pero allí, tras . [De cómo el. tránsito violento suele ser
el montón de bueyes lucios, escogidos, j necesario. Ejemplo de él en el desenvol-
que marchan a ser sacrificados a la dio- vimiento natural]
sa; allí, precediendo a esa gallarda legión
de adolescentes, ya a pie, ya en carros, La sucesión rítmica y gradual de la
ya a caballo, que entonan belicoso him- vida, sin remansos ni rápidos, de modo
no, ¿no percibes un concierto venerable que la voluntad, rigiendo el paso del
de formas y movimientos semejantes a tiempo, sea como timonel que no tuvie-
las notas de una música sagrada que se ra más que secundar la espontaneidad
escuchase con los ojos; no ves pintarse amiga de la onda, es, pues, idea en que
un cuadro majestuoso y severo: cuadro debemos tratar de modelarnos; pero tío
viviente, del que se desprende una onda ha de entenderse que sea realizable por
de gravedad sublime, en que se embebe completo, mucho menos desde que falta
el alma como en la mirada serenante de del mundo aquella correlación o confor-
un dios?... Grandes y firmes estaturas; midad casi perfecta, entre lo del ambien-
acompasada marcha, en que la lentitud te y lo del alma, entre el escenario y la
del movimiento no acusa punto de debi- acción que fue excelencia de la edad an-
lidad ni de fatiga; frentes que dicen ma- tigua. Las mudanzas sin orden, ios brus-
jestad, reposo, nobleza, y en las que el ; cos cambios de dirección, por más que
espacio natural se ha dilatado a costa de alteren la proporcionada belleza de la
una parte del cabello blanquísimo, que vida y perjudiquen a la economía de sus

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 31;
fuerzas, son, a menudo, fatalidad, de que hay también el arte de las heroicas oca-
no hay modo de eximirse, ya que los siones, aquellas en que es menester for-
acontecimientos e influencias del exte- zar la acompasada sucesión de los he-
rior, a que hemos de adaptarnos, suelen chos; el arte de los grandes impulsos, y
venir a nosotros, no en igual y apacible de los enérgicos desasimientos, y de las
corriente, sino en oleadas tumultuosas, vocaciones improvisas. La voluntad, que
que apuran y desequilibran nuestra ca- es juiciosa en respetar la jurisdicción del
pacidad de reacción. tiempo, fuera inactiva y flaca en aban-
No es sólo en ía vida de tas colectivi- donársele del todo. Por otra parte, no
dades donde hay lugar para los sacudi- hay desventaja o condición de inferiori-
mientos revolucionarios. Como en la dad que no goce de compensación relati-
historia colectiva, prodúcense en la indi- va; y el cambiar por tránsitos bruscos y
vidual momentos en que inopinados mo- contrastes violentos, si bien interrumpe
tivos y condiciones, nuevos estímulos y el orden en que se manifiesta una vida
necesidades aparecen, de modo súbito, armoniosa, suele templar el alma y co-
anulando quizá la obra de luengos años municarle la fortaleza en que acaso no
y suscitando lo que otros tantos reque- fuera capaz de iniciarle más suave movi-
riría, si hubiera de esperárselo de la sim- miento: bien así como el hierro se tem-
ple continuidad de los fenómenos; mo- pla y hace fuerte pasando del fuego abra-
mentos iniciales o palingenésicos, en que sador al frío del agua.
diríase que el alma entera se refunde y \
!as cosas de nuestro inmediato pasado i
t'Uéivense como remotas o ajenas para ; VÍI
nosotros. El propio desenvolvimiento na- |
tural, tal como es por esencia, ofrece un j [Cambio consciente y orientado,
caso típico de estas transiciones repenti- j siempre]
n
-as, de estas revoluciones vitales: lo ofre- ;
ce
, así en lo moral como en lo fisiológi- ! Rítmica y lenta evolución de ordinario;
co
, cuando la impetuosa transformación j reacción esforzada si es preciso; cambio
c
^ la pubertad; cuando la vida salta, de consciente y orientado, siempre. O es
un arranque, la valla que separa el can- ; perpetua renovación o es una lánguida
c
'or de la primera edad de los ardores de | muerte, nuestra vida. Conocer lo que
la
que la sigue, y sensaciones nuevas in- '•dentro de nosotros ha muerto y ío que
v
aden en irrupción y tumulto la concien- ! es justo que muera, para desembarazar
Cla
i mientras el cuerpo, transfigurando» I el alma de ese peso inútil; sentir que el
Se
> acelera el ritmo de su crecimiento. j bien y la paz de que se goce después
Suele el curso de la vida moral, según <de ía jornada han de ser, con cada sol,
10
determinan los declives y los vientos i nueva conquista, nuevo premio, y no
tle
l mundo, traer en sí mismo, sin inter- j usufructo de triunfos que pasaron; no
poción, y aun sin aviso de la concien- | ver término infranqueable en tanto haya
C1
&, esos rápidos de su corriente; pero es ¡ acción mientras la vida dura; entender
ta
mbién de la iniciativa voluntaria provo- j que toda circunstancia fatal para la sub-
Q 1
& ', a veces, la sazón o coyuntura de isistencia de una forma de actividad, de
e
Uos; y siempre, concluir de ordenarlos dicha, de amor, trae en sí, como contra-
sabiamente ai fin que convenga. Así co- haz y resarcimiento, la ocasión propicia
m
° hay el arte de la persistente evolu- a otras formas; saber de lo que dijo
ción. que consiste en guiar con hábil ma- el sabio cuando afirmó que todo fue he-
0
el movimiento espontáneo y natural cho hermoso en su tiempo: cada oportu-
L
ci tiempo, arte que es de todos los días, nidad, única para su obra: cada día, in-
316 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

teresante en su originalidad; anticipar- [ No pasó mucho tiempo sin que quisiera


se ai agotamiento y el hastío, para des- \ volver a arrancar al cristal su fresca re-
viar al alma del camino en que habría \ sonancia; pero el cristal, enmudecido,
de encontrarse con ellos, y si se adelan- } corno si hubiera emigrado un alma de
tan a nuestra presión, levantarse sobre ¡ su diáfano seno, no respondía más que
ellos por un invento de la voluntad (la | con un ruido de seca percusión al golpe
voluntad es, tanto corno el pensamiento, j del junco. El artista tuvo un gesto de
una potencia inventora) que se propon- ! enojo para el fracaso de su lira, Hubo
ga y fije nuevo objetivo; renovarse, j de verter una lágrima, mas la dejó en
transformarse, rehacerse... ¿no es ésta j suspenso. Miró, como indeciso, a su al-
toda la filosofía de la acción y la vida; ¡ rededor; sus ojos húmedos se detuvieron
no es ésta la vida misma, si por tal he- en una flor muy blanca y pomposa, que
mos de significar, en lo humano, cosa di- ¡ a la orilla de un cantero cercano, me-
f eren te en esencia del somnambulismo S ciéndose en la rama que más se adelan-
del animal y del vegetar de la planta?... taba, parecía rehuir la compañía de las
Y ahora he de referirte cómo vi jugar, ¡ hojas, en espera de una mano atrevida.
no ha muchas tardes, a un niño, y cómo ! El niño se dirigió, sonriendo, a la flor;
de su juego vi que fluía una enseñanza I pugnó por alcanzar hasta ella; y apri-
parabólica. ' sionándola, con la complicidad del vien-
to que hizo abatirse por un instante la
rama, cuando la hubo hecho suya la co-
VIII ¡' loco graciosamente en 3a copa de cristal,
vuelta en ufano búcaro, asegurando el
[Mirando jugar a un niño} tallo endeble merced a la misma arena
que había sofocado el alma musical de
... A menudo se oculta un sentido su- la copa. Orgulloso de su desquite, levan-
blime en un juego de niño. j tó, cuan alto pudo, la flor entronizada, y
(SCHILLER: Thecla. Voz de un espíritu.) j la paseó como en triunfo, por entre la
muchedumbre de las flores.
Jugaba el niño, en el jardín de la casa, i
con una copa de cristal que, en el lím- !
pido ambiente de la tarde, un rayo de sol i IX
tornasolaba como un prisma. Mantenién- ¡
dola, no muy firme, en una mano, traía [Sentido de esta parábola]
en la otra un junco con el que golpeaba
acompasadamente en la copa. Después «¡Sabia, candorosa filosofía!», pensé.
de cada toque, inclinando la graciosa ca- Del fracaso cruel no recibe desaliento
beza, quedaba atento, mientras las ondas que dure, ni se obstina en volver al goce
sonoras, como nacidas de vibrante trino que perdió; sino que de las mismas con-
de pájaro, se desprendían del herido diciones que determinaron el fracaso to-
cristal y agonizaban suavemente en los ma la ocasión de nuevo juego, de nueva
aires. Prolongó así su improvisada músi- idealidad, de nueva belleza... ¿No hay
ca hasta que, en un arranque de volubi- aquí un polo de sabiduría para la ac-
lidad, cambió el motivo de su juego: se j ción? ¡Ah, si en el transcurso de la vida
inclinó a tierra, recogió en el hueco de j todos imitáramos al niño! ¡Si ante los lí-
ambas manos la arena limpia del sen- mites que pone sucesivamente la fatali-
dero, y la fué vertiendo en la copa hasta dad a nuestros propósitos, nuestras es-
llenarla. Terminada esta obra, alisó por i peranzas y nuestros sueños, hiciéramos
primor, la arena desigual de los bordes. ! iodos corno él!... El ejemplo del niño

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OBRA ORIGINAL.-—3! MOTIVOS DE FROTEO 317

dice que no debemos empeñarnos en infame, del destierro cuando fué lanzado
arrancar sonidos de la copa con que nos al destierro.
embelesamos un día, si la naturaleza de \ La filosofía digna de almas fuertes es
¡as cosas quiere que enmudezca. Y dice la que enseña que del mal irremediable
•uego que es necesario buscar, en derre- ha de sacarse la aspiración a un bien dis-
dor de donde entonces estemos, una re- tinto de aquel que cedió al golpe de la
paradora flor; una flor que poner sobre fatalidad: estímulo y objeto para un nue-
la arena por quien el cristal se tornó vo sentido de la acción, nunca segada
mudo,,, No rompamos torpemente la en sus raíces. Si apuras la memoria cíe
copa contra las piedras del camino, sólo los males de tu pasado, fácilmente verás
porque haya dejado de sonar. Tal vez la cómo de la mayor parte de ellos tomó
iior reparadora existe. Tal vez está allí origen un retoñar de bienes relativos,
cerca.,. Esto declara la parábola del que si tai vez no prosperaron ni llegaron
niño; y toda filosofía viril, viril por el a equilibrar la magnitud del mal que les
espíritu que la anime, confirmará su en- sirvió de sombra propicia, fué acaso por-
señanza fecunda. que la voluntad no se aplicó a cultivar el
germen que ellos le ofrecían para su des-
quite y para el recobro del interés y
contento de vivir.
Así como a aquel que ha menester
[Actitud en la desilusión y en el fracaso. aplacar en su espíritu el horror a la
Todo bien puede ser sustituido por otro muerte, y no la ilumina con la esperanza
género de bien] de la inmortalidad, conviene imaginarla
como una natural transformación, en la
En el fracaso, en la desilusión, que no que el ser persiste, aunque desaparezca
provengan del fácil desánimo de la in- una de sus formas transitorias, de igual
constancia; viendo el sueño que descu- manera, si se quiere templar la acerbi-
bre su vanidad o su altura inaccesible; dad del dolor, nada más eficaz que consi-
•iendo la fe que, seca de raíz, te abando- derarlo como ocasión o arranque ele un
na; viendo el ideal que, ya agotado, mue- cambio que puede llevarnos en derechura
re, la filosofía viril no será la que te in- a nuevo bien: a un bien acaso suficiente
duzca a aquella terquedad insensata que para compensar lo perdido. A la voca-
no
se rinde ante los muros de la necesi- ción que fracasa puede suceder otra vo-
f!
- fd; ni la que te incline al escepticismo cación; al amor que perece, puede susti-
fle¡íre y ocioso, casa de Horacio, donde tuirse un amor nuevo; a la felicidad des-
Jla V
- guirnaldas para orlar la frente del | vanecida puede hallarse el reparo de otra
' encielo; ni la que, como en Harold, sus- manera de felicidad... En lo exterior, en
at
e en ti la desesperación rebelde y trá- \ la perspectiva del mundo, la mirada del
| l c a; ni la que te ensoberbezca, como a ; sabio percibirá casi siempre la flor de
Alfredo de Vigny, en la impasibilidad de ! consolación con que adornar la copa que
an
t estoicismo desdeñoso; ni tampoco el hado ha vuelto silenciosa; y mirando
vei
; "á la de la aceptación inerme y vil, que adentro de nosotros, a la parte de alma
Líe
nda a que halles buena la condición en que llega tal vez a revelarse si lo cono-
Que la pérdida de tu fe o de tu amor te cido de ésta se marchita o agota, ¡cuánto
llív
ya puesto, como aquel Agripino de que ; podría decirse de las aptitudes ignoradas
^e habla en los clásicos, singular adu- , por quien las posee; de los ocultos teso-
j
ridor del mal propio, que hizo el elogio ros que, en momento oportuno, surgen a
^e ia fiebre cuando ella le privó de sa- la claridad de la conciencia y se tradu-
u
d, de la infamia cuando fué tildado de cen en acción resuelta v animosa!
318 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Hay veces, ¿quién lo duda?, en que la j labras cumpliendo la que di de mi pro-


reparación del bien perdido puede cifrar- i mesa.» Llega con Sancho al prado dontk
se en el rescate de este mismo bien; en I en otra ocasión habían visto a unos pas-
que cabe volcar la arena de la copa, para j tores dedicados a imitar la vida de I;
que el cristal resuene tan primorosamen- j Arcadia y allí una idea levanta el ánim.
te como antes; pero si es la fuerza inexo- i del vencido caballero, como fermenv:
rabie del tiempo, u otra forma de la ne- ' de sus melancolías. Dirigiéndose a s:
cesidad, la causa de la pérdida, entonces ' acompañante, le hace proposición de qiu.
la obstinación imperturbable resultaría ', mientras cumplen el plazo de su for-
actitud tan irracional como la conformi- : zoso retraimiento, se consagren ambo
dad cobarde e inactiva y como el des- a la vida pastoril, y arrullados por mú-
aliento trágico o escéptico. El bien que sica de rabeles, gaitas y albogues, con-
muere nos deja en la mano una semilla cierten una viva y deleitosa Arcadia en c:
de renovación; ya sean ios obstáculos de corazón de aquella soledad amena. Aii:
afuera quienes nos lo roben, ya lo des- les darán «sombra los sauces, olor la:
gaste y consuma, dentro de nosotros mis- rosas, alfombras de mil colores matiza-
mos, el hastío: ese instintivo clamor del das los extendidos prados, aliento el aiiv
alma que aspira a nuevo bien, como !a claro y puro, luz la luna y las estrellas
tierra harta de sol clama por el agua del a pesar de la oscuridad de la noche, gus-
cielo. to el canto, alegría el lloro, Apolo versos,
el amor conceptos, con que podrán ha-
XI cerse eternos y famosos, no sólo en los
presentes, sino en los venideros siglos».-
[Don Quijote, vencido] ' ¿Entiendes la trascendental belleza de
i
este acuerdo? La condena de abandonar
Don Quijote, maestro en ia locura ra- \ por cierto espacio de tiempo su ideal ele
zonable y la sublime cordura, tiene en su j vida no mueve a Don Quijote ni a la re-
historia una página que aquí es oportuno ! belión contra la obediencia que le imp°'
recordar. ¿Y habrá de él acción o concep- ; ne el honor, ni a la tristeza quejumbrosa
to que no entrañe un significado inmor- j y baldía, ni a conformarse en quietud
tal, una enseñanza? ¿Habrá paso de los | trivial y prosaica. Busca la manera de
que dio por el mundo que no equivalga a : dar a su existencia nueva sazón ideal.
mil pasos hacia arriba, hacia allí donde [ Convierte el castigo de su vencimiento N
nuestro juicio marra y nuestra prudencia ¡ en proporción de gustar una poesía
estorba?... Vencido Don Quijote en sin- j una hermosura nuevas. Propende desde
guiar contienda por el caballero de la f aquel punto a la idealidad de la quietud,
Blanca Luna, queda obligado, según la >como hasta entonces había propendido
condición del desafío, a desistir por cier- ¡ a la idealidad de la acción y la aventura-
to tiempo de sus andanzas y dar tregua i Den tro de las condiciones en que el mal
a su pasión de aventuras. Don Quijote, ; hado le ha puesto, quiere mostrar que el
que hubiera deseado perder con el com-1 hado podrá negarle un género de gloria,
bate la vida, acata el compromiso de ho- ¡ el preferido y ya en vía de lograrse; nías
ñor. Resuelto, aunque no resignado, to- ¡ no podrá restañar la vena ardiente qu¿
ma el camino de su aldea. «Cuando era ¡ brota de su alma, anegándola en supe-
—dice—caballero andante, atrevido y va- i riores anhelos; vena capaz siempre de
tiente, con mis obras y con mis manos ! encontrar o labrar el cauce por donde
acreditaba mis hechos; y ahora, cuando I tienda a su fin, entre las bajas realidades
soy escudero pedestre, acreditaré mis pa- ! del mundo,

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OBRA ORIGTMAL.-~5: MOTIVOS DE PROTEO 3.1.9

XII j te de tiempo y dispone aún de poderosas


! fuerzas de reacción. Difícil es que conoz-
[¿7 dolor de una vocación defraudada. \ camos todo lo que calla y espera, en lo
Las reservas de nuestro espíritu] interior de nosotros mismos. Hay siem-
pre en nuestra personalidad una parte
El desengaño (sirva esto de ejemplo), virtual de que no tenemos conciencia,
respecto de una vocación a la que con- Una vocación poderosa que ha ejercido
vergieron, durante largo tiempo, nuestras durante mucho tiempo el gobierno del
energías y esperanzas, es, sin duda, una ! alma, reconcentrando en sí toda la soli-
de las más crueles formas del dolor hu- citud de la atención y todas las energías-
mano. La vida pierde su objeto; el alma, de la voluntad, es como luz muy viva que
el polo de idealidad que la imantaba; y ofusca otras más pálidas, o como es-
en el electuario amarguísimo de esta truendo que no deja oír muchos leves
pena hay, a un tiempo, algo de la de rumores. Si la luz o el estruendo se apa-
aquel a quien la muerte roba su amor, | gan, los hasta entonces reprimidos clan
•' de la de aquel otro que queda sin los ¡ razón de su existencia. Aptitudes laten-
bienes que ganó con el afán de muchos ! tes, disposiciones ignoradas, tienen así la
anos, y también de la de aquel que se ve j ocasión propicia de manifestarse, y a me-
expulsado y proscripto de la comunión ! nudo se manifiestan, en el momento en
fe los suyos. El suicidio de Gros, el de que pierde su ascendiente la vocación
Leopoldo Robert, y el que en su Chatter- que prevalecía; tanto más cuanto que las
ion idealizó Alfredo de Vigny son imá- mismas condiciones que constituyen una
•-'enes trágicas de esta desesperación; la inferioridad sin levante para determina-
r e , otras veces, concluye por diluir y \ do género de actividad suelen ser estí-
-Icsvanecer su amargura en eí desabrí- ; mulos y superioridades con relación a
ciento de la vida vulgar. otro. Rara será el alma donde no exista,
Y, sin embargo, una vocación que fra- en germen o potencia, capacidad alguna
c
^sa para siempre, sea por lo insuperable fuera de las que ella sabe y cultiva; como
ce
' la dificultad en que tropieza el desen- ¡ raro es el cielo tan nebuloso que jamás
volvimiento de la aptitud, sea por vicio i la puesta del sol haga vislumbrar en él
radical de la aptitud misma, suele ser, ; una estrella, y rara la playa tan callada
ün
el plan de la Naturaleza, sólo una ¡ que nunca un rumor suceda en ella al
°casión de variar el rumbo de la vida \ silencio del mar.
Ml
i menguar su intensidad ni su honor. ; Yo llamaría a estas disposiciones la-
^°ft frecuencia el hado que forzó a la ; tentes que inhibe aquella que está en
' °^ntad a abandonar el rumbo que, pro- \ acto y goza de predilección: las reservas
atiendo gloria, seguía, ha puesto con ', de cada espíritu. Quiero mostrarte cómo
c
'lo el antecedente y la condición nece- [ la necesidad de buscar nuevo motivo de
•saria de más alta gloria. Pero aunque no : acción, que hace recobrarse nuestro áni-
e
ntren en cuenta casos semejantes, yo i mo después de la muerte de una voca-
J e
^ inclino a pensar que pocas veces pue- • ción querida, manteniéndole en vela y
oe tenerse por irreparable en absoluto el : atento a los llamados que pueden venir
'•acaso de una vocación, si por irrepara- \ del seno de las cosas, excita, con reden-
^ e ha de entenderse que no sufre ser . tora eficacia, tales capacidades ocultas,
c
°mpensado con la manifestación de una j hasta sustituir (y en más de un caso sus-
Cd
Pacidad, más que mediana, en otro gé- . tituir ventajosamente), la aptitud cuya
"lero de actividad; ni siquiera cuando c! • pérdida se deplora como irreparable in-
" m a v'e extenderse ante sí vasto horizon- ; fortunio.
320 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

XIII la herida que entorpeció la mano de Ru-


gendas para el esfuerzo del buril fué la
{Aptitudes que se revelan con la pérdida ocasión de que, probándose en mayores
de otras] empresas, cobrase más fama por sus cua-
dros que por sus grabados.
Nada hay más intensamente sugestivo Una singular semejanza hay en la his-
para la inteligencia que un inopinado e toria de dos artistas líricos que, habien-
involuntario apartamiento de la vida de do perdido prematuramente el don natu-
acción. El alma que, cifrando en ésta sus ! ral que los capacitaba para el canto, lu-
aspiraciones primeras, encuentra ante su cen en la memoria de la posteridad con
paso insalvables obstáculos que la obli- el resplandor de otros altos dones, mani-
gan a reprimir aquella inclinación de su festados luego. Tales son el pintor Cice-
naturaleza, experimenta tal vez el nielan- i ri, y Andersen, el cuentista danés. Pedro
cólico anhelo de tender, por el camino Carlos Ciceri era en su juventud, allá en
de la especulación y la teoría, y por el de tiempos en que Crescentini conmovía
la imitación y simulacro que constituyen con la magia de su garganta a la corte
la obra de arte, al mismo objeto que no de Napoleón I, una hermosa promesa de
le fué dado alcanzar en realidad; o bien la escena lírica, por el privilegio de su
a un objeto diferente, determinado por \ voz y su delicado sentimiento del arte.
la espontaneidad de la inteligencia, que El primor y la enamorada constancia de
sólo entonces declara su propio y perso- la vocación convergían de tal manera en
nal contenido. Y no es otro el origen de él con la elección de la naturaleza, que
muchas vocaciones de escritor, de pen- dedicó largos años de su vida a ejercitar
sador y de artista. y educar esas disposiciones, antes que ss
Vauvenargues ofrece ejemplo de ello. \ resolviese a mostrarlas. Cuando estaba a
El amable psicólogo nació con la voca- punto de hacerlo, he aquí que una caída
ción heroica de la acción. Lanzóse en pos ; violenta le deja lisiado para siempre, y
de este género de gloria; pero males del '\ Ciceri pierde sin remedio lo hermoso de
cuerpo se interpusieron, no bien suelta \ su voz. Todo el afán de su existencia era
la rienda a la voluntad, entre la vicia y la ido en humo, y ella dejaba de tener ob-
vocación de Vauvenargues, y en el reco- jeto que la mereciese... Para olvidar su
gimiento de la inacción forzosa, nació, pena, Ciceri dióse a frecuentar el estudio
fecundando las melancolías del soldado, ; de un amigo pintor, y allí un interés en
la inspiración del moralista. que parecía convalecer su alma, le vincu-
Acaso nunca hubiera amanecido en , ló, poco a poco, al hechizo de los colo-
Ronsard su arrogante numen de poeta, si res y las líneas. Cuanto más se acogía a
invalidado por temprana afección para este interés, más le sentía trocarse en
los oficios de la diplomacia, no pasara de propensión al ejercicio de aquel arte y,
mensajero del rey a corifeo de la Pléya- una aptitud maravillosa respondía, con
de. Y Escalígero, como Niepce, como la solicitud de quien acude a un llama-
Hartmann, como cien más, que alguna \ miento largo tiempo esperado, a sus pri'
vez soñaron con los lauros del héroe, ; meras tentativas. Este tesoro oculto, que
debieron también, a imposibilidad física Ciceri llevaba en lo ignorado de su alma.,
de perseverar en la vida de acción, la y que quizá no sospechara jamás a no
conciencia del género de aptitud por que haber perdido aquel otro que más super-
llegaron a ser grandes. No de otra ma- ficialmente tenía, no tardó en definir su
nera la enfermedad que apartó a William peculiar calidad: era el instinto de la
Prescott de las disputas del foro le puso pintura escenográfica, de los grandes
en su glorioso camino de historiador; y I efectos, de perspectiva y color, de la

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 321
decoración, Ciceri fué consagrado maes- a aspirar eficazmente a la gloria de las
tro único de la escenografía en aquella armas.
misma sala de la Opera que, siendo jo-
ven, ambicionara para sus triunfos de
cantante. La generación que por primera
vez aplaudió a Auber, a Meyerbeer, a
Rossini, asoció siempre, a la memoria de XV
las emociones de arte que conoció por
ellos, la del pincel que dio una porten- • [¿Qué vienes a buscar?...]
tosa vida plástica a sus obras. j
Idéntico es el caso de Andersen, si sus- [ ¿Qué vienes de buscar donde suena ese
tituyes al don de la pintura el de las vago clamor y pueblan el aire esas cien
letras. torres? ¿Por qué traer los ojos humilla-
dos y la laxitud del cansancio estéril
ahoga en ti la efervescencia de la vida en
XIV su mejor sazón?.,. Muchos vi pasar como
tú. Sé tu historia aunque no me la cuen-
[Obstáculos de orden moral que suscitan tes, peregrino. Saliste por primera vez
aptitudes nuevas] al campo del mundo; iban contigo sue-
ños de ambición: se disiparon todos;
La imposibilidad de proseguir la co- perdiste el caudalito de tu alma; la ne-
menzada vía por obstáculos de orden gra eluda se te entró en el pecho, y ahora
moral no ha sido, ciertamente, menos . vuelves a tu terrón sin la esperanza en
fecunda en sugestiones dichosas. La Ro- I ti mismo, sin el amor de ti mismo, que
chefoucauld fué uno de los caudillos de ; son la más triste desesperanza y el más
la protesta aristocrática bajo la domina- aciago desamor de cuantos puede haber.
ción de Richelieu. En el hervor de ambi- Donde te atrajo la huella de los otros;
ciones de la Fronda vio naufragar su donde se detuvo el vocear de los chala-
ascendiente y sus sueños de acción polí- nes y te deslumhraron los colores de la
tica; y entonces, anhelando el bien del feria; donde cien veces te sentiste mover
olvido, lo buscó en la vida de sociedad, antes que tu voluntad se moviese, no ha-
tan llena, en aquel país y aquel tiempo, llaste el bien que apetecías; y herido en
de estímulos intelectuales; y allí el aci- las alas del corazón: «el bien que soñé
cate de la conversación espiritual des- J era sueño», vas pensando. Mas yo te digo
Pertó en él el talento de observación y j que, desde el instante en que renunciaste
d£ estilo: La Rochefoucauld fué gran es- a buscarle del modo como no podías dar
critor por no haber logrado ser grande con él, es cuando más cerca estás del
hombre de Estado. Semejante a éste es j bien que soñaste. Tu desaliento y melan-
£
1 origen que se atribuyó en la antigüe- colía hacen que el mirar de tus ojos,
dad a la vocación de escritor de Salustio. ¡ desasido de lo exterior, se reconcentre
La condición de católico de Moore, j ahora en lo íntimo de ti. ¡Gran principio!
Que le cerraba, como a los demán irían- ! favorable!ocasión! ¡Gran soplo de viento
¡Grande
deses de su credo, las puertas de la vida j
Publica, la cual hubiera él preferido, da i Hay, peregrino, una senda, donde aquel
lugar a su dedicación a las letras. Cati- que entra y avanza pierde temor al des-
nat, el futuro vencedor de Filipsburgo, engaño. Es ancha, lisa, recta y despeja-
ahogado novel, fracasado cuando su ini- da, después de comienzos muy duros y
pación en la tribuna jurídica, torna de tortuosos. Pasa por medio de todos los
es
ta mala ventura el impulso que le lleva j campos de cultivo que granjean honra y
':;-0l)(),.__] [
322 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

provecho. Quien por ella llega a la escena cia ¿piensas tú que no sufre rectificación
del mundo puede considerar que ha co- y complemento? ¿Qué no admite mayor
sechado todas las plantas de mirífica vir- amplitud, mayor claridad, mayor verdad?
tud de que hablan las leyendas: la ba- Nadie logró llegar a término en el cono-
cará que preserva de la fascinación, el cimiento de sí, cosa ardua sobre todas
nepente que devuelve la alegría, y el hon- las cosas, sin contar con que, para quien
go que infunde el ardor de las batallas. mira con mirada profunda, aun la más
Tener experiencia de esta senda vale tan- simple y diáfana es como el agua de la
to como llevar la piedra de parangón con j mar, que cuanta más se bebe da más
que aquilatar la calidad de las cosas cu- j sed, y como cadena de abismos. ¡Y tú
yas apariencias nos incitan. Por ella se presumirás de conocerte hasta el punto
sale a desquijarar los leones, tanto como de que te juzgues perpetuamente limita-
a ceñir la oliva de paz. Cuando por otros do a tu ser consciente y actual!... ¿Con
caminos se las busca, todas las tierras ; qué razón pretendes sondar, de una mi-
son al cabo páramos y yermos; pero si j rada, esa complejidad no igual a la de
ella fué el camino, aun la más árida se Sninguna otra alma nacida, esa única ori-
trueca en fértil emporio: su sequedad se ! ginalidad (por única, necesaria al orden
abre en veneros de aguas vivas; cúbrense j del mundo), que en ti, como en cada uno
las desnudas peñas de bosque, y el aire \ de los hombres, puso la incógnita fuerza
se anima con muchas y pintadas aves. ! que ordena las cosas? ¿Por qué, en vez
Toma, peregrino, esa senda, y el bien que I de negarte con vana negación, no prue-
soñaste será tuyo.—¿Alzas los ojos? ¿Con- bas avanzar y tomar rumbo a lo no co-
sultas, en derredor, el horizonte?... No I nocido de tu alma?... ¡Hombre de poca
allí, no afuera, sino en lo hondo de ti fe!, ¿qué sabes tú de lo que hay acaso
mismo, en el seguro de tu alma, en el dentro de ti mismo?...
secreto de tu pensamiento, en lo recóndi-
to de tu corazón: en ti, en ti sólo, has de
buscar arranque a la senda redentora. XVII
[La respuesta de Leuconoe]
XVI i
Soñé una vez que volviendo el gran
[Hay una senda segura, y es la que va Trajano de una de sus gloriosas conquis-
a lo hondo de uno mismo'] \ tas, pasó por no sé cuál de las ciudades
de la Etruria, donde fué agasajado con
¿Nada crees ya en lo que dentro de tu tanta espontaneidad como magnificencia.
alma se contiene? ¿Piensas que has apu- Cierto patricio preparó en honor suyo el
rado las disposiciones y posibilidades de más pomposo y delicado homenaje que
ella; dices que has probado en la acción hubiera podido imaginar. Escogió en las
todas las energías y aptitudes que, con familias ciudadanas las más lindas don-
harta confianza, reconocías en ti mismo, cellas, y las instruyó de modo que, con
y que, vencido en todas, eres ya como ¡ adecuados trajes y atributos, formasen
barco sin gobernalle, como lira sin cuer- una alegórica representación del mundo
das, como cuadrante sin sol?... Pero para conocido, donde cada una personificara a
juzgar si de veras agotaste el fondo de tu determinada tierra, ya romana, ya bár-
personalidad es menester que la conoz- ¡ bara, y en su nombre reverenciase al Cé-
cas cabalmente. ¿Y te atreverás a afir- j sar y la hiciera ofrecimiento de sus do-
mar que cabalmente la conoces? El re- j nes. Púsose en ensayo este propósito;
fie jo de ti que comparece en tu concien- ! todo marchaba a maravilla; pero sea

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 323
que, distribuidos los papeles, quedase sin rio en el modo de mirar; la majestad en
ninguno una aspirante a quien no fuera cada actitud y cada movimiento. Ofreció
posible desdeñar; sea que lo exigiese el el orbe por tributo; y la siguió, como
arreglo y proporción en la manera como I madre que viene después de la hija por
debían tejerse las danzas y figuras, ello ser ésta soberana, Grecia, coronada de
es que hubo necesidad de aumentar en j mirto. Lo que dijo de sí sólo podría abre-
uno el número de las personas. Se había ! víarse en lápida de mármol. Italia vino
contado ya con todos los países del mun- ! luego. Habló de la gracia esculpida, en
do, y se dudaba cómo salvar esta dificul- j suaves declives, sobre un suelo que dora
tad, cuando el patricio, que era dado a j el sol, al son armónico del aire. Celebró
ios libros, se dirigió a un estante, de su feracidad; aludió al trigo de Campa-
donde tomó un ejemplar de las tragedias nia, al óleo de Venafro, al vino de Fa-
de Séneca, y buscando en la Medea el lerno. La rubia Galia, depuesto el primi-
pasaje donde están unos versos que hoy tivo furor, mostró colmadas de pacíficos
son famosos, por el soplo profético que frutos las corrientes del Saona y el Ró-
los inspira, habló de la presunción que dano. Iberia presentó sus rebaños, sus
hacía el poeta de la existencia de una tie- j trotones, sus minas. Ceñida de bárbaros
rra ignorada, que futuras gentes halla- ¡ arreos, se adelantó Gemianía, e Hizo el
rían, yendo sobre el misterioso Océano; ; elogio de las pieles espesas, el ámbar
más allá (añadió el patricio) de donde j transparente, y los gigantes de ojos azu-
situó a la sumergida Atlántida, Platón. j les cazados para el circo en la espesura
Este soñado país propuso que fuera el de la Carbonaria y de la Hircinia. Bre-
que completase el cuadro, ya que faltaba taña dijo que, en sus Casitérides, había
otro. Poco apetecible destino parecía ser j el metal de que toman su firmeza los
el de representar a una tierra de que bronces. La Iliria, famosa por sus abun-
nada podía afirmarse, ni aun su propia dantes cosechas; la Tracia, que cría ca-
existencia, mientras que todas las de- ballos raudos como el viento; la Mace-
más daban ocasión para lucir pintores- donia, cuyos montes son arcas de ricos
cos y significativos atributos, y para que minerales, rindieron sus tesoros; y se
se las loase, o se las diferenciase cuando acercó tras ellas la postrera Thule, que
menos, en elocuentes recitados. Pero hu- ¡ ofreció juntos fuego y nieve, con la fian»
bo quien, renunciando al papel que ya l za de Pythéas. Llegó el turno de las tie-
tenía atribuido, reclamó el humilde oficio | rras asiáticas; y en cuerpo de faunesca
para sí. Era la más joven de todas y la j hermosura, la Siria habló de los laureles
llamaban Leuconoe. No se halló el modo ! de Dafne y los placeres de Antioquía. El
de caracterizar, con apropiadas galas, su j Asia Menor reunió, en doble tributo, los
Parte, y se acordó que no llevara más | esplendores del Oriente con las gracias
Que un traje blanco y aéreo como una : de Jonia, tendiendo, entre ambas ofren-
página donde no se ha sabido qué po- | das, la flauta frigia, como cruz de balan-
ner... Llegado el día, realizóse la fiesta; ¡ za. Se ufanó Babilonia con el resplandor
y noblemente personificadas, las tierras ; de sus recuerdos. La Persia, madre de los
desfilaron ante el señor del mundo, des- j frutos de Europa, brindó semillas de ge-
pués de concertarse en variadas danzas I nerosa condición. Grande estuvo la India
de artificio, y cada una de ellas le dedicó j cuando pintó montañas y ríos colosales,
s
us ofrendas. ¡ cuando invocó las piedras fúlgidas, el
i algodón, el marfil, la pluma de los pa-
Presentóse, primero que ninguna, Ro- pagayos, las perlas; cuando nombró cien
ma e n forma casi varonil: éste era el plantas preciosas: el ébano, que ensalzó
modo de hermosura de la que llevaba [ Virgilio; el amono y el malabatro, brase-
sus colores; el andar, de diosa; el impe-
324 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS-COMPLEXAS

ros de raros perfumes; el árbol milagroso puesto que eres hermosa. Pero ¿qué bien
cuyo fruto hace vivir doscientos años.., me dirás de la región que representas, si
La Palestina ofreció olivos y viñedos. Fe- has de evitar el engañarme?... ¿Qué me
nicia se glorió de su púrpura. La región ofreces de allí? ¿Qué puedes afirmar que
sabea, de su oro. Mesopotamia hizo men- haya en tu tierra de quimera?...
ción de los bosques espesísimos donde —¡Espacio!---dijo con encantadora sen-
Alejandro cortó las tablas de sus naves. cillez Leuconoe.
El país de Sérica cifró su orgullo en una Todos sonreían.
tela primorosa; y Taprobana, que remece —Espacio...-—repitió el César—. ¡Es
el doble monzón, en la fragante canela. verdad! Sea desapacible o risueña, estéril
Vinieron luego los pueblos de la Libia. o fecunda, espacio habrá en la tierra in-
Presidiéndolos llegó el Egipto multisecu- cógnita, si existe; y aun cuando ella no
lar: habló de sus Pirámides, de sus es- exista, y allí donde la finge el poeta sólo
finges y colosos; del despertar mejor de esté el mar, o acaso el vacío pavoroso,
su grandeza, en una ciudad donde una ¿quién duda que en ei mar o en el va-
torre iluminada señala el puerto a los cío habrá espacio?... Leuconoe—prosi-
marinos. La Círenaica dijo el encanto de ; guió con mayor animación—; tu respues-
su serenidad, que hizo que fuese el lecho ta tiene un alto sentido. Tiene, si se la
a donde iban a morir los epicúreos. Car- considera, más de uno. Ella dice la mis-
tago, a quien realzara Augusto de las rui- teriosa superioridad de lo soñado sobre
nas, se anunció llamada a esplendor nue- j lo cierto y tangible, porque está en la
vo. La Numidia expuso que daba mármo- I humana condición que no haya bien m.e-
les para los palacios; fieras para las te- i jor que la esperanza, ni cosa real que se
riomaquias y las pompas. La Etiopía afir- i aventaje a la dulce incertidumbre del
mó que en ella estaban el país del cina- ! sueño. Pero, además, encierra tu respues-
momo, el de la mirra, los enanos de un : ta una hermosa consigna para nuestra
pigmo y los macrobios de mil años. Las I voluntad, un brioso estímulo a nuestro
Fortunadas, fijando el término de lo co- ! denuedo. No hay límite en donde acabe
nocido, recordaron que en su seno espe- para el fuerte el incentivo de la acción-
raba a las almas de los justos la man- Donde hay espacio, hay cabida para
sión de la eterna felicidad. nuestra gloria. Donde hay espacio, hay
Por último, con suma gracia y divino posibilidad de que Roma triunfe y se
candor, llegó Leuconoe. En nada aparen- dilate.
taba formar parte de la viviente y simbó- Dijo el César; arrancó de su pecho una
lica armonía. No llevaba sino un traje gruesa, esmeralda que allí estaba de bro-
blanco y aéreo, como una página donde che, y era de las que el Egipto produce
no se ha sabido qué poner... En aquel mayores y más puras; y prendiéndola al
instante, nadie la envidiaba, por más seno de la niña, la dejó, como un fulgor
que luciese su hermosura. El César pre- de esperanza, sobre la estola, toda blan-
guntó la razón de su presencia, y se ex- ca, mientras terminaba diciendo:
trañó, cuando lo supo, viéndola tan mal —-¡Sea el premio para la región desco-
destinada y tan hermosa. nocida; sea el premio para Leuconoe!
—Leuconoe—dijo con una benévola iro-
nía—: no te ha tocado un gran papel.
Tu poca suerte quiso que la realidad con- ! XVIII
cluyera en manos de las otras, y he aquí ¡.Espacio, espacio es lo que te queda.. "\
que has debido contentarte con la fic-
ción del poeta... Admiro tu dulce confor- Espacio, espacio, es lo que te queda,
midad, y me complace tu homenaje, después que la esperanza con color y

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 325

figura, y el ideal concreto, y la fuerza o : que impedían verlo mientras la tela esta-
aptitud de calidad conocida, te abando- | ba en blanco, Hallar y traer al haz del
naron en mitad del camino. Espacio: i alma esa ignorada riqueza: tal es tu obra
mas no ese donde el viento y el pájaro y la de cada uno. Derramar luz dentro
se mueven más arriba que tú y con alas de sí por la observación interior y la ex-
mejores; sino dentro de ti, en la inmensi- periencia: tal es el medio de abrir cami-
dad de tu alma, que es el espacio propio no a la ocasión dichosa, que vendrá traí-
para las alas que tú tienes. Allí queda da por el movimiento de la realidad. Em-
infinita extensión por conquistar, mien- peño difícil este de conocerse—¿quién lo
tras dura la vida: extensión siempre ca- duda?—y expuesto a mil engaños. Pero
paz de ser conquistada, siempre merece- ¿no vale todos los tesoros de la voluntad
dora de ser conquistada... Imaginar que el término que quien lo acomete se pro-
no hay en ti más que lo que ahora perci- pone? ¿Hay cosa que te interese más que
bes con la trémula luz de tu conciencia, descubrir lo que está en ti y en ninguna
equivale a pensar que el Océano acaba parte sino en ti: tierra que para ti sólo
allí donde la redondez de la esfera lo fué creada; América cuyo único descu-
sustrae al alcance de tus ojos. Incompa- bridor posible eres tú mismo, sin que
rablemente más vasto es el Océano que puedas temer, en su designio gigante, ni
la visión de los ojos; incomparablemente ! émulos que te disputen la gloria, ni con-
más hondo nuestro ser que ja intuición j quistadores que te usurpen el provecho?
de la conciencia. Lo que de él está en la
superficie y a la luz, es comúnmente, no
ya una escasa parte, sino la parte más XIX
vulgar y más mísera. Dame acertar con
la ocasión y yo sacaré de ti fuerzas que [El. conocimiento propio como
íe maravillen y agiganten. Tu languidez antecedente de la acción. Amiel
de ánimo, tu desesperanza y sentimiento y Marco Aurelio}
como de vacío interior, no son distintos
de los de miles de almas electas, en las Ahondar en la conciencia de sí mismo,
vísperas de la transfiguración que las procurar saber del alma propia; mas no
sublimó a la excelsa virtud, o a la in- en inmóvil contemplación, ni por prurito
vención genial, o al heroísmo. Si veinte de alambicamiento y sutileza; no como
horas antes de consagrarse héroe el hé- quien, desdeñoso de la realidad, dando
roe, apóstol el apóstol, inventor el in- la espalda a las cien vías, que el mundo
ventor, o de tender resuelta y eficazmen- ofrece para el conocimiento y la acción,
te a hacerlo, hubiéraíes anunciado un vuelve los ojos a lo íntimo del alma, y
zahori de corazones su destino inminen- allí se contiene y es a un tiempo el es-
te, ¡cuántas veces no se hubieran encogi- pectador y el espectáculo. Este continuo
do de hombros o sonreído con amarga análisis de lo que pasa dentro de nos-
incredulidad! Dame la ocasión y yo te otros, cuando el análisis no va encami-
haré grande; no porque infunda en ti nado a un fin trascendente; esa morosi-
]
-0 que no hay en ti, sino porque haré dad ante el espejo de la propia concien-
brotar y manifestarse lo que tu alma tie- cia, no tai cual se detendría a consultar,
ne oculto. De afuera pueden auxiliarte en clara linfa, el porte y el arnés, el gue-
cateadores y picos; pero en ti sólo está rrero que marchaba a la lucha, sino por
la mina. La ocasión es como el artista simple y obsesionador afán de mirarse,
Pintor de quien dijo originalmente uno son, más que vana, funesta ocupación de
Que lo era: no crea el pintor su cuadro, la vida. Son el sutil veneno que paraliza
s
mo que se limita a descorrer los velos el espíritu de Amiel y le reduce a una
326 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

crítica ineficaz de sus más mínimos he- no disipado en vano mirar, sino resuelto
chos de conciencia; crítica disolvente de en actos de una voluntad afirmativa y fe-
toda espontaneidad del sentimiento, ener- cunda, que van tejiendo una de las más
vadora de toda energía de la voluntad. hermosas vidas humanas; y tomemos
¿Y quién como ese mismo moderno um- como puntos de comparación, para dis-
bilicario; quién como ese confidente ofi- cernir entre ambos modos de íntima ex-
cioso de sí propio, ha expresado cuan fa- periencia, los Pensamientos del inmortal
tal sea esa malversación del tiempo y de emperador y el Diario del triste Hamlet
las fuerzas de la mente? El alma que, en ginebrino.
estéril quietud, se emplea en desmenu-
zar, con cruel encarnizamiento, cuanto, XX
para ella sola, piensa, siente y no quiere,
es «el grano de trigo que, molido en hari- [La sugestión social]
!na, no puede ya germinar y ser la planta
fecunda». Cierto; mas yo te hablo del Cuando te agregas en la calle a una
conocerse que es un antecedente de la muchedumbre a quien un impulso de pa-
acción; del conocerse en que la acción sión arrebata, sientes que, como la hoja
es, no sólo el objeto y la norma, sino suspendida en el viento, tu personalidad
también el órgano de tal conocimiento, queda a merced de aquella fuerza avasa-
porque ¿cómo podrá saber de sí cuánto lladora, La muchedumbre, que con su
se debe quien no ha probado los filos de movimiento material te lleva adelante y
su voluntad en las lides del mundo?,..; fija el ritmo de tus pasos, gobierna, de
modo de saber de sí que no es prurito igual suerte, los movimientos de tu sen-
exasperador, ni deleite moroso, sino obra sibilidad y de tu voluntad. Si alguna
viva en favor de nuestro perfecciona- condición de tu natural carácter estorba
miento; que no nos incapacita, como el para que cooperes a lo que en cierto mo-
otro, para el ejercicio de la voluntad, mento el monstruo pide o ejecuta, esa
sino que, por lo contrario, nos capacita condición desaparece inhibida. Es como
y corrobora; porque consiste en obser- una enajenación o un encantamiento de
varse para reformarse: en sacar todo tu alma. Sales, después, del seno de la
partido posible de nuestras dotes de na- i muchedumbre; vuelves a tu ser anterior;
turaleza: en mantener la concordia entre y quizá te asombras de lo que clamaste
nuestras fuerzas y nuestros propósitos, y o hiciste.
descender al fondo del alma, donde las
virtualidades y disposiciones que aún no Pues no llames sólo muchedumbre a
han pasado al acto se ocultan, volviendo ! esa que la pasión de una hora reúne y
de esa profundidad con materiales que ; encrespa en los tumultos de la calle.
luego la acción aplica a su adecuado fin Toda sociedad humana es, en tal sentido,
y emplea en hacernos más fuertes y me- muchedumbre. Toda sociedad a que per-
jores; como quien alza su casa con pie- maneces vinculado te roba una porción
dras de la propia cantera, o como quien de tu ser y la sustituye con un destello
forja, con hierro de la propia mina, su de la gigantesca personalidad que de ella
espada. colectivamente nace. De esta manera,
¡cuántas cosas que crees propias y esen-
Amiel nos dio un ejemplo de contem- ciales de ti no son más que la imposi-
plación interior sin otro fin que el del ción, no sospechada, del alma de la so-
melancólico y contradictorio placer que ciedad que te rodea! ¿Y quién se exime,
de ella nace. Recordemos ahora la augus- del todo, de este poder? Aun aquellos
ta personalidad de Marco Aurelio, y ! que aparecen como educadores y domi-
aquel su constante examen de sí mismo, I nadores de un conjunto humano, suelen

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 327

no ser sino los instrumentos dóciles de i la roca viva, la roca de originalidad, la


que él se vale para reaccionar sobre sí roca de verdad; ¡acaso siempre, hasta la
mismo. En el alarde de libertad, en el muerte, ignorada!... En toda humana
arranque de originalidad, con que pre- agrupación componen muy mayor nú-
tenden afirmar, frente al coro, su perso- mero las almas que no tienen otro yo
nalidad emancipada, obra quizá la su- consciente y en acto que el ficticio, de
gestión del mismo oculto numen. Genio molde, con que cada una de ellas coope-
llamamos a esa libertad, a esa originali- ra al orden maquinal del conjunto. Pero
dad cuando alcanzan tal grado que pue- no por esto deja de existir potencialmen-
de tenérselas por absolutamente verdade- te en ellas el real, el verdadero yo, capaz
ras. Pero ¡cuan rara vez lo son en tal ex- de revelarse y prevalecer en definitiva
tremo, y cuántas la contribución con que [ sobre el otro—aunque no se singularice
el pensamiento individual parece aportar i por la superior originalidad que es atri-
nuevos elementos al acervo común no es | buto deí genio—, si cambia el medio en
sino una restitución de ideas lenta y ca- ; que transcurre la vida, y se sale de aquel
lladamente absorbidas! Así, quien juz- a cuyo influjo prospera la falsa persona-
gara por apariencias materiales habría lidad a modo de una planta parásita; o
de creer que es la corriente de los ríos bien si el alma logra apartar de sí, por
la que surte de agua a la mar, puesto cierto tiempo, la tiranía del ambiente,
que en ella se vierten, mientras que es con los reparos y baluartes de la soledad.
de ía mar de donde viene el agua que
toman en sus fuentes los ríos.
j XXII

XXI i [La inscripción del Faro de Alejandría!

[El «yo» ficticio'] El primero y más grande de los Tolo-


meos se propuso levantar, en la isla que
Este sortilegio de los demás sobre cada tiene a su frente Alejandría, alta y so-
uno de nosotros explica muchas vanas berbia torre, sobre la que una hoguera
apariencias de nuestra personalidad, que siempre viva fuese señal que orientara al
no engañan sólo a ojos ajenos, sino que navegante y simbolizase la luz que irra-
ilusionan también aquellos íntimos ojos diaba de ia ilustre ciudad. Sóstrato, ar-
c
on que nos vemos a nosotros mismos, i tista capaz de un golpe olímpico, fue lla-
Porque a menudo la virtud penetrativa mado para trocar en piedra aquella idea.
(
fel ambiente no cala y llega hasta el cen- Escogió blanco mármol; trazó en su men-
h'o del alma, donde, combinándose con te el modelo simple, severo y majestuoso.
nuestra originalidad individual, que to- Sobre la roca más alta de la isla, echó
maría de ella lo capaz de asociársele sin las bases de ia fábrica, y el mármol fue
descaracterizarnos, en un proceso de or- lanzado al cielo mientras el corazón de
gánica asimilación, antes enriquecería Sóstrato subía de entusiasmo tras él. Co-
Que menoscabaría nuestra personalidad; lumbraba allá arriba, en el vértice que
sino que se detiene en lo exterior del idealmente anticipaba: la gloria. Cada
a
lnia como una niebla, como un antifaz, piedra, un anhelo; cada forma rematada,
c
omo una túnica; nada más que aparien- un deliquio. Cuando el vértice estuvo, el
cia, pero lo bastante engañadora para artista, contemplando en éxtasis su obra,
c
tue aquel mismo en cuya conciencia se pensó que había nacido para hacerla. Lo
'níerpone la tenga por realidad y sus- que con genial atrevimiento había creado
^ncia ele su ser. Debajo de ella queda I era el Faro de Alejandría, que la arití-
328 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

güedad contó entre Jas siete maravillas en la inscripción de la torre de Alejan-


del mundo. Tolomeo, después de admi- dría, Deshecho en polvo leve, caerá de
rar la obra del artista, observó que fal- la superficie de tu alma cuanto es allí
taba al monumento un último toque, y vanidad, adherencia, remedo; y entonces,
consistía en que su nombre de rey fue- acaso por primera vez, conocerás la ver-
ra esculpido, como sello que apropiase j dad de ti mismo. Despertarás como de
el honor de la idea, en encumbrada y I un largo sueño de sonámbulo. Tu hastío
bien visible lápida. Entonces, Sóstrato, y agotamiento son quizá, cual los de mu-
forzado a obedecer, pero celoso en su chos otros, cosa de la personalidad fic-
amor por el prodigio de su genio, ideó el ticia con que te vistes para salir al tea-
modo de que en la posteridad, que con- tro del mundo: es ella la que se ha vuel-
cede la gloria, fuera su nombre y no el to en tí capaz de estímulo y reacción.
del rey el que leyesen las generaciones Pero por bajo de ella reposan, frescas y
sobre el mármol eterno. De cal y arena límpidas, las fuentes de tu personalidad
compuso para la lápida de mármol una verdadera, la que es toda de ti; apta para
falsa superficie, y sobre ella extendió la I brotar en vida, en alegría, en amor, si
inscripción que recordaba a Xolorneo; apartas la endurecida broza que detiene
pero debajo, en la entraña dura y lucien- y paraliza su ímpetu. Allí está lo tuyo,
te de la piedra, grabó su propio nombre. allí y no en el esquilmado campo que
La inscripción, que durante la vida del ahora alumbra el resplandor de tu con-
Mecenas fue engaño de su orgullo, mar- ciencia. ¿Por que llamas tuyo lo que sien-
có luego las huellas del tiempo destruc- te y hace el espectro que hasta este ins-
tor; hasta que un día, con los despojos tante usó de tu mente para pensar, de
del mortero, voló, hecho polvo vano, el tu lengua para articular palabras, de tus
nombre del príncipe. Rota y aventada la miembros para agitarse en el mundo, cu-
máscara de cal, se descubrió, en lugar yo autómata es, cuyo dócil instrumento
del nombre del príncipe, el de Sóstrato, es, sin movimiento que no sea reflejo,
en gruesos caracteres, abiertos con aquel sin palabra que no sea eco sumiso? ¡Ese
encarnizamiento que el deseo pone en la no eres tú! ¡Ese que roba tu nombre no
realización de lo prohibido. Y la inscrip- eres tú! ¡Ese no es sino una vana som-
ción vindicadora duró cuanto el mismo bra que te esclaviza y te engaña, como
monumento; firme como la justicia y la aquella otra que, mientras duermes,
verdad; bruñida por la luz de los cielos usurpa el sitio de tu personalidad e in-
en su campo eminente; no más sensible terviene en desatinadas ficciones, bajo
que a la mirada de los hombres, al vien- la bóveda de tu frente!
to y a la lluvia.
|
XXIII I XXIV
{¡Ese no eres tú!'] [La multitud de los que se ignoran
a sí mismos]
Un arranque de sinceridad y libertad i
que te lleve al fondo de tu alma, fuera Hombres hay, muchísimos hombres,
del yugo de la imitación y la costumbre, inmensas multitudes de ellos, que mue-
fuera de la sugestión persistente que te ren sin haber nunca conocido su. ser ver-
impone modos de pensar, de sentir, de dadero y radical; sin saber más que de la
querer, que son como el ritmo isócrono superficie de su alma, sobre la cual su
del paso del rebaño, puede hacer en ti lo ; conciencia pasó moviendo apenas lo que
que la obra justiciera del tiempo verificó I del alma está en contacto con el aire am-

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OBRA ORIGINAL.—5: .MOTIVOS DE PROTEO 329
biente del mundo, como el barco pasa ] XXV
por la superficie de las aguas, sin pe- |
netrar más de algunos palmos bajo el [Peer GyntJ
haz de la onda. Ni aun cabe, en la mayor
parte de los hombres, la idea de que fue- Este sentimiento de la vida que se
ra posible saber de sí mismos algo que acerca a su término, sin haber llegado a
no saben. ¡Y esto que ignoran es, acaso, convertir, una vez, en cosa que dure,
la verdad que los purificaría, la fuerza | fuerzas que ya no es tiempo de emplear,
que los libertaría, la riqueza que haría ¿quién lo ha expresado como Ibsen, ni
resplandecer su alma como el metal se- : dónde está como en el desenlace de Peer
parado de la escoria y puesto en manos Gynt, que es para mí el zarpazo maestro
del platero!... Por ley general, un alma de aquel formidable oso blanco? Peer
humana podría dar de sí más de lo que j Gynt ha recorrido el mundo, llena la
su conciencia cree y percibe, y mucho mente de sueños de ambición, pero falto
más de lo que su voluntad convierte en j de voluntad para dedicar a alguno de
obra. Piensa, pues, cuántas energías sin ! ellos las veras de su alma, y conquistar
empleo, cuántos nobles gérmenes y nun- así la fuerza de personalidad que no pe-
ca aprovechados dones, suele llevar con- rece. Cuando ve su cabeza blanca des-
sigo el secreto cuyos sellos nadie profa- pués de haber aventado el oro de ella en
nó jamás, una vida que acaba. Dolerse vana agitación, tras de quimeras que se
de esto fuera tan justo, por lo menos, han deshecho como el humo, este pró-
cual lo es dolerse de las fuerzas en acto, digo de sí mismo quiere volver ai país
o en conciencia precursora del acto, que donde nació.—Camino de la montaña de
la muerte interrumpe y malogra. ¡Cuán- su aldea, se arremolinan a su paso las
tos espíritus disipados en estéril vivir, o hojas caídas de los árboles. «Somos—le
reducidos a la teatralidad de un papel dicen—las palabras que debiste pronun-
que ellos ilusoriamente piensan ser cosa ciar. Tu silencio tímido nos condena a
cíe su naturaleza; todo por ignorar la vía morir disueltas en el surco.» Camino de
segura de la observación interior; por la montaña de su aldea, se desata la tem-
tener de sí una idea incompleta, cuando pestad sobre él; la voz del viento le di-
no absolutamente falsa, y ajustar a esos ce:—«Soy la canción que debiste entonar
límites ficticios su pensamiento, su ac- en la vida y no entonaste, por más que,
ción y el vuelo de sus sueños! ¡Cuan fá- empinada en el fondo de tu corazón, yo
cil es que la conciencia de nuestro ser esperaba una seña tuya.» Camino de la
real quede ensordecida por el ruido del montaña, el rocío que, ya pasada la tem-
mundo, y que con ella naufrague lo I pestad, humedece la frente del viajero,
niás noble de nuestro destino, lo mejor j le dice:—-«Soy las lágrimas que debiste
Que había en nosotros virtualmente! ¡Y I llorar y que nunca asomaron a tus ojos:
cuánta debiera ser la desazón de aquel ] ¡necio si creíste que por eso la felicidad
Que toca al borde de la tumba sin saber j sería contigo!» Camino de la montaña,
si dentro de su alma hubo un tesoro I dícele la yerba que va hollando su pie:
Que, por no sospecharlo o no buscarlo, I —«Soy los pensamientos que debieron
ka ignorado y perdido! morar en tu cabeza; las obras que de-
bieron tomar impulso de tu brazo: los
bríos que debió alentar tu corazón.» Y
cuando piensa el triste llegar al fin de
la jornada, el Fundidor Supremo—nom-
bre de la justicia que preside en el mun-
do a la integridad del orden moral, al
330 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

modo de la Némesis antigua—, le de- ; distante de la seguridad de que la pa-


tiene para preguntarle dónde están los i sión que hoy soberanamente nos domina
frutos de su alma, porque aquellas que ; no ceda alguna vez su puesto a otra di-
no rinden fruto deben ser refundidas en i versa o antagónica, que trastorne por
ia inmensa hornaza de todas, y sobre su natural desenvolvimiento de su influjo,
pasada encarnación debe asentarse el ol- todo el orden de la vida moral! Quien se
vido, que es la eternidad de la nada. propusiera obtener para su alma una
¿No es ésta una alegoría propia para I unidad absolutamente previsible, sin va-
hacer paladear por vez primera lo amar- | cilaciones, sin luchas, padecería la ilu-
go del remordimiento a muchas almas | sión del cazador demente que, entran-
que nunca militaron bajo las banderas | do, armado de toda suerte de armas,
del Mal? ¡Peer Gynt! ¡Peer Gynt!, tú eres| por tupida selva del trópico, se em-
..legión de legiones. | peñara, con frenético delirio, en abatir
! cuanta viviente criatura hubiese en ella,
i y cien y cien veces repitiera la feral per-
XXVI I secución, hasta que un ruido de pasos,
o de alas, o un rugido, o un gorjeo, o
[Nuestra complejidad personal. Nadie un zumbar cenzalino, le mostrasen otras
diga: «Tal soy, tal seré siempre»"] tantas veces la imposibilidad de lograr
completa paz y silencio. Bosques de
espesura llamó a los hombres el rey don
...Pero admito que sea algo que nazca Alfonso el Sabio.
de real desenvolvimiento de tu ser, y no Hay siempre en nuestro espíritu una
un carácter adventicio, lo que se refleja parte irreductible a disciplina, sea que
presentemente en tu conciencia y se ma- en él prevalezca la disciplina del bkn
nifiesta por tus sentimientos y tus actos. o la del mal, y la de la acción o la de
Aun así, nada definitivo y absoluto te la inercia. Gérmenes y propensiones re-
será lícito afirmar de aquella realidad, beldes se agitan siempre dentro de nos-
que no es, en ninguno de nosotros, cam- otros, y su ocasión natural de despertar
po cerrado, inmóvil permanencia, sino coincide acaso con el instante en que
perpetuo llegar a ser, cambio continuo, más firmes nos hallábamos en la pa-
mar por donde van y vienen las olas. El sión que daba seguro impulso a nues-
saber de sí mismo no arriba a término tra vida; en la convicción o la fe que
que permita jurar: «Tal soy, tal seré la concentraban y encauzaban; en el so-
siempre.» Ese saber es recompensa de siego que nos parecía haber sellado
una obra que se renueva cada día, como para siempre la paz de nuestras po-
la fe que se prueba en la contradicción, tencias interiores.
como el pan que santifica el trabajo. Las Filosofía del espíritu humano; inves-
tendencias que tenemos por más funda- tigación en la historia de los hombres
mentales y características de la perso- y los pueblos; juicio sobre un carácter,
nalidad de cada uno no se presentan una aptitud o una moralidad; propó-
nunca sin alguna interrupción, languidez sito de educación o de reforma, que
o divergencia; y aun su estabilidad, co- no tomen en cuenta, para cada uno de
mo resumen o promedio de las manifes- sus fines, esta complejidad de la per-
taciones morales, ¡cuan distante está de j sona moral, no se lisonjeen con la
poder confiar siempre en lo futuro; cuan ' esperanza de la verdad ni del acierto.

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 331

XXVII j rada de esta imagen de mí que me pone


delante del reflejo del agua cada vez que
[El meditador y el esclavo] j encaramo sobre el brocal el cubo del po-
zo. Vivo mirándola, mirándola, más pe-
...Pasó que, huésped en una casa de j trificado, en realidad, que aquella estatua
campo de Megara, un prófugo de Ate- ¡ cabizbaja de Hipnos, porque ella sólo a
ñas acusado de haber pretendido líe- j ciertas horas de sol tiene los ojos fijos
varse bajo el manto, para reliquia de j en su propia sombra. De tal manera co-
Sócrates, la copa en que bebían los ¡ nocí al semblante casi infantil, y veo hoy
reos la cicuta, se retiraba a meditar, ; esta máscara de angustia, y veré cómo
al caer las tardes, a lo esquivo de exten- el tiempo ahonda en la máscara las
didos jardines, donde sombra y silen- huellas de su paso, y cómo se acercan
cio consagraban un ambiente propio y la tocan las sombras de la muerte...
a la abstracción. Su gesto extático algo j Sólo tú, hombre extraño, has logrado
parecía asir en su alma: dócil a la ense- ¡ desviar algunas veces la atención de
ñanza del maestro, ejercitaba en sí el j mis ojos con tu actitud y tu ensimis-
desterrado la atención del conocimiento ¡ mamiento de esfinge. ¿Sueñas despier-
propio. j to? ¿Maduras algo heroico? ¿Hablas a
Cerca de donde él meditaba, sobre ; la callada con algún dios que te po-
un fondo de sauces melancólicos, un j see?... ¡Oh, cómo envidio tu concen-
esclavo, un vencido de Atenas mismaj tración y tu quietud! Dulce cosa debe
o de Corinto, en cuyo semblante el en- I de ser la ociosidad que tiene espacio
vilecimiento de la servidumbre no ha- ¡ para el vagar del pensamiento!» —«No
bía alcanzado a desvanecer del todo un ; son éstos los tiempos de los coloquios
noble sello de naturaleza, se ocupaba ¡ con los dioses, ni de las heroicas em-
en sacar agua de un pozo para ver- ¡ presas—dijo el meditador—; y en cuan-
terla en una acequia vecina. Llegó oca- to a los sueños deleitosos, son pájaros
sión en que se en contraron las mira- ! que no hacen nido en cumbres calvas...
das del huésped y el esclavo. Soplaba | Mi objeto es ver dentro de mí. Quiero
eí viento de ía Libia, producidor de \ formar cabal idea y juicio de este que
fiebres y congojas. Abrasado por su i soy yo, de éste por quien merezco
aliento, el esclavo, después de mirar ; castigo o recompensa...; y en tal obra
cautelosamente en derredor, ínterrum- ' me esfuerzo y peno más que tú. Por
pió su tarea, dejó caer los brazos exte- cada imagen tuya que levantas de lo
nuados, y abandonando sobre el bro- hondo del pozo, yo levanto también de
cal de piedra, como sobre su cruz, el las profundidades de mi alma una ima-
cuerpo flaco y desnudo:-—«Compadece- gen nueva de mí mismo; una imagen
me—dijo al pensador—, compadéceme contradictoria con la que la precedió,
si eres capaz de lágrimas, y sabe, para y que tiene por rasgo dominante un
compadecerme bien, que ya apenas que- acto, una intención, un sentimiento, que
da en mi memoria rastro de haber i cada día de mi vida presenta, como
vivido despierto, si no es en este mor- ; cifra de su historia, al traerle al espejo
tal y lento castigo. ¡Ve cómo el surco de la conciencia bruñida por la soledad;
de la cadena que suspendo abre las sin que aparezca nunca el fondo esta-
carnes de mis manos; ve cómo mis es- ble y seguro bajo la ondulación de estas
paldas se encorvan! Pero lo que más exa- ; imágenes que se suceden. He aquí que
cerba mi martirio es que, cediendo a una ¡ parece concretarse una de ellas en fir-
fascinación que nace del tedio y el can ¡ me y precisos contornos; he aquí que un
sancio, no soy dueño de apartar la mi- j recuerdo súbito la hiere, y como las
332 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

formas de las nubes, tiembla y se • fador rasaba la columna del límite sin
disipa. Alcanzaré al extremo de la an- tocarla; si aquel rasgo inconsecuente
cianidad; no alcanzaré al principio de y excéntrico que una vez rompió el
la ciencia que busco. Desagotarás tu equilibrio de mi conducta, en el sentido
pozo; no desagotaré mi alma. ¡Esta es del bien o en el del mal, hubieran sido,
la ociosidad del pensamiento!»... Llegó dentro del conjunto de mis actos, no
un rumor de pasos que se aproximaban; pasajeras desviaciones sino nuevos pun-
volvió el esclavo a su faena, el deste- tos de partida, ¡cuan otro fuera ahora
rrado a lo suyo; y no se oyó más que yo; cuan otras mi personalidad, mi his-
la áspera quejumbre de la garrucha del toria, y la idea que de mí quedara!?
pozo, mientras el sol de la tarde tendía i
las sombras alargadas del meditador y !
el esclavo, juntándolas en un ángulo cuyo ! xxix
vértice tocaba al pie de la estatua ca- ¡
bizbaja de Hipnos. ; [Imposibilidad de una igualdad
perenne]
XXVÍII j Ni la más alta perfección moral ase-
! quible, que importa la concordia de las
\_¿Nunca te has sentido distinto tendencias inferiores; ni la más primi-
de ti mismo?] tiva sencillez, que muestra, persistiendo
en la conciencia humana, el vestigio de
En verdad, ¡cuan varios y complejos la línea recta y segura del instinto; ni
somos! ¿Nunca te ha pasado sentirte í la más ciega y pertinaz pasión, que
distinto de ti mismo? ¿No has tenido absorbe toda el alma y la mueve, mien-
nunca para tu propia conciencia algo tras dura la vida, en un solo arrebatado
del desconocido y el extranjero? ¿Nunca impulso, tienen fuerza con que preva-
un acto tuyo te ha sorprendido, después lecer sobre lo complejo de nuestra na-
de realizado, con la contradicción de turaleza hasta el punto de anular la di-
una experiencia que fiaban cien ante- versidad, la inconsecuencia y la contra-
riores hechos de tu vida? ¿Nunca has dicción, que se entrelazan con las mis-
hallado en ti cosas que no esperabas mas raíces de nuestro ser.
ni dejado de hallar aquellas que tenías ¿Hay límpida y serena conciencia por
por más firmes y seguras? Y ahondan- la que no haya pasado la sombra de
do, ahondando, con la mirada que tiene algún instante infiel al orden que com-
su objeto del lado de adentro de los ponen los otros?... Levantémonos a la
ojos, ¿nunca has entrevisto, allí donde ¡ cumbre sublime donde se tocan lo di-
casi toda luz interior se pierde, alguna | vino y lo humano. Subamos hasta Jesús
vaga y confusa sombra, como de otro I e interroguémosle. En la vía de su amor
que tú, flotando sin sujeción al poder infinito hubo también cabida para la
de tu voluntad consciente; furtiva som- desesperanza, el desánimo y el tedio.
bra, comparable a esa que corre por j Volviendo de la Pascua, y ya en el um-
el seno de las aguas tranquilas cuando I bral de su pasión, el Redentor llegó al
la nube o el pájaro pasan sobre ellas? i monte de los Olivos... Y allí una mitad
¿Nunca, apurando tus recuerdos, te | de su alma peleó contra la otra; allí
!
has dicho: si aquella extraña intención fué la angustia de la duda, y el sudor
que cruzó un día por mi alma, llegó : de muerte, y la rebelión que amaga des-
hasta el borde de mi voluntad y se de- de ío hondo de las entrañas mortales,
tuvo, como en la liza el carro triun- a la parte que es puro amor y vida:

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 333

allí fué el hesitar de que estuvo pen- | XXX


dientes, en el momento más solemne y
trágico del mundo, si el mundo iba a [El arte no puede reflejar más que
levantarse a la luz o a desplomarse en ¡ hasta cierto punto la complejidad
la sombra. ¿Quién, si recuerda esto, individual']
creerá accesible a sus fuerzas una cier-
ta lucidez y constancia en la voluntad La visión intuitiva y completa de un
del bien? La palabra de Kempis enseña alma personal, de modo que, junto con
a los confiados cómo el desprecio de la la facultad que constituye su centro,
tentación es vanidad en los más justos. junto con la tendencia dominante que le
«Jamás—dice ese penetrante asesor de imprime sello y expresión, aparezca, en
los que creen—conocí hombre tan pia- la imagen que se trace de ella, el coro
doso que no 'tuviera intermisión en el de los sentimientos e impulsos secun-
consuelo divino.» darios; la parte de vida moral que se
Y así como en el orden celeste de la vi- desenvuelve más o menos separadamen-
da del santo, la disonancia se da también te de aquella autoridad, nunca absoluta,
en el alma del héroe primitivo y can- es la condición maestra en el novelador
doroso, que corre desatada, como la y el poeta dramático que imaginan nue-
piedra por la pendiente, en derechura vas almas, y en el historiador que re-
a su objeto; y en el alma simple del produce o interpreta las que fueron.
rústico, cuya mente gira dentro de una Pero sólo hasta cierto punto puede el
mínima complejidad de tendencias y arte reflejar lo que en la complejidad
necesidades. La fiereza de Aquiles se personal hay de contradictorio y diso-
deshace en lágrimas de misericordiosa nante, porque está en la propia natu-
ternura cuando Príamo se postra a sus raleza de la creación artística perseguir
plantas. Sancho no parece él mismo, la armonía y la unidad, y reducir la mu-
pero lo 65—-lo es con esa identidad que chedumbre de lo desordenado y dis-
nace de imitación de la naturaleza, y no perso a la síntesis donde resplandezca
de regularidad artificiosa—en pasos co- en su esencia la sustancia que la rea-
mo el del inmortal abandono de su ín- lidad presenta enturbiada por acciden-
sula. tes sin valor ni fuerza representativa,
Frente al hecho revelador, según el La diversidad de elementos que el ar-
cual el entendimiento lógico de Taine artista cuida de reunir en torno a la
Pretendió inferir de un acto aislado la j nota fundamental de un carácter para
^ción entera de un carácter; por un ! apartarle del artificio y la abstracción,
solo hilo, la trama completa de una componen, por necesidad intrínseca de]
Personalidad; frente al hecho revelador arte, una armonía más perfecta que la
y limitando la eficacia de aquel proce- j que se realiza en el complejo del ca-
dimiento, se reproduce, harto a menudo, j rácter real. Y sin embargo, cuando un
e
>i la existencia humana, el hecho que j gran creador de caracteres, dotado del
Podemos llamar contradictorio: el hecho i soberano instinto de la verdad humana,-
eri
que la personalidad de cada uno se I presta su aliento a un personaje de
Manifiesta bajo una faz divergente o j invención y hace que hierva en él, abun-
antitética de aquella que predomina en | dante y poderosa, la vida, lo disonante
s
u carácter y mira al norte de su vida. \ y lo contradictorio tienen bríos para ma-
nifestarse, como por la propia fuerza de
la verdad de la concepción; y se mani-
fiestan sin ser causa de disconveniencia
en el efecto artístico, sin menguar su
334 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

intensidad; antes bien realzándola por hay naturalidad, hay verdad, siéntese
la palpitante semejanza de la ficción del el calor y aroma de la vida, en el más
arte con la obra de la naturaleza. Tal grande y puro de los hombres.
pasa en el inmenso mundo de Shakes-
peare, el más pujante alfarero del ba-
rro humano; cuyas criaturas, movidas XXXI
por el magnetismo de una enérgica y
bien caracterizada pasión, que las hace [Los pozos comunicantes. Ráfagas}
inmortalmente significativas, muestran
al propio tiempo toda la contradicción e La infinita y desacordada variedad de
inconstancia de nuestro ser, alternan- las cosas y los acontecimientos multipli-
do el fulgor del ideal con la turpitud ; ca la ocasión de que nuestra desigual-
del apetito, nobleza olímpica con ras- dad radical dé muestra de sí. Y a la in-
trera vulgaridad, impulsos heroicos con fluencia de lo que ocurre en torno de
viles desfallecimientos. ' nosotros, únese acaso, para ello, otras
Te hablaba, hace un instante, del Re- más lejanas y escondidas... Nuestra alma
dentor del mundo. Pues bien: la im- no está puesta en el tiempo como cavi-
presión de realidad humana, aunque dad de fondo cerrado e incapaz de dar
única y sublime; el interés hondísimo • paso a la respiración de lo que queda
que para nosotros nace de ver cómo bajo de ella. Hemos de figurárnosla me-
de mortales entrañas irradia y se sus- jor como abismal e insondable pozo,
tenta tan inefable luz, no serían tales, ! cuyas entrañas se hunden en la oscura
en la figura que esculpe con poética efi- profundidad del tiempo muerto. Porque
cacia la palabra candorosa de los evan- el alma de cada uno de nosotros es ei
gelistas, sin inconsecuencias que no se término en que remata una inmensa
concüian con la igualdad inalterable , muchedumbre de almas: las de nues-
que es de la esencia del dios; igualdad tros padres, las de nuestros abuelos;
capaz de abismar nuestra mente, de los de la segunda, los de la décima,
exaltarnos a la adoración, de fascinar- los de la centésima generación...; al-
nos y humillarnos, mas no de suscitar j mas abiertas, en lo hondo del tiempo,
el conmovido sentimiento de humana ,¡ unas sobre otras, hasta el confín de los
simpatía con que reconocemos la pal- orígenes humanos, como abismos que
pitación de nuestra naturaleza, en aquel j uno de otro salen y se engendran; y
que la levantó más alto que todos, cuan- j a medida que se desciende, truécase
do su esperanza se eclipsa en el huer- en dos abismos cada abismo, porque
to de los olivos; cuando su constancia cada alma que nace viene inmediata-
padece tentación en la cumbre de la j mente de dos almas. Debajo de la raíz
montaña; cuando su mansedumbre se | de tu conciencia, y en comunicación
agota, y el látigo movido por su mano, j siempre posible contigo, flota así la
en un arranque que parece de Isaías, vida de cien generaciones. Todas las que
restalla sobre la frente de los merca- j pasaron de la realidad del mundo, per-
deres; cuando la desesperación del ham- j sisten en ti de tal manera; y por el
bre burlada le muerde en la carne mor- tránsito que tú les das al porvenir,
tal, y lanza un anatema sin razón ni. mediante el alma de tus hijos, gozan
sentido sobre la higuera sin fruto; cuan- vida inmortal, en cuanto perpetúan la
do la esperanza vuelve a huirle, en la esencia y compendio de sus actos, a
cruz, y reconviene al Padre que le ha que se acumulará la esencia y compen-
abandonado... Por inconsecuencias co- j dio de los tuyos. ¿Qué es el misterioso
mo éstas, por discordancias como éstas, | mandato del instinto, que obra en ti

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 335

sin intervención de tu voluntad y tu ta de la vida común, para perderse luego


conciencia, sino una voz que, propa- en la igualdad y consecuencia de las ho-
gándose a favor de aquellos pozos co- ras que no conocen ímpetu rebelde. So-
municantes, sube hasta tu alma, desde mos, en esas ocasiones extrañas, como
el fondo de un pasado inmemorial, y te quien, sentado al borde de un abismo,
obliga a un acto prefijado por la cos- sintiera llegar de sus profundidades mis-
tumbre de tus progenitores? teriosas, rompiendo el silencio en que se
Pero otros ecos, no constantes ni or- escudan, ya un temeroso trueno, ya un
ganizados, como los del instinto, y que vago son de campanas, ya un lastimero
se anuncian por manifestaciones más ¡ay!, ya un murmullo de alas, ya el ru-
personales de la actividad interior, ¿no mor de la avenida de un río.
llegan tal vez a nuestra alma, de abismos
remotos o cercanos; los ecos del pensar
y el sentir de mil abuelos, esparcidos, XXXII
por diversas partes del mundo, vincula-
dos a distintos tiempos, modelados por [Ventajas de ¡a multiplicidad de nuestro
los hábitos de cien diferentes vocaciones fondo íntimo']
y ejercicios; pastores y guerreros, labra-
dores y navegantes, amos y siervos, devo- ¡Nuestra complejidad, nuestra inestabi-
tos de unos y otros dioses; y estos ecos, lidad moral, nuestra multitud de formas
que acaso nunca llegan a fundirse en uni- virtuales que una leve moción exterior
dad perfecta y armónica, por enérgica basta a veces para levantar a lo activo y
que sea la fuerza concertante de la pro- aparente del alma! [De cuan diversas
pia personalidad y por convergentes que maneras puede considerarse este pensa-
acierten a ser alguna vez las virtualida- miento, y cuan fecundo y sugestivo es!
des que se acumulan en herencia; estos Para el dilettante sólo ofrece alicientes
ecos, digo, ¿no darán razón de muchas de curiosa delectación y vagabundez
de las disonancias y contradicciones de agradable; para el asceta y el estoico, es
nuestra vida moral...? Yo los imagino : pensamiento de pavor, que trae la ima-
de modo que, ya alimentan un perpetuo gen de las movedizas arenas sobre que
conflicto que la conciencia refleja sin sa- :
se asienta nuestra unidad personal, que
ber su causa e impulso; ya sólo se mani- ¡ ellos aspiran a afirmar en base de bron-
fiestan en lucha sorda y subterránea, que ce. Pero quien concibe la vida, a diferen-
apenas percibe la conciencia, hasta que ¡ cia del dilettante, como acción real; a di-
tal vez un eco, destacado de entre los , ferencia del estoico y el asceta, como
otros, brota de súbito en idea y mueve ' rectificación y tránsito constantes, valo-
el corazón y la voluntad, produciendo j ra cuanto hay de propicio y ventajoso
una de esas divergencias de nuestro ser en la multiplicidad de nuestro fondo ín-
usual, a que, adecuada y expresivamente, I timo.
solemos dar nombre de ráfagas, y en las
Que nos desconocemos a nosotros mis- j La concurrencia, en una organización
mos. i individual, de aspectos opuestos, de mo-
i dos de sensibilidad contradictorios; la
Ráfagas, sugestión melancólica, estre- ¡ manifestación simultánea o la alternada
mecimiento de religiosidad, arranque de j sucesión, dentro de la unidad de una
heroísmo, tentación perversa, relámpago | conciencia, de elementos ordinariamente
de inspiración, asomo de locura; mil co- ! separados, es poderoso fermento de oru
sas vagas e incongruentes, sueño que sur- | ginalidad, del que a menudo vienen vi-
ge, de este modo, del secreto del alma, i siones nuevas de las cosas; percepción de
'apartándonos por un instante de la pau- i relaciones imprevistas; estímulos de in-
336 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

vestigación y libertad; maneras de ver y cierto poder avizorador y directivo de


de sentir que acaso entrañan una inno- la voluntad para contener o alentar los
vación consistente y fecunda, capaz de movimientos de esa espontaneidad infini-
comunicarse a Jos otros: variación es- ta, es a ellos a quien se debe que seamos
pontánea, que, en el desenvolvimiento de capaces de libertarnos y de renovarnos.
la sociedad, como se ha supuesto en el Cada una de las desviaciones o disonan-
de las especies naturales, propone y hace cias de un momento: ráfaga de entusias-
prevalecer un tipo nuevo. La concordia, mo que calienta el ambiente de una vida
o la perenne reacción, de los contrarios, apática; acierto o intuición que rasga las
suele ser el secreto de las originalidades sombras de una mente oscura y torpe;
superiores. Cien espíritus habrá en quien i vena de alegría que brota de un vasto
los divergentes impulsos de la creencia y i erial de horas tristes; inspiración benéfi-
el deseo mantendrán indefinidamente la ! ca que interrumpe la unidad de una exis-
estéril anarquía de la indecisión y de la | tencia consagrada al mal; cada una de
duda; y otros ciento que resolverán esta j estas desviaciones de un momento es co-
anarquía por la vuelta a la sugestión más | mo un claro que se abre de improviso
poderosa entre las que obren con la so- I sobre un horizonte de bonanza, y ofrece,
ciedad y la herencia; por el triunfo de para la reacción redentora de la volun-
una idea o inclinación de esas que rivali- tad, un punto de partida posible. Obser-
zan dentro de ellos sin modificarla ni var y utilizar tales disonancias es resor-
ensancharla en nada; reduciendo en ade- te maestro en la obra del cultivo propio.
lante los atrevimientos de las demás a Y aun cuando la atención y la voluntad
desviaciones efímeras y vanas; pero ha- no detengan ante ellas el paso... La ve-
brá un espíritu que, de la lucha y com- leidad dichosa, el momento rebelde, se
petencia interior, se levantará a un plano pierden entonces en el olvido y la som-
más alto, a una posición ignorada y des- bra, y se reanuda el tenor usual de exis-
cubridora de horizontes; ya sea esto en
la esfera de la inteligencia, por el hallaz- tencia.—¿Es que han pasado para no vol-
go de una síntesis, de una teoría o de ver?—. ¡Quién sabe! ¡Cuántas veces han
un estilo; ya sea en la esfera de la vida vuelto...; han vuelto de esa profundidad
moral, por ejemplo de un sesgo des- ignorada de uno mismo, donde vagaron
usado en la acción y la conducta. por misteriosos rumbos; y su reaparición
no ha sido sólo el eco que vanamente
• suena en la memoria, ni nueva veleidad
!
XXXIII que anima el soplo de un. instante, sino
! ya impulso eficaz, voluntad firme y du-
[Momentos proféticos] ; radera, nuncio de redención, aurora de
nueva vida!
Para quien siente en sí la necesidad de • Las más hondas transformaciones mo-
una reforma íntima; para quien ha me- ! rales suelen anunciarse, muy antes de
nester quebrantar el hábito o inclinación í llegar, por uno de estos momentos que
que tiene bajo yugo a su personalidad no dejan más huella que un relámpago,
moral; para quien ve agotadas las ener- y que confundimos con la muchedumbre
gías que de sí mismo conoce, lo complejo de nuestras efímeras inconsecuencias:
y variable de nuestra naturaleza es pren- oscuro y desconocido precursor, profeta
da de esperanza, es promesa dichosa de sin signo visible, que pasa, allá dentro,
levante y regeneración. Porque, supuesto envuelto en la corriente del vulgo.

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 337

XXXIV dientes: aromas deleitables, dulces na-


ranjas, piedras que lucen como el sol, o
[El barco que parte] pieles suaves y vistosas. Tal vez, a true-
que de las que llevaba, trae gentes de
Mira la soledad del mar. Una línea im- más sencillo corazón, de voluntad más
penetrable la cierra, tocando al cielo por recia y brazos más robustos. ¡Gloria y
todas partes menos aquella en que el lí- ventura al barco! Tal vez, si de más in-
mite es la playa. Un barco, ufano el por- dustriosa parte procede, trae los forja-
te, se aleja, con palpitación ruidosa, de dos hierros que arman para el trabajo la
la orilla. Sol declinante; brisa que dice mano de los hombres; la tejida lana; el
«¡vamos!»; mansas nubes. El barco se metal rico, en las redondas piezas que
adelanta dejando una huella negra en el son el acicate del mundo; tal vez trozos
aire, una huella blanca en el mar. Avan- de mármol y de bronce, a que el arte
za, avanza, sobre las ondas sosegadas. humano infundió el soplo de la vida, o
Llegó a la línea donde el mar y el cielo mazos de papel donde, en huellas de di-
se tocan. Bajó por ella. Ya sólo el alto minutos moldes, vienen pueblos de ideas.
mástil aparece; ya se disipa esta última (Gloria, gloria y ventura al barco!
apariencia del barco. ¡Cuan misteriosa
vuelve a quedar ahora la línea impene-
trable! ¿Quién no la creyera, allí donde
está, término real, borde del abismo? Pe- XXXV
ro tras ella se dilata el mar, el mar in-
menso; y más hondo, más hondo, el mar [Cosas que desaparecen en nuestro
inmenso aún; y luego hay tierras que li- abismo interior y vuelven de él.
mitan, por el opuesto extremo, otros ma- Las pulvícolas de lo inconsciente],
re
_s; y nuevas tierras, y otras más, que
pinta el sol de los distintos climas y Fija tu atención, por breve espacio, un
donde alientan variadas castas de horn- pensamiento; lo apartas de ti, o él se
ees; la estupenda extensión de las tie- desvanece por sí mismo; no lo divisas
sas pobladas y desiertas, la redondez más; un día remoto reaparece a pleno
Su
blime del mundo. Dentro de esta in- sol de tu conciencia, transfigurado en
mensidad, hállase el puerto para donde concepción orgánica y madura, en con-
e
l barco ha partido. Quizá, llegado a él, vencimiento capaz de desplegarse con
to
me después caminos diferentes entre toda fuerza de dialéctica y todo ardi-
°^os puntos de ese campo infinito, y miento de pasión.
j' a flo vuelva nunca, cual si la misteriosa Nubla tu fe una leve duda; la ahuyen-
llj
iea que pasó fuese de veras el vacío tas, la disipas; y cuando menos la re-
en
donde todo acaba... Pero he aquí cuerdas, torna de tal manera embraveci-
^ e , un día, consultando la misma línea da y reforzada, que todo el edificio de
Misteriosa, ves levantarse un jirón flo- tu fe se viene, en un instante y para
tante de humo, una bandera, un mástil, siempre, al suelo.
J^11 casco de aspecto conocido... ¡Es el
^rco qUe vuelve! Vuelve, como el caba- Lees un libro que te hace quedar me-
10
fiel a la dehesa. Acaso más pobre y ditabundo; vuelves a confundirte en el
eve
q u e al partir; acaso herido por la bullicio de las gentes y las cosas; olvi-
perfidia de la onda; pero acaso también, das la impresión que el libro te causó;
í¡ano y colmado de preciosas cosechas. y andando el tiempo, llegas a averiguar
,aJ- vez, como en alforjas de su potente que aquella lectura, sin tú removería vo-
° m °, trae el tributo de los climas ar- luntaría y reflexivamente, ha labrado de
tal modo dentro de tí, que toda tu vida
338 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

espiritual se ha impregnado de ella y se ; sa mansedumbre, hasta que, un día, to-


ha modificado según ella. dos sus agravios desbordan en uno de
Experimentas una sensación; pasa de su pecho, y se yergue delante del tirano.
ti; otras comparecen que borran su dejo ! Allí duermen, para despertar a su hora,
y su memoria, como una ola quita de la ; cosas que vienen de aún más lejos: la
playa las huellas de la que la precedió; \ predisposición heredada, que, a la mis-
y un día que sientes que una pasión, in- ¡ ma edad en que ocupó el alma del abue-
mensa y avasalladora, rebosa de tu alma, j lo o el padre, a la misma edad se maní-
induces que de aquella olvidada sensa- : fiesta y reproduce; la fatídica aparición
ción partió una oculta cadena de accio- ; de los Espectros; y esas impresiones de
nes interiores, que hicieron de ella el . la infancia que, desvanecidas con ella, re-
centro obedecido y amparado por todas : aparecen en la madurez como centro o
las fuerzas de tu ser, como ese tenue ro- estímulo de una conversión que perseve-
drigón de un hilo, a cuyo alrededor se ra hasta la muerte: así la emoción de
ordenan dócilmente las lujuriosas pom- Tolstoi niño ante la piedad de Gricha ei
pas de la enredadera. vagabundo.
Todas estas cosas son el barco que par- De allí, de esa oscuridad, soplan las in-
te, y desaparece, y vuelve cargado de tuiciones súbitas del genio, las inspira-
tributos. ciones del artista, las profecías del ilu-
Y es que nuestro espacio interior, ese ': minado, que adivinan belleza o verdad
de que decíamos que parece acabar don- sin saber cómo, por una elaboración in-
de acaba la claridad de la conciencia, terior de que no tienen más conciencia
como semeja la espaciosidad del mar te- que de los cambios que se desenvuelven
ner por límite la línea en que confina j en las entrañas de la tierra. De allí tam-
con el cielo, es infinitamente más vasto, ¡ bién vienen esas tristezas sin objeto y
y abarca inmensidades donde, sin nues- esas alegrías sin causa, que el tiemP0
tro conocimiento y sin nuestra participa- suele descifrar después, certificando los
ción, se verifican mil reacciones y trans- anuncios del oráculo íntimo, como e¡
formaciones laboriosas, que, cuando es- : presentimiento de una calamidad o I«
tan consumadas y en su punto, suben a anticipada fruición de una ventura.
la luz, y nos sorprenden con una modifi- «EL MERCADER DE VENECIA.—NO aciei';
cación de nuestra personalidad, cuyo ori- to a entender por qué estoy triste. M:
gen y proceso ignoramos; como se sor- tristeza me enfada a mí como a vosotros;
prendería, si tuviese conciencia, la larva ; pero no sé lo que es, ni dónde tropea
en el momento de salir de su clausura y ! con ella, ni de qué origen mana. Hasta
desplegar al sol alas que ha criado mien- tal punto me ha enajenado la tristeza,
tras dormía. que no me reconozco a mí mismo.
Allí, en ese oscuro abismo del alma, »SALARINO— TU pensamiento se mqufc
habitan cosas que acaso creemos deste- ¡ ta sobre el Océano, donde tus naves, coi-
rradas de ella sin levante, y que esperan I sus pomposas velas, como señoras o i'1'
en sigilo y acecho; el instinto brutal que, cas ciudadanas de las ondas, dominan <;
domado, al parecer, en la naturaleza del i las barcas de los pequeños traficantes:
malvado o el bárbaro, se desatará, lie- ! que reverentemente las saludan al pasa'-
gando la ocasión, en arrebato irrefrena- »EL MERCADER.—No creas que sea és?
ble; y el sentimiento de rectitud de aquel la causa. No he puesto mi fortuna eI;
que, ofuscado por la pasión, cayó en la una sola nave, ni en un solo puerto; _i:;
culpa, y ha de volver al arrepentimiento; pende todo mi caudal de las ganancia
y el impulso de libertad del esclavo que de este año. No nace de negocios m-
se habitúa a la cadena y yace en soporo- ; melancolía,

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OBRA ORIGINAL.—o: MOTIVOS DE PROTEO 339
»SALARINO.—¿Nace entonces de amor? | conditeces de la conciencia y saca a luz
»EL MERCADER.—Calla, calla. I lo del más oscuro fondo, ellos aparecen,
»SALARINO.—¿Tampoco nace de amor? como los corpúsculos del aire si un rayo
Digamos, pues, que estás triste porque ' de sol cruza por entre sus inarmónicas
no estás alegre, del mismo modo que si i danzas. Así cuando Sterne, el imaginador
dieras en reír y saltar, y dijeses luego : de Tristram Shandy, descubre con su len-
que estabas alegre porque no estabas , te humorística la imperceptible opera-
triste.» ! ción del hecho nimio y desdeñado, den-
Cualquier idea, sentimiento o acto tu- , tro del alma y en la vida de cada uno, y
yo, aun el más mínimo, puede ser un I su repercusión en las de los otros, y sus
punto de partida en ese abismo a que tu ! asociaciones, y su engrandecimiento; co-
vista íntima no alcanza. Lo que, olvidado, ! mo quien siguiera a la burbuja levísima
se sumerge en él, es quizá como el barco i desde que se disuelve en el aire y entra
que se desorienta y pierde, y destrozado ¡ a hacer parte de invisible vaporación,
por las iras del piélago, ya no vuelve ¡ hasta que nace y campa, preñada de tor~
más pero, a menudo también, es como ¡ mentas, la nube; o bien, cuando Mari-
el barco que vuelve, colmado de tesoros. : vaux, docto en mil menudencias arduas
La fuerza de transformación y de fomen- 1 y preciosas, observa, como tras un vi-
to que mora en aquella profundidad es ! drio de aumento, los inciertos albores de
infinita. Por eso, en el principio de las ¡ una pasión, el relampagueo de las inten-
más grandes pasiones, y de los empeños clones, la gradación de los afectos, el vai-
más heroicos, no se suele encontrar sino •: vén de la voluntad vacilante, las gracias
esas indefinibles vaguedades, esos tími- del amor que a sí propio se ignora; el
dos amagos, esas pálidas vislumbres, 1' tránsito, apenas discernible, de la indife-
esos perezosos movimientos, que aun 1 rencia al amor, o del amor al desvío;
cuando no los ponga bajo su amparo la todo el quizá, todo el casi, todo el ape-
atención, ni vengan a excitarlos nuevas nas, del alma.
Provocaciones de las cosas, toman por sí
mismos portentoso vuelo con sólo el ca-
lor
y la humedad de la tierra pródiga y Lo que nos parece instantáneo, impro-
salvaje que se dilata bajo la raíz de viso, y como comunicado por una potes-
nuestra vida consciente. 1
tad superior, en las bruscas transforma-
¡ dones de nuestra vida moral, no es, la
! mayor parte de las veces, sino el resul-
S°rt los infinitamente pequeños del • tdo visible, la tardía madurez, de una
Pensamiento y la sensibilidad; las pulví- ¡ acción larga y lentamente desenvuelta en
cu!
as que flotan, innumerables y disper- ¡ el abismo interior, teniendo por princi-
bas
en nuestro ambiente íntimo; ios va- i pió y arranque una moción levísima. De
SQs ecos que la conciencia escucha algu- aquí que baste, a menudo, otra moción
nas veces, como venidos de un hervor
subterráneo; gérmenes o despojos que no menos leve, una vaga y sutil excita-
le
Presentan, con relación al sentimiento ción, un delicado toque, para provocar
let
o, actual y definido, lo que para el el estallido con que se desemboza nuevo
"torro de agua del surtidor el polvo hú- modo de ser, nueva existencia; la obra
lec
*o que de él se desprende y le rodea. estaba a punto de cuajar y no aguarda-
El sutil y ejercitado atalayador de sí ba más que un rasguño que la estimu-
1 ls
nro los trae al campo de observación; lara.
guando el psicólogo, por los procedí- «Nada hay vil en la casa de Júpiter»,
lle
ntos del arte, se aventura en las re- decían ios antiguos. Parodiándolo, diga-
340 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mos: «Nada hay nimio o insignificante movedizas que, sin la inestabilidad de


en la casa de Psiquis.» su equilibrio, resistirían al brazo de un
titán.

XXXVI
Allá, en el norte de América, hay una
[¿Hay hecho pequeño?... Un vuelo estupenda fuerza organizada; cuerpo en
de pájaros] el que participan dos naturalezas: manos
de castor, testuz de búfalo; imperio por
Pero aun en \o exterior del mundo, aun el poderío, república por la libertad. Es-
en los desenvolvimientos y transforma- te organismo es el resultado en que cul-
ciones que se verifican dentro de esa ca- ! minan sentimientos y hábitos que una
pacidad, real o ilusoria, que queda fuera raza histórica elaboró, del otro lado del
de nosotros, ¿es que existe, en rigor, he- Océano, en el transcurso de su desenvol-
cho que pueda ser desdeñado por peque- vimiento secular. Pero a la raza le eran
ño? ¿Qué clasificación es ésta que nos precisos nuevo ambiente, tierra nueva,
autoriza a dividir las cosas que pasan en y los tuvo. ¿Cómo fue que esta tierra
pequeñas y grandes, en trascendentales y quedó reservada para aquella simiente?
vanas, según nuestra limitadísima infe- ¿Qué hay en la base de esa montaña de
rencia? Para graduar un hecho de peque- la voluntad, pueblo de nuevas magias y
ño, con certidumbre de lo que juzgamos, prodigios, que, donde no amor, inspira
habríamos de abarcar, y tener presente admiración, y donde no admiración ins-
en su unidad, la infinita máquina del uni- pira asombro? Hay un vuelo de pájaros.
verso, donde tal hecho está incluido y Sesenta días después de la partida, Jas
obra de concierto con todo. ¡Pequeño naves de Colón cortaban el desierto del
para quien lo mira pasar es, acaso, un mar con rumbo al Occidente. Quietas las
hecho que, en el blanco a donde vuela aguas. Nada en el horizonte, igual y
disparado por la oculta potestad que rige mudo, como juntura de unos labios de
las cosas, ha de embestir y dislocar a un esfinge. Tedio y enojo en el corazón de
mundo! ¡Pequeño es un movimiento que la plebe. La fe del visionario hubiera
aparta, en grado infinitesimal, del punto prolongado aquel rumbo a lo infinito, sin
en que tropezarían, dos fuerzas cuyo en- sombra de cansancio; y bastaba que lo
cuentro sería el caos! i Pequeña es una prolongase sólo algunos días para que las
arista que, esforzando la atención, des- corrientes le llevaran a tierra más al nor-
cubres en el viento, y que va tal vez en- te del Golfo. Sujetaba apenas las iras de
derezada a volcar el trono de un dios!... su gente, cuando he aquí que, una tarde,
Y cuenta que no hablo ahora del hecho Alonso Pinzón, escrutando la soledad
cuya pequenez acumulada a la de otros porfiada, ve levantarse, sobre eí fondo
que lo reproducen, como los granos de de oro del crepúsculo, una nube de pája-
arena en la clepsidra, se suma, al cabo ros que inclina la curva de su vuelo al
del tiempo, en cosas grandes; sino de sudoeste y se abisma de nuevo en la pro-
aquel que comparece, solitario y único, y fundidad del horizonte. Tierra había, sin
que, por la ocasión en que llega, por duda, allí donde, al venir la noche, se asi-
el punto del tiempo que ocupa, decide de laban los pájaros; las naves, corrigiendo
inmediato, con su impulso levísimo, la di- su ruta, tomaron al instante la dirección
rección de una columna inmensa, de des- que les marcaba aquel vuelo. Sin él, e5
tinos humanos: al modo como un sua- fundada presunción de Washington Irv-
ve soplo de viento, o la mano de un ing que a la Carolina o la Virginia futu-
niño, cambian de posición a esas rocas ras, y no a la humilde Lucaya, hubiera

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OBRA ORIGINAL—DI MOTIVOS DE PROTEO 341
tocado el saludo de la flota gloriosa. En- ¡ provistas envolturas. Pero no es sólo el
torices, señoreado el pendón de Castilla adecuado acondicionamiento del germen
del macizo inmenso de tierra que quita ; lo que determina sus probabilidades de
espacio a dos océanos antes de estrechar- i lograrse; acaso el fruto donde se esconde
se en la combada columna del suelo me- ¡ el germen preferido es arrancado del ár-
jicano, fuera allí donde se desarrollara i bol por una mano codiciosa, o acaso se
preferentemente la epopeya de los con- j deposita la semilla de ese fruto en tierra
quistadores, que llevó su impulso hacia ingrata; mientra el aire, con su soplo,
el Sur. Pero Walter Raleigh, los Purita- recoge del suelo la semilla desprendida
nos, la república, tuvieron, por amparo del fruto abandonado y mal hecho, y ia
profético, el paso de unas aves. ¡Leve ¡ lleva a donde ella encuentre tierra pro-
escudo de gigantes destinos! Si en el picia, y abrigo y humedad, que acojan
desenvolvimiento de esas ondas enormes | amorosamente al germen desheredado
de hechos e ideas, que marcan los rum- ¡ por el árbol y erijan, en aquel sitio, el
bos de la historia, vuelos de pájaros de- i árbol nuevo; quizá la selva, con ei trans-
ciden así al reparto y el porvenir de los j curso de los años. Estas semillas, obra
imperios, i qué mucho que, con igual ar- : de la fuerza inconsciente de mi árbol, y
bitrio sobre los hados de la existencia in- , objeto para él de menosprecio y aban-
dividual, vuelos de pájaros sean, a me- dono, significan los actos que, cada día de
nudo, origen de cuanto la encumbra o nuestra existencia, realizamos automática
abate; vuelos de pájaros el encendimien- , o negligentemente y sin ninguna idea de
to del amor, la vocación del heroísmo, >sus vuelos posibles. Apuramos los recur-
el paso de la dicha; vuelos de pájaros sos de nuestra intención para asegurar ia
la gloria que se gana y la fe que se eficacia de actos en que ciframos nues-
pierde! tros anhelos y esperanzas; desdeñamos
los otros, Pero todo acto tiene entraña-
xxxvii do un germen invisible; en todos ellos
; se encierra
I
el punto vital, minúsculo di-
{Semillas que desdeña el árbol] \ seño de la planta futura. El viento, ei
polvo, el agua, el séquito oficioso de la
imaginemos en el árbol a punto de dar fatal naturaleza, deciden de la suerte de
u
'uto, una personalidad, una conciencia. las semillas descuidadas, que pueden ser
^a conciencia del árbol escoge entre las vanos despojos; que pueden ser ia selva
semillas que promete la madurez de la ingente... ¿A cuál de las semillas estará
ñor; y predestina, la unas, a perderse; vinculado, en su nacer, el nuevo árbol?
*as otras, a mantener y dilatar en torno ¿Con qué acto mío arrojo, quizá, al vien-
SL
iyo su casta. Al lugar de estas últimas to que pasa el germen de mi porvenir?
hace afluir, con exquisito esmero, lo me-
J°r de la savia, la más delicada industria
^e la fuerza vital, para tejer ai germen XXXVIII
Ssc
ogido cubierta que le abrigue y prote-
ja Elabora fuerte y acabada semilla; la {Fuerza de, propaganda adscrita
j^dea primorosamente de la carne del al acto más mínimo']
tr
uto, D e e s ^ a m a n e r a piensa haber ase-
rrado el logro de aquel germen, en que Y como así no hay acto cuya vanidad
fía su esperanza de inmortalidad; mien- sea segura con relación a la vida del que,
Í y- — ~-— — ^ - ^ J . --y
u
^s los otros, que olvida y desampara, voluntaria o indeliberadamente, lo reali-
s
°lo adquieren, por inercia o costumbre za, tampoco le hay que no pueda dejar
ele ias fuerzas del árbol, débiles y mal huella en la conciencia o el destino de
342 JOSB ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

los otros hombres. Con cada uno de i provocar los ecos extraños y los falaces
nuestros actos, aun los más ligeros, tri- reflejos de Psíquís?... Otro tanto pasa
viales y ajenos de intención, no sólo pro- i con el génesis arcano del amor, de la fe,
ponemos un punto de partida para un I del odio, de la duda... Porque nada de lo
encadenamiento capaz de prolongarse y j que obra fuera sobre el alma la mueve
conducir a no esperado término dentro ; como al cuerpo inanimado, cuyo movi-
de nuestra existencia, sino que le propo- | miento puede preverse con exactitud, sa-
nemos también para encadenamientos se- i bidas su resistencia invariable y la ener-
mejaníes fuera de nosotros. Porque todo \ gía móvil. Carácter de las reacciones de
acto nuestro, por nimio que parezca, tie- ¡ la vida es la espontaneidad, que estable-
ne una potencia incalculable de difusión ce una desproporción constante entre el
y propaganda. No hay entre ellos ningu- impulso exterior y los efectos del impul-
no que esté absolutamente destituido de ; so; y esta desproporción puede llegar
ese toque magnético que tiende a provo- i a ser inmensa...
car la imitación, y luego, a persistir en ; Una palabra..., un gesto..., una mira-
quien lo imita, por esa otra imitación de ' da... El rayo que fulmina no es más cer-
uno mismo que llamamos costumbre. | tero y súbito que suelen serlo esas cosas
Hacer tal o cual cosa es siempre propen- , sobre el alma nuestra. Y para las morta-
der, con más o menos fuerza, a que la ! les lentitudes del remordimiento y el do-
hagan igual todos aquellos que la ven y i lor, ¿cuántas veces no son el germen
todos aquellos que la oyen referir. Y esto . terquísimo que retoña y dura hasta la
no es sólo cierto de los actos mínimos ' muerte? ¿Quién agotará su sentido a la
de una voluntad grande y poderosa: es imagen que sella el recuerdo de Sully
una radical virtud del acto, que, sin sa- Prudhomme como la empresa de su pen-
berlo ni los que la ejercen ni los que la ¡ samiento intenso y melancólico; aquel
sufren, puede estar adscrita a un movi- j vaso de flores que, herido al paso y sin
miento del ánimo del niño, del mendigo, ; querer, con un golpe ligero, sobrelleva,
del débil, del necio, del vilipendiado. ' como quien siente pudor del sufrimien-
Además, el valor de aquello que se ha- to, su apenas visible rasgadura, mien-
ce o se dice, como influencia que entra a . tras por ella se escapa, lenta, lentamente,
desenvolverse en lo interior del alma de j el agua que humedece los cabos de las
otro, ¿quién lo calculará con fijeza si no ¡ flores, y éstas se marchitan y mueren?. -
es conociendo hasta en sus ápices la si- '••
tuación peculiar de esta alma, dentro de ;
ía cual una moción levísima, y en un sen- ! XXXIX
tido indiferente para los demás, puede
ser la causa que rompa el orden en que [El hecho nimio y la invención]
ella reposaba, o que, por el contrario, lo :
restablezca y confirme por misteriosa- . En el descubrimento, en la invención
mente fatal o misteriosamente oportuna? en el zarpazo con que aferra su presa fr
¿
Hablaban los viejos moralistas del fa- atención hipertrófica que, perenne en
riseísmo en el escándalo, y lo encontra- fondo de un espíritu, espía el movinfiei;-!
ban allí donde el hecho inocente es acu- to de la realidad, a modo de pupila fc'e '
sado de ejemplo tentador. Pero ¿quién na, dilatada en ía sombra, aguardandoCL
sabe qué fondo de verdad personal no >paso de la víctima, el hecho nimio, i
habría a menudo en estas acusaciones ¡ mo se agiganta y vuelve glorioso!... *-;'
sospechadas de fingidas y pérfidas, si se manzana de Newton, la lámpara de Gal-c
piensa en la inextricable repercusión de leo, no son sino moldes de una iníc'£
una palabra o una imagen que entran a ! con que comienzan muchas páginas -

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 343

la historia del espíritu humano. Una mar- VOCACIÓN. Verdadero acicate, verdadera
mita cuya tapa se mueve a impulsos del punzada, como la que, en su raíz origi-
vapor pone a Worcester sobre las huellas nal, significa este nombre de instinto, él
de la fuerza con que más tarde humi- se anticipa a la elección consciente y re-
llará el espacio la locomotora. Un papel flexiva y pone al alma en la vía de su
que, por encima de una llama, se sos- aptitud. La aptitud se vale de él como
tiene y sube en el aire, inspira a los , los pájaros del supuesto sentido de orien-
Montgolfier el principio de la navegación - tación, por el cual hallarían el camino
aérea. Haüy deja caer involuntariamente cierto en la espaciosidad del aire. ¿Adon-
unos prismas de espato al suelo de su de va el pájaro sin guía sobre la llanura
laboratorio, observa cómo se parten en inmensa, en medio del laberinto de los
pedazos simétricos, y descubre las leyes bosques, entre las torres de las ciudades?
de la cristalografía. Un burgomaestre de A la casuca, al nido, a término seguro.
Brujas, Luis de Barken, frota, por pueril Así, sin conocimiento de la realidad, sin
distracción, un diamante con otro, y experiencia de sus fuerzas, sin compara-
acierta así con el pulimento y la talla ción entre los partidos posibles, el alma
de la más noble de las piedras. que ve abrirse ante sí el horizonte de la
El caballero de Méré consulta sobre vida, va por naturaleza al campo donde
el juego de dados a Pascal; y con su su aplicación será adecuada y fecunda.
respuesta, Pascal funda el cálculo de A veces se revela tan temprano, y tan an-
probabilidades. En la invención artística, terior a toda moción externa, este instin-
igual grandeza de la pequenez apresada to, que se asemeja a la intuición de una
por las garras de la observación. Leonar- reminiscencia. Otras veces se manifiesta
do no halla modo de figurar como quie- tan de súbito y de tan resuelta manera,
re al Judas de La Cena; repara un día, cuando ya el alma ha entrado en el co-
yendo por la calle, en la postura de un mercio del mundo, que sugiere la idea de
gañán, y la forma con que en vano soña- : una real vocación, esto es, de una verda-
ba se le imprime en los ojos. Milton ; dera voz que llama: «Sigúeme, ¡oh Ma-
asiste, de viaje por Italia, al retablo de teo!» Otras veces, en fin, después de in-
un titiritero, y allí germina en su mente decisiones en que parece revelarse la au-
sublime la concepción de El paraíso per- sencia del saber inequívoco y palmario
dido. : del instinto, surge la vocación tan clara
y enérgica como si las dudas hubieran
sido resueltas por el fallo de una potes-
tad superior: tal se contaba, en la anti-
güedad, que surgió de la respuesta de la
XL Pythia, para Aristóteles y para Licurgo.
La repentina conciencia que un alma,
[La vocación: su arraigo inconsciente] hasta entonces ignorante de sí misma,
adquiere de su vocación, suele acompa-
Hay una misteriosa voz que, viniendo i ñarse de un estremecimiento tan hondo
de lo hondo del alma, le anuncia, cuando y recio en las raíces de la vida moral, en
n
o se confunde y desvanece entre el cla- los oscuros limbos donde lo espiritual y
mor de las voces exteriores, el sitio y la lo orgánico se funden, que la emoción
tarea que le están señalados en el orden semeja un vértigo o un síncope; y a ve-
^1 mundo. Esta voz, este instinto perso- ces dura, como un mal del cuerpo, la
na
l que obra con no menos tino y efica- huella que deja en la carne esa sacudida
c i a que los que responden a fines co- o arranque misterioso. Cuando Malebran-
munes a la especie, es el instinto de la 1
che sintió anunciársele su genialidad me-
344 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tafísica leyendo el Tratado del hombre, en que la fantasía pagana expresó la te-
de Descartes, que puso ante sus ojos la nacidad de un don o carácter que se
imagen de una aptitud semejante a la identifica con la esencia de un ser: tal
que él llevaba, sin conocerlo, dentro de la repetidora Eco, que, muerta y despe-
sí mismo, las palpitaciones de su cora- dazada, no pierde su facultad; la lengua
zón le sofocaban a punto de forzarle a de Filomela, que, cortada por su forza-
interrumpir la lectura. Wagner nada sa- dor, sigue murmurando sus quejas: Nio-
bía de su vocación musical, antes de oír, be, que, convertida en piedra, llora toda-
por primera vez, en un concierto de Dres- vía; o el ensimismado Narciso, que des-
de, una sinfonía de Beethoven. Trastor- pués de descender al yermo, aún busca,
nado por la intensidad de la emoción, en las negras aguas de la Estigia, la
llega enfermo, enfermo de verdad, a su hermosura de su imagen.
casa; y cuando, pasados los días, vuelve Pero si, una vez desembozada y en
a su ser normal, tiene ya plena concien- acto, la vocación profunda manifiesta es-
cie de su vocación y se apresta para acu- ta nota de fuerza fatal, no siempre toma
dir a ella. franca posesión del alma sin que la vo-
Energía que arraiga en el fondo incons- luntad la busque y anime. Suele ser, la
ciente y genial de la personalidad, la vo- vocación, tardía y melindrosa en declarar
cación prevalece sobre los más altos y su amor, aun cuando luego pruebe, con
categóricos motivos de determinación vo- su constancia, cuan verdadero era; por
luntaria. Un padre moribundo, médico • donde se parece en ocasiones al enamo-
decepcionado de su ciencia, llama junto : rado tímido y al pobre vergonzante, en
al lecho a su hijo, y le persuade a jurar j quienes la vehemencia del deseo lucha
que abandonará el propósito de estudiar- con lo flaco de la decisión. Para consuelo
ía. El juramento sagrado hace fuerza, du- del enamorado y del pobre que sufren
rante cierto tiempo, en el ánimo del hijo; por este íntimo conflicto, la naturaleza
pero, al cabo, la soberana voz interior ha distribuido, entre sus gracias delica-
recobra su ascendiente, y ese inculpable das, un arte fino y sutil, de que suele ha-
perjuro será Walter, el gran anatomista cer beneficio tanto a las voluntades sa-
de Koenigsberg. Puede la razón del mis- bias en ardides de amor como a las al-
mo que se siente fatalmente llevado a mas piadosas. Es éste el arte de provocar
cierto género de actividad condenar y el atrevimiento, de modo que no se per-
aborrecer el objeto de ésta, sin que por cate de la provocación el provocado, que
ello la vocación pierda un ápice de su le tiene por propio y natural impulso su-
fuerza e imperio. El gran capitán de los yo. ¡Cuánta perspicacia y habilidad; qué
reinados de Marco Aurelio y de Cómodo, intuitivo hallazgo de la actitud, el gesto
Albino, es fama que reprobando las ar- y la palabra; qué justo punto medio entre
mas con toda sinceridad de su pensa- contrarios extremos de insinuación y de
miento, perseveraba en ellas por ímpetu desvío, para determinar al labio trémulo
irresistible de su naturaleza, lo que le a la audacia de la confesión; o a la mano
movía a decir que para él fue ideado el contenida, al recibimiento de la dádiva!..-
verso de Virgilio Arma amens capio, nec Pues algo de este arte ha menester la vo-
sat rationis in armis. luntad puesta en la obra de vencer la he-
En medio de los obstáculos del mundo; sitación de ciertas vocaciones; ya para
del abandono y la adversidad; del des- i despejar y definir el rumbo de una voca-
dén y la injusticia de los hombres, la vo- ción conocida; ya para que se nos acer-
cación hondamente infundida se desen- que y anuncie una que aún no sabemos
vuelve con esas porfías indomables que ! cuál sea, pero que acaso nos tiene pues-
recuerdan las significativas figuraciones I tos los ojos en el alma y espera así el

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 345

momento en que la voluntad, cambian- i fica demostración de la suma de fuerzas


do, por la observación y la prueba, las : y virtualidades que pueden agruparse en
actitudes del espíritu, acierte con aque- ! derredor del centro único de una per-
lla que provocará su atrevimiento. | sonalidad humana.
Place verlas en las eminencias del tro-
no, donde se las suele encontrar alguna
XLI vez, reconquistando, por su calidad de
[ vivos símbolos perfectos de cuanto cabe
[Ausencia de vocación una y precisa, de eficaz y escogido en su raza o su épo-
por universalidad de la aptitud. Espíri- ca, la púrpura que invisten. Así prevale-
tus universales] ce, sobre los hijos de Israel, esa majes-
; tuosa figura de Salomón, a quien yo
La vocación es la conciencia de una ] quiero representarme en la tradicional
aptitud determinada. Quien tuviera cons- I entereza de sus líneas, sin quitarle ni
ciente aptitud para toda actividad, no aun el rasgo de final y trascendente de-
tendría, en rigor, más vocación que el : cepción, que con tan hondo interés com-
que no se conoce aptitud para ninguna: pleta su personalidad, y que manifiesta
no oiría voz singular que le llamase, por- el libro que la moderna exégesis le dispu-
que podría seguir la dirección que a la ta. En aquel varón sabio, que escudriña
ventura eligiera o que le indicare el Des- los senos de la Naturaleza, y sabe de ios
tino, con la confianza de que allí a donde pájaros, las fieras y los peces, y de las
ella le llevara, allí encontraría modo de ; plantas, desde el cedro del Líbano hasta
dar superior razón de sí; y esto, si bien ; el hisopo que crece en la pared; que así
caso estupendo y peregrino, no sale fuera ¡ contesta a los enigmas de la reina de
de lo humano: hay espíritus en que se ! Saba como instruye, en los Proverbios,
realiza. Cuando Carlyle escribe: «No sé a los ignorantes y los candidos; en aquel
de hombre verdaderamente grande que filósofo, que comunica valor universal a
no pudiera ser toda manera de hom- su desengaño y hastío, anticipando el
bre», yerra en lo absoluto de la proposi- acento penetrante de Kempis y la impla-
ción, ya que el grande hombre, el héroe, cable dialéctica de Schopenhauer; en
el genio, presenta, a veces, por el carác- aquel juez, a quien fué dada sabiduría
ter, una determinación tan precisa y es- de Dios para discernir lo bueno de lo
trecha que raya en el monoideísmo del malo, y resolver intrincadas querellas;
obsesionado; pero acertaría si sólo se re- en aquel monarca que, mientras el sa-
firiese a ciertas almas, en quienes la al- ! bío que lleva dentro esquilma el campo
tura excelsa e igual se une a la exten- : del conocimiento teórico, labra, con la
sión indefinida, y de quienes diríase que soberana energía de la acción, la pros-
alcanzaron la omnipotencia y la omnis- : peridad y grandeza de su reino, dila-
ciencia, en los relativos límites de nues- tándolo desde el Eufrates hasta el Egip-
tra condición. to, sojuzgando naciones, reedificando
ciudades, equipando ejércitos y flotas,
Puesto que hemos de hablar de voca- habilitando puertos, y manteniendo una
ciones, demos paso, primero, a estas fi- dulce paz con que cada cual goce de
guras múltiples de aspectos, tanto más abundancia y quietud «a la sombra de su
raras cuanto más cerca de lo actual se parra o a la sombra de su higuera»; en
las busque, y en ningún caso adecuadas aquel hijo de David, que hereda el don
Para ser propuestas por ejemplo a quien poético, para desatarlo en el más fervien-
ha de trazarse el rumbo de su actividad; te, pomposo y admirable canto de amor
Pero que determinan y componen un po* que haya resonado en el mundo, y here-
sitivo orden de espíritus, y son magní-
346 JÓSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

da el pensamiento del Templo, para plas- . por el estigma que agregó a su nombre
marlo en la madera de los bosques del la vindicta del vencedor, que por la estu-
Líbano, y en la piedra, el bronce y el penda complejidad de su genio, donde al-
oro; en aquel sibarita, que amontona ri- ternan rasgos de santo y de poeta, de sa-
quezas, y vive en casa revestida de cedro, bio y de héroe. En esa alma gigantesca
entre cantores y cantoras y músicos, y hay comprendidos no menos de cuatro
tiene jardines donde crece toda clase de : hombres superiores, a la manera como el
plantas, y dice de sí: «No negué a mis i cráter del Pichincha tiene dentro de sí
ojos nada que deseasen ni aparté a mi ; varias montañas. Renovador de una ñlo-
corazón de ninguna alegría», hay un tí- i sofía, la enciende en espíritu de religión,
pico ejemplar de redondeada y cabal ca- | y su frente pensadora luce las ínfulas
pacidad humana, al que nuestro sentido ! sacerdotales; poseedor de un centro, lo
moderno de las cosas del espíritu logra i ilustra, como Trajano, por la grandeza;
añadir todavía una nota más, un comple- ! como Antonino, por la bondad; vibra-
mento, que la Escritura sólo puede apun- dor de una espada, la impone al respeto
tar como flaqueza; y es el dilettantismo de los bárbaros cuanto a la admiración
religioso, la inquietud politeísta, que le de sus legiones: la lleva de las Galias
mueve, en sus último años, a levantar, de César a la Persia de Alejandro, y más
junto al Templo que él mismo ha erigido i feliz que Alejandro y que César, esgri-
al dios de Israel, los altares de divinida- miéndola muere; dueño de un estilo, lo
des extrañas, desde Astharot, ídolo de los transfigura en la austeridad de Marco
sidonios, hasta Chamós, abominación de ; Aurelio, en la gracia de Platón, en el
Moab, y Moloch, abominación de los am- ! arrebato de Plotino, en las sales de Lu-
monitas; confundiendo en su reverencia, ! ciano, Una civilización se infunde entera
o en su angustia, del misterio, las imá- ' en él para morir, y mueren juntos. Heri-
genes de enemigos dioses, como antes do por un golpe sublime, el mundo anti-
había abarcado, en los anhelos de su guo se desploma a los abismos de la
amor humano, a la princesa de Egipto y nada: ese titán rebelde lo recibe en sus
a las mujeres de Ammon, y de Moab; brazos extendidos, lo mantiene en alto
a las de Idumea, a las de Sidón, y a las un instante; y cuando vencido del peso
hetheas. Salomón es el hombre, en la lo suelta, se precipita tras él, y su som-
plenitud de sus facultades, de alma y bra inmensa sirve de cauda, en la me-
cuerpo, con que cabe arrancar a la vida moria de los tiempos, a aquel mundo
su virtualidad y su interés; el hombre desorbitado.
que, a un mismo tiempo, investiga, ora, Pasado este crepúsculo, y su noche, y
canta, gobierna, filosofa, ama y goza del : aproximándose el albor de un nuevo día
vivir; y que, por suma de esta experien- del espíritu humano, otra real corona
cia omnímoda, deja, al cabo, deslizarse ciñe, en Castilla, una frente capaz de in-
de su pensamiento la gota de amargura finita suerte de ideas: la del sabio rey
que ha de caer, resbalando sobre la fren- de las Partidas. Si no tan grande, o si no
te de los siglos, en el corazón de Ranees, tan venturoso, en las artes de la acción
como en la cerviz de Carlos V, como en \ como en las del pensamiento, no menos
la copa de Fausto, ¡ emprendedor y altamente inspirado en
i las unas que en las otras, y en las de la
No ya semivelado por el vapor de la : sabiduría tan vasto y comprensivo que la
leyenda, como el rey bíblico, sino a pleno ! extensión de la ciencia de su tiempo se
sol de la historia, otro monarca de genio i mide por el círculo de sus aplicaciones,
orbicular, aparece conduciendo a los don Alfonso es formidable cabeza, de
pueblos, en los últimos días del paganis- donde brota, armada de todas armas, la
mo. Es Juliano, más vulgarmente famoso

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 347

Minerva de una civilización que se define ción del gobierno y de la guerra, mien-
y constituye. Toma una lengua balbucien- tras negocia colgar de sus hombros la
te, y como sentándola sobre sus rodillas, púrpura del imperio alemán, contiene los
le enseña a vincular los vocablos, a mo- ! amagos de una nobleza levantisca, o acu-
dularlos, a discernirlos; y sin quitarle ; de en las fronteras a la algarada de los
gracia ni candor, le añade orden y fuerza. I moros.
Entra por la confusión de fueros y prag- Estos son reyes que de veras fueron,
máticas donde se entrelazan, disputando, no en el simple sentido político, sino en
los vestigios de sucesivas dominaciones y el pleno sentido de la civilización, caudi-
costumbres, y de este informe caos trae llos de su gente, Pero tan soberana am-
a luz el más portentoso organismo de le- plitud representativa, o una complejidad
yes que conociera el mundo desde los de facultades que se le asemeje, no han
días de Justiniano. Quiere escribir de lo I menester, por cierto, de cetro y corona,
que fué, y viniéndole estrechos los aleda- ! cuando, respondiendo a singular elección
ños de la crónica, sube a la cúspide de ! de la naturaleza, se manifiestan en una
la memoria de los hombres, y hace la criatura humana. La gran florescencia
grande e general Estoria que no había. espiritual del Renacimiento es, más quizá
El sentimiento poético presta curvas y que cualquiera otra época no inculta ni
claros a tan dilatada gravedad, y como la primitiva, fecunda en estos casos de om-
imponente basílica de piedra se animaba ; nímoda aptitud, porque, debido a un
a sus horas con la voz del órgano que I conjunto de circunstancias transitorias,
en las desiertas bóvedas volcaba las que- i tendió a generalizar, por tipo de los ca-
jas y los ruegos de su melodía, así el al- racteres, una como multiplicación de la
ma de don Alfonso lleva dentro de su personalidad. Al desatarse las energías
arquitectónica grandeza los registros de reprimidas y concentradas durante sue-
donde fluye en inexhausto raudal la pia- ño de siglos, no parece sino que todas
dosa inspiración de las Cantigas, prelu- : las actividades de la inteligencia y de la
dios de un sentimiento lírico y mina in- | voluntad fuesen pocas para dar empleo a
agotable de casos legendarios. Pero si la I tal desborde de fuerza, y que cada hom-
gravedad del entendimiento reflexivo bre tuviera necesidad de gustar su parte
vuelve a él, no le contentan las sendas de vida de muchos y distintos modos,
donde ya ha estampado su garra; por- ; para saciar su anhelo de gozarla. Quien
que, como a los Reyes Magos, le atraen ! en aquella alta ocasión de la historia bus-
también los secretos de las estrellas; y ! ca sólo héroes del pensamiento o sólo hé-
alza, para atalayarías, aquel ilustre ob- roes de la acción, encuentra casi siempre
servatorio donde ejecutores de su pen- héroes de dos naturalezas: testa de águi-
samiento componen las Tablas Alfonsi- la, cuerpo de león, como el Grifo; a
nas. A sus instancias comparecen en las quienes el filosofar, o el producir de
escuelas de Toledo las ciencias del Orien- arte, y el compartir la más ferviente pa-
te; y el romance ennoblecido por él se ' sión por la puras ideas que hayan pren-
a
bre a las ideas de los libros hebraicos, dido en humanos pechos después de Ate-
de los maestros moros de Bagdad y de nas y de Alejandría, no estorbaron para
Córdoba, y aún de los narradores de la confundirse en la inquietud guerrera de
India. Y toda esta maravillosa actividad, su tiempo, y ganar gloria con la espada;
^ue se desenvuelve, ya por su personal y ni para probar los filos de su entendi-
Única obra, ya teniendo él en sus manos miento en esa otra esfera de las trazas e
la dirección y el impulso, cúmplelo aquel industrias de la sabiduría política, que
S'-gante espíritu, no en apartada quie- arraigaba entonces su imperio, suavi-
hid, sino en medio a la perpetua agita- i zando el zarpazo de la fuerza brutal me-
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

diante las artes refinadas que redujo a resca las tintas de Salustío, y enriquece
cínica y elegante expresión ei libro Del la prosa castellana con la joya exquisita
Príncipe. del Lazarillo de Tormes.
Así resultan sobre el fondo triunfal del Pero si destaramos las facultades de la
maravilloso siglo xvi, espíritus como el política y la guerra, y agrandamos, en
de aquel Cornelio Agripa, que el empera- cambio, considerablemente, las del pen-
dor Maximiliano lució en su séquito de samiento puro, llevándolo, en sus dos
guerrero y de Mecenas; extraordinaria manifestaciones de arte y ciencia, a los
unión de escéptico e iluminado, de ocul- : más amplios límites de que el genio es
íista quimérico y crítico demoledor; teó- capaz, la novadora energía del Renaci-
logo, médico, jurisconsulto, ingeniero de miento se infunde en una personifica-
minas, maestro de todas ciencias, en ción suprema: la personificación de Leo-
Dole y en Colonia, en Turín y en Pavía; nardo de Vinci. Jamás figura más be-
auxiliar a quien ios reyes se disputaban lla tuvo, por pedestal, tiempo más me-
los unos a los otros, como un preciado recedor de sustentarla. Naturaleza y
talismán o una interesante rareza; y en arte son los términos en que se cifra
la vida de acción, tan apto para el alarde la obra de aquella grande época hu-
heroico, que le vale título de caballero mana: naturaleza restituida plenamente
sobre ei mismo campo de batalla, como I al amor dei hombre, y a su atención
para asistir a ios consejos del Empera- e interés; y arte regenerado por la be-
dor, administrar ciudades y participar lleza y la verdad. Y ambos aspectos de-
en conciliábulos cismáticos. Así se osten- tal obra, deben a aquel soberano espíri-
ta también la genialidad de tan ilustre tu inmensa parte de sí. Con los manuscri-
siglo, si la representamos por figura más tos de Leonardo, la moderna ciencia
estatuaria y clásica, en don Diego Hur- amanece. Frente a los secretos del mun-
tado de Mendoza, el hombre por exce- do material, éi es quien reivindica y pone
lencia significativo y armónico del Re- en valiente actividad el órgano de la expe-
nacimiento español; cabeza para primo- riencia, tentáculo gigante que ha de tre-
res de estilo y para planes de gobierno, | molar en la cabeza de la sabiduría, susti-
brazo para mandobles, ojo para cazas l tuyendo a las insignias de la autoridad y
de altanería; el incomparable, el magní- \ de la tradición. Galileo, Newton, Descar-
fleo don Diego: soldado, embajador, go- ¡tes, están en germen y potencia en el
bernador de Siena, arbitro de Italia; ver- '•<
pensamiento de Leonardo. Para éi el co-
bo de Carlos V, cuya palabra hace re- j nocer no tiene límites artificiosos, por-
tumbar en el concilio de Trento por '. que su intuición abarca, con mirar de
encima del pontífice romano, y cuya vo- ! águila, el espectáculo del mundo, cuan
luntad tiende en redes sutiles alrededor ; ancho y cuan hondo es. Su genio de ex-
de príncipes y repúblicas; y en el as- j perimentador no es óbice para que levan-
pecto literario; humanista de los de la I te a grado eminente la especulación ma-
hora prima, inflamado hasta la medula ¡ temática, sellando la alianza entre ambos
de los huesos en los entusiasmos de la ! métodos, que en sucesivos siglos llevarán
resurrección de la belleza y del hallazgo adelante la conquista de la Naturaleza.
de manuscritos preciosos: a quien el Sul- Como del casco de la Atenea del Parte-
tán de Turquía manda una vez, para re- nón arrancaban en doble cuadriga ocho
tribuir cumplidos de Estado, seis arcas \ caballos de frente, simbolizando la ce-
llenas de códices antiguos; poeta que lo j leridad con que se ejecuta el pensamiento
mismo compone al uso popular que cul- • divino, así de la mente de Leonardo
tiva ei endecasílabo de Garcilaso; escri- ; parten a la carrera todas las disciplinas
tor que reproduce en la historia pinto- ; del saber, disputándose la primacía en

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OBRA ORIGINAL—5: MOTIVOS DE PROTEO 349

el descubrimiento y en la gloría. No I y io mostraba henchido de lirios... Nun-


hubo, después de Arquímedes, quien, en ca un grito de orgullo ha partido de hu-
las ciencias del cálculo, desplegara más manos labios más legitimado por las
facultad de abstraer, y en su aplica- obras, que estas palabras con que el ma-
ción, más potencia inventiva; ni hubo, ravilloso florentino ofrecía al duque de
antes de Galileo, quien con más resuel- Milán ios tesoros de su genio: «Yo soy
ta audacia aplicase al silencio de las capaz de cuanto quepa esperar de criatu-
cosas «el hierro y el fuego» de la ima- ra mortal.» Pero si la ciencia, en Leonar-
gen baconiana. Inteligencia de las leyes do, es portentosa, y si su maestría en el
del movimiento; observación de los cuer- complemento de la ciencia, en las artes
pos celestes; secretos del agua y de la de utilidad, fué, para su época como don
luz; comprensión de la estructura huma- de magia, su excelsitud en el arte puro,
na; vislumbres de la geología; intimidad : en el arte de belleza, ¿qué término habrá
con las plantas: iodo le fué dado. El es : que la califique?.,. Quien se inclinara a
el Adán de un mundo nuevo, donde la | otorgar el cetro de la pintura a Leonar-
serpiente tentadora ha movido el anhelo ' do, hallaría quien le equiparara rivales;
del saber infinito; y comunicando a las no quien le sobrepusiera vencedores. Po-
revelaciones de la ciencia el sentido esen- seído de un sentimiento profético de la
cialmente moderno de la práctica y la : expresión, en tiempos en que io plástico
utilidad, no se contiene en la pura inves- ; era el triunfo a que, casi exclusivamente,
tigación, sino que inquiere el modo de ; aspiraba un artista arrebatado de amor
consagrar cada verdad descubierta a por las fuerzas y armonías del cuerpo,
aumentar el poder o la ventura de los no pinta formas sólo: pinta eí sonreír y
hombres. A manera de un joven, cíclope, el mirar de Mona Lisa, la gradación de
ebrio, con la mocedad, de los laboriosos afectos de La Ceno:: pinta fisonomías,.
instintos de su raza, recorre Ja Italia de , pinta almas. Y con ser tan grande en la
aquel tiempo como su antro, meciendo | hermosura que se fija en la tela, aún
en su cabeza cien distintos proyectos; disputa otros lauros su genio de artista:
ejecutados, unos, indicados o esbozados el cincel de Miguel Ángel cabe también
otros, realizables y preciosos los más; en su mano, y cuando le da impulso pa-
canales que parten luengas tierras; for- ra perpetuar una figura heroica, no se
ma de abrir y traspasar montañas; mu- detiene hasta alcanzar el tamaño gigan-
ros inexpugnables; inauditas máquinas i tesco; el numen de la euritmia arquitec-
de guerra; grúas y cabrestantes con que tónica le inspira: difunde planos mil, Cé-
remover cuerpos de enorme pesadumbre. sar Borgia le confía sus castillos y sus
En medio de estos planes ciclópeos, aún palacios; sabe tejer los aéreos velos cíe
tiene espacio y fuerza libre para dar la música, y para que el genio inventor
suelta a la jovialidad de la invención en no le abandone ni aun en esto, imagina
ríúl ingeniosos alardes; y así como Apolo nuevo instrumento de tañir, lo esculpe
Esminteo no desdeñaba cazar a ios ra- lindamente en plata, dándole, con pri-
tones del campo con el arco insigne mor, la figura de un cráneo equino, y
Que causó la muerte de Pythón, así Leo- acompañado de él, canta canciones suyas
pardo emplea los ocios de su mente en en la corte de Luis Sforza. Cuando a
Jdear juguetes de mecánica, trampas pa- todo ello agregues una belleza de Absa-
ra
- burlas, pájaros con vuelo de artificio, ión, una fuerza de toro, una agilidad de
0
aquel simbólico león que destinó a Perseo, un alma generosa corno la de un
saludar la entrada a Milán del rey de primitivo, refinada como la de un corte-
Francia, y que, deteniéndose después sano, habrás redondeado el más sober-
°e avanzar algunas pasos, abría el pecho bio ejemplar de nobleza humana que
350 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pueda salir de manos de la Naturaleza; imperios que se desmoronan. Su obra


y al pie de él pondrás, sin miedo de que austera y desnuda es como esqueleto de
la más rigurosa semejanza te obligue a ideas en que apoyarán los músculos de
rebajarlo en un punto: Este fue Leonar- su pensamiento tres civilizaciones distin-
do de Vinci. tas: la que dijo sus postreras razones
con Hipatia; la que se propagó con el Is-
lam, y la que se desenvuelve, entre luces
—¿Y si estuviera probado que Bacon y tinieblas, desde los primeros claustros
y Shakespeare fueron uno? monacales hasta las primeras cátedras
—Sí estuviera probado que Bacon y de los humanistas. Entendimientos de
Shakespeare fueron uno, nunca las espal- esta trascendencia: moldes del pensar de
das de Atlas habrían soportado tal or- las edades; no patrimonio de ninguna,
be,..; pero ¿dónde te quedas, pecho de Dicen que si el abismo de la mar se se-
lirios de Leonardo, limpio y fragante cara y hubiesen de volverlo a llenar, con
corno el de su león?... De aquella cima el tributo que derraman en él, los ríos
de dar vértigos, se divisaría, ¡qué triste- de la tierra, cuarenta siglos pasarían an-
za!, el quinto foso de Malabolge, que tes que lo lograran: tal me represento yo
encierra por la eternidad a los que mer- la proporción entre la capacidad creado-
caron con la justicia, y donde hirviente ra de uno de estos intelectos omnímo-
pez abrasa las entrañas de Giampolo, dos y la labor perseverante y menuda
ministro prevaricador del rey Teobaldo. de las generaciones que vienen después
de ellos.
Antes que el eclipse de toda luz in-
Cuando la universalidad de la aptitud telectual cierre sus sombras, la universa-
se entiende sólo en relación al conoci- lidad oristotélica se reproduce, parcial-
miento, al saber, abarcado en la medida mente animada de nueva y sublime ins-
que cabe dentro de los límites completos piración, en otro inmenso espíritu, y
de una civilización o de un siglo, engen- Agustín, razonador de una fe, difunde la
dra el tipo de omnisciencia que en otros actividad de su sabiduría y de su genio
tiempos dio lugar al nombre de sabio, ; por los doce mil estadios de La ciudad
y que, con semejante significación, ya no de Dios. Luego, en el lento despertar de
se reproducirá: a lo menos en cuanto la razón humana, la universalidad, aun-
alcanza a prever la conjetura, El modelo í que desmedrada por la ausencia de vue-
insuperable y eterno de esta casta de es- 1 lo y de acento personal, y por la infantil
píritus es aquella sombra inmensa que se reducción de todo objeto de estudio, es
levanta en el horizonte de la antigüedad, carácter que fluye de lo simple e inorgá-
llegando la ciencia helénica a la madu- nico de la cultura que alborea; y univer-
rez de la razón, y recoge de una brazada sales son, por la naturaleza de la obra
cuanto se piensa y sabe en torno suyo, ; que les está cometida, los mantenedores
para fijarle centro y unidad, e imprimir- o restauradores del saber: los Casiodo-
le su sello, después de dilatarlo con nue- ros e Isidoros, los Alcuinos y Bedas, ofi-
vas ideas y noticias, que comprenden ciosos Plinios y Varrones de una edad
desde la organización de los Estados has- que ha de empezar por recoger ideas se-
ta la respiración de los hombres; desde | pulías y dispersas entre los escombros
las formas del razonamiento hasta los I de la ruinas. Pero es en el claro de luz
fenómenos del aire. Ni aun se contenta ] del siglo XTII, al incorporarse pujante el
Aristóteles con enseñar para la más no- ; genio de una civilización que quiere dar
ble raza del mundo: la férula de su ense- gallarda muestra de sí antes de pasar
ñanza sobrevive a dioses que caducan e su cetro a otra más alta que se acerca,

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OBRA ORIGINAL.™5: MOTIVOS DE PROTEO 351

cuando vienen al mundo algunas magní- ginería del verso, y descubrimientos y


ficas personificaciones de saber encícü- vislumbres expresaran entre convulsio-
co, que evocan, en cierto modo, la me- nes pythónicas; o bien, un realizado fan-
moria augusta del humano educador de tasma Bacon-Shakespeare, apto, por lo
Estagira. Llegan entonces los ordenado- concorde y enterizo de la edad en que
res del tesoro penosamente reintegrado, nació, para manifestar su doble virtud,
los artífices de sumas: ya, como Tomás no en formas separadas, sino en el único
de Aquino, concertando en derredor de y estupendo organismo de un poema don-
la idea teológica el pensamiento de la de revive aquel don de síntesis total que
antigüedad, sin dejar punto intacto en i fué atributo de las epopeyas primitivas.
aquella esfera a que ciñe los anillos de Después que el saber se constituye de
estas serpiente; ya, como Rogerio Ba- manera orgánica y metódica y sus dife-
con, tomando del conocimiento de la rentes especies se emancipan y reparten,
naturaleza el pían regenerador y profé- aún suele resplandecer, como aureola
ííco de un nuevo modo de sabiduría; ya, de algunas cabezas peregrinas, la uni-
como Alberto Magno, abarcando dentro versalidad en el conocimiento hondo y
cíe la capacidad de su ciencia, lo subli- : eficaz. Los dos primeros siglos de la edad
me y lo prolijo, la especulación ontoló- ' moderna habían llevado ya la indaga-
gica y el saber experimental. | ción científica a un grado de compleji-
En la región de espíritus omniscios dad muy alto, cuando surgió Leibnitz, y
que aquel siglo trae, dos columbro cuya | tendió la mirada de sus cien ojos de
complejidad excede de los términos de ; Argos sobre la naturaleza y el espíritu,
la pura sabiduría, y se dilata por círcu- y dondequiera que eligió su blanco: cien-
lo aún más vasto de actividades y ap- cias físicas, ciencias matemáticas, filo-
titudes, reuniendo, a múltiples maneras logía, jurisprudencia, metafísica, reveló
de ciencia, el uno inspiración gloriosa ocuRa riqueza y mantuvo e] rango ge-
en la acción, el otro grandeza excelsa nial de la invención. Aún más adelante
en el arte, sin que tampoco el arte fuera i en el tiempo que Leibnitz; menos crea-
don negado al primero, ni al segundo | dor e inventivo que él en los dominios
faltara el de la acción. Hablo de Raimun- : de la ciencia; pero, en cambio, abarcan-
cle Lulio y Dante Alighieri: Raimundo \ do, dentro de su abrazo úrdico, inteligen-
Lulio, el Doctor Iluminado, que, des- ' cia verdad e inteligencia de belleza: cien-
pués de desatar sobre su siglo, desde la cia y arte, y trascendiendo, además, de
soledad del monte Randa, inaudito to- la especulación a la acción, por aquella
rrente de ideas, que arrastran y consu- | finalidad de la palabra, convertida en
men todo objeto de conocimiento, baja máquina de guerra, que toca, en algún
de allí y aparece como apóstol y héroe modo, al heroísmo de la voluntad, resalta
de una empresa sublime, corriendo des- Diderot, el caudillo de una centuria críti-
alado, delirante de amor, los ámbitos ca y demoledora; el profeta de la Revo-
del mundo, para predicar la gigantesca lución; el Aristóteles ceñido de casco y
cruzada, la redención del Oriente, y al- coraza de la Enciclopedia.
canzar al fin las palmas del martirio; y ¡ Por bajo de los espíritus en que con-
Dante Alighieri, el que ganó la cúspide curren sabiduría, arte y acción; de aque-
e
n aquella bandada de enormes águilas; llos en que se concillan dos de esas tres
e
i poeta sabedor de cuanto su tiempo maneras de heroísmo, y de los que ago-
supo, y présago de lo demás; un Leo- tan las diferencias y aplicaciones de al-
nardo de Vinci (por la dualidad del ge- guna de las tres, cuéntanse aún otros
nio inventor) en quien cuadros y esta- espíritus de amplitud superior a la ordi-
tuas se trasportasen a la verbal ima- naria, y son aquellos que comprenden,
352 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dentro del arte o de la ciencia, un gru- tudes por que se diferencian los hijos de
po armónico de disciplinas, enlazadas por cada generación en la sociedad civilizada,
la semejanza de su objeto y la afinidad son como los ecos mil en que se multi-
de las disposiciones que requieren; así, plican, repercutiendo en concavidades del
los que cultivan con fortuna todos los tiempo, los cuatro o cinco llamados car-
géneros literarios: como Manzoni, Vol- dinales a que los hombres de la primiti-
taire, Lope de Vega; todas las artes plás- va edad obedecieron, cuando fué me-
ticas: como Puget, Bernini, Alberto Du- nester repartirse y separarse, durante las
rero, Alonso Cano; todas las ciencias na- horas del día, para acudir a diferentes
turales: como Linneo, Humboldt, La- labores: unos a aprender el uso de las
marck. armas; otros a tributar las honras del
dios; otros a extraer de las yerbas bál-
XLÍI samos y venenos; otros a soplar la caña
musical; otros, en fin, a partir la piedra
[A medida que la sociedad avanza, la y desbrozar la selva virgen. Y ai com-
vocación tiende a formas más definidas pás que las necesidades de las generacio-
y concretas'] nes aumentan, aumentan con ellas los
modos de aptitud; y con los modos de
La ausencia de vocación una y precisa, aptitud, que plasman y adiestran en el
por universal difusión de la aptitud, es tiempo el genio de una raza, la tendencia
caso cuya frecuencia disminuye, dentro a trocarse en predisposición innata e
de la sociedad humana, con los pasos j instintiva, en vocación verdadera, cada
del tiempo. Á medida que las sociedades I nueva y más prolija variedad que el na-
avanzan y que su actividad se extiende j tural progreso determina en el desenvol-
y multiplica, como el árbol que crece, vimiento de las aptitudes humanas.
dando de sí ramas y ramúsculos, es ley Una economía infalible provee a toda
que la vocación individual tome una for- sociedad y generación de los obreros
ma restringida y concreta. Nacen las vo- \ que para cada uno de sus talleres nece-
caciones personales en el momento en ! sitan, y tales como los necesitan. Con
que el hombre primitivo deja de bastarse ; los obreros, llegan en número adecuado
a sí propio y empieza, correlativamente, sus capataces naturales. Mientras una
a ser útil y necesario a sus semejantes. actividad de cierto género no se agosta
Disgréganse los músculos del brazo de o suspende en la vida de una agrupación
Adán condenado, elemental e indetermi- social, los espíritus aptos para dirigir
nadamente, al trabajo, y se llama Jabel, ¡ esa actividad a sus fines surgen con ad-
el pastor; Tubalcain, el que forja los me- \ mirable puntualidad y eficacia. Diríase
tales; Nemrod, el que va a caza de las que el deseo y la prefiguración de las
fieras... Y se fija el instinto de cada vo- almas superiores que le son menester
cación cuando lo que fué en su principio para orientarse obra en las entrañas de
aptitud adquirida por necesidad y asen- la multitud al modo que la representa-
tada por la costumbre, truécase, pri- \ ción anticipada del hijo suele plasmarse
mero, en afición instintiva del que la j en las entrañas de la madre, producien-
adquirió, y se trasmite luego a otros se- ¡ do el parecido real con la imagen del
res humanos, sea por obra de la ense- j sueño. Una sociedad de alma heroica no
ñanza y de la simpatía, sea, más tarde, • permanece largo tiempo sin Héroe gran-
por la acumulación, en don innato y gra- j de. Vino al mundo el Mesías cuando
cioso, de la virtud de actos ejecutados j todo el mundo pensaba en él y preci-
por los ascendientes. saba de él. En punto a hombres supe-
Las diversísimas disposiciones y apti- riores, cada sociedad humana dispone.'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 353
sobre la Naturaleza, de un crédito, cuan- peranza, de contento, de amor; hay una
do mínimo, justamente proporcionado humanidad que vive aún en la paz del
a sus aspiraciones y a sus merecimien- Paraíso, sin el presentimiento de la ten-
tos. En la proporción en que ella tiene tación y del destierro; sagrada para el
gestas que realizar y agravios que sa- Odio, inaccesible para el Desengaño... A
tisfacer, así suscita altos caudillos que nuestro lado, y al propio tiempo lejos
la guíen; en la proporción en que goza de nosotros, juegan y ríen los niños, sólo
de «entendimiento de hermosura», así a medias sumergidos en la realidad, al-
promueve artistas que lo halaguen; en la mas leves, suspendidas por una hebra
proporción en que es capaz de creencia de luz a un mundo de ilusión y de sueño.
y de fervor, así convoca, de sus siempre Y en esas frentes serenas, en esos inma-
vigilantes reservas, profetas, mártires, culados corazones, en esos débiles bra-
apóstoles. zos, duerme y espera el porvenir; el des-
conocido porvenir, que ha de trocarse,
XLIII año tras año, en realidad, ensombrecien-
do esas frentes, afanando esos brazos,
[El porvenir. La esperanza en formas exprimiendo esos corazones. La vida ne-
vivas} cesitará hacer el sacrificio de tanta dicha
y candor tanto, para propiciarse los ha-
El porvenir que veremos alborear de dos del porvenir. Y el porvenir significa-
nuestro ocaso tendrá, como el presente, rá la transformación, en utilidad y fuer-
su resplandor de almas pensadoras; su za, de la belleza de aquellos seres frá-
fragancia de almas capaces de engendrar giles, cuya sola y noble utilidad actual
belleza; su magnetismo de almas desti- consiste en mantener vivas en nosotros
nadas a la autoridad, al apostolado y a las más benéficas fuentes del sentimien-
la acción. De entre las nuevas, oscuras to, obligándonos, por la contemplación
muchedumbres, surgirán los infaltables de su debilidad, a una continua efusión
electos; y con ellos vendrán al mundo de benevolencia.
nueva verdad y hermosura, nuevo he- Todas las energías del futuro saldrán
roísmo, nueva fe. ¡Qué irresistible y me- de tan preciada debilidad. En esas encar-
lancólico anhelo se apodera de nuestro naciones transitorias están los que han
corazón anticipando con el pensamiento de levantar y agitar desconocidas ban-
ese bi'ote ideal que no será para nos- deras a la luz de auroras que no hemos
otros!... Pero la esperanza tiene, en la de ver; los que han de resolver las du-
realidad que nos rodea, formas más vi- das sobre las cuales en vano hemos tor-
vas, determinaciones más seguras, que turado nuestro pensamiento; los que han
los espectros de nuestra imaginación; y de presenciar la ruina de muchas cosas
volviendo a esa viva realidad de la espe- que consideramos seguras e inmutables,
ranza los ojos, la melancolía del anhelo los que han de rectificar los errores en
pierde toda acritud y se vuelve aún más que creemos y deshacer las injusticias
suave que el halago del soñar egoístico... que dejemos en píe; los que han de con-
Al lado de la humanidad que lucha y se denarnos o absolvernos, los que han de
esfuerza, y sabe del dolor, y ha doble* pronunciar el fallo definitivo sobre nues-
gado su pensamiento y su voluntad a tra obra y decidir del olvido o la consa-
la culpa, y mira acaso al día de mañana gración de nuestros hombres; los que han
con la melancólica idea de la sombra final de ver, acaso, lo que nosotros tenemos
y la decepción definitiva, hay otra huma- por un sueño, y compadecernos por lo
nidad graciosa y dulce, que ignora iodo que nosotros imaginamos una superio-
eso, cuya alma está toda tejida de es- ridad...
aoDo.—12
354 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Iluminado de esta suerte, un pensa- amor más puro de todos, para cada al-
miento de otra manera exánime por su ma que viene al mundo: y no hay tiernos
indeterminación y vaguedad: el de un labios donde una mirada que ve con la
porvenir que no veremos, adquiere forma doble vista de los sueños no haya nota-
y calor de cosa viva; toma contornos y do una vez las abejas que libaron en
colores capaces de provocar nuestra emo- la boca infantil de Hesíodo y de Platón,
ción y vincularnos con el grito de las de San Ambrosio y de Lucano, o bien
entrañas. Es el reinado del Delfín de la las hormigas oficiosas que amontonaron
humanidad presente: es el reinado que en los labios de Midas los granos de
el viejo rey, a quien abruma ya el peso trigo, anunciadores de que sería dueño
del manto, se complace en imaginar de la próvida Frigia.
como el resultado glorioso de sus bata- Pero aun fuera de lo que pinta esta
llas fructificando en la apoteosis de su mirada de amor que, sin más razón que
estirpe alrededor de una altiva figura el amor mismo, imprime su bendición
juvenil... profética, para la mirada común hay
Pero si el futuro misterioso vive y también, entre esos graciosos semblantes,
avanza en esa humanidad toda conten- los que parecen llevar estampado el sello
to y amor, ¿adonde están, dentro de ella, j de una predestinación gloriosa. ¿Quién,
los que en su día han de señalar a los ¡ en presencia de alguna fisonomía infan-
demás el rumbo y personificarlos en la | til, no ha propendido, por instantáneo
gloria? ¿Cuáles son los que llevan en j sentimiento, a augurar el genio futuro?
su brazo la fibra del esfuerzo viril, y en | Cuéntase que, cuando Erasmo era niño,
el fondo de sus ojos la chispa de la j Agrícola de Holanda, que le vio, consi-
llama sagrada? ¿Adonde están los ca- j derando el despejo de su frente y la elo-
chorros del león Héroe, los polluelos del cuencia de sus ojos, le dijo: Tu eris
águila genial: adonde están para levan- ; magnus! Y en presencia de ciertos poe-
tarlos sobre nuestras cabezas, y honrar, j mas de curiosidad, de ciertas originali-
unánimes, la elección de los dioses, an- j dades de lógica, de ciertas sorprenden-
tes que se le crucen al paso contradic- : tes intuiciones, de ciertas pertinaces in-
ción, recelo y envidia? ! quietudes, de ciertos misteriosos recogi-
mientos, ¿quién no se siente movido a
preguntar, como en el Tentando, via est>
XLIV ! de Víctor Hugo: ¿Que germina para la
i humanidad detrás de esa frente límpida?
{Augurios. Pasan los niños sublimes...] ¿Acaso el mundo intacto de Colón, el
astro nuevo de Herschell, la mole armo-
Vulgo y elegidos del porvenir se con- niosa de Miguel Ángel, el mapa transfi-
funden indiscerniblemente en esas leves gurado de Napoleón?..,
multitudes, donde reina la más sagrada Para quien sutil y cuidadosamente la
igualdad: la igualdad de la común espe- observe, la agitación de esos bulliciosos
ranza. Sobre todas esas frentes que el enjambres está llena de revelaciones que
tiempo levanta cada año un pulgada más permiten columbrar algo del secreto de
del suelo; sobre todas esas frentes, aun los futuros amores de la Gloria. Aquel
las más desamparadas, aun las más mí- niño de ojos alegres que, en las calles de
seras, se posa una esperanza inmensa, | una ciudad de estudiantes, se inclina
que sustenta la fe del amor. Las íeyen- i a recoger del suelo los papeles donde
das que adornan de significativos augu- ! ve letras impresas, y los guarda con es-
ríos la cuna de los que fueron grandes, j mero solícito, es Miguel de Cervantes
se reproducen en la visionaria fe del j Saavedra, Aquel otro que, en el patio

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 355
de una escuela de párvulos, improvisa, a donde los muchachos de la escuela, en
dentro de un corro infantil, coplas que un lugar de Normandía, construyen ca-
aún no es capaz de poner por escrito y ñones de juguete con cortezas de sauce;
las dicta a los que tienen más edad, uno de ellos enseña a los demás el mo-
dándoles, por este auxilio, estampas y do de graduar la longitud y el diámetro
rosquillas, es Lope Félix de la Vega Car- del arma, para asegurar la eficacia del
pió. Allá, en el valle del Chiana, ante las tiro. Este infantil maestro es Fresnel, que
canteras de mármol que dan la carne de más tarde lo será, de los hombres en la
los dioses, un niño de seis años pasa teoría y aplicación de las fuerzas del
horas enteras absorto en la contempla- mundo físico. Coronemos estos ejemplos
ción de la piedra de entrañas blancas con la verdad de la tradición legendaria,
y duras. Aquel niño domará a este már- donde se destila y concentra el jugo de
mol: se llama Buonarroti. Otro vaga por los hechos. Esta es la choza de un va-
la Sevilla de la grande época, y armado quero de Persia. A su puerta los niños
de un pedazo de carbón dibuja toscas del contorno juegan al juego de la basi-
figuras en las paredes de las casas. Ese linda, el cual consiste en elegir de entre
pedazo de carbón es el heraldo que abre ellos un rey, que designa a su turno
camino a un pincel glorioso: el pincel príncipes y dignatarios. Hay uno de esos
de Murillo. Más allá veo, en la falda de niños que nunca consintió aquella elec-
un monte de la Auvernia, una cabana de ción si estuvo presente, porque siempre
pastores, y un pastorcillo que, echado tomó la autoridad real para sí y la hizo
sobre el césped, se ocupa en amasar con acatar sin disputa por los otros. Ciro es
el barro figuras de bulto: es Foyatier, y el nombre de este monarca de afición; y
vendrá día en que hará revivir en el un día el Oriente caerá rendido a sus
mármol el alma de Espartaco rompiendo plantas, desde el mar Indio hasta el
los hierros de la servidumbre. ¿Y aquel Egeo.
pequeño africano que remeda la ceremo-
nia del bautismo a ía vista del patriarca XLV
Alejandro, el cual sonríe con lágrimas
proféticas? Es Atanasio, a quien está re- [Augurios falaces, Las niñeces
servada la gloria de confundir a los arría-
nos: aquél es su juego predilecto, como proféticas]
el de Carlos Borromeo será el de edifi-
car altares. Ahora se ilumina en mi ima- Aunque el misterioso aviso sea tantas
ginación una casa de Halle, allá junto a veces simultáneo con el amanecer de la
un río de Sajonia: es de noche; un niño razón, y aun con los primeros e incons-
sube sigilosamente a una buharda, donde cientes movimientos del ánimo, no siem-
tiene escondido un clavicordio; y en imi- pre es, en estos casos, suficiente fianza
tar los movimientos del ejecutante, em- de que la vocación ha de persistir y con-
plea las horas que hurta al sueño. Este solidarse en lo futuro. Al paso que se
furtivo artista es Haendel, Aún cuenta incorporan en ía personalidad nuevos
menos años, porque no pasa de los tres, elementos, capaces de torcer el primiti-
aquel precoz calculista que, en una pobre vo curso de la naturaleza, tanto más fácil
casa de Brunswick, está con un lápiz en es que la reveladora voz quede ensorde-
la mano, y marca líneas y superficies so- cida. Para el desorientado que no tiene
bre el suelo: se llama Gauss, y dentro j conciencia de su vocación; que no halla
de su cabeza aguardan el porvenir cál- en sí impulso que le dé camino, aptitud
culos tales que Laplace los ha de poner! que se destaque sobre otras, la apelación
sobre la suya. Luego vuelvo la mirada j al recuerdo de sus primeras vistas del
mundo, de sus precoces tendencias a cier-
356 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS

to modo de pensamiento o de acción; de su noche. (...Es el barco que vuelve:


sus primeras figuraciones del propio por- ¡gloria y ventura al barco!)
venir, puede, más de una vez, ser un Para suscitar resurgimientos de éstos
procedimiento que conduzca a recobrar es para lo que la evocación de los sueños
el rumbo cierto, que se perdió desde y esperanzas de la primera edad puede
temprano. valer al ánimo vacilante, operando una
Una afición vehemente y una aptitud sugestión que brote, fecunda, de entre
precoz que la justifica, suelen pasar y las melancolías del recuerdo. Así el náu-
desaparecer con la infancia, no ya cedien- frago que, desde la desierta playa, con-
do a obstáculos exteriores, sino por es- templa, en triste ociosidad, las doradas
pontánea desviación del sentimiento y de nubes del crepúsculo, acaso descubre, sin
la voluntad. Hay existencias, que prologa pensarlo, la nave salvadora... Una afición
una infancia sublime, comparables a esas infantil: la de inventar y contar cuentos,
raras confervas que se agitan y danzan manifestada con rara intensidad, ha re-
sobre el haz de las aguas como dotadas aparecido, en dos gloriosos casos, des-
de vida y movimiento animal, hasta que pués de una juventud sin brillo, en for-
se adhieren a una roca de la orilla, y ma de la facultad creadora del novela-
quedan para siempre inmóviles en su dor. Pvichardson, cuya niñez se caracteri-
sopor vegetativo... Quizá fué ilusoria la zó de aquella suerte, produce, ya después
vocación precoz; quizá aquel asomo de de los cincuenta años, su obra primige-
aptitud no fué sino imitación sagaz pero nia. Walter Scott, también gran cuentista
vana, forma escogida al azar en el re- infantil, pasa de su infancia profétíca a
vuelo de una vivacidad que no tendía de una adolescencia descolorida y nebulosa;
suyo a objeto distinto; quizá, otras ve- y no es sino luego de concluir su prime-
ces, el manantial que comenzó de veras ra juventud, cuando corta la pluma pe-
a fluir se extenúa misteriosamente en regrina a cuyos conjuros se animará tan-
manos de la Naturaleza; no está desvia- ta pintoresca tradición y tanta historia
do ni oculto el manantial, sino cortado de deleitable. No ha mucho, Tattegrain re-
rafe. Pero, quizá también, es sólo la con- fería, consultado al par de otros artis-
ciencia de la aptitud la que se adormece, tas, sus comienzos de tal: cuando niño,
extraviando el sentido de la vocación; y mostró vivo amor por el dibujo; desapa-
reció con su infancia esta inclinación; y
por lo demás, la aptitud persiste en lo luego, ya en el tránsito de la mocedad a
hondo del alma, capaz de ser evocada, la edad madura, recoge el lápiz de sus
mientras dure la vida, por virtud de una ensayos infantiles y desemboza, con ma-
circunstancia dichosa. Esta es la razón de gistral atrevimiento, su personalidad de
las infancias que yo llamo proféticas. artista.
Califico de tales, no a las que ilumina
el albor de una superioridad que conti- Y no es sólo en el sentido de anticipar
núa después de ellas, sin eclipse, y ade- la vocación como la infancia suele ser
lanta simultáneamente con la formación profética: el fondo real y estable de un
y el desenvolvimiento de la personalidad; carácter; la orientación fundamental de
sino a las que revelan, por indicios acu- sentimientos e ideas, que se ha esbozado
sados luego de falaces, la presencia de en la niñez, reaparecen en ciertas ocasio-
una aptitud superior que, soterrándose nes, después de reprimidos, durante lar-
al cabo de la infancia, reaparece inopi- go trecho de la vida, por una falsa super-
nadamente mucho después de constitui- ficie personal, producto del ambiente o
da la personalidad y probada en las lides de sugestión artificiosa (¿recuerdas la
del mundo: a veces en la madurez, y fingida lápida de Sóstrato?...); y por esta
aun cuando la existencia se acerca ya a razón no es caso extraordinario que el es-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 357

tilo, el sesgo peculiar, que ha de prevale- servador sagaz que acertara a interpretar
cer definitivamente en la obra de un es- y dar su valor propio al indicio sutil, ai
critor o un artista, se relacione, no tanto rasgo esfumado, a la veleidad aparente-
con los rumbos de su producción de ado- mente nimia y sin sentido, al relámpago
lescente, guiada a menudo por influen- revelador de un momento? Quizá; pero el
cias exteriores, a las que allana el paso misterio en que se envuelve una aptitud
la fascinación de su primera salida al latente, sin que ni aun la transparencia
aire libre del mundo, sino más bien con de la niñez la haya hecho columbrar a la
las impresiones que lo modelaron en sus mirada de los otros, ni la conciencia del
primeros años. ¿No hay quien ha consi- poseedor, cuando tardíamente la descu-
derado al genio como la expresión de la bre, pueda relacionarla con recuerdos y
personalidad infantil del elegido, dotada anhelos de su primera edad, suele no ha-
ya de medios poderosos con que tradu- llar término hasta muy adelantado el
cirse y campear hacia afuera?... Brentano curso de la vida; no ya cuando el medio
prometía, por las aficiones de su infan- en que ésta pasa es de por sí inhábil pa-
cia, un alma mística. Luego, convertido ra suscitar la manifestación de la apti-
a la razón, es escritor escéptico, sin me- tud, porque sería insuficiente para con-
recer gran nota. Su personalidad litera- tenerla; sino aun en medio propicio y
ria se afirma y engrandece, como río cuando la aptitud tuvo a su favor, desde
suelto de trabas, cuando Brentano, in- mucho antes de la ocasión en que toma
flamado en la religiosidad que puso sello conocimiento de sí misma, las facílida*
ai romanticismo alemán, recobra aquel des de la educación y los estímulos del
tenor de alma de su niñez. ejemplo. Es cosa semejante a lo que en
el ser vegetativo llaman el sueño de los
granos: la permanencia estática del gra-
XLVI no apto para germinar, y que, por tiem-
po indefinido, queda sólo un cuerpecilló
[Permanencia estática de una simiente leve y enjuto fuera del regazo de la tie-
apta para germinar] rra, sin que por eso deje de llenar vin-
culada la pertinaz virtud germinadora, la
Así, aun cuando la infancia no ponga facultad de dar de sí la planta cabal y
de manifiesto la promesa de la aptitud fecunda, cuando la tierra le acoja amo-
futura, reúne e incorpora en la persona- rosamente en su seno. La excitación, el
movimiento, de la vida, no es capaz de
lidad las impresiones que acaso consti- crear una aptitud que no tenga su prin-
tuirán luego el combustible, o la sustan- cipio en la espontaneidad de la natura-
cia laborable, de la aptitud. ¡Cuántas ve- leza; pero es infinitamente capaz de des-
ces no se ha observado que los grandes cubrir y revelar las que están ocultas,
intérpretes del alma de la naturaleza, en
palabras o colores, salieron de entre Sea realmente por este sueño de la ap-
aquellos en quienes la niñez se deslizó titud virtual; sea por la superficialidad
al arrullo del aire del campo! Tal pasó de observación de quienes las presencia-
en La Fontaine, cuya revelación tardía ron, la infancia y la adolescencia de los
vino a dar lengua locuaz a las impresio- grandes pueden no dejar recuerdo de lí-
nes de su infancia, embalsamada por el mites que las separen de las del vulgo.
hálito de la soledad campestre, en un «Tu infancia no era bella—dice en una de
siglo y una sociedad en que casi nadie sus obras menores el poeta del Fausto—;
la amaba. la forma y el color faltan a la flor de la
La misma promesa precoz de la aptitud vid, pero cuando el racimo madura, es
¿no sería hecho casi constante para el ob- regocijo de los dioses y los hombres.»
358 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Esto pudo aplicarse, en la antigüedad, a morista Sterne y Andrés Doria, el mari-


Temístocles y a Cimón, de quienes se no insigne, con la primera mitad de la
dijo cuan opuestas fueron sus niñeces al edad madura. Casos como éstos, de tar-
temple de alma que había de valerles la día iniciación, se reproducen en toda ma-
gloria. Las reputaciones de la escuela nera activa o contemplativa de existen-
suelen ser mal descuento del porvenir, lo cia, aunque separemos de entre ellos los
mismo en lo que niegan que en lo que de sólo aparente morosidad en el desper-
conceden. ¿No es fama que Santo Tomás tar de la aptitud, la que desde temprano
y el Dominiquino eran apodados en su existe, capaz del fruto y sabedora de sí
primera edad con el nombre del soño- misma, determinando real y definida vo-
liento y flemático animal que abre, a cación; pero no trasciende hasta muy
tardos pasos, el surco? // Bue mato di tarde al conocimiento de los otros, por
Sicilia; il Bue.,.; y andando el tiempo: ausencia de medios con que aplicarse y
¡qué mugidos esos de la Summa! ¡Qué cultivarla, o aliciente que engendre el
embestidas certeras esas del pincel de deseo de valerse de ella.
La Coronación de San Jerónimo!... Tam-
bién rumiaba en silencio Jorge Sand:
«No creáis que sea imbécil—decía, presu- XLVII
rosa, la madre a las visitas de la casa—;
es que rumia»... Y cuando el maestro del [La autoridad paterna. Los oblatos]
niño Pestaiozzí afirmaba, en lo tocante
a este discípulo, la ineficacia de sus me- Por otra parte, el verdadero impulso de
dios de instrucción, no sospechaba cier- la vocación cede más de una vez, desde
tamente que al mal alumno estaba reser- sus tempranos indicios, a fuerzas y ardi-
vado inventarios nuevos y mejores. des que se le oponen. A pesar de lo pro-
Hay veces en que no sólo esta engaño- fética y reveladora que suele ser la es-
sa torpeza precede a la aptitud, sino que pontaneidad de la niñez para quien la
la precede también una aversión mani- observa de cerca, y a pesar también de
fiesta por el género de actividad en que la maravillosa intuición que el amor
luego la vocación ha de reconocer el cam- presta para ver en lo hondo de las al-
po que le está prevenido... ¿Quién imagi- mas, es caso común que la enamorada
naría que Beethoven abominó de la mú- voluntad de los padres milite entre las
sica en su infancia? ¿Quién llegaría a causas que producen las desviaciones,
sospechar que Federico el Grande detes- los malogros y los vanos remedios de la
taba el ruido de las armas cuando su vocación.
padre preparaba para él los ejércitos de No se funda, la mayor parte de las ve-
Friedberg y de Lissa? ves, esta contraria influencia, en el des-
Pero, aun fuera de esos presagios ne- conocimiento de la predilección natural,
gativos y falaces de la niñez: aun cuando que, cuando ya se anuncia en la infancia,
ella es prometedora, o vela en vaguedad lo hace en forma sobrado diáfana, viva y
e incertidumbre su secreto, la aptitud candorosa, para quedar inadvertida; sino
suele quedar largo tiempo latente des- en la falsa persuasión de que aquella voz
pués de ella, antes de adquirir la concien- de la naturaleza pueda sustituirse o anti-
cia clara y la resuelta voluntad, de que tíciparse, con ventaja, por otra, elegida a
nace la primera obra. Entendido de esta voluntad, que se procura obtener labo-
suerte, el sueño del germen precioso no riosamente, sin saber si hallará eco que
terminó para Virgilio sino con los años la responda en el abismo interior. La ofi-
de la adolescencia; para Rousseau y Flau- ciosidad del cariño, que previene peligros
berí, con los de la juventud; para el hu- | y padecimientos en la vía adonde tiende

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OBRA ORIGINAL.—3¡ MOTIVOS DE PROTEO 359
un precoz deseo; el halago de las prome- eficacia es poderosa, casi tanto como
sas y los beneficios de otra; quizá ei or- el mismo don de la naturaleza: ¿quién
gullo de la vocación propia y querida, tasará la influencia que, para formar y
que engendra la ambición de perpetuarla guiar, desde sus tiernos y plásticos co-
con el nombre; quizá, alguna vez, el mienzos, la natural disposición de un es-
amor melancólico por una antigua voca- píritu, puede tener una disciplina tal co-
ción que defraudó la suerte y que se mo la que el padre de Mengs fijó a la in-
anhela ver resurgir y triunfar en un alma fancia dei futuro pintor, ordenando me-
exhalada de la propia, ya que no pudo nudamente, así sus estudios como sus
ser en ésta: todas son causas de que la juegos, a la superior finalidad de aque-
voluntad de los padres se manifieste, a lla vocación, cultivada como se haría con
menudo, no para favorecer la espontánea una simiente única y preciosa?
orientación del alma del niño, sino para
orientarla sin provocar su libre elección,
o para apartarla del rumbo en que ella Sabemos de los yerros de la oposición
atinadamente acude a la voz misteriosa paterna por la historia de los que, supe-
que la solicita. rándola, lograron salir adelante con su
La piedad de otros tiempos rendía a intento. Pero en la «medianía» de todas
la Iglesia el tributo vivo del oblato, con- las actividades y aplicaciones; en los re-
sagrado, sin intervención de su voluntad, baños de almas que cumplen, sin amor y
al sacerdocio, desde antes del uso de ra- sin gloria, su trabajo en el mundo, ¡cuán-
zón. En todas las profesiones hay obla- tos espíritus habrá cuya aptitud, original
tos; y aún más habría sí la «predestina- y cierta, sacrificada desde sus indicios
ción» paternal tuviera en ellas la irrevo- más tempranos para forzarla a dar paso
cabílidad de la consagración eclesiástica. a una aptitud facticia, no tuvo empuje o
Fácil es de hallar en la infancia de los no halló medios con que resistir, y quedó
hombres superiores esta como prematura ahogada bajo esta vocación parasitaria,
prueba de la incomprensión y los obs- que los condena a una irredimible medio-
táculos del mundo. Si Haendel y Berlíoz cridad!
hubieron de optar entre la obediencia fi-
lial y su amor por la música, en. cambio XLVIII
Benvenuto Cellini y Guido Reni, a la mú-
sica eran destinados por sus padres, y {Vocación anticipada a lo, aptitud]
sólo la rebelión del instinto los encaminó
a su género de gloria. La autoridad do- Suele suceder que una vocación tem-
méstica que prometía a Hernán Cortés a pranamente sentida, y a la que el alma,
las letras, dedicaba a Filangieri a las ar- ya en edad de realizar sus promesas, per-
mas, Menos frecuente, pero no imposible, manece fiel sin un instante de duda, o
es el opuesto caso, en que la voluntad del desconfianza, no corresponda, sin embar-
padre, guiada por una segura observa- go, a indicio alguno de aptitud, y parez-
ción pone a un espíritu, contra el anhelo ca, por mucho tiempo, vana y engañosa.
y preferencia de éste, en la vía de su ver- Pero un incontrastable ahinco de la vo-
dadera aptitud, ahogando en germen una luntad la sostiene; y un día, cuando el
vocación falsa o dudosa. Ejemplo de ello augurio adverso es unánime, la aptitud
es Donizetti, que soñaba ilusoriamente, i da razón de sí; y aquella perseverancia
de niño, no con el arte más espiritual, • se vindica, y manifiesta cuan noble era.
sino con el más material: la arquitectura. I No es esa vocación testimonio de una
Cuando la educación que gobierna los | facultad real y efectiva, sino presentí-
primeros años obra con este acierto, su ; miento de una facultad que ha de com-
360 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

parecer tardíamente a ocupar el sitial rentemente, promete para quien con jus-
que la constante voluntad le cuida y ticia haya de juzgarle; pero que, con un
guarda. Es como anticipado aroma de íntimo sentimiento de su tesoro oculto,
remota floresta; como vislumbre que contra la propia justicia persevera, y ven-
atisba el alma con mirada zahori, y por ce luego a favor de la justicia. Este yerra
el cual asegura la realidad de una luz tal vez en cuanto a la ilusoria estimación
que aún nadie percibe, pero que luego de méritos que aún no tiene, y acierta
brotará en palmarios resplandores. Sabe en cuanto a la profética vista de méri*
el alma, por misterioso aviso, que está tos que adquirirá. El nombre que pri-
llamada a tal especie de actividad, a tal mero acude a mi memoria, para ejemplo
linaje de fama; no encuentra en sí fuer- de ello, es el de Luis Carracci: aquel no-
zas que muestren, ni aun que prometan, ble, sincero y concienzudo pintor, que
la realidad de su visión; persiste en ello, con Agustín y Aníbal, vinculados a él por
porfía, espera sin razón sensible de es- los lazos de la vocación y de la sangre,
peranza; y después el tiempo trueca en animaron, en el ocaso del Renacimiento,
verdad la figuración del espejismo. Es, la escuela de Bolonia. Cuántase que Luis
éste, género de obstinación que se con- comenzó a pintar dando de su disposición
funde, en la apariencia con la terquedad, tan pobres indicios que Fontana, que le
no pocas veces heroica y temeraria, de había iniciado en el arte, y el Tintoretto,
que suelen acompañarse las falsas voca- que vio sus cuadros en Venecia, le acon-
ciones. Sólo al tiempo toca decidir si la sejaron que abandonase para siempre el
terquedad respondía a ilusión vana o a pincel. Obstinóse contra el doble parecer
inspirada anticipación del sentimiento. magistral la fe del mal discípulo, y éste
De tal manera se confunden, mientras el llegó a ser el maestro a cuyo alrededor
tiempo no decide, que diríase, parodian- se puso en obra aquel ensayo de síntesis
do lo que el poeta dijo de Colón y el , de las escuelas italianas, y por quien hoy
mundo de su sueño, que nunca hubo en ¡ admiran los visitantes de la Pinacoteca
ciertas almas la predisposición de las ! de Bolonia el cuadro de La Transfigura-
dotes que luego mostraron en el triunfo | ción y el del Nacimiento del Bautista,
sino que el hado se las concedió, por j Semejante es el caso de Pigalle, el es-
acto de creación, en premio de su fe. ] cultor que había de reconciliar al már-
Para ia posteridad, que ve completa la mol enervado por ia cortesanía con la
vida de los que aspiran a durar en su verdad y la fuerza; y cuyo aprendizaje
memoria, la perseverancia del que se en- infructuoso y lánguido no mostraba otro
gañó al tomar camino y avanzó, hasta j indicio de vocación que la perseverancia
caer, por uno que no le estaba destina- igual y tranquila, que le acompañaba,
do, sólo será objeto fugaz de compasión como la sonrisa de un hada invisible
(o de dolorido respeto, cuando heroica); para los demás, cuando despidiéndose,
pero serán sublime prólogo de una vida i avergonzado, del taller de su maestro,
en que la gloria fué difícil y morosa co- { tomaba el camino de Italia, con el pen-
secha, los comienzos de la desvalida fe, samiento de encomendarse a la interce-
cuya confianza inquebrantable no se apo~ J sión de dioses mayores.
yaba en la promesa real, en la objetiva
demostración, de la aptitud. Porque no En el actor dramático, cuyo género de
hablo ahora de la perseverancia mante- superioridad espiritual requiere el auxi-
nida al través de injustos desdenes, con lio de disposiciones materiales y exter-
que el juicio del mundo desconoce mere- nas, que no siempre componen graciosa-
cimientos que existen ya en el desdeña- mente su séquito: la voz, la fisonomía,
do; sino de la de aquel que nada, apa- la figura, estas exterioridades, sí las da
insuficientes la naturaleza, forman delan-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 361
te de la íntima aptitud un velo o una | abecedario, toda cosa escrita declara in-
sombra que la hurtan a los ojos ajenos, continente su sentido: historia o conseja,
y que ha de quitar de allí el esfuerzo de libelo u oración... ¿Y cuál ha de ser este
la voluntad, enrojecida en el fuego de la principio, y centro, y soberano móvil de
vocación. Así se despejan triunfalmente nuestra sensibilidad, sino aquel poder
esos nebulosos y pálidos albores de có- primigenio que, en el albor de cuanto
micos insignes, como Lekain, como Mái- es, aparece meciendo en las tinieblas del
quez, como Cubas; obligados a rehacer, caos los elementos de los orbes, y en la
en dura lid consigo mismos, las condi- raíz de cuanto pasa asiste como impul-
ciones de su envoltura corpórea, y aun so inexhausto de apetencia y acción, y
de su propio carácter, para abrir paso en el fondo de cuanto se imagina preva-
fuera de su espíritu a la luz escondida lece como foco perenne de interés y be-
bajo el celemín. lleza; y más que obra ni instrumento de
No tienen los heroísmos de la santi- Dios, es uno con Dios; y siendo fuente de
dad, ispirada en el anhelo de aquella la vida, aun con la muerte mantiene
otra gloria, que culmina en el vértice de aquellas simpatías misteriosas que hicie-
los sueños humanos, más rudas energías ron que una idea inmortal los herma-
con que vencer la rebelión de la natura- nase?... ¿Quién ha de ser sino aquel
leza, ni más sutiles astucias para burlar fuerte, diestro, antiguo y famosísimo se-
al Enemigo, que estas de que se vale la ñor, de que habló, con la fervorosidad de
constancia de una aptitud que se siente los comensales del Convite, León He-
mal comprendida y grande, y busca, des- breo? ¿Quién ha de ser sino el amor?..,
de la sombra, su camino en el mundo.

XLIX [Fuerza del amor en la formación


de la personalidad'}
[Ocasión preñada de destinos]
i ...Es el monarca, es el tirano; y su
Trae la corriente de la vida una oca- ¡ fuerza despótica viene revestida de la
sión tan preñada de destinos; un movi- | gracia visible, el signo de elección y de-
miento tan unánime y conforme de los I recho, que la hace aceptar a quienes ía
resortes y energías de nuestro ser, que | sufren. La diversidad de su acción es
cuanto encierra el alma en germen o , infinita, no menos por voluntariosa que
potencia suele pasar entonces al acto, I por omnipotente. Ni en la ocasión y el
de modo que, desde ese instante, la per- sentido en que se manifiesta, muestra
sonalidad queda firmemente contorneada ley que le obligue, ni en sus modificacio-
y en la vía de su desenvolvimiento se- nes guarda algún género de lógica. Llega
guro. y se desata; se retrae y desaparece, con
Todo el hervor tumultuoso de nues- ia espontaneidad genial o demoníaca que
tras pasiones adquiere ritmo y ley si se i excede de la previsión del juicio huma-
las refiere a un principio; toda su diver- no. El misterio, que la hermosa fábula
sidad cabe en un centro; toda su fuerza ! de Psiquis puso de condición a su fideli-
se supedita a un móvil único, cuya com- dad y permanencia, constituye el am-
prensión sutil implica la de los corazones , bien te en que se desenvuelve su esencia
y las voluntades, aun los más diferentes, eterna y proteiforme. Si, abstractamente
y aun en lo más prolijo y lo más hondo; considerado el amor, es fuerza elemen-
a la manera como, sabido el secreto del tal que representa en el orden del alma
362 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

ía idea más prístina y más simple, nada ; LI


iguala en complejidad al amor real y '
concreto, cuya trama riquísima todo lo [La emoción del bárbaro]
resume y todo lo reasume, hasta iden-
tificarse con la viva y orgánica unidad Infinito en objetos y diferencias el
de nuestro espíritu. Como el río caudal amor, todas éstas participan de su fun-
se engrandece con el tributo de los me- damental poder y eficacia; pero aquel gé-
dianos y pequeños; como la hoguera nero de amor que propaga, en lo anima-
trueca en fuego, que ía agiganta, todo lo do, la vida; aquel que, aun antes de or-
que cae dentro de ella, de igual manera ganizada la vida en forma individual, ya
el amor, apropiándose de cuantas pasio- está, como en bosquejo, en las disposi-
nes halla al par de él en el alma, las re- ciones y armonías primeras de las cosas,
funde consigo, las compele a su objeto, con el eterno femenino que columbró en
y no les deja ser más que para honrarle la creación la mirada del poeta, y la viril
y servirle. Pero no sólo como señor las energía inmanente que hace de comple-
avasalla, sino que como padre las engen- mento y realce a aquella eterna gracia y
dra; porque no cabe cosa en corazón dulzura, es el que manifiesta la potestad
humano que con el amor no trabe de de la pasión de amor en su avasalladora
inmediato su origen: cuando no a modo plenitud; por lo cual, como cifra y mode-
de derivación y complemento, a modo lo de todo amor, para él solemos reser-
de límite y reacción. Así, donde él alien- var de preferencia este divino nombre.
ta nacen deseo y esperanza, admiración Y en las consagraciones heroicas de la
y entusiasmo; donde él reposa, nacen vocación; en PÍ íntimo augurio con que
tedio y melancolía, indecisión y abati- la aptitud se declara y traza el rumbo por
miento; dónde él halla obstáculos y gue- donde han de desenvolverse las fuerzas
rra, nacen odio y furor, ira y envidia. Y de una vidñ, tiene frecuente imperio tan
la fuerza plasmante y modeladora de la poderosa magia.
personalidad, que cada uno de estos mo- Así el blando numen que encarna en
vimientos del alma lleva en sí, se reúne forma de niño, sonríe y maneja en la
volviendo al seno del amor, que los re-
coge a su centro, con la más grande y sombra mil hilos de la historia humana,
poderosa de todas, que es la que al mis- Si del amor, por su naturaleza y finali-
mo amor, como una de tantas pasiones, dad primera, deriva el hecho elemental
pertenece; y esta suprema fuerza de acu- de la civilización, en cuanto a él fué co-
mulación y doble impulso lo es a la vez metido anudar el lazo social, y asentar
de ordenación y disciplina; reguladora de arraigo, en el seno de la madre tierra,
fuerza que señala a cada una de aquellas la primitiva sociedad errante e insólida,
potencias subordinadas su lugar, a la que los encendidos hogares ordenan un
proporción en que concurren, su grado; día en círculos donde se aquieta: la ci-
a la ocasión en que se manifiestan, su vilización, en su sentido más alto, como
tiempo; por donde inferirás la parte in- progresivo triunfo del espíritu sobre los
mensa que a la soberanía del amor está nsabios de la animalidad; como energía
atribuida en la obra de instituir forta- que desbasta, pulimenta y aguza; como
lecer y reformar nuestra personalidad. lumbre que transfigura y hermosea, es al
estímulo del amor deudora de sus toques
más bellos. Junto a la cuna de las civili-
zaciones, la tradición colocó siempre, a
modo de sombras tutelares, las mujeres
proféticas, nacidas para algún género de
comunicación con lo divino; las revela-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 363
doras, pitonisas y magas; las Déboras, cretarse en son material y llegar al alma
Femonoes y Medeas; no tanto, quizá,, de los otros; hasta que, despertándose en
como recuerdo o símbolo de grandes po- su mente, al conjuro de su deseo, no sé
tencias de creación e iniciativa que ha- qué reminiscencias de las aguas fluviales
yan realmente asistido en alma de mujer, y de los ecos de las selvas, nace la flauta
cuanto por por la sugestión inspiradora de Antigénides, de la madera del loto, o
que, envuelta inconscientemente en el de simples cañas, labrada; para reani-
poder magnético del amor cuando más lo marse después, con más varia cadencia,
sublima la naturaleza, inflama y alienta la música interior, en la lira tricorde, se-
aquellas potencias en el alma del hom- gunda encarnación de la armonía, Veo
bre. Transformándose para elevarse, a que, tentado de la dulzura del son, brota
una con el espíritu de las sociedades hu- el impulso de la danza, con que cobran
manas, el amor es en ellas móvil y ali- número y tiempo los juegos de amor; y
ciente que coopera a la perspicuidad de se levanta el verso, para dar al idioma
todas las facultades, a la habilidad de del alma apasionada el arco que acre-
todos los ejercicios, a la pulcritud de to- cienta su ímpetu. Veo el brazo del bár-
das las apariencias. baro derribar los adobes que, cubiertos
Cuando me represento la aurora de la de entretejidas ramas, encuadraban su
emoción de amor en el fiero pecho donde habitación primera; y obedeciendo al es-
sólo habitaba el apetito, yo veo un tosco tímulo de consagrar al amor santuario
y candoroso bárbaro, que, como poseído que le honre, alzar la columna, el arco, la
de un espíritu que no es el suyo, vuelve, bóveda, la mansión firme y pulidamente
imaginativo, del coloquio en que empezó edificada, bajo cuyo techo se transforma-
a haber contemplación, moderadora del rán los aderezos de la rústica choza en el
ciego impulso, y ternura, con que se en- fausto y el primor que requieren la habi-
noblece y espiritualiza el deseo; y que lidad del artífice: la escudilla de barro,
llegado a la margen de un arroyo, donde en la taza de oro y la copa de plata;
la linfa está en calma, se detiene a con- el mal tajado tronco, en el asiento que
siderar su imagen. Véole apartar de la convida a la postura señoril; la piel ten-
torva frente las guedejas, como de león; dida, en el ancho y velado tálamo, que
y aborrecer su desnudez; y por la vez guarda, con el dedo en la boca, el Amor,
primera anhelar la hermosura, y propo- tierno y pulcro, tal como visitó las no-
nerse de ella un incipiente ejemplar, una ches de Psiquis; y el fuego humoso, en
tímida y apenas vislumbrada forma, en la lámpara de donde irradia la luz, clara
que germina aquella de donde tomarán y serena, como la razón, que amanece en-
ios bronces y los mármoles la inspira- tre las sombras del instinto, y el senti-
ción de los celestes arquetipos, Veo que miento, que cría alas en las larvas de la
luego, tendiendo la mirada en derredor, sensación.
todas las cosas se le ofrecen con más
ricas virtudes y más hondo sentido; ya LII
porque le brindan o sugieren, para las
solicitudes de amor, nuevas maneras de [El amor y la civilización personal]
gala y atraimiento; ya porque hablan,
con misteriosas simpatías, a aquel espí- Humanidad reducida a breve escala es
ritu que le tiene robado, por modo divi- la persona; barbarie, no menos que la
no, el corazón. Veo que, bajo el influjo de la horda y el aduar, la condición de
de esta misma novedad dulcísima, fluye cada uno como sale de manos de la na-
en lo hondo de su alma una vaga, inefa-
ble música, que anhela y no sabe con- turaleza, antes que la sujeten a otras
leyes la comunicación con los demás y
364 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la costumbre. Y en esta obra de civili- cómo fue el adquirir los hombres la ha-
zación personal, que tiene su punto de bilidad del dibujo? Despedíase de su
partida en la indómita fiereza del niño y enamorada un mozo de Corinto. Sobre la
llega a su coronamiento en la perfección pared la luz de una lámpara hacía resal-
del patricio, del hidalgo, del supremo tar la sombra del novio. Movida del de-
ejemplar de una raza que florece en una seo de conservar la imagen de él consi-
ilustre, altiva y opulenta ciudad, la ini- go, ideó ella tomar un pedernal, o un
ciación de amor es, como en los preám- punzón, o acaso fue un alfiler de sus ca-
bulos de la cultura humana, fuerza que bellos; y de este modo, siguiendo en la
excita y complementa todas las artes que pared el perfil que delineaba la sombra,
a tal obra concurren; así las más some- lo fijó, mitigando, merced a su arte sen-
ras, que terminan en la suavidad de la cillo, el dolor que le preparaba la au-
palabra y la gracia de las formas, como sencia; de donde aprendieron los hom-
las que toman por blanco más hondas bre a imitar sobre una superficie pla-
virtualidades del sentimiento y el juicio. na las formas de las cosas.
En la deleitosa galería del Decamerón Esta tradición parece que renace en la
descuella la bien trazada figura de Cimo- que, pasados los siglos, viene a adornar
ne de Chipre, el rústico torpe y lángui- la cuna del arte de imprimir. Un flamen-
do, indócil, para cuanto importe urba- co de Harlem distraía, vagando por so-
nizar su condición cerril, a toda emula- ledad campestre, la pena que le causaba
ción, halago y ejemplo, y a quien el la ausencia de su amada. Acertó a pasar
amor de la hermosa Ingenia levanta, con junto a unos sauces henchidos de savia
sólo el orfeíco poder de su beldad, a nueva, y ocurriósele arrancar de ellos
una súbita y maravillosa cultura de to- unas frescas cortezas, donde talló rústi-
das las potencias del alma y el cuerpo, camente frases que le dictaba el amor o
hasta dejarle trocado en el caballero de en que desahogaba su melancolía. Reno-
más gentil disposición y mejor gracia, vó la distracción en nuevos paseos; has-
de más varia destreza y más delicado en- ta que grabando en una lámina de sau-
tendimiento, que pudiera encontrarse en ce toda una carta, que destinaba a la
mucho espacio a la redonda. Igual con- dulce ausente, envolvió la lámina en un
cepto de la civilizadora teurgia del amor, pergamino, y se retiró con ella; y des-
inspiró a Jorge Sand el carácter de su envolviéndola luego, halló reproducida
Mauprat, en quien una naturaleza selvá- en el pergamino la escritura, merced a la
tica, aguijada por el estímulo de la pa- humedad de la savia; y esto fué, según
sión, se remonta, con la sublime incons- la leyenda, lo que, sabido de Gutenberg,
ciencia del iluminado, a las cumbres de depositó en su espíritu el germen de la
la superioridad de espíritu. invención sublime. ¡Mentira con alma de
verdad! El interés de una pasión acica-
teando la mente para excogitar un igno-
Lili rado arbitrio; la observación de lo pe-
queño como punto de partida para el ha-
{La leyenda del dibujo y la de la llazgo de lo grande; ¿no está ahí toda la
imprenta. El amor en las vocaciones] filosofía de la invención humana? ¿No
es ésa la síntesis, anticipada por cando-
Por eso la leyenda, significativa y pin- rosa intuición, de cuanto, en los milagros
tora, mezcla esta divina fuerza a los orí- del genio, encuentra el análisis de los
genes de la invención, al risueño albor psicólogos?...
de las artes. En el Gilliat de Los trabajadores del
¿Recuerdas la tradición antigua de mar personificó la gigantesca imagina-

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OBRA ORIGINAL—5: MOTIVOS DE PROTEO 365

ción de Víctor Hugo la virtud demiúrgi- pués de traspasarle, porque logra juntos
ca del amor, que inspira al alma del el amor y la gloria. Este caso enternece-
marinero rudo e ignorante las fuerzas dor se reproduce esencialmente en la
heroicas y las sutiles astucias con que vida de otros dos maestros del pincel.
se doma a la naturaleza y se le arran- Quintín Metzys, el herrero de Amberes,
can su velados tesoros. transfigurado por la ambición del amor
Siendo padre y maestro de cuantas pa- en el grande artista de quien data el sen-
siones pueden hallar cabida en el alma, timiento de la naturaleza y la alegría en
el amor, por instrumento de ellas, sugie- los cuadros flamencos; y el español Ri-
re todas las artes que pide la necesidad balta, que, a exacta imagen de Solario,
o el deseo a que da margen cada pasión busca en la casa de un pintor la vecin-
que nos subyuga; las invenciones de que dad de unos ojos al propio tiempo que
se vale la ambición de gloria o riqueza; la norma de una vocación.
los artificios e industrias con que se au- De todo cuanto sobre el Profeta musul-
xilia el propósito de parecer mejor; los mán refieren la historia y la leyenda, na-
ardides que calculan los celos; los ex- da hay acaso que interese y conmueva
pedientes a que recurre la simulación; con tal calor de realidad humana, como
las redes que urde la venganza; y de esta la acción que en las vislumbres de su
diligencia que imprime el sentimiento apostolado se atribuye al amor de su Ca-
apasionado a la facultad inventiva, surge dija. Cadija es, por pura ciencia de amor,
más de una vez el invento que dura, más que la Egeria del profeta; ella le en-
agregado para siempre a los recursos de tona el alma; ella le presta fe cuando aun
la habilidad y la destreza humanas, aun- él no la tiene entera en sí mismo; ella da
que en su origen haya servido a un fin alas a la inspiración que ha de sublimar-
puramente individual. le... Pero ¡qué mucho que la pasión co-
Por el estímulo a ennoblecerse y mejo- rrespondida, o iluminada de esperanza,
rarse que el amor inspira, suyo preferen- preste divinas energías, si aun del desen-
temente es el poder iniciador en las ma- gaño de amor suele nacer un cuito desin-
yores vocaciones de la energía y de la teresado y altísimo, que vuelve mejor a
inteligencia. Movida del empeño de le- quien lo rinde! ¿No es fama que para
vantarse sobre su condición para mere- alentar el pensamiento y la voluntad de
cer el alto objeto (siempre es alto en Spinoza tuvo su parte de incentivo una
idea) a que mira su encendido anhelo, el infortunada pasión por la hija de Van
alma hasta entonces indolente, o resigna- der Ende, su maestro; la cual, aun ne-
da a su humildad, busca dentro de sí el gándole correspondencia, le instó a bus-
germen que pueda hacerla grande, y lo car nuevo objeto a sus anhelos en la con-
encuentra y cultiva con voluntad esfor- quista de la sabiduría; mandato que, por
zada. Esta es la historia del pastor judío ser de quien era, perseveró quizá, en
que, enamorado de la hija de su señor, el espíritu de aquel hombre sin mácula,
quiere encumbrarse para alcanzar hasta con autoridad religiosa?
ella, y llega a ser, entre los doctores del El valor heroico, todavía más que otras
Talmud, Akiba el rabino. No de otro mo- vías de la voluntad, se ampara de este
do, de aquel pobre calderero de Ñapóles dulce arrimo del amor. En uno con la
que se llamó Antonio Solario hizo el vocación del caballero nace la invocación
amor el artista de vocación improvisa, de la dama; y no hay armas asuntivas
que, ambicionando igualarse en calidad donde, ya sea porque excitó la ambición
con la familia del pintor en cuya casa de fortuna, ya porque alentó la de glo-
tenía cautivo el pensamiento, pone el ria, no estampe el dios que campeaba en
dardo doble más allá de su blanco, des- el escudo de Alcibíades la rúbrica de su
366 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

saeta. Sin que sean menester Cenobias, del alma responde con tal solicitud a
Pentesileas ni Semíramis, hay un género sus reclamos y se hace tan íntimo con
de heroísmo amazónico contra el que ja- él como el don del poeta y el artista:
más prevalecerán Heracles ni Téseos; y el que tiene por norte sentir y realizar
es el que se vale del brazo del varón lo hermoso. Bajo la materna idea de be-
como de instrumento de la hazaña, y de lleza, amor y poesía se hermanan. An-
la voluntad de la amazona como de ins- helo instintivo de lo bello, e impulso
piración y premio a la vez, mientras ella a propagar la vida, mediante el señuelo
se está quieta y sublime, en la actitud de lo bello; esto es amor; y de este
de la esperanza y la contemplación. Esta mismo sentimiento de belleza, cuando le
es la eterna heroicidad de Dulcinea, más imprime finalidad el deseo de engendrar
lidiadora de batallas desde su Olimpio de imaginarias criaturas que gocen tan pro-
la imaginación del caballero, que al fren-pia y palpitante vida como las que el
te de sus huestes la soberana de Nínive. amor engendra en el mundo, fluyen las
Quien ha leído en Baltasar Castiglione fuentes de la poesía y el arte. Amor es
la más fina y donosa de las teorías del polo y quinta esencia de la sensibilidad,
amor humano, no olvidará aquella pági- y el artista es la sensibilidad hecha per-
na donde con tal gracia y calor se repre- sona. Amor es exaltación que traspasa
senta la sugestión de amor en el ánimo los límites usuales del imaginar y el sen-
del guerrero, y tan pintorescamente se tir, y a esto llamamos inspiración en el
sostiene que contra un ejército de ena- poeta; allí donde haya un arte y poesía;
morados que combatiesen asistidos de la allí donde haya libros, cuadros, estatuas,
presencia de sus damas no habría fuer- o imágenes de estas cosas en memoria
zas que valieran, a menos que sobre él escogida, no será menester afanar por
viniese otro igualmente aguijoneado y mucho tiempo los ojos o el recuerdo pa-
encendido por el estímulo de amor; lo ra acertar con la expresión del amor,
cual abona el deleitoso prosista con el porque lo mismo en cuanto a las geniali-
recuerdo de lo que se vio en el cerco de dades y reconditeces del sentimiento, que
Granada, cuando, a la hora de salir a las el arte transparenta, que en cuanto a los
escaramuzas con los moros los capitanes casos y escenas de la vida que toma para
de aquella heroica nobleza, las damas de sí y hace plásticos en sus ficciones, nin-
la Reina Católica, formando ilustre y se- gún manantial tan copioso como el que
renísima judicatura, se congregaban a deí seno del amor se difunde.
presenciar, desde lo avanzado de los rea-
les cristianos, los lances del combate, y Quien ama es, en lo íntimo de su ima-
ginación, poeta y artista, aunque carezca
de allí la tácita sanción de sus ojos y las
cifras mágicas que pinta un movimien- del don de plasmar en obra real y sensi-
ble ese divino espíritu que lo posee. La
to, un gesto, una sonrisa, exaltan el entu-
siasmo de sus caballeros a los más famo- operación interior por cuya virtud la
sos alardes de la gallardía y el valor. mente del artista recoge un objeto de ía
realidad y lo acicala, pule y perfecciona,
; redimiéndole de sus impurezas, para con-
formarlo a la noción ideal que columbra
LIV en el encendimiento de la inspiración, no
es fundamentalmente distinta de la que
[Amor y arte] | ocupa y abstrae a toda hora el pensa-
i miento deí amante, habitador, como el
Pero si toda aptitud y vocación obede- artista, del mundo de los sueños. Por
ce como a eficacia de conjuro, al estí- ' espontánea e inconsciente actividad, que
mulo que el amor despierta, ningún don i no se da punto de reposo, el alma en a-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 36?

morada transfigura la imagen que reina tu de amor, cuando embarga e inspira el


en el santuario de sus recuerdos; la alma adolescente, suele comunicarle el
hace mejor y más hermosa que en la don del idioma divino con que rendir a
realidad; añádele, por propia cuenta, ex- su dueño las oblaciones del corazón y
celencias y bendiciones, gracias y virtu- suscitar, como eco de ellas, los votos y
des; aparta de entre sus rasgos ios que simpatías de otras almas, entre las que
en lo real no armonizan con el conjunto propaga la imagen de su culto. Con las
bello; y verifica de este modo una obra visiones y exaltaciones de amor que re-
de selección, que compite con la que ge- fieren las páginas de la Vita nuova méz-
nera las criaturas nobles del arte; por lo clanse las nacientes de la inspiración de
cual fué doctrina de la antigua sabiduría Dante, desde que, tras aquel simbólico
que el amor que se tiene a un objeto por sueño que en el tercer parágrafo del li-
hermoso, no es sino el reconocimiento bro se cuenta, nace el soneto primogé-
de la hermosura que en uno mismo se nito:
lleva, de la beldad que está en el alma,
de donde trasciende al objeto, que sólo A ciascun alma presa e gentil core...
por participación de esta beldad de quien
le contempla llega a ser hermoso, en la Del sortilegio que la belleza de doña
medida en que lo es el contemplador. Catalina de Ataide produce en el alma
¿Cabe que gane más el objeto real al de Camoens data el amanecer de su vo-
pasar por la imaginación del poeta que cación poética; como el de la de Byron,
lo amado al filtrarse en el pensamiento de la pasión precoz que la apariencia an-
del amante? ¿Hay pincel que con más gélica de Margarita Parker enciende en
pertinacia y primor acaricie y retoque su corazón de niño, Si la indignación,
una figura; verso o melodía que más de- por quien Juvenal llegó a hacer versos,
licadamente destilen la esencia espiri- despierta antes el estro vengador de Ar-
tual de un objeto, que el pensamiento quííoco, esta indignación es el rechazo
del amante cuando retoca e idealiza la con que un amor negado a la esperanza
imagen que lleva esculpida en lo más vuelve su fuerza en el sentido del odio.
hondo y preferido de sí?... Aun en el espíritu vulgar, raro será que,
A menudo este exquisito arte interior presupuesto cierto elemental instinto ar-
promueve y estimula al otro; aquel que tístico, la primera vibración de amor que
se realiza exteriormente por obras que hace gemir las fibras del pecho no bus-
conocerán y admitirán ios hombres; a que traducirse en algún efímero impulso
menudo la vocación del poeta y el ar- a poetizar, que luego quedará desvane-
tista espera, para revelarse, el momento cido y ahogado por la prosa de la propia
en que el amor hace su aparición virgí- alma y por la que el alma recoge en el
nea en el alma, ya de manera potencial, tránsito del mundo; pero no sin dejar de
incierto aun en cuanto a la elección que sí el testimonio de aquellos pobres ver-
ha de fijarle, pero excitado, en inquitud sos, inocentes y tímidos, que acaso duran
difusa y soñadora, por la sazón de las todavía, en un armario de la casa, entre
fuerzas de la naturaleza; ya traído a luz papeles que amortigua el tiempo, como
por objeto determinado y consciente, esas flores prensadas entre las hojas de
por la afinidad irresistible y misteriosa los libros; o si de alma simple y rústica
que enlaza, en un instante y para siem- se trata, el testimonio de la canción in-
pre, dos almas. Como al descender el Es- genua, no exenta a veces de misterioso
píritu sobre su frente, se infundió en los hechizo, que, al compás de una vihuela.
humildes pescadores, el don de lenguas tañida por no menos candida afición, lle-
no aprendidas, de igual manera el espíri- va el viento de la noche, mezclada con el
368 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

aroma de los campos... Así como, en lo LV


material del acento, la voz apasionada
tiende naturalmente a reforzar su infle- [El hecho provocador. El «anch'ío».
xión musical, así en cuanto a la forma de La conversación; la lectura]
expresión, el alma que un vivo sentimien-
to caldea, propende por naturaleza a lo La natural espontaneidad de la infan-
poético, a lo plástico y figurativo. ¡Cuán- cia y la inquietud de la adolescencia,
tas cartas marchitas e ignoradas merece- aguijoneada por el estímulo de amor,
rían exhumarse del arca de las reliquias son ocasiones culminantes de que las vir-
de amor, para mostrar cómo del propio tualidades y energías de un alma se
espíritu inmune de toda vanidad literaria transparenten y descubran, Pero, ade-
y nada experto en artes de estilo arranca más, frecuentemente el anuncio definido
la inspiración del amor tesoros de sen- j y categórico de la vocación puede referir-
cilla hermosura y de expresión vibrante se a un momento preciso, a una ocasión
y pintoresca, que emulan los aciertos de determinada; hay un hecho provocador,
la aptitud genial! que da lugar a que la aptitud latente en
Amor es revelación de poesía; magis- lo ignorado de la persona se reconozca a
terio que consagra al poeta; visitación sí misma y tome las riendas de la volun-
por cuyo medio logra instantes de poeta tad. Este hecho ha de clasificarse casi
quien no lo es; y en la misma labor de siempre dentro de los términos de esa
la mente austera y grave, en la empresa gran fuerza de relación, que complemen-
del sabio y el filósofo, de él suele pro- ta la obra de la herencia y mantiene la
ceder la fuerza que completa la unidad unidad y semejanza entre los hombres:
armoniosa de la obra del genio, añadien- llámesela imitación o simpatía, ejemplo
do a las síntesis hercúleas del saber y a; o sugestión.
las construcciones del entendimiento re- Corre en proverbio la frase en que pro-
flexivo el elemento inefable que radica rrumpió, delante de un cuadro de Rafael,
en las intuiciones de la sensibilidad; la sintiéndose exaltado por una aspiración
parte de misterio, de religión, de poesía, desconocida, el muchacho oscuro que
de gracia, de belleza, que en la grande i luego fué el Correggio: Anch'ío sonó pit-
obra faltaba, y que después de un amor, tore: ¡también yo soy pintor!... Tales pa-
real o soñado, se infunde en ella, para labras son cifra de infinita serie de he-
darle nueva vida y espíritu, nuevo sen- chos, en que la percepción directa, o el
tido y trascendencia; como cuando la conocimiento por referencia y fama, de
memoria de Clotilde de Vaux obrando, a una obra semejante a aquellas de que es
modo de talismánico prestigio, sobre el capaz la propia aptitud, ha suscitado el
alma de Comte, hace transfigurarse el primer impulso enérgico y consciente de
tono de su pensamiento y dilatarse los la vocación. Con el anch'ío sonó pittore
horizontes de su filosofía con la perspec- da principio, no sólo la historia del Co-
tiva ideal y religiosa, que hasta entonces rreggio, sino la de otros muchos artistas
había estado ausente de ella, y que por del color y la piedra; tal Fra Filipo Lip-
comunicación del amor, el antes árido fi- pi, que viendo pintar, en su convento, al
lósofo descubre y domina, llegando casi Masaccio, declara eterno amor a la pin-
a la unción del hierofante. i tura; el escultor Písano, que adquiere
conciencia de su habilidad frente a un
antiguo bajo relieve de Hipólito; y el Ve-
rocchio, que, en presencia de los bron-
ces y mármoles de Roma, adonde le ha
llamado, como maestro orfebre, Sixto V,

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 369

cede a la tentación de dejar el cincel del bién él, en la obra. Tal vez es el milagro-
platero por el del estatuario. Ejemplos so prestigio de una invención o un descu-
de ¡o mismo se reproducen en cualquier brimiento; como cuando la novedad del
otro género de vocación; ya sea éste la pararrayos suscita en el ánimo del futu-
música, como cuando el compositor ro físico Charles el primer estímulo de
Charpentier, que se proponía estudiar su aplicación. Pero si la conciencia de la
para pintor, oye cantar en una iglesia un aptitud procede de la percepción de un
motete, y se convierte al arte de Palestri- objeto material, puede este hecho no ser
na; o cuando el cantante Garat siente la clasificable dentro del anch'ío; no es, en
voz que le llama a la escena, asistiendo a ciertos casos, la obra de otro, sino Natu-
Ja representación de la Armida de Gluck; raleza misma, la que pone ante los ojos
ya sea la oratoria, donde cabe citar el del sujeto aquello que le causa indisipa-
clásico ejemplo de Demóstenes, arrebata- ble y fecunda sugestión. No hay en la
do en la pasión de la elocuencia desde la naturaleza cosa que no sea capaz de ejer-
arenga oída en el tribunal a Calistrato; cer esa virtud súbitamente evocadora,
ya la creación dramática, que manifiesta, respecto a alguna facultad de la acción
en el viejo Dumas, su virtualidad, por su- o del conocimiento. La misma sensación
gestión de un drama de Shakespeare; ya que en el común de las gentes pasa sin
la interpretación teatral, cuya aptitud se dejar huella, encuentra acaso un espíritu
revela en Ernesto Rossi después de oír donde pega en oculto blanco, y queda
al actor Módena, y en Adriana Lecou- clavada para siempre, como saeta que
vreur por las impresiones de que la ro- produce escozor de acicate. El espectácu-
dea, siendo niña, la vecindad en que vive, lo del mar visto por primera vez; un ár-
del teatro; ya la investigación de los cie- bol que cautiva la atención, por hermoso
los, que estimula a Herschell, por prime- o por extraño, son sensaciones que han
ra vez, cuando cae en sus manos un pla- experimentado muchos sin que nada de
nisferio celeste; ya, en fin, el arte médi- nota se siguiese a ellas; pero la primera
ca, cuando Ambrosio Paré, viendo, en su para visión del mar fue para Cook, y luego
aquella mujer extraordinaria, ama-
infancia, realizar una operación de ciru- zona de empresas pacíficas, que se llamó
gía, reconoce el objeto perdurable de su Ida Pfeiffer, la revelación de su genial
atención, e interés. En la esfera de vida instinto de viajeros; y Humboldt nos re-
fóorai, no es menos eficaz el anch'ío. La fiere en el Cosmos cómo de una palma
vocación ascética de Hilarión cuando lle- de abanico y un dragonero colosal, que
ga delante del eremita Antonio, mani- vio, de niño, en el jardín botánico de
fiesta uno de los más comunes modos Berlín, partió el precoz anuncio del anhe-
como obró en los tiempos de fe, el re- lo inextinguible que le llevó a conocer
pentino impulso de la gracia. tierras remotas.
No es menester la presencia material
del objeto o el acto, para transmitir ia La conversación, ese común y sencillí-
excitación del anch'ío: basta el conoci- simo instrumento de sociabilidad huma-
miento de ellos. Tal vez es la resonancia na, con que los necios ponen en certa-
del triunfo obtenido por otro en cierta men su necedad; con que los frivolos ha-
especie de actividad lo que determina al cen competencia a los ruidos del viento;
ánimo indolente o indeciso a probar en con que los malvados tientan los ecos del
ella sus fuerzas; así cuando Montesquíeu escándalo; la conversación, ocio sin dig-
subyuga, con el Espíritu de las leyes, la nidad casi siempre, es influencia fecunda
atención de sus contemporáneos, y Hel- en sugestiones, que acaso llegan a fijar
vecio se siente movido a emularle, y bus- el superior sentido de una vida, cuando
& retiro y soledad para abismarse, tam- vale para que entren en contacto dos es-
c
370 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

piritas. Departían, en la corte de Toledo, libro le ofrece, en legión imperecedera y


Bosean y el embajador Navagero, de Ve- siempre capaz de ser convocada, mento-
necia; y como cuadrara hablar de versos, res que le guíen al descubrimiento de sí
Navagero depositó en el pensamiento de mismo. Así, la lectura de la I liada dio a
Boscán una idea en que éste halló el ob- Alejandro, para modelarse, el arquetipo
jeto para el cual sabemos hoy que vino de Aquiles; como Juliano se inspiró en
al mundo: transportar a la lengua de la historia de Alejandro, y la novela de
Castilla los metros italianos. Viajaba Jenofonte inició a Escipión Emiliano en
Buffon, aun sin preferencia definida por la devoción de Ciro el Grande. Merced al
algún género de estudio, en compañía libro, Carlos XII pudo tener constante-
del joven duque de Kingston; y de sus mente ante sí la imagen del hijo de Fili-
conversaciones con el ayo del duque, po; y Federico de Prusia, la de Car-
que profesaba las ciencias naturales, los XII. De los Comentarios de César, vi-
Buffon tomó su orientación definitiva. no el arranque de la vocación de Folard,
Dirigíase Cartwright, siendo nada más y a ellos se debió también que, perma-
que muy mediano poeta, a una comarca neciendo en el mundo el espíritu del so-
vecina de la suya; trabó conversación en juzgador de las Gallas, fuese, para Bona-
el camino con unos mercaderes de Man- parte y para Conde, consejero y amigo.
chester; y despertando, a consecuencia En otras de las vocaciones de la volun-
de lo que le refirieron, su interés por tad: la del entusiasmo apostólico, encen-
los adelantos de la mecánica, contrajo dido en las llamas de una fe o de un
a ésta su atención y fue inventor famo- grande amor humano; la de la práctica
so. Estudiaba teología Winslow; era su ferviente de una concepción del bien mo-
amigo un estudiante de medicina, con ral, también el libro es una de las formas
quien a menudo conversaba; resultó, de preferidas del llamado interior. Tolle, le-
recíproca sugestión, en sus coloquios, ge!... ¿No fué un mandato de leer lo que
que cada uno de ellos quisiera cambiar trajo la voz inefable que oyó Agustín en
por los del otro sus estudios; y llegó día el momento de la gr ? Hilario de Poi-
en que Winslow fue el más grande ana- tiers; Fabio Claudio, que en su nueva
tomista del siglo XVIII. I vida fue Fulgencio, por inspiración de
Pero ninguna manera de sugestión tie- sus lecturas dejaron a los dioses. Este li-
ne tal fuerza con que comunicar voca- bro que ahora se pinta en mi imagina-
ciones y traer a luz aptitudes ignoradas ción, semiabierto, en forma de arca, so-
como la lectura. Obstáculo a la acción bre el globo del mundo; este libro, vasto
del ejemplo es la distancia que, en el es- como la mar, alto como el firmamento;
pacio o el tiempo, aleja a unos hombres i luminoso a veces, más que el sol; otras
de los otros; y el libro aparta ese obs- sombrío, más que la noche; que tiene del
táculo, dando a la palabra medio infini- león y del cordero, de la onda amarga J
tamente más dilatable y duradero que del panal dulcísimo; este libro que em-
las ondas del aire. Para los espíritus cu- pieza antes que nazca la luz y acaba
ya aptitud as la acción, el libro, sumo cuando vuelve el mundo a las sombras
instrumento de autoridad y simpatía, es, eternas, ha sido, durante veinte siglos,
aún con más frecuencia que el ejemplo • fuerza promotora, reveladora, educadora
real y que el modelo viviente, la fuerza de vocaciones sublimes; honda inmensa
que despierta y dirige la voluntad. No de que mil veces se ha valido el brazo
siempre es concedido al héroe en poten- que maneja los orbes, para lanzar un al-
cia hallar en la realidad y al alcance de ma humana a la cumbre desde donde se
sus ojos al héroe en acción, que le mag- ilumina a las demás. Por este libro se
netice y levante tras sus vuelos. Pero el infundió en Colón el presentimiento del

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 371
hallazgo inaudito. En él tomó el viril real del objeto, lia solido suceder que
arranque de la libertad y la razón Lute- una vocación científica o artística deba
ro, En él aprendió Lincoln el amor de su impulso a la lectura de una obra lite-
los esclavos. ¿Recuerdas una página de raria. Nuestra Señora de París, no el edi-
las Contemplaciones, donde el poeta nos ficio, sino la novela, consagró arqueólogo
cuenta, cómo en su infancia, jugando, a Didrón. Agustín Thierry sintió anun-
halla en un estante de la casa una Bi- ciársele su genio de vidente del pasado
blia, y la abre, y comienza a leerla, y por su lectura de Los mártires. Caso es
pasa una mañana en la lectura, que le éste del gran historiador colorista que
llena de sorpresa y deleite, al modo, di- puede citarse como ejemplo significati-
ce, que una mano infantil aprisiona un vo de la intensidad con que una lectura
pajarito del campo y se embelesa pal- alcanza a obrar en las profundidades del
pando la suavidad de sus plumas? De alma, donde duermen aptitudes y dispo-
una manera semejante a ésta fué como ; siciones inconscientes, y a despertarlas,
Bossuet niño sintió en los hombros el i con súbita y maravillosa eficacia. Cuan-
temblor de sus alas nacientes. do Thierry, siendo aún un niño, lee en
Para la revelación de la aptitud del el libro de Chateaubriand el canto de
sabio, del escritor o del poeta, la lectura guerra de los francos, un estremecimien-
es el medio por que se manifiesta común- '• to, comparable al de quien fuera objeto
mente la estimuladora fuerza del anch'ío. de una anunciación angélica, pasa por él.
Si la antigüedad dejó memoria de cómo Levantándose de su asiento, recorre a
Tucídides descubrió su genialidad de his- largos pasos la habitación, mientras sus
toriador por la lectura (o la audición, : labios repiten con fervor heroico el es-
que vale lo mismo), de un pasaje de He- tribillo del canto. Desde este punto, la
rodoto; y Sófocles su alma de poeta, por i reanimación pintoresca y dramática de
las epopeyas de Homero; y Epicuro su la muerta realidad constituye el sueño
don de filosofar, por las obras de Demó- de su vida, y los conquistadores norman-
crito, frecuentísimos son, en lo moderno, ; dos se inquietan en el fondo de la tum-
los casos como el de La Fontaine, que re- I ba, apercibiéndose a una irrupción con
conoció su vocación leyendo, a edad ya ' que alcanzarán ser inmortal
madura, una oda de Malherbe; como ei
de Silvio Pellico, que nació para las le-
tras después que gustó el amargo sabor LVI
de Los Sepulcros, de Foseólo; como el de
Lalande, que quiso saber de los secretos «Si tú a la izquierda, yo a la derecha»}
del cielo cuando conoció uno de ios es-
critos de Fontenelle; como el de Reid, El anch'ío es, pues, gran provocador
que se levantó a la especulación filosófi- de vocaciones; pero no ha de entendérse-
ca estimulado por la lectura de las obras le de modo que implique siempre imita-
de Hume... Y aun entre los que tuvieron ción estricta de la obra o ei autor de
casi innata la conciencia de la vocación quienes viene el ejemplo. El carácter
¿habrá quien no pueda referir, de modo constante en el anch'ío es la emulación
ttiás o menos preciso, a una ocasión de que excita al ejercicio de una cierta apti-
s
us lecturas, el instante en que aquélla tud. Por lo demás, dentro de esa amplia
s
e aclaró, orientó y tomó definitiva for- semejanza, frecuentemente ocurre (y tan-
ma? to más cuando se trate, no ya de descu-
Por el poder de sugestión con que una brir la aptitud, sino de encauzarla y dar-
Ul
ragen enérgicamente reflejada imita o la, dirección definitiva), que un deseo de
Ventaja al que ejercería la presencia contraste respecto de las obras ajenasf
372 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

un estímulo en el sentido de hacer cosa ] La fisonomía y el carácter de la obra;


de algún modo divergente u opuesta a la sus condiciones de ejecución, de estilo,
que ha valido en el triunfo de otros, sean de gusto, se determinan, con igual fre-
la energía que interviene para fecundar cuencia, por un espíritu de contradicción.
la vocación. El recién llegado dice al que vino antes
Esta diferencia que se apetece y busca que él, como Abraharn a Lot: «Si tú a la
puede referirse, ya al género que se ha izquierda, yo a la derecha.» La reacción
de usufructuar, dentro de un mismo arte contra la molicie y languidez de los ver-
o general manifestación de la actividad, sos de Metastasio extrema la severidad
ya a las ideas que han de tomarse por y estoicismo del estilo de Alfieri. El deli-
bandera, ya a las condiciones de estilo berado pensamiento de quitar la palma
cuya perfección se anhela llevar a su al Caravaggio valiéndose de una manera
más alto grado. Frecuente es el hecho de de pintar que sea la viva oposición de la
que la excelsa superioridad alcanzada ruda y fogosa que caracterizó al maestro
por un grande espíritu en cierto género de Bérgamo, da a Guido Reni la norma
de arte o literatura mueva a otro que lo definitiva de su arte. Y cuando llega el
cultivaba a desistir de él y a igualar esa turno, Leonello Spada, herido en su vani-
gloria mediante el cultivo de un distinto dad de principiante por desdeñosas bur-
género, en el cual se define dichosamen- las de Guido, se estimula a sí propio con
te su vocación, la que, a no ser por este la idea de humillar un día ai burlador,
benéfico prurito de diferenciarse, no hu- arrebatándole, no solo la preeminencia
biera tal vez pasado de la relativa inferio- de la fama, sino también la boga de los
ridad en que quedó dentro de su aplica- procedimientos. Si Guido triunfa por de-
ción primera. Cuando el estrépito triun- licado, correcto y primoroso—se dijo
fal de las comedias de Lope llenó los ám- Leonello—, yo triunfaré por violento y
bitos de la escena, Cervantes deja la plu- atrevido.
ma de Los tratos de Argel y la Humán- Para el arranque innovador de los
ela, con que soñó fijar rumbos al teatro; grandes reformadores, de los grandes
y la pluma que en adelante maneja es la iconoclastas, de cuantos abren vías nue-
de Cide Hamete Benengeli. Este caso no vas al sentimiento o a la razón, este aci-
es único. Walter Scott comenzó por las cate que consiste en la tentación de negar
leyendas en verso, a la manera del Mar- al dominador para emularlo obra más
mión y La dama del lago; pero cuando
Byron surgió, y de un vuelo fulgurante de lo que parece; y concurre a explicar-
tomó la cumbre poética, Walter Scott se por él la persistencia del ritmo en las
abandonó el camino por donde marchaba fases sucesivas del pensamiento humano,
a ocuparla, y buscó conquistar una su- Hubo, sin duda, convicción sincera,
perioridad semejante en la prosa; reso- sentido hondo de las oportunidades de
lución que significó, para él, el hallazgo su tiempo, sugestión poderosísima del
de su vocación definitiva y esencial, y temperamento propio, en la iniciativa re-
para la literatura, el ofrecimiento de la volucionaria de Zola; pero ¿cuánto no
novela histórica. Ni es otro el caso de auxilió, seguramente, a esos motivos, pa-
Herculano, el gran historiador y novelis- ra extremar el carácter de su reforma y
ta portugués, que abandonó la forma los procedimientos de su arte, la ambi-
versificada por la prosa, donde debía ción de emular la gloria de los grandes
encontrar su verdadero e indísputado románticos por la eficacia de una origí'
dominio, cuando los ruidosos triunfos nalidad opuesta; de una originalidad con
de Garret le decepcionaron de oscurecer- relación a la cual la novela de Jorge
le en cuanto poeta. Snad y Víctor Hugo fuera como un mo-
delo negativo?

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 373
En la vía que el genio escoge para lle- mica. Seis comedias precedieron a la Me-
gar a la gloria que ve lucir, lograda por dea; y si aquí no cabe hablar, con ente-
ya sabidos rumbos, en derredor del nom- ra exactitud, de una falsa elección en el
bre de otros, suele reaparecer triunfal- primer rumbo, pues, volviendo acciden-
íñente la paradoja del Descubridor, que talmente a él, Corneille debía cincelar
se propuso hallar camino para las tierras más tarde la rica joya de El mentiroso,
de donde el rol se levanta, yendo hacia por lo menos la elección no interpretaba
donde el sol se pone. el radical y superior sentido de la apti-
tud, que prevaleció con plena gloria en
las tragedias. Otro caso que encuadra
LVII | dentro de este orden de hechos es el de
Bellini. El futuro autor de Norma sintió,
[Acertar con el género de la vocación desde sus primeros pasos, la voz que le
y no con la especie. Determinación llamaba al arte de la música; pero el ca-
estrechísima de la aptitud; espíritus mino por donde acudió a esta voz no
de un solo tema] manifestaba, en su principio, conciencia
de su verdadera superioridad. Sólo des-
Acertar en el género de la vocación pués de ensayar, con desgraciado éxito,
y no en la especie; acertar en cuanto a la ser intérprete de las obras de los otros,
categoría general dentro de la que debe ya como cantante, ya como ejecutante,
desenvolverse la aptitud, pero no en volvió Bellini su interés a la composición
cuanto a la determinación particular de dramática. Por lo que toca al arte del
ella y la aplicación concreta que conviene color, fácil sería multiplicar ejemplos co-
a su índole, es caso frecuente en los co- mo el de Julio Clovio, el gran miniatu-
mienzos de aquel que tienta su vía per- rista italiano, a quien su don de la ex-
sonal. El instinto le anuncia una voca- quisita pequenez no se reveló sino luego
ción, de modo vago e indeterminado, y de probar fortuna, sin lograrla, en los
la elección reflexiva le induce a error al cuadros de tamaño común; o el del me-
precisar la sugestión del instinto. Pasa nor de los Van Ostade, pobre pintor de
con él como con el ciego que lograra en- género en la adolescencia; después, ori-
trar sin guía a su verdadera casa, y se ginal y admirable paisajista.
equivocara después pasando la puerta de Ocurre que, para precisar ciertos espí-
una habitación que no fuese la suya. ritus la verdadera especie de su vocación,
En los espíritus de aptitud literaria es hayan necesidad de restringir extraordi-
de experiencia común que se empieza ca- nariamente el objeto de ella; y sólo me-
si umversalmente por el uso del verso; diante esa determinación estrechísima
e
Qsayando de esta manera facultades que encuentran el carácter peculiar de su ap-
toego la mayor parte de los que las lie- titud. Son éstos los espíritus antípodas
v
an a madurez ha de orientar de otro de aquellos otros, universales y capa-
fliodo. El ejemplo de Fontenelle, poeta ces de todo hacer, que antes saludamos.
tt&da más que mediano en el primer pe- Así, en pintura, los artistas que han sabi-
r
fodo de su desenvolvimiento, después do pintar flores: y nada más que flores;
escritor y crítico ilustre, es caso que la Van Huysum, Monnoyer, Van Spaendock;
observación más limitada corroborará o bien Redouté, que, pintando retratos e
c
on otros numerosos. imágenes sagradas, nunca pasó de una
El gran Corneille, antes de fundir en el discreta medianía, hasta que la contem-
"ronce de su alma de romano la tragedia plación de unos ramilletes de Van Huy-
francesa, pensó fijar su vocación teatral, sum le excitó a consagrar a las flores
110
en la máscara trágica, sino en la có- su paleta, y ellas son las que embalsa-
374 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

man con perenne aroma su nombre. En voz de los oráculos; ya la vista, como en
el espíritu de Alfredo de Dreux, la voca- los espectros; ya el tacto, como en los
ción de la pintura nació unida a la im- súcubos; sin poder presentarse nunca en
presión con que cautivó su fantasía de percepción armónica y cabal.
niño la belleza de los caballos que veía
en las paseatas elegantes; y de tal mane- i
ra se identificaron aptitud e impresión, LVIII
que el pincel apenas fue en sus manos ]
más que un medio de fijar, de cien mo- j [Vocación que se define por
dos distintos, aquella imagen obsesora. j eliminaciones sucesivas']
En la composición literaria, es nombre I
de significado semejante el de Heredia, ! Cuando algún propósito de la volun-
el supersticioso devoto de un idolillo in- ; tad no trae aparejada a su imagen, por
aplacable: el versificador absolutamente instinto o costumbre, la inspiración de-
contraído, con los recursos de una acri- movimiento con que ha de ejecutarse
solada cultura y una perseverante labor, calcula y prueba el ánimo movimientos
a señorear la técnica sutil y preciosa del distintos, para dar lugar a que se maní'
soneto. Análogo carácter puede atribuir- ! fieste el que corresponde a aquel fin, H:
se, en la ciencia, a los naturalistas que ; este modo, quien no tiene el conocimier,-
han limitado el campo de su observación to intuitivo e inmediato de su vocación
a una única especie, dedicándole todo el la busca, en ciertos casos, por experier,
fervor y afán de su vida; ya las abejas, cias y eliminaciones sucesivas, hasi?
como Huber; ya las hormigas, como Me- acertar con ella. Un sentimiento vag(
ver; y a los astrónomos, que se han cir- de la propia superioridad; un estimule
cunscrito a un solo cuerpo celeste: como ',de ambición enérgica y emprendedora
Fresner a la luna. ; esto es todo lo que algunas almas dest;
De igual manera que el curso de la ci- i nadas a ser grandes conocen de sí mi-
vilización presenta épocas de amplitud mas antes de probarse en la práctica de.
armoniosa, en que, equilibrándose las mundo; y por eso hay muy gloriosa
ventajas de las primitivas con las de las existencias que se abren con un períodt
refinadas, la estructura natural de los de veleidades y de ensayos, durante ¿
espíritus propende, sin mengua de la i cual experimenta el espíritu ios más di-
eficacia de sus fuerzas, a una universal versos géneros de actividad, y los abaí-'
capacidad: como la Grecia de Feríeles, | dona uno tras otro; hasta que recoiioc-
el siglo XIII o el Renacimiento, así hay ! el que le es adecuado, y allí se quecl-
también, en las sociedades que lian llega- de raíz.
do a una extrema madurez de cultura, El abandono de aquellas vocación^
tiempos de menudísima clasifición, de primeramente tentadas nace, a veces, c¡[
fraccionamiento atomístico, en las fun- repulsión o desengaño respecto de ca¿<
ciones de la inteligencia y de la volun- una de ellas; porque, una vez conocida
tad: tiempos y sociedades en que aun los sus secretos y tratadas en intimidad, '>>'-
espíritus mejores parecen reducirse a satisficieron al espíritu ni colmaron -;
aquella naturaleza fragmentaria con que idea que de ellas se tenía. Otras vece--
encarnan los entes sobrenaturales, según menos voluntario el abandono, refiere--
el demonio socrático se los describía a el desengaño a la propia aptitud: no l»1
Cyrano de Bergerac: cuerpos condenados lió dentro de sí el inconstante fuerza
a no manifestarse a los hombres sino por ; que correspondiesen a tal género de a<>
intermedio de un sentido único; ya sea j vidad, o no las conoció y estimuló el Jl!
éste e) oído, corno cuando se trata de la j ció de los oíros. Ejemplo de lo primea

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 375
de decepción relativa a cada actividad i cación, sino después de ensayar distintas
considerada en sí misma, y no a la pro-1 formas de actividad, ya en los estudios
pía disposición para ejercerla, lo da, en eclesiásticos, ya en los del foro, ya en
la antigüedad, Luciano. El impávido bur- el cultivo de la tierra.
lador de los dioses recorrió, antes de ha- Pero estos veleidosos comienzos nacen
llar su verdadero camino, las más varias otras veces, como decíamos, de que la
aplicaciones; y ninguna logró aquietarle. natural disposición no se manifiesta con
Empezó por soltar de la mano, conside- suficiente eficacia allí donde la vocación
rándole instrumento servil, el cincel del provisional la somete a experiencia. Así,
escultor. Se acogió a la jurisprudencia, no fue desencanto del arte, ni desencanto
pero pronto le repugnó aquel connatura- de la' acción, sino imposibilidad de llegar,
lizarse con la disputa y con la mala fe. en el uno y en la otra, a donde fingían
Profesó luego la filosofía, de la manera sus sueños, lo que redujo a Stendhal a
ambulante que era uso en su tiempo; y aquella actitud de contemplación displi-
ganó este linaje de fama en Grecia, en cente, que se expresó por su tardía vo-
las Gallas y en Macedonia; pero debajo cación literaria, después de haber bus-
del filosofar de aquella decadencia pal- cado la notoriedad del pintor, la del mi-
pó la vanidad de la sofística. Entonces, litar y la del político. Análoga sucesión
de las heces de esta desilusión pertinaz ¡ de tentativas defraudadas y errátiles ma-
brotó, espontáneo y en su punto, el ge-1 nifiesta la procelosa juventud de Rous-
wo del satírico demoledor, bien prepara- j seau: el vagabundo Ahasverus de todas
do para fulminar la realidad que por las artes y todos los oficios: tan pronto
tantos diferentes aspectos se le presen- grabador como músico; pedagogo como
tara abominable y risible: y tal fué la vo- secretario diplomático; y en nada de ello
cación de Luciano. Caso semejante ofre- llegado a equilibrio y sazón; hasta que
cí, con anterioridad, Eurípides, que, an- un día, más el acaso que la voluntad,
tes de tener conciencia de estar llamado pone una pluma en su mano, la cual la
a
ser el continuador de Esquilo y Sófo- reconoce al asirla, como el corcel de ge-
cles, abandonó sucesivamente, durante nerosa raza a su jinete; y pluma y mano
targo período de pruebas, las coronas de! ya no se separan más, porque las ideas
atleta, el pincel del artista, la tribuna del que flotan, anhelando expresión, en el
arador y la toga del filósofo. Parecido espíritu de un siglo, tienen necesidad de
Proceso de eslabonados desengaños pro- que ese vínculo perdure.
mete, al cabo de los siglos, a la orienta- j
c
tón definitiva del espíritu de Van Hel- ¡
^ont, el grande innovador de los estudios j LÍX
fírmeos en las postrimerías del Renací- *
ciento; decepcionado del poco fondo de {Vacilaciones que resuelve el azar]
tas letras, decepcionado de las quimeras
^ la magia, decepcionado de las conclu- Curioso es ver cómo, puesta el alma
siones de la filosofía, hasta que una ins- en el crucero de dos caminos que la re-
Pttacíón, en que él vio sobrenatural man- claman con igual fuerza, o la convidan
ato, le lleva a buscar nueva manera de con igual halago, libra a veces a una res-
Cy
rar los males del cuerpo, y le pone en puesta de la fatalidad la solución de la
pación con los elementos de las cosas. ínceríídumbre que no ha sido capaz de
j- a Pasión anhelante del bien común, que disipar por determinación voluntaria.
mflamó, desde sus primeros años, el al- Cuando el motivo imperioso no surge de
'j la abnegada, de Pestalozzi, no tendió deliberación, se le crea artificialmente
(
^sde luego al grande objetivo de la edu- i medíante un compromiso con el azar.
376 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Vocaciones famosas han prevalecido de vocándola en esta forma: si su caballo,


esta suerte, si no se exagera el valor de abandonado a sí mismo, le conduce a
rasgos anecdóticos, cuyo fondo de ver- lo interior de la ciudad, aceptará la
dad humana tiene a su favor, por otra preeminencia; la rehusará sí le lleva
parte, la incalculable trascendencia de lo rumbo al campo. Pasó esto último. La
que parece más pequeño y más nimio, vida del predicador de las Cruzadas si-
en la secreta generación de lo grande. guió en sus términos de gloriosa hu-
Jacobo Sforza, el fundador de aquella mildad.
heroica estirpe del Renacimiento, fue, en
sus principios, humilde labrador de Ro- LX
mana. Cuando llegó hasta él el soplo gue-
rrero de su tiempo y hubo de resolver si [Falsa universalidad. La aptitud ha de
acudiría a este llamado o continuaría la- manifestarse en la contemplación]
brando su terrón, fió al azar el desenlace
de sus dudas. Sacó un hacha del cinto. La vaguedad e incertidumbre de la
Frente a donde estaba, en su heredad, le- vocación, cuando no se despeja por vir-
vantábase un grueso árbol. Lanzaría la tud de una circunstancia dichosa, que
acerada hoja contra el tronco, y si, des- provoque, como a la luz de un relám-
pués de herirle, se desplomaba el hacha pago, la intuición de la aptitud verda-
al píe del árbol, Jacobo no modificaría dera; ni por ensayos sucesivos, que eli-
el tenor de su existencia; pero si acaso el minen, una a una, las falsas vocaciones,
arma quedaba presa y aferrada en el hasta llegar al fondo real del espíritu;
tronco, la espada del soldado sería en ni por arranque voluntario, que tome,
adelante su hoz. Partió el hacha como sin elección inspirada, ni paciente ob-
un relámpago, y el tronco la recibió en servación de uno mismo, un sentido
su seno sin soltarla de sí; Jacobo Sfor- cualquiera, aunque éste no coincida con
za quedó consagrado para siempre a la superior aptitud; la vocación vaga e in-
guerra. De semejante modo cuenta Goe- cierta, prolongándose, suele traducirse
the que resolvió vacilaciones de su ado- no en abstención e indolencia, sino en
lescencia entre la poesía y la pintura: una actitud de objeto indistinto: en una
tomó un puñal, y arrojándolo al río ori- falsa universalidad. Es • el vano remedo
llado de sauces, por donde navegaba, no de aquel caso peregrino de ausencia de
lo vio sumergirse, porque lo velaron las vocación determinada, por equivalente
ramas flotantes; lo cual significaba, se- grandeza en muchas vocaciones. Es la
gún de antemano tenía convenido, que mediocridad a causa de aplicación some-
no insistiría en el género de vocación ra y difusa; el Panurgo mediano; no el
que rivalizaba con aquella que le llevó sublime y rarísimo.
a ser el poeta del Fausto. | Cuando el ánimo novel que busca su
Esta apelación a la fatalidad suele en- j camino en el mundo no halla alrededoi
contrarse en la existencia de las almas j de sí una sociedad cumplidamente orga-
religiosas, con carácter de providencia- j nizada, en cuanto a la división de las
lismo. San Bernardo fué arbitro de los • funciones del espíritu, que indique ruift
destinos de la Iglesia, bajo la ruda esta- ! bo cierto para cada diferencia de capad
meña de sus hábitos, pero desechó, por ¡ dad y estimule a una dedicación concre-1
espíritu de abnegación, dignidades y ¡ ta y ahincada, ese género de incertidufl1'
honores. En Milán, la muchedumbre le i bre es caso frecuente. Y aun cuando, po1'
ruega con instancia para que entre a | la energía del instinto, la voz interío '
ocupar la silla episcopal que le ofrecen, | supla a lo indefinido y vago de las vo-1
El se remite a la indicación divina, pro- I ees exteriores que podrían cooperar coi

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 377

ella; aun cuando el espíritu sea conscien- i puerta de la ciudad del pensamiento,
te de su peculiar aptitud, aquella vaga I como el que puso Dante, entre sombras
difusión de las propias fuerzas suele ser, i aún más tristes que el fuego devorador,
en tal ausencia de bien diferenciado or- | en el pórtico de la ciudad de Dite, mira
ganismo social, necesidad o tentación a ¡ con ansia al umbral que no ha de pa-
que el individuo concluye por rendirse. | sar y con rencor a quien lo pasa; en
Este es de los obstáculos que estorban, j ese torvo y pálido grupo se cuentan el
en sociedades nuevas, la formación de perseverante inepto, y el que carece de
una cultura sólida y fecunda. Porque | aptitud y de constancia a la vez; pero
cuando hablo de falsa universalidad, me está también aquel otro en cuya alma
refiero a la que se manifiesta en la pro- pena, como en crucifixión, la aptitud,
ducción, en la acción, en el anch'ío; no a clavada de pies y manos por una ¿oloro-
la amplitud contemplativa; no a ese fácil sísima incapacidad para la obra; enerva-
y abundoso interés, a esa simpática y so- miento de la voluntad, cuya conciencia,
lícita atención tendida sobre el conjunto unida a la de la realidad del don inhibi-
de las cosas, únicos capaces de salvar al do, produce esa mezcla acre en que rebo-
fondo humano del alma de las limitacio- san del pecho la humillación y la sober-
nes de cada oficio y cada hábito; género bia. Es la sombría posteridad de Ober-
de amplitud que se predicó junto a la mann, el abortado de genio.
estatua de Ariel, y que es tanto más ne- Otras veces, la inactividad de la actitud
cesaria, para aquel fin de mantener la no sucede a una inútil porfía sobre sí
integridad fundamental de la persona, mismo, que deje el amargo sabor de la
cuanto más el objeto de la vocación res- derrota. Se debe a una natural insensibi-
trinja y precise. Firme y concreta deter- lidad para los halagos de la emulación
minación en la actividad; amplio y vario y la fama, y para el soberano placer de
objetivo en la contemplación: tal podría ' realizar la belleza que se sueña y de pre-
compendiarse la disciplina de una fuerza ' cisar la verdad que se columbra; o bien
de espíritu sabiamente empleada. se debe a una graciosa pereza sofística,
que, lejos de tener la amargura hostil del
fracasado trágico, ni el frío desdén del
LXI incurioso displicente, se acoge a la con-
dición de espectadora con una benévola
[Elemento volitivo que incluye toda ironía, y extiende un fácil interés sobre
aptitud en acto. La vocación y los las obras de los otros, desde su almoha-
males de la voluntad] da epicúrea. Se ha dicho que el escéptíco
no es capaz de reconocer a un héroe,
Toda aptitud superior incluye en sí, aunque lo vea y lo toque; agregúese, para
además del natural privilegio de la fa- complemento de observación tan verda-
cultad en que según su especie radique, dera, que ni aun es capaz de reconocerle
un elemento de naturaleza volitiva, que cuando lleva al héroe dentro de sí
«• estimula a la acción y la sostiene en mismo...
e
lla. Si la endeblez de la facultad espe- Las dotes que por estas causas se pier-
cífica, o la conjuración adversa de las den quedan, como las que malogra la
cosas, dan la razón de muchas vocacio- inconsciencia de la aptitud, en la igno-
nes defraudadas, con no menor frecuen- rancia y la sombra; pero aun en aquellos
cia la pérdida de la aptitud, siendo ésta cuya aptitud se sabe, porque alguna vez
^uy real y verdadera en principio, viene dio razón o indicio de sí, no es infre-
<k insuficiente o enferma voluntad. cuente caso el de la idea aherrojada den-
En ese grupo torvo y pálido, que, a la tro de la mente por falta de fuerza eje-
378 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

cutiva. El pintor Fromentin, midiendo la ; LXII


desproporción entre sus sueños de arte y i
ia realidad de su obra, prorrumpía a rae- [Vocación truncada por deficiente volun-
nudo en esta exclamación, poseída de tad. El amaneramiento. Ejemplos de
tremenda verdad para quien esté interio- modificación progresiva de la obra. El
rizado en los misterios de ia invención reposo del mediodía}
artística: «¡Si yo me atreviera! ¡Si yo me
atreviera!...» Otras palabras significati- A la falta de voluntad que ahoga la
vas, aunque en diverso sentido, para ca- aptitud en germen y potencia ha de
racterizar las enervaciones de la volun- unirse la que, después de manifiesta la
tad en la jurisdicción del arte, son las aptitud, y ya en la vía de su desenvolvi-
que se atribuyen a Fogelberg, escultor. miento, la deja abandonada y trunca; sea
Ante el tema que se le proponía, si lo por no hallar nuevas fuerzas con que
consideraba bueno, argumentaba, a fin apartar obstáculos, cuando se acaban las
de cohonestar su abstención: «Los grie- que suscitó el fervor de la iniciación;
gos ya lo han hecho...»; sí lo consideraba sea por contenerse el deseo con un triun-
arriesgado: «Los griegos no lo habrían fo mediano y dar por terminado en él su
hecho...» ¿Cuánta no fué ia influencia camino, habiendo modo de aspirar a un
que el dilettantismo indolente de Alfonso triunfo eminente.
Karr ejerció en el espíritu de Gatayes, Y estas formas de la flaqueza de volun-
para convertirle de grande artista proba- tad no se traducen sólo por la absten-
ble en mediano crítico real?... Cumplida ción, por ía renuncia a la obra, en plena
personificación del estudioso insensible fuerza de espíritu; ni sólo por la deca-
a los estímulos del renombre y a la ne- dencia visible de la obra, como cuando
cesidad de producir es aquel singularísi- : la producción negligente y desmañada de
mo Magliabecchi, que, en la Florencia I autor ya glorioso se satisface con vivir
del Renacimiento, acumuló, recluido en del reflejo del nombre adquirido. A me-
su taller de platero, una de las más oceá- nudo, una producción que en cuanto a ia
nicas erudiciones de que haya noticia, calidad no adelanta, es ya signo, no de
sin que lo sospechara nadie, hasta que eí que el autor haya llegado a la completa
secretario de Cosme de Médicis descu- realización de su personalidad, sino de
brió por casualidad aquel mar ignorado. que ha pasado, en él, ia excitación del
Amiel, que, viviendo en un ensimisma- arranque voluntario, la fuerza viva y efr
miento de bonzo, nada de vuelo produjo caz del estímulo. Opta quizá, en este
para la publicidad, define en una página caso, por una abundancia que acrecienta
de sus Memorias la radical ineptitud en la producción, sin añadirle más intensi-
que se consideraba para la producción, dad, más carácter, más nervio; y es en-
su incapacidad para elegir entre la mu- tonces como el Ahasverus de la leyenda,
chedumbre de las formas posibles con a quien estaba vedado gastar más de cin-
que se representaba la expresión de cada co monedas de una vez, pero que inagO'
pensamiento; pero, por fortuna, en esas tablemente encontraba en su bolsillo la
mismas postumas Memorias dejó, sin misma escasa suma.
proponérselo, la más alta demostración
de la existencia de la aptitud superior I El amaneramiento, que hace resumirá
que, por vicios de la voluntad, no llegó I el espíritu del artista dentro de sí pi'0'
a manifestar activamente en el transcur- \ pió, es, frecuentemente también, una If'
so de su vida. nutación de la voluntad, más que un VJ'
ció de ía inteligencia. Viene cuando &
enerva o entorpece en el alma la faculta
1 de movimiento con que salir a renové

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 379

sus vistas del mundo y a explorar en ideas que llegaban con el nuevo tiempo,
campo enemigo. Artista que se amanera sin conceder sensiblemente en nada, pero
es Narciso encantado en la contempla- quedando, al fin, a considerable espacio
ción de su imagen. La onda que lo lison- del punto de partida; a manera de esas
jea y paraliza, al cabo lo devora. La ple- aldeas asentadas sobre tierras movedizas
na energía de la voluntad envuelve siem- y pendientes; que, fundadas cerca de la
pre cierta tendencia natural de evolu- altura, un día amanecen en el valle.
ción, con que la obra se modifica al par Pero esta disposición a cambiar y dila-
que crece. Excelso y soberano ejemplo tarse, en pensamiento o estilo, se desen-
de esta perpetua modificación de la obra, vuelve, por lo general, menos continua
manifestándose de la manera fácil, gra- e insensiblemente, por tránsitos que per-
duada y continua, que antes hemos com- miten fijar con precisión el punto en que
parado con el desenvolvimiento de una cada tendencia da principio y se separa
graciosa curva, es el arte de Rafael. Des- de la que la precedió, como líneas que
de sus primeros cuadros hasta el último; forman ángulo. Así en Murillo, cuya obra
desde las obras modeladas en el estilo inmensa se reparte en las tres maneras,
paterno hasta las inmortales creaciones tan desemejantes, tan netamente caracte-
del período romano, cada lienzo es una rizadas, que dominan, la primera, en los
cualidad de su genio que se desemboza; cuadros hechos durante la juventud, pa-
es una nueva enseñanza adquirida; una ra las ferias de Cádiz; la segunda, en los
nueva y distinta contemplación, prove- que pintó viniendo de estudiar las colec-
chosamente libada; un nuevo tesoro des- ciones del Escorial; y la tercera, en las
cubierto, ya sea por sugestión del Perú- maravillas del tiempo de La Concepción
tino, de Masaccio o de Leonardo; pero y el San Antonio. Análoga diversidad,
iodo esto se sucede tan a boga lenta, y ofrece la obra de compositores como
*e eslabona de tan discreto y delicado Gluck, persuadido, por la plena posesión
modo, subordinándose a la unidad y la de sus fuerzas, a pasar de la molicie y
constancia de una firme y poderosa per- vaguedad de sus primeras óperas al ner-
sonalidad, que apenas hay, de uno a otro vio dramático con que expresó la abne-
cuadro, transición aparente, para quien gación de Alcestes y las melancolías de
acorra paso a paso la estupenda galería, ingenia; y aún la ofrece mayor ese pro-
que cruza en diagonal la más grande épo- . teico e inaplacable espíritu de Verdí,
Ca
- del arte; aunque sí la hay, y se mide ; transportándose, con facilidad de tau-
Por distancia inmensa, para quien, sin ! maturgo, del estilo de Hernani al del
ftterposición de tiempo, pase de ver el ! Trovador o Rigoletto; del de Rigoletto al
desposorio de la Virgen a admirar la | de Don Carlos; y que, no contento con
Escuela de Atenas, o de admirar la Es- ' imprimir, en Alda, sesgo original e ines-
pida de Atenas a extasiarse con la cul- perado al último vuelo de su madurez,
minante y portentosa Transfiguración. singulariza los destellos de su robusta
ancianidad con la nueva y sorprendente
Este linaje de progreso, igual y sosie- transformación de Ótelo y Falstaff.
g o , que cuando se trata de grandeza
ta
l produce la impresión de serenidad y De naturaleza literaria progresiva y fle-
(: e
- indefectible exactitud, de un movi- xible podría ser imagen Jorge Sand, la
miento celeste, es más frecuente acompa- Tisbe dotada del don de rejuvenecer
ñamiento o atributo de condiciones me- cuanto tocaba con su aliento, y tan reju-
ll0s
altas que el genio, A semejante pau- venecedora de sí misma, en cuanto a es-
•^obedeció el entendimiento crítico de tilo y formas de arte, como para mover1
Vl
nernam, llevado, como por declive sua- su espíritu de las febricitantes pasiones
' e y moroso, a seguir el impulso de las y la insólita complejidad del alma ele
380 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

Lelia, y el grito de rebelión de Indiana capacidad de simpatía; sea, con más fre-
y Valentina, al candor idílico de La mare cuencia, por el temor de perder los hala-
au diabte y La petiíe Fadette. Sainte- gos de la fama; sea, más comúnmente
Beuve figuraría, con justo título, a su aún, por absorción, involuntaria e insen-
lado. El imponente rimero de sus cien sible, de lo que flota en los aires, el
volúmenes contiene en sus abismos no maestro cuyo astro declina, ponga la
menos de cinco almas de escritor, suce- : frente de modo que alcance a iluminarla
diéndose y destronándose en el tiempo, el resplandor de la nueva aurora. Inte-
al modo como, en el campo donde Troya resante sería detenerse a puntualizar una
fué, halló la excavación de los arqueólo- influencia de esta especie en las obras de
gos los rastros de cinco ciudades sobre- la vejez de víctor Hugo (cuya producción
puestas, levantadas la una sobre las rui- oceánica es, por otra parte, desde sus
nas de la otra. comienzos, estupendo despliegue de cien
Constituyen superioridad estos cam- fuerzas que irradian en otros tantos di-
bios cuando radican, y se reducen a uni- ferentes sentidos de inspiración y de
dad, en un fondo personal consistente y arte); mostrando, por ejemplo, cómo la
dueño de sí mismo; no si sólo manifies- sensación ruda y violenta de la reali-
tan una fácil e indefinida adaptación, por dad, a que convergían, al declinar el pa-
ausencia de sello propio y de elección ca- sado siglo, las nuevas corrientes litera-
racterística. Ha de modificarse la obra rias, domina en la entonación de las Can-
de modo que en nada menoscabe la ente- ciones de las calle y los bosques, y có-
reza de la personalidad, sino que mues- mo cierto dejo de acritud pesimista
tre a la personalidad como reencarnán- atenúa el férvido idealismo del poeta de
dose, merced a esa aptitud de atender y las visiones humanitarias, en los finales
de adquirir, jamás colmada ni desfalleci- poemas de El Papa y El asno.
da, que, io mismo en el artista que en el La voluntad constante del artista no
sabio, es el don más precioso; el don que implica necesidad de producción ininte-
se exhala en esencia de aquellas últimas rrumpida e insaciable. Para la renova-
palabras de Gay Lussac, las más altas y ción, y el progresivo desenvolvimiento de
nobles con que se haya expresado un la obra, son, a menudo, más eficaces que
motivo para la tristeza de morir. «¡Qué una actividad sin tregua, esos intervalos
lástima de irse! Esto empezaba a ser in- de silencio y contemplación, en que el
teresante...», murmuró el sabio, aludien- artista recoge las fuerzas interiores, pre-
do a lo que se adelantaba en el mundo, parando, para cuando rasgue la crisálida
y a poco de decirlo, expiró. en que se retrae, una transfiguración de
Cuando el autor que ha acaudillado y su espíritu, que se manifestará por la
personificado cierta tendencia de pensa- obra nueva. No es éste el melancólico
miento o de arte, ganando, bajo sus ban- reposo del crepúsculo precursor de la
deras, la gloria, asiste desde su ocaso al sombra y tristeza de la noche; es el olím-
amanecer de las ideas por que se anun- pico reposo del mediodía; el enmudecí-
cia el porvenir, ocurre ordinariamente miento y quietud de los campos subyu-
que las mira con recelo y desvío, y se en- gados por la fuerza del sol, en que la an-
castilla, con más decisión que nunca, en tigüedad vio el sueño plácido y la respi-
los términos de su manera o de su doc- ración profunda de Pan, a cuya imitación
trina, llevándolas a sus extremos, como el aire mismo sosegaba su aliento y sf
si, mediante esta falsa fuerza, pudiera interrumpía el afán del trabajador rendi-
resguardarlas, Pero suele suceder tam- do a la fatiga por la labor de la ma-
bién que, sea por consciente y generosa ñana.

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 381

LXIII creadora, y quizá trunca, por la imposi-


bilidad de satisfacer su desesperado ob-
[Exceso de amor que paraliza la aptitud'} jeto, el camino de la vocación.
Todos aquellos artistas que, como Ca-
El amor religioso por un arte o una limaco, en la antigüedad; como el Tas-
ciencia puede originar, en los que le lle- so, como Flaubert, han perseguido, con
van infundido en las entrañas, extremos delirante angustia, la perfección que
de veneración supersticiosa, que repri- concebían, se han hallado sin duda, al-
men el impulso de la voluntad, mediante guna vez, al borde del mortal y defini-
el cual aquel amor se haría activo y fe- tivo desaliento. ¡Cuantas heroicas reac-
cundo; y de este modo, militan, paradó- ciones ele la voluntad; qué taumaturgia
jicamente, entre las causas que concu- evocadora del Lázaro cien veces muer-
rren al malogro de la vocación. to de desesperanza y de cansancio, no
Paralizada el alma entre la sublimidad han de ser precisas para volver, otras
de la idea que ha formado del objeto de tantas, del desmayo a que habrá innu-
su culto, y su desconfianza de sí misma, merables que sucumban! ¿No es en la
reprime con tembloroso miedo la tenta- fiebre de la perfección inasequible don-
ción de tocar el material con que se reali- de está la clave de la insensatez de aquel
za la obra. Yo tengo para mí que los viejo escultor Apolodoro, de quien la
más fíeles devotos, los más finos y des- fama cuenta que, acabado cada uno de
interesados amantes con que cuenta la sus mármoles, no demoraba un punto
Belleza en el mundo, habían de encon- en destrozarlo a golpes de martillo; y
trarse buscándolos dentro de esta legión no es ella también la que explica cómo
ignorada y tímida; la de aquellos que en la divina «obra» de Leonardo que-
llevan en lo hondo del alma, desde el al- daron para siempre inconclusas y aban-
bor de su razón hasta el ocaso de su donadas de la mano paterna, cosas que
v
ida} la predilección ternísima por un él soñó más bellas que como hubiese
ft'te que adoran en las obras de otros, podido realizarlas con el espacio y las
sin que acaso hayan osado nunca, ni aun fuerzas de una vida?,..
e
n la intimidad y el secreto, descorrer el
'-'filo que oculta los misterios de la inicia-
ron, por más que las voces interiores LXIV
Üaran, más de una vez, a su alma, que
a
W estaba su complemento y su vía. [El sueño de la perfección y la voluntad
¿Quién sabe qué escogida voluptuosi- ejecutiva. Dos linajes de artistas. «Luca,
dad, qué voluptuosidad de misticismo, se ja presto!»]
parece a la sombra de este como pudor
Jaculado y lleno de amor? ¿Quién sabe ...Y, sin embargo, ¡ay de aquel que no
^ é inefables dulzuras y delicadezas de lleva inoculado en las venas un poco de
su aroma, guarda, sólo para esas almas, este veneno estupefaciente!... En por-
^ flor de idealidad y belleza, nunca em- ción parca, él no inhibe ni hechiza, sino
pañada en ellas por la codicia de la fama que presta divino ritmo y perseverancia
111
el recelo de la gloria ajena?... a las energías indómitas. Imaginar lo
Otras veces, el supersticioso respeto perfecto, y esforzarse hasta la heroici-
(u
i e nace de exceso de amor conduce, dad por alcanzar un rayo de su lumbre,
n
° a la abstención de la obra, pero sí al pero no lisonjear este amor contempla-
filíelo de alcanzar en ella una perfec- tivo con la esperanza de la posesión,
c
'ón sublime, anhelo que detiene en el porque es amor de estrella que está en
cl
aia el franco arranque de la energía el cielo; alimentar el sueño de perfec-
382 JOSÉ ENRIQUE RODO,—-OBRAS COMPLETAS

ción, limitándolo por la experiencia y rraman, con la derecha, belleza; con la


el sentido de las propias fuerzas, para izquierda, trivialidad; acumulando, en-
saber el punto en que la tensión a que tre ambos materiales, tan desigual y
las sometemos ha agotado su virtuali- ! vasta obra como la del Tintoretto en
dad y después del cual toda porfía será pintura; en música la de Donizetti, o la
vana; y llegado este momento, acallar de Lope de Vega en poesía; pero no
a los demonios burladores y malignos siempre la mayor realización de fuer-
que, en gárrula bandada, nos bullen za está del lado de quienes más produ-
dentro de la imaginación, mofándose cen, y más considerable suma de ener-
de lo que hemos hecho y excitándonos gía consagrada al arte representa, sin
a romperlo o abandonarlo; quemar en duda, la vida de un Flaubert, recluido
tal instante las naves de la voluntad en su encierro y soledad de monje ar-
ejecutiva, y obligarse a terminar la tífice, para dejar por fruto de su es-
obra y a confesarla por propia ante fuerzo titánico unas pocas novelas, que
nuestra conciencia y ante los demás, la vida de un Lope, franqueada a todos
como se confiesa y reconoce al hijo, sin los vientos de la acción y el placer, y
mirar lo que él valga; éste es el modo arrojando al mundo, por los resquicios
como el sueño de perfección puede que acertaba a abrir entre unos amo
conciliarse con la actividad resuelta y res y unas cuchilladas, tal cantidad de
fecunda. invención que, entre veinte autores que
Pero sin ese místico sueño no se lle- se la repartiese, aún pasarían por pro'
gará jamás a la obra perenne. Si él im- digos.
pidió salir de la crisálida muchos pen- En medios inhospitalarios y prema-
samientos de Leonardo, en los que en- turos para el arte, todo género de per-
carnaron en la forma, ¡cómo la perfec- severancia de la voluntad artística es
ción soñada deja su sello y corona la costosa; lo es la que se manifiesta por
formidable lid del genio trenzado con una producción sin eclipses ni desfa-
el material indómito! ¿Y qué perfección llecimientos; lo es más aún, y toma vi-
era la que él concebía que, haciendo sos de heroísmo, la que persigue un
Vasari la historia del retrato de Gio- sueño de perfección. Pero sólo lo heroi-
conda, escribe estas palabras, capaces co tiene virtud de rehacer la realidaá
de helar la sangre en las venas de quien I que lo rodea y adaptarla a sí mismo;
las recuerde frente al cuadro, abismán- lo heroico es cosa necesaria; lo heroico
dose en aquel hondor, que no acaba,' es augusto deber en quien aspira s
de ejecución porfiadísima: «£ quattro lauros que son para héroes, Si el arte
anni penatovi lo lasció imperfetto?...» ha de venir algún día aquí donde sus-
Toda la perseverancia y fervor de la piramos por él, no será únicamente
más devota existencia de artista puede mediante el general desenvolvimiento
consumirse en dos o tres obras, tanto de la civilización y la madurez del alma-
como en muchas; y aún cabe que no colectiva; no será sin la obra anticipa
sobre el tiempo. El Mulla dies sine linea da, y exenta de vulgar recompensa, de
puede referirse a la línea que se retoca algunas almas heroicas.
o sustituye, no menos que a la entera- Hubo un pintor famoso que se llamó'
mente nueva. Junto al noble linaje de de verdadero nombre, Giordano, pero
artistas, nunca muy grande en número, a quien suele conocerse más por Liic¡<
para quien la perfección es la dulce fa presto. Encerrado, de muchacho, es
enemiga, aparecen aquellos otros fáci- el taller por su padre, que necesitad
les, inexhaustos y torrentosos; los que, trocar el arte del hijo en pan de lf
indistintamente y a manos llenas, de- casa, el pobre Giordano había de pints'-'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 383

de prisa; y apenas, cediendo él a su la cosecha de observación de cada cual,


divino instinto, una figura o un rasgo concurren a guiar la vocación que busca
!e enamoraban, moviéndole a esmero j su rumbo. Pero rara vez una asociación
y primor, la voz del padre acudía para de esfuerzos que vaya más allá de lo que
espolear la mano melindrosa. Luca, fa es de la competencia del método y la
presto!, le decía; y los que pasando escuela, y que intente participar en la
cerca del taller, oían a toda hora la generación misma de la obra, será un
consigna implacable, pusieron de nom- medio adecuado de dirigir y orientar la
bre al apremiado pintor ese Luca fa aptitud insegura.
presto que aún lo señala en la posteri- Hay, sin embargo, organizaciones per-
dad, Tierras hay donde el padre de sonales vinculadas por tan hondas co-
Giordano es un ente representativo, una rrespondencias, puestas como al unísono
personificación, un héroe epónimo; es j por afinidades tan íntimas, que no sólo
esa concertada voluntad de las cosas pueden compartir entre sí la misteriosa
que llamamos ambiente. Necesidad de acción creadora, sin sacrificio de ese quid
volver pronto a la realidad del comba- ineffabile de la personalidad, de donde
te o del trabajo, puesto que, en tales vienen el empuje y el soplo con que se
tierras, el producir de arte aun no es ; engendra una obra viva, sino, que esta
oficio, sino ocio y ensueño; subordina- acción conjunta es acaso para ellas con-
ción, otras veces, de la pluma que per- dición necesaria de todo esfuerzo eficaz.
sigue accidentalmente belleza, a las fe- La vocación es entonces como un solo
briles instancias de la pasión; falta de llamado que oyen simultáneamente dos
escuela, de método y disciplina; incom- almas y cuyo fin y propósito sólo puede
prensión de una cultura apenas des- ser desempeñado entre las dos,
bastada, para lo exquisito y perfecto; Explícanse así los casos de indisoluble
indolente lenidad de la crítica; alter- sociedad literaria o artística, que reúnen
nativas de inacción y arrebato, que, en dos personas, en una sola fama, en una
la labor del pensamiento como en cual- única personalidad, para la historia del
quier otro género de actividad, maní- i arte y la literatura; verdadera harmonía
testan la manera y el ritmo de un ca- i preestabilita; fraternidad comparable a
rácter de raza; absurdo crédito del re- ; la de los nombres mmortaimente enlaza-
pentismo; todas son influencias que ñu- i dos por la tradición en las leyendas del
yen de las condiciones de un estado so- compañerismo heroico: Hércules y Yo-
cial, y se suman en una gran voz, que laos, Patroclo y Aquiles, Teseo y Piritoo,
clama en el espíritu de aquel que tiene Pílades y Orestes, Diomedes y Estenelos.
e
& la mano un instrumento con que rea- \
-izar arte o poesía: Luca, fa presto! ! Con frecuencia la hermandad espiritual
de los colaboradores se funda en real y
positiva hermandad: los hermanos para
la labor lo son también por la sangre; y
el vínculo de la naturaleza, que da la ra-
LXV zón del afecto sin sombras, necesario
para compartir un bien tan picado de
[La colaboración. Cosas que la justifican. egoísmo y recelo como la gloria del ar-
La amistad en arte y ciencia'] tista, se manifiesta a la vez en la corres-
pondencia de espíritu que vuelve fácil y
La cooperación, el estudio en común, j espantánea la comunidad de la obra. Los
ta disciplina de una liberal autoridad, los {hermanos Boot, en la pintura flamenca
e
stímulos y simpatías de un cenáculo, i del siglo xvn; los hermanos Estrada, en
^as confidencias que reparten entre todos ¡ la pintura española del mismo siglo; los
384 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

hermanos Bach: Juan Ambrosio y Juan de Apolo, de que dejaron memoria los
Cristóbal (éstos, si no en el hecho estric- antiguos, obra de dos amigos escultores;
tamente de la colaboración, por el amor Telecles y Teodoro, que, después de con-
entrañable y la extraordinaria semejanza, venir las proporciones de la estatua, se
que comprendía desde el casi absoluto separaron; uno para Samos, otro para
parecido físico hasta la identidad del es- Efeso, a hacer el uno la mitad superior,
tilo musical); Pablo y Víctor Marguerit- y la inferior el otro; y terminadas, ajus-
te, en las letras francesas contemporá- taron y armonizaron a tal punto que un
neas, participan de la notoriedad como solo artífice no las haría más semejantes
de una herencia indivisa. Pero ¿quién no y concordes.
sentirá ya aletear en su memoria los Pero puede consistir también la virtud
nombres más gloriosos y característicos de la colaboración en que, dentro de la
en que pueda cifrarse este interesante he- fundamental unidad sin la cual sería im-
cho psicológico: Edmundo y Julio de posible la participación en el trabajo,
Goncourt, los Menechmos de la pluma, haya entre los dos espíritus que se aso-
enlazados por una candida, ternísima fra- cian cierta oportuna y dichosa variedad
ternidad, de niños que jugasen juntos, de aptitudes, poniendo cada uno de los
bajo el techo paterno, al divino juego del colaboradores aquello de que el otro t¡c
arte?... Otras veces, los hermanos artistas es capaz, y concertándose así, para I*
lo son solamente de elección; así Polido- armonía y perfección de la obra común,
ro de Caravaggio y Maturino de Floren- fuerzas que, separadas, darían sólo una
cia, que, en tiempo de Rafael, partieron criatura irregular o incompleta. De estf
la honra y el provecho de comunes cua- manera fueron pintados los cuadros rií
dros; o para citar ejemplos que todo el los Both. Juan poseía la inteligencia de:
mundo reconozca: Erckmann y Cha trian; paisaje; Andrés, la de la forma humana
Meilhac y Halévy. y mientras el uno contribuía con el fot-
Puede acontecer que las facultades de do del cuadro, el otro trazaba las figura:
ambos colaboradores sean idénticas en Interesante es ver cómo la fuerza in¿-
calidad, sin que ninguno de ellos tenga tintiva y fatal que aproxima para la labo-'
condición que al otro falte; la eficacia a dos espíritus que se reconocen con'-
de la colaboración se explica entonces plementarios puede alternar, en ocasic
por la mayor concurrencia de fuerzas nes, con la enemistad, y aun con la en-
homogéneas, en el acto de producir; por vidia, que los aparta y encona mientra
la mayor suma e intensidad de energía dan tregua al trabajo, y los deja que ;•
aplicada a la obra. Tal fué el caso de los unan otra vez, para la ejecución de -:
Goncourt, que, escribiendo separadamen- obra que ha de moverlos a nuevos ceK-
te una página sobre el mismo asunto, y disputas. Así me represento yo a Agi¡í
apenas advertían más que accidentales tín y Aníbal Carracci, sobre el fondo, li-
diferencias cuando comparaban ambas tad primitivo, mitad refinado, de aquc
versiones, de modo que, rectificándolas lia vida pintoresca y dramática que fr
la una por la otra, obtenían la expresión cían ios artistas en la Italia del siglo x^
más exacta, enérgica y bruñida, de una así los pinto en la imaginación: peleado
única idea. Muerto Julio, Edmundo per- siempre; peleados desde las faldas de 1-
sistió en la producción, y sus escritos madre, como Jacob y Esaú desde el vie-'
unipersonales no se distinguen, por nin- i tre de Rebeca; ardiendo en sordos re-
guna excelencia ni defecto esencial, de j cores y en bajas envidias; y, sin embai'E1
los que compuso en compañía del prime- de esto, buscándose después de cada ePc
ro, Son ios libros de los Goncourt como I jo, por necesidad irresistible, ya para P;
la realización literaria de aquella estatua I dirse inspiración o juicio, ya para ap:

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OBRA ORIGINAL—5: MOTIVOS DE PROTEO 385

car sus pinceles a una obra común, como episodios de la historia de las ideas du-
las famosas pinturas de la galería de Far- rante el pasado siglo.
nesio. Tanto más eficaces y fructuosos suelen
Si la colaboración constante es hecho ser estos vínculos espirituales cuanto
relativamente extx~aordinario, la amistad | más desemejanza hay entre las aptitudes
radicada en el campo del arte o de la ¡ y afecciones de los unidos por ellos,
ciencia, y manifestándose en esa comen- siempre que tales diferencias puedan re-
saiía intelectual de dos espíritus que, sin ducirse a una concordia y unidad supe-
llegar a la colaboración, por lo menos rior en el definitivo objeto a que tras-
como procedimiento habitual y persisten- cienda la actividad de uno y otro. Goe-
te, cambian entre sí influencias, estímu- the lo expresó, refiriéndose a su amistad
los y sugestiones, de manera fecunda pa- con Schiller, cuando dijo que la eficacia
ra ellos y para la disciplina que cultivan, de su unión consistía en que, siendo am-
se reproduce en todo tiempo y lugar. bos de muy contraría naturaleza, ten-
Esta amistad predestinada suscita en uno dían a un fin único. Y esta famosa amis-
de ambos amigos, por la estimuladora ¡ tad de Schiller y Goethe es, en verdad,
virtud del ejemplo, el primer impulso de como ninguna, patente ejemplo de ello.
la vocación; o bien, reforma y equilibra, ! Dotados, por su natural organización, de
ya por recíproco, ya por solo unilateral i las facultades e inclinaciones más dis-
influjo, la índole de la producción de ¡ tintas, dentro de la identidad de un mis-
arabos o de uno de ellos; o bien, final- ¡ mo arte y de una misma excelsa aspira-
mente, los enlaza en una misma acción i ción de cultura y de raza; apasionado el
v
un único propósito, a que cada uno ¡ uno, olímpico el otro; idealista el íma-
contribuye con obras personales, y quizá ginador del Don Carlos, realista el del
disímiles de las del otro por sus carac- Guillermo Meister; demócrata el glorifi-
teres, pero que convergen y se aunan cador de la Revolución, aristocrático el
c
on ellas en el blanco de su puntería. consejero de Carlos Augusto; Kantiano el
Así, reveladora de su vocación fué para autor de las Cartas estéticas, panteísta el
Wordsworth la amistad de Coleridge; y lector de Spinoza, empiezan por mirarse
c
entro de inspiración y fuente de doctri- con recelo y desvío; y cuando, venciendo
na, fué para el mismo Coleridge la amis- estas resistencias, se aproximan a fin de
ted de Southey, como para Foseólo la de conocerse mejor, la amistad que llega a
Alfieri. Una amistad gloriosa, en el fin vincularlos es para cada uno de ellos la
c
°n que confederó las fuerzas autónomas más adecuada y fecunda iniciación en
^e ambos amigos, es la que unió a Bos- que hubiera podido retemplar su pensa-
c
3fl y Garcilaso, y dio por fruto la for- miento y su carácter; y cada uno es a la
nia
típica y capaz del Renacimiento lite- vez maestro y discípulo; y entre ambos
ra
rio español. edifican para la posteridad el arca de
esta alianza, en sus campañas de Las Ho-
La investigación científica ofrece terre- ras y en la coraboración de Los Xenios;
n
° tan ptopicio como el arte a esta su- hasta que, muerto Schiller, su memoria
gestión de la amistad. Geoffroy de Saint- sigue velando, como un numen, sobre
yilaire descubre el genio de Cuvier, y Goethe, que la consagra en sublime can-
desde ese punto sus esfuerzos marchan to de alabanza y la relaciona con todo
Por cierto tiempo unidos, y aun llegan cuanto luego piensa y produce.
a
confundirse en la colaboración de al-
tünas memorias, para apartarse luego, Otro alto ejemplo de espíritus antagó-
adiendo a la originalidad de cada uno, nicos y complementarios, dichosamente
• amatar en ia polémica célebre que unidos para una grande obra ideal, es el
instituye uno de los más memorables de Lutero v Melanchthon. La fuerza ve-
i;
°I)0.._]3
386 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS

hemente y arrebatada de Lutero necesi- literaria, esta virtud se manifiesta y pone


taba tener junto a sí la virtud simpática, en obra, no simultáneamente con aque-
la gracia persuasiva, la reflexión mode- llos dones, sino después que ellos han
radora, que a éí no le fueron concedidas. ¡ completado la órbita de su actividad.
Halló a Melanchthon; y esos dos espíri- j Tal sucesión de aptitudes vese, particu-
tus se unieron por un lazo tan indestruc- ! larmente, en la vida de los grandes his-
tibie como los que anuda la atracción de ¡ toriadores. El historiador insigne suele
los orbes. Fueron como las dos alas de j ser un hombre de acción que, doblando
un arcángel. Fueron, mejor, cómodas dos j la cúspide de la existencia, se consagra a
ruedas de un molino: la voladora en per- i acuñar su ciencia del mundo en el tro-
petua exhalación, y la solera quieta y ! quel de una superioridad literaria que
segura, que era menester juntar para i solo entonces descubre, o sólo entonces
moler e! grano con que se amasaría el | cultiva como ella merece. Fácil sería in-
nuevo pan de las almas. ¡ dicar ejemplos de ello en los historiado-
res clásicos: ya Tucídides, que no da
vado a su vocación de narrador sino
• LXVI ¡ cuando la pérdida de Anfípolis señala el
término de su vida pública; ya Tácito,
{Paso de una vocación a otra. De la Ique toma el punzón y las tablillas de
acción o, la contemplación; los grandes \ Clío después de quitarse de ios hombro?
historiadores. De, la contemplación a la \ la toga consular, bajo el despotismo de
acción] i Domiciano; ya Polibio, que emplea en es-
cribir su Historia la proscripción a que
Interesante objeto de estudio sería el ; le reduce Paulo Emilio. Tras la ruina de
del paso de una vocación a otra: hecho \ la cultura intelectual, la narración histó-
para el que no son obstáculo forzoso, ni , rica renace, en Occidente, en brazos ¿e
la aptitud probada en la primera, ni ía ; la experiencia política. Cuando los godos
honra y el provecho en ella alcanzados, í de Vitiges caen vencidos por las armas de
ni el imperio con que un cierto género i Beíisario, Casiodoro, que, como hombre
de actividad tiende a fijar asociaciones y ; de gobierno, no ha logrado evitar la rui-
costumbres, cuando se le ha ejercido lar- na de aquel imperio efímero, se retira al
go tiempo. Y no falta ocasión en que ¡ convento de Viviers, y entre otras labo-
este trueque de actividades viene como ; res de su pensamiento, acomete ía de na-
por desenvolvimiento natural, y en que ' rrar los hechos de los reyes de quienes
la nueva vocación parece que nace de las i ha sido, durante medio siglo, inspirador
entrañas de ía otra, o que maneja y be- i Veteranos de ¡a acción política y guerre-
neficia riquezas que ésta ha acumulado. ! ra fueron muchos de los cronistas Que
El tránsito de Marta a María, de la preceden a la reencarnación de la gi'al1'
vida de acción a la de completación, es ¡ de historia clásica. Joinville había aci*e'
cambio frecuente en el declinar de la i centado con la recompensa de sus ha&
existencia que empezó consagrada a las ; ñas, como conmilitón de San Luis, i&b
artes de la voluntad; aun dejando de j tierras patrimoniales donde, en el repo-
lado los casos de interrupción frustránea j so de sus últimos días, se contrajo a *e'
o prematura de la aptitud primera, a ferir sus recuerdos, con el épico y del'
que ya me referí cuando hablé del niño cioso candor de su crónica. Cuando do'
que jugaba con la copa de cristal. En Juan II de Castilla aparta de su confia11'
mucha parte de los espíritus dotados a ¡ za a aquel hidalgo de ía sangre, del c3
la vez del ánimo heroico, o el don de rácter y del estilo, que se llamó Fenií'
gobierno, y de la virtud de la expresión | Pérez de Guzmán, el antiguo pri v a t l

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 387

compone, recluido en su señorío de Ba- una vida de acción, por los voluptuosos
tres, la más rica y penetrante prosa his- o melancólicos estímulos del ocio y el
tórica del siglo xv, Esta observación re- recuerdo: tal vez se reveló en Silio Itáli-
sultaría confirmada si se la probase en co entre los mármoles de su retiro de
los historiadores del Renacimiento. Guic- Parténope. Y el interés de la especulación
ciardini vuelve los ojos al tiempo pasado filosófica, despertando en la. mente, como
mientras reposa, en su Tusculum de incitativo dejo del mundo, luego de una
Aratri, de los afanes del gobierno y de juventud, y parte de una madurez, con-
la guerra; Hurtado de Mendoza, cuando sagradas a la carrera de las armas y a la
la ingratitud y suspicacia de Felipe II pasión de los negocios públicos, realízase
le retraen a su solar de Granada, después i en la vida de Destutt de Tracy.
de gloriosísima vida de diplomático y ¡ Fué teoría de Saint-Simón, no el in-
político; Brantóme, hallándose de vuelta i signe autor de las Memorias, sino el uto-
en sus dominios de Dordoña, tras largas pista, que las doctrinas del pensador que
aventuras de soldado y prolija experien- aspirara a innovar en punto a ideas rao-
cia de la corte; don Francisco de Meló, rales y sociales no habían de concretarse
el Tácito portugués, cuando su desvali- y propagarse nunca sino en la vejez, vi-
miento y prisión le obligan a trocar por niendo precedidas de un dilatado perío-
los libros su espada de las campañas de do de acción, varia y enérgica, que diese
Flandes y Cataluña. Más adelante, el des- lugar al conocimiento directo de las rea-
engaño y sosiego de Saint-Simón, al cabo lidades más distintas y veladas; período
del porfiado maquinar con que consa- j experimental, en que proveyera el espíri-
gró su vida a un pensamiento de vindicta tu sus trojes para el retiro dei invierno.
aristocrática, valdrían para la posteri-1 El mismo ajustó su existencia, de tan
ridad las pinceladas soberbias de las \ extrañas aventuras, a esta idea del per-
Memorias, El historiador que sólo sabe ! fecto reformador; o acaso ajustó la idea,
del mundo por los papeles que quita del ¡ a posteriori, al carácter que su existen-
Polvo de los archivos es especie que j cia tuvo por necesidad; pero hay en ello,
abunda más desde tiempos más cerca- de todos modos, un fondo exacto y dis-
dos; pero aún son numerosos, entre los creto, que corrobora cuan lógica y opor-
del último siglo; los que proceden del j tuna transformación puede ser la de un
c
ampo de la acción: llámense Grote, que j modo de vida en que desempeña princi-
ír
ueca, al término de su juventud, las j pal papel la voluntad, en otro que dé
tarrascas del Parlamento por la serena • preferencia al pensamiento.
contemplación de las cosas pasadas; llá-1
if
iense Guizot, cuya labor histórica, in~ El tránsito contrario, de la ciencia o
irrumpida durante veinte años de ilus- el arte a la vida de acción, es hecho que
tr
e acción política, entra en definitiva' se reproduce, a menudo, cuando a lar-
y fecunda actividad después que el des- gos periodos de paz suceden grandes sa-
peñamiento de Luis Felipe aparta a su cudimientos revolucionarios o guerre-
Mentor de participar en la historia ac- ros. Naturalezas esencialmente activas, a
tual y viva; llámense Niebuhr, que deja quienes la quietud dei ambiente mantie-
^ embajada de Roma y se recluye, por ne ignorantes de su radical vocación o
^ resto de sus días, en el uníversita- sin modo de satisfacerla, permanecen
L
10 ar
tó)iente de Bonn, para dar cima a i vinculadas hasta entonces a otra, quizá
^ a de su juventud con la obra mag- abonada por muy positiva aptitud, pero
la lc e
4 a
que dura vinculado su nombre. menos profunda y congenial que la que
- - inspiración poética es también, al- aguarda silenciosa su tiempo, La volun-
3

úa vez, flor que se abre en el ocaso de tad heroica se destaca tal vez, en esas
horas supremas, por brazo sólo habitúa-
388 JOSB ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

do a manejar una pluma, un compás, un que constituye la ciencia de los cuerpos


pincel o un escalpelo. La tradición de las celestes. Aquí sitió el pie firme de quien
guerras de la Edad Media, en la Italia de toca en su más honda y radical aptitud;
güelfos y gibelinos, guardó el nombre del y desde ese instante, dejó la música que
médico Juan de Prócida, que, ya famoso se traduce en sonidos, por aquella otra,
como tal, siente un día rebosar de su pe- inefable y altísima, que percibía en la
cho los agravios de sus paisanos de Sici- contemplación de los cielos el filósofo de
lia contra la conquista francesa, y va de Samos.
corte en corte buscando príncipe venga- Del mismo campo de la música había
dor, y alienta el odio y la esperanza en llegado a la ciencia médica el gran Razí,
el corazón de los suyos, hasta que apa- lumbrera del saber arábigo. La fama con-
rece como personificación arrogante del quistada por Morse en cuanto pintor era
desquite, iluminado por la siniestra luz merecida y grande, cuando vislumbró
de las trágicas Vísperas. Cuando el hura- una senda aún más en relación con sus
cán revolucionario hace desbordarse a facultades propias, y tomando por ella,
Francia sobre Europa, sus ráfagas arran- llegó a la invención del telégrafo, gloria
can a Kléber de pacíficas tareas de ar- ; que ofusca el recuerdo de sus obras de
quitecto para levantarle, en el término de artista en la memoria de la posteridad-
pocos años, a vencedor de Heliópolis y De la pintura procedieron también, para
reconquistador del Egipto; y penetrando i la ciencia, Pirrón, el pensador escéptico;
en el estudio donde Gouvion ele Saint- I Delalande, el naturalista; Lahire, el mate-
Cyr adiestra su mano de pintor, le mué- j mático; Fulton, el inventor. El tránsito
ven a tomar en ella la espada que ha de j de la aplicación literaria a la científica
valer, en un cercano futuro, el bastón de j presenta nombres tan ilustres como el de
mariscal del Imperio, i Cabanís y el de Claudio Bernard, que as-
piraron, con vehemente vocación, el uno
a la fama de poeta y humanista, el otro
LXVII a la de autor dramático, antes de echar
raíces en las ciencias biológicas; el de
[Del arte a la ciencia; de la ciencia al Mascheroni, poeta llegado a una discreta
arte ; del arte a las letras; de un arte madurez, primero que insigne matemáti-
a otra; de la producción a la crítica; de co; el de Raynouard, dramaturgo mien-
la ciencia a la je religiosa'] tras no convirtió su atención a la fi-
lología; y desde luego, sería éste caso
Pasar de los dominios de un arte a los abundantísimo si hubieran de tomarse
de una ciencia es otra variedad de voca- en el concepto de una vocación provisio-
ciones que se sustituyen. Hay veces en nal las someras e impacientes manifesta-
que esta transición se verifica de modo ciones de la actividad de un espíritu en
que es posible seguir los pasos gradua- los albores de la adolescencia. Grande es
el hechizo que vinculas, ¡oh belleza que
dos con que a una actividad ha sustituí- te representas por palabras!, y apenas
do otra. Músico era Herschell, y en la hay privilegiado entendimiento que no te
vía de esta vocación heredada (porque haya ofrecido su primer amor.
era, además, hijo y hermano de músicos),
quiso tener puntual conocimiento de su Menos frecuente la transición recípro-
arte, y dióse a profundizar la teoría de la ca, de la ciencia al arte, no deja de evo-
armonía. El estudio de la armonía atra- car en el recuerdo algunos nombres fa-
jo su atención a las matemáticas puras,, mosos. Del laboratorio donde Rebet
y éstas le pusieron en e] camino de aque- estudiaba la aplicación de las ciencias
lla aplicación de los números y ¡as líneas experimentales a la utilidad industrial'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 389
le apartó la voz que le llevó para siempre i cuando prefirió buscarlo de otro género
al arte de la música. Perrault era médico en el juicio de las obras ajenas. En cam-
eminente, cuando un Vitruvio que cayó | bio, Delacroix dio sus primeros pasos,
en sus manos le tentó a nueva vocación, en el arte que había de ilustrar con sus
y Perrault fué el gran arquitecto del si- pinceles, escribiendo de crítica pictórica.
glo de Luis XIV sin que diese al olvido la Causa no infrecuente de transforma-
aptitud primera, pero relegándola a se- ción espiritual es la que influye en el
gundo término en su atención y en su hombre de ciencia que, ya porque se
gloria. desespere o decepcione ante los límites
Una sobreviniente vocación literaria ha fatales y la morosa adquisición de la
apartado del arte a espíritus como el de verdad accesible a los recursos del cono-
Thackeray, el de Gautier, el de Meilhac: cimiento positivo; ya porque una ocasión
iodos ellos habituados al lápiz o el pin- sentimental de su vida le lleva delante
cel antes que a la pluma. El pasaje de de la Esfinge que nos interroga sobre el
una a otra de las artes plásticas, presen- misterio de donde venimos y el misterio
ta ejemplos numerosos. Así, Brunelleschi, adonde vamos, suelta un día los instru-
escultor en sus comienzos, más tarde mentos de su labor y se lanza tras la
arquitecto ilustre; caso que reproduce idea de la verdad absoluta, bajo la inspi-
luego Paladio; Bramante, que de pintor ración de un misticismo o cíe una fe:
pasó a arquitecto; el Guirlanda jo, en conversión casi siempre temeraria, de-
quien el hábil orífice precedió al eximio lirante y baldía; pero alguna vez, subli-
pintor, como, en Verocchio, al estatua- me. Sublime es, desde luego, en Pascal,
fio el orífice; Blanchet, consagrado a des- el portentoso geómetra, que, antes de sa-
castar el mármol antes que a colorear lir de la infancia, sin libros ni maestros,
,;
a tela: tránsito opuesto al de nuestro obtiene por propia y personal abstrac-
contemporáneo Bartholdi, cuyo numen ción toda la ciencia de Euclides, y la
anunció al amor de la pintura para des- desenvuelve y aplica en su joventud,
posarse con la estatua. Otra especie de dando plena manifestación de uno de los
Polución se verifica en el espíritu que, más altos entendimientos científicos que
filtro de los términos de una misma hayan morado en cabeza de hombre; has-
31
'te, de productivo pasa a crítico. Quizá ta que la palabra de Jansenio, y el acci-
110
hay, en literatura, ejemplo de intelec- dente que puso en peligro su vida pasan-
to crítico superior que no haya llegado do el puente de Neuilly, le hieren en el
a
su defintiva vocación de tal por la vía centro del alma con la obsesión del mis-
^ esta transición; aunque, en infinitos terio infinito, y ya no aparta el pensa-
Cas
os, la facultad productora persista miento de este género de meditación, re-
c es
' Pués de ella, si bien cediendo el pri- solviéndose en ella con tal angustia de
lne
r lugar a las de análisis y juicio. Me- nostalgia, con tales estremecimientos de
l0s
' común en las artes plásticas que en pavor, con tal melancolía de desesperan-
a
de la palabra, porque el crítico es ge- za, con tal unción de ruego, que nunca
ricamente un escritor, tal derivación más la elocuencia humana ha hallado
° e la aptitud artística se da, sin embar- términos con que expresar cosa parecida.
re1' en casos como el de Ceán Bermúdez,
^Ue, después de ceder, en su juventud, A menor precio, sin duda, vendió su
™- anch'ío del Correggio, consagró defini-vocación de hombre de ciencia Sweden-
Wamente su atención a la teoría y la borg. Su aptitud, en la observación de la
n
istQria ele la belleza que había soñado naturaleza, era de orden soberano, y al-
Jeaiizar. y e j c | e Deiécluze, a quien ya canzaba, en más de una disciplina, a la
" ctúla sonreído el renombre del pintor originalidad y la invención, cuando el
fantasma de una verdad revelada que se
390 SOSE ENÍRiQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

le pone ante los ojos de la mente le ex- ¡ LXVIÍI


travía de su camino, para envolverte, por .
todo el resto de su vida, en las nieblas i [Desdén o desamor por la aptitud que se
teoso (leas de aquella Nueva Jerusaíén j tiene. Desproporción entre la vocación y
que aún tiene adeptos en el mundo. De \ la aptitud']
semejante modo, Stenon, el gran anato-
mista danés, cuyo -nombre vive vinculado El abandono de cierto modo de acti-
ai. del canal de lan glándulas parótidas, vidad, que corresponda a verdadera y
deja interrumpidas, en plena madurez : natural disposición, nace, frecuentemen-
de su espíritu, sus fecundas investigado- , te, de que la aptitud no estuvo nunca
nes, no para predicar nueva fe, como j acompañada y servida de una vocación
Swedenborg, pero para abrazarse y con- tan enérgica y leal como la mereciera.
sagrarse absolutamente a la antigua. j No es peregrino caso el de que aquel
Aún más a menudo quizá, alcanza esta • que posee una habilidad superior y tiene
influencia engañadora a las almas que ¡ conciencia de ello, lejos de estimarla y
han perseguido un sueño de belleza. El i honrarla, grato a la dádiva de la Natu-
Bottieceili, a quien aleja del arte la pa- raleza, pague esta dádiva con indiferencia
labra de fuego de Savonarola; Teodoro ¡ y desamor.
Kamphuizen, arrebatado fuera de su ta- Aun en los que desenvuelven y ejerci-
ller de pintor por los entusiasmos teo- tan consecuentemente su aptitud real,
lógicos de su siglo, son ejemplos de ello. suele el aprecio que hacen de sus dones
Pero la cautividad a que condena las fa- ser poco más que nulo, y estar muy por
cultades del artista seducción de lo bajo del que consagran a otra aptitud
sobrenatural no llega, afortunadamente, ' inferior de que son dueños, o a una que,
en muchos casos, a anular del todo 3a : ilusoriamente, piensan poseer. Es fama
aptitud, sino que la deja subsistir como ' que en Stendhal la mediana estima que
vocación subordinada, concretándola y | tuvo por su tardía y negligente vocación
ciñendola al objeto en que pueda servir I literaria contrastaba con la vehemencia
a la nueva vocación que le ha quitado i de sus sueños y nostalgias de hombre de
preeminencia. Tal es el caso de fray Bar- i acción, fascinado por la deslumbradora
tolomeo de San Marco, de quien cuenta i personalidad de Bonaparte. Igual displi-
Vasari que, al tomar los hábitos de re- ' cente non curanza del propio nombre li-
ligioso, quiso dejar la pintura, pero lue- terario profesaba, o pretendía profesar.
go volvió a ella como a un instrumento Horacio Walpole, que reservaba las com-
de piedad, limitándose a fijar en el lien- j placencias de su vanidad para sus super-
zo imágenes sagradas. Ni es otro el mo- ¡ ficiales condiciones de político y de hom-
derno caso de Tolstoi, que, cuando rea- ! bre de mundo. La posteridad, que recono-
liza su conversión a un misticismo evam j ce y honra, en la memoria de Priestley
gélico, abandona y desconoce su grande i al ilustre experimentador, no sospechan?
obra de novelador artista, pero mantiene j que esta aptitud apenas fué en él sinc
la pluma, como medio de propaganda y j afición para las horas de ocio, y que 1<;
edificación, permitiendo de esta manera ; mayor vehemencia de su vocación, y &
que el espontáneo arranque de su genio | perseverante actividad, se consumiera
dé razón de sí en rasgos de tanto más en disputas teológicas, que no han deja-
eficaz cuanto más impremeditada be- do más huella que el humo. Levantándo-
lleza. nos más alto, ¿no es el Discurso de ¡ü-
armas y las letras un indicio de que e>
la predilección y el respeto de Cervantf-"
ocupaba el primer lugar, no la vocacic1'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 391

de la fantasía novelesca (aunque también más insignificante afección por el mundo


le consagrara amor, y orgullo), sino, aque- de criaturas ideales a que ha dado vida
lla otra, nunca llegada a completo desen- y gloria perennes: es rareza que sugiere
volvimiento, que le movió en la juventud la idea de un cambio de personalidad,
a perseguir la gloria militar, hasta caer como el del magnetizado que, vuelto a su
cautivo después de dejar la mano com- ser autonómico, no guarda impresión ni
pañera de la que; había de escribir el Qui- recuerdo de lo que dijo o hizo mientras
jote, peleando en la más alta ocasión que lo embargaba una voluntad ajena, que en
vieron los siglos pasados, y los presentes, este caso referiríamos a influjo sobrena-
ni esperan ver los venideros? tural: a la obsesión de un numen. En
La desestima inocente y candorosa por presencia de tal desamor, no es presun-
un don superior que se tiene, como de ción absurda la de que, si el bienestar
parvulillo que juega con un diamante que conquistó duramente, hubiera venido
que se ha encontrado en el suelo, vese en a Shakespeare más temprano y por he-
fray Luis de León, que jamás abrigó el rencia o azar que excusasen su esfuerzo,
pensamiento de dar a conocer los versos la facultad monstruosa que había en él
que compuso, y que, cuando en la vejez, hubiera quedado estática y en la sombra.
y a instancias de un amigo, los copia en El desdén de la fama es cosa fácil de
un cuaderno, pone delante las famosas concebir, y aun puede tenérsele por flor
palabras: «Se me cayeron, como de en- de sabiduría y de exquisita y noble supe-
tre las manos, estas obrillas...» Pero no rioridad; pero lo que parece salir fuera
cabe ejemplo tal de desproporción entre de las leyes de la naturaleza es la ausen-
la magnitud soberana de la facultad y la cia, o el estancamiento prematuro, en fa-
desdeñosa indiferencia de la vocación, .' cultad de tal energía y dotada de los me-
como el ejemplo de Shakespeare. Ese dios de manifestarse, del estímulo de la
íiiuchacho turbulento, hijo pródigo de fa- producción por la producción misma:
milia burguesa; inaplacable corredor de por la necesidad de desenvolver y reali-
aventuras; casado antes de tiempo por zar la propia fuerza: con natural impulso
aparar la honra de una mujer de más de la vocación, que ha bastado para sos-
años que él; gran bebedor; cazador furti- tener en el solitario embeleso de la obra
r
o; que llega a escribir para el teatro por a espíritus que nunca conocieron en eí
agestión de su oficio fortuito de cómico mundo el halago del renombre ni de la
(
fe baja estofa, produciendo, con absoluto ¡ ajena comprensión: sabios como Copér-
desgaire y despreocupación del arte y la nico; poetas como Andrés Chémer y co-
ia
ma, maravillas de cuyos quilates, cier- ¡ mo Bécquer; pensadores como el delica-
teniente, nunca tuvo sospecha; y que lúe- j do y hondo Joubert.
§°, apenas logra redondear algunos bie- ¡ El general menosprecio en que la con-
,;1
es de fortuna, se retira, en plena fuer- i cepción ascética de la vida confundió to-
Za
de edad, a la aldea, como cualquier ¡ dos los bienes y superioridades de la tie-
^rnbre vulgar que asienta el seso des- i rra ha sacrificado, sin duda, durante
^ués de pasado el hervor de la juventud; • muchas generaciones humanas, tesoros
~''_en la aldea lleva vida de juicioso pro- ¡ cuantiosísimos de genio, de habilidad, de
Pietario, ejerciendo cargos comunales, i energía, reprimidos en lo interior del al-
^ministrando su peculio y prestando di- ¡ ma por los mismos que los poseyeron,
jiet'o a logro; sin que nunca más muestre i juzgándolos vanidad, pérfido señuelo del
'3 menor veleidad ele invención poética; ' mundo, tentación de frialdad y aparta-
ni £
3 más mínimo interés por la suerte de ¡ miento respecto de la única idea que con-
^'•s obras, dispersas y a pique de perder- : sideraban digna de amor. A veces, lo que
~e en abandonados manuscritos; ni la ] el asceta de genio sacrifica no es, por
392 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

fortuna, ia aptitud, sino sólo la gloría guna vez hasta el odio? ¿Será posible que
que nace de ella, condenando a eterno ol- el desvío para con el don superior que
vido el propio nombre, pero salvando pa- recibimos de la naturaleza, llegue hasta
ra la humanidad el rédito de su genio, si- el aborrecimiento del don y el arrebato
quiera lo manifieste únicamente como iracundo contra él?... ¿Por qué no, cuan-
medio subordinado a la idea que le tiene do el instinto de la aptitud se alza y rebe-
en sonambulismo. Los artistas de mara- la contra la condena injusta: cuando la
villosa inspiración, que, salidos de los necesidad, el prurito irrefrenable, de ex-
claustros de la Edad Media, guiaron a pansión, que suele estar en la esencia de
las muchedumbres a levantar, en formas las aptitudes grandes, lucha contra eí
sublimes, las piedras arrancadas para en- desesperado esfuerzo que hace la volun-
carnación de ía fe, y los maestros orga- tad por domeñarlo y reprimirlo?...
neros que animaron con aladas voces
la cavidad de las imponentes catedrales,
opusieron a la inmortalidad de sus obras
la eterna oscuridad de sus personas. El LXÍ X
autor de la admirable Imitación escri-
be en una de sus páginas: «Haz, Señor, [Vestigio de una primera vocación en
que mi nombre quede ignorado para otra que la sustituye]
siempre»; y cumpliéndose la aspiración
de su humildad, ésta es la hora en que el Una primera vocación que desaparece
mundo no sabe con certeza su nombre. ; ya porque se extenúa en el alma el im-
Pero el mismo sentimiento que movía en pulso espontáneo de que nacía, ya por-
él ese ruego, ha conducido, sin duda, ve- que la fatalidad exterior opone a su de-
ces infinitas, no a la abnegación de la : senvolvimiento obstáculos que la fuenan
fama únicamente, sino a ía represión y j a ceder su plaza a otra, suele manifestar-
el sacrificio de la propia aptitud. Un día, ; se veladamente en el carácter de esta
el santo de Asís se ensaya, por distrac- i que la sigue y prevalece sobre ella.
ción, en esculpir una copa, y descubre No ha muerto, en realidad, la primera
una habilidad, no sospechada, de su es- I vocación, en la que naturaleza puso acá-
píritu. La copa se modela gallardamente; ' so su voz más íntima y pura: sólo está
el cincel realiza primores; pero la volun- i soterrada y contenida en lo hondo del
tad del santo, celosa de todo género de ' alma; y desde allí, logra vengarse del des-
ocupación que pueda ser incentivo de conocimiento y olvido a que se la conde-
vanidad, se apresura a hacerle soltar de ; nó, o de la suerte cruel que torció, malo-
la mano el instrumento que le ha dado "•. grando la aptitud, el cauce de la vida: se
conciencia de su genio de artífice. Estas i venga de ellos penetrando de su esencia
inhibiciones del fervor religioso pueden y tiñendo con sus reflejos las obras de !?•
producirse también como obra, ya de nueva vocación que la sustituye.
una filosofía, de una organización social, j Así, en Ignacio de Loyola, la institución
de una preocupación flotante en el am- del fundador que se desviste la armadu-
biente, que pugnen con ciertas formas de i ra para ceñirse los hábitos, muestra, ei"¡
actividad; ya de una pasión o un interés ! su índole y carácter, temple de milicia'
muy vivos, a cuyo paso se interponga, o j Así, en aquellos escritores cuya inclina-
para cuyo logro quite tiempo, e] ejerci- ción literaria no se ha pronunciado sin°
cio de una aptitud que se tiene y que, después de una tendencia, más o menos
por tal manera, llega a ser objeto de duradera y activa, a la profesión de otil-
desestima y olvido. arte, suele ésta poner de relieve la p e r
¿Podrá esta falta de amor exaltarse al- I sistencia de su espíritu, en los procedí-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 393
mientos y costumbres de la pluma. Tal cuentre ante sí obstáculo de los que obli-
es el caso de Gautier, pintor de vocación gan al ánimo varonil y juicioso, el pro-
vehementísima en su adolescencia, pintor gresivo desenvolvimiento del espíritu de-
no resignado nunca al abandono que hizo be continuarse siempre en torno de ella;
de su arte por el de escritor, en que lue- diversificándola, mejorándola, extendién-
go fijó para siempre su personalidad; y dola; complementándola, si cabe, con
cuya literatura es una perpetua reproduc- nuevas, diferentes aptitudes; pero sin
ción del mundo sensible: pinacoteca quitarle la predilección y preeminencia,
enorme y varia, en que resplandecen toda legitimadas por su prioridad, que hace
la luz, todo el color, todas las formas ar- de ella como el eje, en justo equilibrio,
moniosas, que hubiera podido realizar a cuyo alrededor se han ordenado las
con el pincel más peregrino. Idéntica disposiciones y costumbres íntimas del
transformación se manifiesta en Edmun- alma.
do y Julio de Goncourt, pintores también El cambio voluntario en la preferente
antes de plantar su tienda en la novela; aplicación de la vida; el cambio para el
y luego, como escritores, maestros en la que no obra fuerza de la necesidad, ni
descripción intensa y animada hasta pro- transformación natural y evolutiva de
ducir la ilusión de cosa vista; y en el i di- | una vocación en otra, ni conciencia se-
lico Tópffer, cuyas incomparables des- j gura del superior valer de la nueva apti-
cripciones de la naturaleza son un glo- i tud descubierta, o de su oportunidad ma-
rioso esfuerzo para obtener por la virtua- i yor, suele ser forma de engaño y vanidad
lidad de la palabra lo que la prohibición ¡ contra la que importa prevenirse. Todos
paterna le apartó, desde su infancia, de j los motivos de error que conspiran a
obtener por medio del color. alentar mentidas vocaciones, antes de de-
Fácil sería citar muchos ejemplos se- jar espacio para que salga a luz la verda-
mejantes; casos todos de una facultad dera, tienen también poder con que des-
superior que, no pudiendo manifestarse viar a ésta de su curso y sustituirla sin
en su forma natural y espontánea, resul- razón ni ventaja. Pero, además, el bien
te bajo la apariencia de una aplicación de la gloria no se diferencia de los otros
extraña a su objeto. En general, si se bienes humanos en que esté exento de
conociera menudamente la historia psi- esa herrumbre de la saciedad y del has-
cológica de todos aquellos artistas cuyo tío. La posesión de un género de gloria
estilo y manera se caracterizan por algu- engendra acaso saciedad, y despierta el,
na singularidad que se relacione con la i anhelo de tocarlo por otro de prestigio
transposición de los procedimientos de ignorado y tentador. Agregúese que es
un arte al campo de otra arte, yo creo sentimiento frecuente en los que descue-
que se habría de encontrar casi constan- ; lian en la cumbre la nostalgia del esfuer-
temente, para ello, la clave de una pri- |zo y la lucha, apetecidos quizá por el
mera vocación truncada y sustituida. triunfador con tan vehemente deseo co-
mo el que cifró en la posesión del bien,
• cuando aún no lo gozaba. El principiante
LXX que envidia la paz, duramente conquis-
i tada, del maestro, ignora que el maestro
[Riesgos y engaños en el cambio de envidia tal vez, con intensidad igual, la
vocación] emoción de sus dulces ansias y las alter-
nativas de su ambición inquieta. Únanse
Mientras la vocación que se ha adop- estas causas de error a las mismas que
tado en un principio abone con sus obras obran para mover, desde un principio,
*a existencia real de la aptitud y no en- falsas vocaciones: el halago de la pros-
394 J O SE ENRIQUE • R O DO .—O BRAS CO M FLETAS

peridad material, la codicia del vulgar un día su atención' a las matemáticas; y


aplauso, la imitación fascinada e incon- durante algún tiempo se inclina a culti-
sulta; y se verá cuan fácil es que, aun en varlas por sí mismas, independientemen-
los casos en que el alma ha hallado ya te de sus conexiones con el arte del soni-
su verdadero camino, se aparte de éí ce- do, y parece arraigar en ellas; hasta que
diendo a la tentación de un llamamiento la primera voz, que era la íntima, recobra
falaz. su eclipsado imperio, y Choron, dueño de
El abandono de la vocación personal nuevas luces que le valen, restituye para
por otra ficticia, en espíritus de pensa- j siempre su interés a la teoría de la músi-
miento y de arte que, hastiados de los ra- c a : o bien cuando Weber, el compositor,
mos sin sabroso fruto con que sólo los ¡ impresionado en la adolescencia, y estan-
recompensa la contemplación, aspiran a | do ya en posesión de su genio musical,
aquel género de triunfos que granjean | por la invención del arte litográfica, sien-
autoridad o fortuna, es caso asaz fre- I te reanimarse veleidades que tuvo en su
cuente; como lo fué, en tiempos pasados, I niñez por las disciplinas del dibujo, y se
la apostasía de esa misma casta de espí- ' consagra con entusiasmo a perfeccionar
ritus, y de los que lucían en la acción i los ensayos de Senefelder, manifestando
heroica, cuando, llegados a cierta edad de i en ello hábil y original disposición; para
la vida, o a ciertos desengaños del mun- [ volver después, definitivamente, a aque-
do, olvidaban el don recibido de la Natu- i lia otra aptitud más alta y más connatu-
raleza por la estéril sombra del claustro. ralizada con su espíritu, que le exaltó a
Quien sienta en sí eí estímulo de un I la gloria.
cambio de frente en cuanto ai objeto de ! La utilidad de estas desviaciones pasa-
su actividad, después de una aplicación , jeras consiste a menudo en dilatar, con
cuyo acierto haya sido confirmado por provecho de la misma vocación de que
obras y para cuya prosecución vea aún i aparentemente se apostata, el campo de
despejado el camino, ha de empezar por la observación y la experiencia, y propor-
someter a crítica severa, no sólo la reali- | clonar a la aptitud fundamental eíemen-
dad de la nueva aptitud que piensa ha- I tos que la corroboran y amplían: como
ber hallado en su alma, sino también las I por un viaje de la mente, de cuyo tér-
ventajas que pueda aportar, para los de- ! mino tornara ésta al solar propio con
más y para sí propio, esa como expatria- i mayor riqueza y ciencia del mundo. Este
ción de su mente. es el caso de Choron; y es el que mani-
, fiesta además, la vida de Schiíler, cuando
! después del período juvenil de su pro-
LXXI I ducción dramática, el poeta de Don Car-
| tos abandona por cierto tiempo el teatro,
[Desviaciones transitorias de la vocación \ y se aplica al cultivo de la historia. Los
y utilidad que cabe en ellas] I libros que como historiador produjo
Schiíler, aunque de alto valer, no hubie-
Pero el abandono de la vocación ver- ran justificado el abandono de su prime-
dadera y eficaz puede no ser sino una ra y esencial vocación, si hubiese sido ol-
desviación transitoria, y a veces condu- •. vidada para siempre; pero cuando vol-
cente y benéfica, después de la cual el i vio a esta casa de su espíritu, su nuevo
espíritu vuelve con nuevo ímpetu al cau- | teatro, el que comienza con la trilogía de
ce que le fue trazado por Naturaleza. Tal Wallenstein, mostró los beneficios de
por ejemplo, cuando Choron, el gran teó- aquel temporario apartamiento, porque
rico de la música, puesío ya en el cami- la historia había dado al nobilísimo poe-
no de su vocación artística, convierte ta el sentido de la objetividad y de 1?.

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 395

verdad humana, ahogadas, en las obras I donde hunden sus áncoras eternas las
de su juventud, por el desborde de un • rocas sobre que alzó sus ciudades la
subjetivismo tumultuoso. ¡ raza por quien empezó a ser obra de
i hombres la belleza; y en una rara, hiper-
bólica figuración, tierra y mar se me re-
\ presentan como una inmensa tumba de
LXXII estatuas, museo disperso donde la pie-
dra que fué olímpica, los despojos de
[Voz Inquietante. Los mármoles los dioses que, en seis siglos de arte, es-
sepultos] culpieron los cinceles de Atenas, de Si-
cione y de Pérgamo, reposan bajo la agi-
¡ tación indiferente de la Naturaleza, que
un día personificaron, y de la humanidad
Y ahora quiero dar voz a un sentimien- que fué suya...
to que, en el transcurso de este divagar j Dioses caídos, dioses de mármol y de
sobre las vocaciones humanas, cien ve- bronce volcados por el ala del tiempo o
ces me ha subido del corazón, repitiendo el arrebato de los bárbaros; hechos para
por lo bajo una pregunta que viene, en la luz y condenados a la sombra de un
coro, de mil puntos dispersos, y suena misterio sin majestad y sin decoro, su
en son de amargura y agravio. Dice la imagen me suspende en una suerte de
pregunta: «¿Y nosotros?»...; y me deja ! angustia de la imaginación. De su actual
una desazón semejante a la que expe- • sepulcro, algunos resurgirán, quizá, en la
rimento cuando me figuro los mármoles deslumbradora plenitud de su belleza;
antiguos que permanecen sepultados e ig- intactos, salvados, por misteriosa eiec-
norados para siempre... : ción, de los azares que se conjuran para
Cada vez que, por revelación de la ca- ' su abandono: como esos pocos que la hu-
sualidad, corno cuando se iluminó de her- I manidad ha podido reponer enteros so-
mosura el campo venturoso de Milo; o bre el pedestal, con entereza no debida a
de la investigación sagaz, que impone a restauraciones profanas, y que perpe-
la avaricia de las ruinas sus conjuros, la túan, en la promiscuidad de los museos,
civilización recupera una obra de arte la actitud con que ejercieron su sobera-
perdida o ignorada; una estatua, un bajo nía desdeñosa sobre frentes no menos se-
relieve, un vaso precioso, un frontón, una renas que ellos mismos... Otros, despeda-
columna, el mismo pensamiento me ob- zados, truncos; devueltos, como tras el
sede. De la idea de ese objeto ganado pa- : golpe vengador de los Titanes, a las cari-
ra la gloria y la admiración humana, al : cias de la luz; vejados por la supersti-
reino de las sombras, pasa mi mente a ! ción, tumbados en los derrumbes, mordí-
aquellos otros que aún permanecen ocul- I dos por el fuego, hollados por los potros
tos, entre el polvo de grandezas conclui- I que pasaron en la vorágine de las irrup-
das, en soledad agreste o profunda pri- ¡ ciones, entregarán a la posteridad un
sión: allá en el Ática, en sus llanos glo- • adorable cuerpo decapitado, como la
riosos y sus colinas purpúreas; en Olim- ; Nice de Samotracia; un torso maravillo-
pia y Corinto, ricas de tesoros arcanos; : so, como el Hércules del Belvedere; y su
bajo las ondas del mar de Jonia y del . invalidez divina hará sentir a los que
Egeo, o bien bajo el gran manto de Ro- '. sean capaces de reconocer su hermosura
^ a y las lavas seculares de Ñapóles. ; la especie sublime de piedad que experi-
Transparentando la corteza de la tierra mentaba, en presencia de los infortunios
V las aguas de) mar, ilumina mi espí- de estirpes sobrehumanas, eí espectador
ritu ese seno oriental del Mediterráneo, de Esquilo o de Sófocles...
396 .10 SE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Pero los que más me conmueven son I Pero ellas no están sólo en las muche-
aquellos que no resucitarán jamás; los dumbres que carecen de luces y suelen
que no han de incorporarse ni al llama- carecer de pan. Aun por arriba de este
do de la investigación ni al del acaso; los fondo de sombra, mil fatalidades sepul-
que duermen un sueño eterno en las en- tan para siempre bajo un género trivial
trañas del terrón que nunca partirá el de actividad (donde acaso lo escogido del
golpe del hierro, o en los antros del mar, alma estorbe para la competencia y el
donde el secreto no será nunca violado: medro), nobles aptitudes, que serían ca-
detentadores de una belleza perdida, per- | paces de reproducir y reemplazar, sin in-
dida para siempre, negada por cien velos I feríoridad ni sitio vacante, el armonioso
espesos a los arrobos de la contempla- j conjunto de las que se desenvuelven en
ción, y que, persistiendo en la integridad i acción. Y en la masa informe y opaca del
de la forma, a un mismo tiempo vive y i espíritu de la vulgaridad hay así, en po-
ha muerto.., tencia, una primorosa literatura, y un
arte excelso, y una ciencia preñada de
i claridad y mil batallas heroicas, a la ma-
LXXÍII nera que, según la soberana imagen de
Tyndail, también los dramas de Shakes-
[Las aptitudes perdidas en el fondo oscu- peare estaban, como lo demás, potencial-
ro de la sociedad humana. La influencia i mente, en el claustro materno de la pri-
negativa del medio social} j mitiva nebulosa.
1 Cada sociedad humana, decíamos, le-
La idea de los dones superiores que sa- vanta a su superficie almas de héroes en
crifica el ciego hado social se presentaba la proporción en que las sueña y necesita
a la mente del poeta inglés en el cemen- i para los propósitos que lleva adelante;
terio de la aldea, frente a las humildes i pero no ha de entenderse que exista la
tumbas anónimas, A mí la triste idea me ¡ misma equidad entre el número de ellas
hiere, más que en ninguna otra ocasión, que pasan de tal manera al acto, y las
viendo pasar ante mis ojos el monstruo ; que el cuerpo social guarda en germen
de la enorme muchedumbre. ¡Las fuerzas i o potencia. Pensarlo así valdría tanto co-
capaces de un alto dinamismo que que- i mo reducir la cantidad de las semillas
dan ignoradas, y para siempre se pierden, i que difunde el viento a la de las que
en el fondo oscuro de las sociedades hu- 1
caen en disposición de arraigar y conver-
manas! Hay pensamiento más merecedor tirse en plantas. Muchas más son las se-
de atención profunda y grave que éste?... millas que la tierra deja perder que las
Cuando nos brota del pecho, al paso del que acoge. La espontaneidad individual
héroe, el vítor glorificador; cuando ver- : lucha por quebrantar el límite que la ca-
temos lágrimas de admiración y de entu- ] pacidad del medio le señala; y en alguna
siasmo ante el prodigio del artista, o nos medida, logra crear en la multitud que
embebe en recogimiento cuasi religioso la resiste un aumento de necesidades y
la especulación de un sublime entendi- deseos heroicos; pero nunca este esfuerzo
miento, ¡cuan pocas veces consagramos ensancha el campo en la extensión que se
un recuerdo piadoso y melancólico a las requería para una cabal y justa distri-
energías semejantes que, no por propia bución de todas las energías personales
culpa, y sin tener, en su muy mayor par- dignas de noble y superior empleo. En el
te, conciencia de su injusto destino, perenne certamen que determina cuáles
pasan de la vida a la muerte tan en \ serán los escogidos en el número de los
principio y oscuridad como vinieron al llamados, ya que no hay espacio pata
mundo! todos, prevalece la mayor adecuación °

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OBRA ORIGINAL.—X MOTIVOS DE PROTEO 397
mayor fuerza: triunfa y se impone la su- j alguna vez qué sería del genio de un
perioridad; pero esto solo no da satis- j Rembrandt o un Velázquez nacidos en la
facción a la justicia, pues aún falta con- ' comunión del Islam, que no consiente
tar aquellos que no son ni de los escogi- la imitación figurada de las cosas vi-
dos ni de los llamados: los que no pue- vas?,,.
den llegar a la arena del certamen, por- Tan doloroso como este absoluto mis-
que viven en tales condiciones que se ig- terio y pasividad de la aptitud por el am-
noran a sí mismos o no les es lícito apli- biente ingrato en que yace sumergida es
carse a sacar el oro de su mina; y entre el rebajamiento de su actividad, orienta-
otros, jay!, ¿quién sabe si alguna vez no da a su objeto propio, pero empequeñeci-
están los primeros y mejores?... da y deformada por los estrechos límites
Generaciones enteras pasaron al no ser, donde ha de contenerse. Cuéntase que,
cuando la actividad de la inteligencia hu- pasando el ejército de César por una al-
mana padeció eclipse de siglos, sin que dea de los Alpes, se asombraron los ro-
de la luz virtual de su fantasía brotara manos de ver cómo, en aquella pequenez
un relámpago, sin que de la energía está- y aquella humildad, eran apetecidas las
tica en su. pensamiento partiera un im- dignidades del mezquino gobierno y sus-
pulso. Y en todas las generaciones, y en
todos los pueblos, el sacrificio se repro- citaban disputas y emulaciones encona-
duce para algún linaje de almas, grandes das, tanto como las mismas magistratu-
en su peculiar calidad: la calidad de ap- ras de la ciudad cuyo dominio era el del
titud que no halla acomodo dentro de las mundo, Las ambiciones de poder, de pro-
condiciones y necesidades propias del selitismo, de fama, en los escenarios pe-
ambiente; aun sin considerar esa otra queños, no ponen en movimiento menos
multitud de almas que, por injusta pre- energías de pasión y voluntad que las
terición individual, quedan fuera de cada que se manifiestan ante el solemne con-
una de aquellas mismas actividades que curso de la atención humana; y en ellas
el ambiente admite y propicia. pueden gastarse, sin que se conozcan, ni
La ráfaga de pasión aventurera y sue- valgan para las sanciones de la gloria,
ños de ambición que desató, sobre la Es- tan altas dotes como las que consume
paña reveladora ele un mundo, este hori- el logro de la preeminencia o el lauro
zonte inmenso abierto de improviso, que traen consigo el respeto del mundo y
arrancó de la sombra de humildes y pa- el augurio de la inmortalidad. No es otro
cíficas labores, para levantarlos a las el interés característico que Stendhal in-
más épicas eminencias de la acción, espí- fundió en el Julián Sorel de Rojo y ne-
ritus cuya garra se hubiera embotado, gro, dando por marco la sociedad de un
de otra suerte, en forzosa quietud: agri- pueblo miserable a un espíritu en que
cultores como Balboa, estudiantes como asiste el instinto superior de la acción.
Cortés, pastores como Pizarro. El magne- El ambiente, por las múltiples formas
tismo de la Revolución del 89 despertó de su influencia negativa: la incapacidad
e
n el alma de abogados oscuros y de re- para alentar y dar campo a determina-
tóricos sin unción el numen del heroís- da manera de aptitud; el desamparo de
mo militar, el genio de la elocuencia po- la ignorancia y la pobreza; la adaptación
lítica; y destacó de entre la modesta ofi- forzosa a cierto género de actividad, que
cialidad al condottiere de Taine, capaz tiende a convertirse en vocación ficti-
^e trocarse, sobre la pendiente de los cia, hunde en la sombra, lícito es conje-
destinos humanos, en rayo de la guerra turarlo, mayor suma de disposiciones su-
v
arbitro del mundo.----¿No has pensado periores que las que levanta y estimula,
398 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

LXXIV | main, desde el centro donde escribe Bal-


zac y canta Hugo; la hoja vibrante de la
[Lucha entre la aptitud individual y la j revista que esparce la palabra de Macau-
resistencia del medio. El pesimismo de ¡ lay a los cuatro vientos del mundo litera-
Larra] j rio... Y aquellas críticas incomparables,
que reflejaban la irradiación de un espí-
Pocos casos de tan hondo interés en la j ritu no menos digno de las cumbres, no
historia del espíritu como el de la apü- ; menos legítimamente ansioso de la luz,
tud genial tomada a brazo partido con la [ nacían destinadas a perderse, como el
sociedad que ía rodea, para forzarla a I bólido errante, en el vacío de una socie-
que conozca y honre su superioridad. ¡ dad sin atención enérgica, sin coro, a
Cuando esta lucha se prolonga, y a la i ciegas en la orientación del ideal, des-
mente de elección viene aparejado un ! alentada y enferma... Este sentimiento
ánimo cabal y heroico, surge la inspira- ¡ de amargura se manifiesta, por la sonri-
ción del satírico provocador, que se ade- sa melancólica o por la displicencia de!
lanta a despertar a latigazos la bestia hastío, en las más ligeras páginas que
amodorrada que no lo atiende. Cuando arrojaba a aquel abismo de indiferencia
la voluntad del incomprendido es débil o el gran escritor, y estalla, con la potente
está enferma, su soledad y abandono se vibración del sollozo, en la crítica de las
traducen en un abatimiento de desespe- Horas de invierno y en la Necrología del
ranza y hastío, que acaso asume tam- ' conde d,e Campo Alange.
bíén la forma de la sátira: de una sáti- ¡
ra tanto más acerba cuanto que no la ¡
acompaña el optimismo final y parado- '
jico de quien esgrime la burla y el sar- j
casmo como medios de acción en cuya ; LXXV
eficacia cree. j
[Superioridad posible de los incultos y
Es éste el género de pesimismo que re- j ios autodidactas. De cómo la cultura
presenta, mejor que nadie, Larra: enten- debe procurar parecerse a la ignorancia]
dimiento no lejano del genio, voluntad
viciada y doliente, a quien deparó su ma- {
la estrella un medio social donde el pro- |
poner ideas era como vano soliloquio, J Aptitudes sin cuento, y entre ellas más
que él comparaba a las angustias de j de una superior, y acaso que el genio
«quien busca voz sin encontrarla, en una I mismo magnifica, se pierden ignoradas en
pesadilla abrumadora y violenta». ¡Qué j la muchedumbre que sustrae a los estí-
inenarrable fondo de amargura bajo la : mulos de la cultura la aciaga ley de la
sátira nerviosa de aquellas páginas don- ¡ desigualdad humana Pero, para redon-
de considera Fígaro, en una u otra reía- | dear la verdad, falta añadir que, si la dis-
ción, la decadencia de la España de su ¡ ciplina y el régimen en que consiste ía
tiempo; la limitación de los horizontes; ! cultura, son aquellos, estrechos y tiráni-
el estupor intelectual; el ritmo invariable, i cos, que hacen de ella un encierro claus-
tedioso, de la vida! Su personalidad de tral, o un sonambulismo metódicamente
escritor reclamaba el grande escenario: provocado en beneficio de una idea, cabe
la electrizada atmósfera de ía sociedad en la cultura también la responsabilidad,
que inspira y estimula al pensamiento de ! cuando no de la anulación, del empeque-
Schlegel en los grandes días de Weimar; ñecimiento de aptitudes, grandes tal vez
ía tribuna, de todas partes escuchada, j por su fuerza virtual, pero que vinieron
que difunde, la oración crítica de Ville- i unidas por naturaleza a esa débil resis-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 399
lencia del carácter, a esa ineptitud para sencia de un método que contenga ios
la negación y la protesta, propia de las j movimientos del espíritu dentro de vías
almas en quienes las facultades de credi- usadas; el forzoso ejercicio de esponta-
bilidad e imitación son más poderosas neidad, originalidad y atrevimiento, son
que la fe y confianza en sí. mismas. causas que concurren a explicar la fre-
Las escuelas de espíritu concreto, y si cuente eficacia de la cultura personal y
cabe decirlo así, inmanente, en la ciencia libre, para los grandes impulsos de in-
o arte; los métodos de enseñanza calcu- vención y de reforma.
lados para sofocar la libre respiración El extranjero, el vagabundo, el incauto,
del alma dentro de un compás mecánico, se arriesgan, con facilidad candorosa, en
han rebajado, seguramente, en todos los hondos desiertos, en ásperas sierras, en
tiempos, al nivel medio de la aptitud, do- comarcas llenas de espesos matorrales,
íes que, desplegándose en otras condicio- que los avisados no frecuentan porque es
nes, hubieran excedido los límites que punto convenido que allí sólo crecen va-
apartan lo mediano de lo alto, y aun lo nos sueños, error y confusión, pero don-
alto de lo sublime. ¡Qué enorme suma de de alguna vez una esquiva senda lleva a
energía, de rebelde audacia, ha menester, averiguar cierta cosa que no estaba en
si se piensa, una conciencia individual, j los libros; y por esto Leibnitz opinó que
librada a sus fuerzas, para romper el ¡ la persecución de las tres grandes quime-
círculo de hierro de una autoridad secu- ! ras—iría magna inania—, la cuadratura
lar organizada con todos los prestigios del círculo, la piedra filosofal y el mo-
de la tradición, del magister dixit, del vimiento perpetuo, han sido ocasión de
consenso unánime, como la filosofía es- esfuerzos y experiencias en que el espíri-
colástica, el sistema geocéntrico, o el cla- tu humano ha aprovechado más que en.
sicismo del siglo xvnii... Suele el genio gran número de investigaciones donde
acompañarse, como característica moral, se marcha derechamente a la verdad con
de la voluntad atrevida y la arrogancia adecuado instrumento y método seguro.
heroica en cuanto a la confesión y pro- La más grande de la revoluciones mo-
fesión de la verdad nueva que ha halla- rales nació en el seno de un villorrio de
do; pero no es seguro que lo que en el Galilea, adonde no pudo alcanzar, sino
dominio de la inteligencia denominamos en muy débil reflejo, el resplandor de las
genio, como aptitud de descubrir lo nue- letras rabí nicas.-—«Y llegado el sábado,
vo, tenga siempre, en la esfera de la vo- comenzó a enseñar en la sinagoga; y mu-
luntad, el concomitante de la audacia I chos oyéndole estaban atónitos, dicíen-
irrefrenable con que revelarlo y defen- j do: «¿De dónde tiene éste estas cosas?»
ferio. Y en los casos en que falta esta «¿Y qué sabiduría es esta que le es da-
audacia, que complementaría la originali- da?...» «¿Mo es éste el carpintero hijo de
dad de la visión genial, lo que puede sal- María, hermano de Santiago, y de Joseph,
var la independencia del espíritu incapaz y de Judas, y de Simón?...» La escena del
de resistir, conscientemente, a la autori- desconcierto de .los doctores de la Ley
dad que prevalece, es ignorarla. frente a la ciencia infusa del sublime
La renovación del pensamiento huma- j niño que no ha pasado bajo la férula de
no, inseparable ley de su vida, debe bue- j su enseñanza tiene un profundo e impe-
nos servicios a los grandes incultos y. a ¡ recedero sentido. Obras y nombres me-
los grandes autodidactos. La observación i nos altos, pero gloriosos, lo confirman en
real y directa, sustituida al testimonio de j todo tiempo, La fuerza de originalidad
los libros, donde el iniciado en ellos acu- j con que Ambrosio Paré sentó ios funda-
de tal vez a buscar la observación, que j mentos de la cirugía moderna, acudiendo
supone definitiva, de otros; la propia au- i a los medios experimentales, algo debe,
400 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sin duda a la relativa independencia en ; LXXVI


que permaneció su juventud, de la auto- j
ridad de los antiguos, por su desconocí- j [Engaños de la imitación cuando no se
miento de las lenguas sabias, en cuyos concilla con la autonomía de la persona-
caracteres volvía a luz la doctrina de los lidad, falsedad radical de las escuelas}
Hipócrates, Galenos y Albucásis. Bernar-
do de Palissy fué un desamparado de la La imitación es poderosa fuerza move-
escuela, a quien la libertad de su igno- dura de energías y aptitudes latentes,
rancia permitió pasar los falsos límites mientras deja íntegra y en punto la per-
de la ciencia de su siglo. Si Burns hubie- sonalidad, limitándose a excitar el natu-
ra estudiado los preceptos de Blair, ¿ha- ral desenvolvimiento de ella. Pero cuan-
bría desatado sobre una literatura arti- do la personalidad, por naturaleza, no
ficiosa su oleada de fertilizante y opor- existe, o cuando un supersticioso culto
tuna barbarie?.,. Tipo del innovador sin del modelo la inhibe y anula, la imitación
disciplinadas letras es Rousseau. Su in- no es resplandor que guía, sino bruma
trepidez rebelde; su despreocupación de que engaña. Frecuente es que ella obre,
la verdad inconcusa; su valor para esgri- desde luego, como origen de falsas voca-
mir la irreverente paradoja; aquel inge- ciones, extraviando el concepto que de
nuo sofismar, tan lleno de alumbramien- su propio contenido y virtualidad forma
tos y gérmenes felices, ofrecen juntos to- el espíritu, y estimulando una ilusión de
dos los excesos y todas las ventajas de la aptitud, que es a la vocación verdadera
originalidad semiinculta. Otro tanto po- lo que, a la libre actividad del hombre
dría decirse de Sarmiento en nuestro es- despierto, el movimiento maquinal cor»
cenario americano. Con este mismo or- que el hipnotizado realiza los mandatos
den de hechos se relaciona el caso de de la voluntad que lo subyuga.
que los espíritus de más fuerza inventiva En el camino de todo género de supe-
en una ciencia o un arte, suelen ser ex- rioridad, de las que mantienen sobre la
traños a ellos por su consagración pro- conciencia de las sociedades humanas
fesional, y haber tocado en tal arte o una enérgica y persistente sugestión, co-
ciencia sólo como pasajera desviación de rre siempre una muchedumbre de enga-
su camino, ya apurando una particulari- ñados, en quienes el sonambulismo que
dad de sus estudios propios, ya por sim- aquella fuerza superior produce no se
ple curiosidad y esparcimiento. detiene en sus pasivas formas de admira-
La cultura de la inteligencia ha de pro- ción y de creencia, sino que asume la
curar unir a sus inmensos beneficios los forma activa de la emulación, del reme-
que son peculiares y característicos de do, del anch'ío... Y si, en los más, esto
una relativa ignorancia, apropiándose de importa apenas una manifestación de la
éstos por la libertad que, en medio de su ! ausencia de personalidad y sello propio,
disciplina, consienta al espíritu; por los I a que de todas suertes estaría sujeto
hábitos de investigación personal que en su espíritu, en algunos de esos engaña-
él estimule; y por el don de sugerir y dos hay tal vez la virtualidad de una ap-
abrir vistas sobre lo que queda más allá titud superior y distinta, que perdió Ja
de las soluciones y verdades concretas. conciencia de sí, ofuscada por el senti-
miento ilusorio de la otra, y que acaso
no se revelará jamás, ya perdida el alma
en una dirección que no es la que le fué
señalada por la naturaleza.
Entre loo antiguos era fama que, cuan-
do Platón llegó a Siracusa, y Dionisio el

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OBRA ORIGINAL.—O: MOTIVOS DE PROTEO 401
tirano mostró deseos de iniciarse, con las ranía del gusto de una época produce aí
lecciones del filósofo, en el estudio de la fin, fuera de algunos espíritus solitarios,
geometría, una legión inesperada de geó- una falsa uniformidad que se logra siem-
metras apareció de pronto en la corte de pre a costa de buena parte de naturale-
Dionisio, y su palacio se llenaba a toda zas violentadas y sacadas de quicio,
hora de las nubes de polvo que levantaba Tener conciencia clara del carácter de
la gente cortesana trazando figuras. Lue- las facultades propias, cuando una ava-
go, hastiado el tirano de la ciencia, los salladora norma exterior impone mode-
geómetras pasaron con la facilidad de los y procedimientos, por todos acatados,
aquellas nubes de polvo. Inclinaciones de es punto de observación difícil; y orien-
no más firme origen son mucnas de las tarse según los datos de esa misma con-
que parecen venir, por su fervor, de hon- ciencia, cuando ellos pugnan con los ca-
do e instintivo impulso: el alma enajena- racteres que halagan a la afición común
da por el magnetismo de la imitación y a la fama, suele ser acto de resolución
piensa obedecer a una divina voz que le heroica. Pero de esta resolución nace la
habla de adentro, y no obedece sino a la gloria de bronce que prevalece cuando
voz exterior y grosera de un pastor que se han fundido las glorias de cera; tanto
reúne su hato... más si lo que se ha levantado sobre la
Pero aun cuando la vocación sea verda- corriente no es sólo la natural propen-
dera y nacida de la íntima posesión de la sión de las facultades propias, sino tam-
aptitud, para su disciplina y desenvolvi- bién más altos fueros e ideas La virtud
miento suele obrar también la imitación intelectual de más subidos Quilates es,
como fuerza excéntrica y perturbadora. sin duda, la que consiste en la sinceridad
Así, en arte, toda gran personalidad que y estoicidad necesarias para salvar, en
triunfa e impera, arrastra en su séquito, épocas de oscurecimiento de la razón o
junto con los secuaces que tienen real de extravío del gusto, la independencia
afinidad con su espíritu, multitud de de juicio y la entereza del temperamento
otros secuaces apartados de su tendencia personal, renunciando a transitorias pre-
natural y espontánea y de los procedi- dilecciones de la fama, con tal de llevar
mientos que les serían congeniales, por la aptitud por su rumbo cierto y seguro:
la fascinación de aquel ejemplo glorioso, el que dejará constituida la personalidad
i Cuándo nos persuadiremos de que los y en su punto la obra, aunque esto im-
caracteres por que se distinguen las es- porte alejarse, al paso que se avanza, del
cuelas de arte: la propensión a lo real o lado donde resuenan los aplausos del
a lo ideal, a la libertad o al orden severo, circo.
al subjetivismo o a la impersonalidad,
son diferencias que atañen a la historia
y clasificación de los espíritus, mucho
más que a la potestad disciplinaria de LXXVII
las ideas; y de tal modo ha de conside-
rárselas, no ya respetando, sino suscitan- [Vocaciones malogradas. «Ven, muerte,
do y favoreciendo en cada cual la espon- tan escondida.,.-». Andrés Chénier]
taneidad del impulso venido de lo hondo
de sí mismo! Cuando así se entendiera, Sabemos ya cómo el medio ingrato
ia más anárquica, fecunda y deliciosa paz deja sin nacer superiores aptitudes, y có-
Pondría en simultánea eflorescencia la mo en ciertos casos empequeñece y de-
infinita extensión de la fantasía; pero es
grande el poder de las fórmulas, y por forma, por la adaptación a límites mez-
mucho que se alardee de amplitud, la ti- quinos, la función de aquellas mismas a
que consiente vivir. Otro maleficio de las
402 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cosas que clasificamos bajo el nombre de Aún hay, más triste que las que hie-
medio es el que se traduce por las voca- la lo ingrato del ambiente en conniven-
ciones nobles, que, ya después de defini- cia con lo flaco de la voluntad, otras es-
das y entradas en acto, la indiferencia peranzas perdidas, Pero sobre éstas no
común interrumpe y hiela, de modo que cabe sino piedad y silencio. Son aquéllas,
no reducen sólo su virtualidad y energía ¡ay!, que excitan en el alma los senti-
manteniéndose dentro de su peculiar ac- mientos más graves y angustiosos que
tividad, sino que renuncian para siempre puedan conmoverla, en cuanto a la rea-
a ésta; y habiendo comenzado el espíritu lidad del orden del mundo y de la justi-
su. paso por el mundo con un soberano cia que cabe en las leyes que lo rigen.
arranque de vuelo, lo continúa y termina, Los destinos segados por temprana muer-
¡lastimoso tránsito!, sin una aspiración < te, esa en que el poeta antiguo vio una
que excede de la vida vulgar. prenda del amor de los dioses, son el
Una de las raíces de la inferioridad de agravio que nunca olvida la esperanza.
\
ia cultura de nuestra América para la ¡ Para estos destinos, existe una personifi-
producción de belleza o verdad consiste ¡ cación (ya aletea acaso en tu recuerdo),
en que los espíritus capaces de producir : quizá más típica que cualquiera otra;
abandonan, en su mayor parte, la obra I por la inmensidad de los secretos de be-
antes de alcanzar la madurez. El cultivo lleza oue se llevó a las sombras de lo des-
de la ciencia, la literatura o el arte, suele conocido, y por el modo como inmortali-
ser, en tierra ele América, flor de ia mo- zó, expresándola, la conciencia de su
cedad, muerta apenas la Naturaleza co- propio infortunio: la personificación de
menzaba a preparar la transición del fru- Andrés Chénier, arrastrado a la muerte
to. Esta temprana pérdida, cuando la su- cuando el albor de su genio; arrastrado a
perior perseverancia de ia voluntad no se la muerte en el carro de ignominia, don-
encrespa para impedirla, es la imposición de, golpeando su frente, afirmó que algo
del hado social, que prevalece sobre la había tras ella, mientras quedaban, de su
espontánea energía de las almas no bien cosecha en ia viña antigua, unas pocas
se ha agotado en ellas el dinamismo de la ánforas llenas, que ía posteridad desen-
juventud: ese impulso de inercia de ia terró cuando ia calma volvió al mundo:
fuerza adquirida cuando somos lanzados así un resto de vino añejado en cántaros
de lo alto a la escena del mundo. Muere de Forrnio, que los nietos del viñador en-
el obrero noble que había en el alma, y contraran, removiendo la tierra, después
del paso de los bárbaros.
la muerte aene para Í como en ia an-
tigua copie , escondida:
Ven. muert-í tan escondida.., LXXVÍII
Se extenúa o se paraliza la aptitud, a íAyaxl
imitación de esas corrientes perezosas
que, faltas de empuje y de pendiente, ...Florecía el jacinto en los prados de
quedan poco a poco embebidas en las Laconia.y a márgenes del.Tíber, y había
arenas del desierto, o se duermen, sin una especie de él cuya flor tenía estam-
llegar a la mar en mansos estanques. El pados, sobre cada uno de los pétalos, dos
bosquejo como forma definitiva, la pro- signos de color oscuro. El uno imitaba
mesa como término de gloria: tales han el dibujo de una alpha; el otro, el de
sido hasta hoy, en pensamiento y arte, una / griega. La imaginación antigua se
las onsinalidad.es autóctonas de América. apropió áe esto como de toda singulari-
dad y capricho de las cosas. En la églo-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 403

ga tercera de Virgilio, Menalcas propone, moroso de la corteza del mundo; segura


por enigma, a Palemón, cuál es la flor prenda—pensó—de que, por encima de
que lleva escrito un nombre augusto. | los dioses, resplandece la luz que Ayax
Alude a que con las dos letras del jacin- pidió para vencerlos... Pero las ñores
to da comienzo el nombre de Ayax, el no tenían sino dos letras de aquel nom-
héroe homérico que, envuelto por la nie- bre, y en Urania dominaba un concep-
bla en densas sombras, pide a los dioses to sobrado ideal del orden infinito para
luz, sólo luz, para luchar, aun cuando creer que, una vez el nombre comenza-
!
sea contra ellos. do por mano de la Naturaleza, hubiera
En tiempos en que Roma congregaba podido quedar, como en aquellas flores,
todas las filosofías, vivió en ella Luper- j inconcluso. Ocurrió en vano a nuevos bo-
ció, geómetra y filósofo. De un amor ju- ; hordos de jacinto, Quizá las letras que
venil tuvo Lupercio una hija a quien ! faltaban se hallarían sobre las hojas de
dio el nombre ele Urania y educó en la ] otras flores. Grande era lo visible del
afición de la sabiduría, imaginemos a Hi- j campo, y en toda su extensión variadas
patia en un albor de adolescencia: can- I flores lo esmaltaban. Buscando las le-
clorosa alma de invernáculo sobre la cual | tras terminales aventuróse Urania cam-
los ojos habían reflejado tan intensamen-
te la luz que parte de las Ideas increadas po adentro. Miró en las margaritas, már-
y baña la tersa faz de los papiros, como tires diezmadas por la rueda y el cas-
poco y en reducido espacio la luz real co; en las rojinegras amapolas; en los
que el sol derrama sobre la palpitación narcisos, que guardan oro entre la nieve;
de la naturaleza. Nada sabía del campo. en los pálidos lirios; en las violetas, ami-
Cierto día, una ráfaga que vino de lo es- gas de la esquividad; llegó a la orilla
pontáneo y misterioso de los sentimien- de una charca donde frescos nenúfares
tos, llamóla a conocer la agreste exten- mentían imágenes del sueño de la onda
sión. Dejó su encierro. Desentumida el dormida. Todo en vano.., Tanto se ha-
alma por el contento de la fuga, vio ex- bía obstinado en la búsqueda, que ya
tenderse ante sí, bajo la frescura mati- se aproximaba la noche. Contó su cuita
nal, el agro romano. La tierra sonreía, a un boyero que recogía su hato, y él se
toda llena de flores. Junto a una pared rió de su candor. Cansada, y triste con
en ruina el manso viento mecía unas de la decepción que desvanecía su sueño de
color azul, que fueron gratas a Urania. una Naturaleza sellada por las cifras de
Eran seis, dispuestas en espiga a la ex- las ideas, volvió el paso a la ciudad, que
tremidad de esbelto bohordo, cuya gra- extendía, frente a donde se había abis-
ciosa cimbra arrancaba de entre hojas mado el sol, su sombra enorme.
comparables a unos glaucos puñales. Este fue el día de campo de Urania. En
Urania se inclinó sobre las flores de ja- presencia de los destinos incompletos; de
cinto; y más que con la suavidad de su la risueña vida cortada en sus albores;
fragancia, se embelesó con aquellas dos
letras, que provocaron en su espíritu la del bien que promete y no madura,
ilusión de una Naturaleza sellada por ¡quién no ha experimentado alguna vez
los signos de la inteligencia. Aún fue el sentimiento con que se preguntaba
mayor su hechizo al columbrar que, co- Urania cómo la Naturaleza pudo no com-
ntó impresión de la Idea soberana, era pletar en ninguna parte el nombre de
el nombre de Ayax el que estaba así des- Ayax habiendo impreso las dos primeras
parramado sobre lo más limpio y pri- letras en la corola del jacinto!,,,
404 JOSÉ EX'RIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

LXXÍX este mismo hallazgo de nuevas aptitudes,


aun cuando la primera persista y preva-
[Resumen: vocación y aptitud] lezca entre las otras; cabe, en fin, susci-
tar amor por ella, cuando en el alma
La aptitud, en lo que tiene de virtual donde habita la esterilicen indiferencia o
y primitivo, es secreto de la Naturaleza. desvío, y disuadir el amor vano, y des-
El arte de la educación que obre sin co- arraigar la falsa vocación, allí donde la
nocimiento de este límite llegará fatal- aptitud no sea más que sombra ilusoria.
mente a la conclusión de Bernardo el
Trevisano, cuando, después de consumir
su existencia en los misterios de la criso-
peya, afirmó, con desengaño, ante la va-
nidad de sus ennegrecidas retortas: «Pa- LXXX
ra hacer oro, es necesario oro...» Pero el
precioso metal no está siempre en el haz [Quien no avanza, retrocede. El camino
de la tierra, ni en las arenas que dejan ha de armonizarse con el orden. La in-
en sus márgenes las corrientes auríferas, quietud del febricitante]
sino, a menudo, retraído de la vista hu-
mana, en hondos veneros, en cuevas re- | REFORMARSE ES VIVIR. Aun fuera de los
cónditas y oscuras, donde es menester ir í casos en que es menester levantar del
a buscarlo. Ni menos está siempre, en I fondo de uno mismo la personalidad ver-
su natural condición, limpia y luciente, \ cladera, falseada por sortilegios del mun-
sino las más veces impuro, mezclado con do; y aun fuera de aquellos otros en
la escoria, que lo confunde dentro de su que un hado inconjurable se opone al
grosera apariencia, antes de que el fuego paso de la vocación que se seguía, del
je hinque la garra y quede apto para propósito en que se hallaba norma, la
que lo consagre el cincel del artífice. tendencia a modificarse y renovarse es
La vocación es el sentimiento íntimo i natural virtualidad del alma que real-
de una aptitud; la vocación es el aviso mente vive; y esta virtualidad se mani-
por que la aptitud se reconoce a sí pro- fiesta así en el pensamiento como en la
pia y busca instintivamente sus medios acción.
de desenvolvimiento. Pero no siempre vo- Cuanto más emancipado y fuerte un
cación y aptitud van de la mano. En espíritu, cuanto más señor y dueño de sí,
aquellas mismas ocasiones en que las en- J tanto más capaz de adaptar, por su libre
laza un solo objeto, no siempre guardan j iniciativa o por participación consciente
justa correspondencia y proporción. Y si ¡ en la obra de la necesidad, la dirección
no cabe producir artificiosamente la ap- j de sus ideas y de sus actos, según los
titud superior allí donde por naturaleza j cambios de tiempo, de lugar, de condi-
no existe, cabe despertarla cuando ella ! clones circunstantes; según su propio
no es consciente de sí; cabe formarla | desenvolvimiento interior y el resultado
donde permanece incierta y desorganiza- | de su deliberación y su experiencia. ^
da; cabe robustecerla, mediante la doc- cuanto más pujante y fervorosa la vida,
trina, la educación y la costumbre; cabe tanto más intenso el anhelo de renovarla
dotarla de la energía de voluntad con i y ensancharla. Sólo con la regresión y el
que venza los obstáculos del mundo; empobrecimiento vital empiezan la des-
cabe sustituirla, si acaso pierde su vir- confianza de lo nuevo y el temor a rom-
tud, removiendo el fondo oscuro del al- per la autoridad de la costumbre. Quien
ma, donde duermen tal vez disposiciones en su existencia no se siente estimulado
y gérmenes latentes; cabe dilatarla, por a avanzar, quien no avanza, retrocede'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 405

No hay estación posible en la corriente pacidad del enervado, de la imperseve-


cuyo recurso debemos remontar, domi- rancia del que se agita y consume entre
nando las rápidas ondas: o ei impulso ! las representaciones contradictorias de la
propio nos saca adelante, o la corriente duda. Pero hay también el anhelo de re-
nos lleva hacia atrás. El batelero de Vir- novación que es signo de vida, de salud;
gilio es cada uno de nosotros; las aguas impulso de adelanto, sostenido por la
sobre que boga son las fuerzas que go- ; constancia de la acción enérgica, rítmica
biernan el mundo. i y fecunda, que, por lo mismo que triunfa
Pero esta renovación continua precisa : y se realza, al fin de cada aplicación par-
armonizarse, como todo movimiento que ¡ cial, no se satisface ni apacigua con ella;
haya de tener finalidad y eficacia, con j antes la mira sólo como un peldaño que
el principio soberano del orden; nuestro j ha de dejar atrás en su ascensión, y mide
deseo de cambio y novedad ha de some- j la grandeza del triunfo, no tanto por la
terse, corno todo deseo que no concluya | magnitud del bien que él le franquea
en fuego fatuo, a la razón, que lo defina i cuanto por la proporción que ie ofrece
y oriente, y a la energía voluntaria, que de aspirar a mayor bien.
lo guíe a su adecuada realización. No Si comparas la angustiosa inquietud
siempre una inaplacable inquietud, como de ios primeros con la agitación del en-
signo revelador de un carácter, es mani- fermo que busca ansiosamente una pos-
festación de exuberancia y de fuerza. La tura que alivie su dolor, y no la encuen-
disconformidad respecto de las condicio- tra a pesar de sus esfuerzos desesperados
nes de lo actual, la aspiración a cosa nue- y tenaces, reconocerás la imagen del
va o mejor, cuando no estén determina- alma a quien la virtud de su firme volun-
dos racionalmente y no se traduzcan en tad renueva en eí viajero que sube una
acción resuelta y constante, serán fiebre pendiente, un fresco día de otoño; por
que devora y no calor que inCunde vida: acicate, la brisa tónica y fragante; y que
el desasosiego estéril es, tanto como la cada vez que pone el pie en el suelo, con
quietud soporosa, una dolencia de la vo- el sentimiento de placer que nace del
luntad. libre depliegue de nuestras energías, de
Repara, pues, en que hay dos modos la elasticidad de los músculos vigorosos
contrarios de ceder a la indefinida susti- y del ímpetu de la sangre encendida en
tución de los deseos. Es el uno propio las puras ondas del aire, experimenta ei
de espíritus hastiados antes del goce, redoblado deseo de subir, de subir más,
fatigados antes de la acción; incapaces hasta enseñorearse de la cumbre que le-
de hallar su ambiente en ninguna forma vanta, allá lejos, su frente luminosa.
de la actividad y ningún empleo de la Detestan enfermo y viajero la quietud;
vida, porque a ninguno han de aplicarse sienten ambos la necesidad de modificar,
con sinceridad y aliento; espíritus que a cada instante, la posición de su cuerpo;
son como vanas y volanderas semillas, de sustituir cada uno de sus movimientos
^ue, a la merced del aire, caen cien ve- j por otro; pero mientras los del enfermo
tes en tierra y otras tantas veces se le- ¡ se suceden desordenados, inconexos, y
vantan, hasta trocarse, disueltas, en pol- ; disipan su fuerza en fatiga dolorosa e
vo del camino. En ellos la ansiedad per- inútil, ordenados y fáciles los del viajero,
petua del cambio no es más que la señal son la expresión de una energía que sos-
de un mal interior. Se trata entonces de tiene su actividad sin atormentarse y
ta desazón del calenturiento, de la inca contenta al deseo sin extinguirlo.
406 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

LiAA.A.1 I de un firme cimiento personal, sin cuyo


apoyo equivaldrán a edificar sobre las
[Vulgar facilidad para el cambio por j olas. Echar las bases de una personali-
deficiencia de personalidad] ' dad, si ella no está aún firmemente insti-
tuida, es paso previo a la obra de remo-
Frecuente es en el vulgo de los carac- | verla y reformarla.
teres esa misma condición del cambio
desconcertado y baldío, que diferencia-
mos de la plasticidad del carácter supe- LXXXÍI
rior; pero no manifestándose ya con an- \
gustia y pena y por enfermedad del áni- I [Ejemplo típico de renovación personal.
mo, como en el caso del febricitante, sino | El espíritu de Goethe]
de modo fácil y espontáneo y por natu- ]
ral deficiencia de personalidad. SÍ distiu- i El más alto, perfecto y típico ejemplar
ta del movimiento que lleva adelante a ¡ de vida progresiva, gobernada por un
quien lo ejecuta es la agitación que en- principio de constante renovación y de
gendra en el alma enferma la fiebre, no : aprendizaje infatigable, que nos ofrezca,
lo son menos la inconstancia e inestabi- , en lo moderno, la historia natural de los
lidad de aquel que, no teniendo consti- i espíritus, es, sin duda, el de Goethe, Nin-
tuído un carácter propio, se refunde, dó- j guna alma más cambiante que aquélla,
cil y variabilísimameníe, en deseos, pro- ! vasta como el mar y como él libérrima
pósitos y gustos, ai tenor de las sugestio- j e incoercible; ninguna más rica en for-
nes de cada tiempo y lugar, sin saber mas múltiples; pero esta perpetua inquie-
oponerles fuerza alguna de resistencia ni \ tud y diversidad, lejos de ser movimiento
reacción. El carácter así indeterminado y \ vano, dispersión estéril, son el hercúleo
flotante recorre con celeridad pasmosa j trabajo de engrandecimiento y perfec-
todo el círculo de la vida moral; pasa ! ción, de una naturaleza dotada, en mayor
por sobre términos de transición que a '<grado que otra alguna, de la aptitud del
los demás exigirían laborioso esfuerzo; '• cultivo propio; son obra viva en la em-
responde indistintamente a los más va- presa de erigir lo que él llamaba, con
rios motivos; pero esta disposición para majestuosa imagen, la pirámide de su
el cambio instantáneo, sin afán y sin lu- existencia.
cha, lejos de ser favorable, es esencial- ! Retocar los lincamientos de su perso-
mente opuesta a la aptitud de las modi- nalidad, a la manera del descontentadizo
ficaciones medidas y orientadas, en. que pintor que nunca logra estar en paz con
consiste la superioridad del carácter ca- : su tela; ganar, a cada paso del tiempo,
paz de orgánico desenvolvimiento. Ni la ; en extensión, en intensidad, en fuerza, en
iniciativa propia ni la moción y ejemplo armonía; y para esto, vencer cotidiana-
de otros tendrán poder de suscitar en el mente un límite más: verificar una nueva
alma privada de cierta energía retentiva aleccionadora experiencia; participar, ya
de su ser personal una dirección de con- por directa impresión, ya por simpatía
ducta que no esté expuesta a fracasar y humana, de un sentimiento ignorado; pe-
ser sustituida, sin razón ni ventaja, con netrar una idea desconocida o enigmáti-
el mínimo trueque de influencias. El ca, comprender un carácter divergente
cambio consciente y ordenado implica, del propio: tal es la norma de esta vida,
pues, fuerza y constancia de personali- que sube, en espiral gigantesca, hasta
dad, con que ésta se habilite para escul- circunscribir el más amplio y espléndido
pirse y retocarse a sí misma, Las cons- horizonte que hayan dominado jamás
trucciones de la educación han menester ojos humanos. Por eso, tanto como la ir.-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 407

acción que paraliza y enerva, odia la mo- i pasión; reducida ésta a impulso de iner-
notonía, la uniformidad, la repetición de 1 cia o a dejo ingrato y malsano, se apre-
sí mismo, que son el modo como la iner- \ sura a reivindicar su libertad; y perpe-
cia se disfraza de acción. Para su grande i tuando en forma de arte el recuerdo de
espíritu es alto don del hombre la incon- i lo que sintió, acude, por espontáneo
secuencia porque habla de la inconse- i arranque de la vida, al reclamo del amor
cuencia del que se mejora; y no impor- i nuevo. Sobre toda esta efervescencia de
tan las contradicciones flaqueza, si son I su mundo interior, se cierne, siempre
las contradicciones del que se depura y I emancipada y potente, la fuerza mdoma-
rectifica. | ble de su voluntad. Se dilata y renueva
Todo en él contribuye a un proceso de ¡ y reproduce en la acción, no menos que
renovación incesante: inteligencia, senti- i en las ideas y en los afectos. Su espe-
miento, voluntad. Su afán infinito ele sa- • ranza es como el natural resplandor de
ber, difundido por cuanto abarcan la na- j su energía. Nunca el amargo sabor de la
turaleza y el espíritu, aporta sin descan- | derrota es para él sino el estímulo de
so nuevos combustibles a la hoguera de- I nuevas luchas; ni la salud perdida, la di-
voradora de su pensamiento; y cada for- cha malograda, la gloria que palidece y
ma de arte, cada manera de ciencia, en i flaquea, se resisten largamente a las re-
que pone la mano, le brindan, como en ' acciones de su voluntad heroica. Tomado
arras de sus amores, una original hermo- j a brazo partido con el tiempo para for-
sura, una insospechada verdad, incapaz zarle a dar capacidad a cuantos propósi-
de contenerse en los límites de un siste- tos acumula y concierta, multiplica los
ma o una escuela; reacio a toda discipli- años con el coeficiente de su actividad
na que trabe el arranque espontáneo y sobrehumana. No hay en su vida sol que
sincero de su reflexión, su filosofía es, i ilumine la imitación maquinal, el desfa-
con la luz de cada aurora, cosa nueva, llecido reflejo, de lo que alumbraron
porque nace, no de un formalismo lógico, ¡ los otros. Cada día es un renuevo de
sino del vivo y fundente seno de un alma. ¡ originalidad para él. Cada día distinto;
Cuanto trae hasta él, a través del espacio cada uno de ellos, consagrado, como un
y el tiempo, el eco de una grande aspira- Sísifo de su propia persona, a levantar
ción humana, un credo de fe, un sueño otro Goethe de las profundidades de su
de heroísmo o de belleza, es imán de su i alma, nunca cesa de atormentarle el pen-
interés y simpatía. Y a este carácter di- samiento de que dejará la concepción cíe
námico de su pensamiento corresponde i su destino incompleta: ambicionaría mi-
idéntico atributo en su sensibilidad. Se | rar por los ojos de todos, reproducir en
lanza, ávido de combates y deleites, a la su interior la infinita complejidad del
realidad del mundo; quiere apurar la ex-
periencia de su corazón hasta agotar la I drama humano, identificarse con cuanto
copa de la vida; perennemente ama, pe- i tiene ser, sumergirse en las mismas fuen-
rennemente anhela; pero cuida de remo- | tes de la vida... Llega así al pináculo de
ver sus deseos y pasiones ele modo que I su ancianidad gloriosa, aún más capaz y
no le posean sino hasta el instante en • abierta que sus verdes años, y expira pi-
que pueden cooperar a la obra de su per- | diendo más luz, y este anhelo sublime es
feccionamiento. No fué más siervo de un j como el sello estampado en su existencia
afecto inmutable que de una idea exclu- ; y su genio, porque traduce, a la vez, el
siva. Agotada en su alma la fuerza vivi- I ansia de saber en que perseveró su espí-
ficadora, o la balsámica virtud, de una ¡ ritu insaciable, y la necesidad de expan-
¡ sión ouc acicateó su vitalidad inmensa.,,
408 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

LXXXIII que en ninguna ocasión vinieron, distin-


tas corrientes sobre nosotros, posteridad
[El dilettantismo. Complejidad del alma de abuelos enemigos que no han cesa-
contemporánea] do de darse guerra en nuestra sangre;
almas de esparcidísimos orígenes, en las
Tal es el anhelo de renovarse cuando que se congrega el genio de muchos pue-
lo mueve y orienta un propósito de edu- blos, el jugo de muchas tierras, la perti-
cación humana y cuando se sanciona y naz esencia de diferentes civilizaciones.
realiza por la eficacia de la acción. Si la Y aún más compleja y contradictoria que
cualidad y el orden que la finalidad im- la personalidad que recibimos en esbozo
pone faltan; si la realización activa falta de la Naturaleza es, en nosotros, la parte
también, quédase aquel deseo en el pru- de personalidad adquirida: aquella que
rito de transformación intelectual carac- se agrega a la otra, y la complementa e
terístico del dilettante. El dilettantismo integra, por la acción del medio en que
no es sino el anhelo indefinido de renova- la vida pasa. Cada una de esas grandes
ción, privado de una idea que lo encauce fuerzas de sugestión, de esas grandes aso-
y gobierne, y defraudado por la parálisis ciaciones de ejemplos, de sentimientos,
de la voluntad, que lo retiene en los lími- de ideas, en que se reparte la total in-
tes de la actitud contemplativa. fluencia del ambiente donde están su-
De lo que el impulso de renovación mergidas nuestras almas: la sociedad con
encierra virtual mente de fecundo y her- que vivimos inmediatamente en relación,
moso nacen todas las superioridades y los libros que remueven el curso de
prestigios que en el espíritu del dilettante i nuestro pensamiento, la profesión en que
concurren y que le redimen, para la con- \ se encauza nuestra actividad, la comu-
templación y la crítica, de aquello que su i nión de ideas bajo cuyas banderas mili-
filosofía entraña de funesto si se la toma ¡ tamos; cara una de estas sugestiones es
como concepción de la vida y escuela de una energía que a menudo obra diver
entendimiento práctico. El don de uni- gentemente de las otras. Este inmenso
versal simpatía; el interés por toda cosa organismo moral que del mundo, para
que vive, en la realidad o en pensamiento nuestros abuelos dividido en almas nacio-
de hombre; la curiosidad solícita; la com- ¡ nales, como en islas del archipiélago, han
prensión penetrante y vivaz; la nostalgia I hecho la comunicación constante y fácil
de cuanto aún permanece ignorado; la } el intercambio de ideas, la tolerancia re-
aversión por las eliminaciones y proscrip- ligiosa, la curiosidad cosmopolita, el hilo fi
ciones absolutas: tales son ios puntos de del telégrafo, la nave de vapor, nos e -
contacto entre el dilettante y el tempera- vuelve en una red de solicitaciones con-
mento de veras amplio y perfectible. Y tinuas y cambiantes. Del tiempo muerto,
por esta su parte de virtudes, el dilettan- de la humanidad que ya no es, no sólo
tismo nos representa hoy en lo mejor vienen a nosotros muchas y muy diver-
que de característico nos queda, y es, en sas influencias por la complejidad dee
algún modo, la forma natural de los es- nuestro origen étnico, sino que el núm '
píritus contemporáneos, como fueron la ro e intensidad de estas influencias se
intolerancia y la pasión la forma natural multiplican a favor de ese maravilloso
de los espíritus en las épocas enterizas sentido de simpatía histórica, de esa se-
y heroicas. i gunda vida del pasado, que ha sido, #Jb
los últimos cien años, uno de los rna
El fondo múltiple, que es propio de la interesantes caracteres, y una ílumi^'
humana naturaleza, lo es en nuestro ción cuasi profética de la actividad espJ'
tiempo con más intensidad que nunca. ritual, Ninguna edad como la nuestra Jl£
De las vertientes del pasado vienen, más

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 409

comprendido el alma de las civilizado- j LXXXIV


nes que pasaron y la ha evocado a nueva '
vida, valiéndose de la taumaturgia de la [Diferencia entre el dilettantismo y la
imaginación y el sentimiento; y por este renovación positiva de la personalidad]
medio también, el pasado es para nos-
otros un magnetizador capaz de impo- Hay, pues, en el dilettantismo un fondo
nernos sugestiones hondas y tenaces, no que concuerda con la virtualidad más
limitadas ya, como cuando el entusiasmo espontánea y noble del espíritu de nues-
histórico del Renacimiento, al legado y tra civilización. Pero el dilettantismo,
el genio de una sola civilización, sino que tiene infinitamente activas la inteli-
procedentes de dondequiera que la hu- gencia, la sensibilidad artística y la fan-
manidad ha perseguido un objetivo ideal tasía, tiene inactiva y yerta la voluntad;
y volcado en troquel nuevo y enérgico y éste es el abismo que lo separa de
su. espíritu. La anulación de las diferen- aquel superior linaje de temperamentos,
cias sociales suscita, para las aspiracio- que hemos personificado en la grande
nes de cada uno, vías divergentes y con- alma de Goethe. La incapacidad de que-
trapuestos llamados que se lo disputan, rer del dilettante, su radical ineptitud
en vez del camino raso e invariable pres- I para la obra de formar y dirigir la per-
crito antes por la fatalidad de la condi- sonalidad propia, reducen el movimien-
ción social y del ejemplo paterno. Tan to interior de su conciencia a un espec-
poderosos motivos de diversidad y com- táculo en que ella se ofrece a sí misma
petencia interior, entrecruzándose, multi- ! como inagotable panorama. Bástale con
pilcándose en virtud de la imitación recí- la renovación y la movilidad que tienen
proca, que adquiere eficacísimo instru- su término en las representaciones de
mento con la prodigiosa difusión del la fantasía; bástale con la sombra y la
pensamiento escrito, o si decimos mejor: apariencia. Así, todo es digno de contem-
del alma escrita (porque lo que se trans- plación para él; nada lo es de anhelo
mite en las letras es también, y con su- real, de voluntad afirmativa; todo merece
perior dominio, sensibilidad y voluntad): el esfuerzo de la mente puesta a com-
tan poderosos motivos, hacen de nuestro prender o imaginar; nada el esfuerzo de
desenvolvimiento personal una perenne la voluntad aplicada a obra viva y con-
creta. No cuida el dilettante del desen-
elección entre propuestas infinitas. Alma volvimiento de su personalidad, porque
musical es la nuestra; alma forjada como ha renunciado a ella de antemano: des-
de la sustancia de la música; vaga, cam- >menuza y dispersa su yo en el ámbito dei
biante e incoercible; y a ello se debe que I mundo; se impersonaliza; y gusta la vo-
esa arte sin vestidura carnal sea la que, ; luptuosidad que procede de esta libera-
mejor que otra alguna, nos resume y ex- ción respecto de su ser individual; libe-
presa; al modo como la firme precisión ración por cuya virtud llega a hacer del
V ta olímpica serenidad de la estatua son propio espíritu una potencia ilimitada,
la imagen fiel de la actitud de permanen- capaz de modelarse transitoriamente se-
Cl
a y sosiego con que nos figuramos, por gún toda personalidad y toda forma. No
s
u menor o menos inarmónica compleji- aspira su razón a una certidumbre, por-
dad, el alma de las razas antiguas. que, aun cuando reconociera medio de
hallarla, se atendría al desfile pintoresco
de las conjeturas posibles. No acata un
imperativo de su conciencia, porque es
el instinto del buen gusto la sola brúju-
la de su nave indolente.
410 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

En el espíritu activo al par que amplio de las mudanzas y sustituciones propias


y educable, el movimiento de renovación del que se mejora, con la persistencia de
es, por el contrario, obra real y fecunda, la integridad individual. Lejos de desca-
limitada y regida mediante las reacciones racterizarse en el continuo cambio de las
de una voluntad que lleva por norma la influencias, no amengua, sino que acrece,
integración de un carácter personal. su originalidad cada día, porque cada día
Mientras, en el dilettante, las impresio- es en mayor proporción artífice y maes-
nes, los sentimientos, las doctrinas a tro de sí mismo. No degenera su poder
que, con indistinto amor, franquea su de simpatía en negación de su persona;
conciencia, se suceden en vagabundo ca- no se desvanece y absorbe en cada obje-
pricho, y pasan como las ondas sobre to, para despertar de este como sueño,
el agua, aquel que se renueva de verdad en que el dilettante se complace, reduci-
escoge y recoge, en la extensión por don- do a una pura virtualidad, devuelto a
de activamente se difunde: cosecha, para una fluidez indiferente e informe, apto
el fondo real de su carácter, para el acer- sólo para otras personificaciones ficticias
vo de sus ideas; relaciona lo que disper- y otros sueños, sino que se sumerge en
so halló, triunfa de disonancias y contra- j el nuevo objeto de amor para resurgir de
dicciones transitorias, y ordena, dentro él transfigurado, dilatado, dueño de nue-
de la unidad de su alma, como por circu- vos aspectos y potencias, y con todo,
ios concéntricos, sus adquisiciones suce- i más personal y más constante que nun-
sivas, engrandeciendo de esta suerte el ca, como quien saliera de un mirífico
campo de su personalidad, cuyo centro: l baño de energía, inteligencia y juventud.
la voluntad que mantiene viva la acción | Remedo es el dilettantismo, y desor-
y la dirige, persiste y queda siempre en ; den; orden y realidad, la vida activa y
su punto, como uno permanece el común perfectible. Así como antes discernimos
centro de los círculos, aun cuando se las la positiva renovación de la personalidad,
reproduzca y dilate infinitamente. En del equilibrio inestable en que vive aquel
tanto que, en la contemplación inmóvil ¡
de sus sueños, se anula Hamlet para la | que de personalidad carece, y de la in-
realidad de la vida, el alma de Fausto, ¡ quietud angustiada y estéril del calentu-
como el espíritu que su magia evoca, riento, sepamos discernirla también de
en la tempestad de la acción se renueva; la vana y tentadora ilusión del dilettante.
es un torbellino; sube y baja. No enve-
nena y marchita el alma de este temple
las raíces de la voluntad con los sofismas LXXXV
del renunciamiento perezoso: no teme
conocer la realidad de lo soñado, ni pro- [Renovación falaz y artificiosa.
bar la pena del esfuerzo, ni adelanta y da Alcibíades]
por cierta la saciedad; sino que, mien-
tras permanece en el mundo, aspira y lu- Aún hay otro falso modo de flexibili-
cha; y de las sugestiones del desencanto dad de espíritu, que importa separar de
y el hastío adquiere luz con que empren- aquella que de veras renueva y enriquece
der nuevos combates. Realiza la concor- los elementos de la vida moral; y es el
dia y armonía entre el pensamiento y la que consiste en la aptitud del cambio
acción, sin que la amplitud generosa del activo, pero puramente exterior y habili-
uno dañe a la seguridad y eficacia de la doso; ordenado a cierto designio y fina-
otra, ni el fervor de la energía voluntaria lidad, pero no a los de una superior cul-
se oponga a la expansión anhelante del tura de uno mismo; suficiente para reco-
espíritu. Y realiza también la conciliación rrer, en movimiento serpeante, las con-
diciones y los círculos más opuestos, ga-

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OBRA ORIGINAL—5: MOTIVOS DE PROTEO 41 i

nando en destreza y ciencia práctica, pe- ¡ más ajena a esos impulsos de rectifica-
:
ra no en la ciencia austera del perfeccio- ción y reforma de uno mismo, que nacen
namiento interior, ni con moción honda i de ia sinceridad del pensamiento y de la
de la personalidad; aptitud hisíriónica, i comunicación de simpatía con los senti-
:
que ninguna relación íntima tiene con la mientos de los otros. Nadie, en lo esen-
noble y rara facultad en que se funda el cial, más impenetrable a toda influencia
carácter aííameníe educable; aunque no ¡ desvinculada de aquel ambiente que era
pocas veces logre la una ennoblecer su i como una dilatación de su espíritu: el
calidad, ante los ojos del mundo, con el •• ambiente de Atenas. Pero Alcibíades, uno
simulacro y prestigio de la otra. • en el fondo de su natural ligero y ele-
El talento de acción, rico en diversidad gante, es legión en la apariencia artificio-
de formas y matices; la inteligencia rápi- • sa y el remedo feliz. Se despoja a volun-
da y aguda; la intuición infalible de las ' tad de todo aquello que lo transparenta
conveniencias de cada papel; el hechizo ; y acusa; y allí donde está toma al punto
de una superficial virtud de simpatía; la : la máscara típica de la raza, o de la es-
plasticidad, como de cera, de los distin- ' cuela, o del gremio; de suerte que logra
tos medios de expresión, en semblante, ser hombre representativo entre todos;
modos y palabras: tales son los elemen- y si, en Esparta, no hay quien le aventa-
tos con que se compone este tipo aco- i je en el vivir austero y el temple militar,
modaticio y flexible, leve y sinuoso, ca- j nadie le supera, en la Tracia, como bebe-
paz de amoldarse a toda situación, de i dor y jinete; ni, en las satrapías asiáticas,
identificarse con toda sociedad, de impro- :
por el esplendor y pompa de la vida. Si
visar o suplir toda costumbre; apto para se le observa en el estrado de Aspasia.
las transiciones más variadas y súbitas, es el libertino de Atenas; si cuando asis-
no con ia obediente pasividad del suges- i te a las lecciones de Sócrates, es el dia-
donado y el amorfo, sino por su libre y ' loguista de El Convite; si en Potidea y
sagaz iniciativa; tipo que es al trabaja-
dor sincero de la propia personalidad lo en Delium, es el hoplita heroico; si en
que al Kermes helénico, dueño de mil el estado de Olimpia, es el atleta vence-
mañas y recaudos, pero en sentido reli- . dor. Toma cien formas, usa cien antifa-
gioso y sublime, su avatar, el Mercurio ; ees, arregla de cien modos distintos su
latinizado, astuto y utilitarista,.. El le- aspecto y sus acciones; pero nada de
gendario abuelo de esta casta de almas esto alcanza a lo íntimo, al corazón, a
es Panurgo, su personificación plebeya la conciencia; en nada se ha modificado
y andariega se llama Gil Blas; y Fígaro, al través de tantos cambios ío que hay
si se la enfervoriza con cierta nota de de real y vivo en su personalidad. El es
poesía y entusiasmo. siempre Alcibíades, cómico en la escena
del mundo, Proteo de parodia, cifra de
Pero en la realidad de la historia, y ! esa condición sinuosa y falaz del genio
levantándose a mucha más alta esfera de griego, que personifica, en la epopeya,
selección y de elegancia, tiene un nombre
inmortal: el nombre de Alcibíades, Ulises, y por la cual Taine reconoce a
La gracia del proteísmo simulado y há- este divino tramposo de la edad heroica
bil fué, en este griego, como una alegre en el argumentar de los sofistas y en las-
invención de la Naturaleza. Nadie más artes del greculus refinado y artero, pa-
olímpicamente inmutable en su realidad rásito de las casas romanas.
de vivo mármol jovial. Nadie de alma
412 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

LXXXVI i imagen de la patria: el cielo, el aire, la


luz; los tintes y formas de la tierra; las
[Los viajes como instrumento de \ líneas de los edificios; los ruidos del
renovación. Aureola o penumbra de j campo o de la calle; la fisonomía de las
nuestro «yo»] I personas; el son de las voces conocidas:
todo ese armónico conjunto, no está fue-
La práctica de la idea de nuestra re- j ra de ti, sino que hace parte de ti mismo,
novación tiene un precepto máximo: el ¡ y te imprime su sello, y se refleja en
viajar. Reformarse es vivir. Viajar es re- j cada uno de tus actos y palabras: es,
formarse. ¡ cuando más objetivamente se lo conside-
Contra las tendencias primitivas e infe- I re, una aureola o penumbra de tu yo, Y
riores de la imitación, que consisten en j de esas cosas familiares que el sentir
la obediencia maquinal al ejemplo de lo j material te pone delante a toda hora, vá-
aproximado y semejante a la naturaleza ; leme el hábito, la tradición, el alma anó-
del imitador, de donde toma su primer ¡ nima que brota del concierto de una so-
impulso esa otra imitación de uno mismo \ ciedad humana, para uncirte a ciertas
que llamamos hábito, no hay energía tan maneras de pensar, a ciertas automáti-
eficaz como la imitación que obra en sen- ! cas uniformidades, a ciertas idolatrías, a
tido nuevo y divergente de la herencia, ! ciertas obsesiones. Alejadas de tus senti-
de la costumbre y de la autoridad del te- j dos aquellas cosas materiales, las fuer-
mor o el afecto. Fuerza servil si se ¡a zas cautivadoras que se valen de ellas
compara con la invención y con la sobe- ' pierden gran parte de su influjo; y aun-
rana espontaneidad de la conciencia, que i que persistan los lazos que responden a
son superioridades a las que no se llega inclinaciones perdurables y sagradas de
de inmediato desde la imitación rutina- I la naturaleza, aquellos otros, más ende-
ria, y que no cabe extender nunca a to- i bles, que sólo nacen de hosquedad, pre-
dos los pensamientos y actos de la vida, ocupación o prejuicio, se rompen y des-
la sugestión de lo ajeno y apartado es ¡ vanecen, a modo de los hilos de una vas-
fuerza liberadora en cuanto nos realza ta telaraña, dentro de la cual permanecía
sobre la estrecha sociabilidad que cir- ' impedida, como la mosca prisionera, tu
cunscriben la familia y la patria; y ade- libertad de juzgar y de hacer. La expa-
más, comienza a hacer flexible y ágil el triación de los viajes es, por eso, antído-
espíritu y ejercita los bríos de la volun- ! to supremo del pensamiento rutinario,
tad, para acercarnos a esa completa I de la pasión fanática, y de toda suerte de
emancipación del ser propio, que cons- ¡ rigidez y obcecación. Y aún puede más; y
tituye el término ideal de una existencia ¡ a menudo ejerce, para vencer mayores
progresivamente llevada. extravíos morales, si ellos arraigan en la
Hay en la personalidad de cada uno de \ ocasión constante y la costumbre, una
nosotros una parte difusa, que radica en j inmediata virtud regeneradora; como, en
las cosas que ordinariamente nos ro~ \ el orden físico, alcanza a contener en su
deán: en las cosas que forman como el j desenvolvimiento males inveterados, que
molde a que, desde el nacer, nos adap- se afirmarían para siempre sin un cam-
tamos. Trocar por otro este complemen- j bio en el método de vida y en las influen-
to, mudando el lugar en que se vive, es , cias circunstantes. El prófugo que deja
propender a modificar, en mayor o me- | atrás el teatro de su tentación y de su
ñor grado, por una relación necesaria, lo ¡ oprobio, presencia el espectáculo del tra-
esencial y característico de la personalí- I bajo remunerado!", toma la esteva del
dad. Toda la muchedumbre de imágenes j arado, y es el colono que exprime en paz
que se ordenan y sintetizan en la grande el suelo fecundo. Un ambiente impreg-

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OBRA ORIGINAL.™5: MOTIVOS DE PROTEO 413

nado de sensualidad prepara, ya desde ledad. En rigor, los dos son necesarios;
las entrañas de la madre, el alma de la y una vida bien ordenada a los fines de
cortesana; la permanencia en él la lleva su renovación perseverante y eficaz sa-
a su fatal florecimiento; la novedad del brá conceder lugar dentro de sí a perío-
desierto la redime: tal es la historia dedos de incomunicación respecto de la so-
Manon. ciedad que sea habitualmente la suya,
En lo que siente quien de luengas tie- distribuyéndolos con sabiduría entre el
rras vuelve a la propia suele mezclarse recurso de la soledad y el de los viajes.
a la impresión de desconocimiento de La soledad es escudo diamantino, sue-
las cosas con que fué íntimo, y que ve ño reparador, bálsamo inefable, en cier-
de otra manera que antes, cierto desco- tas situaciones de alma y por determina-
nocimiento de su misma personalidad del do espacio de tiempo. Pero como medio
pasado, que allí, en el mundo donde la único y constante de asegurar la plenitud
formó, resurge en su memoria y se pro- de la personalidad contra las opresiones,
y falacias del mundo, marra la soledad,
yecta ante sus ojos, como si fuese la figu-
ra de un extraño. Aquel cuento de los porque le faltan: un instrumento efica-
tratados de San Ambrosio, del amante císimo con que desenvolver el contenido
que, para dar al olvido su pasión, busca de nuestra conciencia: la acción, y una
la ausencia, y peregrina largo tiempo, preciosa alianza a quien fiar lo que no
hasta que, al volver, es requerido por su logre consumar de su obra: la simpatía.
antigua enamorada, que le dice; «Reco- Sólo el sacudimiento de la acción es apto
nóceme; soy yo, soy yo misma»; a lo que para traer a la superficie del alma todo
arguye él: «Pero yo ya no soy yo», presta lo que en el fondo de ésta hay posado e
vivos colores a una verdad psicológica inerte; y sólo el estímulo de la acción
que aparece más patente hoy que sabe- es apto para traer a la superficie del
mos cuánto hay de relativo y de preca- alma todo lo que en el fondo de ésta hay
rio en la unidad de la persona humana; posado e inerte; y sólo el estímulo de la
verdad, la de la respuesta, que confir- simpatía alcanza a corroborar y sostener
ma, entre tantos otros, Sully, en su ad- nuestra reacción espontánea hasta el
mirable estudio de las «Ilusiones de la punto que se requiere para emanciparse
sensación y del espíritu», mostrando có- firmemente de los vínculos de la preocu-
mo un cambio considerable y violento de pación y la costumbre. La soledad conti-
las circunstancias exteriores, no solamen-nua ampara y fomenta conceptos engaño-
te tiende a determinar modificaciones sos, no sólo en cuanto a la realidad exte-
profundas en nuestros sentimientos e rior, de cuya percepción nos aparta, sino
ideas, sino que llega a conmover y escin- también en cuanto a nosotros mismos,
dir, aunque sea sólo parcialmente, la sugiriéndonos quizá, sobre nuestro pro-
noción de nuestra continuidad personal. pío ser y nuestras fuerzas, figuraciones
que, luego, al más leve tropiezo con la
j realidad, han de trocarse en polvo, por-
LXXXVII | que no se las valoró en las tablas de la.
| comparación con los demás, ni se las
[La emancipación personal y la soledad. ' puso a prueba en las piedras de toque
El monje Teótimo] j de la tentación y de la lucha.

Para burlar la sugestión del ambiente EL MONJE TE0TIMO


pn que se vive y reivindicar la libertad
'nterior, apartándose de él, hay dos mo- • Acaso nunca ha habido anacoreta que
a
os de apartamiento: los viajes y la so- . viviese en tan desapacible retiro como
414 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Teótimo, monje penitente, en alturas I Teótimo sólo reflejó de su alma imáge-


más propias que de penitentes, de águi- : nes de abatimiento y penitencia. Si aca-
las. Tras de placer y gloria, gustó lo ' so alguna duda de la constancia de su
amargo del mundo; debió su conversión piedad humilde le amargaba, ella nacía
al dolor; buscó un refugio, bien alto, so- del extremo de su misma humildad. Fué
bre la vana agitación de los hombres; y condición que Teótimo había puesto en
le eligió donde la montaña era más dura, su voto ir, una vez que pasase determi-
donde la roca era más árida, donde la nado tiempo de retiro, a visitar la tumba
soledad era más triste. Cumbres escue- ; de sus padres, y volver luego, para siem-
tas, de un ferruginoso color, cerraban en; pre, al desierto. Cumplido el plazo, tomó
reducido espacio el horizonte. El suelo ! el camino del más cercano valle. La moa-
era como gigantesca espalda desnuda: ni taña perdía, en lo tendido de su falda,
árboles, ni aun rastreras matas, en él. ¡ parte de su aridez, y algunas matas, re-
A largos trechos, se abría en un resalte zagadas de vegetación más copiosa, inte-
de la roca una concavidad que semejaba I rrumpían lo desnudo del suelo. Teótlmc
negra herida, y en una de ellas halló Teó-
¡ se sentó a descansar junto a una de ellas.
timo su amparo. Todo era inmóvil y i ¿Cuántos años hacía que no posaba los
muerto en la extensión visible, a no ser : ojos en una flor, en una rama, en nada
un torrente que precipitaba su escaso \ de lo que compone el manto alegre y un-
raudal por cauce estrecho, fingiendo llan-
I doso colgado de los hombros del mun-
tos de la roca, y las águilas que solían • do?... Miró a sus pies, y vio una blanca
cruzarse entre las cimas. En esta espan- florecilla que nacía de un tallo acamado
tosa soledad clavó Teótimo su alma, co- sobre el césped; trémula, y como medro-
mo el jirón de una bandera destrozada sa, con el soplo del aura. Era de una
en lides del mundo, para que el viento deI gracia suave, tímida; sin hermosura, sin
Dios la limpiase de la sangre y el cieno.i aroma... Teótimo, que reparó en ella sin
Bien pronto, casi sin luchas de tenta- ; quererlo, se puso a contemplarla con
ción y sin nostálgicas memorias, la gra- tranquilo deleite. Mientras notaba la sen-
cia vino a él, corno el sueño al cuerpo
vencido del cansancio. Logró la entera i cilla armonía de sus hojuelas blancas, el
sumersión del pecho en el amor de Dios; ! ritmo de sus movimientos, la gracia de
y al paso que este amor crecía, un senti-: su debilidad, una idea súbita nació de la
miento intenso, lúcido, de la pequenez I contemplación de Teótimo. ¡También cui-
humana, se concretaba dentro de él, en ! daba el cielo de aquella tierna florecilla;
este diamante de la gracia la más rendi- I también a ella destinaba un rayo de su
da y congojosa humildad. De las cien : amor, de su complacencia en la obra que
máscaras del pecado tomó en mayor abo- | vio buena!... Y esta idea no era en él gra-
rrecimiento a la soberbia, que, por ser I ta, afectuosa, dulcemente conmovida, co-
primera en el tiempo que las otras, antesí mo acaso la tuvimos nosotros. Era amar-
que máscara del pecado le pareció su ; ga, y promovía, dentro de su pecho, co-
semblante natural. Y sobre la roca yer- ¡ mo una hesitante rebelión. Sobre la roca
ma y desolada, frente al adusto silencio yerma y desolada nunca había nublado
de las cumbres, Teótimo vivió, sin otros su humildad el pensamiento que ahora
pensamientos que el de la única grande- le inquietaba. ¿Todo el amor de Dios no
za velada allá tras la celeste bóveda que era entonces para el alma del hombre?
sólo en reducida parte veía, y el de su ¿El mundo no era el yermo sobre el cual,
propia pequenez e indignidad. • única flor, flor de espinoso cardo, el
! alma humana se entreabría, sabedora de
Pasaron años de esta suerte; largos i no merecer la luz del cielo, pero sola en
años durante los cuales la conciencia de | gozar del beneficio de esta luz? Vano

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 'tlJ

fué que luchara por quitar los ojos del una vez adquirida la conciencia de esta
alma de este obstinado pensamiento, por- superioridad, obrase en adelante estimu-
que él volvía a presentársele, cual si lo lado por ella, subiendo el tono de su
empujase a la claridad de la conciencia altivez y extendiendo el vuelo de sus
de Teótimo una tenaz: persecución. Y ambiciones.
tras él sentía el eremita venir de lo hon-
do de su ser un rugido cada vez más jLj\A.yvlA.
cercano..., un rugido cada vez más si-
niestro..., un rugido cuyo son conocía, y [Los viajes y nuestra capacidad de
que brotaba de unas fauces que creyó simpatía]
mortalmente secas en su alma. Bastó
una débil floréenla para que el mons- El viajar dilata nuestra facultad de
truo oculto, la soberbia apostada tras la simpatía, fuerza que obra en la imitación
ilusión de la humildad, dejase, con ava- transformante, redimiéndonos de la re-
sallador empuje, su. guarida... Bajo la clusión y la modorra en los límites de la
alegre bondad de la mañana, mientras to- propia personalidad. Mientras nuestra fi-
caba en su pecho un rayo de sol, Teóti- guración de los hombres y cosas distin-
mo, torvo y airado, puso el pie sobre la ! tos de los que nos rodean no se apoya en
flor indefensa... 1 el conocimiento de una parte de ía reali-
' dad infinita que hay más allá de nuestro
inmediato contorno, nunca tal vez las
LXXXVIII ! imágenes que de ellos concibamos ten-
' drán sobre nuestra sensibilidad la fuerza
[La soledad y la permanencia en la de que son capaces cuando, nutrida y
patria] amaestrada la fantasía con las preseas de
una varia y extensa visión real, queda
La reclusión en ei pedazo de tierra don- luego en aptitud de representarse, con
de se ha nacido es soledad amplificada, cálida semblanza de vida, otras cosas que
o penumbra de soledad. Todos los enga- no han llegado a ella por intermedio de
ños que ía soledad constante e ininte- ; los ojos.
rrumpida cría en la imaginación del so- El primer viaje que haces es una ini-
litario, en cuanto al juicio que forma de ciación liberadora de tu fantasía, que
sí mismo, suelen arraigar también en el rompe la falsa uniformidad de las imá-
espíritu del que no salió nunca de su pa- • genes que has forjado sólo con elemen-
tria; y cuando ha respirado el aire del tos de tu realidad circunstante. Tu capa-
extranjero, se disipan: ya se traduzca . cidad para prevenir y figurar desemejan-
esto en desmerecimiento o en reintegra- zas en el inagotable contenido de la na-
ción; ya sea para palpar la vanidad de turaleza se hace mayor desde el momen-
la fama que le lisonjeaba, entre los su- to en que quebrantas, del modo como
yos; ya, por el contrario, para saber que sólo es posible mediante el testimonio
ha de estimarse en más y que puede dar directo del sentido, la tendencia incons-
de sí más que pensaba: ya como el ermi- ciente a generalizar todo lo de esa estre-
taño cuya ilusión de santidad se deshizo cha realidad que te circunda. Por eso, no
en presencia de la silvestre floréenla; ya enseña el viajar únicamente a represen-
como aquel que, viviendo en retraimien- tarse luego con exactitud las cosas que
to e inacción, se creyera a sí propio débil pasen, en ausencia nuestra, en los países
V cobarde, hasta que, envuelto inopina- | que hemos visto: también aumenta la
damente en ía ocasión del peligro, des- I perspicacia y el brío de la imaginación
plegase un valor que él no sospechaba, y j para suplir al conocimiento real de lo
416 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

demás que hay en el mundo, Y aún más nes a su seno y a despertar el leve en-
que en el mundo de nuestro mismo tiem- jambre de las dulces memorias. Bella y
po, la propia intuición de lo pasado, la compasible es la nostalgia. Pero a su
concepción viviente y colorida de otras idealidad de pena que nace de amor,
épocas, de otras civilizaciones, ganan en ; mézclanse, en realidad, elementos menos
ti desde que viajas una vez, aun cuando nobles y puros; y no siempre es una de-
sea por pueblos donde no haya huellas licada forma de sentir lo que obra en
ni reliquias de aquel pasado. Lo que im-! ella.
porta es que te emancipes, por la efica- ¡Cuántas veces lo que tienes por im-
cia de tu viaje primero, de la torpeza \ pulso fiel del corazón en tu desvío de las
imaginativa a que, más o menos, nos cosas nuevas que ves y de las nuevas
condena siempre la visión de una sola i gentes que tratas no es sino la protesta
cara de la realidad; la que hallamos, al que tu personalidad, subyugada por el
nacer, delante de los ojos. De esa mane- hábito, entumecida en la quietud, opone
ra, desentumida y estimulada tu fanta- i a cuanto importe de algún modo dilatar-
sía, será ágil después para transportarse, la y moverla!... Todo lo que nace en ti de
ya en el espacio, ya en el tiempo, a la limitación, de inactividad, de servidum-
visión de cualquiera realidad distinta de bre, se disfraza entonces, para tu pro-
Ja que el sentir material te pone delante. - pia conciencia, con la máscara de aquel
En la andantesca escuela del mundo, la amor. Te enoja, inconscientemente, aque-
facultad de concebir imágenes se extien- j llo que te pone a la vista tus inferiorida-
de, se realza, se multiplica; y como la des o las de los tuyos; eludes el esfuerzo
sensibilidad es potencia sometida al in- ¡ íntimo que reclama de ti la comprensión
flujo de la imaginación, y siente más j de cuanto, en lo humano, te es ajeno, to-
quien mejor imagina aquello de que sien: : cas el límite de tu capacidad simpática;
te, cuanto mejor y con más brío imagi- resguardas, por instintivo movimiento.
nes Ja vida de remotos hombres, tanto Jos prejuicios con que estás encariñado y
más apto serás para participar, por sim- las ignorancias lisonjeras de tu egoísmo
patía, de sus dolores, de sus regocijos y o de tu orgullo; y todo esto se decora y
entusiasmos; y de este modo se ensan- poetiza con la melancolía del recuerdo
chará el horizonte de tu vida moral, co- amante, que es lo más puro y mejor de
mo el de tus ojos cuando subes a una la nostalgia; aunque en el complejo de
montaña; y conocerás, compartiéndolas, ella predominen elementos menos nobles,
emociones diferentes de aquellas que te como son las resistencias de una perso-
han herido en carne propia o de los tu- nalidad esquiva y huraña; el desequili-
yos; de donde nace que para el hombre brio de su economía a favor de los ele-
de imaginación difundida y adiestrada mentos de conservación y de costum-
por el mucho ver haya siempre mayor bre; su defecto de aptitud proteica, lla-
posibilidad de aflojar los lazos opresores mando así a la virtud de renovarse y
del hábito y de redimir o reformar su transformarse merced a esa facultad de
personalidad, adaptación que hace del hombre ciuda-
dano del mundo, y que, en su expresión
XC más intensa, engendra otra especie de
nostalgia, conocida de las organizaciones
[La nostalgia: elementos que entran bien dotadas de simpatía y amplitud;
en ella} la nostalgia de las tierras que no se han
visto, de los pueblos a que aún no se ha
Sagrada es la melancólica voz que, en cobrado amor, de las emociones huma-
tu ausencia de la tierra nativa, viene de [ nas de que nunca se ha participado.
lo hondo de tu alma a pedirte que tor- J

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 417

xci i ñas, «dolor de inacción», si entendemos


por tal el que nace de inmovilidad pro-
[El viajero de vocación es un alma \ longada en una misma actitud, siquiera
opuesta al asceta y al estoico. El ! sea la del mejor dispuesto reposo: géne-
«vagabondaggio»~\ \ ro de dolor que vence acaso en extremos
\ de crueldad a las más descompasadas
Porque los viajes son incentivo de re- | tensiones del movimiento y el esfuerzo.
novación; inquietud y laboriosidad ene- En esta inclinación ambulativa, a veces
migas de toda suerte de herrumbe, orín tiránica y como proveniente de obsesión,
y moho; fuego y martillo con que se re- radica esa nota de vagabondaggio, que
hacen ías ideas y los sentimientos, suelen ' incluyen entre los estigmas congeniales
mirarlos con desvío quienes propenden ' al entendimiento superior los que ven en
a asegurar la constancia de la personali- ! éste una degenaración de cierta forma;
dad por las cadenas de una idea votiva, I estigma casi siempre bienaventurado y
huraña e inmutable. La variedad en el ! fecundo, como cuantos dan lugar a esa
escenario de la vida no se complace con ¡ asimilación, en que las máculas del em-
la mortal permanencia de las cosas de
adentro. pobrecimiento vital participan de nom-
bre con los caracteres de una centuplica-
El viajero de instinto es, en la histo- ¡ da y todopoderosa salud de espíritu; va-
ria natural de las almas, una especie gabondaggio que, en Jordano Bruno, es
antagónica de las del asceta y el estoico. aquel ir y venir de su batalladora ma-
Recuerda cómo el estoicismo de Séneca )
truena en las Cartas a Lucillo contra los j durez, de ciudad en ciudad, de una a otra
que piensan, viajando, variar de alma, escuela famosa, anhelando por la autori-
«como si no viajasen en compañía de dad con quien pelear, por el sofisma y
ellos mismos»; y recuerda a Kempis la preocupación que destruir, a modo del
cuando enseña que «la imaginación y lebrel que husmea inquieto el rastro de
mudanza de lugar a muchos han dado la pieza; y que, en Byron, es el desasosie-
engaño». j go inplacable, la aspiración nostálgica
Tal vez el solo espíritu comprensivo y e inmensa, que, como al Satán de Milton,
curioso que haya mirado con desvío el cuando desde las sombras busca la~senda
Placer de viajar es Montaigne; pero en | de los cielos, le arrebata al través de tie-
este amable escéptico la vocación seden- ¡ rras y de mares, en pos de un sueño de
tana fué, sin duda, más que rasgo de su libertad indómita y sublime, de belleza,
naturaleza, persuasión de la enfermedad, de verdad, de amor; más allá, más allá
Que le movía a horror por la agitación y siempre, dejando atrás los jardines de la
afán de los viajes. Entre los inventores, Bética.,., atrás los mármoles de Italia...,
los revolucionarios, los rebeldes, y los atrás el Partenón; más allá siempre,
aguijoneados por la perspicacia de la du- mientras no interpone los brazos la páli-
^a y la crítica, compusieron siempre ma- da cerradora del camino; traslado fiel de
yor número las almas que guardan algo la agitación de las olas, que más de una
c
te los nómadas; las almas para quienes vez mostraron a sus ojos imágenes que
e
l no ver lo lejano es tedio y melancolía hablaban de su destino y de su alma,
c
'e ceguera; para quienes el cambiar al- saltando a los costados del bajel erra-
Suna vez de aire y de luz es necesidad bundo de Harold y el Corsario:
vital, cuya insuficiente satisfacción orí-
S^ia una angustia y un padecimiento tan Once more upon the waters!, yet once more!.,.
"uros de sobrellevar como ese que ha lia- !
lll
ado Reaunis, en sus Sensaciones ínter- j
!!
ooo 14
418 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XCII l del cielo, y acariciando con miradas mo-


rosas la belleza desnuda de la realidad.
{Los viajeros del Renacimiento. El cami- La personificación de este viajero íiba-
nante: Paracelso. El viajero de vocación dor de saber y «ciencia de mundo»; vago
es siempre el caminante] de noble especie; estudioso cuya bi-
blioteca está a lo largo del camino; sa-
¡Al Norte! ¡Al Sur! ¡Al Oriente! ¡AI bio cuya mano conoce menos la pluma
Occidente! Son las naves que parten; que el bordón, podría ser aquel grande
son las naves de la antigua hechura; los y singular Paracelso. Rebelde alzado, sin
galeones y las carabelas, tras cuyo suelto otros fueros que su propio juicio, contra
velamen sigue un dios de inflados carri- la enseñanza de la tradición; alquimista
llos; son las gloriosas naves del Renaci- por quien la alquimia pasó a ser cono-
miento, que parten a redondear la forma cimiento real y destinado en ]o moderno
del mundo... Y cuando los redivivos ar- a insigne gloria; renovador de la ciencia
gonautas que van en ellas vuelven de sus médica y el arte de curar, y, por lo exte-
Cólquidas, no traen sólo magnificada rior y aparente de su espíritu, pintoresco
idea de la tierra y milagrosa riqueza ma- ejemplo de los hombres raros, Paracelso
terial; traen consigo, también, un alma trajo como innata en la mente ia idea de
nueva, una nueva concepción de la vida, leer a la Naturaleza en sí misma, más
una nueva especie de hombres, que se que en las páginas de los libros ilustres.
propaga por emulación y simpatía, y que La escuela de este observador y experi-
consiste, en cuanto a la inteligencia, en mentalista instintivo fué su infatigable
el sentido de la observación y la malicia viajar, de que. la tradición ha hecho le-
de la duda; en cuanto al sentimiento, en yenda; viajar voluntarioso y errabundo,
la alegría de vivir y el amor de la liber- de pordiosero o de juglar, en que corrió
tad, que han de volver estrecho ej recin- todas las tierras sabidas de su tiempo; el
to del claustro; y en cuanto a la volun- saco al hombre; nunca seguro del rum-
tad, en el ánimo de las heroicas empresas bo que habría de seguir el día de maña-
y la ambición de gloria y fortuna, que na; atentos los ojos y el oído no sólo ai
alza del polvo la frente en penitencia y i más leve movimiento y al más vago ru-
empuja hacia adelante la cavidad del pe- i mor que partiesen del vulgo de las cosas,,
cho hundido entre los hombros bajo la j sino también a todo testimonio y juicio
humilde cota del sayal. j venidos del vulgo de las almas; la prédi-
ca del fraile, la observación del menes-
Pero no es en estos épicos viajeros en tral, el cuento del barbero, la profecía
quienes me propongo figurar la ínfluen- ; del gitano,
cía de los viajes sobre el desenvolvimien- experiencia ladelreceta del ensalmador, la
verdugo,
to del espíritu. Yo quiero figurarla más ;
bien en otra suerte, menos extraordina- A esta casta de espíritus pertenece
ria y gigantesca, de almas nómadas, que, siempre, en lo íntimo y esencial, el via-
por el mismo tiempo, y ya. desde otros jero que lo es por naturaleza; aunqnc
siglos, aparece encarnada, para la poste- viva siglos después de Paracelso, y via-
ridad, en nombres famosos. Aludo al ; je en alas de la locomotora, de la cual
caminante, al que viajaba por sus pies; por otra parte, sabrá prescindir alguna
obrero que, para completar su aprendiza- vez. Porque el monstruo flamígero con
je, o curioso que, para dar vado a su que hemos vencido a las distancias, es
pasión, medía a lentos pasos, comarcas símbolo glorioso si lo juzgamos en cuan-
y naciones enteras; de burgo en burgo, i to a la utilidad de cambiar rápidamente
de castillo en castillo; viviendo del tra- ] ideas y productos, y a los lazos que es-
bajo de sus manos o de la misericordia trecha y los prejuicios que aparin; p^i'1'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 419

si se le refiriese a la disciplina del via- ¡ taria condición de los mejores o prepon-


jar, sería símbolo del ver mal y somero derantes.
y del ser llevado en rebaño por el inva- En el desenvolvimento del espíritu, en
riable camino que fijan en la inmensidad el progreso de las leyes, en la transforma-
del campo dos cintas de hierro, a las ciu- ción de las costumbres, un viaje de un
dades donde luego gobernará los pasos hombre superior es, a menudo, el Tér-
del huésped una oficiosa guía, que reúne, mino que separa dos épocas, el reloj que
en octavo menor, las instrucciones del suena una grande hora. Vuelve el viajero
Sentido Común, personificado en un li- trayendo fija en el alma una sugestión
brero de Leipzig o un impresor de la que irradia de él y se propaga hasta abar-
Street Albemarle. El genuino viajero es car, en su red magnética, toda una socie-
aquel que acierta a rescatar, por la es- dad. El viaje de Voltaire a Inglaterra es
pontánea tendencia de su espíritu, todo hecho en que se cifra la comunicación
de la doctrina de libertad al espíritu
lo que esos medios de facilidad y bienes- francés, donde ellas debían engrandecer-
tar quitan a los viajes, tratándose de la se y transfigurarse para asumir la for-
generalidad de las gentes, de su interés ma humanitaria y generosa de la inmor-
original y sabroso, y de la virtud de edu- tal Revolución; como, más tarde, el viaje
car que siempre tuvieron. Por el modo de madame de Stael a Alemania indica el
intuitivo de dirigir su observación, co- punto en que comienza el cambio de
mo a favor de una aguja magnética que ideas que llegó a su plenitud con la re-
llevase dentro del alma; por la manera novación literaria, filosófica y política
de guardar su libertad, y de palpar para j de 1830. Del soplo de los vientos de Italia
creer lo que está escrito, y de tomar por j al oído de Garcilaso, vino, o adquirió de-
la senda desusada, y de detenerse allí j finitiva forma, el nuevo estilo de rimar,
donde se ha convenido que no hay cosa \ que dio su instrumento adecuado y mag-
que ver, el viajero de instinto es siern- J nífico a la gran literatura española; co-
pre el caminante, el andariego, el vaga- mo, pasados los siglos, el duque de Rivas,
bundo. había de traer, de sus viajes de proscrip-
to, el primer rayo de la aurora literaria
XCIII que devolvió a la fantasía de su pueblo
alguna parte de su fuerza y originalidad;
{Viajeros que, a su vuelta, magnetizan viajes estos del autor del Don Alvaro,
una sociedad. Contrarias formas de esta como paralelos y concordes con los que
influencia} Almeida Garret realizaba al propio tiem-
po, y también aventado por la discordia
Para los superiores elementos de la so- civil, para infundir, a su vuelta, en el es-
ciedad, a quienes está cometido modelar- píritu patrio, el mismo oportuno fermen-
la por lo que proponen a la imitación y to del romanticismo. Los legendarios vie-
la costumbre, debieran ser en todas par- jes de Miranda, héroe al lado de Wash-
tes los viajes una institución, un ejercicio ington y héroe al lado de Dumouriez; y
de calidad, como el que, en pasados tiem- el viaje de Bolívar por la Europa infla-
pos, cifraba en la pericia de las armas el mada en la gloria de las campañas na-
bnllo y honor de la nobleza. Allí donde poleónicas, son los resquicios que dan
e
l hábito educador de los viajes falte a : paso, en la clausura colonial de Amé-
l°s que prevalecen y dominan, y dan la rica, a las auras presagiosas de la li-
tey de la opinión y del gusto, todas las bertad.
a
Phcaciones de la actividad social se re» Estos viajes históricos obran, general-
Seí
Uu'án, en algún modo, de esa seden» mente por la virtud de la admiración y el
420 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

entusiasmo de que el ánimo del viajero guo aventurero de viajes legendarios; del
viene poseído; pero no falta la ocasión tripulante de los buques que, allá cuan-
en que la eficacia de un viaje glorioso do el mundo guardaba aún el hechizo del
consiste, por el contrario, en la influencia misterio, fueron a grandes cosas; del ca-
negativa de ía decepción y el desengaño. rnarada de Marco Polo o Vasco de Gama,
Si el caso es el primero, la nueva reali- que torna de extrañas tierras con rail
dad conocida queda en la mente co- preseas de los climas remotos y fecun-
mo un original, como una norma, a la dos: oro, y esencias, y marfil, y el tesoro
que luego se procura adaptar la vieja de los cuentos pintorescos, flamantes de
realidad a cuyo seno se vuelve. En el se- gloria y de color, que se escuchan en co-
gundo caso, las cosas con que se traba rro por el auditorio suspenso y exta-
conocimiento defraudan y desvanecen el siado.
anticipado concepto que de ella se tenía, Para el espíritu inventor del artista el
o ponen a ía vista del viajero males que viajar es como, para melificadora abeja,
él no sospechaba; y entonces el mode- el libre vuelo por prados florentísimos.
lo que el viajero trae de retorno obtié- Uno y otra volverán a su laboriosa cel-
nelo por negación y oposición. Ejem- da cargados de botín. No solamente por-
plos típicos de estas opuestas formas de que la imaginación, provisionada con
la influencia de los viajes son, respec- I nuevos despojos de la realidad, podrá
tivamente, el de Pedro el Grande a los descubrir o componer ignotas armonías,
países de Occidente, y el de Lutero a ! dentro de la variedad infinita de las co-
la corte de Roma, Sugestionado Pedro sas. Los que han sondado los misterios
por los prestigios de la civilización occi- de la invención artística nos hablan de
dental, vuelve a su imperio concentran-
do toda el alma en el pensamiento de cómo, sin que a menudo lo sepamos, to-
rehacer esta bárbara arcilla según el dos los elementos que han de entrar en
modelo que le obsede; y pone mano a la una obra de nuestra imaginación están
obra, con su feliz brutalidad de Hércules ' presentes y semiordenados en ella. Faltan
civilizador. Espantado Lutero de las abo- sólo una impresión, una idea, un objeto
minaciones de la Roma pontificia, adon- • visto, que den el toque por cuya virtud
de ha ido sin ánimo aún de rebelión, , se completará y animará aquella síntesis
compara esa baja realidad con la idea inacabada, apareciendo viva a la concien-
sublime que ella invoca y usurpa; siente j cia del artífice y a la mirada de los hom-
despertarse dentro de sí la indignación j bres. Es la operación inefable y decisiva
del burlado, la consternación del cóm- de un momento. Mientras él no llega, la
plice sacrilego, y arde desde ese instan- : obra es como el cuadro en cuarto oscu-
te en el anhelo de oponer a aquella im- : ro; es como Galatea antes deí beso de
pura Babilonia la divina Jerusalén de amor. Tal vez no llega nunca, y la obra
sus sueños. ¡ que pudo ser gloriosa queda abismada y
perdida para siempre. Pero cuanto ms-
I
yor sea el cambio y movimiento de h1
sensibilidad; cuantos más objetos dife-
s
XCIV ¡ rentes veas; cuanto más percibas de la
confidencias sutiles de las cosas, tanto
\Los viajes en la educación del artista] más fácil será que la ocasión del dichosoe
toque se produzca. Así, una forma que t
]
Todo viajero en quien ía observación hiere al pasar, un matiz, un acento, UJ
perspicaz se anima con una centella de temblor de realidad humana sorprendido
!a fantasía tiene, al volver, algo deí anti- ' en la varia superficie del mundo, pueden

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 421
ser la piadosa mano que salve a una in- brinca en su regazo, compiten en provo-
mortal criatura de tu mente. car, con las señas que nos hacen, la su-
Los cuadros de la Naturaleza, el espec- gestión que despierta las vocaciones la-
táculo de la hermosura difundida sobre tentes y define y encauza las que perma-
lo inanimado y lo vivo, sobre la tierra y necen en incertidumbre. ¡Qué potestad,
las aguas, por virtud de la forma o del como de iluminación extática, puede ejer-
color, en la inmensa tela ondulante que cer la visión de las cosas sublimes del
el viajar extiende ante tus ojos, no edu- mundo material en aquél que por prime-
can sólo tu sentido plástico y tu fantasía ra vez las ve, con el candoroso júbilo o
sino que obran en lo más espiritual e ine- con el candoroso pasmo, de quien las
fable de tu sentimiento, y te revelan co- descubriera!... El mar..., la montaña..., el
sas hondas de ti y del alma humana, en desierto... En la soledad de la selva ame-
cuya profundidad está sumergida tu al- ricana, Chateaubriand encuentra la espa-
ma individual; porque, merced a nuestra ciosidad infinita necesaria para volcar el
facultad de proyectar la sombra del es- alma opresa por las convenciones del
píritu sobre todo cuanto vemos, un pai- mundo; y entonces nace Rene, y en un
saje nos descubre acaso un nuevo estado abrazo inmenso se juntan la grandeza de
íntimo, y como que se descifra en la con la tierra salvaje con la grandeza del hu-
ciencia por una clave misteriosa, y abre mano dolor. Y en cuanto a la virtud de
nuevas ventanas sobre el alcázar encanta- las maravillas del arte sobre los espíritus
do de Psiquis. en quienes una facultad superior espera
Viaje quien sienta en sí una chispa ca- sólo ser llamada y sacudida, hable Italia,
paz de alzarse en llama de arte. Para el que sabe de esto; hablen sus ruinas, sus
que no ha de saber penetrar en la viva cuadros, sus estatuas; hablen las salas
realidad con ojo zahori, el misterio del de sus teatros y los coros de sus iglesias,
mundo se acaba con la estampa y el li- y si el tiempo tiene capacidad para con-
bro; pero, para el artista, todo viaje es tener tantos nombres, digan los de aque-
un descubrimiento, y para artistas gran- llos que, en un momento de sus viajes,
des, más que un descubrimiento, una sintieron anunciarse a su espíritu una vo-
creación. Cada vez que uno de estos ma- cación que ignoraban, o bien corrobora-
gos vencedores de la Naturaleza mueve ron y dieron rumbo cierto a una ya sa-
los sentidos y el alma por entre la exten- bida; los que, como Poussin, desbastaron
dida multitud de las cosas, un orbe nue- allí su genio inculto; los que, como Ru-
vo nace, rico de color y de vida. Un gran- bens, fueron a redondear su maestría
de artista que viaja es el Dios que crea en la contemplación de los modelos; los
el mundo y ve que es bueno. No ve el que, como Meyerbeer y Mendelssohn, en
artista lo que había, creado por la mano el divino arte de la música, debieron a
de Dios, sino que lo vuelve a crear y se la que allí escucharon un elemento indis-
complace en la hermosura de su obra. pensable para la integración de su per-
sonalidad y de su gloria.
Quien una vez ha hecho esta romería,
xcv queda edificado para siempre por ella. Si
I Milton logró preservar, dentro de sí, del
[Naturaleza y arte: Italia. Milton; humo de tristeza y de tedio con que el
'Goethe] puritanismo enturbiaba su ambiente y su
propia alma, la flor de la alta poesía, ¡en
Naturaleza y arte, el eterno original y • cuánta parte no lo debió a la unción ]u-
^ simulacro excelso, la madre joven y i miñosa que el sol de Italia dejó en las
tantísima y el hijo lleno de gracia que \ reconditeces de su espíritu, desde el via-
422 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

je aquel en que trabó conocimiento con el aroma de la tierra mojada por la


la alegría de la Naturaleza y con el or- lluvia.
den soberano de la imaginación! La aus- Este soplo más se siente que se define.
teridad teológica, la moral desapacible y Los libros que lo contienen son ambrosía
árida, la limitación fanática del juicio, de la imaginación. Contiénelo el Quijote,
subyugaron, en él, la parte de personali- donde a cada página está transparentán-
dad que manifestó en la acción y la po- dose, bajo lo que se narra o describe, el
lémica; pero su fantasía y su sensibilidad hombre que ha andado por el mundo; y
guardaron, para regocijo de los hom- si nos remontamos al ejemplo original y
bres, el premio que recibió su alma de arquetípico, contiénelo con argumento
aquella visitación de peregrino. aun más adecuado, la Odisea, en cuyos
Aún más hermoso ejemplo es el de deleitosos cantos el genuino sentimiento
Goethe, transfigurado por el mismo es- de curiosidad y de aventura, y aquella
pectáculo del arte y la naturaleza de Ita- exactitud y precisión que no fallan, en la
lia. En el constante y triunfal desenvolvi- descripción de rutas y lugares, revelan
miento de su genio, esta ocasión de su claramente la experiencia del viajador;
viaje al país por quien luego hizo suspi- del isleño de Quíos o el costeño de Es-
rar a Mígnon, es como tránsito glorioso, raírna, que, antes de referir los trabajos
desde el cual, magnificado su sentimiento de su héroe, ha surcado, en ía balsa mo-
de la vida, aquietada su mente, retempla- vida con remos, las ondas «de color vi-
da y como bruñida su sensibilidad, llega noso», y ha gozado, entre gentes distin-
a la entera posesión de sí mismo y rige tas, las mercedes de Júpiter Hospita-
con firme mano las cuadrigas de su fuer- lario.
za creadora. Cuando, frente a las reli- En un mismo escritor es fácil discer-
quias de la sagrada antigüedad y abierta nir, a menudo, por las condiciones, ya de
el alma a la luz del Mediodía, reconoce, pensamiento, ya de estilo, la obra que
por contemplación real y directa, lo que, precede, de la obra que sigue, a esta oca-
por intuitiva y amorosa prefiguración, sión trascendente de sus viajes. Teófilo
había vislumbrado ya de aquel mundo | Gautier nació para ver y expresar lo her-
que concordaba con lo que en él había 1 moso de las cosas; pero mientras no hu-
de más íntimo, es la honda realidad de i bo espectáculo real que cautivase sus
su propio ser la que descubre y la que, sentidos, dominados por el instinto de lo
desde entonces, prevalece en su vida, go- extraordinario, su mirada anhelante, vuel-
bernada de lejos por la serenidad y per- ta a lo interior de la propia fantasía, se
fección de los mármoles, limpia de va- i satisfizo en una naturaleza de convención
nas nieblas y de flaquezas de pasión. y de quimera. Fué el viaje a España; el
viaje que dura en aquel maravilloso libro
por quien la prosa entra, como bronce
XCVI fundente, a tomar las formas de la reali-
dad material, y transparenta, mejor que
'{Inconfundible sello de los viajes en la el aire mismo, sus colores; fué el viaje a
obra artística] j España el que reveló a Gautier la gran-
de, inmortal Naturaleza, Ebrio del viento
En el escritor y el artista que han pasa- tibio y la esplendente luz; hechizado por
do con amor y aprovechamiento por esta la magia oriental de Andalucía; presa ¿e
iniciación de los viajes, hay un soplo in- tentaciones pánicas ante los torrentes/'
confundible de realidad, de animación, abismos de las sierras, Gautier descubrí0
de frescura, que trasciende de lejos, co- entonces los tesoros de la realidad, y £,J
mo el fragante aliento del mar, o como imaginación, encendida para siempre ^

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 423

el amor de ios viajes, se apercibió a ex- mundo; y. dicho esto huelga añadir en
tenderse (así un río que se desbordara, qué grado eminente importan a la cultu-
ávido de nuevos tintes y reflejos) por la ra y el trabajo del pensamiento investi-
inmensidad gloriosa del mundo. gador. Aun prescindiendo de las ciencias
de la naturaleza, en las que el viajar es
modo de conocimiento sin el cual no se
xcvn concebiría cabalmente la obra de un
Humboldt, un Darwin o un Haeckel; aun
[Los viajes en la revelación y el desenvol- en las ciencias del espíritu y de la socie-
vimiento de las vocaciones científicas. dad, donde la observación sensible no es
Montesquieu; Adam Smith] tanta parte del método, pero es siempre
parte importantísima, fácil será imaginar
Si, tratándose de la vocación del artis- hasta qué punto puede acrisolarse la efi-
ta, Ja variedad de objetos propios para cacia de la observación en quien ha na-
interesarle, favorece al hallazgo del que cido para ejercitaría, con la infinita di-
acertará a despertar el estímulo de la versidad de las circunstancias y los he-
obra, otro tanto sucede con los géneros chos; y el apartamiento de las cosas tras
de aptitud que caen dentro de los térmi- que se amparan la pasión y la costum-
nos de la ciencia. Un objeto que la per- bre; y el cotejo de la versión vulgar o li-
petua mudanza de los viajes pone ante bresca con el hecho vivo; y el poner a
los ojos mueve acaso ei impulso original prueba cada día la inducción naciente
de atención, de curiosidad, de interés, en nuevas piedras de toque, con que se
que se prolonga en obsesión fecunda y lleve a sus posibles extremos de riguro-
decide a la actividad perseverante y en- sidad las que llamó Bacon tablas de
tusiástica en determinado orden de in- ausencia y de presencia.
vestigación. Sea éste, por ejemplo, la La tradición antigua, que muestra ante-
historia. De paso Gibbon en la Ciudad cedida de largos y prolijos viajes la la-
Eterna, detiénese un día allí donde era el bor de los primitivos historiadores, como
Foro; y la contemplación de las ruinas, Herodoto, de los legisladores y educado-
preñadas de recuerdos, suscita en él la res de pueblos, como Licurgo y Solón; de
idea de su magno propósito de historia- los filósofos, desde Tales y Pitágoras, na
dor. Viajando Irving por los pueblos de índica sólo un hecho derivado de las con-
Europa, sin haber hallado aún ía mane- diciones peculiares de una civilización
ra como debe concretar una vaga voca- naciente y menesterosa del impulso ex-
ción literaria, llega a Castilla; reanímanse traño: encierra un ejemplo más alto y
en su mente, en aquellas muertas ciuda- esencial, para la disciplina del espíritu y
des, los grandes tiempos del descubri- la sólida confirmación del saber; v ía
miento de América; busca sus huellas en oportunidad de este ejemplo persiste,
los archivos y los monumentos, y esto le aun después que los libros impresos
Pone en el camino por donde ha de vin- traen al acervo común la averiguación de
cular su nombre a la inmortalidad de cada uno, y que la noticia de las cosas se
tanta gloria. trasmite casi instantáneamente a las antí-
Pero más todavía que en Ja revelación podas de donde se producen o de donde
de la aptitud, vese este influjo en su des- se piensan. Dos ilustres maestros de las
envolvimiento y ejercicio. Los viajes son ciencias políticas, entre otros que pudie
sscuela inexhausta de observación y de ran citarse, dieron prueba de tener en so:
e
Xperiencia; museo donde nada falta; la- justo valor la observación real y directa,
boratorio cuya extensión y riqueza se mi- que en los viajes se aplica, como medie
^en por la superficie y contenido del para la originalidad y sinceridad dei pea-
424 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sador: Montesquieu, que cuando vislum- luz y la sombra, sin que esta modifi-
bra la idea del Espíritu de las leyes dedi- cación exterior alcance en lo mínimo a
ca años de su vida a recorrer los pueblos lo inmutable de su contextura.
de Europa, antes de recluirse en su casti- Este tipo de almas adquiere su mani-
llo de Bréde, a fin de concentrar el pen- festación más característica y completa
samiento en la porfiada ejecución; y cuando las tendencias entre que se repar-
Adam Smith, cuya magna obra De la ri- te la extensión de la personalidad son
queza de las naciones fué precedida por muy pocas y simples, y hay entre ellas
ios viajes que, en compañía del duque de una que somete con rigor despótico a las
Buckleng, realizó acumulando los ele- otras; de manera que a la monotonía su-
mentos que con la observación de cada cesiva que nace de aquella inalterable
sociedad adquiriría, para retirarse luego igualdad se une la monotonía simultánea
a elaborar esta preciosa cosecha en su de un conjunto psíquico en que todo se
casa de campo de Kirkaldi, que vio na- reduce a algunos elementos, muy senci-
cer a aquella Biblia de la utilidad. llamente combinados. Pocos sentimientos
e ideas, y éstos duraderos cuanto la vida
misma, y convergentes dentro de la más
rígida unidad; tal es la fórmula extrema
de estos caracteres, que ocupan las antí-
xcvm podas de las almas ricas y educables,
[Almas simples e inmutables: una sola siempre en vía de formación, siempre
idea; un solo impulso de pasión. Subli- capaces de acrecentar su contenido y de
midad posible de estos caracteres} modificar las relaciones entre unas y
otras de las partes que lo constituyen.
Lo mismo en las regiones de la supe- Nuestra natural complejidad, que no
rioridad de espíritu que en el nivel de la consiente alma sin alguna lucha interior
vulgaridad, hállanse almas constituidas y alguna inconsecuencia, se opone a la
para una mayor permanencia que las realización perfecta de este tipo, más
otras; almas que parecen sustraerse al abstracto que humano; pero la naturale-
imperio omnímodo del cambio y la evo- za suele dar la perfección relativa de él:
lución. Tallada su naturaleza de una vez el monolito adecuado para esculpir la es-
para siempre, los sentimientos e ideas tatua de una sola pieza, y luego la volun-
que componen el fondo de su vida se tad se aplica a trabajar esa estatua, por
mantienen unos y constantes, así en su el gobierno de sí misma, por la práctica
número y especie como en su intensidad de la única especie de educación que se
y en sus maneras de relacionarse o aso- aviene con la índole de tales caracteres
ciarse. No menos que el ser real, el apa- desde que se consolidan y toman su ca-
rente desconoce en ellas todo arte con mino en el mundo; la educación que con-
que se reduzca a circunstancias distintas. siste en restringir, depurar y sistemati-
Nada ganan ni pierden en el comercio zar, cada vez más, el campo de la propia
del mundo, respecto del patrimonio con conciencia, haciendo, de día en día, más
que entraron a él. El paso del tiempo netos y fijos sus aspectos, más tiránicos
las deja relativamente íntegras e intac- los principios por que se rige, más indi-
tas, diferenciando apenas los matices de solubles las asociaciones en que reposan
su carácter según las condiciones de ca- sus costumbres; a diferencia de la edu-
da edad, sin llegar a removerlo en lo cación realmente progresiva, que siste-
hondo; así la cúpula de hierro o la pa- matiza y ordena, pero con cargo de au-
red de granito, donde, a medida que el mentar correlativamente los elementos
sol pasa, se pintan los cambiantes de la que reduce a una superior unidad.

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 425

Es el concepto de la perfección que atención, una solitaria idea, dueña y ab-


inspiró el ideal lacedemonio, la discipli- soluta señora del alma; y por concomi-
na férrea calculada para reprimir la libre tante afectivo, un solo impulso de entu-
y armoniosa expansión de los instintos siasmo y deseo, supeditado a aquella idea
humanos, en beneficio de un único e ido- para su servicio y ejecución. Ya es el ar-
látrico deber. Es también la inmovilidad dor guerrero, ya la fe religiosa, ya la pa-
de abstención y resistencia que se predi- sión de mando, ya el amor de la ciencia
có en el pórtico de Stoa; y es la que, en o el arte, la potestad absoluta que exclu-
aquel linaje de espíritus que represen- ye del alma cuanto no se acomoda in-
tan el lado adusto y ascético del cristia- condicionalmente a su dominio. No quita
nismo, responde al anhelo de modelarse esto que, aun en las existencias más uni-
a imitación de la absoluta permanencia formes y fatales, haya, como en la de
de lo divino: Soy el Señor, y no cambio. toda humana criatura, instantes rebeldes
Visible es la grandeza de esta forma al orden del conjunto, gérmenes de diver-
personal en el magnetizado por una idea sidad y novedad, que podrían ser el pun-
o pasión de calidad sublime; en el faná- to de partida de una ampliación, y aun
tico superior; en el iluminado, o visiona- quizá, de una sustitución del carácter;
rio, en el monomaniaco de genio: en to- \ pero si el plan de la voluntad, en vez de
das esas almas que, yendo en derechura estimularlos, los reprime y ahoga en su
a su objeto, cruzan, como quien anduvie- nacer, y no hallan fuerzas con que pasar
se por los aires, sobre los tortuosos sen- de tales instantes y gérmenes en el trans-
deros de la vida real. Figúrate la prolon- curso de la vida, ésta mantendrá hasta
gación indefinida de dos instantes que en . el fin su imponente unidad. Ejemplos de
la existencia no se reproducen sino en j semejante concentración anímica son: en
contadas ocasiones; figúrate que la suce- ] lo religioso, San Bruno, el fundador de
sión alternativa de ambos dura y persis- la Cartuja, como personificación del as-
te, sin solución de continuidad, y que, en- ceta que sacrifica al inextinguible anhelo
tre ellos solos, tejen uno la trama, otro de su fe, no ya toda otra forma superior
la urdimbre, de tu vida. Recuerda, por de sentimiento, sino el natural instinto de
una parte, aquel momento en que una ex- la libertad y la prerrogativa racional de
trema atención reúne todo el ser de tu la palabra; y en lo guerrero, Carlos XII
alma en un punto; ya sea cuando, dete- de Suecia, el conquistador que vive a
niendo tu marcha al través de medrosa perpetuidad sobre el lomo de su caballo,
soledad, pones el oído a un rumor vago; i sin experimentar una emoción de amor,
ya cuando, resolviendo arduo problema, ni una tentación de placer, ni una ne-
llegas al ápice del raciocinio, a la mayor ; cesidad de tregua y respiro. Preciso es
tensión de pensamiento y de interés. Y j convenir en que el secreto de la efica-
por otra parte, recuerda aquel instante j cia del genio es, a menudo, esta avasa-
en que la pasión estalla en ti con su más i lladora obsesión; la fuerza implacable
ciego impulso; en que un movimiento de una idea que ha clavado la garra en
superior a ti mismo, arrollada tu volun- una conciencia humana. Sólo para esa
tad por tu emoción, junta en una tus idea tiene entonces capacidad el tiempo.
fuerzas; las multiplica si es preciso, con «Mi oración es tan continua—dice Santa
maravillosa intensidad, y te arrebata a Teresa de Jesús—que ni aun en sueños
defender el bien que te disputan; a ata- puedo interrumpir su curso.» Nada hay
car al enemigo a quien odias: a realizar, que de alguna manera no confirme la
o hacer tuyo, el objeto que anhelas. idea y se le amolde; todo lo del mundo
No de otro modo hemos de represen- se derrite y rehace según ella, como pol-
tarnos ciertas vidas; un solo término ele la operación de un fuego divino. Para las
426 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

demás ideas, ceguedad, ininteligencia, para sí la savia y la hermosura que se


desprecio. Es la pasión de celos que sue- hubieran repartido entre todas. Este es
le acompañar al entusiasmo de la voca- el pensamiento único, el solo objeto de
ción, al fervor del apostolado: ¡Marta, amor, que se albergan bajo una toca
Marta!, ¡Una sota cosa es necesaria! blanca de lino, nunca rizada por el soplo
La faz estética de estos caracteres, si del mundo; o bien la pertinacia de un cu-
se los toma en lo eminente de su especie, rioso artífice, que, sin ojos ni oídos para
mira, más que a lo bello, a lo sublime. los demás, gasta los años en cincelar
La igualdad perenne, yendo unida a un una custodia...
don superior del alma; la alteza trágica
de esa despiadada inmolación de todas C
las pasiones a una sola, dan de sí una
sublimidad, ya estática y austera, como [Dos distintas especies de almas
la del desierto y la montaña; la de la i entusiastas. Los seis peregrinos]
abnegación altiva y silenciosa, la de la
voluntad firmísima acompañada de poco Grande es la unidad que enlaza todas
ímpetu de sensibilidad; ya dinámica y las partes de nuestra existencia bajo una
violenta, como la del huracán y el mar idea soberana; pero más bella y fecunda,
desencadenado; la de una formidable pa- si, poniendo a prueba la extensión de su
sión en movimiento; la del alma en per- fuerza ordenadora, se diversifica por la
petua erupción de amor o de heroísmo, j flexibilidad y la amplitud. Dentro de toda
comunión, de toda fe, de toda sociedad
ideal, es fácil distinguir dos especies de
XC1X almas sinceras y entusiastas. Hay el en-
tusiasta inflexible, alma monocorde y
iCabe también en ellos cierto género de austera; y hay aquel cuyo entusiasmo
gracia. La manzana de Safo] asume las múltiples formas de la vida, y
consciente, generoso con su riqueza de
..Y sin embargo, cabe también cierta amor, otros objetos de atención y deseo
gracia peculiar en esta absorción tirana que el que preferentemente se propone.
del espíritu por un solo y exclusivo ob- De aquella pasta están hechos el estoico
jeto, que, en su grandeza o su pequenez, y el asceta, el puritano y el jansenista;
circunscribe para aquél el horizonte del de ésta, los espíritus amplios y comuni-
mundo. Cuando, por la calidad del alma cativos y curiosos, sin mengua de, su fide-
y la del objeto, éste es capaz de hechizar lidad inquebrantable ni su férvida con-
al alma y serenarla, como serenaba el sagración, De los unos y de los otros, es
aire el músico ciego con el son melodio- decir, de los perseverantes, de los entu-
so; cuando la actividad que al objeto se siastas, de los creyentes, y sólo de ellos,
consagra se desenvuelve como en rítmi- es el secreto de la acción; pero la más
ca y suave ondulación, sin dificultad ni alta forma de la perseverancia, del entu-
esfuerzo, y entre sus anhelosos afanes siasmo y de la fe, es su aptitud para
florece el contento de la vida, la gracia extenderse y transformarse, sin desleírse
está con la despótica idea de estos espí- ni desnaturalizarse. •" .1 •
ritus estrechos. Recuerda la idea enton-
ces aquella única manzana que, en los LOS SEIS PEREGRINOS
versos de Safo, después de esquilmado el
árbol por los segadores, se ha eximido, Cuentan leyendas que no están escritas
por demasiado alta, del esquilmo, y que- que Endimión, no el que recibió favores
da sola, en rama eminente, acumulando de Diana, sino un evangelista de quien

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OBRA ORIGINAL.—-5: MOTIVOS DE PROTEO 427

nada sabe la historia, recorría, después I se que de cada cosa del camino nacía una
de doctrinado en Corinto por Pablo de , bendición para ellos, Sintiéndola, reco-
Tarso, las islas del Archipiélago. En una giéndola en su corazón, se regocijaban y
ciudad pequeña de la Eubea, su palabra hacían sonar todo el tesoro de su sueño
tocó ei corazón de seis jóvenes paganos I en joviales coloquios, cuando, de impro-
que formaron un grupo lleno de adhesión ] viso distrajeron su interés unos lastime-
hacia él, no menos que de fe pura y sen- ¡ ros ayes que venían de unas breñas cer-
cilla. Esta comunidad naciente vivió, du- canas. Dirigiéronse allí, y viendo tendido
rante cierto tiempo, en la intimidad afec- entre las zarzas a un pastor que se desan-
tuosa con que la vida de las iglesias pri- graba, herido acaso por los lobos, se
mitivas imitaba los lazos fraternales. Un aproximaron a valerle. Sólo uno de los
día, un día del Señor, en la expansión seis, Agenor, laconio enjuto y pálido, de
cordial de la cena, maestro y discípulos grandes ojos absortos, había permaneci-
fueron heridos de un pensamiento que do indiferente, desde ei primer momento,
les pareció una vocación: partirían a j a los ayes, atribuyéndolos a uno de los
propagar la buena nueva siguiendo la , mil rumores del viento; y extraño a iodo
ruta de Alejandro; soldados de una man- ' lo que no fuese la idea sublime a cuya
sa conquista, llegarían, sobre las huellas I ejecución se encaminaban; en la impa-
del conquistador, hasta donde el cielo ' ciencia de ver convertirse en realidad las
quisiera; pero juraban que no se deten- ! imágenes deslumbradoras de su sueño, se
dría, falta de impulso, la divina palabra, ¡ había negado a desviarse y a esperar que
en tanto que uno solo de sus propagado- I se satisficiera la curiosidad de sus ami-
res quedara, con vida y libertad, sobre ¡ gos. Agenor siguió adelante, adelante, co~-
el camino, que por ellos sería, otra vez [ mo en el ciego ímpetu de una fascina-
y con más pureza, glorioso. 1
cíón,
La fe, radiante, ofuscaba la temeridad ^ Ellos, en tanto, después de haber lava-
de la intención. Aún no estaba formula- i do y vendado con jirones de sus propias
da la idea, y ya la impaciencia por la ac- | ropas las heridas del rústico, le conduje-
ción y la gloria hacía aletear las volunta- ron a su choza, que descollaba a cierta
des. Pero como Endimión, el maestro, distancia, sobre una ladera donde se co-
necesitaba completar, ante todo, su viaje lumbraban restos dispersos del hato. Allí,
por la isla, convinieron que, pasado el prolongando sus cuidados, los sorprendió
término que para ello se consideraba me- la noche. Cuando, abriendo la aurora,
nester, él y sus seis discípulos se encon- llegó el momento de partir, he aquí que
trarían en un vecino puerto, donde atra- Mearco, otro de ios seis compañeros, per-
vesarían el mar para emprender la ruta maneció apartado y melancólico, con el
soñada. j aire de quien no se resuelve a hacer una
El tiempo transcurrió para todos como i confidencia dolorosa. Instáronle los de-
en el éxtasis de una visión. Llegaron los ¡ más a confesar lo que sentía: «Sabéis
días de la cita. Una mañana alegre; ape- j —dijo Nearco—que, desde que este episo-
nas provistos de pan y frutas los zurro- i dio nos obligó a alterar por compasión ei
nes; en la dirección de la marcha un I rumbo que llevábamos, me entró en el
claro sol, y dentro de sí, como la mano alma la duda de la inoportunidad de
de Dios en el timón del alma, el entu- nuestra empresa; y oí una voz interior
siasmo, los seis amigos partieron a re- que me decía: «Si hay tanto, y tan des-
unirse al maestro. amparado dolor, tanto abandono y tanta
Corría, suavísimo y opulento, el otoño. impiedad, cerca de nosotros, donde em-
La naturaleza parecía concertar con la plear el fuego de caridad que nos infla-
íe
Ucidad de los viajeros sus galas; diría- ma, ¿por qué buscar objeto para él en
428 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

climas extraños y remotos?» Me dormí de una vela sobre la línea oscura del
con este pensamiento en el alma; y soñé; mar, el alma del neófito parecía tender
y así como el apóstol vio en sueños la presurosamente hacia ellos sobre el riel
imagen del macedón que le llamaba, lo de una mirada anhelante...
que él interpretó como un ruego de que Ya el sol había templado la fuerza de
fuera a redimir a los suyos, a mí se sus rayos cuando los viajeros vieron
me apareció la imagen de este pastor, aparecer, en la caída de una loma, las ca-
que, intentando yo continuar el viaje, sas dispersas de una aldea. Gigante enci-
me cerraba el camino; y lo aparté para na descollaba, en lo más avanzado del lu-
avanzar; y entonces, en los enebros y las gar, sobre los techos, que esmaltaba el
zarzas a cuyo lado le encontramos, sentí oro de la tarde; y en derredor del árbol
que se enredaban mis ropas y me dete- veíase un gran grupo de gente, que for-
nían...» maba corro con muestras de atención y
Dicho lo cual, Nearco, en quien un sue- respeto, Preguntando a unos labradores
ño disipó el encanto de otro, abrazó a que habían interrumpido su trabajo para
sus amigos, que ya daban cara al sol pa- dirigirse hacia allí, supieron que era un
ra continuar su ruta, y volvióse en direc- cantor ambulante, mendigo consagrado
ción a la ciudad. por la vejez y por el numen, que todos
El grupo siguió con entusiasmo intac- los años recorría, en ocasión de las cose-
to, adelante. De los cuatro que le compo- chas, aquella parte de la isla. «¿Oigámos-
nían ahora, Idomeneo parecía ser el que, le?», propuso Idomeneo.
por su superioridad, llenaba la ausencia Acercándose al corro, los cuatro ami-
del maestro. El había sido el primero en gos se empinaron para ver al cantor. Un
percibir y atender los ayes del herido. soplo de antigüedad heroica llegó a ellos.
Era de Atenas; era suave, inteligente, be- Todo lo del Homero legendario reapare-
névolo. En su fisonomía se reflejaba algo cía en una dulce y majestuosa figura: el
de la inquietud con que se significaría la continente regio, la luenga barba lilial,
curiosidad espiritual de un estudiante, y ! la frente olímpica; a la espalda el zurrón,
algo de la ternura con que se expresaría la lira a la cintura, el nudoso báculo en
el omnímodo amor de un panteísta. Pero la diestra, el can escuálido y enlodado
el sello de expresión más hondo lo impri- a sus plantas. Hízose un silencio solem-
mía el dulce estupor con que aún lo em- ne; y desatando al dios ya inquieto en su
bargaba la inmensidad de la fe nueva seno, el mendigo cantó; y sobre el alien-
que había conquistado su alma. to de sus labios, mientras las manos tré-
Cuando en los bordes de algún soto mulas tocaban las cuerdas de la lira, flo-
vecino asomaba una lozana flor silvestre, • taron cosas de historia y de leyenda, co-
Idomeneo, desviándose, se acercaba a ad- ¡ sas que estaban en todas las memorias,
mirar su forma, su color, o a aspirar su i pero que parecían recobrar, en versos in-
perfume. Cuando el viento traía, de cer- j genuos (tal como se serena el agua en el
canas cabanas de pastores, un son de j cántaro de barro), la frescura y el res-
zampona o caramillo, o bien si una ciga- plandor de la invención. Cantó del ger-
rra levantaba su canto, Idomeneo se de- minar de los elementos en las sombras
tenía un instante a escuchar. Cuando una primeras; de la majestad de Zeus; de los
guija pintada lucía entre la arena del ca- dioses y sus luchas sublimes; de los amo-
mino, Idomeneo, con el afán de un niño, res de las diosas y los hombres. Cantó de
la recogía, y bruñéndola la llevaba en la las tradiciones heroicas: Hércules y Te-
mano, Y cuando allá, en la profundidad seo lidiando, en el amanecer del mundo,
del horizonte, un ave o una nube pasa- con los monstruos y tiranos; la nave que
ban, o se descubría el triángulo blanco busca el vellocino; Tebas y su estirpe

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 429
fatídica.,. Mostró después la cólera de \ la vendimia a fin de terminarla para el
Aquiles, y a Héctor en los muros de Ilion; día que había indicado su señor. Agregó
y luego, a Ulises errabundo, los encanta- que hasta la otra mañana no vendrían,
mientos de Circe, y la castidad de Pené- de los pueblos vecinos, los braceros que
lope. Todos escuchaban arrobados; Ido- necesitaba, y el tiempo que ganaría con
meneo, con la expresión del que contem- el auxilio de los huéspedes sería bastan-
pla una imagen que evoca en él ei recuer- te para evitar la demora y el castigo.
do de otra más bella o más querida; j Ellos, que no habían permanecido in-
Lucio, uno de sus tres compañeros, con | sensibles a la sana tentación del trabajo;
gesto en que alternaban el embeleso y la j que recordaron la parábola de los pocos
angustia. «Este canto es divino—dijo Lu- obreros para la mucha mies, y que agra-
cio—; me ha hecho sentir de nuevo la | decían, además, la hospitalidad que ha-
hermosura de los dioses que abandona- j bían recibido, accedieron, y puestos a
mos. Conozco que mi fe ha sido herida ; la obra, no fueron avaros de sus fuerzas.
de muelle por el poeta...» «Tu fe era dé- ! Adimanto contribuyó a recolectar los ra-
bil—contestó Idomeneo—; yo siento mag- ¡ cimos; Merión, a transportarlos; Idome-
niñeada y victoriosa la mía; yo guardo ' neo, a la faena del lagar. La jornada
para mí el dulzor del canto, y como se ! acabó con tal suma de adelanto que el
arroja la corteza de la almendra, desecho j viñador, lleno de júbilo, abandonó sus
la vanidad de la ficción.» ¡ temores. Empezó luego la fiesta con que
Pero, insistiendo Lucio en su arrepentí- i se celebraba la vendimia, junto al báqui-
miento, sólo siguieron viaje Idomeneo, I co altar que descollaba en lo más alto
Merión y Adimanto. A mitad de la jor- del huerto, bajo brutesca arquitectura de
nada siguiente, atormentados por la sed, j ramas. Los vendimiadores fueron congre-
divisaron, no lejos del camino, el mirador gándose allí, mientras se distribuía, con
de una alquería, y se dirigieron a ella. La prodigalidad, vino de anteriores cosechas.
casa estaba ceñida, en ancho espacio, por Cuando recibieron su parte, Idomeneo in-
un huerto frondoso, que vides opulentas, i vitó a los suyos a beber, al modo de los
enlazadas, por todas partes, a los árboles, | festines eucarísticos. Apartándose de los
adornaban con ei oro de sus sazones, j demás algún espacio, levantaron las co-
Cuando los viajeros llegaron, vieron que pas. En alto las miradas extáticas, invo-
se preparaba en el huerto la vendimia, j caron el nombre del Señor. Y como dos
Ocupábanse unos en remover toneles y zuritas, de las que acudían a picar en el
disponer para la obra el lagar. Otros afi- i suelo granos dispersos de la uva, cruza-
sen en aquel mismo instante sobre ellos:
laban, para segar los racimos, hoces que «¡Irene y Ágape!», dijo con gracia mís-
llenaban de desapacible música y de ro- j tica el de Atenas, recordando a las dos
jas chispas el aire. Un grupo de mujeres j escanciadoras invisibles, mientras un ra-
tejía los cuévanos y las cestas de mimbre I yo de sol inflamaba en las copas levan-
para recogerlos. Por dondequiera reina- I tadas al aire el oro burbujante del vino...
ban la animación comunicativa con que ¡
se anuncia el trabajo preparado de buena Poco después, siendo ya noche, y en
voluntad y la animación que provoca el ¡ el deseo de estar de pie con la aurora, los
desasosiego del estímulo en los corazo- ¡ tres amigos buscaron un rincón protegi-
n
es y los brazos robustos. do por los árboles y se tendieron a dor-
Satisfecha su sed, los viajeros hacían ¡ mir. Pero en los ojos de Merión, beocio
señal de despedirse, cuando el viñador j que llevaba en el semblante los rasgos de
Preguntóles si querían quedarse aquella la sensualidad, el vino había dejado un
larde y ayudar a las faenas, porque sus ] toque de luz cálida. Sentíase, allí cerca,
hombres eran pocos, y debía apresurar j la agitación del festejo que congregaba
430 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OJBRAS COMPLETAD

a los trabajadores en derredor del ara dimbre, entre la cual formaba capricho-
del dios. El circular de sarmientos encen- sos cambiantes con la sombra la luz que
didos pintaba de fuego las sombras de la descendía tenuemente velada. De aquí y
noche. Por todas partes parecía vagar, en de allá partían, buscando el corazón de ía
libertad, el alma del vino. En el viento espesura, senderos estrechos y tortuosos,
embriagado con las exhalaciones del la- y no tardaban en oponerse a su paso las
gar, venían risas, canciones, y el resonar vigilantes zarzas y las hiedras cuajadas
de rústicos instrumentos, que denuncia- de corimbos. Los frutos todavía sujetos
ba alegres danzas. Merión, incorporán- a la rama veíanse en tan gran copia co-
dose, levantó su copa del suelo, y se per- mo los que, ya desprendidos, yacían en el
dió, con paso sigiloso, en la sombra. suelo y le alfombraban de tintes más os-
Aún no se había disipado la fiesta curos que los que desparramaban los
cuando sus dos amigos saludaban de pie otros por el aire. A pesar del otoño, no
la bandera de la mañana, que les mos- escaseaban, junto a esta riqueza, galas
traba la dirección de su camino. No en- más tempranas que el fruto. Y todo esta-
contraron a Merión junto a ellos. «¿Es- ba virgen, radiante, como húmedo aún de
táis despierto, Merión?» Tendido en tie- la humedad del soplo creador. Fresco
rra, desceñido, faunesco, coronado de aposento de quién sabe qué divinidad
pámpanos, como Dionysos joven a la esquiva, no había señales de haber to-
sombra de las grutas de Nisa, el beocio cado en aquel retiro planta humana. A
les respondió, cuando le hallaron, alar- medida que se internaban en lo espeso
gándoles negligentemente su copa. Ido- | del soto, Idomeneo sentía cómo iba es-
meneo y Adimanto partieron. í trechándole el alma, dulcemente, el abra-
—Y ¿qué era, en tanto, de Agenor, el zo de la naturaleza, y se abandonaba sin
que, después de la primera jornada se | recelos a él. Admiraba, con la admiración
había adelantado, en su impaciencia, a que pone húmedos los ojos, todo cuanto
los otros?... Agenor había llegado acaso i íe rodeaba; parecía beber con delicia en
al término del viaje; o tal vez seguía | el ambiente; perdíase de intento allí don-
adelante, adelante, como en el ciego ím- I de formaban más hondo laberinto las
petu de una fascinación. j frondas; tenía dulces palabras para las
A poco andar, Adimanto e Idomeneo ! flores que le embalsamaban el camino;
vieron abrirse ante su paso una hermosí- se detenía a grabar el signo de la cruz en
sima llanura, por donde el camino ser- la corteza de los árboles, como en el co-
peaba con deliciosa volubilidad, como razón de catecúmenos; recordaba, de los
atraído a un tiempo por mil cosas. Blan- libros sagrados, el Paraíso y la tierra que
cas aldeas, rubias y ondulantes mieses; ; mana leche y miel; los cedros del Líba-
tupidos bosques, a cuyos pies se desli- no y las rosas de Jericó, y el fondo de
zaba la corriente sosegada de un río; y imágenes campestres del Evangelio. Co-
en lo remoto, el mar azul y profundo. mo en la copa donde se mezclan dos vi-
Caminaban absortos en la contemplación, nos para mitigar los humos del más
cuando, percibiendo de cerca un aroma fuerte, en él el entusiasmo, la embriaguez
de manzanas silvestres, transpusieron, no de la vida, cosa de su raza, que, sin él
sin esfuerzo, el natural vallado que ori- quererlo, subía de las raíces de su ser, se
llaba el camino; y el soto más ameno, la dulcificaba con el sabor de la fe nueva»
más risueña espesura rústica que pueda con el recuerdo del Dios que también
imaginarse, apareció ante sus ojos y los había sabido detenerse ante la gracia de
envolvió en la fragancia de su aliento. un ave, de una colina o de una flor...
Bajo la bóveda que extendían los árboles Idomeneo bautizaba toda aquella hermo-
más altos tejía la vida una gloriosa ur- sura al difundirse en ella por obra del

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 431
amor, que identifica el alma y las cosas. I una atalaya, la. dirección por donde espe-
Pasóse el tiempo en aquel vagar infan- raban ver venir a los otros; hasta que
til y les sorprendió en la soledad del apareció ídomeneo, y por él supieron, do-
monte el crepúsculo. Sus sombras graves lidos, más no desalentados, la inutilidad
parecieron una reconvención a Adimanto. de esperar más. Endimión puso a Agenor
Cuando, a la mañana siguiente, Idome- a su derecha, puso a su iquierda a ído-
neo recordó que sólo faltaba una jorna- meneo; y entonando uno de los salmos
da para terminar el viaje,-y se echó al que cantan la felicidad del caminante,
hombro el zurrón con renovado júbilo, marchó con ellos hacia el mar. Nubes ex-
Adimanto confesó tristemente que no se ! trañas fingían maravillosas rutas en el
atrevía a ponerse en presencia del maes- i confín del horizonte. La vela de la nave
tro... Pensaba que los recibiría con seve- j que los conduciría palpitaba sobre las
ridad por su tardanza, si es que ya no ¡ aguas turbias e inquietas, a modo de un
había partido a la llegada de Agenor; y I gran corazón blanco...
a pesar de las instancias de su compa- Y así, junto al maestro que representa-
ñero, se despidió y marchó cabizbajo a ba para ellos la verdad; inmunes de las
desandar su camino, \ tentaciones a que habían sucumbido los
Ídomeneo, solo ya, siguió adelante. No discípulos que, por veleidosos o cobar-
tardo en divisar, sobre la playa graciosa- ! des, no continuaron el camino, partie-
mente enarcada, las casas blancas y ri- j ron: Agenor, el entusiasmo rígido y aus-
sueñas de una ciudad marina, y las pal- j tero, la sublime obsesión que corre arre-
meras que la engalanaban, agitándose, | batada a su término, con ignorancia o
con señas como de llamamiento, que le l desdén de lo demás; ídomeneo, la con-
parecieron dirigidas a él. inquirió, por i vicción amplia, graciosa y expansiva, due-
los que hallaba a la puerta de alguna fin- i ña de sí para corresponder, sin mengua
ca rústica o ejerciendo las labores del 1 de su fidelidad inquebrantable, ai recla-
campo, si había pasado en aquella direc- • mo de las cosas; el convertido de Atenas
ción Agenor; y conoció que sí cuando le que, de paso para su vocación, supo aten-
describieron la prisa, como de quien • der a las voces con que lo solicitaron la
huye; el gesto extático, que les había ad- caridad, el arte, el trabajo, la. naturaleza,
mirado días antes en un extraño pasa- i y que de las impresiones recogidas en
jero; su palidez, el cansancio inconscien- ! lo varío del mundo formaba, alrededor
te, o desdeñado, que revelaba, y la indi- j del sueño grande de su alma, un corte-
ferencía con que proseguía, en medio a I jo de ideas...
la curiosidad de los que se detenían a
observarle. «¡Parecía un sonámbulo!»,
decían. CI
Tal como estas noticias lo pintaban, I
Agenor había llegado al término del via- {Necesidad de un principio director en el
je, en un solo impulso de . deseo desde espíritu de cada uno de nosotros. Este
su partida, insensible a la fatiga de. su principio puede ser inconsciente]
cuerpo,. insensible, a los accidentes del j
camino, insensible al espectáculo de la A través de todas las transformaciones
naturaleza. No bien llegó, cayó extenuado necesarias de nuestra vida moral, perdu-
a
las plantas del maestro, aunque, más re en ella, renaciendo bajo distintas for-
feliz que el soldado de Maratón, no fué mas, manifestándose en diferentes senti-
s
in vida. Durante tres mañanas y tres dos, nunca enervada ni en suspenso, una
tardes, maestro y discípulo consultaron, I potencia dominante, una autoridad con-
de ío más alto de la ciudad, como desde ¡ ductora; principio, a un tiempo, de or-
432 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

den y de movimiento, de disciplina y de acusándose de escépticos, llevan, muy


estimulación. abrigada y en seguro, una luz interior,
En la esfera de la voluntad, sea ella un una oculta fuerza ideal que, sin que ellos
propósito de realizar, un fin para el que lo sepan, concierta y embalsama su vida,
nuestras energías armoniosamente se re- guiando, con el tino genial de lo incons-
unan. En la esfera del pensamiento, una ciente, sus pasos, que ellos consideran
convicción, una creencia, o bien (no ol- errabundos, y su cox^azón, que ellos tie-
vides esto) un anhelo afanoso y desinte- nen por santuario sin dios...
resado de verdad que guíe a nuestra
mente en el camino de adquirirías.
Sólo por la sustitución positiva de am- CU
bas potestades será eficaz nuestro desasi-
miento de las que en determinado instan- [La influencia del techo. De cómo un
te nos dominen, porque, para emancipar- principio director influye en todo lo del
se de una fuerza, no hay medio sino sus- alma, sin necesidad de quedar solitario
citar en contra de ella otra fuerza. Y y único}
sólo por la función que es propia de
ellas, entonaremos nuestra vida, impi- Dicen de San Pedro de Alcántara que,
diéndola adormecerse en el estancamien- por el hábito humilde de llevar siempre
to del ocio, o disiparse en la estéril fati- puestos en el suelo los ojos, no supo nun-
ga del movimiento sin objeto. ca cómo era el techo de su celda. Imagi-
Vano sería que, con menosprecio de nemos que pueda suceder otro tanto al
la complejidad infinita de los caracteres escritor a quien la continuidad de fijar
y destinos humanos, se intentara reducir la vista en el papel desacostumbra de
a pautas comunes cuáles han de ser tal mirar a lo alto de su estancia; o bien
propósito y tal convicción: bástenos con al hombre apesadumbrado, al reflexivo,
pedir que ellos sean sinceros y merecedo- al encorvado por enfermedad o vejez.
res del amor que les tengamos. No juz- Pues a pesar de este desconocimiento
guemos tampoco de la realidad y ener- del techo bajo el cual pasan la vida, en
gía de estos principios directores ponién- cuanto ven y perciben a su alrededor hay
doles por condición la transparencia, la una modificación que procede virtual-
lógica y la asiduidad con que aparezcan mente del techo. Porque él domina, de
en la parte de vida exterior de cada uno. todas veras, en la estancia; y no se redu-
Aún más: bien pueden ellos existir en ce a ser en ella límite y abrigo, ni a com-
un alma sin concretarse en idea definida pletar y presidir la apariencia, sino que,
y consciente, sin que el alma misma lo a modo de genio tutelar, asiste en el am-
sepa; como bien puede ceder a una atrac- biente y las cosas. Por su color y puli-
ción aquel que piensa que se mueve con mento, el techo influye en el grado de
voluntariedad; y no por esta causa es luz. Según la especie de su composición,
fuerza que sea menor la eficacia y poder refuerza o atempera el calor, Por su for-
de tales principios. Así, mientras hay , ma y altura, rige en el modo como se
quienes presumen de llevar en sus actos propagan los sonidos. La reverberación
una superior finalidad y de alimentar en de ese espejo, el matiz de esa tapicería,
su alma una creencia, y todo es vanidad , el tono de ese bronce, algo, de intensidad
y engaño, porque las que toman por ta- o atenuación, le deben. Ejércese su im-
les no son sino mirajes de su fantasía, perio sobre el eco que levanta la voz y
sombras que tocan y no mueven los re- sobre el rumor que hacen los pasos; todo
sortes de la voluntad, hay también quie- está en relación ele dependencia con él.
nes, alardeando quizá de indiferentes, o ¡ Así, una soberana idea, una avasallado-

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OBRA ORIGINAL,—5: MOTIVOS DE PROTEO 433
ra pasión, que ganan la cúspide de nues- de amor es el alma misma de quien ama,
tra alma, influyen, en nuestros pensa- puesta en una honda, original armonía;
mientos y obras, mucho más allá de su de suerte que todo lo que cabe dentro de
directo y aparente dominio; y si bien no ese vivo conjunto está enlazado a aquel
alcanzan nunca a sojuzgar del todo las j amor con una dependencia semejante
discordancias y contradicciones que nos j (por no negar palabras a otra imagen
son connaturales, participan a menudo j que me las pide) a la que vincula a la
en lo que parece más ajeno y remoto de varia vegetación de una selva con la tie-
sus fines. Y aunque tal idea o pasión per- rra amorosa de cuyo seno brotan los ju-
manezca, como suelen, fuera de la luz de gos que luego ha de transformar cada
la conciencia, y tú no sepas cuál es la planta según las leyes propias de su ge-
fuerza ideal que tiene mayor poder sobre neración. Todo lo de la selva: la fron-
ti—nuevo Pedro de Alcántara que desco- dosa copa y la hierba escondida; la plan-
nozcas eí techo de tu celda—o, aun- ta que compone el bálsamo y la que pro-
que sabiéndolo, apartes de esa fuerza el ; duce el veneno; la que despide hedor y la
pensamiento, y porque la olvidas imagi- i que rinde perfume; la serpiente y el pá-
nes que la alejas, ella, mientras no sea : jaro; todo lo de la selva se auna y fra-
arrancada de raíz, influirá constantemen- terniza dentro de la próvida maternidad
te en tu alma; ella dominará tu vida es- de la tierra. Así, a un grande amor no
piritual, hasta el punto de que no se ; hay recuerdo que no se asocie, ni espe-
dará dentro de ti cosa relativamente du- ranza y figuración del porvenir que no
radera que no lleve, en algo, su reflejo. estén subordinadas. Cuanto es estímulo
Por esta razón, no es menester que de acción, cuanto es objeto de deseo, vie-
una suprema finalidad a que consagra- ne derechamente de él. El preside en la
mos nuestra vida ahuyente, celosa, de su í vigilia y eí sueño, numen del día y de la
lado, a las otras que quieran compartir | noche, y si hay un acto o pensamiento
con ella, en menor parte, nuestro amor o i en la vida que parezca ajeno a esta con-
interés. Déjalas vivir; y secreta y delica- ! corde unidad, pronto una mirada atenta
damente, las gobernará y aplicará a su ¡ encontrará la relación misteriosa; como
antojo; y lejos de tener en ellas rivales, cuando miramos el reflejo de la orilla en
tendrá amigas y siervas. Tal vimos que el agua, y vemos, entre otras, una forma
pasaba en el espíritu de Idomeneo, que, fluctuante que no parece corresponder
concediendo su atención a las cosas del a cosa de afuera, hasta que luego la aten-
camino, en todo lo que sentía y admira- [ ción descubre que aquello viene, como
ba ponía un recuerdo del móvil superior ¡ lo demás, de la orilla.
Que le llevaba sin premura a su término.

CIV
CIIÍ
[Una vocación suscita otras. Asociación
[El enamorado y la omnipresencia y subordinación de vocaciones. Casos en
de su pasión] que coexisten, sin asociarse.]

La imagen fiel, el caso ejemplar, de esta Con esta aptitud de una potencia di-
°nmipresencia de una idea que ocupa el | rectora del alma, para avasallar, habili-
centro del alma, es el espíritu del ena- j dosa e indirectamente, todo lo que medra
dorado, que se agita en mil lides y tra- en torno de ella, sin necesidad de pro-
bajos del mundo, sin que por ello se pender a quedar solitaria y única, tiene
a
Parte en un ápice de su pasión. Un gran- congruencia el tema que llamaré de la
434 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

asociación o la subordinación de voca- sino escenas pastoriles y tiernos amores.


ciones. A los casos en que el tiránico y Serían ejemplo de ello, también, los sa-
receloso absolutismo de una vocación, bios en las ciencias de la Naturaleza, que,
como el que indicamos en Carlos XII y como Arago y como el químico Dumas,
en San Bruno, hiela y aridece el espíri- concedieron parte de su tiempo a la ac-
tu para cuanto se aparte de una perenne ción o la propaganda política. Pero, con
idea, pueden oponerse aquellos en que mucha más frecuencia, dos vocaciones
una vocación predominante, sin disminu- que coinciden en una sola alma mantie-
ción de su fervor, sino, por el contrario, nen entre sí relaciones, más o menos cla-
persuadida de este mismo, suscita y es- ras y directas, de ayuda y colaboración,
timula otras vocaciones secundarias, con- Y aun cuando no concurran, ni tengan-
viviendo con ellas y empleándolas como modo de concurrir, a un objeto común,
instrumentos suyos, con lo que se resar- sino que aparentemente se separan para
ce ele la parte que les cede de fuerza y la obra, esas dos aptitudes que un mis-
atención. mo espíritu abarca, suelen auxiliarse, ca-
La universalidad legitimada por una ¡ da cual desde su campo, de tan eficaz y
omnímoda e igual suficiencia es privilegio ; recíproca manera, que se las compararía
rarísimo; y aquella falsa universalidad ' con el alga y el hongo contenidos en la
que disipa en aplicaciones vagas y dis- unidad maravillosa del liquen: asociación
persas las energías que pudieran ser fe- ',inquebrantable, conmovedor ejemplo de
cundas si se les fijara un objeto constan- mutuo socorro para las primeras luchas
te, es como rasero que allana todo relie- por la existencia, en que el alga toma
ve del pensamiento y de la voluntad; ! del hongo la humedad que ella, no tiene
pero la unión de dos, y aún más, voca- y necesita, y el hongo toma del alga los
ciones, cuando las vincula una correla- principios asimilables que él no podría
ción orgánica, que hace que se comple- elaborar por sí. Cada aptitud propor-
menten o auxilien entre sí, es eficaz y ciona a la otra elementos, sugestiones,
dichosa armonía que la Naturaleza fre- estímulos, medios de disciplina o de ex-
cuentemente concierta, y constituye un presión.
interesante sujeto a que referir la obser- ; Pocas veces este lazo, solidario entre
vación de los espíritus. dos aptitudes que comparten la extensión
Veces hay en que no puede hablarse de y fuerza en un espíritu está fundado so-
asociación de dos vocaciones, ni de su- bre tan justa reciprocidad y tan exacta
bordinación de la una a la otra, sino sólo proporción, que no sea posible señalar
de coexistencia. Viven ambas en incomu- ] cuál de las dos descuella y tiene el man-
nicación, sin que las enlace ni una afini- ; do; aunque no por esta preferencia de
dad esencial, proveniente de su índole y >una ha de entenderse que el beneficio de
objeto, ni una relación que traben acci- la unión sea para ella sola, sino común
dentalmente en la unidad personal de a entrambas; a la manera como hay co-
quien las reúne. Cada vocación es un sis- mún interés en las relaciones entre el
tema autónomo, y como un alma parcial, amo y el obrero, o entre el maestro por
que se manifiesta por actos a que para oficio y el alumno. Aun en aquellos es-
nada trasciende el influjo de la otra. píritus universales en que multitud de
Ejemplo de ello hallaríamos en la perso- | aptitudes se congregan, determinando
nalidad dé Garcilaso, movida a un tiem- ¡ una como ausencia de vocación diferen-
po por los númenes de la guerra y de la ! ciada y precisa, no es difícil empeño
poesía, y en quien el poeta no se acordó j acertar con la nota fundamental. Así, en
jamás de que era a la vez heroico sol- ! don Alfonso el Sabio, predomina el ca-
dado, porque cantó, no glorias épicas, 1rácter del legislador; en Dante, el del

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 435

poeta; en Raimundo Lulio, el del filóso- arte soberano de la acción, de donde to-
fo; el del pintor en Leonardo de Vinci. ma, no sólo su transitoria utilidad, sino
también su perenne y peculiar belleza.
Subordínanse igualmente las letras a la
CV acción en aquellos otros hombres polí-
ticos que han dejado la sustancia de su
[Vocaciones de arte y ciencia que se experiencia, o la historia de sus recuer-
subordinan a la vida de acción. Dijeren- dos, en obras que la posteridad lee, no
tes vocaciones activas que se auxilian y únicamente por su interés histórico, sino
complementan entre sí. Fecundidad de la por su valer literario: como Maquiavelo,
unión de dos elementos contrardictónos como Antonio Pérez, como Felipe de
en una vocación compleja} Commines. Y subordínanse también en
los descubridores y exploradores que han
Indiquemos algunas de estas subordi- sabido reflejar, en páginas donde circula
naciones de aptitudes. Las distintas for- el aire y la luz, la emoción de las aventu-
mas de vocación contemplativa, enten- ras gloriosas, y la palpitación de la natu-
diendo por tal la que se cifra en el ejer- raleza sorprendida en su desnudez y can-
cicio del pensamiento y el cultivo de la dor: desde el más alto de todos, desde
ciencia o el arte, aparecen frecuentemen- Colón, con ia pintoresca e ingenua poe-
te en el espíritu del hombre de acción, sía de ciertos pasajes de su Diario.
como medios encaminados ai logro del Relación semejante ofrece el espíritu
objeto que persigue su voluntad: como del apóstol favorecido con la virtud, ya
auxiliares de esta preponderante voca- cariciosa, ya flageladora, de la expresión,
ción activa. Así, en los grandes capitanes o que resueltamente penetra en los tér-
y en ios grandes conductores de multitu- minos del arte para pedir a ia obra bella
des, a quienes la posesión de cierta fa- alas con que propagar su doctrina. Del
cultad literaria ha servido, ya para real- anhelo de comunicar la propia fe y de
zar la influencia de su personalidad y su mover el impulso de la caridad, fluye en
ejemplo con el poder arrebatador de la los siglos ese doble río de elocuencia;
palabra caldeada en las fraguas de la pa- poderoso, encrespado y bramador en Cri-
sión y del arte; ya para esculnir ellos sóstomo, en Tertuliano, en Jerónimo: de
mismos, con la narración de sus haza- cuya casta de espíritus viene el alma de
ñas, el pedestal de su inmortalidad: Je- fuego de Lamennais; manso, suave y
nofonte, Josefo, Julio César, Bonaparte, arrullador en Ambrosio, en Gregorio Na-
Bolívar,.. Así también en los hombres cianceno, en Basilio, que prestan el secre-
de Estado, consejeros y agitadores, para to de su gracia a Fenelón y a Francisco
Quienes la aptitud oratoria, incluyendo de Sales, y tanto en el pastor que se auxi-
como especie de ella, la de la propa- lia de la palabra para formar o condu-
ganda escrita, propia de nuestro Agora cir una piadosa grey, como en cualquier
moderno, ha sido instrumento eficaz de otra especie de hombres de acción que
su principal carácter de hombres de ac- sea dueño a la vez del don de la forma,
ción: Pericles, lord Chatham, Wiíliam frecuentemente ocurre que esta aptitud
Pitt, Danton, Guizot, Thiers...; y aun pu- subordinada es la que lleva en sí el supe-
diera decirse que es de la naturaleza de rior merecimiento y la promesa de la
este don de la oratoria elocuente no ma- gloria cierta, por más que la mayor in-
nifestarse en su plenitud sino por seme- tensidad de la vocación y del anhelo esté
jante consorcio o vasallaje; porque el de parte de la otra; y quizá cuando ha
don de la oratoria no es grande por sí: pasado la virtud ele ía palabra para mo-
es grande como aptitud subordinada al ver las voluntades, su hermosura apare-
436 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ce mejor, más limpia y patente; al modo piración a diversísimas actividades y vo-


como, quebrada la redoma, trasciende y caciones secundarias, que se desenvuel-
se difunde el bálsamo. ven en el arte, o en la ciencia, o en las
Pero no es sólo la aptitud de hablar o más varias direcciones de la vida activa,
escribir bien lo que, en los espíritus pre- Una comunión de creyentes ha menester
ferentemente consagrados a las obras de las formas de un culto; y así para la efi-
la voluntad, vale como potencia accesoria cacia de este medio de obrar sobre la
de la acción. Otras maneras de arte se imaginación y la sensibilidad, como para
prestan igualmente a desempeñar ese au- realzar la dignidad del obsequio que tri-
xilio. Cómo la facultad de ia composi- I buta a su Dios, propende a acoger en su
ción musical, subordinándose a la voca- \ regazo los primores y magnificencias del
ción del apóstol, del reformador, le sirve arte: ya levantando las columnas y to-
de instrumento precioso de convocatoria rres de sus templos, ya tallando en la
y simpatía, muéstralo el Choral-Buch de piedra sus imágenes venerandas, ya fijan-
Lutero, donde la conciencia religiosa ¡ dolas, por el color, en el lienzo; ya cince-
emancipada y entonada halla su expre- i lando el oro y la plata para las alhajas
sión en el lenguaje sublime a que dos I del altar; oficios todos que se confundie-
grandes almas, encendidas en igual fuego j ron con la misma profesión religiosa, en
de original y candido fervor: Ambrosio, los monjes arquitectos, escultores, imagi-
el mismo de la suave elocuencia, y Grego- neros y orífices, de los tiempos medios;
rio Magno, dieron norma y medida cuan- ya expresando y comunicando ía emoción
do los balbuceos de la fe. Y si en las no- por los sones de la música, que, hasta
tas de la música cabe el genio de propa- después de entrado el siglo xv, fue tam-
ganda del apóstol, cabe también en los bién oficio de eclesiásticos, ya, finalmen-
colores y las líneas; y el apóstol pintor te, recurriendo a la virtud de la palabra,
encarna en la figura de Metodio, el mon- en la oratoria y el himno. Pero, no satis-
je griego que, poniendo ante los ojos de fecha con los auxilios del arte, esta idea
Bogoris su Juicio final, comunicó al pe- avasalladora requiere los de la ciencia, y
cho del rey búlgaro la llama de piedad los de distintos géneros de acción. Desde
luego, aspira a prevalecer por la enseñan-
que le había movido a pintarlo. za, y esto determina una vocación peda-
Esta tendencia de la vida de acción: el gógica, que se complementa, para el go-
apostolado religioso, préstase, más que bierno perenne y sutil de las conciencias,
otra alguna, para ejemplo de cómo una con la práctica de la observación del psi-
vocación que pertenece al orden de la cólogo y el moralista; y además vincula
voluntad suscita y mantiene bajo su am- a sus propósitos el ejercicio de la cari-
paro y sugestión otras vocaciones, de la dad, lo que la pone en fácil relación con
voluntad misma o del pensamiento. Cuan- la ciencia de curar los males del cuerpo,
do la vocación religiosa asume forma as- ciencia que, subordinada a la inspiración
cética y contemplativa, es, por su aciaga caritativa, imprime carácter a la figura
fuerza de inhibir y sofocar todo expansi- del monje cirujano, del famoso Baseil-
vo impulso del alma, ejemplo cabal de lo hac. Por otra parte, una fe religiosa tien-
contrario; ejemplo cabal de vocación que de, de suyo, a expandirse, a llegar a re-
se recoge a su centro y queda en monóto- motas gentes, a convertir a los que per-
na quietud; pero si tiende a la acción y manecen fuera de la verdad que ella cree
al proselitismo, entonces, por la propia poseer: y de aquí nacen dos vocaciones
razón de que dispone de los más formida- tributarias, que, como las demás de esta
bles apasionamientos y las más imperio- especie, trascienden más allá de su inme-
sas disciplinas que puedan subyugar la diata finalidad piadosa: ía vocación cien-
naturaleza del hombre, da aliento e ins-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 437

tífica del filólogo y la vocación activa del j poleón, dejó, por fruto de su experiencia
explorador. El impulso a estudiar las len- l y su saber, dos obras crásicas en la es-
guas bárbaras o extrañas, para buscar | trategia.
camino por ellas en el corazón del infiel; Una patente demostración, social o co-
impulso que llevó a Raimundo Lulio, en lectiva, de cómo una apasionada eferves-
su reclusión del Monte Randa, a sumer- cencia de las energías de la acción pro-
girse en las fuentes de la ciencia árabe, y voca y estimula, como actividad subordi-
que contribuyó poderosamente a iniciar nada, los afanes del conocimiento cien-
a la Europa cristiana en el conocimiento tífico, particularmente en su aplicación a
del árabe mismo y del hebreo, fué tam- J las artes de la utilidad, ofrécela la Fran-
bién el que inspiró a los misioneros espa- I cia revolucionaria: cuando, respondien-
ñoles y portugueses, que yendo tras las I do la Convención al doble propósito de la
huellas de los conquistadores, trajeron a defensa nacional, y de la consolidación
la filología el estudio de las lenguas ame- del nuevo régimen político, mantiene, en
ricanas, y dilataron o perfeccionaron el los espíritus electrizados por los entu-
de las asiáticas. La vocación del explora- siasmos de la libertad, aquella emula-
dor de tierras incógnitas, identificada ción de descubrimientos e invenciones
con la del misionero, aparece, aun mo- con que poner, en manos del heroísmo,
dernamente, en espíritus como el de Li- más poderosas fuerzas, de donde nacie-
vingstone, que llevaba consigo a lo igno- ron el telégrafo de señales, los primeros
rado del África, junto con los instrumen- j ensayos de la aerostación militar, el per-
tos de la observación científica, la Biblia feccionamiento de la fabricación del ace-
del evangelizador. ro y de la pólvora; mientras, en esfera
Como la vocación religiosa, las demás más alta y permanente, el nuevo espíritu
manifestaciones de la vida de acción: la alantaba la reorganización de la enseñan-
del soldado, la del navegante, la del po- za común y de toda suerte de estudios;
lítico, toman con frecuencia también, congregándose, para las distintas mani-
bajo su protección y tutela actividades festaciones de esta obra del saber puesto
del espíritu, que no se reducen a la que al servicio de una acción titánica, enten-
indicamos ya de la expresión literaria, dimientos científicos como el de Condor-
documentos de esto son aquellas mismas cet y el de Lagrange, el de Berthollet y el
°bras en que marinos, hombres de go- de Fourcroy. En pasados siglos, los ro-
bierno y guerreros, han dejado testimo- manos de Marcelo habían visto multipli-
nio de sus hechos y de su experiencia; carse y agigantarse, cual si interviniesen
siempre que en las páginas de tales obras artes de magia, la resistencia de la ilustre
Predomine, sobre los prestigios de la for- Siracusa a sus armas conquistadoras, por
^a y el arte de la narración, el caudal de inspiración del matemático de genio, que,
observaciones recogidas en el trato con sublimando su ciencia en el amor de la
ta naturaleza física, o de nociones refe- patria, oponía a las naves del sitiador
|-
entes al arte de la guerra, o a la ciencia sus espejos ustorios, sus palancas guar-
V_el arte de la política. Montalembert es necidas de garfios y sus catapultas ci-
e
Jeinplo de ilustre capitán, cuya eminen- clópeas; para luego personificar la trá-
te
aptitud en las ciencias que tienen co- gica fatalidad de la caída, sucumbiendo
piones con la profesión de las armas al golpe del soldado que le encuentra ab-
^valió para unir a los lauros de la ac- sorto, mientras raya en el suelo las líneas
q
óii, y aun mejor ganados, los del estrá- de un problema.
bico teórico. Igual cosa se diría del ar- Así como la acción se vale de la socie-
^iduque Carlos, que, después de resis- dad del pensamiento, las diferentes for-
lr
gallardamente a los ejércitos de Na- mas de la vida de acción trábanse, fre-
438 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cuentemente, en aptitudes compuestas, dentro de la general categoría de la vida


donde una a otra se realzan y estimulan. de acción, reuniéronse en aquella alma
El genio militar, asociado a la superior extraordinaria: una vocación de ilumi-
capacidad del mando civil y la inspira- nado, de profeta, de apóstol, persuadido
ción de las leyes, fulgura en Carlomagno, de su predestinación para ensanchar los
en Napoleón, en Federico el Grande. La dominios de su fe y rescatar el sepulcro
voluntad perfecta del santo, conciliada de su Dios; y una vocación de logrero, de
con un don que, como el de gobernar a mercader, de negociante codicioso y te-
los pueblos, parece incluir por necesidad naz, como de raza liguria, que le llevaba
algo de malicia o violencia, se llama Mar- en fascinación tras los imaginarios refle-
co Aurelio en el paganismo, Luis IX en jos del oro soñado en sus visiones de le-
los siglos cristianos. La gloria del marino janas Cólquidas. Acaso, separado y solo
y la del guerrero se confunden en quie- cada uno de estos estímulos, no hubiera
nes, como Nelson, ganaron fama luchando sido capaz de llevar el hervor de la vo-
con las tormentas y ios hielos, antes de luntad al punto necesario para sazonar
realzarla luchando con los hombres; y en la perseverancia inquebrantable de la re-
quienes, como Alburquerque, después de solución; pero los dos se unieron, y la
orientarse sobre la mar a tierra remotas, voluntad tomó su punto.
las sojuzgaron por la espada. La compa- El sentido común propende a conside-
ñía del heroísmo guerrero y la vocación rar alejados, por natural antipatía, el fer-
del amor caritativo y piadoso de que vor de una apasionada idealidad, y la in-
nace el heroísmo de la santidad es unión teligencia del dinero y el sentido de los
contradictoria y tremenda, como de prin- intereses materiales. Pero si se piensa en
cipios enemigos, que, mientras se abra- que, aun allí donde el desprendimiento
zan, se repelen, y mientras se socorren, y la abnegación de todo bien terreno res-
se odian; pero de esta contradicción, plandezcan más puros, cabe estimar los
comparable a las disonancias con que el medios de acción que proporciona la ri-
músico de genio suele obtener estupenda queza, para llevar adelante una obra
y paradójica armonía, nace aquel género magna o acudir a las necesidades de los
de sublimidad que admiramos en el al- otros, se concebirá fácilmente la posibi-
ma ardiente del cruzado, en quien com- lidad de un espíritu inflamado en un
piten el derretimiento de piedad y el ím- grande amor ideal y que por instrumento
petu vengador. de este amor pone en ejercicio, no ener-
Asociaciones como ésa, de principios gías heroicas ni inspiraciones remonta-
antagónicos que se sintetizan y levantan das, sino una habilidosa y perseverante
a una inesperada unidad, suelen produ- aptitud de administración y economía.
cir, en el orden de la vocación como en El cristianismo primitivo, naciendo del
todas las manifestaciones del espíritu, seno de una raza donde se unieron siem-
eficaces y sorprendentes resultados, con pre la más ferviente religiosidad y el más
los que se corrobora lo que dijimos al fino tacto económico, confió la dirección
hablar de las complejidades y contradic- y vigilancia de las cosas temporales, en
ciones de nuestra naturaleza, que, aproxi- las comunidades que instituyó, a manos
mando a veces elementos que nunca estu- de los diáconos; y estos trabajadores
vieron juntos ni parecerían capaces de prudentes y celosos, a quienes la idea
estarlo, dan con ello ocasión a una origi- cristiana debe la parte más sólida, aun-
que menos aparente, de su propagación,
nalidad superior, persistente y fecunda. fueron hombres de idealidad y de fe, que
El ejemplo más alto y significativo que al servicio de la suprema vocación de sü
pudiera citarse es el de Colón, Dos voca- alma pusieron un admirable sentido de
ciones diversísimas, y aun antitéticas,

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 439

Ja vida práctica, y de conservación y drá observar de inmediato ia realidad


equidad en el cuidado de los bienes co- que prefiere para original de su arte.
mimes y el reparto de sus rendimientos. El instinto de libertad, de aventura, de
indagación curiosa, de la vocación del
marino, aportando materiales e inspira-
ciones a una dominante facultad de escri-
CVI tor, produce a Marryat, a Fenimore Coo-
per; y en nuestra época, y en más alta es-
[Vocaciones activas subordinadas a ¡as fera de arte, al encantador Loti, último
de la ciencia y el artel y alambicado vastago de la posteridad
de Marco Polo.
Si una preponderante vocación activa Una vocación científica puede, igual-
usufructúa a menudo, como de vocación mente, buscar en la acción instrumento
accesoria, de la aplicación a una ciencia que le valga u objeto que la inspire. Bas-
o un arte, dase también la subordinación ta, para imaginarlo, comparar la existen-
opuesta; una preponderante vocación de cia sedentaria del sabio recluido en la
ciencia o arte, que se auxilia, para los clausura de la biblioteca, del laboratorio
fines que le son propios, de la tendencia o del museo, con la del sabio explorador,
a determinado género de acción. con la del viajero por amor de la cien-
Suele la voluntad del héroe hacer com- I cia: La Condamine, Bonpland, Stanley...:
pañía al genio del poeta: el cual diríase en cuyo espíritu concurren necesariamen-
oue arranca entonces, por su propio bra- te, con las facultades propias de la sabi-
zo, de las entrañas de la realidad, el ma- duría, muchas de las condiciones esen-
terial que luego su genio doma y escul- ciales del hombre de acción: la voluntad
pe. Del rojo cobre heroico fundido con resuelta, la familiaridad con el peligro,
si resplandeciente estaño de la imagina- la experiencia del mundo, la disposición
ción del poeta, nació el bronce del alma y agilidad para las marchas arduas y
de Esquilo, y del alma de Camoens, y del penosas; y a veces, el heroísmo sublime
alma de Ercilla; y héroe y poeta a la y la abnegación del sacrificio, De seme-
s
'ez, Kcerner cae gloriosamente en Me» jante modo, la vocación del arte médica,
cklemburgo, después de haber exaltado, vinculándose, por el objeto a que se apli-
como el Tirteo de otra Esparta, el senti- ca, con la actividad y las costumbres de
miento de la libertad. No menos suele in- la carrera de las armas, produce un ciru-
fundirse eficazmente la vocación del he- i jano militar como Percy, incorporado a
roísmo en un alma de artista, para susci- : ios ejércitos de la Revolución y del Im-
tar el estallido del don de belleza en obra perio hasta el mismo día de Waterloo,
grande y vividora; como cuando la fiebre para llevar adelante, paralelamente a
del entusiasmo bélico desata en Rouget los combates de la ambición y del odio,
de lisie, la inspiración de su himno in- y con táctica no menos vigilante y rá-
mortal. De la acción puede partir el pri- ' pida, los combates ele la humanidad y
mer impulso del arte, corno del arte el i de la ciencia.
Primer: impulso ele la acción: el. anhelo
de fijar en forma sensible los recuerdos CVII
de sus campañas en la epopeya napoleó-
nica, despierta el numen del pintor en {Subordinación de uno. vocación artística
^-ejeune; y en orden inverso, la prefe- a otra científica, y de una científica a
re
ncia por las escenas de guerra • como I otra artística. Asociación . de diferentes
°bjeto ele pintura, induce a Adolfo Beau- j vocaciones artísticas entre sí. Vocación
Ce
a abrazar el género de vida, en que po- • de un arte interpretativo, unida a la de
440 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

¡a correspondiente arte creadora, Auxi- la ciencia a la originalidad y la inven-


lios que se prestan la aptitud de pro- ción, y Schelling, a quien deliberadamen-
ducir y el entendimiento crítico} te cuento como soberano poeta de la pro
sa, en síntesis sublimemente didáctica
Prescindiendo ya de ia acción, las dis- del mundo, antes que como filósofo. La
tintas aptitudes de la mente forman, las inspiración de Leopardi, evocando, en su
unas con las otras, vocaciones complejas, purísima integridad, la más íntima belle-
en que cada aptitud pone, según el fin za antigua, y exprimiendo en sus formas
que predomina, ya lo fundamental, ya transparentes la amargura de una propia
lo accesorio. y personal filosofía, que tiene su lugar
Para el genio científico el privilegio bien diferenciado en la historia de las
anexo de la actitud literaria es instru- ideas, no pudo nacer sino, como nació,
mento preciosísimo, con el que vuelve de espíritu que era el de un filólogo emi-
diáfana y comunicable la verdad, por la nente y el de un metafísico de genio. La
virtud de la exposición luminosa, y logra ciencia de las cosas pasadas, subordinán-
la notación distinta y neta de todos los dose a la intuición, por modo artístico,
matices del pensamiento. Tal en Galileo, de la misma muerta realidad, concurre a
en Buffon, en Humboldt, en Claudio Ber- la aptitud peculiar de los novelistas his-
nard, en Pasteur... Si las condiciones li- tóricos, como Walter Scott, Freytag y
terarias se levantan a más alto grado, Manzoni. Si se invierte el orden de esta
comprendiendo aquellas virtudes esencia- subordinación, dando el primer rango a
les de la imaginación y el sentimiento, I la verdad estricta y comprobable, se pasa
que invaden los dominios de la creación j a la ciencia de la historia, tal como la
poética, resultan de ello espíritus como j conciben y ejecutan los historiadores co-
el de un Renán o un Guyau, en quienes | loristas; Thierry, Barante, Michelet; pero,
el entendimiento de verdad o el don de aunque abstractamente considerado este
realizar belleza se compenetran y ensi- género, sea ciencia que se auxilia de!
misman de modo que no parecen formar arte, es más frecuente que, en la obra
sino una única aptitud: una aptitud com- concreta y en las facultades del autor, d
puesta, dentro de la cual sería difícil dis- arte prevalezca sobre la otra vía de cono-
cernir la parte que toca a cada género de cimiento. Ni es menester que se aplique
facultades. Diríase entonces, usando el a una de estas formas intermedias entre
lenguaje de la química, que hay entre ciencia y arte la producción del escritor
ambos combinación, no mezcla solamen- artista, para que su ciencia, si es honda
te. ¿Quién apartaría en la Vida de Jesús, y potente, trascienda a la belleza que él
o en La Irreligión del porvenir, la obra crea, y circule por bajo de ella como la
del pensador de la obra del artista?... corriente invisible de la sangre que pres-
Recíprocamente, la presencia de todas ta aliento y color a un cuerpo hermoso-
o una parte de las facultades propias del La acrisolada sabiduría de un Flaubert o
sabio, completando un espíritu en que ! un Mérimée ¿qué suma de luces y ele'
prevalecen las del poeta, imprime sello mentos no habrá aportado a la realiza-
peculiar a esas almas que compiten, has- ción porfiadísima de aquel ideal de belle-
ta donde es posible en tiempos de pleni- I za fundada en verdad, precisión y limpi-
tud de cultura, con el carácter del poeta j dez, que ambos persiguieron?... El modo
primitivo, revelador y educador: los Ho- como el naturalismo literario soñó en
rneros y Valmikis de las edades refinadas identificar al arte con la ciencia no fue
y complejas; desde Lucrecio, por quien la sino transitorio desvarío, porque impor-
savia del saber antiguo cuajó en pompo- taba desconocer la autonomía inviolable
sa magnolia, hasta Goethe, que llegó en y esencial de los procedimientos del arte;

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OBRA ORIGINAL—5: MOTIVOS DE PROTEO 441

pero toda relación es posible y fecunda disciplina del pintor, y le habilita para
mientras se contenga en el fondo el sedi- escribir, con discreción y originalidad, ya
mento del espíritu, donde hunde sus raí- sobre las medidas geométricas, ya sobre
ces la obra, y deje libre el sagrado mis- las proporciones humanas. El arquitecto
terio de la generación estética. artista es, por esencia de su oficio, el eje-
El acuerdo de una afición científica cir- cutor de una obra de utilidad a que con-
cunscrita a un objeto limitado y único, curren la geometría y la mecánica; y
con una inspiración de poeta, aplicada y para complemento y realce de lo que
ceñida al mismo único objeto, de modo hay, en su labor, de ciencia aplicada,
que formen entre ambas una simple y pone su intuición de belleza. En el teóri-
graciosa armonía, como fruto y flor que co de la música, que frecuentemente lle-
una menuda rama sustenta, vese en la va en sí, como aptitud accesoria, y aun
sencilla dualidad de espíritu de Rodrigo predominante, la facultad de la creación
Caro, el arqueólogo contraído a las ve- o de la interpretación, la inteligencia ma-
jeces de su tierruca, que, volviendo de re- temática es elemento precioso, y al que
mover, en las orillas del Betis, el polvo le vincula natural afinidad y simpatía,
de las ruinas romanas, supo decir inmor- tratándose de un arte que reposa todo
talmente a Fabio la tristeza de los cam- él en relaciones numéricas de sonidos e
pos de soledad donde fué Itálica fa- intervalos. Así, es matemático eminen-
mosa. te un Choron; y obra de matemáticos
En el artista plástico y el compositor fue, en la antigüedad, desde Arquitas de
de música, no menos que en el escritor Tarento y Pitágoras hasta Boecio, cuanto
y el poeta, un fondo de saber extenso y se razonó sobre la concordia de los nú-
cario, que se dilate, más allá de lo técni- meros sonoros. Ciencia matemática es ia
co de la cultura, con honda perspectiva astronomía; y tanto Herschell como To-
de ideas, que para el artista son visiones, lomeo entendieron de música, y Hers-
es mina que enriquece la imaginación, y chell fué ejecutante y cifró en ello la vo-
loca sobre que ella adquiere seguridad y cación de su adolescencia.
JÍrmeza. Pero, además, en el conocimien- Por otra parte, dos aptitudes: una,
to teórico de cada arte, que complemen- científica; otra, artística, que coexisten
te y acrisola la maestría de la práctica, en un espíritu, aun cuando no se relacio-
caben vínculos más directos y constantes nen de modo persistente y orgánico, que
con la aptitud en determinado género de nazca de conexiones reales y objetivas
ciencia. Así, nadie podría determinar con entre la una y la otra, pueden vincularse
Precisión dónde acaban los términos de accidentalmente y con resultado fecundo.
la anatomía pictórica dentro de la des- La vocación artística interesa y estimula
cripción, ni hasta qué punto el cabal do- al espíritu para una tarea en que aplique
minio de esta última es capaz de fortale- las luces de su ciencia; y éste ha sido el
cer y afinar las vistas que infunde la pri- origen de más de un descubrimiento glo-
mera, cuando, como en Leonardo de Vin- rioso y más de una eficaz investigación.
% el estudio de las formas humanas, ilu- La antigüedad atribuía la primera deter-
minado por la observación genial del pin- minación de las leyes de la perspectiva ai
tor, se apoya en aquella comprensión, más genio de Esquilo, que, movido del deseo
honda y analítica, de nuestro cuerpo, que de asegurar el efecto y propiedad de las
•adquirió de experiencias e investigaciones decoraciones teatrales de sus obras, ha-
Por las que merece lugar entre los pre- bría convertido la atención a aquel punto
cursores de Vesalio, Alberto Durero señó- de la matemática. Van Eyck, el gran ar
l o también un fundamento de cultura tisía flamenco, a quien pertenece, según
^ e excede de los límites estrictos de la toda probabilidad, la invención de ia pin-
442 JOSÉ ENRIQUE RODO.—O ERAS COMPLETAS

tura al óleo, era un hombre de ciencia, téticas, de imaginación, La universal fa-


que fué llevado, por sugestión de su fa- cultad de los espíritus del Renacimiento
cultad dominante de pintor, a emplear su las presenta unidas, sin embargo, aunque
dominio de la rudimentaria química de en muy desigual proporción de aptitudes,
entonces en la búsqueda del procedimien- en pintores insignes, como Miguel Ángel
to que diese brillo y gradación a las hue- Leonardo y el Veroechio; y aun entre los
llas del pincel. De análoga manera, Da- artistas plásticos modernos, no faltar,
guerre, que halló el modo de fijar las quienes, como Delacroix e Ingres, tuvie-
imágenes obtenidas en la cámara oscura, ron una secundaria aptitud musical, que,
fué un espíritu que se reunía, a la vo- si hubiera gozado de preferente vocación,
cación y la aptitud del experimentador acaso excediera de la medianía. Difícil
científico, el interés por la reproducción parece concebir cómo maneras de imagi-
artificial de las formas, propio de su na- nar tan divergentes podrían auxiliarse o
turaleza de pintor. En memorias del gran cambiar entre sí estímulos y sugestiones;
Cuvier se hizo el elogio de los sabios pero si se considera que, en una imagina-
trabajos de Bennati, el médico mantua- ción plástica de enérgica virtud, las im-
no que, poseyendo una hermosísima voz presiones del sonido, como cualquier
y una apasionada vocación de cantante, otro género de sensación, sentimiento o
concretó su ciencia fisiológica al objeto idea, propenderán naturalmente a sugerir
que le señalaba la predilección de su fa- formas visuales, es fácil admitir que la
cultad artística, en perspicaces investiga- emoción musical, traduciéndose en el es-
ciones sobre el mecanismo de la voz hu- píritu del pintor por representaciones
mana. corpóreas, que expresen corresponden-
Si de la relación entre arte y ciencia cias, más o menos personales y arbitra-
pasamos a la de las diferentes artes entre rias, entre las sensaciones de la vista y
sí, siempre en cuanto a la posibilidad de del oído, sugiera e inspire motivos de
asociarse dentro de la capacidad de un pintar; o que, recíprocamente, la forma
mismo espíritu, la frecuencia de estas plástica con anterioridad concebida tien-
asociaciones acrece. De la unión de las da, en el pintor que es al propio tiempo
tres artes plásticas de un artista dimos músico, a reflejarse en determinado or-
ejemplos cuando hablamos de la univer- den de sonidos. Oportuno es recordar, a
este respecto, que uno de los artistas que
salidad de la aptitud. La pintura y la es- abarcaron ambos extremos de imagina-
cultura se concilian, ya en quienes fueron ción, Salvator Rosa, compuso, con el mis-
ante todo pintores, como Paul Dubois; ya mo nombre de La hechicera, un cuadro
en quienes fueron preferentemente esta- y una melodía.
tuarios, como Millet. Todavía más fácil y
común es el consorcio de las dos artes de Menos raramente conviven las dotes
la piedra: arquitectura y escultura, que, del artista plástico y del poeta; y esta
hasta muy adelantado el moderno resur- convivencia toma forma cooperativa y
gir del arte, no se separaron, emancipán- hermanable cuando ambas facultades áe
dose la estatua de la unidad deí organis- un espíritu convergen por distinta vía a
mo arquitectónico; y que, aun después de un mismo fin (Ut pictura poessis...), ci-
consumada esta emancipación, juntan ñéndose la poesía a la imitación deí inun-
sus luces en artistas como Jacobo San- do físico, como en el idílico Gesner, cu-
sovino, Ammanatí y Juan de Bolonia. Re- yos poemas son la tradución verbal de
unir a la inspiración de un arte plástica sus cuadros; o bien, cuando la palabra
la de la música, ya es caso más singular del poeta se consagra a la devoción de
y peregrino, como que requiere el despo- la otra arte, para celebrar su grandeza o
sorio de dos formas, en cierto modo anti- acuñar en áureos versos sus preceptos;

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 443

así, en Pablo de Céspedes, una de las más rrir a obra común, la facultad del mú-
gallardas figuras de las letras y el arte, sico y la del poeta, úñense por simpatías
en la España del gran siglo: pintor en e inspiraciones eficaces, como las que a
quien la concomitante aptitud poética se j menudo transparentan las historias fan-
dedicó, exclusiva o preferentemente, a tásticas de Hoffmann, que, escritor más
cantar la gloria y hermosura del arte del que músico, aunque también lo fué de
color. Artistas que, como Fromentin y alto mérito, toma con frecuencia, para
Guillaumet, tuvieron, además del don de sus ficciones, asuntos y motivos que de-
colorear el lienzo, el de manejar artística- be a un profundo sentimiento de la su-
mente ia palabra, hicieron de la pluma, gestión infinita y el poder, como tauma-
igual que del pincel, un instrumento con túrgico, vinculados a la vibración mu-
que fijar las líneas y colores prisioneros sical.
en sus retinas. Poetas como Víctor Hugo El florecimiento, en la vocación y ap-
y como Bécquer, aplicaron, con verdade- titud de un mismo espíritu, de más de un
ra inspiración, una accesoria aptitud de género literario, es hecho más frecuente
dibujantes a interpretar y traducir plásti- que la absoluta consagración del escritor
camente las concepciones de su imagina- a un género único. Puntualizando esto,
ción poética. se patentizarían relaciones casi constan-
La facultad literaria, reunida dentro de tes. Apenas podrá nombrarse gran poeta
una misma personalidad, con la del mú- que no haya sido, además, notable pro-
sico, para obra en que ambas participan, sador. Apenas se hallará poeta dramáti-
tiene magnífica realización en el espíritu co de primera magnitud, que no haya lle-
de Wagner, que persiguiendo, a favor de vado dentro de sí un poeta lírico más que
esta dualidad de su genio, la perfecta mediano. Los oradores escritores (si se
concordia de ia expresión musical con la j los busca en lo alto y verdaderamente su-
inventiva dramática, dio tipo a ese drama perior de la elocuencia) se cuentan, sin
bifronte, cuya manifestación cumplida no duda, en mayor número que los que ca-
se logrará sin ia conformidad y confluen- recieron de estilo capaz de emanciparse
cia de ambas suertes de inspiración, des- I de la tutela de la expresión oral.
de sus nacientes en el misterio de una so- : En aquellas artes que por su índole re-
ia alma inspirada. Arrigo Boito, con la quieren, para poner de manifiesto la be-
doble obra poética y musical de Mefistó- lleza que crean, el auxilio de otra arte in-
Mes, es otro ejemplo insigne de esta aso- terpretativa, no es raro caso que concu-
ciación de aptitudes. Unidos en más sim- rra, con la aptitud creadora, la aptitud de
ple y candorosa armonía, para el leve or- la interpretación. Grandes compositores
ganismo de la canción, música y verso excedieron también como ejecutantes:
suelen brotar de un solo aliento del alma, Mozart, Beethoven, Mendelssohn... Gran-
a
sí en los cánticos y Heder a que Hans ¡ des poetas dramáticos: Plauto, Sha-
Sachs puso la tonada y la letra, o en el ; kespeare, Moliere fueron asimismo auto-
himno glorioso de que Rouget de l'Isle es , res; y Moliere lo fué genialmente. Aun
doblemente autor; cual si por un mo- j fuera del género poético destinado a
ínento recobrasen las dos artes del soni- la representación, esta aptitud de inter-
do su elemental y primitiva hermandad, pretar activamente las propias ficciones,
v
°lviendo al tiempo en que, de la lira de aptitud que, en los orígenes de la poesía,
'°s Terpandros, Simónides y Timoteos, se identificó, quizá, y fué una sola, con la
n
acian, como merced de un numen úni- esencial inspiración del poeta, se repro-
Co
> el son melodioso y la palabra rítmi- duce a veces en el mismo autor de ficcio-
Ca
' Otras veces, coexistiendo dentro de nes narrativas, como en Dickens, cuyas
Un
a misma personalidad, pero sin concu- | lecturas públicas de sus obras novelescas
444 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

eran maravillosas de declamación y mí- I en los secretos de la obra, y además, esa


mica, y en Alfonso Daudet, de quien se i segunda vista que el amor ferviente del
cuenta que tuvo prodigiosa gracia para objeto presta para todo linaje de cono-
contar, con todos los colores y palpitado- cimiento. Es así como la inteligencia teó-
nes de la vida, las escenas que imaginaba. rica, y la apreciación sentida de lo bello
La facultad del cómico, como dominante * deben a la contribución personal de los
o sustantiva, y la de producción drama- j artistas invalorables tesoros. Dictando,
tica, como accesoria, reúnense en el es- ( como Alfonso el Sabio, las leyes de su
píritu de Garrick; y en el de Paganini, i monarquía, Leonardo de Vinci produce
la soberana capacidad del ejecutante, del • su didáctica Della pittura, que Rubens
virtuoso, descuella por encima del positi- \ había de emular con disquisición de igual
vo ingenio del compositor. i género. En páginas escritas por Pintores:
El entendimiento crítico y el don de la j Vicente Carducci o Palomino, Reynolds o
propaganda y la polémica, haciendo de ¡ Lebrun, duran observaciones, enseñanzas
auxiliares de la creación literaria, para j y juicios de arte, que, cuando no tienen
mantener la doctrina y los procedimien- | valor definitivo, lo tuvieron histórico.
tos que ésta ejemplifica, han sido dados, ¡ Aún leemos la vida de los artistas del co-
respectivamente, a artistas reflexivos co- i lor en libros del pintor Vasari. Aún guar-
mo Goethe, y a innovadores arrebatados da su interés mucho de lo que sobre el
como Zola; y a su vez, una facultad críti- arte de la música teorizaron ejecutantes
ca eminente suele traer junto consigo do- ! y compositores, desde Salinas y Ramean,
tes relativas de poeta, con que poner en j hasta Schumann y Liszt. La obra revolu-
arco tirante las flechas del precepto y la j cionaria de Wagner reposa, no menos que
sátira, según vemos en el ritmo preciso y ! en sus maravillas de creación, en la cicló-
autoritario de Boileau; o con que culti- i pea columna de sus escritos de propagan-
var, en huerto propio, cierta flor de be- ¡ da y doctrina; y Berlioz, al propio tiem-
lleza, que, en Macaulay y en Sainte-Beu- i po que, con sus sinfonías y sus óperas,
ve, trasciende con la escogida y concen- i daba los modelos que debían modificar
trada esencia de la Canción del lago Re- ! en Francia los rumbos de la música,
gilo y de algunas de las Consolaciones, j mantenía, con la pluma de sus revistas
¡Cuántos volúmenes de críticos de ofi- í del Journal des Débats, uno de los más
ció y de doctores de la estética podrían animados, interesantes y fecundos movi-
cambiarse por fragmentos de crítica na- mientos de ideas, de que haya ejemplo
cidos de la conciencia reflexiva de la pro- en la crítica del arte.
pia producción, como la Carta de las uni- No es menos fácil de hallar la recípro-
dades dramáticas de Manzoni; el prólo- ca subordinación de aptitudes: la facul-
go del Cinq Mars, de Alfredo de Vigny; tad de la teoría, como talento capital; la
el del Cromwell, de Víctor Hugo; el de de producción, como aptitud complemen-
los Sonetos eclesiásticos, de Wordsworth, taria. Los grandes teóricos de la música
y cualquier página teórica o polémica de tuvieron en su mayor parte, y algunos
Carducci! más que medianamente, la capacidad de
Vulgar prejuicio es entender que el producirla: así Matthesson, Martini, Cho-
don y energía de la práctica, en algún or- ran, Fetis, CastiLBIaze. Artistas plásticos
den de generación de belleza, inhiba o de nota fueron muchos de los escritores
reste fuerzas a la aptitud de la teoría. El que mejor han doctrinado y juzgado de
artista creador tiene, desde luego, para colores y líneas; baste citar a Gautier, a
doctrinar sobre su arte y hacer la histo- Delécluze, a Charles Blanc. En Viollet-le-
ria de él, la superioridad que le confiere, . Duc, el escritor insigne de arquitectura y
sobre los otros, su iniciación e intimidad ; arqueología parte su gloria con el ilus-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 445

ue restaurador de los monumentos góti- hechos históricos, a la idea de las nor-


cos. La prédica inspirada de Ruskin, que mas que sigue el desenvolvimiento de las
ha dado cuerpo al más original, al más sociedades humanas.
ferviente, al más religioso entusiasmo El genio matemático se manifiesta a
por el arte, que en modernos tiempos se veces en su exclusivo e incomunicado
haya propagado en el mundo, es la pala- campo de abstracción, sin fijar en las lí-
bra de un pintor. neas y los números otro interés que el
que ellos llevan en sí mismos para quie-
nes los comprenden y aman; pero con no
CVIII menor frecuencia, busca, después de ejer-
citarse en ese campo, el camino de una
[Asociaciones permanentes entre las dife- realidad concreta, y trasciende, ya a la
rentes aptitudes científicas. Asociaciones astronomía, levantándose, con Huygens,
puramente históricas o accidentales. La Laplace y Leverrier, a medir los movi-
ciencia teórica y la facultad de su aplica- mientos y distancias celestes; ya a la
ción utilitaria. La facultad de enseñar, física, para completar, en el examen de
etcétera] las propiedades de los cuerpos, los re-
cursos del saber experimental. Este úl-
Si buscamos la complejidad de la ap- timo caso es patente demostración de
titud dentro de los distintos modos y ob- dos aptitudes heterogéneas que se unen
jetos de conocimiento que abarca el in- y tienden, en eficaz compañerismo, a una
menso espacio de la ciencia, no serán sola finalidad. La mayor parte de los
menos las vocaciones que hallaremos fre- grandes observadores de la Naturaleza, a
cuentemente vinculadas, con lazo orgáni- quienes se deben, en la indagación de sus
co y fecundo. leyes o el sometimiento de sus fuerzas
Comenzando por la aptitud científica al poder del hombre, las más preciadas
más sintética y alta: la del filósofo, ape- conquistas desde Galileo y Newton hasta
nas podrá citarse ejemplo de superior ca- Helmholtz, fueron espíritus en que se
pacidad metafísica que no haya venido reunieron la aptitud del experimentador
acompañada del saber original e inventi- i y ía del matemático.
vo, o cuando menos de la versación vas- La observación del mundo material tie-
ta y profunda, en algún género de cien- ne por objeto abstraer las leyes generales
cia particular. Este como punto de apoyo a que obedecen las cosas y los seres, de
Pueden ser las matemáticas: así en Pía- I donde nace la sabiduría del físico, del
tón, en Descartes, en Malebranche; o las químico y del biólogo; o bien, estudiar
ciencias naturales y biológicas, como en j concretamente las cosas y los seres mis-
Hartmann, Spencer y Bergson; cuando ¡ mos, describiéndolos y caracterizándolos,
no se fija indistintamente, con la univer- como hacen el geógrafo y el naturalista.
salidad de Aristóteles o de Leibniz, en las Estos distintos sentidos de la observa-
más varias partes de los conocimientos ¡ ción se relacionan entre sí de modo que
humanos. A su vez, una ciencia particu- ninguno puede considerarse en absoluto
lar, dominada con poderosa fuerza de sín- ajeno de los otros; y sus relaciones obje-
tesis y pensamiento trascendente, implica tivas se reproducen, a menudo, subjetiva-
u
ua aptitud de generalización filosófica, mente, en la vocación y la aptitud del sa-
que habilita a un Lamarck para remon- bio. El geógrafo naturalista, favorecido
tarse, de la labor paciente del naturalista, en ambos respectos por la facultad de
a
- una concepción de los orígenes y las aproximar dos órdenes de hechos tan
transformaciones de la vida en el mun- fundamentalmente vinculados, se perso-
l
'°; y a un Vico, del conocimiento de los nificaría en la gran figura de Humboldt.
446 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

Otras veces, el estudio concreto de los fisiología experimental y la ciencia mé-


cuerpos vivos o inorgánicos tenderá a dica, hubo de empezar por ser químico
complementarse por el de las propieda- eminente.
des abstractas de los cuerpos, y el natu- Vocaciones científicas de aún más os-
ralista será físico a la vez, como Reau- tensible complejidad arraigan en esas di-
niur; o se levantará eí naturalista, del co- latadísimas fronteras entre Jas ciencia;
nocimiento particular de los diferentes del espíritu y la sociedad, por una parte,
organismos, a la consideración general y las físicas y naturales, por la otra; fron-
de la existencia orgánica, y será desde teras en que la portentosa labor del úl-
ese instante fisiólogo, como Haller y timo siglo encontró campo casi virgen y
Spallanzani. Aun con la abstracción ma- obtuvo de él pingüe rendimiento; ya bus-
temática de la que la separa el campo cando en los datos de la biología nueva
intermedio de ias ciencias físicas cabe luz para las ciencias sociales; ya uniendo
que se asocie alguna vez, inmediata y en apretado lazo los estudios psicológi-
eficazmente, la aptitud del observador en cos con las experiencias de la fisiología;
las ciencias concretas de la naturaleza, y ya tendiendo a modificar, por las cone-
de este modo, un mineralogista como xiones entre lo moral y lo físico, el con-
Haüy necesitó la maestría del geómetra cepto del delito y la pena, ya en fin,
para desenvolver su descubrimiento de haciendo retroceder los límites de la
ias leyes de la cristalografía. Si la rela- ciencia del pasado mediante la fundación
ción se circunscribe a las tres ciencias de la arqueología prehistórica, que, por
que, por antonomasia, llamamos «natura- sus vínculos con el objeto propio del geó-
les», los lazos son tan íntimos, en el ob- logo, ha sido, preferentemente, estudio
jeto y los procedimientos, que el paso de de naturalistas.
una a otra es aún más fácil y lógico. Un Fuera de las relaciones persistentes en-
botánico como Linneo extiende a los do- tre dos distintas ciencias, cuando de la
minios de la zoología su genio clasifica- propia índole y naturaleza de ambas flu-
dor, y promueve, en cuanto mineralogis- ye que puedan asociarse para un objeto
ta, el estudio de los cristales; zoólogos común, caben relaciones accidentales,
como Buffon y Cuvier, salvan, con glo- suscitadas por un motivo histórico, que
ria, los límites de la geología. El género hace que, en determinado tiempo y lugar,
de observación del físico y el del quími- la vocación de una ciencia implique, ne-
co, después de alternar en espíritus como cesaria o ventajosamente, la de otra. Así,
el de Gay Lussac, se identifican en las ex- cuando el renacer de la cultura clásica,
periencias que llevaron a Berthelot a con- y hasta muy adelantada la emancipación
vertir las reacciones de la química en del pensamiento científico respecto del
problemas de mecánica molecular, sen- magisterio de la antigüedad, la ciencia
tando con ello los fundamentos de una médica fué tributaria de la filología. La
ciencia compleja que participa del objeto dualidad de aptitudes que luego es excep-
de las dos. Y si la tarea del químico se cional privilegio en el espíritu de un Lit-
enlaza, por un extremo, con la del experi- tré, aparece entonces, con relación orgá-
mentador de la física, por el otro se enla- nica, en los Cornario, los Foes, los Leo-
za y confunde con la del fisiólogo y el nicello, los Montano, los Guido Guidi.
biólogo, según quedó probado en el la- Todo médico sabio había de ser, en aquel
boratorio de Lavoisier y lo corroboran tiempo, filólogo, radicando, como radica-
luego los trabajos del mismo Berthelot ba, el conocimiento de las leyes y pro
sobre la química orgánica, y aún más cep'tos de su disciplina, antes que en la
patentemente la grande obra de Pasíeur, observación y la experiencia, en el domi-
que, para dejar huella indeleble en la nio de las lenguas en que hablaba la au-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 447
toridad de los antiguos. Otra vinculación probar la verdad, como Gopérnico, o insL
accidental de la filología con las ciencias tituyendo un método sin tener la aptitud
naturales, ya que su vinculación Con las de aplicarlo, como Bacon; y aquellos, de
antropológicas e históricas es persistente condición opuesta, de índole únicamente
y clarísima, vese en el maestro de Lin- utilitaria, que nunca se remontaron a las
neo y precursor de su gloria: en Olao generalidades y las leyes; un Watt, un
Celsio, que concertó su maestría de filó- Edison, un Morse..., hay lugar para aque-
logo y su sabiduría de botánico, para llos otros en quienes se reunieron ambas
obra en que tanto se había menester de facultades; tanto Arquímedes, que, con
ambas disímiles capacidades como la de- el religioso candor de un sacerdote de la
terminación y clasificación precisas de ciencia pura e ideal, se acusaba de ha-
ías plantas nombradas en ei Antiguo ber rebajado la alteza de lo verdadero
Testamento. aplicándolo a la realización de lo útil,
La relación accidental que entre dos como Galileo, Pascal y Huygens. Nin-
diferentes objetos de conocimiento cientí- gún caso más adecuado para poner de
fico establece su coincidencia fortuita en manifiesto la verdad de lo que dijimos
la vocación de un mismo espíritu, aun- sobre la mutualidad de las ventajas ele
que objetivamente no sean capaces de una orgánica correlación de aptitudes;
asociarse de modo íntimo y estable, pue- que no beneficia sólo a la mayor y pre-
de sugerir el propósito de enlazarlos de ponderante, ni sólo a la menor y sumisa.
esta suerte, y conducir a un ensayo de El saber teórico y fundamental presta
unión artificiosa y forzada, que se disipa- luz e inspiración para la práctica y la uti-
rá apenas pase la causa meramente per- lidad; pero, a su vez, éstas concurren a
sonal que la mantiene; pero, aun así, raro confirmar y precisar aquel saber, pasán-
será que de esa unión efímera no quede dolo por el crisol de una experiencia
algún recuerdo precioso, alguna sugestión prolija. Palmario ejemplo de ello es la
feliz, algún resultado positivo. Un mate- ciencia fisiológica, que se ha desenvuelto
mático de alto valer, como Borelli, guia- paralelamente con el arte médica, de-
do por una secundaria vocación de fisió- i biendo sus mayores adquisiciones y ade-
logo, intenta unir disciplinas tan separa- i lantos a la estimulación constante y
das, en su naturaleza y su método, como : poderosa del interés de esa nunca inte-
h que considera eí orden abstracto de la ¡ rrumpida aplicación. El fisiólogo, y lue-
cantidad y la que estudia el orden con- ¡ go el biólogo, son, históricamente, mé-
creto de la vida: marra el intento en lo dicos que abstraen y emancipan una
fundamental, pero deja de su paso ideas ¡ parte de sus estudios. Aun en el puro
que prevalecen, en una parte capaz de j médico, cabe diferenciar del que repro-
relación con el objeto de la mecánica, ( duce y concilla en su aptitud lo que su
como el movimiento muscular. | consagración profesional tiene de ciencia,
como una especie dentro de la fisiología,
Asociación de aptitudes que frecuente- \ y lo que tiene de arte, aquel que descue-
mente se realiza es la del entendimiento lla exclusivamente en la teoría, y el que
teórico de una ciencia con la facultad de exclusivamente luce en las vislumbres,
su aplicación, en invenciones prácticas, intuiciones y aciertos semiempírícos de
0
en el ejercicio de alguna de las artes la práctica de arte tan conjetural e inse-
de utilidad que toman su savia de las dis- | gura. La química, no menos que la fisio-
tintas ramas de los conocimientos huma- J logía, fué, desde un principio, utilitaria,
nos. En lugar medio entre aquellos espí- como heredera de los codiciosos sueños
ritu a que sobresalieron exclusivamente de la alquimia; y los Lavoisier, los Guy-
en
lo especulativo de la ciencia: desen- ton, Jos Friestley, reunieron a su ciencia
volviendo una teoría sin otro objeto que '
448 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la inspiración de las aplicaciones útiles. en el espíritu del sabio, para comple-


La física, experimental vinculada, en sus mentarle, o facilitarle camino.
orígenes, a espíritus exclusiva o prefe- La destreza del dibujante, como apti-
rentemente teóricos, pasa, desde el últi- tud subordinada a un género de investi-
mo siglo, a ser también, y con preferen- gación que requiera, para comunicar sus
cia, objeto de los de mera aplicación y resultados, el medio objetivo de la estam-
utilidad; y en cuanto a las matemáticas pa, luce en los naturalistas y anatómicos
y la mecánica, tuvieron siempre, además que, como Camper, Andebert o Lyonnet,
de los entendimientos fundamentales y fueron, al propio tiempo, grabadores
especulativos, los consagrados a aplicar- ilustres.
las a las necesidades de la subsistencia, La habilidad de construir por propia
social; ya cortando y sobreponiendo las mano los instrumentos y mecanismos
piedras, ya conduciendo las aguas, ya adecuados al modo de observación o de
guiando el curso de las naves; pero lo experiencia de que ha menester la prin-
mismo en el matemático que en el físi- cipal aptitud fué siempre como sierva
co, reúnense, en mil casos, la facultad humilde y oficiosa en los más altos es-
de la teoría y la de su aplicación; de píritus investigadores; desde Rogerio Ba-
esto dimos ya ejemplos encabezándolos con hasta Newton; desde Pascal hasta
con el gran nombre de Arquímedes. Me- Franklin; desde Galileo hasta Humphry
nos frecuente es hallar una relación se- Davy.
mejante en el espíritu del naturalista;
porque las artes de utilidad que se agre- CIX
garían teóricamente a sus dominios, en
el cultivo de la tierra y el aprovecha- [Coexistencia de una vocación verdadera
miento de sus dones, se desenvuelven, y otra falsa]
casi siempre, aparte del saber desinte-
resado y superior. Opuesto caso al de estas eficaces com-
Interesante facultad accesoria de la sa- Í plejidades es aquel en que coexisten una
biduría en determinado género de cien- i vocación real y fecunda y otra falsa y
cia es el don de enseñarla; la virtud de i baldía. No hay entonces sociedad coad-
comunicación y simpatía que constituye yuvante, lazo vital, como entre el alga
el genio del maestro, y que, por su va- y el hongo; antes bien se reproduce la
lor propio y sustantivo, determina y ca- unión del parásito incapaz de fruto que
racteriza en ocasiones la superioridad de sirva, con el árbol a quien quita jugo
un espíritu, más que lo que hay en él de (puesto que jugo de toda aptitud es la
ciencia original, de modo que es su ver- atención), sin compensar en modo algu-
dadera facultad dominante; según se { no el mal que le causa. Así, en Napier,
manifiesta en profesores que, no ya ha- | el exégeta delirante junto al genial ma-
blando de letras o de historia, donde temático; y en Lamartine junto al poeta
brota de suyo la elocuencia, sino en cá- I glorioso el vano político.
tedras de medicina, levantaron la ora- j No menos importa deslindar de la aso-
toria didáctica a la eficacia y el brillo í ciación o subordinación de vocaciones
que hacen famosos los nombres de Four- j el caso en que la única que realmente
croy y Felipe Pelletan; eminentes, sin i existe induce a tomar, sin impulso que
duda, por la calidad de su saber, pero nazca del corazón ni responda a la con-
más, por la maestría con que lo trans- ciencia de nueva aptitud, un estado pro
mitieron. fesional, una manera de actividad deter-
Aun aptitudes de menos aparente va- minada, sólo por las ventajas que esto
lor y trascendencia suelen ser preciosas ofrece, en virtud de circunstancias acci-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 449

dentales y exteriores, para el libre desen- ción instantánea, el procedimiento intui-


volvímiendo de la inclinación verdadera. tivo, la audacia de la concepción. Pero
Tal hubo de pasar a menudo cuando el ¿será tan constante y segura esta rela-
claustro, o la vida sedentaria y pacífica ] ción de semejanza que pueda convertír-
del clérigo, eran el medio propicio a ! sela en ley?
que solían acogerse los espíritus de me- Sainte-Veuve esbozaba, hablando de
ditación y de estudio; como Copérnico, Pascal, una cuestión interesante: ¿no po-
que toma las órdenes ai volver de los dría decirse que en este grande espíritu
viajes de su juventud, acaso más que el geómetra manifiesta unas mismas cua-
por fervor religioso, por gozar de la paz lidades de genio que el escritor, a dife-
que le permitió contraerse, durante el rencia de D'Alembert, que imprime en
resto de su vida, a la contemplación del I sus trabajos matemáticos caracteres en
cielo real y sensible. Y tal pasa también,! cierto modo reñidos con los que mués-
para citar otro ejemplo, cuando San Se- 1 tra en su literatura?
bastián, el mártir de Narbona, inflama-
do en la vocación caritativa, sienta plaza
de soldado en el ejército del César, sólo ii
por estar en aptitud de tender su mano <"• V T
U/VI
protectora a ios que son objeto de per-
secución . {.Virtud disciplinaria de toda potencia
ideal que nos gobierna}
Una potencia ideal, v,a numen interior;
[Otro punió de vista en la coexistencia sentimiento, idea que florece en senti-
y asociación de vocaciones} ! miento; amor, fe, ambición noble, entu-
! siasmo; polo magnético según el cual se
De otro punto de vista merecería estu- orienta nuestro espíritu, valen para nos-
diarse la relación entre dos vocaciones otros, tan como por lo que valga el
coexistentes en un mismo espíritu, com- fin a que nos llevan (y en ocasiones
parándolas, no ya en cuanto al auxilio más) por su virtud disciplinaria del ai-
que se presten, sino en cuanto a la fiso- i ma; por su don de gobierno y su efica-
nomía y estilo de sus obras, o de los j cia educadora.
actos en que se traducen. Aunque su obra no aparezca, desen-
Por disímiles que sean, si se las con- vuelta exterior raen te en acción, y mue-
sidera abstractamente, las dos activida- ran encerrados dentro de sí mismos, co-
des en que una conciencia divide su aten- mo un sueño, su obra es realisíma y fe-
ción, y por más separadamente que se cunda.
desenvuelvan, cabe precisar entre ellas, Cuando falta en tu alma una energía
encarándolas según, la manera personal central que dé tono y norte a tu vida,
como se desempeñan y caracterizan, se- tu alma es un baluarte sin defensa, y mil
mejanzas que revelen que ambas aptitu- enemigos que ele continuo tienen, puestos
des están subordinadas a la unidad orgá- los ojos sobre él, caen a tomarlo, eompa-
nica de una personalidad en que domi- ; reciendo así de la realidad que te circun-
nan ciertas propiedades de espíritu. Así, da como del fondo de tu propia persona-
°i sabio artista pondrá en las obras de lidad. Los que proceden, de afuera son las
s
u arte y en las de su ciencia condiciones tentaciones vulgares, ocultas tras la apa-
comunes; la fineza de la observación, el riencia de las cosas, Quien no tiene amor
Procedimiento laborioso, la nimiedad y I y aspiración donde se afirme, como so-
Pulcritud; o por lo contrario, la ilumina- j bre basa de diamante, su voluntad se ex-
450 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pone a ceder a la influencia que primero t nos lleve en dirección de algo vano, equi-
o con más artíficiosidad lo solicite en los vocado o injusto, ella, con solo su poder
caminos del mundo, y ésa viene a ser así de disciplinarnos y ordenarnos, ya en-
su efímero tirano sustituido luego por cierra en sí un principio de moralidad
otro y otros más, con el sol de cada día. que la hace superior a la desorientación
Queda su alma en la condición de la Ti- I y el desconcierto; porque la moralidad
íania de Shakespeare, cuando, durante el j es siempre un orden, y donde hay algún
sueño, fueron restregados sus párpados orden hay alguna moralidad.
con la hierba que tenía virtud de infun-
dir amor por lo que antes se viere. Des-
conoce el liberal y razonable poder de CXII
un sentimiento maestro que la ordenaría
como en una bien concertada república, {La disciplina del amor y la calidad del
y sufre ser pasto a la ambición de multi- objeto en que el amor se cifra]
tud de advenedizos. A los que la acechan
en las emboscadas del mundo, úñense los Relaciónase con esto que digo de la
que ella esconde en su interior; esos ene- virtud disciplinaria de una potencia inte-
migos domésticos que son las propensio- rior que nos domina una proposición
nes viciosas, los resabios mal encadena- llena de dudas. ¿Valdrá más, para el
dos, los primeros ímpetus de nuestra na- buen gobierno de la vida, ausencia de
turaleza. Fácil es ver cuan contradicto- amor, o amor consagrado a quien sea
rio y complejo (y cuan miserable, siem- indigno de inspirarle?
pre, en gran parte) es el contenido de un En una primera consideración de las
alma. Sólo la autoridad de una idea di- cosas, ello se resolvería de acuerdo con
rectora que sujete, aunque sin tiránico la propiedad que el amor tiene de aseme-
celo ni desbordado amor de sí misma, la jar a quien lo tributa y a quien lo inspi-
libertad en sus límites, puede reducir a ra, siendo éste el original y aquél el tras-
unidad la muchedumbre de tantas fuer- lado; de suerte que la virtud del amor
zas opuestas. Faltando esta idea direc- no sería en sí mala ni buena, sino relati-
tora, nadie sino el acaso y el desorden va a la calidad del objeto en que él pone
suscitarán quien se arrogue su poder, la mira; y según fuese el objeto, la vir-
de entre la encrespada muchedumbre; y j tud del amor variaría entre !o sumo de
es propio del acaso y el desorden hacer ; las influencias nobles y lo ínfimo de las
prevalecer antes lo malo de lo bueno, j causas de abatimiento y abyección; entre
Así como, en lo material, se ha dicho lo más alto y lo más bajo; porque tal
con exactitud que nuestra marcha no es como el amado es y tal como necesita,
sino una caída continuamente evitada, para su complemento, a quien le ama,
así, por lo que toca al espíritu, la recta así lo rehace y educa con la más sutil y
voluntad es la constante inhibición de un poderosa de las fuerzas. Condición de!
extravío, de un móvil tentador, de una alma que, ya por útil a sus propósitos,
disonancia, de una culpa. Una potencia ya sólo por la complacencia que halla en
ideal que nos inspira, fija la norma a ella, desea en el amante el amado, o la
esa función de nuestra voluntad, y es a descubre en él o la crea; y de este modo 11
menudo como el demonio socrático, que la sugestión de amor vuelve al amante e
se manifestaba en el alma del filósofo, hechura del espíritu que le enamora. En
más por la inhibición de lo que no con- la poética expresión del amor es senti-
cordaba con su ley que no por su capaci- miento frecuente el anhelo de refundirse ue
dad de iniciativa. Dondequiera que eli- y transformarse, para ser aquello q
jamos la potencia ideal, y aun cuando pueda determinar más íntima vinculación

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 451

con el ser a quien se ama, o que ofrezca mundo, y lo que ha de esperarse de ti en


modo de hacerle mayor bien y de rendir- pensamientos y en obras.
le homenaje más singular y fervoroso. Si esto fuese absolutamente verdadero,
Quisiera ser, dice el amante, el aire que una helada impasibilidad valdría más que
se embebe en tu aliento; la flor humilde el amor que se cifra en quien no merece
que huella tu pie; el rayo de sol que te ser amado. Sólo que en la misma esen-
ilumina; la lejana estrella en que fijas la cia de la amorosa pasión está contenido,,
mirada cuando el éxtasis de tus sueños... para límite de esa fatalidad, un princi-
Natural aspiración del que ama es ser pio liberador y espontáneo, de tal pro-
amado; suspira el amador por ser ama- piedad y energía que con frecuencia
ble; pero como la amabilidad que gran- triunfa de lo inferior del objeto; y así,
jea correspondencia es relativa al parecer aun aplicado a objeto ruin, infinitas ve-
y dictamen del amado, para cada objeto ; ees el amor persevera como potencia dig-
de amor la amabilidad es una, y de la nificadora y fecunda; no porque el amor
calidad de este objeto a quien se ha de deje entonces de adecuar la personalidad
complacer toma inspiración y modelo la del enamorado a un modelo, ni porque
amabilidad. Si en lo antiguo era senti- este modelo sea otro que la imagen ele su
miento común que amar a una diosa dei- adoración, sino porque es virtud del alma
ficaba, no es menos cierto que aquel i enamorada propender a sublimar la idea
amor que se cifre en lo propincuo a la j del objeto, y lo que la subyuga y gobier-
bestia dará por fruto el salto atávbo de na es, más que el objeto real, la idea
Nabucodonosor... Sabiduría, torpeza; es- que del objeto concibe y por la cual se
peranza, duda; candor, perversidad; luces depura y magnifica la baja realidad, y
y sombras del juicio; arrojos y flaquezas se ennoblece, correlativamente, el poder
del ánimo; todo bien y todo mal, todo que, en manos de ésta, fuera torpe male-
desmerecimiento y toda excelencia, son ficio. Una cosa hay, en efecto, capaz de
capaces del alma a quien amor posee, se- superar la influencia que el ser real de lo
gún la sueñe y ambicione la otra alma su amado ejerce en la persona del amante;
señora; lo mismo cuando obre ésta por y es el ser ideal que lo amado adquiere
cálculo y voluntad consciente, que cuan- en el paradigma de la imaginación cal-
do domine por fatal y como magnético deada de amor, con omnipotente arbitrio
influjo. En todo amor hay abnegación sobre la sensibilidad y la voluntad que
de misticismo, sea el misticismo divinal a aquella imaginación están unidas. Este
o diabólico; porque, desposeyéndose de es el triunfo que sobre su propio dueño
su voluntad y su ser propio el amante, se logra a menudo el siervo de amor, siendo
transporta al objeto de su amor, renace el amor desinteresado y de altos quila-
e
n él y participa de él; «vive en su cuer- tes: redimir, en idea, de sus maldades al
po», según el enérgico decir de Eurípi- tirano, y redimido el tirano en idea, re-
des; y si el objeto es ruin o ha menes- dimirse a sí mismo de lo que habría de
ter, para el término que se propone, los funesto en la imposición de la tiranía,
oficios de la ruindad, ruin hará al ama- valiéndose para su bien de aquella sobe-
dor, y le hará noble y grande si por afi- rana fuerza que en la intención del tira-
nidad busca estas alturas, o si, para el no iba encaminada y prevenida a su mal;
destino a que, de su natural, gravita, re- vencedor que utiliza las propias armas
Quiere como valedores nobleza y grande- del vencido, como Judas Macabeo lidia-
va. Dame que mire al fondo del alma ba con la espada de Apolonio. Porque
c
'onde está el norte de tu amor, y yo te lo que importa es, no tanto la calidad
c
^ré, como visto en cerco de nigromán- del objeto, sino la calidad del amor; y
tlc
o, para dónde vas en los caminos del más que de la semejanza con el ser real
452 JOSÉ EKRIQÜE RODO .—OBRAS COMPLETAS

del objeto, ha de nacer, la belleza de la iante, en tu espíritu, gran parte de eses


imagen, de la virtud del amor sincero, tus vagos pensamientos, de esas tus fu-
generoso y con sazón de idealidad. Co- gaces y leves imaginaciones, son atraídos
mún hazaña de esta estirpe de amor es al círculo de aquella fuerza dominante,
trocar en oro el barro, en bálsamo el ve- y si algún valor de utilidad llevan en sí,
neno; fecundizar lo vano, mundificar lo ella se lo adueña y lo junta con lo deinis
inmundo; poner en ei corazón del aman- que tiene dispuesto para su uso y provi-
te la sai preciosa que le guarde de la co- sión; porque es propio de estas gran-
rrupción, y en sus labios el ascua ar- des fuerzas del alma allegar su caudíl
diente que depuró los del profeta. Si en corno el avaro, que no desprecia más ei
el encarnizamiento y ei vértigo del amor ruin maravedí que la moneda de oro.
bastardo va incluido un principio de des- Pasa, en más amplio terreno, como mien-
composición moral, una idea febrüis, cu- tras componemos un libro, que cuanto
yo proceso sugirió a Alfonso Daudeí las vemos, pensamos y leemos, se relaciona
páginas despiadadas de su safo, el amor con la idea que preside la obra de nues-
alio y noble lleva en sí una capacidad de tra fantasía, y de uno u otro modo la en-
ordenación, y de sublime disciplina que riquece y va abriendo campo para ella.
corrobora y constituye sobre bases más Y no se limita la idea que gobierna sobe-
fuertes todas las energías y potencias de ranamente nuestro espíritu a subordina:
la personalidad. Aun en su manifestación a su imperio esos elementos que congre-
violenta, procelosa y trágica, el escogido ga: su poder, más que con el yugo que
amor mantiene su virtud purificadera y somete, debe compararse con la simiente
el poder de dejar levantada y entonada que fecunda; porque, al detener y pe-
la voluntad que halló en indigna laxitud; netrar de su esencia a un pensamiento
del modo como ha solido suceder que que pasa por su lado, le excita frecuen-
cae un rayo a los pies del paralítico, y
lejos de causarle daño, le vuelve en un temente a dar de sí un orden nuevo de
instante y para siempre la libertad de ideas, acaso superior a ella misma, no
sus miembros. de otro modo que como la generación
vital obtiene del amor de los padres una
distinta, autonómica, y quizá más noble,
CXIII criatura.
[De cómo una potencia ideal evita la (
Así como en tiempos de candida y fer-
pérdida de infinitas minuciosidades viente religiosidad, un resplandor, un ru-
de nuestra actividad interna} mor, cualquier cosa nimia, adquiere fá-
cilmente para el alma sobreexaliada del
Otra benéfica influencia de una idea o i neófito un significado místico y una tras-
sentimiento superior, que domina dentro cendencia profunda, por donde se expli-
de nosotros, es que se opone a la dis- can avisos e iluminaciones sublimes, así,
persión y el anonadamiento de infinitas para quien lleva en ei alma un grande
minuciosidades de nuestra actividad ín- :! amor ideal, mil pequeneces de la reali-
terna. i dad de cada hora, mil leves impresiones
Cuando tu alma no está sujeta a un i del sentimiento y del sentido, que para
poder tal, multitud de pensamientos e i el común de los hombres pasan sin de-
imaginaciones cruzan cada hora de tu ; jar rastro de sí, toman un poder move-
vida por ella, que se pierden, uno tras ! dor de asociaciones nuevas y fecundas,
otro, sin nada que los detenga y ordene ¡ una sugestiva virtud que abre inopina-
a un fin en que sean provechosos; pero ¡ das vistas sobre lo útil o lo hermoso.
si una fuerza ideal domina, activa y vigi- ¡

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 453

¡Cuánto pensamiento fecundo, cuánta j cantada vivienda. Los compañeros de


invención feliz,, cuánta verdad nueva, o 1 Hylas bajaron a buscarle así que advir-
nueva hermosura, o victoria para eí bien, j íieron su tardanza. Llamándole, recorrie-
o mejora en la condición de muchos, no ! ron ia cosía y fatigaron vanamente ios
habrá perdido la humanidad de este mo- ! ecos, Hylas no apareció; las naves prosi-
1
do; cruzar por una mente, como inespe- guieron con rumbo al país de! áureo ve-
rado relámpago, una idea; negarle, la | Hocino, Desde entonces fué uso, en los
misma mente que ia tuvo, la caridad j habitantes de la comarca donde quedó
de su atención; despreciarla, juzgarla pa- ! el cautivo de amor, salir a llamarle, al
radoja nacida de! libre juego de la fanta- I comienzo de cada primavera, por los
sía; y en la profundidad a donde caen ' bosques y prados. Cuando apuntaban las
las eosas que desampara la memoria per- i flores primeiizas, cuando el viento em-
derse la idea para siempre, cuando, aten- pezaba a ser tibio y dulce, la juventud.
dida, cuidada, puesta bajo los auspicios ' lozana se dispersaba, vibrante de emo-
de la reflexión, ella hubiera podido reco- ción, por los contornos de Prusium.
rrer eí trecho que va del germen a'l fru- «¡Hylas: ¡Hylas!», clamaba. Ágiles pasos
to, y de la quimera a la gloría! violaban misterios de las frondas; por las
¡ suaves colinas trepaban grupos sonoros;
; la playa se orlaba de mozos y doncellas,
En suma, una devoción ideal que pre- ! «¡Hylas! ¡Hylas!», repetía el eco en mil
valece por cierto tiempo en tu vida, aun ! partes; y ia sangre ferviente coloreaba
cuando luego se marchite y pase, deja en : las risueñas mejillas, y los pechos palpo
ti el bien de la disciplina a que íe some- • taban de cansancio y de júbilo, y las cur-
lió; de las tentaciones de que te apar- I vas de tanta alegre carrera eran como
tó; del empleo que dio a fuerzas erráti- ' guirnaldas trenzadas sobre el campo,
les de tu sensibilidad y de tu mente; del Con el morir del sol, acababa, sin fruto,
entusiasmo con que embelleció tu alma; la pesquisa. Pero la nueva primavera
de la necesidad de orden y armonía que convocaba otra vez a la búsqueda del
instituyó en eila, para siempre, con ia hermoso argonauta. El tiempo enflaque-
autoridad de ia costumbre. cía las voces que habían sonado briosas y
! entonadamente; inhabilitaba ios cuerpos
¡ antes ágiles, para correr ios prados y los
CXIV : bosques: generaciones nuevas entregaban
i eí nombre legendario al viento primave-
[ Hylas ] | ral: «[Hylas! ¡Hylas!» Vano clamor que
i nunca tuvo respuesta. Hylas no pareció
Hylas, efebo de la edad heroica, acom- • jamás, Pero, de generación en genera-
pañaba a Hércules en la expedición de j ción, se ejercitaba en eí bello simulacro
los Argonautas, Llegadas las naves frente I la fuerza joven: la alegría del campo flo
a las cosías de la Misia, Hylas bajó a I recido penetraba en las almas, y cada
tierra para traer a sus camaradas agua ; día de esta fiesta ideal se reanimaba, con
que beber, En el corazón de un fresco • el candor que quedaba aún no marchito,
bosque halló una fuente, calma y límpi- una inquietud sagrada: la esperanza en
da. Se inclinó sobre ella, y aún no había una venida milagrosa.
hecho ademán de sumergir, bajo el cris- Mientras Grecia vivió, el gran clamor
l'ü de las aguas, la urna que llevaba en flotó una vez por año en el viento de
I<t mano, cuando graciosas ninfas surgió- la primavera: «¡Hylas! ¡Hylas!»
r
on, rasgando el seno de la onda, y le
ai
'rabataron, prisionero de amor, a su en-
454 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cxv crea, la que alcanza a fundir, como en


un bronce inmortal, los corazones de dis-
[Convicción, fe. La tolerancia y cómo ha tinto timbre... No es el eclecticismo pá-
de entendérsela] lido, sin garra y sin unción. No es la
ineptitud de entusiasmo, que en su pro-
Exista el Hylas perdido a quien buscar pia inferioridad tiene el principio de una
en el campo de cada humano espíritu; condescendencia fácil. No es tampoco la
viva Hylas para cada uno de nosotros. frivola curiosidad del diletíante, que dis-
Pongamos que él no haya ele parecer curre al través de las ideas por el placer
jamás; ¿qué importa, si el solo afán de de imaginarlas; ni la atención sin senti-
buscarle es ya razón y estímulo con que miento del sabio, que se detiene ante ca-
se mantiene el halago de la vida? da una de ellas por la ambición intelec-
Un supremo objeto para los movimien- tual de saberlas. No es, en fin, el vano y
tos de nuestra voluntad; una singular tornadizo entusiasmo del irreflexivo y ve-
preferencia en el centro de nuestro cora- leidoso. Es la más alta expresión del
zón; una idea soberana en la cúspide de amor caritativo, llevado a la relación del
nuestro pensamiento...; no a modo de pensamiento. Es un transporte de la per-
celosas y suspicaces potestades, sino de sonalidad (que no se da sin un piadoso
dueños hospitalarios y benévolos, a cuyo prejuicio de benevolencia y optimismo)
lado haya lugar para otras manifestacio- al alma de todas las doctrinas sinceras;
nes de la vida que las que ellos tienen de las cuales, sólo con ser creaciones huma-
inmediato bajo su jurisdicción; aunque nas, obra de hombres, trabajada con los
indirecta y delicadamente, a todas las i afanes de su entendimiento, y madurada
penetren de su influjo y las usen para al calor de su corazón, y ungida por la
sus fines. I sangre y las lágrimas de sus martirios,
Ya por el moroso Idomeneo supimos merecen afecto e interés, y llevan en sí
cómo la perseverancia de una alta idea- • cierta virtud de sugestión fecunda; por-
lidad, cómo el fervor de un gran designio, j que no hay esfuerzo sincero encaminado
puede hermanarse con un tierno interés i a la verdad que no enseñe algo sobre
por las demás cosas bellas y buenas que i ella, ni cuito del Misterio infinito, que,
abarca la extensión infinita del mundo. bien penetrado, no rinda al alma un sa-
Fijemos otro aspecto de esta misma vir- broso dejo de amor...
tud de simpatía; pasémosla de la rela-
ción entre las distintas vocaciones y for-
mas de la actividad, a la relación entre CXVI
las diferentes doctrinas y creencias; con-
siderémosla por su influjo en nuestra [Toda fe o convicción ha de ser modifc
convicción o nuestra fe. En esta esfera, cable y perfectible. La sinceridad consigo
esa virtud es la fecunda y generosa to- mismo}
lerancia, i
!
La tolerancia, término y coronamiento i Y además de caldearse en las fraguas
de toda honda labor de reflexión; cum- de esta tolerancia, ha de ser dinámica
bre donde se aclara y engrandece el sen- ; nuestra convicción o nuestra fe; ha de
tido de la vida. Pero comprendámosla ca- ser modificable y perceptible, capaz de
balmente, no la que es sólo luz intelec- acompañar al progresivo desenvolvimien-
tual y está a disposición del indiferente y
del escéptico, sino la que es también ca- to de nuestra personalidad; condición, si
lor de sentimiento, penetrante fuerza de bien se mira, entrañada en la otra, ppr_
amor, La tolerancia que afirma, la que que la idea que se relaciona y comunica
i con las que divergen de ella, por ana ac-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 455

tiva tolerancia, es idea que sin cesar está con tal de eliminar de sí lo exánime y
plasmándose en manos de una infatiga- caduco y vivir sólo, a ejemplo del traba-
ble simpatía. jador, de lo que gana cada jornada con
De este modo, la suma de ideas que sus fuerzas.
aquella que fundamenta nuestra convic-
ción reúne y concilia, en determinado CXVII
instante, en nuestra mente, no ha de ser
considerada nunca como orden definiti- [No es la convicción más honda la más
vo, como término y reposo, sino como igual y tranquila]
hito con cuya ayuda proseguir una direc-
ción ideal, un rumbo que llevamos; así A través de las dudas, de las desmayos
el viajero que no conoce su camino y I y reanimaciones, de las angustias y por-
pregunta a los que viven junto a éste, j fías de la lucha que se desenvuelve en
se orienta por direcciones sucesivas, y | lo interior de la conciencia y de la que
va del árbol a la casa, de la casa al mo- j se sostiene al pleno sol de la contradic-
lino, del molino al sembrado. j ción humana, la idea que resiste, y iriun-
Para que nuestro pensamiento cumpla | fa de cuantas armas se le oponen, se
esta ley de su desarrollo vital y no se I fortalece, acicala y magnifica,
remanse en rutinario sueño, es menester, i No es la mejor y más acreditada prue-
a la vez que su aptitud de comunicación ! ba con que pueda abonarse la sinceridad
tolerante, el hábito de la sinceridad con- í de una fe la que consiste en afirmar su
sigo mismo; rara y preciosa especie de : igualdad inalterable, sin borrascas, sin
verdad, mucho más ardua que la que se I alternativas, sin más y menos de fervor
refiere a nuestras relaciones con los y confianza; como no sea en aquellas al-
otros; mucho más ardua que la que con- ! mas anticipadas a la celeste beatitud,
siste en el acuerdo de lo que aparenta- i que, por candor del corazón o simplici-
mos y decimos, con la inmediata repre- i dad de la mente, salen fuera de la ley
sentación de nuestra conciencia; testimo- común a las otras. Pero en quien palpita
nio que puede ser infiel, superficial o con el turbio torrente de la naturaleza
mal depurado. Aquella honda sinceridad humana, en quien lidia los combates del
interior obliga a rastrear las fuentes de mundo, una fe perennemente igual, sin
este testimonio; a saber de sí cuanto se tentaciones, sin deliquios, una fe que no
pueda y con la claridad y precisión que oyó nunca pasos de enemigo interior, an-
se pueda, celando las mil causas de error tes suele acusar la escasa profundidad a
que comúnmente nos engañan sobre que ha arraigado en el alma donde asis-
nuestros propios pensamientos y actos, te, manteniéndose limpia y serena por-
V ejercitándose cada día en discernir lo que no la frecuentan la mente con una
que es real convicción en nuestra mente, atención ahincada ni el sentimiento con
de lo que ha dejado de serlo y dura sólo un celoso afán de amor.
Por inercia y costumbre, y de lo que No estimes, pues, la superioridad de
nunca fué en ella sino eco servil o vana tu fe sólo por la paz que reine en sus
impresión. Consagrado a la práctica de ámbitos. Una fe verdadera es como en-
este conocimiento reflexivo, buscándose traña que participa del soplo de tu vida;
a sí mismo en sus veneros hondos, el y la vida no consiente uniformidad, igual-
Pensamiento varonil no teme, aunque dad, paz sempiterna. Sólo en la máscara
£
se constante esfuerzo de sinceridad y de I o la estatua hay una expresión inmuta-
verdad perpetúe en su seno las desazo- I ble; la fisonomía real refleja los movi-
nes de la agitación y de la lucha, porque ¡ míenlos desiguales de un alma, que va-
desdeña la voluptuosidad de la quietud,
| rían y renuevan cien veces la apariencia
456 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

del color y la línea. No es el amor más ) artificio de la Naturaleza se hubiera con-


libre de nubes el que más dura y ahonda. sumado ante un espectador perenne, éste
No es la fe más firme y enérgica aquella no hubiese reparado en él; tal ha sido
en que faltan una discordancia, una an- la lentitud, tal la perfección, de la obra.
siedad, un descontento de sí misma, que Todo está intacto en la apariencia; todo
la estimulan, por el dolor y la inquietud ha cambiado en la sustancia. Donde hu-
que le causan, como acicate que llevara bo el resto de un árbol, sólo hay un
metido dentro del corazón. Acaso duer- trozo de piedra.
me inalterable la fe que no reposa sino
en la pasividad de la costumbre, y es
comparable ai charco que, desdeñado por Ve ahí la imagen de lo que pasa en
la furia del viento, permanece en un ser; multitud de almas, que un día tuvieron
pero la fe compuesta de la misma sus- j una convicción que exaltaba el amor,
tanda que nosotros, la. fe de un alma una fe viva, personal, nutrida con la sa-
viva, es mar inquieta, que pasa de las ! via de su corazón y de su pensamiento,
calmas de la contemplación a las turbu- <apta para renovarse y ganar en capaci-
lencias del pensamiento acongojado, y de dad y simpatía. Luego, apartaron su aten-
la pleamar del místico transporte a las j ción del trato íntimo con las ideas, por-
bajantes de la flaqueza y de la duda. que la atrajo a lo exterior el bullicio del
mundo; o bien, celosos de la integridad
de su creencia, la guardaron ele cuanto
CXVIII . significara una remoción, un arranque
innovador; y sea por lo uno o por lo
[Las petrificaciones orgánicas. Fe petri- ! otro, mientras descansaban confiados en
-ficada. Los que creen que creen] i la idea que juzgaban con vida para
¡ siempre, llegó un tiempo en que ya lo
Í

jCon qué pasmosa sutileza 3a obra len- ¡ que llevaron dentro de sí fué sólo una
ta y asidua de sustitución, de que pro- j seca concreción, imagen engañosa de !?•
vienen las petrificaciones orgánicas, true- ']fe que antes alentaban; con toda la dis-
ca el despojo vegetal en concreción silí- ciplina que ella estableció, con todas las
cea, sin cambiar en lo mínimo su for- | costumbres que determinó, con todo
ma y estructura! aquello que la constituía formalmente;
Esta piedra fué fragmento soterrado con todo lo de la fe, menos su jugo y
de un tronco. Descompuesta la sustancia su espíritu. La paz y la constancia que
vegetal, cada molécula que ella perdió en el alma toma entonces por signos de la
disolución secreta y morosa, fué sustitui- resistente firmeza de su sentimiento no
da al punto, y en su propio lugar, por i son sino inmovilidad de cosa muerta. La
otra de sílice. Cuando la última parteci- ] obra lenta y delicada del tiempo, obran-
lia orgánica se hubo soltado, todo fué ¡ do sin perceptible manifestación, ha sido
piedra en el conjunto; mas ni una línea, ] bastante para sustituir el espíritu que
ni un relieve, ni un hueco, ni un ínfimo : creó la forma por la forma vacía del es-
accidente de la construcción interna del píritu. El tiempo ha robado al alma la
tronco, faltaron en la conservación de la : esencia de su fe, y el alma no lo siente.
apariencia. Esta es la superficie del tron- Duerme, soñando en su pasado; tan in-
co, con sus grietas y arrugas; éstas son capaz de abandonar la creencia a que
las fibras corticales, y éstas las capas le- ¡ un día se atuvo, como de sacar de eli*
ñosas, y estos los radios que van del nú- nuevo original amor, nuevo entusiasmo,
cleo a la corteza, y éste ei oscuro y com- : nueva ternura, nueva poesía, nueva cien-
pacto corazón del árbol. Aun cuando ese i cia... A.sí soportan en el alma el petrífl-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 457

cado cadáver de una fe rígidos devotos, I adentros, pensando tener dominio sobre
!
graves prelados, apologistas elocuentes; ella, y que te ha robado tu libertad,
quizá, sabios teólogos; quizá, ilustres . obrando en ti como el mandato hipno-
pontífices. ¿Puede llamárseles convenci- i tico a que se obedece, sin saberlo, des-
dos o creyentes? No, en realidad, ¿im- pués que se ha vuelto a la vigilia. ¿Cuán-
postores? Tampoco. Su sinceridad suele tas veces el mentiroso concluye por creer,
ser tan indudable corno su ignorancia de con toda ingenuidad, en sus invenios? £1
lo que ocurre en su interior. Creen que discutidor falaz, ¿cuántas veces pasa, sin
creen, según la insustituible expresión transición consciente, de la artificiosidad
de Coleridge. de sus sofismas, al apasionamiento cier-
to y a la ilusión de que rompe lanzas
por ía verdad? ¿Cuántas el enamorado
s falso, compadecido de sí mismo, llora
[Empezar por la simulación y acabar como nenas de amor las que mueve el
por la sinceridad} ¡ despecho de su ambición o de su orgu-
1
lio? El más vil culpado, ¿cuántas halla,
Otra forma de engaño, de las que i en la dialéctica de su interés, recursos
!
usurpan ía autoridad de la razón en el con que aplacar a su conciencia, y aun,
gobierno de nuestras ideas, es la que i con que obtener que ella le declare ino-
podría calificarse, en cierto modo, de j cente? ¿Cuántas el divino poeta llega a
contraria a la que acabamos de conside- > sentir la realidad de lo que finge, hasta
rar: el entusiasmo y fervor que se en- j tomar, olvidando su personalidad verda-
cienden, inopinadamente y con fuerza i dera, el alma de sus criaturas?...
avasalladora, en la dolosa, práctica de una : Caso semejante a ésos es este del ilu-
fe mentida. i sionado por sus propios fingimientos
Empezar por la simulación y concluir ' de entusiasmo y de fe. Quien tenga hecha
por la sinceridad, no es un caso infre- i una mediana observación en los secretos
1
cuente en las opiniones de ios hombres. de las opiniones humanas no dejará de
Tomas partido, adeptas una idea, sin conocer algún ejemplar de este linaje de
convencimiento real, quizá por motivo i convencidos y creyentes, que empezaron
interesado, quizá siguiendo pasivamente i por un aparentar habilidoso, o cuando
luidlas de otros. Luego, en la confesión I más, por una adhesión sin fervor ni ma-
o actividad ele esa idea, te ilusionas has- j dure?, reflexiva, y que, después de mez-
ta creerte firme y desinteresadamente clados en el tumulto de la acción, créen-
convencido; y así, lo que primero fué se ellos mismos sinceros, lo cual es casi
máscara y engaño, pasa a ser, hasta cier- corno si lo fueran, y obran al tenor de
1
to punto, verdad, capaz de inflamarte en esta sinceridad, y tal vez se manifiestan
¡lanías de pasión, y aun de arrebatarte capaces de ios extremos de constancia,
&1 sacrificio generoso. • lealtad y valentía, en que muestra su
] temple la convicción heroica.
No implica esto que hayas llegado a i La primera palabra que, afirmando fal-
convencerte; implica sólo que el simu- samente una idea, se dice en alta voz; el
lacro con que engañaste a los demás i primer acto con que se aparenta servirla,
ha concluido por engañarte a ti mismo, ! ante las miradas ajenas, son ya un paso
y piensas y sientes como si dentro de ti ¡ en el sentido de olvidar lo que hubo, en
hubiera una idea que te gobernase por la intención, de mentira. Después, amo-
I°s medios propios de la madura convic- l res y odios que nacen de la acción; el
c
|ón o de la fe profunda, cuando no hay ! interés y la vanidad, mancomunados en
Sln
o una sombra traidora, a la que, im- pro de la perseverancia; la sugestión ele
pudentemente, hiciste camino en tus
458 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la sociedad de que se entra a formar Yo no olvidaré nunca la revelación de


parte; la táctica sutil y poderosa del há- Marmontel, en sus Memorias, sobre el
bito; todo conspira a redondear la obra. origen de la filosofía naturista de Rous-
De esta manera, se cría un remedo de seau; de aquella abominación por los re-
convicción que engaña a la propia alma sultados de la cultura, y aquella fe en la
en que se produce; que no es una pura bondad de lo espontáneo y primitivo, que
falsedad, un arte cómico, puesto que fueron como el tuétano de sus obras y
arrastra consigo el corazón y la creencia, dieron nervio y carácter a su pensamien-
y tal cual te figuras a ti mismo, así te ha- to. Refiere Marmontel confidencias de
ce aparecer ante el mundo, siendo tú el Diderot, que bien pudieran no discordar
primer engañado; pero que dista más aún con la verdad, aun cuando sabidas ene-
cíe la convicción entera y verdadera; aque- mistades fueran parte a excitarlas. Pa-
lla que tiene su asiento en la razón y que seaban juntos el autor de La religiosa
no llega a íi cautelada por el interés y la y el del Emilio, y manifestó éste su pro-
costumbre, sino que te busca de Trente pósito de concurrir al certamen abierto
y triunfa de ti esgrimiendo, como arma, por la Academia de Dijón sobre el in-
tu propio y libre pensamiento. flujo de las ciencias y las artes en la
moralidad de las costumbres. «¿Qué tesis
sostendrá usted?», preguntó el enciclope-
vAÁ dista. «La afirmativa», respondió Juan
Jacobo. Observó a esto Diderot que lo
¡[Posible autosugestión en el apóstol común y trivial de la solución afirma-
Una anécdota de Rousseau] tiva alejaba toda probabilidad de luci-
miento, en tanto que lo audaz e inaudito
Aun en el revelador, en el profeta, en de la negativa prestábase de suyo al in-
el apóstol, en el que amoneda ideas con terés y la originalidad, «Es cierto...—di-
su busto y leyenda, y sin descender a con- jo, después de meditar un instante, Rous-
tar en este número al impostor que lleva seau—; a la negativa me atengo.» Y su
adelante la grosera simulación de una «memoria» del certamen, semilla donde
fe; aun en aquéllos, ¿cuántas veces la están virtualmente contenidas tantas co-
idea que es fundamento de su originali- sas de su obra futura, fué famosísima
dad, talismán de su dominio y su gloria, invectiva contra la civilización que des-
puede haber tenido por principio, no la tierra de la sociedad humana el candor
intuición inspirada, ni el hondo y labo- de la naturaleza-
rioso discurso, ni la segunda vista del De aquel pueril y nada austero movi-
corazón; no estas vías de sinceridad, sino miento de ánimo nació acaso toda una
un cálculo del interés, una volubilidad filosofía, que, si en el espíritu del apóstol
de la mente, un juego sofístico, encubri- llegó a ser, sin duda, sinceridad y pasión
dores que dieron paso dentro del alma en el espíritu y la realidad del mundo
a la idea; la que, a favor del tiempo, con- fué pasión y fuego de incendio,
cluye por interesar y cautivar al mismo
que la concibió sin creer en ella, hasta
el punto de aparecérsele un día como ab- i CXXI
soluta verdad, y exaltarle a la fe ciega,
y ocupando el centro de su alma, de don- [Proposición de un soliloquio fecundo 1o.
de ya no habrá fuerza que la quite, ser- ¡Ayúdate de ¡a soledad y del silencio..•• l
vir en adelante de norma y de motor a
Ja actividad de ese grande espíritu para ¡Cuan complejo problema es es Le de
que él la honre v la nro-oaque?... nuestras relaciones con nuestro prop¿°

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OBRA ORIGINAL.—5; MOTIVOS DE PROTEO 459

pensamiento! ¡Cómo están ellas sujetas i aquella duda que pasó un día por mi
a los mismos engaños y artificios que alma y que aparté de mí por negligen-
las relaciones entre unos y otros hom- cia o por temor?... Si la hubiera arros-
bres! ¡Y hasta qué punto es a veces ne- I trado con sinceridad valerosa, ¿no hubie-
cesario el más hábil, enérgico y pertinaz I ra sido el punto de arranque para una
esfuerzo de sinceridad, para discernir, j revolución de mis ideas? Mi permanencia
dentro de la propia conciencia, la idea | en esta comunidad, mi adhesión a esta
que realmente vive, de la que, con seme- i filosofía, mi fidelidad a esta ley, ¿no son
janzas de vida, yace muerta, y de la que obstáculos para que adelante en la obra
nunca fué en nosotros sino eco vano, re- del desenvolvimiento propio? ¿Me digo
medo sin espíritu! la verdad de todo esto a mí mismo?,,,
¿Cuánto tiempo hace, quizá, que no te ¿No se cruza, entre el fondo de mi pen-
detienes a mirar frente a frente la idea samiento y mi conciencia, el gesto de
a que te vincula una pasada elección: el una máscara?,,.
dogma, ía escuela o el partido, que da a Kaz esta meditación. Ponía bajo la ma-
tu pensamiento nombre público? jestad de la alta noche, o ve con ella al
Ayúdate de ía soledad y del silencio. campo, abierto y puro, libre de ficción
Procura alguna vez que un impulso ínti- humana, o junio al mar, gran confiden-
mo del alma te lleve a esa alta mar del te de meditabundos, cuando el viento
alma misma, donde sólo su inmensidad enmudece sobre ía onda dormida. Ayú-
desnuda y grave se ve; donde no vibran dase de la soledad y del silencio.
ecos de pasión que te enajenen; donde
no llegan miradas que te atemoricen o
te burlen, ni hay otro dueño que la rea- CXXII
lidad de tu ser, superior a la jurisdicción
de tu voluntad. Y allí, como si consulta- j {«Jubileo» que debería existir'}
ras, a través del aire límpido, la profun- '
didad del horizonte, pregúntate sin mié- i ¡Ah!, si todos tuviéramos por hábito
do: ¿Es verdad, verdad honda, que yo ¡ esa depuración de nuestro espíritu, ese
crea en esto que profeso creer? Tal con- ejercicio de sinceridad, ¿qué inmenso pa-
vicción que adquirí un día y en la que, so no se habría dado en el perfecciona-
desde entonces, descanso, ¿resistirá aho- miento de nuestro carácter y nuestra in-
ra a que, en este centro de verdad, la . teligencia? Pero ía inmensa multitud de
traiga ante mis ojos? Tal sentimiento ' los hombres, no sólo ignora en absoluto
que considero vivo aún, porque alguna j tal género de meditación, reservado a los
vez lo estuvo, ¿no le hallaré muerto si me ! que ahincan muy hondo en la seriedad
acerco a moverle? ¿No vivirá mi fe de j del pensar, sino que espantan y alejan,
la inercia de un impulso pasado? ¿Me he | presurosos, de su pensamiento, la más
detenido a probar si cabe dentro de ella j leve sombra que haya logrado penetrar
lo que he sabido después, por otra del ; por sus resquicios a empañar la sereni-
tiempo? Cuando la afirmo, ¿la afirmación i dad del fácil acuerdo en que él reposa.
£
s sólo una costumbre de mis labios, o ¡Afrontar la sombra importuna que ama-
e
s cada vez, cual debe serlo, nuevo par- ¡ ga a nuestra fe, y procurar desvanecerla
to de mi corazón? Si ahora hubiera de ' de modo que arguya raciocinio, esfuerzo,
decidir mi modo de pensar por vez pri- ' y triunfo bien ganado, es acto de íntima
ni era; si no existiesen las vinculaciones j constancia a que no se atreven los más;
Que he formado, las palabras que he di- ¡ unos, por indolencia de la mente, que no
c
ho, los lazos y respetos del mundo, se aviene a ser turbada en la voluptuosi-
¿elegiría este campo en que milito?,,. ¿Y | dad con que dormita en una vaga, nebu-
460 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

losa creencia; otros, por la pasión celo- i el encierro de la tumba, y apenas lo toca
sa de su fanatismo, que ios lleva a sos- ! el aire libre se disuelve y avienta en poi-
pechar que en cada pensamiento nuevo ' vo vano!
naya oculto un huésped traidor, y los
precave contra el asomo de una idea con
la escrupulosidad de aquel gigante de CXXIII
quien decían los antiguos que rondaba,
sin darse punto de reposo, 3os contornos [A/o hay convicción tai que puedas dejar
de Creta, para evitar que se estampase de trabajar sobre ella']
en sus playas huellas de extranjero.
No hay convicción tal que, una vez ad-
quirida, debas dejar de trabajar sobre
ella. Porque; aunque su fundamento de
verdad sea para ti el más firme y seguro,
nada se opone a que remuevas, airees y
retemples tu convicción, y la encares con
nuevos aspectos de la realidad, y mues-
tres su fortaleza en nuevas batallas, y ls
Heves contigo a explorar tierras del pen-
samiento, mares de la incredulidad y de
ia duda, que ella puede someter a su im-
perio engrandeciéndose; ni a que, corro-
borándola dentro de ella misma, fe afa-
nes por hacer más fuerte y armónica la
conexión de las partes que ia componen.
Pues si ella es la verdad, ¿no es deber
tuyo entrar cada vez más adentro de ia
verdad, y adherirte a ella, en cuanto ses
posible, por más motivos de convenci-
miento y amor? Trabaja, pues, sobre la
¡ convicción adquirida; relaciónala con
nuevas ideas, con nuevas experiencias,
con nuevas instancias de ia contradic-
ción, con nuevos espectáculos del teatro
del mundo. Si ella resiste y prevalece,
La primera vez que esto se hiciera, yo ¿cuánto más probada no quedará su
doy por cierto que serían superadas to- : energía?, ¿cuántos más elementos no ha-
das nuestras conjeturas en cuanto a la I brá conquistado y sojuzgado, ordenando
rareza de la convicción profunda y firme, [ a su alrededor, por su propia virtud }:
;Y qué de inopinadas conversiones vería- i eficacia, todas las cosas con que la pu-
1
mos entonces! ¡Cuántos remedos de con- síste en contacto? La convicción más fir-
vencimiento y de fe, que andan ufanos me será la que más multitud de ideas
por el mundo creyéndose a sí propios mantenga en torno suyo y alcance a
hondas realidades del alma, se desharían unirlas en más ceñida y concorde reía-
no bien fueran sacados de la urna don- , ción. Todo lo que vive y progresa se
de la costumbre sin reflexión los preser- | mueve doblemente en el sentido de una
va; como el cadáver que, por acaso, ha ; mayor complejidad y un mayor orden,
mantenido la integridad de su forma en . Si sóío te preocupa perfeccionar la uní-

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OBRA ORXGINÍAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 461

dad y el buen arreglo de tu convicción, CXXIV


sin agregarle elementos de afuera que la
extiendan y reanimen, caerás en el auto- [Una convicción bien adquirida es
matismo de una fe disciplinada pero es- trabajo acumulado}
trecha. Si sólo atiendes a aumentar la
provisión de ideas de tu espíritu y no
caídas de repartirlas y ordenarías, cae-
rás en la anarquía del pensamiento con-
Padiciorio y tumultuoso. Pero cada idea
que ganes para tu mente, si aciertas a
ponerla en adecuada relación con la idea
superior y maestra que ocupa el centro
de tes meditaciones, será un lazo más
que asegure la estabilidad de esta últi-
ma, como nueva raíz que se desprende
ele ella y se entraña en el seno de las
cosas.

Pero nadie puede afirmar: «Esta es mi


te definitiva»; y cuando llevamos adelan-
tó ese empeño de airear y ejercitar la
convicción de nuestra mente, y se le-
v
?eata ante nosotros una idea que no sólo
£
- niega a subordinarse en forma alguna
« aquella convicción, sino que, planteado
e
i conflicto, la resiste, y la hiere en lo [Voces que se oponen a la emancipación
l!
rLimo ele modo que no podemos escu- ele una conciencia. Primera voz- la del
daría, ¿qué queda por hacer sino decla- orgullo]
rar la vieja potestad vencida, y pasar a
la idea nueva el cetro de nuestro pensa- Cada vez que en tu alma se levanta un
miento, si hemos de proceder en estas anhelo de libertad, un impulso de since-
lides según la viril y caballeresca orde- ridad, que te excita a romper la cadena,
na
nza de la razón?... consumida de herrumbre, con que aún te
sujeta una opinión pasada, y a mostrar
en estatuaria desnudez tu pensamiento,
462 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

voces distintas sa conciertan para disua- CXXVl


dirte, para matar en germen tu resolu-
ción viril y aprisionarte en el sofisma [Segunda voz: «¡Apóstata, traidor!»]
perezoso del «quiero creer, y no debo
detenerme a sutilizar por qué creo». Otra voz viene de las gradas de este
Esas voces que te amilanan proceden, circo del mundo, o se anticipa en tu con-
ya de boca de los otros, ya de lo inte- ciencia a la que de allí se alzará si se
rior de ti mismo. consuma tu voluntad de emanciparte.
Primera voz, voz de las que nacen den- «¡Apóstata, traidor!», clama esa voz de
tro de ti, voz del orgullo. Ésta tiende, en reconvención y de afrenta. Y el dogma
lo flaco de tu corazón, al punto donde o la opinión con que ella se autoriza sa-
radican el cuidado de la vana aparien- ben bien cómo es, porque ella sonó de
cia y los respetos humanos, y de esa fla- igual manera en ios oídos de aquel que
queza saca fuerzas con que resistir a la los confesó primero que ninguno: «¡Após-
verdad que te busca como enamorada tata, traidor!» Esta es la canción de ja
leal y candorosa. nodriza para el alma que nace a la vida
¿Cuál es la más necia forma del orgu- del pensamiento personal después de su
llo? El orgullo de la inmovilidad. vegetar inconsciente en el útero de una
¿Quizá resistes por soberbia a reparar tradición o una escuela. No hay creencia
tu error, a abandonar tu parapeto de so- humana que no haya tenido por princi-
fismas? ¿Quizá te envanece tu permanen- pio una inconsecuencia, una infidelidad.
cia inalterable allí donde te puso su pri- El dogma que ahora es tradición sagra-
mera vislumbre de las cosas, o donde da fué en su nacer atrevimiento herético.
acaso te encerraron, sin mediación de Abandonándolo para acudir a tu verdad,
tu discernimiento, sugestiones del mun- no haces sino seguir el ejemplo del maes-
do, que tú, ciego, confundes con raíces tro que, por fundarlo, quebrantó la auto-
de convicción y de fe?... ¿Y eso puede ridad de la idea que en su tiempo era
ser fundamento de soberbia? ¿Y eso pue- dogma. Y si acaso él no hubo menester
de oponerse a que restituyas tu alma a de apostatar de esta fe, porque no fué
la corriente de la vida?... educado en su doctrina, sino que vino
¡Orgullo por inmovilidad! Nunca esta- de afuera a trastornaría, cuando menos
rá tan quieta tu alma como la piedra, a formó su séquito e instituyó su comu-
quien así concedes, sin saberlo, la supe- nión con aquellos a quienes indujo a
rioridad en lo creado. ¿Concibes que la apostatar, Así como remontándose al ori-
esclavitud engendre orgullo? Pues si es- gen del más alto linaje de nobleza siem-
clavitud es enajenación de la personali- pre se llegará a un glorioso advenedizo:
dad, pérdida del dominio propio, ¿cuál a un aventurero heroico, a un bárbaro
es tu condición, mientras persistes en no soldado o rudo trabajador, así, buscando
tocar con tu pensamiento vivo el yugo en sus nacientes la fe más venerable, la
que tu inexperiencia te impuso, sino es- idea más entonada por la majestad y*
clavitud aceptada por la voluntad, que pompa de los siglos, siempre se llegará
es como nace para el esclavo la ignomi- al apóstata, al heresiarca, al rebelde. V
nia?... Esclavo voluntario eres; esclavo así como el honor de aquella aristocra-
de una vanidad, esclavo de un ficción, cia viene todo él del arranque personal
esclavo de una sombra; esclavo de tu del hombre oscuro que, levantándose so-
propio pasado, que es lo que ha muerto bre el. polvo, levantó a su posteridad
de ti, esclavo de la Muerte. consigo, de igual manera el magnetismo,
la fuerza interna de esta fe son como l*1
ondulación de aquel arranque persona'

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 463
de rebeldía, de desobediencia, de auda- rar en vano?» «Lo sé—repuso el jo-
cia, del hereje que apostató de la fe an- ven—; pero siento firme el fundamento
tigua para tener una fe suya. de nuestra convicción, y no dudo de que
debamos consolar tu última hora con la
promesa que más dulce puede ser a tu
CXXVII alma.»
! Entonces Gorgias comenzó a decir de
[La despedida de Gorgias] esta manera:
—¡Lucio! Oye una anécdota de mi ni-
Esos que están sentados a una mesa ñez, Cuando yo era niño, mi madre se
donde hay flores y ánforas de vino, y complacía tanto en mi bondad, en mí
que preside un viejo hermoso y sereno hermosura y, sobre todo, en el amor con
como un dios; esos que beben, mas no que yo pagaba su amor, que no podía
dan muestra de contento; esos que sue- pensar sin honda pena en que mi niñez
len levantarse a consultar la altura del y toda aquella dicha pasaran. Mil y mil
sol; y a veces se enjugan una lágrima, veces la oía repetir: «¡Cuánto diera yo
son los discípulos de Gorgias. Gorgias ha por que nunca dejases de ser niño!...» Se
enseñado, en la ciudad que fué su cuna, anticipaba a llorar la pérdida de mi
nueva filosofía. La delación, la suspica- dulce felicidad, de mi bondad candorosa,
cia, han hecho que ella ofenda y alarme ! de aquella belleza como de flor o de pá-
a los poderosos. Gorgias va a morir. Se ' jaro, de aquel amor único, merced al
le ha dado a escoger el género de muerte, ! cual sólo ella existía en la tierra para mí.
y él ha escogido la de Sócrates. A la ; No se resignaba a la idea de la obra
hora de entrarse el sol ha de beber la ; ineluctable del Tiempo, bárbaro numen
cicuta; aún tiene vida por dos más, y él ! que pondría la mano sobre tanto frágil
las pasa en serenidad sublime, rector de I y divino bien, y desharía la forma delica-
melancólica fiesta, donde las flores aca- ; da y graciosa, y amargaría el sabor de la
rician los ojos de los convidados, que el i vida, y traería la culpa allí donde estaba
pensamiento enciende con luz íntima, y : la inocencia sin mácula. Menos aún se
un vino suave difunde el soplo para el avenía con la imagen de una mujer fu-
brindis postrero. Gorgias dijo a sus dis- tura, pero cierta, que acaso había de
cípulos: «Mi vida es una guirnalda a la darme penas del alma en pago de amor,
que vamos a ajusfar la última rosa.» : Y tornaba al pertinaz deseo: «¡Cuánto
Esta vez, el placer de filosofar con gra- ; daría por que nunca, nunca, dejases de
cia, que es propio de almas exquisitas, i ser niño!...» Cierta ocasión oyóla una
se realzaba con una desusada unción. mujer de Tesalia, que pretendía enten-
«Maestro—dijo uno—, nunca podrá ha- der de ensalmos y hechizos, y le indicó
ber olvido en nosotros, para ti ni para tu un medio de lograr anhelo tan irrealiza-
doctrina.•> Otro añadió: «Antes morir que ble dentro de los comunes términos de
negar cosa salida de tus labios.» Y cun- la naturaleza. Diciendo cierta fórmula
diendo este sentimiento, hubo un terce- | mágica, había de poner sobre mi cora-
ro que propuso: «Jurémosle ser fieles a í zón, todos los días, el corazón de una
cada una de sus palabras, a cuanto esté paloma, tibio y mal desangrado aún, que
v
'irtuaimente contenido en cáela una de sería esponja con que se borraría cada
sus palabras; fieles ante los hombres y huella del tiempo; y en mi frente pondría
e
n la intimidad de nuestra conciencia; la flor del íride silvestre, oprimiéndola
siempre e invariablemente fieles...» Gor- hasta que soltase del todo su humedad,
das preguntó al que había hablado de l con lo que se mantendría mi pensamien-
l
'd modo: «¿Sabes, Lucio, lo que es ju- to limpio y puro. Dueña del precioso se-
464 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

creto, volvió mi madre con determina- la niñez, y con la fe que le infunde, aspi-
ción de ponerlo al punto por obra. Y re a adueñarse de su vida, eternizando
aquella noche tuvo un sueño. Soñó que j en él la condición de la infancia, como
procedía tal como le había sido prescri- mi madre antes de ser desengañada por
to, que transcurrían muchos años, que su sueño. Yo os fui maestro de amor;
mi niñez permanecía en un ser; y que yo he procurado daros el amor de la
favorecida ella misma con el don de al- j verdad; no la verdad, que es infinita. Se-
canzar una ancianidad extrema, se exta- guid buscándola y renovándola vosotros,
siaba en la contemplación de mi ventura como el pescador que tiende uno y otro
inalterable, de rni belleza intacta, de mi I día su red, sin mira de agotar al mar su
pureza impoluta,.. Luego, en su sueño; \ tesoro. Mi filosofía ha sido madre para
llegó un día en que ya no halló, para vuestra conciencia, madre para vuestra
traer a casa, ni una flor de íride ni un
corazón de paloma. Y al despertarse y razón. Ella no cierra el círculo de vues-
acudir a mí, la mañana siguiente, vio, tro pensamiento. La verdad que os hay?,
en lugar mío, un hombre viejo ya, adusto dado con ella no os cuesta esfuerzo, com-
y abatido; iodo en él revelaba un ansia paración, elección; sometimiento libre y
insaciable; nada había de noble ni gran- responsable del juicio, como os costará
de en su apariencia, y en su mirada vi- la que por vosotros mismos adquiráis,
braban relámpagos de desesperación y desde el punto en que comencéis real-
de odio. «¡Mujer malvada!—le oyó cía- mente a vivir. Así, el amor de la madre
mar, dirigiéndose a ella con airado ges- no le ganamos con los méritos propios,
to—, me has robado ía vida por egoís- él es gracia que nos hace la Naturaleza.
mo feroz, dándome en. cambio una feli- Pero luego otro amor sobreviene, según
cidad indigna, que es la máscara con el orden natural de la vida; y el amor de
que disfrazas a tus propios ojos tu cri- la novia, éste sí, hemos de conquistarlo
men espantable... Has convertido en vil nosotros. Buscad nuevo amor, nueva ver-
juguete mi alma. Me has sacrificado a dad. No se os importe si ella os conduce
un necio antojo. Me has privado de ía a ser infieles con algo que hayáis oído de
acción, que ennoblece; del pensamiento, mis labios. Quedad fieles a mí, amad
que ilumina; del amor, que fecunda... mi recuerdo, en cuanto sea una evoca-
¡Vuélveme lo que me has quitado! Mas i ción de mí mismo, viva y real, emanación
ya no es hora de que me lo vuelvas, i de mi persona, perfume de mi alma en
porque este mismo es el día en que la el afecto que ostuve; pero mi doctrina
ley natural prefijó el término a mi vida, no la améis sino mientras no se haya
que tú has disipado en una miserable inventado para la verdad fanal más diá-
ficción, y ahora voy a morir sin tiempo fano. Las ideas llegan a ser cárcel tam-
más que para abominarte y maldecir- bién, como la letra. Ellas vuelan sobre
te...» Aquí terminó el sueño de mi ma- las leyes y las fórmulas; pero hay algo
dre. Ella, desde que le tuvo, dejó de que vuela aún más que las ideas, y es el
deplorar la fugacidad de mi niñez. Si yo
aceptara el juramento que propones, ¡oh espíritu de vida que sopla en dirección
Lucio!, olvidaría la moral de mi parábo- a la Verdad...
la, que va contra el absolutismo del dog- Luego, tras breve pausa, añadió:
ma revelado de una vez para siempre; —Tú, Leucipo, el más empapado en el
contra la fe que no admite vuelo ulte- espíritu de mi enseñanza: ¿qué piensas
rior al horizonte que desde el primer ins- tú de todo esto? Y ya que la hora se
tante nos muestra. Mi filosofía no es re- aproxima, porque la luz se va y el ruido
ligión que tome al hombre en el albor de del mundo se adormece: ¿por quién será
nuestra postrera libación? cPor quién

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 465

este destello de ámbar que queda en el \ reconocimiento de la lontananza de ver-


fondo de las copas?... I dad que quedaba fuera de su doctrina
—Será, pues—dijo Leucipo, por quien declarada y concreta, aunque no toda
desde el primer soi que no has de ver, quedase fuera de su alcance potencial o
nos dé la verdad, la luz, el camino; por virtual, de las posibilidades de su des-
quien desvanezca las dudas que dejas envolvimiento, de su capacidad de adap-
en la sombra: por quien ponga el pie ade- ' tacíón y sugestión.
lante de tu última huella, y la frente aún Este es el significado imperecedero de
más en io claro y espacioso que tú; por aquellas hondas palabras de la Escritu-
tus discípulos, si alcanzamos a tanto, o ¡ ra, que 3áoníano levantó por lábaro de
alguno de nosotros, o un ajeno mentor su herejía: «Aún tendría otras cosas que
que nos seduzca con libro, plática o enseriaros, mas no podríais llevarlas.»
ejemplo, Y si mostrarnos ei error que Vale decir: «No está toda la verdad en
hayas mezclado a la verdad, si hacer so lo que os digo, sino sólo la suma de ver-
nar en falso una palabra tuya, si ver \ dad que podéis comportar.»
donde no viste, hemos de entender que Así, contra la quietud estéril del dog-
sea vencerte: Maestro, ¡por quien te ven- ! ma, contra Ja soberbia de la sabiduría
za, con honor, en nosotros! amortajada en una fórmula eterna, la
'-¡Por ése!—-dijo Gorgias; y manteni- | palabra do Cristo salvó el interés y la
da en alto la copa, sintiendo ya el ver- libertad del pensamiento ele Jos hombres
dugo que venía, mientras una claridad, I por venir: salvó la inviolabilidad del mis-
augusta amanecía en su semblante repí- I teño reservado para campo del esfuerzo
lió- : ¡Por quien me venza con honor j nuestro, en las porfías de la contradic-
en vosotros! ción, en ios anhelos de la duda, sin los
cuales la actividad del pensamiento, sai
CXXVÍII ! del vivir humano, fuera, si lo decimos
también con palabras evangélicas, «como
[«Aún tendría otras cosas que deciros, la sal que se tornara desabrida».
mas no podríais llevarlas»] «Aún tendría otras cosas que enseña-
j ros, mas ahora no podríais llevarlas», sig-
Desventurado el maestro a quien re- nifica, lo mismo en lo que es aplicable a
Pugne anunciar, como el Bautista, ai que la conciencia de la Humanidad que en lo
vendrá después de él, y no diga: «Ei de- que se refiere a la del individuo: no hay
be crecer; yo ser disminuido.» Funda término final en el descubrimiento de lo
dogmas inmutables aquel que viene a verdadero, no hay revelación una, cerra-
poner yugo y marca de fuego, de las que da y absoluta; sino cadena de revelacio-
allí donde una vez se estampan se sus- nes, revelación por boca del Tiempo, di-
tituyen por siempre al aspecto de natu- latación constante y progresiva del alma,
raleza; no los funda quien es enviado a según sus merecimientos y sus bríos, en
traer vida, luz y nueva alma. el seno de la infinita verdad.
La palabra de Cristo, así como anun-
ció la preeminencia del sentido interno
CXXIX
y del espíritu sobre la letra, la devoción y
ta costumbre, dejó también, aun refirién- j [La idea que se organiza en escuela o
dose a lo que es espíritu y sustancia, el ! partido, pierde fatalmente parte de su
reconocimiento de su propia relatividad, ; esencia. Nombres que engendran odio]
de su propia limitación, no menos cierta
(como, en lo material, la del mar y la • Desde el instante en que una idea se
Montaña), por su grandeza sublime; el • organiza en escuela, en partido, en secta,
466 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

en orden instituido con el objeto de mo- cial y delicado. De esa necesidad naces
verla y hacerla prevalecer como norma errores y limitaciones que, no sólo adul-
de la realidad, ya fatalmente pierde una teran la íntima realidad de nuestro pen-
parte de su esencia y aroma, del libre samiento en el concepto de los otros,
soplo de vida con que circulaba en la sino que, por el maravilloso poder de su-
conciencia del que la concibiera o refle- gestión que está vinculado a las palabras,
jara, antes que la palabra del credo y la , reaccionan sobre nosotros mismos, y po-
disciplina de las observancias exteriores : nen como bajo un yugo, o mejor, com-
la redujesen a una inviolable unidad. Y primen como dentro de un molde, el na-
a medida que el lazo de esta unidad se tural desenvolvimiento de la idea que ha
aprieta, y que su propaganda y su mili- hecho su nido en nuestra alma. «¿Qué
cia, confirmándose, han menester de más filosofía, qué religión profesas; cuál es,
medido y estrecho movimiento, su espí- en tal o cual respecto, la doctrina a que
ritu enflaquece, y lo que ía idea gana en j adhieres?» Y has de contestar con un
extensión aumentando la numerosidad i nombre; vale decir: has de vestirte de
de su rebaño, piérdelo de hondor en la ; uniforme, de hábito... Para quien piensa
conciencia individual. j de veras, ¡cuan poco de lo que se piensa
No es en las tablas de la fórmula, no i sobre las más altas cosas cabe significar
es en las ceremonias del rito, ni en la por medio de los nombres que pone a
letra del programa, ni en 1.a tela de la nuestra disposición el uso! No hay nom-
bandera ni en las piedras del templo, ni bre de sistema o escueta que sea capaz
en los preceptos de la cátedra, donde la de reflejar, sino superficial o pobremen-
idea está viva y da su flor y su fruto. te, la complejidad de un pensamiento
Vive, florece y fructifica la idea, realiza vivo. ¡Y cuan necesario es recordar esta
la fuerza y virtud que tiene en sí, desem- verdad a cada instante! Una fe o con-
peña su ley, llega a su término y se trans- vicción de que sinceramente participas
forma y da de sí nuevas ideas, mientras es, en lo más hondo de su carácter, una
se nutre en la profundidad de la con- originalidad que a tí sólo pertenece; por-
ciencia individual; expuesta, como la ; que si las ideas que arraigan en ti con
nave lo está ai golpe de las olas, a los ¡ fuerza de pasión te impregnan ei alma
embates de la vida interior de cada uno: j con su jugo, tú, a tu. vez, las impregnas
libremente entregada a las operaciones , del jugo de íu alma. Y además, una idea
de nuestro entendimiento, a los hervores j que vive en la conciencia, es una idea en
de nuestro corazón, a los filos de nuestra j constante desenvolvimiento, en indefini-
experiencia; como entretejida e identifi ¡ da formación: cada día que pasa es, en
cada con la viva urdimbre del alma. i algún modo, cosa nueva; cada día que
pasa es, o más vasta, o más neta y cir-
No ya la inmutabilidad del dogma en i cunscrita; o más compleja, o más de-
que una idea cristaliza, y la tiranía de la | purada; cada día que pasa necesitaría, en
realidad a que se adapta al trascender a rigor, de nueva definición, de nuevo cre-
la acción: el solo, leve peso de la pala- do, que la hicieran patente; mientras que
bra con que la nombramos y clasifica- la palabra genérica con que has de nom-
mos, es un obstáculo que a menudo bas- I brarla es siempre igual a sí misma..
ta para trabar y malograr, en lo interior Cuando doy el nombre de una escuela.•
de las conciencias, la fecunda libertad de fría división de la lógica, a mi pensa-
su vuelo. miento vivo, no expreso sino la corteza
La necesidad de clasificar y poner intelectual de lo que es en mí fermento•
nombre a nuestras maneras de pensar verbo, de mi personalidad entera: no ex-
i'o se satisface sin sacrificio fV: f!'r?;ii',fi preso sino un residuo impersonal, oeí
Darte de lo ciue hav en ellas de más esen-

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 467

que están ausentes la originalidad y ner- miento se debe la eliminación de las for-
vio de mi pensamiento y los del pensa- mas gastadas que se abandonan y la
miento ajeno, que, por abstracción, iden- adopción de otras nuevas; no de diverso
tifico en aquella palabra con el mío. La | modo que como el desenvolvimiento con-
clasificación de las ideas nos da, en un i secuente del germen está en pasar de la
nombre, un vínculo aparente de simpatía | semilla a la planta, de la planta a la flor,
y comunión con multitud de almas que, de la flor al fruto: formas sucesivas cuyo
penetradas en lo sustancial de su pensar, impulso no para mientras persiste el
en lo que éste tiene de innominado e in- principio vital que está presente en todas
comunicable, fueran para nosotros almas | ellas y las enlaza las unas con las otras.
de enemigos. ¡Ay cuántas veces los que j Inconsecuencia del árbol fuera dejar
realmente son hermanos de alma han de j su vida inmovilizada en la flor, oponién-
permanecer para siempre separados por dose al tránsito de que nace el fruto:
esa pared opaca y fría de un nombre; inconsecuencia para con la ley de su na-
porque la íntima verdad de su alma, don- turaleza. Quizá, si hubiera quien igno-
de estaría el lazo de hermandad, no en- rase esta ley, viendo la flor intacta y per-
cuentra nombre que la transparente en- manente, mientras la de otros árboles
tre aquellos que las clasificaciones usua- había cuajado en fruto, diría; «¡Oh ár-
les tienen destinados para las opiniones bol consecuente, que no desampara la
de los hombres! leve envoltura de la flor, y emplea, en
Y no tan sólo desconocimiento y frial- mantenerla viva, su savia!»; mas nos-
dad: odio y muerte, a raudales, han des- otros veríamos inconstancia del árbol
atado entre humanos pechos los nom- donde ése fidelidad y consecuencia.
bres de las ideas: sus nombres—antes Así, una vida de hombre puede estar
que su esencial realidad; y por de con- gobernada, de lo más íntimo del alma,
tado, muy antes que lo que está aún por una grande idea, o una inquebranta-
más hondo que ellas: el espíritu, y la in- ble pasión, y ser este principio dominan-
tención, y la fe; odio y muerte—¡pena te el que, mostrando su constancia y su
infinita entre quienes, si recíprocamente brío, impone al alma la modificación de
se vieran, por intuitivo relámpago, el ¡ sentimientos e ideas menos esenciales
fondo del alma, rota esa venda de los que él; aunque quizá más aparentes,
nombres adversos, se hubieran confundí- quizá más vinculados a aquella parte de
do, allí, sobre el mismo ensangrentado | nosotros que perciben las miradas del
campo de la lucha, en inmenso abrazo mundo. Por eso el mundo ve la incons-
de amor! : tancia que está en la superficie, y no la
' firmeza del amor que asiste en lo hondo.
cxxx Cuando oigas voces malévolas que ha-
blan de apostasía en el pensar, de infide-
[inconsecuencia aparente y perseveran- lidad en la conducta, recuerda siempre,
cia esencial] i ant-es de dar tu juicio, esto de que por la
¡ estabilidad y permanencia del más firme
Una inconsecuencia aparente, un cam- asiento de su alma suele ser por lo que
bio que el vulgo toma a prueba de ver- el hombre varía en tal o cual relación
satilidad, puede ser, muy por lo contra- de sus afectos e ideas; por la tenacidad
rio, acto de ejemplar consecuencia, acto de un amor o convicción más altos, cuyo
de perseverancia en una idea más honda, adecuado camino sigue su curso en el
e
n un propósito más fundamental que sentido de ideas y sentimientos divergen-
aquellos en que consiste el cambio: idea tes de aquellos con que había coincidido,
V propósito a cuyo natural desenvolvi- en esa relación, hasta entonces; y de
468 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

este modo, hay tenacísima voluntad que, va, día a día, bajo altivas frentes, por
vista de lejos., parece errátil vagar sin : entre las cuales va lisonjera el aura po-
rumbo distinto, y hay caracteres en apa- i puiar, y que luego los mármoles de so-
riencia muy contradictorios que son, en I berbias tumbas decorarán, acaso, con
eí fondo, caracteres muy unos. ! los símbolos de la convicción y la fir-
Todo está en conocer su resorte cen- • meza...
i
tral y dominante; su pasión o idea supe- l
rior: ese «primer móvil» del alma, no
siempre manifiesto en las acciones de
los hombres, y descubierto el cual vemos I [Los amigos de Pirran]
tal vez resolverse Jas disonancias de una
vida en unidad y orden supremo: corno
aquel que, confuso y desconcertado en-
tre sublimes ondas de música, halla de
pronto ei hilo conductor que ordena el
vasto ruido en estupenda armonía. vida de los hombres, todos los extravíos

! rítu, o la sugestión del ambiente en que


vive, tuercen, para muchos de sus actos
j y juicios, ]a ieg'íca de aquella permanen-

corazón. Menos ostensible y ocasionado


a escándalo, este linaje de falsedad es
mucho más frecuente y no menos perni-
cioso que ei que reprueba el vulgo. Y si ¡ taculo, ya fuese éste una pared, un pozo,
aquel que, obedeciendo a un estímulo J o una. hoguera. Ocurre preguntar cómo
que no es el de ja sincera convicción, j Pirrón no era detenido por la pared, ni
abandona la idea bajo cuyas banderas l se abrasaba en la hoguera, ni se precipi-
militaba, merece nombre de apóstata, taba en el pozo. Pero Diógenes Laercio.
aquel otro que persevera en la exteriori- ' que esto refiere, cuida ele agregar que el
dad de la creencia cuando ha sentido caminante escépíico iba rodeado de un
agotarse de ella la sustancia y el brío, ¡ grupo de oficiosos amigos, los cuales le
c no apostata de la verdad que se le anun- ; obligaban por fuerza a cambiar de direc-
cia por este acabamiento de la fe que I ción cuando era necesario. Así, sin dis-
tuvo? Sí, por cierto; y aun podría decir- i cor dan cía entre la voluntad y la filosofía
se que cuantas veces vuelve del sueño de I de Pirrón, su filosofía dejaba de aparejar
la noche y recupera la actividad del pen- ; graves riesgos para profesada al aire li-
samiento sin emplearla en someterse a | bre, y Pirrón podía ser a un tiempo íiló-
esa verdad, otras tantas veces apostata. ' sofo -y paseante. Los dogmáticos y obse-
Aposíasía de muchos y muy altos; apos- j sionados superiores, inflexibles cuanto
t e l a invisible y silenciosa, que se renue- ' se quiera en la profesión de su doctrina,

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO -169

suelen salvarse, merced a dichosas incon-


secuencias en la vida real, de la funesta
lógica de su intolerancia, porque, como
Pirrón, tienen solícitos amigos que ios
siguien de cerca: tan de cerca que van
dentro de su propio espíritu. Estos ami-
gos de Pirrón son la lealtad del juicio,
la sensibilidad moral, el buen gusto, las
fuerzas espontáneas, muchas veces in-
conscientes, del alma, que. llegado el
momento, acuden a evitar el peligro cru-
zado en el senüdo de ¡a marcha, apar-
tándola de la recta fatal.

CXXXIÍI
[Tercera voz: Ternura y gratitud, Cómo
un primer amor puede vivir a través cíe
los que le suceden}

Para que un amor que ha escollado en


la realidad persista en ti idealmente, de
manera delicada y profunda, no es nece-
sario que sacrifiques en holocausto a éí
el resto de tu vida, ni que selles, resu-
c'Qs quizá un sentimiento de fidelidad miéndolas como en la cavidad de una
el que detiene tu impulso de ser libre? tumba, las fuentes de tu. corazón. 31 lo-
¿Te duele ser infiel con ideas que han si- gras, por dicha, hallar otro objeto de
do el regazo donde se adurmió tu alma, i amor que fe cautive, tu fidelidad ai pri-
eí materno seno de que se nutrió, la voz ! mero puede manifestarse aún por los
amante que oyó, ai despertar, tu pensa- ecos que en tu memoria despierta esta
miento?... Piensa, en primer lugar, que Ja nueva melodía que compone tu alma.
separación no obliga al odio, ni aun a la I por la esfumada lontananza con que el
indiferencia y el olvido. La autoridad de | recuerdo completa y poetiza el paisaje
ta razón puede exigir de ti el abandono del amor nuevo. Y de igual modo, cuan-
del error que ella ha disipado y el amor | do la razón te fuerza a abandonar una
Por la verdad que ella te enseña; pero : fe que te ha llenado el alma de amor, no
Que en tu corazón quede piedad y gra- es menester que cobres aborrecimiento
titud para los sueños en que te meció el a esa fe, ni aun lo es que dejes de amar-
error, ¿qué mal nacerá de esto? Ese sen- la. Puedes serle fiel y grato todavía; fi-
timiento piadoso, si persiste después de delidad y gratitud caben en la devoción
bn desengaño y tu libertad, ¿por qué no de! recuerdo, que cuida sus reliquias con
1° lia de dejar vivir la razón austera, esmero piadoso, y evoca con melancóli-
mientras él no sea obstáculo que impida co afecto la imagen del perdido candor;
Ul
- marcha hacia adelante? ¿Y cuántos y como en el caso ele los dos amores de
470 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

que te hablaba, que, en sublime herman- ron en la dulce primera edad del pensa-
dad, el uno hace revivir memorias del miento; cuando las creencias que adquie<
otro, se complace tal vez en notar coin- res cruzan sus estambres en los husos
cidencias, afinidades, simpatías, entre los que van urdiendo el tejido más fino y re-
sentimientos morales con que la vieja sistente de tu personalidad: cuando la
fe te modelara y las enseñanzas en que idea traba con las potencias afectivas
te inicia la severa razón. asociaciones de esas que ya no se disuel-
ven sin entrar a desanudarlas en el mis-
] mo centro del alma. La fe, en el entusias-
CXXXÍV I mo, la «verdad querida», de entonces,
i aun después que son reemplazados por
[Vestigio inmortal que deja a su paso i otros y parecen desvanecidos hasta en
toda fe sincera] la copia del recuerdo, suelen transparen-
tarse bajo aquellos que han ocupado su
:
Una í e que verdaderamente ha arraiga- lugar, e influir de alguna suerte en su
:
do en la profundidad de tu conciencia, ; tonalidad y su carácter; que es como
tomando allí los principios de su savia, i cuando el vencido en la guerra, llega,
enviada luego a distribuirse c infiltrarse S poí su superioridad en artes pacíficas,
por el alma toda; una fe que concuerda I a dominar suave y calladamente al ven-
con tu vida, rara es la vez que no deja, I cedor.
después de secarse y morir, algún ves- | Perdura en Jas paredes del vaso la
tigio inmortal, algún recuerdo de sí que esencia del primer contenido; de modo
no desaparece, y que, en medio de la que el licor nuevo que viertes se impreg-
nueva fe o la nueva convicción que la na de esa esencia; y cuantas veces mu-
sustituyen, o de la duda en que para das el licor tantas otras veces se mezcla,
siempre quedas, mantiene vivo un deste- con el aroma propia del nuevo, el dejo
llo de aquel pasado amor de tu alma. del que fué servido antes que todos.
Vestigio inmortal; no huella transito- Así es como la austeridad cristiana po-
ria, como esa que, en los primeros tiem- ne su sello al paganismo de Juliano el
pos de una conversión, acusa, por tal Apóstata. Así Renán (y éste es patentísi-
cual ráfaga de inconsecuencia, por tal mo ejemplo) logra la extraña armonía de
cual impulso regresivo del sentimiento o su espíritu: la educación sacerdotal del
de la voluntad, el esfuerzo que la fe que maestro, la fe de su adolescencia religio-
has abandonado hace por rescatar el co- sa, van con él, en lo íntimo del alma,
razón que fué suyo y el esfuerzo que la cuando él pasa el meridiano de la razón,
fe nueva ha menester aun para reducir y aroman y coloran para siempre su vi-
ciertos rincones del corazón a su impe- da, y le dan actitud y unción de sacer-
rio.—Este otro vestigio, más íntimo, de dote, aun cuando predica la duda y el
que quiero hablarte, es como onda difusa análisis; porque, muerta la fe como
que persiste en todo tu ser, y no se ma- ] creencia, queda indeleble, en él, como
nifiesta irregular y desentonadamente, i virtud de poesía, como fragancia del am-
sino a la manera de la lontananza del biente interior, como timbre del senti-
paisaje o del fondo del cuadro. Es como miento, como hada oculta en el miste-
una vaga armonía, sombra sonora de rio del alma; como fuerza ideal, mante-
una música que, amortecida por la dis- nedora de mil hondas asociaciones y cos-
tancia, llega, en eco perenne, desde lo tumbres.
más hondo de ti. La duda de Renán está impregnada de
Dejan este vestigio, sobre todo, la fe y religiosidad hasta los tuétanos. La iglesia
la apasionada convicción que te poseye- de Tréguíer tiende hasta el último día de

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OBRA ORIGINAL—5: MOTIVOS DE PROTEO 471

1
Renán su sombra amiga. ¿No cabe pre- no sabido de este rumbo, y le dejas, para
guntar si algo, si no tan intenso, seme- seguir al cuervo cauto que te devuelve,
jante, no ocurre en todo aquel que ha en arrepentimiento, al puerto que te vio
tenido una fe, una apasionada convic- ; partir. Pero, ¡ay!, quizá también, sin
ción, realmente suyas? La esencia que ¡ acertar a ponerse en ninguno de los rum-
elias dejan de su paso, se apoca, se enra- bos contrarios, permaneces en angustio-
rece, subordina a otras su intensidad: sa incertidumbre, junto al cuervo que ha
pero nunca, acaso, se disipa. Nada per- quedado contigo con fidelidad aciaga y
manece en absoluto; pero, tampoco, na- sarcástica. ¿Sacrificarás tu fe a una espe-
da que ha prendido una vez con eficacia ranza aleatoria? El mar por donde se
muere del todo, en lo latente de la vida ; arriesgan los que dudan está lleno de
moral. naves inmóviles o errantes, sobre cuyo
mástil más alto domina, como grímpola
cxxxv negra, un triste cuervo, posado en deso-
j lante quietud,
{Cuarta voz: Temor a la. soledad y el
desamparo. Los tres cuervos del descu- CXXXVI
brimiento de Jslandia]
[En el fuerte la duda no es desconcierto
...Y dice otra de las voces disuasivas: ni ocio. La duda laboriosa es, como la
«Teme la soledad, teme el desamparo. je, principio de disciplina']
Cuando abandonas el dulce arrimo de
una fe, cortas la amarra que mantenía La fuerza de esa admonición es pode-
tu nave sujeta a lo seguro de la costa, y rosa tratándose del flaco de espíritu, que
te aventuras en el mar incierto y sin lí- no nació para sentir el peso de otra auto-
mites. Contigo van tres cuervos...» ridad que la que se le impone de afuera
Cuentan las crónicas del descubrimien- y se contiene en una fórmula encumbra-
to de íslandia que, partiendo unos nave- da sobre el tímido vuelo de su razón,
gantes de Noruega a explorar el piélago Tema éste en buena hora afrontarse con
que avanza, al Norte, hacia los hielos la soledad infinita; y como el niño que
eternos, llevaron tres de aquellas aves fa- esconde ios ojos en el regazo de la raa-
1
tídicas consigo. Aún no había brújula en- dre, rehuya la luz y vuélvase a su segu-
tonces. Llegados a alta mar, los navegan- ro. Pero en el alma capaz de libertad, en
tes soltaron, como medio de determinar : el alma para quien libertad, significa lu-
su ruta, a los tres cuervos, de los cuales cha y trabajo, no habrá temor de que la
uno volvió en dirección al punto de par- renuncia al amparo de una fe caduca sea,
tida, quedóse el otro en el barco y se ] en definitiva, desorientación y zozobra y
adelantó al restante con misterioso de- j redunde en ausencia de aquel principio
rrotero. Siguió la nave tras el último; y i director, como polo magnético del alma,
rasgado el secreto de las brumas borea- I que hemos considerado necesario para
les, la tierra nueva no tardó en destacar- mantener el orden de la vida y darle sa-
se de la confusa lejanía. ! zón de idealidad. Porque, en el fuerte,
(•También contigo van tres cuervos—si- \ la duda no es ni ocio epicúreo ni aflic-
gue diciendo la voz—cuando, sin brúju- ción y desánimo, sino antecedente de
la, te pierdes, mar adentro, en el ponto una reintegración, apercibimiento para
desde cuya soledad no se divisa tierra | una reconquista, que tiene por objeto
firme de fe. Quizá vas hacia donde te I lograr, mediante el esfuerzo indomable
1
Snía el cuervo aventurado, v arribas, de la conciencia emancipada, nueva ver-
Por fin, a nueva costa. Quizá temes lo • dad, nuevo centro de espiritual amor,
472 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

nuevos fundamentos para el deber, 1 impulso se propague a los sentimientos


ción y la esperanza. Y este propósito y los actos, y concurra así a la orgánica
nunca es vano si leal y perseverantemen- evolución de nuestra vida moral
te se le lleva adelante. En la generación j La idea que ocupa nuestra mente, y
del convencimiento y la creencia, el so- j la domina, y cumple allí su desenvolvi-
corro de la voluntad suple infinito; y co- \ miento dialéctico, sin dejar señales de su
mo el reino de los cielos, la verdad pade- ! paso en la manera como obramos y sen-
ce fuerza. Ni aún se podrá decir que, timos, es cosa que atañe a la historia de
cuando tal propósito no tenga premio in- nuestra inteligencia, a la historia de
mediato, cuando se prolongue mucho | nuestra sabiduría, mas no a la historia
tiempo en búsqueda e incertidumbre, | de nuestra personalidad.
quede el alma, miesitras no se arriba a i Toma ese guijarro del suelo-; ve a abrir
término, sin potestad que la resguarde y ' un hueco proporcionado a su espesor, en
ordene. El poder de disciplina moral es- I la corteza de aquel árbol, y de este mo-
tara, entretanto, adscrito al anhelo y la ! do, pon el guijarro en la corteza. ¿Po-
porfía por la futura convicción. Este te- : drá decirse que has vinculado a la vida
naz empeño que concentra y reparte las ó.el árbol ese cuerpo sin vida?
energías de la mente para arrostrar las i Hiere más hondamente en el tronco;
proposiciones de la duda, envuelve una ábrelo hasta el centro misino donde su
potencia no menos eficazmente autorita- tejido se espesa y endurece, y en esta
ria que la vinculada a la fe en que se re- profundidad pon el guijarro. ¿Dirás tam-
posó. Como esta fe, se opone al descon- poco ahora que forma parte de la vicia
cierto del alma y a la frigidez que la del árbol ese trozo ele piedra?
hiela; como ella, impide el vacío de los ' Adquieres, por comunicación magistral,
días sin objeto ideal. ¿Y cuál no será su o por tu esfuerzo propio, una idea, una
superioridad para esa función de dicipM- convicción; la fijas en tu mente: la ase-
na, si la pasada fe no era la personal y guras en tu memoria; la corroboras y
profunda, enamorada y pensadora, sino ; afianzas por el raciocinio: ¿e imaginarás
aquella otra, vegetativa y lánguida, sin j que eso baste para que la idea te renue-
calor y sin jugo, que se nutre a los pe- ¡ ve; para que modifique, en 1.a relación
chos de la costumbre y la superstición?.. ' que le compita, tu manera de ser, con-
virtiéndose en vida incorporada a tu vi-
da, en fuerza acumulada a esa que mue-
CXXXVII ve las palpitaciones de tu corazón y ajus-
ta el ritmo de tu aliento?
[La idea, para ser eficaz, ha de Como el guijarro en el árbol, así la
acompañarse del sentimiento. El idea dentro de ti, mientras no la arras-
giájarro y el árbol] tra en su corriente férvida la sensibili-
dad, única fuerza capaz de cambiar el
Importantísimo cuidado es este de tono de la vida.
mantener la renovación vital, el progresi- Si tu adhesión a una verdad no pasa
vo movimiento, de nuestras ideas, sobre del dominio del conocimiento; por mu-
que vengo hablándote; pero no olvides cho que la veas firme y luminosa, por
nunca que para que tal renovación sea mucho que sepas sustentarla con la dia-
positivamente una fuerza en el gobierno léctica más limpia y más sutil, y aun
de la propia personalidad, y no se reduz- cuando ella traiga implícita la necesidad
ca a un mecanismo encerrado, como en de una conducta o un modo activo de
de un reloj, en el círculo del co- existencia distintos de los que hasta en-
nocimiento teórico, preciso es que su tonces has llevado, ¿crees, por ventura,

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 473

que acatarás esa necesidad; crees que i cxxxvm.


dejarás de ser el mismo?
No te reforman de alma la verdad ni • [Conversiones livianas. La imaginación y
eí error que te convencen; te reforman la sensibilidad en la conversión]
de alma la verdad y el error que te apa- i
i

sionan. Fácil es observar cómo espíritus que,


Vano será que cambies de doctrina, de i con entera sinceridad de pensamiento,
culto o de maestro, aun cuando sea con pasan del uno al otro polo en el mundo
sinceridad, si, al par de la convicción no- de las ideas, permanecen absolutamente
vel, no nace en ti el sentimiento podero- , los mismos si se los juzga por el tenor
so que toma la idea nueva, y como le- i de su personalidad sensible y activa, aun
vadura que se entraña en la masa, la su- ¡ cuando las ideas en que consiste el cam-
merge en lo más hondo de ti, y allí ía ; bio sean de las que interesan al orden de
mezcla y disuelve en la sustancia de tu I la vida moral. Si judíos primero y luego
alma, de suerte que no haya en ti cosa " cristianos, su cristianismo guardará la ri-
que no se colore, en algún modo, del i giclez y sequedad que comunica al espí-
matiz de la idea, y se impregne de su | ritu la férula del testamento viejo; si
sabor, y se hinche con su fermento. dogmáticos en un principio y librepensa-
Gran distancia va de convencido a con- dores después, eí libre pensamiento ten-
vertido. Conversión dice tanto como mo- drá en ellos la intolerancia propia del
ción profunda que trastorna el orden del que se considera en posesión de la ver-
alma; como idea ejecutiva, que, operan- dad eterna y exclusiva. Este es el desva-
do sobre ía voluntad por intermedio del : ümienío práctico de ía conversión pura-
sentimiento, que es su seguro resorte, re- : mente intelectual, tan inhábil para traer
hace o modifica la personalidad. Con- una lágrima a los ojos como para fun-
vicción es dictamen que puede quedar, dar o disolver una costumbre,
aislado e inactivo, en la mente. i Pero la imaginación y el sentimiento,
No hablemos ya de aquellos que, sin i agentes solitarios de las más hondas ope-
;
verdadera convicción, por automatismo raciones que sufre la sustancia de nues-
o con engaño de sí propios, profesan una , tro carácter, donde la voluntad radica, y
idea, una doctrina, a cuyo fondo firme y | por tanto-—cuando persistentes y enérgi-
esencial no descendieron nunca; pero ; eos—, fuerzas de que la idea ha menester
aun ios convencidos de verdad, sin ex- i para revestirse de imperio y poner a ia
cluir de entre ellos los más capaces de voluntad en el camino de las conversio-
desentrañar de una idea, por los bríos nes eficaces, son también, por otro estilo
de su entendimiento, toda la luz que pue- que eí puro entendimiento, origen de va-
da mostrarla ciara y comineen te a los nas conversiones: más vanas aún que las
otros: si dentro de ellos mismos la idea \ que el puro entendimiento engendra, por-
no despierta el eco misterioso del cora- ; que debajo ele ellas no hay siquiera la re-
zón y no concuerda con los actos, ¿quie- sistencia racional ele un convencimiento
res decirme qué vale e importa en ellos lógico, aunque incapaz de traducirse en
la idea para la realidad de la vida; para | vida y acción. Tales son las efímeras y
1
e
sa realidad que no es fría lápida don- engañosas conversiones une vienen de un
de se inscriban sentencias, sino vivo y temblor del corazón apenas rasguñado, o
Palpitante engendro del sentimiento y de un lampo de la veleidosa fantasía; las
¿e la acción?... conversiones en que un espíritu de escasa
personalidad cede, como cuerpo inesta-
ble, a la impresión que se recibe del nue-
' vo hecho que se presencia, del nuevo li-
474 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

bro que se conoce, de las nuevas gentes ! quimérico. Y en el mismo seno de aque-
con quienes se vive. Para levantarse so- lla pasión que se ha de desarraigar y
bre cada una de estas impresiones, apre- sustituir, hallará tal vez la voluntad el
ciándola serenamente en su objeto, y punto de partida, la piedra angular, la
propendiendo a retenerla y ahondaría, y simiente fecunda, con que arribar a la
a convertirla así en sentimiento duradero nueva y contraria pasión. Porque nuestra
y firme voluntad, si es que el objeto lo complejidad personal se reproduce en to-
merece; o por lo contrarío, a apartarla do cuanto pasa dentro de nosotros; y un
del alma, mediante la atención negativa sentimiento, una costumbre, una tenden-
y la táctica de la prudencia, si no hay cia de nuestro carácter, son otros tantos
para ella causa justa, es necesaria la vi- complejos, en los que se agregan y or-
gilante autoridad de esa misma razón, ganizan elementos de la más varia y di-
que por sí sola nunca producirá más que símil condición. Y así, por ejemplo, den-
convicciones inertes, pero que, obrando tro de la intimidad de la pasión impura,
como centro de las potencias interiores, del hábito funesto, de la voluntad extra-
será siempre la irreemplazable soberana, viada, caben elementos separables, de be-
sin cuyo poder una creencia que se ad- lleza moral. Ellos no faltan ni en la fe-
quiera no pasará de ciega fe o endeble rocidad de los odios, ni en la sordidez
sentimentalismo. de las falacias, ni en la brutalidad de las
concupiscencias. Pertenece a la intuición
| del maestro psicólogo y del moralista re-
CXXXIX ' dentar descubrir esos aliados suyos con-
tenidos en la pasión o el hábito de que
[La idea puede suscitar el sentimiento. se propone emancipar a un alma, y com-
Contradicciones íntimas. Toda pasión hu- batir a éstos en su propio seno, y asen-
mana lleva en sí misma el germen de su tar el cimiento de la regeneración sobre
disolución'] la misma cerviz del enemigo.
Y ¡qué inauditas contradicciones halla-
Además, si la idea pura no alcanza a ríamos, si nos fuera dado sondar esa
sustituir al sentimiento ni a hacer lo que I complejidad de que hablamos, en lo ínti-
éí, puede, hábil y perseverantemente, pro- i mo de cada sentimiento! ¡Qué estupen-
vocarlo y suscitarlo. Excogitando la oca- ] dos consorcios verifica esta química del
sión; acumulando excitaciones y estímu- corazón!... ¿Hay afinidades que ella no
los; entrando en alianza con eí tiempo, manifieste y realice? ¿Hay aparentes re-
que traspasa en sigilo las rocas en con- pulsiones que ella no venza? Placer y
nivencia con la gota de agua; evitando dolor, amor y odio, son contrarios más
la tentación hostil; cuidando la emoción 1 en la esfera de la abstracción y deí len-
favorable, incipiente y tímida, con esme- ] guaje que en la de la realidad concreía
ro solícito, como quien quiere fuego, y y viva.
para aprovechar una sola chispa que tie- ¿Cuánto no se ha dicho de la dificul-
ne, allega ramillas, y las dispone bien, y tad de clasificar en los términos del do-
distribuye sutil y delicadamente el soplo lor o el placer el sentimiento de la con-
de sus labios, hasta que la ve levantarse templación melancólica, del ensueño
en llamarada: así la idea pura y fría abandonado y lánguido? ¿La melancolía
logra arrancar, del corazón remiso, el es gozo, es pena?... Y en el paroxismo de
fuego de amor que la complemente. la sensualidad, cuando las células disgre-
Vencer una pasión que nos sojuzga, y gadas mueven el furor y desesperación
criar en lugar de ella, voluntariamente, de que hablaba Lucrecio; y en la com-
otra pasión, es empeño heroico, pero no I placencía con que el espectador de la tra-

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OBRA ORIGINAL,—5: MOTIVOS DE PROTEO 475

gedia deja correr sus lágrimas, herido \ del exceso de flaqueza el arranque de la
por los filos cariciosos del arte; y en la temeridad? Nada aparentemente más in-
voluptuosidad del paladar propia del go- conciliable que el sentimiento de la ad-
loso de lo amargo; y en aquella otra ex- miración conmovida y el de la risa bur-
traña voluptuosidad del que remueve sus lesca, manera del desprecio: pero ¿tienes
heridas para despertar el sufrimiento y más que volver a leer ciertas escenas clei
gozarse en su encono; y en la sonrisa Quijote, para sentirlos, enlazados en pa-
con que eí mártir, sabedor de que el radoja sentimental, dentro de ti mismo?
martirio es el pórtico de la bienaventu- La contradicción aparece claramente
ranza, resplandece entre las llamas de en esas situaciones de alma, en que in-
la hoguera; y en el sarcasmo con que el tervienen, con proporcionado poder, dos
poeta maldecidor mezcla el agrio de su fuerzas antagónicas. Pero en el comple-
ofensa al regocijo de la burla: en todos jo de cualquier sentimiento personal
estos casos, los dos polos de ia sensibi- existe siempre la nota contradictoria, di-
lidad se tocan y unimisman: ya es el pla- sonante, aunque, por débil y recóndita,
cer quien aprovecha del dolor y le con- no trascienda y quede desvanecida en el
vierte en siervo suyo; ya es el dolor acorde del conjunto.—¿Cómo se engen-
quien se insinúa en el seno del placer y dra la pasión en el alma? Como la mu-
vive allí del jugo que de él toma, como chedumbre que se levanta al paso de una
la vívora que, trepando a un lecho de ¡ bandera o de un profeta. La iniciativa de
nodriza en el misterio de la noche, se | una emoción dotada de misterioso poder
nutre a pechos de mujer. ; de prcselitismo y simpatía reúne, dentro
Amor y odio no se eximen de esta na- | de nosotros, elementos vagos y dispersos,
tural fuerza humorística que se compla- y los ordena a una finalidad, y los con-
ce en aunar las más opuestas determina- cita a la acción. Entre los elementos de
ciones del sentimiento. Si amor y odio tal manera congregados, los hay fieles,
caben en un mismo impulso de alma, inconmcvibles y seguros; pero los hay
sábelo quien tuvo amor capaz de sobre- también que no se adhieren sin reserva y
i no permanecen sin desgano o malicia.
vivir a la traición e incapaz de contener I Hay, en la heterogénea muchedumbre, el
el rugido de la honra o el clamor de la | indolente, el forzado, el posible prófugo,
venganza por la felicidad perdida: supié- I el posible traidor. ¿Qué importa que no
ronlo Lancioto mientras Francesca leía l se los perciba mientras la pasión marcha
en el libro fatal, Ótelo ante el sueño de a su objeto, como la horda que el furor
Desdémona. Si la ternura de la madre guerrero arrebata? Ellos van dentro de
puede embeberse, sin dejar de ser tal, en ella; y no hay pasión en cuyos reales
la crueldad del homicida, súpolo mostrar no militen de estos soldados sin estímu-
aquel pintor antiguo que unió en el sem- i lo. Concluyese de aquí que toda pasión
blante de Medea la voluntad que mata : humana es, en alguno de sus elementos,
y la que implora, la intención aleve y la contradictoria del carácter que prevalece
caricia.—Soberbia v humildad son enemi- en su conjunto, Medita en esto, y tradú-
gos que he visto abrazarse muchas veces, i celo por esta otra proposición, tan suges-
e
n palabras y gestos que transparentaban tiva para cuando te convenga mantener
u
n alma de asceta, de bautista, un alma y afianzar cierta pasión, cierta fuerza or-
puritana. Nada más contradictorio que ganizada, en tu alma, como para cuando
el miedo desolador y el ímpetu iracundo; te interese reducirla y vencerla: Toda pa-
Psro el soldado novel a quien la angus- sión humana lleva en sí misma el ger-
tia y confusión de su entrada en la ba- men de su disolución.
talla mueven a precipitarse, cerrados los En lo hondo del amor más ardiente, de
°Jos, en lo mortífero del fuego, ¿no saca
476 JOSÉ ENRIQUE RODO.-™OBRAS COMPLETAS

la fe más esclava de su objeto, hay un I de saber qué prodigiosa forma tomaba,


resabio cíe crítica, una veleidad de des- en lo radical y más denso de su espíritu,
confianza y de duda: como ia salaman- la esencia cíe su raro candor. El mago
dra que vivía en el fuego de la hoguera; declaró que sólo precisaba una copa que
como el grano de polvo que constituye , ella colmase de agua por su propia nia-
siempre el núcleo de ia gota de agua. En j no, y que bajo la diafanidad del agua
lo hondo de! escepticismo más helado y ¡ vería pintarse, como en limpio espejo,
más yermo, más arraigado en la solidez ! el alma de Lucrecia. «Veamos—dijo Ár-
de la razón, más puesto a prueba por la ! temió--, qué estrella de inocente fulgor,
experiencia de la vida, hay un temblor de qué cristalino manantial, qué manso cor-
idealidad inconsciente, hay un hilo de ilu- dero, ocupa el fondo de esta alma...» Ru
sión y de fe, que así puede ser la briz- traída ía copa, que Lucrecia llenó dt
na vana perdida en el suelo del camino, agua hasta ios bordes, y hecho esto,
como el vestigio que dejó de su paso el mago concentró en la copa la mira-
ana oficiosa araña que un día volverá da, y la doncella y su tutor anhelare";
a su tarea,.. oír lo que decía. «En primer térmico
! empezó—veo, como en todas las almas
que he calado con. esta segunda vista
de mis ojos, una sima o abismo com-
[Lucrecia y el mago'} i paradle a ios que estrechan el paso ele!
(
viajero en los caminos de las montañas
Ártemió, corregidor de ia Augosíólida : ásperas. Y allá, en lo hondo, en lo hon-
de Egipto, en tiempo que elegirás dentro do...--interrumpióse, vacilando, un me-
del crepúsculo de Roma, era neófito cris- mento ¿Lo digo?...—preguntó des-
tiano. A la sombra de su severa anciani- : pues- Y como Artemio inclinase la ca-
:
dad, vivía, en condición de pupila, Lucre, beza: «Pues lo que veo—continuó en las
da, cuyo padre, muerto cuando ella esta- profundidades de este abismo es una ale-
ba en la niñez, había sido conmilitón y gre, briosa y resplandeciente cortesana,
amigo de Artemio. No defraudaba esta Está acostada bajo alto pabellón, de los
Lucrecia el esplendor de tai nombre. An- : de Tiro; y duerme. Viste toda de púrpu-
tes se le adelantaba por la calidad de una ¡ ra, con el desceñimiento y transparencia
virtud tan candida, igual y primorosa, ! que, más que ia propia desnudez, sirven
que tenía visos y reflejos de beatitud. Un i de dardo a la provocación. Un fuego de
día, llegó a casa ele Artemio un religioso voluptuosidad se desborda de sus ojos
de algún culto oriental: bramino. astró- velados por el sueño, y enciende, en las
logo, o quizá mago caldeo, de los que por comisuras de los labios, como dos lla-
el mundo romano vagaban añadiendo a mas, entre las que se abre la más divina
su primitivo saber retazos de 3.a helénica e infernal sonrisa que he visto. La cabeza
cultura y profesando artes de adivinación reposa sobre uno de ios brazos desnudos.
y encantamiento. Ei corregidor le recibió El otro sube en abandono, tocio éntrela-
de buen grado: la religiosidad de estos ; zado cíe ajorcas que figuran víboras on-
cristianos de Oriente solía darse la mano deantes, y entre el pulgar y el índice alza
con ía afición a cosas de hechicería. una peladilla de arroyo, sangrienta de co-
Oyendo decir al mago que, entre las ca- lor, que es uno de los signos de Afrodita-
pacidades de su ciencia, estaba la de po- ; Eso es lo que esta alma tiene en lo vir-
ner de manifiesto lo que las almas ence- tual, en lo expectante, en lo que es sin
rraban en su centro y raíz más aparta- ser aún: en fin, Artemio, en la sombra
dos de la sospecha común, Artemio hizo cíe que quisiste saber por artes mías...»
!
comparecer a Lucrecia, movido del deseo «¡Vil impostor!---gimió en esto Lucrecia.

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OBRA ORIGINAL.—5: Ai 0TIVOS DE PROTEO 47?

¡leños de lágrimas los ojos—; ¿tu ciencia j cía». «¡Me abismas—prorrumpió Árte-
es esa? ¿Tu habilidad es infamia? Traí- I mió—en un mar de confusiones! ¿Qué ex-
can una brasa de fuego con que probar traña criatura es esta que ía amistad con-
si pasa por mis labios palabra que no sea fió en mis manos?...» «Cesa en tu asom-
tic verdad, y óiganme decir si anida, en bro—dijo finalmente el mago, acudiendo
mí, intención o sentimiento que guarde a reanimar a Lucrecia, que permanecía
relación con la imagen que pretende ha- sumida en doloroso estupor—; ella no es
ber visto dentro de mi espíritu.» «Calla, ser extraordinario, ni las que has visto
pobre Lucrecia—arguyo el mago—; ¿aca- por mis ojos son cosas que tengan nada
so es menester que íú lo sepas? Tú dices de sobrenatural o peregrino. Con cien
verdad y yo también.» «¿Justo será en- malvados, que durmieron siempre en lo
tonces—-dijo Artemio—menospreciar las escondido de su ser, subió a la gloria
promesas que nos cautivaban y preparar cada bienaventurado; y con den justos,
nuestro ánimo a la decepción?» «No pien- que no desoertaron nunca, en lo hondo
so como tú—replicó el mago--; ¿quién te de sí mismo, bajo a su condenación cada
asegura que la cortesana despierte?» «Di- ! reprobo. Artemio: nunca estimules la
go por si despierta»---añadió Artemio—, | seguridad en el justo; la desconfianza.
«Señor—repuso el mago—; yo le concedo , en el caído: todos tienen huéspedes que
que eso pase; pero yo vi también en el no se les parecen, en lo oculto del alma.
fondo del alma de esa hetaira dormida Veces hay en que el bien consiste en pro-
Que está en el fondo del alma de Lucre , curar que despierte alguno de esos hués-
cía; y vi orro abismo, y en el seno del ; pedes; pero las hay también (y esto te
abismo una luz, y como envuelta y sus- | importa) en que turbar el sueño fuera
pendida en la luz, una criatura suavísi- j temeridad o riesgo ioútii, El sueño vive
ma, por la que el ampo de la nieve se ! en un ambiente silencioso; la inocencia
holgara de trocarse, según es de blanca, '<. es el silencio del alma: ¡haya silencio en
¡unto a esta dea, mujer sin sexo, puro i el corazón de Lucrecia!...»
espíritu, juzgarías sombra el resplandor
de !a virtud de Lucrecia: y como la cor-
tesana en tu pupila, ella en la cortesa- CXLI
na, duerme...» «Infiero de ahí—dijo el i
corregidor -que aun con el despertar de i [Ante los muros de la cárcel. El criminal
¡a cortesana podrían resucitar sahuma- • heroico, Fatalidad de un momento, El
bas nuestras esperanzas en Lucrecia. De- ! epiléptico en la, tumbal
mos gracias a Dios, ya que en el extra-
vío de su virtud hallamos el camino de
su santidad.» «Sí—volvió a decir el ma- Ante ios muros que separan de la so-
go ~; pero no olvides que, como en. las ; ciedad humana la sombra de una cárcel,
otras, hay en el alma de esa forma an- cuántas veces he sentido porfiar, en el
gélica un abismo al cual puedo yo aso- fondo de mi mente—en el fondo huraño
larme.» «¿Y quién—pregunto Artemio— • y selvático donde las ideas no tienen
fs la durmiente de ese abismo?» «Te lo ley—, este pensamiento tenaz: ¿qué no
diría—opuso el mago--, si fuera bien podría hacer la vida, el recobro del goce
mostrar a los ojos de Lucrecia una pin- natural de libertad, acción y amor, con
tara de abominación. Piensa en la escena muchas de esas almas quitadas ele la vi-
c
ie la Pasífae corintia de Lucio; piensa en da como agua soterrada que no corre ni
mujer tal que para con ella la primera envía sus vapores al cielo? ¿Qué no po-
cortesana sea, en grado de virtud, lo que dría hacer con ellas un grande impulso
Para con la primera cortesana es Lucre- ' de pasión, un grande estímulo, un gran-
478 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de entusiasmo, un horizonte abierto, una los de la heroica viitud. Vive una espe-
embriaguez de dicha y de sol?.., ranza eternamente enamorada del alma
Y ante el relato de un crimen que hace en donde hay fuerza, condición de todas
que midamos el abismo de un alma pro- las superioridades, lo mismo las buenas
terva, trágica por la fuerza aciaga de la que las malas, A mucha suerte de gér-
perversidad y del odio, cuántas veces he menes es propicio el suelo rico de calor
experimentado, aún más intensa quizá y de jugo.
que la abominación por el mal que fué En el conflicto de dos potencias anti-
objeto de esa fuerza, un sentimiento de téticas, que se disputan el gobierno de un
admiración y... ¿cómo lo diré?... de co- alma, si la una es vencida y la otra pre-
dicia; de codicia comparable con la que, ¡ valece, adquiere realidad la superstición
ante el impulso desplegado por el hura- de ciertos salvajes, que imaginan que el
cán devastador, o el mar iracundo, o el valor y fuerza del caído pasan a incor-
alud que derriba casas y árboles, expe- porarse al ánimo del vencedor,—¿Qué
rimentaría quien se ocupara en buscar otro sentido tiene la observación de que
un motor nuevo, una nueva energía ma- es en el pesar y espanto de la culpa don-
terial de que adueñarse para magnificar de la santidad recogió siempre cosecha
el trabajo y el poder de ios hombres. más opima, y de que la intensidad de la
En la quietud, en la acumulación bal- virtud guarda proporción con la causa
día de la cárcel, hay fuerza virtual de del arrepentimiento?
voluntad y de pasión, que, enderezada a Pero además de las poderosas y extra-
un alto objeto, sería bastante para ani- ordinarias energías, para siempre anula-
mar y llevar tras sí, con avasallador di- das con su primera aplicación al mal:
namismo, a ese rebaño humano que veo : aun en lo que se refiere al vulgo del
pasar bajo el balcón si levanto los ojos; ; crimen, ¡cuánto dolor en la fatalidad que
en su mayor parte, inútil para el bien, j unce el destino de una vida al yugo de
inútil para el mal: ¡polvo vano que solé- ¡ lo que puede haber de fatal también en
yantan el egoísmo y el miedo! ! la sugestión de una ráfaga perversa!... La
Está más cerca de aquella noche teñe- j criminalidad recoge buena parte de su
brosa que de esta pálida penumbra la ración de almas dentro de la inmensa
luz porque se anuncia súbitamente el multitud de los que cruzan el temeroso
Espíritu... Y es más fácil hacer un Pedro campo de la vida sin forma propia y fija
el Ermitaño, o un Jerónimo Savonarola, de personalidad; de los que en esta in-
o un Bartolomé las Casas de un criminal certidumbre e indiferencia vagan, mien-
apasionado, que de un hombre recto que tras el impulso de un momento no los
no tenga más que la fría rectitud que se precipita del lado de su condenación, co-
funda en interés y discreción. Cuando se mo otro impulso de un momento los
pone fuego a una selva, una vegetación ; alzaría a lo seguro de la honra. Con fre-
del todo diferente de la que había bro- cuencia el culpado fué, hasta el preciso
ta y arraiga entre las cenizas del in- instante de su culpa, lo que yo llamaría
cendio, I un conciencia soñolienta, especie abun-
Es que gérmenes ocultos, vencidos has- j dantísima. Fué, hasta ese instante, el que
ta entonces por los que en la selva pre- ; aún no es malo ni bueno. Fué aquel que,
valecían, se manifiestan v desenvuelven ! mohíno por su desamparo y miseria, mar-
a favor de la fertilidad del suelo, pródigo I cha una noche, al acaso, por las calles,
de sí, que dio esplendente prosperidad a sin determinación de hacer cosa que ten-
los unos, como la dará, no menos franco ga trascendencia en su vida. Ve, tras una
ventana, un montón de oro que relum-
y liberal, a los otros. Llámense aquéllos j bra, y un hombre indefenso junto a él;
los gérmenes de la maldad heroica; éstos ¡

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 479

un mal demonio le habla al oído, y roba acude sin demora a rectificar ese pensa-
y mata. A lo instantáneo de la tentación miento o ese acto, pero no desmayes aun
y de la culpa, sigue la perdurable nece- cuando tal contrariedad se reproduzca,
sidad social de la ignominia. Si el azar ni juzgues perdido el esfuerzo que hayas
le hubiera puesto frente a una casa que hecho por abandonar la manera de vida
fuese presa del incendio, y hubiese visto, anterior, Una transformación moral que
allá en lo alto, una mujer o un niño a no ha arribado a lentos impulsos del
punto de perecer entre las llamas, quizá tiempo y la costumbre, sino por inspira-
un buen ángel le habría hablado al oído, ción y arranque de la voluntad, impone
y él se hubiera consagrado de héroe, y al alma un apresurado trabajo de diso-
después de tal iniciación, perseveraría ciación, para romper con viejos hábitos,
probablemente en el bien, y suyas para y otro, no menos activo, de coordinación
siempre fueran la dignidad, y la gloria. y disciplina, para formarlos nuevos y
¿Con qué he de comparar lo que siento oficiosos. Esta doble tarea no se realiza
cuantas veces sé que un hombre joven y sin interrupciones ni sin lucha. Alguna
fuerte pasa, para ya no salir, o bien para tentación reaccionaria, algún paso atrás,
salir con la cabeza blanca, las puertas de algún recuerdo dotado de fuerza ejecuti-
la casa de amarga paz, de la casa de va, son, en el transcurso de ella, inevita-
esclavitud y de vergüenza? Con el senti-
miento de angustia que experimentamos bles tropiezos. La iniciativa de la refor-
ante la horrenda fatalidad del epiléptico ma, el primer durable esfuerzo, volunta-
que toma las apariencias de un cadáver rio, importan ya, sin duda, cierta cone-
y es llevado en vida a la tumba. ¡Quizá xión de tendencias, sin la cual la idea ais-
hubiera despertado el epiléptico para vi- lada no tendría fuerza para salir fuera
vir mucho más; quizá su vida hubiese si- de sí misma; pero esta conexión no abar-
do hermosa y buena!... ¿Y su desespera- ca, ni con mucho, en sus principios, todo
ción cuando recobra el sentido en el en- el contenido del alma. Cuando la tenden-
cierro pavoroso?.,. Cierto es que esta cia regeneradora ha hecho acto posesivo
desesperación dura un instante, un ins- de la autoridad, aún le falta organizar su
tante no más, porque, si mientras aún república y sojuzgar las propensiones
TÍO fué sepultado puede haber duda so- reaccionarias o indóciles. Hay, por nece-
bre si en realidad estaba muerto, des- sidad, un período intermedio, durante el
pués de que ha pasado una hora en la cual el enemigo que va de vencida suele
clausura adonde no llegan luz ni aire, volver la cara y logra tal vez algún efí-
¿quién dudará de que ha muerto de mero triunfo. Ve la imagen de las incer-
verdad?... tidumbres de ese estado moral, en las
propias transformaciones de la naturale-
CXLII | za, cuando se verifican por una transi-
ción más impetuosa y súbita que la
[Tentaciones regresivas en la conversión acompasada que ella prefiere de ordina-
incipiente] rio; ve cómo en el tránsito de la infan-
cia a la adolescencia, que es un caso na-
tural de repentino cambio, el ser del ni-
Si ya entrado en la vía de tu conver- ño resurte en ciertos momentos a la
sión, si encaminada tu voluntad en un apariencia del alma del casi adolescente,

nticlo nuevo, te encuentras alguna vez
v
°iviendo a lo antiguo y reparas en que y se da a conocer por puerilidades gra-
l,
no de tus pensamientos o tus actos se ¡ ciosas que resalían en medio de una se-
traviesa en el curso de aquel propósito, ! riedad temprana, hasta que, por fin, la
480 JOSÉ ENRIQUE RODO,---OBRAS COMPLETAS

fuerza que lleva adelante la vida aparta ¡ hasta donde es posible en tiempos de al-
de su lado esos últimos vestigios de la ma complejísima, la epifanía social de
edad que pasó. los cantos de las edades épicas, resonó
sobre la vasta agitación del pasado siglo
¡ el verbo arrebatador de Víctor Hugo, su-
cesivamente vinculado a las más diver-
CXLIII sas doctrinas, a las más opuestas direc-
1
clones morales que solicitaron la con-
[Un amplio don de expresión corno ciencia de sus contemporáneos; no tanto
incentivo de falsos cambios de ideas] por desenvolvimiento interior del pensa-
miento y laboriosa evolución personal,
Reanudando lo que decíamos, la con- cual la que rigió la magna vida de Goe-
versión entera y eficaz arguye convicción the, cuanto por inmediata y como in-
racionalmente adquirida y sentimiento consciente repercusión de los clamores
hondo y persistente. Suscitar y mantener de afuera. No cabría reconocer sin sal-
esta última energía, si por espontánea vedades, en la inconsecuencia congenial
afluencia no acude, es empeño costoso, de Víctor Hugo, la majestuosa dinámica
pero no superior a las instancias de 3a del pensamiento dueño de sí mismo, que,
voluntad. Cuando uno de ambos elemen- consagrado a la integración de su ver-
tos falta, la conversión es ciega o para- dad, la busca en lo hondo de las cosas,
lítica; y cuando uno de los dos es en- y con exclusivo y pertinaz deseo; pe-
deble, ella ve sólo como por relámpagos, | ro aun así, hay en esa inconsecuencia
o sólo se agita como por movimientos algo infinitamente' más alto que la ver-
espasmódicos, satilidad que se reduce a vana impresión;
En el escritor, el orador y el poeta, a : hay la grandeza de un espíritu cíclico,
un tiempo amos y esclavos de la pala- que piensa sucesivamente como todos,
bra, la docilidad a las sugestiones cam- porque a todos los resume y atrae a su
biantes del ambiente, de donde nacen inmenso órgano verbal todas las Ideas,
conversiones efímeras, sin consistencia porque de todas es capaz de exprimir la
intelectual, sin verdadero ejercicio del esencia luminosa.
criterio, ni activo acompañamiento de la
voluntad, suele ser la desventaja inheren-
te a un amplio e imperioso don de expre- CXLIV
sión, más apto, por su peculiar natura-
leza, para recoger las cosas que en su ¡La apostasía venal]
derredor circulan y devolverlas en vivido
reflejo; que para tomar su contenido del Por bajo de los simulacros, más o me-
fondo de la propia personalidad. La ve- nos inanes y superficiales, pero todavía
leidosa dirección del pensamiento, o qui- sinceros, de la verdadera y cabal conver-
zá mejor, de la palabra, se dignifica y sión, aquella en que inteligencia, senti-
magnifica en esas grandes almas expre- miento y voluntad amorosamente ££
sivas hasta asimilarse a la soberana fa- abrazan, están los que son ya engaño
cultad del primitivo épico; del alma casi calculado, ficción consciente y artera;
impersonal puesta, corno resonancia fiel están las formas de la menguada apos-
y multiforme del pensar y el sentir aje- tasía, hija del interés, por quien diríase
nos, en el centro ele un alma colectiva, que las ideas, las Madres que dominan
que se reconoce toda entre en. la vibran- en beatitud sublime el movimiento de
te voz del intérprete. las cosas, descienden a cínica terceras en
De tal modo, de modo que recuerda, los goces v provechos del mundo.

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 481

La idea, encarnándose en la realidad, CXLV


es la religión, es la escuela, es el partido,
es la academia o el cenáculo; es una ac- [La pasión de Peregrino, Apostasía por
tiva comunión humana, con su lote de codicia de fama. La falsa fuerza; la falsa
persecución o de poder, de proscripcio- originalidad]
nes o de dignidades; y por entre unos y
otros de esos campos donde plantan ban- Género de infidelidad no tan innoble,
dera las ideas, cruza la muchedumbre de cual la que engendra el ansia de vulga-
los tentados a pasar del infortunio a la res provechos, es la que se inspira en la
prosperidad, del descrédito al auge, o a ambición del prestigio o el renombre,
mantenerse, merced al cambio, en el au- sea desviando la sinceridad del pensa-
ge y la prosperidad: desde el decepcio- miento en el sentido de una estupenda
nado anónimo que malbarata el genero- novedad, sea desviándoía, por lo contra-
so entusiasmo de su juventud por las rio, para agregarse a la opinión que pre-
migajas de la mesa del poderoso, hasta valece por la fuerza de la tradición y la
el dominador sagaz, el fino hombre de j costumbre.
acción, para quien las ideas son indife- Guardó la antigüedad, y Luciano ató
rentes instrumentos de su dominio, más- j al remo de su sátira la memoria de
caras que la oportunidad de cada día | aquel filósofo de Parió; Peregrino, ima-
quita y pone; especie esta de la que | gen viva de este género de inconsecuen-
Talleyrand podría ser acaso el típico cia, y que, por lo que hay de simbólico
ejemplar. Bueno será no dar al olvido, ! en su fin, podría, levantándole a un sig-
a pesar de ello, que la apariencia de ¡ niñeado más alto, representar toda la
fidelidad inconmovible a una idea encu- J atormentada legión de las almas que no
bre, multitud de veces, la misma false- j encuentran contento ni reposo en nin-
dad y el mismo interesado estímulo que j guna determinación del pensamiento, en
se transparenta en la vulgar apostasía. i ninguna forma de la vida. Peregrino tra-
Cuando no es la habilidad de la acción, jo en el alma el mal del incendiario de
la ciencia y aptitud de gobernar a los Efeso: la vana codicia de la fama. Pensó
hombres, el don que el ambicioso infiel que lograría el objeto de su sueño por la
rebaja y convierte en vil industria, sino boga de la doctrina que abrazase, o por
una superioridad más ideal y remontada la ocasión que ésta le diera de poner a
Por esencia sobre las bajas realidades la luz su personalidad; y pasó de una
humanas: la superioridad del pensador o j a otra de las escuelas de sofistas, acudió
el artista, el don de persuadir, de con- luego al clamor con que comenzaba a
mover, o de crear lo hermoso, más de i extenderse la fe de los cristianos, probó
resalte aparece lo abominable de la infi- I después atraer las miradas de las gentes
delidad que el egoísmo alienta. Es la i con la zamarra del cínico; hasta que su
ignominia del escritor venal, del poeta I funesta pasión le llevó a dar la vida por
mercenario, llámense Paolo Giovio, o I la fama, y en unos juegos públicos, don-
Monti, o Lebrun, y ya prostituyan los fa- I de la multitud lo viese y se espantase, se
vores del numen por el oro que cae de I precipitó entre las llamas de una hogue-
"manos del príncipe o por el que se co- i ra. Arder y disiparse en cenizas fué la
lecta en las reuniones de la plebe. muerte del que había disipado a los
vientos su alma incapaz de convicción.
La debilidad de Peregrino es de las pa-
siones que más grave daño causan a la
sinceridad, del pensamiento, porque pone
su mira, no en aquella noble especie de
KOBO .-46
482 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

fama que se satisface con la aprobación j cosd de antes; como que el alma ha es-
de los mejores, mientras espera la san- i tampado su imagen allí, y sólo en el vul-
ción perenne del tiempo, certísimo re- i go de las almas las hay de la condición
compensador de la verdad, sino en la de las monedas de un valor, que puedan
fama juglaresca y efímera. Este sacrificio trocarse sin diferencia las unas por las
de la probidad del pensar a la tentación otras.
de un ruido vano se manifiesta común-
mente por dos alardes o remedos fala- CXLVI
ces: la falsa fuerza y la falsa origina-
lidad. [Paradoja sobre la originalidad}
La falsa fuerza consiste en violentar la
medida y norma del juicio, llevando ...Pero ni aun en esas que llamamos
una idea que, tal como se la halló, mar- vulgares las hay que se puedan trocar
caba acaso el fiel de la verdad, a extre- sin diferencia. La originalidad es la ver-
mos donde se desvirtúa; y esto, no por dad del hombre.
desbordada espontaneidad de la pasión, Nada más raro que la originalidad en
que puede ser exceso sublime, sino por la expresión del sentimiento; pero nada
busca consciente del efecto, para poner- más común y vulgar que la originalidad
se en un plano con la multitud, cuya del sentimiento mismo. Por la manera
naturaleza primitiva excluye ese sentido de sentir, nadie hay que deje de ser ori-
del grado y deí matiz, que es el don que ginal. Nadie hay que sienta de modo en-
la Némesis antigua hace a las mentes teramente igual a otro alguno. La ausen-
superiores; porque la fuerza de la men- cia de originalidad en lo que se escribe
te no es la energía arrebatada y fatal, no es sino ineptitud para reflejar y pre-
que corre ignorante de su término, sino cisar la verdad de lo que se siente.
la fuerza que se asesora con un mirar Figúrate ante el más vulgar de los ca-
de águila, y percibido el ápice donde es- sos de pasión; ante el crimen de que ha-
tán ía armonía y la verdad, allí reprime blan las crónicas de cada día. ¿Por qué
el ímpetu de la afirmación, como la ma- mató el criminal; por qué robó; por qué
no hercúlea que sofrena, en el punto manchó una honra? ¿Qué fué lo que le
donde quiere, la cuadriga que rige. movió a la culpa? ¿El odio, la soberbia,
La falsa originalidad induce, por su la codicia, la sensualidad, el egoísmo?..-
parte, a prescindir del examen leal del No; ésas son muertas abstracciones. Dí
raciocinio, para buscar, derechamente y que le impulsó su odio, su soberbia, su
con artificiosa intención, el reverso de la codicia, su sensualidad, su egoísmo; los
palabra autorizada, o las antípodas de suyos, cosas únicas, únicas en la eterni-
la posición del mayor número; sin re- dad de los tiempos y en la infinidad del
parar en que la originalidad que deter- mundo. Nadie odia, ni ha odiado, ni odia-
mina raro y supremo mérito es ía que rá absolutamente como él. Nunca hubo
importa presencia de la personalidad en ni habrá codicia absolutamente igual a
aquello que se dice y se hace, aunque su codicia; ni soberbia que con la suya
este pensamiento o esta acción, reduci- pueda identificarse sin reserva. Multipli-
dos a su ser abstracto de ideas, no diver- qúense las generaciones como las ondas
jan de un precedente conocido; porque de la mar; propagúese la humildad con
donde hay hondo aliento de personali- mil orbes; nunca se reproducirá en alma
dad, donde la idea ha sido pensada y creada un amor como el mío, un odio
sentida nuevamente con la eficacia de la como el mío. Semejantes podrán tener
energía creadora, habrá siempre una vir- mi amor y mi odio; nunca podrán sei'
tud y un espíritu que no se parecerán a iguales, Cada sentimiento, aun el más

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 483
mínimo, de cada corazón, aun el más po- i cia va de fortaleza a fortaleza, como de
bre, es un nuevo y diferente objetivo en la de Alcibíades a la de Epaminondas;
e] espectáculo que el divino Espectador de prudencia a prudencia, como de la
se da a sí propio. Cada minuto de mi de Temistocles a la de Arístides; de equi-
vida que cae al abismo de la eternidad dad a equidad, como de la de Numa a
rompe un molde que nunca volverá a la de Agesilao. Pero para que estas dife-
fundirse. ¿Y qué te asombra en esto? rencias existan no es necesario que el
¿No sabes que en la inmensidad de la sentimiento que las manifiesta sea supe-
selva no hay dos hojas enteramente igua- rior y enérgico, ni que esté contenido en
les; que no hay dos gotas enteramente la organización de una personalidad po-
iguales en la inmensidad del océano?... derosa. Basta con que el sentimiento sea
Mira las luces del firmamento, cómo pa- real; basta con que esté entrelazado en
recen muchas de ellas iguales entre sí, la viva urdimbre de un alma. ¡Cuánta
como otros tantos puntos luminosos. Y monotonía, aparentemente, en el cora-
cada una de ellas es un mundo; ¡piensa zón y la historia de unos y otros hom-
si serán desiguales!... Cuando el pensa- bres! ¡Qué variedad infinita, en reali-
miento de tu pequenez, dentro del con- dad! Miradas a la distancia y en conjun-
junto de lo creado, te angustie, defién- to, las vidas humanas habían de parecer
dete con esta reflexión, tal vez consola- todas iguales, como las reses de un re-
dora: tai como seas, tan poco cuanto baño, como las ondas de un río, como
vivas, eres, en cada instante de tu exis- las espigas de un sembrado. Se ha dicho
tencia, una única, exclusiva originalidad, alguna vez que sí se nos consintiera abrir
y representas en el inmenso conjunto un esos millares de cartas que vienen en un
elemento insustituible; un elemento, por fardo de correspondencia, nos asombra-
insustituible, necesario al orden en que ríamos de la igualdad que nos permiti-
no entra cosa sin sentido y objeto. ría clasificar en unas pocas casillas el
Jamás un sentimiento real y vivo se fondo psicológico de esa muchedumbre
reproducirá sin modificación de una a de documentos personales; por todas
partes las mismas situaciones de alma,
otra alma. Cuando digo «mi amor», las mismas penas, las mismas esperan-
cuando digo «mi odio», refiriéndome al zas, los mismos anhelos... ¡Esta es la
sentimiento que persona o cosa determi- ilusión del lenguaje! En realidad, cada
nada me inspiran, no aludo a dos ten- una de las cartas deja tras sí un senti-
dencias simples y elementales de mi sen- miento único, una originalidad, un esta-
sibilidad, sino que con cada una de esas do de conciencia, un caso singular que
Palabras doy clasificación a un complejo no podría ser sustituido por el que deja
de elementos internos que se asocian en tras sí ninguna de las otras. Sólo que la
mí según cierta finalidad; a un cierto palabra (y sobre todo la palabra fijada
acorde de emociones, de apetitos, de en el papel por manos vulgares) no tie-
ideas, de recuerdos, de impulsos incons- ne medios con que determinar esos ma-
cientes; propios e inseparables de mi tices infinitos. El lenguaje, instrumento
historia íntima. La total complejidad de de comunicación social, está hecho para
nuestro ser se reproduce en cualquiera significar géneros, especies, cualidades
manifestación de nuestra naturaleza mo- comunes de representaciones semejantes.
ral, en cualquiera de nuestros sentimien- Expresa el lenguaje lo impersonal de la
tos, y cada uno de éstos es, como nos- emoción; nunca podrá expresar lo per-
otros mismos, un orden singular, un ca- sonal hasta el punto de que no queden
rácter. de ello cosas inefables, las más sutiles,
Fijando los matices del heroísmo anti- las más delicadas, las más hondas. En-
cuo, notaba ya Plutarco cuánta diferen-
484 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tre la realidad de mi ser íntimo a que ria dependa, en primer término, de la


yo doy nombre de amor y la de tu ser sinceridad con que el escritor manifiesta
a que tú aplicas igual nombre, hay toda lo hondo de su espíritu, y en segundo
nuestra disparidad personal de diferen- término, de la precisión con que alcanza
cia. Apurar esta diferencia por medio de a definir lo que hay de único y personal
palabras; evocar, por medio de ellas, en en sus imaginaciones y sus afectos. Sin-
mí la imagen completa de tu amor, en ceridad y precisión son resortes de la
ti la imagen completa del mío, fuera in- originalidad.
tento comparable al de quien se propu- Por la llegada de un gran escritor, de
siese llenar un espacio cualquiera ali- un gran poeta, se determina siempre la
neando piedras irregulares y se empe- revelación de nuevas tonalidades afecti
ñara en que no quedase vacío alguno en- vas, de nuevas vibraciones de la emo-
tre el borde de las unas y el de las otras. ción. Es que ese hombre acertó a expre-
Piedras irregulares, con que intentamos sar con precisión maravillosa lo suyo;
cubrir espacios ideales, son las palabras. otros experimentaron ante el mismo ob-
La superioridad del escritor, del poe- jeto estados de alma no menos ricos,
ta, que desentrañan ante la mirada aje- acaso, de originalidad; no menos fecun-
na el alma propia, o bien, que crean un dos, acaso, en interés; pero, por no ha-
carácter novelesco o dramático, manifes- llar modo de expresarlos, ios condena-
tándolo de suerte que, sobre el fondo hu- ron al silencio, o bien pasaron por me-
mano que entrañe, se destaque vigorosa- diocres escritores y poetas, sólo porque
mente una nota individual, de la que no supieron, como el genio sabe, tradu-
nazca la ilusión de la vida, está en ven- cir en palabras casi todo lo que sintie-
cer, hasta donde lo consiente la natu- ron, ya que todo hemos de entender que
raleza de las cosas, esa fatalidad deí excede de la capacidad de las palabras.
lenguaje; está en domarle para que ex- Si la sustancia de la lírica y de la psi-
prese, hasta donde es posible, la singu- cología novelesca está libre de la posibi-
laridad individual, sin la cual el senti- lidad, de consumirse y agotarse con el
miento no es sino un concepto abstrac-
to y frío. Consiste el triunfo del poeta en transcurso del tiempo, débese a la com-
agrupar las palabras de modo que den plejidad y originalidad de todo senti-
la intuición aproximada de esa origina- miento real. Porque aunque cualquiera
lidad individual del sentimiento, merced manifestación de la humana naturaleza
a la sugestión misteriosa que brota del haya de contenerse, hasta el fin de las
conjunto de las palabras que el genio generaciones, dentro de cierto número
elige y reúne, como brota de la síntesis de sentimientos fundamentales y eter-
química un cuerpo con nuevas cualida- nos; aunque el último poeta muera can-
des, un cuerpo que no es sólo la suma tando lo que el primero cantó en la ni-
de los caracteres de sus componentes. ñez florida del mundo, siempre cada sen-
timiento tomará del alma individual en
Si todos los que escriben arribaran a que aparezca, no sólo el sello del tiempo
trasladar al papel la imagen ciara, y, por
tanto, la nota diferencial de lo que sien- y de la raza, sino también el sello de la
ten, no habría escritor que no fuera ori- personalidad, y siempre el poeta de ge-
ginal, porque no hay alma que no sien- nio, ai convertir en imágenes la manera
ta algo exclusivamente suyo delante de como se manifiesta un sentimiento en su
las cosas; no hay dos almas que reflejen alma, sabrá hacer sensible ese principo
absolutamente de igual suerte el choque de individualización, esa originalidad peí''
de una impresión, la imagen de un ob- sonai del sentimiento,
jeto, De aquí que la originalidad litera- 1

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 485

CXLVII i quedó, en lo hondo de su alma, como un


fermento, que sazona y enfervoriza a esa
[Versatilidad que remata en convicción fe con la viril audacia de la razón inde-
firme y segura] pendiente, y que, en la primera Apología,
I pone en sus labios este grito sublime,
I cuyo sentido penetra, como un filo sutil,
¡ en la raíz de las intolerancias del dogma:
Una extrema versatilidad de ideas sue- ' Todo el que ha vivido según la razón
le parar en una convicción más firme y I merece nombre de cristiano.
segura que una roca. Y es que aquel va-
gabundear del juicio no era signo de in-
capacidad de creer, ni ausencia de per-
sonalidad resistente. Era, por lo contra-
rio, ese presentimiento de fe que per- CXLVII I
suade a no contentarse sino con la fe ca-
bal y recia. Era la inquietud de quien [La vida es arte supremo]
busca su rumbo y no se aquieta hasta i

encontrarlo. i Quien, voluntaria y reflexivamente, con-


Toma el caminante un camino, y lo ! tribuye a la renovación de su vida espi-
deja al corto trecho por otro, en que | ritual, ¿qué hace sino llevar adelante la
tampoco persevera. El espectador le til- obra, incapaz de término definitivo, que
da acaso de hombre vago o voluble. Lue- comenzó para él cuando aprendió a coor-
aO, el caminante acierta a hallar la di- diñar el primer paso, a balbucir la pri-
acción que apetecía, y con la seguridad mera palabra, a reprimir por primera
del sonámbulo, sin desviar siquiera la j vez el natura! impulso de fiereza? ¿Qué
Mirada, sigue imperturbable—aun en la más es la educación, sino el arte de la
-Quedad, aun en las sombras-—como el transformación ordenada y progresiva de
w.queano en las tierras vírgenes de Ama- la personalidad; arte que, después de ra-
nea. dicar en potestad ajena, pasa al cuidado
San Justino, padre de los apologistas propio, y que, plenamente concebido, en
c
ristianos, ofrece ejemplo de este modo esta segunda fase de su desenvolvimien-
de llegar, como por sucesivas pruebas y to, se extiende, desde el retoque de una
?
-iminaciones, al rumbo en que uno se | línea, desde la modificación de una idea.
;'econoce orientado con fijeza. Ese horn- ! un sentimiento o un hábito, hasta las re-
os insigne fué primero pagano. Vagó | formas más vastas y profundas; hasta
Le
' spués, abandonando a los dioses, por las plenas conversiones, que, a modo de
13
extensión de la antigua filosofía; y las que obró la gracia de los teólogos,
Pasó de una a otra de las escuelas de su imprimen a la vida entera nuevo senti-
;lempo, sin que le retuviesen ni las ideas i do, nueva orientación, y corno que apa-
¡!e Zenón, ni las de los peripatéticos, ni gan dentro de nosotros el alma que ha-
fs de los pitagóricos. Convirtióse más bía y encienden otra alma? Arte sobera-
- de a la religión revelada, y esta vez no, en que se resume toda la superiori-
ia r

• espíritu arraigó y se reposó para dad de nuestra naturaleza, toda la díg-


u

'•iempre en la creencia, hasta abonar con !I levanta


nidad de nuestro destino, todo lo que nos
sobre la condición de la cosa y
"! martirio la fortaleza de su grande j del bruto; arte que nos convierte, no en
';;lTlor. pero aquel husmear anhelante de ! amos de la Fatalidad, porque esto no es
HI
Pensamiento no fué inútil para el j de hombres, ni aun fué de ios dioses..
^'•uple y el sello personal que tomó en I pero sí en contendedores y .rivales de
v
la- fe definitiva, porque de todo ello
486 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ella, después de lograr que dejemos de que el alma adelantase, por su calidad
ser sus esclavos. e íntimo ser, como quien asciende exte-
Sólo porque nos reconocemos capaces riormente en preeminencia o fortuna,
de limitar la acción que sobre nuestra Pero ¡cuan pocos son los que se con-
personalidad y nuestra vida tienen las sagran a tal obra, con amor y encarniza-
fuerzas que clasificamos bajo el nombre miento de artistas, ya que no se le con-
de fatalidad, hay razón para que nos sagraran con devoción de creyentes en
consideremos criaturas más nobles que una norma imperativa de moralidad!
el buey que empleamos en labrar el sur- Porque arte verdadero hay en ella; arte
co, el caballo cuyo lomo oprimimos y el superior a cualquier otro. Las grandes
perro que lame nuestros pies. Por este existencias, en que la voluntad subyuga
privilegio, que nos alza a una doble su- y plasma el material de la naturaleza con
blimidad, como disciplinados y como re- sujeción a un modelo que resplandece
beldes, reaccionamos sobre nuestras pro- mientras tanto en la mente, son reales
pensiones innatas, y a veces les quita- obras de arte, dechados de una habili-
mos el triunfo; resistimos la influencia dad superior, a la cual la sustancia hu-
de las cosas que nos rodean; sujetamos mana se rmde, como la palabra en el
los hábitos naturales o adquiridos, y metro, la piedra en la escultura, el co-
merced a ia táctica de la voluntad pues- lor en la tela. Así, en Goethe la obra de
ta al servicio de la inteligencia, consti-la propia vida parece una estatua; una
tuímos nuevos hábitos; adaptamos nues- estatua donde el tenaz y rítmico esfuer-
tra vida a un orden social, que,, recíproca-
zo de la voluntad, firme como cincel con
mente, modificamos adoptándolo a nues- punta de diamante, esculpe un ideal de
tros anhelos de innovación y de mejora; perfección serena, noble y armoniosa, la
prevenimos las condiciones que nos ro- vida de San Francisco de Asís está com-
dearán en lo futuro, y obramos con arre- puesta como una tierna y sublime mú-
glo a ellas; intervenimos en la ocasión sica. Para encontrar imagen a la vida de
y estímulo de nuestras emociones, y en monarcas como Augusto o como Cario-
el ir y venir de nuestras imágenes, con magno, sería preciso figurarse uno de
lo que ponemos la mano en las raíces esos monumentos cíclicos de la arqui-
de donde nace la pasión; y aun la fuer- tectura, que encarnan en la piedra ^
za ciega y misteriosa del instinto, que genio de una civilización, templo clásico
representa el círculo de hierro de la ani-o cristiana basílica. El arte de la vi¿
malidad, se hace en nosotros plástica y de Franklin es el de una máquina, doc
modificable, porque está gobernada y co- de la sabia e ingeniosa adecuación &
mo penetrada por la activa virtud de los medios al fin útil, y la economía ^
de nuestro pensamiento. la fuerza, alcanzan ese grado de convf;
niencia y precisión en que la utiliza0
Esta capacidad, esta energía, se halla asume cierto carácter de belleza.
potencialmente en toda alma; pero en
inmensa muchedumbre de ellas, apenas
da razón de sí: apenas pasa, sino en mí-
nima parte, a la realidad y la acción CXLIX
y sólo en las que componen una estric-
ta aristocracia, sirve de modo conscien- [El primer instrumento de la regen&]V
te y sistemático a una idea de perfeccio- ción es la esperanza de alcanzarla
namiento propio. Aparecería en la pleni-
tud de su poder sí todos atináramos a El primer instrumento de la regetfeI|
considerar nuestra vida como una obra ción es la esperanza de alcanzarla. T0(|
de constante y ordenado progreso, en la propósito y plan de educar, de reform*1.

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OBRA ORIGINAL.—5*. MOTIVOS DE PROTEO 4S7
de convertir, y aún diré más, toda per- despreciables las potencias enemigas que
sona que lo tome a su cargo, han de em- de todas partes nos asedian; sin valor
pezar por ser capaces de sugerir la fe en real la tentación; sin fuerza con que
ellos mismos, y obrar mediante esta fe, prevalecer, las reacciones posibles,.. Es
en las almas donde ponen su blanco. Es aquel otro linaje de confianza que mues-
!a operación, preliminar e imprescindi- tra el triunfo al final del esfuerzo perti-
ble, del forjador que calienta el duro naz y costoso; y que enaltece el poder
metal para hacerlo tratable. Y desde lue- de la aptitud virtualmente contenida en
go, sólo será eficaz y rendidora aquella nuestra naturaleza para llevar adelante
educación que acierte a infundir en el es- ese esfuerzo; y que obliga a la voluntad,
píritu a quien se aplica, como anteceden- y la asegura, con lo imperativo del deber
te del esfuerzo que reclama de él, la per- de intentarlo. Cualquiera otra fe, cual-
suasión de que el rasgo fundamental, la quier otro optimismo, es vanidad funes-
diferencia específica, de la criatura hu- ta, y como la desconfianza pesimista, con
mana, es el poder de transformarse y re- quien se identifica a fuer de posiciones
novarse, superando, por los avisos de su absolutas, incide en perezoso fatalismo.
inteligencia y las reacciones de su volun- Hay dos voces en el engaño tentador:
tad, las fuerzas que conspiren a retener- la que nos insinúa al oído; «Todo es fá-
la en un estado inferior, sea éste el su- cil»; la contrapuesta, que nos dice: «Todo
frimiento, la culpa, la ignorancia, la es- es en vano». Sólo que el exceso de con-
clavitud o el miedo. ¡ fianza puede llevar algunas veces a tér-
Menguado antecedente de una empre- ¡ mino; puede arrebatarnos, en un vuelo,
sa de reforma moral, será siempre el de | a la cumbre; porque aun cuando la es-
Propender a humillar la idea que el su- ¡ peranza se vuelve loca, es capaz de co-
jeto tiene de sí y mostrarle, a su con- • sas grandes, y la locura de la esperanza
ciencia acongojada, indigno del triunfo. suele ser la fuerza que obra en el mila-
El maestro y el curador de almas que a gro y el prodigio; mientras que por el
?
sto tienden, ya por inhabilidad en que camino de la duda mortal no es posible
üo obra la intención, ya por torcida tác- llegar más que a la realidad de la decep-
tica, destruyen en el alma del discípulo, ción que ella anticipa y de la sombra que
e
l pecador o el catecúmeno, el funda- ella prefigura. Así, coronando el heroís-
mento de su autoridad, que sólo vive de mo de la voluntad, compitiendo con la
a
fe que sugiere; y acaso, por una opues- misma eficacia de la obra, resplandece,
a
sugestión, confirman y vuelven perdu- para la ciencia del observador, no menos
r e s los males que hallaron tiernos to- que resplandeció para la fe del creyente,
°avía y las resistencias que no supieron la virtud de la esperanza viva.
e
ttcer, con arte de amor, en sus comien-
zos. Porque si realmente puede haber
^ parte muerta e incapaz de reanima-
ron e n u n a i m a viva, será aquella parte CL
^ que radique la desesperanza, estigma
^mparable al diabólico, que disecaba [La esperanza, como luz; la voluntad,
^mo cosa sin vida, para siempre, la como fuerza. Omnipotencia de la
-ame donde se asentaba su impresión voluntad']
tn
el elegido del Mal.
^o es, esta que te encarezco, la ciega La ESPERANZA como norte y luz; la
/^fianza que consiste en suponer el VOLUNTAD como fuerza; y por primer ob-
,'mnfo, inmediato; llano su camino; rasa jetivo y aplicación de esta fuerza, nues-
11 ta
b!a de las disposiciones heredadas; tra propia personalidad, a fin de refor-
488 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

marnos y ser cada vez más poderosos y dogma y tradición y de la misma real-
mejores. dad del mundo, el solio de la Voluntar,
Porque, en realidad, ¿qué es lo que omnipotente.
dentro de nosotros mismos se exime en En la misteriosa alquimia del amor, er.
absoluto de nuestro poder voluntario, la oculta generación de la fe, cosas qu;
mientras el apoyo de la voluntad no aca- se confuden con lo más impenetrable y
ba con el postrer aliento de nuestra exis- demoníaco del alma, la Voluntad se sus-
tencia? tituye tal vez a la espontaneidad del ins-
¿El dolor? ¿El amor? ¿La invención? tinto, y crea el amor donde no le hay
¿La fe? ¿El entusiasmo? ¿El sueño? ¿El partiendo a golpes de hierro, pues fah:
sentir corporal? ¿La función de nuestro fuego que derrita, el hielo de la indife-
organismo? rencia; y arranca la fe viva de las entra-
Hechos y potencias son ésos, que pare- ñas de la duda, como el niño a quier.
cen levantarse sobre el poder de nuestra sacan a vivir del vientre de sus madre
voluntad, para obrar o no obrar, para muerta. Así, por la pertinacia de la aten-
ser o no ser; señalándole límites tan in- ción y del hábito, quien quiere creer, '<•••
franqueables como los que las leyes de cabo cree; quien tiene voluntad de affl?<-
la naturaleza física señalan al alcance y al cabo se enamora. Ya supo de esto Pas-
virtud de un agente material. Pero esta cal cuando afirmó la virtualidad de \< :
maravillosa energía, que lo mismo mueve fórmula y el rito para abrir paso a la -
una falange de tus dedos, que puede re- dentro del alma remisa a sus reclamo::
hacer, de conformidad con una imagen En ia divina operación del genio, -;
de tu mente, la fisonomía del mundo, se Voluntad no sólo acumula el combusti-
agrega u opone también a aquellas fuer- ble que luego una chispa sagrada inflara
zas que juzgamos fatales; y cuando ella y consume, sino que aun esta chispa pu¿-
se manifiesta en grado sublime, su inter- de provenir de su solicitud; y la graz-
vención aparece y triunfa; de modo que no muy largamente concedida por la na-
da vida al amor o lo sofoca; anonada al turaleza, el don incierto, la aptitud, dridc-
dolor; enciende la fe; compite con el ge- sa o velada, se transfiguran y agiganta
nio que crea: vela en el sueño; trastorna por ella, a punto de semejar una crea-
la impresión real de las cosas, rescata la ción de ella misma, y serlo casi, algún"; ;:
salud del cuerpo o la del alma, y levan- vez. Demóstenes, Alfieri, y aquellos Q;;
ta, casi del seno de la muerte, el empuje citamos ya caracterizando la vocacicc
y la capacidad de la vida. anticipada a todo indicio de aptitud,
pintor Carraci, Máiquez el cómico, s¡>
En el vientre del muchacho esparciata, ejemplos del artista vencedor de su PV;
donde el cachorro oculto bajo el manto mera inferioridad, cuya más peregflp
muerde hasta matar, sin que se oiga un
lamento; en el hornillo donde Mudo Es- ¡ obra de arte parece ser su propio genK-
cévola pone la mano y ve cómo se que- La invención es a menudo un acto ^
ma, «sin retorcer ceja ni labio»; en el voluntad, ante todo; como el que, seg'J-;
martirio donde Campanella, reconcentra- la tradición religiosa sacó la luz y K'
do en su idea contumaz, calla y no sufre, ! mundo de las primitivas tinieblas. Y d¿-
la voluntad vence al dolor y le aniquila. ; de luego, este arranque para romper co-
No fué otro el fundamento de la sober- ló sabido y usado, en que consiste ia ll
bia estoica, despreciadora del dolor, que vención, ¿no es uno mismo, por su car?-1,
inspiró la gloriosa frase de Arria y la íer y el modo de desenvolverse, con \
moral de Epicteto, y que resurge en lo arranque por el cual se aparta de la in-
moderno con Kan i, para asentar, mar, formidad del iusímío y la costimibrs •
firme oun nunca, sobre la ruina de todo ! acto plenamente voluntario?,.. La Yo*11,

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 489
tari, reúne el material que el genio anima; i Así, aun el remedo, aun el fantasma, de
provoca y da lugar a aquella chispa mis- la Voluntad, es eficiente y poderoso, y
teriosa; y luego, hallada la idea en que vence a lo demás de las sombras que
consiste la invención, toma otra vez su el sueño extiende y maneja sobre la ín-
férula y rige la labor paciente que des- tima luz de nuestras noches.
envuelve y apura el contenido de la idea,
va en el desarrollo dialéctico, ya en el
perfeccionamiento mecánico, ya en la CLÍ
ejecución literaria; última, esforzada lid,
que Carduce! compara hermosamente, [La pampa de granito]
por lo que toca a la invención del poeta,
con los afanes del sátiro, perseguidor de Era una inmensa pampa de granito;
Ja ninfa leve y esquiva en el misterio de su color, gris; en su llaneza, ni una arru-
los bosques. ga; triste y desierta; triste y fría; bajo
Aun a lo connatural y orgánico del un cielo de indiferencia, bajo un cielo de
cuerpo llega la jurisdicción de la volun- plomo. Y sobre la pampa estaba un viejo
tad. De cómo las ansias más esenciales gigantesco; enjuto, lívido, sin barbas; es-
ceden a su influjo, habla aquel rasgo de taba un gigantesco viejo de pie, erguido
Alejandro, cuando, atormentado su ejér- como un árbol desnudo. Y eran fríos los
cito, y él mismo, por las angustias de la . ojos de este hombre, como aquella pam-
sed, logra un poco de agua que una avan- \ pa y aquel cíelo; y su nariz, tajante y
zada le trae, dentro de un casco, de una ! dura corno una segur; y sus músculos,
iuente no muy próxima; y para animar recios como el mismo suelo de granito;
a los suyos a soportar el sufrimiento has- y sus labios no abultaban más que el filo
ta llegar a ella, en vez de beber vuelca el i de una espada. Y junto al viejo había
casco en el suelo, mientras sus labios | tres niños ateridos, flacos, miserables;
abrasados se tienden tal vez, por intuiti- ; tres pobres niños que temblaban, junto
vo impulso, al agua que se evapora en al viejo indiferente e imperioso, como el
e
l ardor del aire... Sabido es el poder ¡ genio de aquella pampa de granito.
(lúe Weber tenía para contener o acele- El viejo tenía en la palma de una
ra
i\ por el esfuerzo consciente, las palpi- mano una simiente menuda. En su otra
taciones de su corazón. Goethe, no me- mano, el índice extendido parecía opri-
n
°s grande que por el genio, por la vida, mir en el vacío del aire como en cosa de
ensalza la eficacia de la voluntad para bronce. Y he aquí que tomó por el. flojo
Ruarte de la salud del cuerpo, hablan- pescuezo a uno de los niños, y le mostró
c
-onos de cómo piensa haber escapado en la palma de la mano la simiente, y con
ll
na vez de contagioso mal sólo por la voz comparable al silbo helado de una
concentración imperiosa de su ánimo en ráfaga, le dijo: «Abre un hueco para esta
la
idea de quedar inmune. El sueño, obra simiente»; y luego soltó el cuerpo tré-
^ una magia que se desenvuelve en HOS- mulo del niño, que cayó, sonando como
COS sin nuestra participación ni con- un saco mediado de guijarros, sobre la
Se
ntirniento, usa un hermoso modo de pampa de granito.
J^ndir parias al poder voluntario, y en «Padre—sollozó él—, ¿cómo le podré
las
ficciones de esa magia es observación abrir si todo este suelo es raso y duro?»
cle
psicólogos que un acto enérgico de «Muérdelo», contestó con el silbo helado
v
°luntad, soñado dentro de lo que la de la ráfaga; y levantó uno de sus pies
paginación pinta y simula, suele rasgar y lo puso sobre el pescuezo lánguido del
de inmediato el velo del sueño, y volver, niño; y los dientes del triste sonaban ro-
Que duerme, a la realidad ele la vida. zando la corteza de la roca, como el cu-
490 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

chillo en la piedra de afilar; y así pasó ¡ Las lágrimas corrían en un arroyo que-
mucho tiempo, mucho tiempo, tanto que j jumbroso tocando el círculo de tierra; y
el niño tenía abierta en la roca una ca- la simiente asomó sobre el haz de la tie-
vidad no menor que el cóncavo de un ¡ rra como un punto; y luego echó fuer;
cráneo; pero roía, roía siempre, con un el tallo incipiente, las primeras hojuelas:
gemido de esteicor; roía el pobre niño y mientras el niño lloraba, el árbol nue-
bajo la planta del viejo indiferente e in- i vo criaba ramas y hojas, y en todo esto
mutable, como la pampa de granito, pasó mucho tiempo, mucho tiempo, has-
Cuando el hueco llegó a ser lo hondo ta que el árbol tuvo tronco robusto, \
que se precisaba, el viejo levantó la plan- ¡ copa anchurosa, y follaje, y flores que
ta opresora; y quien hubiera estado allí ¡ aromaron el aire, y descolló en la sole-
hubiese visto entonces una cosa aún más dad; descolló el árbol aún más alto que
triste, y es que el niño, sin haber dejado el viejo indiferente e inmutable, sobre
de serlo, tenía la cabeza blanca de canas; la pampa de granito.
y apartólo el viejo, con el pie, y levantó El viento hacía sonar las hojas del ár-
al segundo niño, que había mirado tem- bol, y las aves del cielo vinieron a ani-
blando todo aquello. «Junta tierra para dar en su copa, y sus flores se cuajaron
la simiente», le dijo. «Padre—preguntóle en frutos; y el viejo soltó entonces al
el cuitado—, ¿en dónde hay tierra?» «La j niño, que dejó de llorar, toda blanca la
hay en el viento; recógela», repuso; y [ cabeza de canas; y los tres niños tendie-
con el pulgar y el índice abrió las mandí- ron las manos ávidas a la fruta del ár-
bulas miserables del niño; y le tuvo así bol; pero el flaco gigante los tomó, come
contra la dirección del viento que sopla- cachorros, del pescuezo, y arrancó uní
ba, y en la lengua y en las fauces jadean- ' semilla, y fue a situarse con ellos en cer-
tes se reunía el flotante polvo del. viento, cano punto de la roca, y levantando une
que luego el niíio vomitaba, como limo de sus pies juntó los dientes del prime: [
precario; y pasó mucho tiempo, mucho niño con el suelo; juntó de nuevo <w
tiempo, y ni impaciencia, ni anhelo, ni el suelo los dientes del niño, que sona-
piedad, mostraba el viejo indiferente e ron bajo la planta del viejo indiferente
inmutable sobre la pampa de granito. e inmutable, erguido, inmenso, silencio-
Cuando la cavidad de piedra fué col- so, sobre la pampa de granito.
mada, el viejo echó en ella la simiente,
y arrojó al niño de sí como se arroja una
cascara sin jugo, y no vio que el doloi ¡ CLII
había pintado la infantil cabeza de blan- ;
co; y luego, levantó al último de los pe- j [Sentido de esa parábola]
queños, y le dijo, señalándole la simiente j
enterrada: «Has de regar esa simiente»; Esa desolada pampa es nuestra vid3
y como él le preguntase, todo trémulo de y ese inexorable espectro es el poder &
angustia: «Padre, ¿en dónde hay agua?» nuestra voluntad, y esos trémulos nin°-
«Llora; la hay en tus ojos», contestó; y son nuestras entrañas, nuestras faculta
íe torció las manos débiles, y en los ojos des y nuestras potencias, de cuya debili-
del niño rompió entonces abundosa vena dad y desamparo la voluntad arranca al^
de llanto, y el polvo sediento la bebía; y energía todopoderosa que subyuga
este llanto duró mucho tiempo, mucho mundo y rompe las sombras de lo &'
tiempo, porque para exprimir los lagri- cano.
males cansados estaba el viejo indiferen- Un puñado de polvo, suspendido, P°-
e
te e inmutable, de pie sobre la pampa un soplo efímero, sobre el haz de la tiLl
de granito. rra, para volver, cuando el soplo acab

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 491

a caer y disiparse en ella; un puñado de j de su genio, artificiosidades de su in-


polvo, una débil y transitoria criatura, ! dustria, milagros de su querer. Palmo a
lleva dentro de sí la potencia original, la i palmo, ese pueblo quitó su tierra a las
potencia emancipada y realenga, que no | aguas; ola por ola, rechazó el embate
está presente ni en los encrespamientos i del mar; día por día, sintió que faltaba
de la mar, ni en la gravitación de la \ para sus movimientos el espacio; bajo
montaña, ni en el girar de los orbes; un ¡ sus pies, el sustento; en torno suyo, el
puñado de polvo puede mirar a lo alto, y I hálito y el calor del terruño; como des-
dirigiéndose al misterioso principio de las pierta el huérfano y busca en vano el
cosas, decirle: «Si existes como fuerza regazo de la madre; y día por día, los
libre y consciente de tus obras, eres, co- rescató con esfuerzo sublime; día por
mo yo, una Voluntad; soy de tu raza, día, tuvo tierra de nuevo; como si, al
soy tu semejante; y si sólo existes como amanecer de cada sol, hundiera el brazo
fuerza ciega y fatal, si el universo es bajo el agua, y allá, en el fondo del abis-
una patrulla de esclavos que rondan en mo, tomase a la roca por sus crestas, y
el espacio infinito teniendo por amo una la alzara de un arranque titánico y la pu-
sombra que se ignora a sí misma, enton- siese otra vez sobre el haz de la onda...
ces yo valgo mucho más que tú; y el ¡Tierra del suelo sin consistencia y del
nombre que te puse, devuélmelo, porque color sin contornos; baja, húmeda, lisa;
no hay en la tierra ni en el cielo nada ! tú eres el mayor monumento que la vo-
más grande que yo.» i luntad del hombre tiene sobre el mundo!
I Pueblo manso y tenaz, grande en muchas.
tareas; tejedor y hortelano, pintor y ma-
rino; pueblo donde se da culto a las flo-
res, que manos blancas y oficiosas cui-
[La voluntad colectiva. Un milagro dan en competencia tras las ventanas de
del mapa] donde acaso se ve, si aclara la bruma,
i partir las naves que van a tierras caras
Omnipotente fuerza, luz transfigurado- i al sol, por ébano y naranjas y fragantes
ra en los hombres, no lo es menos en i especias. Como las vacas de tus establos,,
los pueblos. Allí, en el mapa que tengo I así tu voluntad es fuerte y fecunda; en
frente a donde escribo, veo una mancha | el desvaído azul de tus ojos hay reflejos
denuda, que abre un resquicio para su | de acero que vienen de tu alma; nadie
Pálido verde, entre la gran mancha ama- i como tú, pueblo ni hombre, se debió tan-
rilla de Alemania y el celeste claro que to a sí mismo; porque tal como el pá-
^presenta el mar. Esa mancha menuda jaro junta su nidamenta con las briznas
e
s el más pasmoso toque de pincel que : de heno, y las ramillas, y la tierra menu-
se haya impreso sobre la superficie del i da, y de este modo va tejiendo, hebra
Mundo, desde que este cuadro infinito \ por hebra, su nido, de igual manera jun-
fué originalmente pintado. ¿Sabes las I taste tú ese flaco barro que huellas: pue-
Maravillas de voluntad que significa pa- j blo donde se ama a las flores, donde el
ra el pueblo cuya obra es, esa pinta hu- candor doméstico aguarda la vuelta del
milde del mapa? ¿Sabes hasta qué punto trabajador en casas limpias como plata,
e
}la es efectivamente su obra? No ya la y donde ríos morosos van diciendo, si
riqueza, ni la fuerza, ni la libertad, ni la no el himno, el salmo de la libertad.
cultura; la tierra, el suelo que pisa, el
solar sobre que está puesta la casa, el
hmo en donde arraiga el árbol, el terrón
Que desmenuza la reja, son invenciones
492 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

CLIV una honda crisis moral, tórnase en todo


distinto de lo que era?...
[La personalidad en los pueblos']

Cuanto se dice cíe la unidad consciente CLV


que llamamos personalidad en cada uno
de nosotros, ¿no puede extenderse, sin [El genio nacional]
esencial diferencia, al genio de un pue-
blo, al espíritu, de una raza, igualmente Si a la continuidad de las generaciones
capaces del nombre de personalidad? se une la persistencia de cierto tipo here-
¿No se reproduce en esos grandes con- ditario, no ya en lo físico, sino también
juntos todo lo que la observación del en lo espiritual, y una suprema idea den
psicólogo halla en el fondo de nuestra tro de la que pueda enlazarse, en defini-
historia íntima, y no se dan en ellos tam- tiva, la actividad de aquellas sucesivas
bién todos los grados de armonía y con- generaciones, el pueblo tiene una perso-
tinuidad con que cabe que se manifieste nalidad constante y firme. Esta persona-
esta síntesis viva de la conciencia indi- lidad es su arca santa, su paladión, su
vidual refleja? ¿No hay pueblos cuya per- fuerza y tesoro; es mucho más que el
sonalidad, compacta y fortísima, se acu- suelo donde está asentada la patria. Es
mula en una soia idea, en una sola pa- lo que le hace único y necesario al orden
sión, y para lo demás son sordos y cie- del mundo; su originalidad, dádiva de la
gos, como el fanático y el obsesionado; naturaleza, que no puede traspasarse a
otros, en cambio, cuya unidad personal otro, ni recobrarse, si una vez se ha per-
es una complejidad concorde y graciosa; dido, a no ser abismándose en la profun-
otros en que dos tendencias reñidas se didad interior donde está oculta. Porque
alternan, o mantienen un conflicto pe- toda alma nacional es una agrupación de
renne, como en los temperamentos que elementos ordenada según un ritmo que,
llevan dentro de sí mismos la contradic- ni tiene precedentes en lo creado, ni se
ción y la lucha; otros incoherentes, di- reproducirá jamás, una vez roto aquel
sueltos, descaracterizados por un anár- inefable consorcio.
quico individualismo que es como la Mantener esta personalidad es la epo-
dispersión de su personalidad; otros que peya ideal de los pueblos. Veces hay en
no la tienen propia y viven de la ajena, i que el carácter colectivo se eclipsa y des-
en la condición del sonámbulo, bajo el | aparece, no disuelto por la absorción de
influjo de la admiración o del miedo; ía raza en otra más populosa o más enér-
otros que, extáticos en la contemplación gica, sino replegado sólo bajo una per-
de su pasado, parecen fuera de la reali- sonalidad de imitación y artificio. Como
dad de la vida, como el que logra revivir suele suceder en los hombres, la verdad
con su personalidad de otro tiempo mer- de la naturaleza cede entonces sus fueros
ced a la fascinada atención de la memo- a un amaneramiento que arraiga, más o
ria; otros que, en su entusiasmo, furor o menos someramente, en la costumbre.
desconcierto, remedan la alteración per- Tal, por ejemplo, cuando la civilización
sonal de la embriaguez; otros fáciles pa- descolorida y uniforme del siglo xviH>
ra modificar su personalidad mediante extendiéndose desde la corte de Francia-
su desenvolvimiento progresivo; otros ahoga la originalidad, el genio tradicio
propensos a inmovilizarla en la costum- nal de cada pueblo; y así en usos y leye5
bre; otros, en fin, cuyo carácter sufre como en literatura, sustituye un modelo
profunda desviación desde cierto punto de convención al espontáneo palpitar de
de su historia, como quien, volviendo de la vida; hasta que despiertan aquella5

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OBRA ORIGINAL.—5: MOTIVOS DE PROTEO 493
voces de las naciones que oyó Herder, y citarse mientras la vida dura y se renue-
la savia estancada vuelve a subir por el va; unas veces, creándolas por sugestión
árbol de cada terruño, y en todas partes y ejemplo de otros, y fundiéndose en lo
el corazón y la fantasía buscan el ma- íntimo a favor de un fuego de heroísmo
terno calor de la memoria. y pasión que encienda el alma y la dis-
Otras veces, aún no existe personalidad ponga para operar en ella; otras veces,
como en el temperamento del niño, ma- evocándolas de misterioso fondo ances-
raña de tendencias anárquicas; y un gran tral, donde duermen y esperan, como la
impulso de proselitismo y pasión, que aurora en el fondo de las sombras, por-
representa lo que la crisis de la puber- que también en el alma de los pueblos
tad, en los pueblos, levanta y fija para hay de esas reservas ignoradas de facul-
siempre la forma personal que no exis- tades, de vocaciones, de aptitudes, que
tía; como cuando a la voz del Profeta las aún no se manifestaron en acto, o que,
tribus nómadas de Arabia se alzan de sú- no bien manifiestas, se soterraron, y tien-
bito a la dignidad de la historia; o cuan- den, lenta y calladamente, al porvenir,
do la palabra de Lutero llega a países, por la oculta transmisión de la herencia.
aún sin alma, del septentrión, y los sa- De este modo, el genio poético y con-
cude e inflama, y hace que su alma se templativo del sajón surge otra vez en
anuncie, y que estampen su sello en la la Inglaterra del Renacimiento, después
corteza de la tierra. de ahogado bajo el férreo pie del nor-
mando conquistador,
Cambian ios pueblos mientras viven;
CLVI mudan, si no de ideal definitivo, de fina-
lidad inmediata; pruébanse en lides nue-
{Cambiar sin descaracterizar se} vas; y estos cambios no amenguan el
sello original, razón de su ser, cuando
Pero sin abdicar de esa unidad perso- sólo significan una modificación del rit-
nal; sin romper las aras del numen que mo o estructura de su personalidad por
se llama genio de la raza, los pueblos que elementos de su propia sustancia que se
realmente viven cambian de amor, de combinan de otro modo, o que por pri-
pensamiento, de tarea; varían el rito de mera vez se hacen conscientes; o bien
aquel culto; luchan con su pasado, para cuando, tomado de afuera lo nuevo no
apartarse de él, no al modo como el | queda como costra liviana, que ha de sol-
humo fugaz, o la hoja y la pluma más ¡ tarse al soplo del aire, sino que ahonda
livianas que el viento, se apartan de la j y se concierta con la viva armonía en
íierra, sino más bien a la manera que el ¡ que todo lo del alma ordena su impulso.
árbol se aparta de su raíz, en tanto que Gran cosa es que esta transformación,
crece y va como concibiendo y bosque- subordinada a la unidad y persistencia
jando la idea de la fronda florida que ha de una norma interior, se verifique con
de ser su obra y su cúspide. el compás y ritmo del tiempo; pero, lo
No siempre, para juzgar si será posible mismo que pasa en cada uno de nosotros,
e
n cierto sentido o dirección este desen- nunca ese orden es tal que vuelva inúti-
volvimiento, ha de darse paso a la duda, les los tránsitos violentos y los bruscos
Porque apariencias del pasado finjan escapes del tedio y la pasión. Cuando el
Un
a fatalidad ineluctable y enemiga. No tiempo es remiso en el cumplimiento de
S1
empre el fondo de disposiciones y apti- su obra; cuando la inercia de lo pasado
tudes de un pueblo debe considerarse li- detuvo al alma largamente en la incer-
citado por la realidad aparente de su tidumbre o el sueño, fuerza és que un
historia. Nuevas capacidades pueden sus- arranque impetuoso rescate el término
494 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

perdido, y que se alce y centellee en los ción sentimental, en sus aciagas aventu-
aires el hacha capaz de abatir en un mo- ras. Ora se alzan y van en vuelo loco;
mento lo que erigieron luengos años. ora, más al abrigo, ruedan solitarias bre-
Esta es la heroica eficacia de la revolu- ve trecho y quedan un momento inmóvi-
ción, bélica enviada de Proteo a la casa les, antes de trazar, lánguidamente, otro
de los indolentes y al encierro de los surco; ora se acumulan y aprietan, como
oprimidos. medrosas o ateridas; ya se despedazan
y entregan en suicidio a la ráfaga, deshe-
chas en liviano polvo; ya giran sin com-
pás alrededor de sí mismas, como poseí-
CLVII das danzantes... Su suerte varia es pas-
to de mi fantasía, cosquilleo de mi cora-
[Cuadro de otoño} zón. Me parecen en ocasiones los despo-
jos volantes de un sacrificio de papeles
El Invierno, viejo fuerte, se acerca. Su viejos, con los que se avientan cartas de
impetuoso resuello llega en ráfagas lar- amores idos y vanidades de la imagina-
gas al ambiente de esta tarde de otoño, ción, obras que no pasaron de su larva.
y roba a todo lo que hay de movible en Las imagino después el oropel de una
el paisaje su quietud o la suave ondula- corona destrozada de cómico. Se me figu-
ción con que se adormecía. Ahora se in- ran otras veces manos exangües y ama-
quieta, como malcontento de su lugar, rillas; manos de moribundo, que buscan
cuanto es capaz de movimiento: las ra- vanamente tañer, en una lira que no en-
mas, sacudidas desde su raíz; las aspas cuentran, una melodía triste que saben...
del molino, que se persiguen entre sí con Caen, caen sin tregua, las hojas; y el
furia vana; la cadena del pozo; las ropas alma del paisaje éntrase en tanto, por
tendidas a secar en el cercado vecino; el las puertas del sentido, al ambiente de
polvo yacente, que se levanta en gruesas mi mundo interior. Me reconcentro, sin
nubes. Por el cielo vagan esos blancos dejar de atender a las aladas moribun-
vellones que el viento suele agitar, como das. Comienza a cantar, dentro de nú
enseña, en sus combates, El balcón de ¡ esa elegía marchita que, en el pathos ro-
la casa de enfrente no se ha abierto. Tras mántico, hay para la caída y el murmu-
sus cristales asoma una cara dulce y pen- llo de las hojas secas. Abandono; volup-
sativa, más pálida que de costumbre. En tuosidad de melancolía; complacencia en
cambio, de esa otra cara, casi infantil, lo amargo fino y suave... ¿Dónde está
que, junto a la enorme y bondadosa va- ahora, respecto de mí mismo, el objeto
ca, veo pasar todas las tardes, el soplo de mi contemplación? ¿Adentro? ¿Afue-
recio hace brotar dos frescas rosas. ra?... Caen, caen sin tregua, las hojas; y
Sentado a la ventana, empleo mi ocio por un instante siento que su tristeza de
en la contemplación. Mientras en mi chi- muerte se comunica a todo lo visible, í
menea se abre un ojo de cíclope que des- sube al cielo, y le entristece también, v
de hace tiempo permanecía velado por alcanza hasta la línea lejana en que una
su párpado negro, y junto a mí mi galgo ' niebla tenue empieza a tejer su veste de
ofrece sus orejas frías y sedosas a las ca- lino. Pero luego, muy luego, la expresión
ricias de su amo, se fija mi atención en mortal que se había extendido en el p^'
una muda sinfonía: la de las hojas que, saje como sombra de nube, se concreta y
desprendidas, en bandadas sin orden de fija nuevamente en las hojas, que son las
los árboles que van dejando desnudos, que de veras se van y perecen, y que n°
pueblan el suelo y el aire, a la merced volverán nunca a su árbol... En lo demás
del viento. Me intereso, como en una fic- queda sólo una esfumada aureola de esa

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OBRA ORIGINAL,—Ó: MOTIVOS DE PROTEO 495
tristeza, como dolor que nace de simpa- pasar a tu espíritu tenía. El alma del pai-
tía. Las hojas son lo único que muere. El saje me da el alma de la última página;
sentimiento de mi contemplación de oto- y como infusa y concentrada en ella, el
ño no llega a producir en mi alma esa alma de las otras; y mi alma misma se
ilusión de sueño en que la apariencia reconoce en la pintura de la naturaleza,
triste y bella cobra el imperio de la rea- y por la pintura ve, en imagen, que el
lidad y nos persuade casi de la universal libro es su verbo fiel y tiene su acento.
agonía de las cosas. Sé que este desmayo El libro v ella son uno; un libro que se
de la vida no dura. La idea de la resu- escribe, o es papel vano, o es un alma
rrección próxima y cierta vela dentro de
mí, como en penumbra o lontananza, y que teje con su propia sustancia su ca-
mantiene mi sentimiento de la escena en pullo. Mientras vuela esta alma mía en
la clave de un recogimiento melancólico. el viento que remueve las hojas y condu-
No de otra manera, sobre el desconcierto ce las voces de los hombres, mensajero
de las hojas caídas se yergue la armazón del mundo, lazo que no se pierde, yo
escueta de los árboles, firme y desnuda quedaré aprestándome otra alma, como
como la certidumbre, y en el acero claro el árbol otro follaje, y otra cosecha la
del aire graba una promesa, simple y tierra de labor; porque quien no cam-
breve, de nueva vida. bia de alma con los pasos del tiempo,
es árbol agostado, campo baldío. Criaré
alma nueva en recogimiento, y silencio,
CLVIII como está el pájaro en la muda; y si
llega a sazón, la juzgo buena para repar-
i Final 1
tirla a los otros, sabrás entonces cuál es
Este es mi espíritu cuando toca a su mi nuevo sentir, cuál es mi nueva ver-
término la corriente de las ideas que para dad, cuál es mi nueva palabra.

PIN DE LOS
«MOTIVOS DE PROTEO»
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6

EL MIRADOR
DE PROSPERO
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EL MIRADOR DE PROSPERO

P R O : OGO

r vistas...» (Mo es seguro que el título del


libro figure en la carta de Rodó; pudo
ir\ESDE 1907, y mientras ordena mo- haber sido agregado por su corresponsal
I I rosamente la edición de Motivos de al publicarla.)
Proteo, Rodó se entrega—con un Ya en 1911, 28 de mayo, asegura a Pi-
ahinco que ya había perdido—a la pre- quet: «En estos días daré a la imprenta
paración de ensayos y notas críticas que los materiales de El Mirador de Próspe-
envía a La Nación, de Buenos Aires, y, ro. Allí va incluido un estudio sobre Mon-
luego de una interrupción motivada por talvo que anticiparé en alguna revista y
sus actividades políticas, a otras publica- le enviaré oportunamente*-» Sin embargo,
ciones literarias de habla hispánica. Ya sólo en 1913 consigue editar el libro. Cer-
en carta a Juan Francisco Piquet (20 de ca de veinte años de ejercicio crítico re-
abril de 1904) adelanta el proyecto de es- sultan compendiados—compactos, ejem-
ta nueva actividad: «Pero una vez escrito plares—en esta su obra más importante.
Proteo, que, como ya sabe usted, será un Juntando lo viejo (casi siempre finamen-
libro de no menos de 500 páginas, me to- te elaborado) con lo nuevo, forma un
maré una temporada de esparcimiento, grueso volumen, que un editor calificó
no en el sentido de dejar de escribir, si- más tarde de «respetable mamotreto», y
no en el de dedicarme por algún tiempo con el que desmentía a aquellos tempra-
a producir artículos y correspondencias, nos censores que subrayaron intenciona-
notas de viaje, revistas críticas, etc.; to- damente la brevedad de sus primeros li-
do ello breve y sin orden. «Así me desen- bros. El título del volumen, El Mirador
tumiré después de la larga disciplina a de Próspero, que apunta hacia el maes-
que me sujeta la producción metódica tro de Ariel prolongando una simbología
y ordenada de este largo libro. Además, que le era familiar, indica también la
hace tiempo que deseo colaborar en di- continuidad íntima de toda su obra. Un
cha forma en periódicos americanos y epígrafe, tomado de Taine, ilustra sobre
españoles, que repetidas veces me han la naturaleza miscelánea del libro pero
solicitado con ese objeto...» (más profundamente) indica su verdade-
De 29 de enero de 1908 (más de un ra índole: ser el diario de un espíritu..
año antes de publicar Motivos de Pro- En este sentido, son más elocuentes to-
teo) es una carta a Rafael Altamira en davía (como ha apuntado Pérez Petit en
Que dice: «Pienso publicar también una su biografía) las palabras que Rodó no
colección de artículos (El Mirador de cita y que complementan el texto: «En
Próspero), donde reuniré algo de lo mu- fin, el autor, invariablemente, es indis-
cho que tengo disperso en diarios y re- creto; se descubre a nosotros sin reser-
500 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

vas; es una conversación íntima... Somos génesis han sido estudiados en la Intro-
felices con observar los orígenes de este ducción, II, 6) es ejemplar en el plano de
generoso y potente espíritu, descubrir las la historia literaria. Pedro Henríquez Ure-
facultades que han nutrido su talento, ña (Las corrientes literarias en la Améri-
qué investigaciones han formado su cien- ca hispánica, México, 1949, p. 241) afir-
cia, qué opiniones se ha hecho sobre la ma que «es el mejor estudio sobre un pe-
filosofía, sobre la religión, sobre el Es- ríodo literario en la América Española».
tado, sobre las letras; lo que era y lo En su trabajo no sólo examina Rodó la
que es, lo que quiere y lo que cree.» vida y la obra de Gutiérrez a la luz de
su época (como el título promete); tam-
bién traza la historia literaria de su ge-
II neración y estudia los antecedentes his-
panoamericanos de cada uno de los te-
No todos los trabajos que Rodó selec- mas en que se manifestó el arte del in-
cionó para este volumen parecen igual- signe emigrado argentino. La obra y la
mente importantes. Junto a ensayos que vida de Juan María Gutiérrez se proyec-
exceden holgadamente las 20 ó 30 pági- tan así doblemente: contra el marco his-
nas, se encuentran algunos que apenas i tórico-literario coetáneo, contra la histo-
cubren dos o tres y hasta otros que ni \ ria de la literatura hispanoamericana cu-
alcanzan la página. Los grandes temas j ya tradición integran y enriquecen. El
(Bolívar o Montalvo, América o el Esti- ; trabajo no sólo ubica eruditamente a Gu-
lo) alternan con piezas de circunstancias, j tiérrez. También contribuye a poner de
páginas que parecen de encargo, tan ano- \ relieve la importancia de esa tradición li-
dina es su apariencia. Al recogerlos, Ro- I teraria americana cuyo perfil, en la hora
dó sancionó su importancia. No siempre ¡ en que él escribió y pensó, no estaba
es posible elogiar su acierto. completamente trazado. En este sentido,
Es posible escindir en varios grupos los i el ensayo es pieza fundamental para la
cuarenta y cinco artículos de El Mirador j ajustada valoración de esta zona de su
de Próspero. Sin ánimo de establecer una j obra.
clasificación rígida y definitiva, se pue- i El ensayo sobre Montalvo—en el que
den determinar seis grupos principales; ¡ trabajaba desde 1907, como lo prueba su
el primero estaría integrado por ensayos \ correspondencia con Alejandro Andrade
de crítica literaria; el segundo, por ensa- Coello (5 de diciembre de 1907)—-es jus-
yos históricos; el tercero, por ensayos li- tamente famoso por la excelencia de su
terarios; el cuarto, por ensayos morales; ¡ caracterización biográfica y literaria. Si-
el quinto, por ensayos sociales; el sexto, \ guiendo a Taine (aunque no servilmente,
por ensayos hispanoamericanos. \ como aclara Max Henríquez Ureña), tra-
Los ensayos de crítica literaria lo mués- ¡ za una biografía del hombre que va des-
tran en la plenitud del ejercicio de la crí- ¡ de su precisa localización en el espacio
tica. En la Introducción general (II, 5) y en el tiempo hasta un retrato moral
se ha estudiado la naturaleza y caracte- penetrante. Su concepción heroica de la
res de la crítica rodoniana; baste indicar ¡ personalidad, que deriva de Carlyle pero
aquí algunos rasgos complementarios. ¡ la profundiza en el terreno espiritual, en-
Este grupo de ensayos puede escindirse ¡ cuentra en Montalvo un ejemplo notable.
a su vez en tres series: A) de historia li- i Montalvo es para Rodó no sólo el héroe
teraría; B) de biografía literaria; C) de ! de estatura poética magnífica; es tam-
crítica literaria exclusivamente. i bién «el iluminado de la acción». Y ya se
Un ensayo como Juan María Gutiérrez sabe la importancia que el crítico uru-
y su época (algunos aspectos de cuya ' guayo concedía a la acción directa y

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—PROLOGO 501
orientadora del creador sobre la masa. , americano que sostenía toda la obra del
AI estudiar a Montalvo, explana su pro- crítico.
pia ambición: en ese hombre que domina Tal vez sea Mi retablo de Navidad el
el estilo y participa en el combate, Rodó más rico de todos sus ensayos literarios.
ha trazado un retrato ideal del escritor: Rodó lo había anticipado en Mundial
su retrato ideal. Pero la biografía no ago- (1911), revista parisiense de Rubén Darío)
ta el interés del ensayo. Por su interme con la indicación de que integraría los
dio, se accede a la obra literaria misma Nuevos Motivos de Proteo. Tal vez no
en un análisis que fué calificado con elo- quiso esperar a la obra futura y demora-
gio en su tiempo y que hoy es citado con da, y prefirió incluirlo en esta Antología
aplauso (V. Enrique Anderson Imberi: de sus escritos que es El Mirador de
El arte de la prosa en Juan Montalvo, Próspero. Es una soberana creación de
México, 1948, p. 196; P. Henríquez Ureña,estilo. Pero a través de sus armoniosas
ob. cit, p. 256). frases es posible advertir también esa la-
Recóndita Andalucía—sobre tas Elejías tente inquietud religiosa que su serenidad
de Juan Ramón Jiménez—podría servir (tan paciente y agónicamente construida)
de ejemplo de ensayo en que se ejerce, no conseguía ocultar. En la hipótesis, le-
puramente, ¡a crítica literaria. No hay vemente apuntada, de un Dios futuro, un
biografía ni historia.. Ante un nuevo (aun- Dios en construcción, se registra apenas
que no novel) poeta, Rodó se coloca co- ese temblor del alma que sabía poner
mo crítico. Es decir (y de acuerdo con su Rodó debajo de tanta bella flor helénica.
concepto más profundo): como sentidor. Esta sutil mezcla de lo religioso y lo esté-
Sentidor de la novedad (la personalidad) tico contiene el mérito mayor de un en-
de esta poesía y este poeta; sentidor, sayo que, a través de los años, se inscri-
también, de la novedad del mundo que be en la misma línea de El que vendrá.
reflejan sus versos. A través de la poesía De los ensayos de contenido predomi-
intuye la verdad esencial, íntima, de ese nante moral, el mejor ejemplo tal vez sea
mundo andaluz, de sol melancólico y El Rat-Pick. En ellos importa predomi-
mustio, de cielo gris, de jardines ilus- nantemente la reflexión moral, la obser-
trados por tristes rosales. En las pági- vación y el análisis de las costumbres,
nas que le dedica, el poeta aparece visto en justa valoración. En este caso, el sa-
en toda su pureza de creador de verso y dismo y la conducta social inhumana de
de mundo. • quienes asisten a un espectáculo que ni
\ siquiera tiene (como los toros) descargo
Aunque abundan los ensayos históri- estético, sirve al autor para estudiar algu-
cos en El Mirador de Próspero, ninguno nos rasgos censurables de la naturaleza
es tan notable como el dedicado a Bolí- humana y de las costumbres locales. Pe-
var, en el que Rodó cumple con una vie- ro importa también aquí la naturaleza
ja devoción. Más que un ensayo es un re- literaria del ensayo: su marcha, su dispo-
trato: un retrato vivo y elocuente, un sición armoniosa y preconcebida. Rodó
magnífico retrato épico. Bolívar aparece sabe mezclar en él la reflexión del crítico
en su dimensión sobrehumana. En la vi- social con la anécdota o la confidencia
sión de Rodó, Bolívar es el Héroe total, y casual (por ejemplo, lo que adelanta so-
así lo presenta en otro ensayo del mismo bré su dilettantismo). En el movimien-
libro. Más que ninguna otra página suya, to del ensayo se advierte un arte madu-
este trabajo lo muestra en la plenitud de ¡ ro de las transiciones, una facilidad ex-
su mejor estilo oratorio; el estilo que le j positiva que descuidan los que sólo con-
permite transmitir con mayor pasión la \ ciben un estilo de Rodó: el majestuoso,
gran figura del héroe de América. A tra- \ el estatuario.
vés de Bolívar se alcanza ese entusiasmo
502 JOSS ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

El ensayo social está representado por III


un informe de indiscutible importancia:
Sobre el trabajo obrero en el Uruguay, Esta sumaria ordenación temática per-
presentado a la Cámara de Diputados en mite comprender mejor el sentido de El
1908, Tiene unas sesenta páginas y es Mirador de Próspero. En este libro, Rodó
prueba fehaciente de la dedicación y mi- ha querido mostrar la variedad de sus in-
nuciosidad con que encaraba Rodó su ta- tereses, pero también ha querido mos-
rea cívica. Por su carácter, debía integrar trar la constancia de sus dos preocupa-
la sección de Discursos parlamentarios ciones fundamentales: América y el ejer-
(que se incluye más adelante); pero se ha cicio de la crítica, ejercicio que se reaii7,a
querido respetar en esta edición las uni- \ tanto sobre un libro de poemas de Jimé-
dades primitivas que el autor integró. Su \ nez como sobre un proyecto de legisla-
tesis es moderada. No propone ni apoya ción obrera, tanto sobre un espectáculo
soluciones extremas; pero pesa cuidado- degradante como a propósito de una fi-
samente cada una de las posibilidades. gura de proporciones heroicas. De aquí
Rehuye toda demagogia, al presentar los que todas estas piezas—las finamente ela-
resultados de una investigación exhaus- boradas como las más simples—encie-
tiva. Sabe que su posición no es popular, rran un pensamiento maduro y docu-
pero no sacrifica los resultados de su mentan una vocación profunda.
análisis en busca de algún aplauso. Hoy Pronto el juicio crítico iba a mostrarse
su tesis puede parecer superada. En su unánime en considerar El Mirador de
momento estaba lejos de serlo. Al reco- Próspero una de las obras más impor-
ger entre sus ensayos de crítica literaria tantes de Rodó, si no la más importante.
y filosófica este trabajo, Rodó certificó- En este sentido, es muy característica la
su importancia. opinión que aparece en una carta coetá-
Un núcleo importante de artículos se nea del escritor argentino Ricardo Rojas
caracteriza por la comunidad del tema (24 de mayo de 1914) y en la que se in-
americano. No significa que los restantes siste en un concepto de unidad ríoplaten-
trabajos no toquen el tema. En realidad se, por encima de las fronteras políticas:
lo que caracteriza a este volumen es la «No recuerdo si le acusé recibo de El Mi-
constante perspectiva hispanoamericana rador de Próspero; lo que sí me acuerdo
desde la que están pensados y compues- es que lo he leído con el deleite que su
tos. La preocupación de América es ras- prosa concede, y con la simpatía apolínea
treable en todos los trabajos de esta co- y «argentina» que sus ideas despiertan.
lección. A Rodó le dolía América, puede Conocía los más de esos trabajos, en edi-
decirse como se ha dicho (tantas veces) ciones dispersas, y algunos de ellos ha-
de Unamuno y España. Pero los que inte- bían llegado a interesarme sobremanera:
gran este grupo son los trabajos que entre ellos, el Bolívar, que me llegó en
más explícita o exclusivamente atienden una publicación de Costa Rica y en El li-
al tema de América. El más importante bro de Caracas.» Después de referirse a
—por el lugar y la ocasión en que fué sus propios trabajos, continúa Rojas se-
pronunciado; por la proyección que tuvo ñalando que «me ha interesado especial-
y por sintetizar en un solo cuerpo la mente lo que se refiere a Juan Carlos Gó-
compleja ideología de Rodó—es el Dis- mez y a nuestras letras. Apenas se ahon-
curso del Centenario de Chile. Resume da en nuestra historia, se ve que ustedes
(como se ha detallado en la Introduc- y nosotros somos un solo país, geográfica
ción //, 3) lo esencial de su visión ameri- y espiritualmente, aunque hay allí quie-
canista en momentos en que su palabra nes protestan». Esa era la tesis de Juan
se alza hasta la unción profética. Carlos Gómez y, en parte, la tesis que, en

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN CARLOS GÓMEZ 502

sus implicaciones culturales sobre to- edición de la Biblioteca Artigas, del Mi-
do, había ilustrado Rodó con su ensa- nisterio de Instrucción Pública (1965).
yo sobre Juan María Gutiérrez y su Con este trabajo, y con el del mismo crí-
época. tico dedicado a Motivos de Proteo, se
También merece transcribirse el juicio funda verdaderamente la interpretación
que—con la perspectiva de unos cuaren- ideológica textual de Rodó.
ta años—redactó el doctor José Pedro Se- Hoy no cabe la menor duda de que El
gundo: «El Mirador de Próspero es la fá- Mirador de Próspero es su obra más im-
brica de su reputación mental y artística portante: es la que muesta su entera es-
de más heterogénea y trabajada escultu- tatura de critico (y Rodó fué, ante todo
ra.» (Escritos de la Revista Nacional, 1945, y sobre lodo, un crítico), la que permite
introducción, LXIX.) Desde la perspecti- abarcar completamente el horizonte de
va actual el estudio más completo y mi- sus ideas y sus intereses, la que ofrece
nucioso es el que ha dedicado a esta obra (en un haz) su evolución literaria; la que
Carlos Real de Azúa en su prólogo a la da, en fin, un Rodó entero y único.

EL MIRADOR DE PROSPERO
...J'aime, je l'avoue, ees soríes de livres. D'abord
on peut jeter le volume au bout de vingt pages,
commencer par la fin, ou au miUeu; vous n'y etes
pas servileur, mais maitre; vous pouvez le traitei
comme jouraal; en effet, c'est le journal d'rm
esprit.
H. TAINE: Littérature anglaise, V, ÍIL

JUAN CARLOS GÓMEZ (J)


El 25 de mayo, día de América, trae esperanza, y difundía por América un
envuelto en sus resplandores de gloria eco de veneración y de dolor.
un recuerdo de solemne tristeza, al que La vibración sonora de la apoteosis
no debe permanecer indiferente el espí- que congregaba alrededor de la tumba
ritu de los orientales. Hace hoy once de Juan Carlos Gómez a los enviados del
años que la desaparición eterna de un pensamiento y la sensibilidad de ambas
hombre que era un símbolo, una perso- sociedades del Plata, para consagrar en
nificación, la forma viva de los dolores imperecedero concurso de elocuencia la
de la historia de un pueblo y de los más gloria de su nombre, no parece haber
caros anhelos de su alma, perseguidos en repercutido, al través de tan breve espa-
estériles luchas, acongojaba el corazón cio de tiempo, en el corazón de la más
de ese pueblo en días sombríos, como el cercana posteridad. Se busca, sin hallar-
eclipse de una luz que es orientación y la, una duradera sanción de ese home-
naje, una manifestación sensible de esa
gloria, y se espera en vano escuchar, ca-
(1) Incluyo en la colección este lejano artícu- da vez que le levanta en el horizonte el
lo, uno de los primeros que salieron de mi plu-
ma, porque puede servir de complemento al sol del último día del tribuno, la palabra
discurso que íe sigue. [J. E. R.] sentida de un recuerdo.
504 JOSÉ EKRÍ.QUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Glorificar la memoria de Juan Carlos : permanecido privada, en el transcurso


Gómez sería, entre tanto, evocar del fon- \ de las luchas de la independencia, de la
do de nuestra historia la fuerza moral j supremacía de la acción y del pensa-
e intelectual de sus días más fecundos | miento con que otras ciudades ameri-
en hermosas inspiraciones y en elevados canas centralizaban las fuerzas de la Re-
ejemplos. volución, encauzándolas por el impulso
Llevaba el gran ciudadano, en el me- de la propaganda escrita y la tribuna.
lancólico ocaso de su vida, la representa- Con la presencia de los emigrados de
ción más pura de una época que asistía \ las dos generaciones argentinas que re-
en él a la progresiva desaparición de sus ¡ presentaban, frente al entronizamiento de
creencias, sus hábitos y sus hombres, j la fuerza brutal, la una los recuerdos de
pero a la que su espíritu volvía con amor la grande época de Rivadavia y los prin-
invencible, con inquebrantable fidelidad, cipios de su política civilizadora, y la
presa de ese sentimiento de desolado otra el porvenir, anunciado por los entu-
abandono dentro del ambiente modifi- siasmos y las iniciativas de 1837, que tra-
cado por las ideas que pasan y se renue- j zaron en la mente argentina el perfil de-
van, que es a las ausencias del tiempo j finitivo de la nacionalidad, coincide de
como la nostalgia a las ausencias del es- Jeste lado del Plata la aparición del grupo
pació. | de hombres nuevos a quienes tocaba ras-
Por eso en su recuerdo reviven ei co- i gar, con la germinación inteligente de su
lor y el alma de un glorioso pasado, y se j espíritu, la áspera corteza de una cul-
identifica su existencia con la de aquella tura aún no formada.
generación viril y luminosa que, nacida, No fué Juan Carlos Gómez el primero
como primogénita de la libertad, entre el en anunciar la presencia de su genera-
fragor de la epopeya de América, llegó a ción en el campo de la actividad literaria
la vida pública cuando se desplegaban ni en el de los cuidados cívicos. Adolfo
las divisas de los bandos para la lucha Berro, levantando, bajo la inspiración de
de nueve años, y modeló su espíritu en la nueva poesía, el de las devociones
las inspiraciones de la revolución lite- del sentimiento, y Andrés Lamas, ensa-
raria y filosófica de 1830: generación so yando la pluma del doctrinador y el
bre la que ya es posible fijar las vistas polemista para impugnar los prelimina-
serenas de la historia y que deja tendi- res de Alberdi a la exposición de Lerrni-
das sus más nobles personificaciones a nier, y renovar, con El Nacional, el es-
lo largo del tiempo, como grupo de bron- píritu y las formas del diario, precedie-
ce que empieza a revestirse, a los ojos ron al poeta adolescente que se acercaba,
de la posteridad, del tono luciente y real- en 1841, a una tumba prematuramente
zador de la pátina. abierta, y reproducía allí la escena famo-
Del despertar de las energías de su sa que vincula el recuerdo de la muerte
mente, ansiosa de luz; de los que repre- de Fígaro a una inmortal revelación.
sentaron su pensamiento y su palabra, ; Sólo aparece la fisonomía del poeta en
en días heroicos, data en realidad el abo- j este primer período de la juventud de
lengo intelectual de nuestro pueblo y el j Juan Carlos Gómez, que termina con la
primer espacio franqueado, dentro de expatriación en 1843. No le contó en su
su tumultuosa actividad, para la vida seno la acción de la Defensa; pero una
del espíritu. de las páginas más llenas de interés de
Faltaban a Montevideo tradiciones pro- la historia literaria y política de su tiem-
pias de cultura. Había dormido en la po: la que se refiere a la participación
sombra, oprimida por sus arreos de pía- de los desterrados de ambos pueblos del
za fuerte, el largo sueño colonial. Había | Plata en la vida pública de Chile, sirve

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN CARLOS GÓMEZ 505

de fondo luminoso a la plena manifesta-1 una propaganda de dos lustros, que hizo
ción de su personalidad. ¡ descender de lo alto de los Andrés, sobre
La iniciativa de reforma social y de j el suelo argentino, la voz de protesta de
emancipación literaria que parte, como ¡ la cultura y la libertad vilipendiadas.
anuncio de una época nueva, del seno de ; Santiago y Valparaíso reflejan, desde el
la juventud congregada por el autor de \ terror de 1840, las luces proscriptas de su
La Cautiva bajo los pliegues de la última ; centro por la barbarie vencedora, y al
bandera de Mayo que debía flamear den- j amparo de su hospitalidad, se continúa,
tro de la capital argentina hasta la caída ; en las múltiples manifestaciones de la
del régimen brutal que profanó sus co- ¡ prensa, el libro y la cátedra, la obra en
lores, fue obligada a continuarse en el que colaboran el pensamiento de AI-
destierro y afirmó sus focos de luz en berdi, la crítica de López, los panfletos
esta margen del Plata y sobre las costas de Frías, la investigación erudita de Juan
del Pacífico. | María Gutiérrez,
Así, la fuerza de expansión y de pro- j Con el anatema incesantemente lanzado
paganda que había sido una de las glo- j sobre la tiranía, comparte la actividad de
rías de la revolución política iniciada por esta emigración gloriosa la revelación de
la generación anterior e impulsada por la nueva idea literaria. El numen del ro-
ella hasta llevar a latitudes remotas, di- ¡ manticismo llega envuelto en los pliegues
latándose como en el sucesivo desenvol- i de la bandera de Mayo al otro lado de
vimiento de las ondas concéntricas que ¡ la Cordillera, y lucha allí con la resisten-
levanta el golpe de la piedra sobre el : cía, que personificaba aquel don Andrés
agua dormida, el brazo de sus héroes y : Bello, en quien reconoce la cultura de
la palabra de sus tribunos, realza tam- ! Chile al primero de sus educadores, y
bien esta iniciativa de renovación de las \ cuyo espíritu, abierto a todas las luces
ideas, que se formula en el programa de ¡ del saber y favorecido con los dones del
la «Asociación de Mayo», vibra en la ! entendimiento más difícilmente concilia-
prensa de Montevideo sus entusiasmos ! bles, flexible y múltiple como el de un
ardorosos y tiene su más alta expresión ¡ humanista del Renacimiento, era santua-
en las polémicas de Santiago de Chile, i rio de la tradición intelectual. En el bri-
A fines de 1840 atravesaba la Cordi- i llante torneo que estas polémicas man-
llera, después de ser befado y torturado i tienen, luce en todo su brío la gentileza
por la «Mazorca», un prófugo de San, \ literaria de los jóvenes desterrados que
Juan, que había llevado allí la voz del j el romanticismo tuvo por justadores; el
patriciado culto y de la juventud inteli- generoso entusiasmo con que llevaban a
gente en el movimiento suscitado por la aquella lucha puramente ideal todo el ar-
repercusión de la propaganda de Echeve- dor de las luchas reales y efectivas. Im-
rría, y trazaba en un descanso del cami- pulsada por ellos, una cuestión de arte
no, bajo las armas de la patria que aban- llegó a agitar los espíritus con fuerza de
donaba, estas palabras de Fortoul: ON pasión, y una de las sociedades hasta en-
ME TUE POINT LES IDEES. '
tonces menos espirituales de América fué
Aquel proscrito, cuyo nombre debía acaso el escenario más movido que tuvo
en breve fulgurar al pie del Facundo, en el continente la gran querella litera-
era el mensajero de una emigración que ría. La relativa incipiencia de la vida in-
Chile vería pronto afluir a sus ciudades, telectual de aquella sociedad, un tanto
donde los estremecimientos de la máqui- encadenada a la tradición de la colonia,
na de imprimir anunciaron ruidosamente un tanto adusta y espartana en sus linca-
su presencia; y aquel lema profético iba mientos, sirvió de fondo opaco para que
a tener la confirmación de la realidad en ¡ se destacase aún más el brillo de esa
506 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

propaganda, en la que nuestros románti- / vo parece abrirse, disipada la humareda


cos solían poner cierta arrogancia cando- de la lucha, de este lado del Plata; y
rosa, cierta conciencia de su superiori- Juan Carlos Gómez pasa entonces su plu-
dad, que le comunicaba a menudo los ma de El Mercurio a la mano de don
aires de un magisterio altanero. Ambrosio Montt, el Aramís de las volup-
Pero hay todavía otra manifestación de tuosidades de la ironía sutil y refinada,
la huella imborrable impresa por los des- tan singularmente opuesto, en el género
terrados en la vida del pueblo que les de las armas que traía a la panoplia del
concedió generosa hospitalidad; y es su famoso diario, a aquella inflexibilidad de
intervención en la política interna de ese la palabra y la actitud, a aquella entona-
pueblo, aun cuando sólo les era dado ción vehemente y amplísima, que dieron
llevar a ella el concurso platónico de sú contornos al «carácter de Athos», a quien
palabra, desnuda del influjo vehemente venía a reemplazar en el concierto de
y prestigioso que adquieren las ideas del las inteligencias.
publicista y el tribuno del relieve de su Vuelto a la patria, asume Juan Carlos
personalidad en la acción. Gómez la dirección del elemento cuito y
Bajo este aspecto, 3a figura juvenil de pensador de uno de los dos partidos que
Juan Carlos Gómez se destaca quizás entonces se reorganizaban para proseguir
como la más activa y gallarda. Llegado su duelo interminable; vibra su pluma de
a Chile en las postrimerías del primer polemista en las columnas de Él Orden,
gobierno de Bulnes, tomó de manos de y luego en las de El Nacional; resuena su
Alberdi la redacción de El Mercurio, de palabra en el Congreso de 1853, el más
Valparaíso, que era la representación ilustre y representativo que haya coope-
más alta de la prensa, y la mantuvo du- ; rado a nuestros ensayos de organización,
rante los cinco años del renovado go- I al par del que reunió en su seno, bajo
bierno, ya para estimular la obra de or- ¡ los auspicios de una nueva paz, veinte
ganización que llevaba éste adelante, ya años más tarde, a los enviados de otra
para defender contra él la libertad de generación de noble y turbulenta histo-
imprenta o para oponérsele en una cam- ria: termina, no sin un pasaje fugaz por
paña electoral que dio por resultado el las alturas del gobierno, la actividad
primer triunfo que se obtuviera sobre el de su civismo, con la definitiva proscrip-
poder en los comicios. Por igual aparta- ción que aún se prolonga en el sueño de
do de ía demagogia turbulenta y de la la muerte.
oligarquía reaccionaria, sostuvo en Chile Incorporado desde entonces a la vida
la libertad vivificada por el orden, «la argentina, mantiene, sin embargo, su fi-
política que construye y educa», como la delidad de ciudadano sobre la poderosa
definía y predicaba Sarmiento, y acom- tentación de un escenario que le brinda
pañó con su propaganda a preparar la éxitos y honores. Su tribuna es, de nuevo
solución que tuvo, en tal sentido, la lu- y para siempre, la prensa. El alejamien-
cha presidencial de 1851. to de la acción a que le condena el vo-
Poco después, con el fracaso de la ti- luntario ostracismo veda otras formas de
ranía de Rozas, llega a su término esta manifestación a su palabra y no consien-
brillante participación de nuestros emi- te más alto pedestal a su figura; pero en
grados en la historia literaria y política aquel que las condiciones de su vida le
de uno de los más interesantes períodos i depararon y donde las tempestades de
de la vida chilena. El renacimiento de la : medio siglo le vieron descollar sin que
prensa libre y la tribuna reclama en Bue- ; flaquearan sus viejos bríos un momento,
nos Aires la presencia de los proscriptos ; fijó con rasgos indelebles su parte de re-
argentinos; al par que un horizonte nue- i presentación y de obra. Personifica, en

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN CARLOS GÓMEZ 507

los anales de nuestras democracias del j alma, verdaderos modelos de literatura


Plata, el periodista, el tribuno del pueblo de polémica, páginas de las más podero-
constantemente identificado con las pal- sas, más vibrantes, más llenas de fluido
pitaciones de su corazón y atento al ru- | nervioso, que hayan brotado, acaso, de
mor de sus oleajes; a la manera como j la pluma de ningún escritor.
personifica Juan María Gutiérrez el hom- Por este don del estilo prodigado en ía
bre de letras, Alberdi el pensador, Sar- labor ingrata de la prensa, puede repre-
miento el estadista. Hubo en la prensa sentarse en él el espíritu literario sacri-
quienes atesoraron más caudal de doctri- ficado a la necesidad suprema de la ac-
na, más honda reflexión, mejor sentido ción y la lucha, en la existencia de socie-
de las oportunidades del presente; pero dades forzosamente inhospitalarias para
su palabra se impone sobre todas y llega, las manifestaciones desinteresadas del
como la voz altiva de su época, ai recuer- espíritu; así como puede representarse
do de la posteridad, por el poder de en su faz de ciudadano, dando expresión
transmitir la emoción y el entusiasmo; a sacrificio aún más doloroso, la injusta
por la avasalladora energía de ía afirma- inutilidad frecuentemente prescrita por
ción, que imprime en ella la solemnidad la desorganización de nuestras democra-
de la del inspirado o el apóstol; por esa cias a la indomable porfía de la convic-
fuerza de la sinceridad que no se reme- ción, a los rasgos firmes del carácter, a
da, porque es como el aliento del alma la inquebrantable tenacidad de la virtud.
condensándose en la palabra del escritor. Junto a una apreciación más detenida
Además, todas las turbulencias de la de ía varonil personalidad del escritor,
lucha en que la palabra tiende a la ac- habría interés en considerar la suave fi-
ción inmediata y efectiva; todas las hue- sonomía del poeta.
llas que imprime el hábito de la produc- La escuela literaria a que puso sello el
ción precipitada en el cauce áspero e in- autor de La Cautiva tuvo un carácter
estable de las pasiones del momento, no esencialmente relacionado con los heroís-
alcanzaron a empañar en su alma e! cui- mos de la época, y modelóse en el con-
to innato de la forma. Su escuela de dia- cepto, que el mismo Echeverría formuló
rista puede condensarse en las palabras, de una literatura social y revolucionaria.
que él mismo invocaba, de Renán: «Todo La poesía cobraba nueva inspiración,
es literatura cuando se habla con amor después de haber flotado sobre la epo-
de las cosas buenas, bellas y verdade- peya de la independencia y consagrado
ras.» Llevó la pluma como un cincel des- sus victorias, para ser otra vez, en medio
tinado a fijar en el alma de la multitud de las luchas por la libertad, como 3a
incripciones e imágenes, y supo mante- cincelada empuñadura del acero o como
ner constantemente firme ese cincel, sin el lampo que arrojaba de sí la misma
que los estremecimientos de ia pasión espada estremecida. Pero la cuerda he-
enardecida lograsen apartarle de la esbel- roica partió entonces su imperio con las
ta limpidez del contorno. primeras manifestaciones del subjetivis-
Así campea el señorío de la forma en mo poético y de la melancolía romántica,
su postrera campaña de El Nacional de y el verso ahondó en la intimidad de la
1879, sobre la que se tienden las melan- i conciencia al mismo tiempo que contí-
colías de creciente nostalgia; y así se íe j nuaba siendo un medio de acción,
vio resplandecer en las cartas con que i No era en Juan Carlos Gómez la natu-
defendió su sueño último, su grande y I raleza del tribuno la que se imponía con
generosa quimera, en la controversia le- í superior intensidad a la entonación del
vantada alrededor del monumento de La i poeta. En el silencioso recogimiento de
l'lorida; conmovedores arranques de su | la inspiración tributaría de los ensueños
508 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y las lágrimas, que desata el aura del universitaria que merece eterno recuerdo,
sentimiento individual, libre de la pre- señalaba hace pocos años, como suprema
sión niveladora e imperiosa del ambiente inspiración regeneradora, en medio del
colectivo, y no manifestándose este sen- eclipse moral que veía avanzar en el ho-
timiento en el arranque súbito de la rizonte de América, la obra patriótica de
emoción ni con la fuerza que estalla en fortalecer, en la mente y el corazón de
el sollozo de Musset o en la imprecación las generaciones que se levantan, el amor
byroníana, sino cuando se ha tendido so- a la contemplación de aquellas épocas en
bre él el velo de una suave melancolía, y que el carácter, la personalidad nacional
vagan sigilosas las sombras de la medita- de nuestros pueblos y las fuerzas espon-
ción o del recuerdo, era como la íntima táneas de su intelectualidad, vibraban
naturaleza de nuestro poeta desempeña- con la energía que hoy les falta (1) y con
ba su ley y acertaba con la nota pura, el sello propio de que les priva el cosmo-
sencilla, la que llega al centro del alma, politismo enervador que impone su nota
ya diese voz a las tristezas de la ausen- a la fisonomía de estos tiempos.
cia, ya espaciara el espíritu en los arro- El sentimiento de la tradición, el cuito
bos de la contemplación. del pasado, es una fuerza insustituible en
Su poesía refleja así la exquisita suavi- la conciencia de los pueblos, y la venera-
dad de los sentimientos, que constituía ción de las grandes personalidades en que
el fondo velado de su personalidad. Nun- se encarnan sus porfías, sus anhelos, sus
ca entregó a las pasiones de la vida pú- glorias, es la forma suprema de ese culto.
blica sino una parte de su espíritu, y su- Entre nosotros, merecen ser honradas
po guardar constantemente intactas del las generaciones que han precedido a las
polvo abrasador de la lucha todas las de- que tienen la representación oscura del
licadezas del pensamiento y la sensibili- presente, no sólo a nombre de aquella
dad, el culto de las cosas íntimas, que solidaridad histórica inquebrantable, sino
constituye el más preciado de esos bie- también por un claro derecho de supe-
nes del alma que el hombre, perpetua- rioridad. El interés del porvenir se une a
mente confundido en las tempestades de la «sagrada voz de la historia»—siempre
la acción, suele sacrificar a la devorado- vibrante en el corazón de los pueblos,
ra intensidad de la idea que le absorbe o que son algo más que muchedumbres—,
de la pasión que le avasalla, para exigirnos, cuando se trate de esas
He de terminar, sobreponiéndome a la generaciones, un homenaje de amor y de
atracción de un tema gratísimo; pero no j justicia, que sea, a la vez, inspiración de
será sin antes insistir acerca de la alta j fecundas enseñanzas y nos lleve a fami-
oportunidad con que se autoriza, en este ¡ liarizarnos con los ejemplos de su acción
silencio del olvido que parece ser la pos-! y las confidencias de su espíritu.
turna condenación de nuestras glorias
más puras, toda palabra encaminada a 1855.
una reparación. |
Lucio Vicente López, en una oración i (1) Esto se escribía en 1895. [J. B. R.]

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LA VUELTA DE J. C. GÓMEZ 509

LA VUELTA DE JUAN CARLOS GÓMEZ


Discurso pronunciado en representación del «Ateneo» y la Prensa
de Santiago de Chile, en el Cementerio de Montevideo, al ser
traídos a la patria los restos de Juan Carlos Gómez, el 8 de
octubre de 1905

Señores: primer ciudadano de su país que llevaba


Hace sesenta años, cuando las sombras a extrañas tierras, para que irradiasen
de una legendaria tiranía se levantaban fuera del horizonte del terruño, las luces
a entenebrecer el horizonte de los pue- de su espíritu.
blos del Plata, doblaban las cumbres de la De cómo irradiaron estas luces, de có-
cordillera, toda vibrante todavía con los mo se destacó gallarda la figura del es-
ecos triunfales de la epopeya de América, critor de Montevideo, desde que tomó de
los prófugos y los proscriptos de una ge- manos de Alberdi la pluma de El Mercu-
neración dispersada en la adolescencia rio, habla, señores, la ondulación de sim-
por el trágico naufragio de la libertad. patía que, cruzando los Andes, viene a
Templada el alma en precoces pruebas incorporar al homenaje que nos congrega
e infortunios; hechos a la costumbre de j los recuerdos y ios saludos de un pueblo.
lo grande, y de lo heroico, como arrulla- Interpretando esta adhesión, he de ha-
dos que fueron en la cima por el es- ¡ blaros de Juan Carlos Gómez. Yo no
truendo de las armas emancipadoras; líe- ' puedo traer su nombre a mis labios, re-
nos de las inspiraciones del entusiasmo ¡ presentarme su personalidad subyugado-
generoso que caldeaba entonces ías co- ra, sin que vea surgir simultáneamente
rrientes del mundo en la más espléndida con ella y ordenarse a su alrededor, a la
resurrección de idealidad y de arte que ••manera de un imponente fresco históri-
haya exaltado la mente humana desde co, un espectáculo en que se resume la
los tiempos del Renacimiento, aquellos febril y dramática actividad de una ge-
emigrados llevaban consigo a Santiago y \ neración que nació destinada colectiva-
Valparaíso esa singular virtud de casi i mente a la gloria.
todas las emigraciones históricas, que, Toda una época me parece que des-
como si acrisolasen las almas por el des- pierta hoy y se reanima en presencia de
amparo y el dolor, infunden en. ellas do- \ este cadáver venerando, como por una
bles bríos, así para el pensamiento como evocación que transfigurase de súbito
para la acción. nuestro ambiente amortecido, llenándole
Junto a Mitre, a Sarmiento, a Juan ¡ de resplandores, músicas y aromas; toda
María Gutiérrez, a Alberdi, a López, iba una época, con sus ideas y sus pasiones,
también en aquella luminosa pléyade sus rudezas y sus ensueños, sus heroici-
—que encontraría allí, para contender en dades y sus martirios. Y es que nadie
los torneos de la inteligencia, rivales de tiene, respecto del alma de sus contem-
la talla de Bello y de Lastarria, de Bilbao poráneos, más nitidez y fuerza represen-
y de Montt—un hijo de Montevideo, sali- tativas que Juan Carlos Gómez. De na-
do de las filas de la juventud que des- die con tal verdad puede decirse que
plegaba entonces, tímidamente, las pri- quedó fiel, hasta morir, a los númenes de
meras fuerzas de nuestra embrionaria in- su juventud. Así, la tristeza nostálgica de
telectualidad. Este joven de veinte años sus últimos años no era sólo la del ex-
e
i'a Juan Carlos Gómez, y acaso era el patriado, sino también la del que se sien-
510 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

te fuera de una época con la que se iden- dominante y duradero influjo se han su-
tificó absolutamente en espíritu. Medio cedido en su seno, arriban en definitiva
siglo ha pasado ya desde que Juan Car- a una misma conclusión, cuando se trata
los Gómez partía para el destierro, que de fijar merecimientos y sanciones, y se
debía prolongarse hasta después de la transmiten la misma insustituible con-
tumba. SÍ volviese a la vida, vería cómo signa: sólo la voluntad que realiza el
el vertiginoso movimiento que impulsa bien es sólido fundamento de gloria; sólo
hacia adelante los hombres y las cosas, de la inteligencia, y nunca de la fuerza
ha renovado la fisonomía moral y mate- brutal, irradia luz y vida; sólo los hom-
rial de su pueblo, partícipe de las trans- : bres que han sido virtud, carácter, inte-
formaciones del mundo. No es ya Monte- ligencia, merecen el homenaje de los
video la ciudad humilde, ceñida por los \ pueblos y el recuerdo de la posteridad.
arreos de su guerrear interminable, que ¡ Esas tres superioridades eternas: inte-
él dejara al partir. En vano sus ojos bus- ! ligencia, carácter y virtud, honramos en
carían aquel viejo «Fuerte de Gobierno», • la apoteosis que hoy nos reúne. Sobre
que él recordaba una vez, en su apenada esa base triangular no hay pedestal de
ancianidad, con las melancolías y ternu- I estatua que no resista a todas las fuerzas
ras del proscripto; el viejo Fuerte, que , de la tierra. No ignoráis, señores, cómo,
los hombres de mi generación no hemos í a pesar de ello, se ha discutido y se ha
alcanzado a conocer, y entre cuyos mu- negado la razón de esta apoteosis. Quien
ros de piedra se asentó el sillón presiden- tantas tempestades desató en vida, no
cial de don Joaquín Suárez y se dio la podía incorporarse sobre su lecho de
norma de tanto valor y abnegación su- muerte sin provocar una vez más la tem-
blime. En la esfera de las ideas, si des- pestad. Entre tanto, hemos oído la pala-
cendiera al fondo de nuestro espíritu, no bra de los acusadores, y no sólo la decla-
se sentiría, ciertamente, menos desorien- ramos vana e irreverente, sino contradic-
tado. Derruidas o desiertas hallaría las toria de imprescriptibles fueros de la con-
aras de sus dioses. Esta selva que entre- ciencia humana. Jamás, jamás en un pue-
tejen las almas se ha deshojado y ha j blo libre la profesión sincera de un mo-
brotado, desde su tiempo, muchas veces. do personal de concebir la grandeza, el
Sólo como el son de una armonía lejana porvenir, los destinos de la patria, puede
percibimos ya los ecos de aquella fulgu- justificar el ostracismo, ni el anatema,
rante revolución de las ideas que, en el ni el olvido de ios más altos títulos y las
primer tercio del pasado siglo, hechizó más legítimas superioridades que enaltez-
al pensamiento humano. Otra es hoy can a los hombres. El fecundo amor pa-
nuestra filosofía, otra nuestra literatura, trio es el que exige del ciudadano, no el
otra nuestra concepción de infinitas co- sacrificio de la libre profesión de su pen-
sas; otros son nuestros mentores y nues- samiento, en cuanto a las conveniencias
tros libros. e intereses del patrimonio común, sino
Pero lo que perpetúa, al través de tan- la sinceridad del amor, y el desinterés
tos cambios, la oportunidad de homena- con que esa sinceridad se abona, y el
jes como éste; lo que preserva en el cumplimiento del cívico deber. Toda otra
tiempo la continuidad solitaria de las ge- concepción del amor patrio no será sino
neraciones; lo que debe decirse, para ho- un estrecho e irracional fetichismo.
nor de esta civilización cristiana, que Nuestro pueblo ha purgado su historia
mantiene, por encima de las mudanzas y de leyendas falaces; hemos reivindicado
los siglos, la enseña capitana del mundo, memorias gloriosas que oscureciera el fa-
es que todas las escuelas, todos lor> cri- llo ajeno, y los altares del culto nacional
terios, todas las doctrinas, que con pre- están puestos sobre granito. Quien siga

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LA VUELTA DE J. C. GÓMEZ 511

el desenvolvimiento de esa empresa de filosofía del amor aplicada a la crítica


reivindicación, encontrará muy a menu- de las cosas humanas, que es, en suma,
do opuestos a sus reparadoras conclusio- también la filosofía de la equidad y la
nes los juicios históricos del escritor a verdad; y cuando en cercanos pueblos
quien hoy se glorifica. Pues bien: es cier- ella ha triunfado definitivamente sobre
to que Juan Carlos Gómez fulminó a per- la inercia de los odios; cuando los patri-
sonalidades a quienes el pueblo oriental cios de Buenos Aires y los caudillos de
ha decretado estatuas; pero no es menos las épicas montoneras se han reconcilia-
cierto que Juan Carlos Gómez tendrá es- do para el historiador en la armoniosa
tatuas sobre el suelo oriental: y cuando síntesis de la revolución de Mayo, bien
el execrador y los execrados se confun- podemos nosotros, al formar el trofeo de
den en la fraternidad sublime de la glo- la patria, en esta hora de las postumas
ria, nadie tiene derecho de recordar las justicias, bien podemos nosotros cruzar,
impiedades que íes separaron en vida. Ni en el trofeo de la patria, con la espada de
el uno ni los otros son ya míseras cria- Las Piedras y con la espada del Rincón,
turas humanas, sino estatuas que perdu- la pluma gloriosa de Juan Carlos Gómez.
ran sobre el paso de las generaciones; y Un día, la Convención francesa man-
tas estatuas, señores, no se odian entre | dó que fueran quitados del Panteón Na-
sí, los mármoles y los bronces no se | cional los restos mortales de Mirabeau.
odian: en su serenidad olímpica, levan- Pasado cierto tiempo, dispuso que esos
tados sobre el nivel vulgar de los hom- restos volvieran a ocupar su lugar entre
bres, se miran y se comprenden. los de los grandes hombre de Francia.
Una concepción unilateral, y, por tan- Y Michelet, comentando esos dos actos,
to, falsa, de los hechos históricos, propa- aparentemente contradictorios, declara
gó un tiempo, en el Río de la Plata, que que, si justa fue la Convención cuando
la obra de los grandes caudillos y la obra expulsó de su pedestal de gloria al colo-
de los pensadores y organizadores civiles so de la tribuna, en castigo de las culpas
eran antinómicas e inconciliables. Del que le imputaba, aún fué más justa cuan-
punto de vista de una de ellas se conde- do ordenó reponerle, porque aquella
naba inexorablemente a la otra. Pero si proscripción transitoria bastaba para
en la perspectiva engañosa, o, mejor, en sanción penal de tales culpas, y cumpli-
la ausencia de perspectiva de los contem- da la severa condena, el varón preclaro
poráneos, no era posible hallar la oculta debía levantarse de nuevo y para siem-
armonía que relacionaba para el porve- pre en los altares de la patria agradeci-
nir aquellas fuerzas contrapuestas—y por da, Yo me atrevo o afirmar que, si en
igual necesarias—de nuestro génesis, en el alma de los detractores de Juan Carlos
las rememoraciones glorificadoras de la Gómez hay un fondo de piedad histó-
posteridad hay cabida para el esfuerzo rica, de esa piedad histórica, señores, sin
heroico del caudillo y para la labor aus- la cual los juicios de la posteridad no se-
tera del pensador. Y si la desconfianza, y rían más que una lapidación insensata de
el odio, acaso, los separó mientras vi- las generaciones muertas por las genera-
vían, paciñquémoslos y reconciliémoslos ciones vivas, ellos han de convenir alguna
en la muerte, para que así como la mis- vez, por mucho que agiganten los que
nía tierra los abraza y el mismo cielo ex- consideran sus desvarios y que deformen
tiende sobre ellos la bendición de su se- las que llaman sus crueldades—ya que na-
renidad infinita, la misma gratitud los die ha podido enterarnos de sus culpas—,
arraigue en el recuerdo de las generacio- ellos han de convenir alguna vez en que
nes y el mismo culto los levante sobre sus treinta años de destierro y abandono,
las aras de la inmortalidad. Esta es la ! no figurado, como el de Mirabeau, sino
512 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

real y rebosante de amargura, son sufi- me frente a la pasión desenfrenada; pa-


ciente pena para que, desarmados ya to- saron por todas las torturas de la so-
dos los odios, creamos llegada la hora ledad, moral, de la asfixia, del desequili-
de traerle a reposar en el panteón de brio entre la superioridad personal y la
nuestros muertos ilustres. insuficiencia del ambiente; y por eso, se-
Hay, por otra parte, un deber de repa- ñores, por lo que sufrieron, por lo que
ración que nos obliga, con doble imperio, su tiempo íes fué ingrato, la posteridad
a la glorificación de nuestros hombres de vindicadora debe traer al homenaje que
pensamiento y de carácter civil. Ellos \ tribute a estos hombres doble suma de
—aún más que nuestros hombres de gue- amor, doble suma de piedad; y por eso
rra—padecen hambre y sed de justicia. venimos a esta apoteosis con el cora-
Porque el héroe de la acción, el caudillo zón conmovido, aquellos que, por sobre
de alta talla, el. gran conductor de multi- la admiración de glorias menos puras,
tudes, si bien pudo merecer a veces cam- profesamos el culto y la fe del pensa-
po más amplio para su intrepidez y su miento.
heroísmo, mayores empresas que aque- Nadie como Juan Carlos Gómez perso-
llas que le deparó la condición del medio nifica en nuestro pasado ese destino do-
social y de la época en que tocóle actuar; ; loroso e injusto: en parte, por el estoi-
si pudo ser que encontrase estrecho ante cismo abstinente en que le enclaustró,
su mirada el horizonte, mezquino el pe- desde antes de la madurez, una filosofía
destal bajo su planta, tuvo a lo menos la política más generosa que ceñid a a las
compensación del valor y la obediencia realidades del mundo; pero en mayor
de la muchedumbre; la compensación de parte, ciertamente, por la cruel fatalidad
la actividad entusiasta, febril; del triun- de las cosas. Pudo ser el jefe civil de un
fo ruidoso; del perfume de gloria aspi- gran partido, y apenas si fué, primero,
rado entre el olor de la pólvora y los su timonel precario e infortunado, en ra-
vahos de la sangre; la compensación del ras horas de borrasca, y luego, desde le-
que se siente comprendido, estimulado, j jos, su tribuno sin acción, su amonesta-
seguido, identificado con ese corazón gi- ¡ dor, y casi su heterodoxo. Pudo ser un
gante del pueblo, cuyo ritmo resuena en • gran escritor, dotado de todas las seduc-
los vítores de la plaza pública y en el i ciones y todos los prestigios con que la
estrépito marcial de las batallas. Pero j palabra que maneja el arte burila senti-
los hombres de pensamiento, señores, en ¡ mientos e ideas en el corazón y el pensa-
aquellos tiempos rudos y apenas sufi-1 miento de los hombres; y lo fué, sin du-
cientes para la acción instintiva y tumul- ' da, pero de la manera esbozada y frag-
tuosa, (cuántas veces hubieron de expe- i mentaria como cabe serlo en la vertigi-
rimentar las angustias del inadaptado y j nosa improvisación del diarismo. Pudo
el incomprendido!... Teniendo fuerzas ¡ gobernar; levantar sus ideas, de la tri-
con que dominar desde las altas cumbres buna al Capitolio; gozar la satisfacción
adonde converge la atención humana, legítima del encumbramiento anhelado
sintieron sofocado su vuelo por la at- ! para hacer el bien y dejar obra memora-
mósfera estrecha de democracias semi- ble; y se inmoló, con abnegación anti-
aldeanas, mal educadas y enfermizas; gua, en voluntario destierro, hasta mo-
mereciendo el séquito alentador y el co» | rir serniolvidado y pobre, procurando en
ro inteligente, vieron con frecuencia ñau- i la labor oscura de una cátedra el pan es-
fragar su palabra, cuando no en las sir- caso de sus últimos días, pero aferrado
tes del desconocimiento sañudo, en la con fidelidad inquebrantable al amor del
desolación de la indiferencia silenciosa; suelo natal, a pesar de los triunfos y los
palparon el desvalimiento de la idea iner- honores con que brindaba a sus dotes

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OBRA ORIGINAL.—6: EL. MIRADOR DE PROSPERO.—LA VUELTA DE J. C, GÓMEZ 513

eminentes la escena cívica de un grande que fueron sus conmilitones o sus ene-
y próspero pueblo. migos, podría disputarle el primer pues-
Personificó, por la feliz armonía de sus to. Pero en Sarmiento la fuerza rara vez
dotes, su propio ideal de democracia cul- se armoniza con la gracia y la medida
ta, no reñida, sino connaturalizada, con escultural. Hay algo de abrupto, de des-
el orden y la selección. En nuestra histo- proporcionado, de inarmónico, en la for-
ria no hallo figura que con tal brillo re- midable clave de ese Hércules debelador
presente al gentilhombre, al patricio de de monstruos y tiranos. En Juan Carlos
una sociedad republicana. Porque él lo Gómez, el golpe, no menos irresistible y
tuvo todo: el pensamiento penetrante y certero, guarda constantemente el ritmo
la palabra que lo esculpe en forma que de la elegancia gladiatoria, Así como, ni
no perece; el corazón generoso y la vo- aun en las mayores vehemencias de su
luntad que convierte sus palpitaciones alma apasionada, pierde el sentido de
en impulsos eficaces y enérgicos; la aus- una caballeresca dignidad, así, aun en el
teridad estoica y la delicadeza exquisita; ímpetu de la contradicción y el encarni-
el favor de las gracias y las armas del zamiento de la lucha, mantiene la nota
combate; soberbio ejemplar de superio- escogida del buen gusto. Y cuando exhu-
ridad humana, que, en escenario más mamos sus escritos, por entre aquello
vasto, hubiera dejado esculpida su figu- j que el tiempo ha inevitablemente mar-
ra en el mármol que contemplan con : chitado, nos sorprenden a menudo un
arrobamiento las naciones y los tiempos. ' pensamiento, una imagen, una frase, de
Aun para aquellos que no acierten a |: inolvidable y escultórica belleza, como
ver la superioridad del hombre de acción 1 en las despedazadas ruinas atrae tal vez
y del político, siempre se destacará ava- la mirada del viajero una columna trun-
salladora la faz del escritor, Su palabra : ca o el torso divino de una estatua.
de fuego es de las que parecen capaces Tal fué el escritor; tal fué el lucha-
de conmover y entusiasmar a los mismos i dor; tal fué el apóstol.
contra quienes van dirigidas. Yo no co- I Señores: Alta es la idea de la patria;
nozco publicista del Río de la Plata que pero en los pueblos de la América lati-
haya tenido en más alto grado que Juan na, en esta viva armonía de naciones
vinculadas por todos los lazos de la tra-
Carlos Gómez la unción del inspirado, dición, de la raza, de las instituciones,
del apóstol. Todo lo que salía de su plu- del idioma, como nunca las presentó
ma venía envuelto en ese poder magnéti- juntas y abarcando tan vasto espacio la
co que se impone instantáneamente y historia del mundo, bien podemos decir
por medios superiores a los de la refle- que hay algo aún más alto que la idea
xión y el análisis; que subyuga, más que de la patria, y es la idea de la América;
convence; que arrebata, más que adoc- la idea de la América, concebida como
trina. Lo que en otros es convicción, en una grande e imperecedera unidad, como
él era fe; lo que en otros es raciocinio, una excelsa y máxima patria, con sus
en él era inspiración; lo que en otros es héroes, sus educadores, sus tribunos;
faena de crítico, en él era fervor de ilu- desde el golfo de Méjico hasta los hie-
minado. Nadie más distante de aquella los sempiternos del Sur.
serenidad reflexiva, y aquella igualdad
de ánimo, y aquella expresión sobria y Ni Sarmiento, ni Bilbao, ni Martí, ni
desnuda, que caracterizaron a Florencio Bello, ni Montalvo, son los escritores de
Várela, su precursor en la propaganda una u otra parte de América, sino los ciu-
f
le la libertad. La polémica era el campo dadanos de la intelectualidad americana.
donde se agigantaba. En cuanto polemis- Significando, pues, esa íntima solida-
ta, sólo Sarmiento, entre los escritores ridad, por la cual lo que enaltece y hon-
H000.---17
514 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ra a alguno de nuestros pueblos los \ poderosa República, que hoy se levanta


honra y enaltece a todos; significando tan alto en la civilización y la riqueza
también el afecto y la gratitud que per- del Continente, yo, honrado con la re-
petúan en la memoria de Chile los es- presentación de la prensa y ei Ateneo de
fuerzos con que el proscripto de Monte- Santiago, dejo las flores que me envían
video contribuyó, desde su cátedra de para la tumba de Juan Carlos Gómez.
El Mercurio, a dilucidar los problemas
de la organización de aquella culta y 1905.

RUMBOS NUEVOS
on motivo de la publicación de «ídolo, Fori», de Carlos
Arturo Torres

El fanático y el escéptico, personifica- la correlación de superioridades y de-


ciones de dos puntos extremos, entre los fectos propios de la naturaleza del tipo
que oscila con inseguro ritmo la razón a que respectivamente se aproximan, y
humana, son caracteres que presentan dejando graduar ía intensidad con que
notas peculiares de superioridad y de adolecen de los defectos por la propor-
desmerecimiento, de alteza y de ruindad. ción en que participan de las superiori-
Caben en el fanático el prestigio avasa- dades. Cuanta más energía de convicción,
llador del entusiasmo, la sublime capa- menos virtud de tolerancia; cuanta ma-
cidad de crear y aniquilar, de idolatrar yor disposición de hacer, menor pro-
y maldecir; la grandeza de la acción he- fundidad de pensar; cuanta más sutil
roica; la suprema abnegación del mar- inteligencia crítica, menos dinámico y
tirio. Tiene, en cambio, la estrechez de comunicativo poder de sentimiento,
juicio y sentimiento; la ceguera para ¿Es ésta, sin embargo, ley fatal e in-
cuanto no sea el punto único a que, con flexible? ¿No pueden concillarse, en un
fatal impulso, gravita; la incomprensión, plano superior, las excelencias de ambos
la inñexibilidad, la brutalidad. Caben caracteres y determinar uno nuevo V
en el escéptico superior la amplitud alta más alto?... Yo creo que sí. Yo creo que
y generosa; la benevolencia fácil; el sen- es posible, no sólo construir idealmente,
tido de lo relativo y transitorio de toda sino también, aunque por raro caso, se-
fórmula de la verdad; la cultura varia y ñalar en ía realidad de la vida una es-
renovable; la gracia y movilidad del pen- tructura de espíritu en que la más efi-
samiento. Deslácenle, como reverso de caz capacidad de entusiasmo vaya unida
estos dones, la ineptitud para la acción; al don de una tolerancia, generosa; en
la fría esterilidad de la duda; la limita- que la perseverante consagración a un
ción y pobreza de lo que exige de la ideal afirmativo y constructivo se abrace
realidad; la influencia enervadora y co- con la facultad inexhausta de modificar-
rrosiva. Entre estos dos tipos opuestos, lo por la propia sincera reflexión y por
y en su perfecta realización extraordina- las luces de la enseñanza ajena, y de
rios, halla su posición y carácter el es- adaptarlo a nuevos tiempos o a nuevas
píritu de la mayoría de ios hombres que, circunstancias; en que el enamorado sen-
de uno u otro modo, se interesan por timiento del propio ideal y de la propia
las ideas; aproximándose a un extremo fe no sea obstáculo para que se reconoz-
o al otro, pero guardando casi siempre ca con sinceridad, y aun con simpatía

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RUMBOS NUEVOS 515

la virtualidad de belleza y amor de la fe ni asume las formas triunfales del pro-


extraña y los ideales ajenos; en que i a selitismo, su influencia en esferas supe-
clara percepción de los límites de la ver- riores a la vulgaridad es la única de que
dad que se confiesa no reste fuerzas para I nace positivo progreso en las ideas y la
servirla con abnegación y con brío, y en ] que, en definitiva, fija el ritmo que pre-
que el anhelo ferviente por ver encar- ! valece sobre los desacordes impulsos de
nada cierta concepción de la justicia y esas distintas ordenaciones del rebaño
del derecho parta su campo con un se- j humano que llamamos escuelas, sectas
guro y cauteloso sentido de las oportu- y partidos.
nidades y condiciones de la realidad. Creo que se acertaría con una de las
Este es, sin duda, el más alio grado de • notas fundamentales del libro que me da
perfección a que pueda llegarse en la ocasión para este estudio, si se dijera
obra de formar y emancipar la propia que es un poderoso esfuerzo en el senti-
personalidad, bajo la doble relación de , do de propagar ese tipo superior de ca-
la inteligencia y del carácter. De más j rácter que he procurado definir; y lo es
está decir que si el fanático y el escép- | porque la personalidad misma del autor,
tico puros, en el sentido de la pureza o | tal como se estampa, con enérgico sello
simplicidad psicológicas, son tipos de j de verdad, en sus páginas, realiza en sí
excepción, aún lo es más este tipo en I dicho tipo, por natural disposición, y
que se resuelve la oposición de aquellos I también, sin duda, por perseverante dis-
otros, no por neutralizado y vulgar iér- ' ciplina propia, y es uno de ios más per-
mine medio, sino por participación acti- ! fectos ejemplares de él que conozco den-
va y fecunda de las superioridades y ca- tro del actual pensamiento hispanoame-
pacidades de entrambos. ricano.
No sólo es extraordinaria esta superior Quien siga con atención el movimien-
manera de ser, sino que, a diferencia de to de ideas que orienta y rige, en el pre-
aquellas de que la deslindamos, escapa sente, la producción intelectual de la
casi siempre a la comprensión y aplau- América Española, percibirá, en parte de
so del vulgo. La mayoría del vulgo com- esa producción por lo menos, ciertos ras-
pónese de los semifanáticos y los semi- J gos característicos que parecen conver-
cscápíicos, y cada una de estas especies .' ger a una obra de conciliación, de armo-
desmedradas y borrosas siente la suges- nía; de síntesis de enseñanzas adquiri-
tión magnética del tipo que realiza, con das y adelantos realizados, con viejos
plenitud eficaz, ios caracteres que sólo ¡ sentimientos que recobran su imperio
en parte y sin eficacia tiene ella. A los j e ideas generales que reaparecen, con
semifanáticos les subyuga la bárbara nueva luz, tras prolongado eclipse, Uno
energía de! fanatismo personificado en de estos sentimientos e ideas es la idea
un carácter uno, enterizo y presa de ! y el sentimiento de la raza. Aquel género
ímpetu ciego; a ios escépticos a medias de amor propio colectivo que, como el
Íes fascina aquel como prestigio diabóli- ¡ amor de patria en la comunidad de la
co que nace, en el pleno escepticismo, de j tierra, toma su fundamento en la comu-
la resistencia invariable de la duda y del nidad del origen, de la casta, del abolen-
alarde impávido de la ironía. No queda go histórico, y que, como el mismo amor
séquito, o queda muy limitado, para el ; patrio, es natural instinto y eficaz y no-
e
spíritu de libertad y selección que afir- , ble energía, pasó durante largo tiempo,
^ a y niega, obra y se abstiene, con racio- j en los pueblos hispanoamericanos por un
n
ñi medida de cada una cíe sus determi- profundo abatimiento. Los agravios de la
naciones. Pero si su acción sobre el ma- : lucha por la emancipación y el dolorido
yor número no es inmediata ni violenta, : recuerdo de las limitaciones y ruindades
516 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de la educación colonial, movieron en la un pasado del que no era posible pres-


conciencia de las primeras generaciones cindir, porque estaba vivo, con la radical
de la América independiente un impulso vitalidad de la naturaleza heredada y la
de desvío respecto de todo sentimiento costumbre. Los partidos conservadores
de tradición y de raza. Parecía buscarse se adhirieron a la tradición y a la heren-
una absoluta desvinculación con el pa- cia española, tomándolas, no como ci-
sado y pretenderse que, con la indepen- miento ni punto de partida, sino como
dencia, surgiese de improviso una nueva fin y morada; con lo que, confirmándolas
personalidad colectiva, sin el lazo de con- en su estrechez, las sustrajeron al pro-
tinuidad que mantienen, a través de todo gresivo impulso de la vida y cooperaron
proceso de regeneración o reforma per- a su descrédito. En aquellas partes de
sonal, la memoria y el fondo del carác- Hispanoamérica donde una continua y
ter. En su impaciente y generoso anhelo populosa inmigración, procedente de dis-
por agregar el espíritu de estas socieda- tintos pueblos de Europa, acumuló en
des al movimiento progresivo del mundo, poco tiempo, sobre el fondo nativo, ele-
recuperando el camino que perdieran a la mentos extraños bastantes para sobre-
zaga de la retrasada metrópoli, aquellas ponerse a la fuerza asimiladora de una
generaciones creyeron que para emanci- personalidad nacional que no se sostu-
parse de los vínculos de la naturaleza y viese con gran brío, fué éste un nuevo
de la historia que estorbaban a la inme- factor que conspiró a nublar la concien-
diata ejecución de tal anhelo bastaba cia de la raza propia; y ninguna enérgica
con desconocerlos y repudiarlos: ilusión i acción social, ningún plan orgánico de
comparable a la del que imaginara evi- i gobierno, acudieron a levantar por cima
tar al enemigo volviéndole la espalda del aluvión cosmopolita, el principio de
para no verle. Este fundamental error unidad que hubieran dado de sí los sen-
privó de firmeza a la obra constructiva • timientos de la tradición y de la raza,
que aquellas colectividades de héroes, I celosamente estimulados con los mil me-
demasiado grandes e inspiradas en la ; dios de educación y propaganda que el
guerra para que sea justo hacerles cargo Estado es capaz de desenvolver.
de que no fuesen más sabias y cautas en Pero no hubo sólo desviación relativa
la paz. Convirtieron en escisión violenta, a las tradiciones de raza, tomando ésta
que había de parar en forzosa desorien- en su directo y más concreto sentido de
tación y zozobra, lo que pudo ser trán- la nación colonizadora. Momento llegó
sito ordenado, tenaz adaptación, enlace en que el desapego tendió a más, si no
armonioso. Aun después que los renco- ; en la conciencia del pueblo, en la de las
res de la guerra se disiparon y que el ! clases directivas y cultas. Por influjo de
instinto de simpatía por el propio linaje ; corrientes de filosofía histórica que tu-
y por los hechos de los mayores recobró j vieron umversalmente su auge y que
en parte sus fueros, esta reconciliación ! convirtieron en desalentado pesimismo
se manifestó mucho más por protestas j de raza la impresión de decaimientos 3'
elocuentes y jaculatorias líricas que co- | derrotas que coincidían con el encum-
mo inspiración de una labor encaminada j bramiento intelectual, económico y polí-
a restablecer la unidad interna de la his- tico de pueblos a quienes parecía trans-
toria. Los partidos liberales, sucesores i mitirse por tal modo la hegemonía de la
directos del espíritu de la independencia ! civilización, la desconfianza hacia lo cas-
en cuanto obra de fundación social y po- i tizo y heredado de España se extendió a
lítica, persistieron en el yerro original ' la grande unidad étnica e histórica de
de tornar de afuera ideas y modelos sin los pueblos latinos, cuya capacidad £e
tener más que olvido o condenación para juzgó herida de irremediable decadencia,

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RUMBOS NUEVOS 517

y cuyo ejemplo y cuya norma, en todo j no lo es acaso en otras; que pueden


orden de actividad, se tuvo por necesario j emularse disposiciones heredadas y cos-
desechar y sustituir para salvar de la fa- i tumbres seculares, con planes y leyes:
tal condena que virtualmente entraña- j y finalmente, que, aun siendo esto rea-
ban. No creo engañarme si afirmo que : lizable, no habría abdicación ilícita, mor-
éste era, aún no hace muchos años, el ! tal renunciamiento, en desprenderse de la
criterio que prevalecía entre los hom- j personalidad original y autónoma, dueña
bres de pensamiento y de gobierno, en siempre de reformarse, pero no de desca-
las naciones de la América latina; el cri- racterizarse, para embeber y desvanecer
terio ortodoxo en universidades, parla-' el propio espíritu en el espíritu ajeno.
mentos y ateneos; la superioridad abso- Me he detenido, tal vez con demasía, a
luta del modelo anglosajón, así en ma- recordar estas tendencias divergentes del
teria de enseñanza, como de institucio- \ sentido de la tradición y la raza, a fin
nes, como de aptitud para cualquier gé- I de que aparezca el carácter de reacción
ñero de obra provechosa y útil, y la ne- j que tienen sentimientos e ideas dominan-
cesidad de inspirar la propia vida en la tes ya, y que suben con creciente impul-
contemplación de ese arquetipo, a fin so, en la vida intelectual de la América es-
de aproximársele, mediante leyes, pla- pañola. Diríase que del misterioso fondo
nes de educación, viajes y lecturas, y sin conciencia donde se retraen y aguar-
otros instrumentos de imitación social. dan las cosas adormidas que parecen
Los Estados Unidos de Norteamérica haber pasado para siempre en el alma
aparecían como viviente encarnación del de los hombres y los pueblos, se levan-
arquetipo; como la imagen en que toma- j tan, a un conjuro, las voces ancestrales,
ba forma sensible la idea soberana. Ab- i los reclamos de la tradición, los alardes
surdo sería, desde luego, negar, ni la del orgullo de linaje, y preludian y con-
grandeza extraordinaria de este modelo i ciertan un canto de alborada. Muchos
real, ni las positivas ventajas y excelen- ! son los libros hispanoamericanos de es-
cias del modelo ideal: el genio de la tos últimos tiempos en que podrían se-
raza que en aquel pueblo culmina; ni ; ñalarse las huellas de ese despertar de la
siquiera lo que de practicable y de fecun- [ conciencia de la raza, no vinculada ya a
do había en el propósito de aprender las una escuela de estrecha conservación en
lecciones de su bien recompensado saberv lo político y de pensar cautivo y rece-
y seguir los ejemplos de su voluntad vic- loso, sino abierta a todos los anhelos de
toriosa. Pero el radical desacierto consis- la libertad y a todas las capacidades de
tía, no tanto en la excesiva y candorosa | adelanto; henchida de espíritu moderno,
idealización, ni en el ciego culto, que se ¡ de amplitud humana, de simpatía uni-
tributaba por fe, por rendimiento de versal, como gallarda manifestación ca-
hipnotizado, más que por sereno y rene- j racterística de pueblos que aspiran a es-
tampar su personalidad, diferenciada y
xivo examen y prolija elección, como en i constante, en la extensión continental,
la vanidad de pensar que estas imitacio- cuya mitad ocupan, y en el inmenso por-
nes absolutas, de pueblo a pueblo, de j venir donde hallarán la plenitud de sus
raza a raza, son cosa que cabe en lo na- ¡ destinos, y que buscan para ello sentar
tural y posible; que la estructura de es- i el pie en el pasado histórico, donde están
píritu de cada una de esas colectividades ! las raíces de su ser y los blasones de su
humanas no supone ciertos lincamientos | civilización heredada. Ni es sólo en una
y caracteres esenciales, a los que han de ¡ vaga idealidad como da muestra de sí
ajustarse las formas orgánicas de su cul- \ este sentimiento. Cuestiones sociales y
tura y de su vida política, de modo que j políticas se consideran por su incentivo
lo que es efica?; y oportuno en una parte (
518 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y a su luz; y así, en reciente y notable ía intimidad del fenómeno vital, inmuta-


libro, La restauración nacionalista, Ri- ble en su esencia, mudable en su estrue-
cardo Rojas, argentino, refiere el proble- | tura». Realza la sagrada eternidad de la
ma de la educación a la necesidad de \ idea de la patria, como «vinculación ideal
mantener los vínculos tradicionales, y lo i de tradición, sentimientos y aspiracio-
estudia en la particularidad de la ense- nes»; y en el sintético y hermoso capítu-
ñanza de la historia, medio eficacísimo lo final, Hacia el futuro, encarece el va-
de simpatía y de comunión en el cuito lor del tesoro que aportan al presente:
de ia patria. : «con sus acopios fisiológicos, la herencia;
:
Pues bien: Idola Pori se relaciona, en con sus acopios morales, la tradición»,
1
mi sentir, por su más íntima tendencia, representando la armonía perenne que
con ese movimiento de resaturación, si ! integran las generaciones humanas por
usarnos ía palabra del autor argentino, : las tres mujeres que, en el'bajorrelieve
y es como ía expresión generosa del sen- de Frémieux, tripulantes de la misma
tido político que debe adquirir tal mo- barca, mira la una, con aire melancólico,
vimiento, manifestándose en el espíritu a la playa que dejaron; sondea la otra,
y la obra de los partidos liberales. Por- con impaciente anhelo, ía opuesta leja-
que el mensaje que sus páginas llevan es nía, y rige la tercera, en medio de las
mensaje de conciliación, de armonía, de dos, con firme y sereno pulso, ¡os remos
evolución racional y orgánica, tan ajena que las llevan adelante.
de yertas inmovilidades como de vanos i Otro de los rasgos íisonómicos del pen-
desasosiegos; de serenidad encumbrada samiento hispanoamericano, en el mo-
sobre «los fanatismos de la tradición y mento presente, es la vigorosa manifes-
ios fanatismos de la revolución»; y quien tación del sentido idealista de la vida; la
quisiera reducir estas fórmulas a una ia frecuente presencia en lo que se piensa
hallaría en el mandamiento de enlazar y escribe, ele fines espirituales; el inte-
los impulsos de reforma, que modelan rés consagrado a ia faz no material ni
lo por venir, con el respeto del pasado, utilitaria de la civilización. Corresponde
en su persistente unidad característica. esta nota de nuestra vida mental al fon-
Conjuraremos los ídolos del Foro; lo- do común de sentimientos e ideas por
graremos, según las palabras de Torres, j que nuestro tiempo se caracteriza en el
«el equilibrio hermoso y estable que re- ¡ mundo. No cabe dudar de que las más
sulta de las mutuas concesiones de los , interesantes, enérgicas y originales di-
asociados», si cuidamos de adecuar las j recciones del espíritu contemporáneo, en
cosas nuevas que proponemos y adqui- | su labor de verdad y de belleza, conver-
rimos a la realidad de nuestra vida y 1 gen dentro de un carácter de idealismo,
nuestra historia, edificando sobre el pro- que progresivamente se define y propa-
pio solar y sembrando en el propio te- ga. Así lo reconoce, en más de una oca-
rrón. Y así lo entiende y declara, en no sión, el escritor colombiano; ya refirién-
pocos pasajes de su libro, el escritor co- dose, al empezar, a ia «sutil esencia de
lombiano. Contra el vulgar sentir de que • idealismo» que se evapora del conjunto
la relación de lo pasado a lo presente es, de la actividad filosófica y científica ae
por esencia, oposición y discordia, levan- nuestra época, ya finalizando con la afir-
ta, con Kidd, el principio de su solidari- mación de la existencia de un «renaci-
dad y continuidad indestructibles; y con- miento idealista» que aspira a producir
tra el concepto biológico que sólo ve en una «superior conciencia de la humani-
la evolución las desviaciones del tipo ori- dad», como resultado de una múltiple
ginario, reivindica, con Quintón, la ley corriente de revaluación de valores inle-
de fijeza, constancia y unidad «que rige
• íectuales y morales.

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RUMBOS NUEVOS 519

Si retrocedemos a señalar el punto de un. Taine o un Renán, la soberana cali-


donde esta universal revolución del pen- dad del pensamiento y la alteza constan-
samiento toma su impulso, en parte co- te del punto de mira infunden un senti-
mo reacción, en parte como ampliación, miento de estoica idealidad, exaltador,
lo hallaremos en las postreras manifesta- y en ningún caso depresivo, de las más
ciones de la tendencia netamente positi- nobles facultades y las más altas aspi-
vista que ejerció el imperio de las ideas, raciones, Pero sin detenernos a conside-
desde que comenzaba hasta que se acer- i rar de qué manera y en qué grado pudo
caba a su término la segunda mitad del j el positivismo degenerar o estrecharse en
pasado siglo. Expone Taine que cuando, ] la conciencia europea, como teoría y co-
en determinado momento de la historia, i mo aplicación, y volviendo la mirada a
surge una «forma de espíritu original», nuestros pueblos, necesario es reconocer
esta forma produce, encadenadamente y que aquella revolución de las ideas fué,
por su radical virtud, «una filosofía, una | por lo general, entre nosotros, tan po-
literatura, un arte, una ciencia», y agre- i bremente interpretada en la doctrina co-
guemos nosotros, una concepción de la j mo bastardeada en ía práctica. El senti-
vida práctica, una moral de hecho, una ; do idealista y generoso que comtianos
educación, una política. El positivismo • como Lagarrigue infundieron en su pre-
del siglo xix tuvo esa multiforme y sis- j dicación, más noblemente inspirada que
temática reencarnación; y así como en el bien comprendida y eficaz, no caracteri-
orden de la ciencia condujo a corroborar i za la índole del positivismo que llegó a
y extender el método experimental, y en propagarse, y aun a divulgarse, en nues-
la literatura y arte llevó al realismo na- tra América. Fué éste un empirismo uti-
turalista, así, en lo que respecta a la litarista de muy bajo vuelo y de muy
realidad política y social, tendió a en- i mezquina capacidad, como hecho de mol-
ironizar el criterio utilitario, la subordi- j de para halagar, con su aparente clari-
nación de todo propósito y actividad al dad de ideas y con la limitación de sus
único o supremo objetivo del interés co- alcances morales y sociales, las más es-
mún. La oportunidad histórica con que trechas propensiones del sentido común.
tal «forma original de espíritu» se mani- Por lo que se refiere ai conocimiento, se
festaba, es evidente; ya en el terreno de ¡ cifraba en una concepción supersticiosa
la pura filosofía, donde vino a abatir de la ciencia empírica, como potestad
idealismos agotados y estériles, ya en el infalible e inmutable, dominadora del
de la imaginación artística, a la cual li- misterio del mundo y de la esfinge ele
bertó, después de la orgía de ios román- la conciencia, y con virtud para lograr
ticos, de fantasmas y quimeras; ya, fi- todo bien y dicha a los hombres. En lo
nalmente, en el de la práctica y la ac- I tocante a la acción y ai gobierno de la
ción, a las que trajo un contacto más vida, llevaba a una exclusiva considera-
íntimo con la realidad, contribuyendo, i ción de los intereses materiales; a un
por ejemplo, a vencer eí espacio que en j concepto rebajado y mísero del destino
Francia separa la vana agitación de ía humano; al menosprecio, o la falsa com-
segunda República, de la sabia firmeza prensión, de toda actividad desinteresa-
del oportunismo republicano que llegaba da y Ubre; a la indiferencia por todo
a
-l poder confesándose, por labios de cuanto ultrapasara los límites de la fina-
Gambetta, «libre y desinteresado serví- ; lidad inmediata que se resume en ios
3or del positivismo». j términos de lo práctico y lo útil.
^s indudable, además, que si e'i espíri- ¡ Estas dos nociones, tan interesantes y
'u positivista se saborea en las fuentes, ; necesarias dentro del orden y trabazón
e
n las cumbres, un Coime o un Spencer, de ideas en que se encuadra una voiun-
520 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tad bien regida, son ídolos groseros si tesoros donde el quijotismo de lo ideal
se las observa campear, sueltas y eman- finge Dulcineas, castillos y gigantes.
cipadas de todo principio superior, en Relativamente a la peculiar situación
la conciencia del vulgo. En general, nada de nuestros pueblos, estas tendencias en-
debe temerse más que los efectos de la cerraban peligros que no era bastante a
deformación de ciertas ideas arriesgadas compensar el efecto de saludable elimi-
y confundibles, o ya originariamente vi- nación que, por otra parte, producirían
ciosas, cuando se apoderan de ellas la [ (ya que no falta nunca alguna relación
mediocridad de espíritu y la mediocridad ! benéfica en lo fundamentalmente perni-
de corazón, para disfrazar de conceptos j cioso), sobre idealismos quiméricos y
capaces de sostenerse y propagarse a pie- j sueños impotentes y vagos. Desde luego,
na luz las condiciones de su personal in- toda obsesión utilitarista, todo desfalleci-
ferioridad. Esto, de que puede señalarse miento de las energías que mantienen el
actualmente un ejemplo en la deplorable timón de la nave social en derechura a
boga del egoísmo aristocrático de Nietzs- un objeto superior al interés del día que
che, convertido en patente de corso para pasa, habían de ejercer tanto más fácil
la franca expansión de la desatinada so- y avasallador influjo en el espíritu de de-
berbia de los necios y de la miseria de ; mocracias nuevas, donde la marea utili-
alma de los viles, pasó también con la j taria no encontraría resistencia de esas
difusión entusiástica de la idea de uti- i poderosas fuerzas de idealidad inmanen-
lidad. Las medianías ineptas, por su po- j te que tienen fijas, en los pueblos de ci-
breza de vida espiritual, para compren- , vilización secular, la alta cultura cientí-
der aspiración más alta que las que cir- j fica y artística, la selección de clases di-
cunscribe el interés positivo, acogieron rigentes y la nobleza con que obliga la
con júbilo un criterio que interpretaban ¡ tradición. A esto hay que agregar, toda-
como la confirmación de que, allí donde vía, circunstancias de época. Comenzaba
nada veían ellas, nada existía sino vani- \ en estas sociedades el impulso de en-
dad; y creyendo predicar la filosofía que grandecimiento material y económico, y
habían aprendido, predicaban la imita- [ como sugestión de él, la pasión de bien-
ción de su propia naturaleza. Imaginaron estar y riqueza, con su cortejo de frivo-
que descubrían un mundo, y que este lidad sensual y de cinismo epicúreo; la
mundo era la tierra misma: el suelo fir- avidez de oro, que, llevando primero a
me y seguro de la realidad, de donde las la forzada aceleración del ritmo del tra-
generaciones anteriores habían vivido bajo, concluía en el disgusto del trabajo,
ausentes, y que era menester rehabilitar \ como harto lento prometedor, y lo susti-
como habitación de los hombres. La tuía por la audacia de la especulación
energía interior, la facultad dominante, aventurera. Eran los años en que las lí-
que para ello preconizaban, era un sen- \ neas enérgicas y airosas de la tradicional
tido práctico abstraído de toda noción personalidad colectiva empezaban a esfu-
ideal que lo refiriese, como instrumento marse, veladas por un cosmopolitismo
o medio de hacer, a algún supremo tér- incoloro, y en que, en medio de la confu-
mino de desinterés, de justicia o de be- sión de todo orden de prestigios y valo-
lleza; sentido práctico que orientándose, ! res sociales, se apresuraba la formación
como el buen sentido de Sancho, en ex- ¡ de una burguesía adinerada y colecti-
elusiva persecución de lo útil, si alguna ' cia, sin sentimiento patrio, ni delicadeza
vez padecía quiebras y eclipses había de moral, ni altivez, ni gusto. El gran Sar-
ser, como en el inmortal escudero, para miento, que alcanzó en su titánica vejez
desviarse en dirección de esos quijotis- ¡ el despuntar de esos tiempos, los llamó
mos de la utilidad que fingen ínsulas y ¡ la época cartaginesa. En semejante dis-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RUMBOS NUEVOS 521

posición de las conciencias y las cosas, permanencia indómita, la sublime terque-


una corriente de ideas que ya llevaba dad del anhelo que excita a la criatura
en sí misma cierta penuria de energías humana a encararse con lo fundamental
enaltecedoras, no podía menos de empo- del misterio que la envuelve, así, en la
brecerse y de extremarse en sentido uti- esfera de la vida y en el criterio de sus
litario y teñe a Ierre; y no fué otro, en "•actividades, tendemos a restituir a las
efecto, el carácter de nuestro positivismo. | ¿deas, como norma y objeto de los hu-
Entre tanto, generaciones nuevas lle- manos propósitos, muchos de los fueros
gaban. Educadas bajo el dominio de ía- ; de la soberanía que les arrebatara el des-
les direcciones, se asomaban a avizorar bordado empuje de la utilidad. Sólo que
fuera de ellas, con ese instinto que mué- ¡ nuestro idealismo no se parece al idealis-
ve a cada generación humana a separar j mo de nuestros abuelos, los espiritualis-
de lo anterior y aceptado alguna parte tas y románticos de 1830, los revolucio-
de sus ideas. Ponían el oído a las prime- ¡ narios y utopistas de 1848. Se interpone,
ras vagas manifestaciones de una trans- : entre ambos caracteres de idealidad, el
formación del pensamiento en los pue- ¡ positivismo de nuestros padres. Ninguna
blos maestros de la civilización; leían ' enérgica dirección del pensamiento pasa
nuevos libros, y releían aquellos que ha- sin dilatarse de algún modo dentro de
bían dado fundamento a su criterio, para ; aquella que la sustituye. La iniciación
interpretarlos mejor y ver de ampliar su positivista dejó en nosotros, para lo es-
sentido y alcance. Hay en Idola Fori un peculativo como para lo de la práctica y
capítulo donde se indican algunas de las la acción, su potente sentido de relativi-
fuentes de la transición que siguió a dad; la justa consideración de las realida-
esto, comentándose el estudio que de la ; des terrenas; la vigilancia e insistencia
evolución de las ideas en la América es- j del espíritu crítico; la desconfianza para
parióla hizo, no ha mucho, Francisco j las afirmaciones absolutas; el respeto de
García Calderón, en trabajo digno de su • las condiciones de tiempo y de lugar; la
firme y cultivado talento. La lontananza \ cuidadosa adaptación de los medios a los
idealista y religiosa del positivismo de ¡ fines; el reconocimiento del valor del he-
Renán; la sugestión inefable, de desinte- I cho mínimo y del esfuerzo lento y pacien-
res y simpatía, de la palabra de Guyau; te en cualquier género de obra; el des-
el sentimiento heroico de Carlyle; el po- dén de la intención ilusa, del arrebato
deroso aliento de reconstrucción metafí- ; estéril, de la vana anticipación. Somos
sica de Renouvier, Bergson y Boutroux; | los neoideaíistas, o procuramos ser, como
los gérmenes flotantes en las opuestas el nauta que, yendo desplegadas las ve-
ráfagas de Tolstoi y de Nietzsche; y co- las, mar adentro, tiene confiado el timón
mo superior complemento de estas in- a brazos firmes, y muy a mano la carta de
fluencias, y por acicate de ellas mismas, j marear, y a su gente muy disciplinada y
el renovado contacto con las viejas e sobre aviso contra los engaños de la onda.
inexhaustas fuentes de idealidad de la ¡ También por esa parte se enlaza el li-
cultura clásica y cristiana, fueron estímu- I bro que me da pie para estas observa-
lo para que convergiéramos a la orienta- I ciones con la fisonomía general que la
ción que hoy prevalece en el mundo. El ¡ literatura de su índole presenta en la ac-
positivismo, que es la piedra angular de ! tualidad americana. Es el libro de un
nuestra formación intelectual, no es ya j idealista, y es el libro de un hombre que
la cúpula que la remata y corona; y ¡ sabe de la realidad por la cultura y por
as
í como, en la esfera de la especula- la acción. El consorcio fecundo del sen-
ción, reivindicamos, contra ios muros in- \ tido de lo ideal y el de lo real luce en
salvables de la indagación positivista, la I la armonía y madurez de esta obra y
522 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

es de las excelencias de espíritu de su gún orden; y con franco optimismo j


autor, No le abandonan un punto ni la fundada altivez, que yo aplaudo y com-
inspiración de altas ideas ni el cuidado parto, sostiene que, fuera de las superio-
del modo corno cabe arraigarlas en el ridades individuales de excepción, «el ni-
polvo del mundo, Y asistido de ambas vel medio intelectual y moral de la hu-
facultades, penetra a señalar en el carác- manidad civilizada en nuestros jóvenes
ter de la actividad política, principalmen- Estados no es, ni con mucho, inferior al
te tal como ella suele ser en nuestros de las viejas sociedades europeas», En
pueblos, los ídolos del Foro, las supersti- todo esto muestra el autor de Mola Fori
ciones que persisten contra la sentencia admirable acierto, penetración y equili-
de la razón o que se adelantan a su | brio. Sólo me parece a mí que, al im-
examen sereno, j pugnar la superstición aristocrática, no
¿Quién que alguna vez haya participa- reconoce todo su valor de oportunidad a
do de esa actividad, en su habitual mani- la obra de instituir, en el alma de estos
festación de los partidos políticos, no re- pueblos, el sentimiento de la autoridad
cuerda, si tiene alma un tanto levantada ; vinculada a las legítimas aristocracias del
sobre el vulgo, las torturas de la adap- espíritu, para la orientación y el gobier-
tación; ía resistencia de su personalidad no de la conciencia colectiva. Yo entien-
a las uniformidades de la disciplina; | do que ésta no es tarea de mañana, sino
aquella angustia intelectual que produce de hoy; porque si en unas partes de
la imposibilidad de graduar y depurar las América el desenvolvimiento material,
ideas en ía expresión grosera de las fór- que es el carácter del presente y del in-
mulas inteligibles para los más; las re- mediato porvenir, trae en sí los declives
pugnancias del contacto forzoso con lo de una igualdad utilitaria contra la que
bajo, con lo torpe, con lo servil; la sen- : urge reaccionar, en otras partes, y en las
sación vivísima de las profundas diferen- ! mismas quizá, urge desarraigar y susti-
cías de sentir y pensar que cautelaba la tuir tanto prestigio menguado y tanta
unidad falaz de un programa y un nom- vergonzosa autoridad como han recogido
bre?... Y, sin embargo esas organizacio- de botín, en los saqueos del desorden,
nes colectivas, a las que no en vano se la energía brutal, la medianía insolente
tiene por nervio de las democracias, son o la caprichosa fortuna.
fatales necesidades de la acción. No pu- Atinadísima observación apunta el es-
diendo pensar en suprimirlas, aspiremos. ! critor colombiano en el capítulo Corrien-
en lo posible, a educarlas. tes políticas de la América española,
Denuncia Torres la sinrazón de los im- cuando, al hablar de pasiones que sub-
pulsos fanáticos y la vanidad de las con- : sisten sólo por el poder de la costumbre,
vicciones absolutas; enseña cómo la cons- I encarece la necesidad de que fijemos el
tancia y unidad de una vida enderezada ¡ centro de las fuerzas políticas en el terre-
a un fin ideal puede avenirse con las ra- no de «los nuevos problemas que surgen,
cionales modificaciones de la inteligencia, de las nuevas necesidades que apremian,
y cómo los partidos, conformándose con de los nuevos peligros que amenazan», es
esta misma ley de variedad, se readaptan decir, de aquellos motivos de atención
y transforman, a menos ele disolverse o que, en nuestras tierras y en nuestro
desvirtuarse; protesta contra repulsivas tiempo, guardan correspondencia con la
glorificaciones del egoísmo y de ía fuer- realidad. Los más funestos ídolos del
za; discierne el genuino concepto de la Foro (si bajo este nombre comprendemos
democracia de los sofismas de la falsa toda superstición política) no son los ído-
igualdad; flagela la ilusión aciaga de la los cuya falsedad es más patente porque
"Tierra civil como medio de arriben." a al- consisto en grosera ilusión o baííaríio

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RUMBOS NUEVOS 523

interés, sino aquellos otros que se relie- ; bandos. Y apenas me parece necesario
ren a ideas y objetivos que alguna vez ; advertir que si abomino de esa conmix-
tuvieron rea! fundamento y oportunidad tión, allí no la haga forzosa el desequili-
imperiosa, y que ios conservan hoy mis- brio de un régimen de intolerancia, sólo
mo en ciertas partes, pero que en otras, ¡ quiero negar la oportunidad del debate
donde se les mantiene, han perdido, por ! religioso en los estrechos límites de i a
ya resueltos y logrados o por desviados vida política, en las disputas de la paz
del sentido que lleva el desenvolvimiento ] pública: de ningún modo en el intercam-
de la vida, toda razón de ser, lo que no bio espiritual, en la verdadera comunica-
es obstáculo para que una maquinal ción del pensamiento, donde la contro-
inercia o una galvanización artificiosa : versia de esa índole responde a un per-
los represente con el carácter de lo ac- ¡ durable interés humano y donde siempre
tuai, y motiven proselitismos, y susciten j será oportuno y siempre será noble pro-
pasiones, y defrauden de esta manera pender, por ios medios de la razón y de
energías que se sustraen a la aplicación la simpatía, a emancipar las conciencias
eficiente y fecunda de los problemas de ; capaces de libertad, del yugo de ios dog-
la realidad. Muchos podrían ser ejem- mas que tenemos por falsos y tiránicos.
plos; yo no citaré sino uno. Pero sería tarea interminable la de in-
En algún pueblo hispanoamericano, la dicar todas las particularidades y todos
libertad y ía tolerancia religiosas han i ios problemas de la vida actual de nues-
culminado hasta un punto que, segura- : tros pueblos a que puede tener aplica-
mente, ningún otro pueblo supera, den- \ ción el profundo sentido de esta obra,
tro de la civilización contemporánea; no destinada, sin duda, a realzar la ya jus-
sólo porque, en el terreno de la ley, ha ta fama de su autor.
tiempo que se han reivindicado amplia- : Por la índole de sus facultades y la
mente, y con arraigo inconmovible, todas : orientación de sus tendencias, Carlos Ar-
las libertades de ese orden que pueden • turo Torres es de los escritores hispano-
ser objeto de limitación por la hitóle- j americanos que mejor responden a las
rancia o la parcialidad del Estado, sino | necesidades actuales de nuestra sociedad
porque en la sociedad, en las costura- ; y de nuestra cultura, en lo intelectual
bres, en la vida doméstica, el sentimiento i como en lo moral; de los que están en
religioso no incide sino por raro caso en condiciones de hacer mayor bien con la
pasión perturbadora y fanática, y tiende : pluma; d.e ios que en más alto grado me-
a contenerse, en su inviolable santuario recen ejercer cura de almas. Es, además,
de la conciencia individual. A pesar de de los que, por sus cualidades de forma
ello, la sugestión de campañas anticleri- y de gusto, y por la variedad y elección
cales, que, en los pueblos de Europa de de sus lecturas ; manifiestan una persona-
donde se las reflejaba, tenían acaso natu- ; lidad literaria más emancipada de las su-
ral impulso en las peculiares condiciones ¡ gestiones caprichosas de la novedad. El
de la realidad, fué bastante (y no escribo equilibrio superior, la amplitud simpáti-
historia antigua) para traer al primer ¡ ca y benévola, la alta y noble equidad de
plano de la atención y el apasionamiento su pensamiento, encuentran adecuado
político un género de propaganda que es- medio de expresión en la severa elegancia
taba lejos de ocupar el mismo rango en \ de un estilo inmune de toda vana retó-
el orden real de las necesidades sociales; rica. Como escritor y como pensador tie-
retrocediéndose, sin ventaja visible, a la ne por carácter la selección desdeñosa
conmixtión abominable y anacrónica de del vulgar efecto; la elevada sinceridad,
las más delicadas cuestiones de concien- que, en el pensar, es justicia fundada
cia con ¡as pasiones violentas de los sobre propia y personal reflexión, y en
524 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

el escribir, es sencillez escogida. Y este de bien. El libro de que hablo es uno de


espíritu tan encumbrado sobre la vulga- aquéllos. Y cuando a la viva voluntad
ridad no participa de las limitaciones de del bien se une, en el hombre o en el
caridad ideal que suelen venir juntas con libro, el sentimiento delicado y el supe-
las excelencias y ventajas de los espíritus rior discernimiento de él y la facultad
de selección; el desprecio por la muche- de expresarle con las palabras de belleza
dumbre, la soberbia egoística, la tendea y simpatía que le abren fácil paso en el
cia al atesoramiento de la verdad como corazón de los otros, entonces la supe-
patrimonio de pocos. Siente la mayor rioridad moral adquiere sus más nobles
obligación de amor humano que toda su- complementos. Idola Vori ofrece ejem-
perioridad espiritual determina, y aspira plo de esa cumplida superioridad. ¿De
a que la parte de verdad que no alcance cuántos libros hispanoamericanos podrá
a ser comprendida por los más, sirva, a decirse otro tanto?...
lo menos, para aplicarse al bien de todos.
Hay libros de bien como hay hombres 1910.

LA GESTA DE LA FORMA
¡Qué prodigiosa transformación la de triunfo. Sabéis, cuando la forma apenas
las palabras, mansas, inertes, en el re- asida se os escapa, cómo es que la an-
baño del estilo vulgar, cuando las con- gustia del desfallecimiento invade el co-
voca y las manda el genio del artista!... razón. Vibra todo vuestro organismo, co-
Desde el momento en que queréis hacer mo la tierra estremecida por la fragorosa
un arte, un arte plástico y musical, de la palpitación de la batalla. Como en el
expresión, hundís en ella un acicate que campo donde la lucha fué, quedan des-
subleva todos sus ímpetus rebeldes. La pués las señales del fuego que ha pa-
palabra, ser vivo y voluntarioso, os mira sado, en vuestra imaginación y en vues-
entonces desde los puntos de la pluma, tros nervios. Dejáis en las ennegrecidas
que la muerde para sujetarla; disputa páginas algo de vuestras entrañas y de
con vosotros, os obliga a que la afron- vuestra vida. ¿Qué vale, al lado de esto,
téis; tiene un alma y una fisonomía. Des- la contentadiza espontaneidad del que no
cubriéndonos en su rebelión todo su con- opone a la afluencia de la frase incolora,
tenido íntimo, os impone a menudo que
le devolváis la libertad que habéis que- inexpresiva, ninguna resistencia propia,
rido arrebatarla, para que convoquéis a ninguna altiva terquedad a la rebelión
otra, que llega, huraña y esquiva, al yugo de la palabra que se niega a dar de sí el
ele acero. Y hay veces en que la pelea alma y el color?... Porque la lucha del
con esos monstruos minúsculos os exal- estilo no ha de confundirse con la perti-
ta y fatiga como una desesperada con- nacia fría del retórico, que ajusta peno-
tienda por la fortuna y ei honor. Todas samente, en el mosaico de su corrección
las voluptuosidades heroicas caben en convencional, palabras que no ha hu-
esa lucha ignorada. Sentís alternativa- medecido el tibio aliento del alma. Eso
mente la embriaguez del vencedor, las sería comparar una partida de ajedrez
ansias del medroso, la exaltación iracun- con un combate en que corre la sangre
da del herido. Comprendéis, ante la doci- y se disputa un imperio. La lucha del
lidad de una frase que cae subyugada a estilo es una epopeya que tiene por cam-
vuestros pies, el clamoreo salvaje del po de acción nuestra naturaleza íntima,

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL «RAT-PICK» 525
las mas hondas profundidades de nues- del heroísmo y la sangre de las epopeyas
tro ser. Los poemas de la guerra no os verdaderas! Alguna vez has debido ser
hablan de más soberbias energías, ni de escrita, para que, narrada por uno de los
más crueles encarnizamientos, ni, en que te llevaron en sí mismos, durara en
la victoria, de más altos y divinos júbi- ti el testimonio de alguna de las más
los... ¡Oh Ilíada formidable y hermosa; conmovedoras emociones humanas. Y tu
Ilíada del corazón de los artistas, de cu- Homero pudo ser Gustavo Flaubert.
yos ignorados combates nacen al mundo
la alegría, el entusiasmo y la luz, como 1900.

EL "RAT-PICK*
Una vez, en tiempo que, como todos go. Abrense las casillas simultáneamente
los pasados, «fué mejor»; cuando estre- con la trampa en que traen a la rata, la
naba mis armas literarias, se requirió mi cual, despavorida, busca huir, mientras
parecer en una encuesta relativa a si de- los perros se lanzan en competencia so-
bía o no levantarse la prohibición de las bre ella; el que primero la atrapa es el
corridas de toros. Pasaba yo entonces ganador. Veces hay en que la rata se re-
por esa crisis de dilettantismo, desdeño- siste y muerde; pero claro está que no
so de la acción y de las ideas, ebrio del llega el caso de que escape a las mandí-
arte puro, que suele ser como el prurito bulas de sus perseguidores. Pronto los ca-
de la dentición en los espíritus de natu- nes, disputándosela, arrancándosela uno
raleza literaria (aunque en mí nunca caló a otro, la truecan en piltrafas sangrientas;
muy hondo). Por aquel tiempo había des- dase, con esto, por terminada una tanda,
cubierto a Gautier, y este sol me tenía y a los breves minutos se entra a otra.
deslumhrado. Con tales antecedentes, no El rat-pick, como casi todo espectácu-
será difícil comprender que hiciese, has- lo de sport, es invención de ingleses y
ta cierto punto, la defensa de la pintores- ocasión frecuentemente elegida entre
ca barbaridad, en nombre de la belleza, ellos para despuntar el vicio de la apues-
del color y de la originalidad característi- ta, por la gente del vulgo y también por
ca de tradiciones y costumbres. No nece- la ociosa juventud aristocrática. Excluiré
sito decir que hoy mi respuesta sería otra. desde luego de mi comentario lo que se
Recordaba esto, ha pocos días, volvien- refiere a esta intervención del juego de
do de satisfacer mi curiosidad en cuanto azar; no sólo porque nos llevaría a mo-
al espectáculo que, con el nombre de ralidades muy triviales, sino porque con-
rat-pick, anuncian los carteles y que ya fieso que no es la nota reprobable que
goza de cierta popularidad. ¿En qué con- más subleva mi espíritu en esta baja di-
siste el rat-pick? versión. Mis soliloquios de espectador re-
El rat-pick no es sino la caza de ia pugnado fueron de distinto genero, y voy
rata por los grifos rateros que llaman a ponerlos ahora por escrito. Razonemos
tox-terriers. Esta caza da pretexto a un acerca de las cosas pequeñas, puesto
juego de sport. Frente a las gradas de ¡ que no nos favorecen con su presencia
los espectadores, un recuadro, cercado las grandes.
de madera, sirve de palenque. Tres fox- Inútil me parece advertir que sí ya va
terriers aguardan encerrados en otras tiempo que me despedí del dilettantismo
tontas casillas, cuyos colores distintivos indiferente, dispuesto a perdonar y con-
corresponden a los de ias boletas del jue- sagrar de lícita toda apariencia amable,
526 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

no ñe renegado de la religión de la be- ! cacerías monstruosas, los encuentros de


lleza, ni he dejado de comprender las in- i gladiadores, constituían un espectáculo
munidades y exenciones que ésta regia- j perverso, pero no mezquino. Y cuando
mente instituye para ios seres y las cosas i los seiscientos leones que Pompeyo echó
que señala con su favor, Y en su relación una vez a la arena hacían temblar, de un
con la moral, no sólo en los dominios del . trueno espantable, los cimientos del cir-
arte propendo a conceder a cuanto es | co, se comprende que este trueno tuvie-
bello una irresponsabilidad olímpica, si- ! se fuerza para ensordecer la protesta del
no que, dentro de la misma realidad y de 1 sentido moral.
la misma acción, concedo que allí donde Algo semejante cabe decir, guardando
lo bello es el fin o la forma de lo malo, distancias, de algunos de los espectácu-
lo malo no se cohonesta, pero sí se ate- los de crueldad que todavía duran. Las
núa. Si esto es resabio de dilettaniismo, corridas ele toros son fiestas de brutal
yo rne declaro impenitente El sentimien- barbarie; pero el sentimiento artístico en-
to que nos dominaría ante la Bacante en cuentra en ellas dónde detenerse. Pres-
furor, inspirada y bella, que desgarraba cindo de que exista un arte de torear,
entre sus manos convulsas las entrañas i que tiene su técnica y sus entendidos.
crudas de las víctimas, no se confundirá Quiero sólo ver en la lidia de toros la
jamás con el que experimentaríamos en fiesta circense, el espectáculo de decora-
presencia de un acto semejante realizado ción grandiosa y ruda, pintoresca epija-
sin el encrespamiento orgiástico y de j nía de un ambiente y de una imaginación
modo vulgar. La apariencia bella es he- I y una sensibilidad colectivas; el espec-
chizo que, aun en la contemplación de táculo en que naturaleza y público en-
la maldad y del odio, brinda gratas mie- tran por tanta parte como lo que ocurre
les; como en las representaciones plás- ! en la arena; en que el prestigio fluye, en
ticas o poéticas de la sensualidad, la be- ¡ suma sinfónica, del sol y el cielo abierto;
lleza es la sal que evita la maloliente de los colores y marchas de la cuadrilla;
podredumbre y separa una página de Lu- de la alegre música y el clamor popular;
cio o de Petronio del fangal de las vul- del valor temerario, la agilidad y la des-
garidades, obscenas. La perversidad pa- treza; de ios ojos negros, las mantillas
gana, que imaginó las crueldades del | y las rosas; y acaso también de la reía-
Coliseo, nunca olvidó revestirlas de belle- ¡ ción clionisíaca, si recordamos a Nietz-
za; y esta preocupación no falta, aunque i sche, entre el desborde de tanta sensuali-
depravada y retorcida, ni aun en las más | dad y tanta vida y el vaho embriagador
atroces demencias de Nerón. Una pasión j de la sangre. Y digo que, para quien
de lo bello, de lo magnífico, y lo raro, I no tenga alma de cuáquero o anabaptis-
que, como la que concurrió a inspirar las I ta, esto encierra un interés estético, y
invenciones satánicas del circo, pasa por j que no hay que extrañar que, vencidas
encima de toda valla de moral y de todo las primeras repugnancias, la sugestión
instinto de humanidad y simpatía para del espectáculo llegue, si no a sobrepo-
realizar su inaudito sueño de arte, es nerse absolutamente al recto juicio, sí a
cosa que impone un asombro rayano en producir una escisión de la personalidad,
la admiración, y aun cierto sentimien- en que la conciencia moral, que reprue-
to de respeto, como toda energía avasa- ba, quede de una parte, y de la otra la
lladora y soberbia que corre arrebatada imaginación fascinada se incorpore al
en dirección a un fin único. Las escenas himno triunfal, al coro estrepitoso y ar-
que el velarium de púrpura cobijó en la diente, que estalla, en música de Bizet,
pista enorme, enrojecida por oleadas de como la sangre que salta de la arteria
sangre; las hecatombes, los suplicios, las rota: «La voici, la voici la quadrille!»

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL «RAT-PICK» 527

En las riñas de gallos no falta su miga- empresas, desde Rodrigo de Vivar, si he-
ja de estética, y ello se concibe con sólo mos de creer a la fama, hasta el propio
recordar al gallardísimo animal, como César Carlos V. Y con un poco de ima-
modelado plásticamente para el alarde í ginación, cabe percibir en el arte del to-
y el combate. El aspecto armado y sober- ¡ reo un valor significativo o representati-
bio; la reluciente pluma; el ojo cente- vo de ese triunfo de la destreza humana
lleante; la cola que se alza en arco pom- sobre la fuerza bestial, que inspira, cuan-
poso; la pata toda nervio con que dar do el despertar de las energías y poten-
empuje al espolón, y en la altanera cabe- cias del hombre, las leyendas de las vic-
za la roja insignia heráldica, vuelta más torias de Heracles sobre el jabalí de En-
roja por la ira; todo esto compone un ! manto y el león de Memea. En las riñas
admirable conjunto, al que la actividad ¡ de gallos el hombre es pasivo espectador,
de] combate agrega, en actitudes, ímpe- j sanguinario a mansalva, y, esto contribu-
tus y acometimientos, un arte gladiatorio í ye a envilecerlas; pero, cuando menos, la
capaz de interesar a la mirada que ate- competencia se entabla allí entre fuerzas
sora belleza, Cuando Temístocles, en vis- j proporcionadas por naturaleza y por ley
peras de batalla, quiere excitar la bravu- \ del juego, Al espolón se opone el espo-
ra de la juventud, en aquel mundo donde \ lón; al pico, el pico; y el mismo interés
el sentido de la belleza plástica no se j venal del deporte interviene para que,
apartó jamás de ninguna manera de pen- ¡ antes de la riña, se comparen cuidadosa-
Sarniento o acción, la imagen que pone | mente las fuerzas de los combatientes y
ante sus ojos es la del gallo de pelea, { se depure, en lo posible, la decisiva supe-
apercibido y vibrante. | rioridad de mérito o fortuna,
En cambio, este abominable rat-pick '
no se ilumina con el más tenue rayo de ; Pero en la lucha entre los dientes ra-
gracia o hermosura. En tan bajo espec- j toniles y la mandíbula del fox-terrier, ía
tácuio, todo es feo, todo es desagradable, i víctima está indicada de antemano. Es
todo es ruin. Fea es la víctima, reo el i la inmolación del débil por el fuerte; del
victimario, feo el aspecto de la lucha, o, [ condenado, por el verdugo; es decir, lo
más exactamente, de la caza, Y la h> j más antipático que cabe como objetivo
ferioridad estética no está compensada i del sentido moral. Y quien arguya que en
por ninguna ventaja de orden moral. En ! este caso el débil es una alimaña repul-
las lidias de toros no es posible negar I siva y dañosa, demostrará no darse cuen-
que la barbarie tiene cierta atenuación i ta del carácter de la inmoralidad, la cual
de nobleza, que consiste en la exposición i procede, no del exterminio en sí mismo,
que el hombre hace de su vida. Cuales- \ que puede ser necesario o útil, sino dei
quiera que sean la vulgaridad.y el ínsu- ; exterminio abstraído de la utilidad y con-
fribie amaneramiento del lidiador de ír> ¡ vertido en juego; de la indignidad de)
t'os, considerado fuera de la arena, como j goce que se obtiene en la contemplación
arquetipo chulesco, como modelo que po- \ del exterminio. Aun ateniéndonos, a la
lanza, con sugestiones ele gustos y eos- ! pura consideración de gusto con que nos
lumbres, la admiración popular, es indu- autorizamos a tildar de repulsiva a la
dable que el desafío oficioso del peligro, : rata, más repulsivo y de perverso gusto
la voluntaria vecindad con la muerte, re- j es el espectáculo de su sacrificio. Por lo
flejan sobre él alguna luz de simpatía, ¡ demás, en esto de distribuir .repugnan-
cierto prestigio marcial., cierta elegancia [ cias y reprobaciones entre ios seres que
heroica, (pie en antiguos tiempos tentó' tripulan, junto con nuestra aristocrática
a que se probasen en el hoy plebeyo ejer- ¡ especie, la nave del mundo, lia de andar-
ciclo ios brazos más capaces de sublimes ¡ se con tiento, l a víbora, oue nos repug-
528 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

na, era el animal mimado de Goethe; el mal es cruel. La fatalidad universal de la


escarabajo pelotero tuvo en Egipto ado- Lucha no admite exención ni tregua, y la
radores; las orejas de asno fueron, du- eterna dualidad de la víctima y el victi-
rante siglos, en Oriente, el venerando mario se manifiesta en la naturaleza con
emblema de la sabiduría... rigores a menudo atroces; por más que
Hay una forma o especie de la imagi- sea justo agregar que la observación hu-
nación creadora, que bien merecería ser mana se ha detenido hasta ahora, casi
estudiada por Ribot, y mejor aún, por exclusivamente, en este aspecto de las re-
quien reuniese la potencia analítica y ios laciones entre los seres vivos, y no en los
cálidos colores de un Taine. Es la imagi- rasgos de mutua cooperación y mutuo
nación aguijoneada e inspirada por el auxilio entre aquellos seres; rasgos que
sentimiento de crueldad, para desarrollar atenúan la crudeza de la guerra natural
la fuerza inventiva que crea castigos, su- con toques de piedad y simpatía. Pero en
plicios, máquinas de tormento y de las mayores crueldades de la bestia eí
muerte; y también juegos, fiestas y de- ; acicate es la necesidad individual, o bien
portes en que el dolor ajeno es motivo j eí estímulo de las necesidades de la espe-
de deleite. ¡Qué interesante historia sería I cie, cuya sugestión se acumula y asienta
esta! Cuando se piensa que en la Roma en odios instintivos. Cuanto puede acon-
de los Antoninos, dentro de uno de los tecer de más es que, en el ejercicio de la
más espléndidos florecimientos de la cul- caza de que se alimenta, el animal a
tura de espíritu y las ideas liberales que quien la obtención de su presa cuesta
presente la historia de la Humanidad, la menos gasto de energías que las que es
arena del circo se teñía, ante un concur- capaz de desplegar, emplee el exceso di-
so en gran parte aristocrático, con la námico en prolongar y complicar la caza
sangre de ios gladiadores y las fieras, y : como diversión o juego, ocasionando asi
por fin del espectáculo, algunos de los la angustia y padecimiento de la víctima.
espectadores, para mostrar su archicora- De observación común es el juego del
zón, como diría Gracián, solían bajar a gato, cuando, ya atrapado el ratón, lo re-
la arena, y metían la mano en las heridas vuelve mañosamente entre las uñas, y le
de las víctimas, y les arrancaban las en- concede escapatorias precarias y fugaces
trañas palpitantes, no puede menos de j alientos, solazándose en atraparlo cien
conceder el más optimista que las exte- veces antes de comérselo. Pero si el
rioridades de benevolencia y pulcritud I
con que la civilización decora la natura- ¡ animal llega a cultivar la crueldad co-
íeza del hombre son una corteza muy ; mo activo juego, no llega, como el hom-
liviana, y que por bajo de ellas, pronta bre, a hacer de ella objeto de contem-
a incorporarse al más leve rasguño, la | plación morosa, objeto de ese juego in-
fiera duerme o dormita... ¿La fiera? No. activo o contemplativo que denomina-
¿Por qué hemos de calumniar a las fie- mos espectáculo. Esta maldad pasiva y
ras? Esto de la crueldad como espec- cobarde, esta maldad de contemplación,
táculo, como deleite inútil, como «fina- es, lo repito, propia del fuero humano.
lidad sin fin», según la célebre fórmula Acaso tan innoble placer germina ya en
del arte, es privilegio humano; y toca a emociones que aparentemente se confun-
la materna Roma el triste honor de ha- den con las que proporciona el arte, co-
berlo asimilado a las costumbres y embe- | mo las que el vulgo incapaz de poesía
llecido con las pompas de la civilización, j experimenta en la lectura de truculen-
comunicando a la maldad un carácter de tos novelones y crónicas de criminali-
dilettantismo que no tuvo en los más dad. Cuando se ha dicho que entre el
sangrientos delirios del Oliente. El ani- placer del espectador de una tragedia
y el del criminal por temperamento, en

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL «RAT-PICK» 529

el instante de ensangrentarse con su cri- i en el encarnizamiento de los capataces


men, no hay más que diferencia de gra- de esclavos y de los carreteros y arrieros,
do, se ha dicho verdad, pero a condición y que monstruosamente se complica con
de que en el ánimo del espectador no la misma voluptuosidad de amor, en
asista el sentimiento de lo bello, que to- aquellas perversiones del instinto gené-
do lo purifica y ennoblece. Siendo axio- : sico a que el marqués de Sade vincula
mático en psicología que toda imagen • su cantaridada memoria. Y después de
trae consigo una fuerza elemental de eje- j todo, entre estos impulsos de excitación
cución, un cierto impulso a realizarse, se ; brutal, pero venida del fondo incons-
sigue que, si apartamos de las imágenes ¡ cíente e irrefrenable de la sensibilidad,
del crimen y la sangre el timón con que y la frialdad repugnante de los que en
las guía a través de nuestra sensibilidad, los circos de gallos, ya terminada la riña,
la emoción realmente artística, desvián- traban nuevas apuestas, según he oído
dolas de toda innoble excitación—a la referir, sobre el número de convulsiones
manera como, conducido por el pararra- i que tendrá el gallo moribundo antes de
yos, el fluido eléctrico atraviesa sin peli- i rendir el último aliento, me quedo cien
gro la pólvora—, aquellas representacio- : y cien veces con aquellas palpitaciones
nes tenderán a ejercer un influjo desmo- ! de franca y viril ferocidad. He hablado
ralizador; por Lo menos, cuando no las con. quien, en los combates de galios,
inhiben la natural delicadeza del alma y I; confesaba participar de la excitación, de
la cultura de que el vulgo carece. Y si ej la calentura de la pelea, hasta el punto
conjuro de la ficción teatral y de la sim- de retirarse ebrio y extenuado y de atri-
ple lectura es suficiente para provocar, buir a la frecuencia de este linaje de
en las almas no muy desbastadas, el hor- , emociones el origen de un mal cardíaco.
migueo de la afición sanguinaria, ¿cuán- Lo comprendo. Sin perjuicio de com-
to más no lo serán aquellos espectáculos prender también que hubiese quien, con
en que la muerte no se representa, sino ' un látigo en la mano, llegase a las gradas
que se consuma de verdad?... Cuando la del reñidero o a la mosquetería del rot-
penúltima Exposición de París, en uno j pick, y atropellase, azotase y desparra-
de los simulacros de lidias taurinas que mase a latigazos al concurso que goza de
se realizaban, con toros y diestros verda- I su día o su noche de honesta diversión.
deros, llegada la ocasión en que el espa- Esto sería quijotesco, admirablemente
da señalaba la acción de matar, se vio ' quijotesco; y no tengo duda de que, pre-
que doña Isabel II salía a la barandilla | senciando Don Quijote escena tal como la
I _

de su palco para gritarle, ardiendo de i de los últimos pasos de una riña, cuando
impaciencia: «¡Mátalo, mátalo!» Y «¡má- \ el gallo vencido clava el pico, y el vence-
talo!», coreó la alborotada muchedum- , dor, con gran complacencia de la muche-
bre, y el lidiador no se hizo de rogar, y ! dumbre, se obstina en humillarlo y rema-
las cañas se volvieron lanzas, a despecho ! tarlo, él, que desbarató los títeres de mae-
de la ley Grammont y de las convenien- | se Pedro por socorrer a don Gaiferos,
cias de la oportunidad y del ambiente, • promovería la más sonada y ejemplar de
"o es dudoso que hay en estas cosas I las suyas. ¿Por qué el Maestro de la bue-
Ui
*a manifestación degenerada de ese ex- j na locura no hará de vez en cuando al-
traño placer de la crueldad, de esa terri- : guna providencial aparición en nuestro
ble sensualidad del derramamiento de ; mundo de gentes cuerdas y chiquitas?..,
Sa
ngre o del sufrimiento impuesto a Por lo que toca a las relaciones con el
^tro, que nos repugna en las demencias irracional, bien puede decirse que la tor-
1er
oces de las degollaciones de vencidos, peza y la crueldad humanas son cosa
in
' el frenesí de los tiranos sanguinarios, más característica de la civilización y la
530 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cultura que del estado de naturaleza. Es ! cartesianos con los muñecos de resorte.
posible que, según aquel verso de Ovidio | En esta parte del mundo hay razón
parafraseado por Montaigne en su capí- | para conceder a las cosas de que conver-
tulo «De la crueldad», la primera hoja de I samos especial interés. Como descendien-
hierro que salió forjada de mano de ios I tes de pastores, y pastores hoy mismo,
hombres haya servido para teñirse en la ! adaptados a la labor cruenta en que la
sangre de la bestia; pero, sin embargo, I bestia perece, nuestra sensibilidad para
de ello, en el hombre aún no apartado de | con el irracional está embotada por la
las sugestiones leales del instinto, el re- herencia y la costumbre. Cuando las in-
conocimiento de su vinculación fraternal vasiones inglesas, un viajero europeo ha-
con los seres vivos que halló a su lado, cía resaltar, en página que se transcribe
ai despertar del sueño misterioso que en la Historia de Belgrano, el contraste
precede a la vida, ha debido imponerse entre la lenidad con que el criollo de
por sobre la fiereza de su condición, y la i Buenos Aires trataba a sus esclavos y la
idea o el sentimiento de ese vínculo se crueldad de que hacía gala con el animal,
manifiesta efectivamente en hechos tales . Es la huella de la ferocidad del matade-
como las zoolatrías, la creencia en las j ro; el sedimento ele los usos brutales que
metamorfosis y transmigraciones, el ve- I fomenta esta industria de impiedad y
getarianismo, de que hay huella en los i matanza, a diferencia de los suaves hábi-
Vedas, y la efusión de piedad por los su- I tos que maduran, con la dorada mies y
frimientos de los animales, de que aun el dulce fruto, en la vida del agricultor,
dura testimonio en el célebre hospital de No en balde aquel manso y sedentario
Surata, Si, por una parte, la necesidad pueblo de Egipto, donde el respeto por
de la caza o de la inmolación del animal el animal llegó a los extremos de la su-
domesticado, y, por la otra, los artificios perstición zooiáfrica, profesaba a los
de la vida de civilización, que aleja al ganaderos y pastores el odio que cono-
hombre del seno de la Naturaleza, han cieron dui amenté las espaldas del israe-
podido relajar aquel lazo de hermandad, lita. De las faenas pastoriles vino Rozas
la civilización en su más alio punto, por a la ciudad, y es circunstancia de que su-
obra del conocimiento científico, lo res- po sacar razones el autor del Facundo.
tablece, teóricamente por lo menos; y La puñalada que parte la garganta de
en esto,, como en otras muchas cosas, las la res se transporta al modus operandi
conclusiones de la sabiduría vienen en de la Mazorca, y los excesos de la guerra
confirmación de las vislumbres del pri- civil, que han alimentado las leyendas
mitivo candor. La investigación científi- trágicas de medio siglo, se iluminan de
ca, reduciendo considerablemente la dis- un relámpago revelador cuando conside-
tancia que el orgullo humano imaginara : ramos, en una estancia al uso antiguo,
entre nuestra especie y las inferiores; . los procedimientos, los hábitos y el am-
patentizando entre una y otra las simi- j biente afectivo que ellos crean. El va]oi
litudes de organización y el parentesco i de estas relaciones sólo será dudoso par?.
probable, tiende a rehabilitar aquellas . el que ignore que el pueblo, como ci
simpatías, nacidas del natural instinto, niño, son sonámbulos naturales en cuan-
por cuanto ofrece, como ellas, fundamen- to a su docilidad para la sugestión que:
to para la piedad y compasión respecto mediante un acto imitado y repeíiao :
de seres que reconocemos dotados de to- funda la ciega fatalidad ele la costumbre.
das las capacidades elementales de nues- En suma, la prohibición que pesa so-
tra sensibilidad, muy ajenos del automa- . bre las riñas de galios y las lidias de to-
tismo sin alma que en un tiempo se atri- • res no hay razón para que no se extien-
buía al animal, identificando casi per los : da a este repulsivo deporte del rat-pick;

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—ENSEÑANZA DE LA l.ITER. 53 í

a todas ias condiciones de inmoralidad tener mucho de la férula del magisterio;


propias de aquellos espectáculos, une su y bien lo conoció y aplicó aquel enorme
inferioridad estética, su exhibición de lo argentino que, después de hacer empu-
feo, la cual no deja de ser, si se desme- ñado en su mocedad la palmeta del maes-
nuzan las cosas, otro género de inmora- tro de párvulos, supo hacer—maestro de
lidad. Por mucho que teóricamente y muchedumbres—de su bastón presiden-
como ideal propendamos a un libérrimo cial algo así como una palmeta hercúlea
individualismo, sería insensato que en la y gloriosa. Y este magisterio lo mismo
práctica quitásemos de manos del Es- comprende la faz afirmativa de fomentar
tado estos resortes de higiene moral, que, lo que educa, lo que civiliza, lo que dig-
como las demás aplicaciones de su atri- nifica la sensibilidad y forma ei gusto,
bución educadora, se justifican e impo- que la faz negativa de proscribir o difi-
nen doblemente en pueblos nuevos, nece- cultar lo que embrutece, desmoraliza y
sitados de consolidar sus cimientos de deprava.
civilización. Tratándose de sociedades ta-
les, las insignias de la autoridad han de 1907.

LA ENSEÑANZA DE LA LITERATURA
Uno de los intentos meritorios en que manos de preceptores y estudiantes, tien-
podrían probarse el desinterés y la abne- de a sobreponerse a la reputación que
gación de un espíritu de alta cultura li- merece por obras más altas y fundamen-
teraria sería el de escribir para los estu- tales, cuando, además ele un autor di-
diantes un texto elemental de teoría de dáctico, hay en él un verdadero escritor,
literatura. Existiendo la observación a El concepto común que se tiene formado
todos los idiomas, a todos los pueblos en América de Víctor Duruy es el de juz-
cultos, hasta donde yo alcanzo a saber garle un meritorio ordenador de textos
de ellos; en parte alguna ese humilde li- de historia para los párvulos de las escue-
bro que sueño se ha hecho tal como lo las y los jóvenes ele los liceos. La fama de
imagino y como sólo podría realizarlo su obra de investigador y crítico de la
quien, teniendo el criterio, el sentimiento historia permanece ensordecida por el es-
y el gusto de un verdadero entendedor trépito de su formidable popularidad es-
de la belleza literaria, tuviese al propio colar, y alguna vez me ha pasado que se
tiempo la vocación evangélica de ha- me objetase la autoridad de un juicio de
cer a las almas nuevas e ignorantes Duruy con la displicencia irónica que
esa obra de misericordia, que consiste provocaría la. apelación a una cita de
en abrir los ojos a la luz de lo bello, Y los beneméritos compendios de Drioux.
no en vano he hablado del desinterés y Tratándose de textos de literatura, la
abnegación que tal empresa importaría, dhninutio capitis que, en ei, criterio vul-
a lo menos en cuanto a la ambición de gar, apareja el oficio de autor didáctico,
nombre y fama. No sólo la producción se manifiesta aún más patentemente, El
de obras didácticas se considera, en ge- nombre de cualquier preceptista de retó-
neral, tarea subalterna y adaptada a un rica suscita, por inevitable asociación, en
mero fin de utilidad, sino que suele ocu- nuestro espíritu, la figura de don Herraó-
rrir que el género de popularidad que genes, o por lo menos la figura de Her-
alcanza el autor de ellas por el hecho mosilla... Esta particular prevención tie-
c
'e que su libro corra, año tras año, en ne su fundamento, y es que no existe gé-
532 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ñero de obras didácticas donde la pobre- la Poética aristotélica o en la Epístola a


za, la insipidez, la frialdad, la inmovili- los Pisones.
dad rutinaria, que suelen desvalorizar los La epopeya es un género muerto, a lo
libros de esa índole, aparezcan con tan menos en su forma clásica; las actuales
desconsoladora plenitud como en los tex- condiciones de la sociedad lo repudian;
tos de retórica y teoría de la literatura. nadie lo cultiva; nadie puede soñar en
Hay en esto uno de los casos más cu- cultivarlo...; pero el retórico consagrará
riosos que puedan señalarse de la inercia largas y nutridas páginas a estudiar la
de ideas y costumbres que, proscritas construcción orgánica de la epopeya, el
de todas partes donde circulan libre- desenvolvimiento de su acción, los carac-
mente el aire y el sol, permanecen adhe- teres de sus personajes, las condiciones
ridas, sin embargo, a ciertos rincones de de su estilo y de su forma métrica; como
la vida intelectual o social, de donde na- si en todo esto pudiera haber algo más
die se cuida de desterrarlas. Para los que un interés de erudición o de arqueo-
tratadistas de retórica, el arte literario logía literaria. La épica inexhausta y pro-
no se ha modificado esencialmente desde ! teiforme de nuestro tiempo es la novela.
Boileau, Luzán y La Harpe. Cederán, no I orbe maravilloso donde caben todo el in-
lo dudo, a la influencia de una crítica ! finito de la imaginación y todo el in-
menos estrecha y mezquina, en muchos finito de la realidad, con su abreviada
juicios, en muchas particularidades; pe- imagen: el cuento, que es una novela me-
ro, en general, el tipo de literatura de nor, más alada, más leve, más primoro-
que nos hablan es el que prevalecía hace sa...; pero para el retórico la novela y el
más de un siglo (y que ya entonces era ¡ cuento seguirán siendo especies secun-
convencional y artificioso), y tiene muy I darías, porque lo son dentro de la jerar-
pocas correspondencias con la literatura I quía que tiene por tipo supremo a la
que cultivamos y sentimos. El escritor I epopeya; y para legislar sobre aquellas
vive en un mundo; el retórico vive en dos especies prescindirá, o poco menos.,
otro distinto. El escritor aprende, se rec- de la experiencia inagotable en originali-
tifica, se transforma. El retórico es im- dades y rectificaciones, que ofrecen la
penetrable e inmutable. Víctor Hugo se : evolución romántica y la evolución natu-
jactaba, en algún verso de Las contem- j ralista, aun sin contar las tendencias que
placiones, de haber puesto al diccionario han venido después.
de la lengua francesa el gorro frigio. Na- ¡ La magnífica explosión de subjetivis-
die puede jactarse de haber puesto a un '' mo poético que es uno de los grandes
tratado de retórica, no ya el gorro sim- carecieres literarios de la pasada centu-
bólico de la libertad, pero nada que sus- ría, desde Leopardi y Musseí hasta Ver-
tituya al bonete del dómine. lame, ha dado a la lírica una extensión y
Ningún retórico se ha detenido a pen- una variedad que nunca tuvo, en formas
sar, por ejemplo, que, variando ia impor- : y en sentimientos, y las clasificaciones de
tancia relativa de los géneros literarios ¡ la lírica clásica resultan notoriamente
según las condiciones de las diferentes mezquinas para encauzar esa caudalosísi-
enoca s, caducando o decavendo unos, i ma corriente; pero el retórico no ensaya-
suscitándose o realzándose otros, las cla- | rá una clasificación nueva y tan fiel co-
sificaciones de las retóricas clásicas de- mo lo consienta la multiplicidad incoer-
ben ser revisadas y adaptadas al orden cible de las modificaciones líricas, sino
de la realidad literaria actual. Graduará que se atendrá a las divisiones que bas-
el retórico la importancia de cada género, , taron para la homogeneidad y sencillez
no por lo que representa para nuestro j de la lírica del Renacimiento o del si-
espíritu, sino por el lugar que tiene en i glo XVIII, y nos hablará de la oda, de la

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—ENSEÑANZA DE LA LITER. a 533

anacreóntica y del madrigal como de , hablase al estudiante, no, como los tex-
formas típicas y florecientes todavía. tos actuales, del concepto clásico de las
El convencimiento pastoril y bucóli- letras, sino del tipo de literatura que el
co está tan muerto y sepultado como las natural desenvolvimiento de la vida ha
novelas de caballerías; pero para el retó- modelado para nosotros.
rico existe, sólo porque alguna vez exis- Pero inútil parece añadir que todo eso
tió. En cambio, en esas dilatadas fronte- no constituiría sino el molde o el esque-
ras de la ciencia y el arte, donde se en- leto de la obra: porque siendo tal como
trelazan de mil modos distintos verdad y yo la concibo, libro de verdadera inicia-
belleza, el pensamiento moderno ha sus- ción literaria: libro no sólo de instruc-
citado riquísimos modelos de obras in- ción, sino también de educación de la
termedias, singularmente adecuadas a sensibilidad estética y del gusto, habría
nuestro gusto y a nuestras necesida- de infundir en él el espíritu, vale de-
des espirituales; obras que, como las cir1: la virtud sugestiva, el don de inte-
ele Quinet, como las de Guyau, como resar, la simpatía pedagógica; y cuando
los Diálogos, de Renán, como cien otras, así fuese realizado, su campo de acción
anticipan acaso las formas que tendrán podría traspasar los límites de la cáte-
preferencia en la literatura del porve- dra y servir de lectura popular que di-
nir...; pero el retórico no se sentirá ten- fundiese la buena nueva de lo bello y
tado a penetrar en este campo inmen- preparase el espíritu de la generalidad
so y florentísimo, y se excusará de ello, para recibir la influencia civilizadora y
señalando el oscuro rincón que dedicará j dígnificadora de las buenas letras.
en su tratado a hablar de las obras di- j Agregaré que la perfecta realización de
dácticas y doctrinales concebidas a la tal obra implicaría la de otras dos que
antigua manera. '• la complementasen: una Antología com-
Abatir esa armazón vetusta de clasifi- ¡ puesta con objeto y plan esencialmente
cationes y jerarquías; probar a distri-! didácticos y ajustada al ordenado desen-
buir el variadísimo contenido de la acti- | volvimiento del libro de teoría, para co-
vidad literaria propia de la civilización y ¡ rroborarlo con la eficacia irreemplazable
la cultura modernas, según un orden fun- j de los ejemplos; y un texto de historia
dado en las formas que realmente viven ¡ literaria, parco en nombres y en juicios
y en la subordinación que les señala su ¡ bibliográficos, y en el que se atendiese
grado de importancia actual, su mayor o ¡ debidamente a la relación de la activi-
menor adaptación a las condiciones de ! dad literaria con los caracteres de raza,
nuestro espíritu y de nuestro medio; ! de país, de sociabilidad, de instituciones,
Podar la parte convencional y estre- ¡ que concurren a imprimir el sello en la
chámente retórica de, la preceptiva y ¡ literatura de cada nación y cada época.
v
igorizar la que reposa sobre alguno ¡ Pero tratar de esas obras complemen-
de los dos seguros fundamentos de la j tarias excede del propósito de este ar-
ciencia estética y de la historia de las tículo. Sólo he querido en él indicar una
literaturas; adaptar a la exposición di- vez más la deplorable insuficiencia y
dáctica los principales resultados y ad- petrificación de los textos usuales de li-
quisiciones de esa labor inmensa y pro- j teratura, y apuntar ligeramente la idea
lija que la crítica del pasado siglo ha ; de ese libro humilde y benéfico con que
balizado en el estudio de la obra lite- sueño y que se escribirá cuando alguno
prria y de sus vinculaciones con el am- j de los que son capaces de escribirlo ten-
"lente social y físico en que se proclu- \ ga la abnegación de quererlo escribir,
Ce:
tales serían los lincamientos gene-
r e s de un texto de teoría literaria que i 1908.
534 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

GARIBALDI
Prólogo a la obra «La Bandera de San Antonio»,
de don Héctor Vollo

Un trabajo de investigación sobre la | ración de la larva en mariposa. De esu-


autenticidad de una reliquia histórica, re- j manera, el Cid de la leyenda se convíev-
liquia de una historia que parece un J te, por la impiedad del análisis, en el
mito; de un hombre que parece un nu- caudillo que lidiaba por su yantar; qui;-;.;
men,. cruel y perjuro; quizá aliado aUernah
¿Para contribuir, acaso, a reducir la 1 vamente de moros y cristianos, Aquileí
leyenda a los términos de la realidad? i ei de los pies ligeros, no es sino el r.:-
¿Para quitar a aquélla alguna parte de su I yezuelo semibárbaro que arrastra el c;v
hechizo? ¿Es la obra implacable del aná- | dáver del vencido Héctor' e injuria soez-
lisis que reivindica los fueros de la ra- | mente a Agamenón. Guillermo Teil í-::'
zón, pasado el poder fascinador de la le- i vez no existió nunca,
yenda? I Pero en el héroe de la Italia nueva 1"
No; la crítica que se hace en estas pá- legendaria realidad triunfa de la conín-
ginas se concreta a la realidad del obje- | dicción por su proximidad en ei ííem<x
to material. La sustancia del glorioso epi- : y por la lucidez de una vida franquea^
sodio queda intacta. j del uno al otro extremo, a las miraou
Intacta e inconmovible, la leyenda ga- I pertinaces.
ribaldina, en la que está engarzado, como ; Es la verdad y es la ieveixla, que con
una piedra fulgurante, ese episodio, de- ! curren en un mismo punto; es ha leven
safía los embates de la negación y de ' da que aparece delante de nosotros, viv:;.
la duda. Afortunado caso, en que la in- cortando la realidad o
vestigación, trocando su oficioso papel se abre entre dos rocas, en a travesía ck!
propicio al desencanto, no hace sino con- la montaña, sobre ei cielo luminoso £
firmar y acrisolar las maravillas de la inmenso; es la alucinación dotada de h
realidad, transfigurada esta vez, no por consistencia del bronce, del latido y í';
resplandores ajenos, sino por su luz pro- caior de las entrañas humanas, veri ^ca-
pia e infusa. ble por la experiencia de todos, a viev?
Cuando el héroe legendario, domina- luz del mediodía.
dor de la imaginación popular, se pierde ¡Admirable leyenda rea!! Una de i?"
en la esfumada vaguedad de remotos ; últimas y más radiantes apariciones t>e
tiempos, este maligno crítico que se lo heroico en la historia. Nos asombra
complace, dentro de cada uno de nos- : aún más, en el ticmoo en que vivimos
otros, en destejer la tela de nuestra fe y ¡ por lo que se aparta y disuena de l^
nuestro entusiasmo, nos argumenta con condiciones de la realidad circunsrani'-
la idealización de la realidad en la men- Ei pasado siglo, que empezó entre !'••
te candorosa del pueblo; con. la obra len- . fuegos de la epopeya napoleónica, eS
ta e instintiva que libra al personaje real I rico de esos formidables nombres en qi'--
: Carlyle y Emerson cifraron su ÍÍJOSOÍJÍ
1
de Jas escorias de lo insignificante y de :;
las sombras de lo impuro, y lo levanta a ¡ de la historia. El ni-esiro empie/a com'
la esfera de lo ideal y semidivíno, como '•, en un vago estupor, como en una frtf
en las alas que nacen con la transfigu- luminares Q*1
reserva; apaganse

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.— GARIBALDI 535
orientaron la marcha de otras generacio- ídolos de barro vernos caer de los alta-
nes, y no se ve encenderse ios que ios | res de nuestra devoción! ¡Cuántas gio-
sustituyan. ¿Estará cercano el día en ! rías efímeras pierden la fuerza con que
que podamos decir con más exactitud j nos atrajeron y el brillo con que nos des-
que Rénutsat: «Nuestro tiempo carece lumhraron! La solidez del fondo heroico
de grandes hombres»?... se reconoce en que el hechizo del héroe
Así como sobre la tumba de Hugo y su leyenda sobreviva, fuera de nos-
pudo inscribirse: «Aquí yace e! último otros, a los acontecimientos en cuya es-
Poeta», si este nombre de poeta ha de to- fera se circunscribieron; y dentro de
marse en sentido homérico o dantesco: i nosotros, a la obra del tiempo, que nos
de algo hierofántico, épico, secular; así ; alivia el alma de ese sobrante de entusias-
sobre la tumba del libertador de Italia | mo que, no encontrando objeto propio,
yo inscribiría: «Aquí yace el último Hé- ! lo crea fuera de la realidad: el tiempo,
roe.» Pero entiéndase la acepción que yo j que nos enseña a separar el oro de la aí-
doy a tal palabra. Mi concepto del Héroe , quimia. Así, si dejáis a la intemperie la
no se identifica con el de hombre supe- I imagen vestida de trapos de colores y
rior por su voluntad y su brazo; no por- I ornada de abalorios, pronto el viento y
que exprese, siempre dentro de este gé- i la lluvia la desnudarán, y bajo las galas
nero, una mayor intensidad y grandeza, • detrozadas descubrirán un pedazo de
sino en razón de una calidad, distinta. j madera. Pero la estatua de desnudo y
El Héroe es, para mí, el iluminado de la firme mármol mantiene imperturbable,
acción. Acción heroica es la que toma su al aire libre, su gesto augusto; el sol la
impulso en aquellos abismos insondables bruñe, el agua del cielo la lava, y des-
del alma, de donde vinieron el demonio pués de cada tempestad, la estatua apa-
de Sócrates, la convulsión de la sibila, rece más resplandeciente y más hermosa,
la visión del extático; en donde se en- i Tal pasa con la épica figura del más
gendra todo lo que obra de un modo i universal de los modernos héroes. A pe-
superior a la razón; la palabra que ava- , sar del abuso de su efigie y de su nom-
salla, el gesto que electriza, el golpe que ', bre en litografías coloreadas y en invo-
abate o levanta por instantánea y porten- ! caciones liberalescas a lo Homais, entero
tosa fuerza. Bolívar es Héroe; San Mar- y fascinante dura su prestigio. Yo lo
tín no es Héroe; San Martín es grande í comparo con la virtud de esa sublime
hombre, gran soldado, gran capitán, Marsellesa, que, profanada de mil mane-
ilustre y hermosísima figura. Pero no es ' ras por la vulgaridad, torturada en las
Héroe. Falta para que lo sea, a su alre- músicas de los festejos, humillada en el
dedor, la aureola deslumbradora, el re- cieno de las calles, guarda intacta la
lámpago, la vibración magnética, el mis- frescura de su estupenda melodía, y aún
terioso soplo que, ya. se le tome en sen- nos estremece, y nos levanta, y nos
tido sobrenatural, ya en sentido pura- arranca lágrimas, como cuando surgió de
mente humano, pero instintivo e incons- la copa desbordante de Rouget de í'Isíe
ciente, es, de todas maneras, algo que para inflamar al mundo en la embria-
viene de lo desconocido.
• guez de la libertad y de ]a gloria.
Garíbaldí: tipo de héroes; personifica- • Pero además del Garibaid! universal,
ción, la más cumplida y fiel, del quid ! de aquel que está tan alto que de todas
tero ico. ¡' partes se divisa su sombra veneranda,
Después que pasa nuestro entusiasmo ¡ erguida, corno un genio benéfico, sobre
cl
-e los quince años por las teatralidades ! la esperanza de los oprimidos y el miedo
de la acción y de las garrulerías de la | de los opresores, hay el que los hijos
'tuertad vociferante y callejera, ¡cuántos j de esta parte de América conocemos
536 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y sentimos; ei evocado gloriosamente nuestra naturaleza?... Glorifiquemos en


en nuestra memoria por ei nombre de buena hora, y en primer término, al Ga-
este opúsculo; el Garibaldi conciudadano ribaldi de la Humanidad; pero compren-
nuestro y general de nuestro ejército; damos que los que ven en el Héroe la
el soldado de la inmortal Defensa; el personificación de su Italia resucitada y
que peleó contra Rozas; aquel a quien redimida, se extasíen ante esta faz de su
recordamos como a un gran viejo de la gloria; y déjeseme a mí entusiasmarme
casa y nombramos con orgullo. con el Garibaldi que vistió a la usanza
Yo nunca fui chauvinista. No ha mu- ! del gaucho.
cho tuve ocasión de indignarme, a solas, ¡ Una vez que se me encomendó escri-
leyendo la noticia de que un gran diario j bir una convocatoria con objeto de que
parisiense había propuesto a los más al- ¡ el pueblo de Montevideo adhiriese a la
tos y escogidos espíritus de Francia una ,: conmemoración anual de la unidad ita-
enquéte que formulaba en estos térmi- j liana, recordé ya no sólo lo que Gari-
nos: Entre la humanidad y la patria ¿a j baldi representaba para ese pueblo, sino
cuál preferís? Me indignaba por el solo ¡ lo que él había representado para Gari-
hecho de que se hubiera propuesto tal ! baldi. Recordé que con tal conmemora-
cuestión. Me parecía increíble que, en el ! ción se glorificaba la memoria del que,
centro del mundo, en la capital del orbe j hablando con orgullo del compañerismo
civilizado, pudieran aún plantearse, diri- i que le unió a los nuestros, llamó al
giéndose a los grandes espíritus, proble- ' Montevideo de la Defensa «/a ciudad de
mas de esa especie. Pasados pocos días, ! los milagros», «asombro y admiración
leí la crónica de una entrevista de Tols- ¡ del mundo»; del que afirmó que su re-
toi con un periodista que fué a verle i sistencia heroica «serviría de norte en
para saber lo que pensaba de ia guerra ! las generaciones venideras a todos los
de Oriente. El gran antipatriota, después ! pueblos que no quisieran rendirse a ¡0-
de maldecir los odios y egoísmos nació- \ voluntad de los poderosos», y del que
nales que hacen posible la ignominia de i dirigiéndose a la juventud italiana, ei1
la guerra, confesaba que, a pesar de sus | días de amarga incertidumbre, cuando
esfuerzos, no lograba arrancar del todo, ¡ aún faltaba consumar la obra emanci-
de su espíritu, el sentimiento que le He- '¡ padora, instábala a inspirarse en la en-
vaba a considerar dentro de la Humaní- ¡ señanza y el ejemplo del pueblo oriental
dad, a su tierra y su pueblo como cosas ! «en su valor sublime», para saber al pre-
suyas. Y esto me sirvió después de jus- ! cio de qué sacrificios sobrehumanos con-
tificación, de defensa de mí mismo ante j quistan los pueblos dignos de mejorar
aquella odiosa parte de nuestro ser que, de suerte los bienes de la libertad.
según Benjamín Constant, hace de es- •
Y partiendo de esta indeleble impre-
pectadora de la otra; porque un día tomé i
sión que la grandeza guerrera y moral
de mi biblioteca las Memorias de Gari- ;
de la Defensa dejó, como un sello de
baldi, y al llegar a cierta página me des- !
fuego, en el espíritu del Héroe, y tenien-
cubrí experimentando ese cosquilleo de ]
do en cuenta además la inmensa parte
la espina dorsal y ese relámpago que ]
que a su prestigio personalísimo hay que
pasa tras la frente—cosas que todos :
atribuir en los sucesos preparatorios de
habréis experimentado, leyendo, alguna !
la unidad y la libertad italianas, no se
vez—, cuando leí de nuevo lo que el ¡
forzaría ciertamente el alcance de las
Héroe decía de la ciudad en que nací.,. ¡
relaciones históricas si se afirmara que
¿Alcanzará algún día nuestro humanita-
hubo influencias de la Defensa de Mon-
rismo a suprimir estas vejeces, estas pre- !
tevideo en el movimiento liberal de 1848.
ocupaciones, estos estigmas atávicos de
que hizo levantarse a Italia de su tumba;

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OBRA ORIGINAL,—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—GARIBALDI 537

que hubo recuerdos de la Defensa de guarda en sus columnas la huella de su


Montevideo en cada página de Ja leyenda producción, abundante, ágil, fácil siem-
garibaldina y en las abnegaciones espar- pre de reconocer, aunque el anónimo o
tanas de Caprera; que hubo plomo de la el seudónimo velen su origen. No im-
Defensa de Montevideo en los fuegos de porta que esta producción sea aquella
los mil de Marsala, en la campaña ho- que concibe la mente mientras hay que
mérica de las Sicilias, en Volturno, en hacer trotar la. pluma, usando un decir
Aspromonte, en Mentana; en todo lo que de madame de Sévigné. Con frecuencia
abrió camino al episodio que consagró en Vollo el periodista deja paso, sin que-
definitivamente la realidad de la utopía rerlo, quizá sin saberlo, al hombre de
secular, con la reivindicación de Roma real preparación y al escritor de forma
intangible para Italia una, artística. Hace lo que suele hacer el
Gracias sean dadas al libro que nos transeúnte en su Venecia, donde—como
da oportunidad de remover tan gloriosí- las casas tienen indistintamente acceso
simos recuerdos; o mejor, sin traslación por tierra y por agua, por la calle y por
retórica, gracias sean dadas al autor de el canal—, para dondequiera que el tran-
ese libro. Bien está la bandera de San seúnte vaya y en el momento en que
Antonio (aquella que existió sin duda: la quiera, puede tomar, en el canal cerca-
de tela inmaterial e invisibles colores) en no, la góndola, y continuar, romancesca-
manos del que la sustenta en las páginas mente embarcado, su camino, que empe-
que van a leerse. zó vulgarmente a pie. Vollo, a mitad de
Es seguramente Héctor Vollo uno de un artículo de ocasión, de una crónica
los espíritus más cultos y mejor dotados efímera, de una reseña trivial por su
entre aquellos con que su país ha con- objeto, toma de improviso su góndola,
tribuido a las fuerzas activas de nuestra y concluye en disertación espiritual y
sociedad, en lo que se refiere a la labor primorosa literatura el tema que empezó
del pensamiento. Pero el entusiasmo de en prosa pedestre.
sus convicciones liberales y la pasión ge- ¿Cómo es que este verdadero escritor,
nerosa con que adhiere a cuanto signifi- este iniciado de la escogida minoría a
que adelanto, cultura, mejora moral o que fueron concedidas las gracias del
material, es un valioso obrero de toda estilo, este temperamento de artista y de
noble propaganda. Consagra además a estudioso, no se ha arrimado al yunque
esta segunda patria suya hondo y sin- y ha cuidado de dar plena razón de su
cero afecto: afecto en que intervienen, valer, en obras que vivan? Culpad de
sin duda, no sólo los vínculos formados ello a muchas causas. Quizá a su natu-
en la larga y amigable estadía, sino tam- ral modestia. Quizá a esa non curanza de
bién un sentimiento que debe estar, que la notoriedad y de la fama, que es una
acaso está, en el corazón de todos los de las influencias con que el ambiente
liberales italianos; un sentimiento de ca- poco propicio a cosas de arte embarga
riñosa predilección por el pueblo donde al espíritu que en él se sumerge, a la
e
l Héroe recogió tan altos ejemplos, y manera como la perspectiva desolante del
tas pagó con tantos heroísmos, y dejó desierto lleva en sí el germen del fata-
Para la historia las más bellas páginas lismo musulmán... Pero atribuir la ma-
c
^ cuantas trazó fuera de su patria con- yor responsabilidad a la labor en que el
creta. diario le ha tenido secuestrado y some-
_ Ha encauzado 'Vollo su actividad en la tido a la necesidad de ganar el pan de
u
_níca forma que el ejercicio de la pluma \ cada día, si no con el sudor de su frente,
hene do profesional en nuestro ambien- con el sudor, al menos, de la pluma...
,,C;
el diario. Más de uno de los nuestros ¡Ah periodismo, periodismo! ¡De cuántos
538 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

secuestros de esa especie tendrías que i Hemos decretado a Garibaldi una es-
dar cuenta si se te llamara a juicio ante I tatúa. Pero para completar el homenaje
el tribunal donde se examinasen, para que la ciudad de la Defensa, la ciudad de
distribuir responsabilidades y penas, las i Suárez Pacheco, debía al general de
vocaciones perdidas y las aptitudes ma- ! sus tiempos heroicos; al que le dio una
logradas!... ; Legión, levantando sobre ella—porque la
Pero no se perderán ni malograrán la | Italia estaba muerta—una enseña de lu-
vocación y las facultades de Vollo. Des- | to; al que venció en San Antonio; al que
de luego, éste es un libro que lo com- : peleó en Europa con el poncho oriental
prueba. No aparece en él plenamente la I y la camiseta de los Legionarios, era pve-
faz del estilista, pero aparece, sí, la del 1 císo que un libro sobre Garibaldi se es-
investigador concienzudo, y, lo que vóüe I cribiese en Montevideo.
más que la aptitud investigadora: apa- Se escribirá ese libro, y será la ex-
rece también el sentido crítico que real- tensa leyenda de la estatua de mármol.
za y fecunda ios resultados de la inves- Cuando murió Horacio Greely, los pu-
tigación. Quien sin prejuicio lea este | büeistas norteamericanos resolvieron eri-
trabajo, no podrá menos de considerar girle una estatua, y desechando el már-
definitivamente resuelto el interesante mol y el bronce, determinaron que ella
punto histórico sobre que versa. fuera de plomo y que, para fundirla,
La obra futura sobre Garibaldi, que cada diario de Nueva York contribuyese
Vollo prepara con amor y dedicación dig- con tipos de su imprenta. Funda el autor
nos de tan magno terna, manifestará de de este opúsculo la estatua de su Héroe,
cuerpo entero la personalidad literaria de nuestro Héroe, en el mismo noble ma-
del autor, y sera un título más que le terial.
vinculará a la ciudad de que es ciudada-
no, más que huésped, 1904.

EL CRISTO A LA JINETA
Después del Cristo de paz, hubo me- ] ño fuiste también tú, y sólo por ti vive
nester la humana historia del Cristo gue- en la memoria del mundo tu Argamasí-
rrero, y entonces naciste tú, Don Quijote. | lia. Cuando se aludía a él por su naci-
Cristo militante, Cristo con armas, impli- | miento, no se vinculaba a su nombre el
ca contradicción, de donde nace, en par- I de su pueblo, sino el de su región: el
te lo cómico de tu figura, y también lo ! Gal ¿leo se le llamaba; como tú tomaste
que de sublime hay en ella. | para añadir a tu nombre el de la co-
Atribuyeron a Cristo casta real, dijeron marca de que eras, el del viejo Camp0
que era de la sangre de David; y tú con- ¡ Esportuario: la Adancha de los moros.
jeturaste que había de pasar igual cosa El, antes de poner por obra nuestra re-
contigo: «Podría ser, ;oh Sancho!—dijis- dención, quiso ser consagrado por manos
te-—, que el sabio que escribiese mi his- dei Bautista; como tú, antes de arrojarte
toria deslindase de tal manera mi paren- a no muy menores empresas, quisiste re-
tela y descendencia, que me hallase quin- cibir, del castellano de tu castillo, la PeS'
to o sexto nieto cíe rey.» Nació Cristo en coxada y el espaldarazo. Cuarenta ellas
su aldea humilde, a la que para siempre y cuarenta noches pasó él en retiro <$•
levantó de la oscuridad su cuna. Lugare- desierto; y tú, en tu penitencia de Sier''3

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—IMPRESIONES DE UN DRAMA 539

Morena, pasaras otros tantos, a no sa~ i festejan en casa de los Duques, se indig-
caríe de allí maquinaciones de los bom- i na un ensoberbecido y necio clérigo... Y
bres. Rameras hubo a su lado y las puri- ¡ es tu .Jerusalén la casa de los Duques:
ficó su caridad; como a tu lado, y trans- i allí, después de festejársete, padeces per-
figuradas por tu gentileza, maritornes y 'i secución; allí te befan, allí te llenan de
mozas del partido. El dijo: «Bienaventu- 1 ignominia. Como Pedro al Maestro, San-
radas los que padecen persecución de la j cho, hechura tuya, te niega, cuando con
justicia»; y tú, pasando del dicho inaudi- j cobarde sigilo llega a confesar a la Du-
to al hecho temerario, trozaste la cadena j quesa lo que el vulgo llama tu locura,
de los galeotes. El atraía y retenía a su ¡ El letrero que en Barcelona cosen a tu
cohorte con la promesa del reino de los \ espalda es el «Este es Rey de los Ju-
cielos; como tú a la cohorte tuya-—uni- ! dios», con que se te expone a la irrisión,
personal, pero representativa del puiu- | Sansón Carrasco es el Judas que te en-
lante coro humano—, con la promesa del ; trega. Un publicano, San Mateo, escribió
gobierno de la ínsula. Si enfermos sanó ; el Evangelio de Cristo, y otro publicano,
él, tú valiste a agraviados y menestero- ! Miguel de Cervantes, tu Evangelio. Dos
sos. Si él conjuró los espíritus de los en- ! naturalezas había en ti, como en el Re-
demoniados, a ti te preocupó el remediar i dentor; la humana y la divina; la divina
encantamientos, Ni a él quiso reconocer- | de Don Quijote, la humana de Alonso
le el sentido común como Mesías, ni a ti ¡ Quijano el Bueno, Murió Alonso Qui-
como andante caballero. Burla y escar- | jano, y para otros quedaron su hacienda,
nio hicieron de su mesianismo como de y las armas tuyas, y el rocín flaco y el
tu caballería; y si la madre y los herma- galgo corredor: pero tú, Don Quijote, tú,
nos del Maestro le buscaban para disua- ! si moriste, resucitaste al tercer día: no
dirie y él hubo de decir: «No tengo ma- : para subir al cielo, sino para proseguir
dre ni hermanos», bien se te opusieron y i y consumar tus aventuras gloriosas; y
te obstaculizaron en tu casa, tu ama y \ aún andas por el mundo, aunque invi-
to sobrina. Cuando desbaratas el retablo sible y ubicuo, y aún deshaces agravios,
del titiritero, donde lo heroico se rebaja- | y enderezas entuertos, y tienes guerra
ba a charlatanería de juglar, haces como ; con encantadores, y favoreces a ios dé-
el que echó por tierra las mesas de los ! bíles, los necesitados y los humildes, ¡oh
mercaderes y las sillas de los vendedo- i sublime Don Quijote, Cristo ejecutivo,
res de palomas. Indígnanse los secerdo- ; Cristo-León, Cristo a la jineta!
tes de Jerusalén, porque ven que festeja
la multitud a Cristo; y porque a ti te 1906,

IMPRESIONES DE UN DRAMA

Dejé de las manos el drama de Payró, | el cuadro conmovedor de los sufrimien-


i' mirando a través de los cristales, el ; tos de una vida en que la vocación, des-
a r
i e, en que una lluvia triste se destejía ¡ amparada por el medio, el pensar y so-
er
* trémulos hilos, me pareció como si el , ñar por oficio, es castigo que hiere como
a
2'-ía lenta y menuda dijera el alma mu- ! las negras elecciones de la Moyra trágí-
s
ical, el lírico acompañamiento, de aquel j ca. Es la historia de un alma escogida,
lJ°ema de dolor y miseria. j generosa, ingenua, que pasa en el trabajo
^ llama El triunfo de ¡os otros, y es ¡ a que la estimulan sus sueños los años de
540 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la juventud; que llega a la madurez sin de Lorenzo de Médicis. Desde que lo*
fama ni fortuna, y que, tras de gastar lo príncipes de la sangre han dejado de
mejor de su espíritu en avalorar con su presidir en muchas de las cosas del mun-
ayuda la obra de otros, siente apagarse do, los príncipes del ingenio se enorgu-
su razón, vencida por la constante ten- llecen de haber dejado de ser sus vasa-
sión del pensamiento y por las angustias llos, y la afirmación de que los Mecenas
de la lucha en que el enemigo es el han pasado a la historia suele vibrar con
hambre. I entonación de libertad, y aun de regoci
Se trata, pues, del interés dramático | jo, no sé si un tanto retórico, no sé si
contenido en el precario vivir que suelen I otro tanto irónico, en labios de los pe-
llevar las gentes que, contraviniendo o; \ bres artistas. Sobre esta emancipación
sofistificando el precepto de Dios, ganan I de la pluma respecto del protector en-
el pan, no con el sudor de su frente, sino ! cumbrado se ha escrito y filosofado nrn-
con el sudor negro de la pluma... El te- l cho, y el adusto Alfieri tiene páginas en
ma, umversalmente interesante, lo es en que se desentraña la moralidad de tan
doble grado si se Je concreta a la rela- preciosa liberación, y en que, a la iuz
ción de nuestro ambiente con las cosas de la dignidad humana, se manifiesta YA
del espíritu y con los devotos de estas vergüenza de la condición del áulico poc
cosas, a quienes llamamos escritores y ta, pájaro enjaulado al que se alimenta
artistas. Excelente ocasión para filosofar. con cañamones de oro para que regate
Filosofemos. Filosofemos huyentando la el oído de los grandes.
elegía sentimental que se nos entraba en Sin negar yo lo que tan generosas de-
el alma bajo el ala gris de la lluvia, y clamaciones tienen de justo y oportuno,
guardando, mientras podamos, la sereni- me doy a sospechar, rememorando una
dad olímpica, que no descompone las página de don Juan Valera, y lo diré
líneas del estilo. Imaginemos que el mis- aunque sólo sea de paso, que los incon-
mo Alcibíades y el propio Chármidas nos venientes de los Mecenas de antaño se
escuchan. han exagerado no poco, y que el sacri-
En pasados tiempos, ¡oh atenienses ficio de libertad en el pensar o de auda-
que oís!, cuentan que el problema eco- cia en gusto y estilo, que la protección
nómico del escritor se resolvía merced ¡ aristocrática haya impuesto al espíritu
a la generosidad del mecenas individual ¡ del poeta, es cosa más aparente que real-
y aristocrático. El principe o magnate j La obligación del protegido por Mecenas
dado a letras, ya por sincera vocación, {solía saldarse con la dedicatoria pomp°'
ya por amigo de lisonjear su vanidad j sa e inocente, tanto más inocente cuanto
con el cortejo del ingenio famoso, paga- j más pomposa, después de la cual Pega; sl
ba la vida, cuando no el decoro de la | so soltaba el vuelo a su albedrío, y,
vida, al hombre herido de la divina in- ! la ocasión era propicia, 3a vengadora rr°'
validez de ser poeta. A la sombra de esta j nía quedaba en libertad de urdir sus te-
protección palatina, más o menos fron- ¡ las sutiles. Pero sea de esto lo que quie-
dosa, dieron su flor muchos de los más I ra, pasó el Mecenas individual y aristo-
gloriosos espíritus que han contribuido j crático y vino a sustituirlo el colectivo
al tesoro de verdad y belleza de la Hu- ¡ y plebeyo. A la pensión que se cobraba
manidad; y si el mecenas vive en versos ' en la mayordomía del palacio ha suce- e
de Horacio, y Carlos Augusto de Weimar ! dido el manuscrito descontable en *
se ilumina del reflejo de Goethe, el In- ! mostrador del librero. La multitud lec-
genioso hidalgo sirve de zócalo a la me- j tora alimenta a su elegidos. "Fama y di-11
moría del conde de Lemos y el Mor gante \ nero llegan juntos. Si las cosas pasara
de Pulci perpetúa un eco de los convites ' absolutamente así, ¿podría llamarse ?•

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO. —IAÍPRESIONES DE UN DRAMA 541

esto una emancipación? Ciertamente, en juventud amargada por ía lucha cruel,


el sentido en que puede ser una eman- una salud perdida en el esfuerzo, un teji-
cipación política pasar de la tiranía auto- do de afectos desgarrado por la envi-
crática u oligárquica a la tiranía de los dia... ¡Cuan a menudo se ofrece ocasión
muchos. Así como la democracia pura, la de recordar la enérgica imagen con que
democracia del Agora y el Foro, significa Southey deploró la arrebatada muerte
en realidad la más brutal tiranía, el dis- de Kirk White: «El caballo ganó, pero
crecional dominio del gusto vulgar en la murió después de la carrera»! A pesar de
esfera del arte sería, para el artista, una todo, oficio, aunque duro, es el de escri-
tiranía tan dura, por lo menos, como la bir, allí donde se escribe para ser leído;
del magnate protector, con la diferencia, y entre el tugurio en que muere de frío
en desventaja de la primera, de la natu- y hambre Imberto Galloix y el palacio
ral inferioridad de cultura y gusto en el resplandeciente que hace de marco a la
amo de múltiples cabezas. Sólo que, del ancianidad de Víctor Hugo, queda ancho
mismo modo que a la democracia políti- campo donde dedicarse a parafrasear el
ca fiémosle puesto modernamente el lí- áurea medioerhas de Horacio.
mite o contrapeso del sistema represen- Pero todo esto pasa en un mundo apar-
tativo, tendiendo a que el gobierno de la tado de nosotros; todo esto pasa en un
voluntad popular pase por tamiz que mundo que nuestra gente de letras pue-
garantice cierta selección de capacidad de contemplar, océano por medio, un
y decoro, así la democracia literaria tie- poco a la manera como, calle por medio,
ne, en los pueblos cultos, el contrapeso contemplará el poblé diablo de la buhar-
de ía autoridad de la crítica, cuyo minis- dilla el baile que reluce tras los balcones
terio de censura y dirección respecto de del señor... Desde el momento en que el
¡as predilecciones literarias del público j problema se transporta a tierra america-
es, si no tan eficaz como fuera de desear, ! na; desde que se le considera en rela-
suficiente, por lo menos, para mantener ' ción con nuestro ambiente y nuestras co-
cierto relativo orden, cuando no en la sas, sus condiciones se modifican funda-
Proporción de las ganancias de dinero, mentalmente, y su solución favorable se
en la proporción del crédito y la fama. aleja en términos que va a ocupar la re-
Si Ohnet levanta millones, también los ; gión de los sueños de color de rosa.
levantan Zola y Víctor Hugo; y los mi- ¡ Como la producción literaria no respon-
Hones de Ohnet no tienen magia con que de, entre nosotros, a una necesidad espi-
forzar el «¡sésamo, ábrete!» de la gloria, ! ritual de la mayoría, ni siquiera de una
ni siquiera de la glorióla del momento. ] clase poco numerosa, pero de arraigada
El problema económico de las letras cultura y con medios para sostener, a
no se diferencia, pues, modernamente, ; modo de las viejas aristocracias, su clien-
del relativo a cualquiera industria o tra- ; tela de artistas, aquel género de produc-
°ajo que se apoye en la demanda común. ] ción carece casi por completo de valor
Bien es verdad que ni la gloria ni el pro- j económico. No hay lugar a temer que la
v
echo llaman al reparto de sus recom- • codicia de dinero lleve a nuestros auto-
Pensas sino después de un proceso de ; res a un aplebeyamiento reprensible; no
se
lección que puede considerarse como es el caso de recordar que «el vulgo es
ll
no de las más terribles formas sociales necio, y pues lo paga...», etc. No porque
'^ la struggle for Ufe. Por cada nombre se trate de un vulgo que haya dejado de
ser necio, sino porque se trata de un
^ e se alza a la luz, caen a la urna opa- vulgo que no paga. Libre queda el escri-
Ca
del anónimo cientos de ellos con las • tor, de manera que pueda gustar la vo-
^as quebradas; y aquel mismo nombre j luptuosidad aristocrática de escribir para
electo que surge, deja acaso tras sí una I
542 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sí y de sentir que su altivo y remontado que se oculte un alma de escritor malo-


espíritu vive emancipado del espíritu grada y nostálgica...
vulgar, contentándose con esto, mientras El Julián de Payró sabe de estas tris-
resuelve cómo podría consumarse tam- tezas. Ha derramado en la corriente de
bién su emancipación respecto de aque- tinta de imprimir que huye con el paso
llas imposiciones de la naturaleza que de cada día la savia de sus años mejo-
obligan a poner la olla al fuego, y de res: los de entusiasmo, los de empuje, al
aquellas imposiciones de la sociedad que cabo de los cuales sólo tiene la oscuri-
excluye de la realidad de la vida el des- dad y la pobreza. Y cuando sacude el
nudo estatuario. yugo de esta esclavitud, harto desencan-
Cierto es que los que triunfan—con el tado para poner su esperanza en el libro,
triunfo ideal de la reputación ad hono- que no se vende; harto desconocido e
rem—suelen hallar la solución, si no den- inexperto para llevar a los altares de la
tro de las letras, por el camino de las política su pluma, Julián recurre a este
letras, mediante la adaptación a la polí- arbitrio de suicida: renunciar a su per-
ca, la cual tiene cómo recompensar a sonalidad, escribir para otros, convertir-
los espíritus que le hacen don de su be- se en el proveedor de la mediocridad y ia
lleza. Pero ¡son tan pocos los que triun- ambición necesitadas de palabras, en el
fan! La perseverancia de la vocación ¡tan memorialista de la ignorancia presuntuo-
difícilmente subsiste, sobre obstáculos e sa, de la ineptitud que busca toga de
indiferencias, hasta obtener la madurez guardarropía con que representar en r¿
del renombre!... Y lo que importa más: comedia del mundo... Y la veta de oro
la política, mujer celosa, rara vez deja mental, de que el poseedor inocente no
de exigir el absoluto olvido de la novia ha sabido sacar provecho, encuentra ca-
que se tuvo antes que ella. ¿Diréis que teadores que la olfateen y utilicen. Por-
queda el periodismo? En sus rangos de que esta facultad del estilo, esta potestad
retribución alentadora, el periodismo no de domeñar la palabra, que en el verda-
es más que una manifestación de la po- dero escritor es vocación ideal, amor en-
lítica. En inferiores rangos, no constitu- trañable, la codicia el ambicioso embau-
ye solución. Cuando se habla de la vida cador por lo que ella puede tener de
difícil, de la necesidad que ronda con su instrumento con que captar voluntades
gesto de angustia, la imagen que acude y esgrimir mentiras, y la envidia el infi-
a nuestro pensamiento es la del obrero cionado de falsa vocación literaria, poi'
de blusa y manos callosas. Justo es este el halago de la vanidad. Ambos móviles
recuerdo, aun tratándose de tierras don- de parasitismo esquilmador del talento
de el menestral no vive precisamente en llaman a las puertas del escritor mise-
círculos de Dante; pero jay! (y ya sospe- rable, con Bermúdez, que es el aspirante
cho que bajé de mi Olimpo): ¿y ios obre- político, y con Cienfuegos, que es el fal-
ros que no llevan blusa: el pequeño em- so literato. Bermúdez apela a ia pluma
pleado, el periodista subalterno?... El de Julián por manifiestos y discursos.
pequeño empleado, sostén quizá de su Cienfuegos, por un poco de alma para
casa, que con la palanca de su sueldo las marionetas de sus dramas. Que la
humildísimo ha de levantar la carga, aje- ayuda los ponga en buen camino no es
na al obrero, de una dignidad social que razón para que la paguen de otro modo
le obliga en el modo de vestir y en el que con míseras dádivas y amistosas pro-
modo de alojarse; y el periodista subal- testas: conducta que, por lo demás, n°
terno, en quien la pluma no es más que arguye un grado de maldad que exceda
la herramienta de un trabajo oscuro y en mucho del vulgar egoísmo. En Ber-
precario, tras del cual no es infrecuente múdez no ha querido caracterizarse a nfi

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—IMPRESIONES DE UN DRAMA 543

malvado. No es seguro que lo sea el | molenderos de colores y los fabricantes


mismo Cienfuegos. Ni siquiera es for- ¡ de objetos de plomo se deba a la intoxi-
zoso suponer que una ilusión de vanidad ¡ cación saturnina; que los picapedreros se
contribuya a que no reconozcan su valer vuelvan tísicos por la inhalación de las
legítimo al favor que reciben. Bien pue- partículas de piedra, y las lavanderas
de mediar sólo para ellos la creencia reumáticas por el contacto con el frío del
sincera del ningún sacrificio que el fa- agua. En cambio, el jornalero del pensa-
vor importa, lo que encuadra muy bien miento que, tras el exceso de labor men-
en el modo de ver de la generalidad. El tal y la tortura implacable del espíritu
criterio común rara vez atribuye su ver- en busca del señuelo con que interesar
dadero equivalente de tiempo y energía a la sensibilidad ajena, cae herido de mal
!a obra de la inteligencia. ¿Qué puede que lo mismo puede ser la neurastenia
tostarle el escribir y pensar al que lo ' de su vecino el ocioso burgués, que la
profesa por oficio? ¿No ha nacido con . locura de Maupassant o la parálisis de
el don de estas cosas? ¿No lleva dentro | Heine, ése no suele lograr siquiera que
de sí mismo la mina? Si escribe para i su infortunio se dignifique, en la con-
otro, ¿hará más que dar algo de lo que | ciencia de los demás, con el reconoci-
le sobra?... ¡ miento de que es realmente la herida
Quien no debe de opinar así es la in- noble adquirida en lides del trabajo. ;Ca-
flexible naturaleza, que castiga con la i be atribuir tantas otras causas a. las neu-
enfermedad todo esfuerzo sin medida ropatías del pobre artista; a la locura
prudente. Porque Julián, extenuado, se del mísero escritor, exprimido y lacera-
enferma..., y he aquí otro interesante do! Por ejemplo: el vivir bohemio, los
sesgo para nuestras filosofías. Nadie nie- paraísos artificiales, los vampiros del
ga, en tesis general, que el abuso en el vicio o, simplemente, la negra elección
esfuerzo del escritor implique una lace- de la fatalidad, que sumerge en las mis-
ración orgánica; de donde vienen perdí- j mas aciagas sombras a tantos que no son
das de salud tan calificables de profesio- \ artistas... Y, luego, el argumento que
nales, como las que determina el exceso \ está a menudo en labios de monsieur
del obrero en el género de trabajo que Bouvard y de monsieur Pécuchet: «¿Se
acostumbramos llamar material. Pero el volvió loco a fueza de forjar quimeras, o
hecho es que, cuando el pobre trabaja- será más bien que se dio a forjar quime-
dor de la pluma se rinde a la enferme- ras porque ya era medio loco?»
dad que lo acecha, la índole de su mal Pero Payró no se ha propuesto hacer de
no aparece, a ios ojos comunes, tan cla- su Julián un puritano: Julián aparece,
ra y patentemente vinculada ai resultado ; por ráfagas, desordenado y bohemio; el
de la dura labor, como ios males profe- círculo que le rodea suele precipitarle
sionales del obrero ni obliga, por lo tan- consigo, de modo que la noche de bo-
to, a igual conmiseración e igual piedad. rrascoso placer alterna a veces con la ele
^o hay quien desconozca, por ejemplo, sus nobles insomnios; y éste es rasgo
que ía tuberculosis de los tejedores a ¡' de verosimilitud y de lógica humana que
brazo tenga por causa la posición forza- j concurre a acentuar el carácter genérico
da ele su cuerpo; que la caquexia de los : del tipo. La vida del artista miserable,
cigarreros sea debida a la acción lenta ; amargado, abandonado, no es ni puede
del tabaco; que la inflamación de los j ser, por regla común, un ejemplo de aus-
°Jos de los fogoneros proceda del fuego teridad. La bohemia sigue prevaleciendo
de la máquina; que el esputo negro de en la real existencia de los vencidos del
'Os que trabajan en la hulla venga del arte y de los perturbados por la perfidia
Polvo del carbón; que el cólico de los j de este divino y capitoso licor; por más
544 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que esté ya despoetizada y marchita co- mino, la profesional hipertrofia de la


mo motivo de figuración poética. Sabido sensibilidad y la imaginación, con sus
es que ella tuvo su edad de oro, cuya excitaciones, con sus desequilibrios, cor,
vibración aún suena en los más finos sus hiperestesias, y con la correlativa
cristales de poesía con la amargura trá- j reducción de toda aptitud de gobierno
gica del Chatterton y con la gracia me- práctico y de orden, ya que es ley de
lancólica de Murger. La disipación era ' economía orgánica que nuestras faculta-
admitida y justificada entonces, casi co- ' des se desenvuelvan a expensas las unas
mo una necesidad, en aquel que teniendo de las otras. Luego, el anhelo de exce-
por mandato exprimir, en la copa de la j der en la competencia de originalidad y
forma bella, la quinta esencia de la vida, i verdad, mediante la aplicación de un ex-
precisaba conocer la vida en sus más perimentalismo artístico que opere, con
intrincados laberintos y gustarla en sus el corazón y los sentidos propios, en los
más quemantes sabores. Por otra par- i hornillos del sentimiento y en ios alam-
te, una concepción aristocrática de la j biques de la sensación. Y, además, las
jerarquía humana de la gente de le- j mismas condiciones precarias del oficio,
tras llevaba a facilitar la emancipación • que, si por una parte niegan a la vida
respecto de la ley moral. «Todo le es el eje consistente a cuyo alrededor or-
permitido al genio», se decía. Y así co- j denarla, por otra parte tientan a la an-
mo en los primitivos tiempos cristia- ; gustiosa busca del olvido y al apresa-
nos hubo sectas heréticas que predica- í miento de la hora forzada, violenta y
ron la ascensión a la suprema virtud I fugitiva dicha.
por el camino del vicio cínico y perver- Salpicado de barro, nos interesa más
so, porque del extremo del vicio se pasa el mártir que Payró nos presenta con
al arrepentimiento, padre de la santidad, j cruda y bella realidad... Y a medida que
y al hastío de los goces, fiador de la ¡ la acción avanza, vemos cómo la mise-
perseverancia, así la gloria literaria era, ; ria estrecha su cerco, cómo la usura
para los bohemios románticos, presea ¡ aprieta sus anillos, cómo la enfermedad
que sólo se alcanzaba al costo de una madura su ponzoña. El drama que Ju-
existencia aventurera, orgiástica y rebel- lián envía al empresario; la obra com-
de. Esto pasó, y ya el bohemio no se puesta, al fin, por cuenta propia, para
nos aparece consagrado por una elección i la reputación, para la vida, escolla ^
fatídica, ya no es el «personaje reinan- | la repulsa. Y es la hora en que los pa-
te»; y la fe en ía virtud viril del tra- ; rásitos, los otros, triunfan, en el Parla-
bajo, la confianza en la virtud rítmica í mento y en el teatro, con la savia qui-
y fuerte, en la eficacia de la disciplina | tada al ingenio inhábil y convertida £n
de la vida para todo género de aplica- ¡ fruto por su habilidad sin ingenio, De
ción mental, han recuperado sus fueros. ¡ los parásitos sólo llega, en esta hora,
Pero librémonos de extremar esta reac- para el árbol caído, la ingratitud procaz
ción, que confina con las más antipáticas o la compasión tardía y vana. La expi"e'
limitaciones del sentimiento y el juicio. sión dramática luce a menudo, en el dra-
Librémonos de negarnos, con rigidez fría ma de Payró, toques de real inspiración
y necia, a la comprensión de lo que la y energía. «¡Soberbio gusano devorado1'
bohemia tiene de interesante, de conmo- de cadáveres!», dice Julián al seudoes-
vedor y de humano. Y esta comprensión critor que, tras de alimentar sus falsos
estriba en reconocer las fuerzas que triunfos con el auxilio obtenido de la-
atraen al artista, con superior intensi- • últimas fuerzas que quedan al escrit01
dad que al hombre común, fuera de la verdadero, se yergue ante él, en actitud
órbita regular de la vida. En primer tér- de orgullo. Cuando Julián, va en los uflv

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—DIVINA LIBERTAD 545

brales de la imbecilidad, habla con Er- te de reparación y esperanza. Sí, no du-


nesto, el débauché imbécil sin mal del demos de ello: merced a Inés, el Anóni-
cerebro, imbécil como el cualquiera que mo tendrá nombre y se llamará Inmor-
pasa, Inés prorrumpe en este grito de talidad. Pero ¿y los que caen vencidos
angustia: «¡Qué horror! ¡Ahora se pa- como él, sin dejar el hada benéfica que
recen!» vele por su nombre y sus sueños? ¿Y
El desenlace llega. En el abandono que los que sucumben después de dispersar
culmina se aceleran los pasos de la ve- sus fuerzas, sin haber alcanzado a con-
sania: lo de Maupassant, lo de Féval: cretar la obra que, desconocida o desde-
ia pluma que se inmoviliza en la mano, ñada hoy, pueda revelarse un día como
la atención que se esfuerza y se disipa, la botella del náufrago en el poema de
y en pos del escape de excitación falaz, Vigny: la botella en que el náufrago
la indiferencia, el estupor, y luego el encierra, antes de hundirse con su nave,
aniquilamiento, la abolición casi absoluta la revelación de los secretos que ha
de la inteligencia y la sensibilidad. «¿Es arrancado a lo desconocido, arrojándola
para siempre?», preguntan al médico. a las olas que acaso la depositarán en
«Para siempre, sí...» «¿Podrá siquiera • playa habitada?... ¡Encarna, encarna, al-
desempeñar un empleo?» «Muy modesto,' ma encantadora de Inés, en infinitos ava-
casi mecánico, nada intelectual...» Murió, lares, para animar el divino fuego de la
pues, el artista; murió de la más negra '•esperanza en el alma del artista que du-
muerte... Pero vive Inés, el amor, la vo- í da; para alentar la apelación que envía
luntad, la discreción que le sostuvieron ¡ a la justicia del porvenir el trabajador
en la lucha, que recogerán ahora su ideal ; que se rinde sin gloria!
abatido, y en manos de Inés queda el ; Todas estas cosas pasaron por mi men-
inédito drama en que él cifraba sus an-; te, mientras la lluvia triste caía en hilos
helos de rescatar su personalidad usur-', menudos, después que admiré el pedazo
Pada por la vanidad y la ambición de los ; palpitante de vida que ha desentrañado,
mediocres. «¡Oh!—dice ella, dirigiéndose j en su última obra dramática, ese fuerte
al pobre enfermo—. Tu pensamiento vi- j y noble espíritu que honra a la intelec-
vira, yo te lo juro. Tu Anónimo rasga-1 tualidad argentina y se llama Roberto
ra la noche, será luz. ¡El triunfo de los j Payró.
otros es el tuyo, Julián!» Así termina el j
drama, como entreabriendo un horizon-1 190?.

DIVINA LIBERTAD
Al margen de «Bajorrelieves», de Leopoldo Díaz

«¡Culto del verso por el verso; ado- j esperanzas, en esta poesía de contornos
ración estéril de la forma!», siento cía-; perfectos, que sólo deja en nuestros la-
^ar, condensándose las voces de repro- ¡ bios, ansiosos del licor refrigerante, el
^ción y de desvío que he oído levan- contacto glacial del vaso cincelado y va-
tarse al paso de este libro nuevo. «¿Don- cío?... El poeta abanderado en nuestras
ce
- está la palabra que nos adoctrine en luchas, pertenece a la idea, pertenece a
nuestras dudas, que nos consuele en la acción, y la poesía que merece los
o s t r a s penas, que nos estimule con sus triunfos y la gloria es aquella que aspira
^ODo.. --18
546 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

a representar, como algún día, en la vida te, como él, lo encuentra un día en MI
de las sociedades humanas, una fuerza camino; sube, lleno de júbilo, entre sus
fecunda, una fuerza civilizadora.» Yo, alas desmayadas, y entonces un estreme-
que he participado, y aún participo, de cimiento nervioso hace hervir el pecho
esta fe en el sublime magisterio de la del corcel rebelde a su labor; se desplie-
palabra de los poetas, creo, antes que en gan sus alas, sus pupilas flamean, y tien-
ninguna otra cosa, en la libertad, que de el vuelo hacia la altura con el sober-
Heine proclamó irresponsable, de su ge- bio brío, con la infinita libertad de 1a
nio y de su inspiración. Cuando veo que inspiración levantada sobre las cosas de
se les exige, con amenazas de destierro, la tierra...
interesarse en lo que llama la Escritura ¡Hermoso símbolo de la soberana in-
¡as disputas de los hombres, recuerdo a dependencia del arte! Comprendiéndolo
Schiller narrando la historia de Pegaso en su sentido profundo, dejemos al cor-
bajo el yugo. El generoso alazán, ven- ¡ cel alado la voluntariedad de sus vuelos,
dido por el poeta indigente, es uncido j a la poesía la fuerza de su libertad, y
por groseras y mercenarias manos a las ¡ seamos siempre gratos al beneficio de
faenas rústicas, símbolo de la inmediata sus dones divinos, ya se nos aparezca,
utilidad y del orden prosaico de la vida. como deidad armada y luminosa, en
El se revuelve primero para sacudir el nuestras luchas; ya se retraiga en la
yugo que desconoce, y desmaya después : dulce intimidad del pensamiento; ya ex-
de humillación y de dolor. En vano se ! tinga en sí la llama de la vida, como
fatigan sus amos: le desuncen, convencí- ¡ adurmiéndose sobre el lecho de mármol,
dos de la imposibilidad de domeñarle, y y deje sólo en nuestro espíritu la can-
le arrojan con desprecio como cosa da helada de la forma!
inútil.
Pero el antiguo dueño, que vagaba tris- ; 1395.

B O L IVAR

Grande en el pensamiento, grande en da la luz y el color escatimados en $


la acción, grande en la gloria, grande existencia inerte de las diez generaciones
en el infortunio; grande para magnificar sujetas al yugo colonial, se concentraron,
la parte impura que cabe en el alma de por instantáneo desquite, en una vida í*1'
los grandes, y grande para sobrellevar, dividual y una conciencia única. Virtua-
en el abandono y en la muerte, la trágica lidad infinita, el genio está perennemente
expiación de la grandeza. Muchas vidas a la espera en el fondo de la sociedad
humanas hay que componen más perfec- humana, como el rayo en las entrañas
ta armonía, orden moral y estético más de la nube. Para pasar al acto, ha ntf'
puro; pocas ofrecen tan constante ca- nester de la ocasión. Su sola dependen-
rácter de grandeza y de fuerza; pocas cia es la del estímulo inicial que lo des-
subyugan con tan violento imperio las ata y abandona a su libertad incoercible
simpatías de la imaginación heroica. pero ese estímulo es la condición que s?
Cuando se considera esa soberbia per- reserva el hado, porque la trae a su hoi'a
sonificación de original energía, en el me- el orden de la sociedad que tienta y s°'
dio y la hora en que aparece, se piensa licita el arranque innovador, Larga sn-
que toda la espontaneidad reprimida, to- t cesión de generaciones pasa, acaso, si'1

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 547
que la extraordinaria facultad que duer- ! dones de la inteligencia y de la cortesa-
me velada en formas comunes tenga nía, realzados por el fino gusto literario
obra digna en que emplearse; y cuando, y la pasión del bello vivir. Y esta prime-
en la generación predestinada, el rebosar ra corteza de su personalidad no desapa-
de una aspiración, la madurez de una ne- reció enteramente con la revelación de
cesidad, traen la ocasión propicia, suele su profunda alma ignorada. «Varón es-
suceder que la respuesta al silencioso tético», como se dijo de Platón y como
llamamiento parta de una vida que ha puede extenderse a toda una casta de es-
empezado a correr, ignorante de su ocul- píritus, continuó siéndolo cuando el ge-
ta riqueza, en un sentido extraño a aquel nio lo llevó a sus alturas; y héroe, tuvo
que ha de transfigurarla por la gloria. la elegancia heroica; la preocupación del
Algo de esa súbita exaltación hay en gesto estatuario, del noble además, de la
el heroísmo de Bolívar. Desde que su i actitud gallarda e imponente, que puede
conciencia se abrió al mundo, vio acer- •, parecer histriónica a los que no hayan
carse el momento de la Revolución, par- j llegado a una cabal comprensión de su
ticipando de los anhelos que la prepara- ; personalidad, pero que es rasgo que com-
ban en la secreta agitación de los espí- plementa de manera espontánea y con-
ritus; pero ese vago hervor de su men- ¡ corde la figura de estos hombres de ac-
te no imprimió carácter a una juventud ción en quienes el genio de la guerra,
que, en su parte expresiva y plástica, j por la finalidad visionaria y creadora
tuvo un sello distinto del que se busca- ' que les mueve, confina con la naturaleza
ría como anuncio de las supremas ener- ; del artista y participa de la índole de sus
gías de la acción. Su primer sueño fué ' pasiones. ¿No ha asimilado Taine, en ri-
de belleza, de magnificencia y de deleite, i guroso análisis de psicología, la espada
Si las fatalidades de la historia hubieran i de Napoleón al cincel escultórico de Mi-
puesto fuera de su época la hora de la ¡ guel Ángel, como instrumentos de una
emancipación, habría llevado la vida de I misma facultad soberana, que ejercita el
gran señor, refinado e inquieto, que pro- i uno en las entrañas insensibles del már-
metía mientras repartió su tiempo entre ; mol y el otro en las animadas y dolien-
sus viajes, el retiro de su hacienda de tes de la realidad...?
San Mateo y la sociedad de la Caracas Así aparece desde el día en que selló
Palaciana y académica de los últimos sus esponsales con la vocación, que ya
días de la colonia. Algún destello del al- le enamoraba e inquietaba, cuando, de
ma de Alcibíades parece reflejarse en el \ paso para Roma, sube, como arrebatado
bronce de esa figura de patricio mozo y de un numen, a la soledad del Aventuro,
sensual, poseedor inconsciente de la 11a- a cuyos pies mira extenderse el vasto
'na del genio, en quien la atmósfera de la mar de recuerdos de libertad y de gran-
Europa inflamada en el fuego de las pri- deza; y como hablando a la conciencia de
meras guerras napoleónicas excitó el sen- esta antigüedad, jura libertar un mundo.
timiento de la libertad política, como i Así aparece luego, en Caracas, cuando,
ü
na inclinación de superioridad y de no- entre el espanto del terremoto que des-
bleza, llena del tono clásico, y hostil, por i pedaza la ciudad en vísperas de la Revo-
s
u más íntima sustancia, a tocia afición I lución, levanta, sobre las ruinas convul-
demagógica y vulgar. Aún no anunciaba \ sas de la iglesia de San Jacinto, su figura
e
n aquel momento la gloria, pero sí el ' nerviosa y altanera, y allí, en presencia
brillo que la remeda allí donde no hay de un español despavorido, prorrumpe
es
Pacio para más. Uníanse en la aureola en las soberbias palabras, a cuyo lado
^ su juventud el lustre de la cuna, los palidece la imprecación famosa de Ayax
tedios del pingüe patrimonio, todos ios de Telamón: «¡Si la Naturaleza se opone,
548 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lucharemos contra ella y la sometere- de vértigo, sobre el voraz horror del


mos!» En la batalla, en el triunfo, en la abismo.
entrada a las ciudades, en el ejercicio Era la continuación, transfigurada se-
del poder o entre las galas de la fiesta, gún conviene a la grandeza heroica, de
siempre luce en él el mismo instintivo aquel mismo carácter de su juventucí
sentimiento de esa que podemos llamar que le hizo escribir, mientras deshojaba
la forma plástica del heroísmo y de la en las cortes europeas las rosas de sus
gloria. Concertando la febril actividad veinte años, esta confesión de una carta
de una guerra implacable, aún queda a la baronesa de Trobriand: «Yo amo
huelgo en su imaginación para honrar, menos los placeres que el fausto, porque
por estilo solemne, la memoria y el ejem- me parece que el fausto tiene un falso
plo de los suyos, en pompas como aque- aire de gloria.» Y esto venía tan del fon-
lla procesión, semejante a una ceremo- ¡ do de su naturaleza que, en rigor, nunca
nia pagana, que llevó triunfalmente el hubo carácter más inmune de todo ama-
corazón de Girardot, en urna custodiada ño y remedo de afectación. Nunca le hu-
por las armas del Ejército, desde el Bár- bo, en general, más espontáneo e inspi-
bula, donde fué la muerte del héroe, rado. Todo es iluminación en sus propó-
hasta Caracas. En la memoria de sus sitos; todo es arrebato en su obra. Su es-
contemporáneos quedó impresa la ma- píritu es de los que manifiestan la pre-
jestad antigua del gesto y el porte con- sencia de esa misteriosa manera de pen-
que, constituida Colombia, penetró al re- samiento y de acción, que escapa a la
cinto de la primera asamblea, a resignar conciencia del que la posee, y que, subli-
en ella el mando de los pueblos. Ante las mando sus efectos muy por arriba del
cosas soberanas y magníficas del mundo alcance de la intención deliberada y pru-
material experimenta una suerte de emu- dente, vincula las más altas obras del
lación que le impulsa a hacer de modo hombre a esa ciega fuerza del instinto,
que entre él mismo a formar parte del ¡ que labra la arquitectura del panal,
espectáculo imponente y a señorearlo orienta el ímpetu del vuelo y asegura ei
como protagonista. En su ascensión del golpe de la garra. Así, para sus victorias
Chimborazo, que interpreta la retórica : le valen el repentino concebir y el fulmi-
violenta, pero sincera, en su énfasis, del nante y certero ejecutar. Y en la derrota,
una especie de don anteico, como no se
Delirio, se percibe, sobre todo otro sen- ve en tal grado en ningún otro héroe;
timiento, el orgullo de subir, de pisar la una extraña virtud de agigantarse mas
frente del coloso, de llegar más arriba i cuanto más recia fué y más abajo Ia
que La Condamine, más arriba que Hum- caída; una como asimilación tonificante
bcldt, adonde no haya huella antes de la \ de los jugos de la adversidad y del opi'0'
suya. Otra vez se acerca a admirar la bio: no en virtud del al accionamiento
sublimidad del Tequendama. Allí su espí- de la experiencia, sino por la reacción
ritu y la Naturaleza componen un acor- inconsciente e inmediata de una natu-
de que lo exalta como una influencia de raleza que desempeña en ello su ley. Su
Dionysos. Cruzando la corriente de las fisonomía guerrera tiene en este rasg°
aguas, y en el preciso punto en que ellas el sello que la individualiza. Bien lo sig-
van a desplomarse, hay una piedra dis- j nificó el español Morillo en pocas p^ a '
tante de la orilla el justo trecho que | bras: «Más temible vencido que vence-
abarca el salto de un hombre. Bolívar, I dor.» Sus campañas no son el desenvo)'
sin quitarse sus botas de tacón herrado, I vimiento gradual y sistemático de l,n
se lanza de un ímpetu a aquella piedra ! plan de sabiduría y reflexión, que p r 0 '
bruñida por la espuma, y tomándola j ceda por partes, reteniendo y asegu^11'
de pedestal, yerguc la cabeza, incapaz I

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 549
do lo ya dejado atrás, y proporcionan- í cido y forzado a abandonar en manos de
do las miras del arrojo a la juiciosa me- un rival oscuro las armas con que se
dida de las fuerzas. Son como enormes aprestaba a entrar en Venezuela; y en-
embestidas, como gigantescas oleadas, I tonces su reaparición es en Haití, de
que alternan, en ritmo desigual, con tum- donde, con el mismo propósito, sale
bos y rechazos no menos violentos y es- acaudillando una expedición que por dos
pantables, desplomándose de súbito el veces toma tierra cerca de Caracas y las
esfuerzo que culminaba avasallador, para dos veces acaba en rechazo, y la última,
resurgir muy luego, en otra parte, y de en nueva ruina de su poder y de su cré-
otro modo, y con más brío, hasta que dito, entre denuestos de la plebe y alta-
un impulso más pujante o certero que nerías de la emulación ambiciosa.
los otros sobrepasa el punto de donde \ Pero la natural autoridad que emana
ya no puede tomar pendiente el retro- de él es una fuerza irresistible, como to-
ceso, y entonces la victoria persiste, y da voluntad de la Naturaleza, y poco
crece, y se propaga, como las aguas de tiempo pasa sin que aquella grita se aca-
la inundación, y de nudo en nudo de los lle, sin que sus émulos le reconozcan y
Andes cada montaña es un jalón de vic- j obedezcan, sin que los destinos de la Re-
toria, Nadie ha experimentado más ve- volución estén de nuevo en sus manos,
ces, ni en menos tiempo, la alternativa desde la Guayana, donde Piar ha ase-
del triunfo con visos y honores de final, gurado ei respaldar de las futuras cam-
y el anonadamiento y ei desprestigio sin pañas, hasta los llanos del Apure, donde
esperanzas—para los otros—de levante. hierven las montoneras de Páez. Funda
Revolucionario fracasado y proscrito, fal- Gobierno, guerrea, sofoca todavía rebe-
to de superior renombre y de medios ma- i liones de los suyos; la adversidad le per-
teriales de acción, se alza de un vuelo sigue implacable en La Puerta, en Ortiz,
ai pináculo de la fama militar y de la en el Rincón de los Toros; y una no-
autoridad caudillesca con aquella asom- che, después de la última derrota, un
brosa campaña de 1813, que inicia a la hombre, sin compañero ni caballo, huye
cabeza de medio millar de hombres, y ) escondiéndose en la espesura de los bos-
que le lleva, en ciento y tantos días de j ques, hasta que, a la luz de la aurora,
arrebato triunfal, desde las vertientes ¡ reúne una escolta de jinetes dispersos,
neogranadinas de los Andes hasta el pa- con los que orienta su camino. Es Bo-
lacio de los capitanes de Caracas, donde, lívar, que, perdidos su ejército y su auto-
sobre lo transitorio de honores y pode- ridad, marcha—¿qué mucho, siendo él?—
res, vincula para siempre a su nombre su a forjarse nueva autoridad y nuevo ejér-
título de Libertador. Aún no ha transcu- cito. No tardará en conseguir lo uno y
rrido un año de esto, y las costas del ¡ lo otro: la autoridad, robustecida por la
mar Caribe le miran fugitivo, obandona- ! sanción de una asamblea que le da el
do y negado por los suyos; vuelta en hu- sello constitucional; el ejército, más re-
mo, al parecer, toda aquella gloria, que gular y organizado que cuantos tuvo has-
ni aun le defiende de la ira con que le ta entonces.
acusan y de la ingratitud con que le ; Este es el momento en que su cons-
afrentan. Y cuando se busca adonde ha ! tancia inquebrantable va a subyugar v
ido a abismar su humillación, vésele de volver en adhesión firmísima las des-
nuevo en lo alto, empuñando el timón de igualdades de la suerte. La iluminación
^ Nueva Granada, que desfallecía, en- de su genio le muestra asegurados los
trando con la libertad a Bogotá, como destinos de la Revolución con la recon-
antes a Caracas; y apenas se ha doblado quista de la Nueva Granada, Para recon-
e;
^íñ página, aparece otra vez desobede- quistar Ja Nueva Granada es menester
550 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

escalar los Andes, luego de pasar ciéna- Norte, las del Sur. Y como en Bogotá,
gas extensas, ríos caudalosos; y es la es- como en Caracas, como en Quito entra
tación de invierno, y tamaña empresa se en Lima, en el Cuzco, en La Paz, el li-
acomete con un ejército punto menos bertador de América; y mientras el úl-
que desnudo. Otros pasos de montaña timo ejército español, numeroso y fuerte,
puede haber más hábiles y de más ejem- se apresta a esperarle, y él se consagra
plar estrategia; ninguno tan audaz, nin- ! a percibir el suyo, enferma, y doliente
guno tan heroico y legendario. Dos mil todavía, oye que le preguntan: «¿Qué
quinientos hombres suben por las pen- piensa usted hacer ahora?» «Triunfar»,
dientes orientales de la Cordillera, y ba- contesta con sencillez de esparciata. Y
jan por las de Occidente menor número triunfa; triunfa después de cruzar las
de espectros, y estos espectros son de gargantas de los Andes, a la altura del
los que eran fuertes del cuerpo y del cóndor, como en las vísperas de Boyacá,
ánimo, porque los débiles quedaron en que ahora reproduce Junín; y con el im-
la nieve, en los torrentes, en la altura pulso de Junín triunfa, por el brazo de
donde falta el aire para el pecho. Y con Sucre, en Ayacucho, donde catorce ge-
los espectros de los fuertes se gana Bo- nerales de España entregan, al alargar
yacá, que abre el camino de la altiplani- la empuñadura de sus espadas rendidas,
cie donde Colombia ha de fijar su cen- los títulos de aquella fabulosa propiedad
tro, y de vuelta de la altiplanicie se gana que Colón pusiera, trescientos años an-
Carabobo, que franquea hacia Oriente tes, en manos de Isabel y Fernando,
el paso ele Caracas, y desde ese instante Cumplida está la obra de Bolívar; pero
el dominio español ha perecido en cuan- aún rebosan sobre ella la aspiración y
to va de las bocas del Orinoco hasta el los heroicos alientos. Aún sueña el héroe
istmo de Panamá, Desde ese instante, a con más; aún querría llegar a las már-
los altibajos de aquella guerra de angus- genes del Plata, donde padece bajo la
tiosa incertidumbre sucede como un de- conquista un pueblo arrancado a la co-
clive irresistible que la victoria, rendida munidad triunfante en Ayacucho; ser,
y hechizada, hace con sus brazos, incli- también para él, el Libertador; arrollar
nados al Sur, para que el torrente de hasta la misma corte del Brasil las hues-
las armas emancipadoras corra a con- tes imperiales, fundar allí la república,
fundirse con aquel otro que avanza, des- y remontando la corriente del Amazonas,
de los Andes argentinos, anunciando su como Alejandro los ríos misteriosos del
avenida por los ecos de las dianas triun- Oriente, cerrar la inmensa elipse de glo-
ria en suelo colombiano, e ir a acordar
fales de Chabuco y de Maipo. Colombia y presidir la armonía perenne de su
ha completado sus fronteras, después obra, en la asamblea anfictiónica de Pa-
que ha puesto bajo «el manto del iris»
los volcanes del Ecuador, y es libre para ) namá.
siempre. Pero aún queda para Bolívar
lidiar por América, que es más su pa-
tria que Colombia. San Martín está fren- El conjunto de este tempestuoso he-
te a él, lauro para lauro. La gloria de roísmo es de un carácter singular e in-
lo que falta por hacer no es ambición confundible en la historia. Lo es por el
compartible. Cuando se trata de determi- enérgico sello personal del propio héroe,
nar cuál ha de gozaría de los dos, bas- y lo es también por la vinculación estre-
tan, de una parte, la conciencia de la su- cha e indisoluble de su acción con cien
perioridad, y de otra parte, el leal y no- íntimas peculiaridades del ambiente en
ble acatamiento de ella. Bolívar será que se genera y desenvuelve. Y ésta cons-
quien corone, como las campañas del tituye una de las desemejanzas que

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OBRA ORIGINAL.—6; EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 551
abren tan ancho abismo entre Bolívar y ¡ más alto que los caudillos regionales, en
el que con él comparte, en América, la | quienes se individualizó la originalidad
gloria del libertador, San Martín podría semibárbara, personifica lo que hay de
salir de su escenario sin descaracterizar- | característico y peculiar en nuestra his-
se ni desentonar dentro de otros pueblos ¡ toria. Es el barro de América atravesado
y otras epopeyas. Su severa figura cara- i por el soplo del genio, que transmuta su
biaría, sin disconveniencia, el pedestal de I aroma y su. sabor en propiedades del es-
los Andes por el de los Pirineos, los Al-! píritu, y hace exhalarse de él, en viva
pes o los Rocallosos. Imaginémoslo al i llama, una distinta y original heroicidad.
Jado de Turena: valdría para heredero \ La revolución de la independencia sur-
de su espada previsora y segura y de su i americana, en los dos centros donde es-
noble y sencilla gravedad. Transporté- j talla y de donde se difunde: el Orinoco
raosle junto a Washington: podría ser el j y el Plata, manifiesta una misma duali-
más ilustre de sus conmilitones y el más dad de carácter y de formas. Comprende,
ejemplar de sus discípulos. Pongámosle en ambos centros, la iniciativa de las ciu-
en las guerras de la Revolución y del dades, que es una revolución de ideas,
Imperio: llenaría el lugar del abnegado | y el levantamiento de los campos, que
Hoche, cuando se malogra, o del pruden- ¡ es una rebelión de instintos. En el es-
te Moreau, cuando sale proscrito. Es, | píritu de las ciudades, la madurez del
considerado aparte del gran designio a j desenvolvimiento propio y las influencias
que obedece, el tipo de abstracción mi- | reflejadas del mundo, trajeron la idea de
litar que encuentra marco propio en to- ¡ la patria como asociación política, y el
do tiempo de guerra organizada, porque i concepto de la libertad practicable den-
requiere, no la originalidad del color, i tro de instituciones regulares. Delibera-
sino el firme y simple dibujo de ciertas ¡ ción de asambleas, propaganda oratoria,
superiores condiciones de inteligencia y ! milicias organizadas, fueron los medios
voluntad, que el carácter humano repro- j de acción. Pero en los dilatados líanos
duce sobre las diferencias de razas y de que se abren desde cerca del valle de
siglos. En cambio, la figura de Bolívar no Caracas hasta las márgenes del Orinoco,
sufre otra adaptación que la real. Fue- j y en las anchurosas pampas interpuestas
ra de la América nuestra, y lidiando por ! entre los Andes argentinos y las orillas
otra libertad que la nuestra, quedaría j del Paraná y el Paraguay, así como en
desvirtuada o trunca. Bolívar, el revo- ] las cuchillas que ondulan, al oriente del
lucionario, el montonero, el general, el 1Uruguay, hacia el Océano, la civilización
caudillo, el tribuno, el legislador, el pre- j colonial, esforzándose en calar la entraña
sidente..., todo a una y todo a su mane- j de desierto, el cual le oponía por escudo
ra, es una originalidad irreducible, que j su extensión infinita, sólo había alcanza-
supone e incluye la de la tierra de que i do a infundir una población rala y casi
se nutrió y los medios de que dispuso. nómada, que vivía en semibarbarie pas-
Ni guerrea como estratégico europeo, ni j toril, no muy diferentemente del árabe
toma para sus sueños de fundador más beduino o del hebreo de tiempos de
que los elementos dispersos de las ins- ¡ Abrahán y Jacob; asentándose, más que
tituciones basadas en la experiencia o ¡ sobre la tierra, sobre el lomo de sus ca-
la razón universal, ni deja, en su con- j ballos, con los que señoreaba las vastas
junto, una imagen que se parezca a cosa soledades tendidas entre uno y otro de
de antes. Por eso nos apasiona y nos los hatos del Norte y una y otra de las
subyuga, y será siempre el héroe por ex- ¡ estancias del Sur. El varón de esta socie-
celencia, representativo de la eterna uni- j dad, apenas solidaria ni coherente, es el
dad hispanoamericana. Más en grande y J ¡lanero de Venezuela, el gaucho del Pía-
552 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ta, el centauro indómito esculpido pol- congregaba en torno de sí su vasta fami-


los vientos y soles del desierto en la ar- lia guerrera sin otra comunidad de pro-
cilla amasada con sangre del conquista- pósitos y estímulos que la adhesión filial
dor y del indígena; hermosísimo tipo de a su persona. Conducida por la autori-
desnuda entereza humana, de heroísmo dad de los caudillos, aquella democracia
natural y espontáneo, cuya genialidad bárbara vino a engrosar el torrente de la
bravia estaba destinada a dar una fuerza Revolución, adquirió el sentimiento y la
de acción avasalladora, y de carácter conciencia de ella, y arrojó en su seno
plástico y color, a la epopeya de cuyo el áspero fermento popular que contras-
seno se alzarían triunfales los destinos ta las propensiones oligárquicas de la
de América. En realidad, esta fuerza era aristocracia de las ciudades, al mismo
extraña, originariamente, a toda aspira- ' tiempo que imprimía en las formas de
ción de patria constituida y toda noción i la guerra el sello de originalidad y pinto-
de derechos políticos, con que pudiera | resco americanismo que las determinase
adelantarse, de manera consciente, a to- y diferenciara en la historia. Frente al
mar su puesto en la lucha provocada por ejército regular, o en alianza con él, apa-
los hombres de las ciudades. Artigas, al recieron la táctica y la estrategia instinti-
Sur, la vinculó desde un principio a las vas de la montonera, que suple los efec-
banderas de la Revolución; Boves y Yá- tos del cálculo y la disiciplina con la
ñez, al Norte, la desataron a favor de la crudeza del valor y con la agilidad he-
resistencia española, y luego Páez, allí roica; el guerrear para que son únicos
mismo, la ganó definitivamente para la medios esenciales el vivo relámpago del
causa americana. Porque el sentimiento potro, apenas domado y unimismándose
vivísimo de libertad que constituía la efi- casi con el hombre en un solo organismo
cacia inconjurable de aquella fuerza des- de centauro, y la firmeza de la lanza es-
encadenada por la tentación de la guerra grimida con pulso de titán en las formi-
era el de una libertad anterior a cual- dables cargas que devoran la extensión
quier género de sentimiento político y de la sumisa llanura.
aun patriótico: la libertad, primitiva, bár- Bolívar subordinó a su autoridad y su
bara, crudamente individualista, que no prestigio esta fuerza, que complementa-
sabe de otros fueros que los de la Natu- ba la que él traía originariamente en
raleza ni se satisface sino con su desate ideas, en espíritu de ciudad, en ejército
incoercible en el espacio abierto, sobre organizado. Abarcó dentro de su repre-
toda valla de leyes y toda coparticipa- sentación heroica la de esa mitad origi-
ción de orden social; la libertad de la ! nal e instintiva de la Revolución amerí-
banda y de la horda; esa que, en la más ! cana, porque se envolvió en su ambiente
crítica ocasión de la historia humana, j y tuvo por vasallos a sus inmediatas per-
acudió a destrozar un mundo caduco ] sonificaciones. Páez, el intrépido jefe de
y a mecer sobre las ruinas la cuna de llaneros, le reconoce y pone sobre sí des-
uno nuevo, con sus ráfagas de candor y de su primera entrevista, cuando él viene
energía. La sola especie de autoridad de rehacer su prestigio perdido con la
conciliable con este instinto libérrimo infausta expedición de los Cayos; y en
era la autoridad personal capaz de guiar- adelante las dos riendas de la Revolu-
lo a su expansión más franca y domeña- ción están en manos de Bolívar; y la
dora por los prestigios del más fuerte, azarosa campaña de 1817 a 1818 mues-
del más bravo o del más hábil; y así se tra, concertados, los recursos del instinto
levantó, sobre las multitudes inquietas dueños del terreno y los de la aptitud
de los campos, la soberanía del caudillo, guerrera superior y educada. En los ex-
como la del primitivo jefe germano que tensos llanos del Apure, el Libertador

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OBRA. ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PRO SPERO .—B O LIVAR 553
convive y conmiíita con aquella solda- Artigas más San Martín: eso es Bolívar.
desca primitiva y genial, que luego ha Y aún faltaría añadir los rasgos de Mo-
de darle soldados que le sigan en la reno para la parte del escritor y del tri-
travesía de los Andes y formen la van- buno. Bolívar encarna, en la total com-
guardia con que vencerá en Carabobo. plejidad de medios y de formas, la ener-
Tenia, para gallardearse en ese medio, la gía de la Revolución, desde que, en sus
condición suprema, cuya posesión es tí- inciertos albores, la abre camino como
tulo de superioridad y de dominio, como conspirador y como diplomático, hasta
es su ausencia nota de extranjería y de que, declarada ya, remueve para ella los
flaqueza: la condición de maestrísimo pueblos con la autoridad del caudillo,
jinete, de insaciable bebedor de los vien- ¡ infunde el verbo que la anuncia en la
tos sobre el caballo suelto a escape, tras I palabra hablada y escrita, la guía hasta
el venado fugitivo, o por la pura vo- ¡ sus últimas victorias con la inspiración
luptuosidad del arrebato, tras la fuga ¡ del genio militar, y finalmente la orga-
ideal del horizonte. El Alcibíades, el es- i niza como legislador y la gobierna como
critor, el diplomático de Caracas, era, ! político.
cuando cuadraba la ocasión, el gaucho i
de las pampas del Norte: el llanero. • Valióle para tanto su natural y mag-
Este contacto íntimo con lo original I nífica multiplicidad de facultades. El ge-
americano no se dio nunca en San Mar- j nio, que es a menudo unidad simplísima,
tín. El capitán del Sur, apartado de Amé- \ suele ser también armonía estupenda.
rica en sus primeros años y vuelto a Veces hay en que esa energía misteriosa
edad ya madura, sin otra relación con el se reconcentra y encastilla en una sola
ambiente, durante tan dilatado tiempo, facultad, en una única potencia del alma,
que la imagen lejana, bastante para man- sea ésta la observación, la fantasía, el
tener y acrisolar la constancia del amor, pensamiento discursivo, el carácter moral
pero incapaz para aquel adobo sutil con o la voluntad militante; y entonces luce
que se infunde en la más honda natura- el genio de vocación restricta y monóto-
leza del hombre el aire de la patria, reali- na, que, si nació para la guerra, guerrea
zó su obra de organizador y de estraté- silencioso, adusto e incapaz de fatiga,
gico sin necesidad de sumergirse en las como Carlos XII, el de Suecia; si para
fuentes vivas del sentimiento popular, el arte, pasa la vida como Flaubert, en
donde la pasión de libertad se desataba un juego de belleza, mirado con indi-
con impulso turbulento e indómito, al ferencia de niño las demás cosas del
que nunca hubiera podido adaptarse tan mundo; y si para el pensamiento, vive
rígido temple de soldado. La accidental en la exclusiva sociedad de las ideas, co-
cooperación con las montoneras de Güe- mo Kant, en inmutable abstracción de
mes no acortó estas distancias. En el sonámbulo. La facultad soberana se mag-
Sur, la Revolución tiene una órbita para nifica restando lugar y fuerza a las otras,
el militar, otra para el caudillo. El mili- y levanta su vuelo, como águila solitaria
tar es San Martín, Belgrano o Rondeau. y señera, sobre la yerma austeridad del
El caudillo es Artigas, Güemes o López. paisaje interior. Pero no pocas veces, le-
Lno es el que levanta multitudes y las jos de obrar como potestad celosa y as-
vincula a su prestigio personal y profé- cética, obra a modo de conjuro evocador
tico, y otro el que mueve ejércitos de lí- o de simiente fecunda; para su confiden-
n
ea y se pone con ellos al servicio de cia y complemento, suscita vocaciones
u
na autoridad civil. secundarias que rivalizan en servirla, y
En Bolívar ambas naturalezas se entre- como si tras el águila del parangón se
g a n , ambos ministerios se confunden. remontaran, de los abismos y eminencias
554 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

del alma, otras menores que la hicieran ; de relámpagos proféticos, en que predi-
séquito, la potencia genial se despliega ce la suerte de cada uno de los pueblos
en bandada de aptitudes distintas, que hispanoamericanos después de su inde-
rompen concertadamente el espacio en | pendencia, vaticinándose así la vida de
dirección a una misma cúspide. A esta I ordenado sosiego de Chile como el des-
imagen corresponden los genios comple- ; potismo que ha de sobrevenir en el Plata
jos y armoniosos; aquellos en quienes i con Rozas. El sistema de organización
toda la redondez del alma parece encen- propuesto en 1819 al Congreso de An-
dida en una sola luz de elección; ya ocu- : gostura manifiesta, a vuelta de lo que
pe el centro de esa redondez la imagina- ; tiene de híbrido y de utópico, la crítica
ción artística, como en Leonardo; ya la ¡ penetrante y audaz de los modelos polí-
invención poética, como en Goethe; ya, ticos que proporcionaba la experiencia,
como en César o Napoleón, la voluntad y una facultad constructiva, en materia
heroica. Tanto más gallardamente des- constitucional, que busca su apoyo en la
cuella la arquitectónica mental de estos consideración de las diferencias y pecu-
espíritus múltiples, cuando la vocación liaridades del ambiente a que ha de apli-
o facultad que lleva el cetro en ellos—el í carse. Esta facultad toma aún mayor
quilate-rey si recordamos a Gracián—ha- | vuelo y carácter en la constitución boli-
lla cómo orientarse, de manera firme y viana, extendida luego al Perú, obra del
resuelta, en una grande y concentrada apogeo de su genio y de su fortuna, don-
obra, en una idea constante que le im- de los sueños de su ambición forman ex-
prima fuerte unidad y en la que puedan I extraño conjunto con los rasgos de una
colaborar a un mismo tiempo todas las |: inventiva innovadora que ha merecido la
aptitudes vasallas, de suerte que aparez- atención y el análisis de los constitucio-j
ca operando, en el seno de aquella uni- ' nalistas, como la idea de un «poder elec
dad enérgica, la variedad más rica y con- toral», seleccionado del conjunto de los
corde. ciudadanos, en la proporción de uno por
De esta especie genial era Bolívar. To- diez, al que correspondería elegir o pro-
da actividad de su grande espíritu, toda poner los funcionarios públicos.
manera de superioridad que cabe en él, Con estos planes constitucionales com-
se subordina a un propósito final y con- partía la actividad de su pensamiento, en
tribuye a una obra magna: el propósito los días de la plenitud de su gloria, la
y la obra del libertador; y dentro de esta manera de realizar su vieja aspiración de
unidad coparticipan, en torno a la facul- unir en firme lazo federal los nuevos
tad central y dominante, que es la de pueblos de América, desde el Golfo de
la acción guerrera, la intuición del enten- Méjico hasta el Estrecho de Magallanes,
dimiento político, el poder de la aptitud No concurre en el Libertador mereci-
oratoria, el don del estilo literario. Como miento más glorioso, si no es la realiza-
entendimiento político, nadie, en la re- ción heroica de la independencia, que la
volución de América, lo tuvo más en ! pasión ferviente con que sintió la natu-
grande, más iluminado y vidente, más ral hermandad de los pueblos hispano-
original y creador; aunque no pocos de americanos y la inquebrantable fe con
sus contemporáneos le excedieran en el que aspiró a dejar consagrada su unidad
arte concreto del gobierno y en el senti- i ideal por una real unidad política. Esta
do de las realidades cercanas. El, con- idea de unidad no era en él diferente de
más claridad que el presente, veía el por- la idea de la emancipación: eran dos fa-
venir. Desde Jamaica, en 1815, aún leja- ses de un mismo pensamiento; y así co-
no y oscuro el término de la Revolución, mo ni por un instante soñó con una in-
escribe aquella asombrosa carta, ardiente i dependencia limitada a los términos de

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 555

Venezuela ni de los tres pueblos de Co- fal e ineluctable de un porvenir que,


lombia, sino que siempre vio en la entera cuanto más remoto se imagine, tanto
extensión del Continente el teatro indivi- más acreditará la intuición profética de
sible de la Revolución, nunca creyó tam- la mirada que llegó hasta él.
poco que la confraternidad para la gue- En lo formal y orgánico, la unidad in-
rra pudiese concluir en el apartamiento tentada por Bolívar no será nunca más
que consagran las fronteras internacio- que un recuerdo histórico; pero debajo
nales. La América emancipada se repre- de esta corteza temporal está la virtud
sentó, desde el primer momento, a su perenne de la idea. Cuando se glorifica
espíritu, como una indisoluble confede- en Mazzíni, en D'Azeglio o en Gioberti
ración de los pueblos no en el vago senti- I la fe anunciadora y propagadora de la
do de una amistosa concordia o de una i Italia una, no se repara en las maneras
alianza dirigida a sostener el hecho de la • de unión que propusieron, sino en el fer-
emancipación, sino en el concreto y posi- vor eficaz con que aspiraron a lo esen-
tivo de una organización que levantase a \ cial del magno objetivo. Con más o me-
común conciencia política las autonomías 1
nos dilación, en una u otra forma, vtn
que determinaba la estructura de los di- • lazo político unirá un día a los pueblos
sueltos virreinatos. En el Istmo de Pana- de la América nuestra, y ese día será el
má, donde las dos mitades de América se pensamiento del Libertador el que habrá
enlazan y los dos océanos se acercan, resurgido y triunfado, y será su nom-
creía ver la situación predestinada de la • bre eí que merecerá, antes que otro algu-
asamblea federal en que la nueva aníic- no, cifrar la gloria de tan alta ocasión,
tionía erigiese su tribuna, como la anfic- El régimen del consulado vitalicio, que
íionía de Atenas en el istmo de Corinto. 1
Bolívar preconizaba, no podía resolver,
Desde que, ocupando a Caracas después : ní el problema de la confederación de
de la campaña de 18Í3, gobierna por pri- í estos pueblos, ni el de su organización;
mera vez en nombre de América, asoma : interior. Era un desvirtuado simulacro
ya en su política esta idea de la unidad | de república; pero en este punto debe de-
continental, que ha de constituir el su- | cirse que si Bolívar no llegó a la acepta-
premo galardón a que aspire cuando ' ción franca y cabal del sistema republí-
vencedor y arbitro de un mundo. La rea-
lidad inmediata negóse a acoger su sue- j cano, con su esencialísimo resorte de la
ño; mil fuerzas de separación que obra- I renovación del cargo supremo, sostuvo
ban en el roto imperio colonial, desde la siempre—y es indisputable gloria suya—
inmensidad de las distancias físicas, sin el principio republicano en oposición a
medios regulares de comunicación, hasta la monarquía, de cuyo lado lo solicitaban
las rivalidades y ias desconfianzas de las opiniones más prudentes y valiosas, y
pueblo a pueblo, ya fundadas en una re- j que era el ideal de gobierno con que ve-
lativa oposición de intereses, ya en el nía del Sur, en cumplimiento del pro-
mantenimiento de preponderancias per- i grama político de Buenos Aires, la triun-
sonales, volvían prematuro y utópico el ; fadora espada de San Martín. La repúbli-
grande pensamiento, que aun boy se di- ca íntegra y pura tuvo en la América
lata más allá del horizonte visible; y ni i revolucionaria, v desde el primer mo-
i
siquiera la unidad parcial de Colombia •: mentó de la Revolución, un partidario fi-
alcanzó a subsistir. ¿Qué importa? La vi- delísimo y un mantenedor armado, nada
sión genial no dejaba de anticipar por más que uno, y éste fué Artigas; pero
ello la convergencia necesaria, aunque I aun no se sabe bien, fuera del pueblo
haya de ser difícil y morosa, de los des- \ que veía dentro de su alma esa tradición
tinos de estos pueblos; la realidad triun- i gloriosa, porque acontece que algunos de
• los aspectos más interesantes y revelado-
556 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

res de la revolución del Río de la Plata, que no lo es, en el orden estético, cuan-
o no están escritos o no están propaga- do se está delante de aquella fuerza de
dos. Yo lo pensaba hace poco leyendo el creación que da de sí La Divina Comedia
resumen, admirable de perspicuidad y o las estatuas de Miguel Ángel. La natu-
precisión, que de los orígenes de la Amé- raleza no funde en sus moldes caracteres
rica contemporánea hizo, en sus recien- como los que cabe obtener por abstrac-
tes conferencias de Madrid, el alto y no- ción, eliminando y añadiendo rasgos, pa-
ble talento de Rufino Blanco-Fombona. ra componer el paradigma a un cuerpo
Dícese allí que la revolución del extremo de moral que satisfaga las aspiraciones
Sur nació y se mantuvo en un ambiente éticas de una sociedad o de una escuela;
de ideas monárquicas; y es relativa ver- funde la naturaleza caracteres orgánicos,
dad, porque no se cuenta con Artigas, y en los que el bien y el mal, o los que lue-
la revolución del extremo Sur es, en go ha de clasificar como tales el criterio
efecto, una revolución monárquica, sin la mudable y relativo de los hombres, se re-
acción excéntrica de Artigas, el remove- parten según una correlación en que
dor de la democracia de los campos, hos- obra una lógica tan cabal e imperiosa co-
tilizado y perseguido, como fiera en coso, mo la lógica del pensamiento discursivo,
por la oligarquía monarquista de los ¡ con que se construyen los sistemas de
Posadas y los Pueyrredones, y despeda- \ ética, aunque la una y la otra no se ase-
zado e infamado luego, en historias efí- mejen absolutamente en nada. Y si bien
meras, por los escritores herederos de el análisis del criterio moral puede llegar
los odios de aquella política oligárquica. lícitamente al carácter que modela la na-
Una fundamental revisión de valores es turaleza, para señalar lo que halle en él
tarea que empieza en la historia de esta de imperfecto, transportado al mundo de
parte del Sur; y cuando esa revisión se la libertad, nunca deberá extremarse en
haya hecho, mientras pasarán a segundo ese fuero cuando se encuentre frente a
plano figuras pálidas y mediocres, se , los grandes temperamentos personales,
agigantará, como figura de América, la j de eficacia avasalladora, ni deberá as-
del caudillo de garra leonina que en •
1813 levantaba, por bandera de organi- j pirar a ver desintegrada o enervada por
zación, íntegra y claramente definido, el ¡ un molde ideal de perfección facticia esa
sistema republicano, que Bolívar opuso ' original estructura del carácter, cauce de
luego, aunque en menos genuina forma, piedra de la personalidad, donde reciben
al programa monárquico de San Martín, j el pensamiento su troquel, y la acción el
impulso con que se desata. Hay una ma-
nera de heroísmo en que la ambición es
Tratándose de Bolívar político, llega natural atributo. Quien dijera que la
de suyo el tema de su ambición. Este energía genial y el desinterés no caben
rasgo es capital e inseparable de su ima- en un centro, afirmaría una oposición sin
gen. Siempre formaré tan pobre idea del sentido entre dos vagas abstracciones;
discernimiento histórico de quien se em- pero quien dijera que cierto género de
peñe en presentar a Bolívar inmune de energía genial y cierto género de desin-
la pasión de mandar, como del grado de terés son términos naturalmente incon-
comprensión humana de quien le inicie ciliables, pondría la mano en una rela-
por tal pasión un proceso que tire a em- ción tan segura como la que nos autori-
pequeñecerle o macularle. Importa re- za a sentar que ningún animal carnicero
cordar, desde luego, que la perfección tendrá los dientes ni el estómago de los
negativa, en el orden moral, no puede ser que se alimentan de hierbas, o que nun-
la medida aplicable a ciertas grandezas ca pudo haber una especie en que se
de la voluntad creadora, de igual manera unieran, como en el grifo mitológico, la

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OBRA ORIGINAL—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 557

cabeza del águila con el cuerpo del león, tan respeto los demás, sin aguardar la
Y si la energía genial es de aquel temple tentativa del caudal.» Fuera de la acti-
que supone como condición específica ia vidad de la guerra, en la aspiración o
fe indomable en la virtud única y pre- el ejercicio del gobierno civil, la ambi-
destinada de la propia acción, y si con el ción de mando de Bolívar deja más libre
nombre de desinterés se clasifica, no el campo a la controversia y a la crítica;
fácil desarrimo respecto de egoísmos sen- pero aun en esta parte, nunca será le-
suales, sino el apartamiento de la obra gítimo juzgarla sino levantándose a la
cuando está inconclusa, y el desdén de la altura de donde se alcanza a divisar, infi-
autoridad que trae en sí los medios de nitamente por encima de egoísmos vul-
desenvolver la parte de obra que aún gares, al héroe que persigue, con el sen-
está oculta y recogida en las virtualida- timiento de una predestinación histórica,
des de una iluminación visionaria, enton- un grande objetivo, que estimula y real-
ces es lícito afirmar que la convivencia za su ambición personal. No significa es-
de ambos caracteres implica contradic- te criterio que toda voluntad y todo paso
ción. Un Bolívar que, después de la entre- del héroe hayan de concordar necesaria-
vista de Guayaquil, abandonara el cam- mente con el fin superior que él trae al
po a su émulo, o que, una vez consuma- mundo, sin que la fe en sí mismo pueda
da su obra militar, renunciara a influir inducirle a aberración. No significa tam-
decisivamente en los nuevos destinos de poco sostener la irresponsabilidad posi-
América, sería un contrasentido psico- tiva del héroe ante la justicia de sus
lógico, un enigma irresoluble de la natu- contemporáneos, ni su irresponsabilidad
raleza humana, En cambio, estos desen- ideal para el fallo de la posteridad. Sig-
laces de renunciamiento son cosa espon- nifica sólo conceder todo su valor a la
tánea y congruente en los héroes de la indivisible unidad del carácter heroico,
especie moral de San Martín. Espíritus de modo que aquella parte de impureza
de vocación limitada y reflexiva, la ab- que se mezcla acaso en el fermento efi-
negación de un poder al que no les atrae caz no se presente a juicio abstraída de
ningún alto propósito que realizar viene las otras, como el elemento material que,
después de la segura constancia con que disociándose de un conjunto donde es
han dado cima a un pensamiento único virtud o sazón, para en crudo veneno. La
y concreto; y aquella condición encima muchedumbre que, valida de su instinto,
de ésta cae como esmalte. Así, nada más a veces tan seguro como el mismo ins-
natural, en uno y otro de los dos capi- tinto del genio, se encrespa frente al hé-
tanes de América, que el voluntario eclip- roe y le cruza el paso; el grupo de hom-
se y el mayor encendimiento de gloria bres de reflexión o de carácter, que opo-
con que resuelve sus opuestos destinos la ne a las audacias de la voluntad heroica
histórica entrevista de 1822, Tiene el ale- las previsiones de su sabiduría o las
jamiento de San Martín explicación en altiveces de su derecho, tendrán o no
su noble y austera virtud, pero, en no razón contra el héroe, frecuente es que
menor parte sin duda, tiénela en las in- la tengan; pero el historiador que luego
deliberadas reacciones del instinto, y la tienda la vista por el proceso de acciones
había anticipado Gracián en el «Primor» y reacciones que entretejen la compleji-
decimocuarto de El héroe, donde define dad del drama humano, verá en la vo-
el «natural imperio» y dice: «Reconocen luntad disparada del héroe una fuerza
al león las demás fieras en presagio de que, con las que se le asocian y las que
naturaleza, y sin haberle examinado el la limitan, concurre a la armonía de la
valor le previenen zalemas; así a estos historia, y jamás confundirá los mayores
héroes, reyes por naturaleza, les adelan- excesos de esa fuerza con ia baldía o per-
558 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

turbadora inquietud del héroe falso, que j te inconsistente barro, en manos de Bo-
disfraza una ambición egoística y sen- lívar, es material que modela un artífice
sual en la mentida vocación de un heroís- de genio, pero barro al fin. En cambio,
mo, simulando las guedejas del león so- i en las cartas la propia naturaleza del gé-
bre el pelo atusado de la raposa. | ñero mantiene un aire de espontaneidad,
I que no excluye, por cierto, ni la elocuen-
Tan interesante como la aptitud políti- ! cia ni el color. Ya abandonadas y confi-
ca es, entre los talentos accesorios del ; denciales; ya acordadas a un tono algo
Libertador, la facultad de la expresión ! más lírico u oratorio, si la ocasión lo
literaria. Su nombre, en este género de ; trae de suyo; ya dando voz a las con-
gloria, vive principalmente vinculado a la I centraciones de su pensamiento, ya a los
elocuencia ardiente y pomposa de sus I aspectos de su sensibilidad, radiante o
proclamas y arengas, las más vibrantes, melancólica, las cartas forman interesan-
sin duda, que hayan escuchado, en suelo tísimo conjunto. La imagen nueva y sig-
americano, ejércitos y multitudes. Pero nificativa realza a menudo la idea: «Es-
ya, sin negar nuestra admiración a tan tábamos como por milagro (escribe en
espléndida oratoria, muchos somos los 1826) sobre un punto de equilibrio ca-
que preferimos gustar al escritor en la | sual, como cuando dos olas enfurecidas
literatura, más natural y suelta, de sus | se encuentran en un punto dado y se
cartas. Las proclamas y arengas, como i mantienen tranquilas, apoyada una de
cualquiera análoga especie literaria, en I otra, y en una calma que parece verda-
que el énfasis del acento y el aparato de | dera, aunque instantánea; los navegantes
ia expresión son caracteres que legitima ! han visto muchas veces este original.»
la oportunidad, tratándose de solicitar el | Hay soberanos arranques de personali-
efecto presentaneo y violento en la con- dad, como este de ia carta en que repu-
ciencia de la muchedumbre, se marchi- dia la corona real que le ha propuesto
tan de estilo mucho más que la obra Páez: «Yo no soy Napoleón, ni quiero
acrisolada y serena y que la íntima y | serlo. Tampoco quiero imitar a César;
espontánea, Por otra parte, en la trama ¡ menos aún a Itúrbide. Tales ejemplos
I me parecen indignos de mí gloria. El tí-
de esos documentos oratorios suele mez- | íulo de Libertador es superior a todos
clar sus hebras desteñidas y frágiles el los que ha recibido el orgullo humano.
vocabulario de la retórica política, que Por tanto, me es imposible degradarlo.»
es ia menos poética de las retóricas, con Otras veces, subyuga la atención el brío
sus vaguedades y abstracciones y sus con que está sellada la sentencia: «Para
maneras de decir acuñadas para socorro ! juzgar bien de las revoluciones y de sus
común en las angustias de la tribuna; ¡ actores, es preciso observarlas muy ele
y así, en las proclamas y arengas del ! cerca y juzgarlos muy de lejos,» «Sin es-
Libertador, el relámpago genial, la hue- i tabilidad, todo principio político se co-
lla leonina, la imagen, la frase o la pala- ! rrompe y termina por destruirse.» «El al-
bra de imperecedera virtud, resaltan so- | ma de un siervo rara vez alcanza a apre-
bre el fondo de esa declamación seudo- ciar la sana libertad; se enfurece en los
clásica, adaptada al lenguaje de las mo- tumultos o se humilla en las cadenas.»
dernas libertades políticas, que, divulgán- Pérdidas de que nunca nos consolare-
dose en los libros cíe Raynal, de Marmon- mos han mermado este precioso tesoro
tel y de Mably y en la elocuencia ele ele sus cartas; pero, cal como se le con-
montañeses y girondinos, dio su instru- serva, es, no sólo el indeleble testimonio
mento de propaganda a la Revolución del grande escritor que hubo en Bolívar,
de 1789 y lo dio después, de reflejo, a Siiio ¡.ambleo el mas em.ero v aiiajwi-:U
nuestra revolución iiispauoameiicaLia. üs-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 559
trasunto de su extraordinaria figura. El | envidias celestes; la proscripción injusta
poema de su vida está allí. Y en verdad e ingrata, de donde sabe exprimir la con-
¡qué magnífico poema el de su vida, para ciencia de los fuertes una altiva fruición;
esa estética de la realidad y de la acción cuerda de ásperos sones que no pudo fal-
que hace de una vida humana un poema \ tar en esa vida destinada a que en ella
plástico!... Nadie la vivió más bella, y vibrase la más compleja armonía de pa-
aun se diría, en sublime sentido, más di- I sión y belleza. Almas para estas vidas
chosa; o más envidiable, por lo menos, trajo aquel asombroso tiempo suyo, que
para quien levante por encima de la paz : renovó con un soplo heroico y creador
del epicúreo y del estoico su ideal de vi- todas las cosas de los hombres y dio a
vir. Los ojos de la virgen fantasía, por la invención poética el último de sus
donde llega la luz del mundo a despertar • grandes momentos que merezcan nota
ia selva interior, abiertos en el maravillo- I de clásicos. Cuando la explosión de per-
so espectáculo de aquella aurora del si- sonalidad y de fuerza halló cómo dila-
glo xix, que desgarra la continuidad rea- tarse en el sentido de la acción, suscitó
lista de la historia con un abismo de mi- los prodigios del endiosamiento napo-
lagro y de fábula; para temple del cora- leónico, con sus reflejos de soldados
zón, un amor malogrado, en sus primi- que se coronan reyes. Cuando hubo de
cias nupciales, por la muerte; una pasión consumirse en imágenes e ideas, engen-
insaciada, de esas que, dejando en el va- dró en ansia devoradora de Rene, la so-
cío el desate de una fuerza inmensa, la berbia indómita de Harold, o la majes-
arrojan a buscar desesperadamente nue- tad imperatoria de Goethe. Jamás, desde
vo objeto, de donde suelen nacer las los días del Renacimiento, la planta hu-
grandes vocaciones; venida de aquí, la ¡ mana había florecido en el mundo con
revelación íntima del genio, y para em- tal empuje de savia y tal energía de co-
pleo e incentivo de él, la grandiosa oca- lor. Y el Renacimiento ¿no se llama, para
sión de una patria que crear, de un mun- la historia americana, la Conquista? Y
do que redimir. Luego, el arrebato de j entre los hombres del Renacimiento que
diez años de esta gigantesca aventura, i conquistaron a América, o la gobernaron
mantenida con satánico aliento; la emo- j todavía esquiva y montaraz, ¿no vinie-
ción del triunfo, cien veces probada; la ¡ ron hidalgos del solar de los Bolívares
de la derrota, cien veces repetida; el es- de Vizcaya, cuyo blasón de faja de azur
cenario inmenso, donde, para imagen de sobre campo de sínople había de trocar-
esas sublimes discordancias, alternan los se, en su posteridad, por un blasón más
ríos como mares y las montañas como alto, que es la bandera de Colombia?...
nubes, el soplo calcinante de los llanos Cuando se ilumina este recuerdo, la vo-
y el cierzo helado de los ventisqueros; y cación heroica lanzada a destrozar el
al fin, el flotante y fugitivo sueño que se yugo de la Conquista se representa en
espesa en plástica gloria: el paso por las j la imaginación como si el genio de aque-
ciudades delirantes, entre los vítores al I lla misma sobrehumana gente que puso
vencedor; las noches encantadas de Li- i por sus manos el yugo despertase, tras el
tna, donde un lánguido deliquio entre- largo sopor del aquietamíento colonial,
abre la marcialidad de la epopeya, y la con el hambre de la aventura y el ím-
hora inefable en que, desde la cúspide petu en que acaba el desperezo felino. El
del. Potosí, la mirada olímpica se extien- Libertador Bolívar pudo llamarse tam-
de sobre el vasto sosiego que sigue a la ! bién el Reconquistador.
última batalla.,, ¿Queda más todavía?
-'•-a voluptuosidad, amarga que hay en
Sc
nüi' caer sobre sí ía Nemesis de las • Corría el final de 1826. En la cúspide
de ios encumbramientos humanos, nu-
560 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

men y arbitro de un mundo, volvía Bolí- ! lítica aquel germen precioso, aunque en
var a Colombia para asumir el mando pura potencia, que el valor militar y la
civil. Pronto la embriaguez del triunfo y inspiración de las batallas habían con-
de la gloria había de trocarse en la «em- • quistado, menos como premio disfruta-
briaguez de absintio» de que hablan los ble que como promesa condicional y re-
trenos del Profeta. Todo lo que resta de lativa, Y para semejante obra no había
esa vida es dolor. Aquella realidad cir- en la realidad más que disposiciones ad-
cunstante, que él había manejado a su versas; no había en el carácter heredado,
arbitrio mientras duró su taumaturgia en la educación, en las costumbres, en la
heroica; plegándola, como blanda cera, al relación geográfica, en la económica, más
menor de sus designios; sintiéndola en- ¡ que resistencia inerte u hostil. Fundar
corvarse, para que él se encaramara a ! naciones libres donde la servidumbre era
dominar, somo sobre el lomo de su caba- I un tejido de hábitos que espesaban y
llo de guerra, y viéndola dar de sí la ma- arreciaban los siglos; naciones orgánicas
ravilla y el milagro cuando él los necesi- i y unas, donde el desierto ponía entre
taba y evocaba, se vuelve, desde el pre- : tierra y tierra habitada más tiempo y
ciso punto en que la epopeya toca a su ; azares que la mar que aparta a dos mun-
término, rebelde y desconocedora de su dos; infundir el estímulo del adelanto
]
voz. donde confinaban con la hosquedad de
Antes las cosas se movían en torno la barbarie el apocamiento de la aldea;
de él como notas de una música que él formar capacidades de gobierno donde
concertaba, épico Orfeo, en armonía toda cultura era una superficie artificial
triunfal; ahora quedarán sordas e inmó- ' y tenuísima; hallar resortes con que
viles, o se ordenarán en coro que le nie- : mantener, sin la represión del despotis-
gue y denigre. Lógica y fatal transición, ' mo, un orden estable: tal y tan ardua
si se piensa. Esa realidad social que le j era la obra. El conflicto de fin y medios
rodeaba, esa América amasada a fuego que ella planteaba, a cada paso, en la
y hierro en las fraguas vulcánicas del | realidad externa, no perdonaba al mis-
Conquistador, escondía, cuando sonó la | mo espíritu del obrero, del Libertador,
hora de su revolución, bajo el aparente mucho más predestinado para héroe que
enervamiento servil, un insondable poso para educador de repúblicas, mucho más
de voluntad heroica, de virtualidades grande, en sus designios políticos, por
guerreras, acrisoladas por su propio le- la iluminada visión del término lejano y
targo secular, como el vino que se añe- ! la soberana potencia del impulso inicial,
ja en sombra y quietud. Apenas llegó que por el esfuerzo lento y oscuro con
quien tenía la palabra del conjuro, toda que se llega de éste a aquel extremo en
aquella efervescencia adormida salió a la las empresas que son de resignación, de
luz, capaz de prodigios: en el genio agi- cautela y de perseverancia. Junto a es-
tador y guerrero halló entonces la rea- I tos obstáculos esenciales, quedaban to-
lidad el polo que la imantase según las ! davía los que accidentalmente encrespa-
afinidades de su naturaleza; y allí adon- ; ba la ocasión; quedaba aquella impura
de el genio fué, la realidad le siguió y i hez que deja al descubierto la resaca de
obedeció con anhelo filial. Pero, consu- las revoluciones; las energías brutales
mada la parte heroica, la obra que espe- que se adelantan a primer término; los
raba al héroe, a la vuelta del triunfo, calenturientos delirios que se proponen
como las preguntas de la Esfinge, era la por ideas; la ambición, que pide el pre-
manera de asimilar, de organizar, el bien I ció usurario de su anticipo de valor o de
conquistado, de desenvolver, por la efi- ', audacia, y la exacerbada insolencia de
cacia del valor civil y de la sabiduría po- I la plebe, que recela el más legítimo uso

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BOLÍVAR 561
del poder en el mismo a quien ha tenta- de por fuerza había de amenguarse la
do, o tentará mañana, con los excesos talla del héroe, en ministerio indigno de
brutales de la tiranía. su altura moral. La rebelión contra el go-
Desde sus primeras horas de gobierno, i bierno de hecho se desata en Popayán,
Bolívar tiene en torno suyo la descon- con López y Obando; más tarde en An-
fianza, el desvío, y muy luego, la conspi- tioquia, con Córdoba; y no es reducida
ración que le amaga; mientras en el fon- sino a costa de sangre, que formenta los
do de su propia conciencia él siente agi- odios. Ni acaban las calamidades en esto.
tarse aquella sombra que, excitada por En 1829, lograda ya la paz con el Perú,
la hostilidad prematura y violenta, pone cosa aún más triste y cruel sucede a
en sus labios la confesión viril del men- aquella guerra fratricida: Venezuela se
saje en que ofrece al Congreso su renun- aparta de la unión nacional que, diez años
cia; «Yo mismo no me siento inocente de antes, completó los laureles de Boyacá;
ambición.» No habían pasado de esto dos la unidad de Colombia perece, y el grito
años y la autoridad que investía no era de esa emancipación llega a los oídos de
ya el mandato de las leyes, sino el poder I Bolívar coreado por el clamor furioso y
dictatorial. La organización política que ; procaz con que, desde la propia tierra
dejara fundada, con el omnipotente pres- en que nació, enceguecidas muchedum-
tigio de sus triunfos, en el Perú y Boli- bres le acusan y exigen de la Nueva
via, se deshace en su ausencia; los inte- ! Granada su anulación y su destierro. La
reses y pasiones toman allí otros cen- estrella de Bolívar ha tocado en la som-
tros, que tienden al desquite de aquella bra que la anegará; su ruina política es,
sumisión servir a las ideas y las armas : desde ese momento, inconjurable. En
del Libertador, encelando el espíritu de i enero de 1830 abría sus sesiones la asam-
autonomía, y la guerra estalla entre Co- blea llamada a restaurar el orden cons-
lombia y el Perú. El había soñado en titucional, y el Libertador abandonaba el
congregar las naciones creadas por su | poder y se retiraba, aunque todavía sin
genio en nueva liga anfictiónica; y aún ¡ franco ánimo de oscurecerse, a su quinta
no bien constituidas, peleaban entre sí, \ de las vecindades de Bogotá, de donde
salió muy luego para Cartagena, en ale-
como desde el vientre de la madre pe- jamiento que había de ser definitivo. Ni
learon los hijos de Rebeca. Entre tanto, la salud ni la fortuna iban con él, como
en Colombia, la exacerbación de la dis- prendas salvadas del naufragio. Fíaqueá-
cordia civil llegaba hasta armar el brazo bale el cuerpo, herido de irremediable
de los conjurados que, en la noche del mal del pecho, que estampaba ya en su
25 de septiembre de 1828, asaltando la exterior los signos de una vejez prema-
casa de Bolívar, intentan dirigir sus pu- ' tura. De la heredada riqueza no quedaba
lales al pecho del Libertador. Y mien- ! nada; toda la habían consumido entre
iras Ja frustrada conspiración de sus ene- | la abnegación y el abandono. En cuanto
migos deja en su pecho, si no la herida \ a penas del alma, cruzaban sus dardos
sangrienta, la amargura de tamaña ini- \ sobre él las del dolor desinteresado, co-
Quidad, el conciliábulo de sus propios ¡ mo de padre o de maestro, y las del do-
Parciales hace relucir afanosamente ante i lor egoístico de la ambición rota y afron-
s
us ojos tentaciones monárquicas que él tada. Y ni aun en el pensamiento del por-
sabe rechazar con imperturbable con- j venir había refugio de tanto dolor, por-
ciencia de su dignidad y de su gloria. que lo más triste de todo es que Bolívar
Merced a esta firmeza, no surge de tanto vivió el escaso resto de sus días en la
desconcierto una completa ruina de las duda de ía grandeza de su obra y de ls
^stituciones democráticas; pero persiste ¡ desesperanza de ios destinos de América.
'3 aciaga fatalidad de la dictadura, don- !
562 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Por si alguna chispa de fe pudiera alen- 1 el camino de sus primeras victorias, allí,
tar bajo estas cenizas, no tarda mucho I arrullado por el trueno del mar, espera
tiempo en persuadirse de que su ostra- ! la cercana muerte, epilogando, como el
cismo no tendrá siquiera la virtud de i mar, con la tristeza de una calma subli-
restablecer el sosiego. Harto a menudo, me, la sublimidad dinámica de sus des-
un ruido de armas removidas, allí don- j ates tempestuosos. Su espíritu, purifica-
de hay guarnición de soldados, anuncia, ' do y aquietado, sólo tiene, en aquellas
no, como un día, la gloria de la guerra, últimas horas, palabras de perdón para
sino la vergüenza del motín: los restos las ingratitudes, de olvido para los agra-
del ejército que había libertado un mun- I vios, y votos de concordia y amor para
do se disolvían en esa en esa agitación I su pueblo. Pocos hombres vivieron, en
miserable. De los vecinos pueblos hispa- i el torbellino de la acción, vida tan bella;
noamericanos llegaba el eco de parecidas ! ninguno murió, en la paz de su lecho,
turbulencias. Y como si todo este espec- i muerte tan noble. Comenzaba la tarde
táculo de la América anarquizada y en ! del 17 de diciembre de 1830 cuando Si-
1
delirio necesitara, para herir a Bolívar món Bolívar, Libertador de América, rin-
;
más de agudo, condensarse en un solo dio el último aliento.
hecho atroz, que colmase las ingratitudes | Había dado a los nuevos pueblos de
y las subversiones y le traspasara a él : origen español su más eficaz y grande
en el centro de sus afectos, pronto había voluntad heroica, el más espléndido ver-
de saber el vil asesinato de Sucre, el bo tribunicio de su propaganda revolu-
preclaro mariscal de Ayacucho, cazado, ; clonaría, la más penetrante visión de sus
como un vulgar malhechor, en un desfi- | destinos futuros, y concertando todo es-
ladero de los Andes, sin que fuese escudo i to, la representación original y perdura-
a la saña de la demagogia la gloria mili- | ble de su espíritu en el senado humano
tar más austera y más pura de la revo- , del genio. Para encontrarle pares es me-
lución de América. Amarguísima carta : nester subir hasta aquel grupo supremo
escrita en aquella ocasión por Bolívar i de héroes de la guerra, no mayor de diez
trasluce hasta qué punto extremó su des- I o doce en la historia del mundo, en quie-
aliento ese crimen. Tal es la situación de ; nes la espada es como demiurgo inno-
su ánimo, cuando se oye llamar de Bo- vador que, desvanecida la efímera luz
gotá, donde el Gobierno de Mosquera ha j de las batallas, deja una huella que trans-
sido derribado y el motín triunfante | forma, o ha de transformar en el des-
quiere la vuelta del Libertador. Un úl- '' envolvimiento de los tiempos, la suerte
timo encrespamiento de su instinto de de una raza de las preponderantes y no-
dominación y de su fe en sí mismo le bles. ¿Qué falta para que en la conciencia
estremece, y por un instante vuelve los universal aparezca, como aparece clara
ojos a los que le llaman; pero luego que en la nuestra, esa magnitud cíe su gloria?
advierte cómo es la sedición militar la Nada que revele de él cosas no sabidas
que, sin conocida sanción de los pueblos, ni que depure o interprete de nuevo las
le tienta con un poder arrebatado a sus que se saben. El es ya del bronce frío
poseedores legítimos, recobra su volun- y perenne, que ni crece, ni mengua, ni se
tad de apartamiento y su actitud estoica, J muda. Falta sólo que se realce el Pe'
y altivo arranque de su dignidad le libra \ destal. Falta que subamos nosotros y que
de romper aquel solemne ocaso de su \ con nuestros hombros encumbrados a la
vida con las vulgares pompas de un j altura condigna, para pedestal de esta-
triunfo de pretor. Agravado su mal, tras- • tua semejante, hagamos que sobre núes-
ládase en el otoño de 1830 a Santa Mar- i tros hombros descuelle junto a aquella3
ca, Allí, donde dieciocho años antes tomó ! figuras universales y primeras, que pa-

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OBRA ORIGINAL—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—UNA NOVELA DE CALDOS 563

recen más altas sólo porque están más desde el Anáhuac hasta el Plata, allí don-
altos que los nuestros los hombros de ; de hoy campea ia naturaleza o cría sus
los pueblos que las levantan al espacio I raíces la civilización; cuando cien gene-
abierto y luminoso. Pero la plenitud de ; raciones humanas hayan mezclado, en la
nuestros destinos se acerca, y con ella, j masa de la tierra, el polvo de sus huesos
la hora en que toda la verdad de Bolívar j con el polvo de los bosques mil veces
rebose sobre el inundo. : deshojados y de las ciudades veinte ve-
Y por lo que toca a la América nues- ; ees reconstruidas, y hagan reverberar en
tra, él quedará para siempre como su in- i la memoria de hombres que nos espan-
superado Héroe Epónimo. Porque la su- I tarían por extraños, si los alcanzáramos
;
perioridad del héroe no se determina a prefigurar, miríadas de nombres glo-
sólo por lo que él sea capaz de hacer i riosos en virtud de empresas, hazañas y
:
abstractamente valoradas la vehemencia victorias de que no podemos formar ima-
de su vocación y la energía de su aptitud, | gen; todavía entonces, si el sentimiento
sino también por lo que da de sí la oca- I colectivo de la América libre y una no
sión en que llega, la gesta a que le ha | ha perdido esencialmente su virtualidad,
enviado la consigna de Dios; y hay oca- i esos hombres, que verán como nosotros
siones heroicas que, por trascendentes y j en la nevada cumbre del Sorata la más
fundamentales, son únicas o tan raras i excelsa altura de los Andes, verán, como
como esas celestes conjunciones que el i nosotros también, que en la extensión
girar de los astros no reproduce sino a | de sus recuerdos de gloria nada hay más
enormes vueltas de tiempo. Cuando diez ; grande que Bolívar.
siglos hayan pasado, cuando la pátina de
una legendaria antigüedad se extienda ¡ 1912

UNA NOVELA DE CALDOS


A Eduardo Ferreira.

La más excelsa de las facultades del mas de artistas componen, dentro de ia


artista es la que, haciéndole solo partí- humanidad, una aristocracia, un patri-
cipe, entre los hombres, de un sublime ciado de las almas, la aristocracia mejor,
atributo de la Divinidad, le convierte en la superioridad jerárquica entre esas al-
generador de seres vivos, sobre los que mas, fuerza es reconocerla a las que
no tiene poder la codiciosa mano de la crean, a aquellas a quienes ha sido con-
Naturaleza y que no han de ser goberna- cedido el don genial de la invención. Hay
dos por otra ley que la que en el. ins- las que alcanzan a crear un héroe inmor-
tante de la concepción les fija e impone tal, o una acción imperecedera en la que
£
1 creador impulso de su albedrío. Arre- intervienen varios héroes, dotados toaos
batar el fuego sagrado que enciende la
11 amarada ele 3a vicia será siempre la in- ellos de eterna vida; y hay, por encima
saciable aspiración, la martirizadora in- de ésas, las que vivifican seríes enteras
quietud del arte grande, titán rebelde ele ficciones, «multitudes de almas»; las
¿J&i'a quien la Naturaleza, dueña de la que realizan, con su inmensa obra, un
'ida, desempeña el papel del tirano Jú- mundo dentro del mundo; aquellas que
iJ1Ll-'-' del mito. Si se concede que las ai- , parecerían inspiradas por una sublime
564 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

envidia de la Naturaleza y de su infini- i estudio realizará algún día la erudición


ta capacidad creadora. ! española con ese otro mundo formidable
Comunicar individualidad y ser inex- i e inmenso de Gaídós, que abarca, desde
tinguible a un alma distinta de la nues- | la pintoresca muchedumbre de los Epho-
tra, en la que no reproduzcamos, al ! dios, hasta el revuelto mar de la vida
idearla, ni nuestro carácter ni nuestras contemporánea, palpitante en la cavidad
pasiones, y cuya vida ficticia haya de | de cien novelas.
ser tan palpitante y tan intensa como la | Mundo verdaderamente inmenso y for-
de las criaturas de la realidad, y aun, midable. Respecto de Galdós, y limitando
sin llegar a tanto, volcar el alma pro- I esta observación a los contemporáneos
pia en la envoltura de un héroe imagina- ¡ nuestros, yo sólo me atrevería a señalar
do que la perpetúe y la levante sobz~e la i en Zola y en Tolstoi (invertid, si os pla-
miserable fragilidad de la arcilla de que I ce, el orden en que he escrito esos dos
estamos hechos, como se perpetúa el al- I nombres, y acaso haréis justicia) ejem-
ma satánica de Byron en sus Corsarios plos de una superioridad de fuerza crea-
y sus Laras, es ya ser un creador. Pero | dora. Y avanzando más, yo no me com-
llamarse Shakespeare, Moliere, Walter prometería a encontrar en la novela con-
Scott, Dickens, Balzac, y dar ser y mo- temporánea nombre que, fuera de esos
vimiento, con soberano empuje, a una dos, merezca estar más alto. Es cierto
multitud entera, en la que, como en que esta superioridad podría ser victorio-
abreviada imagen o compendio del con- samente impugnada, valga el ejemplo,
junto humano, aparezcan, con todos los por los adoradores de Daudet (ídolo mío,
caracteres de io real, las fases lumino- aunque no para las ocasiones de las ple-
sas de la existencia y sus sombras, la garias grandes), en cuanto a la espiritua-
virtud y el vicio, el odio y el amor, las lidad, a la gracia, a la fineza, al hábil
pasiones buenas y las malas, es para mí arte de contar, a todas esas condiciones
tan alto y portentoso triunfo, que pienso que, dentro de la novela española, po-
que el orgullo humano no puede aspirar | dríamos llamar alarconianas, consagran-
a una más completa y deslumbradora í do de nuevo un calificativo que ya tiene
realidad de la tentación del Paraíso; Se- ! su significación distinta y peculiar en la
réis como dioses, porque dentro de nues- | tradición del viejo teatro; pero para mí
tra condición no cabe mejor ni más cum- es indudable que el arte de Galdós respi-
plida manera de crear. ra en un ambiente más amplio y más
Dos clasificadores laboriosos, Mrs. Cris- abierto que el del autor de Huma Ron-
tophe y Cerfberr, penetraron, no ha mu- mes tan; en un ambiente donde se escu-
cho tiempo, en la profundidad de la obra | cha más cercano aquel soplo de augusta
inmensa del creador de Eugenia Grandet i y bienhechora libertad que azota las ás-
y El padre Goriot, y presentaron luego a peras cumbres de Cervantes y Shakespea-
los dos mil personajes que tejen la tra- I re. Es cierto, también, que en su filoso-
ma de aquella inmortal epopeya de la i fía de moralista y de sociólogo echará
realidad, cuidadosamente ordenados, es- acaso de menos el lector devoto de Tols-
tudiados y descritos, como en los diccio- ! toi la originalidad profunda, la innova-
narios biográficos de hombres célebres, dora audacia, el sello personal, la profé-
en un voluminoso Repertorio de «La co- tica intuición de lo distante; pero hay
media humana». Algo semejante se hará en. ella un hermoso sentimiento de amor,
en el futuro ordenando la multitud varia un grande instinto de justicia, y hay un
y enorme de Les Rougon Macquart; algo criterio constantemente límpido, un cri-
semejante se ha hecho ya acaso con Dic- terio ecuánime y sereno, en el que d
kens; y análoga tarea de clasificación v de buen sentido deja de ser vulgar y se con-

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OBRA ORIGINAL.—6; EL MIRADOR DE PROSPERO.—-UNA NOVELA DE CALDOS 565

vierte en fuente de sana y apacible her- la soledad, hubiera producido?» Y al do-


mosura. Es cierto, todavía, que fuera va- blar de la página, otro de los personajes
10 buscar en los procedimientos de su de la novela—el artista Vedrine—resuelve
estilo, la cultura preciosa, el estudio hon- la cuestión contestando a quien le pre-
do y sutil de los secretos musicales de la gunta por qué trabaja si no ama ei
expresión, ni de la plasticidad virtual de aplauso ni la gloria. «Pues por mí—dice
ia palabra; o aquel trabajo de perfección el noble escultor—, por mi gusto perso-
• exactitud que conduce, por ejemplo, a nal, por la necesidad de crear, de espon-
!a prosa tersa y transparente de Madame j tanearme.» He ahí la brava respuesta de
Sovary o de Pepita Jiménez; pero sería un artista de raza. Imaginad al autor de
difícil hallar, entre los contemporáneos, los Episodios en la isla desierta, y su ve-
quien tuviese más identificado con la na asombrosa podría agotarse por la
esencia de su naturaleza literaria ese imposibilidad de la observación social,
irande arte de la «naturaleza exterior», perenne venero de su arte, pero no por
íio concedido a muchos de los más jura- falta de estímulos creadores. Don Pedro
dos naturalistas: el arte de la grande, Antonio de Alarcón personificó en el tris-
humana y conmovedora sencillez, que te ocaso de su vida, y personifica Tama-
habla a todos embelleciendo el lenguaje yo en las contemporáneas letras de Es-
fie todos, y que llega a inspirar, aun a paña, ese raro dominio de la voluntad
los refinados y los exquisitos, el envidio- sobre la energía instintiva de la vocación,
so sentimiento de Diógenes, cuando arro- que es necesario para que se condene o
jó de sí la copa hermosamente trabaja- se resigne a la inactividad y al silencio el
da, viendo al pastor beber el agua en el artista que todavía es capaz de producir.
hueco de la mano. Perdamos el temor de que Galdós, aun
Y en la grandeza cuantitativa, y en el cuando un día la decepción llegue a su
inmenso efecto de conjunto, de ia obra, espíritu, encuentre en su voluntad la
sólo el maestro de Medán puede reivin- misma fuerza. ¡Ah, no! El grande y que-
dicar, sobre Galdós, el primado entre los rido maestro no se llevará consigo a la
contemporáneos. Con nunca interrumpi- tumba, como se jactaba de hacerlo, en
do impulso, la ciudad interior de esa es- su retraimiento soberbio y melancólico,
tupenda fantasía se puebla de nuevas to- el autor de El sombrero de tres picos,
rres y de nuevas gentes. La fecundidad, personajes íntimamente delineados que
0
,ue es la más relativa de las cualidades no se hayan hecho carne en el papel. Gal-
literarias, equivale a la posesión de un dós se acompañará siempre de nosotros,
don altísimo cuando escribir significa los lectores, para las confidencias de su
crear. Mediana condición en el viejo Du- fantasía,
^as, es maravilla en Balzac y en Dic- Aún duraba en nosotros la vibración
fens. La fecundidad de Galdós es de la de la lectura de Nazarín y de Raima. Y
a
lta calidad de la de estos últimos; es he aquí que un grupo nuevo y pintores-
ce
' las positivas y las grandes, porque es co, lleno de resalte, de color y de vida.
f
le las que responden a esa irresistible desciende ahora de las fraguas del gran
necesidad de producción que se manifies- novelador, a incorporarse en el conjunto
ta con el poderoso empuje de un orga- de su muchedumbre imaginada. Obser-
s m o que desempeña la ley de su natu- vémoslo.
raleza.
Plantea uno de los personajes de L'Im-
ln
°i'te! de Daudet esta cuestión interesan- Señala un crítico sagaz, a propósito
e:
«Si acaso Robinson hubiera sido ar- también de Misericordia, y entre las si-
1Sr
a, poeta, escritor, ¿hubiera creado en militudes que enlazan el genio del pro-
566 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

fundo observador de las Novelas contem- Pero, además de llevar en sus entrañas
poráneas con el de las Escenas de la vida la prosa verdadera de la pobreza mise-
parisiense, el interés concedido por am- rable, lleva también la nueva novela de
bos grandes artistas de la realidad al Galdós, la balsámica poesía de la miseri-
problema de las dificultades materiales cordia. Encarna esta poesía en la figura,
de la vida, como anchuroso campo de a veces vulgar, a veces sublime, de una
observación y rica materia novelable, anciana humilde y piadosa, que, con la
siempre fecunda en dramática virtuali- j abnegación del oscuro y anónimo solda-
dad. Muchas son, efectivamente, las no- do para quien no se cosechan, después
velas de Galdós que giran alrededor del | del combate, los laureles, es heroína y
problema económico en la vida burgue- ' mártir en la batalla de la vida. Yo no va-
sa. Misericordia puede contarse entre las | cilo en poner esta grande alma imagina-
más originales y más hermosas novelas ' da en el número de las más preciosas
de este grupo; pero, además, están com- | creaciones de quien ha dado al arte tan-
prendidos, en la extensión de realidad tas otras que no morirán. Sí; la Nina de
en que se desarrolla, ciertas extremas re- i Galdós es una figura que yo igualaría, sin
giones de la inferioridad social, ciertos , vacilaciones, a las más originales, a las
círculos de] infierno de la humillación y j mas nuevas, a las más llenas de interés
el abandono, a que había descendido po- j y más radiantes de hermosura, que sea
cas veces el espíritu del autor de La des- dado encontrar en el santoral realista..,;
heredada. \ porque también tiene el realismo su san-
Considerándola con el criterio realista, j toral, el de los héroes moralmente her-
es el poema prosaico de la escasez y Ja mosos que han sido amasados con el ba-
miseria; de la miseria, en sus manifesta- ¡ rro de la verdad y la vulgaridad huma-
clones, moral y materialmente, más des- nas. Como en la Felicité, de Flaubert, ¡a
piadadas y más duras; desde la osada y vulgaridad tiene en ella el artístico pre-
franca que se personifica en la Almáde- cio que da valor a la tosquedad del ma-
na, en Pulido, en la tía Burlada—en la terial en que ha de trabajarse, cuando
turba famélica «que acecha, a la puerta esa tosquedad es necesaria o conveniente
de los templos, el paso de la caridad»—, al efecto que se procura. La ignorancia
hasta la tímida y vergonzante que se de ía propia sublime abnegación; la na-
oculta en el desolado retiro de doña turalidad en la práctica del sacrificio,
Francisca Juárez de Zapata—la empobre- ' como en ía de cualquier acto trivial }'
cida señora que vive, sin saberlo, de la usado de la vida.; ía conformidad, de
caridad que implora para ella a los feu- ; mártir o de inconsciente, para admita'
greses de San Sebastián una criada com- la ingratitud y resignarse a la injusticia
pasiva-—; o se parapeta tras la elegancia | de ía pena, son otros tantos elementos
marchita y la mal simulada distinción j que, empequeñeciendo íntelectuaiinente
de don Francisco Ponte, curiosísimo j la figura de Nina, la realzan por lo mis-
ejemplar de lyon caduco, tragicómico ] mo, y la engrandecen moralmente, hasta
traicionado de la fortuna, galán venido • tocar en ios límites de la sublimidad.
a menos, que disfraza los rigores de su i Nunca de manera más oportuna que a
decadencia lastimosa salvando con es- ¡ propósito de esta figura de Galdós po-
fuerzo heroico las apariencias de su dig- ¡ dría señalarse—como Menéndez Pelayo
nidad pasada y recordando, melancóli- ' en la del Pae Apolinar que imaginó el
camente, sus aventuras de mundano y j gran novelador ele la montaña—-«aquel
sus buenos éxitos de declamador en las j sello de primitiva grandeza que realza
románticas tertulias de ios tiempos de i a la fuerza del bien cuando se desen-
Flor de un día. i vuelve sin conciencia ele sí propia», Y la

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OBRA ORIGINAL.—ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—UNA NOVELA DE CALDOS 567

absoluta y constante sencillez, la nunca j las páginas que Nina y Almudena moti-
interrumpida llaneza del cauce prosaico | van, como la obra de su grande estirpe
en que esta mansa onda de belleza moral I novelesca a que más íntimamente se pa-
se desenvuelve, hacen que ella penetre y | rece: tanto como Nazarín. Y la pasión del
se insinúe de tan suave y tan callada ma- ciego por la anciana misericordiosa—de
nera en el ánimo del lector, que no es la que sólo puede adorar el alma abne-
,;
sino después de haber avanzado un tanto gada, a la que acaso imagina dueña de
en la acción de la novela cuando él re- una envoltura digna de ella por la juven-
para que ha debido adorar, desde las tud y la hermosura—hace pensar en la
primeras páginas, la adorable santidad i idea de que fluye la profunda belleza
del alma de Nina. ¡Arte grande y hermo- ! ideal de Marianeia. Como Pablo Panágui-
so—aun para los que nos encontraría- ¡ las, el moro de Misericordia cree instin-
mos, haciendo examen de conciencia, un | tivamente en la armonía necesaria de la
poco amigos de lo refinado y de lo ex- belleza del alma y la del cuerpo. Y cie-
traño—el que consiste en obtener y rea- go para la realidad corpórea, la sombra
lizar, sin salirse de los medios sencillos eterna de sus ojos se convierte para él,
que ofrecen los aspectos comunes de las ! como para el enamorado de Marianeia,
cosas, las grandes energías dramáticas y en la dicha de poder amar plenamente
los grandes efectos! ¿No ha definido Cal- •—con el alma, con los ojos, únicos en él
dos uno de los caracteres y uno de los sensibles, del espíritu—lo que sólo para
secretos peculiares de su talento podero- el espíritu es amable.
!
so, cuando habla, a propósito de la sin- Son, sin duda, esos dos magistrales ca-
gular fachada del templo en que comien- racteres, lo más hermoso, lo más profun-
za la acción de su novela, de la necesi- damente interesante, lo de mayor em-
dad de encontrar y percibir «el encanto ! peño en el libro; pero además, en lo ac-
y la simpatía que fluyen, a modo de te- cidental, en lo formal, en los episodios,
nue fragancia, de las cosas vulgares, o en el diálogo, en las descripciones—lo
de algunas de las infinitas cosas vulga- diré antes de señalar el mérito y ver-
res que hay en el mundo»? dad de algunas de las figuras secunda-
Después de la de Nina, la figura domi- rias—-¡cuánto hay que notar y que aplau-
nante del cuadro es, sin duda, la del mo- dir; cuánto hay que irresistiblemente de-
ro ciego y mendicante, para quien ella, tiene la atención de la crítica acusadora
en medio de las angustias con que atien- de bellezas! Admirable es, en las prime-
de al socorro de su propia ama desvali- ras páginas, la descripción de la estam-
da, encuentra todavía tesoros de amor, pa caricaturesca de la iglesia de San
tesoros de caridad, en su infinita espon- Sebastián, «fea y pedestre como un plie-
taneidad piadosa. Bien trazado está este go de aleluyas, o como los romances de
personaje, aparentemente fácil de pre- ciego»; risible preciosidad arqueológica,
sentar y virtualmente rico en fuerza e in- ante la cual el Galdós que recibió la he-
terés; pero, en realidad, difícil y de deli- rencia del Curioso Parlante, la pasión lo-
cado empeño, si se atiende a la obra ma- cal y la manía escudriñadora del viejo
gistral que ha sido necesaria para conci- Madrid, encuentra, para abogar por la
liar, en su sencillo carácter, con la exac- conservación de aquella vieja reliquia, la
titud del estudio la belleza moral y la razón ingeniosa de que «la caricatura
simpatía, y en su propio informe lengua- monumental también es un arte». Prodi-
je, la naturalidad y la verdad con el efec- giosos, como imitación artística del len-
to artístico que no marra nunca en la guaje zafio y plebeyo, son algunos de los
pintoresca incorrección de sus palabras. parlamentos de las mendigas, y están di-
El nuevo libro llega así a valer tanto, en i vinamente trazadas sus figuras. Hay
568 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

grande habilidad en el relato del pavo- I que en la obra intervienen. La de doña


roso descenso de la empobrecida ama de \ Francisca Juárez y la del a un tiempo
Nina. Tiene un brillante colorido, legen- ! lastimero y graciosísimo Ponte, no pue-
dario y fantástico, la relación de las vi- ! den quedar sin un encarecimiento ex-
siones y las ceremonias supersticiosas ; cepcional, por mucha que sea la super-
del moro. Y admirables de estudio y de | ficialidad y rapidez del examen que se
observación, y llenas de gracia, entre j haga del conjunto...
melancólica y burlona, son las páginas I Ambas rivalizan en vida y en relieve,
en que Ponte alienta los nostálgicos an- y están armónicamente enlazadas en el
helos de opulencia de Obdulia y ambos cuadro por la identidad de los motivos
disfrazan en sus coloquios la miserable de que adquieren su interés novelesco y
realidad, gracias a los sueños dorados por el fondo común sobre que sus carac-
tejidos con las reminiscencias de los teres se destacan, sombreado por los re-
tiempos buenos y las vanas esperanzas veses de la suerte y la infidelidad de la
de un futuro imposible... ¡Naturalidad fortuna tornadiza. Para pintar esas fases
gloriosa! Para la realidad de esta mane- prosaicas y desconsoladoras de la vida
ra reflejada; para la observación que de burguesa: las que proceden de los efec-
tal manera penetra en las entrañas de la tos morales de la escasez en las almas
realidad, y para el arte poderoso que formadas en el hábito de la abundancia
con semejante energía la representa, o torturadas por la tentación con la an-
¿quién se atreverá a decir que haya pa- siedad febril de poseerla, fué siempre
sado la oportunidad o que haya de pa- maestro el pincel del gran observador, a
sar alguna vez, ni quién dejará de sen- quien debemos ios dos magistrales estu-
tirse—cuando así se entienden las co- dios de Lo prohibido y La de Bringas.
sas—tan enamorado de lo real y verda- : En tal intento, la figura de Obdulia tie-
dero como en los tiempos en que equiva- | nc también rasgos felices. Y magistral-
lía pronunciar, en literatura, esas pala- : mente dibujado está, asimismo, el ca-
bras, a reivindicar un derecho y a desa- ! rácter de Juliana, cuya mediocridad bur-
fiar para una lucha? Porque es realista ; guesa de virtud presta a la abnegación de
de ía realidad inmortal y porque nunca | Nina el realce de su contraste con las po-
vinculó su arte con lo que en el natura- co simpáticas limitaciones del «prudente
lismo de escuela hubo de exclusivo, de ! equilibrio» y del «término medio», y cu-
falso y transitorio, e hizo de ese natura- ya entrevista—tan admirable y concisa-
lismo una de las más inexplicables—iba ! mente narrada—con la criada misteriosa,
a decir una de las más odiosas y más ab- f en la escena final, es de una intensa su-
surdas—entre las intolerancias humanas, j gestión y de un hermoso sentido. Aun
nada tiene que temer el arte de Galdós i en las figuras más subordinarías del cua-
de las oportunidades nuevas, de las reac- ¡ dro, verbigracia, la de los mendigos, que
ciones justicieras y fatales del criterio, aparecen en las páginas primeras, sobre
el sentimiento y el gusto, y puede ahora ; el fondo de aquella tan donosa descrip-
conciliar perfectamente con la conse- ción de la iglesia de San Sebastián, ra-
cuencia a su firme tradición de realis- | ra vez deja de poner la mano del maes-
mo, el «espíritu nuevo» que penetra to- • tro el trazo primoroso que la denuncia.
das sus últimas creaciones y les comu- Pero el grande interés y la escogida be-
nica una alta significación ideal. : Ileza, el perfume de íntimo encanto que
", se desprende de esta novela de Galdós,
Creo haber aludido en alguna parte de 1 y la significación peculiar que la hará
este artículo, a la profunda verdad de I destacarse dentro del grupo novelesco
observación y al arte primoroso que hay : que mantiene, a partir de Realidad y de
en algunas de las figuras secundarias

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OBRA ORIGINAL.—6: EL Ai IRADO R DE PROSPERO.—DECIR LAS COSAS BIEN. 569
La incógnita, una tendencia nueva en ]a una sonrisa evangélica, piadosa, del arte
constante transformación de su talento, grande y humano, al inclinarse, desde las
están en esa admirable creación de Nina: alturas, para reflejar un rayo de luz so-
ejemplo, que será inmortal, de cosas bre los pobres, sobre los débiles y los
grandes obtenidas en el arte por medio humildes; sobre aquellos cuya virtud es
de cosas vulgares y pequeñas; ejemplo opaca y cuyo bien realizado no aparece;
de lo sublime en lo vulgar, que, a la sobre los desamparados y los ignorados
manera de la vieja criada candorosa de del mundo!
Vn coeur simple, parece iluminado por 1897.

DECIR LAS COSAS BIEN..

Decir las cosas bien, tener en la plu- recemos a los niños—suele estar también
ma el don exquisito de la gracia, y en el en que se nos arrulle con hermosas pa-
pensamiento la inmaculada linfa de luz labras. Como el misionero y como la
donde se bañan las ideas para aparecer Hermana, el artista cumple su obra de
hermosas, ¿no es una forma de ser bue- misericordia. Sabios, enseñadnos con
no?... La caridad y el amor, ¿no pueden gracia. Sacerdotes, pintad a Dios con
demostrarse también concediendo a las pincel amable y primoroso, y a la virtud
almas el beneficio de una hora de aban- en palabras llenas de armonía. Si nos
dono en la paz de la palabra bella: la concedéis en forma fea y desapacible la
sonrisa de una frase armoniosa; el «beso verdad, eso equivale a concedernos el
en la frente» de un pensamiento cincela- pan con malos modos. De lo que creéis
do; el roce tibio y suave de una imagen la verdad, ¡cuan pocas veces podéis es-
que toca con su ala de seda nuestro es- tar absolutamente seguros! Pero de la
píritu?... belleza y el encanto con que lo hayáis
La ternura para el alma del niño está, comunicado, estad seguros que siempre
así como en el calor del regazo, en la vivirán.
voz que le dice cuentos de hadas; sin Hablad con ritmo, cuidad de poner la
los cuales habrá algo de incurablemente unción de la imagen sobre la idea, res-
yermo en el alma que se forme sin ha- petad la gracia de la forma, ¡oh pensa-
berlos oído. Pulgarcito es un mensajero dores, sabios, sacerdotes!, y creed que
de San Vicente de Paúl. Barba Azul ha aquellos que os digan que la Verdad
hecho a los párvulos más beneficios que debe presentarse en apariencias adustas
Pestalozzi. La ternura para nosotros y severas son amigos traidores de la
—que sólo cuando nos hemos hecho des- Verdad.
preciables dejamos enteramente de pa- 1899.
570 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

EL CENTENARIO DE CHILE
Discurso pronunciado, en representación del Uruguay, en la
sesión solemne celebrada por el Congreso chileno, durante las
fiestas del Centenario, el 17 de septiembre de 1910

Señores: de naciones, que pudieran permanece!'


La solemnidad de esta ocasión, la dig- separadas por estrechos conceptos de ls
nidad de esta tribuna, ¡a calidad de este nacionalidad y de la patria, sino traer a
auditorio, hacen que nunca, como en este la faz de la tierra una perenne armonía
instante, haya deplorado que, en vez de de pueblos vinculados por la comunidad
tener el hábito de fijar mi pensamiento del origen, de la tradición, del idioma,
en los signos fríos e inanimados de la de las costumbres, de las instituciones;
forma escrita, no tenga la vocación ni la por la contigüidad geográfica, y por todo
aptitud de expresarlo en esa otra forma cuanto puede servir de fundamento a la
que brota, cálida y sonora, de los labios, unidad de una conciencia colectiva.
como emanación directa del espíritu, y, Estos son, pues, en América, los días
conducida por las ondas del aire, llega del magno centenario, que, único y múl-
a lo más íntimo de los corazones, para tiple, ha de prolongarse por más de dos
enlazarlos en un acorde unísono de sim- decenios, evocando, hora tras hora, en
patía. cada pueblo americano, los recuerdos de
Yo debiera ser aquí la voz de un pue- la independencia y la organización; aquel
blo. Yo debiera ser capaz de infundirla género de memorias que quedan, para
y contenerla en mi palabra, para trans- siempre, como las más altas y sagradas
mitiros toda la intensidad de la emoción en la historia de las naciones.
con que mi pueblo participa de los en- Diríase que un concurso imponente nos
tusiasmos de este centenario, por lo que mira y atiende, incorporándose desde el
este centenario tiene de americano y por pasado: el concurso de las generacio-
lo que tiene de chileno. nes que crearon, para el porvenir eterno,
Por lo que tiene de americano, permi- la América libre, Y en tamaña ocasión,
tidme que conceda preeminencia a este las generaciones del presente pueden ha-
carácter sobre el otro. Más arriba del cer, ante ese heroico pasado redivivo,
centenario de Chile, del de ia Argentina, dos afirmaciones que las satisfagan y
del de Méjico, yo siento y percibo el cen- conforten.
tenario de la América española. En espí- Testimonio de la primera de ellas son
ritu y verdad de la historia, hay un solo lo universal y lo solemne de las adhesio-
centenario hispanoamericano; porque en nes internacionales que el centenario
espíritu y verdad de la historia, hay una americano provoca; hoy en Chile, ayer en
sola revolución hispanoamericana. Y la la Argentina; y consiste esa afirmación
unidad de esta revolución consiste, no en decir que esta América española tan
sólo en la armonía de los acontecimien- discutida, tan negada, tan calumniada,
tos y los hombres que concurrieron a por la ignorancia y el orgullo ajenos,
realizarla y propagarla por la extensión y aun por el escepticismo de sus propios
de un mundo, sino, principalmente, en hijos, empieza a existir para la con-
que el destino histórico de esa revolución ciencia universal; empieza a atraer a sí
no fué alumbrar un conjunto inorgánico la atención y el interés del mundo; no

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL CENTENARIO DE CHILE 571

todavía por el brillo y la espontanei- i vínculos intelectuales que se estrechan:


dad de su cultura, ni por el peso de todo concurre a esa manifestación de
>it influencia política en la sociedad de una plena conciencia americana.
;as naciones; pero sí ya por la virtua- Yo creí siempre que en la América
lidad y la realidad de su riqueza, por el nuestra no era posible hablar de mu-
l>río y la pujanza de su desenvolvimien- chas patrias, sino de una patria grande
to material, lo que no constituye, cier- y única; yo creí siempre que si es alta la
tamente, un término definitivo de civili- idea de la patria, expresión de todo lo
zación, pero es, cuando menos, el sólido j que hay de más hondo en la sensibilidad
cimiento, y como la raíz tosca y robusta, del hombre: amor de la tierra, poesía
en la formación de pueblos que algún del recuerdo, arrobamientos de gloria,
día han de ser grandes por el espíritu. esperanzas de inmortalidad, en América,
Mucho tiempo después de emancipa- más que en ninguna otra parte, cabe, sin
dos, el mundo nos desconocía, o, cono- desnaturalizar esa idea, magnificarla, dí-
ciéndonos mal y desdeñando conocernos | íatarla; depurarla de lo que tiene de es-
mejor, dudaba de nosotros. Quizá, algu- j trecho y negativo, y sublimaría por la
na vez, amargados por la aparente este- propia virtud de lo que encierra de afir-
rilidad de tantos esfuerzos angustiosos y mativo y de fecundo; cabe levantar, so-
tan ios sacrificios oscuros, dudábamos de bre la patria nacional, la patria ameri-
nosotros mismos; y esta duda cruel no cana, y acelerar el día en que los niños
perdonó, en el Getsemaní de Santa Mar- de hoy, los hombres del futuro, pregun-
ía, al alma lacerada del Libertador. Pues tados cuál es el nombre de su patria, no
bien: hemos domeñado a la duda. Hoy contesten con el nombre del Brasil, ni
nuestra esperanza en el inmediato porve- con el nombre de Chile, ni con el nom-
nir es firme y altiva, y la fe del mundo bre de Méjico, porque contesten con el
empieza a recompensarla y confirmarla. nombre de América.
Eramos, hasta ayer, poco más que un Toda política internacional americana
nombre geográfico: empezamos a ser j que no se oriente en dirección a ese por-
una fuerza. Eramos una promesa teme- venir y no se ajuste a la preparación de
raria: empezamos a ser una realidad. ; esa armonía será una política vana o
1
Otra alentadora afirmación permite ha- descarriada.
cer ía manera como este primer siglo | Renuevo aquí lo que dije en ocasión re-
concluye. Y es que los pueblos hispano- 1 cíente: cuando América surgió a la vida
americanos comienzan a tener concien- ! de la historia, no fué sólo una nueva en-
cia, clara y firme, de la unidad de sus I tidad geográfica lo que apareció a la faz
destinos; de la inquebrantable solidari- i del mundo. Debemos pensar que sur-
dad que radica en lo fundamental de su gieron con ella un nuevo espíritu, un
pasado y se extiende a lo infinito de I nuevo ideal; el espíritu, el ideal del por-
su porvenir. Augusto Comte expresaba su i venir. La Europa civilizadora, que nos
profunda fe en la futura conciencia de ha adoctrinado, que nos ha amamantado
la solidaridad humana, diciendo que la en sus ideas de libertad y de justicia,
humanidad, como ser colectivo, no exis- ¡ fruto de su experiencia y de su genio,
te aún, pero existirá algún día. Digamos , tiene el derecho de esperar que nosotros,
nosotros que América, la nuestra, la de aliviados de la carga abrumadora de ía
nuestra raza, principia a ser—como per- i tradición, hagamos algo más que repe-
sona colectiva consciente de su identi- [ tirlas; tiene el derecho de esperar que las
dad—. Congresos que se reúnen, vías fé- ! encarnemos en la realidad, o, por lo me-
rreas que se tienden de nación a nación, | nos, que tendamos enérgicamente a rea-
litigios internacionales que se resuelven, ¡ lizarlas. Si esta originalidad no cupiese
572 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

en nuestra civilización, si nada hubiéra- acuerdo de los intereses de todos por el


mos de agregar, en el orden real de la respeto leal de los derechos de cada
vida, a lo imitado y heredado, ¿qué sig- uno?
nificaría, en definitiva, la revolución Esta es, en mí, la más intensa suges-
de 1810, sino una convulsión superficial, tión del centenario americano. Pero hay
indigna de tales glorificaciones? ¿Qué en los recuerdos que glorificáis, junto
sería esto sino seguir siendo colonias por al carácter continental, ei nacional; jun-
ei espíritu, después de haberlo dejado to a lo que es gloria de América, lo que
de ser en la realidad política...? es gloria de Chile; y si lo primero me ha
Los que consideran milagro irrealizable dado pie para afirmar la unidad hispano-
que los pueblos se relacionen alguna vez americana, la comunidad de nuestras
según otras normas que las de la tradi- tradiciones y nuestros destinos, esto otro
ción internacional fundada en el dolo y me impone la grata obligación de decir
en la fuerza y que sea en América donde de la labor nacional de vuestro pueblo
ello se logre, olvidan que un milagro ma- lo que, sin mengua de la justicia, no po-
yor está, vivo y tangible, en el hecho de dría callarse en ocasión como ésta.
este centenario. Si hace poco más de un Celebráis vuestro centenario con algo
siglo, es decir, si antes de la emancipa- más que con el orgullo de ios recuerdos
ción norteamericana y de la Revolución heroicos de que procede vuestro ser de
francesa, se hubiera asegurado que la de- nación; lo celebráis con el orgullo c!e
mocracia y la república, como formas j haber realizado, por la labor perseveran-
permanentes de organización social y j te y eficaz, las promesas y las esperan-
política, no sólo se realizarían en nació- j zas de vuestro glorioso abolengo de hé-
ríes poderosas y grandes, sino que se ex- ¡ roes.
tenderían por todo un continente, y que Anhelar la libertad es un instinto hu-
este prodigio surgiría de las oscuras co- mano. Tener la energía suficiente para
lonias europeas, sumergidas entonces en i conquistarla, es hermoso y grande, sin
el sueño soporoso de la primera infancia, j duda, pero es, todavía, una energía del
la afirmación hubiera parecido a los más ¡ instinto. Poseer el carácter necesario pa-
risible paradoja. Pues bien: cuando la ra mantenerla, arraigarla, justificarla co-
virtualidad de las ideas y la energía de ! mo un bien merecido, y hacerla noble
razas jóvenes y fuertes han tenido efi- y fecunda, es lo difícil y lo verdaderamen-
cacia para trasfígurar colonias oscuras te superior. Hay la voluntad heroica, la
en naciones dueñas de sí mismas, y para voluntad que gana batallas, y es un atri-
implantar, del uno al otro extremo de un buto de todo pueblo digno de este nom-
continente, las formas avanzadas de or- bre, y todos los pueblos de nuestra raza
ganización y de gobierno que, hace poco la tienen al par vuestro. Pero hay otro
más de un siglo, parecían al sentido co- ¡ género de voluntad, disciplinada, rítmi-
mún de los hombres vanas utopías, ¿poi- ca, paciente; hay un género de voluntad
qué dudar de que esa misma virtualidad que es como la mano firme y segura de
de las ideas y esa misma energía de ra- la razón: la voluntad que construye, que
zas jóvenes y fuertes alcancen en Amé- j organiza, que educa, que siembra, que
rica a realizar, en la vida internacional, legisla, que gobierna. Este es el género
lo que los escépticos de hoy tienen por de voluntad con que se edifican nacio-
sueños y quimeras opuestos a leyes fa- nes, y éste es el género de voluntad en
tales de la historia; una magnificación que os reconocemos preferentemente
de la idea de la patria; un porvenir de • maestros.
paz y de amor entre los pueblos; una
armonía internacional fundada en el Mediante él, llegasteis a constituir, coi'
anterioridad a los demás pueblos hispa-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LA RAZA DE CAIX 573
noamericanos, una nación de orden, un tura de vuestro suelo, férreamente en-
organismo de nación. Durante mucho gastado entre la majestad de la montaña
tiempo, en América, en medio de las tur- y la majestad del mar; sellado por 3a
bulencias de nuestro duro aprendizaje expresión de la energía, más que por la
de la libertad, cuando la severidad del expresión de la abundancia, de la volup-
juicio extraño, o la inquietud de la pro- tuosidad o de la gracia.
pia conciencia, nos tentaban al desalien-
to sobre los resultados de nuestros es- Señores:
fuerzos y la madurez de nuestros desti- Interpretando el sentimiento de mi
nos, el ejemplo que primero acudía a pueblo, yo, antes de descender de esta
nuestra mente, queriendo afirmar la ap- tribuna, os dejo aquí mis votos por que
titud de nuestra raza para la vida de las la estrella de Chile se levante en cielos
instituciones regulares, era el ejemplo de cada vez más serenos; por que su res-
Chile. plandor ilumine glorias cada vez más
Ninguna ocasión mejor que ésta para puras, leyes cada vez más sabias, cose-
recordar y agradeceros ese ejemplo. chas cada vez más opimas, generaciones
Vuestra historia es una gran lección de cada vez más fuertes, más libres y más
energía y de trabajo. Vuestro desenvol- dichosas; y por que, concertando su luz
vimiento nacional tiene la ascensión gra- la estrella de Chile con las demás de la
duada y armoniosa de una amplia curva constelación hispanoamericana, dentro
arquitectónica; la serena firmeza de una
marcha de trabajadores en la quietud de la armonía perenne que reposa en el
solemne de la tarde. Diríase que habéis amor y la justicia, mantengan entre to-
sabido transportar a los rasgos de vues- das, para la humanidad de ios futuros
tra fisonomía moral ese mismo carácter tiempos, un orden mejor, más bello, más
de austera y varonil grandeza que el via- grande, que los que el mundo ha visto
jero siente imponerse a su ánimo, en la formarse y disolverse en el desenvolvi-
contemplación del aspecto y la estruc- miento de los siglos!

LA RAZA DE CAÍN
Carta a Carlos Rey les

Aunque la pequenez de nuestro mun- vorecido las rápidas anotaciones en que,


do literario hace que las impresiones y según acostumbro, apunté los comenta-
ios juicios que manifestamos verbalmen- rios íntimos de mi lectura.
te se difundan con asombrosa facilidad, Escribo para usted, como si departié-
y aunque creo, por eso, que no necesita- semos en uno de nuestros coloquios lite-
ba usted recibir estas líneas mías para rarios. El público tendría quizá derecho
saber con cuánta sinceridad y cuánto a que yo le hablase, con más detenimien-
aplauso le he acompañado en su reciente to y mayor precisión crítica, de su obra;
^crecidísimo triunfo, yo quiero enviárse- pero es el caso que a mí me urge menos
las, siquiera sea para llenar una fórmula cumplir con el público que con usted, de
de cumplimiento y para no dejar sepul- manera que, difiriendo hasta la ocasión
tadas en las márgenes del ejemplar de más próxima el compromiso que acepto
La raza de Caín con que usted, me ha fa- para con los lectores de La raza de Caín,
574 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

me apresuro a anticipar al autor un bo- más o menos relacionados, por una agre-
ceto de mi juicio y, sobre todo, mi abra- gación inorgánica y desproporcionada,
zo amistoso y cordial de enhorabuena. dentro de una novela aparente; pero fal-
Lo primero que yo haría resaltar y se- tarán siempre al conjunto la entereza y
ñalaría a la admiración de sus lectores, la vida que sólo se dan cuando la obra
si se tratase ahora de escribir ese juicio, es un verdadero organismo, cuando es
sería la doble excepcional calidad de un ser animado, sujeto, como todos, a la
obra inspirada y obra perfecta (perfec- ley de las correlaciones orgánicas.
ción literaria, orden, regularidad, conve- La acción de su novela sigue la progre-
niencia formal), con que se nos impone sión armoniosa, el movimiento fácil de la
la última novela de usted. Para los que curva, que es la línea expresiva de la
creen, vanamente, que hay una oposición agilidad y de la gracia, porque, cambian-
y discordia casi irresolubles entre la do constantemente de dirección, cada di-
energía de la inspiración creadora y el rección nueva está indicada por la que
arreglo y primor de la ejecución artísti- la precede. Y no sólo sería imposible se-
ca; entre la fuerza interna de una obra ñalar episodios inútiles en su obra, o
y la justa proporción de sus apariencias, rasgos deficientemente acentuados, o
me imagino que la lectura de esta novela partes que pudieran suprimirse sin per-
ha de ser una prueba abrumadora de lo juicio de la naturalidad o el interés, sino
falso de tal preocupación. El color y el que hay siempre en ella una feliz y ati-
dibujo lidian a una en tan admirable es- nada correspondencia entre la fuerza y
fuerzo de arte. La raza de Caín, que es eficacia de inspiración y la importancia
obra de inspiración y de fuerza, es, a ia relativa de los episodios; de manera que
vez, un hermoso modelo de corrección y el más subido valor artístico en el des-
de -factura. De corrección en lo que la empeño corresponde constantemente a
forma literaria tiene de más interno, de los pasajes más significativos e impor-
inmediato a la concepción original, en tantes de la acción.
el plan, en el orden, en la armonía de
las partes; y de corrección, también, en Todo esto representa gran mérito, sin
lo más exterior y plástico de la forma, duda; pero mucho más que el acierto
en el lenguaje, en el estilo, en la expre- que usted ha demostrado al correlacio-
sión. nar los elementos de su novela, atendería
yo, en el juicio que escribiese, al valor
Desde luego, hay en toda la obra una propio de estos elementos, y muy parti-
perfecta regularidad de estructura. Sabe cularmente al de los caracteres, que es
usted componer; tiene usted una admi- donde la crítica que quiera hacer a us-
rable intuición del desenvolvimiento ló- ted plena justicia ha de agotar el capí-
gico de un argumento, de la arquitectura tulo de las alabanzas. No hay facultad
de la obra novelesca; y esta cualidad, artística superior a la de la invención
que ya se dejaba percibir en su primera de caracteres. El novelista lo es en más
novela, tanto más notablemente cuanto o menos alto grado según ¡a fuerza de su
que parece ser una condición de expe- poder característico; y el raro don de
riencia más que de instinto, se manifies- crear seres imaginarios que vivan y per-
ta ahora con magistral intensidad. Bien duren, como si a la realidad de los que
sabe usted cuánto significa el reconoci- engendra la Naturaleza unieran la in-
miento de tan preciosa condición litera- marcesible juventud y frescura de los
ria. Sin ese claro sentido del orden y la dioses, es concedido sólo a los que pue-
proporción, no hay novelista verdadero. den levantarse, como pájaros sobre co-
Habrá, a lo sumo, cuentistas, «costum- rrales, por encima del vulgo novelador.
bristas», autores de cuadros o episodios Ha creado usted, por lo menos, dos

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADO: l DE PROSPERO.—LA RAZA DE CAÍN 575

almas que vivirán, que resistirán muchos der a los abismos de este mundo infi-
aletazos del tiempo. La crítica, que las nito que se abre en la intimidad de cada
ha llevado ya a su laboratorio y las ha conciencia, e iluminar sus honduras es-
sometido a todas las pruebas del análi- pantables, y descubrirnos la convulsa y
sis, ha tenido que reconocer la presen- desordenada rotación del pensamiento
cia del indefinible soplo vivificador en que ha sido arrebatado por monstruoso
esas dos criaturas de su fantasía. Ex- : egoísmo a todo centro de atracción exte-
trañas y singulares criaturas, pero vivas j rior, ¡qué fuerza y qué fineza de análisis;
y reales, y menos raras quizá—aun limi- qué justo atrevimiento en los grandes
tando la observación a nuestro propio . rasgos y qué incisiva delicadeza al he-
ambiente—de lo que la mayoría de sus rir en ciertas reconditeces; cuánta ver-
lectores ha de imaginarse; aparte de que dad y cuánta eficacia en la expresión!
la índole misma de su obra las requería El siglo que concluye, siendo en cierta
de otra arcilla que la arcilla común y manera el de los grandes heroicos es-
otro modelo que el modelo corriente. fuerzos de la voluntad, el de la triunfal
Observa, con acierto, Bourgeí, que para expansión de las energías interiores, es a
el interés y la fuerza de la novela psico- la vez, por singular antinomia, el que le-
lógica, los caracteres medios, normales ] gará a la historia de los males humanos
—del punto de vista del relieve del ca- . más abundante acopio de observación en
rácter mismo, y de la moralidad—, que j cuanto a las enervaciones y enfermeda-
pueden suministrar tan abundante mate- ! des del carácter, que extinguen o desen-
ria de observación como cualesquiera caminan aquellas energías. La raza nove-
otros tratándose de la novela de costum- , lesca a que pertenecen sus dos raros y
bres, valen menos que cualquier tipo de desventurados protervos no es otra que
excepción, ya se entienda lo excepcional ia que, con más o menos profundas mo-
en el sentido de la superioridad, ya en el ! dificaciones, ha dado a ia literatura de
ele lo degenerado, mórbido o abyecto. este siglo—como expresión de uno de los
La psicología novelesca se alimentará grandes tipos reales que en él se repro-
siempre, preferentemente, de lo raro y ducen—toda una doliente multitud de en-
excepcional, en materia de caracteres hu- fermos de la voluntad, de egoístas desor-
manos. bitados y rebeldes, almas sin equilibrio y
Guzmán y Cacio son almas de excep- sin luz, llevadas por la dilatación morbo-
ción; y además, es fácil descubrir en ¡ sa del propio yo y por la rebelión insen-
ellos, sobre su carácter individual, bien i sata contra las leyes de la vida, a todos
determinado y concreto, un significado j los tormentos del fracaso y la desespe-
ideal, de personificaciones o tipos; pero, I ración. Ese tipo fundamental tiene toda
por magia de su arte, que ha pasado de la talla mensurable por el ámbito del
esta manera sobre ia más ardua dificul- mismo siglo. Cien años de distancia sepa-
tad de los grandes caracteres dramáticos ran al Rene de Chateaubriand del Des-
y novelescos, la verdad real, el fondo hu- Esseintes de Huysmans; la mirada vul-
mano, de ambos caracteres, no aparecen - gar no alcanzará a percibir las semejan-
en lo más mínimo empañados por la zas en medio de las diferencias; pero
representación típica e ideal con que re- restableciendo la sucesión de héroes ima-
saltan a los ojos de quien penetra en lo ginarios que se tiende entre ellos, al tra-
íntimo de su concepción. Ha esculpido vés de la novela y el drama contemporá-
usted estatuas representativas en carne neos, sería fácil manifestar claramente
palpitante: ¡grande hazaña de arte! Y al su parentesco espiritual, y comprobar
desenvolver ante nosotros la tela oscura que una herencia acrecentada siempre,
y rara de esas almas fingidas; al descen- de miseria y de culpa, los vincula como
576 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

el primero al último eslabón de una viva estudiados tanto más prolijamente cuan-
cadena de condenados, to que usted nos la presenta, si no con
Con acentuada fisonomía individual, un propósito declarado y prosaico de en-
con personalidad bien característica y señanza, con el de ejemplo capaz de
propia—porque sus criaturas espirituales : sugerir ideas saludables. Yo encuentro
son verdaderamente suyas, y usted las justificado ese propósito. Aquellos que
ha forjado con jugos de su alma y alien- ; quieran sostener que hay en el libro
tos de su fantasía—, Cacio y Guzmán j una tesis pesimista, una idea de predes-
pertenecen a esa misma multitud inmen tinación fatal, que tiende a poner de re-
sa y llorosa, que marcha al porvenir, es- lieve lo inevitable de la humillación y el
cudada por la inmortalidad del arte que sufrimiento en la raza maldita, nacida
la ha consagrado, para llevar a la poste- para ofrecer, con sus serviles espaldas,
ridad que nos juzgará la confesión sin- vivo escabel a los llamados al triunfo y a
cera de nuestras flaquezas y las sombras la gloria, no carecerán de razones atendi-
de esta extraña alma de nuestro tiempo, bles para justificar esa interpretación,
tan contradictoria en su complejidad, ya que es característico de casi toda te-
tan irreducible, para nosotros, a toda j sis trascendental velada en forma de arte
clasificación y todo juicio. la posibilidad de atraerla en más de un
Contribuyen eficazmente, en su obra, a sentido y resolverla a favor de más de
la intensidad del efecto, la justeza y so- una idea. Pero aquel mismo valor de sa-
lidez de la expresión. La forma en que ludable ejemplo que usted supone en
está escrita—austera y mate quizá., pero La raza de Caín es una prueba de que,
de una adaptación y una conveniencia por lo menos, la interpretación personal,
perfectas respecto a lo que, por suje- la conciencia artística del autor, van por
ción a los términos consagrados, llama- otros caminos; y el examen atento de la
remos el fondo—tiene la fuerza del relación de los caracteres con el término
músculo y el calor de la sangre, Su escri- de la acción conduce, en mí sentir, a un
tura—como hoy suele decirse—revela que resultado ideal menos desconsolador y
tiene usted siempre presente la relación más verdadero.
de dependencia del estilo respecto de la Atendiendo, preferentemente, al carác-
idea, y que la forma literaria se rige para ter de Guzmán, es como aparece ese re-
usted, como en el concepto spenceriano, sultado, claro y distinto. Ha querido y
por un principio de economía dinámica. ha conseguido usted enseñar que el cul-
Y sin embargo, en ciertos momentos in- tivo egoísta del propio yo, no dominado
tensos de la acción, en los fuertes rasgos por la conciencia de nuestra subordina-
característicos de un personaje, en los ción a las leyes de la vida y de nues-
toques vivaces de la descripción o el sen- tra solidaridad con la obra de todos;
timiento, su manera llega a adquirir a la perversión de la voluntad, enervada
veces, independientemente de aquel valor por la ausencia de un objetivo real, viril
de relación, notas y vibraciones de las y fecundo, y por la disconformidad co-
que dan a la palabra y a la frase un va- barde con la naturaleza y el deber; el
lor propio e intrínseco, un valor compa- engrandecimiento ficticio y vanidoso de
rable con el que tienen, antes de ser co- la personalidad propia a costa de nuestra
locadas en sus joyas, las piedras raras ineludible condición de seres sociales,
que centellean, dispersas, sobre la mesa son los seguros antecedentes de la derro-
del artífice que ha de engarzarlas en el ta sin honor, en los combates del mun-
oro o la plata. do. Ha querido y ha conseguido usted en-
La trascendencia ideal, el pensamien- señar que cada destino individual tiene
to íntimo de su obra, merecerían ser su única posibilidad de paz v de dicha en

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—A-ANATOLE FRANCE 577

la adecuada relación de los intentos y da, del esfuerzo: viril, de la actividad va-
las aspiraciones con la fuerza real del liente, generosa y fecunda. El grupo de
nropio ánimo, y en la transacción gene- los Crocker, con su perfecta, y a las ve-
rosa de nuestra voluntad con lo inevita- ces antipática, mediocridad, no es sufi-
ble y lo fatal Nos lia mostrado usted có- ciente para producir ese efecto de con-
mo la estéril soberbia de los egoísmos traste, aunque tiene su significación ne-
rebeldes es im motivo de disolución que cesaria y oportuna dentro del conjunto
concluye por destruir y: anular la misma de la acción. Pero, aun sin eso¿ yocreo
voluntad que se I consideraba engrande- que quien quiera interpretar rectamente
cida ^fortificada: por -la- virtud, del. aisla- la filosofía de. su obra tendrá que hacer-
lo en un sentido poco i diferente rdel que
mient0* 1 , ¿«J A 1 yo le atribuyo; con lo cual la oportuni-
Así interpreto yo el sentido de su obra, dad de su; dedicatoria quedara-plenar
ir por eso creo que no va usted descami- mente justificada (1), y el valor de ense-
nado cuando considera: que nuestra im- ñanza de su libro resultará tan claro a
presión será sana • y benéfica, aunque los ojos del pensador como;su valor de
atnarga- Quizás hubiera sido bien, para ficción a los del artista. ^v
aue ese sentido apareciese, a los ojos de Pongo punto a esta carta, ya larga para
toaos, claro y patente, que hubiera usted lo que es, y que usted sabrá tomar én
opuesto al cuadro de y enervación: y dé su exclusivo carácter de esbozo de un
egoísmo que ha querido dejar severa- estudio futuro, y le estrecho afectuosa-
mente en pie, como una dura lección, un mente la mano.
cuatro, un episodio, un personaje, una
escena accidental siquiera, que significa- 1900.
ran, por contraste, la apoteosis de la vi

A ANATOLE FRANCE
Discurso pronunciado en el banquete ofrecido a Anatoíe France,
a su paso por Montevideo, el 16 de julio de 1909
:
Ilustre maestro: del espíritu, un vasto y único escenario,
Un pueblo joven, que aspira a orien- donde se difunden, del uno al otro extra
tal* su espíritu en dirección a las nobles mo, la voz propagadora de verdad o be-
superioridades de la inteligencia, flor ex- lleza y el coro de simpatía y entusiasmo
quisita y tardía de la civilización, saluda que responde a esa voz y la multiplica.
en vos al embajador glorioso de esa pa- Las naciones latinoamericanas, últimas,
tria universal, que,: por encima dé, las por su poca edad, en incorporarse a esa
fronteras y las razas, forman el pensa- grande unidad ideal, componen, dentro
miento y el arte.: ;; de ella, un grupo atento y entusiasta, el
Hermoso triunfo de la.; solidaridad hu- más entusiasta qüizá>,porque¿ lo inspira
mana es que las sociedades vinculadas el fervor del noviciado y porque pone en
por los principios esenciales de una: civi- su atención e interés la secreta esperanza
lización común, aunque; se interpongan
entre ellas la distancia material o las di- (1) Reyles había escrito: «Respetuosa y hu-
ferencias de, la i raza y la lengua, consti-mildemente dedico a; la; juventud dei mi;: país.
tuyan ya, para las altas: manifestaciones este libro doloroso, pero acaso saludable.» v•;f
R0D0.-I9
578 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPIETAS-

de que-surgirán de suseno las voces so- a producir; hemos reconstruido cien ve.
beranas del porvenir.- .: ;;.wt-;i.•:.* ./-Aai; ees los; fundamentos •-. de cultura ;arreÜ
Del pueblo en que os encontráis; acaso tados por el huracán de las ¡: discordias!
sólo había1 llegado hasta vos,:: en ¡ rumor hemos! tendido, en una palabra, a la | y ¡
apagado y confuso, el -eco.de-slasi discor- concia \ fidelidad:: inquebrantable, "de • J
dias1 civiles; qüe¿ renovándose con porfia- planta: que, arraigada: en; sitió. oscuro ¿ j j
do encono) han dado tan claras pruebas rige ¡sus-famas anhelantes hacia el ||ef
de nuestro • valor como dudosas de nues- quicio por donde penetrá> pálida ylyjS
tra madurez políticas Este ha sido • ante casa/ la claridad; del día. Y; bien: : .e s ¿
el mundo el testimonio.' de nuestra exis- conciencia de IOSÍ deberes de la civij]2a,;
tencia; ¡Testimonio-'••demasiado violento; ción, este sentimiento de dignidad.^;
sin• Hüda! Pero nosotros, que. queremos lectúal; que, a pesar.-.de todo, ha-^ijMi
la organización y la paz, y que marcha- en nuestro espíritu, es;lo que nos-aSe.'
mos definitivamente, • y con fe: profunda, gura: que el triunfo i. será nuestro e!f|É
á conquistarlas;!ño nos¡avergonzamos ni lucha con los fieros resabios del pasáis
nos desalentamos por esos revoltosos co- Ceci tuerá cela: esto matará aquello; y
mienzos, porque sabemos; que ellos: son, ya está cercana; la hora en que eliígj
en los pueblos como en los hombres, la heroico del poeta no pedirá más al -pas^í
condición de la niñez. Tuvimos el arran- jero, con airado gesto, «pólvora y balas»'
que atrevido de optar por la libertad; ha- sino, que aceptará, sonriente,; de susináf
cemos-su duro aprendizaje: tal es nues- nos, la flor delicada y; el: ave.. melodiosa
tra historia. Y como entre las cualidades símbolos de = belleza.. y ; mansedumbre.
excelsas de vuestro espíritu pensador •: En su obra lenta; y • penosa. de • cultura
cuéntase la de la comprensión amplia y estos pueblos de;.América han sido:vfo¿
generosa, que mira de lo alto y llega zosamente, hasta hoy, tributarios del es!
hasta el fondo" de las cosas y de las al- píritu europeo. El faro orientador que
mas, sabemos ya que aplicáis a nuestra razas predestinadas fijaron, hace niillaj
indómita inquietud, tan duramente; juz- res;de:años/en las costas del Mediterrá-
gada de ordinario, ese criterio de bene- neo, azul y sereno, orlándolo con las cim
volencia y. de esperanza.(¡, ,. ^t^y-víV? &.•:& ¡dadeS; creadoras, de- -la:; civilización,-per*
Podría personificarse; el genio.; de\ esta manece. aún, allí,, sin que otra luz-háyj
turbulenta América latina, tal como se eclipsado sus fulguros. Somos aún- effi
ha manifestado hasta hoy, en aquel beli- ciencia y arte, vuestros tributarios; .pero; :
coso hiño griego qué* el poeta; de las los somos con el designio^ íntimo y: pefl
, Orientales imaginó5 entre las ruinas calci- severante; de/reivindicar la; autónoma ú |
nadas de • Quío, después de pasar el inva- nuestro pensamiento; y hay'ya presagio^
sor, y que, preguntado portel :pasajero que nos alientan a afirmar^ qué:--vfflí8f
sobre • la-1 prenda qué lograría contentarle rumbó a ella, i Aspirando- eficazmente^
~flor delicada; sabroso fruto o ave me- alcanzarla os demostraremos á ;los; que.
lodiosa—y contestaba; pidiendo, con ade- ejercéis desde vuestras cátedras ilústfll
mán heroico^ «pólvora- y balas»; «Pólvora el=': magisterio de nuestra culturaj que he-
y balas» hós'habéis oído pedir, aquejados mos aprovechado vuestras ;
lecciones vv
!
; !
de fátal é inaplacable deseo. Pero lo que vuestros ;-ejemplos; Consideramos^ fif
1
á^6?^a 'ebj&odfai^^Uticiéntémente «i és americanos: que-nuestra
$?
; :
emancipac^

quéy á pésár del- vértigo que nos ha arre- no está terminada con lái independen^
batado, y aprovechando las treguas pre- política^ .y 1a '-obra en que: hoy- esforladl
carias í.y> luctuosas, ¡ hemos, aspirado, con mente trabajamos^es* la de eorñpIeíá|í|
inces'anteí y; ñor siempre estéril afán, a. sa- con nuestra emancipación espiritual; :
Os
:
:, i
ber, a cOmprenderi a admirar; y también escuchamos': y '•> admiramos, pues-: ái vS

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OBRA ORIGINAL—Ó:.: EL -MIRADOR DE :PROSPERO,^A;;!ANATOLE FRANCE 51$

oíros,- -los maestros: lejanos,; no': como el somficación;.. literaria.¿ La imás =:alta,-^.¡;lá-
siervo ¡que b a • abdicado sui personalidad, ¡ más típica: No; por yáno; capricho pstenn
ni como el hipnotizado ¡ que tiene su per- tais como nombre; vuestro: el nombre de
sonalidad inhibida,; sino como el alumno : vuestra. nación. La^representáis en las
reflexivo y atento;=para quien la: palabra cualidades.. más¡ • características.;dé:. su.; . in-
magistral,.lejos de ser;yugo:que oprime, : teligencia y;;de-.su>sensibilidad.; ^uestrp
1
c s por el contrario, impulso y sugestión pensamiento es como la flor preciosa y
que estimulan a investigar y pensar por leve en que concentra su escogida esencia
cuenta propia. ., . la savia espiritual de una raza. Si como
Maestro; representáis entre .nosotros.la ;;escritora' tenéis la gracia del estilo, como
patria universal del pensamiento y el ar- filósofo: tenéis un género de gracia aún
fe pero representáis también una patria más raro. y difícil: tenéis la gracia .del
¿«5 concreta y definida: representáis él pensamiento. Veis el mundo al,'través de
espíritu de Francia. Acaso no imagináis la ironía, pero la expresáis jpor una son-
;tqcla la vibración.desamor y; de entusias- risa tan fina y tan. dulce c[ue ella pierde
jgg que ese nombre despierta en nuestra toda su crueldad. Vuestra ironía vale
mente y en nuestro corazón.. Cuando sq tanto como él| entusiasmo. Es aquella
lilla de Francia, no podemos hablar Có- amable y piadosa filosofía dé la buena
m 0 extranjeros. En el raudal. de• sus sonrisa, qtte se traducé en una inagotable
í^eas'; hemos, abrevado, de . preferencia, indulgencia para todas las_ debilidades
nuestro espíritu;.con los ejemplos 3e su humánás> ¡en un vasto perdón para todas
historia hemos, retemplado constante- las miserias dé nuestra naturaleza peca-
mente nuestra^ admiración; del heroísmo dora, para todas las vanidades de nues-
y nuestra; pasión, de ¡la libertad.' Nos he- tros sueños, Enseñáis a dudar, pero de-
lios habituado—con justicia, sin chidá-r- rramáis un óleo balsámico sobré ía duday
a representar en.. su, nombre cuanto hay porque ensenáis también a comprender
de niás noble en la criatura Rumana: lá y tolerar. Salimos dé Vuestra cátedra sin-
claridad de la razón, el. sentimiento del tiendo qué, a pesar; de todas las ilusiones
derecho, la belleza del arte, la generosi- de nuestra inteligencia y de todos los
dad del sacrificio. Vemos en ella la su- enigmas dé nuestro destino, és hermoso
prema florescencia de esta alma latina ser justo, es hermoso selr sabio, es her-
que vela, en los siglos) sobre¡el mundo, nioso ser bueno. La admiración que os
para mantener, sobre los desbordes de consagramos está mezclada de afecto y
la fuerza y sobre los incentivos de la uti- agradecimiento....Y.( aunque nada más ex-
lidad, la enseña augusta del ideal desin- traño, ciertamente', a vuestra naturaleza
teresado. En nuestro culto de la histo- intelectual que las jíneas rígidas y auste-
ria) en nuestra figuración del porvenir, ras del apóstol bien puede decirse que
en lo mejor de riuéstm pensamiento, erí en tierras como; estas por donde pasáis,
lo más íntimo de nuestro corazón, vive y dónde los caracteres y las pasiones sue-
alienta el alma de Francia: musa, sacer- len tener lá aspereza bravia de los bos-
dotisa, conductora inmortal, vibrante dé ques vírgenes, vuestra literatura es pro-
simpatía como Antígona, bella y fuerte a pia para ejercer, sin proponérselo^ un
la.vez como Atenea Victoriosa.; - ; r,--Vlj verdaderp: apostolado: el apostolado de
Y ese fascinador espíritu de "Francia lá tóiérahciáV die íá Benevolencia y de la
que, en su manifestación de arte, es gra- delicadeza, dones supremos de la civili^
cia, proporción, gustó exquisito, claridad •zaciómü. <:!$ll::. SJJ>. nubs'^nivíí' ¡úhu>i& = •:•;.
de ideas y-de formas;-=.= ese respíritu que J Maestro:sínO podemos ofreceros^> riada
encarnó . en Montaigne\ [ en Voltaíre, én para* vuestra; gloria,< porque vuestra gló^
Renañ/tiene hoy éri>vos su más[ alta per¿ ria está completa; -y*porque/ rudos; traban
580 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

jadores de un suelo que és; necesario des- la simpatía; la simpatía que: quedará, co»
brozar, no hemos cosechado todavía las mo huella indisipable de vuestra presea
flores con que sé tejen las guirnaldas ciaren la memoria-de un pueblo :QUe
para las frentes elegidas. Pero os ofrece- marcha al porvenir con la aspiración <3e
mos, de lo íntimo de nuestro corazón, ennoblecerse por la virtud de las'ideas
algo más suave y sencillo que la gloria: y por el culto de la belleza y la verdad.

MIRANDO AL MAR

¡Cuánto muda de color el mar inmen- allá, de la región de lo leve, de lo vago


so!... ¿Quién habló de la monotonía del de lo inaccesible...
mar? La dura tierra sólo varía en el Tengo la imaginación hecha de tal mo-
espacio; el mar cambia y se transforma do, que toda apariencia material tiende
en el tiempo. :AÍlí/donde hace un instan- en mí a descifrarse en idea. La Natura-
te tuvo una fisoñomía> ahora tiene otra leza me habla siempre el lenguaje'^dei
diferente. Esa inmensidad es un perpe- espíritu. Observando desde la playa esto
tuo devenir, sin punto de reposo, sin ve- que ahora apunto, yo pensaba en ese
leidad de fijeza. ¿Qué gama como la ga- otro mar, extraño y tornadizo, que es la
ma de sus sonidos? ¿Qué paleta como multitud dé los hombres, y pensaba lue-
la que le surte de matices? ¿Qué imagina- go en las mil cosas ligeras, aéreas, idéa-
ción más rica en formas que la ola, nun- les, que flotan a toda hora sobre el roar
ca igual a sí misma?... Yo quiero que de- humano, allá a donde no alcanza la furia
tengáis el pensamiento en un aspecto na- de sus olas: concepciones de almas ilu-
da más de esa variedad infinita: en la sas, candideces de almas puras, ensue-
mudanza del color. ¡Cuan maravillosa- ños de almas bellas... Y me producía una
mente cambia de piel el monstruo enor- suerte de embeleso considerar que basta
me! ¡Y qué raras invenciones de tintas a veces el toque, leve y sutil, de una dé
las que saca a luz sobre el lomo, ya cres- esas cosas delicadas sobre el lomó dei
po, ya sumiso! Para estos cambios suele salvaje monstruo inquieto, para colorear-
bastar uh instante: lo que se tarda en lo de nuevo en un mstante, para que
quitar la mirada y devolverla; y ¿qué es la muchedumbre—la formidable fuerza
lo que obra en ellos como causa? ¿Qué real—se rinda, como la cera al seíío, a
es lo que colora de nuevo, y de improvi- la todopoderosa debilidad de una pala-
so, la sublime extensión? A menudo, sólo bra del poeta, de una promesa del visio-
una nube que cruza por el cielo; sólo un nario, de un jay! del desvalido.
rayo de sol que, rasgando el seno de las
brumas, toca el haz de la onda; cosas de 1911.

LA TRADICIÓN INTELECTUAL ARGENTINA

Aquella generación que llegó a la ju- quien todos los refinamientos del gusto:
ventud bajo las sombras de la tiranía de todas las delicadezas de la sensibilidad
Rosas trajo, entre los maestros de su gru- literaria, se concillaban con la aplieaeíón
po intelectual, un espíritu ático y fino en infatigable; y nimia del investigador^ Te-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—TRADIC. INTELECT. ARGENTINA ¡jjjjj

nía además—y he nombrado a Juan Ma- I tiempo, yo procuraría mostrarlo en la


fia Gutiérrez—la intuición del pasado, el vinculación estrecha y constante de lá
precioso secreto de devolver el movi- obra del escritor y del i poeta con las
miento de la vida y el color de la reali- ideas, los afectos y los intereses de cada
dad a las cosas muertas. Favorecido por jornada de la existencia nacional; Toda
tan altas dotes, escribió sobré la historia aquella literatura es milicia y este ca-
literaria argentina páginas que se leerán rácter permitirá afirmar, acaso, al histo-
siempre coninterés y provecho, y algu- riador que la abarque en su conjunto, no
na entre ellas que seduce por el encanto su superioridad artística sobre la ; dé
¿el estiló y por la animación dramáti- otros pueblos de América, donde se tra-
ca> como una resurrección histórica de ba] ó más pulcra y serenamente la for-
Xaine.:.v;.;'; . .l'•'-:'"lr:r •í/r- ''í f "'v ma, donde hubo ambiente más ático
Desde entonces nadie ha renovado con para la producción del todo desinteresa-
tenacidad y amor suficientes para con- da; pero sí que fué una literatura • más
tinuar tan luminosas huellas el estudio de acción y más de ideas, J
de los orígenes del pensamiento argenti- Crecía i el pensamiento argentino> cuan-
no y de su desenvolvimiento paralelo al do la independencia le puso en aptitud
<je las energías de lá vida activa y del de manifestarse con sinceridad, del- pre-
progreso material, hasta la definitiva cedente de una cultura literaria formada,
constitución de la nacionalidad. Nadie ha dentro de la tradición de la colonia, co-
mostrado gran empeño por que en este mo la había, con arraigo dos veces secu-
campo de las producciones del espíritu, lar, en el Perú y en México. Pero la au-
más fácil dé cuidar que los de aquellas sencia de ese precedente fué para él un
actividades que no son, como él, patri- benefició. Así como, en la fisonomía so-
monio de unos pocos; se mantenga la cial, no se vieron en las colonias del Río
^continuidad, el espíritu informante de la de la Plata los rasgos cortesanos que, en
trádibiórii ya jjerdidó y disüelto en otras otros pueblos de -América, opondrían re-
manifestaciones de la vida, descaracteri- sistentes relieves al cincel de la Revolu-
zádas en toda ésa parte de América por ción, al ser transformados en lincamien-
un cosmopolitismo sin crisol y sin norte. tos de nuevas democracias, así en el uso
la?tradición podría ser, sin embargo/ y de la palabra y de la pluma no existía el
limitándonos ahora a lo que se refiere a hábito de la producción huera, ñcticia,
ja actividad del pensamiento, una fuente única conciliable con un régimen de
¿e inspiraciones fecundas que, armoniza- opresión y aislamiento al que se agrega-
das con las influencias legítimas de inno- ban los viciosos influjos de la decaden-
vación, darían por resultado el mante- cia metropolitana. .-//•...:-...:'A.V.-.-' KO.
nimiento de ••• una originalidad nacional Las más remotas manifestaciones del
dotada de fuerte energía asimiladora, pensamiento argentino se; anticipan en
con la que imprimiría sello propio a pobos lustros al día de la; emancipación*
todo lo nuevo y extraño que adquiriera. y esas mismas no son sino notas disper-
El encadenamiento, la unidad sucesiva sas y triviales, que sólo se dignifican y
de esa tradición, • se perciben fácilmente acuerdan en una expresión b armónica
desde la época en que clarean los albo- cuando llegan las vísperas de; Mayo. En-
res de la inteligencia argentina, hasta el tonces, las páginas de los primeros perió-
término del largo proceso de formación dicos, movidas por una vaga repercusión
de la nacionalidad; Y si se pregunta cuál de la tempestad de ideas que propagaba;
es el rasgo dominante que reúne en una del otro lado del mar, el huracán revolu-
expresión característica las manifestacio- cionario, reflejan un interesante estímulo
nes literarias de tan dilatado espacio de de curiosidad y animación intelectual^
582 -JOSE-: ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Comienza a: delinearse: el esbozo de una presentación de ¡os Hacendados, que es


producción literaria. Esta literatura prin- ¡la tarima;sobre qüe¡ se afirmó muy lueg&
cipiante, infantil, en que lo•. transparente lá tribuna déla Revolución. ; ;
del alarde erudito, la excesiva e ingenua I -! La gigantesca iniciativa de; Mayo, no'
facilidad de entusiasmo, y el remedo in- bien se produce, se; levanta sobre la m£
experto de. la-aparatosa retórica qué dar terialidad del; hecho, con un.:programa-
ba entonces el tono del buen gusto, nos consciente, en el que la difusión. efe;|§|
impresiona - hoy como., un, certamen dé luces y el anhelo de adquirirr, todas ..'ja¡¡
colegio, tiene un sentido MstÓrico que la formas. intelectuales de Ja ¡ civilización„el|
ennoblecey;-levanta extraordinariamente tran como elementos.preferidoSi.Ehff
sobre•; su I valer ¡ jde realización artística. trágica solemnidad del primer, monientóí
Es lá venerable: literatura¡de losi.versos: ¡cuando toda la atención del espíritu'.,^;;
de Labardén, de los- artículos de :Vieytes, : bía. parecer- insuficiente,, para, ;dirigírrj¿^
de las-memorias-consulares s de Belgrano; acción marcial, y todas,las fuerzas esca-;
Y toda ella manifiesta tan • intensamen- sas para ejecutarla, la;íunta;dé:gobieni0
te la^ambición generosa de: saber>v la lio- resuelve con inoportunidad, aparente
ble ¡impaciencia en el ejercicio; del ¡pensad —que se convierte/para, el. juicio pósmí
miento propio, la; intuición y : él • sentid mo en la más alta y significativa aporní-
miento- dé las:responsabilidades; que trae- nidad-nla fundación: de, la Biblioteca pu-
ría consiga:; la obra de^tm; futuro inme- blica. Y esta confianza,-enaltecedora; e||
diato, que yo no la cambiaría, cómo pun- la-.eficacia ;de Ja i cultura, y de'la instru¿
to de i'arranque;de una tradición- intelec- ción; popular,;;: sjgue; iluminando,: irivaiial
tual/por la : biblioteca varia y-copiosa, blemente, en;:medip,denlas borrascas dé|
que la; Salamanca mexicana, de. Ruiz-de' entusiasmo y el,peligro, la. marcha • dé
£eón y la- Bizanció limeña de Peraltar y aquella revolución azarosa,, • «
Barnüevo habían acumulado, ¡con .sus c Buenos Aires ¡ mantiene, con sus tribu-
propios^ autores; én. dos siglos,¡de litera- nos; ¡con sus:publicistas, con sus poetas,
tura góngórica y vacía, pomposa máscara la i propaganda, el pensamiento, eí'j ner-
dela*inanidad del;pensamiento,; !,-; vio.; de: civilización: y cultura- de la Revo-
'•• Guando la vida monótona y pálida delución, ¿mientras* con no menor grandeza"
la- colonia,experimenta por primera vez sin.duda, la guerra de los campos, que á
liria í conmoción capaz ¡ de • engendrar altaI los orientales ;tocó; principalmente, reprej
poesía^ inflamándose: en: él -¡sentimiento sentar y abanderar); complementa-y recti-
•de resistencia • a.:un .invasor. extranjero, fica la •magna: obra con ei empuje, de | É ¡
levántase un: tanto • el¡ vuelo-mediocre; de energías instintivas* Para la eficiencia de
los versificadores, y el lenguaje.•; de las aquel alto ministerio social, >bien puedej
proclamas alinea • en cláusulas palpitantes decirse que no fué inútil ¡la palabra ala^á¡
-de vida los tipos de aquella impi-entár de del poeta, que; entonces, en la/Améne|
Expósitos'i-que- dio) publicidad :a! todos estremecida;de unoi.ajptro extremo jgj§
estos n memorables y ^candorosos r balbu- el impulso reyQluciqnario, como. en;jEüi||
ceos. Y cuando la hora suprema va a so- par-donde la resistencia a Jas conquista!
nar; cuando el; esfuerzo triunfante de da napoleónicas;reanimaba jaconciencia"Sá|
Reconquista ha servido de gimnasia: he- cional de los; pueblos-^ volvía a ser>}£c§
roica para: preparar las voluntades y des- mo enlos tiempos;heroicos,,el verbq d|{
entumecer- los brazos, el pensamiento • de alma colectiva» »arnr^
la colonia, sobreponiéndose, en un arran-
que audaz, a sus tentativas inciertas, se ¡ No es su valer ¿de arte, < nunca ¿tí jjgljjjg
remonta a la-plenitud? del; raciocinio i vi- vez superior, iQ-iq^ir^)^,^!^^^
ril y. de la i exposición maestra con la Re- argentina de esj^rptfw^ih^lM^^
produjo, nada, que: pueda•: resistir:iparaj|

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OBRA ORIGINAL.—6:•<M -MIRADOR: DB PROSPERO.-^TRADIC.'. INTELEC. ARGENTINA 583

*ón con: la alteza lírica de ciertas ráfagas ción escrita y i oral"; de las : ideas adqui-
ie Olmedo; ni el con el clasicismo primo- rió de ello: superior;. importancia. Pareció
risO'--del; cuadro? ¡ de: i naturaleza, tropical entonces-revestir, formas reales en la vi-
^ue Bello trazó,: rescatando en él la pa- da de un pueblo aquella imagen de una
lidez de los colores- por- la maestría del cultura intelectual vivificada por el sen-
dibujo; ni con el grito -del alma > que timiento cívico y la~ austeridad republi-
anunciaba en los versos tormentosos de cana; por la dignidad, de lask costumbres
gerediá*—inquietos ya bajo el entono de ypW seriedad de las inteligencias,i: qué
[a máscara clásica^la proximidad de una liabía soñado para el porvenir, cuando
poesía nueva por- el sentimiento y por la las pasajeras esperanzas del Directorio,
forma. La condición superior de la poe- el alma apasionada •• de.madamé; de Staei>
sía^ argentina dé aquel tiempo está en Toda manifestación^ del espíritu conver-
p e ninguna otra sostuvo, en América, gía al centro ideal que fijaba; aquel plan
yn comentario lírico tan asiduo: y: cons- superior de gobierno.: Adquiría el perio-
tante de la acción;. revolucionaria, i: con dismo político las formas cultas de; la
¿us encendimientos y ¡ desmayos; con; sus impersonalidad y la doctrina^ La tribu-
Iriunfos y derrotas, desde el himno de na se dignificaba al par de él. La instruc-
1813 hasta los cantos de Várela, de Lafi- ción quebrantaba el molde colonial: de
|úr y de Lucaj;;Aquella: poesía que hoy las viejas aulas de: San Carlos^para ¿im-
sentimos tan ;poco -y consideramos tan pregnarse^ de ideas :inueyas. ¡Y, la expre-
artificial y fría, en su tiempo fué ; verbo sión literaria, enaltecida por aquel her-
palpitante, fué- súgestióní eficaz. El pro- moso • y altivo sentimiento de los pro-
pio clasicismo solemne de: sus formas no gresos humanos que había inspiradora
era sólo un amaneramiento retórico. I El la; poesíardeL siglo^xviiieL.Hermes de
sé-relacionaba: con las inspiraciones;más Chénier y: que vibraba: en lasrodas civiles
íntimas del genio: de la Revolución-ame- de Quintana; cantaba con Juan Cruz Vá-
ricana, modelada, como la francesa;; en rela las Geórgicas dé la tieiTa fecundada
la evocación de las sombras del civismo por la paz.'Penetradas del mismo espíri-
antiguo. Recuerdo que don Vicente Fidel tu; -hasta' -las-;formas• exteriores;: y usuales
López dio alguna vez luminosa idea de de la sociabilidad desplegaban una ele-
esta influencia real y honda del modelo gancia áulica, que, sin quitar a aquel en-
clásico, que no domina sólo en las for- sayo de republicanismo perfecto su sello
mas de la poesía de la; Revolución; rsino; de severidad; genial> modificaba, en este
también en la marcialidad de sus hé- rasgo también, la fisonomía de la co-
roes y la actitud estatuaria de sus • tri- lonia.^ • sv.v.s y
bunos.
La generación que estaba en la infancia
La intensidad de la tendencia de cultu- o. en la primera juventud, cuando, así
ra y••' dé • noble; idealidad; que;: había:; movi-fructificaba la obra de la que; la había
do, desdé él primer'instante, el espíritu precedido/ ofrece en sVr figuración;^histó-
de la revolución de Mayo, se comprueba rica ejemplo de esa misma vinculación
plenamente cuándo, llegada1 ésta; éón el estrecha [y constante entre ;el: •pensamien-
triunfo a edificar sobre: lo! queVhabía tóí".!y! lá/ádcióh-:Ella';hizo lá:^guerra a-la
destruido, produce el breve pero ma^Eíí- formidable tiranía; :coríía "palabra de sus
^n'co,-fíbrecimientó '":qüense\ personifica en escritores y el canto de sus poetas. Ella
Riyaáaviá. Acásó/eh! tá historia de Ámé4 identificó sus1 entusiasmos/literarios con
rica, no haya ejemplo de un período dé stis propósitos'dé> régeharációir;política
gobierno en que las ideas hayan ejercido bajo : la•• ensena :;glÓriosa d£! aquella: Aso*
fuerza tan eficiente'e imperiosa' en la di- elación de Mayo, de donde ;; surgieron^ •&
rección ae la sociedad. Y la manifesta- Iá¡ vez :ía%íciátiváj poética' dé{£a - Cautiva
584 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y: lá idea de organización nacional que ¡ desenvolvimiento; no parece muy- lejano


debía prevalecer sobre los odios de ban- de la edad de plenitud viril de'losV:pu¿|
do de la época. Ella dio su obra de ma- blos para que las manifestaciones de su
yor arranque genial, la más alta y dura- inteligencia y su carácter tengan .ya .un
dera nota de su literatura, en un panfle- interés que afecta a la comunidad de¿la|
to caldeado por los entusiasmos del com- i naciones de su origen, y para que i en to-
bate: el Facundo, que siendo para la das ellas merezca ser estudiada/entré
posteridad, principalmente,- un libro de los factores del porvenir, i la posible i^,
historia pintoresca,: un cuadro de admi- fluencia de/ su espíritu.:pj;
rable color americano, fué ante todo, en v El pensamiento, la palabra, la;p3urna|
el propósito del autor, la denuncia de la han sido, pues, en las grandes épocas, de
barbaries de:ila tiranía y el: golpe destina- ese pueblo, fuerzas positivas quechag
do- a conmoverla. Ella hizo más; aún: mantenido = la ; perseverancia de su civi\í>
cuando salvó, proscrita en sus hombres zación en un derrotero de altivez e idea-
representativos, las fronteras de la pa- lidad. Esta condición tradicional obíigd
tria, aportó a la libertad y, \ á¿ la cultura como todo timbre^ de nobleza. La energí|
intelectual dé otros pueblos un concurso de las generaciones jóvenes tiene un pre-
que podría relacionarse, como signo de cioso estímulo en la necesidad de córifírl
una persistente vocación nacional; con el mar ese noble rasgo del pasado; y glq.
que el genio expansivo de la Revolución ría de i ellas sería dejar- demostrada-:;s|
de 1810 había llevado a la: causa: de la permanencia característica; su persisten
emancipación, en •: lejanas -latitudes de cia en lo intimo; impidiendo que él se
Américáy^-i./.i'fñxá y\y -ohw-:- :•/••;•; desvanezca y confunda;en: la vaguedad
:
Nunca será inoportuno insistir en traer del cosmopolitismo invasor, corrió u¿;
a la luz estas tradiciones de la cultura perfil augusto que se apaga en una vie-
argentina. Sería bastante por sí solo el ja, moneda por el: codicioso roce de las
rango que en la civilización y la riqueza manos;-•••* rkv:-. ,u\. .
•de: América está reservado necesariamen- ' ' • : ' ' ' ^ ' " • • ' • ' . ' : "'''• '•'.'.''•'''' ''•."•;•'.• . • ! ' ''"'" "• '"••'•'.^.%í
te, a ese gran organismo nacional, cuyo | i-::-::-! :)p-a :::•;, ? í : f í r>i :v,: :; •;. " ¡ .1903. :

EN LA ARMONÍA, DISONANCIAS
De una carta a Alberto Nin Frías-.I;-i'-:;; ••••:;¿;.

desnudas; mientras que yo me atengo.a


:Lá labor; intelectual de usted me inte- las palabras de Juliano, que usted cita en
resa tanto más cuanto que me ofrece, a su libro y que Ernesto Renán, moribun-
menudo, ocasión de ejercitar mi pensa- do, murmuraba en el delirio de la aguí
miento, familiarizándolo con ideas distin- nía: Que salga el sol del.lado del Parte-
tas de ;la§;- que•..-..le: imprimen sello,¡y ca- non... Pero nuestros espíritus se acercan
más cada día; convergemos; a un misino
Nuestros puntos de partida son; dife- término; porque toda grande ruta ídeajy
rentes, casi opuestos. Usted procede del no importa cuál sea,- lleva en dirección a
protestantismo, yo del helenismo. Usted la armonía, a la amplitud, a la compren-
espera ver salir el nuevo día de las bi- sión dé'todo lo tmeno, a .'.la; amistad con
blias sin notas, délos templos de paredes todo lo hermoso. Un culto de que ambos

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OBRA ORIGINAL—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—DE: LO MAS HONDO 585

somos: fieles nos reconcilia .especialmen- vida muy monótona y triste, donde, al
te: nuestro culto por Taine, que supo cabo, la discordia renacería del seno del
unir en su gigante alma el amor de Ate- fastidio: nos pelearíamos entonces de ¿ra-
nas : y • la admiración; de Inglaterra.! r ro ..fastidiados*
por mi parte, a: medida que vivo, sien- Su nuevo libro viene Heno de ideas-
to mi espíritu más amplio y más sereno. Hace pensar; hace sentir. ¿Conquistará
Vinculo mi alma a nuevas cosas bellas. usted con él muchas almas para su tierra
Venzo nuevas limitaciones dentro de mí santa y sus profetas? De. eso; no estoy
niismo. Veo dilatarse, con nuevas y sin^ seguro...:- : ! • -/::
giilárési perspectivas,? el horizonte de la De lo que sí estoy seguró es del aprecio
contemplación qué ambos: tenemos por que tengo por SU:talento; de íq.mucho
suficiente objeto de la vida... ¿Ha olvi- que me complacen y animan su entusias-
dado usted a Thomas Graindorge? mo, no| vano, sino equilibrado y conscien-
Tendemos, pues,: a la armonía; No de- te; la tendencia reflexiva y severa de su
seemos, empero; convertirla en identifi- espíritu;:: su perseverancia;: el temple; dé
cación que anule toda peculiaridad indi- su naturaleza intelectual, sana y fuerte,
vidual,; toda diferencia. Reservémonos del como educada en país de robustos y te-
fondo de nuestras ideas algo propio e in- naces trabajadores.
pclinable>: con que; se sustente; el placer Su labor de usted, tan sincera,. tan pro-
•xjg la contradicción. Las divisiones con- gresiva, tan noblemente inspirada, mere-
tienen, dijo ya San Pablo/ a uuien usted ce citarse como: ejemplo. Si yo tuviera
debe de reverenciar, porque fué, portel autoridad para indicar ejemplos, la indi-
espíritu, una especie de protestante pro- caría como tal.
fético. Sin alguna discordia y contradic-
ción, la vida del pensamiento sería una 1904.

- •

DE LO MAS HONDO
' Colección de poesías de Emilio FntRoni

No ha mucho tiempo que procuraba admiramos aquella facultad del poeta ín-
yo expresar, a propósito de un libro de timo, j Honda -: y¡ delicada;. voluptuosidad
versos, la ; sensación que produce en la debe ser; la de vivir; perpetuamente su-
mayoría de nosotros la comunicación es- mergido en esas aguas seienas, y lle¿ar a
piritual con un temperamento lírico sufi- hacer así del propio corazón un alga rara,
cientemente dotado de vida y fuerza inte- que, siendo cosa viva, parece: flor de arti-
rior para limitarse; a buscar sus inspira^ ficio o extraño adorno,:compuesto-; de. su-
cionés en ellas,; sin: abrirse; a la repercu- tiles, encajes!; Los demás sólo disír^íamos.
sión dé; lo exterior y colectivo. Aquellos por excepción dichosa,.tal.cual;f%.i:M ;
que tenemos dispersa entre las cosa del manera; de regalado -convite p: paséó' én^
mundo una buena parte deLalma^y rio cantador, los halagos de esa absorciones-:
podemos acariciar por mucho tiempo las cogida; pero en el poeta intimo ella nos
dulces emociones de la concentración sin parece única y constante.
que nos inquieten y sacudan los hilos es- Tengo ahora ante mí los originales.de
pirituales que nos vinculan a esas cosas un nuevo libro de poesía, casi exciusiva-
de afuera, envidiamos aquel privilegio-y ! mente personal,, ensimismada, dulcemen-
586 JOSÉ ENRIQUE'. R O D Ó L O BRAS COMPLETAS i

;
te egbistty y fuella 'impresión -senrepro- mático y de ladmitación descriptiva. Con-
clüee/ :ps& reproduce más •intensa, jorque cedamos rai^qüé/;por ció;-que itoca a :1a
me/ sorprende 'sumergidoj del todo • en ^un expresión:entdnada¡.ideólos?:grandes
1 l
afec-
gran clamoreo de voces exteriores,; que tos colectivos ,; -quepan>.- i sin inferioridad
acálk el! rumor de las profundas ¡yj sumi- i dentro "de la;elocuencia, de-"la; ptfosa, eí
sas1 que} cada uno ^llevá-^conío ia;'músic-á himno; ía-imprecación;: el-credo;.de fe; el
de -que hablaba Porcia—dentro de :, SL'- ^ ditirambo •?• y> el; pean-fden victoria;-' Pero
. Libro de intimidad;- • poesía de recogeI aun iéuándOflo• ¡
'porvenir !haya de ser eso;
: :
miento y confidencia. No sé si-habrá la'-formas poética conservará el, imperio
quién, después de conocida la obra, acón- inmutable • de ?lási confesiones del sentir
¿éje-ál áútórqüe ; atienda a lo^que^asa miento ^individual/ :euyo¡ interés; -perecerá,
'en-torno suyo;'que; confunda1-su persona- fatalmente, desvanecido :éni. trivialidad;rj!
lidad dé poeta con la personalidad co- falta dé-sustanciáy r
cuanta^veces;interna
lectiva de su pueblo, o con la de una privárseleí del¡.quid inef'fabiíe-del--ritmo]
'Comunión ideal/ a la que muevan hondos á&ia'hnsteriosaívirtudíque'el.Tdtmo
; :
pone
intereses- humanos,-; Tal hubiera hecho eh^los: ápiees de'*lai'éxpresión- ai la mane-
:
'buena- pútt&'dé • la¿crítica pt/ :stí i tiempo..ra^ como^ < hay;'••vagos; - y.) delicados:iaíoija^
Pero no lo haré yo, qu'é/éh-présencía de cuyo encantóle; disiparías si: se los sepa
un temperamentoj Ü obra- dfe poeta, nun- rase: i del-- tejido v
•; tenue •••y • transparente. dé
: :: v laS' floreS/ de^c^ie-se/exhalán;nno': ;:\ :¿
ca me; hé séritido mclmádo" sino a apre^ -
ciarlos- en sí mismos, tal cual la natura- •> Po* otra;parte;:hay veces:\en>¡que,;a pe
; ;
leza desempeña' en: elios su ley.' Siendo sár'de buscar su ^poesía. dentro • de, sí mis-
••él instinto poético una vocación)-en ri- mo; elípoetaíntimo^llega/a;:ser,ier más
gurosa etimología, esto es, un llamamien- uhivérsal^-casi: diría: él más; impersonal^
to, él poeta sabe bien de dónde procede de todos-los- poetas:.-Sucede esto siempre
para él la misteriosa voz y cuál es la di- que las emociones, los afectos, los esta-
rección que ha de tomar para acudir a dos de alma, que en sus versos encuen¿
ella, sin que los rumbos que le indique- tráfr expresión, no son los excepcionales
mos nosotros puedan darle más; fija y? fe- . de¡ una; naturaleza poética caracterizada
liz orientación. Nuestro deber de críticos por extraña y anómala, ni presentan muy
es limitarnos a juzgardarobra^ealizada, .acentuaba Ja,mance individual que cada
en el campo adonde el poeta nos lleva. i humano corazón imprime al sentimiento.
Y adviértase que es, quizá, este de las Entonces, dentro de los vagos contornos
intimidades1- el! únic6¡ campo'; que1.i la ¡ poe-con que el poeta dibuja ¡la!: imagen dé. Su
sía ' podrá' reivindicar• 'eternamente como vida interior, á todos: ¡nos; parece ver aigo
S&ydiri Si* y o 1 - ^ deMa de Ja propia;;i reconocemos i allí nuestras
forma-métrica es porque no' concibo có- sensaciones' actuales;-' o 1 «-aquellas de que
rnó;séri& pósiblé;;elimihaflá dé^ lá-:e'xpre^ sábemos0ipor^íei'irecuerd0/ío jpor lo [RÉJ
sión clel sentimiento individual, eh lo-que nos ¡nuestras'
:
sensaciones::virtuales y ppsi?
• ésta tiene- de puramente lírico j no • adhe- bles- -:y| és • así" como'%;elegía I de Musset;
rido accesoriamente a la 'descripción o OÍ eliiedefiheimañoVconstituyen una: poé>
i:
aí relato, Imaginemos que la> querella Síá más- á&/'tódb$'¿ i; :
más ^impersonal,, niás
de la prosa y el verso' haya de resolverse cercana' a- ía- universalidad -que un -día
j
• definitivamente de la • manera como- ella •líyiéróft las epopeyas y los cantos deges»
¡está resuelta- con relación a las actuales táj'qüeí'ei' himnO^ Sagrado>fcManzoiiioo
;
•condiciones de ;oportunidad literaria, y la- im^reeáeión^ólítiea V&cRur bier.:: ^
que' persista1; para-siempre la; superiori- -'Intima dé esá'mianerayj'mtíma y gen©
dad-actual de ía primera' como1 instruí M'"a la vez^ por- la -índoles de los.sehfr
;mentó;dé la riá'rrációrv del diálogor3ra* miéntOSíCiüe'iéx^resá^esJJávpoesía de este

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OBRA OSIGINAL.^6: ; : : EL¡ MIRADOR DE i PROSPERO,;—DE LO MAS H 0NDO 587

.hermoso: ¡libro. Las impresiones, las tris- lírica;: La; unidad: sentimental i de esta ? co-
tezas, los sueños, que se dicen de él,< son lección deí: versos < está; en juif.vago;;dejo
de aquellos^ que están en la trama misma melancólico. Sabido es qué; el dolor es
de nuestra sensibilidad y- que aparecen a un voluptuoso ¡..diletíaniisniqi- de;; Ja. ado-
ñuestra: mirada apenas la hundimos ,én la lescencia . Sabido es; también que a la ¡ su-
profundidad azul;••• que- tenemos dentro. gestión de. las.; tristezas • reales^ como, im-
Este género de poesía transparentar co- pulso; generador de poesía, se une enton-
mo el fondo de su corriente límpida,.la ces, en el dolor imaginado, algo.de. ese
identidad5 fundamental.:de nuestras• ¡al- hechizo.de misterio: y Ueyenda: que-; tie-
mas. En cambio; aquefc-no menos legíti- nen,' para el¡, alma sedienta ;:de; aventuras,
mo, sin duda—enbíqueíei relieve.:de la las tierras, raras,-desconocidas y.remo-
fisonomía individual s alcanza a la' singu- tas, No hay mucha sombra en, la expre-
laridad y la excepción, hace sensible la: sión de.:. sus tristezas. Diríase; que entre
idea de la complejidad infinita de. que es; el: sentimiento y la expresión, deja pa-
capaz ^nuestra naturaleza,/ a; pesar; de-.esa sar—siguiendo \::xta.\ •. consejon •.magis'trál^el •
fundamental: identidad. -Pertenece, a i este tiempo ¿necesario; para contemplar en la
.ultimo:género- lai: mayor intensidad::de. perspectiva del alma, con mirada serena,
ijbmhiio ^ obre •• cierto -número ; de Y almas, la; elegancia de las tristezas apacibles o
tdistintas para;; cada?;poeta,;; y que éste; ;dé las emociones de: amorj o,el desfilar
agrupa a su alrededor por afinidad electi- de los sueños, como nubes, o un. vuelo
|á;, pero el * dominio más; extenso; es del dé recuerdos,/:como aves ¡:de;'..pasó .que
primero¿^ Gada ¡ uno; siente;: y • admira, enrozan, el horizonte: indeciso, ¡ Pero hay ve-
W proporción eii que es; capaz .de iden- ces, en que- la. intensidad del sentimiento
tificarse con el objeto de; su- admiración., llega a la nota de la tristeza apasionada,
(¡Bl: sentimientoojusto^.y ¡ eficaz,:,como lila como sucede en las composiciones, que
plena inteligencia, crítica, ¡. ;de. i una .obra, jllevan por título Mí tortura .y Tus .'£«-
solo! se dan ai condición;;de;. desprenderse; goresí i.
provisionalmente^; el lector.• ó..eB. crítico,; ••.. Dominada, casi exclusivamente,, la. aten-
de-una-parte'.dé -su propia; personalidad,1 ción del; poeta por el interés de lo que
Jára^erabeberse en la. del -poetan jBnnpre-; pasa en su escenario íntimo, poco. es... ío-
séttcia de: una naturaleza• .¡ moral,.: honda-' que ¡ Je preocupa, el escenario de ,1a natu-
mente distinta: de:¡H, suya>j esa.: mutación raleza. Sus rasgos descriptivos: sonhV sin
relativa de • personalidad; • exige¡ de< ellosembargo, verdaderos y hermosos; pero
un esfuerzo,, una tensión de simpatía; que? ellos están ¡ subordinados constantemeñ-
no siempre logra: ponerlos al-unísono, con; te¿; como.; elemento, accidental, ai;.perso-
aquella alma discordante. Pero cuando1 nalismo lírico, y no sólo reflejan la na-
lo qué el poeta;se•>propone:-es desentra-, turaleza al través de, un estado de alma
ñar, del sentimiento de todos, el interés; determinado, sino que señalan; ese modo,
y la virtud comunicativa que lo convier- aún más .-estricto, de. subordinación, en
ten en sustancia poetizable, tal modifica- que la naturaleza aparece participando
ción personal no es casi necesaria, o ella misma de. los efectos del. espíritu
bien es casi insensible. El poeta, enton- que la contempla. Así en La Choza, Pri-
ces, reina sin opresión sobre sus sub- maveral, El regreso y Llanto, de rosas.
ditos. Todo lo que se refiere a la ejecución
Frugoní interpreta con nativa verdad manifiesta encesté- póetáA huevo un senti-
este género universa! de sentimiento, y do: muy fíno de lo plástico y de lo musi-
id interpreta; en algunas'de sus manifes-i cal de su arte. Sabe escoger en el voca-
taciones más hermosas y ^delicadas. To-| bulario poético, y rige con pulso.firme y
ríos suaves y de crepúsculo son los dé su seguro el, movimiento de la estrofa. Es-
588 JOSÉ ENRIQUE RODO»—OBRAS COMPLETAS •

culpé el endecasílabo del serventesio; o sión poética a.los: caracteres de:la for-
de la silva con clásica limpieza, y el ro- ma); a pesar del;paralelismo tradicional
mance se desata, al impulso de su mano, en -el desenvolvimiento de la poesía efe
con la desenvuelta gallardía que recuerda entrambas, desde que.ai sol del Rena-
los escarceos y arrogancias de un corcel cimiento tendieron, como dos velas ami-
de torneo. Para apreciar, a la vez, la de- gas, su vuelo-y apesar, también, de j a
licadeza de sentimiento y expresión, y la proporción considerable en que contrib^.
destreza en el gobierno del verso, que yen el espíritu y; la- sangre de aquel jyfjf
es justó reconocer a nuestro poeta, nada blo glorioso ai la; formación del bronce
más apropiado que la lectura de compo- de nuestra raza futura, sólo como notas
siciones como Súplica,: Tus: pupilas, Re- excepcionales y perdidas pueden señala-
surrección, Fénix, Tus ojos, o aquella se las influencias de". la poesía italiana en
que ocupa el segimdo lugar en los Aleta- la de los poetas de la América de habla
zos y 'á la que el autor no ha puesto española. Por otra parte,.todo lo que ira-
nombre,-Menos me agrada cuando vuel- porte contraponer sugestiones y modelos
ve a los; -metros y al estilo románticos, es una fuerza de originalidad, porque es
cómo;; éñ<: sus esproricedianas Siempre- una fuerza de emancipación, cuando se
VÍVÍÍ5;::- ; ; :
. Í ; :
-' ; ; ; ;mantienen tan; invariables y únicas, rio
-:-- ; ;
•'•'••••••'••'= '•-•.•••••<!••••.:•:'•'•.• !
¡> $

•;' Si sé me preguntase cuál es, de lastanto las fuentes de lo antiguo, sino las
; !

composiciones de Frugoni, la que me pa- de lo nuevo y revolucionario. - - , : ..


Tece mejor y más característica de las Verdad de sentimiento; • elegancia y de-
buenas.cualidades de su estilo poético, licadeza de expresión; :
manejo hábil, y. es-
;
•quizá:optaría por lá Súplica; Hay aquí pontáneo del ritmó: tales son las condi-
^sentimiento intenso y acendrado, belleza ciones con que se adelantan a la; luz las
-de expresión, y él movimiéntb rítmico almas ese 'y
de este nuevo: poeta, que es, en
otros conceptos, uno de los espíri-
da á un mismo tiempo una sensación de tus ;mejor dotados. de su generación. Si,
gracia y de fuerza. La sensación de pal- como el paladín de la leyenda, hubiera él
par el mármol firme y pulido, o de verj de poner en la mesa del hada propicia su
ondear en el aire la espada del brazo homenaje, que debía ser también un sím-
vencedor.- bolo de lo que: el; alma del ofrendador
•';.En está y algunas otras: de sus compo- llevaba dentro, pondría,: no piedras ricas,
siciones, es fácil reconocer el paso ; de tributo de la vanidad; ni ñores, don efí-
suaves vientos de Italia. Me parece lau- mero; sino, como: .el paladín, estas ofren-
dable y digna de ser estimulada esta in- das, cuanto más ¡sencillas, más hermo-
fluencia, que es nueva en nuestro am- sas: un vaso del: agua intacta de un to-
biente.. A pesar de las similitudes de pro- rrente y una^ hoja límpida y flexible de
sodia' y de métrica entre ambas lenguas acero. • •••;vnl:••-,. . .•
(lo: qué importa muchísimo, tratándose
de cosa tan subordinada como la expre- =:••••:!•••• C'i ^p-rñU-,1^:^': :::.;-:M9p2.,

En un álbum publicado en ocasión del Centenario-de Maya


; . • :

/. TúctuTián es de las pocas ciudades Ms-i con ésa vibración^ de idealidad y simpa-
parioaméricanas cuyo. nombre suena a tía, que queda: en•• el; espíritu cuando se
distancia con ese prestigió de leyenda,1 deja repercutir-dulcemente, dentro; de él,

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DB PROSPERO —MONTALVO 58?

elnombre de las cosas lejanas con que El beso transfigurador con que eLarte
s e ha soñado mucho y que ignoramos si toca la frente de la naturaleza \ virgen .y
llegaremos a ver... No es principalmente la deja como hechizada fué puesto: en la
la aureola de los recuerdos históricos; frente de Tücumán por aquellos gruesos
n o es el patrimonio de gloria^ que la en- labios de, primitivo.: que: diseminaron ya
noblece, lo que determina esa sugestión los vientos de América tanta robusta ver-
vinculada a su nombre. Cierto es;. que dad y: tanta estupenda paradoja y: tanta
ella llevará siempre en el blasón:nobilia- desigual,belleza, los labios de Sarmien-
rio de su tradición heroica un título de to. El formidable titán civilizador: tuyo
escogida superioridad, que bastaría para para los encantos de Tucumán una pá-
diferenciarla de los centros de improvi- gina de fragancia exquisita que asoma
sada civilización cosmopolita y mercan- entre las agrestes asperezas del Facundo
til; con que nuestra democracia america- como una flor delicada en medio del ma-
na dilata sus victorias sobre la bárbara torral bravio. Yo no sé si las impieda-
poesía del desierto. Pero, por encima des de la civilización han desgarrado> en
¿é este prestigio de la tradición, descue- torno del Tucumán de hoy, el velo de
ra el de la naturaleza; la leyenda para- inefable poesía con que aparece en aque-
disíaca que, tejida por los relatos y las lla página imperecedera; pero si acaso
saudades del viajero; comunica a quie- fuese así, yo pido a mis amigos; de Tu^
nes la escuchan algo como una nostalgia cumán- que no me lo digan, y que me
de aquella tierra encantada* antes de ha- perdónenla crueldad de desear que su
ber estado en ella. Ni siquiera falta a ciudad adelante poco y lentamente,1.si
está nombradía de- belleza' la consagra- ha de adquirir; su mayor intensidad de
ción de: la página de perenne poesía que civilización a costa dé:' su patrimonio
le de suprema expresión en el lenguaje magnífico de poesía.i. .•; .:••:•>;••;
;ftumano." ';::.:!Í';';•"••-:

MONTALVO

qué lia escatimado en las alturas, y sé


aduerme en la sombra de una vegetación
¡pDonde las dos hileras de los. Andes que colora, con la luz de los trópicos,
del Ecuador se aproximan convergiendo sus jardines de magia.
al nudo del Pasto, reúnen como una jun- En el fondo de uno de esos valles, mi-
ta, de volcanes, sin igual en el, mundo, rando cómo se alzan, a un lado, el Chirri-
por lo aglomerados y lo ingentes. Allí, borazo, que asume en una calma subli-
rivalizando en altura y majestad, el Chím- me la monarquía de las cumbres; al otro,
borazo, el Cotopaxi, el Tunguraguá," el el Cotopaxi, que inviste el principado dé
Antisana...; y la plutónica asamblea se las que.se dilatan al oriente; y más dé
extiende a la redonda por la:vasta me- cerca, y a esta misma parte oriental, el
seta que le. sirve de Foro; pero: no • sin Tunguraguá; en medió de pingües cam-
que, de trecho en trecho> aquella; fierra pos de labor y sotos florentísimbs, cuyas
inflamada,, como anhelosa de dar.-:tregua márgenes besa la limpia corriente de un
a tanta grandeza y tanta austeridad, se riachuelo, prendido todavía a las faldas
abra en un fresco y delicioso valle,.don- de la cumbre materna, tiene su asiento
de vuelca. de.:un; golpe, todas las gracias una ciudad pequeña y graciosa* que Ha-
590 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS .-COMPLETAS

man ; Ambato; Esta ciudad gozó,:••.: désele ratura, con; el fervor, con la; perseveran,
los tiempos : coloniales, cierto renombre cía, con; los respetos y cuidados de u ¿
geórgico: e idílico.: Celebrábanse la pureza profesión religiosa. Al elemento mec-ns-
de sus aires, la delicadezas dé .'sus frutas, cíente, activo i y eficaz en su inspir|¡|¿¿
la abundancia de i sus cosechas, y era: fa- de escritor, sé • amia un._ elemento:^bns-
ma qué en ella amasaban un pan tan cíente -y-- reflexivo, que nutre sus^rlices
blanco- y: exquisito que?en ninguna otra en el mucho saber y en el acrisolado do-
parte lograban imitarlo, ni!aun!cuando minio de su; arte. Este fecundo conj^reio
llevasen; de; allí el mismo agua: y la ha- imprime a; Montalvo un sello ünicoi|omo
' rinai-^' ^llíin-^i :••• ^y^:^-, prosista americano i de su tiempo. Concia
; Alguna vez, sintió caer sobre sí la ga- ción de; toda üteratura americana-Sabía
rra de! vecino volcán; pero pronto resur- sido,: hasta entonces, la discordia entre
gió1 a su; vida de- paz y sencillez bucólica, las; dos: potencias; de que depende la eis.
y : de : esta humilde sencillez no. hubiera tereza y constancia de la obra: la.que
pasado; si no le-reservase-el-porvenir una da de sí la centella elemental y la que
notoriedad más ilustre:que:aquella,;;prir preside avia ejecución perfecta y ^ a ,
mitiva' y candida, ganada con su; blanco d u r a . :. ¡: :V.:-'";'.«f
, ,
;r: •::;-. • :: .:.-¡
::

pan y el;- fruto ¡de • sus -vergeles.: y sus =••; Los dos tipos intelectuales antagónicos
huertas. Habíala señalado .el destino para que respectivamente • las personifican, en
cuna dé uno de esos hombres que enno- su; oposición más... extrema,;: son aquéllos
blecen: el oscuro y apartado lugardonde a quienes puso frente a frente,; cuando
vinieron al mundo, y que atraen sobre la repercusión de: las guerras del roman-
él un interés que no pudieron darle, ticismo, la escena literaria de Santiago de
rodando al olvido, silenciosas, las diez Chile; Sarmiento, poderoso y genial, pero
o las cien generaciones que les; prece- de: cultura inconexa; y claudicante, de
dieron. gusto semibárbaro, de producción atro-
En aquella ciudad nació Montalvo; allí pellada y febril; don Andrés Bello, cíe
reunió en una sola personalidad Natu- firme y armónica cultura, de acrisolado
raleza el don de uno de los artífices más gusto, de magistral y bien trabada; dia-
altos que hayan trabajado en el mundo léctica, pero falto del aliento creador y
la lengua de Quevedo, y la fe de uno de de unción y arranque en el estilo: doctor
los caracteres más constantes que. hayan ilustre a quien si, en verso y prosa, vi-
profesado, en América el amor de la li- sitaba a veces la gracia, no es aquella
bertad^ . ; ''•.C'.,',';¡ ')[.''..[ '" que recuerda, por su divinidad, al don
Si, con la idea emersoniana de los teológico. Es menester llegar hasta Mon-
hombres representativos, se buscara ci- talvo para hallar- entre nuestros escrito-
frar en sendas figuras personales las res; uno éñ quién: se consume el abrazo
energías superiores de la cóncienciá; his- conyugar de ambas potencias. La cobra
panoamericana durante: él primer siglo suya las muestra amorosamente enlaza-
de su historia,; nadie podría disputar a das, dejando admirar, aunque no siem-
Montalvo la'típica representación- del Es- pre én proporción igual y concorde, la.
critor^ : en la "integridad5: cíe facultades y inspiración • y : el!:arte; la: fuerza interna
disciplinas que; lo .cabal del título su- y la habilidad primorosa; la minuciosi-
^oá¿/"'^;':;fV''':•.;;". 'l-'.:;;;A.:;,,i.:' f'''/ñT'''?'',y'' dad sutil del mosaísta y elaliento vulcá-
Fué el Escritor entre los nuestros, nico del forjador;v
porque, a; la vez ¡que la insuperádá apti- -Mientras en stis procedíniientós: de'aft
tud, tuvo, en grado singular y rarísimo tíficé se manifiesta lo refinado, lo com-
dentro de una cultura naciente, la reli- plejo, liáy en sü naturaleza de comba-
giosidad literaria; la Vocación de la lite- tiente y dé entusiasta mucho de empuje

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OBRA ORIGINAL.^-6: EJL MIRADOR DE PROSPERO.-TTMONTALVO 5$L;

_iivo e indómito, de heroica y cando- w.¡:irií2r/iib»oÜ:3M!>W\^•^!Yf«tóto^iío^ü


^saWenergía.- En-,:1a-flor de aticismo dei
humanista aclimatado 'trasciende la cru^ . Sesenta -leguas..^de. camino:abrupto^y
ÍÍS;<iel terruño de: América.- ?Y el efecto penoso apartaban ¡del mar;..y/.de la:i;.-.ep-
es tina - originalidad suj etá; :a '••. números múnicación•
i. y con él ¡mundo él ¡encumbrado
tiempos,. pero no .domeñada,-que, como asiento>:de: Quito,: la ¡vieja:; corte: ¡de; Ata-
carácter literario;: no tiene semejante en hualpay:; convertida: luego,, dé:-presidencia
ia América de nuestro idioma, y que ha- sujeta ¡ a los virreyes de la Nueva Gra-
brá ocasión de definir más: ampliamente nada; en cabeza de una de las -tres.partes
en otras partes-:dereste estudio;-:•••••.-.wiv--.- de; Colombia; y,:finalmente;;
-
érócapitálr dé
s i
Hació; don Juan:.MontaIvo ehí:1833; de república; ¡o :¡a .vYd.r>¿wbí.iisc>*ji'!i /¡son¡jsrs;.
flnjüia hidalgapor I el origen yl el crédito. ¡ Sé levanta la ciudad' sobren las)¡táldas
j)oní:Marcos Montálvo, su .padre, • hombre del Pichincha. El paisaje, éii'torno; abru-
¿estemple enérgico -y tenaz,;;prqcedia cié mador . de grandeza), como en toda aquella
UB pueblo del:Chimborazo;.;-doña Josefa maravillosa región;; el! cielov7purísimQ;.en
:
Villacreces, su madre, :de:viejo solar.: ám? sus calmas, eléctrico .y desbordado" en: la
ba teño. Tuvo hermanos,-, eii,. quienes s las tormenta; el clima,;suave;;aunque;^coh
prendas;'del.;entendimiento fueron: gran? más inclinación de : frío. La: población, es-
des¿f ejemplar el¡ carácter -cívico. Sumir tacionaría desde el tiempo de>lá¡ colonia,
itez^fuéconcentrada -¡y- penserpsa: elides? llegaba-: apenas ¡ a; lbs.¡ treinta!'y;cinco mil
pecíáculo i de.-'. una naturaleza; donde; [está habitantes: De ellos; sólo una octavarpar»
perenne lo sublime la. educó en él gusto te era^de'blancospdé; indiósvyl¿mestizos
de.la soledad;- Pasó. :a Quito en. la .ado- los demás. En suelo de-riscosa^áspereza, :
lescencia;; y las. aulas; del Colegio de. San entre- ^quebradas : que). tajanb con- súbita
Fernando•-vieron formarse/..^:desplegarse energía la roca:wlcámcapest&;puesta Ja
aquella-viva llaman de; su espíritu.' Las le- ciudad;'*cuyas. calles;.! de.^violentosi :
declt
tras clásicas,^ la5 historia, la:filosofía mo- vés, no: 'consentían^tránsito:¡de carros; ni
ral; determinaron,-desde el i primer.mo- coches')-lo que volvía el -silencio: más cons-
mento; los • rumbos I de • sü vocación. • De tante y-%:'quietud-más campesina;.Casas
estudios¡ jurídicos.. cursó un.=;año;< pero\ si comúnmente de barro; Gdhctechumbréí<de
nb se-adhirió a.'éllbsí-.pbr inclinación pro- teja; i pobres,;'como¡-sivias^^umillara*¡la
fesional, los prefirió:'y cultivó siempre-en perenne .-¡amenaza:>idel temblor, -parecían
lo:que se relaciona con los .principios del •arrodilladas: a la- sombra: tutelar rde. ios
derecho,, y con reí i gobierno de • las 'socie- conventos;. numerosos;i ingentes; los; más
dades; ¡.-Cuando lia :reorganizacións liberal ricos y amplios'del.líuevo-Mundói Acá) el
que-tuvo por-punto: de partida Ha: revo- dé lá'Compañía;¡con'suífachada;primo- ;
lución de 1851,i'laujuventud:de¡ la época rosa, /del; gusto plateresco; ¡párá) 3a qué;n©
secongregó enviinrcéntro literario y:po- había rival-en' edificio'americano;'-allá,
¿tieo; donde 'templó Montalvo; sus pri- el de; San Francisbó;;moniiméntál-..tam-
meras armas dé: escritor.: PeroApara pasar, bién y•:suntuoso;'iy^.tÉ^i^sú^(pÜ^/^
deteste ¡punto )a:¿siü:¡vida y amostrarle: des- de ; Santo .Domingo;-el:ideóla ?Góncepciór*, !
cubriendo, ya suo Originalidad .y su gran- el deLi:Carmen;>elíde aa^Mércetí;; efcde
deza, .será- bien:que.esbocemos antesi laj •Santa 'Clarad -el; fe San; Agustina. Adentro
sociedad:en cujasséno.-;se;>formó ywávláj de ,esos:;müroS'coiwerg^
que habían desaplicarse; en ¡reacción :he-j todo pensamiento^y toda vida. Las cáirf
roicá;y:genial;:3as1fuerzas;de;:su espíritu. panas^oñ) lo .úrífcónQue .1 süéhá-áltb-éii^á
jciudad;: El depósitbgdéícu]*üraqes^Í&M-
.blioteca.; del con ven t©i¡ Xa;; ííniversidad^és
592 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ese tronco común. A aquellos claustros se acólitos. En las parroquias; es uso real,
acogerá, cuando haya menester de retiro zar las misas solemnes con el son de
espiritual, el vecino de solar conocido que tambores y chirimías. Las procesiones
cruzai envuelto en su capa, por las ca- originales> pomposas, se.suceden á cortos'
lles, donde indios de embotada expresión plazos, haciendo de la ciudad como im
pasan llevando a las espaldas la carga de teatro a pleno sol, donde se. representa-
leña o de hortaliza, o el cántaro de agua. sen graves juegos escénicos; así, l a $Q
Sobre esta plebe indígena reposa todo Viernes Santo, grandiosa mascarada sa-
trabajo servil. Los días de mercado, en cra, en Ja que el .pueblo entero ondula
la plaza de San Francisco, ella despliega, componiendo como una plástica y 'anima,
en curiosa muchedumbre, su originalidad da alegoría de la Pasión; figurados | 0 s
de color; circulantes o sentados debajo actores- del drama sublime con disfraces
de estrechos toldos, los vendedores, in- de respeto o de escarnio, o con imágen¿
dios de la ciudad o del contorno, cuyos de bulto, que se llevan en andas entre el
trajes de tintas vistosas, se mezclan en bosque de luces de las miríadas de cirios
pintoreco desconcierto'•, como la variedad ardientes. En la procesión de Coi-pus, j¿|
de sus mercaderías; los I cestos de junco, dios contratados para este fin, y que lla-
las tinajas, los pulidos juguetes de coro- man danzantes, marchan siguiendo con
zo, las flautas y vihuelas en que ha de pasos de baile el compás musical. Allí la
infundirse el alma del pueblo, las tortas danza misma recobra su primitivo carao-
de maíz, la caña de azucarólas fragantes ter hierático, como en el tiempo en que
finitas del valle... Este comercio bullicio- David iba danzando delante del arca.
so no. tiene correspondencia en cuanto Para el día de Reyes, la costumbre popu-
al trabajo del; espíritu: la comunicación lar consagra cierto género de candorosas
de las ideas: carece, o poco menos, de representaciones, donde se asocian, como
sus órganos; elementales. La librería no en las primeras fiestas de Dionisos y co-
existe; la imprenta apenas trabaja. En mo en el amanecer del teatro moderno,
las tiendas de paños suele venderse, por la imaginación religiosa y: el rudo ins-
añadidura, algún libro de oraciones, o tinto teatral: infantiles autos o burdos
algún compendio para la enseñanza. Du- misterios, que consisten en. simular, so-
rante el Gobierno liberal de Rocafuerte, bre tablados al aire libre, el palacio de
de 1835 a 1839, no salió a la luz un solo Herodes,el portal de Belén y la.entrada
periódico i Publicar un cuaderno ¡ impreso de los Magos, librando a. la espontanei-
es empeño erizado de dificultades; dad de los groseros intérpretes el borda-
La-vida es-triste y monótona. La di- do de la acción, que se colora de inocente
versión de laclase culta no pasa de las bufonería como de polichinela o bululú.
tertulias- de confianza, que alguna vez se . La mortificación voluntaria, el ofreci-
remontan a saraos; lá del pueblo, de las miento exaltado del dolor en acto: públi-
lidias-de toros, con bárbaros retoques de co y edificante, son complementos que no
invención local, y las riñas de gallos. Pero faltan a esa religiosidad primitiva: si-
la': diversión suprema, como la/ suprema| guiendo: el paso de i las procesiones mar-
meditación, como el arte sumb, se iden- i chan los que a sí. mismos se flagelan; los
tifican y conñmden con;la; devoción reli- que van arrastrando gruesas vigas, suje-
giosa. El espectáculo por excelencia es el tas a los brazos por ligaduras que revien-
culto.;: Las,;fiestas eclesiásticas; revisten • tan las; carnes; los, que llevan, a cuestas
fausto imponente; la^plata, ek oro, las cargas : de/: ramas:: espinosas, que y desga-
piedras preciosas, apuran sus luces en la rran sus espaldas desnudas.
gloria del altar; muchedumbre de sacer- Ese pueblo era instintivo artista; conci-
dotes oficia acompañada de ejércitos de iaba con su monacal austeridad el senti-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE P R O S P E R O — M ONTALVO 593;

A0 del color, de la melodía, y de los tra- arpa, invención de su:raza;'que tiene en


haios en; Que entra> como parte funda- sü rústico albergue;: la flauta y la vihue^
mental o accesoria^ un objeto de belleza la: que le ha comunicado el español/ son
agrado.. El- don visual se manifestaba dulces alivios suyos. En: el silencio, de lá
L por el donaire en el vestir, común.en noche, el viajero .que,:andando por los
l\ quiteño, con :1a • habilidad para elegir caminos de la sierra,, pasa junto a la ca-
v casar los tonos. De lejano tiempo, flo- bana del cholo, o que, en las poblacio-
recía en la ciudad toda una escuela;de nes, se va acercando:al arrabal, oye un
pintores, la «escuela de Quito», que pro- suave tañer, que acaso se acompaña de
veía de telas religiosas a los altares de una trova inventada o aprendida. Es mú-
las iglesias, los claustros de los monaste- sica triste, y querellosa; es el hondo pla-
rios y los estrados de las casas principa- ñir; del yaraví, la?, melodía;: que-, én toda
les. Uno de estos pintores, Miguel de San- laextensión del. destrozado imperio del
tiago, anima i la. crónica colonial / del: si* inca, entrega a los: vientos de los Andes
«lo XVII con su/existencia, mitad; de; tur- las quejas de uña raza;-marcada con los
ibulen to aventurero; mitad de fino 3 artisj- estigmas del martirio :y de; la servidum-
L
(a/ a imagen de:las del Renacimiento ita
jja'no. Había:también una tradición:.de rLa tristeza^ una-tristeza: c-ue se exhala;
escultura, con sus estatuarios y plateros. en ráfagas perdidas, sobre:un fondo de
La afición a lo plástico y figurativo-ie- insensibilidad y como de hechizamiento,
nía su infantil esbozo popular en la mu- es el poso del alma del indio.. Es triste
chedumbre de las toscas imágenes vesti- esa vasta: plebe cobriza, caldera donde, se
das, que, mostrando la i candorosa mafia cuece toda, faena rmatriaU: escudo para
del indio, comparecían: en toda: ocasión, todo golpe; y aún;-más:queatriste, sumisa
para realzar la curiosidad de las fiestas y: apática. El; implacable; dolor; el opro-
y el aparato de las procesiones. Un arte bio secular, lechan;gastado:el alma y,apa-
menos rudo; daba muestra de sí en los ga do la expresión del.fsémblante. El mie-
juguetes y figuritas de talla que:se:la- do, la obediencia;; lamumildad;
:
sonya los
braban de marfil:vegetal. En Cuenca se únicos declives de süvánimo. Por calles ly
trabajaba bien la alfarería, y se trataba campañas, vestido; dej la cuzma de lana
delicadamente el mármol y el carey;. Los que, dejando los brazos desnudos, le cu-
galones de oro, de plata y de seda que se bre hasta las rodillas;;el indio saluda co-
bordaban en Quito tenían nota.de primo- mo a su señor natural: al blanco, al mes-
rosos; y en esa y las demás poblaciones tizo, al mulato, y aun al negro; y sin: más
serraniegas, la mano de la mujer ; era que hablarle ehpson:: de -mando, yapes
hábil en toda suerte, de labores; y:enca- el siervo de•; cualquiera.! Poco; es; Jojque
jes. De- los -telares; de; Otavalo sáliáñ, come: un puñado de polvo;de cebada,o
desde el tiempo colonial, alfombras;; col- de; maíz hervido- para todo; el día; y por
gaduras, tapices, y chales de fínos colo- vino, un trago de chicha de jora, que
res, que gozaban.; extendida fama.; Allí es .-.unfermento de: maíz.; No cabe condi-
mismo, los dedos del indio tejían gra- ción humana más miserable y afrentosa
ciosas canastillas de adorno. En nuestros que la del indio en los .trabajos del cam-
días, los carpinteros de Guayaquil, don- po. La independencia; dejó en pie, y. lo
de la casas son de madera, lucen; su na- estará hasta í 1857; él; tributo personal de
tural disposición; esculpiendo,: sin: arte las mitas, iniquidad de .i lacolonia: un;;ré-
adquirido y con instrumentos -vulgares, ciutamiento anual; toma de; los indígenas
fachadas de hermosa; apariencia* Pero el de cada pueblo el número requerido
don más espontaneó: y difundido í es • él para cooperar, durante el año, al trabajo
musical. El indio íes :¡ delicado músico. El dé las; minas; de las haciendas de labram
594: JOSÉ fíNRIQUE RODO;—OBRAS COMPLETAS

za o de ganado,: y de los talleres donde ¡se cortándole de ^raíz!la melena/ que para él
labra la i tela 'de;tocuyo;::Al indio de: esta era el más atroz de los ^oprobios. Toda
manera obligado' se" le; llama concierto. esta disciplina de rdolor, ha criado en e)
Las formas i en; que satisface•'• su tributo alma del rindió, no sólo la costumbre
son las dé'labmás cruda : esclavitud;; So- sino: también, como -la necesidad del ¡ si¿
bre el páramo glacial,' -sobre la llanura frimiento.-. Cuando lie! tratan con dulzura
calcinada, -hay;. un perenne! ;y i lento holo- cae en: inquieto asombro y piensa que fe
causto, qué es; la; vida del ¡indio pastor.: o engañan,: .En; '.cambio,.!seb acomoda a los
labrador. El ramal de cuero que ondea más crueles: rigores de i la;-tiranía con la
en la mano del capataz, está rebozado de mansedumbre, entre conmovedora y re-
la: sangre del indio. Azotes Í si: la simiente pugnante,-:: dé :.ios- <perros menospreciados
sé malogra;;;si-; el cóndor le>:arrebata-; la y golpeados- ÍEl cholito< sirviente- se amó^
res, si la', i oveja- se -descarría, • si la vacaliina,-y> á:v^cés,huye-de lacasá; si- trans-
amengua! su leche. Gana de jornal el in* curre'tiempo?sin que:le .castiguen. Cuando
dio un real:-y;medio; cuando Ja necesi- la abólicióh-del:inicuo..tributo personal,
dad ' le hostiga, recurre al anticipo con bajo el gobierno de Robles, muchos eraá
que le tienta el amo, y así queda uncido ios indios: que sé-espantaban; de ella,
hasta la muerte; muriendo deudor, el-tra- cómo si¡ íse: vulnerase i una; tradiciónvené!-
bajo : del! hijo,;5 monstruosidad horrenda^ randa,; y sentían nostalgias -de, la, servi-
viene a 1 redimirla- deuda; del- padre. En dumbre; Fuera el acicate y el fustazo del
tiempo: de escasez,- apenas sé alimenta al castigo;el'indio es indolente y.lánguido,
concierto o se le alimenta de-la res que No hay'promesa'en que crea, ni recom-
se; infesta, del maíz que; se daña. &i;=de' pensa ;que%-le: inciten;El^ trabajo,: como
esto que ^ocurre: a pleno: sol, :se pasa al actividad: voluntaria y:, ennoblecedora, no
encierro de; la: mina, o:¡ al nó: más: blando cabe 'en:16s>móldes:ídei su entendimiento.
encierro."• del^obraje;:ei^icuadro!: es:• aún Moción' deüderechos, ;>ahpr de :libertad^
más aciago ; y.j ¡ lúgubrer; El- hambre; > ¡los •no1 los tiene. El movimiento de-¡ emanen
azotes/ el esfuerzo brutal; han envilecido pación. respecto de España,: en .eL gene-
al iridio dé alma y • de cuerpo. Cuando roso '¡e; infortunado; alzamiento de • 1809,
bárbaro, es:-hermoso y: fuerte;. • en • la su>cómo 'én-vla/efímera declaración dé inde-
jecióh servil-;: sü¿figura merma .y .se. avi?i pendencia de 'dos. años después; y - fíi|||
ílanáí •' Abundan','' entré'; i los? indígenas ..dé mente en la'adhesión Í alimpulso triunfal
tas: ¡.'poblaciones;.'.-lbs''-lisiados :y • los:, de¿ deolas huestes Í dé) i Bolívar) (fué la. obra
mentes: <: ;oi$sp ;•: - - ; - ^ .v: = -¡ : •=: l:? M:>M
de Ja ¿fracción,de criollos ¡.'arraigados -y
' Quien: consulta: las' Noticias1: secretas decultosa/en quienes la'aspiración a ser
Jorge Juan .y iUlloa-,- donde. el; régimen de libres era el-sentimiento-'.altivo de la^lea-
las -mitas dstá pintado; como: era en dos lidád-y ^c^móCdelífueroviíDe ;la! rivalidad
últimos ^tiempos de i la ¡ colohiay tomo; sin tradicional/)éh los'hidalgos; dé ;lás ciudár
esencial - diferencia,! fue ;has.ta!-"-promediar des,-entré' chapetones-y-:criollos, selalit
él: siglo ;xix>^siente esa ;áspera"tristeza íiiéntat'OivIa'idea1 y la pasión de la patria*,
que nace de uña clara visión de los abis- La muchedumbre I: indígena quedó. por
mos dé Ja-maldad humana Indios remi- bajo:dei lapídea <y¡del:la:;:pásióm aunque
sos "eran!arrastrados' a láihorrible prisión se: la llevara- • á > pagar; jen: > asonadas y> • éh
de los talleres; rátáridolo'SVdel íipéloV -aJ la ejércitos; :su inamortizáble cuota, de •sari?
cola1 *dél'caballordels enganchador.: De los gre: Las libertad•; plebeyaoñó tuvo: allí; la
forzados -a eáta: esclavitud'miserable iban encarnación: heroica -y genial qué., tomó
diez y: volvía-uno con •vida: Para ator- esculturales .< ' lineamientos o en ; el • gauch.o
mentar al mitayo en lo: que'le: quedara; de del > Plata !.y;éh.d llaneracá,e .otras par-
estimación :dé>sí^mismo> solían; castigarle tés .dé?Colombia/- MuchdSrráñós .después

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE-PROSPERO.—MONTALVO : : 'S9S

de la Revolución; aún-! solían suceder que; del martirio, La esperanza del ciéló^rio
el- indio gañán de las haciendas, • igno- \ le somíe, porque no conoce su aroma, ¡
y
ránte dé: la existencia de la patria, pen- la religión en que le instruyen rio es riiás
sase que la mita, : á r q u e continuaba su-; que una canturía sin unción. ;Lá muerte
jeto, se fe imponía : en nombre del rey. ni le regocija, ni le 1apena. Sólo W efí-
feíEa Revolución, q u e n o se hizo-por el; mera ' exaltación de la embriaguez evoca,
iridio, aún menos sé : hizo para él? poquí- ! de lo hondo de esa alma maleficiada por
simo modificó su suerte. E n la Repúbli- la •servidumbre, larvas, como entumeció
gji el indio continuó formando la casta das, de atrevimiento y de valor; fantas- ;
conquistada; é l : barro vil sobre que se mas iracundos qué representan/ sobre1 el
asienta el edificio social. E l mestizo tien- relámpago de locura, i
su simulacro. de
d e a negar su mitad'de sangre, indígena/ vindicta.. /:'.- .• •:.-' .-;.,v.-.=.:..;.. }(-•
y Se esfuerza como en testimoniar con su Sobre • esté mísero fundamento de de-
:
¡¿piedad filial la pureza de su alcurnia. mocracia, l a c l a s e directora, escasa, divi-
|g§ clérigos aindiados difícilmente llegan dida; y en su mayor parte inhabilitada
¿jos beneficios;-la uñiversidád/'páraeJ 1 también, por- defectos orgánicos, para
¿e raza Humilde; es madrastra. El"indie adaptarse a los usos de la libertad. Lo
¿ e la plebe; como -una bestia que : -ha'• verdaderamente emancipado, lo capaz de
jhudado d e dueño, ve confirmada su con- gobiernb : propio, ¡ no- forma número •' ni
dición dé 'ilota; E n las calles, el rapaz fuerza apreciable. Hay en aquellas tierras
turbulento le .mortifica y •le' veja; ; e l ne- unos termites o : carcomas que llaman
gj# esclavo cuándo las faenas de la casa comejenes: éri espesos '• énjambrés se des-
0- agobian, echa manó- del ¡indio t r a n - parraman por las casas; anidan en cuan-
seúnte y le fuerza a que trabaje p o r él.:to es papel ó madera, aun la másrdura, y
U- crueldad, qué tal : veZ se '• ha mitigado itodo lo roéñ-y consumen: por dentro>'de
en las leyes, perseveraren las costumbres, modo que del mueble; del tabique, del
j a s ó la garra -buitrera• del; corregidor, libro; 'en apariencia ilesos, queda final-
cómo antes la ; vendimia de sangre del mente -un ' pellejo finísimo, i Una ; forma
encomendero^-pero : el-látigo'queda para ; vana; 'que: al1 empuje del ; dedo í cae y rse
el indio en la diestra del mayordomo de deshace. Si ; hay-expresiva imagen :• de
lá liacieridá del" maestro del 'obraje; del aquélla minoría' liberal y -culta,: con que
«alcalde : de doctrina»'/ del "cura - zafio y- sé compuso allí, como más o menos : en
mandón;:que también acierta a 'ser-ver-' los; demás de la América españoladla
áugo. Hanle ensenado sus tiranos a-qué, figura de una ! civilización'republicana/ es
lúégóqué le azoten; sé levante a-besar l a capa falaz del objeto ahuecado p o r
la mano del azotador'y le diga: «Dios se el •termite.N;- ; •. ;-.-va .••...••.•:?:•,•• M\-.\
lo pague»; y si la mano que se h a en-:::: El : 'entono' hidalguesco; cifrado en r el
sanado en sus ^espaldas es la del •negro lustre de la'Cuna o la excelencia de la
esclavo, por cuenta dé su señor,-ó dé su;profesión, se mantenía en toda la pureza
propio odio y maldad; el indio, é l pobre de la tradición española, ya con la pre-
indio de América; besa la mano del es*; eminencia de las familias descendientes
clavo..;- Tal permanece siendo su noche, de los fundadores de ciudades y los dig-
en cuyas '• sombras lá vida : . del ; espíritu'natarios d é l a colonia, ya con la aureola
no enciende una estrella de entusiasmó,; aristocrática del clero, de las armas y de
de anhelo, ni siquiera de-pueril curio1 los grandes : académicos.'Cualquiera ocu-
sidad. La promesa vana, la mentira, éñ-: pación de otro orden, trae diminutio ca-
gendros sórdidos dé-la debilidad y del piti; el trabajo industrial; las artes mecá-
miedo, son las tímidas defensas con que: nicas, s o n cosas que se relegan; a indios
procura contener e l paso a los •excesos: y mestizos; o: a l a poca: inmigración: de
596 JOSÉ.ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS:

extranjeros. La riqueza territorial, vincu- petua Inseguridad: propia de: ías^; tieriip
lada: de hecho =. en la sociedad de raíces en que la misma firmeza del suelo es m
coloniales, ;se-distribuye en muy contadas bien precario en que : lo edificado p 0 r
manos/Aquella montaña, maravilla de la las , generaciones;: suele desplomarse en
naturaleza; aquel, llano a que no encuen-, un -día:.: maldición la más fatal e-inéiiic--
tra. fin el galope del caballo/ aquel valle lable. que;; puede: pesar sobre-la casa fle¡¿
que daría: pan para un, imperio, ..son¿.a. hombre. Las /poblaciones parecen quinta-
menudo, propiedad.de un.solo; hombre, das, para inmolar. ya: a. la una, ya a:;j¿/
pingüe patrimonio feudal::donde las,en-, otra, en el cercano/sacrificio.. Sus vecin-
corvadas espaldas del indígena represen- darlos viven gustando: el dejo de recuer-
tan las; del villano que. satisface sus ¡ pres-dos como de justicias movidas por la có-
taciones al señor. Un clero, repartido; lera., de.- Dios; leyendas:, de terribilidad |
entre la: población de los don ventos, y Ja; de exterminio,: en; que las ciudades Se
muchedumbre; de los. crérigos seculares, abisman- y; desaparecen,; como las : naves
pulula:con el permanente hervor de-la. entre Jas olas de-la ;mar.: Quito cayó, en
planta: asaltada de -hormigas. Inteligen- parte.: destruida^, .en 1587>; y-luego, otras
cia,, virtud, i suelen mover, si se la disgre-- espantosas; convulsiones, la;; sacuden, en
ga en personas, esa incontrastable fuerza; 1660,,: cuando: se precipitó, desgajado de
pero: de .ordinario la; mueven vulgaridad la,cumbre.un., pedazo del Sincholagua; en
de espíritu, pasión fanática,, sensualidad 1678,; en 1755, y finalmente.;en : 185?, La
y ^codicia? que i arrebata, en; derechos:; y ciudad:-de Riobamba: es .la, del fúnebre
priostazgos, al-dinero, del indio, las heces sorteo; en 1645;; reconstruida, se sobrepo-
que. haya ¡ dej ado • la. usura del patrono.;;. •ne
, a ..sacudimientos ¿ menores; = pasa los
En: inmediata; jerarquía, el abogado; el meses de abril a.: junio de 1786 en un
abogado:hábil y único para toda maestría continuo baile siniestro; once años des-
del entendimiento; • político, escritor^ poe- pués^ la misteriosa .fuerza subterránea la
ta;; íorador,: perito; en píen disciplinas,. :y abate á&. raíz; reálzase de sus escombros,
llevando¡ adondequiera,\ como• llaves-.de, y no, bien repuesta, en 1803, el suelo, ame-
.universal sabiduría;.= su ¡; peripato •, y su la-naza con,incesantes remesones, y los ve-
tín.; Completaba; el cuadro de los •gre- cinos piensan, en su desesperación, aban-
miosisque-;; privilegiaba;; Ia= costumbre.: el donarla., Ambato. sucumbe en 1698; Lata-
militar: c personificación. • de una,• energíacunga,, en-; 1757; Imbabura, en Ja tremen-
por; la; general; inculta/íy .grosera;;• pero! da catástrofe de 1868., Entre, las. /ruinas
que;í se.? '• realzaba:. con; los : laureles de lade la segunda; destrucción de Riobamba
emancipación, y:;tendía..al caudillaje;po- quedan, según; los. cálculos más tímidos,
lítico, en el que había de ofrecer algún no menos de; seis mil cadáveres; tres mil
punto de ¡apoyo-a las. primeras ,¡ tímidas entre; ¡las, de: Ambato; veinte mil, por lo
reacciones contra Jos. omnímodo.-., de la in- menos, .entre las de. Imbabura. Las imáge-
fluencia: ; clerical. El. conjunto de;;la; >so- nes-de estas, escenas de horror reviven,
ciedad de-esta manera constituida era el. año: tras,: año, llamadas, por alguno de
de un; vasto convento, que, como en tierna los infinitos..- estremecimientos pasajeros,
pos de;los señoríos feudales, tuviese;cer- que.; son: otros tantos, temerosos amagos.
ca;..de, sus muros un:villorrio,abadengo, Como; un dej q; de la: espera milenaria pa-
cuyos/ecos ;de •trabajo// de - disputa o .de rece exacerbar, en aquella religiosidad as-
fiesta, • se; perdiesen en? la alta i y ¡ austeracética, :el;: sentimiento.;, de lo deleznable
majestad del silencio/ monástico, a;>;•:•.:•;';:;; del mundo.;
/ El temor supersticioso,, la. .disposición : •-.: Sobre .la, costa,. Guayaquil- más: en con-
.penitenciar,: ,el.; tinte.; melancólico. <áe la tacto, con la.-civilización, más:, frecuentar-
vida/ se. acrecentaban• • con...aquella:per- da de .extranjeros, que, en las ciudades

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OBRA ÓRIGINÁU.—6: EL MIRADOR DE -PROSPERO ~MONTALVO 597

de la montaña^ eran visitantes rarísimos; amaneció la elocuencia de: Méjíá/: e l ora-


¿yendo hablar a • menudo inglés y francés, dor de las Cortes de Cádiz¿ no superado
tenía, materialmente, aspecto algo m á s en esas. Cortes ni e n la • América?.; de su
moderno, y en:su espiritadla nota: de:re- generación. Allí Olmedo, el: poeta" de las
lativa liberalidad que: cumplía a su condi- victorias, gustó el primer;sabor de huma-
ción de ciudad por teña y mercantil; pero nidades.:. :-•;•;.•:(•:; ';•;:•;' .[• :.•:.:•;!:(_ ::,;:.;;;i;:
;;
allí la violencia d e u n clima; abrasador . .El más; temprano: asombro; de .influen-
e f a el obstáculo para que perseverase cias extrañas a la nativa 'condición:de la
¿ ua lquier florecimiento de energías.:. colonia, ¡que había : llegado ¡'.a ¡ aquel;; am-
La enseñanza, vinculada, desde el más biente- claustral/ tuvo; por.origen,:-.desde
remoto asiento de la conquista, en las ór- los promedios: del siglo xvm,: el paso de
denes religiosas, no se diferenciaba esen- las expediciones científicas. que • empie-
cialrnente de l a de los primeros centros zan con la de La Condamine y Bouguer,
de instrucción, i en. que había competido quienes,: acompañados; de. los. españoles
M: proselitismo. de : agustinos, i frañcisca- Jorge Juan y. UIlóa> llevaban el objeto de
B0S) dominicos: y jesuítas i' Fundación de determinar e n ; l á , región • equinoccial la
jos dominicos, a fines del siglo xvn,;fué medida de un grado de meridiano; expe-
é[ colegio1 de San Fernando, que subsistió dición a que siguió la del botánico Mutis,
bajo la república y en el que Montalvo y ya a principios; del siglo xrx, la. de
jíabía de hacer sus estudiosa La Universi- Humboldt y Bonpland. De estas misiones
dad, instituida por los jesuítas, y reorgá-; laicas, cuya presencia debió de llamar a
pizada cuando la expulsión de:esa orden sí toda atención e interés en.la monóto-
en 17S6; gozaba : de fama: en : las colonias e na simplicidad de aquella vida de aldea,
impriniía en Quito prosopopeya de ciudad; quedó en los espíritus m á s adelantados
doctoral, La limitación y i o s vicios d e es-; dé la clase : culta cierta emulación p o r
ía enseñanza : eran tales como: puede infe- algún género de estudios, que no fueran
rirse de los moldes ; tomados; en. la-deca- teológicos;. o gramaticales,, a' la,' vez que
dencia española; de la tardía y escasa co- se insinuaban, como de, soslayo, con las
municación con el mundo, y de la ; crudeza; primeras nociones de. ciencia positiva y
del fanatismo religioso.; A pesar:de ello, el • los primeros anhelos desmejoramiento
reparto^ sin ley averiguada que distribuye material; : vagos ; ecos. de .la. filosofía revo-
[as naturales superioridades del espíritu ¡ lucionaria. E n la postrera década del si-
había dado ; a la tradición de: aquellas; les--. glo : XVIII fundóse en Quito, con propósi-
cuelas hombres ilustres y de mente: atre- tos de desenvolvimiento cultural y eco-
vida. Allí alentó, en el : crepúsculo de la nómico ! que revelaban cierta .presagiosa
colonia, el arrojado pensamiento de Es- inquietud, la asociación que llamaron"''Es-
pejo, noble personificación de;esc «grupo, cuela--de: la Concordia,:¡bajp, cuyos, auspi-
profético» de criollos desasosegados y es-; cios comenzó a redactar.la : ;docta.pluma
tediosos, que precedió a la: emancipación! de Espejo un periódico de propaganda.
americana;- revolucionario :dé ; las¡ ideas,: Fué así: como cierto"¡ fermento : de ideas de
que hizo difundirse al mismo seiio: de la: libertad:y de ^reforma se rnezcló^ía.le?
metrópoli su propaganda-por la reforma; vadura de rivalidades de origen: e. instin-
de los ! métodos de educación.; Allí/ éndaj tos de patria que obró para el .malo-
primera:: mitad : del) siglo ?• xvm,:: con;; los grado movimiento de-1809. La aristocrar
mezquinos medios de la física escolástica, cia ¡de Quito tuvo en aquella época: es*
s e f o r m ó ¿ a r a las ciencias: -"de.: l a matura- : píritus liberales y animosos, como el cón^
lezá MáldOnádó, el. precursor d o Ciadas,; de de Casa-Jijón, mantenedor dé un no-
el amigó d e Humboldt y La Gondamine, ble; y. entusiástico= -. utilitarismo,:; al) modo
honrado en. academias: de. Europa. Allí' de Jovellanos o deLCampomanés í: ..y. : el
jyo JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

marqués: dé Selva Alegre, que, después tranjeros en la nueva república) dio a 1¿>
de favorecer con sü riqueza todo empeño provincias procónsules violentos y; j | J |
de cultura, contribuyó a glorificar con su ees, que les hicieron, conocer la: dure¿
martirio el infortunio de aquella primera del despotismo militar. Bajo esta:dG¿;
rebelión. Pero ni estas energías de.natu- nación, la más lucida parte de los e^;
raleza liberal que participaron en la: obra diantes de Quito, ún grupo: adelantada
de la independencia, ni las que, luego que leía; a. los enciclopedistas, sabía ¿
de consumada la obra, perseveraron en el los liberales ingleses y en el que la et¿
mismo sentido; singularmente durante la na sugestión de PUitarco excitaba el; seug
memorable administración de Rocafuer- miento estoico y tribunicio de la^ añügijg,:
té, habían quitado a aquella sociedad, en dad, comenzó a orientar en el sentido <¿
los tiempos eirque'Montalvosé educaba, la-acción sus ideas de libertad política
los rasgos esenciales que hacían de ella, en reuniones donde se meció la cuna dj
en América, él refugio más incontamina- partido liberal ecuatoriano. Consejero v
do y • resistente .de: la tradición del- mi- caudillo de esta, organización incipiente:
sionero y el conquistador.;. -.v:--\. vino a ser un hombre singular y de.eleva-
dos méritos, que allá,: en .oscura xhoz^
apartada de la ciudad, vivía, unai:vida d¿
ermitaño laico o de filósofo antiguó. %§ •
el- inglés; Francisco Hall, discípulo ¿
Tal era el medio. Antes de pasar ade'- Bentham, que, con recomendación dej!
lánte, importa todavía señalar con cier- profeta del utilitarismo para el Liberta
ta precisión los precarios alientos' de li- dor Bolívar,'había:
llegado a América; ef"
beralismo político qué, desde la indepen- tiempos de- la Revolución, y militado en;
dencia; precedieron a los años de lá ju- las:campañas :
de Colombia, donde. g|nl
ventud de' Montalvo.- ••;:::': "':' '•••"las presillas de coronel. Con la dirección
Constituyóse la República del Ecuador de-Hall, empezó a publicar aquella ju,;
en 1830/: segregaba de : la primitiva Co- ventud El Quiteño Lib re¿ que infund|f
iombia por la ambición de mando de los- primeros alientos a la propaganda^
'üilÓ""de:los tenientes de Bolívar:; él gene- beral. Pero no tardó en sobrevenir la_:r|f
ral venezolano don Juan José Flores; presión tiránica, cohonestada por el es-
aquel a quien la arrogante musa de Olrrie- tallido de desórdenes;: el grupo. juvenil
dd; tributó, hartó -generosa, el más sober- salió proscrito, y Hall, víctima de celada
bió rasgó con que' se haya realzado, en indigna, fue atropellado y muerto en JaC
lengua castellana, una salutación heroica: calles de la ciudad por la guardia, pr¿
toriana de Flores, .: .
{Rey de los'Andes!; la ardua frente inclina, que El liberalismo; ecuatoriano, que ha|í¿
pasa él vencedor.., , : tenido en Hall su primer propagandista,
tuvo el primer ejecutor de su programa
:i
Hábil> atrevido, dueño de indisputable en el presidente sucesor de Flores: Roca-,
prestigio guerrero; amigo no menos qué fuerte. Compañero de los. Espejo.| los
de la- realidad del poder; de sus alardes ¡ Montúfar, en el: movimiento intelectáalj
y sensualidades, gobernó como primer de las vísperas de la Independencia, di-
presidente del Ecuador, apoyado en las putado a las Cortes de Cádiz; viajero o|-.^
bayonetas del ejército y cuidando de servador por la Europa de los días, na-
mantener1 en aquélla sociedad la espon- poleónicos; agitador, en Méjico, contra
tánea1 y fortísima propensión conserva- el imperio de Itúrbide; diplomático me-
dora. Con sus compañeros de armas, casi jicano; después, en los Estados Unidos:
todos¿ cómo colombianos del norte, ex- del Norte, Rocafuerte fué saludado,: <ft J

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O^RA ORIGiNAl..^-6:; ED¿MIRADOR» DE PROSPERO »^rM O NTALV O 599;

, . ~ u e holló de nuevo el suelo dé la ¡pa-¡ en ? el-gobierno: de:; Nbvoa, que le; siguió
tria como la esperanza profética del li-. después de un.: intervalo anárquico, la in-
, «rálismo naciente. Luego: de acaudillar clinación reaccionaria se anunció por ac-
, jg33. la revolución • contra • Flores y detos como el que -franqueó las puertas del
cer sometido;centró con. elnvencedor en Ecuador .a la'Compañía de Jesús,; alejada
transacciones que le valieron la- sucesión desdeña histórica'iCéduia • deVGarlos: III.
¿gl.-niaDdoj'pero/á pesar de la forma de Contra la'amenaza;dé recrudescencia;cle-
, eI1GmT)bramientó, que se ensombrece rical se levantó;;la revolución)ide .1851,
•-on Ia luctuosa página déla rota ^ de; los que arrojó a Novoa del poder en circuns-
Ultimes mantenedores del 'levantamiento tancias en-que la ¡admisión de la.Compa-
liberal; em la•sarígrienta.vjornada;de Mi- ñías provocaba ograve'S:. conflictosfcon • el
llllllÚ:-sl'; gobierno' -fué::de;•• generosa y gobiernos de i íGolómbia,- y ;que:¡ señala: el
|¡f||itó'reacción'!-contra los¡¡vicios\ del tiempo en que allegó .a .participar.de ;los
au(iiilaje' militar;-! Ese varón i insigne, si cuidados- cívicos /la gerie'raciój^debMon-
4 niedio hubiera opuesto resistencias nie- talvOv';''--:: ;w;:q unV.'oy;!:;'..'.:2íWsOf#?J&'.: -
tos guras; a-:SUÍ-esforzada voluntad-, se- i Fué.ejecutor^-dé aquél movimiento,,el
ría :PíU'a ^l' listona : el ¡Sarmiento (o •. ci general • don1 i Jpséj Urbiná, que:; encabezó
^íontt"ecuatoriano: ¡la'personificación; de la nueva organización;',primero;:Conao:jefe
i energía' !á©ó' gobierno aplicada, :¡con supremo;: fnluégo.ccomo presidente. El
trañsfiguradora••: efícacia/iavlai Obra :dé. da impulso.<liberal-llegór.á ser-;es^vez;algo
civilización, Intentos suyos; en aparte con- más.-franco; y .eficaz, que las. anteriores. El
seguidos, fueron' el buen orden dé> la ha- entusiasmo ' cívico: ¡despertó, con/ desusa-
cienda, el fomento de la enseñanza,. Ja da intensidad, ;para 'las'elecciones; de la
dignificación--social^del trabajo:;da-edu- Convención constituyente, que; se=ins tal ó
cacíárpdé la;mujer,'^la' moralización del en ¡Guayaquil-el; 1/7 de'.juliorde>;i852. La
ejército, ía. reforma,de''•• los-hospitales y manumísióníMe-v:Iús¡r;negros -esclavos; la
las' cárceles, ;y aun; la ^tolerancia; religio- libertad • de navegación; de lqsj:-|íos./ la
sa Pero no halló correspondencia; que-le renovada^ proscripción" ,de la .Compañía .de
ayitdásé 'a "-remover emlo hondo Ja-.enor- Jesús, son históricos:-rasgos-de esa;asam-
me inercia de los hábitos- y lasi ¡preocupa- blea, .donde,, por ;;poeá diferencia-de-votos,
ñó;se; arribó a.la-.is;tipresiónx:4eíi?p^cepl:o
mera, constitucional(que;;establecíanla .Religión
nos Aires la de Rivadavia; lo que no del -Estado;-: Algunos ;años rmáSiitarde^.ei
desvirtúa la gloria personal del uno ni la régimen -liberal había .de comple¡tar;;a'quer
del otro. lias reformas -cotí.la abolición de:(las
Acabado el período de Rocafuerte, vol- odiosas-prestaciones., que :pesaban,sobre
vió a:;la-' presidencia - Flores,•> con' ¡quien el; indígena; Al calor: de. las ideas-libera^
reaparecieron'elidesan'ííglo: -y la ¡arbitra- les>:;üna^ simpática-; emulacióKt^ppr-, todq
riedad; ' hasta-• que/la revolücióiii'victorio- empeño de cultura*; con i el brillo exte-
sa ;en • 1845' puso¡ definitivo. terminóla • larior; dé los certámenes y las (exposiciones;
fortuna del famoso caudillo;; Desde'aquel removió el mortecino, ambiente! de, Quito;
:
ano hasta el de 1349, gobernó;'a; nombre La juventud,- congregada.:en un, centro
de los'liberales; 'don'Vicente Rocá^el ma- social como el que'había reunido,; veinte
gistrado que ejercía el poder cüárido¡llegó años antes, a los;- discípulos] de Hall,; em-
a; Quito; • páraosusnestudios^. Montaívo, prendió la publicación fie; «Sí," lxis>) al .que
que-ádniiraba enTél''<<la dignidad estoica M'ontalvo brindó Ías:prímiCiasv.déx:SU,-pIur
y!%- 'prosopopeya». "A- 'pesar idelciertas mar (¡Tenía, conquistada-en-vías ¡-aulas re-
sombras-'de peculado,-su 'administración putación :; de-1 m íéiigente¡ y,¡ d£ . enérgico;
filé benéfica y"'de'controversia libre;- Pero hermanos suyos:disfrutaban, ¡ en ¡el nuevo
600 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

régimen, altas posiciones; ••. y el camino recuerdos de España, quedó de asiento


que lleva a los triunfos de la vida pú- siempre: como adjunto: diplomático - e l
blica se abría para él. Pero no era éste París. Allí se infundió en su alma aquel
el-rumbo por donde iban sus pensamien- como patrimonio de adopción a. qu e ] 3 ¿
tos, y la visión de la. Europa lejana, con cas almas generosas resisten; Allí^eeibjf
los prestigios de la civilización rebosan- la confirmación) si no el bautismo, A¿
te de belleza y de ideas, se levantaba so- su saber y su gusto, frecuentando aujai
bre cualquier otro anhelo de su espí- y museos. En casa de Boussing|¿it É
ritu. '•'••• sabio explorador y químico, que había
A pesar de los positivos aumentos de estado en América:.. en tiempos .-oc. ig
libertad, la revolución de 1851 se malo- emancipación, cultivó el trato de::^I|un¿Í
gró en gran parte. La inclinación mili- de los hombres de más representativa
tarista, que estaba en sus orígenes y que cultura. Guardó siempre escogida naeiriG-
ha sido siempre uno de los vicios del li- ria de su visita al decadente y cascaban!
beralismo ecuatoriano, dio por término a donado Lamartine, a cuyas puertas 1W¿
aquella revolución el gobierno cuartela- precedido del interés y simpatía que de¿!
rio de Urbina, con sus despiltarros y des- pertó en el ánimo del poeta una 'efecuell
órdenes, su grosero séquito de lauras, y te página escrita por Montalvo en ídlp
su arbitrariedad, apenas .mitigada por ma francés, y enviada a consolar las, sole-
cierta instintiva propensión de bondad y dades del ilustre anciano con la ¡gene-
mansedumbre. A la presidencia de Urbi- rosa efusión de la juventud enamorada
de la gloria y compadecida del inocente;
na, siguió, en 1858, la de Robles, que
infortunio* De estos mismos días^Se | |
muy luego había de desembozar igual
iniciación europea proceden otras pági-
carácter de pretorianismo. Cuando ascen- nas, que comenzaron a extender la; noioj
:
dió Robles al poder> quiso galardonar, a riedad del escritor, : y que publicó. e|
su antecesor y compañero de armas con semanario El Demócrata, de Quino: inu
la Legación en Roma, y a ella fue in- presiones de viaje, de.naturaleza,.de arlé,
corporado, como adjunto, Montalvo; pero donde resplandecen ya los grandes'-dones
por fortuna para éste, qué nunca hubie- de la forma, aunque con cierta languidez
ra llegado a tener duraderas paces con romántica; que: se disipó después jjea JÉ
él desordenado caudillo, a quien pintó viril y marmórea firmeza del estilen
después con tan enérgicos colores en
más de una página de las Catüinarias,
Urbina hubo de quedar en el Ecuador>
y en su lugar fué enviado a Europa uno ;:': V : iv; ; " :'.;'
de los más puros e ilustres ciudadanos
con que aquella democracia podía enton- Corrían; dos ; años que saboreaba e$¡¡
;
ces enorgullecerse. Era ¡ él • don Pedro dulce vida cuando enfermó: gravemente;
Moncayo, de vida austera y preclaros ta- y sea por haber de pasar la convalecen-
lentos; noble personificación del libera- cia en su país, sea porque en: aquella mis?;
lismo civil, cuyo espíritu había difundi- ma ocasión le faltai'a:el favor oficial pa-
do desde la prensa y la tribuna, y en ra continuar en el ejercicio de. su car-
cuyo servicio padeció más tarde perse- go, volvió, muy á pesar suyo, al Ecüádbj
cuciones y destierros, que le llevaron a a principios de 1860. ¡¿.
concluir en Chile, pobre y estoico, su in- Durante su alejamiento, grandes vici-
maculada ancianidad; : % • ; • - : situdes habían r. trastornado la situación
Junto a ese maestro vivió en Europa que dejara al partir. El gobierno de Ro-
Montalvo. Luego de saludar los mármo- bles, caído en : desprestigio: desde.: sti§
les dé Italia; los paisajes de Suiza, los primeros: pasos,v por su ineptitud y sus

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602 JOSÉ ENRIQUE .RODOV^OBRAS COMPLETAS

ta:v-«¡ Guerra ál Perú!» Duélese; de que; la intolerancia religiosa, aunque, enjéste til.
enfermedad r que' le• paraliza .en?, el: lecho timo?i respecto^ nó; ••: alcanzase todavía
le prive idé-acudircon. las armas a: donde aquel grado: de1 obsesión fanática del 'que
anhela, ver -lanzarse a sü; pueblo.:. «Sir¡de ocho años1 más tardé, había de ejere¿g|j
algo i soy: capaz; sería; de•: la guerrai» Eri. elmismo famoso; personaje, .Xas: impartía
tono con que i se dirige al poderoso;;; se enmudecida; • por- = • el •• temor,. • cuándo no
mezclan;1 en{el másv justo punto,i la. ruda amordazada por la fuerza, no daba » 8
y viril sinceridad: y elrecdnocimieñtoy; no ¡a; la protesta cívica, que se:-resiü$¿:;:e¿
tanto ^confesado como virtual e implícito, las conciencias;: o llegaba, ¡ en ecos débi-
de••; la incontestable superioridad de: aquel les; del destierro. Montalvo calló dñra¿2
hombre; qué i aún no .había descubierto estos cinco años, pero a la sombra ¡É
claramente..el; término a¿ que encaminaba su silencio maduraban las hierbas deja
su poder. «Sepárese--Ie-;dice—de Ja mise- violenta y: concentrada;intención;co£É||
rable rutina i trillada aquí; por todos [» «Sidebía enherbolar los; dardos de El | j ¡ |
las pasiones de usted; son crudas, i su ra- mopolita.
zón es elevada.» Pero -líneas;; antes'Jé': ha La libertad de la palabra se recobró
enristrado como acción. traidora; denla corrí el tránsitos a í;nuevo gobierno. Bug
que ha menester rehabilitarse/.• el • prece- elegido para/desempeñarlo don Jerónimo
dente de; su alianza coñ¡vet gobierno, del Camón; que. subía-en. hombros- de los
Perú;-: y líneas: después;-le -apercibe:, en conservadores y no: desplacía a los libe-
cuanto: a: los indicios que; ha dado; ya de rales;"• hombre : moderado-y- benigno, aun.
su:;violencia, «Hay en .usted elementos qué singlas, "energías de carácter-ni la
paira'héroe -j para tirano.» Y luego aña- suma dé prestigios propios,; que hubieran
dé; coh generosa altivez:;'«Salgo;apenas sido necesarios para; quebrar: la influen-
de 'esa:edad de la que; no^ se; hace: caso; cia ; personal; con qué * su antecesor per-
y^aP Dios-gracias; ^principio;abominando maneció: como.'arbitro de ¡la política y
toda'¿lase; de indignidades; Algunos':anos concluyó ; por ; restituirse ; al poder. Si
vividos lejos^ de mi patria en: el ejercicio cambio dio lugar; sin embargo, a unajj
de^ conocer" y -aborrecer::&. los déspotas1 de piro de í libertad^ que Montalvo-.-ütüisüó
Europa] hanme -enseñado al mismo tiem- de: inmediato para levantar bandera. E¿
po a conocer y despreciar a los.tiranue- eneró dé' 1866; veía 'la. luz:el primer § |
los • de1 Ja América7 española. Si alguna vez mero de Él •• CosniOp,olitá, periódico -ex-
me i resigno; á:Ltómar°párté-' en nuestras clusivamente: escrito por él; que, sin tér-
pobres cosas,, usted y cualquier ótróv: cu- mino regular de salida y con las dificul-
ya conducta- política fuera hostil a las tades : consiguientes1 • a la; precaria ícondi-
libertades y derechos!de los pueblos;ten¿ ción de aquellas -prensas; continuo-publi-
drámeti mí; uní ^enémigo^ y; ño ••' vulgar:* Elcando hasta; tres áñóS: después.' Tal corno
cumplimiento de esté votó es, en la parte definió desde el1 principio su posición
de civismo y acción; la historia de Móiv en lá; controversia política, entraba.-en
tálvó:í!y::?Vv:>: " i ; ^°'>yi-"ii}ii ft\üJ(&iUv-Ái^ ella'; á • módó;; dé -combatiente franco •) -y
La • • reorganización constitucional desingular; ni1 secuaz; ni,: hasta aquel mo-
186T confirmó en el 'poder a García- Mo- mento, guía de1'otro alguno. Las 'fuer-
reno. El espíritu de "la--nueva'Constituí zas populares se repartían entre -el con-
ción-era medianamente liberal,'y no fué servatismoxlérical^ y sanguinario de Gar-
en ella: donde 'rJudd hallar su fundamento cía Moreno y elJ liberalismo soldadesco
la autoridad despótica y reaccionaría con y relajado de Urbíñal La reacción con-
qué ^desempeñó' su presidencia el? caudi- tra el primero tendía a buscar brazo ?
llo ''conservador:-Gobierno"fué'ése de• ri- eficacia- en -los-prestigias" del último;
gor : ?drácóhián6; puesto ; ab servicio'de la pero 'Montalvo • repúgnó-; está1 solidaridad;

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604 J O SE ENRIQUE RODO .—OBRAS CO MPLETAS; ;

nante ecuatoriano es de los qué'. ofrecen una voluntad: y se llamó Felipe; H; aqu»
más ; originalidad: ¡ y carácter.:. Tuvo : porlia idea,: le hincó Ja garra en la con¿igM
fundamento la intolerancia religiosa, y cía. Como el monarca del Escorial, el8
acaso,nunca, en., pueblos modernos;, la presidente, en pequeño escenario, se.-oS
reacción. a., un; régimen: teocrático se ha yó señalado para brazo de Dios,- - h ^
realizado . con; tal franqueza y decisión. ejecutor. de:. sus sanciones y vindictas *
El hombre: que concibió.. e impuso: a;su La realización: de semejante sueño fü¿
pueblo esa .monstruosidad reaccionaria un régimen en que parece como que w
distaba mucho de ser un hombre vulgar, tonara y creciera algún gajo de la EspíJ
ni por la: calidad de la energía ni por las ña. de: [ los:: conquistadores, escapad^!j¡¡
prendas del entendimiento. Confundirle fuego: revolucionario. El Ecuador rio Q^
con dictadores de cuartel y advenedizos ya una nación cabal y señora de sí m{*
sin más. norte que el mando, fuera em- ma,, es un feudo: de Roma. Humii]aílM
pequeñecerle : dé: modo que resultaría concordato sella esa sumisión. ReslH^
amenguada: la propia magnitud d¡e¡ sus cese el diezmo en forma nunca .'$J¡j¡|
responsabilidades y sus extravíos. Hijo de la décima; parte de las. rentas, se aparta
noble cuna; realzado por su esfuerzo pro- para costear los gastos, del culto y |¡¡§lj
pio, en prestigios cívicos y -sociales; due- concurrir: a aumentar el dinero de $M
ño de una cultura superior,;; menos- lite- Pedro. La; facultad del patronato; here-
raria que científica, largamente ^acendra- dada de los Reyes Católicos, que la man-
da en viajes por Europa, y que le habi- i tuvieron siempre frentea la potestad de
litó en la juventud;para ser el acompa- la Iglesia, es abdicada por la República,
ñante: de Wisse en la, ascensión del Pi- ;como cismática .abominación. Sobre j |
chincha, don Gabriel García Moreno pasó !que se;Iee y escribe, la censura. No pasa
a ser- triunviro, y presidente desde: una librode la aduana, ni sale de las pren-;.
cátedra; de la'Universidad. .En sus-propó- ¡sas^i sin.que:un,censor d é l a Iglesia lo
sitos de gobierno hubo cosas grandes, autorice. Detrás del presidente hay como
que le han sobrevivido, o en idea o ya ;un: Senado veneciano,, que es la Compa-
cumplidas por él. A vuelta de sus aberra- ñía de Jesús. La escuela pública es cosa
ciones de inquisidor, reorganizo la. ha- :de;la.Compañía,; yalguna;vez el propj
cienda; :multiplicó:;las. instituciones•-de iministro de Instrucción sale de las mili-
educación, de beneficencia .y de: Crédito; IciaS: tonsuradas. Atraída por aquella Jau-
abrió caminos ^ que; llevasen desde los | jaV:- de i los: clérigos, comparece de; cien
puertos- -del Pacífico hasta - el: corazón: de partes distintas una inmigración mona-
los Andes; dio a su república el ferroca- i cal, hez y rezagó- de; todos los conventos:
rril,: y trató de darle el:telégrafo. Tam- :'del mundo, :e: infesta las- ciudades con
poco era malvado; por: instinto, ni por lia•: plaga : de la.: ociosidad parasitaria,
ambición groseramente;egoísta. Era fa- mientras, en los.pueblos-de los campos,
nático reügioso> y ésta es la raíz de su • el: eura; trueca su autoridad espiritual en
maldad, porque es la clave entera de; su fueros de taita y de caudillo. Las divisio-
personalidad de -l obsesionado. Aquella ;nes y los regimientos del Ejército se de-
idea; única; yj sublime ¡que tiene; cómo nominan como las hermandades r e l i ^
exaltar el barro humanó a las ideales j sas, son los soldados del Niño Dios, o
transfiguraciones de la santidad y cómo ! de; las Cinco .Llagas;los Ejercitantes v&-
despeñarlo: a; ]os más hórridos abismos ! luntariosy. los: Hijosi de su Santidad, los
del odio yt la: locura;: aquella•;idea ojie ; Guardianes de:ta Virgen;., La.innugracion
convertida!i mientras América; ser coloni- que venga, de ; tierras-protestantes, se.
zaba;^! polo del pensamiento y de ¡la ac- abomina; el gobernante. se aprecia de
ción histórica de un pueblo; encarnó en guardar inmune de; esa sangre; impura la

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OBRA ORIGINAL.—6:. EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 605

fltie él Jlamá «segunda Jerusalén»,: desti- ;Sea por caracteres de: nuestro organismo
nada a: cuidar el «arca de-la f黿 Guan- Social que tienen: ya o su- antecedente-en
do las armas de: Italia entran triunfantes cierta; genialidad liberal y :democrática
eñ Roma, la: república del Ecuador en- que nos diferenció: desde la dominación
vía indignada protesta;. más adelántense española; sea por está; exposición conti-
piensa en consagrar, por acto solemne, nua y franca a los vientos del mundo,
la República al corazón de Jesús. Para que debemos a la situación geográfica y
dar forma plástica al espíritu que obra la asiduidad de la inmigración cosmopo-
e n todo esto, la devoción oficial se os- lita, con los moderadores influjos de la
tenta en espectáculos primitivos. El día convivencia de tantas disimilitudes y
¿ e Viernes Santo> encabezando la proce- tantas contradicciones, ello es que el há-
sión Que v a P° r las calles, marcha el bito de la libertad de pensamiento arrai-
;efe del Estado, corvas las espaldas, car- gó sin dificultoso cultivo; en él alma de
gado en ellas uría ¡cruz;: sus ministros estas sociedades. Aun dentro del propio
j¿ rodean,-y;la muchedumbre, les sigue, campo ortodoxo, y tomando por punto
disciplinándose y gimiendo. Este candor de comparación el temple del fanatismo
patriarcal nev excluye ¡la ^horrible; contra- clerical en. otros pueblos de América, se
dicción en qué culminó/:en todo-tiempo, ha respirado aquí siempre; una relativa
j a piedad fanática; el furor Matricida por tolerancia, un cierto latitudinarismo, que,
amor de Dios; Cada nuevo amago de sa- por lo menos en la esfera de las aplica-
cudir el yugo ominoso,- de :restituir ¿la ciones a la realidad política y social, han
patria á la vida de la dignidad humana, mitigado prudentemente la lógica del
acaba en represión cruelísima; el patíbu- dogma. Compruébase esto poniendo en
lo consuma las prevenciones de la maz- ¡parangón, la calidad de, espíritu de un
morra y del azote, y sangre de genero- Estrada, un Zorrilla de San Martín p; un
sas -victímase'corre:;-afrentando- al noble Goyena, con la de alguno de los ipierica:
pueblo de los Rócafuerte i y los Moncayo. les significativos y famosos del otro lado
Tal había sido; en parte, <o; tal:. había deJos Andes/-, x-v^.-i^.'. :^M¿:W¿^i!r;
de ser en su próximo: resurgimiento,: el La ^propaganda de • Montalyo-; relampa-
sistema con • que hubo de : encararse ¡la gueaba^: pues,;;entre; los palpitantes-:re-
vengadora plumaÚQEI Cosmopolita. Pa-; cuerdos de aquel régimen y las- simes-.
ra el lector de; esta; parte de -América en itras; vislumbres de-su-cercana-y^exacef-.
donde escribo, nb será fácil empeño i for- bada •. restauración^SólO:: quien-imagine
mar idea completa de él. En los pueblos ifielmente,de una parte, la magnitud: de
del Plata, la intolerancia religiosa no ha • esta ignominia, y; de la otra,; el natural
sido, en ningún caso, fuerza de gobierno vindicativo y genei-oso del alma de Mon-
ni bandera de facciones. Aquí la tiranía talvo, podrá representarse: bien la heroi-
no usó nunca la; máscara de la fe, y las ca crudeza de aquella guerra.-dév^üxha.
discordias civiles se movieron Siempre : Grande y presagiosa mqmetüd: ocupó,
por impulso de otras pasiones^ otros in- el año de 1867. Votadopara senador Gar-
tereses yi otras ideas. Guando: en opor- cía Moreno, \que continuaba •• enla=pose-
tunidad de alguna reforma de la legis- sión de su r influencia, su diploma, vicia-
lación, ó •• cosa análoga que cruzase lado por: un falso escrutinio, fué objeto de
trama de la vida real, la controversia; re- vigorbsac impugnación: :yí: finalmente: de
ligiosa ha trascendido de la tribuna aca- rechazo. En; lugar del aparente; vencedor
démica a: lasolucháSHdel Foro, la agita- fué; citado raí; jurar el candidato t-quéj ha-
ción proveniente de ello ha pasado sin bía contendido con él, La opinión libe-
determinari en lo político deslindes;'ni ral cobró en ese instante nervio y espe-
organizaciones i capaces de prevalecer.
606. JOSE.-ENRÍQUií RODO.'^OBKASCOMPLETAS :

tanza. Por todos se reconoció en el aba- concentrar las- fuerzas capaces de ODO
timiento,-, que imaginaban.,radical, del nerse a la amenaza de reacción, alrede
poderoso,; la sanción;de la ¡propaganda dor de un hombre qué las concillase
de-Montalvo, el,.triunfo &t El.Cosmopo- m este fin sé convino»en don Franciscc
lita. -Perorío se detuvieron aquí las. agi- .'Aguine,: templado en; las ideas v a í t o
taciones de aquel año. La intromisión el respeto de todos. Quedó así definid-
fraudulenta de .que...resultaban .culpados la contienda electoral,.y al paso'iq^^g
]()S::r.epreseiilarites^cle:la autoridad en el se.acercaba a su término; .veíaseljxiál
proceso de aquellas elecciones; dejó en ; clara lá •;;desigua (dad de: las condiciones
pie, entre el Presidente y el Congreso, ira dé ambos bandos,, comía prcpoteric1||j¿
conflicto que llevó'más allá de, la..solu- caudillo reaccionario; y.la exaltacióH de
ción, del litigio de candidaturas las pa-. ' los ánimos arreciaba. •••. .: :;;, .::;.••'
síones: :que éste; fíabía enardecido. Ten- j;-;Por éste;;tiempo-Montalvo venía- ¿.oii
tábase lá conciliación entre ambos pode- frecuencia -a;fia; ciudad;? o estaba)en ella
res- cuando el destierro y la prisión de- desasiento.'Sufigura altiva1 y serena con-
cretados en la persona de''algunos de centraba);eñ las calles^ya las miradas-;^
ios mediadores, a pretexto dé qué'aleja- odio, ya las de la admiración. Contábale
ban con fines sediciosos el acuerdo, col-, i los. • pasos i: el¡ espioná-jeloMás ¡ de una-.ves
marón la medida para que la' oposición | embrazo i fanático O avenal .'anduvo!;cerca
parlamentaria nó demorase ya en llamar de-, su pecho; O ira/ amenazada su casa
al Presidente Camorra jtu^ioWrespbfr del asalto-de: las. turbas-,.generosa-juven-
sabilidád. Se'exasperó esta discordia;- tud- constituyó- guardia' en- ella. Bsta ex-
rondaron en torno del Congreso amena- citación heroica; este acicate del peligro,
zas de disolución, que él afrontó coivalti- y>.el agravioy'-avivaban:ios fuegos de £/
vez, en borrascosas sesiones, hasta que •Cosmopolita. Por entonces, dio-a-la-pro-
el 5 de • noviembre* salió de su seno tina|tésía : sus rriásaltos-y;viriles acentosSi¿
severísimá' declaración; porlá-"que se ca- ¡ páginas conío las dé \:.El Nueve Junius.
lificaba al Presidente de indigno' de- su Allí denunciaba las violencias, y las.p.er-
alta investidura. En esta violenta extre- |sediciones;;;la ¡ amenaza).del sayónBj^-j¿
rnidádj -aeüdró García^ Moreno}1 ipara im- jinfamiasideta libelista;v¡y-tras ebencanta-
poner a Can ion la renuncia de una'auto- I mién tí)V-deI.:.Presf dente ^anulad o, ^móstiraba
ridad' qué se 'fcáitósP"'• hecho'•'• insostenible"(en toddE'dlo» la -manoí-del• omnipotente
en sus manos. Aceptóse; esta forzada -re- instigador. Puntualizando la verdad ::dé
nuncia;:y: las pasionesvolvieron -transí- i la:: can didatura reaccionaria, - la señalaba:
joñamente a su límite. ,.,-••••• á ; la abomiriaeión,i:al itembrv a látvet-,
Ai i Presidente'; repuesto reemplazó don ! güenza;:-y:cuando!el candidato hace oír
javier'-Espinosa/!ni;rnénos probó ni más i' su voz, él! mulfiplica
1
en ecos de escándalo
::
enérgico' que níquel; La cercana • tenniñá- 'sus palabras, que prometen por horma
ción' del'período .que él .debía completar, de gobierno las condenaciones .áchS.yllk¡
daba5 yá-: oportunidad ^ al problema cíe la bus; y i por: instrumento: elri^or i mexora-i
presidencia- futura. García Moreno pare- ble. Ya se. dirigía a-'los partidos; y!:$as
cía tenerla asegurada-'-para-' ¡sí/coií-lós té- inducía a un: acuerdo superior; ya•tófa*
cursos de; su mal encubierto- predominio. gába a;los militares; para disputarlos:.ai
Frente.a su candidatura, aparecieron-las | vértigo con que la sugestión que goher*
dé la^ópiníóm liberal; La de-don Pedro naba de hecho la República losülévaba
y eríérgicá^reformai'y que^Moritalvo hü^ al)abismo,de la deslealtad!sediciosavl&IMi-
Cárbdj í qué cirraba Jfeñdencías ;de • franca litáreseles
:
dice—; no; soy vuestro; ene-
bíesé-.rj)réferido}- tenía por-obstáculo su migó: en-uña gran: nación habría; sido yo
propia, radical excelencia; Era menester soldado:»'También a la.piedad inocente,

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OBRA ORIG3^'ALv^6::.;ÉL:-MIRAJ)OR>VDE;PRQSEERO¿T^MONTAtVO 607

movida con .engaño • trásdá: maquinación bases c entró; a i ejercerá aquél; hombre; ex-
fal fanatismo, J buscaba; ¡persuadir;-y ^re- traordinario, su; nuevaoy ornas..: caracterís-
firiendo ima: plática; íno sé!, sii real o: fin- tica dominación.;La; libertad;de? escri-
gida, con el: manso varón que era enton- bir, el derecho,: de viviroen; la;patria, ha-
ces arzobispo. :de Quito, opone; á las ins- bían: perecido: con; el.aliento.; de: la i dicta-
tancias de la-poquedad, escrupulosa los dura. El: Cosmopolita acabó como la voz
¡fueros de la razón, i que; encuentra: ámbi- que; queda -truncada • em la garganta, ..y
to y aliento dentro•:.< de /lá misma: ente- -Montalvo tomó el camino:del destierro.
reza de la; fe; ¿X.-:Ü-::-:.- •-.h uü; O ^ - Í U ^ U / ;
Todo esto sé embotaba en el; arraigo
de un ascendiente -personal; que -da¿.-tra- VI
bazón de las; cosas;: volvía; de.¿horaí.:«ü
hora más = incontrastable, Urbznaj.¡ ama- '•.-Pasando' la'¡raya.1de Colombia;);en-lo
gaba con Ia:.revólución;;idésde.el :destie- más/alto; de;: una/de las i mesas que/ for-
rr0í o tal se-decía con-intencional: suspi- man, de ambos lados; de aquella;, abrupta
cacia; y esté peligro; era. recurso que..-..uti- frontera, lás> cumbres; andinas, se asienta
lizaban los secuaces ¡ • del- bando I reaccio-el pueblo.• de ¡ ¿piales; / donde.:.-, Montalvo
bario, para- excitar: las alarmas; del. nú- halló- por siete años; su refugio:; lugar • de
¿leo social amigo del orden ^acusar : de hermosas vistas; aunque; harto.i castigado
débil e incapaz la acción • del' 'gobierno, del frío de la altura para embozo; del
y propagarÍ la necesidad de= la i-férrea alma de^un desterrado.;;
mano salvadora.'' García: Moreno había • '•:• Allí .-llegó'1 sin libros', allí permaneció.; sin
dejado las; trazas de inerme postulante •tenerlos; Y; ¡asesar dé ello, / este; ;déd:su
al • favor de: ¡ los i comicios. A sus puertasdestierro: aldeano es; él; tiempo en-que
velaba guardia! pretorianái! Los/medios produjo:;más;; y; más: para" su •. gloria; por
de la fuerza material ¡no/ eran vya; sino ío~ i cual aviene.- aquí la ocasión: i de. hablar
-SUyOS. \ :V':'r-VV:i, 3]3;._Cff?.lü_ ftLbnp/. del;Montalvó literario.:Suvida exterior,
Comenzó éli año; ¿#1869; en; este< impro- contenida casi; en, el; -cerco; de,surhuerte-
rrogable conflicto1 de'íuriaL'autoridad sin cillo, no.i tuvo tepisodios de: mayor;.--.entfe-
energía1 y ; uno 'poder ^subversivo ttqueííla dad i- que tal; ;• cual reyerta con-algún-> ve-
estrechaba con:; altaneras/ franquezasv de dnóidriapertineñteipo-. algún- clérigo! zafío
autoridad. El Ti lí ¡ de enero; se; pronuncia^ y ;rapáz;; deresos ;que;fueroji^eternC): blan-
bá finalmente; el 'motín5 "militáffí qúéanm co; -dé•:su/pluma¿ En;; cambio,;;:stU;.imagi-
jó del gobierno -ülpresidente;- Espinosa y nación-hirvió ¿en soñados; lances; en en?
confirió a García Morenóffacultadesí-;dé jambres • de:>: ideas;; en;; juegos v y ^músicas
dictador, Tó'do^e cbhsumóí y i quedói quie- dá:forma¿:'b Í.-D i\bkn$ \hnh¡-ioihm-y'nvn
to en un instante,?-como preparado: .por r¡Háy algo/: de representativo; del; destino
forzoso declive?' uj-.:.rjjna ÚTmVú:) •<&£ entero j:de¡iMontalvo; ;
?hay como una ima-
: gen abultadai de> lab total;; desventura/=; dé
El restaurado déspota quisó.-'acometer;
; suj;vidáj en esto/ -de/ da- producción ideólo
¡sin; 'demora/ Iw'>reorganización • constitu-
;
cional que diese.' formas:• de .legalidad al mejor y /más caitamente/ literario^ i de i su
sueño!' autoritario ;;.y;?.teocrático;i que> se obra, en la soledad;-de/un^viUorlq^En^
proponía ¡ reencarnarrcon* maso cumplida tendedloíMen: .no en la• soledad• del• fe
perfección. En mayo (de; aquel * año se sierto, ;•;due-es;--altavy.soberana •.emanci-
reunió la Convención constituyéñteXique pación;^ amor. hconV la- ñbx&. ¡ inmensidad]
íuvo.'ipop-principales^inspiraciones* dei su por- dónde; vagantlosadivinos;;alientos^que
j
obra reforzar <lá; sujeción;del?;Estadosál í^bIán<^oioatatale^ déf:Sáé^oy nin-
yugo^de la Iglesia, y robustecer las i atri- fas; sino; en la; soledad del villorrio; ruin
buciones del poder'público.1 [Sobrevestas y ¡menguada< donde; no r-.tieiíetíiSu- habita^
608 JOSÉ ENR1QUR RODO.—OBRAS COMPLETAS

cíón ni el caballero ni el bárbaro, sino con semejantes y sin libros... Bien s


el palurdo; donde los gallos cantan pa- siente el resuello de esta herida c r ¿
ra que amanezca la murmuración, y el en la admirable introducción a los Caní
sol se pone para que ella atisbe más a tulos que se le olvidanon a Cerváriies Y
cubierto; en la soledad del villorrio, sin apenas hay: alto, ingenio americano qUe
trato de semejantes y sin libros... Esto no haya expresado alguna vez parecido
lo. encarece él en. su decir vehemente y sentimiento, o no lo - deje percibiren
gracioso: «¡ Sin; i libros, señores, sin:; li- una. callada; vibración de sus escritos, m
bros! Si tenéis entrañas, derretios en lá- fundamento real de estos agravios ; | ¡ | ú
grimas.» Obra de escritor como la suya, superiores es de extensión universal v
tan necesitada, por su índole y carácter, humana; radica en el primitivo barro ¿
de la diaria ablución libresca y del fácil Adán; pero ellos recrudecen' en las. so-
manejo de esos instrumentos;., de medi- ciedades de América: por lo mal asenta-
da; y: rectificación, que traen los1: libros do y desigual de su civilización, donde
en: sí,:ituvo que contentarse,i para empre- mientras:las -excepciones personáis e u
sa de tal dificultad como la-parodia del ingenio y saber, con las necesidades y
Quijote, con la biblioteca ideal que su los apetitos que uno y otro, determinan
memoria y su- imaginación: reflejaba so- pueden subir tan altocómo en los gran'
bre; las desnudas paredes • de una i casa des centros• de cultura, las condiciones
de aldeas : = -.:; . v-i; c\•{>.• i-.-i.-de atención y correspondencia sociales
Pero, aun en la ciudad o cerca de ella, quedan muy inferiores, centuplicándose
y con la compañía de sus libros, grandes así la desproporción, entre el elegido y
hubieron de. ser los obstáculos que puso el vulgo. De aquí el desasosiego;de la
ante él la precaria armazón ¡de cultura inadaptación y cierto impulso de •nostal-
de su: pueblo: El nos refiere; el heroísmo gia^ muyv común en los hispanoamerica-
que: era necesario desplegara para valer- nos de vocación literaria y artística, por
se de la imprenta: sólo a dura costa, y aquella patria de nuestro abolengo y
con ayuda de amigos, pudo dar a luz nuestro espíritu que. la civilización eurpí
las:" entregas de El Cosmopolita. Y todo pea extiende del otro lado del mar. Ex-
esto es, en su pasión, la parte menor.y patriarse; •• como siempre lo anheló^Mon-
más liviana, porque queda el aislamien- talvo, suele ser entonces justa y fatal
to y abandono espiritual, que es lo ver- gravitación;-;:pero, expatriarse, corno él,
daderamente doloroso; queda el calvario con el pensamiento y,la memoria dando
de la incomprensión común: desde la cara a la tierra, más dulce y cuanto más
que se;eriza con; las púas de da inquina lejana, y. con: el sueño de la vuelta; Re-
a la superioridad, pasión de democracias sidiendo a; los anhelos de asimilación y
chicas, hasta la que se encoge-de hom- de cultura: que un día traerán cómo pa-
bros con un zafio menosprecio de toda gar a la patria natural el precio de la
labor desinteresada de estilo: y de inves- ausencia. Quedar así, en espíritu, o que-
tigación, y la que, dentro mismo de estas dar de hecho, es, indistintamente,;;man^
actividades, ensordece a lo nuevo y per- tener la vinculación obligatoria y fecun-
sonal^ o afecta^ comprender y no com- da con la obra común de los hermanos,
prendé., i; quedan, en fin, aquéllos resa- y sólo han sido grandes, en América; los
bios de la aldea, por los cuales, para que han alcanzado a mantenerla, y en la
las altas cosas del espíritu, toda esta proporción en que la han mantenido.Só-
América española ha sido, en escala ma- lo han sido grandes,• én América- aque-
yor; soledad de villorrio; o cornos la del llos que han desenvuelto, por la palabra
rincón aquel donde Montalvo compuso o por la acción, un sentimiento america-
la más difícil de sus obras,í: sin trato no. Nadie puede cooperar eficazmente

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 609

al orden del mundo sino aceptando con el gallo tanisario, de canto solemne y me-
resolución estoica, aún más: con alegría lancólico».
de ánimo, el puesto que la consigna de La integridad de la conciencia ameri-
Dios le ha señalado en sus milicias al fi- cana, la integridad que comprende el
jarle una patria donde nacer y un espa- sentimiento profético de la cabal gran-
cio del tiempo para realizar su vida y su deza de nuestros destinos y, por tanto,
obra. La incapacidad de adaptarse sólo de la cabal grandeza de nuestro pasado,
es condición de progreso, en la evolución está presente en su obra, y ella la mue-
social como en la orgánica, si se resuel- ve, en uno de los Siete tratados, a aque-
ve en energía de reacción, que acomoda lla gallarda afirmación de la superiori-
a las necesidades de la propia superiori- dad de Bolívar sobre Bonaparte, afirma-
dad el ambiente mortal a los inadapta- ción que hubo de espantar en su tiempo
dos, cuando inferiores o débiles. a la gente discreta y partidaria del apo-
A menudo refleja el pensamiento de camiento común, y que aun le asombra-
Montalvo el ritmo de un irrefrenable des- rá hoy mismo, aunque por ventura no
apego a la transitoria realidad de la pa- tanto. ¿Quién ha consagrado acentos de
tria y un profundo sentimiento del ser más honda piedad a la suerte de las do-
ideal y permanente de ella. Hablando de madas razas indígenas?.,. Y en cuanto a
su forzoso abandono de la secretaría que la originalidad de la naturaleza, también
desempeñó en París, decía: «La suerte se supo sentirla y fijarla a menudo. Nada
rae puso zahareña de repente, y con un más propio para oído por la montaña
fiero ademán me volvió a echar a este que la voz con que imprecó a la majes-
tad del Pichincha, de modo tal que ima-
rincón.» Otra vez agregaba: «Si llega pa- ginamos que aún está retumbando en los
ra mí el día de volver a Europa, prome- contornos del gigante. Nada más pene-
to a mis conciudadanos que no les daré trado de aroma de la tierra y de divina
mueño que murmurar en justicia.» Hay humildad que aquel elogio del maíz, el
ocasiones en que manifiesta su desvío trigo del pobre, el acumulador de la
con amarga rudeza: «Sólo siento no te- energía que ha de desatarse por los bra-
ner buena, noble y grande patria, donde zos del indio labrador, cuando, encorva-
no ser noble, bueno y gran patriota.» do sobre el suelo hecho del polvo de los
Comentando el desorden de los pueblos suyos, trueca su dulce paciencia en oro
hispanoamericanos, exclamaba: «¡Ah, re- del amo... Cada vez que esta nota de
públicas turcas! El cíelo se contrista, el americanismo, en el sentimiento o en el
infierno sonríe, cuando echan los ojos a color, se levanta a presidir la armonía
esta parte del mundo.» Pero otros ras- de una prosa tan clásica, tan limpia,
gos complementan el sentido de aqué- tan de la antigua hechura, comparece
llos con palabras de fe y esperanza: en mi memoria la impresión de aquellos
«América, joven, robusta, inteligente y Comentarios reales, donde un mestizo
amiga de lo grande, cumplirá su destino, que unió a la doble nobleza de la cali-
se civilizará, será libre, feliz, y gozará dad el privilegio del estilo dejó expre-
sin estorbo de los dones de su gran na- sados, en la más pura lengua del con-
turaleza.» Mientras estuvo en París, vi- quistador y en la más rica y gallarda
sitador asiduo del Jardín de Plantas, gus- prosa de su tiempo, sabrosísimos can-
taba demorarse, con la terneza del amor dores del alma americana, que semejan
reconciliado por la ausencia, frente a to- allí las huellas de la sangre del indio en
do lo que despertaba en su espíritu la el lustre de una hoja de Toledo.
imagen del terruño: «el cóndor de los Los Siete tratados, que no publicó has-
Andes, la ortiga de América, la coronilla; ta diez años más tarde en Europa, fue-
RODO,—?,0
610 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

ron escritos, o por lo menos bosqueja- ¡ moroso, y de esta pintura a las enaguas
dos, durante el año 1872, en aquel retiro [ que usaba Clitemnestra; para volver des-
de Ipiales. La literatura de Montalvo está j pues al tema original, que no tarda en
allí en su más característica y remontada j desviarse hasta dar término al ensayo
expresión. Titúlanse esas disertaciones: con un comentario de los crímenes de
De la Nobleza, De la Belleza en el gé- i los comuneros de París... En la entona-
nero humano, Réplica a un sofista seudo- | ción de estos tratados no hay más unidad
católico, Del Genio, Los Héroes de la I que en el asunto. Ya se mantiene en ei
emancipación sudamericana, Los Banque- | carácter de la exposición didáctica; ya
tes de los filósofos y El Buscapié, traba- ¡ se allana a la forma del cuadro de cos-
jo éste que reprodujo, corno estudio pre- tumbres o de la sátira ligera; ya se re-
liminar, en los Capítulos que se le olvi- ¡ monta al lirismo de la imprecación, del
daron a Cervantes, I ditirambo o de la alegría.
El ensayo al gusto de Montaigne, des- I De Montaigne toma, además, el egotis-
ordenado y libre de todo plan metódico, mo, la preocupación constante del «yo»,
extrema en manos de Montalvo su curso no tanto por estímulos de investigación
voluntarioso y errabundo. El tema que se psicológica, ni por conflictos y tormentos
anuncia en el título persiste apenas como i que pasen en su alma, sino como tema
el hilo tenue y velado por la fronda, que de ameno divagar, que tiene más de ino-
enlaza, alrededor de su eje imperceptible, cente complacencia de amor propio que
las vueltas caprichosas de la enredadera. de la pasión austera del psicólogo empe-
Desde que se ha doblado la primera hoja, ñado en mirar al fondo de su herida, o
se echa de ver que el tema es lo acceso- en subyugar a la Esfinge del conocimien-
rio para el ensayista, y lo principal el to interior. Pero aquí las semejanzas con-
alarde continuo y centelleante de inge- cluyen, porque, como carácter de estilo,
nio, de lectura y de estilo, Cuando le sale la espontaneidad natural y suelta de
al paso una idea accidental, jamás la Montaigne es el término opuesto a la
aparta, ni la reprime, ni la urge, sino que artificiosidad preciosa de Montalvo; y
se le entrega del todo y la sigue mien- como carácter moral, la indolencia con-
tras ella da pábulo a la fantasía, o mien- templativa del bórdeles en nada se pa-
tras no acude una idea nueva a torcer ¡ rece a la disposición militante y quijotes-
otra y otra vez su camino, como en esas ¡ ca con que nuestro americano asiste al
carreras anhelantes y sin rumbo, que, en i espectáculo del mundo. Montaigne es pro-
los cuentos de hadas, tienen por guía el j totipo de e s c é p t i c o s ; y de este rasgo
vuelo de un pájaro maravilloso o el ro- esencia], que es la raíz de sus superiori-
dar de una piedra animada de una magia dades, viene también aquella limitación
interior. Si se intenta reducirlo a sustan- de su naturaleza, que Sainte-Beuve defi-
cia y a orden dialéctico, el pensamiento nía: . «la ausencia de la locura santa y
fundamental comparece, flaco y escaso, j del fuego del sacrificio generoso», En
de entre el follaje de las digresiones. Sir- I Montalvo no falta nunca este fermento:
va de ejemplo el tratado sobre la Noble- antes rebosa y se derrama, como la más
za. Allí, de una disertación acerca del activa esencia de su espíritu. Montalvo,
origen del hombre, se pasa a discretear aunque razonador y malicioso, tiene su-
sobre las diferencias de razas y de cla- mergido el pecho en el mundo de los
ses, y de esto a describir la naturaleza ! Amadises y Espíandianes.
del polo, y la del trópico, y la aurora bo- | La singularidad y excelencia de la íor-
real; y luego a encarecer los extremos de ; ma es principalísima parte en la literatu-
que es capaz el amor a la ciencia, y en la J ra de Montalvo. Tuvo, en esto, por ideal
siguiente página a pintar un insecto prr i la vuelta a los típicos moldes de la len-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 611

gua, en sus tiempos de más color y ca- andaluzas, de Estébanez Calderón. Pero
rácter y de más triunfal y gloriosa pleni- el costumbrista andaluz, a pesar de su
tud. Guisio escribir como lo haría un con- opulencia de color y su caudal de lengua
temporáneo de Cervantes y Quevedo que inexhausta y gallardísima, queda como
profetizase sobre las ideas y los usos de escritor de muchos menos quilates que
nuestra civilización, y lo cumplió de Montalvo. Faltan en su pintoresco artifi-
modo que pasma y embelesa. El fabuloso cio aquella gran alma, aquel arranque
caudal de vocablos, giros y modos de de- hacia arriba, aquel verbo ferviente, que
cir, que rescató de la condena del tiempo, magnifican y realzan el prodigio de for-
infunde en cada página suya un peculiar ma de nuestro ecuatoriano. Lo que es
interés de sorpresa y deleite. Nunca se curiosa habilidad de Estébanez, es en
trajo a luz, de las arcas del idioma, tan- Montalvo maña genial, la prosa de las
ta deliciosa antigualla; tanta hoja de hie- Escenas andaluzas equivale a deleitable
rro tomada de orín, tanto paramento de \ exposición de cuadros de género; a mul-
seda, tanta alhaja, pomposa y maciza, tiforme y soberbia galería la de ios Siete
tanta moneda desgastada, de esas donde tratados.
agoniza en oro un busto de rey y se es- La lengua de Castilla se mira en el es-
fuma, en truncos caracteres, una leyenda tilo de Montalvo como la madre amorosa
ilustre. Aquella prosa semeja un museo; en el hijo de sus entrañas. Nunca hubo
y tiene del museo hasta la profusión que gusto literario de más neto solar español,
desorienta a la curiosidad y que, deján- por lo que tiene y por lo que le falta, que
dola suspensa a cada instante de lo me- el suyo. Llevó a su realización más defi-
nudo y primoroso, le impide el paso des- nida y concreta las virtualidades y dis-
envuelto con que guiarse a donde está lo posiciones características del instrumen-
principal. to verbal de la raza, que componen lo
La ciencia vasta y prolija, el sentimien- que llamamos el genio del idioma; sa-
to profundo del idioma, que semejante cando todo el partido posible de sus ma-
evocación supone, son verdaderamente yores ventajas y excelencias, sin evitar
incomparables. La obra de rehabilitación ninguno de los escollos a que por espon-
de las buenas y sabrosas tradiciones de tánea propensión se tuerce su curso, ni
la sintaxis y el léxico, realizada en len- tender a suplir ninguna de las deficien-
gua española por Montalvo, no represen- cias que, en determinados castos, limitan
ta mérito inferior a la que, en lengua sus medios de expresión, de modo que
francesa, llevó a cabo, algo anteriormen- aquella prosa acrisolada y magnífica es,
te, Pablo Luis Courier, abriendo paso en : para el genio del idioma, como una lente
las lánguidas formas prosaicas de su | de aumento, a través de la cual se viese
tiempo al habla rancia y generosa desen- I abultado su relieve, engrosado su tejido,
terrada de los frescos sótanos de Mon- ¡ puestas en claro sus desproporciones, o
taigne y de Amyot. Como el traductor de j como una artificiosa alquitara, de donde
Dafnis y Cloe, a quien, por otra parte, le surtiera, en espeso jugo costosísimo, su
vincula la común potestad del dardo sa- más concentrada quinta esencia. Allí
tírico, Montalvo fué artífice original don comparecen, y se desenvuelven hasta sus
piedras de las ruinas, innovador con extremos, la firmeza de la línea, la ener-
aliento de antigüedad. La literatura cas- gía del color, la elocuencia ardiente y
tellana no ofrece, en el siglo xix, otra pomposa, el elegante discreteo, el castizo
tentativa de restauración arcaica compa- donaire; y junto a estas riquezas de la
rable a la suya, por lo viva y orientada herencia común, manejadas habilísima-
e
n sentido de arte, y no de solaz grama- mente, ningún esfuerzo dirigido a probar
tical o académico, que la de las Escenas , la eficacia de la lengua para triunfos
612 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ajenos de su tradición, nada por alige- galeón de Indias! A vuelta de prolijida-


rarla y afinarla; nada por infundirle el des nada más que curiosas y modos de
sentido de lo vago, de lo soñado, de lo decir de un sello exclusivamente perso-
íntimo; nada por ensanchar la aureola o nal, ¡cuánto hallazgo de valor objetivo;
penumbra de sugestión que envuelve el cuánto eficaz conjuro y oportunísima re-
núcleo luminoso de la palabra y la pro- habilitación, que nos punzan con el sen-
longa en efectos de música; nada, en fin, timiento de las infinitas cosas expresivas
por poner en manos del idioma la varita y bellas que el idioma no debía dejar
mágica con que se penetra al mundo de perderse en el proceso de una renovación
las cosas aéreas y flotantes que hoy ape- mal vigilada, la cual no alcanzó nunca a
tecemos más allá de la plena determina- compensar, con lo que granjeó de nuevo,
ción de la forma y la idea. la merma del rico patrimonio!... Por eso,
Por sus más soñados caracteres, la el arcaísmo de Montalvo puede conside-
prosa de Montalvo, expresión violenta de rarse, en muchos de sus elementos, obra
un ideal de restauración en el habla li- viva; antecedente capaz de felices suges-
teraria y de la personal genialidad de un tiones, para el intento, en que ahora es-
escritor, es mucho más admirable en su tamos empeñados, de devolver a la prosa
singularidad que como norma y tipo ade- castellana color, resalte y melodía, y de
cuado para propagarse. Vulgar y torpe henchirla de sangre y encordarla de ner-
es entender que todo lo que en arte se vios, consumando un reacción que ni los
hace de nuevo va dirigido a solicitar la románticos realistas de la anterior centu-
imitación, o siquiera la prevé y la supo- ria llegaron más que a demediar, en la
ne; cuando el propósito de que se le imi- sintaxis y en el léxico.
te es de los que no conoció nunca la No pudo asistirlo en su empresa de
conciencia del artista verdadero y cabal, restauración un gusto constante. Algo
y se puede afirmar, sin sombra de para- hay en la pasión que le animaba del fer-
doja, que lo más digno de ser admirado vor del coleccionista; y el gusto, como
es lo menos capaz de ser imitado. Aque- el discernimiento de cualquier especie de
lla prosa ha de juzgarse como una bella valor positivo, no son medidas que regu-
forma extinguida. En la relación estética, len el peculiar criterio del coleccionista,
su singularidad es privilegio; porque esa para la valuación de las cosas en que
manera de decir, que no podría generali- se complace. Pero importa diferenciar la
zarse para la comunicación actual de las soberana calidad de esta pasión no li-
ideas, gana con ello aquel encendimiento mitada por el gusto; la naturaleza ge-
de beldad que se da en las cosas emanci- nial que la levanta cien codos sobre la
padas del uso, cuando originariamente manía sin nervio ni gracia del erudito
contuvieron una centella hermosa, como vulgarmente prendado de lo viejo; so-
los soberbios templos que se arruinan, bre la paciencia buscona del pedante hu-
las lindas armas con que ya no se com- roneador de léxicos y glosarios; porque
bate, y la buena prosa de los libros añe- aquel entusiasmo de las palabras es, en
jos donde ya no se busca la verdad. Y, Montalvo, sugestión de un numen, furor
sin embargo de lo dicho, aunque la obra casi sagrado, fuego de inspiración que
de restauración arcaica que emprendió tendría bastante con una sola de sus
Montalvo sea, en su conjunto, singular e chispas para devorarse, como sacos de
incomunicable, ¡cuánto que aprovechar paja, las almas de todos los pedantes
en ella; cuánto que mantener y restituir del mundo. Se embriagó de arcaísmo:
al comercio del habla, en ese vasto teso- ésta es la imagen propia; se embriagó
ro levantado del fondo del tiempo, como con aquella báquica sensación de lo bello
del fondo del mar los despojos de un antiguo remozado, con que los heraldos

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO—MONTALVO 613

del Renacimiento, al modo como los que ébano de Indias. Nadie hubiera podido
trasiegan el mosto suelen marearse del manejar con mejor tino aquellos tesoros.
capitoso vaho, se marearon divinamente Por encima del conocimiento reflexivo y
trasegando el generoso vino de los clá- prolijo de la lengua; por encima de la
sicos y llevaron sobre su nativa lengua acrisolada lección de sus clásicos maes-
la conquista romana, en aquella prosa, tros, tenía de ella Montalvo el conoci-
hirviente de latín, que empezó en el rei- miento intuitivo, el inspirado sentimiento
nado de don Juan II. Donde dije «roma- del carácter y naturaleza idiomática, que,
na», póngase «española del gran siglo», como en cifra, reproducía en su propio
y ése y no otro es el caso de Montalvo. carácter literario. Se comprende así que,
La prosa de Montalvo, después de Junín siendo tan moderno y curioso en su pen-
y de Ayacucho, es el desquite del Con- sar, y reflejando su obra ideas de tan
quistador. Y por cierto que hay en el esparcidos orígenes, mantuviese constan-
rebusco y acumulación, que manifiesta temente inmune la nobleza antigua de
esa prosa, de riquezas del tiempo viejo, las palabras y la frase; porque el sesgo
cierto soplo marcial, cierto ímpetu heroi- castizo que tomaba, en el primitivo
co, como de conquistador que entrase a arranque de la forma, cualquiera mani-
saco una ciudad antigua y volviera ufano festación de su pensamiento, le guiaba a
y curioso del botín; cierta exaltación que completar sin violencia su modo propio
es todo lo opuesto que pueda imaginarse y genuino de expresión. No es humana-
a la asiduidad linfática del literario de la mente posible expresar mayor copia y
especie académica. variedad de ideas ateniéndose tanto a la
Para quien guarde diferenciado el sa- tradicional integridad y pureza del idio-
bor de cada uno de los prosadores del ma. La lengua de Montalvo es victoriosa
gran tiempo de la lengua, la lectura de demostración de lo mucho que, a pesar
Montalvo es como múltiple y maravillo- de juicios vulgares, cabe contener en
sa evocación. Un rasgo rememora al uno, el romance heredado del Conquistador,
otro rasgo al otro; y de esta manera, cuando se le conoce en lo hondo y se le
sobre el fondo de aquella prosa, dorada j solicita con enamoradas instancias: o es,
de gloriosos reflejos, se ven pasar, como si se prefiere, demostración de la inde-
procesionalmente, sus sombras augustas, finida amplitud que el genio personal de
con tanta gracia y reverencia invocadas un gran escritor logra arrancar a los en-
en ia introducción de los Capítulos que durecidos moldes de una lengua añeja,
se le olvidaron a Cervantes. Por allí Gra- sin deformarlos ni descaracterizarlos. En
nada, por allí León, por allí Quevedo, por presencia de este soberano dominio, y del
allí Malón de Chaíde, por allí Saavedra amor ferviente que fué su inspiración,
Fajardo... Esta obra de selección y con- pasma averiguar, como sabemos por car-
cierto de las varias riquezas del tiempo ta suya dirigida a don Miguel Antonio
antiguo, bajo el imperio arquitectónico Caro, que alguna vez pasó por su espíri-
de un estilo personal y creador; ese cer- tu, aquejado de la nostalgia de más an-
tamen de las suntuosidades de la lengua, cho escenario, la ambición de radicarse
se compararía con el alarde de magnifi- en París y escribir para siempre en len-
cencia colectiva que presidió a la fábrica gua francesa, ¿Qué hubiera resultado de
del Escorial, para cuya edificación dicen la realidad de este sueño? ¿Un Heredia
Rué se reunieron, en piedras, maderas y prosista? Aquella extraordinaria facultad
fetales, todos los primores de las tierras de expresión, que tan íntima y congenial
de España; el mármol de Filabres, el jas- nos parece con el idioma en que se ma-
Pe de Tortosa, el pino de Cuenca y Val- nifestó, como si a él estuviera votivamem
saín, el hierro de Vizcaya, la caoba y el te consagrada, ¿pudo, sin desvirtuarse,
614 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

buscar nuevo arraigo y nueva adapta- talvo en esas páginas. Sin asomo de hi-
ción?... La historia literaria testimonia pérbole puede decirse que ellas son el
que no hubo nunca gran escritor que lo análisis digno de la creadora síntesis
fuese a la vez en dos lenguas distintas, del genio. La más durable estatua de Cer-
y Heredia no había llegado a ser gran vantes está allí, labrada con la unción
poeta en castellano cuando optó por ser- que un artífice devoto pondría en cince-
lo en francés. lar una imagen sagrada.
Para hacer alarde de este absoluto do- Por lo demás, no hay cosa tan distante
minio del idioma y del profundo senti- de la condición intelectual de Montalvo
miento de su genio y tradición, en te- como la de los «hombres de un solo li-
meraria competencia con el más único y bro», o de un solo autor, o de un solo
abrumador de los modelos, escribió los círculo de autores. Su cultura era varía y
Capítulos que se le olvidaron a Cervan- difundida; su comprensión, de amplios
tes, parodia del Quijote, que hasta des- alcances; ágil y melificadora, su curiosi-
pués de la muerte de Montalvo no cono- dad. Dentro de las letras—y aun en lo
ció la imprenta. La obra es lucidísima, que podríamos llamar los alrededores y
como dechado de lenguaje y como in- baluartes de una cultura literaria—, te-
terpretación y nuevo desenvolvimiento de nía cabal noción de lo moderno, no igno-
los caracteres de la ficción maravillosa. raba lo exótico, y era capaz de sentir la
Pero quien allí aparece y campea es fuerza de la belleza y de la persuasión,
Montalvo, y no Cervantes, o es, si se quie- en otras lenguas que en la propia. Pero
re, el Cervantes de Montalvo, que, refle- el núcleo de su saber, la medida y nor-
jando su imagen en lo vivo de tamaño ma de su gusto, fueron siempre lo clási-
temperamento, muestra, hondamente es- co, lo clásico de su lengua y las de la
tampados, el sello y fisonomía del intér- materna antigüedad. Comprendió entera-
prete. Y Montalvo, en su natural de es- mente la belleza antigua, porque empezó
critor, se parecía poco al modelo que en por comprender y admirar la vida anti-
esta ocasión trató de imitar. Cervantes, gua en lo esencial de su carácter. Nada
en quien la invención novelesca conserva más elocuente, nada más revestido de la
mucha parte del candor del primitivo altivez y majestad de la vieja toga orato-
épico, tuvo la divina inspiración del es- ria que la defensa de la civilización pa-
tilo, y como su arte infuso; pero careció, gana en su réplica a un detractor sacris-
en fuerza de su propia absoluta natura- tanesco. El civis romanus sum se siente
lidad, de la conciencia del estilo, que es allí encrespando ejemplos y razones. Allí
intensísima y predominante en Montalvo, es donde se dice: «No me cerréis las
artista refinado y precioso, cuyas afini- puertas de la antigüedad, porque os las
dades, dentro de la clásica prosa caste- \ derribaré a hachazos.» La virtud romana
llana, han de buscarse, mucho más que le inspiró, en medallas de admirable pro-
en Cervantes, en Quevedo o Gracián. Va- sa, figuras como la de Fabio Darso, cuan-
lióle, sí, a Montalvo para su magnífica do, ceñidos los hábitos sacerdotales, pasa
parodia, ya que no la espontánea seme- por medio de los bárbaros; o la del jo-
janza en medios de expresión, el profun- ven Curcio, echándose al abismo; o la de
do sentimiento del espíritu y la idealidad la mujer de Fulvio dándose la muerte
de la creación cervantesca; y no sólo ma- para reparar su indiscreción. De Grecia
nifestó ese sentimiento en la parodia remozó también eternos asuntos. ¿Quién
misma, sino también, y aún más si cabe, mejor que él ha pintado la escena de la
en las páginas críticas que la preceden. absolución de Friné? Toda la gracia deí
Nadie, en idioma castellano, ha hablad» diálogo ateniense está en los coloquios
de Cervantes y del Quijote como Mon- que animó entre los convidados de Jeno-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 615
fonte y de Platón; y aun del primitivo una frase, en el relampagueo de un epí-
helenismo, inocente y heroico, cruzan rá- teto, o en la nobleza de un vocablo añe-
fagas por su obra, como en aquella pá- jo. A la conclusión de tal rasgo, al final
gina del tratado del Genio donde evocó de tal cláusula, se adivina el grito de or-
la sombra de Homero vagabundo, y gulloso júbilo del artista que ha llegado
aquella otra de los Banquetes de los fi- a hacer lo que quería y está contento del
lósofos donde mostró el asaeteado ciervo dios que alienta en él. Un libro suyo se
del Ida, presidiendo, en fuente de plata, puede abrir por cualquier parte, con la
el candor patriarcal de la mesa de certeza de encontrar alguna cosa bella,
Príamo. original o curiosa; una palabra primoro-
Fuera del residuo genial, extraño siem- samente puesta, un decir admirablemen-
pre a toda determinación del medio, la te burilado, o un donoso atrevimiento
literatura de Montalvo, en sus más seña- de dicción, o un gallardo y personal
lados caracteres, se vincula al ambiente arranque del estilo. Cualquier pasaje de
donde se produjo, por relaciones fáciles sus obras tiene, en su mérito y rareza
de señalar. La fervorosa pasión del idio- formales, un valor independiente del con-
ma, el tono clásico de la cultura literaria, junto y bastante para interesar y deleitar
son atributos que han singularizado siem- por sí solo; como el capricho ornamen-
pre en América a los pueblos que cons- tal que, aun sin representación alguna
tituyeron la primitiva Colombia. Allí la de ideas ni de cosas reales, es embeleso
pulcritud del lenguaje escrito ha sido es- de los ojos en los relieves de un friso,
timada como pudiera serlo una nota de en la cinceladura de una copa o en la
limpieza de sangre; allí la teoría del idio- orla de un manto.
ma ha tenido, más que en la moderna Poseyó, entre sus más señaladas exce-
España, cultivadores aplicados y maes- ' leiicias, el don de describir, y arrancó
tros ilustres, y aun en los más medianos de las entrañas del idioma cuantos cau-
escritores es condición frecuente la pure- dales de color, de luz y de plástica ener-
za de la elocuencia; allí con la disputa gía guardaba él en sus más recónditos y
política se mezcla la disputa del vocablo, olvidados tesoros, para reencarnar en pa-
y el saber gramatical ha sido a veces ca- labras pintorescas las cosas materiales.
mino por donde se ha llegado al gobier- En pintar la beldad de la mujer era
no. Infúndase en esta pasión colectiva, prolijo y primoroso. Rica galería de este
estrecha y prosaica en sus formas comu- género, multiplicando las variantes y
nes, el soplo de un superior sentido es- contraponiendo los rasgos y las tintas,
tético y de un gran carácter de escritor, en el tratado sobre la Belleza, donde su
y se tendrá la magnífica pasión verbal de pincel moroso y sensual se detiene, ya en
Montalvo, por una transfiguración seme- las clásicas Helenas y Frinés, ya en las
jante a la que trueca el crudo barro en aéreas Momas y Gal vinas ossiánicas, ya
la fineza del esmalte, o el hierro bruto en las lánguidas Zizis, Nardinas y Deli-
en la centella de la daga. En Montalvo, ses del harén. Otro alarde de esta misma
sobre el oficioso afán de corrección, se habilidad hizo, en los Capítulos agrega-
encumbraba el divino sueño de lo bello. dos a Cervantes, con la pintura de las
Tenía, por amor de lo bello, el senti- damas que rivalizan en el baile de doña
miento tiránico, implacable, de la forma; Engracia de Borja.
ía comprensión de lo artístico de la pa- Para accesorios de sus animadas figu-
tabra, con aquel extremo de amor capaz ras, o bien por simple ostentación de su
de detenerse en mitad del más arrebata- poder de describir, tomó de lo esplen-
do apostrofe o de la más absorta refle- dente, de lo magnífico, de lo suntuario,
xión, para extasiarse en la cadencia de temas de descripción, sin más trascen-
616 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dencia ni sentido que el del puro refle- como la de aquellos bélicos cuadros de
jo de la apariencia bella, pero tratados Los héroes de la emancipación. Allí el
con admirable triunfo de la palabra pic- aliento de la lírica heroica se infunde,
tórica. Así, en la aventura del puente de sin perder su eficacia, en la amplitud deí
Mantible, en la parodia cervantesca, la ritmo prosaico, y exalta hasta ios más
enumeración de los tributos que impone pujantes vuelos de la estrofa rasgos co-
de portazgo el tirano Galafre, sirve de mo los que reproducen la actividad de
pretexto para lucir toda suerte de biza- Bolívar en eí mando, el ímpetu de Boves
rrías de lenguaje y de color, en la des- en el acometimiento y la grandeza de
cripción de vasos, colgaduras, alhajas y Ricaurte en el sacrificio.
caballos. De este animal predilecto de De la misma raíz de producción artifi-
pintores sintió Montalvo vivamente la ciosa y reflexiva, que da la escogida flor
hermosura y el brío; pocas veces las lí- de sus bellezas, vienen los peculiares de-
neas ondulantes, la noble y altiva ex- fectos de esa prosa, no difíciles de per-
presión, la rítmica energía, del generoso cibir. En ocasiones aparece la retórica
bruto, se habrán trocado en palabras aliñada y compuesta como en produc-
corno cuando él lo pinta, ya en el tor- ción de certamen, con los recursos clá-
neo del castillo a que hizo asistir a Don sicos y el orden convencional que ajusta
Quijote, ya arrebatado por el huracán de frases, giros y figuras, cual escuadrón
las batallas, en la carga de Junín. Y fué dispuesto por sus hileras. Otras veces,
incomparable paisajista: tuvo de la na- es la persecución desconcertada deí efec-
turaleza no únicamente la visión sensual, to violento, en la parte sentimental o en
sino el íntimo y delicado sentimiento, y el color, el énfasis declamatorio, la ba-
se singularizó, en esta parte, por cierto rroca mezcla de tintas, el esfuerzo paté-
género de tablitas de égloga o idilio, tico que produce aquel «son de cuerdas
pero llenas de fragante verdad; floridas tirantes», de que hablaba Taine a pro-
márgenes, rincones nemorosos, jardines pósito de ciertas páginas de Dickens.
como los de Academo, que describió en Véanse, para ejemplo de estas deforma-
el Banquete de Platón, y grutas como ciones del sentimiento y la expresión,
la de los coloquios en Numa con la Nin- las cartas de los dos naturalistas reñidos
fa, que pintó de modo que parece exha- por el descubrimiento del Aimatocare,
larse realmente del ilusorio círculo de que se incluyen en el tratado De la No-
imágenes la bocanada de frescor y de bleza, o la imprecación al cadáver de
aroma. Girardot, en el de Los héroes de la eman-
Este pincel de cuadros edénicos es el cipación hispanoamericana. Y, sin em-
mismo que dominaba, si era oportuno, bargo, no pocas veces alcanzó Montalvo,
la rudeza y humildad del pormenor rea- no ya el gusto de la riqueza, que ese lo
lista, ya deleitándose, con la morosidad tuvo a cada paso, sino aun la escogida
de las pinturas flamencas, en la abundan- y sobria sencillez y la naturalidad dia-
cia del comedor y del mercado; ya bos- mantina: aquellas que podrían ser loadas
quejando, como en un apunte para nue- en los términos con que él dijo ma-
vas Geórgicas, la escena del ordeño en ravillosamente, por boca de su reencar-
la dehesa. Y es el mismo también en cu- nado Don Quijote, la alabanza del agua,
yos trazos ardía el fuego del pintor de «inocencia de la naturaleza».
batallas; nunca en nuestra lengua hubo En los buenos y en los malos momen-
prosa tan henchida del soplo de la gue- tos, su prosa es personalísima. Lo es a
rra, tan vibrante con el son de clarines pesar de que leyó inmensamente y es-
y tambores, tan colorida por el flamear cribió con infinitas reminiscencias. Por
de las banderas y el relucir de las armas, esta apropiación de las lecturas en el

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OBRA ORIGINAL.™6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—-MONTALVO 617
torrente de la concepción personal, su más espesa sustancia. Pero no sería líci-
modo de componer no se diferencia del to concluir de aquí que toda la obra de
de los prosistas y poetas del Renaci- Montalvo sea la maravilla plástica y for-
miento, en quienes, frente al inagotable mal de su prosa. ¿Qué hay, entonces, en
botín de la riqueza de los clásicos el Montalvo, además del incomparable pro-
descubrimiento era invención, por la sista? Hay el esgrimidor de ideas, hay
energía de entusiasmo y maravilla que aquella suerte de pensador fragmentario
entrañaba, y la memoria, facultad crea- y militante a que aplicamos el nombre
dora, transfigurándose al confundirse y de luchador, Y encarado con esta faz el
fluir, en abrazo indisoluble, con la obra valor ideológico de su obra iguala, o se
espontánea de la fantasía. Entre las jun- aproxima, al que ella tiene en la relación
turas de tanta pieza de mosaico como de puro arte.
comprende esa extensa labor de polígra- No se representa bien a Montalvo
fo, corre, enlazándolo y vivificándolo quien no le imagine en la actitud de
iodo, una energía asimiladora y libérri- pelear, y siempre por causa generosa y
ma, que basta para sacar a plena luz flaca. Alma quijotesca, si las hubo; alma
el ser individual del escritor y para es- traspasada por la devoradora vocación
tampar, con rasgos indelebles, su senti- de enderezar entuertos, deshacer agra-
miento de la vida y de las cosas. Esta es vios y limpiar el mundo de malandrines
la magia del estilo; ésta es la eficacia de y follones. Tocando a esta condición,
ía expresión verdaderamente propia. Po- ponemos la mano en el fondo del ca-
cos escritores hay que, analizados en la rácter; en el rasgo maestro y significa-
abstracta entidad de sus ideas, rindan al tivo, que, concertándose con aquel otro,
análisis tan escaso residuo personal, y no menos esencial, de la pasión del de-
pocos hay también que, tomados en con- cir hermoso y pulcro, diseñan, como el
junto y en vivo, tengan un sello de per- perfil de una medalla, el relieve ele la
sonalidad tan claro y resistente. Leído personalidad. Jactábase él mismo, algu-
una vez, en una sola página, Montalvo, Ina vez, del poder con que había sido
ya no se despinta su carácter de escritor, ! dotado, «de castigar, ya que no de co-
y basta que diez líneas suyas pasen de rregir, a los perversos». Túvolo, en ver-
nuevo bajo nuestros ojos para obligar- dad; y fué su numen de los que, de tiem-
nos a decir: «Este es Montalvo.» po en tiempo, envía a la tierra la Méme-
Si la grandeza y personalidad del escri- !sis de las medidas inviolables, para ejer-
tor se levantan así sobre toda salvedad, cer, en la conciencia de los hombres, la
hay más lugar a reservas y distingos ! jurisdicción de la vindicta. No eran el
cuando se le juzga en la condición de blanco de su preferencia las culpas con-
pensador. ¿Fué pensador Montalvo? Pa- tra que basta sonreír; ni el procedimien-
ra llenar cabalmente el concepto faltóle, j to de su gusto, la intención que se em-
sin duda, no sólo la superior serenidad : boza en los pliegues del acento irónico.
que pone su atalaya por encima del tu- j Descubierto el jayán, pillado el belitre,
multo y clamor de las pasiones, sino | arremetía de frente y buscando el cen-
también la condición, más esencial, de ; tro del pecho, y no había caso en que
interesarse en las ideas por sí mismas, menos fallara aquella portentosa ciencia
y no principalmente como tema oratorio ¡ del idioma que tratándose de encontrar
o como arena de una justa; faltóle aquel ; el vocablo que exprimiera, con más neta
Pertinaz afán con que se entra por las j precisión, el grado de la infamia o la
reconditeces de una idea, hasta iluminar ¡ especie de la villanía. Aun cuando di-
lo más extrañado y secreto; con que se Iserta de arte, de ciencia o de literatura;
ia apura y exprime hasta verla soltar su ¡ aun cuando más absorto parece en ía la-
618 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

bor de ataujía de su estilo, suele suceder suceda en estas conciencias procelosas,


que la asociación de las ideas le trae de había en lo hondo de la de Montalvo
pronto la ocasión de señalar a un be- veneros inexhaustos de simpatía, de be-
llaco o de sacar a la vergüenza alguna in- nevolencia y de piedad; entre las aspe-
justicia clamorosa; y entonces, de entre rezas de aquella alma desgarrada por
los medidos escarceos de aquella prosa pasiones volcánicas, arroyos de leche y
gallarda, brota, sin hurtarle el primor, miel, vallecicos de beato sosiego, que
el golpe instantáneo e infalible, como prestan sombra y frescura a no pocos
del cincelado puñal de Benvenuto el re- pasajes de su obra, donde, en cerco de
lámpago portador de la muerte... Mal amargor y energía, las mansedumbres
hice si lo comparé con el artífice bravo; parecen cobrar más suave encanto, como
fuera menester buscar el nombre del el panal que creció en la boca del león.
artífice paladín; pero quede la compara- Y en estos remansos de la obra, suelen
ción hasta donde signifique el parecido reflejar sus imagines candidas, sueños
consorcio de una acometividad de pri- de pureza y amor, bendiciones como de
mitivo con el más puro y religioso ins- plegaria, delicadezas y ternuras de su
tinto de arte. Y como la difusión y pe- sensibilidad moral, que dejan compren-
rennidad de lo que el arte unge con su der con cuánta verdad dijo de sí propio:
luz aseguran ia difusión y perennidad «Un tigre para los perversos, para los
del castigo para el malvado a quien, de buenos siempre he abrigado corazón de
otra suerte, escudaría la pequenez de madre.» En ocasiones, la misma impre-
su escenario en el mundo, pero a quien cación fulminadora brota de sus labios
se condena a inmortal crucifixión en la penetrada de una como ternura sacerdo-
cruz de la palabra bella, Montalvo, el ar- tal, de uno como amor querelloso, que,
tista y el honrado, levanta en los pun- ablandándola el son, la hacen más excel-
tos de la pluma a su vecino el trafican- sa y solemne. «¡Gabriel!—clamaba una
te, el cortesano o el difamador, y con su vez, en lo más recio de su guerra con
propio nombre, le fuerza a que desempe- García Moreno—. ¡Gabriel! Nombre de
ñe su papel, o a que se le recuerde por ángel, nombre que el Señor pronuncia
analogía, en ía obra de entretenimiento cuando quiere llamar a su preferido...»
que está trabajando para que dure. Así, Sazón de sus cóleras como de sus apa-
en los capítulos de la parodia cervantes- ciguamientos fueron también las sales de
ca, Don Quijote tropieza cierta ocasión la comicidad. Tuvo el don de reír, y le
con un ahorcado, y este ahorcado es Ig- tuvo de cepa puramente española, como
nacio Veintemilla. Así, en el episodio de todas las partes de su ingenio, y diver-
«Eutropio», del ensayo sobre El Genio, sificado en la más rica gama, desde la
y en el Banquete de Jenofonte, y en mu- risa vengadora y mortal, hasta la de ino-
chas partes más, otros nombres reales cente regocijo; y desde la sonrisa que
comparecen, ya en la integridad de sus punza, y la que compone con una lágri-
letras, ya muy tenuemente velados, y ma el agridulce de ía melancolía, hasta
todos con puntual y terrible oportunidad. aquella otra, más vaga y persistente,
Este es fuero de artistas vengadores, que significa sólo salud de alma y vigi-
que instituyó el más grande de ellos, se- j Iante apercibimiento del gusto. Porque,
ñalando el lugar de sus contemporáneos además de reír accidental y concreto,
en los círculos del eterno dolor, y que su obra entera está acordada a un tono
usó también Miguel Ángel cuando puso de donaire, de desenfado y jovialidad,
a los reprobos del Juicio final el sem- que es como un continuo sonreír, a tra-
blante de sus enemigos. vés del cual se filtra la expresión y sale
Y, sin embargo, como es frecuente que ungida de gracia. Páginas de donde falíe

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 619
ese espíritu, cediendo el paso a una hidalguesco, cierto ritmo y alarde de
austera gravedad, pocas tiene Montalvo. castiza altivez, parecen dibujar, en de-
Cierta vena de gracejo y malicia es ele- rredor de su persona, la rozagante an-
mento que se nos figura indispensable, chura de la capa. La inmortalidad no
hasta con relación a los procedimientos ha apodado el Don a su nombre, porque
y el arte de su estilo. Aquella prosa tan es complementario y característico de
raramente trabajada, tan compuesta y él. Don Juan Montalvo ha de decirse
artificiosa, tan pregonera de singulari- siempre, y nunca Juan Montalvo. El
dades y arcaísmos, escollaría, a menudo, Don, antepuesto a modernos nombres fa-
en apariencia afectada y pedantesca, si mosos, suena ordinariamente a señal de
no llevara dentro de sí propia el correc- desestima; y así, ¿quién, sin intención
tivo, con este mordicante de la gracia, de rebajar; diría don Domingo Sarmien-
que disipa el sabor de fatuidad retórica, to o don Gustavo Bécquer? Pero él re-
y por el que parece que los mismos cobra, en labios de la fama, su condi-
amaneramientos y violencias del estilo ción original de título de dignidad, cuan-
están puestos allí con mica salis, como do, por cierto temple señoril de la per-
en la alegre petulancia de un juego. sona ilustre o ciertas peculiares condi-
Otro carácter esencial de su literatura, ciones de su espíritu, cae el Don sobre
porque lo fué también de su persona y el nombre con la oportunidad de un ras-
de su vida, es el tono de nobleza y su- ¡ go de carácter. Nadie lo suprimiría, sin
perioridad. Ese perenne agitador contra ¡ mal tino, al nombrar a ese otro don
autoridades falsas y pequeñas tuvo el Juan de noble alcurnia que se llamó
profundo sentimiento de las verdaderas y i don Juan Valer a. iMuestro don Juan ecua-
grandes. Liberal, hasta donde alcanza lo I toriano, mucho más recia y andantesca-
noble del sentido; demagogo ni plebeyo, ¡ mente caballero que aquel sofista deii-
nunca. En calidad de ideas, como en ¡ cioso, en la parte grave de la vida, fué,
temple de ánimo, como en gustos de tanto como él, hombre entendedor del
estilo, caballero de punta en blanco. vivir bello y regalado artista en la sen-
Amó la libertad con el amor del cora- sualidad, según lo acreditan desde sus
zón orientado a la justicia y de la inte- \ pinturas de mujeres, trazadas con de-
ligencia prendada de un orden; jamás lectación morosa, en cuadros de salaci-
con la pasión lívida y astrosa del que dad a lo Boucher, hasta aquellas des-
padece hambre de lo que concedieron a cripciones de manjares y primores de la
los otros la naturaleza o la fortuna. En mesa rica, donde puso la pericial proli-
infinitas partes de su obra se siente jidad de un magnate razonador del pa-
vibrar hacia abajo el menosprecio por ladar goloso, como don Enrique de Vi-
las que él graduaba, en medida de dig- llena.
nidad y gentileza, de «almas de marca Si, juzgado dentro del ambiente social
menor». Repugnábale particularmente la contra que reaccionó, fué Montalvo un
ruindad del libelista, del picaro de plu- radical y un rebelde, nos lo parece mu-
ma, del villano borroneador que unta cho menos cuando le consideramos en
en babas de la plebe estos generosos relación al modo de pensar que, en su
moldes en que consagraron el bautismo propio tiempo, prevalecía allí donde lle-
de nuestra cultura los Stéfanos, Manu- gaban sin obstáculo las corrientes del
cios y Elzevirios. Una vez escribió: «La mundo. Su propaganda liberal, más que
unprenta, esa matrona romana...» Y su difundir ideas que labrasen en las creen-
natural aristocrático se manifiesta con j cias y los sentimientos religiosos, se di-
üí
i sello muy español, muy proveniente rigió a fulminar la realidad viva y con-
de las raíces de la sangre. Cierto entono creta de la intolerancia erigida en fuerza
620 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

política. No fué Montalvo, en el sentido que viene del innato poder de simpatía
en que lo fué Bilbao, un revolucionario y del ritmo enérgico y airoso de la vida
de las ideas, venido a remover en sus moral. En horas de abatimiento y displi-
mismos fundamentos la conciencia de cencia, su lectura levanta y corrobora
una generación, franqueando el paso a el ánimo; y para quienes le conocen de
filosofías de abierta independencia. Mon- cerca y han llegado a ser íntimos con él,
talvo, más que en la doctrina, más que cualquiera página suya trae, aun inde-
en el dogma, que nunca combatió de pendientemente del sentido, una expre-
frente, se encarnizó en el hecho de la sión de sonrisa y de consuelo, como ei
degeneración de la piedad, como susten- son de esas dulces voces familiares que
táculo de tiranía y como máscara social llevan su propiedad balsámica en el tim-
de vicios y de bajas pasiones; y no sólo bre, más que en la palabra. Hay autores
dejó a salvo, en su tradicional integri- que a sus prestigios y excelencias de
dad, la fe religiosa, sino que, en mucha orden literario, reúnen un no aprendido
parte, desenvolvió su propaganda en son don magistral con que instituir la disci-
de vindicta y desagravio por la pureza plina de la sensibilidad y de la mente
de esa fe. Porque, con cierta vaguedad y y formar el concepto de la vida. Montal-
libre arranque que le tuvieron siempre vo es de éstos. La abundancia de ideas
fuera de confesión determinada, era cre- morales, pintorescas y cálidas; el gene-
yente y cristiano; nunca ultrapasó los roso entusiasmo, la fortaleza y alegría
límites de aquel inocente liberalismo que de alma, el temple varonil, le hacen par-
se compadecía, en nuestros padres, con ticularmente apto como mentor y amigo
la propia calificación de católico, y sen- en los días de la juventud, cuando el
tía con intenso fervor la religiosidad y hervor de esas primeras lecturas, que,
la moral evangélicas, que más de una si son nobles y viriles, infunden en el
vez fijó su pluma en rasgos de indeleble alma, para el resto de la vida, el dejo
unción. Su concepto del clérigo ideal le ¡ inextinguible de un bautismo de fuego
inspiró el episodio de El cura de Santa \ de la una iniciación religiosa. Es de
Engracia, que recuerda a monseñor Bien- aquellos a quienes puede decirse: «Ár-
venido, o al Fra-Cristóforo de Manzoni. mame caballero.» Tuvo, entre los rasgos
Nada tan penetrado del sentimiento de que más definen su carácter, la admira-
la autoridad sacerdotal, como la compa- ción franca y ferviente: el alma abierta
ración, desenvuelta en alguno de los Sie- a la comprensión plena, entrañable, de
te tratados, de la palabra del ministro todo lo bueno, de todo lo grande, de
de Dios con el agua que satisface las todo lo hermoso: en la naturaleza y en
ansias del sediento. Ese Anticristo, es- el arte; en las cosas del pensamiento
cándalo de sacristanes y beatas, era en como en las de la acción; en el alma de
realidad un alma profundamente re- los hombres como en el genio e historia
ligiosa. I de las sociedades. Era un radical opti-
La literatura de Montalvo tiene asenta- i mista por la constancia de su fe en
da su perennidad, no solamente en la ¡ aquellas nociones superiores que man-
divina virtud del estilo, sino también en í tienen fija la mirada en una esfera
el valor de nobleza y hermosura de la ideal: bien, verdad, justicia, belleza;
expresión personal que lleva en sí. Po- aunque, frente al espectáculo de la rea-
cos escritores tan apropiados como él lidad, le tentara, a menudo, aquel pesi-
para hacer sentir la condición reparado- mismo transitorio que es como el lamen-
ra y tonificante de las buenas letras. Su to de esa misma fe, desgarrada por el
amenidad, su deleitoso halago, están im- áspero contacto del mundo. «Un perver-
pregnados de una virtud más honda, so para cada diez hombres, mucho honor

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OBRA ORIGINAL.— 6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 621
para el género humano.» Su potestad la indeficiente sobriedad, el constante
satírica, su profética fuerza de maldecir imperio de lo gracioso y de lo suave, el
y fulminar, no eran sino como el aspec- simple marco de plátanos y olivos del
to negativo de esa virtud de admiración diálogo platónico. Para buscar a tan per-
y de amor que fluía, en hirvientes olas, sonal estilo imagen propia sería necesa-
de su alma. Con igual apasionado impul- rio figurarse una selva deí trópico orde-
so ensalza a Napoleón el grande y de- nada y semidomada por brazo de algún
prime a Napoleón el chico. El sentimien- Hércules desbrozador de bosques primi-
to de la naturaleza era en él tierno y tivos; una selva donde no sé qué jardi-
respetuoso. Idea inspirada, y de genui- nería sobrehumana redujese a ritmo li-
no cuño quijotesco, es la que, en los neal y estupendo concierto la abundan-
Capítulos agregados a Cervantes, le lleva cia viciosa y el ímpetu bravio; o bien
a hacer intervenir la activa piedad del una montaña recortada en formas regu-
Caballero en defensa de los árboles he- lares, una montaña como aquella que,
ridos por el hacha del leñador. Al co- en tiempos de Alejandro, Dinócrates so-
mentario y juicio de las obras del arte ñó esculpida para monumento del con-
llegaba con esa a modo de inspiración quistador.— ¡ El Cotopaxü... ¿Por qué re-
refleja; con esa lúcida y enamorada sim- cuerdo ahora al Cotopaxí?...—¿No está él
patía, que participa del estremecimiento allí, junto a la línea equinoccial, cerca
y la virtualidad de la creación. Así acertó de donde Montalvo vino al mundo, y no
a reproducir el alma de los colores y ofrece en sí mismo la representación de
las notas hablando de la Transfiguración, lo que quiero decir? El Cotopaxi es un
de Rafael; de La flauta encantada, de primor colosal, un alarde arquitectónico
Mozart; de la sinfonía de El Océano, de de la montaña. Sobre sumiso acompaña-
Rubinstein. Así glorificó, en admirables miento de cumbres, levanta al éter la
loas, a Byron, a Castelar, a Víctor Hugo. maravilla de su forma un inmenso cono
Puso en esta crítica lírica la exaltación truncado, de tal perfección como si fue-
del verbo píndáríco, y expresó elocuente- se obra de tíompás; y revistiéndolo pe-
mente su manera de entender el juicio rennemente de diamante, inmaculada
y el sentido de lo bello, con aquel am- nieve dibuja, en el azul intenso del cie-
plio y generoso concepto de la crítica lo ecuatorial, la pureza de aquellas líneas
que, en una página de su parodia del sublimes. Acaso la singularidad de esta
Quijote, puso en labios de don Pruden- imagen excitó en el contemplativo espí-
cio Santiváñez, en discusión con el mar- ritu del niño un primer sentimiento de
qués de Huagra-Luigsa. la norma de belleza, a un tiempo regular
Como realización de belleza, como obra y atrevida, que el hombre había de fijar
de estilo, que es el aspecto principal en al arte de su estilo: pocas veces, como
ella, la literatura de Montalvo ofrece, en en esa montaña y esta prosa, se ajustó
su conjunto, un carácter difícil de com- a tan preciosos números lo grande.
parar y definir. Los símiles comunes, que
parten de la simplicidad de una idea de
fuerza o de gracia, son por igual insu- VII
ficientes para sugerir aquel carácter. No
es la espontaneidad desordenada e indó- La encantada labor literaria con que
mita de la selva virgen; la abrupta irre- endulzaba el tedio de la proscripción en
gularidad de la montaña enorme. No es su pobre refugio de aldea, no era en-
la prosa de Sarmiento, sin proporción . ganoso sueño que apartase del pensa-
n
i vigilancia de sí misma. Pero no es i miento de Montalvo la sombra de la ti-
tampoco el jardín de Italia o de Grecia, i ranía. Cuantas veces tuvo ocasión, desde
622 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

aquella misma soledad o en sus breves acababa de escribir la ratificación de


salidas a centros más poblados, hizo su programa.
resonar la palabra que le evocase, ergui- Crimen heroicamente inspirado, pero
do e implacable, en la memoria del ti- inútil, como casi todos los de esta espe-
rano; alentador y tutelar, en la de su cie, y más que inútil, funesto. Pronto se
pueblo. El continuaba personificando las había de ver que, después de la terrible
protestas, él las esperanzas, de la li- violencia, no ganaría la causa de la li-
bertad. bertad, y perderían la de la civilización,
En la ciudad del Istmo dio a la im- la del orden, la de la formación de la pa-
prenta, en octubre de 1874, el opúsculo tria. Montalvo, participando de un ex-
La Dictadura perpetua, donde replica al travío que ennoblecen, ya que no legi-
periódico Star and Herald, que abogaba timan, los extremos del dolor patriótico
por la reelección de García Moreno. Allí y de la indignación humana, recibió la
se reabre, con impaciencia y nerviosa noticia en su amargo destierro, y escri-
brevedad, el proceso de la tiranía; allí se bió, con mezcla de júbilo y soberbia:
sostiene que conspirar es deber, contra «Mía es la gloria; mi pluma lo mató.»
el déspota que «dividió al pueblo ecua- Luego, anhelando por avivar con su
toriano en tres partes iguales, y la una aliento la vindicada libertad, volvió a la
la dedicó a la muerte, la otra al destie- patria, de la que le alejaran siete mor-
rro, la última a la servidumbre». Rasgos tales años de oscuridad y abandono. El
de éstos quedan como en acero, entre voto popular había llevado a la presi-
las marchiteces de la entonación decla- dencia a Borrero, hombre de prestigios
matoria. «El soldado sobre el civil, el cívicos y que gozaba reputación de li-
fraile sobre el soldado, el verdugo sobre beral. Desde que él subió al Gobierno,
el fraile, el tirano sobre el verdugo, el se aflojaron un tanto los procedimientos
demonio sobre el tirano.» y las formas; pero quedaba en pie la
Esta elocuente invectiva resonaba en Constitución que García Moreno había
momentos en que había de tener tre- modelado en su delirante fanatismo:
menda eficacia. Aproximábase la hora aquella teocrática Constitución de 1869,
del término legal del gobierno y de la que negaba el derecho de ciudadanía a
reelección indisputable. El largo silen- los que no se declarasen católicos, y lo
cio, la reforzada paz, concentraban en suspendía a los afiliados a sociedades
la cavilación de los indómitos la energía prohibidas por la Iglesia. Instado pbr
estrechada con el cansancio y la adap- la opinión liberal a provocar la reforma
tación del mayor número. La juventud de esa Constitución, bajo cuyo imperio
que abría los ojos en los claustros uni- era legalidad la intolerancia, extranje-
versitarios era nueva y virgen concien- ría el pensar por cuenta propia, Borre-
cia donde imprimía sus imágenes el es- ro lo resistió obstinadamente, y la re-
pectáculo de la opresión. Todo concurría forma constitucional vino así a ser el
a presagiar el arrebato extremo y fe- símbolo de una oposición que pronto
bril. Sin carteles en los pilares, la suges- rebosó en inquietud revolucionaria. A
tión anónima tentaba el ánimo de Bru- esta oposición contribuyó Montalvo efi-
to. En la tarde del 16 de agosto de 1875, cazmente con la propaganda de El R&~
cuatro conjurados, entre ellos un estu- generador.
diante de la Universidad, aguardaban, No había transcurrido un año de la
dentro del propio palacio del gobierno, presidencia de Borrero cuando la revo-
el paso del déspota. Cayó atravesado de lución liberal cundía desde las costas
bala y de puñal, tiñendo con sangre de del Pacífico hasta las faldas del Pichin-
sus venas las hojas del mensaje en que cha. Se pronunció el movimiento en

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 623

Guayaquil, el 8 de septiembre de 1876, frecuente remate de las convulsiones de


y tuvo por jefe al general don Ignacio la demagogia hispanoamericana. Es la
Veintemilla. La personalidad vulgar y vulgar historia del audaz improvisado,
siniestra de ese hombre, bien diseñada a quien la aventura del motín, u otra
ya por aquel tiempo—según se despren- complicidad de la fortuna, franquean el
de de las propias Catilinarias de Mon- camino de una prepotencia persional,
&Wo—podría justificar la inculpación más o menos azarosa y efímera, más o
que se hiciese a los liberales, de haber menos sanguinaria y rapaz, que suele
buscado o aceptado en él un instrumento disfrazarse, como en este caso, con ía
de regeneración, si no fuesen tan fre- grotesca máscara de un liberalismo his-
cuentes en las angustiosas crisis de es- triónico y alborotador. Las proscripcio-
tos pueblos, y tan humanas al fin, ese nes a lo Sila despejaron el campo para
género de transacciones que olvidan o mayores desafueros. El amordazamiento
disculpan los antecedentes sombríos de de la prensa, el atropello de la cátedra;
un caudillo, cuando tiene en sus manos el látigo azotando en la prisión las es-
la fuerza con que dar impulso a una paldas de periodistas y estudiantes;
reacción y levanta por bandera el propó- muertes que dejan dudas y sombras de
sito de consumarla. Triunfante aquella veneno; y para pagar la perpetua orgía
revolución, generosa y justa en sus orí- de cuartel, las exacciones y el despilfa-
genes, y llegado Veintemilla al poder, rro de las rentas públicas, mientras se
no tardó el desengaño para los amigos desmorona, en la incuria y el desorden,
de la libertad que se habían agrupado la obra de organización con que atenua-
en torno suyo y que le vieron desembo- ra las culpas de su férreo despotismo
zar, desde su encumbramiento, una am- el gobernante clerical. Así se definió en
bición grosera y torpe, ajena a toda mi- breve tiempo ese régimen de barbarie
ra superior y a todo estímulo ideal. Ese afrentosa, que había de caer cinco años
desengaño tronó por boca de Montalvo. más tarde, vencido por sus propios ex-
De él fué, esta vez como siempre, la más cesos más que por las armas de otra
altiva palabra de acusación y de protes- revolución, después de haber renunciado
ta. En 1878 lanzaba desde Ambato su a la apariencia de la legalidad procla-
opúsculo. La peor de las revoluciones, mando la dictadura, y de haber puesto
donde fustiga la suspicaz obsesión del el colmo a sus rapiñas y violencias con
gobernante ocupado en fingir, o magni- el saqueo de un Banco de Guayaquil, a
ficar, tenebrosas conjuras, que cohones- la luz del mediodía, por los soldados del
tasen sus abusos de autoridad y sus Ejército. Montalvo, refugiado en Pana-
alardes de fuerza. No demoraron en má, asilo y tribuna tantas veces del libe-
llegar a la persona del acusador tales ex- ralismo ecuatoriano, preparaba allí el
cesos: el primer liberal desterrado por arco de su palabra vengadora.
Veintemilla fué Montalvo. Panamá vio nacer las Catilinarias. Des-
Al gobierno reaccionario y despótico, de que esta obra salió a luz, hubo, para
pero inteligente y sabedor de sus rum- Veintemilla, América y posteridad que le
bos, que se personificó en García Mo- mirasen. Nunca gavilanes de pluma se
reno, sucede así, tras breve interregno, hincaron con más despiada fuerza en
el personalismo sin ideas ni orden, que las entrañas de una tiranía y en la fama
representa Veintemilla. Esta brutal do- de un tiranuelo. La prolijidad del odio
minación soldadesca no tiene un rasgo no es capaz de más codicioso rebusco de
que la realce, ni siquiera que la diferen- afrentas; pero el odio que allí hierve es
cie, dentro de las más bajas formas del odio santo, que ennoblece y realza el fu-
despotismo militar que ha sido el más ror del ultraje personal. Abolengo, figura,
624 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

antecedentes, vicios y tachas de la vida propósito de extender y realzar a una


íntima; defectos de la inteligencia y de la sanción definitiva su fama literaria. Con
educación; crímenes de la vida pública, él iba el manuscrito de los Siete tratados,
antecedentes; vicios y tachas de la vida su obra más característica y soberbia, y
en cuanto a la felonía, en cuanto al ase- la que debía, en efecto, producir el acre-
sinato, en cuanto al robo: nada de lo del centamiento de su nombre. Llegado a
déspota escapa a la terrible inquisición Francia, dio a imprimir el libro en Be-
que lleva adelante la pluma, todo él sanzón. Con cuánta solicitud y cuánto
cuelga a lo largo de ese libro, como de anhelo cuidó de él mientras lo impri-
una horca, desgarrado y sangriento con mían, se ve por el comentario que de
los colmillazos de la sátira. Burla, sarcas- los afanes de la impresión hizo en gracio-
mo, execración, infunden alternativamen- sas notas. Publicado el libro en 1882, y
te su soplo a una retórica que, por lo llevándolo como de heraldo, se trasladó
demás, no pierde, ni un momento, la dig- a Madrid, de donde le sonreía la espe-
nidad del ritmo oratorio. Quieren las con- ranza del triunfo.
diciones a que ha debido adaptarse la Allí frecuentó por algún tiempo la so-
obra de la inteligencia en los pueblos de ciedad literaria, en la que fué su intro-
América que algunas de las cosas mejo- ductor Emilio Castelar. Confirmó admi-
res de la literatura americana tengan ori- raciones y simpatías por autores cultiva-
ginariamente el carácter de panfletos po- dos de lejos; decepcionóle el carácter real
líticos, y que debajo de estas formas de otros, y no faltó ocasión en que su
transitorias hayan alentado inspiraciones natural altivez de Inca de las letras, na-
de pensamiento y de arte, de esas que en cido en los contornos de ía corte de Ata-
un ambiente de cultura adulta florecen hualpa, se encrespase con la acogida dis-
en su forma propia y cabal. Así, el Fa- plicente de algún ilustre infanzón de la
cundo es el panfleto que participa de la pedantería. En lo verdaderamente alto,
índole de la historia pintoresca y de la halló quienes le hicieran justicia cabal.
filosofía de la historia; las Catilinarias Leopoldo Alas habló de él con franco
son el panfleto que vincula su natura- homenaje, y don Juan Valera túvole siem-
leza con la de la obra de estilo y de clá- pre en singular predilección, inclinándose
sica literatura. Esa prosa, como el verso a señalarle el más encumbrado puesto
de ios Yambos, de Barbier, y de Los entre cuanto, en verso o prosa, habían
castigos, de Víctor Hugo, exprime el zu- escrito en América hasta entonces. El
mo mortal en copa cincelada con el pri- triunfo inmediato no fué, con todo, tan
mor de un monje orífice; saca de belleza, extenso ni intenso como hubiera sido jus-
energía, y cual si anhelase hacer sobre- to esperar de aquel soberano esfuerzo
vivir el contagioso ardor de su pasión al aplicado a devolver su integridad y res-
tiempo que serena los odios, pide, para plandor a los tesoros de la lengua. Para
el odio suyo, a la magia de la forma, la privar en ciertos círculos y merecer cier-
fianza de la inmortalidad. tas sanciones, dañó, sin duda, a Montal-
vo la libre condición de sus ideas, que
aún solía ser allí capitis diminutio para
VIII los tribunales de la literatura oficial. En
suma, de las impresiones de este viaje
Consumado ese desquite, quiso Mon- pareció quedar en el fondo de su espí-
talvo continuar en Europa su destierro. ritu cierto dejo de acritud y desengaño-
Allí le llevaban no sólo la natural gra- Volvió a París, donde permaneció has-
vitación de su espíritu y la perspectiva ta su muerte. A poco de su vuelta, hubo
de larga expatriación, sino también el de recoger el arco vengador de El Cos-

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OBRA ORIGINAL.-—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MONTALVO 625

mopolita y las Catilinarias para poner participa de la naturaleza y condición del


en el blanco un dardo de los suyos. Fué periodismo.
el caso que el arzobispo Ordóñez, de Entre sus papeles inéditos se halló,
Quito, escribió, con motivo de ios Siete después de la muerte, un opúsculo, o
tratados, toda una pastoral, en la que se- quizá esbozo de libro de más aliento: la
ñalaba a la execración de los creyentes Geometría moral, dada a la estampa en
al libro y al autor. Le censura era, por 1902. El motivo que enlaza las varias
la forma, impertinente y grosera; y des partes de este capricho es la ingeniosa
de luego, el hecho de que obra que hoy interpretación de las líneas y figuras geo-
nos parece de tan inofensiva amenidad métricas como símbolos de caracteres y
suscitase de la intolerancia tal movimien pasiones: allí el alma de Napoleón es el
to de escándalo, basta para dar idea de cuadrado, el triángulo la de César, el
un estado social. Montalvo sintió el agra- círculo la del Petrarca. Sobre el fondo
vio en su altivez y la indignación en su de estos sutiles alambicamientos, que pa-
conciencia de libre pensador y ciudada- ran en la más donosa y pintoresca de
no: y de entrambos sentimientos tomó las filosofías eróticas, pone Montalvo la
impulso la Memorial eclesiástica, o el Li- novela de un seductor irresistible, a
bro de las verdades, violentísima réplica, quien llama don Juan de Flor: nuevo y
de donde la persona del provocador sale exacerbado Tenorio añadido a la incon-
tan duramente tundida como, en general, table posteridad literario del Burlador
el clero de su tiempo, y donde hay rasgos de Sevilla, con gran prestigio de la ima-
ginación, aunque con menos de carácter
magistrales para satirizar la devoción vi- real que de prototipo hiperbólico y tre-
ciosa y simoníaca y la apocada y servil. mendo. Cítanse, además, del tiempo de
No fué ésa la última de sus publicacio- su juventud, ensayos dramáticos que no
nes. Volviendo a la idea que le había ins- he visto, como tampoco un poema de via-
pirado El Cosmopolita, comenzó a dar, jes, a imitación de Chüde Harold, que
en 1887, El Espectador, nuevo ensayo de bosquejó cuando sus primeras peregri-
revista unipersonal, como la de Addison, naciones por Europa.
de que alcanzó a imprimir, hasta poco
antes de su muerte, unos seis números, En cuanto a su vida de estos últimos
en otros tantos primorosos tomitos (don años, muy poco más es lo que se. De
Juan gustó siempre de la pulcritud y aci- la política de su país túvose por definiti-
vamente apartado, y nunca llegó a ver
calamiento tipográficos), alternando en lucir en él el franco albor de libertad y
sus páginas los juicios de literatura, el organización por que anhelaba en vano
comentario de actualidades sociales y desde la juventud. Un movimiento revo-
Políticas, las disertaciones sobre costum- lucionario, para el que aunaron sus fuer-
bres y legislación y las variedades ame- . zas liberales y conservadores, había de-
ñas. De Addison pudo tomar para tal rribado, en 1883, la afrentosa dictadura
obra el nombre y el plan; no, ciertamen- de Veintemilla. Durante los dos gobier-
te, el carácter, que en nuestro impetuoso nos que, en vida de Montalvo, la suce-
V brillante americano tiene poquísimo de dieron, si bien el ejercicio de la autori-
aquella estrecha rigidez moral y aquel dad guardó mayor decoro y mejoró el
Perpetuo comedimiento de corte del en-1 orden de la administración, no llevó tra-
s
ayista del primitivo Espectador. El esti- j zas de desarraigarse aquella lepra de in-
^ es, en estos opúsculos, más abandona- \ tolerancia y apocamiento clerical que era
do y corriente que en los demás escritos allí el mal congénito de la patria. No sé
d
e Montalvo; el valor e interés del fondo, si bajo el gobierno de Caamaño, o bajo
ln
uy desigual, como de obra, al fin, que el de Antonio Flores, fué electo Montalvo
626 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

senador; pero ni aceptó esa investidura, nuncióse la gravedad desde luego; fué
ni le tentó en ninguna otra ocasión el menester operarle, y rechazando el anes-
pensamiento de la vuelta. Y no porque tésico que le proponían, afrontó con es-
la vida del destierro tuviera para él ven- toica impasibilidad el dolor. Estoico tam-
tajas de bienestar, ni halagos de especie bién para la certidumbre de su próximo
menos alta que los que cabe suponer en fin, le vio llegar entero en el ánimo, en-
la adaptación de su espíritu a un ambien- tero en la mente. «Me siento capaz—de-
te superior de cultura. Vivía pobre y con cía a sus amigos—de componer una ele-
escasos amigos. Sólo las gracias invisi- gía como nunca la hiciera en los años
bles llevaban risa y embeleso a aquella de mi juventud.» Cuando lució el postrer
callada habitación de la Rué Cardinet. día quiso abandonar el lecho; se vistió
Aun en el oasis del arte, hubo de sentir- con pulcritud y aliño, como quien espe-
se, a menudo, extraño y solo. Su propen- ra a su enamorada o su señora, y se sen-
sión apasionadamente idealista, su gusto tó para morir. Aún tuvo un último de-
clásico y selecto, le apartaban, con todas j seo, y fué que le rodeasen de flores.—
las fuerzas de su alma, del naturalismo j «Un cadáver sin flores—daba por razón
literario, que estaba en su triunfal pleni- j de esta voluntad — me ha entristecido
tud. Abominó, como cualquier otra si- siempre.» Trajéronse las pocas y lán-
monía, la de la fama que se aumenta guidas que la estación ponía al alcance
siguiendo la corriente del tiempo. Tam- i de la mano; y teniéndolas consigo, ex-
poco recurrió, a pesar de su poca pros- \ piró.
peridad, al producir sin alma y por ofi- ; Hermoso sueño de inmortalidad es la
cio, que jamás conoció en su vida, una j inmortalidad de los Campos Elíseos, don-
de las raras de escritor en que el uso de las almas bienaventuradas mantenían,
del natural privilegio mantuvo, del pri- como en una tierra mejor, pero no esen-
mero al último día, su soberana libertad. cialmente distinta de la realidad del mun-
En cambio, cualquier empeño desintere- I do, los rasgos característicos de su perso-
sado y andantesco halló pronta y volun- \ nalidad terrena y las formas de su envol-
taria su pluma, espada nunca enmoheci- tura corpórea. Allí los que dedicaron su
da, como cuando fué la ocasión de salir vida a las ideas podían seguir consagrán-
en desagravio de la mujer americana, dose a tan altos amores; iluminados de
que un papel de París trataba torpemen- nueva y más serena luz; en los bosques
te, comentando los matrimonios de aris- de laurel donde Virgilio vio, ceñidos de
tócratas del Viejo Mundo con ricas here- ínfulas blancas, a los poetas y los sacer-
deras de América. Por este mismo tiem- dotes. ¿Qué ficción más bella que ésta
po, algún tiranuelo viajante, de esos que para complacer a aquel nostálgico anhe-
las borrascas o los turnos, de nuestras lo con que pensamos en las grandes al-
democracias, suelen enviar a las playas mas desaparecidas cuya intimidad qui-
de Europa en blando ostracismo de des- siéramos penetrar, más allá de lo que
pilfarro y vanidad, quiso desplegar hacia nos dicen de ellas los recuerdos que de-
él un ademán de Mecenas, que él contuvo jaron y los libros que escribieron?... In-
apenas esbozado. En la oscuridad de teresante cosa sería encontrar, en tan
aquel solitario retiro no se encendió una amable eternidad, la sombra de Montal-
luz que no reverberase en la limpieza de vo. Conversaríamos allí de la maravillosa
la honra. condición y divina virtud de las pala-
Sobrevino así el mes de enero de 1889. bras; de la música de su son y la arqui-
Este invierno le postró en el lecho, da- I tectura de sus ordenaciones; del placer
ñado el pulmón con las reliquias de un j de cuando se nos rinden y el dolor de
mal que le aquejara un año antes. Pro- i cuando nos huyen, y del don de evocar

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—MAGNA PATRIA 627
y de hechizar que en sí tienen. Conver- los labios, desdeñosos y finos, se posaba
saríamos también de los heroísmos de la aquel género de amargor con que persis-
historia, de la evocación de la caballería te en el orgullo hidalgo el dejo de la in-
y del amor de la libertad. gratitud y la bajeza del mundo.
Aquel gran espíritu encarnó, según di- Esta señoril imagen tiene ya, no sé si
cen los que le conocieron, en figura con- en Guayaquil o en Quito, una estatua
sonante con la realidad de su ser. Yo la donde perdura. Cuando, en un cercano
represento en mi imaginación por esas porvenir, los pueblos hispanoamericanos
noticias: la talla procerosa, relevado el pongan en acervo común las glorias de
pecho, enhiesto el andar, la color more- cada uno de ellos, arraigándolas en la
na, luengo el torno del rostro; la frente conciencia de los otros, la imagen de
amplia y desembarazada, entre la perpe- Montalvo tendrá cuadros y bustos que
tua rebelión del cabello, montón de ne- la multipliquen en bibliotecas y universi-
gros anillos, y el ignipotente mirar de dades de América. La posteridad llamada
unos ojos adonde confluían los relám- a consagrar los laureles de este primer
pagos del pensamiento y las llamaradas siglo dirá que, entre los guías y mentones
del ánimo. La nariz recta y valiente, co- de América, pocos tan grandes como el
mo que daba testimonio de los atributos hijo de Ambato.
de la voluntad; y en las comisuras de 1913.

MAGNA PATRIA

Cuando, umversalmente, la noción y el ¿dónde hallar la fuerza de la naturaleza


sentimiento dé la patria se engrandecen o la voz de la razón que sean capaces
y depuran, abandonando entre las heces de prevalecer sobre las artificiosas divi-
del tiempo cuanto encerraban de negati- I siones humanas?
vo y de estrecho, aquí, en los pueblos ¡ Patria es para ios hispanoamericanos
hispanoamericanos, bien puede afirmarse ! la América española. Dentro del senti-
que la identificación del concepto de la miento de la patria, cabe el sentimiento
patria con el de la nación o el estado, de I de adhesión no menos natural índestruc-
modo que la tierra que haya de consi- { tibie, a la provincia, a la región, a la
derarse extraña empiece donde los domi- comarca; y provincias, regiones o comar-
nios nacionales acaban, importaría algo cas de aquella gran patria nuestra son
aún más pequeño que un fetichismo pa- las naciones en que ella políticamente se
triótico: importaría un fetichismo regio- divide. Por mi parte, siempre lo he en-
nal o un fetichismo de provincia. Porque tendido así, o, mejor, siempre lo he sen-
si la comunidad del origen, del idioma, tido así. La unidad política que con-
de la tradición, de las costumbres, de
las instituciones, de los intereses, de los sagre y encarne esa unidad moral—el
destinos históricos, y ía contigüidad geo- sueño de Bolívar—es aún un sueño, cuya
gráfica y cuanto puede dar fundamento realidad no verán quizá las generaciones
real a la idea de una patria, no bastan hoy vivas. ¡Qué importa! Italia no era
Para que el lenguaje del corazón borre sólo «la expresión geográfica» de Metter-
entre nuestros pueblos las convencionales nich, antes de que la constituyeran en
fronteras y dé nombre de «patria» a lo expresión política la espada de Garíbaldí
que no lo es en el lenguaje de la política, y el apostolado de Mazzini. Era la idea,
628 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

el numen de la patria, era la patria mis- ble, pero no menos vibrante e intensa
ma consagrada por todos los óleos de la que cuando tomó color y contornos en el
tradición, del derecho y de la gloria. La mapa de las naciones.
Italia una y personal existía: menos cor-
pórea, pero no menos real; menos tangi- 1905.

SAMUEL BLIXEN
Discurso pronunciado, en representación del Círculo de la
Prensa, al inhumarse los restos de Samuel Blixen, el 23 de
mayo de 1909

Señores: la amistad, que no tiene consuelo, por-


Cumplo, en nombre del Círculo de la que ha sido herida en quien merecía su
Prensa, el penoso deber de dar la eter- más apasionada adhesión.
na despedida al que fué nuestro vicepre- No se incurriría esta vez en una vulga-
sidente, al que fué nuestro compañero, ridad, mil veces repetida, si se dijera
al que fué el amigo personal y carísimo que la desaparición de Samuel Blixen es
de todos los que le tuvimos a nuestro de aquellos infortunios cuya intensidad
lado en las tareas iniciales de nuestra sólo se mide exactamente después que se
institución. producen. Habíamos identificado de tal
No es éste un duelo de la prensa, es modo con el ambiente que respiramos la
un duelo más alto, es un duelo más hon- presencia de aquel espíritu luminoso, jo-
do, es el duelo de toda una sociedad. Po- vial, pródigo siempre de inteligencia y
cas veces la cruedad de la muerte ha ele- simpatía, que ha de pasar mucho tiempo
gido una víctima que por más distintos antes de que nos habituemos a no verle
conceptos mereciera ser lamentada. En en su encarnación corpórea, a no escu-
la ansiedad angustiosa con que hemos char el encanto de su palabra; y nuestra
seguido el rápido proceso de esa inespe- sensación será como si hubiese en torno
rada, de esa brutal agonía, y en el clamor de nosotros menos luz, menos color, me-
de consternación que ha levantado el nos belleza... Es que la personalidad de
anuncio del aciago desenlace, mézclanse Samuel Blixen tenía una significación tan
notas que manifiestan muy diversos mo- escogida como rara a nuestro alrededor:
tivos de dolor. Es la prensa de Montevi- representaba al hombre de talento que
deo, que deplora la pérdida de un pe- ha logrado salvar la libertad de su espí-
riodista insigne; es la literatura nacional, ritu frente a las tentaciones de la pasión
que ve trozada la pluma de un escritor política y de la utilidad, y que se consa-
inimitable; es un partido político, que gra, con entusiasmo impenitente, al culto
lamenta el vacío que ha dejado en sus de las imágenes de belleza y de espiri-
filas uno de sus grandes elementos de tualidad que le cautivaron al ver abrirse
porvenir, destinados a ser fuerza precio- ante sus ojos el espectáculo del mundo.
sa de moderación y de cultura; es la vida Pudo aspirar, en la vida pública, a to-
de sociedad, que pierde el ornamento de dos los éxitos y todos los honores que le
un espíritu favorecido con todas las aseguraban su talento incomparable y los
atracciones y todas las gracias; y por so- prestigios y seducciones de su persona.
bre todo eso, es la amistad, señores; es Pero él hizo abnegación de las ambicio-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—SAMUEL BLIXEN 629

nes de poder y fortuna: y prefirió pasar prendido y mal agradecido, pero de una
por la vida, fiel a los sueños desintere- eficacia civilizadora mucho más radical
sados de su juventud, cosechando las y profunda de lo que imagina la vulga-
flores del camino, como en un alegre pa- ridad. Su gran pasión literaria fué, como
seo, con ese soberano desdén de las ven- todos sabéis, el teatro, y su nombre será
tajas materiales que halagan y esclavizan glorificado siempre como el del funda-
al vulgo de los hombres, pero que acaso dor del teatro nacional. En ambiente más
no son capaces de proporcionarles las propicio habría desenvuelto ampliamente
íntimas venturas con que los sueños de las admirables facultades de gracia, de
alas impalpables favorecen a estos privi- delicadeza y espiritualidad, que resplan-
legiados del espíritu. ; decen en las obras primorosas que nos
Para caracterizar su naturaleza moral i ha dejado y que sobrevivirán a todos los
habría de imaginar una eterna alma de j cambios de escuelas y de gustos. En
niño, con todo el candor, con toda la ale- nuestro periodismo fué un invalorable
gría, con toda la gracia, con toda la leve- elemento de cultura, de interés, de origi-
dad ideal de una infancia respetada por nalidad, que decidía por sí solo, con los
el tiempo. Había esculpida en su fisono- fascinadores prestigios de su pluma, el
mía espiritual una dulce y bondadosa éxito del diario a que se vinculaba. En
sonrisa. j la crítica de literatura y de arte, la obra
Dotado de todos los refinamientos y i de Blixen señala en nuestro país un pun-
todas las exquisiteces de una naturaleza | to de partida, una iniciación caracteriza-
aristocrática, complementada por la edu- I da por la fineza del criterio, la erudición
cación y por los hábitos de la sociabili- ; selecta, la caballeresca impersonalidad y
dad, tenía, al propio tiempo, la sencillez , la singular belleza de la forma. La mara-
y la llaneza de un hombre del pueblo, y : villosa facilidad de aquel estilo transpa-
su don de simpatía se comunicaba a ios : rente y ágil, como un manantial intacto,
pequeños y a los grandes, a los podero- i será igualada alguna vez, nunca superada.
sos y a los humildes. Era un espíritu ad- Era un cultivador de la ironía; y, obser-
mirablemente organizado para ser dicho- vación que enaltece tanto el temple mo-
so, porque llevaba la condición de la feli- ral del hombre como el gusto exquisito
cidad en sí mismo: en su despreocupa- del escritor: nunca puso en su ironía, ni
ción infantil, en su placidez, en su opti- aun en el enardecimiento de la polémica,
mismo, en su benevolencia; y por esto es ni aun repeliendo el ataque personal, una
tanto más cruel y tanto más injusta la sola gota de veneno. La benignidad de
fatalidad, que interrumpe, en lo mejor su ironía brotaba de la superior cultura
del camino, una vida que parecía desti- de su gusto, pero brotaba también de
nada a coronar la plata de su vejez con una fuente más honda: brotaba de la
las rosas de Anacreonte. bondad del corazón.
El nombre de Samuel Blixen vivirá en I Tenía el supremo don de la crítica: el
nuestra tierra mientras quede en ella un \ don de admirar. Y admiraba sin restric-
rastro de interés por la cultura del espí- 1 clones, sin reservas, con la efusión gene-
ritu, y los deleites superiores del arte. Su '. rosa de un entusiasmo siempre pronto
actividad continua y entusiástica en la ' a fluir en raudales de elogio, donde la
Propaganda del amor de lo bello, de lo ' benevolencia infinita no era obstáculo
selecto, de lo desinteresado, bastaría a | para que se transparentase la delicadeza
asegurarle la perennidad del recuerdo, | de su juicio y de su gusto. La virtud de
Porque esa propaganda tiene, en socieda- 1 estímulo y animación que ejerció su crí-
des como la nuestra, toda la significación ! tica, en nuestro medio, es inmensa. Si
de un Evangelio, casi siempre mal com- entonar las voluntades indecisas y forta-
630 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lecer las esperanzas de los que empiezan, resado, un refugio para la meditación, un
en literatura y en arte, es una forma de refugio para el arte, la extinción de esta
hacer el bien—¿y quién puede dudar de vida es una gran fuerza que nos falta,
que lo sea?—, la crítica de Blíxen fué una una gran voz alentadora que muere en el
grande obra de bien. A muchos, a muchí- silencio, una gran soledad que nos des-
simos, alentó: no puso estorbos a nadie. concierta... Pero en las compensaciones
En la gratitud personal que yo le debo, I ideales de la muerte, que acrisola y baña
interpreto la de mi generación y la de los de perenne luz las realidades queridas
que han venido después de elía. Todos que nos arrebata, el recuerdo de Samuel
los que manejamos una pluma, o un ins- Blixen será perdurable inspiración de
trumento de arte, todos le debemos un nuestros esfuerzos, estrella propicia en
estímulo, todos le debemos una esperan-
za, todos le debemos una parte de nues- Jas horas del desaliento y de la decepción.
tro nombre y de nuestra consagración. ¡Duerme en paz, amigo y maestro en
Una sociedad entera le llora, pero hay el culto de las cosas bellas, delicadas y
una parte de la sociedad que singular- amables de la vida! ¡Y si de la infinita
mente debe llorarle. Para nosotros, es- profundidad misteriosa donde se ha abis-
critores y artistas, los que hemos consa- mado tu espíritu algo puede descender
grado lo mejor de nuestro espíritu y de sobre la tierra, sigue irradiando, desde
nuestra existencia a labrar, en el alma allí, sobre nosotros, tu gran sueño de
de un pueblo nuevo e inestable todavía, belleza, tu gran sueño de arte, tu gran
un refugio para el pensamiento desinte- sueño de idealidad!

RECÓNDITA ANDALUCÍA
Al margen de las «Elegías» de Juan R. Jiménez.

Quien en el verbo lírico ame, sobre to- j Y si en la forma es singular, en la ma-


da otra cosa, la verdad de la expresión nera como el poeta siente la poesía de las
personal, lea el libro de Jiménez. Esta | cosas, su personalidad aparece aislada, y
poesía es personalísima del poeta, en la ! como nostálgica, en su medio. Jiménez
esencia y en la envoltura; es su alma ¡ nació y vive en la más meridional Anda-
misma, puesta en la más limpia y trans- ! lucía. Sabiéndolo, alguien me preguntaba
párente expresión que alma humana pue- después de leer c o n m i g o este libro:
da darse en palabras. Infunde el poeta «¿Dónde está aquí el sol andaluz?».. ^>
de tal modo su espíritu en los caracte-1 en efecto, el sol que el poeía canta no
res de la forma, que nuestra lengua, de es el que ven los demás en Andalucía; es
duro bronce resonante, semeja pasar en el suyo; es el sol velado, melancólico y
sus versos por una entera transfigura- mustio que difunde sobre los campos su
ción. Nunca se la hizo tan leve, tan vapo- «pena de enfermo», en una admirable pa-
rosa, tan alada. Leyendo estas Elegías se gina de las Elegías. El cielo que el poeta
reconocen, con sorpresa y arrobamiento, refleja no es el que inspiró los encendí'
todos los secretos de espiritualidad mu- mientos de gloria en las Concepciones,
sical, de sugestión melódica, que cabe de Murillo; no es el que inflama de oro
arrancar al genio de una lengua tenida y de púrpura el ambiente del Viaje in-
por tan exclusivamente pintoresca y es- comparable de Gautier: es el cielo gris
tatuaria. que ha dejado, para siempre, en el arro-

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OBRA ORIGINAL,—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—NUEVA ANTOLOGÍA AMERICANA 631

yo donde ve el poeta la Imagen de su co- encanta. La que detesto es la de la plaza


razón, un fondo de ceniza, según otra de toros, y el alarde vulgar, y la alegría
página muy bella de este libro. Los jar- estrepitosa, y el gracejo de los chascarri-
dines por donde el poeta vaga no son los llos. La que admiro es la de los poetas
que visten las márgenes del Betis y el sevillanos, y los pintores fervientes de
Genil con las pompas triunfales de una color, y ía naturaleza ebria de luz, y las
primavera inmarcesible; son aquellos a pasiones violentas e insaciables. La que
cuyos tristes rosales prestó la dulce y quiero y me encanta es una que, por muy
pálida paseante de otra de las Elegías la delicados indicios, sospecho que existe:
gracia melancólica de sus maneras...— una muy sentimental, muy suave, muy
¿Será esto razón para concluir que no dulce; como nacida de la fatiga lánguida
es Jiménez un poeta de Andalucía?—Yo y melancólica que siguiera a los desbor-
creo que sí lo es, y que lo es de la ma- des de sangre, de sol y de voluptuosidad,
nera más honda. Leopoldo Alas decía, a de aquella otra Andalucía, ía admirable,
propósito de El patio andaluz, de Sal- la solamente admirable; no la adorable,
vador Rueda, que no hay una sola An- la divina, la hermética... Y Jiménez es
dalucía, sino varias. Hay seguramente el poeta de esta última Andalucía, soñada
muchas; pero, por mi parte, yo también más que real, y tiene de ella el alma y
sé, o tengo vislumbres, de varias. Hay la voz.
una que detesto; otra que admiro; otra,
muy vagamente sabida, que quiero y me 1910.

UNA NUEVA ANTOLOGÍA AMERICANA

El joven escritor argentino don Manuel de nuestras letras en los últimos veinte
Ugarte ha publicado por la casa de Ar- años, sin olvidar las indicaciones históri-
niand Colin, de París, una colección de cas y los comentarios críticos pertinen-
trozos escogidos, en prosa y verso, de tes. No sé que, antes que el señor ligarte,
autores de las nuevas generaciones hispa- haya procurado alguien hacer esto. Bien
noamericanas. La idea que se ha tratado es verdad que es dudoso que se haya rea-
de realizar en ese libro es feliz y oportu- lizado análoga tarea, a lo menos en con-
na, cualquiera que sea el juicio que haya diciones aceptables por lo que se refiere
de merecer su desempeño. Siempre he a nuestra literatura de otras épocas. Mu-
pensado que, entre cuantos medios de chas colecciones publicadas hay; pero en
propaganda puedan emplearse para con- vano se buscará entre ellas la que pueda,
tribuir a formar en la conciencia del pú- sin grandes reservas, mostrarse c o m o
blico que habla castellano una noción adecuada expresión de nuestra poesía o
exacta de nuestro pensamiento literario nuestra prosa. Menos extraña parecerá
en la actualidad, tan vaga e insuficien- esta deficiencia sí se consideran las di-
temente conocido, aun sin salir del con- ficultades que, bajo engañosas aparien-
tinente, ninguno de más urgencia y efica- cias de facilidad, presentan las obras de
cia que la publicación de una antología ese género, aun tratándose de un con-
de contemporáneos, breve, bien hecha, junto de producción más depurado y or-
y editada en condiciones propias para su denado que el nuestro por la asiduidad
vulgarización, donde se reuniera alguna de la crítica.
Parte de lo mejor y más característico Una colección literaria puede obedecer
632 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

a una norma de selección, o puede llevar j fiel e intuitivo de las evoluciones del es-
sólo un propósito de manifestación carac- tilo y del gusto en determinado espacio
terística respecto de la época, el país o de tiempo. Sólo que lo inaparente de la
la lengua, que sean el campo en que se austera labor que implica la obra del an-
espigue. En el primer caso, el colector íologista, y lo accesible que es el remedo
ejercita principalmente su gusto; separa vulgar de su tarea, aun a los espíritus
el vino de la hez, el oro de la escoria, y más iliterarios e incultos, cuando sólo se
reúne con esmero exquisito aquella poca trata de recortar sin discernimiento y
parte de imperecedera fragancia y vir- amontonar sin orden, hacen que, en el
tud que está confundida y dispersa en concepto de la generalidad, la tarea del
los libros donde se estampa el sueño de colector sea tenida por cosa subalterna y
belleza de cada generación humana. En el casi mecánica, no muy superior al zur-
segundo caso, el colector se propone, an- cido del gacetillero ni a la faena del pen-
te todo, presentar él resumen significad-1 dolista. Pasa con las compilaciones lite-
vo, trazar el mapa literario, de la cultura rarias algo análogo a lo que ocurre con
de una nación o de una época. Sin ceñir- las traducciones. Del que compila como
se a la pura consideración del valor es- del que traduce, si lo hacen bien, puede
tético de la obra, ve en ella, predominan- decirse que emplean la fuerza de su es-
temente, el documento, y procede, en píritu en realzar y difundir la fama aje-
cierto modo, con la indiferencia propia na; y esta abnegación oficiosa no alcanza
del naturalista que ordena, según el sis- el premio de una mínima participación
tema de clasificación, los ejemplares ha-1 en el aprecio que la obra merezca, por-
bidos en sus expediciones, o del historia- que el descrédito de actividades que tan-
dor que, revisando viejos papeles, escoge to han descendido induce a prejuicio el
y separa para su archivo las piezas más ánimo del vulgo, incapaz de reparar en
nutridas y reveladoras, con abstracción que todo lo que ellas tienen de inmerito-
del juicio que ellas merezcan en la reía- j rio y de grosero cuando se realizan sin
ción literaria o en la relación moral. Co- i conciencia, tiénenlo de precioso y arduo
sas medianas, inferiores, y aun ridiculas, i en sus formas superiores. El lenguaraz
tiene así en este género de colecciones ¡ de tribu que, entrando de rondón en el
su lugar justificado y oportuno, si re- j campo de la literatura, consuma, en las
presentan una iniciativa o un modelo i aras del folletín de diario o de las «Bi-
que hayan ejercido influjo positivo en la i bliotecas» populares, la inmolación de
orientación de las ideas; si caracterizan I Maupassant o de Flaubert, de Jorge Eliot
eficazmente una decadencia, una aberra- o de D'Annunzio, impedirá siempre que
ción del gusto general o un vuelco de la | el juicio común conceda toda su impor-
moda. i tancia y dignidad al esfuerzo del espíritu
En cualquiera de ambos conceptos, la escogido que, siendo capaz de producir
composición de una de estas pandectas por propia cuenta, apura su instinto de
literarias es empresa noble, que exige escritor y su íntima penetración de dos
para su buen éxito la asistencia de todas idiomas en la labor finísima de interpre-
las facultades en que estriba la obra del tar y reproducir los matices del pensa- e
crítico o la obra del historiador. Porque miento, de que se compone el quid in f'
crítica tácita hace quien, con sujeción a fabile de un estilo. Colector y traductor
un criterio de belleza, decide lo que debe son, en verdad, los frailes del arte: des-
proponerse preferentemente a ía lectura; j preciables y funestos zánganos, como el
y síntesis histórica realiza el que, remon- i fraile vulgar, cuando por venal oficioe
íándose sobre la desordenada multitud i aceptan la profanación de un ideal qu
de obras y nombres, presenta el cuadro l no sienten; y admirables de escrupulosa

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OBRA ORIGINAL—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—NUEVA ANTOLOGÍA AMERICANA 633

y tesonera virtud y mal comprendida ab- ¡ brinda hospitalidad el señor Ugarte, en


negación, como el fraile santo, cuando ' la formación del estilo, el gusto o la
los mueve un sueño de desinteresada per- j doctrina de las jóvenes generaciones;
fección. I pero sé que personalidades como Gutié-
El señor ligarte pudo ser el colector rrez Nájera, como Díaz Mirón, como
de alta religiosidad literaria. Tiene el Martí, han ejercido positivo y magistral
sincero sentimiento de la literatura; y influjo para preparar la evolución de
si no lia sido tal, culpemos de ello a lo que procede el carácter actual de nues-
improvisado de su obra y a la penuria de tras letras, y no veo que ninguno de los
materiales con que, según declara, ha! citados figure en la colección, a título
luchado. de precursor o de maestro, junto a la
No es menester una revisión muy pro- interesante personalidad de don Pedro
lija de la colección para observar mucho | Pablo Figueroa.
que está de más y no poco que se echa Otras inclusiones inoportunas se refie-
ele menos. Empecemos por lo que está ren a nombres que, hasta el presente,
de más. Difícil es acertar, desde luego, significan muy poco, y aun que prometen
con el motivo de oportunidad o conve- \ muy poco, o de los que definitivamente
niencia que puede explicar la inclusión., puede asegurarse que nunca significarán
en una antología americana, de escritores lo suficiente para participar en una re-
de las Filipinas, como los que, con cono- presentación de nuestras letras que res-
cimiento y expresión de su patria, in- ponda a algún criterio de elección y no
cluye el colector. El hecho de ser ori- tienda a confundir la riqueza y la ampli-
ginariamente las Filipinas, como nuestras tud con la muchedumbre de los nom-
repúblicas, colonias españolas, y de que bres. Pero aún más que los nombres que
allí se hable y escriba en castellano, cons- sobran, redundan en perjuicio de esta
tituiría muy pobre carácter de unidad: colección los que faltan. Así, difícilmen-
ninguna consideración que no sea, con te se disculpa que en la parte relativa
doble fuerza, aplicable a la literatura de a Venezuela no haya habido lugar para
la península, que queda fuera del plan Pedro Emilio Coll, el sagaz y delicado
del señor ligarte, puede vincularnos con crítico, el escritor elegante y nervioso,
aquellos escritores, tan extraños a nues- uno de los más escogidos temperamentos
tro ambiente espiritual como si escribie- literarios que sea posible hallar de este
ran en tagalo, ni con aquel mundo, no lado del Océano; ni para César Zumeta,
menos remoto, ignorado y semilegenda- cuyo firme y cincelado estilo se levanta
rio, para el nuestro, que sus vecindades tan alto sobre la prosa llovediza de los
chinescas. devotos de la fácil facilidad, como sobre
Previene el señor Ugarte que ha dado las tambulas verbales de los coloristas al
entrada a algunos nombres que no per- uso. Tampoco admite justificación que,
tenecen al período contemporáneo, ni por entre los escritores de Colombia, no fi-
la edad ni por la clasificación literaria, gure el nombre de Baldomero Sanín Ca-
y que lo ha hecho atendiendo a su im- no, tan hondo en el pensar, tan magis-
portancia excepcional y a la influencia tral en el decir, espíritu de estudio y de
Que representan en el espíritu de las ge- arte a quien la crítica americana es deu-
neraciones posteriores. Pero es dudoso dora de algunas de sus páginas más se-
Que estos nombres que ha escogido fuera rias. Clemente Palma, olvidado también,
^ e la juventud respondan a la idea con era justo que llevase el pabellón del Pe-
Qüe se autoriza a incluirlos. Yo no sé rú, cuando no por droit de naissance,
Qué género de influencia ha podido te- por el derecho de conquista acreditado
ner
don Pedro Pablo Figueroa, a quien en sus últimos primorosos cuentos; y
634 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Francisco García Calderón, que empieza, síntesis de la evolución de nuestra litera-


por donde otros honrosamente conclu- tura, desde sus orígenes hasta el presen-
yen, pudo acompañarle con honor para te. Hay en estos preliminares atinadas
Ja crítica del continente. El nombre de consideraciones y discretos juicios; pero
Juan Agustín García no ha podido omi- hay también no poco, en mi sentir, de
tirse sin privar a la representación de la inexacto, de ligero y de injusto. Me li-
nueva intelectualidad argentina de muy mitaré a lo que más me excita a la con-
legítimos lauros. Entre los escritores de tradicción. Afirma el señor ligarte en
mi país, nadie desadvertirá la ausencia su advertencia, y lo confirma y amplía
de Carlos Reyles, cuyo alto valer se real- en su resumen histórico, que «la verda-
za, para el caso, con la consideración de dera actividad literaria americana empie-
ser, en América, quien ha infundido en la za con las generaciones jóvenes». Cual-
novela espíritu más innovador y más ca- quiera que sea el sentido que a esta
racterístico de la sensibilidad literaria de afirmación deba atribuirse, no es posible
las generaciones jóvenes. Bolivia, a la asentir a ella.
que no se ha concedido representación, Si vale tanto como establecer la supe-
pudo tenerla muy honrosa en la perso- rioridad de mérito intrínseco, en pensa-
nalidad de Ricardo Jaimes Freyre, cuyo miento o en parte, de la obra de las nue-
talento lírico, refinado e intenso, tiene vas generaciones sobre la de aquellas que
pocos pares en tierra americana. las precedieron, me parece un rasgo un
Nótase que el colector prescinde, sal- poco temerario de optimismo o de amor
vo alguna rara excepción, de los autores por las cosas que se tienen cerca. Difícil
que han muerto, aunque hayan per teñe- ¡ sería demostrar que, después de Sar-
cido a las últimas generaciones y aunque miento, la juventud americana haya dado
sea alto su mérito; exclusión evidente- de sí el super-Sarmiento. No es punto
mente injustificada, porque la muerte no i muy seguro que, después de Montalvo y
tiene poder de separar de la actualidad de Martí, tenga la juventud resplando-
viviente de una época a aquel que sobre- res con que ofuscar los nombres de Mon-
vive en espíritu por obras que perma- talvo y Martí. Ni está probado que, con
necen dentro del tono de sentimientos y posterioridad a Andrade, haya surgido
de ideas que gobiernan la producción de quien señale un nivel claramente supe-
esa época y constituyen el carácter que rior al vuelo lírico de Andrade. Y si el
literariamente la distingue. Así, Julián del sentido de la afirmación ha de entender-
Casal, José Asunción Silva, José Miró, se de modo que no excluya el insuperado
Juana Borrero, y otros más, pudieron y valer de tal cual nombre individual del
debieron figurar en las páginas de esta pasado, sino que se refiera a la actividad
colección de contemporáneos, ya que sus literaria como obra colectiva, como con-
obras no representan un momento litera- junto armónico y consciente en que flo-
rio distinto que las de aquellos a quienes rezca un organismo de cultura, entonces
acoge la colección. podrá ser justo negar que tan preciosa
Podría observarse todavía que es dis- forma de civilización haya existido en
cutible que, en la mayor parte de los generaciones anteriores; pero afirmarlo
casos, se haya tomado, en la obra de ¡ respecto de las contemporáneas, impor-
cada autor, ni lo que más vale, ni lo j taría extremar una diferencia y un pro-
que más exactamente lo caracteriza. Pero ! greso que, aun siendo reales, no habrían
quiero pasar ya a decir algo de la parte pasado de muy modestas proporciones.
crítica del libro. Viene precedido éste Lo exacto sería, en tal caso, declarar
de una breve «Advertencia» y de una in- que la literatura hispanoamericana, como
troducción, en la que se ensaya hacer la ¡ obra social, como organismo autóctono y

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—NUEVA ANTOLOGÍA AMERICANA 635

maduro, ni ha existido antes de ahora ni es, para el estudiante capaz de refle-


existe todavía. xión propia, yugo brutal ni imposición
Culpa el señor Ugarte de falta de ori- dogmática, sino sugestión que excita la
ginalidad a nuestra literatura de otros virtualidad de pensamiento que la recibe,
tiempos; y aunque reconoce que la imi- y estimula, lejos de ahogarlo, el instinto
tación persiste y debe forzosamente per- de originalidad. Concebida de esta ma-
sistir como fundamento de nuestra activi- nera la posible autonomía del pensamien-
dad, literaria, establece una diferencia, to americano, fácil es señalar el punto
fundada en que la imitación era antes lo vulnerable de la imitación de lo europeo,
que él llama «directa», queriendo signifi- tal como se manifiesta en los rumbos
car que se ceñía dócilmente al modelo, que sucesivamente ha seguido nuestra li-
mientras que hoy es lo que llama «apli- teratura. Se ha imitado sin discernimien-
cada», en el sentido de que envuelve in- to ni elección; ha faltado el sentido crí-
terpretación, adaptación y relativa origi- i tico que encauzase el impulso recibido de
nalidad. ! afuera, y la imitación ha sido pasividad
Detengámonos a considerar estos pun- j sonambúlica, más que simpatía conscien-
tos. Es indudable que, dejando aparte j te y limitada por el vigilante criterio.
superioridades de excepción, el pensa- J Este carácter, o mejor, esta ausencia
miento hispanoamericano no ha podido j de carácter, se observa, desde luego, en
ni puede aspirar aún a una autonomía la obra de las generaciones que nos han
literaria que lo habilite a prescindir de precedido, y en esto acierta la crítica del
la influencia europea. No siendo la lite- señor Ugarte, Tomemos como ejemplo
ratura una forma vana, ni un entreteni- la época del romanticismo. Aquella re-
miento de retóricos, sino un órgano de volución literaria traía consigo un impul-
la vida civilizada, sólo cabe literatura so favorable a la germinación de todo
propia donde colectivamente hay cultura elemento de originalidad y de carácter
propia, carácter social definido, persona- indígena. Propensión congenial al roman-
lidad nacional constituida y enérgica. La ticismo fué suscitar en todas partes una
dirección, el magisterio del pensamiento reanimación del espíritu de nacionalidad
europeo es, pues, condición ineludible j literaria, sustituyendo la abstracta uni-
de nuestra cultura; y pretender rechazar-! formidad del seudoclasicismo con la ex-
lo por salvar nuestra originalidad sería presión de la sociedad, la naturaleza y
como si para aislarnos de la atmósfera las tradiciones peculiares de cada pue-
que nos envuelve, nos propusiéramos vi- blo. Pero si esta tendencia del romanti-
vir en el vacío de una máquina neumá- cismo repercutió provechosamente en
tica. Pero si la independencia y la origi nuestra América, inspirando los prime-
nalidad literaria americanas no pueden ros esfuerzos consagrados a fundar una
consistir en oponerse a la influencia eu- literatura que reflejase las peculiarida-
ropea, sí pueden y deben consistir en des de la naturaleza y las costumbres
aplicar a esta influencia el discernimien- propias, la imitación romántica estuvo
to, ia elección, que clasifique los ele- lejos de limitarse, ni aun de aplicarse
mentos de ella según su relativa adecua- preferentemente, a esa tarea oportuna.
ción al ambiente, y rechace lo fundamen- La imitación se disipó, en gran parte,
talmente inadaptable, y modifique, con en otras cosas. Una mitad del romanti-
arreglo a las condiciones del medio, cismo europeo significaba la reivindica-
aquello que deba admitirse y adaptarse. ción de las tradiciones históricas y ar-
Así, el joven estudiante no debe, ni pue- tísticas anteriores al Renacimiento; y a
de sin desventaja, prescindir del maes- pesar de que estas tradiciones no po-
ír
o; pero la enseñanza del maestro no dían tener, en los pueblos jóvenes de
636 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

América, sentido que interesase a la con- reflexiva del arte; el crédito de la facili-
ciencia colectiva, el romanticismo tradi- dad repentista; el desamor de ese idea!
cional y arqueológico halló aquí imitado- de perfección, único capaz de engendrar
res y sugirió poemas caballerescos, dra- la obra que dura.
mas de trovadores y cruzados, leyendas Pasó el auge universal de aquella es-
orientales; evocaciones falsas de recuer- cuela, y sobrevino el imperio del natu-
dos que no correspondían, en suelo ame- ralismo. En lo que tenía de fundamental
ricano, ni a una piedra ruinosa ni a un y amplio, el naturalismo comprendía ele-
latido del sentimiento popular. Algo se- mentos que, bien asimilados, no hubie-
mejante cabe decir en lo que se refiere ran podido sino favorecer en América la
a la otra mitad del espíritu romántico: j manifestación de un espíritu literario
la subjetiva o byroniana. Los doloridos j original y vigoroso. La tendencia a ce-
apasionamientos, las íntimas contradic- ñirse a la realidad viva y concreta es la
ciones, las hondas nostalgias ideales de vía más segura para llegar a una origi-
este género de romanticismo, si bien te- nalidad de pueblo y de época, como la
nían, sin duda, un fondo humano que tendencia a ceñirse a la expresión sin-
los hacía capaces de trascender adonde- cera y simple de lo que se siente es el
quiera que se sintiese y meditase sobre más seguro camino para alcanzar la ori-
el misterio de las cosas y sobre los pro- ginalidad individual. La importancia con-
blemas de nuestro destino, obedecían, en cedida a la representación del mundo
no pequeña parte, a influencias que, re- objetivo eí predominio literario de la
presentando en la propia Europa un con- descripción, favorecía una de las aplica-
vencionalismo o un amaneramiento, de- ciones del arte de escribir capaces de
bían serlo con doble motivo en socieda- brindar en América más ricos veneros
des donde el ambiente no daba de sí las de originalidad, como es la pintura y ei
razones históricas, del medio y del mo- sentimiento de la naturaleza física. La
mento, que concurrían, en las sociedades precisión minuciosa en la reproducción
europeas, a explicar aquella atormentada de costumbres y tipos contribuía a re-
agitación de los espíritus. Y por lo que levar el sello local del poema y la nove-
respecta al elemento literario formal, la la. La reivindicación de la poética vir-
imitación no fué más atinada. El roman- tualidad de la vida contra todo quimérico
ticismo, en cuanto quebrantaba los mol- idealismo coincidía con la tendencia na-
des de una preceptiva artificial y vetus- tural en pueblos jóvenes y testigos áe
ta; en cuanto favorecía el libre arranque una fecundidad magnífica y potente. La
de la inspiración y ensanchaba los límites franqueza, y aun la vulgaridad pintores-
del vocabulario poético, ofrecía, cierta- ca, de la expresión, autorizaban a que se
mente, ejemplos y enseñanzas favorables diese curso en el lenguaje literario a las
al florecimiento de una literatura ameri- peculiaridades del habla regional.
cana diferenciada y eficaz; pero este im- Pero, ni la protesta naturalista se li-
pulso de reacción contra el dogmatismo mitaba originariamente a esos elemen-
retórico tenía en América, más que en tos para siempre justos y oportunos, ni,
ninguna otra parte, peligros y desventa- tampoco esta vez, la imitación supo pi'0'
jas que no supieron conjurarse, porque ceder en América con libertad y firme
halagaban muchas de las propensiones criterio. Propendiendo, como sucede en
más funestas y arraigadas de nuestro es- toda imitación servil y fascinada, a vio-
píritu: la propensión a la negligencia, al lentar las cosas, a recargar las tintas, a
desaliño, a la falsa espontaneidad, a la ir a lo extremo del original y ceder a la
abundancia viciosa; el desconocimiento impresión de lo caricaturesco más que cte
o menosprecio de la parte consciente y lo característico, nuestros naturalistas

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—BIENVENIDA 637
tomaron de preferencia en sus modelos cercano de la originalidad que nuestros
lo que, siendo en estos mismos conven- realistas y nuestros románticos?
cional y vicioso, resultaba tanto más fal- Mucho me he extendido ya para entrar
so en América cuanto que se oponía a al examen de la cuestión que planteo;
los caracteres que, por recto naturalismo, pero no tengo dificultad en dejar consig-
por directa sugestión de la naturaleza, nada la respuesta que sería el resulta-
deben forzosamente prevalecer en toda do del examen; y ella es que, muy a mí
literatura que brote sin esfuerzo del es- pesar, no alcanzo a percibir la diferen-
píritu de nuestros pueblos. Así, el pesi- cia con que el señor Ugarte halaga nues-
mismo agrio, desesperanzado y hastiado, tro amor propio colectivo; que no veo
que, como idea dominante, no tenía na- que hoy (salvo excepciones individuales
tural acomodo en el ambiente de tierras que han existido siempre) se imite con
prometidas al porvenir, rebosantes de más personalidad y más conciencia de lo
vida y energía. Así, la predilección pol-
la reproducción artística de lo feo, ras- oportuno y adaptable, que cuando se imi-
go de decadencia que carecía de sentido taba a los profetas del romanticismo y
aceptable dentro de una cultura literaria a los maestros del naturalismo.
en sus albores. Así, la sensualidad, no En conclusión, esta antología de la nue-
espontánea, vigorosa y ferviente, sino ar- va literatura americana no está a la al-
tificiosa, alambicada y senil; sensualidad tura de su objeto ni de lo que era lícito
de cálculo antes que de instinto, Innega- esperar del colector. Pase el señor Ugar-
gle es, pues, el fundamento con que se te por encima de esta obra improvisada
califica de falso el concepto o procedi- y precaria, y dénos, puesto que es capaz
miento de imitación que guió en ante- de dárnosla, la verdadera antología ame-
riores épocas a nuestros escritores. Pero ricana de nuestro tiempo; la obra de sín-
¿la comparación con lo actual manifiesta tesis que sirva de guía fiel a quien quie-
una diferencia que autorice a dividir en ra formar idea de nuestro espíritu, o la
dos partes la historia de nuestra cultu- obra de selección donde se congregue lo
ra? ¿Cabe afirmar, como afirma el se- muy poco, que, literariamente, tenemos
ñor ligarte, que, a partir de la obra de digno de ser mostrado sin rubor y de
tas generaciones jóvenes, la imitación de asociarse a esperanzas y presagios triun-
fo europeo haya dejado de ser remedo fales, de que esta vez me parece el señor
^consulto y sumiso para trocarse en ati- Ugarte demasiado pródigo.
nada y consciente adaptación? ¿Imitan
nuestros «modernistas» con criterio más 1907.

BIENVENIDA
En el primer número del periódico «F ranee-Uruguay*

Allí donde palpite un jirón del alma anuncia la claridad de la mañana, y que,
e
^ Francia, no puede ser que no surja cuanto más esfuerza las alas, más alto
' a Palabra vibrante que le dé repercusión hace sonar la canción? ¿Cuándo el gallo
^°nora. ¿Cuándo fueron silenciosas la simbólico dejó de pregonar el triunfo de
.lda, la Fecundidad, la Libertad? ¿Cuán- la luz, en su heráldico clarín, que decora
0
fué mudo el vuelo de la alondra que el moño de púrpura?
638 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Un jirón de aquella grande alma, ma- ca y pura de la alegría y el trabajo; de


ternal y gloriosa, vivía, palpitaba en nos- la hora del gallo y de la alondra?... Fiel
otros. En nuestro pensamiento, en nues- a su contraseña sagrada, él nos estimula-
tro corazón, en nuestra imagen de lo rá al esfuerzo fecundo y nos invitará a
bello, en nuestra idea de lo justo, en la sana alegría. Lo esperaremos como se
nuestra veneración del pasado, en nues- espera a un consejero inteligente y jo-
tra figuración del porvenir, palpitaba el vial. Cuando lo tomemos en la mano, to-
alma de Francia: musa, nodriza, conduc- davía húmedo del fragante aliento de la
tora inmortal, de las imaginaciones que imprenta, diremos: «Este es el olor de
amanecen, de las energías que ignoran, la tierra removida. Marchemos también
de los desamparos que buscan... Pero nosotros a la obra.» Como acercamos
faltaba la palabra que, sensible y per- al oído un caracol marino para percibir
sistentemente, anunciase la presencia de el murmullo en que parece perpetuarse
esa alma en la nuestra. Faltaban el can- el ruido del mar, buscaremos en sus pá-
to del gallo y la canción de la alondra, ginas el murmullo, la resonancia de ese
Condiciones de estas dos voces matina- inmenso y lejano mar de París, que in-
les son, en el concierto de la naturaleza, funde en las almas la tentación del ar-
la periodicidad, y la puntualidad. Y la gonauta. Sobre nuestra mesa de trabajo
periodicidad y la puntualidad, en la ma- será un talismán que nos preservará del
nifestación del pensamiento escrito, se j desaliento. Y cuando cumpla el primer
concretan en la idea del diario o el pe- año, haremos en espíritu una procesión
riódico. antigua, y lo llevaremos, como una rama
He aquí que ha sonado el canto del floreciente, a ofrecerlo en el altar de las
gallo; que la alondra ha entonado su Gracias, para que perdure con los tres
canción. Hay ya un periódico para dar atributos del pensamiento que ellas favo-
eco al alma de Francia... ¿Quién no lo recen: la espiritualidad, el entusiasmo y
saludará con júbilo, entre las almas ami- ia benevolencia.
gas de la hora del alba; de la hora fres- 1906.

RICARDO GUTIÉRREZ
En ocasión de su muerte

Siempre he soñado que la mejor re- de consolaciones y armonías los últimos


compensa de los poetas—mejor y más instantes del poeta querido que hoy H°'
llena para ellos de divinos halagos que ramos, si a su espíritu hubiera sido otor-
las formas ruidosas y deslumbrantes de gado ese beneficio, en la hora suprema,
la gloria—sería la de que se hallasen do- y hubieran convergido, en un inmenso
tados de la virtud de percibir y atraer acorde, hacia él, todas las vibraciones de
a sí todos los clamores de entusiasmo, las almas heridas por la noble y dignifr"
todas las lágrimas de melancolía, todos cadora virtud de sus estrofas!
•os impulsos de admiración, que sus can- j Gritos de trémula emoción que de mi
tos, peregrinando entre las almas jóve- pecho brotaron en algunas de las horas
nes y buenas, arrancan bajo los astros más bellas de mi vida, se hubieran mez-
de cada noche y bajo el sol de cada día. clado en el coro de triunfo del poeta. L°
•H Qué hermoso arrullo hubiera llenado leí de niño, y su poesía, que desde enton-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RICARDO GUTIÉRREZ 639

ees quedó vibrando en lo hondo de mi bía brindado la hospitalidad de su co-


alma, tiene para mí el secreto encanto razón a todas las cosas buenas, a todas
de las cosas que evocan recuerdos dul- las cosas bellas. Naturaleza esencialmen-
ces y queridos. Yo no la podría juzgar te lírica la suya, siempre en sus cantos el
como se juzga la de un genial poeta que impulso del vuelo partía de la intimidad.
admiramos, pero a quien no reconocemos Pero en su intimidad refundía, convir-
como nuestro, que no nos habla del pa- tiéndole en sentimiento propio, en dolor
sado, y cuya poesía no hunde sus raíces propio, el dolor de todos los que sufren;
en las reconditeces de nuestra vida espi- en fuerza de su vida, el alentar de todos
ritual y la viste y enlaza como la enreda- los que esperan, la exaltación de todos
dera a la columna. La poesía de Ricardo los que batallan; en calor de su sangre,
Gutiérrez tiene una historia en el proceso el ansia de todos los que padecen ham-
de mi vida interior. Cada uno de sus can- bre de justicia y el entusiasmo de todos
tos es para mí como una de esas melo- los que persiguen sobre la tierra un
días que, escuchadas en momentos dicho- idea!.
sos o solemnes, se asocian inevitablemen- La individualidad, la vida misma del
te después, al despertar del instante es- poeta, límpida y fuerte como el mármol,
cogido en que vibraron. Cuando una es- eran, además, un nimbo de luz sobre su
trofa suya hago pasar ante mis ojos sien- obra. ¡Cuántas veces, corriendo, llenos
to en el alma un ala mustia y aterida de emoción, el velo que oculta a nuestros
que se estremece. Por eso la desaparición ojos la intimidad de la existencia de
del poeta produce en mí la sensación de donde parte la palabra inspirada, sólo
un abandono y me parece como la extin- nos es dado encontrar el fondo gris de
ción de una luz sobre mi espíritu. una personalidad moralmente indiferente
i Cuan pocos de nuestros poetas de hoy, o borrosa! En nuestro poeta, personali-
aun cuando haya de ser grande y dura- dad y arte, vida y ensueño, se confunden
dera la gloria de sus triunfos, alcanzarán y forman un solo trazo de luz. Huella
esta devoción de los sentimientos! El por la que puede seguirse el rumbo de
Poeta, hoy, es, ante todo, el artista, es su marcha son sus versos. Cantó a la fe
el orfebre, es el cincelador paciente y en el ideal que regenera, y tuvo fe; cantó
empeñoso. Detíénese ante sus puertas el a la caridad, y fué piadoso; cantó al he-
viandante para admirar, en aquella fiesta I roísmo, y fué soldado. En esta luminosa
de la luz, los finos contornos del oro cin~! existencia, la poesía es acción, la acción
celado. Pero cuando se aleja, lleva sólo! es poesía. Evocando la imagen del va-
Ja impresión de un deslumbramiento, I rón bueno y abnegado, es como adquie-
Porque no reconoce ya, en el artífice re sobre nosotros toda su avasalladora
enamorado del ritmo y del color, a aquel virtud el canto del poeta.
ser—comparable con el pelícano del mi- Dueño era su numen por igual de las
to—que arrancaba de sus entrañas pal- dos grandes manifestaciones del senti-
Pitantes la imagen viva de lo que lleva- miento lírico: la que se reconcentra en
ban los demás dentro de sí. el recogimiento y la meditación tímida
Y ninguno entre nuestros poetas ha del tumulto humano y la que alienta en
Personificado esta entera condensación las inspiraciones del alma colectiva y es
del alma de los suyos, este seguro impe- tribuna de donde arengar y espada con
l o ejercido sobre el sentimiento de una que lidiar en nombre de todos. Vibraban
generación, como el del Libro de los alternadamente en sus cantos los acen-
tantos y La Fibra Salvaje, Era el poeta tos del hombre íntimo y los del soldado
^e todos, sin dejar de ser, intensa y do- del pensamiento y ele la acción. Unas ve-
minantemente, el poeta de sí mismo. Ha- ces, la suave estrofa modelada para el
640 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

amor y el ruego; la que se ampara bajo su sentimiento, llena a la vez de fuerza


aquellas frondas, propicias al misterio, y de gracia, como el cuerpo del púgil, y
del alma, donde los sentimientos delica- que quedó consagrada en la lírica ar-
dos y afectuosos anidan. Otras veces, el gentina, donde Gervasio Méndez la eligió
verso amplio y fulgurante, el verso de para mensajera de su abandono y su do-
grandes lleno de sol, erguido sobre lor y la ungió nuevamente con la unción
una cúspide. Nacían de esta audacia épi- de las lágrimas (1). En ella están sus
ca el grito de guerra de la Libertad que composiciones que muchos tienen por
envía al país del trópico sus legiones; la mejores; las que son, por lo menos, las
vigorosa imprecación de Montevideo; el más sentidas, las más ingenuas, las más
diálogo de Él Poeta y el Soldado. Brota- íntimas; y ella llegará a la posteridad,
ban de aquella reconcentración melancó- perpetuándose en la métrica de la poe-
lica la carta, húmeda en lágrimas, a Lu- sía americana, como forma sensible de
cía; el contemplativo sentir de La Ora- la inmortalidad de quien la añadió Can-
ción, y la querella apasionada de la; cionero de la lengua.
Magdalena. Ya había empezado la sanción de la
No era el poeta de Lázaro un devoto posteridad, en cierto modo, para la figu-
de la plasticidad y melodía de la forma,, ra literaria de Ricardo Gutiérrez, y ella
no era un cincelador paciente y obstina- se nos presentaba como una noble figu-
do del verso, ni a él alcanzaron los in- ra de otros tiempos, a los ojos de los
flujos de la evolución, posterior al ro- que le admirábamos en mi generación,
manticismo, de la lírica, que levantó so- Años hacía que la lira del poeta estaba
bre las ruinas de las aras de la emoción! muda. ¿Era acaso el hastío, el cierzo he-
y el pensamiento las consagradas al cul- lado de la vida?... ¿Era, más bien, la
to de la perfección exterior. Pero tenía amarga protesta contra el ambiente in-
un admirable don instintivo de armonía, grato, la desolación ante el irresistible
un seguro y natural imperio del ritmo, avanzar de la ola turbia y plebeya que
que le autorizaban para sustituir, en la clamoreaba ios triunfos de nuestro «pe-
ejecución, los afanes del procedimiento ríodo cartaginés»?... ¿Quién sabe? El si-
laborioso con la confianza y la audacia lencio del poeta, que puede, ser una for-
de la libertad. Y el verso brotaba de su ma del desaliento, de la decepción, del
mente, alado, ágil, espontáneo, con ím- desengaño, ¿no puede ser también el sig-
petu como de lampo de luz que rasga de no de su iniciación en una poesía más
improviso las sombras; como de vena alta, más gloriosa, más pura? Por enci-
de agua que salta de la roca herida por ma de la que se traduce en palabras y
el pico; como de anchurosa bandera que se comunica al sentimiento de los hom-
se despliega de un golpe y flota en los bres, ¿no podrá él alcanzar una poesía
aires a favor de un viento pujante. superior, una poesía que sólo irradie y
Hase observado que uno de los más florezca en su mundo íntimo, donde la
constantes modos de manifestación del rodee la nube impenetrable.con que que-
genio lírico está en el don de crear o
modificar algún metro, que es como «la (1) Es la del ejemplo siguiente:
nueva copa en que se exprime el jugo Como la estrella errante de los cielos,
generoso de un ingenio nuevo». Fué otor- que en los espacios infinitos vaga
gado a Ricardo Gutiérrez este signo es- y, al tocar en la atmósfera del mundo,
cae en él luminosa y abrasada,
cogido de originalidad. El cinceló su así en su atmósfera
copa para el vino de su vendimia, y creó tocó mi alma,
su estrofa propia, su estrofa admirable- y así, encendida en el amor sublime,
mente modelada sobre el tono íntimo de, como uno, exhalación cayó a sus plantas.

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—«DE LITTERIS» 641
ría velar la mística ciudad de sus elegi- escribir sobre la muerte de Ricardo Gu-
dos cierto poeta moderno? Ella será co- tiérrez? Si así como el corazón tiene su
mo la música de los astros, que el sabio memoria, y su memoria es la gratitud,
oyó, pero que nosotros no oímos; será también tiene el corazón su juicio; será
como la imperceptible luz que vibra allí éste solo el que yo podría ofrecer para
donde la pupila humana no ve sino la juzgar al noble espíritu que acaba de
oscuridad. ascender a la luz. Fué, cuando yo empe-
Ahora este silencio durará para siem- cé a saber de poesía, uno de mis poetas.
pre, pero el nombre del poeta se engran- Si ie hubiera encontrado alguna vez en
decerá en la memoria de las generaciones los caminos del mundo, le habría estre-
y su poesía adquirirá vida nueva. Andra- chado la mano y le habría dicho: «Gra-
de tuvo de los contemporáneos apoteo- cias...» Y él me hubiera entendido. Pero
sis más ruidosas, pero en su obra, osada desde hoy, que sé que no he de verte ya
e inmensa, verá acaso más ruinas la pos- en la realidad, yo te tendré conmigo, ¡oh
teridad. Para lo que edifica la deslum- poeta!, para siempre, en aquella consa-
brante fantasía hay en ei tiempo base grada región de la memoria donde se
menos estable y segura que para lo que reúnen, como en un cielo que va cuaján-
labra el sentimiento, siempre uno en dose de luces, las cosas bellas y los se-
esencia. Cuando han perdido su color las res benéficos y amados que hicieron me-
pompas de Lucano, aún nos habla el nos ingrato para nosotros este peregrina-
verso de Virgilio del llanto de las cosas. \ je de la vida y se abismaron en la de-
¿Quién me recordará que no es una j cepción y en el misterio.
página de crítica la que he trazado al 1897.

"DE LITTERIS"
De F. García Calderón. Lima, 1904

Abunda, en la nueva generación litera- que la hace interesante e imprime en ella


fia americana, el colorista instintivo; no sello propio.
es del todo escaso el poeta o escritor de García Calderón empieza manifestando
intensidad sentimental; pero lo son mu- cualidades del juicio, o más generalmen-
cho los espíritus de serenidad y pensa- te, de la personalidad, que suelen ser el
miento. premio de largas batallas interiores, el
Nuestra cultura ha pasado, sin embar- resultado de una penosa disciplina del
go, de los comienzos en que la simple espíritu. Este escritor nuevo, sin dejar
e
spontaneidad es natural y graciosa; y de ser muy juvenil por su hermoso y
hora es ya de que procuremos hacer de noble entusiasmo, nos da anticipados sa-
nuestro arte (si es que de veras aspira- bores de madurez. Suple con su talento
dos a tener alguno) obra seria y cons- firme la obra del tiempo, sin las inferio-
iente. Sean bien venidos los que, como ridades que éste suele traer como rever-
e
l autor de este opúsculo, traen a esa so de sus dones. Y además de la aptitud
orjr
a la promesa de un concurso eficaz, cierta, manifiesta lo que es aún menos
^ muestran ya, en el esbozo de su fiso- frecuente en tierras, como las nuestras,
n
°rnía literaria, un gesto de meditación inhopitalarias para las cosas desinteresa-
d o .--¿I
642 .TOSE ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

das del espíritu: ese hondo arraigo del se hermanen la fecundidad y la gracia,
amor a las letras, por el cual puede afir- enseñoreándose, cada día más, de los
marse que el entusiasmo que ha engen- instrumentos que para ello son precisos:
drado estas primeras páginas no será pa- el criterio, reacio a todo yugo, lo mismo
sajera nube de la juventud. tradicional que nuevo; la tolerancia, no
Yo veo en él una de las mejores espe- sólo la que es luz intelectual, sino la que
ranzas de la crítica americana. Es a la es también calor del sentimiento, pe-
crítica adonde le destinan, claramente, netrante fuerza de amor; el interés fácil
las disposiciones de su espíritu; a la for- y vario, siempre pronto a acudir adon-
ma o ejercicio del pensamiento que aún dequiera que un alma piense, sienta u
clasificamos con tal nombre, aunque, en obre; la virtud de la expresión, insepa-
rigor, debiéramos buscarle otro más am- rable de los matices del pensamiento, y
plio y exacto, porque del modo como la por lo tanto, auxiliar eficaz de la investi-
crítica es hoy, muy lejos de limitarse a gación y el análisis.
una descarnada manifestación del juicio, Tal será, como crítico, García Calde-
es el más vasto y complejo de los géne- rón; tal es desde ahora. Y aunque no se
ros literarios; rico museo de la inteligen- si parecerá bien, que estas palabras mías
cia y la sensibilidad, donde, a favor de vayan al comienzo de un libro donde sue-
ía amplitud ilimitada de que no disponer le decirse de mí mas de lo que merezco,
los géneros sujetos a una arquitectura no las quito de ahí, porque de la since-
retórica, se confunden el arte del histo- ridad de cuanto dejo escrito estoy segu-
riador, la observación del psicólogo, la ro, y de la aprobación que le dará quien
doctrina del sabio, la imaginación del haya de leer las páginas que sigan, casi
novelista, el subjetivismo del poeta. lo estoy también.
Cultive el joven escritor tan vasto
campo, y cultívelo de manera que en él 1903.

UNA BANDERA LITERARIA


A D. F. García Godoy.

Mi distinguido amigo: Su nuevo libro ; de ese noble pedazo de tierra americana.


Alma Dominicana llegó a mí junto con i Por cierto que tales ecos de discordia,
las vagas noticias que tenemos de las j harto semejantes a los que de otras par-
turbulencias políticas de que ha sido tea- ¡ tes de nuestra América nos vienen uno y
tro la patria de usted. El telégrafo, pues- j otro día, sirvieron como de fondo que
to al servicio de la prensa, suele no ser j diese mayor resalte y prestigio de interés
consecuente en sus informaciones, ni las' a la lectura de las atinadas consideracio-
ajusta siempre al interés que por su I nes con que prologa usted su libro. Des-
tema y procedencia merezcan; de suerte j pliega usted a los vientos todo un pro-
que nada sé de las ulterioridades de la i grama literario, en el que, como idea
conspiración que costó la vida al Presi-! fundamental, aparece la idea de nacio-
dente de la República. Pero, como quie- nalidad, entendida de alta manera, y en
ra que se hayan resuelto estas violen- j el que se difunde su convicción de la ne-
cias, vayan en primer término mis votos ! cesidad de orientar el movimiento inte-
por la paz y el buen orden institucional 1 lectual hispanoamericano en un sentido

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PRuSPERO.—BANDERA LITERARIA 643

concordante con ios caracteres y oportu-1 su cultura. Para esta obra, un arte hon-
nidades de] desenvolvimiento social y po- i damente interesado en la realidad so-
lítico de estos pueblos, de modo que la i cial, una literatura que acompañe, desde
obra del escritor concurra, como una su alta esfera, el movimiento de la vida
fuerza positiva, al gobierno de ías ideas i y de la acción, pueden ser ías más efi-
y las pasiones. Ninguna aspiración más i caces energías^
generosa ni más justa. Yo he participado Expresa usted, con elocuente vehemen-
siempre de ella; yo he pensado siempre cia, la inextinguible virtualidad de un
que, aunque la soberana independencia sentimiento nacional arraigado en la tra-
del arte y el valor sustancial de la crea- dición y en la conciencia de un pueblo,
ción de belleza son dogmas inmutables para resistir a las amenazas de absorción
de la religión artística, nada se opone a a que dé aparentes facilidades la debili-
que el artista que, además, es ciudadano, dad material; y en la exaltación cons-
es pensador, es hombre, infunda en su tante de ese sentimiento por los medios
arte el espíritu de vida que fluye de las propios del arte, que evoca a nuestra
realidades del pensamiento y de la ac- j vida el legendario ser del pasado y per-
ción, no para que su arte haga de esclavo \ petúa el culto de los héroes, señala us-
de otros fines, ni obre como instrumento I ted, con acierto, un pederosísimo es-
de ellos, sino para que viva con ellos en ! tímulo de aquella salvadora fuerza in-
autonómica hermandad, y con volunta- j terior.
lia y señoril contribución se asocie a ía , Por razones de situación geográfica, en
obra humana de la verdad y del bien. ' la patria de usted adquiere doble opor-
Aun consideradas estas cosas de un pun- ¡ tunidad, ese propósito, es más urgente e
lo de vista puramente estético, nadie po- ¡ ineludible la obligación moral de poner-
drá negar que el arte se privaría de cier- ¡ lo en obra; pero el legítimo alcance de
ta especie de belleza si renunciara a las !
inspiraciones y virtualidades que puede ] él abarca toda la América que habla en
recoger en el campo de la agitación ci- ¡ la lengua del Descubridor, toda la Amé-
vil y de la controversia de ideas; como ! rica nuestra, representada y querida co-
se privaría la propaganda ideal o cívica ¡ mo una magna patria indivisible, en la
de un medio insustituible para lograr j que es necesario avivar la conciencia de
ciertos efectos, si nunca el arte trajese J su propia unidad y el entendimiento y
en su auxilio el maravilloso poder y la el amor de las tradiciones históricas
única eficacia con que íleg lo hondo ; donde esa unidad radica. Todo ello está
de los corazones y los enlaza en comu- enérgicamente sentido por usted.
nión de simpatía. Y al cumplimiento de tan noble pro-
Las circunstancias históricas tienen en : grama lleva usted ya consagrados vigo-
esto, como en todo, considerable parte. rosos esfuerzos con su labor de crítico y
Épocas y pueblos hay en que la función ' propagandista, que tan merecido relie-
social de la obra artística se impone con ve ha dado a su personalidad, y que
mavor imperio v encuentra más adecua- complementan, al mismo fin, trabajos
do campo en las condiciones de la reali- de otro género, como el interesante cua-
dad. Entre esos pueblos y esas épocas dro histórico que ha tenido usted la be-
incluyo yo a las naciones hispanoameri- nevolencia de enviarme y por el que re-
canas del presente tiempo. Su gran tarea conozco, una vez más, cuántas son las
es la de formar y desenvolver su perso- semejanzas que mantiene entre estos
nalidad colectiva, el alma hispanoamerí- \ pueblos hispanoamericanos la identidad
cana el genio propio que imprima sello j de su origen, la pertinaz e indomeñable
enérgico y distinto a su sociabilidad y a I identidad de su origen, a pesar de la
644 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

distancia material y la dificultad de re- Que encuentre usted en el alma de su


laciones que apartan, por ejemplo, a los pueblo justa correspondencia a sus gene-
de ese Norte tropical de los de esta zona rosos propósitos; y créame siempre su
templada del Sur. Los caracteres más tí- afectísimo amigo.
picos se reproducen, sin esencial dife-
rencia, en una y otra parte. 1912.

LA PRENSA DE MONTEVIDEO
Discurso pronunciado en el acto de la inauguración del
Círculo de la Prensa de Montevideo, él 14 de abril de 1909

Señores: ma haber sabido cumplir con un deber.


Honrado por los periodistas de Mon- Ser escritor y no haber sido, ni aun
tevideo con la presidencia de la primera accidentalmente, periodista, en tierra tal
Comisión Directiva de su Círculo profe- como la nuestra, significaría, más que
sional, comprendo que mi elección ne- un título de superioridad o selección,
cesita ser justificada. No milito en las una patente de egoísmo. Significaría no
filas de la prensa, y esto me infunde ¡ haber sentido nunca repercutir dentro
cierto temor de usurpar un puesto que : del alma esa voz imperiosa con que la
desempeñaría, con brillo y con honor; conciencia popular llama, a los que tie-
para todos, cualquiera de los actuales j nen una pluma en la mano, a la defensa
directores de los diarios de Montevideo. \ de los intereses comunes y de los comu-
Si, a pesar de ello, me he resuelto a j nes derechos, en las horas de conmoción
aceptar la distinción con que se me fa- • o de zozobra; significaría haber desde-
vorece, es considerando que ese mismo! ñado el rudo instrumento de trabajo con
alejamiento mío de la diaria contienda que se ayuda a la reconstrucción de las
periodística puede acaso constituir una paredes y del techo de esa casa de todos
ventaja y prestarme una autoridad even- que es la organización civil y política,
tual para el desempeño de una labor en para retener, por pulcritud aristocrática,
que deberán ser inspiraciones cardinales el cincel estatuario, que sólo es noble
la ecuanimidad y la independencia. manejar mientras las paredes están fn'"
Por lo demás, no soy un profano en mes y el techo no amenaza derrumbe.
vuestra comunión, y aun pudiera decir Periodistas por vocación o por transi-
que he oficiado en sus altares. Aunque torio imperio de las circunstancias, han
apartado hoy de la prensa diaria, tam- sido casi todos los que, en la historia de
bién yo he pasado alguna vez por ella: nuestra turbulenta democracia, han de-
también yo he sido periodista. No lo jado un nombre que se recuerde por los
diré, ciertamente, con el énfasis con que prestigios de la inteligencia o del civis-
el Correggio exclamó, según cuentan, mo. Nuestros partidos pueden evocar de
ante el cuadro magistral: Anch'io sonó la tradición de la prensa casi todas sus
pittore: ¡también yo soy pintor! Pero lo grandes figuras civiles; y en cualquie'*
diré, no sólo para contribuir a justificar manifestación de pensamiento y de la-
mi presencia en este sitio a que me ha- bor, en que se busquen las energías su-
béis elevado, sino también con la sa- periores de la existencia nacional, se ha-
tisfacción de conciencia de quien afir- llará siempre un periodista que las repi'e-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO,—LA PRENSA DE MONTEVIDEO 645

senté y encarne. Periodista fué Juan Car- tualidad se personifique hasta hoy en el
los Gómez, y periodista don Eduardo periodista: especie de improvisador en-
Acevedo. Periodista fué Melchor Pache- ciclopédico, dispuesto, corno el teólogo
co y Obes, después de haber sido héroe de los tiempos pasados, a enterarse y
y tribuno; y periodista don Bernardo juzgar de todas las cosas. Nuestros no-
Berro, antes de ser gobernante. Con san- velistas, nuestros dramaturgos, nuestros
gre de periodistas mártires se ha sellado, líricos, todos con rarísima excepción, han
más de una vez, la protesta y la reivin- sido alguna vez periodistas; y si les pre-
dicación de las libertades públicas: lo guntáis qué recuerdos guardan del perio-
mismo cuando Francisco Labandeira deja dismo y !o que le deben, puede ser que
su cuerpo inanimado al pie de las urnas os digan rme la prensa diaria ha quitado
del comicio, que cuando Teófilo Gil aba- algún tiempo o ha negado algún reposo
te su noble frente en el más aciago de a la vocación preferente de su espíritu;
¡os campos de batalla. Un periodista, ! pero, en cambio, os dirán también que en
José Pedro Várela, realiza la obra santa la práctica del periodismo adquirieron
de la reforma de la educación común; y esa disciplina del trabajo, ese hábito de
otro periodista, Francisco Bauza, nos da la producción ágil y asidua, y esa gim-
la primera síntesis de nuestro pasado en nasia de claridad y precisión, que desen-
la labor severa de la historia. La vasta tumecen el estilo y adiestran las ener-
producción política, económica, literaria, gías del entendimiento, como el aire li-
jurídica, en que se difunde el luminoso bre y el pleno sol y la desenvuelta acti-
espíritu de Carlos María Ramírez, y que vidad de los músculos vigorizan y ento-
será algún día, reunida en libros donde nan el cuerpo entumecido en la quietud.
se perpetúe, alto timbre de nuestra cul- Suele decirse que la labor del perio-
tura, es la obra de un periodista. Cuan- dista es efímera. Esto no es verdad más
do queremos representar en formas vivas que a medías. Es efímera la forma, la
ia entereza del carácter cívico y la infle- exterioridad, la envoltura; la página que
xible resistencia contra el mal prepoten- se escribe un día y que, salvo algún caso
te, los personificamos en Prudencio Váz- singular, ha muerto y se ha disipado al
quez y Vega, cuyo pedestal son las co- día siguiente; pero la influencia y la
lumnas de un diario. Y para terminar, sugestión que quedan de esos esfuer-
señores, esta rápida evocación de me- zos, aparentemente perdidos y olvidados,
morias ilustres, puesto que me limito a constituyen una acción persistente y efi-
los que han dejado de existir, permitid- caz como ninguna, que convence, que
l e que agregue todavía un nombre caro apasiona, que destruye, que reedifica;
Para muchos de nosotros, y para todos que forma, en una palabra, la concien-
respetable; un nombre que representa cia de los pueblos. Así, es efímera la
aquí el recuerdo de una grande esperan- semilla de la planta; es efímero ese
za perdida: el nombre, que ya siento cuerpo leve y enjuto en que está depo-
asomar a vuestros labios, de Antonio Ca- sitada la simiente fecunda; pero, si dura
rral, ayer no más llegado al gobierno poco, débese a que la disolución de sus
Con las coronas de su severa juventud: tejidos es condición necesaria para que
¡grande y preclaro en ia esperanza; y el germen que contiene muerda la tierra
Por virtud de la esperanza, grande y y dé de sí la planta que ha de coronarse
Preclaro en el recuerdo! luego con la flor delicada y el fruto sus-
Las peculiares condiciones de una cul- tancioso. No se expresaría una ilusión de
tura naciente y apenas diferenciada en ! ideólogos, sino una positiva e incontesta-
-•unciones de especial aplicación han he- i ble realidad, si se dijera que, habiendo
c
k° que el carácter de nuestra fntelec- i de elegirse entre tener un absoluto do-
646 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

minio sobre la propaganda de la prensa Aún dura, y durará perpetuamente, en


difundida y prestigiosa, o tenerle sobre • Chile, la memoria de Juan Carlos Gómez,
los instrumentos transitorios de h fuer- y de sus campañas de El Mercurio. En
za materia], insensato sería quien optase la prensa argentina, savia oriental ha co-
por este poder falaz y precario, y no j rrido siempre, desde la dirección hasta
por aque.-la dominación lenta y segura, la crónica: y las generosidades de una
que, en definitiva, es infaliblemente el afectuosa hospitalidad han sido retribui-
triunfo, y el triunfo asentado sobre los das por los nuestros con la participa-
más hondos fundamentos. ! ción eficaz en todo concurso de ideas
Nuestra prensa es una viva demostra- ¡ que interesara a la organización y al
ción de ese ascendiente incontrastable. ' engrandecimiento del pueblo de Mayo.
Hay en ella una_ honrosa y nunca inte-1 Y estos vínculos creados en la confra-
rrumpida tradición de civismo. La liber- i ternidad de la imprenta, confirmando y
tad amplísima de que hoy goza y que es, i robusteciendo los que proceden de la na-
entre las libertades públicas, la más con-1 turaleza y de la tradición, no son extra-
naturalizada con nuestras costumbres y >ños, ciertamente, al hecho de que sea hoy
la que representa una conquista más fir-: de esa casa de El Diario, de Buenos
me e inviolable; esa libertad a que sólo j Aires, que ha sido casa hospitalaria para
pone límites severos su propia cultura y \ ilustres periodistas de Montevideo, ele
dignidad, la ha ganado por sus fuerzas, I donde parta la palabra noble y digna,
en lid porfiada y heroica de casi un si- j justiciera y hermosa, que todos hemos
glo de constante identificación con las j recogido en nuestros corazones como
palpitaciones del sentimiento popular; ; augurio feliz de que no se eclipsará la
sin que por un solo instante faltase en I amistad de dos pueblos que son herma-
ella una palabra autorizada por el talento j nos en la historia y seguirán siéndolo en
y el saber, ni una actitud que mantu- j lo infinito de su porvenir, sobre el fun-
viese la integridad del carácter cívico. ¡ damento inconmovible del armónico des-
Escribir la historia de nuestra prensa se-1 envolvimiento de sus fuerzas y el respe-
ría escribir la historia borrascosa, pero to recíproco de sus derechos.
noble y viril, de nuestros esfuerzos por Bien es verdad que si nuestra prensa
alcanzar la definitiva organización de ha rebosado de savia con que contribuir
esta democracia. Los gobiernos que han al florecimiento de otras en tierras hos-
pretendido sofocar en la garganta del pitalarias y amigas, ella debe tambiéu
pueblo esa voz han muerto asfixiados energías y luces invalorables al concur-
apenas se ha hecho el silencio que ape- so de elementos extraños a nuestra na-
tecían. Ya nadie puede soñar en ejercer cionalidad por el origen, aunque vincu-
el gobierno sin contar, no sólo con la li- lados a nuestros destinos por los lazos
bre crítica de la prensa, sino también con ¡ de la adopción y del afecto. Insignes V11'
su colaboración necesaria, como intér- blicistas argentinos hicieron de nuestra
prete y mediadora entre las aspiraciones prensa, en tiempos de heroicas luchas
de los gobernados y la atención de los por la libertad y la civilización de estos
gobernantes. pueblos, una tribuna de resonancia ame-
Pero la actividad de los periodistas ricana; y también eximios escritores bra-
orientales no se ha contenido dentro de sileños han figurado en ella con honor.
la tierra en que nacieron. Ha trascendi- Las naciones de Europa que hoy tienene
do más allá, y ha dejado huella en el dignísima representación en nuestro P '
escenario intelectual y político de los riodismo han asociado todas ellas a la
pueblos que les han dado amparo en el historia de la prensa uruguaya nombres
destierro o en la voluntaria expatriación. y recuerdos imperecederos. Los ha aso-

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OBRA ORIGINAL—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LA PRENSA DE MONTEVIDEO

ciado nuestra madre España; y bastaría ¡ íes: E3 trabajador aislado es el instru-


rememorar, para comprobarlo honrosa- j mento de f i n e s ajenos; el trabajador
mente, la persona de don Jacinto Albís- j asociado es dueño y señor de sus desti-
mr, dechado de la cultura más perseve- nos. Y si se congregan en centros sociaioi
rante dentro de la más sobria elegancia ; los que profesan, en cualquiera relación,
de forma, y de tan noble distinción en | las mismas ideas, y ios que, viviendo en
su vida como en sus escritos. Los ha i tierra extraña, proceden de la misma na-
asociado nuestra carísima Italia; y no ¡ cionalidad, doble razón hay para que se
sería menester invocar otro recuerdo que I congreguen en tales centros los que se
eí de aquel don Luis Destéffanis, el hom- consagran a una misma labor. Ningún la-
'ore de los libros, maestro de todos nos- ¡ zo más estrecho puede unir a los hom-
oíros, que llevaba, en la profundidad j bres que la solidaridad de los intereses
descolorida de sus ojos sin luz, la mirada j profesionales. Los vínculos de partido, de
interior con que se perciben los más fi-: doctrina, de secta, y alguna vez hasta
nos matices del discernimiento y del gus- esos mismos sagrados vínculos de fami-
to. Los ha asociado la Francia de núes- lia y de patria, suelen ser lazos falaces,
iros apasionados entusiasmos; y en la f que disimulan hondas disimilitudes y
galería del viejo Siglo tiene uno de los ' antipatías; pero el lazo de la profesión
puntos preferentes la figura de aquel be-; es entrañable, porque traduce, no única-
nemérito trabajador que se llamó don i mente la comunidad del interés material,
Adolfo Vaillant. Y en cuanto a la colee- ; que es ya fuerte por sí sola, sino tam-
íividad inglesa, ella se vincula a los mis- j bién esa comunidad de costumbres, de
mos orígenes de nuestro periodismo con disposiciones, de afectos, que determina
aquella Estrella del Sur, The Southern : la participación en un mismo género de
Star, escrita a la vez en inglés y en cas- j trabajo, vale decir, en un mismo género
tellano, que es el más antiguo periódico de vida. Hay, en la etimología de las pa-
de Montevideo; de manera que bien pue- ' labras, enseñanzas y sugestiones fecun-
de decirse que, meciéndose la cuna de das: «compañero» significa, originaria-
nuestra prensa en las vísperas de la li- mente, ios que comen del mismo pan.
bertad, tuvo por ilustre madrina de óleos j
a la libre Inglaterra, que desde entonces La filosofía de los proverbios, de los
ha permanecido constantemente vincula- que se ha dicho que son «la sabiduría
ba a nuestro desenvolvimiento material ¡ de las naciones», ha consagrado, sin
y económico, con los estímulos de su ca- ¡ embargo, una moraleja escéptica res-
Pital expansivo y civilizador. | pecto de la confraternidad en el trabajo.
En cuanto a las razones de la obra que ; —«¿Cuál es tu enemigo?—pregunta el
hoy iniciamos, con la fundación o el res- ! proverbio.—El de tu oficio.»-—-Hay en ello,
tabíecimiento del Círculo de la Prensa, [ sin duda, una relativa verdad de observa-
apenas parece necesario darlas. La noble I ción, pero verdad superficial y somera,
y fecunda pasión que lleva el interés de como casi todas las que alcanzan la mali-
J
os espíritus contemporáneos a los pro-1 cia vulgar; porque una consideración más
lernas de la organización del trabajo, ha ' elevada de las cosas enseñará y demos-
Puesto en claro esta verdad, que no es trará que, en esto, como en todo, el egoís-
^ueva, pero que desde mucho tiempo pa- ¡ mo es contradictorio por esencia: el
re
cía olvidada en el mundo: todo gremio, • egoísta es el enemigo de sí mismo, y la
^°da colectividad profesional, tiene nece- ¡ fórmula más cumplida del propio interés
sidad de asociarse, de unificarse, de ad-) es la que consiste en armonizarlo con el
quirir personalidad corporativa para pe- ¡ interés ajeno, acumulando de esta suerte,
Sar
en e( conjunto de ios intereses soda-1 para la defensa y el provecho de cada
648 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

uno, la fuerza obtenida de la mancomu- j tituye a la tribuna, aventajando al Agora


nidad de los esfuerzos de todos. I y el Foro de los antiguos tiempos como
Porque lo comprendemos así nos aso- ¡ centro de deliberación y de acción cívica;
ciamos; para que cada uno de nosotros j que complementa la obra del ferrocarril
perciba y sienta de manera más clara y I y del telégrafo en la aproximación y el
eficaz esa verdad, y para que se grabo ] conocimiento mutuo de los pueblos; que
en la conciencia de todos que el interés remueve, con la formidable palanca del
de un periodista o de un diario es, en anuncio, las energías del comercio y de
definitiva, el interés de todos los perio- la industria; que, con los nuevos medios
distas y de todos los diarios; que el in- económicos de reproducción gráfica, po-
terés del editor es, en definitiva, el inte- pulariza un reflejo de las creaciones del
rés del redactor y del cronista, y que el arte, antes reservadas en el santuario de
interés de esos colaboradores solidarios los museos y las galerías de los ricos;
es, en definitiva también, el interés del institución compleja y enorme, que par-
lector, el interés del pueblo, necesitado ticipa de la plaza pública, de la cátedra,
de tener una prensa fuerte, ilustrada e del club, del correo y del mercado, y que
independiente, que no es posible sin con- constituye en sí misma ía más exacta
digna protección y remuneración. imagen, la más característica expresión
Todo lo que interesa a la prensa in- de la vida moderna, a tal punto que, si
teresa esencialmente a la sociedad, y no la moderna civilización quisiese levantar
como puede interesarle una actividad una bandera que fiel y enteramente la
parcial, confundida entre sus actividades simbolizase, en sus excelencias como en
múltiples, sino, más bien, como un com- sus defectos, no podría escogerla mejor
plemento o una prolongación de todas que enarbolando por bandera las dos ho-
ellas: como un alter ego de la personali- jas desplegadas de un diario, y haciendo
dad social. Así como el genio de Guten- del vendedor de diarios el abanderado
berg, si se restituyera al mundo, habría plebeyo de sus ejércitos en' marcha.
de maravillarse y de desconocer su pro- La iniciativa que hoy congrega a los
pio invento cuando se le presentaran co- periodistas de Montevideo alrededor de
mo derivados de él esos portentosos or- un centro común es además, virtualmen-
ganismos mecánicos, en que la imprenta te, una grande obra de cultura y concor-
moderna parece infundir el soplo del es- dia, que repercutirá por su natural ex-
píritu, creando monstruos inteligentes, pansión en más amplios conjuntos socia-
dotados de la fuerza y agilidad de los les; porque contribuirá a que los com-
que imaginó la fábula, así también los batientes por ideas opuestas, o por con-
que, hace apenas dos siglos, lanzaron tí- trarias pasiones del momento, se re-
midamente los primeros Mercurios y Ga- unan al fin de la jornada, y se conozcan
cetas que encerraban el germen de lo que mejor; y conociéndose mejor, compren-
había de ser la prensa periódica, se pas- dan que un adversario no quiere decir
marían de estupor si les fuera dado con- un enemigo; con lo que se extinguirán
templar la transformación prodigiosa que de raíz las asperezas primitivas, las des-
ha hecho del diario contemporáneo una confianzas suspicaces, las preocupaciones
de las fuerzas que dominan al mundo: gratuitas, los últimos resabios de la pren-
una fuerza que rivaliza con los gobier- sa Montonera y cerril, para acelerarse
nos, porque los inspira y los orienta, o la cabal realización de la prensa refle-
los desprestigia y los abate; que compite xiva y culta, impersonal y caballeresca;
con el libro, porque difunde, en formas serena, sin mengua de sus entusiasmos
democráticas y accesibles a todos, los re- ni de sus altiveces, consejera del pue'
sultados de la cultura humana; que sus- blo, antes que uncida al yugo de sus

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—RIO BRANÍCO 649
pasiones, y tan apartada de la demago- tunidad el apresurado crecimiento de
gia turbulenta como de la obsecuencia nuestra riqueza y energía, importa que
servil. no olvidemos, entre los trabajadores dig-
No es éste el momento de exponer nos de solícito interés, al trabajador in-
ideas más prolijas sobre la acción del telectual, que, en los pueblos de Europa,
Círculo de la Prensa. Diré sólo que con- suele ser tamben un proletario, con pri-
sidero que, dentro de los fines de esta vaciones y dolores más complejos y crue-
asociación de los periodistas de Monte- les que los del mismo trabajador en fae-
video, deberá concederse importancia ca- nas materiales. El escritor es, genérica-
pital a la faz económica de la profesión; mente, un obrero; y el periodista es el
deberá tenderse, segura y paulatinamen- obrero de todos los días: es el jornalero
te, con los recursos de la ayuda mutua del pensamiento. En serlo tiene su más
y de la defensa común, a que la labor alta dignidad. Cuando todos los títulos
del periodista sea de todas veras un tra- aristocráticos fundados en superiorida-
bajo estable y reinunerador, abierto so- des ficticias y caducas hayan volado en
bre una perspectiva de aliento y espe- polvo vano, sólo quedará entre los hom-
ranza; deberá tenderse a que el periodis- bres un título de superioridad, o de
ta no vea sólo en la prensa un oficio igualdad aristocrática, y ese título será
accidental y precario, por el que cruza el de obrero. Ésta es una aristocracia
tal vez como ave de paso que acicatean imprescriptible, porque el obrero es,
las ventiscas de la pobreza y del aban- por definición, «el hombre que trabaja»,
dono, y del cual se aparta apenas vislum- es decir, la única especie de hombre
bra la posibilidad de una aplicación más que merece vivir. Quien de algún modo
lucrativa de sus fuerzas; sino que pueda | no es obrero debe eliminarse, o ser eli-
ver, algún día, en la prensa, una verda- minado, de la mesa del mundo; debe
dera consagración profesional, que le dejar la luz del sol y el aliento del aire
vincule con cariños de madre y le estime y el jugo de la tierra, para que gocen
a progresar en los merecimientos para de ellos los que trabajan y producen:
progresar también en las recompensas. ya los que desenvuelven los dones del
Puesto que la atención de nuestros vellón, de la espiga o de la veta; ya los
hombres de estudio empieza a fijarse en que cuecen, con el fuego tenaz del pen-
esos interesantísimos propósitos de la samiento, el pan que nutre y fortifica
organización del trabajo, a que da opor- las almas.

RIO BRANCO
En ocasión de su muerte

Aún dura la vibración de su caída, ¡ gaces que trae y lleva el viento que
como la del roble secular cuyo desplo- ¡ pasa.
me
se prolonga en largos ecos, que re-1 ¡Impresión original y compleja la de
percuten de valle en valle. Todavía su la grandeza de ese hombre! Por su ac-
miagen se destaca sobre las nuevas im- ción infaliblemente victoriosa en el en-
presiones de cada día, y es la impresión sanche de las fronteras de su pueblo;
de su grandeza la que nos abstrae a por su inaudita fortuna de ganador de
ca
da instante del ruido de las cosas fu- tierras, inmensas y pingües, infunde ad-
650 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

miración parecida a la que se experimen-! pe de hombres de pensamiento y de ac-


ta ante los grandes capitanes, redondea-' ción que han de ajustar a nuevas nor-
dores de los imperios y omnipotentes mas de relaciones de los pueblos y han
artífices del mapa político. Por la ma- de imprimir sello distinto a las arfes
nera incruenta y puramente intelectual de la diplomacia y de ía política. Su
como realizo todos sus triunfos, provoca significación americana, su significación
ese otro género de admiración que se universal se cifrarán acaso en la histo-
consagra a las sumas personificaciones ria, por un carácter de iniciación anti-
de la habilidad y el arte diplomáticos, a tético y complementario del que vincula
los entendimientos calculadores y suti- al libro de El príncipe.
les, maestros en el manejo de los .hom- Es condición peculiar de la muerte de
bres, cuyo tipo dio el gran florentino estos hombres ilustres que, en la impre-
del Renacimiento, sustituyendo a la su- sión que nos causa, se mezclen paradó-
premacía de la fuerza brutal los recursos jicamente la sensación de una ausencia
de la inteligencia, convertida en medio j irreparable y la de una presencia persis-
de acción y de dominio. tente y triunfal, que la muerte no es ca-
Pero por el espíritu de lealtad, de rec- paz de aventar con sus alas de sombra,
titud, de nobleza, y en ocasión gloriosa, Tal en este caso. Río Branco ha muerto;
de alto interés nacional que presidió pero, señalando al histórico palacio que
a su obra patriótica, despierta un sen- fué como el capullo de su actividad ex-
timiento semejante al que nos detiene j traordinaria, puede decirse con la frase
ante los grandes idealistas, ante hombres ! famosa que «todavía está allí». «Todavía
de genio humanitario, activos órganos está allí», por la segura permanencia de
del bien y educadores del sentido moral una política internacional de equidad, de-
de los pueblos. concordia, de solidaridad americana, que
Concertando iodos esos rasgos, que ya no vacilará en las relaciones del Con-
hacen resaltar la originalidad, acaso úni- tinente, como no vacilan las cosas qu^
ca, de una obra de engrandecimiento giran sobre su eje o descansan sobre sus
nacional realizada, no ya fuera de las quicios. «Todavía está allí», por el des-
torpes violencias de la guerra, sino apar- envolvimiento incontrastable de los des-
te también de las bajas astucias de la tinos de un gran pueblo, que él comple-
política ladina y artera, surge un honor tó en sus delimitaciones geográficas '
insigne para la civilización americana. orientó en sus rumbos nacionales, con
Porque se reveía que ella ha llegado ya, ¡ el impulso definitivo ele su mano titáni-
en algún aspecto, a aquel grado de ca- j ca. «Todavía está allí», por la renovación
pacidad creadora en que la sociedad j de su consigna y de su ejemplo en dis-
humana no se limita a producir brillan- cípulos de orden superior, a quienes to ca
tes ejemplares de los caracteres típicos continuar su obra y en quienes la duic¿
que le son propuestos por la tradición, | persuasión de su memoria augusta seü-
sino que alcanza a proponer moldes la más eficaz energía de consecuencia }
nuevos, donde la superioridad de las in- de perseverancia. «Todavía está allí».. x
teligencias y las voluntades toma otras j estará siempre. Y frente a la maravillo
formas características, para modelo de sa bahía, pórtico inmenso de un mund^
las generaciones que se sucedan. A nues- de encantos y opulencias, el viajero QllL;
tro entender, la apología de Río Braneo vea levantarse ía vigilante majestad tf;
no puede concentrarse en elogio más Corcovado, del Pan de Azúcar, del i^
alto ni más justo. Es el tipo profetice ¡ juca, verá deplegarse también la grriJi
que anuncia para el porvenir una estir-1 sombra tutelar, no tendida e índolen^'1

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OBRA ORIGINAL.—-Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LA ENSEÑANZA DEL IDIOMA 651

como la del gigante áeitado, sino de pie, j derrotero inmutable de justicia y civili-
erguida de toda su talla, como el faro zacióm
puesto en Jas cumbres para señalar un J 1912.

LA ENSEÑANZA DEL IDIOMA


Con motivo de la «Gramática razonada del idioma castellano*,
por don Francisco Gómez Marín.

Ni como materia de enseñanza es la ; el señor Gárnez Marín lleva realizada ya,


gramática de las asignaturas que más i en tal sentido, considerable y eficaz la-
parecen gozar de la predilección de los bor con su enseñanza de la cátedra, ga-
estudiantes, ni como objeto de dedica- ¡ nando, para la asignatura que profesa,
ción perseverante y seria entra en el , el interés, la afición y hasta el entusias-
número de las disciplinas que asegurar mo de sus discípulos.
mayor crédito y fama en el concepto [ Nunca llegará a dominar de veras una
general. El estudiante suele iniciarse en i materia de conocimiento quien sincera y
ella con el prejuicio de que aborda un profundamente no la ame: la ciencia no
género de estudios rutinario, árido y des- se rinde sino a quien le prueba amor;
apacible; y el vulgo semiiíustrado, que pero cabe experimentar este amor y no
es el más temible de todos, porque es tener la aptitud de comunicarlo a los
el que se considera autorizado a juzgar otros; cabe ser sabio y no ser maestro.
y el que determina, en gran parte, las ! El señor Gámez Marín, como maestro,
opiniones corrientes, propende a ver en I posee en alto grado esa virtud comuni-
la vocación del gramático una manifes- ¡ cativa de la propia afición, y por tan-
tación pobre y mezquina de la actividad j to, del propio saber; ese don de simpa-
del pensamiento. Es indudable que a ¡ tía pedagógica, que no se suple con los
este descrédito han contribuido conside- más hábiles y finos recursos intelectua-
rablemente, por una parte, la condición les de la enseñanza. Su palabra fácil, co-
de la gran mayoría de los textos usados lorida, animada, lleva en sí el prestigio
para la enseñanza de la gramática, y j que embarga el ánimo del alumno y que
por otra parte, la medianía y estrechez j basta, por sí solo,, para mantener en cla-
de espíritu que han solido caracterizar ¡ se la disciplina y la atención. La benevo-
a aquellos que la han profesado como lencia afectuosa, la atractiva llaneza,
maestros o la han cultivado como teó- que, sin menoscabo de la dignidad ni
ricos. de la justicia, le caracterizan en el trato
Yo tengo la firme convicción de que con sus discípulos, contribuyen a hacer
si la generalidad de los textos de gramá- de este catedrático de latín y de gra-
tica y la generalidad de los gramáticos mática todo lo contrario del carácter
se pareciesen, respectivamente, a este li- que en algún tiempo se identificaba con
bro y a su autor, muy pronto habían de el gremio de sus compañeros: todo lo
desvanecer vulgares prevenciones, y la contrario del dómine,
opinión común restituiría a tan esencial Y si nada hay de dómine en sus con-
objeto de estudio y a los que a él se con- diciones de carácter, no lo hay tampoco
sagran toda la estimación que uno y en las de su inteligencia. Descuella en eí
otros merecen. Y justo es agregar que señor Gámez Marín una cualidad de es-
652 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

píritu que, siendo rara siempre, es doble- >la enseñanza del lenguaje, no los voca-
mente rara en ios que cultivan su género blos, no los elementos inertes de la elo-
de estudios: la amplitud. Cada aplica- cución, sino las combinaciones organiza-
ción de la mente trae consigo ciertos pe- das de vocablos en que consiste la esen-
ligros peculiares, ciertos desequilibrios, cia del hablar, la vida de la palabra;
ciertas propensiones viciosas. La índole determinándose en cada ocasión el va-
de las cuestiones en que concentra su lor y oficio del vocablo por el sentido
atención y forma sus hábitos intelectua- que él adquiera de la cláusula donde se
les el gramático le exponen fácilmente le emplee, y no por una clasificación
a la estrechez, a la nimiedad y a la in- preestablecida de las partes de la ora-
tolerancia. Pues de ninguno de estos vi- ción. Así se desenvuelve el estudio del
cios hay huella en el espíritu del señor lenguaje como el de un organismo capaz
Gámez Marín. Amplísimo en su concepto de interesar a la razón y de dar el senti-
del lenguaje, al que considera y estudia miento de la vida, en vez de inmovili-
como organismo vivo, en p< rpetua reno- zarse en muertas abstracciones, ni de
vación e indefinido enriquecimiento; li- ordenarse artificialmente en reglas de
beral para acoger toda innovación que dudosa exactitud o de dudoso valor. Así
responda a oportunidades de tiempo c la gramática deja de ser, para el estu-
de lugar; tolerante para juzgar de las diante, la ocupación árida y tediosa, que
libertades que legitime la originalidad sólo a la memoria educa, y se convierte
de un temperamento personal, o que ex- en satisfacción para la inteligencia, a
cuse la fuerza y eficacia de una expre- la que devuelve, mostrándole el orden
sión feliz; nada afecto a las menuden- real y animado del lenguaje, la viva ima-
cias ni a los ápices, porque se inclina a gen de su propia organización.
buscar la corrección en la fidelidad al j El hecho de que la doctrina de este
genio del idioma, en el alma y la vida libro se aparte, en puntos importantes,
de la elocución, antes que en sus par- ¡ de la que priva en los textos consagra-
tículas disueitas, el autor de esta obra i dos por el uso, no ha de ser obstácu-
muestra, asimismo, la amplitud de su j lo para que él logre, en la enseñanza
criterio en la manera como aspira a oficial o fuera de ella, la aceptación que
emancipar la teoría y la enseñanza de la merece. Ese será, más bien, motivo que
gramática de todo uso rutinario y de lo favorezca, en el concepto de cuantos
toda falsa autoridad, trayendo, con opor- prefieren a la autoridad la razón y el
tunísimo intento, a la exposición didác- adelanto a la costumbre.
tica, ideas que sólo en más alta esfera El señor Gámez Marín presta, con su
habían hallado forma. Honda y fecunda! nueva obra, un excelente servicio a la-
es la influencia que sobre su método y enseñanza, y mediante la enseñanza a In-
doctrina ha ejercido la constante lectura cultura general, en los pueblos del Rí°
de Benot; y es seguro que si este alto de la Plata. Preocupados hasta ahora,
espíritu, a quien la posteridad debe con justa preferencia, de adquirir ideas
la compensación del aprecio insuficiente y modernizar nuestro espíritu, abando-
que, con relación a la magnitud de sus namos, y hasta desdeñamos consciente-
méritos, tuvo durante su labor tenacísi- mente, el estudio de la lengua materna,
ma, pudiese leer este libro, habría de re- porque ella no bastaba como instrumen-
gocijarse de ver tan acertadamente apli- to directo de aquella renovación de
cado a un texto de gramática el criterio nuestra cultura. Pero la reacción emp*e'
que él preconizaba y defendía. za a imponerse, y no en vano, al crite-
Consiste fundamentalmente ese crite- rio de ios hombres reflexivos. Creciendo
rio en tomar como objeto preferente de estos pueblos por aluviones de inmigra-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—«MORALIDADES», DE BARRE1T 653

ción, de la más varia procedencia, repa- descuida su lengua, como un pueblo que
ran ya en la necesidad ele resguardar y descuida su historia, no están distantes
fortalecer todo lo que constituya una de perder el sentimiento de sí mismos
energía asimiladora, como lo es en alto y de dejar disolverse y anularse su per-
grado una lengua nacional; y esta, len- sonalidad. Hay, en el fondo de estas
gua, para las naciones hispanoamerica- cuestiones verba1 es, intereses de una en-
nas, no puede ser otra, fundamentalmen- tidad mucho mayor de lo que alcanza a
te, que aquella que las vincula a la percibir el vulgo. «¡Cuidad de vuestra
tradición humana de la civilización; que lengua!», nos decía ayer no más, con par-
las vincula entre ellas mismas, mante- ticular encarecimiento, Anatole France.
niendo para lo por venir el tazo de una nuestro ilustre huésped. Y no es, por
unidad preciosísima, y que, dentro de cierto, un temperamento verbalista, sino
cada una de ellas, sirve de vínculo con un espíritu avezado a las más altas, am-
el propio pasado y de expresión conna- plias y trascendentales cuestiones en que
tural a todos los accidentes de la vida. pueda ocuparse el pensamiento humano,
El idioma es a la personalidad colectiva el que habla en la página que Herbert
de un pueblo lo que el estilo a la per- Spencer incluyó en uno de sus últimos
sonalidad del escritor; lo que esa ento- libros (1), relativa a las corruptelas del
nación característica que llamamos mo- uso, que quitan a ciertas palabras de la
do de hablar, a la personalidad del hom- lengua inglesa su propia y genuina sig-
bre común: un sello natural y propio nificación.
que no puede cambiarse. Un pueblo que 1910.

LAS "MORALIDADES", DE BARRETT


De una carta íntima

Su libro no es nuevo para mí, porque usted La Razón? ¿Se ha fijado usted en
hace muchos meses que cada día doblo unos artículos firmados con las inicia-
una página de él en la lectura de La les R. B.?...» Y cuando me contesta
Razón. Y como mi memoria es buena negativamente, me doy el placer, entre
para las cosas que me impresionan bien, vanidoso y desinteresado, del gourmet
puede decirse que dentro de nií existía que revela, a otros que también lo son,
ya un ejemplar de la colección de sus dónde pueden gustar una ignorada golo-
Moralidades, antes de que usted las hi- sina; y cuando me contestan afirmativa-
ciera reimprimir; y un ejemplar más mente, el placer consiste en la fruición
completo que los que se encuentran en del comentario acorde y entusiástico.
las librerías, porque no le faltan pági- Fia enaltecido usted la crónica sin qui-
nas que en éstos he buscado en vano. tarle amenidad ni sencillez. La ha dig-
Yo no sé si tengo derecho a envane- j nificado usted por el pensamiento, por
cerme de haber contribuido a aumentar la sensibilidad y por el estilo. Hay cro-
f
-l número de sus lectores; pero, en cuan- nistas ele fama europea que, escribiendo
r
-o a la intención, hace tiempo que, ape- fuera del bulevar, no tendrían nada inte-
gas tropiezo con persona a quien se pue» resante que decir a nadie, y que, aun
í¡
a pedir este género de albricias, le pre-
gunto, venga o no a cuento: --«¿Lee (1) Facts and comments.
654 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

escribiendo desde el bulevar, son inca- táculo de lo escrito, y nunca en apa-


paces de comunicar a una página más riencia inoportuna u ostentosa.
que el interés efímero de la novedad que Una de las impresiones en que yo po-
cuentan y comentan. Usted escribe des- dría concretar los ecos de simpatía que
de una aldea de los trópicos, y para el la lectura de sus crónicas despierta a
público de Montevideo, y devolviendo en cada paso en mi espíritu es la de que,
impresión personal ios ecos tardíos de en nuestro tiempo, aun aquellos que no
lo que pasa en el mundo, produce cosas somos socialistas, ni anarquistas, ni na-
capaces de interesar en todas partes y da de eso, en la esfera de la acción ni
siempre, porque tiene una soberbia fuer- en la doctrina, llevamos dentro del alma
za de personalidad. un fondo, más o menos consciente, de
Su crítica es implacable y certera; su protesta, de descontento, de inadapta-
escepticismo es eficaz, llega a lo hondo; ción, contra tanta injusticia brutal, con-
y, sin embargo, la lectura de esas pá- tra tanta hipócrita mentira, contra tanta
ginas de negación y de ironía hace bien, vulgaridad entronizada y odiosa, como
conforta, ennoblece. Y es que hay en el tiene entretejidas en su urdimbre este-
espíritu de su ironía un fondo afirma- orden social trasmitido al siglo que co-
tivo, una lontananza de idealidad nos- mienza por el siglo del advenimiento
tálgica, un anhelante sueño de amor, de burgués y de la democracia utilitaria.
justicia y de piedad, que resultan más Otras dudas y preocupaciones más
comunicativos y penetrantes así, en el hondas que las relativas a determinado
tono de una melancolía sencilla e iró- orden de la sociedad, porque tocan en
nica, que si se envolvieran en acentos lo esencial y permanente de ias inquie-
de entusiasmo y de fe, o de protesta tudes humanas, remueve también en el
declamatoria y trágica. Su actitud de es- espíritu el contacto fugaz de esas pági-
pectador desengañado, en el teatro del nas aparentemente ligeras. Es una in-
mundo, tiene toda la nobleza del estoi- agotable excitación para pensar ese ickn-
cismo, pero con más una vena profunda rium, inconsecuente y errabundo como
de caridad. ...Y nada de vulgar en la in- la vida misma, que componen sus cró-
tención, ni en la forma, ni en la mani- nicas.
festación de la vasta cultura intelectual,
que se percibe en la base, en el susten.. 1910.

BOHEMIA
En ¡a revista juvenil de ese nombre

Aún hay «bohemios»; aún hay quien ¡ injurioso, de «los gueux», que, levantado
quiere ser «bohemio»... Y el mote, que, del suelo por los flamencos de Güilísi-
en labios del burgués espeso y acora-! mo de Orange, llegó a quedar como el
zado de farisaísmo, equivale a una des- nombre vibrante y altanero de los ga'
calificación, bien puede ser recogido y llardos revoltosos de la libertad.
reivindicado por los muchachos entusias- Haya, pues, «bohemios», y sean bene-
tas, a cuya cabeza sube la savia'que es- volentes para juzgarlos los rígidos secua-
talla en las primeras flores: a manera de ces del acreditado señor Al~pie-de-la-Ie'
aquel otro calificativo, originariamente tra, Entiendan y perdonarán. «Bohemio"

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 655

no es el que tiene la voluntad enervada tona prosa, sólo tienen salida en los simu-
y la cabeza en desequilibrio. «Bohemio» lacros de la imaginación, en las campa-
es el que vive su juventud con un exceso ñas incruentas del arte, y en esa terri-
de entusiasmo, que se le desborda del ble vocación de las paradojas y las irre-
aima, por las cosas bellas y las cosas verencias, que, aun en ios casos en ajde
raras y las acciones generosas, y con son desatinadas o injustas, permanecen
mucho de ese embrujamiento interior siendo simpáticas, porque llevan el aro-
que, en tiempos de acción y de heroís-¡ ma de la juventud.
mo, empujaba a las aventuras y las cru- j
zadas, pero que, en tiempos de mono-1 1908.

DEL TRABAJO OBRERO EN EL URUGUAY


Can motivo de la ley propuesta en 1906 por el
Gobierno uruguayo

tudio, inspiran, estimulan y, casi podría


decirse, violentan la obra del legislador.
Una tendencia que ha adquirido ere- Limitación de las horas de jornada
cíente intensidad en los últimos treinta normal; rectificación jurídica de los fun-
años, entrega, hoy más que nunca, en los damentos del contrato de trabajo, se-
países de algún desenvolvimiento indus- gún un nuevo concepto de la naturaleza
trial, a la sanción de las corporaciones de las relaciones reguladas por él; pro-
legislativas, leyes reguladoras y protec- tección de las mujeres y los niños obre-
toras del trabajo, que se suceden y mul- ros; indemnización en los accidentes de
tiplican hasta dar lugar a todo un sis- trabajo; observancia del descanso sema-
tema de legislación, netamente diferen-1 nal; reglamentación de las condiciones
ciado en cuanto a su objeto y en cuanto ] de higiene y seguridad de los talleres;
ai espíritu que lo informa, abarcando te- tasación del salario mínimo; inembarga-
rrenos antes de ahora inmunes de toda j bilidad de los salarios; libertad de aso-
intervención jurídica, y determinando, ] ciación gremial; reconocimiento del de-
en ciertos puntos, divergencias y con-1 recho que asiste a! trabajador para la
1:3ictos, ya descubiertos, ya latentes, con ; huelga; fundación de tribunales de con-
las formas tradicionales de la legisla-! ciliación y ele arbitraje para resolver los
ción civil. i desacuerdos entre obreros y patronos:
Esta reacción impetuosa contra el ré- ¡ institución administrativa de la oficina
gimen de ilimitada libertad que, desde : de trabajo; inspección y policía del mis-
la Revolución que dio sus moldes a la i mo; pensiones y seguros que amparen
sociedad política moderna, prevalecía al trabajador en la inutilidad o la vejez •
para el ejercicio de! trabajo, tiene su íales son, entre otros, los tópicos que
ambiente en una activísima circulación abarca este nuevo organismo de legis-
de acusaciones, de lamentos, de prótes- lación, cuyo laborioso desenvolvimiento
i s , que manifestándose en los libros llega desde las tímidas y dispersas ten-
como en las agitaciones populares, en tativas de las. primeras actas inglesas so-
ios movimientos de piedad, social como bre fábricas, en los albores del pasado
e
"o los congresos de los hombres de es- siglo, hasta los vastos v sistematizados
656 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

códigos que componen ya las leyes de fuerzo de los paitidos obreros que han
trabajo en algunos de los más adelan- llegado a resolver pacíficamente, en aque-
tados pueblos del mundo. llas maravillosas regiones, muchos de los
Vulgar error sería entender que el mo- problemas sociales que en el resto del
vimiento de ideas que ha presidido a mundo inquietarán aún por largo tiempo
esta intervención del Estado en el fun- la conciencia de la humanidad. Indepen-
cionamiento de la vida industrial sea la dientemente de ese dogmatismo, se mani-
obra exclusiva de una doctrina revolu- fiesta en la misma Francia el espíritu de
cionaria, cuya sombra fatídica pretenden muchos de los sindicatos gremiales; e in-
muchos ver insinuarse a favor de cada dependientemente de ese dogmatismo
una de estas manifestaciones de refor- también, se han caracterizado en todas
ma, olvidando que es en los pueblos de partes la prédica y el ejemplo de una
más hondo sentido individualista donde benemérita legión de pensadores y filán-
ía legislación del trabajo ha tenido su tropos, que sin solidaridad con doctrina
origen y ha alcanzado mayor compleji- alguna subversiva de los fundamentos de
dad, y que son, a menudo, parlamentos la sociedad, ha consagrado su existencia
y estadistas de filiación conservadora al mejoramiento material y a la dignifica-
los que aparecen colaborando en el pro- ción moral de los trabajadores.
pósito de mejorarla y completarla. La universalidad de estos anhelos de
No ya la realización de las solucio- reparación, la persistente fuerza con que
nes, más o menos radicales y amplias, en subyugan las conciencias, concurren a
el terreno de las leyes; pero aun mis- persuadir al más indiferente de que no
mo el impulso de la iniciativa, la pala- se trata en ellos de un simple fermento
bra de ía propaganda, el reclamo tenaz de ideas puestas en boga por los vien-
que ha atraído la atención de los pue- tos de un día; sino de uno de los carac-
blos a los agravios y las aspiraciones teres esenciales del espíritu de nuestro
que esas leyes tienden a satisfacer, es- tiempo, que tiene positivas correspon-
tán lejos de haberse mantenido cons- dencias con la realidad y que fluye de
tantemente vinculados a la doctrina so- naturales consecuencias de la evolución
cial con que suele identificárselos en el social y de la evolución económica.
concepto común. Los conflictos entre el capital, que de-
Independientemente del dogmatismo so- fiende su superioridad, y el trabajo, que
cialista se han desarrollado la propagan- reclama su autonomía, no son el rasgo
da y la acción, realmente gloriosas de privativo de una sociedad o de una épo-
las Trade Unions inglesas, verdaderas ca: pertenecen al fondo permanente y
iniciadoras de las reivindicaciones obre- sin cesar renovado de la historia huma-
ras y la más poderosa fuerza que exista na; pero su recrudecimiento, en térmi-
constituida en el mundo en defensa de nos que relegan a segundo lugar cual-
los desheredados. Independientemente quiera otro interés social y político, es
del dogmatismo socialista se han desen- uno de los hechos capitales de la pasada
vuelto, en gran parte, las tendencias del centuria, desde que, por una parte, el
sindicalismo norteamericano, que, orga- portentoso desenvolvimiento de la acti-
nizado en la Federación de Trabajo, con- vidad industria], modificando las condi-
firmaba una vez más, en el Congreso de ciones del trabajo, y por otra parte, el
Boston de 1903, su autonomía respecto despertar de la conciencia de las multi-
a toda fórmula revolucionaria del orden tudes, llamadas por el régimen de la de-
social. Independientemente del dogma- mocracia a la plenitud de sus derechos
tismo socialista se ha dirigido, en la civiles y políticos, determinaron, en las
Australia y en la Nueva Zelandia, e! es- ideas como en los acontecimientos, de-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 657

clives que debían, forzosamente, condu- Quintana, desaparecido para grave mal
cir a las reivindicaciones del momento de su país, declaraba, al tomar en sus
presente. manos el bastón de Rivadavia, que el
Cabe preguntar todavía si este género programa mínimo del partido socialista
de reivindicaciones, justificadas y opor- argentino, en el que están comprendi-
tunas en los países de avanzado des- dos los tópicos fundamentales de la le-
arrollo industrial, mantienen su oportu- gislación del trabajo, constituía un ideal
nidad tratándose de pueblos que, como aceptable y digno de fijar la atención
los de nuestra América, no han pasado de los hombres de gobierno. Y ésta es
aún del aprendizaje de la industria y la hora en que el cuarto Congreso Cien-
están lejos del exceso pletórico de po- tífico Latinoamericano que ha de re-
blación que agrava y embravece, en las unirse en noviembre del corriente año
viejas sociedades de Europa, las luchas en Santiago de Chile, incluye, entre los
entre una burguesía opulenta y un pro- temas fundamentales que propone a los
letariado que se angustia en los extre- estudiosos de América, el relativo a
mos de la necesidad. aquella misma cuestión social, conside-
Pero, desde luego, ia demostración ob- rada desde el punto de vista de las con-
jetiva de que, cualquiera que sea la mag- diciones y caracteres peculiares de los
nitud de esas diferencias internacionales, pueblos del Nuevo Mundo. Obedeciendo
no es prematura ni inoportuna la aten- i a una persuasión semejante, el Uruguay
ción concedida a las cuestiones de esta ¡ ha incorporado a su organización minis-
índole en pueblos como el nuestro, la terial ei Ministerio de Trabajo, cuya fun-
de la agitación persistente que remueve, ción se complementa, en el mecanismo
en estas sociedades también, a los ele- administrativo, con la Oficina de igual
mentos de trabajo, congregándolos, para nombre; y la Cámara de Diputados de
la común defensa de sus intereses, en ia misma República ha aumentado el
asociaciones gremiales, en círculos de número de sus Comisiones permanentes
propaganda, en protestas y huelgas que con la dedicada a este género de legis-
tienen su reproducción periódica: fenó- lación.
menos con que se denuncia un estado ! Contribuye a la oportunidad de tales
de espíritu que, aun prescindiendo de iniciativas la misma condición embriona-
los trastornos accidentales que provoca, ria de nuestro desenvolvimiento indus-
no podría dejar indiferente el ánimo del trial, y ella es razón que debe persuadir
legislador, interesado en estudiar las a no detenerse en ciertas tendencias de
causas que lo generan y en prevenir los reforma. La ausencia de enormes acu-
medios que lo aplacarían. Ni puede pre- mulaciones de intereses, la relativa sen-
tenderse que esa tenaz inquietud no re- cillez de las parcialidades en juego, son,
conozca otra base que la sugestión falaz en efecto, circunstancias que favorecen
de los agitadores (aun cuando sea in- la implantación de leyes regularizadoras,
dudable que prédicas desencaminadas la que serán tanto más necesarias, pero
exacerban y desnaturalizan); ni que im- también tanto más difíciles y peligrosas
porte sólo el reflejo maquinal e incons- de iniciarse, a medida que, en cumpli-
ciente de lo que pasa en los pueblos que , miento de una evolución ineludible, la
dan la norma de la civilización. Estadis- actividad de nuestro organismo produc-
tas y pensadores americanos han seña- tor pase de sus comienzos y se adapte
lado ySi respecto a esas aspiraciones a las formas de la gran industria, con
clamorosas, una dirección que no es de la trascendencia, en cuanto a las con-
asistencia ni de pasividad. Aún no hace diciones de trabajo, que igual concurso
duchos años que el ilustre presidente de causas ha tenido en todas partes del
658 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mundo. Conviene, pues, no sólo atender | en la calidad de un terreno casi virgen


a los problemas que plantea la sitúa-! vano fuera pensar que esas relativas fa-
ción actual y positiva de las cosas, sino ; cilidades del trabajo son algo más que
también preocuparse de determinar las ' el carácter transitorio de un período de
costumbres y de dar estructura a los formación,
moldes que puedan prevenir los peligros i La actitud favorable a ía reglamenta-
contenidos virtualmente en el desarrollo ción lega), del trabajo, que se justifica
orgánico de nuestro progreso industrial. con tales consideraciones, no excluye,
En éste, como en todos los terrenos, la por cierto, el tino y la mesura cuando
sabiduría política se inclinará siempre se trata de graduar el alcance y de es-
ai procedimiento preventivo, que se an- coger el momento de las iniciativas. Des-
ticipa a los males para cruzarles el paso, de luego, debe renunciarse, en mi sentir.
antes que a aqueí otro procedimiento a las leyes de conjunto, a ios códigos
que consiste en esperar que ellos esta- que presentan, teóricamente organizada,
llen por su propia violencia, cuando tal [ toda ía materia que envuelve este no-
vez pudieron evitarse o atenuarse me-1 vísimo campo de legislación. Considero
diante atinados recursos de profilaxis muy preferible proceder por partes y
social. según la oportunidad de cada día. Y su-
Un medio productor que, limitándonos puesto que éste sea el procedimiento que
a la sola ciudad de Montevideo, presen- ¡ quede consagrado, se deduce que no de-
ta, de una parte, la fuerza de trabajo berá juzgarse de la mayor o menor su-
acumulada por no menos de cuarenta ficiencia de cada ley sin tener en cuenta
mil obreros, y de otra parte la suma j las que, en un plazo más o menos lar-
de capital en que se apoyan, próxima- go, la complementarán al abordar otros
mente, cinco mil establecimientos in- aspectos o relaciones del fundamental
dustriales (habiéndose, con seguridad du- objeto de todas. Así, por ejemplo, cuan-
plicado desde que eí censo de 1889 los do se juzgue de la eficacia higiénica o
calculó en dos mil trescientos) entraña ¡ de la amplitud humanitaria de una lev
ya, sin duda, una importancia que lo i que limite las horas de trabajo y la edati
aleja de la simplicidad primitiva. Pero . mínima del obrero, ha de recordarse
esta complejidad de intereses resulta es- que esas limitaciones tendrán en casos
casa y pobre, si se la compara con la accidentales términos aún más restric-
que puede preverse para un cercano tos, en virtud de las leyes sucesivas que
porvenir. Y si presentemente, en el con- traten de ¡a sanidad y seguridad de lo*
junto, y en muchos de los gremios, de talleres, de las industria peligrosas, o
nuestra actividad industrial, no hay ex- ¡ insalubres, que, por su naturaleza, han
ceso en la oferta de los brazos, o lo hay j de ponerse aparte de la reglamentación
muy limitado; si las condiciones de vida común, etc., etc.
del trabajador no son, entre nosotros, Otra consideración que no debería ol-
tan precarias como en los pueblos donde vidarse jamás por quien participe en la
la más mísera tarea es un beneficio dis- deliberación o por quien haga ía crítica
putado por muchos; si el acicate de una de leyes del trabajo, es la de que, si bien
competencia implacable, obligada a ofre- el más generalizado concepto de estas
cer al consumo inmensas cantidades de leyes les atribuye por objeto único o
producción, no excita al industrial a di- directo la protección de los trabajadores,
la^ar despiadadamente la jornada ele sus no es el solo interés del trabajador el
obreros; si los géneros de industria más que está vinculado a ellas, m es siquie-
inhumanos y penosos, como ía explo- ra el que prevalece; porque el que pre-
tación de las minas, permanecen aún: valece es el interés social, que abarca,

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 659

en la complejidad de sus factores, otras ! inspiraciones que proceden del senti-


energías no menos necesarias y otros de-1 miento cuando significan la conmisera-
rechos no menos merecedores de aten- ¡ ción por el ajeno infortunio, la pasión de
ción. Una tendencia irresistible inclina- la justicia debida a los desheredados, y
rá siempre a todos los espíritus nobles el interés por sus aspiraciones legítimas,
en favor de la parte menos afortunada ¡ no deban tener cabida en el espíritu del
o más débil en cualquier conflicto de pa- \ legislador: tanto valdría decir que los
síones humanas; y por eso la causa del que dictan las leyes han de mutilar su
obrero lleva en sí misma una atracción , personalidad en sus energías más nobles
independiente de lo que haya de justicia j y capaces de inspirarla para el bien. Pej
en cada una de sus reivindicaciones. Pe- ro esos sentimientos fecundos nunca se
ro en ía tarea de dar leyes, que no es \ confundirán con la sensibilidad desorien-
obra de la espontaneidad del individuo,; tada que parte de un conocimiento re-
sino de cumplimiento de una delegación flejo o somero de las cosas; que se de-
de la comunidad, esa inclinación indivi- termina por impresiones efímeras, insu-
dual ha de subordinarse al respeto y la i ficientemente depuradas en el crisol de
equidad debidos a todos los intereses ¡ la razón, y que a menudo conduce, con
legítimos, de cuyo juego armónico brota ¡ sus persuasiones inconsultas, a obstacu-
el orden social, y cuyo equilibrio com-, lizar las mismas reparaciones que desea
pete mantener a los órganos del poder : y a exacerbar los mismos males que pro-
público, con la alta imparcialidad d e ! vocan su lástima.
quien se levanta por encima de las di- i Necesario es también mantener la dilu-
sensiones de clases. Y a esta considera- ¡ cidación de estos problemas en ambiente
ción de deber y de responsabilidad, no apartado de toda sugestión y toda in-
puede menos de agregarse otra, inspira- fluencia extrañas a ellos mismos, y muy
da en un sentimiento de justicia; y es la particularmente de las pasiones e inte-
de que, si hay algún género de capital reses políticos. El concurso de opinión
que merezca particularmente respeto, él vinculado a las reivindicaciones de las
es sin duda el capital empleado en la in- ¡ clases obreras representa ya, en efecto,
dustria; porque, lejos de sustraerse con i una suma demasiado poderosa de fuerza
pusilanimidad y sordidez al movimiento j popular y de prestigio, para que las agru-
de la vida, para granjear un beneficio sin ; paciones que contienden en la vicia cí-
riesgos, representa un espíritu de inicia-; vica no se sientan tentadas a disputarse
tiva y de empresa que concurre al fo-' en determinados momentos su adhesión,
mentó de los intereses generales, afron- • rivalizando en el terreno de la prioridad
tando, más de una vez, ía contingencia ¡ de las iniciativas, o de las innovaciones
de la ruina. i audaces y las concesiones desapoderadas,
Importa prevenirse, siempre que se agí- j con lo que se corre peligro de convertir
ten tan graves problemas contra el in-1 en simple medio, subordinado a fines
flujo de un sentimentalismo inconsisten- j transitorios, aquello que afecta a los in-
te y vago, que encuentra fácil acceso en ¡ tereses más vitales y permanentes de la
los espíritus no habituados a someter a j sociedad.
prueba sus primeros impulsos con la ob-; Pero lo que, antes de toda cosa, se
servación serena de la realidad, y que se • impone, en éste como en cualquier otro
reviste de un prestigio falaz de simpatía j propósito de aplicación económica o ju-
tratándose de cuestiones en que está I rídica, es la necesidad de adaptar cui-
comprometida la ventura y la prospen- | dadosamente los resultados de la ciencia
dad de tantos seres humanos. Lejos, muy j y la experiencia ajenas a las condiciones
Jejos de mi ánimo la idea de que las; propias, peculiares del ambiente, subor-
660 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

diñando toda fórmula a una justa consi- j y porfiada de las reivindicaciones obre-
deración de la realidad. En tal sentido, ras. Fúndase esa reivindicación en la ne-
nunca se lamentará bastante que cues- cesidad de proporcionar el esfuerzo a h
tiones de la naturaleza de las que propo- medida de la resistencia normal de la
nen estes leyes .hayan de plantearse sin salud, y en el derecho de disponer, fuera
que exista formado un censo industrial, de la tarea obligatoria, de algún tiempo
que permita adquirir una noción exacta de reposo de espíritu o de actividad per-
y precisa del número de obreros vincula- sonal y libre.
dos a las diferentes industrias, de su cla- Obtenida, casi umversalmente, la limi-
sificación en sexos y edades, de los sala- tación de la jornada en lo que respecta
rios de que gozan y las horas que nor- a las mujeres y a los niños, lo ha sido
malmente trabajan; como asimismo del también, en algunas legislaciones, para
capital representado por cada uno de los los obreros adultos, quienes, en la ma-
establecimientos industriales, su capaci- yor parte de las otras, gozan de ella
dad de producción, los agentes mecáni-' cuando se trata de trabajos públicos o
eos de que hace uso, y otros elementos ! de los contratistas del Estado, casos en
de juicio de que no cabe prescindir den-' que éste interviene en calidad de patro-
tro de la complejidad de problemas que no, administrando intereses propios. Un?
nunca se resolverán por la mera apli- propaganda insistente reclama, donde-
cación de principios generales ni por quiera, la extensión de igual beneficio a
la imitación inadaptada de las solucio- la universalidad de los brazos emplea-
nes que se hayan arbitrado en medios dos en la vida industrial; y las multitu-
que pueden diferir considerablemente de des del trabajo concretan, en este pun-
aquel en que se actúe, así en la relación to, sus aspiraciones extremas, con la so
social como en la economía. nada fórmula de las ocho horas, que te-
En ausencia de una rigurosa informa- sido en todas partes una de las más pres-
ción estadística, la Oficina de Trabajo tigiosas banderas con que se las ha mo-
de Montevideo, a pesar del breve espacio vido a la acción; aunque fuera erróneo
transcurrido desde su fundación y de la creer que ella sea la fórmula única, ni
pobreza de los recursos de que ha dis- la definitivamente acreditada por el aná-
puesto para su obra, lleva acumulada en lisis y la experiencia, entre las que se
sus registros una suma, importante ya, han propuesto y ensayado para llegar a
de datos pertinentes a ios diversos aspec- una humanitaria reducción de las jor-
tos de 3a situación de nuestras clases nadas.
productoras. Completadas estas noticias Pero antes de detenernos a consideran'
por las que debo a otros órganos de in- los medios prácticos de esta reducción,
formación, el conocimiento en que he procuremos eliminar dos dificultades que
procurado fundarme para la aplicación atañen fundamentalmente al hecho ^e
local de las cuestiones de trabajo, pue- poner un límite obligatorio al tiempo de
de considerarse de una relativa exactitud trabajo. En primer término: ¿es legíti-
que, en lo que interesa a las conclusio- ma la intervención del poder público pa-
nes, no sería modificada de manera sen- ra restringir la libertad individual en el
sible por los resultados que arrojarían trabajador que contrata sus servicios wv
Jos números de un censo. más de cierto número de horas? Y s;
efectivamente es legítima esa interven-
II ción del Estado, ¿es oportuna? ¿Respon-
i de a una necesidad quo no quepa satis-
La limitación de la jornada de trab i facer por medio más adecuado o venta-
jo es, en todas partes, la más vehemen j joso?

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OBRA ORIGINA!,.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.-—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 661

Para poner en duda aquella legitimi- ro que rinde ía vida o la salud al exceso
dad, puede buscarse fundamento en dos de trabajo no hay comprometido más
derechos capitales, incorporados ambos j que un interés individual, al que el Es-
a las bases de núes ira legislación, y por ¡ tado debe permanecer ajeno. No es un
igual necesarios al pleno desenvolvimien- hecho de mero interés individual el que
to de la personalidad humana. La liber- procede de una situación que alcanza a
tad de trabajo es el uno, la libertad de muchos millares ele individuos; el que
contratar es el otro. sirve de exponente a los peligros y Jos
Evitando plantear la cuestión que esto sufrimientos que esa situación entraña
suscita en el terreno de las generaliza- para una parte numerosa de la socie-
ciones y de las escuelas, de modo que dad: para aquella parte a cuya salud y
entren en oposición principios abstrac- a cuyas fuerzas está confiado el cultivo
tos: prerrogativas del individuo y facul- de los campos, la construcción de las
tades de la sociedad, individualismo y habitaciones, la elaboración del pan, eí
socialismo (términos, en suma, más que transporte de las personas y las cosas
antagónicos, concordantes y complemen- y todos los demás elementales servicios
tarios, como los de autoridad y libertad, que hacen posible la existencia material
como los de derecho y deber), atengá- de la sociedad entera. Absurdo en cual-
monos simplemente, para orientarnos,, a quier tiempo el criterio que negase a un
las prescripciones expresas de la legisla- hecho derivado de ía manera como ta-
ción positiva de estos pueblos. En nues- les servicios se ejercen su interés colec-
tra Constitución, como en otras consti- tivo, lo sería doblemente desde que la
tuciones americanas, se consagra de ma- organización en grande de la industria
nera explícita el principio de la libertad ha acumulado en fábricas y talleres ver-
de trabajo, y de la forma como en aqué- daderos ejércitos de conscriptos del tra-
lla se le define, es posible inferir si ha- bajo, que constituyen, por su imponente
bría, en la intervención de que se trata, muchedumbre, una demostración objeti-
menoscabo de los fundamentos de nues- va, abierta a las miradas de todos, de
tras leyes. «Todo habitante del Estado ía suma de fuerzas, intereses y destinos
—dice la Constitución del Uruguay—pue- que están vinculados al desempeño de
de dedicarse al trabajo, cultivo, indus- esas funciones de utilidad común.
tria o comercio que le acomode, como La disminución de salud y de energías
no se oponga al bien público o al de los por el trabajo excesivo, prematuro o mal
ciudadanos.» reglamentado, importa, colectivamente,
El bien público y de los ciudadanos es, un mal, si menos violento y ostensible,
pues, el límite que la Constitución de más hondo y persistente que el de una
la República ha señalado al ejercicio de infección epidémica, ante cuyas amena-
las energías laboriosas. Y es indudable zas el Estado concentra, sin protesta de
que dentro de las más elemental concep- nadie, sus medios de defensa, y hace
ción del bien público entra el bien de la pesar, sobre los derechos e intereses que
salud general, o sea el bien mismo de la sea menester lesionar, la razón de fuerza
v
'da, cuya preservación es anterior a mayor. El mal físico que nace del can-
Malquiera otro deber de la sociedad sancio del taller no se mide en toda su
constituida en Estado, porque radica en extensión por las tablas de mortalidad
la más simple imposición natural, que se que denuncien la frecuencia de las muer-
Manifiesta, aun en el ser destituido de íes tempranas en los centros fabriles, ni
r
azón, por el instinto de la conservación por la proporción que representen los
de ia especie. obreros en los cuadros de morbilidad;
sofístico fuera sostener que en el obre- aún sería necesario agregar lo que la
662 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

depresión vital de los padres transmite y afectos perpetuamente renovados; la


a su descendencia, de apocamiento de vida cívica, con la participación conscien
vida y de predisposiciones mórbidas. El te en los actos fundamentales de la co-
Estado consagra en todas partes, con lectividad, y ciertas elementales expan-
ayuda de la piedad individual, al interés siones de la vida de la inteligencia—las
social de la salud, hospitales y asilos conversaciones, las lecturas—llegaran a
donde se cura a los enfermos; pero hay \ ser bienes imposibles para una parte
una faz de la acción beneficíente del ! considerable de la sociedad, ésta no po-
Estado que debe prevalecer sobre ei cui- ' dría menos de sentirse vulnerada en sus
dado de curar, y es el cuidado de preve- j más caros intereses, como no prefiriera
nir. No es otra la tesis que ha desenvuel- sancionar en los hechos una norma do
to eficazmente Enrique Ensch en su di- • egoísmo que no diferiría, más que en
fundido opúsculo sobre la Socialización- | apariencia, de la que ha engendrado las
de la medicina. Dentro de este deber pre- I desigualdades de castas. Este deber de
ventivo están comprendidas, desde luego, solidaridad sube de punto cuando se le
las usuales providencias de higiene pú- , considera con relación a sociedades futv
blica. Nadie discutirá el. derecho de po- ! dadas en el principio de igualdad demo-
licía sanitaria con que el Estado puede crática; porque el reconocimiento de los
penetrar al taller para fiscalizar sus con- i derechos que determinan la igualdad ci-
dicionen de higiene. Y esta intervención vil y política no pasaría de una btn !a
sería ociosa y frustránea si no se la ex- siniestra si la sociedad confirmase con
tendiese, en cierta medida, ai acto mismo i su indiferencia una situación en que d
del trabajo, determinando el máximum ¡ ejercicio de gran parte de esos derecho.'-
1
higiénico de su duración, estaría físicamente imposibilitado pov
Pero el interés social no se determina una parálisis aún más invencible que h
sólo, en este caso, por ¡a razón de salud que inutiliza los órganos del movimien-
pública y de conservación de la especie. ; to. Todas estas consideraciones concia-
Concurren a determinarlo otras conside- ¡ tan, evidentemente, una faz capital w
raciones 110 menos imperiosas. Aun cuan- | ese bien público a que se ha referido lac
do la integridad de la persona física no i Constitución del Uruguay. Y ha de agi'
padeciera con el exceso en el tiempo de ; garse todavía que, siendo las condiciones
trabajo, padecería fatalmente la integri- inferiores de la existencia del trabajado)1
dad de la persona moral, tal como la y su aspiración a mejorarlas y dignifica '
requieren la idea de civilización, la idea • las, origen de una agitación crecien';-
de libertad y la idea de racionalidad. que excede de lo accidental y transitoi'11^
Una medida de trabajo que no deje lu- para convertirse en rasgo o peculiaridad
gar en la sucesión de los días más que a j de un estado social determinado, mani-
las interrupciones del sueño equivale a festándose por huelgas y conflictos QVíL
la anulación de la personalidad humana, a menudo tienen grave trascendencia el1
convertida en mero instrumento produc- el orden de la sociedad, el bien púbh^
tor, como el animal uncido al yugo o ¡ se determinaría también por la necesi-
como la rueda de la máquina. Hay en 1 dad de eliminar esa fuerza latente d<-J
ello una verdadera sustración del espí- desorden, acudiendo a segar en sus tai-
ritu, más despiadada que la esclavitud ees las causas de que se deriva.
antigua, que solía consentir a sus vícti- j La libertad de contratación es otro aL
mas el beneficio de una cultura supe- los derechos en cuya virtud suele dest-0
rior. Y si, por efecto de esa inmolación nocerse la facultad del Estado para lii111'
del tiempo a una tarea maquinal, la vida tar la duración cotidiana del trabajo 3llL
de familia, con su armonía ele relaciones se estipula en servicio de otro.

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—FX TRABAJO EN EL PARAGUAY 663

Conviene recordar desde luego que la ' frecuentes, entre ¡a opulencia y el ham-
libertad de contratar no es ilimitada ni I brc. Es la forma cabal del pacto leoni-
ilegislable. El precepto constitucional j no. Cierto es que este vicio de desiguai-
que, asegurando el goce de los derechos ! ciad podría observarse a menudo en mu-
individuales, prescribe que nadie podrá chas otras convenciones legales; pero no
ser privado de ellos sino conforme a las ; con tal desproporción, y sobre todo, no
leyes, no la ha exceptuado de su alcan- : con el carácter de un hecho tan común y
ce. Nuestra legislación común, en punto consuetudinario, Debajo de esa libertad
a las relaciones entre el patrono y los formal, cuya intangibilidad se defiende
obreros, permanece inmovilizada dentro en el arrendamiento de servicios, se
de moldes anteriores a la profunda oculta en realidad un fondo insondable
transformación que, en las condiciones : de coacción y violencia. Los más brutales
del trabajo humano, han sucedido desde i abusos, las explotaciones más inicuas,
el último siglo al centuplicado impulso I son condiciones aceptables para el que
del desenvolvimiento industrial, dando 1 delibera sobre lo que le proponen, cuan-
por resultado un concepto enteramente : do la deliberación se plantea entre estos
nuevo del carácter jurídico de aquellas j términos: vivir o morir. Y si se recuer-
relaciones. No pasan nuestros Códigos da que es un principio jurídico inconcu-
del concepto del simple «arrendamiento so, en cuanto a la validez de los conve-
de obra», inapropiado y mezquino para nios, que el consentimiento dado en cir-
caracterizar una cooperación que debe cunstancias de violencia moral vicia de
regularse por una idea, mucho más alia nulidad lo convenido, no será mucho
y noble, de solidaridad. Pero, aun en que, moralmente a lo menos, veamos
estos límites estrechos, han tenido espa- : una suprema razón de nulidad en las
cio para dar, siquiera sea rudimentaria- obligaciones que contrae el trabajador
mente, formas efectivas al principio de j que arrienda sus fuerzas bajo la pre-
que, en éste como en cualquier otro ob- 1 sión de las angustias de la necesidad. El
jeto de convención, hay un término in- oprimido a quien se reconoce derecho de
franqueable a la voluntad de las partes emanciparse cuando quiera no es un es-
contratantes, y así, nuestra legislación ci- | clavo; pero si esa fuga o liberación a. que
vil y comercial estatuye que nadie puede i se le reconoce derecho ha de equivaler
obligar sus servicios por un tiempo inde- ¡ para él al hambre y a la muerte, ¿qué di
terminado, ni para empresa u obra que I ferencia le separa de la condición del es-
no sea concreta. La libertad de contra- ¡ clavo, si no es la vanidad del nombre?
tar ha de someterse a los límites que Limitar una libertad, aparente y falaz
le señalan ele consumo las demás mani- jen el acto del contrato, significa, pues,
festaciones de la libertad del individuo y resguardar una libertad infinitamente
los fines esenciales de la sociedad. más real y preciosa: la de i a verdadera
Por otra parte, es argumento que na- posesión de sí mismo, la del uso de la
die ha podido desvirtuar, aunque ha sido i propia personalidad, inconciliable con
propuesto reiteradamente al debate, el ; jornadas que absorban tocio el tiempo
que señala lo precario y ficticio de una de vida en automático servicio del pro-
libertad de contratar ejercida en condi- vecho ajeno.
ciones de desigualdad tan notorias como Pero si la intervención del poder públi-
|as que separan al industrial que ofrece co, con las limitaciones que necesaria-
trabajo clel obrero que llama a sus puer- mente "imponga en la libertad de traba-
tas. £s el contrato entre la fuerza y la i jar y contratar, es, en principio, legítima,
tiebilídad; entre la libertad y la necesi- ! queda por resolver aún si ella es opor-
dad; y e r i casos extremos, pero no in- ! tuna; si responde a una necesidad que
664 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

no pueda satisfacerse de manera mejor. que, aun cuando por excepción se eleve
Allí donde los medios de iniciativa pri- a ellas, se verá impedido de llevar sus
vada resulten débiles o inconducentes propósitos benéficos más allá de ciertos
para ía satisfacción de una conveniencia límites, por el hecho de que su propia
pública, allí y sólo allí empieza la juris- calidad de excepción le pondría, durante
dicción del Estado en el sentido de aten- mucho tiempo, en condiciones inferiores
der a ella; a menos de hipertrofia!- el de competencia.
Estado su poder, y sofocar el fecundo Otro medio, mucho más adaptado al
desenvolvimiento de la espontaneidad in- conocimiento de la naturaleza humana
dividual...—¿Hay, pues, dentro de las ac- y a la historia de esta cuestión social,
tuales condiciones de las sociedades hu- puede señalarse para excusar al poder
manas, y concretamente, de la sociedad público de la ingerencia en los conflictos
de que se trata ahora, recursos eficaces del trabajo. Consiste este medio en fo-
con que arribar a una satisfactoria re- mentar en obreros y patronos, el espíritu
glamentación del trabajo y una justa de asociación profesional, de modo que
protección de los trabajadores, prescin- cada una de esas parcialidades se orga-
diendo de la acción directa de la ley? nice y adquiera personalidad corporati-
Indudablemente los habría, si el in- va, relacionándose entre ambas y pro-
dustrial tuviese de ordinario una concep- pendiendo a equilibrar sus conveniencias
ción clarividente y elevada de las exigen- y derechos. La facultad de contratar, en
cias de su interés definitivo. Levantán- materia de trabajo, podría ser abando-
dose entonces por encima del aparente nada sin temor a las contingencias de
y transitorio interés que pueda moverle una libertad no restringida, si, frente s
a la desconsideración y la injusticia con una asociación de los intereses patrona-
sus colaboradores forzosos, llegaría a les, que uniformase fas manifestaciones
comprender que una estrecha solidari- de su voluntad, hubiera constituido un
dad de destinos lo vincula a éstos, y fuerte haz de sindicatos obreros, auto-
que no debe, por tanto, abusar de sus rizados por la ley para el contrato co-
fuerzas ni exacerbar sus agravios, sino lectivo, de modo que desapareciera fe
ver en el agente productor y ver en sí debilidad del proletario que estipula in-
mismo como dos órganos cuya integri- dividualmente con el patrono; y dotados,
dad es mutuamente necesaria para am- además, de una base material suficiente
bos, siendo la condición de la salud de como para ofrecer al capital la confian-
un cuerpo único. Las persuasiones de za de una responsabilidad efectiva en
esa elevada consideración de utilidad, de cuanto al respeto de sus convenciones.
interés bien entendido (ya que moti- En tal caso, el interés legítimo del tra-
vos más altos de filantropía y desinte- bajador tendría su amparo y su vigilan-
rés no es posible incluir, por desdicha, cia en sí mismo, y el juicio arbitral P 0 '
entre los móviles comunes de las accio- dría dirimir pacíficamente todas las disi-
nes humanas, serían suficientes para am- dencias de obreros y patronos, sin que
parar al obrero contra los excesos de el Estado necesitase abandonar su nor-
la brutalidad o la codicia, sin necesidad ma de abstención.
del escudo protector de la ley. Pero bien Cualesquiera que sean sus condicione?
se comprende que semejante garantía es, de madurez en lo presente, tal solución
en realidad, asaz precaria y problemática. es, sobre toda duda, un ideal a que se
El industrial está lejos de ser siempre debe tender; es la fórmula superior y
un espíritu superior... El interés particu- completa, más sólida y más digna que
lar no se eleva fácilmente a considera- otra alguna, puesto que busca su fyn"
ciones de esa índole. Y puede agregarse damento en las costumbres, y su ínl"

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OBRA ORIGINAL—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 665

pulso en los movimientos saludables de Por otra parte, la suficiencia de la


la libertad y la cooperación, sin los pe- asociación gremial, como medio exclusi-
ligros que indudablemente encierra una vo de regular las relaciones del trabajo,
apelación sobrado solítica al favor pro- no parece muy asegurada en la actual
videncial del Estado. situación de las cosas humanas, si se
Por medio de esa libre asociación de considera que son los pueblos donde esa
fuerzas es como las Trade Unions han asociación florece y cunde, lo pueblos
organizado, en los pueblos anglosajones, de las Trade Unions, los que con más
un poder que impone respeto al interés eficiencia han propendido, mediante la
conservador y a la autoridad de los Go- propaganda de estas mismas, a obtener
biernos. Por ese medio también es como la intervención del Estado para la refor-
los trabajadores de la Australia y de la ma de las condiciones de la vida indus-
Mueva Zelandia han conquistado, en em- trial. La legislación del trabajo, según
peñosa brega, la reducción de las jorna- ya tuve ocasión de recordarlo, ha naci-
das, el salario mínimo, la solución arbi- do, en lo moderno, de las actas de fá-
tral de las cuestiones del trabajo y otros bricas de Inglaterra; sin que hayan sido
rasgos, aún más avanzados, de una or- obstáculo para ello ni la fuerza omnipo-
ganización social que ha dado lugar a tente que alcanzan en esa gran nación-
que se señale por muchos, en aquel mun- Ios recursos de la acción privada, ni el
do nuevo, una como anticipada imagen individualismo que radica en los más
de la humanidad del porvenir. hondos terrones de su tradición social,
Pero, infortunadamente, la asociación En nuestros días, puede afirmarse de-
de las fuerzas obreras está lejos de ha- finitivamente que la tendencia interven-
ber alcanzado en todas partes el grado cionista no tiene adversarios absolutos.
de generalidad, de organización y de re Todo está en la medida que se le señale,
cursos que sería necesario para poder o en las cuestiones a que se la extienda;
confiar en la exclusiva eficacia de su ac- y éste es, sin duda, punto delicado y
ción. Y si nos referimos a nuestro propio grave. Si se tiene en cuenta que la in-
medio, tal deficiencia es tanto más sen- tervención del Estado en el régimen del
sible. trabajo no se cumple sino al precio de
Ese género de asociación, hoy inci- restringir ciertas libertades, tan respeta-
piente entre nosotros y supeditada casi bles como todas, lícito es sentar por
siempre a tendencias que no son pura- principio que para fijar el límite de esas
mente las de las reivindicaciones eco- libertades no debe bastar con una proba-
nómicas del trabajador, ha de luchar, bilidad de conveniencia; será menester
por mucho tiempo todavía, con los impe- que esa probabilidad raye en los térmi-
dimentos que acumularán ante ella la nos de la certidumbre, y que esta con-
relativa escasez de las fuerzas asocia- veniencia, por el grado a que se levante,
bles; el carácter flotante e inorgánico de asuma los caracteres de una necesidad,.
nuestras clases obreras, formadas en su Tal es el criterio a que, por mi parte,
§ran mayoría por elementos colectivos, procuraré ajusfarme en el presente es-
procedentes de todas direcciones, sin los tudio.
vínculos que crea la comunidad de na- j
°ión o de oficio inveterado y fijo; y, por j III
ultimo, cierta tendencia ingénita de núes- j
tl
~a sociabilidad, cierta influencia peculiar i El defecto de que fundamentalmente
del ambiente, que dificulta, para cual adolece la fórmula propuesta por el Go-
quier género de propósitos, la concen , bierno del Uruguay es la inflexibilidad
tr
<ición y el acuerdo de las voluntades.! de sus lincamientos, es la rigidez con
666 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que tiende a comprimir, dentro de mol- la naturaleza de las cosas. Además, la


des comunes e invariables, actividades intensidad relativa de trabajo nunca po-
diferentes por la naturaleza de sus pro- dría medirse con exactitud por la sim-
cedimientos, y capacidades desiguales ple extensión de tiempo. Una igual du-
por la medida de sus energías. ración de la labor no importa el mismo
La jornada uniforme de ocho horas gasto de energías en las industrias que
para el trabajo de fábrica y taller, pres- exigen el esfuerzo rudo o la atención
tigiosa como aspiración humanitaria, y concentrada, que en las que se desem-
admisible como límite normal, que sirve peñan por movimientos livianos y auto-
de regulador o de móldelo, es, a todas máticos. Esa duración no envuelve igua-
luces, violenta y desconocedora de la les riesgos para la salud en la generali-
realidad, si ha de tomársela como canon dad de las industrias que en las que son
cerrado e inflexible, que no dé lugar a esencialmente antihigiénicas por el mate-
ampliación, a modificación, a salvedad rial que se maneja o por la índole del
alguna. esfuerzo que imponen. El trabajo que
Ni aun tratándose de reducciones me- se verifica al aire libre difiere del que
nos extremas en el número de horas, se se realiza bajo techo, y el de horario
las ha considerado, en otras partes, con- nocturno del de diurno. La condición de
ciliables con la fijeza y la igualdad. Re- cierto género de manufacturas volverá
córranse todas las leyes similares; con- difícil o imposible fijar con exactitud el
súltense todas las fórmulas a que se haya límite del trabajo del día, porque la in-
dado sanción práctica en la reglamenta- terrupción de ciertas operaciones frus-
ción del tiempo de trabajo, cualquiera traría su resultado; mientras que en
que sea la amplitud de sus límites: to- otras manufacturas el término de cada
das comportan numerosos casos de ex- operación es fácilmente previsible, o su
cepción, todas prevén dificultades, todas interrupción es innocua. La necesidad de
hacen diferencias; sea en su propio tex- valerse de turnos o relevos por la reduc-
to, sea en los reglamentos que concre- ción del horario, importará en determi-
tan y particularizan su aplicación, sea
nadas industrias una dificultad mucho
concediendo a determinados órganos de
mayor que en las demás. Hay especies
autoridad la prerrogativa de atenuar o
de elaboración en que puede reforzarse
suspender en ciertas circunstancias, se-
el trabajo de taller con el trabajo a do-
gún su prudencial arbitrio, el rigor de
las disposiciones comunes. Y esto fluye micilio, a diferencia de otras, en que el
naturalmente de la complejidad infinita obrero sólo puede trabajar dentro del
de la materia sobre que recae la acción taller. El descenso en la cantidad de pro-
de estas leyes, y de las circunstancias ducción, el encarecimiento del producto,
imprevistas que a cada paso surgen, des- la merma del salario, por la disminu-
de que se las lleva de la esfera de las ción de las horas, no son consecuencias
generalizaciones al vario y desordenado igualmente probables, ni igualmente te-
campo de la realidad. mibles, en los diferentes órdenes de in-
dustrias.
Es fácil darse cuenta, en primer tér-
mino, de que las maneras de organiza- Y en una palabra: desde cualquier
ción y funcionamiento de los diferentes punto de vista que se le considere, cual-
géneros de industrias están lejos de se- quiera que sea el interés con que se le
guir una pauta uniforme; y, por tanto, relacione, el organismo industrial presen-
no cabría imponer en todas ellas una ta un conjunto tan complejo y tan múl-
medida de tiempo absolutamente igual, tiple, que la vanidad de pensar en una
sin producir una nivelación que forzaría reglamentación uniforme aparece de ma-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL. MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 667

ñera intuitiva apenas se pasa de lo más j fije el uso de ios servicios del trabaja-
exterior de él. dor con ia necesidad de respetar las na-
Debe, en general, desconfiarse, contra turales diferencias determinadas por la
la creencia vulgar, de las leyes que no distinta aplicación de esos servicios.
establecen excepciones ni especifican di- Tal es el resultado de ia más somera
ferencias. El objeto a que se aplican las ; consideración de las cosas, y tal es tam-
leyes, el fondo diversísimo e inestable de I bien el ejemplo, en todas partes en don-
la sociedad humana, es cosa demasiado ! de se ha reglamentado legalmente el tra-
apartada de la simplicidad para que una bajo. Los pocos pueblos que han sefia-
medida absolutamente común sea, las lado un límite a la jornada del obrero
más de las veces, conciliable con el acier- adulto no lo han hecho sin atender, de
to y la justicia. Pero tratándose de ia uno u otro modo, aquellas causas de
cuestión que examinamos, la verdad de desigualdad. En la legislación francesa,
esa observación sube de punto, porque la jornada de diez horas, que establece
difícilmente se hallaría materia más com- la ley de 1900 y que ha entrado en vi-
pleja que ésta. Aún no se ha dicho todo gencia desde 1904, alcanza sólo a los
con señalar la diversidad de las indus- obreros que trabajen en los talleres y
trias entre sí. La complejidad se repro- | manufacturas donde también se ocupen
duce, a menudo, en los distintos momen- ! mujeres y niños. Para los demás, rigen
tos de la actividad de cada industria. las doce horas que prescribe el decreto
Numerosas son las clases ele trabajo en . dictado, durante la efímera República de
que un horario inflexible no se adaptaría | 1848, por el llamado Consejo de Luxem-
a las necesidades cambiantes de la pro- burgo. Pero, además de esta primera di-
ducción, según las estaciones, según la ferencia, así este decreto como aquella
inclemencia o la bonanza del tiempo, y i ley están sujetos en la práctica a nume-
según las mil causas que influyen en las 1 rosas excepciones. El decreto de 1.848 es-
alzas y bajas de la demanda. | tablece que «los reglamentos de admi-
Se deduce de aquí, y es menester re- ! nistración pública determinarán las ex-
conocerlo, una de las indudables venta- j cepciones que sea necesario introducir
jas que el libre acuerdo entre las partes en la disposición general, por razón de
tiene, en principio, sobre la intervención la naturaleza, de las industrias o de cau-
del Estado para la solución de las difi- í sas de fuerza mayor». Y ia ley de 1900
cultades del trabajo. Presupuesta una or- está limitada en su aplicación por dispo-
ganización de los intereses patronales y siciones como las de la ordenanza de
gremiales en la que estos últimos estu- 28 de marzo de 1902, que autoriza los
viesen dotados de fuerza suficiente con trabajos extraordinarios fuera del máxi-
Que equilibrar los medios del patrono, mo normal de diez y doce horas, en de-
cada industria, cada gremio, se daría au- terminados géneros de industria o en
tonómicamente la jornada que mejor ciertos casos de urgencia.
conviniese al orden de sus tareas, armo- La legislación suiza ha consagrado, des-
nizando en ella las aspiraciones legíti- j de 1877, el horario universal de once ho-
mas del industrial y del obrero; modifi- [ ras; pero no sin dar lugar, por el ar-
cándola según su experiencia, y adaptán- ', tículo 11 de la famosa ley de aquella fe-
dola al cambio de las circunstancias. j cha, a los pedidos de autorización para
Pero mientras tal organización no exista prolongar extraordinariamente la dura-
y la intervención del Estado sea necesa- j ción de las horas de trabajo; pedidos
ria para compensar la debilidad de una i que, según el termino de la prórroga,
c e
'- las partes, esta intervención debe te- j deberán dirigirse a las autoridades del
!ler
por norma conciliar ios límites que distrito o al Gobierno federal.
668 JOSÉ ENRIQUE RODO. —OBRAS COMPLETAS

La ley austríaca de 1.885, que, como a la sanción parlamentaria un vasto y


la suiza, establece un máximo de hora- concienzudo proyecto de legislación del
rio para los obreros adultos, lo fija tam- trabajo, que, a pesar de que nunca llegó,
bién en once horas; pero con tal suma según mis noticias, a tomarse en consi-
de excepciones y derogaciones, que, se- deración, merece ser citado como nota-
guramente, los casos que caen dentro ble antecedente teórico. Ese proyecto,
del alcance de la ley no superan en nú- obra del cultivado espíritu de don Joa-
mero a los excluidos. quín V. González, establece la jornada
No ha legislado Inglaterra en cuanto normal en ocho horas; pero cuida de
al horario de los adultos; pero, aun tra- asegurar, en la práctica, la flexibilidad
tándose sólo de la reglamentación del que dé paso a los impedimentos que se
trabajo de niños y mujeres, basta revisar justifiquen. En él no sólo se preven las
el gran bilí de 1878, que reúne y siste- excepciones determinadas por los carac-
matiza la legislación industrial, para en- teres permanentes de ciertos géneros de
contrar a cada paso una diferenciación industria, sino que se legitima que la li-
en materia de horas de trabajo: según bre convención entre obreros y patro-
el género de fábricas, según la premura nos produzca la modificación de aquel
de la tarea y según otros muchos mo- horario, mediante el juicio pericial de
tivos de diversidad; todo ello sin perjui- los técnicos y la intervención, si necesa-
cio de autorizar ampliamente las de- rio fuere, de los tribunales instituidos
rogaciones expresas por concesión de los para dirimir los conflictos del trabajo.
secretarios de Estado. La autoridad de estos ejemplos con-
Si esta necesidad de diferenciar, de curre a reforzar las razones en cuya vir-
exceptuar, de abrir espacio para el tra- tud juzgo que no podrá menos de qui-
bajo extraordinario que fuere requerido tarse a la limitación de la jornada el
por la urgencia del caso o por la natu- carácter inmutable y rígido con que la
raleza de la industria ha sido así aten- propone el Gobierno del Uruguay; aun-
dida tratándose de jornadas normales de que, como norma o centro de un plan
diez a doce horas, ¿cuánto más imperio- menos uniforme, tengo por aceptable la
sa no será la fuerza de tal necesidad medida de la limitación. Falta escoger
cuando se fijen en ocho horas la dura- ahora el medio con que deba tenderse
ción de la jornada normal?... Cítase co- a comunicar al horario legal la flexibili-
múnmente el ejemplo de la Australia y dad que lo haga aplicable en distintas
de la Nueva Zelandia, en abono de la po- circunstancias.
sibilidad de la jornada uniforme de ocho Al procedimiento de prever excepcio-
horas. La ley ha consagrado, efectiva- nes que se señalen taxativamente, ya
mente, en esos pueblos, la suspirada fór- en la ley misma, ya en su reglamenta-
mula: ¿es sin excepciones como la ha ción, o que queden libradas al criterio
consagrado? Consúltese la ley neozelan- de las autoridades a que corresponda
desa de 1901, admirable código del tra- aplicarlas, acaso fuese preferible, par-
bajo industrial. Junto al inciso del ar- tiendo de la radical restricción de ocho
tículo decimoctavo, que fija para el obre- horas para jornada normal de todo gre-
ro adulto el máximo de cuarenta y ocho mio, el sistema de conceder algún es-
horas semanales, está el inciso donde pacio, fuera de esas horas, a la libertad
se previene que en un anexo de la ley de contratar; de suerte que según las
se enumeran los géneros de industria ex- condiciones y necesidades de cada in-
ceptuados de tal disposición. dustria, y según las accidentales exigen-
En 1904, en la República Argentina, el cias de cada oportunidad de su desen-
Gobierno del presidente Roca propuso volvimiento, pueda el industrial, sin obli-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 669

gscíón de recurrir al permiso de las jornadas brutales que destrozan el cuer-


autoridades, tomar, dentro de aquel tér- po y humillan y anulan el espíritu. Es
mino libre, el tiempo que sea menester. necesario un límite que respete las con-
Pero, cumplida la común jornada de veniencias extremas de la conservación
ocho horas, todo trabajo excedente re- social y de la dignidad humana. Y de
queriría convenio expreso y aparte, y tal punto de vista, aunque se comprende
no seria, en ningún caso, obligatorio pa- i que, tratándose de este género de fór-
ra los que sólo hubieran contratado sus ¡ muías, no es posible aspirar a una exac-
servicios eñ cuanto a la tarea normal, ni j titud o a una precisión absolutas, hay,
entraría como conpromiso válido en las ! por lo menos, grandes probabilidades de
condiciones de la admisión a esta última. ; acierto si se afirma que una jornada, de
El trabajo extraordinario de esa mane- fábrica o taller, que pase de once horas,
ra autorizado nunca debería pasar de no se justificaría ni por la mayor con-
¡res horas, las cuales serían retribuidas ! sideración de orden económico o de uti-
con ventaja, cuya proporción fijaría la j lidad general; porque, aun cuando por
ley, respecto del salario de las horas nor- i la índole excepcionalmente liviana del
males. Se tendría, pues, en las industrias trabajo no representase, en algún caso,
que necesitaran apelar, más o menos j un exceso brutal, representaría siempre
transitoriamente, al trabajo extraordina- \ una absorción de tiempo inconciliable
rio, una jornada de once horas, o sea | con ei libre uso de la propia personali-
igual en duración a aquella que la avan- ¡ dad y con la satisfacción de los más ele-
zada legislación suiza, ía de espíritu más ! mentales vínculos de la sociedad y ía fa-
ampliamente humanitario en Europa, milia. Por otra parte, dentro de las ne-
consagra como jornada común, suscepti- cesidades y los usos de nuestras indus-
ble de aumentarse extraordinariamente. trias, no hay trabajo que no pueda
Algunos de los Estados de la Unión contenerse, sin grandes violencias, en un
Americana, v. gr,; Nebraska y Califor- término inferior al máximo a que me re-
nia, han tendido también a conciliar el fiero.
establecimiento de un horario normal Expuestas las ventajas que la amplia-
con las ventajas del contrato libre; y, al ción accidental de la jornada de ocho
efecto, han dado fuerza legal a la jor- horas tendría en relación a las necesida-
nada de ocho horas sólo para aquellos des industriales, cabe preguntar si esas
casos en que no exista convención en ventajas subsisten cuando se consulta
contrario entre el industrial y los obre- el interés del trabajador; y creo que la
ros. respuesta afirmativa surgirá, clara e im-
Pero esta autorización indefinida, sin periosa, para todo espíritu desapasiona-
máximo de tiempo, del trabajo extraor- do. El interés del obrero no puede ser
dinario, o más bien, del trabajo normal otro que el de que se limite la donación
Por convenio expreso, vale tanto como de su trabajo hasta el punto en que es-
desvirtuar los fines esenciales de la re- trictamente lo requieran la integridad de
glamentación de los horas de trabajo. su naturaleza física y los fueros de su
Bien sabio es que, en las actuales con- personalidad moral. Pero toda limitación
diciones jurídicas del contrato entre pa- que no se contenga en esa estricta me-
tronos y trabajadores, el obrero carece dida y obstaculice la libertad del traba-
de medios suficientes con que equilibrar jador para el desenvolvimiento de las
^ abrumadora superioridad del capital: fuerzas que son la condición de su exis-
de manera que nada ampararía al obre- tencia y el fundamento de sus aspiracio-
r
° en un régimen de plena libertad de nes y esperanzas, no puede menos de
convenciones contra la imposición de las ser considerada por el obrero como una
670 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

abominable tiranía, que se dirige contra cres. El carácter esencial de la sociedad


sus más caras y esenciales conveniencias. democrática será siempre la justicia in-
Desde luego, si falsa es la identifica- manente que permite a cada cual desta-
ción de las condiciones de todas las in- carse según sus fuerzas y merecimientos,
dustrias, en cuanto al tiempo en que y hace de cada hombre el artífice de su
hayan de desenvolverse, falsa sería tam- ' propio destino. Pobre concepto del tra-
bién la identificación de las condiciones | bajo sería el de aquel que lo considerase
y necesidades de los individuos, con re- ¡ simplemente como un medio de subsis-
lación a los fines del trabajo. No to- , tir: él es también un medio de progresar
dos los obreros tienen igual número de y de elevarse. Cuando todas las necesi-
hijos a quienes mantener; no entre to- ! dades de la vida estén satisfechas; cuan-
dos está igualmente repartido el peso de I do en la casa haya todo el pan y todas
las calamidades que acrecientan los gas- ¡ las ropas que se necesiten, todavía queda-
tos permanentes o eventuales de la fa- j rá al trabajador un estímulo para per-
milia: las enfermedades, las defunciones, ¡ sistir en el trabajo: la posibilidad del
las deudas, los padres inválidos o ancia- ahorro, que le dará modo como levantar-
nos a quienes auxiliar, etc., etc. Aun se sobre su condición y escalar para sí
cuando hubiera modo de eliminar estas o para sus hijos rangos superiores de
diferencias, siempre quedaría en pie un la sociedad. Vano será que se declame
motivo de disimilitud, que bastaría por contra estas razones, arguyéndose con
sí solo para justificar las desigualdades que es cruel ironía hablar a los que pe-
en la medida de trabajo: la diversidad recen, acaso, en las angustias del des-
en el grado de la aptitud. Y he aludido amparo y la miseria, de la posibilidad
con esto a uno de los peligros que más de atesorar y de ascender. Los hechos
cuidadosamente han de orillarse en es- prevalecerán sobre las declamaciones, y
tas leyes de reparación social; porque a es un hecho que puede comprobar cual-
poco que ellas se salgan de sus limites, quiera, dentro del alcance de su obser-
a poco que se las inficione del espíritu vación personal, el caso del obrero que
de socialismo igualitario, conducen a la ha conquistado el bienestar, y aun la
funesta extinción de todo estímulo y toda i fortuna, como recompensa de su habílí-
emulación, con lo que se abate el legíti- ! dad, de su perseverancia o de su econo-
mo privilegio de las aptitudes superio- ! mía. Aun cuando este hecho no fuera
res y se quita al trabajo la lontananza ¡ frecuente (y en los forzosos límites de
con que lo anima y alegra el pensamiento \ toda selección, lo es), bastaría que él
del triunfo, para reducirlo a una obliga- fuese posible para que debiera facilitarse
ción monótona y tediosa, aunque se la la ocasión de que se produjera. Llenos
haya eximido de sus crueles espinas, están los anales de las sociedades demo-
que no promete a nadie más que lo que cráticas de estos encumbramientos digni-
concede a todos. ficadores, que no se limitan, por cierto,
En buena hora se atenúan los efectos a la conquista de un mayor bienestar
de la competencia y de la «lucha por la | material, sino que ilegan más alto y al-
vida», con el bálsamo de la piedad. Pero I canzan a los bienes superiores del poder
nunca se los anule de modo que no j y del renombre, y un día levantarán a
queden medios para que el más fuerte, i Lincoln, el leñador de Illinois, al Capíto-
eí más laborioso, el más capaz, o si se | lio de Washington, y otro día levantan a
quiere, el más ambicioso—puesto que la ¡ Félix Faure, el curtidor de Turena, al
ambición noble y digna es de por sí una palacio del Elíseo. No rebajemos la ener-
razón de calidad—, logre descollar y pre- gía de las voluntades, en nombre de una
valecer sobre la multitud de los medio- [ falsa igualdad. Dejemos algún campo

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 671

abierto para que trabajen algo más que los zapateros mecánicos, los operarios
ios otros aquellos que más lo necesitan, sastres, etc. Trabajan diez horas: los cor-
o que más aptos son, o que más ambi- tadores sastres, los ebanistas de fábrica,
ciones tienen; y con esto respetaremos los caleros, etc.
los principios fundamentales de nuestra Excusado es decir que estos gremios,
organización democrática, y tutelaremos que, en un régimen de ilimitada libertad,
el más alto y vital interés de los traba- cuando no hay máximo obligatorio de
jadores. tiempo, han obtenido, por su propia ges-
tión o por espontánea concesión del in-
IV dustria!, jornadas inferiores a once ho-
ras, en nada verían modificado su hora-
Si en tal forma se modificase el ho- rio por la vigencia de una ley que fijase,
rario inflexible de ocho horas que pro- con carácter de excepción, el máximo de
pone el Gobierno del Uruguay, puede once. Es obvio que los industríales que
asegurarse que su aplicación no traería han podido adaptar el movimiento re-
consigo alteraciones de cuantía en las gular de sus empresas a aquellas jorna-
actuales costumbres de nuestra organiza- nas breves, sin que los moviese a ello
ción industrial, ni haría otra cosa que más que su propio interés o el de conci-
completar una evolución, favorable a las liar con los obreros, sólo tendrán motivo
jornadas breves, que se ha desenvuelto para mantener, y aun reducir, sus hora-
sin la intervención del Estado. Pocas se- rios, desde que sepan que todo Hempo
rían las industrias a las que viniese es- ; que exceda de las ocho horas normales
trecho el término máximo que tolera la ; entra en la condición de trabajo extraor-
flexibilidad de un horario de ocho horas dinario, con derecho a ser beneficiado
normales y tres extraordinarias, o que en Ja retribución.
no pudieran ceñirse a él sin graves per- El término de las jornadas varía, en
juicios. Las jornadas que pasan de once otros gremios, según las estaciones del
horas son, en nuestras fábricas y talle- año; y es, sin duda, una de las ventajas
res, una rara excepción. de una fórmula flexible la de dejar sub-
Debe tenerse en cuenta, desde luego, sistir estas diferencias, que la fórmula
que el horario fijo de ocho horas es una absoluta abatiría con su rasero nivelador.
conquista ya alcanzada en muchas de las Así, los peones de las barracas (o depó-
industrias cuyo funcionamiento peculiar sitos) de maderas, trabajan nueve ho-
no opone dificultades insalvables a esa ras en verano y ocho en invierno; los
limitación de tiempo. Gozan actualmente de las barracas de lanas, nueve y media
de la jornada de ocho horas, por libre I en invierno y diez en verano; los de las
1
acuerdo entre obreros y patronos, gre- barracas de carbón, nueve y diez horas
mios como los alhamíes, los carpinteros respectivamente; los aserradores, ocho y
de obra blanca y de ribera, los herreros, nueve horas; los operarios de las fábri-
íos herradores, los operarios joyeros, los : cas de vehículos, ocho y diez.
escultores en madera, los calafates, ios Fuera de estos horarios constantes (y
aserradores de ribera, los trabajadores sin que entre en cuenta el trabajo a do-
e
n mármol, los ebanistas de taller, los • miciiio, ni el que se tasa por piezas, y
e
laboradores de cigarrillos y de fósforos. no por el término de duración), quedan
En otros gremios, el horario actual, pa- I los casos en que el horario es indeter-
sando de ocho horas, no alcanza a once. I minado y variable según mil circunstan-
Trabajan nueve horas: los talabarteros, cias que se relacionan con las desigual-
l°s lustradores de muebles, los malete- ! dades de la demanda u otros motivos de
a s y bauleros, los aparadores de botas, i oportunidad, El aditamento de las horas
672 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

suplementarias permitiría respetar tam- de pagar más alto las suplementarias.


bién esta práctica inherente a la natura- No sería difícil tampoco que, en otros
leza de muchas labores. casos, esa diferencia se hiciese pesar,
La reducción de los horarios excesivos más que sobre el salario del obrero, so-
o conceptuados tales por los obreros es bre el precio que se cobrase al consumi-
una de las reivindicaciones que, en Mon- dor. Habría veces en que el patrón ten-
tevideo, más han servido de acicate a dría conveniencia en apelar, para el tra-
las huelgas, y a menudo con éxito favora- bajo extraordinario, al relevo de su per-
ble. Los maleteros y bauleros, que hasta sonal. Pero, como quiera que se piense de
septiembre de 1905 trabajaban dieciséis esto, es indudable que la amenaza, así de
horas, desde la huelga de esa fecha tra- disminución de los salarios como de en-
bajan sólo nueve; los toneleros, que tra- carecimiento de los productos, quedaría
bajaban trece horas hasta hace pocos con tal modificación considerablemente
años, obtuvieron por la huelga el hora- mitigada, respecto a las trascendencias
rio de once; y apelando al mismo recur- que, en uno y otro sentido, cabe señalar
so, los constructores de varales logra- al horario uniforme y fijo de ocho horas.
ron cambiar, en 1906, su horario de ca-
torce y quince horas por el de diez, y
los lustradores de muebles, en el mismo V
año, el de diez por el de nueve.
Subsisten aún, es cierto, jornadas su- Fuera de los obreros de fábrica y ta-
periores a once horas. En la elaboración ¡ Uer, la extensa democracia del trabajo
de papel y en los molinos rige la de ,. comprende otras especies de trabajado-
doce, y la de catorce en la elaboración ! res, que por la índole, menos rudamente
del pan. Pero es en los saladeros de car- ¡ material, de sus tareas, así como por las
nes donde las grandes jornadas de dieci- j intermitencias o interrupciones a que
séis, dieciocho y aún más horas, señalan i ellas dan lugar de ordinario, se encuen-
el máximo grado de tensión de las í íran en condición notoriamente distinta,
fuerzas del trabajador. respecto a la medida que haya de apli-
Tales casos no representan, sin embar- carse para fijar el máximo de su labor.
go, más que una proporción relativamen- El proyecto del Gobierno del Uruguay,
te mínima. Para la gran mayoría de las a pesar del criterio de uniformidad en
industrias, un régimen de ocho horas que se inspira, reconoce esa esencial di-
normales y hasta tres extraordinarias no ferencia, y señala, para aquellas mani-
trastornaría fundamentalmente las prác- festaciones de trabajo que no entran en
ticas que consagra el uso. La sola cir- la clasificación del de fábrica y taller,
cunstancia de la que podría temerse al- la jornada de diez horas,
gún desequilibrio es la del mayor sala- Tengo por aceptable ese término como
rio que se habría de pagar por cada hora duración de ía jornada normal de tales
que excediese del término normal. No se gremios; pero a condición de que se au-
me oculta la posibilidad de que, en al- torice, para ellos también, el trabajo ex-
guna de las industrias que hubieran de traordinario, en igual proporción de
mantener su horario actual de más de tiempo que para los obreros propiamen-
ocho horas, la necesidad de recurrir dia- te dichos, y por las mismas considera-
riamente ai trabajo extraordinario se tra- ciones que al referirme a éstos he ex-
dujese por una forzosa reducción del sa- presado. Quien, recordando un argumen-
lario de las horas normales, al objeto de to anteriormente expuesto, observase q^e
equilibrar en el coste total del trabajo esta prolongación de una jornada normal
la diferencia producida por la obligación de diez horas, que con las suplementa-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 673

ñas llegarían a trece, desvirtuaría el es- que la habitación del obrero, la casa del
píritu de la ley, desde que, a pesar de modesto empleado. Sostén, infinitas ve-
no tratarse ya de tareas de gran esfuerzo ces, de una familia, el modesto empleado
muscular, el excesivo embargo de tiempo une a ía exigüidad de sus recursos la
contrariaría los fundamentos morales de pesada carga, ajena al obrero, de un
ía jornada máxima con la anulación de decoro social que le obliga en el modo
la personalidad inteligente y libre, no de vestir y en el modo de alojarse. Para
deberá olvidar que las interrupciones de colmo de males, el empleado desconoce,
actividad, en las labores de este género, o poco menos, el medio, a que ya está
comportan frecuentemente la posibilidad habituado el menestral, de la protesta
de reposar la atención y de expandir el pública y ruidosa que se complementa,
espíritu fuera d<d objetivo directo del en caso necesario, con la apelación a la
trabajo, permitiendo en cierta medida las huelga; y lejos de poner de manifiesto
conversaciones, la meditación, las lectu- sus dolores y reclamar para ellos la
ras, etc., etc. atención y el interés de los demás, ha
Ha habido acierto en la inclusión del de callarlos y disimularlos a menudo con
empleado de comercio dentro del alcan- los disfraces de la pobreza vergonzante y
ce tutelar de la ley. Y cuando un estudio de las conveniencias y respetos del mun-
exacto y prolijo de la organización y las do. De otros puntos de vista, y singular-
prácticas administrativas haga la refor- mente del que se refiere a la suprema
ma oportuna, es indudable que deberá razón de la salud, no aparece menor la
extenderse también una reglamentación necesidad de volver la mirada a este gé-
semejante a las oficinas que dependen nero de obreros tan injustamente des-
del Estado. atendidos. El trabajo sedentario, de mu-
Ha sido, durante mucho tiempo, una chas horas, en el local cerrado, con fre-
limitación injustificada de las reivindi- cuencia estrecho e insalubre; en la acti-
caciones en favor del trabajo el hecho ttud malsana del dependiente de escrito-
de que ellas se circunscribieran casi ex- rio, o en ía prolongada tenencia en pie
clusivamente al obrero, al menestral, del que atiende a las tareas del mostra-
manteniendo en olvido a otro género de dor, se desenvuelve en condiciones in-
trabajadores, y singularmente a los em- dudablemente más antihigiénicas que
pleados de comercio y de oficina. Pero muchas de las labores de fuerza muscu-
en los últimos años se ha abierto paso, lar practicadas al aire libre o en el am-
y de día en día se acentúa en las legis- biente de talleres y fábricas.
laciones europeas, una tendencia a co- La modificación fundamental del pro-
locar a esos olvidados de ayer bajo la yecto en el sentido de autorizar el tra-
Protección de las leyes que reglamentan bajo extraordinario dejaría lugar, como
el trabajo. «El empleado y no el obrero queda dicho, para que tareas de distinta
—ha dicho Gustavo Le Bon con la habi- índole se ajustasen sin grandes trastor-
tual rigidez de sus fórmulas—es el ver- nos a la ley. Pero, aun modificada de
dadero paria moderno.» Apartando lo ab- acuerdo con esa conveniencia, la ley per-
soluto de esta proposición en lo que manecería inadaptable a las peculiares
afirma como en lo que niega, queda un ¡ condiciones de cierto orden de trabajo,
sólido fondo de verdad, que entre nos- j respecto del cual no puede menos de
ot
ros puede fácilmente comprobarse. En | establecerse una excepción, dejándole pa-
nuestro ambiente, cabe asegurar que los ra ser reglamentado según su peculiar
dolorosos dramas de la angustia econó- naturaleza. Aludo al trabajo de mar.
mica, las luchas con la escasez y la mi- Ya se haya limitado la denominación
rria, tienen por escenario, tanto o más de marineros, en el proyecto del Gobier-
RODO.—22
674 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

no del Uruguay, a los que se ocupan en favorables condiciones que quedan den-
el tráfico del puerto; ya comprenda tam- tro de las necesidades y costumbres de
bién a ios de la navegación marítima la vida de mar.
y fluvial, es evidente que el género de
actividad que les es propio obedece a cir- VI
cunstancias y procedimientos que no po-
drían identificarse sin violencia con ios Ninguna parte más indiscutida, ningu-
del trabajo de fábrica o taller, ni con los na más indiscutible, en la organización
de ios transportes terrestres. La vida de legal del trabajo, que la que se relaciona
mar es cosa aparte. Aun cuando el al- con la limitación de las tareas impuestas
cance de la disposición no pasara de las a los niños. Cuando se trata de este ob-
embarcaciones auxiliares del puerto, fácil jeto, todas las disidencias fundamentales
sería convencerse de cuan impracticable desaparecen, todas las opiniones se con-
es. La premura inherente a la clase de funden en un asentimiento unánime, que
operaciones en que se emplean; las des- apenas tolera discrepancias en cuanto a
igualdades, que no habría forma de evi- la medida y las formas de la aplicación,
tar, en el tiempo de trabajo; la imposi- como si el supremo instinto de la espe-
bilidad de medir este tiempo por las ho- cie, acudiendo en salvaguardia de su por-
ras de permanencia a bordo (permanen- venir, inhibiese, en la conciencia de to-
cia que, para el marinero, es como el dos, las consideraciones egoístas, los in-
modo habitual de habitación o domici- tereses transitorios, los apasionamientos
lio), a menos de contar el armador con de escuela o de doctrina,
triples reservas de personal que se tur- Y, sin embargo, ha sido necesario re-
nasen para bajar a tierra, o de hacer mover ideas llenas de prestigio para lle-
cesar diariamente sus servicios cuando gar a este mismo acuerdo parcial. No
se cumpliese el horario, son dificultades es sin cierta impresión de cosa de otra
que no se resolverían sin perjudicar con- edad y otro mundo como leemos hoy las
siderablemente a la rapidez de las opera- páginas, no muy viejas, en que Herbert
ciones, con lo que se anularía un alicien- Spencer, caracterizando la transforma-
te indispensable para mantener la activi- ción de las tradiciones liberales en ten-
dad de ese tráfico, o bien, sin recurrir a dencia al socialismo de Estado, bajo los
encarecer las tarifas, con ío que el re- gobiernos de Palmerston y Gladstone, in-
sultado sería igualmente desviar del cluye entre los que tiene por signos de
puerto de Montevideo una gran parte de extraviada política—aun reconociendo la
los buques de paso que hoy se detienen bondad de los móviles—el hecho de que
en él. Excusado es decir que aún me la ley interviniese en el trabajo de las
parecería mayor la gravedad de este pun- minas y de las más penosas industrias,
to si no se tratase sólo del tráfico por- para impedir que los niños muy peque-
tuario, sino también de los demás géne- ños fuesen ocupados en él. Es dudoso
ros de marinería. que, en nuestros días, alguien se atrevie-
Forzosa es, pues, la excepción a que ra a hacer coro a esas protestas del ilus-
me refiero no para dejar a un gremio de tre teórico del individualismo. Los más
trabajadores fuera del alcance protector radicales individualistas, los más irredu-
de la ley, sino para dar a la protección cibles partidarios del liberalismo econó-
de la ley, en lo que a él importa, forma mico, se inclinan ya ante la intervención
eficaz y congruente. Aconsejándose de del Estado en el trabajo de los niños.
los centros gremiales, de patronos y de Los pueblos más reacios a entrar de lle-
marineros, podrá llegarse a determinar, no en el movimiento intervencionista
en el trabajo de estos últimos, las más que ha suscitado en otras partes todo un

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OBRA ORIGINAL.—-6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 675

nuevo organismo de legislación, acogen i a declarar que, ya en principio, habría


en sus leyes disposiciones que tutelan i mérito para calificar de criminen la im-
la salud física y moral de la infancia, j posición, a los menores que no han en-
Ha sido éste, dondequiera, el primer pa- i trado en la- adolescencia, del trabajo dia-
so de la intervención; y aun cuando j rio en el encierro del taller o la fábrica.
queda, sin duda, mucho por hacer, es j Si no fueran sobradas tales consideracio-
en eí aspecto de la organización del tra- nes de humanidad, aún podría plantearse
bajo en donde la realidad presenta datos j y resolverse esta cuestión, para los bru-
menos desconsoladores, i tales y los egoístas, con el criterio de
No sólo debe el niño ser amparado, en j utilidad de una operación económica.
ésta como en sus demás relaciones con i Los niños que trabajan hoy serán los
ia sociedad, porque ello surge de su inep- adultos que trabajarán mañana. Econo-
titud para velar por sus propios intere- mizar las fuerzas de los primeros es au-
ses, sino que es ésta la manifestación en mentar la intensidad y el rendimiento
que con más fuerza se impone la acción probable del trabajo de los últimos.
social que le ampare. El trabajo desme- El mínimo de edad fijado para la ad-
dido, en duración o intensidad, que que- misión ai trabajo fluctúa, en las leyes
branta el cuerpo y enerva y paraliza el europeas, de los diez a los catorce años,
alma, siendo brutal cuando se trata de según el país y según el género de indus-
los hombres, es, tratándose del niño, la tria. El límite en que se considera ter-
forma más odiosa y aleve que ha podido minada la niñez, para los efectos de la
revestir la barbarie de ias ambiciones ley, oscila de los catorce a los dieciocho
desapoderadas, que han afrentado los años.
blasones de la civilización moderna con La duración de la jornada del menor,
abusos sucedáneos de la esclavitud. Aun de los doce a los dieciocho, en la legis-
sin llegar a esos extremos mortales, el lación francesa, es, desde 1904, de diez
trabajo del niño debe ser ahorrado y horas: la misma que rige para la mujer,
vigilado celosamente. La tarea de fábrica y para los obreros adultos que trabajen
o taller, no ya en las condiciones en que en taller donde también se ocupen niños
comúnmente se realiza, sino en aquellas y mujeres. Suiza, que tiene desde 1877
en que por fuerza ha de realizarse, es, Jla jornada uniforme de once horas, des-
como no se la restrinja mucho, inconci-1 cuenta del horario del niño, de catorce
Hable con las necesidades de un organis- ¡ a quince años, el tiempo que requiera la
mo en formación, que requiere, por ele- i enseñanza escolar. La ley austríaca de
mentos esenciales, la libertad de moví- j 1885 fijó el máximo de trabajo en ocho
mientos, la plena luz y el aire libre. La ! horas para los menores de catorce años,
función preventiva de que nace la hí- ¡siendo la edad mínima de doce. En las
giene social tiene aquí el objetivo más j demás naciones europeas, que no han
alto de su aplicación. En el trabajo pre-1 puesto término a la jornada del adulto,
maturo se acumulan para el porvenir | ia del niño tiene señalado un límite, el
raudales de dolor y de miseria física, j cual nunca es inferior a seis horas en la
Nada más instructivo a este respecto que | edad más tierna y en las tareas de más
Jos resultados de la consulta dirigida por j peso. La ley recientemente sancionada en
la Asociación Nacional para la protec- i la República Argentina prescribe para
c
ión de los trabajadores a los más emi- j los menores de doce a dieciséis años la
Ceníes médicos franceses, y que han sido j jornada de ocho horas.
recopilados por M. Martin Saínt-Leon. I Sí se aceptara lo que propone el Go-
Entre otros, el doctor Mauricio Lentulle, j bierno del Uruguay, los niños de trece
Médico de los hospitales de París, llega | a dieciséis años tendrían por máximo
676 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cuatro horas de trabajo, en fábrica o ta- rodeada de particulares garantías y cui-


ller, y seis, los de dieciséis a dieciocho. dados; que, en las tareas antihigiénicas
Para que sea modificada esta proporción o de mucho esfuerzo, se impone un
en sentido algo menos restrictivo, me pa- aumento en la edad mínima y una re-
rece circunstancia atendible la de que ducción del horario normal; que hay,
establecer, en el primer caso, un máximo entre ellas, algunas en que sería menes-
de cuatro horas, equivaldría en la prác- ter exigir la presentación de un certifi-
tica a la prohibición del trabajo antes cado médico de suficiencia física; y, fi-
de los dieciséis años, siendo excesiva la nalmente, que del punto de vista de las
inferioridad respecto del horario de ios razones de moralidad y de educación del
demás trabajadores, para que el indus- carácter, que constituyen los fundamen-
trial tuviese conveniencia en contratar tos de una higiene moral, importa repri-
aprendices de menos de esa edad. Ello, mir los abusos como los de la interven-
en parte, se evitaría, si se fijase a la ción de niños de pocos años en espec-
jornada infantil, en los talleres y fábri- táculos teatrales o circenses. Pero ya he
cas un máximo de seis horas, poniéndo- manifestado que el procedimiento que
se así en el término más restringido que conceptúo preferible, en materia de le-
se hubiera adoptado para la infancia en gislación obrera, es el que encara las
ley alguna del mundo: dos horas menos cuestiones en ella comprendidas, parcial
de las ocho que concede la reciente ley y sucesivamente, consagrando a cada ob-
argentina, aun cuando en ésta el mínimo jeto bien diferenciado una ley particular,
de edad es el de doce años, mientras que y dentro de este sistema, después de la
en el plan que examino es el de trece. ley que determine los lincamientos gene-
No es inoportuno recordar también rales, aquéllos y otros puntos tendrán se-
que en el proyecto de reglamentación del ñalado su lugar en ía que verse especial-
trabajo de niños y mujeres presentado, mente sobre la higiene y seguridad en el
en 1906, al Congreso argentino, por el uso de las fuerzas del trabajador.
doctor don Alfredo Palacios, portavoz allí Por lo que se refiere a las actuales
del partido socialista, y, a fuer de tal,; condiciones del trabajo infantil en Mon-
poco sospechoso de parquedad o timidez tevideo, puede asegurarse que la propor-
en la medida de sus proposiciones, la ción de menores de dieciséis años en el
jornada infantil, de los catorce a los die personal de nuestros talleres es relati-
ciséis años, tiene por límite las seis ho- vamente considerable, y hay géneros de
ras a que me inclino, como primer en- industria en que llega a representar el
sayo, dentro de esta reforma inicial. cincuenta, el sesenta, y aun el setenta
r
En cuanto a los menores de dieciséis por ciento. La edad mínima no baja, P°
a dieciocho años, se procedería en rela- lo general, de la que determina el proyec-
s
ción vedándoles el trabajo extraordinario to, pero no falta el caso de que niño-
que se autorizase para los adultos fuera de once, doce, y aun menos años, sean
de las horas normales: de esta manera, ocupados en tareas no siempre livianas.
su trabajo no podría pasar nunca de El horario en vigencia para los aprendi-
ocho horas. ces es, comúnmente, el mismo que para
Lejos estoy de pensar que con esas dis- los obreros. En ningún caso, o muy rara
posiciones, u otras semejantes, quede vez, es inferior, y a veces es más prolon-
completado el círculo de las medidas de gado. Los aprendices de talabartería tra-
protección a que la infancia y la adoles- bajan diez horas, y los obreros, nueve;
cencia tienen derecho. Creo firmemente los aprendices de escultura en madera,
que, en todo género de trabajo indus- nueve y media o diez horas, y los obre-
trial, la participación del niño debe ser ros, ocho; Jos aprendices de ebanistería,

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OBRA ORIGINAL.—-6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 677

diez y media, y los obreros, ocho o nue- sible cultivar la vida de familia, los
ve. La limitación de la jornada, en los vínculos de la amistad, y participar de
menores de dieciocho años, a un término ciertas manifestaciones de recreo.
inferior a la de los adultos, no compla- Entre nosotros, el descanso dominical,
cerá a la mayor parte de los industriales, forma en que la ley religiosa de los pue-
que. por lo que he podido investigar, blos cristianos ha consagrado el reposo
consideran como una necesidad de la or- hebdomadario, es costumbre observada
ganización y disciplina del taller el hora- en casi todos los establecimientos fa-
rio uniforme para la totalidad del perso- briles y en la gran mayoría de los co-
nal. Pero esa limitación es elemento in- merciales; con excepciones, en su mayor
separable del espíritu de la ley que se parte justificadas, ya por las condicio-
proyecta. nes de funcionamiento de cierto género
Una inspección cuidadosa ele las for- de industrias, ya por la índole de los
mas en que actualmente se realiza el menesteres públicos a que responden.
trabajo traería a luz, seguramente, mu- El problema que, a propósito de esto,
chos excesos e irregularidades en lo que ha de resolver el legislador, no es el de
se relaciona con el trabajo de los niños. la necesidad, casi unánimemente reco-
Así, en la tarea de los saladeros es fre- nocida, del descanso semanal, sino el de
cuente ver empleados a menores de doce, determinar si este descanso ha de co-
once y diez años, en faenas como las de rresponder invariablemente a los domin-
dividir las osamentas, tirar el lazo, o gos, o si ha de procurarse una fórmula
barrer los residuos de la matanza, y esto, que consienta más diversidad en la indi-
aun en el invierno y en tos días de llu- cación de los días que se destinen al
via. Los carretilleros de playa, a pesar de asueto. Posible es que si se consultara
la ordenanza municipal que prohibe a los la voluntad de los trabajadores, ellos op-
menores la conducción de vehículos, sue- tasen, casi en su totalidad, por que se
len ser niños de no mucho más de diez les concediera el domingo. No ha sido
años, que participan del horario común otro el resultado de las informaciones
de doce a quince horas; y a esta causa levantadas entre los obreros franceses,
atribuyen los trabajadores del gremio la con motivo de la aplicación de las nue-
mayor parte de los accidentes que sue- vas leyes de trabajo; y por otra parte,
len producirse en él. ello se deduce (aun sin tomar en cuenta
los motivos de orden religioso, que no a
todos alcanzan) de la simple considera-
VII ción de ser tradicionalmente el domingo
el día en que prevalecen diversiones, de-
La necesidad del descanso semanal es portes y paseos; en que el solaz y la ale-
Punto que puede darse por resuelto en gría toman, por decirlo así, un carácter
teoría, y ha sido sancionada, con más público, y en que el espectáculo de las
o menos amplitud, por las leyes de casi expansiones ajenas estimula el deseo de
todas las naciones que han abordado la las propias. Pero, a poco que se refle-
r xione, aparece clara la dificultad del des-
egiamentación legal del trabajo. Militan
Para justificar ese descanso, y con doble canso universal del domingo; no sólo
imperio quizá, las mismas razones en porque conduciría a hacer de aquél un
^ue se funda la reducción del tiempo día monótono y tedioso, sin medios de
u locomoción ni de recreo, inhábil, por
iario de tarea: así las que se refieren a
ia tanto, para el objeto a que se le destina-
higiene, como las de índole moral, que
aclaman para el trabajador un día de ría (y no es inoportuno recordar a este
lib-ertad y de respiro, en que le sea po- respecto la proverbial tristeza del do-
678 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mingo en las ciudades inglesas y anglo- i di da, en el mes, de cuatro días de sala-
americanas); sino también porque es for-' rio. Pero no es aventurado afirmar que
zoso reconocer que hay géneros de tra-! esta disminución de beneficios será acep-
bajo que no toieran, como los otros, una j tada sin hesitar por la gran mayoría de
interrupción periódica de su actividad, i los obreros, a cambio de poder satisfacer
Así, las fábricas de labor continua, en | periódicamente una necesidad de liber-
las que la suspensión de la fuerza mo- j tad y expansión que radica en los más
íriz irrogaría graves perjuicios; las lí- elementales instintos de la naturaleza
neas telefónicas, los ferrocarriles, tran- humana. Cuando el canciller Bismarck
vías y demás medios de comunicación; arguyo contra esta forma de la interven-
las imprentas donde se editan diarios, ción legal, invocando el interés del pro-
etcétera, etc. Esta es la causa de que en letario, fué consultado en Alemania un
los países donde se ha adoptado eí des- plebiscito de trabajadores, y las tres
canso obligatorio del domingo, la ley se cuartas partes de ellos votaron por el
haya visto en la necesidad de establecer descanso semanal, aun cuando él impor-
innumerables excepciones, referentes a tase la pérdida del salario de los días
determinados ramos de comercio e in- ¡ del asueto.
dustría; y estas excepciones dejan fuera j
del beneficio del descanso un inmenso ¡ VIII
número de obreros, o restringen para ]
ellos ese beneficio. Tal es el procedimien- ¡ Al movimiento en pro de la interven-
to en la ley suiza de 1877, en la espa- ] ción legal en el trabajo del niño ha su-
ñola de 1904, en la proposición votada cedido muy luego, en todas partes, el
por la Cámara de diputados francesa en que propende a lo que es, en cierto
1902, etc. La República del Paraguay tie- ; modo, un complemento lógico y necesa-
ne en vigencia desde hace cinco años rio de la protección de la infancia; la in-
una ley que consagra la clausura domini- ! tervención legal en el trabajo de la mu-
cal de todos los establecimientos comer- jer. Las leyes de esta naturaleza suelen
ciales e industriales. En la Argentina se designar a las mujeres y los niños bajo
ha sancionado también el descanso de la denominación común de personas pro-
los domingos; pero su cumplimiento no tegidas. Por lo que se refiere a la mujer,
parece, ni con mucho, suficientemente la fórmula ideal, que ha sido preconiza-
asegurado. Con mejor acuerdo propone da muchas veces en la propaganda de
resolver el problema el gobierno del Uru- los filántropos y la doctrina de los higte-
guay. Según lo que él proyecta, los pa- nistas, consistiría, sin duda, en que ella
tronos podrán optar por conceder o no i sólo trabajase dentro de su casa y n 0
a sus obreros el descanso del domingo; ¡ participase del trabajo de fábrica y ta-
pero, en este último caso, habrán de di- ller; por lo menos, después de su matri-
vidir su personal en siete grupos, que monio. Desgraciadamente, esta aspira-
se turnarán para el descanso en los dis- ción generosa, fundada en el más cabal
tintos días de la semana, de manera concepto del cometido que la naturale-
que no sea forzoso quebrantar la conti- za y la sociedad confían a la esposa y
nuidad de la labor en los trabajos que la madre, parece muy lejana de su rea-
lo requieran. j lización. La concurrencia de la mujer
Una única objeción cabe oponer, en a los talleres y las fábricas representa
nombre del interés de los obreros, al ca- hoy, umversalmente, una proporción ma-
rácter obligatorio dado al reposo sema- yor que nunca. En las industrias del er
nal. Es la que consiste en recordar el tejido y de confección de ropas, el P '
perjuicio que para ellos significa la per-1 sonal de mujeres suele alcanzar a doble

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 679

número que el de hombres, como en ! reglamentado el horario del obrero adul-


Bélgica; y aun casi al triple, como en ! to, comprenden indistintamente en él a
Francia. ' la mujer, cuya jornada es así de once
Por lo que toca a nuestro medio, al horas en ambas naciones.
trabajo manual de la mujer está vincu- Dentro de un plan que, como el que
lada la subsistencia de numerosísimas yo considero realizable, fijase en ocho
familias. Aun dejando de lado el trabajo horas la jornada normal del obrero, con
a domicilio, el personal de obreras es tolerancia del trabajo extraordinario y
considerable para muchos géneros de in- libre hasta tres horas más, la diferencia.
dustria, y no falta el caso de que preva- a favor de la mujer podría consistir en
lezca en número sobre el de hombres. excluirla de la opción a la jornada extra-
Así, en la elaboración de fósforos la pro- ordinaria, de modo que la duración de
porción es de ciento cuarenta mujeres sus tareas no pasase nunca de ocho ho-
para sesenta y cinco hombres adultos, ras. Apenas parece necesario indicar las
y de ciento dieciocho niñas para dieci- razones de esta diferencia. Aun cuando
siete niños. La Compañía Telefónica de no la justificase una natural inferioridad
Montevideo emplea ciento dieciséis obre- de energías físicas, que es hecho de ob-
ras y ochenta y dos obreros. Merece ser servación común, tendría sólido funda-
citado el hecho de que una huelga ocu- mento en el interés vital de reservar a
rrida, ha pocos años, en uno de los ta- la mujer tiempo suficiente, dentro del
lleres de talabartería, reconoció por cau- hogar doméstico, para el desempeño de
sa la protesta que arrancaba a los obre- los cuidados que la competen, y para for-
ros la circunstancia de que se hubiera mar y mantener la sagrada unidad de
confiado a dos mujeres la tarea más la familia, piedra sobre que descansan
antihigiénica y difícil en el gobierno de toda moralidad y todo orden social. Por
ias máquinas. i otra parte, sería injusto olvidar que ei
Pero si la absoluta interdicción del tra- ! trabajo de la mujer fuera de la casa
bajo de la mujer realizado fuera de su i envuelve siempre, por mucho que se le
domicilio no es una aspiración asequi- i limite, la presunción de un surmenage
ble dentro del actual orden económico i más o menos intenso, ya que, al retirar-
de las sociedades humanas, lo es sí la ; se diariamente la obrera de la fábrica
tendencia a organizar el trabajo femeni- I o del taller, no es para gozar de un bien
no dentro de condiciones más livianas ! ganado reposo, sino para acudir a aque-
y mejor protegidas que las que rigen j lias mismas atenciones del gobierno de
Para el trabajo varonil, Desde luego, al- í la casa y la educación de la prole, que
gunos de los pueblos que aún no han I a menudo importan continuos y pesados
legislado en cuanto a la duración del tra- | afanes.
bajo de los hombres adultos, lo han he-
dió para el de la mujer, señalándole un I En la futura ley que tenga por objeto
máximum que la ley inglesa de fábricas, ) la higiene en la organización del traba-
de 1850, fij a en diez horas y media; la jo, habrá, seguramente, lugar para otras
Remana de 1891, en once horas, y la ita- medidas protectoras de la salud de la
liana de 1902, en doce. La legislación mujer, excluyéndola, como al niño, del
«'ancesa, a partir de 1900, no establece ' servicio de determinadas industrias, de
disparidad entre la jornada de la obrera naturaleza insalubre o peligrosa. Pero
^' la de los obreros que trabajan en taller hay una precaución del mismo orden,
donde también se emplee personal feme- cuya primordial importancia persuade a
^no, siendo el término común a todos no diferir su aplicación hasta la oportu-
c
'e diez horas. Suiza y Austria, que han nidad de otras leyes. Aludo al particular
680 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cuidado que se debe a la mujer obrera tran la reducción considerable del tiem-
en el trance de ia maternidad. po de la gestación en la mujer sometida
El proyecto del Gobierno del Uruguay durante su embarazo a un esfuerzo físi-
establece que la operaría de fábrica o co tenaz; y como consecuencia del na-
taller dispondrá de un mes de reposo cimiento prematuro, la inferioridad cons-
después del parto; pero sería menester tante, en peso y vitalidad, de los niños
dar carácter de obligación, y no simple- que nacen de las obreras concurrentes
mente de derecho, a esta tregua, y com- al taller hasta el momento del parto, res
plementaria y ampliarla de acuerdo con pecio de aquellos otros cuyas madres
las consideraciones que expondré. han reposado en las casas de Mater-
El descanso obligatorio de la mujer nidad.
después del parto es de los puntos en La Asociación Nacional francesa ins-
que la legislación obrera universal ha tituida para propender a la protección
llegado a una conformidad casi unáni- legal de los trabajadores, votó en 1903
me. Incluida, a iniciativa de Jules Si- la resolución siguiente: «Las mujeres no
món, la necesidad de tan justo descan- podrán ser admitidas al trabajo durante
so, entre las proposiciones adoptadas en los dos meses que preceden al término
1890 por la memorable conferencia in- presunto de su embarazo, ni durante el
ternacional de Berlín, ha sido consagra- mes que siga al alumbramiento.» Y el
da luego por las leyes de casi todas las ya citado proyecto de Ley del Trabajo
naciones de Europa, sin otra excepción que el Gobierno argentino envió en 1904
de país de importancia industrial que la al Congreso, prescribe con fuerza obliga-
de Francia, donde un movimiento de toria «un descanso de veinte días antes
opinión, en que cooperan la autoridad del parto y cuarenta después de él».
de la ciencia y los sentimientos piado- Pero ia imposición legal del descanso
sos, apresura cada día la adhesión de ia de la madre, puesto que su mera autori-
ley nacional a esa conquista de huma- zación sería ineficaz, trae consigo la ne-
nidad y civilización. cesidad de arbitrar el medio de subvenir
El plazo generalmente fijado al reposo a la manutención de la obrera durante
de la madre es el de las cuatro semanas los días en que se la excluye del taller:
posteriores al parto. Pero la Confedera- de otro modo sería contraproducente, e
ción Helvética, en su gran ley obrera de inhumana una obligación que la priva-
.1877, que coloca todavía a la ejemplar ría de recursos en las circunstancias en
república en el más avanzado puesto en- que más habría menester de ellos. I~a
e
tre los pueblos de Europa, en materia subcomisión de Trabajo que, en la l10;
de legislación del trabajo, dio anticipa- gislatura anterior a la actual, dictamii
damente una amplitud mayor a esa me- sobre este punto, acordó proponer que
dida humanitaria que luego adoptarían el Estado tomara provisionalmente a su
los demás países; y consagró también cargo ese subsidio, hasta tanto se fun- en
el descanso de la madre en los días dase una Caja Nacional de seguros y P ~
inmediatamente anteriores al alumbra- siones para obreros. Juzgo aceptable, en
miento. Dispone dicha ley que no serán lo esencial, esta idea. Según cálculos de
admitidas las mujeres, en las labores in- aquella Comisión, considerando el tér-
dustriales, dentro de un espacio de ocho mino medio de natalidad, que alcanza, en ]S
semanas, distribuidas «antes y después la ciudad de Montevideo, única del pa
del parto». donde hay obreras de fábrica y taller en
El fundamento higiénico del previo re- cantidad apreciable, a unos ocho mil ue
poso ha sido corroborado, dondequiera, nacimientos por año, y suponiendo q
por experiencias reiteradas, que demues- hasta la tercera parte de ellos correspon-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY Ó81

diesen a las madres obreras, lo que ex- ralidad, de] mayor número, y hasta el
cede de toda razonable presunción, se supremo interés de la integridad y la
tendría un número aproximado de dos existencia misma de la patria, que sólo
mil quinientas obreras con derecho a estarán aseguradas en la medida de las
esta gracia, lo que representaría una fuerzas con que las generaciones que
erogación de treinta y siete a treinta y en ella se sucedan sean capaces de de-
ocho mil pesos anuales. fenderla en la guerra, y de robustecerla
Es lícito creer que ese subsidio no ha- y perpetuarla en la paz, por la virtud
bría de pagarse más de un año, siendo de su fecundidad y su energía.
la fundación de la Caja de pensiones
obreras un pensamiento que subyuga las
simpatías de todos, y que puede conside- IX
rarse en vísperas de su realización. Pero
aun cuando el socorro del Estado hubie- Una importante omisión conviene re-
ra de durar algunos años, no asumiría, parar en el organismo de esta ley; la de
por cierto, el carácter de una erogación las disposiciones que limiten el trabajo
odiosa o vana. El Estado, que no escati- que se realiza durante las horas de la
ma su acción protectora cuando se la noche.
requiere para las distintas manifestacio- i Si cualquier género de trabajo diurno
nes de la iniciativa particular en el fo- ; ha menester reglamentarse para concor-
mento de todas las actividades benéficas; : dar con la salud e indemnidad del obre-
que concede primas y exenciones con ro, el trabajo nocturno puede decirse
que estimular las empresas de utilidad I que es, en sí mismo y por esencia, anti-
común incapaces de sostenerse por su ; higiénico y antinatural, verificándose en
esfuerzo aislado; que propende al desen- i horas que la naturaleza tiene destinadas
volvimiento de las altas tendencias del al reposo. Las restricciones y cuidados
espíritu, aun en aquellas artes y aque- j de que se le rodee no harán más que
llos espectáculos de que sólo puede be- : atenuar su carácter nocivo.
neficiar una parte restringida de la so- Pero no siendo conciliable con la rea-
ciedad; que da dinero para asociarse a lidad actual una absoluta prohibición del
fiestas y regocijos populares, y que, fi- trabajo nocturno en talleres y fábricas,
nalmente, otorga pensiones, a menudo cabe, por lo menos, excluir de él al niño
cuantiosas, con que asegurar el decoro y la mujer, con lo cual, no sólo se res-
de la vida a las familias de los que le petarán razones de higiene, sino también
consagraron sus servicios, no podría con- muy claras consideraciones morales. El
siderar pesada la carga que tuviese por trabajo de ía mujer, fuera de su casa,
justificación el más sagrado e imperioso . durante las horas de la noche, trastorna
de los intereses, como es el de la salud las más fundamentales condiciones de la
y fortaleza de las generaciones a que ha ¡ vida doméstica y lleva fatalmente al
de transmitirse en herencia el patrimo- ]abandono y desorganización de la fami-
nio nacional. Y no cabe dudar de que j lia. En el niño, cuyo organismo requiere,
ningún interés más imperioso que el de [ más que otro alguno, desenvolverse a la
la salud y la fortaleza física del pueblo, i luz, la actividad en ausencia de ésta fo-
Porque en él se comprenden y resumen menta, además, para lo sucesivo, el hábi-
todos los intereses: desde el económico, to de velar por la noche, funesto a la
Que está necesariamente vinculado a la disciplina de la vida.
opacidad y resistencia de los elemen- La magna ley suiza de 1877, a la que
tos de trabajo, hasta el interés moral de más de una vez he hecho referencia, ex-
Procurar la felicidad, y por tanto la mo- tiende, en este sentido, su solicitud pro-
682 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lectora hasta los obreros adultos, deter- para esa importantísima función, sin cuyo
minando por uno de sus artículos que el cumplimiento cabal la ley no pasará de
trabajo nocturno no será admitido más letra vana, y cuyas dificultades de orga-
•que a título de excepción y cuando el nización en los países de industria muy
obrero consienta en él de buen grado. La vasta y compleja se cuentan entre los
legislación de los demás países de Euro- j más serios obstáculos con que se ha lu-
pa se limita en este punto a tutelar (aun- chado y se lucha todavía para una efi-
que con numerosas salvedades y toleran- caz reglamentación del trabajo. Lo inci-
cias) a la mujer y al menor, difiriendo piente y sencillo de nuestro organismo
sólo en la determinación de la edad de industrial facilitará relativamente esa ta-
este último y en las horas dentro de las rea de inspección que, confiada a per-
cuales se considera comprendido el tra- sonal idóneo, no sólo asegurará la fiel
bajo nocturno. observancia de la ley, sino que será siem-
Por lo que toca a la edad, podría se- pre uno de los medios positivos de in-
ñalarse, en nuestra ley, el mínimo de j vestigación y de estudio con que propen-
diez y seis años. En cuanto a las horas, derá completarla y reformarla.
•un horario que las fijase entre las nueve
de la noche y las cinco de la mañana en
"ios meses de noviembre a abril, y entre XI
las ocho de la noche y las seis de la ma-
ñana en los de mayo a octubre, se adap- Se ha observado, a mi entender con ra-
taría regularmente a nuestro medio. Una zón, la conveniencia de advertir en el
reglamentación de las circunstancias ma- texto de la ley que, para los efectos de
teriales del trabajo nocturno será más ella, sólo se tendrán por fábricas o ta-
oportuna en la ley que tenga por objeto lleres aquellos en que trabajen más de
ia higiene y seguridad en los talleres. tres personas que no sean el cónyuge,
los descendientes o ascendientes o los
hermanos del patrono.
X Casi todas las leyes similares han con-
sagrado una restricción análoga, con el
Un determinado orden legal de trabajo objeto de apartar del alcance de sus dis-
supone la necesidad de cuidados de vi- posiciones a los pequeños talleres, deno-
gilancia e inspección. Por el proyecto del minados en Francia talleres de familia
Gobierno del Uruguay, se comete provi- I El carácter, en cierto modo odioso, de
sionalmente a los funcionarios de poli- una intervención que habría de llegar al
cía, mientras no se establezca un servicio sagrado del hogar doméstico; las ven-
de inspectores, el desempeño de aquellos tajas que en el orden moral realzan el
oficios. Fáciles son de calcular los in- trabajo que se verifica en la casa sobre
convenientes y deficiencias de una ins- el que se ejerce fuera de ella; las difi-
pección así constituida, y el desagrado cultades materiales de una inspección
con que forzosamente se recibirá la in- que alcanzase al primero, y hasta la pre-
tervención policial por los industriales, i sunción de dignidad humana, de que la
que quedan obligados a franquear a los ! autoridad del jefe de familia velará su-s
agentes de ella las puertas de sus talleres \ ficientemente por la salud y el bien d
o sus fábricas; pero el carácter provisio- los suyos, han concurrido a determinar
nal de este procedimiento contribuirá, esa excepción.
acaso, a hacerlo soportable. Será necesa- No es posible negar, a pesar de ello,
rio preocuparse de crear, en el más bre- que del punto de vista de la eficacia
ve término posible, el órgano adecuado práctica de las leyes de esta naturaleza,

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OBRA ORIGINAL—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—EL TRABAJO EN EL PARAGUAY 683

la salvedad en favor de ios talleres hu- en la más sería y fraternal comunica-


mildes tiene el peligro de facilitar una ción de ideas; movido cada uno por la
infracción sistemática. La pequeña in- sincera voluntad de sustituir en sus pro-
dustria tenderá a aprovecharse de su posiciones lo que deba ser sustituido, de
impunidad, como medio de competencia, modificar lo que deba ser modificado;
y el grande industrial se sentirá tentado con radical renunciamiento a todo alarde
a burlar las limitaciones de la ley, sus- y vanidad de polémica, que serían de in-
tituyendo en lo posible el trabajo de ta- concebible pequenez tratándose de cues-
ller por el trabajo a domicilio. Así, en tiones que penetran en los lindes impo-
Francia, uno de los resultados del régi- nentes de la miseria humana y se rela-
men intervencionista ha sido la multipli- cionan con el precio de las energías que
cación de los talleres domésticos, que se alimentan de sangre nuestra. Es nece-
se difunden en derredor de las grandes sario no olvidar, además, que, aun~des-
fábricas, como parásitos de ellas aparen- pués de sancionadas, las leyes son recti-
temente, pero, en realidad, como tribu-1
taños y encubridores. j ficables; y que de la aplicación y la ex-
periencia es de donde pueden esperarse
La idea de extender en alguna forma las mayores luces y las más provecho-
la inspección a los talleres domésticos
toma creces en todas partes, como fruto sas enseñanzas: tanto más cuando se
de esa experiencia y como prevención j llega a un campo de legislación que,
contra el peligro que envuelven, para la >siendo nuevo en el mundo, lo es doble-
salud del pueblo, las ropas y otras ma- ¡ mente desde que se le refiere a las con-
nufacturas elaboradas en habitaciones de ¡ diciones de estas sociedades.
tuberculosos o de enfermos de otros j Si la proyectada ley que ha dado mar-
males. ' gen a este estudio se modifícase de con-
Por lo que respecta a nuestro me-1 formidad con algunas de las observacio-
dio, no es dudosa la imposibilidad de ; nes que he expuesto en el transcurso de
hacer efectiva una fiscalización semejan- ¡ él, dejaría de ajustarse a la simplicidad
te, mientras la inspección del trabajo no de las fórmulas en que se concretan,
exista en condiciones que aseguren hasta para la propaganda, los anhelos revolu-
cierto punto su acierto, su tacto y su cionarios; pero no dejaría de ser la más
prudencia. Aun fuera de esa razón de adelantada de cuantas, en su género, se
circunstancias, sería siempre objeto de hubiesen sancionado en Europa y Améri-
grave duda si convendría sacrificar a ca; y fácil será demostrar, si fuera nece-
este orden de consideraciones—cierta- sario, la verdad de este aserto, Manten-
mente, de gran peso—la integridad de un dría el plan innovador su generoso espíri-
principio de que tan celoso es el sen ti- ' tu, pero con más segura eficacia y en la
miento de todos, y tan vinculado a las extensión conciliable con la ecuanimidad
más elementales garantías, como el de j y el cuidado propios de los que tienen
la inviolabilidad del domicilio particular. ¡ sobre sí la responsabilidad de las leyes;
con el legítimo interés de una industria
embrionaria, a que se vincula en gran
XII parte el porvenir de un pueblo aún nue-
vo e inhábil; y con los principios esen-
ciales de esa libertad de trabajo, que,
Vano será quien aspire a proponer, so- si dentro del régimen actual constituye a
bre estas cosas, la forma única que todo
lo resuelva y concilie. Sólo se plantearán menudo la máscara falaz de la iniquidad
c
°n entero acierto cuando se las ilustre y la opresión, es, cuando enérgicamente
684 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

depurada, una positiva y fecunda liber- estrictamente exija el bien común de los
tad, harto preciosa, como todas las li- hombres.
bertades humanas, para que sea lícito su-
jetarla a otros límites que a aquellos que 1908.

OBRA DE HERMANOS
En el álbum de una Exposición Agrícola

La obra del labrador de ideales—pen- sión de su obra dentro del campo de las
sador, artista, poeta—se hermana sin di- más positivas realidades humanas, cuan-
ficultad, para quien mira de lo alto el do el eco del canto se transfigura en
conjunto de las activas fuerzas humanas, acción, cuando la nota de la marcha se
con la del cultivador de las realidades inflama en heroísmo, cuando la moral
positivas: con la de aquel que recibe los del sistema se concreta en conducta.
dones de la opima mies, del lucio reba- Y aún sin llegar a estas transformacio-
ño, del metal que esconde en sus pro- nes que requieren la alquimia misteriosa
fundos tuétanos la tierra. Sobre ambos del tiempo; ¿no nos ofrece el arte ejem-
tiende el Trabajo su enseña gloriosísima. plos de una vinculación más inmediata,
Ambos son hijos buenos del Trabajo, Sea más íntima, con las inspiraciones de la
en pensamiento laminoso, en fácil verso, prosperidad y el bienestar material...?
en pincelada inmortal; sea en opulento ¿Qué es, en su aspecto más característi-
vellón, en rubio trigo, en áureo lingote, co, el glorioso arte flamenco, sino la apo-
ambos pagan bien su parte de vida. No teosis de la vida de abundancia y de
siempre reconocen su fraternidad, y hay sensualidad sana y fecunda, que esplen-
veces en que se miran con recelo. No de en las romerías, en las alegres ker-
importa. Son picapedreros de la misma messes de Teniers?—-De aquellas rome-
roca, sembradores del mismo predio; y rías, de aquellas ferias, tomó colores un
cuando vuelven, después de la jornada, arte... Cuando estas fiestas del trabajo,
hay una Madre que los confunde en el cuando estas citas civilizadoras con que
mismo abrazo de amor. Del campo fe- aspiramos a reemplazar, en el semide-
cundo por el brazo tosco y fuerte—¡ cuán- sierto americano, la cita bárbara de los
to más noble que el de Adán anterior a montoneros para la revuelta, de las pa-
la condena, exento de traba jo I—nacen siones para la devastación, hayan adqui-
las frondas de las civilizaciones podero- rido la perennidad de la costumbre y el
sas y ricas; y luego esta vegetación flo- colorido propio sin' el cual no habrá nun-
rece, por su propia ley, con las mara- ca asunto valedero para el arte, a ellas
villas de color y fragancia de las grandes recurrirá acaso el artista, para encontrar
épocas de pensamiento, de cultura, de en la belleza que nace de la alegría del
arte. Tal florescencia preciosa es, pues, vivir, del consorcio fecundo con la Na-
indirectamente, obra del rudo trabaja- turaleza, de la eterna geórgica del campo
dor, que ni pensó nunca en ella, ni acaso, domado por la mano del hombre, la ins-
si la conociese, la estimaría en su divina piración que sustituya a las leyendas,
hermosura. Tampoco suelen pensar el ya mustias y descoloridas, de la guerra
poeta, el pensador, el artista, fieles a su civil.
labor desinteresada y libre de toda uti- Entre tanto, arte y utilidad pueden
lidad consciente, en la posible repercu- bien ir de compañeros entre nosotros,

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—PERFIL DE CAUDILLO 685

por cuanto tienen intereses convergentes res hemos de inmolar todos los odios,
y tienen también comunes enemigos. Una todas las preocupaciones del pasado, to-
actividad gloriosa los identifica dentro de das las influencias de esterilidad, de es-
su capacidad inmensa: el Trabajo, o lla- tancamiento y de muerte.
mándola con nombre más grande aún
y más sagrado: la Vida, en cuyos alta- 1903.

EN EL ÁLBUM DE UN POETA
Alaben otros, ¡oh poeta!, la perfec- y un eco para nuestras tristezas.—Ellos
ción de tus ánforas cinceladas. Yo pre- le hablaban para decirle: «Haznos, esta-
fiero decirte que tu verso sabe hacer pen- tuario, una estatua. Que llore o ría; que
sar y hacer sentir; que tu poesía tiene muestre el gesto del amor, de la medita-
un aía que se llama emoción y otra ala ción o del desprecio. Pero que sea perfec-
que se llama pensamiento. Siendo igual- ta y que sea pura.» Nosotros le decimos:
mente justo, te habré dicho, sin duda, | «Escúlpenos una elegía en mármol ne-
mucho más. Los que en tiempos cerca- | gro; y haz de modo que bajo los plie-
nos recorrieron la senda que va de las gues armoniosos de la túnica parezca la-
estatuas esbeltas y delicadas de Gautier tir un corazón.» Llenos de estremeci-
a los grandes mármoles de Leconte, ama- mientos íntimos, al mismo tiempo que
ron en el poeta el don de una impasibili- de sueños ambiciosos de arte, nosotros
dad que resguardara a las líneas del cin- quisiéramos infiltrar las almas de los
cel impecable del peligro de un estreme- héroes de Shakespeare en el mármol de
cimiento. Menos paganos, nosotros gus- los dioses antiguos; quisiéramos cincelar,
tamos de recordarle nuevamente el mito con el cincel de Heredia, la carne viva
del pelícano; porque, sin dejar de tener de Musset.
la idolatría de la forma, necesitamos, a
la vez, un arrullo para nuestro corazón 1896.

PERFIL DE CAUDILLO
Discurso leído en la velada literaria que celebró el Club Rivera,
de Montevideo, en conmemoración de la toma de las Misiones,
el 22 de mayo de 1907

Señores: | acertar a confundir vuestro entusiasmo


Hl Club Rivera me ha llamado a par- i con el mío, en el acorde que sólo el po-
ticipar del honor de dirigiros la palabra | der de la elocuencia instituye.
e
n su conmemoración de la conquista i Yo nunca fui oficioso cultivador del
de las Misiones; y llego a esta tribuna ! tema patriótico; yo nunca fui sobrado
Sl
n desconfianza de encontrar en mí el ; solícito en pregonar las glorias marcia-
e
ntusiasmo que tan alta ocasión requie- les; pero, por suerte mía, todas las suti-
re
; sin desconfianza de encontrarlo tam- lezas de mi afición a pensar no han al-
bién en vosotros, pero temeroso de no canzado a amortiguar en mi pecho ni a
686 JOS?, ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

paralizar en mi lengua las fibras que res- vimiento de los hechos, forzándolos a
ponden a estos dos afectos venerandos: un falso desenlace que no lleva el sello
el sentimiento de la patria, sin el cual expreso de nuestra voluntad; porque otro
no hay corazón de hombre que sea más y más digno que el de una transacción
que un vil saco de polvo, y la admira- diplomática habría sido, según toda líci-
ción del heroísmo guerrero, energía su- ta presunción, el camino por donde lle-
blime, rayo ejecutor, por cuyo medio se gáramos a la independencia, si el vence-
comunica la nube, que es la idea, con dor de las Misiones, entonado por los
el suelo, que es la realidad, alientos del triunfo, organizado su Ejér-
Propicio como pocos a la expansión cito del Norte, y después de nuevos lau-
de esos dos sentimientos es el heroico ros arrancados aún más cerca del cora-
episodio que hoy conmemoramos. Para zón del Imperio, desciende al teatro de
quien considere las cosas con mirada va- su legendario prestigio, recordando que,
ga y somera, Misiones, después de Itu- si en su diestra había estado la espada
zaíngó, podrá no ser, si me toleráis la ex- del Rincón, también había estado en su
presión, más que un pleonasmo histórico, diestra la espada de Guayabos.
o cuando mucho, un esfuerzo accesorio, Como quiera que sea, Ituzaingó y Mi-
que no tiene virtud sino para comple- siones prepararon la solución de 1828.
mentar y apresurar lo que ya Ituzaingó Pero aún faltaba poner a prueba la re-
había irrevocablemente asegurado. Pero sistencia del organismo por esa solución
quien cale más hondo, quien sea capaz constituido; remover del uno al otro ex-
de llegar al alma de los hechos históri- tremo el esqueleto de la incipiente na-
cos, percibirá que la significación de la ¡ cionalidad, para patentizar su trabazón
conquista de Misiones es inmensamente indestructible; y, quizá por esto, después
mayor: a punto de que no hay, en el de Ituzaingó y de Misiones, vienen los
transcurso de los acontecimientos que se veinte años de lucha contra Rosas: Tu-
abren con la cruzada de 1825, página que pambay, Yucutujá, el Palmar, y pasando
más sin reserva podamos vincular al he- por el soberbio episodio de Cagancha,
cho de nuestra definitiva independencia, la Defensa de Montevideo;—la Defensa
de nuestra constitución como nacionali- de Montevideo, es decir: la santidad pa-
dad. Porque si se tiene en cuenta que tricia de Suárez, el genio militar y tri-
aquella última jornada de nuestra heroi- bunicio de Pacheco, la sabiduría política
ca leyenda se realiza, no ya sin el con- i de Santiago Vázquez, la pluma vengado-
curso de los aliados para quienes se rei- ra de Florencio Várela, el valor caballe-
vindicara hasta entonces el territorio resco de Francisco Tajes, la abnegación
de la que había sido su provincia, sino espartana de Marcelino Sosa, la legen-
contra la voluntad y con la hostilidad daria personalidad de Garibaldi; la De-
de estos mismos aliados, se sigue que, fensa de Montevideo, pensamiento y ac-
si suprimimos la solución diplomática de ción, inteligencia y heroísmo, tribuna gi-
1828 y prolongamos idealmente las con- gantesca y baluarte ciclópeo, lengua ins-
secuencias probables del triunfo de Mi- pirada de civilización y brazo armado de
siones en el sesgo de los acontecimientos libertad; la Defensa de Montevideo, lo
que hubiesen sobrevenido, veremos que más grande que se haya realizado en
el término a que se arribó por aquella suelo americano a partir del último ca-
solución se habría demorado acaso más, ñonazo de Ayacucho, aunque entre en
pero con mayor honra para nuestra his- cuenta la convulsión suprema del suelo
toria. Y llega el sentimiento patriótico a de Méjico para rechazar de sí el impe-
dolerse de que las convenciones de la i rio de Maximiliano.
diplomacia atajaran el natural desenvol- ¡ En los preámbulos de esta epope3ra de

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—PERFIL DE CAUDILLO 687

ia libertad, como antes en el transcurso convulsiones de nuestras discordias civi-


de la epopeya de la independencia, el les, donde apenas han solido representar
vencedor de Guayabos, del Rincón, de una fuerza de regresión y de desorden.
Misiones, de Cagancha, se destaca con Pero yo no me he propuesto bosqueja-
plástica marcialidad. Interesantísima fi- ros siquiera la personalidad del conquis-
gura; héroe epónimo de un período cre- tador de las Misiones. Para desplegar a
puscular de civilizació y barbarie, con vuestros ojos la talla de nuestro indómi-
toda la complejidad de aptitudes que to caudillo en su estatuaria integridad,
este doble ambiente requería: gaucho en yo cedería ia palabra al presidente de
el campo y patricio en la ciudad; astuto este Club que lleva su nombre; yo cede-
como un zorro y bravo como un león; ría la palabra a Carlos Travieso, que le
tan liberal en el concepto de pródigo admira más que yo y le comprende más
como en el de amigo de la libertad; co- que yo, y que sabría encontrar en su ro-
nocedor del terreno del país sin que se le busto corazón de demócrata acentos dig-
olvidase cerro ni callada; y de las vo- nos del héroe y su leyenda. Yo apenas
luntades de los hombres, sin que se le si me detendré a señalaros, antes de con-
escapase gesto ni intención; patriarcal- cluir, dos fases de la figura de Rivera,
mente vinculado a su pueblo, desde las dos manifestaciones de su múltiple glo-
solemnidades de la vida doméstica hasta ria, que, entre todas, atrajeron siempre
los grandes cuadros de la existencia co- mi entusiasmo.
lectiva, desde el padrinazgo de los óleos Es la una el prestigio irresistible de su
hasta la dirección de la batalla; mezcla magnánima generosidad. No cae sobre
de monarca electivo y de incoercible de- la memoria del general Rivera una gota
magogo, de Juez libertador y de Caballe- de sangre que no haya sido vertida en
ro protector; y con la palabra que más el campo abierto de la lucha. De todos
típica y cabalmente lo caracteriza: cau- j los caudillos del Río de la Plata, contan-
dillo. Caudillo de los grandes, es decir, I do lo mismo los que le precedieron que
de los primitivos, de aquellos de los los que vinieron después de él, Rivera
tiempos genésicos en que ardía, como en I fué el más humano: quizá, en gran par-
el antro de los cíclopes, el fuego con que | te, porque fué el más inteligente. En lid
se forjan naciones, y en que las fronte- i con enemigos desalmados y bárbaros,
ras se movían sobre el suelo de América 1 nunca fué capaz de una represalia cruel.
a modo de murallas desquiciadas. Estos, i Aquel inmenso corazón belicoso era un
éstos fueron los caudillos gloriosos. Por- inmenso corazón bondadoso Había para
que así como hay especies vegetales que, él una satisfacción aún más alta que el
persistiendo al través de las distintas la- goce de vencer, y era el goce de perdo-
titudes, se empequeñecen y desmedran a nar. La fiereza heroica irradiará, con
medida que se apartan del calor y la luz, deslumbradora profusión, del bronce de
y siendo colosales en el trópico son ena- su estatua, pero la clemencia templará
nas en los climas fríos, de igual manera el ardor de esa violenta luz con un velo
Ja talla del caudillo se empequeñece a I de suave simpatía.
medida que él se aleja de la veneranda ! El otro rasgo que me interesaba relé-
semibarbarie de la edad heroica y se j var de la figura del glorioso caudillo es
aproxima a la plenitud de la civiliza- i la decisión con que propendió siempre
ción; y siendo, los caudillos, titánicos en ! a reconocer y consagrar el valor social
las porfías por la formación nacional, y político de la inteligencia. Se rodeó
donde representan una energía necesa- constantemente de elementos de civiliza-
ria y creadora, resultan pálidos remedos ción, de saber y de cultura. Sus hombres
conforme nos acercamos a las postreras de consejo fueron los hombres de más
688 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

alta talla intelectual entre sus contempo- ca. Y partido de propaganda y de tribu-
ráneos. Su gobierno, caracterizado por na continuó siendo en las posteriores
las iniciativas de organización y reforma evoluciones de nuestra democracia, aun-
de don Lucas Obes, asumirá, cuando se que la fuerza real fuese la suya y aun-
escriba la historia de nuestro país, signi- que hubiera de volver contra su propia
ficado análogo al que tiene, dentro de la fueraz real su vocación razonadora e in-
historia argentina, la gran administra- quieta.
ción liberal de Rivadavia. Quiso en todo Señores: El Club bajo cuyos auspicios
momento, para sí y para sus actos, un nos hemos congregado manifiesta tener
ambiente de libre publicidad; y hay un clara noción de una de las más hondas
decreto que lleva su firma y es para él necesidades nacionales cuando persevera
un timbre de honor como homenaje tri- en actos de esta índole, Necesitamos,
butado a la libertad del pensamiento. Por como del aire y de la luz, formar nues-
eso, ia histórica colectividad que tuvo tra historia; en el doble concepto de
por núcleo el círculo de adictos del ge- empezar a elaborarla sólidamente con los
nera! Rivera se caracterizó desde su na- esfuerzos de la investigación erudita, y
cer como partido de discusión, de pro- de animaría en el sentimiento del pue-
paganda y de tribuna. Nació, ese viejo blo y colorearla en su imaginación, me-
partido, armado de todas armas para las diante las apoteosis y las glorificaciones,
luchas de la controversia, y nunca olvi- las estatuas, los cuadros y los cantos.
dó acompañar o preceder la acción con Evoquemos, sin dejar perderse ocasión,
la palabra, como se lo imponía, desde las sombras de nuestro legendario pasa-
luego, su espíritu liberal; porque, así do, para que, como nubes de purifica-
como cada organismo está sujeto en la dora tempestad, refresquen y electricen
naturale2a a ciertas condiciones y mane- nuestro ambiente; y dirigiéndonos a la
ras de vida, que serían mortales para se- que comparece hoy, precedida del sol de
res de distinta organización, cada colec- gloría que acaba de alumbrarnos, digá-
tividad humana tiene, según el espíritu mosle: «Patriarca de los tiempos viejos;
que la anima, formas propias y peculia- caudillo de nuestros mayores; grande y
res de existencia; y la silenciosa quietud generoso Rivera: ¡Levanta eternamente
a cuyo favor prosperan admirablemente sobre nuestro horizonte tu sombra tu-
los partidos autoritarios, es ambiente le- telar, agigantada como en un inmenso
tal para las agrupaciones modeladas en espejismo; cabalgando en campos de
los principios y las costumbres de la aire, a la manera de Santiago en las
libertad. Partido de propaganda y de tri- leyendas de España; y con el mismo
buna fué el partido del general Rivera j irresistible impulso, con el mismo alien-
cuando daba asilo en su seno a los pen- ¡ to de huracán con que condujiste a los
sadores, a los publicistas, a los poetas i jinetes de tus cargas heroicas a doblar
proscriptos de Buenos Aires por la bár- las huestes enemigas, condúcenos a nos-
bara tiranía de Rosas, y cuando, en me- otros, conduce a tu pueblo, en la infi-
dio a las tribulaciones de un sitio formi- nita sucesión de los tiempos, a la reali-
dable, hacía de Montevideo la ciudad zación de la justicia, de la fortaleza y
más reflexiva y espiritual de Sudaméri- de la gloria!

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—IBEROAMÉRICA 689

IBEROAMÉRICA

Por las virtualidades de su situación la cuenca hidrográfica del Norte y el rey


geográfica y de sus fundamentos históri- de la cuenca hidrográfica del Sur, am-
cos, el Uruguay parece destinado a sellar bos rivales en las magnificencias de la
la unidad ideal y la armonía política de Naturaleza y en los prestigios de la le-
esta América del Sur, escenario reserva- yenda y de la historia, y tan extraordi-
do, en el espacio y en el tiempo, para la nariamente grandes que, por explicable
plenitud del genio de una grande y úni coincidencia, sus descubridores, maravi-
ca raza. llados y heridos de la misma duda de si
No necesitamos ios sudamericanos, era un mar o un río lo que tenían delan-
cuando se trata de abonar esta unidad te, pusieron a ambos ríos el mismo nom-
de raza, hablar de una América latina; bre hiperbólico: «Mar Dulce» llamó Yá-
no necesitamos llamarnos latinoamerica- ñez Pinzón al Amazonas, 3' el «Mar Dul-
nos para levantarnos a un nombre gene- ce» también llamó al Plata Díaz de Solís.
ral que nos comprenda a todos, porque Venido uno, el Amazonas, donde se
podemos llamarnos algo que signifique sueltan sus niñeces de Marañen, de las
una unidad mucho más íntima y concre fundidas nieves de los Andes, rompe, des-
ta: podemos llamarnos «iberoamerica- gobernado y tortuoso, entre el misterio
nos», nietos de la heroica y civilizadora de las selvas; recoge a su paso el enor-
raza que sólo políticamente se ha frag- me caudal de centenares de ríos y de la-
mentado en dos naciones europeas; y aún gos, y, ya fuerte y soberbio, corre, bus-
podríamos ir más allá y decir que el mis- cando la cuna del sol, hacia el Oriente,
mo nombre de hispanoamericanos con- se empina hasta tocar la misma línea
viene también a los nativos del Brasil, equinoccial, y, repeliendo la resistencia
y yo lo confirmo con la autoridad de orgullosa del Océano con la convulsión
Aímeida Garret: porque, siendo el nom- suprema del Pororoca, se precipita sobre
bre de España, en su sentido original y él como un titánico jinete, y cabalga
propio, un nombre geográfico, un nom- leguas y leguas dentro del mar. El otro,
bre ele región, y no un nombre político el nuestro, el Plata, amamantado en su
o de nacionalidad, el Portugal de hov primer avatar del Paraná con las aguas
tiene, en rigor, tan cumplido derecho a de la meseta central americana, no lejos
participar de ese nombre geográfico de de donde toman su vertiente tributarios
España como las partes de la Península del Amazonas, crece al arrullo de la flo-
que constituyen la actual nacionalidad resta guaranítica; subyuga, a uno y otro
española; por lo cual Almeida Garret, el lado la ingente multitud de sus vasallos,
poeta por excelencia del sentimiento na- y descendiendo con su séquito en direc-
cional lusitano, afirmaba que los portu- ción a las latitudes templadas del Sur,
gueses podían, sin menoscabo de su ser donde el Polo y el Trópico sellan sus
independiente, llamarse también, y con paces, cruza, al sentirse grande, sus dos
entera propiedad, españoles. brazos ciclópeos del Paraná y el Uruguay,
Más de una vez, pasando la mirada por y se echa en el mar, de un empuje de
e
l mapa de nuestra América, me he de- su pecho gigante, en el más ancho estua-
tenido a considerar las líneas majestuo- rio del mundo.
sas de esos dos grandes ríos del Conti- Yo veo simbolizado en el curso de los
nente: el Amazonas y el Plata, el rey de dos ríos colosales, nacidos del corazón
690 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

de nuestra América y que se reparten, cuencas hidrográficas; convulsos e impe-


en la extensión del continente, el tributo tuosos en la edad heroica de sus aventu-
de las aguas, el destino histórico de esas ras y proezas, como aquellos ríos en su
dos mitades de la raza ibérica, que com- crecer; y serenando luego majestuosa-
parten también entre sí la historia y el mente el ritmo de su historia, como ellos
porvenir del Nuevo Mundo: los luso ame- serenan, al ensancharse, el ritmo de sus
ricanos y los hispanoamericanos, los por- aguas, para verter, en el Océano inmenso
tugueses de América y los españoles de del espíritu humano, amargo y salobre
América; venidos de inmediatos orígenes con el dolor y el esfuerzo de los siglos,
étnicos, como aquellos dos grandes ríos su eterno tributo de aguas dulces; ¡las
se acercan en las nacientes de sus tri- aguas dulces de un porvenir transfigu-
butarios; confundiéndose y entrecruzán- rado por la justicia, por la paz, por ia
dose a menudo en sus exploraciones y j grande amistad de los hombres!
conquistas, como a menudo se confunden \
para el geógrafo los declives de ambas 1910.

JUAN MARÍA GUTIÉRREZ Y SU ÉPOCA w

I tor que me propongo bosquejar concen-


tra en sí, en algún modo, vehemente
Tan grandes en interés heroico y ás- aspiración de sus contemporáneos, aun-
pera energía como los mismos tiempos que dominándola con cierto sosiego ma-
de la Independencia, aquellos que vinie- gistral. En el espontáneo florecimiento
ron inmediatamente después prevalecen de aquella producción candorosa y pre-
en nuestra imaginación con un prestigio coz, Juan María Gutiérrez personifica la
más complejo, y en cierto sentido, más tendencia a convertirla en obra conscien-
humano, como tiempos de más varia sen- te de sus fines y dueña de sus rumbos,
sibilidad y de más armónico concurso de como informada por la asiduidad de la
actividades y de sueños. Con la psicolo- crítica. Sólo en nombre de Alberdi podría
gía guerrera concertóse en ellos la psi- disputársele, entre los escritores de su
cología romántica. Y este universal fer- tiempo, el más completo dominio de esa
mento del romanticismo, exaltando el función de análisis y reflexión. Acaso el
amor de la literatura, que sólo en des- ilustre émulo de Larra fué superior en
iguales ráfagas había cruzado por el te- apreciar las relaciones morales y sociales
ma de la anterior generación, inspira de la obra de literatura; llevó más hondo,
entonces los primeros eficaces anhelos tratándose de éste como de cualquier
de una cultura literaria propia y cons- otro género de ideas, la penetración del
tante. pensador; pero, en cambio, en la crítica
La armoniosa y serena figura del escri- de Juan María Gutiérrez luce más des-
interés artístico, más pasión por la pura
(1) He refundido algunos de mis primeros belleza literaria.
trabajos, relativos a literatura del Río de la El magisterio intelectual, en los prime-
Plata, alrededor de uno de ellos: el consagra-
do a Juan María Gutiérrez. A pesar de las in- ros pasos de aquella generación gloriosa,
evitables rectificaciones y ampliaciones, he pro- fué compartido por dos grandes perso-
curado mantener, en las ideas como en el esti- nalidades dirigentes, que tendieron a
lo, lo característico de la primera forma. orientar en opuestos sentidos la virtua'1'

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO,—JUAN M.a GUTIÉRREZ 691

dad poética de la juventud sobre que fueron también el privilegio de Gutiérrez


ejercieron su influencia; así como de entre los argentinos de su generación.
ellas también recibieron la inspiración de No han faltado quienes atribuyeran a
su propaganda distintos ideales de reor- éste, en el movimiento de ideas de su
ganización política. Tocó a Florencio Vá- tiempo, el papel de un clásico, rezagado
rela, el heredero y mantenedor, entre sus y vergonzante; pero lo cierto es que el
contemporáneos, del blasón intelectual sentido de su doctrina y de su obra le
de la grande época unitaria, dar voz a aproximaban más a la fe nueva que a la
la severa autoridad del clasicismo en que adoración de los viejos dioses. Hubo
había modelado aquella época su verbo también en la revolución de la literatura
poético y oratorio; en tanto que Esteban la Gironda y la Montaña; y acaso no
Echeverría alentaba, con la prédica y el podríamos escoger un medio más exacto
ejemplo, la libertad romántica, compren- de figurarnos la peculiar significación de
diendo en ía soñada obra que llamó de nuestro crítico, que imaginarlo como un
fundación de creencias, junto con la re- girondino de esa revolución: como un
novación de las ideas de nacionalidad y representante de la idea de fraternidad
de gobierno, el pensamiento de una nue- en la república literaria, extraño siempre
va y emancipada poesía. a las iracundias montañesas con que el
Juan María Gutiérrez representa, entre formidable luchador del Facundo, en las
ambas posiciones literarias, el término polémicas del otro lado de los Andes,
de transición. Mientras que, por una par- arremetía contra los dogmas de la tra-
te, le mantuvieron siempre en fiel amis- dición intelectual personificada en An-
tad con la antigua literatura lo acrisola- drés Bello, a quien trataba, según frase
do y persistente de su cultura clásica y de Lucio Vicente López, «con modales de
ciertas naturales afinidades de su espíri- Aula».
tu, por la otra fué un principal coopera- Nadie como él realizó, en su medio in-
dor en los propósitos de libertad y de cipiente, esa serenidad superior, que pa-
verdad que despertaba el impulso revolu- rece secreto de las civilizaciones madu-
cionario, a cuyo desenvolvimiento asistió, j ras; esa capacidad de comprender
si no con la pasión romántica, con inte- ! diferencia de la falsa amplitud nacida de
rés asimilador y benévola amplitud. j la incertidumbre escéptica o de palidez
de alma, deja percibir, como fondo, las
En cuanto a esto, la significación de su preferencias de gusto, de admiración y
figura literaria es semejante a la que tu- de ideal, que imprimen carácter y dan
vo en el romanticismo español la perso- nervio a la personalidad del escritor.
nalidad de otro argentino ilustre: la per- Era una naturaleza de crítico, en cuan-
sonalidad de Ventura de la Vega, a quien to esta palabra expresa, esencialmente,
correspondió representar, en el seno de una idea de simpatía y no de resistencia;
la generación que Lista había educado en de solidaridad de la imaginación, antes
e
l culto de los clásicos y que olvidó des- que de frío análisis, Era de los que saben
pués, cediendo a los prestigios del ro- por sí propios que en la complejidad del
manticismo triunfante, la fidelidad a las alma del crítico grande y eficaz fué siem-
devociones de su primera juventud, el pre indispensable elemento aquella mis-
e
Quilibrado consorcio de ambas influen- ma sustancia etérea, vaga, dotada de
zas, dentro de la unidad de un tempe- virtualidad infinita, apta para ajustarse
ramento literario dueño de esa clara vi- a toda acción y a toda forma, que veía el
sión del orden artístico, de esa vigilante gran Diderot en el alma inconsecuente
acidez del buen gusto, de esas delicade- del cómico. Pertenecía al grupo escogido
/a
$ de] pensamiento y de la forma, que que puede reivindicar ios fueros de la
692 JOSÉ EMBIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ciudadanía en la ciudad ideal que, como un orden de estudios que recibía su ins-
aquella con que soñaban en Weiraar los piración de la necesidad de adaptar todo
dos geniales colaboradores de Las horas, organismo social al armónico desenvol-
reúne a los espíritus verdaderamente vimiento de los principios y trascenden-
emancipados, bajo el lábaro único de la cias del gobierno propio. Por la eficacia
verdad y la belleza. de la educación así regenerada, aquella
Por eso hay en la mayor parte de sus grande época tendía a asegurar los triun-
juicios una seguridad que ha respetado fos del. presente con la conquista del por-
el tiempo, y por eso también su figura es, venir, y estampaba el sello en la mente
mejor que cualquiera otra, el centro de una generación a la que tocaría custo-
adonde transportarse para abarcar el diar el. arca de la cultura patria, lleván-
cuadro literario de su época, porque él dola consigo en largo y proceloso destie-
mismo lo consideró con esa visión am- rro mientras duró el régimen bárbaro
plia y serena que anticipa, sobre las pa- que había de prosperar sobre las ruinas
siones de los con temporáneos, la mirada de aquel glorioso alarde de civilización.
de la posteridad. Esos que traspasaban entonces los lin-
des de la infancia; los hombres nuevos
ÍI a quienes Juan Cruz Várela, el poeta
consagrado del sentimiento liberal y cí-
El ó de mayo de 1809 nació en Bue- vico de sus contemporáneos, saludaba,
nos Aires, de padre español y madre ar- con la emoción de la esperanza, en uno
gentina, Juan María Gutiérrez. Recibió, de sus cantos solemnes (1), no debían
desde niño, aquella insustituible unción ver jamás, o debían verlo sólo cuando
literaria que se adquiere en el hogar do- treinta años de luchas e infortunios los
méstico, cuando en él hay biblioteca es- ¡ separasen de aquel radiante amanecer de
cogida y se oye hablar con interés y gus- j su vida, un predominio tal de la inteli-
to en cosas de letras; género de inicia- j gencia, informando el organismo social
ción que rara vez suplen del todo las como soplo animador y plasmante; res-
influencias del colegio ni de la lectura plendecienclo como supremo prestigio de
hecha en plena juventud. Sin apartarse la personalidad y acatada como fuerza
un solo instante del cultivo de esa tem- efectiva de gobierno. La prensa y la tri-
prana vocación, siguió estudios de mate- buna, que se transfiguraban por la ad-
máticas, hasta completar los cursos de quisición de un carácter adoctrinador y
ingeniería bajo la dirección de aquellos digno; las tendencias nacientes de asocia-
Senillosas, Fernández y Mossottis, de cu- ción intelectual, que levantaban centros
yas venerables figuras había de trazar de propaganda y de cultura, estimulando
tan amorosas semblanzas en su curioso al pensamiento en todas sus actividades
libro sobre la historia de la Enseñanza generosas; la cátedra, que se adaptaba
Superior. a nueva ciencia y nuevos métodos; el
En los últimos tiempos del ensayo de canto mismo de los poetas, que aspiraba
organización republicana que empieza, en a ser también una fuerza de acción,
Buenos Aires, con el sosiego de 1821, la arraigada en la sensibilidad, para valer
juvenil generación de que formaba parte a la empresa de regeneración que lo ins-
Juan María Gutiérrez henchía los claus- piraba, concurrían, como otros tantos
tros de la Universidad que acababa de toques de cincel, a transformar la fiso-
erigir el genio civilizador de Rivadavia, j nomía heredada de la sociedad de la co-
sustituyendo en ella los moldes de la vie- lonia y creaban una atmósfera de emu-
ja enseñanza colonial, no modificados
fundamentalmente hasta entonces, con (1) A la juventud argentina, 1822.

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 693

¡ación y de entusiasmo en la que aquella de la Reconquista, llevaba en el alma


juventud pensó asistir a la definitiva j un hervor que auguraba un destino di-
realización de la obra de sus padres, ferente del de las generaciones extin-
consumándose para que ella la mantuvie-! guidas en el letárgico sueño colonial. No
ra y dilatara en el cercano porvenir, i era menos capaz de quebrantar los lími-
Pero cuando llegó para ella la edad de j tes que se le oponían esta otra juventud,
Ja autonomía y de la acción, la escena j a la que estaba reservado completar, con
había cambiado. La discordia civil había j la reivindicación de la libertad política,
dado en tierra con los someros funda-; la obra de la independencia. No pudo por
rentos de tanta construcción benéfica j mucho tiempo el régimen despótico de-
Una emigración de estadistas y escritores i morarla en la expansión de su espíritu.
mantenía consigo, fuera de la patria, el Cuando más arreciaban las brutalidades
alma de la época de organización y de de la fuerza, ella se congregaba en de-
cultura. El bárbaro aliento de la Pam- rredor de Esteban Echeverría, con quien
pa soplaba vencedor sobre el desmayo de i llegó, del otro lado de los mares, el fue-
la ciudad que había sido el vibrante ta- go de la gran revolución ideal que enibe-
ller de Rivadavia, Toda manifestación de belle y exalta las primeras décadas del
libertad y de adelanto se había extingui- pasado siglo; y levantaba, como una tri-
do o estaba próxuna a extinguirse. El ' ple afirmación del porvenir, una idea de
Parlamento exánime: la cátedra, en ían-; emancipación literaria, un propósito de
guidez; la prensa, envilecida o muda. Al ¡ regeneración social y una norma de or-
gobierno de las ideas había sucedido el \ ganización política.
gobierno de la fuerza bruta. Bajo sus Pero con anterioridad al año de la me-
auspicios revivían todos los gérmenes de morable protesta, ya ciertas figuras ju-
reacción ocultos en el seno de la socie- veniles habían ganado algún relieve y
dad que la fracasada obra de reforma prestigio; y entre ellas la de Juan María
había empezado a despojar de los resa- ¡ Gutiérrez. En el precario movimiento de
bios de la tradición colonial. Aquella ju-, publicidad y discusión a que dio lugar el
ventud se hallaba, pues, sola y desorien-1 pasajero gobierno de Baicarce, hizo Gu-
íada en tal ambiente. La realidad que se; tiérrez sus primeras armas en la prensa,
presentaba ante sus ojos era como impe- j colaborando, como Marcos Avellaneda,
netrable barrera que la negaba a los el futuro mártir de jVIeíán, en El Amigo
horizontes que una educación llena de ¡ del País. Vinculó también sus esfuerzos
alientos y esperanzas había descubierto J a poco durables tentativas por arraigar
a su espíritu. i el periódico ilustrado y de variedades; y
Ella reproducía, en medio del estéril j así en El Museo Americano como en El
sosiego del régimen dictatorial, en medio ¡ Recopilador, que se editaron de 1835 a
de aquel silencio y aquella sombra, las 1836, aparecieron traducciones y otros li-
m
al comprimidas inquietudes, la nostal- geros trabajos suyos. Por aquel tiempo,
gia de acción, los anhelos hondos y ar- Juan Bautista Afberdi producía la Memo-
dientes de la juventud que se levantó, ria descriptiva de Tucumán, la Refuta-
Privada también de campo y de tribuna, ción a «El Voto de América», el comenta-
en
las postrimerías de la colonia, y que, rio a Lerminier. Los Consuelos de Eche-
^citada por los ecos lejanos de la Eu-¡ verría, publicados en 1834, empezaban a
ro
Pa revolucionaria; por la presagiosa hallar imitadores, y el verso campesino
agitación de la propaganda de la libertad de Hidalgo había renacido en Ascasubi,
tle
comercio; por los aplausos del mun- que enherbolaba, como Béranger, con la
d°> que convergían al Foro de Buenos¡ intención política, el dardo alado de la
/l!re
s para saludar el esfuerzo glorioso ; canción. Rivera Indarte, el futuro publi-
694 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cista de El Nacional, ensayaba, en el el trivial significado de su título: la


panfleto y la invectiva, su prosa ardiente Moda. Juan María Gutiérrez, que por
y plebeya. este mismo tiempo escribía la introduc-
El movimiento que, concentrando en ción para el Cancionero argentino, colec-
una fuerza común esas energías disper- cionado por don José Antonio Wilde con
sas, fijó la orientación en que perseve- trozos líricos adaptables a la música, fué
raron, imprimiendo carácter a la volun- de los más asiduos colaboradores de
tad y al pensamiento de una generación, aquel periódico, como de los más ani-
llegó con el histórico año de 1837, y se mados disertantes del Salón Literario,
manifestó, en su aspecto literario, por la donde dejó largo eco en su discurso so-
aparición de La Cautiva, y en su aspecto bre la Fisonomía del saber español.
social por la profesión de fe que al pro- Todas estas manifestaciones de activi-
pio autor de La Cautiva tocó formular dad y de entusiasmo debían forzosamen-
en su memorable Dogma. te atraer sobre la inquieta juventud que
Aquel poema daba el primer ejemplo ' las producía las desconfianzas de una do-
de emancipación de la fantasía poética, minación que necesitaba, para consoli-
que se encaminaba a una originalidad darse, del abatimiento y el silencio que
inspirada en la naturaleza y en el pue- había creado en torno suyo. Penetró la
blo. El Salón Literario, que Marcos Sas- Mazorca en el secreto de las reuniones
tre fundó, también en 1837, fué como el donde, bajo apariencias de simple espar-
centro de donde se propagó la iniciativa, cimiento literario, se deliberaba sobre
y contribuyó principalmente a uniformar, la nueva idea política y social. Ellas, por
en la juventud que animaba sus veladas, otra parte, tendían a un carácter activo,
las aspiraciones y las ideas. En cuanto al más apremiante a medida que los rigores
pensamiento de regeneración social y po- del régimen de fuerza mostraban la im-
lítica, hízose carne en la secreta activi-; posibilidad de toda propaganda libre de
dad de la Asociación de Mayo, de la I reforma. A la dispersión de los asociados
que podría decirse que contuvo en sí la j en quienes el sueño idealista y generoso
simiente de la patria futura. Levantando- j daba ya su punzante fermento de ener-
se sobre la discordia de los bandos, cuya i gía, siguió bien pronto el destierro vo-
ciega violencia había abierto paso al des- j luntario o impuesto. Una segunda emi-
potismo, tendíase allí a reintegrar en su j gración fué a unirse con la que mante-
original pureza el sentido de la revolu- j nía fuera de la patria, hacía dos lustros,
ción de 1810, mediante la fundación de i la gloria viva y la intelectualidad de
una democracia orgánica, liberal y culta, generaciones anteriores.
como la que Rivadavia había ensayado Montevideo fué el centro preferido de
realizar; pero emancipada de las limita- la nueva emigración, como lo había sido
ciones de partido y de ciudad a que no de aquella que la precedió en el camino
pudo sustraerse el ensayo del glorioso del destierro. De 1838 a 1840 llegaron a
estadista. Era, en lo esencial, el anticipo este lado del Plata, Alberdi, Mármol, Te-
de la norma de organización que había jedor, Mitre, Cantilo, Frías, Domínguez,
de presidir, tras dilatadas vicisitudes, a Rivera Indarte. Poco después, en 1841,
la reconstitución definitiva de la nacio- llegó también Echeverría, que aquí per-
nalidad. maneció hasta su muerte prematura, sin
Quiso cooperar en ese doble movimien- alcanzar a ver lucir para su patria los
to político y social un periódico de vida albores de la libertad. Juan María Gutié-
efímera, que Alberdi dirigió, y cuyas ins- rrez, como uno de los más activos mo-
piraciones, fundamentalmente serias y fe- vedores del grupo juvenil, fué de los pri-
cundas, estaban en curiosa oposición con meros en quienes se encarnizó la perse-

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M. a GUTIÉRREZ 695

cución. Luego de sufrir tres meses de son los que manifiestan, en una forma
cárcel, pena de que participaron otros más ingenua y humana, un sentimiento
de los reos de igual delito, buscó eí re-' más profundo.
fugio de Montevideo, al promediar el En cuanto al magisterio intelectual de
año de 1839. Nuestra pequeña y graciosa Florencio, que fué, sin duda, eficaz y
ciudad de aquellos tiempos convirtióse poderoso sobre parte de la emigración
así en único escenario de la cultura ar- juvenil, no se manifestó tanto en forma
gentina. pública y escrita, hasta la aparición del
El elemento pensador de la primera ! diario que vive vinculado a su trágica
emigración se personificaba en dos her-1 gloria, como por el adoctrinamiento ín-
manos ilustres: Juan Cruz y Florencio ' timo y oral. Su C3.SEI de Montevideo fué
Várela. Tenía ei mayor de ellos ía repre- j cátedra familiar y salón académico, En
sentación de la aristocracia intelectual j su primera juventud, había soñado con
de la época de Rivadavia. Representaba ] los lauros del poeta. Su poesía resonó
el segundo la persistencia del mismo I al par de la del cantor de ítuzaingó, en
ideal político y literario, dentro de una i las mismas formas solemnes y austeras
generación que había de caracterizarse, J de la lírica; templada un tanto la arro-
en uno y otro sentido, por ideales míe- j gancia oratoria de Juan Cruz por un tono
vos y emancipados de la tradición. ¡ algo más sobrio y horaciano. Cantó co-
Juan Cruz mantuvo, en los comienzos ¡ mo él a los triunfos de la guerra con el
del. destierro, su actividad de publicista, j Imperio, a los esfuerzos de la obra de
acompañando los esfuerzos iniciales de la i organización liberal, y saludó la resu-
organización oriental con la propaganda : rrección de Grecia, en nombre de la
de El Patriota, bajo el ministerio refor-1 América libre, después de Navarino. En
mador de don Santiago Vázquez. Su ins-1 ei destierro, dedicó cantos de noble, si
piración de lírico, que había despertado j no muy alta inspiración, a la concordia,
al calor de una época gloriosa en la ! a la paz, a la prosperidad del nuevo Esta-
guerra y en la paz, y estaba hecha a ser I do, que debía ser el campo de su propa-
la consagración de sus triunfos, quedó, j ganda gloriosa y el suelo amigo de su
por algunos años, como en mudo estu- tumba. Abandonó después el cultivo del
por, con el fracaso del gran período de verso, y concentró su espíritu en el es-
civilización que había celebrado. En la tudio de la historia de América, a la
severidad espartana de su poesía no ha-1 que pensaba dedicar todos los afanes
lió una nota que se acordase con las <de su madurez. Su influjo literario fué
amarguras de la proscripción. Pero cuan- ¡ de resistencia primero, de moderación
do la juventud de la época nueva llegó más tarde, para la corriente innovado-
a Montevideo, el poeta que había salu-' ra, en cuanto ella discordaba de aquella
dado en ella, en días mejores, al porve- i severa disciplina que estaba en la edu-
nir y la esperanza, y a quien muy cor-j cación y en la propensión instintiva de
to plazo separaba de la tumba, alcanzó su mente. Su naturaleza intelectual era
a participar en el movimiento literario firmeza, sosiego, exactitud. Desconoció
que esa juventud inició, con sus últimos como publicista otras inspiraciones que
versos (1), que tienen ya la entonación las de la razón que domina, austera e
c
'e la elegía, aunque áspera y varonil, inmutable, desde su altura superior a
c
°Jno encastada con la grave sátira iíri- la tormenta; y aun en una propaganda
Ca
> y que serán, entre los suyos, los que que vibró en atmósfera inflamada por
más respete el paso del tiempo, porque las más nobles exaltaciones de la indig-
nación y los más justificados extremos
" ) El 25 de mayo de 1838, en Buenos Aires. I del odio, no se caracterizó su palabra
696 JOSÉ ENRIQUE RODO, OBRAS COMPLETAS

por la Invectiva ni el sarcasmo que ca- triunfos. En tal endeble poesía de cir-
lienta la pasión impetuosa, sino por la cunstancias, se asociaban, de contradic-
ecuanimidad, por la serenidad, por la toria manera, la ingenuidad, el abando-
justicia; por todas aquellas condiciones no, el candor, todas aquellas condiciones
que son el sello de la tranquila forta- del gusto y el estilo que manifiestan la
leza del ánimo, unida a las vistas lím- inexperiencia literaria, con el amanera-
pidas y seguras de la inteligencia. miento y el artificio propios de una re-
A la llegada de estos primeros pros- tórica que señalaba el último grado de
criptos, nuestra cultura propia daba es- afectación y decadencia en una escuela
casas muestras de sí. Constituida la na- moribunda.
cionalidad, el signo de su autonomía li- La organización incipiente y precaria
teraria se personificaba en Francisco concedía muy poco espacio a las tareas
Acuña de Figueroa, a quien se hubiera del espíritu que no se relacionasen di-
podido llamar, aún más que el poeta de rectamente con las porfías y las pasio-
la nueva República, el poeta de Monte- nes de la acción. La imprenta apenas
video: la encarnación del carácter de existía más que para el periódico polí-
una ciudad y de su crónica, animados tico. Ciudad nueva y atribulada, sin tra-
por cierta poesía, risueña y apacible, que dición intelectual ni reposo para haber
tenía algo del aspecto de esa misma constituido las formas fundamentales de
ciudad. Cuando la plaza fuerte dentro una cultura, Montevideo recibió de aque-
de cuyos muros había dado expresión, lla doble inmigración de escritores el
con el Diario del Sitio, a las últimas re- impulso que, perseverando con ellos y
sistencias del espíritu urbano y español, despertando a la vez la emulación de
se alzaba al rango de capital de un pue- los nativos, la levantó en diez años más
blo independíente y a la dignidad repu- a la condición de uno de los centros
blicana, cobró de súbito el acento del literarios más interesantes y animados
versificador que hasta entonces había de la América española.
militado en las humildes filas de la tra- Una nueva generación presentó sus in-
dición prosaica de .Triarte, o de la vulgar térpretes y voceros a rivalizar con la ga-
y villanesca de Lobo, cierto brío, cierta barda juventud argentina. El nombre
elevación, cierta nobleza, y tendió a ser que primero acude, en orden de tiempo,
el comentario lírico de las armas y de cuando se trata de personificar esa ge-
las leyes. Al propio tiempo, en otras neración innovadora, es el de Marcos
formas de su copiosa producción, más Sastre, benemérito amigo de la educa-
adecuadas a sus dotes nativas, interpre- ción popular. Pero radicado éste, desde
taba el poeta jovialmente la crónica me- la adolescencia, en Buenos 4ires, fue
nuda de la ciudad, los rasgos caracte- allí donde se desenvolvió su entusiasta
rísticos de su vida social y doméstica. acción intelectual, con la que presto
En el tono remontado y solemne no era servicios eficaces a la evolución de 1837
sólo su voz la que sonaba. Carlos Villa- como fundador del Salón Literario. Es,
demoros, Manuel y Francisco de Araú- en realidad, Andrés Lamas quien, antes
cho, entre otros que aún les son inferio- que otro alguno, anuncia en Montevideo
res, buscaban inspirarse en los aconte- la renovación del grupo dirigente y la
cimientos de la época. Eran sus cantos renovación de las ideas. Su participa-
como un remedo aldeano o infantil de ción en las contiendas de la vida públi-
la genialidad de aquel solemne y arro- ca se adelanta a la de los demás hom-
gante lirismo que había resonado en bres de su generación. Su palabra es la
América, durante la Revolución, para primera de escritor uruguayo en que se
propagar sus entusiasmos y saludar sus sienta el influjo de las tendencias de

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 697

emancipación espiritual formuladas para lación, en nuestras letras, en nuestras


estos pueblos por Echeverría. costumbres, en nuestros hábitos, y todo
Casi niño, ensayó sus armas en la pren- lo ata, y a todo le imprime el sello de
sa. El Nacional de 183ó fué una bandera la esclavitud, y desmiente nuestra eman-
prestigiosa en sus manos. Sus dotes de cipación absoluta. Aquélla, pudimos y
escritor se acrisolaron tempranamente supimos hacerla pedazos con el vigor de
en esa ruda campaña opositora, que nuestros brazos y el hierro de nuestras
terminó, para el diarista adolescente, lanzas; ésta es preciso que desaparezca
con el silencio forzoso y el destierro. Y también si nuestra personalidad nacional
luego, cuando Alberdi pensó por un mo- ha de ser una realidad; aquélla fué la
mento atraer a ia obra de regeneración misión gloriosa de nuestros padres, ésta
social y política en que aquella juven- es la nuestra.» «Hay, nada menos-—agre-
tud soñaba la voluntad de Rosas, invi- gábase— , que conquistar la independen-
tándole, en el prefacio de su exposición cia inteligente de la nación, su indepen-
de Lermmi.er, a ser el brazo que llevase dencia civil, literaria, artística, indus-
a ejecución aquel pensamiento, publicó trial; porque las leyes, la sociedad, la
Lamas un opúsculo de impugnación, don- literatura, las artes, la industria, deben
de hacia resaltar lo incompatible de llevar, como nuestra bandera, los colo-
todo ideal de instituciones con la ten- res nacionales, y ser, como ella, el tes-
dencia lógica y fatal de la tiranía. Vuel- timonio de nuestra independencia y na-
to a la prensa en 1837, la persecución cionalidad.»
no demoró en alejarle de nuevo. Cuan- En su aspecto social, la ejecución de
do regresó con el ejército triunfador este programa fué el desarrollo—más o
del Palmar, y recobró la pluma, mostró menos velado por las condiciones de una
ya la figura juvenil del escritor rasgos propaganda que había de contenerse en
completos y definitivos, que le presen- los límites de la abstención política—de
taron como el publicista de su genera- ia fórmula regeneradora de 1837.
ción, como el publicista de un espíritu En su aspecto literario, significaba la
nuevo. En abril de 1838 escribía Lamas asimilación de las influencias románticas
eí prospecto de El Iniciador. orientadas en un sentido nacional. Im-
porta ya que nos detengamos a consi-
derar los antecedentes de estas influen-
in cias dentro de nuestra cultura literaria,
y el modo como ellas llegaron a preva-
Miguel Cañé, llegado en 1834 a Monte- lecer.
video, donde completaba sus estudios ju- Antes de la universal repercusión de
rídicos en el bufete de Florencio Vare- las jornadas triunfales de 1830, no era
la, compartía con Lamas la dirección de aún bastante para alcanzar hasta nues-
esa hoja juvenil. tra remota e incipiente cultura ía vir-
El prospecto es una valiente afirma- tud de expansión del romanticismo, que,
ción de la obra de libertad y de reforma habiendo atravesado desde el Norte las
a que se sentía llamada aquella juven- fronteras de Francia, permanecía allí en
tud. «Dos cadenas—decíase en un pasaje incierto crepúsculo y apenas si reflejaba
de él—nos ligaban a España: una ma- algún tímido rayo de su luz en el lán-
terial, visible, ominosa; otra no menos guido imaginar de la decadencia españo-
ominosa, no menos pesada, pero invisi- la. Por otra parte, los ecos vagos y con-
°te, incorpórea, que, como aquellos ga- fusos de la revolución literaria que pudie-

s incomprensibles que por su sutileza ron llegar al oído de los pueblos de
1° Penetran todo, está en nuestra legis-' América no traían consigo la manifestar
698 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ción de un ideal capaz de hallar propi-1 aquellos románticos proféticos precede


cía resonancia en el ambiente america- a la rebelión social y religiosa de los
no, ni de acordarse con los estímulos de enciclopedistas. Pero no es menos cierto
nuestro creador heroísmo de aquel tiem- que hasta tanto se restableciera ese
po. Sabido es que el romanticismo lite- nexo lógico y llegaba, para conciliar
rario, en su relación con las ideas so- la libertad estética con la libertad po-
ciales y políticas, era, en su origen, es- lítica, el romanticismo liberal y demo-
cuela de reacción. Miraba hacia el pasa- crático de 1830, lo nuevo, lo indisci-
do; amaba la tradición y la leyenda; ha- plinado, en literatura, procedió de quie-
bía ceñido sus armas y afirmado su nes representaban, en otro género de
escudo para tentar el desagravio de las ideas, la autoridad y la tradición. La re-
cosas caídas. pública jacobina y los mantenedores de
Cierto lazo simpático es fuerza que su espíritu confesaron siempre, por ideal
vincule las aspiraciones, las ideas, los literario, el clasicismo más austero; la
sentimientos de libertad, en todas sus preceptiva de Boileau duraba en todo
manifestaciones; y en tal sentido es in- el rigor de su tiranía mientras los tem-
dudable que la revolución literaria, ex- plos se habían quedado sin oficios y la
presión de libertad, debía de ser grata cabeza de los reyes rodaba por las gra-
a los ojos de aquellos que acababan de das del cadalso. La idea de la libertad
consumar su revolución política. Por más llegó, pues, identificada con la afecta-
que la nueva escuela hubiera nacido so- ción antigua de las formas, a los pue-
lidaria, en cierto modo, de la protesta blos de nuestra América. Su revolución
que se alzaba, en nombre de la Europa fué anteriormente clásica. Lo fueron su
tradicional, contra la transformación de poesía y su tribuna. La disciplina retó-
las ideas y las instituciones, una tenden- rica y poética era profesada con aquel
cia lógica debía empujar, a la larga, a grado de severidad e intolerancia de
los soldados de la libertad a militar bajo que un documento literario muy curio-
las banderas insurrectas de la literatu- so, el manifiesto que acompaña a los
ra. Aquella misma radical transforma- Estatutos de la sociedad llamada del
ción, que al propagarse, desde la Fran- buen gusto del Teatro, que se fundó en
cia revolucionaria, por el mundo, apa- Buenos Aires en 1817, puede servir de
recía vinculada, en el orden estético, a ejemplo significativo.
la inflexible permanencia de lo clásico, Ciertas auras muy leves de innovación
se había relacionado en sus orígenes con empiezan a remover el ambiente litera-
un impulso de emancipación de las ideas | rio en la época de Rivadavia. El clasi-
literarias. No fué otra cosa, en las pos-' cismo de Juan Cruz y Florencio Várela,
trimerías del siglo xvn, la célebre que- eco del degenerado clasicismo del siglo
rella de antiguos y modernos, sino un XVIII, en toda su entereza dogmática, en
torneo donde los brazos que concluirían toda su intolerancia esencial, aparece
por trastornar el eje de la sociedad hu- atrasado, con relación a su propio am-
mana se acostumbraron a romper el ce- biente, si se consulta al testimonio que
tro de la autoridad. Discutiendo a los de las ideas literarias en circulación lle-
clásicos, se había preparado el camino va en sí la prensa de entonces. La críti-
para discutir a las aristocracias y a los ca teatral, en algunos, de los periódicos
reyes. Defendiendo la perfectibilidad de de aquella época, ofrece ciertos atrevi-
la literatura, se había arrojado el germen i mientos felices, cierta ansiedad de cosas
de la idea de perfectibilidad de las eos-1 nuevas; rasgos de curiosidad y libertad,
tumbres y las instituciones. Perrault pre- ¡ cuyo origen debe atribuirse, ya a los
cede a Condorcet. La rebelión literaria de primeros y vagos ecos de la crítica in-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 699

novadora de principios del siglo, ya a cuando su tránsito supremo, la palabra


los protestas que el recuerdo de la gran- elocuente de Ríos Rosas, que «embotó las
de tradición romántica mantuvo en la espinas de la proscripción con el asiduo
crítica española posterior a Luzán; y aun culto de la inteligencia», tomó a su car-
al mismo contacto con la doctrina del go la dirección oficial de La Crónica,
siglo xvui francés si se considera que, llamado a Buenos Aires por el Gobier-
para espíritus algo dados de suyo a tole- no de don Bernardino Rivadavia, en 1827.
rancias e innovaciones, aquella propia j El olvidado autor de las Leyendas espa-
escuela de clasicismo, que tan rígida y ¡ ñolas no era, en el rigor de la palabra,
adusta se nos aparece en su perspecti- un romántico. Desde luego, era franca-
va histórica, no carecía de asidero don- j mente hostil al romanticismo reaccio-
de apoyar ciertas irreverentes osadías ¡ nario y retórico de Chateaubriand, con-
y ciertas aspiraciones de libertad, que I tra quien tuvo su crítica páginas de de-
tienen precedentes tales como los del; tracción apasionada e injusta. Pero sus
Voltaire del Ensayo sobre lo épico y las j doctrinas, más esenciales y sólidas, de
Cartas inglesas, y los relámpagos de ge-1 libertad literaria, habían sido adquiridas
nio de la crítica de Diderot. | al contacto con el pensamiento inglés,
En poesía, Juan Crisóstomo Lafinur \ de cupo espíritu puede considerársele,
había dado entrada a los vagos presagios ¡ entre los escritores de lengua española,
románticos ele Cienfuegos. Cuando, en i uno de los emisarios primeros. El traía
1821, se premiaba oficialmente uno de consigo a Buenos Aires el influjo de
los cantos de Luca y se otorgaba al poe- aquel animado movimiento de publici-
ta, como premio, una colección de los dad y de asimilación de ideas, que sos-
mayores épicos clásicos, se incluyó entre tuvieron por algunos años, en Londres,
ellos a Ossián, cuyo romanticismo, fal- concentrando allí la más adelantada re-
sificado, pero lleno, en su hora, de su- presentación de la literatura castellana
gestiones felices, fué sin duda de los más de la época, una parte de los españoles
activos elementos de renovación que pre- desterrados por la reacción absolutista
pararon umversalmente el nuevo gusto de 1823 y algunos de los americanos que
poético. mantenía en Europa el servicio de los
A este principio de evolución de las intereses diplomáticos de la Revolución,
ideas literarias contribuyó eficazmente, o que padecían el ostracismo originado
por aquel mismo tiempo, la presencia en las primeras luchas civiles. Y aun-
de un escritor de no vulgar ingenio y que en punto a los fueros del idioma
vasta cultura, para cuyo nombre debe y a ciertos elementos de orden y pu-
existir, aún más que en la tierra de su reza formal era Mora conservador e in-
nacimiento, en nuestra América, recuer- tolerante, como lo anunciaba él mis-
do respetuoso y durable. José Joaquín de mo en el varonil prospecto de La Cró-
Mora, miembro de aquella viril genera- nica, era, en lo íntimo y sustancial de
ción que, arrojada de España por el des- su doctrina, más independiente y más
potismo de Fernando VII, abrevó su laxo que su futuro contendedor don An-
mente, fuera de la patria, en las corrien- drés Bello, con quien comparte en Chi-
tes nuevas que a su regreso salvaron con le la gloria del magisterio literario que
ella ios Pirineos; publicista, crítico, ver- presidió, en el período anterior a la lle-
sificador, algo poeta; propagandista de gada de los proscriptos argentinos, al
adelantadas ideas de enseñanza, de lite-: desenvolvimiento cultural de aquel pue-
ratura y de organización, durante sus diez blo.
a
ños de permanencia en varios pueblos Rápido como fué su paso por Buenos
americanos; espíritu del que pudo decir, Aires, dejó, sin duda, algunos gérmenes
700 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

felices, que contribuyeron a formar el manticismo ha de señalarse en que, mer-


ambiente en que tomó los rumbos de ced a él, la nueva escuela literaria re-
su vocación literaria la nueva genera- percutía directamente en estos pueblos
ción. La autonomía y espontaneidad del cuando ella apenas había salido en Espa-
pensamiento americano, lo mismo en lo ña, con la aparición de El moro expósi-
que se refiere a la literatura que en su to, de sus presagios indecisos y oscuros.
aplicación a la realidad política y so- Un silencio de dos años precedió a la
cial, fueron ideas que no permanecieron primera obra eficaz de Echeverría: en
ignoradas para la crítica y la propaganda 1834 vieron ía luz los Consuelos. .Me-
de José Joaquín de Mora. diano era el libro, pero el poeta de una
Espesábanse las sombras de la reac- generación estaba allí. Un numen igno-
ción que siguió a aquel período de ade- rado amanecía en aquellas páginas, para
lanto, cuando volvió del otro lado del nosotros tan lánguidas y tan marchitas
Océano el gran innovador por quien esos y que parecieron entonces llenas de vi-
vagos precedentes se convirtieron en ac- bración, llenas de color y de vida. Era
ción resuelta y constante. Esteban Eche- la musa nueva, dispensadora de los deli-
verría, que llevaba en París una afanosa quios de la meditación y del recogi-
vida de observación y de estudio desde miento; la confidente cariñosa de la per-
1826, había asistido allí a la última etapa sonalidad; la poética revelación del mun-
de la revolución de las ideas, que preci- do íntimo; el espacio franqueado, jun-
pitaba entonces sus pasos hacia el glo- to a ia poesía que se inflama en ias
rioso desenlace de Julio. Empapada su pasiones de la multitud, para ía poesía
mente en la irradiación de aquellos días que canta de los sentimientos de uno
luminosos, cuando puso el pie sobre la solo. La época era favorable, por su
nave que le restituiría al seno de la pa- propio abatimiento cívico, para los aban-
tria, el joven e ignorado escritor se con- donos de ia melancolía; como lo fuera
sideraba a sí mismo el mensajero de en tiempos cercanos para la altivez y vi-
una nueva vida intelectual. Llegó, me- rilidad de lo épico. Una aureola de in-
diando el año de 1830, y halló en la ciu- terés y simpatía rodeó, desde el primer
dad que dejara jubilosa y altiva el si- instante, al nuevo libro; reconoció la ju-
lencio y la sombra, la soledad moral, la ventud al poeta suyo, al poeta que le
enervación de las voluntades, el ostra- estaba destinado, y la crítica clásica, que
cismo de las inteligencias. Sobreponién- representaban los Várelas, aplaudió. Bien
dose al desaliento que comunicaba el es verdad que el espíritu relativamen-
ambiente, publicó, en 1832, su primera te romántico y novador de los Consue-
tentativa poética: ía leyenda que llamó los, encarnado en una forma que no se
Elvira o la Novia del Plata, En aquella singularizaba todavía por ninguna de las
atmósfera sin eco, su publicación no fué novedades de métrica y de estilo que
un triunfo; no fué tampoco el mereci- revistieron a la lírica romántica con su
miento de un triunfo. Tratábase apenas túnica propia, se presentaba en versos
de un tributo pagado al más artificioso más arreglados y tímidos que audaces
amaneramiento romántico, en el género que podían pasar como una tentativa
espectral de las leyendas de Hoffmann, de restauración de las tradiciones clá-
ele los cuentos de Nodier; en el género sicas de sobriedad y de mesura, fren-
que el gusto de aquel tiempo tenía de te a aquel otro clasicismo que la es-
más exótico e inoportuno para adaptado cuela dominante hasta entonces en los
a la radiante luz y al aire diáfano de poetas de América, había llevado a los
nuestros climas. Pero la histórica signi- extremos de la solemnidad oratoria y de
ficación de ese temprano ensayo de ro- •la difusión. En la propia carta donde

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 701

tributaba sus aplausos al poeta que se José Tomás Guido había dado a la es-
revelaba, Florencio Várela, fijando su tampa, en 1834, una versión de la ¿fis-
atención en el movimiento literario eu- iona de la Filosofía, de Cousin.
ropeo, aparecía desconcertado por el de- El arribo a tierra firme, la orientación
clinar de los dioses de su culto; pedía definitiva después del período de ensa-
el desagravio para las sombras de Ho- yos, se anuncia por la memorable pro-
racio, de Racine y de Moliere; profeti- fesión de fe de 1837 y tiene, como signo
zaba con segura convicción que «Hugo literario, la aparición de La Cautiva. Si
pasaría», y se negaba a reconocer en la no la madura realización poética, se
revolución literaria otra cosa que una había logrado con aquellos versos de-
pasajera desviación y una recrudescencia finir el propósito para siempre oportu-
gongórica. Años más tarde, cuando tocó no. Tendiendo a desatar los vínculos
ai publicista del Comercio del Plata juz- que supeditaban la nueva dirección de
gar El Peregrino, de Mármol—y aun las ideas a una norma de imitación, en
cuando escribió el informe relativo al que el principio de obediencia que se
memorable Certamen de 1841—, dejó no- había abandonado con respecto a los
tar que la revolución de las ideas había clásicos parecía sancionarse otra vez con
labrado cierto surco en su espíritu. En relación a los maestros del romanticis-
cuanto a Juan Cruz, tampoco permane- mo, se ponía al pensamiento en eí ca-
ció reacio a toda influencia innovadora, mino de una franca emancipación; se
y en 1836, escribiendo a don Bernardino refundía el concepto de aquella escuela
Rivadavia para exponerle los principios literaria dentro de molde americano, y
de crítica a que se proponía ajustar la se la convertía en obra propia, en el
traducción, que entonces reanudaba, de sentido de interpretarla y adaptarla se-
h Eneida, tenía observaciones de un sen- gún las condiciones de nuestra naturaleza
tido profundo, que manifiestan el in- y de nuestro medio social.
flujo de una crítica nueva y levantan su Sabemos ya que el movimiento de aso-
juicio muy sobre el pensar del falso cla- ciación y propaganda que estas ideas
sicismo del siglo XVIII. promovieron en Buenos Aires fué inte-
Entre tanto, la juventud que por aque- rrumpido, al nacer, por la suspicaz per-
llos años entregaba a la vida pública secución de la tiranía, y que, con el
la decaída Universidad, donde la palabra destierro de la juventud que le comu-
dulce y persuasiva de Alcorta mante- j nicaba sus alientos, se trasladó a esta
nía, ella sola, la tradición de un glo- margen del río, donde tuvo inmediata-
rioso profesorado, empezaba a poetizar mente su periódico. El Iniciador, de
al modo nuevo, y a interesarse en otras Montevideo, representa para esa juven-
ideas que las que se le habían comu- tud como la última jornada del apren-
nicado en las aulas. Se generalizaba el dizaje, como el último día del aula. Des-
conocimiento de los modelos románti- i pués de él, las ideas literarias y sociales
eos. En 1835, una edición emprendida por que, nuevas y débiles aún, le habían
don Patricio Basabilbaso divulgaba la inspirado, se levantan con rápido vuelo
traducción que el argentino Miralla dejó a dirigir la actividad espiritual de la
hecha, en Cuba, de las Cartas de Jacobo época, y los que habían sido sus preco-
Of'tiz, el wertheriano epistolario de Hu- ces conversos hablan ya, más que como
so Foseólo. Abríanse paso, al par de insurrectos que proclaman, como vence-
ias nuevas ideas literarias, las corrien- dores que dominan.
tes nuevas de la filosofía y del derecho. Cooperando con la difícil propagación
*-enninier era resumido y comentado, del libro europeo, el periódico procura-
eri
interesante opúsculo, por Alberdi. ba difundir, desde sus páginas, a los
702 JOSÉ ENRIQUE RODO,.—OBRAS COMPLETAS

maestros de aquella grande aurora inte- tido a la doble ley del tiempo y del es-
lectual. Hugo, Manzoni, Lamartine, Es- pacio»; los diálogos festivos en que, bajo
pronceda; Fígaro, de cuyas críticas se el título común de Mis visitas, desplegó
hizo, en el mismo año de 1838, una edi- certeras dotes de crítica y observación;
ción por las prensas de Montevideo; La- las meditaciones, a menudo profundas,
mennais, cuyo apasionado estilo fué a sobre el estado social y los problemas
menudo imitado en los escritos de la propios de la América recién emanci-
época; Cousin, Saint-Simón, Lerminier, pada, En una de ellas realzaba, con
se divulgaban en las transcripciones o sentida elocuencia, el urgente interés de
resúmenes de El Iniciador. Al propio la propagación de la enseñanza, como
tiempo, la escena teatral se abría a la suprema virtud regeneradora; glosaba
irrupción romántica, y en nuestro viejo en otro de esos artículos doctrinarios,
San Felipe triunfaban Don Alvaro, Ma- dirigiéndose a los hombres de su gene-
clas, Catalina Howard, La torre de Nes- ración, las palabras postumas de Saint-
le, Los amantes de Teruel. Simon a sus discípulos: «El porvenir es
Interesante es atender al desenvolvi- vuestro»; hablaba en otros —El Pueblo,
miento de El Iniciador en los escritos La Aristocracia en Sur-América, Fiestas
propios de sus redactores. De don Andrés públicas—de la dificultad de convertir
Lamas—que en la declaración de propó- en fuerza orgánica y autónoma la mole
sitos del periódico había trazado valien- inerte de las multitudes que la educa-
temente los rumbos de su propaganda, ción colonial y la semibarbarie del de-
pero que contribuyó al desenvolvimien- sierto habían preparado para la servi-
to de ella con escasa asiduidad, solici- dumbre o para el ciego desplome de la
tado bien pronto por las agitaciones de anarquía.
la política activa—, debe recordarse un La aplicación del pensador, del polí-
diálogo lleno de brío e intención (1), tico y del moralista aparece con más
donde recoge los ecos de desdén, de des- frecuencia que Ja del crítico propiamen-
confianza o de burla, que manifestaban te literario, en esas páginas. Y, sin em-
cómo aquella iniciativa autonómica de bargo, era la de don Miguel Cañé una
la juventud había herido ya los senti- organización moral profundamente se-
mientos de inercia, las raíces aún vivas llada por pasiones de artista. La voca-
del pasado, ya la superioridad recelosa ción, aunque nunca llegó en él a reali-
de los círculos. dad madura, le llamaba a una de las
Más asidua fué la colaboración de más inmunes consagraciones de escritor
Cañé. Citemos de su pluma el hermoso literario que hubiesen podido florecer en
juicio sobre Alejandro Manzoni, lleno aquella generación. Su crítica suele ofre-
de apasionado entusiasmo por el poeta cer, por esto, manifestaciones de un
y de anhelantes votos por la resurrec- desinteresado sentimiento de belleza, que
ción de Italia; el atinado examen de las no es cosa fácil encontrar en una lite-
tendencias de la Literatura, donde, sobre- ratura de periodistas y tribunos; aunque
poniéndose a todo lo que había de con- no se eximiese, como queda dicho, de la
vencional y transitorio en el romanticis- imposición común de un ambiente que
mo, señalaba, como la idea definitiva- obligaba a convertir la misma contem-
mente adquirida por aquella gran revo- plación y el mismo reposo en medios
lución, la de la variabilidad de la obra y maneras de lucha. Así, formulando
literaria, en «cuanto atributo del esta- un excelente juicio sobre Larra, supo
do y condición de los pueblos», «some- reconvenir a Fígaro el criterio, de todo
extraño a la pura apreciación estética,
(1) ¿Quiénes escriben «El Iniciador»? que le dictó su condenación de Antony-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 703

A Cañé, según todas las apariencias, mordaz, acreditó la realidad del rasgo
pertenece, en efecto, el más hermoso y que señalaba don Juan Cruz Várela en
magistral fragmento de crítica que real- la genialidad de su pueblo, cuando afir-
ce las páginas de El Iniciador: el estu- maba que, como el caracterizado en la
dio de la personalidad y ta obra de Ma- expresión del gran satírico, nada bur-
riano José de Larra, que, publicado en lón. Algún durable elemento literario
ocasión de la muerte del gran escritor, podría sacarse tal vez de entre aquellas
constituye un juicio definitivo y perfec- encontradas muchedumbres de vocablos
to, que hoy podría figurar, sin alteracio- que combaten riendo: no, ciertamente,
nes, en el texto de una historia lite- por la fina espiritualidad, por la, elegan-
raria. cia, por el aticismo, sino en el género
Cultivó también, en su período de El de aquella sátira española del siglo xvm,
Iniciador, el cuento sentimental y poé- tan cerril y tan tosca, pero tan varonil,
tico. Más tarde, fijó su dedicación li- tan sazonada con las especias fuertes del
teraria en la novela, aunque sin asomo ingenio, que aún nos convida a franco
de originalidad americana ni de estudio y alegre reír en las páginas gruesas del
de ía realidad. Concertó esta vocación Gerundio, y que podría tener el símbo-
con la de dilettante en artes plásticas, lo de sus procedimientos en el manteo
mediante cierto género seminovelesco, de Sancho o en las tribulaciones del
que es conversación artística al par que Buscón en la Universidad de Salamanca.
narración (1). Lienzos y mármoles cons- El padre Castañeda es la personifica-
tituyen el fondo del relato, como en las ción militante de esa que podemos llamar
novelas de viajes los cuadros de la na- edad de piedra del donaire argentino.
turaleza. La crítica de arte alterna con Tiene para nosotros su sátira, como la
el desenvolvimiento de la acción, a la de las réplicas de Várela y la de quie-
manera del libro en que Mme. de Staél nes participaron con el uno o el otro
dio por escena los museos y las ruinas en aquellas jornadas de Fronda del pan-
de Italia a las figuras de Osvaldo y Co- fleto y el diario, la curiosidad de ofre-
rma. El modo de contar manifiesta en cer algo así como una cómica refrac-
Cañé cierta animación y elegancia; el ción de los hombres y las cosas de uno
fondo es tan reflejo y pobre como en j de ios períodos más trascendentes y so-
casi todo el novelar romántico trasplan- j lemnes en el desenvolvimiento orgánico
tado a tierras de América. de estos pueblos, y hoy las leemos con
Entre los colaboradores de El Inicia- aquel género de interés con que se re-
dor, ninguno de personalidad más resal- corre una página de caricaturas de Cham
tante que Alberdi. La crítica satírica de o de Nadar, donde aparecen, entregan-
costumbres, instrumento de los más efi- do sus rasgos a la travesura del lápiz,
caces para los fines del periódico, fué, aquellas figuras de otros tiempos que
en la literatura de su tiempo, iniciativa estamos habituados a mirar en las ac-
suya. No es que la sátira careciese de titudes dignas y nobles con que las fija
memorables precedentes en los escritos el grabado y nos las representamos en
de la anterior generación. Aquella pren- la contemplación de la historia.
sa turbulenta que controvertíó, durante La sátira, pues, era personal o polí-
la reforma de Rivadavia, las ideas de la tica cuando dejaba de ser indeterminada
organización social y política, lo mismo y abstracta. Alberdi la infundió carác-
C(
>n la gravedad del razonamiento doc- ter social; la animó con su sentido pro-
trinario que con la intención irónica y fundo de las necesidades y los intere-
ses de la sociedad en que escribía; la im-
(1) V, gr,: Esther: La familia de Sconner. primió el colorido de la localidad y de
704 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la época. Duraba en las formas de la rece quebrantarse jamás, como en el


sátira el dejo aldeano de la pendencia maestro, por la desconfianza o la duda.
estrepitosa y procaz. Alberdi la familia- En la crítica literaria, Alberdi debe ser
rizó con las sutilezas de la sonrisa inte- considerado el más eficaz cooperador del
ligente y con las delicadas voluptuosi- gran propósito de Echeverría. La idea de
dades de la ironía. El realizó, dentro de emancipación espiritual que, en la pro-
pequeño escenario, la obra que, en esce- ducción poética, inició el autor de La
nario mayor, hizo glorioso el nombre de Cautiva, él la expresó en la doctrina y
Larra, mentor y maestro suyo. Para re- el análisis, y la aplicó con criterio más
coger su pluma le valían, no sólo las na- consecuente y más seguro. Tuvo más pre-
tivas dotes de su espíritu, sino también cisa noción que el poeta de los caracte-
la condición del ambiente a que hubo res que debería asumir una literatura
de aplicarse su crítica y en el que se americana, una vez sentado el principio
renovaban las impresiones de ia contem- de su posible originalidad. Trazó mejor
plación, a un tiempo reflexiva y sonrien- que él el deslinde que, entre los ele-
te, con que había asistido el crítico ilus- mentos oportunos y los exóticos, recla-
tre al desconcierto de una sociedad que maba ia adaptación de la nueva escuela
vacilaba entre la atracción de un ideal de arte al ambiente de los pueblos de
que moría y la de un ideal que no América. Se levantó más alto sobre las
había acabado de nacer. limitaciones escolásticas del romanticis-
Caracteres, Figarillo en Montevideo, mo. Fué, de los nuestros, el primero en
La Cartera de F., Sociabilidad, Doña Ri- hacer de la crítica literaria, no el simple
ta Material, El sonámbulo (1)—los cua- análisis retórico, sino la consideración
dros de costumbres que, prosiguiendo la de la obra bella en sus relaciones mora-
labor comenzada en La Moda de 1837, les, en su función social; consideración
publicó Alberdi en El Iniciador—son, que domina, a veces exclusiva, en sus
sin duda, de las mejores y más durade- juicios, menos de artista que de pensa-
ras páginas que por aquel tiempo ins- dor, con detrimento del puro y desin-
piró, en España y, América, la imitación teresado amor del arte, que no tuvo en
de las de Fígaro, y constituyen el más su espíritu la intensidad con que preva-
aproximado transunto de la manera del lece en el alma ardorosa de Cañé o en
genial escritor, en su parte de observa- el alma diáfana y serena de Gutiérrez.
ción y de ironía, aunque ningún paren- Estudios tales como ¿Qué nos hace Ia
tesco presenten con otros aspectos, qui- España?, La emancipación de la lengua
zá más característicos y dominantes, de De la poesía íntima, Del arte socialista>
su obra. Faltaba en Alberdi aquel fer- La generación presente a la faz de /p
mento romántico que entró por mucha j generación pasada, reflejan bien esa apli-
parte en la complejidad del alma de cación de la crítica de Alberdi, en su
Fígaro: el pesimismo ingénito con que campaña de El Iniciador. Allí aparecen,
solía desleír en lágrimas acerbas la pas- como notas constantes, la liberalidad,
tilla de color de la sátira. En la natu- un tanto desconcertada, del criterio, en
raleza literaria de nuestro escritor no puntos de lenguaje y de forma; el afán
era nota que vibrase muy alto el senti- por la asimilación inmediata de lo nuevo
miento; y por otra parte su profunda fe y adaptable; la guerra tenaz llevada a
en la virtud de las ideas que dieron los reductos de la tradición española,
inspiración y norma a su crítica no pa- y una apasionada inclinación a buscar
la trascendencia positiva, social, de la
(1) Algunos de estos artículos de Alberdi se literatura, considerada, ante todo, como
han reproducido en el tomo I de sus Obras. medio de propaganda y de acción.

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR D 1 PROSPERO.—JUAN M. GUTIÉRREZ 705

Aunque Juan María Gutiérrez llegó a \ en la prisión la suerte ingrata de la pa-


Montevideo algo después de haber cesa- tria, y trazando sobre sus losas frías
do la publicación de El Iniciador, cola- la resignada afirmación del deber; hun-
boró asiduamente en él desde Buenos diéndose, cuando liberto, en triste y si-
Aires. Su personalidad juvenil aparece lenciosa penumbra, para llevar el duelo
claramente estampada en sus escritos de su idea, debía presentarse iluminada
del periódico. Ya le singularizaban, en- por la aureola de una simpatía irresis-
tre los representantes de aquella ju- tible a los o¡os de aquella juventud que.
ventud, ciertas selectas dotes de su es- como él, sentía hambre y sed de liber-
píritu: la delicadeza, la pulcritud del tad; que concentraba el alma entera en
gusto, el sens des miances, que eran el anhelo de una regeneración difícil y
como el aire de su aristocracia intelec- j lejana, como la realidad del sueño pa-
tual; la serenidad, que estaba lo mismo triótico de Pellico, y que desplegaba en
en los veredictos de su crítica que en el \ el destierro su Iniciador, en cuyas pági-
ambiente luminoso y puro de sus ver-\ nas alternaban sus pasiones cívicas y sus
sos; la amplitud afirmativa, que era su ingenuos sueños de arte, como el evoca-
virtud literaria,, y que place encontrar dor de Francesca de Rímini desplegara
en un tiempo de entusiasmos innovado- en Milán El Conciliador, que, bajo las
res. Quien lee sus primeros trabajos formas de una propaganda literaria,
no reconoce en ellos a un revoluciona- ocultaba el pensamiento de redención
rio de las ideas, como en los de Alber- ] política.
di; ni a un romántico de la imagina- j Otra interesante página de este perío-
ción y el sentimiento, como en los de do que podemos llamar de iniciación, en
Cañé. Campea allí el asimilador difun- ¡ la crítica de Juan María Gutiérrez, es
dido, pero cauto. No sólo propendía a ! su estudio de Meléndez Valdés. Levan-
un natural eclecticismo porque conci- tándose con original arranque su juicio
llaba, de dichosa manera, el amor de la j sobre la vulgarizada preocupación que
libertad con la inclinación al refinamien- i vinculó casi exclusivamente el nombre
to y al orden, sino también porque po- ; del poeta al repertorio erótico, hoy pa-
seía ese don de insaciable curiosidad, \ ra siempre marchito y olvidado, glori-
en el sentido más alto, que lleva a quien ficó en su obra lo que la crítica de nues-
le tiene a gustar todo sabor de natu- tro tiempo reconoce como el más alto
raleza y espíritu y a familiarizarse con merecimiento de Meléndez: la iniciación
las más diversas formas de lo bello. de la poesía social, revolucionaria, pen-
Considerado por esta preciosa faz de su sadora, que, atravesando por el alma
carácter, es la gallarda y cumplida per- apasionada de Cienfuegos y por la grave
sonificación de la genialidad de una épo- razón de Jovellanos, dio en el cantor
ca de iniciación literaria; de despertar de Gutenberg el modelo de aquel liris-
de las energías juveniles de la mente, mo que consagró los guerreros triun-
ávida de toda ciencia; enamorada de fos de América y poetizó los principios
toda luz. de su revolución. Una atinada referencia
Principia la colaboración de Gutiérrez al horizonte inmenso que ofrecía para
e
n El Iniciador con una semblanza mo- la regeneración de la poesía española,
l
~al y literaria de Silvio Pellico, que pre- como expresión del alma de un pueblo
cede a la traducción del decimocuarto preferido por las hadas de la tradición
capítulo de los Deberes del hombre. La y la leyenda, la escuela literaria que re-
figura del cautivo de Spielberg, destina- veló desde otros pueblos de Europa la
do desde la juventud a la persecución, virtud inspiradora de aquellos presti-
a
l fracaso, al infortunio; personificando gios del pasado, realza el interés de ese
Roño.—23
706 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

estudio juvenil, donde se imprime al resueltamente al poeta, que estaba vincu-


mismo tiempo ía huella sangrienta del lado por una admiración y un entusias-
alma del proscripto, en dolorosas refle- mo muy sinceros al lirismo de Várela
xiones sobre el ingenio perseguido del y de Luca, del artificio clásico, a la ma-
odio de los déspotas y sobre la superio- nera convencional de aquella escuela,
ridad que se convierte en causa de in- que suele aparecer en otras de sus com-
fortunios. posiciones. Así, su musa, a un tiempo
Hay otro aspecto de la colaboración refinada e ingenua, se balanceaba, como
de Gutiérrez en El Iniciador, que ma- en la hamaca la Irupeya de su primoro-
nifiesta dotes luego descuidadas de su so romance, entre la academia y la na-
espíritu: la observación de costumbres, turaleza, entre el amor a lo antiguo y el
para la que se probó en cuadros que no deseo de lo original.
carecen de gracia e intención; del gé- Junto a los de Alberdi y Gutiérrez
nero de los de Alberdi, e inspirados, luce ía mayor parte de los nombres en
como éstos, en el pensamiento de re- que hoy personificamos el recuerdo de
forma liberal y civilizadora (1). .Mas ha- aquella generación. De Félix Frías se leen
bía de perseverar en la vocación poética, muy elocuentes páginas de exhortación
que allí también ensayaba. Gutiérrez y moral y de doctrina austera, inspiradas
Florencio Balcarce que dejó de su ma- en la sugestión del cristianismo demo-
lograda juventud versos vivaces y ri- crático, que apasionaba las almas en la
sueños, muy de otro estilo que aquella prosa ardiente de Lamennais y de Lacor-
otra lánguida melopea de La Partida— daire. Habló, asimismo, sobre Poesía na-
fueron los primeros en dar eco a la cional, pidiendo de ella la tendencia ac-
iniciación de una poesía a un tiempo tiva, varonil, militante, didáctica en el
culta y popular, lírica en el sentido an- más alto sentido, que formuló en estas
tiguo, en el sentido de cantable; ini- palabras: «Queremos ciudadanos. Que-
ciación que partió de ciertas melodiosas remos la ciudadanía en poesía, en arte,
composiciones de Echeverría, y que era en política, en literatura.» Luego, con
como una artística depuración del canto el título de La Espontaneidad, defendió
plebeyo, representado por las rudas es- este principio, en el doble significado de
trofas de Ascasubi, a fin de no hacerlo la natural expresión de la conciencia
ingrato y desapacible a los oídos ur- colectiva y del carácter personal del es-
banos, sin quitarle por eso el aire ni critor y el poeta.
el sabor de la tierra. Tal es el género La frase concentrada, incisiva, nervio-
a que pertenece la más hermosa de las sa de Carlos Tejedor, diseña, en los ar-
composiciones que dio Gutiérrez a El tículos que intituló Linajes de hombres
Iniciador, si de entre ellas se descuenta y La Guerra, el rígido perfil de su figu~
La flor del aire, a cuyo colorido, genui- ra de publicista y de repúblico. Bartolo-
namente americano también, únese un mé Mitre, casi un niño entonces, dio
tono menos popular y más íntimo. Me al periódico de la juventud sus más tem-
refiero a la delicada Endecha del gau- pranos versos, y escribió, con la común
cho, donde, sin perder su carácter ni pasión, del arte doctrinador y militan-
su propiedad, se tamiza el acento del te, el elogio de Quintana. Juan Cruz Vá-
paisano al través de una elegancia ática rela, Figueroa, Echeverría, contribuyeron
de expresión. Pero la originalidad regio- alguna vez, con sus prestigios magistra-
nal de estos ensayos no hizo apartarse les, a acreditar las páginas de El Inicia-
dor. Nombres olvidados, de esos con que
(t) El hombre-hormiga, El encendedor de fa- cada generación literaria paga el pon-
roles. tazgo del tiempo, pero que en su hora

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAX M.a GUTIÉRREZ 707

significaron un esfuerzo más, una aspi- >dilección de la historia. Y habrá algo


ración generosa, un valor de entusias- de esa emoción y ese interés en el sen-
mo y estímulo, alternan con los que per- timiento que ha de conmover, en el
manecen famosos. futuro, el espíritu del investigador litera-
El último número de El Iniciador, que rio y del bibliófilo que despejen del pol-
lleva fecha de enero de 1839, reprodujo, vo de las bibliotecas las páginas olvida-
como la fórmula ñnal que sintetizaba el das de El Iniciador,
espíritu de su propaganda, la profesión
de fe redactada por Echeverría para la
agrupación de la juventud que le reco- IV
noció por maestro.
Menos recordado de lo que debiera, El estímulo de publicidad no tardó en
el varonil periódico representa un mo- renovarse, en periódicos de pobre cabida
mento muy digno de interés en la labor y de precarios alientos, pero que simul-
espiritual de su tiempo. Si de la Aso- tánea y sucesivamente se complementa-
ciación de Mayo y de La Cautiva fué el ban, prolongando, en el ambiente de sen-
programa, de El Iniciador fué el primer cillez guerrera, una vibración de juvenil
desenvolvimiento de aquel grande y fe- y desinteresado idealismo. El propio año
cundo arranque de ideas, que imprimió de 1839 salió a luz la Revista del Plata,
su sello a una época política y litera- donde Alberdi publicó su «Crónica dra-
ria, y dilató su órbita del uno al otro mática de la Revolución», y el movimien-
Océano, doblando las cumbres de la Cor-: to persistió con El Porvenir, de Cañé; El
dillera con un grupo juvenil de pros- j Corsario, de Alberdi; El Correo, de Do-
criptos, para llevar al seno de otras so- mínguez; El Álbum, de Mármol... A esta
ciedades de América su impulso inno- legión animosa agregaron Juan María
vador. Gutiérrez y Rivera Indarte El Talismán,
Como al hogar paterno, remoto e ig- que apareció durante el segundo semes-
norado, tal vez de formas toscas y mí- tre de 1840. En el prospecto, se preco-
seras, que dejó atrás el viajador que nizaba la oportunidad social del periodis-
marcha al triunfo y a la gloria, a aque- mo literario, junto al que refleja sólo la
llas formas primeras de su producción agitación de la vida cotidiana. Colabo-
y de su propaganda intelectual ha de- raron en El Talismán casi todos ¡os es-
bido de volverse, en la vejez gloriosa, critores de aquel grupo memorable; y
el recuerdo de esa generación de escri- entre ellos se entreabría un espíritu casi
tores, que, destinada a fulgurar en lo infantil, por su edad y por el candor de
alto de la cumbre, encendía entonces su literatura: Adolfo Berro, cuya arreba-
su luz como la luciérnaga perdida en tada muerte, exaltando las melancolías
el fondo oscuro del valle. Flay un inte- del gusto de la época, fué en el siguien-
rés y una emoción peculiares en la te año una fecunda ocasión de poesía,
consideración de los orígenes humildes ] en la que deshojó su más temprana flor
de las cosas que después se engran- de sentimiento lírico la juventud román-
decieron y magnificaron: el interés y la tica de Juan Carlos Gómez.
emoción con que se atiende a las anéc-1 Tocaba, por este tiempo, la dominación
dotas de la vida del niño que llevó en j de Rosas en sus extremos de atroz fero-
s
u alma la chispa destinada a trans- ¡ cidad. Los insurrectos de Paz y de Lava-
formarse luego en la llama del genio; '\lie, desamparados por la alianza france-
0
a la descripción del aduar que ence- sa, apuraban sus esfuerzos. Gutiérrez e
rró en sí las primeras palpitaciones del Indarte sintieron llegada la hora de exa-
Pueblo a que estaba reservada la pre- cerbar la propaganda contra la tiranía, a
708 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que ya el último dedicaba en la prensa manera que fuese estimulada y honrada


diaria su pluma; pero, para no abando- aquella animación intelectual que mante-
nar la dulce afición ni aun en la prác- nía la presencia de los desterrados ar-
tica de la rigurosa milicia, imaginaron gentinos. A este fin, llamó a concurso
conciliarias mediante cierto género de para un canto donde se glorificase al
yambos o Castigos en forma periódica; gran día de América. El interés de ese
y de esta original idea nació en 1841 El torneo literario fué por mucho tiempo
Tirteo, semanario escrito, todo él, en memorable en la crónica de la ciudad.
versos fulminantes, y en cuanto a la in- Aspiraron al triunfo los más acreditados
tención, no sólo buenos, sino heroicos; versificadores de la época: Figueroa,
donde centellean los primeros acentos de Mármol, Rivera Indarte, Domínguez. Dio
aquel odio lírico que había de tener ma- forma al dictamen Florencio Várela.
nifestación más vibrante y eficaz en los Juan María Gutiérrez, vencedor, obtuvo,
famosos alejandrinos de Mármol. Bajo con el premio, la consagración definitiva
del título aparecía, como lema, el terce- de su nombre y como el derecho a ves-
to con que se acerca el Gibelino a las tir, literariamente, la t o g a viril. Hoy
almas azotadas por la lluvia de fuego: apartamos de su memoria ilustre aque-
llos lauros marchitos. Su canto victorio-
O vendetta di Dio, quanío tu cid so, que no es vulgar, se queda en no
Esser temuta da ciascun che legge serlo. Falta la vibración genmnamenie
Ció che fu manifestó agli occhi miei! poética en el tono, a veces elocuente, y
falta en la versificación, laboriosa y co-
Catorce números llegaron a publicar- rrecta, el don de melodía natural, que
se de El Tirteo. Sólo desapareció para acredita la garganta del pájaro; si bien
renacer de inmediato, y sin la traba del redimen a esa composición de la vulga-
verso perpetuo, en el Muera Rosas, don- ridad la abundancia de ideas y la ten-
de, con Gutiérrez, colaboraban Cañé, AL dencia a sustituir, por un modo más in-
berdi, Echeverría y o t r o s emigrados, tenso y jugoso, aquel vacío estrépito gue-
uniéndose a la sátira de pluma la del rrero de los cantos heroicos que había
lápiz, en dibujos que, desde Buenos Ai- inspirado hasta entonces la emancipación
res, enviaba ocultamente su autor el co- americana.
ronel don Antonio Somellera. Duró el Sobrevinieron los días en que Monte-
nuevo sagitario antirrozista hasta abril video vio avanzar hacia sus muros las
de 1842. Así entre estas hojas efímeras, triunfadoras armas de Rozas. El contras-
pero movedoras, y el esforzado Nacional te entre aquella debilidad y esta fuerza
de Indarte, preparaban la aparición de generalizaba da impresión de que toda
aquel glorioso Comercio del Plata, cuyo resistencia sería vana y de que la ciudad
nombre se identifica en la posteridad con sucumbiría al primer empuje; porque no
la heroica resistencia a la tiranía, como se prevé lo que es milagro del heroísmo
el de El Nacional, de Armand Carrel, con y la constancia. Fué así como, no bien
la democracia de 1830 y el de La Gaceta, establecido el asedio por el ejército de
de Mariano Moreno, con la hora inicial Oribe, Juan María Gutiérrez y Alberdi
de nuestra Revolución. abandonaron clandestinamente la ciudad
Mientras tanto, eí anhelante amor de confundidos en un g r u p o de marinos
cultura perseveraba en la hospitalaria franceses, y se embarcaron para Europa.
plaza fuerte, por sobre las asperezas de Era esto en abril de 1843.
la pasión y del peligro. Aproximándose, Durante la travesía, compusieron en
en 1841, el aniversario de Mayo, el Go- colaboración fragmentos de un poema
bierno de Montevideo quiso celebrarlo de inspirado en las impresiones del viaje;

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 709

poema que había de titularse Edén, del j de prestigio. La resistencia clásica y el


nombre del bergantín que los conducía. ¡ espíritu de autoridad tenían la más alta
Aíberdi apuntaba en prosa la idea origi- j representación a que hubieran p o d i d o
nal, que Gutiérrez trasladaba al verso. ¡ acogerse en América: don Andrés Bello.
Un año, o poco más, permaneció este En el bando revolucionario, Vicente Fi-
último en Europa. La escasez de sus me- del López, con su Curso de Bellas Letras,
dios, que no el deseo, forzóle a poner fin que tendía a liberalizar la disciplina re-
prematuro a aquella peregrinación espi- tórica, y sus ensayos de la Revista de
ritual, soñada, entonces como ahora, de Valparaíso, era el razonador, el hombre
todo americano culto; y se volvió, des- de ideas; Sarmiento, el combatiente arre-
pués de recorrer a grandes pasos Fran- batado e implacable. Un actor argentino,
cia, Italia y Suiza. Llegado a América, que fué a la vez, entre los compañeros
hizo una corta estación en Río de Ja- de Lavalle, un soldado de la libertad,
neiro y Porto Alegre. Montevideo ardía Casacubería, animaba en el teatro los
en lo más premioso del sitio. Buenos héroes fulgurantes del romanticismo. Se
Aires continuaba encorvado bajo la féru- hablaba de literatura como de negocios,
la de la tiranía. El refugio donde ganar de idealidades como de política. Allí, en
el pan del destierro sólo estaba del otro j 1845, apareció, en folletín de El Progreso,
lado de los Andes, y allí se dirigió el ne- él Facundo. Allí también había de publi-
cesitado escritor, que había de quedar car Alberdi sus Bases para la reorganiza-
en Chile hasta que, siete años más tarde, ¡ ción argentina.
su patria volvió a serlo de veras para j La sugestión de tal ambiente no erar
los que, como él, no la diferenciaban de j por cierto, la que hubiera podido ador-
i a libertad. mecer en el espíritu de Juan iVIaría Gu-
Un grupo de emigrados argentinos se tiérrez el amor de la literatura; por más
amparaba, desde 1841, a la hospitalidad que la ley de la necesidad ie impusiese,
cíe Santiago y Valparaíso. Componían ese a su llegada, valerse de sus estudios de
grupo una parte de los anteriormente asi- ingeniero y aceptar del Gobierno de Bul-
lados en Montevideo, y o t r o s que, ya nes la dirección de la Escuela Naval.
cuando los eligió la persecución, busca- Quedaban las treguas del trabajo rému-
ron por escudo la Cordillera. Fué el pri- nerador y prosaico, y fueron para el
mero en llegar Sarmiento, que por en- trabajo gracioso en la doble acepción. La
tonces tentaba su vía, probando la voca- i querella de clásicos y románticos había
ción desasosegada e incierta, como en un ; perdido ya, cuando llegó Gutiérrez, mu-
husmeo leonino. Tras él llegaron Vicen- cho de la violencia de las primeras jor-
te Fidel López, Félix Frías, Alberdi, Mi- nadas, y por otra parte, ni 3a naturaleza
tre, Pinero, y uno de mí país: Juan Car- de su espíritu ni la índole de sus ideas
los Gómez. La influencia de estos emigra- le movían a participar apasionadamente
dos fué, desde el primer momento, inten- en aquellas guerras de pluma. Su emula-
sísima en la vida cultural de Chile. Por ción se concretó en obra más serena. In-
ellos se anunció en las letras el renova- vestigó, compiló; se propuso fundar la
dor impulso romántico; por ellos, ideas bibliografía y la biblioteca americanas.
de reforma y emancipación intelectual En 1846 dio a las prensas de Valparaíso
penetraron en aulas y tertulias y se di- su. famosa América poética, donde por
fundieron largamente en la prensa. Un j primera vez aparecía, con algún criterio
movimiento de la juventud nativa, enea-' de elección, nuestra modesta literatura
tezada por Lastarría, contribuyó a la j rimada de aquel tiempo. Fines de utili-
obra ele los desterrados; pero de éstos dad didáctica le guiaron para una breve
*ué siempre la superioridad de acción y | antología de prosa y verso: El Lector
710 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

americano. Bajo su dirección se reunie- historiador y de crítico, quiero detener-


ron en libro las composiciones líricas de me a considerar el aspecto general de la
Olmedo, el cantor de Junín. Pero el más labor de aquella época, por lo que se
durable recuerdo de su paso por Chile refiere a la literatura, valorando de paso
fué, sin duda, el hallazgo y publicación algunas de las aplicaciones secundarias
del Arauco domado, de Pedro de Oña, con que concurrió él mismo a esa labor.
que estudió con fina inteligencia históri- \
ca y crítica. !
Completó allí su actividad literaria co- V
mo miembro de la redacción de La Tri-
buna, diario que vio la luz en 1849. Poco EL AMERICANISMO LITERARIO
después, un viaje a Guayaquil y Lima
brindóle la ocasión de ejercitar en nue- La idea dominante, el propósito tenaz,
vas bibliotecas su instinto de zahori de aunque desigualmente realizado, que in-
t e s o r o s desconocidos u olvidados. De funde carácter y unidad a la obra litera-
aquel viaje nacieron sus estudios sobre ria de la generación de Juan María Gu-
Juan Bautista Aguirre, sobre Fray Juan tiérrez es la reivindicación de una auto-
de Ayllón, sobre Caviedes, sobre Peralta nomía intelectual; es el anhelo de impri-
y Barnuevo, que enriquecerían las pági- mir a las primeras tentativas de una lite-
nas de una de sus obras futuras. Ha- ratura americana sello peculiar y distin-
llábase de vuelta en Valparaíso cuan- to, que fuese como la sanción y el alar-
do un eco de júbilo y gloria vino a re- de de la independencia material y com-
percutir dichosamente en su vida. Era j plementara la libertad del pensamiento
el mes de febrero de 1852, La tiranía de con la libertad de la expresión y de la
Rosas acababa de caer con estrépito, y forma.
un claro de luz se abría iluminando la ' De los ensayos de aquel tiempo pro-
patria cercana, la ciudad soñada con j cede el impulso original de americanismo
melancólicos recuerdos en la dura ausen- que, persistiendo hasta nuestros días, ha
cia de catorce años. Juan María Gutié- compartido con las más exóticas tenden-
rrez tomó el camino de la Cordillera. cias de la imitación el interés de nuevas
Como él, los demás emigrados argenti- generaciones, y mantiene, en todas par-
nos se restituyeron a la patria, donde la tes de América, un movimiento literario
acción política había de solicitar, con que se propone dirigir principalmente
más ardiente halago que ei juvenil sueño ! la atención del escritor a los cuadros e
de arte, los afanes de su edad madura, j impresiones de la naturaleza, a las for-
La virtualidad literaria de aquella gene- [ mas originales de la vida en los campos
ración estaba ya realizada en lo esencial, donde aún lucha la energía del retoño
y había dado, entre las espinas del des- salvaje con la savia de la civilización in-
tierro, sus frutos mejores. vasora, y a las leyendas del pasado, en
Con los trabajos de crítica, de investi- que infunden su candida y heroica poe-
gación y de historia de la cultura ameri- sía los albores históricos de cada pue-
cana, que emprendió Gutiérrez durante blo.
su permanencia en el Pacífico, se puso Atribuir el significado de una afirma-
en obra la parte fundamental y más pre- ción del espíritu de nacionalidad a la
clara de sus talentos: la parte que ver- preferencia otorgada a esos y otros aná-
daderamente le caracteriza y le atribuye logos motivos no envuelve una idea falsa,
su significado propio y eminente en el pero sí una idea que requiere extensión
conjunto de sus contemporáneos, Pero, y complemento. Es indudable que el ca-
antes de volver a él y a su aplicación de rácter local de una literatura no ha ¿e

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 711

buscarse sólo en el traslado de los colo- tos del espíritu, y que la manifestación
res de la naturaleza física, ni en la ex- de independencia que puede reclamársele
presión pintoresca o dramática de las es el criterio propio que discierna de io
costumbres, ni en la idealización de las que conviene adquirir en el modelo lo que
tradiciones con que teje su tela impalpa- hay falso e inoportuno en la imitación.
ble la leyenda para decorar los altares Propendiendo, con el impaciente amor
del culto nacional. Más extensa, más va- del neófito, a asimilar cuanto fuese arte,
ria, es la raíz, que anuda la creación del saber, selección de hábitos e ideas, no
poeta al suelo donde se produce. En la j podía ocultárseles que el desenvolvimien-
representación de las ideas y los senti- • to de la vida de ciudad exigiría progre-
mientos que flotan en el ambiente de una sivamente entre nosotros, del escritor y
época y determinan la orientación de la el artista, una profunda atención para
marcha de una sociedad humana; en la nuestras inquietudes espirituales, q u e
huella dejada por una tendencia, un cul- son, no las de una determinada latitud
to, una afección, una preocupación cual- de la tierra, sino las de todos los pueblos
quiera, de la conciencia colectiva, en las vinculados por ei genio de una misma
páginas de la obra literaria; y aun en las ' civilización; y que, a medida que nuestra
manifestaciones del género más íntimo y ¡ capacidad literaria adelantase, había de
personal cuando, sobre los signos de la adquirir superior importancia, sobre la
genialidad del poeta, se estampan los de espontánea sencillez del t e m a nativo,
la índole afectiva de su pueblo o su raza, aquel elemento de interés que denomi-
el reflejo del alma de los suyos, puede ; naba íxart la vitalidad intelectual de los
buscarse, no menos que en las citadas asuntos.
formas, la impresión de aquel sello ca- Pero, entonces como ahora, el america-
racterístico. Además, no es tanto la for- nismo de paisajes, tradiciones y costum-
zosa limitación a ciertos temas y gene-! bres, si bien era incapaz de dar la fór-
ros, como la presencia, en lo que se es- j mula de una cultura literaria que abar-
cribe, de un espíritu autónomo, de una i case toda la sustancia poética e ideal de
cultura definida, y el poder de asimila- ] nuestra existencia, que satisficiera todas
ción que convierte en propia sustancia j las aspiraciones legítimas de nuestro es-
cuanto la mente adquiere, la base que I píritu, representaba una parte necesaria,
pueda reputarse más firme de una verda- i y la más fácilmente original, dentro de
dera originalidad literaria. i la complejidad de una literatura modela-
Mo desconocían ni ignoraban esto los ¡ da en un concepto más amplio; y aun
directores de aquella generación. No des- con mayor oportunidad ahora que enton-
conocían ni ignoraban que la interpreta-j ces, él se adapta a un interés de la reali-
ción estrecha de la idea de americanismo dad social, por lo mismo que aumenta
que desplegaban por bandera, apenas ha- progresivamente el arraigo de los temas
bría dado de sí una originalidad obtenida más universales, y que en esas ráfagas de
al precio de incomunicaciones y descon- i antigüedad y de naturaleza puede venir
fianzas; originalidad que, tratándose de cierta virtud tónica y salubre para la con-
pueblos sin madurez para educar, apar- ciencia de pueblos un tanto descaracteri-
te de todo magisterio extraño su pensa- \ zados por el cosmopolitismo y un tanto
miento, valdría tanto como pobreza de negligentes en la devoción de su historia.
fondo e ingenuidad pueril o aldeaniega. Interesa a nuestro objeto examinar
Ellos sabían bien que una cultura novel hasta qué punto aquella generación ini-
y fundada en libertad sólo va en camino ciadora pudo hallar, en su esfuerzo de
ae ser fuerte cuando ha franqueado la | originalidad nacional, precedentes que lo
atmósfera que la rodea a los cuatro vien- i facilitaran; refiriendo estos precedentes,
712 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

no sólo a la circunscrita idea de america- en que da su flor una cultura. Aún tenía
nismo que hemos precisado, sino a cual- menos del ambiente propicio a aquel gé-
quiera otro reflejo directo de la realidad nero de pensamiento y de arte, rudo, pe-
y a cuanto importa dar expresión a las ro intenso y sanguíneo, que brota de los
espontaneidades y energías del sentimien- entusiasmos de la acción y de «las dispu-
to colectivo. tas de los hombres».
Sin duda, una gran parte de la literatu-
ra de la colonia era la expresión de ios
Vano sería buscar en el espíritu ni en sucesos reales y actuales de la sociedad
ia forma de la literatura anterior a la en que se producía; v. gr.: la abomina-
Emancipación una huella de originalidad ble literatura de recepciones, de exe-
americana. No eran influencias de escue- quias, de fiestas reales, q u e arropaba
la las que principalmente se oponían a la vistosamente la lisonja servil y añadía
aparición de esa originalidad, sino, ante un son vano al decoro de las ciudades
todo, ías condiciones de Ja vida y el tono donde se asentaba la autoridad de los
de ios caracteres. virreyes; pero la constante trivialidad de
El principio de imitación de modelos aquellos sucesos quita todo valor signifi-
irreemplazables, base de las antiguas ti- cativo a las páginas que los reflejan. Es
ranías preceptivas, eran, con relación al el diario de una travesía sin percances,
pensamiento y a ia sociabilidad de la co en sempiterna calma, bajo inmutable tol-
lonia, una fuerza que trascendía de su do de bruma.
significado y alcance literario, para con- [ Y si el carácter de la producción li-
vertirse en la fatal imposición del am-1 teraria no podía originarse de la presen-
biente y en el molde natural de toda acti- j cia de un alma colectiva, que imprimie-
vidad, lo mismo se tratara de las formas ¡ ra a la sociedad colonial sello peculiar y
de la producción intelectual que de otra distinto, tampoco era posible que brotara
cualquiera de las manifestaciones del es- de la dilatación del alma española al
píritu. La colonia, privada de toda espon- través del Océano que dividía el inmen-
taneidad en la elección de las ideas y so imperio, ni que recogiera su inspira-
ia confesión de ios sentimientos; entera- ción en los recuerdos y los sentimientos
mente extraña al poder que gobernaba de raza simbolizados en la bandera que
sus destinos y al magisterio que modela- tendía su sombra desde las columnas de
ba su cultura; dócil arcilla dentro de una Hércules hasta el Golfo de Méjico y el
mano de hierro, no pudo sino imitar el i Estrecho de Magallanes.
modelo literario que venía sellado por la i El progresivo desvanecimiento de la
autoridad de que recibía leyes, hábitos, j conciencia de esa unidad moral, en las
creencias. El remedo servil estaba en la colonias americanas, y la pérdida de todo
naturaleza del terreno de que se nutría sentimiento de la gloria y la tradición de
aquella lánguida vegetación literaria, co- la metrópoli, son hechos que inspiraron
mo lo estaba el gusto prosaico y enerva- al gran viajero de quien ha podido exac-
do, que sin dejar de explicarse por las tamente decirse que realizó a principios
influencias y por los modelos de la de- del pasado siglo un segundo descubri-
cadencia española, era también el reflejo miento de nuestra América, observacio-
de la monotonía tediosa de la vida y del nes llenas de interés. «Las memorias na-
tímido apagamiento de la servidumbre. cionales—afirma Humboldt—se pierden
Nacida de ocios fríos, la obra del escri- insensiblemente en I a s colonias, y aun
tor no respondía a un interés social ni lo aquellas que se conservan no se aplican
suscitaba. Poco tenía aquella paz, sin be- a un pueblo ni a un lugar determinado.
lleza ni espíritu, de la superior serenidad La gloria de Pelayo y del Cid Campeador

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAK M.n GUTIÉRREZ 713

ha penetrado hasta las montañas y los ¡ prenta colonial, como herida de ía emo-
bosques de América; el pueblo pronuncia ción del presagio y el apercibimiento.
algunas veces esos nombres ilustres, pero Uno de los signos reveladores de la fun-
ellos se presentan a su imaginación como damental transformación que se operaba
pertenecientes a un mundo puramente en el espíritu público es, en los últimos
ideal o al vacío de los tiempos fabulo- tiempos de la colonia, la vibración cre-
sos» (1). ciente de ios afectos, las preocupaciones
En cuanto a las memorias y las leyen- y las necesidades sociales en la palabra
das de las razas que representaban la escrita; el movimiento de publicidad que
tradición de la libertad salvaje de Amé- iniciaron en Buenos Aires las memorias
rica junto a la posteridad del conquista- de Belgrano y ios trabajos de Víeytes,
dor, sólo con las protestas de la Indepen- para la propaganda de la libertad econó-
dencia pudo venir la reivindicación de mica, y que debía tener su más resonan-
tales reliquias del pasado como cosa pro- te manifestación de elocuencia en el Me-
pia de la tierra, como abolengo de su morial de los Hacendados, y su nota de
historia. «El colono de la raza europea sentimiento en el canto de triunfo con
—añade Humboldt—se desdeña de cuan- que el Rouget de i'ísle de las futuras
to tiene relación con los pueblos venci- victorias de la Revolución ungía ía fren-
dos. Colocado entre las tradiciones de la te de la poesía inspirada en las altiveces
metrópoli y las de la tierra de su cuna, del honor popular y en los arrobamien-
considera las unas y las otras con la tos de la gloria, sobre las calles donde
misma indiferencia, y muy raras veces aún no se había oreado el riego de san-
arroja sus miradas sobre lo que fué.» gre de la Reconquista. Y como elemento
Mudo y sin alma io pasado; ajena la de este ejercicio ele aprendizaje deí pen-
realidad actual a todo estímulo de pasión samiento propio, en vísperas deí tiempo
e interés, y cerrado, por una fatalidad en que él sería el motor de la marcha de
que excluía todo objetivo de la voluntad, la colonia emancipada, nace el amor al
el horizonte del porvenir, no era posible estudio de los orígenes históricos del Vi-
para la vida colectiva la expresión lite- rreinato, que no se manifiesta sólo por
raria, ni para la obra del pensamiento la investigación erudita y la exposición
individual la repercusión de simpatía que indiferente, sino que se colora ya, en los
la trocase en idea y sentimiento de to-
dos. La contemplación de una naturale- escritos de Funes, de Araújo, de Rivaro-
za cuya poesía desbordante no había sido la, y en las monografías locales que los
traducida al lenguaje humano jamás; los primeros periódicos acogen en sus pági-
rasgos propios que determinaba en las ! nas, con ciertos toques de sentimiento
costumbres la lucha de la civilización y tradicional y patriótico; al paso que se
el destierro, sólo hubiera sido posible generalizaban, entre los temas preferidos
que brindaran inspiraciones de originali- de aquellos mismos periódicos, las des-
dad a la lírica y la narración, si estas cripciones geográficas del suelo, con que
formas de arte hubiesen reposado, para se contribuía a fijar y definir la noción
las escuelas de aquel tiempo, en la imi- material de la patria que se esbozaba.
tación de la vida. Pero aún tuvo una manifestación más
Con la proximidad de la Revolución, genuinamente literaria e s e sentimiento
ciertas audacias e inquietudes del pensa- naciente de las cosas propias, y es el
miento aceleran las pulsaciones de la im- bosquejo de una poesía inspirada en 3a
originalidad de la tierra, que Labardén
trazó, remontando a ía entonación del li-
(1) Humboldt: Viaje a las regiones equinoc-
ciales del Nuevo Continente, cap. V, libro II. rismo la imagen de la naturaleza y p r o
714 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

bando calzar con e! coturno trágico la pendencia se hubiese manifestado plena-


leyenda de la América primitiva. mente si para ello bastara con la índole
Sobrevino la época en que pudo ma- del tema y la sinceridad de la emoción.
nifestarse sin recatos el espíritu de la co- En la conciencia del poeta, aquella poe-
lonia transfigurada en pueblo autónomo. sía era toda ingenuidad y toda sentimien-
La literatura de la independencia ame- to; pero era artificial en su realización,
ricana, como la actividad de los tiempos y sus imágenes clásicas de libertad y de
a que dio expresión, fué absorbida por heroísmo io figuraban todo menos el
un sentimiento y una idea. Reflejando cuerpo real, colorido y viviente de la pa-
esta inalterable unidad del espíritu de tria, por más que se caldearan en su
una época heroica, fué aquella literatura amor y se aplicasen a sus victorias y a
eminentemente nacional; pero no pudo sus héroes.
serlo si por nacionalidad literaria ha de Había, sin d u d a , cierto carácter de
entenderse una expresión más compleja oportunidad y de verdad interna en esíe
y armónica de la vida de un pueblo, ni, propio clasicismo de la forma, que no lle-
aún menos, si se exige la condición de la gaba sólo por abstracta influencia litera-
forma propia y espontánea. ria a la fantasía del poeta, sino que se
La poesía de la revolución argentina, relacionaba con las inspiraciones más ac-
que Juan María Gutiérrez pudo justicie- tivas y eficaces de la Revolución, sellada,
ramente enaltecer en el conjunto de la i desde su origen, por la pasión del genio
de los pueblos de América, como la que clásico, que, como ideal, mejor o peor
más estrechamente vinculada se mantu-1 interpretado, de gloria y de grandeza mo-
vo a la épica realidad de los tiempos; ral, había presidido el desenvolvimiento
la que lleva en sí una expresión más sos- de aquella otra revolución humana a cu-
tenida del sentimiento de la libertad y yo ejemplo se modeló, en gran parte, la
una glorificación más constante de sus : de 1810. Pero la sinceridad del entusias-
triunfos, hubo de compensar esta supe- mo con que los hombres de la genera-
rioridad marcial con una fisonomía más ción creadora de América se transporta-
austera y monótona, menos complemen- ban en espíritu a la antigüedad y as-
tada por otros elementos y formas de piraban a que se les considerase los
poesía, que se agruparan, como notas ar- discípulos de sus guerreros, de sus legis-
mónicas, en torno de la nota guerrera, ladores y de sus tribunos, si bien levanta
descubriendo, por decirlo así, la carne el clasicismo de esa poesía sobre la con-
bajo la coraza; destacando un relieve dición de un vano amaneramiento retóri-
personal, de amor, de tristeza o de aban- co, no la mantiene con ello menos des-
dono, sobre la uniforme expresión de los arraigada del suelo firme y resistente a
entusiasmos comunes. Cualquier persis- la sugestión colectiva. Faltos de la per-
tente propósito de tributar, en otros al- cepción, o del aprecio, de las originali-
tares que los de la acción, pensamiento dades de la realidad que los rodeaba,
o belleza, habría parecido, durante aque- aquellos poetas sacrificaron la fisono-
llos veinte años, signo de extranjería y mía natural y el elemento distintivamen-
egoísmo: tal como si, en Esparta, se hu- te pintoresco de la lucha a la imitación
biera osado modificar, con los sones de del mundo soñado donde tenían cautivo
la molicie y el deleite, la inmutable sim- el pensamiento; sin una pincelada que
plicidad del ritmo dorio, el tono sugeri- diese la nota singular del escenario y
dor de la altivez viril y del impulso del la actitud y el gesto peculiares del ac-
combate. tor; sin una estrofa, olvidada de ío an-
Dentro de esta unidad monocorde, el tiguo, que guardara la repercusión del
espíritu nacional de la poesía de la Inde- galope de la montonera al través de las

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OBRA ORIGINAL.—-6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 715

cuchillas y las pampas; que reflejase I blo. Para que pudiera ser escrita aque-
una imagen de Jos Andes, por donde lla obra de iniciación; para que el can-
cruzaron los cóndores de San Martín, to del poeta adquiriera cierta oiginali-
y modelara en bronce la escultura he- dad expresiva de las cosas propias, era
roica del gaucho. menester que un vuelco radical de las
Germinaba en las trovas del payador, ideas literarias se verificara y que sal-
del gaucho guitarrero y vagabundo, una vase los mares el influjo de una revo-
hermosa poesía popular, que el poeta lución que debía ofrecerse al pensa-
clásico consideraba con el desdén del miento de América con los halagos de
trovador palaciano por el romance del una nueva sanción de su autonomía en
juglar villanesco; pero este desdén man- cuanto propagaba a los dominios de la
tenía desvinculada del movimiento lite- forma el aura bulliciosa de la libertad.
rario y del espíritu del hombre de ciu- Estaba en las afirmaciones y en los
dad esa espontánea floración de los ejemplos del romanticismo la benéfica
campos. El clasicismo del siglo xvili, en idea de la nacionalización de las litera-
que tuvo la escuela de los poetas de la j turas. Reaccionando contra la nulidad
independencia su modelo, había profun- j del modelo insustituible y del precepto
dizado, hasta hacerlo irreconciliable, el inviolable, aquella gran revolución re-
divorcio entre la inspiración popular y emplazaba con la espontaneidad que con-
la erudita, obstinándose en el propósi- dujese a cada pueblo a la expresión
to de formar alrededor del poeta noble j de su carácter propio, la imitación que a
y selecto una atmósfera diferente de! todos los identificaba en la misma fal-
aquella en que respiraba la multitud. I sedad, y oponía la filial vinculación del
De este lado del Plata, donde la vida j verbo literario con lo del suelo, la época
pastoril y gauchesca halló su origen; y el uso, a la abstracción de un clasicis-
donde la revolución adquirió el áspero mo que, indiferente a toda realidad de-
fermento democrático que la salvó para terminada, presentaba el tipo universal
la libertad, un payador semioculto, Hi- por norma de arte y aspiraba, no a la re-
dalgo, ensayó interpretar en forma es- producción directa y concreta de las
crita el balbuceo de la imaginación del cosas, sino a la significación de la verdad
paisano. Pero esta poesía, ni pasó de ideal depurada de todo accidente, vale
diálogos festivos que sólo muy super- decir, de todo rasgo local, de toda pecu-
ficialmente reflejaban el sentimiento po- liaridad histórica, de todo relieve de
pular, ni tuvo el más mínimo contacto originalidad.
con el raudal de aquella otra que, des- La poesía dejaba de ser considerada
pués de cantar al modo clásico las vic- como el patrimonio de ciertas selectas
torias guerreras, apuraba la solemni- civilizaciones que hacían durar su espí-
dad de sus acentos para servir de olím- ritu en ía herencia de perennes mode-
pica corona al liberalismo enconado y los, y pasaba a ser un don universal,,
patriótico de Rivadavia. un don humano, cuya originalidad daba;
No era posible, dentro del gusto de en cada una de sus formas históricas,
la época, la obra de reconciliación que j la medida de su valor, y cuya crítica ha-
había de ser el significado prestigioso i bía de fundarse en el modo de pensar
de La Cautiva, su mérito de oportuni-1 y sentir propio de cada raza y cada pue-
dad, tan superior a su valor de arte; blo, en el estudio, en su naturaleza, sus
ia obra de nacionalizar el espíritu de costumbres y sus tradiciones.
]a poesía en que florece la cultura ur- A aquel impulso igualitario con que
bana y ennoblecer la forma del verso la hegemonía del clasicismo francés ha-
aspirado en el sentir agreste del pue- bía derribado en Europa las aras de
716 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

los viejos dioses nacionales, en arte y su literatura. Pero podían esos pueblos
poesía, sucede, dondequiera que reper- tomar por punto de partida y por estí-
cute el grito de guerra de los innova- mulo eficaz en la formación del pensa-
dores, la altiva afirmación del propio miento propio el principio de libertad
abolengo literario. Shakespeare, la Co- que el romanticismo propagaba con sus
media española, e] Romancero, las Can- victoriosas banderas, y podían modelar
ciones de gesta, los Nibelungos y las en el ejemplo de la enérgica reivindi-
Sagas reverdecieron con el aroma y la cación de nacionalidad literaria que la
virtud del terruño. nueva escuela suscitó en todas partes
Levantábanse así las voces de los pue- un ideal de poesía capaz de desenvolvi-
blos, que Herder percibía en el hervor mientos fecundos.
de ideas de aquel comienzo de siglo, y La variedad de formas, de sentimien-
por primera vez se aspiraba de manera tos, de modelos, abría, además, un cam-
consciente a que las literaturas fuesen po de elección mucho más vasto, dentro
la expresión de la personalidad de las de la imitación misma; y el impulso que
naciones, como el estilo es la expresión reaccionando contra ia reserva aristo-
de la personalidad del escritor. Un cen- crática del espíritu literario lo difundía,
tenar de colores se alzaba sobre el blan- como por una evangelización de la be-
co frontón de la antigüedad. lleza, entre todos los hombres, no po-
Muchas de las notas características de día menos de facilitar la expresión de
aquella revolución espiritual, del modo la índole propia de nuestras sociedades.
como ella prevaleció en Europa, discor- La literatura descendía de la academia
daban con el ambiente americano. Ni y el liceo, para poner la mano sobre el
entendido el romanticismo como movi- corazón de la muchedumbre, para em-
miento ele reacción artística que busca- papar su espíritu en el hálito de la vida
ba sus inspiraciones en el espíritu de popular. El poeta americano contó, en
una edad cuya evocación no hubiera te- la obra de crear una expresión nueva y
nido en América sentido razonable; ni enérgica para la naturaleza y las cos-
como escuela de falso idealismo, que tumbres, con otra gran conquista del
llegó a desdeñar, no menos que el sis- romanticismo; la democratización del
tema de imitación contra que había lenguaje literario, el bilí retórico que
protestado, los fueros de la realidad; ni concedió los fueros de la ciudadanía a
como manifestación literaria de aque- esa «negra muchedumbre de las pala-
llos estados de conciencia que refleja- bras», que Hugo, en las Contemplacio-
ron sobre la frente de las generaciones nes, se jactaba de haber confundido con
románticas sus sombras, y que traduje- «el blanco enjambre de las ideas», ano-
ron los poetas de la época en clamores nadando la distinción entre vocablos pa-
de rebelión individual y de conflicto tricios y vocablos plebeyos. Dentro de
íntimo, traía consigo una fórmula satis- los límites del lenguaje poético del si-
factoria y oportuna con relación al ca- glo XVIII, con su veneración de la perí-
rácter y a la expresión natural de pue- frasis y su desprecio del habla popu-
blos que vivían su niñez; que no podían lar: la escuela de lenguaje que hacía
participar, como signo social persisten- del Homero de Mme, Dacier un poeta
te, de las nostalgias y congojas nacidas cíe la corte y llevaba a Shakespeare a
de la experiencia de las sociedades, y la alquitara de Ducis, no hubiera sido
que necesitaban, ante toda cosa, de aquel posible el sabor de naturalidad de La
«conocimiento de uno mismo», que, co- Cautiva ni la palpitante crudeza del Fa-
mo fué la inscripción del templo clási- cundo.
co, debía ser ia heráldica empresa ele i La narración rompía los moldes esírc-

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OBRA ORIGINAL—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.fl GUTIÉRREZ 717

chos y convencionales de la épica de es- to, y los Recuerdos de Provincia, la de


cuela, y se dilataba por la franca exten- la interioridad, local y doméstica en los
sión de la poesía legendaria, del cuento centros urbanos; Vicente Fidel López
popular, de la novela histórica o de cos- prueba a encerrar, en la forma narra-
tumbres, formas mucho más adaptables tiva con que el imaginador de Ivanhoe
a la expresión de las pecualiaridades de había ensanchado los límites de la his-
región y de época, y mucho menos difí- toria por los procedimientos peculiares
ciles de tratar con inspiración personal del arte, su visión del pasado de Amé-
e innovadora. rica; la poesía popular renace personi-
Manifestábase en la lírica el sentimien- ficada en Ascasubi, que transmite la
to de la naturaleza, parte necesariamente guitarra del payador a las manos donde
principal en toda literatura genuinamen- ella había de vibrar con la sabrosa re-
te americana, y la descripción animada lación de Martín Fierro; y el mismo Al-
por la presencia del espíritu, por la poe- berdi, que consagró las primicias de
sía de la contemplación, traía a la luz su pluma a la descripción de la natu-
uno de los más hondos e inexpl otados raleza física, refleja en animados cua-
veneros de belleza con que hubiera po- dros de costumbres la fisonomía de la
dido enriquecerse la palabra artística. vida de ciudad, y lleva a la propaganda-
Tantos estímulos de originalidad, tan- de cuanto importe una tendencia de
tos ejemplos e influencias que convida- emancipación del pensamiento americano
ban a la libre expresión de las cosas todas las fuerzas de su crítica valerosa
propias, concluyeron por prevalecer so- y sagaz.
bre los amaneramientos de escuela; y Consideraremos esta obra de reivindi-
después de las primeras tentativas de cación de la autonomía literaria en sus
imitación desencaminada y exótica, ro- dos caracteres principales: el sentimien-
manticismo y emancipación literaria na- to de la naturaleza y el sentimiento de
cional fueron términos que se identifi- la historia.
caron en el espíritu innovador de Eche-
verría. La juventud que le reconoció por VI
maestro entendió, aún con más conse-
cuencia y precisión, la identidad de EL SENTIMIENTO DE LA NATURALEZA
ambas ideas; y así, la conquista de una
originalidad americana fue, en materia En ios comienzos del pasado siglo, ras-
de arte, el gran sueño de la generación gando inesperadamente la atmósfera de
que hizo de aquella desigual y embrio- afectación y de frialdad de la literatura
naria Cautiva el símbolo de sus entu- de su tiempo con el soplo de la natura-
siasmos literarios y la amó como una leza y la pasión, un libro se publicaba en
poética representación de la patria au- Francia, que los corazones acongojados
sente, que evocaba, en las horas amar- todavía por el horror del apocalipsis re-
gas del destierro, imágenes queridas y volucionario acogieron con íntima y an-
músicas de la memoria. siosa gratitud. Tenía la oportunidad de
Juan María Gutiérrez, Mármol, Há- la palabra que lleva al oído del enfer-
gannos Cervantes, continúan el camino ; mo acentos de piedad y ternura. Ha-
iniciado por Echeverría, en la descrip- blaba, en medio de una sociedad sacu-
ción lírica del suelo y la reproducción dida en sus cimientos por el desborde
de tipos y costumbres; la prosa des- de todas las violencias humanas, del en-
criptiva amanece en páginas de Alberdi! canto de la soledad, del misterio repa-
y Marcos Sastre; el Facundo da la ex- rador de los desiertos infinitos, y era
presión dramática de la vida del desier- como un soplo balsámico venido de Oc-
718 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cidente para dulcificar el ardor del am- sas nacidas en las cumbres donde rei-
biente inflamado en el olor de la sangre na la perpetua paz, no del sentimenta-
y de la pólvora. lismo egoísta que hace girar el espec-
Aquel libro: la Átala—precediendo al táculo del mundo en torno a sus cuitas
que, por obra del mismo grande escri- y dolores, sino de la visión amplia y
tor, asoció a la palabra del hastío y la serena, en que se conciertan todos los
desesperación la poesía, también, de la dones superiores del pensamiento y de
soledad—, ü~aía consigo al mundo lite- la sensibilidad, como para contraponer
rario la revelación de la naturaleza de al enseñoreado orden de las cosas el
América. orden soberano del espíritu que las con-
Y esta virgen naturaleza, estudiada co- templa.
mo escenario de pasiones insólitas y Humboldt y Chateaubriand convirtie-
hondas melancolías, por el escritor de ron, casi simultáneamente, la naturaleza
Bretaña, se manifestaba, poco tiempo de América en una de las más vivas y
después, como objeto de distinto género originales inspiraciones de cuantas ani-
de contemplación y distinto sentimiento, maron la literatura del luminoso ama-
en las obras del gran viajero cuya figu- necer del pasado sigio: el uno, por el
ra domina la historia geográfica de su sentimiento apasionado que tiende so-
siglo desde alturas que tienen la ma- bre la poética representación del mundo
jestad del Chimborazo, que fué una vez exterior la sombra del espíritu sólita
su pedestal. En 1807, Alejandro Hum- rio y doliente; el otro, por cierto género
boldt comenzó a publicar el Viaje a de transición de la ciencia ai arte, en
las regiones equinocciales del Nuevo Con- que amorosamente se compenetran la
tinente, donde están comprendidos los observación y la contemplación, la mi-
Paisajes de las Cordilleras. rada que se arroba y la mirada que-
El poeta sabio del Cosmos no había analiza.
llevado en su espíritu, al seno de las En la naciente literatura de América
selvas y los desiertos americanos, el aci- debía despuntar bien pronto la misma
cate del dolor, ni la inquietud de una generosa inspiración, como una de las
personalidad desbordada y rebelde, co- formas inmediatas que asumiría la es-
mo la que se expresó por la elocuencia pontaneidad del sentimiento sustituida
lírica de Rene, sino la huella de aquel j al tema convencional y a la imitación
ambiente sereno y luminoso que impri- j de lo extraño. La nota más intensa de
mió en la cultura de los grandes días originalidad que pueda señalarse en los
de Weimar un sello de universalidad y albores de la poesía americana, con re-
de armonía que no ha vuelto a presen- j lación a los antecedentes y los modelos
tarse en el mundo, y que hizo de sus de la literatura española, es, sin duda,
sabios hombres de fantasía y sentimien- la que procede de la directa comunica-
to; de sus poetas, hombres de ciencia. ción con la naturaleza física: no sólo
Con la obra de la observación y del por la real y poderosa originalidad de
análisis armonizó el gran viajero, mer- esta naturaleza, bastante a comunicar
ced a esa norma de educación íntegra- sello distinto y vida propia a la poesía
mente humana y a la complejidad de que se acogiese a su seno, sino también
su genio propio, una nota contempla- porque el entendimiento poético del pai-
tiva, que, realzando la elemental idea- saje y la simpatía profunda con las co-
lidad de toda investigación elevada, in- sas no fueron nunca de los más ricos
flama a la ciencia en espíritu poético. veneros en la tradición de aquella li-
Grande y fecunda poesía, que descien- teratura,
de, al modo de las corrientes majestuo- Descartados los cuadros de égloga e

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR D PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 719

idilio por su falsedad o su indetermina- En los años en que Humboldt visitó la


ción; no de otro tono que ellos las des- C a r a c a s espiritual y pensadora de las
cripciones de la novela, y circunscrito a postrimerías del régimen colonial, brilla-
las mismas reminiscencias pastoriles y ai ba en sus tertulias literarias la figura de
sentimiento horaciano de la soledad el un poeta adolescente, que cultivó el tra-
amor de la naturaleza en la lírica, sólo to del sabio y ie acompañó en algunas
por excepción puede notarse en aquella de sus excursiones científicas. Estaba re-
delicada ternura con que los místicos so- servado a aquel poeta, en cuyo espíritu
lían considerar la obra de su Dios en las no debía desvanecerse jamás la huella
bellezas del mundo; en la opulenta vena dejada por la palabra del viajero, la glo-
de lirismo que corre abrazada a las fic- ria de ser uno de los dos ilustres heral-
ciones del teatro, y en la frescura agreste dos del sentimiento de la naturaleza de
de algunas de las canciones populares América en su literatura propia; y fué,
que asoman entre el follaje de los Can- en gran parte, obra de la virtud inspira-
cioneros, la impresión directa y sentida dora de aquella amistad intelectual y
de la realidad natural. del ejemplo de los Paisajes y los Cuadros,
Los que aspiraron a épicos de la con- de Humboldt, el sentimiento estético que,
quista americana apenas pararon su aten- acendrado por una larga preparación deí
ción en la virgen naturaleza que les brin- pensador y deí artífice, y estimulado por
daba su copa de poesía rebosante. El ma- la inteligencia delicada y profunda de las
yor de ellos, Ercilla, si puso a prueba su descripciones de 1 o s clásicos, produjo,
maestría pictórica, no fué para tomar de como fruto moroso, la Silva limpia y se-
la realidad la sublime grandeza de la vera en que Bello armonizó con la ex-
Cordillera, sino para fantasear el valle hortación a la labor y la paz, dirigida a
fabuloso (1) que compite con ías más be- los pueblos del Nuevo Mundo, el loor
llas descripciones convencionales de los de la naturaleza que les brindaba sus
clásicos, como la de la isla embalsamada dones.
de Camoens y la del alcázar encantado Poco antes de que la Silva a la agri-
que el Tasso imaginó para su Armida. cultura de la zona tórrida viese la luz en
Los otros, que no fueron poetas, no tu- las páginas de aquel Repertorio America-
vieron tampoco el mérito del intento en no, que fué tan gallarda ostentación de
esta parte. Las más grandes cosas que la inteligencia y la cultura precoces de
puede ofrecer el espectáculo del mundo la América libre, en el seno de la vida
se embotaban en su sensibilidad: la con- europea, se habían publicado en Nueva
templación de la noche en el desierto, York los versos de un desterrado de
que sólo sugería a nuestro Arcediano Cuba, cuyo nombre debía tener para la
Centenera el pretexto de un vano sueño I posteridad la resonancia del torrente a
mitológico (2); la esplendidez orgiástica ¡ que aquellos versos dieron ritmo. Llamá-
de la vegetación tropical, que era apenas, I base el desterrado José María de Heredia,
en la Lima fundada, de Peralta y Barnue- ( y El Niágara, el más hermoso de sus
vo (3), objeto de una enumeración de ¡ cantos.
herbolario. El sentimiento de la naturaleza en poe-
Hubo de esperar la poesía de la natura- sía americana era una realidad consagra-
leza al amanecer de una conciencia ame- da por dos obras de alto valer, y se ma-
ricana. nifestaba por dos modos de contempla-
ción esencialmente distintos. En la una,
(1) La Araucana, canto XVIÍ, de serena objetividad; de pasión inten-
(2) La Argentina, canto XIII. sa, en la otra.
(3) Lima fundada, canto IV. La naturaleza es para Bello la madre
720 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

próvida y fecunda que inspiró, por la época de Echeverría. Labardén había


idealización de la abundancia y la labor, cantado, con mediano aliento, al Paraná
el utilitarismo delicado de las Geórgicas. en los últimos tiempos de la colonia. Los
Para Heredía es el fondo del cuadro que rasgos descriptivos que puedan señalarse
dominan la desesperación de Rene o la en algunas composiciones de los poetas
soberbia de Harold; la soledad bien- de la revolución, como simples acceso-
hechora del que sufre, una armonía cuya rios del cuadro, se refieren a la perspec-
nota fundamental se desprende del senti- tiva de la edad de oro que ellos imagi-
miento asomado a los ojos que contem- naban en lo futuro, presagiando los do-
plan. nes de la tierra fecundada por la paz.
Bello nos da la perfección en la poesía Así, Luca, en su visión del porvenir de
estrictamente descriptiva; en la represen- Buenos Aires, y el poeta de Ituzaingó
tación de las formas sensibles de la natu- tratando análogo tema (1). La observa-
raleza por la imagen que reproduce to- ción de las peculiaridades de la natura-
das las modificaciones de la línea y to- leza indígena sugirió a nuestro sabio La-
dos los tonos del color; pero Heredia, rrañaga la idea de infundir el sabor del
poeta de la intimidad, poeta del alma, terruño en las sencillas ficciones del
sabe traducir al lenguaje de la pasión las apólogo.
voces de la naturaleza, y muestra refle- Juan Cruz Várela, en un discreto exa-
jados en el colorido de la imagen los men de la labor transmitida por la gene-
resplandores o las sombras del espíritu. ración literaria que tuvo en él su más
A esta superioridad de sentimiento e conspicua personificación, a la que se
inspiración, debe aún agregarse la supe- anunciaba ya por los primeros ensayos
rioridad pictórica que resulta de haber de la juventud que había de rimar La
Heredia reproducido un cuadro determi- Cautiva y escribir el Facundo, deploraba,
nado y concreto, y haberse limitado el en 182$ (2), la completa ausencia dei
autor de la Silva a la agricultura a deco- tema descriptivo en las composiciones
rar una composición de índole predomi- de los poetas de su tiempo, y lo seña-
nantemente didáctica, con ciertos toques laba como una de las notas destinadas
descriptivos que no se ordenan en un a prevalecer algún día. en el carácter de
conjunto armónico y viviente, ni adquie- la poesía americana.
ren la unidad de un paisaje real. Quien primero se adelantó a expresar
Por otra parte, una inspiración deriva- en lenguaje literario el sentimiento de
da del eco blando y sumiso de las Geór- la naturaleza fué un prosista, fué Aíber-
gicas no era la más apropiada para tra- dí, cuya actividad juvenil estuvo llena de
suntar la poesía de los desiertos de Amé- precoces ensayos y vislumbres. La tierra
rica en su magnificencia salvaje, en su encantadora de su nacimiento brindaba
majestad primitiva. Bello entona su can- al escritor tucumano el más hermoso de
to a los dones generosos de Ceres, a la los motivos de descripción con que pu-
labor futura que hiciese esclava del es- diera haberse desflorado el nuevo géne-
fuerzo humano la naturaleza indómita y ro, y la novedad y frescura de la inspi-
bravia; no a la selvática espontaneidad ración obtenida de un tema inexplotado
de esta naturaleza, donde estaba eminen-
temente su poesía peculiar.
En nuestras letras del Sur, el período (1) Luca: Al pueblo de Buenos Aires, 1822.
Juan Cruz Várela: Profecía de la grandeza, de
clásico no dio una nota merecedora de Buenos Aires, 1822.
recuerdo, en cuanto al sentimiento lite- (2) Literatura nacional Artículo V de la se-
rario de que hablamos. Quedó este senti- rie publicada en El Tiempo, de Buenos Aires,
miento para originalidad y tesoro de la de aquel año.

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 721

comunicaron a la Memoria descriptiva por la discutible calidad de su arte, por


sobre Tucumán cierta agradable e inge- la grandeza del propósito y la originali-
nua lozanía. Pero aquel gran propagador dad del pensamiento que propagó y en
de ideas no tuvo nunca, entre sus con- el que germinaba la solución futura del
diciones eminentes, el sentido del color problema fundamental de su pueblo, la
ni la vena del sentimiento contemplati- idea que determinó su forma orgánica.
vo; y aun dejando de lado lo inocente e El poeta individual de los Consuelos y
infantil de la forma, esas páginas que- de alguna parte de las Rimas no desper-
daron muy distantes de lograr un tra- tará en el porvenir, como no la despier-
sunto duradero de la maravillosa rea- ta ya en nuestros corazones, la resonan-
lidad. cia que en el espíritu de la generación
Con todo, el influjo de aquella mezcla a cuyo ser interno dio la expresión de las
de directa observación y sincero senti- primeras notas que inspiró, en poesía
miento que había convertido, desde Rous- americana, el numen de la confidencia y
seau y Bernardino de Saint-Pierre, el el ensueño románticos. Pero la gloria
amor de la naturaleza física en una de del colorista vive la vida inmortal de la
las más fecundas inspiraciones del arte naturaleza y está afianzada en la inmu-
literario, se manifestó por vez primera, tabilidad del aspecto más característico
en literatura argentina, por la Memoria del suelo donde ha de afirmarse un día
descriptiva, de Alberdi, quien también el mármol que perpetúe su imagen y su
probó a expresar la admiración de las memoria.
bellezas naturales, acompañada de una Mientras exista sobre la haz de la tie-
reflexión grave y profunda, en las Im- rra el alma argentina, serán una parte de
presiones de una visita al Paraná, con su ser y un elemento de la poesía que
que abrió camino a la descripción de arraigue en sus entrañas la sensación y
aquella virgen naturaleza que Marcos el sentimiento de la infinita llanura; y
Sastre había de reflejar, años más tar- mientras ellos sean peculiaridad de su
de, en páginas de idílico candor. existencia nacional e inspiración de sus
La renovación poética vagamente es- poetas, el pórtico de La Cautiva tendrá
bozada en 1834, por los Consuelos, de la eterna oportunidad de la forma que
Echeverría, anticipaba ya, en ese libro los condensa en molde típico y primero;
inseguro, toques fugaces de naturaleza a la manera como eternamente durará
americana. «Leyda, Regreso, Flor del la imagen de las Praderas en el canto
aire—observó Alberdi exactamente—deja- de Bryant, o la de la selva del trópico
ban entrever, ya en el fondo, ya en los en el poema de Araujo.
accesorios, la fisonomía peculiar de nues- Y con la realidad y la intensa vida del
tra naturaleza.» Pero el verdadero im- cuadro, por las que vive unido indisolu-
pulso innovador, y con él la primera nota blemente a la objetividad de la naturale-
Penetrante arrancada a la música de las za, se armonizan en esa descripción un
cosas, vinieron de la aparición de La \ sello personal, una nota de sentimiento
Cautiva. Esta leyenda, trivial en la con- íntimo, que la vinculan, con igual nexo
Ce
Pción; pobre y apenas rasguñada, en indisoluble, a la idea que nos formamos
ta forma, debe a la descripción prelimi- del autor, y que hacen de aquellas pin-
na
r del desierto la superioridad que la celadas la más cumplida expresión de
re
scata, y que da, a la vez, su más in- su carácter poético, de su fisonomía mo-
conmovible fundamento a la fama poé- ¡ ral, de su índole afectiva.
i[c
'A del autor. Para quien haya estudiado, en Echeve-
En Echeverría, el poeta de la regene- rría, al hombre, al poeta, al pensador,
1
ación política y social, vivirá, más que s es cosa fácil reconocer en su imagen dei
722 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

desierto el tinte de su alma, y es lícito donde el ciprés y el mirto son emblemas


afirmar, a la vez, que cuando reprodujo de dones diversos de sus hombres?»;
aquella escena grave y solemne en su in- pero en la precisión de los rasgos, el
mensidad, penetrada de tristeza infinita cuadro no revela sino la imitación de 3a
trazó inconscientemente un trasunto del naturaleza, y se armonizan dignamente
cuadro que su vida austera y melancóli- con él los que, en otros pasajes del poe-
ca, pasada en la penumbra del reflexivo ma (1), reproducen la majestad del
destierro, alejada de las tempestades de Aconguija, la vegetación tropical ilumi-
la acción, vibrante en la propaganda de nada por la aurora, y el desmayar dei
un pensamiento grande y único, ofrece- ocaso en las montañas.
ría, en la perspectiva de los tiempos, a Ese carácter de intimidad que asoma,
la contemplación de la posteridad. bajo apariencias de objetivismo, en la
No de otra manera el vuelo majestuoso descripción de la Pampa, imprime, más
y el apacible colorido de la Silva de Bello definidamente, su sello a otra de las co-
parecen ser el símbolo de la noble sere- sas mejores de Echeverría: el Himno al
nidad, del desenvolvimiento sosegado y Plata, que incluyó en su difuso y embro-
fecundo de su existencia, transcurrida en llado poema El Ángel caído; canto que
los afanes de un magisterio ejercido so- redime al poema; ejemplo de contem-
bre hombres y pueblos. No de otra ma- plación esencialmente lírica, sin más que
nera ofrece el Niágara, en el vértigo de algún rápido toque de descripción; más
su caída, la imagen de la existencia pro- lírica y menos descriptiva que el Niága-
celosa que armonizó con el eco de los ra de Heredia. para citar un modelo en
hervores del torrente la confesión de su : que la expresión del sentimiento perso-
nostalgia y su dolor. nal y la imagen de la Naturaleza que lo
El poeta de la desnudez austera de la mueve están proporcionadamente reparti-
;
Pampa aspiró a ser también el poeta de das; porque allí aparecen, casi únicos y
la altiva majestad de la Cordillera y de sin imagen que dure, el sentimiento, la
la vida lujuriosa del Norte. Para glorifi- impresión, el eco que despierta en el
car la memoria del procer tucumano sa- alma el mensaje de los ojos.
crificado en Metan, compuso el poema Aún nos queda por añadir, en la obra
Avellaneda, obra tan descuidada y des- del memorable innovador, como intérpre-
igual como todo lo suyo, pero que, a la te del sentimiento de la Naturaleza, cier-
enérgica afirmación del credo de humani- tos fragmentos del Peregrinaje de GUÜ>-
dad y libertad, por la que merece recor- po, boceto en prosa de un poema, mode-
dársela entre las más generosas inspira- lado en el plan del Chüde Harold, Que
ciones de su época, une las galas del fon- llegó a versificar, y las Cartas intimas (2)
do pintoresco tomado de los paisajes de en que manifestó las impresiones de un
Tucumán. El canto voluptuoso, lleno de período de desengañada reclusión en la-
luz, como flotante en una atmósfera de soledad de la Pampa: cartas éstas acer-
aromas, rimado con una gallardía que bas y conmovedoras, que hoy nos pare-
estuvo lejos de ser el atributo constante cen más empapadas en la humedad del
de la versificación de nuestro poeta, con i sentimiento que la mayor parte de la
que da principio la narración, puede con- ¡ obra lírica de su autor, y en las que el
tarse entre los más vivos reflejos litera-i
ríos de las bellezas naturales del Nuevo j
Mundo. Hay en la forma una visible re- | (1) Echeverría: Avellaneda. Canto primero, J¡
miniscencia del contorno de la descrip- j canto segundo, II, y III; canto tercero, VI.
(2) Incluidas, con todas las producciones an-
ción pomposa de Abydos en el poema de I tes citadas de Echeverría, en la colección de
Byron: «¿Conocéis la tierra encantadora ] sus Obras, tomo V.

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 723

propio abandono de la pluma, librada a mortal eficacia de esa prosa. El Tucu-


la soltura sin trabas de la confidencia, mán de Echeverría, y aun su misma
vuelve más penetrante la ingenuidad con Pampa, desfallecen junto al Tucumán y
que se traduce en palabras la expansión la Pampa de Sarmiento. Y si en el Fa-
del ánimo inquieto y dolorido en el seno cundo reveló su admirable poder de des-
de la reparadora soledad, cripción objetiva y en grande, los Re-
Pero el gran estilo pintoresco, y como cuerdos de Provincia mostraron cuánto
la plena revelación estética de la geogra- \ era capaz de colorear las cosas de la
fía argentina, sobrevinieron el día en que naturaleza con el reflejo del sentimiento
Sarmiento publicó en Chile su Facundo, personal: como en la pintura del patio
Ese extraordinario libro, mezcla de his- doméstico donde cayó, herida por el
toria anovelada y de intuitiva ciencia so- hacha, la vieja higuera, «descolorida y
cial, de arenga demoledora y de poema nudosa», que había visto correr año tras
mítico, en que Civilización y Barbarie año los husos del telar materno...
contienden como los semidioses de una Gran popularidad gozó en su época
edad heroica, trajo también consigo el El Tempe argentino, obra descriptiva de
grande álbum de naturaleza subtropical. las islas del Paraná, que escribió Marcos
La consideración del medio físico es allí Sastre, después de gustar, en el seno de
un elemento positivo de conocimiento j aquella intacta naturaleza, el olvido y la
histórico y de psicología colectiva; pero i paz que le alejaran de la discordia civil.
es, sobre todo, una opulenta vena de, Es un libro que, en su lugar humilde,
color. ; puede agregarse a la descendencia de las
La imagen de la Pampa infinita que ¡ Geórgicas} en cuanto une, como ellas, ai
extiende «su lisa y velluda frente» desde ; propósito útil, hermoseado por la idea-
los hielos del Sur hasta el imperio de los j lización del retiro y la labor, el fondo
bosques, interrumpida apenas su tacitur- | poético y la aspiración al sentimiento de-
na soledad por el galope del malón o el i licado. Abundan en sus páginas ios ras-
paso tardo de la caravana de carretas, gos de trivialidad, de mal gusto, de can-
circunda, desvaneciéndose en insondable j dor pueril, de declamación sentimental,
perspectiva, el escenario; y dentro de ese i y ninguna belleza de orden superior se
marco aparecen el encantado país de Tu- • contrapone a ellos; pero las hay modes-
cumán, como nunca bello, en un cuadro ! tas y estimables, y la impresión de la
donde la gracia y limpieza del contorno ¡ lectura se resuelve en agrado para quien
rivalizan con la magnificencia del color; ¡ tiene en cuenta el valor relativo de ia
la árida travesía, sobre cuya superficie ! temprana iniciación. Más que por las pá-
desolada, como Macbeth en páramo si- ginas donde prevalece la vaguedad con-
niestro, surge a la acción del drama la | templativa, importa el libro por aquellas
sombría figura de Facundo; el grave as- ; en que se manifiesta la observación de
Pecto de la Córdoba monástica y docto-! la naturaleza indígena, vista con sincero
ra
I; la apariencia austera y desnuda de i amor y precisión cuidadosa del detalle.
l°s llanos y las serranías de la Rioja. Cierta ternura, cierta efusión de senti-
La imaginación del paisaje fué una de miento, que pone Marcos Sastre en !a
<*s más características potencias de aquel | descripción de la vida irracional, parece
!

genial instinto de escritor. Tuvo, para los i reflejar la influencia de El Insecto y El


8randes cuadros descriptivos, la pincela- Pájaro, de Michelet; aunque, por otra
ba resuelta y soberana, que deja, en rá- parte, no disuenen de la espontaneidad
pido toque, el conjuro evocador de la de un alma ingenua y bondadosa, que,
ex
terisión inmensa. No hubo verso ame- en la acción más que en la literatura,
1]
cano en su tiempo que igualase la in- dejó dulce recuerdo de sí, por su amor
724 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

perseverante y fecundo a la causa de la lase este poema, o, mejor, los fragmentos


educación popular. de él que llegaron a encarnar en la for-
Habíase propagado, entre tanto, y de- ma, los Cantos del Peregrino.
terminaba la nota más intensa y distinta Menos contemplativa y melancólica que
de la poesía de la época, la nota de ame- la de Echeverría, la índole descriptiva de
ricanismo que tuvo origen en la obra de Mármol es más sensual y ostentosa. Ha\
Echeverría. Hora es ya de que unamos más intensidad de sentimiento en la ma-
al nombre del iniciador de este rumbo nera propia del autor de las Rimas, y en
el del intérprete inspirado del odio que la de Mármol más brío de imaginación.
fué suprema energía, estímulo supremo, Diríase que la descripción del uno refle-
en el alma de aquella generación. ja la naturaleza como las aguas tocadas,
Cúmplese en la gloria de Mármol la en el lago sereno, por la penumbra de la
ley de reacción inevitable; la «ley del tarde; la del otro, como las del mar bru-
Némesis», de que habló Bourget, a pro- ñido e inflamado por el incendio de la
pósito del poeta de las Meditaciones; y puesta de sol.
al desbordado entusiasmo de sus contem- Degenerando a menudo, cuando se pro-
poráneos ha sucedido dura indiferencia. pone la expresión de lo íntimo, en re-
Le separan de nuestro gusto la afecta- medos vulgares o mediocres, el poema de
ción declamatoria, la verbosidad desleí- Mármol se levanta a mayor altura en la
da, el desalmo habitual, ciertas galas de descripción, y ofrece, como motivo de
retórica candorosa; cierta tendencia mu- interés para nuestro objeto, no sólo aquel
sical primitiva, que se traduce por el canto verdaderamente esmaltado por la
martilleo monótono del ritmo; y su lec- luz de los trópicos, que en casi toda an-
tura parece haberse trocado, salvo aca- tología americana se ha reproducido (1)
so algunos fragmentos, en tarea de eru- y que se complementa, en otros pasajes
dición. Lícito es creer, sin embargo, que de la obra, con la imagen de las «co-
en las sanciones definitivas del futuro ronas de esmeralda» y la «arquería de
habrá un despertar de buena parte de torrentes» del Tijuca (2), sino también
aquella gloria; sin duda, engrandecida ciertos fragmentos de lirismo brillante,
en la opinión de los contemporáneos por inspirados en la contemplación del mar
la suprema oportunidad que tuvo la evo- y el cielo, y una vigorosa síntesis de la
cación del yambo de Arquíloco y Ché- «región del Sur» (3), adonde se vuelven
nier, falto de precedentes en la poesía anhelantes las miradas del desterrado.
de habla española y renovado para se- Eficaz propagador del americanismo
llar la execración de la tiranía en la poético fué, en aquella generación, don
forma más alta e ideal del verbo huma- Alejandro Magariños Cervantes, de me-
no; pero suficientemente justa para du- moria grata a los hijos de Montevideo,
rar aun después que se ha desvanecido para quienes tiene su figura lejana cier-
la pasión que congregaba alrededor al to prestigio patriarcal. Su obra no le fra
canto del poeta un coro de vibrantes sobrevivido, y es sanción inapelable del
entusiasmos. La lava de aquellos odios tiempo; pero su ferviente pasión por la
llegará, fría, pero consistente, a la pos literatura, su gran virtud de iniciación,
teridad; y entre las más tempranas ma- de estímulo y de propaganda; las mu-
nifestaciones del sentimiento de la na- chas ideas que sugirió, y sus perseveran-
turaleza americana, se recordarán siem- tes esfuerzos por alentar la llama del
pre ciertas páginas del poema en que
el bardo de las iras patrióticas vinculó
(1) Canto tercero, parte II,
a sus nostalgias e indignaciones de pros-
(2) Canto sexto, «Súplica»,
cripto sus impresiones de viajero. Titú- (3) Canto undécimo, II.

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 725

ideal en el seno de una sociedad em- fundada en ese constante propósito ideal,
brionaria e instable, mantienen y man- no podría generalizarse sin llevar al ama-
tendrán siempre bendecido su nombre. neramiento prosaico del símbolo y la
La nota peculiar que puso Magariños alegoría, sustituyendo a la desinteresada
Cervantes en ia contemplación de la na- visión de las cosas, que se complace en
turaleza, tal como luce en las páginas de su propia realidad y belleza, un proce-
aquellas obras de su juventud con que dimiento de interpretación puramente in-
ejerció positiva influencia literaria, con- telectual; pero como peculiaridad y ras-
siste en cierta interpretación simbólica, go característico de un poeta, no carece
inspirada en un alto didacticismo y aten- de interés y prestigio la idea de asociar
ta siempre a traducir la imagen de lo ex- así a las formas naturales de América la
terno en una idea o un precepto moral. profesión de fe de su cultura; al senti-
Así, la onda petrificadora del río que miento de su naturaleza, la figuración de
envuelve en malla de silícea firmeza sus destinos.
cuanto cae en sus aguas, expresa para Fué Juan María Gutiérrez de los pri-
él la inmortalidad del nombre que la meros en tentar la expresión del senti-
gloria redime del olvido; y el fuego que miento poético cuyos orígenes hemos
provoca el incendio inmenso de la selva bosquejado. Apenas había difundido sus
cuyos despojos fertilizarán el suelo arra- ecos La Cautiva, ya él buscaba comuni-
sado, la obra destructura de las revolu- car el aliento de la naturaleza al verso
ciones que preparan en las sociedades esbelto y primoroso de que tuvo el se-
humanas el orden verdadero y fecundo. creto y que fué en sus manos una forma
Así, las improvisaciones de la cultura flexible a toda influencia nacional y a
triunfante que invade el seno del desierto todo ejemplo innovador, sin mengua de
y levanta, como por una mágica evoca- aquella serenidad, constantemente pre-
ción, ía ciudad altiva y poderosa sobre venida, de su gusto.
los vestigios del aduar, tiene su imagen Dentro de la originalidad americana, su
en la isla repentinamente formada del sello personal consistió en hermanar con
camalote; y la virtud tenaz que triunfa la directa expresión de las cosas propias
de la multitud indiferente y egoísta, en y con el sabor de la tierra cierto suave
el manantial de aguas dulces que brota, aticismo, cierta maestría de delicadeza
rasgando el seno de las ondas amargas, plástica e ideal, que decoran la agreste
en la inmensidad del Océano. Así, tam- desnudez del tema primitivo con la gra-
bién, la marcha lenta y segura de la cia interior del pensamiento y el terso
idea que labra inaparentemente su alvéo- esmalte de la forma. Evocó de la leyen-
lo en la conciencia humana, hasta reve- da indígena figuras de mujer que descu-
larse súbita e irresistible en la acción, bren, bajo sus plumas de colores, la mor-
se simboliza por la subterránea corrien- bidez del mármol preciosamente cincela-
te del Tucumeno, al aparecer voraz y do, y que llevan en sus melodiosos acen-
Poderosa en la superficie; y el mandato tos algo de las blandas melancolías de
Providencial de la perdurable unidad de la Ifigenia de Racine o la Cautiva de
nuestra América, como suelo de una pa- Chénier. En el paisaje puso la misma
tria única, se cifra en la ciclópea traba- nota de deleitosa poesía, la misma sua-
zón de ios Andes (1). vidad acariciante en el toque e igual des-
Una consideración de la naturaleza, vanecimiento apacible del color. Dueño
de un pincel exquisito, se complació en
(1) Pueden verse las composiciones a que me reproducir las tintas tornasoladas del
refiero en las Brisas del Plata, Violetas y orti- crepúsculo, los cuadros de líneas serenas
as
'^ }' Palmas v ombúes. y graciosas, las marinas estáticas de la
726 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

calma. Robó a la naturaleza regional . VII


ios más encantadores secretos de su flo-
ra y supo representar hermosamente la EL SENTIMIENTO DE LA HISTORIA
sensibilidad sutil del caicobé; el trému- \
lo balanceo de la flor del aire, a quien ; No hay historia sin patria, y cuando
la rama agitada por los vientos sirve de ! en los últimos tiempos de la colonia los
columpio, y la lluvia de oro del aroma \ primeros periódicos testimoniaban cierto
cayendo sobre el suelo abrasado por los ¡ afán de investigación sobre los orígenes
rigores del estío. ¡ de las ciudades y la población de las
Las composiciones a que acabo de aiu~! comarcas, es que el trémulo albor de una
dir y otras donde se unen, como en ellas,! conciencia colectiva asomaba ya entre las
ios rasgos de naturaleza física con la des-1 sombras del letargo servil. Más tarde, en
cripción de costumbres o con la lírica in- j plena vibración revolucionaria, una ten-
lerpretación del alma popular, forman la i tativa de síntesis histórica del desenvol-
parte más interesante y hermosa de la j vimiento de estos pueblos tomó formas
colección de Poesías fl) que reunió el ! en el Ensayo de Funes. Pero ni esta obra
autor en 1869, pero que proceden todas i de mera erudición anunciaba cosa seme-
del tiempo de su juventud. ¿Qué le faltó ! jante a una filosofía o un arte de la his-
para merecer cabalmente el nombre de ¡ toria, ni fuera del trabajo propiamente
poeta? Sin duda, cierta exaltación de | histórico las representaciones del recuer-
sentimiento y un grado más férvido de do podían ser motivo más que de ira y
fantasía; acaso también cierto espontá- \ aversión entre el fragor de una lucha en
nso arranque de la forma, que precedie- j que el pasado era el tiránico enemigo
ra al delicado complemento del arte.; contra que se había alzado bandera. El
Pero tal como es su libro de versos, se ' esfuerzo por infundir en la contempla-
cuenta entre los pocos libros de su ge- i ción del pasado, ya capaz de comunicar
neración que hoy se puedan leer hasta orgullo y amor, el interés poético y la
el final sin atención violenta y con de- j reflexión profunda, llegó con la genera-
leite, ya que no con impresión profun-; ción romántica, y el sentimiento de la
da... Del raudal de búhente poesía, donde historia fué uno de los caracteres de su
beben, a pleno sol, en el declive de la j literatura.
roca, los de la raza divina que ha apren- i Los dos grandes espíritus dirigentes de
dido en el cielo, suele partir alguna ace- , los primeros pasos de aquella genera-
quia que lleva la onda sumisa a fluir, de ción: Florencio Várela y Esteban Eche-
fuente de mármol, en un jardín sobre; verría, procuraron norma y fundamento
el que abre sus ventanas una sala de para su obra en el estudio de la historia
estudio. Faltan allí la fragancia de la' de América y tendieron, con igual ahin-
montaña y el hervor del torrente, pero j co, a estimular, en la conciencia de la
el agua aquella todavía es fresca y de- juventud que adoctrinaban, la vocación
liciosa. de los estudios históricos. Echeverría, en
su fecundo anhelo de un programa polí-
tico y social, tuvo constantemente ante
(1) Poesías de Juan María Gutiérrez. Buenos sí la tradición y el pensamiento de Mayo,
Aires, Carlos Casavalle, editor, 1869. Como para interpretarlos y buscar en ellos, y
expresión del sentimiento de la naturaLeza, en su relación con los antecedentes co-
véanse: Caicobé, El árbol de la llanura, Los loniales, los principios que presidieran a
Espinillos, La flor del aire, Las flores de Lilpu,
Los amores del Payador, A un gajo de agua- organización de las sociedades recién
la
pey, etc. Casi todas estas composiciones fueron emancipadas. Entre tanto, Florencio Vá-
escritas en el período de 1838 a 1845. rela ocupaba, en su refugio de Montevr

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 727

deo, las treguas del trabajo forense y j bajo las galas de la Historia de los Gi-
del combate cívico, atesorando los ma- rondinos, el sentimiento que abrió paso
teriales que deberían valerle para escri- a la democracia de 1848, Nació, en una
bir la historia de los pueblos del Plata, palabra, del Facundo, libro para el que
tarea a que pensaba dedicar el periodis- no había precedentes en lengua caste-
ta mártir las energías de su madurez. llana ni como cuadro de historia pin-
Y la vocación alentada en ia juventud | toresca, ni como ensayo de filosofía
por ambas magistrales influencias no de- ¡ social.
moró en dar algún fruto de positiva sig- La clave de la revolución americana y
nificación literaria. de la tiranía de Rozas tuvo allí sino
La Crónica dramática de la Revolución su manifestación puntualizada y analíti-
de Mayo, publicada por Alberdi en la ca, la intuición original que la iluminó
Revista del Plata de 1839, representaba de una vez y dejó, diseñada, pero inde-
ya un estimable esfuerzo en el sentido leble, la imagen que luego podría com-
de reconstituir la verdad de la historia, plementarse y retocarse por los esfuer-
al mismo tiempo que por la sutil pe- zos de la investigación y el raciocinio.
netración en el proceso íntimo de los Nadie sino Sarmiento estaba llamado a
sentimientos y de las ideas, por la ani- aquella obra, de adivinación más que de
mada reproducción de la exterioridad ca- estudio, entre los hombres de su gene-
racterística de los hechos. Debe conside- ración, porque ninguno como él tuvo el
rarse esa Crónica, no sólo como el pri- pensamiento iluminado y profético, la
mer ensayo eficazmente encaminado a j audacia que procede con ignorancia de
desentrañar la filosofía de la Revolución, ¡ ia duda. Nadie tampoco pudo revestirla
sino también, lo que interesa más a así de la forma potente y original que
nuestro tema, como el primer intento j a ella cuadraba, porque, en América,
de proceder con cierto auxilio del arte ¡ ninguno de los prosistas de su tiempo
en el estudio y reconstrucción de lo pa- poseyó tanto como él la soberanía del
sado. color, de la energía dramática y de la
Pero la grande y triunfal iniciación de crudeza verbal; ninguno, en tal grado, el
una poesía pintoresca y una filosofía de don de «concordar las palabras con la
la historia, en la literatura de esta parte vida», según la fórmula de Séneca, y
de América, nació algunos años después, convertir cada imagen de las cosas en
en el destierro de Chile; y nació, no de palpitante encarnación de la verdad.
la reflexiva preparación del libro que se \ Discútase cuanto se quiera la cabal
acrisola y depura largamente en el re- exactitud histórica del Facundo; sepáren-
cogimiento del pensador y del artista, se de los que ha puesto la realidad los
sino de genial inspiración, que hizo sur- que ha puesto la fantasía en los filamen-
gir aquellos elementos preciosos y dura- tos de su trama: la historia de una épo-
bles del seno de un plafleto templado ca no dejará de reconocer en esa simbó-
al calor de la pasión actual; que ha- lica querella de la Civilización y la Bar.
cía obra de acusación y propaganda con- barie su más intensa y característica ex-
tra la formidable tiranía, y que, para presión. Sustituya la crítica al semilegen-
asegurar su eficacia, tomó instintivamen- dario Quiroga de Sarmiento un Quiroga
te la vía de la expresión transfigurada que complazca mejor a la minuciosa se-
Por el Arte: a la manera como en La veridad del analista, y siempre quedará
cabana del tío Tom se buscó difundir inconmovible y soberbio, para afrontar
la idea redentora del esclavo por el po- los rigores de la crítica, el valor repre-
der conmovedor de una invención nove- sentativo del personaje: 3a arrogante es-
l e a , o como se encaminó a las almas, cultura del caudillo amasado con el mis-
728 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mo barro de ia Pampa. Cualquiera otro das, figuras de indeleble expresión y


Facundo que la erudición incube en la carácter.
redoma de Wagner, concluirá por humi- Como material disperso y enorme, que
llarse a la energía avasalladora de aquel encerraba, aguardando el conjuro de la
Facundo inmortal, al modo como el Cid imaginación americana, los elementos de
Campeador de las leyendas triunfa y pre- una poesía del pasado, permanecían los
valece sobre la desvanecida realidad del testimonios escritos de la conquista y la
Cid de las crónicas y vive por su ca- colonización. Allí la ingenuidad de la
rácter significativo. Y ahora con no me- crónica acreditaba realidades cercanas
nos incontestable superioridad que en el de la leyenda y el prodigio; allí se es-
tiempo en que fué creado, permanece el tampaba la huella de muchas de las co-
Facundo de Sarmiento como el tipo ar- sas más heroicas, más sublimemente
tístico más alto en que hayan tomado aventureras, de la historia humana.
formas plásticas la poesía de la historia Verdad es que el esfuerzo guerrero y
de estos pueblos y los originales carac- fundador de los conquistadores no podía
teres de su sociabilidad. despertar fácilmente la inspiración tradi-
Es peculiar en Sarmiento la inspiración cional en aquel momento de la concien-
de la anécdota histórica; y verdaderas ¡ cia americana, porque el arranque de la
o entremezcladas de ficción, encierran I emancipación aún no había moderado su
siempre las suyas una verdad ideal su- j ímpetu y se oponía a que se diera un
perior a la autenticidad del hecho es-' enérgico sentimiento de la continuidad
tricto. Hay concentrada en el Facundo de raza y civilización. Pero del pasado
virtualidad poética bastante para vivifi- fluía, además, el manantial poético de
car una larga prole literaria, en la no- la inocencia y los dolores de las razas
vela, en el drama, en la leyenda. Cada indígenas, y este orden de motivos con-
una de sus páginas podría dar cien otras cordaba con la celosa pasión de autono-
de su sangre y está destinada a ser le- j mía que era el carácter de aquel tiempo.
gión. Porque la anécdota histórica, en, La interpretación poética del indio te-
aquel instintivo arte de narrar, es como j nía, en idioma castellano, entre otras co-
un relámpago que alumbra, con rever-; sas falsas y mediocres o de poesía ape-
beraciones infinitas, ya la profundidad nas en potencia o en bruto, dos prece-
de la conciencia de un personaje, ya el ! dentes de subido valor: los Comentarios
secreto de una armonía o un conflicto J •reales, del Inca Garciíaso, y La Arau-
social, y como un soplo poderoso que cana, de Ercilla. En los Comentarios que-
inunda de sugestivas simientes el pensa- dó la tradición sentida y vibrante de la
miento del lector. originalidad y el esplendor de la despe-
dazada civilización de los Incas; el teso-
No menos rico tributo recibieron la ro de los recuerdos de la raza, contados
imaginación y el sentimiento de la histo- con encanto y amor por uno de los su-
ria con los Recuerdos de Provincia, don- yos, que porticipaba al propio tiempo de
de, por primera vez, la crónica de una la sangre de los conquistadores y que,
de las oscuras ciudades de tierra aden- valido de un soberano dominio de la
tro, estanques casi intactos del espíritu lengua, hizo de su obra un fruto único,
de la colonia, se enternecía al suave ca- donde al jugo de sentimiento americano
lor de la tradición doméstica y de las se mezcló el clásico sabor de la más
memorias personales, infundiendo en el rica prosa del Renacimiento. Aquella his-
tono de la narración el sabroso encanto toria es un poema, en que forman ar-
de la plática familiar e iluminando, en monía singular las voces de dos sangres
la nube de polvo de las vejeces removi- enemigas, prevaleciendo la del español

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 729

en lo declarado y aparente, pero la del i quista española, débeme poco. La vena


indio en lo virtual y profundo. de transparente simpatía corre en di-
En cuanto a La Araucana, merece en rección al indio, a su valor y a su in-
América recuerdo y gratitud, aunque la fortunio. «El héroe es Caupolicán; el
corriente del tiempo la haya apartado ¡ tema, el heroísmo araucano», afirmó la
de la lectura capaz de divulgarse. A des- crítica clásica por boca de Bello. Y bien
pecho de lo convencional y artificioso de puede agregarse que, antes del amane-
aquellos moldes clásicos, es lo cierto que j cer de la poesía revolucionaria, Ja pa-
la resistencia bárbara no ha adquirido í labra acusadora de la iniquidad de la
aún en manos de poeta americano per- conquista y la expresión de sentimiento
sonificaciones más épicas que la inque- de una libertad americana estaban sólo
brantable constancia de Caupolicán, el en aquellas valentísimas arengas de los
brillo heroico de Lautaro y la estoicidad indios de Ercilla, donde el impulso de
de Galvarino. En el episodio romances- resistencia al invasor se remonta a las
co de Glaura ha de reconocerse el más cumbres más altas de la elocuencia poé-
remoto abolengo del salvaje candor, de tica, con el vibrante entusiasmo de la
la inocencia primitiva que encantaron las alocución del paje de Valdivia con la
vírgenes soledades de América con la severa entonación de Colocólo.
sombra melancólica de Átala y el deste- En lo que se refiere a las tribus de la
llo de infinito amor de Cumandá. El cuenca del Plata, la literatura de la con-
desenlace, en que la soberbia Araucana quista no dejó otra imagen poética del
arroja al rostro del esposo cautivo el indio que los borrones del Arcediano
hijo de sus amores, en arrebato de ira y Centenera. Más tarde, cuando en el pe-
de dolor, tiene la grandeza intensa y ruda ríodo final de la colonia cruzaron por
de un pasaje de gesta o de romance, y el espíritu de Labardén ciertas vislum-
merecería quedar consagrado, multipli- bres de una originalidad obtenida del
cándose en la interpretación del artista amor por las cosas del terruño, el fa-
y del poeta, como signo perdurable de moso episodio de Lucía Miranda dióle
la indómita naturaleza de la raza venci- argumento para su tragedia de Siripo,
da, que concentra en altivo corazón de con la que el indígena guaraní reivindi-
mujer, cuando el brazo varonil ha fla- có el derecho de aparecer en la más no-
queado, el odio supremo que convierte ble de las formas literarias que consa-
la humillación en causa de locura, y la graba el gusto de aquel tiempo.
sublime desesperación de la derrota. Ya la tragedia clásica, que en manos
Por el espíritu, además, por el senti- de Voltaire había adquirido, entre otros
miento que se infunde en el poema y elementos de innovación y de sentido mo-
preside a su concepción y se trasluce derno, no despreciables toques de color
bajo la impersonalidad del tono épico, de época y de color local, que diversi-
Ercilla es poeta de América, y el prime- ficaban la convencional uniformidad de
ro, en orden de tiempo, que obtuvo ins- la escena trágica con la reproducción de
piración de algún amor por su ser ori- costumbres de pueblos extraños y remo-
ginal y automático. La poesía del sol- tos, había intentado en Altiva conceder
dado de Millarapué no es el eco triunfal I a la historia de los indios de América
de los conquistadores, no es la traduc I la dignidad literaria del coturno. Conce-
ción de sus pasiones en ley, ni guarda bida esa obra bajo los dictados del mis-
la repercusión de la rudeza despiadada mo espíritu filantrópico que inspiró Los
c
°n que se asentó ¡a planta del vence- Incas, de Marmontel, y el Camiré, de
dor sobre el pecho exánime del vencido. I Florián, y forma artística al par que
La idealización, la glorificación de la con- i ellos, del severo proceso instaurado por
730 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ios hombres de la Enciclopedia a la con- racterístico traslado de la realidad. Otros


quista española, hubo de escollar, por buscaron, en la poesía de la raza venci-
otra parte, en cuanto ai propósito de da, los tonos idílicos de la leyenda; la
fidelidad histórica (que suele revelarse gota de miel que imaginamos en el fon-
por aciertos fugaces), en la índole fa- do del bárbaro candor; el poético cuen-
miliarmente abstracta e inflexible de to de amores que refleja en sus ondas
aquel género de teatro y en su radical I el torrente de la Conquista, como en los
incapacidad para la evocación viviente j romances de moros y cristianos. Así, la
de los tiempos y las cosas, evocación j sencilla inspiración de Adolfo Berro,
que era triunfo reservado al drama de i apartando de los prosaicos eriales del
las pasadas realidades en algunos de los 1Arcediano Centenera el episodio de Li-
maestros del romanticismo. ropeya y Yandubayu, esencialmente más
Igual pecado original de la ejecución, interesantes, por cierto, que, en La Arau-
no redimido en parte, como sucede en cana, los de Glaura y Tegualda. Así tam-
Alzira, por la virtualidad del ingenio de bién, Juan María Gutiérrez, con Las flo-
primer orden, priva de todo color y de res de Lilpu, Irupeya y Caicobé, donde
todo carácter de raza al fragmento que j la idealización del primitivo americano
poseemos de la obra del poeta colonial, j encarna en ingeniosos metamorfoseoSj re-
Otro ensayo, no menos descolorido, de lacionados con la flora indígena. Pero la
tragedia indígena, ofrece el período clá- verdadera interpretación poética del al-
sico de nuestras letras, y es el que, con j ma del indio y de su historia quedó sin
el título de M.olina, escribió en 1823 Ma- revelar, y balbuceando tímidamente en
nuel Belgrano, sobrino del héroe, ima- las querellas del espontáneo yaraví, per-
ginando amores de un guerrero español maneció a la espera del artista que, por
de los que sojuzgaron a Quito con una aviso atávico o por simpatía de la ima-
de las vírgenes vestales consagradas al ginación, acertase con el conjunto pode-
So). roso que saca a luz ío peculiar e incon-
En los orígenes del romanticismo fué fundible de una raza.
personaje de universal predicamento el AI lado del puro indio, o por encima
indio americano. Chateaubriand adquirió I de él, la tradición histórica, y la misma
de su paso por las tribus de Florida el j escena contemporánea, ofrecían un tipo
sentimiento de la originalidad exótica, y i humano de incomparable virtualidad ar-
lo infundió en la novela, franqueando el ¡ tística: el gaucho, el centauro concebido
camino que luego había de recorrer, con | por la ruda sociedad pastoril, de su
más escrupulosa observación, Fenimore j abrazo con el ambiente del desierto.
Cooper. Al indio de la filantropía y de | El gaucho era, para cualquier artista
las ficciones patriarcales sucedió el del í observador, una realidad que ostentaba
amor interesante y melancólico; al indio a flor de aire, casi sin corteza prosaica,
de Los Incas y Alzira, el de Átala y Los \ su porción natural de poesía. Pocas ve-
Natchez. ces civilización y barbarie han contrasta-
Nuestra literatura del tiempo de Eche- ¡ do sus colores en tan pintoresca origi-
verría fué, sin embargo, pobre de contri-1 nalidad como la de ese hermosísimo
bución a este género de americanismo. tipo de nuestra edad heroica. Hegel hu-
En La Cautiva tentó reproducirse el co- biera reconocido en él la plena realiza-
lor siniestro y brutal de la furia del ma- ción de aquella nota de libérrima per-
lón y de la orgía de salvajes, aunque sonalidad, de fiereza altiva indómita, que
quizá con más visos de fantasía román-' él consideraba como el más favorable
tica, en que obra el recuerdo de festines : atributo de los caracteres que han de ser
sabáticos y lúgubres visiones, que de ca- objeto de adaptación estética: el que

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 731

palpita en la violenta poesía de Los Ban- ginación la figura, ni el intenso carác-


didos del trágico alemán y rodea de irre- ter melódico que sugiere lo profundo e
sistible luz la frente de ios héroes sá- inefable del alma en el tono de la
fameos de Byron; y en su figura, ya canción.
belicosa y arrogante, con la avasallado- Más resuelto propósito de originalidad
ra simplicidad de un paladín de gesta, j americana y mayor caudal de observa-
ya legendaria y melancólica, como una ¡ ción directa guiaron a Alejandro Magari-
sombra errante en la infinita soledad, i ños Cervantes en sus dos tentativas de
sentirá siempre la fantasía del poeta I interpretación poética del gaucho: el poe-
uno de los más gallardos y enérgicos \ ma Cellar y la novela Caramurú, ensa-
modelos que el genio de la especie haya yos ambos que, en su significación pro-
impuesto jamás a las creadoras manos visional y relativa a su tiempo, merecen
de 3a vida. estima, por la tendencia a reproducir,
La poesía original del gaucho tenía un ; con fiel prolijidad, cuadros de la natu-
principio de manifestación, que eran sus raleza, faenas campestres, usos y cos-
propias y espontáneas canciones, las dé- tumbres, y que la merecerían sin reservas
cimas errantes por pampas y cuchillas. si la forma estuviera en ellos más lim-
Hilario Ascasubi, en la extensa narración ; pia de trivialidad y desaliño y el fondo
de Sanios Vega, rica de elementos des- fuese menos sentimental y falsamente ro-
criptivos y de lances dramáticos, y en mántico.
obras fragmentarias, como las Trovas de La característica y eficaz representa-
Paulino Lucero, intentó ganar carta de ción del tipo gauchesco que puede ha-
naturaleza literaria para la ingenua ins- \ llarse en medio de esa literatura tran-
piración campesina, sin quitarle el com- ¡ sitoria, es, sin duda, la de los admira-
plemento de su lenguaje propio: empe- bles bocetos del Facundo: El Rastrea-
ño en gran parte defraudado en sus dor, El Baqueano, El Gaucho malo y El
obras por la frecuente confusión de lo Cantor, con el complemento de La Pul-
popular característico con lo vulgar; por pería; rasguños de mano de león, en los
la liga deleznable de la intención polí- que la espontánea fuerza poética pare-
tica de circunstancias, y por el mismo ce proceder por el mismo impulso rá-
remedo, no depurado ni adaptado ar- pido y certero que ponía los ojos de
tísticamente, sino nimio y lleno de inú- \ Calíbar sobre el rastro del prófugo y
tiles escorias, del raodo de decir del orientaba el paso del baqueano al tra-
hombre de campo: género de preocupa- vés de la llanura infinita.
ción seudorreaíista que más tarde había Con la reprodución de tipos y cos-
de afear también la realización formal ; tumbres tradicionales alternaba la expre-
del Martín Fierro. sión literaria de hechos de la realidad
Entre tanto, la poesía de forma culta política y social, expresión que para
rondaba el mismo intacto tesoro. Juan nosotros participa del carácter histórico,
María Gutiérrez, en la pastoral criolla de | aunque en el momento en que fueron
Los amores del Payador, en Los dos ji- reflejados careciesen de la perspectiva
netes, Los Espinillos, Amor del desierto, de tiempo. En la sugestión potente de
i' algunas otras de sus composiciones, esa realidad contemporánea; en las es-
Probó a fijar, quizás antes que nadie, cenas trágicas de la guerra civil, enno-
la colorida apariencia del gaucho y los blecida por el heroico sentimiento de la
acordes íntimos de su sensibilidad; pero, \ libertad, se inspiraron poemas, o, si se
dejando aparte el primor de algún ras- j quiere, cronicones rimados, donde, sobre
&°, nunca logró definitivamente, ni la i las arideces de declamación oratoria o
Precisión plástica que erige en la ima- periodística, suele cruzar por ráfagas la
732 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tremenda poesía de la pasión, de la ven- j municando nuevas formas a la inventi-


ganza y del martirio. Tal el Avellaneda i va novelesca y dramática con la inspira-
y la Insurrección del Sur, de Echeverría; ción del sentimiento tradicional. Las no-
el Don Cristóbal, de Indarte; el Querer velas de Walter Scott habían revelado
es poder, de Magariños, etc. El mismo un arte pintoresco complementario de
apasionado estímulo de ios hechos ac- la historia. El gran Schiller había lleva-
tuales, infundiéndose en forma más ca- do al teatro la misma simpatía evoca-
paz que el poema para la reproducción dora de lugares y tiempos. Los Novios,
característica de la realidad, dio a la de Manzoni, y el Cinq-Mars, de Alfredo
novela americana una de sus más di- de Vigny, trasplantaron la rama rica de
vulgadas y triunfadoras concepciones en savia generosa a la literatura de los pue-
la Amalia, de Mármol, obra compuesta blos latinos. Era como un sueño en que
sin la menor preocupación de estilo ni aparecían con ilusión de actualidad los
de arte, pero con cierto prestigio de recuerdos de la conciencia colectiva. Por
imaginación y cierto interés novelesco, las triunfantes intuiciones del arte, se
que hubo'de acrecentarse, para la fama llegaba, en la comprensión de las eda-
universal, con el de revelación, febril y des muertas, a donde los medios de co-
alucinada, de ios misterios de la tiranía. nocimiento analítico no habían alcan-
Además de esta literatura de origen zado nunca. Esos ejemplos convidaban
político, contribuían a integrar la repre- a intentar, en la crónica de América, la
sentación concreta del medio social otro misma transfiguración maravillosa, y no
género de testimonios literarios. Sabe- faltaron esfuerzos que se dirigieran a
mos ya que en los cuadros de costum- tal fin.
bres de Alberdi se estampó la fisonomía | Por la mente de Echeverría cruzó más
de aquel momento de la vida urbana, de una vez la idea del drama y la no-
con sus mal desvirtuados dejos colonia- vela inspirados en la poesía de la histo-
les, ya en la intimidad doméstica, ya en j ria, como fuentes fecundas de literatura
la comunicación social y los hábitos de americana. Florencio Balcarce dejó en-
cultura. El crudo color de las escenas tre los frutos de su malograda juven-
populares de la misma vida de ciudad; tud, alguna tentativa de ese género, y un
el ambiente de suburbio y de plebe, en escritor olvidado, Manuel Luciano Acos-
que la originalidad poética de la pura ta, había escrito ya La Guerra civil &n-
sencillez de los campos degenera en ori- tre los Incas, adaptando al molde nove-
ginalidad prosaica, pero llena siempre de lesco la discordia de Huáscar y Atahual-
sabor y carácter, nadie acertó a expre- pa. Un ensayo de mayor aliento vio la
sarlos con el realismo valeroso y la efi- luz en el destierro de Chile: allí Vicente
cacia de observación de Echevarría en Fidel López, que desde temprana juven-
páginas como la descripción de El Ma- tud acariciaba la vocación de la historia,
tadero, que muestran cuánto era capaz fomentada, durante su paso por Monte-
de abrazarse cuerpo a cuerpo con la video, en el trato con Echeverría, publi-
más brutal y desnuda realidad aquella co como folletín de diario La Novia del
imaginación tan a menudo malograda, Hereje.
en sus intentos de americanismo, por el Esta novela, que aspira a ser el cua-
remedo exótico o por la expansión ino- dro de la sociedad de Lima a fines del
portuna de sus vaguedades y sus sueños. siglo xvi, cuando las correrías de los
En la literatura propiamente histórica, piratas de Drake, arguye un meritorio
en la reprodución artística de épocas pa- estudio de la época y no carece de algu-
sadas, el romanticismo había aportado na habilidad para cautivar el interés,
umversalmente riquísimos veneros, co- ni de algún carácter atinadamente es-

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OBRA ORIGINAL.—Ó: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 733

bozado; pero el color de la pintura his- breve narración; El Capitán de Patri-


tórica es vulgar y violento; la expresión, cios, que escribió cuando su paso por
aunque a menudo viva y eficaz, corre Europa y publicó años después en Bue-
enturbiada por infinitas escorias de len- nos Aires (1), El Capitán de Patricios
guaje y de estilo; y el juicio postumo es la idealización de aquella juventud
alabará en el conjunto, antes que otra llena de prestigio poético, que, formada
cosa, la cualidad relativa del intento entre los arrobamientos triunfales de la
oportuno, Reconquista y los presagios y vislum-
obra, valía el pensamiento que en ella bres de un sentimiento nacional, res-
Más que la desigual realización de la plandecía de entusiasmo y de esperan-
comenzó a ejecutarse y que aún hoy za en las milicias del primer momento
tendría plausible novedad. La Novia del de la Revolución. Y este crepúsculo del
Hereje era, en el propósito del autor, día de libertad está trasladado al cuadro
la novela inicial ele una serie, con la por un pincel que siempre fué maestro
que, emulando en el Sur el americanis- en reproducir las tintas suaves del cre-
mo de Cooper, daría formas pintores- púsculo. El narrador presenta ai héroe
cas al desenvolvimiento de la historia con una reminiscencia de Racine, y a
argentina. Las empresas guerreras de j la heroína con una imagen de Virgilio;
Zeballos y su influjo en la evolución po-1 y hay, en verdad, algo de las blandas
lítica y comercial de la colonia; el pe- i melancolías que envuelven a Dido, a In-
ríodo precursor de la Revolución con genia o a Ándrómaca, en el ambiente de
los episodios heroicos de las invasiones j aquel cuento casto y primoroso, donde
británicas; las agitaciones íntimas de la j la pureza ideal de los efectos y la gra-
metrópoli porteña en el transcurso de j cia ingenua del relato tienen su más ade-
las campañas por la emancipación; 1.a i cuado complemento en la elegancia clá-
propaganda armada de la idea de líber- ¡ sica de la expresión,
tad, adelantándose con la espada de j Mientras tanto, cobraba creces el estí-
San Martín hasta las faldas de los An- j mulo e interés por las tareas encamina-
des ecuatoriales; la insurrección de las das a sentar los fundamentos de la his-
masas campesinas, que añadió a la epo- toria política. Dos considerables esfuer-
peya revolucionaria la original y ruda zos de acumulación de materiales, pro-
poesía del heroísmo bárbaro: tales ha- j pios a ese fin, señalan el punto de par-
bían de ser los asuntos con que se re- i tida de la labor histórica de aquella épo-
lacionaran las sucesivas novelas de la • ca; la Colección de obras y documentos
serie. Pero apartado, desde su madurez, ¡ ordenada por don Pedro de Angelis de
de las letras puras, ese Walter Scott no j 183ó a 1837, y la Bibloteca del «Comercio
salió de su Wawerley, y prefirió apli- j del Plata», que bajo la dirección de don
car directamente su sentimiento del pa- i Florencio Várela, apareció en Montevideo
sado a la historia política, que cultivó, ¡ desde 1845 y siguió publicándose, por al-
con admirables condiciones de vivad- ] gunos años, después de la muerte del
dad pintoresca y de generalización bri- ilustre escritor, ambas colecciones, ricas
llante y audaz, aunque sin el más mí- de elementos de primera importancia. El
nimo respeto por la equidad de los jui- vivo sentimiento de la necesidad literaria
cios ni la exactitud de los hechos, en i y política de la historia inspiró, en 1843,
libros cuyo verdadero carácter oscila ¡ al Gobierno de Montevideo, donde se asi-
entre la novela histórica y el panfleto j laba en su mayor y mejor parte la cultu-
de partido. I
Ai género de La Novia del Hereje con- j (1) En el Correo del Domingo, y luego en
tribuyó Juan María Gutiérrez con una i folleto, por ia Imprenta del Siglo 1894,
734 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ra argentina, la fundación del Instituto interesada del espíritu; y se consagró a


histórico geográfico, para dar solidaridad reivindicar, para la América de su tiem-
y eficacia a las primeras tentativas en po, en la obra de las generaciones que
este género de estudios. Apenas pasó del precedieron a la suya, los títulos de un
acto inaugural el iniciado centro; pero de abolengo intelectual desconocido o des-
la comunicación de ideas y propósitos deñado. La afirmación de la existencia
entre los escritores de la juventud re- y del relativo valor de ese abolengo fué
unida dentro de la heroica plaza fuerte inspiración constante de su vida, inago-
nació entonces la dedicación de muchos table estímulo de su labor,
de ellos a ios trabajos de investigación Sin que el refinamiento de su sensibi-
histórica, que en algunos, como Mitre, lidad literaria fuera motivo a retraerle
López y Domínguez, habían de fructifi- del trato cotidiano con los más oscuros
car, perseverando, con obra más o me- antecedentes y los más íntimos anticipos;
nos duradera. Fué activísimo en la in- sin que naqueran su tenacidad ni su en-
fluencia estimuladora, en la información tusiasmo de investigador por la impre-
y en el consejo, para alentar los ensayos sión ele tedio, frecuente en el contacto
de esa índole, don Andrés Lamas, a quien con la palabra escrita de tiempos de
el Gobierno de la Defensa encomendó, enervación moral e intelectual, de deca-
en 1849, la obra, nunca cumplida, de es- dencia o definitiva pérdida de gusto, se
cribir la historia de esta banda del Plata. soterró entre los casi ignorados materia-
Allá en Chile, Sarmiento incluía en su j les de la literatura de la colonia; los tra-
vasta siembra de ideas la del conocimien-1 jo a plena luz; obtuvo de ellos revelacio-
to del pasado americano, y con su me- \ nes inesperadas y curiosas: ya intensa-
morable artículo de «Chacabuco», abría ! mente significativas en el proceso de las
camino a la definitiva vindicación de San' ideas o de las costumbres, ya positiva-
Martín. ! mente honrosas para los orígenes litera-
El primer indicio de madurez de toda ¡ rios de estos pueblos; y puso un noble
esa consagración estudiosa, interrumpida i ahinco en que resaltara todo aquello que
a menudo, pero nunca desalentada, por : significase un rasgo de espontaneidad y
las borrascas familiares a aquella gene- ¡ atrevimiento de la conciencia americana,
ración de hombres fuertes, se manifestó, ¡ levantándose, por sus propias fuerzas, so-
en 1857, con la aparición de la Galería jbre el remedo sin alma a que la conde-
de celebridades argentinas, donde compi- naban los moldes de la educación y sobre
tieron, ensayando el dibujo biográfico, los límites del horizonte ideal que le es-
¡as mejores plumas de la época. La His- taba consentido.
toria de Belgrano, ampliación de uno de He dicho ya que de su paso por Chüe
los trabajos de aquella Galería., con el y el Perú quedó la publicación del poe-
movimiento de crítica y polémica a que ma épico de Oria, que exhumó de los
dio lugar, abre un nuevo período en la archivos de Lima para llevarlo a impri-
bibliografía histórica de estos pueblos. mir a la patria colonial del poeta. En
No permaneció indiferente a tan alto Lima también, en los papeles de la vieja
interés de su contemporáneo Juan María Universidad ele San Marcos, desentrañó
Gutiérrez: antes por el contrario, partí- ¡ recuerdos preciosos de la tradición acadé-
cipo principalmente en él, y al llegar a ! mica de la Ciudad de los Reyes. Pe1'0
este punto tocamos la razón más firme | consagró, sobre todo, sus esfuerzos a la
de su fama. Escogió para sí, en las ta- historia de la inteligencia y la cultura
reas de la historia, la parte que se re- en los pueblos del Río de la Plata, y ]a
fiere al desenvolvimiento de la literatu- siguió con minucioso amor, con el nimio
ra, y en general, de toda aplicación des- afán erudito que ennoblece un interés

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 735

profundo, tomándola desde la crónica de; de vago despertar de las energías de la


Schmidel y el poema de Centenera, cu-j mente y de diversiñcación de las acti-
vas páginas despejó del polvo secular en vidades sociales, que inician con el pe-
dos prolijos estudios fl); lleno de ame- ríodo gubernativo de Vértiz y Salcedo,
nidad y colorido el de la obra del Arce- cuya noble figura dejó diseñada, como
diano rimador: excelentes ambos. Pasó las de Maziel y Labardén, el primer aso-
de los testimonios de la Conquista a los mo de un educador y el primer asomo
documentos de la instituida servidum- de un poeta (1). Y transmitió finalmen-
bre, rastreando siempre la noticia que mente, a la atención de] historiador fu-
reflejara alguna luz de ideas sobre losi turo, en su laboriosa Bibliografía de la
períodos más lejanos y humildes de ía | Imprenta de Expósitos (2), que comentó
existencia colonial, como aquellos desa- j con observaciones amenas y profundas,
bridos comienzos del siglo XVIII, sobre! una guía invalorable el estudio de
cuyo fondo opaco hizo destacarse la in- j la progresiva transformación de las ideas
teligente fisonomía de Neira (2), apenas J y ios sentimientos comunes, desde la épo-
recordado hoy mismo e ignorado de mu-1 ca que refleja tímidamente su espíritu
chos; Neira, el dominico viajero, el ob- en versos cortesanos y opúsculos de de-
servador tolerante, que, en los antece- voción, hasta las ya cuantiosas y vibran-
dentes de la evolución liberal de la colo- tes manifestaciones de publicidad que
nia, precede en varias décadas a la obra motivaron, en las vísperas de 1810, los en-
de relativa emancipación respecto del tusiasmos de la Reconquista.
formalismo escolástico, que emprendió Aún con mayor solicitud, y desbrozan-
en la enseñanza Maziel, y en más de me-1 do terreno mucho más grato y generoso
día centuria a la repercusión de las ideas j en estímulos, como que era el del espon-
de la Enciclopedia en las memorias de ! táneo florecer del alma americana abrién-
Belgrano y las oraciones de Funes. i dose a los vientos de la libertad, siguió
Investigando en. interesantísimo li- los pasos de la literatura viril y militante
bro (3) la historia de ios estudios públi- del quinquenio revolucionario; la estudió
cos de Buenos Aires, oscurecidos hasta en sus vinculaciones con la acción y en
entonces en ei aprecio postumo por la sus inspiraciones sociales; fijó en el lien-
tradición universitaria de Córdoba y de zo biográfico la imagen de sus hombres,
Chuquisaca, puso de manifiesto en ellos completando la historia de los hechos
adelantos precoces y rasgos de cierto es- ! guerreros y políticos con la de la activi-
píritu liberal, que no había trascendido , dad del pensamiento, manifestada en la
a todas partes de América. Se detuvo con i prensa, en la instrucción, en el libro, en
particular interés ante aquel movimiento las asociaciones de fin intelectual, y po-
niendo a la vista aquel seguro crédito de
las influencias morales, aquella fe pro-
(1) «Nuestro p r i m e r historiador Ulderico | funda en la virtud de las ideas, con que
Schmidel; su obra, su persona y su bibliogra-
fía». Revista del Río de la Plata, tomo VI. «Es- los gobernantes y los publicistas de la
tudio sobre la Argentina y conquista del Río ¡ Revolución atendieron a favorecer el des-
de la Plata, y sobre su autor, don Martín del
Barco Centenera». ídem, tomo VI y siguientes. (1) «Celebridades argentinas en el siglo XVIII,
(2) «El Padre dominico Neira, del convento Don Juan José de Vértiz y Salcedo»: Revista
de predicadores de Buenos Aires». Revista de de Buenos Aires, núm. 25. «El doctor don Juan
;
Buenos Aires, núm. 20. Baltasar Maziel, ídem, núms. 23 y 24. «Don.
(3) Noticias históricas sobre el origen y des- j Juan Manuel de Labardén»; Correo del Do-
brollo de la Enseñanza pública superior en j mingo, núms. 51 y siguientes.
buenos Aires, Buenos Aires. Imprenta del Si- I (2) En la Revista de Buenos Aires, núme-
Slo, 1868. I ro 29 y siguientes.
736 JOSÉ ENRIQUE R0D0.—OBRAS CO Ai FLETAS

envolvimiento del espíritu y la adquisi- semblanzas de algunos de los esforzados


ción de nuevos medios de cultura, en sus obreros de aquel período de reforma,
empeños de dirección y propaganda. Líci- con que termina el interesante libro de
to es afirmar que una gran parte de la la Enseñanza superior, y en el estudio
energía intelectual que se vincula a la glo- sobre Juan Cruz Várela, que es quizá,
ria de esa época ha vivido sólo por él en el de fos trabajos críticos de Gutiérrez, el
recuerdo de las generaciones posteriores. de más primor y madurez.
Desde el amanecer del sentimiento lau- No es posible imaginar merecimiento
datorio de la libertad en las canciones j más puro y noble de respeto intelectual
populares de Mayo (1), hasta la lírica que el adquirido de esa porfía tenaz con-
consagración de las victorias por los poe- tra el olvido, la ingratitud y la indo-
tas de escuela, y las exhortaciones del lencia; de esa perseverante restauración
remontado didacticismo social que suce- de un fundamental elemento de la vida
dió a los cantos heroicos cuando del es- de generaciones pasadas, restauración
fuerzo guerrero se pasó a la obra de or- que realizó Gutiérrez, no sólo con acierto
ganización, trazó, en fragmentos, la his- de diligente y sagaz indagador, sino tam-
toria de la poesía de la Independencia. bién, en ciertas páginas, con verdadera
Sus estudios sobre Fr. Cayetano Rodrí- inspiración de hístoiiador artista, de ca-
guez, sobre Luca, sobre Rojas, comple- bal iniciado en los secretos de la narra-
mentan el extenso y magistral que con- ción que reproduce formas y colores y
sagró a Juan Cruz Verela, la más alta palpitación de entrañas vivas.
personificación literaria de aquel íiem- ¡ Estéril y tedioso es el empeño de la
po (2). A la luz de su crítica inspirada,' erudición vulgar, que ama la investiga-
el clasicismo de la literatura de la Revo- ] ción por la investigación, el pasado por
lución, en el que un superficial examen j el pasado, el dato nimio y escondido por
vería sólo artificio sin alma, fría exorna-! la sola virtud de su rareza; pero es her-
ción retórica, se nos presenta como fué: mosa y fecunda entre todas las aplica-
en realidad: como una idea dinámica; ; ciones del espíritu ia obra inspirada del
como la imagen de un ideal de gloria y I investigador que levantando la curiosidad
de grandeza moral que constribuyó efi- erudita a la condición de una simpatía
cazmente a caracterizar el espíritu revo- inexhausta, y guiado por aquella luz in-
lucionario, apacentándolo en los ejem- tuitiva que no se suple con la prolijidad
plos del genio heroico y tribunicio de la de los documentos ni con la certidumbre
antigüedad. El resplandor de ideas que de las cosas externas, penetra en la pro-
ilumina la grande época de Rivadavia, fundidad del tiempo muerto como para
trascendiendo al carácter de la produc- restituirle su alma, y acierta a recons-
ción poética desde la cátedra, la prensa truir idealmente, en presencia de las mu-
y la tribuna, tiene vivo reflejo en las das ruinas de lo que fué, la vida intelec-
tual y afectiva de una generación, la fi-
(1) Véase «La Literatura de Mayo», en ia Re- sonomía moral de una sociedad o la ge-
vista del Río de la Plata, tomo II. nialidad literaria de una época.
(2) «Don Esteban de Luca. Noticias sobre su Iniciador en el estudio de una tradi-
vida y escritos»: Revista del Río de la Plata, ción de cultura casi por completo des-
tomo XIII. «El coronel don Juan Ramón Ro- j conocida u olvidada, a la que no era po-
jas, soldado y poeta»: ídem, tomo XIII. «El sible aplicar las formas orgánicas de la
sueño de Eulalia contado a Flora, y noticias i
sobre su autor (Fr. Cayetano Rodríguez)»: ídem, j exposición histórica ni el metódico aná-
tomo VI. «Estudio sobre las obras y la persona | lisis de la crítica sin antes atender a la
del literato y publicista argentino don Juan ! ausencia, con que para ello se luchaba,
Cruz Várela»; Ídem, tomo III y siguientes. I de fundamentos seguros y materiales or-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR D] PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 737

denados de investigación, hubo de consa-1 críticos sobre algunos poetas sudameri-


grar forzosamente Gutiérrez a esta in- canos anteriores al siglo xix. Si le hubie-
grata tarea porfías que encaminara, de ra sido dado redondear su obra de in-
otro modo, a empresas más altas. Hay vestigación, abarcando el conjunto de la
en su vasta obra muchas páginas de des- cultura colonial en los pueblos de la
carnada erudición; insistentes esfuerzos América española y levantándose luego
empleados en lo que tiene de más des- a la libre y serena visión de puro arte,
apacible la crónica solamente útil, y para la que mostró su capacidad en fre-
en lo que la biblografía ofrece de más cuentes aciertos, habría podido intentar
árido. Pero cuando a la significación pu- el vasto cuadro histórico, no realizado
ramente relativa de la personalidad o todavía, del desenvolvimiento de la in-
del objeto sobre que recaen sus mira- teligencia americana y de la evolución
das de investigador se une más alto in- de sus ideas, desde la primera simiente
terés, capaz de cautivar el sentimiento a de civilización hasta los anhelos de li-
la fantasía; cuando, trazando la imagen bertad y los precoces ensayos del pensa-
de famoso polígrafo del siglo xvni (1), miento propio.
nos hace penetrar, por ejemplo, dentro Concillaba con el oficioso amor del
del ambiente hechizado de aquella Lima | hecho depurado y preciso, que es lastre
colonial, que constituye una de las más de la historia, la aptitud de generalizar
romancescas perspectivas de la historia y el poder de la interpretación colorida;
de América, y aparece con todos los ca- pero sentía la obligación de cimentar,
racteres de la vida, en el panorama de ante todo, sólidamente, sobre aquel ári-
su narración, el singular aspecto de aque- do y seguro cuidado de los hechos, la
lla sociedad en que tan extrañamente se ciencia del pasado, y abominaba en ella
mezclaban refinamientos bizantinos y pe- los vuelos errabundos y arbitríaríos de
queneces lugareñas, ingenuidades de pue- la imaginación, las vanas anticipaciones
blo niño y rasgos de decrepitud social, de la indiferencia y del juicio. Sobre la
sórdidas manifestaciones de abyección y necesidad de imprimir a las tareas de
timbres preclaros de cultura, entonces ve-. preparación de la historia de los pue-
mos reflejarse la inspiración del verda- ¡ blos de América «un carácter particular-
dero y grande historiador sobre la asi- mente erudito y cronológico», que com-
duidad del erudito, y reconocemos que pensase la tendencia que predomina en
había dotes en él para llevar al estudio nuestro espíritu a la síntesis vaga y pre-
del pasado esa poderosa visión del mo- matura «con las remoras que dan pulso
vimiento dramático de la realidad, que j y gravedad a la historia», versa una her-
hace de aquel estudio una nigromancía I mosa página dirigida a don Alejandro
de la fantasía evocadora. I Magariños Cervantes con motivo de la
Rasgos de valor semejante realzan las fundación de la Biblioteca Americana (1);
Páginas sobre Juana Inés de la Cruz y página que merecía encabezar, como ex-
sobre Pablo de Olavide, que, junto con posición del criterio que íe guió en la
las consagradas a fray Juan de Ayllón, extensa obra, una ordenada colección de
a Labardén, a Caviedes, al P. Juan Bau- sus trabajos históricos.
tista Aguirre, a Ruiz de Alarcón y a Pe- A la referida Biblioteca Americana, que
dro de Oña, publicó, en 1865, en el vo- i empezó a publicarse en 1858, dio Gutié-
lumen titulado Estudios biográficos y j rrez, el siguiente año, un tomo de Pen-
samientos, máximas y sentencias entre-
Ü) «Escritores americanos anteriores al si- ¡
£l° xix. Doctor don Pedro de Peralta»: Revista (1) Carta publicada al final del tomo IV de
ííe
í Río de la Plata, tomo VIII y siguientes. j esa Biblioteca.

H O D O . _ 'M
738 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sacados de escritos y discursos de argén- ¡ a la crítica de contemporáneos. En esta


tinos ilustres: tomo que complementó parte de su labor, descuella el senado y
en 1860 con otro de Apuntes biográficos juicioso, aunque no suficientemente se-
de algunos de los autores que había vero, ensayo sobre Echeverría, que ilus-
puesto a contribución en el primero, tra la edición publicada, de Í870 a 1874,
Incluyó entre esos breves Apuntes un por el propio Gutiérrez, de las Obras del
trabajo de mayor atención: el consagra- poeta. Pero el preferente objeto de su
do a Rivadavia, que publicó también en atención fué siempre la literatura de
la Galería de celebridades argentinas y tiempos pasados, en cuyo estudio la crí-
que constituye el ensayo de más aliento tica va de la mano con la historia. Y
realizado por él fuera de la historia li- acaso no fué extraña a los estímulos que
teraria y cultural, si se exceptúa el sus- determinaron su vocación de crítico-his-
tancioso bosquejo biográfico de San Mar- toriador una tendencia universal de la
tín, que, con extensa ilustración ele do- erudición de su época. El romanticismo,
cumentos, copiosos datos de bibliografía alentando eí sentimiento de la tradición,
e inconografía y una Corona poética, hizo la poesía del pasado, corno seguro me-
imprimir en 1862, en ocasión de erigirse dio de llegar a lo más característico y
la estatua del Capitán de los Andes. hondo del alma popular, en su gloriosa
Pero su permanente dominio fué la empresa de vincularla a la literatura, co-
historia de la producción intelectual y municó el mismo impulso al espíritu de
de todo desenvolvimiento de cultura. En investigación y despertó el interés y el
cuanto al carácter crítico de los comen- amor por el estudio histórico de la es-
tarios que aplicó, trayendo a luz autores pontaneidad literaria de los pueblos,
y obras, nadie dejará de reparar en ellos Juan María Gutiérrez, que sintió in-
un exceso de encomio, que se justifica, tensamente la aspiración de americanis-
sin embargo, como reacción oportuna. mo poético,, en que él mismo fué ele ¡os
Predominaba un espíritu de exagerada más eficaces colaboradores de Echeve-
detracción en lo que se refiere a las con- rría, hubo de experimentar emoción se-
diciones intelectuales y morales de la mejante a ía de los críticos y arqueólo-
vida americana bajo el régimen colonial. gos románticos, cuando rescataba del ol-
Por otra parte, el impulso de innovación vido las viejas crónicas que guardaban
triunfante en las ideas literarias sugería j ía repercusión de los épicos sones de la
el desdén por cuanto se vinculase a las ' Conquista o reflejaban con prosaica lan-
formas vencidas; y esto influyó para que j guidez el sueño de la larga noche colo-
pocos escritores de su tiempo participa-1 nial. No era posible volver a la luz los
ran de aquel sentimiento de filial inte» lejanos antecedentes de la producción li-
res por el recuerdo y la obra de los que teraria americana en el sentido en que
les habían precedido. Juan María Guíié- ] lo hiciera, con las reliquias de arte y
rrez fué a menudo extremoso en tal sen- ¡ poesía anteriores al influjo del Renaci-
timiento, pero esta explicable y bien ins- j miento, ía erudición tributaria del ro-
pirada benevolencia, esta generosa faci-! manticismo. El movimiento reivindica-
lidad de entusiasmo, no impidieron que ; dor de la originalidad literaria nacional
su diestra guardara casi siempre la rien- ¡ había de desenvolverse en América sin
da firme del buen gusto ni que fluctuase ¡ precedentes cercanos ni remotos, Pero,
constantemente sobre sus juicios litera- j para la visión cabal del pasado en que
ríos el reflejo de aquella ática sonrisa í tenía sus ocultos veneros 3.a poesía de
que era como el sello de su fisonomía la tradición, era indispensable conoci-
inlectual. miento el de aquella humilde literatura,
Las mismas delicadas facultades llevó donde, además de testimonio histórico

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OBRA ORT.GINAL.~6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—JUAN M.a GUTIÉRREZ 739

de Jas cosas y de los hechos a que debía de su patria con las funciones públicas
adaptar el poeta las invenciones de su de trascendencia intelectual que desem-
fantasía, no es raro caso encontrar, ya i peñó: ya de rector de la Universidad de
medio rota la crisálida, ya casi a punto i Buenos Aires, en 1861; ya de jefe del
de cuajar en color y aroma de belleza, j departamento de Escuelas, en 1875; ya
una leyenda heroica, o un paso noveles-1 en su carácter de miembro de la Facul-
co, o un candido y gracioso idilio, que, j tad de Matemáticas y de la de Humani-
sin más que ía última iluminación de la dades y Filosofía; ya, finalmente, coope-
forma, llegarían a la plenitud poética. rando en planes de reorganización, como
el de la enseñanza universitaria y el de
Archivo General, ambos en las postrime-
rías de la administración de Sarmiento,
VIII De su vida política no me compete ha-
blar aquí. Diré sólo que dejó uno de los
Esa vasta y lucidísima obra de inves- ] nombres más respetados y más puros en-
ligación y de crítica ocupa densamente j tre cuantos se vinculan a la porfiada
los años de fecunda plenitud para el es- • labor de la organización nacional argen-
píritu de Juan María Gutiérrez; pleni- i tina. Pero ni su acción de hombre de
tud duradera, que llega muy más allá de ; gobierno, como ministro del de don Vi-
ía madurez de ía vida, y persiste, sin cente López y Planes, y luego, de la Pre-
decadencia ni desfallecimientos, desde su sidencia de Urquiza; ni sus servicios di-
vuelta del destierro de Chile hasta su plomáticos, para restablecer o confirmar
muerte, ocurrida en 26 de febrero de 1878. | las relaciones con España y el Brasil; ni
He citado los libros que en tan largo es- ¡ la participación que le cupo en el Con-
pació de tiempo dio a la imprenta y los greso constituyente de Santa Fe y en la
principales estudios que, p a r a comple- Convención de 1870, forman más que un
mento de aquéllos, publicó en revistas rasgo secundario de su apacible figura.
corno la de Buenos Aires, que dirigió Na- El que sobre todos prevalece es que «las
varro Viola, y el Correo del Domingo; i Gracias fueron constantes compañeras de
pero debo nueva mención al memorable su vida», como para la suya deseaba el
esfuerzo de publicidad y de disciplina j dulce Teócrito. Y si se quisiera expresar
estudiosa representado por aquella Re- cuál es el fundamento de su originalidad
vista del Río de la Plata, que él fundó personal y de su gloria, se diría: fué el
en 1871, en unión de don Andrés Lamas estudioso desinteresado, en una genera-
y don Vicente Fidel López, y de la que I ción de combatientes y tribunos; fué, en
él fué verdaderamente el director, alcan- ella, el que se mantuvo fiel hasta morir
zando a dejar realizados, en sus trece al sueño literario, concebido antes de 3a
interesantísimos volúmenes, uno de los juventud, inmune entre los afanes de la
grandes ejemplos de revista americana edad madura, y acariciado todavía con
y el más victorioso ensayo que se hubie- el amor de la vejez: a modo de la primo-
ra hecho en Buenos Aires para arraigar j rosa flor silvestre que, escogida en el pa-
publicaciones de tai índole. seo de la mañana, sirve de embeleso a
Además de la perseverante vibración todo el día y queda aún fragante, por la
de su pluma, contribuyó Juan María Gu- j noche, junto al libro que se cierra para
tiérrez al desenvolvimiento de la cultura dormir.
740 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

LA ESPAÑA NIÑA
En su reciente y admirable libro Ca- España se va... Y cuando me parece que
mino de perfección—digno, en verdad, vislumbro algún signo sensible de que
del glorioso recuerdo que su nombre evo- vuelve: de que torna a ser original, acti-
ca, por la indeficiente gracia del estilo va y grande, me alborozo, y empeño en
y la serenidad, de sombra y frescura, de el crédito de ese augurio todos mis aho-
la meditación—, apunta Díaz Rodríguez, rrillos de fe. Me he habituado así a bo-
el gran novelador venezolano, una idea rrar de mi fantasía la vulgar imagen de
tan henchida de persuasión como de es- una España vieja y caduca, y a asociar
peranza; una idea honda y preciosa, que la idea de España a ideas de niñez, de
me ha quedado en el alma, prendida co- porvenir, de esperanza. Creo en la Espa-
mo una estrella, ungiéndomela de luz y ña niña, Esta es la razón por que me
diciéndome por lo bajo cosas de consue- interesó y halagó tanto la referida pági-
lo y de fe... na del autor de ídolos rotos. Piensa Díaz
Yo no he dudado nunca del porvenir Rodríguez que «en vez de pueblo dege-
de esta América nacida de España. Yo nerado, como tontamente proclaman al-
he creído siempre que, mediante Amé- gunos, del pueblo español puede afirmar-
rica, el genio de España, y la más sutil se más bien que es un pueblo primitivo».
esencia de su genio, que es su idioma, «Así nos lo dice—agrega—aquella sensa-
tienen puente seguro con que pasar so- ción que el hombre del pueblo español
bre la corriente de los siglos y alcanzar nos produce, de una reserva intacta de
hasta donde alcance en el tiempo la hue- fuerzas.» Y después de señalar dos carac-
lla del hombre. Pero yo no he llegado a teres notorios de esa condición primitiva,
conformarme jamás con que éste sea el uno exterior, otro interno, en la rudeza
único género de inmortalidad, o, si se española de las maneras y en la españo-
prefiere, de porvenir, a que pueda aspi- lísima virtud de la generosidad, infiere,
rar España. Yo la quiero embebecida, o de aquel defecto como de esta virtud, la
transfigurada, en nuestra América: sí; existencia de frescos rincones del alma
pero la quiero también aparte, y en su popular «donde la savia originaria duer-
propio solar, y en su personalidad pro-
pia y continua. Mi orgullo americano me, soñando quién sabe en qué magnífi-
—que es el orgullo de la tierra, y es, cos renacimientos futuros».
además, el orgullo de la raza—no se sa- Abramos el corazón a este vatici-
tisface con menos que con la seguridad nio, que viene de poeta. Acaso la defensa
de que la casa lejana, de donde viene el de una grande originalidad latente, que
blasón esculpido al frente de la mía, ha aguarda su hora propicia, imprima hon-
de permanecer siempre en pie, y muy do sentido a esa resistencia, aparente-
firme, muy pulcra y muy reverenciada. mente paradójica, contra el europeísmo
Por eso me deja melancólico lo que a invasor, predicada hoy por el alto y fuer-
otros conforta y alegra: el esforzarse en te Unamuno.—Soñemos, alma, soñemos
vencer la tristeza de que España se va- un porvenir en que a la plenitud de la
can el pensamiento de que no importa grandeza de América corresponda un mi-
que se vaya, puesto que queda en Amé- lagroso avalar de la grandeza española,
rica; y por eso no he concedido nunca, y en que el genio de la raza se despliegue
ni concedo, ni espero conceder, que así, en simultáneas magnificencias, a

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OBRA ORIGINAL.—-6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—CARLOS GUIDO SPANO 741
este y a aquel lado del mar, como dos acorde de púrpuras del uno al otro de
enredaderas, florecidas de una misma es- dos balcones fronteros.
pecie de flor, que entonasen su triunfal 1911.

CARLOS GUIDO SPANO

...Titúlase el libro Ecos lejanos, y lle- harta vaguedad. Con él se clasificaba has-
va a su frente un nombre de poeta que ta entonces la manera de los que habían
es un ilustre guión en toda lid de senti- saludado en versos precoces, arrogantes,
miento y de arte. Carlos Guido Spano mezcla de infantil ingenuidad y de labo-
ha reunido las páginas dispersas de su riosa retórica, ias glorias de la Revolu-
producción de los últimos años, y nos ción; y con los poetas de la Revolución
ofrece un libro nuevo. Excelente ocasión no tiene, seguramente, el imaginador de
para detenerse a bosquejar una de nues- Amira y de Marmórea más afinidad de
tras más características fisonomías litera- tendencias que con los que tremolaron
rias. en el torneo de nuestra vida literaria los
Madame de Staél llamaba a la anciani- colores del romanticismo. Aquellos poe-
dad de los varones ilustres «la aurora tas profesaban, por ideal de la forma,
de la inmortalidad». Digamos nosotros el remedo pindárico, la elocuencia líri-
que si alguna vez puede hablarse de una ca; buscando efectos semejantes a los
ancianidad que tenga semejanza de auro- de la arenga y la proclama, pagaban ple-
ra es cuando se trate de este poeta lumi- no tributo a la afectación declamatoria,
noso, sereno, eterno adolescente del al- que era la ficticia inspiración de la épo-
ma, cuya mano se tiende desde las cum- ca; en tanto que una de las calidades de
bres blancas de la vida para brindarnos la poesía de Guido es su serenidad, su
con un libro de versos que ostenta toda aristocrática templanza, y lo característi-
la espontaneidad, todo el candor y toda co en su forma es todo lo contrario del
la frescura de la más intacta juventud. lirismo elocuente: es la línea pura y co-
Tan natural y suave como es, fué a rrecta en breves límites. Ellos no halla-
su modo un. original y casi un rebelde. ban medio de desprenderse de la altiso-
Su. figura resalta, dentro de su época, con nancia de la oda académica, especie de
el interés peculiar de los que no se pa- pedestal a cuya planta abandonaba el
recen a sus contemporáneos y llevan en poeta, como fardo innoble y pesado, su
su sensibilidad, en su fantasía o en su naturaleza de hombre, para asumir la
gusto, un carácter esencial que los sin- gravedad solemne de un numen, sino
gulariza. Llegó a la escena literaria cuan- cuando procuraban la falsa sencillez ma-
do alcanzaba entre nosotros a triunfal drigalesca o bucólica, en tanto que la
plenitud la renovación romántica, y vio elevación ideal y la forma pura y esco-
pasar la corriente de las nuevas formas gida conviven hermanablemente con la
con cierto apartamiento señoril, aunque verdad de los afectos en el autor de
no incapaz de simpatía y asimilación. Ecos lejanos.
Puede, en algún sentido, afirmarse que Independiente el estilo poético de Gui-
fué su musa la Cordelia fiel al clasicis- do de estrechas tradiciones de escuela;
mo entre las que aquí respiraron el alien- formado en esa inteligencia de la limita-
to impetuoso de la tempestad hugoniana. ción que no excluye, sino que estimula
Pero este de clasicismo es un término de y fecundiza, el impulso de la libertad;
742 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

concretando mucho de lo íntimo y esen- pensión y afinidad, más que de inicia-


cial del gusto clásico en formas perso- ción profunda, y acrisoladas, antes que
nales y propias, sólo pudo llegar a ser en el modelo original, en los que, en dis-
por influjo de aquella misma renovación tintos tiempos, hicieron retoñar sus for-
literaria, que de tan distinta manera ins- mas al sol de España y de Italia. Pero
piraba a los contemporáneos del poeta; haya sumergido más o menos distante
y en este sentido, cabe también dentro de ías fuentes la urna, haya resgado más
del carácter de su tiempo. La gracia ala- o menos de cerca el velo del santuario,
da y serena, la fresca visión de las co- es indudable que de aquella fe poética
sas, el don de la armonía plástica e ideal, es devoto, y que por virtud de ella ha
que ciframos en el sentimiento de lo clá- merecido el favor de las gracias. Como
sico, nunca como del romanticismo acá epígrafe de sus versos vendría bien el
se comprendieron y gustaron, a no ser hemistiquio de La invención, de Chénier,
en los días del Renacimiento. Mientras que pide pensamientos nuevos labrados
el clasicismo de colegio y academia era en el mármol antiguo. Tiene, del atenien-
herido de muerte por la crítica de los se inmolado por los escitas del Terror,
novadores románticos, la pasión de la el aticismo en que ha puesto aún más la
belleza antigua floreció como una de naturaleza que la escuela; y cuando su
las innúmeras virtualidades de aquella numen, no satisfecho ya con el ara en
revolución complejísima. Desmoronóse el que se ofrecen los sacrificios de la for-
templo alzado a la sabía regularidad y ma, aspira al triunfo que se consagra
la artificiosa corrección por el soberbio con tributo de lágrimas, es para pe-
reinado que el clasicismo del siglo XVIII netrar, como Chénier, en esa zona cre-
proclamaba, sobre los tiempos de Pen- puscular del sentimiento donde flotan las
des y ios de Augusto, edad de oro del sombras de las heroínas de Eurípides, y
ingenio; pero el culto de la antigüedad el eco de las quejas de Dido, y extien-
se instauró a pleno sol, y ella fué, y ha den sus alas blancas y sedosas los ale-
continuado siendo más que nunca, Tie- jandrinos de Racine. Bajo el tipoy de la
rra Santa de peregrinaciones ideales. Así, paraguaya de Nenia se siente latir un
desde Andrés Chénier hasta Leconte de corazón hermano de La Joven Cautiva.
Lisie, se oyeron sones como de rapsodias Marmórea tiene la triste languidez de
homéricas y de cantos de Atenas o de i Meera.
Alejandría: así Goethe, domeñada la De este abolengo ático de su natura-
tempestad que el Werther propagó por el leza poética y su arte, nace, entre otros
mundo, trajo a nuevo ser la Elena clá- caracteres que contribuyen a imprimirles
sica, y enseñó el arte de infundir en ver- sello singular y distinto dentro de su
sos modernos el divino sosiego de los ¡ tiempo, el dominio de toda exquisitez de
mármoles paganos, I la dicción y toda delicadeza del ritmo.
Nada hay, seguramente, en nuestro El noviciado de la libertad literaria se
poeta que se asemeje a una de esas ins- caracterizó, para la generalidad de nues-
tituciones de lo antiguo, en que la poe- tros poetas de América, por la voluptuo-
sía, flor de humanidades, obra con el sa non curanza de la forma, por el des-
prestigio de una evocación arqueológica, dén, más o menos consciente y confesado,
y acierta a exprimir, de las reliquias de de ese «culto del material» que, en pos-
un arte muerto, la más recóndita belle- teriores escuelas universales, llegó a la
za. Su antigüedad consiste sólo en sim- superstición e indujo al delirio. Eran los
patías de la imaginación; su clasicismo tiempos en que solía tenerse por consus-
no pasa de ciertas líneas generales de tancial a la naturaleza del poeta el don
gusto y estilo, nacidas de natural pro- divino de la composición enteramente fá-

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—CARLOS GUIDO SPANO 743

til y espontánea y de la producción abun- poesía es irradiación de todas las faces


dosa. Confiábase demasiado en las abs- del espíritu, y como la naturaleza para
tracciones de cierta psicología estética cada una de las regiones del mundo, ella
que atribuía una sobrada realidad al tiene, para cada determinación del senti-
mito del numen, y acaso era tildada de miento, manifestaciones peculiares de vi-
prosaica la porfía difícil y tenaz de la da y hermosura. Al lado de la poesía de
labor. Diríase que el romanticismo se ía pasión y del dolor, que lleva el alma
inclinó a no reconocer sino la magia ne- a las asperezas de la cumbre, admita-
gra, la magia no aprendida en la tan- mos, como la vegetación risueña de los
maturgia del arte. Era adorado el mis- valles, la que se debe a una serena y
terio de la inspiración que desciende al plácida concepción de la existencia, tal
espíritu del poeta envuelta en lampos vez mecida por los deliquios de volup-
y nubes. Hoy encontramos más poesía tuosidad que embalsamaron la amena
en los afanes de esa lucha hermosa y granja del Tibur y la estancia sabina;
viril que empeña con el material rebelde tal. vez velada transitoriamente por eí
ei espíritu enamorado de la perfección: celaje de las melancolías más suaves y
la lucha que llevaba la razón del Tasso graciosas. Pero el aspecto que manifies-
a la locura; que torturaba el pensa- ta toda la superioridad de la obra poé-
miento de Flaubert, con alternativas de tica de Guido, aquel en que principal-
angustia y júbilo infinitos, y eme el autor mente puede ser ejemplar, es, sin duda f
de Levia GroMa ha simbolizado en una j el de las exterioridades plásticas del.
imagen soberbia: los afanes del sátiro, verso; el que admiramos en las cuarte-
perseguidor de la ninfa leve y esquiva, tas de Ámira, en las de la inolvidable
en el misterio de los bosques. bendición paternal, en ei verso libre de
Fue concedida a nuestro poeta la glo- i La Noche, en las briosas octavas de
ria del triunfo alcanzado más de una vez ] Adelante.
en esa lucha, cuando respiraban los que Hay dos supremas manifestaciones de
con él compartieron la representación li- la belleza poética en ía forma, y cada
teraria de su época vientos de tempestad, una de ellas prevalece según la poesía.
vientos de desordenada inspiración, y ¡ que reúne y armoniza en cierto modo las
eran sus versos como soldados vencedo-1 calidades de las demás artes bellas, se
res que vuelven del combate, desaliñados inclina a participar de ía determinación
y altivos. Tuvo entre ellos el inrjispuíado de las artes del. dibujo o de la vaguedad
dominio de la forma. No ciertamente del esplritualismo melódico. Por una
porque sea el labrado y blanquísimo pa- parte, la línea firme, ei ritmo vencedor
nal lo que nos seduzca por única exce- de la inmaterialidad de la palabra, el
lencia en su obra; hay también miel re- culto de las apariencias materiales y tan-
galada que gustar en sus transparentes gibles del verso, que dan la sensación de
alvéolos; suele acertar también, si no con contornos mórbidos de estatua; el arte
el intenso grito de la pasión, con el len- i de la imagen precisa dotada de relieve,,
guaje de las delicadezas del alma, que i que puede hacerse pasar de ía estrofa al
piden propagarse en masas ondas de i mármol o al bronce; el procedimiento,
luz; con la expresión eficaz de los afee-1 en fin, que pone en manos del poeta, ya
tos blandos, puros, apacibles; exhala-; el martillo y el cincel del escultor, ya
ciones de suavísimo aroma que percibí- j —para símbolo de los primores de un
r
án en sus versos, sin necesidad de una \ Gautier o un Heredia—el diamante del
aspiración esforzada, aquellos que no ha-: grabador de piedras finas. Por otra par-
yan enervado su sensibilidad en el abuso te, el tejido tenue y aeriforme de los lí-
c
^ ios perfumes capitosos y ardientes. La ricos en quienes la poesía tiende a la
744 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sugestión sentimental de la música; el de provisación de una literatura, y las in-


las rimas de Bécquer, el del Heder hei- fluencias de la escuela, conspiraban para
mano: semiclaridad de crepúsculo, leve- imponer cierto vicioso amor al desali-
dad etérea, graciosa suavidad de una for- | ño; la amable serenidad del sentimien-
ma desdeñosa del efecto plástico y el to, cuando vibraba en toda lira la reper-
«numen sonoro», pero que, modelada pa- cusión de universales tempestades del
ra expresar las vaguedades del ensueño ánimo; el desinterés de un ideal de poe-
y ia aspiración de lo inefable, encuentra sía, levantado sobre los rudos afanes de
su arte propio rehuyendo la severa pre- la acción e inmutable entre el hervor pa
cisión de la línea, espiritualizando los 1 sajero de las muchedumbres, en un tiem-
contornos de la idea y de la imagen, ¡ po en que los propios fantasmas de los
como la onda de incienso que, al paso | sueños bajaban a partir la arena del cir-
que más alto sube, más gana en inmate- j co y era la canción como vaso de bronce
rialidad. Carlos Guido es de los que sien- que recogía y amplificaba las resonan-
ten y señorean la primera manifesta- ¡ cias del combate.
ción de poesía; de los que trabajan el | Y el nuevo libro del poeta, sea cual
ritmo como el mármol, el pensamiento fuere su desigualdad, nos le muestra en
como inscripción lapidaría, y la imagen esa misma actitud graciosa y noble, so-
como escultura. bre ese mismo fondo que colora un ce-
Tal se caracterizó, dentro de una ge- I leste diáfano y suave; presidiendo al me-
neración romántica, este poeta, que, en lodioso fluir de una poesía siempre jo-
más de un aspecto de su arte, se vincula ven, de una idealidad siempre serena, de
mejor con el mundo nuestro que con el un espíritu que es todo luz y iodo ar-
de los días de su juventud. Personificó ! monía.
ei culto indeficiente de ía forma, cuan- i
do las condiciones de la obra de im- 1899.

MI RETABLO DE NAVIDAD

I j la idea del Dios humanado, del Dios he-


[ cho hombre por extremo de amor, pudo
ET, NIÑO DIOS i mover en corazón de hombre tan dulce
derretimiento de gratitud, mezclado a
De toda la pintoresca variedad de Na- la altivez de tamaña semejanza, como en
cimientos vistoso—con el divino Infante, el corazón de un niño la idea del Dios
la Virgen doncella, el Esposo plácido, las hecho niño?...
mansas bestias del pesebre—, no venía a Hoy, que convierto en materia de aná-
mí más dulce embeleso ni sugestión más lisis los poemas de mi candor (el hom-
tenaz que los que traía en sí esta idea bre es el crítico, el niño es el poeta), se
inefable: «Dios en aquel día era niño...» me ocurre pensar cuan apetecible sería
Niño en el cielo, niño de verdad como que Dios fuese niño una vez al año. En
lo representaba la figura. Mientras yo la «política de Dios» hay, sin duda, in-
contemplaba el inocente simulacro, un escrutables razones, arcanos planes, pro-
celeste niño gobernaba el mundo, oía las pósitos altísimos, a los que se debe que
plegarías de los hombres, distribuía en- su intervención en las cosas del mundo
tre ellos mercedes y castigos... ¿Cuándo se reserve y oculte con frecuencia, y que

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—i\í I RETABLO DE NAVIDAD 745

su justicia, mirada desde este valle os- i zamos todos en recogimiento y silencio,
curo, parezca morosa, e inactivo su amor, ' para el porvenir de los hombres, la cuna
El día del Dios-niño, toda esa pruden-; de Dios!
cia de Dios desaparecería. Al Dios sa-
bio y político sucedería el Dios sencillo II
y candoroso, cuya omnipotencia obraría
de inmediato, en cabal ejecución de su EL A S N O
bondad. En ese día de gloria no habría
inmerecido dolor que no tuviese su con- Asno del pesebre donde el Señor vino
suelo, ni puro ensueño que no se reali- al mundo, yo te quería y te admiraba.
zase, ni milagro reparador que se pidie- Tú eras, en aquel espectáculo, el perso-
ra en vano, ni iniquidad que persistiera, naje que me hacía pensar, iniciación pre-
ni guerra que durara. A ese día rimiti- ciosa que te debo. Tú, abanicando con
ríamos todos la Esperanza, y el mayor ; los atributos de tu sabiduría, diste alien-
mal tendría un plazo tan breve que lo to a la primera chispa de libre examen
sobrellevaríamos sin pena. ¡Oh, cuan be- que voló de mi espíritu. Tú fuiste mi
lla cosa sería que Dios fuese niño una Mefistófeles, ¡oh Asno! Por amor a ti,
vez al año, y que éste fuera el bien que por caridad y compasión con que me
anunciasen las campanas de Navidad!... inundabas el alma, me hiciste concebir
Pero no... Ahora toman otro sesgo mis í los primeros asomos de duda sobre el
filosofías del recuerdo del Niño-Dios. orden y arreglo de las cosas del mundo,
Antes que lamentarse porque Dios no y aun sospecho que, por este camino, me
sea niño de veras durante un día del año, llevaste, con ignorancia de los dos, a los
acaso es preferible pensar que Dios es j alrededores y arrabales de la herejía.
niño siempre, que es niño todavía. Ca-1 Verás cómo. Yo, prendado de la gra-
be pensar así y ser grave filósofo. El cia inocente y dulce que hay en ti, y que
Dios en formación, el Dios in fieri en el no suelen percibir los hombres, porque
virtual desenvolvimiento del mundo o se han habituado a mirarte con la tor-
en la conciencia ascendente de la huma- cida intención de la ironía, me intere-
nidad, es pensamiento que ha estado en saba por tu suerte. Viéndote allí, junto
cabezas de sabios. ¿Y hemos de conside- a la cuna de Dios, me figuraba que te
rarla la peor, ni la más desconsoladora, era debido algún género de gloria. En-
de las soluciones del Enigma?... ¡Niño-! tonces preguntaba cuá! fué tu destino
Dios de mi retablo de Navidad! Tú pue- ultratelúrico, y me decían que para los
des ser un símbolo en que todos nos asnos no hay eternidad. Para los asnos
reconciliemos. Tal vez el Dios de la ver- no hay en el mundo sino trabajo, burla
dad es como Tú. Si a veces parece que y castigo, y después del mundo, la na-
está lejos o que no se cura de su obra, da... La Nueva Ley no modificó en esto
es porque es niño y débil. Ya tendrá la \ las cosas. El sacrificio del Hijo de Dios
plenitud de la conciencia, y de la sabidu-: no alcanzó a ti. El viejo esclavo de Pom-
ría, y del poder, y entonces se patentiza-; peya que debió de trazar, bajo tu ima-
rá a los ojos del mundo por la presenta-1 gen, dibujada en la pared, la inscripción
nea sanción de la justicia y la triunfal de amarga ironía: «Trabaja, buen asni-
eficiencia del amor. Entre tanto, duerme llo, como yo trabajé, y aprovéchete a ti
en la cuna... Hermanos míos: no haga- j tal como a mí me aprovechó», dijo la
mos ruido de discordia; no hagamos rui-1 desventura del asno pagano y del cris-
do de vanidad, ni de feria, ni de orgía. ¡ tiano, De poco te valió estar presente
Respetemos el sueño del Dios-Niño que j en el nacimiento del Señor, ni más tarde
duerme y que mañana será grande. ¡ Me- ¡llevarlo sobre tus lomos en la entrada a
746 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lerusalén, entre palmas y vítores. Ni rae-j tamento Novísimo, ante eí cual el nuevo
joro tu suerte en la tierra, ni, lo que es pasase a viejo. ¡ Yo creo, y Dios me per-
peor, se te franqueó el camino del cielo. done, que a él también le acechaba la
A mí, este privilegio de la promesa de herejía!... Pero se detuvo, o no le com-
otra vida para el alma del hombre, con prendieron del todo, y la Naturaleza si-
exclusión de la candorosa alma animal, guió sin Nochebuena. Tú, Asno hermano,
capaz de inmerecido dolor remunerable perdiste con eilo tu redención, y acaso
y capaz también de una bondad que yo no perdimos menos los hombres.
no había aprendido todavía a discernir ¡Ah, si el dulce vago de Asís se hu-
de la bondad humana, porque aún no j biera atrevido...!
había estudiado libros de filosofía, sé j
me antojaba un tanto injusto y me de- III
jaba un poco triste. ¡Cómo! El perro
fiel y abnegado que muere junto a la SUEÑO DE NOCHEBUENA
tumba del amo, acaso torpe y brutal; el
león hecho pedazos en la arena infame; En Nochebuena era el soñar despierto,
el caballo que conduce al héroe y par- girando la mariposa interior en torno a
ticipa del ímpetu heroico; el pájaro que la imagen de luz pura, que ya aparecía,
nos alegra la mañana; el buey que nos infantil, en el regazo de la Madre; ya
labra eí surco; la oveja que nos cede a márgenes del lago o sobre el monte,
el vellón, ¿no recogerán siquiera las mi- con sus rubias guedejas de león manso;
gajas del puro festín de gloria a que nos ya, trágica y sublime, entre los brazos
invita el amor ele Dios después de la de la Cruz. Mi imaginación era invencio-
muerte?... De esta manera me acechaba nera; la fe le daba alas. Cuentos, leyen-
3.a pravedad herética tras el retablo de j das, ficciones de color de rosa, nacían
Navidad. de aquel soñar, Una recuerdo. No sabría
Quedábamos en que para ti no hubo reproducirla con su tono, con el metal ele
Nochebuena. Asno amigo; pero siglos des- voz de la fantasía balbuciente. Será una
pués estuviste a dos decios de la reden- idea de niño dicha con acento de hom-
ción. Un paso más y te ganas los fueros bre; será un verso de poeta que ha pasa-
de la inmortalidad, con el suplemento de . do por manos de traductor.
alguna tregua y alivio en tu condición Era en la soledad de los campos, una
terrena. Fué cuando, en humilde pueblo noche de invierno, Nevaba. Sobre lo al-
de ía Umbría, apareció aquel hombre to de una loma, toda blanca y desnuda,
vago, y tai vez loco, que se llamó Fran- se aparecía una forma, blanca también,
cisco de Asís, i Venturoso momento! La como de caminante cubierto de nieve
piedad de este hombre se extendía, como En derredor de esta forma flotaba una
los rayos del sol, sobre todo lo creado. claridad que venía, no de la luz de una
Sentía, presa de exaltadas ternuras, su j linterna, sino del nimbo de una frente.
fraternidad con las aves del cielo, con I El caminante era Jesús.
las bestias deí campo y hasta con las ! Allá donde se eriza el suelo de áspe-
fieras del bosque, Hablaba amoros&men- ¡ ras rocas, un bulto negro se agita. Jesús
te del Hermano Lobo, del Hermano Cor-1 marcha hacia él; él viene, como recelo-
dero y de la Hermana Alondra. Era como j so, a su encuentro. A medida que el
el corazón de Cristo rebosando sobre su j resplandor divino, lo alumbra, se define
amor por nosotros y derramándose en j la figura de un lobo, en cuyo cuerpo es-
la Naturaleza. Era un Sa.kiamuni menos | cuálido y en cuyos ojos de siniestro bri-
triste y austero, más iluminado de espe-1 llo está impresa el ansia del. hambre.
ranza. Parecía venido a predicar un Tes-1 Avanzan; párase eí lobo al borde de

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OBRA ORIGINAL,—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LOS QUE CALLAN... 747

una roca, ya a pocos palmos del Señor, nura, adoración, se aunaron como en un
que también se detiene y le mira. La ac- fuego de rayo, y derritieron las entrañas
titud dulce, indefensa, reanima el ímpetu feroces, y las refundieron en aquella for-
del lobo. Tiende éste el descarnado ho- ma dulcísima, todo ello mientras decli-
cico y aviva el fuego de sus ojos famé- naba la curva del salto que tuvo por
Jicos; ya arranca el cuerpo de sobre la arranque la intención de hacer daño...
roca..., ya se abalanza a la presa..., ya Agregaba mi cuento que el Señor, mi-
es suya..., cuando El, con una sonrisa rando a las flores que a sus plantas ha-
que filtra a través de su inefable sua- bía, hizo sonar los dedos corno quien
vidad la palabra: llama a un animal doméstico. Entonces,
—Soy Yo—le dice. de bajo el manto de flores se levantó,
Y el lobo, que lo oye en el rapidísimo cual si despertara, un perro grande, fuer-
espacio de atravesar el aire para caer te y de mirada noble y dulce, de la casta
sobre El, en el mismo rapidísimo espa- de aquellos que en las sendas del Monte
cio muda maravillosamente de aparien- San Bernardo van en socorro del viajero
cia: se transfigura, se deshace, se preci- perdido.
pita en lluvia de blancas y fragantes flo- Algunas veces asocio ai recuerdo de
res. A los pies de Jesús, entre la nieve, i mi ficción candorosa la idea de esas sú-
las flores forman como una nube mis-' bitas conversiones de la voluntad, que,
tica, sobre la que el divino cuerpo flota- por la devoradora virtud de una emoción
ra. Y todo mi afán de poeta consistía en instantánea, consumen y disipan para
que se entendiese que no fué voluntad siempre la endurecida broza de la natu-
del sagrado Caminante, ni intervención raleza o la costumbre: Pablo de Tarso
de lo alto, lo que movió la transforma- herido por el fuego del cielo, Raimundo
ción milagrosa, sino que fué virtud del. Luiio develando el ulcerado pecho de su
propio sentir del lobo, espantado, loco, Blanca, o el Duque de Gandía frente a
al reconocer a Aquel a quien iba a des- la inanimada belleza de la Emperatriz
trozar con sus dientes: virtud en que ¡ Isabel.
arrepentimiento, dolor, vergüenza, ter-' 1911.

LOS QUE CALLAN

Una de las impresiones más altas de fama. Comprenden la obra bella en sus
respeto que yo haya experimentado en ; más delicados matices, con esa plenitud
el mundo es la que me produce cierto de inteligencia y simpatía que es una se-
linaje de espíritus—seguramente, muy ra- gunda creación; son el lector o el espec-
ros—, y aún más que raros, difíciles de tador ideal con que e 1 artista ha soñado;
reconocer sin haber llegado a su más es- dan su alma entera en el sacrificio reli-
cogida intimidad; cierto linaje de espíri- gioso de la emoción artística, en esa ab-
tus que unen al sentimiento infalible, soluta inmolación de la personalidad, de
perfecto, aristocrático, de la belleza, en donde toma su vuelo el misticismo del.
las cosas del Arte, el absoluto desinte- Arte. Guardan dentro de sí el eco pe-
rés con que profesan calladamente su renne en que se prolonga el acento ver-
culto, inmunes de todo estímulo de va- dadero, original, del poeta, que el vulgo
nidad, de todo propósito de crítica o de no percibe sino enturbiado y trunco; el
producción, de tocia codicia simoníaca de reflejo clarísimo en que se reproduce,,
748 JOSÉ ENRIQUE RODO—03RAS COMPLETAS

con la frescura matinal de la inspiración Y cuando vuelvo a esta faena, ellas com-
creadora, la imagen del cuadro o de la ponen el público, incógnito e incognosci-
estatua. Son la compensación de la vul- ble, que más me exalta y que más me
garidad triunfante y ruidosa; del alarde tortura. A él me remito, con una austera
inferior; del abominable snobismo. Sai-' y melancólica esperanza, como quien se
van, en el puerto abrigado y calmo de su remite a la justicia de una posteridad
piadosa memoria, nombres y obras que que no ha de ver, cuando creo que una
la injusticia o la indolencia de una época palabra mía no ha sido entendida en su
han condenado al olvido común. Para virtud o su beldad; cuando una criatura
ellos no tiene curso la mentira acuñada de mi imaginación no ha hallado el rega-
en moneda falsa de renombre y de zo amante que la acoja. Y en él pienso,
gloria. lleno de íntima inquietud—como aqueja-
Llevan en sus desdenes secretos y do del imposible deseo de saber la ver-
animados de una serena y terrible cer- dad de labios de un dios de mármol—,
tidumbre el infierno de que no logran i cuando aplausos y loas quieren persua-
eximirse los que triunfan delinquiendo ] dirme de que ha brotado de mi alma
contra la belleza, contra el gusto, contra ' algo bueno o hermoso.
la noble altivez. Y callan.., Y pasean por j ¡Ah, cuántos de estos abnegados mon-
el mundo una apariencia indiferente, jes de belleza pasan acaso junto a tí, y
acaso vulgar. Y a modo de la capilla de tú no los reconoces, y quizá los des-
un culto misterioso y prohibido, encie- deñas!... Tal vez hay uno de ellos en
rran, en lo más hondo de sí, el taber- ese espectador, indeterminado e incoloro,
náculo de ese amor ideal que embe- que ocupa su butaca en el teatro, no
llece el misterio como el pudor de una lejos de la tuya, y aplaude cuando los
novia. demás, y asiente con trivialidades a los
¿Dudas de que existan almas así?... Yo comentarios del vecino, y se disipa, es-
he llegado a conocer algunas, después fumándose en el rebaño de la reti-
de conocer sólo la opaca apariencia que rada.
me las velaba. Y desde que las descubrí Tal vez otro se oculta bajo la máscara
su presencia me domina y subyuga con de ese viajero que, con apariencias de
el sentimiento de una superioridad que comisionista, lee, frente a tu asiento del
no recono2CO, tan imperiosa y de tan tren, un libro que lo mismo puede ser
alta especie, ni en el artista creador que la guía de Baedeker que un poema de
más admire ni en la sabiduría magistral Wilde o una novela de D'Annunzio. Tal
que más respeto me infunda. Porque esas vez descubrirías uno más en aquel otro
almas de silencio celeste son las únicas a quien el juicio popular—¡cruel iro-
que me han dado la completa intuición nía!—gradúa de poeta fracasado y con
de cuanto hay de vulgar y mezquino en hoscos despechos de impotencia; porque
esta brega por la notoriedad, en este no sabe que su renunciamiento prematu-
sensualismo de la admiración y del aplau- ro fué espontánea y altísima religiosi-
so, grosera liga que mezclamos nosotros, dad, y que en su repugnancia a hablar
los de la comedia literaria, al oro de de arte con ios que fueron sus émulos
idealidad del amor de lo bella Sólo ellas y amigos no hay sino las delicadezas de
saben amarte, Belleza, como tú. ¡ oh, Dio- una sensibilidad transfigurada y la con-
sa!, mereces. En la sociedad de esas ciencia de una soledad de extraño... Con
almas se apodera de mí no sé qué uno u otro disfraz, ellos pasan en su
noble vergüenza de ser autor, escritor de irrevocable silencio. Y este silencio ni es
oficio. i humildad ni es orgullo. No es más que la

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OBRA ORIGINAL.—6: EL MIRADOR DE PROSPERO.—LOS QUE CALLAN. 749
cumplida posesión de un bien que lleva mo el resplandor de la noche serena,
su fin y recompensa en sí mismo, y que que, extasiándose en la suave gloria de
por eso se contiene dentro de su propia sus luces, no la publica ni con los pre-
amplitud, sin aspirar a salir de sí con gones del relámpago ni con la música
ímpetu y alarde: como el vino que, cuan- del sol.
do ha llegado a sazón, olvida los desaso-
siegos y hervores de su fermentar, o co- 1912.

FIN DE
«EL MIRADOR DE PRÓSPERO»
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SEGUNDA PARTE

OBRA POSTUMA
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7

ESCRITOS
DE LA

«REVISTA NACIONAL»
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ESCRITOS
DE LA

"REVISTA NACIONAL DE LITERATURA


1
Y CIENCIAS SOCIALES' n

PROLOGO

A iniciación literaria de Rodó se pro- Ellos marcan el punto de partida, indican


dujo a los veinticuatro años de edad. (a veces oscuramente) ulteriores desarro-
J
y como critico de la. Revista Na- llos; pero por sí solos no pueden repre-
cional de Literatura y Ciencias Sociales. sentar—como lo hace, magníficamente,
Ya se han historiado (Introducción ge- El Mirador de Próspero—las diversas fa-
neral, /, 2) las circunstancias en que se ces de su personalidad literaria. Ya uno
publicó esta Revista y el papel que le áe sus más minuciosos exegelas ha seña-
cupo como fundador y principal redacto: lado que en esta primera etapa de su ca-
ele la misma, ha Revista Nacional fué su rrera literaria «Rodó, con ser ya tan seve-
primera tribuna literaria; desde ella pro- ro ensayista, piensa mejor que escribe»,
clamó algunos principios fundamentales A futuros trabajos habría de reservarse el
de su política literaria: la necesidad de honor de una sazón idéntica de estímulo
preservar la continuidad de la cultura y pensamiento. El mismo autor, al olvi-
hispánica y occidental, el sentimiento de dar muchos en la tarea de selección que
la tradición literaria hispanoamericana y culmina en El Mirador de Próspero, ha
nacional; allí se reveló su interés, vivísi- indicado la más justa valoración.
mo, por la literatura contemporáneo, de Nunca, pensó en reeditarlos en volu-
lengua española, una sensibilidad alerta men, y eso que presentan marcada ho-
para las nuevas manifestaciones del pen- mogeneidad. Y en 1897 separó dos traba-
samiento y del arte, principalmente fran- jos: El que vendrá y La novela nueva,
cés, y una orientación vocacionál hacia para integrar su primer opúsculo: La Vi-
si pleno ejercicio de la crítica literaria. da Nueva, I. Más tarde llegó incluso a
En los escritos publicados en esta Re- desecharlos, según se ha visto en el pró-
vista se encuentra el fundamento de su logo a este librito.
°bra. Los dos grandes temas que la cru- Esta valoración severa (y exagerada;
zan: Modernismo y Americanismo, están no fué constante y para su Mirador re-
ya implícitos en casi todos y explicitados cogió algunos de los primeros escritos.
e
n muchos. Esto no significa afirmar Así, Juan Carlos Gómez, Ricardo Gutié-
<7we todo Rodó está en estos escritos. rrez, Una novela de Galdós, después
756 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de algún retoque, pasaron al volumen temente representada la segunda manera


de 1913. Otras páginas fueron arrancadas de crítica en aquella raza de escritos en
de sus trabajos originales y recogidas só- que el veredicto literario que abarca
lo como fragmentos, suficientemente sig- obras y autores se refuerza y explana con
nificativos por sí mismos: Divina libertad, ¡as aportaciones del conocimiento históri-
por ejemplo, que pertenece al ensayo De co del asunto {historia del autor, historia
dos poetas; o Carlos Guido Spano, del de las circunstancias del ambiente): géne-
mismo artículo; En el álbum de un poe- ro que significó el más sensible título tal
ta, separado de un juicio sobre dos libros vez del diserto y acomodaticio Francisco
olvidados, de L Rivas Groot. | Villemain y al que había de adherirse
Pero la mayor y más significativa sal- más tarde, aunque grandemente enrique-
vación fué la de una serie de artículos cido y perfeccionado con los caudales de
sobre Juan María Gutiérrez y temas afi- su dilatada experiencia, el tributo por
nes (El Iniciador de 1838, El America- tantos conceptos magistral de Carlos
nismo literario, Arte e Historia) que no i Augusto Sainte-Beuve. El indisoluble bi~
se limitó a retocar, sino sometió a una ¡ nomio: el escritor más la obra, propuesto
verdadera refundición que publicó bajo como ineludible perístasis para las dis-
el título de Juan María Gutiérrez y su
época. Ya en el prólogo a El Mirador de quisiciones del investigador de esta clase,
Próspero me he referido al valor del en- siempre que se entienda aquel primer
sayo definitivo; en la Introducción ge- j término como comprensivo únicamente
neral {II, 6) he examinado algunos aspec- del examen del medio y de la vida en que
tos de la refundición. Ahora interesa j se manifiesta el autor (y no simplemente
apuntar únicamente que en los quince ' la mera difusión de malsanas indiscrecío-
años transcurridos entre las dos redac- j nes de alcoba con otras intrigas y enre-
ciones Rodó ha depurado su sentido crí- dos de muy rebajada calidad), proviene
tico, atemperando su entusiasmo original j de la consideración de la fórmula como
por Alejandro Magariños Cervantes o i un interesante acontecimiento habitual
por Marcos Sastre o por Labardén y re- i y normal, precedido de sus antecedentes
conociendo más cabalmente la originali- I y concausas y acompañado a lo sumo de
dad del Inca GarcÜaso, la importancia j sus concomitantes y consecuencias. (...)
de Facundo o de Martín Fierro; también i El tercer sistema de fallar sobre las calí-
ha depurado su estilo, madurándolo ha- | dades de arte de ios libros sometidos a
cia la sobriedad 1 su meditada pericia se acomoda a las ga-
Con su peculiar lenguaje ha indicado las y destrezas que florecen, con tan me-
el doctor José Pedro Segundo las tres i ridiana ostentación, en los procedimien-
maneras de crítica que ejerce Rodó en tos del escultórico Teófilo Gautier o del
estos escritos. «Corresponde la primera j exuberante Pablo de Saint-V ictor, y sn
a la pura traducción de las solas reaccio- i los que la lujuriosa fantasía del escolias-
nes estéticas de esta actividad refleja del ta y los recursos de su erudición cuida-
arte: crítica a lo Clarín o a lo Valera y I dosa se conciertan para una nueva repre-
en la que el juzgador se ciñe a discurrir i sentación prosificada de la obra en estu-
sobre las perfecciones únicamente litera- •¡ dio: ¡siempre ingenioso duplicado, y en
rias de la obra que examina; pero, en manos de tan reconocidos maestros, fre-
esta ocasión, sin el mordicante de la sá- cuentemente insuperable}, y con el que,
tira policíaca del uno, ni las donosidades luego de concebido el original como su
de tan alto primor eutrapélico con que pauta, ¡el inesperado creador nos grati-
se deleita el ingenio paganamente jo- fica con la reproducción gemela del mo-
cundo del último. (...) Hallamos preferen- delo!»

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—PROLOGO 757

A través de un pausado ejercicio crí- lias de elogio culminan con este arrebato:
tico—21 artículos publicados en 27 entre- «Vuelvo a admirar su alma hermosísima,
gas a lo largo de unos tres años—pue- su amplitud moral, su variedad infinita
den discernirse cabalmente sus concep- j de ideas, su estilo de una elocuencia que
ios críticos y rastrearse sus maestros. En \ subyuga, su sensibilidad pasmosa, sus
la Introducción general (II, 5) he estu- j dones singulares de analizador, su bri-
alado este aspecto de su obra en de- \ llantez de forma que parece trabajada a
talle. ! cincel, y la cantidad de poesía que lleva
La recepción que mereció su labor en usted en el corazón. ¡Qué flexibilidad de
la Revista Nacional fué entusiástica. Con- gusto
i estético! ¡Qué ausencia de prejui-
variando el conocido dicho, Rodó fué cios! ¡Qué variadísimo paladar literario!
profeta en su tierra. Su ensayo sobre El ' ¡Qué retina para ver todos los diversos
que vendrá fué reproducido de inmediato ; y encontrados horizontes del arte! Es us-
en La Razón y con un acápite muy élo- ' ted el crítico acaso más amplio y ecléc-
gioso de Samuel Blixen, el crítico más ¡ tico de nuestro tiempo.»
influyente del momento. Del exterior no ' Otros aplausos extranjeros—de Rafael
cesaron de llegar testimonios de enco- ' Altamira, de Pierre VUle—bastaron para
mió. Leopoldo Alas fué uno de los prime- : asegurar el triunfo personal del joven
ros en reconocer su valía. En un artículo ; crítico en la misma hora de su aparición.
publicado en La Saeta, de Barcelona (25 ¡ (En la sección Correspondencia se en-
de febrero de 1897), se refiere elogiosa- cuentra un estudio más minucioso de las
mente a la Revista Nacional y agrega: j relaciones de Rodó con algunos de es-
«Trabaja en ella un señor don José En- , tos escritores y se transcriben juicios so-
rique Rodó, que es un crítico de cuerpo bre este período de su actividad lite-
entero, que no está vinculado con nin- i raria. )
gima de esas pestes pegajosas que tantos
y tontos escritores jóvenes americanos , La mejor edición de los Escritos de
llevan de París a su tierra. El señor Rodó j la Revista Nacional es la preparada para
reconoce que el jugo de las letras hispa- inaugurar una colección oficial de Obras
noamericanas debe tomarse de la tradi- Completas de José Enrique Rodó, cuyo
ción española. Perfectamente. cCómo no ' primer volumen fué impreso en 1945, con
he de estar conforme con esa idea, si la Introducción de José Pedro Segundo. En
vengo predicando hace años en todas este volumen he reproducido el texto fi-
partes, principalmente en El Imparcial jado por el doctor Segundo. Algunos de
v en Las Novedades, de Nueva York? Crí- \los artículos resultan duplicados de los
ticos como el señor Rodó pueden hacer \ que Rodó seleccionó para El Mirador
mucho en América, por la sincera unión ' de Próspero; pero como casi todos pre-
moral e intelectual de España y las re- !sentan variantes de interés y, en algunos
Públicas hispanoamericanas; unión que • casos, alteraciones profundas, he creído
Podría preparar lazos políticos y econó- ' oportuno reproducir aquí su primera for-
micos futuros, de los que, a mi ver, ya \ ma; el cotejo de ambas permitirá al lec-
twie sentadas las premisas la historia, y , tor atento advertir las modificaciones del
Que serán las consecuencias que saque el pensamiento crítico y del estilo de Rodó.
Porvenir.» Casi ditirámbica fué la reac- \Muchas de las notas del doctor Segundo
c
'ón de Salvador Rueda en una carta pri- . se han conservado; están identificadas
v
ada de 31 de mayo de 1897; varias cari- por • sus iniciales J. P. S.
758 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

DOLORES cu
POR FEDERICO BALART

No es ciertamente la cuerda dei sen- za de la ardiente pasión y una forma,


timiento íntimo, delicado, que se mani- un tanto declamatoria, de imprecaciones
fiesta en la penumbra de resignadas tris- y sarcasmos.—Zorrilla, el colorista de la
tezas, de suaves melancolías—que pre- tradición, el poeta de la melodía y de la
senta atenuada la intensidad de los do- imagen, mucho más brillante que senti-
lores considerándolos en el recogimiento do, más dedicado a procurar el halago
de la meditación o en la perspectiva se- eufónico de la versificación y los efectos
rena del recuerdo, y expresa las emocio- de la pompa descriptiva que el íntimo
nes del amor con menos fuego que ter- estremecimiento de la emoción, rara vez
nura; la poesía que busca por natural es el poeta que habla directamente al
afinidad el consorcio de la forma sen- corazón que sufre con palabras que no
cilla y opuesta a todo afectismo de es- se les muestran teñidas de colores o en-
tilo y de versificación, el género que da gastadas de pedrería.-—La sinceridad lí-
la nota dominante en el concierto de la rica renace bajo los auspicios de un es-
lírica española de nuestro siglo píritu poético que puede ser considerado
inicia sus anales la poderosa inspira- como la viva antítesis de la ostentosa
ción de Quintana, el tribuno dantoniano verbosidad del anterior. El poeta de las
del verso, cuya poesía severa e inflexible Rimas es el gran intérprete del senti-
parece desdeñar como flaqueza mujeril miento individual en la España del si-
la expresión de las íntimas congojas y glo xix, el soberano dominador de la for-
las confidencias individuales,—Tiene el ma pura y sencilla y el sentimiento es-
romanticismo por excelsos representan- pontáneo y caudaloso. Pero el aislado so-
tes a Espronceda y Zorrilla. El primero, ñador sevillano, de quien, por la índole
levantándose sobre el nivel de Jos dolores tan poco meridional y castiza de su ins-
que son común patrimonio de los hom- piración, ha podido afirmarse, con expre-
bres, amargor conocido de casi todos los siva paradoja, «que nació proscrito», n°
labios, para dar voz a las nostalgias y ha tenido en España ni émulos ni conti-
desesperaciones de un espíritu excéntrico nuadores. El aislamiento melancólico en
y soberbio, propagador y víctima de la que aparece su personalidad no se des-
dolencia moral que enervó corazones y miente por la multitud de los imitadores
voluntades en la generación literaria de y secuaces que el genio del maestro ente-
principios del siglo, imprime a aquellas ramente deslumhra.-—En Campoamor do-
notas de su poesía que traducen senti- mina el pensamiento sobre los afectos.
mientos comprensibles por todos la fuer- Tiene a menudo el «don de lágrimas»;
no le es en manera alguna desconocido
(1) Este escrito inicial va antecedido en la el secreto de la emoción—porque sin
entrega núm. 1 de la Revista Nacional, de don- cierto grado de sensibilidad, como sin
de está tomado, por un primer título que dice cierto grado de fantasía, no hay poesía
«Crítica Literaria». Esta rúbrica general no sub- posible ni poeta que pase de coplero—',
sistió en el periódico, [J. P, S. Este artículo
había sido publicado anteriormente en eí suple- pero siempre será, ante todo, el poeta
mento de Montevideo Noticioso, 3 de febrero pensador que filosofa en verso y tiende
de 1895.1 sobre las cosas la escrutadora mirada del

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—DOLORES 759

análisis al mismo tiempo que la radia- dos, aunque no sea aún—en este aspec-
ción luminosa del lirismo. Personifica- to de su personalidad—de los maestros;
ra ante el porvenir la alianza definitiva y la revelación de un nuevo poeta de ver-
de la poesía que piensa, que reflexiona, dad, cualquiera que sea su índole y su
con el verso castellano, Por otra parte, talla, será siempre una halagadora no-
tiene la sencillez externa de la forma—y vedad y una promesa de gratas emocio-
es modelo en este respecto—; pero le fal- nes para aquellos que no podemos ver
ta, en general, la sencillez del sentimien- sin un poco de melancolía, aun cuando
to y del espíritu. En los cuarteles de su nos lo expliquemos como oportunidad li-
escudo de poética nobleza podrían figu- teraria de la época, cómo el intolerante
rar una lente de aumento y una alquita- dominio de la prosa invasora que absor-
ra, simbolizando todas las sutilezas y be en todas partes la nueva savia inte-
alambicamientos del pensar y el sentir.— ! lectual para vivificar el organismo, de la
El último impulso original y poderoso j novela y la crítica triunfantes, deja lan-
comunicado en nuestro siglo al desenvol- ' guidecer en solitario destierro a aquella
vimiento de la lírica castellana es el que reina destronada que ejercía, con el ce-
parte del poeta del Idilio. Debe convenir- ; tro del ritmo, el soberano imperio del
se en que es una estrecha apreciación la sentimiento y la fantasía de los hom-
de la crítica que no le atribuye sino una bres.
sola cuerda de bronce, por más que en Descendiendo un tanto de las cimas,
ella haya que oírle para admirarle en la es menos difícil recordar como preceden-
integridad de su genio. El mismo Idilio \ tes nombres relativamente secundarios,
es un ejemplo de que sabe hacer sentir ; que evoquen en la memoria las impre-
también pintando amores y tristezas; pe- ¡ siones de la poesía cuya índole tratába-
ro aun allí no los canta líricamente y ¡ mos de caracterizar al principio de esta
en forma personal, según acertadamente ' revista, en los anales literarios de la Es-
observó Leopoldo Alas: los manifiesta paña moderna, Baste citar a Enrique Gil,
narrando o describiendo. Y en cuanto a
las composiciones de sentimiento indivi- el dulce y sentido poeta que, resistiendo
dual que a veces interrumpen el carácter a las influencias de la escuela del roman-
de épica objetividad de los Gritos, puede ticismo fogoso e hiperbólico que su ami-
afirmarse con Revilla que son «lamentos go el autor de El Diablo Mundo perso-
que participan del rugido del león», nificaba en España, mantuvo límpidas la
ingenuidad y ternura de su inspiración,
Reconozcamos que no es el poeta cuya la naturalidad del sentimiento y la senci-
presentación nos proponemos hacer en la llez ele la forma; a Ventura Ruiz Aguilera,
primera de estas crónicas de vulgariza- que, en medio de la fecunda variedad de
ción bibliográfica a aquellos de nuestros las manifestaciones de su numen, dejó
lectores que desconozcan el libro que la probado que era su verdadera cuerda la
ocasiona, inadvertido hasta hoy por nues- de los sentimientos tiernos y las confi-
tra crítica, el maestro que, con la repre- dencias melancólicas; y a Vicente Que-
sentación del género de poesía a que rol, que manejaba el verso castellano
aludíamos, venga a ocupar su puesto al con una corrección y una facilidad tan
lado de los grandes nombres que hemos dignas de nota como la verdad y la de-
mencionado; pero afirmemos que es so- licadeza de los sentimientos que expre-
bre toda duda un poeta original y ver- saba.
dadero que. trae, por caracterísitica de su Diremos algo más acerca de la oportu-
estilo y de su inspiración, el sentimiento nidad de estas reminiscencias, antes de
delicado y profundo expresado en corrée- entrar a manifestar las impresiones de
os y sencillas formas,—Es de los elegí- •' nuestra lectura de Balart
760 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Cuando se trata de generalizar el ca- en el carácter del realismo español con-


rácter de la poesía modernísima, tal co- j temporáneo, aunque influido en sus orí-
mo le imprimen su sello las escuelas de ! genes y tendencias por el naturalismo, se
decadencia que representan en la metró- | reconoce fácilmente que ha adquirido de
poli del mundo intelectual la última y j su contacto con lo pasado el sabor pro-
alambicada expresión del exclusivismo pio del terruño, y es así también cómo la
formal y colorista del autor de Fortunio, escuela poética de Rueda se relaciona de
y empiezan a imponerse en las tenden- una manera ostensible con los modelos
cias de la nueva generación poética espa- y los procedimientos de aquella poesía
ñola, es afirmación que por trivial está I caracterizada por la adoración de todos
en todos los labios, la de que el culto su- i los elementos pintorescos y musicales
persticioso tributado a la forma y la pre- que tuvo en el Góngora de los buenos
ferencia concedida a la descripción y la i tiempos su encarnación.
imagen conspiran a reducir a su mínima | La iniciativa del autor de La bacanal
expresión el elemento íntimo del senti- y los Cantos de la Vendimia ha encontra-
miento. Impera en poesía la tradición de do prosélitos en la nueva generación es-
Las Orientales y los Esmaltes; la fórmu- pañola; pero aún en los poetas jóvenes,
la del verso por el verso mismo o por el formados bajo otras influencias y extra-
color, el desdén confesado de todo ele- ños a estas inspiraciones del parnasianis-
mento espiritual que, para valemos de mo francés que sugiere las novedades
una frase famosa, abandona la estima- métricas de Rueda, como en América las
ción de la idea y el sentimiento «a los de Darío, domina el verso escultural y
burgueses». I descriptivo de Ferrari, el opulento e ima-
Una tendencia análoga a la que man- j ginativo estilo de Shaw, o las derivacio-
tienen en Francia tales escuelas, y deri- | nes diversamente modificadas de la es-
vada de ellas sin duda, tiene en España | cuela del poeta de La selva oscura, carac-
su más notable y genuina representación j terizada ante todo por el culto severo de
en la personalidad literaria de Salvador la forma.
Rueda, temperamento intensamente colo- I En medio, pues, de estas manifestacio-
rista, poeta sensual y descriptivo, del que nes más o menos convergentes del gusto,
puede afirmarse que ha heredado, adap- trae una nota original y digna de loa el
tándolo a nuevas formas, el secreto de poeta que sin descuidar, con indiferencia
la brillante y colorida expresión de la que acusaría un sentido poético incom-
tradicional escuela andaluza, y crítico pleto, el aspecto técnico del verso, antes
que ha teorizado sagazmente en los ar- bien cincelándolo con delicado enamora-
tículos coleccionados con el nombre de miento de artista y sobresaliendo por las
El ritmo sus interesantes tentativas de calidades del estilo y la pulcritud de la
innovación. dirección, quiere ser, ante todo, «el de-
Acontece que cuando las influencias de voto de los sentimientos» y acierta a re-
una revolución literaria atraviesan las flejar constantemente en su poesía la
fronteras del pueblo donde esa revolu- hermosura de la naturalidad y la sen-
ción ha tenido origen y se insinúan en cillez.
la vida intelectual de otro pueblo, el mo- Digna de loa, repitamos; porque aun
vimiento a que en este último dan lugar cuando nuestra preferencia individual no
evoca casi siempre, en los anales de la nos vincule al género exclusivamente in-
literatura propia, el precedente con que terno y elegiaco a que Balart rinde tri-
mejor pueda la nueva tendencia vincu- buto y coloquemos sobre la poesía que
larse para imprimir en ella, en cuanto es contemplación y recogimiento, la poe-
sea posible, el sello nacional. Es así como sía que es acción, la que, orgullosa de

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL»,—DOLORES 761

los timbres de su antigua tradición civili- Sólo por alguna página, casualmente lle-
zadora, aspira a representar en la vida de gada a nuestras manos, de su última
las sociedades humanas una fuerza fecun- campaña de El Globo y por artículos más
da y efectiva, uno y otro género de liris- recientes, como los de donosa refutación
mo se dan la mano en cuanto signifique de las paradojas didácticas de Campo-
reivindicar, para el fondo esencial de la amor, éramos conocedores de las altas
poesía, la superioridad que sobre lo pu- dotes del crítico antes de la lectura de
ramente externo y material se le desco- Impresiones.—Agreguemos únicamente a
noce por las escuelas que prevalecen. este respecto que, en la evolución de la
La nota nueva con que conmueve el moderna crítica española, es Balart el
ambiente de la lírica el libro en que va- inmediato precursor de Revilla; que, lle-
raos a ocuparnos no trae aparejada la gado a Ja juventud en el período litera-
revelación de un nombre antes oscuro, rio que siguió al del florecimiento del ro-
si bien se identifica con la inesperada re- manticismo y que se caracteriza en lite-
aparición de una personalidad que nos ratura dramática por las tendencias que
parecía de otras épocas. Federico Baíart tienen su más alta personificación en el
está bien lejos de ser un desconocido en autor de Un drama nuevo y de Consuelo,
la república literaria, donde al derecho hizo sus primeras armas en la crítica de
de ciudadanía del ingenio une desde ha i teatros y continuó desempeñándola, co-
tiempo los fueros de la magistratura del mo uno de sus más autorizados represen-
crítico; pero el obstinado mutismo en tantes, hasta el renacimiento romántico
que permanecía, la ausencia de su pala- I traído por Echegaray; y que, a las facul-
bra autorizada en las controversias que tades de pensador y a la vasta y sólida
han renovado en los últimos quince años cultura manifestada en sus páginas de
la faz de la literatura contemporáea, y el crítica por un fondo doctrinal y científico
hecho inexplicable de que los artículos del que ellas adquieren casi siempre un
con que por dos veces ha ejercido en la valor de permanente interés y oportuni-
vida intelectual española, en interesantes dad que las redime de la suerte general-
campañas de crítica dramática, la direc- mente reservada a las críticas del mo=
ción del gusto público, no hayan adquiri- mentó, une, por la flexibilidad elegante
do hasta ahora la forma duradera del del estilo y la manifestación comunicati-
libro, son otras tantas causas que entre va y amena de la impresión personal, el
nosotros contribuyen a esfumar los con- dominio de las condiciones que asegu-
tornos de personalidad literaria tan dig- ran el éxito de la crítica de actualidades.
na de una notoriedad y una influencia Durante los años de silencio del críti-
que son a menudo concedidas a guías co, hase verificado en su alma, bajo el
menos seguros. inspirador influjo del dolor, la transfor-
Por dos obras casi simultáneamente mación que le ha hecho poeta.
aparecidas se anuncian, en esta nueva Se explica así que su lirismo no sea va-
etapa de la actividad literaria de Balart, riado ni fecundo, pues se limita en lo
el despertar del talento poderoso del crí- esencial, y salvo la manifestación de cier-
tico y la revelación de las dotes ignora- to estado de alma de orden más alto
das del poeta.—De la primera, que lleva que luego consideraremos, porque está
el título de Impresiones, no nos interesa ; en él uno de los aspectos más interesan-
hacer mención en esta revista, sino en tes de la obra poética de Balart, a la
cuanto ella ha contribuido a fijar nues- sostenida inspiración de un sentimiento
tro criterio y nos ha dado ocasión de único, de un absorbente e imperecedero
comprobar juicios extraños sobre aquel recuerdo, en los que se cifra para el poe-
aspecto principal de su personalidad.— ta toda aquella parte de su vida afectiva
762 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETA»

que le parece digna de transfigurarse en sus vuelos. Y al reflejar las contempla-


la onda luminosa del canto y solicitar el | clones de la naturaleza exterior que a
tributo de las lágrimas al sentimiento de j veces dan motivo a su canto, sigue sien-
los hombres. do, en lo íntimo de su inspiración, el
Es la suya la «usada poesía» que vive poeta subjetivo, el poeta de su propio
de las congojas del dolor, de las melan- doior, que acuerda las armonías de la na-
colías de la ausencia, de la inquebran- turaleza con las que el alma lleva dentro
table fidelidad de la memoria: los temas de sí y ve en las cosas materiales el re-
inmortales cuya realidad lleva cada uno lie jo del propio sentimiento.
dentro del alma; que todos han cantado Se encuentra hermosamente significada
y que renacen siempre con la frescura de en el epílogo que el poeta titula Restitu-
la juventud, como si comunicaran a cada ción esta cualidad de su poesía que atri-
nueva mirada del poeta, que se detiene buye a sus distintas manifestaciones un
en la contemplación de las manifestacio- | solo origen, y que hace que todo lo de
nes invariables del sentimiento y de los i la tierra adquiera, para los ojos que lo
viejos dolores de ia vida, la mágica vir- ¡ contemplan, un alma, una expresión, un
tud del rayo de luz polarizada que trans- ¡ significado misterioso que antes le íai-
parenta y revela mil secretos encantado- ¡ taba, al identificarse con el recuerdo que
res en la interioridad del cuerpo que apa- | busca, en cada objeto de la naturaleza
rece, cuando se le vuelve a la luz común, \ un testimonio de la pasada felicidad o
vulgar y opaco.—La eterna constancia del i un confidente de las penas de ahora.
dolor que nace de una ausencia irrepa- | Pero si uno es el impulso originario de
rable, inspira, con monotonía que fácil- i las inspiraciones de Baiart y si en este
mente se perdona, la poesía de Balart. | sentido cabe decir, repitiendo el concep-
Resuena en unas páginas con la podero- i to de uno de sus versos más hermosos,
sa vibración de los sollozos y con la in- ¡ que «no sabe más que una canción por-
tensidad de los tonos más sombríos de I que no tiene más que una pena», pueden
la alegría, que enlutan las estrofas de Pri- notarse la repercusión de otro sentimien-
mer lamento y de Ansiedad; se mani- to y el reflejo de otra luz en su poesía,
fiesta en otras endulzada por la delecta- que se manifiestan a menudo con efica-
ción contemplativa del recuerdo o por cia y vida propia bastantes para compar-
los halagos de la esperanza de la inmor- tir, con la nota del recuerdo personal y
talidad que. finge un término a la ausen- , elegiaco, la determinación del carácter
cia—y es este tono de melancolía pen- | del conjunto.
umbrosa el que domina—; pero de una
u otra manera se halla presente en todas A la expresión hondísima del senti-
partes, acompaña como sombra del alma miento que ha consagrado con la unción
el paso errante del poeta entre las ruinas de las lágrimas la lira del poeta, se une,
del hogar derruido y pone un velo de en efecto, en casi todas sus inspiraciones,
melancólica tristeza a cuanto brota de identificándose muchas veces con aquél
sus labios.—Así, en la manifestación de en un solo arranque del alma y suavizan-
los inextinguibles anhelos de su espíritu, do las asperezas del dolor como el per-
atraído por las seducciones del misterio, fume de una esperanza última y definiti-
percíbese latente la idea de la dicha per- va, la aspiración de lo absoluto, la emo-
dida, del amor malogrado; se siente vi- ción religiosa, que vibran con grave in-
brar en lo más hondo el íntimo impulso j tensidad en composiciones del precio de
del dolor como sublimadora energía que j Aspiración, de Ultima tabla, de Hostal-
levanta el alma a las alturas, como escon- j gia, y hacen por raro caso de este poeta
dido acicate que lleva el pensamiento en i que comparte su naturaleza de tal con
| las facultades propias del crítico y proce-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—DOLORES 763

de del mundo intelectual del análisis, el vaga ansiedad, por la medrosa indecisión
aislado representante de un misticismo j de quien investiga horizontes y tienta
que. si en las tradiciones de la lírica cas- i rumbos, brillando trémula y apenas con-
tellana tiene noble abolengo, no ha sus- fesada en ciertas almas descontentas de
citado en la España de nuestro siglo, des- lo presente, como el toque de un reflejo
de ia época de Zorrilla, y Arólas, otros crepuscular; pero de la que pueden no-
acentos dignos de ser considerados como tarse en la literatura española de los úl-
precedentes de la inspiración religiosa de timos tiempos vestigios tales como la
Balart que los dedicados en la vasta pro- idea fundamental de La fe, de Armando
ducción de la Avellaneda al género sa- Palacio Valdés, el sentimiento íntimo que
grado, las conmovedoras narraciones en vibra en aquel hondo estudio de la crisis
que el cantor de Las mujeres del Evange- moral por que pasa el alma de Ángel
lio concilio la palabra ingenua de la fe Guerra en la última de las grandes nove-
con la expresión de desconsolador pesi- las de Galdós, y cierto espíritu nuevo que
mismo, y ciertas notas dispersas que se difunde, cada vez más franco y per-
pueden señalarse, como la Meditación re- ceptible, en la crítica del autor de La
ligiosa, de Tassara, y la inmortal Plega- Regenta, amortiguando con la sombra de
ria, de Avala, en la obra diversamente intensas nostalgias ideales el brillo de la
caracterizada de otros poetas. sátira y vivificando esa vaga aspiración
Cabe, pues, afirmar que la poesía del neocristiana, simbolizada en la hermosa
autor de Dolores ha galvanizado una fi- página final de Apolo en Pafos, por la
bra hacía tiempo amortiguada y laxa en evocación del «mendicante de traje ta-
el corazón de la lírica española y que ha lar» que reaparece en las costas de la
alcanzado una elevada originalidad en Palestina para lanzarse otra vez a la pro-
uno de los temas que por su misma ex- pagación de la buena nueva.
celsitud más profanados han sido en todo Mientras en el género al que indispu-
tiempo por el servum pecus de la lírica: tablemente pertenece la supremacía je-
una de los más prodigados en odas aca- rárquica en el seno de la actual literatu-
démicas y composiciones de certamen; ra, corren así las aguas «por el cauce
pero tal vez, en nuestros días, el más di- del realismo espiritualista», según la fra-
fícil de hallar unido a la verdad de la se de Emilia Pardo Bazán, y cierta parte
emoción, para quien acierte a medir el de la crítica pone el oído al rumor de
espacio que separa el verdadero senti- renovaciones cercanas, trae Balart a la
miento lírico de un objeto, de la consi- lírica la nota de la suprema idealidad, la
deración del mismo objeto como tema del amor de lo absoluto que, antes de
retórico o como motivo de expansión de ! leerle, hubiéramos tenido por incapaz de
un pasajero y endeble sentimentalismo. hallar ambiente propio en nuestro espí-
Pero esta parte de las inspiraciones del ritu.
poeta que estudiamos halas relacionado Puede observarse a este respecto que
la crítica con las manifestaciones litera- las indecisiones y torturas del conflicto
rias, ya resonantes y cuantiosas, que pue- moral que tan principalísima parte des-
den tenerse por expresión o indicio de empeña en el espíritu de la poesía de Nú-
una nueva e inesperada tendencia de los ñez de Arce, y que simboliza, en sober-
espíritus en este nuestro ocaso de siglo bia imagen, uno de sus críticos identifi-
ten lleno de incertidumbres morales, tan cándole con [el] (1) martirio de las al-
angustiado por extrañas vacilaciones; mas que se sienten arrebatadas en el in-
tendencia de reacción espiritual o idea-
lista—en el sentido más amplio e indeter- (1) Intercalamos el artículo el, que falta os-
minado—, que sólo se manifiesta por la tensiblemente en el texto. [J. P. S.]
764 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

fierno de Dante por vientos encontrados, i misterio, para terminar con la palabra de
suelen reflejarse también en la poesía del I la afirmación, puede contarse acaso entre
autor de Dolores con acentos de pavor i las que dan la medida de sus más altos
o de melancolía, que evocan el recuerdo i vuelos; y esto a pesar de cierta ostenta-
de las Tristezas y de La Duda; pero el ción de verbosidad oratoria que contras-
conflicto aparece menos difícil y encar- ta con la expresión ingenua y sencilla
nizado en nuestro poeta, y semejantes que es la habitual en él y la que nace
acentos, tales como resuenan en algún espontáneamente de la índole de los sen-
pasaje de meditación filosófica de Ultra timientos que canta, y a pesar también
o en las décimas hermosamente cincela- de que por la forma demasiado directa
das de Ansiedad, acusan sólo los pasa- de razonamiento o argumentación con
jeros desfallecimientos de un espíritu que en ciertos pasajes se aparta de los
que ha logrado aplacar, tras larga lucha, , procedimientos naturales del estilo poé-
en su seno, las tempestades de la razón y •.tico suele empañarse con la opacidad del
en el que imperan ya como definitivos ! prosaísmo.
estados de conciencia, frente al misterio | Por lo demás, la forma es pura, melo-
de la vida, la afirmación y la esperanza. ' diosa, correcta, en la poesía de Balart.
No nos es dado, dentro de los términos I Sin ambiciones de originalidad, sin afec-
en que debe contenerse esta revista, pe- ¡ tación de clasicismo, sin dejar huellas de
netrar en examen más detenido ni abo- i un perfeccionamiento laborioso, alcanza
nar nuestro juicio con las transcripciones j casi siempre a una intachable pureza de
oportunas; psro citaremos, entre las com- ejecución y es de los poetas en que los
posiciones que pueden dar idea más exac- dos elementos constitutivos de su arte
ta y característica de la colección de que se enlazan en perfecta armonía.
forman parte, las tituladas Primer lamen- j Pero insistamos, para terminar, en la
to, Soledad, Valle hermoso, por su con- j afirmación que concreta nuestras impre-
movedora sencillez y la unción de lágri- j siones y expresa al mismo tiempo la más
más que llevan; Nostalgia y Humildad notable significación del libro que hemos
entre las que responden al amor de lo j considerado: el alto precio de la poesía
suprasensible; Desde el promontorio, co- ¡ de Balart, el perfume de su íntimo en-
mo modelo acabado de descripción; El canto, a la vez que el secreto de su ori-
sauce y el ciprés, por la belleza del pen- i ginalidad poderosa—porque cabe decir
Sarniento fundamental que simboliza en que la verdadera y envidiable originali-
el murmullo de ios dos árboles que guar- ¡ dad se identifica en poesía contemporá-
dan el sueño de la tumba, mirando el i nea con el gusto de lo puro y sencillo—,
uno a la tierra y al cielo el otro, las en- \ están para nosotros en que ella va enca-
contradas solicitaciones de desconsuelo y minada ai sentimiento del que lee por el
esperanza con que atrae al espíritu el J seguro rumbo de la verdad de la confi-
pensamiento de la muerte; Aspiración, I dencia y la verdad de la expresión: en
acaso, la más bella e inspirada de todas, \ que se las siente surgir, como generoso
por la alteza lírica del vuelo y la vibran- I manantial de aguas límpidas, de las más
te intensidad de la emoción. \ hondas intimidades del alma: gran condi-
En Balart el poeta que piensa y filo- ¡ ción para cuantos crean que si hemos
sofá es evidentemente inferior al poeta I de asistir alguna vez a un vigoroso des-
que siente; pero aun así, la ya citada y j pertar del numen lírico, si está destinado
extensa meditación que lleva el título de el género que interpreta las confesiones
Ultra y expone el íntimo proceso de las ! de la conciencia individual a nuevos días
vacilaciones del alma torturada por el i de triunfo, ellos no han de lucir mientras

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OBRA POSTUMA.-—7; ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—JUAN M. a GUTIÉRREZ 765

no desista de alcanzarlos por el afán de ración que la sinceridad del sentimiento


los procedimientos artificiosos y las sen- le ofrece.
saciones nunca expresadas, para poner 1894 (1). 5 de marzo de 1895.
sus labios en la única fuente de regene-

JUAN MARÍA GUTIÉRREZ <«


(INTRODUCCIÓN A UN ESTUDIO SOBRE LITERATURA COLONIAL)

Cada vez que se trata de buscar pre- mo de estudio, que no ha pasado todavía
cedentes en los anales de la cultura de del límite marcado por los trabajos de
los pueblos del Plata a determinada acti- meritoria iniciación que debe a los afa-
vidad del espíritu, o de relacionar las ini- nes de una venerable existencia, en la
ciativas y los esfuerzos con que las gene- I que se personifican, con más exactitud
raciones que se han sucedido en su his- . que en ta de ninguna otra figura de nues-
toria han contribuido intelectualmente a } tra historia, el entusiasmo de la labor in-
esclarecerla, aparece con particularísimo \ telectual y los empeños de la investiga-
relieve, a los ojos de la posteridad, la ¡ ción erudita. Y como la ausencia de con-
obra debida a los hombres de aquella j tinuadores de su ejemplo contribuye a
época turbulenta y gloriosa que se vincu- I que se enlace aún más íntimamente con
la dignamente por las energías de la idea, él el nombre del iniciador, precederemos
el nervio de la acción y la majestad de la consideración de la labor estudiosa de-
las virtudes, a la de la emancipación que dicada por el doctor don luán María Gu-
inmediatamente la precede, y supo com- tiérrez a aquel objeto histórico, con el
partir con las porfías de la organización esbozo de su esclarecida personalidad y
y de la lucha política, una labor mental la sumaria apreciación de las facultades
encaminada a objetivos de interés dura- que puso eficazmente al servicio de tan
dero que aún se nos impone como la noble tarea.
más alta y honrosa tradición de la inte- La juventud del eminente crítico y hu-
lectualidad de nuestras sociedades, ma- manista destácase gallarda sobre el fon-
ravillándonos por las condiciones del do luminoso de una época de renacimien-
tiempo en que se realizó, to intelectual.
Un superficial examen sería suficien- Cuando la poesía, animada de nueva
te para constatar en el legado intelectual
de esa época muchos nobles ejemplos (1) Esta cifra que figura al pie del original
que se han dejado caer en el vacío, mu- marca el tiempo de la composición del artículo
chas ideas fecundas que no han prose- que la precede, Las fechas en bastardilla que
guido al través de otras generaciones el acompañan cada uno de ios escritos de este vo-
vuelo alzado en el espíritu de aquélla. lumen señalan el día de su aparición en la
Puede contarse, entre las que no han Revista que los dio a la publicidad. Haremos
logrado dominar esta culpable indiferen- sistemáticamente esta indicación. [J. P. S.]
(2) [Con este estudio, y otros también publi-
cia latente en la atmósfera moral que res- cados en esta Revista, redactó José Enrique
piramos, la obra de aclaración de los orí- Rodó su importante ensayo Juan María Gutié-
genes de la actividad literaria de los rrez y su época de El Mirador de Próspero. He
pueblos de América y las tradiciones de publicado un trabajo sobre la refundición en
la cultura colonial: objeto interesantísi- Número, octubre-diciembre 1952.]
766 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

inspiración, desplegada sobre la frente ideas que luchaban en el espíritu de sus


del grupo juvenil de que era parte Gu- contemporáneos.
tiérrez la enseña del americanismo lite- El magisterio intelectual, en la genera-
rario y de la emancipación del sentimien- j ción que se agrupaba en 1837 bajo la
!
to y la forma, con el esfuerzo poderoso bandera de la Asociación de Mayo y
de La Cautiva y la palabra de la alta : que apenas salida de los claustros de la
propaganda política, enmudecida desde j Universidad que veía desmayar en su
1828, alzábase de nuevo, de este lado | seno las luces de la grande época presi-
del Plata, en las columnas de la prensa ¡ dencial, asediada por ios recelos de la ti-
que empieza con el bien llamado Ini- •• ranía, siguió los pasos de los represen-
ciador y da más tarde, en el diario de ¡ tantes de aquella tradición luminosa en
Florencio Várela, el símbolo y la imagen j el camino de la proscripción, para con-
de una época que vive indisolublemente centrar dentro de los muros de Monte-
vinculada en el recuerdo de la posteri- ! video la vitalidad de una época destinada
dad a su nombre, como el de El Nacio- i a superar el brillo de la que la precedió,
nal, de Armand Carrel, a las ideas de 1830 i fué compartido por dos excelsos espíri-
o el de La Gaceta de Mariano Moreno ¡ tus dirigentes en los que se personifican
a la propaganda inicial de la Revolu- | las tendencias en lucha en aquel período
ción, empezó a manifestarse también en | de interesante animación de las ideas,
esta misma prensa brillante y entusias- así como tuvieron en ellos los directores
ta una función del pensamiento que ape- de su propaganda opuestos ideales de re-
nas tenía estimables precedentes en las ¡ orgarnización política.
anteriores manifestaciones de la cultura Tocó a Florencio Várela, el represen-
argentina: nació entonces la crítica li- tante en el seno de su generación del
teraria. patriciado intelectual de la época de Ri-
vadavia, el heredero de la inspiración del
Fué en sus primeras justas donde tuvo poeta de Ituzaingó, prestar su voz a las
punto de partida la reputación de Gutié- postreras influencias del clasicismo, a la
rrez, aumentada luego con los lauros del reivindicación de las severidades de la
poeta en memorabe certamen, y al ejer- disciplina literaria y el culto de la forma.
cicio de la crítica se concretó asimismo En tanto Echevarría alentaba con la pro-
la actividad de su período de madurez • paganda y el ejemplo la marcha de la
asociándola entonces a los trabajos de idea revolucionaria, identificando a la
investigación que comentaremos.—Sólo : grande obra que él denominó de funda-
en nombre de Aíberdi podría disputárse- ción de creencias, a la renovación del
le, en esta manifestación intelectual, la | ideal filósofo y político de una genera-
representación más autorizada de su épo- ción, el triunfo del espíritu nuevo en
ca; acaso el ilustre discípulo de Larra poesía.
fué superior en señalar las relaciones mo- Admirador Gutiérrez de buena parte de
rales y sociales de una obra o escuela, las novedades románticas y naturalmen-
llevó más hondo la penetración del pen- te vinculado a las tendencias de la nue-
sador; pero en la crítica de Juan María va escuela, en lo que ella tenía de nega-
Gutiérrez hay más desinterés artístico, ción de infecundas limitaciones por el
más pasión por la pura belleza literaria. entusiasmo con que su espíritu adhería
Las tendencias que así en las manifes- a todo lo que significara un ensancha-
taciones de su crítica como en sus inspi- miento del horizonte intelectual, a toda
raciones de poeta reveló, atribuyen a su manifestación de libertad y de vida, acer-
personalidad un significado de concilia- tó a conciliar el beneplácito que le me-
ción o independencia respecto de las recieron las iniciativas del autor del Dog-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACÍ O NAL».—JUAN M. a GUTIÉRREZ 767

ma de Mayo con el amor, a que nunca tiérrez es ese espíritu de fecunda y lumi-
renunció, por los antiguos modelos lite- nosa serenidad, el horizonte amplísimo
rarios, y vio pasar desde serenas alturas en que se dilatan sus admiraciones y
del criterio los apasionamientos de la entusiasmos, no limitados nunca por ex-
lucha. clusivismos de gusto personal ni por in-
Bajo ese aspecto, la significación que tolerancias de escuela, su capacidad para
a su crítica y su poesía puede atribuirse comprender todas las formas de lo bello
es semejante a la que tuvo dentro del ro- dentro del arte literario e identificarse
manticismo español, que fué su ambien- con los más diversos estímulos de inspi-
te literario, la personalidad de otro ar- ración.
gentino ilustre: la personalidad de Ven- Esta soberana libertad del criterio, que
tura de la Vega, a quien correspondió re- no ha de confundirse con la indiferencia
presentar en el seno de la generación que doctrinal erigida en principio regulador
Lista había educado en el culto de los del juicio de arte por cierto superficial
clásicos y que olvidó después, cediendo a escepticismo estético hoy en boga, ni con
los prestigios del romanticismo naciente, las incertidumbres de ese pálido eclecti-
la fidelidad a las devociones de la pri- cismo que nace de la flojedad de la con-
mera juventud, el más equilibrado con- vicción o de la ausencia de amor y de
sorcio de esas dos influencias armoniza- entusiasmo por determinado ideal que
das por la tendencia natural de un tem- ! imprima carácter y dé nervio a la perso-
peramento literario dotado de esa clara nalidad del escritor, debe tenerse acaso
intuición del orden artístico, de esa «na- por la más alta cualidad de la crítica y
tural urbanidad» del buen gusto, de esas por el más triunfal y hermoso resulta-
delicadezas de la concepción v de la for- do que sea posible al espíritu alcanzar
ma, que fueron también el privilegio de en la contemplación y el juicio de lo
Gutiérrez entre los hombres de su ge- bello.
neración. Tanto más límpida y profunda es la
No han faltado quienes le atribuyesen visión del pensador cuanto más ha fran-
el papel de un clásico rezagado y ver- queado los horizontes de su inteligencia
gonzante, pero lo cierto es que sus ideas a lo que el poeta llama idos cuatro vien-
le aproximaban más al culto nuevo que tos del espíritu»; y en tal sentido podría
a la adoración de los viejos dioses.—Hu- decirse que en la aleación del alma del
bo también en la revolución de la litera- crítico grande y generoso es indispen-
tura la Gironda y la Montaña; y acaso no sable elemento una buena porción de
podríamos escoger un medio más certero aquella sustancia etérea, vaga, dotada de
de sintetizar la peculiar significación de infinita elasticidad, sensible y dócil
nuestro humanista, que figurárnoslo co- presión de todos los resortes humanos,
ntó un girondino de esa revolución: co- fácilmente adaptable a las más opues-
rno un representante del sentimiento de tas manifesl aciones del pensar y el sen-
fraternidad en la república literaria, ex- tir, que veía el gran estético de la Enci-
traño siempre a las iracundias montañe- j clopedia en el alma multiforme del có-
sas con que el formidable luchador del | mico.
Facundo, en las polémicas del otro lado ! Fue Juan María Gutiérrez de los fa-
de la Cordillera, arremetía contra las vorecidos con ese altísimo don intelec-
aras de la tradición intelectual personifi- tual; y por eso su figura se destaca no-
cada en Andrés Bello, a quien trataba, ble y serena y hay en su crítica la eter-
según frase de Lucio Vicente López, «con na oportunidad del juicio no empañado
modales de Atiia». por las nieblas de la intolerancia o la
Gran condición del pensamiento de Gu- pasión.
768 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Pero al respeto de la antigua tradición i fuerzo propio sobre la imitación servil a


literaria y al culto de los clásicos que le que sus condiciones de cultura la conde-
señalan como una excepción dentro de naban y sobre las limitaciones del hori-
su época, no le llevaba sólo el espíritu de zonte ideal que le era concedido.
amplia y comprensiva ecuanimidad de su Miembro de aquella entusiasta emigra-
crítica, sino también el sentimiento, en él ción que hizo de Chile una inmensa tri-
vivísimo, de gratitud y de veneración por buna amurallada por los Andes, de don-
el legado literario de las generaciones de irradiaba la propaganda de la libertad
que, modelando en las formas de esa es- y que llevó consigo el genio de la revo-
cuela los candorosos y tímidos ensayos lución literaria y filosófica de 1830, dejó
de la intelectualidad de la colonia y lue- a aquel pueblo, como en retribución de
go los anhelos y emociones primeras de la generosa hospitalidad que había brin-
la vida de la libertad, habían dejado a dado a Eos proscritos, el hallazgo del
aquellas que las sucedieron, en páginas poema épico de Oña que hoy encabeza
generalmente desconocidas o desdeñadas, los anales de su literatura nacional. Más
las ejecutorias de un abolengo intelectual tarde, en los archivos de la vieja Uni-
a cuyo esclarecimiento debía concretar el versidad de San Marcos, desentrañó ras-
espíritu de Gutiérrez sus esfuerzos más gos preciosos de la cultura y la vida co-
empeñosos. lonial de la Ciudad de los Virreyes; pero
La afirmación de la realidad y la glo- consagró, sobre todo, su actividad a la
ría de este abolengo, oscurecido en lo historia literaria de los pueblos del Pla-
remoto por la ausencia de formas de pu- ta y la estudió con verdadero amor, con
blicidad y luego por la vida inestable y el celo infatigable que nace de un sen-
tumultuosa que había privado a nues- timiento profundo, desde la crónica de
tros pueblos del reposo que exige la con- Schmidel y el poema de Centenera, cuyas
templación de lo pasado, fué, en efecto, páginas despejó, en animados comenta-
inspiración constante de su vida, inago- rios, del polvo secular que las oscurecía;
table estímulo de su labor. hizo en ella notorios antecedentes de cul-
Sin que le arredraran la pesadez y la tura y de producción intelectual olvida-
tristeza del ambiente histórico en que ha- dos que reflejaron luz sobre los períodos
bía de sumergirse para llevar a cabo bue- más opacos y estériles de la existencia
na parte de su tarea, ni quebrantara sus colonial, como aquel en cuyo fondo hizo
bríos de investigador la impresión de destacarse el noble espíritu de Neyra, in-
hastío inevitable que fluye del contacto suficientemente estimado todavía e igno-
con las manifestaciones escritas de tiem- rado por muchos: personificación de cri-
pos de enervación moral e intelectual, de terio tolerante que, en los antecedentes
decadencia o definitiva pérdida del gusto, del liberalismo argentino, precede en va-
se aventuró en el dédalo de los documen- rias décadas a la obra de relativa eman-
tos literarios del coloniaje, los examinó a cipación respecto del absolutismo esco-
plena luz, obtuvo de ellos revelaciones lástico que emprende en la enseñanza
inesperadas y curiosas o intensamente Maziel, y en más de media centuria a la
significativas con relación a la historia repercusión de las ideas del siglo xvni,
de las ideas y las costumbres, cuando no vibrante en las memorias de Belgrano
positivamente honrosas para la tradición y las oraciones de Funes; puso de ma-
literaria de nuestros pueblos, y puso un nifiesto en la historia de los Estudios
noble ahinco en que se destacara todo públicos de Buenos Aires, oscurecidos en
aquello que significase un rasgo de es- el aprecio de la posteridad por la tridi-
pontaneidad o atrevimiento de la inteli- ción universitaria de Córdoba y Cliuqui-
gencia americana, levantada por su es- saca, timbres propios y revelaciones de

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACÍ O NAL».—JUAN M.a GUTIÉRREZ 769

espíritu liberal que los singularizan hon- él en el recuerdo y el corazón de las


rosamente en América; se detuvo con generaciones ulteriores.
particular solicitud ante el movimiento Desde el amanecer de la inspiración
de vago despertar de las energías de la laudatoria de la libertad en las canciones
mente y de diversificación de las activi- populares de Mayo, hasta las manifesta-
dades sociales que se inicia con el perío- ciones del elevado didacticismo social
do gubernativo de Vértiz, cuya prestigio- que reemplazó a la cuerda heroica des-
sa figura diseñó al par de las de Maziel pués que ella hubo vibrado los arroba-
y Labardén; y entregó finalmente, a la mientos del triunfo, trazó la historia de
atención del historiador, en la laboriosa la severa poesía que coronó con luminoso
Bibliografía de la Imprenta de Expósi- nimbo la Epopeya y la hizo amar y com-
tos, que comentó con observaciones ame- prender plenamente de la posteridad; la
nas y profundas, una guía invalorable pa- fisonomía literaria de Luca, como las de
ra el estudio de la progresiva transfor- Juan Cruz Várela y Lafinur, perpetúan-
mación de las ideas y sentimientos colec- se esculpidas en el mármol sin tacha de
tivos, desde la época que se refleja tími- su estilo puro y sereno; el clasicismo
damente en versos cortesanos y opúscu- de la literatura de la Revolución, en el
los de devoción hasta las manifestacio- que un superficial examen sólo veía ob-
nes cuantiosas y vibrantes de publicidad servancia de rígidos preceptos y amane-
que los entusiasmos de la Reconquista ramiento retórico, se nos revela, estudia-
indujeron. do a la luz de su crítica profunda, como
Aún con más interés, y desbrozando i una fuerza de vida, como la imagen de
un ideal
terreno mucho más grato y generoso en j que cooperó de gloria y de grandeza moral
eficazmente a la modelación
estímulos, como que era el de la germi- j del espíritu revolucionario, vivificándolo
nación inteligente del alma de la patria i con las inspiraciones del genio heroico y
fecundada por los vientos de la libertad, ¡ tribunicio de la antigüedad; el resplandor
siguió los pasos de la literatura viril y de ideas que circunda a la época glorio-
militante de la época de la independen- i sa de Rivadavia y García, irradiando des-
cia, la estudió en sus vinculaciones con la | de la prensa, la tribuna y la cátedra so-
acción y sus inspiraciones sociales, fijó ! bre la obra de reforma social que modi-
en el lienzo biográfico la imagen de sus ficaba el viejo troquel de la colonia, tiene
hombres, complementando la historia de vivo reflejo en las semblanzas de algunos
los hechos guerreros y políticos con la de de los más señalados obreros de esa la-
la actividad del pensamiento manifestada bor perdurable que epilogan el magno
en la prensa, en la instrucción, en el li- libro sobre la Enseñanza Superior, y en
bro, en las instituciones de fin intelec- el estudio de la personalidad del poeta
tual, y poniendo a la vista el imperio de esclarecido que acompañó con sus can-
las influencias morales, la fe profunda en tos las conquistas morales de esa época.
la virtud de las ideas, con que los gobier-
nos y los publicistas de la Revolución No es posible exhibir un título de glo-
ria intelectual más noble y más legítimo
atendieron a estimular las manifestacio- que el adquirido de esta constante lucha
nes desinteresadas del espíritu y la ad- empeñada por arrancar a las tinieblas del
quisición de nuevos elementos de cultu- olvido, originado en la ingratitud o la
r
a en su obra de organización y propa- indolencia, el testimonio de los más pu-
ganda. ros derechos de inmortalidad y de esta
Es lícito afirmar que una gran parte evocación de un capitalísimo elemento
de la gloria que irradia el pensamiento de la vida de generaciones pasadas que
escrito de esa época ha vivido sólo por realizó Gutiérrez, no sólo con acierto de
*ODO.-25
770 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

sagaz y profundo observador, sino tam- siglo XVIII, nos hace penetrar, por ejem-
bién, en ciertas páginas, con verdaderas plo, dentro del ambiente hechizado de
intuiciones de historiador artista, de ins- aquella Lima colonial que constituye una
pirado dominador de los secretos de la de las más romancescas perspectivas de
narración que reproduce formas y co- la historia de América y surge con to-
lores. dos los caracteres de la vida, en el pa-
Estéril y tedioso es el empeño de la norama de su narración, el singular as-
erudición vulgar que ama la investigación pecto de aquella sociedad en que tan ex-
por la investigación, el pasado por el pa- trañamente se mezclaban refinamientos
sado, el dato nimio y escondido por la bizantinos y pequeneces lugareñas, inge-
sola virtud de su rareza; pero puede nuidades de pueblo niño y rasgos de de-
señalarse, como hermosa y fecunda entre crepitud social, sórdidas manifestaciones
todas las aplicaciones del espíritu, la de abyección y timbres preclaros de cul-
obra afanosa del investigador que, inspi- tura, vemos reflejarse la inspiración del
rándose en elevado pensamiento y guiado verdadero y grande historiador sobre la
por la luz intuitiva que no se suple con fas del erudito y reconocemos que ha-
las prolijidades de la documentación ni bía dotes en él para llevar al estudio del
con la evidencia de las cosas externas, pe- pasado esa poderosa visión del movi-
netra en la profundidad del tiempo muer- miento dramático de la realidad que lo
to como para restituirle su alma y acier- ! convierte en nigromancía de la fantasía
ta a reconstruir idealmente, en presencia J evocadora.
de las mudas ruinas de lo que fué, la j Era éste el campo en que se espacia-
vida intelectual y afectiva de una gene- ! ba con singular delectación y reconocía
ración, la fisonomía moral de una so- j el ambiente propio de sus luces la men-
ciedad o la genialidad literaria de una j te de Gutiérrez. Imaginémoslo dominan-
época. I do más amplios materiales de informa-
Iniciador en el examen de una tradí- j ción y laborando en la serenidad de una
ción de cultura casi por completo igno- ! vida del todo consagrado a los desinte-
rada, a la que no podían aplicarse las ¡ resados afanes del pensamiento, que ape-
formas literarias de la narración ni el nas han podido brillar en el tumulto de
metódico análisis de la crítica sin antes nuestras poco atenienses democracias co-
atender a la ausencia, con que para ello | mo fulgores transitorios, y le veremos
se luchaba, de fundamentos seguros y con fuerzas para sintetizar en vasto cua-
materiales organizados de investigación, dro de la progresiva ascensión de la in-
hubo de consagrar forzosamente Gutié- teligencia americana, ansiosa de la luz,
rrez a esa ingrata tarea porfías que en- el resultado de sus investigaciones y sus
caminara, de otro modo, a empresas más críticas, que hasta hoy constituyen los
altas. Hay en su vasta obra muchas pá- más notables precedentes de esa magna
ginas de descarnada erudición; insisten- obra a realizarse.
tes esfuerzos empleados en lo que tiene Unía, en efecto, al amor y la tenaci-
de más desapacible la crónica desnuda y dad de la investigación prolija de los
lo que la bibliografía ofrece de más ári- hechos que es lastre de la historia, la
do; pero cuando, a la significación ex- aptitud de la generalización y el poder
clusivamente histórica y relativa de la del colorido; pero creía en la necesidad
personalidad o del objeto sobre que re- de cimentar ante todo, sólidamente, so-
caen sus miradas de investigador, se une bre aquel árido y seguro plantel la cien-
más alto interés, capaz de cautivar el sen- cia del pasado, y abominaba en ella los
timiento o la fantasía; cuando, trazan- vuelos errabundos y livianos de la ima-
do la imagen de famoso polígrafo del ginación, las vanidosas ampulosidades de

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACÍ O MAL».—JUAN M." GUTIÉRREZ 771

la historia sin nombres de que habla lacionándola con una tendencia univer-
el autor de La Revolución Argentina. So- sal de la erudición en su época.
bre la necesidad de imprimir a las tareas El romanticismo, vivificando el senti-
de iniciación de la historia de los pueblos miento de la tradición, las inspiraciones
de América un «carácter particularmen- del pasado, como seguro medio de llegar
te erudito y cronológico» que compen- a lo más íntimo y puro del alma popu-
sase, según sus palabras, la tendencia lar en su gloriosa empresa de nacionali-
que predomina en nuestro espíritu a la zar las literaturas, llevó este mismo im-
vaga generalización «con las remoras que pulso al espíritu de investigación y des-
dan pulso y gravedad a la historia», ver- pertó el amor de la crítica y la histo-
sa una hermosa página, dirigida a Ale- ria por el estudio tradicional de espon-
jandro Magariños Cervantes con motivo taneidad literaria de los pueblos.
de la publicación de su Bibloteca Ame- Juan María Gutiérrez, que fué el co-
ricana, que merecería preceder como lu- operador más eficaz de los esfuerzos de-
minosa exposición de criterio la colec- dicados por el autor de La Cautiva a la
ción, no verificada todavía, de los estu- creación de una literatura tributaria del
dios históricos de su autor. espíritu americano y engalanada con los
En cuanto a ¡as apreciaciones de crí- dones de la naturaleza propia, fué esti-
tica literaria con que acompañó su ex- mulado por esa fecunda aspiración a
humación de viejas obras y autores ig- cuyo logro contribuyó productivamente
norados, puede censurársele cierto exce- con la delicada leyenda de Caicobé, la
so de encomio que se justifica, sin em- hermosa página de idealización histórica
bargo, como reacción oportuna.—Predo- que intituló El Capitán de Patricios y la
minaba un espíritu de exagerada detrac- pastoral criolla de Los amores del paya-
ción respecto a las condiciones intelectua- dor, en su afán de desentrañar del abis-
les y morales de la vida americana bajo mo de los tiempos las viejas crónicas que
el viejo régimen. Por otra parte, el im- guardaban la repercusión de los fragores
pulso de innovación triunfante en las épicos de la conquista y las que refleja-
ideas literarias producía el desdén por ban con prosaica llaneza el tedio de la
los vencidos, y esto influyó para que no larga noche colonial.
participaran todos los hombres de su No era posible evocar los lejanos an-
época del sentimiento de atencioso inte- tecedentes de la producción americana
rés por la labor y el ejemplo de sus pre- en el sentido en que lo hicieran con las
cursores. Juan María Gutiérrez fué a ve- reliquias de arte y poesía anteriores al
ces extremoso en tal sentimiento, pero impulso del Renacimiento los mantene-
e
sta explicable y bien inspirada benevo- dores del espíritu romántico; la reivindi-
lencia, esta generosa facilidad de entu- cación de la individualidad literaria na-
siasmo, no impidieron que su diestra cional en lucha con la abstracción del
guardara casi siempre la rienda firme del clasicismo, que sacrificaba a la inflexible
buen gusto, ni que fluctuase constante- uniformidad de sus modelos todo relieve
mente sobre sus juicios literarios el re- ,¡ histórico y todo carácter de costumbres,
flejo de aquella ática sonrisa que era verificábase en América sin precedentes
corno el sello de su fisonomía intelec- cercanos ni remotos; pero, en relación a
tual. la eficacia de la labor erudita que ha-
Sólo nos resta señalar otro estímulo bía de servir de sólido fundamento a la
Poderoso que determinó en gran parte la obra del poeta que interpretase las con-
aplicación del pensamiento de Gutiérrez fidencias del pasado, era indispensable
a
aquellas faces de su obra, de crítico elemento la consideración en aquella em-
e
historiador que hemos considerado, re- brionaria literatura, donde, además del
772 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

testimonio histórico de hechos que po- cíente respecto a las inspiraciones de la


dían ser inspiración de la leyenda nacio- poesía, el fiel reflejo de las peculiarida-
nal, suele reconocerse, sobreponiéndose des de la naturaleza local y la viva voz
de tarde en tarde a la falsedad de los de lo que el corazón de América en-
afectos y las formas impuestas por la in- trañaba.
fecunda imitación y por la imposibilidad i
de un sentimiento colectivo intenso y efi- I 20 de marzo y 5 de abril de 1895.

LA CRITICA DE "CLARÍN"
El estudio de una personalidad que, en diverso sentido la apartan de su tra-
a la representación más avanzada del dicional objeto y por igual la desnatura-
sentido moderno en ideas críticas, a la lizan o anulan: o el criterio que se limi-
amplitud de su cultura intelectual y la ta a investigar y precisar las relaciones
complejidad de un espíritu donde se re- de la actividad literaria con elementos
flejan todas las íntimas torturas y todas ajenos a la consideración de sus resulta-
las indefinibles nostalgias ideales que dos artísticos y desdeña el tecnicismo
conmueven el alma de este ocaso de siglo, propio de estos resultados, o bien el indi-
concille la fuerza imperativa de la afir- vidualismo doctrinal, la irresponsable ge-
mación, «la fe retórica» y el atlético brío nialidad del que comenta sustituida a
que son propios de los luchadores de los preceptos racionales como base del
épocas literarias caracterizadas por la só- juicio, y el libre campear de la impre-
lida unidad del criterio y la entereza dog- sión.
mática de las convicciones: de un John- El interés por lo esencialmente litera-
son o un La Harpe, es objeto interesante rio y la afirmación estética que Leopoldo
de suyo y que se presta a la considera- Alas opone a aquellas falsas orientacio-
ción de las más debatidas y oportunas nes de la crítica actual pueden particu-
cuestiones relacionadas con los actuales larmente estudiarse en ciertas páginas de
rumbos de la crítica y el verdadero ob- Ensayos y revistas dedicadas a comentar
jeto de su actividad. apreciaciones de Cesáreo sobre la lírica
Si hubiéramos de determinar la nota contemporánea española y en el exordio
que, en las campeñas del escritor de que de la última de sus obras de crítica pu-
hablamos, vibra con particular energía e blicadas.
insistencia y el carácter esencial de su Afirma, pues, sin negar a las esponta-
crítica, los encontraríamos acaso en la neidades de la impresión y al sentimiento
porfiada reivindicación de la legitimidad individual como inspiraciones del géne-
y la eficacia negadas al verdadero juicio ro a que nos referimos, lo que hay en
literario por el esceptismo estético hoy ellos de legítimo y oportuno, siendo pre-
en boga y en el acuerdo de sus procedi- cisamente Leopoldo Alas ardiente de-
mientos con tal afirmación. fensor de la realidad del elemento per-
Se controvierte en nuestros días la sonal e intuitivo, irreemplazable por la
posibilidad de una crítica literaria que fiel aplicación de las fórmulas, que es
corresponda rigurosamente a las signifi- factor capital en el gusto del crítico ver-
cación de los términos con que se la dadero como en la aptitud productiva del
nombra, y ella se mantiene fluctuante artista, y habiéndolo reivindicado cons-
entre estos dos puntos de atracción que tantemente en este último respecto con-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA'«REVISTA NACIONAL».—CRITICA DE «CLARÍN» 773

ira la negación absoluta de las adivina- al sentido poético por las modernas ten-
ciones e «inconsciencias» de la inspira- dencias que conspiran a quitar a la críti-
ción que creyeron ver intérpretes nimios ca literaria su fin directo y su verdadera
de la letra en ciertas afirmaciones pre- sustantividad; palabras en que está im-
ceptivas de Zola; sin desconocer tam- plícitamente contenida la expresión de la
poco la licitud de aquellas formas de la crítica esencial, típica, eterna.
crítica que extienden sus horizontes fue- A la sustitución del estudio de la obra
ra de lo que artísticamente es necesario por el del escritor, en que Sainte-Beuve
y que hacen de ella ya una investigación se complacía; al análisis fecundo, pero
científica del ambiente, ya un estudio de insuficiente, del medio en que se detiene
relaciones sociales y políticas, ya mate- el procedimiento de Taine, anteponía el
ria de observación moral o experimento autor de Salambó la consideración «de
psicológico, la significación insustituible la obra en sí», «por su composición y su
y esencial de la crítica literaria como estilo», como cosa de arte; y es este
juicio de arte, como referencia de la obra punto de vista, sancionado en las avanza-
a ciertos principios que el crítico tiene das del pensamiento contemporáneo por
por verdad y en cuyo nombre aprueba la autoridad de Guyau, que invoca las
o condena, siempre en atención al fin palabras mismas de Flaubert, el que
directo de la actividad literaria que es debe definitivamente rehabilitarse en con-
la realización de la belleza. cepto de nuestro crítico.
No tiende este criterio a una reacción i Pero la afirmación de la natural su-
que sería absurda; no significa volver a | premada del juicio de lo bello sobre el
la consideración de la obra bella como ] de aspectos y relaciones extraños a la
objeto aislado, al juicio para el que ni j verdadera apreciación literaria, que él
el valor relativo de las reglas, ni la per- I manifiesta con la insistencia de una con-
sonalidad del escritor, ni el imperio de I vicción ardorosa y en la que se formu-
las influencias naturales y sociales, eran ! la el espíritu predominante en su propia
factores que modificasen la invariable i crítica, atenta siempre a traducir, ante
aplicación del precepto; pero significa j todo, la emoción estética y el juicio co-
reivindicar, contra la intromisión de ele- j rrespondíente a esa emoción, no ha sido
mentos extraños al arte puro y libre en obstáculo para que ella ejerza eficazmen-
la censura estética y contra las variacio- • te su actividad en otras formas y senti-
nes subjetivas de la apreciación, la sobe- dos cuya relativa legitimidad reconoce, ni
rana independencia de lo bello, por una para que pague su tributo a aquéllos gé-
parte, el valor real y objetivo de la crí- neros en que la tendencia de la época
tica y la legitimidad de ciertas leyes, hace del crítico literario, apartándole de
por la otra. su tradicional función de juez, ya un his-
Crítica directamente literaria en cuan- toriador, ya un poeta, ya un psicólogo.
to al objeto esencial a que se aplique; Crítica subjetiva, de impresión perso-
impersonal y afirmativa por partir de nal, que participa de la intimidad de la
cierta base teórica de criterio y no de la confidencia y el sentimiento del lirismo,
veleidad de la impresión: tal se propone es la que imprime su nota al estudio que
Ser
, y es en el hecho, la crítica del autor de la personalidad artítica de Rafael Cal-
de Pipa, Por lema de su escudo ha vo hace Clarín en uno de los más in-
adoptado ciertas palabras de Gustavo teresantes Folletos, evocando antiguas
Haubert que pueden ser consideradas, j emociones de espectador, y a la semblan-
P°r su elocuencia y su origen, como su- i za de Camus, de Ensayos y revistas, don-
prema fórmula de las protestas arran- de las reminiscencias de la vida del aula
cadas al amor desinteresado del arte y I sirven de fondo a la fisonomía intelec-
774 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tual que se diseña, subordinándose, en gún la imagen de Guyau, notas armóni-


uno y otro ejemplo, a la confesión senti- cas en torno de la nota fundamental que
mental el comentario crítico, que seme- ' se desprende de la obra juzgada.
ja en ellos una glosa puesta en las pági- ! En las campañas de crítica esencial-
ñas de la propia historia individual. mente militante que manifiestan las co-
Crítica esclarecedora de las profundi- lecciones anteriores a la aparición de
dades de la idea y el sentimiento del ar-1 Mezclilla puede apreciarse, ante todo, la
íista, de determinación del más íntimo faz del humorista original, del instigador
espíritu de la obra y concreción de sus despiadado, en la personalidad literaria
más vagos efluvios ideales, hay en el pre- de Clarín, pero sus obras últimas inte-
cioso estudios de Baudelaire, donde tam- resan muy particularmente por la revé-
bién se admira la descripción de los pro- ¡ lación del crítico pensador, en el que
cedimientos técnicos del poeta, en el que predominan ya sobre la facultad de ver
caracteriza acabadamente la personalidad ; lo pequeño y observar lo nimio, sobre
del autor de Mensonges—a propósito de \ la sátira que maneja sutilmente el estile-
esta obra—como observador del gran : te de la censura minuciosa, o ejercita en
mundo, y en el comentario de Le Prétre la cacería de vocablos las fuerzas del in-
de Nemi, de Renán, avalorado por saga- ' genio, el juicio amplio y las condiciones
ees consideraciones sobre el alcance de que podemos llamar positivas del espí-
la idea pesimista del libro y sobre la ¡ ritu crítico.
trascendencia del sistema de exposición Permanece la sagacidad de la observa-
dialogada que amó el autor de Calibán, ción de la forma y el detalle como atri-
en la relación del pensamiento y la j buto nativo de su pluma, pero la relegan
forma. a segundo término dotes superiores. No
El elemento biográfico en sus conexio- ¡ ha de negarse aptitud de generalización
nes con el carácter y la obra del artis- ¡ y fuerza sintética al espíritu que acier-
ía, el estudio del desenvolvimiento de su ta, a precisar el carácter de un escri-
producción y de los lazos que la vinculan i tor, la «impresión de conjunto» de su
a la realidad de su existencia y las intimi- obra, la nota personal de su estilo, de
dades de su alma, están tratados de ad- la manera como Clarín ha caracteriza-
mirable manera en ía semblanza de Gal- : do—para no citar sino los ejemplos
dos escrita para la «Galería de celebrida- que se presentan sin orden ni elección
des españolas» y en ciertas observado- . a nuestra memoria—el peculiar senti-
nes del examen de Treinta años de París ''miento de la naturaleza del gran novelis-
y el de las Cartas de Julio de Goncourt. \ ta montañés, en el juicio de La Montál-
Y a propósito de la elocuente exhorta- vez; el pesimismo épico de Zola, a pro-
ción de tolerancia positiva y confraterni- , pósito de La Terre, en páginas que son
dad espiritual contenida en el estudio acaso las más profundas y sentidas que
de La Unidad Católica, de Ordóñez (En- haya consagrado al creador de los Rou-
sayos y revistas), sería oportuno hablar gon-Macquart la crítica española; el se-
de la crítica expansiva, emocional, inspi- . llo propio del realismo de Galdós, juz-
rada, puesta frente a la obra, que la su- gando a Miau; el desenvolvimiento de
giere «como una placa sonora», que sig- educación espiritual progresiva que ma-
nifica a su manera una producción, que nifiesta la producción de Valera, en su
es como el epodo que responde desde semblanza de Nueva campaña; la opaci-
el fondo del alma a la ajena inspiración dad psicológica y el radical prosaísmo de
que la hiere, y se manifiesta añadiendo Emilia Pardo Bazán, en Museum.
nuevas ideas, nuevas emociones, a las Hay mucho más que la exclusiva ha-
que de ella ha recibido, agrupando, se- bilidad de la censura en la crítica de Cía-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—CRITICA DE «CLARÍN» 775

rín; pero por semejanzas menos rela- tación del sentido estético que el escri-
cionadas con lo esencial de las ideas y tor que lo desconozca.
los procedimientos que accidentales o ex- Semejante aplicación de la crítica, que
teriores, por la franqueza agresiva de la un tiempo fué la crítica entera, está hoy
sátira, la ruda sinceridad, la participa- muy lejos de ser su función más noble
ción en ciertos odios literarios, como y elevada, pero reconociendo que ella
Zola diría, manifestados en las ruidosas no puede satisfacer de ningún modo a
campañas contra el oficialismo académi- nuestro espíritu, y que por su índole se
co y la personalidad de Cánovas, hay presta más que ningún otro modo de
quienes relacionan con la de Clarín la I juzgar a la profanación y el empeque-
crítica de Valbuena como manifestacio- ñecimiento de la crítica en manos de la
nes de un mismo espíritu reaccionario abominable «posteridad de Don Hermó-
y trivial, y dirigen sobre el uno las ar- genes», debe aceptarse la legitimidad de
mas que es lícito emplear contra el otro, j la censura que parte del tecnicismo for-
Personifica el escritor de los Ripios, \ mal como manifestación eternamente
oportuna del juicio literario.
con la exactitud de un rezagado de aque- i Admitamos, pues, al Clarín batallador
lias lides de pluma del siglo xvín que j de los Fatigues y la Sátira, al que ha sido
encrespaban en torno a las nimiedades calificado de «Juvenal de las Mesalinas
del vocablo, todos los desbordamientos de • del ripio»; aun cuando cierta nerviosa
la pasión y todas las iracundias del pan- ¡ intemperancia en la agresión personal y
fleto, el género de crítica al que atribuye ; un excesivo encarnizamiento con las me-
Menéndez y Pelayo, hablando de ios cen- ¡dianías que complementa la tendencia
sores retóricos del primer Imperio, la ' un tanto autoritaria, que se le ha re-
significación de policía de la república ! prochado, a establecer la indiscutibili-
literaria: género útil y aun necesario en : dad de los maestros, arrojan sombras so-
tal concepto, pero mezquino y pernicioso . bre aquella manifestación de su actividad
cuando se le convierte en exclusivo y ge- literaria, que es a su modo original y
nera la crítica estrecha de criterio y nula fecunda.
de corazón, la crítica sin interés por el En su tenaz defensa de la acción de
sentido y la esencia de la obra, ni sen ti- i la crítica externa, nimia, de «disciplina
miento expansivo para identificarse con i retórica», según se la podría calificar,
el estado de alma del escritor, ni el don I agrega nuestro crítico a las razones de
de poético reflejo que responde a las so- j legitimidad estética que hemos notado,
licitaciones de la inspiración ajena con motivos de oportunidad que resultan, en
el _ acorde vibrar del alma propia, ni la,su concepto, de las condiciones de la cul-
mirada profunda que descubre las intimi- | tura literaria española.
dades del pensamiento y la emoción, y j Nota constante de la crítica del autor
acierta a leer en la interlínea sugestiva I de Museum es la consideración decep-
y callada que es como irradiación no j cionada y pesimista del propio ambiente
para todos sensible de la letra; la crí- ! literario: el desaliento que uniendo sus
bca detenida en la consideración del ele- Jacerbidades a la de cierto pesimismo más
mentó formal más exterior y mecánico. | general y más hondo, que se revela en.
Por lo demás, el sentimiento de la for- ¡ sus producción de los últimos tiempos,
ma^ no es privilegio de retóricos, sino de j hace aparecer bajo la superficie de la
artistas. Hay innegable licitud en hacerlo ¡ sátira, a poco que el sentimiento íntimo
valer como elemento de apreciación li- ¡ encuentra para manifestarse, un favora-
eraría, V e^ crítico que lo desdeñe revé- ¡ ble conductor en la idea o la realidad que
tu
"á, sin duda, la misma ausencia o limi- •la provoca, un fondo de tristeza por el
776 30SE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que ha podido afirmarse que posee Cla- bres de ingenio el sentimiento de sole-
rín en alto grado la risa de las lágrimas. dad, el frío moral del abandono, que
Renuevan en la memoria ciertas páginas identificaba, experimentándole en sí mis-
de nuestro autor impresiones que la lec- mo, el gran escritor, con las angustias de
tura de Fígaro deja vibrando en ella quien busca voz sin encontrarla, «en una
como un tañido doliente que interrum- pesadilla abrumadora y violenta»?.,. Lo
pen acordes de músicas festivas.—¡Qué afirmaría quien hubiera de imaginarse la
reconcentración de inextinguible amargu- actualidad intelectual española por el
ra bajo la sátira nerviosa de aquellos ar- traslado que de la laxitud de su produc-
tículos en que considera Larra, en una u ción, el enervamiento de la crítica, la in-
otra faz, la decadencia de la sociedad de diferencia y las ingratitudes del públi-
su tiempo, la limitación de los horizon- co, ofrece a cada paso la sátira amarga
tes, el estupor intelectual, el ritmo inva- de Clarín; pero sólo con la sensación
riable, tedioso, de la vida!—La personali- directa del ambiente podría apartarse de
dad del escritor reclamaba el grande es- lo que es observación y realidad en las
cenario: la electrizada atmósfera de la tristezas del cuadro, lo que sin duda hay
sociedad que rodea y estimula el pensa- en ellas de proyección de un pesimismo
miento de Schíegel en los grandes días personal que añade a la sombra exterior
de Weimar; la tribuna de todas partes su propia sombra, al modo como el ge-
escuchada que difunde la oratoria críti- nial optimismo de Valera parece dejar
ca de Villemain en el centro donde es- un toque de luz en todo objeto sobre
cribe Balzac y canta Hugo; la hoja vi- que se posa el vuelo de su espíritu, y lle-
brante de la revista que esparce la pala- va a todas partes la expansión de su ín-
bra de Macaulay a los cuatro vientos tima serenidad.
del mundo intelectual... Y aquellas pá-
ginas que reflejaban la irradiación de un * * *
espíritu no menos digno de las cumbres,
no menos legítimamente ansioso de la Con las manifestaciones primeras de la
luz, estaban destinadas a perderse, como modificación del gusto español en senti-
el bólido errante, en el vacío de una so- do naturalista, hace tres lustros, coincide
ciedad sin fuerza inspiradora, vacilante la notoriedad literaria de Clarín, cuya
en la orientación del ideal, desalentada y presencia vino a reparar por entonces, en
enferma... Esta doíorosa impresión se el escenario de la crítica actual y mili-
manifiesta por la sonrisa melancólica o tante, la desaparición prematura de Re-
el gesto del hastío en cada una de las pá- villa y fué realzada por la oportunidad
ginas que arrojaba a ese abismo de in- de un período de activa renovación de
diferencia el crítico inmortal, y estalla, j las ideas.
con la vibración potente del sollozo, en | A los constantes empeños de su críti-
la crítica de las Horas de Invierno y la | ca y a la no menos eficaz propaganda
Necrología del Conde de Campo Alange. ' verificada por cierto libro famoso de
Pues bien: en ciertas lamentaciones y Emilia Pardo Bazán, que él mismo acom-
desalientos del crítico de ahora, en el pañó con un prólogo, debe atribuirse en
prólogo de Sermón perdido, en el de primer término el honor de la tolerancia
Nueva Campaña, en el vigoroso treno obtenida en el espíritu del público espa-
satírico titulado A muchos y a ninguno ñol para la heterodoxia literaria que re-
se reconoce como el eco de aquellas nos- novaba allí, como en todas partes, las
talgias de la inteligencia.—¿Cabe en la iras de los «filisteos».
España actual la repercusión de la ele- Dos magistrales artículos contenidos en
gía patriótica de Fígaro, y en sus hom- La literatura en 1881; el juicio de La des-

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OBRA POSTUMA,—7". ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—CRITICA DE «CLARÍN» 777

heredada, de Galdós, al que no sería aven- la protesta que dio impulso y dirección
turado conceder en la crítica española a la literatura contemporánea estaba en-
la significación que en la novela tuvo tonces como ahora en la solidaridad con-
la obra a que se refiere como iniciación traída por el reformador con el experi-
de rumbos nuevos, y el de Los buenos y mentalismo exclusivista, insuficiente en
los sabios, de Campoamor, donde se di- cuanto método de arte, que proscribía
lucidan con criterio original y profundo toda inspiración psicológica; y es esta
las posibles influencias del nuevo espíri- fundamental restricción, puesta desde el
tu literario en la modificación de la líri- primer momento por el autor del prólo-
ca, pueden ser considerados como la ini- go citado a la doctrina a que adhería, la
ciación de los esfuerzos que al comen- que nos revela como natural evolución
tario y aliento de tal tendencia dedicó de sus pensamiento, que no puede cali-
desde entonces la crítica de Leopoldo ficarse de reacción, su actual tendencia
Alas. a abrir camino a otras aspiraciones del
Su naturalismo, que nunca excluyó el espíritu literario, a otras oportunidades
criterio amplio y la cultura total que le del sentimiento y el gusto.
han llevado a la ardorosa defensa de Hablemos ya de esta nueva orientación
los clásicos como elemento de educación de su espíritu, en la que no se manifiesta
literaria irreemplazable, se señaló ade- sólo, según veremos, una idea literaria
más por cierta «dilatación de horizon- modificada, pues responde a un impulso
tes», que, en presencia de actuales modi- interior más hondo y más complejo,—
ficaciones de su crítica, es oportuno Por el corazón y el pensamiento del crí-
recordar.—El prólogo de La cuestión pal- tico han pasado las auras que traen al
pitante, a que aludíamos, tiene bajo ese ambiente espiritual de la novísima cul-
aspecto una significación merecedora de tura aromas y rumores que parecen
estudio. anunciar la proximidad de un mundo
Domina en él una concepción esen- nuevo,—El anhelo ferviente de una reno-
cialmente tolerante y relativa de la nueva vación, no ya idealista, sino religiosa, de
escuela, en el sentido de considerarla la vida del alma, anhelo que aparece, co-
como un «oportunismo literario» que no mo rayo de luz, entre tristezas profundas
necesitaba negar estéticamente la legiti- expresadas con el sentimiento que hay,
midad de escuelas diversas o antagóni- verbigracia, en el citado comentario de
cas, pues le bastaba con que se recono- La Ierre, que a veces toca en el lirismo
ciera su condición de género literario de la elegía o en la semblanza, también
adecuado a las tendencias generales de citada, de Camus: tal es la nota con que
la época en que se inició; y se manifies- se revela el nuevo espíritu de la crítica
ta al (1) propósito de levantar la idea de Clarín, a partir de Ensayos y re-
esencial y fecunda que ella entrañaba, so- j vistas.
bre las limitaciones que el entusiasmo I Ya en ciertas páginas de una colección
de la iniciación y la lucha y la preceptiva j anterior, en el estudio de Mensonges, a
inflexible del maestro imponían al natu- i propósito del simbolismo puesto por el
ralismo batallador e intolerante de los j ilustre restaurador de la psicología nove-
<lue podríamos llamar «sus tiempos he- lesca en la hermosa figura del P. Taco-
roicos». net, que cierra el libro con palabras de
Para nuestro crítico, el vicio capital de afirmación y esperanza, en ciertas re-
flexiones de la introducción a la serie
U) Este al del texto debe ser sustituido por de artículos titulada Lecturas sobre la li-
*;'• Es patentemente un error de imprenta. bertad deí pensamiento en la España ac-
ti. p. s.] tual, y en el examen de Maximina, de
778 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Palacio, se nota, vago e incierto, toda- esperanzas, de todos los anhelos.» «Hay
vía, esa vislumbre de restauración ideal una tendencia cuasi mística a la comu-
•que hoy constituye la más señalada ma- nión de las almas separadas por dogmas
nifestación de su crítica. y unidas por hilos invisibles de sincera
Una generosa aspiración de armonía piedad, recatada y hasta casi vergonzan-
o inteligencia entre los espíritus separa- te; efusiones de una inefable caridad que
dos por parcialidades de escuelas y con- van de campo a campo, de campamento
fesiones, pero vinculados, desde lo hondo a campamento se pudiera decir, como
del alma, por el mismo anhelo de una iban los amores de moras y cristianos en
nueva vida espiritual; un sentimiento las leyendas de nuestro poema heroico de
profundo de concordia que une el respe- siete siglos.» «Cabe no renegar de ningu-
to del pasado y de las tradiciones de la na de las brumas que la sinceridad abso-
fe con el amor de la verdad adquirida, y luta del pensar va aglomerando en nues-
como inspiración de ese grande impulso tro cerebro, y dejar que los rayos del sol
de fraternal acercamiento, la idea cristia- poniente de la fe antigua calienten de
na en su pureza esencial, en su realidad soslayo nuestro corazón,»
'íntima y pura: así podríamos formular En el último de los Folletos literarios,
•la nueva tendencia que convierte al sa- acaso el más hermoso y sugestivo de to-
tírico implacable en propagador de un dos, se formula la misma aspiración de
Meal de tono místico. idealidad respecto a la enseñanza, opo-
En el estudio a que anteriormente he- niéndose a la idea de directa utilidad
mos hecho referencia sobre cierta obra como inspiración del propósito educati-
de apología de la tradición y la unidad vo, la del desinteresado amor de lo ver-
.religiosas, tal sentimiento vibra más que dadero.
en ninguna otra parte con honda intensi- Hay, en relación a la oportunidad li-
dad, con inspiración comunicativa y po- teraria y filosófica de estos tiempos, un
derosa, y el espíritu de la elocuente con- singular interés en tales manifestaciones
fesión de anhelos y esperanzas que sugie- de la crítica de Clarín, a las que la ne-
re la obra ai alma conmovida del crí- cesaria compendiosidad de este trabajo
tico se condensa en afirmaciones que no nos permite consagrar la atención de
pueden dar idea de su idealismo genero- que ellas son merecedoras, limitándonos
so, evangélico, al que no cabe descono- a señalarlas al sentimiento y a la refle-
cer, aun cuando no se compartan sus en- xión de los que en algo participen de esa
tusiasmos, un suave aroma de belleza ansiedad de cosas nuevas que flota, como
moral; «La tolerancia ha de ser activa, presagio de una renovación tal vez cer-
positiva; no ha de lograrse por el sacri- cana, en el ambiente moral de nuestros
ficio de todos los ideales parciales, sino días.
por la concurrencia y amorosa comunica-
ción de todas las creencias, de todas las 20 de abril y 5 de mayo de 1895.

JUAN CARLOS GÓMEZ 0)


El 25 de mayo, el día de América, trae no debe permanecer indiferente el espí-
envuelto en sus resplandores de gloria ritu de los orientales.—Hace once años
un recuerdo de solemne tristeza, al que que la desaparición eterna de un hombre
(1) Este escrito está reproducido, con algu- autor. Es el primer artículo de esta obra.
'.ñas variantes, en El Mirador de Próspero del [J. P. S.J

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—JUAN C. GÓMEZ 779

que era un símbolo, una personificación, ! de la Epopeya de América, llegó a la


la forma viva de los dolores de la histo- vida pública al desplegarse los estandar-
ria de un pueblo y de los más caros an- tes de los bandos para la lucha de nue-
helos de su alma, perseguidos en estéri- ve años, y modeló su espíritu en las ins-
les luchas, acongojaba el corazón de ese piraciones de la revolución literaria y
pueblo, en días sombríos, como el eclip- filosófica de 1830: generación sobre la
se de la luz que es orientación y espe- que ya es posible fijar las vistas serenas
ranza, y difundía por América un eco de i de la historia y que ha cedido sus más
veneración y dolor. j poderosas columnas al embate del tiem-
La vibración sonora de la apoteosis í po, como grupo de bronce que empieza
que congregaba alrededor de la tumba i a revestirse a los ojos de la posteridad
de Juan Carlos Gómez a los enviados del j del tono luciente y realzador de la pá-
pensamiento y la sensibilidad de las so- ! tina.
ciedades del Plata, para consagrar en im- j De los anhelos primeros de su alma,
perecedero concurso de elocuencia la glo- ansiosa de luz; del despertar de las ener-
ria de su nombre, no parece haber re- gías de su mente en días heroicos, data
percutido al través de tan breve espacio en realidad el abolengo intelectual de
de tiempo en el corazón de la más cer- nuestro pueblo, y el primer espacio fran-
cana posteridad. Se busca sin hallarlas queado dentro de su tumultuosa acti-
una duradera sanción de ese homenaje, vidad para la vida del espíritu.
una manifestación sensible de esa glo- Faltaban a Montevidea tradiciones pro-
ria, y se espera en vano escuchar, cada pias de cultura. Había dormido en la
vez que se levanta en el horizonte el sol sombra, oprimida por sus arreos de pla-
del último día del tribuno, la palabra za fuerte, ei largo sueño colonial. Ha-
sentida de un recuerdo. bía permanecido privada, en el transcur-
Glorificar la memoria de Juan Carlos so de las luchas de la independencia,
Gómez sería, entre tanto, evocar del de la supremacía de la acción y del pen-
fondo de nuestra historia la fuerza mo- samiento con que otras ciudades ame-
ral e intelectual de sus días más fecun- ricanas centralizaban las fuerzas de la
dos en hermosas inspiraciones y eleva- revolución, encauzándolas por el impul-
dos ejemplos. so de la propaganda escrita y la tribuna.
Llevaba el gran ciudadano, en el me- Con la presencia de los emigrados de
lancólico ocaso de su vida, la represen- las dos generaciones argentinas, que re-
tación más pura de una época que asis- presentaban, frente a la prepotencia de
tía en él a la progresiva desaparición de la fuerza bruta, la una los recuerdos de
sus creencias, sus hábitos y sus hombres; la grande época de Rivadavia y los prin-
Pero a la que su espíritu volvía con cipios de su política civilizadora, y la
amor invencible, con inquebrantable fi- otra, el porvenir anunciado por ios en-
delidad, presa de ese sentimiento de de- tusiasmos y las iniciativas de 1837, que
solado abandono dentro del ambiente trazaron en la mente argentina el perfil
modificado por las ideas que pasan y se definitivo de la nacionalidad, coincide
renuevan, que es a las ausencias del de este lado del Plata la aparición del
tiempo como la nostalgia a las ausencias grupo de hombres nuevos a quienes toca-
del espacio. ba rasgar, con la germinación inteligente
Por eso en su recuerdo revive un ji- de su espíritu, la áspera corteza de una
l
'ón glorioso del pasado, y se identifica cultura aún no formada.
su existencia' a la de aquella generación 1 No fué Juan Carlos Gómez el prime-
viril y luminosa que nacida, como pri- ¡ ro en anunciar la presencia de su gene-
iiiogcnita de la libertad, entre el fragor I ración en la esfera de la actividad lite-
780 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

raria y la vida pública. Adolfo Berro, por la generación anterior e impulsada


levantando bajo la inspiración de la nue- por ella hasta llevar a latitudes remotas,
va poesía el ara de las devociones del dilatándose como en el sucesivo desen-
sentimiento, y Andrés Lamas, recogien- volvimiento de las ondas concéntricas
do la pluma que habían llevado como in- que levanta el golpe de la piedra sobre el
térpretes de la anterior generación San- agua dormida, el brazo de sus héroes y
tiago Vázquez, Carlos Villademoros, An- la palabra de sus tribunos, realza tam-
tonio Díaz—para discutir los Prelimina- bién esta iniciativa de renovación de las
res de Alberdi a Lerminier o desplegar ideas que se formula en el programa de
en El Nacional su enseña de combate—, la Asociación de Mayo, vibra en la pren-
precedieron al poeta adolescente que se sa de Montevideo sus entusiasmos ardo-
acercaba en 1841 a una tumba prema- rosos y tiene su más alta expresión en
turamente abierta, y reproducía allí la las polémicas de Santiago de Chile.
escena famosa que vincula el recuerdo A fines de 1840 atravesaba la Cordille-
da la muerte de Fígaro a una inmortal ra, después de ser befado y torturado
revelación. por la «mazorca», un prófugo de San
Sólo aparece el poeta en este primer Juan que había llevado la voz del ele-
período de la actividad de Juan Carlos mento culto y la juventud inteligente
Gómez, que termina con la expatriación en el movimiento suscitado por la re-
de 1843. percusión de la propaganda de Echeve-
No le contó en su seno la acción de rría, y trazaba en un descanso del ca-
la Defensa; pero una de las páginas más mino, bajo las armas de la patria que
llenas de interés de la historia literaria abandonaba, estas palabras de Fortoul:
y política de su tiempo—la que refleja i on ne tue point les idees.
la presencia de los desterrados de los Aquel proscrito, cuyo nombre debía
pueblos del Plata en la escena pública ¡ en breve irradiar al pie de Facundo, era
de Chile—sirve de fondo luminoso a la i el mensajero de una emigración que Chi-
plena revelación de su personalidad. | le vería pronto afluir a sus ciudades,
La iniciativa de reforma social y de donde los estremecimientos de la máqui-
emancipación literaria, que parte, como na de imprimir anunciaron ruidosamen-
anuncio de una época nueva, del seno te su presencia; y aquel lema profético
de la juventud congregada por el autor iba a tener la consagración de la realidad
de La Cautiva bajo los pliegues de la en una propaganda de dos lustros que
última bandera de mayo que debía hizo descender de lo alto de los Andes,
llamear dentro [de] (1) la capital argen- sobre el suelo argentino, la voz de pro-
tina hasta la caída del régimen brutal testa de la cultura y la libertad vilipen-
que profanó sus colores, fué obligada a diadas.
continuarse en el destierro y afirmó sus Santiago y Valparaíso reflejan desde
focos de luz en esta margen del Plata el terror de 1840 las luces proscritas de
y sobre las costas del Pacífico. su centro por la barbarie vencedora, y,
Así, la fuerza de expansión y de pro- al amparo de su hostilidad, se conti-
paganda que había sido una de las glo- núan en las múltiples manifestaciones
rias de la revolución política, iniciada de la prensa, el libro y la cátedra, la
obra a que colaboran el pensamiento de
Alberdi, la crítica de López, los panfle-
(lj Intercalamos el de que falta en el origi- tos de Frías, la investigación erudita de
nal. Es, por otro lado, la versión dada por el
autor en su transcripción corregida de El Mi-
Gutiérrez.
rador de Próspero, anteriormente mencionada. Con el anatema incesantemente lanza-
[J. P. S.] do sobr'e la tiranía, comparte la activi-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—JUAN C. GÓMEZ 781

dad de aquella emigración gloriosa la buno del relieve de su personalidad en


revelación de la nueva idea literaria. El la acción.
numen del romanticismo llega envuelto Bajo este aspecto, la figura juvenil de
en los pliegues de la bandera de Mayo Juan Carlos Gómez se destaca quizá
al otro lado de la Cordillera y lucha allí como la más activa y brillante. Llegado
con la resistencia que personificaba el a Chile en oportunidad de fecundas agi-
hombre ilustre con quien reconoce la taciones del espíritu público, tomó de
cultura de Chile al primero de sus edu- manos de Alberdi la redacción de El
cadores, y cuyo espíritu, abierto a todas Mercurio, de Valparaíso, que era la per-
las luces del saber y favorecido con los sonificación más alta de la prensa, y lo
dones del entendimiento más difícilmen- hizo vibrar en una vigorosa campaña de
te conciliables, flexible y múltiple como oposición, que dio por resultado el pri-
el de un humanista del Renacimiento, mer triunfo alcanzado sobre el poder en
los comicios.
era santuario de la tradición intelectual.
En el brillante torneo que estas polémi- Por igual distanciado de la demagogia
cas mantienen, luce en todo su brío la turbulenta y la oligarquía reaccionaria,
gentileza literaria de los jóvenes deste- sostuvo en Chile la libertad vivificada
rrados que el Romanticismo tuvo por por el orden, «la política que construye
justadores, el generoso entusiasmo con y educa», como la nombraba Sarmiento,
y acompañó con su propaganda a pre-
que llevaban a aquella lucha puramente parar la solución que tuvo, en tal sen-
ideal todo el ardor de las luchas efecti- tido, la lucha presidencial de 1851.
vas. Impulsada pos ellos, una cuestión Poco después, con la caída de la tira-
de arte llegó a agitar los espíritus con nía, llega a su término la historia de esta
fuerza de pasión, y una de las socieda- brillante participación de nuestros emi-
des hasta entonces menos espirituales de grados en todas las manifestaciones acti-
la América fué acaso el escenario mo- vas de uno de los períodos más lumino-
vido que tuvo en el continente la gran sos de la vida chilena; el renacimiento
querella literaria. La relativa incipiencia de la prensa libre y la tribuna reclama
de la vida intelectual de aquella socie- en Buenos Aires la presencia de los pros-
dad, un tanto encadenada a la tradición critos argentinos, al par que un horizon-
de la colonia, un tanto adusta y espar- te nuevo parece abrirse, disipada la hu-
tana en sus lincamientos, sirvió de fon- mareda de la lucha, de este lado del Pla-
do opaco para que se destacase aún más ta; y Juan Carlos Gómez pasa enton-
el brillo de esa propaganda, en la que ces su pluma de El Mercurio a la mano
nuestros románticos solían poner cierta de don Ambrosio Montt, el Aramís de
arrogancia candorosa, cierta conciencia las voluptuosidades de la ironía sutil y
de su superioridad que le comunicaba a refinada, tan singularmente opuesto en
denudo los aires de un magisterio al- el género de las armas que traía a la
tanero. panoplia del prestigioso diario, a aque-
Pero hay todavía otra manifestación lla inflexibilidad de la palabra y la acti-
^ la huella imborrable impresa por los tud, a aquella entonación vehemente y
desterrados en la vida del pueblo que amplísima que dieron contornos al «ca-
ie
s concedió afectuosa hospitalidad, y es rácter de Athos» que venía a reemplazar
s
u intervención en la política interna de en el concierto de las inteligencias.
ese pueblo, a la que sólo les era dado Vuelto a la patria, asume Juan Carlos
llevar el concurso platónico de su pala- Gómez la dirección del elemento culto
da, desnuda del influjo vehemente y y pensador de unos de los partidos que
Prestigioso que adquiere la idea del tri- entonces se reorganizaban para proseguir
782 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

su duelo interminable; vibra de nuevo como el aliento del alma condensándose


su pluma de polemista en las columnas en la palabra del escritor.
de El Orden; resuena su palabra en el Además, todas las turbulencias de la
Congreso de 1853, el más brillante y po- lucha en que la palabra tiende a la ac-
deroso que se destaque en nuestros ana- ción inmediata y efectiva; todas las hue-
les de pueblo libre, al par del que re- llas que imprime el hábito de la produc-
unió en su seno, bajo los auspicios de ción precipitada en el cauce áspero e
una nueva paz, veinte años más tarde, inestable de las pasiones del momento,
a los enviados de otra generación de no- no alcanzaron a empañar en su alma el
ble y turbulenta historia; y termina, des- culto innato de la forma. Su escuela de
pués de un pasaje fugaz por las alturas, diarista puede condensarse en las pala-
la actividad de su civismo, con la defi- bras, que él mismo invocaba, de Renán:
nitiva proscripción que hoy se prolonga «Todo es literatura cuando se habla con
en el sueño de la muerte. amor de las cosas buenas, bellas y ver-
Incorporado desde entonces a la vida daderas.» Llevó lá pluma como un cin-
argentina, mantiene sin embargo su fide- cel destinado a fijar en el alma de la
lidad de ciudadano sobre la poderosa ten- multitud inscripciones e imágenes; y su-
tación de un escenario que le brinda éxi- po mantener constantemente firme ese
tos y honores. Su tribuna es de nuevo y cincel, sin que los estremecimientos de
para siempre la prensa. El alejamiento la pasión enardecida lograsen apartarlo
de la acción a que le condena el volun- de la esbelta limpidez del contorno.
tario ostracismo veda otras formas de Así campea el señorío de la forma en
manifestación a su palabra y no concede su postrera campaña de El Nacional, so-
más alto pedestal a su figura; pero en bre la que se tienden las melancolías de
aquel que los acontecimientos le depara-
ron y donde las tempestades de medio si- creciente nostalgia; y así se le vio res-
glo le vieron descollar sin que flaquearan plandecer en las cartas con que defendió
sus viejos bríos un momento, selló con su sueño último, su grande y generosa
rasgos propios sus derechos de inmorta- quimera, en la controversia levantada al-
lidad. Personifica en los anales de nues- rededor del monumento de la Florida:
tras democracias del Plata al periodista, conmovedores arranques de su alma, ver-
al tribuno del pueblo constantemente daderos modelos de literatura de polé-
identificado a las palpitaciones de su co- I mica, páginas de las más poderosas, más
razón y atento al rumor de sus oleajes; vibrantes, más llenas de fluido nervioso
a la manera como personifica Juan Ma- ; que hayan brotado acaso de la pluma de
ría Gutiérrez al hombre de letras, AI- ! ningún escritor.
berdi al pensador, Sarmiento al estadis- | Por este don del estilo prodigado en
ta. Hubo en la prensa quienes atesora- i la labor ingrata de la prensa, puede per-
ron más caudal doctrinario, más honda i sonificarse en él el espíritu literario sa-
reflexión, mejor sentido de las oportuni- < orificado a la necesidad suprema de la
dades del presente; pero su palabra se i acción y la lucha, en la existencia de es-
impone sobre todas y llega como la voz tas sociedades forzosamente inhospitala-
altiva de su época al recuerdo de la ! rias para las manifestaciones desintere-
posteridad, por el poder de transmitir la ¡ sadas del espíritu; así como puede re-
emoción y el entusiasmo, por la avasa- presentarse en su faz de ciudadano, dan-
lladora energía de la afirmación, que im- do expresión a sacrificio más doloroso,
prime en ella la solemnidad de la del ins- la injusta inutilidad prescrita por la des-
pirado o el apóstol, por esa fuerza de la
sinceridad que no se remeda porque es i organización de nuestras democracias a
; la indomable porfía de la convicción, a

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIÓ MAL».—JUAN C. GÓMEZ 783

los rasgos firmes del carácter, a la in- dad de los sentimientos que constituía el
quebrantable tenacidad de la virtud. fondo velado de su personalidad.—Nun-
Junto a una apreciación más detenida ca entregó a las pasiones de la vida pú-
de la varonil personalidad del escritor, blica sino una parte de su espíritu y
habría interés en considerar la suave fi- supo guardar constantemente intactas dei
sonomía del poeta. polvo abrasador de la lucha todas las de-
La escuela literaria a que puso sello licadezas del pensamiento y la sensibili-
el autor de La Cautiva tuvo un carácter dad, el culto de las cosas íntimas que
esencialmente relacionado con las turbu- constituye el más preciado de los bienes
lencias de la época, y modelóse en el del alma que el hombre, perpetuamente
concepto, que el mismo Echeverría for- confundido en las tempestades de la ac-
muló, de una literatura social y revolu- ción, suele sacrificar a la devoradora in-
cionaria; la poesía cobraba nueva inspi- tensidad de la idea que lo absorbe o la
ración después de haber flotado sobre la pasión que lo avasalla.
Epopeya de la Independencia y consagra- Hemos de terminar, venciendo la pode-
do sus victorias, para ser otra vez, en rosa atracción de un tema gratísimo;
medio de las luchas por la libertad, como pero insistiremos acerca de la elevada
la cincelada empuñadura del acero o oportunidad que tendrá siempre, en el
como el lampo que arrojaba de sí la silencio del olvido que parece ser la pos-
misma espada estremecida. Pero la cuer- tuma condenación de nuestras glorias
da heroica partió entonces su imperio más puras, toda palabra encaminada a
con las primeras manifestaciones del una reparación.
subjetivismo poético y la melancolía ro- Lucio Vicente López, en una oración
mántica, y el verso ahondó en la intimi- universitaria que merece eterno recuerdo,
dad de la conciencia al mismo tiempo señalaba hace pocos años como suprema
que seguía siendo un medio de acción. inspiración regeneradora, en medio del
No era en Juan Carlos Gómez la na- eclipse moral que veía avanzar en el ho-
turaleza del tribuno la que se imponía rizonte de América, la obra patriótica
con superior intensidad a la manifesta- de fortalecer en la mente y el corazón de
ción del poeta.—En ei silencioso encogi- las generaciones que se levantan el amor
miento de la inspiración tributaria de los a la contemplación de aquellas épocas
ensueños y las lágrimas, que desata el en que el carácter, la individualidad na-
aura del sentimiento individual libre de cional de nuestros pueblos y las fuerzas
la presión niveladora e imperiosa del am- espontáneas de su intelectualidad vibra-
biente colectivo—y no manifestándose es- ban con la energía que hoy les falta, y
te sentimiento en el arranque súbito de con el sello propio de que les priva el
la emoción ni con la fuerza que estalla cosmopolitismo enervador que impone su
en el sollozo de Musset o la imprecación nota a la fisonomía del tiempo en que
byroniana, sino cuando se ha tendido so- vivimos.
bre él el velo de una suave melancolía, y El sentimiento de la tradición, el cul-
vagan sigilosas las sombras de la medi- to del pasado, es una fuerza insustituible
tación o del recuerdo—, era que la íntima en el espíritu de los pueblos, y la vene-
naturaleza de nuestro poeta desempeña- ración de las grandes personalidades en
ba su ley, y acertaba con la nota pura, que se encarnan sus porfías, sus anhelos,
sencilla, la que llega al centro del alma, sus glorias, es la forma suprema de ese
^a diese voz a las tristezas de la ausen- culto.
ta, ya espaciara el espíritu en los arro- Entre nosotros, merecen ser honradas
bos de la contemplación. las generaciones que han precedido a las
^n poesía refleja así la exquisita suavi- que tienen la representación oscura del
784 JOSÉ ENRIQUE RODO.,—OBRAS COMPLETAS

presente, no sólo a nombre de aquella dumbres—para exigirnos respecto a esas


solidaridad histórica inquebrantable, sino generaciones un homenaje justiciero que
también por un derecho evidente de su- sea a la vez inspiración de fecundas en-
perioridad.—El interés del porvenir se señanzas y nos lleve a familiarizarnos
une a «la voz sagrada de la historia» con el ejemplo de su acción y la confi-
—siempre vibrante en el corazón de los dencia luminosa de su espíritu.
pueblos que son algo más que muche- 20 de mayo de 1895.

LOS "POEMAS CORTOS" a>


Gaspar Núñez de Arce representa en tos horizontes su vuelo y, cuando su poe-
el desenvolvimiento de la lírica española sía había dejado de respirar la atmósfera
de nuestro siglo la iniciación de dos no- candente de las inspiraciones de la lucha
tas principales, relacionadas la una con y le consideraba la crítica como el poeta
el sentimiento, la otra con la forma, que de la sola cuerda de bronce, que repro-
se armonizan para constituirle en excel- ducía la estoica austeridad de Quintana,
sa personificación del consorcio del ge- él iniciaba con el período de su produc-
nio tradicional y castizo de la poesía cas- ción que se refleja en los Poemas ese
tellana con el espíritu moderno. alarde soberbio de flexibilidad que abar-
Suya es la gloria de haber consumado ca las más diversas cuerdas de la lira.
la resurrección del verso clásico, cuando Pareció después reconcentrarse el es-
él era patrimonio de escuelas puramente píritu del poeta, para poner mano en la
eruditas, a la vida del pensamiento y obra que debía ser coronamiento de sus
de la inspiración; suyo también el im- anteriores creaciones y monumento per-
pulso comunicado a la poesía que flota- durable de su genio; el poema anuncia-
ba en las intimidades de la emoción per- do que ha de condensar en vasta síntesis
sonal o la vaguedad de la leyenda, para épica los eternos combates de la razón
que descendiera, armada y luminosa, a y las ansiedades de la duda que han sido
las luchas de la realidad, y representase, inspiración principal de su lirismo; y nos
como si aspirara a renovar sus viejas resignábamos a su prolongado silencio
tradiciones civilizadoras, una fuerza po- por la esperanza que alentaba esa prome-
derosa de acción afirmada en el senti- sa verdaderamente deslumbradora, cuan-
miento. do la revelación de una nueva e inespe-
Serían sobrados esos títulos para ase- rada ofrenda que pone el lírico excelso
gurar la inmortalidad del poeta que ful- en el ha tiempo desnuda, de su poe-
minó los rayos de Hugo y de Barbier en sía, atrae a sí el interés y la admiración
la tempestad revolucionaria de 1868 y del inmenso público que habla a uno y
puso de nuevo en descubierto el mármol otro lado del Océano la lengua sublima-
purísimo de la forma en que labró el cin- da en sus cantos.
cel de los clásicos; pero el espíritu de Nú- Titúlase Poemas cortos y es un con-
ñez de Arce debía espaciar por más vas- junto uniformado en su mayor parte por
ciertas condiciones de ejecución, de com-
(1) Este juicio crítico sobre el poeta Núñez posiciones de diverso carácter y senti-
de Arce está antecedido en la Revista Nacional miento, que consideraremos con la nece-
por este rótulo genérico; «Nora bibliográfica». saria rapidez de una apuntación biblio-
[J. P. 5.] gráfica.

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—POEMAS CORTOS 785

Una delicadísima narración de forma la magia transfiguradora que ejerció so-


lírica, sobre la que flota el perfume del bre lo inanimado la poesía que iluminó
recuerdo y la melancólica suavidad de la faz serena del lago de Saboya y las
una historia de amores que tiene algo noches diáfanas de Isquia con el reflejo
de la ternura profunda y la apacible tris- del amor y el ensueño, o las adivinacio-
teza del Idilio, ocupa merecidamente las nes del sentimiento que descifra elegías,
primeras páginas de la colección y es con Millevoye y con Musset, en el ru-
acaso su nota más intensa y vibrante mor de las hojas que arrebata el viento
por el sentimiento a la vez que su joya del otoño y en el murmullo del sauce
más preciada por la forma. que vela el sueño de la tumba.
Nunca pudo comprobarse mejor el No tiene Núñez de Arce el sentimien-
arte supremo con que Núñez de Arce lo- to lírico de la naturaleza, pero tiene en
gra conciliar al gusto clásico y la acen- grado supremo el arte objetivo de la
drada corrección, la vida y la belleza del descripción.
sentimiento que hace palpitar el mármol Los campos castellanos y las faenas
inmaculado y deslumbrante del verso, rústicas del Idilio, después de cuyas ad-
sin que su movilidad enturbie una vez mirables descripciones resulta vana la
sola la limpidez de la línea, ni el orden afirmación de Lamartine, que conside-
soberano de la ejecución necesite sacri- raba negada a toda imagen poética la
ficar en ningún caso la espontaneidad monotonía de la llanura poblada por la
o frescura del afecto. mies ondulante que sólo se relacionaba
La descripción primorosa, que fué para él a la idea de lo útil; las marinas
siempre una de las excelencias de la realistas de La Pesca, que sustituyeron
poesía de Núñez de Arce y una de sus en la poesía castellana, con el traslado
notas de elevada originalidad, luce en El de una observación directa y poderosa,
único día del Paraíso y en La Esfinge el molde convencional de la descripción
con toques vigorosos. eternamente tomada al naufragio de la
No sobresale el procedimiento descrip- nave de Horacio o a las imprecaciones
tivo de nuestro poeta por esa fuerza de de Quintana al Océano; la magnificencia
dilatación de la propia personalidad que de la tarde que rodea, desmayando so-
impone el sello del espíritu a la realidad bre las calles solitarias de Palma, el paso
exterior, por el impulso íntimo que sub- de Raimundo, y el misterio de la noche
ordina al punto de vista psicológico el que propicia la cita; la playa griega de
orden de las cosas y las reproduce según La lamentación de Lord Byron; el secu-
ellos se reflejan en lo hondo del alma, lar torreón del Vértigo; la huerta de Ma-
coloreadas por determinado sentimiento, ruja; cierto fragmento descriptivo que
sino por la serena y amplia objetividad aparece en el hermoso tomo consagrado
de la visión. a reunir páginas dispersas de Núñez de
Arce por la colección de «Arte y letras»;
En traducir las misteriosas voces de la la pintura de Patmos, donde la severidad
naturaleza al habla de los hombres; en y precisión de la línea y el brío conciso
depositar las confidencias del espíritu en de la imagen se destacan realzados por la
s
u seno o armonizar una melodía desta- admirable limpieza de la forma, son im-
cada del inmenso concierto de lo crea- perecederos modelos del género de des-
do con los acordes de aquella otra músi- cripción a que nos referíamos, a los que
ca interior que, según la Porcia de Sha- deben agregarse los que las últimas com-
kespeare, lleva cada cual dentro de sí, posiciones del poeta nos ofrecen.
alcanzan otros poetas un efecto más I
hondo; y vano saría esperar en tal sen- En El único día del Paraíso adquiere
ado del numen del autor de La Duda >vida nueva y relativa originalidad un te
786 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ma de los que se vinculan en la memoria con otros dos esculturales sonetos Al


a recuerdos de excelsa poesía, sobre cu- Dolor, el número de las composiciones
yas huellas parecería temerario posar la modeladas en esa forma rítmica.
planta.—Semejan aquellos trece irrepro- j Son de notarse, en las que hemos ci-
chables sonetos una reducción de los ¡ tado últimamente, dos poderosas imáge-
grandes cuadros de Milton, encerrando nes: la nube inmensa que, condensando
con vigorosa concisión dentro de su mar- las lágrimas arrancadas por el dolor de
co exquisitamente cincelado el arroba- los siglos, anegaría las cumbres excelsas
miento de la primera contemplación de de los montes, y el cincel que, pulsado
la naturaleza y el éxtasis de la primer ple- por brazo del Dolor, golpea el bloque
garia; la tentadora súplica de Eva y el humano labrando en él el bien por es-
espanto universal que sigue al delito; la cultura y arrancando del choque con sus
peregrinación medrosa en las tinieblas de j duras entrañas las .chispas de la idea.
la noche que los culpados imaginan éter- ' El soberano dominio de la forma—que
na; y la Esperanza que con el primer ¡ en el poeta de Los Castigos no cesó ja-
destello de la nueva aurora desciende
sobre el mundo. más de conquistar nuevos secretos de
arte ni de insistir en la selección del pro-
Ha armonizado el poeta el drama ínti- cedimiento, robusteciéndose constante-
mo que se desenvuelve en la conciencia mente, aunque menguara su tesoro de
de los habitadores del Edén, con los va- poesía esencial, sus fuerzas de forjador
riados aspectos de la naturaleza en los i de versos de bronce—hase afirmado y
sucesivos momentos de aquel único día; depurado progresivamente también en
y así la placidez de la aurora se identifi-
ca a la candorosa alegría del vivir que | Núñez de Arce y, en tal sentido, los Poe-
inflama el ánimo de las primeras criatu- i mas cortos parecen revelar, antes que
ras; la plenitud del sol, al ambicioso an- ; decadencia o cansancio del artífice, una
helo que las impulsa al goce de la cien- ! labor de cincel más insistente y delicada
cia vedada; la melancolía del crepúsculo, j que nunca.—El ritmo en ellos, constante-
al desconsuelo de la proscripción; las i mente firme y severo; la imagen, relevan-
sombras de la noche, a las inquietudes te; la dicción, selectísima.
del remordimiento y los rigores del cas- Sólo un reparo será lícito hacer a esta
tigo. pureza formal—y es la adjetivación pro-
La Esfinge, a su valor de soberbia des- fusa que se advierte en algunos de los
cripción realzada por la gravedad im- sonetos más hermosos.—La «poesía de
ponente y majestuosa de la imagen que Núñez de Arce es un eterno adjetivo»,
se reproduce al final de los tres cuadros, ha afirmado malignamente Valbuena, y
une el de la significación ideal que trans- debe confesarse que en presencia de cier-
parenta. ¿Quién no reconoce, en aquella tas páginas de Poemas cortos la afirma-
escena del desierto, el símbolo de la «ca- ción adquiere visos de acierto. La profu-
ravana humana» condenada eternamente sión del adjetivo quita nervio a la frase,
a encontrar, por término del horizonte diluyéndola en una lánguida verbosidad;
que limita sus luchas y dolores, la pa- i y con relación a una forma métrica
vorosa inmutabilidad del Enigma? I que desenvuelve el pensamiento dentro
Una preciosa miniatura, Romeo y Ju- \ de límites precisados por una gradación s
lleta, que es de lo más suave y delicado ¡ ideal en la que cada tramo que él a "
de Núñez de Arce; A un agitador, Gran- jciende debe traducirse por un verso col-
deza humana, sonetos correctísimos, aun- i mado y conceptuoso, prodigar los epíte-
que de menor frescura de inspiración e tos más de lo que puede legitimarse co-
intensidad de sentimiento, completan, mo realce necesario u oportuno equivale

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 787

a trabar la marcha rápida de aquel pen- fícil dicernir la mezcla, que advirtió Me-
samiento. néndez Pelayo, de «recurso poético» y
Pone término a la colección un co- retórica, necesitaba ser tratado con nue-
mentario poético del monólogo de Ham- va y briosa inspiración y concretarse en
let, versificado con esa comparable (1) forma que aportara cierta nota de ori-
maestría que despliega Núñez de Arce en ginalidad penetrante en la expresión o el
el manejo del verso libre, tan desdeñado sentimiento, para que sonara a nuestros
por muchos.—Puede afirmarse que ja- oídos de otra manera que como el eco
más, en mano de poetas de nuestra ha- debilitado de antiguas vibraciones de la
bla, la austera y clásica forma donde se lira del poeta, cuya impresión permane-
lia escanciado en otras lenguas moder- ce imborrable en la memoria. Para quien
nas la poesía de Milton, la de Klopstoclc, recuerda, por ejemplo, la descripción de
la del autor de Los Sepulcros, ha resca- la marcha de las generaciones humanas
tado por la gallardía del movimiento rít- en La visión de Fray Martin, el comen-
mico y la pureza escultural del contorno
todo el encanto de que le priva la ausen- tario del inmortal monólogo no es más
cia de la rima, como cuando se doblega que un eco.
a la inspiración de nuestro poeta.—Cons- Una J i son jera esperanza se une, como
tituye el fondo de la composición a que tributo final de la lectura de Poemas cor-
nos referimos una vigorosa protesta de tos, a la inefable gratitud de la impre-
la esperanza de la inmortalidad, como sión que deja en el alma el paso de la
término de una no menos elocuente ex- verdadera poesía. La inspiración del poe-
posición de las incertidumbres y vacila- ta ilustre, que nos parecía vencido por
ciones de esa duda característica del el desaliento, entra acaso en un período
autor de Tristezas que ha comparado de nueva animación. ¡Luzbel bate las
un crítico a la duda provisional de Des- alas tras el velo que oculta la obra no
cartes, porque termina casi siempre con terminada del artista; y pronto el cincel
la palabra de la afirmación y la fe.—El que ha de darle el último toque le gol-
pensamiento es digno de la forma; pero peara en la frente para imprimirle el
ese viejo tema de la poesía de Núñez de sello de vida y animarle a volar!
Arce, quizá un tanto marchito por el
tiempo, y en el cual no sería empeño di- 5 de junio de 1895.

EL AMERICANISMO LITERARIO ^.

I ': se como la sanción y el alarde de la Inde-


j pendencia material y complementara la
La aspiración de comunicar al boceto , libertad del pensamiento con la libertad
apenas delineado de la literatura ameri- de la expresión y la forma, es una de las
cana un aire peculiar y distinto, que fue- energías que actuaron con insistentes en-
¡ tusiasmos, a partir del definitivo triunfo
de aquella independencia y en medio de
(1) Probable error de imprenta. Debe querer | las primeras luchas por la organización,
d
ecir; incomparable. [J. P. S.]
(2) [Este otro artículo integra también la re- en el espíritu de los hombres que presi-
edición titulada Juan María Gutiérrez y su dieron esa época inicial de nuestra cul-
é
Poca.] tura.
788 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

La misma aspiración de originalidad y aun en las inspiraciones del género más


se ha manifestado al través de las gene- íntimo e individual, cuando sobre la ma-
raciones sucesivas, determinando ensayos nifestación de la genialidad del poeta se
y esfuerzos que, en gran parte, la han impone la de la índole afectiva de su
trocado en una hermosa realidad .—Ella pueblo o su raza, el reflejo del alma de
vivifica, al presente, en todas las nacio- los suyos, puede buscarse no menos que
nes de América, un movimiento de opi- en las formas anteriores la impresión de
nión literaria que comparte, con las más ese sello característico.—Por otra parte,
exóticas sugestiones de la imitación, la no es tanto la forzada limitación a cier-
actividad productiva; y es lícito afirmar tos temas y géneros como la presencia
que la idea de esa originalidad del pen- de un espíritu autónomo, de una cultu-
samiento americano apenas dejaría lugar ra definida, y el poder de asimilación que
a discusión en cuanto a su conveniencia convierte en propia sustancia lo que la
y legitimidad, si ella se mantuviera en mente adquiere, la base que puede repu-
una indeterminada penumbra y no adqui- tarse más firme de la verdadera origi-
riese de la definición que la convierte nalidad literaria.
en lema de guerra de ciertos apasiona- La exageración del espíritu de nacio-
mientos literarios un significado pre- nalidad, entendido de la manera insu-
ciso, ficiente a que hemos aludido, puede lle-
El más generalizado concepto del ame- var en América a los extremos del regio-
ricanismo literario se funda, efectivamen- nalismo infecundo y receloso que sólo da
te, en cierta limitada acepción que la de sí una originalidad obtenida al pre-
reduce a las inspiraciones derivadas del cio de incomunicaciones e intolerancias:
aspecto del suelo, las formas originales el de la literatura que se adhiere a la
de la vida en los campos donde aún lu- tierra como una vegetación y parece des-
cha la persistencia del retoño salvaje cribir en torno suyo el límite insalvable
con la savia nueva de la civilización, y que fijaba la huraña personalidad de la
las leyendas del pasado que envuelven ciudad antigua al suelo consagrado por
las nacientes históricas de cada pueblo. sus dioses.
Atribuir la magnitud de una reivindi- Una cultura naciente sólo puede vigo-
cación del espíritu de nacionalidad a la rizarse a condición de franquear la at-
preferencia otorgada a esas inspiraciones mósfera que la circunda a los «cuatro
tiene mucho de exclusivo y quimérico. vientos del espíritu.» La manifestación
—Es indudable que el carácter nacional de independencia que puede reclamársele
de una literatura no ha de buscarse sólo es el criterio propio que discierna de lo
en el reflejo de las peculiaridades de la que conviene adquirir en el modelo, lo
naturaleza exterior, ni en la expresión que hay de falso e inoportuno en la imi-
dramática o descriptiva de las costum- tación.
bres, ni en la idealización de las tradicio- Debe reconocerse, sin embargo, en el
nes con que teje su tela impalpable la movimiento que se esfuerza por mante-
leyenda para decorar ios altares del culto j ner la inspiración de las tradiciones y los
nacional.—En la expresión de las ideas y usos nativos en la literatura de los pue-
los sentimientos que flotan en el ambien- blos de América, un fondo de oportuni-
te de una época y determinan la orien- dad que le hace fuerte y prestigioso.—El
tación de la marcha de una sociedad hu- no ha de darnos la fórmula de una cul-
mana; en el vestigio dejado por una ten- tura literaria que abrace todas las exi-
dencia, un culto, una afección, una pre- gencias naturales de nuestra civilización,
ocupación cualquiera del espíritu colecti- todas las aspiraciones legítimas de nues-
vo, en las páginas de una obra literaria, tra mente, pero puede ser un elemento

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 789

necesario y fecundo dentro de la unidad pensamiento y la sociabilidad de la co-


de una literatura modelada en un con- lonia, una fuerza que trascendía de su
cepto más amplio, y puede significar, en significado y alcance literario para con-
cierto límite, una inspiración regenera- vertirse en la fatal imposición del am-
dora que fortalezca con el culto de la biente y el molde natural de toda activi-
tradición y el sentimiento de la naciona- dad, lo mismo se tratara de las formas
lidad, la conciencia de pueblos enervados de la producción y la cultura que de otra
por el cosmopolitismo y negligentes en cualquiera de las manifestaciones de la
la devoción de la historia. vida del espíritu.
La idea de la originalidad literaria ame- La colonia, privada de toda esponta-
ricana tiene, de cualquier manera, en la neidad en la elección de las ideas y la
importancia y significación del movimien- confesión de los sentimientos, entera-
to a que da impulso, títulos sobrados a mente extraña al impulso que encauzaba
la consideración de la crítica. Nuestro su vida e inconsciente de la educación
objeto, en el estudio que iniciamos, es que modelaba su carácter, dócil arcilla
determinar sumariamente el proceso his- dentro de una mano de hierro, no pudo
tórico de esa idea y examinar hasta qué sino imitar el modelo literario que venía
punto puede ella ser el cauce en donde sellado por la autoridad de que recibía
vuelque su actividad el espíritu de las leyes, hábitos, creencias.—El remedo ser-
nuevas generaciones. vil estaba en la naturaleza del terreno de
Una mirada rápida tendida sobre el que se nutría aquella lánguida vegetación
pasado literario de nuestros pueblos nos literaria, como lo estaba el gusto prosai-
preparará para abordar esos dos temas co y enervado que, sin dejar de explicar-
de estudio.—En ella consideraremos, no se por las influencias y modelos de la
sólo los precedentes del americanismo, decadencia española, era. en gran parte
según la acepción que hemos precisado, el reflejo de la monotonía tediosa de la
sino toda manifestación que acuse la vida y del tímido apagamiento de la ser-
existencia de un espíritu propio, ya por vidumbre.
la tentativa de inspirarse en los atribu- Faltaba, para que la literatura tuviera
tos de la naturaleza o de poner en juego cierto valor de significación social y sin-
los elementos dramáticos de la sociabi- tética, la efectividad de un espíritu co-
lidad, ya por la expresión de las energías lectivo, y ella era un resultado exclusi-
y espontaneidades del sentimiento pú- j vamente personal.
blico. ) De la inspiración que brota de las pa-
siones de la lucha, de los entusiasmos de
la acción, y se exhala, al modo de la
Vano sería investigar, en el espíritu o [ fosforescencia de los mares, del oleaje de
la forma de la literatura anterior a la j ideas que se entrechocan; de la poesía
Emancipación, una huella de la origina- que es como el portaestandarte de un
lidad cuyos precedentes históricos bus- conjunto humano que marcha a la con-
camos. quista del ideal, no pudo resonar un
No era la escuela de la época la que j acento solo en el seno de sociedades pri-
se
oponía en primer término a la maní- vadas de todos ios estímulos que realzan
testación de esa originalidad, sino, ante ¡ y embellecen la vida de los pueblos, co-
to
do, las condiciones de la vida y la mo- j mo, al decir de Larra, no se produce eco
delación de los caracteres. j entre las tumbas.
. El principio de imitación de modelos • De la serenidad de la atmósfera moral
^reemplazables, base de las antiguas ti- ! propicia al florecimiento literario, de la
rar
rías preceptivas, era, con relación al i serenidad que no excluye la animación
790 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

del pensamiento ni el centellear de las de nuestra América, observaciones llenas


pasiones generosas, y es la armonía es- de interés. «Las memorias nacionales
tablecida de todas las fuerzas y todas —afirma Humboldt—se pierden insensi-
las actividades sociales con campo abier- blemente en las colonias, y aun aquellas
to para el esfuerzo desinteresado del tor- que se conservan no se aplican a un pue-
neo, con vastos horizontes para la difu- blo ni a un lugar determinado. La gloria
sión tranquila de la luz, no había tampo- de Pelayo y del Cid Campeador ha pe-
co los halagos ni las inspiraciones dentro netrado hasta las montañas y los bos-
del ritmo rutinario con que los días ro- ques de América; el pueblo pronuncia
daban a un pasado comparable a inmen- algunas veces esos nombres ilustres, pero
sa acumulación de aguas muertas, sin ellos se presentan a su imaginación como
que uno de ellos hiciera dibujarse al caer pertenecientes a un mundo puramente
sobre su superficie soporosa el estreme- ideal o al vacío de los tiempos fabulo-
cimiento de la vida. sos» (1).
Sin duda, una gran parte de la litera- Y en cuanto a las memorias y las le-
tura de la colonia es la expresión de los yendas de las razas que representaban la
hechos reales y actuales de la sociedad tradición de libertad salvaje de la Amé-
en que se producía, pero la trivialidad rica junto a la posteridad del conquista-
constante de esos hechos que urden la dor, sólo con las protestas de la Inde-
trama de una existencia estéril y monó- pendencia debía venir la reivindicación
tona quita todo valor significativo a las de tales vestigios del pasado como cosa
páginas que los reflejan y las reduce a propia de la tierra, como abolengo de su
la condición del diario de una travesía historia.—-«El colono de la raza europea
sin percances frente a playas desiertas y —añade Humboldt—se desdeña de cuan-
brumosas. to tiene relación con los pueblos venci-
Y si el carácter de la producción li- dos. Colocado entre las tradiciones de la
teraria no podía originarse de la pre- metrópoli y las de la tierra de su cuna,
sencia de un espíritu autónomo que in- considera las una y las otras con la
formara la vida y la sociabilidad colonial, misma indiferencia, y muy raras veces
imprimiéndole sello peculiar y distinto, arroja sus miradas sobre lo que fué.»
tampoco era posible que él brotara de la Mudo y desierto el horizonte del pa-
dilatación del alma española al través del sado, contenida dentro del cauce de un
Océano que dividía el inmenso Imperio, reposo sin gloria la vida del presente, y
ni que recogiera su inspiración en las velada por una fatalidad ajena a toda
tradiciones y los sentimientos de raza intervención de esfuerzos propios la pers-
simbolizados en la bandera que tendía su pectiva del porvenir, no era posible p^d_
sombra desde el Estrecho a las Antillas, la vida colectiva la expresión literaria, ni
haciendo de ellos el hilo que transmitiera para la obra del pensamiento individual
a la pluma del escritor y condensara en la repercusión del espíritu público que
el canto del poeta el fluido eléctrico del la convierte en luz y fuerza de todos.
espíritu de la multitud. La contemplación de una naturaleza
El desvanecimiento progresivo de la cuya poesía desbordante no había sido
conciencia de esa unidad moral en las co- traducida al lenguaje humano jamás; los
lonias americanas y la pérdida de todo rasgos propios que determinaba la lucha
sentimiento de la gloria y la tradición de de la civilización y el desierto en las cos-
la metrópoli son hechos que inspiraron tumbres, sólo hubiera sido posible que
al gran viajero de quien ha podido exac-
tamente afirmarse que realizó a princi- «1) Viaje a las regiones equinocciales d
pios de siglo un segundo descubrimiento Muevo Continente. Cap. V, Lib. II. [J. E. R-l

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERiC, LITERARIO 791

brindaran inspiraciones de originalidad descripciones geográficas del suelo que


a la descripción y al relato, si estas for- contribuían a hacer conocida la expresión
mas de arte hubieran reposado para la material de la patria que se esbozaba.
escuela de los tiempos en la imitación —Pero aún tuvo una manifestación que
de la vida. más directamente se relaciona con nues-
Con la proximidad de la Revolución, tro tema este sentimiento naciente de las
ciertas audacia e inquietudes del pensa- cosas propias, y es el diseño de una poe-
miento parecen estremecer las páginas sía engalanada con los dones de la natu-
de la literatura colonial, como el soplo raleza regional, que Labardén trazó, so-
de viento levantado por un batir de alas. breponiéndose a los influjos de su tiempo
—Una de las manifestaciones precursoras y escuela, después de haberse esforzado
de la definitiva transformación de las por calzar con el coturno trágico la le-
ideas y sentimientos públicos es, en los yenda de la América primitiva.
últimos tiempos de la colonia, la vibra- Llegamos ya a la época en que pudo
ción creciente de los afectos, las aspira- manifestarse sin reatos el espíritu de la
ciones y las necesidades sociales en la i colonia transfigurada en pueblo autóno-
palabra escrita; el movimiento de pu- mo.—La literatura de la Independencia
blicidad que iniciaron en el Río de la americana, como la actividad de la época
Plata las memorias de Belgrano y los es- a que dio expresión, fué absorbida por
critos de Vieytes en la propaganda de la un sentimiento y una idea. Reflejando
libertad económica y que debía tener su esta inalterable unidad del espíritu de
más resonante manifestación de elocuen- una época heroica, aquella literatura fué
cia en el Memorial de los Hacendados eminentemente nacional; pero no pudo
y su más alta nota de sentimiento en el serlo si por nacionalidad literaria ha de
canto de triunfo en que el futuro Rouget entenderse la expresión compleja y ar-
de la Revolución ungía la frente de la mónica de la vida de un pueblo, ni si se
poesía inspirada en las altiveces del ho- exige la condición de la forma propia
nor nacional y los arrobamientos de la y espontánea.
gloria, sobre las calles donde aún no se Sólo era dado al poeta aspirar al aplau-
había oreado el riego de sangre de la so de las multitudes, si les devolvía en
Reconquista.—Y como elementos de este sus cantos el eco de la gloría que ellas
ejercicio de aprendizaje del pensamiento conquistaban en la acción.
Propio en vísperas de la época en que él Todo quebrantamiento de ese tono in-
sería el motor de la marcha de la colo- flexible hubiera semejado acaso una in-
nia emancipada, nace el amor al estudio fracción de la ley suprema que obligaba
de las tradiciones históricas del Virrei- a la lucha, un testimonio de enmuelleci-
nato, que no se manifiesta sólo por la in- miento, indiferencia u olvido, como lo
vestigación y la narración de la crónica parecían en Esparta las tentativas de al-
desnuda e indiferente, coloreándose en terar, con la expresión de la voluptuosi-
tas páginas de Funes, de Araújo, de Riva- dad y el remedo de la gracia ateniense,
rola, y en las monografías locales que los la severa uniformidad del modo dorio,
Primeros periódicos acogen en sus colum- la melodía sugestiva de la emoción viril
nas, con ciertos toques de sentimiento del impulso del combate.
Patriótico y tradicional, al mismo tiempo Aun dentro de esta limitación, el espí-
Que se manifestaban como uno de los te- ritu nacional de la poesía de la Indepen-
nias preferidos de esos mismos perió- dencia sólo resulta exacto si se le busca
dicos que reflejaron las primeras agita- en la pasión que la generaba, en la con-
ciones del pensamiento y la adquisición ciencia del poeta que le daba vida.—Ni
í c J0S
primeros elementos de cultura, las el más ligero viso de nacionalidad puede
792 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

señalarse en la determinación del clasi- pos, la que encierra en sí una expresión


cismo que presta apariencias artificiosas más sostenida del sentimiento de la na-
a una poesía que era, considerada por cionalidad y una apoteosis más constan-
su inspiración esencial, toda ingenuidad te de su gloria, hubo de compensar esta
y toda sentimiento. superioridad que hizo de ella un elemen-
Había sin duda elementos de oportu- to positivo del drama revolucionario con
nidad y de vida en este propio clasicis- una fisonomía más austera y monótona,
mo de la forma, que trascendía en reali- menos diversificada por la intervención
dad a lo más íntimo del espíritu poéti- de otros elementos y formas de poesía
co y se relacionaba con las inspiraciones que se agruparan como notas armónicas
vivificadoras de la Revolución, sellada en torno de la nota guerrera, descubrien-
desde su origen por la pasión del genio do, por decirlo así, la carne bajo la co-
clásico, que había renacido para propi- raza, destacando un relieve personal so-
ciar, como ideal de gloria y de grandeza bre la uniforme expresión de la acción
moral, la marcha de otra revolución hu- cívica, o esculpiendo en el cincelado pu-
mana a cuyo ejemplo se modeló en gran ño de la espada una escena de la natu-
parte la de 1810. Pero la sinceridad del raleza, un cuadro de costumbres.
entusiasmo con que los actores del gran Terminado con el desenlace triunfal
drama de América se transportaban en de la epopeya y con el fracaso de la
espíritu a la antigüedad y aspiraban a obra de organización que debió poner su
ser continuadores de sus fastos, si bien cúspide, el imperio de la escuela que ha-
levanta el clasicismo de su poesía muy bía presidido a la manifestación de sus
sobre el nivel de un vano amaneramiento anhelos y sus glorias, ella no transmitió
retórico, no la mantiene por eso menos a la que debía reemplazarla una sola
alejada de la realidad.—Aquellos mismos tentativa de llegar al alma del pueblo y
poetas que interpretaban el amor y el de empaparse en el jugo del terruño.
orgullo de la patria parecían cantar de- Alentaba una hermosa poesía popular,
vorados por la nostalgia del Tíber y el que el poeta clásico consideraba con el
Eurotas, y faltos de la percepción o del desdén del trovador palaciano hacia el
aprecio de las originalidades de la reali- romance del juglar villanesco, pero ese
dad que los rodeaba, sacrificaron la fiso- desdén la mantenía desvinculada del mo-
nomía peculiar y el elemento distinti- vimiento literario ostensible y del espí-
vamente pintoresco de la lucha a la imi- ritu del hombre de ciudad.—El clasicis-
tación de las formas consagradas de la mo del siglo XVIII, donde tuvo la escuela
épica, sin una pincelada que diese la de los poetas de la Independencia su mo-
nota original del escenario y la actitud delo, había profundizado, hasta hacerlo
y el gesto expresivo del actor; sin una i irreconciliable, el divorcio de la inspira-
estrofa olvidada de lo antiguo, que guar- ción popular y la erudita, obstinándose
dara la repercusión del galope de la en el propósito de formar alrededor del
montonera al través de la Pampa incon- poeta noble y elevado una atmósfera di-
mensurable, se colorease en los tintes ferente a aquella en que respiraba la
de la naturaleza propia y modelara en multitud. Esta infecunda separación de
bronce el brioso talante del gaucho. lo que debió por modo artístico enlazarse
La poesía de la revolución argentina, en la unidad de una sola humana poesía
que Juan María Gutiérrez pudo justicie- se reproduce en el aspecto de la actívi-
ramente enaltecer en el conjunto de la vídad literaria de la época de Juan Cruz
primera inspiración americana, como la Várela y Lafinur.—Hidalgo daba voz a la
que más estrechamente vinculada se inspiración ingenua y agreste sin los
mantuvo a la épica realidad de los tiem- prestigios de la forma que la hacen grata

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 793

a las imaginaciones cultas; los poetas como el patrimonio de ciertas selectas ci-
que glorificaban la obra social de Riva- vilizaciones que hacían durar su espíritu
davia cincelaban la forma culta sin vivi- en el legado de perennes modelos, y pa-
ficaría por los afectos e imágenes que saba a ser un don universal, un don hu-
halagan al sentimiento popular. mano, cuya originalidad daba en cada
No era posible, dentro de la escuela una de sus formas históricas la medida
de la época, la reconciliación que había de su valor, y cuya génesis debía buscar-
de ser el significado prestigioso de La se en el modo de pensar y sentir propio
Cautiva y el secreto de su poderosa ori- de cada raza y cada pueblo, en las ins-
ginalidad, la obra de nacionalizar el es- piraciones de su naturaleza, de sus cos-
píritu de la poesía nacida de la cultu- tumbres, de sus glorias.
ra urbana y ennoblecer la forma del A aquel impulso igualitario con que
verso humedecido en el aliento del de- la hegemonía del clasicismo francés ha-
sierto. bía derribado en Europa las aras de los
Para que pudiera ser escrita aquella viejos dioses nacionales, en arte y poesía,
obra de iniciación, para que el acento sucede en todas partes donde repercute
del poeta adquiriera originalidad expre- el grito de guerra de los innovadores la
siva de las cosas propias, era preciso que altiva reivindicación del propio abolen-
un vuelco radical de las ideas literarias go literario.
se verificara, y que salvase los mares el El balbuceo sublime de la inspiración
espíritu de una revolución que debía sepultada por el Renacimiento fué evo-
ofrecerse al pensamiento de América con cado del fondo de la tradición; la «mul-
los prestigios de una nueva sanción de titud» de Shakespeare se incorporó para
su autonomía, en cuanto propagaba a los difundir por el mundo la gloria de su
dominios de la forma el aura bulliciosa i solar nativo; eí Romancero limpió de
de la libertad. herrumbre su coraza; la Comedia del
Estaba, en las afirmaciones y en los siglo xvn volvió a su juventud; y en las
ejemplos del romanticismo, la grande i brumas del Norte las viejas sagas des»
idea de la nacionalización de las liteía- ; pertaron para arrasar, con el ímpetu de
turas. | las tempestades boreales, la mustia poe-
Reaccionando contra la unidad del mo- ! sía trasplantada del parque de Wielancl
delo insustituible y el precepto inviola- , y Voltaire a los invernaderos de la corte.
ble, aquella revolución reemplazaba con Levantábanse así las voces de los pue-
la espontaneidad que debía conducir a blos que Herder percibía en el rumor de
cada pueblo a la expresión de su carácter la agitación literaria, y se aspiraba a que
propio la imitación que a todos los iden- l las literaturas fuesen la expresión de la
!
tificaba en la misma falsedad, y oponía personalidad de las naciones, como el es-
h vinculación del verbo literario con ] tilo es la expresión de la personalidad
todo lo del suelo, la época y el uso, a la del individuo.—Un millar de colores se
abstracción de un clasicismo que, sin alzaba sobre el blanco frontón de la an-
subordinarse a ninguna realidad determi- ; tigüedad.
nada, presentaba el tipo universal por El romanticismo, ni entendido como
norma de arte y aspiraba, no a la repro- reacción literaria que buscaba sus inspí-
ducción directa y concreta de las cosas, i raciones en el espíritu de una edad cuya
sino a la expresión de la verdad ideal, evocación no hubiera tenido en América
depurada de todo accidente, es decir, un sentido explicable; ni como escuela dé
de todo rasgo local, de toda peculiaridad idealismo que llegó a desdeñar, no menos
histórica. que el sistema de imitación que había de-
La poesía dejaba de ser considerada rribado, las fuentes de la realidad; ni
794 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

como expresión artística de aquellos es- i de las palabras» que Hugo, en Las Con-
tados de conciencia que tendieron sobre templaciones, se jactaba de haber con-
la frente de las generaciones románticas fundido, anonadando la distinción de vo-
su sombra y se tradujeron en sus poetas i cablos plebeyos y vocablos patricios, con
en clamores de rebelión individual y de «el blanco enjambre de las idease—Den-
conflicto íntimo, hubiera dado una fór- tro de los límites del lenguaje poético
mula satisfactoria y oportuna con rela- del siglo XVIII, con su veneración de la
ción al carácter y la expresión natural de perífrasis y su desprecio del habla po-
pueblos que vivían su niñez, que no po- pular, la escuela de lenguaje que ha-
dían participar de las nostalgias y congo- cía del Homero de Mme. Dacier un poe-
jas nacidas de la experiencia de las socie- ta de la corte y llevaba a Shakespeare
dades, y que necesitaban, ante todo, del ; al destilatorio de Ducis, no hubiera sido
«conocimiento de sí mismos» que debía | posible el sabor de naturalidad de La
ser, como fué la inscripción del templo ¡ Cautiva ni la palpitante crudeza del Ce-
clásico, el epígrafe y el lema de su litera- ¡ liar.
tura; pero era posible que ellos aprove- ' La narración rompía los moldes estre-
charan del principio de libertad racional ¡ chos y convencionales de la épica de es-
que la revolución literaria traía inscrito ¡ cuela, y se dilataba por la franca exten-
en su gallardas banderas, como punto ' sión de la poesía legendaria, del cuento
de arranque en la obra de emancipación j popular, de la novela histórica o de cos-
del pensamiento propio, y era posible • tumbres, formas mucho más adaptadas
que recogieran del ejemplo de esa enér- ! a la expresión de las peculiaridades de
gica reivindicación de la nacionalidad li- j la vida nacional o local y mucho menos
teraria que el romanticismo suscitó, en \ difíciles de modelarse bajo inspiraciones
todas partes, inspiraciones beneficiosas ' originales y creadoras.
y fecundas. ; Manifestábase en la lírica del senti-
La variedad de formas, de sentimien- miento de la naturaleza, parte necesa-
tos, de modelos, abría, por otra parte, | riamente principal en toda literatura ge-
un campo de elección mucho más vasto, ¡ nuinamente americana, y la descripción
dentro de la imitación misma, y el impu'l- j animada por la presencia del espíritu,
so que, reaccionando contra la reserva I por la poesía de la contemplación, reem-
aristocrática del espíritu literario, lo di- | plazaba al artificioso procedimiento de
fundía, como por una evangelización de i la escuela que había inspirado a los di-
la belleza, entre todos los hombres, no ; dácticos del siglo XVIII pálidos cuadros
podía menos que facilitar la expresión \ de una naturaleza inexpresiva.
de la índole propia de nuestras socie- | Merced a todas esas manifestaciones
dades. de libertad, a todos esos ejemplos e in-
La literatura descendía de la Academia ; fluencias que directa o indirectamente
y el Liceo para poner la mano sobre el ; invitaban a la franca expresión de las
corazón de la muchedumbre, para em- cosas propias y sugerían la ambición de
papar su espíritu en el hálito de la vida i una originalidad que no necesitaba bus-
popular. carse sino en las mismas, romanticismo
El poeta americano contó en su obra ¡ y emancipación literaria nacional fueron
de crear una expresión nueva y enérgica i términos que se identificaron en el pro-
para la naturaleza y las costumbres con pósito del gran innovador que encendió,
otra gran conquista del romanticismo: la en el pensamiento y la cultura de esta
democratización del lenguaje literario, el parte de América, el fuego de aquella in-
bilí retórico que concedió los fueros de mortal revolución de los espíritus.
la ciudadanía a esa «negra muchedumbre A las notas primeras del subjetivismo

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 795

romántico en que se inspiraba la suave Fidel López encierra en la forma narra-


poesía de los Consuelos, señalando una tiva con que el imaginador de Ivanhoe y
innovación del gusto literario que se j el de Los novios habían logrado, por las
adueñó casi sin lucha del espíritu de la I adivinaciones misteriosas del arte, lo que
juventud salida de los claustros univer- la historia no alcanzara jamás: su intui-
sitarios en momentos en que los princi- ción poderosa del pasado de América; la
pios y formas de literatura, venerados poesía popular renace personificada en
por la anterior generación, habían per- Ascasubi, que esconde en la vieja forma
dido el impulso que les comunicara ac- de Hidalgo la flecha de Giusti y Béran-
tividad prestigiosa con la dispersión o el ger; y el mismo Alberdi, que había con-
silencio de sus hombres representativos, i sagrado sus páginas primeras a la des-
sucedió la inspiración generadora de la cripción de la naturaleza física, reprodu-
leyenda nacional, que abrió, sobre la so- ce en animados cuadros de costumbres
ledad inmensa de la Pampa, el pórtico la fisonomía de la vida de ciudad y lleva
por donde debía pasar el poeta culto a a la propaganda de la emancipación del
recibir las confidencias de la naturaleza espíritu americano, en las diversas acti-
salvaje y de la trova plebeya. vidades del pensamiento, todas las fuer-
Desde entonces, la fundación de una ! zas de su crítica penetrante y nerviosa.
literatura emancipada de todo influjo ex- \ La consideración de este desenvolvi-
traño, vivificada por el aliento de la tie- miento efectivo de la idea que puede en
rra, por el sentimiento de la nacionali- cierto modo calificarse de «afirmación de
dad, aparece como una de las aspiracio- la nacionalidad literaria» en la obra de
nes constantes y ardorosas de la genera- la época en que se inició, y el examen
ción que hizo del poema de Echeverría de la oportunidad que quepa a la pro-
el lábaro de sus entusiasmos literarios y secución de tales iniciativas dentro de la
le amó como una poética representación labor actual de la literatura de América,
de la patria ausente que evocaba, en serán objeto de la continuación de nues-
las horas amargas del destierro, imáge- ! tro estudio.
nes queridas y deleitosas memorias.
Es esta empresa de nacionalización la
que comparte con la milicia del pensa- ¡ II
miento, obligado a hacer aún de las ma- !
nifestaciones más esencialmente desinte- i EL SENTIMIENTO DE LA NATURALEZA
resadas del espíritu un medio de com- i
bate y propaganda, la actividad mental A principios del siglo, rasgando ines-
de la época que sucedió a la de la eman- | peradamente la atmósfera de afectación
cipación. ! y frialdad de ía literatura de su tiempo
Juan María Gutiérrez, Mármol, Balear- í con el soplo de la naturaleza y la pasión,
ce
- el poeta del Celiar continúan y com- ¡ un libro se publicaba en Francia que los
Plementan la obra iniciada por Echeve- j corazones estremecidos todavía por el
n*ía en la pintura del suelo, la evocación ! horror de la tempestad que había pasado
del pasado legendario y la reproducción i acogieron con íntima y ansiosa grati-
de ias costumbres; la prosa descriptiva j tud.—Tenía la oportunidad de la palabra
se manifiesta llena de color y sentimiento | que lleva al oído del enfermo acentos de
en Us páginas de Alberdi y Marcos Sas- ! piedad y ternura; hablaba, en medio de
tr
e; el Facundo da la expresión de la j una sociedad sacudida en sus cimientos
v
ida del desierto, y los Recuerdos de Pro- por el desborde de las pasiones humanas,
vincia, la de la interioridad local y do- del encanto de la soledad, del misterio
méstica en los centros urbanos; Vicente reparador de los desiertos infinitos, y
796 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

era como un soplo balsámico venido de • del sentimentalismo egoísta que hace gi-
Occidente para dulcificar el ardor de las rar el espectáculo del mundo en torno a
frentes abatidas y sudorosas. sus cuitas y dolores, sino de las visión
Aquel libro: la Átala— precediendo al amplia y serena en que se conciertan to-
que por impulso del mismo espíritu aso- dos los altos dones del pensar y el sentir,
ció a la palabra del hastío y la des- todas las calidades y excelencias del al-
esperación la poesía también de la so- ma, manifestando, como un reflejo de la
ledad—verificaba en el mundo literario unidad y armonía de la naturaleza ins-
la revelación de la naturaleza de Amé- piradora, el orden supremo del espíritu
rica, que la contempla.
Esta virgen naturaleza, estudiada como Humboldt y Chateaubriand convertían
escenario de pasiones insólitas y hondas casi simultáneamente la naturaleza de
melancolías por el escritor de Bretaña, América en una de las más vivas y ori-
se manifestaba, poco después, como ob- ginales inspiraciones de cuantas anima-
jeto de distinta contemplación y distinto ron la literatura del luminoso amanecer
sentimiento, en las obras del gran viajero de nuestro siglo; el uno, por el senti-
cuya figura domina la historia científica miento apasionado que tiende sobre la
de nuestro siglo desde cumbres que tie- poética representación del mundo exte-
nen la altura del Chirnborazo, que fué rior la sombra del espíritu solitario y
una vez su pedestal. doliente; el otro, por cierto género de
Eí poeta-sabio del Cosmos no había transición de la ciencia al arte, en que
llevado en su espíritu al seno de las sel- amorosamente se compenetran la obser-
vas y los desiertos americanos el acicate vación y la contemplación, la mirada que
del dolor, ni la inquietud de la persona- se arroba y la mirada que analiza.
lidad desbordada y rebelde, [ni] (1) el En la naciente literatura americana de-
ansia insaciable de Rene, sino la huella bía germinar bien pronto la mismo pode-
de aquel ambiente sereno y luminoso que rosa inspiración, como una de las formas
imprimió en la cultura de los grandes naturales de la espontaneidad del senti-
días de Weimar un sello de universali- miento, sustituida al tema convencional
dad y armonía que no ha vuelto a pre- y a la imitación exótica.
sentarse jamás y que hizo de sus sabios La nota más intensa de originalidad
hombres de fantasía y sentimiento; de que puede señalarse en las primeras ma-
sus poetas, hombres de ciencia. nifestaciones de poesía americana, con
A la obra de la observación y del aná- relación a las influencias y modelos de
lisis armonizó el viajero, merced a esa la literatura española, es la que procede
norma de educación esencialmente huma- del contacto con la naturaleza en que
na y a la complejidad de su genio pro- tomó aquélla sus galas, no sólo por la
pio, una nota contemplativa que se con- real y poderosa originalidad de esta na-
funde con la idealidad que hay en el turaleza, bastante a comunicar sello dis-
fondo de toda investigación elevada en tinto y vida propia a la poesía que aco-
un solo espíritu poético. Grande y fecun- giese a su seno, sino también porque ei
da poesía que desciende, al modo de las sentimiento poético del paisaje y la ad-
corrientes majestuosas venidas de las miración de la belleza natural eran ins-
cumbres donde reina la perpetua paz, no piraciones punto menos que desconoci-
das dentro de la tradición de aquella li-
(1) Agregamos la partícula negativa ni, que teratura.
falta el texto, para asegurar el sentido cabal Descartadas las descripciones de la
del período. [J. P. S. Está en la refundición ya égloga y la novela modelada a su imagen,
citada.] por la falsedad del modelo puramente

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 797

ideal y la palidez clorótica del tono; las y fué, en gran parte, obra de la virtud
de los épicos por detenerse en la exac- inspiradora de aquella amistad intelec-
titud desnuda y geográfica, o sustituir tual y del ejemplo de los Cuadros y los
un escenario tomado de las reminiscen- Paisajes de Humboldt, el sentimiento
cias de escuela o la propia fantasía a la estético que, acendrado por una larga
verdad de la observación; y limitado a preparación del pensador y el artífice y
derivaciones más o menos modificadas estimulado por la inteligencia clara y
de la misma égloga y al sentimiento ho- profunda de la descripción de los clási-
raciano de la soledad el amor de la na- cos, produjo, como tardía fructificación,
turaleza en los líricos, sólo por excepción el canto majestuoso y severo en que
puede notarse, en la contemplación ins- Bello armonizó con la exhortación a la
pirada de la Noche serena, en ciertos pa- labor y la paz dirigida a las nacientes
sajes del Romancero y el Teatro y en nacionalidades del Nuevo Mundo, el loor
medio de la agreste frescura de la lírica de la naturaleza que les brindaba sus
popular anterior al Renacimiento, la im- dones.
presión directa y sentida de la natura- Poco antes de que la silva de Bello
leza exterior. viese la luz en las páginas de aquel Re-
Los épicos de la conquista apenas ha- pertorio Americano que fué, como ga-
bían fijado su atención en ía espléndida llarda ostentación de la inteligencia y la
naturaleza que les brindaba su copa de cultura de la América libre en el seno
poesía desbordante.—La Araucana no de la vida europea, habíanse publicado
ofrece otra página realmente hermosa de en Nueva York los versos de un deste-
descripción que la del valle fabuloso que rrado de Cuba, cuyo nombre debía tener
dentro del convencionalismo descriptivo para la posteridad la resonancia del
de los clásicos puede rivalizar con la de Niágara a que aquellos versos daban
la isla embalsamada de Camoens y la del ritmo.
alcázar encantado que el Tasso imaginó El sentimiento de la naturaleza en poe-
para su Armida.—La contemplación de la sía americana era una realidad consagra-
noche en el desierto sólo sugería al ar- da por dos obras de genio, y se mani-
cediano Centenera el pretexto de un vano festaba por dos modos de contemplación
sueño mitológico. La naturaleza tropical esencialmente distintos. En la una, de se-
era apenas, para Peralta y Barnuevo, ob- rena objetividad; de pasión intensa, en
jeto de una enumeración de herbolario. la otra.
Ellos dejaron virgen el tema que debía La naturaleza es para Bello la madre
ser hallazgo dichoso del propio espíritu próvida y fecunda que inspiró, por la
de América. idealización de la abundancia y la labor,
En los años en que Humboldt visitó la el utilitarismo delicado de las Geórgicas.
Caracas espiritual y pensadora de las Para Lleredia es el fondo del cuadro que
postrimerías del régimen colonial, brilla- dominan la desesperación de Rene o la
ba en sus tertulias literarias la persona- soberbia de Barold, la soledad bienhe-
lidad de un poeta adolescente que cultivó chora del que sufre, una armonía cuya
el trato del sabio y le acompañó en algu- nota fundamental está en el sentimiento
nas de sus excursiones científicas.—-Es- reflejado en los ojos que contemplan.
taba reservado a aquel poeta, en cuyo es- Bello nos da la perfección en la poesía
píritu no debía desvanecerse jamás la estrictamente descriptiva, en la represen-
huella dejada por la palabra del viajero, tación de las formas sensibles de la na-
ja gloria de ser uno de los dos grandes turaleza por la imagen que reproduce to-
iniciadores del sentimiento de la natura- das las variaciones de la línea y todos los
leza de América en su literatura propia; tonos del color; pero Heredía, poeta de
798 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la intimidad, poeta del alma, sabe tradu- Juan Cruz Várela, en un discreto exa-
cir al lenguaje de la pasión las voces de men del legado transmitido por la época
la naturaleza y muestra condensadas en literaria que tuvo en él su más alta per-
las exterioridades de la imagen las ema- sonificación a la que se anunciaba en
naciones del espíritu. los ensayos de la juventud que había de
A esta superioridad de sentimiento e rimar La Cautiva y escribir el Facundo,
inspiración debe aún agregarse la supe- constataba en 1828 la total ausencia del
rioridad pictórica que resulta de haber tema descriptivo en las composiciones
Heredia reproducido un cuadro determi- de los poetas de su tiempo, y lo seña-
nado y concreto, y haberse limitado el laba como una de las notas destinadas
autor de la Silva a la Agricultura a de- a hacer vibrar preferentemente en lo por
corar una composición de índole espe- venir el espíritu de la poesía americana.
cialmente didáctica, con ciertos toques La descripción de la naturaleza, real-
descriptivos que no se ordenan en un zada por el sentimiento íntimo de su her-
conjunto armónico y viviente, ni adquie- mosura y las galas de la imaginación que
ren la unidad de un paisaje real. la refleja, ofreció a la pluma de Alherdi
Por otra parte, una inspiración deriva- sus primicias y tuvo brillante manifes-
da del eco blando de las Geórgicas no tación en uno de los ensayos de la ado-
era la más apropiada para trasuntar la lescencia que hicieron destacarse, sobre
poesía de los desiertos en su magnificen- todas, su personalidad en el grupo que
cia salvaje, en su majestad primitiva. se inició en la vida pública bajo la ins-
Bello entona su canto a los dones ge- piración de las ideas de reforma social
nerosos de Ceres, a la labor futura que y literaria lanzadas por Echeverría.
hiciera esclava del esfuerzo humano la La tierra encantadora de su nacimien-
naturaleza indómita y bravia, no a la es- to brindóle el más hermoso de los mo-
pontaneidad selvática de esta naturaleza, tivos de descripción que podían haber
en que estaba precisamente su poesía iniciado el nuevo género, y la novedad
peculiar. y frescura de la inspiración obtenida de
En nuestros pueblos del Plata, la re- un tema inexplorado se unen a la mag-
velación del sentimiento literario de que nificencia de la realidad que la obra re-
hablamos no se manifestó plenamente produce para comunicarle cierta juvenil
hasta llegada la época de Echeverría.— e ingenua lozanía.
Labardén había cantado, en forma me- El influjo de aquella mezcla de obser-
diocre, al Paraná en los últimos tiempos vación y sentimiento que había converti-
de la colonia.-—Los rasgos descriptivos do, desde Juan Jacobo y Bernardino de
que puedan señalarse en algunas compo- Saint-Pierre, el amor de la naturaleza
siciones de los poetas de la Revolución, física en una de las más fecundas inspi-
como simples accesorios del cuadro, se raciones del arte literario, se hizo sentir
refieren a la perspectiva de la edad de por vez primera en la literatura argenti-
oro que ellos imaginaban en lo futuro, y na por la Memoria descriptiva, de Alber-
presagian los dones de la tierra fecun- di, que tan bien acertó a expresar la sen-
dada por la paz.—Así, Luca en su profe- tida admiración de la belleza natural y
cía del porvenir de Buenos Aires y el el arrobamiento de la contemplación me-
poeta de Ituzaingó tratando análogo te- lancólica en las Impresiones de un viaje
ma. La observación de las peculiaridades al Paraná con que inició la descripción
de la naturaleza indígena había permiti- de la espléndida naturaleza que Marcos
do a nuestro Larrañaga imprimir el colo- Sastre había de reflejar, años más tarde,
rido local en las formas sencillas del en páginas de singular hermosura.
apólogo. La poesía, entre tanto, despertaba, ani-

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OBRA POSTUMA.-—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 799

mada de nueva inspiración, reflexiva y afianzada en la inmutabilidad del aspec-


serena en el silencio que había sucedido to más característico del suelo, donde
al estruendo de las armas, atenta al eco ha de afirmarse el mármol que perpe-
lejano y melodioso de romanticismo; y túe su imagen y su memoria.
ciertas páginas de los Consuelos anuncia- Mientras se agite sobre el haz (1) de
ban ya al gran promotor del sentimien- la tierra el alma argentina, serán una
to literario cuyo proceso de manifesta- parte de su ser y un elemento de la poe-
ción investigamos, en el intérprete de las sía que nazca en sus entrañas la sen-
intimidades del corazón. sación y el sentimiento de la infinita
«Leyda, Regreso, Flor del aire—afirma llanura; y mientras ellos sean peculiari-
Alberdi, que en su juicio de la obra de dad de su existencia nacional e inspira-
Echeverría supo acertadamente apreciar ción de sus poetas, el pórtico de La
la nota de originalidad que aquel sen- Cautiva tendrá la eterna oportunidad de
timiento comunicaba al espíritu y la la forma que los condensa en molde tí-
forma de la nueva poesía—dejaban en- pico y acabado, a la manera como se
trever, ya en el fondo, ya en los acceso- perpetuará la imagen de las Praderas en
rios, la fisonomía peculiar de nuestra na- el canto de Bryant o ía de la selva del
turaleza.» trópico en el poema de Araújo.
El verdadero impulso de innovación no Y a la realidad y la intensa vida del
se manifestó, sin embargo, hasta el poe- cuadro, por las que vive unido indisolu-
ma que lanzado al par de la idea gene- blemente a la objetividad de la naturale-
rosa y fecunda formulada en el credo de ; za, se armonizan en aquella descripción
la Asociación de Mayo, se armoniza con . un sello personal, una nota de sentimien-
esta otra iniciativa de reforma para de- | to íntimo que la vinculan con igual fuer-
terminar los orígenes de una época nue- i za e indisolubilidad al espíritu reflector
va en la orientación de los espíritus. del paisaje, y hacen de ella la más cum-
Al significado de aquel poema se iden- plida expresión de su carácter poético,
tifica hoy la parte segura, inconmovible, de su fisonomía moral, de su índole afec-
de la gloria literaria de su autor, y su ! tiva.
legado imperecedero transmitido al por- Para quien haya estudiado, en efecto,
venir de la poesía americana. al hombre, al poeta, al pensador, es cosa
El poeta de la regeneración social y fácil reconocer en la soberbia imagen del
política vivirá, más que por la excelen- desierto el tinte de su alma, y es lícito
cia de su arte, por la grandeza del pro- afirmar a la vez que cuando reprodujo
pósito y la originalidad del pensamiento aquella escena grave y solemne en su in-
que propagó y en el que germinaba ía mensidad, impregnada de tristeza infini-
solución futura del problema fundamen- ta, trazó inconscientemente un trasunto
tal de la nacionalidad, la idea que deter- del cuadro que su vida austera y melan-
minó su forma orgánica; el poeta indi- cólica, pasada en la penumbra del refle-
vidual de los Consuelos no despertará xivo destierro, alejada de las tempesta-
en el porvenir, como no la despierta ya des de la acción, vibrante en la propa-
en nuestros corazones, la resonancia que ganda de un pensamiento grande y único,
en el espíritu de la generación a cuyo ofrece en la perspectiva de los tiempos
ser interno dio la expresión de las pri- a la contemplación de la posteridad.
meras notas que vibraron en el acento No de otra manera el vuelo majestuo-
de nuestra poesía, dictadas por el numen
de la confidencia y el ensueño románti-
cos; pero la gloria del colorista vive la su(1) En la versión ulteriormente depurada de
Mirador de Próspero, el autor prefirió escri-
vida inmortal de la naturaleza y está bir: la haz de la tierra. [J. P. S.]
800 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

so y el apacible colorido de la silva de magnificencias del Nuevo Mundo. Hay


Bello parecen ser el símbolo de la noble en la forma una visible reminiscencia del
serenidad, del desenvolvimiento sosegado contorno de la descripción pomposa de
y fecundo de su existencia transcurrida Abidos en el poema de Byron: «¿Cono-
en los afanes de un magisterio ejercido céis la tierra encantadora donde el ci-
sobre hombres y pueblos. No de otra prés y el mirto son emblemas de dones
manera ofrece el Niágara, en el vértigo diversos de sus hombres?»; pero en el
de su caída, la imagen de la existencia sentimiento y el color, el cuadro es ad-
procelosa que armonizó con el eco de los mirable por la imitación directa de la
hervores del torrente la confesión de su naturaleza; y se armonizan dignamente
nostalgia y su dolor. con él los que en otros pasajes del poe-
Ese carácter de intimidad, que asoma ma reproducen la majestad del Aconqui-
bajo apariencia de objetivismo en la des- ja, la vegetación tropical iluminada por
cripción del desierto, imprime más defi- la aurora y el desmayar del ocaso en las
nidamente su nota al canto en que por montañas.
vez primera era pronunciado el nombre Debe añadirse aún a los títulos del
del Plata con la entonación de la verda- gran innovador, como intérprete de la
dera poesía, y que Avellaneda creía des- contemplación penetrante y sentida de la
tinado a vivir mientras un pecho huma- naturaleza, ciertos fragmentos del Pere-
no respirase en sus márgenes, modelo grinaje de Gualpo, boceto en prosa de
de contemplación esencialmente lírica, un poema modelado en el plan del Chil
apenas alterada por algún toque de des- de Harold, que no llegó a versificar, y
cripción más lírica y menos descriptiva las Cartas íntimas, en que se manifiestan
que el Niágara, de Heredia, para escoger las impresiones de un período de decep-
un ejemplo en que la manifestación indi- cionada reclusión en la soledad de la
vidual del sentimiento y la reproducción Pampa, páginas acerbas y conmovedoras
de la naturaleza exterior están perfecta- que hoy nos parecen más empapadas en
mente compartidas, porque en el canto la humedad del sentimiento que la ma-
que hemos mencionado aparecen casi ex- yor parte de la obra lírica de su autor,
clusivamente el sentimiento, la impre- y en las que el propio abandono de la
sión, el eco que levanta en el alma la pluma, librada a la soltura sin reatos de
escena que se desenvuelve en torno suyo. la confidencia, vuelve más hermosa la in-
El poeta de la desnudez austera de la genuidad con que se traduce en palabras
Pampa aspiró a ser también el poeta de la expansión del ánimo inquieto y do-
la altiva majestad de la Cordillera y de la lorido en el seno de la reparadora so-
vida lujuriosa del trópico.—Avellaneda, a ledad.
la florificación del martirio y la robusta La descripción de la naturaleza, que
afirmación de credo de libertad y cultu- Echeverría convirtió en suprema inspira-
ra por las que merece ser recordado en- ción de poesía, fué levantada a las más
tre las inspiraciones más generosas de su altas manifestaciones de la prosa litera-
época, une las galas de una descripción ria por el autor del Facundo.
excepcionalmente primorosa.—El canto Las páginas de descripción de aquel
inolvidable, voluptuoso, lleno de luz, flo- gran libro forman, efectivamente, un ma-
tante en una atmósfera de aromas, rima- gistral fondo pictórico, el magno cuadro
do con una gallardía que estuvo lejos de del duelo de la Civilización y la Barba-
ser el atributo constante de la versifica- rie, y contribuyen a darle el valor de sín-
ción de nuestro poeta, que sirve de por- tesis épica de la vida de un pueblo.
tada a la narración, permanecerá entre La imagen de la Pampa infinita que
los más vivos reflejos literarios de las extiende «su lisa y velluda frente» desde

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OBRA POSTUMA.—?: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 801

los hielos del Sud hasta al región de los páginas del Tempe que evocan, según
bosques—apenas interrumpida en su ta- acertadamente observó su prologuista,
citurna soledad por el golpe del malón las impresiones de El insecto y El pája-
o el paso tardo de la caravana de carre- ro.—-En suma, como obra de observación
tas—circunda, desvaneciéndose en inson- y obra de sentimiento, reveladora de las
dable perspectiva, el escenario; y dentro intimidades de un alma ingenua y dulce
de él aparecen lan aturaleza encantada y los encantos de una naturaleza hasta
de Tucumán, soberbiamente reproducida entonces casi desconocida, tiene la de
en un cuadro donde la gracia y la pureza Marcos Sastre valor propio y merece la
del contorno rivalizan con la magnifi- atención de la posteridad.
cencia del color; la árida travesía sobre Habíase propagado, entre tanto, y de-
cuya superficie desolada, como Macbeth terminaba la nota más intensa y distinta
en páramo siniestro, surge a la acción en la poesía de la época, el ejemplo que
del drama la figura sombría de Facundo; la gloria de La Cautiva prestigiaba.
el grave aspecto de la Ciudad monás- Casi simultáneamente a las manifesta-
tica y doctoral; el paisaje austero y des- ciones primeras del sentimiento de la na-
nudo de los llanos y las serranías de La turaleza local en el lirismo del autor de
Rio] a. los Consuelos y las Rimas, Juan María
Comparte con Civilización y barbarie, Gutiérrez comunicaba igual inspiración
la más alta representación de la prosa al verso esbelto y grácil de que tuvo el
descriptiva en la literatura de su época, secreto y que fué en sus manos una for-
la obra en que Marcos Sastre consiguió ma flexible a toda novedad oportuna, a
bajo el título de El Tempe argentino, sus toda discreta innovación, sin mengua de
impresiones de la naturaleza en cuyo la serenidad constantemente prevenida
seno había buscado, en medio de la tem- del criterio y el gusto.
pestad de las pasiones desencadenadas, Dentro de la originalidad americana,
el olvido y la paz. su sello personal fué conciliar a la mani-
Es un libro que participa de la natura- festación de las tradiciones propias y al
leza de las Geórgicas, en cuanto une sabor de la tierra, cierto suave aticismo,
como ellas al propósito útil, hermoseado cierto secreto de delicadeza plástica e
por la idealización del retiro y la labor, ideal, que decoran la agreste desnudez
la esencia poética y el sentimiento deli- del tema primitivo con la gracia interior
cado .—No están exentas sus páginas de del pensamiento y el terso esmalte de
rasgos de trivialidad y de mal gusto, ni la forma.—Evocó de la leyenda indígena
de afectación declamatoria, pero la im- figuras de mujer que descubren, bajo
presión de conjunto es de una íntima sus plumas de colores, la morbidez del
sinceridad y una sencillez sentida y sua- mármol exquisitamente cincelado y lle-
ve.— En los capítulos donde prevalece la van en sus melodiosos acentos algo de
n
°ta contemplativa suelen notarse hue- las blandas melancolías de la Ifigenia de
llas de imitación o de retórica. El libro Ráeme o la Cautiva de Chénier.—En el
vale más por aquellos que revelan una paisaje puso la misma nota de deleitosa
investigación original y directa de las pe- poesía, la misma suavidad acariciante en
culiaridades de la naturaleza indígena, el toque e igual desvanecimiento apaci-
es
íudiada con verdadero amor y preci- ble del color,—Dueño de un pincel de
a n cuidadosa del detalle.—Pone a me- seda, se complació en reproducir las tin-
nudo Marcos Sastre en la observación tas tornasoladas del crepúsculo, los cua-
de
l mundo irracional cierto interés afec- dros de líneas serenas y graciosas, las
tuoso, cierta ternura, que recuerdan la marinas estáticas de la calma.---Robó a
Sx
Pansión sentimental de Michelet. Hay la naturaleza regional los más encanta-
do DO. -_;¿g
802 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dores secretos de su flora, y supo repre- Menos contemplativa y melancólica que


sentar hermosamente la sensibilidad su- la de Echeverría, la índole descriptiva de
til del «caicobé», el trémulo balanceo de Mármol es más sensual y ostentosa,—
la «flor del aire», a quien la rama agita- Hay más intensidad de sentimiento en la
da por los vientos sirve de columpio, y manera propia del autor de las Rimas,
la lluvia de oro del «aroma» cayendo y en la de Mármol, más brío de imagi-
sobre el suelo abrasado por los rigores nación—. Diríase que la descripción del
del estío. uno refleja la naturaleza como las aguas
Deben mencionarse, al par del nombre tocadas por la penumbra de la tarde; la
y la obra del vencedor en el Certamen del otro, como la superficie del mar bru-
de 1841, los del intérprete inspirado del ñido y encendido por el rayo del sol me-
odio que fué suprema energía, estímulo ridional.
supremo, en el alma de aquella gene- Degenerando a menudo, cuando se pro-
ración. pone la expresión de lo íntimo, en reme-
Cúmplese en la gloria de Mármol la ley dos vulgares o mediocres, el poema de
de reacción inevitable, la «ley de Neme- Mármol se levanta a mucha mayor altu-
sis» de que habla Bourget a propósito ra en la descripción, y ofrece como mo-
del poeta de las Meditaciones, y al des- tivos de interés a nuestro objeto—ade-
bordado entusiasmo ha sucedido la dura más del canto verdaderamente esmaltado
indiferencia. Le separan de nuestro gus- por la luz de los trópicos que casi to-
to la afectación declamatoria, la verbosi- das las antologías americanas han repro-
dad íncontenida, el desaliño habitual, ducido, y se complementa, en otros pa-
ciertas galas de retórica candorosa, cier- sajes de la narración, con la imagen de
ta afición por el martilleo monótono del las «coronas de esmeralda» y la «arque-
ritmo, y su lectura parece haberse troca- ría de torrentes» del Ti juca—ciertos
do, salvo muy escasos fragmentos, en ta- fragmentos de lirismo brillante, inspira-
rea de erudición,—En las sanciones defi- dos en la contemplación del mar y el cie-
nitivas del futuro habrá, sin embargo, un lo, y una vigorosa síntesis descriptiva de
despertar de buena parte de aquella glo- la «región del Sur», a que se vuelven Jas
ria, sin duda engrandecida en la opinión miradas anhelantes del desterrado.
de los contemporáneos por la suprema Tiene también su puesto de honor en
oportunidad que tuvo la evocación del esta reseña el poeta del Celiar, víctima,
yambo de Arquíloco y Chénier, falto de en parte, de igual reacción de indiferen-
precedentes de la poesía de habla espa- cia y desvío.
ñola, para sellar la execración de la ti- La significación del poema que consa-
ranía en la forma más alta e ideal del gró la gloria de su nombre está, más
acento humano; pero suficientemente que en la pintura del escenario, en la
justa para durar después que se ha des- del actor, considerado atenciosamente,
vanecido la pasión que congregaba alre- por vez primera, en su psicología y sus
dedor del canto del poeta un coro de vi- costumbres; pero hay otras manifesta-
brantes entusiasmos.—La lava de aque- ciones de su producción que abonan sus
llos odios tendrá firmeza de granito para títulos de poeta descriptivo.
la posteridad; y, entre las más altas ma- La nota peculiar que puso Magariños
nifestaciones del sentimiento literario de Cervantes en la observación de la natu-
la naturaleza americana, se recordarán raleza, tal como luce en las páginas de
siempre ciertas páginas del poema en aquellas obras de su juventud que guar-
que el bardo de las iras patrióticas vincu- dan la mejor y hoy menos conocida parte
ló, a sus nostalgias e indignaciones de de su labor literaria, consiste en cierta
;
proscrito, sus impresiones de viajero. interpretación simbólica, inspirada en un

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 803

elevado diclacticismo, atenta siempre a peculiaridad y rasgo característico de un


traducir la imagen de lo externo en una poeta, es interesante y hermosa la idea
idea o un precepto moral. de vincular por tal medio interpretativo
Así, la onda petrificadora del río que la naturaleza y el espíritu americanos,
envuelve en malla de silícea firmeza descifrando en las formas y accidentes
cuanto cae en sus aguas, expresa para él más característicos de aquélla la expre-
la inmortalidad del nombre que la gloria sión de ideas relacionadas con los he-
redime del olvido, y el fuego que provo- chos presentes o los secretos del por-
ca el incendio inmenso de la selva cuyos venir.
despojos fertilizarán el suelo arrasado, la Era nuestro objeto reproducir en sus
obra destructora de ias revoluciones que lincamientos capitales la iniciativa gene-
preparan en las sociedades humanas el radora de la expresión de la naturaleza
orden verdadero y fecundo. Así, las im- física como elemento de literatura ge-
provisaciones de la cultura triunfante nuínamente americana.—Otras inspiracio-
que invade el seno del desierto y levanta, nes de americanismo reclaman ahora
como por una mágica evocación, la ciu- nuestro interés.
dad altiva y poderosa sobre las huellas Sería motivo de interesantísimo estu-
del aduar, tiene su imagen en la isla re- dio, del género consagrado por Laprade
pentinamente formada del camalote, y la en páginas que permanecerán entre las
virtud tenaz que triunfa de la multitud más sentidas y hermosas de la crítica de
indiferente y egoísta, en el manantial de nuestro siglo, una detenida consideración
aguas dulces que brota, rasgando el seno del sentimiento literario de la naturaleza
de las ondas amargas, en la inmensidad de América que añadiese, al examen de
del Océano. Así, la marcha lenta y segu- las manifestaciones de iniciación que en
ra de la idea que labra inaparentemente parte hemos mencionado, el de los que
su alvéolo en la conciencia humana has- las continúan y complementan en las
ta revelarse súbita e irresistible en la ac- obras de las últimas generaciones.—Pue-
ción, se simboliza por la subterránea co- de afirmarse que ellas mantienen sin de-
rriente del Tucumeno al aparecer voraz cadencia aquella inagotable inspiración
y poderosa en la superficie; el mandato de poesía.— Recordemos sólo la visión
providencial de la fraternidad de nuestra amplia y sintética de Andrade, su extra-
América, como suelo de una patria única, ordinario poder para los cuadros de con-
está en el eslabonamiento ciclópeo de junto, su pasión hugoniana por todas las
los Andes, y el signo de la idea redentora sublimidades de la fuerza y la extensión
que encierra, con la más alta expresión que le hace unas veces el poeta incom-
del ideal humano, las promesas de la tie- parable de lo inmenso, el «poeta de las
rra del porvenir, en los «brazos abier- cumbres», y le lleva otras a sustituir,
tos» del Crucero que preside la majestad tal como en el prefacio de la Atlántida,
solemne de sus noches. al orden y la verdad de la naturaleza,
Una consideración de la naturaleza fun- la arbitrariedad de la imaginación en
dada en este constante propósito ideal es delirio; el sentimiento intenso y grave
ocasionada, sin duda, a las exageraciones con que Ricardo Gutiérrez traduce al
Prosaicas de la alegoría y el símbolo, ve- lenguaje de las almas «las voces de la
tierra y el cielo» en los cuadros de Lá-
dando la contemplación desinteresada de zaro y la melodía arrobadora de La Ora-
' a s cosas que se complace en su propia ción; IB, atmósfera serena, el paisaje lu-
realidad y belleza, o sustituyendo a la minoso e idílico de Rafael Obligado; la
opresión del sentimiento natural y es- mágica virtud con que se penetra en el
pontáneo un procedimiento de interpre- el espíritu de las cosas y el arte con
tación puramente intelectual; pero como
804 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

que se armonizan verdad y fantasía en naje que el de la mención puramente


las admirables descripciones del Tabaré. histórica y fundada en interés relativo, y
No se manifestaría el sentimiento de un alto nombre de poeta, en quien se
la naturaleza menos fecundo en la pro- personifica, en cierto modo, la iniciación
ducción literaria de otras secciones de homérica de la literatura propia y origi-
América ni ofrecerían tema menos in- nal del Nuevo Mundo.
teresante de estudio el cántico voluptuo- No es ciertamente La Araucana, pues
so de Flores en loor de la naturaleza y aludimos a ella, la plena realización del
la vida, la contemplación apasionada de poema narrativo modelado en las condi-
Pombo, la geórgica realista de Gutié- ciones peculiares de nuestra historia y
rrez González. nuestra naturaleza, que hoy anhelamos
En el próximo artículo de esta serie como elemento destinado a constituir un
consideraremos el elemento de origina- día la grande epopeya americana; pero
lidad y americanismo representado por bajo los pliegues de la túnica clásica que
la expresión de las tradiciones y cos- envuelve en el poema de Ercilla las for-
tumbres propias, mas de la narración, es fácil percibir el
latido del corazón salvaje de la Amé-
rica.—Puede afirmarse, en efecto, que
III mucha parte de la esencia poética de la
vida de los pueblos indígenas pasó, por
TRADICIONES Y COSTUMBRES intuición admirable, a las páginas del
inmortal narrador, y que, en sus descrip-
Investigando los orígenes del senti- ciones, en sus relatos, en sus figuras, es
miento poético de la naturaleza ameri- posible señalar con frecuencia el esbozo
cana, que constituye sin duda el rasgo de nuestras tentativas más eficaces de
más espontáneo y característico entre los americanismo y la anticipada satisfac-
que imprimen carácter a las letras del ción de los anhelos de fidelidad histórica
Continente, puede afirmarse, en beneficio y local con que hoy procuramos llamar
de esa espontaneidad, la ausencia com- j a nueva vida nuestras cosas pasadas,
pleta de inspiraciones y modos dentro de Jamás la resistencia bárbara ha adqui-
la época literaria anterior a la libre ma- rido en manos de poeta americano per-
nifestación del genio de la colonia trans sonificaciones más épicas que las de la
figurada en nacionalidades dueñas y se- inquebrantable constancia de Caupoli-
soñas del suelo que engalanan los dones can, el brillo heroico de Lautaro y I a
de aquella naturaleza; pero cuando se estoicidad de Galvarino.—En el episodio
trata de pasar en revista los anteceden- lastimero de Glaura ha de reconocerse
tes del elemento de originalidad, aporta el más remoto abolengo del romance y
do, por la poesía de la tradición y las la leyenda inspirados por el sentimiento
costumbres, a la obra generadora de una del salvaje candor, de la ingenuidad pri-
literatura esencialmente americana, ad- mitiva, que destacan sobre el fondo de
quiere aquella época literaria, de su sim- las vírgenes soledades de América la
ple condición de testimonio histórico de sombra melancólica de Átala y el deste-
la primera edad de nuestros pueblos, un llo de infinito amor de Cumandá.—El
interés suficiente para mantenerla viva desenlace en que la soberbia araucana
en la memoria de la posteridad y que la arroja al rostro del esposo cautivo el
impone a nuestra consideración al llegar fruto de su seno en arrebato de ira y de
a esta parte de nuestro estudio. dolor, tiene la verdad intensa y ruda de
Hay en ella, además, un poema al que una escena de Shakespeare, y merecería
es debido por todo concepto otro home- ser consagrada reproduciéndose indefini-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 805

damente, ya en el relato del historiador ción. «El héroe es Caupolicán; el tema,


y en el acento del poeta, ya en el lienzo eí heroísmo araucano», afirma Bello. Y
y el bronce, como el símbolo perdurable bien puede agregarse que, antes de la
!
de la indómita naturaleza de la raza ven- explosión de los himnos de la libertad
cida, que concentra en altivo corazón de en la poesía de la época revolucionaria,
mujer, después que el brazo varonil ha la voz acusadora mantenida ante los
flaqueado, el odio supremo que convier- opresores en tres siglos de cautividad y
te la humillación en causa de locura, y i el verbo poético de la tradición de auto-
la sublime desesperación de la derrota. i nomía salvaje de la América, estaban
Por el espíritu, además, por el senti- sólo en aquellas hermosísimas arengas
miento que anima aquel airoso relato, : de los indios de Ercilla, donde el sentí-
dotado casi todo él de la limpidez y la I miento de resistencia al invasor resuena
firmeza de la equidad histórica, y ad- ' y llega a la posteridad con acentos ín-
quiere resonancia en el acento generoso ¡ mortales, con el vibrante entusiasmo de
del poeta o percíbese en él, íntimamente, ' la alocución del paje de Valdivia o la
como el epodo que acompaña de lo hon- I entonación viril de Colocólo.
do de su corazón las alternativas dra- '• Real precedente de poesía americana,
máticas de lo narrado, hay en Ercilla |1 la epopeya de Arauco no comparte esta
una cualidad que contribuye a destacar- significación con ninguna de las que lue-
le con relieve genial de precursor, vincu- ¡ go explotaron igual glorioso venero de
lándole a afecciones futuras y definiti- ; la historia y pretendieron modelarse a
vas, en la tradición de la poesía inspi- ejemplo de ella. Sobre las armas del
rada por el sentimiento de la historia y conquistador no volvió a reflejarse un
las peculiaridades de América, en igual rayo de excelsa poesía, ni la inspiración
proporción que levanta su nobilísima fi- que movió a los que aspiraron a consa-
gura, como hombre de acción y colabo- ' grar como épicos sus triunfos íué la ins-
rador de la conquista, ante el juicio se- piración generosa que evocaba, en labios
vero de la posteridad. del soldado de Millarapué, los más al-
tos ejemplos del heroísmo clásico para
La poesía de Ercilla no es el eco del enaltecer al salvaje de indómita fiereza,
espíritu de los conquistadores, no es la ' y como que presagiaba, en el seno rnis-
traducción de sus pasiones en ley, ni | mo de la conquista española, el grito de
guarda la repercusión de la rudeza des- noble protesta de Quintana.—De la em-
piadada con que se asentaba la planta presa de cíclopes que ofrecía por ele-
del vencedor sobre el pecho exánime del mentos de soberbia epopeya el escena-
vencido. rio de la civilización magnifícente de
La glorificación, la idealización de la I Méjico, la figura heroica de Cortés y el
conquista española le deben poco, y tan- cuadro épico de Otumba, no recogió
to por lo menos como el significado se- otra ofrenda la grande era literaria de
cundario de la empresa que canta, den- i nuestra raza que la del débil poema de
tro de ella, contribuye esa subordinación : Saavedra Guzmán y el cronicón rimado
del sentimiento nacional y de las arro- | de Lasso de la Vega. En las Elegías, de
gancias del triunfo al imperio de senti- I Juan de Castellanos, tampoco puede
mientos más altos, para que La Arauca- | apreciar la posteridad sino el interés
na no pueda llamarse en rigor la epope- del documento y la crónica; y en cuanto
ya de la conquista, ni sea, con relación i al continuador americano de Ercilla, ca-
a
La titánica aventura, lo que el poema be afirmar que América no puso ni un
de Camoens, símbolo y diadema del ge- reflejo de luz o una nota de color en
nio heroico de una raza, a aquella que 1 sus descripciones, ni una. inspiración de
representa su. gran tributo de civiliza-
806 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

amor y de piedad en su espíritu, conta- iluminar eternamente las sombras de la


minado por los odios de raza que superó crónica de la conquista, y que Adolfo
noblemente el alma hidalga de su ante- Berro depuró de las escorias prosaicas
cesor. de su imagen primera para concederle, en
Los conquistadores del Río de la Pla- su romance más gallardo, la forma defi-
ta hallaron el «Homero ramplón» de nitiva con que aparece a la posteridad,
una de sus duras Odiseas, el rimador es esencialmente más poético que el de
de una parte de sus porfías y sus glorias Glaura o Tegualda, y merece ser tenido
en el más desdichado de estos cronistas j por clásico entre las formas hasta hoy
que, siguiendo temerariamente el rum- j explotadas de la tradición indígena, de
bo del águila que había dominado las ¡ «la leyenda vestida de plumas de co-
campiñas del Arauco desde las cumbres, lores».
tendieron sobre el espectáculo de las ! En suma, no es posible relacionar con
realidades más soberbias y capaces de j este oscuro abolengo de las manifesta-
enfervorizar el acento humano el vuelo j ciones literarias del descubrimiento y la
desmayado de su pobre numen insensi- | conquista la moderna expresión de las
ble al acicate de lo maravilloso. tradiciones y los albores históricos de
El poema de Centenera, donde se her- nuestros pueblos en su poesía nacional,
manan todas las fealdades del verso ba- ] de otra manera que como se relaciona
jo e inarmónico y de la narración en- j con la verdad adusta y descarnada del
marañada y exenta de orden y criterio, j documento y del testimonio escrito de
constituye, en verdad, un precedente de | las cosas, la forma bella que la redime
bien pobre cuantía en la interpretación i de su nativa oscuridad y la transfigura
poética de las tradiciones y peculiarida- i en tema de arte; pero no es menos cier-
des regionales, y sólo en su carácter de to que hasta la aparición de las páginas
ingenua iniciación de temas destinados primeras de una literatura vivificada por
a reanimarse en lo futuro por las evo- el amor de la naturaleza propia y el sen-
caciones legendarias del genio poético de timiento de la nacionalidad en tierra
un pueblo interesado en la idealización i americana, no hubo mejores anteceden-
de sus recuerdos históricos, es él mere- i tes de americanismo literario, ni los su-
cedor de la atención y el interés que por | peró, en caso alguno, la desmayada poe-
órgano de su más caracterizado repre- ¡ sía de la colonia.
sentante le ha concedido la crítica ar- ¡ La literatura de la conquista—enten-
gentina. . diendo por tal el grupo épico de los poe"
Puede, sin embargo, un espíritu que ' mas que narran sus esfuerzos y celebran
se aventure en el erial prosaico del poe- ! sus triunfos y las crónicas en que dura
ma, iluminado por el don de hallar lo I el testimonio de sus actores—ostenta, en
bello y lo característico en las realidades ¡ medio de su informe rudeza, de su me-
opacas de la crónica, obtener de sus pá- ¡ diocridad habitual, de sus desmayos pr°'
ginas inspiraciones capaces de vivificar el , saicos, una viril animación, un grande
romance y la leyenda, hallazgos de una espíritu de vida.
candorosa poesía que asoma a veces, ba- Hay en ella el desorden de la ímpro-
jo la tosquedad e inepcia de la forma, visación, la deformidad del mal gusto,
como corteza a un tiempo ruda y bal- J todas las máculas y todas las imperfec-
sámica. ciones que son propias de la ausencia de
El episodio en que se destaca la figu- arte, y aun de la inferioridad del inge-
ra apasionada y gentil de Liropeya, la nio; pero es indudable que la considera-
heroína del amor salvaje, que Juan Ma- ción del conjunto inspira un sentimien-
ría Gutiérrez consideraba destinada a to muy distinto del desdén o el hastio-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA. «REVISTA NACIONAL».—AMERIC. LITERARIO 807

No ha de juzgársela, para poderla admi- i imprimieron carácter de democracias


rar, con el rigor del criterio literario, I embrionarias, parcas y austeras, sin lu-
sino atendiendo a que la razón de su gar para el remedo de las opulencias de
grandeza está en su calidad de campo ) la corte y modeladas en el hábito varo-
inmenso y abrupto donde se estampa, ! nil de la labor, la literatura del Río de
como garra de león, la huella de una de la Plata se halla en gran parte exenta de
las empresas más heroicas, más subli- I ese introito de abyección y mal gusto
memente aventureras de la historia hu- ¡ con que precede los anales de la cultura
mana. literaria de otras secciones de América
A medida que se avanza en el tiempo, el proceso de la actividad de su pensa-
i
a medida que la quietud de la noche de ! miento colonial; pero ella hubo de par-
servidumbre y de paz sucede al épico j ticipar forzosamente en tales tiempos de
fragor de la conquista, vuélvese el cam- j la radical falsedad impuesta por la des-
po de investigación más árido e ingrato, i vinculación del espíritu literario y las
más infrecuente al descubrimiento de ! fuentes generosas y límpidas del senti-
una nota de real inspiración, y el tedio l miento; del ambiente del poeta, clausu-
de una prosa enervante se extiende en el I rado dentro de una ficticia prolongación
horizonte de la literatura colonial como ! del mundo español o el mundo clásico,
una bruma. \ y la atmósfera que embalsamaba una
Aun los recuerdos históricos del pri- i virgen naturaleza con sus agrestes per-
mer siglo, el siglo heroico, de la coloni- , fumes y una sociedad naciente coloreaba
zación, sugirieron a veces en esta misma i con los tintes originales de su vida.
lánguida y trivial literatura la ambición Hubo, sin embargo, en el seno de
temeraria de lo épico, y ocasionaron poe- I aquel movimiento de ansioso despertar
mas donde la mísera condición del sen- i de las energías de la mente y de adquí-
timiento, del color y la forma no se ate- { sición de los elementos primeros de cul-
núa siquiera por el interés del testimo- I tura, que se inicia en la historia colonial
nio directo y del traslado fiel de la rea- j de Buenos Aires por el período guberna-
lidad que aparece en la obra de los pri- ! tivo de Vértiz, y tiene su manifestación
mitivos narradores, minuciosamente ob- j principal en la apertura de las históricas
servada en sus detalles, aunque no sen- aulas de San Carlos, un espíritu a quien
tida casi nunca en su poesía. Así, la j fué concedido cierto vago vislumbre del
Urna fundada, de Peralta Barnuevo, y la \ ideal literario cuyos remotos precedentes
Nernandia, de Ruiz de León. seguimos, y que se esforzó por reflejar-
El pasado no podía brindar sino moti- le en páginas que la posteridad debe re-
v
os de composición artificiosa y erudita coger con solicitud cariñosa.
er
> pueblos a quienes no les era dado La personalidad de Lab arden no se
contemplarle con los deliquios de la glo- destaca sólo en los anales de 5a vida so-
^:a, con el sentimiento de la tradición. cial del Virreinato por la superioridad
^ e las entrañas de la sociedad colonial de su cultura literaria y de las condicio-
sólo pudo nacer, en condiciones de vida, nes poéticas de su estilo sobre las de los
'^ abominable literatura de recepciones, rastreros versificadores de su tiempo, ni
c,e
exequias, de fiestas reales, que arro- por la diversidad de las aptitudes y la
paba vistosamente la lisonja trivial y multiplicidad de los servicios prestados
a
Paratosa, de las ciudades en que se al desenvolvimiento moral y material de
dentaba el poder de los Virreyes. la colonia que le constituyen en selecta
nacida tardíamente, en el seno de socie- personificación de los elementos de pro-
c
ades a quienes las singulares condicio- greso y de vida empeñados entonces en
es
de la colonización que les dio origen lucha oscura y afanosa para vencer la.
808 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

inercia del pesado bloque colonial; sino, elementos de innovación y de sentido


ante todo, por el prestigio de sus nobles moderno, no despreciables toques de co-
esfuerzos en pro de la adaptación del j lor de época y local que diversificaban
espíritu literario a las condiciones físi- ¡ la solemne uniformidad del tema trágico
cas e históricas de pueblo de su cuna. ¡ con la reproducción de costumbres de
La aparición de Siripo, trayendo al ¡ pueblos desconocidos y remotos, había
ambiente mudo y soporoso de la socie- \ intentado en Alzira conceder a la histo-
dad sin ideal y sin carácter, modelada J ria de los indios de América la dignidad
por tres siglos de servidumbre, una re- I literaria del coturno. Concebida esta
liquia de su tradición de libertad salva- I obra bajo los dictados del mismo espíri-
je, un soplo de sus tiempos épicos, es ! tu filantrópico que había inspirado Los
una nota de originalidad que basta para ¡ Incas, de Marmontel, y el Camiré, de
redimir un nombre de olvido y una j Florian, y forma artísica, al par de ellos,
época literaria de la condenación desde- ¡ del severo proceso instaurado por los
ñosa que merecería por casi la totalidad \ hombres de la Enciclopedia a la con-
de sus legados. t quista española, hubo de escollar, por
No es lícito afirmar que la tradición otra parte, en cuanto al propósito de fi-
indígena hubiese pasado hasta entonces ' delidad histórica que suele revelarse por
sin dejar la huella de su planta en los aciertos fugaces, en la índole fatalmente
anales literarios de la colonia; ni aun abstracta e inflexible de la tragedia y su
que faltase en ellos, de todo punto, la ¡ absoluta incapacidad para la reconstruc-
manifestación del contacto entre la men- i ción viviente de las tiempos y las cosas
te poética de las razas vencidas y la cul- ! que era triunfo reservado al drama de
tura implantada por el conquistador.— I la pasada realidad en nuestro siglo,
Los Comentarios Reales, donde por ver- ¡ igual pecado original de la ejecución, no
bo de tan espléndida idealización del redimido en parte, como sucede en Al-
imperio y de la sabiduría de los Incas, zira, por la alta calidad del ingenio, re-
cuya propia sangre inflamaba las inspi- ¡ duce casi a la descarnada exactitud de
raciones del relato, se extiende límpida ,' los sucesos y los nombres el colorido in-
y majestuosa el habla literaria modela- ' dígena de la obra del poeta colonial.
da por los grandes prosistas del Renaci- Pero el valer y el significado memora-
miento, serían suficiente ejemplo de lo ble de esta última no han de graduarse
último; y las fiestas escénicas o las re- ! ciertamente por el éxito del resultado, ni
presentaciones dramáticas en que solía ' aun por la originalidad intrínseca del te-
exigirse tributo a los recuerdos de la : ma, que se hacía pasar de las páginas
antigua vida americana, en las solemni- , yermas de la crónica a la idealización de
dades de los grandes centros de la coló- ; la más noble forma literaria, sino por
nizacíón, además de algún interesante ! el amor de las cosas del terruño que en
ensayo de historia anovelada o interpre- ! ella se revela y que otras dos composi-
tación semirromancesca de las cosas de s ciones del autor de la tragedia guaraníti-
la América primitiva que interrumpe la ca nos dan ocasión de comprobar, mani-
aridez desapacible de las crónicas, de- ¡ festando la existencia, si no de un VT0'
mostrarían la exactitud de lo primero. pósito consciente y sistemático, de un
Tampoco la originalidad de Labardén instinto poderoso de singularidad local
puede decirse absoluta con relación al ! y de un temprano sentimiento patriótico,
modo literario de la época en que fué i que en vano se buscaría en la prosa ri-
escrita la obra que comentamos. ¡ mada de Maziel y de Agüero.
Ya la tragedia clásica, que en manos i La sátira con que el espíritu sutil ¿ e
de Voltaire había adquirido, entre otros Labardén intervino oportunamente en el

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OBRA POSTUMA.—?: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—LIBRO DE CRITICA 809

debate literario movido por uno de los ción, la resonancia poética de aquel pe-
episodios triviales y los hechos oscuros ríodo de renovación de las ideas y de
que daban pábulo a la vana locuacidad iniciativa fecunda, que se manifiesta por
de los versificadores de la colonia, en los anhelos de prosperidad material y
tiempo del marqués de Loreto, luce un de libertad económica, los escritos de
hermoso arranque de sentimiento que Vieytes y la acción benéfica de Belgrano,
casi llamaríamos nacional y que vuelve diseñando sobre el fondo incoloro de la
realmente inspiradas las estrofas donde sociedad colonial el esbozo de un enér-
el poeta rechaza, a nombre de la condi- gico espíritu colectivo.
ción altiva de su pueblo, la abyección La evocación de las tradiciones legen-
cortesana de la vida pública de Lima. darias del pasado de América, que rea-
V ei canto por ei que fué poéticamente lizo Labardén en la escena, celosamente
consagrada la naturaleza de esta parte reservada por los poetas y los precep-
de América, que él personificaba en la tistas, para ios héroes y pueblos con-
sagrados como una aristocracia de Ja his-
majestad del Paraná—ensayando, con el toria, ofrece, pues, si se prescinde de la
vuelo tímido e incierto del numen apo- severidad, que sería inoportuna, del jui-
cado por la habitud de la imitación y la cio literario, y se ia aprecia relacionán-
retórica, el tema inagotable que señala- dola con ese anhelo de conceder una
ría la nota más intensa y distinta dentro expresión adecuada a la sociedad y la
de la futura originalidad de nuestra lite- naturaleza propias, que descubren los
ratura—, constituye a la vez, como mani- versos del autor de Siripa, todo el sig-
festación inicial entre nosotros de aquel nificado de una audaz manifestación pre-
género de poesía elevadamente didácti- cursora de la obra de nacionalización
ca, social, utilitaria en noble sentido, que sería francamente iniciada en la li-
que puso en boga el espíritu revolucio- teratura de América medio siglo más
nario del siglo XVIII y fué instrumento tarde.
eficacísimo de propaganda y de guerra 10 de julio, 10 de agosto y
en manos de los poetas de la Emancipa- 10 de noviembre de 1895.

UN LIBRO DE CRITICA <*>

Un libro nuevo de Menéndez Pelayo toca a las manifestaciones de nuestra


nos ofrece la más alta y placentera oca propia actividad productiva que con re-
s
ión en que iniciar este género de revis- lación al libro europeo, cuya irresistible
tas que nos proponemos atender asidua- influencia triunfa y se impone sin que la
mente.—Tienen la información y el co- obra fiscalizadora de la crítica la prece-
mentario bibliográfico entre nosotros una da en el espíritu del público. Confiamos,

irea de la mayor trascendencia literaria pues, en que la utilidad propia de su
Que desempeñar, no menos en lo que objeto bastará a comunicar a las revis-
tas que iniciamos el interés que no al-
. u) Este articulo se publicó precedido de esta cancen por su desempeño.
indicación previa: «Revista bibliográfica». Y al
encabezamiento con que esta página se inicia, Constituye la nueva obra del historia-
j'igue la transcripción del índice sumario de dor de los Heterodoxos españoles una
Js
Estudios de crítica literaria, segunda serie, segunda serie que añade reuniendo unas
L01 ^reclino Menéndez y PeLayo, aparecidos en páginas dispersas a sus Estudios de crí-
Madrid en 1895. [J. P. S.] tica literaria salidos a luz hace dos lus-
810 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

tros.—Reconozcamos, ante todo, que el ante sus ojos por la pasión de escuela y
recuerdo de las impresiones, en nosotros el efecto imponente y vago del conjunto
imperecederas, dejadas por la lectura de que objeto para ella de una sólida y de-
aquel primer libro a que el actual se purada admiración. El libro de exégesis
vincula, crea para éste un término de calderoniana de Menéndez Pelayo puede
comparación que no le es, en definitiva, ofrecerse como dechado de independen-
favorable; y que no se encuentra en la cia crítica, de alta sinceridad, de criterio
nueva colección una monografía del pre- propio y seguro; y en eí juicio general y
cio de aquel inolvidable discurso Del sintético del antiguo teatro español que
arte de la historia, ni el traslado de la allí se hace, y sirve de fondo al de la
personalidad de un escritor, y el juicio personalidad del gran poeta romántico,
de su obra, verificados con la maestría se admira el resultado de una investiga-
que en el estudio del poeta del Idilio ción directa, original, completísima, rea-
admiramos; ni una página, de estilo y lizada, acaso por vez primera en la eru-
de doctrina a la vez, como aquella que dición española, desde los trabajos de
el discernimiento del verdadero y falso iniciación de los críticos inspirados por
clasicismo, del espíritu helénico y la el moderno despertar del genio nacio-
moderna imitación de sus formas, moti- nal, en la más gloriosa de las manifesta-
va en la semblanza del autor de La con- ciones del pasado literario de nuestra
juración de Venecia. Predomina en los lengua. Como elemento de la obra de
nuevos estudios literarios la erudición revisión y reparación que en aquel libro
sobre la crítica, aunque sea constante- se esboza, en la crítica del gran Teatro,
mente esa erudición la original, selecta se manifiesta en sus páginas a menudo el
y fecundada por la intervención activa enaltecimiento del arte espontáneo y vi-
del criterio y el gusto a que el sabio goroso de Lope y Tirso, colocado artís-
escritor nos tiene acostumbrados. ticamente sobre la «grandeza amanera-
Entremos ya a examinar, con la nece- da» de Calderón.—Es el segundo de los
saria rapidez de una apuntación de este poetas citados quien hasta ahora puede
reclamar de la posteridad el pago de más
género, el contenido de la colección, co- cuantioso crédito; el que aún espera de
menzando por aquellos ensayos relativos ¡ la crítica la apreciación exacta de su
a obras y autores del viejo teatro caste- genio y del conjunto de su producción, y
llano, que forman la mejor y más exten- de la historia literaria, el esfuerzo que
sa parte de ella. disipe, en lo que toca a su vida, las bru-
Establece cierta unidad en el espíritu mas de la ignorancia o la leyenda. El
de esos estudios la tendencia que mani- estudio a él referente en el libro q ue
fiestan a levantar, sobre el nombre y la motiva esta nota viene a satisfacer en
gloria de Calderón de la Barca, los de gran parte tal exigencia de justicia, re-
poetas objeto de menos universal acla- uniendo y armonizando el resultado cte
mación, aunque acaso artísticamente más la labor erudita consagrada en los últi-
excelsos. A nuestro crítico corresponde mos años por diligentes investigadores
el honor de haber fijado definitivamente I al esclarecimiento de la personalidad y
el criterio desapasionado en la aprecia- la existencia, punto menos que desco-
ción del último y más célebre de los re- nocidas, del poeta, y acompañando a
presentantes de la gran tradición dramá- esa síntesis de erudición, que se acre-
tica española, identificado un día con la cienta con datos personalmente adquiri-
gloria entera de esa tradición, levanta- dos, observaciones de crítica profunda
do por impulso de la crítica romántica con respecto a su obra. Para Menéndez
alemana a la categoría de símbolo más es indudable que el segundo lugar entre
adorado que conocido, más transfigurado

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACÍ O NAL».—LIBRO DE CRITICA 811

los maestros de la escena española le es giosa de su producción y el eco de su


debido al gran mercedario, y aún se incli- inmenso prestigio en los contemporáneos
na a participar de la opinión de los que que por la sanción severa de la crítica
resueltamente le otorgan el primero y el y el aprecio consciente de la posteridad.
más próximo a Shakespeare, «ya que no Grillparzer, iniciador de la reacción anti-
por el poder de la invención—en que calderoniana en el pueblo donde se inició
nadie aventajó a Lope, que es por sí solo la apoteosis, puso a la vez con sus estu-
una literatura—, a lo menos por la inten- dios la piedra angular del monumento de
sidad de vida poética, por la fuerza crea- que es deudora todavía la crítica moder-
dora de caracteres, y por el primor insu- na al más bizarro y pródigo de los inge-
perable de los detalles». En el examen nios castellanos, y evocó, en cierto modo,
de la autenticidad de ciertas obras tradi- a nueva juventud, su poesía, identifican-
cionalmente incorporadas al repertorio do su propio espíritu con ella, «penetrán-
de Tirso, cuyo origen aparece oscuro y dose de su virtud genial y fortificante»,
dudoso, debe singularmente notarse, y para que el estro de Lope remaneciera,
tenerse por decisiva, la argumentación en lo posible, en sus obras. Estudia nues-
que se aduce para confirmar al poeta en tro crítico, a la luz del citado libro de
la posesión de aquel inmortal drama teo- Farinelli que ocasiona su ensayo, esa in-
lógico que se intitula El condenado por teresante identificación espiritual, y nos
desconfiado. Sólo el autor de Don Juan refiere, guiado por el mismo, las vicisitu-
era hombre avezado al estrépito de las des de la gloria del viejo poeta español
aulas y la disputa dialéctica entre los en la moderna crítica alemana.
poetas de su nación y su siglo, y sólo «de Debe reconocerse Ja oportunidad crí-
la rara conjunción de un gran teólogo y tica del propósito a que estos estudios
un gran poeta en la misma persona pudo obedecen. A cada modificación del gusto,
nacer aquel drama único, en que ni la a cada etapa nueva del espíritu literario,
libertad poética empece a la severa pre-
cisión dogmática ni el rigor de la doctri- regida por diversos modelos, informada
na produce aridez y corta alas a la ins- por diversos principios, corresponden dis-
piración». tintas evocaciones en las cosas pasadas.,
diferentes rehabilitaciones y rejuveneci-
El análisis de cierta obra de Arturo mientos. Convenía la apoteosis caldero-
Farinelli sobre el influjo del creador del
teatro español en el espíritu y 3a obra niana al espíritu de una revolución que
de Grillparzer, uno de los primeros, si no buscaba restaurar en toda forma de arte
e
l mayor, de los sucesores de Schiller en la expresión del sentimiento nacional y
' a escena alemana, a la vez que crítico religioso, cautivada además por toda
dramático de genio, se relaciona con otra magnificencia de fantasía, por todo efec-
ei
nxpresa de reparación que la justiciera to de opulencia y grandiosidad, y harto
crítica de aquel teatro imperiosamente indulgente para perdonar los defectos e
ex
ige y a la que Menéndez y Peí ayo con- impurezas de ejecución artística por la
sagra actualmente tan formidable esfuer- belleza de la idea. El amor de la reali-
10
como el de ordenar y dirigir la edición dad, el anhelo de la verdad y la vida en
total, publicada bajo los auspicios de la la interpretación de los afectos humanos,
Academia Española y avalorada por pro- antes que de la trascendencia ideal y de
lr
Jos comentarios de las obras dramáti- las esplendideces de la forma, deben for-
cas de Lope, Grande, sin duda, es la fa- zosamente manifestarse en la crítica del
R
ia del Fénix de los Ingenios; pero puede viejo teatro castellano por el triunfo de
armarse que ella ha vivido hasta ahora Lope y del creador de Don Juan, del poe-
<«-> por virtud de la abundancia prodi- ta de la naturaleza vigorosamente sentí-
812 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

da y observada y el poeta del poder ca- efecto cómico. Desatendiéndose el ele-


racterístico y las realidades risueñas. mento de pasión que entra como fermen-
Puede en cierto modo relacionarse, con to poético en la composición íntima de la
la tendencia que hemos indicado en los obra, desconocíase el verdadero carácter
anteriores ensayos, la monografía de El y el más hondo interés de aquella crea-
Alcalde de Zalamea, que forma parte de ción de naturaleza shakesperiana. «Poe-
la colección, en cuanto reivindica para ma de amor y de expiación moral; mez-
Lope, desentrañando por vez primera a cla eminentemente trágica de afectos in-
la luz de la buena crítica su rudo esbozo genuos y de casos fatales reveladores de
del sujeto dramático, llevado a entera una ley superior a la pasión humana», la
realización artística por el creador de Se- conceptúa nuestro crítico; y añade seña-
gismundo, la gloria de la creación genial, lando la página en que más delicadamen-
de la invención primitiva, dejando al úl- te se manifiesta aquel fondo de idealidad
timo poeta la del perfeccionamiento y y ternura: «Para encontrar algo semejan-
pleno desarrollo de la idea que en el te a la tibia atmósfera de la noche de es-
drama que sirvió de modelo al que admi- tío que se respira en la escena del jardín,
ramos aparece enturbiada por la tosque- hay que acudir al canto de la alondra,
dad y desaliño de la ejecución.—El pen- da Shakespeare, o a las escenas de la
samiento de protesta, acaso involuntaria seducción de Margarita en el primer
o inconsciente, pero real y elocuentísima Fausto.»
para ia posteridad, que encarna en forma Tales son aquellas páginas del volumen
artística aquel gran drama, donde las li- relacionadas con la historia y la crítica
bertades municipales tomaron, al decir del viejo teatro español. Pasemos a las
de nuestro crítico, tardío desquite de que abordan temas de otra índole y ha-
Villalar, está magistralmente definido a gamos mención en primer término del
la conclusión de este estudio. estudio de la personalidad del esclareci-
No ofrece menos interés el excelente do polígrafo balear José María Quadrado,
comentario de La Celestina ya publicado, escrito para preceder como prólogo a la
al par de la monografía anterior, como edición de sus obras. Duélese Menéndez
artículo del Diccionario Enciclopédico Pelayo, a propósito de la impopularidad
Hispano-Americano. Una nota nueva de- del nombre que encabeza ese estudio, de
be advertirse en la apreciación del espí- que la historia literaria de nuestro siglo
ritu y significado de la famosa «tragico- en España está tal mal sabida y enten-
media» de Rojas—a quien se inclina Me- dida por casi todos, y de que por efecto
néndez a reputar [por] (1) el exclusivo de inveterados olvidos e injusticias se
autor de ella, basándose para desechar el conceda a cierto número de nombres in-
supuesto de dos autores en la poderosa variables el valor de tipos representati-
unidad orgánica que la informa—y es la vos de la actual cultura española, enaje-
que llama la atención de la crítica sobre nándose otros a la estima y admiración
la parte romancesca, delicada, sentimen- de los contemporáneos. Y para justificar-
tal, de aquella obra esencialmente huma- lo, la semblanza que da ocasión a tales
na y completa, en la que el juicio de los quejas presenta a nuestros ojos un tipo
comentadores apenas había apreciado de venerable excelsitud intelectual, de la-
hasta ahora sino el traslado vivísimo de bor fecundísima, de varia y sólida cultu-
la realidad y la eficacia irresistible del ra, de existencia íntimamemente relacio-
nada con la historia de las ideas litera-
(1) Añadimos la preposición por impuesta rias y filosóficas en la España del si-
por la construcción del verbo activo «reputar» glo xix. Estudiando a Quadrado en su
que la precede. [J. P. S.] carácter de principal colaborador en 'a

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—LIBRO DE CRITICA 813

manifestación española del movimiento y las Epístolas y Décadas, de Pedro Már-


arqueológico-romántico con que trascen- tir de Anglería, la versión procedente de
dió a los dominios de las artes plásticas los escritores que trabajaron de inmedia-
y la historia el impulso de la revolución to sobre las confidencias y comunicacio-
literaria de principios del siglo, y en sus nes del Almirante, y aprecia el testimonio
méritos de historiador penetrado del de los cronistas de Indias en lo relativo a
espíritu nuevo con que han aliado los la tradición del magno hecho inicial de la
grandes narradores de nuestra edad a Conquista, desde Fr. Bartolomé [del] (1)
las severidades del procedimiento críti- las Casas y Fernández de Oviedo, de cu-
co el poder de la fantasía adivinatoria, yas figuras históricas traza dos bocetos
anticipa Menéndez el bosquejo de pá- llenos de interés. La aplicación primera
ginas que han de servirle para el estudio del criterio antiespañol y heterodoxo a
de la estética española contemporánea la historia del descubrimiento de Amé-
en su obra capital. La consideración del rica en las obras de Raynal y de Robert-
aspecto de apologista católico y contro- son; la tarea de investigación documen-
versista en la personalidad de Quadra- tal que iniciaron Muñoz y Navarrete; el
do le da asimismo ocasión para carac- método pintoresco y de evocación del
terizar y reducir a síntesis luminosa los movimieno dramático de la realidad, en-
antecedentes y condiciones de la lucha sayado en el relato de la sublime aventu-
de ideas latente en el fondo de la guerra ra por los dos grandes historiadores nor-
civil en que chocaron la España tradi» teamericanos de comienzos del siglo, y la
cionalísta y la revolucionaria durante revelación de los precedentes y resulta-
la primera mitad de esta centuria. dos científicos del descubrimiento en una
A comentar una obra biográfica que de las grandes obras de Humboldt, son
permanecerá entre las más preciadas y objeto de la continuación de esta intere-
duraderas manifestaciones del movimien- sante y concienzuda reseña, cuya parte
to de actividad erudita suscitado por final está dedicada a la erudición colom-
tan alta ocasión como la del IV Cente- j bina de los últimos años, representada
nario del descubrimiento de América, en j principalmente por las indagaciones bi-
España, está dedicado otro de los es tu- | bliográficas del norteamericano Enrique
dios de la colección. No se limita este Harrisse, que Menéndez Pelayo opone
estudio, sin embargo, al análisis; pues se elogiosamente a las declamaciones, tan
extiende hasta trazar un cuadro general vacías como popularizadas en cierta par-
de la literatura en que el objeto propio te del público francés, del conde Roselly
de aquel libro puede reconocer preceden- de Lorgues, incansable propagandista de
tes, caracterizando los diversos períodos la santidad del Descubridor.
y vicisitudes de la historiografía tocante Conocíamos el juicio sobre Enrique
a la existencia del descubridor y la reali- Heine, por haber constituido antes de
zación de su empresa, a partir de ios formar parte de la colección que exami-
propios escritos de Colón, cuyo valer de namos, el prólogo a la obra de cierto me-
poesía en aquellas páginas, inspiradas diocre traductor del Intermezzo y Cantos
Por la contemplación de la naturaleza del Norte. Es ese breve estudio la con-
del Nuevo Mundo o por los anhelos y las fesión hermosa y leal de un convertido.
emociones de la acción, rememora, así Todos sabemos de los apasionamientos
como la lucidez de las intuiciones cientí- clásicos y ortodoxos del Menéndez Pe-
ficas que esclarecen otras de sus páginas,
invocando los juicios y encarecimientos (1) Agregamos la partícula de omitida en el
de Humboldt. Observa luego en la Cróni- • patronímico del célebre Apóstol de los indios.
ca
de los Reyes Católicos, de Bernáldez, ' [J. P. S.]
814 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

layo de la primera junventud; el apo- imagen significativa y enérgica el carác-


logista del genio tradicional de su Es- ter de la sátira heiniana, después de ha-
paña; adversario de Revilla en controver- berla calificado nuestro crítico de «tu-
sias famosas, y el enamorado ferviente multo de polvo y guerra que parece es-
de la antigüedad que renovaba en la truendo de muchos caballos salvajes,
Epístola a Horacio el himno de triun- pero de raza inmortal, lanzados a piso-
fo de los hombres del Renacimiento. tear con sus cascos cuanto la humanidad
Todos conocemos la animadversión an- ama y reverencia?»
tigermánica que era el reverso de aque- De las influencias semíticas en la lite-
lla pasión estética y religiosa de la- ratura española se intitula el estudio que
tino. No se ha modificado en Menéndez da término a la colección. Compendiase
Pelayo el fondo íntimo y sustancial de en él el contenido de una oración acadé-
las ideas; pero el cincel del tiempo ha pa- mica del erudito filólogo y arabista señor
sado suavizando asperezas y corrigiendo Fernández y González relativa a aquel
imperfecciones por su intelecto constan- tema histórico, y termina por una enérgi-
temente cuidadoso del propio progreso ca afirmación de la eficacia y la gloria
espiritual, y hoy admiramos en el anti- del influjo ejercido por la cultura orien-
guo polemista de La Ciencia Española el tal en la filosofía y las ciencias de Occi-
espíritu amplio, sereno, comprensivo, dente; afirmación que opone nuestro crí-
personificación de elevadísima tolerancia, tico al celo intemperante de los apologis-
modelo de criterio ecuánime y cultura tas e historiadores de su credo y escuela,
total, que en uno de los tomos de la His- empeñados en reivindicar para los pue-
toria de ¡as Ideas Estéticas ha verificado blos y los individuos participantes de su
incomporable resumen de la filosofía y fe la posesión exclusiva de aquellos do-
literatura alemana en su edad de oro, y i nes del orden natural que Menéndez Pe-
en el que han podido reconocerse «los layo reconoce «no incompatibles con el
mismos a peu prés, las mismas medias | error teológico». Hay verdadero interés
tintas, las mismas afirmaciones provisio- j en hacer notar tales manifestaciones de
nales» que acusan la influencia del espí- ! amplio y generoso criterio conciliado a
la integridad de creencia y el dogma, co-
ritu germánico en un Renán o un Carlyle. : mo le hay en señalar en uno de los ante-
La admiración de Heine que en el libro ¡ riores estudios, a propósito de la exposi-
de Menéndez Pelayo se expresa recibe i ción de las ideas estéticas de Quadrado,
su mayor interés de haber sido precedida ! la huella del espíritu independiente con
por aquel desdén confesado, y merece que penetra «el gran ortodoxo» en aque-
notarse su significación como testimonio llas cuestiones de arte y poesía que in-
y ejemplo de la más noble condición de volucran en el campo de la intolerancia
la crítica: la de la sinceridad. Y a la de- dogmática los secuaces de la falsa esté-
terminación sintética y precisa que con- tica de un Jungmann, objeto, por parte
tiene de la genialidad del poeta, se une ! de nuestro propio crítico, en su obra ca-
en aquel estudio la belleza de la expre- 1pital, de una refutación memorable.
sión, la gallardía del estilo. ¿Cómo acer- i
taría a condensarse originalmente en una I 10 de septiembre de !895.

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OBRA POSTUMA,—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—DE DOS POETAS 815

DE DOS POETAS
«ECOS LEJANOS», POR CARLOS GUIDO SPANO.—«BAJO-RELIEVES»,
POR LEOPOLDO DÍAZ

Tengo sobre mi mesa de estudio dos toda la frescura de la producción de la


libros entre ios que establece una rela- más bella juventud!
ción interna y armoniosa, un estrecho Detengámonos un tanto ante el autor
vínculo ideal, la participación en una ma- del libro que va a ser objeto principal
nera de poesía cuya fórmula puede con- de esta confesión de impresiones. Su per-
cretarse en el amor y el imperio de la sonalidad se destaca dentro de la litera-
forma pura. El lazo con que placentera- tura de su época, con los contornos pre-
mente los reúno en esta crítica traduce, cisos de un temperamento excepcional y
al mismo tiempo que el orden inmediato de una escuela de poesía apartada de las
que ocupan mis lecturas de entrambos, ideas en ella prestigiosas y prevalentes.
la analogía del juicio y la identidad de Llegó a la escena literaria en momentos
las impresiones. en que se imponía triunfal a todos los
Titúlase el primero Ecos lejanos y lleva espíritus una nueva orientación del arte
a su frente un nombre de poeta que es y el gusto; y vio pasar, en actitud de
un glorioso guión en los reinos del sen- espectador, la legión de los cruzados ro-
timiento. Carlos Guido Spano ha colec- mánticos, desde alturas serenas—Puede,
cionado las páginas dispersas de su pro- en cierto modo, afirmarse que fué su
ducción de los últimos años y nos ofre- musa la Cordelia fiel al clasicismo entre
ce un libro nuevo. las que aquí respiraron el hálito impetuo-
Atendamos al acento del poeta; agru- so de la tempestad hugoniana. Pero el
pémonos en torno suyo los que conser- clasicismo es un término de harta vague-
vamos todavía, en lo hondo del alma, el dad. El definía, dentro de nuestras tradi-
amor de las idealidades en derrota, como ciones poéticas, la escuela de aquellos
en el idilio de Chéníer, los pastores ca- que habían consagrado en versos solem-
riñosamente agrupados, con solicitud re- nes, majestuosos, vibrantes con las reso-
Paradora del rigor de la muchedumbre nancias de la lucha, ia gloria de la Revo-
indiferente, alrededor del rapsoda erran- lución; y con los poetas de la Revolución
te que habla en el lenguaje de lo dioses, no tiene seguramente el imaginador de
Amina y de Marmórea más afinidad de
de las cosas bellas de la vida. tendencias que con los que tremolaron
Mme. de Stael llamaba a la ancianidad en el torneo de nuestra vida literaria los
de los varones ilustres «la aurora de la colores vistosos del romanticismo.—Ellos
^mortalidad». Afirmemos nosotros que tenían por ideal supremo de la forma el
s
í alguna vez puede hablarse de una an- desorden pindárico y la elocuencia líri-
cianidad que tenga semejanzas de aurora ca; buscando ia amplitud del tono decla-
es
. sin duda, al tratarse de este poeta matorio, pagaban pleno tributo a la di-
delicado, sereno, eterno adolescente del fusión que era pecado literario de la épo-
a
lmaf cuya mano se tiende desde las ca; en tanto que una de las calidades de
cumbres blancas de la vida para brindar- la poesía de Carlos Guido es su concen-
los con un libro de versos que ofrece tración, su continencia horaciana, y lo
to
da la espontaneidad, ¡todo el candor y característico en su forma es todo lo con-
816 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

trario del lirismo elocuente: es la línea sencillez del arte homérico, y desde que
pura y correcta en breves límites. Ellos el evocador de la Elena robada al reino
no hallaban medio de desprenderse de de las sombras sintió alborear en sí, pa-
la afectación de la onda académica, es- sada la tempestad que Werther propagó
pecie de pedestal a cuya planta abando- por la tierra, la olímpica serenidad que
naba el poeta, como fardo innoble y pe- puso en sus versos el sosiego imperioso
sado, su naturaleza de hombre, para asu- de los mármoles y quedó en él como la
mir la gravedad solemne de un numen, huella refulgente de la visitación de Apo-
sino cuando procuraban la falsa sencillez lo redivivo al santuario de su espíritu
del madrigal o de la égloga, en tanto que consagrado para un nuevo culto.
la elevación ideal y la forma pura y es- De esta fe poética es iniciador el autor
cogida se concilian perfectamente con ia de Ecos lejanos. Como epígrafe de una
verdad de los afectos, en el autor de completa colección de sus versos, ven-
Ecos lejanos. dría bien el hemistiquio inmortal de La
Independiente el estilo poético de Gui- Invención, que pide pensamientos nuevos
do de tradiciones de escuela; educado en labrados en el mármol antiguo.—Tiene
esa alta inteligencia de la imitación que del ateniense sacrificado por los escitas
no excluye, sino estimula y fecundiza, el del Terror el aticismo en que ha colabo-
impulso de la libertad; concretando lo ín- rado más ]a naturaleza que la escuela;
timo y sustancial del gusto clásico en y cuando su numen, traspasando los lin-
formas personales y propias, el lazo deros del campo donde se ofrecen los sa-
por el que le reconocemos vinculado a crificios de la forma, aspira al triunfo
los modelos de la antigüedad ha de atri- que se consagra con tributo de lágrimas,
buirse a virtud de ía misma revolución li- j es para penetrar como él en esa zona
teraria que derruyó en su tiempo las I crepuscular del sentimiento donde flotan
aras de un clasicismo falso y un remedo ¡ las sombras de las heroínas de Eurípi-
infecundo, y que logró apartar de las pá- , des, el eco de las quejas de Dido y ba-
ginas del texto griego o latino el prisma ; ten sus olas blancas y sedosas los ale-
empequeñecedor de Boileau.—Mientras el i jandrinos de Racine.—Bajo el tipoy de
sistema de los imitadores modernos era ;• Nenia, se siente latir un corazón herma-
herido de muerte por la crítica de los no- no de La joven cautiva. Marmórea tiene
vadores, la intuición de lo antiguo, otor- la triste languidez de Neera.
gada a los grandes artistas del Renaci- De este abolengo ático de su naturale-
miento, volvió a iluminar, más intensa y , za poética y su arte, nace como condición
más pura, ciertas almas.—Desmoronóse | fundamental, entre las que contribuyen
el templo alzado en honor de la sabia re- ¡ a imprimirles sello distinto dentro de su
gularidad y de la indeficiente corrección \ tiempo, el señorío de todas las exquisi-
durante el soberbio reinado que la críti- ! teces de la dicción y todos los secretos
ca del siglo xvni proclamaba, subliman- ¡ del ritmo.-—El noviciado de la libertad
dolo sobre los tiempos de Pericles y los j literaria se tradujo, para la generalidad
de Augusto, edad de oro del ingenio; I de nuestros poetas de América, en la vo-
pero «el amor de Grecia» cobró alas en luptuosa non curanza (1) de la forma, en
el ambiente de esa ruina; y ella fué, más el descuido, más o menos consciente y
que nunca, para los entendimientos capa- confesado, de ese «culto del material»,
ces de sentir sus prestigios excelsos, Tie-
rra Santa de fervientes peregrinaciones (1) Esta expresión italiana es una sola pala-
ideales, desde que Andrés Chénier, alcan- bra: noncuranza. Quiere decir tanto como «des-
zando la perfecta visión de un mundo preocupación, desdén, incuria». [J. P. S. Rodo
desvanecido, hizo revelación de la divina : siempre la escribió así.]

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—DE DOS POETAS 817

que hoy llega a la superstición e induce una aspiración esforzada aquellos que no
al delirio.—Eran los tiempos en que solía hayan enervado su sensibilidad en el abu-
tenerse por consustancial a la naturaleza so de los perfumes capitosos y ardientes.
del poeta, el don divino de la composi- La poesía es irradiación de todas las fa-
ción enteramente fácil y espontánea y de ces del espíritu y, como la naturaleza
la producción abundosa. Confiábase de- para cada una de las latitudes del espa-
masiado en las abstracciones de cierta cio, ella tiene para todas las latitudes del
psicología estética que atribuía una so- sentimiento, manifestaciones peculiares
brada realidad al mito del «numen» y de vida y hermosura. Al lado de la poesía
acaso era tildada de prosaica la porfía de la pasión y del dolor, que lleva el al-
difícil y tenaz de la labor.—Diríase que ma a las asperezas de la cumbre, admita-
el romanticismo se inclinó a no recono- mos como la vegetación risueña de los
cer sino la «magia negra», la magia no valles la que se debe a la serena y plá-
aprendida, en la taumaturgia del Arte. cida concepción de la existencia; tal vez
—Era adorado el misterio de la inspira- mecida por los deliquios de la voluptuo-
ción que desciende al espíritu del poeta sidad que embalsamaron la amena granja
envuelta en nubes.—Hoy encontramos del Tíbur y la estancia sabina, tal vez ve-
más poesía en los afanes de esa lucha lada transitoriamente por el celaje de
hermosa y viril que empeña con el ma- las melancolías más suaves y graciosas.
terial rebelde el espíritu enamorado de la —Pero el aspecto que manifiesta toda la
perfección: la lucha que llevaba la razón superioridad de la obra poética de Gui-
del Tasso a la locura, que torturaba el do, aquel en que principalmente puede
pensamiento de Flaubert, con alternati- ser ejemplar, es sin duda el de las exte-
vas de angustia y júbilo infinitos, y que rioridades del verso; el que admiramos
el autor de Levia Gravia ha simboliza- en las cuartetas de Amira, en las de Ja
do en una imagen soberbia: los afanes inolvidable bendición paternal, en el ver-
del sátiro perseguidor de la ninfa leve í so libre de La Noche, en las briosas oc-
y esquiva en el misterio de los bosques, I tavas de Adelante.
Fué concedido a nuestro poeta el honor Hay dos supremas manifestaciones de
del triunfo logrado en esa lucha, cuando la belleza poética en la forma—según la
respiraban, los que con él compartieron poesía, que reúne y armoniza en cierto
la representación literaria de su época, ; modo las calidades de las demás artes
vientos de tempestad, vientos de desorde- bellas, se incline a participar del dominio
nada inspiración, y eran sus versos como j de las artes del dibujo o de la indetermi-
soldados vencedores que vuelven del ¡ nación del esplritualismo melódico.—Por
combate, desaliñados y altivos.—Tuvo en- j una parte, la línea firme, el ritmo vence-
tre ellos el índisputado dominio de la i dor de la inmaterialidad de la palabra, el
forma.—No ciertamente porque sea el la- i culto de las apariencias materiales y tan-
brado y blanquísimo panal lo que sedu- j gibles del verso que dan la sensación de
ce en su obra por única excelencia; hay ¡ contornos mórbidos de estatua, el arte de
también miel regalada que gustar en sus : la imagen precisa, dotada de relieve, que
transparentes alvéolos; sabe acertar tam- ! puede hacerse pasar de la estrofa al már-
"jen, si no con el intenso grito de la pa- J mol o al bronce; el procedimiento, en
Sl
ón, con el lenguaje de las delicadezas ¡ fin, que pone en manos de los poetas, ya
del alma que piden propagarse en ondas el martillo y el cincel del escultor, ya
^ e luz, con la manifestación acabada de j como símbolo de los primores parsania-
°s afectos ingenuos, puros, apacibles, ex- nos—-el diamante del grabador de pie-
halaciones cíe suavísimo aroma que per-' dras finas.—Por otra parte, el tejido te-
cioirán en sus versos sin necesidad de nue y aeriforme de los líricos en quienes
818 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tiende la poesía a la vaguedad sentimen- de bronce donde se amplificaban las re-


tal de la música; el de las rimas de Béc- sonancias del combate.
quer, el del Heder (1) heiniano; semiclari- El nuevo libro del intérprete de las
dad de crepúsculo, levedad etérea, gra- quejas de Nenia nos lo exhibe aún en
ciosa suavidad de una forma desdeñosa esa actitud, en esa atmósfera que se co-
el afecto plástico y el «número sonoro»; lora de un celeste diáfano y suave, pre-
pero que, modelada para expresar las va- sidiendo a la manifestación de una poe-
guedades del ensueño y la aspiración de sía siempre joven, de una idealidad siem-
lo inefable, encuentra su arte propio re- pre serena, de un espíritu que es todo
huyendo la severa precisión de la línea, luz y todo armonía. Reproduciré, sin or-
espiritualizando ios contornos de la ima- den, las notas marginales que encuentro
gen y la expresión, a la manera de muy en mi ejemplar de la colección elegante-
trémula y vaporosa atmósfera del pensa- mente editada por la Casa de Peuser
miento, que parece pugnar por desasirse —renovando así las impresiones de una
de los límites de toda concreción y toda gratísima lectura (1).
forma, o de levísimo incienso que aspi- América, que abre la colección a modo
ra a la inmaterialidad.—Carlos Guido es de pórtico amplio y majestuoso, es una
de los que aman y señorean la primera Atlántida clásica, que ofrece, si se la po-
manifestación de poesía; de los que tra- ne junto a la del poeta excelso de las
bajan el ritmo como el mármol, el pen- cumbres, el efecto de la sencillez del tem-
samiento como inscripción lapidaria y la plo griego parangonada con la magnifí-
imagen como escultura. cente irregularidad de la pagoda. El artí-
He querido rememorar la significación fice habituado a todos los refinamientos
individual y peculiarísima de este poeta de la delicadeza plástica e ideal que dan
que representó, dentro de su generación la íntima nota de su estilo pone en esta
y su tiempo, una nota insólita, y que aún soberbia composición las líneas firmes y
la hace vibrar, en nuestro ambiente he- severas del cincel que trabaja el mármol
lado, cuando de los cantos que tenían destinado a dominar sobre las calmas y
el imperio de las almas en su juventud tormentas de la muchedumbre, para ha-
sólo resuena en nuestra conciencia un blar a sus ojos con la expresión de un
débil eco.—Ha personificado el culto in- símbolo tutelar o de un glorioso recuer-
deficiente de la forma, cuando las su- do.— Rosa blanca, refundición de una de
gestiones de una época de improvisación las más delicadas composiciones que lu-
de una literatura y las influencias de la cen en otra colección poética de Guido,
escuela conspiraban para imponer cierto pertenece al género de La Inocencia y
vicioso amor al desaliño; la amable se- Cuento de Flores, que, como la forma
renidad del sentimiento, cuando vibraba primitiva de aquélla, embalsaman ha
en toda lira la repercusión de universales tiempo, desde privilegiado rincón de la
tempestades del ánimo; el desinterés de memoria, nuestro espíritu, y tiene la in-
un ideal de poesía levantado sobre la tención del apólogo conciliada con la ga-
ruda acción de la existencia e inmutable lanura del verso más espiritual y refina-
entre el oleaje agitado de la muchedum- do.—Sub-Umbra, que es un alarde de
bre, cuando el poeta se armaba para des- briosa y juvenil inspiración queriendo
cender, gladiador en nuestras discordias,
a la arena del circo y era su voz el vaso (1) La crítica general que antecede, sobre el
poeta de Hojas al viento, está reproducida con
(1) Lieder: vocablo alemán, es el plural de importantes variantes en El Mirador de Prós-
lied. Debe decir, pues, «el de los lieder hemia- pero, en el artículo titulado «Carlos Guido Spa-
rios.» [J. P. S.] no». [J. P. S.]

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—DE DOS POETAS 819

ser una nota desmayada de impotencia, ción patricia que imprime constantemen-
luce en el ritmo y en la imagen un do- te nuestro poeta a la voluptuosa moda-
naire infinito.—Musgo, Melancolía, Sole- lidad de su expresión.—Cuando ensaya
dad, sobre las que se proyecta la pen- su musa, educada en la contemplación
umbra de un tono elegiaco atenuado, a del ideal ateniense, la tonalidad plebeya
veces religioso, dan ejemplo de cómo aún de la trova y canta, en estrofas admira-
las acerbidades del desaliento y el dolor bles de agilidad y de brío, la altivez de
ostentan, al resbalar por el cauce terso la raza y el amor del terruño, hace pen-
y pulido del verso que labra nuestro poe- sar su estilo en la manera peculiar de
ta, eí impulso leve y gracioso de una ciertas deliciosas composiciones de Juan
onda que arrastrase, entre sus blancos María Gutiérrez, el poeta de la originali-
copos de espuma, flores marchitas y des- dad local conciliada con las supremas
pojos de alas destrozadas.—Las traduc- delicadezas de la forma, en quien la
ciones de los dos sonetos intercalados en esencia de americanismo poético se fil-
La fus du Tifien, de Alfredo de Musset, y traba al través de urdimbres de rosas
que modeló el poeta de las Noches en la y de mirtos. Parécenos ver entonces una
espiritualidad refinada del amor petrar- enredadera de nuestros bosques salva-
quista, adquieren, de la similitud Je! jes abrazando la columna esbelta de un
molde labrado en nuestro idioma con la templete.
forma toscana, todo el aire de dos pági- Un toque rápido, una estrofa labrada
nas ignoradas del Cancionero.—La figura con la preciosa concisión del epigrama
épica de Pringles, destacándose sobre el antiguo, para servir de engarce a una lá-
medallón de bronce de otro soneto irre- grima, de resonancia a un grito de admi-
prochable, encuentra, quizás por vez pri j ración o de piedad, de contorno a un
mera, una digna consagración de su glo- i pensamiento ático, a una ofrenda galan-
ría, desde el esbozo rapidísimo, pero pro- te, a una imagen leve y graciosa, resalta
cedente al cabo de mano genial, que re- a veces en la blanca soledad de una pági-
produce al jinete heroico en algunas lí- na. El sello de su origen se reconoce
neas del Facundo,—Al pie de Bajo-relie- siempre en estas notas ligeras, ya sean
ve se ha detenido también el lápiz cuyas un tributo puesto en la tumba del cantor
huellas me guían en esta evocación de ¡ de Granada, ya salude el poeta la glo-
impresiones. Son veinte versos de una ' ría eterna de Roma, ya levante su mano
absoluta sencillez, que encuadran una ; para enjugar, en el martirio de íschia,
descripción apenas bosquejada, sin la I el llanto de Parténope, o solicite frescos
íntima vibración del sentimiento, sin el ¡ lirios de Arauco, para ornar una frente
halago de la rima... Pero ¡qué gracia J pura.
ideal en su estructura, qué supremo buen | Hemos pasado por el taller del viejo
gusto, qué clásica y perfecta sobriedad! i escultor; vengamos al del artista joven,
Para decir, de la manera propia del poe- I donde aún se festejan los desposorios del
f
a, nada más que aquello, y decirlo de j cincel y la piedra.—No es, por cierto, el
lanera que encante y enamore, es nece- | taller de un ignorado: el nombre de Leo-
sario poseer el secreto que permite al | poldo Díaz ocupa, ha tiempo, para los
Regido de las Gracias concentrar en un ¡ que aspiramos a la superioridad espiri-
r
asgo único y como trazado al pasar so- tual del buen gusto, puesto honroso en
bre la arena del camino toda la esencia la más distinguida selección de las amis-
bella que otros se afanan vanamente en tades "de la inteligencia.—No tiene el cui-
buscar al amparo de los grandes temas. to de la forma, entre los nuevos cincela-
Aprecíese singularmente en esta página dores rítmicos de nuestra habla, un ini-
la morbidez elegante, el sello de distin- ciado más fiel, No tiene la actual gene-
820 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ración de poetas, en esta parte de Amé- que dan ejemplo Heliogdbalo, Süa o Si-
rica, nombre más alto- lencio de Tarquino,
Personifica, entre los nuestros, la ten- Por los Acantos, se siente pasar la vi-
dencia de poesía para quien la perfección bración del alma moderna. El verso ad-
es el sueño supremo y el triunfo último, quiere un tibio soplo de vida, un estre-
y reserva a esa audaz y fascinadora ten- mecimiento nervioso. Ya no es la flor de
dencia días de gloria.—Duego de todos mármol, insensible o inerte, sino la viva
los secretos del ritmo, no le ha sido ve- flor arrancada de su tallo para que luz-
dado el paso que conduce a las fuentes ca en urna cincelada.—Muerta y Recluso.
de la emoción y de la idea. Su Byron es tienen, para mí, la savia poética necesa-
un perfecto modelo de esa alianza. El ria para vivificar muchos poemas; en Ja
sentimiento intenso y generoso arde en Vieja Canción hay un vago y delicioso
el seno de la forma impecable, como el perfume; Stelta y Distante son de una
ascua encendida en brasero de magnífi- delicadeza infinita.—A veces, en los pro-
co bronce. pios Acantos, triunfa sobre el sentimien-
Titúlase el nuevo libro: Bajo-relieves to, que es la calidad por que se singula-
y un solo molde métrico impera en todas riza la serie, la preocupación de la línea
sus páginas. «La invención de Guido y del color. Vense entonces, dentro del
d'Arezzo», la forma selecta y bien ceñi- marco repujado con primores de orífice,
da en la que el pensamiento avanza por el cuadro del Crepúsculo, el de la Noche;
grados, como destacándose sobre un fon- la pálida flor que languidece entre el
do crepuscular, desde la sombra a la hielo; Véspero naciente en la profundi-
plena luz del verso último, ha halagado dad de las sombras azules; y el perfil de
al don de habilidad técnica del poeta, la Dogaresa que entona al desmayar de
que la domina, posesionado de su fuer- la tarde su rondel sobre la góndola que
za y su gracia, con altivez de vencedor. boga en el canal silencioso.
Sobre los primeros sonetos luce el Toma Leopoldo Días, entre otras con-
nombre de Grecia. Es a menudo un asun- diciones del sentimiento y la plástica, al
to de la Fábula de belleza inmortal e autor de Trofeos, el alarde de flexibili-
inagotable—un dios o un mito—el que se dad en la adaptación del colorido y del
gusto a variados tiempos y lugares, que
destaca sobre el fondo luminoso del permite a Heredia pasar, sin detrimento
verso, comparable a las gemas más clási- de su intuición admirable de la historia
cas donde se entallaron escenas mitológi- en su elemento dramático y sensible, de
cas. Bien la carcajada de Zeus que hace los cuadros romanos de Trebbia y La
estremecerse el Olimpo; bien Eros, sobre tarde de batalla a la bizarría puramente
la cumbre, bañado en sangre entre sus española de Los Conquistadores del oro
flechas de oro; bien Afrodita, que brota o del Romancero, y el exotismo japonés
de las blancas espumas o el brazo fuerte de SamouraL—El sonetista clásico pasa
de Diana tendiendo el arco vengador.—Sí- al norte, después que ha probado su cin-
sifo, Tanatos, Belerofonte, Edipo y Esfin- cel en el mármol sagrado de las ruinas
ge son de una belleza austera y admira- y lo ha teñido con sangre al recortar con
ble; pero triunfa singularmente el cincel él un jirón del seno palpitante de nues-
cuando la figura reclama la suave mor- tras inquietudes y nuestros dolores; y en-
bidez de la línea. Así, Leda, Pasifae y tre las brumas plateadas de ios Nibelun-
Bacante. gos, ve pasar el escuadrón de las vírgenes
En Roma domina casi exclusivamente guerreras y la bandada blanca de las Wi-
el cuadro histórico, tratado con el ner- lis; la aparición de Elsa y su caballero
vio dramático y la intensidad de color de legendario; Parsifal sobre el fondo tre-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—DE DOS POETAS 821

mante del incienso, y la Princesa en que frigerante, el contacto glacial del vaso
Tannháuser soñaba, dormida en su fére- ', cincelado y vacío?... ¡El poeta, abandera-
tro como tumbergia silenciosa.—Luego, : do en nuestra luchas, pertenece a la idea,
la ciudad ideal que puebla la multitud de j pertenece a la acción; y la poesía que
Shakespeare le abre sus puertas. Sobre ¡ merece los triunfos y la gloria es aquella
la esbelta escalinata de catorce tramos que aspira a representar, como algún día,
marmóreos ascienden las dulces heroínas. en la vida de las sociedades humanas,
Cuando ellas pasan, el verso adquiere el • una fuerza civilizadora, una fuerza fecun-
corte airado y la sombría tonalidad de i da! Yo, que he participado, y aún parti-
la ola borrascosa, al evocar el horror de cipo, de esta fe en el sublime didactícis-
la sombra sarcástica de Banquo y la in- mo de la palabra de los poetas, creo ante
finita desesperación del rey que llora todo en la libertad, que Heine proclamó
junto a Cordelia moribunda,—Me pare- irresponsable, de su genio y de su ins-
cen de los más hermosos e inspirados de piración. Cuando escucho exigirles que
la colección, estos dos sonetos que quin- se i n t e r e s e n —bajo apercibimiento de
taesencian, para encerrarle en pomo de destierro—en lo que Jesús llamó las
metal precioso, el absintio de las cosas dispulas de los hombres, recuerdo a
más acerbas del trágico.—-Admiro tam- Schiller narrando la historia de Pegaso
bién el esmalte oriental y el ritmo volup- bajo el yugo. El generoso alazán, ven-
tuoso de La Sulamita y Salomé; la cris- dido por el poeta indigente, es unci-
pación de fiera que se dibuja en los ver- do por groseras y mercenarias manos
sos de Hendías; la casta sencillez de a las faenas rústicas, símbolo de la di-
los que parecen modelados en la blanca recta utilidad y el orden prosaico de la
túnica de Ruth.—-En los Ciclos noto un vida. El se revuelve primero para sacu-
esfuerzo de condensación aplicado a te- dir el yugo que desconoce, y desmaya
más inmensos, que no se aviene con la después de humillación y de dolor. En
naturaleza íntima del poeta ni con el mol-
de métrico que usa; ambos más adecua- vano se fatigan sus amos; le desuncen,
dos al motivo capaz de contenerse en convencidos de la imposibilidad de do-
formas breves y correctas, a la imagen meñarle, y le arrojan con desprecio co-
de contornos claros y precisos, al pensa- mo a cosa inútil. ¡Pero el antiguo dueño,
miento marcado con un sello profundo, que vagaba triste como él, le encuentra
que a la indefinida amplitud de las gran- un día en su camino; sube, lleno de
des generaciones históricas. Lucha allí, júbilo, entre sus alas desmayadas; y en
con la insuficiencia del límite impuesto tonces un estremecimiento nervioso re-
por la técnica, la fuerza de expansión corre los flancos del corcel rebelde a la
de temas que acaso se resistirían al po- labor, se despliegan sus alas, sus pupi-
der sintético de Andrade. las flamean, y tiende el vuelo hacia la
¡Culto del verso por el verso! ¡Adora- altura con el soberbio brío, con la infi-
ción estéril de la forma!—-oigo clamar, nita libertad de la inspiración levantada
condensándose las notas de indiferencia sobre las cosas de la tierra!
0
de censura que han llegado a mi oído ¡Hermoso símbolo de la soberana in-
a
propósito de la genialidad de Bajo-re- dependencia del Arte! Comprendiéndolo
heves.—¿Dónde está la palabra que nos en su sentido profundo, dejemos al cor-
adoctrine en nuestras dudas, que nos cel alado la voluntariedad de sus vuelos,
fíente en nuestros afanes, que nos con- a la Poesía la fuerza de su libertad, y sea-
forte en nuestros dolores, en esta poesía mos siempre gratos al beneficio de sus
c e
^ contornos perfectos, que sólo deja dones divinos, ya ella nos aparezca como
Cíl
nuestros labios, ansiosos del licor re- deidad armada y luminosa en nuestras
822 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

luchas, ya se retraiga en la dulce intimi- j nuestro espíritu la caricia helada de la


dad del sentimiento, ya extinga en sí la forma! (1).
llama de la vida, i como adurmiéndose ¡
sobre lecho de mármol, y deje sólo en I W de diciembre de 1895.

NOTAS SOBRE CRITICA

Sin cierta flexibilidad del gusto no hay aquel que haya dado prueba de com-
buen gusto. Sin cierta amplitud toleran- prender ideales, épocas y gustos más
te del criterio, no hay crítica literaria opuestos.
que pueda aspirar a ser algo superior al
eco transitorio de una escuela y merez-
ca la atención de la más cercana poste- Si hubiera de graduarse el nivel a que
ridad. alcanza en la clasificación de las inteli-
Temperamento de crítico es el que une gencias el espíritu de cada escritor, to-
al amor por una idea o una forma de mando por base sus aspiraciones res-
arte—nervio y carácter de sus juicios—la pecto a la crítica que ha de pronunciarse
íntima serenidad que pone un límite a sobre sus obras, yo propondría la fórmu-
los apasionamientos de ese amor, como la siguiente: «El escritor de noble raza
lo fija a las tempestades de la tierra la es aquel que ambiciona, ante todo, ser
paz de las alturas.—Recuerdo haber es- comprendido. El vulgar escritor es aquel
crito alguna vez que en la aleación del que procura, ante todo, ser elogiado.»
alma del crítico grande y generoso es
indispensable elemento una buena por-
ción de aquella sustancia etérea, vaga,
dotada de infinita elasticidad, fácilmente El ministerio de la crítica no compren-
adaptable a las más opuestas manifes- de tareas de mayor belleza moral que
taciones del pensar y el sentir, que veía las de ayudar a la ascensión del talento
el gran estético de la Enciclopedia en real que se levanta y mantener la vene-
el alma multiforme del cómico.—Agre- ración por el grande espíritu que declina.
garé que la más elevada aspiración de
un espíritu literario ha de cifrarse en la
ciudadanía de la ciudad ideal que ima- Reservad la benevolencia de la crítica
ginaron en Weimar los dos geniales co- para juzgar las caídas de los grandes y
laboradores de Las horas y a la que no la empleéis en cohonestar la inepcia
debía llegarse por la armonía de todos de los pequeños.
los entusiasmos y la reconciliación de
todas las inteligencias (1). ,
Leopoldo Alas traduce acertadamente , Lo que Bentham define, en los Sofis-
en máxima de crítica la frase famosa de ! mas políticos, «la disposición absoluta-
Terencio: «No me es ajeno nada de lo j
que es humano.»—El mejor crítico será (1) La parte final de este escrito desde:
«¡Culto del verso por el verso!..,» hasta su
(1) Esta primera Nota está reproducida en conclusión forma la página intitulada «Divina
el Lema con que el propio autor encabeza libertad», que el autor incluyó entre los tra-
la serie de sus folletos de La vida nueva. bajos de El Mirador de Próspero, ya tantas
[J. P. S.] veces mentado. [J, P. S.]

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OBRA POSTUMA.—7." ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—SOBRE CRI1ICA 823

mente necesaria a la naturaleza humana buen gusto, ha puesto la suntuosidad de


que nos lleva a admitir sobre la palabra un gabinete de palacio.—La de Gautier
de los demás, no solamente hechos, sino nos conduce por una galería de cuadros
también opiniones»., puede oponerse a y de estatuas.—Leyendo a Macaulay, nos
menudo a las ventajas del examen libre parece hallarnos al pie de la tribuna, ba-
y personal y de la espontaneidad del pen- jo el imperio de una elocuencia avasalla-
samiento y el gusto, en los críticos poco dora.—Con Menéndez Pelayo, penetra-
reflexivos o poco audaces. Pero con re- mos en una inmensa biblioteca.—Con
lación al nivel vulgar de la crítica priva- Sainte-Beuve y Bourget, nos allegamos
da de la superioridad que es necesaria al archivo íntimo que guarda condensa-
para aspirar a alzarse en rebeldía contra da el alma de un autor.
las leyes del común pensar y sentir, ese Hay también, allá en los arrabales de
imperio de las opiniones autorizadas es la ciudad del pensamiento, un tugurio
una sana fuerza conservadora que man- estrecho y miserable, donde un mendigo
tiene el orden en los dominios del pen- senil ve pasar, con mirada torva y ren-
samiento, Sin el límite que ella opone a corosa, a los favorecidos con los dones
la ingenuidad de la ignorancia y el nial y triunfos de la vida: juventud, fortuna,
gusto, críticos habría que llamaran hom- belleza.
bre de genio a Jorge Ohnet y fastidioso Es la crítica por quien dura y maldice
a Cervantes. eternamente, en el mundo literario, el
espíritu de Zoilo.
El crítico que al cabo de dos lustros
de observación y de labor no encuentre,
en aquella parte de su obra que señala La lucha del «contenido inefable» que
el punto de partida de su pensamiento, existe en todo espíritu, con la insuficien-
un juicio o una idea que rectificar, una cia del verbo limitado y rebelde, que
página siquiera de que arrepentirse, ha- hacía anhelar al poeta de las Rimas po-
brá logrado sólo dar prueba, cuando no der trocar el «idioma mezquino» de los
de una presuntuosa obstinación, de un hombres por otro que diese a un tiem-
espíritu naturalmente estacionario o de po sensación de suspiros y de risas, de
un aislamiento intelectual absoluto. notas y colores, suele atormentar tam-
bién el espíritu del crítico, al esforzarse
por traducir en palabras ciertas recon-
diteces del pensar, ciertas delicadezas de
La crítica de Boileau podría simboli- la emoción estética, ciertos matices del
zarse en una aula de muros austeros y juicio.—Tiene, entendida así, un sentido
sombríos donde una palabra de entona- profundo de la frase con que termina
ción dura y dogmática impone la autori- el autor de Apolo en Pafos su examen
dad de un magisterio altanero.—En la de cierto libro de Pereda: «La crítica de-
crítica de Villemain, o la de Valera, res- biera auxiliarse a veces de la música.
piramos un tibio y perfumado ambiente Sólo con una melodía muy tierna y dul-
de salón, donde se conversa con donaire ce podría juzgarse de la belleza más re-
exquisito sobre cosas de arte .—La de cóndita de la última parte de La Mon-
Taine nos lleva a un magnífico laborato- tdlvez.»
n
0; en el que un experimentador opu-
lento, que es a la vez hombre de selecto 10 de enero de 1896.
824 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

MENENDEZ PELAYO Y NUESTROS POETAS

Hablaba Fígaro de las traducciones de atrevimiento que Fígaro asociaba al dic-


comedias y concluía, después de anume- cionario de los traductores.—En el se-
rar las condiciones exigibles a quienes gundo caso, supone la antología una
en tal empresa literaria se aventuran: preparación y un pleno dominio de aquel
«Todo esto se necesita, y algo más, para campo donde se han espigado los mode-
traducir una comedia—se entiende, bien—• los que ofrece, que casi autorizarían al
porque para traducirla mal no se nece- colector para escribir la crítica y la his-
sita más que atrevimiento y dicciona- toria de la literatura o el período litera-
rio.» «Por lo regular el que tiene que rio cuyos frutos ha aspirado a selec-
servirse del segundo—agregaba con su cionar.
habitual donaire el grande escritor—no j Del antologista a quien no impulsan
anda escaso del primero.» otros móviles que el propósito literario
Labor equiparable a la de las traduc- del lucro, o simplemente las tendencias
ciones literarias se me antoja en gran : de nuestro moderno prurito de publici-
parte la de las colecciones y antologías j dad y la ambición inocente de ver cam-
por la aparente facilidad con que disi- ¡ pear su nombre en la portada de un li-
muían a los ojos de los inexpertos las , bro, al hombre de talento que, seme-
dificultades que deberían hacerla tarea i jante en este acto de altruismo literario
reservada a la pericia de los doctos. al traductor de buena ley, pone todas
Cuando a un criterio escaso o insegu- j las fuerzas del propio espíritu en ía obra
ro se deben; cuando no van guiadas por de revelar, realzar y difundir ejecutorias
un propósito fecundo y no son precedi- de la nobleza ajena, va la distancia que
das por la labor que imponen la investi- media de don José Domingo Cortés a
gación, el método, la crítica, sólo pue- Marcelino Menéndez Peíayo.
den ser útiles las compilaciones litera- Una selección de poesías, que en ma-
rias para servir de amparo y refugio al nos del colector del primer orden resul-
entendimiento que, incapaz de crear, ha ta facilísimo empeño, porque es labor
de contentarse con las apariencias mate- puramente mecánica, obra oscura, es
riales de haber creado.—Cuando hay materia de la más noble labor intelec-
una idea, cuando hay un orden que tual entendida como dentro de la poe-
guíen la elección, y que hagan de ella en sía de nuestra habla la entendieron Fer-
todo caso la sentencia de un proceso de nando Wolf y Manuel José Quintana,
crítica, adquieren las compilaciones la Agustín Duran y Bóhl de Faber, Euge-
dignidad de las obras singularmente se- nio de Ochoa y Juan María Gutiérrez.
rias y fecundas y representan como una Conciliar con las exigencias de la re-
definitiva sanción del juicio literario res- presentación armónica y total de todos
pecto a los autores y las obras que ad- los estilos y tendencias, y la sujeción a
miten. un método histórico, las imposiciones
En el caso primero, puede bastar para imprescriptibles del buen gusto; hacer
la tarea del colector con la habilidad del que se destaque, por elección de los
Cortadillo de Cervantes, cuya ciencia y ejemplos, la nota propia y personal de
oficio eran los de cortar muy delicada- cada autor; dar fiel idea del tránsito de
mente de tijera, y puede bien suplir a una a otra época o escuela literaria; lo-
la ausencia del criterio y el gusto, el grar, en fin, que de la armonía del con-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—MENENDEZ PELA Y O 825

junto resulte, claro y distinto, el trasla- vial, humilde, prosaica, sometida a un


do de determinada manifestación de lite- ritmo lento y monótono, del centro colo-
ratura dentro del límite que en el espa- nial; así como en la arquitectura risueña
cio y el tiempo se ha trazado: todas es- y sencilla de sus versos pareció reflejar
tas cosas debe proponerse el autor de más tarde, el viejo poeta del Himno, un
antologías que quiera hacer de su obra poco del aspecto de la ciudad cuya cró-
algo más que un libro de lectura y de- nica de cincuenta años palpita pintoresca
leite o una acumulación inorgánica, y j y animada en su producción constante y
todas debe obtenerlas para que ella j fecundísima.—Hidalgo, en tanto, creaba
constituya en verdad, según exige el pro- la forma en la que hubiera podido can-
pio autor de la que va a ser objeto de . tarse la «epopeya de la montonera».—
esta crítica, trabajo previo y poderosísi- Merced a él, además de llevar la repre-
mo auxiliar en la historia de una lite- | sentación de las aspiraciones democráti-
ratura. cas y de los instintos indómitos del pue-
Sugiérenos estas consideraciones la apa- blo por nuestro modo de colaboración
rición de un nuevo tomo de la Antología en el drama revolucionario, fuimos tam-
de líricos americanos que publica, bajo bién demócratas, plebeyos, en literatu-
los auspicios de la Academia Española,, ra.—La tradición de Artigas, el recuerdo
el sabio historiador de las Ideas Estéti- j de los montoneros que habían inoculado
cas.—Ofrece para nosotros este cuarto i la sangre bravia del desierto al organis-
tomo, con el que llega a su término la mo de Mayo, pueden bien enlazarse con
colección, el interés de hallarse en él j los coloquios de los gauchos que Hidal-
comprendida la parte reservada a los j go hacía platicar en su lenguaje ingenuo
poetas de nuestra nacionalidad en ese ; sobre las cosas de ciudad, a la manera
vasto Cancionero de América. | como el clasicismo solemne y majestuo-
Pasemos a exponer nuestras impresio- ! so de Luca y de Várela armonizaba cum-
nes de su lectura. plidamente con la cultura de la época de
organización que empieza en 1821 y re-
presentaba, con sus tendencias a un ele-
vado magisterio social, como la poética
La historia de nuestra poesía nacional consagración de la política de Rivadavia.
ofrece, en sus orígenes, un valor expresi- Uno y otro, el poeta modelado en el
vo del carácter y la constitución social espíritu de la sociedad colonial y el poe-
de nuestro pueblo de entonces, que no ta de la libertad de las cuchillas, apare-
es cosa fácil hallar, por aquel tiempo, en , cen, en la introducción del libro que me
otros pueblos de América.—Hidalgo y ocupa, relativamente bien comprendidos
Pigueroa comparten la personificación de y juzgados.
nuestro más remoto pasado literario, sig- La fisonomía picaresca y vivaz de Fi-
nificando admirablemente, en su espíritu gueroa, que así en lo intelectual como en
Y su obra, con exactitud que les imprime j lo físico recuerdan motivadamente al co-
carácter de personajes representativos, i lector la de don Manuel Bretón de los
como diría el autor de Los Héroes, la : Herreros; su destreza incomparable de
interesante dualidad de la sociedad del versificador; su optimismo regocijado e
hempo en que actuaron. ingenuo; su vena abundantísima encuen-
El autor del Diario del Sitio dio expre- tran la más justa y acertada expresión
sión a las últimas resistencias del espíri- en el análisis, tan breve como sustancio-
tu urbano y español; espíritu que dejó ' so, de que se hace objeto a su personali-
Pai'a siempre en su poesía, como un sello j dad literaria.—Sólo como poeta sagrado
imborrable, la impresión de la vida tri- me parece que se le elogia con tibieza.—
826 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

En cuanto a Hidalgo, las dificultades temer de estas veracidades saludables del


que poesía tan llena como la suya del juicio postumo.—Siempre ha de admirar-
alma de determinada parcialidad huma- se en él la flor del ingenio noblemente
na y tan apegada a los ápices del loca- orientado y tempranamente marchito y
lismo ofrece para la inteligencia plena hay, además, en su concepto del arte y
de sus versos por todos aquellos que no en su forma condiciones que nunca me-
los reconozcan como la expresión de recerán ser olvidadas.—La sencillez y el
algo propio—o de algo, por lo menos, candor—los dos caracteres de la expre-
que duerme en las reconditeces de su sión y el sentimiento que reflejan en su
naturaleza moral, como un vestigio atá- poesía la imagen de un espíritu a quien
vico, y se despierta obediente a la áspe- sería dado definir con cierto austero apo-
ra evocación de aquellos versos rudos— tegma de la juventud de Víctor Hugo:
explican bien la insuficiencia y la fuga- El poeta como el orador es «vir bonus»—
cidad del juicio que se le consagra.—A pueden señalarse por ejemplo oportuno
pesar de ello, la poesía gauchesca es en nuestros tiempos y sin abrigar el te-
apreciada por el crítico en su fresco sa- mor de que haya nadie que se sienta im-
bor de naturalidad, en su sencillez agres- pulsado, como lo fué alguna vez el po-
te y hermosa, en su sentimiento a veces bre poeta «que vio llegar las sombras de
profundo; y el Fausto, de Del Campo, su noche en el albor del día», a los ex-
y el Martín Fierro, de Hernández, de los j tremos infantiles de la ingenuidad.
que se habla en la sección argentina, son '< Nuestra tentación, desde que el autor
presentados con casi todos los encareci- ] de la Atlántida desplegó sobre nuestro
mientos que esas felicísimas invenciones ¡ espíritu, ya de suyo inclinado a todas las
merecen. < opulencias de la forma y el color, la au-
De las páginas concedidas a Hidalgo y ' dacia fascinadora de sus vuelos, suele ser
Figueroa se pasa en la colección a las | la afectación declamatoria, la hojarasca
que exhiben la dulce y candorosa poesía , brillante, el alarde inmoderado de fuer-
de Adolfo Berro, representante entre nos- ¡ za, a menudo puramente retórica y fic-
otros del advenimiento de la época lite-1 ticia, lo que llamó Argensola «el follaje
raria que tuvo el romanticismo por ca-' ambicioso del ornato».—La artificíosidad
rácter y escuela, y por impulso la presen- decadente ha vertido, además, en nues-
cia de la emigración argentina que incor- tro vaso, aún no bien cincelado por el
poró a nuestra cultura naciente las fuer- i tiempo, algunas gotas del filtro mágico y
zas de su espíritu, encerrando, durante ¡ sobreexcitador que viejos pueblos beben
cerca de tres lustros, el brillo y la ani- j en copa bizantinamente trabajada.—Con-
macíón de una intelectualidad de res- j viene que hagamos aspirar, de vez en
plandores atenienses en el marco de | cuando, a nuestro espíritu, la dulce sere-
bronce de una acción espartana. I nidad, los aires puros, las fragancias
Opino que las composiciones de Adoí-1 agrestes, que van siendo de día en día
fo Berro que se incluyen en la colección I más extraños a nuestro medio intelec-
han sido elegidas con acierto, y me pa- j tual. Adolfo Berro, cuya mente de poeta
recen igualmente atinados la presenta- no ha de estimarse por el valor de su
ción y el juicio del autor.—«Fué, más que obra realizada, a la manera como no se
un poeta, la esperanza de un poeta.» Se- enaltece el nombre de Elbio Fernández
ría imposible concretar la justa aprecia- o de José María Vidal tomando por úni-
ción de su personalidad en menos pala- co fundamento sus páginas escritas, ni
bras.—Pero el nombre y la obra del pia- se gradúa la admiración debida al carác-
doso cantor de todos los miserables y ter de Prudencio Vázquez y Vega por la
todos los irredimidos no tiene nada que magnitud de su rapidísima acción, debe

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—MENENDEZ PELAYO 827

durar eternamente en el espíritu de la esos versos, ellos no ponen en manera


juventud que realice lo que en él fué alguna ante los ojos del lector la imagen
promesa y esperanza, como una memoria fiel de la poesía de Magariños Cervantes,
noble y querida. ni dan idea de su elemento peculiar y su
Alejandro Magariños Cervantes está sello característico.
juzgado en el prólogo de la Antología que La condición más interesante y más
comentamos con una exactitud y una hermosa de su fecunda producción; aque-
justa proporción de elogios y censuras lla por la que vive indisolublemente
que vienen a fijar sólidamente el criterio vinculada a los recuerdos de medio siglo
de la posteridad sobre tal poeta, a quien de luchas, de sacrificios y dolores, es el
el voto de la crítica, o por decir me- ser obra viva en favor de una regenera-
jor, el silent vote de la opinión literaria, ción y un ideal, labor de misionero, o de
entre nosotros, o bien enaltece, sin leerle soldado, o de tribuno, algo así como la
ni estudiarle, ni más noble y reflexivo tremulación, en fuertes manos, de una
fundamento que la fuerza de inercia de enseña de fraternidad y de civismo; con-
la gloria que le rodeara en vida, o bien dición por la cual no se ha manifestado
considera bajo el imperio de una reac- sobre el haz de la tierra, donde ese no-
ción desatentada que tiende a amenguar ble guión de los sentimientos colectivos
más de lo justificable y oportuno la ra- onduló, un generoso esfuerzo, o un re-
zón de tal gloria. cuerdo de gloria, o una alentadora espe-
Ciertos aspectos del poeta, poco estu- ranza, que no haya encontrado eco y re-
diados en relación al interés que ellos percusión en la palabra del poeta, vi-
ofrecen (sirva de ejemplo la insuficiente brante según la imagen de quien tomó
apreciación del poderoso concurso pres- de sus manos la lira consagrada para las
tado por el autor del Cellar, como cantor glorificaciones del sentimiento nacional,
de la naturaleza y las costumbres, a la como el «corazón de nuestra historia».—
obra iniciadora de una originalidad ame- Ondas y nubes, entre tanto, es la mani-
ricana en poesía); ciertos errores de in- festación de un lirismo gárrulo y vacío.
formación (Palmas y Ombúes, por ejem- Si alguna vez me tocara penetrar en la
plo, son para Menéndez Pelayo la colec- obra del viejo cantor de las jornadas de
ción completa y definitiva de los versos la Defensa, para hacer destacarse del ni-
del poeta) no menoscaban sino en mí- vel de conjunto aquellos trozos que en
nima parte el acierto y la verdad del mi sentir merecen ser señalados a la aten-
conjunto. ción del coleccionador, no iría a buscar-
Pero si juiciosa y definitiva considero I los, ciertamente, en los que manifiestan
la página que consagra el comentador a i la irreflexiva imitación de los modelos
la personalidad de Alejandro Magariños I románticos, ni en los acentos íntimos,
Cervantes, juzgo desacertada la elección flotantes por lo general en una zona don-
de ios versos que el colector escoge en de ni la tempestad ruge poderosa y si-
su vasta obra por modelo.—Ondas y nu- niestra ni un sol triunfal pone los tonos
bes me parece de las composiciones más ardientes de la vida, sino en aquellos
fugitivas y triviales del viejo poeta, en •• otros que constituyen la realización de
Quien admiramos ahora, más que el po- un generoso programa de poesía viril y
sitivo valor del poeta mismo, la personi- pensadora, o en los que fueron madura-
ficación patriarcal y venerable de una dos al calor de los primeros anhelos de
e
Poca de ruda iniciación y de entusias- conceder una expresión original y genuí-
mos generosos en los anales de nuestra na a las cosas de nuestra naturaleza y
literatura nacional. nuestra sociedad.
Aparte la mediocridad absoluta de Elegiría ciertos fragmentos de Los hi-
828 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

jos del genio que rae parecen animados .Melchor Pacheco, por cuya personalidad
de inspiración noble y robusta, o el De- tengo veneración casi idolátrica; ni de
rrotero, que es una hermosa profesión Enrique de Arrascaeta, en quien no todo
de fe de la poesía americana; elegiría dejó de superar el nivel de la mediocri-
La Gloria, donde se realiza y describe dad; ni de Heraclio Fajardo, a quien con-
con toques de un pincel brillante y ani- cede la Antología la semihospitalidad de
mado la odisea del explorador; elegiría la mención en una nota; ni de Fermín
En las Piedras, donde percibo algo del Ferreira y Artigas, que electrizó a una
soplo a un tiempo heroico y candoroso generación con su palabra de tribuno y
que bate la frente de aquel niño inmor- todavía nos conmueve con no pocos de
tal de Víctor Hugo que pide pólvora y sus acentos de poeta.
balas sobre las ruinas desoladas de Quío. Si considero injusta la proscripción de
Llego en mis comentarios a la parte que se ha hecho objeto a Juan Carlos
para la que reservaba el tono de una Gómez es porque creo que difícilmente
enérgica desaprobación .—Los reparos que podía haberse excluido de la colección
he puesto no han sido hasta ahora sino nombre que más la honrara y que re-
la exposición insegura, incierta, de mis uniese más valor representativo.
dudas, Al llegar aquí, me yergo, a mi La Libertad, que para Menéndez Pe-
pesar, y levanto franca y confiadamente layo no parece ser sino una insoportable
mi protesta. declamación versificada, es la que se in-
Falta un nombre en la Antología, voca en primer término, como documen-
Juan Carlos Gómez, que en concepto to de prueba, en esa dura sentencia de
de muchos debió ocupar en esta parte exclusión.
de ella puesto de honor, no es siquiera Toda defensa de aquel canto puede ser
aceptado a participar de la representa- sospechada de una parcialidad inevita-
ción del sentimiento lírico de su pue- ble y generosa en labios de quienes lo
blo.—Proscripto él mismo, en la realidad recitamos y lo amamos desde la niñez.—
de la vida, y aun en el sueño de la muer- I Tres generaciones antes de nosotros lo
te, que duerme en tierra extraña, está- ; han llevado en su espíritu, asociándolo,
bale reservada de esta manera, a su obra como una promesa, a sus anhelos de un
de poeta, la dura suerte de una proscrip- futuro mejor, esculpidos sus versos en
ción no menos injusta. la más segura intimidad de la memoria;
Me doy exacta cuenta del pensamiento tres generaciones lo han entonado en
a que obedece y el plan en que se encua- todas las horas solemnes de su acción y
dra la obra que ocasiona esta crítica; \ en medio de todas las sensaciones pro-
subordinada a una rigurosa selección fundas del civismo, como un Credo: en
que limita, por la misma amplitud del los entusiasmos febriles de la lucha, en
campo que ella barca en el espacio y las horas amargas y frecuentes de la de-
el tiempo, el número de autores acepta- cepción, en las soledades sombrías del
dos en cada parte de la Antología; y res- destierro, en las iluminaciones fugaces de
petando de buen grado este criterio del \ la esperanza.
colector, que me parece el único practi- El imperio de esta tradición constante
cable, o el único oportuno en su obra, y prestigiosa, que ha incorporado al nú-
adviértase que no le hago cargos por la mero de las cosas queridas del sentimíen-
exclusión de Pedro Pablo Bermúdez, en ¡ to nacional el viejo canto del tribuno,
quien reconozco el primero que consagró es seguramente un obstáculo difícil de
esfuerzos audaces a la victoria de una evitar para que nosotros nos alleguemos
poesía empapada en el sentimiento de la a juzgarle con la severidad del criterio
tradición y el juego de la tierra; ni de desapasionado.

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—MENENDEZ PELAYO 829

«En nuestros pueblos, decía una vez dera poesía en aquellas almas capaces de
Miguel Cañé—y a propósito de la misma apasionarse por los buenos y verdaderos
avasalladora influencia de la palabra de pensamientos que el cincel de una for-
Juan Carlos Gómez—la impersonalidad ma hermosa ha acariciado!
literaria es imposible.» Hay un lazo fa- Que hay en ellos pasajes que hoy nos
tal, en el limitado escenario de nuestras suenan a declamaciones de colegio; que
democracias, por el que se vincula indi- los deslucen en alguna parte ciertas no-
solublemente a la existencia y la obra de tas de lirismo infantil y ciertas galas de
cada uno, su palabra, su prédica, su ex- retórica candorosa, no seré yo quien lo
hortación. dude. Pero la vida interna, el soplo ar-
Cuando José Pedro Valera canta a la diente que constituyen a aquel canto en
muchedumbre anhelante de los niños que un vivo organismo lírico, lo redimen lar-
la enseñanza congrega y conduce al por- gamente a mí ver de todos sus pecados
venir bajo su égida de luz, la estrofa de la forma y todas sus faltas contra el
resuena en nuestro espíritu con unción gusto. Podría comparársele con un cora-
evangélica, el verso adquiere alas de su zón que, al palpitar, da sones melodio-
vinculación con el recuerdo de la acción sos.—Es, además, tomando el americanis-
redentora; y cuando se lee a Juan Chas- mo poético en un amplio sentido, una
saing, saludando en la bandera de Mayo composición esencialmente americana.
el símbolo del ideal a cuyo honor con- No tanto por la rememoración feliz de la
sagró las energías de un alma pura y Epopeya, que hace vibrar sones heroicos
fuerte, para los que conocen la vida y el y triunfales enfervorizando la corriente
ejemplo del ciudadano, tienen aquellos ¡ hasta entonces majestuosa, serena, de la
versos una repercusión moral que in- narración; no tanto por aquellas estro-
dudablemente supera al afecto aislado fas de poderosa síntesis descriptiva en
de una inspiración que no alcanza a las que aparece la naturaleza del Nuevo
cumbres. Mundo brindando su seno próvido a la
Es indudable que el prestigio de La Li- libertad proscripta de todos los climas y
bertad ha reposado, en mucha parte, pa- los tiempos, cuanto por significar, por su
ra nosotros, sobre ese pedestal labrado misma ingenuidad y su mismo abandono,
por la acción a la palabra; es indudable
que los esfuerzos, y las prédicas, y los el sentimiento intenso de la libertad que
dolores, de medio siglo de una constante dominaba en el espíritu de pueblos que
personificación de la inteligencia inco- acababan de conquistarla, al precio de
rruptible que flota como un lampo de un inmenso heroísmo, luchando por su
luz sobre las maldades triunfantes y ten- ser de naciones, y aun derramaban san-
tadoras de la vida, han contribuido a for- gre por estrecharla con abrazo viril en
^ar alrededor de aquella composición el orden de su vida interna.
Un
a atmósfera electrizada y luminosa; La libertad que habían cantado los poe-
han puesto en sus acentos una poderosa tas americanos hasta entonces era la dio-
v
ibración que no hallará, de seguro, en i sa clásica, la libertad que tuvo por atri-
la letra inanimada quien no recite aque- butos el gorro frigio y el ramo de laurel,
llos versos llevando la imagen del poeta y fué adorada en la cúspide del Aventi-
en
la memoria y el culto de su ejemplo no.—No era este intenso amor, este ar-
en
el corazón. ¡Pero yo confío en que doroso y humano sentimiento, que se
aun allí donde no alcance esta influencia manifestaba, independiente de toda ves-
Prestigiosa a que no podemos sustraer- tidura simbólica, en el canto que El Na-
nos
, los alejandrinos de La Libertad re- cional de 1842 lanzó a los vientos en vís-
sonarán con la entonación de la verda- peras de la Defensa, cuando era llegada,
830 JOSÉ ENRIQUE RODO ,—OBRAS COMPLETAS

para la generación gloriosa de su autor, de la Antología de líricos americanos.-—


la hora de la acción y del civismo. Agregaremos, como consideración final,
Y no es La Libertad el solo título de que no debe juzgarse por el acierto bien
poeta que pueda ofrecerse a la sanción inconstante y discutible, que manifiesta
de la posteridad en nombre de Juan Car- esta parte de la colección, el revelado en
los Gómez.—Yo encuentro intensa poe- el vasto conjunto de la obra.—Ella ha
sía en sus composiciones de sentimiento llegado a término y ofrece a la crítica
personal que a Menéndez Pelayo le pa- americana un interesantísimo asunto que
recen selladas por el amaneramiento de abordar.—Acaso nos lo propongamos nos-
una escuela. Y no la encuentro de la otros algún día; pero anticipando desde
estirpe que vive exclusivamente vincula- ya la fórmula que concreta nuestro jui-
da a ciertas convenciones de los tiempos cio y nuestras impresiones, nos será per-
y ciertas oportunidades del gusto, sino de mitido dirigir un aplauso y una protesta
aquella que se encamina derechamente a de gratitud, con los que interpretamos
lo más íntimo del alma, de la que es seguramente el sentimiento de América,
idioma grato y comprensible para los al autor de la Antología, que viene a so-
hombres de todas las latitudes y de to- lemnizar y consumar la incorporación de
das las épocas.—Gotas de llanto será la obra de sus poetas al común acervo
siempre leída con emoción y con deleite de la lengua española.
por cuantos sepan de la poesía que nace Los merece también, y no se los esca-
del recogimiento del recuerdo.—Ida y timamos por nuestra parte, la Academia,
vuelta es un romance de una delicadeza que ha tomado bajo sus auspicios esta
encantadora, donde ni el verso ni el es- empresa literaria de positiva significa-
píritu descubren rastro de artificiosidad ción para el afianzamiento de la amistad
o afectación. Agua dormida me parece de de nuestros pueblos con la metrópoli,
las cosas más bellas con que una natu- que puede aspirar todavía a recuperar
raleza a un tiempo viril y delicada ha po- gran parte del influjo perdido, por erro-
dido expresarse en el lenguaje de los poe- res y pecados comunes, en la dirección
tas. Cedro y Palma, Reminiscencias, A de su pensamiento y en la educación de
una ausente, son algo más en mi sentir espíritu.
que inspiraciones de un pasajero senti- El intercambio de ideas y de ingenio;
miento romántico.—Juan Carlos Gómez, las corrientes mensajeras de la actividad
a la manera de Nicomedes Pastor Díaz, de la vida intelectual; el amor revelado
uno de los tribunos de más varonil y re- en la consideración de las cosas de los
sonante elocuencia que hayan hollado en unos por las mentes selectas de los otros,
nuestro siglo la tribuna española, y a la son vínculos más fuertes, más seguros,
vez el más sentimental, el más íntimo, el que los que pueden originarse de la or-
más suave, de los poetas de nuestra ha- ganización oficial y artificiosa de las ins-
bla que preceden a Bécquer, ofrece ejem- tituciones que velen en cada zona de la
plo de una mente de publicista que es vasta unidad castellana, a modo de ves-
toda bronce y toda fuego en la vida de la tales, por la integridad, o la inmovilidad,
polémica y la acción, extrañamente aso- de la lengua.
ciada a una vena lírica que brota, mansa Emilio Castelar, manteniendo constan-
y rumorosa, en la región de las supre- temente viva la palabra de la reconcilia-
mas delicadezas. ción y la unidad eterna de la raza en
Tales son las observaciones que se nos las más altas cumbres de la tribuna;
ocurren respecto de la selección verifi- don Juan Valera, interesando, a favor
cada en nuestra poesía y el juicio formu- del aticismo y la espiritualidad de las
lado sobre nuestros poetas por el autor Cartas Americanas la atención del P11'

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OBRA POSTUMA.—-7; ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—UNIDAD DE AMERICA 831

blico español en los nombres y obras de zado los tres esfuerzos más eficaces y
la actual literatura del continente; y Mar- plausibles entre los que han podido con-
celino Menéndez y Pelayo, saliendo triun- sagrarse al buen éxito de obra tan no-
fador de la primera tentativa encamina- ble y tan fecunda como la de estrechar
da a armonizar las inspiraciones superio- los lazos de fraternidad intelectual de
res de nuestros poetas, en un conjunto España y América.
ordenado bajo las prescripciones más se-
guras del criterio y del gusto, han reali- 25 de febrero de 1896.

POR LA UNIDAD DE AMERICA


(PARA LA «REVISTA LITERARIA» DE BUENOS AIRES)

Montevideo, 1 de abril de 1896, merced a la concentración de las mani-


festaciones, hoy dispersas, de su intelec-
Sr. D. Manuel B. Ugarte, de mi aprecio: tualidad, en un órgano de propagación
Me exige usted, como retribución de la autorizado; hacer que se fortifiquen y
brillante página con que ha favorecido se estrechen los lazos de confraternidad
a la Revista Nacional, mi prometido con- que una incuria culpable ha vuelto dé-
curso para la que usted dirige. biles, hasta conducirnos a un aislamien-
Grato de veras a esa exigencia, para to que es un absurdo y un delito, son
raí muy honrosa, y decidido a compla- para mí las inspiraciones más plausibles,
cerle, había escogido por tema de mi co- más fecundas, que pueden animar en
laboración las impresiones de mi lectura nuestros pueblos a cuantos dirigen publi-
de esa interesante Revista Literaria, i caciones del género de la de usted.
Llegada, empero, la hora de dar cum- I En los Juegos florales de 1881, donde
plimiento a mi promesa, percibo la des- j fué coronado el poeta de la Atlántida, la
proporción entre la fecundidad de asun- i palabra elocuente del doctor Avellaneda
to tan vasto y halagüeño y la premura resonaba para pedir, como una consagra-
con que escribo.—Prefiero, pues, por hoy, i ción de la unidad de la raza española en
entregar a los rasgos fugaces de esta car- ! este continente de sus esplendores futu-
ta una sola, aunque quizás la más inten- ros, una institución literaria que, a la
sa, de mis impresiones: el interés y la 1 manera de los juegos de la Hélade an-
simpatía que me merece uno de los mu- tigua, abriese al genio y al estudio un
chos aspectos encomiables de la obra ' vasto teatro de expansión, con auditorio
tan inteligentemente emprendida por j de cuarenta millones de hombres, desde
usted. ! el Golfo de Méjico hasta las márgenes
Alucio al sello que podemos llamar de | del Plata.
internacionalidad americana, impreso por ! Mientras el pensamiento de aquel es-
u
sted a esa hermosa publicación, por el clarecido hombre público no pase de una
concurso solicitado y obtenido de perso- ; aspiración brillante y generosa, mientras
nalidades que llevan a sus páginas la J una grande institución de ese género no
ofrenda intelectual de diversas secciones ' prepare, por la unidad de los espíritus,
^el Continente, I el triunfo de la unidad política, vislum-
Lo grar que acabe el actual desconoci- ; brada por la mente del Libertador, cuan-
miento de América por América misma, I do soñaba en asentar sobre el Istmo que
832 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

enlaza los dos miembros gigantes de la terario consagrado hasta hoy a la uni-
América la tribuna sobre la que cerniese ficación intelectual de los pueblos del
vencedor el genio de sus democracias, Nuevo Mundo partió de tierra argentina,
son las revistas, las ilustraciones, los pe- v está representado por los trabajos de
riódicos, formas triunfales de la publici- investigación, de divulgación, de propa-
dad en nuestros días, los mensajeros ade- ganda, con que la incansable y fervoro-
cuados para llevar en sus alas el llamado sa actividad de Juan María Gutiérrez ten-
de la fraternidad que haga reunirse en dió a formar de todas las literaturas de
un solo foco luminoso las irradiaciones América una literatura, un patrimonio y
de la inteligencia americana, por la fuer- una gloria de la patria común.
za de la comunidad de los ideales y las La labor del maestro espera continua-
tradiciones. dores que la lleven a término fecundo,
En tal sentido, su propaganda y sus
esfuerzos me parecen merecedores de un y yo abrigo la persuasión de que, a con-
aplauso entusiasta. tinuar como hasta hoy el vuelo ascenden-
Ustedes tienen, por el escenario en que te de la Revista que usted con tan ani-
descuellan, por el centro en que escriben, moso espíritu dirige, ella ha de recordar-
la más brillante oportunidad para vin- se con honra el día en que sea posible
cular a su nombre el honor de la inicia- j comprobar el definitivo triunfo de esa
tiva en obra tan fecunda y de tan vastas i aspiración en que le acompaño con mis
proyecciones, desde esa Buenos Aires, en- | simpatías y mis votos.
caminada sin duda a representar en lo ¡ Grabemos entre tanto, como lema de
por venir, como lo representa acaso en i nuestra divisa literaria, esta síntesis de
el presente, la personificación más selec» ¡ nuestra propaganda y nuestra fe: Por la
ta de su estirpe, el primado de la civi- j unidad intelectual y moral de Hispano-
lización latinoamericana en las múltiples ! américa.
manifestaciones de Ja cultura, del arte y j Créame su afectísimo amigo.
de la ciencia. !
El más eficaz y poderoso esfuerzo li- I 25 de abril de 1896,

SOBRE UN LIBRO DE VERSOS («

Dos caracteres, dos manifestaciones ñas, detenerse en la consideración de las


muy diversas de poesía, alternan en las : exterioridades brillantes y graciosas, de
páginas del libro que motiva esta carta: ! las escenas amables de la vida, de los
la poesía que es sentimiento, la poesía , aspectos del mundo material sencillos y
que es color. risueños.
Place a su numen, en las horas sere- Como pintor del paisaje, como poeta
de la descripción, caracteriza a usted una
(1) El aparte o sangría que antecede a este i nota de franco y vigoroso realismo.
juicio en la Revista Nacional dice textualmen- ! No busca usted, en la infinita variedad
te1. «De carta dirigida por uno de los redacto-
res de esta publicación al distinguido poeta ¡ de la naturaleza, los cuadros excepcio-
argentino Francisco Soto y Calvo, agradeciendo ! nalmente bellos, o excepcionalmente
el obsequio de un ejemplar de sus Poesías, to- ¡ grandes, para pedir ilusoriamente de
mamos los párrafos siguientes, en los que se prestado a la magnificencia de losóte-
expone un juicio de la obra.» [J. P. S.] mas lo que de sí debe dar la inspiración;

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—LIBRO DE VERSOS 833

ni espera usted, para cantarla, aquellos Su manera de descripción me recuer-


instantes en que a la contemplación de da la del más meridional y colorista de
las realidades externas se asocia la efu- los actuales poetas españoles, el lirismo
sión del sentimiento íntimo que deja en pictórico de Rueda, a cuya feliz evoca-
ellas un reflejo de su luz o un toque de ción parece haber rejuvenecido la genia-
sus sombras, haciendo de la misma na- lidad de la vieja lírica andaluza, armoni-
turaleza confidente del alma que se aco- zada con las influencias del moderno
ge a su seno. prurito literario de pintar.
Ha sido concedido a su numen el don Singularmente en composiciones del
de la objetividad descriptiva, de la visión género de El tren, La siesta, La faena y
desinteresada y directa de las cosas, que La lluvia, percibo esa semejanza y me
para muchos importa sólo una desvia- parece que la nota vivaz y luminosa del
ción de los procedimientos naturales del pincel que coloreó los Cantos de la Ven-
arte del sentimiento y la palabra, empe- dimia y la Sinfonía Nacional imprime
ñada en una estéril rivalidad con las que vida y carácter a sus cuadros.
tienen el dominio de lo plástico; pero Así como domina, según lo he notado
que para mí vale tanto como cualquier ya, en sus descripciones, el anhelo de
otra forma o inspiración de poesía, siem- desentrañar y revelar la íntima poesía
pre que la luz transfiguradora de lo be- de lo que parece más esencialmente pro-
llo, que hace chispear la lágrima cristali- saico a la mirada del vulgo, es frecuen-
zada por el arte, se refleje también en el te y característico en sus composiciones
relieve de la línea o sobre la mancha de de sentimiento personal la preocupación
color. | de detener el vuelo rápido de los peque-
Destierra usted de su descripción la ños acontecimientos de cada hora, de las
ampulosidad, la vaguedad; ama usted pasajeras emociones, de los leves recuer-
el detalle y sabe bien que, aun en los i dos, de los episodios fugaces, aparente-
más humildes y desdeñados rincones de mente baladíes; pero que en la historia
la naturaleza, hay siempre una inspira- del alma dejan su huella y van labrando
ción segura para quien acierta a rasgar el cauce por donde acaso ha de precipi-
la corteza vulgar y prosaica de las cosas, tarse imperiosa e irresistible la pasión, a
con la mirada en que va un rayo del sen- semejanza de los obreros humildes, los
timiento y la mente del artista. esfuerzos oscuros y las acciones ignora-
Ya emule el verso el cromatismo del das, que preparan desde la sombra, en la
Pincel, como en la descripción animada historia de la especie, los solemnes acon-
y resplandeciente de Colores; ya sea su tecimientos y las grandes transforma-
tema, como en La Mancha—que ganaría ciones.
c
on la corrección de cierto abandono pro- ¿Triunfa usted siempre? ¿Escolla us-
saico del estilo—un juego de niños in- ted alguna vez en la dificultad, propia
genua y sencillamente poetizado; ya to- del género, de comunicar valor de emo-
rcie el escenario de la calle, como en la ción universal, valor humano, al lirismo
composición intitulada De paso, una es- que expresa la emoción individual?

na tosca y plebeya, o bien traduzca Aunque en presencia de ciertas páginas
como en los Croquis de viaje, donde noto del libro hubiera de ser negativa la res-
las
§os tan agradablemente superficiales puesta, usted lo compensaría sobrada-
v
graciosos como el de Bulle, al idioma, mente, ante la crítica más cruel, con sólo
del poeta las impresiones del turista, exhibir el idilio que se titula Adolescen-
Prevalece constantemente en las descrip- tes, y que es, en mi sentir, lo más ins-
ciones de usted el mismo amor por lo pirado y hermoso de su obra.
sen
ciilo y lo gráfico, Podría afirmarse qufí todas sus calida-
RODO .—27
834 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

des de paisajista delicado y todas sus do- sidad o, si usted quiere, extravagancia
tes de poeta de suave sentimiento han de mi gusto, para realzar la significación
llegado en esta composición a la más del aplauso que debo a usted al llegar
perfecta y admirable armonía, refundien- a esa parte de su obra, y dar idea de
do en una sola y dichosa inspiración, que la admiración que me merece el exquisi-
acaso inmortaliza un recuerdo melancó- to sentimiento con que ha interpretado
licamente acariciado en la intimidad de usted la melodía arrobadora de la Lucía,
su memoria, ío más selecto, lo más her- de Musset — El íntimo perfume, la fideli-
moso, lo más puro, que ambas excelen- dad del espíritu, me parecen en esa com-
cias de su espíritu pudieron dar de sí. posición verdaderamente irreprochables;
Todo, en esa composición, me es sin- y si a ellos se redujeran las buenas con-
gularmente grato: la ingenuidad del sen- diciones de la traducción, yo la tendría
timiento, la poética naturalidad de la ex- por modelo, ¡Qué lástima que inoportu-
presión, hasta la forma métrica, eí ser- nas asonancias vuelvan la forma defec-
ventesio sencillo y elegante, que Cam- tuosa!
poamor sustituyó con excelente acuerdo Ha tentado también a sus anhelos de
a la estrofa tradicional de la epopeya en refundir por la traducción, en el propio
el Drama universal y que es hoy, en poe- j espíritu, las concepciones bellas de los
sía americana, copa de férvido y brillan- j otros, el soneto triunfal con que el in-
te lirismo en manos del gran poeta de J signe americano de quien puede decirse
Méjico autor de Gloria y de Sursum. \ que ha hecho resplandecer la magnifi-
Hace ya tiempo que cuento esa que cencia y la juventud del Muevo Mundo,
considero mejor de sus composiciones en en eí cenáculo de Gautier y de Banville,
el número de las que me son excepcional- cantó a la banda aventurera a cuyos ojos
mente queridas; y al agradecer a usted ávidos se levantaron una vez, en el con-
por esta carta el galante envío de su fín del horizonte, las estrellas desconoci-
obra, se me ofrece la ocasión agradable das que hoy fulguran sobre la libertad
de transmitirle el testimonio de esa pre- y la civilización de nuestra América.
dilección. Bien sabe usted que no ha llegado el
Llego a las páginas que dedica usted primero al pie de ese bajo relieve de
a sus traducciones de selectos versos bronce, esculpido por mano a un tiempo
franceses y que despiertan en mí tanto delicada y atlética, para apoderarse de
interés como las anteriores. su imagen y labrarla de nuevo, con el
Hay quienes conceptúan la traducción cincel de nuestra habla española, a la
labor servil o, por lo menos, secundaria; que el tema de aquel fragmento épico pa-
hay quienes la identifican con las más rece adaptarse como a su forma natu-
nobles manifestaciones de la producción. ral—Miguel Antonio Caro ha traducido
En cuanto a mí, las traducciones poéti- Los Conquistadores y la lectura de una
cas me parecen cosa tan ardua e insegu- nueva versión se asocia inevitablemente
ra como el acto de pasar de un pomo a en nuestro espíritu al recuerdo de tan
otro la esencia etérea, sutilísima.—Esta formidable precedente,—Pero la tentativa
mi idea de su dificultad ha resistido, mu- de usted no significa, después de la de
chas veces, a la lectura de las que llevan Caro, una obra inútil, porque está inspi-
la firma de don Juan Valera, de Teodoro rada en muy distinta inteligencia de la
Llórente, de Bonaíde. Sí La priére pour traducción. El clásico de Colombia, ade-
tous no hubiera sido traducida al espa- más de traducir el soneto, lo ha españoli-
ñol por Andrés Bello, apenas creería en zado. Impera en sus Conquistadores an-
traducciones. tes el estilo del traductor que el deí pro-
Traigo ahora a cuenta esta meticulo- pio poeta, y es su soneto de la casta de

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—LIBRO DE VERSOS 835

los que salieron de manos de los Góngo- i El soneto, de Soulary, no me parece que
ra, de los Jáuregui, de los Arguijo. Con- esa travesura, tan ingeniosamente expre-
siderado independientemente del original, sada por el poeta, de la idea rebelde y
es, sobre toda duda, soberbio; apreciado esquiva a las solicitaciones tenaces de la
en su calidad de traducción, deja bastan- forma, haya sido dominada esta vez por
te que desear.—Usted, en cambio, prefie- su habilidad de rimador?
re el endecasílabo que lleva el sello poé- Pero no prolongaré por más tiempo la
tico de nuestra raza, y a la soltura con- ya impertinente prolijidad de este co-
cedida, en el procedimiento de interpre- mentario. Me olvido de que escribo una
tación, al voluntario vuelo de que habla- carta y no una crítica. Sírvanme de dis-
ba, a propósito de las imitaciones de los culpa el interés y el halago del tema so-
clásicos, Bartolomé de Argensola, la es- bre que he departido con usted y mi afi-
tricta sujeción al metro y a la letra, y ción al estudio de los poetas.
sus alejandrinos castellanos, calcados casi Tratándose de los elegidos para hablar-
uno por uno en los del soneto original, nos en el lenguaje natural de las cosas
son el traslado fidelísimo del pensamien- bellas a los que formamos en el rebaño
to y las palabras del autor de Trofeos, oscuro de la prosa, yo no concibo la crí-
Las traducciones de La tumba del con- tica sino como un homenaje tributado
quistador y la Fuente de juventud, del a la superioridad jerárquica de los que
mismo Heredia, armonizan cumplida- crean sobre los que analizan. En vano
mente con la belleza de la que he co- voces que parten a toda hora del clamor
mentado. bárbaro y plebeyo, pero que suelen des-
Ha elegido usted, en el acervo de otros cender también de las alturas, niegan y
poetas, y ha acertado a darles también desconocen la razón de esa superioridad.
una fiel y brillante interpretación, la fres- ¡Ustedes ríen de los augures que profe-
ca y primaveral poesía de la Aurora, de tizan la ruina inevitable de la ciudad de
Hugo; el dejo melancólico de los Remor- que son dueños; ustedes imperan, eterna-
dimientos, de Bourget; la imagen sober- mente vencedores! Hace apenas dos lus-
bia del Albatros, con que el maestro de tros, bajo los auspicios de una escuela
las Flores del mal simbolizó la ineptitud que ambicionó dictar la fórmula última
divina de los poetas en la prosa del mun- y definitiva al arte moderno, proclama-
do; la severa reconvención de Sully Prud- ba la soberbia de la prosa una vez más,
homme ante la frivola vanidad del tiem- que el secreto del porvenir era exclusi-
po perdido; y la canción de Richepin, la vamente suyo. Entre tanto, nuevas escue-
balada del corazón de la madre muerta, las se han alzado sobre la decadencia
lúe es de veras un corazón que va go- de la que confinaba la poesía a los do-
teando sangre... minios de un recuerdo glorioso, ella ha
Habla tan alto la selección de los ori- rescatado a su favor gran parte de su
ginales en pro del acierto de su gusto imperio, y hoy va pasando de moda el
como, en favor de sus condiciones para saludarla con el adiós melancólico de
e
_sta producción refleja de poesía, la fe- Shakespeare a la reina de los tristes des-
licidad del desempeño. tinos.
En cambio, ¿me permitirá usted con-
fesarle que cuando leo su traducción de 10 de mayo de 1896.
m TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

JUICIOS CORTOS (O
J. RIVAS GROOT: «LA NATURALEZA», «CONSTELACIONES» (2)

Es Rivas Groot uno de los jóvenes Después de leerle, consideramos que


obreros del pensamiento que, así en el hay profundo interés en este aspecto de
cultivo de la prosa como en los domi- su personalidad literaria casi enteramen-
nios del verso y en el ejercicio de la crí- | te desconocido entre nosotros: Su verso,
tica, presiden dignamente a la renovación viril y grave, se encamina a la mente.
de esa pujante intelectualidad colombia- Place a su Musa la actitud austera y re-
na que tiene tradiciones gloriosas en los flexiva. En él el poeta es una gallarda
anales de la literatura continental. encarnación del pensador.-—Y un poeta
Poca es aquí la resonancia de su nom- pensador, en Ja nueva generación de
bre y todavía menor la de sus obras — nuestra América, cuando los altares de
¡Los hombres nuevos de la América no la Imagen y el Ritmo, considerados co-
se tratan ni estiman sino como persona- mo preocupaciones preferentes del canto,
lidades a quienes separan los abismos ven en ella aumentar el número de sus
de la raza o la lengua!—Habíamos apre- devotos, debe fijar la atención y merece
ciado nosotros sus talentos de prosador tener el aplauso de la crítica.
en el introito suyo que lleva la Anto-
logía, ordenada por don Julio Añez, de * * *
poetas de Colombia, introito que tene-
mos por una página admirable, de estilo | Viejo y fecundo tema es el que ha ins-
y de doctrina a la vez.—De su numen de | pirado al poeta de Colombia la prime-
poeta sólo sabíamos por las composicio- | ra composición de las que debemos co-
nes con que contribuyó Rivas Groot al mentar: la soledad del espíritu frente
propio libro de Añez—y que han sido fa- al desdén de la Naturaleza inmutable y
vorablemente juzgadas por Valera—cuan- sorda a sus congojas.
do llega a nosotros el opúsculo en que ¿Quién sintió un alma en la Naturale-
ha reunido recientemente dos de sus can- za? ¿Cuándo brotó una voz que se des-
tos líricos y que nos envía el autor des- prendiese del concierto de lo creado pa-
de Bogotá. ra acordarse de nuestros anhelos, para
responder a nuestras dudas? ¿Quién vio
(1) Eí soneto «Lecturas» y el notable artícu- amansarse las iras de la tempestad para
lo «El que vendrá», ambos de nuestro autor, festejar su regocijo? ¿Quién vio nublarse
que aparecen en la Revista Nacional con pre- el cielo para asociarse a su dolor?
Iación al presente escrito, han sido deliberada-
mente retirados de este lugar para las seccio- La poesía de este sentimiento y esta
nes respectivas de esta edición general, El pri- idea palpita vigorosa en aquel canto.—
mero, para la colección de poesías de Rodó, Habla la Madre Tierra; y dirigiéndose a
que sigue a estos ensayos y el segundo, para la que llama predilecta entre sus criatu-
la serie de folletos que el propio escritor pu- i ras, hace la afirmación de su amor y su
blicó luego por separado con el título genérico piedad.—«Tuyas son, Hombre pensativo
de La vida nueva. [J. P. S.]
(2) En el texto original, este subtítulo trae
—le dice—mis dádivas mejores. Para ha-
añadida la siguiente indicación bibliográfica; cer coro a la voz de tu alma serena o
Bogotá, imp. de Meddrao Rivas, 1895. Un agitada, suenan mis himnos. Para consa-
foll. de 10 págs., en 8.° [J. P. S.] grar tu amor ciño mis galas. Y a pesar

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—JUICIOS CORTOS 837

de tu ingratitud y de tu olvido, cuando volver todo lo perecedero, no tendrá el


vuelves a mí yo te ofrezco un lecho de alma que abre sus alas luminosas a ori-
paz donde reclinar la frente mustia..,»— lla del sepulcro.
La respuesta del Hombre, la respuesta Tal es, en el traslado opaco de la pro-
del poeta, es una triste y severa recon- sa, el canto que a nuestro poeta sugiere
vención. «Tú no eres madre, ¡oh Natu- la que él hermosamente llama Madre
raleza eternamente silenciosa!, para la Esfinge.—La forma en que le encarna,
criatura a cuyas ansias infinitas opones ¡ si no idealmente pura ni correcta, es no-
tu silencio obstinado.—Como el destino ble y armoniosa.—En su versificación
de tus aves es el vuelo; a mí me des- —para la que usa, buscando con buen
tinaste el llanto y la labor.—El campo, ¡ acuerdo, dada la naturaleza de su canto,
para nosotros sagrado, de la muerte, no ; un metro de acompasada solemnidad, el
es para ti, que lo cubres de mieses y i cuarteto de alejandrinos graves, que tie-
de pámpanos, sino la mesa de una or- \ ne escasos precedentes en nuestro idio-
gíá. Busco en tu seno el reposo y me ¡ ma—, hay cierto sello de novedad que no
postras con tus inclemencias. Llamo a ] ha sido adquirido, por ventura, al precio
tus cielos y están mudos. Tu calma im- ! de la armonía y la elegancia.
perturbable es una eterna ofensa a mi ' Pero no le digamos que el más bello
dolor. Y después de lacerar el espíritu ¡ prestigio de su arte está en la manera
con tu desprecio, hieres la carne y nos ¡ como tiende sobre ios hombros de la
la arrebatas para ti con el abrazo de la • Poesía la túnica del verso.—Digámosle,
tumba. Se trocará en el jugo de tus plan- ; ante todo, que sabe hacer pensar y hacer
tas la sangre de mis venas y convertirás sentir; que su poesía tiene un ala que se
mis huesos en polvo del camino. ¡Y tú, llama emoción y otra ala que se llama
entre tanto, escucharás que celebran tu pensamiento.—Siendo más justos le ha-
eterna juventud el himno de tus olas y el i bremos dicho, sin duda, mucho más.—
himno de tus astros!»—¿No es la amarga ¡ Los que en tiempos cercanos recorrieron
verdad, que inspiró a aquel grande espí- ¡ la senda que va de las estatuas esbel-
ritu solitario de Los Destinos las lamen- tas y delicadas de Gautier a los grandes
taciones de La Maison du Berger?-—El 'mármoles de Leconte, amaron en el poe-
la puso en los propios labios de la Ma- ,! ta el don de una impasibilidad que res-
dre desdeñosa y helada: «Soy el teatro ] guardara a las líneas del cincel impeca-
^pasible que el pie de los actores no i ble del peligro de un estremecimiento. -
Puede remover,» «No escucho vuestros i Menos paganos, nosotros gustamos de
aritos.» «Vosotros me creéis una madre ; recordarle nuevamente el mito del pelí-
y yo no soy sino una tumba.,.»—Tú lo ' cano, porque, sin dejar de tener idola-
s
abías también, ¡oh divino Leopardi!, ! tría de la Forma, necesitamos al mismo
Para quien la Naturaleza era incapaz de ¡ tiempo un arrullo para nuestro corazón
& misericordia... \ y un eco para nuestra tristezas.—Ellos
l
¿Nos deja, pues, una impresión acer- le hablaban para decirle: «Haznos, esta-
°a y sombría la palabra del poeta? ¿Es j tuario, una estatua.—Que llore o ría. Que
también suyo el pesimismo de Leopardi j muestre el gesto del amor, o de la medi-
J' Vigny?—No, porque la nota con que : tación, o del desprecio; pero que sea per-
«a término a su canto, aquella que des- ' fecta y que sea pura.» Nosotros le deci-
Pues de leerle queda vibrante en nuestro ¡ mos: «Escúlpenos una elegía en mármol
espíritu, está bien lejos de ser una nota [ negro, y haz de modo que bajo los
£f desesperación: La Naturaleza, cuyos ¡ pliegues armoniosos de la túnica parez-
jttnmos cantan el triunfo sobre el hom- ¡ ca latir un corazón.»—Llenos de estreme-
tlre
. la Naturaleza, a cuyo seno ha de ' cimientos íntimos, al mismo tiempo que
838 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de sueños ambiciosos de arte, nosotros ; sobre las cenizas de los astros fulgura-
quisiéramos infiltrar las almas de los rán las constelaciones de las almas.
héroes de Shakespeare en el mármol de Y así, de la respuesta a la piedad de
ios dioses antiguos; quisiéramos cince- las constelaciones, como antes, de la re-
lar, con el cincel de Heredia, la carne j convención ante la frialdad desdeñosa
viva de Musset (1). j de la Naturaleza, surge rasgando con un
En el segundo canto—Constelaciones— lampo de luz las sombras anteriores del
a quien hermanan con el anterior idénti- ! canto, a la manera del blanco copo de
eos caracteres de metrificación y de es- | espuma con que se corona el agua acer-
tilo, son actores también la Naturaleza y ba de la onda, la afirmación de la inmor-
el Alma.—-Pero la Naturaleza no se pre- talidad.
senta en él cubierta por el polvo de la Dicen las voces nuevas que ía palabra
tierra sombría, donde tiene su imperio de los que cantan, de los que sueñan, de
lo deleznable, lo oscuro, sino vistiendo los que no dudan, empieza a recobrar,
el peplum de plata de los cielos. sobre la mente de los hombres, un poco
del prestigio perdido por la palabra de
Conversa el poeta con los luminares los sabios.—Y si la sabiduría del entendi-
sagrados de la noche.—Es, pues, el diá- miento no pudo desvanecer el dejo amar-
logo un coloquio de amigos. «¿Por qué i go de la decepción y la nostalgia en nues-
—pregunta el poeta~-la dulzura piadosa tro espíritu, bueno es que tienda el vue-
de vuestras miradas?» Y le responden las J lo al lado de la luz y la esperanza, la sa-
constelaciones: «¡Porque desde que exis- biduría del corazón.—Cantad, ¡oh poe-
tís os vemos alzar en vano a nuestro cie- tas!, a los ideales que confortan, a los en-
lo la vista suplicante y las manos tem- tusiasmos que reaniman, a los impulsos
blorosas; porque contemplamos la eter- que levantan.—Dejad, ¡oh caballeros de
na vanidad de vuestros sueños; porque una luminosa caballería!, a nuestra prosa
sabemos que vuestra condena es el do- oscura la acerbidad de sus querellas y a
lor!» «¡Oh, no, no todo es muerte y nuestra estéril cavilación sus inquietudes.
olvido, astros radiantes!», dice entonces ; —Cuando oigáis que negamos, vosotros
el poeta.—Vendrá sin duda la noche de afirmad; cuando las frentes pálidas y fa-
que los siglos son el día.—Las últimas tigadas se dobleguen al peso del dolor
dos olas pondrás su beso sobre la arena o la duda, levántense las vuestras, seña-
de la playa; los últimos dos hombres de- lando a la región de quien acaso nadie
volverán su vida al seno ingrato de la sino vosotros puede hablarnos, porque
tierra. Pero flotará, cuando todo acabe, sois sus proscriptos; cuando nosotros
el aroma eterno del espíritu sobre la flor arranquemos de nuestras almas, para en-
marchita y deshojada de los mundos; arbolarlo como una fúnebre bandera,
un jirón más de sombra, vosotros en-
(1) Este bello párrafo, desde: «Digámosle, cended, sobre los horizontes de la vida,
ante todo...», está reproducido en El Mirador un nuevo rayo de luz!,.,
de Próspero, con el título: «En el álbum de
un poeta». [J. P. S.] 25 de julio de 1896.

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» 839

£
EL INICIADOR" DE 1838 w
ANDRÉS LAMAS.—MIGUEL CAÑE

Recordemos cómo nació la prensa lite- aulas de San Carlos y que no había sido
raria entre nosotros.—Llevemos nuestro modificado esencialmente después de la
espíritu a los tiempos en que resplande- Revolución, por las que las habían su-
cía sobre la frente de Montevideo, azota- cedido, con un orden de estudios que
da por ráfagas heroicas, la representa- recibía su inspiración de los propósitos
ción de la inteligencia y la dirección de de reforma social en que aquel régimen
las ideas en los pueblos del Río de la civilizador se hallaba empeñado.
Plata. Por la eficacia de la educación institui-
Unificados por la indivisibilidad de una da sobre los fundamentos de esta refor-
sola y gran patria literaria ha de consi- ma social y animada de un espíritu nue-
derar a esos pueblos nuestro estudio, vo, aquella época luminosa aseguraba sus
porque no admite la historia intelectual triunfos del presente con la conquista del
de aquella época clasificaciones funda- porvenir, y ponía su sello a la mente de
das en las diferencias de nacionalidad una generación a quien tocaba custo-
que acababan de fragmentar el suelo del diar ios penates de la cultura vilipendia-
viejo Virreinato. da, llevándolos consigo en largo y pro-
Es de la acción aunada de las dos ge- celoso destierro, frente al régimen bár-
neraciones que se alzaban simultánea- baro que debía levantarse sobre las rui-
mente en una y otra margen del Río—te- nas de aquella obra gloriosa de organi-
niendo por inspiración los mismos idea- zación.
les, obedeciendo en la propaganda y en la Los que salvaban entonces los lindes de
lucha a idénticos propósitos—de donde la infancia, los hombres nuevos a quien
el movimiento intelectual que tuvo sus Juan Cruz Várela, el poeta consagrado
manifestaciones primeras en las páginas de las iniciativas de la grande época ins-
de El iniciador nace pujante y presti- titucional, había cantado lleno de genero-
gioso y labra el amplio cauce común en so entusiasmo, no debían ver jamás—o
lúe aquéllas debían precipitar sus ener- debían verlo sólo cuando treinta años
vas, sus anhelos y sus entusiasmos. de luchas e infortunios los separaba de
En los últimos tiempos del período aquel amanecer luminoso de su vida—
de regeneración que inauguran en la his- un predominio tal de la inteligencia, vivi-
toria argentina los ensayos orgánicos de ficando el organismo social como energía
^21, una juventud brillante y anhelosa impulsora y soberana, resplandeciendo
animaba los claustros de la Universidad como supremo prestigio de la personali-
Que acababa de levantar la iniciativa ge- dad y acatada como fuerza efectiva de
mal de Rivadavia, sustituyendo en ella gobierno.—La prensa y la tribuna, que se
e
I molde de la vieja enseñanza colonial, regeneraban por la adquisición de un
^ e tiene su expresión en las históricas carácter esencialmente digno y doctrina-
rio; las tendencias nacientes de asocia-
, }•}•) Este notable ensayo fué refundido tam-ción intelectual que levantaban centros
°ien en e j e s t u c j ¡ 0 m ¿ s comprensivo y vasto de
de propaganda y de cultura, estimulando
tJ al pensamiento en todas sus actividades
' uan María Gutiérrez y su época», que forma
Pñn
e de El Mirador de Próspero [J. P. S], generosas; la cátedra, que difundía en
840 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ios espíritus la savia nueva del saber; el , cundas agitaciones de la propaganda de


canto mismo de los poetas, que se incor- j la libertad de comercio, por los aplau-
poraba como una nueva fuerza de acción, 1 sos del mundo que convergían al Foro
afirmada en el sentimiento de las multi- de Buenos Aires para saludar el esfuerzo
tudes, a la empresa de regeneración que | glorioso de la Reconquista, llevaba en el
lo inspiraba, concurría, como otros tan- ' alma un hervor que denotaba un senti-
tos toques de cincel, a transfigurar la fi- j miento ignorado por el espíritu de las
sonomía heredada de la sociedad de la : generaciones anteriores y que debía raa-
colonia y creaban una atmósfera nueva | nifestarse, irresistible y fecundo, en su
dentro de la que el espíritu de aquella • cercana obra de redención.
juventud pensó asistir a la definitiva | No era menos briosa y activa la ge-
realización de la obra de sus padres, con- ¡ nialidad de la generación a quien tocaba
sumándose para su porvenir y para su 1 añadir la obra de la Libertad a la obra
gloria. de la Independencia. No pudo por mu-
Pero cuando hubo llegado la hora de cho tiempo el régimen despótico conte-
la acción, la escena había cambiado. j nerla en la expansión de su espíritu.
Una emigración de estadistas y escri- I En 1837 ella se congregaba al llamado
tores mantenía consigo, en el destierro, j del innovador que había traído a su
el nervio de la época de organización seno, del otro lado de los mares, el fue-
y de cultura.-—El viento de la Pampa j! go de una gran revolución ideal—la que
soplaba vencedor sobre la frente de la , imprime su sello luminoso a la primera
ciudad que había sido glorioso pedestal mitad de esta centuria—-y levantaba,
de Rivadavia. Toda manifestación de in- como los fundamentos del pórtico por
telectualidad y libertad se había extin- i donde debía verificarse el pasaje a una
guido o estaba próxima a extinguirse. Al : época nueva, una idea de emancipación
gobierno de las ideas había sucedido el j literaria, un programa de regeneración
gobierno de la fuerza brutal. Revivían, social y una fórmula de organización
bajo sus auspicios, todos los gérmenes política.
reaccionarios ocultos en el seno de la Pero ya, con anterioridad al año de
sociedad que la política iniciada en 1821 La memorable protesta, nuevas voces ha-
había empezado a desvestir de los há- bíanse alzado a pesar del influjo des-
bitos de la tradición colonial.—Aquella alentador del ambiente ingrato y oscuro,
juventud se hallaba, pues, sola y des- anunciando la proximidad de aquel es-
orientada en tal ambiente.—La realidad tallido generoso del alma de la juven-
que se ofrecía ante sus ojos era como tud.
una barrera impenetrable que la sepa- Marco Avellaneda y Juan María Gu-
raba de los horizontes que una educa- tiérrez habían hecho su iniciación en la
ción avanzada había descubierto a su prensa vehemente y tumultuosa del tiem-
espíritu. po de Balcarce.—Juan Bautista Alberdí
Ella reproducía, en medio del estéril era ya autor de la Descripción de Tu-
sosiego del régimen dictatorial, en medio cumán, de la Refutación a El Voto de-
del silencio y la sombra, las mal compri- América, del comentario a Lerminier.-^-
midas inquietudes, la nostalgia de ac- La poesía de los Consuelos hallaba tími"
ción, los anhelos hondos y ardientes, de dos imitadores, y el viejo verso de Hi-
aquella otra juventud que se levantaba, dalgo había renacido en Ascasubi, que
privada también de escenario y de tri- tomaba a Béranger el dardo alado de
buna, en las postrimerías de la colonia, y la canción.—El futuro publicista de El
que, excitada por los ecos remotos y le- Nacional ensayaba, en el panfleto y Ia
gendarios de la Revolución, por las fe- invectiva, su prosa ardiente y plebeya.

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» 841

El impulso que, concentrando y encau- que se determinaba a medida que los ri-
zando dentro de una tendencia definida gores del régimen de fuerza demostra-
los esfuerzos aislados, fijó de modo so- ban la imposibilidad de toda propaganda
lemne y prestigioso la fórmula de las de reforma.—A la dispersión de los con-
ideas que imprimieron carácter a una jurados, que sentían agitarse en su espí-
época, se manifestó casi simultáneamen- ritu el numen de una época nueva, siguió
te, en su aspecto literario, por la apari- bien pronto su ostracismo voluntario o
ción de La Cautiva, y en su aspecto so- forzado.—Una segunda emigración fué a
cial por el pensamiento orgánico que el unirse con la que mantenía en tierra ex-
propio autor de La Cautiva formuló en traña, hacía dos lustros, la gloria viva y
el Dogma de Mayo, la intelectualidad de generaciones ante-
Aquel poema daba el modelo de la riores.
emancipación de los espíritus en la ex- Montevideo fué el centro preferido de
presión, en la forma. El Salón Litera- esa emigración, como lo había sido de
rio que Marcos Sastre fundó, también la que la precedió en los caminos del des-
en 1837, fué el centro de donde se pro- tierro. Ella aportaba al movimiento inte-
pagó la iniciativa y contribuyó principal- lectual que iba a tener por escenario el
mente a uniformar en la juventud que recinto de la ciudad heroica las ideas de
animaba sus veladas las aspiraciones y 1830 en filosofía y arte y la fórmula
ias tendencias. constitutiva lanzada por el autor de los
El pensamiento de regeneración políti- Consuelos, como norma e inspiración de
ca, que levantó, en medio de las pasiones su propaganda política.
desencadenadas de los bandos, una ban- El elemento pensador de la primera
dera de concordia y un programa de or- emigración personificábase en Juan Cruz
ganización que debía ser definitivamente y Florencio Várela.
sancionado por la posteridad, hízose car- Tenía el primero la representación de
ne en la institución de la Asociación de la aristocracia intelectual de la época de
Mayo, de la que podría decirse que con- Rivadavia. Representaba el segundo la
tuvo en sí la cédula de la nacionalidad persistencia del mismo ideal político y
futura. literario dentro de una generación que
Colaboraba eficazmente también en debía caracterizarse por ideales nuevos
este doble movimiento un periódico de y distintas aspiraciones.
rida efímera que Alberdi dirigió y cuyas Juan Cruz había tenido oportunidad
inspiraciones, fundamentalmente serias y de proseguir en el destierro su fecunda
fecundas, estaban en curiosa oposición acción de publicista, acompañando los
c
on el trivial significado de su título: La esfuerzos primeros de nuestra constitu-
Moda. Ha de buscarse en él el inmediato ción nacional, con la propaganda de El
Precedente de El Iniciador. Patriota, bajo el ministerio organizador
Todas estas manifestaciones de activi- de don Santiago Vázquez.—Su inspira-
dad y de entusiasmo debían forzosamen- ción de poeta, que había nacido al calor
te atraer, sobre la inquieta juventud que de una época gloriosa y estaba hecha a
'as producía, los recelos de aquellos que ser la consagración de sus triunfos, que-
^presentaban un régimen que necesita- i dó por algún tiempo como en mudo es-
ka para su consolidación de la inmovi- j tupor, ante el fracaso de la grande obra
"dad de todas las tradiciones de atraso. ¡ que había celebrado. En la severidad es-
Penetró la Mazorca en el secreto de j partana de su poesía no halló una nota
las
reuniones donde se controvertía la que se acordase con las amarguras de la
^üeva idea política y social.—Ellas, por proscripción. Pero cuando la juventud de
ütl
"a parte, tendían a un carácter activo la época nueva llegó a Montevideo, eí
842 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

poeta que había saludado en ella, en días que vibró en atmósfera inflamada por
mejores, el porvenir y la esperanza, y a todas las exaltaciones de la indignación
quien muy breve tiempo separaba enton- y todos los odios de la lucha, como la
ces de la tumba, pudo todavía contribuir que le llevó al martirio y a la inmortali-
al movimiento literario que ella inició, dad, no se caracterizó su palabra por el
con sus últimos versos, que tienen ya la arrebato y el ardor que acusan la pa-
entonación de ia elegía, y que serán aca- sión impetuosa, sino por la ecuanimidad,
so los más amados de la posteridad, por- por la serenidad, por la justicia, por to-
que son los que manifiestan, en una das aquellas condiciones que son el sello
forma más ingenua y humana, un senti- de la tranquila fortaleza del ánimo, uni-
miento más profundo. da a las vistas límpidas y seguras de la
En cuanto al magisterio intelectual de inteligencia.
Florencio, que fué sin duda eficaz y po- Esbozábase en ocasión de la llegada
deroso sobre la generación que entonces de estos primeros proscriptos, y estimu-
se iniciaba, no se manifestó tanto en for- lada por su presencia en gran parte, ia
ma pública y escrita, hasta la aparición actividad intelectual de la naciente Re-
del diario que vive vinculado, a su gloria, pública.
como por el adoctrinamiento íntimo y Constituida la nacionalidad, el signo de
verbal.—En su primera juventud había su autonomía literaria se personificaba
soñado con los lauros del poeta. Su poe- en Francisco Acuña de Figueroa, a quien
sía había resonado al par de la del ce- hubiérase podido llamar aún con más
lebrador de Ituzaingó, en iguales formas exactitud que el poeta de la nacionalidad
solemnes y austeras del lirismo, modifi- que se iniciaba el poeta de Montevideo:
•cada un tanto ia difusión oratoria de la encarnación del espíritu de una ciudad
Juan Cruz por un tono más sobrio y ho- y de su crónica, animados por una poesía
raciano. Cantó al par de él a los triunfos risueña y apacible que tenía algo del as-
de ia guerra con el Imperio, a los afanes pecto de esa misma ciudad.—Cuando la
de la obra de organización y saludó la plaza fuerte, dentro de cuyos muros ha-
resurrección de Grecia, en nombre de la bía escrito el Diario del sitio de 1812, se
América emancipada, después de Navari- rango de capital de un pueblo
no. En el destierro dedicó cantos de no- independiente y a la dignidad republica-
ble y austera inspiración a la concordia, na, cobró de súbito el acento del versifi-
a la paz, a la prosperidad del nuevo Esta- cador que hasta entonces había militado
do que debía ser la escena de su gloria en las filas humildes de la tradición pro-
y el suelo amigo de su tumba. Abandonó saica de Iriarte, o la vulgar y villanesca
más tarde el verso y concentró su espí- de Lobo, cierto brío, cierta elevación,
ritu en el sentido de la historia de Amé- cierta grandeza, y dieron ritmo sus can-
rica, a la que pensaba consagrar todos tos a las primeras palpitaciones de la
los afanes de su madurez. Su influjo lite- existencia nacional.
rario fué de moderación y resistencia a Mientras la vida pública, en la capital
la corriente innovadora en cuanto ella re- del nuevo Estado, tenía de este modo su
lajaba las severidades de la disciplina poeta—el poeta que ensayaba crear, P°r
que estaba en la educación y en la orga- sobre el lenguaje del documento, la pren"
nización misma de su mente. Su natura- sa y ía tribuna, una expresión más ideal
leza intelectual era firmeza, sosiego, exac- y más alta para el sentimiento colecti-
titud. Desconoció, como publicista, otras vo—reflejábanse con no menos fidelidad
inspiraciones que las de la razón que im- la vida íntima y la vida de sociedad del
pera, augusta y majestuosa, con la paz mismo centro en otras formas inagota"
de las cimas; y aun en una propaganda bles de su producción, que seguían el

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» 843

cauce liso y ameno de la estrofa galante • dor de sus ideas revolucionarias y de su


o de la sátira deleitosa y sin hiél.—No es- genialidad activa y generosa.
taba solo el poeta del Himno en aquella Marcos Sastre, a quien en relación al
primera manifestación de su actividad li- orden de tiempo podríase conceder la
teraria.—Carlos Villademoros, Manuel y primacía entre los hombres que partici-
Francisco de Araúcho buscaban inspirar- paron del carácter de este elemenlo in-
se también, entre otros que les son infe- novador, había incorporado, desde la pri-
riores, en los acontecimientos de su épo- mera juventud, a la sociedad argentina
ca.—Eran sus cantos como un remedo, su acción y sus talentos, prestando allí
un tanto candoroso y aldeano, de la ge- servicios eficaces a la evolución de 1837
nialidad del lirismo solemne y majestuo- que hemos procurado bosquejar.
so que había resonado en América, du- Es Andrés Lamas el primero en anun-
rante la Revolución, para saludar sus glo- ciar, entre nosotros, la renovación del
rias y consagrar sus triunfos.—En esa en- patriciado inteligente y la renovación de
deble poesía de circunstancias asociában- las ideas.
se por extraña manera la ingenuidad, el Su presencia en la escena pública se
abandono, el candor, todas aquellas con- anticipa a la de los demás hombres de su
diciones del pensamiento y del estilo que generación. Su palabra recoge los pri-
son denunciadoras de la inexperiencia li- meros ecos de la iniciativa emancipa-
teraria, con el amaneramiento y la arti- dora que había señalado el pensamiento
ficiosidad propios de una retórica que y la literatura de América, la mente ins-
marcaba el último grado de afectación pirada de Echeverría.
y decadencia en una escuela moribunda. Casi niño, hizo sus primeras armas en
Las deficiencias de la organización, la la prensa. El Nacional de 1836 fué una
pequenez del escenario, su inestabilidad bandera prestigiosa en sus manos. Sus
en medio a los sacudimientos de la lu- dotes de escritor se acrisolaron prematu-
cha, la misma condición de generaciones ¡ ramente en esa campaña vigorosa que
que habíanse formado en escuela poco | terminó para el diarista adolescente con
propicia a las manifestaciones desintere- ! el destierro político.—Y luego, cuando Al-
sadas del pensamiento—como que las berdi pensó atraer hacia la obra de re-
fuerzas de su mentalidad hubieron de generación social y política en que la
confluir con las de su carácter y su bra- juventud de su época soñaba, la voluntad
zo en las porfías de la acción—concedían de Rozas, invitándole en los Preliminares
un espacio muy limitado a aquellas ta- de su traducción de Lerminier a ser el
reas del espíritu que no se relacionaban brazo que llevase a ia realidad aquel pen-
directa e inmediatamente con ellas, y ve- samiento, publicó Lamas un panfleto de
daban toda otra forma de expansión, a
Quien las cultivaba, que la que se acogía impugnación donde se hacía resaltar la
tímidamente a las columnas de periódi- | incompatibilidad de todo ideal de insti-
cos que vivían la vida agitada y febril tuciones con la tendencia lógica y fatal
de la pasión, difundiéndola en sus alas de la tiranía.—Vuelto a la prensa en 1837,
de fuego; sin amplitud para reflejar otras su alejamiento de Montevideo hízose
actividades de la vida y dar voz a más pronto inevitable.—Cuando regresó con
serenas aspiraciones. el ejército triunfador del Palmar, tomó
Faltaba nervio en la vida intelectual, de nuevo la pluma. Adquirió entonces el
faltaba la pasión, faltaba el brío, que una boceto casi infantil del escritor rasgos
nueva generación estaba destinada a lle- firmes y audaces que le presentaron
Va
r a los torneos de la inteligencia, real- como el publicista de su generación,
zándolos por el doble impulso vivifica- como el publicista de una época nueva.
844 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

En octubre de 1838 escribía Lamas el la abstención políticas, de la fórmula re-


proemio de El Iniciador. generadora de 1837.—En su manifestación
Miguel Cañé, llegado en 1835 a Mon- literaria, la idea de la emancipación se
tevideo, compartía con Lamas la direc- confundía, para los que la propagaban,
ción del periódico, que aparecía lleno de con la idea y los ejemplos del romanti-
entusiasmo juvenil y de brío, llamando a cismo.—Es esta última faz de la obra
sí la generación destinada a darle en bre- realizada por El Iniciador—que se iden-
ve la coloración y la amplitud de una tifica, en realidad, con la primera, pues
bandera que tendía sobre ella su som- nunca fueron las aplicaciones de la lite-
bra. ratura materia de ocios vanos, sino me-
En su programa se definía con viril elo- dio eficacísimo de acción y de refor-
cuencia la obra que se presentaba a la ma en manos de aquel grupo de viriles
reflexión y al esfuerzo de esta genera- obreros de una regeneración—, la que
ción, y que el periódico nuevo tendría debe fijar singularmente nuestro interés
por norma en la propaganda, por lábaro en este estudio.
en la lucha. Notemos, ante todo, los precedentes
«Dos cadenas—decíase en un pasaje que en tal sentido de su propaganda
de él—nos ligaban a España: una mate- pueden señalársele, en las páginas que
rial, visible, ominosa: otra no menos le anteceden de nuí- rtra historia intelec-
ominosa, no menos pesada, pero invisi- tual.
ble, incorpórea, que como aquellos gases Con anterioridad a la repercusión de
incomprensibles que por su sutileza lo las grandes jornadas de 1830, no era
penetran todo, está en nuestra legisla- aún bastante para alcanzar al ambiente
ción, en nuestras letras, en nuestras cos- lejano y tempestuoso de nuestra cultura
tumbres, en nuestros hábitos, y todo lo la virtud de expansión del romanticismo
ata, y a todo le imprime el sello de la que, habiendo atravesado en 1802, como
esclavitud, y desmiente nuestra emanci- un viento del Norte, las fronteras de
pación absoluta.—Aquélla pudimos y su- Francia, tenía apenas con los tintes in-
pimos hacerla pedazos con el vigor de ciertos del crepúsculo los horizontes de
nuestros brazos y el hierro de nuestras ¡ la Europa Meridional.—Por otra parte,
lanzas: ésta es preciso que desaparezca ! los ecos vagos y remotos de la revolu-
también si nuestra personalidad nacio- ¡ ción literaria que pudieron llegar al es-
nal ha de ser una realidad; aquélla fué | píritu de los pueblos de América no
la misión gloriosa de nuestros padres, traían consigo la manifestación de un
ésta es la nuestra.»—«Hay, nada menos ideal capaz de hallar en él propicia reso-
—agregábase—que conquistar la indepen- nancia; capaz de armonizar con los es-
dencia inteligente de la nación, su inde- tímulos que los sostenían en la lucha y
pendencia civil, literaria, artística, indus- de acordarse con la modalidad de su
trial, porque las Leyes, la sociedad, la : pensar y sentir,—La nueva escuela, en su
literatura, las artes, la industria, deben i relación con las ideas políticas y sociales,
llevar, como nuestra bandera, los co- era, en su origen, escuela de reacción.
lores nacionales, y ser como ella el tes- [ Miraba hacia el pasado; amaba la tradi-
timonio de nuestra independencia y na- ción y la leyenda; había ceñido sus ar-
cionalidad.» mas y afirmado su escudo para tentar el
En su aspecto social, la ejecución de desagravio de las cosas caídas.—Cierto
este programa fué el desarrollo, más o lazo simpático es fuerza que vincule las
menos velado por las condiciones de una aspiraciones, las ideas, los sentimientos
propaganda que había de contenerse den- de libertad., en todas sus manifestacio-
tro de los límites de la imparcialidad o nes; y en tal sentido es indudable que la

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA (REVISTA NACIONAL».—'«EL INICIADOR» 845

revolución literaria, expresión de liber- espíritu apenas emancipado de Améri


tad, debía ser grata a los ojos de aque- ca.—Su revolución fué exteriormente clá-
llos que acababan de consumar la re- sica. Lo fueron su poesía y su tribu-
volución política. Por más que la nueva na. La vieja escuela era profesada con
escuela hubiera nacido solidaria, en cier- aquel grado de intolerancia doctrinal de
todo modo, de la protesta alzada en nom- que un documento literario muy curio-
bre del pasado contra la obra de aquella so, el manifiesto que precede a los Esta-
transformación inmensa, una tendencia tutos de la Sociedad llamada del buen
lógica debía empujar a los soldados de gusto del Teatro, que se fundó en Bue-
la libertad a militar bajo las banderas in- nos Aires en 1817, puede servir de ejem-
surrectas de la literatura. Además, la plo significativo.
misma Revolución que se esforzaba, des- Ciertas auras muy leves empiezan a
pués de haber levantado en sus hombros remover la atmósfera de las inteligencias
un mundo nuevo, por sostener sobre en la época de Rivadavia.—El clasicismo
esos mismos hombros el peso de la clá- de Juan Cruz y de Florencio Várela, eco
mide, se relacionaba en sus orígenes con del clasicismo francés del siglo xvm, en
cierto movimiento de emancipación de toda su pureza dogmática, en todo su
las ideas estéticas.—No fué otra cosa, i absolutismo esencial, aparece atrasado,
en las postrimerías del siglo xvn, el de- ¡ con relación a su propio tiempo, si se
bate de modernos y antiguos, sino un consulta el testimonio de la circulación
torneo donde los brazos que iban a tras- de las ideas literarias, que guarda en sí
tornar el eje del espíritu humano acos- la prensa de entonces.-—La crítica tea-
tumbráronse a romper el cetro de ¡a I tral, en algunos de los periódicos de
autoridad. Discutiendo a los clásicos, se ; aquella época, ofrece ciertos atrevimien-
había preparado el camino para discutir j tos dichosos, cierta ansiedad de cosas
a los reyes. Defendiendo la perfectibili- : nuevas, ciertas manifestaciones de liber-
dad de la literatura, se había arrojado el j tad, cuyo origen puede buscarse en los
germen de la idea de la perfectibilidad primeros y vagos ecos de la crítica inno-
de las sociedades y las instituciones. vadora de principios del siglo, en las
Perrault precede a Condorcet. La rebe- protestas que el recuerdo de la grande
lión literaria de los antihoméricos había tradición romántica mantuvo, en medio
abierto paso a la rebelión social y reli- a la derrota de la genialidad nacional,
giosa de los enciclopedistas.—Pero no es i en la crítica española, y aun en el mismo
menos cierto que entre tanto se realiza- contacto con la doctrina del siglo xvm
ba la confluencia de las dos escuelas de francés, si se considera que, para espíri-
libertad, y llegaba, para conciliarias, el tus algo dados de suyo a tolerancias e
«segundo romanticismo» de 1830: ío nue- innovaciones, aquella propia escuela de
^'o, lo indisciplinado, en literatura, podía clasicismo, hoy tan uniforme y tan adus-
pasar, en relación a otras actividades del ta en su perspectiva histórica, tan rígi-
Pensamiento humano, por sinónimo de damente sometida al parecer a una auto-
'reacción.—En el mármol inmaculado de ¡ ridad intolerante, no carecía de asidero
Corneille y Ráeme, habían querido escul- donde apoyar ciertas osadías de pensa-
pir su imagen la República y el Imperio. miento y ciertas aspiraciones de liber-
Soileau seguía reinando absoluto en los tad, que tienen precedentes tales como
e ;
spíritus mucho después que la cabeza los del Voltaire del Ensayo sobre lo épi-
de Luis XVI había rodado por las gra- co y las Cartas inglesas y los relámpagos
das sangrientas del cadalso.—-La idea de de genio de la crítica de Diderot.
la libertad llegaba, pues, identificada con En poesía, Juan Crisóstomo Lafmur
*a afectación antigua de las formas, al había dado entrada a los presagios ro-
846 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mánticos de Cienfuegos. El falso Ossián, renovación, que sostuvieron por algunos


en el que debe reconocerse uno de los años en Londres, concentrando allí la
elementos literarios que más eficazmen- más avanzada expresión de la literatura
te intervinieron, a principios del siglo, castellana de la época, una parte de los
para la formación del gusto nuevo, era españoles desterrados por la reacción
colocado en 1821 junto a los mayores absolutista de 1823 y algunos de los ame-
épicos clásicos, cuyos poemas ofrecíanse ricanos que mantenía en Europa el ser-
como premio del más hermoso de los vicio de los intereses diplomáticos de la
cantos de Luca en resolución oficial. Revolución o el ostracismo originado en
A volver fácil la evolución de las ideas las primeras luchas civiles.—Y aunque
literarias contribuyó por entonces la pre- en punto al idioma y con relación a de-
sencia de un escritor de superior talento terminados aspectos de la forma litera-
y cultura, para cuyo nombre debe exis- ria, era Mora conservador e intolerante,
tir, aún más que en la tierra de su na- como lo anunciaba él mismo en el pros-
cimiento, en nuestra América, recuerdo pecto magistral de La Crónica, era, en
respetuoso en la memoria de la posteri- lo íntimo y sustancial de su doctrina,
dad.—José Joaquín de Mora, miembro más independiente y más laxo que su
de aquella viril generación que arrojada futuro contendedor don Andrés Bello,
de España por el despotismo de Fer- con quien comparte el honor del magis-
nando VII, nutrió su mente, fuera de la terio intelectual que modeló, en el perío-
patria, en las corrientes nuevas que a su do que antecede a la llegada de los emi-
regreso salvaron con ella las fronteras grados del Plata en 1841, las formas de
de esa nación; publicista, crítico, poeta; la cultura de Chile.
propagador de adelantadas ideas de en- Rápido como fué, su pasaje por el
señanza, de literatura y de organización, ambiente intelectual de nuestros pueblos
durante su estadía de dos décadas en dejó, sin duda, algunos gérmenes fecun-
varios pueblos americanos; espíritu del dos que contribuyeron a preparar eficaz-
que pudo afirmar la palabra elocuente mente el terreno donde la mano fuerte
de Ríos Rosas que «embotó las espinas de Echeverría debía plantar el árbol de
de la proscripción con el asiduo culto de la innovación.—La marcha autónoma y
la inteligencia», tomó a su cargo la di- la espontaneidad del pensamiento ameri-
rección de las columnas oficiales de La cano, lo mismo en sus manifestaciones
Crónica, llamado a Buenos Aires por el literarias que en sus trascendencias acti-
Gobierno de don Bernardino Rivadavia, vas, fueron ideas que no permanecieron
en 1827.—El olvidado autor de las Le- ignoradas de la propaganda y la crítica
yendas Españolas no era, en el rigor de sagaz de José Joaquín de Mora.
la palabra, un romántico. Desde luego, Espesábanse las sombras de la reac-
era francamente hostil al romanticismo ción que sucedió al fracaso de la obra de
reaccionario y retórico de Chateaubriand, cultura iniciada por aquel período glorio-
contra el que tuvo su crítica páginas sin- so, cuando tornaba del otro lado de los
gularmente acerbas.—Pero sus doctrinas, mares el futuro innovador a quien esta-
más viriles y sólidas, de libertad litera- ba reservado comunicar a los espíritus,
ria, habían sido adquiridas del contacto ya puestos en propicia pendiente, el gran-
con el pensamiento inglés, de cuyo espí- de y definitivo impulso.—Esteban Eche-
ritu puede considerársele, dentro de la verría, que había llevado en París una
literatura de su tiempo y su lengua, uno afanosa vida de estudio y de observación
de los emisarios primeros.—El traía con- desde 1826, había asistido allí a la última
sigo, a Buenos Aires, el influjo de aquel etapa de la revolución de las ideas, que
animoso movimiento de publicidad y de precipitaba entonces sus pasos hacia el

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» 847

glorioso desenlace de Julio. Empapada chitas, y que parecieron entonces llenas


su mente en la irradiación de aquellos de vibración, llenas de colorido y de sa-
días luminosos, cuando puso su pie sobre via. Era la musa nueva, dispensadora de
ía nave que había de devolverle al seno los deliquios de la meditación y del re-
de la patria, el poeta joven se creía a sí cogimiento; la confidente cariñosa de la
mismo el mensajero de una regeneración individualidad; la poética revelación del
intelectual. Volvió, y halló, en los hori- mundo íntimo; el espacio franqueado en
zontes que había dejado radiantes y se- medio de lo poesía que se nutre de las
renos, el silencio y la sombra, la soledad pasiones de la multitud, para la poesía
moral, la enervación de las voluntades, que habla de los sentimientos de uno
el ostracismo de las inteligencias.—La solo. La época era favorable a los espar-
primera tentativa de innovación con que cimientos de la melancolía, como lo fue-
se sobrepuso su espíritu a las brumas de ra en tiempos cercanos para la virilidad
desaliento en que flotaban las almas, no altiva de lo épico.—Una ráfaga inespera-
fué para él un triunfo—difícil de alcan- da y balsámica pareció cruzar la atmós-
zarse con versos en una época de apaga- fera adormida; reconoció la juventud al
miento intelectual—-; no fué tampoco el poeta suyo, al poeta que le estaba desti-
merecimiento de un triunfo.—Esa obra nado, y la crítica clásica, que represen-
de iniciación no pasó de ser un tributo taban los Várelas, aplaudió.—Bien es
pagado al más trivial amaneramiento ro- verdad que el espíritu romántico y no-
mántico—en el género de las leyendas de vador de Los Consuelos, encarnado en
Hofímann, de los cuentos de Nodier; una forma que no se singularizaba toda-
en el género que el romantiscismo ofre- vía por ninguna de las audacias de la ex-
cía de forzosamente exótico e inoportuno presión, del ritmo y de la imagen, que
con relación a la índole de nuestras so- debían caracterizar la exterioridad del
ciedades de América—-, que no tuvo, y no romanticismo y vestirle con su túnica
merecía tener, más que el recibimiento propia, se presentaba en versos más
ingrato del silencio.—Pero la histórica arreglados y tímidos que audaces que
significación de aquel ensayo de mal podían bien pasar como una tentativa
gusto ha de señalarse en que la nueva de restauración de las tradiciones de so-
escuela literaria penetraba, merced a él, briedad y mesura del clasicismo, a quien
en ía literatura naciente de estos pue- la escuela dominante hasta entonces en
blos, cuando ella apenas había salido en los poetas de América había llevado a
España, con la aparición de El Moro Ex- ios extremos de la solemnidad oratoria
pósito, de sus manifestaciones indecisas y de la difusión.—Al propio tiempo de
u oscuras. tributar, en carta íntima, sus aplausos a
La primera muestra de sí que dio la la aparición del poeta que se revelaba,
fuerza poética a quien estaba reservado Florencia Várela, fijando su atención en
animar las soledades de la pampa con el movimiento literario europeo, mani-
la vida inmortal de La Cautiva y la ver- festábase desorientado por la partida de
dadera revelación del nuevo credo—aqué- los dioses de su culto; pedía el desagra-
lla que pone un límite a los vagos pre- vio para las sombras de Horacio, de Ra-
cedentes que rastrea en la sombra la cine y Moliere; profetizaba con segura
erudición y deja por primera vez una convicción «que Hugo pasaría»; y se ne-
fecha hondamente grabada—, se identifi- gaba a reconocer en la revolución litera-
can con la aparición de los Consuelos.— ría otra cosa que una pasajera desvia-
El poeta de una generación estaba allí.— ción y una recrudescencia gongórica.-™
Un numen ignorado aparecía en aquellas Más tarde, cuando tocó al publicista de
Páginas, para nosotros lánguidas y mar- El Comercio de Plata juzgar El Peregri-
848 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

no, de Mármol—y aun cuando redactó molde americano y se la convertía en


el Informe relativo a las composiciones obra propia, en el sentido de interpre-
que se presentaron al Certamen de 1841— tarla y adaptarla a las condiciones de
dejó notar que la revolución de las ideas nuestra naturaleza y nuestro medio so-
había labrado cierto surco en su espíri- cial—Sabemos ya que la emigración de
tu. Por otra parte, Juan Cruz Várela, es- la juventud a quien estaba encomenda-
cribiendo a don Bernardino Rivadavia da la obra de fecundar y propagar la ini-
en 1836, para exponerle los principios de ciativa, impuso en Buenos Aires el mo-
crítica a que debía ajustar su traduc- mentáneo fracaso de esa obra y que el
ción, que entonces reanudaba, de la movimiento de ideas que allí interrum-
Eneida, tenía observaciones de un sen- pe, al nacer, la brutal persecución de la
tido profundo que denunciaban el influ- fuerza, se reanuda en esta margen del
jo de una crítica nueva y penetrante y Río, donde libra sus combates y celebra
que levantaban su juicio muy sobre el sus triunfos.—El Iniciador, de Montevi-
pensar del falso clasicismo del siglo XVIII. deo, representa, efectivamente, la última
La inquieta juventud que entregaban y definitiva jornada del período azaroso,
por aquellos años a la vida pública los difícil, de la innovación. Las doctrinas
claustros de la Universidad, donde la pa- que, débiles y desamparadas todavía, le
labra dulce y persuasiva de Alcorta man- habían dado causa e impulso, tienen, po-
tenía honrosamente la tradición de un co tiempo después de su propaganda, la
glorioso profesorado, recoge en sus ensa- entera representación de la actividad li-
yos primeros el eco de la iniciativa y la teraria de su época, y aquellos que las
propaga, más o menos decididamente, en habían aventurado no hablan ya como
la crítica y en la producción .-—Abríanse insurrectos que proclaman, sino como
paso, al par de las nuevas ideas litera- vencedores que dominan (1).
rias, las corrientes nuevas de la filosofía Las transcripciones que reflejaban la
y el derecho. Lerminier era traducido y palabra de los maestros y contribuían a
comentado en 1837 por Alberdi. José To- difundir los modelos y los principios de
más Guido había dado a luz en 1834 una la renovación literaria en que El Inicia-
versión de la Historia de la Filosofía de dor tomaba sus inspiraciones compartían
Cousin. sus columnas con la actividad producti-
El arribo a la cumbre en esta que po- va de la juventud.
demos llamar ascensión de las inteligen- Los escritores, los poetas, los publicis-
cias es señalado simultáneamente por la tas de aquella época luminosa—Hugo,
revelación literaria de las Rimas, por la Manzoni, Lamartine, Espronceda, Fígaro,
profesión de fe tan virilmente formulada de cuyas criticas se había hecho en
en el Dogma de Mayo, por el movimiento aquel mismo año una edición local por
de producción y de asociación intelectual las prensas de Montevideo; Lamennais,
de que hablamos en los comienzos de cuyo apasionado estilo fué a menudo imi-
este estudio.—Trozados ya los vínculos tado en los escritos de la época; Cousin,
que supeditaban la nueva orientación de Saint-Simón, Lerminier—eran entre nos-
las ideas a una norma de imitación, en otros divulgados por las transcripciones
la que el principio de obediencia que se de El Iniciador.
había abandonado con respecto a los
clásicos era sancionado otra vez con re-
lación a los maestros del romanticismo, (1) Apareció El Iniciador en abril de 1838, y
no en octubre, como se dijo en la primera par-
impulsábase al pensamiento a una fran- te de este artículo. El primer número del to-
ca emancipación, se refundía el concepto mo II, salido a luz en octubre, lleva equivocada-
de la nueva escuela literaria dentro de mente la indicación de «Tomo I». [J. E. R.l

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OBRA POSTUMA.-—?: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» 849

La obra propia de sus redactores me- ción, las palabras postumas de Saint-
rece fijar, con algún detenimiento, nues- Simón a sus discípulos: «¡El porvenir es
tro interés. vuestro!» Y hablaba, en otros—El Pueblo,
De Andrés Lamas—que en la declara- Aristocracia en Sud-América, Fiestas Pú-
ción de propósitos del periódico había blicas—, de la necesidad de convertir en
trazado firmemente los rumbos de su fuerza viva y autónoma la mole inerte de
propaganda, pero que contribuyó con es- las multitudes, sobre las que no se ha-
casa asiduidad, solicitado bien pronto bía disipado el sueño de la servidumbre
por las agitaciones de la política activa, colonial.
al posterior desenvolvimiento de ella—, La faz del pensador, del propagandis-
debe recordarse un diálogo lleno de brío ta o del sociólogo se refleja más a me-
e intención, donde recoge los ecos de nudo que la del crítico propiamente lite-
desdén, de desconfianza o de burla, que rario en esas páginas.
manifestaban que la iniciativa innovado- Y, sin embargo, era la de don Miguel
ra de la juventud había herido, ya los Cañé una organización moral profunda-
sentimientos de inercia, las raíces aún mente sellada por pasiones de artista.
vivas del pasado, ya la superioridad re- Había sido concedido a su naturaleza,
celosa de los círculos. con más generosidad quizá que a la de
En los escritos de Cañé lucen los do- otro alguno de sus contemporáneos, el
nes preciosos del estilo; el giro esbelto amor del arte por el arte, la virtud de
y elegante, la marcha leve, airosa, de la la contemplación desinteresada de lo
dicción; la urbanidad selecta del inge- bello, que en los espíritus de una época
nio; las vistas penetrantes del criterio y de agitación, cíe organización y de lucha,
el gusto. pocas veces lució sin la mezcla impura
Citemos de eDos: el hermoso juicio de del objetivo utilitario—aunque fuese de
Alejandro Manzoni, lleno de apasionado una elevada y noble utilidad—, sin la
entusiasmo por el poeta y de anhelantes intervención, en el sentimiento y en el
votos por la resurrección de la Italia: juicio, de tendencias que se relacionaban
su consideración sagaz de los nuevos más o menos directamente con la propa-
horizontes de la Literatura, donde, sobre- ganda y la acción. Su crítica suele ofre-
poniéndose a todo lo que había de esco- cer, por esto, manifestaciones de una
lástico y transitorio en el romanticismo, cualidad que es raro encontrar en la de
señalaba como el concepto definitivamen- los hombres que la ejercieron en su épo-
te conquistado por él el de la variabili- ca y a su lado; aunque no se eximiese,
dad de la obra literaria «como atributo según hemos dicho, de la imposición fa-
del estado y condición de los pueblos», tal de un ambiente que obligaba a con-
«sometido a la doble ley del tiempo y vertir, la misma contemplación y el mis-
^1 espacio»; sus diálogos festivos, en los mo reposo, en medios y maneras de lu-
que, bajo el título de Mis visitas, desple- cha.—Así, supo reconvenir a Fígaro el
go certeras dotes de crítica y de observa- criterio del todo extraño a la pura apre-
ción; sus meditaciones, a menudo pro- ciación estética que le dictó su condena-
fundas, sobre las condiciones y las nece- ción de Antony, haciendo un magistral
sidades del estado social de América re- juicio de Larra.
cien emancipada.—En una de ellas 'real A Cañé, según todas las apariencias,
?
aba con sentida elocuencia los benefi- debe atribuirse, en efecto, la página de
Cl0s
de la educación popular como su- crítica más duradera y más hermosa que
prema fuerza regeneradora. Glosaba, en realce las columnas de El iniciador: el
otro de estos artículos doctrinarios, di estudio de la personalidad y la obra de
rigiéndolas a los hombres de su genera- Mariano José de Larra, que, escrito en
850 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ocasión de la muerte del crítico genial, gran satírico, nacía burlón. Algún dura-
puede ser considerado como un juicio ble elemento literario es posible sacar de
perfecto, definitivo, que sería lícito tras- entre aquella bulliciosa multitud de vo-
ladar, sin modiñcaciones, de las hojas cablos amotinados y bravios que desfilan
fugaces e improvisadas de la prensa, don- riendo; no ciertamente por la fina espi-
de vio la luz, a las páginas de bronce de ritualidad, la elegancia, el atiscismo, sino
la historia literaria. en el género de aquella sátira española
Cultivó también, en aquella primera del siglo XVIII, tan cerril y tan tosca,
manifestación de sus talentos, la narra- pero tan varonil, tan sazonada con las
ción breve, el cuento de índole román- especias fuertes del ingenio, que resonó,
tica, modelándole en el remedo ingenuo como un eco de la carcajada estruendo-
de la afectación sentimental de la escue- sa de los dioses, en las páginas gruesas
la. Luego, su espíritu debía fijar su defi- del Gerundio, y que podría tener el sím-
nitiva vocación literaria en el romance, bolo de sus procedimientos en el manteo
desplegando singularmente las galas de de Sancho o en las tribulaciones del
su estilo en cierto género novelesco, que Buscón en la Universidad de Salamanca.
es conversación artística al par que na- i El P. Castañeda es la personificación
rración. Lienzos y mármoles constituyen ¡ militante de esta que podemos llamar
en él el fondo del relato, como en nove-! edad de piedra del donaire argentino.
las de otra índole el escenario de la na- | Tiene para nosotros su sátira, como la
turaleza. La crítica de arte alterna con j de las réplicas de Várela y la de los que
el desenvolvimiento de la acción, como ! se agitaron con ellos en medio a esas
en el libro en que Mme. Staél dio por j jornada de Fronda del panfleto y el dia-
escena los museos y las ruinas de Italia i rio, la curiosidad de ofrecernos algo así
a las figuras de Oswaído y de Corina. , como una cómica refracción de los hom-
La forma fácil, esbelta, refleja la ento- i bres y cosas que tejieron la trama de
nación de una palabra animada y ele- ¡ uno de los períodos más solemnes y más
gante. i decisivos en el desenvolvimiento orgáni-
Hablemos ya de los colaboradores de J co de nuestros pueblos; y hoy las leemos
El Iniciador.—Entre ellos, debe citarse í con el interés que se recorre una página
a Alberdi en primer término. La crítica j de caricaturas de Cham o de Nadar, don-
de costumbres, arma de las más pode- de se ven con sorpresa, entregando sus
rosas y eficaces que sirvieron a la pro- rasgos a la implacable travesura del lá-
paganda del periódico, puede considerar- piz, aquellas figuras de otros tiempos
se, en la literatura de su época, obra que estamos habituados a mirar en las
suya. actitudes nobles y dignas con que las
No es que la sátira careciese de esti- fija el grabado y nos las representamos
mables precedentes, dentro de las ante- en la contemplación de la historia.
riores manifestaciones de la cultura ar- j La sátira, pues, era personal o política,
gentina. Aquella prensa vivaz que contro- j cuando dejaba de ser indeterminada y
vertió, durante los años de la Reforma, abstracta, Alberdi la hizo social, la ani-
las ideas de organización y de política, i mó con su sentido profundo de las exi-
lo mismo con el vigor del razonamiento ¡ gencias y los intereses de la sociedad en
doctrinario que con la punta acerada j que actuaba; le imprimió el colorido de
de la burla, pudo servir de comproba- | la localidad y de la época. Duraba un
ción a la efectividad del rasgo que seña- i tanto en sus formas el dejo aldeano de
laba don Juan Cruz Várela en la genia- j la pendencia inmoderada e inculta. Al-
lidad de su pueblo, cuando afirmaba que, • berdi la familiarizó con las sutilezas de
como el caracterizado en la expresión del i la sonrisa inteligente y las voluptuosida-

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OBRA POSTUMA.—?: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» 851

des delicadas de la ironía. El realizó, la emprendió en la doctrina y el análi-


dentro de pequeño escenario, la obra sis; y la realizó con criterio más conse-
que en escenario mayor hizo inmortal el cuente y más seguro.—Tuvo, quizá, más
nombre de Fígaro, mentor y maestro clara conciencia que el maestro de las
suyo. Para recoger su pluma le auxilia- necesidades que debía satisfacer la fun-
ban no sólo las dotes nativas de su es- dación de una literatura americana, una
píritu, sino también la identidad del vez admitido el principio de su esponta-
ambiente en que hubo de desarrollarse neidad.
su acción y en el que se renovaban las Trazó mejor que él el deslinde entre
impresiones de la contemplación a un los elementos oportunos y los exóticos,
tiempo reflexiva y sonriente con que ha- que reclamaba la adaptación de la nue-
bía asistido el crítico ilustre al descon- va escuela de arte al espíritu de los pue-
cierto de una sociedad que vacilaba entre blos de América. Se levantó más alto so-
la atracción de un ideal que moría y la bre las limitaciones escolásticas del ro-
de otro ideal que no había acabado de manticismo.—Fué, de los nuestros, el pri-
nacer... Caracteres, Figarillo en Monte- mero en hacer de la crítica literaria, no
video, La cartera de F., Sociabilidad, Fo- el simple análisis retórico, sino la con-
lletín cómico, El Sonámbulo—los cua- sideración de la obra bella en sus rela-
dros de costumbres que, prosiguiendo la ciones morales, en su función social, con-
labor comenzada en las páginas de La sideración que domina a veces exclusiva
Moda de 1837, publicó Alberdi en El Ini- en sus juicios, menos de artista que de
ciador—son sobre toda duda ele las me- pensador, con detrimento del puro y des-
jores y más duraderas páginas que por interesado amor del arte, que no tuvo
entonces inspiró en España y América, i en su espíritu la intensidad con que res-
la imitación de las del autor de Maclas, j piandeció en [el] (.1) alma ardorosa de
y constituyen el reflejo más directo y Cañé o el alma diáfana y serena de
exacto de la manera del genial escritor, ! Gutiérrez.—Estudios tales como ¿Qué
en sus elementos - de observación y rea-
lidad, aunque ningún vínculo ofrezcan nos hace la España? La emancipación
con otros aspectos, quizá más caracte- de la lengua, De la poesía íntima, Del
rísticos y dominantes, de su obra. Fal- arte socialista, La generación presente a
taba a Alberdi aquel fermento román- \ la faz, de ¡a generación pasada, reflejan
tico que entró por mucha parte en la i bien esa aplicación de la crítica de Al-
composición del alma de Fígaro: el pesi- ' berdi en su campaña de El iniciador.—
mismo ingénito con que solía desleír en | Notas constantes que imprimen su sello
llanto acerbo la pastilla de color de la I a estos escritos son la liberalidad, acaso
sátira. En la naturaleza literaria de nues- i extremosa, del criterio, en puntos de
tro escritor no era nota que vibrase muy I forma y de lenguaje, el afán por la asi-
alto el sentimiento; y por otra parte, su | milación inmediata de lo nuevo, la gue-
profunda fe en la virtud de las ideas que rra tenaz llevada a los reductos de Ja
dieron norma e inspiración a su crítica I tradición española y una apasionada in-
n
o pareció quebrantarse jamás, como en clinación a buscar la trascendencia efec-
e
¡ maestro, por la desconfianza o la , tiva, social, de la literatura, considerada
duda. | ante todo como medio de propaganda y
i de combate.
En la crítica literaria, Alberdi merece- Comparte con Alberdi la posesión ele
ría ser llamado el más eficaz coadjutor las páginas más interesantes y animadas
de la obra de Echeverría.—La tarea
emancipadora que en la producción poé- (1) Agregamos el artículo el, que falta osten-
ílc
a inició el autor de Los Consuelos, él siblemente en el texto de la Revista. [J. P. S.]
852 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

entre las de los colaboradores del perió- personificación de la genialidad de una


dico el talento vigoroso y flexible de época de iniciación literaria; de desper-
Juan María Gutiérrez.—Habíase realiza- tar de las energías juveniles de la men-
do ya la iniciación de su nombre en los te, ávida de toda ciencia, apasionada de
primeros y efímeros ensayos de la pren- toda luz...
sa literaria argentina.—Vinculado, por Comienza la colaboración frecuente de
una parte, como elemento director, al Gutiérrez en El Iniciador por un retra-
movimiento de ideas de 1837, y el más to de Silvio Pellico, tomado en el doble
fiel depositario, por la otra, del legado aspecto moral y literario, que hace de
de los poetas y los escritores de la época introito a la traducción del decimocuar-
que había pasado, traía Gutiérrez consi- to capítulo de los Deberes del hombre.
go una nota nueva al concierto de las La figura del cautivo de Spielberg, desti-
inteligencias que tuvo de escenario a nado desde la juventud a la persecución,
El Iniciador. Singularizábanle, entre los al fracaso, al infortunio; personificando
hombres que imprimieron carácter a su en la prisión la suerte ingrata de la pa-
grupo, ciertas dotes selectas de su espí- tria y trazando sobre sus losas frías la
ritu: la delicadeza, «el equilibrio ideal», resignada afirmación del deber; hundién-
el sens des nuances que eran como los dose, cuando liberto, en triste y silencio-
timbres de su aristocracia intelectual; la sa penumbra para llevar el duelo de su
serenidad, que estaba lo mismo en los idea, debía presentarse iluminada por la
veredictos de su crítica que en el am- aureola de una simpatía irresistible a
biente luminoso y puro de sus versos; la los ojos de aquella juventud que, como
tolerancia, que era su virtud literaria y él, sentía hambre y sed de libertad; que
que place encontrar en una época de en- condensaba el alma toda en el anhelo de
tusiasmos innovadores.—No era en la una regeneración difícil y lejana, como
crítica un revolucionario de las ideas, la realidad del sueño patriótico de Pelli-
como Alberdi; no era tampoco un ro- co, y que desplegaba al viento su Inicia-
mántico de la imaginación y el senti- dor, en cuyas páginas se confundían la
miento, como Cañé.—Deteniéndonos un ! luz y la fuerza, los entusiasmos militan-
tanto en la contemplación de su figura tes y los serenos reposos de su alma, co-
literaria, la hemos considerado una vez mo el evocador de Francesca desplegara
como el lazo vivo que une, dentro del en Milán El Conciliador, que, bajo las
espíritu y la historia de su generación, el manifestaciones de una propaganda li-
significado conservador de Várela con la teraria, ocultaba el pensamiento de re-
dención política.
representación innovadora de Echeve-
rría.—No era tan sólo ecléctico porque Otra página hermosa de este período
se conciliaban de dichosa manera en su que podemos llamar de formación en la
naturaleza intelectual el amor de toda crítica de Juan María Gutiérrez es, por
manifestación de libertad y todo anun- el pensamiento y el estilo, su estudio de
cio de ideas nuevas con cierta instintiva Meléndez Valdés—Levantándose dicho-
pulcritud y cierta urbanidad ingénita del samente su juicio sobre la preocupación
gusto, sino también porque poseía ese vulgarizada que vinculó, casi exclusiva-
don de insaciable curiosidad, en el sen- mente, el nombre del poeta al repertorio
tido más alto, que impulsa al alma a erótico que ha olvidado para siempre la
gustar todas las manifestaciones gratas posteridad, glorificó en su obra lo que
e interesantes de la impresión y a fami- la crítica de nuestros días reconoce co-
liarizarse con todas las formas de lo be- mo más alto título de Meléndez: la ini-
llo. Considerado por esta faz preciosa de ciación de la poesía social, revoluciona-
su espíritu, es la gallarda y cumplida ria, pensadora, que atravesando por el

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—«EL INICIADOR» $53

alma apasionada de Cienfuegos y la gra- | presentado por las rudas estrofas de As-
ve razón de Jovellanos, dio en el cantor | casubi a objeto de no hacerlo ingrato o
de Gutenberg el modelo de aquel lirismo desapacible a los oídos urbanos, sin qui-
que consagró los guerreros triunfos de tarle por eso el aire y el sabor de la tie-
América y poetizó los principios de su rra.—Tal es el género a que pertenece la
Revolución.—Un atinado examen dei cam- más hermosa de las composiciones que
po ilimitado y fecundo que brindaba, dio Gutiérrez a El Iniciador, si de ella
para la regeneración de la poesía españo- se descuenta La flor del aire, a cuyo co-
la y para el amanecer de un arte nuevo lorido, esencialmente americano también,
en el espíritu del pueblo preferido por mézclase un tono menos popular y más
el romance y la leyenda, la escuela lite- íntimo; La endecha del gaucho, donde,
raria que había proclamado desde los sin perder su carácter ni su propiedad,
otros pueblos de Europa la virtud ins- se tamiza el acento del paisano al través
piradora de la tradición, realza también de una elegancia ática de expresión.—
los méritos de este estudio notable, don- Pero el triunfo obtenido en la originali-
de se imprime a la vez la huella san- dad regional de estos ensayos no hizo
grienta del alma del proscrito en doloro- ! apartarse al poeta, que estaba vinculado
sas reflexiones sobre el ingenio a quien por una admiración y un entusiasmo
persigue el odio de los déspotas y sobre muy sinceros al lirismo de Várela y de
la superioridad que se convierte en cau- Luca, de aquel estudio clásico que se re-
sa de infortunios. veló por el canto vencedor en el Certa-
Hay otro aspecto de la colaboración men de 1841, y del que hizo alarde des-
de Gutiérrez en El Iniciador que nos pués, en otros cantos de una hermosura
revela dotes luego descuidadas de su es- altiva y solemne, mientras seguía culti-
píritu. La observación de costumbres, vando la poesía de estirpe nacional en
para la que demostró en ciertos cuadros composiciones tales como Amor del de-
llenos de gracia y de intención condicio- sierto, Caicobé o Los amores del Paya-
nes que no cedían en mucho a las de dor.—Así, su musa, a un tiempo refinada
Alberdi, puestas al servicio del mismo e ingenua, se balanceaba, como la flor
pensamiento oportuno de reforma, no del aire de sus trovas, entre la tradición
volvió a. preocupar, después de esos en- y la idea nueva, la pureza y la audacia,
sayos de la primera juventud, a su es- las formas cultas y el modelo nativo.
píritu, definitivamente encaminado por ¡ Junto a los de Alberdi y Gutiérrez, lu-
los rumbos severos de la investigación I cen la mayor parte de los nombres en
y de la crítica. quienes hoy se personifican la labor y la
También sus dotes poéticas tuvieron gloria de su generación.
manifestación en las páginas de aquel De Félix Frías se leen muy hermosas
periódicc—Gutiérrez y Florencio Balear- ¡ páginas de exhortación moral y de doc-
ce—que no será, solamente, para la de- j trina austera, empapadas en la inspira-
finitiva historia de nuestra literatura, co- ¡ ción del cristianismo democrático que
mo lo es hoy para el recuerdo de la pos- I había apasionado las almas en la prosa
teridad, el sentido autor de La Partida—, i ardiente de Lamennais y de Lacordaire.—
fueron los primeros en hacer eco a la . Habló, asimismo, sobre Poesía nacional,
iniciación de una poesía a un tiempo j pidiendo de ella la tendencia activa, varo-
culta y popular, lírica en el sentido an- nil, militante, «sublimemente didáctica»,
tiguo, en el sentido de cantable, que par- que formuló en estas palabras: «Quere-
tió de ciertas melodiosas composiciones mos ciudadanos. Queremos la ciudadanía
" e Echeverría, y que era como una ar- en poesía, en arte, en política, en litera-
tística depuración del canto plebeyo re- ¡ tura.» Y bajo el título de La espontanea
854 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dad defendió, al mismo tiempo, la ma- \ ta, donde Juan Bautista Alberdi publi-
nifestación libre y autónoma del pensa- j có su Crónica dramática de la Revolu-
miento americano y la independencia del ! ción. Eí movimiento sostenido por estos
talento individual como signo del escri- j ensayos de adaptación de la prensa lite-
tor verdadero. La concisión y la intensi- ¡ raria debía en breve tomar una forma
dad de la frase nerviosa e incisiva de más solemne e histórica en el Certamen
Carlos Tejedor manifestaron, en los ar- memorable de 1841.
tículos que intituló Linajes de hombres El Iniciador, que tuvo todo el signifi-
y La Guerra, las dotes de su estilo tan cado efectivo de su título con relación
profundamente marcado por el sello de a aquella etapa primera de nuestra his-
su carácter inflexible y viril.—Bartolomé toria literaria, deberá siempre ser reme-
Mitre, casi un niño entonces, entregó al morado e invocado entre nosotros por
periódico de la juventud sus primeras las publicaciones que aspiren a dar voz
composiciones poéticas y escribió para y reflejo a la actividad intelectual de la
él un hermoso elogio de Quintana.—Eche- República, como una ejecutoria honrosa
verría, Juan Cruz Várela, Figueroa, con- de abolengo.
tribuyeron a veces al brillo y la ampli- Tiene el prestigio histórico de la tran-
tud representativa de El Iniciador. Al- sición intelectual y moral que simboliza
gunos olvidados ingenios, cuyos nombres y puede ser, a la vez, un modelo de in-
sólo han podido traspasar para las in- fluencias fecundas.—Hay vibración enér-
vestigaciones de la erudición los lindes gica, hay savia vigorosa, hay entusiasmo
de la época en que figuraron, comparten i comunicativo en sus páginas.—Difícil y
la ardorosa tribuna y le añaden, ante la I desdeñado por muchos en su tiempo, el
posteridad, el interés de guardar en su | ensayo desamparado se agiganta a los
1
seno la repercusión de desvanecidas vo- ojos de la posteridad; porque está en él
ces, para las que no siempre la muerte el punto de arranque de un grande y po-
literaria puede considerarse estricta e deroso movimiento de ideas, que descri-
inapelable justicia. bió, su órbita de uno a otro mar de los
que ciñen el mundo americano, difun-
Tales son, pues, los elementos capita- dido por una pléyade luminosa de pros-
les que concurrieron a la obra de El Ini- critos, doblando las cimas de la Cordi-
ciador.—Su último número, que lleva llera para llevar al seno de otras socie-
fecha de enero de 1839, reprodujo, como dades su impulso renovador; y porque
la fórmula final que sintentizaba el es- la idea política y la idea literaria que
píritu de su propaganda, la profesión de asomaban en él, con la dificultad del
fe redactada por Esteban Echeverría pa- germen que rasga apenas la corteza en
ra la Asociación de la juventud que le campo ingrato, debían poner su sello a
reconoció por maestro.—El no había aún todas las porfías de la acción, a todas
desaparecido, cuando nació, bajo la pro- las manifestaciones del pensamiento de
pia dirección de Miguel Cañé y Andrés '-. una generación excepcional.
Lamas, El Nacional, de 1838, destinado I Como al hogar paterno, remoto e ig-
a librar campañas gloriosas. La vida li- | norado, tal vez de formas toscas y hu-
teraria, al mismo tiempo que siguió re- i mildes, que dejó atrás el viajador que
flejándose en las páginas de El Nacio- marcha al triunfo y a la gloria, a aque-
nal, manifestóse también en otras publi- llas formas primeras de su producción y
caciones más singularmente dedicadas a de su propaganda ha debido volverse el
ella, pero efímeras. Citemos El Corsario, recuerdo cariñoso de esta generación
El Talismán, El Porvenir, El Álbum, di- que, destinada a fulgurar en lo alto de
rigido por Mármol, y la Revista del Pla- la cumbre, difundía entonces su luz co-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—POEMAS 855
mo la luciérnaga escondida en el fondo las primeras palpitaciones del pueblo a
oscuro del valle... Hay, para el espíritu quien estaba reservada la predilección
reflexivo, un profundo y dominante in- de la historia.—-Y habrá algo de esa emo-
terés en la visión de los orígenes humil- ción, de ese interés, en el sentimiento
des de aquellas cosas que le imponen su que conmoverá sin duda, en lo futuro,
grandeza o su fuerza. El interés y la el espíritu del investigador literario o
emoción con que se atiende a las revela- del bibliófilo que recorran, en el silencio
ciones de la vida del niño que llevó en de las bibliotecas, las páginas olvidadas
su alma la chispa destinada a transfor- de El Iniciador,
marse luego en la llama del genio, o a la
descripción del aduar que encerró en sí 25 de agosto y ÍO y 25 de octubre de 1896.

P O E M A S (D
«ISLAS DE ORO».—«LA LEYENDA BLANCA».—«BELPHEGOR», POR LEOPOLDO DÍAZ

No creo que me engañe mi pasión por duradera y fecunda!—Para la crítica bien-


nuestra buena tierra americana, si afir- intencionada es una gata tarea, es toda
mo que veo en ella—en su presente y una fiesta del espíritu, señalar y levantar
emprendedora vida mental—, en la ac- en alto las cosas buenas que trae esta re-
ción entusiasta y animosa de su juven- vuelta corriente de publicidad, separar
tud, toda la vitalidad de la nueva flores- del montón vulgar cada una de las obras
cencia de la poesía de habla española. que lo merecen.
¡Cuánto elemento gárrulo y vacío, Leopoldo Díaz—uno de los más gallar-
cuántas viejas cosas mal restauradas, dos mantenedores en el torneo de la ac-
cuánta ingenuidad pueril en este movi- tual poesía americana, uno de los más
miento modernista que hoy hace vibrar prestigiosos y acaso, entre ellos, el que
—confundiendo en sí, como todos los mo- puede representar con más justo título el
vimientos literarios, el canto de las aves amor de la perfección exterior, el impe-
y el vocear de las ocas—la vida del verso rio de la forma pura—es también de los
americano!... Pero también ¡cuántas hala- que poseen en más alto grado la noble
gadoras promesas! ¡Cuántas notas inspi- virtud de la perseverancia y la pasión vi-
radas y altivas! ¡Cuánto talento y cuánta ril de la labor.
animación capaces de armonizarse en Vibrante todavía la huella luminosa de
una obra de verdadero arte, en una obra los Bajo-relieves, he aquí que el poeta
nos presenta el fruto de su peregrinar
(1) La presente página debía estrictamente por nuevos rumbos, en las Islas de Oro,
corresponder a la transcripción de La Novela Belphegor y La Leyenda Blanca.
Nueva, estudio que el autor dio a publicidad
en el núm. 42 de la Revista Nacional, del 25 de Ofrece cada uno de esos poemas un
diciembre de 1896: con tres meses, por lo tan- género de interés peculiar y exhibe, bajo
to, de anterioridad al juicio que tenemos a la una faz diversa, el alma del artista.
vista sobre los Poemas de Leopoldo Díaz. De
Propósito deliberado alteramos el orden crono-
lógico de su aparición con el fin de que aquel
esbozo vaya incluido en la colección de La vida
¡lucva, a la que de pleno derecho pertenece. De la idea del primero de los Poemas
[J. P. S.] puede hablaros el recuerdo, seguramen-
856 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

te no desvanecido, de una vieja lectura. i alma de sol, vibrantes en la diestra las


Todos recordaréis, de Bécquer, la Rima j desnudas espadas. Los otros son los páli-
en que suena la canción de los barque- | dos visionarios que lucen una aureola trá-
ros que llaman para el viaje al que pasa, I gica y en cuyos hombros se ve la huella
mientras baten sus remos la espuma pin- de dos alas perdidas; las mártires que
tada por el iris: esa eterna canción a la pasan bajo palmas simbólicas, y llevan
que el poeta contesta señalando, tendidas espinas en la frente, y en los labios la
a secar sobre la arena de la playa sus sonrisa suave del perdón. Y del grupo de
ropas, como el viejo Horacio los húme- los visionarios, cuando se han desvaneci-
dos despojos llevados en ofrenda al dios do sus quimeras falaces, se escapa el la-
del mar, que le preservan de los encan- j mentó helado del Hastío, que es herma-
tos pérfidos de Pirra.—Bien, pues: las Is- ¡ no del Odio y de la Muerte...—En tanto,
las de Oro tienen alguna semejanza con ! más allá de las islas encantadas, reina la
las playas a que conducían los barque- noche del Misterio, la noche del Olvido,
ros.—En la primera, detiene la marcha eternamente silenciosa.,. Y, ante ella, si-
del pasajero del mar, el cántico que invi- guen las islas fulgurando, y fulguran
ta a aquel de los bienes humanos que el siempre, como un espejismo inmenso.
batelero de Bécquer consideraba «mejor Esta preciosa idea se desenvuelve en
que la luz y el oro del día y las brumas versos elegantes y exquisitos.—Pero a la
de plata de la noche». El escenario es el poesía inspirada y armoniosa de las Is-
de una encantada Tempe. Teorías de vír- las de Oro, prefiero yo la exótica y osada
genes discurren por las laderas de celes- poesía de La Leyenda Blanca.
tes montañas. Naturaleza ciñe las galas Ávido el poeta de originalidad, ansioso
de una primavera inmortal. Flotan con- de aventuras fuera de las regiones cono-
fundidos, en los aires, aromas, cantos y cidas donde su planta habría de estam-
gritos voluptuosos. Pero a veces surge, parse sobre la huella de cien poetas, sale
dominando el monólogo de la onda, un . de nuestros suaves climas, se aleja, al
himno triste, que entonan los viajeros j mismo tiempo, de esos Trópicos tantas
paia quienes se desvanecieron ya las 1veces profanados en América por los ver-
imágenes con que los llamaron a sí las sos vulgares, y busca—rumbo al Polo-
Sirtes engañosas.—Es la segunda de las las confidencias de la ráfaga helada que
islas de oro, la isla del tesoro venal, la cruza, llena de rumores legendarios, por
que atrae a las naves aventureras, a los ciertos poemas bárbaros de Leconte — La
ávidos perseguidores del vellocino.—En elección de este rumbo extraño descon-
la canción de los barqueros no sonaba tentará, con frecuencia, aun a aquellos
esta nota.—Sobre sus cosías coloreadas j que toleren al viajero el viaje mismo: ha-
de fuego, se alza la Torre Azul, donde ¡ ber salido del terruño.—Sobre un escena-
se atesora todo el oro de Ofír. No tie- | rio glacial, como protagonista de una tra-
ne por atributos las flores, sino las ge- i gedia fabulosa y enorme de venganza, un
mas deslumbrantes. No despliegan, las I oso blanco de la estepa, enamorado de
naves que a ella conducen, blancas ve- la hija de un rey monstruoso que habita
las, sino velas de púrpura.—Y a las pla- en un palacio flotante y mira con un ojo
yas de la isla tercera, llegan, agitando de cíclope... He ahí un motivo de leyen-
verdes pendones, los fascinados por la da que no deslumhra por su poética vir-
Gloria: héroes y poetas, visionarios y ar- tualidad. Expuesto así, el argumento de
tistas, ambiciosos del laurel y la palma, la obra puede pareceros, efectivamente,
todos aquellos que sueñan el más embria- de un supremo mal gusto o de una extra-
gador de los sueños.—Avanzan arrullados vagancia intolerable. Si la leéis de regre-
los unos por cánticos altivos, llena el so de un ameno viaje ideal a aquellas re-

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—POEMAS 857

giones deleitosas del Arte que correspon- eos y suaves que resaltan sobre la ruda
den a las regiones del mundo que hacían austeridad del fondo bárbaro, al modo
suspirar a la Mignon del poeta, acaso no de cierta misteriosa alga que matiza de
se desvanecerá del todo esa impresión. rosa la soledad de los hielos infinitos, y
Si, para corroborarla, llamáis en vuestro reflejan su luz sobre el mismo extraño
auxilio a cualquiera Poética vulgar que protagonista de la leyenda, como el oso
doctrine en nombre de la mesura, de la sensible de Les larmes de l'Ours del gran
tradición y el buen sentido, la leyen- maestro de los Poemas trágicos.—La des-
da os seguirá pareciendo extravagante,— cripción tiene toques soberbios y grandio-
Pero emancipad vuestro juicio de recuer- sos, toques de un pincel inspirado que
dos amables y serenos; olvidad que se contribuyen grandemente al interés de
han escrito idilios clásicos en el mundo: un poema en que tanto importa el efecto
alejad de vuestra mente a Virgilio, no de escenografía. Vago, fantástico y nebu-
penséis en Chénier, borrad Jocalyn de la loso el dibujo: el de los contornos de los
memoria. En vuestro espíritu meridional, témpanos enormes, de los áridos acanti-
poned un poco de aquel áspero fermento lados, de las nubes desgarradas y las olas
del gusto que dan los jugos fuertes y to- inmensas; una sola nota de color: el blan-
nificantes del Norte; tened candor; ima- co deslumbrante sobre el fondo negro de
ginaos que vivís bajo las sombras que la noche que siempre dura.—-En este am-
dan su prestigio a fábulas extrañas; su- biente espectral, se desprenden vaporo-
mergios en las brumas que hacen posi- sas nébulas de poesía o vagan negras
bles los espectros, y gustaréis entonces el sombras. Hay preciosos pasajes. La invo-
crudo sabor de esta poesía que, a la ma- cación preliminar es un soberbio pórtico,
nera de un bosque adusto de las heladas que se diría cincelado en el hielo.—Para
latitudes que se os atravesase (1) un ca- la presentación de la heroína, parece ha-
mino del Mediodía, os desorientará pri- ber tomado el poeta a la caja de colores
mero para imponeros su grandeza extra- de Gautier los campos blancos que des-
ña después. lumhran en alguno de los Esmaltes.—-El
Claro está que sin la habilidad de la monstruoso monarca aparece en un frag-
ejecución, sin las sugestiones de la for- i mento que es otro primoroso cuadro,
ma, sin el primor del arte, sin el cuida- j digno dei anterior como contraste som-
do de la estrecha relación en que está la ¡ brío.—No a>í el lied de los sueños que
eficacia trágica del drama con el fondo ¡ canta la princesa en sus horas de con-
pictórico de la Naturaleza miserable, ate- templación y de nostalgia, y en el que
rida, penitente, sería trivial el efecto de | noto cierto aire de trivialidad, de usada
3o maravilloso, se tornaría en ridicula j poesía, que se conforma difícilmente con
la apariencia solemne de la fábula. í el aspecto general, de fresca y altiva ori-
Pero el poeta tiene conciencia de to- {ginalidad, de la leyenda.--En cambio, me
das las delicadas imposiciones de la idea i parece verdaderamente Virtuoso el him-
escogida y sabe obtener de ella un rico i no del Noite que uitona el príncipe
tributo de poesía, fecunda, original, que ' amante de Yolanda, mientras devora,
ya resuena en sus versos con la grave y ¡ yendo hacia ella, las estepas sombrías
pavorosa voz de las olas y de las tor- I y suenan las campánulas que llevan los
mentas, ya se reviste de tonos melancóli- | rengifos (1) de su trineo. El himno que
evoca las furias de los guerreros de
Ü) Probablemente hace falta aquí la prepo-
Walhalla y la alegría siniestra de Odín.
sición por antepuesta a «un camino dei Medio-
día». De lo contrario, carece de sentido la frase (1) Debe de ser rengíferos (vale decir: «re-
^te-calar respectiva. [J. í\ S.] nos de su trineo»), [J, P. S.]
858 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

La Leyenda Blanca es, en suma, una la interpretación laboriosa; cuando, por


rara y preciosa flor de poesía, cuya espe- la fuerza plástica del símbolo, la relación
cie me parece hasta ahora enteramente de semejanza con lo significado aparece
ignorada en el invernáculo levantado pa- clara y traslúcida a los ojos del que lee;
ra toda suerte de vegetaciones exóticas cuando, para expresarlo por medio sim-
por los cultivadores del arte nuevo de bólico también, es breve, y fácil, y armo-
América. nioso, el puente tendido, por la mano
del poeta, de la idea a la forma y de lo
real a lo ideal.
Desde que, en los días de iniciación y El autor de Bajo-relieves ha querido
de lucha del decadentismo, Jean Moréas ensayar, en el último de sus Poemas, la
confió al grupo juvenil de sus rapsodas virtud poética del símbolo. Y ha creado
la revelación del prestigio de sus imáge- una leyenda tan hermosa por su sentido
nes sugestivas y sus alegorías extrañas, el ideal como por su apariencia y por su
símbolo es, no sólo una «moda retórica» arte.
que triunfa, sino a veces un objeto de fe, Contemos cómo es la invención simbó-
en cuyo nombre se predica la renovación lica del poeta.
y se hace la guerra.—Para muchos está Belphegor, héroe gallardo y animoso,
en él la verdadera condición de unidad miró un día cruzar un águila blanca por
del verso nuevo, y su imagen podría ser el cielo a la hora en que se apagaban
cincelada, dominando, sobre el pórtico las últimas luces del crepúsculo.—Y eí
de la triunfal e innovadora Poesía, como águila, que despertó en el Héroe deseos
aparece en cierto pasaje de la curiosa de volar, anhelos de hacer de ella su nave
Eleusis, de Mauclair. Para todos, es una para llegar al ignorado País de la Qui-
divinidad en la mitología peculiar de mera, descendió hasta sus plantas y par-
nuestra época.—La crítica que, juzgando tió llevándole consigo. Tendió su vuelo
la poesía simbólica de los contemporá- por cima de los montes, por cima de las
neos, cuando ella se le presenta con am- nubes; llegó sobre los mares postreros
biciones de sistema y de dogma, ya la que guardan el eterno enigma del Polo.—
considerara como una reacción y una Y después de haber volado cien noches
anomalía encaminada a contrariar todo y cien días, se detuvo el águila y dejó al
el sentido estético de la evolución inicia- Héroe fatigado, frente al mar, sobre una
da en el Renacimiento, ya como fórmula pendiente abrupta, entre cipreses, donde
preciosa de un arte nuevo, y aun de un sus párpados se rindieron al sueño. En-
cíclico arte del porvenir, ha de atener- tonces a su pensamiento descendieron vi-
se en ésta como en muchas otras cosas I siones. Llegó primero una forma blanca
—para juzgarla en cada una de sus maní- | y nimbada, que surgía como de un vaho
festaciones particulares—a las leyes sabi- j de misterio y vestía un manto de espu-
das y los cánones viejos.—Y la calificará j ma. Belphegor reconoció al Ensueño. Lle-
de viciosa y antinatural forma de arte, ¡ gó después una forma errante y cautelo-
cuando, nacida sólo de una arbitraria ¡ sa, con las alas de sombra y la palidez
convención, es difícil, indeterminada y i sagrada de los cirios. El Héroe saludó a
oscura, apta para procurar muy vagos la Muerte. Llegó, por último, una visión
estados de sensibilidad o torturas inúti- convulsa y vacilante, que expresaba el
les del pensamiento, más que una idea o terror en el rictus siniestro de su boca,
emoción definidas; de hermosa y eficaz, y sobre cuya frente se erizaban los cabe-
cuando es el símbolo, producto de una llos como puñales rígidos. Y el Héroe
concepción simultánea de la imagen y la conoció al Espanto. Pero luego descendió
idea que representa y no del artificio y a él una aparición plateada y luminosa,

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OBRA POSTUMA.™-?: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—POEMAS 859

envuelta en la blanca túnica de un celaje, sobre sus alas a la playa lejana, que arru-
que era el Amor. Las trágicas visiones, lla el inmenso grito del mar, para que el
separándose del Héroe que soñaba, mur- mar sea el confidente de su decepción...
muraron: «Es un vencido.» Y dijo el Cuando el ave le deja, obediente a sus
Amor: «¡Me pertenece!» mandatos, en la playa, el Héroe queda
Belphegor despierta y sigue su viaje sumergido en el estupor, en el silencio y
sobre el águila. Dirígense, por sobre las el olvido. Entonces, el huracán, las aves
olas turbulentas, a ignoradas regiones. | que pasan, los monstruos del mar, las
Hay en ellas una misteriosa selva y una i voces vagas del abismo concitan a Bei-
princesa encantada, que, yendo a velar ! phegor a que despierte. Pero cuando
en la selva misteriosa su anillo, quedó \ Belphegor despierta y vuelve la mirada a
cautiva por arte de magia de un endria- su propio ser, ya sólo encuentra en sí,
go, Belphegor, que ama los imposibles, \ desvanecido el éxtasis pasajero de su en-
sueña en amar a la princesa y arrancarla • sueño, el vacío y la sombra: un océano
a la cautividad, venciendo al arte pérfi- i de sombra. «Llévame—dice al águila—al
da.—Ciñe, para la empresa heroica, su ¡ espacio infinito, a los abismos insonda-
hoja templada en la sangre ardiente de i bles donde el alma olvide todo sufrimien-
un dragón: recoge el arco y el carcaj de ! to.» Y mientras el águila corta con el filo
plata, el clarín sonoro y el blando laúd • ondeante de sus alas las nieblas del éter
de las endechas. Y penetra entonces en . adormido, el Héroe le grita sin cesar:
la profundidad del bosque encantado, . «¡Más alto! ¡Más alto!», hasta que se píer-
que se desenvuelve en una extraña espi- I de arrebatado por el vértigo de la altu-
ral y a cuya entrada florecen amapolas I ra y todo se esfuma y desvanece ante su
negras y rojas que esparcen un efluvio mirada y sólo ve lucir las constelaciones
de sueño, y amapolas blancas en las que sobre su frente, como camelias blancas
se enroscan negras serpientes que dan al abiertas sobre el terciopelo de la noche.
héroe que pasa una siniestra bienvenida. De pronto, a la manera del ave que rom-
Belphegor avanza silencioso y solemne. pe la prisión oscura de su jaula, Bel-
Crujen a su lado las hojas, las aves de la phegor se lanza al vacío. El pájaro enor-
noche levantan su vuelo en torno al via- me da un terrible graznido de rabia y
jero, vagos terrores flotan en los aires y de dolor y, recogiendo y oprimiendo al
los mudos fantasmas se enlazan en círcu- Héroe en sus garras, le suelta luego para
los sombríos, mientras, tejiendo sus te- j precipitarse tras él. Y entonces, como
las, negras tarántulas parecen describir dos visiones, como dos espectros confun-
figuras de fatídicas danzas. Pero Belphe- didos en una misma sombra, ruedan al
gor1 prosigue su marcha entre las som- abismo infinito el Héroe y el águila.
bras. Divisa, en la profundidad del bos-
que encantado, un lago de aguas dormi-
das y serenas en cuyas márgenes corre
una fosca Quimera entre espadañas. El He ahí, pues, la simbólica aventura de
Héroe llega a él... y prorrumpe entonces Belphegor.—El poeta manifiesta, al na-
en un grito de asombro y de dolor que rrarla, que ha consagrado al pensamien-
cunde propagándose en ecos infinitos: to que trata de poetizar todo su amor
ha visto muerta a la princesa del ensue- de artista; y la ejecución es digna del
n
° - . Besa Belphegor su frente divina y interés interno del poema. Intensa y po-
sus verdes ojos, ciñe sus cabellos con derosa la imagen, rica en fantástica gran-
nen
úfares que se despliegan en la super- | deza.
ficie de las aguas, y marcha después a i Enfrente de ciertas páginas de ver-
^onde el águila le espera. Quiere volver : sos, se me ha figurado a mí ver un di-
860 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

bujo dantesco de Doré. La versificación, labor de análisis a ía crítica; y él mismo


original y primorosa. En nuestro poeta, confesó el pensamiento que habría tra-
la habilidad formal fué siempre podero- tado de representar poéticamente, en no-
so rasgo de su talento. Es el autor de tas que son, después de sus poemas,
Bajo-relieves de los versificadores a quie- como el reverso opaco de un disco lumi-
nes han sido revelados aquellos misterios noso, porque contraponen el procedi-
del rimar de que no se habla en los tra- miento esencialmente prosaico de la abs-
tados de Poética y que no alcanza a ana- tracción y de la interpretación racional
lizar la Prosodia; de los que perciben y de las creaciones de la fantasía al proce-
saben hacer fecunda la estrecha y mis- dimiento imaginativo y sintético del Arte.
teriosa relación del ritmo con el senti- Y la crítica, celosa de esta usurpación de
miento y con la idea; de aquellos para sus fueros, le recordó que no era al poe-
quienes no ha de considerarse el metro ta a quien tocaba hundir en sus propias
como un molde inorgánico y de antema- creaciones el escalpelo de la razón y tra-
no convenido, en el que sólo se atenderá ducir en idea lo que en forma habrá
a ajustar, con rigores de Procusto, pala- expresado con anterioridad.—Más la crí-
bras y palabras, sino como una fuerza tica misma, que, evocando viejas pala-
interna que despliega las alas del verso, bras, ha de limitarse a decir en ciertas
o las recoge, según el soplo íntimo de ocasiones: entienda aquel a quien le sea
cada idea y de cada emoción.—Siempre • concedido, ¿no puede hallar a veces un
fué—como decía—poderoso el dominio alto y escogido placer en guardar a la
de la plástica en el talento de Leopoldo ficción simbólica del arte su velo trans-
Díaz. Pero el estudio rítmico de algunos j parente—en no desvanecer sobre ella la
fragmentos de esta que es la mejor de j semiclaridad ideal de ía penumbra—en
sus leyendas señala, en esa principal con-| dejar sin traducción vulgar el idioma de
dición de su genialidad, el punto más | formas y colores del poeta?—El afán de
alto, y bastaría por sí solo a acreditarle los escoliastas—del que se ha dicho que
de magistral versificador. Cuando el Hé- haría trocarse el pliegue trágico de la
roe desciende, entre siniestras bienveni- boca de Dante en una sonrisa burlona—
das, la sombría espiral del bosque encan- suele ser un afán inútil. A aquel que lea
tado, hay una imitación tan admirable sin que ningún pensamiento, ninguna
de su descenso y de su agitación, en el emoción sienta despertarse en su alma
movimiento rítmico del verso, que no en presencia de las imágenes que compo-
dudo en calificarla de ejemplar, y que nen el símbolo, no se lo haréis sentir re-
me recuerda—pero superándola en mu- velándole cuál es la idea que lleva en sus
cho todavía—la de cierto hermoso pasaje entrañas cada una de esas imágenes que
de El estudiante de Salamanca, cuando no han logrado conmoverle. Y el que
Montemar se debate entre los espectros. ha sentido el símbolo, interpretándolo de
Podría exigirse ahora, antes de termi- manera que diga algo interesante o su-
nar este comentario, la clave, la interpre- gestivo a su alma, no ha de cambiar
tación del simbolismo del Héroe y su por la vuestra su interpretación.
leyenda. Es de la crítica penetrar en el Empero, el héroe de nuestra leyenda
secreto de la obra de la Imaginación y dirá a todas las almas una cosa seme-
convertir al lenguaje de la idea lo que jante y en todas evocará un sentimiento
en ella se expresa en el lenguaje alado de conocido. Cuando Belphegor mira, con la
la imagen. Probando, en dos memorables sed de la altura, cruzar al ave legendaria
ocasiones, sus fuerzas en la poesía del que va a abismarse en las brumas grises
símbolo y de las ficciones alegóricas, del Septentrión, todos recordarán que
Gaspar Núñez de Arce quiso ahorrar esa ¡ ellos han esperado alguna vez, sobre la

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—ARTE E HISTORIA 861

playa, al águila blanca que vuela al País en su intimidad ya sólo queda sombra,
de la Quimera, o tendrán conciencia de sombra inútil ansiosa de refundirse para
que aún aguardan que ella pase. Cuando siempre en la sombra!... De la inquietud
Belphegor atraviesa, para arrancar de su que impulsa al alma en pos de las imá-
encanto a la cautiva, el negro bosque del genes doradas que la hirieron; de la de-
misterio, muchos recordarán que lo han cepción que pone su mancha sombría allí
cruzado alguna vez, o sentirán acaso que donde brillaban las doradas imágenes
lo cruzan porque se congregan a su al- que pasaron; del vacío que empieza cuan-
rededor las sombras que flotan en los ai- do han desaparecido los estímulos de la
res y les hieren las carnes los abrojos inquietud y se han agotado las lágrimas
punzantes del sendero... Cuan Belphegor de la decepción, se compone un ritmo
vuelve de su fracasada empresa sobre el viejo y sabido—como el de los días y el
águila y busca el olvido, el silencio, y el de las estaciones—que sólo deja de cum-
abismo, ¡cuántos sentirán que también plirse cuando Belphegor es precipitado,
han vuelto de su viaje, y que el propio antes de terminar su trágica aventura,
Dolor es, quizá, un viandante que ha pa- por el águila.
sado en la ruta trillada de su vida, y que 25 de junio de 1897.

ARTE E HISTORIA <]>


A PROPOSITO DE «LA LOCA DE LA CASA», DE DON VICENTE FIDEL LÓPEZ

La obra del eminente historiador ar- i Eran los tiempos en que empezaba a
gentino que, exhumada de los folletines ¡ manifestarse en el espíritu de nuestros
del viejo Nacional, acaba de adquirir for- { pueblos, junto con muchos nuevos sig-
ma de libro en Buenos Aires, da en cier- | nos reveladores de ansiedad de saber y
to modo carácter de actualidad al re- j de cultura, el amor de los estudios bis-
cuerdo de otra obra, tan poco leída hoy i tóricos.
como memorable en los anales de la lite- i La época anterior—la de las luchas por
ratura de América: al recuerdo de La I la Independencia—no legaba, en rigor,
novia del hereje. j ejemplos apreciables en ninguna otra for-
¿Por qué no buscar compensación a la ! ma de producción literaria que la elo-
tristeza infecunda de nuestra presente cuencia política y la lírica, únicas mani-
vida literaria, volviendo a veces los ojos festaciones del espíritu que habían podi-
a
las cosas buenas y olvidadas del pasa- do ser toleradas en ella por la necesidad
do, de un pasado tan lleno de inspira- suprema y absorbente de la acción.
c
iones y de ejemplos? Ni el arte ni la filosofía de la historia
% Dura siempre la oportunidad de los de América podían reconocer preceden-
libros hermosos; y el silencio, en la tes en las páginas consagradas a narrar
suerte de la obra literaria, es camarada la crónica de la conquista y la domina-
del olvido. ción española, por la pluma superficial
del Deán Funes, cuya literatura repre-
(1) Este trabajo es parte integrante también senta, en su tiempo, la persistencia del
e
~ l estudio general sobre la literatura riopla- carácter propio de la cultura colonial,
ens
e. repetidamente mencionado en notas an- vivificada, en cuanto a las ideas y la
tericu-; e s. [J, P. S.] crítica, por el espíritu nuevo; pero con-
862 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

servando sus formas características en la conquista y de la dominación española,


aridez desapacible del estilo, en la mono- como necesario antecedente del estudio
tonía sin gracia del relato y en el mé- de la obra revolucionaria.
rito de la erudición paciente y laboriosa, Entre tanto, Florencio Várela procura-
que es a la labor creadora y la manifes- ba templar, en su destierro de Montevi-
tación original de la inteligencia, lo que deo, las amarguras del dolor cívico y de
la virtud pasiva y abstinente del claus- la proscripción buscando en las lecciones
tro a la eficiente virtud y la acción he- del pasado el punto de partida para las
roica de la vida. soluciones del porvenir, y acumulando
La generación que sucedió inmediata- los materiales que debían servirle para
mente a la que por primera vez aspiró ai- escribir la historia del régimen colonial
res de libertad, la que fué engendrada y de la Independencia: labor a la que
en el transcurso de la Epopeya de Amé- pensaba consagrar el publicista ilustre
rica, entraba a la vida pública bajo el in- todos los afanes de su madurez.
flujo de una universal revolución de las Brillantísimos representantes de la ani-
ideas filosóficas y literarias, que amplia- mosa generación que se levantaba—Juan
ba inmensamente el horizonte de su es- Bautista Alberdi, Vicente Fidel López,
píritu, y comunicaba nuevo impulso a Andrés Lamas, Bartolomé Mitre, Juan
toda actividad de su mente; y tenía ade- María Gutiérrez—, consagraban a la mis-
más, como estímulo poderoso para con- ma fecunda obra mucha parte de la acti-
sagrarse al estudio del pasado, el poder- vidad de su espíritu.
ío contemplar con los deliquios de la glo- Es verdad que la contemplación serena
ria, con el sentimiento de la tradición de del pasado reclamaba, a la vez que un re-
un suelo propio, de una patria libre. poso que no consentía a aquella genera-
Los dos grandes espíritus dirigentes de ción su vida trágica e inquieta, una pers-
la marcha de aquella generación, los dos pectiva de tiempo que, con relación a los
jefes de grupo político y literario, que acontecimientos de la historia verdadera-
con carácter y significado distintos en mente nuestra—la de la vida de la liber-
la dirección de las ideas—conservador el tad—aún no era dable que existiera. Y no
uno, innovador y revolucionario el otro—, es menos cierto que los afanes oscuros
trazaron rumbos a su pensamiento y a y tenaces de la investigación debían pre-
su actividad: Florencio Várela y Esteban ceder, por otra parte, a las tareas, más
Echeverría buscaron inspiración y funda- nobles, reservadas para el artista y para
mento para su obra en el estudio de la el pensador, en la labor compleja de la
historia de América, y procuraron con historia.
igual ahinco estimular en el espíritu de Fué, sin embargo, privilegio de los
la juventud que adoctrinaban el amor hombres de aquella época gloriosa ade-
de los estudios históricos. lantarse, en casi todas las manifestacio-
Echeverría, en la perseverante labor nes de su actividad, a las condiciones del
que le condujo a aquella grande idea de tiempo en que vivieron, como si hubieran
regeneración social y política que inspiró querido proféticamente compensar, con
las iniciativas y los entusiasmos de 1837, la extraordinaria magnitud de su obra, el
y trazó en la mente argentina el «perfil abandono indolente de las generaciones
definitivo de la nacionalidad», tuvo cons- que vinieron después.—Su estudio del
tantemente ante sí la tradición y el pen- pasado salió, bien pronto, de los límites
samiento de Mayo para interpretarlos y de la obra de investigación y se hizo
buscar en ellos el principio que debía obra de ciencia y de literatura.
presidir al desenvolvimiento de las socie- La Crónica dramática de la Revolución
dades emancipadas, y la historia de la á& mayo, publicada por Juan Bautista

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—ARTE E HISTORIA 863

Alberdi en la Revista del Plata de 1839,' la vida, el arte de magia de la fantasía


indicaba ya un poderoso esfuerzo en el evocadora.
sentido de buscar la verdad de la histo- Ninguno como el autor de los Recuer-
ria al mismo tiempo que por la sutil pe- dos de Provincia podía realizar, entre los
netración en la trama de los sentimien hombres de su tiempo, tal obra de intui-
tos y de las ideas, por la animada repro- ción, de adivinación, más que de estudio,
ducción de la exterioridad característica ni revestirla con la forma potente y origi-
de los hechos.—Debe considerarse esa nal que a ella cuadraba; porque ninguno
crónica, no sólo como el primer ensayo como él tuvo el dominio de la animación
eficazmente encaminado a desentrañar dramática y del color, el arte de las gran-
la filosofía de la Revolución, sino—lo que des y sugestivas imágenes y el de las sín-
importa más para nuestro tema—como tesis hercúleas y esclarecedoras; ninguno
la primera tentativa de proceder con el el alto don de «concordar las palabras
auxilio del arte en el estudio y la recons- con la vida», según la fórmula de Séne-
trucción del pasado. ca, y convertir la letra fría en palpitante
Pero la grande y poderosa iniciación encarnación de la verdad.
de una poesía pintoresca y una filosofía Discútase, como se ha hecho acaso
de la Historia, en las letras de esta parte triunfalmente, más de una vez, el rigor
de América, nació pocos años más tarde, de exactitud histórica del Facundo, y
del seno de aquel fecundo movimiento sepárense, para señalar cuáles son los
de publicidad por el que se anunció rui- que ha tejido la fantasía y cuáles la reali-
dosamente, en Santiago y Valparaíso, dad, los filamentos de la trama: la his-
después del terror de 1841, la presencia j toria de una época no dejará, por eso,
de los jóvenes desterrados del Plata.—Y I de tener en la descripción del duelo de
nació, no de la reflexiva preparación del la «Civilización» y la «Barbarie» su más
libro que madura en el ambiente silen- dramática y real condensación.
cioso del gabinete y se depura y acrisola Busque la crítica un Facundo que com-
por la labor perseverante del arte y la plazca mejor a la minuciosa severidad
concentración del pensador, sino de una del analista; y todavía quedará en pie,
inspiración genial que hizo surgir esos para desafiar la obra de la crítica y del
elementos preciosos y durables del seno tiempo, el valor representativo del perso-
naje, y la soberbia escultura de la per-
de un panfleto templado al calor del in- ¡ sonificación heroica del caudillo.
teres actual y que hacía obra de acusa-
ción, de combate y propaganda, como los j Todo otro Facundo que levante la in-
vestigación sobre pedestal de documen-
Panfletos de Rivera índarte y de Frías.— j tos prolijos y el óleo de la erudición con-
Nació, en una palabra, del Facundo, que j sagre, ha de humillarse a la irresistible
^o tenía precedentes en habla cas tellana, I y avasalladora influencia de aquel Facun-
n
i como cuadro de historia pintoresca, ni | do inmortal: de tal modo como el Cid
c
omo estudio de sociología original. Campeador de las leyendas triunfa y pre-
De estos dos fundamentales aspectos ¡ valece sobre la desvanecida realidad del
" e l gran libro, nos interesa ahora el pri- Cid de las crónicas y vive por su valor
mero..—La filosofía de la revolución y de representativo.—Considerado en este as-
^ tiranía es, sin duda, profunda y en pecto, es el Facundo el tipo artístico
cierto modo definitiva, en aquellas pági- más alto en que se ha condensado la
llas
; pero yo admiro aún más en ellas lo poesía real de nuestra historia y en que
cu
l e se debe a poética virtud: la sobera- han tomado forma viva los elementos
na maestría del relato, la fuerza plástica dramáticos de un interesantísimo instan-
cle
la descripción, el poderoso remedo de te de nuestro desenvolvimiento social.
864 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Alfredo de Vigny, en el prólogo de palpita en la indómita poesía de Los ban-


Cinq-Mars, admitía que son parcial o to- didos del trágico alemán y refleja su luz
talmente apócrifas muchas de las anéc- sobre la frente de los héroes satánicos
dotas más elocuentes y significativas que de Byron.
la historia recoge; y sostenía en seguida Del mismo grupo de proscritos en cuyo
que ella no debe rechazarlas de sus pá- seno fué concebido el Facundo nació,
ginas, porque tienen una verdad ideal con breve diferencia de tiempo, otro li-
muy superior a la autenticidad del he- bro que señala una ocasión memorable
cho mismo.—He ahí las infidelidades his- en la literatura histórica de América, y
tóricas de Sarmiento: tienen el más alto que era la revelación de un ingenio que
género de realidad de que habla Alfredo i estaba destinado a levantarla muy alto.
de Vigny. I La revolución literaria que hacía por
Como obra de manifestación sintética I entonces su entrada bulliciosa en el es-
de un estado social, en la que ha colabo- | píritu de nuestros pueblos, y que los emi-
rado en cierto modo aquella divina in- \ grados argentinos llevaron consigo al
consciencia que animó la obra de los épi- otro lado de la Cordillera para hacerla
cos primitivos, cuando pusieron, sin sa- triunfar en las memorables polémicas de
berlo, en sus cantos, el cuadro enorme Santiago de Chile, tuvo por una de sus
y múltiple de la vida de su raza y su grandes manifestaciones la que consistió
tiempo, nuestro gran libro puede engen- en la evocación de la poesía tradicional,
drar otro libro por cada una de sus pá- en la visión y el sentimiento del pasado,
ginas, y su nombre está destinado a ser que vivificaron en el drama y la novela
legión. Tiene en grado supremo el arte un arte nuevo, nacido de la comprensión
de la concisión narrativa, y hay concen- pintoresca de la historia.
trada en el Facundo la fuerza virtual ne- Se había asistido a una verdadera fies-
cesaria para vivificar una inmensa prole ta de resurrección de las edades. En los
literaria, en la poesía, en el drama, en la romances de Walter Scott había renaci-
leyenda. Porque la anécdota histórica, en do, con palpitaciones ignoradas de vida,
los procedimientos del arte narrativo de el tiempo muerto. El grande Schiller lo
Sarmiento, lleno a la vez de fuerza y de había llevado al teatro, rompiendo la fal-
luz, de intención y de colorido, es un sa uniformidad de la tragedia histórica.
relámpago que ilumina las intimidades Los novios y Cinq-Mars trasplantaban la
psicológicas de un personaje, el secreto rama rica de savia generosa a las litera-
de una situación, la faz de una sociedad turas del Mediodía.™Era como un sue-
o de una época, y un soplo poderoso ño en el que aparecían con ilusión de ac-
que fecunda con sugestiva simiente la tualidad los recuerdos.—Por la nigroman-
mente del lector. cia del arte llegábase en la inteligencia
Nuestro gaucho, nuestro centauro le- del pasado a donde la virtud de la inves-
gendario, ha inspirado muchas páginas tigación erudita no alcanzara jamás. La
enérgicas y hermosas, que vivirán entre historia misma se animaba con nueva
las cosas originales de la literatura de luz y fuerza incógnita y Barante y Thier-
América; pero es todavía en el Facundo ry nacían en ella la revelación de un
donde ha de ir a buscarse la más inten- mundo nuevo.
sa poesía de ese hermoso tipo, en el que ¿Por qué la vieja crónica de América
Hegel hubiera señalado la plena realiza- no había de estremecerse también al so-
ción de aquel carácter de libérrima per- plo del viento rejuvenecedor que pasaba
sonalidad que él consideraba el más fa- y no dejaría escapar—como lo había he-
vorable atributo del personaje que ha de cho la crónica de la Edad Media—bajo
ser objeto de adaptación estética: el que la ieü'a desvanecida de los manuscritos,

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OBRA POSTUMA.—?; ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL»,—ARTE E HISTORIA 865

el tibio aliento de la vida y las ilumina- \ pasado y la más penetrante intuición de


dones del color? 1 la historia plástica y sensible, e inspira-
Sería la novela histórica un inmenso da en un alto propósito de contribuir a
campo, lleno de inexplotados veneros de formar y robustecer, por medio de los
interés, para los que penetrasen en el j halagos del arte, el sentimiento de la tra-
país encantado de la Conquista y en el j dición en el alma popular.
aparente erial prosaico de! Coloniaje, j Tal concepción de la novela histórica,
concillando en su alma las intuiciones considerada, al mismo tiempo, como ma-
del artista con las porfías del investi- nera eficaz de vivificar en sus raíces el
gador. ',.:,!, i sentimiento de la patria y el culto de la
Por la mente de Echeverría había cru- tradición, y como forma capaz de con-
zado alguna: vez la idea del drama y tener la imagen de las cosas pasadas,
la novela históricos, como fuentes fecun- [ aun las más minuciosas y más íntimas,
das de inspiración para la literatura ame- i con amplitud a que los recursos de la
ricana. Florencio Balcarce dejaba entre ¡ historia directa no alcanzan, tiene su ex-
los frutos de su malograda juventud al- I presión más exacta y esclarecida, por la
guna tentativa de ese género, y Manuel j más clara visión de las necesidades y
Luciano Acosta había escrito La guerra oportunidades de la literatura americana
civil entre los incas, que es una estimable de aquellos días, en el prólogo de La
narración,—Pero a tales ensayos, de un novia del hereje.
interés exclusivamente relativo, debía en ' Con admirable acierto en la elección
breve suceder una obra cuya signifi- i de la realidad histórica sobre la que de-
cación excede, en mucho, la de esos bía reflejar la luz transfiguradora del
precedentes olvidados que la erudición arte, volviéronse los ojos del novelista
rastrea en la sombra. I que soñaba en realizar la obra de Cooper
Vicente Fidel López, que había acom- en la América de habla española a aque-
pañado en Montevideo al gran innova- : lla Lima colonial que ha sido, y está des-
dor de La Cautiva, al propagandista so- : tinada a ser en el porvenir, una ciudad
cial del credo de la Asociación de Mayo, : predilecta para escenario de la poesía y
en el estudio de las tradiciones america- del romance y una de las perspectivas de
nas y del génesis y los propósitos de la la historia de América más admirable-
Revolución, publicó en 184[ó] (1), en su mente dispuestas para los mirajes encan-
destierro de Chile, La novia del hereje. ' tados de la fantasía,—-Y cuando, obede-
La forma narrativa creada por el ima- ciendo a la evocación feliz del narrador,
ginador de Quintín Durward e Ivanhoe, i volvió la vida de antaño a los muros de
desnaturalizada luego por las audacias de i la ciudad colonial, donde de tan rara ma-
la fantasía aventurera de Dumas, y que, ¡ nera se mezclaron, bajo el cielo espléndi-
e
n el idioma nuestro, no tenía sino los ¡ do del Trópico, sombras y luces, refina-
débiles precedentes de los ensayos nove- ¡ mientos bizantinos y pequeneces lugare-
lescos de Espronceda, de Trueba y Cos- ¡ ñas, ingenuidades de pueblo niño y ras-
Sl
'o y de Larra, tomaba carta de ciudada- , gos de decrepitud social, sórdidas mani-
nía en América, vivificaba en aquella ! festaciones de abyección y timbres pre-
°bra por la más profunda filosofía del : claros de cultura, pudo decirse que había
nacido la novela histórica americana, y
que había nacido llena de inspiración, de
, (1) Falta la cifra de las unidades en el texto
^e 'a Revista. Ponemos e] guarismo fijado por encanto, de originalidad, como la joven
odó en la nueva edición de El Mirador de i musa reveladora de un mundo de curio-
>Q
; spero, en el ya mencionado escrito sobre sos y peregrinos secretos.
i0J
' i María Gutiérrez y su época. [J. P, S.] I La novia del hereje hubo de ser el

'iijo.—23
866 JOSÉ ENRIQUE R0D0.—OBRAS COMPLETAS

primero de una serie de romances de su mosa y rica complejidad de los hom-


índole. Era hermoso y fecundo el plan bres del Renacimiento, y en quien los
que acariciaba el espíritu juvenil de su afanes de la erudición paciente y laborio-
autor.—Las empresas guerreras de Zeba- sa se aliaron por caso singular con las
Hos y su influjo en la modificación polí- inspiraciones del narrador-poeta, penetró
tica y comercial de ia colonia; el período con audacias de explorador en el bosque
precursor de la revolución y la epopeya enmarañado y oscuro de la cultura in-
de las invasiones británicas, que acelera- telectual de la colonia, ávido de hallaz-
ron el advenimiento del tiempo nuevo; gos lisonjeros para la tradición del pen-
las agitaciones íntimas de la ciudad de samiento americano, y escribió las pri-
1810 en el transcurso de la acción revo- meras páginas de la historia literaria de
lucionaria; la propaganda y la expansión nuestros pueblos.—Y en su obra vasta
de la idea de libertad llevada por la es- y fecunda, al lado de la ingrata e ine-
pada de San Martín hasta las faldas de vitable tarea de preparación, de estu-
los Andes del Ecuador; la insurrección dio previo: la tarea que obedecía a la
de las masas campesinas, que arrojó necesidad de desbrozar el campo incul-
el fermento democrático en el seno de to; al lado de muchas páginas de des-
la grande obra y reveló en la escena carnada erudición y de insistentes es-
la presencia del pueblo, debían dar tema fuerzos empleados en lo que tiene de
a las sucesivas novelas de la serie idea- más desapacible la crónica desnuda y la
da. Bien pronto el novelista abandonó, bibliografía ofrece de más árido, puso
por las graves tareas de la historia, la también el mármol y el pórfido que du-
realización de aquel pensamiento que, ran: la obra de arte que presenta ren-
aun hoy—después de transcurrido me- didas al cincel las piedras arrancadas a
dio siglo—, podría ser acogido como una la cantera de la pasada realidad.—El his-
novedad feliz. Por desgracia, nues+ro toriador colorista que había en Juan Ma-
Walter Scott quedó en su Wawetiey; aun- ría Gutiérrez puede admirarse, leyéndole,
que, ciñéndose a la historia directa, tomó por ejemplo, cuando reproduce sobre el
a Macaulay por modelo y siguió culti- fondo magnífico y extraño de la opulen-
vando el estudio del pasado como un ta Lima colonial la figura gongóríca de
arte. Peralta y B amuevo .—Y a esta calidad de
Pero no faltaron, en su generación, su talento, a un tiempo brillante y labo-
quienes recogieron el ejemplo tentador rioso, debemos la encantadora narración
de La novia del hereje. Para probarlo, de El capitán de Patricios, que es en la
bastaría recordar una obra casi entera- novela histórica del Plata lo que debe
mente olvidada, que debería vivir en to- ponerse inmediatamente después de La
das las memorias. novia del hereje, por su interés, por su
La intuición del pasado, el don precio- arte y por su originalidad.
so de devolver la vibración de la vida El capitán de Patricios es la ideali-
y el color de la realidad a las cosas ción de un momento singularmente inte-
muertas y reconstruir las informes rui- resante en la historia de nuestros pue-
nas de lo que fué, por cierto privilegio de blos.™Personifícase en su héroe, a aque-
adivinación arqueológica, fueron tam- lla bizarra generación que se levantaba,
bién, en grado eminente, concedidos a llena de mal comprimidas inquietudes,
otra grande alma de aquella generación. atormentada por la nostalgia de la ac-
—Un investigador artista, un espíritu ción, ávida de escenario para su heroi-
rnodelado en el carácter de [la] (1) her-
faita para dar al sustantivo siguiente la defei'
(1) Añadimos el artículo la que seguramente minación que debe tener. [J. P. S.]

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—ARTE E HISTORIA 867

cidad y de tribuna para su pensamiento, j posteriores a la que, en medio de las tur-


en las postrimerías de la colonia; y que bulencias de su vida de leyenda, encon-
excitada por los ecos remotos y legen- tró espacio para cultivar y enaltecer to-
darios de la Revolución, por las fecundas j das las manfestaciones desinteresadas del
agitaciones de la propaganda de la liber- j espíritu, y supo arribar a una iniciativa.
tad de comercio, por los aplausos del j una idea o un ejemplo fecundos, por
mundo que convergían al Foro de Buenos j todos los caminos de su actividad?
Aires para saludar el esfuerzo glorioso de ; Sus hombres hubieron de realizar el
la Reconquista, traía en el alma un her- duro esfuerzo de investigación; hubieron
vor que revelaba un sentimiento ignora- de construir el pedestal seguro sobre el
do por el espíritu de las generaciones que podría la Historia afirmar, al mis-
anteriores y que debía manifestarse, irre- mo tiempo, su arte y su filosofía.—Ge-
sistible y fecundo, en su cercana obra neraciones aliviadas, en tanta parte, por
de redención.—Y aquel crepúsculo de
nuestro día de libertad está trasladado ella, de esa labor ingrata, ¿no han podido
al cuadro por un pincel que siempre poner su mente con más tenaz consa-
fué maestro en reproducir las tintas gración en la tarea de convertir el ma-
suaves del crepúsculo.—El narrador pre- terial acumulado en la obra perfecta
senta al héroe con una reminiscencia que complazca, a la vez, al pensamiento
de Racine y a la heroína con una ima- y a los ojos? Y, como manifestación pre-
gen de Virgilio; y hay algo de las blan- ciosa de esta obra, ¿no habrá tenido
das melancolías de Dido, o de Andró- continuadores la iniciativa de una novela
maca e Ifigenia—esas nietas de la es- j histórica americana, que se anunciaba,
tirpe de Eurípides, en quienes el dolor i hace ya medio siglo, por la original e
parece adquirir la suavidad graciosa del inspirada narración de La novia del he-
purísimo cendal griego que las cubre—, reje?...
e
n el ambiente tibio y perfumado de Para buscar la respuesta en la biblio-
aquel cuento exquisito.—Por la delicade- i grafía de tiempos más cercanos a los
za ideal del sentimiento, la gracia del nuestros que los viejos tiempos del Fa-
relato, el terso esmalte de la forma; por cundo sería necesario agregar a las que
cierto sello de urbanidad y donosurta, i van escritas muchas páginas más.—La
Que no faltó jamás en las manifestacio- t loca de la guardia, que nos ha inspirado
nes de aquel ingenio refinado, de natu- ¡ esta rápida evocación de antecedentes,
raleza aristocrática, de abogado atenien- merece, por otra parte, ser estudiada y
se, el cuento de Gutiérrez, casi ignorado ! admirada en sí misma.—El tratar de
hoy, es indudablemente de las cosas más j ambos temas, en el espacio que ahora
selectas que pueden figurar en la Anto- j sería posible concederles, exigiría hacer
logía de nuestros prosistas, y un insupe- | verdadera gimnasia de concisión: y los
rable modelo en la fusión de la origina- | temas interesantes están para nosotros
lidad americana del asunto con la clási- ; absolutamente reñidos con todo lo que
ca limpidez de expresión. trabe el libre vuelo de la pluma.
¿Cuáles son las que a tales páginas
Se
han agregado por las generaciones 25 de jimio de 1897,
868 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

UN POETA DE CARACAS

Caracas fué la Atenas de América en tividad inteligente de una juventud que


aquellos tiempos postrimeros del régimen se levanta hoy, en la patria del Liberta-
colonial en que las ideas de libertad y de dor, tan animada de inspiraciones gene-
reforma llamaban sigilosamente a las rosas como dueña de las armas que ha-
puertas de las ciudades provocando mil cen vencer en los combates reales del
extraños ecos en las almas dormidas, en pensamiento y en los torneos y las justas
tanto coloreaban el cielo los albores de del arte.
la Revolución.—Esas huéspedas inquie- La comunicación, relativamente estre-
tantes se enseñorearon pronto de la cuna cha, que la redacción de la Revista Na-
de Bolívar y de Miranda.—La civiliza- cional mantiene con los centros de más
ción, «que ama al mar», según la frase intensa vida y de mayor influjo en el mo-
del poeta, tuvo fáciles vías para llegar vimiento literario del Continente permi-
al seno de aquella ciudad dominadora de tiéndole triunfar en cierto modo de las
un Mediterráneo americano, sobre el que dificultades del deplorable aislamiento
su hálito fecundo flotaba empapando a moral e intelectual en que aún los pue-
la vez los vientos del Norte y del Nacien- blos americanos viven, nos autoriza para
te.—El genial viajero del Cosmos, que afirmar el alto papel que, en la cultura
realizaba, por entonces, el viaje memo- contemporánea de América, desempeña
rable del que ha podido decirse que tuvo la juventud pensadora de Caracas.
la significación de un segundo descubri- A ese grupo animoso pertenece el au-
miento de nuestra América, saludó en tor de los sonoros y varoniles versos que,
aquella sociedad juvenil y culta el im- a continuación de este improvisado co-
paciente despertar de las energías de la mentario de la personalidad del poeta,
mente americana, ávida de toda novedad publica la Revista Nacional en sus co-
y toda ciencia, e inclinándose con irresis- lumnas (1). Andrés A. Mata merece que
tible impulso a recibirlas, no de otro mo- la brillante notoriedad que realza justa-
do que como la planta que crece envuel- mente su nombre en el centro cultísi-
ta por la sombra se tiende al lado de la mo que su talento contribuye a animar y
luz. Se respiraba en sus aulas el espíritu esclarecer, alcance la sanción de la una-
nuevo. Cundía en ella el amor a todo nimidad del público inteligente de nues-
delicado cultivo del espíritu. Y en sus tra habla.
tertulias literarias se diseñaba el boceto Tengo aquí sus Pentélicas, a las que
de una gloriosa figura de poeta y pensa- precede un prólogo magistral de Vargas
dor, a la que estaba reservada, en la es- Vila. El alma apasionada del autor de
cena de la América libre, uno de los pe- Los Providenciales y su talento ático
destales más altos: la figura de Bello, eran propios para comprender y definir
educador de hombres y naciones. cumplidamente la poesía que tiene v°J
El recuerdo de esta tradición honrosa cauce las páginas que siguen a su pro-
de cultura, cuyo florecimiento inspira a logo.—Briosa y severa es esta poesía en
la palabra de Humboldt el tono de una
sincera admiración, en ciertas páginas (I) Con efecto, La Revista ofrece a continua-
del Viaje a tas regiones equinocciales, ción de esta crítica sobre el poeta caraqueño
despierta frecuentemente en nosotros, su poesía Pentética, que es una de las nía-
evocado por las manifestaciones de la ac- típicas de la colección. [L ?. S.]

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OBRA POSTUMA,—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—UN POETA 869

su entonación, a un tiempo profunda- ño, un arte de iniciación, prefiero que le


mente original y de noble estirpe clásica; ¡ podamos simbolizar en aquel niño pen-
correcta, con la desembarazada corree- j sativo del Tentando, vía, de Hugo—pen-
ción que no entorpece, sino realza y mag- sador precoz—o en el Alcides infante de
nifica, la espontaneidad y la libertad de la fábula que estrangula entre sus dedos
la forma; y altiva y espartana por el la serpiente, a que le veamos jugar, en
espíritu, por las ideas, por los sentimien- una escena de bazar japonés, al juego li-
tos. Corazón de acero en pecho de már- terario de los colores, o solazarse en los
mol, diría Teófilo Gautier. i jardines de arbustos increíbles y palme-
Poesía de pensador y de soldado en la i ras enanas.
gran lucha de la vida, tiene, sin duda, ¡ A Rubén Darío le está permitido eman-
en esta condición uno de sus títulos más ciparse de la obligación humana de la
altos. Lo tiene, sobre todo, si se atiende lucha, refugiarse en el Oriente o en Gre-
a que la juventud que se levanta en nues- cia, madrigálizar con los abates galan-
tros pueblos no suele preocuparse gran tes, hacer la corte a las marquesas de
cosa de poner en su poesía motivos para Watteau naturalizándose en el «país» do-
pensar ni para sentir, asaz empeñada, noso de los abanicos.—Una individuali-
como está, en hacer «campo aparte» de dad literaria poderosa tiene, como el ver-
su manifestación literaria, con relación a i dadero poeta según Heíne, el atributo
todas las actividades de la vida que no . regio de la irresponsabilidad.—Sobre los
sean las del libre imaginar y el arte , imitadores debe el castigo, pues es
puro. \ de ellos la culpa. A los imitadores ha
Muy avenido a que la poesía america- de considerárselos los falsos demócratas
na abra su espíritu a las modernísimas \ del arte, que al hacer plebeyas las ideas,
corrientes del pensamiento y la emoción, í al rebajar a la ergástula de la vulgari-
se inicie en los nuevos ritos del arte, dad, los pareceres, los estilos, los gustos,
acepte los procedimientos con que una ' cometen un pecado de profanación qui-
plástica sutil ha profundizado en los se- •tando a las cosas del espíritu el pudor
cretos de la forma, no me avengo igual-1 y la frescura de la virginidad.
mente a que, extremando y sacando de El poeta de Pentéticas (cosa rara den-
su cauce el dogma, bueno en sí, de la in- tro de la nueva generación americana)
dependencia y el desinterés artísticos, nada debe a la genialidad del poeta de
r
ompa toda solidaridad y relación con las Azul. Es otro carácter, otra naturaleza.
palpitantes oportunidades de la vida y Para comprobarlo, bastaría decir sobre
-°s altos intereses de la realidad.-—Veo qué canta.
\n esta ausencia de contenido humano, La candorosa altivez del bohemio des-
au
radero y profundo, el peligro ínminen- J amparado y generoso que marcha, sobre
ie
con que se ha de luchar en el rumbo j las espinas de la vida, a su sueño; la
jorcado por nuestra actual orientación gloria de la redención del vicio misera-
aeraría. Al. modernismo americano le} ble por el sobrehumano esfuerzo del
^atará la falta de vida psíquica. Se pien- amor; la poesía de los odios justos,
*a Poco en él, se siente poco. Le domina los que vibran en la indignación del es-
^°n demasiado imperio un vivo afán por pectador de la iniquidad, en las iras ven-
f\ novedad de lo aparente, que tiene a la I gadoras de los pueblos, en el hambre y
¿1 l
' volidad muv cercana. Yo le he compa- í sed de justicia del oprimido; la profé-
cu
- o una vez con el mundo de pueníida- | tica visión de las grandes y justicieras re-
•l'-'S ligeras y graciosas del Japón de Loti; i paraciones del futuro: tales son los moti-
• confieso que si el arte de América, ha , vos de inspiración a que obedece el nu-
'-- ser forzosamente todavía un arte ni- men varonil del poeta de Caracas, tales
870 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

son los hilos de bronce que urden la precación, de la invectiva. Pasa por sus
malla de Pentélicas. estrofas, a menudo, el soplo de Barbier,
El poeta es, entre artistas, hombre de de Núñez de Arce y de Tassara.
muchas almas, como se dijo una vez de Nada pródiga del color y la luz, pero
Buonarroti. El Poeta, considerado en la firme y severa en los lincamientos, no
plenitud de su naturaleza y de su mente descompuestos nunca por la crispatura
divina, es, al mismo tiempo, el héroe, el nerviosa de la emoción—mal grado la ve-
tribuno, el escultor, el pintor, el músico, hemencia con que el poeta siente y la
el vidente. Pero cada una de estas almas verdad con que lo expresa—la forma poé-
parciales prevalece, al encarnarse en for- tica, en este Simónides (1) de una jo-
ma viva, sobre las otras, y pone su sello ven democracia, armoniza cumplidamen-
a la naturaleza personal del elegido.—El te con la austeridad viril del contenido —
autor de Pentélicas participa, más que Noble y sonora siempre, caracterizada a
de ninguna otra, del alma de bronce del menudo por el tono que indica la con-
tribuno.—Su inspiración fluye casi cons- fluencia de la lírica con la oratoria, revis-
tantemente del contacto con ideas y pa- te, con frecuencia también, la majestuo-
siones que interesan a muchas almas; su sa amplitud del verso clásico: unas veces,
entonación es la de la palabra que se remedando en el verso «las líneas puras
cierne sobre la muchedumbre, no la de la de un mármol cincelado por Ictmhis»;
que se insinúa en las intimidades de la otras veces, tal como el verso clásico sa-
confidencia; la armonía propia de sus ) lió de las forjas de aquella audaz y ba-
versos es de aquellas que piden, para talladora poesía del siglo xvm, que hizo
ser gustadas plenamente, el auxilio de descender la lírica a la candente arena
la voz vibrante y poderosa que convierta de la Revolución, remozando los acentos
la letra fría en vivo impulso de las on- de Píndaro y la voz de Tirteo,
das del aire. No se busque en sus versos el estudio
Aquellos que hayan educado su gusto curioso del pormenor, grato a artífices
en la contemplación del panorama ame- exquisitos; ni, entre los instrumentos pro-
no del horacianismo—la poesía de la va- pios de su arte, el diamante aguzado del
riedad amable—acaso echarán de menos lapidario. Búsquese la huella del recio
en el poeta aquel privilegio de varia y martillo del escultor. Admírese la fuerza,
flexible adaptación que imprime carácter la majestad, el toque amplio y seguro,
a la tradición lírica que aman, arbusto «la locución caudalosa que se espacia de
aclimatable en tan diversas latitudes del una a otra margen del endecasílabo», Pa;
sentimiento.—Un poco estoica, su poesía ra valerme de una frase de Yxart, y el
no está dotada de ese gracioso «eclecti- rojo verbo pindárico que pone fuerza }
cismo» de la sensibilidad.—Conoce el luz, como de máquina de guerra, en el
arte de templar el verso para que hiera estilo.
y no le sabe domar para que arrulle.— ! Revelación exacta de la poética indi-
La estrofa delicada o galante toma, como vidualidad del autor será la vigorosa
involuntariamente en sus labios, el sesgo composición que luce al pie de estas
del pensamiento grave y la pasión inten- líneas que terminamos, para quien des-
sa. Modificando una imagen de Musset, conozca los versos vibrantes de Penteh-
podría decirse que «aun cuando vuelan
bajo, sus alas revelan la costumbre vieja (1) Debe de referirse a Semónides de Anie-
de la altura.» En cambio, cuando increpa, gos, probable contemporáneo de Arquíloco >
cuando maldice, cuando clama, se reco- poeta yámbico como él. El verdadero Simoni"
noce a una naturaleza que desempeña des es un lírico posterior y de carácter cornple
su ley. Es el poeta del yambo, de la im- tamente divergente de los anteriores. [J. P- Í,,J

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—R. GUTIÉRREZ 871

cas.—En tierra americana no sobran hoy merecedoras de la ira sagrada de los poe-
quienes hagan resonar de tal modo la tas en tierra americana?
cuerda áspera del yambo.—¿Habrá quien
diga que es porque pasaron ya las cosas 10 de agosto de 1897.

LA MUERTE DE RICARDO GUTIÉRREZ U)


[PARA EL «ALMANAQUE SUDAMERICANO»]

Siempre he pensado que la mejor re- alma, tiene para mí el secreto encanto
compensa de los poetas—mejor y más de las cosas que evocan recuerdos dul-
llena para ellos de divinos halagos que ces y queridos. Yo no la podría juzgar
las formas ruidosas y deslumbrantes de como se juzga la de un genial poeta que
la gloria—sería la que se hallasen dota- admiramos, pero a quien no reconocemos
dos de la virtud de percibir y atraer a sí como nuestro, que no nos habla del pa-
todos los clamores de entusiasmo, todas sado, y cuya poesía no hunde sus raí-
las lágrimas de melancolía, todos los im- ces en las reconditeces de nuestra vida
pulsos de admiración, que sus cantos, espiritual y la viste y enlaza como la.
peregrinando entre las almas jóvenes y enredadera a la columna. La poesía de
buenas, arrancan bajo los astros de cada Ricardo Gutiérrez tiene una historia en
noche y bajo el sol de cada día.—¡Qué el proceso de mi vida interior. Cada uno
hermoso arrullo hubiera llenado de con- de sus cantos es para mí como una de
solaciones y armonías los últimos ins- esas melodías que, escuchadas en mo-
tantes del poeta querido que hoy llora- mentos dichosos o solemnes, se asocian
mos, si a su espíritu hubiera sido otor- inevitablemente después al despertar del
gado ese beneficio, en la hora suprema, instante escogido en que vibraron. Cuan-
y hubieran convergido, en un inmenso do una estrofa suya hago pasar ante
acorde, hacia él todas las vibraciones de mis ojos, siento en el alma una ala mus-
las almas heridas por la noble y dignifí- tia y aterida que se estremece. Por eso
cadora virtud de sus estrofas! la desaparición del poeta produce en mí
Gritos de trémula emoción que de mi la sensación de un abandono y me pare-
Pecho brotaron en algunas de las horas ce la extinción de una luz sobre mí es-
más bellas de mi vida, se hubieran mez- píritu.
clado en el coro de triunfo del poeta. Lo ¡Cuan pocos de nuestros poetas de hoy,
leí de niño, y su poesía, que desde enton- aun cuando haya de ser grande y dura-
ces quedó vibrando en lo hondo de mi ! dera la gloria de sus triunfos, alcanzarán
esta devoción de los sentimientos; El
(t) Como justificativo de la inclusión en su ¡ poeta, hoy, es, ante todo, el artista, es el
texto de esta sentida semblanza, en el núme- [ orfebre, es el cincelador paciente y em-
!° 56 de La Revista Nacional, se ofrece esta I peñoso. Detiénese ante sus puertas el
j^eve aclaración: «El primer aniversario de viandante para admirar, en aquella fiesta
' a muerte de Ricardo Gutiérrez y los trabajos de la luz, los finos contornos del oro
lúe se han iniciado estos últimos días en Bue-
nos Aires para honrar dignamente su memoria
cincelado. Pero, cuando se aleja, lleva
dan oportunidad al siguiente artículo, escrito sólo la impresión de un deslumbramien-
e
^ ocasión de la muerte del poeta y destinado to, porque no reconoce ya, en el artífice
a
l Almanaque Sudamericano.» [J. P. S.] enamorado del ritmo y del color, a aquel
872 JO-SE ENRIQUE RODO.---OBRAS COMPLETAS

ser, comparable con el pelícano del mito, dos grandes manifestaciones del senti-
que arrancaba de sus entrañas palpitan- miento lírico: la que se reconcentra en el
tes la imagen viva de lo que llevaban los recogimiento y en la meditación, tímida
demás dentro de sí. del tumulto humano, y la que alienta en
Y ninguno entre nuestros poetas ha las inspiraciones del alma colectiva y es
personificado esta entera condensación tribuna de donde arengar y espada con
del alma de los suyos, este seguro impe- que lidiar en nombre de todos. Vibraban
rio ejercido sobre el sentimiento de una alternativamente en sus cantos los acen-
generación, como el del Libro de los Can- tos del hombre íntimo y los del soldado
tos y La fibra salvaje.—Era el poeta de del pensamiento y de la acción. Unas ve-
todos, sin dejar de ser, intensa y domi- ces, la suave estrofa modelada para el
nante, el poeta de sí mismo. Había brin- amor y el ruego; la que se ampara bajo
dado la hospitalidad de su corazón a aquellas frondas, propicias al misterio,
todas las cosas buenas, a todas las cosas del alma, donde los sentimientos delica-
bellas. Naturaleza esencialmente lírica dos y afectuosos anidan. Otras veces, el
la suya, siempre en sus cantos el impulso verso amplio y fulgurante, el verso de
del vuelo partía de la intimidad. Pero en grandes alas, lleno de sol, erguido sobre
su intimidad refundía, convirtiéndole en una cúspide.—Nacían de esta audacia épi-
sentimiento propio, en dolor propio, el ca el grito de guerra de la Libertad que
dolor de todos los que sufren; en fuerza ¡ envía al país del trópico sus legiones, la
de su vida, el anhelar de todos los que vigorosa imprecación de Montevideo, el
esperan, la inquietud de todos los que diálogo de El Poeta y el Soldado. Brota-
batallan; en calor de su sangre, la ansie- i ban de aquella reconcentración melancó-
dad de todos los que padecen hambre lica la carta, húmeda en lágrimas, a Lu-
de justicia y el entusiasmo de todos los cía, el contemplativo sentir de La Ora-
que persiguen sobre la tierra un ideal. ción y la querella apasionada de la Mag-
1.a individualidad, la vida misma del dalena.
poeta, límpida y fuerte como el mármol, I No era el poeta de Lázaro un devoto
eran, además, un nimbo de luz sobre su de ia plasticidad y la melodía de la for-
obra.—iCuántas veces, corriendo, llenos ma, no era un cincelador paciente y obs-
de ansiedad, el velo que oculta a nues- tinado del verso, ni a él alcanzaron los
tros ojos la intimidad de la existencia de influjos de la evolución, posterior al ro-
donde parte la palabra inspirada, sólo manticismo, de la lírica, que levantó, so-
nos es dado encontrar el fondo gris de bre las ruinas de las aras de la emoción
una personalidad moralmente indiferente y el pensamiento, las consagradas al cul-
o borrosa! En nuestro poeta, personali- to de la perfección exterior. Pero tenia
dad, y arte, vida y ensueño se confunden un admirable don instintivo de armonía.,
y forman un solo trazo de luz.—Huella un seguro y natural imperio del ritmo,.
por la que puede seguirse el rumbo de su que le autorizaban para sustituir, en la
marcha son sus versos. Cantó a la fe en producción, los afanes del procedimiento
el ideal que regenera y tuvo fe; cantó laborioso con la confianza y la audacia
a la caridad y fué piadoso; cantó al he- de la libertad. Y el verso brotaba de su
roísmo y fué soldado. En esta luminosa mente, alado, ágil, espontáneo, con ímpe'
existencia, la poesía es acción, la acción tu como de lampo de luz que rasga de
es poesía. Evocando la imagen del varón ¡ improviso las sombras, como de vena de
bueno y abnegado, es como adquiere so- agua que salta de la roca herida por el
bre nosotros toda su avasalladora virtud pico, como de anchurosa bandera que se
el canto del poeta. despliega de un golpe y flota en los aires
Dueño era su numen por igual ele las ¡ a favor de un viento pujante.

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—R. GUTIÉRREZ 873

Hase observado que uno de los más j mundo íntimo, donde la rodee la nube
constantes modos de manifestación del j impenetrable con que quería velar la mís-
genio lírico está en el don de crear o mo- I tica ciudad de sus elegidos cierto poeta
dificar algún metro, que es como «la moderno? Ella será como la música de
nueva copa en que se exprime el jugo los astros, que el sabio oyó, pero que
generoso de un ingenio nuevo».—Fué nosotros no oímos; será como la imper-
otorgado a Gutiérrez este signo escogido ceptible luz que vibra allí donde la
de originalidad. El cinceló su copa para pupila humana no ve sino la oscuridad.
el vino de su vendimia, y creó su estrofa Ahora este silencio durará para siem-
propia, su estrofa admirablemente mode- pre, pero el nombre del poeta se engran-
lada sobre el tono íntimo de su senti- decerá en la memoria de las generacio-
miento, llena a la vez de fuerza y de gra- nes y su poesía adquirirá vida nueva.
cia como el cuerpo del púgil, y que que- Andrade tuvo de los contemporáneos
dó consagrada en la lírica argentina, apoteosis más ruidosas, pero en su obra,
donde Gervasio Méndez la escogió para osada e inmensa, verá más ruinas Ja pos-
mensajera de su abandono y su dolor y teridad. Para lo que edifica la fantasía,
la ungió nuevamente con la unción de hay en el tiempo base menos estable y
las lágrimas. En ella están sus composi- segura que para lo que labra el senti-
ciones que muchos tienen por mejores, miento, siempre uno en esencia. Cuando
las que son, por lo menos, las más sen- se ha desvanecido el eco de Las Orienta-
tidas, las más ingenuas, las más íntimas; i les, aún viven su juventud Rolla y Las
y ella llegará a la posteridad, perpetúan- , Noches, de Musseí. Mientras buena par-
dose en la métrica de la poesía ameri- j te de la obra de Hugo palidece, el grito
cana, como forma sensible de la inmorta- de Byron sigue vibrando en las alturas,
lidad de quien la añadió al Cancionero \ ¿Quién me recordará que no es una
;
de la lengua. página de crítica lo que he trazado al
Ya había empezado la sanción de la j escribir sobre la muerte de Ricardo Gu-
posteridad, en cierto modo, para la fígu- ! tiérrez? Si así como el corazón tiene su
i'a literaria de Ricardo Gutiérrez, y ella i memoria, y su memoria es la gratitud,
se nos presentaba como una noble figu- ¡ también tiene el corazón su juicio, será
''a de otros tiempos, a los ojos de los | éste sólo el que yo podría ofrecer para
Que le admirábamos en mi generación, j juzgar al noble espíritu que acaba de
Años hacía que la lira del poeta estaba ' ascender a la luz.—Era uno de mis poe-
^uda. ¿Era, acaso el hastío, el cierzo he- tas. Si le hubiera encontrado alguna vez
¡a
do de la vida?... ¿Era, más bien, la en el camino de la vida, le habría estre-
amarga protesta contra el ambiente in- chado la mano y le habría dicho: Gra-
nato, la desolación ante el irresistible cias. Y él me hubiera entendido.—Pero
avanzar de la ola turbia y plebeya que desde hoy, que sé que no he de verte ya
clamoreaba los triunfos de nuestro pe- en la realidad, yo te tendré conmigo, ¡oh
nodo cartaginés?... ¿Quién sabe? El si- poeta!, para siempre, en aquella consa-
ie
ncio del poeta, que puede ser una for- grada región de la memoria donde se re-
ma de la decepción, el desaliento, el des- únen, como en un cielo que va cuaján-
engaño, ¿no puede ser también el signo dose de luces, las cosas bellas y los se-
c
te su iniciación en una poesía más alta, res benéficos y amados que hicieron me-
lTla
$ gloriosa, más pura? Por encima de la nos ingrato el duro peregrinaje de la
que se traduce en palabras y se comuni- vida y se abismaron en la decepción y
ca 3.1 sentimiento de los hombres, ¿no-po- en el misterio.
lra
él alcanzar una poesía superior, una
io
esía que sólo irradie y florezca en su 25 de septiembre de 1897.
874 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS

UNA ^ DE CALDOS (i)


A Eduardo Fer reirá.

La más excelsa de las facultades del mos, al idearía, ni nuestro carácter ni


artista es la que, haciéndole solo partíci- nuestras pasiones, y cuya vida ficticia
pe entre los hombres, de un sublime atri- haya de ser tan palpitante y tan intensa
buto de la Divinidad, le convierte en ge- como la de las criaturas de la realidad—y
nerador de seres vivos, sobre los que no aun volcar el alma propia en la envoltu-
tiene poder la codiciosa mano de la Na- i ra de un héroe imaginado que la perpe-
turaleza y que no han de ser guiados por j túe y la levante sobre la miserable fra-
otra ley que la que en el instante de la gilidad de nuestra arcilla, como se per-
concepción les fija e impone el creador ; petúa el alma satánica de Byron en sus
impulso de su albedrío, Arrebatar el fue- | Corsarios y sus Laras—es ya ser un crea-
go sagrado que enciende la llamarada de ' dor.—Pero llamarse Shakespeare, Molié-
la Vida, será siempre la insaciable aspi- ¡ re, Walter Scott, Dickens, Balzac, y dar
ración, la martirizadora inquietud del ser y movimiento, con soberano empuje,
Arte grande, tiián rebelde para quien la i a una multitud entera, en la que, como
Naturaleza, dueña de la Vida, desempeña ! en maravilloso compendio o substratwn
el papel del tirano Júpiter del mito.—Si del conjunto humano, aparezcan con to-
se concede que las almas de artista com- das las palpitaciones de la vida, las fases
ponen, dentro de la Humanidad, una aris- | luminosas de la existencia y sus sombras,
tocracia—un patriciado de las almas—la ' la virtud y el vicio, el odio y el amor, las
aristocracia mejor, la superioridad jerár- pasiones buenas y las malas, es para mí
quica entre esas almas, fuerza es recono- tan alto y portentoso triunfo que el or-
cerla a las que crean, a aquellas a quie- gullo humano no puede aspirar a una
nes, ha sido concedido el don genial de más completa y fascinadora realidad de
la invención.—Hay las que alcanzan a la tentación del Paraíso: Seréis como
crear un héroe inmortal, o una acción dioses, porque en nuestra condición no
imperecedera en la que intervienen va- cabe mejor ni más cumplida manera ¿e
rios héroes, dotados todos ellos de eter- crear.
na vida—y hay, por encima de ésas, las Dos clasificadores laboriosos—los se-
que vivifican series enteras de ficciones i ñores Christophe y Cerfberr—penetraron,
—«multitudes de almas»—, las que reali- ¡ no ha mucho tiempo, en el seno de la
zan con su inmensa obra «un mundo i obra inmensa del creador del Padre Go-
dentro del mundo», aquellas que parece- \riot y La fisiología del matrimonio, y pre-
rían inspiradas por una sublime envidia l sentaron luego a los dos mil personajes
de la Naturaleza y su infinita capacidad : que tejen la trama de aquella inmortal
creadora.—Comunicar una individualidad j epopeya de la realidad, cuidadosamente
y un ser inextinguible a un alma distinta ordenados, estudiados y descritos, como
de la nuestra, en la que no reproduzca- j en los diccionarios biográficos de hom-
! bres célebres, en un voluminoso Reperto-
(1) Este es el último escrito del autor apa- rio de «La Comedia Humana».-—Algo se-
recido en las páginas de la Revista Nacional, mejante se hará en el futuro ordenando
y recogido luego por El Mirador de Próspe- la multitud varia y enorme de Les Ron-
ro, [J. P, S,] gon Macquart; algo semejante se ha he"

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—GALDOS 875
cho ya acaso con Dickens; y análoga ta- en su filosofía de moralista y de sociólo-
rea de clasificación y de estudio realizará go echará acaso de menos el lector de-
algún día la erudición española con ese voto de Tolstoi la originalidad profunda,
otro mundo formidable e inmenso de la innovadora audacia, el sello personal,
Galdós, que abarca, desde la pintoresca la profética intuición de lo distante; pero
muchedumbre de los Episodios, hasta el hay en ella un hermoso sentimiento de
revuelto mar de la vida contemporánea, amor, un grande instinto de justicia, y
palpitante en la cavidad de cien nove- hay un criterio constantemente límpido
las... (1). —un criterio ecuánime y sereno—, en el
¡Mundo verdaderamente inmenso y que el buen sentido deja de ser vulgar y
formidable! Respecto de Galdós y limi- se convierte en fuente de sana y apacible
tando esta observación a los contempo- hermosura.—Es cierto que sería vano
ráneos nuestros, yo sólo me atrevería a buscar, en los procedimientos de su es-
señalar en Zola y en Tolstoi (invertid, tilo, la cultura preciosa, el estudio hon-
sí os place, el orden en que he escrito do y sutil de los secretos musicales dé-
esos dos nombres, y acaso haréis justi- la expresión, de la plasticidad virtual de
cia) ejemplos de una superioridad de la palabra o aquel trabajo de perfección
fuerza creadora.—Y, avanzando más, yo y exactitud que conduce, por ejemploP
no me comprometería a encontrar en la a la prosa tersa y transparente de Maáa-
novela contemporánea nombre que, fuera me Bovary o de Pepita Jiménez; pero se-
de esos dos, merezca estar más alto.—Es ría difícil hallar, entre los contemporá-
cierto que esta superioridad puede ser neos, quien tuviese más identificado con
triunfalrnente contestada, por ejemplo, la esencia de su naturaleza literaria, ese
por los adoradores de Dauded (ídolo mío, grande arte de la «naturalidad exterior»,
aunque no para las ocasiones de las ple- no concedido a muchos de los más jura-
garias grandes) en la espiritualidad, en dos naturalistas; el arte de la grande, hu-
la urbanidad literaria, en la fineza, en el mana y conmovedora sencillez, que habla
hábil arte de contar, en todas esas con- a todos embelleciendo el lenguaje de to-
diciones que, dentro de la novela espa- dos, y que llega a inspirar, aun a los re-
ñola, podríamos llamar alarconianas, finados y los exquisitos, el envidioso
consagrando de nuevo un calificativo que I sentimiento de Biógenes, al arrojar de sí
ya tiene su significación distinta y pe- \ la copa hermosamente trabajada, viendo
culiar en la tradición del viejo teatro; • al pastor beber el agua en el hueco de
Pero para mí es indudable que el arte de ! su mano.
Galdós respira en un ambiente mucho i Y en la grandeza cuantitativa, y en el
n
iás amplio y más abierto que el del ! inmenso efecto de conjunto de la obra
autor de Numa Roumestan; en un am- \ de Galdós, sólo el maestro de Medan pue-
Diente donde se escucha más cercano i de reclamarle el primado entre los con-
aquel soplo de augusta y bienhechora li- temporáneos.—La inagotable imaginación
bertad que azota las ásperas cumbres de ¡ del gran novelista incorpora con incesan-
Cervantes y Shakespeare.—Es cierto que j te actividad a la multitud, ya inmensa y
gloriosa, de sus criaturas, personajes nue-
(l) Esa profecía de Rodó se ha cumplido j vos que la acrecientan y enriquecen.—La
^a> en efecto. AI final del tomo III de las i fecundidad, que es la más relativa de las
u
bras Completas de Galdós, publicadas por ! cualidades literarias, equivale a la pose-
e
sta Editorial, figura un Censo de personajes ;
Sa'dosianos comprendidos en los Episodios Ña- i sión de un don altísimo cuando escribir
c
ionales. Y en el tomo VI, otro Censo de los i significa crear.—-Mediana condición en el
Personajes galdcsianos comprendidos en las i viejo Dumas, es maravilla en Balzac y
n
°velas, cuentos y teatro. (N. del Ed.) en Dickens.—La fecundidad de Galdós
876 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

es de la alta calidad de la de estos úl- he aquí que un grupo nuevo y pintores-


timos; es de las asombrosas y las gran- co, lleno de vida, de color y de luz,
des, porque es de las que responden a cruza ahora ante los ojos de la crítica,
esa irresistible necesidad de producción en marcha desde la imaginación del gran
que se manifiesta con el poderoso impul- creador a refundirse en el conjunto de
so de un organismo que desempeña la su muchedumbre imaginada. Observé-
ley de su naturaleza. mosle.
Plantea uno de los personajes de L'Im-
mortel, de Daudet, esta cuestión intere-
sante: Si acaso Robinson hubiera sido i Señala un crítico sagaz, a propósito
artista, poeta, escritor, ¿hubiera creado también de Misericordia, y entre las si-
en la soledad, hubiera producido?», y al militudes que enlazan el genio del pro-
doblar de la página otro de los persona- fundo observador de Gloria y Doña Per-
jes de la novela—el artista Vedrine—re- fecta con el de Le Cousin Pons y La piel
suelve la cuestión contestando a quien le de zapa, el interés concedido por am-
pregunta por qué trabaja, si no ama el bos grandes artistas de la realidad ai
aplauso ni la gloria. «Pues por mí—dice problema de las dificultades materiales
el noble escultor—por mi gusto perso- de la vida, como anchuroso campo de ob-
nal, por la necesidad de crear, de espon- servación y rica materia novelable, siem-
tanearme.»—He ahí la brava respuesta pre fecunda en dramática virtualidad-
de un artista de raza.—Imaginad al au- Muchas son, efectivamente, las novelas
tor de los Episodios en la isla desierta, de Galdós que giran alrededor del pro-
y su vena asombrosa podría agotarse blema económico en la vida burguesa.—
por la imposibilidad de la observación Misericordia puede incorporarse a las
social, sugestión eterna de su arte, pero más originales y más hermosas novelas
no sería por falta de estímulos crea- de este grupo; pero, además, están com-
dores.—Aiarcón personificó en el ocaso prendidos en el campo de observación
triste de su vida, y personifica Tamayo en que se desarrolla, ciertas extremas re-
en las contemporáneas letras de España, | giones de la inferioridad social—ciertos
ese raro dominio de la voluntad sobre círculos del infierno de la humillación y
la energía instintiva de la vocación, que el abandono—a que había descendido
es necesario para que se resigne o se pocas veces el espíritu del autor de La
condene a la inactividad y al silencio el Desheredada.
artista que todavía sería capaz de pro- Considerado con el criterio realista, es
ducir.—Perdamos el temor de que Gal- el poema prosaico de la escasez y la mi-
dós, aun cuando un día la decepción seria; de la miseria, en sus manifesta-
llegue a su espíritu, encuentre en su vo- ciones moral y materialmente más des-
luntad la misma fuerza.—¡Ah, no! El piadadas y más duras; desde la osada y
grande y querido maestro no se llevará franca que se personifica en Almudena,
consigo a la tumba—como se jactaba de en Pulido, en la tía Burlada—en la turba
hacerlo en su retraimiento soberbio y famélica «que acecha, a la puerta de los
melancólico el autor de El sombrero de templos, el paso de la caridad»—hasta
tres picos—personajes imaginados que no la tímida y vergonzante que se oculta
se hayan hecho carne en el papel.—Gal- ! en el desolado retiro de doña Francisca
dós necesitará siempre de nosotros, los Juárez de Zapata—la empobrecida seño-
lectores, para las confidencias de su fan- | ra que vive inconscientemente de la can-
tasía. ! dad que implora para ella a los feligre"
Aún duraba en nosotros la vibración i ses de San Sebastián una criada comPa'
de la lectura de Nazarín y de Halma. Y ! siva—o se parapeta iras la elegancia mí11*'

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACÍ O NAL».—CALDOS 877

chita y la mal simulada distinción de don tualmente la figura de Nina, la realzan,


Francisco Ponte, curiosísimo ejemplar de por lo mismo, y la engrandecen moral-
Xión caduco, tragicómico traicionado de jmente, hasta tocar en los límites de la
la fortuna, galán venido a menos, que sublimidad.
disfraza los rigores de su decadencia las- Nunca de manera más oportuna que a
timosa salvando con esfuerzo heroico las ¡ propósito de esta figura de Galdós po-
apariencias de su dignidad pasada y re- ! dría señalarse—como Menéndez Pelayo
cordando melancólicamente sus aven tu- j en la del Pae Apolinar que imaginó el
ras de mundano y sus buenos éxitos de gran novelador de la Montaña—-«aquel
declamador en las románticas tertulias sello de primitiva grandeza que realza a
de los tiempos de Flor de un día. la fuerza del bíen cuando se desenvuelve
Pero además de llevar en sus entrañas sin conciencia de sí propia».—Y la abso-
la prosa verdadera de la pobreza misera- luta y constante sencillez, la nunca inte-
ble, .lleva también 3a nueva novela de rrumpida llaneza del cauce prosaico en
Galdós la balsámica poesía de la miseri- que esta mansa onda de belleza moral se
cordia.—Encarna esta poesía en la figu- desenvuelve, hacen que ella penetre y se
ra, a veces vulgar, a veces sublime, de insinúe de tan suave y tan callada mane-
una anciana humilde y piadosa, que con ra en el ánimo del lector, que no es sino
ia abnegación del oscuro y anónimo sol- después de haber avanzado un tanto la
dado para quien no se cosechan, después acción de la novela, cuando él nota que
de la lucha, los laureles, es heroína y ha debido adorar, desde las primeras pá-
mártir en la batalla de la vida.—Yo no ginas, la adorable santidad del alma de
vacilo en poner esta grande alma imagi- Nina.—¡Arte grande y hermoso—aun para
nada en el número de las más preciosas los que nos encontraríamos haciendo
creaciones de quien ha dado al arte tan- examen de conciencia, un poco amigos
tas otras que no morirán.—Sí; la Nina de lo refinado y de lo extraño—el que
de Galdós es una figura que yo incorpo- consiste en obtener y realizar, sin salir-
raría, sin vacilaciones, a las más origina- se de los medios sencillos que ofrecen
les, a las más nuevas, a las más llenas los aspectos comunes de las cosas, las
de interés y más radiantes de hermosura, grandes energías dramáticas y los gran-
que sea dado encontrar en el santoral des efectos!—¿No ha definido Galdós
realista: ...porque también tiene el rea- uno de los caracteres y uno de los se-
lismo su santoral: el de los héroes mo- cretos peculiares de su talento poderoso,
cuando habla, a propósito de la singular
ralmente hermosos que han sido amasa- fachada del templo aquel en que comien-
dos con el barro de la verdad y la vulga- za la acción de su novela, de la necesidad
ridad humanas. Como en la Felicité de de encontrar y percibir «el encanto y la
Flaubert, la vulgaridad tiene en ella el simpatía que fluyen, a modo de tenue
artístico precio que da valor a la tosque- fragancia, de las cosas vulgares o de al-
dad del material en que ha de trabajar- gunas de las infinitas cosas vulgares que
se, cuando esa tosquedad es necesaria hay en el mundo»?
0
conveniente al efecto que se procura.
La ignorancia de la propia sublime ab- Después de Nina, la figura dominante
negación—la naturalidad en la práctica del cuadro es, sin duda, la del moro cie-
del sacrificio, como en la de cualquier go y mendicante, para quien ella, en me-
acto trivial y usado de la vida—la con- dio de las angustias con que atiende al
formidad, de mártir o de inconsciente, socorro de su propia ama desvalida, en-
í^ra admitir la ingratitud y resignarse a ¡ cuentra todavía tesoros de amor, tesoros
' a injusticia de la pena, son otros tantos i de caridad, en su infinita espontaneidad
elementos que, empequeñeciendo intelec- ' piadosa.—Bíen trazado está este persona-
878 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

je, aparentemente fácil de presentar y risible preciosidad arqueológica, ante la


virtualmente rico en fuerza y en interés; que el Gaídós que recibió en herencia del
pero, en realidad, difícil y de delicado Curioso Parlante la pasión local y la
empeño, si se atiende a la obra magis- manía escudriñadora del viejo Madrid,
tral que ha sido necesaria para conciliar, encuentra, para abogar por la conserva-
en su sencillo carácter, con la exactitud ción de aquella vieja reliquia, la razón
del estudio la belleza moral y la simpa- ingeniosa de que «la caricatura monu-
tía, y en su propio informe lenguaje, la mental también es un arte».—Prodigiosos,
naturalidad y la verdad con el efecto ar- como imitación artística del lenguaje za-
tístico que no falta nunca en la pinto- fio y plebeyo, son algunos de los «parla-
resca incorrección de sus palabras.—El mentos» de las mendigas, y están divina-
nuevo libro llega así a valer tanto, en las mente trazadas sus figuras.—Hay grande
páginas que Nina y Almudena ocupan, habilidad en el relato de pavoroso des-
como la obra de su grande estirpe nove- censo de la empobrecida ama de Nina.
lesca a que más íntimamente se parece: —Tiene un brillante colorido, legendario
tanto como Nazarín. Y la pasión del y fantástico, la relación de las visiones y
ciego por la anciana misericordiosa—de las ceremonias supersticiosas del moro.
la que sólo puede adorar el alma abne- Y admirables de estudio y de observación,
gada, a la que acaso imagina dueña de y llenas de gracia, entre melancólica y
una envoltura digna de ella por la juven- burlona, son las páginas en que Ponte
tud y la hermosura—hace pensar en la alienta los nostálgicos anhelos de opulen-
idea de que fluye la profunda belleza cia de Obdulia, y ambos disfrazan, en sus
ideal de Marianela.—Como Pablo Pena- coloquios, la miserable realidad, gracias
güilas, el moro de Misericordia cree ins- a los sueños dorados tejidos con las re-
tintivamente en la armonía necesaria de miniscencias de los tiempos buenos y las
la belleza del alma y la del cuerpo. Y, vanas esperanzas de un futuro imposi-
ciego para la realidad corpórea, la som- ble... ¡Naturalidad dichosa! Para la reali-
bra eterna de sus ojos se convierte para dad de esta manera reflejada, para la
él, como para el enamorado de Mariane- observación que de tal manera penetra
la, en la dicha de poder amar plenamen- en las entrañas de la realidad y para el
te, con el alma—con los ojos, únicos en arte poderoso que con semejante energía
él sensibles, del espíritu—lo que sólo la representa, ¿quién se atreverá a decir
para el espíritu es amable. que haya pasado la oportunidad, o que
Son, sin duda, esos dos magistrales ca- haya de pasar alguna vez; ni quién de-
racteres, lo más hermoso, lo más profun- jará de sentirse—cuando así se entienden
damente interesante, lo de mayor empe- las cosas—tan enamorado de lo real y
ño en el libro; pero además, en los acci- verdadero como en íos tiempos en que
dentes, en las descripciones, en los epi- j equivalía pronunciar, en literatura, esas
sodios, en el desarrollo de la acción—lo ] palabras, a reivindicar un derecho y
diremos antes de señalar el mérito y la ' desafiar para una lucha?—Porque es rea-
verdad que hay en algunas de las figuras j lista de la realidad inmortal y porque
secundarias—¡cuánto hay que notar y que nunca vinculó su arte con lo que en el
aplaudir, cuánto hay que irresistiblemen- \ naturalismo de escuela hubo de exclusi-
te detiene el paso y la atención de la vo, de falso y transitorio, e hizo de ese
crítica!—. Admirable es, en las primeras naturalismo una de las más inexplica-
páginas, la descripción de la estampa ca- bles—iba a decir una de las más odiosas
ricaturesca de la iglesia de San Sebas- y más absurdas—entre las intolerancias
tián, «fea y pedestre como un pliego de humanas—nada tiene que temer el arte
aleluyas, o como los romances de ciego»; de Gaídós de las oportunidades nuevas,

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OBRA POSTUMA.—7: ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL».—CALDOS 879

de las reacciones justicieras e inevitables ción de Nina el realce de su contraste


del criterio, el sentimiento y el gusto; con las poco simpáticas limitaciones del
y puede ahora conciliar perfectamente «prudente equilibrio» y del «término me-
con la consecuencia a su firme tradición dio», y cuya entrevista—tan admirable y
de realismo, el «espíritu nuevo» que pe- concisamente narrada—con la criada mi-
netra todas sus últimas creaciones y les sericordiosa, en la escena final, es de
comunica una alta significación ideal. una hermosa significación y de un pro-
Creo haber aludido, en alguna parte fundo sentido.—Aun en las figuras más
de esta crítica, a la profunda verdad de subordinadas del cuadro—verbigracia, la
observación y al arte primoroso que hay de los mendigos que aparecen en las pá-
en algunas de las figuras secundarias ginas primeras, sobre el fondo de aquella
que en la nueva obra intervienen.—La de tan donosa descripción de la Iglesia de
Doña Francisca Juárez y la del a un San Sebastián—rara vez deja de poner la
tiempo lastimero y graciosísimo Ponte, mano del maestro el trazo primoroso
no pueden quedar sin un encarecimiento que la acusa.
excepcional, por mucha que sea la super- ¡Pero el gran interés y la gran belleza,
ficialidad y rapidez del análisis que se el perfume de íntimo encanto que se
haga del conjunto. Ambas rivalizan en desprende de la nueva novela de Galdós,
vida y en relieve, y están armónicamente y la significación peculiar que la hará
enlazadas en el cuadro por la identidad destacarse en el grupo que revela y man-
de los motivos que prestan interés a su tiene, a partir de Realidad y de La In-
situación y por el fondo común sobre el cógnita, una tendencia nueva en el cons-
que sus caracteres se destacan, sombrea- tante rejuvenecer de su talento, están en
do por los reveses de la suerte y la in- esa admirable creación de Nina—ejem-
fidelidad de la fortuna tornadiza.—Para plo que será inmortal, de cosas grandes
pintar estas fases prosaicas y desconsola- obtenidas en el arte por medio de cosas
doras de la vida burguesa: las que pro- vulgares y pequeñas—ejemplo de lo su-
ceden de los afectos morales de la esca- blime en lo vulgar, que, a la manera de
sez en las almas formadas en el hábito la vieja criada candorosa de Un coeur
cíe la abundancia, o torturadas, por la simple, parece iluminado por una sonrisa
tentación, con la ansiedad febril de po- evangélica, piadosa, del Arte grande y
seerla, fué siempre maestro el pincel del humano, al inclinarse, desde la cumbre,
gran observador a quien debemos los para reflejar un rayo de su luz sobre los
dos magistrales estudios de Lo prohibido pobres, sobre los débiles y los humildes
y La de Bungas.—En tal sentido, la figura —sobre aquellos cuya virtud es opaca y
de Obdulia tiene también rasgos felices, cuyo bien realizado no aparece—sobre
y rnagistralmente dibujado está asimismo los desamparados y los ignorados del
e
l carácter de Juliana, cuya mediocridad mundo!
burguesa de virtud presta a la abnega- 10 de noviembre de 1897.

FIN DE LOS
«ESCRITOS DE LA «REVISTA NACIONAL
DE LITERATURA
Y CIBNCIAS SOCIALES»
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8

POESÍAS DISPERSAS

i
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POESÍAS DISPERSAS

PROLOGO

UNCA condescendió Rodó a reco- taciones y sus errores, se fija con minu-
N ger sus poemas en volumen; ape- ciosidad el texto de cinco poemas. El
nas si toleró la publicación de mismo doctor Segundo y algunos inves-
cuatro de ellos en periódicos o ilustran- tigadores han dado noticia de otros,
do algún libro ajeno. La inclusión de al- pero sus textos son, por ahora, inacce-
guno en antologías coetáneas (como el sibles.
Parnaso Oriental, de Raúl Montero Bus- No debe lamentarse, sin embargo, esta
tomante, 1905) debe haberle parecido más circunstancia. Los poemas que aquí se
una incomodidad que una distinción. Su ofrecen—compuestos en un lapso de
amigo Juan Antonio Zübittaga ha refe- veintinueve años—demuestran sin lugar
rido que cierta vez, de tertulia en casa a dudas que Rodó no era un poeta. Decir
del doctor Sienra Carranza, dijo Rodó: (con Jesús Castellanos, con otros) que
«Yo no he escrito versos», agregando, era un gran poeta en prosa es confundir
ante el justificado asombro de sus oyen- las categorías, barajar la nomenclatura.
tes: «Versos que el autor no reconoce, Era un gran prosista; es decir, era un
son versos sin responsabilidad para él.» creador en un medio totalmente distinto.
Esta reserva revelaba un seguro juicio
crítico. Es cierto que versificó con fre- Cuando versificaba no era Rodó; era
cuencia, que lo hizo desde su infancia; un señor atribulado por las leyes y orde-
Pero guardó celosamente esta parte se- nanzas de un universo rítmico que cono-
cundaria y no lograda de su actividad cía racionalmente, pero que le era ajeno.
creadora. Sólo después de su muerte se Incurría en vulgarismos, escandía erró-
ha podido comprobar que no había aban- neamente el verso, forzaba la rima. ¿A
donado definitivamente el verso. qué seguir? Estos defectos ya han sido
Fl estudio más detenido sobre su per- puestos de relieve por la crítica. En rea-
sonalidad poética que se conoce es el de lidad, son errores secundarios frente al
3°sé Pedro Segundo para el primero y i mayor de todos: ser un versificador (y
mejor volumen de la edición oficial de mediocre), no un poeta.
Obras completas de Rodó. Se. rastrean
a
"í sus ejercicios líricos, se examinan sus El texto que ahora se reproduce es el
facultades poéticas, se precisan sus limi- \ de la edición Segunda.
884 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

POESÍAS DISPERSAS

¡ESPERO!

En medio del desierto, el faro entre las brumas


está el hermoso oasis el navegante ve...
que, al viajador, descanso
le presta y satisface ¡Lo mismo yo, proscripto
su miserable hambre del suelo de mi patria,
y su insaciable sed... en días placenteros
espero con afán,
En medio a la tormenta, en que las dulces ondas
cuando, en la mar, desátase del turbulento Plata,
y a la infeliz barquilla a sus hermosas playas
las bravas olas baten, feliz me tornarán! (1).


LA PRENSA (2)

I cual trueca el Ande, en su región más


la lluvia leve en el eterno hielo [alta,
Cuando la voz de Mayo, redentora, que deslumbrante en el azul resalta...
alzó, cual raudo, inesperado trueno,
en la Colonia el himno de la aurora, Ya el sol de Mayo no inflamó su acen-
mas duró aún la luminosa estela [to¡
nació la Prensa en su agitado seno: que ella trazó en el patrio pensamiento.
en ella, el dogma de una fe ignorada
dictó la voz augusta de Moreno. Aun fué de Amor y de Civismo escuela,
altísima tribuna en que vibraba
La libertad fué entonces consagrada: la palabra inspirada de Várela,
con el limar seguro de la Idea,
supo abrir paso al golpe de la espada... cuando en lucha tenaz, la Patria escla-
por sacudir el yugo ignominioso [va,
Como el airón, que en lo alto ondea del Tiberio de América, pugnaba...
de encumbrado baluarte, así en la Histo-
domina. de la lucha gigantea. [ria, (1) [Publicado por vez primera en Lo cierí°
y nada más, periódico manuscrito de Rodó,
núm. 2, abril de 1893.]
Sus deleznables páginas de gloria, (2) [Publicado por vez primera en el suple-
trocó en bronce firmísimo que esmalta mento del Montevideo Noticioso, 20 de ener°
la gratitud, de un pueblo en la memoria, de 1895.]

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OBRA POSTUMA.—8: POESÍAS DISPERSAS 885
¡Y era la voz del escritor glorioso, i El vulgo es rey: le obsequiarás sumiso;
rudo proceso en que estampó su huella | el vulgo es el Mecenas opulento,
del sacrificio el sello luminoso...! | a quien colmar de honores es preciso...

Has de estudiar lo que le da contento,


II lo que a su fino paladar halaga;
Nacida entre el fragor de una epopeya, rendirle fiel y amable acatamiento...
respiró, como el cóndor en su nido,
aires de Libertad la Prensa aquella. ¿Dices que es necio? «Es necio; pero
[paga...»
Fluyó la Idea de su seno herido, No ha de olvidarlo el escritor del día,
como la sangre en corazón que late aunque gacetas, y no versos, haga.
por heroicos impulsos sacudido.
Si atiende a que, en locuaz bachillería,
Llevó a las francas lides del debate mucho, de Lope acá, ganó la plebe
la intensa fe de un credo religioso, y aumentó la vulgar supremacía,
el fiero ardor de un himno de combate.
En sí formó, cual Foro tumultuoso, ¿quién a negarle sumisión se atreve?
de una generación de épica vida, ¿Quién a inferir a la Igualdad agravio
la clara mente y pecho generoso: al terminar el Siglo Diez y nueve...?

¡y nos legó, por tradición querida, IV


su fe, su altiva fe—Jordán bullente
donde hoy templar el ánima abatida—..,! ...Ya suena a aristocrático resabio
i tener por menos lúcido y profundo
III el parecer del vulgo que el del sabio.
¿Quieres saber el numen auspicioso ¡Ya desatóse, en perorar rotundo,
que justo el cielo depararnos quiso...? \ la sin hueso plebeya...! ¡Ya obedece
¡Vele, en la calle, retozar ruidoso...! al Comunismo intelectual, el Mundo...!

ill
[LECTURAS] (1)
A Daniel Martínez VigiL

De la dichosa edad en los albores, Luego el bronce hugoniano arma y es-


anió a Perrault mi ingenua fantasía, [cuda
m
ago que en torno de mi sien tendía al corazón, que austeridad entraña.
gasas de luz y flecos de colores. Cuando avanzaba en mi heredad el frío,

Del sol de adolescencia en los ardores, amé a Cervantes. Sensación más ruda
fué Lamartine mi cariñoso guía. busqué luego en Balzac... y hoy, ¡cosa ex-
Jocelyn propició, bajo la umbría [traña!,
fronda vernal, mis ocios soñadores. vuelvo a Perrault, me reconcentro, y río!...
ta Nacional de Literatura y Ciencias Sociales,
w [Publicado por vez primera en la Revis- 25 de mayo de 1896.]
886 ÍOSE ENRIQUE RODO,-—OBRAS COMPLETAS

IV
[A...] (1)

De pie sobre la escena, desatada Cada rayo que vibra atravesando


en ondas la profusa cabellera, de sus pestañas por el tul sedeño,
alta la sien, radiante la mirada, es un hilo de luz que va bordando
como jovial emperatriz, impera... y el tejido impalpable de los sueños...
Una purpúrea flor se abre sangrienta, Y, a cada giro de su cuerpo airoso,
cual en copa de ébano, en la cima las vueltas del mantón abriendo al aire,
del casco negro que su frente ostenta semejan el ondear, raudo y glorioso,
y un acerado resplandor anima. de un pendón en las justas del donaire...
Suena su voz. y en nuestra mente En la ficción, el Arte ha modelado
[cruza, su espíritu... Es ficción su vida entera...
como en un dulce sueño, al escucharla, ¡Quién su fingido amor—su amor soña-
la hechicera visión de la Andaluza [do—
que imaginó Musset, para adoraría... en real amor transfigurar pudiera...!

V
AL NOBLE SEÑOR DON CARLOS REYLES (2)
CULTIVADOR DE TERRUÑOS Y «TERRUÑOS»

Corcel de tan cumplida gentileza Pero, obediente, compondré el arreo,


cual la heredad de su merced los cría, en que todo ornamento fuera escaso
no otra gala mejor requeriría a hacerle digno de tan alto empleo,
que aquellas que le dio Naturaleza.
Desnudo el lomo, libre la cabeza, y si sobrado ruin saliera acaso,
más claro su donaire luciría, ¡arrójelo de sí, de un escarceo,
y el tosco arreo de la industria mía y humíllelo a sus cascos de Pegaso!
parecerá baldón de su belleza.
(1) Esta composición fué inspirada por la (2) Tomamos la versión de la edición prín-
actriz española Lola Millanes, a la sazón inte- cipe de El Terruño, de Carlos Reyles, en la que
grante de una compañía de zarzuelas que re- este soneto aparece como réplica espiritual de
presentaba en el Pabellón Nacional, pequeño la no menos donosa epístola del novelador a su
teatro de Montevideo, a fines del siglo pasado. destacado prologuista. Son dos bellos alardes
Apareció en el periódico ilustrado La Carcaja- de cultura española e ingenio castizo que ante-
da, del 4 de enero de 1897. Para otras referen- ceden a la notable novela. (Imprenta y Casa
cias sobre este particular, debe leerse el libro editora Renacimiento, Montevideo, 1916). Las
Rodó, de Víctor Pérez Petit, Montevideo, 1918. reproducciones de esta poesía, en su mayor
Hay edición posterior. [Nota de José Pedro parte, son defectuosas. [Nota de José Pedro
Segundo.] Segundo.]

FIN DE LAS
«POESÍAS DISPERSAS»

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9

PROTEO
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PROTEO

PROLOGO

en Barcelona, el libro inédito que ven-


dría a ser la prolongación de sus prime-
7¡ L publicar en 1909 Motivos de Pro- ros Motivos. [.,.] Se acercaba la hora en
Ai teo indicaba ya Rodó, desde la pri- que el transatlántico iba a zarpar. José
'' mera página del texto, esa condi- Enrique esperaba, con impaciencia, la co-
ción inconclusa y fragmentaria de su pia a máquina del libro. Se la trajeron
obra y que ya ha sido comentada opor- por fin. El tiempo apremiaba; a pesar de
tunamente en este volumen (véase prólo- nuestros deseos, no pudimos leerla,. Y no
go a dicho libro). De ahí los puntos fué eso lo peor, porque los borradores
suspensivos que interrumpen algún des- se marchaban también: el celoso cultor
arrollo o separan capítulos. En una en- del pensamiento y de la forma se dispo-
trevista de 1911 (La Acción, 2 de junio) nía a comprobar, durante el viaje, la fi-
habla de los Nuevos Motivos de Proteo delidad de la copia.» A pesar de la dili-
y asegura: «.Están escritos o bosqueja- gencia de sus familiares, ninguna copia
dos. Falta extraerlos del mar de papeles mecanografiada pudo encontrarse entre
en borrón a donde arrojo todo lo que sus papeles postumos, recogidos en su
destino a las sucesivas evoluciones de última residencia europea; tampoco pu-
Proteo.» De ese mar rescataba de cuando do hallarse traza de que ese original a
en cuando alguna página que anticipa en máquina hubiera sido entregado a nin-
revistas precedida de la mención: «De gún editor extranjero o hubiera quedado
los Nuevos Motivos de Proteo.» Así, por depositado en algún Banco o en alguno
ejemplo, publica en Mundial (París, ju- de los hoteles en los que se hospedara.
lio, 1914) una parábola: La estatua de Ninguna obra inédita y ya preparada
Cesárea. para la publicación había dejado.
A su muerte se llegó a escribir que ha- El testimonio de sus hermanos es ter-
bía llevado a Europa un volumen me- minante, sin embargo: declaran haber
canografiado en que se reunían páginas visto la copia mecanografiada, declaran
para una edición europea de esos Nuevos que Rodó partió a Europa con ella. No
Motivos; así lo han declarado los herma- ha faltado quienes duden de la existencia
nos del escritor en una nota a. su edición de ese original. El doctor Pérez Petit, en
de los Últimos Motivos de Proteo: «Po- su biografía, niega su existencia, pero
cos días antes de embarcarse para Euro- (infelizmente) no puede aportar otra
pa, nuestro hermano José Enrique nos prueba, que una «íntima convicción». El
hizo saber que iba a llevar consigo y se problema parece hasta ahora insoluble.
'proponía publicar en París, en Madrid o «Desvanecida la esperanza de encontrar
890 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la obra perdida—(cuentan sus hermanos en tres libros, bajo los siguientes títulos:
en el mismo prólogo)—, dedicamos nues- El libro de la Vocación, El libro del Do-
tros desvelos al examen, clasificación, or-
lor y El libro de Próspero. No se da otra
denación y copia de los manuscritos queexplicación de la elección de estos títulos
José Enrique había dejado en su mesa de que la ya citada («las designaciones con
trabajo.» La tarea fué enorme; en unas que ellos aparecen han sido naturalmente
Indicaciones del doctor Dardo Regules a impuestas por el espíritu del material
la misma edición se dice; «El material que contiene»). Es fácil señalar algunas
que compone este volumen no tenía or- arbitrariedades. Un texto que se titula
den ni distribución. Formaba un macizo «El dolor de amor es el primero» aparece
de páginas escritas, en estado de correc-
en el libro de la Vocación, no en el del
ción, sin plan visible ni ordenación deDolor; una parábola, Los dos abanicos,
especie alguna, ha distribución en tres li-
que glosa el despertar de la vocación, no
bros y las designaciones con que ellos se encuentra en este libro, sino en el ter-
aparecen han sido naturalmente impues- cero, el de «Próspero». Por otra parte,
tas por el espíritu del material que con-
hasta los mismos títulos parecen discu-
tiene.» A esta labor de los hermanos detibles: ¿qué tiene que ver Próspero en
Rodó—devota, pero ejecutada sin los ne- Proteo?
cesarios requisitos técnicos—se asoció el A pesar de una declaración liminar so-
doctor Regules, albacea del escritor. Enbre la ineditez de las páginas reproduci-
su prólogo él mismo ha contado cómo das (salvo expresa mención en contra-
trabajaban: «Tengo sobre la mesa un rio), el origen bibliográfico de muchas de
montón de manuscritos que provocan, en ellas no fué claramente determinado por
cierta medida, la emoción de papeles sa-los recopiladores. Así, por ejemplo, un
grados... Los dejó así—en desorden de fragmento que pertenecía a una crónica
trabajo inacabado—el maestro... Y así los
de viaje (recogida desde 1918 en Ei Cami-
he encontrado al cabo de los años, como no de Paros) aparece reproducido con la
un testimonio callado y vivo de su espí-siguiente nota al pie: «Pudo sentir bien
ritu. Me toca, por privilegio de amistad,
de cerca Rodó, al recorrer entonces aquel
explorarlos por primera vez. Nadie los suelo [de Italia] en que ardía la guerra,
ha leído antes. Y la lectura se hace en las emociones provocadas por los episo-
común con los cuatro hermanos ejempla- dios de la hórrid,a tragedia mundial.-» Hay
res: María del Rosario, Isabel, Julia y Al-
otros ejemplos más notables. La estatua
fredo... Alfredo—todo comprensión y to- de Cesárea, parábola que Rodó había an-
do distinción espiritual—nos ayuda hastaticipado en Mundial (según se ha indica-
el fin en esta tarea, que acomete con pro-
do ya), aparece publicada sin indicación
lijidad conmovedora...» alguna y, además, escindido su texto en
El resultado de tanta devoción es el tres fragmentos, uno de los cuales (el
volumen titulado Los Últimos Motivos inicial) está separado de los otros dos
de Proteo, y subtitulado «Manuscritos por 144 páginas (véase págs. 181-82 y 326-
hallados en la mesa de trabajo del maes-335 de la edición citada).
tro» (Montevideo, 1932). Este error de lectura no es único. Un
examen atento del texto permite asegu-
rar, en otros casos, que las páginas ma-
TT nuscritas no fueron adecuadamente orde-
nadas. Un ejemplo: el fragmento que los
Parece necesario examinar cuidadosa- editores titulan «El dolor de amor es el
mente esta obra. Los textos reconstruí- primero» (págs. 183-84) lleva esta nota:
dos por sus hermanos fueron agrupados «El original encontrado termina aquí con

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—PROLOGO 891
la página, no habiéndose hallado las ho- Libro al publicar dos extensos e impor-
jas subsiguientes de esta interesante pro- tantes textos sobre crítica literaria, sepa-
ducción.» rados por otro sobre la creación artís-
Contra lo que allí se afirma, la conti- tica.
nuación no sólo ha sido hallada, sino que Dos de estos errores (el texto ya incluí-
está impresa en las páginas 144-45. Apa- do en El Camino de Paros, la arbitraria
rece unida arbitrariamente (como si for- fragmentación de La Estatua de Cesárea)
mara parte del mismo desarrollo) a habían sido denunciados por Pérez Petit,
otros dos textos con los que no tiene re- aunque sin prolongar más allá el examen
lación directa y bajo el título: «La lidia del libro. Otros investigadores han de-
del estilo, cuando es recia y honda, trans- nunciado ocasionales errores, como pue-
figura la personalidad.* El texto que la de verse en el Catálogo de la Exposición
precede versa sobre la lidia del estilo (en José Enrique Rodó (Montevideo, 1947).
efecto), pero el que la concluye, muy bre- Pero la tarea de revisión total no ha sido
ve y sobre el valor proteico del dolor, completada todavía con la publicación
constituye nada menos que el comienzo de un texto racionalmente ordenado. La
—aparentemente perdido-—de otro frag- empresa es sin embargo necesaria. De
mento que los editores insertan en las ahí que se haya creído oportuno inten-
páginas 183-84. Al reordenar estos frag- tarla en esta edición de sus Obras Com-
mentos se advierte una continuidad que pletas.
su azarosa publicación en el volumen
de 1932 impedía reconocer. ni
Hay ejemplos más transparentes aún.
Una parábola, que Rodó había titulado Parece importante atender la sugestión
Albatros, se publica entre las páginas 104- inicial del doctor Regules en el sentido
126, precedida de tres páginas que cons- de que algunas de estas páginas son «.ma-
tituyen su introducción. Pero su final no terial de una obra en formación». Es fá-
se encuentra inmediatamente, sino que, cil reconocer la continuidad de desarrollo
bajo el título «Sólo el recuerdo lírico», y de escritura de muchas de sus páginas,
está ocho páginas más adelante (pági- ¡o que hace pensar que se trate de frag-
nas 134-38). No es posible no reconocer, mentos d.e una obra futura. El propio
sin embargo, su continuidad, ya que el autor ha enfatizado esa continuidad en
"propio texto se encarga de advertirla al sus manuscritos, como cuando escribe al
comenzar: «La verdad de la naturaleza, pie de un texto: «sigue Albatros», esta-
recobrando sus fueros tras una desvia- bleciendo así su vinculación. El sentido
ción artificial en el sesgo de la vida, pue- de obra planeada se advierte asimismo
de traer, vencedora de los hábitos que en una anotación como ésta: «Libro quin-
ha constituido el tiempo, un despertar de to. La transformación genial», en donde
la originalidad malograda. Así pasó en se indica la condición de esbozo de capí-
Albatros.» tulo que tiene el texto. También parece
Un error semejante puede advertirse interesante la sugestión (no documenta-
e
n la transcripción de otra parábola: Los da, sin embargo, por el doctor Regules)
dos abanicos. A pesar de que la misma de que algunas de estas páginas hubieran
continuidad narrativa lo está previnien- sido desechadas por Rodó al preparar
do, se adelanta su conclusión, con lo que Motivos de Proteo en 1909.
Se
da el absurdo de que Rodó parezca En su correspondencia se encuentran
cerrar un episodio que, dos páginas des- declaraciones que permiten comprobarlo.
pués, continúa desarrollando. De otro ti- En caria a Juan Francisco Piquet (31 de
po, es el error perceptible en él tercer enero de 1904) traza una lista de las pa-
892 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

rábolas o cuentos simbólicos que proyec- páginas 59 a 73 y a la que ya se refería


ta para su Proteo, y menciona entre ellas, Rodó en la carta arriba citada.
una «cuya acción pasa en la Italia del ¿Qué concluir de estos ejemplos? Ante
Renacimiento y que pinta la locura de todo, la segura coetaneidad de ciertos
amor de un artista» y que no es otra que textos de Los Últimos Motivos y los
Violante de Portinacelli de Los Últimos Motivos mismos. Luego, aunque con más
Motivos de Proteo. También menciona cautela, la sospecha de que Rodó no los
otras del mismo libro: Los dos abanicos incluyó entre los de su primera selección
(«que relata la curiosa manera como un por considerar (tal vez) que no habían
escritor llegó a concebir la idea de una llegado a su necesario y alto perfeccio-
obra, viendo abanicarse a dos mujeres») namiento. Estas páginas habrían sido,
y El paladín menudo («en que se refiere pues, desechadas en 1909, conservadas
el sueño de un paladín de la Edad Media para futuros volúmenes y mayores des-
que se imagina sufrir diversas transfor- velos de redacción.
maciones»).
Por otra parte, una lectura simultánea
de estos Últimos Motivos y de los pri- IV
meros permite advertir cierta continui-
dad e inmediatez de pensamiento entre \ Esta hipótesis, formada sobre la base
ambas obras. A veces se trata de una fra- i de los mismos textos y las referencias de
se que se repite casi textualmente: «La \su correspondencia, se ha visto confirma-
vocación es el sentimiento íntimo de una \ da en parte por documentos inéditos del
aptitud» parece eco, o borrador primario, ¡ Archivo Rodó. Allí he podido consultar
de ésta: «La vocación es la conciencia de j un sumario de Proteo que dividía toda
una aptitud determinada.» Otras veces se \ la materia de la obra proyectada en cin-
trata de pensamientos que se prolongan co libros, al que se agregaría uno de In-
y quedan resonando de libro a libro. Pero troducción. Junto a ese sumario se en-
hay un ejemplo muy notable. Es una pá- contraba otro, bastante desarrollado, del
gina de Motivos (LXVIII) en que se en- contenido del libro quinto: Evolución de
cuentra esta frase: «¿Podrá esta falta la personalidad y las ideas. Sobre el plan
de amor exaltarse alguna vez hasta el de este libro ordenó posteriormente Ro-
odio? ¿Será posible que el desvío para dó los capítulos de Motivos de Proteo,
con el don superior que recibimos de la como puede comprobarse por el cotejo
Naturaleza, llegue hasta el aborrecimien- •.de ese documento inédito y el sumario
to del don y el arrebato iracundo contra '. de esta obra. (Inserto, a la izquierdo, en-
él?... ¿Por qué no, cuando el instinto de tre corchetes, el número del capítulo co-
la aptitud se alza y rebela contra la con- rrespondiente de Motivos de Proteo,)
dena injusta: cuando la necesidad, el
prurito irrefrenable, de expansión, que [i] La transformación en el tiem-
suele estar en la esencia de las aptitudes i po es inevitable.
grandes, lucha contra el desesperado es- [Tí] Hay que guiar esa transforma-
fuerzo que hace la voluntad por dome- ción.
ñarlo y reprimirlo?...» El texto se cierra [ni] La curva.
o interrumpe con una línea entero, de \ [iv] De la curva nace la armonía
puntos suspensivos, lo que indica la omi- I de las edades.
sión del desarrollo correspondiente. Ese ¡ [v] Los ancianos de Atenas.
desarrollo existe, sin embargo: es la pa- j [vi] No siempre la curva es posi-
rabota sobre Violante de Portinacelli, ; ble.
que Los Últimos Motivos recogen en sus ' [vin] El niño y la copa.

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—PROLOGO 893
[ix] Comentario del niño y la copa. [cxxx] Inconsecuencia a p a r e n t e y
[x] Don Quijote vencido. constancia honda.
[LXXX] Enfermo y alpinista. [cxxxi] También los falsos perseveran-
La fisonomía de Diderot. tes son apóstatas.
[LXXXII] Goethe, como tipo de renova- [cxxxn] Los amigos de Pirrón.
ción. [CXXXIII] No se es infiel con el pasado.
[LXXXIII] E! dilettantismo. [cxxxrv] De una fe íntima siempre que-
[LXXXV] Alcibíades. dan vestigios.
[xcvín] Los unificados. [cxxxv] Los 3 cuervos de Islandia.
[xcix] La manzana de Safo. [cxxxvi] Comentario de los 3 cuervos.
[c] Los seis peregrinos de Eubea. [cxxxix] Sin liga de sentimiento no te
Marino, maestro, forjador. renovarás.
El jardín inglés. [cxmr-v] V. Hugo, Nlonti, Peregrino Pro-
[ci] AI través de todas las trans- teo.
formaciones... [CXLVII] Versatilidad que remata en
[cu] Influencia del techo. convicción (S. Justino).
[cxi] Rol disciplinario del sentimien- [CLVI] Final-resumen del Libro V.
to director. [CLVII] Paisaje de otoño.
[CXII] Rol sugestivo del sentimiento [CXVIII] Conclusión.
director.
[cxiv] El mito de Hylas. Un examen conjunto de ambos suma-
[cxv] La tolerancia. Simpatía por to- rios (el del libro, el proyectado) permite
das las ideas. advertir, ante todo, que en el plan ma-
[cxvi] Ha de ser dinámico nuestro nuscrito no se encuentran todos los ca-
ideal. pítulos del volumen de 1909. Hay gran-
[cxvn] No es la fe más inmóvil la des claros, en particular, entre los ac-
más viva. tuales capítulos X y LXXX. También se
advierte que aparecen en el proyecto al-
[CXVIII] La petrificación del tronco de gunos temas que no fueron incluidos en
árbol. la edición de 1909: por ejemplo, El jardín
[cxvm] «Creen que creen». inglés. (En esta transcripción no tienen
[cxix] Auto-sugestión de ideas simu- número.) Ambas comprobaciones permi-
ladas. ten asegurar que este sumario manuscri-
[cxx] Cómo definió Rousseau sus to es bastante anterior a ¡a publicación
opiniones. de Motivos de Proteo; que en el momen-
[cxxi] Examen de conciencia. to de redactarlo, todavía Rodó continua-
Lcxxii] Si todos hicieran ese examen... ba proyectando una obra orgánica divi-
[cxxni] No hay convicción tal que de- dida en cinco libros y de la que aquéllo,
bas dejar de trabajar. sería sólo la quinta parte. Lo que ahora
[cxxiv] Una fe es hacienda acumulada. interesa subrayar, sin embargo, es otra
[cxxy] Cada vez que... voces diferen- cosa. Tres son los capítulos que figuran
tes. en el índice manuscrito y no en Motivos.
[cxxv] El orgullo mas necio: no va- Los tres se encuentran entre Los últi-
riar. mos Motivos de Proteo. Bajo el título
c
*xvi] ¡Apóstata! ¡Traidor! equívoco de «El inefable quid, personal
LCXXVII] El discurso de Gorgias. y el ritmo de los cambios en la obra
Lcxxvin] Montano y montañistas. pictórica» han sepultado sus editores La
'•^Xix] Desde que una idea se crista- fisonomía de Diderot (ob. cit, pp. 175-
liza en partido. 177). En dicha, transcripción, por otra
894 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

parte, se le ha agregado un fragmento LIBRO I. Las vocaciones.


inicial que no le pertenece y que versa LIBRO II. Los agentes de transforma-
sobre el valor proteico de la inspiración ción moral.
en el artista plástico. Marino, maestro, LIBRO III. Origen y proceso de las trans-
forjador se encuentra disimulado bajo formaciones morales.
el incoloro título: «Concentrado en la ac- LIBRO IV. La transformación genial.
tividad monótona de cada ejercicio» LIBRO V. Evolución de la personalidad
(ob. cit, pp. 139-141). El jardín inglés y las ideas.
resulta en esta edición: «-El bello y orde-
nado desorden-» (ob. cit., pp. 89-92). Este plan inédito no lleva fecha, pero
El examen de estos ejemplos permite por las palabras liminares de Motivos de
asegurar la coetaneidad de Motivos de Proteo puede deducirse que es muy ante-
Proteo con algunos de estos Últimos de rior a la preparación inmediata de este
193,2. Esto no significa que todos sean volumen. En efecto, el plan supone una
coetáneos m (menos) que al no incluirlos distribución del material en forma de
Rodó en la primera obra demostrara así tratado. Al publicar Motivos es evidente
su desafecto. Nada de eso. Por otra par- que Rodó ha desechado esa forma y ha
te, según apunta el doctor Regules en sus escogido la menos rigurosa (pero más
notas, algunos textos revelan (en la cali- sugestiva) de un libro en perpetuo de-
grafía, en las correcciones) que continua- venir.
ron siendo elaborados hasta el momento Al reeditar las páginas que sus fami-
de su partida a Europa. (V. nota p. 315.) liares habían recogido con tanta devo-
Coetáneos o posteriores a los de Motivos ción como desorden no era posible pre-
de Proteo, casi todos los textos que fue- tender imitar ese movimiento libre y poé-
ron recogidos en 1932 poseen un induda- tico (de secreta lógica) que empleó Rodó
ble parentesco con los del famoso libro, en sus Motivos. Era necesario atenerse al
están íntimamente relacionados con ellos, plan primitivo sin pretender disimular
revelan la continuidad del pensamiento para nada sus lagunas o la insuficiencia
de Rodó al centrarse—a lo largo de los del material conservado. De acuerdo con
años—en ciertos temas.
este plan, y luego de una lectura minu-
Puede asegurarse que estas páginas per- ciosa del volumen publicado por el doc-
tenecen a Proteo, son Motivos de Proteo, tor Regules y los hermanos de Rodó, pro-
aunque no sea posible afirmar que son
Nuevos o que son Últimos. En realidad, pongo aquí una nueva ordenación qu&
debe de haber de ambas clases. De aquí intenta restituir las páginas a las unida-
que la única denominación adecuada pa- des que el mismo autor había concebido
ra esta colección postuma sea la de Pro- primitivamente. No quiero dejar de apun-
teo, sin calificaciones que la limiten o tar, sin embargo, algunas reservas nece-
embanderen. sarias. El estudio exhaustivo de la pape-
lería de Rodó no se ha realizado todavía;
V cuando se cumpla, tal vez sea posible 1°'
grar una reordenación más exacta Qtí&
Ya se ha hablado de un plan general la que hoy se ofrece aquí. Podrán tal vez
de Proteo que se conserva en el Archivo encontrarse nuevas indicaciones, nuevos
Rodó. Dicho plan distribuye de la si-
guiente manera la materia del libro pro- sumarios o planes más completos que
yectado: determinen ajustes más finos y hasta mo-
dificaciones sustanciales; los textos Vo'
INTRODUCCIÓN. La complejidad natural. drán ser aliviados de errores de lectura.
El conocimiento propio. No es posible adelantar ninguna opinión

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—PROLOGO 895

segura, por ahora. Parece indudable, sin RIS STELLA, fué inscripto por Rodó en el
embargo, que hay que renunciar para álbum de una dama y pertenece, por lo
siempre a la reproducción total del plan tanto, al grupo de sus Escritos miscelá-
o de los sucesivos planes que tenía Rodó neos, al que ha sido devuelto. He incor-
en la mente cuando hablaba de su porado, por otra parte, una página olvi-
Proteo. dada que Rodó publicó en el semanario
El libro así reordenado es un nuevo li- bonaerense Caras y Caretas bajo el títu-
bro. Aunque sus textos fueron ya impre- lo Transfiguración (3 de mayo de 1916).
sos en Los Últimos Motivos de Proteo, Aunque no lleva ninguna indicación ex-
la azarosa distribución volvía casi impo- plícita que la refiera a Proteo, parece
sible la lectura. En esta nueva presenta- evidente que integra un desarrollo, más
ción se ha perseguido, ante todo, la con- amplio, sobre el estado glauco, del que
tinuidad del pensamiento. También se ha tanto se habla en este libro y al que ya
intentado restaurar en la medida de lo me he referido extensamente en la Intro-
posible la continuidad poética. Muchos ducción general (I, 4). Por estas razones,
textos adquieren así una importancia que lo he insertado entre otros textos sobre
su desmembramiento ocultaba; otros, re- el mismo tema.
sultan enriquecidos por la recuperada co- He conservado ciertas peculiaridades
herencia del razonamiento. La estatua de de la transcripción hecha por los familia-
Cesárea aparece ahora recompuesta y en res. Los espacios en blanco que ellos in-
toda su perfecta elaboración. Los textos dican han sido mantenidos; también he
sobre la función creadora del dolor ad- reproducido las variantes que recogen
quieren por primera vez sentido unitario; en notas al pie de la página; sus anota-
las reflexiones sobre el estado glauco (y ciones han sido en general conservadas
su contrario, que le permiten a Rodó al- \ (aunque he debido suprimir las que re-
canzar la comunicación con un mundo sultaban superfinas luego de la reorde-
más profundo y conmovedor que el de nación de los textos). Para distinguirlas,
su clásica serenidad) sólo ahora logran he empleado las iniciales D. R., que co-
mostrar toda su significación autobiográ- rresponden al doctor Dardo Regules. No
fica; las páginas sobre la crítica y la na- he conservado, casi nunca, los títulos ca-
turaleza del crítico, descuartizadas en el prichosos con que sus familiares identi-
volumen de 1932, resultan mejor inte-
gradas y más reveladoras del pensamien- ficaban los fragmentos; los he sustituido
to central de Rodó. \ por otros que aluden con mayor preci-
Un libro que parecía perdido para la sión a su verdadero contenido.
¡ñera y gozosa lectura, que estaba con-
denado a ser únicamente pasto de erudi- NOTA. En un folleto periodístico dedicado a
x
°s, queda ahora incorporado a la circu- Rodó y publicado por el semanario Marcha, de
Montevideo (mayo 1967), el profesor Roberto
lación general. No quiero decir con esto j Ibáñez anticipa algunas páginas de su restaura-
Que no haya todavía espacios en blanco ción\ de este mismo libro. Aunque es imposible
0
fragmentos perdidos. Pero ya es posi- pronunciarse sobre su trabajo hasta que no lo
^ e practicar una lectura continua y sin publique íntegramente (lo viene anunciando
Mayores tropiezos. desde hace unos veinte años), para esta reedi-
Dos palabras sobre el texto. Con dos ción de las Obras completas ya he podido uti-
lizar algunas de las observaciones, variantes y
acepciones, se reproducen todos los tex- rectificaciones que hace en dicho folleto el pro-
to
s recogidos por los familiares. Los dos fesor Ibáñez. También he incorporado ahora
te
xtos omitidos corresponden, uno, a las tres de los textos que él ha rescatado de la
^nicas de viaje (como yo, indiqué) y papelería inédita de Rodó: son los que aquí
(tonda el lector lo encontrará; otro, MA-llevan los numerales LXV, LXVI y LXXI. (1967).
8% JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

[INTRODUCCIÓN
LA COMPLEJIDAD NATURAL. EL CONOCIMIENTO PROPIO]

[I] de las cosas del alma según opuestas afi-


nidades electivas, que reparte nuestro
[EL PERSONAJE INTERIOR] mundo interior en dos campos rivales. Si
esta oposición llega a manifestarse en
A menudo, esa nueva personalidad que ocasiones por la eventual preponderan-
el arte de la educación suscita y puede cia del más débil, que logra un triunfo
hacer prevalecer sobre la otra, tomando efímero y abate transitoriamente al que
pie de las inconsecuencias espontáneas le tenía en cautiverio, o bien si el casi
de ésta o provocándolas; esa nueva per- equilibrado poder de las dos fuerzas que
sonalidad existe no ya bosquejada, sino compiten hace que con tanta autoridad
casi concluida en nuestro natural: las y frecuencia prevalezca la una como la
desviaciones o anomalías de nuestra per- otra, la dualidad aparece de bulto, y el
sonalidad se manifiestan entonces, no alma duple se manifiesta tal ante su pro-
por singularidades dispersas: ideas, emo- pia conciencia; y mediante sus actos,
ciones, impulsos de voluntad que no l ante las miradas del mundo. Pero no
guardan relación concorde con los otros, ¡ dejará de existir la dualidad porque ella
porque se dan aislados y sin ritmo; sino ; permanezca ignorada de quien la lleva
por todo un orden de hechos de concien- en en sí mismo, ni en el caso de que,
cia que abarca, concertada y simultánea- por la incoordinación e inferioridad de la
mente, toda el alma y que, así por su tendencia más débil, sólo alcance ésta
carácter general como por su duración, a demostrarse alguna vez por inhibi-
semeja una personalidad nueva que se ciones aisladas, o menguando ocultamen-
sustituyera durante cierto tiempo a la te la fuerza que despliega en sus actos la
que había, una segunda alma que elimi- • potencia rival, sin que llegue nunca a
nase a la que obra de ordinario, un So- quedar sola en el alma y dar razón de sí.
sias interior que compartiera el gobierno Es entonces, esta personalidad menor,
de uno mismo. Aquellos en quienes esto como esos cuerpos celestes cuya existen-
pasa, de manera intensa y frecuente, pue- cia sólo vino a ser sospechada por las
den decir como Fausto: «Dos almas ha- • alteraciones que producen en la marcha
bitan dentro de mí, y tienden sin cesar a de los otros. Una vislumbre o vago sen-
separarse la una de la otra.» Son los tem- timienío de este dualismo parece estar
peramentos de contraste, o bien los tem- en el fondo de aquellas mismas almas
peramentos compuestos de Paulhan; los que con más fuerza son conscientes de
contradictorios alternativos de Ribot, su unidad personal y su entereza. ¿Quién
Pero más que peculiaridad de una espe- sabe si para la interpretación que el
cie de temperamentos ¿no podría consi- hombre primitivo dio a la sombra que su
derarse este dualismo condición casi uni- i cuerpo proyectaba en la luz, y a la ima-
versal de la naturaleza humana?.,. La gen que su reflejo transponía en lfs
complejidad que está, como ya nota- ! aguas, hechos en que vio la manifestación
mos, en la esencia de nuestra naturale- | de una misteriosa mitad de su ser, inde-
za, toma casi siempre la forma de una ] pendiente de la otra, y que acaso fué lúe-
oposición dual, de una doble agrupación ' go, en la conciencia humana, el alma, Ia

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03RA POSTUMA.—9: PROTEO.—INTRODUCCIÓN 897
Psiquis inmortal, la mariposa angélica; fin de imaginarlas. Hay a menudo en
quién sabe, digo, si para tal interpreta- ella una realidad psicológica más honda
ción no concurrió, además de la sorpre- que se refiere a la escisión latente de la
sa de los sentidos candorosos ante las personalidad, como en dos personalida-
artes de la naturaleza, cierta oscura con- des parciales: una, que domina constan-
ciencia de una lucha de poderes interio- te o preferentemente; otras, que aspira a
res, ya esbozada en el seno de la simpli- dominar, y tiende a ello, sin descanso,
cidad y la naturaleza primitivas? en la sombra; quizá en sombra a cuyo
El genio familiar, el demonio, que la hondor no ha llegado nunca la claridad
antigüedad pagana aposentó en el pecho de la conciencia.
de cada hombre; aquella casta de divini- Llamemos el personaje interior a este
dades intermedias entre lo terrestre y lo infiel habitante de nuestra alma, en el
olímpico, que vinculaban a cada destino cual se organizan las tendencias ocultas
individual su sugestión progicia o funes- que, sojuzgadas por las que habitual-
ta, son, claramente, el mito en que se mente ejercen su potestad sobre cada
concretó la observación de esta dualidad uno de nosotros, luchan, sin embargo, a
que está en el fondo de las almas.— | fin de prevalecer sobre éstas y algunas
«¿Puede haber hombre que no haya visto I veces logran su designio. ¿Hay alma don-
demonios?», preguntaban los adeptos de de no se hospede, más o menos en secre-
Pitágoras según aristotélico. I to, este huésped? ¿Hay confesión, historia
Lo que yo entiendo así; ¿puede haber i individual o diario psicológico, donde no
hombre que nunca haya sentido sobre sí se perciba o adivine la huella de su pa-
mismo la asistencia de un poder diferen- ! so?... Miro los lomos de los libros en
te del que ordena los pensamientos y los ¡ el estante que tengo enfrente de mí, y
actos de su vida común?... Más clara to- I escojo al azar algunos nombres. Balzac:
davía fué concedida la intuición de esta Í ¿hubo personaje oculto en Balzac?
complejidad a los hombres, desde que ¿Quién puede dudarlo si recuerda al ilu-
ellos se bautizaron; porque la idea cris- minado, al místico, al swedenborgiano,
tiana es ya, de por si, la afirmación de que suele cruzar de inopinada manera,
la dualidad fundamental de nuestra na- en su obra inmensa, el camino del ob-
turaleza; y el sentimiento de esta duali- servador positivista, del profeta de la rea-
dad debía favorecer la conciencia y la lidad? Quevedo: allí veo, en un libro, la
expresión de todas las contradicciones faz que ríe, niega y se burla: allí, en otro
internas. En las angustias de la tentación libro, la de la austeridad penitente, la del
y ía duda; en las contiendas de la santi- ascetismo de pensamiento y de cora-
dad y el pecado, del ángel y la bestia, del zón.—Maquiavelo: bajo la personalidad
barro y el espíritu, el cristiano siente es- manifiesta del florentino contemporáneo
cindirse en dos potencias su alma. Como de los Borgias, sin ley moral que no sea
e
I jinete de la balada de Mürger, entre la del culto de la hermosura y de la fuer-
e
l caballero de la derecha y el de la iz- za ¡cómo se alza y revela de improviso
quierda, así él hace su camino en el mun- \ en él, el censor escondido, el alma opre-
^°, entre el Enemigo y el Amado, entre i sa templada para la virtud! ¡El perso-
!<
el rey de Babilonia y el de Jerusalén»; naje interior de Heine! ¿Quién no lo
^' esta discordia de que las almas santas conoce y admira, si el soñador angélico
n
°s hablan no corresponde simplemente que, rompiendo la dura corteza del es-
a
iUna oposición de estímulos exteriores, céptico demoledor, asomaba de- cuando
n
* a modificaciones internas, separadas ! en cuando, con las rosas del Cancionero
solo por abstracción y personificadas a \ en. la mano?...
^^TJO.—29
898 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS

[LIBRO i
LA; i VOCACIONES]

[II] ¡Eufemia tiene entreabierto su abanico:


tres de los dobleces del país están paten-
LOS DOS ABANICOS tes, y sobre ellos aparece una figura se-
I ñoril; estampa (1) de caballero peripues-
Espíritu soñoliento y sin sello de vo- to y ya maduro. Mis ojos vagos fíjanse,
cación o de promesa, era el mío. Poco sin quererlo, en él. Reverencia, sonríe,
ejercitaba mi atención e interés; me mo- \ brinda finezas, acaso ofrece amor... ¿A
vía poco, y aun la libertad de mis hol- ! quién? Eufemia cierra su abanico. El que
ganzas, más que la forma activa del jue- | maneja Araminta se abre entonces y
go, solía tomar la del ensimismamiento, muestra un campo artificioso de égloga.
o la de una vaga y contem- Hay una fresca gruta, una fuente, unos
plación. mirtos; a trechos, brinca algún cordero
Cierta tarde permanecía yo en un án- enguirnaldado. Pulcros pastores forman
gulo de la sala, la cabeza en la mano, corro entre volcados zurrones, Pero he
entre contemplativo y pensativo, mien- aquí que, con un movimiento de Aramin-
tras un rayo de sol, cortando al sesgo la ta, esa visión se desvanece. En cambio,
estancia, movía frente a mí una danza de Eufemia está tal vez contando un paso
átomos. Junto al balcón, doradas por de amor; y en este instante, sus labios
áurea luz, sobre ancho canapé tapizado necesitan escudo. Vuelve a mostrarse el
de oro y celeste, Araminta, mi hermana, reverenciador sutil, con su marchitez
y Eufemia, amiga suya, cambiaban con- agradable. Ahora se ve que está en una
fidencias y risas. De sus palabras, ate- sala de risueños (2) tapices de que habla
nuadas por la discreción, sólo percibía a una rueda de señoras. No sé qué espon-
yo algún eco escapado a la vigilancia del taneidad de mi imaginación sin empleo
secreto. Pero lo que libremente perci- me lleva, mientras miro, a adivinar lo
bía era, en sus manos ágiles y blancas, co que les habla. Se abre de nuevo el abani-
de Araminta. Y ¿por qué—me pregun-
el juego de sus abanicos, que ya se to—(ya que ello pasa en... del siglo die-
abrían o entreabrían, ya se replegaban ciocho), no será que él invita a una ex-
del todo; ya, escudando los labios, favo- cursión campestre donde se evoque la
recían el paso de una frase más que Arcadia pastoril? Los dos abanicos roe'
otras furtiva; ya, agitando el aire a com- cen el aire con desmayo. En el de Eu-
pás, denunciaban, si vivos, interés o emo- femia, entre las figuras de mujer, y alh
ción que aceleraban el ritmo del colo- para donde está mirando el viejo eglógí-
quio; si lánguidos, la indolente voluptuo- co, hay una figura que no es ya de cuer-
sidad de la confesión de algún sueño. En po de niña, pero que aún no tiene el di-
el abanico de Araminta había, pintado seño de la femineidad. Para imaginar
en (1) el país de fina estofa, un cuadro cómo la pintó el miniaturista, júntese en
campestre y pastoral. En el abanico de candor, curiosidad y deseo. ¿Habrá quien
Eufemia, sobre papel de China, campea-
ba una escena urbana y galante.
(1) Talante. [D, R.'J
(1) Sobre. [D. R.j (2) Graciosos. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO I 899
dude—pienso yo—que la invitación ga- • asedios el corazón caduco y
iante cubre la codicia de una ocasión en ¡ ríen de burlas y no de amor. ¿Qué es
que esta flor de gracia revele el zumo ¡ sino risa la que en este instante hace
dulce y salaz, y que, para ella sobre todo, j vibrar, tras los abanicos desplegados la
están compuestas la donosura de esa re- j pastora en los • labios de Araminta, la
verenda y la melosidad de esa sonrisa? flor de ciudad en los de Eufemia? Cuan-
Un ademán nervioso hace plegarse, en do la risa acaba, miro en el abanico pas-
este instante, el abanico de Eufemia. toral las lejanías del cielo y bosque. Hor-
Pongo imaginativamente que, concertada tensia pregunta si el campo her-
la excursión pastoril, las damas parten, moso y fragante tiene un límite
con caballeresco séquito, a su Arcadia. es de sentir que no le tiene. Hortensia
Véolas, cual recortadas figulinas, cruzar propone: las dos a gozar de su li-
el aire en dirección al abanico pastoral, bertad divina, y a buscar por ella el amor
que luce abierto de lleno en lleno. La misterioso y hechizado de que hablan las
blanca estofa muestra completo el corro canciones y los cuentos? aplaude,
de pastores, Al extremo de este corro, y agrega citar para un mismo sitio a los
una lindísima zagala. Al otro extremo, dos galanes a fin de que las esperen en
toca el rabel un viejo rabadán. Se eclip- vano, y sólo el uno al otro se encuentren,
san, vuelven, por volubilidades de Ara^ en tanto que ellas irán en fuga por el
minia. Ella semeja Clóe y él Sileno. Ple- campo infinito comparable (1) a dos ra-
gase a la mitad el país de seda, y los yos de sol.
dobleces sobre que están pintados que- Los abanicos, de nuevo desplegados, es-
dan juntos. La crespa barba hirsuta toca cudan nuevas risas. Yo las refiero al fra-
en el cuello columbino: las gruesas cal- caso del amor senil en una escena de
zas rozan el leve faldellín gracioso. He ; rincón nemoroso, donde, tras la sorpresa
aquí que Araminta abre todo su abanico | del encuentro, el desengaño compartido
de un impulso. La cohorte alegre que cru- i busca el alivio de la confidencia. Y lue-
zaba el aire llega y se estampa sobre go, cuando mi atención vuelve a la pers-
seda, pidiendo sitio al concurso pastoril. pectiva clara y honda, que luce en manos
Vese un bosque lejos. El cielo, de Araminta, es el imaginar la alegre
como de país de acuarela, es claro y fuga, el vuelo de alondras libertadas al
dulce; y por su diafanidad pasan dos pá-1 través de la extensión vaga y agreste, so-
jaros. i bre los prados en flor, bajo las ondas
Eufemia, atenta a esa canción que a ¡ del viento que se embriaga en la frescura
ftiedia voz dice Araminta con su !de los cálices y dice cosas dulces y am-
abanico cerrado un aire suave. Finjo j biguas. Eufemia ha puesto el abanico
e
n mi Arcadia la señal de las danzas can- galante de modo que toca en él un rayo
torosas siguen a una el de sol, y en el papel de China resplan-
son del rústico rabel. Un juego rápido j decen los semblantes de las damas y sus
abre y replega en manos de Eufemia el ¡ trajes . Mientras las pequeñas hu-
abanico: pasa el sutil galanteador, pasa ¡ yen, mientras los sátiros burlados se due-
Su
presa, y yo los junto en el giro de la len, quiero que ellas estén con los pasto-
danza. Luego, movidos por manos de res de abanico, en juegos de amor; y los
Araminta, pasa, con la zagala, el raba- caballeros que les di por séquito, con
^an. Mi complacencia en la ficción las blancas pastoras. Consorcio
sube de punto, Quiero poner un nom- Araminta mueve con un rit-
re
^ a la zagala; será Hortensia. Otro a la mo de scherzo el abanico pastoral. Sobre
*lor que el caballero ansia; será
hortensia v se están narrando los (1) Semejantes. [D. R.]
900 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

el azul claro de su cielo, los dos pájaros en el de Eufemia, dos finas puntas que
que pasan ponen un azul más oscuro. coronan la frente doblada en ceremonio-
Hortensia afirma haber visto levantarse sa reverencia. Oigo un acorde bufo, den-
un pájaro azul de la cima de aquel ár- tro del cual tiembla, y como que no se
bol florido y añade que otro pájaro azul atreve a concretarse un hilo de dolor.
la está mirando en este instante sobre ¡Sileno! ¡Sileno! ¿No fué por como al-
aquel Término de mármol. ¿Serán trans- ma griega la melancolía? Entre tanto,
figurados príncipes, héroes de belleza y flores y guirnaldas dispersas, copas de-
amor, como los que viajan por los cuen- jadas, tendidas pieles, cestos, y todavía
tos? Dulce aventura. Acaso a las que los algún eco cercano de canto o de oaristis,
sigan y aprisionen, o descubran su refu- atestiguan cómo pastoras y señores, pas-
gio ignorado, deberán ellos entregar su tores y marquesas, han concertado las
corazón. Hortensia y corren de- Horas y las Gracias. Aquí ambos abani-
trás de los pájaros azules. El abanico cos, casi a un tiempo, se cierran; y el
pastoral, puesto a apagar en las mejillas desenlace de la ficción deslíe en el aire
de Araminta la llama de una emoción su nota de horaciana o epicúrea;
traidora, pasa del scherzo al prestissimo. con cierto dejo de sentimentalismo musi-
Los maravillosos pájaros huyen, se re- cal: la decepción irónica, para la edad
montan, se abaten; suben a las copas cansada y fría; para la mocedad ardien-
frondosas, rastrean en los sembrados y te, el fruto cierto; a la puericia leve y
las matas, liban de paso alguna flor. Sus candida, el perseguir sus pájaros divinos,
perseguidoras, ciudadana y zagala, corren mientras se pinta de oro el fruto sin
como ciervas. El sol las sonríe. Las pelu- sazón.
sas de cardo siguen tras ellas a favor del Los abanicos ideadores han quedado
viento que ellas hacen. Dejan verdes lla- quietos y como en suspenso, porque un
nuras, suaves colmas, frescos sotos. No rumor de pasos se acerca. El coloquio de
sólo en los pájaros hay alas. ¿Qué ruido Araminta y Eufemia concluye. Yo vuel-
es ese que las suspende, de músicas y vo en mí de mi contemplación somno-
juegos?... Tal vez allí está el triunfo. lente. Tomo conciencia de esta opera-
Tal vez está cercano el encantado país ción subterránea de mi espíritu; y
que será término y galardón de su osa- un sentimiento nuevo me inquieta.
día... ¡Sorpresa infiel! Siguiendo a los pá- ¿Seré yo autor? ¿Habré compuesto, sin
jaros azules, han vuelto a donde los pas- quererlo, el esquicio, de una cosa d¿
tores y sus huéspedes componen, al amor teatro? Esto pensaba cuando aquella mis-
del sol, su fiesta galante. He aquí otra ma noche tomé posesión del escritorio
vez la escena pastoril. Ríe Araminta, con de mí padre, ausente en la guerra del
risa que a mí me parece sin burla, ale- Imperio, y puse manos a la obra. Se-
gre y buena. En esta risa, pongo yo el ría ella una comedia pastoral y lírica,
desconcierto de las aventurillas recobra- ' para la que requeriría el auxilio de las
das, su confesión, el tierno interés con notas de Auber y de los pinceles de
que la escuchan los otros, y el festejo in- Había decoraciones de acuarela, arias de
dulgente que hacen de sus cuitas. Eufe- amor y bailes rústicos, y mucha música,
mia prorrumpe en una risa más larga, a la que se transportase el olor del heno
pero cruel. Escena nueva es ésta. ¿No apenas cortado, la placidez del amarillo
será que el concurso recibe a los sátiros de la paja de Italia, y el son del carami-
burlados que vuelven después de un día llo; todo ello contenido dentro de una
sin gloria? En el abanico de Araminta me I sutil y miniada artificiosidad. Así fue
figuro ver ahora hendidos cascos por re- | como el instinto de la composición dra-
mate del cuerpo del viejo rabadán; y j ma tica, que se anunció en mi

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO,—LIBRO I 901
por la pastoral que compuse, cuando te-
nía quince años, en colaboración con el [IV]
abanico de Araminta y el de Eufemia. VIOLANTE DE PORTINACELLI

La condesa Violante de Portinacelli fué


[III] una soberbia ñor del Renacimiento ita-
liano. La Venecia de entonces no refleja-
ODIAR EL DON QUE SE TIENE
ba en sus espejos soberbios ni en sus
aguas dormidas imagen más bella que la
La vocación es el sentimiento íntimo suya. Asentábase bajo esta belleza aris-
de una aptitud; y es ley natural que casi tocráticamente, sensibilidad escogida, co-
siempre la aptitud se acompaña de la mo pareja augusta que merece lo her-
vocación que la mueve a desenvolverse. moso del palacio; pero era la forma, la
Está en el orden de las cosas que quien belleza misma, lo que en aquella época
tiene un mérito lo ame y se complazca de la resurrección gloriosa de los már-
en él. Pero no falta el caso de que el que moles la alzaba al rango de un símbolo
posee una aptitud y tiene conciencia de ; dominador. Señalaba la perfección sere-
ella, lejos de estimularla y honrarla, gra- na de su cuerpo, el ápice ideal en que
to a la dádiva de la naturaleza, pague termina la estatua y empieza la hermo-
esta dádiva con indiferencia y desvío. sura viva. Si se la suponía ensimismada,
Aun en aquellos que desenvuelven y ejer- era la diosa; si un poco ebria, el desper-
citan aptitud real, suele el aprecio que tar del alma en la carne. Tal como apa-
hacen de sus dones ser punto menos que : recia en la eterna fiesta de su tiempo, ya
nulo y estar muy por bajo del que con- ! no era mármol, aún no era palpitación.
sagran a otra aptitud inferior que en I Así, suspendida entre la tierra y el
ellos concurre, o a una, ilusoria y vana, cielo, Donna Violante culminaba sobre
que piensan poseer. Por otra parte, la el sueño de arte y amor de gentilísima
tiranía de una pasión, de un interés, de cohorte, sociedad de nobles helenizados,
una ciencia, como en el asceta que re- artistas pulcros y mercaderes entendidos
prime y sacrifica sus talentos, juzgán- : en letras que cifraban en ella el resur-
dolos vanidades del mundo, puede inhi- gimiento de la divina antigüedad, y
bir el sentimiento de la vocación y ha- veían, en la altísima calma de sus ojos,
cerla objeto de desestima y olvido. Pero el amor del Fedro y el Convite; en la
cpodrá esta falta de amor exaltarse al- armonía de su cuerpo, el arquetipo de
guna vez hasta el odio? ¿Será posible la forma, posado sobre el mundo; la
Que el desvío para con el don superior paz olímpica en su frente; el numen de
Que se ha recibido de la Naturaleza lle- la persuasión en sus labios, y en sus ma-
gue hasta el aborrecimiento de este don neras y actitudes, la concordia de núme-
y el arrebato iracundo contra él? ¿Por ros pitagóricos,
Qué no, cuando el instinto de la aptitud El pintor Doménico Casavanti era, co-
s
e alza y rebela contra la condena injus- mo otros hombres de su tiempo, un al-
la
> cuando la necesidad, el prurito irre- ma primitiva y refinada a la vez; mitad
frenable de expansión que suele estar en de pendenciero impenitente, mitad de
^ esencia de las vocaciones grandes, lu- fino artista. Su padre había sido tallador
c
ha contra el desesperado esfuerzo que de piedras preciosas en Perusa. Domé-
lla
ce la voluntad por dominarlo y repri- nico tenía cinco años cuando un día
mirlo? Escuchad, a este propósito, una tomó de sobre ia mesa descuidada del
historia. i tallador un puñado de piedras, y echan-
902 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dolas al aire, por donde pasaba un rayo pasar en lenta góndola a Donna Vio-
de sol, prorrumpió en tales gritos y de- lante.
mostraciones de júbilo que, al acudir a Había ido él en busca de maravillas
él, le creyeron presa de un delirio. Como del color a Venecia. La línea pura, ape-
le prohibieran jugar en adelante con las nas tocada por la vida, ganó su espíritu
piedras, enfermó de contrariedad y de- a traición. Se enamoró Doménico, y fué
seo. Así se reveló en el niño la pasión con esa intensidad concentrada, a un
del color. tiempo ardiente y tímida, que la pasión
Quince años tenía y se encontraba, de amor suele asumir en las naturale-
una noche de carnaval, en la vía del zas violentas. En vano sujetó él el pri-
Corso, de Roma, cuando, respondiendo mer ímpetu de este amor en su alma,
al simulacro de un enmascarado que le como se sofrena al bridón al columbrar-
amagaba por burla con sable de madera, se la pendiente temida. Toda el alma se
le hundió en el corazón el estilete que incendió de amor. Y este incendio, cual
ocultaba en su seno. Así se reveló en el si un fuego purificador lo animara, pa-
adolescente lo fiero de la índole. Favo- reció limpiar a aquella naturaleza bravia
recido por Clemente VII, Doménico pin- i de tosquedades y fierezas, o la redujo,
tó desde muy joven y con afición vehe- i más bien, a lo más hondo y escondido.
mentísima; pintó con atrevimiento de i La amistad de Ticiano abrió a Doménico
luz y de color que reproducían, por coin- las casas patricias de Venecia. Conoció
cidencia de temperamento, el brillo, para Donna Violante, que cautivóle aún
él desconocido de los venecianos. No po- más que le había cautivado ya con su
cas veces la mancha de pintura alterna- hermosura, con su distinción y majestad
ba en sus manos vigorosas y finas con serenísima. Cierta noche se conversaba,
la sangre de una querella. Guerreó tam- entre los muros radiantes de una sala,
bién, en aquel tiempo en que la guerra de la estatuaria y la pintura. Había pre-
era hermosa; se hizo soldado en servicio sentes pintores y estatuarios; estaban Ve-
de la Liga Santa; acompañó al duque de cellio y Jacobo Sansovino; y después de
Urbíno en el asedio de Genova; y es fama oír, en sabia controversia, a estos maes-
que se empeñaba en disputar a Benve- tros, cada uno de los circunstantes ma-
nifestó su sentir en el problema de la
nuto Cellini el mérito de haber sido rivalidad, entre ambas artes. Tocó a
quien disparó la bala de arcabuz que, Donna Violante su turno.
en el asalto del castillo de Sant Angelo, —La pintura—díjo Donna Violante-
mató ai condestable de Borbón. es como esos sueños o imaginaciones
Después de haber abierto fácil paso a con que los hombres débiles de voluntad
su nombre con dos cuadros paganos: se contentan, en ilusión contemplativa;
una Euíerpe y unas Ménades Vendimia- mientras que de la estatua, real y sólida,
doras, pintó para la iglesia de un con- diría yo que es el sueño del hombre
vento de Padua una angelical Santa Lu- fuerte; convierte en objeto la acción y
cía. Luego quiso realizar su deseo de co- adquiere la firmeza de la realidad.
nocer a Venecia, de cuyos pintores oía Palideció Doménico, como si le hu-
encomiar la magnificencia y brío de co- bieran punzado en una fibra muy hon-
lor. Hospedóse en la ciudad ducal en da, en tanto sonreía Jacopo Sansovino
casa de Tíciano Vecellio. con halago, y Ticiano Vecellio prepara-
Una tarde, asomándose a uno de los ] ba la réplica cortés. Desde entonces hu-
balcones que de la casa daban al canal bo un cruel torcedor dentro de la pa-
silencioso, purpurado en aquel momen- sión que enajenaba a Doménico; su vo-
to por el sol que moría, Doménico vio cación, su arte, su promesa de gloria, n°

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO I 903
tenían la predilección de quien, podía Después hubo en su alma una de esas
darles el solo aliento eficaz, el solo pre- transfiguraciones frecuentes del dolor es-
mio apetecido. Pero este torcedor exas- piritual y grande, que, al perder su pri-
peraba su pasión como un acicate. Y mitiva braveza, se sublima a calmas de
mientras la ciudad soberbia y luminosa, eterna, inmortal melancolía, donde la
y las telas de sus maestros aparecían ya contemplación del. bien perdido asume
apenas como en vaga nube, a los ojos un encanto de suave voluptuosidad. Cer-
del artista vencido, cada hora ganaba nióse para él la imagen de Violante de
para él, en avasalladora omnipresencia, Portinacellí en las cumbres donde eí Gi-
la imagen que iluminaba aquel amor; i belino vio a Beatriz, donde a la dama de
cuanto más secreto, más profundo; cuan- Aviñón eí Petrarca; leyó por vez prime-
to más sin esperanza, más sin freno. | ra en la biblioteca de Ticiano los libros
Sucedió que por aquellos días llega- I de amor de Marcilio Ticino y León He-
ron de Chipre a las costas de Levante , breo; quiso vivir para la tristeza y 3a
unas naves cargadas de riquezas exóti- contemplación, y se propuso que, expul-
cas con destino a mercaderes y nobles l sado todo otro sentimiento de su almat
de Venecia. Uno de los mercaderes, sa- ¡1 fuese su vida como la hebra de luz que
bio trocador de su opulencia en vida de une a través de la distancia infinita es-
placer y cultura, envió a la condesa ban- tos dos puntos entre los que nunca deja
dejas de frutas raras y exquisitas, y pre- . de haber correspondencia: la estrella,
ciosas plantas de Oriente, de esas en eterna imagen, y el reflejo de la estrella
que hay torneo entre el capricho del co- en el sosiego de la onda.
lor y el del aroma. Descollaba sobre to- i Embargado por tan petrarquescos pen-
das las plantas una muy enmarañada y [ samientos, sintió el artista que sólo en
verdioscura, traída, con su terrón, en el retiro y la soledad podría realizarlos,
tiesto de arte, y en la que eí follaje ma- y buscó, como en su tiempo, casi todos
cizo sustentaba una única flor, que pa- ios quejosos del mundo, el más inviola-
recía esculpida en mármol moreno. Se ble y mayor de los retiros. Su Santa
acercó Donna Violante a tocarla, y no Lucía habíale ganado el afecto de los
bien había puesto la mano sobre ella ' monjes del convento paduense, en cuya
cuando, de entre el globo de hojas que I iglesia estaba la inspirada pintura.
la circuían, surgió de súbito escondido Doménico golpeó un día a las puertas
reptil—víbora o áspid joven—y en un ; del convento, que era de los de instítu-
"elámpago ciñóse, como negra pulsera, ' ción más contemplativa y silenciosa; dijo
al brazo desnudo. Ella se estremeció, i a los monjes haberle herido el rayo ele
dio un paso atrás, y, desplomándose sin i Dios; y quedó allí bajo el escudo de
tiempo de exhalar una queja, quedó co- ! silencio y paz que apetecía. Para lograr
mo una estatua yacente sobre el pavi- ! la absorción completa de su alma en el
mento de mármol. Si fué caso fatal o culto postumo de amor, pensó Doméni-
medio calculado para vengar desdenes, I co que debía, antes que toda cosa, apar-
n
o se supo. Así murió Violante de Por- ; tar de sí el sentimiento que hasta enton-
tinacelli, a imagen de Cleopatra. Cuan- ¡ ees había dado norte a su vida: el sen-
do Doménico se enteró de esta muerte, timiento de su arte. Pero, además de
-° que sintió fué como una rebelión de este celoso egoísmo con que se manifes-
T
°das las fieras del mundo en la profun- taba en él el imperio de la pasión vence-
didad de un alma dilatada en lo infinito dora, y además de que su consagración
¡T^la sombra; fué rabia de energúmeno; voluntaria a la tristeza, como a una fide-
tu
é tormento bastante para amargar una lidad inquebrantable, le impulsaba a re-
~ cien vidas. pudiar iodo lo que pudiera ser motivo
904 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

de interés y halago para él mismo, Do- expresión. Todo el amor con que la ha-
ménico quiso apartarse de su arte por bía pintado trocóse en desconfianza y
otra razón más íntima y sutil, con esa aborrecimiento. Rival posible de la ima-
sutileza del fanatismo de amor, que saca gen que le llenaba el alma ahora; rival
bálsamo o veneno de cuanto asocia al posible si la vanidad o la muerta afición
objeto de su culto; quiso apartarse de se reanimaban, debía perecer la imagen
su arte por aquel fallo de Violante de celeste. Doménico logró quedar oculto
Portinacelli, que traslucía, para las apa- en la iglesia conventual una noche; llegó
riencias del color, el desdén olímpico del al altar; vertió el aceite de la lámpara
mármol. sobre el paño y lo incendió, sonriendo,
Entonces, entre su voluntad, o la pa- y se le iluminó el rostro más que al re-
sión que la movía, y lo espontáneo e in- flejo de las llamas que rápidas crecie-
consciente de su naturaleza, comenzó ron. Cuando las llamas, formando ho-
una lucha brava y tenaz. guera ya, treparon hasta el borde del
Doménico reflejaba, sin quererlo, en cuadro y la imagen quedó velada por el
su alma de artista, la belleza derramada humo, Doménico, temeroso de que le
en las cosas, las sentía, la trocaba por sorprendiesen en medio del incendio, vol-
acto reflejo, en cuadros, vistos en visión vió a su celda, de donde no tardó en sa-
interior, que apartaba de su atención con lir, llamado por clamores de alarma. Ar-
brusco y cruel arranque; se sorprendía, día la iglesia; huían los monjes en tu-
en ratos de abandono, a sí misma, admi- multo; un fuego inmenso enrojecía la
rando tal contorno armonioso, tal matiz frente de la noche; y Doménico, inad-
deleitable, tal sorprendente efecto de vertido en medio de la general desola-
luz; y la resistencia implacable que opo- ! ción, pudo seguir con palpitante júbilo
nía a esta insurrección heroica del ins- i el desate de las mil lenguas de oro vivo,
tinto reproducía en él algo semejante al I y sentióse contento del arrojo de su vo-
drama de la conciencia asediada por las i Imitad, y adquirió al fin—ahora sin des-
tentaciones de la sensualidad y de la • confianzas ni recelos—la conciencia de
duda, que estorban la concentración del ; su triunfo sobre sí mismo; porque pasa
alma del asceta en amor único y sublime. 1 a menudo que sólo después de consuma-
Todas las energías indómitas que ha- ¡ da la acción, si ésta es audaz o difícil
bía replegado el encantamiento de amor ; se confirme del todo, para el que la eje-
a lo más hondo de su alma despertaron, cuta, la realidad de su intención. Venci-
concitadas por la voluntad para su obra do el fuego, no sin dejar una parte del
de sojuzgamiento; y después de mil al- convento en ruinas, pocos días pasaron
ternativas de esperanza y angustia, llegó hasta que un pensamiento loco y suspi-
un día en que creyó haber inmolado en caz brotó en la mente de Doménico.
el altar de su pasión la víctima preciosa. En la complacencia, en el júbilo, en te
Faltábale, empero asegurar su triunfo satánica voluptuosidad con que había
con un golpe final, presenciado el incendio destructor de su
Tenía allí cerca un testimonio de sus obra, y que le parecían la prueba defini-
sueños de artista, testimonio del que re- tiva de sri emancipación respecto del
celaba como de una sombra a cuyo fa- pasado ideal de su existencia; en la sen-
vor pudieran prepaiarse alguna vez la sación dicnisíaca con que había visto a
resurrección y el desquite de esos sue- las llamas cundir, retorcerse, agigantar-
ños. Su Santa Lucía irradiaba, desde se, conquistar los aires, llenar de heridas
el altar que le estaba consagrado, la bea- negras los muros, ¿no se había mezclado,
titud de su mirada dulcísima, en que como oculta causa concurrente, el placer
Doménico realizara su obra maestra de de contemplar la luz, el color; la e¡no-

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO i 905
ción de belleza; el placer de admiración dida que la presión que los provoca cam-
del artista; aquella misma fatalidad, aca- bia de intensidad o de sentido?... Pues
so indomable, de su ser, que había juz- en el fondo de la sombra eterna en que
gado dominada y rendida en el propio Doménico creyó encontrar al fin la satis-
instante en que quizá era más dócilmen- facción de su odio, la imaginación, su-
te su instrumento?... La pasión y la blevada contra la voluntad; la imagina-
monomanía son fecundas en este género ción, vengadora de las rotas pupilas, en-
de suspicacias martirizadores. La que cendió, con indecible espanto del maniá-
hizo nido en el cerebro de Doménico fué tico, fosfenos como esos que la ilusión
como sugestión pérfida y cruel que re- visual finge en las sombras de la noche,
novó la lucha en que él se figuraba ha-' como esos no, sino infinitamente más
ber vencido. Como antes, la simple vi- maravillosos y radiantes; tanto más ra-
sión pasajera de las cosas le cautivaba diantes y maravillosos cuanto con más
el alma con el sentimiento de lo carac- desesperado esfuerzo pugnaba la autori-
terístico y hermoso que había en ellas, dad de la conciencia por dominar el libre
sin que pudiera cerrar los ojos internos juego de la fantasía. Fosfenos en que
que lo percibían; como antes, el auto- ¡ toda el alma del pintor parecía escaparse,
matismo de la imaginación, pintaba ter- ! como la sangre de la herida írrestañable;
camente cuadros que su conciencia refle- ' fosfenos en que se congregaban las tin-
jaba con angustia; como antes, durante j tas infinitas dispersas en el ámbito de la
el sueño, que devuelve al espíritu su li- naturaleza; cuantas gradúan en el cíelo
bertad, el espíritu jugaba con la luz y el ! azul; cuantas el mar asume; las que des-
color que había juntado a hurto por el j ata en sus victorias y agonías el fuego;
&a; como antes, en fin, la ira y la obs- j las que desbordan de la urna de oro del
tinación sublevaron para la bárbara pe- ! crepúsculo; las que en la carne humana
lea todos los fieros impulsos de su vo- j estampan el rubor, el miedo, la ira; las
luntad. Después de mil esfuerzos inaudí- •' que decoran las plumas de las aves y el
tos que apenas si. rendían el triunfo apa- i pelo de las fieras; las relampagueantes
rente de una hora; humillado ante sí • en que estalla el alma de las piedras pre-
mismo, desacatado por sus propias fuer- i ciosas; las magníficas que enciende el
za
s, Doménico se abrazó con desespera- j beso del sol en el metal; las lozanas que
ción infinita a una idea última, que rea- , en hojas, flores y frutos bruñe el aire
üzó con espantosa impavidez. i campestre; las de la tormenta y la bru-
Muevo Edipo, se saltó los ojos; y i' ma; las que la pátina del tiempo pone
cuando el dolor y la fiebre de la muti- ( en las estatuas, las monedas y las rui-
•ación dejaron de ofuscar su conciencia, nas. Todas ellas se fundían en infinitos
saludó a la sombra libertadora, a la matices y cambiantes; y ya se dilataban
nombra que sería eterno dosel para la en imaginarios planos, luminosos u oscu-
Im
agen única que quería en su pensa- ros, como mares tranquilos, ya se con-
miento: la saludó con la voluptuosidad ¡ certaban en variadísimas formas, de
acr
e y altiva de haber pagado tal precio : seres reales, o de cosas fantásticas, o de
'°°r su libertad. En noche de desvelo, ¿a ! arabescos caprichosos, que agotaban to-
quién no ha ocurrido alguna vez oprí- j das las posibilidades de la línea, como
nil
r sobre los rebeldes párpados las ma- j los tintes todas las posibilidades del co-
Uos
J y deleitarse en ver cómo la leve pre- ! lor. Jamás la gloria del. día tuvo en el
Sl
°n hace surgir del fondo de los ojos i mundo apoteosis más frenética. Enton-
Va
nadas notas luminosas, espectros de í ces el artista apóstata, por locura de
j^lor, que llaman fosfenos, y que ondú- j amor, el trastornado por la serenidad
an
Y varían de forma y de matiz, a me- í de la estatua, el asesino de sus ojos, lie-
906 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gando al paroxismo en el odio de aquel precisan y aclaran; todo esto es cosa tan
don inmortal de «ver» lo hermoso de la personal y falta de equivalente fuera
luz, que estaba en su sangre y en sus de como todo lo que radica en la
tuétanos, abrió en su celda, una noche, incomunicable originalidad del tempera-
ia ventana ojival, cuya reja cedió a un mento propio. Una aptitud que desapare-
esfuerzo hercúleo; y después de golpear ce del alma de súbito y misterioso modo,
con ambas manos sus ojos sin pupila, sin que ello pueda explicarse ni por na-
como empeñado aún en ahuyentar imá- tural decadencia, ni por la modificación
genes tercas, se precipitó en las som- de las condiciones de la vida, ni por
bras del aire. desmayo de la voluntad, ni por cambio
vicioso en los procedimientos de arte;
extinción fatal e instantánea de una luz
[V] por un soplo desconocido, es caso dolo-
roso y extraño, del que no faltan ejem-
[UNA APTITUD QUE DESAPARECE DE SÚBITO ' plos.
Y MISTERIOSO MODO] i
La antigüedad nos habla (1) del retó-
rico Hermógenes, que llegó a una extre-
Una vocación verdadera y honda es ; ma vejez, y cuya superioridad de espí-
una fuerza que mueve en cierto sen- ritu acabó con la primera juventud para
tido. No ha de considerársela como aci- no volver nunca. Y si en esto del retó-
cate de una sola facultad, como tenden- rico griego cabe suponer la huella de
cia que pueda explicarse abstraída de una enfermedad de la mente, como en
las demás que concurren en nosotros: lo que refiere la tradición de Alberto
ha de considerársela como la misma per- Magno, castigado mientras peroraba (2)
sonalidad en movimiento. De aquí que en su cátedra de Colonia, con la repen-
la realización activa y concreta de la tina desaparición de su elocuencia y de
vocación, el camino por donde toma, la sus luces, otros nombres dan más pa-
manera como se infunde en obras que, tente ejemplo de este misterio, Sea el
reaccionando a su vez sobre ella, la de aquel Rafaellino del Garbo (3)...

íi
AGENTES DE TRANSFORMACIÓN MORAL]

mir, con voz en que haya imperio; y ella


[VI] se abisma en ese sueño con movimiento
y con sentido, en que una pasividad auto-
[FELICIA] mática reemplaza a la superintendencia
de la voluntad. «Felicia—dices tú mien-
Supon que eres tú mismo el agente j tras sus ojos y su cuerpo toman la ri-
hipnotizante. Y que eliges por paciente j gidez de los sonámbulos--, ¿sabes que
de la experiencia a Felicia, a tu hermana j
menor; la de naturaleza más sencilla, la (1) Hablaba. [D. R.]
de ánimo más igual, la menos interiori- : (2) Disertaba. [D. R.]
zada en cosas del mundo. Una mirada ¡ (3) Este capítulo quedó trunco a la altura
intensa..., quizá la mera orden de dor- ¡ de esta frase. [D. R.]

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OBRA.POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 907
vas a dejar de ser Felicia? Serás aquel marchas militares. Si le ofreces menuda
bizarro militar que viste ayer en una copa de malvasía o de mistela, opondrá:
ilutración de Black and White. Ea, ya ha «Es demasiado débil licor.»
sucedido..., ya lo eres...» Ella parece ad- Marcha con paso rítmico y resuelto.
quirir nueva fisonomía. Un gesto en ella • Habla y mira como quien tiene el hábi-
insólito se imprime con fuerza tal en su ¡ to del mando. La transformación perso-
semblante, que figura modelarle de nue- ]nal se propaga a las percepciones del
vo. ¿De dónde lian venido al alma de sentido; no ve la nueva persona lo que
Felicia valor, altivez, resolución, que es en realidad se encuentra a su alrededor,
lo que ese gesto declara? (1). Pronto aca- sino que, por alucinación, ve lo más ade-
barás de ver cómo la personalidad que cuado al medio que está en relación con
en ella conocías no existe ya, se ha des- ella. Así, señala ahora en el aire una
vanecido o disuelto, y es otra la que, bandera desplegada, atiende a un son de
usurpando su lugar, se sirve de su forma clarines y tambores, responde a vítores,
corpórea. De la personalidad primera agita (1) una espada que no tiene (2), si-
subsisten sólo los hábitos mecánicos del gue con mirada anhelante el galope de
movimiento y del lenguaje, necesarios un escuadrón que pasa. Luego, encarán-
para dar un medio de expresión a la que dose contigo, se pone a contarte sus re-
la sustituye; o si algo más subsiste, se- cuerdos; el estreno (3) que como soldado
rán los elementos irreductibles, esencia- tuvo, las campañas que hizo, los triun-
les, del alma, que, permaneciendo los fos que ganó. Te habla de lo que se sien-
mismos, componen en conjunto una per- te cuando retumba dentro del ánimo no-
sonalidad del todo distinta de la otra, vel el primer trueno de la pólvora; de
como pasa que en dos palabras sean cómo el fragor de las sucesivas descar-
las mismas las letras, y la disposición y gas ahuyenta, a un tiempo, el miedo de]
el sentido diferentes. Estas que llama- j corazón y la sensibilidad del oído; de
riamos partículas elementales, desbara- cómo la furia deí combate engendra pla-
tada su anterior ordenación, como la • cer; de la gloria, que se saborea y em~
de unas letras o unas notas, se han or- j griaga, cual bebida hecha de sangre y
denado nuevamente dentro de una aso- vino nuevo; de la herida que por prime-
ciación sistemática que tiene por el i ra vez muerde las carnes y cuya aspere-
sentimiento del valor, del pundonor, de za se mitiga por el bálsamo de honor
la fiereza, y que, debajo o en derredor de que la endulza; todo ello con admirable
ese sentimiento, hace girar una completa i propiedad de descripción y con elocuen-
alma personal. No hay ni una sola in- j cia soldadesca. Das muestras de dudar
congruencia, ni una sola manifestación I de la verdad de su relato: se exalta, sube
desacorde, en la realización activa de j la voz, te fulmina con miradas de des-
ssta alma, que puedes poner a prueba i precio. Llevas adelante tu contradicción
de mil modos. Cuando convenga a la ¡ a lo que afirma. Buscas lastimarle en lo
identidad de su carácter, manifestará in- j íntimo del honor del soldado. Le tratas
diferencia o desamor por- lo que agrada- ! de cobarde o traidor. Llega un momento
ha a Felicia. Es el león puro, el soldado en que, la faz purpurada por una ola de
de naturaleza. Si le hablas de trajes o sangre, los ojos puro fuego, trémulas las
3oyas de mujer, se encogerá de hombros. alas de la nariz, que dilata una respira-
Si le muestras los papeles de piano de ción ruidosa, avanza a castigar la ofen-
Felicia, te dirá acaso que sólo gusta de ;
(1) Blande. [D. R.]
(1) La primera manera, testada por el autor, ! (2) Imagina tener, [D. R.]
"rá: está clamando. [D. R.] (3) La iniciación. [D. R.]
908 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sa que le infieres. Mientras se viene a y piadoso, e intenta adoctrinarte, en una


ti, recobras el gesto sugestionador y el exhortación llena de ternura. Le ofen-
tono autoritario. Le miras con fijeza. «Si des, lo soporta con resignación evangé-
eres el cura de esta parroquia», le dices. lica. Te lamentas de pobre, hace ademán
Y aun nos has acabado de decirlo, cuan- de ponerte una moneda en la mano. Lue-
do ¿qué ha sido del guerrero? ¿Qué ma- go, te refiere los cuidados y atenciones
no aérea ha arrebatado aquella máscara del culto; la necesidad que tiene de re-
que modelaba la marcialidad, que encres- parar el deterioro de un altar, la ense-
paba la cólera?... La cabeza cae mansa- ñanza de niños, a que consagrará la tar-
mente sobre el pecho; el cuerpo, hasta de de ese día, la fiesta cercana del pa-
ahora erguido, se inclina hacia adelante, trono, el sermón que ha de ir preparan-
y, precediéndolo, se tienden las dos ma- do, el llamado que espera de casa del
nos juntas; los labios se decoloran y re- enfermo. Queda de súbito en silencio y
primen; el fuego de los ojos se apaga, su como absorto, la mirada puesta con obs-
mirada toca al suelo, ungida de una man- tinación en un punto del aire. Su cabeza
sedumbre de luz. Desde este instante, el se abandona hacia atrás, se entreabre
cambio de un alma en otra alma, y el su boca, sus labios tiemblan con vibra-
maravilloso desenvolvimiento de esta úl- ción apenas perceptible. Si le interrogas
tima en forma real y viva. Considera esto y te escucha, te dirá que está adorando
bien: al conjuro de una palabra tuya, un esa imagen de su Dios, que tiene delan-
alma nueva que nace. No un sentimiento te. No la ves tú, pero él te señala proli-
solo ni un estado de espíritu, ni un mo- jamente el sello de angustia que hay en
noideísmo inmóvil; no, un alma entera; el rostro del Crucificado, su palidez de
es decir, una fisonomía moral, una forma lirio, los estigmas sangrientos, la niebla
de sensibilidad determinada, un cierto ii luminosa que parece exhalarse de los
temple de voluntad, una cierta (1) pers- contornos del cuerpo y de la cruz. Vuel-
pectiva de recuerdos, una determinada ve a su éxtasis. Cuando está de él en lo
impresión de experiencias y costumbres... más hondo y desmayado, buscas de im-
Y la identidad de este organismo psico- proviso sin mirar y le dices: «Eres la
lógico se mantendrá a través de todas Haydé, bailarina (1) del café cantante.»
las emociones que provoques en él. Sus Y tu última palabra muere cortada por
alegrías, sus tristezas, serán las tristezas una risa alegre y un zapateo bullicioso.
y alegrías que estén bien en la persona- La mansa luz de los ojos sacerdotales
lidad de un viejo párroco, grave y dulce. hase espesado en derredor de un punto
Le refieres los relatos de guerra que hizo ígneo que, en el centro de cada ojo, pa-
el personaje anterior, y mueve la cabeza rece vibrar sutiles dardos. La cabeza an-
con abominación de la ferocidad huma- tes lánguida se ha afirmado sobre los
na. Le lees una canción erótica, un tro- hombros como columna suelta (2) vuelta
zo de novela, y los juzga con prescin- a su centro. Todos los músculos de la
dencia de otra relación que la que puede cara se han dilatado, abriendo paso a
interesar al moralista. Manifiestas no una expansión interior. Tienes delante
compartir su fe; te considera dolorido a. la diva plebeya en cuerpo ajeno. Va,
viene, con infantil vivacidad. Se dirige
al cercano espejo, se ve hermosa y se
(1) La frase originaria no contenía las dos admira. Ahora arregla tules y vuelos ilu-
palabras limitativas: cierta y determinada. Es-
tas dos palabras están incluidas en una correc- sorios de su traje. Ahora ensaya un paso
ción hecha con lápiz, y de data muy reciente,
a juzgar siempre por el tipo de letra de la (1) Danzarina. [D. R.]
corrección [D. R.] (2) Restituida. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 909
de danza. Ahora coge de sobre la chime- no la ve imaginariamente como cosa di-
nea un ramo de flores o se allega a ti ferenciada de su «yo», ni aun la repre-
para mirar la piedra del anillo que tie- senta como un actor consciente de lo
nes. Si le pones una pluma en la mano, ficticio de su juego, sino que se transpor-
escribirá la respuesta a una misiva ga- ta a ella; y a ella, y nunca a la persona-
lante, y si le das un libro te preguntará, lidad suspensa de Felicia, refiere la no-
para aceptarlo, si hay en él cuentos o ción de su existencia real?,..
canciones alegres. Poco trabajo (1) te Tú, sin el hornillo de Wagner, te has
costará referir (2) sus aventuras; cuando arrogado la función de creador con mejo-
le hables de la guerra o la iglesia, te in- res visos de triunfo. Has hecho mucho
terrumpirá con un mohín; y a toda pre- más que cuando se impone a la concien-
gunta que le hagas, en todo caso en que cia del hipnotizado un acto, un senti-
la sometas a prueba, ella responderá co- miento inconexo, divergente de la pro-
mo cuadre a la verdad de este carácter pensión de su carácter natural; y se or-
adventicio, pero no por ello menos dis- dena bailar al hombre grave, beber vino
tinto e intenso, Es la mujer de teatro al abstemio, reír al melancólico, blasfe-
con la realidad con que mar al creyente, enmudecer al locuaz, o
Ve cómo saluda a los espectadores pelear al pacífico, Tú has creado almas;
ficticios que cree tener delante de los almas como las que modela la naturale-
ojos y distribuye miradas y sonrisas en- za del instinto y completa la adaptación
tre otros tantos postulantes de amor que lenta y tenaz de la costumbre. Y la efi-
ella descubre en su concurso de aire. cacia de tu voluntad es, para esta obra,
Danza, provoca, y cuando sus movimien- indefinida. Por igual medio como trans-
tos pasan la valla del pudor y te duele formaste sucesivamente a tu «sujeto» en
abusar del automatismo de la conciencia guerrero, en sacerdote, en moza alegre,
de Felicia, tú la emancipas del encanto le convertirás después en niño, en artis-
hipnótico, haciendo que despierte. Es ta, en sabio, en marino, en usurero, en
otra vez Felicia. De los personajes que princesa, en labradora, en mendiga. Co-
han pasado por su alma no guarda vesti- I mo una pelotilla de cera entre dos dedos
gios, ni recuerdos. Como tú no se lo di- | de gigante, así el alma en que, bajo la
gas, no sabrá nunca que su persona ha I fuerza de tu voluntad, la reduces a la
servido de para evoca- | simplicidad de ser; a la indeterminación
ciones tan raras. primitiva de la mónada y escoges, para
Es otra vez Felicia, con su sencillez, personalizarla en lo infinito de los modos
con su candor, que vuelve en sí, como posibles... ¿Hay prodigio mayor bajo los
de un sueño sin sueños. astros?
luego el cura. ¿Qué es lo más
asombroso en esta transmutación de al- [VII]
ma? ¿El don adivinatorio, la intuición
por cuya virtud el alma real sobre que [VOLUNTAD Y FATALIDAD]
operas concibe, como el dramaturgo que
forja un alma imaginaria, todo lo perti-
nente al desenvolvimiento del tipo per- Fuera de lo que interviene de necesa-
sonal que le propones? ¿O la forma ac- rio o fatal en nuestra vida por ajeno, aun
tiva en que esa concepción se manifiesta, indirectamente, a toda determinación vo-
de modo que la conciencia de Felicia luntaria, una inmensa parte de nuestro
destino cae también dentro de los tér-
(1) Pocas instancias. [D, R.] minos de la necesidad, no porque esa
(2) Contar, decir. [D. R.] parte no esté vinculada a la trascenden-
910 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cia de actos nuestros, sino porque estos deantes; y fulgurando en la cabeza des-
actos, como criaturas autónomas, han carnada y pequeña, el fuego de los ojos.
tomado una dirección diferente de la Sólo faltaba aún poner en las fauces la
que calculábamos, o han entretejido.tra- espuma que debía brotar del hervor del
mas rarísimas con las cosas de afuera, generoso aliento. Pero Nealces iba a ha-
o se han engrandecido y vuelto númenes llar su suplicio en este rasgo final, En
gigantes, con potestad soberana sobre vano se acogió, primero, a la inspiración;
nuestra suerte, cuando no los conside- luego, al estudio. En vano se empeñó en
rábamos más que fugaces larvas, desti- la esponjosidad de los copos blancos,
nadas a morir y disiparse en el aire, no vaporosos, que desbordasen de los la-
bien salidas como de un sueño de la bios y el freno, y alrededor de los cuales
voluntad. Nuestros actos, desde el pre- flotara un hálito apenas condensado en
ciso instante en que son, no sólo dejan el aire. Una y otra vez corrige en esto
de pertenecemos, sino que tampoco lle- la huella del pincel rebelde, que otras
van en sí propios la seguridad de un des- tantas veces le burla. Llega un instante
envolvimiento adecuado y consecuente, en que, vencido por la impaciencia y el
al modo como la ecuación algebraica lle- despecho, y expulsando de su. corazón la
va en sí el desenvolvimiento infinito de estima de su obra, Nealces tira el pin-
la curva. Nuestros actos tienen, como cel, que va a dar sobre la superficie del
nosotros mismos, su fatalidad; tan inde- lienzo, ¿Cuál no será su asombro cuando
pendiente de la intención de que se en- ve que de este toque casual queda una
gendran, como irreducible a lógica o jus- mancha que, acertando a caer en el pun-
ticia. Muchos, nacidos de la más briosa to donde el rasgo que le desesperaba era
volición y que deliberadamente encami- preciso, imita, con la más pasmosa ilu-
namos a influir en nuestro futuro, se sión de la realidad, la espuma del ca-
pierden, faltos de eficiencia; mientras
alcanzan inmortal repercusión en nues- ballo, en el color, en la disposición, en el
tra vida, otros, juzgados por nosotros diseño, dando maravilloso fin al cuadro
mismos como indiferentes y triviales, y que hubo de dejar el impaciente artista
que proceden, más que de cumplida re- inconcluso?
solución, de esa vaga penumbra que me-
dia entre el pleno sol de la voluntad y
las tinieblas de la actividad automática.

[VIII]
Nealces quiso una vez pintar un ca- EL PALADÍN MENUDO
rro de los juegos de Olimpia, del que ti-
rase un brioso caballo de Tesalia. Tomó-
le en el instante de detenerse y vencedor; Hondo debió de entrar la mirada de
y más que en la pintura del carro y del Amolda de Castello en el corazón novel
atleta, en la del noble bruto fué donde de Reinaldo, cuando éste, acallando den-
apuró la magia de m arte. Ya había col- tro de sí un clamor supersticioso, pro-
mado sus deseos en cuanto a reproducir metió traer para ella, de cumbre sinies-
la fiera actitud, el cuerpo sobre tra e inviolada, cierta única flor, frágil,
los acopados cascos, la tirantez de los blanca y divina, que allí brota en alto
remos y finos; la palpitación del misterio y que jamás tocaron las manos
pecho anchuroso; el cuello, que con de los hombres.
altivez echaba en derredor las crines on- Reinaldo no sabía aún qué fuerza nue-

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OBRA POSTUMA.—y: PROTEO.—LIBRO II 911
va sublimaba hasta ese punto su ánimo. la diestra un halcón capirotado (1). Presa
Nunca hasta entonces, Amor había ga- de fuerza inmaterial y súbita, Reinaldo
nado el centro del corazón del caballero sintió en el mismo instante remontarse
ni encadenado su albedrío. Quizá fué a su espíritu, mientras quedaba su cuerpo
ia conquista de la fior con imaginación exánime en el suelo, y allá, en lo alto del
de que le movían capricho o soberbia. aire, se halló reencarnado de improviso,
Partió, hizo en un vuelo su camino, y recibió impulso de unas alas, y vio ha-
como, al llegar, la noche velase en som- berse trocado en un cuervo. Notó el
bra al monte espantable, hubo de espe- desvanecimiento de su corazón en la
rar, para subir, la claridad del nuevo penumbra del instinto; conoció la sensa-
día. Durmióse, en tanto, al pie del mon- ción soberana de que se acompaña el
te. Suave era la noche y cariciosa. En ímpetu del vuelo; probó el acicate de la
sueños, vio venir hacia él un paladín me- voracidad en la crudeza de la entraña.
nudo, no más alto ni grueso que si es- Ya se abatía sobre una tímida paloma,
tuviera en la puericia, armado de armas cuando el halcón, libertado de su capiro-
tan relucientes que de sí propias pare- te, rasgó como una flecha el espacio;
cían despedir la luz; y tan primorosamen- llegó hasta él; le asió con ambas ga-
te hechas, que en su comparación nada rras agudas; partióle el cráneo con el
valían los más fuertes y pulcros arneses pico, y descendió a dejarle, ensangren-
de Toledo y Damasco. Llegó con cierta tado y moribundo, a los pies del ca-
presunción pueril, calada la visera; y tras zador.
caballeresco saludo, hizo a Reinaldo in- Nueva sombra veló el sentido de Rei-
dicación de prevenirse. Correspondióle naldo, Volviendo en sí, halló su espíritu
este; tendidas las espadas, la del paladín flotante, ajeno a toda cautividad y toda
incógnito vibró, desde el primer instante, forma, y rio vio ya halcón ni cazador,
con celeridad y destreza que suplían con sino un tierno, blondo níjío, que, en el
creces la mengua de su talla y acusaban pórtico de una mansión señorial, tendía
alguna misteriosa virtud. Pero lo que los brazos al aire, con gesto y ademán
de deseo. Reinaldo sintió al punto como
desconcertó a Reinaldo, sobre todo, fué si la aspiración de una invisible boca le
Que, a medida que el combate avanzaba atrajera e infundiese su ánima en una
sentía ceder su voluntad a tan extraño forma corporal; y luego conoció que es-
hechizo, que Je hacía transportarse con taba en ia prisión de un cuerpo sin ca-
el alma a la de su contendedor, sentir lor ni aliento de vida; cuerpo leve, mi-
en éste y no en sí mismo el estímulo de núsculo, del que cuatro extremidades
la pelea, cooperar con anhelo a las más flaccidas colgaban, y en el que una cabe-
sutiles intenciones de él; y mientras la za mal segura tañía con su fluctuación
defensa de Reinaldo quedaba de esta un repicar de cascabeles. Al propio tiem-
suerte librada al poder maquinal de la po, adaptándose como cera blanda a este
costumbre, como pasaría en el brazo de molde, su alma, despojada de las poten-
un sonámbulo guerrero, su pensamiento cias y luces racionales, se redujo a una
y su corazón militaban fatalmente en simplicidad más puríl, a un candor ale-
contra de su brazo, Cayó, herido quizá; gre e inmenso, no traducible en lengua
s
mtió cual si se sumergiera en honda de hombres, que convenía con la expre-
sombra. Luego, como recobrando el sen- sión que había pintada en el rostro del
ado, reabrió los ojos a la luz, y allí don- polichinela. Brincaba éste entre las ma-
de buscó con la mirada al paladín de
Poco cuerpo, vio a un cazador de cetrería (1) La primera palabra testada del original
Qne, atendiendo al aire sereno, tenía en i era: encapillado. [D, FL]
912 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

nos del niño. Tías corto juego, la ca- gar encarnaba en un cuerpo humano y
beza mal segura cedió a un arranque de varonil, y que le tomaba un sayón de
las manos curiosas, y he aquí que con la cada lado para llevarle a donde estaba el
muerte del polichinela, el alma de Rei- hombre de innoble mirar, que era el ver-
naldo quedó de nuevo en libertad. Cuan- dugo. Mientras vencía el corto trecho,
do otra vez volvió de lo indeterminado y probó Reinaldo cien turbulencias espan-
oscuro, halló que estaba al pie de una tosas: odio rebelde, remordimiento acu-
tapia ruinosa; y junto a ella vio tum- sador, visión de airados espectros, feroci-
bada una enredadera marchita, a la que dad, espanto: todo como quien tiene con-
el desplome de aquella parte de la ta- ciencia de ser reo de una hórrida culpa,
pia había privado de asidero. Su débil y alma tal como para haberla cometido,
tallo palpitaba cual si le angustiasen an- y sabe que marcha a la muerte ignomi-
sias de subir, Reinaldo sintió entonces niosa. Después, sintió una tosca mano
infiltrarse su espíritu en el suelo, y tomó que se apoderaba de él, una fuerza que le
allí forma y ser material en unas raíces sujetaba, un nudo que cortaba el paso
poderosas, que, asomando al haz de la de su aliento; y con el postrer despojo
tierra, echaron hacia arriba un grueso del sentido, un bárbaro clamor que salu-
tronco, por donde subió el alma de Rei- daba su agonía. De vuelta de la sombra,
naldo, difundiéndose luego en ancha y nada vio que se pareciera a la ciudad ni
frondosísima copa. Adormecióse en la al verdugo. Vio un ser monstruoso, cuyo
paz del ser vegetativo, beata somnolen- cuerpo, semejante al del león, remataba
cia, encantamiento natural, no privado en cabeza de mujer; vio pavorosa Esfin-
de secretas ternuras; tímido albor del ge, que inmóvil sobre su pedestal, tan
alma sobre la condición de las cosas. alto y negro como si fuera un hombre
Mientras tanto, la enredadera se asía al de la Noche, ponía la vista allí donde
tronco del árbol, y ciñéndole en nudo estaba el alma de Reinaldo. Como una
estrecho, trepaba hasta su bóveda som- espada, sintió ésta penetrar en su seno
bría. Luego hizo más fuerte el lazo de la pregunta sin voz de aquellos ojos. Y
amor, convirtióle en cíngulo férreo y la- sin perceptible transición, se halló ani-
cerante, y al par que ella cobraba nueva mando un cuerpo débil, anciano, venera-
vida, el árbol desmayaba, hasta que, ble; su espaciosa frente era bóveda que
seco y desnudo, entregó el alma al so- agrietaban hondas arrugas; sus ojos pa-
plo del viento. Era la de Reinaldo, que recían volver hacia adentro la mirada;
vagó en nuevas sombras, a cuya término sobre su exiguo pecho caía en madeja
no vio ya más la enredadera cruel. Se una barba saturnina. Tenía delante un
halló flotando sobre una ciudad desco- atril sobre el que descansaba un libro
nocida; y vio allí dos altos maderos que abierto; y a su alrededor, en anaqueles
juntaban en su cima un travesano; un negreados por los años, había instrumen-
hombre adusto velaba al píe de esta ar- tos de herméticos estudios. Reinaldo co-
mazón siniestra. Su mirar era innoble; noció la emoción de la sabiduría; la hos-
su frente escasa, sus facciones míseras, quedad adusta del misterio; la sumisión
mostraban cómo puede nacer de torpe- de la rendida verdad; cuanto compone la
za la maldad. Cubríale el cuerpo roja alternativa interior de luz y sombra, de
túnica, en la que había estampadas ar- orgullo y desaliento en los afanes de esta
mas que parecían ser de reyes. Luego lucha sublime. Todo su ser se absorbió
Reinaldo vio comparecer una anhelante en ella; y por si el cansancio le tentaba a
multitud que se situaba a poco espacio ceder, allá, en lo excelso de la noche, la
de aquel hombre y advertía que era arre- Esfinge muda, la Esfinge de mirada es-
batado su espíritu hacía ella, y que al lle- pantable, velaba, con los ojos siempre

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 913
lijos en él. Debajo de cada nueva verdad herido acaso, pugnaba por contener los
que él removía, se alzaba, como los in- golpes de un malhechor que le ponía la
sectos que acaso salen a luz cuando se rodilla en el pecho. Contra el leal impul-
remueve una piedra, negro enjambre de so de la Naturaleza, Reinaldo sintió su
dudas; y el pensamiento abrasaba su corazón sobrecogido de timidez y espan-
cuerpo miserable hasta que, convertido to: pensó en la delicadísima flor que no
en ruin pavesa, el alma se arrancó de su sufría abandono, ni movimiento falto de
seno y fué a perderse en la hondura medida; tembló como una mujer; huyo
de la sombra, bajo la atroz y quieta mi- a esconderse como un corzo y ensorde-
rada de la Esfinge. Había reencarnado el ciendo a los mortales ayes de su padre,
alma de Reinaldo en diferentes formas, el deshonrado caballero buscó un atajo
y siempre según convenía a la necesidad por donde recobró su camino. Cuando
o el deseo que hallaba delante. Había pasó el temor, ocupó su puesto la ver-
sido pájaro, para el cazador; árbol, para güenza. Lleno de despecho y angustia,
la enredadera; juguete, para el niño; preguntóse Reinaldo, cómo sin tener dos
reo, para el verdugo; sabio, para la corazones, pudo ser, en el término de un
Esfinge... En este punto volvió Reinaldo día, pujante y bravo, más que un león;
de su sueño. Ya el sol levante doraba cobarde y vil, más que un milano.
la cumbre misteriosa. El se aprestó a Y entonces se acordó de un sueño (1).
subir con ánimo divino, holló la rispida Decíamos, pues, que según una prime-
pendiente, y a cada paso que daba sentía ra consideración de las cosas, la influen-
doblarse su valor. cia del amor está determinada por la
Surgió ante él brava espesura, él la calidad del objeto, y no tiene en sí va-
franqueó sin reparo. Fiero dragón vino a lor propio sustantivo, porque tal como el
su encuentro, él lo ahuyentó con deci- amado es y tal como necesita y sueña a
sión viril. Nubes infectas, con el pestífe- quien le ama, así lo rehace y educa, con
ro hedor de las arpías, emponzoñaron el la más poderosa y multiforme de las
aire, la agitación de la espada abrió paso fuerzas.
al viento puro. Las voces del abismo for-
jaron ruidos más terribles que el estruen-
do y el clamor de cien batallas; adelan-
te, adelante el valeroso caballero. Sier-
pes gigantes, lagos de fuego, brumas te- [IX]
nebrosas; fueron todos obstáculos que
superó con voluntad sublime y fuerza o [ARTE Y ECONOMÍA DEL DOLOR]
arte sobrehumanas. Un rompimiento in-
menso de luz..., un vergel que se humi- Reprodúcese por el dolor en la vida
lla al vencededor heroico... Llegó adonde individual lo que en la historia de los
estaba la flor: la flor fué suya. Era tan pueblos, cuando irrupciones bárbaras
frágil y tan leve que parecía ofenderse
del aliento. Volvió con ella, anticipando (1) La primera versión terminaba aquí. Este
e
n imagen dulce y pertinaz, la gratitud y original parece redactado de mucho tiempo
halago de su dama. Cerca ya de donde atrás. Así lo revela el tipo de letra—clara y
debía entregar tan cara ofrenda, vio Rei- amplia que, con el escribir de años, se volvió
naldo dos hombres que reñían en un cru- más apretada y menos donosa—. El manuscri-
Ce to original contiene a esta altura la frase que
ro del camino. A poco oyó una an- sigue, que corresponde ai último tiempo de
§ustiada voz que le llamaba, y percibió Rodó. Demuestra ello que esta página fue re-
<d mismo tiempo que su padre, el conde visada y completada por el autor poco antes
don Belt rán, era quien, tendido en tierra, de morir. [D. R.]
914 JOSÉ ENRIQUE RODO.- -OBRAS COMPLETAS

caen sobre los centros de la civilización, esté saciado y que por ley natural íe
y, difundiendo a su paso el desconcierto abandone, déjele ir y ya no mire para
y Ja ruina, abaten en pocas horas la obra atrás a ver dónde está el pájaro, prolon-
de las generaciones y quebrantan el or- gando de modo ficticio su presencia por
den de la sociedad, y dejan tras sí por alucinaciones de la melancolía y del te-
mucho tiempo la confusión y el horror mor. Sólo a esta doble condición de no
de la sombra. Tai vez, prevalecerá la bar- ahuyentarle, valiéndose del aturdimiento
barie para siempre; tal vez acabará la o el sofisma; de no detenerle tampoco
misma sociedad, y el desierto vendrá a falsamente por morosidades de la imagi-
extenderse sobre (1) donde fué un im- nación, el sagrado pájaro dejará en las
perio famoso. Pero quizá también, libre venas de donde tome sangre un principio
de miasmas pestilentes la civilización que activo y salubre.
había; repuestos, con la sangre nueva,
la fuerza y el candor gastados, y combi- ¡
nándose para lo futuro los elementos
de una dichosa originalidad, un orden [X]
mejor y más enérgico resurgirá, como
[EL DOLOR RESTABLECE LOS FUEROS
una floresta, del polvo de las ruinas. Esta
DE LA NATURALEZA]
es la imagen del período de anonada-
miento que dejan tras sí los grandes do-
lores. Todo parece trastornado en el al- Una porción de inevitable «comicidad»
ma; todo desquiciado e incapaz de vol- !se nos entra a todos en el alma a favor
ver a su término habitual; la existencia, de las leyes de convención que rigen la
sin objeto ni rumbo; la voluntad, sin sociedad de los hombres: artificiosa es-
normas; pero, por bajo de esto, sí la cuela, donde, entre la parte que cedemos
conciencia alcanzara a las misteriosas de nuestro propio ser y la que se nos
profundidades del abismo interior, perci- agrega, sin consistencia, de lo ajeno o
biría el sordo fermentar con que se pre- flotante, desaparece a menudo bajo una
para una vida renovada y fecunda, por vana corteza la verdad de nosotros mis-
obra del mismo impulso que mueve, co- mos. Pero el dolor nos devuelve a esta
mo operación preliminar, aquel desorden verdad; el dolor restituye (í) los fueros
y que restablecerá, mediante asociacio- de Naturaleza. A su contacto abrasador
nes nuevas, la unidad y finalidad de la disípase cuanto no era más que un agre-
vida, dejándola acaso más firme y mejor gado sin raíz en lo hondo del alma;
concertada que antes. El sufrir es de to- como fuego que devora una túnica lige-
dos; el saber sufrir no es de muchos. ra y manifiesta la carne viva y desnuda.
Porque también hay su arte y economía No otra cosa quiso expresar quien dijo
en esto del dolor. El hombre fuerte a que el dolor pone al descubierto la par-
quien el infortunio ataje en su camino te infantil que hay en cada uno de nos-
ha de considerarle como haríamos con un otros.
pájaro sagrado al que fuera lícito sacar Ese género de engaño con que nos
su alimento de las venas del hombre. No' ¡fingimos a nosotros mismos entusiasmos*
le espante, pues, ni huya en él con ía j convicciones, ideas, que no radican sino
fuerza que consiste en hundirse en el bu- j en la indolencia de nuestra reflexión o en
llicio del mundo y ofuscar la claridad de el artificio de nuestra fantasía; el enga-
su conciencia; antes bien extienda el bra- j ño de aquellos de quienes puede decir-
zo y dé lugar a que se sacie, y así que I se que juegan a sentir y pensar, y luego

(1) Allí, [D. R..: (1) Restablece. [D. R.J

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 915
que están en ello, creen que en realidad quedar incorporado para siempre al fon-
sienten y piensan, ¿quién se lo descu- do de la personalidad, dando lugar a una
bre a ellos mismos sino el dolor, que es limitación mísera y fría, que ya no se
un término de comparación insustituible atenuará después con la gracia de ja li-
para discernir lo hondo de lo vano y gereza juvenil. Es necesario desarraigar
que patentiza, por la intuición más clara a tiempo esa maleza, propia de sitios
y enérgica, la distancia que va del juego secos; es menester partir el corazón de
a la verdad?... Y ahora surge en mi me- ese cachorrillo acostado a la sombra deí
moria una sombra, ahora veo un padre alma; y esta función de ennoblecimiento
generoso y bueno, arrastrado al furor cúmplela el primer austero dolor. Cuan-
de la civil contienda por esas ilusiones do el primer llanto del dolor sube deí
de fe y amor, por esas torres de viento, pecho, sale anegado en él el espíritu de
que nacen de seducción y encanto recr la vulgar ironía, y acaso la sustituye
procos, y toman, a la distancia, seme- aquella otra, ungida de piedad, que es de
janza de ideas; le veo llorar ante un los más suaves bálsamos deí mundo; y el
sangriento cadáver, muestra de cómo el respeto por ios sufrimientos sin grande-
mismo impulso de vértigo paró en el sa- za, la ternura por la debilidad, la bene-
crificio sin honor y sin fruto; y le veo volencia ante la culpa, la caridad nimia
que mide el abismo que separa la verdad y prolija (1) que atiende al bien que se
de este dolor, de la mentira de aquel puede dispensar con una palabra, con
mareo de pasión y vanagloria.., una mirada, con un gesto, desde que
rompe ese llanto llegan a ser cosas co-
nocidas para aquel que las ignoraba.
lodo lo que es engaño y vanidad en
[XI] ! nosotros cede a este grande agente de
i
! verdad. Como al histrión o al disfrazado
[LA IRONÍA PUERIL Y EL DOLORJ i en pompas alegres, a quien, en medio
i
j de sus juegos festivos, hiere un zarpazo

Suele la juventud del alma traer en sí, i de la realidad, traidora, por algo que oye
como el agrio de la fruta nueva, una j o ve y de súbito lo más y amargo
forma de la ironía, que no es aquella, i de la vida, haciendo palpitar su cora-
penetrada de piedad y dulzura, que el zón con agitado impulso bajo el color
tiempo pone a veces en el tiembre del ce- | del traje de máscara, y diluyendo acaso
razón de los desencantados bondadosos; j en lágrimas ardientes el carmín y el al-
que no es tampoco perversión de volun- bayalde del rostro: de esta manera nos
tad, o indicio de un aciago interior de las j sorprende a todos el dolor en la real es-
entrañas; sino una candida, casi pueril j cena del mundo.
Malevolencia que nace de incomprensión ;
del mundo y de la natural sugestión del | [XII]
estulto, formado el nuestro, como está, ¡
desde lo remoto de las generaciones, por I [EL VANO Y ARTIFICIAL DOLOR]
s
%los de dureza y crueldad, cuyo eco j
e
^ ga de esta manera al alma virgen, en
0]
ida atenuada y leve. ¡ La falsedad que primero caerá mueita
£s como un juego de maldad, una dis- I y deshecha en tu alma al empuje deí do-
Posición a ser cruel en las cosas peque- J lor cierto es la del vano dolor: remedo,
nas
- una ineptitud para comprender I simulacro, con que tu fantasía te ator-
^quel género de daño que no hace sangre, j
ni
Provoca lágrimas; y todo esto puede ! (1) Sutil. [D. R.]
916 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

menta a menudo, mientras el sufrimien- dolor, por quien lo induradero (1) de


to de verdad no ha hundido en. tu cora- nuestras vanidades se nos revela con ver-
zón la garra viva; hasta tal punto la na- dad tangible y luminosa, y por cuya vi-
turaleza humana parece hecha para el gilante frecuencia nos apercibimos a es-
contacto frecuente del dolor. perar la vanidad final, el término preci-
Allí donde una convicción robusta no so (2) como la tormenta por los pájaros
alienta, la credulidad supersticiosa suele que anuncian las mudanzas del aire?
poner una fe degenerada; allí donde el Esta otra común falsedad que consis-
dolor que viene de lo real, como flecha te en olvidarse del misterio del mundo
del arco del mundo, no ha tocado aún y desdeñar las voces graves con que las
en lo vivo, la imaginación suele sacar cosas que nos rodean nos preguntan so-
de su propio seno sombras con que com- bre la sombra de donde salimos y la
poner a esa vida intacta su indispensa- sombra a donde vamos; esa falsedad
ble claroscuro. Esta tristeza que nace que nos encierra (3) dentro de lo tempo-
sin moción exterior y puebla de fantas- ral y sensible, sin un pensamiento tras-
mas tu mente, te da la amargura de la cendente, sin una nostalgia de lo alto,
pena, pero, como apariencia que es, arti- quizá sin una emoción de idealidad y
ficial y ficticia, no su fecunda iniciación. de ternura, ¿quién la deshace como el
Para romper esa máscara, esa niebla, esa dolor, de cuya inspiración nacieron siem-
parte vana de ti; para poner al desnu- pre los supremos desprendimientos res-
do la roca honda y firme de ti mismo, pecto de los bienes efímeros y las más
allí donde esas falsedades la enmohecen puras consagraciones a la incorruptible
y encubren, sólo en el dolor real hay virtud de las ideas? ¿Dónde, para la ele-
bríos eficaces, Porque, desde el momen- vación del espíritu a alturas religiosas,
to en que él entra vencedor en tu pecho, habrá tan sublimador acicate como él?
huyen los dolores fingidos, y queda sólo ¿Cuándo se piensa más en lo que sale
el que, por su realidad, es capaz de re- fuera de la averiguación de las cosas na-
velarte algo que no sabes de ti mismo turales, que cuando la amargura del
o del mundo; y aun después que este do- corazón sube a provocar ese inmortal
lor verdadero se disipa y te devuelve la apetito de la mente?
calma, él deja de su paso, en lo hondo
y radical de tu ser, una esencia sutil que
te preserva de las imaginaciones de la
melancolía, y que proscribe las tristezas [XIV]
sin origen ni objeto, como pungente aro-
[ARTE PROTEICA DEL DOLOR]
ma que limpia de gérmenes nocivos el
aire. ¿Quién llorará por sutilezas de su
pensamiento una vez que pruebe la ver- Diríase que ese incomparable obrero,
dad del dolor? cuya mano de obra es nuestra propia
sustancia, maneja instrumentos infinitos
y conoce todas las artes de fuerza y de
[XIII] destreza. Ya es como un brutal forjador,
ya como un orfebre minucioso. Ya des-
[EL ACICATE DEL DOLOR]
hace a golpes de maza el material con
que lidia y lo modela a recias pulgara-
Esa mentira que llamamos soberbia,
sombra larga de ocaso con que se agi- (1) Deleznable. [D. R.]
ganta nuestra pequenez, eco atronador (2) Seguro. [D. R.]
de un gemido, ¿quién la reduce sino el (3) Recluye, [D, R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 917

das. Ya lo trata con mordientes sutiles dustria del dolor, la naturaleza humana
y lo esculpe con menudo y lento cincel. es material que sólo gracia divina pue-
¿Qué habrá de (1) más eficaz que su de reducir a artificio. Recordemos, en
maestría para probar la docilidad (2) de la pintura, a Rembrandt, a Meyerbeer
la arcilla de que estamos hechos? En el en la música. En cuanto a Rembrandt,
abatimiento, te comprime (3). En la ira de los tiempos en que más aciaga fue
y la desesperación, te golpea. En el has- su vida datan sus cuadros más glorio-
tío, te aplana. En la duda, te despedaza. sos. Cuando la muerte le arrebató al
En el pavor, te hiela. En la pasión de amor de su Saskia; cuando la vil nece-
amor, te derrite. En el remordimiento, te sidad le forzó a disipar sus mármo-
atenacea. En ía melancolía, te acaricia les antiguos, sus lienzos, sus estampas,
bruñéndote. Y de ía continuación y de sus joyas, sus medallas preciosas, el
cada una de estas operaciones suyas, genio de Rembrandt, como exaltado por
nace una reforma en ti. el dolor sobre la sensual apacibilidad (1)
Por eso, tiene medios para (4) volver de su ambiente, se anima de estímulos
fuertes a los blandos (5) y delicados y más fuertes y tenaces. Fué entonces
suaves a los fuertes. Con igual arte en- cuando nacieron los Peregrinos de
durece ía fibra de los corazones tímidos Emaús, El samaritano. Los síndicos... Y
que hace entreabrirse, en madurez de en general, su arte, en lo que tiene de
amor y benevolencia, las entrañas más más hondo y humano, ¿cuánto no de-
duras; maravillosa alquimia capaz de I berá al dolor real, «aprendido»; cuánto
trocar el terrón de frágil barro en la má.s de su intensa expresión, y de aquella
firme roca, y el bien templado acero en originalidad suya del contraste entre la
la cascara de la almendra mollar. Miste- luz constantemente amenazada, precaria,
rioso es el modo como él ejercitará su moribunda, y la invasión mortal de las
arte proteica sobre el alma que esco- sombras?
ge (6); pero es seguro que ésta no saldrá
de sus manos sin la señal que, de una
u otra suerte, revele el genio del artífice. [XV]
Y si después de pasar (7) por un dolor
[El. TRABAJO DEL DOLOR SOBRE LA
verdadero y hondo, no te reconoces, en
FISO MOMIA]
algo, diferente de antes; si no te sientes
más áspero o más tierno, más simple o
más sutil (8), más turbulento o más tran- Del brío de este grande agente trans-
quilo, di entonces que la corteza de tu formador juzgarás si imaginas su influjo
Pecho es de tal condición que no hay sobre las hondas realidades del alma por
martillo que la forje, ni lima que la me- el modo como alcanza a transformar la
lle, ni berbiquí que la taladre, ni asperón carne y la apariencia.
Que la pula; porque donde fracasa la in- Nuestra fisonomía es, en manos del
dolor, como una blanda máscara que la
(U ¿Dónde habrá cosa? [D. R.j continuidad de su trabajo modifica; en-
&) Para vencer la indocilidad. [D. R.] ! dureciéndola, para siempre quizá, en la
[3] El original marca, además, en todo este ¡ expresión y los rasgos que sustituye a los
desarrollo, la fórmula: Nos comprime, nos • de la naturaleza. ¡Qué prodigiosos reto'
&0hea, etc. [D. R.] i qties del barro vivo; de la forma ani-
H) Con que. [D. R.l |
t5) Flacos. [D. R.] ¡
mada! Esas frentes sumisas, que sellan
¡6) Elige. [D. R.] indelebles arrugas; esos lánguidos ojos,
•') Que has pasado. [D. R.]

>) Más candoroso o más aabio. [D. R.] (1) Somnolencia, [D. R.J
918 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

de pupilas inciertas, de mortecino mirar, sola las que ya teníamos, y porque sus-
acaso enrojecido por el dejo y la fre- cita a veces nueva calidad de energía,
cuencia del llanto; esas mejillas macera- nueva vocación, nueva aptitud.
das; esas narices a las que se ha sacado Aquel sacudimiento, trastornador de
filo; esos labios exangües, flojos y entre- las más hondas raíces de la herencia y
abiertos; esas palideces transparentes; del hábito, que el amor produce, y
esas livideces terrosas; esas cervices mal por (1) el cual hace pasar de lo poten-
seguras; esos aspectos ya de espirituali- cial a lo real de nuestro ser tanta igno-
dad cuasi divina, ya de estúpido anona- rada riqueza, muévelo también el dolor
damiento; esas prematuras canas... ¿Qué y con no menos milagroso acierto. Para
otra fuerza puede imprimirse, hasta este la creación artística, más que para cual-
punto, en carne nuestra... (1) cuál quiera otra forma de humana actividad,
otra así la virtud, plasmante y mo- el dolor es acicate que provoca a menu-
deladora, de la vida? ¿Cuándo el placer do el primer impulso de la invención, y
amigo alcanzará a fijar, con tal riqueza otras muchas veces la sublima a alturas
de expresión, con tal poder (2) de per- no vislumbradas por la mente hasta en
manencia, las huellas de su paso?... tonces. Algo hay en la esencia de este
majestuoso sentimiento que lo guía, con
magnético tino, a la expansión, a la co-
municación, al anhelo de declararse y
[XVI] hacer compartir sus congojas a otros co-
[LA FECUNDIDAD CREADORA DEL DOLOR]
razones que aquel en que toma su ori-
gen. Mientras el alma donde el genio
duerme, ignorante de sí mismo, sin que
Ninguna fuerza más eficaz que la del la necesidad de producción lo estimule,
sufrimiento para traer a la luz de ia permanece virgen de penas hondas, pue-
conciencia y poner en la vía de la acción de prolongarse indefinidamente esta in-
tesoros que el alma lleve en sí misma sin consciencia; pero cuando el dolor acude,
sospecharlo. Gran transmisor (3) de vo- el alma busca en la manera de expresión
caciones, el dolor depara a veces voca- que le es congenial, sea ésta la palabra,
ción briosa y precisa al que aún no la ha el color o la armonía, el medio de re-
hallado propia; o sustituye por la voca- flejar fuera de sí el dolor que no cabe
ción verdadera una falsa; o bien confir- en su seno y que ansia ganar, llevado en
ma, levanta y perfecciona la verdadera. alas de la imagen, la capacidad de otras
Nuestra reacción voluntaria contra la in- almas. In doloribus pinxit, escribió Schil-
ferioridad a que el dolor nos condena ler al frente de una de sus composiciones
suele ir, con potencia nunca manifiesta más bellas. ¡Cuántos no pudieron poner-
hasta ese instante, más allá del punto en lo de epígrafe de su primera obra,
que el infortunio nos tomó; de suerte la que los reveló a sí mismos o les gran-
que no sólo tiende a recobrar el bien que jeó la corona del mundo!
nos fue quitado por éste, sino que logra Representar el propio dolor con la lim-
acaso plantar su bandera aún más allá, pieza y el relieve de la imaginación artís-
adelantándose al baluarte cuya recon- tica; depurándolo de cuanto en él se con-
quista se propuso. Arranca esta reacción, tiene de trivial e insignificante; convir-
de nosotros, dobles fuerzas; porque acri- tiéndole en ejemplar luminoso, objeto de
deleitable contemplación aun para el mis-
(1) De hombre,—mortal. [D. RJ mo que fué su víctima y su ara antes de
(2) Virtud. [D. R.]
(3) Comunicador. [D. R.] (1) Mediante. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—-9: PROTEO.---LIBRO II 919

dejarle trocado en mármol divino, es ¡ ¿Qué hubiera sido el inmensurable poe-


obra que ejerce un maravilloso efecto de ta que vio lo más alto y lo más bajo, y
apaciguamiento y liberación sobre e) que1: por quien veinte generaciones humanas
es capaz de acometerla. Bien lo sabia el , cobraron voz con que hacerse oír en lo
alma olímpica de Goethe cuando se li- : futuro; qué hubiera sido Dante a no
beríaba para siempre de alguno de sus { mediar el sino fatal que desbarató todos
grandes dolores, volcando la historia de los planes de su voluntad; todas las ima-
la cuita en un libro, que empezaba a tra- I ginaciones de su esperanza? Piensa Car-
bajar así que entraba en el período de : lyle que la crónica de Florencia habla-
interior turbulencia. Por este medio, des- ría entonces de un excelente corregidor
pués de haber sido él cosa del dolor, el ¡ más, de otro podestá probo y enérgico;
dolor pasaba a ser cosa suya. j y en cambio diez siglos de la humana
El mismo precipitado afán por apartar j historia habrían quedado para siempre
de la mente la idea del dolor, y rehuir- mudos. Yo me figuro a Leopardi en am-
le, afán que para la vida del sentimiento biente de salud y de dicha. En este Leo-
hemos considerado dañoso, es a menudo, pardi rehecho sin más proporción de
en la esfera de la inteligencia, sugestivo amargura que la que es común en lo hu-
y fecundo. Refiere Sainte-Beuve cómo mano, veo que persistiría la ciencia del
Pascal, durante los sufrimientos de sus filólogo, veo que persistiría también el
últimos años, lograba mitigar su rigor, arte exquisita del poeta que arrebató a
abstrayéndose en difíciles problemas; y | la musa antigua el secreto de hacer, del
con tal motivo trae a cuenta el aforismo i verso, mármol puro; pero ¿sería este
de Hipócrates: «Cuando un doble tra» i mármol alabándico, negro como la no-
bajo se realiza en nuestra organización, I che, que en el retiro de la aldea desde
aplicándose a partes distintas, el más j entonces célebre, esculpió el lírico de la
enérgico oscurece al más débil.» La re- | infelicitá; sería el mármol con alma, don-
concentración del alma en las porfías de i de el que no es capaz de percibir la eu-
la verdad, o en las de la invención artís- j ritmia de la forma, todavía se rinde a la
tica, puede sacar de una suma de aten- cadencia del sentimiento sublime, como
ción que acumula fuerzas capaces de en la (1) estatua musical de Demetrio,
prevalecer sobre el más encarnizado do- j que, por un misterio de su construcción,
lor, manteniéndole aparte de la claridad : daba de si sones armónicos, o como en
de la conciencia, I aquella otra estatua de Egipto, que,
cuando el sol la cariciaba, gemía?

[XVII]
[XVIII]
[EL DOLOR EN LAS MENTES SUPERIORES]
[EL DOLOR DE AM.0R]
Mentes superiores hay que, separadas •
hipotéticamente (1) del dolor, rehacien- El dolor de amor es el más fecundo y
do, sin sus dolores grandes, las vidas en milagroso de todos: dos omnipotencias
^ e resplandecieron, como por la estra- j convergen en él. Del dolor de amor nacen
íe
gia (2), no se conciben ya sino i conversiones y vocaciones infinitas. Fran-
empequeñecidas y (3) truncas. ] cisco muestran con el ejemplo cómo la
(1) Por abstracción. [D. R.] i santidad es a menudo aroma de esta flor
(2) Hay una palabra ilegible. [D. R.l
(3) 0. [D. R.] (1) Aquella. [D. R."J
920 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

espinosa. Dostoyevsky se acoge al con- estampe la huella, o como el fuego que


suelo de la poesía cuando con el senti- hace eficaz el hierro del estigma, impri-
do y el alma en las horrendas prisiones me, por indeleble modo, en el alma, ese
de Siberia, él nos refiere cómo este sufri- último inefable secreto.
miento de carne viva desarraigó en él
otro de aire y de sombra: singular apren-
sión, invencible angustia, mortal e inex-
plicable miedo, que, al caer de la tarde, [XIX]
se apoderan de su ánimo, y tenían su
corazón en peligro. Nada hasta entonces [EL DOLOR Y LA CREACIÓN]
había podido conjurar estas funestas in-
quieludes: sólo el vivo dolor, aquel que ... como Jenofonte había tomado (1J
muerde en la entraña, aquel que expri- el punzón y las tablillas de Cíío, cuando
me el zumo del corazón, desvaneció, para hubo menester aquietar (2), olvidando,
siempre, su remedo estéril, nacido de las su corazón de padre. Un joven mustio
rarezas del eslavo. recorre, como empeñado en huir de sí
En el más grande cuadro de las hu- mismo, los pueblos (3) de Europa, lleva
manas miserias, grita un orgullo melan- consiguió un recuerdo inestinguible y un
cólico: «¡Quien sabe de dolor, todo lo dolor inconsolable; perdió a los veinte
sabe!» Y cada paso que avances en el años su amor; anhela la muerte nace
mundo, verás más clara la razón de ese de pronto un pensamiento que y lo
grito. Vía de superior conocimiento es el subyuga; y he aquí que vagando por las
dolor; lección sagrada; ciencia última, ¡ calles de Roma, ese viajero trepa un día
que completa y consagra toda ciencia. ; a la colina de la plebe, y ante el concur-
Imagínate un apóstol que no ha sufrido so que forman para él los monumentos
aún por «su» verdad. Acumula en él to- de siglos, jura libertar un mundo. Amé-
dos los dones de la sabiduría, todas las rica es la esposa que ocupa, en su (4) gi-
luces de la convicción, todas las energías gantesco corazón, el sitio vacante.
del ánimo. ¿Podrá decirse que conoce Jorge Manrique no fué más que el
«del todo» su verdad, sí por este cono- poeta cortesano, hasta que (5) el cariño
cimiento perfecto hemos de entender pe- filial, enfervorizado por el fermento del
netrarla hasta tocar corazón con corazón, dolor, no le arrancó del alma las Co-
y como ensimismarse con ella?... La luz plas de que vive pendiente su nombre.
que da el amor para la intuición que Mucho había escrito Young en la juven-
aventaja a la vista de la mente, ¿será tan tud y la madurez; pero sólo cuando, al
grande y perspicua, como cuando el do- llegar a sus (ó) últimos años, el dolor le
lor exalta y apura la fuerza del amor? hiere en el centro de sus afectos, Young
La segunda iniciación del apóstol comien- produce las Noches, y nace para la
za con el camino del martirio; y enton- posteridad. ¿Y Alfredo de Musset?
ces es cuando se le descubren dulcísimos El dolor de amor es el primero; pero
misterios de su verdad, que ella reserva-
ba para moderación (1) de sus angustias.
Algo hay en lo hondo de toda fe, de todo (1) Tomó en la—y en seguida de esta inter-
grande amor ideal, que ignora aquel que calación, Rodó trazó una palabra que resulta
aún no ha padecido en su servicio. El do- ilegible. [D, R.]
(2) Serenar. [D. R.]
lor viene; y como el tórculo que aprieta (3) Las ciudades. [D. R.]
el papel sobre los moldes para que se (4) Aquel. [D. R.]
(5) Mientras. [D. R.]
(1) Compensación. [D. R,] (6) Los. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 921

otros cíe menos noble alcurnia (1) valen su taller amaba más o reputaba mejores.
también como eficaces estímulos. El su- El escultor escudriñó lo más íntimo de
frimiento que nace de un inmerecido su corazón, apuró la precisión de su jui-
agravio, de una condenación o inculpa- cio, y hubo de callar, sin respuesta que
ción injusta, mueve... viniese francamente a sus labios. ¿Quién
Cuando el abate L'Epée es fulminado se maravillará de esta incapacidad de
por la excomunión, nace en su alma el elección, si entiende de la calidad del
propósito de consagrarse a su piadosa amor que se tiene al hijo y a la obra?...
empresa de la enseñanza de los sordo- Pero Friné era sabia y fina. Se obstinó
mudos. Cuando Bernal Díaz del Castillo en penetrar, más adentro que la propia
lee, en la vejez, la historia de Gomara, conciencia del artífice, en el sentir del
donde ve preteridas sus viejas proezas y artífice sobre las creaciones de su genio
su gloria, se siente tentado a armarse es- y quiso descubrir la preferencia que aca-
critor, para vindicarlas, él que nunca ha- so existía en lo más profundo de su ser,
bía tomado hasta entonces la pluma; y aunque él mismo la ignorase (1). Un día,
así escribe su vibrante y graciosa Cróni- vinieron a decir a Praxiteles que se in-
ca. La pena del desengaño, la fea reali- cendiaba su taller y que ya no era tiem-
dad palpada bajo la idea o el ídolo en po de salvar más que algunas obras que
que se creyó, convierte acaso la volun- allí había. Todo era ficción de Friné. El
tar a más firmes derroteros, como cuan- dolor usurpa a Praxiteles el alma. «¡Mi
do Malte-Brun, propagandista político, Sátiro, mi Eros!—exclama, en su confu-
primero de ser geógrafo, ve desenmasca- sión y su congoja—; ¡que salven a lo
rarse a Bonaparte, su ídolo, el dieciocho menos mi Sátiro y mi Eros!» Movida,
de Brumario; y abandona la arena cívica por el sacudimiento de la emoción, en lo
y se consagra a la ciencia, donde le espe- más hondo, el alma del artista había vol-
raba la gloria. La pesadumbre que nace cado, en su conciencia, como lo calcula-
de la pérdida de bienes materiales, im- ba la astuta cortesana, el sentimiento de
pulsa a Fourier al apostolado como preferencia, el juicio de elección, que
en la antigüedad había impulsado a Ze- existían en la oscuridad de lo incons-
nón a la filosofía, haciéndole pasar ciente.
al pórtico de Stoa.
El dolor propio, o bien el ajeno com-
partido por una viva simpatía, son el se-
weto de transfiguraciones en que la apti- :
tu
d del artista y ei poeta, ya revelada, XXI
pero contenida dentro de mediana altu- [LOS SIGNOS DE LA ESCRITURA]
ra, se levanta extraordinariamente sobre
su
s sombras augustas, como las nubes
que han de dar de sí la tempestad. Era costumbre en San Francisco de
Asís recoger del suelo, con esmero pia-
doso, todo papel escrito que encontraba,
aun cuando este papel fuese un desecho
[XX] o una triza, y no contuviera sino una
[PRAXITELES Y LA CORTESANA] frase trivial, una palabra trunca, quizá
una sola letra. Ocurría a menudo que le
.Peguntó cierta vez la cortesana al ar- tildasen por esta nimiedad o quisieran
Us
ra cuáles de las obras que él tenía en averiguar su objeto; a lo que el santo
(1
) Linaje. [D. R.] (1) Por él mismo ignorada. [D. R.]
922 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

respondía: «Dejadme reverenciar las le- i mía, entre risible y siniestra, brotaba de
tras, puesto que de esos signos se com- los contornos de la sombra, completados
pone el nombre de Dios.» Trazados por por algunas grietas del muro.
torpe o maliciosa mano, alineados en Después que logré asir con la aten-
significación de cosas fútiles o abyectas, | ción la forma representativa en que po-
o aislados sin sentido propio, los signos ¡ dían, efectivamente, concertarse, median-
conservaban aún, para el mejor de los te un poco de buena voluntad, aquellas
cristianos, su dignidad inmanente. Por líneas confusas, la percepción de esta
el hecho de prestarse a nueva ordena- I imagen en la mancha de humedad fué
!
ción, de modo que contribuyeran a ex- tan inmediata y clara para mí. que ape-
presar el nombre divino; y respetando ñas concebía cómo pude dejar de notar-
el pensamiento en lo esencial, añada- la a la primera indicación de mi amigo;
mos nosotros: cualquier nombre benéfi- y cuantas veces, desde entonces, pasé
co, cualquiera idea justa. Para el santo frente a aquel ruinoso muro, ella se des-
toda letra era amable. tacaba, infaliblemente, a mis ojos, de
manera superior a mi voluntad, la cual
en vano se esforzaría por volverme a la
1
XXII simple percepción de una mancha.
Esto puede corroborarse por la obser-
[LA MANCHA DE HUMEDAD] vación común. ¿Quién es el que desci-
:
frando, por ejemplo, uno de esos gráfi-
Pasaba en compañía de un amigo, ha- í eos enigmas, en que se trata de encon-
ce años, frente a la ruinosa pared de un trar una figura que se forma del blanco
edificio, cuando señalándome aquél una de las otras, no habrá notado cuánto
mancha de humedad que sombreaba un supera al esfuerzo de la voluntad dejar
gran trozo del humo, di jome, mientras de discernir la figura secreta, en la ví-
1
me hacía detener el paso: sión del conjunto, una vez que se ha
—¡Mira qué admirable cabeza para acertado con ella?
una bruja del Macbeih, sí algún artista | No es otro el modo como una lectura
de esos que, cumpliendo el precepto de intensa y eficaz te impone para siempre
Leonardo, están atentos a estos capri- un concepto del mundo y de la vida. Un
chos de la casualidad, la viera y supiese • libro enérgico, si coincide con propicia
hacerla suya!.,. , ocasión, tanto más cuando aún no ha;'
Miré y no vi sino la mancha informe, ; en tu alma una idea neta y fija del mun-
extendida al azar sobre el blanco sucio ! do, el cual equivale entonces para ti a
del muro. En vano mi acompañante ins- | la mancha de humedad donde no ves
taba mi atención: yo sólo una informe ; nada representativo y concreto, es el
mancha veía. Entonces, acercándose a ! acompañante que enseña a ordenar tu
ella y siguiendo con el índice el contor- concepción de la realidad dentro de una
no: «Repara—me indicó—-en la frente imagen precisa. Nada será capaz de sus
estrecha y las greñas hirsutas; mira en tituir en ti esta imagen por lo indefinido
esta línea la corva, innoble nariz; obser- anterior. Nadie podrá emancipar tu pen-
va el ojo oblicuo, los labios contraídos '. Sarniento del orden que le fué impuesto
en un gesto de odio; ve aquí el flaco con ella, si no es quien tenga arte pai'a
pescuezo...» Y al compás que mi acom- hacer que descifres una nueva y mas
pañante me indicaba, la figura iba orde- patente figura en la mancha de hume-
nándose en mi percepción, y una fisono- dad..,

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 923
so objeto tiene de instrumento de ac-
[XXIII] ción, de energía manifiesta en lo real,
[EL LIBRO MODELADOR DE HOMBRES] : obra en más hondos talleres de la vida;
y es el libro modelador de caracteres, ar-
tífice de la voluntad, propagador de cier-
¡Qué inmensa y varia vida, qué in- | to tipo de hombres; aquel que toma, como
mensa y varia fuerza en ese mundo de I un montón de cera, una o varias genera-
papel liviano, subido sobre el mundo ciones humanas y, con fuerza plasmante,
real, como sobre el caballo el jinete! las maneja, entregándolas a las vías del
Hay el libro movedor de revoluciones; mundo, marcadas de su sello invisible
el libro conductor de multitudes; el debe- y perdurable.
lador de tiranías; el evocador y restau-
rador de cosas muertas; el que publica '
miserias ignoradas; el que constituye o [XXIV]
resucita naciones; el que desentraña re-
[LA IDEA TROCADA POR EL LIBRO
cónditos tesoros; el que avienta fantas- ¡
mas y melancolías; el que levanta sobre EN FUERZA VIVA]
las aras dioses nuevos. Hay el libro que,
hundido como un gigante en sopor, bajo j Cuando la gloria antigua llegaba al
el polvo de los siglos, se alza un día a >punto de donde ya es fuerza decaer, un
la luz, y con el golpe de su pie estreme- I escritor reunía en un libro la memoria
ce al mundo. Hay el libro donde está - de los varones que la personificaron, y
presente el porvenir, la idea de lo que ordenaba, en dos coros paralelos, los de
ha de trocarse en vida humana, en movi- Grecia y los de Roma. Por estas páginas,
miento, en cclor y en piedra. Hay el libro impregnadas de la comunicativa esencia
que se transforma a la par de las gene- de la antigüedad, el escritor llamado a
raciones; inmortalmente eficaz, mas nun- i propagarla de deleitable modo en el tiem-
ca igual a sí mismo: el libro de que se po, cautivó sin pensarlo la voluntad de
puede preguntar: «¿Qué sentirán leyén- I multitud de hombres que vinieron mu-
dolo los hombres en los tiempos futu- • chos siglos después, y para quienes fué
ios?», como se puede decir: «¿Qué sen- I tal libro como el molde donde volcaron
tiran, aún no sentido por nosotros, ante , su concepción del deber y la vida. Las
una puesta de sol, o ante la sublimidad j generaciones revolucionarias del siglo
3e! mar y la montaña?» Hay el libro, cu- j dieciocho templaron su carácter en la
yo nombre permanece significativo y i lectura del Plutarco. La Francia de Dan-
arrebatador, como una bandera que on- tón, la América de Bolívar, fueron so-
^e3- en las alturas, cuando ya pocos leen ñadas, por los que las realizaron, con
eu él otra cosa que el nombre. Hay el
c
iue salva a un pueblo del olvido, o de los colores del biógrafo de Queronea. En
Vei
' rota su unidad en el tiempo, o de los entusiasmos de reforma; en las an-
^ue le sea quitada su libertad; y el que sias de libertad, en las esperanzas de fa-
multiplica, en la red del miserable, los ' ma, en la prefiguración de venganzas y
peces; y el que apacienta los dulces sue- victorias, este libro puso el color, el re-
\ , gratos al alma del trabajador y a la , lieve, la materialidad de que la idea ha
r 0&

'fel príncipe: los sueños, suave, balsa- j menester para trocarse en fuerza viva.
^ico elemento de que necesita también I Y cuando ésta rompe en heroísmo y en
e
' orden del mundo. gloria, son, en parte, las imágenes del
Plutarco, las que vuelven al mundo por
Psro aún hay otro género de libros, i el camino de la acción y el ejemplo. El
|5Qr
el cual lo que ese frágil y maravillo- Plutarco está en el espíritu, y todavía
924 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

más en «la plástica», de aquellas dos Re- ¡sí solo, nos mueva a la práctica y la
voluciones; él se enlaza a la marcialidad i acción, ni que, sin el auxilio de la ima-
de sus héroes y modela la actitud esta- gen, nos enamore. Cuando el místico
tuaria de sus tribunos. siente necesidad de defender la idea de
lo infinito y lo eterno, objeto de su amor,
de la competencia de los bienes terrenos,
reales y sensibles, ha menester prestar a
[XXV] aquel supremo, indeterminado bien, una
forma imaginaria, un divino cuerpo, que
[GRANDE INSTRUMENTO DE REFORMA
humille y oscurezca la belleza de las
INTERIOR ES EL LIBRO] ¡ cosas del mundo. Tal es la visión del ex-
tático; y el arte la reproduce, para cada
Grande instrumento de reforma inte- idea, en cada uno de nosotros, encen-
rior es el libro; pero no principalmente diéndonos en la fe y el amor de un pen-
por su eficacia intelectual y el poder de samiento que arranca de la oscuridad de
convicción que atesore; sino por su in- la abstracción y levanta sobre el altar
tensidad en el sentimiento y la imagen; ; donde se le ofrenda la oración y el sa-
no principalmente por lo que argumenta, ! crificio.
sino por su valor, y su vida, y por lo que i
hay en él de voluntad subyugante, y de
la hechicería del corazón; no principal- [XXVI]
mente por la fuerza propia de la idea,
[CADA FRASE PONE EN MOVIMIENTO
sino por la virtud que la idea, pintada
UN NUEVO MUNDO]
y animada, adquiere para tocar los re- ¡
sortes con que se despierta la emoción
y se provoca el movimiento. Desvanecido todo lo que es interposi-
Acaso nunca hubo libro de abstracto y ción de cosas muertas, hojas de papel
frío filósofo que, sin interposición de letras mudas, la obra parece leída en el
otros libros, hiciera modificarse un alma alma misma del poeta y en el instante
humana; pero la doctrina se convierte . de la creación, sagrado y misterioso.
en fervor y redención, o en vértigo y lo- Cundiendo en reverberaciones infinitas
cura, cuando el artista se la apropia, sol- cada frase pone en movimiento, dentro
tándola luego a los vientos de la vida; y del alma, un mundo nuevo. Cada pala-
artista llamo aquí a todo el que, con sus bra rasga la oscuridad de la abstracción
escritos, su prédica o su ejemplo, viste : y se convierte al punto en una visión
de hermosura y claridad una idea. imaginaria, que llega a simular la sensa-
Una doctrina nueva es como el verbo ción de los ojos; unas veces a modo de
de un Dios, que, para revelarnos su ley, : vaporosa aparición, hada sutil, nacida
precisa tomar cuerpo en carne humana, del aire en que se esfuma; otras veces
y andar, vivo y tangible, entre nosotros y como imagen de y precisos con-
hablarnos con parábolas, y hacernos llo- tornos abierta por el cincel sereno en fe
rar con su pasión. Esto es el libro del límpida firmeza del mármol; otras con10
artista, cuando junta un designio ideal a criatura palpitante y sanguínea, cuyo
su belleza: la vida y la pasión de una gesto potente se dibuja sobre el oro del
idea encarnada para revelársenos. | sol, entre el clamor y el aliento de la
No hay concepto intelectual que, por I Naturaleza.

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OBRA POSTUMA.—-9: PROTEO.—LIBRO II 925
roícos anhelos en la (1) pubertad con ia
[XXVII] lectura del Robinson! Por lo que tiene
de representación de la vida de la Natu-
[ESTE ES EL LIBRO VIEJO Y MALTRATADO,
raleza, ¡en cuántos ha infundido el amor
CON QUIEN CONVERSE DE NIÑO]
por los secretos de esta Madre y su poe-
sía, como en Bernardino de Saint-Píerre,
Tengo, aquí, un libro, viejo y maltra- para quien fué aquella lectura la oca-
tado, cuyas tapas, de tela que fué negra, j sión que definió para siempre el sentido
han dejado de estar unidas sobre el can- j de su existencia!
to que, descubierto, muestra los surcos
de los hilos; la impresión es pulcra y
como de noble prensa de antaño; en el [XXVIII]
papel, muy blanco y endeble, hay pin-
tas de humedad; de portada, sólo queda j [INFLUENCIAS CONTRADICTORIAS DE LAS
señal de que la hubo; y por cada veinte ¡ LECTURAS]
hojas impresas, tiene el libro una car- j
tulina, en la que está grabada, con va- ¡
ríos accidentes (1), una figura varonil, a \ Hay veces en que las influencias con-
un tiempo caucásica y salvaje, que vis- j tradictorias de lecturas igualmente in-
ten pieles toscas y rodean apariencias (2) ¡ tensas, que comparten la afición y el há-
de un agreste y feraz naturaleza. í bito, se entrecruzan en un espíritu, sin
Conversé con este libro en mi infan- / ceder las unas a las otras, y persisten en
cia. Conversar con un libro significa mu- ; un vivo conflicto, determinando para la
cho más que leerle; híceme amigo suyo, j vida entera de aquél una especie de du-
colaboré con él, desde que puse a su i plicidad.
letra mi música interior; y hoy que ya i Muchas incongruencias personales pue-
no le leo si no es en mi memoria, le ve- ! den contribuir a explicarse de esa suerte.
ñero como a un trabajador heroico y ¡ Rousseau, a quien Carlyle llama la más
bueno (3) con quien de niño hubiera ju- j portentosa de las contradicciones, es per-
gado sin sospechar su grandeza. Este fecto ejemplar de esas naturalezas que
libro es el Robinson, la Ilíada del esfuer- se caracterizan por la asociación de los
zo individual, el lábaro de la conquista contrastes. Todo lo fué alternativamente;
c,e
uno mismo. afectuoso y adusto, humilde y soberbio,
¡Gloriosa historia la de este forjador cobarde y varonil (2), Ello estaba tal vez
de voluntades!... Sencillo, ingenuo, como en el fondo de su organización natural;
es
> él ha formado héroe, sabios, hombres pero ¿quién dudará de lo que ayudó
fuertes y justos; ha disciplinado ejérci- a fomentar esta propensión divergente
tos de almas, para el combate de la aquella dualidad de sus primeras lectu-
V1
da; ha recorrido el mundo como un ras, perdurables en su pensamiento y su
a
gathodemón de tentaciones buenas. Por corazón, de que él nos habla en una pági-
|° que tiene de acicate de la voluntad, na de las Confesiones? Por una parte,
ien
cuántos ha depositado el germen el sentimentalismo vago de su tiempo le
temprano de aventuras gloriosas, como entró en el alma con las novelas de
en
Renato Caillé, el explorador de las mademoiselle de Scudéry, de Gomber-
Piedades africanas, embriagado de he~ ville, de Richardson, germen quizá de
cuanto hubo de sofístico y muelle en su
JO Maneras. [D. R.]
p) Figuras, paisajes. [D. R.] (1) Su. [D. R.]
W Dulce, tierno. [D. R,] (2) Atrevido. [D. R.]
926 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

posterior concepto del mundo. Por otra ejercitando la parte de Proteo que hay
parte, la iniciación severa de Plutarco en el alma de cada uno de nosotros.
le abrió las puertas del civismo antiguo Nuestra identificación imaginaria con
y le naturalizó en Esparta y en Roma: los personajes del novelista o el poeta,
de aquí sus ráfagas de estoicidad, su pa- no sólo ños transporta a menudo a con-
sión de independencia, su afición por la diciones de vida distintas de las que la
virtud sencilla y fecunda. Relacionando severa realidad nos impone, sino que,
esos dos opuestos fundamentos, ¡cuánto produciendo la misma mutación iluso-
se aclara y simplifica la complejidad ria por lo que respecta a nuestro ser
contradictoria de Rousseau! interior, hace que aparezcamos, por una
Una influencia semejante obra acaso hora, ante nuestra propia conciencia, con
para lo múltiple y disperso del alma de alma y corazón diferentes de los que re-
muchos de nuestros contemporáneos. cibimos de la naturaleza;: nos hace to-
mar el alma y el corazón del personaje
Cien fuerzas diferentes nos solicitan, des- y nos franquea de ese modo una parte
de los libros que nos conmueven e inte- de la inmensidad de espíritu que queda
resan, nunca bastantes en número para fuera del estrecho circuito del propio. Es
nuestra curiosidad y nuestra capacidad una emoción tan interesante y viva, por
de simpatía; con frecuencia, nuestras lo menos, como la opuesta de reconocer
primeras lecturas, las más decisivas, ca- en el libro, con la limpieza y la luz que
recieron de orden que graduara su des- añade el arte, el reflejo de nuestra rea-
envolvimiento en el tiempo y las subor- lidad personal. Quizá es una suave her-
dinase a una norma de la razón; los es- mosura, el encanto de. un recuerdo tri-
tados de almas que nuestros poetas nos vial, la sugestión de un sueño de dicha;
transmiten, los caracteres que la inven- quizá un halago de la vanidad; quizá el
ción textual o novelesca propone a nues- timbre ideal e inexplicable de un nom-
tra imitación, nos llevan sin ritmo por bre; mil afinidades e impulsos, cons-
mil partes distintas; y no es, ciertamen- cientes e inconscientes: todo esto se fun-
te, raro (1) entre nosotros, el de aquel de en mi amor, tal es su contextura. El
cuyo espíritu fluctuará para siempre en- tuyo y el de cada uno de los otros tiene
tre dos centros de atracción que pueden su contenido propio y diferente. Y cual-
referirse a dos libros, que el azar juntó quiera de esos elementos que en mi
en su adolescencia, o a dos persistentes amor o en el tuyo se funden: admira-
devociones literarias. ción, recuerdo conmovido, esperanza, va-
nidad, sugestión trivial, prurito incons-
ciente... es a su vez complejísimo con-
junto, que, por su finalidad, toma la se-
[XXIX] mejanza de lo simple. Así la total com-
plejidad de nuestro ser se reproduce, e*1
[LAS TRANSFORMACIONES ILUSORIAS cualquiera de nuestros sentimientos, en
DE LA LECTURA] la más pasajera manifestación de nues-
tra naturaleza moral; quizá quien es Ba-
yardo se complace en pasar al alma de
...esa tendencia a romper, por cierto Dafnís; quien es Manon, prefiere la his-
espacio de tiempo, la unidad consecuen- toria de Virginia; quien es Homais, gus-
te y monótona de la personalidad, esca- ta del libro que le lleva a ser, por una
pando de la prisión de uno mismo y hora, Aquiles o Romeo. Así, mediante el
libro, participan, por cierto tiempo, QPe
(!) Caso extraño. [D. R.] sustraen al encadenamiento de la r ea '

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO II 927

lidad, los melancólicos del humor de los ! [XXXI]


joviales, los activos de los arrobamien-
tos del ensueño, ios contemplativos de j [LA EMBRIAGUEZ]
las emociones de la acción, los malvados
del sentir recto de los justos, los podero-
sos de la sencillez de los humildes... ¿Y I A menudo, la fisonomía artificial con
quién duda que estas transformaciones i que aparece transformada nuestra per-
ilusorias son cañas de torneo que pue- sonalidad no se distingue de la natural
;
den cambiarse en lanzas de una trans- y propia sino en la intensidad de su ges-
formación definitiva y real? to o la armonía de sus líneas. El carác-
ter real permanece, pero lo magnifica
una general exaltación o bien se defor-
ma, en caricaturesca apariencia, como el
semblante de quien se mira en una es-
[XXX] fera azogada.
[SI QUIERES SABER SI HA CAMBIADO EL
Otras veces es todo un carácter adven-
RITMO DE TU ALMA..,]
ticio, una nueva personalidad, lo que la
embriaguez suscita y mueve. Esta perso-
nalidad presenta claros y mágicos con-
Hay libros que por su acumulación de tornos. Acaso es animosa, mientras acrue-
vida refleja; por su complejidad e inten- lia a quien se sustituye es tímida; acaso
sidad; por lo que equivalen al contacto es regocijada, mientras la otra, melan-
con la naturaleza misma; por el modo cólica; acaso soberbia, mientras ésta hu-
como parecen darnos la visión de la to- ; milde. Quizá es única en pareceres, en
talidad, de las cosas, sirven para que : amores, en odios. Es como huésped in-
probemos en ellos todos los filos de ' truso que ha usurpado el puesto del Se-
nuestra sensibilidad, de nuestra ánimo, {ñor a quien la servidumbre (1) acata y
de nuestro juicio. reverencia. No busques inferir de qué
Leídos en la infancia, en la adolescen- modo se manifestará este peregrino hués-
cia, en ia juventud, en la virilidad, ¡cuan ped en un alma, si sólo la personalidad
diferentes se nos muestran y muestran real de ella conoces. Todas las diferen-
de reflejo, la imagen de nosotros mismos! I cias, todos los desacuerdos, son posibles
Leídos en la desilusión y la derrota, en entre la personalidad que ha creado la
el triunfo y la prosperidad, ¡qué de nue- naturaleza y desenvuelve o modifica el
vas cosas nuestras nos hacen conocer hábito, y la que evoca, de misterioso
e
n cada uno de esos casos; cuánto secre- centro, la embriaguez. Y lo más singu-
to sacan a luz de nuestro mundo íntimo, I lar aún e interesante es que, con fre-
como si aumentaran en nosotios lo diá- ¡ cuencia, esta última parece la natural y
taño, sereno y perspicaz de la visión de : primitiva: con frecuencia parece ser la
•a conciencia! ¡ misma personalidad creada por la na-
SÍ quieres saber si ha cambiado el I turaleza, que, rotos los límites donde la
n
tmo de tu alma, y hace ya tiempo que tenía contenida el hábito, reaparece su
leíste, la vez última, el Quijote, tómalo expresión franca y desnuda; o bien, sin
^' léelo otra vez.
(1) El manuscrito tiene antes y después de
servidumbre la palabra traidora entre parénte-
sis, como adjetivo que debía sufrir un nuevo
análisis antes de ser incluido. Además, también
está entre paréntesis !a expresión: de lo
cosa, [p, R..]
928 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

llegar a descubrir tan hondo asiento del I acaso la dice sin reparo; y de este modo
alma, se desprende de ella la corteza su- ' se cambia, no el hombre real en una fic-
perficial, que componen aquellos artifi- j ción, sino un hombre falso habitualmen-
cios con que ella siempre se disfraza, en te en otro real, aunque sea efímero; de
parte, ante ía mirada de los otros y aun donde nacen la sinceridad y la verdad
ante la de su propia conciencia, y el que la embriaguez suele poner en labios
alma ve clara la verdad de sí misma, y de los hombres (1).

[LIBRO ill
ORIGEN Y PROCESO
DE LAS TRANSFORMACIONES MORALES]

que sabemos ya, de un alma verdadera


[XXXIÍ] por otra vana y ficticia, que usurpa el lu-
gar de aquélla mediante tentación del
[UN TONO DE ALMA PERDIDO]
ambiente u oíros estímulos de falsedad,
es caso asaz común en la vida; y así, en
Hay un género (1) de transformación no pocas ocasiones, lo que tenemos por
moral que para muchos sería más ape- obra fatal de la naturaleza en el agota-
tecible sueño que el de adquirir todos miento de una manera (2) de alma, con
los bienes del espíritu, del poder mate- sus resortes de sensibilidad y de acción,
rial o la fortuna. La transformación con- no es sino el embargo artificioso y for-
siste en recobrar un tono de alma que zado de esta alma por influencias que
se ha perdido. Consiste en triunfar de una costumbre somera organiza y asien-
la corriente del tiempo, y volver a ser ta, sin trascender a lo hondo. Lo natural
por el alma, lo que en el pasado se fué. y propio sigue siendo lo antiguo, aunque
¿Cabe este sueño en lo posible? no ya en acto, sino en virtualidad o po-
No, desde luego, cuando el alma cuya tencia. Conjurado el sortilegio que la
vuelta anhelamos nos ha sido efectiva- tiene encantada, la verdad de la natura-
mente (2) quitada por la acción natural leza recobraría sus fueros y la vieja al-
e ineluctable del timpo; por el desen- ma reflorecería. No siempre el adiós que
volvimiento interno y orgánico de nues- damos a entusiasmos, amores y esperan-
tra realidad espiritual; o bien, por lími- zas es, pues, imposición de ía Némesis fa-
tes de la fatalidad exterior, de los que tal que sanciona (3) el ritmo del tiempo!
fuerzan, persistentemente, a una desvia- sino culpa de nuestra debilidad en ampa-
ción en el derrotero de la vida y en los rarlos, o de las reformaciones de alma
vientos del alma. Pero frecuentemente,
sí, cuaxido el alma perdida, siendo la (í) El original tiene algunas palabras suel-
verdad y el suelo firme de nuestro ser, tas, que pueden hacer sospechar que esta Pa'
gina debía completarse con alguna parábola °
ha cedido a engaños o violencias que só- ejemplo, y el comentario subsiguiente. Esas
lo superficial y aparentemente la han palabras dicen: Mosto Séneca, y luego: Así ««
relegado y sustituido. El cambio (3), de inspiración suele restablecer al hombre nW'
ral. Queda, con esto, escrupulosamente repi'0'
(1) Un linaje, cierto género. [D. R.] ducido el manuscrito. [D. R.]
(2) Verdaderamente. [D. R,] (2) Un estilo. [D. R.]
(3) Trueque. [D. R.] (3) A que da sanción. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.---9: PROTEO.—LIBRO III 929

que engendran la falsa adaptación a un i centaba del fondo de nuestra naturaleza;


cierto género de vida (1). una energía en candorosa libertad, para
1
la que el intento de trepar a la gloria
j no era mayor que el de escalar un te-
] jado.
[XXXIII] De esta ufana legión formaba parte un
: joven que había llegado a París siendo
[ALBATROS]
| muy niño, en compañía de un hermano,
escritor, y de una hermana, mujer de
En mis tiempos—dijo el escritor—y : varonil sentido de negocios, muertos am-
llamo siempre míos a los de mi oscuri- | bos cuando empezaban a hallar propicia
dad y mi pobreza, porque son los de la a sus sueños distintos la hospitalidad de
esperanza, más hermosa que la realidad, i Lutecia. Llamábamosle, sus camaradas,
y los del combate, más alegre que el ' Albatros. Albatros era un espíritu dulce
triunfo; en tiempos de mi descubrimien- y afectuoso, de esos en que la bondad
to de la vida, doce inquietos bohemios, : fluye como el agua mansa y continua de
probables artistas y escritores, formá- ' una fuente, y era, además, un tempera-
bamos un grupo comprendido dentro de mento delicado de artista, si bien aún
la gran confederación juvenil que, en los ¡ sin el carácter definido y concreto que
barrios de estudiantes y grisetas, levan- ' acusa la conciencia segura de una voca-
ta perpetuamente, de espaldas a la ad- ción. Planeaba dramas que no llegaba a
versa Fortuna, la canción del desinterés ¡ escribir, componía cuentos y poemas que
de la utopía y de la gracia. casi siempre rasgaba después de habér-
Todos éramos meridionales los del gru- i noslos leído, y contribuía a la obra de
po: unos de la Provenza, otros del Rose- los otros con la fina sugestión de su crí-
tón, otros de Niza; todos, fieles al alma I tica. En lo físico le singularizaba, sobre
de la tierra, la anhelábamos extender por todo, su andar torpe, vacilante, como de
el mundo, trocada en formas y emocio- ebrio, al que debía el nombre que le dá-
nes de arte; y bajo el cielo gris del bu- bamos; venía este nombre de aquella pá-
levar, indiferentes a tantas señas de olvi- gina de las Flores del mal, donde, para
do, paseábamos, como su música los simbolizar la ineptitud divina del poeta
nómadas tamborileros, el canto de las cuando desciende a lo prosaico del mun-
cigarras que anidaban en lo cálido de do, se evoca la imagen penosa del alba-
nuestros corazones. tros, que, cazado por la gente de mar,
Este perenne toque convocador mante- arrastra en la cubierta del barco su cuer-
ca nuestra unidad y nuestro entusiasmo. po sin gracia ni gobierno.
El repercutía en el son de nuestros ver- Nuestro grupo, a pesar del ímpetu con-
sos- en la coloración de nuestras pin- quistador de su salida, no resistió inmu-
celadas, en el tono de nuestras melo- ne, como comprenderéis, la obra disol-
sas, en el reír o el llorar de nuestros vente del tiempo. Tras los fervores de la
cuentos; a él se acordaban la elegía de iniciación, el desaliento abría brecha en
nuestros recuerdos y el himno de nues- ' el corazón de los más débiles, el triunfo
tr
as esperanzas. Componíamos una sola encumbraba a los mejores o más afor-
JI
grande alma, radiante de sol íntimo, tunados, y aun sin triunfo ni desaliento,
eri
la que todo cuanto es atributo de la la natural ondulación de la vida separó
Juventud recibía un soplo que lo acre- a los unos de la sociedad de los otros.
Albatros fué de los que se apartaron pri-
. ' El manuscrito tiene esta llamada al pie: mero, y fué el primero de los que apos-
"^ Albatros. [D. R.] tataron. Acaso en la esfera inútil e impa-
930 JOSÉ ENRIQUE RODO,—-OBRAS COMPLETAS

cíente de un espontáneo arranque de su la razón del anuncio. Albatros nos aban-


fuerza interior que le descubriese por donaba y abandonaba a nuestros dioses;
entero a sí mismo. Albatros dejó entrar Albatros se había embarcado para Arge
en su alma a la duda. Por otra parte, la lia, no, como hubiera podido imaginarse,
miseria giraba fosca a su alrededor, des- a recoger colores de exotismo en su pa-
de que, ya disipada la exigua herencia i leta de escritor, ni, como Tartarín, en
que sostuvo por corto plazo su vagar de busca de heroicas aventuras, sino, sen-
bohemio, había de ganarse el pan con cillamente, a cultivar en paz la prosa de
una pluma de amanuense. Añadid que, ¡ la vida y a cambiar su marchito traje de
infundida en aquella naturaleza de ar- bohemio por una blusa de trabajo, en el
tista, sensible e imaginadora, existía una escritorio de unas minas de hierro que
tendencia muy viva de ambición material, \ iban a ponerse en obra, allá por las
cierta incapacidad de resignarse, como montañas de Oran.
nos resignábamos los otros, a la pobre- Al día siguiente recibíamos una larga
za sazonada con la sal gratuita de los carta de Albatros. Nos confesaba en ella
sueños; una adoración del oro mágico su deserción; la justificaba irónicamente
y tentador, idolátrica fuerza que le hacía como un acto de supremo idealismo, con
detenerse extasiado frente a los escapa- argumentos que Gorgias no hubiera des-
rates de las tiendas de lujo, seguir con ! deñado, y terminaba diciéndonos, entre
emoción dramática el relato de las es- melancólico y festivo, que nos constituía
peculaciones audaces y monstruosas, y ¡ en herederos de su parcela de gloria. Era
apartarse en la calle, con irresistible res- j cierto, pues; ¡nuestro cenáculo tenía ya
peto, ante el vientre lucio del burgués su apóstol traidor!
a quien venía de desollar en versos ram- El episodio, vulgar en la historia de
pantes. los descorazonamientos que van cazan-
Llegó un día en que Albatros, que has- do, como fieros halcones, sueños y qui-
ta entonces había sido el más puntual a meras de artistas, se repitió después con
toda cita y quien más copioso cornbus- ; más de uno de los que quedaban. Le ol-
tibie de ideas arrojaba para prolongar vidamos así que perdió su novedad pai"a
y avivar nuestras conversaciones, comen- nosotros. Pasado cierto tiempo, la casua-
zó a hacer frecuentes sus ausencias y a lidad nos hizo saber que Albatros, ?
distraerse a menudo cuando hablábamos, quien, seguramente, nadie llamaba Jr£l
como era regular, de arte, de libros y por este nombre, trabajaba con ejem-
de autores. Investigamos, pero sólo nos plar y flemática constancia, se había ca-
fué posible suponer, para solución del \ sado de la manera más prosaica del
enigma, alguna historia de amor, sobre mundo, y ajeno a todo sentimiento de
la que pesase un deber exquisito de mis- disconformidad con su faena, veía ex'
terio. El mismo parecía autorizar con tenderse, recto y despejado ante sí, ^
sus sonrisas tal explicación, y ella nos camino por donde se llega, sin los he-
mantuvo en engaño hasta que una no- roísmos de la fábula, al vellocino de oro.
che presentóse, en la rueda que formába- Ningún otro eco percibimos de esa
mos en nuestra mesa de café, Bompard, : existencia hundida voluntariamente en te-
un marmitón de los diarios, que era co- : sombra; la huella del tiempo cortó mu-
mo el Hermes entre nuestro Olimpo y chos de los hilos espirituales que nos
el mundo, y nos saludó con el aire de vinculaban a las cosas de aquella dulce
quien se dispone a hacer una revelación ¡ adolescencia, y vino un día en que, no
trascendente. | ya el episodio, sino la imagen misma &
--¡La apostada de Albatros ¡—-clamó Albatros se alejó de nosotros con te
cuando le interrogamos, y nos dio luego bandada de recuerdos emigrantes cuK-'

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO III 931
mi año y otro año, la Impiedad inocente mente y gracioso de su estilo confiden-
de la vida ahuyenta de nuestra memoria. cial de antaño, me pedía que fuera a
Entre tanto, había concluido en nues- verle aquella tarde en su alojamiento de
:ra literatura el noviciado: la contempla- una casa de huéspedes.
don, el «juego», el ensueño; y los que, Tal vez, a recibirla en otra ocasión, no
perseverando, alcanzamos a la notorie- hubiera yo hecho caso de esa seña de
dad, conocimos la prosa de la milicia li- aparecido, pero aquel día la disposición
teraria, de la literatura por obligación ' de mi ánimo era benévola y sentimental.
y por oficio; prosa tejida de emulaciones Ocurrí, pues, a la cita. Desde el fondo
(iue malefician la amistad, de transaccio- de frío y desaliñado cuarto de alquiler,
nes con el vulgo, de esfuerzos sin inspi- Albaíros, a quien al punto reconocí, me
ración, de fracasos que son injusticias tendió los brazos sin levantarse de su
lacerantes, de triunfos que son remordi- asiento y me abrumó con sus preguntas
mientos, de desconfianzas respecto de j antes de que pudiera dirigirle las mías.
uno mismo, de desencantos sobre la ad- i Estaba atáxico, casi imposibilitado de
miración fingida o vana de los otros...; andar. Su cabeza, en que la cabellera in-
prosa más mísera, y aún más vulgar, que i tacta había florecido hasta semejar toda
la de aquellos géneros de trabajo que ! nieve, se tenía noblemente erguida so-
conceptuamos prosaicos por esencia, por- j bre los hombros, y con su movilidad ner-
que en ella es el oro de idealidad de un ! viosa parecía haber ganado para sí la
sueño grande lo que se trueca en el sucio i fuerza que faltaba en las extremidades
mellón» de la realidad. ; heridas. Las facciones mostraban los na-
Transcurrieron así diez, veinte, treinta i turaies signos del tiempo, pero no los
años. ¡Cuántos desplomes, cuántos hun- ! que yo hubiera imaginado, de la vida vul-
dimientos, cuánta ruina, en la arquitec- 1 gar y monótona. Cierta vaga ternura,
tura de mi vida interior! De la lontanan- J cierta espiritualidad incesante, como la
za de juventud de que os he hablado, ya : que suele irradiar de la palidez de los
n
o llegaba a mí más que un rumor su- i enfermos, ponía una luz en los contornos
miso y melancólico, en el que alguna vez de su fisonomía.
ía atención del recuerdo hacía resaltar I Me refirió su historia de aquellos trein-
una nota vibrante, nombre o historia, : ta años. no había en ella un
para volverla a perder luego. Cierto día, pasaje que divergiera gran cosa de los
airando a la oficina del periódico donde otros. Nunca más había pensado Alba-
^cribía entonces mis crónicas, hallé pues- íros en los sueños de su inocente juven-
ía
en mi mesa de trabajo una carta en tud, ni había tomado un libro que le
c
uyo sobre había, dibujado a la ligera, hablara de idealidades, ni la propia rea-
!ln
sátiro barbudo persiguiendo a una lidad del mundo, en lo que no se rozaba
ninfa. Esta imagen movió en la profun- de inmediato con la estrecha norma de
d a d de mi memoria vaga reminiscen- ! su vida, había llegado a su conciencia
c a
J ) de la que brotó, como entre nubes, sino en lánguidos ecos, que él dejaba
^ recuerdo de Albaíros. Era aquél el em- pasar como los ruidos indiferentes de la
Wema con que él hacía sellar, en nues- : calle. Permaneció en las minas de Oran
tr
° tiempo, el papel de su corresponden- i hasta que su interés le movió a trasla-
Cla
j y que se proponía, cuando fuera au- darse a Bona, para negociar por su cuen-
tor, reproducir en la portada de sus li- i ta en el comercio del hierro. Trabajó allí
^r°s. Abrí la carta: ¡era, efectivamente, con varia fortuna, vio aumentar y redu-
;-e Albaíros i La firmaba con este nom- : cirse su caudal distintas veces, y conclu-
!re
evocador de nuestro compañerismo i yó por apartar de los azares de la es-
-' nuestra juventud, y con el dejo vehe- I peculación lo suficiente para vivir en
932 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

una holgada medianía. Llegó así al de- j compraran para él una biblioteca, muy
clive (1) de sus años. Quedóse viudo poco ; copiosa y selecta, que vendían herederos
después de que la enfermedad le hirió, de un erudito. Pero lo que sobre todo
dejándole, decía él con sonrisa melan- deseaba, era que restableciésemos, en lo
cólica, como los leones de Milton, pri- i posible, nuestra (í) sociedad ju-
sioneros de limo elemental, y fué enton- venil y que, cuantos quedábamos de
ces cuando determinó volver a París y los que habíamos sido en junta bulli-
pasar, lo que le restase de vida, consa- ciosos bohemios, nos congregásemos en
grado a la evocación de sus recuerdos de aquel restaurado Olimpo que él prepara-
este teatro de nuestras quimeras juve- ba y removiéramos allí las cenizas del
niles. pasado dichoso.
Pero el rasgo precioso es que era una La idea me ganó el corazón, como bál-
evocación cierta y activa esta que Alba- samo que pedía aquella desventura y por
tros se proponía realizar; no era una lo que a mí mismo me prometía de apa-
simple contemplación del tiempo muer- cible. Acepté, de buen grado, la tarea de
to, sino una vuelta real, que anhelaba convocar, para ese fin, a nuestros amigos
ahora de lo hondo de su alma, al culto dispersos, y en los más la reaparición
de sus viejos dioses: los libros, la inti- de Albatros, descrita con los colores
midad con la belleza, quizá la propia en que puse todo el empeño de mi ima-
obra literaria. En su origen, este pensa- ginación, provocó interés y simpatía, No
miento había sido el término final de tardó él en anunciarnos que ya ocupaba
una angustiada deliberación. «Inválido, habitación estable alta y aislada
ocioso, sin familia—habíase dicho—, ¿qué como una cumbre. Allí tenía dispuesto el
podré hacer de mi pena sino engañarla centro que había de reunimos: una sal?.
con el opio sutil de la lectura?» Luego espaciosa que se abría sobre un terrado
advirtió que, como consonancia senti- y recibía de frente el sol de la tarde. La
mental del pensamiento, nacía, para de- luz que doraban las paredes atestadas
cidirle a ejecutarlo, una dulce e impe- de libros alegraba primero, con el lucir
riosa solicitud del corazón, y que del de hojas y flores, el jardín de tiestos que
sepulcro del pasado distante, ese escon- había en el terrado. Presidiendo en 1»
dido impulso traía, a lo actual y vivo de sala, figuraba la vuelta de Apolo
su alma, mil olvidados estímulos, deseos j hiperbóreo cuando, en aéreo ca-
y emociones. Cuando llegó a París, sintió rro de cisnes, desbarata el hechizo del
alentarse aún más la inesperada llama. invierno y difunde nueva belle-
Me hizo saber su plan. Buscaría, para za y nueva vida.
instalarse, un piso, muy claro y muy ale- ¡Qué resurrección maravillosa de t#
gre, y desde el cual se pudiera divisar al- alma, presenciamos las tardes de nues-
guna parte del barrio donde había flore- tros coloquios, en la palabra de Al-
cido en esperanzas nuestra altiva pobre- batros! Con el gracioso desorden de la
za. No quería ir a habitar al barrio mis-
mo, pues vislumbrándolo de lejos, lo (1) El original que tenemos a la vista esta
podría imaginar cual si fuese aún como escrito a máquina y corregido de puño y le*1'3
era entonces. Trataría de formarse un de Rodó. Tiene ios claros que el lector notara
seguro propicio al placer del arte, la en estas páginas y que hemos respetado. Aun-
conversación y la lectura. Se rodearía que ningún claro deje interrumpido ei período
completo, nos mueve a la versión tal como Ia
de libros, de revistas, de algunos cuadros publicamos—acaso con inmotivado escrúpulo-''
de mérito. Ya había dado orden de que la sospecha de que Rodó pudiera haber dejado
esos claros para marcar, con nuevos vocablos,
(1) Cuesta abajo. [D. R.l su pensamiento. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO III 933
intimidad comentábamos ideas, senti- el tiempo, con el análisis constante, con
mientos, lecturas; y entre el temple de las modificaciones del gusto. Pero en la-
espíritu, que manifestábamos nosotros, bios de Albatros esos mismos nombres
en nuestros juicios e impresiones, y el sonaban como envueltos en la confesión,
que Albatros revelaba en los suyos, se de amor o en el misticismo del rezo;
definió, desde el primer instante, una como se los pronuncia en la edad del en-
oposición que dio su profundo interés entusiasmo; como los nombres de ios
de testimonio humano a la sociedad de dioses saldrían de labios del pagano de
aquellas horas. Recordad lo que os dije los tiempos de fe, cuando, acercándose al
sobre nuestra experiencia de cuánto hay bosque o a la fuente, nacía en las almas
de vulgar y de prosaico en el «oficio» de la esperanza de ver surgir una divina
la literatura. Imaginad, además, el estado aparición de aquel misterio sagrado.
de alma de escritores que han gastado, Y con la misma vehemencia que adora-
durante ía fuerza de la vida, su espíritu ba, aborrecía. Nuestras viejas burlas go-
como un instrumento de trabajo, y en liardas, nuestras pasadas irreverencias de
quienes la naturaleza ha pasado por to- escolares rebeldes, contra los maestros
dos los alambiques del pensamiento y de que representaban, siendo nosotros prin-
la sensación. Representadnos así, frente cipiantes, la tradición abominada, o la
a la ingenuidad de nuestra propia ado- crítica perseguidora, o la fluctuante ti-
lescencia, traída a luz como por arte de midez, todas las iras heroicas de nues-
magia. tra «bohemia», resucitaban en el arreba-
Picados de ese escepticismo del gusto tado raudal de su palabra. ¡Cuántas enor-
que nace de un exceso de refinamiento, mes e inocentes injusticias leíamos en
de una malicia histriónica adquirida en ella, como reímos, viendo reproducirse
el abuso de la crítica y en el hábito en los juegos de los niños nuestros re-
mañoso de anticiparse a las burlas de tozos de la infancia, o descubriendo, en
la realidad, veíamos, ya sencillez pueril, el fondo de una vieja alacena, un libro
ya falsedad, afectación: inconsciente o i del colegio con las hojas manchadas por
calculada retórica, en cosas donde Alba- [ cien travesuras del lápiz o la pluma! La
tros, con sentido quizá más certero por j esperanza soñadora, la fe ciega, el desco-
más natural y candoroso, percibía la [ nocimiento de todo razonable límite en
palpitación de la verdad humana o la los planes de trabajo y combate, que nos
gota de transparente poesía. proponía, eran también de los signos de
Por nuestros labios, los grandes nom- aquella milagrosa primavera interior.
bres de las letras solían pasar con infle- Cada uno de nosotros había concretado,
xiones de ironía o displicencia; vulga- desde hacía muchos años, sus fuerzas a
rizados, empequeñecidos, por esa afición un campo restringido, y no muy alto,
a
patentizar el reverso de toda efigie glo- dentro de la actividad literaria, y en él
riosa, que es como se manifiesta el en- había formado, definitivamente, su nom-
friamiento del gran don de admirar, don bre; uno en la crónica, otro en la crítica
Que es juventud y fuerza de alma; em- de actualidades, otro en la comedia lige-
pequeñecidos, no sólo por esa nuestra ra, otro en el manejo exclusivo y pri-
decadencia de corazón, sino también por [ moroso de ciertos ritmos líricos; alguno,
nuestro conocimiento de las mil peque- que un tiempo había soñado con reani-
neces de realidad humana que la obser- mar la epopeya trascendental, en la tra-
vación, hecha de cerca, descubre, necesa- ducción de autores exóticos. Pero en Al-
ri
amente, en la persona y la vida de batros la vocación rediviva se levantaba,
jos grandes; empequeñecidos, en fin, por \ con la libertad y la audacia de los veinte
la
desvalorización forzosa de la obra con i años, a las alturas de la grande inven-
934 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ción; calificaba él de encogimiento tími- miento y de sorpresa, que asumía en él


do la rebaja que habíamos impuesto de- la impresión de las cosas delicadas y her-
liberadamente a nuestros vuelos, y empe- mosas, como a favor de una virgini-
ñado en que de nuevo buscáramos, den- dad del corazón. ¡Con qué melancólico
tro de nosotros mismos, filones que sólo recogimiento veíamos humedecerse de lá-
habíamos descuidado, en su sentir, por grimas sus ojos, dóciles siempre al entu-
débil o torpe voluntad, ya nos indicaba, siasmo, a la simpatía de arte, al dolor
en la interpretación simbólica de un cuen- cristalizado en poesía, nosotros, que ya
to, la larva ideal de un nuevo Fausto, ya i apenas teníamos lágrimas ni aun cuando
nos movía a poner mano en un vasto ¡ nos las pedía el dolor real, aquel que
ciclo novelesco, o imaginaba una trilogía ! muerde y daña de veras! ¡Y con qué
dramática ruda y sublime, con la que ¡ envidia le veíamos fascinarse con el in-
daríamos la forma triunfal del teatro ¡ terés de una ficción y olvidar el paso
futuro, un teatro de aire libre y muche- del tiempo en la ansiedad de la lectura,
dumbre popular, como en los viejos nosotros en quienes los resortes del in-
tiempos de Atenas. terés y del deseo apenas cedían ya más
Su alucinante juventud tenía caracte- que a la presión de alicientes vulgares
res de esos que parecen inseparables del de la realidad!
concurso de ciertas condiciones orgáni- Era, en suma, el alma intacta de Alba-
cas. Experimentaba, por ejemplo, la ne- tros la que nos devolvía aquella apari-
cesidad juvenil de leer en alta voz los ción jamás soñada. Y era, con ella, nues-
versos y la prosa elocuente, declamándo- tro propio «yo» de otros tiempos, el yo
los, imprimiéndoles, a veces, una entona- vibrante de juventud, tal como le veía-
ción ; realzándolos siempre con la ges- i mos reproducirse en el florecer del alma
ticulación y la mímica, como en ei enaje- l de nuestros discípulos, pero (y así es
namiento de las grandes lecturas de la ! como adquiría su originalidad) radicado
adolescencia, cuando leer con sugestión \ esta vez en nuestro antiguo campo de
y arrebato equivale casi a «representar» \ ideas, de pasiones, de gustos; envuelto
lo que se lee; cuando la íntensiddad de | e impregnado en nuestro ambiente de los
la imagen reflejada, tendiendo, como • veinte años. Muestra impresión fué, en el
toda enérgica figuración de la mente, a j fondo, de dolor egoísta, porque el ca-
convertirse en movimiento y acción, nece- | reo con aquella imagen de un pasado que
sita del ademán, del gesto y del grito. resucitaba nos hacía conscientes de nues-
Así lograba hacernos participar de algu- ! tra triste decadencia. Y en ei estupor de
nas de las emociones que él directamen- | esa impresión, no comprendíamos del
te recogía en la letra muerta, si ella era todo cómo ia fuerza y la delicadeza de la
fría e ineficaz para nosotros. sensibilidad literaria podían manifestarse
Pero lo interesante, lo conmovedor, lo con más intensidad que en nosotros, que
escogido, en aquella resurrección de un a cultivarla habíamos consagrado la vida,
alma sepultada durante treinta años bajo en aquella pobre alma de enfermo, para
una lápida sobre la que había prospe- quien el amor de las letras no había sido
rado, a modo de planta advenediza, un hasta entonces sino un episodio olvida-
alma nueva, era el sentimiento finísimo do de la juventud, un episodio sobre el
de todo lo que hay de idealidad y de que pesaba toda una existencia de vulga-
ensueño en el germinar de una vocación ridad y de codicia, con rigor que parece-
literaria, cuando aún no se han entrete- ría comparable al del abismo de las
jido en ella fealdad y prosa de egoísmo; aguas sobre la barquilla que se hunde
y era, al mismo tiempo, el candor, la en alta mar.
frescura, el encanto, corno ele descubri- Era, sin duda, que la parte con qu£-

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OBRA POSTUMA.—9 PROTEO.—LIBRO III 935
entraba en nuestra naturaleza la voca- que participábamos de su inocencia, de
ción de lo bello había ocupado, sin in- su optimismo, de su fe, pero no tardó en
terrupción, la superficie, lo manifiesto y percibir la falsedad de esa comedia pia-
activo de nosotros, y había recibido así, dosa. Volvió, pues, a su reconcentración
como las ramas que de la planta salen y su silencio, mientras la enfemedad re-
fuera de la verja, el polvo del camino, machaba los grillos invisibles en sus
las profanaciones de los hombres, las in- piernas exánimes y parecía ascender a
jurias de la realidad, en tanto que en lentos pasos como la enredadera que se
Albatros la personalidad germinante del aprieta a las columnas de una ruina.
artista, al desaparecer, al abismarse en Aún tuvo el alma aparecida del bohe-
lo inconsciente, proscrita por la conver-. mio una reanimación, y a la manera de
sión prosaica de su alma, había quedado la luz que antes de extinguirse despide
ilesa, en largo desmayo, allá en lo hondo un postrer lampo, fué cuando pocos días
resguardada por esta misma oscura ven- le separaban de la muerte. Su palabra
cedora, la personalidad vulgar, que le volvió a ser entonces fácil e inspirada.
servía como de urna o de escudo, evi- A su memoria acudían, aún con más
tándola el roce grosero de la vida, para afluencia que otras veces, las citas, los
que un día resurgiese en la plenitud de versos preferidos de su juventud, las re-
su fuerza y de su gracia, a modo de los liquias de nuestras lecturas fervorosas de
brotes del trigo que las nieves de cier- antaño. La emoción con que daba nueva
tos climas preservan bajo su blanca co- vida a estos recuerdos era en aquellos
bertura, o como los frescos de Pompeya días más ingenua que nunca; el comenta-
guardados por lavas seculares. rio con que los , para que per-
Bien pronto sintió Albatros la soledad cibiéramos como él toda su esencia, más
de su alma entre nosotros, y supo enton- fino y penetrante. Mayor era también ei
ces que el ambiente a que él había ima- aliento con que nos señalaba el porve-
ginado volver, o a que imaginariamente nir, y el vuelo de su imaginación más
volvía, el de nuestra juventud bohemia, ambicioso. Nos proponía, en desbordada
el del dichoso y turbulento pasado, era efusión, planes de drama y de novela;
para nosotros cosa desvanecida, muerta, analizaba sutilmente los que le refería-
tan remota de toda posibilidad de evoca- mos, y como si tuviera el anuncio de su
ción como la agostada lozanía de nues- cercano fin, se complacía en derramar a
tros semblantes o la perdida elasticidad manos llenas todas las flores de aquel,
de nuestros músculos jóvenes. Sólo em- vergel de encantamiento que le había
bargándonos en la contemplación del re- brotado en el alma.
cuerdo, aquel ambiente nos sugería al- Después, ya en las vísperas del último
gún impulso de nostalgia. Nuestra con- día, una preocupación tanto más con-
ciencia actual se adaptaba sin dificultad movedora cuanto más nimia para quien
a nuestro nuevo medio, interior, gris, la considere sin la unción del iniciado.
empañado de prosa triste e impura, por- Siendo joven había puesto siempre vivo
que él se había acumulado dentro de nos- amor en el reiintimiento y la hermosura
otros merced al declive suave del tiempo. de las apariencias materiales del libro.
Pero en Albatros, que súbitamente había Esta afición renació entonces; nos habló
v
ueíto al entusiasmo y al anhelo, en un con minucioso deleite de cómo haría él
campo cuya pendiente de decepción no imprimir una obra que escribiera, y en la
sospechaba, también de modo súbito pe- elección del tipo, del papel, de la forma>
netraron la realidad y el desengaño. So- j de la calidad y color de la cubierta, del
bt'e su alma cayó entonces mortal melan- I lápiz afamado por el que haría interpre-
c
°I'ía, Intentamos, para disiparla, fingir i tar iaa creaciones de su fantasía, se so-
936 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lazaba con ese primor voluptuoso de mu- vencedora de los hábitos que ha consti-
jer, con ese interés de niño que juega, tuido el tiempo, un despertar de la origi-
sólo comprensibles del todo por quien nalidad malograda. Así pasó en Albatros.
haya dado a imprimir en la adolescencia Pero fuera de este caso de regresión per-
un primer libro y haya tenido el alma sistente a la verdad interior, ¿no cabe,
trémula en la sensación indefinible de aún en aquellos que no han sido falsea
esperarlo. Prefigurando la exterioridad dos en su desenvolvimiento por la for
elegante de una obra que ya no podría mación de una sobrepersonalidad ficti
escribir, Albatros parecía ocupado en dis- cia, ciertas fugas del alma contra la co
poner para su alma candorosa de artista, rriente que la lleva adelante; ciertas ho
próxima a desaparecer con él mismo, un ras de resurrección ideal de las reaíida
tocado hermoso de muerta. Cuando, al des muertas, con su color y su aroma,
declinar del día siguiente, quedó fulmina- con su frescura y su eficacia, de manera
do por el acceso mortal en la butaca, que restituyan transitoriamente el ser a
donde había pasado inmóvil todo aquel un «yo» sumido en los abismos del tiem-
sueño , nos contaron que oprimía en- po? Tanto valdría que preguntásemos si
tre las yemas de los dedos una hoja del no cabe recordar con sentimiento y ener-
y acariciaba la morbidez de ese marfil gía. Cuanto ha sido, puede volver a ser
impreso, como se acaricia, en el enterne- merced a la prenda que nos deja en si
cimiento del adiós, una mano suave y imagen: éste es hechizo de la memoria,
querida. cuyo acompañamiento sentimental vincu-
—¡Pobre Albatros ¡—concluyó el escri- la siempre cierto poder de evocación y
tor—; mientras íbamos tras sus despojos, realización de las cosas desaparecidas;
nosotros, que también lo éramos de su poder que, en organizaciones muy sen-
dulce e irreconquistable pasado, y en tan- sibles al prestigio alucinador del recuer-
to que veíamos languidecer en el ambien- do, alcanza hasta igualar, y aun superar
te la llovizna de un día triste de octubre, en intensidad y fuerza, la faz subjetiva
yo sentía que me angustiaba el alma un de la realidad pasada. ¿Tienes el recuer-
pesar de tono desusado y complejo: un do lírico o épico? Sabes que en términos
pesar diferente del que experimentaba al de escuela, lírica es la representación de
ver partir a nuestros compañeros desapa- la subjetivo, de lo personal, de lo íntimo:
recidos en la madurez, la fecundidad y es aquel género de visión poética que
la gloria; diferente también del que sen- reproduce las cosas tal como se reflejan
tía al recordar a nuestros camaradas en del sentimiento, el cual las tiñe
muertos antes de dar fruto sazonado; al de su color, y las magnifica o empe-
poner una siempreviva en la tumba de queñece, y las transfigura o deforma'
los discípulos que nos arrebarata el Épica es, en cambio, la visión impersonal
amor homicida de los dioses en las pro- y serena; la manifestación de la realidad
mesas de su juventud. exterior, sin huellas de una influencia
sentimental que altere la verdad objeti-
va de la imagen.
[XXXIV] Pues bien: ambas maneras de represen-
tación son también aplicables a la índole
[RECUERDO LÍRICO Y RECUERDO ÉPICO]
de las imágenes del recuerdo, determi-
nándose por el habitual predominio de
una de ellas el estilo de la memoria de
La verdad de la naturaleza, recobran cada uno.—La memoria lírica evoca &s
do sus fueros tras una desviación artífi- ! cosas del pasado con el subjetivismo de
cial en el sesgo de la vida, puede traer, quien toma una idea o un hecho corno

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO,™LIBRO III 937
inspiración para un himno, un madrigal i El recuerdo épico, en su extremo pun-
o una elegía. Quien frene la memoria llri* j to, es Amiel, refiriendo en su Diario in-
ca vuelve a sentir en presencia del re- j timo cómo la vinculación solidaria con
cuerdo lo que sintió en presencia de la el propio pasado es nula en su vida sen-
realidad; vuelve a vivir el instante que j timental; porque, a la manera de los
recuerda, con todo su cortejo interior de í témpanos que el deshielo suelta y ahu-
representaciones y emociones —-Dulcísi- '• yenta, (í).
mo privilegio, la memoria épica, deja ex- ¡ El recuerdo épico puede ser también,
tinguirse toda participación del senti- I aunque por otro estilo que el lírico, ins-
miento. Quien tiene la memoria épica j piración de arte; porque, si excluye la
evoca sólo ía realidad desnuda del he- emoción que reproduce plenamente el es-
cho a que se refiere el recuerdo, sin su tado primario de sensibilidad, no excluye
repercusión interior de pena o alegría; la simpatía humana con lo recordado:
de amor o repugnancia; como si se trata- i y es, en efecto, inspiración de arte el re-
ra de cosas de la vida de otro, o de las j cuerdo épico en el artista que trabaja so-
falsedades de un sueño que se recuerda ¡ bre episodios de su propia historia, cuan-
en la vigilia. Suele (1) ser grande la fuer-j do los maneja en forma objetiva, ya de
za de retentividad en este linaje de me- , novela o poema, ya de drama; como si
moría; puede retener con exactitud y \ la interpretación se aplicase a realidades
plasticidad patentes las circunstancias \ de la existencia ajena, o a observación
materiales, con precisión fidelísima la < difusa, concentrada y plasmada por la
acción, con prolijidad sutil palabras e ; imaginación. Esta facultad de separar-
ideas; pero la repercusión sensible, el de todo sentimiento personal la propia
eco íntimo que todo eso suscitó origi- vida para remontarla a las alturas del
nalmente en el alma de quien lo re- asunto épico fué carácter del genio de
cuerda, no es más capaz de vuelta que Goethe, que puso en ja contemplación
el humo. En la relación de la vida mo- j artística de las pasiones de su juventud
r
al, este recuerdo que llamamos épico ¡ la serenidad del aristócrata que domina,
se presta a ser eficaz agente de arre- j desde el balcón de la casa patricia, ei
pentimiento, corrección y mejora (2); i espectáculo de la encrespada muche-
Porque, reproduciendo el hecho culpable ) dumbre.
3I
n reanimar los estímulos de pasión que ¡ Caben ventajas, excelencias y gracias
perturban la claridad de la conciencia, I peculiares en el modo épico de recuerdo;
^ lugar al juicio sereno, que funda- ¡ pero sólo el recuerdo lírico, sólo el re-
centa la abominación de la culpa y sus- i cuerdo del corazón, es el que tiene privi-
üta quizá el propósito de enmienda. ¡ legio de comunicar a los bienes, que en
El recuerdo lírico es Alfredo de Mus- ! la realidad caducan, cierta inmortalidad
^, gustando, en horas quitadas al dolor, J y juventud perenne, y de reproducir ia
los
dulces dejos de la dicha perdida, j vida pasada en nueva vida,
c
°n el sentimiento que mueve la protes- i
ta
de su Souvenir inmortal contra la des- •
es
Perada afirmación de la Francesca de ¡ (l) El original acusa un largo espacio en
¡ blanco—que corresponde no a una palabra, sino
Nessun maggior dolare j a u n P á r r a f o completo. [D. R.]
Che Acordarse del tempo felice
Mella miseria... \
i
(
J¡ Puede. [D. R.] ¡
U
J Reforma. [D. R.]
938 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dad y permanencia a aquella «realiza-


[XXXV] ción» de las imágenes de la memoria?
Sí, por cierto; ¡y cuántas almas que
[PARA QUIEN TIENE EL RECUERDO LÍRICO...]
la soledad ampara, cerrando los ojos de
la mente para la realidad que las rodea,
Para quien tiene el recuerdo lírico, esta como cerramos los del cuerpo para evo-
condición de la memoria concertada con car mejor \k imagen de algún objeto ma-
el apartamiento de la realidad presente, terial, gozan en el embebecimiento y bea-
y en la vida absorta y profunda, puede titud del recuerdo, el beneficio de una
ser una persistente (1) fuerza de regre- muerte en cuanto a las cosas del pre-
sión transformadora: casi una revivis- sente, y de una resurrección en tiempos
cencia en lo pasado. mejores!... De quien así se consagra a la
¿No has oído decir cómo la sugestión vida interior del recuerdo, ¿es una sim-
del hipnotizador suele manifestarse tam- ple metáfora decir que vive en lo pasa-
bién en el sentido de retraer el alma del do? ¡Oh monasterios, oh refugios de de-
sujeto a una época anterior de su vida, cepcionados y vencidos! Aquel que tras-
operando en su memoria la evocación de pasara vuestros muros y lograse penetrar
un recuerdo que vuelve a ser para él la el secreto de las almas que los ojos su-
realidad viva y actual; recuerdo que, a misos reflejan (1) bajo las capuchas y las
su vez, evoca por asociación los hechos tocas, ¡cuántos sorprendería de estos en-
de conciencia concomitantes y el tono cantamientos en que se vive contemplan-
de vida general e íntimo, y recompone do en éxtasis una visión mundana, levan-
así, para mientras dura el sueño, el alma tada sobre el paso del tiempo; y cómo
entera, tal como fué; en una prodigiosa vendría a saber que vuestra soledad y
«vuelta» de la juventud o de la infan- vuestra paz son para muchas almas que
cia? os habitan, y que sólo por tal consuelo
Algo que se parece a esta resurrección os buscaron, como aquel país maravillo-
sugerida de un «yo» de otro tiempo pue- so de las leyendas de Rubruquis, donde
den obtener ciertas almas por su capaci- el viajero joven conservaba intactas para
dad de atención y simpatía respecto de siempre la juventud, y la fuerza y la gra-
las imágenes de lo que fué. Y si en ellas cia que tenía al punto en que había en-
trado en él!
la absorción de mi instante tiene virtud
de reanimar mi recuerdo, hasta reprodu- Otras almas hay que la necesidad su-
cir toda la emoción y el acompañamiento jeta a las faenas y disputas del mundo y
de aquella pasada realidad, como esos que con este ejercicio maquinal, donde
musgos que después de permanecer años no ponen más que lo muy exterior de si
enteros, muertos, entre las hojas de un mismas, alternan, apenas han pasado de
herbario, resucitan rodándolos con unas vuelta el umbral de la casa, esa embria-
gotas de agua; si aun en lo corporal, el guez de la memoria, ese ensimismamien-
recuerdo intenso de una herida de anta- to que las restituye al goce de una dicha
ño llega, en algunas complexiones, hasta perdida: almas que son como sería un
reabrirla y hacerla sangrar (¡mágica y libro en cuyas páginas pares sólo hubiera
portentosa fuerza!); el cultivo ahincado, fríos guarismos o venales anuncios, y cu-
sistemático, de los recuerdos de una par- yas páginas impares contuviesen cuentos
te del pasado, en la soledad y la habitual de hadas o suaves y divinos versos. Cuan-
concentración de la vida, ¿no podrá dar, do cesa el trabajo afanador; cuando Ia
hasta cierto punto, carácter de continui- libertad vuelve del seno del silencio y Ia

(1) Permanente. [D. R.] (1) Cautelan. [D. R.l

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO I I I 939
calma, entonces se incorpora en la imagi- entre la frondosidad del mundo interior „
nación redimida, como en el despertar una cigarra ágil y canora, que perpetúa,
del bosque durmiente, la hermosa prince- en inmortal remedo, el son proscrito.
sa, que es aquí la recordación de una le- Esta cigarra es el recuerdo empapado en
jana historia. De esta manera, muchas : la esencia del sentimiento (1). Rotas to-
almas enamoradas de un pasado que se ¡ das las cuerdas, aún, para esas almas de
llevó consigo su alegría y su amor resuel- elección, el concierto de las cigarras
ven afirmativamente, por lo que toca a mantiene la cítara, en otras almas muda;
ellas mismas, la proposición de Mefistófe- i y ella sigue sonando, sonando, de modo
les: «¿Lo pasado existe? ¿Hay diferencia ' que sólo se ha perdido la materialidad
entre lo que fué y la pura nada?» Existe, j de las cuerdas deleznables
sí, para quien te lleva en el pecho, ¡oh
dulce cítara de Eunorno!; y el recuerdo j
que consagra su inmortalidad y su eter-
na frescura es, por su misterioso poder [XXXVII]
sobre nosotros, una de las piadosas ar- i
BL ÍJRON Y LA LAGRIMA
tes de Proteo.
i El pythónico Astiages, proscrito por
[xxxvi] ¡ tiranos cuya ruina predijo, vivía, ciego y
caduco, en la soledad de unas montañas
[LA CITARA DK EUNOMO] j
I riscosas. Le acompañaban y valían una
hija, dulce y hermosa criatura, y un león
¡Vida, vida refleja del recuerdo, que es j adicto con fidelidad salvaje al viejo ma-
como la cigarra de Eunomo!—¿Conoces ' go, desde que éste, hallándole, pasado
la leyenda bucólica?—Eunomo y Aristón, , de una saeta, en el desierto, le puso eí
citaristas, quisieron probar (1) sus fuer- j bálsamo en la herida.
zas de tales, tocando de concierto (2). , De la hija del mago decía la fama una
Era en el campo; junto a donde Eunomo singularidad, que era sobrenatural privi-
se hallaba había una mata de aligustres. legio*, contaban que en lo hondo de sus
Eunomo llegó a pulsar con demasiado ojos serenos, si se los miraba de cerca,
brío, e hizo estallar una de las cuerdas en la sombra de la noche, veíase, en
de su cítara. Aún no colgaba la cuer- ' puntual aunque abreviado reflejo, el fir-
da rota, ni su lamento se había oído j mamento estrellado, y aún cierta luz,
siquiera, cuando, de entre la mata, saltó \ ulterior al firmamento visible, que era
sobre la caja sonora una cigarra, que, lo más misterioso y sorprendente de ver.
cantando en la justa entonación de la ¡ Ciaxar, sátrapa persa, que removía en
cuerda, la suplió con tal arte que, prevé- j el tedio de la saciedad las pavesas de su
nido así el fracaso, quedó por Eunomo la corazón estragado, ardió en deseos de
victoria.—Cítara de muchas cuerdas es ; hacer suya a esta mujer que, en el mis-
la de nuestra sensibilidad. El tañer de la terio de sus ojos, llevaba la gloria de la
vida las hace estallar con los desastres noche. Todas las tardes, acompañada de
de la fortuna y el cariño, después de su león, iba la doncella en busca de agua
arrancarles mil concentos. Cuando dis- a una fuente que celaba el corazón bra-
fruta el alma del beneficio de que hablá- vio de un monte. Ciaxar hizo emboscarse
bamos, por cada cuerda rota salta, de | allí soldados suyos; y para el león, fue
un sabio nigromante con ellos, que pro
(1) Comparar. [D. R.]
(2) En competencia, [D. R.] (1) Del afecto. [D. R.]
940 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

metió dominarle con su hechizo. Aquella trocada en dardo diamantino y agudo.


tarde el león se adelantó, como siempre, La lágrima, entrañada en el mármol, fué
a explorar la orilla breñosa; y no "bien como una gota de un fuego inextingui-
hubo asomado la cabeza entre las zarzas, ble dentro de durísimo hielo; fué como
recibió en ella emponzoñada aspersión i imantada flecha cuyo norte estuviese en
que le postró al punto, sumido en un le- j el petrificado pecho del león. La lágrima
tárgico sueño. Cuando, ignorante y con- gravitaba al pecho, pero venciendo a su
fiada, llegó su dulce amiga, prepitáronse paso resistencia de sustancia tan dura,
los raptores a apresarla; buscó ella con que cada día avanzaba un espacio no ma-
espanto a su león; se abrazó trémula al yor que uno de los corpúsculos de polvo
cuerpo inane de la ñera; y al reparar en que hace desprenderse, del mármol en
que yacía sin aliento, dejó caer sobre el trabajo, el golpe del martillo. No im-
león una lágrima, una sola, que se per- ! porta: bajo la quietud e impasibilidad
dio como el diamante que cayese dentro j de la piedra; en el silencioso ambiente,
de pérsica alcatifa, en la espesura de la • o entre los ecos de la orgía; cuando las
melena antes soberbia, ahora rendida y | dichas y cuando las penas del señor, la
lánguida. ! lágrima buscaba el pecho.
Ya apoderados los esclavos de la her- j ¿Cuánto tiempo pasó antes que con
mosura que codiciaba su señor, el nigro- i su lenta punzada atravesase la melena,
mante decidió llevarle, por su parte, otra | hendiera la cerviz sumisa, penetrase al
presa. Aproximóse con hierático gesto través del espacioso tórax y llegase a su
al león dormido, tendió hacia él las ma- centro, partiendo el corazón endurecido?
nos imponentes mientras decía un breve Nadie puede saberlo... Era alta noche.
conjuro, y el león, sin cambiar una línea í Hondísimo silencio en la estancia. Sólo
en forma ni actitud, trocóse al punto en j la vaga luz que alimentaba el aceite de
león de mármol; tal, que era una estatua una copa de bronce. Bajo la púrpura, el
de realidad y perfección pasmosas. Cor- señor, decrépito, dormía. De pronto, hu-
taron bajo la estatua un trozo de tierra bo un rumor como de levísimo choque;
que, convertida en mármol también, sir- • duro latido pareció mover, al mismo
vio al león de zócalo o peana, y con tiro ! tiempo, el pecho del león y propagarse
de bueyes llevaron al animal petrificado I en un sacudimiento extraño por su cuer-
al palacio del señor. I po. Y cual si resucitara, todo él revistió-
Cuando apartó éste su atención de la j se en un instante de un cálido y subido
cautiva, admiró al león y quiso que se ¡ tinte de oro; en el fondo de sus ojos
le pusiera, como símbolo, enfrente de abiertos apuntó roja luz; y la mustia me-
su lecho. León que duerme, potestad que lena comenzó a enrularse como mar en
reposa. Desde alta basa, bajo el bruñido donde el viento hace ondas. Con empuje
entablamento, quitando preeminencia a que fue al principio desperezo; después,
los unicornios de pórfido que recogían, movimiento voluntario; luego, esfuerzo
a ambos lados del Jecho, las alas de es- iracundo, el león, arrancó del zócalo los
peso pabellón de púrpura, el león en ac- tendidos jarretes, que hicieron sangre,
titud de sueño, dominó la estancia sun-' manchando la blancura del mármol; y se
tuosa. i puso en pie. Quedó un momento en es-
Pero, en lo interno de esa estatua leo- j tupor; la ondulante melena encrespóse
nina, algo lento e inaudito pasaba... Y es de un golpe, rasgó los aires el rugido,
que, en el instante del hechizo, a tiem- j como una recia tela que se rompe entre
po de cuajarse en mármol la melena del dos manos de Hércules... Y cuando, tras
león, la lágrima que dentro de ella había un salto de coloso, las crispadas garras
se congeló y endureció con ella y quedó se hundieron en el lecho macizado de

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 941

pluma, quien estuviera allí sólo hubiera daban en espantosa confusión, por la es-
visto bajo de ellas una sombra anegada tancia, y el león, rugiente, que revolvía
en un charco de sangre miserable; y hu- el furor de su destrozo entre ellos, mien-
biera visto después los vidrios de colo- tras la lágrima, asomando fuera de su co-
res, los entablamentos de cedro, los lam- razón, como acerada punta, le teñía el
padarios y trípodes de bronce, que ro- pecho de sangre.

[LIBRO IV
LA TRANSFORMACIÓN GENIAL]

En la infancia del mundo, la imaginación


[XXXVIII] humana propendió naturalmente a ver
LA TRANSFORMACIÓN GENIAL
en cualquier orden de superioridad su-
blime la intervención de un poder extra-
ño a la personalidad del privilegiado con
Fue enseñanza de los pitagóricos que ella: una revelación, una obsesión be-
«los hombres adquirían un alma nueva néfica, el favor misterioso de un numen.
cuando se acercaban a los simulacros de El conocimiento del hombre no deseme-
los dioses para recoger sus oráculos». Y jante de los otros en las relaciones co-
Montaigne, que no creía en la fatalidad munes de la vida, y dueño sin embargo
de la naturaleza moral como ella que- de desplegar, en cierta manera de pen-
da constituida una vez en la personalidad samiento o de acción, una eficacia más
de cada uno, interpretaba la doctrina an- [que] humana, contribuyó, sin duda, a
tigua, no en el sentido de una regenera- sugerir la idea de esa dualidad sobrena-
ción o gracia persistente, sino como sig- tural. La habilidad del taumaturgo, la
nificación de un alma adventicia, transi- potestad vaticinante del augur y del ma-
toria y prestada para mientras el mortal go, la iluminación del vidente, el arte
Permaneciera ante el simulacro del dios. expiatorio del sacerdote, la invención del
Rememoró la idea de la escuela de Sa- poeta, identificáronse, en el concepto an-
tfios y el comentario del escéptico, por- tiguo, como manifestaciones de una mis-
gue me ofrecen el modo de expresar, por ma fuerza sagrada: era aquel rapto de
ü
na fórmula intuitiva, el concepto que enajenamiento o delirio que infundían
te
ngo de esas fulguraciones del espíritu los dioses en las almas para moverlas a
humano que llamamos genio, inspiración ejecutar las grandes cosas. Aún nos cau-
y heroísmo. Yo concibo toda superiori- tiva ver fluir en las páginas del Ion y del
dad genial como una aptitud de transfor- Fedro la doctrina de este divino «incons-
marse o transfigurarse accidentalmen- ciente», levantada de las formas candoro-
te^ como levantándose para determinado sas de la credulidad popular a la excelsi-
°bjeto, y sólo para él, sobre los caracte- tud de las más bellas concepciones y las
res
usuales de la propia personalidad; más dulces palabras que hayan regalado
se
a porque se exalten a supremo grado el oído de los hombres. El maravilloso
estos mismos caracteres, sea porque los instinto significativo de la fábula griega
Su
stituyan, por algún espacio de tiem- negó la vista material a Tiresias, la per-
f10* otros distintos, como en quien de ve- sonificación del adivino; atribuyó a las
las
asumiese alma y personalidad nuevas. opiniones y los pronósticos del loco el
942 JOSB ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

don de la infalibilidad, como procedentes , transparenta la propia actividad psicoló-


de una luz que visita de preferencia los j gica común, en la raíz y el mecanismo de
espíritus donde la razón no alumbra. : sus funciones habituales. Antecedentes y
El entusiasmo, el entheos motor de las ¡ condiciones de los actos que la concien-
grandes acciones y los grandes pensa- | cia ilumina a cada instante, en la percep-
mientos, ¿no es, según la propia etimolo- ción sensible, en la asociación, en la me-
gía de la voz, la divinidad interna que ! moria, en las espontaneidades de la sen-
enfervoriza el pecho donde habita? En i sibilidad moral, denuncian en cada uno
los prodigios de la voluntad, como en los de nosotros la presencia de la energía
de la mente, el impulso superior a la con-1 que trabaja fuera de la luz de lo cons-
ciencia del electo obra por la interven- j ciente; y no porque esos actos no tras-
ción demoníaca, que, en la epopeya, i ciendan de los pasajeros y nimios acci-
alienta la obstinación de Aquiles y guía dentes de nuestra vida individual es me-
los pasos de Príamo a la tienda del ven- nos raro, en realidad, el misterio de su
cedor. Del mito de Dyonisos, símbolo de I origen que el de los prodigios de la in-
la exaltación potente y fecunda que hier- j consciencia que raciocina, profetiza o in-
ve en el alma de los hombres, como en j venta. Pocas observaciones me parecen
las entrañas de la naturaleza, tomó rao- \ tan dignas de ser señaladas a la medita-
dernamente Nietzsche su concepción de i ción y a la conducta de los espíritus sin-
la embriaguez, entendiendo por tal un di- ! ceros como esta honda observación de
namismo arrebatador y glorioso: teda J Hartmann: «Vulgar prejuicio es pensar
superioridad humana en acción es una j que lo que ocurre día por día es entera-
embriaguez que inspira Dyonisos, un mente claro y sencillo por el hecho de ser
acrecentamiento accidental de fuerza y j frecuente y usual.» ¡Qué mundo de suges-
fervor, adquirido ya en el estímulo de la j tiones y advertencias se contiene, si pen-
sensualidad, ya en el de la fiesta, ya en el í samos en estas palabras para guiar al es-
del combate, ya en el del triunfo, ya en el i píritu en la consideración de lo que le
de la atmósfera vernal o el de las yerbas i rodea! El misterio no has menester ir a
y venenos; pero que tiene, en todos es- j buscarlo en lo muy alto ni en lo muy
tos casos, por virtud indistinta, ensalzar j hondo; en el cielo ni en el abismo: a
al alma sobre la incapaz y tímida cor» j cada paso que das, a cada mirada que
dura de la personalidad común. ' fijas, allí está presente y formidable el
No conozco embeleso intelectual más | misterio; allí la pregunta que no tiene
inefable que el de descifrar el lenguaje ¡ respuesta, la pared que cierra el cami-
figurado de una de las leyendas, y de ¡ no, la intuición de lo precario de todo
los mitos, y reconocer en su sentido esen- | saber. Como, junto a cada objeto, su
cial cómo la intuición de la primitiva i sombra, así, junto a su idea, el miste-
inocencia humana anticipó la verdad que ¡ río; y muchas de las limitaciones más
luego confirman, por diferente vía, los lamentables y mezquinas de la razón co-
procesos de la severa razón. La natura- ¡ mún que, trazando el surco de la vida
íeza la supedita y arrebata a un fin que i trivial, se encoge de hombros ante esa
sólo en parte se define y anticipa en idea. ¡ obsesión de lo desconocido, quintaesen-
El genio, donde más cumplidamente se j cia de las religiones y perpetuo acicate
revela, es como el esposo incógnito de i del pensamiento superior, consisten en
Psíquis, que sólo la visitaba en la som- i la ineptitud que la familiaridad y el há-
bra. Radica la actividad genial en esa sel- j bito crean para percibir la grande y des-
va oscura deí alma, indefinida, más allá I concertadora rareza de las cosas... Aun
del mundo interior, ambiente y regazo de j prescindiendo del cooperador inconscien-
la conciencia reflexiva; cuya existencia j te que es fuerza reconocer en el fondo de

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OBRA POSTUMA.—9:- PROTEO.—LIBRO IV 943
muchas de las modificaciones y co- por arrebatada y febril, o por falta de
munes de nuestra vida psíquica, fácil es originalidad y vuelo. La voluntad es fuer-
ver cómo el espíritu vulgar despliega, en za eficacísima (¿cuánto no la encareci-
circunstancias anormales, facultades y mos ya, en este como en otros aspectos?)
potencias que se relacionan más de cer- para la realización de la obra, pero la
ca con la naturaleza de las iluminaciones eficacia de la voluntad depende en gran
y adivinaciones del genio. Es el repentino parte de que su persistencia y su brío
e infalible presagio con que nos anuncia provocan el desate de la inspiración,
el corazón lo que ha de "venir; es la co- que se despierta a su llamado y prosigue
municación que une, al través de la dis- su labor y la excede. Esta singular exal-
tancia, dos pensamientos y dos corazo- tación de donde nacen las bellezas supre-
nes; es la solución buscada tenazmente y mas no depende en sí misma de la vo-
en vano, o la determinación de la volun- luntad, pero la voluntad puede tentarla
tad por largo tiempo indecisa, que un y excitarla. Así, que el viento sea quien
día se manifiestan de súbito; es el cono- impulsa al barco de vela, no se opone
cimiento o la capacidad que yacen laten- a que el marino maneje y disponga su
tes en el alma de quien, sin sospecharlo, velamen para poner el barco a barloven-
los posee, hasta que a la evocación del to. La atención contraída y porfiada es
delirio o la locura, se revelan en su ma- un principio de sonambulismo; y la fron-
ravillosa plenitud. tera entre ambos se pasa cuando el enca-
Aún no se han desvanecido los ecos denamiento de la razón discursiva, que
del tiempo en que una escuela literaria se sostuvo por el esfuerzo de la volun-
que significaba una reacción contra anár- tad, se continúa por el proceso automá-
quicos extremos de libertad y desaliño tico del pensamiento inconsciente. La re-
excluyó de sus cánones la inspiración y flexión puede así suscitar el arranque de
el numen, negándolos, no sólo ya como la inspiración, como ésta puede promo-
entidades míticas, sino también cuando ver a aquélla dándole pábulo y motivo.
se los interpretase como la posibilidad, Pero no sólo sería grave error eliminar
en el sentido, puramente humano, de la de las condiciones psicológicas causales
improvisación feliz y la ignorancia crea- j de la obra alguno de ambos factores, sino
dora; y de este modo, limitó las energías que lo sería también imaginarlos exclusi-
capaces de producir la obra de arte, a vamente alternativos y separados por lin-
la conciencia clara del objeto y la disci- des infranqueables; cuando lo cierto es
plinada fuerza de la voluntad. j que, más que solidaridad, es identifica-
Pero aquellas viejas abstracciones pros- ¡ ción la que los une: se refunden y se
critas en nombre de lo real, vuelven y ¡ compenetran. No hay discernimiento ca-
se confirman, si no en cuanto a favores ¡ paz de establecer de modo fijo los térmi-
sobrenaturales, en cuanto a hondas reali- j nos de esas dos maneras de concepción.
dades de la psicología, cuya naturaleza ¡ En general, no hay límite psíquico segu-
arcana no empece a lo patente y plástico ¡ ro entre lo que procede de la plena con-
de su manifestación. Y hoy, un concepto ciencia, con sus caracteres de conoci-
más armónico y verdadero de la genera- ! miento y voluntad, y la actividad incons-
ción de las criatura artísticas, nos permi ciente que desenvuelve sus vagas ener-
te conciliar en ella, como partes propor- gías en lo hondo de nuestro ser, pronta
cionalmente necesarias, el pensamiento siempre a intervenir, ya por ráfagas
reflexivo y la intuición inconsciente, la bruscas, ya por mansas filtraciones, en
voluntad tenaz y la inspiración gratuita. ! su acción y el contenido de la concien-
Raro será que se deshaga este natural ] cia. El inspirado reflexiona también y su
desposorio sin que la obra claudique; o ! reflexión está toda penetrada y vibrante
;>44 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

del hálito de su inspiración. El pensa- i interior», de Juan Pablo; pero es el reco-


miento reflexivo se mueve entonces a nocimiento y justipreciación de esa mis-
impulso del instinto poético como el ins- teriosa parte de inconsciencia que cons-
trumento en la mano del artífice; co- tituye el fondo insondable de nuestro
mo, para aquellos sectarios que se lla- ser; que mezcla sus actividades profun-
maron los monotelitas, la voluntad hu- das con las de la voluntad y el entendi-
mana del Cristo, al modo del martillo miento discursivo y que, con uno u otro
del herrero, bajo la operación y gobier- nombre, llevará siempre en sí el secreto
no de su naturaleza divina. La reflexión de nuestros más sublimes arranques, la
animada de sentimiento no es todavía lo clave de nuestras más estupendas ener-
esencial y específico de la inspiración, gías. Pensar sin el instrumento común
pero la prepara y precede como que se del raciocinio; sentir sin la percepción
infiltra y entremezcla en ella. Como la usual de la conciencia; hacer sin determi-
meditación religiosa a la pura y verdade- nación reflexiva de la voluntad, son in-
ra oración, así es la reflexión conmovida dubitables realidades psicológicas, y ellas
a la esencia de la inspiración creadora. están presentes, con más claridad y re-
¿Reza quien medita en Dios? No reza, lieve que en ninguna otra parte, en el
si preguntas a quien entienda de estas génesis de la obra del genio. Para la
cosas santas, pero se pone en la vía de la concepción de lo bello, para la realiza-
oración; y además, dentro del espíritu ción de lo heroico, nunca fué lo primero
del que ora con profundidad y brío, la la atribución de la conciencia dueña
meditación se dilata y persiste, remonta- y sabedora de sí.
da y como iluminada. Precisar si en cier- Ni importa siquiera dudar de la posi-
tos instantes de la conciencia del artista bilidad del alumbramiento instantáneo
es el pensamiento reflexivo el que traba- en que, como resultado de un trabajo
ja o son las concepciones de lo incons- anímico absolutamente ignorado de la
ciente las que llegan a volcarse en la con- conciencia, brota de un golpe a la super-
ciencia, fuera discernir lo indiscernible. ficie del alma la creación cabal y viviente,
Allí donde los grandes ríos se echan en como destacada en luz sobre el vértigo y
el mar, hay una zona en que las aguas sa- la enajenación de una hipnosis. Sea que
ladas se mezclan con las dulces, y no se se tamice lentamente a su tránsito por la
sabría decir si aquella parte es mar o río. conciencia, sea que se manifieste en es-
Pero nada de esto importa negar los mo- cape irrefrenable y súbito, el soplo in-
mentos en que la intuición inspirada consciente es siempre la condición esen-
obra por sí sola, sentando los jalones, in- cial de la fuerza inventora y del mag-
consciente de los más altos dones del nético poder de transmitir la emoción
alma; en la transfiguración personal con y la fe. En las palabras por donde
que ellos revisten al que los posee y pone ese soplo ha pasado queda la gracia
en acto, reaparecen, como término del inefable, el arte mágica, de las cons-
análisis más ceñido a la observación y la trucciones del animal y los atavíos de
experiencia, entre las adquisiciones de la planta; el divino candor que no se
una filosofía ajena a todo elemento so- contrahace ni remeda, como el del ampo
brenatural. No es ya la visitación del de la nieve y como el de la luz recién
dios que desciende al alma de los hom- nacida. A diferencia del sentido neto y
bres; ni es tampoco la potencia que im- restricto que la pura reflexión infunde en
plica un concepto espiritual y poético: lo que procede de ella, lo característico
«lo sobrehumano surgiendo de lo hu- de la obra de la intuición es dejar abier-
mano*, de Víctor Hugo; «el órgano de lo ta una lontananza ideal que nunca ha de
divino», de Carlyle; el «ángel de la vida rendirse a la pertinacia de los ojos: tal

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 945
como la semilla lleva virtualmente en sí, ; inspirado c inconsciente toca en la esfera
no ya el germen de la planta que dará de lo sublime, lo consciente y deliberado
de inmediato, sino los gérmenes de infi- no pasa de vulgar.
nitas generaciones de plantas, contenidos De esta suerte, nota Carlyle como, en
los unos en la potencia de los otros, así la palabra de Mahoma, la esencia inmor-
el verso o la sentencia que nacen de lo tal y fecunda hierve en las intuiciones
inconsciente genial envuelven la virtud que exceden del propósito consciente, y
germinativa que, en lo infinito de las ge- su voluntad y la razón engendran más
neraciones, se desarrollará en la concien- que la corteza de vena y despreciable
cia humana con nuevos sentidos, nuevas impostura.
perspectivas, nuevas sugestiones de pen- Si la personalidad es una manera ha-
samiento o de amor. bitual de sentir, pensar y querer, la ins-
Hay altos espíritus en quienes esta par- piración genial es una transformación
te de inconsciencia obra tan predominan- transitoria de la personalidad; que se
temente, tan fuera de todo concurso asi- manifiesta, ora por la desaparición y ani-
duo de la reflexión, que el resultado ge- quilamiento de todo carácter personal,
nial parece producirse en ellos con la fa- ora para que la idea domine única y ab-
talidad del instinto. El don que los subli- solutamente, usurpando el sitio del «yo»,
ma es verdaderamente una gracia, en como pasa en la abstracción del sabio y
todo el vigor del concepto agustiniano o el éxtasis del místico; ora por la virtud
jansenista. de desplegar, durante la actividad ge-
Su personalidad común permanece de nial, una personalidad adventicia que
tal modo ajena e incapaz de la obra, que difiere de la común en la intensidad y el
se asombra y maravilla ante ella cuando, brío, ya en la pureza y perfección, ya en
después de embargada por la energía la naturaleza y sustancia de sus caracte-
creadora, vuelve a la serena posesión de res: la virtud de ser más, de ser mejor,
sí misma. Su inspiración es, en la esencia o de ser otro.
de las cosas, el antiguo numen: el agen-
te divino que, sin que se le espere ni so-
licite, llega al alma, la inflama de un [XXXIX]
sagrado furor, y se remonta al cielo, sin
[LA IMAGINACIÓN QUE CREAJ
dejar huella de su paso. Esta fué la ma- |
ñera de Danton en la tribuna, de Scho- i
penhauer en la especulación filosófica, de \ ¿Qué misteriosa generación la del per-
Escipión y Aníbal en la guerra, de Agus- j sonaje épico, novelesco o dramático?
tín Thierry en la historia, de JVIozart en ¿Qué divina virtud obra para este acto
la música, de Jorge Sand en la invención de creación—el más calificable de tal en-
literaria. La videncia profética, la voca- tre todos los actos de los hombres—que
ción apostólica, manifiestan, aún más a consiste en dar al mundo una criatura
denudo, este carácter de impersonalidad. imaginaria inmortal: Don Quijote o Don
Con ello se relacionan las palabras del Juan, Ótelo o Hamlet; en arrancar de las
dno Maestro: «Las cosas que yo os ¡ entrañas del alma propia otra alma, no
hablo, no las digo de Mí mismo, sino reflejo de ella, sino autónoma y distin-
Que el Padre que está en Mí, Este hace ta; hecha de la tela de los sueños, y con
wis obras.» Otras veces, asistiendo alter- todo, dotada de espíritu más brioso, de
ativamente en el apóstol la parte de vida más intensa y pertinaz que los mis-
intención y la de inconsciencia, aparecen mos héroes de la historia; individual y
^comunicadas y discordes, un visible una, no con la unidad artificaí de la
a
-bisrno las separa; y mientras lo que es abstracción, sino con la lógica viviente
946 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

de la naturaleza; persona e idea a la peregrinación hasta la estatua de Cesá-


vez; alma que, en la sucesión de los rea. Duras fatigas padeció, sin que deca-
tiempos, obsesionará como un numen, yera su ánimo, desde su salida del de-
ai pintor, para que interprete y fije su sierto. Llegó a Cesárea, preguntó, y le
encarnación corpórea; al músico, para mostraron los destrozados muros que
que destile su más íntima esencia; al quedaban de una casa en abandono, y
pensador, para que alumbre y analice junto a esos muros, plantas silvestres
sus reconditeces; alma capaz de imponer- que tejían brava y extendida maraña.
se a la imitación de las que realmente vi- Aquí, en la esquividad de la maleza, de-
ven en el mundo, de modo que después bía encontrar la imagen de su Dios, si es
de tener vida ideal, maravillosamente te- que ella duraba todavía: poco había pre-
jida de palabras, adquiera real ser y ocupado a Cesárea la imagen de un dios
cuerpo tangible, modelando según su más.
imagen la personalidad de hombres de Nunca con tal pavor penetró un niño
carne y hueso, y siendo como el típico en la nocturna sombra del bosque, cual
ejemplar en que tienen puesta la mirada se internó el eremita entre las plantas;
generaciones enteras? ¿Qué portentoso sólo que este pavor tenía dulzuras de de-
secreto es este de la imaginación que liquio. Se halló, de pronto, ante un pe-
crea, que arrebata al cielo, como el titán destal de piedra. Alzo los ojos... La es-
filántropo, la chispa con que se anima a tatua estaba allí, pero ya no guardaba
los hombres?... vestigios de su fisonomía. Donde el cin-
cel había esculpido los rasgos del sem-
blante, quedaba apenas una superficie
[XL] rasa, como la cara de ios Hermes arcai-
LA ESTATUA DE CESÁREA
cos, oscura y vil profanación del tiempo.
El cansancio, que había cedido a la espe-
ranza, se apoderó, con la decepción, del
Cómo habría sido el semblante de Je- eremita, que cayó sumergido en hondo
sús, de que no había imagen conocida, sueño, junto al ruinoso pedestal. Inmen-
desvelaba a un eremita del Sceto en tiem- so anhelo se exhaló, durante el sueño,
pos de los primeros ermitaños, Unos ima- de su alma, y, difundiéndose por el ám-
ginaban al Redentor en cuerpo hermoso, I bito del mundo, convocó a las partículas
transparente forma de su espíritu. Otros, | de piedra que habían sido de la estatua,
por el contrario, le atribuían, con ía feal- | para que, juntándose de nuevo, recompu-
dad del cuerpo, la intención de alentar j sieran la máscara divina. Ellas vinieron,
eí menosprecio de los hombres, por i alzadas del polvo de la tierra, surgidas
cuanto cae bajo del sentir material. De • del fondo de las aguas, suspensas en las
tradición sabia el eremita que en Cesá- ; ondas del aire... En breve nube, compa-
rea, ciudad de Antilíbano, cerca de don- ¡ rabie a la que forma el aliento del caballo
1
de el Jordán toma sus fuentes, uno de después de la carrera, se acumulaban
los enfermos a quienes volvió el Maestro, • ante el eremita y flotaban con vago y
con la salud del cuerpo, la del alma, ha- ; desmayado ritmo. Luego, las partecillas
bía consagrado a perpetuar su imagen | fueron más y parecieron la nube de tie-
una estatua de mármol. Era aquella de i rra que levanta, del camino, el carro que
que luego habló en su Historia Eclesiás- \ pasa. Pero nada nacía de ellas que pro-
tica el Obispo Eusebio. Hondo impulso metiese la imagen por la que su evoca-
de amor sublimaba la curiosidad del ere- dor había deseado reunirías. El, sin em-
mita, y fué en él vocación irresistible y bargo, las consideraba con emoción pro-
1
ardiente de piedad, determinarse a ir en funda, sólo porque alguna vez habían

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 947

compuesto la imagen adorable. Fuego de tes, menudas y dispersas, que el magne-


amor derretía la sustancia de su cora- tismo del amor atrae y la perseverancia
zón; todo era amor, mientras contem- del amor apura; y por fin, un inspirado
plaba el eremita; inmenso amor que se acto de amor que estrecha en abrazo ar-
desbordaba de sus ojos. Tembló una lá- dorosísimo esos mil distintos elementos,
grima en ellos. Y entonces, al través y del acuerdo y animación que entre ellos
de la lágrima, la mirada que era rayo pone, saca la apeticida imagen, limpia y
de amor, fué como fuego que hace llama, luciente, rica de color y de vida.
y a su contacto la nube de leves parte- Allá, en lo hondo del alma de cada uno,
cillas se estremeció, como si toda se in- duermen las tendidas aguas de la memo-
cendiase de amor. Su agitación incierta ria. Sólo un rayo de luz cae sobre esas
adquirió brío; acorde impulso distri- aguas sombrías; sólo en mínima parte
buyó, cual si los moviera un soplo sabio, aparecen a la claridad de la conciencia;
los átomos de piedra; formaron éstos pero su capacidad es insondable, e inde-
líneas y contornos; y, como el mundo, finidad su aptitud de revelar lo que más
de la nébula, surgió, del seno de la nube, profundo guardan. Cuanto ha pasado
la imagen. Amor era la norma que, en una vez por los sentidos, cuanto ha bro-
la estatua, había concertado aquellos tado de operación interior, cuanto ha te-
átomos de piedra, en la expresión del nido ser en la mente, deja por bajo de
semblante de que componían simulacro; ella un rastro de su paso, capaz de revi-
este semblante, en la realidad, como en vir otra vez y convertirse en represen-
la estatua, había sido pura forma sensi- tación actual y luminosa. No ya lo que
ble del amor. Y penetrados ahora de la la conciencia alumbró claramente cuan-
misma alma por la mirada de amor que do su presentación primera; no ya lo que
los sujetaba a su hechizo, eí orden rena- labró hondo surco en la atención o la
ció entre ellos, y, con el orden, la divina sensibilidad; sino aun lo vislumbrado, lo
apariencia. Dulce premio de la contem- apenas advertido, lo semiignorado, lo
plación conmovida, la veneró el soñador, visto al pasar, lo que en un mismo punto
en éxtasis que no duró más que un ins- es y se disipa, desciende a aquel abismo
tante. Despertó. La mutilada estatua de la memoria latente y yace en su
mostraba su faz, llana e informe; pero el profundidad jamás colmada. De esta ma-
eremita no miró ya para ella, porque en nera líneas, colores, sonidos, armonías,
lo hondo de su alma, allí donde lo que palabras, ideas, emociones, duermen en
el recuerdo estampa es indeleble, lleva- el inmenso depósito, comparable al caos
ba—más patente que como quedó en el donde está en potencia una creación y
cendal de la Verónica—la imagen mila- aguardan su turno para resurgir, sea co-
gro de su amor. mo recuerdo concreto, sea como imagen
no referida a lo pasado, si logran el fa-
vor de un pensamiento que tienda hasta
[XLI] ellos el hilo de una asociación eficaz y
los levante al círculo de lo consciente.
[LA INVENCIÓN DEL ARTISTA]
Cuanto más vario y copioso sea ese ínti-
mo museo, en el alma del artista; cuan-
Este es el proceso de la invención del to más se le acrezca por la experiencia,
artista; ésta la misteriosa generación de y se haga accesible y dócil a las artes
ío bello, de que habló el Sócrates plató- evocadoras de la asociación, tanto más
nico: una belleza entrevista que encien- fácil será la inventiva del artista y más
de amor, deseo de tenerla, anhelo de fi- fecunda.
larla; una congregación de infinitas par- Cierto día, una percepción o represen-
948 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tación dichosa suscita en el alma dotada amor la contemplación del eremita. No


de sentimiento de hermosura la idea ori- le basta buscar en lo ya acumulado; en
ginal, la primitiva célula, vago y levísi- el mundo de sus recuerdos, sino que
mo esbozo, de un personaje imaginario. mientras le inquieta aquel germen pre-
Un acto de ilusa insensatez o vano arro- cioso que lleva en las entrañas, tiene los
jo presenciado de paso por un pueblo; o ojos muy abiertos a la realidad, para
la fugitiva visión de algún hidalgo es- cosechar en ella nuevos rasgos de expre-
cuálido que lee un libro de caballerías sión y carácter y embeberse en vivos re-
junto al estante de sus armas; o acaso flejos de hermosura, al modo como la
una anécdota oída sobre la singular mo- madre antigua se rodeaba, cercana al
nomanía de un loco; o simplemente, un parto, de formas perfectas. Ni le basta
rasgo, recordado en las soledades de la tampoco recordar y observar, sino que
cárcel, del Amadís o el Esplandián, son ha menester meditar sobre lo recorda-
la chispa por la que comienza a ilumi- do y observado, de modo que la plu-
narse en la mente de Miguel de Cervan- ralidad inconexa de sus imágenes se
tes la portentosa figuración de su héroe. traduzca en síntesis orgánica. Pero la
Esta primera idea enamora al alma del meditación que digiere y ordena; el or-
artista; y del amor, que es padre del de- den que la meditación es apta para ins-
seo, nace el de completarla y realizarla. tituir en la obra de la fantasía, no son
Acicateada por el deseo de amor, la idea suficientes aún. Nunca pasaría este or-
se sumerge y abisma en aquel inmenso den de orden lógico, de disposición ar-
depósito de los recuerdos; y como quien tificiosamente calculada si, magnificando
remueve el lecho de dormido estanque el acierto con que lo compone el racioci-
para traer a la superficie lo del fondo, nio, no perseverase la inconsciente fuer-
hace que surja de allí hirviente remolino za del amor, que, como cálido y plasman-
de imágenes. Todo lo que tiene alguna te soplo, circula por entre las relaciones
afinidad con la idea, y es propio para en- y conexiones que instituye la mente. Y
riquecerla y nutrirla, y formar cuerpo nunca arribaría a vivir el personaje ima-
con ella, y levantar su relieve o reforzar ginario; nunca su imagen se movería con
su color o intensificar su espíritu, todo la vida personal y enérgica que emula la
despierta y obedece al poderoso conju- de los más netos caracteres que vemos
ro. Mil recuerdo del tesoro de observa- en la realidad, si el amor del artista, lle-
ción consciente e inconsciente que en su gado a su más alto punto, el éxtasis en
azarosa existencia ha acopiado; mil no- que culmina inspirado y victorioso; abra-
ticias de su ciencia del mundo, acuden zando de un rapto todos los elementos
al pensamiento de Cervantes para re- que ya ha puesto en acuerdo; compene-
unirse a aquel esbozo que de su héroe trándolos y traspasándolos, como por el
concibió y añadirle algún toque de ver- golpe intuitivo de que hablaron los Plo-
dad y de vida. Estos recuerdos, estas re- tinos y Jámblicos en la iluminación de
presentaciones, son las partículas de pie- lo divino, no suscitase finalmente la vi-
dra que, de los ámbitos del mundo, con- sión una, simultánea, completa, de la
curren a reconstituir la máscara de la es- criatura soñada: la alucinación que la
tatua, para el contemplador que perma- pone a pleno sol de la conciencia del ar-
necía ante ella en mudo anhelo. Lucha tista, y después de la cual ya no es me-
acaso el alma del artista en este período nester sino la voluntad que ejecute y la
de la concepción; lucha acaso y se an- mano que obedezca. Cuando la llama de
gustia en su impaciencia de evocar todos amor, desbordando de los ojos que es-
los elementos que le interesan y hacen peran la suspirada forma, ha prendido
falta, como ardía en ansia y pena de en la nube fluctuante donde se la busca,

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 949
'a imagen es de definitiva manera y con como una transformación participante,
i-ida inmortal. La virtud plástica de la en que el espíritu y su hechura se hacen
concepción depende de la eficacia de este uno; y si la inspiración acrece, y rompe
último acto, instantáneo e insustituible, los últimos lazos de la conciencia propia
en el cual los que le antecedieron hallan y la memoria, sea una entera sustitución
su recompensa y su fruto. de la personalidad.
Todo es así presidido por una misma Esta renuncia, esta eliminación de sí,
fuerza en la actividad creadora de la para que sólo viva lo soñado, es la con-
imaginación: el primer deseo que excita dición por que se explican la objetivi-
a la realización de lo hermoso; la con- dad maravillosa, la indeficiente verdad
vocatoria enérgica y tenaz que allega los que admiramos en las grandes creacio-
elementos con que ha de componérsele; nes dramáticas o épicas. Cuanto más
el rapto inspirado que lo vivifica, y aún profunda y penetrada de amor la intui-
la obstinación y perseverancia de la vo- ción que transparenta el alma del héroe
luntad, que consuma y deja la obra en imaginario, tanto más hondo el ensimis-
su punto. Todo ello es presidido por una mamiento con él; tanto mayor el eclipse
sola fuerza, aquella misma que, llamán- de la común naturaleza del poeta co-
dose afinidad, genera las formas armo- mo persona adherida a la realidad del
niosas de los cristales, las estrellas y exá- mundo.
gonos en que cuaja la nieve; y llamán- Cuenta Schiller el asombro y estupe-
dose atracción, rige la sublime concordia facción que en él causaron sus primeras
de los mundos; y llamándose amor ape- lecturas de Shakespeare. Habituado a
titivo, reproduce la proporción y belleza encontrar en el fondo de la obra sino el
de los seres vivientes; y llamándose amor claro trasunto, el vestigio de una perso-
desinteresado e ideal, florece en la divi- nalidad, por donde inferirla y reconsti-
na hermosura de las creaciones del arte. tuirla toda entera, desconcertábase de-
lante de aquella ausencia inescrutable de
todo signo personal que no correspondie-
ra al carácter de los personajes; de aquel
tXLII] despojo milagroso, por parte del autor
OBRA DE AMOR ES LfV CREACIÓN
de todo lo peculiar y característico de
DEL ARTISTA
él mismo; milagro que hace posible un
mundo donde, como en el de la natura-
leza, figuras diversísimas se mueven ne-
Obra de amor es, pues, la función crea- tamente determinadas y diferenciadas, y
dora del artista. Y de antiguo se sabe se exhiben, en cruda desnudez, a los ojos
Que la fuerza y virtud primeras del que las contemplan; sin intervención de
a
nior consisten en transformar al aman- espejo que refleje, de velo que atenúe,
te en lo que ama; a aquel que sueña con de marco que circunscriba y limite. No
üf
i bien, en el objeto de su sueño; al es sino que en la obra del poeta sobera-
Que contempla dentro de sí un persisten- no, siendo ella el prototipo y la cúspide,
te original, de cuya belleza se apasiona, se realiza con más enérgico poder que
en
esa misma ilusoria criatura. De aquí en la de otro alguno esa virtud genera-
ftue el fuego de su inspirado amor, en dora de toda superior ficción artística: el
ta
Mo que arde, consuma y anule en el salir fuera de los límites de la individua-
^tísta al hombre real, y preste a aquél, \ lidad; el morir y renacer de amor en el
transitoriamente, nuevo ser, de confor- j objeto imaginado.
^dad con la imagen a que anhela dar i Y esta transformación personal es más
Vl(
ta; de aquí que el acto creador sea ' verdadera de lo que supondría quien la
950 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

desdeñase por tener ella su origen y su i sino para que la ocupe aquella otra per-
objeto en sueños de la imaginación. El sona que, con exclusivo amor, se repre-
natural mecanismo de esta facultad y su senta?... Todos los grandes artífices de
parte oficiosa en el conjunto del alma almas son, en más o menos proporción,
son suñcientes para fiar la honda reali- como el novelista que Dostoyevski pintó
dad de aquella conversión psicológica. en Crimen y castigo, coloreándole con
En la esencia misma de la imagen ra- las tintas de su propia experiencia: el
dica un principio apetitivo, una fuerza ! novelista que mientras trae una obra en-
elemental de realización, que tiende a i tre manos, no vive otra vida que la de
trocar lo simplemente imaginado en per- sus criaturas; o como aquel estudiante
cepción y creencia; la representación de que Boerhaave tuvo de discípulo, y cuya
un acto, en impulso a realizarle; la re- imaginación, embargada por la represen-
presentación de un afecto, en afecto efi- tación intensísima de cuantos males es-
cazmente sentido. Supuesto el desenvol- tudiaba, le hacía enfermar verdadera-
vimiento completo de la imagen, tal co- mente de ellos. La imagen que el artista
mo se daría por naturaleza, de no opo- concibe, tiende originariamente a satisfa-
nerse a ello las influencias que normal- cerse y realizarse, no por las acciones
mente la contienen y reducen a su con- que a ella correspondan, sino por la
dición original de pura forma interior, creación de una apariencia que la re-
toda representación de la mente llegaría produzca, dándola a conocer de los de-
a ser, por su propia y espontánea ener- más; pero cuando el ímpetu y caudal de
gía, la sensación o el movimiento que la imagen son tales que ella rebasa del
ella figura. Sólo diferencias de intensidad cauce que le presta la creación de la
separan la visión externa de la interna; i apariencia artística, la imagen se des-
el simple concepto, del asentimiento; la ata también por los otros medios de ex-
admiración extática, de la imitación ac- pansión que en lo humano tiene: el ges-
tiva; el simulacro consciente, de la emo- to expresivo, la mímica, las lágrimas, la
ción real; y la vaga simpatía con que risa, los sacudimientos exteriores que a
nos abstrae una forma imaginaria, de la menudo manifiesta el artista en el mo-
obsesión y docilidad del sonámbulo que mento de la producción, y de los cuales
abdica, a favor de la imagen que le ha refluye a su alma, en virtud de una sa-
sido impuesta, el absoluto dominio de bida ley de solidaridad psicológica, 1?
su personalidad. Intervenga un deseo po- realidad, más o menos honda y perfecta,
deroso, una viva fuerza de amor que de- del sentimiento que aquellos signos de-
cuplique la potencia usual de la imagen; claran. Así, de Diclcens se refiere cómo
su duración, su brío, la intensidad de su penaba y se alegraba con los hijos de
color; y toda diferencia se disipará, y la su fantasía: y de Diderot, con qué acerbo
imagen se trocará en realidad palmaria llanto deploraba los infortunios de su
y única para el espíritu a quien ella po- Religiosa; y la identificación entre Flau-
see. ¿Cuánto no se ha hablado de la ver- bert y sus héroes era tal que, si uno de
dad con que el artista llega a experimen- ellos moría envenenado, él sentía iltiso-
tar por sí los sentimientos que atribuye riamente el sabor y las náuseas del ve-
a sus personajes, a medida que los in- neno; y Byron mismo, aunque opuesto
funde y desarrolla en éstos; y de cómo por su personalidad desbordada y avasa-
se alucina con la figuración de las cosas lladora a esta facultad de metamorfosis
entre las cuales los coloca, y tal vez se en que consiste esencialmente el secreto
siente tentado a realizar los mismos ac- de la creación épica y dramática, se re-
tos que ellos; y perdido el recuerdo de cluye, antes de escribir la Lamentación
su persona real, ya no tiene conciencia del Tasso, en la mazmorra donde estuv°

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 951
prisionero el poeta de Aminia; y allí le , caz esta virtud de simpatía; figurémonos
ven agitarse y hacer extremos de dolor • que el poeta participa de los sentimien-
e indignación, como si en verdad hubiera tos de sus héroes, no ya como el espec-
descendido a él el alma de aquel gran tador y el pasajero, sino como quien es
infortunado. Un amigo indiscreto penetra movido de la voz del afecto o del estímu-
un día a hurtadillas en la estancia donde lo de la sangre: como quien se duele o
escribe Daudet; halla llenos de lágrimas se alegra con el hermano, con el padre,
sus ojos. «¿Qué tienes?», le pregunta. con el hijo. La fuerza de la imagen subi-
«¡Ay! Lloro al mejor de mis amigos»... Y rá de punto; la apariencia de verdad será
la hermosa cabeza se abate sobre el pa- mayor; y con todo, aún no estaremos en
pel en que acababa de infundir el último la cumbre. Aún cabe modo de imaginar
suspiro de Jack. más alto e inefable; aún cabe la com-
Toda la escala de los valores poéticos prensión perfecta para la que no basta
puede establecerse sobre la base de esta ese acorde ae dos almas separadas por
fuerza centrífuga de la personalidad, gra- el límite que diferencia a dos personas;
duándola desde su alborear en el míni- esa relación trascendente de corazón a
mo impulso de emoción benevolente, has- corazón, cada uno de los cuales mantiene
ta su coronamiento, que es la completa su ser propio y distinto; sino que se re-
abnegación del ser propio. Una absoluta quiere plenitud de amor, simpatía total
ausencia de interés y simpatía para con y desatada: aquella que ya no se conten-
la imagen que se ha de poetizar equival- ta con menos que con la identificación
drá forzosamente a la incapacidad radi- absoluta, con la participación en la esen-
cal de desenvolverla. Adelantando un pa- cia misma del objeto, con el transporte y
so, la imaginación que forja caracteres embebecimiento de la personalidad que
y acciones sin auxiliarse, como de con- j logra el místico en el desmayo de la
comitante afectivo, más que de ese leve unión extática; y ésta es, por fin, la con-
y superficial interés por lo que va for- cepción del genio, misticismo de la reli-
jando, que está implícito aún en la más i gión de belleza; éste el prodigio de don-
elemental e insignificante manera de in- i hermosura.
de nace y se desenvuelve tanta peregrina
A quien de ese excelso modo
vención, no reflejará jamás sino la ima- concibe no le satisface ver y oír objetiva-
gen descolorida y tibia de lo que se pro- ! mente, en plástica y animada aluciona-
pone transmitir en forma de arte; no ción, al personaje que imagina; sino que
producirá sino la obra de la mediocridad. j ha menester transformarse en él, ser
Una concepción más caldeada de senti- como él, ser él mismo en tanto dura su
miento; una representación de las cosas 1 sueño: prestarle, como el médium presta
que suscite en el alma del que las figura, j al espíritu evocado, el organismo propio,
ía moción afectiva, el estremecimiento j sustraída la personalidad usual. Presta
simpático, propios del espectador que se ; así el genio a su personaje los propíos
interesa vivamente en una acción imagi- nervios, para que con sus sensaciones
naria, pero sin perder por ello la con- | los pulse; el propio corazón, para que
ciencia de su personalidad; o bien del i con sus pasiones lo desgarre; el propio
pasajero que se detiene ante una escena j cerebro, para que lo abrase y consuma
real, de duelo o regocijo, y por simpatía ¡ con la combustión de sus ideas. Por eso
humana la comparte, será capaz de dar ] es la creación genial hondísimo movi-
de sí obra que conmueva y que dure; | miento interior; parto que a veces mata.
Pero aún no tendrá vuelo con que le- j Por eso la capacidad de vivir en una
vantarse al nivel sublime del genio, a i tantas vidas distintas, sin que las entra-
tas cumbres supremas de la invención, I ñas conmovidas estallen, ni la razón ven-
Pongamos qvie se hace más intensa y en-
952 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cida sucumba, es argumento que milita ¡ instintiva y candorosa; a la manera que


contra los que consideran al genio aso- ! tampoco existe quizá en la conciencia del
ciado por naturaleza a degeneración e genio la idea lúcida y cierta de la obra
inferioridad orgánica. «¿Hay alguien ac- que realiza y cuyo arquetipo inconsciente
tualmente—preguntaba Taine—, hay al- preside, sin embargo, con infalible auto-
guien que sea capaz de soportar la tem- ridad, desde misterioso abismo del alma,
pestad de pasiones y visiones que pasó la febril agitación de aquellos innúmeros
por el alma de Shakespeare?» obreros.
Nunca logrará tener vislumbre del mis- La fuerza de la imagen encandecida de
terio del genio quien se imagine como amor, que pone su solio en la mente del
acto puramente intelectual la operación artista y allí concentra el movimiento vi-
sagrada de donde la obra surge, potente tal para dar ser a una forma sensible que
y luminosa. Esta ñor costosísima nece- la reproduzca y perpetúe, no es menos
sita, para producirse, de todo el ser; de grande ni importa menos maravilla que
cuanto es vida; del organismo entero; j la que, por prodigio de amor también,
de las potencias y sentidos todos de manifestándose en el contemplativo a
quien ha de darla. quien tiene como en alucinación perpe-
No hay fibra en la carne del poeta, ni tua las representaciones de su Dios, ex-
gota de sangre, ni pulsación vital, que \ terioriza y estampa estas imágenes cau-
en alguna manera no concurra a la obra. ¡ tivadoras no ya en papel escrito, ni en
Concertados en activa y armoniosa uni- tela, ni en piedra, sino en las mismas
dad, exaltación del natural consenso de carnes del alucinado. El pensamiento te-
la vida, todos los elementos, todas las naz de los martirios de Cristo, en los
energías y resortes de la existencia indi- anacoretas del yermo, llegaba hasta ha-
vidual, se aplican a magnificar el es- cer brotar en sus miembros y costados,
fuerzo de que nacerá lo hermoso. Si cu- por la acción espontánea de la imagen
piera iluminar y hacer sensible el mis- sobre los vasos sanguíneos, los estigmas
terio del mundo interior, en las horas ; de la crucifixión. Las llagas del divino
divinas de la inspiración y el trabajo, , cuerpo, pintadas de ese portentoso modo
asistiríamos con arrobamiento a esa afa- por la sangre obediente al mandato in-
nosa cooperación de todos los instrumen- terior de una idea, se vieron en las car-
tos de la vida, de todas las células orgá- nes de San Francisco de Asís, de Fray
nicas, bajo el imperio de una idea que Nicolás de Rávena, de Juan de Verceil;
brilla, como chispa de luz, en lo más ; y por igual arte, las huellas de la coro-
alto y noble del conjunto que traban to- ! na de espinas aparecieron en la virgínea
das ellas; cooperación semejante a la de frente de Catalina de Raconisso. Pintura
los microorganismos que, sin sospechar así sublime, pintura hecha con sangre de
las venas, es la que admiras en la obra
el resultado precioso de la solidaridad de genio, por quien te es dado participar
que los vincula, erigen desde el fondo del \ de una visión inmortal.
océano la isla de coral; o bien, semejan-
te a la de los obreros humildes que, en ; Si imaginar vulgarmente, sin exalta-
los siglos de fe, reunidos en polarizada ción de amor, sin atención tiránica, no
muchedumbre, levantaban los muros de equivale a tener fe en la verdad del ob-
estupenda basílica, contribuyendo cada jeto que en nuestro interior aparece, y
cual con su piedra y su aliento a la rea- \ aun menos a perder la conciencia de la
lización de una forma imponente de be- ! propia persona para identificarse y ser
lleza, no bien calculada ni aprendida, • uno con la imagen, es porque la percep-
acaso por el propio artífice que los guia- ción de la realidad circunstante limita
ba, más que por arte, por inspiración dentro de un plano ilusorio las ficciones

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—OBRO IV 953
del sueño, y la vigilante luz de la me- tangible. La sola imagen obsesora, por
moria mantiene vivo el sentimiento de su natural virtud de inhibición, tiene más
nuestra identidad. Pero en el artista a poder de apartar y acallar todo lo que la
quien la inspiración genial arrebata, co- divertiría de su oficio, que la paz que se
mo en el sonámbulo cuya conciencia em- busca en refugios materiales. Aisla me-
barga la sugestión que se le impuso, la jor la sola imagen obsesora que cerrazón
imagen crece y se desenvuelve y domi- espesa, y muros de bronce, y ámbito de
na, sin luchar con el parangón de las abismo. Bajo el imperio de la imagen,
cosas reales ni con la resistencia de la los datos del sentido se anulan, porque
íntima y consciente realidad de uno mis- no concordarían con la proyección obje-
mo. Lo real se aleja de ellos a distancia tiva de las formas del sueño; los recuer-
incomunicable: el sueño queda solo y se- dos que al «yo» sirven de base, se eclip-
ñero, y él suple a la realidad externa y a san, porque disiparían el encanto y se
la interna. Mientras la idea de su obra opondrían a la fe que ella exige en su
no pasa de germen sin determinación ni verdad. ¿Qué preocupación del ánimo,
vida propia, ha menester el artista ali- qué fuerza de pasión, qué llamado del
mentarla con la sustancia de lo real, y deber, prevalecerán sobre la imagen que
por eso observa e inquiere, y fija en las se ha enseñoreado del espíritu; qué val-
cosas exteriores una atención más ahin- drán contra ella agitación civil, clamores
cada y perspicaz que la de los ojos vul- de la calle, paso de pompas y cortejos,
gares; pero desde el instante en que él disputas de los hombres, si el mismo fue-
se pone a la obra; desde que se concen- go de la hoguera no es contacto suficien-
tra y retrae, como la abeja bien provista temente enérgico para arrancar el alma
entre los tabiques de su celda, ya no así hechizada de su absorción; y si ni
hay para él, mundo exterior ni memoria aun el consumirse de las entrañas mor-
de sí, Soledad y olvido son requisitos ne- didas y devoradas por las llamas alcanza
cesarios a la concepción de la obra gran- a devolver el sentimiento de la realidad
de, como el silencio lo era en la cons- al mártir que, impasible y extático, arde
trucción del templo de Salomón; pero y perece en cuanto al cuerpo, y sonríe
soledad y olvido son capullo que el ge- en tanto, con divina sonrisa, a la imagen
nio elabora con el propio jugo de su en que tiene puesta toda el alma?
alma, aun cuando las condiciones de su Cabe en la universal y diaria experien-
existencia objetiva se los nieguen; y así cia notar el poder de desenvolvimiento
si genio consigue y goza olvido y sole- que la imagen adquiere por solo su sepa-
dad, aun en el seno de la muchedumbre, ración de la clara conciencia de uno mis-
aun entre el estrépito y combate del mo y de las modificaciones externas de
mundo. La vieja torre donde se refugia- la sensibilidad. Esa prodigiosa fuerza
ba, para sus meditaciones, Montaigne; inventiva cuyo triunfo admiramos en la
el castillo de Buffon en Montbard; el grande obra novelesca o dramática es la
torreón donde esperaba a Rubinstein el manifestación, llevado a punto sublime,
silencio amigo; la habitación cuya esca- de una facultad que pertenece a nuestra
lera quitaba, luego de retirarse allí con común naturaleza: la de imaginar acon-
su paleta y sus sueños, Buenaventura de tecimientos posibles, acciones ficticias;
Oberbeeck; la isla solitaria de Ticho la de proyectar, en concertadas imáge-
Brahe, son límites opuestos material- nes, la previsión, la conjetura, el temor,
mente a la repercusión de las cosas de la esperanza, el deseo; y si en el vulgo
afuera, que el genio suplirá por su pro- de las almas esta facultad dará apenas
pia íntima eficacia cuando le falte posi- débil muestra de sí mientras nos aten-
bilidad de valerse de obstáculo real y gamos, para aquilatarla al pálido y pre-
954 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COAÍPLETAS

cario soñar del hombre despierto, cuan- ¡ flexiva, cuando se la estudia, no ya en el


do la realidad está presente ante los sen- durmiente común, sino en el sugestiona-
tidos y el hilo conductor de los recuerdos do a quien el hipnotizador induce a con-
persiste; ella se realza y magnifica, en siderarse tal o cual persona imaginaria:
las mismas almas vulgares, no bien que- «Eres un clérigo..., un soldado..., un
da en suspenso la percepción de la rea- marino..., un avaro..., un hipócrita...-.
lidad y se interrumpe la continuidad de Como en el poeta épico o dramático, es-
la conciencia. Durante el sueño todos so- ta abstracción que el sonámbulo ha de
mos inspirados artistas, fervientes mi- revestir de forma sensible pone en acti-
mos y rapsodas que, poseídos del hechi- vidad todos los recursos de su perspica-
zo de nuestras propias ficciones, cree- cia, de su experiencia, de su fantasía;
mos, sin asomo de duda, en su verdad, y como el poeta épico o dramático duran-
vivimos sólo dentro de ellas. La imagen te el sonambulismo de la inspiración, el
que, durante el sueño, emerge en la so- hipnotizado, transfigurándose en el ca-
ledad del alma, se desenvuelve libre de rácter ilusorio cuya idea le obsede, en-
crítica que la amilane y de objeto real cuentra, por arte intuitivo e infalible,
que la contraríe; halla ante sí la espacio- los actos que convienen a la realización
sidad, del mundo interior como campo de ese carácter, las palabras que son su
sin guardias ni barreras; y de esto nace medio exacto de expresión; los antece-
un ímpetu de invención que aun en el dentes que, de conformidad con su ín-
espíritu más privado normalmente de la dole, debe recordar, como propíos; el
aptitud propia del artista, suele producir desenvolvimiento consecuente, la lógica
concepciones de vivísima animación y co- | interior, de esa personalidad ficticia que
lorido. Lances, escenas, episodios, inven- i interpreta con admirable fuerza de ver-
ta aquel que sueña, que despierto no i dad. Nada fundamentalmente distinto
siempre sería capaz de imaginar. ¿No ha i verifica el sujeto de estas experiencias,
dicho Maudsley que despliega más po- • cuando, con sólo el nombre genérico que
tencia dramática un hombre vulgar en el \ se le propone, concibe y anima un tipo
transcurso de sus sueños que un gran es- personal dotado de color y relieve: que
critor en la vigilia? Secreto de esa mis- i un Esquilo, un Shakespeare o un Balzac,
:
teriosa luz interior con que se transfigu- cuando sobre el simple concepto del re-
ran nuestras noches es la virtud de tro- mordimiento, de los celos, o de la avari-
car un concepto o un sentimiento que cia, levantan el carácter viviente de Ores-
en informe vaguedad oculta el alma, en tes, de Ótelo o de Grandet. Ha bastado,
concretas y movidas imágenes; libérrima en aquel caso, que la idea quede sola en
y desatinadamente a menudo, pero siem- la conciencia, fijada allí por mandato
pre con teatralidad intensa; y a las veces irresistible usurpando el lugar de la ha-
aun en mentes candidas u obtusas, ¡con bitual representación del «yo», para que
qué eficacia y sagacidad interpretativa se revele de súbito la estupenda com-
de una idea, de un carácter; de un con- prensión simpática de un modo de seí
flicto de pasiones, posible o real; con distinto del propio, en espíritu que aca-
qué lógica alada, y sutil inferencia, más so no se manifiesta de ordinario capaz de
hondas que la del raciocinio, certeras una mediana intuición de simpatía. Sí,
como las del instinto y la intuición; de en lo plástico, el pintor y el escultor sue-
donde nace la potestad adivinatoria del len valerse eficazmente del modelo vivo
sueño, madre o hermana de la potestad con cuya presencia corroboran su sentí-
adivinatoria del vates!... Y aún más pa- do de las formas: en lo psicológico, un
tente aparece esta capacidad de imaginar sonámbulo a quien se impusiera la rea-
aislada de la voluntad y la conciencia re- lización activa del carácter que se trata

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 955
de desenvolver por los medios propíos la figuración conjetural y laboriosa, que
del arte podría acaso comunicar más de procede por partes, y recorre, una tras
una inspiración fecunda al autor dramá- otra, las fases y propiedades del objeto;
tico y al actor. sino la iluminación súbita, simultánea,
El poder característico, en su plenitud palmaria, la presencia real de las cosas,
maestra, es, pues, una transformación que nunca el sentido testimoniaría me-
personal, que embebe el espíritu del ar- jor. No es la representación que se pres-
tista en el de su héroe. Y como elemento ta a ser modificada por el juicio, agre-
que a consumar esta transformación gando, excluyendo, atenuando o refor-
concurre; como aptitud o sentido que zando rasgos, como pasa con los con-
ella trae de por sí, tiene el artista, en ceptos de la imaginación común; sino la
tanto que enceguece para lo que hay representación definitiva y absoluta, tal
realmente en torno suyo, la perfecta vi- como se da en el sueño, o en el recuer-
sión del escenario en que el héroe ha de do muy vivo, o en la aparición del visio-
moverse; visión que a su vez confirma y nario. No describe el genio como quien
redondea la ilusión de verdad en que imagina, sino como quien ve: es el es-
reposa aquel cambio psicológico. La des- pectador de Horacio que, en la escena
cripción, la pintura del mundo exterior, vacía, mira y aplaude animados espec-
manifiestas en el poema o la novela, tá- táculos que sólo tienen ser en su de-
citas o indirectas en el drama, son, cuan- mencia; es el ebrio de opio, según lo
do intensas, como el natural reflejo de describe Coleridge, que, en imaginando
las cosas que circundan al personaje ima- un objeto, lo refleja al punto en el aire;
ginado, en la retina del mismo persona- es Regnault, el pintor, cuya memoria, ri-
je, traído a la vida material y sensible, quísimo almacén de colores y luz, des-
mediante el organismo del poeta: son borda, no bien cierra él los ojos, sobre
una visión firme y pertinaz, y no una la sombra donde pinta mil cuadros y
íntima vaporación interior de imágenes. paisajes que el alucinado artista ve con
En las transformaciones sugeridas de la realísima apariencia.
personalidad, correlativamente con la al- Sólo por esta triunfante emulación del
teración del medio interno, prodúcese conocimiento sensible, con su acción in-
una alteración de las facultades percep- mediata, con la absoluta creencia que él
tivas, por cuya virtud el sugestionado infunde, se comprenden la verdad y ener-
crea a su alrededor el medio externo gía de las ficciones plásticas del escritor
que concuerda con su nueva y adventicia o el poeta de genio. ¿Quién no recuerda
Persona. Verá, el sugestinado, el mar, sí la maravillosa eficacia de las descripcio-
se le trueca en marino; una sala áulica, nes con que el Dante levanta a plena luz
s
i en magnate; prados -y rebaños, si en un mundo fantástico, con relieve aún
Pastor; una celda, si en monje, y lo verá más firme y verosimilitud aún más impe-
todo clara y firmísimamente. Esta per- rativa que los que caben en las más pa-
opción ilusoria, en nada desemejante tentes reproducciones del mundo real?
de la real, abunda en minuciosidades y Las cúpulas de la ciudad de Díte; el fú-
Matices como sólo la inmediata realidad nebre recinto de Malebolge; el lago don-
Parecería capaz de presentarlos a los de hierve la pez; el pozo, torreado de-
°Jos. El don de describir, enérgico, plas- gigantes, en cuyo fondo están las char-
mante, inequívoco, que en la obra supe- cas de hielo; todo es allí neto, preciso y
rior admiramos, es, en el artista, el equi- evidente; capaz de convertirse de inme-
Va
-lente de esa alucinación con que se diato en figura, en bulto, en color; or-
complementa la nueva personalidad que denado con inefable y no aprendida ló-
ie
ha suscitado en el sonámbulo, No es gica; puesto en el espacio con exactitud
956 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

comprobable por número y medida: to- | barrios que más frecuenta. Así como de
do es allí como sólo alcanza a figurarlo ! las cosas vistas en los sueños suelen en-
la intuición que alumbra, de un relám- i gendrarse ilusiones de la memoria que
pago, la plenitud del horizonte; la in- ! nos las hacen tener por positivamente
tuición, que sabe el secreto del orden de acontecidas, así el genio entreteje a me-
la naturaleza, no siendo ella misma qui- nudo las ficciones de su vida ideal en la
zá sino el oculto poder constructivo de urdimbre de sus horas vulgares. Así co-
la naturaleza, que obra en el alma sin mo en la vigilia suelen despertarse ráfa-
injerencia de la reflexión. Y esta facul- gas del alma del sonámbulo, así la per-
tad de animar intuitivamente lo exterior sonalidad adquirida durante la ficción
y corpóreo, llega también, como la in- reaparece inopinadamente en la concien-
tuición de lo espiritual, a aquel extremo í cia que una vez tuvo de huésped. Hoff-
de identificación simpática en que la j mann y la Radcliffe sintieron su existen-
personalidad desaparece, abismada en el j cia atormentada por la obsesión de los
objeto: el fervor de la descripción es un i espectros a que ellos mismos dieran ser
misticismo panteísta. Así Flaubert dejó . en sus obras. Carlos Lever, en medio de
escrito, en una de sus cartas íntimas, I un círculo de amigos, desviándose re-
cómo, describiendo un paseo de enamo- i pentinamente, como quien cede a una
rados, se sentía alternativamente, no sólo sugestión impuesta a plazo fijo, de la
ella y él, sino también los caballos que conversación que mantenían, los llama-
cabalgaban, el viento que llevaba sus ba con los nombres de los héroes que
palabras de amor, las hojas que hacían i él había creado y les hablaba en relación
sonar el viento, el sol que los iluminaba. . con los caracteres y refiriéndose a los
La transformación de que el artista es actos que a éstos atribuía. Aun en la
el sujeto, mientras concentra su vida en carne, aun en el semblante, puede que-
la obra, suele prolongarse y embargar dar la huella de la máscara que se puso
parcialmente la personalidad verdadera,
aun después de pasada la fiebre del tra- el poeta y quedar en forma que perdure.
bajo y restituido en su espíritu al vulgar ' Algo aprendido de la expresión amarga
ambiente del mundo. El sueño rebosa | de los reprobos, del contacto del eterno
sobre la realidad, como el río sobre los dolor, hay tal vez en aquella frente tor-
sembrados. La común ineptitud del ar- : va, y aquellos labios como sellados y
tista para las relaciones de la vida real, I aquel rostro enjuto, que encuadra una
sus torpezas, sus distracciones, sus olvi- i capucha ceñida de laurel, junto a la
dos, son la forma negativa de esta reten- sombra de Virgilio (1).
ción de la conciencia por los fantasmas
del sueño. Si, cerrando los ojos, imagi- (1) Las páginas que componen este capítulo,
nas por largo espacio mirar a un punto y que hemos copiado, al pie de ia letra, ¿e
lejano, y acomodas la vista a esa ficticia los últimos borradores de Rodó, demuestran
percepción, luego que los abras no per- según un minucioso cotejo, que fueron escri-
cibirás sin dificultad los objetos que tie- tas con posterioridad a las que, fragmentaria'sU
nes cerca. Esta es la visión de lo real j mente, dio a la publicidad como anticipo de
para el artista que ha adaptado su mi- Proteo, Así lo revelan las ampliaciones y modi-
rada interior a las concepciones de su !j trodujo
íicaciones, de orden esencial 3' formal, que in-
en su texto, y que establecen su eví"
fantasía. Después de enfebrecerse en lar- . dente superioridad, por el pensamiento y P or
gas horas de inspiradísima labor, Baízac ! el estilo, sobre las primitivas a que hemos he'
sale a la calle, y no reconoce las de los i cho referencia. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 957

[XLIII] verosimilitud de sus mismas ficciones.


Pero el ser real, si reprimido y oculto
[LA LIDIA DEL ESTILO Y LA PERSONALIDAD] bajo esta personalidad parasitaria, nun-
ca muerto, persiste en lo hondo del al-
ma y triunfa en la hora de la inspiración,
Aun cuando la labor del artista no se que, viniendo de este modo en el Musset
aplique a forjar un alma imaginada, en enervado y aridecido de los últimos tiem-
quien refunde y desvanece la propia; y pos, el favor del numen hacía brotar rá-
aun cuando, si sólo escribe de sí mismo, fagas del alma ardiente y sincera que un
no tenga el toque inspirador, la virtud día fué su alma. Considerado el arte en
de prestarle vida y sentimiento nuevos, cuanto obra social, tomado en su rela-
ni engrandezca y excite desusadamente' ción con la conciencia colectiva, todo él
los que él ya conoce por suyos, de modo podría ser definido, en cierto modo, co-
que cree en él una personalidad distinta, mo un proteísmo de esta especie. A las
si no en calidad, en intención: todavía grandes épocas de acción suceden en la-
la labor en sí, la lidia del estilo, cuando historia de los pueblos las grandes épo-
ella es recia y honda, da lugar en el cas de arte; y las épocas de arte, que
artista escritor a una transfiguración de toman preferentemente su jugo de la
la personalidad, que, como en aquel que tradición y la leyenda, son como el re-
fuera presa de ebriedad sublime, disipa cuerdo afectivo y vivamente figurado de
la memoria y conciencia de su ser verda- la acción: son el imaginario remedo de
dero, le arrebata todo a la obra» y tras- las energías que el alma popular desple-
torna su naturaleza moral hasta sacar a gó en sus magnas empresas, remedo en
luz, del alma más inquieta, benéficas que se ocupa el alma después de que se
reacciones de la inteligencia y la vo- ha extenuado el impulso y estímulo de
luntad. esas energías; después que la realidad
de la acción es de estancamiento, o de
[XLIV] desvío quizá, respecto de las hondas
fuentes del instinto colectivo,
[LA VANA Y SUPERFICIAL CORTEZA] A esta potencia purificadora de la ins-
piración contribuye (1) la virtud que ella
frecuentemente tiene, de evocar y reani-
Pero la más frecuente razón de dispa- mar los recuerdos, imprimiéndoles ca-
ridad entre el hombre y el escritor es rácter de realidad actual mediante la
quizá la que consiste en que la persona-
lidad habitualmente manifiesta y en acto reviviscencia de su tono afectivo, de la
no es más que un yo ficticio, no es más emoción que acompañó a los hechos, o
Que aquella vana y superficial corteza, los estados de alma a que se refiere el
adquirida en el andar del mundo; mien- recuerdo (2). Un pasado en que fuimos
t a s que en la persona del escritor el yo mejores y más puros reaparece así en
mnato y natural recobra sus fueros. Las nuestra conciencia al llamado (3) de la
Riil diversas sugestiones e imposiciones inspiración, con su cortejo de emociones
del ambiente, las mil influencias de fal- que, en la vida real y por influjo directo
sedad e imitación que tienden a apartar- de las cosas, no seríamos ya capaces de
los de nuestro centro íntimo, ofuscan en experimentar.
e
i hombre exterior la conciencia de su
v
erdadero ser, y cuanto hace y dice en el (1) Concurre. [D, R.]
^undo es arte de cómico, a quien con- (2) Se vuelve la memoria. [D. R.l
cluye por engañar, como a los demás, la (3) Conjuro. [D. R.]
95S JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

[XLV] rruptible virtud que preserva en el alma


musical del poeta ios de que, en
[LA CAMPANA DE HUGO] su sobrehaz, en el alma que él manifiesta
para el mundo, no quedan ni vestigios.
Aun después que el hombre se rindió a
(1) las impurezas del mundo, limpia y sa-
aquellos frescos abismos, es toda since- grada es la palabra del poeta.
ridad y verdad. No pudiendo el ser real
desplegarse tal como es, en la actividad
de la vida, toma el desquite de crearse
una esfera de acción propia e intangible [XLVI]
en las concepciones de la mente. Hom-
[LA FISONOMÍA Y LA MASCARA]
bres vanos y falsos en lo exterior de su
actividad, son así hondamente verdade-
ros en cuanto escritores. La espontanei- Como la del artista que se vale del ver-
dad de los afectos, la ingenuidad de los j bo, la inspiración de aquel otro que ma-
juicios, la naturalidad de las palabras: : neja, la línea y el color y los ordena en la
toda esa flor de verdad que marchita en ! creación de una naturaleza encantada, es
el hombre real el polvo del mundo per- a menudo fuerza que disloca el eje de
severa, intacta y pura, en el hombre la personalidad y pone, al descubierto,
ideal: en el alma del escritor, De esta una fisonomía en todo opuesta a la más-
observación psicológica es de donde to- ¡ cara que conoce el mundo.
roa su asunto aquel canto admirable que ; El lienzo que el artista tiene ante los
intituló Víctor Hugo La Campana, ojos es, entonces, el espacio por donde
Cuando la campana sale de las forjas, gira una inteligencia diversa de la que
Ja apariencia visual del bronce, limpio y ! él aplica a los usos de la realidad; el
luciente, guarda armonía con la vibrante ! pincel que toma en la mano es el ins-
claridad del son. Luego, levantan la cam- i
pana a la torre; allí el aire y la lluvia, j trumento con que se ejercita una volun-
tenaces enemigos, róbanle lentamente su ! tad diferente de la que prueba en lo co-
brillo y su belleza, como la intemperie j mún de la vida; la paleta de donde saca
de la realidad su candor al alma. el color es el corazón cuyos impulsos
Fea es ahora la campana; pero algo gobierna una sensibilidad distinta de la
queda en ella que no envejece ni profa- ' que
na el tiempo, y es el timbre de su voz.
La voz brota de las entrañas del bronce [XLVII]
descolorido (2) y maculado, con la ni- '
tidez del primer día, cuando el bronce ¡ [EL RAPTO DE LA INSPIRACIÓN PICTÓRICA]
era nuevo: en la voz y por la voz per- '•,
dura la briosa y bella juventud de la >
campana. Hermoso símbolo de la inco- Aquel belga flemático que discurre por
las calles de Amberes con la acompasada
parsimonia que ves en los burgomaes-
(1) Las páginas que faltan y que deberían tres" de los trípticos; que entra ahora a
preceder a las que forman este capítulo, no se su casa, donde todo está en orden severo
han hallado entre los manuscritos dejados por i
Rodó, habiéndose copiado al pie de la letra el ¡ y nimia corrección, y toma de un arca
original existente. [D. R.] j un libro donde anota en perfilados
e
(2) Ennegrecido. [D, R.] \ números lo que debe y lo que gana; q«

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 959
si enciende su pipa, se hunde en beata en el círculo de su existencia real, un
somnolencia, y si habla, salen las pala- hombre dulce y bueno?
bras de sus labios como un rebaño pere- Miguel Ángel, encerrado por su volun-
zoso, pasará luego a una estancia muy tad en la Capilla Sixtina, sin sentir los
llena de luz, donde hay un lienzo exten- pasos del día y de la noche, incapaz de
dido, que manchan inconclusas figuras; sueño y de hambre, pálido, febricitante,
y puesto ante esta tela, su sensibilidad convulso, moliendo por sí mismo el co-
cambiará por ensalmo: será impetuoso, lor a pulgaradas frenéticas, poseído de
apasionado, violento, y del impulso de su santo desatino como aquel de que habló
mano, y al parece también de la reverbe- una vez la mística doctora; mientras, al
ración de sus ojos, como entre el vapor conjuro ele su pincel, se desenvuelven,
sulfúreo que sahumaba las fauces de la en el fresco enorme, las visiones del Pa-
Pitonisa, brotarán sobre el lienzo, no raíso y el Inferno, vírgenes, ángeles, pre-
citos, luz y sombra espantable, es
apacibles poemas, parcos de movimien- fulgurante ejemplo del rapto de que es
to y color, sino formas donde rebose la capaz la inspiración pictórica, levantan-
brutalidad de la fuerza y la vida: las do, cual la del poeta, una personalidad
palpitaciones de la carne espoleada por expresa, en la que está la común y ordi-
furores pánicos, la sensualidad gigantes- naria del modo como el agua que dormía
ca, la fiebre y el arrebato de la acción, está en la ola sublime.
en las figuras portentosamente redimi-
das de su inmovilidad fatal: las exorbi-
tancias del lujo, las ferocidades del mar-
tirio: Rubens es ese flamenco de alma [XLVIII]
doble. Una dualidad semejante, aunque,
en cierta manera, con inversión de los [EL MÚSICO ES DESATADO PROTEO]
términos, hubo en el alma del pintor
David. El visionario de la Convención, Aún hay otra esfera de transfiguracio-
el agitador iluso que procede por qui- nes más hondas y esenciales. El poeta y
méricos alumbramientos y espasmos fe- el pintor evocan formas concretas, que
briles, lleg a a la tela donde ha de evo- vivifican con su propio espíritu, derra-
car su mano un clásico recuerdo o fijar i mado en efervescencia fuera del molde
la historia pintada de uno de aquellos personal; pero el artista que amaestra las
mismos días tempestuosos; y la severi- ondas del viento, el que rige los números
dad, la precisión, la firmeza olímpica, sonoros, ése, cuando deja su personali-
sustituyen entonces al desordenado cur- dad común, como la ropa en la playa, al
so de las imágenes que su mente no des- borde del océano en que se abisma, que-
una a realizarse por los movimientos del da ágil y capacitado para descender a re-
Pincel. Entre las curiosidades de la psi- giones donde nunca fué consentido el
cología anecdótica, dura el recuerdo de paso a otros; y no sólo, rasgando lo que
u
& artista que, desesperando de lograr es corteza y límite en los sentimientos
Que el que le servía de modelo acertase humanos, se identifica (1) con su misma
c virtualidad y quintaesencia; no sólo ahon-
on la expresión propia del semblante de
u da, hasta donde ofrece sujeto, la simpa-
*t moribundo, toma de pronto un puñal
y lo hunde en las entrañas del mísero, j tía que los hace compartibles, sino que
orzadas de tal modo a dar de sí la ex- ! se sumerge aún más, y llega a la profun-
Presión que anhelaba. ¿Quién niega la |
Posibilidad de que este homicida fuera, I (1) Apodera de. [D. R.]
960 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

dictad remotísima de las afinidades y los Un maestro (1) de la psicología mostra-


estímulos primeros (1): a la profundidad ba (2) no ha mucho, y comprobaba con
de la vida elemental, en donde todo lo observaciones muy llenas de interés, la
creado es uno, en donde todo habla un acción realmente hipnótica que la música
solo y transparente idioma, cuyo recuer- ejerce siempre, en más o menos grado,
do despertará (2) en la conciencia de los sobre los ejecutantes de genio. Desde que
hombres a la evocación de la armoniosa Pachmann se sienta junto al piano mu-
teurgia. da por completo de fisonomía, y como en
Nada como la inspiración del músico ei hipnotizado a quien se sugiere, con
grande, para quebrantar en el alma don- sólo una palabra, emociones que se refle-
de asiste, los términos de la propia per- jan una tras otra, con pasmosa plastici-
sonalidad y difundirla por cuanto abar- dad, en su semblante, así cien almas van
can las posibilidades del ser. Quien se estampándose sucesivamente en la más-
llama Mozart, quien se llama Beilini, cara del músico, al compás que el torren-
quien se llama Beethoven, es inmenso (3) te armonioso trae consigo ternura, vo-
Proteo, cuya esencia incoercible lo mismo luptuosidad, ira, entusiasmo, adoración,
encarna en espesura de selva centenaria, terror, melancolía. Pero el que ejecuta no
que en hervor de desmandado (4) torren- es sino el intermediario, el copero que
te o en bóveda de augusta basílica; lo no ha arrancado y pisado el racimo por
mismo usurpa el modo de ser de la mon- sí propio: aún más intensa, aún más
taña, que el de la nube vagarosa o el honda, que la emoción del que ejecuta,
del tenue hilo de lluvia; lo mismo ha- es, como ha de imaginarse, la emoción
bla por medio de los odres del aire, que del que crea.
por el buche del pájaro, o por los élitros
del insecto que vive oculto debajo de la
hierba; ya palpita en inocente pecho, ya [XLIX]
alienta e inflama unas fauces bravias, ya
es frente que piensa más hondo que co- [LA FECUNDA INCONSCIENCIA GENIAL]
mo se piensa con palabras; ya se distri-
buye e infiltra en multitud entera; ya
toma cuerpo angélico y se arrebata a De cuantas son las inspiraciones crea-
cumbres donde aspira el frescor de lo doras, la del músico es aquella en que
infinito y contempla el (5) original de más cumplidamente se realiza el trans-
todas las cosas y se embebe en la lum- porté de alma que un día se explicó por
bre de la eternidad. el favor misterioso del numen, y que
Por la eficacia transformante de esta hoy tenemos por obra de la actividad in-
arte divina en el alma de los que la es- consciente que limita la jurisdicción de
cuchan, si han nacido para escucharla, nuestra personalidad. Eí éxtasis, el olvido
es posible inferir cuál sea su virtud de de sí, la inspiración súbita, la concepción
igual índole en el alma de aquellos a durante el sueño o el semisueño: todas
quienes hace clon de sus inspiraciones y las formas de la inconsciencia genial
que beben, en la propia fuente, sus aguas predilecta son de la música. Wagner, Mo-
sagradas. zart, Haydn, Chopin, son ejemplos de fe-
cunda insconsciencia. La parte de nos-
(1) Primarios. [D. R.] otros que reflexiona y sabe sus actos, tie-
(2) Renacerá, resurgirá. [D. R.]
(3) Humano, [D, R.]
(4) Desatado, alborotado, [D. R.] (1) Investigador, [D. R.]
(5) Ve la idea. [D. R.J (2) Refería. [D. R.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 961
ne en esta gloriosa actitud del espíritu sobre el estruendo (i) de las armas,
menos intervención que en otra alguna; y ¿Quién reconocería a Murat, el vencedor,
acaso por ello es el instinto musical ia el rayo de la audacia (2) heroica, en el
facultad superior que más fácilmente se rey pusilánime que no acierta a dar un
concilia con la inferioridad de quien la paso por sí en los consejos del gobierno,
posee, cuando éste vuelve a la vida real y y se angustia agitado por cien distintos
a la sociedad de los hombres. pensamientos sin fuerza ejecutiva? Cuan-
do preguntaban a Napoleón el juicio
que tenía formado de Ney, contestaba:
«En el campo de batalla es un Dios; fue-
[L] ra de él es un niño.»
Y del propio Napoleón nos refieren
[LA INSPIRACIÓN EN EL GENIO HEROICO]
las memorias de su médico qué prodigio-
sa transformación orgánica se producía
¿Quién duda de que si la inspiración es en él apenas lo rodeaba la tempestad en
alma nueva, un alma nueva obra tam- que presidía como numen. Mientras en
bién en la actividad del genio heroico? la paz su pulso latía lento y desmayado,
La inspiración de las batallas es, tanto y la depresión de su espíritu le tenía en
como las otras, enajenamiento, transfigu- permanente malestar, semejante (3) al de
ración y doble espíritu. De la más vulgar quien respira en un ambiente enrarecido,
arcilla puede valerse la alquimia que con el primer trueno del combate su co-
produce tal oro. El héroe es, con fre- razón recobraba el ritmo que es de natu-
cuencia, en la vida común, quien más raleza, toda la actividad de su organis-
ajeno (1) aparece a esa misteriosa fuer- mo tomaba doble impulso, y la exalta-
za que, llegada la sublime ocasión (2), ción del sentido vital le llenaba de una
brotará de su alma, como de la nube el alegría voluptuosa, como debe de pasar
relámpago. en el animal marino que, luego de saca-
El ímpetu arrebatador; la serenidad co- do de su elemento, es devuelto al seno
municativa, que derrama un óleo mila- del agua,
groso sobre las olas del miedo; el mirar
de águila que ordena y reparte ingentes
multitudes y fija allá, adelante, en el es-
pacio, el sitio donde ha de ser el triunfo,
son cosas cuya huella suele disiparse en [LI3
el héroe, sin dejar el menor vestigio por
[EL «ALMA NUEVA»]
el que se las reconozca, no bien pasa del
campo donde tan grande aparece al de
^as faenas y costumbres de la paz. En Dos conclusiones fluyen, para nuestro
Marco Antonio admiró la antigüedad (3) propósito, de estos ejemplos de la virtud
ia oposición entre el sibarita de Capua conversiva con que se manifiesta o en
y el león de la guerra; en Mario, la im- que consiste activamente toda superiori-
presionabilidad liviana, que le movía en dad humana.
tas juntas públicas, y el firme e imper- Es la una que si el estremecimiento
turbable sosiego con que dominaba (4) de entrañas de la inspiración puede mo-
dificar hasta tal punto los caracteres de
(1) Extraño. [D. R.] i
(2) Una ocasión sublime. [D. R.] (1) Tumulto. [D. R.]
(3) Admiraron los antiguos. [D. R.] (2) Decisión. [D. R.]
(4) Descollaba. [D. R.] (3) Comparable. [D. R.]
-0DO.—31
962 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la personalidad, no sólo levantando a al-


tura desusada y sublime los que ya exis- [LII]
ten en ella, sino anulándolos a veces y
[OTRA FORMIDABLE FUERZA DE AMOR]
suscitando en su lugar otros que en nada
se les asemejan y aún que son su viva
antítesis, esto abona que la sustancia de ¿Hay cosa que en el concepto del vul-
que estamos hechos es naturalmente (1) go aparezca más distante de cualquier
plástica y modificable. Y son las mismas transfigurado encantamiento íntimo que
fuerzas de amor, de apasionado interés, i la reflexión del sabio: esa operación que
de atención subyugadora, de enajenante ; nos figuramos comúnmente fría, tediosa,
simpatía, que producen en el genio la ! y limitada a la esfera impersonal de la
mutación dichosa y eficaz de una hora; I inteligencia, sin relación con el fondo or-
son las que disciplinadas y dirigidas a ) gánico y sensitivo de la personalidad?
un fin sistemático, para el cual se valgan Pero la subyugadora atención que con-
de la alianza del tiempo, tienen el poder • centra el alma del sabio en el pensamien-
de producir en lo común de las almas las to de su obra es también una formida-
transformaciones reales y definitivas. Es ble fuerza de amor; y sólo esta podero-
la otra conclusión, que la inferioridad y sa energía fuera bastante para poder es-
pequenez de que seas espectador en ti j timular con eficacia semejante tensión
mismo, en el curso de tu vida común, no j del espíritu en un sentido duradero y
han de ser causa de que desestimes tus I único (1).
vislumbres de que en lo ignorado y vir-
gen de tu alma radique alguna de las
fuerzas superiores que levantan al hom- | [Lili]
bre sobre el promedio de los hombres. ¡
[LA MENTE DE ARQUIMEDES]
La elección de esos númenes repara j
poco en las condiciones a que se atendría
el juicio del mundo, en la persona del Siempre que la atención sube de me-
electo. Trípode del genio es la ocasión y diano grado, el sentimiento de la perso-
la obra a que su actividad se aplica es, nalidad propia desaparece, y le sustituye
no término que quede fuera de él, pasi- el de una personalidad aventicia, que se
vo objeto a que su alma trascienda, sino confunde en cierto modo con el objeto
complemento con que se integra su per- I o idea en que está puesta la atención.
sonalidad dentro de una síntesis perso- ; La antigüedad nos muestra el ejemplo
nal más alta. La fase fulgurante puede | de estos sublimes transportes de la men-
alternar en él lo mismo con una relativa ¡ te, en el caso de Arquímedes, muerto por
luz de mediano resplandor que con una los soldados de Marcelo, sin que él re-
opaca del todo. ; pare en su presencia, ni cuando allanan
El «alma nueva» de Pitágoras, ya se j la ciudad, ni cuando uno de ellos llega
la entienda en su sentido sobrenatural i amenazador junto al sabio, en la plaza
y mítico, ya en el sentido humano de j donde permanece, consagrado a resol-
una alteración que procede (2) del fun- ' ver su problema de geometría.
damento (3) orgánico de la personalidad: i
el «alma nueva» es el secreto de todas ! (1) El original de este pensamiento fué entre--
las superioridades sublimes. ) gado por la familia de Rodó a Helio Lobo, jun
to con la firma de un conjunto de intelectuales
uruguayos, cuando se concluyó, con la colabo-
(1) Esencialmente. [D. R.] ración decisiva del doctor Lobo, el convenio
(2) Proviene. ([D. R.] de intercambio espiritual entre Uruguay y Bra-
(3) Substrato. [D. R.] sil. [D. R.l

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—-LIBRO IV 963
Desde que se absorbió en la resolu- de él para despertar el sentimiento ín-
ción del problema, dijérase que ia con- timo de su belleza, se concebirá cómo
ciencia de Arquímedes no está ya en su esta emoción y el juicio que a ella acom-
cuerpo, el cual queda inmóvil y corno paña llevan en sí un germen de actividad
suspenso en sus sentidos y funciones: y originalidad creadora que sólo en gra-
está en el círculo que hay trazado en la ¡ do difieren de las que constituyen el ge-
arena y sobre el que su pensamiento tra- ! nio del artista. Hondamente sintió Juan
baja. Ocupa la conciencia el centro de ! Pablo este elemento activo del gusto,
ese círculo y lo anima; él es ahora el j cuando afirmó; «El que una vez ha di-
organismo de ella, su forma corporal. ¡ cho: Esto es bello, aunque se engañe,
Tocar un solo punto del círculo fuera he- j prueba, con eso solo, poseer la facultad
rir el único órgano actual de la sensibi- j creadora de la fantasía.» Si la com-
lidad de Arquímedes, en tanto que derri- prensión plena y perfecta, aun en la
bar con la espada esa estatua inerte, que esfera del puro conocimiento intelec-
fué el geómetra, y que aparece, baja la I tual, importa un acto de reconstrucción
cerviz, la barba puesta en el hueco de la I en cuya virtud el espíritu crea nueva-
mano, fijos los ojos en el suelo, a la vis- l mente el objetivo con la plenitud de sus
ta del romano iracundo, no es dar de caracteres y condiciones, la comprensión
qué inquietarse a la conciencia de Arquí- estética, en la que entra, por mucha par-
medes. El hierro es dueño de matarle; I te, como elemento, un impulso afectivo,
1
no es dueño de desembeberle. una emoción de simpatía, participa aún
en más alto grado de esa espontaneidad
! de reacción y de esa virtualidad genera-
\ dora. El espíritu dotado de entendimien-
!
to de lo hermoso que ante la Venus de
[LA FACULTAD ESPECIFICA DEL CRITICO] ; Médicis o leyendo un canto del Infierno
• refleja una imagen de belleza hondamen-
La facultad específica del crítico es una |! te sentida y bien gustada, despliega un
fuerza, no distinta, en esencia, del poder ! poder de actividad y originalidad, esté-
de creación. La idea de una forma de es- 1 tica más intenso que aquel que le será
píritu que por naturaleza niega y destru- necesario para concebir por sí solo una
ye, idea asociada en un tiempo a aquella ! obra vulgar o una obra mediocre. La crí-
clasificación intelectual, ha perdido su ! tica no es sino la expresión consumada y
auge para dar lugar a una concepción se- J perfecta de la aptitud de contemplación
gún la cual la categoría del crítico, como 1 artística, y ese elemento activo que en
la especie dentro del género, dentro de la la pura contemplación germina, en el
total esfera del artista, participa de to- gran crítico se magnifica y realza has-
dos sus fundamentales caracteres y ap- \ ta emular la potencia creadora del gran-
titudes. i de y soberano artista. Más de resalte
En la común contemplación estética I aparece esta virtud de la crítica inspi-
hay ya implicado un principio de activi- | rada cuando el crítico aplica su arte
dad y cooperación, sin cuya asistencia I de escritor a la obra de arte de otro
üo se comprenderá todo el carácter y vir- I género que el que tiene por instrumen-
tud de la capacidad contemplativa, Si se ] to la palabra; cuando un Diderot, o un
recuerda que, así como la obra de arte i Taine, o un Teófilo Gautier, rehacen las
es
la visión de la naturaleza al través i obras del pintor, quizá con más gene-
e
^ un temperamento personal, la obra rosa vida, más fuerza plástica y más
ha de pasar a su vez por el crisol de idealidad que las que aquéllos hacen de
Un
temperamento y suscitar la reacción su tela.
964 JOSÉ ENRIQUE RODO,—-OBRAS COMPLETAS

El objeto de la contemplación es deu- sado que la virtud activa implícita en la


dor a la superioridad de quien lo con- contemplación del crítico puede llegar
templa, no menos que lo es el espíritu hasta crear, por sí sola, belleza donde no
de éste a la superior influencia de aquél. la hay, viendo y «patentizando» hermo-
Como poema escrito en idioma cuya sura en obra donde el autor no puso un
clave se hubiera perdido; como campa- rayo de esta luz divina, a la manera co-
na que se tañera donde no hubiese aire, mo el cómico crea y explota por sí vene-
así la obra del genio sin la sensibilidad ¡ ros de bellezas en el desempeño de carac-
y la inteligencia del contemplador. Es, I teres que le da a interpretar un drama
en esta manera, el espíritu del contem- | nulo o mediano. Cuando el crítico admi-
piador el que gradúa la intensidad y be- j ra y crea (si admira y crea bien) en pre-
lleza de la obra. No hay una sola Ilíada j sencia de una obra privada de real y
ni un solo Hamlet; hay tantas llíadas objetivo mérito, no siempre juzgues pen-
y tantos Hamlets cuantos son los íntimos i sando que hay en ello insinceridad o
espejos que, distintos en matiz y puli- aberración: antes piensa que, muchas
mento, ocupan el fondo de las almas. veces, el crítico, en tanto que admira y
Cada ejemplar de un libro equivale, des- crea, descubre sobre motivos que el au-
de que adquiere dueño y lector, a una \ tor no acertó a utilizar, original belleza;
variante singular y única. El crítico, que ¡ y esta belleza vale tanto así como cuando
es quien, por su superioridad de ver. de cualquier otro modo hubiera llegado
tiene para su uso el más precioso ejem- a ser; y por ella merece redimirse a la
plar de cada obra maestra, concurre a obra de la insignificancia y del olvido
que se rectifique y mejore el ejemplar j con haber dado ocasión para que en es-
en que lee cada uno de los otros. La píritu más alto que el del poeta que la
crítica profunda de una obra genial ha compuso se encienda la visión de beldad
de poner al lector de esta obra en la que éste en vano aspiró a realizar. Como
condición de aquel que, después de co- en la filosofía de hermosura de la pri-
nocer un drama por su simple lectura, i mera Enéada, el alma alucinada del crí-
lo ve representar por verdaderos artis- \ tico artista ama entonces su propia belle-
tas. Intima semejanza vincula la fun- za en lo que encuentra hermoso, y que
ción que desempeña el actor respecto de sólo por reflejo de aquella anterior belle-
la creación que interpreta, con la que za llega a serio. Es alquimia semejante
cumple el crítico artista para con la abra j a la del vago y torpe rasguño, de oscura
que juzga. Uno y otro trabajan sobre na- •mano, que el grande artista se apropia
turaleza refleja: sobre naturaleza conver- ; para levantar sobre sus rasgos informes
tida ya en arte mediante la melificadora la obra maestra. Así la novela de Broo-
industria de otro espíritu; pero así el Ice, obra que se transfigura en el dra-
uno como el otro aportan a la interpre- ma de Shakespeare; o en el pasillo gro-
tación una parte considerable de espon- sero que da de sí la. idea capital del
taneidad, de iniciativa, de invención pro- Fausto.
pia, que no sólo desentraña y realiza ! Todas las energías de la sensibilidad
bellezas de la obra que de otra manera i que concurren en la fragua de la imagi-
permanecerían eternamente veladas a los \ nación del artista para fundir la mezcla
ojos comunes, sino que, con motivo y campanil de la obra son también fuer-
por sugestión de esta ajena belleza que zas necesarias a las actividades del cri-
transparentan, sacan a luz del propio es- tico. Mi la indiferencia, ni la frialdad.
píritu bellezas consonantes y complemen- que, de atenernos a un concepto pura-
tarias que a ellos solos y con plena origi- j mente intelectual de la crítica de arte,
nalidad pertenecen. Yo siempre he pen- ' habíamos de erigir en principios de equi-

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.-—LIBRO IV 965

dad y de acierto, valdrán jamás, como ron y el alma misma que por tal estado
instrumentos de penetración y de juicio, se determina en cierto instante. Es la
lo que valen el interés, caldeado de amor, propia intuición artística, con la diferen-
y la perspicuidad de la admiración hon- cia de que tiene por punto de partida el
damente verdadera. El crítico, tratándo- dato reflejo, en vez del natural e inme-
se de la obra de arte como de la acción diato; como es la propia intuición artísti-
heroica, es, por mitad cuando menos, ca la intuición del historiador, con la di-
una emoción participante. Del entusias- ferencia de que se aplica a realidad con-
mo cuasi lírico, que arrebata para ilumi- creta y pasada, en vez de aplicarse a rea-
narse en la consideración de la belleza, lidad actual y discreta. Todo cuanto cabe
una centella de su propia luz, nacieron decir sobre la transfusión del alma del
siempre las grandes intuiciones y efica- artista en el objeto de su obra es tam-
cias de la crítica artística; desde Longino bién indistintamente aplicable al crítico
hasta Ruskin. El alto conocimiento ana- y al historiador. La condición primera
lítico no obtendrá nunca sino los elemen- : y esencial de la visión histórica es lo
tos disgregados e inertes de esa unidad i que con sugestiva paradoja llamó alguno
viva y orgánica en que consiste la crea-1 la profecía del pasado; o en otros tér-
ción artística. La esencia vital, el soplo ( minos, el sentido inmediato e inconscien-
que por obra se difunde y la anima, no I te de la realidad que fué. La investiga-
se entregará jamás sino a la mirada apta ción y el discurso sólo darán de sí la
para llegar a lo hondo de la conciencia inteligencia de las cosas, no su honda
del poeta y conocerle como cada uno a sí comprensión, que es nunca con-
mismo se conoce por intuición inmedia- \ cedido a esa indiferencia apática que
ta, transformándose momentáneamente Mérimée paradójicamente incluía entre
en él; no se entregará sino al conocimien- las artes del historiador, como quien
to por amor, por transporte al mismo tratar con brutal cortafrío lo que
centro del objeto, que es la manera de sólo por la acción íntima y enternecedo-
conocer propia del artista, la penetración j ra del fuego puede trabajarse convenien-
poética, la interpretación a que en la \ temente. Para consumar el milagro evo-
obra del artista damos nombre de crea- ¡cador en que la más alta historia consis-
ción. Todas las sutilezas y habilidades ; te, será siempre menester la intuición
del análisis, todos los recursos de la sabí- i inspirada a cuya altura el pensamiento
duría, todos los prestigios de la forma no ¡ científico se transforma en facultad poé-
suplirán, en el,juez de cosas ele arte, la ¡ tica.
ausencia de esa virtud intuitiva e incoas- \ No hay grande alma de historiador sin
cíente, alma del sentido crítico; tan intui- alguna parte de aquella ilusión de la me-
tiva e inconsciente como la propia inspi- j moria y de la conciencia personal que
ración del artista, de la que no es sino ¡ induce al alma enamorada de un tiempo
una manifestación particular. Así como la muerto a figurarse dentro de él; la ilu-
visión genial del poeta se levanta de la i sión de una existencia anterior
percepción de un rasgo aislado, de un ges- j que llenó de misterios de lo heroico la
}°, de un movimiento, de una actitud, a la j mente de un Shelley o un Bauanche,
iluminación total y armoniosa de un ca- amigos de la infancia de Antígona.
rácter visto clarísimamente de hito en ¡ La visión del pasado tiene, en el histo-
hito y hasta lo hondo y entrañable de él, ¡ riador de genio, la unidad inmodifica-ble,
a
sí la visión genial del crítico grande re- | la verosimilitud imperativa, de una remi-
construye sobre una página, sobre una ; niscencia o de una paramnesia. Y a este
frase, sobre una impresión que la palabra s reconocimiento ilusorio ele las imágenes
' J j a -, el estado de alma de donde surgie- ; del pasado, únese en el. genial historia-
966 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dor la afinación perfecta del instrumento que en ella se trata de manifestar. Más
de su sensibilidad y el de su inteligencia, aún: si la simpatía que hace al crítico
según los modos de sentir e idear, pro- participante de la personalidad del autor
pios del tiempo mismo que alucinada- a quien comenta dominara sola e ilimita-
mente recuerda. Su personalidad puede da en su espíritu, esto equivaldría a la
mostrar, en convicciones y pasiones, una inhibición de todo juicio, a la imposibi-
forma neta y exclusiva, mientras se mue- lidad de cualquiera aplicación eficaz del
ve su vida real; pero, llegado al campo criterio y el gusto. Quien, por la virtud
de la interpretación histórica, toda for- transformante de la simpatía, infeuda en
ma irreductible desaparece, y su sustan- absoluto su personalidad a la ajena, pa-
cia psíquica se vuelve capaz de recibir dece sugestión que aniquila todo impul-
las operaciones que más la confor- so de originalidad y libre examen. Pero
men para adecuarla a la identificación es carácter de la organización intelectual
con la de otros; como el metal se presta propia del crítico, que, a pesar de la
a ser estirado por la hilera, comprimido identificación simpática con el alma del
por el laminador, batido sobre el yun- poeta, quede intacta en aquél la libertad
que. De esta manera Michelet, siendo un del juicio y del sentido estético. La per-
espíritu radicalmente definido y apasio- sonalidad ficticia y transitoria que, por
nado en las luchas y los problemas de imitación de la del poeta, emerge en la
su tiempo, manifiesta en el cultivo de la conciencia del crítico, no es sino la mi-
historia la más asombrosa facilidad de tad de la personalidad total de este últi-
adaptación. Porque en el historiador, co- mo, tal como se manifiesta en el acto de
mo en el crítico, como en el poeta, el la contemplación y el discernimiento.
fundamento de la visión genial es el po- El crítico de sensibilidad simpática es
der transformante con que el amor por excelencia el homo dúplex, el más
su fantasía; es la fuerza sublime que nos fiel ejemplo genérico de escisión o doble
impulsa a pasar el límite de nuestro ser faz de la personalidad. Junto al sistema
para participar de lo íntimo y personal personal que piensa y siente al unisón
del ser ajeno, ya sea éste real o imagi- del alma con quien se pone el crítico en
nario. relación de simpatía, vela en su concien-
cia el sistema personal que hace de es-
[LV] pectador sereno del otro. La simpatía
que el crítico y el artista han menester
[LA DUPLICIDAD DEL CRITICO] como condición primaria de su natura-
leza no es sino una superior expresión de
Pero la penetración simpática que ilu- esa honda y elemental energía de la vida,
mina los antecedentes y condiciones que que tiende a propagar, por imitación na-
a
vinculan la obra al espíritu de que ha tural y espontánea, de uno a otro ser, y
brotado, y que faculta así para compren- formas y movimientos, ya emociones e
derla plenamente, no es en sí misma el ideas; y este impulso comunicativo, en
juicio que determina la calidad y quila- su manifestación psicológica, no implica
tes de la obra, el juicio que constituye la necesariamente la unidad absoluta de
última y esencial finalidad de toda críti- un estado de alma en que el afecto com-
ca; sino que es sólo el camino por don- partido domine única y despóticamente,
de a ese juicio se llega y que asegura su como en el sueño de la sugestión, inhi-
acierto, su equidad, la verdad probable biendo cuanta actividad reflexiva pueda
en la apreciación del valor de la expre- ! analizarlo y cuanta fuerza de sensibili-
sión artística, luego de adquirido el co- dad tienda a oponérsele. La participa-
nocimiento perfecto del estado de alma ción en determinado sentimiento, me-

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO IV 967

dio único de conocerlo y penetrarlo has- tura es en ellos como esa semisomnolen-
ta el fondo, no obliga al crítico ni a la cia abúlica que precede al sueño del so-
aprobación de ese sentimiento ni siquie- námbulo; y sonámbulos son, en realidad,
ra a la complacencia en él. Aun sin salir para con el hipnotizador que, desde las
de los términos de la simpatía común, páginas del libro, les impone su volun-
no es rara la ocasión de comprobar có- tad subyugadora y su sensibilidad fas-
mo cabe sentir en uno mismo la virtud cinante. El más leve vestigio de aptitud
contagiosa de un dolor, una pasión o un crítica queda inhibido y anulado en ellos
apetito, y conocer al propio tiempo lo por la absoluta enajenación de su liber-
que ellos tengan de injustificado o per- tad. Por último, cuento al lector en
nicioso, permaneciéndose capaz de juz- quien real y verdaderamente asiste es-
garlos con serena razón, y tal vez de píritu crítico, que es el capaz de dupli-
experimentar, conjuntamente con ellos, carse psicológicamente durante la lectu-
un contrario impulso de repulsión y des- ra. En él se da, para la eficaz comuni-
vío; y en este hecho de observación ge- cación del sentimiento, la docilidad, del
neral se encierra el germen de este gé- espíritu a esa fuerza hipnótica del arte
nero de simpatía conciliable con la supe- que, como en la pasta de la cera o en el
rior libertad del espíritu, que en el críti- lacre fundido para el sello, estampa la
co alcanza manifestación orgánica y per- imagen fiel, la impresión nítida de un
fecta. alma ajena, cual si evocara, dentro de
Yo suelo clasificar en tres categorías a nosotros, un aller ego de esta alma con
los lectores de un libro de sentimien- la exacta y sutil reproducción de todos
to y de arte, según la manera como, en sus procesos mentales y afectivos; pero,
presencia de éste, reacciona su sensibi- por encima de esta personalidad refleja,
lidad. En el primero y más bajo círculo, permanece en el temperamento crítico,
cuenta al lector incapaz de abnegación como la estrella serenísima sobre la nube
imaginaria; condenado, por la fatal iner- que vela el horizonte para nuestros ojos,
cia de su «yo», a no considerar la obra I el criterio que juzga con arreglo a una
ajena sino del punto de vista de una ¡ norma superior de verdad y de arte:
vana generalización de su alma propia; ¡ permanece la facultad de juzgar, que es
dando por nulo o falso todo lo que no ¡ la que determina propiamente al crítico,
se le asemeje. Sobre este molde están í no avasallada nunca por la tempestad de
hechos los espíritus negativos y fríos de j ideas y pasiones que allí, en el propio
la lectura vulgar y de la crítica. Si meros \ espíritu, se desarrolla en tanto, bajo ella,
lectores, cerrarán con indiferencia o has- j por imitación y contagio de lo que pasa
tío el libro que les pone delante la ima- ¡ en el alma del artista a quien se trata de
gen viva de un alma distinta de la suya. ¡ comprender y valorar. No es éste un he-
Si críticos, razonarán esta incompren- i cho fundamentalmente distinto de la du-
sión, y acaso pretenderán erigir en juicio ! plicidad psicológica del actor o el ora-
de valor objetivo, en dogma o ley con I dor que, en el transcurso de la actividad
autoridad sobre todos, la fórmula de su de su arte, se observan y juzgan, cons-
Propia limitación e incapacidad. Una se- I ciente o inconscientemente, a sí mismos.
gunda especie de lectores es la de aque- i El prurito de análisis que, aplicado a los
Uos que sobreabundan en facilidad y ex- i actos y a los sentimientos propios para
tensión de simpatía hasta el punto de considerarlos con objetividad, imperso-
a
bdicar instantáneamente en manos del nalizándose, en esa actitud frecuente du-
nuevo autor que cada día los fascina y rante el ensueño que consiste en soñar y
•deduce, toda espontaneidad de reacción a la vez mirarse soñar, es condición ca-
y toda independencia de juicio, La lec- racterística de las organizaciones cavilo-
968 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sas y contradictorias, como las que per- arrebatada, que cabalga a la usanza mu-
sonificó La Brayére en su Hegesipo; esa jeril, con aire sereno, afirmando una de
condición que fué la de un Amiel, espec- las manos en los cuernos del toro. Un
tador impersonal y tenacísimo de su dra- Amor les sigue por lo alto
ma interior; esa duplicidad a veces ator- del aire, y y asterias se ade-
mentada, a veces voluptuosa, a que se lantan sobre el haz de la onda para
refería Schopenhauer cuando hablaba del rendir al dios el homenaje del imperio
interés con que en su juventud se com- líquido. Mientras tanto, de pie sobre la
placía en representarse a sí mismo su cercana costa, el mismo Júpiter aparece,
existencia como si fuese la de otro, es espectador del rapto, en figura humana
el propio fenómeno moral que contiene y augusta, desnudo el pecho, por bajo
el secreto de la naturaleza específica del del cual desciende el mando talar; la
crítico; pero aplicado en este caso el es- rama de roble puesta en la frente, apo-
píritu de análisis, no ya a la personalidad yando la diestra sobre el cetro de don-
real y persistente del analizador, sino a de parte el rayo y que mantiene el orden
esa segunda personalidad ficticia y tran- del mundo.
sitoria, que en él suscita la plena com-
prensión del pensar y el sentir ajenos; y [LVÍ]
no manifestándose de la manera y
mórbida que la contemplación de sí [LA AMPLITUD DEL CRITICO]
mismo, asume en aquellas naturalezas
sino firme, serena e imperatoriamente. Diferenciar, dentro de lo humano, el
La alta contemplación objetiva se conci- espíritu del artista y de su obra, y apu-
lia así en el alma del crítico con su par- rar la diferenciación hasta precisar lo
ticipación simultánea en el subjetivismo individual y característico de ellos, es
apasionado de la aspiración y la lucha. tarea previa a todo juicio de arte que
Es un privilegio olímpico. aspire a ser justo. Si esa tarea se propu-
[Al terminar este párrafo, Rodó agre- siera alguna vez, aprendería el crítico es-
ga: —«Sigue lo de Júpiter y la Ninfa trecho que la naturaleza humana es in-
Europa».] finitamente más compleja y capaz de lo
Es un privilegio olímpico. La concep- que él la imagina; sentiría la honda rea-
ción pagana de ios dioses les figuraba lidad y la virtud poética de estados de
capaces de infundir, al propio tiempo, su ' alma que él califica de falsos o mons-
numen en formas diferentes; de modo truosos porque los juzga con relación a
que una misma divinidad solía ser, sin los límites de su propia personalidad, en
mengua de su papel activo, espectadora vez de penetrar, para habituarse a com-
de sus actos. En un vaso de la cerámica prenderlos, el misterio del alma ajena; y
hay una pintura que manifiesta esa du- hallaría la clave, y con la clave la justi-
plicidad. Representa el rapto que, enamo- ficación, de los temperamentos compli-
rado Júpiter, hizo de Europa, la hija de cados y raros, cuya expresión sincera ha
Agenor, ninfa fenicia, cuando, trocándo- de participar forzosamente de la singu-
se en toro, el padre de los dioses, fué laridad de su estrucíua íntima, en la que
por ella y volvió con ella, sobre el mar el crítico amplio verá simplemente una
que la separaba del Continente a que forma de la naturaleza, no menos digna
la Ninfa dio nombre. El divino toro, in- de benevolencia y atención que las que
gente y robusto, roza con sus patas tro- \ están vaciadas en más comunes y sen-
tantes el agua crespa, irradiando el or- í cillos moldes. Cuando en el Notre Coeuv,
güilo y la felicidad de su conquista. So- de JVÍaupassant, el gran novelista escribe,
bre el lomo anchuroso lleva a la ninfa refiriéndose a las quejas de uno de los

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OBRA POSTUMA.—9*. PROTEO .—LIBRO IV 969
personajes para con la protagonista de j el cuerpo leve, sutil, como llama que el
la novela: «Bien mirado, ¿qué tenía que i viento dobla y agita al ras del suelo, ¿no
reprocharle? Nada más que no ser en es esto gracia; no es esto viva, dinámica
un todo semejante a él y no llevar en el belleza, tanto como la que brota del des-
corazón un instrumento de sensibilidad pliegue de la armoniosa fuerza humana
completamente acorde con el suyo»; for- en las luchas del estadio, o de las alas
mula en pocas palabras la razón de del pájaro que se remonta, bogando, por
infinitos desvíos e injusticias con que el el aire? Nuestra ineptitud para percibir-
absolutismo indeclinable de una cierta lo intuitivamente face en parte, sin duda,
manera de ser, disfrazándose acaso de de repugnancia o desafecto, que ciegan la
juicio impersonal y sereno, apoca y en- vista perspicua de1 amor, agente sumo
tristece a su alrededor el horizonte de la de intelección y simpatía; pero aún más
vida, en la relación intelectual como en nace de una profunda diferencia de or-
las otras. ganización, en cuanto a los medios y
forma de moverse. No comprendemos sin
trabajo el mecanismo por cuya virtud
anda el reptil. Nos identificamos fácil-
[LVII] mente con los movimientos del cuadrúpe-
do que marcha, del pájaro que vuela; pe-
[LA VÍBORA QUE ONDULA]
ro en aquel escurridizo ondular, en aquel
deslizarse, con el cuerpo entero, sobre
No ha mucho, fijando la atención en la tierra, sin pies, sin hay algo tan
el ondular de una víbora que a pocos inadaptable a la naturaleza de nuestro
pasos (1) de mí reptaba sobre el césped, organismo, tan extraño a las disposicio-
presentóseme, de manera más intuitiva nes naturales de nuestro ser, que la ima-
y plástica que nunca, la dependencia en ginación es incapaz de reproducirlo sim-
que una comprensión perfecta está para páticamente en nosotros como cuando
con la identidad. Verifiqué por mis ojos ella determina, por la eficacia de la ima-
una observación que de reflejo conocía. gen, un principio de actividad imitativa,
Nota un pensador contemporáneo, Sou- i Cuan a menudo recuerdo esta obser-
riau, en sustanciosas páginas que ha con- vación en presencia de limitaciones de
sagrado a la estética del movimiento, gusto, de resistencias íntimas, sinceras,
cómo nuestra impresión inmediata del con que aún espíritus superiores puestos
serpenteo de la víbora no se traduce en frente a la obra de otros, que lo son tam-
ese sentimiento de aprobación y compla- bién, pero por modo distinto, revelan
cencia que la gracia mueve desde el pri- una pasmosa incomprensión, que no pro-
mer instante, en nosotros, sino que sólo cede ni de malicia de voluntad, ni de
el análisis sirve de eficaz mediador pa- sensibilidad embotada, ni de odio, sino
ra que, objetivamente, reconozcamos la de insuperables antagonismos de estruc-
gracia escondida en aquellas evoluciones j tura moral!... i Cuan a menudo lo recuer-
rastreras. Pero apelando a la exactitud ! do, y con qué vehemencia diría a todo
del análisis, ¿qué movimiento hay donde I aquel a sus antípodas de alma,
mejor concurran los elementos de la ¡ si no supiera que la facultad de trans-
forma graciosa que en el reptar de la ví- | portar el alma propia a la ajena tiene
bora?... La inapariencia del esfuerzo, el 1 insalvables límites en cada uno de nos-
dibujo elegante; el desenvolvimiento ágil j otros! Quebrante usted el molde de su
y rítmico de las ondas en que se desata personalidad, para comprender la her-
[ mosura que cabe en organizaciones dis-
0) Poca distancia. [D. R.] ' tintas de la suya. Si es usted pájaro,
970 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gato doméstico, y encuentra : Mientras no alumbre esta íntima luz


un día, a su paso, un ser extraño, que ' de simpatía, con que se transparenta el
se desliza silbando por el suelo, y del ! alma de la obra bella, toda la tolerancia
que que es hermoso; procure us- ¡ y benévola voluntad de la crítica no pa-
ted, por un instante, reptar, silbar..., ¡ sarán de epicureismo intelectual.
hágase usted serpiente, si ha de i
sobre lo que hay de hermoso en la ser- [LIX1
piente!
[METAMORFOSIS DEL CRITICO]
[LVIII]
La superioridad de la tolerancia que
[EL SENTIDO ADIVINATORIO DE LA hoy asimilamos al concepto de la crítica
SIMPATÍA] grande y fecunda, es que, radicando más
en lo hondo que la que instituye la pura
En toda facultad poderosa de expre- inteligencia, implica cierta aptitud de
sión, en el lenguaje de todo escritor ar- ! metamorfosis personal. La antigua críti-
tista, hay, además de lo que se significa, | ca, inflexible y dogmática, radicaba en el
lo que se sugiere: el ambiente, la áureo- [ principio de la identidad de los espíritus.
la, la irradiación, que circunda a la muda j La moderna reposa: sobre el sentimiento
•tetra y donde está lo más intenso e im- i de la complexidad y diversidad infini-
portante de todo; ía impalpable esencia j tas de la humana naturaleza. El moderno
que rebosa sobre la limitada capacidad • crítico es, por oficio, el hombre de las
de las palabras. Es esta parte no escrita j perpetuas metamorfosis de inteligencia
la que precisa saber leer quien aspire a ¡ y corazón: el hombre de muchas almas.,
la comprensión cabal y honda de la obra, | capaz de ponerse al unisón de los más
y más que ninguna, el crítico que ha de \ diversos caracteres y las más opuestas
juzgar de ella; y para tal lectura no vale i concepciones de la belleza y de la vida.
sino el sentido adivinatorio de la simpa- i La fiel imagen de esta generosa virtuali-
tía, el mismo por el cual la mirada de ' dad, clave de nuestra actual idea del
amor de la madre lee y descifra inquie- crítico, podría señalarse en esa comple-
tudes, emociones, anhelos, en el semblan- jísima y multiforme existencia intelec-
te del niño que no sabría trocarlos en tual de Saínte-Beuve, el inasible Proteo,
palabras, y el mismo por el cual llega partícipe de todas las modificaciones del
el sonámbulo a la lectura fidelísima del pensamiento y la sensibilidad que halla-
pensamiento de su dominador, aunque ' ron eco en el alma de sus contemporá-
éste calle, por la percepción de la huella ' neos, desde el materialismo algebraico
sutil que el pensamiento imprime en la !• del siglo XVIII, hasta el desborde de sen-
mirada, el gesto y la actitud, huella que timiento y color de los románticos: des-
sus fascinados ojos aumentan y relevan de el helenismo radiante, hasta el Port-
como tras el cristal de un microscopio. Royal sombrío.
Para quien sea incapaz de aquel linaje ,
de lectura, quedará tan ininteligible el ¡ [LX]
idioma del artista, como se cuenta que ;
lo es en la oscuridad de la noche el de s [FX DIALOGO CRÍTICO]
ciertos salvajes, que necesita indispensa- '•
blemente del acompañamiento del gesto ; ¿Por qué la crítica no podría escoger
y de la mímica para determinar y pre- ! veces, por medio de expresión, la for-
cisar el sentido de los signos verbales. I a dialogada, que tan admirablemente

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—-LIBRO V 971

rehabilitó en el pasado siglo Ernesto • dictónos y las impresiones fluctuantes,


Renán para la exposición moral y filo- t que se disputaron el dominio definitivo
sófica?... ¡Cuánto valor de sinceridad, i del ánimo durante la contemplación o la
1
cuánto interés, no ganarían muchas pá- lectura!... Escribiendo este drama ínti-
ginas de análisis sobre la obra del ar- ¡ mo, en el que cada juicio provisional y
tista y el poeta, si renunciando el crítico cada impresión serían la palabra
a una falsa seguridad del juicio, que a | de un actor, podrían dejarse páginas in-
menudo no importa sino el homenaje ¡ finitamente más interesantes e instruc-
rendido sin conciencia a un dogma o a ¡ tivas que muchas especulaciones de la
una preocupación, prefiriese manifestar i estética y muchas de la crítica autori-
ingenuamente en ellas los juicios contra- 1 taria.

[LIBRO V
EVOLUCIÓN DE LA PERSONALIDAD]

[LXI] Pasa, en lo moral, con esta especie de


caracteres, como, en lo físico, con ciertas
[LA FISONOMÍA DE DÍDEROT] (1) fisonomías que el sello de cada impre-
sión descaracteriz^ y recompone de tal
persistencia en ei orden normal de modo que, según los matices de alma que
su sensibilidad, en el aspecto diario de reflejan, así parecen nuevas y distintas.
su vida, dentro de cada medio de los Se lamentaba Diderot de que ningún pin-
que, uno tras otro, los subyugan. Pero tor de su tiempo hubiera logrado apode-
la disposición para adaptarse y readap- rarse de la expresión y sello propio de su
tarse indefinidamente no constituye una fisonomía; de modo que faltaba en sus
cualidad, desde que no haya en el alma retratos, aún los mejores, el inefable
discernimiento activo, razón voluntaria, «quid» personal, la semejanza inequívoca
que distinga entre las influencias con y palpitante. El «gran sanguíneo» señala-
Que el ambiente nos solicita y consienta ba, en la propia condición de su fisono-
en las unas y provoque la inhibición ca- mía, el secreto de esta ineptitud del pin-
paz de contener (2) y eliminar las otras. cel para reproducirle; porque su fisono-
Hay también, cual diferente especie del mía no era una, no tenía la continuidad
mismo genero, quienes siendo pertinaces de un carácter, no presentaba al ojo del
e irreductibles en cuanto a ios alinea- pintor la oportunidad de asir la nota fun-
mientos generales de la actividad y las damental, el rasgo maestro; sino que, va-
costumbres, oscilan extraordinariamente ria y cambiante, como la del mar, plegán-
e
n lo emotivo o pasajero; con tal inten- dose con una sensibilidad infinita al más
sidad de mutación, que toda la máquina leve impulso íntimo, y dotada a la vez de
de su personalidad cede al impulso de la una intensidad de expresión que centu-
impresión triunfante, hasta ei punto de plicaba en lo aparente la fuerza real ele
improvisarse y aparecer por ella una ese impulso, era más bien un perpetuo
uueva personalidad ignorada, cambio de máscaras diversas, en fuga o
relampagueo de fisonomías, en que la se-
U) [Falla el comienzo.] renidad, la ternura, e! entusiasmo, el jú-
<2) Reprimir. [D. R.] bilo, el dolor, antes que aparecer como
972 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

modificaciones de una sola, componían el rítmico toque de los yunques, forma


o Desquejaban otras tantas distintas, sonora, para él, de otro intenso y curioso
Una vida precaria, una naturaleza moral j espíritu de vida... Años después, entró de
vibrante ai menor toque de la realidad y ' marinero. Se reprodujo en este oficio su
de la idea, aceleraban el ritmo de esos ; aplicación fácil, tranquila, ensimismada.
cambios que comunicaban a la carne la Al canto del yunque sucedió la voz
plasticidad de puñado de cera o de tierra del viento marino. La animación del fue-
húmeda; y el Diderot de la mañana so- j go pasó a la onda, no menos varia e in-
lía parecerse tan poco al de la tarde, i quieta. Aquí también, vivas leyendas, ya
como el Diderot de la tarde al de la no- de amor, ya de odio; una infinita gama
che (J). ¡ sentimental; prodigios de plástica y de
espíritu; todo un mundo para la imagi-
nación, toda una historia para el senti-
[L.XII]
miento. Aquí también, en las posibilida-
des de la suerte del barco sobre la onda
[MAESTRO, M A R I N O Y FORJADOR]
falaz, una mina novelesca donde sonaban
sin reposo los picos. ¡Qué torrentes de
No ha mucho, un pobre maestro de ¡ actividad interior gastada sin mostrarlo,
aldea me hablaba de esta condición de su i bajo la indiferencia y hosquedad de la
alma, a que atribuía lo entero y fácil de ¡ contracción silenciosa!... Y cuando su
su sujeción al deber. Empezó por ser j destino voluble le hizo maestro de una
obrero en una fragua. Su ensimisma- ¡ escuela de lugar, fué en ella lo que había
miento silencioso le apartaba de sus com- sido junto al fuego y sobre el agua. Tam-
pañeros. No cantaba,, no conversaba, no bién entonces, su vida estuvo en su ta-
reía... El trabajo y el sueño: de vida, rea. Corno antes en la llama y la onda,
solamente el trabajo. Pero ¡qué maravi- halló un espectáculo capaz para iodo el
lloso mundo el que él creaba para sí en ver de sus ojos, en el alma del niño. Allí,
la monótona simplicidad de la labor! a la vez, vida de sentimiento, curiosidad
No era sólo el interés vehemente y pri- intelectual, contemplación estética. Allí,
moroso con que se consagraba a la obra : en mil conjeturas sobre el porvenir de
humilde. Era además una presteza de cada leve esbozo de alma, de cada virgen
imaginación que le llevaba a inventar, so- destino, nuevo acicate para la imagina-
bre el destino del hierro que forjaba mil ción, nuevo urdir de novelas... y de esta
aventuras, mil leyendas. Y era, sobre to- suerte, concentrado en la actividad mo-
do, su visión encantada del fuego que nótona de cada ejercicio, aquel hombre,
ardía ante sus ojos. Los gestos de la lla- en quien la apariencia mostraba sólo la
ma, sus matizaciones, en que gemas di- más simple y estrecha función espiritual,
versas se revelan y funden; sus desma- había vivido siempre una vida interior
yos, sus encendimientos... jQué hervor de ; tan animada y tan varia cuai si repar-
vida; donde el obrero veía conflictos de j tiera su actividad en cien sentidos dife-
pasión, estremecimientos de alma; qué ' rentes.
espectáculo siempre nuevo, coreado por :
[LXIII]
(1) Ai terminar este párrafo, Rodó agrega: .
(Como oposición a los unificados.) [MOTA DE EL JARDÍN" IXGLES
DARDO REGULES. LOS unificados de que habla
Rodó son los espíritus «simples e inmutables:
una sola idea; un solo impulso de pasión», No vive más quien más años vive, sino
que él estudia en Motivos de Proteo, capítu- j quien con superior maestría multiplica y
lo XCVIIL] j reparte los elementos de su actividad es-

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OBRA POSTUMA.- J3- PROTEO.—LIBRO V 973
piritual, La mayor extensión o capacidad | plan; dejar su parte a lo ignorado; soltar
de la vida, así como su interés constante | el alma a veces, como quien se abando-
y lo llevadero de todo empeño en que se I na a uno de esos paseos sin objeto que
le invierte, del arte de diversificarla y acaso nos llevan inopinadamente a un
moverla es de donde principalmente se rincón de bosque exquisito, o a la puerta
originan, Y no es sólo en el transcur- ! de un templo en hora de misterio, o ante
so (1) de los años y por sus sucesivos ca- un balcón que ya no olvidamos nunca;
racteres y modificaciones, como ese arte vagar del alma también propicio al des-
halla lugar (2) de mostrarse; sino que cubrimiento y la invención, que tanto,
dentro del término de cada jornada, en j por lo menos, como del cálculo tiráni-
el contenido y disciplina de los días co- ¡ co, suelen nacer de libre juego: he ahí
munes, hay sujeto bastante para su apli- otra condición de la riqueza y variedad
cación. La total variedad de la existen- de una vida bien gustada. Desde la edad
cia puede tener reducida imagen en cada primera importa que el criterio y el
una de esas existencias diminutas que método de la educación tiendan a no
van del nacimiento del despertar a la sacrificar dentro de una regularidad abs-
muerte del sueño. En la manera de sus- tracta todo el estímulo de las esponta-
pender con oportunidad, por cansancio o neidades e inconsecuencias de la natura-
por hábil táctica, la atención fija en el leza. Un plan de vida muy fijo y siste-
objeto que preferentemente ocupe a la mático estrechará tristemente nuestro
sazón nuestro espíritu, y acertar a diri- horizonte. Una educación trazada muy a
gir y utilizar estos pasajeros desvíos de regla y nivel, quitará al alma, no sólo
modo que sean otras tantas ocasiones de gracias que la hermosearían, sino tam-
nueva y siempre vigilante atención, aun bién virtualidades fecundas. Vive más
en el placer, aun en el ocio, está gran quien más de los gérmenes latentes en su
parte de esa sabiduría cotidiana. Está conciencia desarrolla; quien hace resonar
otra parte de ella en mantener las rítmi- más cuerdas de su corazón; quien se co-
cas alternativas de nuestra sensibilidad; munica con el mundo de la realidad y
favoreciéndolas, propendiendo a inte- con eí de los sueños por más hilos de
interés y simpatía. Hay vidas breves, en
rrumpir (3) los impulsos (4) de la pasión cuanto a su extensión temporal, que, sin
que en tal (5) circunstancia prevalezca, necesidad de mucho ni muy difundido
mediante (ó) estados de alma de donde movimiento, en lo material y aparente,
ella tome (7) olvido y descanso, y luego sino sólo merced a su arte de composi-
nueva energía; como el pintor revela ción habilidosa y varia, abrazan un cam-
unas tintas por las otras y las sombras po infinitamente más vasto de sensacio-
por los claros. Consentir, además, cierta nes y experiencias, que otras, tan pro-
libertad a lo espontáneo y natural de longadas como activas.
nosotros mismos; saber salir fuera de
Yo comparo aquel (1) arte al bello y
ordenado desorden con que los jardines
(1) Conjunto. [D. R.] ingleses pueden producir la ilusión de
(2) Medio. [D. R.] una espaciosidad mucho (2) mayor que
(3) Intermitir. [D. R.] la real
(4) La corriente, el impulso. [D. R.]
üi Cierta, determinada, [D. R.]
(6) Por. [D. R.] (1) Asimilo ese. [D. R.]
0) Adquiera. [D. R.] (2) Muy. [D. R.]
974 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

frente, la guardarían en la calle de la


[LXIV] pedrea de la multitud.
[LOS FALSOS CAMBIOS DB RUMBO]

En la historia de aquella pomposa lite- [LXV]


ratura, que en el país de Irán brotó al
influjo del islamismo, cuéntase un caso [GL4UC0, EL ALMA NUEVA DE PITAGORAS]
que, por su expresiva sencillez, escogeré
para ejemplo de los falsos cambios de Tendencias divergentes. Todos las tene-
rumbo. Anvari, poeta, ignoraba que este mos. Hay veces que se manifiestan con
oficio de poetizar diese algún título al vida e intensidad como para constituir
aprecio de los poderosos, cuando un día, una especie de personalidad aparte. Y
viendo pasar el resplandeciente séquito ahora sí que llega el caso de hablarte de
del sultán, notó en él un soberbio mag- Glauco.
nate, de quien le dijeron que era uno de
los poetas de la corte. Estimulada su am-
bición, Anvari pidió ser oído por el so- Sí, es un alma, el alma nueva de Pitá-
berano, y le cautivó con su estro de mo- goras...
do que pasó a ser, él también, áulico poe-
ta. Anvari había llegado a la cumbre por [De unos apuntes sueltos sobre Glauco.]
el camino de su natural condición; y en
vez de apaciguarse en el goce de este ho-
nor merecido, codició otros laureles, me- [LXVI]
nospreció los que legítimamente había
ganado, y se propuso cambiar la gloria [COMO APARECE Y SE IMPONE]
del poeta por el saber y autoridad del
astrólogo. Pero como Anvari no estaba ... Es otras veces una sensación más
llamado por el cielo a leer el lenguaje de simple y transitoria: una flor vista al pa-
los astros, sino a entender de la gracia y sar, un timbre de voz, un gesto, un per-
hermosura que hay en las cosas de la fume, y aun el oír o leer un nombre an-
tierra, Anvari leyó mal, hizo siniestras tiguo; un nombre solo, de esos que para
profecías que acongojaron a su pueblo, y el sentido son caricia y para la imagina-
cuando fueron desautorizados por la rea- ción cifra de un mundo. Esto basta para
lidad sus augurios, precisó huir de la que la íntima vibración, que lo renueva
burla de los cortesanos, y refugióse en todo traspase el alma y la encienda. Es
apartada ciudad; no tan distante que un relámpago inefable, es como el estre-
hasta ella no pudiesen llegar los ecos de mecimiento pasajero, el calofrío fugaz
su afrenta como antes habían llegado los que siente el magnetizado en el instante
de su gloria. Infortunadamente para An- de abismarse en su sueño; sólo que no
vari, la memoria del vulgo, que suele ser trae consigo esa impresión de avasalla-
onda fugaz para los hechos de que nace miento y laxitud con que el magnetiza-
algún honor, es resistente bronce para do se rinde a la voluntad que le sojuzga;
los que empequeñecen o denigran; y sino, por lo contrario, una alegría de ex-
mientras él vivió, el vulgo no vio más pansión y libertad, un mayor aliento de
en él al alto poeta, sino al astrólogo bur- vida, como si se le dilatara el ámbito del
lado. pecho, como si espesa bruma se quitase
Mal pensó Anvari si creyó que los lau- de delante del alma. Y desde el mismo
reles que en la corte habían ceñido su instante en que nace la sensación irresis-

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO V 975

íible y rapidísima, cunde, se extiende, las sumiese en dulce suspensión y arro-


ocupa mi conciencia entera, y, como bo; y el sentimiento en que todas las
usurpándole su centro, congrega y orde- ¡ otras se resuelven es a la vez como si
na en torno suyo cuanto halla en mí y j hubiera en el alma más fuerza, y ésta
lo impregna de su color y de su aroma; ! fuese más ordenada, una, y señora de sí
de suerte que, rehaciéndome todo a su misma.
manera, mi alma pasa, y es otra alma la ¡
que se abre en el cáliz de la mía. [LXVIIT]

[EL ESTADO GLAUCO]


[Lxvii] ;
j
Un sentimiento intenso y poderoso de
[LA VIDA INTEGRAL]
l
la energía y el ritmo de la naturaleza,
une mi alma con más apretado lazo al
No es solamente una facultad que se ! orden del mundo, y como que transmite
corrobora, ni un sentido que se afina y ¡ a ella la precisión y consistencia de las
retempla; no es una sola faz de la vida cosas tangibles. Pierdo el sentido de lo
orgánica o moral que se hermosea y ¡ vago, de lo indefinido y melancólico. Hu-
transfigura. Es el eurítmico consorcio de yen de mí las añoranzas de la duda, los
todas. Es también ese sentido vital, ese desfallecimientos y languideces del en-
sentimiento hondo y difuso de nuestro sueño, las sombras y austeridades de la
ser, esa elemental conciencia orgánica, de meditación. Pasa dentro de mí como
donde (1) la vida adquiere su tonicidad: i cuando un sol pujante rasga la bruma en
que con su exaltación nos realza y con que fluctuaban formas quiméricas y sólo
su disminución nos deprime. Es una ma- quedan claros y distintos contornos dise-
yor fuerza y armonía que viene de esa ñándose en el aire sereno. ¡Triunfal ar-
fuente profunda, y a cuyo paso todo pa- monía interior en que aún lo delicado y
rece vibrar de un modo (2) nuevo, y con- ¡ suave que brota del alma parece como
sonar mejor, porque así como bajo el una flor de la fuerza; en que aún la non
arco del ejecutante las cuerdas modelan curanza y el arrobamiento y el abando-
sus formas vibratorias, y de la relación no, vibran potentes, con el firme temblor
de estas formas diferentes, pero unidas I de los (1) bridones contenidos! Porque no
entre sí por concordes números, brota un | siempre ella se manifiesta en expansión
son individual y continuo: de esta ma- ¡ y júbilo radiante. Glauco tiene una faz
nera, cada viscera, cada sentido, cada fa- j intensa de luz, y otra de gracia autum-
cuitad, tocados de misterioso arco, dan i nal; su allegro y penseroso. Pero esta
su adecuada vibración y concurren con j faz velada y suave de Glauco, ¡cuan
e
lla a un armonioso y perfectísimo con- distinta es de la melancolía que nace de
junto. Grande y activa paz! Por esta ar- nostalgia y vaguedad de sentimiento! No
te
(3), todas las contradicciones y diso- es soñador este divino huésped mío; no
n
&ncias del alma desaparecen; vuélvese i llora ausencias en la escena del mundo.
e
n orden cuando, dentro de ella, no era ¡ Mientras él no se posa en mi alma, ella
jfiás que multitud desconcertada; todas ¡ cede a la irresistible atracción del miste-
^s inclinaciones enemigas dejan de con- ! rio que nos rodea, al desasosiego que no
te
nder, cual si sonara una música que se aquieta en los términos de lo cono-
cido (2); y éste es uno de los más per-
(1) Quien. [D. R.]
f
2) Tenor. [D, R.] (í) Briosos. [D. R.]
- ) En un instante. [D. R.] (2) Cognoscible. [D, R.]
976 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sistentes caracteres de mi pensamiento y


mi sensibilidad. [LXIX]
Aún en el torbellino de la acción, aún
en el seno de la multitud, aún en del TRANSFIGURACIÓN
placer, la idea del enigma indescifrable, (Fragmento) (1)
suele aparecérseme de súbito; y cual si
fuera un llamado imperativo y angustio-
so, me sustrae a la preocupación del ins-
tante. Pero con Glauco esto pasa y se Cuando este misterioso personaje se
disipa. Cuanto reconozco mío en las an- despierta en mi espíritu, fluye con él, y
siedades de un Pascal, en los estremeci- se derrama en el espacio una inmensa
mientos de un Carlyíe, deja de pertene- onda de fuerza y juventud. Vuelve a ser,
cerme. Como si el viento se tornara, las para mí, el despertar de los genios ele-
campanas que suenan del otro lado del mentales, la animación del sexto día, el
abismo quedan mudas. Todo lo de la tie- novitas floritas mundi de Lucrecio. Todo
rra, en cambio, se magnifica y realza. Me luce y sonríe como si aún no se hubiera
complacen los límites de la naturaleza, evaporado de sobre las cosas la huella
amorosos brazos de la Forma, que no del hábito creador, el postrer toque, ter-
consienten aspiración mayor, ni dejan lu- nísima sobrehaz de brillo y de frescura,
gar al impulso con que el alma busca su como esa que admiras en ei lustre de la
centro fuera de ellos. Bórrase de mí la manzana, o en el vello del melocotón, o
huella del crisma bautismal, esa que du- en la humedad de ía flor ungida de ro
ra en la inquietud de la existencia domi- cío. Tal hubo de pintarse la virginidad
nada por la idea del Dolor y la Culpa. del mundo en el alma de las razas nue-
No acertaría a decirlo de otro modo, sino vas, llena como él de candor; cuando el
que siento la dignidad patricia de la vida brotar y florecer de los mitos; fraterni-
con la intensidad con que el trapense zando la alucinación y la realidad, al cie-
siente de ella la mísera abyección. lo y la tierra. ¡Cómo revive en mi cora-
Creo en la grandeza de la palpitan- zón transfigurando el sentimiento que po-
te arcilla humana; en la gloria de la bló la naturaleza de seres divinos; y con
inmortalidad de esta asombrosa fábri- qué asomo de fe, fe de la imaginación,
ca del mundo, levantada para la dicha fe como la que se concede a las visiones
de los fuertes, para 3a ostentación de en el soñar de un entresueño, columbro,
la belleza, para el solaz de los senti- donde hay misterio y sombra, los verdes
dos vibrantes y de la imaginación libre ojos de la dríada, la bicorne frente del
y curiosa. Y tal como cuando demoras sátiro, el fresco seno de la náyade, y
algún tiempo en las salas de un rico allá más lejos un centauro que huye!...
y noble museo, y entre tanto maravi- En presencia de la naturaleza así vivifi-
lloso color, y tanta triunfadora línea, y cada y gloriosa, el alma entera se extasía
los arneses, y las armas, y los vasos de en la inmensa dicha de ver: ver de la
precioso metal, y las telas joyantes, y las manera como esta acción contiene en su
reliquias gloriosas, queda tu alma como significado el principio de la invención
engarzada en una onda de luz que te del poeta y del hallazgo del artista y del
corrobora y alegra de un modo superior
y sereno, así Glauco tiende la mirada (1) [Este texto no había sido recogido hasta
apolínea entre el resplandor de las ideas ahora. Rodó lo publicó en Caras y Caretas,
Buenos Aires, 13 de mayo de 1916, como frag*
v la hermosura de ^as cosas. mentó de un trabajo más extenso. Por su con-
tenido y por su desarrollo parece destinado a
esta sección de Protao.]

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO V 977

entender del teósofo y de la intuición tar la belleza simple y responder a un


del vidente. Ver: don preciosísimo, que toque leve y fugaz, la emoción de lo be-
Ruskin graduó de más noble y raro que llo, el encanto y la ambrosía del goce en
pensar. La luz dibuja y ciñe las cosas que no hay impulso apetitivo, fluyen en-
con nueva y misteriosa fuerza. Entre el tonces de cosas que otras veces la mira-
alma y el objeto de la contemplación, da desadvierte o desdeña; y el alma, co-
componen tan armonioso ritmo como si mo una ninfa, se arroba ante los hileros
fuesen la sístole y la diástole de una de una fuente, o la curva que dibuja en
misma arteria; la estrofa y antiestrofa de el aire un pájaro que pasa, o el temblor
un mismo cante, la pregunta y la res- de una hoja mal segura, o el salto de
puesta de un amoroso coloquio. Ni se niño de una onda...
contiene lo que entonces siento en la ac- Montevideo, 1916.
titud contemplativa. Es una actividad de-
miúrgica que traspasa los términos de la
contemplación. Es aprehender con toda
el alma el objeto cómo una mano que
lo moldeara; reproducir por un movi- [LXX]
miento interior las líneas del objeto: ten-
derse y espaciarse sobre la igualdad de la [LA NOCHE ESTATUARIA]
llanura y sobre la calma de la mar; dar
impulso al arranque con que se yergue Cuando en la soledad, en el silencio, en
la rígida montaña; deslizarse con la pen- la calma de la naturaleza, en la paz del
diente fácil y morosa; partirse en curvas espíritu, contemplas la estrellada noche,
con la fronda del árbol. Es volcarse, toda la esencia de sensibilidad que está
como el agua que toma la forma de la escondida en las profundidades de tu ser
copa, en la concavidad del firmamento; sube a la haz como, sobre la leche que
precipitarse, desmenuzado y diligente, crece con blando movimiento en el cán-
como placía a Piero di Cósimo, con la taro, la espuma suave (1) y tibia. Enton-
argentina lluvia; caer a plomo con la ta- ces es cuando se manifiesta y prevalece
jada roca del abismo. Y es, otras veces, lo que hay en ti de ese relente penetran-
embeberse en el alma de un color; par- te que veinte siglos de imperio de lo so-
ticipar de su dulzura o de su fuerza, des- brenatural, veinte siglos de vagar del
vanecerse en sus desmayos; encenderse alma más allá de los lindes de la natura-
en sus exaltaciones fulgurantes; sentir 3o leza, han puesto en el ambiente del mun-
que él clama, o lo que él implora, o lo i do. Si eres capaz de adoración, ésa es la
que él sueña. Porque al par que el con- I hora de tu religiosidad. Si el enigma de
torno de las cosas semeja adquirir nuevo ¡ las cosas te inquieta, es ¡a hora en que
vigor y realce, y enriquecerse y como oyes con mayor pasmo las proposiciones
bruñirse el color, reálzase también la vir- de la Esfinge. Si eres propenso a un dul-
tud expresiva, el alma secreta que hay, ce lagrimeo, que no nace de penas rea-
no ya en las cosas vivientes, sino en las les ni soñadas, al punto sientes su esco-
que tenemos por inanimadas; y todo ha- '•• zor. Si sabes soñar, tus sueños forman
bla con una misteriosa voz; y mira, a I entonces ronda alada. Si amas viejos re-
quien lo mira, con profundos ojos; y 1
cuerdos, entonces o nunca los evocas. Y
tiene para el alma una amistosa confi- aun cuando ni adoración, ni anhelo del
dencia. Nada hay que, por indiferente o misterio, ni sentimiento vago, ni sueños,
disonante, no concurra al poema del con- ni recuerdos te muevan, algo habrá siem-
junto. Y como cuando los sentidos aun
nuevos no se han incapacitado para gus-
(1) Blanca. [D. R.l
978 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pre en ti, en la contemplación de tus , el fulgor e inmovilidad de la altura


ojos, más dulce y hondo, más musical, j y la pequenez del suelo sumergido en la
que si (1) contemplas por el día las for- \ sombra. El suelo aparece como anillo en-
mas que cincela la luz. ¿Hay un alma ! garzado en la armonía indestructible y
ajena a este sentimiento de la noche? Sí, ¡ completa; lo alto y lo bajo están en uno.
le conozco yo, lo saben algunos árboles I El suelo y el espectador son como áto-
amigos, algún alto balcón, alguna playa ' mos de mármol entrañados en el núcleo
solitaria; y siendo que los astros divinos del bloque.
atiendan a las miradas (2) de los hom- La expresión de un ensimismamiento
bres, tú lo sabes también, ¡oh limpia es- tierno y grave se borra del ambiente.
trella de Régulo!, la mayor y más her- Quietud, pero de indiferencia olímpica.
mosa del León, que cuando niño escogí Silencior pero como el que cela, en cus-
por mía, mirando al cielo, al sentir poi todia de un tálamo augusto, el silencia-
primera vez la preocupación del miste- rio. Bella y sublime es, cual otras ve-
rio; limpia estrella que desde entonces I ces, la noche; pero ya no, a mis ojos,
evocas invariablemente en mí la imagen j con la vaguedad, con el encanto ideal,
de ía ventana de donde te miraba, el que nace de la «presencia» de un infinito
trepar de una enredadera claudicante y ¡ ausente, en lo visible, sino firme, bien
la forma de dos manchas de musgo. Sé ¡ ceñida y concreta, lo mismo en el cielo
de ía contemplación nocturna en que se ' que en el aire; como delineada, diríase,
ora, de ía en que se medita, de la en ¡ con el filo de una de sus altas guijas de
que se sueña... Pero cuando Glauco alien- ; luz, en las sombras, depuradas de fan-
ta aquí en mi espíritu ¡cómo se desva- i tasmas errantes que les roben su limpie-
nece todo eso, y cuan distinta es la con- ! za y sosiego. Es belleza de mármol negro,
tempiación de la noche! Aún no hace mu- ] de plata, de ébano, o bien de diamanta
cho tendía la mirada de lo alto de una y barro etrusco. Dura (1) y cincelada
casa sola y dominante, entre campo y i belleza, que el juego de la asociación
ciudad, a la hora en que todo figuraba ¡ ciñe de una corte de imágenes, no reco-
que sólo los astros no dormían. Glauco i gidas en el limbo de las visiones miste-
iluminando mi alma; un ancho y claro ¡ riosas y aéreas, sino tomadas a lo plás-
espacio a mis pies; la inmensa bóveda ! tico, consistente y precioso (2): ya un
sobre mí, reverberando sin un copo de j gran bajel con velas de seda blanca y
nube, y una caricia tibia en el ambiente i casco negro; ya un palafrén negrísimo,
de la noche, no más serena que el cora- ¡ ya un reluciente arco flechador, ya una
zón y el pensamiento de Glauco. | copa de plata con la flor azul som-
No hay un impulso de anonadamiento brío del ranúnculo, ya ía elegancia de un
personal, ni un ímpetu de vuelo en la ¡ vestido negro que no se lleva por luto.
calma apolínea de la contemplación. De i Las luces infinitas no entonan alabanzas
arriba no vienen voces de reclamo, ni se ¡ de Dios ni miran con amor y compasión a
despierta la inquietud punzante del des- j la tierra, sino que ruedan y se enlazan en
tierro en el alma, adaptada a su mirador | altísima danza. El ritmo y concierto de
de un punto del espacio y el mundo, | esta danza parecen patentizarse en com-
como a un alvéolo, dentro del cual se i pases mensurables. Imagen soberana del
está también en (3) la unidad infinita. J orden. Si la contemplación se detiene en
Pasó todo sentimiento de oposición entre ¡ una estrella, acaso piensa Glauco, que,
así, serena e inmortal, resplandeció, en
(i) Cuando. [D. R.l
(2) Al mirar. [D. R.] (1) Firme. [D. R.]
(3) Dentro de. [D. R.] (2) Suntuoso. [D. R."J

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OBRA POSTUMA.—9: PROTEO.—LIBRO V 979
los tiempos remotos, sobre las armas que visión con que olímpicamente se recrea.
abatieron a Ilion, mientras que guardaba Así la lectura de una escena de Sha-
las vigilias atridas de la noche el centi- kespeare, de un capítulo de Cervantes, de
nela. Tal vez piensa que vio el divino una canto de Ariosto, es para Glauco
candor de Nausicaa y a Helena, de fu- una manera de invención: empresa com-
nesta hermosura. Y la palpitación de la parable con la que realiza el artista que
tierra, el leve ruido del aire, los estreme- interpretando la ficción de un poeta haga
cimientos vagos de las cosas hablan a una pintura; porque para Glauco cada
Glauco del sueño; del sueño tal como es imagen significada en las páginas de un
en el don no alterado de la naturaleza, en libro se multiplica en una reverberación
ía frescura luminosa del alma; el sueño, de imágenes sugeridas y accesorias, que
suave atenuación de la vida, defensa de dan cuerpo a lo que no está en la letra
esta luz: el sueño que fué Hipnos; el que pero sí en el ambiente o la entraña de
no vencen la cavilación malsana, ni el la letra y añaden con certero e infalible
tedio adusto, ni el vano forcejear en los retoque, ya el término que calladamente
cerrojos del misterio sublime, pero que ha unido en la intención del poeta dos fa-
a la voluptuosidad de amor sí suele ren- ses de la acción, ya el gesto, ya los colo-
dir su potestad y su imperio. res y las líneas de que se acompaña lo
Es la noche estatuaria. La otra, la que que el héroe dice o ejecuta: las circuns-
tú y «yo» conocemos, la de los éxtasis tancias materiales de una descripción
de fray Luis o las quejas del pastor de omitida o esbozada...
Leopardi, la de los cuatro cantos de Mus- Y aún más que la ficción del novela-
set, es la noche sinfónica (1). dor y del poeta, gloria de la fantasía es
entonces la historia; la historia pinto-
resca, viva, como la escribe Thierry, co-
[LXXI] mo la escribe Michelet, como la escribe
Taine; cuando Glauco, que lee, juega a
[LA LECTURA INSPIRADA] ser arconte o patricio o caballero o bur-
grave; cuando ía lectura inspirada es co-
Magnífico es el espectáculo del mundo mo un galope de centauro paralelo a un
visto por los ojos de Glauco; pero aún | muro infinito donde hubiera pintados
más que el del mundo que es obra de la miguelangélicos frescos con que se trans-
naturaleza es el de aquel otro que nace j portasen a la continuidad del espacio los
de la fantasía de los hombres: ése que i sucesivos momentos de una acción.
tiene su paradigma en mudas letras y i Y todo lo que, por virtud de la palabra
en la imaginación del que las descifra 1
y lee en demiurgo. bella, manifiesta fuerza, alegría, exalta-
1
ción vital, personalidad, constante, afir-
mación audaz, sensación fresca y vibran-
Entonces sí que el placer de la lectura te, ¡cuan generoso es para Glauco, de
enorgullece y levanta, porque envuelve en su riqueza, cuan franco y sin velo en
sí la conciencia de una cooperación acti- su hermosura, cuan luminoso y diáfano
va en la obra del poeta: de una partici- en la intención poética, género dé in-
pación en su eficacia creadora merced tuición para la que no valen perspicacia
a la cual el alma no se limita a ver u ni saber ni examen sutil, sino sólo la
°ir, sino que de su parte pone la fuerza mirada con que mira Glauco!
necesaria para completar y consumar la ¡Cómo, desvanecido todo lo que es in-
terposición de cosas muertas, hojas de
0 ¡ Melódica. papel, letras mudas, ía obra parece leída
JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

en el alma misma del poeta y en el ins- minar un día en mi alma, único y con-
tante de la creación, sagrado y misterio- tinua, hasta donde puede serlo, dentro
so! ¡Cómo, cundiendo en reverberaciones de nuestra complejidad, la tendencia fun-
infinitas, cada frase pone en movimiento, damental de la persona?
dentro del alma, un mundo nuevo! ¡Có- Tal vez... mas yo quiero también para
mo cada palabra rechaza ia vaguedad mi alma aquella parte de mí que no es
de la abstracción y se convierte al punto cíe Glauco. Porque con él están la clari-
en una visión imaginaria que llega a si- dad, la paz y la armonía; pero en la aus-
mular la sensación de los ojos; unas ve- teridad, en la sombra, que dentro el alma
ces a modo de vaporosa aparición, hada quedan fuera de su cerco de luz, hay
sutil, nacida del aire en que se esfuma; manantiales y veneros para los que él no
otras veces como imagen de precisos con- sabe el paso... Allí nutre sus raíces el
tornos, abierta por el cincel sereno en la interés por el sagrado e infinito Misterio;
límpida firmeza del mármol; otras como allí brota la vena de amor cuya pendien-
criatura palpitante y sanguínea, cuyo ges- te va a donde están los vencidos y los
to potente se dibuja sobre el oro del sol, míseros; allí residen la comprensión de
entre el clamor y el aliento de la Natu- otra beldad que la que se contiene en la
raleza! Forma, y la tristeza que lleva en sí su
bálsamo y cuyos dejos son mejores que
[LXXII] i la dulcedumbre del deleite... No; no tie-
: nes tú toda la razón, ¡oh luminoso y
[LAS FUENTES DE AMOR DESCONOCIDAS] i sereno huésped mío, oh pagano que re-
| sucitas en mi alma!; y aunque con tu pre-
Este es Glauco, jovial y pasajera som- | sencia me hace columbrar la gloria de
bra. ¿No podría él, mediante una acción i los dioses, yo quiero que dejes lugar den-
sistemática de mi voluntad, en el sentido i tro de mí para las melancolías de que
de cooperar a los llamados que lo evo- no sabes, para las inquietudes que no
can, a las condiciones que le son propi- comprendes; para las fuentes de pensa-
1
cias, adiestrándose a vencer cuanto lo miento y de amor que a ti te son desco-
ahuyenta y desvanece; no podría él do- i nocidas!

FIN DE «PROTEO»

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J. ¿J

CRÍTICA Y CORTESÍA
LITERARIAS
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CRÍTICA Y CORTESÍA
LITERARIAS

PROLOGO

AJO un título que deriva de Alfonso que muchas veces esa ascensión parezca
B Reyes ha parecido adecuado reunir condenada de antemano. El mismo llegó
este conjunto de páginas hasta aho- a advertir el engañoso valor de un ejer-
ra nanea publicadas en volumen unitario cicio sistemáticamente benevolente de la
':• que Rodó escribió para prologar la crítica. En carta a Dulce María Borrero
obra de un amigo, generalmente novel, de Lujan escribió hacia 1914: «Si un de-
para agradecer epistolarmente la comuni- ber de agradecimiento y cortesía me obli-
cación de algún, libro, para celebrar la ga a dirigirme a usted para acusar recibo
memoria de aquellos desaparecidos que de su libro de versos, confieso que, en
l
'' importaban. En estos escritos, la críti- cuanto a mi impresión de la lectura, pre-
í-f'l literaria no aparece casi nunca en es- feriría decirla a otros y no a usted; y
'¡o.do puro. Aunque hay algunas notables esto por un doble motivo: en primer tér-
excepciones (el prólogo a El terruño, de mino, porque las cartas de agradecimien-
Carlos Reyles, la nota a la muerte de to están desvalorizadas como expresión
bario) casi todos obedecen a la cortesía fidedigna de juicios literarios y además
úteraria. Pero como su autor era un crí- porque en las cartas que van dirigidas a
tlc
o, su cortesía no podía ejercerse al señoras supone siempre la opinión vulgar
''Mrgen de la crítica. En sus palabras se cierto convencionalismo de indulgencia y
(le
$lizaban juicios y opiniones, puntos de de cultura, que se opone a la libre y leal
Vls
ta, análisis e intuiciones. sinceridad.-» Es lástima que no haya aten-
Al subordinar su crítica a las exígen- dido siempre a la lección implícita en
os de la amistad o de la cortesía, Rodó esas líneas: la lección de que la generosi-
corría grave riesgo. Ya en su juventud dad indiscriminada sólo consigue desva-
1896) había indicado con nitidez una lorizar el juicio.
Cai
'(icterística de su espíritu: la toleran- Sin embargo, aunque algunas de estas
Cla
> Y había escrito: «El ministerio de páginas estén sólo enderezadas a la exal-
f crítica no comprende tareas de mayor tación de valores medianos y hasta de
be
tteza moral que las de ayudar a la as- confesadas mediocridades, hay páginas
C(¿]
isión del talento real que se levanta y que no es posible desconocer porque en
Mantener la veneración por el grande es- ellas se da Rodó tan entero como en sus
•n?itu que declina.» A esta convicción mejores trabajos. Podrán no importar
obedecen páginas de encomio en que fa- hoy, por ejemplo, las Narraciones de
Cl l
^ ta la ascensión del talento joven, aun- Juan C. Blanco (1898); pero sigue siendo
984 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS

importantísimo el extenso prólogo con prendido la verdad de esta observador.


que las presentó Rodó. Queda fijada allí y han volcado sus energías de creadores
una etapa decisiva de su valoración del en el cultivo de una literatura del campo,
Modernismo; además se apuntan valiosas cada vez más literaria; es decir, más ale-
observaciones sobre el regionalismo en jada de sus verdaderas fuentes: la obser-
las letras hispanoamericanas y sobre el vación directa, la transfiguración poética
cultivo desinteresado de las cosas del es- de una experiencia real.
píritu. Algunas de sus páginas prolongan En el borrador de una carta a Manuel
y amplían juicios que pueden encontrar- Díaz Rodríguez, fechado en 21 de enero
se en los mejores ensayos de la Revista de 1904 (v. Correspondencia con este es-
Nacional (1895-97); otras, anticipan ideas critor), esboza Rodó una verdadera teo-
que Ariel llevaría a su culminación o que ría de la novela en América que merece
el propio autor reelaboraría en su refun- estudiarse con atención y que demuestro
dición de Juan María Gutiérrez y su épo- hasta qué punto reconocía las nuevas
ca. En éste, como en otros casos, Rodó oportunidades de creación de las letras
se alza sobre el cometido inmediato de americanas. El juicio sobre Horacio Mal-
sus palabras y utiliza la ocasión amistosa donado debe ser leído a la luz que ano-
jomo pretexto de reflexiones que van (fe- jan las observaciones de este borrador.
lizmente) más allá de la obra prologada Ejemplar de las revelaciones persona-
e interesan a la literatura. les que ocasionalmente deslizaba Rodó
El crítico uruguayo llegó a practicar en sus escritos es el estudio sobre Har-
con habilidad este procedimiento escapis- pas en el silencio de Eugenio Díaz Rome-
ta. En algunos prólogos anticipa puntos ro (1900). Allí dice: «Aquellos que tene-
de vista críticos que merecen comentarse. mos dispersa, entre las cosas del mun-
Así, por ejemplo, en el que presenta Cabe- do, una buena parte del alma, y no pode-
za de Oro, de Horacio Maldonado (1906), m,os acariciar por mucho tiempo las
hay una interesante observación sobre dulces sensaciones de la concentración
la novela del campo y la novela de la sin que nos inquieten y sacudan los hilos
ciudad en las letras uruguayas.» Nuestro espirituales que nos vinculan a esas co- v
campo—dice Rodó—es, sin contradicción, sas de afuera, envidiamos ese privilegio
muy novelable; pero ya se ha trabajado admiramos esa facultad robinsoniana. Yo,
bastante (hablo dentro de la relatividad por lo menos, contemplo con admiración
que determina lo exiguo de nuestra pro- envidiosa y melancólica a los artista
ducción literaria) en esa generosa mina; ••jardineros del yo, cuya vida pasa sin sa-
mientras que la vida de ciudad, en lo que ber del clamoreo colectivo más que 1°
tiene de verdaderamente nuestra, es te- que el viento indiscreto suele traer en sus
ma novelesco casi virgen o inexplotado. alas hasta el oído, atento sólo a percibí?
Error sería considerar que la falta de el rumor de las voces interiores.»
originalidad honda y característica en las Ya sea por el valor imrínseco de estfo
costumbres de nuestra vida urbana debe páginas, ya por lo que ellas importe-
descaracterizar también a las obras que como testimonio sobre Rodó (sus ideas,
aspiren a reproducirla; porque precisa- sus preferencias), parece suficientemente
mente esa condición social de la adapta- justificada su colección bajo este título-
ción de lo extraño y sugerido, a un am- De las treinta y dos que aquí se publicad !í
biente mal preparado para contenerlo, es veintinueve integran por primera vez í" '
lo que da de sí situaciones y caracteres colección de escritos de Rodó. Nunca u°'
llenos de interés; originales, en cuanto bían sido recogidas con sus otras obras, 0>
nuevos para la observación.» Pocos na- estaban dispersas en las páginas de ¡
rradores uruguayos parecen haber com- I volúmenes que prologaban, u olvidad^

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OBRA POSTUMA,—10: CRITICA LITERARIA,—«VIDA DEL GENERAL MARTÍNEZ» 985
•m las de publicaciones periódicas que las tinuada y que el lector encontrará en la
difundieron por vez primera. De sus mis- sección correspondiente. Aunque su na-
mas fuentes han sido rescatadas para turaleza pudiera ser idéntica a la de al-
¿sta edición. No he creído oportuno in- gunas piezas aquí recogidas, prima en
cluir aquí aquellas cartas literarias que ellas la relación personal cultivada en
se insertan en una correspondencia con- más de una ocasión.

[SOBRE LA "VIDA DFX GENERAL


SIMÓN MARTÍNEZ"
POR JOSÉ LUCIANO MARTÍNEZ]

Señor don José Luciano Martínez. magnitud de nuestros males y nuestros


Mi distinguido amigo: Debo a Vd. la infortunios puede medirse en gran parte
opresión de mis agradecimientos por el por la extensión del abismo que ha se-
ejemplar del primero de sus Folíelos parado, en la vida turbulenta de nuestra
••lunares que ha tenido V. la fineza de democracia, a los hombres de acción y
¿aviarme y que he leído con verdadero i ios hombres de pensamiento.
p'acer. i ¿Estará destinada ia generación a que
Su pensamiento merece todo género de pertenecemos a presenciar la reconcilia-
"Stímulos y aplausos, y en el opúsculo i ción definitiva, bajo los auspicios de
-on que se inicia su realización ha pro- I un mismo ideal, de instituciones y con-
°ado usted, por el acierto y altura de los ¡ cordia?
comentarios, la atinada disposición del Es, sin duda, mediante esfuerzos y
relaxo y la forma fácil y sencilla, que obras como la que V ha acometido, que
hay en el au¡or sobradas condiciones tienden a difundirla gloria de los hom-
Para llevarle dignamente a su término. bres de acción en el pasado y exhiben
A ello deben alenía,'e, además de ia al mismo tiempo las aspiraciones de ilus-
-yidente bondad del propósito que ¥, per- tración y de cultura de los soldados del
qué, las generales muestras de acepta- presente, como se facilita y se apresura
c
'ón que él ha provocado. la realidad de esa aspiración verdadera-
LT. plausible significación de su inicia- mente patriótica.
ba no ha de valorarse sólo por la idea Por eso yo me adhiero a las felicita-
^ justicia a que responde, ni por los ciones que V. ha recibido y hago since-
peritos del desempeño: Considero que ros votos por el éxito definitivo de su
*a dedicación creciente, entre nosotros, empresa.
de
los hombres que profesan la carre- Se repite su affmo. amigo.
ra
de V. a los afanes de la labor intelec-
tua
l, es un hecho que merece fijar la JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
ate
Rción de cuantos reconozcan que la [El Día, 30 de julio de 1896.]
986 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

II

[PROLOGO A "NARRACIONES'

POR JUAN C. BLANCO ACEVEDO] ( 1 )

La condición novel del autor de la sus signos inmóviles y fríos, pero con?
presente colección de Narraciones—pri- tantes, el poder de conceder a la obr:
mera obra suya que se lanza, como fru- de la inteligencia el dominio del tiempí
to de una temprana adolescencia, a los y destacarla de la honda que se apaga ei
azares de la publicidad—, no justifica en los aires.
este caso la oportunidad de un prólogo Ha escogido, para su revelación de es
que la preceda en el ánimo del público critor, la forma de la narración; con le
y sea a la manera de una consagración que, además de seguir las disposiciones
caballeresca de las armas que van a pro- naturales de su talento, prueba tener un
barse en el esfuerzo del torneo. Bien pue- claro sentido de las actuales exigencias
de el joven escritor avanzar decididamen- de la producción literaria; porque yo
te a reclamar su puesto en el escenario creo que la. narración—y muy singular-
intelectual de la República, con la seguri-mente la que se desenvuelve con la am-
dad de que, como en el caso de justado- plia y fecunda libertad de la novela y e)
res que ya han obtenido el derecho de cuento—no ha perdido ni lleva trazas de
usar lema y empresa propios, no será ne- perder todavía, entre los géneros de lite-
cesario para provocar el interés sobre la ratura, la superioridad jerárquica que,
primera demostración de esas armas que por su mejor adaptación a las oportuni-
se inician, la intervención del heraldo dades del espíritu contemporáneo, fué
que invite a presenciarla. Juan Carlos conquistada para ella en las épicas jor-
Blanco Acevedo lleva impreso, entre las nadas del naturalismo. El gran maestro
sílabas de su doble apellido, lo que lla- de esta escuela—para la que nuestra ge-
maría Charcot el estigma del talento. neración literaria ha adoptado en Amé-
Su voz, que hemos oído resonar elo- rica, quizás con un poco de precipita-
cuentemente alguna vez, en horas de ex- ción, los aires desdeñosos que los ado-
pansión patriótica, despertando en nos- lescentes salidos del estreno de Hernam
otros como el eco y la representación de tenían para las momias de la retórica an-
otra elocuencia muchas veces admirada, tigua—señalaba, no ha mucho, una evi-
va ahora a difundirse más lejos; no pro- dente desventaja de las escuelas poste-
pagada ya por las ondas sonoras que des- riores, en su olvido o su desconocimien-
envuelven una red de entusiasmo y sim- to de la importancia real de la narración,
patía en torno del que habla y llevan de como «la forma más comprensiva, más
uno en otro espíritu el contagio de la cómoda y más amplia de la retórica mo-
emoción; sino por el medio, más dura- derna». Debemos., pues, calificar de feliz
ble, de la página impresa, que vincula a la elección de los rumbos que al desen-
volvimiento de su vocación literaria ha
(1) [Juan C. Blanco Acevedo: Narraciones fijado el autor de estas Narraciones. ^
(Montevideo, Imprenta de Dornaleche y Re- llegando a la apreciación del desempeño,
yes, 1898).] debemos empezar por alabarle una con-

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OBRA POSTUMA.-40: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «NARRACIONES» 987

dición cuyo valer y significado quizá él dadera permuta de salvajes, por un mun-
mismo no avalore suficientemente toda-1 do de convención. Nuestros ojos hastia-
vía, pero que es la que da carácter a su dos no se satisfacen ya sino con las irisa-
libro, y la que, más que ninguna otra, ciones raras del crepúsculo, en que el
nos permite presagiarle una fisonomía prisma parece ebrio; las voces graves y
literaria original, si es que el andar del sencillas con que la naturaleza habla al
tiempo no modifica las inclinaciones na- sentimiento de los hombres, han dejado
cientes de su gusto. de tener encanto para nuestro oído; nues-
Me refiero a la completa inmunidad de ! tro entusiasmo es menos por lo bello que
todo artificio y de toda afectación que ¡ por lo excepcional; y a pesar de las pro-
ha logrado mantener en páginas escritas testas de nuestro gusto, sentimos que
en medio de las influencias tenaces de nuestro espíritu se va irresistiblemente
una época de artificio; aludo al vivo tras el juglar que invente la contorsión
sentimiento de la sencillez que transpa- I más atrevida y más extraña. Hemos que-
rentan su estilo y su manera de narra- rido formarnos para el arte una organi-
dor. zación de aventureros y un paladar de si-
Un crítico sagaz me escribía, tal vez baritas. Hemos llegado a la insensatez en
no infundadamente, hace poco: «Todo li- el propósito de hacer nuestro ese calum-
bro juvenil que no esté penetrado hasta niado decadentismo literario, que adquie-
la médula por algún alambicamiento de ] re tintes de parodia al combinarse con
mal género, significa un hallazgo en la J los rasgos aldeanos de nuestra literatura;
presente bibliografía americana.» Y cual- j árbol exótico trasplantado a un tiesto
quiera que sea para nosotros la bipérbo- ¡ pigmeo, como el baobab de Tartarín, No
te de esa afirmación, es imposible desco- debemos arrepentimos de haber contri-
nocer que vivimos literariamente en una buido a propagar lo que ha pensado y
época de bizantinos. La escuela literaria ' sentido el alma contemporánea después
que hoy domina en América, como un ! que el naturalismo vio pasar sus «tiem-
compuesto extraño de mil influjos dife- pos heroicos», y por mi parte encuentro
rentes, nos lleva a una inmoderada avi- intacto mi entusiasmo para recoger y di-
dez de la sensación desconocida, de la ! fundir, como antes, la buena simiente del
impresión nunca gastada, de lo artificial espíritu nuevo; pero la sinceridad nos
en el sentimiento y en la forma; y éste obliga a reconocer que, por haber pros-
es tal vez su único carácter de uniformi- perado menos la simiente buena que la
dad. Nos hemos olvidado de que lo arti- mala, la cultura literaria de nuestros pue-
ficial es mal remedo del hastío, tanto blos va en camino de convertirse en lp
raías cuanto el hastío es prematuro; he- que llamaría Guyau una literatura de in-
mos vuelto la espalda a la Verdad; y I sociables, de neurópatas, de degenera-
Por una injustificable aberración, consti- dos... Hay una entraña enferma en esta
tuímos un grupo literario que desconoce novísima literatura de América, pálida y
la impresión franca de la vida, escribien- I precoz, que ha gustado a destiempo to-
do en medio de la impaciencia embriona- das las intemperancias de la vida; y es
ria de nuestras sociedades y frente a las necesario que la regeneremos por la vir-
argenes galas de nuestra naturaleza. tud del aire puro y le devolvamos el sen-
Tenemos en la realidad un mundo nue- timiento de ía sencillez.
vo, en el que resplandece todavía—como En tiempo de deliberada rareza litera-
*a humedad del hálito creador—la fres- ria, ser original es ser sencillo; la nota
cura de las cosas; y llevados por nuestro personal se manifiesta entonces renun-
a
fán de falsificar sobre él la pátina del ciando a las vesanias y las extravagancias
hempo, lo hemos cambiado, en una ver- que haya puesto en moda el Panurgo de
988 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLEXAS

la época, de la manera como suele maní- . cionar al autor, depurada por el tiempo.
festarse el buen tono por la renuncia a í las ventajas de ese grande arte de la na-
las galas que se han hecho patrimonio de j turalidad exterior, no concediendo a mu-
la vulgaridad. Un libro ingenuo y pe- j chos de ios más jurados naturalistas.
netrado del sentimiento de lo sobrio y i pero sin el cual no hay narración que
sencillo esconde, con relación al gusto de I tenga las apariencia de la realidad ni que
nuestro tiempo, la verdadera sorpresa, el ¡ se imponga con el poder del sentimiento
temblor nuevo, el verdadero golpe ines- ¡ verdadero; porque la naturalidad es co-
perado; y es un espíritu suficientemente mo la superficie tersa y límpida en que
dotado de energía para resistir al rasero se condensa visiblemente el aliento de?
del ambiente el espíritu capaz de escri- alma del escritor. Lejos de mí las com-
birlo. Si en la «manera» de estos cuentos placencias para con el desaliño; y muy
puede descubrir, frecuentemente, un es- lejos, aquel ideal del modo de escribí;
píritu observador, el anuncio de una per- que Anatole France expresaba lamentán-
sonalidad, lo deben a que no se parecen dose de que no se hubiera inventado la
en nada a los que, torturando desespera- precipitación directa del pensamiento, de
damente la forma, la sensación y el sen- uno a otro cerebro, sin la interposición
timiento, incuban iodos los días las ten- del velo que adoramos todos los que te-
dencias en boga, y a que los defectos que nemos un poco la superstición de la for-
en ellos señalaría cualquier falsificado ma. La sencillez es amable en cuanto
boulevardier, de los que pululan en nues- significa el amor a la palabra sincera;
tras revistas de América, son precisamen- pero no excluye la vivacidad del color,
te el germen de las cualidades que, vigo- ¡ que es a menudo el signo externo de la
rizadas por la definitiva constitución de 1vida, ni la esbelta limpidez del contorno.
aquella personalidad, preservarán ai au- La espontaneidad es una cosa llena de
tor del contagio de las afecciones que ' gracia; porque, por ella, nos impresiona
constituyen hoy el mal de muchos. Este | el estilo corno un organismo que desem-
es un libro sano que viene a ocupar su | peña la ley de su naturaleza; pero no
puesto en una época literaria en que debe conducirnos jamás a preferir sus
abundan libros enfermos, y en que las facilidades, a menudo engañosas, a las
obras de los hombres .nuevos de América porfías de esa lucha hermosa y viril 0V£
suelen dejarnos esa impresión de discon- | empeña con el material rebelde el espí-
veniencia que causa ver la palidez de la ¡ ritu, enamorado de la perfección, hastñ
fiebre en la frente de ios niños. : someterle y rendirlo en medio a los
Apreciando como la condición más her- j transportes del entusiasmo que enaje-
mosa de estos cuentos la impresión de J naba ai alma de Flaubert con las volup-
frescura que se desprende de su ingenui- i tuosidades heroicas del esfuerzo. Com-
dad y de su sencillez, yo me considero parando las páginas de más antigua data
personalmente tanto más autorizado de este libro con las que lucen la ele-
para encomiarlos por lo mismo que a mí gante facilidad de El Jefe Muerto y Mar-
1
me ha tocado defender frecuentemente la j cos Pérez, no es cosa difícil advertí -"
legitimidad literaria de lo refinado y lo ¡ cómo nuestro joven cuentista concede
e
complejo. Y la sencillez de la composi- | un progresivo valor a las condiciones d '
eión y de la idea se complementa exte- ¡ estilo y cómo ha llegado a ver con cla-
nórmente por la. fácil espontaneidad de ridad que, si el. valor genérico del cuen-
la expresión, que no es en literatura to está ante todo en el valor de la na-
«manjar de mesas pobres» ni condición rración, la narración es una imagen en
frecuente de encontrar en los que hacen mal espejo sin la nitidez y la donosura
sus primeras armas, y que ha de propor- de la forma. «El estilo sobre la idea—ha

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OBRA POSTUMA.—-10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «NARRACIONES» 989

dicho Hugo—es el esmalte sobre el dien- nos, a medida que nuestros pueblos avan-
te.» Y para la eficacia de la observación, I cen, por Jo que llamaba Ixart la vitalidad
para la fuerza del análisis, no son en '• intelectual de los asuntos. Pero sean cua-
manera alguna indiferentes los dones del J les quiera las modificaciones con que el
estilo. ¡Muerde más hondo el diente que ¡ tiempo, que es un caviloso escultor que
guarda firme y límpido su esmalte! nunca llega a estar en paz con sus már-
Es otra condición plausible de este li- moles, altere en nuestra sociabilidad los
bro, y otra muestra de acierto que da el | rasgos que aún duran de su fisonomía
autor en la elección de sus rumbos, la I originaría, hay una irresistible necesidad
preferencia otorgada a aquellos temas ¡ de poesía que nos llevará a volver de vez
que acusan la observación de nuestras en cuando los ojos, para considerar, en
cosas propias y el propósito de buscar, eí fondo del desierto, las cosas que des-
para el arte que las refleje, el sello de aparecen, la hermosa vida que se va; tan-
una relativa originalidad. to más bella y más llena de gracia y de
Creo que no pueden tenerse sino aplau- luz para nosotros, a medida que nos en-
sos y estímulos para este propósito, aun- vuelva en nieblas grises esta prosa de la
que él haya servido y sirva todavía, en civilización que, según decía tristemente
las letras de los pueblos del Plata, para Gautier, «priva a los vicios y las virtudes
escudar muchos localismos quiméricos. humanas de formas y contornos». Y es
Poco avenido con apasionamientos que así que, junto al poeta que nos hable, en
considero enteramente pueriles, en el el lenguaje de los cinceladores y los refi-
modo ele interpretar la actual posibilidad nados, de las cosas hondas del espíritu,
de una autonomía literaria americana, | aceptaremos siempre al que recoja, de
me encuentro muy dispuesto a reconocer manos de los últimos payadores que pa-
que, dentro de todo plan racional de san, eí legado de las trovas plebeyas,
nuestra literatura, habrá siempre interés i para urbanizarlas y traducir el sentimien-
v oportunidad para la expresión de las to que las anima a nuestro modo de ha-
peculiaridades regionales de nuestras cos- ! Mar, como los poetas de Castilla hicieron
tumbres y nuestra naturaleza; para el re- j con los versos huraños y balbucientes de
flejo de las formas originales de la vida ls Romanceros; y junto al novelador que
°n los campos donde aún lucha la per- haga de su arte un instrumento de análi-
sistencia del retoño salvaje con la savia sis sutil para profundizar en las intimi-
de la civilización invasora, y para la evo- , dades ele nuestra alma, aceptaremos tam-
cación de los despojos vagos del pasado bién al que reproduzca, en animados cua-
con que, a fin de decorar los altares del ' dros de género, las originalidades de la
culto nacional, teje la tradición la tela I vida regional, y al que nos dé la leyenda
impalpable de las leyendas. No ha de ne- del pasado que evoque a nueva vida las
garse por esto que la cultura de la vida sombras de la tradición y del recuerdo;
de ciudad reclamará progresivamente en- i la leyenda en cuyo seno se perpetúe la
tre nosotros, del escritor y del artista, . repercusión del galope de la montonera
u
na profunda atención para sus necesida- al través de las calladas soledades, y
des espirituales, que son, no las de los , que modele en bronce la escultura he-
habitadores de una determinada latitud roica del gaucho,
de la tierra, sino las de todos los pueblos ¿Cómo negar derechos al arte y a la
unidos por el genio y el espíritu de una poesía para que detengan en medio del
"usina civili zación; y que más que por la desierto a ese interesantísimo desterrado
^actitud del colorido local que imprima- que no volverá, cuando aun sin los pres-
dos a la descripción y al relato en nues- tigios y las iluminaciones del arte él ha-
tras obras, ha de estimársenos y leérse- bía de parecer algún día legendario, por
990 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la novelesca inverosimilitud de su hermo- que, comprendiéndolo así y para estu-


sura? El gaucho es; para cualquier ar- diarle y reproducirle como conviene, en
tista observador, una realidad que osten- la actitud guerrera y rodeado de heroicos
ta a flor de aire—casi sin corteza prosai- atributos, el joven escritor no haya nece-
ca—su porción natural de poesía. Hegel sitado acercarse a despertar, en el regazo
hubiera reconocido en él la plena realiza- del pasado, el sueño de las cosas, porque
ción de aquel carácter de libérrima per- por el procedimiento esencialmente rea-
sonalidad, de fiereza altiva y triunfante, lista de la observación y de la narración
que él consideraba como el más favora- I contemporánea, ha podido, más directa-
ble atributo del personaje que ha de ser | mente, obtener para sus cuentos el inte-
objeto de adaptación estética: el que pal- ¡ rés dramático de las escenas de la gue-
pita en la indómita poesía de Los Ban- rra civil.
didos del trágico alemán y refleja su luz Agradezcamos al imaginador de Carme-
sobre la frente de los héroes satánicos lo y Marcos Pérez estas páginas vivas in-
de Byron; y en su porte, ya heroico y corporadas por su sagacidad de observa-
arrogante con la dominadora serenidad dor a los inagotables episodios de nues-
de una estatua clásica, ya apasionado y tro romance guerrero, que es, por exce-
melancólico como una estampa de Deve- lencia, el de nuestra realidad y nuestro
ria, señalará el porvenir uno de los más ¡ infortunio; pero confiemos en que la ac-
felices e inspirados modelos que el genio tualidad, aún palpitante, de esos motivos
de la especie haya impuesto jamás a las j que le inspiran, habrá pasado pronto; e
manos creadoras de la vida. imaginémoslo en el futuro renovando la
La ola que avanza proscribe inexora- caja de colores de su narración, para sor-
blemente de nuestra sociabilidad el gau- prender, en la profundidad de los cam-
cho, «como fueron eliminados de otros ¡ pos, ya entregados a los dones generosos
teatros, el mozárabe de España y el nor- de Ceres, la poesía de la labor y la paz
mando de las costas francesas»; pero an- —las Geórgicas americanas con que Bello
tes que él haya desaparecido del todo, el l soñaba en los tiempos en que cruzaba
arte de América debe recogerlo cariñosa- por el suelo de América la grande alma
mente en su regazo, recordando que el , de Humboldt—la literatura del trabajo
arte es, en medio de las actividades de la : bendecido por Dios y la naturaleza, don-
vida, una región de inmortalidad y de de, como en la Evangelina del Norte,
paz, a la que el filósofo de la evolución aparezcan los triunfos incruentos de la
concede el dominio indisputado de las co- voluntad, las límpidas surgentes del sen-
sas que han dejado de ser reales. Y Juan timiento, las suavidades del idilio, los
Carlos Blanco Acevedo tiene conciencia apacibles sueños no inquietados... ¿No
de esta obra de piadosa rememoración tiene en nuestro propio tiempo, la labor
que toca desempeñar a los que tienen, i que festeja sus desposorios con nuestros
entre nosotros, la paleta del artista o del campos incultos, y hace retroceder la
escritor, cuando consagra a la descrip- barbarie primitiva, cosas hermosas que
ción de las postreras manifestaciones de observar y describir? Yo creo que desde
la sociedad que personificaba el gaucho que el maestro de Medan lanzó una inju-
las páginas más sentidas y hermosas que ria genial sobre la frente de la Tierra, es
debemos a su talento de cuentista. deber de escritores desagraviarla y hon-
El escenario de la guerra puede repu- rarla a menudo, en todas partes, con la
tarse indispensable, para los fines del idealización de su bondad y su generosi-
arte que aspire a una significativa y ple- dad de madre próvida!
na exhibición del viejo dominador de Sobre la mesa en que escribo veo des-
nuestros campos; y quiere nuestro mal ' tacarse los colores vivaces de las cubier-

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «NARRACIONES» 991

tas de libros nuevos en los que han lle- semejanza de los concursos y los juegos
gado hasta mí algunas de las recientes de la Hélade antigua, abriese al genio
manifestaciones del pensar y el sentir de y al estudio un vasto teatro de expansión,
la juventud americana; y por una fácil con auditorio de cuarenta millones de
asociación, ellos me inducen a relacionar hombres, desde el Golfo de Méjico hasta
nuevamente la publicación de esta obra las márgenes del Plata. En presencia de
con el aspecto general del movimiento las fuerzas nuevas que, a pesar de todos
de publicidad a que ella viene a incorpo- los extravíos y todas las perversiones de
rarse. Es, con frecuencia, un animado las ideas literarias, vemos alzarse cada
e interesante movimiento. Yo tengo pro- día para vigorizar, para esclarecer el ce-
funda fe en la gloria intelectual que el rebro de nuestras repúblicas, yo he pen-
porvenir reserva a la generación que se sado más de una vez si no está cercana
levanta en nuestros pueblos, a pesar de la hora en que una grande institución de
todos los extravíos, que he sido tan duro ese género prepare, por la unidad de los
en censurar, de sus ideas literarias. Ellos espíritus, el triunfo de la unidad política
significan, apenas, el triunfo de la moda; vislumbrada por la mente del Libertador,
y la moda, a quien por algo llamó Leo- cuando soñaba en asentar, sobre el ist-
pardi «hermana de la muerte», es inca- mo que enlaza los dos miembros gigan-
paz de vivificar nada que dure. El deca- tescos de la América y separa las aguas
dentismo es en nuestra casa un huésped de sus Océanos, la tribuna sobre la
incómodo, algo que debemos soportar que se cerniese el genio de sus democra-
con paciencia porque pasará. Y entre cias, transfigurado por la gloria del tra-
tanto, no es la vitalidad de la mente y el bajo y de la paz. Para la reconstrucción
corazón lo que nos falta, sino la norma, de las dos nacionalidades de Europa que
la inspiración que la someta y sepa ha- han conquistado y consolidado su unidad
cerla fecunda; el cauce donde se vuelque en nuestro siglo, el verbo literario fué el
la comente, hoy perdida, porque no se obrero de la primera hora, poniendo en
conducen las fuerzas humanas con habi- labios de los poetas la inspiración se-
lidades de juglar ni con guiñapos de co- vera de los héroes y los estadistas a
lores. Cuando todo eso haya pasado; quienes tocaba esculpir la imagen de la
cuando ante nuestros ojos flamee una utopía en el bronce rebelde de la reali-
gran bandera de esperanza; cuando un dad; y el verbo de nuestros poetas y
nuevo y generoso entusiasmo, rehabili- nuestros escritores puede desempeñar en
tándonos para el trabajo y para la ac- la actualidad de la América una obra se-
ción, disipe en torno nuestro el frío de mejante, para preparar aquel trabajo de
la incertidumbre y de la duda, a cuyos Hércules del porvenir del Nuevo Mundo.
pechos todas las cobardías morales se Seamos osados a decir que en el con-
alimentan, entonces hallaremos que hay junto de la anfictionía literaria de Amé-
luz y hay energía en el escenario de la rica, nuestro país haría destacarse con
América para vivificar un gran floreci- rasgos propios el boceto, ya enérgico, de
miento literario. su personalidad intelectual. Yo no he po-
Yo recuerdo a menudo que en los Jue- dido saborear mejor las voluptuosidades
gos Florales de 1881, donde fué corona- de la emoción patriótica que cuando, de
do el poeta de la Atlántida, la palabra climas extraños, y de maestros que mere-
elocuente del doctor Avellaneda resona- cen respeto, he recibido la afirmación de
ba para pedir, como una consagración de que ellos ven y reconocen en Jas actuales
la unidad de la raza española en este manifestaciones de nuestra actividad li-
Continente de sus esplendores futuros, teraria cosas que no es fácil hallar en la
una grande institución literaria que, a de nacionalidades de América dotadas de
992 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

mayor caudal acumulado de cultura y cóndor que, según contaban los viejos
de abolengo intelectual más antiguo. Ha- soldados de San Martín, precedió una
bía en nuestro pasado dos épocas carac- mañana, atraído por el radiante lucir de
terizadas por un anheloso despertar de las armas y las banderas, y llenando el
las energías de la mente, y dos generacio- \ aire de clamores, la marcha del ejército
nes que singularizaron su vida literaria libertador por los barrancos y las cum-
por la fuerza de la iniciativa y del en- bres de la Cordillera, AI través de las
tusiasmo: La que en tiempos heroicos, vicisitudes de la guerra civil y de la or-
bajo los fuegos de la guerra, mantuvo ganización, ella siguió siendo, en una y
dentro del recinto de Montevideo una otra margen del Plata, lo que había sido
condensación gloriosa de la cultura pros- en el transcurso de la Revolución de 1810,
crita, en vasta zona, por la tiranía; im- lo que había sido para acompañar con
provisando, con encantadora despreocu- los cantos de Juan Cruz Várela la obra
pación convites de atenienses dentro del regeneradora de Rivadavia; literatura de
marco de bronce de una acción esparta- agitadores, de propagandistas y de ciuda-
na. Y la que, venida cuando la paz ahu- danos, como aquella que proclamaba en
yentaba en 1872 la terca jauría de los medio de las austeridades del Directorio
odios, hizo eí Club Universitario y tuvo el alma apasionada de madame de Stael.
su período de gloria intelectual en las Nosotros hemos formado en nuestro es-
memorables jornadas del Ateneo: de ese píritu un concepto más puro de la natu-
Ateneo que, antes de ser un fatigoso es- raleza del arte y una idea menos guerrera
fuerzo de ía piedra, fué una hermosa de la función social del escritor; y sí en
forma de la vida. Es el que nos ha depa- la obra de nuestros contemporáneos es
rado la suerte, un tercer período de ani- cosa fácil señalar mayor suma de ele-
mación y de renovación en la vida de la mentos sólidos y duraderos, no es cierta-
inteligencia; de vistosos colores que on- mente por nuestra superioridad de fuer-
dean para el torneo; de revelaciones de zas propias, sino porque, merced a la di-
luz; de horizontes nuevos que se abren. A ferenciación que trae por consecuencia
este tercer período viene a incorporar la ! iodo proceso evolutivo, las luchas de la
fuerza y el entusiasmo de su espíritu jo- • vida real han llegado a tener su campo
ven el autor de estos cuentos, que son aparte, y dejan, fuera de ellas, suficien-
una gallarda iniciación, y nosotros lo re- te amplitud para el libre campear del
cibimos en nuestras filas como al solda- pensamiento.
do que tiene porte de bravo. La obra de mayor arranque genial que
Las ventajas de la época literaria que i las generaciones del pasado hayan trans-
va a contarle entre sus elegidos, son, en mitido a las nuestras, en los pueblos del
suma, las de un ambiente más concilia- Río de la Plata, es seguramente el Fa-
ble que el de las anteriores con el senti- cundo; y el Facundo, en el que nosotros
miento del reposo y con ia serenidad en reconocemos a la vez el más poderoso
el trabajo. Aquellos que nos precedieron esfuerzo aplicado a desentrañar la filoso-
fueron llevados por la necesidad supre- fía de nuestra historia y la más original
ma de la acción y la lucha a mezclar un creación de nuestro arte, era además y
poco de la levadura amarga de la pasión, ante todo, para los contemporáneos, un
un poco de las cosas fugaces y los afanes panfleto: un panfleto en eí que se les
interesados de cada día, en cada página concitaba para la obra de regeneración,
suya que lanzaron, sin tener, sino muy bajo apariencias de la más admirable li-
raras veces, en el alma, el pensamiento teratura; de la manera como la idea re-
de ía posteridad. Su literatura fué mili- dentora de Lincoln debía tener su mas
cia; y se la podría simbolizar en aquel eficaz propagación en el poder conmove-

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «NARRACIONES» 993

dor de un romance y como se encaminó si el acento del poeta no ha de ser ya en-


a las almas bajo las galas del arte dramá- tre nosotros como el epodo que responde
tico de Los Girondinos el numen auspi- líricamente a la arenga tribunicia o como
cioso de una revolución. La literatura el vaso de bronce donde se amplifiquen
se ha emancipado, en nuestro tiempo, del las resonancias del combate, la expresión
diario y del panfleto: los estremecimien- literaria no puede condenarse tampoco a
tos de la máquina de imprimir no anun- la calidad de una forma cincelada y va-
cian sólo una pasión que marcha a llevar cía renunciando a toda solidaridad y re-
su fuego a los espíritus, y la frecuente lación con las palpitantes oportunidades
aparición de libros como éste es ya es- de la vida y con los altos intereses de la
perada como la florescencia natural de realidad. Lo ha comprendido bien el au-
una planta definitivamente aclimatada. tor de esta colección de Narraciones; y
¿Diremos que no esconde peligros esta así no será lícito culparle de indiferencia
nueva orientación del espíritu literario o de desvío respecto a la realidad que lo
en nuestros pueblos, que se manifiesta rodea, pues sin necesidad de declamacio-
progresivamente por el florecimiento de nes inoportunas, de la manera propia del
ios géneros más desprendidos de toda arte, sus cuentos nos hacen pensar en
idea o sentimiento de utilidad? Una de, muchas de las cosas que más torturan y
las pocas tendencias que contribuyen acongojan nuestro espíritu en las presen-
aparentemente a imponer cierta unidad tes condiciones de nuestro estado social;
de escuela, cierto carácter de uniformi- y prestándose en ellos enérgico relieve al
dad a nuestro modernismo americano, dolor que nace de la guerra y el odio
está sin duda en una concepción del y a la hermosura de la vida fecundada
arte y de la poesía, en absoluto opuesta por la concordia y el amor, ellos dejarán
a toda objetividad didáctica o social, en los ánimos una emoción que no ha de
esencialmente reñida con todo propósito ser perdida para aquella obra de paz, de
de cuestionar a la belleza literaria la sociabilidad, de simpatía, que la mente
libertad o la voluntariedad de sus vue- evangélica de Guyau consideraba el mi-
los para someterla a fines que no sean nisterio moral de todo arte digno de al-
ios del libre imaginar y el arte puro. mas serías.
Hemos celebrado como un progreso la Place encontrar lo bueno bajo las fron-
emancipación que las preocupaciones pu- das de lo hermoso. Algo del sentimien-
ramente ideales de nuestra mente han to de piedad, de la tácita y dulce conmi-
conquistado respecto de actividades más seración, que es nota tan frecuente de
prosaicas de la vida; y debemos reco- hallar en los cuentistas ingleses, por los
nocer, además, que aquella tendencia de desheredados y los derrotados de la vida,
nuestros modernistas de América tiene deja un perfume grato al alma en las pá-
e
n principio una justificación que nin- ginas de Noche buena, la Historia de un
guna estética de buena ley será osada a
negarle. Pero yo encuentro riesgos que pescador o Tower-Ville,
es necesario prevenir, en este sistemáti- ¿Será verded—como todos nos inclina-
Co
alejamiento del escritor y del poeta, mos a pensar alguna vez, cuando desma-
de las regiones donde se trabaja y se ya rendida de fatiga nuestra atención so-
lucha. Si en nuestro tiempo la obra que licitada por tantas formas de publicidad
aspira a ser considerada, ante todo, co- divergentes—; será verdad que todo libro
m
o cosa de arte, ha dejado de ser un nuevo que encontramos al paso necesi-
Or
ganismo parásito que medre a favor ta, nada más que por el hecho de haber
c|
e la propaganda y de la acción, y ha nacido, una disculpa y una justifica-
ción?... Ha dicho Anatole France que el
"leado raíces para vivir de savia propia; mal de nuestra época es el libro, que
:t(l|
>o.-32
994 JOSÉ ENRIQUE RUDO.—OBRAS COMPLETAS

se multiplica demasiado; la irrefrenable percibir el interés de lo que promete una


inundación de papel escrito; y compara- fuerza más, una luz más, una energía vi-
bles al monje de Bizancio que aparece, ril incorporada a las que pugnan por le-
encorvado y absorto en la lectura mien- vantar la vida nuestra sobre las bajas
tras Bizancio se desploma, en un suges- realidades que la convertirían en cosa
tivo dibujo de Doré el ingenioso autor indigna de vivirse?
nos presenta envenenados, mareados, por ¡ Anticipémonos al público y aseguremos
este opio occidental de los libros, que ; el destino feliz de esta obra nueva. Un
según él amenaza hacer de nosotros, en I prólogo que se escribe para acompañar
vez de una sociedad de hombres hábiles la publicación de un primer libro, ha di-
para la acción, una sociedad de lectores cho un escritor original, no es sino un
y de bibliófilos. ¡Bendito sea, en cual- toast que se levanta como expresión de
quier caso, el dulce opio que nos enve- votos afectuosos en el banquete de una
nena! Pero además, si es que un excep- reputación literaria que se inicia. Yo de-
cional interés puede depurar a un libro bo terminar mi brindis, ya importuno,
que nace de ese pecado original, que para que la palabra de los convidados
atribuye a la concepción de todo libro haga llegar a oídos del anfitrión que fes-
aquel encantador epicúreo, yo me atrevo teja su primera aventura voces mejores
a decir que la publicación de la obra que de estímulo y de aliento. Pero quiero,
sigue a estas páginas está justificada am- antes, hacer nuevos votos por la inicia-
pliamente. ción dichosa del autor, por la fortuna de
En este libro de iniciación y de espe- su libro, por los triunfos reservados a su
ranza, como en el niño pensativo del Ten- talento, con que añadirá nueva luz a la
tanda vía, de Hugo, que subyugaba las luz propia de su nombre; y porque las
miradas del poeta, hay el interés profun- generaciones que aparezcan y tengan la
do de una promesa que sonríe al por- representación del porvenir, reclinen la
venir. frente, muchas horas, en el que el poeta
Es un boceto según el cual el tiempo llama el blando regazo de la mente: en las
ha de cincelar una estatua; es un pri- delicadezas de la idealidad literaria, en el
mer estremecimiento de alas fuertes, que amor del arte, en el amor y el culto de
se despliegan para ir a ocupar su puesto ias cosas desinteresadas de la vida, que,
y extenderse, llenas de seguridad, entre además de ser las más bellas, no está
las realidades hermosas del futuro; y probado que no sean en definitiva tam-
¿quién será suficientemente negado a los bién—¡oh espíritus graves!—las más rea-
nobles estímulos del sentimiento para no les y verdaderas de todas.

III
[PROLOGO A "SENSUALISMO"
POR JOSÉ L. GOMENSORO] ( 1 )

Señor don José L. Gomensoro, teres que despierta en mi ánimo toda


Mi distinguido amigo: Con el vivo in- nueva manifestación de la cultura litera-
ria nacional, y con la justificada confian-
(1) [José L. Gomensoro: Sensualismo (Mon- za que me sugería, como lector de ante-
tevideo, Imprenta de Dornaleche y Reyes, 1898).] riores producciones de usted, el conocí-

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «SENSUALISMO» 995

miento de sus méritos, he leído los origi- exige continuadores que la lleven a tér-
nales del cuento que, a objeto de que le mino e impriman en nuestra novela el
participe mi opinión, ha tenido usted la sello de una relativa originalidad, como
benevolencia de enviarme. conviene a la expresión de las cosas pro-
Celebraré, ante todo, como fórmula de pias; bien entendido que la originalidad
esa opinión que usted me pide, su propó- de las manifestaciones de una cultura
sito de publicar separadamente dicho naciente no debe impedirle franquear la
cuento en libro u opúsculo, concedién- atmósfera que respira a los «cuatro vien-
dole así los honores de aquella forma de tos del espíritu», y que la verdadera se-
publicidad mediante la cual se diría que ñal de independencia que puede recla-
adquieren las obras del espíritu sus de- mársele es el criterio propio que discier-
rechos de mayoridad y ciudadanía en la na, de lo que conviene adquirir en el
república literaria. modelo, lo que hay en la imitación de
Todo escritor tiene, en realidad, dos falso y de inoportuno.
iniciaciones, que preceden a la definitiva Mientras usted prepara el lienzo don-
formación, de su personalidad y de su in- de, con suficiente amplitud de concep-
genio', la de la primera página suya que ción y pleno dominio de la forma, repro-
se estampa—un día que será para él inol- ducirá, dentro de no lejano porvenir, las
vidable—en letras de molde, y la del escenas de nuestra sociedad y nuestra
primer manojo de páginas que adquieren naturaleza que reclaman del arte esa ex-
la forma duradera del libro. presión definitiva, prueba conveniente-
Ha tiempo que, para cierto número de mente sus fuerzas y nos da buena mues-
lectores curiosos de las cosas nuevas del tra de sus propósitos y sus aptitudes en
terruño, el nombre literario de usted ha- el interesante ensayo que me ha propor-
bía salvado con honra los riesgos de la cionado la grata oportunidad de cono-
primera iniciación; y ninguno de esos cer.
lectores ha de encontrar extraño o pre- Nada para mí más hermoso que un es-
maturo que busque usted ahora para sus píritu que progresa y avanza: las nuevas
dotes de escritor una consagración más páginas suyas que he leído, acusan, con
general y más durable. relación a las que llevaba usted publica-
Su personalidad de autor novel ofrece das hasta ahora, líneas más firmes y se-
va una suma de interés suficiente para guras en el boceto de su personalidad de
ser digna de atención. La vocación litera- escritor.
ria de usted tiene, bien indicado, el cam- Creo que usted debe entregarlas con-
po donde más adecuadamente puede es- fiado al fallo de la crítica, con la per-
paciarse, en el cultivo del cuento y la suasión de que es un sentimiento a que
novela; géneros que a su fecundidad vir- ninguna crítica noble se sustrae el que
tual y mérito intrínseco, y a la superior llama un poeta del Norte el respeto de la
oportunidad que ningún otro género pue- esperanza.
de disputarles con relación a las actua- Un primer libro tiene en sí mismo algo
les exigencias de la producción literaria, de inviolable, como, en sentir de otro
unen la ventaja local de adaptarse, más poeta, tiene algo de sagrado las primeras
que otro alguno, al propósito de eman- palpitaciones de las alas y los primeros
cipación de que es usted tan partidario, estremecimientos de las cunas; y cuan-
en
ías formas y en el espíritu de lo que do ese libro se presenta dotado en sí mis-
osaremos llamar «nuestra literatura». mo de cierta autoridad, revestido de cier-
La obra de nacionalización que el au- ta fuerza propia; cuando lleva quelque
tor
de Ismael y el de Primitivo han ini- chose dans le ventre, según la enérgica
ciado, con honor para su fama literaria, í expresión del maestro, entonces, con tan-
996 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ta más razón, la única manifestación de recibiré, sin duda, del desenvolvimiento


la crítica debe ser el movimiento nece- de su carrera literaria, si a sus felices
sario para dejarle libre el paso, al mismo dotes se une siempre el animoso entu-
tiempo que le envía, anticipándose al an- siasmo con que usted aplica hoy las ener-
helado recibimiento del público, su pala- gías de su mente a las tareas, tanto más
bra de estímulo y de eliento. hermosas cuanto más desinteresadas, de
Por mi parte, cumplo solícitamente ese la producción y del estudio.
deber, que, además de la satisfacción que Le estrecha afectuosamente la mano,
nace de todo deber cumplido, me propor-
ciona la de enviarle mis amistosas felici- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
taciones; y me prometo, para el porve-
nir, otras y más vivas complacencias que S/c, 30 de julio de 1898.

IV

[UNA CARTA SOBRE "ARIEL"]

Montevideo, 10 de marzo de 1900. significan para el autor de la obra el lo-


gro de su más cara aspiración.
Señor don Arturo Prats. Que la juventud sienta y piense, como
Mi estimado señor: En las páginas de si Ariel fuese un jirón de esa bandera.
La Alborada, que leo siempre con inte- La propaganda es fácil cuando la rea-
rés, encuentro el hermoso artículo que lizan inteligencias que tienen luz y las vo-
Vd. ha querido dedicar a mi última obra. luntades que tienen fuerza. Por eso esti-
En cualquier caso, le hubiera agrade- mo y agradezco el concurso que Vd. trae
cido que escribiera Vd. con tanta bene- con su brillante artículo a la propaganda
volencia sobre un trabajo mío; pero tra- de mi Ariel.
tándose de Ariel se lo agradezco doble- Acepte, con este motivo, las segurida-
mente, porque no es mi amor propio de des de mí estimación, que ya le profesa-
escritor lo que en primer término me ba por anteriores producciones suyas
obliga para con Vd., sino, ante todo, mi. que había tenido el gusto de leer, y créa-
pasión de propagandista y mis anhelos me su affmo. compatriota y amigo.
por la difusión de ideas que me son que-
ridas. JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
La repercusión de esas ideas en espíri- S/c. Pérez Castellanos, 120.
tu tan felizmente dotados como el suyo, [El Día, 14 de marzo de 1900.]

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—«HARPAS EX EL SILENCIO» 997

[SOBRE "HARPAS EN EL SILENCIO"


POR EUGENIO DÍAZ ROMERO] (1)

Todo esfuerzo sincero por realizar un I vo de vegetaciones primorosas, hecho


objetivo de arte, por dejar un tributo i sólo por la codicia de la flor, requeriría,
personal en. las aras de la abandonada ; por mucho tiempo, todavía heroica deci-
Belleza y hacerla conocer y venerar de sión y manos duras. Su Mercurio de Áme-
los hombres, merece, en todas partes, ' rica, tan tenazmente sostenido, en medio,
respeto y atención, y aun lo merece en i de la indiferencia y a pesar de la indife-
esta América nuestra, donde no hemos j rencia, como una bandera civilizadora
sabido, ni comunicar a nuestro utilitaris- ¡ que sigue batiendo el aire sobre el de--
mo pálido y sin bríos la grandeza de una ¡ sierto conquistado, es, por su significado
epopeya prosaica de la Voluntad, como ; de voluntad y de confianza, una soberbia
la que mueve soberbiamente a los titanes ! acción. Todos estos recuerdos, que se
que tenemos al Norte, ni justificar núes- ¡ asocian inmediatamente al nombre del
tra mediocridad utilitaria con el fervor ' poeta en el espíritu de quienes lo cono
en las devociones de la gracia y el des- i cen, tejen alrededor del nuevo libro co-
interés. ; mo un capullo de interés y simpatía, y
Empecemos por reconocer que este li- \ me atrevo a afirmar que ellos harán rea-
bro es uno de esos esfuerzos sinceros. El j cibir su aparición con un aplauso, aun
espíritu de que ha nacido no profesa por ,' antes de que se lo lea.
capricho fugaz el culto de las cosas her- [ Agreguemos que, si bien su lectura pas-
mosas ni ha dedicado, sólo a ese culto, ' drá suscitar, legítimamente, juicios di-
los ocios displicentes de una existencia l versos en cuanto a la oportunidad de loa
abandonada a impulsos menos serenos y ! modelos y tendencias con que nuestra
escogidos. Cree; tiene la fe del dogma ¡ poeta ha vinculado su libro—pues no es
que confiesa. No se le discutirá esta con- ¡ necesario detenerse a señalar su estrecha,
dición del entusiasmo verdadero y cons- ¡ relación con manifestaciones del gusto
tante, en la que rara vez deja de manifes- ¡ que no tienen derecho a aspirar al asen-
tarse el instinto seguro de una vocación. '. timiento general—, la virtualidad poética
Ha permanecido fiel a su sueño, y todos : del espíritu del autor uniformará todos
sabéis que esta fidelidad es tan difícil l los juicios. Es, sin duda, la suya, una
como una castidad rodeada de tentacio- ! obra de inspiración enteramente exótica,,
n
es, aun cuando todavía queden por ha- ¡ inadaptada al ambiente del autor, como
Ce
r en nuestro camino algunas jornadas ! casi todo el lirismo americano de ios úí-
^e juventud. Ha combatido con perseve- | timos diez años, Pero, juzgada con reía-
r
ítncia ejemplar en nuestra ingrata porfía ¡ ción a la mayor parte de las que tienen
P°v dar al arte campo y ambiente en es- ! igual carácter en América, ofrece, desde
^s tierras ásperas aún, donde todo culti- ' luego, la ventaja de revelar un conoci-
•"--—-— I miento mucho más extenso o intenso de
(1) [Reproducido en: Eugenio Díaz Rome- i l°s métodos extraños en que están los
l0:
El templo umbrío (Buenos Aires, «Buenos i antecedentes de su gusto y de SU estilo.
lreSs
, Cooperativa Editorial Limitada, 1920).] | Tengo por un sueño imposible, en poe*
998 JOSÉ EXRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sía americana, la originalidad esencial, grino, su romería a la ciudad santa de


fuera de muy limitado número de temas, sus dioses.
(Y está demás decir que la ausencia de Por lo demás, si la forma, lo mismo
esa rarísima originalidad no excluye la en lo que tiene de más externo que en
posibilidad de un alto vuelo lírico.) Pero lo que tiene de más íntimo y substancial
también es necesario reconocer que para está modelada a imagen de extraños usos
ser relativamente original, en el grado en las páginas de este libro, la sinceridad
que cabe dentro de la imitación, lo pri- lírica del autor no padece con ello dismi-
mero es ir a buscar el manantial de que nución alguna. Ha dejado en él el refle-
se ha de beber, en sus nacientes; dirigir- jo de su alma. Tiene del temperamento
se al original sin interposición de otras lírico la condición esencial y dominante;
imitaciones; no contentarse con agregar la espontaneidad y la afluencia del sen-
un término más a una triste progresión timiento personal, que, desbordándose
de remedos en que la creciente deforma- fuera de los límites del propio espíritu,
ción del rasgo característico lleve a la se comunica a su interpretación de lo ex-
caricatura del amaneramiento, sin perso- terior, a su visión de las cosas.
nalidad y sin gracia. Pues bien: en la ma- Y su lirismo es, casi exclusivamente,
yor parte de los poetas de América, la manifestación de afectos íntimos, pro-
imitación está lejos de tener ese carácter pios, «egoístas»; de los que no se com-
directo, de interpretación personal, que parten con un grupo, ni una comunión,
exigirá su justificación artística, porque ni una multitud; de aquellos que no po-
a los más les falta, no ya un sentimiento drían tener su interpretación—como los
propio y verdadero de los modelos ex- de los poetas que, italianamente, llama-
traños que invocan, sino, a veces, el co- remos «civiles»—en un coro de ruidosas
nocimiento mismo de estos modelos, y voces que el poeta mismo dirigiera fren-
sus lecturas no han pasado de aquellos ; te a un auditorio vibrante.
pocos autores de la casa, que saben, por A pesar de la Proclamación y La pa-
impresión personal y admiración since- labra futura, tengo por verdadero ese
ra, de los maestros que luego todos pre- j carácter que he atribuido a su naturaleza
tenden imitar, poética. No ama la realidad ni la acción
como motivo para el canto. Le place que-
No es Díaz Romero de los que pueden dar solo, «mirando la sombra de su es-
ser culpados de ese desconocimiento y píritu». Poco es lo que sabe en verdad
esa afectación, en que hunde sus raíces de lo que pasa fuera de su celda el mon-
el más oprobioso de los «snobismos». Po- ' je de Theléme, que él ha amueblado para
cos serán, entre los escritores america- las voluptuosidades del ensueño y la con-
nos de su generación, los que le aventa- | templación frente al abierto mar—gran
jen en el conocimiento directo y minu- | confidente de tristes y reconcentrados—,
cioso de la poesía de las escuelas france- : entre sobrios jardines, bajo alto escudo
sas contemporáneas, donde ha elegido de silencio. Aquellos que tenemos disper-
mentores y modelos. sa, entre las cosas del mundo, una buena
Y aunque a veces, visiblemente, cruzan : parte del alma, y no podemos acariciar
por sus composiciones reminiscencias por mucho tiempo las dulces sensacio-
que no son de tan directo origen, sino nes de la concentración sin que nos n1'
de modelos menos separados, por la dis- quieten y sacudan los hilos espirituales
tancia y la lengua, del autor, puede ase- que nos vinculan a esas cosas de afuera*
gurarse, en general, que nuestro poeta envidiamos ese privilegio y admiramos
no ha temido la fatiga y tardanza del esa facultad robinsoniana. Yo, por lo me-
viaje, para realizar, a lo esforzado pere- nos, contemplo con admiración envidiosa

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—«HARPAS EN EL SILENCIO» 999

y melancólica a los artistas «jardineros I este libro de inspiración, de entusiasmo,


del yo», cuya vida pasa sin saber del cla- I de espontaneidad. Lo que por mi parte-
moreo colectivo más que lo que eí vien- j menos perdono al autor son ciertos des-
to indiscreto suele traer en sus alas has- | cuidos en el ritmo y la rima bien paten-
ta el oído, atento sólo a percibir el ru- | tes, bien visibles para cualquiera, pero
mor de las «voces interiores». Honda y ¡ por lo mismo indignos de convertirse en
delicada voluptuosidad la de vivir per- | cargo grave contra quien ha probado re-
petuamente sumergido en esas aguas se- j iteradamente su destreza para versificar»
renas y llegar a hacer así, del propio co- ! La crítica tendrá derecho para tenerlos
razón, una alga rara que siendo cosa i en cuenta, pero no lo tendrá para justifi-
viva, parece flor de artificio o extraño ¡ car con ellos su avaricia de aplausos. Y
adorno compuesto con sutiles encajes. ¡ aun cuando sea más severa con el autor,
Por excepción dichosa, tal cual vez, a la ! no podrá menos de reconocer, ante las
manera de regalado convite o paseo en- i muchas cosas bellas de este libro, que flo-
cantador, todos hemos disfrutado de esa ¡ ta una indiscutible alma de poeta entre
absorción escogida. En mi organización ! sus páginas, una hermosa e indiscutible
psicológica—tan múltiple y completa co- ! alma de poeta. Con la publicación de la
mo la de cualquiera en tiempos en que ¡ obra nos demuestra el autor que ha ter-
ser complejo es lo normal y vulgar—hay I minado para él el período de fervoroso
también elementos que coinciden con los noviciado. Ha recogido el fruto del cuida-
del artista contemplador del propio «yo», doso cultivo de su naturaleza intelectual,
que se aprisiona voluntariamente en su y marcha ya segura y definitivamente
Eleusis; pero esos elementos constituyen ¡ orientado en su depuración y el desenvol-
una subpersonalidad, que sólo se mani- vimiento de las tendencias de su gusto,.
fiesta en mi alma cuando no la acallan y
dominan, por inhibición, otras tendencias Y esa individualidad no será en lo su-
con demasiada frecuencia vencedoras: la cesivo, como lo fueron tantos otros, uo
del pensamiento que, subyugado por lo ; eco más o menos debilitado de lo que es
exterior, nos impone preocupaciones aje- al presentar su hermoso libro. Será másP
nas a aquel dulce egoísmo; la de la pa- será mejor. Tiene el amor sincero, que
sión, que nos suspende como granos de es garantía de la persistencia de la volun-
arena, a nuestro pesar, en la ráfaga que tad, y tiene el don de talento que con
Pasa... Por eso la comunicación espiri- nada se substituye. Todas las posibili-
tual con un temperamento lírico exclusi- 1 dades halagüeñas están sostenidas vir*
vo y constante produce en mí un encan- j tualmente en esas dos fuerzas todopode-
to peculiar que obliga, para con el poeta, | rosas. Por eso yo veo al viejo Tiempo
toi agradecimiento. Tal es la sensación I sonreírle y le doy mi voto para muchos
^ e me ha hecho tan grata la lectura de I de los triunfos indiscutidos del porvenir.
ia mayor parte de las páginas de versos I ¡Salud, en tanto, al libro nuevo que
sobre que escribo. despliega las alas!
Sé que la crítica de minucias no ha j
de cerrar los ojos para los defectos de I [1900.3
1000 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

VI
[SOBRE "LA ALBORADA"]

Por lo general, las revistas de actuali que arraiguen y prosperen publicaciones


dades, con predominio de la parte gráfi- de índole exclusivamente intelectual, de
ca sobre la escrita, y, en la primera, con selección y de estudio; y no le hay, con
predominio del propósito de información certeza, para el refinado álbum artístico,
sobre el de puro arte, sólo en muy redu- i que es flor aún más difícil y costosa;
cidos límites son hospitalarias para las ! pero, entre tanto, las revistas populares
letras sin contar con que esta misma es- I de la índole y el mérito de La Alborada
casa hospitalidad está lejos de dispensar- \ pueden preparar eficazmente el terreno
se con un criterio seguro. Sin embargo, ¡ a esas formas superiores de publicidad, y
una atención suficiente e ilustrada que
ellas le concediesen, en la medida que I desempeñan una función benéfica y hon-
tolera su índole, sería un eficaz elemento rosa, contribuyendo a formar en el espí-
de cultura y un factor importante en la ritu del pueblo el amor de la lectura es-
educación del gusto general. cogida y el interés por lo que revele al-
Bien puede afirmarse en honor de La gún propósito de arte.
Alborada, que, por su parte, ella ha de- Reconózcanse a esta revista tan nobles
mostrado clara conciencia de la posible merecimientos, y encomíese, como lo exi-
intensidad de ese influjo educador, y ge la justicia, el esfuerzo inteligente y
que ha mantenido su nivel literario, y tenaz con que sus jóvenes redactores
aún artístico, mucho más alto de aquel —acentuando en esa ingrata tarea los
que hubiera satisfecho sus miras si sólo contornos de su personalidad intelec-
persiguiese un propósito de lucro y po- tual—mantienen en alto el crédito, la po-
pularidad, ajeno a toda desinteresada pularidad y el nombre literario de La
consideración de buen gusto. Alborada.
Esto constituye para ella un bien sa-
neado título. Aún no está demostrado Montevideo, diciembre 19 de 1903.
que exista ambiente entre nosotros para [La Alborada, Año VII, núm. 302, 1903.]

VII
[PROLOGO A "CABEZA DE ORO"
POR HORACIO 0. MAI.DONADO] (1)

De una carta

a la lectura del manuscrito de su nueva


Conocía ya sus trabajos anteriores, y obra, la cual es, sin duda, un paso ade-
ellos me predispusieron favorablemente lante. Celebraré, ante todo, que haya
cambiado usted el objeto de la obser-
(1J [Horacio O. Maldonado: Cabeza de oro vación y tome, esta vez, de la vida de
(Montevideo, Antonio A. Díaz y Cía., 1906).] ciudad, la acción de su novela. Nuestro

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA,—SOBRE A. NIN FRÍAS 1001
campo es, sin contradicción, muy nove- . madas páginas de su obrita, El libro
lable; pero ya se ha trabajado bastan- i agrada de veras; agrada por lo que es en
te (hablo dentro de la relatividad que de- 1 sí mismo, y, aún más, por lo que anuncia
termina lo exiguo de nuestra producción j y promete. La mirada zahori se revela
literaria) en esa generosa mina; mientras ¡ por frecuentes aciertos. La figura de Ca-
que la vida de ciudad, en lo que tiene de ¡ tita, aunque trazada al desgaire y en po-
verdaderamente nuestro, es tema nove- ¡ eos rasgos, es de las que denuncian un
lesco casi virgen e inexplotado. Error se- j lápiz capaz de sorber el alma de la reali-
ría considerar que la falta de originali- [ dad. El carácter del protagonista inte-
dad honda y característica en las costum- resa, porque no son pocos los que pue-
bres de nuestra vida urbana debe des- den reconocer allí algo de las tristezas y
caracterizar también las obras que aspi- experiencias propias.
ren a reproducirla; porque precisamente En una palabra, su nueva novela (tal
esa condición social de la adaptación de ; es mi sincera opinión) impresionará cuan-
lo extraño y sugerido, a un ambiente mal do has £1 Sil salida ante el público como
preparado para contenerlo, es lo que da impresiona intuitivamente una de esas
de sí situaciones y caracteres llenos de fisonomías que llevan en sí una sugestión
interés; originales, en cuanto nuevos pa- de simpatía y de confianza. «Podré equi-
ra la observación. vocarme—dice usted—, pero creo que de-
Cabeza de oro es un boceto, pero un bajo de esa fisonomía hay un alma her-
boceto que sugiere la idea de ío que po- mosa, o una bella inteligencia.» Y yo,
dría ser el cuadro, plenamente desarrolla- después de leer su novela, me confirmo
do, que se compusiera tomando por base \ en la fe que siempre me inspiró su por-
los apuntes de caracteres y el esquicio ¡ venir literario.
de acción que ha puesto usted en las ani-

VIII

[SOBRE ALBERTO NIN FRÍAS]

Si se me pidiera una fórmula que ca- dos temas. Lo que falta es la persistencia
racterizase en breves términos el espíri- del interés. Si se inicia una conversa-
tu del autor de los Nuevos Ensayos de ción con un espíritu criollo, por culto
Crítica literaria y filosófica, diría simple- que sea, sobre cuestiones de tal índole,
mente: «Alberto Nin Frías es uno de los al breve rato la inevitable tangente elu-
pocos orientales con quienes se puede de el círculo de la conversación con esta
mantener una conversación que dure más fuga desconcertadora. «Y a propósito:
de diez minutos sobre puntos de filoso- ¿qué ha oído Ud. decir de Mariano Sa-
fía, de literatura o de arte.» Me expli- \ ravia?...» o bien: «¿Quién se llevará la
c
aré, para que no se atribuya a mis pala- \ senaturía por el departamento de Tal?»
oras un sentido que no tienen. No sig- : «¿Qué harán los blancos en noviem-
nifica esto negar que existan, y hasta ¡ bre?» etc., etc.
abunden, entre nosotros, en relación con ' Alberto Nin Frías habla poco de Ma-
1° limitado del ambiente, los espíritus ; riano Saravia y de lo que harán los
capaces de conversar con conocimiento, i blancos en noviembre, y en cambio ha-
discreción y gracia sobre esos o parecí- ' bla mucho, y muy bien, de libros nue-
1002 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

vos; de ideas literarias, filosóficas y re- i cia ha suministrado al espíritu de núes-


ligiosas; de obras artísticas; de recuer- ¡ tra civilización. Agradezcamos esta agua;
dos de viaje, y de otras cosas de que | pero no desconozcamos por eso la gota
no suele hablarse en los fogones de los de quintaesencia que la embalsama y le
campamentos ni en las tertulias de los da virtud de curar y la guarda de que
clubs políticos. j se corrompa.
No hace mucho tiempo que, comentan- | Ambos principios han llegado a reunir-
do otro libro de Nin Frías, señalaba yo I se en la complejidad de nuestra alma, en
lo diferente, y aun opuesto, de nuestros j nuestro concepto de la vida; pero no
respectivos puntos de partida, en nuestra I sin conflicto frecuente, no en síntesis
orientación ideal. El procede (decía) del i perfecta y estable, sino más bien como
protestantismo; yo, del helenismo; pero mezcla que sólo se consigue por la tenaz
después de anotar esta diferencia agre- agitación del vaso en que los dos ele-
gaba que, a pesar de ello, nuestros es- mentos se contienen. La concordia defini-
píritus se aproximaban más cada día y tiva, la unión íntima y segura ¿es ase-
convergían a un mismo término, porque quible y se producirá alguna vez? Cabe
toda gran ruta ideal, no importa cuál I esperarlo de esta misteriosa alquimia
sea, lleva en dirección a la armonía, a I que tiene por laboratorio el tiempo y por
la amplitud, a la comprensión de todo ! material las ideas y los sentimientos hu-
lo bueno, a ía amistad con todo lo her- manos.
nioso. Uno de los conductores de almas que,
Y he aquí que ha llegado la ocasión en nuestro ambiente, pueden cooperar
de que luchemos juntos; porque ésta es ; con más eficacia a esa tarea es, sin duda,
la hora en que me ha tocado asumir, con- Nin Frías. Pertenece al escaso número de
tra ciertas tendencias, la defensa de la los escritores que, en nuestro idioma, tra-
tradición cristiana y del ideal cristiano, I tan con amor y conciencia el problema
•,ñ pesar del paganismo de mi imaginacióni religioso (así lo ha reconocido Unamuno)
y de mi gusto artístico. y suyo es principalmente el mérito de
He explicado recientemente cómo cabe haber atraído a ese alto objeto la aten-
participar sin contradicción de ambas de- ción de nuestra juventud. Su interpreta-
vociones. La obra de Grecia perdura en ción y comprensión del cristianismo es
ío mejor de nuestra mente: es el senti- amplia, delicada y profunda, y no es-
do de lo bello, la investigación metódica, cluye un vivo y justo sentimiento del
el pensamiento libre. Sin la persistencia j espíritu clásico. Este cristianismo sabe el
de esta obra, el cristianismo sería un ve- modo de sacrificar, sin inconsecuencia,
neno que consumiría hasta el último, ves- ! en el altar de las Gracias. Tiene un hon-
tigio de civilización. Las esencias más sa- do sentido moral y religioso, y tiene ade-
lutíferas, los específicos más nobles, son más un claro sentido de lo bello. For-
terribles venenos, tomados sin medida ni ma parte de ese simpático grupo evan-
atenuante. Es una gota de ellos, lo que gelista que cuenta en nuestra juventud
salva; pero no por ser una gota deja con espíritus tan generosos y bien dota-
de ser la parte esencial en la preparación dos como los de Santin y César Rossi,
en que se les administra. Lo que en la Martínez Quiíes, Nin y Silva. Emilio Gi-
redoma del farmacéutico da el olor aro- líardo, etc. Bien sabe Nin Frías—y no
mático, el color, la eficacia medicinal, la hay por qué callarlo aquí—que yo no
virtud tónica, es a menudo una gota di- creo en el acierto y eficacia de este mo-
luida en muchas paites de agua. El agua vimiento, tal como está encauzado y su-
fresca y preciosísima, el agua pura de peditado a una ortodoxia religiosa. Com-
ía verdad y la naturaleza es lo que Gre- prendo y aplaudo el fondo cristiano;

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—LA GUITARRA DEL PAISANO 1003

pero no me explico el apego a dogmas también aspiran a tenerlos. Hombres


que constituyen una «impedimenta» enor- nuevos de entusiasmo e ideal necesita-
me para la propaganda racional, ni me mos; hombres capaces de apasionarse
place la vinculación con el carácter pro- por ideas y de convertir este entusiasmo
testante, que creo que no se adaptará en voluntad perseverante. Así habrá luz
jamás—por razones étnicas invencibles— y fuerza en el espíritu de la juventud lo
al ambiente de nuestros pueblos, y que, mismo cuando la pasión del ideal se per-
históricamente, representan una tradi- sonifique en el socialista Frugoni que
ción contraria a las raíces de nuestro es- cuando se encarne en el evangelista Nin
píritu, al genio de la raza, a las voces que Frías.
gritan desde cada gota de la sangre de
nuestras venas (1). Mucho más me agra- Yo, que no me considero extraño en
daría un cristianismo puramente huma- ningún campo donde un sentimiento des-
nitario, a lo Channing o a lo Tolstoi. interesado vivifique cualquier alta con-
Pero, como quiera que sea, Nin Frías cepción del bien y la verdad—porque
y el grupo a que pertenece constituyen debajo de estas «cortezas de las almas»
una fuerza positiva y fecunda en el con- que llamamos ideas, busco lo hondo, que
junto de nuestras energías intelectuales y es la voluntad y la intención y la fe—,
morales. Tienen un ideal, un rumbo fir- entro hoy en el templo de paredes desnu-
me y generoso; y esto les da derecho al das y escucho con recogimiento el coro
respeto y la simpatía de todos los que de creyentes.

IX

[LA GUITARRA DEL PAISANO]

El elemento literario popular, la poe- pontaneidad, el aliento de la naturaleza,


sía del pueblo, representa en todas las siempre a punto de extinguirse en el es-
literaturas una energía preciosísima,'que píritu de la poesía erudita y en el am-
mantiene vivos el sentimiento de la es- biente de invernáculo de la cultura de
academia,
¡La tendencia a que da voz y estímu-
(I) [Al reproducir Alberto Nin Frías este jui- lo El Fogón es, pues, una nota necesaria
cio en su opúsculo La vida del estudiante y la
tnoral (Montevideo, Tipografía de J. y E. Pe- en la armonía de nuestra vida intelec-
dralba, 1906) intercala aquí una nota de discre- tual; y su influencia será tanto más plau-
pancia que dice así: «No concordamos con el sible y prestigiosa cuanto más propenda
ilustre crítico en esto, pues si ello fuese cierto a ennoblecer el espíritu que infunda bajo
el Catolicismo no se avendría tampoco con el la ruda y balsámica corteza de su habla
espíritu inglés, norteamericano y germano. To- popular; demostrando que en el lenguaje
da idea absoluta tiene en sí el germen de algún
concepto erróneo. Y la idea irreductible de di- que desdeña la pedantería pueden decir-
Vl
dir a la humanidad en razas cerradas ofrece se cosas nobles y grandes, y que la guita-
amplío tema para discutir. Hoy día esta cues- rra del paisano tiene sones con que es-
tan de las razas ha entrado en un período de tremecer las más delicadas y escogidas
rudos ataques, y con razón, pues se ha abusado fibras del corazón!
ce
' los elementos simples para generalizar de
l!tl
a manera equívoca y falsa. A. N. F.».] [El Fogón, 22 de agosto de 1906.]
IÜ04 JüSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

DE MI CARTERA

—La intolerancia puede ser, transito- miento de la tolerancia, que tanto la ani-
riamente, una fuerza fecunda y poderosa ma y enaltece; en su infinita capacidad
en el espíritu del poeta innovador, del de comprender, en su insaciable aspira-
que se descubre un mundo y no tiene ción a disculparlo y explicarlo todo. Con-
ojos más que para verlo, ni entusiasmos siste ella también en haber hecho, de lo
más que para amarlo. Jamás puede ser que antes era un juicio austero y descar-
sino una limitación odiosa e infecunda nado, una psicología penetrante y una
en el espíritu del crítico. Mes haines es historia de las costumbres y las ideas.
una obra interesante y viril, porque de- Pero nunca llegará a formarse un con-
trás de sus clamores de guerra se siente cepto justo de esa superioridad si no se
sonar el férreo paso de una legión de li- tiene en cuenta la reconciliación de las
bres conquistadores. Sería una obra que formas de la crítica con el estilo y con el
ya no leería nadie si sólo significase un arte, la variedad infinita en las formas
poder de odiar que no estuviera unido de expresión que, permitiendo al crítico
al don genial de la creación. literario ser, alternativamente o a un
—Hay quienes con la afectación de una mismo tiempo, un conversador, un maes-
frialdad displicente pretenden demostrar tro, un poeta, un novelador, un moralis-
un exquisito y refinado buen gusto, Pero ta, hacen de la crítica manejada a la
ya observó Vauvenargues que el no sa- manera de Sainte-Beuve o de Taine, una
ber elogiar jamás sino con tibieza es una especie de arte resumitivo, y del crítico
de las pruebas más irrecusables de me- artista un hombre de muchas almas, co-
diocridad. mo aquellos maravillosos humanistas del
—La superioridad de la crítica moder- Renacimiento.
na consiste esencialmente en el senti- [Apolo, noviembre 1907.]

XI

CARTA A LOS DIRECTORES DE "NOSOTROS"

Señores directores de Nosotros. las velas de la valerosa revista, para una


Gracias, de corazón, por el amable en- nueva expedición de arte, de idealidad,
vío de Nosotros, de belleza. Para estas aventuras, para es-
Desde el primer día de su aparición tas búsquedas de fabulosos velloncinos,
estoy con ustedes y tengo hecho propó- siento mi entusiasmo intacto y mi fe tan
sito de corresponder al pedido de colabo- candorosa y eficaz como siempre. ¿Sobre
ración. Ello será en breve. Entre tanto, qué versará mi colaboración? No son los
quiero que sepan con cuánto íntimo pla- temas los que faltan. Recuerdo, por ejem-
cer veo desplegarse, gallardamente, en plo, que ha tiempo tengo contraído con-
nuestro mar de indiferencia y de tedio, migo mismo el compromiso, muy grato,

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.- DE «TRES PARÁBOLAS DE PROTEO» 1005

de escribir sobre las últimas obras de para mí, nombres de amigos también.
Ángel de Estrada, ese espíritu de selec- Para todos, mis cordiales sentimien-
ción, de estudio y de arte que tanto real- tos; y para ustedes, que llevan la mano
za al nuevo pensamiento argentino. en el timón, mis mejores aplausos y mis
Entre los nombres que presenta el pe- mejores votos.
riódico de ustedes, reconozco con afecto JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
a muchos quienes de antiguo son mis
Montevideo, 30 de noviembre de 1907.
amigos, y veo, con interés y simpatía,
nombres nuevos que desde ahora son, [Nosotros, Buenos Aires, mayo 1917,]

XII

A LOS EDITORES DE
"TRES PARÁBOLAS DE PROTEO" <*>

Señores don Luis Carlos Berro y don el joven artista que han llamado ustedes
Dardo Regules. a colaborar en la obra y que parece des-
Estimados amigos: Cuando me propu- tinado a mantener los prestigios de su
sieron ustedes reeditar tres de las pará- apellido ilustre con la madurez de sus
bolas de los Motivos de Proteo en un lisonjeras promesas.
tomito primoroso, creí que no tenía de- Si la buena estrella que presidió a la
recho de negarme, porque me considera- primera edición de los Motivos de Pro-
ba moralmente obligado a contribuir, teo, favorecidos con tan extraordinario
por mi parte, al éxito de los nobles empe- éxito de librería, no desampara a estos
ños con que aunan ustedes la superiori- fragmentos, ni a lo segunda edición que
dad de su cultura y las energías de su ustedes preparan de la obra, me felicita-
ejemplar dedicación al trabajo, para fun- ré doblemente de ello: porque servirá
dar en Montevideo la librería por exce- de estímulo eficaz a los propósitos edito-
lencia intelectual. riales que ustedes amistosamente abri-
Acaso hubiera puesto yo algún repa- gan, y porque será una buena prueba de
ro en cuanto al interés o la oportu- que el libro nacional empieza a ser posi-
nidad que la gente lectora pudiese hallar ble, entre nosotros, de otra manera que
en la idea; pero fué suficiente para ven- como manifestación aislada y casi heroi-
cer todas mis dudas la consideración de ca, de una afición individual
que el texto mío dará oportunidad para Digamos aquí el «Así sea» terminal de
Que luzca la precoz maestría de su lápiz las plegarias, y pongámonos en manos
del público.
(1) [Esta carta figura como prólogo a una De ustedes afectísimo amigo.
edición de Tres parábolas de Proteo, que publi-
có la Librería de la Universidad (de Berro y JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
aguíes en Montevideo, 1909, y con ilustracio-
nes de José Luis Zorrilla de San Martín.] Montevideo, 12 de diciembre de 1909.
1006 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XIII

[SOLO LA INSPIRACIÓN DEL PUEBLO "CREA"]


La superioridad de la imaginación po- ni por ciencia, como no se obtiene el
pular para descubrir las fuentes secre- germen de la vida orgánica en los alam-
tas de donde brota el sentido poético biques de los laboratorios.
profundo e inmortal, velado en las for- El poeta americano que aspire a fundir,
mas de la leyenda y de la tradición, se en bronce resistente y sonoro, el poe-
manifiesta por el hecho de que las más ma de América, la leyenda del Nuevo
grandes creaciones de la poesía culta, en Mundo, necesitará buscar su argumento
lo épico como en lo dramático, se ins- en alguna de esas narraciones sin padre
piran en un asunto recogido de los la- conocido, ni forma concreta, flotantes en
bios del pueblo, y son el desenvolvimien-
la imaginación popular, que las ha en-
to magnífico del germen de poesía, hu-
gendrado a la manera como el campo
milde y menudo, pero prodigiosamente
inculto y bravio sonríe en la flor sil-
eficaz, que entraña alguna de esas sen-
cillas invenciones con que las madres vestre llena de inefable encanto.
mantuvieron la atención ingenua de los Una décima de Santos Vega encierra
niños o con que el trovador embelesó acaso la virtualidad ignorada de un futu-
a su rústico auditorio. ro poema americano, que realizará el
La inspiración personal y culta encuen- poeta capaz de percibir, en el fondo del
tra la forma definitiva, perfecta, hecha verso tosco y jugoso, la gota de exqui-
para que dure y se propague de siglo en sita esencia, bastante para infundir aro-
siglo y de nación en nación; pero sólo ma inmortal en la obra de arte que so-
la inspiración de pueblo crea; sólo ella brevive a las generaciones y a los siglos.
es capaz de dar de sí el germen de vida
ideal, que no se obtiene por meditación [El Fogón, 7 de julio de 1910.]

XIV

[LA ORIENTACIÓN DE LA NUEVA LITERATURA


HISPANOAMERICANA]
CARTA AL SEÑOR DON RAMÓN A. CÁTALA ( D

Montevideo, 10 de enero de 1911. dezco a usted el atento envío de los nú-


Señor Director de El Fígaro. meros de La Discusión donde aparece
Habana.
Estimado señor y amigo: Mucho agra- contra una concepción decadente de las letras
modernistas y a favor de una literatura que se
enraice en la tradición y en el idealismo. Pp1
(1) [Esta es la única carta que se ha publi- su misma naturaleza, no presupone la relación
cado de la correspondencia de Rodó con el di- personal con su corresponsal. Fué publicada10
rector de El Fígaro de la Habana (Cuba); es por Max Henríquez Ureña en su Rodó y Da?
probable que no haya otra. La carta tiene el (La Habana, 1918) y está recogida también en
carácter, inequívoco, de manifiesto: manifiesto el Epistolario (París, 1921).]

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03RA POSTUMA.-—10: CRITICA LITERARIA.—O RIENTAC. DE LA xNUEVA LITERATURA 1007

publicada la conferencia de- Jesús Caste- I tener la actividad de aquel medio de co-
llanos sobre mi Proteo. i municación de las ideas.
En el escritor un tanto emancipado de El pensamiento generador de esa insti-
la vanidad de los primeros años, la efica- tución, que yo quisiera ver imitada en
cia de lo que se escribe sobre sus obras, todas aquellas partes de América donde
para interesarle e impresionarle grata- no existe alguna análoga (como existe
mente si el juicio es favorable, depende, en México), me parece, hoy más que
en primer término, del grado de com- nunca, oportunísimo; y sobre ello quiero
prensión de la obra que el juicio mani- decir algo en esta carta.
fiesta. Tanto como se desdeña la alaban- El momento actual ofrece un aspecto
za trivial, o torcidamente fundada, se ' interesante, en la vida intelectual de es-
aprecia y agradace el aplauso que revela tos pueblos: algo nuevo se prepara y
penetración honda y sincera del espíritu anuncia en lo que se refiere a la produc-
de la obra. ción literaria y sus vinculaciones con la
Esta es, desde luego, poderosa razón sociedad.
para que el trabajo de Castellanos obli- ! El movimiento modernista americano,
gue mi reconocimiento. A otros toca de- i que, en la relación de arte, fué en suma
cidir si hay justicia o exceso de bene- '1 oportuno y fecundo, adoleció de pobre-
volencia en su crítica; pero es atribución : za de ideas, de insignificante interés por
mía reconocer que la obra, tal como yo la realidad social, por los problemas de
me la propuse, está sentida y penetrada i la acción y por las graves y hondas pre-
íntimamente: sin duda porque ha sido- ' ocupaciones de la conciencia individual.
examinada con esa disposición de sim- ¡ La independencia del arte literario res-
patía que es, en suma, el más eficaz ins- \ pecto de fines ulteriores a la realización
trumento de comprensión que pueda apli- ¡ de belleza es dogma en que todos comul-
carse a los hechos y los dichos hu- : gamos; pero no es inconciliable con él
manos, \ la afirmación de que, en el frecuente
Claro es que, además de ser el valor contacto con el fondo de ideas e inte-
del juicio relativo a la condición de com- ¡ reses superiores que constituyen la viva
i actualidad de una época, hay, para el
prender, lo es también a la autoridad o í arte y la literatura, una fuente de vitali-
la calidad del espíritu de quien lo for- , dad que no pueden desdeñar sin empo-
mula. De este punto de vista, lo que yo brecerse y perder en calor humano.
pienso de Jesús Castellanos no he de de- ' Pues bien: esa verdad tiende a reco-
cirlo ahora: porque no es ésta la oca- ! brar su imperio. O mucho me equivoco
sión oportuna, y porque lo dije ya, cuan- ¡ o llegamos en América a tiempos en que
do cayó en mis manos una preciosa co- i la actividad literaria ha de manifestar
lección de cuentos suyos—la intitulada i clara y enérgica conciencia de su función
De tierra adentro—y me bastó con su social.
^ctura para diputar al autor como uno Bastaría citar alguno de los libros más
^e los narradores de más fina sensibili- i interesantes y valiosos que han salido
dad y más hermoso estilo entre cuantos de prensas americanas, desde hace tres
cultivan, en América, la pintura de la na- o cuatro años, para dar la razón de
turaleza y las costumbres propias de ca- esa esperanza; y no sólo podría señalarse
cla
una de estas tierras. en ellos el carácter de trascendencia so-
Acrecienta mi satisfacción el hecho de cial que asume la obra literaria, sino
^•Ue sea mi obra la que haya dado el también la afinidad de las tendencias en
_ertia para la primera conferencia de la que se concreta ese carácter.
Piedad fundada con el objeto de man- i Según los indicios a que me reñero,
1008 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

hay, por lo menos, dos tendencias fun- i ginas del trabajo que ha dado ocasión
damentales que parecen destinadas a pre- j a esta carta mía.
valecer en la orientación de la nueva li- \ Jesús Castellanos manifiesta ahora una
teratura hispanoamericana. i faz de su personalidad que ha de darle
Es la una la vigorosa reanimación del j no menos honra que su preclara labor
sentimiento de la raza., o si se prefiere; I de artista: la faz del intelectual que, par-
del abolengo histórico, como medio de j ticipando de las energías del hombre de
mantener el carácter consecuente de la i acción, las emplea en la propia esfera de
personalidad colectiva, al través de todas ¡ la intelectualidad desinteresada, para
las modificaciones impuestas por la ¡ abrir campo a las actividades de este or-
adaptación al espíritu de los tiempos y ¡ den en el medio social y dotarlas de un
por influencias extrañas, que son inevita- i organismo adecuado a su desenvolvi-
bles, pero que deben someterse a la I miento.
energía asimiladora del carácter propio. ; Si la Sociedad de Conferencias arrai-
La otra consiste en la creciente mani- ga, despertando en cuantos tienen «cura
festación del sentido idealista de la vida; ! de almas» el sentimiento del deber de ro-
en la reacción contra el concepto pura- ' bustecerla, y si logra crear en cierta par-
mente material y utilitario de la civiliza- te del público el hábito de una atención
ción y la cultura; en el interés devuelto que sobreviva al fácil interés de la nove-
a las cuestiones de orden espiritual, que dad, el grupo de sus fundadores podrá
es, umversalmente, uno de los signos del enorgullecerse de haber tributado al por-
espíritu nuevo que ha sucedido al auge venir de su patria un bien tan alto como
del positivismo. los que pueda procurar para ella en el
terreno de la educación política o del
Ambas notas forman acorde en el su- engrandecimiento material.
perior designio de contribuir a la deter- ! La república que soñaba Martí era li-
minación del alma latinoamericana, tal i bertad, era prosperidad, era paz; pero
como la quieren el recto entendimiento era también inteligencia, cultura e idea-
de la historia y la clara visión del por- <lismo.
venir donde está la plenitud de nuestro ! Concluyo esta carta con la evocación de
ser y de nuestros destinos. tan gloriosa memoria; y agradeciendo a
En esa obra está llamada a colaborar i usted nuevamente su fineza, me suscri-
eficazmente la Sociedad de Conferencias ¡ bo su afectísimo amigo,
de Cuba, cuyo objeto y propósitos ex- \
pone su digno iniciador en elocuentes pá- | JOSÉ ENPRIQUE RODÓ.

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «COSAS DEL MEDIO AMBIENTE» 1009

XV

[PROLOGO A "COSAS DEL MEDIO AMBIENTE"


POR ELZEAR SANTIAGO GIUFFRA] ( 1 ;

j de literatura o a producir de arte toda


DOS PALABRAS manifestación que revele la tendencia a
| reflexionar por propia cuenta sobre la
Cuando pueblos nuevos se inician en
j actividad a que se dedican; a formar de
las actividades de la cultura superior, es
i ella un concepto personal y bien funda-
natural que su producción literaria y ar-
i do, y a adquirir claro conocimiento de
tística empiece por presentar un carácter
j los caracteres y las conveniencias de la
de irreflexiva espontaneidad; no en el
sociedad que los rodea.
sentido de que se eximan de la imitación
Bastaría, pues, lo oportuno del inten-
de lo ajeno y procedan con criterio pro-
to para que estas páginas juveniles me-
pio, sino porque, siendo entonces, más
recieran el aplauso y el estímulo de cuan-
que nunca, dóciles a las influencias ex-
tos se interesan por ta buena orientación
trañas, las reflejan sin examen, de modo
j de nuestra cultura. Pero, además, hay
instintivo e inconsciente. Esta ha sido,
I en el desempeño de ellas condiciones
hasta hace poco, la condición de los pue-
que, dados los años del autor (acaso más
blos hispanoamericanos, en. cuanto a sus
cercanos a la niñez que a los de la verda-
realizaciones de belleza. Pero llegados ya
dera juventud), bien pueden calificarse
a un grado de desenvolvimiento general
de notables y de prometedoras de cosas
que requiere complementarse por una
excelentes para no lejano porvenir. No se
condigna evolución de su cultura, es ne-
trata de la mayor o menor exactitud de
cesario que sus actividades de este orden
los juicios que formula o de las doctri-
pasen a ser obra consciente y reflexiva,
nas que expone: eso es secundario. Lo
en que intervenga, como agente indispen-
esencial, en una obra de iniciación como
sable, una crítica capaz de juzgar por sí
ésta, donde las ideas tienen que ser pro-
misma y con arreglo a las necesidades
visionales, por poco que el espíritu del
del ambiente. El candor peculiar de la ni-
autor se desenvuelva y amplíe, es lo que
ñez tiene en ésta naturalidad y encanto; ¡
haya en ella de muestra de aquellas cua-
pero los pierde para convertirse en gra-
lidades innatas que el tiempo debe llevar
ve defecto si se prolonga más allá de los ¡
a a su madurez y perfección. Y en tal sen-
ños en que la niñez termina; nuestro ¡
ar tido, la lectura de las páginas que siguen
te y nuestra literatura no pueden ya
dejará en todo espíritu habituado a aqui-
contentarse con ser fruto de una cando-
latar promesas y percibir vislumbres la
rosa inspiración, porque nuestros pueblos
impresión de que éste es un buen co-
han dejado de ser niños.
mienzo para una vida de meditación y de
Siendo así, debe celebrarse como opor- estudio. En vez del divagar verboso y
tunísima en los que empiezan a escribir vano, que constituye la común tentación
de su edad, el novel escritor manifiesta
un real interés por las ideas de que trata;
*> [Elzear Santiago Giufíra: Cosas del me-
dio «•rabiente (Montevideo, 1911).] un vivo empeño por presentar el funda-
1010 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mentó racional de sus afirmaciones y sus puede percibirse en esta obra de princi-
juicios, cualquiera que sea el acierto que piante: la de que su autor es de los espí-
se reconozca en cada uno de ellos: y ritus que persiguen con sincero amor la
una tendencia incipiente, pero ya esti- verdad, y por lo tanto, de los que se
mable, a la expresión precisa y sobria. rectifican y progresan. A nosotros nos
Otra condición, más valiosa todavía, toca decirlo; a él demostrarlo.

XVI

[PROLOGO A "AMERICA"
POR ABEL J. PÉREZ] (1)

«Gil Blas de Santillana besa el anillo , a diferencia de la mayor parte de los que
episcopal de S. S. R. el. Arzobispo de se escriben sobre temas análogos, la obra
Granada, y después de leída su homilía, l del análisis y la reflexión no aparece
se permite caracterizarla, según su leal í abstraída del acompañamiento emocio-
saber y entender, diciendo que ella es: nal, que la complementa y la hace más
Por el fondo: un trabajo de seria y perspicua y eficaz, porque es cosa averi-
penetrante sociología, donde, sin el apa- guada que el corazón es también un ór-
rato pedantesco de los Don Hermógenes gano de conocimiento y que no conoce
que hoy abundan en el campo de las plenamente su objeto aquel que no llega
ciencias morales y políticas como antaño ; a él con el sentimiento al mismo tiempo
en el de las retóricas y las bellas letras, que con la inteligencia.
se desentrañan los caracteres fundamen- Gil Blas tendría necesidad de escribir
tales del pasado, el presente y el porvenir otra homilía si se propusiera señalar to-
de las sociedades latinoamericanas, con ! dos los puntos en que su pensar y su
acopio de saber, de ese que no aparece j sentir vibran al unísono con los del se-
en ostentaciones de advenedizo, sino que ! ñor Arzobispo, y que son casi todos los
se percibe callado y discretamente, como ! que comprende su trabajo.
sustentáculo de lo que se dice por cuen- I Le parece, por ejemplo, acertadísima-
ta propia. ; mente señalada la influencia selecciona-
En la forma: una exposición elocuente I dora del struggle for Ufe en la formación
y fácil; dueña de todas las cualidades ¡ de la sociedad colonial, y admirablemen-
esenciales del estilo didáctico; elegante j te precisadas las influencias buenas y
sin afectación y sencilla sin trivialidad; 1 malas de la ausencia de tradiciones secu-
capaz de ser leída con interés y agrado lares de la vida de estos pueblos, y
por doctos e indoctos. | elocuentemente denunciados los peligros
Observa, además, que en este trabajo, del aluvión cosmopolita para el porvenii'
de los mismos. La comparación entre los
(1) [Abel J. Pérez: América (Montevideo, Im- caracteres y condiciones de las socieda-
prenta «El Siglo Ilustrado», 1912). En unas pa- des europeas y los de las americanas, le
labras aclaratorias del Prólogo, el autor explica parece bien planteada y resuelta, sobre
que pidió a Rodó franqueza absoluta y le re- todo en lo relativo a la cuestión social >'
cordó a Gil Blas de Santillana en sus relacio-
nes con el Arzobispo de Granada. En esta ob- al imperialismo, que siendo odioso en
servación tomó pie Rodó para su carta.] todas partes, en la América nuestra es,

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—SOBRE EL CATALÁN 1011

además, ridículo por prematuro e impo- S. S. R. a sus confidentes y consejeros,


tente. ha de decirle también este Gil Blas que
De la educación de la democracia habla no le ha parecido muy católica, y sí exa-
el señor Arzobispo en términos que Gil geradamente elogiosa, una referencia a
Blas quisiera propagar como el mismo Proudhon, quien—para Gil Blas al me-
evangelio y convertir en la profesión de nos—resulta un energúmeno antipático,
fe de las generaciones que llegan a la lleno de bárbaros odios hacia el arte y
vida. Sí: lo bello es una sal que preserva ¡ hacia otras cosas delicadas y bellas que
de la corrupción, y en las sociedades de* I ennoblecen y dignifican esta picara vida.
mocráticas una iniciación absolutamente Tampoco le ha parecido muy arreglada
necesaria como contrapeso de la vulgari- a la justicia otra alusión a un cierto se-
dad inevitable. Todo eso está admirable- ñor Rodó, a quien no tiene el gusto de
mente sentido y dicho, como su coro- conocer; pero en este punto justifica la
lario: la necesidad de aristocracias na- exagerada benevolencia de la alusión,
turales y legítimas que, teniendo por úni- porque se le ha dicho que ese señor Rodó
cos blasones la inteligencia y la virtud, es uno de los más fieles amigos y feli-
se levanten sobre el bajo nivel del igua» greses de S. S, R., y no se ha de preten-
litarismo demagógico. der que los prelados estén del todo exen-
¿Cómo detenerse, sin dar a esta desau- tos de las debilidades del corazón hu-
nada epístola las proporciones de un ser- mano.
món—con el que usurparía las atribu- Para terminar: la homilía del señor Ar-
ciones del augusto ministerio de S. S. zobispo pertenece de derecho a todos los
R.—; cómo detenerse, decía, en puntos que han menester la lectura provechosa,
tan interesantes y tan bien tratados, co- I que es como decir que pertenece al pú-
mo el de la necesidad de asimilar la in- blico; y como al público está seguramen
migración que mantiene el crecimiento te destinada, Gil Blas no puede perdonar-
de estos pueblos, y el de la imprescripti- se el haberla demorado tanto tiempo en
ble grandeza y santidad del sentimiento su poder; pero se reserva confesar esa, y
de la patria, y el de la revelación pujante otras culpas, a S. S. R., cuando se postre
de su espíritu y de su originalidad en los a sus pies en el santo tribunal de la pe-
Congresos internacionales, donde han co- nitencia.
menzado a traer a sí una atención uni- Granada, 6 de septiembre de 1911.»
versal que los recientes centenarios han
confirmado y puesto a plena luz?... JOSÉ ENRIQUE RODÓ,
Y puesto que la sinceridad de juicio
£
s una virtud que tanto recomienda Por la copia,

XVII

[SOBRE EL CATALÁN]

Montevideo, octubre de 1911. de lo que es una lengua; pero general-


Sr. D. Eugenio Vinagran Bustamante. mente se reserva el primer nombre para
San José. aquellas modificaciones de una lengua
Estimado amigo: No hay límites exac- que no han pasado del uso popular, sin
° s que diferencien lo que es un dialecto servir de medio de expresión a una cul-
1012 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tura literaria persistente y autónoma. interesantes sin duda, pero que no bas-
Con arreglo a este criterio, el catalán tan a caracterizarlo como instrumento
es considerado como verdadera lengua o usual de una cultura. El gallego es dia-
idioma, puesto que, como instrumento lecto, el catalán es idioma.
de cultura, tiene una tradición propia y Dejando así satisfecho su pedido, sa-
mantenida en estos días por una literatu- luda a Vd. atentamente.
ra original e importante.
Otra cosa sucede, por ejemplo, con el J O S É ENRIQUE RODÓ.
dialecto gallego, que no ha trascendido
del uso popular sino en algunas manifes- [Ariel, Año I, núm. 2, San José, 29 de febre-
taciones literarias del género lírico, muy ro de 1915.]

XVIII

[PROLOGO A "INTIMIDADES"
POR JOAQUÍN DE SALTERAIN] (1)

Hombres hay que toman por oficio el, tura de estos pueblos nuevos obligue a
ser poetas y no quieren aparecer ante la sus hombres superiores a repartir en di-
sociedad con otro carácter ni en otra ac- í ferente sentido su atención, en vez de
titud, ni en diferente obra. Pero los hay i concentrarla y mantenerla en uno; pero,
también que, participando del divino si esto es un mal, tiene la compensación
don, y por lo mismo que tienen de él de que sirve para poner de manifiesto la
idea demasiado alta para convertirlo en múltiple virtualidad de ciertos espíritus.
condición profesional y título público, Así, el que refleja su más íntimo fondo
son ordinariamente hombres, obreros, en las páginas que van a leerse. Con las
ciudadanos; honran su parte de labor inclinaciones literarias de su juventud
y de lucha en el esfuerzo común, y en compartió su vocación el amor de una
excepcionales horas de intimidad y reco- carrera científica, que terminó en las
gimiento abren su alma a aquel amor aulas de París, después de brillantísi-
ideal, del que suelen hacer cosas tanto mas pruebas, cuya resonancia devolvió,
más delicadas y bellas cuanto que no como preciada promesa, a la patria leja-
contribuyó a engendrarlas la simoníaca na, el nombre del estudiante ausente.
codicia del aplauso de los otros. En el ejercicio de esta carrera, no solo
El autor de este libro no tiene el ofi- confirmó desde el primer momento Ia
cio de poeta. Es, por su espíritu y su superioridad de su ciencia, sino que Ia
vida, uno de los ejemplos de más varia, ; realizó con los atributos de una supe"
perseverante y desinteresada actividad, rioridad moral todavía más digna de en-
que pueda ofrecer, entre los modelos carecimientos. Dos caminos se ofrecían,
que la honran, una democracia que se para optar, a quien, como él, había gj1"
forma y educa. Con frecuencia nos dole- nado puesto eminente en un género "e
mos de que la escasa complejidad de cul- estudios que es a la vez medio lucrati-
vo de vida: la persecución, muy &&'
Jn
(1) [Joaquín de Salteráin: Intimidades (Pa- tima, del bienestar y la fortuna, o 6
rís, Bernard Grasset, 1912).] ambición de hacer todo el bien conc '

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «INTIMIDADES» 1013

dido a los recursos de su sabiduría con Con estos rasgos se bosquejaría lo que
despreocupación de cualquiera otra re- podríamos llamar la parte pública y no-
compensa que el goce íntimo de ambas toria de la personalidad de don Joaquín
idealidades. Optó por este último cami- de Salteráin, y los que nos honramos con
no, y puso en la aplicación generosa de su amistad sabemos que no valen menos
su ciencia todo ese apasionado aprove- en él los rasgos más íntimos. Lo mismo
chamiento del tiempo, que mueve en se trate de lo grande que de lo pequeño,
otros la codicia; y su tiempo fué oro... es el suyo un espíritu naturalmente aris-
para los demás. Pero la benéfica influen- tocrático, en la mejor acepción de la pa-
cia social de este hombre abnegado no se labra: en aquella que significa aversión a
contiene en los límites de una actividad todo lo que sea vulgaridad moral o in-
profesional. Apenas ha habido iniciativa telectual, e instintiva simpatía por cuan-
fecunda, obra merecedora de estímulos, to, en modos de pensar, de expresarse o
en cualquiera manifestación de beneficen- de conducirse, tiende a realzar y ennoble-
cia, de mejoramiento, de cultura, que no cer este mísero barro de que estamos he-
le hayan contado entre los obreros de chos. Une a la sensibilidad benevolente y
primera hora, aportando siempre, junto delicada, refinamiento intelectual. Hom-
con las luces de su entendimiento rá- bre de inmensa lectura, de fino gusto, de
pido y flexible y las energías de su labo- calurosa y afluente capacidad de admi-
riosidad, entusiástica, este elemento fun- rar, su conversación es vasto repertorio
damental de su carácter: el desinterés. de las más variadas impresiones de arte,
Pertenece a un ambiente en que la polí- que su palabra amena refleja con comu-
tica es preocupación universal, sugestión nicativa animación y colorido. Como nor-
de que nadie se exime; y él se ha ren- ma y centro de todo, prevalece, en ese
dido, sin mayor resistencia, a esa suges- tesoro de su memoria, la flor del espíritu
íión del ambiente, porque el sentimiento francés, y a su. alrededor se ordena lo se-
cívico es espontánea vibración de su al- lecto de las distintas literaturas, comen-
íiia, y no ha pensado nunca que el saber, zando por la de nuestra lengua, simboli-
ni ei poetizar, ni el practicar el bien en zada para él en la predilección que con-
cualquier forma, sean condiciones que sagra al genio poético de Calderón. Es
justifiquen la anestesia de la fibra moral un apasionado de la historia, en cuyas
del ciudadano. Se ha confundido, pues, formas superiores ve la más perfecta fu-
e
n las borrascas de la vida pública; ha sión de ciencia y arte que sea posible rea-
s
ido de las cabezas dirigentes en famo- lizar al pensamiento humano, y tiene le-
sas campañas políticas; en el Parlamento vantado en su espíritu un altar al gran
Su
palabra fácil y vehemente ha lidiado Thierry. Su formación intelectual se hizo
°uenos combates, y hubo una vez en que, en tiempos de positivismo filosófico, y
!)0i' obiigación de solidaridad con una si- naturalismo literario, y como vestigio de
iu
ación que había contribuido a crear, ello conserva una fervorosa devoción por
|legó a ocupar un ministerio. Y pasando el maestro y caudillo de los naturalistas
i(J
do esto en pueblo de pasiones bravias franceses; pero por su temperamento y
\ Poco educado en el respeto de las legí- la posterior evolución de sus ideas, es
-urms superioridades, su entidad moral un idealista, y nada puede patentizarlo
'•^alta de modo que, pronunciando su mejor que este libro de intimidad, don-
''0rjibre, no hay temor a que de parte de se refleja, con la transparencia con-
0
ios que sean o hayan sido alguna vez fidencial del verbo lírico, el fondo de su
,Us adversarios salga una voz que pon- alma.
\[ e n duda la sinceridad de sus propó- La seguridad de su sentido crítico, la
0s
y la elevación de su carácter. amplitud con que la naturaleza le ha do-
1014 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tado para gustar, en la obra ajena, las ¡ dad. Por eso, aunque la mirada experta
más diversas manifestaciones de poesía,! perciba, en más de una composición y en
se concillan con la facultad de manejar; mas de un rasgo, que quien poetiza es
él mismo aquella forma de expresión en un espíritu de cultura refinada y extensa,
que el sentimiento poético tiene, si no la lo que en su poesía aparece reflejado es
única, la más apropiada vestidura. La co- aquel fondo de humanidad que está más
lección de versos que ahora aparece en en lo íntimo que las adquisiciones de la
libro que se ha acumulado, paralelamen- cultura y el saber. Vario es el asunto de
te a la vida del autor, sin afán ni esfuer- sus cantos, y entre todos componen co-
zo de su parte, desde los días de la pri- mo la glosa lírica de la historia espiritual
mera juventud, en que el poetizar brota del autor: sueños de la edad juvenil;
del alma, búhente y abundoso, hasta emociones de amor, de belleza, de cívico
aquellos de la razón madura, en que ya entusiasmo; afectos de caridad, de admi-
no es sino la tregua infrecuente, aunque ración por lo heroico, de dolor ante las
por eso mismo apetecida, de menos gra- impiedades de la muerte... De estos y se-
tas disposiciones del ánimo. La diferen- mejantes temas ha obtenido inspiracio-
cia de matices refleja bien esa interposi- nes tan delicadas como la del breve poe-
ción de tiempo entre unos y otros; pero ma titulado María; tan valientes y gene-
a todos los une un carácter del que ad- rosas como la de los Yambos; tan lím-
quieren acaso su más subido valor: su ¡ pidas y graves, en su serenidad de con-
condición de poesía natural y espontá- j templación, como la de Helénica y El rit-
nea, que lleva en el fondo la verdad del mo eterno. Recogerán las memorias es-
sentimiento, y en la forma la melodiosa ; cogidas esas y otras cosas de este libro
afluencia de un instinto musical extraño de sinceridad sentimental. Y él quedará
a todo procedimiento laborioso. Jamás •
se ha preguntado el autor a qué escuela como adecuado complemento de otros tí-
pertenecen sus versos, ni qué tendencia [ tulos de un hombre superior, a quien po-
manifiestan por su espíritu y estructura, j demos llamar triplemente poeta, ya que
ni en qué relación están con tales o cua- ha sido favorecido con el triple don de
les propensiones del gusto. Ha abierto el sentir delicadamente la poesía en las
alma al motivo que la solicitaba; ha de- obras de la naturaleza y del arte; de rea-
jado que de la naturaleza de la emoción lizar en su propia existencia aquel otro
o de la idea brote la forma connatural y género de poesía en que consiste la este-
propia, al modo que la vena de agua la- tica de la conducta, y finalmente de do-
bra por sí misma su cauce, y ha respeta- minar por sí mismo la forma poética de1
do, en la obra de esa manera concebida, la expresión, en versos sentidos, fáciles'
la frescura y la gracia de la espontanei- bellos.

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OBRA POSTUMA.—10; CRITICA LITERARIA.—DE LA IMPRENTA EN MONTEVIDEO 1015

XIX

[SOBRE "HISTORIA Y BIBLIOGRAFÍA DE LA IMPRENTA


EN MONTEVIDEO"
POR DARDO ESTRADA

Sr D. Dardo Estrada. utilidad de tales investigaciones: él será


Mí estimado amigo: Su iniciación de un instrumento indispensable en manos
«autor» es, desde luego, interesante como del que se consagre a escribir la historia
ejemplo de consagración abnegada en un literaria de la República, y un auxiliar
orden de labor intelectual, escaso en precioso para los que escriban de su his-
nuestro medio y rarísimo a la edad toria política.
de Vd. No hace Vd. su presentación guia- En este aprovechamiento de la investi-
do por esos estímulos de vanidad que, gación concienzuda y tenaz, como punto
no sólo se disculpan, sino que se com- de partida de obras de más alto vuelo,
prenden y justifican, en quien sale a la hemos de verle descollar a Vd. mismo,
escena literaria con la juvenil impacien- que no ha nacido únicamente para inves-
cia de la ambición de aplauso y renom- tigador y erudito, aunque manifieste co-
bre, Se presenta Vd, con un libro útil, mo tal cualidades realmente excepciona-
«austero», de preparación difícil y oscu-
ra, destinado, por su propia índole, a que les en tan temprana juventud y que bas-
te alaben pocos, pero a que le aprovechen tarían por sí solas para distinguirle den-
0
le aprovechemos todos los que nos in- tro de su generación. Conozco su gusto
teresamos en el conocimiento de la his- literario, su vasta y escogida lectura, la
toria de la cultura nacional. solidez e independencia de su juicio; y sé
Quien algo sepa de las dificultades de que de estas dotes suyas han de nacer,
u
ti esfuerzo de investigación como el que antes de mucho, obras que sean el fruto
^'d- ha llevado a cabo, en un ambiente y complemento de sus propios trabajos
c de indagación bibliográfica e histórica,
omo el nuestro, apreciará en su justo
Va iniciados de tan plausible manera.
lor la suma de perseverancia y de dis-
Cl
Plina que tal obra supone, y verá en Entre tanto, ha merecido Vd. la gra-
H1
aparición la lisonjera promesa de un titud de los estudiosos de nuestra histo-
[''abajador de bibliotecas y archivos que ria y nuestra literatura; y por mi parte,
'•a de dar en el país honra y provecho me complazco en reconocerme deudor de
l!
los estudios de su predilección. esa gratitud y en felicitarle por su obra,
, necesitamos con urgencia trabajadores suscribiéndome su affmo. amigo.
|-_le ese temple, sin cuya labor previa y
/!,e
tódica no podrá abordarse, entre nos- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
ulr
os, la producción histórica en condi-
'iones de firmeza y de vida. Su libro es S/c. 12 de julio de 1912.
n
excelente ejemplo de la fundamental {Diario del Plata, 13 de julio de 1912.]
1016 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

AA

[SOBRE UNA CÁTEDRA DE CONFERENCIAS


PARA EL DOCTOR CARLOS VAZ FERREIRA]

Señores miembros del Comité Pro cen un órgano más amplio que el progra-
Vaz Ferreira: ma normal de las aulas.
Si el éxito moral del homenaje está
Me complazco en reiterar a ustedes asegurado de antemano y no necesita
por escrito la ilimitada adhesión que ma- mayor esfuerzo para imponerse, creo que
nifesté verbalmente a los miembros de la realización de la idea que le dará for-
ese Comité que me vieron, con motivo ma práctica será fácil de obtener, siem-
de los trabajos iniciados por el mismo. pre que ustedes lo propongan y soliciten
Un noble objeto, digno de todas las de inmediato, sin dejar desvanecerse el
simpatías y de todos los aplausos, hay ambiente de oportunidad e interés que
en la iniciativa de ustedes. En primer ha adquirido esa idea con el movimiento
término, el homenaje personal a Vaz Fe- por ustedes iniciado.
rreira, sobradamente justificado por la Formulo mis más sinceros votos por
magnitud de sus talentos, la calidad de que así suceda; y felicitándoles por e¡
sus prestigios y la altura de su represen- noble propósito que llevan adelante, m¿
tación moral. Y además, la idea de com- ouscribo de ustedes affmo, amigo,
plementar la enseñanza universitaria con
ana cátedra en que encuentren desenvol- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
vimientos superiores aquellos temas de 2 de mayo de 1913.
estudio que, por su valor educativo, y
por la universidad de su interés, mere- [Imparcial, suplemento de 17 enero 1930.]

XXi

CARTA AL SEÑOR DON R. VILLAVICENCIO U>

Montevideo, 31 de julio de 1913. Correspondiente de la Ilustre Corpora-


Señor Director de la Academia de la ción que usted dignamente preside, '
Historia de Venezuela, don R. Viílaví- junto con tan grata comunicación he i'"
cencio. cibido también el diploma que me acK
Señor Director: He tenido la honra de j dita en tal carácter.
recibir la atenta nota en que se me par- Agradezco y aprecio en su alto vak1
ticipa que he sido designado Miembro la distinción con que se me favorece :
h
(1) [La publicación de su estudio sobre Bo- pero (1913)—atrajo sobre Rodó homenajes y,-1-
q
lívar—anticipado fragmentariamente en La Ma- i conocimientos como el que testimonia esta c _
ñaña, de Buenos Aires (2 de enero de 1912) y en [ ta a Ramón Villavícencío, médico venezol'^;
la Revista de América (París, junio-agosto de j (1838-1918). Fué publicada por Barbagelata
1912); publicado íntegro en El Mirador de Pros- : su edición del Epistolario (París, 1921).]

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—«ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN AMERICANA» 1017

que, por encima de lo que tiene de perso- término, a fomentar y popularizar el co-
nal y honroso para mí, manifiesta el muy nocimiento recíproco de las tradiciones y
laudable propósito de establecer relacio' las glorias de Venezuela y del Uruguay:
nes de orden intelectual que confirmen del pueblo que dio a la América de nues-
y estrechen la natural fraternidad de es- tra raza su más gloriosa personificación
tas dos repúblicas hispanoamericanas: en la figura excelsa de Bolívar, y del
relaciones en ningún terreno más oportu- que dio, con Artigas, a la democracia del
nas que en el del cultivo de la historia, Sur, su representación más enérgica, ori-
destinado a poner progresivamente de re- ginal y espontánea.
lieve cuan íntimos e inquebrantables son Reitero a la Institución que usted diri-
los lazos que vinculan, dentro de una ge la expresión de mis sentidos agradeci-
magna patria espiritual, a los pueblos de mientos, y aprovecho la oportunidad que
nuestra América. se me ofrece de presentar a usted las se-
Aseguro a esa benemérita Corporación guridades de mi mayor aprecio y consi-
mi decidida voluntad de contribuir, en la deración.
medida de mis fuerzas, al logro de tan
alto propósito, propendiendo, en primer JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

XXII

[PROLOGO A "ARTIGAS Y LA REVOLUCIÓN


AMERICANA"
POR HUGO D. BARBAGELATA] ( 1 )

El autor de las páginas que van a leer- j que revela clara noción de las necesida-
se tiene ganado, en la nueva generación des y oportunidades actuales de los estu-
de mi país, un nombre que ya empieza dios históricos hispanoamericanos. Firme
a optar merecidamente a los prestigios trabajador de archivos y bibliotecas, ha-
de más vasto escenario. La pasión del es- , bilitado como tal por una preparación
tudio, sincera, entusiástica, ferviente, ha i metódica en la que es único entre los
dado temprano complemento a las natu- i uruguayos de su generación, ha visto ya
rales dotes de su espíritu; y así por la • recompensados sus afanes con hallazgos
vasta amplitud, de sus conocimientos his- felices, que prometen abundosa cosecha
tóricos como por la madurez y precisión para los días de la plenitud del traba-
de sus juicios, su palabra goza ya mucho jo. Alentado hasta ahora, exclusivamente,
de la autoridad que se reconoce en la por su. propia desinteresada vocación, lo
de aquellos que han culminado en la será alguna vez por la ayuda oficial de
°dad y en la labor. su país, que tanto necesita estimular las
Oriéntase preferentemente su vocación tareas de sólida y eficaz preparación de
de historiógrafo en el sentido de la in- una literatura histórica. Y a sus condi-
vestigación original y prolija, de la de- ciones de estudioso y de investigador,
puración escrupulosa del hecho, con lo une Barbagelata un vivo y anhelante sen-
timiento patriótico de la historia, un apa-
U [Hugo D. Barbagelaía: Artigas y la revo- sionado entusiasmo por lo que la histo-
Ci
" »n americana (París, Paul Ollendorff, 1917).] ria tiene de majestuosa epifanía de un
1018 jOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

culto nacional, de comunión simpática de •disoluble. Ninguno de los caudillos sud-


un sentimiento colectivo. Ese benedic- j americanos personifica con tan caracte-
tino laico es, a la vez, un caballero an- ;rística energía la democracia espontánea,
dante de las tradiciones y glorias de su ! genial, nacida de las entrañas mismas de
!
pueblo. América; ninguno como él desplegó des-
Bien lo demuestra esta obra, cuyo es- de el primer momento, con tal fe y cons-
píritu de vindicación se dirige a interesar tancia, la bandera de los principios de
y persuadir a los extraños, antes que a organización que habrían de prevalecer
los de la propia tierra; porque en éstos • como fundamento perdurable de la inde-
el amor por Artigas es un sentimiento • pendencia y libertad de los pueblos del
que se identifica y confunde con el mis- ! Continente. Ya estas verdades se abren
rao amor de la patria. Aun cuando la ao 1paso, y a generalizarlas y arraigarlas con-
ción histórica del glorioso caudillo apare- : tribuirá no poco la persuasiva exposición
cía como envuelta en vagas brumas, el j de las páginas que van a leerse.
corazón del pueblo le consagró invariable i No constituyen ellas el único esfuerzo
fe y transmitió su nombre, de generación i consagrado por Barbagelata a tan alto
en generación, con el prestigio legenda- i propósito. Durante su permanencia en
rio de una personificación heroica. So- iEuropa, siempre fijo el pensamiento en
brevino después la obra de crítica y ana- ¡la lejana tierra, ha realizado verbalmen-
lisis, que corroboró las intuiciones del ¡te, por la conversación familiar, en su se-
sentimiento popular y dejó asentada, so- lecto círculo de amigos hispanoamerica-
bre pedestal inconmovible, la estatua nos, una obra de revelación y propagan-
ideal que pronto ha de encarnar en bron- da de la tradición artiguista, obra que,
ce, en una de las plazas de Montevideo. ! por sí sola, constituiría para él un posi-
Pero faltaba difundir por América la ver- , tivo merecimiento patriótico. Gracias a
dad de Artigas, y ésa es la grande oportu- ! su comunicativo entusiasmo, el senti-
nídad de este libro; faltaba encumbrar, a ' miento de Artigas ha llegado así a echar
altura capaz de percibirse más allá de las !raíces en el espíritu de hispanoamerica-
fronteras nacionales, esa figura de epo- nos de alto mérito, que o ignoraban al
peya*, sin duda la más original, sober- gran revolucionario del Plata, o le cono-
bia y arrogante, la que más soberana ¡ cían sólo por la deformada pintura de
fuerza de personalidad vincula, entre sus postumos detractores.
cuantas se destacan en el cuadro de la ' Muchos libros como éste cabe esperar
revolución de nuestro extremo Sur. Po- del brillante porvenir del autor. Y ade-
cas veces las conjuración de los odios ! más de nuevos libros que acrediten va-
heredados, de los egoísmos de nación o j ler intelectual y energía de trabajo, dará
ciudad, de las inercias y rutinas que tra- i también su porvenir frutos de acción y
ban la libre renovación de los juicios hu- ide civismo, ejemplos de los que destacan
manos, ha levantado en derredor de una ¡la superioridad moral del ciudadano; vox'
figura histórica tan espesa nube de pol- ¡que ya, entre los rasgos de su temprana
vo como la que ha venido oscureciendo, ¡ juventud, se diseñan, como los más hon-
ante el extranjero, la grandeza del indo- i damente grabados, la independencia y al-
mable jefe de los «gauchos», del inspira- ' tivez del carácter, sin las cuales el privi-
dor de las gloriosas Instrucciones de j legio de la inteligencia es apenas un vano
1813; pero ya ese polvo efímero se aquie- i resplandor, cuando no un don funesto.
ta y desciende a su lugar, y América y j
Artigas van a abrazarse con abrazo in- ¡ Montevideo, 15 de febrero de 1914.

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «RITMOS Y SENSACIONES» 1019

XXIII

[SOBRE "EL SAYAL DE MI ESPÍRITU"


POR ERNESTO MORALES] (1)

...Veo en su manuscrito de versos sin- dará lo demás; el tiempo, que para los
ceridad lírica, expresión simpática y fe- sinceros y ios fuertes es el triunfo sobre
liz de una juventud que busca en la fres- el propio pasado, es el sueño de perfec-
cura intacta de su vida interior la trans- ción, nunca satisfecho ni rendido:
parente vena de armonía. Lo que no se
adquiere cuando falta, lo «no aprendido» C'est la nuit, l'dpre nuit áu travail d'oü se
de] canto en que se desata el don natural lleve
está presente en esos versos. Lentement, lentement, l'oeuvre, ainsi qu'un
[soleil!
Aun allí donde el ritmo claudica o la
ingenuidad pasa del justo límite, se sien- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
te la promesa de más altas cosas. Es la
obra buena de los veinte años. El tiempo Montevideo.

XXIV

[PROLOGO A "RITMOS Y SENSACIONES'


POR ENRIQUE E. POTRIE] (2)

Grato consuelo concedió la Potestad que nos brinda el halago de su belleza


infinita a la que es su más infortunada y el rescate de nuestra libertad.
y rara criatura cuando le otorgó el don Esto pensaba una vez más leyendo las
¿e imaginar artísticamente, que equivale hermosas y sentidas páginas con que En-
a
un juego o simulacro de omnipotencia rique E. Potrie va a componer su primer
y de creación. El arte es apariencia, fan- libro. He aquí un espíritu juvenil que,
tasía, engaño en suma; pero mientras no mezclado desde sus primeros alientos en
s
e demuestre que lo que llamamos reali- las porfías y luchas de la vida, ha reser-
dad sea otra cosa que ilusión, el arte po- vado el ocio liberador, las treguas casi
drá reivindicar la ventaja de ser una ilu- siempre precarias, para el dulce trabajo
sión consciente y bella, una ilusión con de la imaginación y el pensamiento.
te que nos engañamos a sabiendas por- Esta señal de la fuerza de su vocación
es de aquellas que rara vez se engañan,
(1) [Ernesto Morales: El sayal de mi espí- porque cuando el estímulo se recibe de
tttu (Buenos Aires, 1914).] lo interior de uno mismo y persiste a
") [Enrique E. Potrie: Ritmos y smsacio- pesar de la influencia negativa del medio,
nas
- (Madrid, Imprenta de Juan Pueyo, 1915).] ello significa que la firme conciencia de
1020 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

la aptitud mantiene a la vocación en sus novi litteraturam, introibo in potentias


desmayos. Domini.
Y, en efecto, la aptitud es en este caso Pero el amor sincero, desinteresado,
cierta y clara en la doble orientación con ferviente, de la belleza literaria, y la in-
que se guía, porque bien se ve que el clinación al «ocio con dignidad» del pen-
autor de las páginas que van a leerse samiento son—eso creo—de las influen-
busca a la vez belleza y verdad. En el cias y hábitos que mejor realzan y alec-
fondo de sus imaginaciones hay siempre cionan el carácter. Así, en este escritor
un sedimento de meditación. Gusta de novel la sinceridad de la vocación se
poner en el centro de la fantasía, del complementa con un tono de severa y
cuento, del paisaje, una idea. Es un ar- digna modestia, que cuento entre las con-
tista grave, que va por camino opuesto diciones que más le apartan de la vulga-
al de ía frivolidad, y esto lo singulariza ridad. Y excuso decir que el género de
en su juventud y promete frutos opimos modestia del que hablo no excluye, sino,
para la estación de la dorada madurez. por el contrario, implica y supone la no-
La literatura, cuando hace nido en ca- ble virtud del orgullo.
bezas y caracteres débiles, da lugar a la Sale a luz este primer libro dejando en
más antipática afectación histriónica, a el ánimo del autor ese agridulce com-
la más abominable y risible vanidad que j puesto de esperanza y zozobra por que
quepa en lo humano, con ser el hombre ! todos hemos pasado alguna vez. Séale
tan insondable depósito de vanidades. De j propicio el hado que los libros tienen, se-
aquí que los que frecuentamos tal gre- gún el verso clásico, y encuentre en la
mio solamos volver de sus ágapes trayen- medida del elogio justo la sanción más
do en el alma, si no las palabras, la in- grata y más fecunda para los que verda-
tención del salmista: Omnia non cog- deramente valen y dignamente aspiran.

XXV

[PROLOGO A "NOTAS DE MAFDO"] d)

No es un discípulo de Carlyle en lo ' está en perenne actividad y porque la


tocante al amor del silencio; no le agrá- i actividad de su espíritu es naturalmente
da callar. Piensa que la palabra es bue- simpática y comunicativa.
na y bella, y cultiva ese privilegio hu- ¡ Hombre de ideas y hombre de mundo;
mano con fervor y con arte. Ama la con- ''artista y escritor; a ratos epicúreo, a ra-
versación, para la que tiene el gusto in- ¡ tos lírico; inteligencia escéptica y sensi-
nato y la elegancia adquirida, y sabe con- bilidad apasionada, combina estos varia-
vertirla insensiblemente en monólogo, dos caracteres en el complejo de una
con aquiescencia y deleite del interlocu- personalidad original, interesante y esco-
tor. Pero no confundáis su verbosidad gida. Su cultura mental es de las más ri-
con la de los derrochadores de palabras. cas y multiformes que sea posible encon-
Si habla mucho es porque su espíritu trar en nuestro ambiente. Difícil es lia-
llar el linde a la extensión de sus lectu-
(1) [Notas de Mafdo [Michelangelo Ferrero]ras, que su dominio de las lenguas clási-
(Montevideo, Imprenta y Librería Mercurio, cas y modernas le ha permitido dilatar
1915).] hasta los menos frecuentados confines-

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OBRA POSTUMA.—-10: CRITICA LITERARIA.—«DEL PENSAMIENTO A LA PLUMA» 1021.

Ama los libros con la t e r n u r a minuciosa m i s m o con sus conversaciones q u e con


y el encanto infantil de los bibliófilos de sus escritos, este selecto huésped nues-
raza, Juzga de libros con paladar seguro tro, de la familia espiritual de aquel in-
y refinado; en música es reconocida auto- olvidable Desteffanis, h a hecho o b r a bue-
ridad, y en artes plásticas un «dilettante» na en pro de nuestro adelanto cultural,
experimentado y ameno. de la educación artística de nuestro pú-
Infundid esos elementos en las formas blico, guiado sólo por su hermoso entu-
de una p a l a b r a a n i m a d a y colorida, fre- siasmo de idealista, sin propósito intere-
cuentemente irónica—pero sin que el gra- sado, ni aun en el sentido de la codicia
no de sal o la gotita de ácido pasen nun- de aplausos y de fama.
ca del límite en que los contiene el deli- Si admitimos con Taine que aún que-
cado gusto y la c u l t u r a superior—y ten- dan mil atenienses en el mundo y pen-
dréis una imagen de la conversación de samos patrióticamente que de esos mil
Mafdo. Sus escritos no son sino reflejos
veinte son nuestros convecinos, Mafdo
parciales de esa conversación sin inter-
es, sin duda, uno de ios veinte atenien-
ses de Montevideo.
mitencias, que es como la función espon-
tánea de su naturaleza intelectual. Y lo Montevideo, 5 de febrero de 1915.

XXVI

[SOBRE "DEL PENSAMIENTO A LA PLUMA"


POR MARIO FALCAD ESPALTER]

Con este título, el joven escritor don siempre pueda considerárselos acerta-
Mario Falcao Espalter ha reunido en un dos—y la facilidad y elocuencia de la ex-
elegante volumen, impreso en Barcelona posición, que manifiesta el trato asiduo
Por la casa de Luis Gíli, buen número con los clásicos de nuestro idioma, y se
de artículos literarios, en su mayor parte tendrá idea de los méritos de esta prime-
de índole crítica, que había publicado ra obra, que mucho promete para un
anteriormente en diarios y periódicos. porvenir no lejano.
El conjunto manifiesta la privilegiada Cuando se trata de libros de iniciación,
inteligencia y vasta preparación de este como este de que hablamos, lo importan-
a
ütor novel, y el entusiasmo de su aplica-
ción intelectual, que infunde en su obra te es averiguar si manifiestan la presen-
L
m espíritu de vida y de energía juvenil cia de aquellas condiciones innatas sin
estante para darle excepcional interés. las cuales todos los esfuerzos son va-
Se ve que este neófito de las letras se nos. El tiempo puede traer las condicio-
apasiona realmente por las ideas, lo que nes complementarias, que nacen de la ex-
constituye un verdadero rasgo de supe- periencia, del estudio y de la madurez de
u espíritu, pero la obra juvenil es un signo
°ndad en tiempos en que el propio es-
frntu de la juventud parece más predis- j suficientemente seguro respecto de los
Puesto a apasionarse por intereses subal- favores de la naturaleza.
pinos, Agregúese a esa noble condición Y en este caso cabe afirmar sin vacila-
Perspicacia de los juicios—aunque no ciones que esos favores existen y que el
1022 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

joven escritor que se incorpora con fir- lustre a su nombre y honor a las letras
me paso al grupo de nuestros prosistas nacionales.
ha nacido ampliamente dotado para dar [El Telégrafo, 5 de marzo de 1915.]

XXVII

[TARJETA A GALA PLACIDIA] <D

José Enrique Rodó saluda con su ma- que no puede ser calculada por su re-
yor consideración a la señora Marta Cos- percusión ostensible, pero que se desen-
ta del Carril y le agradece el atento en- vuelve en terreno hondo y seguro. Sea
vío de su interesantísimo opúsculo, tan ése el destino reservado a las páginas
noblemente inspirado, tan elocuentemen- que motivan estas líneas, y encuentren
te escrito y para cuyas sentidas palabras
desea toda la difusión y eficacia que me- en los corazones fácil hospitalidad, lle-
recen. vando como llevan, por epígrafe y lema,
Ese género de exhortaciones que, fren- la contraseña imperecedera de nuestra
te a la desatada violencia de las discor- civilización cristiana.
dias humanas, apelan a la virtud inmune Montevideo, 2 de julio de 1915.
de los sentimientos íntimos y fundamen-
tales del orden social, ejercen una acción [El Plata, 3 de julio de 1915.]

XXVIII

LA GIOCONDA

La Gioconda ha sido robada del Lou- la vanidad de una posesión que no po-
vre. El telégrafo difunde la noticia a los dría hacer saber de nadie. ¿Quién es, en-
cuatro vientos, y millones de corazones tonces?
humanos se estremecen de angustia y de Vasto campo para que la imaginación
ansiedad. Ese trozo de lienzo que des- forje novelas ¿es un enamorado como
aparece tiene la virtud de disputar a las Pigmalión, herido de desesperada locura
amenazas de guerra y a la conmoción de por la forma divina pero insensible? ¿y
huelgas pavorosas el interés de la huma- es un egoísta fanático del arte, que quie-
nidad civilizada. El héroe incógnito y re admirar él, él solo, aquella única ?
siniestro del día es el ladrón de la Gio- misteriosa sonrisa, arrancada un día al
conda. «Indudablemente no es un ladrón torbellino de las formas pasajeras para
vulgar», nos decimos. ¿Para qué había de levantarla por encima del tránsito de las
robar por interés menguado lo que no generaciones y los siglos?
podrá vender?... Tampoco lo ha tentado La imaginación prosigue a este tenor
su cuestionario; y evocando la imagen
(1) [Con motivo del opúsculo Tomando altu- de Helena antigua, por cuya hermosui^
ras.] ¡ se enemistaron pueblos y ardieron lar'

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.-—UNA OPINIÓN SOBRE «ANALES MUNDANOS» 102;

gas guerras famosas, considera que, si la sagrado por el arte se levante al rango
Gioconda apareciese en algún museo de de las grandes preocupaciones humanas
Alemania, la guerra se justificaría por un y monopolice en el mundo todas las con-
motivo más poético e ideal que la dispu- jeturas y todos los comentarios... hasta
ta de un puerto en Marruecos o un pe- el punto de que haya escritores que ten-
dazo del Congo. gan el mal gusto de hablar de esto en las
Unos días más y la realidad nos dará páginas de un álbum, donde sólo debiera
probablemente una explicación vulgar y resonar el loor de la belleza, la inteli-
prosaica, desbaratando las novelas de la gencia, la espiritualidad, que forman el
fantasía. Pero, entre tanto, quedará una triple privilegio de su dueña e inspira-
impresión halagadora para esta civiliza- dora.
ción contemporánea, tan a menudo tilda- [Reproducida en Anales Mundanos, núme'
da de positivista: la impresión de que la ro 6, 1915. El robo ocurrió en 21 de agosto
pérdida de un leve objeto material con- de 1911).]

XXIX

UNA OPINIÓN SOBRE "ANALES MUNDANOS'5

Montevideo, 11 de diciembre de 1915. caba, y esto honra a nuestra Sociedad


Señor don César Alvarez Aguiar. tanto como a usted.
Estimado amigo: Contesto con verda- No conozco en países de lengua caste-
dera satisfacción a su atenta carta. Desde llana revista de esa índole tan primorosa-
la aparición de Anales Mundanos, sigo mente presentada como Anales Munda-
con vivo interés el desenvolvimiento del nos. El consenso general confirma la im-
esfuerzo realmente excepcional, que re- presión mía, y esto debe ser para usted
presenta entre nosotros una publicación
de tales condiciones. Confieso que, al motivo de legítimo orgullo.
verla aparecer, admirando la selección de Le saluda afectuosamente,
su parte artística y la amenidad y ele-
gancia de su texto, dudé de la posibili- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
dad de que se aclimatara en este am-
biente. Ya está probado que me equivo- {Anales Mundanos, 1915.1
1024 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XXX

[UN SALUDO PARA LOS JÓVENES


DE "ARIEL"]

Montevideo, 7 de marzo de 1916. ses y las pasiones que se lleva la corrien-


Señores redactores de Ariel.— San te del tiempo.
José. El solo intento de realizar en ese sen-
Mis jóvenes amigos: Contesto a la afec- tido obra eficaz, ya honra a la juven-
tuosa misiva de ustedes, enviándoles mis tud de ustedes. Pero más aún la honrará
mejores votos por la suerte del nuevo la perseverancia, que es la virtud de los
Ariel que despliega las alas en el grupo fuertes y el talismán de los que triunfan.
juvenil que ustedes representan. Crean ustedes en el interés y en el
afecto con que seguiré el vuelo del nue-
Así se reencarne Ariel en cada genera- vo Ariel, y considérenme su amigc.
ción que llegue a la vida, manteniendo
por siempre la continuidad de una aspi- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
ración ideal, levantada sobre los intere- [Ariel, Año I, núm. 3, San José. 1916.]

AXXI

[PROLOGO A "EL TERRUÑO"


POR CARLOS REYLES] (1)

La obra del escritor, como toda obra que eí genio es, esencialmente, la emanci-
del hombre, está vinculada al medio so- pación respecto de las condiciciones del
cial en que se produce por una relación medio, pero esto debe entenderse en lo
que no se desconoce y rechaza impune- que se refiere a los resultados a que lle-
mente. La misteriosa «voluntad» que nos ga, suscitando nuevas ideas, nuevas for-
señala tierra donde nacer y tiempo en que mas o nuevas realidades. Por lo que toca
vivir, nos impone con ello una solidari- a los elementos de la operación genial, a
dad y colaboración necesarias con las los medios de que se vale, a las energías
cosas que tenemos a nuestro alrededor. que remueve, el genio es, como toda hu-
Nadie puede contribuir, en su grado o mana criatura, tributario de la realidad
limitada esfera, al orden del mundo, sin que le rodea, y cabalmente en compren-
reconocer y acatar esa ley de la necesi- derla y sentirla con más profundidad y
dad. Cuanto más cumplidamente se la re- mejor que los demás consiste el que sea
conoce y acata, tanto más eficaz es la capaz de arrancar de sus entrañas el Pa'
obra de la voluntad individual. Dícese radigma de una realidad superior.
El principio de originalidad local, en
(1) [Carlos Reyles: El terruño (Montevideo, la obra del escritor y del artista, tiene,
Renacimiento, 1916.] pues, un fundamento indestructible. Am-

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «EL TERRUÑO» 1025

pijamente entendido, es condición nece- ginalidad de vida y color de nuestros


saria de todo arte y toda literatura que campos; del carácter de esa embrionaria
aspiren a arraigar y a dejar huella en civilización agreste, donde aún se perci-
ei mundo. Apartarse de la verdad deter- be el dejo y el aroma del desierto como
minada y viva, de lugar y de tiempo, por en la fruta que se vuelve montes la as-
aspirar a levantarse de un vuelo a la ver- pereza de la tierra inculta. La vida de
dad universal y humana, significa en de- los campos, si no es la única que ofrez-
finitiva huir de esta verdad, que para ca inspiración eficaz para el propósito
el arte no es vaga abstracción, sino teso- de originalidad americana, es, sin duda,
ro entrañado en lo más hondo de cada la de originalidad más briosa y entera, y,
realidad concreta. Querer ganar la origi- por tanto, la que más fácil y espontánea-
nalidad individual rompiendo de propo- mente puede cooperar a la creación de
sito toda relación con el mundo a que se una literatura propia, Suele tildarse de
pertenece, conducirá a la originalidad limitado, de ingenuo, de pobre en inte-
facticia e histriónica, que casi siempre rés psicológico, de insuficiente para con-
oculta el remedo impotente de modelos tener profundas cosas al tema campesi-
extraños, no menos servil que el de los no; pero esta objeción manifiesta una
próximos; pero nunca llegará a la es- idea enteramente falsa en cuanto a las
pontánea y verdadera originalidad per- condiciones de la realidad que ha de ser-
sonal, que como toda manifestación hu- vir como substancia de arte. Dondequiera
mana, aun las que nos parecen más ra- que existe una sociedad llegada a aquel
dicalmente individuales, tiene también grado elemental de civilización en que,
base social y colectiva, y no es sino el por entre las primitivas sombras del ins-
desenvolvimiento completo y superior de tinto, difunden sus claridades matinales
cierta cualidad de raza, de cierta suges- la razón y el sentimiento, hay mina sufi-
tión del ambiente o de cierta influencia ciente para tomar lo más alto y lo más
de la educación. hondo que quepa dentro del arte huma-
En literatura americana, el olvido o el no. La esencia de pasiones, de caracteres,
menosprecio de esa relación filial de la de conflictos, que constituye la idea fun-
obra con la realidad circunstante ha ca- damental del Quijote, del Ótelo, del
racterizado, o mejor, ha privado de ca- Macbeth, de El Alcalde de Zalamea, y
rácter a la mayor parte de la producción aun del Hamlet y del Fausto, pudo to-
Que, por los méritos de la realización ar- marse indistintamente del cuadro de una
tística y por la virtualidad de la aptitud sociedad semiprimitiva o del de un cen-
que se revela, compone dentro de aquella tro de alta civilización. Pertenece todo
literatura la porción más valiosa. Junto ello a aquel fondo radical de la natura-
a
esta porción selecta, pero, por lo gene- leza humana que se encuentra por bajo
r
al, inadaptada, una tendencia de nacio- de las diferencias de razas y de tiempos,
nalismo literario que, salvo ilustres ex- como el agua en todas partes donde se
Ce
pcÍones, no ha arrastrado en su co- ahonda en la corteza de la tierra. La
ciente a la parte más noble y capaz del obra del artista empieza cuando se tra-
p'Upo intelectual de cada generación, se ta de imprimir a este fondo genérico la
aa
mantenido, por esta misma circuns- determinación de lugar y de época, indi-
lari
cia, dentro de un concepto sobrado vidualizando en formas vivas la pasión
atrecho, vulgar y candoroso del ideal de universalmente inteligible y simpática; y
Raci
onalidad en literatura. Debemos, sin para esto, lejos de ser condición de in-
^ttbargo, a esa tendencia artísticamente ferioridad el fijar la escena dentro de
eble y provisional lo poco que ha tras- una civilización incipiente y tosca, son
Ce
udido a la expresión literaria de la ori- las sociedades que no han pasado de
Hf>D0.-,.33
1026 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cierta candorosa niñez las de más abun- deleble de su estilo. Ha realizado su obra
dante contenido estético, porque es en literaria de la manera más opuesta a la
ellas donde caben acciones de la más es- publicidad constante y afanosa del escri-
pontánea poesía, costumbres de más fir- tor de oficio; con señoril elección del
me color y caracteres de más indomada tiempo de escribir y el tiempo de dar a
fuerza. Por donde debemos concluir que la imprenta; ajena a toda camaradería de
si la vida de nuestros campos, como ma- cenáculo, y aun a comunicación estrecha
teria de observación novelesca y dramá- y sostenida con el grupo intelectual de
tica, no ha alcanzado, sino en alguna su generación; en altiva soledad, que re-
obra de excepción, a las alturas del cuerda algo del aislamiento voluntario y
grande interés humano, de la representa- de la obra concentrada, y sin moción ex-
ción artística universal y profunda, ha terior, de Mérimée. En Reyles la voca-
de culparse de ello a la superficial de la ¡ ción del escritor no es toda la persona-
mayor parte de los que se le han alle- i lidad, no es todo el hombre. Su voluntad
gado como intérpretes, y no a la pobreza • rebelde, arriesgada y avasalladora, le lm-
de la realidad, cuyos tesoros se reservan, | biera tentado con los azares y los violen-
en éste como en todos los casos, para ¡ tos halagos de la acción, a nacer en tiem-
quien con ojos de zahori catee sus ocul- | pos en que la acción tuviera espacio para
tos filones y con brazo tenaz los desen- i el libre desate de la personalidad y ten-
trañe de la roca. | diese de suyo al peligro y a la gloria. Y
Alegrémonos, pues, de que escritor de aun dentro del marco de nuestra vida
la significación de Carlos Reyles siente i domesticada y rebañega, cuando no vul-
esta vez su garra en el terruño nativo, y \ gar y estérilmente anárquica, la superior
realice la gran novela campera, y por | energía de su voluntad ha dado muestra
medio de la verdad local solicite la ver- i de sí abrazándose a la moderna «aven-
dad fundamental y humana que apete- ' tura» del trabajo, concebido en grande y
cen los ingenios de su calidad. A manera | con idealidad de innovación y de con-
del heroico corredor de aventuras, que | quista: a las faenas de la tierra fecunda,
emigró de niño y forjó en remotas tie- en que, junto con la áurea recompensa,
rras su carácter, trae de allá, domeñada, se recoge la conciencia enaltecedora del
a la esquiva fortuna, para volver ya hom- resabio vencido, de la rutina sojuzgada,
bre y ofrecer al hogar de los hermanos del empuje de civilización impuesto a la
el tributo de la madurez, más fecundo indolencia del hábito y a la soberbia de
que el de la ardorosa juventud, así este la naturaleza. Porque este gentleman füí-
ilustre novelista nuestro, después de ga- mer que, en cuanto novelador, se acerca
nar personalidad completa y fama con- ahora por primera vez a la vida de núes-
sagrada, por otros caminos que los de • tros campos, es, en la realidad, familia'
la realidad característica del terruño, vie- e íntimo con ella, y le consagra amor del
ne a esta realidad en la otoñal plenitud alma, y no sólo le está vinculado por la
de su talento y con la acrisolada pose- aplicación de su esfuerzo emprendedor,
sión de su arte. sino que, como propagandista social V
Otras novelas suyas manifestaron su i económico, pugna desde hace tiempo Voí
maestría para penetrar en el antro de los I reunir en apretado haz las energías dis-
misterios psicológicos e iluminar hasta ¡ persas o latentes del trabajo rural, pat'3
lo más recóndito y sutil, su poder crea- I que adquieran conciencia de sí mismas
e1)
dor de caracteres, a un tiempo genéricos j y desenvuelvan su benéfico influjo
e individuales; su sentido de lo refinado, i los destinos comunes.
de lo extraño, de lo complejo; la amarga I Del campo nos habla esta novela, \
crudeza de sus tintas y la precisión in- i aun pudiera decirse que en favor &'

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «EL TERRUÑO» 1027

campo. Como en el libro improvisado y cual es, y en los conflictos en que lidia,
genial que es, por lo que toca a nuestros no hay duda de que Mamagela lleva la
pueblos del Plata, el antecedente homé- razón de su parte, porque el autor no ha
rico de toda literatura campesina: como colocado junto a ella a nadie que la ex-
en el Facundo, de Sarmiento, la oposi- ceda (quizá debido a que tampoco suele
ción del campo y ciudad forma, en cierto haberle en la extensión de realidad que
modo, el fondo ideal de la nueva obra de reproduce), y los falsos o desmedrados
Reyles; sólo que esta vez no aparece re- idealismos que la tienen de enemiga va-
presentando el núcleo urbano la irradia- len mucho menos que la rudimentaria
dora virtud de la civilización, frente a la idealidad implícita en lo hondo de aquel
barbarie de los campos desiertos, sino sentido suyo de orden y trabajo.
que es la semicivilización agreste, no Con Mamagela, aparece representando
bien desprendida de la barbarie original, Primitivo la energía de nuestras geórgi-
pero guiada por secreto instinto a la la- cas criollas. Felicísima creación la de
bor, al orden, a la claridad del día, la este personaje, que vale por sí solo una
que representa el bien y la salud del or- novela, Primitivo es personificación del
ganismo social, contraponiéndose al de- gaucho bueno, orientado por naturaleza
sasosiego estéril que lleva en las entra- a la disciplina de la vida civil y a la
ñas de su. cultura vana y sofística la vida conquista de la honesta fortuna, que per-
de ciudad. sigue con manso tesón de buey. Hay una
Grande o restringida la parte verdade- intensa y bien aprovechada virtud poéti-
ra de esa oposición social, vuélvese en- ca en esta vocación de un alma bárbara
tera verdad en la relación de arte, que que tiende a los bienes de un superior
es la que obliga tratándose de obras de estado social, con el impulso espontáneo
imaginación. Ha personificado el novelis- con que la planta nacida en sitio oscuro
ta la santa tendencia del genio campesi- dirige sus ramas al encuentro de la luz.
no en un enérgico y admirablemente pin- Así debieron de brotar, en el seno de la
tado carácter de mujer; la vigilante, la- errante tribu de la edad de piedra, las
dina y sentenciosa Mamagela, musa pro- voluntades que primeramente propendie-
saica del trabajo agrario, Sancho con fal- ron al orden sedentario y al esfuerzo rít-
das, Egeria de sabiduría vulgar, cuya fi- mico y fecundo. Primitivo aspira a tener
gura resalta sobre todas y como que pre- , majada suya y campo propio; y de sus
side a la acción. Mamagela es la pruden- I salarios ahorra para realizar su. sueño.
cia egoísta y el buen sentido alicorto, i Cuida sus primeras ovejas con el primor
íue, puestos en contacto con el vano e i y la ternura de un Melibeo de égloga,
^potente soñar y con la bárbara incu- • Rigores del tiempo diezman su majada,
ba, adquieren sentido superior y tras- , y él se contrae, con dulce perseverancia,
cendental eficacia y se levantan a la ca- I a rehacerla, trabajando más y gastando
tegoría de fuerzas de civilización. Como ! menos. El buen gaucho tiene mujer, y la
en el ingenuo utilitarismo de Sancho, hay quiere. Pero he aquí que a su lado ace-
¿ri
el de esa remota descendiente del in- ¡ cha la barbarie indómita y parásita de
Mortal escudero un fondo de honradez la civilización; la sombría libertad sal-
distintiva y de espontánea sensatez, que vaje, que encarna el hermano holgazán
jdentifica a veces las conclusiones de su y malévolo, el gaucho malo, el avatar in-
lu
ff¡Ude perspicacia con los dictados de digno de la raza de Caín, Jaime quita a
a severa razón y de la resta filosofía de Primitivo la mujer y la dicha, y entonces
! v
^ ida. Por sus labios habla la malicia el laborioso afán del engañado se trueca
'-'stica, más rastreadora de verdad que en sórdido abandono; su apacibilidad en
A se
micultura del vulgo ciudadano. Y tal iracundia, su sobriedad en beodez, su
1028 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

natural sumiso en ímpetu rebelde. Ma- sensualidad del aplauso y de la fama;


gistralmente ha trazado el novelista psi- el radicalismo quimérico y declamador:
cológico esta aciaga disolución de un todos los vicios de la degeneración de la
carácter, que llega a su término final cultura de universidad y ateneo, arreba-
cuando aquella mansa fuerza que apa- tando una cabeza vana, donde porfían la
centaba rebaños, vuelta y desatada en el insuficiencia de la facultad y la exorbi-
sentido del odio, consuma el fratricidio I tancia de la vocación, hallan cifra y com-
vengador, al amparo de uno de los en- i pendio en el Tóeles de esta fábula. No es
treveros de la guerra civil, que anega en i necesario observar, en descargo de los
la sangre de su multiplicado fratricidio j que a la ciudad pertenecemos, que Tó-
el generoso Fructidor del terruño. Todo i eles no es toda la ciudad, no es toda la
ese trágico proceso rebosa de observa- ¡ cultura ciudadana, aunque sea la sola
ción humana, de patética fuerza, de su-) parte de ella que el autor ha querido
gestión amarga y profunda. j poner en contraste con la vida del cam-
Sobre este mismo fondo de ía guerra | po; pero la verdad individual del perso-
ha destacado el autor, esbozándolo sólo, j naje, y también su verdad representativa
pero en rasgos de admirable verdad y j y genérica, en tanto que no aspire a sig-
expresión, la figura de mayor vitalidad i nificar sino ciertos niveles medios de la
poética y más enérgico empuje de cuan- cultura y del carácter, no podrán desco-
tas entran en su cuadro: Pantaleón el nocerse en justicia. Tóeles es legión; co-
montonero, ei caudillo; ejemplar de los mo ío es, por su parte, el positivista men-
rezagados y postreros, de una casta he- guado y ratonil, especie con quien la pri-
roica, que el influjo de la civilización mera se enlaza por una transición nada
desvirtúa, para reducirla a su yugo, o ' infrecuente ni difícil en ía dialéctica de
para obligarla a rebajarse al bandoleris- i la conducta. De la substancia espiritual
mo oscuro y rapaz. Es el gaucho en su I de Tóeles se alimentan las «idolatrías»
primitiva y noble entereza; el gaucho se-1 de club y de proclama; los fetichis-
ñor de los otros por la soberanía natu-' mos de la tradición, los fetichismos de
ral del valor y la arrogancia; el legenda- I la utopía, las heroicas vocaciones de La
rio paladín de los futuros cantos popu- ¡ gatomaquia, la ociosidad de la mala lite-
lares; majestuoso y rudo, al modo de los i ratura..., y del desengaño en que forzosa-
héroes de Homero, de los Siete Capita-1 mente paran esos falaces espejismos alí-
nes de Esquilo, o de los Cides, Bernardos ¡ méntanse después, en gran parte, las
y Fernán González de la epopeya caste- ¡ abdicaciones vergonzosas, las bajas simo-
llana. El cuadro de la muerte de Panta- ¡ nías del parasitismo político, común re-
león, por su intensidad, por su grandeza, ¡ fugio de soñadores fracasados y de vo-
por su épico aliento, es de los que pa- ! luntades que se han vuelto ineptas pata
recen reclamar la lengua oxidada y los ¡ el trabajo viril e independiente. Aquellos
ásperos metros de un cantar de gesta. | polvos de falsa idealidad traen, a menu-
Mientras en esos caracteres tiene re- ' do, estos lodos de cínico utilitarismo.
presentación el campo, ya laborioso, ya ! No es, desde luego, la aspiración ideal
salvaje, la propensión y la influencia del ¡ lo que está satirizado en ese mísero Tó-
espíritu urbano encarnan, para el nove- j eles, sino la vanidad de la aspiración
lista, en la figura de un iluso perseguidor | ideal. No es en Dulcinea del Toboso _en
de triunfos oratorios y de laudos profé- j quien se ceban los filos de la sátira, sino
ticos; apóstol en su noviciado, filósofo i en Aldonza Lorenzo. Y este sentido apa-
que tienta su camino. La especulación i rece con clara transparencia en la repi'e'
nebulosa y estéril; la retórica vacua; la ! sentación de aquel carácter, cuando, con-
semiciencia hinchada de pedantería; la ' vertido Tóeles en predicador de ideales

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.—PROLOGO A «EL TERRUÑO» 1029

positivos y concretos, la vanidad de sus el contacto de la vida en los espíritus


sueños, tan fatuos, se remonta a las nu- para quienes no existe diferencia entre
bes como cuando desciende al polvo de la categoría de lo real y i a de lo soñado.
la tierra. Entre el trabajo utilitario, enér- Así se levanta el valor genérico de esta
gico y fecundo y la aspiración ideal sana figura por encima de la intención satí-
y generosa no hay discordia que pueda rica que envuelve, pero que no recae so-
dar significado racional a un personaje bre lo más esencial e íntimo de ella; y
o a una acción de novela: hay herman- así adquiere, por ejemplo, hondo sentido
dad y solidaridad indestructibles. Los y sugestión bienhechora la hermosa es-
pueblos que mayor caudal de cultura cena final, en que la cabeza abrumada
superior y desinteresada representan en ¡ del soñador descansa en el regazo de la
el mundo son, a la vez, los más podero- compasiva Mamagela, como en el seno
sos y los más ricos. La propia raíz de de la materna realidad reposan las ven-
energía que ha erigido el tronco secular, cidas ilusiones humanas y hallan la per-
y desenvuelto la bóveda frondosa, es la suasión que las aquieta o las hace rever-
que engendra la trama delicada y el sua- decer transfiguradas en sano y eficaz
ve aroma de la flor. Y la eficacia con que idealismo.
Reyles vilipendia, novelando o doctrinan- Mucho cabría añadir de los personajes
do, los idealismos apocados y entecos secundarios que en la obra intervienen;
(aunque él se imagine a veces que estos del fondo de descripción, en que, si en-
dardos suyos van a herir a los tradicio- tra por poco el paisaje virgen y bravio,
nales y perennes idealismos humanos) de sierra y monte, hay toques de incom-
consiste en que él mismo es un apasio- parable realidad y primor para fijar
nadísimo idealista, y tal es la clave de su nuestro paisaje «de geórgica» y nuestros
fuerza, y por serlo se ofende mucho más usos camperos, y para interpretar la
con el remedo vulgar y vano del sagrado oculta correspondencia de las cosas con
amor a las «ideas» que con la resuelta la pasión humana a que sirven de coro;
furia iconoclasta; aquella que, negando del estilo, en fin, siempre justo y preciso
el ideal, le confiesa paradójicamente y i y a menudo lleno de novedad, de fuerza,
como que nos le devuelve de rebote por plástica y color. Pero ya sólo notaré,
el mismo soberano impulso de la ne- para llegar al fin de este prólogo, una
gación. particularidad que me parece interesan-
Pero, aunque extraviada y estéril, la te, del punto de vista de la psicología
inquietud espiritual de Tóeles es, al fin, literaria, y es la frecuencia y la jovial
el desasosiego de un alma que busca un serenidad con que se reproduce en el
objeto superior al apetito satisfecho; la curso de la narración el efecto cómico,
sed del ideal arde en esa conciencia ator- a pesar de que nunca fué ésta la vena,
mentada; y por eso, del fondo de sus peculiar del autor, y de que ha sido la
vanas aspiraciones y sus acerbos desen- novela engrendada en días, para él, de
gaños trasciende, ennobleciendo su inte- j más amargura que contento; nueva com-
r
és psicológico, una onda de pasión ver- probación de una verdad que yo suelo
dadera y de simpatía humana, como tras- recordar a los que entienden de manera
cienden de la hez de un vino generoso demasiado simple y estricta la relación
1?
- íuerza y el aroma del vino. El dolor de la personalidad y la obra, es a saber:
de su fracaso es la sanción de su incapa- que la imaginación es el desquite de la
cidad y flaqueza; pero es también, por realidad, y que, lejos de quedar constan-
delicado arte del novelista, imagen y re- temente impreso en las páginas del libro
Presentación de un dolor más noble y el ánimo accidental, ni aun el carácter
más alto; del eterno dolor que engendra firme de quien lo escribe, es el libro a
1030 JOSÉ EiNERIOUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

menudo el medio con que reaccionamos resca. Del orden de narraciones que re-
idealmente contra los límites de nuestra quieren como auditorio a la gente pro-
propia y personal naturaleza. pia, pásase al libro novelesco que, mer-
En el desenvolvimiento de nuestra li- ced al consorcio de la verdad local y el
teratura campesina, esta novela repre- interés humano, puede llevar a otras
sentará una ocasión memorable, y por tierras y otras lenguas la revelación ar-
decirlo así, un hito terminal. De la es- tística de la vida original del «terruño».
pontaneidad improvisadora e ingenua, Y esta nueva obra de Reyles, que por
en que aún aparece aspirarse el dejo de su alto valer de pensamiento y de arte
la relación del payador reencarnándose confirmará para él los sufragios del pú-
en forma literaria, pásase aquí a la obra blico escogido, reúne al propio tiempo,
de plena conciencia artística, de compo- más que otras de su autor, las condicio-
sición reflexiva y maestra, de intención nes que atraen el interés del mayor nú-
honda y trascendente. De la simple man- mero, por lo cual puede pronosticarse
cha de color, o de la tabla de género que será entre las suyas la que preferen-
temente goce de popularidad; género de
circunscrita a un rincón de la vida rústi- triunfo que, aun cuando vaya unido a
ca, pásase al vasto cuadro de novela, en otros más altos, tiene su halago anima-
que, concentrando rasgos dispersos en la dor y violento, y sin cuyo concurso pa-
realidad, se tiende a sugerir la figuración recerá que falta un grano de sal en la
intuitiva del carácter del conjunto, de la más pura gloria del artista.
fisonomía peculiar de nuestro campo, co-
mo entidad social y como unidad pinto- Montevideo, marzo de 1916.

A.XXJ.1

EN LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO


La grandeza de los destinos literarios, ] raleza de su genio y el carácter de la
como de todos los destinos humanos, tie- ' obra artística o social que la necesidad
ne una parte que procede de circunstan- de su época reclamaba, forman legión
cias exteriores, independientes de la vo- entre los íncomprendidos y los fracasa-
luntad y del genio. Es la armonía dicho- dos a medias, En cambio, hay seres de
sa entre el momento en que se llega elección que vienen cuando son espera-
y el género de obra de que se es capaz; dos; que traen dentro de sí ía respuesta
es la cumplida adecuación de la índole para la pregunta que encuentran en los
de las propias facultades a la oportuni- labios de todos; la manera de verdad o
dad del tiempo y del lugar en que ellas belleza en que han de reconocer sus con-
han de revelarse, lo que asegura al escri- temporáneos la parte de ideal que les
tor y al artista la plenitud de su destino : estaba reservada en el tiempo.
y la culminación de su gloria. Aquellos ' El gran poeta que hoy lloramos fué de
que llegaron demasiado temprano o de- esos bienvenidos a la realidad del mun-
masiado tarde; aquellos que, nacidos en do. Llegó a la hora en que su portentosa
el seno de otra generación, hubieran sido fuerza personal podía realizar obra más
grandes y gloriosos, y vieron rebajada oportuna y conquistar fama más excelsa.
su talla por la discordia entre la natu- En días de poesía apasionada o de poesía

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OBRA POSTUMA.—10: CRITICA LITERARIA.-—EN LA MUERTE DE RUBÉN DARÍO 1031

tribunicia; en días corno los de Ricardo pontífice lírico, el Cesar de dos genera-
Gutiérrez o de Andrade, su numen se hu- ciones subyugadas por la extraordinaria
biera amenguado en la violenta adapta- simpatía de su imaginación, vincula aún,
ción a tonos que no eran los suyos; o si cabe, mayor prestigio de triunfo y ma-
bien, cediendo a lo espontáneo de su ravilla. Ninguna otra influencia indivi-
instinto o permaneciendo solo, hubiera dual se había propagado en América con
quedado sin correspondencia ni eficacia. tal extensión, tal celeridad y tan avasa-
Vino cuando la necesidad temporal, en llador imperio. Durante veinte años, no
poesía de habla española, era la tenden- ha habido, de uno a otro confín del Con-
cia a la selección, al refinamiento; la re- tinente, poeta que no llevase, más o me-
acción contra la espontaneidad vulgar y nos honda, en el alma, la estampa de
la abundancia viciosa; el predominio de aquella garra innovadora. Su dominio
lo que en la poesía hay de arte sobre lo trascendió más allá, y por vez primera,
que hay en ella de confesión sentimental i en España, el ingenio americano fué aca-
o de energía de propaganda y de comba- ¡ tado y seguido como iniciador. Por él la
te. Apareció cuando era necesario que | ruta de los Conquistadores se tornó del
repercutiese, en lengua de Góngora y i ocaso al naciente. Y esta soberanía irre-
Quevedo, un movimiento de liberación ; sistible es tanto más excepcional y pere-
y aristocracia artística que había tríun-1 grina cuanto que fué alcanzada por la
fado en casi todo idioma culto. Y nunca virtud del arte puro, sin la fuerza mag-
se vio tan preciso acuerdo entre las con- nética de un ideal de humanidad o de
diciones de la obra que había de cum- raza, de esos que convierten el canto del
plirse y la natural disposición del llama- poeta en verbo de una conciencia co-
do a ejecutarla. Jamás hubo poeta ame- , lectiva.
ricano que corno él anticipase los carac- Su nombre, que ya tenía, en vida de
teres propios de un ambiente de cultura él, cierta vibración de nombre ideal y
legendario, resonará en el tiempo con el
multisecular; que tuviera como él el poder evocador de un símbolo de reno-
sentido de lo precioso y exquisito; que vación y poesía, como el del Apolo Hi-
manejara el oro de los ritmos con tal i perbóreo, que el mito clásico representó
sutil primor de artífice, que concibiera y sobre aéreo carro de cisnes, difundiendo
dibujara y colorease la imagen con tal nueva belleza y nueva vida en el seno
delicadeza y tal entendimiento del matiz. de la naturaleza arrancada al letargo del
Grande es el poeta por su obra per- invierno,
sonal; pero el agitador en el campo del
arte y propagador de formas nuevas, el [Nosotros, Buenos Aires, febrero de 1916.]

FIN DE
«CRITICA Y CORTESÍA LITERARIAS»
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11

ESCRITOS POLÍTICOS
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ESCRITOS POLÍTICOS

PROLOGO
T y NA misma doctrina sostiene la ac- '• Rodó con una precisión que vuelve
I I tividad política de Rodó en el Par- \ inoportuna cualquier glosa. Los cuatro
lamento uruguayo y su actividad ! primeros testimonian su adhesión ju-
política en la Prensa; un mismo pen- venil al cuestismo, pero apuntan ya, cía-
Sarniento político que se va formando, i ramente, las exigencias de su elevado
sobre la herencia tradicional del Par- sentido político. Una discrepancia con el
tido Colorado, y va logrando concretar- : cuestismo aparece indicada en el texto
se en una posición personal que Rodó de El Día (1902) sobre El problema pre-
impone en la lucha enconada de las \ sídencial. Rodó resulta vinculado a la
fracciones políticas (según se ha mos- [política rectora de José Batlle y Ordó-
trado en su biografía: Introducción ge- \ñez, a cuya elección presidencial aporta-
neral, I). Lo que varía es la forma de j ría sus mejores esfuerzos de diputado,
exposición de ese ideario. En la Cá- ¡£/ período de su adhesión a Batlle se
niara de Diputados, su palabra tiene ¡ c¿erra con ¡a extensa y magnífica carta
un tono mfc permanentemente magis- i a Ricaráo L Areco (publicada en El
tral y oratorio; en la Prensa, su cola- ; P a í ¡ m ) m tmm a des Hnms

nuZZ"1 °SCía eHt7 !SCUrS° r°~ ¡ ¿ P^ceso de los últimos diez años de
nunciado en hora solemne (v que el pe- i . ; ,,,. . ,., . „
riódico difunde) y la nota irónica 0 ^ a política e institucional y apoya,
mordaz que hasta puede ser firmada ! p o r ultmm vez' la nueva candldatura de

Calibán, como sucede a veces, y así re- \Batlle- A Partvr de esta ¿echa> las dis"
vela el tono con que ha sido escrita. ' H n t a s Piezas lo muestran distanciándose
Estas consideraciones han fomentado la ! d e &> oponiéndose a la Reforma Consti-
e
scisión en dos series de los testimo- \ tucional que propone y combatiendo el
ni
os de su actividad política. En esta ¡Colegiado, con el sarcasmo o la impre-
Pñmera, y bajo el título de Escritos po- | cación. Lo muestran también acompa-
uticos, van los trabajos misceláneos que ¡ fiando a quienes fueron atacados por
instituyen su principal aporte peñó- jBatlle o lo enfrentaron: a José Pedro
«ico. En la siguiente se insertan exclu- \ Ramírez, (1913), a Manuel Dubra
Mantente los Discursos parlamentarios, ¡ (1913), a Antonio Bachini (1915). Los
"° es necesario encarecer la impor- }dos últimos textos de esta serie expía-
a
ncia de los escritos que aquí se re- '¡non la doctrina anticolegialista de Rodó:
uien en volumen por primera vez. Ellos ¡ las raíces con que hunde su pensamien-
''°cumentan la evolución política de j to en la tradición secular del Partido
1036 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Colorado y ¡a denuncia de un régimen Barbagelata incluye en su edición del


que él creía de ambición personal. Epistolario (París, 1921). Los otros tex-
Sólo una de las veintiséis piezas que tos son virtualmente inéditos y han sido
se publican ahora había sido recogida tomados de tas mismas fuentes origina-
por sus compiladores postumos: la car- íes, como se indica al pie de cada uno
ta anticolegialista de 1916 que Hugo D. \ de ellos.

LA JUVENTUD
Y EL PARTIDO COLORADO
La juventud del Partido Colorado no tende, por cierto, ser más ambiciosa ni
se resignaría jamás a cargar sobre su más descontentadiza que las generaciones
conciencia cívica la culpa de permane- anteriores, en la reivindicación de sus de-
cer indiferente, al aproximarse la defi- rechos y en su exigencia de los funda-
nitiva jornada en la lucha de aspira- mentales bienes de la vida democrática.
clones, de sistemas y de ideales de go- j Nuestras aspiraciones no son las de in-
bierno, que, desde hace algún tiempo, j sensatas utopías ni las de idealismos
se desarrolla con creciente animación ] impacientes. Nuestras aspiraciones son
en el escenario político del país. ! las que están en todos los labios y de-
Ella no llegaría a consolarse tampo- ben estar igualmente en todos los cora-
co de haber incurrido en la irresolu- ! zones. Son, en una palabra, las del país,
ción o en la insensatez de vacilar por j que no pide sino el decoro, el orden, la
un momento entre los combatientes de i confianza, que ha necesitado hasta hoy
1
esa lucha. para su prosperidad; que necesita hoy
De un lado, la representación inequí- para su vida. Son las que invocan y han
voca, indudable, del corazón y de los invocado siempre, lo mismo los hombres
sagrados intereses del pueblo. Del otro de buena fe, como inspiración de su pro-
lado, las disciplinadas huestes de una oli- paganda y de sus actos, que los tribu-
garquía que pugna por la imposible per- nos falaces y los desleales mandata-
petuación de su entronizamiento y en la rios, para burlarlas, traicionarlas y es-
que se personifica un régimen que el carnecerlas. Son las que han tenido su
país abomina y rechaza con todas las expresión, lo mismo en el manifiesto
fuerzas de su alma, con todas las ener- nacionalista de 1872, y en el manifiesto
gías del legítimo interés herido y de la constitucional de 1880, y en el manifies-
indignación, con el supremo e irrefre- to colorado del mismo año, sinceros y
nable esfuerzo que la desesperación sabe espontáneos arranques del sentimiento
arrancar de la propia debilidad del can- nacional, que en la proclama de los moti-
sancio. ! ñeros del 75 o en el programa presiden-
Es el porvenir de la República el que cial de 1890, las dos manifestaciones
se juega en la partida, de manera solem- supremas de la ironía y el sarcasmo en
ne. Cierta parte del porvenir está en la literatura política de la República-
nosotros. Nosotros nos adelantaremos Queremos el gobierno efectivo del P a r
para hablar en nombre del porvenir. ' tido Colorado, por el encumbramiento
eJ
La generación que se levanta, no pre- I de sus hombres mejores; queremos

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OBRA POSTUMA.—Ií: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL PARTIDO COLORADO 1037

régimen de la probidad en el gobierno, tra todas las iniquidades, contra todas


que arraigue prácticas honestas e impi- ! las injusticias, en la prensa, en el pan-
da peculados; queremos la extinción ra- ¡ fleto, en la tribuna. Hemos visto vol-
dical de ese sistema de la usurpación ver a sus filas ciudadanos que son,
del voto, de la mentira electoral, con- por la sola fuerza de su personalidad,
fesada y alardeada, que nos deprime en j un centro potente de atracción para
nuestra dignidad de pueblo libre y que ; la juventud que busca su puesto de
hará de nosotros—incorporándose defi- ¡ combate en la vida pública. Nos reco-
nitivamente ai organismo de nuestra vi- I nocemos suyos, en fin, y sentimos su
da pública, como por derecho consuetu- I espíritu en nosotros. Pero esa nuestra
dinario—el ludibrio y el escándalo de j propia lealtad nos autoriza para hablarle
América. Queremos sustituir la privan- i con la franqueza varonil con que puede
za de los caudillos complacientes con el i hablarse a los fuertes.
dominio de los hombres justos y ca- I Digámosle, pues, al Partido Colorado
paces. ¡ que el país ha tenido derecho hasta
Convencidos de la fuerza virtual de hoy para reclamar de él más de lo que
nuestra nacionalidad para constituir un él le ha concedido, y que su actitud en
pueblo organizado y libre; convencidos la hora presente será la decisiva de su
de que ella ha comprado bien caro su fuerza y de su honor.
derecho a vivir la vida de las institucio- Digámosle que para llamarse el parti-
nes por sacrificios y por esfuerzos que do de la libertad; para aspirar a perpe
se renuevan de generación en genera- tuarse en la vida política de un pueblo
ción, poniendo a prueba el temple y la con la representación de los ideales más
vitalidad altiva de la raza; profundamen- avanzados de la democracia, no basta le-
te convencidos de la dignidad de nues- vantar en alto la bandera de la Defensa,
tros destinos y de la dignidad de nues- del Paraguay y de Caseros; no basta ex-
tras tradiciones, nosotros renunciamos tender la mano hacia el pasado y rnante-
a la escéptica conformidad de ios que i nerla así, con la actitud orgullosa del
abandonan a un porvenir indefinido la que pretende tener en la nobleza de sus
solución de nuestros más vitales proble- I blasones una disculpa de su indolencia o
mas, y creemos que ha llegado la hora j una justificación de su incapacidad. Es
en que una grande, una fecunda, una de- i necesario vincular de una manera efecti-
finitiva transición debe verificarse en la va esas tradiciones de gloria en el pro-
vida política del país. 1 grama y con la acción del presente; es
Confiamos, pues, en la aptitud insti- necesario seguir escribiendo en la reali-
tucional de nuestro pueblo. A aquellos dad la historia del partido; hace fah
que, al oírnos, sonrían con la sonrisa I ta restablecer en su seno el predominio
helada de la decepción, debemos confe- de los mejores y depurarle de los in-
sarles que tenemos otra debilidad. Cree- fieles a su credo, de los que profanen su
mos también en la aptitud institucional divisa, de los que comercien con su tra-
de nuestro partido. dición, de todos los elementos bastardos
Formando parte de él, no creemos sei traídos del fondo oscuro a la superficie
las fibras galvanizadas de un cadáver. ¡ por el desorden y la subversión de vein-
Hemos fraternizado en sus asambleas tu- I te años. Sin eso, la invocación del pasa-
multuosas, y lo hemos reconocido fuerte j do y de sus glorias, única manifestación
c
pn el sentimiento de su histórica mi- de un vacío partidarismo, será sólo re-
sión y animado de generosos anhelos, tórica candorosa o embustera—de buena
durante los días sombríos, hemos oído o de mala fe—, al fin, inútil y fastidio-
asonar en primer término, su voz, con- sa retórica; porque si no es lícito a las
1038 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

generaciones hacerse un título de capa- Los dos gloriosos precedentes de con-


cidad de la obra de los que las precedie- cordia que tiene en la historia del país
ron, ni se calma la sed de justicia de la paz que, no hace aún cinco meses,
los pueblos con el espejismo de las hizo desbordarse el alborozo de todos
fuentes remotas que apagaron su sed los sanos corazones, preceden inmediata-
en el pasado, digámosle al Partido Co- mente a las más brillantes páginas de
lorado que si la tradición de los par- nuestra vida parlamentaria, que son a
tidos no ha de servir para inspirar su la vez su consagración y su efecto.
acción en lo futuro, esa tradición pierde La paz histórica de octubre abrió las
todo su sentido y toda su fuerza y se puertas del Viejo Cabildo a aquella me-
convierte en el tinte descolorido de un morable asamblea de 1852, donde los
cintillo; bueno, tal vez, para arrastrar y elegidos de una generación excepcional
fascinar a muchedumbres inconscientes, —Manuel Herrera y Obes y Juan Carlos
pero absolutamente incapaz para sugerir Gómez, Eduardo Acevedo y Cándido Joa-
una idea o un sentimiento en los espí- nicó—-saludaron la reanudación del ré-
ritus un poco levantados sobre el nivel gimen de las instituciones y la consa-
de las muchedumbres. graron con el civismo y la elocuencia.
Aleccionado severamente por la caída La paz de abril congregó, bajo los aus-
desastrosa; fortalecido por la inspira- picios de la fraternidad, a aquella bri-
ción de su histórica leyenda; colocando llante Asamblea de 1873, en la que José
ante si la cohorte cívica que merece cus- Pedro Ramírez, José Vázquez Sagas turne
todiar su bandera tanto tiempo profa- y Pedro Bustamante, Ambrosio Velazco
nada por mercenarias manos, el Partido y Agustín de Vedia, llevaban la voz de
Colorado puede aspirar todavía a avan- otra gran generación, que recogió con
zar con firme paso al porvenir. diestra firme las armas de las contien-
Es una grande obra la que se le ofre- das democráticas de manos de la que
ce, como prueba de su cívica resurrec- había probado la pujanza de su mente
ción, una vez que se hayan impuesto las y su brazo en la constitución de la na-
soluciones imperiosamente reclamadas cionalidad y en las jornadas de la De-
por la conciencia pública. fensa.
La paz de 1897—punto de arranque de La obra santa de la nueva paz necesi-
una evolución que no puede fracasar ni ta ser consagrada, como las anteriores,
interrumpirse sin precipitarnos en la ig- por la iniciación de un gran período par-
nominia y el desastre—recuerda al Par- lamentario, que arroje luz, y no sombras
tido Colorado con las palabras de su e ignominia, sobre la vida polítiva de la
cláusula fundamental, la que le obliga a República; necesita ser consagrada por
poner un. límite seguro al sistema de la la aproximación, de los ciudadanos mejo-
falsificación del sufragio, la más urgen- res—de los proscritos y derrotados de
te y cuantiosa de las deudas morales ios últimos veinte años, de aquellos que
que había contraído ante la historia y nos hemos acostumbrado a ver en la lla-
ante el país. nura y que viven en ella sin la nostalgia
El ha saldado, debemos creer que de- de las cimas—en el seno de una Asam-
finitivamente, otra de sus deudas de blea que nos resarza de tan prolongada
honor, restableciendo sobre sólidas ba- suspensión de la verdad representativa y
ses el imperio de la moral administrati- en la que reconozcamos el cerebro y el
va. Consagre por entero la resurrección corazón de la República.
de sus tradiciones generosas, llamando He ahí la grande obra a la que debe
a los ciudadanos al ejercicio de la liber- aprestarse el partido que tiene en sus
tad electoral. manos la suerte del país y lo que la con-

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OBRA POSTUMA—íl: ESCRITOS POLÍTICOS.—¿QUE SERA DEL COLECTIVISMO? 1039

ciencia pública exige de los hombres que durante tantos años para dar visos de le-
la representan. gitimidad y de honor a todos los abusos
Ha llegado el momento solemne de su de la fuerza; para encubrir y decorar to-
vida. Es también un solemne momento das las ambiciones bastardas; para co-
en la vida de la nacionalidad. honestar todos los atentados y todas las
La juventud que ha resistido a la des- ignominias, propicie serenamente la re-
moralizadora impresión de los tiempos construcción del edificio institucional, y
de abatimiento y decadencia del Partido haga destacarse, libre del polvo que aún
Colorado, y se le ha mantenido fiel, ven- la desluce, su tinte vivaz sobre los hori-
cida por la subyugadora fuerza de sus zontes de la patria, nos sentiremos alti-
tradiciones, espera que la solución del vos, los que nunca dudamos de la posi-
problema que hoy mantiene al pueblo en bilidad de su regeneración, por haberle
angustias—abriendo una era nueva en la permanecido fieles en la hora de la deca-
historia de nuestra vida política—justifi- dencia y del infortunio.
cará ampliamente esa fidelidad.
Cuando la histórica bandera explotada
vA [El Orden, 10 de febrero de 1898.]

II

¿QUE SERA DEL COLECTIVISMO?

agrupaciones políticas cuya cohe- consistente y efímera una vez que ha des-
sión no responde a la fuerza impersonal cendido a ocupar su puesto en la llanura,
de una idea, a una aspiración distinta El interés es voraz, es impaciente; los
de las aspiraciones groseramente utilita- sentimientos desinteresados se concillan
rias que convierten en objeto de medro mucho mejor con la resignación, con la
y lucrativo modo de vida la dirección espera, con la conformidad. El corazón
de los intereses públicos: las oligarquías puede vivir de recuerdos y esperanzas;
y ios personalismos, no pueden tener ja- el estómago no se satisface con esperan-
más, en la derrota y el infortunio, aque- zas ni con recuerdos. Los que tienen ubi-
lla solidez colectiva, aquella energía re- cado su criterio político en el estómago
sistente que es Eruto de las influencias no serán capaces nunca de despreocupar-
tonificantes de la convicción y de la fide- se de la derrota del presente y marchar
lidad a una idea desinteresada. tranquilos y confiados al porvenir.
Ninguna agrupación más unida y ar- Los jefes de los partidos personales
mónica que ellas en los días del triunfo son, entre los hombres, los que más
y de la prosperidad, porque satisfechas hondo han sentido los golpes de la ingra-
las ambiciones personales de cada uno, titud. Esto se explica. Las ambiciones ha-
"ena la copa del festín, no hay lugar a lagadas levantaron sobre los hombros el
conflictos ni disidencias. Todo lo demás pedestal de su encumbramiento; esas
c
s objeto de un desdén olímpico para los mismas ambiciones lo dejan caer cuando
asociados, que abandonan generosamente sus fuerzas no han sido convenientemen-
ta marcha y los destinos del país a la te reparadas por una cena bien servida.
noluntad caprichosa del que los dirige En nuestra historia no escasean, por cier-
y ios halaga. to, los ejemplos.
Pero ninguna otra agrupación más in- Don Julio Herrera y Obes experimen-
1040 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tara bien pronto (acaso lo estará expe- nuestra escena política eclipsarán todos
rimentando ahora mismo), el duro peso los olvidos e ingratitudes del teatro y la
de esa ley. No quiso ser el centro de novela!
atracción de las voluntades animadas por La vieja fórmula de la lealtad monár-
el deseo del bien, y de los sanos corazo- quica: ¡El Rey ha muerto; Viva el Rey!
nes, cuando todo se le presentaba fácil puede también pasar como la fórmula
para restablecer de una vez para siempre adecuada de la consecuencia peculiar a
el imperio de las instituciones libres y los parásitos de la política en todas par-
levantar bien alto la bandera del Partido tes del mundo. Ellos son consecuentes en
Colorado; y prefirió ser el núcleo a cuyo adhesión incondicional a la autoridad, al
alrededor se congregaran los intereses poder, a la capacidad de dar prebendas y
bastardos y las mismas ambiciones, nece- honores; nunca en su adhesión a las per-
sitadas de un cacique que diese unidad sonas por sí mismas, por su significación
y fuerza a la tribu. Aquellos que le hu- moral, por las ideas y principios que re-
biesen rodeado si hubiera sido leal a presentan.
sus promesas, le acompañarían todavía El colectivismo murió como partido
hoy, en la derrota o en el triunfo, por- desde el momento en que perdió sus po-
que el prestigio que radica en el bien siciones en las alturas. El tiempo será
realizado, nunca se desvanece entre los rápido en la obra fácil de disolverlo y
amigos del bien. Los que le rodearon distribuir los elementos que lo formaron.
y halagaron porque fué infiel a su tradi- Al lado del doctor Herrera quedará
ción política e hizo burla de las aspira- siempre—reconozcámoslo en homenaje a
ciones legítimas del pueblo, le abandona- su justicia—un grupo de amigos sinceros,
rán bien pronto, le habrán abandonado entre los que hay hombres de lealtad y
ya en lo íntimo de sus conciencias, y de corazón. Pero para mantener unido
esperarán que llegue la primera oportu- y fuerte a un partido en la derrota, no
nidad favorable para contribuir de he- hay eficacia bastante en la personalidad
cho a su desgracia y a su anulación. política del doctor Herrera, El único
¡Ah, cuando se escriba la leyenda de medio de recuperar partidarios sería pa-
la ingratitud de los discípulos del doctor ra él la vuelta al poder; ¡y es para volver
Herrera! ¡Entonces El rey Lear, de al poder que se necesitan verdaderamen-
Shakespeare, y el Papá Goriot, de Bal» te partidarios!
zac, parecerán sólo pálidos cuadros de VlNCY.
la maldad de los hijos ingratos, porque
las criaturas de ese padre fecundo de [El Orden, 19 de febrero de 1898.]

III

LA PALABRA DEL DOCTOR


SIENRA CARRANZA
El doctor don José Sienra Carranza \ das por este ilustrado compatriota en
ha publicado en nuestro estimado colega uno de los últimos números de El Na-
;
La Razón una interesante carta política cional sobre los acontecimientos que han
dirigida al señor don Agustín de Vedia, venido a modificar, esencial y definiti-
con motivo de las apreciaciones formula- ; vamente, la situación política del país.

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL DOCTOR SIENRA 1043

Tiene derecho a ser oída con respeto tica, a afirmar y consolidar el triunfo de
la palabra honrada del doctor Sienra Ca- la causa del pueblo.
rranza. Su personalidad reúne todos los Una de las vacantes producidas en el
merecimientos que la virtud cívica y el | Consejo de Estado por la renuncia de al-
talento probado pueden dar a los ciuda- j gunos de los ciudadanos designados para
danos de un pueblo organizado y libre. ! formar parte de él, sería honrosamente
Sus condiciones excepcionales de publi- I provista con el nombramiento del doctor
cista, puestas siempre al servicio de la j Sienra Carranza.
causa del bien, contribuyeron en primer j Apuntamos la idea, que no dudamos
lérmino, en épocas difíciles, a mantener j será del todo simpática a la opinión y
viva la protesta contra gobiernos opro- 'merecerá ser unánimemente prestigiada
biosos y a acusar a los criminales del por nuestros colegas de la prensa.
poder ante el tribunal de la conciencia j En cuanto a los juicios y fundamentos
pública. La austeridad de su carácter, lle- , en que apoya tan distinguido compatrio-
vada hasta el extremo de abstenciones i ta su completa adhesión al Gobierno pro-
que no siempre pueden considerarse jus- visional, creemos que son de una solidez
tificadas, y el brillo de su poderosa inte- I indiscutible, y que demuestran la más
ligencia, le destinan a una alta figuración ; ciara visión de las exigencias del momen-
política en el porvenir y hacen destacarse to histórico en que se produjo el nuevo
su personalidad entre las que tienen un orden de cosas y un concepto exactísimo
puesto señalado en la época de la rege- del significado y trascendencia de los
neración que acaba de inaugurarse hon- últimos acontecimientos.
rosamente en la historia de la República. Corno el doctor Sienra Carranza, nos-
La juventud del Partido Colorado cree otros vemos toda una revolución en los
hechos que dieron por resultado la diso-
aspirarse en uno de los tradicionales sen- lución de la Asamblea, y creemos que es
timientos de su gloriosa colectividad, póli- ésa la palabra que traduce de manera
za, que nunca se señaló por la exclusión más fiel la realidad de un movimiento
111
la intolerancia, al prestigiar y enalte- político impulsado, como éste, por la vo-
cí* las personalidades que, fuera del Par- luntad popular y acatado por el Ejército,
u
^o, son honra de la patria y pueden ser que no llevó de manera alguna la inicia-
amentos de primer orden en la obra, tiva. El término de revolución, si por lo
''!Ue a todos interesa, de su reconstruc- j que toca a la forma material de los he-
C|
ón moral jy su felicidad. i chos puede parecer a algunos inadecua-
La juventud del Partido Colorado nun- j do, no es sino eminentemente propio y
;^ tendrá anacrónicas prevenciones de j expresivo aplicado al significado esencial
judería para repudiar a los ciudadanos '•de los acontecimientos que han venido
c valer que no figuran en las mismas ; a trastornar radicalmente un orden de
!la
s que ella, porque reserva sus preven- <cosas y sustituirlo por otro enteramente
,0
nes y sus odios para los enemigos ! contrario.
0 a
' s instituciones, para los malos ciu- ¡ Tiene igualmente razón el doctor Sien-
"adanos. ra cuando afirma que el único reproche
0r
eso, ella ha recibido con júbilo que podría hacerse a los ejecutores de la
^'; valiosa palabra de adhesión del doctor ' voluntad popular estriba en la demora
i ^ a Carranza al régimen inaugurado con que se ha llevado a cabo una idea
W de febrero, y por eso confía en i que los sucesos presentaban, desde el pri-
. can expectable compatriota contri-i mer momento, como única capaz de sa-
,( °: oien pronto, con su intervención, tisfacer las aspiraciones del país. Pero
1Va
en la obra de reparación poli- ' este reproche, que ha estado en el espí-
1042 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ritu de todos, y que sería indisputable- jsamos que esta urgencia de volver a la
mente justo si entre la teoría y la prác- vida constitucional está limitada por
tica de los procedimientos políticos no ¡consideraciones que no deben desaten-
mediasen a menudo largas y difíciles tra- derse y que se relacionan con la estabili-
vesías, se desvanece ante la considera- dad y la consolidación de la política nue-
ción de posibilidad; ante la magnitud de va, a la vez que con la necesidad de unas
las dificultades y las responsabilidades elecciones convenientemente preparadas
con que el anhelo del pueblo debió lu- por todos los medios de la propaganda
char en el ánimo de los que habrían de y la organización de los partidos. Un in-
ejecutarlo. Además, era imperiosamente terinato dictatorial en que la suma del
preciso desvirtuar toda acusación male- poder público se concentre en manos de
volente de miras personales y planes am- un solo hombre implica un riesgo tan
biciosos; era necesario llegar a la eviden- formidable y una alteración tan profunda
cia en la demostración de que si se sacri- en la vida de los pueblos organizados li-
ficaba una Asamblea obcecada a la su- bremente, que sólo puede tolerarse su
prema necesidad de devolver al pueblo duración en los momentos álgidos del
su confianza, su decoro y su tranquili- peligro. Un interinato cuya organización
dad, no era sino después de haber ago- ofrezca casi todas las garantías de un
tado todos los medios de convencer a esa gobierno regularmente constituido, es
Asamblea y obtener, con su sometimien- siempre una anormalidad que conviene
to, aue no se interrumpiese el aparente abreviar, pero que no encierra, ni con
orden regular de las instituciones. mucho, los inconvenientes de hecho y de
Nosotros creemos firmemente que la decoro de las dominaciones unipersona-
solución radical dada a la crisis política les. De cualquier manera, creemos que
de los seis últimos meses ha resulta- acierta el ilustrado autor de la carta que
do mucho más ventajosa y mucho más comentamos, cuando sostiene que la
cuestión puramente accidental, de las fe-
decorosa para la República que la situa- chas fijadas constitucionalmente para la
ción que se hubiera creado con la elec- renovación de los poderes públicos, no
ción presidencial del señor Cuestas por puede ser obstáculo que demore la res-
la Asamblea colectivista. Pero no desco- titución del país al régimen de las insti-
nocemos que, apreciadas las dos solucio- tuciones.
nes antes de producirse ninguna, la solu-
ción radical podía atemorizar a los es- La carta del doctor Sienra Carranza
píritus reflexivos y sobre todo a los que no sólo por el valor de la adhesión peí''
tendrían que cargar sobre su conciencia | sonal expresada en ella, sino también
la responsabilidad de los hechos, con la por su mérito propio, debe ser atenta-
visión de peligros que nadie reputaba en- mente leída (1).
teramente faltos de razón.
Y para que ninguna disidencia nos se- [El Orden, 19 de febrero de 1898.]
pare del modo de pensar del doctor (1) [En otra carta publicada en el misi"L
Sienra Carranza, también convenimos Orden al día siguiente (20 de febrero) el doctc-
con él en que el ideal del momento con- Sienra Carranza declina la candidatura y rei^'
siste en una pronta restauración del ré- ra su posición independiente. La carta está f¡-'
gimen de las instituciones, si bien pen- rígida a José Enrique Rodó.]

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OBRA POSTO Ai A.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN 1043

IV

LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN

Entre las trascendentales cuestiones j tiempo, tal vez hubiéramos contribuido


que ha traído al terreno de la controver- I con nuestra propaganda a prestigiar la
sia la renovación política, se cuenta la reforma, o por lo menos hubiéramos
de la reforma constitucional, tantas ve- | apoyado la iniciativa de los trámites fi-
ces puesta en tela de juicio por propa- j jados por la misma Constitución para
gandas que no han encontrado repercu- (llegar a ella. No somos fetichistas del
sión profunda ni durable en el espíritu I Código de 18 de julio, aunque creemos
público y que han concluido por perder- [ que se le deba una gran veneración, ni
se en el vacío. j desconocemos en absoluto la convenien-
Para los más obstinados partidarios de | cia, o la necesidad, de modificarle con
la reforma es un hecho imposible de | arreglo a las lecciones de la experiencia
desconocer que el pueblo no cree en la y a las nuevas condiciones de nuestra
eficacia de esa solución para sus males sociedad política. Lo que absolutamente
y que vería con recelo la perspectiva de no vemos es la oportunidad que haya en
una agitación moral como la que provo- complicar el problema de actualidad con
caría semejante acontecimiento, no com- ese otro, dotado de interés y fuerza bas-
pensada por las ventajas que considera tante para absorber en un momento da-
muy dudosas. Un partido o una coali- do toda la atención de la conciencia pú-
ción de partidos, que se lanzasen a la blica. Lo que consideramos temerario
lucha electoral levantando la bandera de será el hecho de introducir, en la situa-
la reforma, no verían concurrir a sus ción, semejante germen de disidencias y
manifestaciones colectivas un solo ciuda- I discordias (y no se olvide que es la re-
dano más que si fuesen a la lucha con j forma inmediata, por el procedimiento
¡a vieja y siempre honrosa bandera del convencional, la que se pide) precisa-
feal cumplimiento de la Constitución, y • mente en los instantes en que el interés
e
n cambio perderían seguramente mu- I nacional reclama, ante todo y sobre todo,
chas de las simpatías de las clases inte- | la unión, la concordia, la armonía de to-
resadas, como en supremos bienes, en la | dos los elementos útiles para la obra del
e
stabilidad y el reposo, I bien.
¿Se equivoca en esto el gran instinto
yel pueblo? A nosotros nos parece que ¡ Como justificativo de las impaciencias
Ua
y en la indiferencia o el recelo públi- ; reformistas se indica la ineficacia de la
c
°s respecto de la reforma constitucio- 1 actual Constitución para encarrilar al
'^1 una buena lección de tino político y | país dentro de un régimen constitucio-
^'e prudencia que podrían aprovechar : nal que nunca ha pasado de ser una as-
n
°mbres expectables y experientes, cuya 1 piración generosa, defraudada en la prác-
-agacidad reconocida no ha bastado para 1 tica por la sucesión, pocas veces inte-
leerles ver la importunidad de suscitar ! rrumpída, de todas las subversiones y
an
grave cuestión en los momentos, de j iodos los desórdenes. Desde luego, acu-
s
°ora n e n o s de preocupaciones, por que de a los labios la observación de que un
iír
avesamos. Código nunca estrictamente cumplido y
Cu
ando ella fué agitada, no ha mucho con asaz frecuencia desvergonzadamente
1044 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

violado no puede ser responsable de los , leza, cuyo efecto inmediato ha sido pre-
infortunios a que han llevado al país las jcisamente impedir que las leyes se cum-
pasiones y los intereses que han burlado \ plan y sean algo más que vanas palabras
sus venerandas prescripciones, y que no escritas sobre un papel liviano?
hay Ja posibilidad de un ciudadano bien No busquemos ilusos la reparación de
inspirado y de mediano criterio que no nuestros males en la reforma constitu-
considere como cosa ideal la situación cional, obra útil, y que llegará a ser ne-
que produciría un cumplimiento algo me- cesaria, pero que está lejos de ser ur-
nos que estricto de la constitución de gente; ni compliquemos las dificultades
1830. Pero además, ¿quién podrá sostener y los problemas que requieren una solu-
razonablemente que el mal originario de ción inmediata con otros cuya solución
todos nuestros males, la causa eficiente precipitada e inoportuna entrañaría una
de nuestras vergüenzas y nuestros infor- inmensa responsabilidad.
tunios, radique en la mala calidad de
nuestra ley fundamental, y no en moti- VINCY.
vos y circunstancias de muy otra natura- ¡ [El Orden, 25 de febrero de 1898.]

[CARTA ABIERTA A PEDRO COSÍO] (D

i¥ontevideo, 19 de abril de 1898. cal que aconsejábamos. Pero es indiscu-


Señor don Pedro Cosió. tible, aun para los más pesimistas, que
Mi estimado correligionario y amigo: i las ulterioridades de la revolución del 10
Solicita usted el testimonio de mi ad- de febrero no han defraudado hasta hoy
hesión a la propaganda política de La ninguna de las esperanzas que abrigára-
Verdad, cuya redacción le ha sido con- mos de que fueran superados esos peli-
fiada, y de cuyos propósitos me entero gros, por más que la situación reclame
por los bien pensados artículos de los siempre—y acaso hoy con más impen°
números que ha tenido usted la benevo- que nunca—-de los ciudadanos que la di-
lencia de enviarme. Me felicito de que rigen un tacto singular y una elevador
en momentos como éstos, de tan decisivo patriótica constante. Creo que ese tacto
influjo en el porvenir y la suerte de la y esta elevación pueden resumirse e11
República, la juventud del Partido Colo- una firme tendencia a la concordia. A l;í
rado cuente en el periodismo con repre- concordia entre todas las fuerzas viva:>
sentantes tan distinguidos como usted. de la opinión, mediante la perseveran-
Pocas oportunidades pueden presentarse cia en la obra iniciada con el acueiw'
más favorables para prestar en la propa- electoral de los partidos, que todos te-
ganda de la prensa positivos servicios a nemos el deber de prestigiar hasta Q111
nuestra colectividad política y a la Re- sea devuelto al país el régimen de lflí
pública. A los que, en esa propagan-
da, pugnamos por el triunfo del actual (1) [Esta carta fué publicada en 1898, e n l
orden de cosas no se nos ocultaban ni periódico La Verdad, de Rivera, del cual e '
los riesgos que era necesario afrontar, redactor don Pedro Cosió. Para más datos >'
ni la excepcional delicadeza de la situa- bre las relaciones de éste con Rodó, consú'lL
ción que se crearía con la solución radi- la Correspondencia.]

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OBRA POSTUMA.—II: ESCRITOS POLÍTICOS.- LA JUVENTUD COLORADA 1045
instituciones. A la concordia dentro del i diferente al suyo, sino Ja de una amplia
Partido Colorado, a que pertenecemos, i idea de regeneración, superior a todos
por la coparticipación de todos sus hom- i los círculos. Quitemos toda bandera de
bres de significación y de prestigio en •manos de los intereses bastardos y de las
la dirección del partido y en el gobierno ¡malas pasiones que sufran con el levan-
de la República. Nada tiene que temer tamiento moral y material del país, impi-
la seguridad del nuevo orden de gobier- diéndoles que identifiquen con su causa
no de esa amplitud de miras y de ;la de los méritos agraviados o servicios
esa tendencia generosa. Inflexibilidad en desconocidos. Restablezcamos, en una pa-
cuanto a los fundamentos de la nueva labra, la unión del Partido Colorado, pa-
política, en cuanto a su programa de re- ra que sea de todo él la gloría de haber
forma y de reacción. Benevolencia, ol- , prestigiado al actual Gobierno en su obra
vido, transigencia, para todo lo que no ]de reparación y de paz. Si yo volviese a
comprometa un principio o una prácti- ; la prensa, volvería con ese programa de
ca benéfica conquistada; para todo ele- 'conciliación, que no excluye, por cierto,
mento útil convertible a la causa del pue- | la intolerancia saludable para con prácti-
blo mediante una política hábil y repara- cas funestas o personalidades definitiva-
dora, que cicatrice las heridas que toda- ; mente destituidas por la conciencia pú-
vía sangran, disipe ios rencores que no ' blica de todo derecho a la actividad polí-
se han aplacado todavía, y que tienda ¡ tica, sino que significa asegurar para to •
con todas sus fuerzas a la unión, a la I dos la estabilidad y el amor del suelo
conciliación, En la prensa puede secun- , sagrado de la patria y sacrificar los agrá-
darse eficazmente esa política. La jactan- jvios de un pasado que sólo significa un
cia del triunfo debe excluirse de nuestras j momento a los intereses perdurables del
Palabras, y todo tesabio de las pasiones | porvenir. Esos serán también su criterio
(
'e la lucha debe perentoriamente extin- y su programa en la campaña política de
guirse mientras la oposición que se haga La Verdad, y en tal sentido le acompaña-
a
l nuevo orden de cosas no tome una votos, ré con todas mis simpatías y todos mis
felicitándole desde ahora por la
forma activa y resonante que envuelva oportunidad y el acierto de los artículos
un
- peligro real o signifique una provoca» con que han dado principio a su propa-
Cl
ón digna de atenderse. Convenzamos a ganda. Me es muy grato repetirme su
l°s que no han estado con nosotros de afectísimo amigo,
L
"We la obra a que hemos contribuido no
es
la del entronizamiento de un círculo JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

VI

A LA JUVENTUD COLORADA W

•''Me la disciplina, las agitaciones y las í que en los días de peligros patrióticos
~°nQuistas de nuestros adversarios tradí- j flameó en los muros troyanos de la Gue-
cíonales, que aprovechan las disidencias ¡ rra Grande, la que en los momentos trá-
Qüe profundamente hieren al organismo j
•'goroso de nuestro Partido, la juventud (1) [ E n u n a h o j a suelía _ c o n el siguiente
dorada debe levantar como símbolo de p i e de imprenta: «Imp. «El Fénix»—18 de ju-
1|
'°n, fuerza y victoria, la bandera roja ' lio, 32».]
1046 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gicos de los martirios uruguayos fué sal- mes sentimientos de confraternidad y


picada por sangre heroica en Quinteros, unión que dominan en nuestro partido.
la que en las sublevaciones populares de Convocamos para esa fiesta del patrio-
la Cruzada Liberadora encendió el am- tismo y de la unificación colorada a to-
biente nacional, como si fuese un arre- dos los elementos jóvenes que, desde la
bol de gloria o como si fuese la púrpura esfera de una a otra fracción del Partido,
santa y prestigiosa de una alborada de rindan culto a los sacratísimos ideales
la libertad. defendidos por Rivera entre las impetuo-
La juventud actualmente tiene el deber sidades de Cagancha, proclamados por
y está en la oportunidad de manifestar Suárez en medio a los heroísmos de la
en un acto público los deseos fraternales Defensa, anunciados en Caseros por los
de unión que, aunque ocultos tal vez, clarines de César Díaz, y conducidos por
laten en el seno del Partido Colorado; Flores, entre cuadros de héroes, hasta el
tiene el deber de iniciar la unión de todas fondo bravio de las selvas paraguayas.
las fracciones en que éste se halla divi- A nadie negamos nuestra invitación, a
dido, pues ella es la indicada para reali- todos dirigimos nuestro llamamiento, por-
zar aquella iniciativa de concordia. Nadie que al pie de la amplísima bandera que
puede negarle su adhesión, ni descono- hoy levantamos desplegada y radiante,
cer la santidad de los propósitos que la todos, como bajo el sol, pueden congre-
guían en sus expansiones ciudadanas, igarse y recibir en el alma el toque de
desde que a la juventud siempre la escu- j luz que nos ha de iluminar con puros
dan, contra toda sospecha de egoísmo, i resplandores el pensamiento cívico, y que
la sinceridad, la virtud y la grandeza ín- también iluminará el rumbo que debemos
tima de todas sus inspiraciones. Y, por j seguir, para que, despojados de peque-
otra parte, ella está en la oportunidad de jñas pasiones, y pletóricos de entusiasmos
exteriorizar sus anhelos, que concuerdan e ideales purísimos, conduzcamos a nues-
con los de sus correligionarios, porque tro Partido a las cumbres de su engran-
las circunstancias excepcionales que hoy decimiento, que nosotros identificamos
rodean al Partido Colorado aconsejan, con la felicidad de la patria.
como salvación única de la estabilidad
fecunda y civilizadora de este partido en Juan M. Lago, presidente; Víctor Pé-
el gobierno, el acercamiento, y más que rez Petü, 1er, vicepresidente; Alber-
el acercamiento la acción unísona y ten- to Zorrilla, 2." vicepresidente; Gui-
dente a un solo fin, de todas las fraccio- man Papini y Zas, Antonio Cabré,
nes del mismo, que se agitan en el esce- Guillermo Busch, Domingo Veracier-
nario político del país. to, secretarios; Ricardo Espaldar, te-
Por estos y otros motivos de índole se- sorero; José Enrique Rodó, Carlos
mejante y con la representación que nos Martínez Vigil, Eduardo Pittaluga,
ha conferido una asamblea de correligio- Dalmiro Tió, Ernesto Lagomarsino,
narios, nos dirigimos a la juventud colo- Pedro Alburquerque, Emilio Frugoni,
rada seguros de su correspondencia, y le Ubaldo Ramón Guerra, Juan Carlos
solicitamos el tributo moral de su adhe- Car ve, Jacob o D. Várela, José P. Car-
sión para un gran banquete que se rea- ve, Juan C. Blanco Acevedo, Félix
lizará en un teatro de Montevideo con el Polleri, Julio María Sosa, Adolfo H-
propósito único y desinteresado de que Pérez Olave, vocales,
sea la expresión sincera de los unáni- Montevideo, noviembre de 1900-

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—UNIFIC. DEL PARTIDO COLORADO 1047

VII

[DISCURSO P O R LA UNIFICACIÓN
DEL PARTIDO COLORADO]

Permitidme, señores, que en presencia ¡los tiempos homéricos de la Defensa,


de este gran movimiento de opinión que de aquella que don Joaquín Suárez que
nos congrega en circunstancias solemnes la personifica sublimemente ante la pos-
para expresar un anhelo y formular un teridad llamó una vez la época de los
voto que necesitaban ya de esta expan- milagros y los prodigios—para, saber has-
sión porque desbordaban ya de núes- ta qué punto el espíritu de la juven-
tros corazones, yo posponga todo otro tud estuvo entonces sobre el resorte
sentimiento al de entusiasmo con que I impulsor de los acontecimientos públi-
veo fraternizar, aun prescindiendo del Icos, e hizo sentir sus aspiraciones gene-
motivo que nos reúne, a esta juventud irosas en la propaganda, en la acción,
hace tanto tiempo dispersa, sólo uni- 'en el gobierno. Pongamos bajo auspicios
da idealmente en el culto de recuerdos de estos recuerdos gloriosos el éxito de
Queridos; al del júbilo intenso con que nuestra iniciativa,
la veo acudir a nuestro llamado y co- j Nos trae aquí un gran movimiento de
rresponder largamente a las esperanzas concordia; venimos a ser intérpretes de
que nos animaron a dirigírselo, con la ¡una inmensa aspiración que hemos sen-
demostración de su voluntad y de su • tido palpitar con noble y angustiosa im-
fuerza, ¡paciencia, dondequiera que la integridad
Era a la juventud a quien tocaba pro- 'del sentimiento partidario se mantiene
nuncíar la primera palabra y comuni- I por encima de los pequeños rencores del
car el primer impulso para la realiza- momento. No proponemos ahora, colec-
ción del pensamiento que nos enciende jtivamente, ningún procedimiento poli-
en entusiasmos, porque siempre fué pri- tico; no manifestamos preferencias por
vilegio del espíritu joven el don de las |una solución entre las que pueden llevar
generosas iniciativas; era la juventud la i tales anhelos a la realidad. Nuestro obje-
que debía tomar en sus manos y hacer | to esta noche se limita a hacer solemne
ondear por encima de todas las disi- \ manifestación del sentimiento origina-
dencias del presente la bandera que ¡rio, de la idea fundamental, de la unáni-
simboliza las glorias comunes del pasa- !me aspiración que encontramos como di-
do, porque la tradición de estas glo- luida en los aires y vibrante en lo hondo
r
ias testifica que esa bandera ha fia- de los corazones, aspiración que luego
^eado siempre con honra y con ímpe» trascenderá forzosamente a las delibera-
r
i° cuando se la ha confiado a las ciones de los hombres públicos y se con-
ftianos de la juventud. cretará en las soluciones de la política;
No ignoráis, señores, cómo los ante- ¡porque es constante, señores, que antes
Ce
cientes de las generaciones que han I de tomar formas vivientes y concretas
Precedido a la nuestra se nos adelantan en las entrañas de la realidad, las ideas
^ líos obligan en tal sentido con su ¡y las aspiraciones colectivas necesitan
e
Jeniplo. Nos bastaría escuchar las con- estremecer el ambiente con el trueno
"dencias de los sobrevivientes de núes- [de la voz que las anuncie y comunicarse
tra
s más altas tradiciones de gloria—de la los indiferentes y los obcecados con la
1048 .TOSE ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

revelación de su prestigio avasallador. ; Partido Colorado concurre unido, orga-


Aspira la juventud aquí reunida a la ¡nizado y fuerte, como en ios grandes mo-
unión, a la reorganización del Partido Imentos de su historia, a la contienda
Colorado sobre la base franca de la re- I de las urnas electorales, para salvar, con
conciliación y la amistad de sus elemen- su permanencia en el Gobierno, la per-
tos dirigentes; unión que se realice sin jmanencia del espíritu liberal, en la di-
restricción de perfidia, sin injustificadas rección de los destinos de la República.
exclusiones, sin preferencias irritantes, Pero si, cegado en mala hora por el
haciendo pasar sobre las disidencias de vértigo de rencores y las pasiones de los
una hora un gran soplo de olvido y evo- círculos, olvida esa exigencia elemental
cando, en cambio, con fuerza todo lo jde la situación por que atraviesa y sólo
que pueda significar un lazo de solidari- ¡envía fracciones dispersas a la lucha, en-
dad en las rememoraciones del pasado ¡ronces la posibilidad oscila entre estas
y en los derroteros del porvenir. Idos soluciones, igualmente compromete-
Aspira, en una palabra, la juventud, j doras: o que abandone el poder, confe-
a que se consagre en el hecho el pen- j sando en el hecho de su incapacidad, a
samiento que todos llevamos dentro del ¡pesar de haber tenido elementos para
alma, y es que las disidencias más o me- i conservarlo, o que traicione su signifi-
nos justas, apasionadas, más o menos de cación y prostituya su historia arreba-
un día no puedan prevalecer sobre la tando por la usurpación y la violencia
multitud de lazos vivientes e imperece- lo que habría perdido por ministerio de
deros que crea, entre las afiliados a la ley.
una gran colectividad histórica, la fe Por fortuna, yo creo que debemos de-
de la misma tradición, el culto de la sechar severamente la posibilidad de que
patria profesado en los mismos altares, permitamos cualquiera de esos males.
el orgullo cívico cifrado en las hazañas 'Digámoslo bien alto, señores, digámoslo
de los mismos héroes, la veneración ren- bien alto para que todos nos escuchen.
dida a la memoria de los mismos már- El Partido Colorado no quiere conser-
tires, las inspiraciones patrióticas recogi- var el poder sino por los medios leales
das en las mismas páginas vivas de la de la verdad institucional, y el voto li-
historia, y sobre todo eso, la comuni- bre; y no quiere conservar por otros
dad de espíritu que procede de los re- medios el poder, porque consciente de
cuerdos, porque es en el culto de la tra- su fuerza y sabedor de las responsabili-
dición y^del ejemplo donde se recoge, dades que le imponen de consuno su
mucho más que en las fórmulas alam- programa y su historia, está seguro de
bicadas de los programas, la fe de los que no necesita recurrir a la violencia
principios, las inspiraciones vivificado- i que desorganiza ni al fraude que envi-
ras de la acción. lece para renovar su superioridad y su
Bastaría ese motivo fundamental y dominio, que irá a buscar en las fuentes
permanente para que la unificación del vivificadoras del voto popular.
Partido Colorado fuese, en todo momen- Bajo los auspicios de comisiones di-
to, una gran idea, una bandera presti- rectivas trabajaremos porque organiza-
giosa, si no concurriera a reclamarla, dos y concordes nos encuentre el mes
otro motivo de oportunidad de la más de noviembre alrededor de las urnas
alta e imperiosa oportunidad. del voto público. Se abre, entre tanto,
La lucha decisiva que va a librarse en un solemne período de actividades ci-
el presente año entre las dos grandes !vicas: sepamos por nuestra parte utih"
colectividades políticas del país no tie- zarlo, y puesto que en la tradición están
ne más que una solución posible, si el . contenidos viríualmente nuestro p1'0'

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OBRA. POSTUMA..—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—UNIFIC. DEL PARTIDO COLORADO 1049

grama y nuestra fuerza, evoquemos du- los extremos de la generosidad y del he-
rante la lucha la gloria de nuestras tra- roísmo eran como una función de su
diciones y recordémoslas a cada instan- naturaleza; en César Díaz, cuya expecta-
te de todas las formas eficaces de la bilidad militar tiene por fundamento el
propaganda, pero, entendedlo: no en son más glorioso de los campos de batalla
de odio ni de bravios apasionamientos, de la libertad americana; en Garibaldi y
porque no caben lo odios infecundos en Thiebaud; en Marcelino Sosa, nombre
del pasado en almas jóvenes, sino por de la abnegación estoica y sencilla, o en
lo que ellas tienen de inspiraciones ge- aquel bravo y leal León de Palleja, cuya
nerosas y significan una obligación sa- caída en la heroica borrasca del Boque-
grada para el porvenir. rón es el símbolo trágico de la gloria de
Evoquemos la gloria de nuestras tra- tres mil orientales sacrificados a la de-
diciones; y para mantener vibrantes so- rrota de la última de las tiranías legen-
bre todos nosotros su inspiración y su darias de América, desde los campos de
prestigio, no debemos contentarnos con Yatay hasta los arenales del Ibicuí.
recordar a nuestros grandes caudillos Los buscaremos en las manifestacio-
populares, los que rememoramos y glo- nes de la mente gubernativa y del pen-
rificamos siempre, los que se levantan i Sarniento propagador, en los Consejos
sobre el horizonte del pasado a la ma- ; de Gobierno, en la prensa, en la tri-
nera de altivas sombras legendarias, buna; y los encontraremos en Santiago
personificadoras de la voluntad y el co- Vázquez, el constituyente de 1830, el es-
razón de las muchedumbres, y que el tadista de 1843; en Lucas Obes, cuyas
criterio de la historia, emancipado de j iniciativas civilizadoras iluminaron nues-
las limitaciones insensatas de un día, tro primer período constitucional con
i'econeerá grandes y necesarios aquí, co- un reflejo del espíritu de Rivadavia; en
mo sus similares en las primeras expan- Juan Carlos Gómez, que hizo vibrar a
siones de la democracia de América; uno y otro lado de los Andes el verbo
porque ellos esculpieron la patria con de la libertad, con la perseverancia de
la pujanza de su brazo, y encaminaron Mazziní, con la gallardía de Cairel; en
los movimientos vacilantes e inseguros Florencio Várela, levantado por la elo-
del pueblo en el aprendizaje de la liber- | cuencia de su palabra acusadora hasta
tad, y habiendo sido pródigos de su va- i el merecimiento del martirio.
lor temerario en la batalla, fueron cle- Los buscaremos más alto: en los mo-
mentes y generosos en el triunfo. I délos de la virtud republicana, de la
Ho nos contentaremos con recordar i cívica abnegación; y los encontraremos
a
- nuestros grandes caudillos populares, | en estos dos nombres, que señalan en
lazos de providencial mediación, por su i nuestra democracia las manifestaciones
navidad y sus tendencias, entre las es- I más puras del ejemplo: don Joaquín
pontaneidades de la fibra nativa y las I Suárez, numen de nuestra Defensa in-
tormas regulares de la civilización. i mortal, cuya pureza cívica resplandece
Llena está nuestra historia de nombres [ en la deslumbradora blancura de las
c
iue pueden ser ejemplo y símbolo im- nieves eternas en lo alto de aquella mon-
perecedero para todas las eventualida- taña del heroísmo, y don Tomás Go-
cle
s del futuro. Los buscaremos en los mensoro, que, ejerciendo una verdade-
anales heroicos de la guerra, y los en- ra soberanía moral en su ancianidad
contraremos en aquella personificación augusta, personificó tantas veces la con-
^1 soldado-ciudadano, que se llamó cordia del pueblo en días de abatimien-
francisco Tajes, alma verdaderamente I to. Y si nos fuera necesario resumir
Mn mieclo y sin reproche», para quien en un solo nombre las glorias de los
1050 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

otros; sí se nos exigiera que levantáse- f que las fronteras que separan a uno de
mos en alto, como un símbolo perdu- | otro pueblo no son más que humanas
rable, una memoria que pudiera, his- I ficciones y que todo sentimiento exclu-
tóricamente, identificarse con nuestra I sivo de nacionalidad se eclipsa y des-
bandera, entonces recordaríamos al más ¡ aparece en presencia de un principio
grande y fulgurante de todos, al que, I más alto: el de la solidaridad y la con-
como un sello de fuego, llevó estampado | fraternidad de todos los homares dig-
nuestro espíritu colectivo en su persona- ; nos de ser libres.
lidad titánica, aquel que fué pensamien- Señores:
to y voluntad, y corazón, y que fué todo ! Hubo un momento solemne en la his-
eso en grado heroico y sublime, recor- I toria de los pueblos del Río de la
daríamos a Melchor Pacheco, que fa- Plata, en el que dos banderas antagó-
vorecido, como ciertos hombres de gue- ¡ nicas, dos fundamentales tendencias de
rra del Renacimiento, con todos los | principios de acción entrelazados con
dones de la superioridad humana, no ! fuerza contrapuesta e igual a las raíces
necesita más que el engrandecimiento
del escenario en que se irguió su talla ' mismas de nuestras democracias, en-
portentosa para levantarse a la altura j traron a librar su batalla definitiva para
de La Fayette, de Miranda y de Kos- ! resolver el porvenir de estos pueblos en
ciusko, entre los glorificadores de la li- j el sentido señalado por la dirección de
bertad universal. I las banderas del triunfo.
j Era la lucha entre el principio de ci-
Fortalecidos por la evocación de esas j vilización, de libertad, de organización
memorias, por la virtud de esos ejem- i republicana, que significaba el corona-
plos, iremos a la lucha. Y para obtener, I miento lógico y fecundo de la obra de
señores, la suma verdadera de las fuer-
zas con que concurriremos a ella, es j independencia y la incorporación de es-
necesario que agreguemos, a la cantidad, , tas sociedades recién nacidas al con-
representada por el total de nuestros i cierto de la cultura universal y la fuerza
elementos activos, la inmesa fuerza mo- i de reacción y de muerte que, desatada
ral que representan las simpatías y la j desde la Cordillera hasta el Atlántico,
adhesión de ese elemento extranjero, • en los ejércitos de formidable tiranía,
vinculado al suelo de la patria, al am- 1 entrañaba, con la posibilidad de su vic-
paro de la libertad y por los lazos fe- ! toria, la amenaza del fracaso y el des-
cundos del trabajo: de ese elemento : honor para la gigantesca iniciativa de
extranjero, que nos acompaña, que nos ; i8io.
pertenece, que es nuestro, decididamen- I Tocó al Partido Colorado, a sus tribu-
te, en su inmensa mayoría: que es | nos y sus héroes, resolver la titánica
nuestro porque nos ha acompañado más ¡ contienda a favor de los principios del
de una vez a defender los penates de I gobierno libre, salvando definitivamente
la civilización común; que es nuestro para el porvenir los elementos esencia-
porque no puede olvidar que nosotros he- les de la civilización americana: hecho
mos formado en nuestra escuela de sa- fundamental, en cuya virtud puede afa-
crificios héroes universales y hemos sa- marse que existen en nuestro país par'
lido de la Patria cuando ha sido nece- tidos y ciudadanos de principios que
sario colaborar fuera de ella en una desconocen o repudian esa tradición °
iniciativa libertadora; que es nuestro, fi- j apartan la mirada del pasado para n°
nalmente, porque sabe que nosotros he- I verla, en los momentos en que lucha*1
mos inscrito en nuestro programa, san- • realmente, como lo han hecho, por lfl
cionando esos dictados de la tradición, :
libertad y las instituciones, son en i'ea'

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OBRA POSTUMA.—11; ESCRITOS POLÍTICOS.—EL CLUB LIBERTAD 1051

lidad solidarios de su espíritu y la He- ; rio para completar ia efectividad de


van, sin saberlo, en el alma. j nuestras libertades públicas, den a la
Hagamos votos, señores, porque así i América de nuestra raza, en los albores
como a los hombres del Partido Coio- del nuevo siglo, el ejemplo de una de-
rado tocó entonces hacer posible a costa mocracia constituida, organizada y li-
de sacrificios inmortales tan alta solu- bre, asegurando definitivamente la rea-
ción histórica, los que hoy militan a lidad del régimen de gobierno implan-
la sombra de esa tradición gloriosísima, tado por los Constituyentes de 1830 y
después que hayan consagrado en la cer- defendido por Melchor Pacheco y por
cana lucha el programa de la Defensa Francisco Tajes, junto a los muros de
y de Caseros con la conquista de la li- la inmortal Montevideo.
bertad electoral, último esfuerzo necesa- [El Día, 22 de enero de 1901.]

VIII

EL CLUB LIBERTAD
AL PARTIDO COLORADO Y AL PUEBLO NACIONAL Y EXTRANJERO ( 1 )

En los períodos de agitación cívica y . para nosotros, como partido, prestigios


de lucha que concentran la atención ge- ; doblemente acentuados, la Comisión del
neral en los altos intereses de todos; ' Club Libertad ha creído oportuno rea-
mando la proximidad de las más tras- | lizar, con motivo ele solemnizarla, una
cendentales manifestaciones de la vida \ manifestación popular que nos congre-
democrática constituye la oportunidad ; gue de una manera enteramente ajena
solemne del día, cuando se presenta, i a toda cuestión debatida del momento,
^ás clara y vivaz que de ordinario, a > y sea una nueva demostración de mies-
ta conciencia del pueblo, la idea de que í tra preponderancia en el conjunto de los
110
es una muchedumbre privada de i elementos liberales del país,
carácter propio, sin acción eficiente en i La oportunidad de la fecha histórica
sus destinos, sino un organismo desti» i elegida como objeto de esa manifesta-
ndo por las instituciones y la historia j ción nos parece superior a toda duda.
a
la vida fecunda de la libertad, los I La unánime y entusiasta participación
Partidos políticos deben mantener vi- ! del Partido Colorado en un acto glori-
a n t e s en todos los momentos la pro- j ficador del 20 de septiembre se justifi-
Paganda de sus principios y el recuerdo í cara siempre por razón de principios y
ce
' sus tradiciones, sin dejar pasar es-¡ por sentimientos de solidaridad histó-
terilmente una sola ocasión de ofrecer | rica. Al acontecimiento que va a conme-
j! las actividades del civismo un es tí mu- ¡ morarse está indisolublemente unida,
0
enaltecedor y de inclinar a favor de | _ _ _ _ _
Ja
s ideas que ellos sustentan las volun-! ... .„ , , .
íades indecisas ^ £ cuatro h 3as manuscritas a ímta
° y
14
At ,. t*' '"** t t numeradas; la primera está integrada por tro-
hendiendo a esas exigencias de actúa- z o s d e p a p e l pegadoS. No está firmada, pero la
fuaa, y en virtud de aproximarse una caligrafía es de Rodó. El manuscrito original
Cc
^a umversalmente gloriosa, que tiene ' pertenece a la Srta. Elda Lago.}
1052 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

en el corazón del noble pueblo que re- yenda garibaldina y en las abnegacio-
cobró por él su entidad nacional y su nes espartanas de Caprera; que hubo
grandeza, la memoria del más univer- plomo de la Defensa de Montevideo en
sal y prestigioso de sus héroes popula- los fuegos de los mil de Marsala, en la
res: de aquel cuya figura legendaria campaña homérica de las Sicilias, en
cruza la historia del siglo último como Volturno, en Apromonte, en Mentana,
personificación militante de la libertad, en todo lo que hizo posible el episodio
como la sombra tutelar de todas las que consagró definitivamente la reali-
generosas empresas; y siempre que tan , dad de la utopía secular con la reivin-
alta figura sea, con cualquier motivo, dicación de Roma intangible para la
evocada, será imposible al partido de la Italia una.
Defensa de Montevideo dejar de recor- Se renovará en la conciencia popular,
dar que ella es la del que, al amparo por la influencia de actos cívicos como
de la bandera nacional, compartió con , el que iniciamos, la impresión de esos
los hombres de ese partido abnegacio- hechos que nos enaltecen. Se estrecha-
nes y heroísmos; que ella es la del que, rán, al mismo tiempo, en virtud de ma-
hablando de este compañerismo con or- nifestaciones de esta índole, los víncu-
gullo, llamaba al Montevideo de la De- los de afecto, de confraternidad, de iden-
fensa la ciudad de los milagros, asom- tificación que nos unieron siempre a esa
bro y admiración del mundo: la del | población extranjera radicada en el sue-
que afirmaba que su resistencia heroica lo nacional, que ella honra y fecunda con
servirá de norte en las generaciones ve- el sudor bendito del trabajo, y a la que
nideras a todos los pueblos que no quie- nunca hemos considerado como huésped
ran rendirse a la voluntad de los pode- ' que se acoge por una hora a la sombra
rosos, y la del que, dirigiéndose a la ! del hogar extraño, a favor de una fría
voluntad de su patria, en días de incer- benevolencia, sino como hermana nues-
tídumbre, cuando aún faltaba terminar tra, partícipe de todos nuestros derechos,
la obra emancipadora, instábala a ins- colaboradora en todas nuestras glorias,
pirarse en la enseñanza y el ejemplo solidaria de nuestra obra de edificación
del pueblo oriental, en su valor subli- nacional, responsable como nosotros de!
me, para saber al precio de qué sa- porvenir y los destinos de la patria, que
crificios sobrehumanos se conquistan los ella contribuye a formar, con la sangre
bienes de la libertad. de sus venas, y a caracterizar, con las
Partiendo de esta indeleble impresión, tendencias de su espíritu.
en todo tiempo confesada, que la gran- Aparte de los indestructibles sentimien-
deza guerrera y moral de la Defensa tos de orgullo partidario y de grafio
dejó, como un sello de fuego, en el es- patriótica que en este caso nos inspiran
píritu del Héroe, y teniendo en cuenta evocando en nuestra memoria la fig'-ira
además la inmensa parte que a su pres- del protagonista militar en la epopeya
tigio personalísimo hay que atribuir en que tuvo su desenlace el 20 de setiembre-
los sucesos preparatorios de la unidad pensamos que esa otra considerados»
y la libertad italianas, no se forzaría se- de confraternidad internacional bastara
guramente el alcance de las relaciones siempre para justificar la intervención, >
históricas si se afirmara que hubo in- ; aun la iniciativa, del Partido
fluencias de la Defensa de Montevideo Colorado-
en el movimiento liberal de 1848 que en cualquier acto de rememoración hi st0 '
hizo levantarse a Italia de su tumba; rica que, con trascendencias universal^
que hubo recuerdos de la Defensa de por el significado de los hechos que s^
Montevideo en. cada página de la le- glorifiquen, provoque en una colectiviza
de extranjeros vinculados al suelo üe

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL CLUB LIBERTAD 1053

país nobles y bien motivados entusias- ¡ El lazo de perdurable unión que la


mos. ! personalidad del vencedor de San Anto-
La carta orgánica de nuestra colecti- nio establece entre las más honrosas y
i
vidad política reconoce en los residentes ¡ fundamentales tradiciones del partido li-
extranjeros que profesen ideas de liber- beral de la República y el génesis heroico
tad la condición de miembros del parti- de la Italia nueva no constituye un he-
do; y con ello, interpreta, indudablemen- cho aislado o casual: es toda una mani-
te, una de las más esenciales y constan- festación característica, y se relaciona en
tes manifestaciones de su tradición li- ! los anales de ese mismo partido con
beral. Cuando Melchor Pacheco y Obes, otras páginas cuyo argumento memora-
representando en París al gobierno de la ble y glorioso alcanza también hasta más
inmortal Defensa, exponía públicamente | allá de los límites de la nacionalidad.
los antecedentes de ella y su espíritu, hu- Son estas páginas, antes que cualesquie-
bo quien le enrostró, como causa de in- ra otras, las que ponen, a la colectividad
ferioridad para los hechos históricos que política que las ha producido, en aptitud
enaltecía, la composición colectiva de los de reivindicar como cosa vinculada a su
elementos aislados en Montevideo alre- tradición el espíritu de rebeldía contra
dedor de un núcleo nacional mermado todas las negaciones del derecho, contra
por las deserciones y los heroísmos. Y todas las dominaciones tiránicas; porque
el gran tribuno, recogiendo la acusación la historia no nos habla de partido algu-
desdeñosa con el júbilo de quien se apo-
dera de un arma que le es torpemente no, en ninguna latitud de la tierra, que
abandonada, mostró cómo podía obte- haya hecho más por los fueros de la li-
nerse de ella la más alta glorificación bertad humana que señalar modelos y
para la causa de la ciudad heroica, en ejemplos dignos de convertirse en escue-
cuyo recinto la libertad era defendida la universal, y transponer las fronteras
como patrimonio y aspiración de todas de la patria, ya con sus armas materia-
Jas razas. Nosotros recogemos también les, ya con las irradiaciones de su espí-
la acusación, levantándola a la categoría ritu, para ceder a la libertad ajena una
de una permanente realidad histórica, parte de los sacrificios propios.
Que contribuye a nuestro honor y a nues- Tales son las consideraciones que sir-
tra fuerza. Nosotros aspiramos a ser hoy ven de fundamento a nuestra iniciativa y
también, y a ser para siempre, como fui- que nos hacen confiar en la excepcio-
mos dentro de los muros de Montevideo, i nal magnitud de la manifestación que se
u
n partido cosmopolita; no ciertamente celebrará el domingo 22 del corriente,
Porque desconozcamos ese noble y pun- para la cual invitamos, no sólo a nues-
donoroso sentimiento de altivez nacional, tros correligionarios políticos, sino indis-
Que se inspira en la pasión de la patria, : tintamente al pueblo nacional y extran-
y del que el Partido Colorado ha dado jero que profese el culto de la libertad
a
la historia de la República los más al- del pensamiento y los principios del go-
tos ejemplos; pero sí porque considera- I bierno libre.
dos que la comunidad en el culto de ios
Principios liberales, alma de la moderna La conveniencia moral y material de
Cl
vilización, pueda dar lugar a vínculos i que, ni el orden, ni la armonía del es-
ten fuertes como los del común origen, | píritu público, resulten perjudicados por
-•'' enaItecemos, por encima de toda idea manifestaciones que deben estar, además,
^clusivista de nacionalidad, la idea, más j a la altura de su objeto, nos induce a
«mpiia y g e n e r o s a j (j e \a solidaridad recomendar a todos cuantos concurran a
! nuestros llamados que contribuyan a so-
ni ]
miana. focar cualquier grito o manifestación
1054 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

hostil a instituciones y creencias que pue- ralismo—que si la tolerancia es el com-


dan considerarse en oposición con una plemento necesario de la libertad, la cul-
de las fases del acontecimiento que se tura es la forma propia de la tolerancia.
conmemora, recordando—de conformi-
dad, con el más hondo espíritu de libe- Montevideo, septiembre de 1901.

IX

EL PROBLEMA PRESIDENCIAL

', dejar delineado teóricamente algo como


1 «un modelo impersonal» de candidatos,
i con el que podrían compararse des-
EL PARTIDO COLORADO Y LA PRESIDENCIA j pues los nombres que surgiesen, aqui-
FUTURA ! latando de ese modo su superioridad
I e inferioridad relativa.
Se desmenuza la cuestión a todas ho- j Para iniciar esta primera etapa del
ras, en los círculos grandes y chicos; debate, tenemos indudables ventajas los
en las antesalas del Parlamento, en los, que esperamos el definitivo planteamien-
conciliábulos de los partidos, en los co- to de la cuestión sin el partí pris de
rrillos de la Bolsa, en las ruedas de las una preferencia personal indeclinable.
tertulias, en las cabrioneras de la redac- Utilicemos nuestro desapasionamiento
ción y en las mesas de los cafés. La en contribuir a que se esclarezcan sere-
gacetilla recoge ecos dispersos de esa namente los datos del transcendente
conversación soberana y los devuelve a problema, y perseveremos en nuestro
la circulación, con variaciones alegres. propósito de imitar a los personajes ra-
Los corresponsales telegráficos trasmi- zonadores de Corneille, no enamorándo-
ten de vez en cuando, a otras partes, nos sino después de deliberaciones re-
lacónicos y formales augurios... flexivas, que encuentren base cierta, así
No se pasa de ahí. en los resultados de ese esclarecimien-
Pero la verdad es que no faltan quie= to como en una situación ya estable
nes consideren ya infundado que esa de las cosas.
cuestión, que va a absorber nuestra acti- Aunque la solución de marzo no com-
vidad nerviosa durante muchos meses, promete exclusivamente a los dos gran-
siga experimentando el pudor de la pu- des partidos políticos del país, sino a
blicidad más franca y seria; porque si esa enorme suma de intereses que se
rodos estamos contestes en que llegar mantienen fuera y por encima de la vi-
directamente a discutir la solución per- da política, son aquellos partidos los
sonal—proponer y cotejar nombres—es que van a contribuir activamente a pro-
cosa prematura, no existe el mismo in- duciría y a darle más o menos arraigo
conveniente en que se discutan y esta- en la opinión; por lo cual importa que
blezcan desde ahora las consideraciones encaremos el problema, ante todo, del
que deberán tenerse en cuenta para la punto de vista de sus respectivos inte-
solución y las exigencias a que ella debe reses.
someterse. Este procedimiento previo Comencemos por el Partido Colorado.
tendría, por lo menos, la utilidad de La revolución de febrero fué movida

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OBRA POSTUMA.—-11: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL PROBLEMA PRESIDENCIAL 1055

por una fracción dei Partido Colorado ía revolución de febrero, no hubo, des-
contra otra fracción del mismo partido, pués del triunfo, quienes tuviesen la in-
a mérito de diferencias radicales en tuición de que una de las más elementa-
cuanto a régimen de gobierno y a la les conveniencias de la situación creada,
manera como debían resolverse tras- y uno de los intereses más altos del
cendentales cuestiones de actualidad, de partido, estaban en propender a ensan-
que dependía la suerte del país. Triun- char las bases morales de esa situación
fante la revolución, no puede decirse que mediante una política conciliadora que
se produjeran, como consecuencia, el desvaneciese el recuerdo ofensivo de su
fraccionamiento y la discordia de aque- origen y se atrajera la mayor suma de
lla colectividad, porque ya estaba dividi- elementos.
da y discorde; pero sí es indudable que, Se comprendía por la mayor parte
cumpliéndose un resultado fatal de todo que la inflexibilidad en cuanto al man-
movimiento violento, las disidencias se tenimiento del programa de la revolu-
enconaron, se hizo más honda la separa- ción, de sus iniciativas reparadoras, de
ción, y de la suma de ios rencores des- sus reacciones benéficas, de su severi-
piertos y los intereses heridos se formó dad honrada, podía y debía concillarse,
en el seno dei Partido Colorado una fuer- en lo político, con la sabía tolerancia
za poderosa de odio y de resistencia al que nacería de la aplicación de un voto
régimen que se iniciaba. Esta fuerza ten- generoso de olvido, tendiente a concen-
dió, desde el primer momento, al des- trar, en lo posible, al Partido Colorado,
quite, a la contrarrevolución. Por su par- alrededor de la nueva situación.
te, la política del gobernante encumbra- Esta necesidad apareció aún más clara
do por el golpe de Estado tendió a la y patente cuando la perspectiva de la
represión, a la inflexibilidad. La discor- lucha electoral, planteada con el partido
dia, que lejos de atenuarse fué engrosan- adverso, organizado y firme, sin que exis-
do día a día con el tributo de nuevos y tiera aún la seguridad del acuerdo que
más hondos agravios, hubo de desembo- sobrevino, hacía de la conciliación y la
car en sangre el 4 de julio, Y conjurada concentración coloradas una bandera que
aquella tentativa reaccionaria, no por eso sólo podía repudiarse, en el partido, por
se modificó la posición recíproca de am- insensatez o por el anhelo interesado de
bas fracciones. Hasta hoy, no sólo la un desastre.
situación surgida del movimiento de fe- No entra en mi tema recordar las vi-
brero no ha logrado incorporarse el cisitudes por que pasó, al querérsela lle-
concurso de los elementos que la com- var a la práctica, esa idea; ni discernir
batieron en su origen, sino que una bue- responsabilidades oscuras, en la pérdida
na parte de estos elementos persisten de los esfuerzos, que alguna vez, pare-
en sus aspiraciones restauradoras, en cieron llevarla, definitivamente, adelante.
su actitud de guerra; otra parte guar- Sólo es oportuno aquí señalar el fracaso
da distancias en la abstención, y son tam- de las tendencias de unificación, como un
bién oposicionistas, abstinentes o activos,
no pocos de los mismos factores que hecho actual que tiene aplicación a mi
contribuyeron a traer el nuevo régimen. objeto.
La situación interna del Partido Colo- La enseñanza que fluye del fracaso de
rado es, pues, fundamentalmente la mis- tan generosas tentativas es que, sin la
^a que en febrero de 1898. No se ha ayuda de una acción simultánea y con-
ganado un ápice de cordialidad. corde de parte del poder—sin la reper-
Sería injusto concluir de ahí, sin ero- cusión, en lo alto, de las tendencias de
bargo, que, dentro de los elementos de esa política unifícadora—no es posible
1056 JOSÉ ENRIQUE RODO,-—OBRAS COMPLETAS

obtener la conciliación de un partido que del bien, por rencorosa pertinacia; y es-
gobierna. casa talla de estadista demostraría en
La conciliación colorada se hará o no, 1903 el hombre que, elevado al gobierno,
en el próximo período presidencial, se- no supiera aprovechar la oportunidad
gún el espíritu que anime, respecto a que le ofrecería el simple hecho de inau-
ese desiderátum de nuestra colectividad, gurarse una nueva situación, para disipar
al nuevo presidente de la República, y rencores caducos y afirmar su posición
según las facultades que le den sus ante- de gobernante con la adquisición de un
cedentes, su prestigio y la manera como gran refuerzo moral.
haya sido elevado al gobierno, para con- No se trata, en efecto, de una simple
gregar al partido en torno suyo. Apun- consideración de justicia. Se trata de las
temos este primer rasgo para nuestra es- exigencias más elementales de la seguri-
quisse del «perfecto candidato»: El Par- dad del gobierno que ha de venir.
tido Colorado debe levantar al poder un Ciego será quien no vea que la pers-
Presidente capaz de realizar su conci- pectiva de una prolongación de la esci-
liación. sión actual, y de las actuales tiranteces
¿Qué significa la conciliación colorada? y discordias, por cuatro años de gobier-
¿Una reacción? ¿Algo que se parezca no, equivaldría a la inminencia de una
a la reviviscencia, en espíritu, del régi- situación revolucionaria; empujaría des-
men debelado por el movimiento de fe- esperadamente a la violencia a los ele-
brero? Nadie puede pretender semejante mentos que verían dilatarse indefinida-
cosa. En sus lineamientos generales, la mente su proscripción moral, y origina-
nueva situación guardará necesariamente ría en el país una desastrosa zozobra,
el sello de su origen, determinado por la capaz de esterilizar los más sanos propó-
actual composición de las Cámaras; y sitos administrativos.
sería absurdo pensar que, consciente- Y todavía puede invocarse una razón
mente, pudiese volverse un paso atrás so- superior a la seguridad egoísta de la si-
bre las conquistas a pesar de todo reali- tuación que sobrevenga. Es la seguridad
zadas, o perder rumbos en prácticas de del Partido Colorado; la posibilidad de
administración que el país se ha acos- su permanencia en el poder.
tumbrado ya a considerar seguras y de- Si los partidos han considerado sacri-
finitivas. ficio patriótico postergar, por medio de
Pero no sólo esa perseverancia en cier- dos acuerdos electorales, el ejercicio de
tas conquistas de administración y otras su verdadera función cívica, no es lícito
tendencias es perfectamente compatible pensar que esa solución, transitoria por
con un amplio movimiento de concilia- naturaleza, haya de convertirse en cos-
ción, sino que, dentro de los numerosos tumbre definitiva y subversiva.
elementos del Partido Colorado hoy más ! Existe la posibilidad—¡por lo menos!—
o menos hostiles a la política dominante, j de que las elecciones de 1904 sean elec-
sería fácil hallar colaboradores sinceros ciones de lucha. Se habrá planteado en-
y útilísimos para continuar toda iniciati- tonces, para el Partido Colorado, la cues-
va reparadora y propender a otras mu- tión que resolverá de sus destinos, y e '
chas de parecido alcance moral. duelo histórico de las dos grandes agni'
Hay inteligencias, hay corazones, hay paciones nacionales llegará a su episodio
voluntades entre los que guardan aún, más trascendental. Ante esa perspectiva
por convicción o por decoro, su vincu- imponente, ¡sólo una inconcebible ofusca-
lación con el régimen caído, que sería ción puede exponernos al peligro de q^e
execrable injusticia mantener durante el ciudadano que gobierne en tales cii-1
más tiempo esterilizados para la obra cunstancias el país sea un espíritu ind '

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS PO]'JUCOS.—EL PROBLEMA PRESIDENCIAL 1057

ferente o mal dispuesto, para la obra de


la conciliación y la organización de su II
partido!
Esa fecha—1904—es una cumbre que EL PARTIDO NACIONALISTA Y LA
el observador sagaz, investigando el hori- PRESIDENCIA FUTURA
zonte, no puede dejar de percibir por en-
cima de la cumbre, más cercana y apa- Pero no es sólo el Partido Colorado el
rente, de marzo, ni puede dejar de tener que tiene en sus manos la solución del
en cuenta para fijar su orientación. gran problema, ni son sus intereses co-
Si se recuerda que el ejemplo ha de- lectivos los únicos comprometidos en
mostrado que el partido no podrá unifi- esa solución. Un factor poderoso, vincu-
carse sin que domine en el gobierno una lado sólidamente a la situación actual
política francamente auspiciosa de esa desde sus orígenes: desde el pacto de
unificación y una tendencia francamente paz de 1897; y que ha ratificado esa
sistemática de amplitud y de olvido, fá- vinculación por medio del ultimo acuer-
cil es presumir cuál sería la situación en do electoral, y que goza de una partici-
que el partido llegaría a los trascenden- pación considerable en el Cuerpo Le-
tales comicios de aquel año bajo un go- gislativo y en la administración; un par-
bierno que obstaculizase o desdeñase la tido político dueño, además, de todas
obra de concordia, o que no se hubiera esas influencias morales y efectivas, de
preocupado, desde el primer momento, la fuerza que dan una organización vi-
de auxiliarla. La revolución de febrero gorosa, el dinero, y quizá la preponde-
tendría entonces, como desenlace defini- rancia en los elementos conservadores
tivo y oprobioso, ei abandono, por el de la sociedad, encarará a su vez la
Partido Colorado, del poder--! o haría cuestión presidencial, del punto de vis-
traición a los principios que la justifica- ta de sus intereses propíos, y no lo ha-
ron, arrebatando el poder por la usurpa- rá seguramente con la resignación del
ción y la violencia, para que se encara- que está entregado sin recursos a mer-
mase el más audaz de los que se encon- ced de la benevolencia ajena. Disponer
traron allí cerca! En ambos casos, el úl- de una minoría importante, no difícil
timo resultado sería el mismo, porque, de organizar para una acción común,
después de cuarenta años consecutivos frente a una mayoría cuya fuerza de
de gobierno, no es sensato pensar que cohesión, en el gran momento, aparece
un partido llegue a prolongar a todo hasta ahora mucho más dudosa, es re-
trance su dominación, si no puede justi- conocerse en aptitud de hacer valer la
ficarla con los títulos de la legalidad en propia influencia algo más que como la
ta mano. gota de agua que puede caer sobre el
vaso rebosante.
Concretemos lo dicho, insistiendo en
es
ta condición elemental de todo candi- Pero el Partido Nacional tiene que li-
dato aceptable: El Partido Colorado de- mitar sus legítimas aspiraciones de in-
°f levantar al poder un presidente que, fluencia dentro de ciertas condiciones
Sln
apartarse del programa de la revo- fatales, contra las que sería insensata
lución de 1898, sea capaz de realizar en e ineficaz su rebelión. No me refiero
e
' Partido la conciliación. sólo a la condición elemental de que el
gobernante pertenezca al Partido Colo-
rado, sino a la de que llegue al poder
con el concurso real de este partido
—con su beneplácito, con su consagra-
ción—, sin el carácter impolítico de una
«ODO,_34
Í058 JOSÉ ENRIQUE RODO—-OBRAS COMPLETAS

victoria alcanzada, a favor de combina- bre todo, la inviolabilidad del espíritu


ciones fortuitas o falaces, contra la vo- de coparticipación, de tolerancia, de al-
luntad manifiesta de la colectividad a ia cultura, de respeto a los derechos de
que aparentemente le sería conservado iodos, que evite al país la calamidad
el poder. de un gobierno de represión partidista,
El elegido del 1,° de marzo debe lle- Es natural que el criterio de selección
var esa consagración del Partido Colo- que guíe al Partido Nacional entre las
rado no tanto por la proporción colo- candidaturas coloradas se funde, sobre
rada de sus votos corno por el silent iodo, en la mayor o menor seguiridad
vote de la opinión de su partido y la ex- que ellas le ofrezcan de una política
presión de su voluntad en los clubs, en ecuánime y leal—bien entendido que, ni
las manifestaciones, en la prensa. esa ecuanimidad ni esta lealtad, pue-
Y digo que el Partido Nacional debe den confundirse con nada que signifi-
reconocer con altura esa necesidad, por- que una coacción, ni un compromiso
que, solidario de la política que condu- cohibitorio, ni una limitación precisa
ce al país a la solución legal del 1.° de y subversiva de las facultades legales
marzo, no puede ese partido querer fun- del gobernante.
dar conscientemente una situación ines- El Partido Colorado mismo rechazaría
table, enfermiza, una situación de zozo- aun cuando le fuera dado obtenerlo, el
bras, una situación en que la fuerza mo- ejercicio de una política de reacción, de
ral no acuda de ninguna parte a ofrecer exclusivismo, de recrudecencia partidaria,
sólido y franco fundamento al gobierno. que pugnaría con sus más señaladas
Debe creerse que, con el sentido de la tradiciones; porque si en los peores mo-
estabilidad social y del orden, caracte- mentos de su dominación se manifestó
rístico de los partidos en su índole, aque- siempre dispuesto a compartir con el ad-
lla colectividad reconocerá prácticamen- versario tradicional los puestos adminis-
te que la solidez y el arraigo de la si- trativos, y si las persecuciones de sus
tuación a crearse son una conveniencia malos gobernantes no hirieron menos
común, una conveniencia de la obra a en la carne propia que en la ajena, nial
que solidariamente concurren ambos se comprende cómo renunciaría a su
partidos tradicionales, y que con esas amplitud cuando sigue los rumbos de
condiciones se identifica, en el espíritu una política reparadora y cuando el país
de las clases trabajadoras y pudientes, reclama, a una voz, con la ansiedad del
la única esperanza de una era de pros- sediento, la confianza, la paz, la tregua
peridad. en la política para la actividad en el
¿Cuál es, entonces, el sentido en que trabajo.
podrá ejercer el Partido Nacional la im- Por otra parte, en las candidaturas co-
portantísima influencia que le he reco- loradas tiene que ser una consideración
nocido? ¿Cuáles son las ventajas que de buen sentido, una sugestión del ins-
entraña para él esa influencia? ¿Cuál tinto de conservación, el rechazar toda
llegará a ser, a fin de cuentas, el resul- sospecha de hosquedad partidaria. A na-
tado positivo de su intervención en la die se le oculta, en efecto, que una can-
cuestión presidencial? didatura que levantase bandera en _e!
Resumamos en breves palabras la res- sentido de la intransigencia de partido
puesta. La intervención del Partido Na- sería una candidatura muerta al día si-
cional en la cuestión de marzo debe di- guiente de nacer; no sólo porque '¡*
rigirse a garantir, en el gobierno que amenaza de su triunfo tendría la virtud
suceda al presente, la conservación de de producir instantáneamente la unifr
sus posiciones políticas actuales, y so- cación de los elementos nacionalista•

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL PROBLEMA PRESIDENCIAL 1059

sino porque las candidaturas coloradas declaraciones en los antecedentes de la


i adversas no habrían de desaprovechar situación personal del candidato y en
los prestigios y los beneficios que ob- la significación de su entourage.
¡ tendrían, seguramente, de reivindicar pa- Imaginemos que una personalidad de
ra sí ía representación de una política prestigio en el Partido Colorado, capaz
más amplia. de mantener y afianzar las conquistas
Ninguna fuerza apreciable puede per- de la revolución de febrero, llega a le-
der, en cambio, una candidatura con ad- vantar resueltamente en sus manos ía
herir a esta política, sí se entiende que bandera de la conciliación de su parti-
hacerla efectiva, al encumbrarse, no sig- do, y garante al adversario una política
nificaría dedicarse a componer desde ia que satisfaga sus aspiraciones razona-
presidencia el prólogo de un nuevo acuer- bles, presentando, como prenda de la
do electoral, ni consentir que se menos- seriedad de sus promesas, el concurso
cabara en lo más mínimo la libertad de poderosos elementos de opinión. Añá-
de acción del gobernante, sino sencilla- dase a la fisonomía, así caracterizada,
mente, mantener en alto el espíritu del. del «perfecto candidato», los rasgos que
gobierno y renunciar a desalojos y ex- podríamos llamar «genéricos», en el sen-
clusiones que serían semilla abominable tido de que no faltarán presumiblemen-
de odios. Planteada la cuestión así, el te en ninguno de los candidatos que en-
Partido Colorado no puede resistirse a tren a la liza con fuerzas apreciables:
tan justa exigencia del patriotismo. Y la honorabilidad personal, la voluntad
sobre esa base de acuerdo, el problema enérgica, el liberalismo... (porque yo,
presidencial parece fácil de resolver co- que no contribuyo a avivar el fuego de
mo resultado de una acción conjunta y la cuestión religiosa como cuestión de
solidaria de las dos grandes colectivida- actualidad y de guerra, pienso que la
des que concurrirán a su solución, evi- manera de que ella se convirtiese en
tando al país ios inconvenientes de que escisión social de incalculables resulta-
-Ha tenga el carácter del triunfo de un dos sería la ascensión de un presidente
partido sobre otro. antiliberal); y nadie negará que habre-
Consignemos, entonces, esta segunda mos esculpido imaginariamente una es-
condición necesaria: La solución del pro- tatua irreprochable a la que sólo falta-
blema presidencial debe garantir al Par- rán, para andar, ía imprecación y el mar-
tido Nacionalista la persistencia de una tillazo famosos.
política de coparticipación, de ecuani-
midad y de concordia, aunque sin com- Confío en que ía estatua andará. Las
promisos que traben al Ubre funciona- circunstancias nos revelarán cuál es el
'¡tiento del mecanismo institucional y espíritu en que se oculta, o en que per-
SI
'"* coacciones para el Presidente de la manece hasta hoy deficientemente deli-
^Pública. neada; y los partidos sabrán descubrir-
Considero que el eje de la cuestión la y animarla, con la intuición del pa-
Presidencial estriba en las dos cuestio- triotismo.
lle
s bosquejadas, cuya solución, en uno Pero me retoza en los puntos de la
u
otro sentido, es la que imprimirá sello pluma una pregunta indiscreta sobre la
Político a la situación que se cree. Con- suficiencia de las condiciones que he exi
ve
ndrá que las candidaturas se presen- gido para el «perfecto candidato»: ¿No
i l a la lucha francamente comprome- sería una bendición del cielo si a todo
tas, bajo ese doble aspecto, por de- eso pudiera reunirse que su intelectua-
c)
araciones explícitas; sin perjuicio de lidad tuviera un valor cotizable; que.
Clu
e se compruebe el valor real de esas la unieran vinculaciones de estima y de
1060 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

confianza a la gente intelectual del La pregunta es, indudablemente, su-


país; que se le considerara capaz de in- gestiva. Pero yo, que olvido la discipli-
teresarse por algo más que una marcha na del diarismo y he pasado ya los lími-
sosegada y correcta; y hasta que hubie- tes razonables de la hospitalidad, sé, al
ra tenido en su juventud alguna de esas mismo tiempo, que resistir al prurito de
devociones, alguno de esos entusiasmos agotar las cuestiones suele ser, en lo que
cívicos que, aun cuando sean modifica- se escribe, una condición del interés y
dos por los años, dejan como sedimen- del gusto.
to fecundo un fondo de generosos es-
tímulos?... [El Día, 25 de junio de 1902.)

[CARTA-PROLOGO A
«EL PROBLEMA PRESIDENCIAL DE 1907 Y EL MANIFIESTO
NACIONALISTA»

POR VÍCTOR ALBÍSTUR] (1)

Señor don Víctor Albístur. publicistas que dieron al viejo Siglo su


Mi estimado amigo: Desea usted mi prestigio magistral y entre los cuales
opinión sobre los artículos de propa- se destacó su padre de usted con tan
ganda escritos recientemente por usted señalados caracteres.
a propósito de la cuestión presidencial, Participo, en lo fundamental, de las
artículos que con toda asiduidad seguí ideas y los juicios de usted, en la parte
a medida que se publicaban, atraído, relativa a la elección de nuevo presiden-
no sólo por el interés palpitante del te- te; y creo que, bajo este aspecto, sus ar-
ma, sino también por la firma de usted, tículos interpretan el común sentir de la
que significa una promesa de cosas bien mayoría de los elementos sensatos y
pensadas y bien dichas. bien inspirados en la opinión, en este
Dar la nota oportuna, justa, precisa, interesante momento de nuestra evolu-
en medio de un desconcierto de ideas o ción política.
de un entrevero de pasiones políticas, es La actitud de la única fuerza cívica or-
acierto que parece muy natural en quien ganizada que existe frente a aquella de
lleva el nombre y ha heredado la pluma que ha surgido la candidatura Williman;
de don Jacinto Albístur, a quien los la actitud del partido nacionalista con
hombres de nuestra generación conoci- relación a esa candidatura, es punto que
mos en la niñez por nuestras primeras muy a justo título preocupa la atención
lecturas de la prensa diaria, en tiempos general, ya que no por la trascendencia
ya lejanos y cuya recordación halaga y que ella pueda tener en cuanto al resul-
fortifica la conciencia cívica, porque nos tado material, desde hace tiempo asegu-
permite valorar la magnitud del progre-
so realizado desde entonces, debido, en (1) [Víctor Albístur: El problema presiden-
buena parte, a la propaganda y los es- cial de 1907 y el manifiesto nacionalista (Mon'
fuerzos de aquella escuela de brillantes Eevideo, Talleres A. Barreiro y Ramos, 1907.)

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL MANIFIESTO NACIONALISTA 1061

rado, de la elección deí 1.° de marzo, a allanar al nuevo gobierno el camino de


lo menos por la influencia con que mo- las soluciones de concordia, tanto mas
raímente concurriría la adhesión fran- ruidoso sería el fracaso moral del go-
ca de tan considerable fuerza política, bernante y tanto más abrumadora seria
a formar el ambiente de la nueva situa- su responsabilidad.
ción y ensanchar la base sobre que ella Sentado que en el manifiesto cuyo co-
ha de asentarse. mentario hace usted se reconoce que en
Para resolver si esa adhesión puede la personalidad del candidato nada hay
y debe producirse, es justo hacer notar que determine la razón de una resisten-
previamente que, como acto de transac- cia invencible o que cierre el paso a las
ción con el hecho consumado, ninguno esperanzas patrióticas, los argumentos
en condiciones más justificables y deco- en que el Directorio Nacionalista apoya
rosas podría señalarse en la serie de su negativa a aportar a aquél el concur-
transacciones políticas, que, desde 1886 so moral de los votos de su filiación po-
hasta el presente, se han realizado con lítica sólo tendrían eficacia si, frente a
el unánime o alternativo consenso de esa candidatura, existiera en pie otra
las distintas fuerzas de opinión; porque, por la cual se hubiera luchado, tomán-
si para rodear en determinado momen- dola como bandera: en ese caso, per-
to a ciertas personalidades encumbra- severar en tal candidatura y afrontar
das por el giro fatal de los sucesos y con ella la derrota, podría interpretarse
ofrecerles concurso con que gobernar como un rasgo de decorosa consecuen-
honestamente, fué necesario olvidar, en cia para con el candidato proclamado y
ellas, antecedentes cívicos censurables, para con los principios que en el nom-
y aun repulsivos, y remontarse sobre bre de este candidato se hubiera queri-
desconfianzas muy explicables y muy do consagrar. Pero llegando a la fecha
lógicas respecto a la sinceridad de pro- de la elección sin candidatura propia, y
pósitos con que asumían el poder, nada teniendo que buscarla, no para propen-
hay en este caso que exija análogos sa- der a su triunfo, no para promover, si-
crificios de olvido o imponga la violen- quiera, a su alrededor mi movimiento
cia de despreocuparse de parecidas re- de simpatías y entusiasmos populares,
sistencias de orden moral. Ni hay som- sino simplemente para perder el voto,
bras en la significación personal del can- es decir: para dar forma a una actitud
didato, ni sus antecedentes cívicos y las negativa, esta actitud no puede tener
tendencias notorias de su carácter au- otro significado que el de una resisten-
torizan la presunción de rencorosas pa- cia estéril, injustificada como protesta
siones que dificulten, de su parte, una moral, e inhábil como recurso político.
actitud de amplia y ecuánime correspon- Muy oportunamente rememora usted,
dencia al acto de noble confianza con a este propósito, el precedente de la acti-
Que se le honraría allegándole los votos tud de la mayoría nacionalista en la
^e los que no le proclamaron. Pero, aun elección presidencial de 1903.
Reptando la posibilidad de que esta Un error funesto cometió, entre otros,
c
°nfianza fuera defraudada, nada per- I aquella agrupación política, en tan me-
dería moraimente en ello la agrupación morables circunstancias. Abandonada
Política que de tal manera hubiese pro- I por ella, inopinadamente, la candidatu-
cedido: antes por el contrario, su de- ra de Blanco; resuelta, en el seno de la
Ce
Pción y sus protestas tendrían enton- mayoría colorada, la competencia de
ces
mayor autoridad para manifestarse, Mac-Eachen y Batlle a favor de este
Puesto que, cuantos mayores fueren las último, fueron, solicitados los votos de
acuidades con que hubiere tratado de los electores nacionalistas para robus-
[062 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

reverdecen con la perspectiva de la re- reverdecen con la perspectiva de la re-


sumado de la candidatura de Batlle. El novación presidencial?
buen sentido, la política hábil, la ele- Pienso que no; pienso que, con la ad-
mental noción de ios propios intereses, hesión de los votos nacionalistas o sin
la intuición patriótica de los intereses ella, la acción del nuevo gobierno pro-
del país, concurrían a aconsejar, ante penderá a conceder, en amplitud y li-
aquella invitación correcta, la acepta- bertad política^uanto pueda concederse
ción franca de tal hecho y la decisión sin menoscabo del carácter definido y
de realzarlo moralmente por un concur- de la unidad de propósitos que requie-
so que vinculase al gobernante con la re todo gobierno digno de tal nombre;
obligación moral de la reciprocidad, en pero nadie puede desconocer que esa
vez de obligarle a acentuar su vincula- obra se facilitaría en gran manera con
ción con una minoría que, por la fuer- el ambiente moral que crearía, desde
za de las cosas, tenía que convertirse el primer momento, la franca benevo-
en el motor que progresivamente au- lencia de los elementos a cuyo favor ha-
mentase las distancias entre el gober- bría de ejercitarse esa amplitud; y éste
nante electo y la mayoría que había re- es el interés que usted y yo vemos en
sistido inflexiblemente su candidatura. el voto de los electores nacionalistas, y
No se hizo así, y no habría temeridad ésta la razón de la oportunidad a que
en afirmar que es grande la proporción usted ha querido atinadamente atender
que toca a aquel desacierto en la géne- con la publicación de su folleto.
sis de los acontecimientos posteriores Adhiero, pues, a las conclusiones a que
que, en mucha parte, han malogrado el usted arriba, en lo referente a la actitud
éxito de una administración que parecía de los electores nacionalistas en la cues-
prometida a menos turbulentos y aza- tión presidencial; y felicitándole por el
rosos destinos. acierto con que se ha desempeñado, me
La situación actual de las cosas, ¿hace suscribo su affmo. amigo.
presumir que la reproducción de aque-
JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
lla actitud negativa tenga consecuencias
análogas y malogre las esperanzas que S/c. 5 de febrero de 1907.

XI

[DISCURSO SOBRE EL TRATADO


CON EL BRASIL]

Distinguidos señores: los sobrados a los homenajes de nues-


El Círculo de la Prensa de Montevi- tra consideración y nuestro afecto.
deo, que tengo el honor de presidir, no Aunque vuestra presencia no tuviese
hubiera permanecido, en ningún caso, otra significación que una visita de amis-
indiferente a vuestra llegada; porque lle- tad, siempre habríamos saludado en vos-
váis en vuestros altos merecimientos per- otros, periodistas, la fuerza militante y
sonales y en la representación corpora- laboriosa del pensamiento de un gran
tiva que investís, los unos como perio- pueblo, cuya prensa se singulariza Por
distas, como estudiantes los otros, títu- su hondo sello de intelectualidad; y en

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—EL TRATADO CON EL BRASIL 1063

vosotros, estudiantes, los mágicos pres- al mundo que los sentimientos de des-
tigios de la juventud, que, vibrante de interés y generosidad son extensibles,
inteligencia y de entusiasmo, recoge en en la práctica, a las relaciones interna-
torno suyo las esperanzas de un pre- cionales; y con espontaneidad absolu-
sente ya glorioso para trocarlas en las ta, sin que medie petición que le mueva
realidades triunfales de aún más glorio- ni compensación que le halague, anun-
so porvenir. cia solemnemente su propósito de de-
Pero la ocasión y el objeto de vuestra volver a un pueblo hermano lo que por
visita magnifican de tal modo su signifi- naturaleza era de éste, pero lo que con-
cado, que la levantan a la categoría de venciones de validez inexpugnable man-
un suceso histórico. La opinión os aco- tenían en manos de su poseedor.
ge como los heraldos de la cercana reali- Y para confirmar que esta iniciativa
zación de una fausta promesa que, cum- gloriosa no es la obra fría y astuta del
plida, no sólo estrechará los lazos frater- cálculo político, ni es tampoco la inspi-
nales de nuestras dos naciones, sino que ración generosa, pero aislada, de un hom-
será en el tiempo una gloria americana, bre superior que se adelante a los senti-
y subirá más alto todavía, porque mar- mientos de su pueblo, ecos vibrantes de
cará una fecha indeleble en los anales simpatía y entusiasmo la acogen, apenas
del derecho universal. enunciada, en la opinión de vuestro país,
Ningún símbolo más apropiado para que se reúne para ello en coro unánime
dar forma plástica a ocasión tan solem- y superior a toda diferencia de partidos;
ne que la efigie escultórica de que ha- como unánime y superior a toda diferen-
béis sido portadores y que reproduce cia de partidos es el arranque de afecto
en la perennidad del bronce la cabeza j y gratitud con que el pueblo oriental co-
privilegiada en cuyos amplios senos ger- rresponde a vuestra nobleza y os rati-
minó y llegó a su madurez la grande fica para siempre su tradicional amistad.
idea que en breve veremos trocarse en Cuando los años pasen, y la posteridad
realidad. tome la perspectiva de tiempo necesaria
Era hasta hoy creencia corriente—y la para justipreciar la grandeza de los acon-
experiencia de la historia parecía, dolo- tecimientos históricos, acaso la política
rosamente, confirmarlo—, que en las re- internacional inaugurada por este rasgo
laciones de los pueblos entre sí la civili- extraordinario aparezca, en la historia
zación sólo había logrado disfrazar con de vuestra gloriosa nacionalidad, como
máscaras falaces el imperio brutal y uno de los cuatro grandes hechos capi-
odioso de la fuerza, y que ninguna de tales que hayan contribuido a modelar-
jas naciones superiores que amparan la la y a orientar su magnífico desenvol-
insuficiencia de poder material con los vimiento, caracterizado, más que por vio-
escudos intangibles de la justicia y el lentas transiciones revolucionarias, por
derecho, valían internacionalmente como el ritmo de una firme y segura evolu-
emites del egoísmo implacable que, con- ción: el primero, el grito de Ipíranga,
denado por la ley moral en la persona- que extendió sobre el vasto dominio co-
lidad del individuo, parecía trocarse en lonial la plataforma de un poderoso y
|egítima norma de conducta, y aun en opulento Imperio; el segundo, la aboli-
|deal glorioso, tratándose de la persona- ción de la esclavitud, que extinguió la
«dad colectiva de las naciones. sola nota inarmónica de vuestra civili-
Pero he aquí que en América, en el zación humanitaria; el tercero, la pro-
esc
enario del porvenir, un pueblo gran» clamación del régimen republicano, que
cíe
Por su territorio, por su poder y por señala el momento de vuestra madurez
SUs
destinos, quiere un día demostrar para el pleno ejercicio de las institu
1064 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dones ubres; y el cuarto, la consagra- [ diríase que esos eternos luminares del
ción de un criterio internacional funda- j mundo moral que se llaman verdad,
do en el principio del reconocimiento j justicia, derecho, sentimientos de patria
leal del derecho ajeno, por sobre las y de humanidad, resplandecen en la
tradiciones y costumbres diplomáticas, profundidad de vuestras conciencias con
como prenda única de paz y armonía aquella misma claridad casi solar y
entre las naciones. aquella misma igualdad, sin escintila-
Recuerdo de los viajes de Humboldt ciones con que las luces del firmamento
por los trópicos, una página en que presiden a la majestad augusta de vues-
ese poeta de la sabiduría expresa el
sentimiento de inefable beatitud con que tras noches tropicales.
embargó su espíritu la contemplación Permitidme, señores, que, al daros en
del cielo estrellado, en aquellas mara- esta casa de la prensa la más cordial
villosas regiones, donde la diafanidad y afectuosa bienvenida, salude en vos-
incomparable del ambiente no sólo real- otros a los Estados Unidos del Brasil;
za el fulgor de los astros, sino que los a su ilustre Presidente, el doctor don
hace brillar con una igualdad extática, Nilo Peeanha; a la personalidad eminen-
sin las variaciones de intensidad y de te del barón de Río Branco, gloria de
color con que ellos lucen en nuestras América; al cultísimo periodismo bra-
latitudes, cuando decimos que las estre- sileño; a la juventud que es esperanza y
llas escintilan. Al ver la serena firme- gala y energía de vuestra gran Repú-
za con que trazáis el rumbo de vuestro blica.
porvenir, señalando por una magna con-
quista cada paso de vuestra historia, {El Día, 25 de septiembre de 1909.]

XII
[SOBRE LA CANDIDATURA
DE JOSÉ BATIXE Y ORDOÑEZ]

Señor Dr. D. Ricardo J. Areco. democrática, el cometido de interponer


Mi querido amigo: Solicita usted mi la influencia decisiva en la solución de
opinión sobre el problema presidencial, la agitada elección presidencial del si-
y mi concurso para la propaganda de guiente año, produciendo, con la adhe'
El País, e implícitamente, para la candi- sión de sus votos, el triunfo del candi-
datura que el nuevo diario viene a pro- dato que gobernó el país, como presi-
clamar y mantener. dente de la República, hasta el comienz0
La invitación honrosa y grata en sí de la actual administración.
misma, tiene para mí doble imperio, Y es ahora la personalidad del mism0
porque viniendo de usted, evoca en mí candidato de entonces la que reaparece
el recuerdo de nuestro estrecho compa- en igual carácter, y es usted, también-
ñerismo y de nuestros comunes esfuer- uno de los llamados a actuar más eficaz-
zos en el seno de aquella minoría par- mente entre sus partidarios: coincide0'
lamentaria de 1902, a la que los sucesos cia que ofrece, desde luego, ocasíoij
depararon, después de memorable lucha para hacer notar que ni el paso ¿eí

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—-SOBRE JOSÉ BATLLE 1065

candidato por el gobierno, ni las in- pontánea. La verdad clara y firme (y


gratas condiciones de la época que le cabe reconocerlo aun por aquellos que
tocó presidir, han sido suficientes para lo consideran lamentable o injusto) es
desvirtuar en su personalidad el funda- que esa candidatura, además de su am-
mental sello cívico que nos llevó, en biente inmediato en el orden interno de
aquellos días ya lejanos, a optar por su esta situación, tiene hondas raíces, no
candidatura y a decidir su triunfo, en- sólo en el seno del partido político cuyo
tregando en sus manos la bandera del tributo de popularidad vinculó el gober-
grupo que constituíamos. Esa candida- nante de 1903 por obra de los mismos
tura resurge hoy, y no, por cierto, de acontecimientos que le granjearon la
manera imprevista e inopinada. animadversión apasionada del partido
Nunca, o sólo en circunstancias de adverso, sino también dentro de ese vas-
complicación y desconcierto, las colec- to círculo de opinión y de intereses,
tividades políticas, las fuerzas organiza- ajeno por naturaleza a las cuestiones
das de opinión, determinan la designa- políticas, y que sólo atiende al resultado
ción de sus candidatos por efecto de de estas luchas desde el punto de vista
una búsqueda laboriosa, de un procedi- de lo que ese resultado importa a las
miento analítico, de una comparación conveniencias generales de la sociedad,
prolija de personas. Puede decirse, en Y debe agregarse todavía que, por un
general, que cada situación y cada mo- raro consorcio de circunstancias, este
mento traen en sí mismos el declive i arraigo de la candidatura que ustedes
fatal de los nombres que han de per- i vienen a mantener, se extiende, por una
sonificarlos en la lucha cívica: y casi parte, a las clases conservadoras, para
siempre la elección de estos nombres quienes el prestigio del orden adminis-
se lleva a cabo de manera intuitiva, trativo es siempre el que más subida-
por espontánea manifestación del sen- mente realza la personalidad del hombre
timiento, porque es la obra de la gravita- público, y por otra parte, a los elemen-
ción natural y certera de las ideas, ios tos de trabajo, que, por primera vez,
intereses y las pasiones que entretejen durante el gobierno de Batlle, adquirie-
ta trama vital de una situación deter- ron en el país una conciencia colectiva
minada. y dieron muestras de una acción co
Es así como la orientación y el des- mún independiente de la organización
envolvimiento de la actual situación po- de los partidos y subordinada directa-
lítica hicieron dibujarse, desde hace mente a sus propias aspiraciones socia-
tiempo, en su seno, adquirir día por les y económicas.
uía creciente intensidad y relieve, y de- Que, frente a adhesiones entusiastas,
unirse al fin, con incontrastable im- esa candidatura levante oposición, y
pulso, la candidatura presidencial del oposición apasionada, no es anormal ni
s
^ñor Batlle y Ordóñez, como la expre- debe deplorarse: es, por lo contrarío,
sión más característica y prestigiosa del natural y plausible, dentro de la ló-
c
°njunto de los elementos que hoy pre- gica de las cosas humanas, y dentro de
valecen en el gobierno del país. las actividades y costumbres de la vida
er
t " o sólo la pasión obcecada puede cívica. Lo anómalo y lo vituperable em-
fundarse en ello para no ver en la can- pezarían allí donde esa oposición salie-
idatura del Batlle más que el engen- se de las formas regulares de manifes-
j o artificioso de una situación erigida tación que le señala el orden institucio-
. ' Maquina electoral de la que ha de nal, para conducir las pasiones a un
er
n? u^
ar
' fuer& de todo impulso po- término de resistencia y desacato que
y de toda fuerza de opinión es- sólo se legitima contra la tiranía, o
1066 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

contra la concusión, o contra la amena- cho indestructible de que la situación


za de la disolución social. política de que se hizo cargo el Presi-
Pero bien sabe usted que se arguye, dente de 1903 venía maculada por el
para cohonestar de antemano los úl- pecado original de un régimen insoste-
timos extremos de la resistencia, que nible y monstruoso-—esencialmente pre-
la perspectiva de una política de perse- cario—que, tolerable como solución de
cución, de odio y de vejamen, contraría circunstancias, era una subversión im-
las más legítimas y angustiosas exigen- posible de prolongar como equilibrio es-
cías del espíritu público, y subleva, hu- table.
manamente, las pasiones de aquellos que Un presidente más grato a la mayoría
habrían de soportarla. de los nacionalistas, o que hubiera esta-
Y para comprobar la realidad de esa do en condiciones de desplegar otra
nefasta perspectiva, se toma como fun- política, habría quizá salvado en paz su
damento el antecedente de los aconte- período de gobierno, mediante el man-
cimientos luctuosos que ensangrentaron tenimiento artificioso de aquel régimen
al país durante el anterior gobierno de de anormalidad, que consistía en perpe-
Batlle y que imprimen su fisonomía a tuar en el país, frente a frente, dos esta-
la historia de ese gobierno. dos y dos ejércitos. Pero el mandatario
Hay, en semejante argumentación, un que le hubiera sucedido, o el primero
doble sofisma, que consiste, por una que, después de él, hubiera intentado
parte, en convertir, con brutal injusti- poner término a una situación en que
cia, en responsabilidad y culpa uniper- el desdoblamiento del Estado corría ries-
sonales, el resultado de errores, culpas go de convertirse en costumbre incon-
y fatalidades, de muy largo y difícil movible y derecho consuetudinario, hu-
discernimiento; y por otra parte, en in- biera tenido que afrontar la rebelión y
ferir de ahí la repetición de iguales cir- la guerra; porque no está en la lógica
cunstancias, de idéntica política y de de la naturaleza humana que un partido
análogas aciagas consecuencias, por la político fuerte y entonado por los mayo-
vuelta al poder del hombre en cuyo res triunfos que haya conseguido, mate-
carácter quiere exclusivamente señalar- rial y moralmente, desde su descenso
se la explicación y la raíz de aquellos del poder; disponiendo de armas y mi-
trágicos acontecimientos. licias organizadas, y de una parte del
Quien recuerde la situación de las territorio nacional que le estaba vincu-
cosas—la posición relativa de los elemen- lada como feudo, y de intervención ofi-
tos que actuaban en el ambiente polí- ciosa en la designación de funcionario-
tico de 1903, el espíritu de cada uno de públicos, y teniendo a su frente a un
ellos, la encrucijada en que estaba pues- caudillo aguerrido y prestigioso: un par-
to el país—, habrá de llegar, si serena- tido político en permanente pie de gue-
mente reflexiona, a la conclusión de rra, se resignará sin protesta a aban-
que la guerra civil era un término tan donar los medios de ese poder anor-
fatal y tan inevitable de todo aquello, mal, pero efectivo y eficaz, que ha-
que no se concibe fuerza humana capaz bía puesto en sus manos la temeri-
de impedir que eíía estallase, o de in- dad o la necesidad angustiosa de un mo-
mediato o a la larga. mento.
Concédase cuanto se quiera sobre la La guerra civil era—lo repito—la gra-
posibilidad de retardar, o de paliar, con vitación ineluctable de aquel orden, °
los medios del poder, esa fatalidad im- desorden político. Dentro de esa absur-
plícita en los términos de aquel estado da manera de coparticipación, el m^
de cosas. Siempre quedará en pie el he- mínimo roce era el conflicto, y el i*1-

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OBRA POSTUMA.-—lí: ESCRITOS POLÍTICOS.—SOBRE JOSÉ BATLLE 1067

mínimo conflicto era el estallido espon- natural del gobernante? Cuando ios an-
táneo de la guerra. tecedentes conocidos de su actuación,
Tuve oportunidad de decirio en el Par- en otras circunstancias, en otras condi-
lamento, cuando votamos, con respecto ciones, en otras épocas, confirmasen»
de esas mismas condiciones, la paz efí- como nota esencial de su personalidad,
mera de marzo de 1903; y no pasó mu- la intolerancia de partido y la resisten-
cho tiempo sin que los sucesos lo con- cia a toda acción conjunta, o a toda
firmaran. relación cordial, con los que hoy se con-
No importa que se discuta la mayor o sideran separados de él por insalvable
menor oportunidad, el mayor o menor distancia. Pero los antecedentes polí-
acierto, con que Batlle haya procedido ticos de Batlle, antes de su encumbra-
en cada uno de sus actos de gobierno, miento, lejos de corroborar aquella no-
antes y después de la fatal liquidación. ta, son constantes, más bien, en el sen-
Dejemos sólo en claro—porque es lo que tido contrario. Esos antecedentes nos lo
interesa—esta fatalidad original de la si- muestran, en 1886, cooperando a un
tuación que recibió en herencia, y com- movimiento popular en que las divisas
probemos en ella el grado de verdad y tradicionales se eclipsaban por la soli-
de justicia que puede haber en acumu- daridad en una causa superior; y en
lar exclusivamente sobre la cabeza de 1897, contribuyendo a sentar los funda-
de un hombre la responsabilidad de mentos de una situación política erigida
aquel desenlace inconjurable de extra- sobre la plataforma de una pacificación
víos, errores e imprudencias comunes que daba el triunfo moral al partido
a casi todos los que actuaron, de una revolucionario; y en años anteriores, e
y otra parte, en las ulterioridades de la inmediatos a su presidencia, obrando
paz de 1897. de acuerdo y armonía con ios elementos
Juzgar los acontecimientos políticos dirigentes de ese mismo partido, den-
de un período de gobierno—y el mismo tro de los lincamientos de la política de
sentido general de su política—como coparticipación, encarnada en la presiden-
actos dependiendo de la sola voluntad cia de Cuestas; y una vez llegado a su
del gobernante, sin tener en cuenta el propio gobierno, iniciando sus actos ofi-
Punto de partida y el escenario que le ciales con un decreto que disolvía re-
han tocado en suerte, es un error muy gimientos y aligeraba sus medios de de-
grave y muy vulgarizado. Es el error fensa, lo que acusaba, con la ausencia
que lleva a muchos todavía a formular de toda sospecha de agresión, el claro
s
u juicio sobre la gestión administrativa propósito de vivir en paz y lealtad fren-
del doctor Herrera y Obes—una de las te al adversario que aún tenía armass
Correctas y hábiles que haya presencia- feudos y caudillo.
do el país—sin relacionarla con el hecho ¿Por qué no hemos relacionar con
fundamental de la tremenda situación estos antecedentes la disposición de es-
Cc
onómica a cuya liquidación hubo de píritu en que debe inferirse que reasu-
Presidir: herencia no menos faítal y me Batlle el poder: hoy, que de la anor-
abrumadora, en sus líneas, que la que, malidad política que él hubo de liquidar
Políticamente, recibió Batlle de la sitúa- en su primer gobierno, no quedan ya ni
C!
ón que le precedió. huellas; cuando no hay feudos que rei-
¿Cuándo podría inferirse, del carác- vindicar, ni armas que suprimir, ni com-
er
de reivindicación partidaria que los promisos morales con minorías de parti-
su
cesos imprimieron al gobierno Batlle, do, cuando la ausencia y el tiempo han
^Ue ese carácter coincidía con la pre- interpuesto sus influjos reparadores;
la
intención y con la intransigencia cuando todo—desde los intereses más
1068 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

caros del país hasta los propios intere- nera como se plantee su. candidatura y
ses de la situación que se cree—invita como se Heve adelante la propaganda
a la paz, a la ecuanimidad, al olvido, de ella; y por eso yo me regocijo de
a la concordia?... que sea usted quien, en digna compañía,
Esta consideración, ya que no baste a tome en sus manos la bandera de esa
determinar la adhesión activa de los propaganda, porque, mantenida por us-
que permanecen alejados del candidato tedes, no puede tener otro sentido que
por los recuerdos de la lucha, debe bas- el muy amplio y elevado que es opor-
tar, cuando menos, a determinar de par- tuno y patriótico imprimirle. No vie-
te de ellos una expectativa serena. nen ustedes a la prensa para oponer a
El deplorable error que en 1903 negó la negación intransigente y enconada, a
a Batlle los votos nacionalistas solici- la persistencia del rencor y el agravio,
tados para confirmar moralmente una la afirmación arrebatada por el agravio
candidatura ya triunfante y de digna
significación personal: el error que dejó y el rencor; sino para demostrar que,
sola, al lado de Beatlle, una minoría de en el ambiente de la candidatura que
nacionalistas a los que no era justo exi- levantan, esos impulsos regresivos no
girle que repudiara, y cuya presencia existen, y que el pensamiento que se
debía ser, por la naturaleza de las co- agita en torno de ella es pensamiento
sas, el torcedor que más reavivase y de porvenir, de paz y de labor fecunda,
enconase los recelos de la mayoría, ale- y no de apego estéril a recuerdos de
jando toda coyuntura de conciliación; discordia y de luto que sólo pueden
y este otro error, más reciente, que en ser eficientes para el odio y la ruina.
1907 reprodujo la misma negativa fren- Extender esa convicción, que ya exis-
te a otra candidatura triunfante y de te en nuestro espíritu; extenderla a los
digna significación personal ¿se reagra- demás, reforzarla en el espíritu pro-
vará ahora con una resistencia indecli- pio, y conseguir que se habitúen a oír-
nable, no a contribuir al triunfo de la la formular sin demasiada desesperan-
candidatura ni siquiera a confirmarla za los que dudan de buena fe, y aun
con los propios votos, sino simplemente los que están resueltos a dudar: ése es
a mantenerse en esa actitud de espera el más alto servicio que pueden ustedes
y de reserva que ha sido la concesión prestar a la candidatura de que son
hecha tantas veces a personalidades in- abanderados; ésa es la parte más inte-
finitamente inferiores y frente a perspec- resante de la tarea que ustedes em-
tivas mucho más desnudas de espe- prenden.
ranza?...
Sólo esa actitud que, refrenando las Yo abrigo, como ustedes, la convic-
pasiones, mantuviese toda resistencia ción serena de que, a estas alturas del
dentro de la ley y todo cargo e inculpa- problema político, la candidatura _ ¿e
ción dentro de cierta moderación decoro- Batlle, surgiendo incontrastable, afra11"
sa, daría derecho luego para decir ai zada sobre la sólida base de arraigo y
candidato vencedor, que la iniciativa de prestigio que tiene en la estructura
de las conciliaciones debe venir de lo de la actual situación, y que es ante-
alto y que el primero en olvidar debe cedente necesario de la estabilidad &
ser el que goza las satisfacciones del todo gobierno; ennoblecida por los al-
triunfo. tos títulos cívicos que nadie puede sen-
Es indudable que, para mover a tal satamente desconocer al candidato, como
actitud a los adversarios sinceros de ciudadano y como gobernante; y ^ ' "
Batlle, mucho puede hacerse en la ma- nída por el programa de equidad,

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OBRA POSTUMA.-—U: ESCRITOS POLÍTICOS.—CARLOS VAZ FERREIRA 1069
amplitud y de concordia que le impo- La cooperación del nuevo órgano de
nen, de consuno, las exigencias nacio- publicidad a esta tarea preparatoria no
nales y el interés de su propia se- puede menos de ser recibida con sim-
guridad y de su libre y eficaz acción patía; y en ella le desea el mejor de
gubernativa, es una solución que ha de los éxitos su amigo affmo.
robustecerse constantemente en la con-
JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
ciencia pública, venciendo cada día un
recelo, una duda o un agravio. [El País, 10 de junio de 1910.]

XIII

[ADHESIÓN A LA CANDIDATURA DE
CARLOS VAZ FERREIRA]

Síes. Guillermo Otero, B. Reyes Pena nión individual, en este caso, es de


y C. Mussio Fournier. profunda simpatía y de espontánea ad-
Muy señores míos: Han manifestado hesión al propósito que ustedes persi-
ustedes deseo de conocer mi opinión guen.
respecto de los trabajos que se propo- Personalidades que, como la de Carlos
nen iniciar en representación de un fuer- Vaz Ferreira, honran, intelectual y mo-
te núcleo de la juventud universitaria, ralmente, al país, honrarían al parla
con el objeto de llevar al doctor Car- mentó y a la colectividad política que
los Vaz Ferreira, mediante los votos del las encumbrase con sus votos. No im-
Partido Colorado, a una banca en la porta que no figuren activamente den-
Próxima legislatura. tro de ella. Basta que no le profesen
Accedo complacido a los deseos de hostilidad, ni sean opuestas, en sus
ustedes. ideas fundamentales, al espíritu y las
Sobre el éxito de esos trabajos toca- tendencias que en esa colectividad do-
rá resolver, en oportunidad, a las co- minan.
lisiones constituidas del Partido Colo- Aplaudo, pues, la iniciativa de ustedes,
c o , a las que incumbe entender en la como digno tributo de la juventud al
Proclamación de candidaturas, y cuyas mérito indiscutible, y deseo que ella se
^cisiones obligan, por razones de soli- vea coronada por el éxito.
daridad y organización, a todos lo que De ustedes afectísimo,
Pertenecemos a d'cho partido. JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Pero esto no puede ser obstáculo, en
panera alguna, para anticipar una opi- S/c. 21 de julio de 1910.
m
°n puramente individual. Y mi opi- [El Siglo, 10 de agosto de 1910.]
1070 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

XIV

CORONA FÚNEBRE
DEL DOCTOR JULIÁN GRANA U>

La plena justicia en el juicio que for- dad, su parte legítima de recompensa y


mamos sobre los hombres sólo es po- de fama, siempre que podía. Jamás he
sible a cierta altura de la vida: cuando conocido hombre más sinceramente mo-
nuestro conocimiento de la naturaleza desto, ni que experimentase una satisfac-
humana tiene una base experimental ción más desinteresada en el triunfo de
suficiente para establecer parangón en- una idea, en la feliz consecución de un
tre el carácter individual que ha de propósito elevado, en la justicia tribu-
juzgarse y el término medio de morali- tada al mérito de otro. Por exceso de
dad y de bondad que la observación nos esta negación de sí propio, llegó a ser
ha permitido apreciar en el común de injusto consigo mismo, privando a su
los caracteres. nombre, que es hoy el de sus hijos, de
Volviendo la mirada a lo pasado, fi- un género de prestigios que podrían
jándola luego en lo presente; apurando merecidamente realzarlo en el concepto
recuerdos, planteando y resolviendo de la generalidad.
comparaciones, digo con toda verdad Porque en Grana no había sólo un
que uno de los corazones más nobles carácter superior y un corazón nobilí-
que me haya sido dado conocer en el simo: había también una clara, una her-
mundo es el que latió en el pecho del mosa inteligencia. Los que trabajamos y
malogrado ciudadano a quien el pia- luchamos en su compañía, recordaremos
doso recuerdo de los suyos teje hoy la siempre aquella madurez dé juicio, aque-
modesta corona de este libro. lla precisión de criterio, aquel como
Participamos juntos en las luchas cí- seguro instinto de la verdad y la equi-
vicas y las tareas parlamentarias de un dad, con que, después de oír en con-
interesante período de nuestra vida po- centrado mutismo la opinión de los de-
lítica. Cien ocasiones se presentaron en más, cerraba una discusión dando la
que pude poner a prueba el juicio que, nota justa definitiva—casi siempre en
desde el primer momento formé sobre pocas palabras—, que, cuando no se im-
ía excepcional calidad de su carácter ponían de inmediato al convencimiento,
y la delicadeza exquisita de sus senti- quedaban labrando en el espíritu de
mientos; y cada ocasión me dio motivo todos.
para valorar aún en más tan raras do- Pero era inútil pedirle que hiciese
tes y para atribuir- a su corazón y su valer estas facultades suyas en forma
carácter nuevas excelencias. alguna de publicidad, hablada o escrita
La abnegación era, en Julián Grana, y no, ciertamente, porque le faltase el
el rasgo dominante, el sello personal: don de la expresión. Cierta vez, en un?-
una abnegación tan espontánea, tan sen- reunión política, uno de nuestros com-
cilla, tan fácil, que parecía manifestar- pañeros, a quien Grana había expuesto
se sin clara conciencia de sí misma,
como cosa de la naturaleza más que (1) [Estas palabras figuran como prólog0 "
como resultado de una disciplina mo- Corona fúnebre del doctor Julián Grana, Mon-
ral. Eliminaba su nombre, su personali- tevideo, 1910.]

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OBRA POSTUMA.—11:. ESCRITOS POLÍTICOS.—LA REFORMA CONSTITUCIONAL 1071

detenidamente, en antesalas, su opinión de aspirar, para sí y para el lustre de


sobre el punto que había de tratarse, su nombre, ¿qué no hubiera podido ser
no se resignó a que dejara de expo- ya, aun muriendo tan prematuramente
nerla en público, y le forzó a hacerlo, como estaba destinado a morir?...
aprovechando el momento en que aca- El prefirió (¿y quién sabe si no obró
baba de hablar uno de los oradores como sabio?...) la semioscuridad y el
para decir, dirigiéndose al Presidente: silencio. Sus últimos años pasaron en
«iEl doctor Grana ha pedido la pala- absoluto retiro, después de renunciar
bra!»... Y Grana, a su pesar, habló; y voluntariamente a toda posición en la
su discurso fué el mejor, el más oportu- vida pública. Su salud precaria no fué
no y convincente de todos, y tuvo la ajena tal vez a esta resolución, aunque
influencia decisiva que merecía, r a r a al- ella reconozca más hondos fundamentos
gunos, fué aquello una revelación; pero en aquel desvío, que siempre le carac-
no para los que le conocíamos de cerca terizó, por todo cuanto fuese poner de
y Je oíamos diariamente en círculo de manifiesto su personalidad. Murió antes
amigos o en el seno de las Comisiones de Ja madurez, dejando huérfano un
parlamentarias. hogar a que consagraba todos sus afec-
Pocos hombres de su generación hu- tos; y esto es lo realmente triste de su
bieran podido aspirar a más probables historia... Que no brillara como pudo
éxitos en la vida política, sí no le brillar; que no ascendiera a donde pu-
hubiera faltado ese estímulo de am- do ascender en fama y honores: ¿qué
bición personal del que ni siquiera tu- importa eso, al fin, si nos levantamos
vo la corta proporción en que tal es- un poco sobre el punto de vista de
tímulo deja de ser un defecto para con- nuestras ambiciones y nuestras vanida-
vertirse en una cualidad del hombre des?... Pero la muerte arrebatada, que
público. Reuníanse en el excepcional deja vacíos y dolores que no son vani-
conjunto de condiciones propicias al dad, es una pena cierta, en el destino
encumbramiento: carácter moderado y de este hombre inteligente y bueno;
bondadoso, sin menoscabo de la ener- y para llorar esa pena se unen a las
gía; inmaculada reputación moral, inte- lágrimas de la orfandad, y la viudez las
ligencia equilibrada y clara; posición de la amistad herida en el afecto ver-
independiente; hondo arraigo de vincu- dadero que él mereció en vida y que ro-
laciones y prestigios en una importante deará por siempre su nombre y su re-
z
ona del país; simpatías en todas par- cuerdo.
tes, malquerencia en ninguna. Si a todo
Cs
to se hubiera agregado la condición Montevideo, octubre de 1910.

XV

[SOBRE LA REFORMA CONSTITUCIONAL]

Señor Director de El Siglo. el autor de una fórmula donde se esta-


Comenta su ilustrado diario, en el blece que las reformas no entrarán en
"umero de hoy, el informe de la Comí- vigencia hasta el período presidencial
p.l0n de Reforma Constitucional, y mani- siguiente a aquel en que hayan sido san-
íicst a su extrañeza porque, siendo yo cionadas, no he expresado en ese punto
1072 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mi disconformidad con el proyecto de la toda sensatez, que jamás podría ser


Comisión en el que se omite dicha clau- el ideal de una comunidad política que
sula. aspire con sinceridad a radicar un ré-
Pues bien: tratándose de la breve sal- gimen de instituciones libres.
vedad con la que se acompaña una No es principalmente ese peligro hi-
firma en discordia, no he hecho cons- potético de una tendencia favorable a la
tar de una manera expresa mi insisten- reelección lo que me determinó a in-
cia en cuanto a aquella parte de mi cluir en mi proyecto la cláusula contra
fórmula—aunque sigo creyéndola, si no cuya supresión reclama El Siglo, y preci-
esencial, conveniente—porque considero samente por eso no la limité—como
que lo fundamental, en cuanto a garan- El Siglo desea limitarla—a los artícu-
tías respecto de la obra de la Conven- los referentes al término de las funcio-
ción Constituyente, está en asegurar un nes presidenciales, sino que la extendí
procedimiento de ratificación que aleje a todo el cuerpo de la Constitución por-
el peligro de una presión ilimitada de que, dada la influencia exorbitante que
las pasiones e influencias de determina- nuestras costumbres políticas han con-
do momento. Y a esto concreté por lo cedido siempre al Presidente de la Re-
pronto, mi salvedad. pública, ese exceso de influencia per-
Puede resultar ello insuficiente del sonal puede ser considerado, con igual
punto de vista de las suspicacias de razón, inconveniente en muchos otros
que viene haciéndose eco El Siglo, sin puntos que no sean la reelección ni la
fundamento que se conozca; pero, como duración del cargo mismo, sino que se
se comprende, ni la Comisión ha podido refieran, por ejemplo, a sus atribucio-
anticiparse a tales suspicacias, ni, aun nes, y en general, aun a aquello que
cuando hubiera sabido de ellas, les hu- no tiene aparente relación con tan. alta
biera dado mayor valor. Son las mis- magistratura. De aquí la referida cláu-
mas—e igualmente vanas—que se hacían sula de mi proyecto, que no sería en
flotar en el ambiente cuando la reforma ningún caso inútil, pero que perdería
constitucional proyectada a raíz de la mucha parte de su interés si se adop-
paz de 1904; y entonces dije en la Cá- tase, como propenderé a que se haga,
mara, con notorio asentimiento de la un procedimiento eficaz de ratificación-
misma, lo que repetiríamos ahora y Saludo al señor Director atentamente.
siempre: que la reelección presidencial,
en un país de las condiciones políticas JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
del nuestro, es una fórmula tan abso- S/c. 8 de noviembre de 1911.
lutamente reñida con toda previsión y [El Siglo, 9 de noviembre de 1911.]

XVI
[SOBRE EL DOCTOR
ALFREDO L. PALACIOS]
Montevideo, 4 de abril de 1912. la satisfacción de recibir la afectuosa
Señor don Julio David Orguelt. nota en que, a nombre del Comité oí-
Buenos Aires. ganizado para prestigiar la candidatura
Estimado señor y amigo: He tenido del doctor don Alfredo L. Palacios a

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)BRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—LOS PALADINES DE HOY 1073

cargo de diputado nacional, y en térmi- porque la personalidad del doctor don


nos que agradezco, se me dirige usted, Alfredo L. Palacios reúne en sí sobrados
solicitando de mí una palabra de simpa- títulos y merecimientos con que aspirar
tía y adhesión a los trabajos de ese al sufragio de sus conciudadanos y con
Comité. que honrar la tribuna a que se le en-
Puedo darla y la doy porque el ca- cumbre: por sus prestigios oratorios,
rácter independiente y amplio que ese por su intachable probidad cívica, por
Comité reviste, excluyendo la partici- su perseverante y esforzada labor, y por
pación forzosa en el orden de ideas a esa noble consecuencia que le ha hecho
que está vinculada la personalidad del quedar fiel a los ideales confesados en
candidato, legitima las adhesiones que la primera juventud, con despreocupa-
procedan de otros motivos y fundamen- ción de los éxitos y honores que la po-
tos que la comunidad de ideas. lítica normal brinda a los hombres de
Puedo darla y la doy porque, en la sus dotes intelectuales y de sus ener-
vulgar agitación de intereses y pasiones gías de luchador.
que imprimen su fisonomía a las lu- Yo les acompaño, pues, con mis me-
chas políticas de estos pueblos, es siem- jores votos—aunque estos votos míos no
pre hermosa y ejemplar una nota de sean de los que valen en el comicio—y
idealidad y generosos entusiasmos, co- fío en que el sentimiento popular hará
mo la que ofrece esa juventud, agru- justicia a esa y otras candidaturas se-
pada en derredor de un hombre, en mejantes, realzando así la hermosa sig-
virtud de prestigios que no tiene rela- nificación de este despertar del civismo
ción con los provechos y halagos de la argentino: despertar que a todos nos
política. conforta, porque revela que el pueblo
Puedo darla y la doy porque—inde- de Mayo, no satisfecho ya con su por-
pendientemente de toda doctrina social tentoso desenvolvimiento material, vuelve
determinada y de todo propósito siste- ahora los ojos a aquel orden de energías
mático—la fuerza de opinión, de traba- morales en cuya ausencia la prosperidad
jo, de vida, que representan los milla- de las naciones no tiene otro declive que
res de obreros comprendidos en el or- la enervación, la decadencia, y en último
den de esa sociedad, tiene derecho a in- término, la propia ruina material.
fluir eficazmente en la resolución de los Transmita usted mis saludos a sus
destinos comunes y a llevar, por tanto, compañeros, y créame su affmo. amigo.
al Parlamento a los intérpretes de sus
anhelos y reivindicaciones. JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Y finalmente, puedo daría y la doy íDiario del Plata 7 de abril de 1912.]

XVII

LOS PALADINES DE HOY

No es tan fácil como se cree el arribar modesto, aun en el espíritu más lleno de
^ la cómoda vida del parasitismo oficial timidez; a pesar de las genuflexiones de-
Amén de las antesalas interminables, que i primentes, del servilismo de la actitud y
Poco a poco desgastan el sentimiento or- los tantos vencimientos que se padecen
Mloso que late, más o menos rebelde, o [ desde las antesalas ministeriales hasta
1074 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

las canonjías de las oficinas públicas, el sociedad en sus más hondas raíces, han
absolutismo de círculo ha creado nuevas llegado a caer tal vez en la ceguera inau-
sumisiones, nuevas modalidades de vasa- dita de que la república carece de otras
llajes mezquinos a las alturas, todo por energías que puedan encaminar su por-
el afán de «hacer méritos» para surgir no venir por senderos de progreso y de paz,
importa cómo. Lo esencial es escalar la sin innovaciones extemporáneas, sin apa-
cúspide. rato bélico y sin intransigencias omní-
No me refiero a aquellos empleados modas.
que en la jerarquía del presupuesto no Por fortuna la sensatez, rayo de luz,
gozan de los dispendios desenfrenados de rasga a veces esa penumbra incierta del
los arbitros del tesoro público y cuyos mañana que un optimismo patriótico im-
merecimientos jamás se toman en cuen- pone desconocer: el optimismo genero-
ta, sino a ese tipo de hoy, de factura so que ha salido a flor últimamente en
novísima, infatigable palaciego que se un núcleo de la juventud de Canelones.
multiplica—por sus órganos—en las pro- Rasgo aislado, es verdad, pero tal vez
pagandas de los clubs y que se balancea pueda provocar otros dentro de la apatía
de común en un alto sitial, sin más idea- cívica del momento.
les u opiniones que las que limita a la ex- Gestos como ése confortan el espíritu
hibición chillona de los colorines de sus ciudadano, y nunca tan digno de elogio
corbatas o el cárdeno manifiesto de cla- viéndolo relucir al margen de las genu-
veles en el ojal y hasta en la seda de los flexiones de los postulantes de las altu-
pañuelos. ras, que en su delirio de abatirse ante el
Imprescindibles en todas aquellas ma- Supremo sueñan, quizás, para éste, el
nifestaciones que suelen destilar a cuál comando vitalicio y la toga cesárea...
más frenética de servidumbre, ellos son Su parasitismo les hace temblar de pa-
los que con la prédica del ejemplo, en- vor ante la idea de una franca renova-
greídos en la triste, pero dorada figura- ción. Adheridos a la planta que vigoriza
ción de un éxito fácil, tratan de marchi- su nulidad, un sordo terror les sobrecoge
tar el ideal de la juventud no contamina- a la presencia de un sembrador, que no
da todavía; ellos son los que, validos de quieren distinguir en parte alguna, pero
ia influencia corruptora de que disfru- que constituye su pesadilla.
tan, han implantado el fraude en los co- Y éstos son los paladines que rompen
micios—-para rubor del ciudadano ínte- lanzas, convulsos de entusiasmo, ante los
gro—hasta venir a parar—¡oh bochor- estrados del éxito,
no!-~a la mentira de nuestros sufragios. ¡Y estos son los heraldos repúblicos
Tales son los merecimientos que les que anunciarían a trompa tañida, locos
consagra en el ánimo del galanteado. De de júbilo, la muerte del civismo, si vie-
allí arranca su valimiento. Dispuestos ran camino del cadalso a la democracia!
siempre a aplaudir hasta las menores ac-
ciones del ídolo, a secundar sus capri- CALIBÁN.
chos, aun aquellos descabellados y fan-
tásticos, que a cada hora conmueven la {Diario del Plata, 8 de abril de 1912.]

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—NUESTRO DESPRESTIGIO 1075

XVIII

NUESTRO DESPRESTIGIO
EL CACIQUISMO ENDÉMICO

Todavía ha de pasar mucho tiempo insolubles, hasta el punto de que esa tra-
para que en Europa desaparezca el pre- gedia interna caiga en ocasiones bajo el
juicio que hace aparecer a una gran par- dominio del chascarrillo.
te de las repúblicas americanas como se- En el Perú se ejecuta a obreros iner-
millero de revoluciones, como países fe- mes cuyo único delito consistía en la pro-
cundos en motines, disturbios y masa- testa contra el rudo trato de los capora-
cres de todo género. les y la mezquina retribución de un jor-
La fama viene de atrás. La figura trá- nal irrisorio.
gica de los cabecillas que luego de arri- La autonomía exagerada que ha dado
bados al poder, por la sorpresa de las ba- origen al caciquismo en los estados del
yonetas la mayoría, se convirtieron en ce- Brasil, y a las revueltas lamentables de
sares absolutos: Rosas siniestros, Fran- Ceará, Pernambuco y otros puntos, al
elas sombríos, García Morenos a lo bombardeo de Manaos, a los motines de
Borgía, ayer; Zelayas, Castros, Aliaros, la Armada, constituye una seria interro-
Reyes no ha mucho; estas siluetas de gación para aquella república, hoy, cuan-
terror y arbitrariedad son las que han do ía gran figura de Río Branco ha des-
contribuido al descrédito que se cierne aparecido del escenario y su palabra de
sobre el Continente, no obstante las no- concordia no repercute.
tas aisladas de progreso, de orden, que En la propia Argentina, ¿no hablóse
al presente dan algunas repúblicas. hace días del estallido de una revolu-
Pero basta una recorrida a vista de pá- ción? Fortuna fué que la actitud del pre-
jaro por nuestras nacionalidades, para sidente Sáenz Peña, insólita en esta Amé-
que surja la consideración, bastante tris- rica donde las elecciones son un mito,
te, de desencanto acaso, de que la extin- actitud que ennoblece ante la historia su
ción del prejuicio europeo está lejana administración, conjurara el conflicto,
aún. Si de nosotros se trata, sucede algo
Allí tenemos en México el desenfreno peor. Nuestros recientes progresos y la
revolucionario en todo su vigor, hasta tregua de paz que gozamos, no han bas-
temerse para aquella república fuerte la tado para elevarnos a la consideración
deprimente intervención yanqui. unánime de los estados florecientes. Se
Todavía el eco nos trae, de aquella nos confunde tristemente con el Para-
Sainte Barthélemy de Quito efectuada en guay, acaso por la vecindad o por la con-
l°s jefes revolucionarios, el frenesí de sonancia guaraní tica de los nombres.
las turbas ensañadas en los cadáveres de Tanto es así que días atrás un impor-
tas prisioneros; y el ánimo se consterna tante diario madrileño publicaba un te-
an
te esa regresión a épocas de barbarie legrama que decía poco más o menos:
° a las degollinas de manchúes en la «Los revolucionarios paraguayos ataca-
^hina contemporánea. ron la capital. Reina pánico en Montevi-
Sin i); m uy lejos, en el Paraguay se deo.»
bate el record de los problemas políticos Y luego hablemos de congresos y con-
1076 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ferencias, y propaganda del país en el ex- transmitir el bochorno de las revueltas


terior. armadas, los destrozos de las guerras ci-
De este desconocimiento en que yace- viles o el resultado de las corridas de to-
mos en tierras que están ligadas a la ros en algunas capitales—Lima, Caracas,
nuestra por razones de historia, lengua- México—, cuando en vez de propalar los
je, raza, etc., tienen en gran parte la retrocesos propague los progresos que se
culpa los representantes diplomáticos alcanzan, los veneros que se explotan,
que enviamos sin discernimiento, algunos las energías que se despiertan, entonces,
de los cuales sólo se ocupan del confort sí, vendrá la consideración mundial y
y aparato de sus personas, instalando en con ella la confianza del crédito.
las legaciones escenarios, salas de baile, La sensatez patriótica realizará este en-
de juego; pero sin acordarse de colgar sueño.
un mapa del país siquiera, en algún rin- Entre tanto, confesemos que la nueva
cón. vía interoceánica que abren al Norte los
Todavía pasará, pues, algún tiempo yanquis, con separarnos geográficamente,
para que ía Europa se entere de lo que nos acerca más al foco europeo.
atesoramos, de las energías que se des- Y esto ya es algo.
pliegan en este Continente joven surgido
como una promesa a las aspiraciones de CALIBÁN.
todos.
Mañana, citando el telégrafo en vez de [Diario del Plata, 29 áe abril de 1912.]

A.J./V

[HOMENAJE AL DOCTOR
JOSÉ PEDRO RAMÍREZ] <*>

Rodeado y aclamado por la concurren- Dijo que la manifestación no honraba


cia el señor José Enrique Rodó, fué obli- al doctor Ramírez, sino a la sociedad de
gado a hablar improvisando un elocuen- Montevideo, que demostraba con su acti-
tísimo discurso, que en parte reconstruí- tud que nunca las pasiones de la demago-
mos a continuación. gia podrían extinguir en su espíritu el
Manifestó que, obligado a hablar por sentimiento de respeto a todo lo que sig-
el pedido insistente de la concurrencia, nificase una verdadera, una noble, una
se limitaría a expresar la satisfacción que grande tradición nacional.
embargaba su espíritu al comprobar que Agregó que con la fuerza material, con
no eran sólo los triunfadores los que me- la autoridad de hecho, coexiste una fuer-
recían homenajes, sino también los que za moral, una autoridad ideal, que tam-
no contaban con otros medios de acción bién gobierna a las sociedades humanas,
y de influencia que el prestigio de sus y que tiene por elementos el respeto de
talentos y virtudes: aquellos que, en su las virtudes ejemplares, la admiración a
retiro modesto, suelen ser el centro a los talentos superiores, la gratitud a los
que convergen todas las miradas en las Cl) [Resumen de las palabras pronunciadas
horas angustiosas y de íncertidumbre pa- por Rodó en el acto de desagravio al doctor
ra el pueblo. José Pedro Ramírez.]

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—A ANTONIO BACHINI 1077
;
servicios eminentes; y que esa autoridad en cuyo tribunal augusto—concluyó—, no
ideal es mucho más segura y duradera I tienen jurisdicción las voluntades un día
que la del poder material, porque ésta es prepotentes, ni las pasiones de la injusti-
esenciahnente mudable, mientras que | cía y el odio.
aquélla se agiganta acrisolada por el
tiempo y llega triunfal a la posteridad, ! [Diario del Plata, 20 de abril de 1913.]

XX

[HOMENAJE AL CORONEL
MANUEL DUBRA] ^

Cediendo a insistentes pedidos de la clamores populares; al soldado que de-


concurrencia, hizo luego uso de ía pala- biendo optar entre su posición y su con-
bra el señor José Enrique Rodó, quien, ciencia, hizo abandono de su posición y
interpretando un sentimiento de todos vino a reclamar su puesto abnegado y os-
los presentes, invitó a brindar por los curo, entre los que combaten al lado de
conciudadanos del Partido Nacional que la causa popular. Concluyó brindando
habían asistido al homenaje; noble y le- por el porvenir del Ejército Nacional, del
vantada actitud, fundada—dijo—no sólo Ejército de la Patria, que es ía Patria
en motivos de solidaridad cívica en la misma armada para la defensa de sus
protesta contra el atentado policial, sino derechos y el desenvolvimiento de sus
también porque se trataba de honrar, en energías, sin exclusivismos de bando que
3a persona del coronel Dubra, al soldado pudieran prevalecer sobre el común sen-
ciudadano, al soldado en quien la condi- timiento de amor y de altivez que debía
ción de tai no tiene poder para amorti- cifrarse en las almas nacionales.
guar la fibra de los sentimientos cívicos [Diario del Plata, Montevideo, 21 de diciem-
ni para ensordecer el alma al eco de ios i bre de 1913.]

XXI

[HOMENAJE A ANTONIO BACHINI] (2)

En presencia de ios actos con que se suscriben piensan que quedaría incom-
ha celebrado la colocación del marco pleta la significación de esos actos sin
fronterizo que señala los límites de la uno en que se recordase especialmente
ica, en la parte rectificada por vuestro nombre y el honor de vuestra
r
ecientes convenios, los ciudadanos que
de la exclusión de que se ie hizo objeto en los
U) [Resumen de las palabras pronunciadas actos a que dio lugar la visita del canciller Mül-
^°i" Rodó en el acto de desagravio al coronel ler.» El señor Bachini había sido ministro de
Manuel Dubra.] Relaciones Exteriores durante la concertación
(2) [Una nota del periódico presenta así este del Tratado entre Uruguay y Brasil sobre con-
texto: «He aquí la brillante página que José dominio de la Laguna Merim. De aquí que se
trinque Rodó ha escrito para el álbum que se hable de «exclusión» en lo que se reñere a los
Crecerá al señor Antonio Bachini con motivo actos de homenaje al canciller brasileño.]
1078 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

participación en tan memorables acuer- mente precedieron a su realización defi-


dos internacionales. nitiva.
Así como al encarecer unánimemente, No podíamos contribuir a que perma-
por elevado y generoso, el histórico ras- necieran sin un claro y expreso reco-
go de la diplomacia del Brasil, nuestro nocimiento servicios de tal entidad. Sa-
pueblo no considera menoscabar, en lo bemos bien que los espíritus de la supe-
más mínimo, la justicia con que aspiraba rioridad del vuestro, que llevan en sí
a la restitución de su soberanía en los lí- mismos la inspiración de su conducta y
mites que le han sido reintegrados, así de su obra y el estímulo que los mueve
también la indudable espontaneidad con a persistir en ellas, no experimentan la
que aquella gran nación ha sellado en necesidad de las sanciones externas con
un pacto nobilísimo el reconocimiento que se consagran públicamente méritos
franco y cabal de nuestros derechos, no y virtudes; pero las necesita la concien-
excluye en la menor parte la estimación cia popular para honrarse a sí propia y
de los merecímienos vinculados a la la- para mantener sin eclipses una norma
bor perseverante y patriótica con que la de justicia social que, por encima de las
diplomacia de nuestro país, interpretan- desigualdades materiales del éxito, insti-
do aspiraciones nunca extinguidas del tuye el ejemplo educador de las genera-
sentimiento nacional, mantuvo en todo ciones que se forman. Honrando los al-
tiempo la afirmación de aquellos dere- tos servicios que han dado lugar a esta
chos y buscó insistentemente la oportu- demostración, se nos ofrece la oportuni-
nidad y la forma de llegar a su reivindi- dad de honrar con ellos antecedentes cí-
cación. Y al evocar ahora esos honrosos vicos e intelectuales que delinean el con-
precedentes, para armonizarlos dentro de torno de una de las primeras personali-
un mismo sentimiento de consideración dades de la República. Pueda nuestra pa-
y gratitud, la conciencia pública tiene labra de amistad contribuir a arraigar
justa noción de la eficacia de la acción en vuestro ánimo la convicción de que
personal con que el eminente ciudadano esos antecedentes y esos títulos signifi-
a quien va dirigido este homenaje concu- can un valor que nunca ha de perderse
rrió a asegurar el resultado favorable a en el recuerdo y la estima de vuestros
aquel viejo anhelo nacional, en el trans- conciudadanos.
curso de las gestiones que inmediata- [La Razón, 1 de junio de 1915.

XXII
CUESTIONES INTERNACIONALES. ¿INTERVENCIÓN
EN MÉXICO?
[DE UN EDITORIAL ATRIBUIDO A RODO (1)]

En principio, toda intervención ex- \ dades o la dignidad de otros Estados,


tranjera en asuntos internos de un es- ¡ debe excluirse y repudiarse con resuelta
tado soberano, máxime cuando estos i energía, haciendo de esa exclusión uno
asuntos no tienen complicaciones de he- j de los fundamentos esenciales de toda
cho que hieran directamente las inmuni- política internacional americana. Acepta*"
(1) [La atribución a Rodó de este editorial ; Mario Benedetti en su libro Genio y figura &
del periódico El Telégrafo ha sido hecha por j José Enrique Rodó (Buenos Aires, 1966). Dicft0

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OBRA POSTUMA.—11; ESCRITOS POLÍTICOS.—CUESTIONES INTERNACIONALES .1079

transacciones o condescendencias en la i América, algo como una tutela protec-


aplicación de ese principio significaría tora y filantrópica de los fuertes y or-
un gravísimo precedente, que, más que denados sobre los débiles y revoltosos.
a nadie, debería alarmar a las naciones Que, valida de la superioridad de su
de escasa extensión territorial, condena- fuerza, la poderosa nación del Norte
das—si ese criterio quedase autorizado— haya efectuado sus intervenciones des-
a la afrenta de las intervenciones de enmascaradas, como en Cuba y Panamá,
afuera, siempre que la apreciación, jus- y ejerza una intervención constante y
ta o injusta, de sus vecinos poderosos encubierta en los negocios públicos de
creyera llegada la oportunidad de in- otros Estados hispanoamericanos, es co-
miscuirse en sus querellas internas. sa que no constituye gran baldón para
La política internacional de los Esta- las demás repúblicas del Continente, si
dos Unidos del Norte tiene antecedentes se considera que no les es exigible con
conocidos, en cuanto a su ingerencia en | justicia una acción internacional pro-
ias cuestiones domésticas de los pueblos porcionada a los medios y recursos de
de este Continente, El propósito de in- su enorme vecino. Pero que todo eso
tervención que ahora se insinúa, resul- vaya a continuar y completarse con el
taría en cualquier caso lógico y conse- asentimiento expreso y la colaboración
cuente con esa orientación histórica de complaciente de los propíos pueblos de
la política norteamericana, pero para la América Latina, es una aberración
los demás pueblos del Nuevo Mundo que jamás podrá disculparse y contra la
—consultados con cortés oficiosidad-- cual deben prevenirse seriamente los
se presenta la ocasión de resolver si les gobiernos consultados para dar forma a]
toca cooperar, directa o indirectamente, propósito interventor de que se habla.
al desenvolvimiento de una norma in-
[El Telégrafo, 4 de agosto de 1915.]
ternacional que tienda a establecer, en
su incorporación con fecha 8 de septiembre de
escritor se apoya a su vez en un folleto Je 1914, pero en dicho suelto se advierte asimismo
Juan José López Silveira, Imperialismo yanki que Rodó «abordará el estudio de los mil as-
1%1 en América Latina (Montevideo, 1962), fo- pectos de la vida diaria, pero absteniéndose
lleto que no he podido consultar. Según es- no obstante del comentario político, porque así
cribe Benedetti (pág. 104), se trataría de «un se encuadra dentro del criterio general que
artículo (no incluido hasta ahora en ninguna acerca de ella [la política] ha guiado siempre
edición de sus Obras Completas) publicado por la propaganda absolutamente imparcíal de esta
Rodó el 4 de agosto de 1915, en El Telégrafo». hoja». Es posible suponer que esta última res-
Más cauteloso en su atribución es el doctor tricción se refiriese sólo a ía política uruguaya,
Eugenio Petit Muñoz, en un folleto sobre Rodó, en la que Rodó tenía una posición muy militan-
acogido por Marcha, de Montevideo (mayo te, como se ha visto largamente en la Introduc-
•1967). Dice alíí: «Parece reconocerse fácilmente ción, I, y se ha probado con ios numerosos
la pluma de José Enrique Rodó, siempre pvl- textos políticos recogidos por primera vez en
quérrima, aun cuando asuma el tono de la esta edición. Aun así, atribuir a Rodó sin ad-
e'ravedad que conviene ai tema político, en el vertencia alguna la redacción del editorial de
editorial de El Telégrafo, a cuya redacción es- El Telégrafo presupone algún riesgo. No porque
taba vinculado, del 4 de agosto de 1915, artículo la doctrina anti-intervencionista que allí se
tue ¡e ha sido efectivamente atribuido y que expresa sea de ninguna manera incompatible
^aJ° el nombre de «Cuestiones internacionales, con lo que éi mismo había expuesto en tantas
¿intervención en México?», denuncia el peligro páginas firmadas, sino por una elemental pre-
^e una intervención conjunta de los Estados caución: hasta la fecha la paternidad de ese
a
wericanos, a solicitud de los Estados Unidos.» editorial no parece haber sido probada. De
Como señala Petit Muñoz, Rodó estaba vincu- todos modos, he preferido incluir esta página
l o a la redacción de El Telégrafo desde 1914. con esta advertencia entre los escritos de Rodó
Ha
Y un suelto del periódico en que se anuncia I para que el lector pueda juzgar por sí mismo.
1080 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XXIII
[HOMENAJE A JULIO HERRERA Y OBES] U>
Señores: que no han sido superados en las lides
La tumba a cuyo alrededor nos coa- de nuestro periodismo. Poseía, en las se-
gregamos tiene la virtud de evocar den- ducciones de su cultura exquisita, un me-
tro de nosotros, a la vez que una imagen dio de dominación, que lo mismo se ejer-
personal, la visión y el sentimiento de cía sobre las inteligencias cultivadas que
una época: sobre el ánimo de los hombres del pue-
Desaparecida o retirada del primer pla- blo. Y reunía a esos atributos selectos la
no de la vida pública aquella generación voluntad entera y el valor civil que le
gloriosa que recibió la toga viril dentro llevaron a afrontar, impávido, persecu-
de los muros de la inmortal Montevideo, ciones y castigos, cuando los ciudadanos
otra gran generación la sucede en nues- eran entregados, en una barca miserable,
tra historia; otra gran generación, menos a la furia de los elementos, y cuando las
heroica y quizá menos austera que aqué- imprentas caían despedazadas al golpe
lla, pero admirable de brillo intelectual, aleve de la Mazorca.
de valor cívico y de gallardía de carácter. ! Así se caracterizó durante la primera
El nombre de Julio Herrera y Obes la :
mitad de su existencia, desde las campa-
personifica en sus rasgos más distintivos J ñas juveniles de El Siglo, con que amo-
e indelebles y en las más bellas cualida- j nestó en la victoria a su partido restau-
des de su espíritu. \ rado, hasta las maduras campañas de El
Hay dos aspectos sucesivos, y por igual ! Heraldo, con que lo reorganizó a la
interesantes, en la figuración de ese hom- sombra de sus tradiciones liberales. Re-
bre superior: el aspecto del publicista y presentante de una generación poderosa-
el del hombre de gobierno. mente influida todavía por el romanticis-
Desde que, en los albores de su juven- mo literario y político de 1830, puede de-
tud, se adelanta en nuestra escena cívica, cirse que él tuvo, más que el fervor ro-
desplegando por lábaro la tradición de mántico, la elegancia clásica: la armonía
la Defensa, que había asimilado en el de líneas, la actitud serena y sonriente,
ambiente de un hogar ilustre, y destacan- con que resaltan las figuras de los «de-
do de un golpe su personalidad de escri- magogos» y ios retores, sobre el fondo
tor, la influencia moral e intelectual de del pórtico de Atenas.
Julio Herrera es una fuerza sin la cual Un día, el escritor, el polemista, el
no se explicarían treinta años de la his- hombre de letras, el desterrado de la bar-
toria de la República. ca Putg, el parlamentario de 1873, sube
Como ninguno o muy pocos de sus con- a las alturas del gobierno, alzado en
temporáneos, prevaleció por la triple efi- hombros de su partido, como resultado
cacia del talento, de la atracción personal de una evolución política a que él había
y de la energía varonil. Poseía en su plu- dado orientación con su talento podero-
ma, penetrante y ática, un instrumento so y como personificación de las esperan-
de propaganda y un arma de combate zas del país, que imaginaba en él al pre-
destinado para fundar definitivamente el
(1) [Palabras pronunciadas en el tercer ani- régimen de las instituciones, y que reali-
versario del fallecimiento del doctor Julio He- zaba esta esperanza con el orgullo de ver
rrera y Obes.] destacarse alguna vez en la más encum-

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLITICOS.—A JULIO HERRERA 1081

brada posición de la República a uno de consagración real y efectiva de las ver-


los más altos exponentes de su intelec- daderas superioridades sociales.
tualidad y su cultura. Consciente de su altura, no le estorba-
Si cumplió entonces todas sus prome- ban a su lado los que tenían talla como
sas y satisfizo todas las sanas aspiracio- él: y resplandeciendo con luz propia, no
nes que convergían en derredor de su temía que el destello de otras frentes
personalidad, es punto que sólo ha de eclipsase, allá en lo alto, la aureola que
resolverse con la perspectiva de tiempo irradiaba la suya.
de la historia; pero, entre tanto, hay fa- En oposición a esos títulos preclaros,
ses luminosas de su actuación en el go- puede condensarse y ensombrecerse
bierno que permiten relacionar, sin diso- cuanto se quiera el recuerdo de sus erro-
nancia, la significación del Presidente res, aun cuando hubiera de denominár-
con los laureles del publicista y del tri- seles sus culpas. Su pedestal quedará in-
buno. mune; inmune su significación fundamen-
Título suyo incuestionable es el de ha- tal. No importa que odiosidades injusti-
ber demostrado la posibilidad del arrai- ficables, cuya influencia—triste es com-
go del gobierno civil, manteniendo fieles probarlo—se manifiesta todavía, escati-
de hecho y de intención, a su autoridad men a su memoria ilustre demostracio-
legítima, las armas del Ejército, después nes que se han prodigado en el país a
de quince años de dominaciones milita- tanto afortunado advenedizo y a tanta
res; y lo que es más, ganando en el co- encarnación de la mediocridad.
razón de nuestros soldados un prestigio La sanción de los merecimientos su-
que todavía hace de su recuerdo y de su periores, que consagran a las personali-
nombre uno de los que despiertan en la dades representativas de los pueblos, no
clase militar de la República más hon- está supeditada, por fortuna, a la volun-
das simpatías y más acrisolados respetos. tad de los gobiernos, ni al fallo de las
Administró con alta honestidad la ha- corporaciones públicas que disponen del
cienda pública; y obligado a afrontar una galardón convencional de los homenajes
de las más críticas y angustiosas situa- y de los honores.
ciones de que haya ejemplo en el desen- Es el sentimiento popular, y sólo él,
volvimiento económico del país, supo sa- con sus intuiciones casi siempre certeras,
crificar las transitorias conveniencias de el que se anticipa al veredicto inapelable
su gestión gubernativa y de su lucimien- de la historia, incapaz de ser en ningún
to personal a los grandes y permanentes caso falsificado ni forzado, para honor
intereses de nuestro porvenir y nuestro de la conciencia humana y para decep-
crédito. ción de los que imaginan que el éxito
Gobernó con el elemento más culto, material concede alguna vez jurisdicción
honorable y capaz de la República, lla- durable con el que consagrar y destruir
gando a participar en el poder a los reputaciones.
hombres más representativos de todas La experiencia es constante y llena de
tas fuerzas de opinión, aun a aquellos consuelos. En tanto que el ala del tiem-
Que lo habían combatido como candida- po abate y avienta en polvo vano el pe-
to o lo combatían como presidente; sin destal de barro sobre que se asientan
oclusiones mezquinas, sin sórdidos ren- los prestigios vulgares derivados de la
cores; levantándose, con la grandeza de prepotencia de un día, la gloria verdade-
ar
rimo y la serenidad mental del estadis- ra, como la estatua de reluciente y firme
ja> por encima de toda baja pasión, para mármol, aparece más limpia y más her-
hacer de las posiciones del gobierno la mosa después que las tempestades han
1082 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

derramado sobre ella el agua del cielo, ¡Mientras existan cuatro ciudadanos en
lavándola de las injurias de los hombres cuyo pecho se mantenga vivo el senti-
y de las impurezas de la realidad. miento de las tradiciones sociales y polí-
Señores: ticas de la República, el culto ele los
No miremos a nuestro alrededor para nombres que las personifican; mientras
cerciorarnos de si están aquí presentes existan cuatro ciudadanos para quienes
todos los que debieran estar; todos los el respeto de las superioridades verdade-
que incluímos con el pensamiento en la ras—carácter, talento, elevación moral,
amplitud de nuestra convocatoria. Cual- energía cívica-—signifiquen algo más que
quiera que sea el número de los que fal- los halagos transitorios del éxito; mien-
tan, no desvirtuará el significado popu- tras existan cuatro ciudadanos capaces
lar de este acto cívico. Cuando un grupo de honrar sepulcros como éste que hoy
se adelanta a manifestar públicamente lo honramos, habrá una norma en ías in-
que sentía en silencio la conciencia na- certidumbres del presente y habrá espe-
cional—-por limitado que ese grupo sea— ranza en el porvenir de la República!
él se trae consigo el corazón del pueblo. [El Telégrafo, 6 de agosto de 1915.]

XXIV

[UNA CARTA ANTICOLEGIALISTA]

Señores de la Comisión Colorada An- hostil de los que tienen en sus manos la
ticolegialista del departamento de fuerza y el poder,
Cerro Largo: Y es que la campaña no es sólo—como
En la imposibilidad de concurrir per- sin contradicción se le reconoce—fuente
sonalmente a la asamblea política para inexhausta de ía riqueza nacional y hori-
la que se me ha hecho el honor de invi- zonte inmenso abierto al trabajo digni-
tarme, quiero que algunas palabras mías ficador. Ella es también núcleo de sanas
lleven a nuestros correligionarios reuni- energías morales, de incontaminadas tra-
dos la expresión de mi agradecimiento y diciones cívicas, tanto más nobles cuan-
de la profunda simpatía con que he to más desinteresadas, porque sabido es
acompañado la organización anticolegia- que si en la hora de la necesidad o de ía
lista departamental a que esa asamblea prueba es la campaña la primera a quien
responde. se impone el sacrificio, en la hora del
Los que desenvolvemos nuestras acti- triunfo y de la holgura es la última en
vidades cívicas en Montevideo, sentimos, recibir la recompensa.
más que nunca, retemplada nuestra ener- La extraordinaria gravedad de la crisis
gía para la propaganda de las ideas y política que está planteada en el país
confortada nuestra fe en los destinos po- justifica la extensión, también extraordi-
líticos de la República, cuando de los naria, de estas agitaciones del civismo.
más apartados confines de ella nos llega El propósito de resistencia que las de-
el eco de agrupaciones ciudadanas, que termina es el más alto que haya podido
se organizan, se difunden y prosiguen aunar jamás el patriótico esfuerzo de to-
resueltamente sus tareas, superando ios dos los ciudadanos y de todas las colec-
obstáculos que representa en todo tiem- tividades de opinión.
po—y más en el presente—la disposición La conciencia nacional, que sabe que

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03RA POSTUMA.—-11: ESCRITOS POLÍTICOS.—UNA CARTA ANTICOLEGIALISTA 1083

su gran problema político no es de a la derrota de su propia candidatura,


fórmulas constitucionales, sino, ante to- manteniendo aparte del escenario de la
do, de espíritu de gobierno y de respeto lucha política los medios y las influen-
a la soberanía, sabe también que si ia re- cias del poder.
forma de la Constitución puede contri- La presidencia individual del Dr. don
buir en cierta medida a la solución de José S. Ellauri, aunque malograda por
aquel problema, no será por el camino de abominable atropello, alcanzó a demos-
temerarias aventuras, cien veces desauto- trar que era capaz de llevar a su realiza-
rizadas en la experiencia universal. ción más alta el orden administrativo, la
La tradición histórica de la República, corrección electoral, la moderación ele los
ia tradición histórica del partido Colora- procedimientos y la cultura de las for-
do, rechazan la suposición de que el ré- mas.
gimen de la presidencia individual haya La presidencia individual del Dr. don
de rematar fatalmente en despótico per- ; Julio Herrera y Obes, recibiendo la he-
sonalismo y manifiestan que cuando ese : rencia de las satrapías militares, reivin-
régimen ha estado unido a la voluntad ! dicó la capacidad de nuestro pueblo para
del bien y a la aptitud para el gobierno el gobierno civil; consolidó la paz; orien-
—sin las cuales todas las instituciones tó sabiamente la reacción contra desas-
son frustráneas—, no ha dado lugar a j trosa crisis económica, y mostró cómo,
que se dude de su esencial virtualidad. i sin mengua de la autoridad presidencial,
La presidencia individual del general puede llamarse a colaborar en el gobier-
Rivera inició, con tendencias liberales y ¡no a los hombres más prestigiosos, más
civilizadoras, la organización de la Repú- i representativos y más capaces de la Re-
blica, concediendo ancho campo a la ac- I pública.
ción autonómica de la institución rnmis- I No es cierto, pues, que todo haya sido
ierial, personificada en hombres de la fracaso, incapacidad, abuso de poder,
talla de don Santiago Vázquez y don extravío de rumbos, en las presidencias
Lucas Obes. ! que se han sucedido en el país dentro
La presidencia individual de don Joa- del régimen de la Constitución actual.
quín Suárez, prolongándose por nueve Cuando ha habido elevadas tendencias de
años en la más angustiosa y tremenda de gobierno, y cuando se ha gobernado con
las situaciones por que pueda atravesar la voluntad sincera de contener la propia
u
n pueblo, mantuvo su autoridad sobre autoridad en sus justos y debidos lími-
ios encontrados impulsos de las fraccio- tes, la institución de la presidencia ha
nes que se disputaban el predominio; sido capaz de obra de bien y ha res-
concilio el acatamiento y el respeto de pondido a sus fines constitucionales, aun-
todos; aseguró el goce de la libertad ci- que con las imperfecciones y las defi-
v
ü y política, dentro de los muros de ciencias imputables no a una institución
una plaza sitiada, e hizo posibles los que determinada, sino al ambiente y a la edu-
aquel mismo gran ciudadano llamó una cación de un pueblo que se inicia en la
Ve
2 «los milagros y los prodigios» de la práctica del gobierno propio.
defensa. El exceso de autoridad personal es, in-
La presidencia individual de don To- dudablemente, el peligro a que tiende por
rnas Gomensoro, después de restablecer naturaleza el Poder Ejecutivo; pero ese
-a Paz y la concordia de los orientales, peligro aparecería fácil de evitar, sin ne-
c
°n un espíritu de fraternidad que hizo cesidad de quitar a la presidencia la con-
í'ara siempre de ese hombre modesto dición esencial de su individualidad, si
^ a figura nacional, dio el alto ejemplo se levantara el concepto de la autonomía
de
un presidente en ejercicio que asiste ministerial, si se pensara en extender la
1084 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

intervención del Parlamento en el desem- po, la vigilancia de los unos sobre los
peño de las funciones ejecutivas, y muy otros, el equilibrio de las aspiraciones
particularmente, si se asegurara la inde- personales y la renovación paulatina bajo
pendencia del Parlamento mismo, y por el patrocinio electoral de la mayoría que
lo tanto la realidad de su existencia y permanece en sus puestos, determinarán
su poder, eliminando la abrumadora pre- una fuerza de conservación bastante para
sión de los gobiernos en el acto funda- ahogar en germen cualquiera veleidad ex-
mental de la soberanía. céntrica de alguno de los oligarcas.
Se invoca del lado del colegialismo, La innovación colegialista parecería,
como principal fundamento de la innova- pues, de incontrastable eficacia como me-
ción, la enormidad de la suma de gobier- dio de asegurar en el país el predominio
no y de ascendiente político que las pre- indefinido de una misma política y de
sidencias individuales acumulan en ma- unos mismos hombres, si no fuera que
nos de un solo hombre; y sin embargo, a la posibilidad de esos triunfos sempi-
es en el campo en que así se pretende ternos se oponen fuerzas superiores a los
reaccionar contra el autoritarismo presi- más hábiles cálculos humanos.
dencial donde ha nacido o reaparecido Es inconcebible cómo el sueño del po-
la doctrina que sostiene—bajo presiden- | der a perpetuidad, que ha torturado eí
cias típicamente «individuales»—la legiti- espíritu de todas las oligarquías, se re-
midad de la «influencia moral» que un produce en todo tiempo con extraña im-
presidente dotado de esos desmedidos re- penitencia, a pesar de los desengaños de
cursos de dominio y de sugestión puede ! la historia y de las conclusiones de la
ejercer para inclinar en favor propio los i más sencilla reflexión.
resultados del sufragio. Podrá, una vez más, una oligarquía
Completado por la doctrina de la «in- que declina abrazarse desesperadamente
fluencia moral» que le es congénita, ese a ese sueño. Todo será inútil. Llegará
Ejecutivo colegiado que se renovará en la hora de su fatal caducidad. Cuates-
sólo uno de sus miembros, por elecciones í quiera que sean los medios que se ensa-
anuales, dará a la acumulación del po- yasen para impedirlo, serán, en definiti-
der público en manos del Ejecutivo un va absolutamente vanos, lo mismo cuan-
carácter mucho más intolerable que el do se funden en la represión por la fuer-
que ha tenido hasta ahora, porque a la za brutal, que cuando se valgan, corno en
extensión actual de atribuciones legales este caso, de combinaciones artificiosas,
y de resultados de hecho añadirá garan- de expedientes legales, de instituciones
tías de continuidad y permanencia que de nueva invención.
no caben fácilmente en la sucesión de los Este convencimiento absoluto debe
gobiernos individuales. alentar al generoso esfuerzo de los ciuda-
Una voluntad personal salida del nú- danos del Partido Colorado que hoy se
cleo de una oligarquía puede reaccionar organizan en los cuatro ámbitos de la
en determinado momento, reivindicar la República para luchar por la integridad
plenitud de su autoridad, formar vincula- de nuestro régimen constitucional y P01'
ciones nuevas, dar oído a los clamores la reivindicación de la libertad política.
de la opinión; pero el círculo férreo l La palabra de orden que nos transmi-
constituido por nueve individualidades, tamos no puede ser sino perseverar; per-
que se escogerían entre lo más neto, sig- severar a toda costa: permanecer firmes
nificativo y probado del régimen que al pie de nuestra bandera de principios;
prevalece en el país, es incomparable- firmes en la resistencia y en la propa-
mente más difícil que resulte infiel al es- ganda, aunque el régimen que combati-
píritu oligárquico. La solidaridad de gru- mos haya de prolongarse más allá ¿e

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—UNA DECLARACIÓN ANTICOLEGIALISTA

toda lógica presunción y de todo ante- que se pasa lejos de los halagos del éxito
cedente conocido; firmes e inquebranta- y el encumbramiento, cuando se lleva en
bles en rechazar las argucias y los ejem- el alma la fuerza de una convicción.
plos que convidan a transigir con lo que A los colorados anticolegialistas del
se considera un mal y a participar en lo departamento de Cerro Largo, a los ho-
que se tiene por funesto, invocando fa- norables ciudadanos que presiden su or-
laces esperanzas de evolución y de re- ganización; a los elementos cívicos de
acción, que hasta ahora no reconocen el esa importante zona de la República que,
más inconsistente fundamento en el tes- en el seno de otras agrupaciones par-
timonio de la realidad. tidarias, comparten en estas circunstan-
Por lo demás, los que para continuar cias nuestros propósitos, envío mi adhe-
de nuestra parte necesiten saber si la sión entusiasta, mis felicitaciones y mis
hora del triunfo está cercana, harán bien saludos.
en satisfacer sus impaciencias y retirar- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
nos su concurso. Queden sólo aquellos Montevideo, 28 de febrero de 1916.
que no miden la extensión del tiempo [El Telégrafo, 4 de marzo de 1916.]

XXV

[UNA DECLARACIÓN ANTICOLEGIALISTA]

La condenación más explícita y abru- j problemas de trascendental entidad que


madora que, en nombre del Partido Co- en los más mínimos detalles de forma
lorado, pueda hacerse pesar sobre la polí- y de procedimiento.
tica que hoy pretende autorizarse con el En las mayores tribulaciones de la pa-
nombre y la representación de ese parti- tria; frente a los más formidables peli-
do, fluye de la comparación entre las gros y a las más tremendas responsa-
prácticas, los procedimientos y las ten- bilidades, el viejo partido de Rivera
dencias que determinan el carácter tra- buscó siempre la luz y el camino por
dicional de la colectividad de la Defensa, medio de la espontánea y libre mani-
y los que singularizan la agrupación ac- festación de las ideas; en la discusión
tualmente constituida en partido de go- i donde se acrisolaban ascendientes per-
bierno, con aspiraciones a la inamovili- sonales, acusaciones y defensas, resolu-
dad. ciones y arbitrios; todo dentro de la
Nada más radicalmente opuesto a la ; propia comunidad del partido, dentro de
Propensión genial de aquella histórica I sus mismas populares asambleas, hen-
fuerza partidaria; nada más esencialmen- chidas así del tempestuoso aliento de la
te contradictorio con el instinto de sus libertad, tan vivificante para las colec-
Multitudes y con el pensamiento de sus tividades naturalmente liberales como
hombres de propaganda y de tribuna que i mortal para las agrupaciones fundadas
& régimen liberticida de la disciplina ab- en la autoridad, en el dogma, en la
soluta, con que se convierte a un organis- paz de los sepulcros.
mo de opinión en agente mecánico de Allí donde las asambleas de partido
3s determinaciones de una suprema vo- se reúnen, no para proponer libremen-
lu
ntad, lo mismo en las cosas grandes te soluciones y discutirlas, sino para
^Ue en las pequeñas, lo mismo en los votar sin discrepancias la solución pre-
1086 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

parada y asegurada sin ellas; allí donde libertad no estará nunca la genuina tra-
el ideal que se profesa y realiza es la dición del partido que nació reivindi-
uniformidad mental y la votación canó- cando los principios del gobierno libre
nica, y se considera que una voz diso- y sellándolo con la sangre de sus hé-
nante es un peligro, y se exige acep-> roes y sus mártires, en formidable due-
tarlo todo, como en la cátedra romana, [ lo con la más poderosa y sangrienta
para no incurrir en nota de heterodo- tiranía que haya pesado sobre el suelo
xia, allí puede afirmarse con entera de América.
certeza que no está el espíritu de la li-
bertad, y donde no está el espíritu de la [Patria, 10 de junio de 1916.]

XXVI

[CARTA A DON LUIS A. THEVENET] W

Señor Don Luis A. Thévenet. i tearon y de los peligros que hubieran de


1
Mi estimado amigo: Mucho me com- afrontarse se haya impuesto a la con-
place el anuncio de que se propone us- ciencia ciudadana con tan extraordina-
ted abrir nueva campaña periodística rios caracteres de gravedad. Nunca,
recogiendo las ya probadas armas de la pues, habrá encontrado usted campo
batalladora Prensa del Salto, hogar in- más propicio para la manifestación libre
telectual y cívico donde formó usted su y entera de su vocación de luchador.
carácter de escritor, conformado luego Ya se definían los antecedentes in-
en el escenario del periodismo metro- mediatos de la situación a que ha llega-
politano. do la República, cuando hace pocos
Difícil es el momento en que vuelve años entrábamos, usted y yo, a formar
usted a la lucha; pero, por lo mismo, parte de la Redacción de Diario del
lleno del interés y del estímulo que Plata y contribuíamos a realizar una
para el diarista de raza tiene las horas propaganda que, siendo de imparcial
de agitación y turbulencia. El verdadero expectativa al iniciarse, pasó muy lue-
hombre de diario no se adapta sin pe- go a ser de franca y resuelta oposición.
noso esfuerzo a los ambientes bonanci- Allí combatimos la desastrosa política
bles: es ave de tormenta criada para de círculo; la exclusión deliberada de
arrostrar el ímpetu de los vientos des- las fuerzas intelectuales y morales más
encadenados y mojar sus alas en la hir- representativas del país en la obra del
viente espuma de las olas. gobierno; el personalismo avasallador
Circunstancias críticas y aciagas se de la autoridad presidencial, ahogando
han producido en el país desde que us- todas las autonomías y suprimiendo de
hecho todas las divisiones del poder;
ted, hace profesión de publicista, pero la exacerbación provocada y funesta de
no recordará usted ninguna en que la odios que aún humeaban con el vapor
magnitud de los problemas que se plan- de la sangre.
Los planes de reforma social sin orden
(1) [Reproducida en el folleto Exposición de ni adaptación, ni medida, la inquina de-e
Motivos. «La Prensa» en su segunda época, Sal- magógica que se saciaba en la tumba d
to Oriental, 1916.] los hombres ilustres; la práctica líber-

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OBRA POSTUMA.—11: ESCRITOS POLÍTICOS.—A DON LUIS A. THEVENET 1087

íicida de la «influencia moral» en los co- < ra la repercusión y eficacia de su pa-


micios y en la organización partidaria; labra. La oportunidad en que recoge
la consagración del incondicionalismo co- i usted la pluma concília, pues, todos los
mo escuela de carácter, y finalmente el I augurios de buen éxito, a que, por otra
propósito de trastornar, las institucio- I parte, contribuyen las personales dotes
nes fundamentales de la República, re- j de usted.
habilitando formas reaccionarias de or- De cerca o de lejos, pero identificado
ganización que la ciencia y la experien- I siempre con las patrióticas aspiracio-
cia han desautorizado universalmente y nes que le animan, asistiré al desenvol-
que sólo pueden considerarse eficaces vimiento de su nueva campaña, y me
para fines de perpetuación oligárquica será grato cooperar a ella en lo posible,
y de indefinida usurpación de soberanía. suscribiéndome entre tanto su afectísi-
Encuentra usted, para su nueva pro- mo correligionario y amigo,
paganda, un ambiente de largo tiempo
preparado, que facilitará en gran mane- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

FIN DE LOS
«ESCRITOS POLÍTICOS»
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12

DISCURSOS
PARLAMENTARIOS

R
°oo.-3 5
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DISCURSOS PARLAMENTARIOS

PROLOGO

-A L trazar la biografía (Introducción han juzgado más tarde con aplauso. Por
r\ general, I) se ha indicado la im- otra parte, hay en estos discursos pá-
i-
portañola que tiene su actividad ginas que contribuyen a iluminar as-
parlamentaria: importancia que se acre- pectos ignorados o desconocidos de su
ce a medida que domina mejor Rodó vida y sus opiniones.
los secretos del oficio y a medida que Junto a los Discursos, propiamente
las circunstancias lo enfrentan a las ma- dichos, se incluyen también proyectos
yores responsabilidades d,e su carrera de ley e informes que ilustran distintos
política: la oposición al presidente BaP aspectos de su labor parlamentaria. No
He y al proyecto de gobierno colegiado. todos estos textos fueron redactados por
Estos discursos fueron ayer crónica; Rodó (en algún caso debe lamentarse);
hoy son historia, A través de ellos se re- pero llevan su firma y expresan, por
fleja no sólo la actividad de un indivi- tanto, su pensamineto.
duo privilegiado, sino las vicisitudes de La Editorial Cervantes, de Barcelona,
la organización social y política en que había incluido como complemento de
éste actuaba; es decir: de la república un volumen que tituló Hombres de Amé-
uruguaya. Al recogerlos aquí se ha se- rica— donde recopilaba los ensayos sobre
guido el criterio de su mayor o menor Montalvo, Bolívar y Darío sin atender
resistencia a la obra del tiempo. Algu- a la cronología y sin respetar ¡as pri-
n
as de esas intervenciones parlamenta- mitivas unidades bibliográficas planea-
rias fueron efímeras; trataron asuntos das por el propio autor—una selección
c
«>'o interés murió en el mismo instan- de Discursos parlamentarios. Son ocho
te
¡ no merecen reseña. Pero muchas intervenciones, escogidas entre las de
—casi todas de las suyas-—aportan valió-su primera y tercera legislatura. Aquí,
os elementos de juicio o de reflexión se publican veintidós, seleccionadas en-
a
problemas que marcan las fechos capi- tre las de sus tres legislaturas. La trans-
ta
les de la evolución del Uruguay en cripción de los textos es, casi siempre,
j°s primeros quince años del siglo. Rodó íntegra. Sólo se ha creído oportuno re-
ío
pensaba así cuando recogió el Infor- sumir algún pasaje del debate cuando
nie
sobre el trabajo obrero en el Uru- su contenido era demasiado inesencial
Suay en El Mirador de Próspero (1913), o indiferente. Los textos han sido ver-
c
°ncediendo así validez extraparlamen- tidos directamente después de una com-
ar l
' a a un texto que muchos críticos pulsa de sus fuentes originales.
1092 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

PRIMERA LEGISLATURA (1902-1905)

[SOBRE LA CONDICIÓN DE LOS


CATEDRÁTICOS DE LA UNIVERSIDAD]

[SESIÓN DEL 22 DE MAYO DE 1902] i en que me colocaba mi carácter de


! catedrático de la Universidad hubiese
El Senado y la Cámara de Represen- I privado a mi palabra de la imparciali-
tantas de la República Oriental del Uru- [ dad levantada sobre toda sospecha de
guay, etc., etc. i interés personal que ella pueda tener
j ahora, cuando he dejado de desempeñar
DECRETAN : una cátedra.
Establece el proyecto que acaba de
Artículo 1° Los catedráticos de la leerse que los catedráticos de la Univer-
Universidad de la República no son con- sidad de la República no serán consi-
siderados en la condición de empleados derados en la condición de empleados
del Poder ejecutivo para los efectos de clel Poder ejecutivo para los efectos de
los artículos 25 y 31 de la constitución. los artículos 25 y 31 de la Constitución.
Artículo 2.° Comuniqúese, etc. ! Como se sabe, el artículo 25 incluye a
los empleados dependientes del Poder
JOSÉ ENRIQUE RODÓ. ejecutivo, por servicio a sueldo, entre
Representante por Montevideo. los ciudadanos exceptuados de la posi-
bilidad de ser elegidos representantes;
(Apoyados) y el artículo 31 hace extensivo a las elec-
ciones de senadores el alcance del ar-
Habiendo sido suficientemente apoya- tículo 25.
do, pasa a la Comisión de Asuntos In- Por más que en los debates de la asam-
ternacionales y Constitucionales, I blea constituyente no aparece definido
de una manera precisa el motivo y el
SR. RODÓ.—NO es de ahora, señor pre- i alcance de esa disposición constitucio-
sidente, que profeso yo sobre los ar- ' cional, yo creo, señor presidente, que
tículos 25 y 31 de la Constitución el en lo esencial ese motivo es claro y
concepto interpretativo a que responde i manifiesto.
el proyecto que he presentado a la H. Se trata, por medio de esa dispo-
Cámara. | sición constitucional, de garantir en e'
Más de una vez, en conversaciones candidato a la representación nacional
amistosas, he defendido esa interpreta- la condición de independencia moral res-
ción, y si no la he formulado pública- pecto del poder ejecutivo, independen-
mente en ocasiones en que hubiese sido cia difícilmente conciliable con la sub-
oportuno hacerlo, como, por ejemplo, ordinación en que se encuentra el em-
durante las últimas elecciones de dipu- pleado administrativo.
tados, ha sido sólo porque la condición Tal vez al mismo tiempo se funda

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT—SOBRE LOS CATEDRÁTICOS 1093

esa disposición constitucional, en la in- dráticos porque no existía Universidad.


compatibilidad que existe, sin duda, en- Pero interpretando de una manera rec-
tre las exigencias de la disciplina admi- ta el espíritu del artículo 25, me parece
nistrativa y la absoluta libertad de ac- que quedan fuera de él, que quedan
ción y de palabra en que conviene que fuera de su alcance, las condiciones de
se encuentre el candidato que aspira al los catedráticos de la Universidad.
voto popular. En efecto: la independencia moral de
Estos fundamentos pueden variarse en los catedráticos de la Universidad, su
lo accesorio, en lo accidental. Recuerdo, libertad para la profesión y manifesta-
por ejemplo, que alguna vez, en esta ción de ideas políticas, para la propa-
Cámara, en períodos anteriores, se ha ganda de la prensa, de la tribuna, de
dicho por un distinguido colega que ocu- los clubs, para la intervención activa
pa en este período también una banca en la dirección superior de los partidos,
legislativa, se ha dicho que el único fun- y en general para todo lo que pueda
damento que aparece claramente esta- contribuir a alejar la posibilidad de una
blecido para el artículo 25 en los debates acción restrictiva sobre ellos de parte
de la constituyente es el de que el poder del poder ejecutivo, son antecedentes
ejecutivo podría ejercer presión sobre consagrados, antecedentes indiscutidos
el ánimo del empleado por obligarlo a i en los que reposa en gran parte la
aceptar o renunciar el cargo legislativo. | autonomía de la Universidad y también
Pero de cualquier manera, en lo funda- j su prestigio.
mental, el motivo permanece el mismo; Nadie que conozca medianamente la
el motivo fundamental es la restricción organización de la institución univer
que se reconoce en la libertad del em- ¡ sitaría, y más que la organización, el
pleado; el motivo fundamental es la j espíritu que la anima, puede descono-
vinculación moral, más o menos forzosa, ! cer que la cátedra, en nuestro país es
que se supone entre el empleado admi- una cima inaccesible a las influencias
nistrativo y su superior jerárquico, el y sugestiones del poder, y que se encuen-
presidente de la república. I tra colocada, desde ese punto de vista,
Ahora bien, señor presidente: si se tie- ! en condiciones completamente distintas
ne en cuenta que en la época en que se a las de los empleos administrativos.
discutió y sancionó la Constitución de i Tan es así que, aun en épocas de gran-
la República no existían catedráticos de des subversiones políticas, la indepen-
la Universidad puesto que no existía uni- | dencia moral de la Universidad se ha
versidad; y si se demostrase que la ín- 1 mantenido incólume, lo que ha permiti-
dole y naturaleza de las funciones que j do que sus catedráticos militasen en
desempeña el catedrático de la Univer- • la política, escribieran en la prensa, fre-
sidad se diferencian esencialmente de las , cuentaran los clubs, sin que se les ocu~
que desempeña el empleado administra- j rriese nunca que esa libertad de acción
d o , yo creo que sería lógico deducir pudiera ser coartada como consecuencia
de ahí que la mente de los constituyen- ! de su situación respecto del poder ad-
tes no pudo ser incluir entre los ciuda- ministrador.
danos exceptuados por el artículo 25 a i Yo no creo que haya nadie, en teo-
los que se encuentran en las condiciones ría, que hoy pueda discutir esos dere-
de los catedráticos de la Universidad. chos de los catedráticos, porque discu-
Una salvedad explícita, literal, a favor tirlos significaría pretender arrebatar a
^e los catedráticos, no es extraño que la Universidad elementos valiosos que
'alte en el artículo 25, puesto que, como I no podrían resignarse a una abstención
^a he dicho, no existían antes cate- 1 cívica permanente, o en caso contrario,
1094 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sería arrebatar al movimiento político , interpretación recta de la Constitución;


del país inteligencias y voluntades cíe pri- pero leyendo los debates de la asamblea
mer orden y quizás irreemplazables, co- constituyente, en lo que se refieren al
mo son en gran parte los catedráticos. artículo 25, he encontrado ciertos pasa-
Pues bien, señor presidente: si en jes, ciertas palabras que considero com-
nuestro país el catedrático de la Uni- pletamente favorables a mi tesis.
versidad puede ser, frente a los actos En el seno de aquella asamblea, el
del poder público, puede ser periodista, • defensor más entusiasta, el defensor ca-
tribuno, propagandista, hombre políti- i si único que tuvo el artículo 25 de la
co; si lo ha sido siempre y sigue sién- Constitución de la República, referente
dolo en nuestro país, se sigue de aquí a los empleados, fué el constituyente
que el sentido del artículo 25 no le al- don Antonio Costa. En la peroración del
canza, desde que ninguna de las presun- constituyente don Antonio Costa, en fa-
ciones de coacción que militan contra vor del inciso 1.° del artículo 25, en-
el empleado administrativo son razona- cuentro yo palabras que interpreto en
bles y justas en lo que se refiere al i un sentido favorable a mi tesis.
catedrático, cuya libertad de acción pue- Hablaba ese constituyente de la conve-
de llegar hasta la propaganda militan- ¡ niencia de excluir de la asamblea legis-
te contra ía política del gobierno. | .lauva a los empleados—cito sus pro-
Incluir dentro de los términos, em- j pias palabras—a los empleados que de-
pleados dependientes del poder ejecuti- j penden por su nombramiento del poder
vo, a los catedráticos de la Universidad, I ejecutivo y que le están sujetos inme-
identificar la dependencia remota y en I diatamente. El constituyente don Anto-
ningún caso restrictiva de los derechos : nio Costa, defensor del artículo 25 en
políticos en que se encuentran los cate ! el seno de la constituyente, creía que
dráticos respecto al poder administra- i el alcance de ese artículo se limitaba
dor, con ía dependencia del empleado I a excluir a ios empleados dependientes,
administrativo a que se refiere el artícu- ; por su nombramiento, del poder ejecu-
lo 25 de la Constitución, no me parece tivo y que le están sujetos inniediata-
razonable, puesto que, aparte de otras ¡ mente.
consideraciones, la diferencia esencial Ahora bien: ni los catedráticos de la
que existe entre la situación de ambos j Universidad dependen por su nombra-
para el caso está evidenciada por el miento exclusivamente del poder ejecu-
hecho de que el ejercicio de la política I tivo, puesto que éste sólo hace visar,
activa, en su más ilimitada amplitud, i ratificar o sancionar los nombramientos
1
aun cuando envuelva oposición a los ac- del Consejo universitario, ni tampoco
tos del poder público, es compatible con ¡ puede hablarse, a propósito de esos ca-
la condición de catedrático y no lo es ! tedr-áticos, de una dependencia inme-
en ese y otros casos con la condición | diata como aquella a que se refería el
de empleado. I constituyente Costa, sino a lo sumo de
Por estas consideraciones, creo yo que i una dependencia relativa y muy remota.
una interpretación recta y acertada del ' Aparte de estas consideraciones de
artículo 25 de la Constitución nos lle- | interpretación del artículo constitucio-
varía a eximir de su alcance a los ca- ' nal, podrían hacerse valer otras referen-
tedráticos de la Universidad. Yo sé bien tes a la conveniencia práctica de esa
que la opinión general, la opinión casi interpretación, a la utilidad que ten-
unánime, es que debería ser así: no sé dría el país con ella.
si la opinión unánime y general es que, Entre nosotros, señor presidente, j 3
efectivamente, es así con arreglo a una cultura intelectual no ha llegado todavía

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OBRA POSTUMA.—-12: DISCURSOS PARLAMENT.—SOBRE TESIS UNIVERSITARIAS 1095

a ese grado de adelanto que permite dio al servicio de los grandes intereses
cierta diferenciación, cierta separación generales.
entre las funciones intelectuales. La Universidad perdería gran parte de
En los pueblos muy adelantados, de su fuerza y de su brillo si hubiese de
cultura muy avanzada, en los pueblos privarse de los elementos del Parlamen-
muy civilizados, el catedrático de la Uni- to; y el Parlamento perdería también
versidad es un especialista como otro gran parte de su fuerza y de su brillo,
cualquiera, un profesional que se man- si hubiera de privarse de los elementos
tiene recluido en el ambiente de su cá- que puede suministrarle la Universidad.
tedra, lejos de la vida pública; pero Con estas consideraciones me parece
entre nosotros, en nuestro país, los ele- haber fundado el proyecto que he pre-
mentos constitutivos de la alta cultura sentado, y sí acaso él llegase a ser dis-
intelectual son todavía desgraciada- cutido, abundaré en consideraciones
mente restringidos. De modo que nece- más extensas.
sita del concurso, de la contribución, de He concluido.
las luces de todos los hombres de estu- (Apoyados.)

II

[SOBRE LAS TESIS UNIVERSITARIAS] (U

[SESIÓN DEL 26 DE JUNIO DE 1902] i al autor y la impresión de la tesis por


\ cuenta de la Universidad.
SR. RODÓ.—Voy a proponer un ar- ! Un segundo y un tercer premio, que
tículo aditivo del cual pido a la Mesa consistirán en la impresión de la tesis
se sirva dar lectura. por cuenta de la Universidad.
(Lo manda a la Mesa y se lee lo si- SR. PRESIDENTE.™¿Ha sido apoyado?
guiente:) I (Apoyados.)
Artículo 7.° La presentación de tesis SR. RODÓ.—Señor Presidente: en la pe-
no es obligatoria para la obtención de j tición de los estudiantes, que ha dado
grado académico; pero la Universidad I motivo al proyecto de la Comisión de
llamará a concurso a los graduados que Legislación que estamos discutiendo, hay
Quieran presentarlas y premiará en la j un punto sobre el cual la Comisión ha
siguiente forma las tesis que conceptúe j creído conveniente aconsejar el mante-
sobresalientes o notables, si las hubiese: I nímiento de las prácticas vigentes. Me
Un primer premio, que consistirá en refiero a la presentación de tesis aca-
ta extensión de los derechos de título démicas.
La Comisión de Legislación funda su
parecer a ese respecto, de una manera
(1) [Artículo aditivo al Proyecto de Ley de breve y somera. Sin embargo, yo creo
supresión de exámenes generales y tesis en la que en la petición de los estudiantes
universidad, presentado por Feliciano Viera, y no hay ningún punto más fundado, más
si Proyecto sustitutivo de la Comisión de Legis-
lación, firmado por los diputados Ángel Floro
justificado, que el referente a la pre-
Losta, Rosalio Rodríguez, Julián Grana, Die- sentación de tesis.
=°i M. Martínez y José Espalter. Este artículo (Apoyados.)
aditivo fué aprobado.] Y participando yo de la creencia de
1096 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

que la tesis, como condición obligato- En ese caso, no solamente la tesis es


ria, no debe subsistir: pero reconocien- inútil como prueba de suficiencia, por-
do, a pesar de eso, que la supresión ab- que no añade nada a las que el estu-
soluta y radical de la tesis encierra in- diante ya ha rendido, sino porque para
convenientes que luego expresaré, me escribir y presentar un trabajo en esas
ha parecido poder conciliarse las razo- condiciones, no es necesario siquiera
nes que militan en uno y otro sentido, haber entrado a estudiar seriamente la
por rnedio del artículo aditivo que he ciencia o profesión sobre que verse la
presentado a la H, Cámara, tesis.
Empiezo en ese artículo por quitar a Puede escribirla entonces cualquiera,
la tesis todo carácter obligatorio. Y no absolutamente cualquiera a quien no
sin razón, señor presidente; porque, si falte un conocimiento superficial del vo-
hemos concedido lo más, si hemos con- cabulario técnico, que tenga cierta apti-
cedido la supresión absoluta del exa- tud elemental de redacción, y cierto há-
men general teórico y la sustitución del bito también elemental de manejar li-
examen general práctico por otros me- bros; y puede escribirla, no sobre una
dios de prueba que hemos considerado ciencia o profesión determinada, sino
más eficaces, no veo por qué hemos de sobre todas las ciencias y profesiones,
negar lo menos, siendo así que por muy aun aquellas que no haya saludado ni
probada que esté la inconveniencia o la
inoportunidad de los exámenes genera- aun por cortesía. Bastará para ello que
les, nunca me parecerán ellos tan injus- se resigne a pasar algunas horas dia-
tificados, como esa fórmula, enteramen- rias, durante una o dos semanas, en-
te rutinaria, enteramente vacía de la tre los estantes de una biblioteca re-
tesis obligatoria. gularmente nutrida; que lea y extracte
diferentes obras que versen sobre de-
Mi parecer sobre la inoportunidad o terminado tema, y que diluya después
inconveniencia de la tesis obligatoria
puede formularse por medio de la si- el resultado de esos extractos en una
guiente disyuntiva: o constituye la tesis forma más o menos personal y co-
una exigencia absolutamente vana e inú- rrecta. Un abogado o un médico pueden
til, que no demuestra nada, que no escribir por ese procedimiento tesis de
revela nada, que no requiere ningún ingeniería; un ingeniero, tesis jurídicas
esfuerzo apreciable, o constituye la te- o medicales; y cualquiera otra persona
sis, en caso contrario, una exigencia a quien no falte cierta facilidad de asi-
exagerada e injusta, muy por encima de j nrilación y redacción, puede escribir así
las imposiciones razonables a que tiene j tesis sobre todas las ciencias de la en-
derecho la Universidad sobre el nivel ciclopedia, tesis que no tendrán nove-
común de los estudiantes. dad, ni criterio propio, ni mérito su-
Voy a exponer ía razón de lo que perior alguno, pero que no carecerán
digo. de la exactitud y laboriosidad a que
La tesis, como condición obligatoria, me refería. Y en cuanto al examen oral
es una exigencia vana, inconducente, si complementario de la tesis, que se exi-
lo que se quiere, al pedirla, es un ejer- ge sobre el mismo tema de que ella
cicio de estudiante, si es simplemente trata, no me parece que exceda tampoco
un trabajo de compilación, de extractos del alcance, del esfuerzo común e in-
verificados en textos, sin novedad, sin docto, la tarea de improvisar sobre un
espontaneidad de criterio, sin estilo: punto aislado, concreto, de la ciencia'
sin otros méritos que el de la exactitud un barniz de suficiencia más o menos
y el de una laboriosidad mecánica. efímero.

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OBRA POSTUMA,—12: DISCURSOS PARLAMENT.—SOBRE TESIS UNIVERSITARIAS 1097

Ahora, si lo que se exigiese al impo- hacerlo. Así como la Universidad no


ner una tesis fuera un trabajo verdade- tiene el derecho de exigir de todos los
ramente personal—la exposición de un estudiantes exámenes notables y sobre-
juicio propio, una teoría asimilada o salientes, sino que debe contentarse con
modificada más o menos personalmen- exámenes mediocres y aceptarlos como
te; una crítica honda y certera, una ob- prueba de suficiencia, así también la
servación interesante y sagaz—entonces Universidad no puede exigir de todos los
la tesis pasaría a ser un trabajo seria- estudiantes tesis que se levanten sobre
mente científico, que no solamente ten- el nivel de la mediocridad.
dría sobrado valor como prueba de su- Pero hay una diferencia esencialísima
ficiencia, sino que envolvería grande ho- —un examen mediocre vale y sirve y es
nor para el estudiante que fuera capaz realmente útil como prueba de suficien-
de presentarlo. cia; un examen es universitariamente
Pero ocurre preguntar a este respecto, bueno siempre que la información cien-
señor presidente: ¿sería lícito a la uni- tífica demostrada por el estudiante en
versidad exigir de todos los estudiantes determinada asignatura sea relativamen-
semejante cosa; convertir en exigencia j te satisfactoria—, porque condiciones de
general una tesis en esas condiciones? I criterio excepcional y espontáneo no es
¿Es posible que la enseñanza universita- | posible exigirles a todos los estudiantes,
ria tenga la virtud de convertir en con- | mientras que una tesis mediocre, una
dición general, en propiedad de todos, i tesis cuyo único bagaje consista en una
lo que sólo por excepción concede la información científica relativa, sobre un
naturaleza sin el auxilio de la sabiduría punto aislado, concreto, de la ciencia,
acrisolada por la experiencia y por la es nulo como prueba de suficiencia por-
madurez del juicio? ¿Es posible que la que no añade nada a las que el estu-
enseñanza universitaria tenga la virtud diante ya ha rendido; es nula del punto
de convertir en condición general, en de vista de la utilidad, y es nula del pun-
propiedad de todos, esa facultad excep- to de vista del mérito.
cional de ver más claramente que la Es eso en mi sentir lo que invalida
generalidad ciertos aspectos de las co- y desautoriza por completo la tesis. La
sas o de imprimir a la dilucidación de universidad tiene que dar válidas las
las cuestiones el sello vigoroso de que tesis aun cuando sean insignificantes y
sólo es capaz el talento auxiliado por anodinas, aun cuando no importen más
la perseverancia de la vocación y el que un trabajo mecánico, de compila-
estudio? ción y de resumen, y un trabajo vulgar
Indudablemente no. Trabajos de esa de redacción; aun cuando no revele ni
naturaleza, tesis así no faltan entre los una penetración intelectual más arriba
Que registran los anales universitarios de lo común, ni una contracción verda-
—-yo me complazco en reconocerlo—; deramente meritoria, ni una erudición
Pero ellos son el fruto de la inteligencia científica excepcional. La universidad
excepcional, o de una contracción y sólo rechazará una tesis cuando vea en
laboriosidad también excepcionales que, ella inexactitudes e incorreciones, de que
sin. evidente injusticia, no podrían conver- rara vez o nunca se da el caso. Efectiva-
tirse en regla común, en condición que mente: se trata, al escribir una tesis, de
Pesase instintivamente sobre todos. un trabajo que el estudiante verifica
_ ¿Qué hará entonces la Universidad, se- en su casa, teniendo a su disposición
ñor presidente? ¿Rechazar todas las te- amplísimos medios para la depuración y
Sls
que no se encuentren en este último rectificación de datos de que se vale.
caso? No lo hace, ni puede ni debe Resumiendo la argumentación que he
1098 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

aducido hasta ahora, llégase a esta con- dad dedicación suficientes para escribir
clusión: una tesis verdaderamente bue- una tesis que merezca ser leída y apro-
na, la Universidad no tiene derecho de bada, escribirá y presentará tesis, no
exigirla de todos los estudiantes; y una solamente porque será movido a ello
tesis mediocre es inútil como prueba de por el estímulo material de la exención
suficiencia, y no tiene, por otra parte, de sus derechos de título, sino porque
ningún interés ni utilidad para el movi- tendrá también el estímulo moral de
miento del país salir de la Universidad con el antece-
Pero se me dirá, señor presidente (y dente de una distinción honrosa y hala-
es un argumento que insinúa ya la güeña, que al mismo tiempo que puede
Comisión de Legislación en su informe), ser el punto de partida de su reputación
si se reconoce que entre las tesis pre- ; intelectual, puede favorecerle para el
sentadas había algunas notables y so- ¡ ejercicio lucrativo de su profesión.
bresalientes, bien vale la pena de man- ¡ De manera que, por el artículo aditivo
tener la tesis como condición general, i que yo he propuesto, la tesis pierde to-
a fin de dar lugar a que esas tesis dos sus inconvenientes, deja de ser una
sobresalientes o notables se presenten. fórmula vana como es ahora, y se con-
La excepción, se dirá, justifica en este vierte en un verdadero torneo intelec-
caso la regla. Preséntense en buena hora tual, con influencia positiva en el es-
cien tesis insignificantes o mediocres, tímulo de la producción científica.
con tal que la Universidad gane dos El único argumento que la Comisión
o tres tesis verdaderamente útiles y bri- de Legislación insinúa en favor del man-
llantes. tenimiento de la tesis en su forma ac-
Yo reconozco la parte de verdad que tual es el de que ella constituye una
!
liay en este argumento; yo lo reconozco \ costumbre tradicional con arraigo en
más que nadie, porque tengo apasio- i las viejas universidades. Pero, desde lue-
nado entusiasmo, por todo lo que pueda go, me parece que la tradición por sí
significar para mi país un honor o un sola es un argumento poco decisivo en
progreso en la esfera intelectual, y mal tiempos en que la ciencia y los méto-
podría yo, conscientemente, tender a dos de la enseñanza, en todas partes
que se disminuyera en lo más mínimo del mundo, se modifican bajo podero-
la posibilidad de que en mi país se pro- sos impulsos de innovación que llegan a
dujesen trabajos intelectuales de mérito. abolir, sin temor alguno, prácticas y
Pero en el proyecto que he presentado costumbres que se consideraban defi-
a la H. Cámara está prevista y resuelta nitivamente consagradas.
esta dificultad. Así, más tradicional todavía que la
Rige actualmente en la Universidad tesis, más esencial, más orgánico que
una disposición muy sabia y muy justa, ella en el régimen de las universidades,
según la cual se recompensan las tesis parece por ejemplo, el examen (no me
notables o sobresalientes, por medio de refiero ahora al examen general, sino
ciertos privilegios y excepciones. Man- al examen parcial de cada asignatura),
tengamos, en buena hora, esta disposi- y sin embargo, una corriente de opi-
ción; estimulemos a los estudiantes a nión que adquiere cada día más prestigio
que se apliquen con verdadero ahinco, y más influencia en los pueblos europeos
con amor verdadero, a escribir tesis que tiende a la supresión de los exámenes,
salgan de la esfera de lo vulgar. El es- sustituyéndolos con la observación metó-
tudiante que se considere con fuerzas dica y diaria del catedrático sobre el
para ello, el estudiante que tenga apti- discípulo.
tudes naturales, contracción, laboriosi- Y esta corriente de opinión, que y&

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—SOBRE PAZ PERMANENTE 1099

se ha impuesto en la práctica y ha sido país para que adquiera la tendencia a


ensayada con éxito en diversas univer- la producción intelectual, para que ad-
sidades europeas, ha tenido repercusión, quiera el hábito de la expresión escrita
si no me engaño, en nuestro propio y de la publicidad de las ideas; pero
Consejo Universitario, que quizá no tar- renunciemos a imponérselo por medio
de mucho tiempo en tomar una inicia- de fórmulas aparatosas y vetustas, que,
tiva en tal sentido. La tradición, por sí por lo mismo que son generalmente
sola, no es un argumento, y el progreso vanas, carecen de fuerza como estímulo
en todas las esferas de la actividad no para que dentro de ellas se dé alguna
es otra cosa que el resultado del triunfo vez una nota verdaderamente original
de la razón sobre la tradición. y poderosa.
Estimulemos, señor presidente, en VARIOS SEÑORES REPRESENTANTES.—¡Muy
buena hora, a la juventud de nuestro bien! (Aplausos en la barra.)

III

[SOBRE UNA PAZ PERMANENTE]

[SESIÓN DEL 6 DE ABRIL DE 1903] Por otra parte, un cuerpo esencial-


mene político—como lo es esta Honora-
SR. RODÓ.—En antesalas, señor presi- ble Cámara—no puede dejar pasar un
dente, mi distinguido amigo y colega el acontecimiento tan trascendental, en ese
diputado Tiscornia, me insinuó que de- sentido, como la paz que acaba de reali-
bía precederle en el uso de la palabra zarse, sin encararlo por su efecto polí-
debido a la naturaleza de mi discurso, tico.
que va a referirse, en cierto modo, a Empezaré por reconocer que este men-
una cuestión previa a la que él va a saje y esta ley de amnistía, antes de
abordar. presentarse, antes de llegar al seno de
Yo voy a tratar esta cuestión de un esta Honorable Cámara, han sido pre-
punto de vista general; y antes que la sentados a una autoridad más alta, a
Cámara entre a preocuparse especial- una autoridad superior, a una autoridad
mente de las condiciones de esta ley de que nos obliga materialmente, dentro del
amnistía, yo quiero decir algo sobre lo mecanismo de las instituciones, pero
que tiene esta cuestión de político; por- que, moralmente, a todos nos obliga: la
que es indudable que la sanción que autoridad de la opinión; el juicio del pue-
nosotros prestemos a esta ley de amnis- blo.
tía y de olvido será la forma o expre- Con manifestaciones inequívocas, el
sión con que se manifieste nuestro asen- pueblo ha sancionado por su parte la
timiento a la paz que acaba de reali- idea de la paz, la idea de esta amnis-
zarse. tía y de este olvido; y nosotros, vamos
Y bien, señor presidente: yo no pue- a ratificar esa sanción del pueblo sin
do dar mi voto a esa paz sin hablar an- que se produzca quizá una nota diver-
tes
; y no puedo dar mi voto a esa paz gente; porque aquellos, de entre nos-
er
L otras condiciones, porque tengo de- otros, que creyeron que debía buscarse
c
]aracíones que hacer en lo que se re- a toda costa la paz, la ven ahora reali-
ner
e a mi actitud personal y mi voto. zada; y aquellos—si hubo alguno—que
1100 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pensaron que la paz no debía hacerse, . si se la interpretase tal como yo creo


comprenderán, sin duda, la inoportu- i que debe hacerse y como voy a procu-
nidad y lo impolítico que tendría un rar definir. Pero importaría, en mi con-
voto de oposición tratándose de hechos j cepto, un gran mal y un gran peligro,
ya definitivamente consumados. ¡ si, como parece entenderlo parte de la
Señor presidente: al pedir el uso de | opinión, significase un punto de partida
la palabra, mi objeto no ha sido hacer I para prolongar más allá de sus límites
la apología de una paz ya vitoreada y naturales la situación de expectación, la
festejada de todos modos, y mucho me- situación provisional por excelencia en
nos levantar contra ella una protesta que se encuentra el país del punto de
que consideraría de todo punto antipa- vista de las relaciones de sus dos par-
triótica. No; mi objeto se reduce a expo- tidos; relaciones que un diario de ayer
ner por qué voy a votar esta paz; o, caracterizaba, con justicia, diciendo que
si quiere, en qué concepto, en virtud de están regidas por una especie de dere-
qué interpretación que doy yo a este | cho internacional, que empieza por re-
acto de la paz, es que voy a votarla, y ! conocer la existencia de un estado den-
cómo encaro ese importante aconteci- j tro del Estado.
miento, cuya significación y trascenden- j Señor presidente: de una manera más
cia no todos, seguramente, interpretan ; o menos tácita, más o menos expresa,
de igual modo. I y, sí no en la integridad de sus condi-
Porque no es la idea de la paz, en sí ' ciones, en espíritu por lo menos, ha sido
misma, lo que ha podido levantar en i renovado el pacto de la Cruz. Este es
ningún momento resistencias que no ! el hecho; y debemos agregar que, sin
procedan de espíritus extraviados o ilu- ello, no hubiera sido posible llegar a
sos; no es tampoco la materialidad de ) la consecución de la paz.
las condiciones actuales de la paz, que 1 Bien, pues; soy de los que creen que
siempre resultarían sobradamente com- el pacto de septiembre fué una impo-
pensadas por la magnitud del beneficio
que ella importa. ¡No! Es que este he- sición de las circunstancias, enteramen-
cho de la paz, como resultado de un te justificada, oportuna, quizá salvado-
pacto, tiene una trascendencia políti- j ra. Pero es necesario no olvidar, señor
ca que en concepto de muchos—en con- ! presidente, siempre que de esto se tra-
cepto de la opinión pública quizá—sig- te, y sobre todo por lo que importa
nifica la renovación, y aun la renova- ', en cuanto a la interpretación de esta
ción indefinida, de un estado de cosas nueva paz, es necesario no olvidar que
que todos considerábamos esencialmen- j la cláusula fundamental del pacto de
te provisional, que todos reconocíamos | septiembre, la cláusula por la que se
como subsistente todavía, y con derecho | explicaban todas las otras, la piedra
a subsistir, pero también como próximo I angular—podría decirse—de aquel acto
a tocar su desenlace, dentro de los me- ¡ de reconcialición cívica, fué la promesa
dios indicados por las instituciones; j que se hizo al partido nacionalista de
dentro del ejercicio de las actividades j garantir el ejercicio de la libertad elec-
cívicas de los partidos, resolviendo, en í toral siempre que los partidos concu-
lucha pacífica, sus rivalidades, al ampa- ; rriesen a la lucha de las urnas; y todas
ro de la libertad, (¡Muy bien!) las otras cláusulas y condiciones no tu-
La solemne confirmación o renova- vieron, en rigor, otro carácter que e!
ción de este estado de cosas no impor- i de garantías afectadas al cumplimietf-
taría, en mi concepto, un mal ni un | to de aquella cláusula suprema, cuín-
peligro (antes importaría un gran bien) ] plida o satisfecha, la cual era lógico su-

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OBRA POSTUMA.—-12: DISCURSOS PARLAMENT.—SOBRE PAZ PERMANENTE 1101

poner que las demás caducaran por su espíritu cuya observancia o cumplimien-
base. to es, esta vez, verdaderamente impos-
Es menester reconocer, señor presi- tergable. Yo creo que, votando esta paz,
dente, que, desde entonces, no se han no debemos considerar que hemos crea-
verificado en el país elecciones genera- do un estado de cosas normal ni siquie-
les que se encuentren en tales condicio- ra duradero; no debemos considerar tan
nes, debido a la renovación de los acuer- sólo que hemos propendido a mante-
dos que yo también he contribuido a ner o a asegurar las condiciones más
votar, dentro de mi partido, en circuns- propias para preparar la entrada defi-
tancias en que creí que eran para él nitiva al régimen de las instituciones,
una necesidad angustiosa, debido a cul- fuera de todo pacto, en los comicios
pas y errores que ahora no es oportuno libres y sin acuerdo de 1904.
entrar a precisar. De modo que faltan- Si la opinión, señor presidente, o par-
:
do el gran veredicto popular que resol- te de ella cree que hemos votado en
viese, en la contienda histórica de los otro concepto o con otro espíritu esta
partidos, las condiciones de paz de sep- paz, en lo que a mí y a otros diputados
tiembre han podido o debido conside- se refiere, la opinión, o parte de ella,
rarse subsistentes por la subsistencia se equivoca.
de las circunstancias que la determi- Es sabido, señor presidente, que es-
naron, Y así lo entendió el actual pre- tos pactos o convenios políticos, más
sidente de la República, cuando, formu- que por la materialidad de sus cláu-
lando sus ideas de gobierno como candi- sulas y condiciones, se caracterizan, ante
dato a la primera magistratura del país, la opinión, por la repercusión que de-
en declaraciones que hizo públicas el jan en el ambiente.
diario El Tiempo, expresaba que las con- j Nadie ignora que anda flotando ya
diciones de la paz de septiembre, o su en la atmósfera una idea que, en deter-
espíritu, debían ser respetadas, en cuan- minado momento, puede tomar contor-
to a las relaciones de los partidos polí- nos, concretarse. Vaticino que se con-
ticos, dando como fundamento de ello i cretará. Es la idea de que este pacto
las circunstancias de que aún no se de paz trae consigo, como consecuencia
había hecho práctica la libertad electo- lógica, la idea de un nuevo acuerdo, y
ral de la cual debía surgir el fallo in- que ése es el verdadero espíritu de esta
apelable de la contienda de nuestras dos | paz, en vez del radicalmente distinto
colectividades históricas. que yo, por mi parte, le atribuyo. Y
Tal fué, pues, el espíritu de la paz de como, por su propia naturaleza, un nue-
septiembre: remitir las disidencias de vo acuerdo traería en sus entrañas un
los partidos al fallo de la soberanía po- nuevo pacto con la fatalidad con que
pular; y considerar todo lo demás como las premisas traen la consecuencia, re-
Provisorio y en el carácter de prenda sultaría de ahí que, según el concepto
Que se daba para asegurar el cumpli- que la opinión tiene formado, en gran
miento de aquello. parte de esta paz, lo que habríamos
Ahora bien: yo creo, señor presiden- consagrado desde ahora, volándola, es
te, que, votando esta nueva paz, hace- la ratificación indefinida de la política
mos obra sabia y patriótica; pero creo de los pactos y de los acuerdos, que
también que no nos daríamos cuenta todos hemos aceptado y bendecido en
' l verdadero significado, del único sig- determinadas circunstancias; que todos
ce

tt'-ficado, que a mis ojos es lícito atri- hemos considerado necesaria alguna vez
0u
-^ a esta paz, si no la relacionáramos I para la salud de la patria; pero que,
c
°u ese íntimo espíritu de aquella obra; como normalidad o como estado de co-
1102 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

sas duradero, yo, por mi parte, absolu- lo constituye, en el sentido de llevar


ta y decididamente, repudio. a la solución institucional, es la deci-
La repudio, señor presidente, por sub- sión de afrontar, una vez por todas,
versiva de las instituciones, por disol- con la práctica del voto, el régimen de
vente de toda fibra cívica, y contraria las instituciones; es la voluntad inque-
a la educación del ciudadano; por res- brantable de sujetarse leai o incondicio-
trictiva de las facultades legales de los nalmente a los resultados de la lucha
gobernantes; porque importaría una re- cívica.
nuncia embozada al régimen del gobier- Creo innecesario advertir, señor presi-
no institucional y un reconocimiento im- dente, que, cuando hablo en esta forma
plícito de nuestra incapacidad para ejer- de los pactos políticos, no confundo el
cerlo. hecho material del pacto con la idea
La repudio hasta como amigo fer- de coparticipación, idea esta que signi-
viente de la paz. Porque, aunque a pri- fica una hermosa conquista, ya in-
mera vista parezca contradictorio y pa- corporada fefinitivamente a la concien-
radójico, acuerdo permanente, pacto de cia pública, y que no puede faltar, ni
paz permanente, significa amenaza de faltará jamás, en ninguna política que
revolución permanente. no sea mezquina, reaccionaria y estre-
Lo único que puede garantir la paz, cha. Y formulada esta declaración, sos-
de una manera estable y duradera—lo tengo, señor presidente, que si, como
digo con convicción profunda—es la parece constatado, este pacto de paz,
práctica leal y resuelta de las institu- por una de sus condiciones, debe du-
ciones, es el régimen franco de la le- rar todo el término de la presidencia
galidad. Por eso yo voy a votar esta actual, es indudable que después de
paz, de una manera decidida, sin res- realizados los comicios libres el año
tricciones mentales, aunque también sin 1904, podrá quedar y quedará subsisten-
infantiles optimismos; pero voy a vo- te por la fidelidad del presidente de la
tarla como la última e impostergable República a sus compromisos contraí-
manifestación de un provisoriato que dos; pero desde ese mismo momento el
debe tener su solución institucional y pacto habrá perdido toda su autoridad
pacífica en los comicios del año veni- moral; desde el momento en que haya
dero. habido en el país comicios libres, de los
Hace treinta años, señor presidente, cuales surja una situación normal ins-
se dijo por una voz inspirada, y se ha títucíonalmente, este pacto de paz sig-
repetido hace pocos días por otra pala- nificará sólo una irregularidad y un
bra digna de alto respeto, que la guerra convencionalismo.
civil por la guerra civil no tiene tér- Creo, en efecto, señor presidente, qu&
mino. Es cierto, y en ese sentido nada en el instante en que el país, por la
habría suficientemente enérgico para ex- práctica del sufragio libre, hubiese en-
presar la esterilidad deplorable de ese trado definitivamente al régimen de las
recurso desastroso. Pero, tampoco tie- instituciones, en ese mismo instante ha-
nen término, en el sentido de llevar a bría caducado, inmediata y definitiva-
una solución institucional, los acuerdos, mente también, todo pacto surgido de
los pactos por los pactos, la paz ficti- la guerra civil, porque este pacto ca-
cia, que se renueva por otra paz fic- recería de fuerza moral con que imp°'
ticia, la suspensión del régimen de las nerse dentro de un régimen surgido de
instituciones que conduce a una nueva la voluntad popular, consultada por los
suspensión de ese régimen. No: lo úni- medios de la ley.
co que tiene un término, lo único que Siempre que me ha tocado hablar ?•

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OBRA POSTUMA.—-12: DISCURSOS PARLAMENT.—SOBRE PAZ PERMANENTE 1103

la juventud de mi partido, o escribir nes como resultado del sufragio libre,


sobre política de actualidad, no he te- pueda haber, desde ese mismo instan-
nido reparo en decir a mis correligio- te, en el país, elementos en disposición
narios y mis amigos que el Partido permanente de ocurrir a la protesta ar-
Colorado debe renovar su predominio mada, como no sea por grandes subver-
en la fuente legítima del sufragio, si se siones institucionales; pueda haber en
considera digno de seguir gobernando el país, entonces, ascendientes o pres-
la República; porque después de cua- tigios militares que no se deriven de
renta años consecutivos de gobierno, grados adquiridos en el escalafón del
empieza ya a tomar los caracteres de ejército de la república; pueda haber,
una gran anomalía histórica esta perpe- entonces, en el territorio de la repúbli-
tuación indefinida en el poder sin títu- ca, otros parques de guerra que el par-
los saneados de legalidad. que donde el Estado reposita las armas
¡Sí! Es la verdad; hay que decirlo que ha de confiar al ciudadano y al sol-
porque es la verdad,. dado, para velar por la integridad de
Pues bien, señor presidente: comple- las instituciones; y pueda haber, en fin,
mento esa declaración, que he hecho circunscripciones territoriales intangi-
reiteradas veces, agregando que, si el bles, infeudadas a perpetuidad a uno u
partido nacionalista, en comicios libres, otro partido; condición esta última la
Uega alguna vez a mejorar o aumentar más triste y deplorable de todas, señor
las posiciones que tiene dentro del
poder legislativo, yo, como colorado, presidente, porque sí se prolonga por
lo sentiré mucho, porque tengo senti- algunos años más, y se constituye en
miento partidario; pero como ciudada- hábito y crea, por decirlo así, una es-
no, como legislador, como escritor pon- pecie de derecho consuetudinario que
dré incondicionalmente mi voto, mi pa- se sustituya a la ley escrita, llegará has-
labra, mi pluma, para contribuir a so- ta a quebrantar la unidad, de la patria,
focar y a rechazar toda protesta que tiñendo de un color el suelo de unos
se levante contra ese hecho natural, • departamentos y de otro color el suelo
dentro dei régimen de las instituciones. de los otros.
Pues bien, señor presidente: con la Señor presidente: hago votos por que
misma sinceridad con que he formulado la confraternidad y la concordia reali-
estas declaraciones, voy a formular otra, j cen las promesas de esta paz como ac-
y es que no creo que pueda haber en to de noble conciliación cívica, previo
las filas dei partido nacionalista un solo j a la entrada definitiva en el régimen
hombre de pensamiento y de equidad i de las instituciones, de los comicios li-
Que sostenga que, una vez entrado el bres de 1904.
País a un régimen normal de mstitucio- He dicho. (¡Muy bien!)
1104 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

IV

[POR LA LIBERTAD DE LA PRENSA]

[SESIÓN DEL 16 DE JUNIO DE 1904] \ censura que establece la disposición del


poder ejecutivo de fecha 11 de enero.
El Senado y Cámara de Representan-
Artículo 7.° Con la terminación de la
tes, etcétera, etc., actual contienda armada, cesarán ipso
; facto las disposiciones de la presente
DECRETAN ley.
Artículo 8.° Comuniqúese, publíque-
Artículo 1.° Quedan sin efecto las I se, etcétera.
disposiciones restrictivas de la libertad Montevideo, 16 de junio de 1904.
de la prensa, dictadas por el poder eje-
cutivo en uso de las facultades que le JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
confiere el artículo 81 de la Constitu- Representante por Montevideo.
ción, con las únicas excepciones que
en esta ley se establecen. SR. RODÓ.—Como autor del proyecto,
Artículo 2.° Mientras dure la actual pido usar de la palabra, para fundarlo;
rebelión armada, no será lícito a la tanto más cuanto que, formando parte
prensa la publicación de noticias no de la Comisión de Negocios Constitucio-
autorizadas por el poder ejecutivo ni nales, que se expidió en sentido desfa-
el comentario de las operaciones mili- vorable al proyecto del señor diputado
tares. por Paysandú, quiero definir mi actitud
Artículo 3.° Será considerada como en el seno de la Comisión y dar las ra-
subversiva y punible por los procedi- zones por que subscribí su informe.
mientos que se indican en los artículos Mientras el proyecto que he presen-
4." y 5.° la propaganda en favor de pac- tado a la consideración de la Honorable
tos que impliquen una violación del or Cámara tiende exclusivamente a dictar
den constitucional en cuanto a quebran- una ley de circunstancias, de aplicación
tar la unidad política del país y coar- transitoria y actual, el proyecto del se-
tar cualquiera de las facultades pro- ñor Pereda encara y resuelve la cuestión
pias de lo poderes públicos. de modo general y permanente, fijando
Artículo 4.° Los editores de los dia- de manera definitiva los límites dentro
rios y periódicos que contravinieren las de los cuales deberán contenerse las fa-
disposiciones de la presente ley serán cultades extraordinarias del poder eje-
penados por el poder ejecutivo con la cutivo, respecto de la prensa, en cual-e
supresión temporal de sus publica- quier caso de conmoción interior, D
ciones. aquí mi disconformidad con dicho pro-
Artículo 5.° Si el término de dicha yecto; por cuanto creo que son las con-
supresión fuese mayor de cuarenta y diciones de determinada situación de
ocho horas, el poder ejecutivo deberá anormalidad las que pueden fijar en
remitir dentro de las mismas los ante- cada caso esos límites, y no veo acier- e
cedentes respectivos al juez que corres- to ni conveniencia en dictar una l >
ponda,. que los establezca de modo permanen-
Artículo 6.° Queda abolida la previa te y los reduzca a los que el proyecto

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT —POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1105

del señor Pereda señala. Si, en una oca- es de las conquistas desde hace tiempo
sión dada, la asamblea entiende que incorporadas a sus progresos políticos,
el poder ejecutivo, al usar de sus fa- no se prescinde de ella sin dificultad y
cultades extraordinarias con respecto a sin violencia; y cuando la restricción de
la prensa, ha llevado las restricciones esa libertad es llevada, como yo creo
más allá de lo necesario o las ha hecho que sucede ahora, más allá de lo que
durar sobrado tiempo, dicte en buena exige la necesidad o un alto interés, tal
hora la asamblea una ley de circuns- restricción concluye siempre por deter-
tancias que deje sin efecto las restric- minar en el espíritu público una impa-
ciones abusivas; por cuanto ella es la ciencia sorda y creciente, que en este
que debe resolver de la revocación o caso vendría a hacer aún mayor el
subsistencia de las medidas que el po- malestar de una situación como la que
der ejecutivo tome en uso de sus facul- atravesamos.
tades extraordinarias. No me satisfizo la manera como el
De conformidad con estas ideas ma- poder ejecutivo respondió a la expec-
nifesté en el seno de la Comisión de tativa general, con el proyecto de ley
Asuntos Constitucionales que subscribi- que acompaña a su mensaje. Ese pro-
ría el informe de la Comisión desfavo- yecto no importa otra cosa que consa-
rable al proyecto del señor Pereda, siem- grar legalmente la subsistencia incondi-
pre que el informe se limitase a exponer cional de las restricciones en vigencia,
las razones de nuestra común disiden- Y por más que en el mensaje se dice
cia respecto de ese preyecto, y a condi- que el valor ejecutivo sólo desea dejar
ción también de que hiciera la salve- subsistentes algunas de las prohibicio-
dad de que, en cuanto a lo demás, cada nes decretadas, lo cierto y positivo es
uno de los miembros de la Comisión que en su proyecto se dejan subsisten-
se reservaba la facultad de opinar tes, no algunas, sino todas, con la di-
hbre y personalmente en el seno de la ferencia de que hasta ahora esas me-
Cámara. didas restrictivas no tiene el carácter
El hecho de que sea yo adversario del de permanencia que les daría la san-
proyecto del señor Pereda no significa, ción de una ley.
Pues, que haya profesado en ningún Una sola ventaja trae consigo el pro-
niomento opinión favorable de la sub- yecto del poder ejecutivo respecto al
sistencia del régimen vigente en mate- régimen vigente, en cuanto a la liber-
ria de libertad de la prensa; hasta el tad de la prensa, y es la que se refiere
Punto que, como lo recordó el mismo a la supresión de la censura; condición
señor diputado por Paysandú en el dis- esta, no sólo la más contraria al espí-
curso con que fundó su proyecto, hube ritu de nuestra Constitución, que ha
yo de prestar, días antes, otro, inspi- consagrado un artículo a eliminar en
Pirado en iguales propósitos, proyecto expreso el procedimiento preventivo, en
Que sólo postergué por consideraciones | materia de imprenta, la censura previa,
del momento. | sino también la que más violencia debe
Es el que ahora someto al ilustrado necesariamente causar en eL ánimo del
Cl
'iterio de la Cámara. que padece la limitación de sus liberta-
.La solución de este asunto, señor pré- des, y la que menos consulta la digni-
ndente, no admite dilación. dad democrática de esa institución po-
Adquirido el hábito de una libertad, pular de la prensa, de una interven-
cíe
la manera como este pueblo ha ad- ción policial, Pero, aparte de la forma
quirido el hábito de la libertad de la en que la restricción se ha hecho prác-
Prensa que, en circunstancias normales, tica, el límite de la restricción ha sido
1106 JGSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

llevado, sin duda, más allá de lo que la de todas veras quisiera serlo, en cuanto
necesidad consiente y autoriza. Y en a la eficacia que en este caso pueda te-
este sentido, nada innova el proyecto ner la propaganda de la prensa para en-
del poder ejecutivo, que mantiene los contrar la solución pacífica de los males
términos de la restricción fuera de lo que afligen ai país. Es, en primer tér-
conveniente y de lo lícito. mino, que la libertad no sufra restric-
En buena hora alcance la restricción ción innecesaria, aunque lo restringido
a las informaciones de la guerra y a la no fuera más que un ápice y aunque la
crítica de la acción militar; en buena restricción no durase más de un minu-
hora también, en uso de medidas ex- to. Y es además que basta la posibi-
traordinarias, prevéase toda explota- lidad de que, del lado del pueblo, surja
ción de la propaganda política que, de un rayo de luz, para que demos ocasión
los desfallecimientos y angustias del es- a que la luz se haga.
píritu público, tome ocasión para pro- Abramos paso a la opinión. La opi-
piciar nuevas violaciones del orden ins- nión no tiene, ciertamente, rol alguno
titucional, nuevas subversiones, males que desempeñar en lo que se refiere a
todavía mayores y más hondos que los la solución militar de la guerra, que es
inmensos males del presente. Todo esto cosa que, por su naturaleza, debe levan-
se comprende y justifica. Pero la ma- tarse por encima de toda discusión y
nifestación del deseo de paz, y la pro- toda crítica; pero ella tiene sí, y ha
paganda en favor de fórmulas más o tenido siempre, derecho a que se le atri-
menos acertadas, más o menos dícre- buya un rol en lo que podría llamarse
ías y viables, para hallarla dentro del la elaboración política de los sucesos,
orden institucional, ¿por qué ha de ser como promotora de ese cambio de
objeto de prohibición, señor presiden- ideas, de sentimientos, de impresiones,
te? ¿Por qué hemos de temerla y por con que se forma el ambiente en que
qué hemos de vedarla? ¿Qué significa- i respiran los gobiernos democráticos, y
ría, en rigor, esa propaganda, sino la | que en los momentos de prueba les per-
resonancia publica, la sanción popular mite compartir con el espíritu público
de los anhelos y aspiraciones que la la ínciatíva de sus actos y la responsa-
mayoría de los miembros de la bilidad de sus tendencias.
asamblea expusieron al pueblo en su Negarle ese rol resultaría, no ya inú-
manifiesto de hace dos meses, y que til e ilícito, sino contraproducente; hoy
el propio presidente de la República más que nunca. Porque a mí me asiste
corroboró e hizo suyos en las declara-
ciones de su nota de contestación al la firme convicción de que si en los
pedido de los enviados argentinos?... Y momentos actuales se dejara que esa
si se tiene en cuenta que esa prohibi- l poderosa voz anónima vibrara libremen-
ción es la que más se explota, sin duda, I te en los aires, lo que primero se per-
por los interesados en el desprestigio cibiría, lo que primero se haría sensi-
de los poderes públicos, para arrojar ble, en medio de todos los desalientos
sobre ellos el cargo calumnioso de que y a pesar de todos los desalientos del
hay en su seno enemigos de la paz, co- espíritu público, sería hasta qué punto
mo si esa enemistad absurda cupiese la causa de las instituciones tiene de
en ningún corazón bien puesto ni en su lado, en esta dolorosa crisis, las as-
ninguna razón sensata, ¿cuál es la consi- piraciones y los sentimientos ciudada-s
deración política que pueda movernos nos y el decidido concurso de todos lo
a dejar en pie esa prohibición? intereses legítimos.
Y no es que sea yo optimista, aunque Tales son las cosideraciones que me
han movido a presentar el proyecto de

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1107

que se ha dado cuenta. Creo que la mi propósito propender a que la discu-


solución que someto al juicio de la Cá- sión del asunto que nos ocupa se extien-
mara puede conciliar las opiniones en ; da más allá de sus límites convenientes,
debate. Creo también que ella ofrece a I tanto más cuanto que la opinión espera
la propia Cámara y al poder ejecutivo \ con cierto anhelo la solución de este de-
el medio de conjurar una grave cuestión ! bate; y al Senado, que tiene en trámite
política. j un proyecto relacionado con la misma
No se me oculta que entre las restric- cuestión, le interesa conocer a la breve-
ciones que mi proyecto deja subsistentes dad posible el resultado de nuestras de-
hasta el restablecimiento del orden, hay liberaciones.
una que acaso está destinada a ser obje- Como autor del proyecto modificado
to de controversia, y es la única que li- en parte por la Comisión de Asuntos
mita la extensión de la propaganda: la Constitucionales, me creo en el caso de
que pena como acto subversivo, como exponer algunas consideraciones sobre
sugestión delictuosa, la tendencia a exci- él, a pesar de haber hecho ya uso de la
tar el espíritu público en el sentido de palabra en ese sentido al presentarlo.
soluciones violatorias del orden constitu- Noto que entre todas las objeciones
cional, por quebrantar la unidad política que se han opuesto por los adversarios
del país es decir, por lesionar y poner del proyecto que está en debate, pocas
en peligro la entidad misma de la patria. hay que se refieran al proyecto en sí
Es, de todos modos, el resultado sincero mismo, y la mayor parte se dirigen, no
de mi reflexión sobre las calamidades a él, sino a las restricciones impuestas
que nos afligen, y de mi observación en por el poder ejecutivo y al proyecto de
cuanto al estado del espíritu público. ley que el mismo nos envió y luego fué
Toda situación anormal-—de las que la retirado.
Constitución ha previsto al hablar de Así, por ejemplo, el señor diputado por
medidas extraordinarias—trae consigo la Florida, en su meditado discurso hizo
condiciones propias, peculiares, de difi- uso de una copiosa argumentación, muy
cultad y de peligro; y a estas condiciones valedera y oportuna si se la aplica a juz-
hay que atender, en uso de las facultades gar las restricciones que actualmente pe-
Que lo excepcional de las circunstancias san sobre la prensa; pero después que el
hacen legítimas, para conjurar los ma- poder ejecutivo ha retirado el proyecto
les que no puedan ser convenientemente de ley que nos propuso, dando sanción
reprimidos dentro de las previsiones y legal a las restricciones en vigencia, creo
sanciones de la legislación vigente. que mucha parte de esa argumentación
No abusaré por más tiempo de la aten- se pierde en el vacío y extralimita un
ción de la Cámara. Dejo fundado el pro- tanto los términos en que está planteada
vecto sustitutivo que someto a su con- la cuestión.
sideración, y hago votos porque él pueda Los que combaten el proyecto que está
servir de fórmula de avenimiento entre en discusión, a título de partidarios de la
los partidarios del régimen a cuya san- libertad de la prensa, sólo podrán justi-
són legal tiende el mensaje del ejecuti- ficar su disidencia si la refieren a aquella
VO
Í y los que profesan opiniones favora- parte del proyecto que establece una li-
bles al proyecto del señor Pereda. mitación de esa libertad, una única res-
He dicho. (¡Muy bien!) tricción de la propaganda política, deter-
minando que será considerada subversiva
y punible la propaganda en favor de con-
[SESIÓN DEL 18 DE JUNIO DE 1904]
cesiones o pactos que importen una vio-
Ss. RODÓ.—Señor presidente: No es lación del régimen constitucional, una
1108 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

enajenación o cercenamiento de las fa- de las operaciones militares.» Y puesto


cultades propias e inalienables de los que el señor Pereda reconocía implícita-
poderes públicos. mente que lo anormal de las circunstan-
No me extraña que el señor diputado cias autoriza ciertas restricciones de la
por la Florida considere injusificada esta libertad de la prensa, desde el momento
restricción que el proyecto deja subsis- que su proyecto negaba a la prensa el
tente en la libertad de la propaganda po- derecho de dar noticias de guerra no au-
lítica, puesto que nos ha manifestado torizadas por el poder ejecutivo, y el de
que en su concepto ni aun la crítica de hacer el comentario de las operaciones
las operaciones militares debe ser obje- militares; puesto que de esta manera el
to de prohibición en las circunstancias señor Pereda reconocía en principio que
presentes. el interés público, las necesidades de la
Del punto de vista de esta identifica- defensa social, legitiman, en tiempos
ción absoluta, que el señor diputado es- anormales, ciertas restricciones de la li-
tablece entre las condiciones de una épo- bertad de la prensa, ocurría desde el
ca de paz y seguridad y las condiciones primer momento preguntar si dentro de
de una época de conmoción interior en esas restricciones que el interés público
cuanto a los límites en que es lícito con- autoriza no puede ser forzoso incluir, en
tener la libertad de la prensa, se explica determinadas circunstancias, otras que
bien que considere gratuita y falta de no se refieran a la crítica de las opera-
fundamento la más mínima restricción ciones militares, sino a manifestaciones
de la propaganda; pero si se opina que de la propaganda política, que en tiem-
las necesidades de ladefensa social legi- pos normales no caigan bajo la sanción
timan, en principio, diferencias y limita- penal de la legislación vigente, y que, sin
ciones, lo cual para mí no admite duda, embargo, con relación a las condiciones
creo que no podrá menos de reconocerse de una situación anormal, puedan causar
que la sola restricción que mi proyecto males tan graves y dificultar tan seria-
deja en vigencia aparece plenamente jus- mente, por lo menos, la solución de las
tificada cuando se la considera en rela- calamidades públicas, como esa crítica
ción a las condiciones de la actualidad. de las operaciones militares que el pro-
yecto del diputado señor Pereda conside-
Que la libertad de la propaganda polí-
raba, con razón, inconveniente.
tica puede ser objeto de restricciones en
circunstancias anormales, no es para mí SR. PEREDA.—¿7 por qué el señor dipu-
cosa discutible, ni del punto de vista de tado, que es miembro de la Comisión v
la constitucionalidad y la doctrina, ni del autor de este proyecto, no aconsejó nin-
punto de vista de las conveniencias y los guna ampliación o modificación? Estaba
intereses públicos. en sus manos...
Uno de los motivos fundamentales de SR, VARGAS.—Quería aconsejarlas si
mi disidencia con el proyecto del diputa- diputado señor Rodó: ésa fué la disiden-
do señor Pereda fué que ese proyecto cía en el seno de la Comisión.
no consultaba, en lo presente ni para lo SR. RODÓ.—El diputado señor Pereda
por venir (porque su carácter no era cir- i no ha reparado suficientemente en j%
cunstancial, sino definitivo) la necesidad [ parte final del informe. Ya en el dis-
posible de restringir la libertad de la pro- j curso que pronuncié hace pocos días es-
paganda política en determinadas cir- I pliqué detenidamente por qué razón Ia
cunstancias. «En ningún caso de conmo- ! Comisión no propuso como proyecto
ción interior—decía el proyecto—la res- sustitutivo una ley de circunstancias; e
tricción podrá versar sino sobre las no- hice la salvedad de que yo había sido
ticias de la guerra y sobre el comentario siempre partidario de que la propusiera

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OBRA P0STUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1109

Decía, señor presidente, que las necesi- principio, punible, aun dentro de una
dades de la defensa social en cierto mo- época de normalidad y de paz. ¿Y es
mento pueden hacer forzosas determina- mucho señor presidente, que interpre-
das restricciones a la libertad de la pro- tando y aplicando ese principio dentro
paganda política, y que por eso es incon- de las condiciones propias de una situa-
veniente el límite infranqueable aconse- ción irregular, cuyos males y peligros
jado por el diputado señor Pereda, cuan- se relacionan de una manera directa, en
do proponía a la Cámara a determinar i su origen, con repetidas violaciones al
definitivamente que en ningún caso de ! orden institucional, se interdicte como
conmoción interior la restricción de la : subversiva la propaganda que se dirija
libertad de la prensa se referiría sino a I a abrir camino a la persistencia de esas
las noticias de la guerra, y a la crítica violaciones?
de las operaciones militares. i De este punto de vista, creo que quien
Hasta qué punto deban llevarse esas li- : sinceramente aprecia la única restricción
mitaciones de la propaganda y sobre qué que mi proyecto mantiene hasta tanto no
hayan de versar, es cosa que sólo podrá | se restablezca el orden, en la libertad de
resolverse con relación a las circunstan- la propaganda política, ha de reconocer
cias de una situación dada, y dentro de j que ella no obedece a consideraciones
esa situación misma. del momento, ni a intereses de la actua-
Toda situación anormal, por el hecho lidad ni a tendencias a una solución po-
j
de serlo, traerá consigo condiciones pro- ' lítica de circunstancias, sino que se ins-
pias, peculiares, de dificultad y de peli- pira en motivos más hondos, los cuales
gro; y estas condiciones, no sólo no se- no se ocultarán a la mirada del que es-
rán nunca las mismas de un estado de tudie en su origen los males del presen-
cosas regular, sino que ni siquiera se pa- te y busque explicación a esta aparente
recerán siempre entre sí. Son condicio- l anomalía de una revolución que estalla
nes esas imprevisibles por naturaleza; de una manera inopinada en una época
porque anormalidad, ¿qué significa^ se- I de administración y libertad. (¡Muy
ñor presidente? Significa desorden; y el bien!)
desorden es lo menos susceptible de pre- ¡ Cuando la pacificación de marzo, se-
cisión. : ñor presidente, tuve el honor de hacer
¿Quién negará, por ejemplo, que no es , uso de la palabra en la Cámara, y mani-
£
1 mismo el efecto que una propaganda ! festé entonces, por extenso, cuál era mi
encaminada a minar la autoridad de la criterio en cuanto al alcance y significa-
^y y de los poderes públicos pueder cau- ! ción del estado de cosas que se creaba y
sar
en una época de paz y seguridad que yo aceptaba sólo como un nuevo y
cuando esa autoridad, materialmente, es ! último provisoriato que debía preceder a
gatada por todos, que cuando ella es la solución definitiva que surgiría de las
desconocida por una rebelión que la ! urnas, del voto público,
tenaza con las armas en la mano; y Dije entonces: «Aunque a primera vis-
Que no es el mismo el concurso que, 1 ta parezca contradictorio y paradójico,
consciente o inconscientemente, puede j pacto de paz permanente significa ame-
nevarse a la causa de la sedición, cuan- naza de revolución permanente.» Los
[!o la sedición no se ha manifestado de hechos, por desdicha, no me desmintie-
l,ec
ho, que cuando ella se ha manifes- ron; y después de algunos meses de paz
utí
-° y agita sus banderas de uno a otro precaria, la revolución estallaba de nuevo
ex
ú-emo del territorio de la República? y ya irreparable; porque la revolución
Ahora bien: la incitación a violar la está en la lógica de pactos que nunca
iV
' a subvertir la Constitución, es, en pudieron ser enteramente definidos, por
1110 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

su propio carácter subversivo e irregu- La doctrina que prevalecía y contaba


lar: la revolución está en la lógica de con el asentimiento de todos era ésta;
una situación en que la mínima disiden- mientras un gobierno maneje honesta-
cia posible en cuanto a la interpreación mente los dineros públicos, y proteja la
de esos pactos puede significar en de- vida y la hacienda de los ciudadanos, y
terminado momento el estallido de la respete la' libertad de pensamiento y la
guerra civil; habiendo base permanente libertad de reunión, y no haya conculca-
y consentida para la rebelión, territorio do la libertad del comicio, no es lícito
enfeudado donde ella se aperciba a esta- por ningún motivo, por ningún pretexto,
llar de nuevo, elementos de guerra rete- cualquiera que ellos sean, levantar la
nidos fuera del poder del Estado. bandera de la revolución, y comprome-
En una época no muy lejana, señor ter con ella la prosperidad, el crédito, el
presidente, porque no nos separan de ! pornenir, el destino de la República.
ella más que veintitantos años, aun cuan- (¡Muy bien!)
do existieran elementos adversos por su Grande, redentora doctrina, que encie-
naturaleza a la vida de las instituciones, rra la única salvación posible de nuestro
elementos nacidos para la asonada y el porvenir; doctrina que ojalá fuera posi-
desorden, por lo menos los partidos de ; ble grabar con caracteres plásticos, tan-
principios, los partidos de opinión ha- gibles, en el corazón de todos íos ciuda-
bían inscrito unánimemente en sus pro- danos y en el corazón de los niños que
gramas esta cláusula hermosa: la paz, la forman su personalidad futura en los
renuncia a la lucha armada, mientras bancos de la escuela.
ella no se justificara por grandes sub- | Pues bien, señor presidente: al ampa-
versiones y grandes ignominias. Tan alto ro de estos principios hubo un momento
se tasaba el bien de la paz, que aun en en que el sentimiento de la paz parecía
presencia de gobiernos de fuerza, de go- tan hondamente arraigado en la con-
biernos de represión, los partidos de . ciencia pública, que no faltó quien cre-
principios aconsejaban a sus afiliados yese conjurado para siempre el fantasma
que se apurasen hasta donde fuese posi- de la guerra civil. Era una ilusión pre-
ble los recursos de la lucha pacífica, y matura; y no es sin patriótica tristeza
se renunciara hasta donde fuera decoro- como debemos confesar que después de
so a los extremos de la reivindicación completada, tras costosos esfuerzos, la
armada. reacción contra la obra de las domina-
Así sucedió, por ejemplo, cuando aquel : ciones personales, la guerra civil ha re-
vigoroso despertar de las energías ciuda- presentado una proporción de probabili-
danas que siguió, en 1881, al lustre som- dad mucho mayor que en la época de lo?
brío de la dictadura; cuando se orga- gobiernos de fuerza, de los gobiernos ác
nizaban de nuevo, sobre bases cívicas, represión, cuando la libertad y el orden
ambos partidos tradicionales y se funda- administrativo que hemos conquistado
ba el partido constitucional. Ya el parti- hubieran sido recibidos por todos como
do nacionalista en su manifiesto de 1872, una bendición de Dios,
obra, si mal no recuerdo, de uno de los Y bien: de esta anomalía, de este sal-
e
espíritus más vigorosos, de una de las in- i to atávico, de esta manifestación regj' '
teligencias más preclaras que han irra- siva, fluye la abrumadora condenación'
diado su luz en la prensa de la Repú- no precisamente de los pactos, sino ni^3
blica y en las bancas de este mismo Par- bien de la situación irregular producid
lamento, obra del doctor don Agustín de por la persistencia de pactos que sólo 3
Vedia, había consagrado ese mismo pa- debieron tener una existencia transito^ '
triótico principio. circunstancial, como el pacto de La Crtf-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1111

con sus feudos y su paz armada. La pro- i Es verdaderamente singular, señor pre-
longación absurda y temeraria de esas | sidente, lo que pasa respecto de las crí-
irregularidades más allá de los límites ! ticas que este proyecto ha suscitado; y
due las circunstancias estrictamente les j no me refiero, en lo que voy a decir, a
fijaban, es lo que explica, ante el cri- i ninguno de los distinguidos miembros de
terio desapasionado, esta dolorosa la Cámara, que han manifestado opinión
anomalía que levanta revoluciones en adversa a él, sino a los que, fuera de
épocas de administración y libertad. la Cámara, han escrito impugnando este
El día en que por la autoridad de la proyecto.
costumbre, siempre superior a la auto- Se fulminan todos los rayos y cente-
ridad y eficacia de las leyes, quedara es- llas de las tempestades retóricas contra
tablecido que la paz pública sólo puede la más mínima restricción que transito-
reposar en el país sobre la base de una riamente se imponga a la libertad de la
repartición empírica y monstruosa de las prensa, en virtud de una ley de circuns-
funciones propias del Estado, repartición tancias; y se le fulmina a pretexto de
que no hay que confundir en manera al- una inconstitucionalidad que no se ha
guna con la idea de coparticipación que i demostrado, ni se demostrará jamás,
iodos llevamos en el alma y que es una i porque es absurda: se alardea para esto
necesidad imprescindible de nuestro pro- de inflexibilidad de principios, y en el
greso político (¡Muy bien!); el día que mismo escrito, quizá en la misma colum-
esto llegara a constituir en el país una na, entrando a tratar de los pactos sub-
especie de derecho consuetudinario que versivos que certísímamente implican in-
prevaleciera sobre la ley escrita, no tar- constitucionalidad, y que no la implican
daríamos, señor presidente, en asistir así comoquiera, sino en lo que la Cons-
al fraccionamiento de la nacionalidad, a titución tiene de más esencial y funda-
su escisión irreparable, a un verdadero mental, es decir, en la fundación de un
naufragio de la conciencia nacional, que Estado único, de una asociación política
se habría manifestado incapaz de vivifi- indivisible; entonces para cohonestar la
car un cuerpo organizado y único. inconstitucionalidad y subversión de esos
Cr eo con toda sinceridad que pocas pactos se argumenta con que es necesa-
veces, en el transcurso de nuestra vida rio encarar estas cosas, no del punto de
nacional, se habrá presentado a la con- vista de las especulaciones ideológicas,
sideración de los hombres públicos un sino del punto de vista de la viviente
problema de más entidad y más grave- realidad; y todo lo que era rigor de prin-
a d que el que plantea esta nueva faz cipios para fulminar la inconstitucionali-
que amenaza tomar la discordia de míes- dad, por otra parte falsa e ilusoria, de
eos partidos, en el sentido de constituir una ley de circunstancias, se convierte
cada uno de ellos un estado que se rela- en una admirable benignidad posibüista
cione con el otro, por una especie de de- para aceptar la posibilidad de que se
ceno internacional vuelva a incidir en la subversión de las
subversiones, en la subversión que mina
y ^ estas experiencias de vivisección po- el orden constitucional por su base y di-
ética, estos ensayos subversivos, no se vide al país en dos estados antagónicos.
re
Piten impunemente en la vida de los (¡Muy bien!)
Pueblos. En ella, como en la de los indi-
yduos, la repetición del acto es lo que Se dice también, señor presidente: «El
determina la costumbre, y la costumbre pueblo no es menor de edad; no lo so-
Se
identifica y confunde con la propia | metáis a tutela; dejadle plena libertad
natllr
aleza cuando no la substituye y la i para que, entre las fórmulas de paz posi-
"?nce. • bles, examine y discuta también la que
1112 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

importa subvertir el orden constitucional que se considera punible, es incitar a la


y quebrantar la unidad del Estado, y pre- violación de las instituciones, a la abdica-
parar el desdoblamiento de la nacionali- ción o cercenamiento de las inalienables
dad.» Este argumento pertenece a la es- facultades de los poderes públicos; y
pecie sofística de los que por probar de- esto, señor presidente, en momentos en
masiado no prueban nada... No con me- que se trata de reprimir una insurrec-
nos fundamento podría argüirse que la ción cuyos orígenes y antecedentes se re-
incitación franca y abierta a seguir las lacionan con repetidas violaciones del
banderas de la revolución, tampoco debía régimen constitucional. (¡Muy bien!) Si
ser velada ni punida, porque el pueblo esto no justifica la única y transitoria
no es menor de edad para ceder a suges- restricción que la libertad de la prensa
tiones insensatas, o bien porque si su vo- sufría con la sanción de mi proyecto,
luntad es seguir a los que le incitan a declaro que habría que renunciar a la
hacer armas en contra de los poderes doctrina, en mi sentir indiscutible, mu-
constituidos, no debe cartársela en el cho más después de las citas que ha he-
uso de su voluntad. cho valer nuestro distinguido colega el
Dícese, por último, que el proyecto de doctor Areco, de que la libertad de la
que soy autor, y que en parte ha modi- propaganda política puede ser pruden-
ficado la Comisión de Asuntos Constitu- cialmente restringida en tiempos anorma-
cionales, no introduce sino leves diferen- les, sin inconstitucionalidad, sin ilegali-
cias respecto del régimen vigente. dad, sin opresión, cuando la salud públi-
Los que esto dicen, o no recuerdan ca exige la restricción transitoria de esa
cuáles son las restricciones del régimen libertad y es la razón serena la que fija
vigente—lo que me extraña, porque lo el límite de la restricción.
que causa mortificación o perjuicio suele Yo lo creo así de todas veras. Ignoro
recordarse con facilidad—o bien no han si ésa es la opinión prevalente. Propendo,
reparado en los términos y alcance del por natural tendencia de mi espíritu, a
proyecto. un individualismo, quizá exagerado, en
Mucho más exacto sería decir que él materia de opiniones: formo las mías
establece muy leves diferencias con res- procurando apartarme de las influencias
pecto a lo que es lícito en épocas nor- del ambiente en cuanto ellas puedan
males. traer consigo sugestiones de pasión; )'
Podrá el periodista comentar, sin limi- las enuncio tal como sinceramente las
tación alguna, los actos de los poderes concibo, sin preocuparme nunca de vol-
públicos; podrá censurarlos, si lo juzga ver la mirada para ver si de parte de lo
conveniente, de todas las maneras y en que yo pienso está la opinión que repre-
todos los tonos como es posible hacerlo senta el mayor número, o está una partt
en una época de seguridad y de paz; po- de la opinión, o estoy yo solo. (¡Muy
drá distribuir cargos y responsabilidades bien!)
en lo que se refiere a la guerra; podrá
(haciendo uso de un ejemplo del que se
valía el diputado señor Muró) pedir, si [SESIÓN DEL 21 DE JUNIO DE 1904]
le place, la renuncia del presidente de la
República, o la renuncia de los que esta- SR. RODÓ.—Señor presidente: cuand°
mos aquí, la renuncia colectiva de la yo acepté, sin hacer mayor oposición, el1
asamblea; podrá historiar los anteceden- el seno de la Comisión de Asuntos Cons-
tes de los acontecimientos producidos y titucionales, que se agregara al artículo
abogar en pro de una solución transac- la frase: y mermar su legítima auto?1'
cional: lo único que se le veda, lo único dad, lo hice en el cencepto de que es{0

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1113

entrañaba solamente una redundancia in- por el término de cinco días, invocándose
ofensiva, porque interpreté siempre que como fundamento de esta resolución el
todo lo que fuera mermar la legítima au- hecho de haber violado el artículo 3.° de
toridad de los poderes públicos caía den- la ley relativa a régimen de la prensa.
tro del alcance de la frase anterior: la No se habrá olvidado que cuando se
que establece que no se podrá hacer pro- discutió en la Cámara el referido artícu-
paganda en el sentido de coartar ninguna lo de la ley, hubo discrepancia de opi-
de las facultades propias de dichos po- niones en cuanto al alcance de la frase
deres. final agregada al artículo por la Comi-
Completamente en desacuerdo con la sión de Asuntos Constitucionales: y co-
interpretación que da al artículo mi dis- mo se manifestara que, con arreglo a
tinguido colega de Comisión el doctor ella, la propaganda encaminada a pedir,
Vargas, creo que la propaganda que se como prenda de paz, la renuncia del pre-
dirigiera a solicitar la renuncia del pre- sidente de la República, debía conside-
sidente de la República (sin que esto im- rarse incluida entre las prohibiciones de
porte de manera alguna apreciar la sen- la ley, me opuse, por mi parte, a esa in-
satez y oportunidad de una propaganda terpretación, como me hubiera opuesto a
de esa naturaleza) no caería dentro de cualquiera otra tendente a penar propa-
las prohibiciones de este artículo, cuyo gandas igualmente fuera de lo razona-
significado se limitó, en mi intención, a ble y de lo sensato, pero que, a pesar de
impedir propaganda en favor de pactos ello, no se opusieran al espíritu de la
subversivos que importaran violación de ley, el cual en mi concepto fué siempre,
la Constitución y de las Leyes. Pedir la pura y exclusivamente, el de prohibir
renuncia del presidente de la República propagandas que excitasen a violar el ré-
no es ir contra la observancia de la Cons- gimen constitucional, en el sentido de
titución o de la Ley. favorecer pactos que quebrantaran la
SR. COSTA.—¡Cómo no, señor! Es el
unidad política del país o coartasen las
acto más subversivo que hay. inalienables facultades de los poderes
SR. RODÓ.—No es ir contra la obser- públicos.
vancia de ninguna ley; no es propender Insistí en esto, aunque desgraciada-
a falsear la Constitución, que es lo único mente sin resultado; y observé que había
Que yo tuve en cuenta en mi proyecto. verdadera conveniencia en que, limitan-
SR. COSTA.—En estos momentos, es un do el alcance de la ley a ese único y ex-
acto subversivo pedir la renuncia del clusivo objeto, definiéndola así de una
presidente de la República. manera clara y precisa, imposibilitaría-
SR. RODÓ.—YO no lo interpreto así, y mos multitud de dudas y ambigüedades
dejo de ello constancia, salvando mi opi- de interpretación, que, de otro modo, se-
nión a este respecto. rían inevitables, y que quizá tuvieran
Pedir la renuncia del presidente de la por efecto colocar a la prensa en una si-
República, no es incitar a cometer una tuación peor que aquella en que se en-
ntconstitucionalidad ni una ilegalidad. contraba bajo el régimen de la previa
censura,
No se ha hecho esperar la comproba-
[SESIÓN DEL 9 DE JULIO DE 1904] ción de lo que decía. Pero el hecho que
lo ha comprobado, señor presidente, ex-
SR. RODÓ,—Señor presidente: la jefa- cede de mis previsiones, porque no tiene
tura política y de policía comunicó con acomodo razonable, ni aun dentro de la
'echa de anteayer ai diario titulado El ley tal como quedó interpretada después
ll
-inpo, haberse resuelto su suspensión de aquella parte del debate.
1114 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

La suspensión del diario El Tiempo, La construcción del párrafo, para quien


ordenada por el poder ejecutivo, según leal y sinceramente lo examine, no deja
la nota policial de fecha 7 del corriente, lugar a la más mínima duda sobre ello:
es un hecho claramente violatorio de ía en este punto el artículo es clarísimo e
ley que, sobre régimen de la prensa, aca- íntergiversable. La duda que yo previ que
ba de dictar la asamblea. se dejaba en pie—y por eso me opuse
Es además un precedente que, si se le al agregado de la citada frase—es la re-
dejase en pie, colocaría a la prensa aún lativa a qué condiciones de los pactos de
en peores condiciones que cuando inter- paz podía considerarse que mermaran la
venía el asesor policial. legítima autoridad de los poderes públi-
Examinemos los fundamentos de la re- cos.
solución y el hecho que la ha motivado. Pero no solamente la orden policial a
Se invoca el artículo 3.° de la ley y se que me refiero sostiene que la publica-
dice que, tendiendo la propaganda del ción que ha motivado la clausura tempo-
citado diario a desprestigiar la causa de ral del diario contraría el espíritu de la
las instituciones que defiende el gobier- ley, sino que sostiene que ha sido viola-
no de la República, ha violado, en el es- da la letra, es decir, que ha defendido
píritu y en la letra, aquel artículo. Pero pactos subversivos, de los aludidos en el
señor presidente: ¿qué concepto, qué fra- artículo 3.°
se, qué palabra del artículo 3.° de la ley, i Y en efecto: la orden policial hace
ni de ningún otro de los comprendidos I mención de una frase—separada cuidada-
en ella, se refieren a penas que puedan : sámente de la publicación-—por la cual
imponerse por el hecho de tender «a des- ha sido penado el referido diario; una
prestigiar la causa de las instituciones»? : frase que es de uso común, que se era-
El artículo 3.° de la ley no se refiere a i plea a cada momento para significar la
otro objeto de prohibición que a la pro- ¡ necesidad o la urgencia con que debe
paganda en favor de pactos subversivos \ procurarse determinado fin: la frase fl
de la Constitución de la República o que ¡ toda costa, aplicada a la necesidad de
mermen la autoridad legal de sus gober- I que se haga la paz. (Este, según parece,
nantes. Ese artícuo no limita la liber- • es el cuerpo del delito! i Esto es lo que
tad del periodista sino en cuanto a la de- | hace del artículo de aquel diario un ale-
fensa de determinadas fórmulas de paz. ¡ gato en favor de los pactos inconstitu-
Tai es su espíritu, tal es su letra. Ni aun I clónales o subversivos de la autoridad
sometido el artículo a la acción de los ; de los poderes públicos!
rayos X, podría encontrarse, bajo su Es necesario convenir, señor presiden-
sentido literal, ninguna otra prohibición j te, en que si con esta suspicacia, con este
que ésta, clara y patente. j rebuscamiento de ápices y de minucias,
Las ambigüedades de interpretación | con este apego a las menudencias de la
que yo previ que se dejaban, no fueron ¡ letra, han de ser juzgadas las publícacio-
ésas. ! nes de la prensa, la labor del periodista
Cuando se agregó al artículo la frase j será, en adelante, una verdadera carrea
«y mermar su legítima autoridad», el i de obstáculos; y el periodista, a pesar de
sentido de la cláusula quedó intacto, en i que por la naturaleza de su oficio esta
cuanto a referirse siempre a pactos o ¡ obligado a improvisar, se verá en la ns-
concesiones que mermaran la legítima • cesidad de releer y someter a los más
autoridad de los poderes públicos; no a : prolijos análisis una y cien veces iodo
propagandas que pudieran tender a mer- i io que escriba, para evitar que se deslíes
mar moralmente esa autoridad sin ha- , en ello una locución, una frase, una P3'
blar de pactos de paz. , labra, que pudieran interpretarse, apl!

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1115

rancio el concepto, en un sentido que lo interpretación sutil en que se inspira esta


perjudicara. I nota del jefe de policía.
Todos los que somos aficionados a li- i El periodista usa, de paso, una frase
bros, señor presidente—y permítaseme ; hecha, una locución vulgar, para expre-
esta breve reminiscencia literaria, si- j sar con energía su anhelo de que la paz
quiera sea en obsequio a mis aficiones— ¡ se haga urgentemente, y dice: «Hay que
nos hemos recreado más de una vez le- i hacer la paz a toda costa»; y apoderán-
yendo alguno de los infinitos comenta- dose al vuelo de estas tres palabras, el
rios que se han compuesto a propósito ! intérprete, que en este caso tiene la fa-
de una de las obras maestras del espí- | cuitad de imponer inapelablemente su
ritu humano: a propósito del Quijote. interpretación, arguye: «Ha dicho usted
Sucede con todas aquellas obras sobre que la paz debe hacerse a toda costa;
las cuales se ha escrito intensamente, I1 luego, implícitamente, ha dicho que de-
be hacerse también a costa de la Cons-
que, después de agotarse los comenta- j titución; y como hay un artículo de la
rios e interpretaciones razonables, se lle- ley que prohibe hacer propaganda a fa-
ga a los comentarios alambicados y su- vor de ios pactos contrarios a la Consti-
tiles. Así, según algunos de los comenta- | íución, usted indirectamente ha abogado
res del Quijote, Cervantes resultaría un I en favor de esos pactos, ha violado la
precursor de la filosofía nacionalista; se- j ley, y su diario debe ser cerrado por
gún otros, un precursor de la democra- cinco días.»
cia, o de la revolución social, o bien del
Con arreglo a este sistema de interpre-
ciarwiriísmo, o del espiritismo... En fin: tación, así como la inmortal novela de
no hay doctrina, no hay credo social o Cervantes resulta para algunos de sus
filosófico, aun los más opuestos e in- comentadores, un libro precursor del
conciliables entre sí, de que Cervantes darwinismo o de la doctrina espiritista,
no sea precursor, si hemos de atender a así dentro del criterio que informa la
uno u otro de sus comentadores. Y la nota policial, el artículo del diario El
explicación de este hecho es sencilla. To- Tiempo resulta un alegato en favor de
rf
ia el comentador una frase de Cervan- los pactos subversivos de la Constitución
tes, la interpreta de cierta manera y de de la República.
interpretación en interpretación, de de- ! Pero lo peor de todo, señor presidente,
ducción en deducción, medíante un poco i es que, según se deduce del texto de la
fe ingenio y de habilidad dialéctica, la ¡ citada orden policial, el poder ejecutivo
ír
ase llega al fin a significar todo lo que | entiende que toda propaganda encamina-
el intérprete quiere; y es así como quizá > da, en su concepto, a desprestigiar o per-
u
na misma frase del Quijote da lugar i judicar moralmente la causa de las íns-
Para que tres intérpretes distintos se i tituciones, puede ser objeto de prohibi-
Jacten de haber descubierto en Cervan- ción con arreglo a la ley que la asam-
tes un precursor o profeta de otras tan- blea ha dictado; y yo no vacilo en afir-
tes doctrinas diferentes. mar que, interpretada y aplicada de esa
Pues bien: a mí, aunque estas inter- manera ia ley, lejos de haber beneficiado
pretaciones nunca me convencieron, con con ella la situación del periodista, la
frecuencia me han entretenido, por la in- habríamos perjudicado; y la habríamos
§eniosidad que suelen revelar; pero con- perjudicado en términos que significan
freso que toda la sutileza interpretativa, una desventaja aun con relación al esta-
teda la habilidad dialéctica, que yo ha- do de cosas anterior a la sanción de la
^a admirado en los comentadores de ley. Porque, suprimida la censura, y si
ovantes, palidece y se eclipsa ante la el poder ejecutivo considera que toda
1116 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

propaganda encaminada a desprestigiar j responsabilidad después de haber con-


la causa de las instituciones cae dentro \ tribuido, en una forma u otra, a los an-
de las sanciones penales de la ley, ¿quién j tecedentes de que surgió la ley que de tal
define la vaguedad de esta restricción? manera se interpreta.
¿Quién fija la línea divisoria entre lo lí- Tales son los motivos y fundamentos
cito y lo ilícito? ¿Cuándo la propaganda que me han inducido a presentar a la
política desprestigia y perjudica moral- consideración de la Honorable Cámara
mente la autoridad de los poderes pú- la moción de que pido a la Mesa se
blicos y cuándo no la desprestigia y no sirva hacer dar lectura. (La manda a la
la perjudica? ¿Dónde está el instrumento Mesa.)
de precisión de que ha de valerse el pe- : SR. PRESIDENTE.—Léase.
riodista para contener sus arranques en
la medida del criterio oficial?
(Se lee lo siguiente:)
No es necesario meditar más que un
instante para comprender que la inter- Para que se invite al señor ministro
pretación que el poder ejecutivo parece de gobierno a concurrir a la sesión del
dar a la ley que se ha dictado, tendrá martes próximo, a fin de dar explica-
por inmediata y forzosa consecuencia la ciones sobre la manera como el poder
imposibilidad de toda propaganda polí- ejecutivo interpreta el artículo 3.° de
tica. El poder ejecutivo resolverá dis- la ley sobre régimen de la prensa, invo-
crecionalmente cuándo la propaganda de cado en la orden de suspensión del día-
la prensa perjudique moralmente su au- 'rio El Tiempo.
toridad; y siempre que, en su concepto,
se haya incurrido en tal delito, proce-
derá inapelablemente a la suspensión [SESIÓN DEL 12 DE JULIO DE 1904]
del diario. En presencia de este peligro,
señor presidente, ¿no está claro que lo ! SR. RODÓ.—He oído con atención los
que la prensa hará será abstenerse de informes del señor ministro de go-
toda propaganda, desde que ya no hay bierno.
censor al cual pueda remitir previa- ¡ Veo, ante todo, en sus palabras, el re-
mente sus escritos, y desde que no pue- flejo de una condición de su espíritu
de tener el periodista la intuición del que todos le hemos reconocido siempre:
grado de benignidad o de severidad la convicción sincera de las opiniones,
con que el poder ejecutivo ha de juz- la convicción sincera que pone en todas
garle? sus ideas y en todos sus actos.
Es necesario, pues, que por nuestra Agregar que el señor ministro no me
parte definamos esto de una manera in- ha convencido, me parecería una inge-
equívoca; si es posible, para que la Cá- nuidad, porque se cae de su peso. Desde
mara restablezca la recta interpretación que formo parte del Parlamento, o roe-
de la ley y desautorice la interpreta- íor dicho, desde que presencio debates
ción que le da el poder ejecutivo; y si parlamentarios, nunca he visto un dipu-
esto no es posible, por lo menos para tado que convenza a un ministro, ni
que la prensa tenga un criterio exacto y siquiera dos diputados que se conven-
definido en cuanto a los límites en que zan uno al otro o que convenzan a un
se contiene actualmente su libertad, y tercero... Es casi ley sin excepción Que
también para que aquellos que estamos todos salgamos del debate con las opi-
en absoluto disconformes con la inter- niones con que entramos, lo cual, dicho
pretación que el poder ejecutivo da a sea de paso, no constituye un argumen-
esta ley de la prensa salvemos nuestra to muy poderoso en favor de la eficacia

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OBRA POSTUMA.--12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1117

de la palabra y de la virtud de la dis- el poder ejecutivo y la que yo sostengo.


cusión... Claro es que, por el solo hecho de
Por mi parte, después de oír al señor haber yo contribuido a la formación y
ministro, sigo creyendo que la •suspen- a la sanción de esta ley, no he de atri-
sión del diario El Tiempo es un hecho buirme la facultad de imponer como
violatorio de la letra y del espíritu de genuina la interpretación que yo per-
la ley sobre el régimen de la prensa, sonalmente le dé, tanto más cuanto
que acaba de dictar la asamblea. ! que la ley fué objeto de modificaciones
Creo, en primer término, que todo lo I que no contaron con mi asentimiento.
que en el artículo de dicho diario se I La interpretación valedera de la ley
lia considerado subversivo, fuera de la ¡ no he de darla yo ni ha de darla tam-
frase «a toda costa», excede del alcance poco el poder ejecutivo—a pesar de sus
de la ley, que ha previsto propagandas facultades de colegislador, que invocaba
en favor de pactos contrarios a la Cons- un órgano de la prensa hace pocos
titución de la República; pero no propa- i días—; la interpretación valedera de la
gandas que en otro sentido puedan con- ley ha de darla la Cámara o, por mejor
siderarse adversas a la causa de las decir, la asamblea, después de la ley
instituciones. Y, en segundo término, interpretativa que en ese sentido se pre-
creo que esa frase de uso común, esa sente (y desde luego anuncio que voy
frase hecha, esa locución vulgar, no a presentarla) dando por supuesto que
constituye una insinuación a favor de esa ley interpretativa pase de la Cáma-
pactos subversivos, si no se alambican ra y siga los trámites comunes hasta
y sutilizan las cosas fuera de lo tole- su sanción. En caso contrario, la Cá-
rable. mara considerará que el poder ejecutivo
Es más, señor presidente; estoy inte- ha aplicado convenientemente la ley; y
riorizado, por conversación particular, •laprevalecerá
interpretación del poder ejecutivo
mientras la asamblea no dis-
del espíritu que anima a la dirección de ; ponga otra cosa; pero prevalecerá, no
ese diario en su propaganda en pro de ! porque el poder ejecutivo tenga la fa-
la paz; me consta que es adversa a una | cuitad de interpretar las leyes, aun cuan-
Paz que se estableciera sobre la base de : do, como colegislador, haya contribuí-
concesiones que implicaran una trans- do a formarlas o haya sido el exclu-
gresión de la Constitución de la Repú- ; sivo autor y proponente de ellas, sino
blica y una enajenación de legítimas fa- simplemente porque la Cámara, por su
cultades de sus gobernantes. Mal po- conformidad con la aplicación que el
dría, pues, una frase salida de su plu- poder ejecutivo ha dado a la ley y el
via tener un sentido favorable a con- Senado con su silencio, habrán mani-
diciones inconstitucionales de la paz. festado implícitamente que el modo co-
Pero, apartándonos de la particulari- mo interpreta la ley es el conducente
dad del caso concreto y llegando a lo a la aplicación que de ella ha hecho el
^ e él tiene de general, es decir, al pré- poder ejecutivo.
ndente que deja establecido, la exposi-
Cl
ón del señor ministro de gobierno tien- \ Hay, como decía, dos interpretacio-
de a confirmar la doctrina que entra- nes del artículo 3." de la ley.
baba la nota del jefe de policía, corau- Mi interpretación establece que él pro-
nic
ada al diario El Tiempo; tiende a hibe, única y exclusivamente, la propa-
dejarla establecida, como interpretación ganda explícita en favor de concesiones
de
I artículo 3.° de la ley. o pactos contrarios a la Constitución o
Hay, pues, dos interpretaciones con- a la integridad de las legítimas faculta-
lra
rias de ese artículo: la que sostiene des de los poderes públicos.
1118 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

La interpretación del poder ejecutivo implicaba la de propagandas a favor


atribuye al artículo un alcance casi in- de pactos contrarios a las institucio-
definido, que involucra toda propagan- nes; pero no se concibe que se haga
da capaz en su concepto de despres- uso de una proposición menos general
tigiar o perjudicar moralmente la cau- para que se sobrentienda dentro de ella
sa de las instituciones y la autoridad una proposición más general; no se
del gobierno. concibe que se diga: «prohíbese hablar
Mi interpretación fluye, clara e inme- de pactos contra las instituciones», para
diata, de los términos del artículo, que que se sobrentienda; prohíbese hablar
no son vagos ni indeterminados, sino en cualquier sentido que pueda consi-
inequívocos en el sentido de fijar una derarse contrario a las instituciones».
prohibición única y concreta. Desde luego, la ley, tal como yo la
La interpretación del poder ejecuti- interpreto, establece una prohibición de
vo sólo es posible mediante una serie abogar en pro de pactos anticonstitu-
de deducciones que conduzcan a desen- cionales. De conformidad con esto, el
trañar el sentido íntimo del artículo, | periodista sabría a qué atenerse sobre
como si fuese lícito, señor presidente, lo que le está vedado y lo que le es
apartarse de la letra de la ley para in- lícito; pero si prevaleciera la interpre-
vestigar su espíritu, cuando la letra de tación que da al artículo el poder ejecu-
la ley es clara y terminante. tivo, ¿no es evidente que la vaguedad
Desde luego, yo pregunto a cualquie- de esta restricción importaría la im-
ra que encare esta cuestión de una ma- posibilidad de toda propaganda políti-
nera desapasionada: si la mente de la ca? ¿Quién fija límite a esta restricción?
asamblea hubiera sido prohibir toda pro- ¿Quién determina los casos en que la
paganda moralmente encaminada a des- propaganda política perjudica moral-
prestigiar la causa de las instituciones mente la causa de los poderes públicos?
y la autoridad de los poderes públicos, Es una facultad discrecional que se ha-
¿no es evidente que tratándose de una bría puesto en manos del poder ejecu-
ley tan laboriosamente preparada como tivo.
ésta, tan discutida en la Comisión y en Todos los antecedentes relativos a los
la Cámara, en el Senado y en la prensa, debates de que surgió esta ley, lo mis-
tan analizada en sus mínimos detalles mo en el seno de la Cámara que en
—porque aun las palabras de ella se el Honorable Senado, concurren a de-
midieron y se pesaron—, no es evidente, mostrar que mi interpretación es la
digo, que el legislador hubiera consig- que estaba en el espíritu de la asamblea
nado esa prohibición de una_ manera ex- cuando discutía la ley y la sancionaba.
presa, y en primer término, y no la Recordaré un detalle del debate, que
hubiera dejado en la vaguedad de un dio lugar a que la Cámara analizase
sobrentendido que resultaría anómalo, y discutiese extensamente el sentido de
tratándose de la prohibición más ex- este mismo artículo 3.°, sobre el cual
tensa y más importante de la ley? versa la diferencia de interpretación.
Se concibe, señor Presidente, que se Tendiendo yo a demostrar que el £>r°'
haga uso de una proposición más gene- yecto, tal como lo había presentado,
ral, dejando implícita y sobrentendida aseguraba a la prensa amplias liberta-
en ella una proposición menos gene- des, sin otra restricción que la relativa
ral; se concibe que se hubiera dicho: a la propaganda explícita en pro de VaC'
«prohíbese toda propaganda que perju- tos subversivos, indiqué algunos de l°s
dique la causa de las instituciones», puntos sobre los cuales podría hablar
sobrentendiéndose que esta prohibición la prensa, y manifesté que, con arreglo a

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1119

la ley, sería lícito a la prensa censurar los acontecimientos o referir su historia.


!os actos ele los poderes públicos, ele Hay todavía otra consideración que
todas las maneras y en todas las formas I puede hacerse valer. Es indudable que
con que podría hacerlo en una época de I el motivo que se tuvo en cuenta al pre-
paz y seguridad. Manifesté también que ferir esta ley a la que propuso el poder
podría distribuir cargos y responsabi- ejecutivo, y que éste mismo retiró para
lidades, en cuanto a los antecedentes y abrir paso a la primera, fué el de me-
consecuencias de la guerra. Nótese esto jorar la condición del periodista res-
bien: según la interpretación que yo di pecto de la situación en que el pro-
a la ley en el discurso con que la fun- yecto gubernativo lo dejaba.
dé, la prensa podría distribuir cargos Ahora bien: tal como interpreta el
y responsabilidades en lo relativo a la poder ejecutivo la ley, ¿cumple ella ese
alteración de la paz pública. Agregué objeto? ¿Mejora la situación del perio-
que también podría la prensa pedir, si dista? Interpretada la ley, como queda-
lo creía conveniente, la renuncia colec- ría si se autorizase la validez de este
tiva de la asamblea o la renuncia del precedente, no sólo no habríamos mejo-
presidente de la República; y de to- rado esa situación sino, que le habría-
das estas afirmaciones mías sobre el mos empeorado. La ley no solamente
alcance de la ley, la única que suscitó sería, en cuanto al objeto que se tuvo
contradición y discrepancia fué la rela- en cuenta, inútil, sino contraproducen-
tiva a la propaganda encaminada a pe- te y perjudicial, porque, como me pa-
dir la renuncia del presidente de la Re- rece haberlo demostrado en la sesión
pública, propaganda sobre cuya falta de del sábado, suprimida la previa cen-
sensatez no podía haber dos opiniones sura y dejándose en píe una restricción
(entre otras causas, porque se estrella- tan indefinida, tan vaga, tan sometida
ba contra la imposibilidad moral que al criterio discrecional del poder ejecu
le oponía nuestra dignidad, después del tivo, como la que éste pretende dedu-
manifiesto del directorio revoluciona- cir de la ley, toda propaganda polí-
río); pero que, a pesar de ser insensata, tica llegaría a ser bien pronto imposi-
no era, en mi concepto, punible con ble; o, por mejor decir, es de inmedia-
arreglo a esta ley. to imposible.
La Cámara lo entendió de otro modo Yo concibo fácilmente, señor presi-
y consideró que ésa era una concesión dente, que el poder ejecutivo crea que
subversiva, de las aludidas en el artícu- dentro de las presentes circunstancias
lo 3,»; pero, respecto de las demás li- es necesaria la prohibición de toda pro-
bertades de la propaganda, a que yo me paganda política que, en su concepto,
referí, nadie me objetó cosa alguna, pueda perjudicar la causa de las ins-
como evidentemente habría sucedido si ; tituciones o el prestigio de su autori-
todas ellas, y no una sola, hubieran sido | dad. Es éste un criterio como cualquier
consideradas inadmisibles por la Cá- otro, aun cuando yo no lo comparto;
mara. pero lo que yo no comprendo fácil-
Repito que dentro de esas libertades mente es cómo e¡ poder ejecutivo, cuan-
a j do retiró su proyecto de ley y adhirió
Que me referí estaba incluida la de
censurar los actos de los poderes pú- ! al mío y colaboró en las modificaciones
blicos de todas las maneras y en todas I de que este último fué objeto en el
las : seno de la Comisión de Asuntos Consti-
formas que fuesen lícitas en una
e I tucionales, no propendió a que dentro
Poca de paz y de seguridad, y la de
distribuir ampliamente culpas y respon- [ de esas modificaciones se incluyeran
sabilidades al hacer la apreciación de ¡ aquellas que evidentemente hubieran si-
1120 JOSÉ ENRIQUE RODO —OBRAS COMPLETAS

do necesarias en el texto del artículo logos. La razón de orden teórico es la


3.° para que el sentido de la ley corres- de considerar yo que, desde hace
pondiera sin violencia a la interpreta- tiempo, hay criterio establecido en nues-
ción que hoy aplica a su ejecución, tro Parlamento en cuanto al alcance
El espíritu de la ley—cuya letra lo de- constitucional de estos pedidos de ex-
fine en mi sentir claramente—no es otro plicaciones o de informes, que—impro-
que el que yo expuse al defender la ley piamente, dentro de nuestro régimen-
en su primera forma. Dije entonces: «La solemos llamar interpelaciones. Una mo-
libertad de la prensa, como cualquier ción de desagrado o de censura, lo mis-
otra libertad, no admite restricciones mo que otra de aprobación y de con-
que no sean estrictamente necesarias. fianza respecto de los actos del poder
»Toda situación anormal, por el hecho ejecutivo, no tiene sentido congruente
de serlo, trae consigo condiciones pro- con la índole de nuestro sistema políti-
pias de dificultad y de peligro, y estas co, dentro del cual el Parlamento legisla,
condiciones son las que deben fijar, en pero no gobierna.
cada caso, el límite de la restricción El procedimiento constitucional que to-
de aquella libertad. El peligro propio de ca a la Cámara en presencia de las
esta situación anormal es, sobre todo, transgresiones o conculcaciones de la ley
que, explotándose las angustias y los en que incurre el poder ejecutivo no
desfallecimientos del espíritu público, puede nunca ser otro que uno de
se abra camino a una subversión per- estos dos: o bien acusar al poder eje-
manente del orden institucional que cutivo ante el Senado, si el delito en
ponga en peligro la unidad, la entidad que haya incurrido es de aquellos que
misma de la patria. Este peligro justi- por su gravedad la Constitución ha ci-
fica, pues, una restricción: la relativa tado expresamente, o bien (y esto es de
a propagandas favorables a pactos sub- todos los casos) legislar en un sentido
versivos; pero fuera de esa restricción, que prevea y evite la persistencia del
la libertad de la propaganda política atentado o del error.
debe ser limitada, o, por mejor decir, Legislar es lo que en la presente opor-
debe volver a su extensión normal, que- tunidad interesa: interpretar la ley por
dando únicamente sometida a los pro- otra ley; y a esa necesidad he atendido.
cedimientos y sanciones de la legisla- Tengo aquí mi ley interpretativa y voy a
tura ordinaria.» presentarla; pero, como faltan pocos
Ese fué el espíritu de la ley tal como días para la terminación del período
yo 3a propuse; y aun cuando luego ella ordinario, como se trata de una ley de
fué objeto de modificaciones, nunca fué cinrcunstancias, cuya interpretación sólo
desnaturalizada hasta el punto de que podría ser eficaz si se le diera dentro
se alterara su espíritu y su esencia. del actual período, prevengo desde aho-
Yo no voy a proponer ninguna mo- ra que si—presentada la ley interpreta-
ción relativa al caso concreto que ha tiva—fuera apoyada y entrara en trámi-
motivado esta interpelación; y esto por te, yo haría moción para que fuera in-
dos consideraciones: una de orden teó- formada en cuarto intermedio. Si la Cá-
rico, y otra práctico. Esta última con- mara se negara a acceder a esta indica-
siste en que, cumpliéndose precisamen- ción, habría manifestado implícitamen-
te hoy el término de la suspensión te su disconformidad con la ley inter-
impuesta al diario objeto de la pena, pretativa que presentaba, porque en este
nada puede hacerse ya en cuanto al caso es evidente que postergar la te?
caso concreto, aunque sí pueda y deba es matarla.
prevenirse la repetición de hechos aná- ^ Antes de dejar el uso de la palabra

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENI.-—POR LA LIBERTAD DE PRENSA 1121

voy, señor presidente, a hacer una bre- fensa de una causa común, de la causa
ve manifestación. de las instituciones, impone la necesidad
Se ha dicho fuera de aquí, en la pren- de estrechar la acción conjunta de di-
sa, que la iniciativa que he tomado en chos poderes; pero esta acción conjunta,
el sentido de que se aclare la inter- esta armonía, esta concordia, podría de-
pretación y alcance de esta ley es injus- cirse esta «amistad», no ha de excluir
ta e inoportuna, y se ha dicho más: se la discusión que remueve y depura las
ha agregado que esta iniciativa consti- ideas; son la armonía y la concordia
tuye nada menos que una palabra de que persisten a través de estas pasa-
aliento dirigida a aquellos que pugnan jeras disensiones; ¡no son la paz del se-
por obstaculizar el triunfo de las ins- pulcro, donde todo reposa porque todo
tituciones. está muerto; no son la concordia deí
Hay en estos cargos, y sobre todo en silencio, donde nada disuena porque
el último, que es grave y malévolo, una todo está mudo! .
absoluta falta de equidad. Si yo he con- Dentro de la unidad superior impuesta
tribuido a la formación y a la sanción por la solidaridad de la causa común
de una ley, interpretándola de una ma- que defendemos, cabe el juego armóni-
nera determinada, que expuse durante co de todas las opiniones, la esponta-
su discusión, y si veo que en la aplica- neidad del criterio individual. Y así lo
ción de esa ley prevalece una interpre- he visto yo comprender y practicar por
tación contraria y que en mi concepto esta Cámara, a la cual siempre me enor-
desnaturaliza la ley, ¿puede exigírseme gulleceré de haber pertenecido, porque
razonablemente el sacrificio del silen- la he visto siempre conciliar ía pruden-
cio, que importaría la solidaridad con cia del criterio político con la altivez
opiniones que yo no comparto? ¿Puede de la independencia moral. (¡Muy bien!)
exigírseme por razones de oportunidad Perseverando en ello, señor presiden-
y de orden político? Preferible hubiera te, esta Cámara, que contribuyó a elegir
sido, sin duda, que estas disidencias se al presidente de la República, como re-
hubieran dilucidado antes de la sanción sultado de una lucha democrática, que
de ía ley; pero si no pasó esto, no es será en la historia un timbre de honor
mía ciertamente la culpa, porque la para nuestro país, le demostrará que lo
misma interpretación, el mismo concep- acompaña en estos críticos momentos
to de la ley que yo expongo ahora, lo con la prueba mejor de la estimación;
expuse detenidamente durante la discu- con aquella, por lo menos, que más
sión de ella. ¿Por qué no se me repli- grata debe ser a los espíritus levantados
có entonces? sobre la vulgaridad de la lisonja; con la
Por otra parte, cuando se habla de estimación que se manifiesta por la sin-
falta de oportunidad, ¿se requiere insi- ceridad, y que una veces se traduce en
diar acaso que estas disidencias y estas el aplauso desinteresado y otras veces
'interpelaciones tienden a perjudicar la se traduce en la crítica amistosa.
unidad moral de los poderes públicos, He terminado. (¡Muy bien!)
hoy SR. PRESIDENTE,—Va a darse lectura
más que nunca, necesaria? ¡ Falso del proyecto presentado por él diputado
y estrecho concepto sería este de la señor Rodó,
unidad moral de los poderes públicos!
Estas libres discusiones levantan el (Se lee lo siguiente:)
Prestigio de esta situación, robustecen
| a autoridad moral de los poderes pú Artículo 1.° Declárase que la prohi-
blicos. bición establecida en el artículo 3.a de
Ro
Cierto es que la solidaridad en la de-
»o.~,36
1122 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

la ley restrictiva de la libertad de la los procedimientos y sanciones de la le-


prensa se refiere exclusivamente a la gislación ordinaria.
propaganda explícita en pro de conce- Artículo 3.° Comuniqúese, etc.
siones o pactos contrarios a la Consti-
tución, por coartar alguna de las facul- JOSÉ ENRIQUE RODÓ,
tades que ella confiere a los poderes Representante por Montevideo,
públicos.
Artículo 2.° Cualquier otro género de
ataques, que en el transcurso de la SR. RODÓ.—De conformidad con lo que
actual insurrección se dirigieren por la manifesté en mi discurso, pido que la
prensa a la causa de las instituciones Mesa designe una Comisión especial en-
o a la autoridad de los poderes pú- cargada de estudiar este proyecto en
blicos, estarán únicamente sometidos a cuarto intermedio.

[LA REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN]

[SESIÓN DEL 23 DE DICIEMBRE DE 1904] ' tos que se hacen valer en él En la pri-
mera, se propende a demostrar la in-
SR, RODÓ.—Señor presidente: A pesar j constitucionalidad de los procedimientos
de la vigorosa defensa que hicieron del propuestos para la reforma constitucio-
informe de la Comisión de Asuntos nal y en la segunda parte se impugna
Constitucionales en la sesión de ante- la conveniencia y la oportunidad de la
ayer los señores diputados por Trein- reforma en sí misma.
ta y Tres y por Tacuarembó, y de la Respecto del primer punto, considero,
que ha dicho en la sesión de hoy el se- como la mayoría de la Comisión de que
ñor diputado por Minas, no resisto al formo parte, que cabe una interpreta-
deseo de intervenir en este debate. Por ción de ios artículos constitucionales re-
regla general, creo en la conveniencia lativos reforma, que legitime e¡
de que la discusión parlamentaria se procedimiento que consagra el proyecto,
contenga dentro de breves límites, pero y esto sin violencia alguna, sin desnatu-
en casos excepcionales, la magnitud de ralizar el espíritu de esos artículos. Pero
la cuestión que se dilucida, puede, como no tengo inconveniente en agregar que
en eí caso presente, reclamar la más me interesa relativamente poco esta fez
amplia discusión y el más prolijo y dete- de la discusión; le concedo una impor-
nido análisis. tancia muy relativa y subalterna. ^°
Me propongo principalmente tomar en planteo y encaro la cuestión del punto
curso que el señor diputado por Río de vista de los altos intereses públicos,
consideración el extenso y elocuente dis- de la alta conveniencia nacional 9ue
Megro pronunció en una de las sesio- puede haber en la reforma, y de la P0'
nes anteriores impugnando el informe sibilidad de verificarla con acierto; 3
de la Comisión de Asuntos Constitucio- creo que si se demuestra que la refor-
nales. ma es conveniente, que la reforma es
Su discurso puede dividarse en dos oportuna y que responde a una asP1'
partes, según la índole de los argumen- ración nacional, y que hay medios oe

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OBRA POSTUMA,—12: DISCURSOS PARLAMENT.-—REFORMA DB LA CONSTITUCIÓN 1123

llevarla felizmente a término, detener- En el transcurso de la última revoh>


se ante la inconstitucionalidad por lo ción, cuando el espíritu del pueblo se
menos dudosa del procedimiento, es ver- afanaba por encontrar el medio con que
daderamente un temor supersticioso, propender a recobrar el bien inmenso
siendo infinitamente discutible que los de la paz, surgió una fórmula que pro-
hombres en quiénes delegó el ejercicio ponía, como base donde afianzar la paz
de su soberanía una generación remota, del país, la reforma constitucional; y
aunque haya sido la generación funda- no creo equivocarme si afirmo que esa
dora de la nacionalidad, hayan podido fórmula fué la que despertó mayor in-
amarrar a su voluntad y su criterio terés y la que merecía mayor atención,
el criterio y la voluntad de las genera- porque reconoció en ella el carácter ra-
ciones sucesivas, en cuanto a la forma dical que estaba destinada a hacerla
de resolver en cuaquier instante de sus eficaz. Y cuando de parte de la revo-
propios destinos, y modificar, con arre- lución llegó el momento de proponer
glo a necesidades nuevas, que pueden bases de paz al P. E., en esas bases sur-
ser perentorias, sus instituciones funda- gió espontáneamente la de la reforma
mentales. (¡Muy bien!) constitucional, como expresión de aspi-
Participo, como el que más, del res- raciones inequívocas de la masa revolu-
peto histórico que se debe a la obra de cionaria.
los constituyentes del año 30; pero ese Y esta coincidencia, señor presiden-
respeto no asume en mi espíritu el te, tiene una explicación bien fácil. Hay
carácter de una idolatría literal. un hecho que surge, claro y evidente,
La Constitución—decía con acierto el de la dolorosísima experiencia de los
diputado señor Vargas—no es un fe- | últimos años, y es la absoluta ineficacia
tiche. La Constitución no es un ídolo i de los pactos artificiosos y subversivos
pagano. Merece culto sólo en cuanto | que menoscaban la legítima autoridad de
concreta y consagra los deberes y los I los Poderes públicos, la absoluta inefi-
derechos de todos; pero si las necesi- cacia de estos pactos para garantir al
dades de los tiempos y los progresos país una paz estable y fecunda. Nadie lo
del espíritu público traen la posibili- duda ya; nadie hay que abogue por
dad de una forma mejor como expre- 3a resurrección de esos pactos. Fracasa-
sión de esos deberes y de esos derechos, do, pues, este medio de paz, hay mie-
e
sta forma nueva será la digna de vene» ras nacional en. buscar garantías solí-
ración, porque en ella estará el espí- das para la evolución pacífica de nues-
ritu y estará la vida, y la forma vieja tra vida política, y en buscarlas, no
será sólo letra muerta, venerable tam- como antes, por la adulteración o por
oien—no lo dudo—, pero del modo co la suspensión del régimen institucional,
filo jo son las reliquias que se llevan a sino, por el contrario, mediante el leal
'°s museos o las armas que se guardan cumplimiento de instituciones capaces
c
omo recuerdos gloriosos, cuando no de asegurar, en lo posible, el bien de
sirven para esgrimirlas en las luchas del la paz.
Presente. (¡Muy bien!) Se dice, señor presidente, que el es-
¿Es necesaria, es conveniente, es opor- tado permanente de guerra en que ha
tuna la reforma de la Constitución? vivido el país, y las dificultades con que
^ Desde luego, señor presidente, hay ha luchado para consolidar su organiza-
c
"£o que demuestra que el sentimiento ción política, no se debe a las imper-
Publico ha reconocido la necesidad, la fecciones de su régimen constitucional,
corivernencia
ref
y la oportunidad de esa sino a la violación constante de ese
orma. régimen. Más exacto sería atribuir a
1124 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cada una de estas causas la eficacia que eminente, quizá, entre los que se sen-
en justicia le corresponde. taban en aquellas bancas, del que fué
Es cierto que la mayor proporción tal vez el primero de nuestros estadistas,
de influencia en los infortunios por que contra la opinión y la previsión clari-
ha atravesado el país ha de atribuirse vidente de don Santiago Vázquez, la
a las violaciones de la Constitución, ai Asamblea Constituyente sancionó esa ex-
desorden de la anarquía, y al orden clusión insensata que apartó a los mili-
que reposa en la fuerza brutal del des- tares de la escuela cívica del Parlamen-
potismo, pero no es menos cierto que to y que trazó la primera línea diviso-
los errores y la forzosa inexperiencia ria entre la fuerza moral de la opinión
de los constituyentes contribuyen a ex- y la fuerza material de las armas, divor-
plicar muchos de los fracasos y mu- cio que debía ser una de las calamidades
chas de las calamidades de nuestra po- de nuestra turbulenta historia, porque di-
lítica. vidió en campos opuestos y alejados por
Así lo reconocían, con la experiencia desconfianzas recíprocas elementos que
del poder, el doctor don Manuel Herre- siempre debieron marchar unidos, vincu-
ra y Obes y don Bernardo Berro, que lándose el derecho del ciudadano con
no pueden ser sospechados de ligereza la espada del soldado, y robustecién-
ni de intemperancia innovadora. Y ca- dose con la eficacia del poder mate-
be afirmar más: cabe afirmar que no ! rial las energías morales del espíritu pú-
es justo que se exima a nuestros cons- ! blico.
tituyentes de toda responsabilidad en i Cuando la Asamblea Constituyente
los antecedentes de las primeras gue- hubo sancionado la incapacidad de los
rras civiles que asolaron el país, y que militares para formar parte del Poder
depositaron el germen de los odios que j legislativo, el elemento militar de la épo-
luego fueron triste herencia de las ge- ca, en el cual formaban el vencedor de
neraciones orientales y se multiplicaron ] Sarandí y el vencedor del Rincón pre-
en calamitosa cosecha de guerras fra- sentó a ía Asamblea Constituyente una
tricidas. varonil y elocuente protesta, que no se
Como lo decía nuestro distinguido co- puede leer hoy sin admirar en sus cláu-
lega el doctor Areco, la obra de los sulas la intuición profética de que están
constituyentes se verificó bajo el influ- poseídos. Se anticipa allí la filosofía de
jo de una constante prevención contra muchas de las calamidades que sucedie-
la influencia perturbadora del caudi- ron después.
llaje; pero no tuvo ni pudo tener la ex- Apreciando la significación de este me-
periencia política que le hubiera inspi- morable documento, uno de nuestros
rado los medios de limitar eficazmente primeros constitucionalistas, el ciudada-
la influencia de los caudillos, atempe- no don Francisco Bauza, decía en pala-
rándola a las condiciones de la vida bras que no puedo citar literalmente, pe-
organizada. Los prohombres de la Asam- ro que recuerdo en esencia: «Fué tan
blea Constituyente, obedeciendo a ese desacertada la resolución de la Asamblea
sentimiento de prevención y quizá im- i Constituyente, negándose a atender aque'
presionados por las turbulencias milita- lia justa protesta, que yo me inclino ?
res que habían dificultado sus primeras ! pensar que si el general Lavalleja hu'
deliberaciones, votaron el precepto cons- | biera pertenecido al Senado de la R&P1)'
titucional que impidió a los miembros | blica cuando el gobierno del general B-1'
del ejército la entrada al Poder legis- | vera, y algunos de sus amigos militai"e:J
lativo, 1 hubieran sido diputados, no estalla e
Contra la opinión del hombre más I movimiento militar de 1813, que abrió lfl

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN 1125

calamitosa serie de nuestras revolucio- , aparente. La convocatoria de la nueva


nes; y si el general Rivera hubiera sido Asamblea Constituyente, o mejor la dis-
senador bajo el gobierno del general Ori- cusión del proyecto de reforma constitu-
be y algunos de sus amigos militares hu- cional por la próxima legislatura, será
bieran formado parte de la Cámara de indudablemente la señal de un activo
Representantes, se hubiera evitado la movimiento de ideas en el país, movi-
guerra civil que comprometió al país en miento de ideas que asumirá todas las
aquel dédalo de complicaciones interna- formas de la propaganda y la discusión
cionales.» en la prensa, en el panfleto, en la tribu-
No está, pues, exenta la obra de los na de los clubes, y que permitirá al pue-
constituyentes (y debemos decirlo sin blo orientarse y definir su criterio en
mengua del respeto que les debemos), no todo lo que atañe a la reforma constitu-
está exenta de responsabilidad en las cional; de modo que serán llevados a la
guerras civiles que impidieron la conso- Asamblea Constituyente aquellos que co-
lidación del orden institucional que ellos nocidamente interpreten el sentimiento
habían fundado. del pueblo en lo relativo a las cuestiones
El diputado señor Tiscornia manifesta- fundamentales.
ba en su discurso la posibilidad de que, Añadía el señor diputado que, aun
facilitando el camino a las reformas cuando las primeras intelectualidades del
constitucionales, se llegase un día hasta país formaran parte de la Asamblea
modificar la forma de gobierno de la Constituyente, la Constitución que de ella
República. surgiera no sería sino obra de esa asam-
El argumento puede ser admisible co- blea de hombres de pensamiento; pero
mo recurso dialéctico, pero no concibo i no la obra del pueblo. Declaro que no
(¡ue ningún espíritu desprevenido admita ! acierto con el significado que pueda íe-
la realidad de peligro semejante. j ner esta observación, señor presidente.
En lo fundamental, nuestro régimen La. nueva Constitución sería obra del
de gobierno reposa sobre un sentimiento pueblo por intermedio de los constitu-
tan connaturalizado con el espíritu de yentes en que él delegaría al efecto el
nuestro pueblo, como el propio senti- ejercicio de su soberanía. No es otro el
miento de la nacionalidad; y rae parece origen de las leyes en el régimen repre-
ían quimérico temer que ese régimen sentativo, no es otro el origen de la Cons-
pueda ser vulnerado por ninguna genera- titución actual.
ción de orientales, como sería quimérico El pueblo daría la norma, las ideas
temer que por el hecho de ser llamado fundamentales, al designar a sus consti-
ai pueblo a revisar sus instituciones, se tuyentes, puesto que se atendría, para
diera ocasión a que abjurara del artículo elegirlos, a la filiación de ideas de cada
constitucional que consagra su indepen- uno; y lo demás, lo que viene después
dencia y optase por ponerse de nuevo | de eso, es propio del legislador, del hom-
oa | bre apio para legislar y para organizar
Jo el yugo de un poder extranjero.
Otro argumento de que hacía caudal j ios pueblos.
^ señor diputado consiste en afirmar i Pero, ni aun se manifestó seguro el se-
^ue, según este procedimiento de refor- ñor diputado por Río Negro de que la
ja, el pueblo no conocería de antemano composición de ía Asamblea Constitu-
c yente estuviera, por su calidad intelec-
| género de modificaciones de que sería
O ; tual, a la altura de la magna obra que
kjeto su Constitución, puesto que una
:°ia Asamblea, la nueva Constituyente, J sería llamada a realizar. Mi impresión
a I es completamente contraría. Yo creo que
^ propondría y las sancionaría.
t-sta observación tiene sólo un valor I el hecho de que' una Asamblea de esa
1126 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

naturaleza esté exenta de toda función cuelas, sin elementos apreciables de cul-
política de circunstancias garantiza que tura; con una población total que ape-
su elección se verificará fuera de toda nas sería suficiente para una sola ciudad
consideración o influencia que pueda per- de cuarto orden, con una campaña semi-
judicar la calidad de los elementos que desierta y semibárbara. Si en 1830—di-
han de componerla; y permite esperar go—una Asamblea, donde estaban pre-
que en esa Asamblea tendrán represen- sentes los reducidos elementos intelec-
tación, por órgano de sus hombres más tuales con que contaba el país, afrontó
caracterizados, no sólo los partidos mi- y realizó, con relativo acierto, ia obra de
litantes, sino también esa masa de inte- nuestra organización, ¿no es, señor pre-
reses y de opinión que permanece fuera sidente, un exceso de escepticismo dudar
de la organización de los partidos. de la sabiduría y del acierto con que se
Insistió el señor diputado en sus te- la resolvería hoy, cuando nuestra pobla-
mores respecto del acierto como podría ción es doce veces mayor, cuando nues-
verificarse la revisión constitucional. Ma- tros elementos de civilización, de inte-
nifestó su consternación al pensar en la lectualidad y de cultura, son inmensa-
posibilidad de que esa Asamblea diera mente superiores, cuando una experien-
curso a absurdos, a anomalías, a mons- cia de setenta y cinco años nos ha reve-
truosidades como las que se citaron, en» j lado tantas cosas que ignorábamos sobre
tre las que se cuenta la institución del | nosotros mismos, y, en fin, cuando las
Senado vitalicio, el fraccionamiento del | doctrinas constitucionales y políticas es-
país en cantones, ia división del Poder tán umversalmente mucho más depura-
Ejecutivo entre varios presidentes, etc. i das y mucho mejor planteadas que co-
Yo no veo fundamento serio a seme- i mo lo estaban entonces?
jantes temores. El hecho de que esas o ( Otras objeciones que el señor diputado
parecidas ideas hayan sido sostenidas en j opuso al proyecto que ha de pasar a
el país por hombres de significación no i consideración de la legislatura venidera
tiene valor alguno para el caso. En to- ¡ no se refieren a lo que hay en él de esen-
dos los países y en todos ios tiempos, 1cial o fundamental, sino a sus particula-
b.a habido hombres de significación que i ridades o detalles. Si el señor diputado
sostuvieron ideas absurdas y extrava- \ opina, en mi sentir con acierto, que el
gantes. Ei hecho indiscutible es que nin- Jnúmero de miembros fijado para ía com-
gima de aquellas ideas ha cundido entre | posición de la Asamblea Constituyente
nosotros, en la masa de opinión ilustra- ¡ es exiguo, y que debería duplicarse; o si
da, ni en el pueblo. el señor diputado opina, con acierto tam-
¿Por qué hemos de pensar que en ía bién en mi opinión, que el término de
Asamblea Constituyente haya de preva- duración de la Asamblea Constituyente
lecer lo monstruoso, lo anómalo, lo ab- debe dilatarse hasta un máximo de un
surdo, en vez de prevalecer lo justo, lo año, nada se opone a que esas y otras
sensato y lo discreto? modificaciones y mejoras se propongan
Yo tengo más fe en el tino, la ciencia en la discusión particular del proyecto
y la experiencia de nuestros hombres de en la próxima Legislatura.
consejo; yo tengo más fe en la ciencia Se dice: la antigüedad de las leyes es
del pensamiento de esos hombres. condición de estabilidad y de respeto, v
Y sí en 1830, salidos apenas de las una Constitución nueva carecería necesa-
sombras del régimen colonial, desgarra- riamente del prestigio y del arraigo Qfie
dos por veinte años de guerra continua, tiene ésta, que representa para todos uitf
sin hábitos de libertad, sin hábitos de tradición veneranda.
ejercitar el pensamiento propio, sin es- La antigüedad de íey es, efectivame*1'

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—REFORMA DE LA CONSTITUCIÓN 1127

te, una base de estabilidad, que puede te, que iodos nuestros partidos la han le-
ser peligroso remover, cuando la ley en- vantado indistintamente como bandera.
cama prácticas que han llegado a ser ins- Hay en esto una confusión de térmi-
tintivas por la acumulación del hábito; nos.
cuando se trata de instituciones de esas Lo que puede decirse es que nuestros
que los pueblos elaboran, por decirlo así, partidos políticos no se han diferenciado
con su propia sustancia, en el transcur- entre sí, explícitamente, por programas
so de las generaciones. Entonces modifi- opuestos; sino que cada uno de ellos
car la ley es violentar la costumbre. Pero ha reivindicado sólo su mayor aptitud
tratándose de una Constitución mucho para el cumplimiento de la Constitución
más teórica que asentada en las costum- y de las leyes, es decir, su mayor aptitud
bres, una Constitución que no ha arrai- para contener su acción dentro de las
gado en los hábitos del pueblo, porque formas regulares de la vida democráti-
si a algo pudiera estar habituado el pue- ca. Pero ninguno de nuestros partidos ha
blo sería a vivir fuera de ella, y que no hecho bandera de la Constitución del año
ha fundado un orden estable y conse- 30 en el sentido de considerarla la forma
cuente, porque fué en su origen, como fija e inmutable de sus ideales cívicos.
todas las de ía América española, un (¡Muy bien!)
molde artificial, mediante el cual se as- Un partido hay, o hubo, que tomó su
piró a regularizar el desenvolvimiento de nombre de la Constitución, y ni aun ése
pueblos que no tenían entonces, ni toda- hizo bandera de la Consitución vieja: se
vía han logrado por completo, la aptitud j llamó constitucional en el sentido de as-
del gobierno propio; tratándose, digo, de pirar a la vida regular, al orden que re-
una Constitución ele esa naturaleza, mo- posa sobre las instituciones libres, pero
dificarla, reformarla, para adaptarla a no en el sentido de aspirar a la conserva-
necesidades reales, no es trastornar la ción e inmutabilidad de una Constitu-
naturaleza ni ía costumbre, no es violen- ción, (¡Muy bien!)
tar ningún hábito que se haya incorpora- Si hubiéramos de plantear la cuestión
do hondamente al organismo social, en este terreno, llegaríamos, señor1 pre-
Es indudable la conveniencia de man- sidente, a averiguar que lo que verdade-
tener cierta estabilidad en el régimen po- ramente constituye tradición en el país
lítico; de evitar que la Constitución esté es el sentimiento de la necesidad de re-
sujeta a los embates de las pasiones y formar la Constitución, antes que el sen-
los intereses transitorios; pero no sería, timiento de la necesidad de mantenerla
por cierto, en nuestro pueblo donde po- j inmutable. Aún la Constitución no había
dría hablarse de un excesivo prurito re- I sido jurada, cuando, como ya he dicho,.
formador en materia constitucional. i toda una clase poderosa e influyente, re-
Hace tres cuartos de siglo que, por ca- presentada por los beneméritos soldados
so único en América, permanecemos in- de la independencia, levantaba justa pro-
movibles y estáticos, no en la verdad de I testa contra ella, y pedía su modifica-
'•nía Constitución, sino en el culto plató- i ción; y desde entonces acá, puede bien
nico de una Constitución.; y la primera afirmarse que el sentimiento de la nece-
Ve
z que, después de largas vacilaciones, sidad de la reforma ha resonado, casi
nos resolvemos a analizarla y reformar- sin interrupción, en la palabra de los es-
la ¿se nos acusaría de sobradamente ve- tadistas y publicistas de tres generacio-
rdosos y sobradamente revolucionarios? nes. Se objeta a esto con el hecho de
J- ara probar el arraigo que se atribuye ! que, habiendo sido tantas veces propues-
a
la Constitución del año 30 en el senti- i ía la reforma de la Constitución, siempre
U)I
cnío público, se aduce, señor presiden- ¡ se ha desistido de ella en último térmi-
1128 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

no, y nunca ha habido la resolución de da atreverse a desafiar la luz del día en


consumarla. Pero esta consideración, le- una asamblea de hombres conscientes.
jos de ser contraria a lo que digo, antes »Por fortuna, no es el caso de argu-
bien la favorece; porque examínense los mentar con el sentimiento cívico que
motivos por los cuales se ha postergado debe suponerse—siquiera sea en razón de
la reforma de la Constitución, y se verá lo augusto de sus funciones y de lo im-
que se la ha postergado siempre por ponente de sus responsabilidades—en la
consideraciones de oportunidad, por cir- Asamblea a quien estará sometida la
cunstancias del momento; pero recono- reforma de la Constitución. Basta con
ciéndose siempre que la Constitución de- que se la suponga dotada del más ele-
bía ser modificada, una vez eliminados mental, del más infantil y del más egoís-
los motivos que hacían su reforma in- ta buen sentido. Pero, de todas mane-
oportuna. ras, conviene purificar el ambiente de
Y ya, señor presidente, que aludo a la este germen de sospechas absurdas.»
cuestión de oportunidad, permítaseme, Y agrego más adelante:
para conclusión de estas palabras, dar «La reforma constitucional fué saluda-
lectura a los párrafos finales de una co- da como un horizonte de esperanza por
rrespondencia jjiue acabo de escribir a la opinión del país, ávida de paz durade-
un diario del extranjero; y pido esta au- ra, desencantada de recursos de paz pre-
torización contra mí costumbre de no carios y angustiosos. Tengo por mi par-
leer nada en la Cámara, porque todo lo te ía patriótica intuición de que esa espe^
que podría decir sobre los puntos a que ranza no será defraudada; de que la
roe refiero en esos párrafos, está en nueva Asamblea Constituyente ofrecerá
ellos, de la manera concreta y con la a los partidos el medio de hallar la
concisión que puede emplearse, cuando fórmula de un definitivo avenimiento.
se usa de la forma escrita. Cambiando ideas sobre soluciones insti-
Digo así (Lee.): «Hay un argumento tucionales, sobre altos intereses de todo
circunstancial que no se ha manifestado para una obra de tal magnitud, se apla-
en la Asamblea, porque ninguno de sus cará el hervor de pasiones en que hoy
miembros ignora lo vano de su funda- vivimos: se pondrá la mira en lo por ve-
mento, pero que corre fuera de la Asam- • nir y se abandonará el debate estéril de
blea, y consiste en la denuncia de que las reconvenciones e inculpaciones recí-
esta reforma constitucional involucra y procas. Es necesario, en verdad, «formar
disfraza un plan de inconfesables ambi- ambiente» a la reforma; poner el senti-
ciones. Digámoslo con plena sencillez: se miento público en el diapasón que ella
tendería, por la reforma, a hacer posible reclama. Toca la mayor parte de esa ta-
la reelección presidencial-—¡esto, nada rea a los que ejercen el gobierno; y 1°
menos, se denuncia!—convirtiendo así la más importante y esencial en ella es
Constitución nueva en escabel de un tor- propender a que la paz vuelva a los es-
pe personalismo. Sólo la insistencia con píritus, como se ha restablecido en la
que esto se divulga puede mover el áni- realidad material; porque sólo en verda-
mo a señalar lo absurdo de que la enor- dero ambiente de paz la obra de la Asam-
midad que importaría, en un pueblo de blea Constituyente puede ser fecunda y
las condiciones políticas y las experien- prestigiosa.»
cias históricas del nuestro, la posibilidad He concluido. (¡Muy bien! Aplausos en
de la reelección ele los gobernantes, pue- f la Cámara y en la barra.)

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT—PENSIÓN A FLORENCIO SÁNCHEZ 1129

SEGUNDA. LEGISLATURA (1908-1911)

vi
[PENSIÓN A FLORENCIO SÁNCHEZ] U>

[SESIÓN DEL 4 DE ABRIL DE 1908]


EXPOSICIÓN DE MOTIVOS
PROYECTO DE LEY Honorable Cámara:
Los diputados que firman este proyec-
El Senado y Cámara de Representantes, to de ley creen, al someterlo a vuestra
etcétera. consideración, interpretar las aspiracio-
nes de la opinión pública, reiteradas en
DECRETAN
diversas manifestaciones.
Artículo 1.° Concédese al señor Flo- Ha llegado hasta ellos el eco de las
rencio Sánchez, por el término de tres sanciones justicieras con que se ha juz-
años, una pensión anual de dos mil cua- gado la obra del talentoso compatriota
trocientos pesos, con el objeto de que se y del justo reclamo que se hacía al Es-
traslade a Europa, a perfeccionar sus tado, para que le ayudara a transponer-
condiciones artísticas y hacer al mismo las patrias fronteras, con el noble afán
tiempo beneficiosa propaganda por el de someter a la crítica que universal-
Uruguay. mente consagra el fruto de su labor in-
Artículo 2.° Mientras no se sancione telectual.
el Presupuesto General de Gastos, se No entra en nuestro propósito hacer-
imputará a Rentas Generales la pensión largas digresiones alabando la obra de
establecida en el artículo anterior, cuya pensamiento del señor Sánchez, porque
forma de pago queda librada al Poder ella está definitivamente juzgada, pero
Ejecutivo. sí creemos oportuno hacer esta breve ex-
Artículo 3.° Comuniqúese, etc. posición de motivos que justificarán ple-
namente la acción legislativa.
Montevideo, abril 4 de 1908.
Lo modesto de la pensión que se acuer-
MIGUEL CORTINAS, diputado por San da no importa sacrificio alguno para el
José.—JOSÉ ENRIQUE RODÓ, diputado por país. Se han votado otras veces becas de
Montevideo—AURELIANG RODRÍGUEZ LA» índole artística para que jóvenes compa-
RRETA, diputado por Río Negro.—JOSÉ P. triotas ele verdadero mérito puedan per-
MASSERA, diputado por Río Negro.—JOA- feccionar sus conocimientos en Europa
QUÍN DE SALTERAÍN, diputado por Monte- y regresar a la tierra natal como elemen-
video.—DOMINGO ARENA. tos preparados que ofrecerán provechosa
influencia en la cultura de nuestro am-
(i) [Este proyecto no pasó de la Cámara de biente.
Senadores, El presidente de la República, Clau- ¿Y cómo no ha de tenerse el mismo
dio Williman, envió directamente a Europa a criterio para el arte dramático, que es
Florencio Sánchez.] elevado exponente de las ideas y costura-
1130 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

bres de un pueblo y hasta pueden influir | No creemos necesario abundar en mar


en ías orientaciones del sentimiento pú- j yores consideraciones.
blico? i Una verdadera autoridad en la mate-
Cierto que entonces se procedió con j ria, el doctor Samuel Blixen, nos releva-
otro criterio, sometiendo a los aspirantes I rá en esa tarea. Hacemos nuestra su
a la prueba del concurso, cosa que ahora ! opinión, cuando a raíz de uno de los
no habrá ni que mencionar siquiera, des- ¡ triunfos del señor Sánchez, expresaba
de que él se ha verificado ante la con- i públicamente:
ciencia pública, que es el mejor y más j «Si fuera posible enviar a Sánchez al
;
imparcial de todos los jueces. viejo mundo, pensionándolo para que allí
! trabajara tranquilo tres o cuatro años,
Por otra parte, nada ha solicitado el j el país podría hacer ese pequeño sacri-
señor Sánchez, teniendo en cambio la ra- ficio para proporcionarse el lujo de con-
ra virtud de no aceptar ofrecimientos que tar dentro de poco con un hijo univer-
se le han hecho en el extranjero, donde | salmente célebre.»
también se ha impuesto su producción. Nuestro proyecto consulta ese interés
Es un deber, por lo tanto, de los Po- | y por eso esperamos que la Honorable
deres públicos tender la mano a quienes I Cámara le prestará su sanción,
tienen méritos suficientes y talento in- I Montevideo, abril 4 de 1908.
discutible para imponerse a su conside-
ración. [Siguen las firmas.]

VII

[SOBRE EL TRATADO CON EL BRASIL! (D

[SESIÓN DEL 11 DE NOVIEMBRE DE por el señor miembro informante de la


1909]
Comisión y por el señor diputado Rodrí-
SR. RODÓ.—Señor Presidente: Después guez, me considero en rigor eximido del
de oír los conceptos expresados por el compromiso que, con harta ligereza, con-
señor Ministro de Relaciones Exteriores,
dones o baterías en las márgenes de la Laguna
(i) [Las disposiciones sustanciales de este Merim y del Yaguarón, Una Comisión mixta,
Tratado han sido sintetizadas así por el doctor nombrada por los dos gobiernos, hará los es-
Eduardo Acevedo en sus Anales Históricos del tudios necesarios para la determinación de lg
Uruguay (tomo V, p. 424, ed, 1934); nueva frontera, de acuerdo con las normas <lüe
«El Brasil cede al Uruguay, desde la boca del el tratado establece. La navegación de la Lagu-
arroyo San Miguel hasta la del río Yaguarón, na Merim y del Yaguarón es libre para los dos
la parte de la Laguna Merim comprendida en- países. Para el Uruguay es libre también e
tre sus navegación occidental y en el Yaguarón tránsito entre el Océano y la Laguna Mérito
la parte del territorio fluvial comprendida entre por las aguas brasileñas del río San Gonzalo,
la margen derecha o meridional. Salvo acuerdo laguna de los Patos y barra de Río Grande'
posterior, solamente podrán navegar embarca- Los buques de guerra orientales podrán tran-
ciones brasileñas y orientales. Serán respetados sitar libremente en aguas brasileñas entre e
por la República Oriental ios derechos reales Océano y la Laguna Merim. El Brasil y e
adquiridos por los brasileños en las islas o Uruguay concluirán, en el más breve plazo P
islotes del territorio cedido. Ninguna de las dos sible, un tratado de comercio y navegación w
partes contratantes podrá establecer fortifica- sado en los principios más liberales.»]

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—TRATADO CON" EL BRASIL 1131

traje hace pocos momentos con un gru- que resume la disciplina de espíritu de
po de diputados amigos, de pronunciar los buenos creyentes: «Libertad en lo
aquí breves palabras que fueran la dudoso; unidad en lo necesario.» (¡Muy
fórmula, aunque pálida y mezquina, de lo bien!)
que todos sentimos, de lo que todos pen- Nuestro pueblo, nuestra idiosincrasia
samos. se han caracterizado, sin duda, por un
Yo no podría añadir ninguna palabra exceso de turbulencias, por un exceso de
eficaz para expresar el sentimiento de individualismo, por un exceso de anar-
júbilo patriótico que a todos nos embar- quía, en las cuestiones dudosas: en las
ga; la admiración profunda que sentimos rivalidades por el poder, en las luchas
ante el acto que motiva este regocijo y internas de pasiones o de ideas; pero se
la gratitud con que correspondemos a ha caracterizado siempre y se caracteri-
acto tan excepcional y tan grande, Y za ahora y se caracterizará eternamen-
cuando hablo de gratitud, señor Presi- te, por una absoluta unidad en lo nece-
dente, lo hago con plena conciencia de sario; por una absoluta unidad en aque-
lo que digo, porque he solido oír y leer, llo que se relaciona con la integridad de
en estos días, que ese sentimiento no la patria, con las fronteras de la patria,
es el propio para corresponder a lo que, con el honor de la patria. (Aplausos en
en suma, no es sino el reconocimiento de la Cámara y en la barra.)
un derecho de que siempre nos creímos No se exagera, señor Presidente, la
asistidos; pero no se desnaturaliza el i importancia de este hecho en la historia
concepto humano de la gratitud, ni se le ¡ del mundo, cuando se afirma que es un
lleva más allá de sus límites racionales ; hecho sin precedentes: es un hecho sin
y justos, cuando la gratitud se consagra : precedentes por su nobilísima esponta-
a retribuir un acto de justicia, un acto neidad, sin que esto sea desconocer el
de homenaje al derecho. (¡Muy bien!) mérito de las instancias reiteradas que
Desgraciadamente las relaciones mora- nuestro país ha hecho, por órgano de
les entre los hombres y entre los pueblos casi todos sus gobiernos, como ha indi-
no han llegado, ¡ni con mucho!, a un cado el señor Ministro de Relaciones Ex-
grado tan alto de altruismo y de desinte- teriores, para llegar a este propicio re-
rés que la gratitud deba reservarse para sultado. Es un hecho sin precedentes,
10 que pasa más allá del reconocimiento también, por su absoluto desinterés, por-
leal de la justicia. (¡Muy bien!) que no tienen estas concesiones la mácu-
Al sentimiento de júbilo que a mí, co- la de una compensación que signifique
nio a todos los orientales, nos inspira el un incentivo interesado.
gran acto que consagra para siempre esta Es un hecho de trascendencia america-
fecha, se une en mí otro sentimiento de na, porque fija normas, que debemos
júbilo no menos fundado, no menos in- creer definitivas, a la acción internacio-
tenso; y es el que me produce esta una- nal de todos los pueblos del continente;
nimidad conmovedora—podemos llamar- y es un hecho de trascendencia america-
la así—con que el pueblo oriental, sin dis- ¡ na, también, porque contribuye a revelar
tinción de partidos, sin distinción de j que el espíritu de América tiene eficacia
^leas, sin distinción, en fin, de ningún con que tender a la originalidad, a la in-
Señero, se ha unido, en esta palpitación, novación fecunda, en materia política
011
un solo sentimiento, para tributar al como en otras esferas del pensamiento
Pueblo del Brasil la admiración y el y de la acción.
ñfe
cto que le debe. Cuando la América surgió a la vida de
Se me ha ocurrido a mí, con este rao- la historia, no fué solamente una nueva
lv
°, recordar aquella fórmula teológica , entidad geográfica la que apareció a í.a
1132 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

faz del mundo: debemos afirmar que Bolívar, cuando pensaba que en el Istmo
surgió con ella un nuevo espíritu, un de Panamá, que une las dos mitades de!
nuevo ideal, el espíritu y el ideal del por- continente americano, se reunirá algún
venir, día el Congreso afictiónico que manten-
Y bien, señor Presidente: la Europa ci- dría con lazos perdurables la unidad de
vilizadora que nos ha adoctrinado, que los pueblos del nuevo mundo.
nos üa amamantado en sus ideas de li- Hechos como el que va a realizarse,
bertad y de justicia, fruto de su expe- manifiestan, señor Presidente, que esa
riencia y de su genio, tiene derecho a es- idea grandiosa no fué sólo una utopía
perar que nosotros hagamos algo más nacida de las fiebres del genio; que hay
que repetirlas: tiene derecho a esperar en el fondo de esa idea el presentimiento
que las realicemos, que las encarnemos de un porvenir, remoto quizá, pero se-
en la realidad viviente. Y es un pueblo guro.
americano el que hoy—quizá por vez pri- Yo, señor Presidente, no quiero moles-
mera en el mundo—, tiende de una ma- tar por más tiempo la atención de la Cá-
nera franca y resuelta a desvanecer el mara. Diré sólo, para terminar, que a
concepto, asaz generalizado, de que en los nombres recordados por el señor Mi-
política internacional sigue predominan- nistro de Relaciones Exteriores, de los
do, bajo máscaras más o menos falaces, que en el Brasil han contribuido a ase-
la superioridad brutal y odiosa de la gurar el resultado que hoy celebramos,
fuerza. ¡El pueblo del Brasil ha demos- debemos unir también en nuestro recuer-
trado que en materia de relaciones inter- do el de los obreros de nuestro país que
nacionales, sobre la fuerza bruta puede han cooperado, en diversas épocas, al
prevalecer el derecho, que es una idea, mismo fin; gobernantes y diplomáticos,
pero que es también una fuerza! (Aplau- desde los primeros tiempos de nuestra
sos en la Cámara y en la barra.) nacionalidad hasta los actuales, en que
América tiende, desde sus orígenes, por el triunfo se consagra con honor para
el pensamiento consciente de sus eman- el Presidente de la República, a quien
cipadores, de los fundadores de los pue- le ha cabido la honra de presidir el go-
blos que la constituyen, a formar una bierno que quedará en los anales de
confederación de naciones. Esta confe- nuestro país con este timbre histórico,
deración de naciones será primero una y para el señor Ministro de Relaciones
confederación moral, una armonía de in- Exteriores, que, por su acción inteligen-
tereses, de sentimientos, de ideas. Será, te y enérgica, tiene gran parte en tan
algún día muy lejano, una gran unidad hermoso triunfo de la justicia. (Aplau-
política, como la soñaba el libertador sos en la Cámara y en la barra-.)

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT — MONUMENTO A ASCEMCÍO 1133

VIII

[MONUMENTO
AL GRITO DE ASCENCIO]

[SESIÓN DEL 12 DE MARZO DE 1910] EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Los señores diputados Rodó, Rivas, Mi- El proyecto que presentamos a consi-
láns y Puppo presentan el siguiente deración de la H. Cámara no necesita
otros justificativos que los que, espontá-
PROYECTO DE LEY nea e inmediatamente, fluyen del senti-
miento patriótico que lo ha inspirado. Se
Artículo 1.° Destínase de rentas gene- aproximan los días en que los aconteci-
rales la cantidad de pesos 15.000 para mientos más grandes y trascendentales
completar los fondos reunidos por la Co- de nuestra historia nacional llegarán, en
misión Popular establecida en él Departa- la memoria de las generaciones presen-
mento de Soriano, con el objeto de erigir tes, a la fecha solemne de su centena-
un monumento que conmemore el hecho rio, y en que, cumplido el primer siglo
histórico conocido por el «Grito de As- de su desenvolvimiento histórico, la Re-
cencío», de conformidad con la ley de pública puede y debe considerarse habi-
12 de julio de 1901. litada para mirar a su pasado con un
Artículo 2.° Con los fondos completa- criterio definitivo y con sentimiento in-
dos por dicha cantidad se atenderá, no conmovible, respecto de los hechos y los
solamente a la adquisición y colocación hombres de la época de su formación.
del monumento, sino también a todas las El levantamiento de As cencío exige, en-
demás erogaciones que motive su solem- tre los acontecimientos de esa época, una
ne inauguración y los festejos que en tal especial rememoración. Su trascenden-
oportunidad se realicen. cia excede los límites de nuestra histo-
Artículo 3.° Confírmase, con carácter ria nacional, puesto que contribuye, en
oficial, la Comisión Popular a que se re- i momentos críticos, a confirmar y ento-
fiere el artículo 1°, encargándosela de- nar la iniciativa revolucionaria de 1870.
todas las diligencias relativas a la erec- Siendo, en cierto modo, el punto de
ción del monumento y a la organización arranque de la revolución oriental, la
de festejos, para lo cual deberá proceder sintetiza en su carácter esencialmente
de conformidad con el Poder Ejecutivo. popular y democrático, obra de la es-
Artículo 4.° La Comisión organizará pontaneidad de las masas campesinas,
un concurso histórico, cuyo tema será mucho más que de la cultura de la ciu-
el acontecimiento que se trata de conme- dad. Y esta espontaneidad popular de]
morar. grito de Ascensio contribuirá a singu-
Artículo 5.° La inauguración del mo- larizar el significado de las estatua que
numento se realizará solemnemente den- lo glorifique. Los otros gloriosos episo-
tro del primer semestre del año 1911. dios de la independencia nacional que se
Artículo ó.° Comuniqúese, etc. perpetúen en el mármol o el bronce se
Montevideo, 12 de marzo de 1910. representarán casi siempre por la efigie
JOSÉ ENRIQUE RODÓ—SALVADOR T. MI- de alguna personalidad culminante. Pero
ÜNS—SEBASTIÁN PUPPO—SANTIAGO RIVAS. i es necesario que entre nuestras estatuas
1134 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLETAS

haya una consagrada a esa entidad anó- de suscripciones después de pasar cier-
nima del pueblo, que, siendo la primera to límite, impondrían una demora inde-
en el sacrificio, es siempre la última en finida si la Comisión continuase librada
la recompensa de los contemporáneos a sus solas fuerzas. Tal es el motivo de-
y en el recuerdo de la posteridad. terminante del auxilio oficial que pro-
La realización de esta idea, aparte de ponemos.
su general interés patriótico, dejará cum- Datos que la referida Comisión posee,
plido un anhelo vehemente de los ciu- permiten asegurar que, integrados sus
dadanos del departamento de Soriano, fondos con la cantidad que se fija en el
que con sentimiento de fundado orgullo, proyecto, se estará en aptitudes de cos-
por la parte principal que les toca en la tear, no sólo el monumento mismo, en
gloria nacional que se trata de conme- condiciones modestas, pero artísticamen-
morar, han acariciado desde hace tiem- te decorosas, sino también todas las de-
po la aspiración que tiende a satisfacer más erogaciones que sean necesarias, in-
este proyecto, consagrando a ella inicia- cluyendo en ellas las de los festejos de
tivas y gestiones que los Poderes pú- inauguración, que deberá efectuarse en
blicos no harían sino complementar.
forma solemne y con su lucimiento pro-
Hace, efectivamente, algunos años, que porcionado a la magnitud del hecho que
hay constituida en la ciudad de Merce- se trata de glorificar.
des una Comisión Popular compuesta
por vecinos honorables, con el objeto de Por lo demás, creemos que será acto
allegar fondos destinados a la erección de justicia confiar al criterio de la mis-
del monumento conmemorativo de As- ma Comisión Popular todo lo relativo a
cencio (ya autorizado por ley de 12 de la mejor realización de esta particular
julio de 1901), y de gestionar, con el idea; sin perjuicio de que proceda, en
mismo fin; la cooperación de los pode- general, de conformidad con el Poder
res públicos. Esta Comisión tiene en su Ejecutivo.
poder una suma no menor de pesos 5.500, Dejamos así expuestos los fundamen-
reunidos por suscripción popular, en el tos del proyecto que elevamos a la con-
país y fuera de él; pero, como se com- sideración de la Honorable Cámara.
prende, lo relativamente exiguo de estos Montevideo, 12 de marzo de 1910.
fondos y las dificultades con que se tro-
pieza para llevar adelante ese género {Siguen las •firmas.']

IX
[EXENCIÓN DE IMPUESTO
AL LIBRO E X T R A N J E R O ]

[SESIÓN DEL 12 DE MAYO DE 1910] DECRETAN

PROYECTO DE LEY Artículo 1.° Quedan eximidos de todo


impuesto de Aduana los libros que se
El Senado y la Cámara de Represen- introduzcan en el territorio de la Repú-
tantes de la República Oriental del Uru- blica.
guay, etc. ¡ Artículo 2° Exceptúame del alcance

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—AL LIBRO EXTRANJERO 1135

de esta ley las obras impresas en el ex- i llegará a la conclusión de que en esto,
tranjero por cuenta de autores o edito- J como en todas las cosas, debe confiarse
res establecidos en el país, | en la única eficacia de la libertad para
Artículo 3.° Comuniqúese, publiquese, | subsanar sus inconvenientes y peligros.
etcétera. I Contribuye a reforzar los fundamen-
Montevideo, 12 de mayo de 1910. mentos de este proyecto. la consideración
! de que el impuesto de Aduana, en la
JOSÉ ENRIQUE RODÓ parte relativa a los libros, es de casi
Diputado por Montevideo. insignificante rendimiento. En el año
económico de 1907-1908, último de que
hay datos en orden sobre el particular,
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS la introducción de libros empastados y
a la rústica comprendiendo no sólo los
Contadísimos son los países que ha- derechos específicos, sino también los
cen extensivos a los libros el impuesto impuestos de almacenaje, de construc-
de Aduana, Fuera del Brasil, Suiza, Haití, ción del puerto, la patente consular,
Cuba y el Uruguay, rige universalmente etcétera, etc., produjo únicamente 6394
3a exención de derechos para la circu- pesos con 91 centesimos.
lación internacional del libro, vehículo La excepción que establece el artículo
de civilización y de cultura cuya difu- 2.a del proyecto se inspira en la justi-
sión fácíl y amplia es de interés huma- cia debida a los intereses de la indus-
no. Y si este interés alcanza a las nacio- tria tipográfica nacional. Siendo, noto-
nes capaces de elaborar por sí mismas riamente más reducido el costo de las
la suma de producción intelectual su- impresiones hechas en Europa que el de
ficiente para satisfacer sus necesidades las realizadas en nuestro país, el único
espirituales, en el orden científico y en factor que puede contribuir relativamen-
el literario, aún más alcanza a aquellos te a equilibrar esa diferencia es el im-
pueblos nuevos que por lo incipiente de
su cultura necesitan indispensablemen- ! puesto que grava los impresos venidos
te la asimilación de los frutos del pen- I del exterior. La permanencia de este im-
samiento extraño, para formar y estimu- ! puesto, es, pues, el medio de evitar que
lar su propia capacidad de producción. | los autores o editores nacionales apro
Parece, a primera vista, que esta fran- ¡ vechen de las ventajas que la nueva ley
quicia debiera concederse con limitacio- • les concedería, para imprimir sus publi-
nes fundadas en la distinta calidad e in- ! caciones en el extranjero, privando asá
fluencia de los libros. No todos ellos tie- ! de una importante fuente de recursos
nen igual valor educador y útil, ni to- a una industria nacional tan merecedora
dos ellos responden a un objeto digno de protección y respeto como lo es la
y noble, y los hay que manifiestamente de la imprenta.
se oponen a esa superior finalidad. Pero Montevideo, 12 de mayo de 1910.
si se considera que, en la práctica, sería
punto menos que imposible trazar la JOSÉ ENRIQUE RODÓ
línea divisoria que separase a unos li-
bros de los otros, y que en esa tarea ha- A la Comisión de Hacienda.
brían de intervenir forzosamente las [El 16 de junio de 191.0 se discute en
preocupaciones o parcialidades derivadas Cámara el proyecto y el informe de la
de las distintas opiniones humanas y Comisión. Luego de animado debate, se
que hacen odioso y contraproducente propone y aprueba una nueva versión
cualquier procedimiento de censura, se del artículo 1.°, que dice así:
1136 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

«Artículo 1.° Queda eximida de todo ¡ v>Exceptúanse del alcance de esta ley:
impuesto de Aduana la importación de \ »1.° Las obras impresas en el extran-
los libros a la rústica y los de encua- í jero por cuenta de autores o editores
dernación común destinados a la lee- i establecidos en el país.
tura o estudio, y las composiciones mu- »2.° Los libros que lleven encuaderna-
sicáles impresas. ción de lujo.»]

[HOMENAJE A DON AGUSTÍN DE VEDIA]

[SESIÓN DEL 14 DE MAYO DE 1910] honor del país, y como el homenaje pos-
tumo rendido a aquellos que mueren
SR. RODÓ.—ES notorio, señor presiden- dejando un nombre esclarecido es el te-
te, que la República acaba de sufrir con rreno en que más fácilmente confrater-
la muerte de don Agustín de Vedia la nizan los hombres bien inspirados y co-
pérdida de uno de los ciudadanos que mo, además, don Agustín de Vedia con-
más la honraron intelectual y cívica- sagró largos años de su vida al servi-
mente. cio del país, no sólo como periodista,
Por el temple de sus virtudes ciudada- sino como miembro de esta Cámara
nas y por el vigor de sus dotes intelec- de Representantes, donde su palabra re-
tuales, don Agustín de Vedia era de sonó en defensa de las libertades
aquellas personalidades que, cualesquie- públicas por las cuales sufrió más de
ra que sean las filas en que hayan mili- una vez persecuciones y destierros, creo
tado, se levantan por encima de los interpretar el sentimiento unánime de
partidos políticos y entran a formar par- ¡ la Cámara haciendo moción para que
te del patrimonio moral e intelectual de .' ella se ponga de pie en homenaje a
la Nación; y como estos merecimientos | la memoria de aquel eminente ciudada-
tienen que ser siempre enaltecidos para \ no. (¡Muy bien!) (¡Apoyados!)

XI

[SOBRE LA PROPIEDAD LITERARIA]

[SESIÓN DEL 30 DE JUNIO DE 1910] jero. Se aprueba. Interviene también en


puntos de menor importancia. Una de
[Carlos Roxlo presenta un proyecto de sus intervenciones tiene especial interés
ley de protección de la propiedad lite- en lo que se refiere a su bibliografía
raria; el informe, favorable, de la Co- postuma: ]
misión se discute en la sesión de la fe- SR. RODÓ.—Iba a proponer además que
cha. Rodó habla para pedir que se pro- se agregara a los casos expresados en el
tejan también las obras que escriba y/o inciso A de reproducción ilícita uno ten-
publique un autor nacional en el extran- diente a garantir a los autores que ena-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT—-PROPIEDAD LITERARIA 1137

jen la propiedad de sus obras, que será judicial para los autores, ya que los edi-
respetada siempre la integridad de éstas tores para protegerse impondrían con-
y las condiciones decentes de su presen- diciones muy severas. Roxlo no asiste;
tación; es decir, debe garantizarse ai el debate se generaliza con la interven-
autor que el editor que adquiera en pro- ción de otros diputados. En su inter-
piedad sus obras no podrá nunca ha- vención Rodó llega a sostener.']
cerlas objeto de mutilaciones ni de su- SR. RODÓ.—En este asunto hay com-
presiones no autorizadas por el mismo prometidos tres órdenes de intereses cu-
autor, ni podrá tampoco presentarlas ya armonía debe buscarse: hay el in-
en condiciones tipográficas que, por su terés del autor que enajena la propie-
descuido o por la abundancia y la gra- dad de su obra, el interés del editor
vedad de los errores que contengan, im- que la adquiere, y el interés de la so-
porten una verdadera adulteración de ciedad que, efectivamente, tiene que in-
las obras. Deben ser consideradas edi- teresarse en todo lo que se refiera a la
ciones ilícitas aquellas en que el editor publicación y difusión de los libros, co-
no guarde estas consideraciones elemen- mo cosa que afecta a su ilustración, a
tales, como sucede con frecuencia en bi- su cultura, a su vida intelectual. Y bien:
bliotecas o colecciones populares, donde yo creo que el acuerdo de estos intere-
las obras de mayor mérito aparecen mu- ses resulta favorable a la modificación
tiladas sin escrúpulos, para adaptarlas a propuesta por mí.
las condiciones materiales de la biblio- Cuando el editor que ha adquirido en
teca, y a veces hasta para suprimir pá- propiedad una obra literaria deja de
ginas que no concuerdan con las ten- reeditarla una vez que ésta se ha ago-
dencias sociales o filosóficas que se tado; cuando, después de cierto tiem-
quiere halagar. po de agotada, renuncia a su derecho de
Propongo, pues, que se incluya con el darla nuevamente a la publicidad, lo
número 5 en el inciso A, el siguiente hará, o bien porque carece de medios
caso, de que pido tome nota el señor materiales suficientes para proceder a
Secretario: esa reimpresión, o bien porque consi-
«En la publicación de una obra con dera que esa reimpresión no le trae con-
supresiones o modificaciones no autori- veniencia alguna, o por cualquier otra
zadas por el autor o con errores tipo- causa análoga, sin que debamos olvi-
gráficos que por su número o impor- dar, entre esas causas posibles, el inte-
tancia constituyan grave adulteración.» rés que alguna vez puede haber, del
ISe aprueba. En la misma sesión pro- punto de vista moral, en sustraer a
pone Rodó que una obra que el editor la circulación obras que expongan y pro-
no reedite a los tres años de agotada paguen determinadas ideas.
vuelva al autor, quien podrá reeditarla Bien, señor Presidente: me parece muy
por su cuenta o por cuenta de otro edi- dudoso que el derecho de un editor—cua-
tor. Esta modificación es resistida por lesquiera que sean los motivos que ten-
d autor del proyecto original Carlos I ga para proceder de ese modo—alcance
Roxlo, y se discute hasta que se levan- hasta mantener sustraída a la publici-
ta la sesión.'} dad, hasta mantener oculta en la som-
bra, una producción del pensamiento
[SESIÓN DEL 18 DE OCTUBRE DE 1910] ajeno, porque con esto se vulnera, no
sólo un derecho del autor, sino también
[La Comisión no acepta la propuesta un derecho de la sociedad.
presentada por Rodó en la sesión ante- No se puede aplicar a este género de
rior porque considera que puede ser per- propiedad, a la propiedad intelectual,
1138 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

el criterio común que se aplica a las lísimo de propiedad el criterio general


de otra índole. Si es axiomático en que se aplica en los otros casos,
materia de propiedad que ésta es sus- Pero decía, al empezar, que en este
ceptible de uso y abuso, que se puede asunto intervienen, además del interés
usar y abusar de ella, tratándose de del autor y del editor, el interés de la
la propiedad de las obras de la inte- sociedad afectada en su vida intelec-
ligencia ajena creo que hay sobrado tual por la circulación o propagación
fundamento para estabiecer una excep- de los libros.
ción. La sociedad tiene derecho a que una
Cuando el autor de una obra se des- producción del pensamiento de uno de
prende de la propiedad material de ella, sus hijos no sea sustraída a la circu-
está en un caso muy distinto del indi- lación por intereses egoístas.
viduo que se desprende de la propiedad La sociedad tiene derechos sobre la
de otro objeto cualquiera. producción de la inteligencia individual.
Si yo enajeno la propiedad de un ob- Por mucha que sea la originalidad de
jeto material que me pertenece, una una obra, por mucho que el autor haya
casa, un terreno o un mueble, enajeno puesto en ella de su propia persona-
la propiedad de un objeto que desde ese lidad, es indudable que deberá siem-
instante puede estar en manos de otra pre gran parte de lo que escribe a esa
persona en iguales condiciones que lo colaboración anónima, e insensible del
estaba en las mías. Desde que dejo conjunto social, a la obra de los que
de ser dueño de ese objeto, ya no le han precedido y de los que viven y
hay vinculación alguna entre ese objeto piensan en el mismo tiempo que él. Ade-
y mi personalidad. Pero si yo me des- más, la sociedad ha habilitado al escri-
prendo de la propiedad de una obra tor a hacer uso de su inteligencia, pro-
que he escrito, no por eso queda anu- porcionándole los medios de instrucción
lada la vinculación entre mi persona- y de cultura.
lidad y la obra: esa vinculación exis- i Consideradas las cosas de este pun-
tira siempre; mi nombre seguirá vincu- j to de vista, me parece insostenible que
lado a esa obra, que es como una el interés, o el capricho, o la voluntad,
parte exteriorizada de mi personalidad; de un editor, pueda llegar hasta man-
ella es la expresión de mis ideas y sen- tener indefinidamente oculta en la som-
timientos; quizá sobreviva a mi propia bra una obra de la inteligencia ajena,
existencia y sirva de fundamento al jui- cuyo natural destino es el de ser cono-
cio que formarán de mí los que vengan cida, el de ser propagada.
después. [El discurso continúa, entrando Rodó
De manera que, teniendo en cuenta en consideraciones de detalle. Hay un
tan excepcional carácter, creo que no animado debate y se vota en contra de
es posible aplicar a este caso especia- la propuesta de Rodó."]

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT—INVESTIGACIONES HISTÓRICAS 1139

TERCERA LEGISLATURA (1911-1914)

XII

[SOBRE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS]

[SESIÓN DEL 25 DE MARZO DE 1911] a la copia de documentos de cuya profu-


sión e importancia había tenido oca-
sión de formar idea, al investigar, con
PROYECTO DE LEY otro objeto, aquellos archivos.
Agregaba el doctor Garabelli que, en
El Senado y Cámara de Representan- concepto de su autorizado informante,
tes de la República Oriental del Uru- urgía dar principio a esa investigación,
guay, etcétera, etc. porque el tiempo deterioraba los per-
gaminos y papeles, a tal punto, que
DECRETAN pronto se perdería para nuestra histo-
ria tan preciosa fuente de conocimien-
Artículo 1.° El Poder Ejecutivo comi- tos.
sionará a una persona idónea en esta Esta comunicación vino a avivar, en
dios históricos, para que verifique, en el espíritu de los que se interesan por
los archivos de España, una investiga- los estudios históricos nacionales, el sen-
ción encaminada a reproducir o extrac- timiento de una necesidad de que ha
tar los documentos de interés que se tiempo tenían conciencia, y que nunca
relacionen con la historia nacional. se había tendido a satisfacer, pues ni
Artículo 2.° De acuerdo con la perso- por encargo oficial, ni por iniciativa
na que sea designada, el Poder Ejecu- privada, se han realizado nunca, en los
tivo fijará él tiempo que deba pruden- archivos españoles, investigaciones me-
cialmente durar dicha investigación. tódicas y asiduas, del punto de vista
del interés histórico de nuestro país.
JOSÉ ENRIQUE RODÓ
Diputado por Montevideo.
En lo que se refiere a la historia ge-
neral del Río de la Plata, los historiado-
res argentinos han atendido a esa nece-
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS sidad, e investigadores como el general
don Bartolomé Mitre y el doctor don
En noviembre de 1906, el representan- Vicente Quesada han explorado con fru-
te diplomático de la República en Ale- to en los copiosos legajos del Archivo
mania, doctor don Luis Garabelli, se di- de Indias; pero es evidente que esos es-
rigía por nota al Ministerio de Rela- tudios de conjunto o de aplicación espe-
ciones Exteriores, manifestando que un cialmente argentina, no pueden llenar
reputado historiador alemán, de regre- las exigencias de un conocimiento par-
so de España, habíale encarecido la con- ticular y preciso de la historia urugua-
veniencia que habría para el Uruguay en ya; sin contar con que, aun tratándose
asignar sin demora una persona en- de hechos de común interés, el criterio
tendida en su historia nacional, a fin para guiar la investigación y valorar
¿e proceder en los archivos españoles los testimonios puede diferir profunda-
1140 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mente entre los que se inspiren en el curso del pasado siglo, contiene la co-
sentimiento de una y de otra naciona- rrespondencia epistolar enviada de In-
lidad. dias a aquellas instituciones religiosas,
La obra más completa y fundamental j En los archivos eclesiásticos y los de
que hasta hoy poseemos sobre la do- propiedad privada, no será difícil tam-
minación española y la revolución de bién al investigador, orientado por un
1811—la Historia, del señor Bauza—, ! dominio suficiente de las fuentes histó-
fué preparada por su ilustre autor con j ricas, realizar más de una exploración
amplia base de erudición bibliográfica; I eficaz.
pero, en punto a investigación de ar- Puede contarse de antemano con la
chivos, sólo le fué dado poner a con- benévola disposición del Gobierno y de
tribución los del propio país y algunos los archiveros españoles, para ayudar
de los de Buenos Aires. a una tarea que tendrá, por otra parte,
Vasto campo queda, seguramente, provechosas guías en obras de descrip-
para quien busque ensanchar la exten- ción de los archivos de España, como
sión de esas primeras noticias, en los el libro monumental de Rodolfo Beer,
depósitos de documentos de la antigua publicado en Viena en 1894, y otros
metrópoli. análogos, citados por el ilustre histo-
El Archivo de Indias, radicado en la riógrafo Rafael Altamira en su intere-
ciudad de Sevilla, atesora inagotable sante monografía de aquel país.
manantial histórico relativo al descu- Dando resultado la investigación que
brimiento, conquista, colonización y go- propone mi proyecto de ley, no deberá
bierno de las que fueron posesiones es- ser sino el primer paso de un plan
pañolas de América. Sólo una parte de más vasto de estudios de ese orden,
esta riqueza documental ha sido orde- que "abarque los archivos de otras na-
nada y publicada en colecciones muy ciones europeas, como la Inglaterra y
interesantes y meritorias, sin duda, pero
necesariamente incompletas del punto Portugal, y los de las repúblicas ame-
de vista de nuestra historia propia y de ricanas, especialmente las limítrofes de
las investigaciones a ella referentes, co- la nuestra, donde, además de los depó-
mo las dos extensas compilaciones de sitos públicos, consta que existen, en
Documentos inéditos sobre las colonias poder de particulares, colecciones pre-
españolas de América y Oceanía; las j ciosas en lo relativo a nuestro interés
Cartas de Indias, las Relaciones Geo- nacional y cuya adquisición se haría,
gráficas de Indias, y algunas otras obras más de una vez, con relativamente es-
semejantes, a las que hay que agregar I caso dispendio.
los documentos obtenidos por la inves- ! Complemento necesario de ese plan
tigación personal de eruditos ameri- de investigaciones sería también la ins-
canos. titución de becas para el estudio, en
Fuera de ese importantísimo depó- los centros europeos, de los cursos de
sito, ofrecen abundosa cosecha de ma- diplomática y trabajo prácticos de bi-
terial histórico americano algunos otros bliotecas y archivos: aplicaciones que
de los archivos españoles. Así, en el fa- constituyen en todo país de plena civili-
moso de Simancas, se guardan nume- zación una aptitud profesional diferen-
rosos papeles de los antiguos Consejos ciada.
de Indias. El Histórico Nacional, de Mientras preparamos estos investiga-
Madrid, adonde confluyeron las colec- dores técnicos urge comenzar la tarea
ciones particulares de los monasterios utilizando la laboriosidad y las luces
y conventos clausurados en el trans- de algunos de los eruditos, formando

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT — DUELO NACIONAL 1141

por propia vocación, con que contamos rablemente el campo de investigación


en materia histórica. relativo a lo peculiarmente nuestro, con-
Por lo que toca a los archivos de Es- tribuyó a presentar amenguada y pri-
paña, a que se concreta el ensayo pro- vada de sus más legítimos prestigios la
puesto en mi proyecto, la demora puede participación de nuestro pueblo en pá-
no significar en todos los casos una ginas de la historia americana que al
mera pérdida de tiempo. El estado de criterio extraño interesaba interpretar
conservación de aquellos archivos, a pe- de modo adverso a la integridad de
sar de la labor inteligente y esforzada nuestras tradiciones patrióticas. Sólo el
del benemérito cuerpo de archiveros es- instinto popular salvó, durante muchos
pañoles, tiene que resentirse aún de las años, el culto de aquellos hechos y per-
vicisitudes y de ia desorganización de sonalidades del pasado que no podría-
muchos años y de la instalación in- mos reivindicar, contra apasionadas
apropiada en que permanecen algunos detracciones, con la autoridad de una
de ellos, como en el de Simancas; por historia que no teníamos escrita. El
lo cual el peligro de desaparición de esfuerzo meritísimo de investigadores y
verdaderas riquezas, que apuntaba el escritores que han carecido de otro es-
señor ministro Garabelli en su nota, es timulo que su noble y desinteresada
muy real y digno de tomarse en cuenta. vocación tiende a llenar desde hace al-
Apenas me parece necesario entrar gún tiempo tan deplorable vacío: co-
en otro género de consideraciones. menzamos a tener historia nuestra; pero
No sólo la creciente complejidad de es necesario que a la iniciativa indivi-
nuestra cultura científica requiere ya dual se una, para la prosecución de esa
que concedamos verdadera atención a obra, la cooperación decidida del Es-
un orden de estudios, tan relacionado tado, única que puede tender eficazmen-
con los más altos intereses sociales co- te a acumular los elementos de investi-
mo los que se refieren a la historia, sino gación y de estudios cuya deficiencia
que, en nuestro país más que en otro es el más poderoso obstáculo con que
alguno, esa atención debe ser conside- han luchado hasta ahora los que han
rada una exigencia imperiosa de la con- querido dedicar sus afanes a escribir
ciencia nacional. Hasta hace poco tiem- de historia nacional.
po, nuestra literatura histórica fué siem- Montevideo, 25 de marzo de 1911.
pre tributaria de la de países vecinos,
cuya actividad en tales estudios se ade- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
lantó en mucho a la nuestra; y esa cir-
cunstancia, además de reducir conside- A la Comisión de Instrucción Pública.

XIII

[DEROGACIÓN DE LAS LEYES DE DUELO


NACIONAL]
[SESIÓN DEL 25 DE MARZO DE 1911] PROYECTO DE LEY
El Senado y Cámara de Representan-
El señor representante don José En- tes de la_ República Oriental del Uru-
'fique Rodó presenta el siguiente guay, etcétera, etc.
1142 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

DECRETAN ' de los sentimientos que exaltan la vita-


I lidad social y vinculan al porvenir con
Artículo L° Desde la promulgación j el pasado por el lazo de continuidad
de la presente ley dejarán de conmemo- que se sobrepone a la muerte, a los
rarse las fechas declaradas, por leyes contrastes, a los dolores, y lleva triun-
anteriores, de duelo nacional. falmente adelante la entidad colectiva de
Artículo 2.° Comuniqúese, publique- un pueblo.
se, etcétera, Sólo una sociedad que se reconociera
José ENRIQUE RODÓ, en condiciones persistentes de humilla-
ción y de luto; en secular esclavitud, co-
mo los polacos, o en perdurable expa-
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS triación, como los judíos, podría buscar
naturalmente retemplar su sentimiento
La consagración, por la ley, de fechas patrio consagrando fechas constantes
permanentes de duelo nacional, es una de duelo público, que en pueblos pro-
extravagante originalidad de nuestras gresistas y libres no tienen razón de ser
costumbres cívicas, que sólo puede sub- sino, a lo sumo, hasta cierto tiempo
sistir por la inercia con que suelen man- después del infortunio o la calamidad
tenerse, en medio de la general indife- que hayan interrumpido el ritmo nor-
rencia, los más absurdos legados de la mal de su existencia.
tradición. Aún más de relieve aparece la anoma-
Desde luego, la perpetuidad de estas lía de estas conmemoraciones en nues-
conmemoraciones fúnebres pugna con tro país si se consideran los motivos
todo concepto real de la vida y del es- que las determinan.
píritu de una sociedad humana. Nuestros duelos nacionales conmemo-
Se comprende—y aún se justifica— ran el fallecimiento, en tiempos lejanos,
que, bajo la inmediata impresión de de hombres ilustres de nuestra histo-
un acontecimiento que conmueve dolo- ria, que pagaron su tributo a la Na-
rosamente el ánimo público, quiera ex- turaleza después de haber desenvuelto
tenderse al porvenir la sombra de esa ampliamente su personalidad y su obra,
pena, y que por más o menos tiempo, ganando gloria para sí y para su patria.
se evoquen, como manifestación sensi- Vincular al recuerdo del hecho natu-
ble del recuerdo, ios signos de aquella ral de la muerte de un hombre—después
primitiva impresión. Pero no se justifi- de medio siglo, a más, de haber des-
ca ni comprende que esto no haya de aparecido de la tierra, y cuando han
tener término con el paso de los años desaparecido también casi todos los que
y la renovación de las generaciones. fueron sus contemporáneos—la afecta-
Aún en la limitada duración de la vida ción de un dolor público imposible de
doméstica, ios duelos de familia deben sentir es un convencionalismo repulsivo
ceder, y ceden, a la normalidad de la en fuerza de su falsedad.
existencia, que vuelve a su cauce, y re- A los hombres ilustres se les honra
cobra su tono habitual, comenzando por recordándoles en las mil formas consa-
abandonar las exterioridades del luto. gradas por el uso universal: perpetuan-
Las fechas gloriosas, los días de júbi- do su imagen en estatuas, y su vida en
lo y orgullo para la comunidad, tienen la historia, festejando el aniversario de
títulos suficientes con que perpetuarse sus triunfos, o de sus grandes hechos,
y motivar imperecederas conmemoracio- o el centenario del día en que vinieron
nes, porque son en sí mismos una afir- al mundo: conmemoraciones todas que
mación de vida, un estímulo perenne se asocian a sentimientos de entusías-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—HOMENAJE AL DOCTOR DE CASTRO 1143

jno y de júbilo, muy justificados en las sus castigos en la forma conciliable


generaciones que se enorgullecen de ser con la influencia aquíetadora del
Jas herederas y mantenedoras de su glo- tiempo.
ria: no se les honra señalando eterna- Nada más plausible y edificante, para
mente, con falsos signos de dolor, el la educación cívica de nuestro pueblo,
día en que el cumplimiento de una ley que la obra de fomentar en él la admi-
natural dio necesario desenlace a la ración y el culto de lo que hay de gran-
obra fecunda que les sobrevive y cons- de en su pasado; pero, precisamente,
tituye como la personalidad ideal en en interés de esa obra, deben proscri-
que se inmortalizan. birse las falsedades y las vetusteces que
Que, en algún caso, la muerte haya tienden a que el sentimiento popular no
sido prematura o violenta, trayendo con- vea sino vanas ficciones en la conme-
sigo ia gloria del martirio, no basta moración de los recuerdos que deben
para desvirtuar lo fundamental de las
razones que he invocado: la absoluta representársele con una viva y gloriosa
impropiedad de «duelos» sempiternos de realidad.
la vida de un pueblo que avanza y se JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
renueva tanto más cuanto que la abo-
lición del «duelo oficial» no significa, Montevideo, marzo 25 de 1911.
para la historia, olvido ni renuncia a A la Comisión de Constitución y Le-
la aplicación severa de sus fallos y de gislación.

XIV

[HOMENAJE AL DOCTOR DE CASTRO]

IbESION DHL DE OCTUBRE DE 1911] concurso a la causa de un partido po-


lítico que abrazó desde su primera ju-
SR. RODÓ.—Señor presidente: en las ventud; pero sus merecimientos exce-
primeras horas de esta tarde ha falle- dían el nivel de los que constituyen
cido el esclarecido ciudadano doctor don sólo el patrimonio de un partido, y lo
Carlos de Castro. convertían en personalidad nacional.
Era el doctor Castro una de las figu- Su actividad se desarrolló en múlti-
ras consulares de una generación que ples esferas: en las funciones legislati-
dio a la República hombres eminentes vas, en las tareas del Gobierno, en la
en todas las manifestaciones del pensa- diplomacia, en la cátedra, en la magis-
miento y de la acción; y su mejor tratura, y en todas dejó impresa la
elogio consiste en decir que ocupó mere- huella de su talento poderoso y de su
cidamente, en tan brillante generación,
uno de los puestos de más espectabi- nunca interrumpida consagración al
lidad e influencia. bien común.
Su actuación política se confunde con Como todos los hombres de una figu-
los acontecimientos más salientes de la ración política continua, que ha atrave-
historia de la República, desde hace sado épocas azarosas, su actuación dará
medio siglo. Hombre de ideas libera- lugar a diferencias de apreciación en
les, prestó, como tal, su más decidido más de un caso; pero lo que nunca na-
1144 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

die podrá desconocer es la inspiración Cámara, a la cual perteneció más de


patriótica que lo guió fundamentalmen- una vez el doctor Castro, hago moción
te, y el honor que el país recibe en para que ella se ponga de pie en home-
definitiva de sus talentos y de sus vir- naje a su memoria y autorice a la Mesa
tudes. para dirigirse a la familia del esclareci-
Seguro de interpretar con estas pala- do ciudadano, expresándole sus senti-
bras el sentimiento unánime de esta mientos de pésame. (¡Muy bien!)

XV

[LA REFORMA CONSTITUCIONAL]

[SESIÓN DEL 9 DE DICIEMBRE DE 1911] ba a la minoría electoral a no tener


representación sino en contadas circuns-
SR. RODÓ.—El señor diputado Melián cripciones de la República, o a tenerla
Lafinur ha espigado en gran parte el sólo por concesión discrecional y gra-
campo que yo me proponía recorrer, ciosa de las mayorías o de los gobier-
expresando, con la reconocida autoridad nos, incluyó, entre sus condiciones, la
de su palabra, muchas de las cosas que adopción del sistema electoral de la
yo pienso. lista incompleta, que ha venido rigien-
Pero si me decido a hablar inmediata- do desde entonces.
mente después de él, sin esperar a que Pero para el Partido Colorado, en la
tome otras proporciones este debate, es reorganización que se dio a raíz de aque-
porque considero que mi discurso pue- llos sucesos, esa primera reforma elec-
de ser, en cierto modo, complementario toral no fué sino el primer paso de una
del suyo, en virtud de una considera- evolución que debía coronarse un día
ción que él mismo ha hecho valer: la con el sistema de la representación pro-
de que su condición de persona extraña porcional.
al partido político a que pertenece la Llegada la ocasión en que formuló
inmensa mayoría de la Cámara lo inhi- su programa de principios, esa aspira-
be para encarar la trascendental cues- ción quedó claramente expresada en lo
tión que se debate, de ciertos puntos referente a la elección de Asambleas
de vista en que esa cuestión toma un Legislativas que hubieran dejado de te-
interés de partido, que yo procuraré ner a su cargo la designación de Pre-
interpretar, sin perjuicio de entrar tam- sidente de la República.
bién en consideraciones de otro orden. Frente al problema de la reforma
El principio de la representación pro- constitucional, esa adhesión al princi-
porcional, aplicado en ciertas y deter- pio de la proporcionalidad para un caso
minadas condiciones a la elección de determinado, ¿constituye un precedente
Asambleas Legislativas, forma parte del de tal naturaleza que convierta en incon-
programa del Partido Colorado. secuencia o en contradicción la resis-
La paz de 1897, comprendiendo los tencia opuesta al mismo principio^ tra-
que actuaron en ella que la concilia- tándose de la elección de Convención
ción de los partidos no podía tener Constituyente? Indudablemente no, sí
base segura dentro del sistema de elec- queremos referirnos a una inconsecuen-
ciones entonces vigente, que condena- cia de hecho, a una contradicción li-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—REFORMA CONSTITUCIONAL 1145

teral, no habiendo, como no hay sobre ca es que aceptándola en principio y pre-


ese punto, declaración expresa que im- conizándola en nuestro país para la elec-
porte un verdadero compromiso. Pero, ción de Asambleas Legislativas, se la
indudablemente, si queremos referirnos repudie y rechace y se vean convertidas
a una inconsecuencia interna, a una con- todas sus excelencias en defectos, cuan-
tradicción en el espíritu de dos actos do se trata en nuestro país también de
vinculados por una estrecha relación, la elección de Asamblea Constituyente.
y esto, señor presidente, porque por Y sin embargo, esto se hace, y no
mucho que se sutilice y por mucho que solamente por razón de circunstancias
se desvíe ía cuestión de su terreno pro- y en virtud de peligros transitorios, sino
pío, planteada ella en los términos con- aun planteando la cuestión en el terre-
cretos de su aplicación a nuestro país no de la doctrina y de los principios.
y a nuestras cosas, todos los argumen- Leyendo los interesantes artículos que
tos que militen a favor de la represen- el órgano de publicidad que más genui-
tación proporcional para ía elección de ñámente representa en nuestra prensa
Asambleas Legislativas son argumentos el espíritu de esta situación política ha
a fortiori cuando se traía de la aplica- consagrado a la reforma constitucional,
ción de ese principio a la elección de ¡ me he encontrado con un argumento
Convención Constituyente. I que me ha producido profunda extra-
Pero el señor diputado Várela Aceve- ñeza.
GO, en su elocuente discurso, nos decía La organización fundamental de una
con oportunidad que, aun cuando esto sociedad—se dice—debe ser obra de la
implicara contradicción, la contradic- mayoría absoluta; la representación pro-
ción no constituye por sí sola un hecho porcional no tiene ahí nada que hacer,
anormal y censurable en la vida de las La oportunidad de la intervención de
colectividades políticas. las minorías viene después de esa orga-
Yo lo concedo sin dificultad. Eso es nización fundamental, cuando se entra
tan de las colectividades políticas como a la práctica de las instituciones, en. las
de todas las colectividades humanas y Asambleas Legislativas.
de todos los hombres. La contradicción Pues bien, señor presidente: en vano
no es siempre un mal. Es simplemente he procurado hallar cuáles sean las ra-
una modalidad de nuestra naturaleza. zones de equidad o justicia en que
No se vive, no se piensa sin contradic- pueda fundarse ese criterio.
ción. La lógica absoluta, que no es un Quiere decir que tratándose de las
atributo de la vida, no es, por consi- asambleas comunes, cuya esfera de ac-
guiente, un atributo distinto del pensa- ción está circunscrita dentro de prin-
miento vivo. Pero si no tenemos el de- cipios insalvables y cuya función polí-
recho de condenar en principio la con- tica o legislativa puede no interesar ni
tradicción, nos queda el derecho de afectar a todos los ciudadanos por igual
examinar si en determinado caso la con- y de una manera constante, se preco-
tradicción ha debido producirse, si ha niza un sistema que asegura la iníer-
sido necesaria u oportuna, si se ha I vención proporcionada de todas las fuer-
Producido en una ventaja o en un bien. zas de opinión, a fin de limitar la in-
Yo concibo perfectamente que no se fluencia de las grandes mayorías: pero
sea partidario del sistema de la repre- cuando se trata de lo que más vital y
sentación proporcional. directamente afecta a todos sin excep-
Yo concibo que se ía juzgue prema- ción y en igual grado, porque es base,
tura, o arriesgada, o ilógica; pero lo la norma de la organización social a
que sostengo que difícilmente se expli- que todos pertenecen; cuando se trata
1146 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de los fundamentos mismos de la socie- norías, como ahora, por la lista incom-
dad, de los fundamentos de la vida ci- pleta?
vil, de los fundamentos de la vida eco- ¡ SR. VÁRELA ACEVEDO.—Tendrán acceso
nómica, de los fundamentos de la vida i todas las minorías.
política; cuando se trata de los princi- \ SR. RODÓ.-—En el sistema que el se-
pios que han de regir las actividades de ñor diputado propone, y que después
todos, cualquiera que sea el rumbo que examinaré de paso; pero ésa es una sim-
tomen en la vida, y que han de deter- ple idea del señor diputado.,.
minar los derechos y las obligaciones SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero que tiene
esenciales de cada uno, envolviendo la bastante probabilidad de pasar en la Cá-
personalidad del ciudadano en un am- mara.
biente que será tan inseparable de él SR. RODÓ.—Pero no tenemos la segu-
como el aire que respira y como la luz ridad para que argumentemos sobre la
que lo alumbra, entonces se cierra el base de que eso es lo que va a hacerse.
paso a la intervención de las minorías, SR. VÁRELA ACEVEDO.—Ni tampoco de
se prescinde de su opinión y de su voto que pase la idea del diario citado, por-
y se entregan los más altos y funda- j que el Parlamento se gobierna por su
mentales intereses—no ya del ciudada- j autoridad.
no, sino del hombre-—, al exclusivo ar- | SR. RODÓ.—No me refiero a eso...
bitrio de esas mismas mayorías abso- SR. MASSERA.—Pero ¿aquí en la Cáma-
lutas a las que se ha considerado insu- ra se sabe de antemano lo que se va a
ficientes, cuando se trata de actividades votar?... ¡Estoy horrorizado, señor dípu-
ordinarias de la legislación y de la po-¡ tado Várela!
lítica. ¡ SR, VÁRELA ACEVEDO,—NO, señor dípu-
SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero en la Cá- j tado; pero todos los representantes He-
mara nadie ha propuesto eso, i nen el derecho de creer que sus ideas
SR. SOSA.—Y en los diarios tampoco. | cuentan con mayor o menor número de
SR, RODÓ.—SÍ, señor diputado. ¡ probabilidades de ser aceptadas.
SR. SOSA.—Lo único que se estableció SR. RODÓ.-—Pero no puede presentar
en el artículo a que se refiere el señor eso como una seguridad que nos exima
diputado Rodó es que para la Asamblea de argumentar.
Constituyente debería regir un sistema SR. VÁRELA ACEVEDO.—Es evidente: co-
de elección de mayoría y minoría ex- mo la Comisión no puede tener tampoco
clusivamente: eso no lo ha dicho. esa seguridad.
¡ SR. RODÓ.—Yo me he referido a un
SR. RODÓ.—Recorriendo la colección de argumento que tiene oportunidad de ser
El Día, va a serme fácil citarle al señor ¡ citado, por las condiciones de influencia
diputado la frase concreta a que me y de representación del diario en que ha
he referido. salido a luz.
SR. SOSA.—£7 artículo publicado por Continúo, señor presidente.
el diario El Día dice exclusivamente lo Decía que todos los argumentos que
que yo digo. se puedan aducir a favor de la represen-
SR. RODÓ.—Se niega la oportunidad de tación proporcional, en lo relativo a la
la representación proporcional tratán- I elección de Asamblea Legislativa, son ar-
dose de las Asambleas Constituyentes. ! gumentos a fortiori cuando se trata de
SR. SOSA.—Es cierto: eso sí; pero no I la elección de Asamblea Constituyente.
de que no intervengan las minorías, 1 El señor diputado Várela Acevedo no
que es otra muy distinta. J podía menos de reconocer que el funda-
SR. RODÓ.—¿La intervención de las mi- i mental defecto del régimen electoral que

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OBRA POSTUMA.—12; DISCURSOS PARLAMENT,—REFORMA CONSTITUCIONAL 1147

está hoy en vigencia es el de privar a dente que el Partido Colorado, siendo


la representación de las minorías del ca- por su tradición, su composición y su
rácter de complejidad que debe tener, programa, un partido que se encuadra
dando cabida a todas las fuerzas de opi- dentro de las líneas fundamentales del
nión que revistan alguna importancia. régimen social y político que el socia-
Eí sistema electoral hoy vigente, como lismo repudia y combate, no es ni po=
cualquiera otro análogo, no asegura sino drá ser jamás un partido socialista.
la representación de las dos grandes co- Hay, de otra parte, ese núcleo de opi-
lectividades en que se divide tradicional» nión católica, que ha empezado a to-
mente la opinión; pero que ya no la re- mar ya forma orgánica y militante, y
presentan ni absorben por completo.- que representa una tradición y una fuer-
No diré yo, como el doctor Melián za conservadora poderosa, con vincula-
iafinur, que exista actualmente en el ciones profundas en la más arraigada
país un número de partidos organizados sociedad del país; núcleo de opinión que
que pueda elevarse a seis; pero diré, sí, tiene derecho a ser oído en la ocasión
que al lado de las dos colectividades solemne de la reforma, porque van a
históricas hay ya otros núcleos de opi- tratarse ideas e intereses que vitalmente
nión que por las tendencias que encar- ! lo afectan y que deben resolverse en un
nan, o por la calidad de los elementos I ambiente de plena discusión, oyendo có-
que comprenden, y aún quizá, por su mo se opone a la palabra que afirma
significación numérica, tienen derecho a la palabra que niega: porque eso es
ser tenidos en consideración, y en nin- lo que cuadra a un régimen liberal y
gún caso pueden ser llamados, más opor- ése ha sido siempre el espíritu de la
na y legítimamente, a intervenir en la tradición política a que nos honramos
solución de los intereses de todos, que en pertenecer, (¡Muy bien!)
cuando se trata de lo más fundamental, Y hay, además—y quizá debería decir,
de lo más universal de esos intereses. ! hay sobre todo—ese numeroso conjunto
Hay, desde luego, esa suma de opi- de elementos dispersos, y frecuentemen-
nión obrera que, orientada en el sen- te caracterizados, ya por su significa-
tido de sus reivindicaciones sociales y ción intelectual y su cultura, ya por la
económicas, forma un partido naciente importancia de ios intereses gremiales
que tiene ya su representación en esta que representan, en la vida urbana o en
Cámara; pero que la tiene merced a la la rural, y que no están, vinculados a
abstención accidental de fuerzas políti- ninguna agrupación orgánica permanen-
cas más poderosas. Las ideas que esa te, pero que, estimulados por lo excep-
suma de opinión encarna, son induda- cional de la ocasión, podrían formar
blemente una fuerza en el espíritu de agrupaciones electorales transitorias, o
nuestro tiempo, y deben resonar en el agregar sus fuerzas a las de otras mi-
choque de las doctrinas y de las aspi- norías, para pesar, con su voz y con su
raciones que removerá la reforma cons- voto, en la reorganización institucional
titucional; pero deben resonar por obra del país.
de sus propios votos, y en la medida que El señor diputado Várela Acevedo re-
sus propios votos le fijen, no por la in- conocía todo esto y nos anunciaba que,
clusión que otro partido político pudie- teniéndolo en cuenta, se proponía pre-
ra hacer en sus listas de candidatos que sentar oportunamente a la Cámara un
no le pertenezcan, en virtud de simpa- proyecto de ley fundado en un sistema
tías o conexiones accidentales que nun- que, sin ser estrictamente proporcional
ca contentarán a los genuinos represen- en el sentido que este concepto tiene
tantes de esa tendencia, porque es evi- generalmente, garantizase la represen-
1148 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

íación proporcional de las minorías, de- SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero ¡si amplío
jando aparte la representación de la ma- la base que se reserva a las minorías!
yoría. SR. RODÓ.—¿La proporcionalidad en-
No es ésta la ocasión oportuna de ana- tre la representación de la mayoría, y
lizar la idea que ha esbozado nuestro la de las minorías en conjunto no será
distinguido colega; sólo diré de paso la misma que en la actualidad?
que me parece que, del punto de vista SR. SOSA.—No señor; está en error.
de los efectos morales que se buscan SR. VÁRELA ACEVEDO.—Actualmente la
para el ambiente de la reforma, ese mayoría tiene dos tercios y la minoría
procedimiento sería, no sólo ineficaz, sino en conjunto un tercio; y con mi siste-
contraproducente; porque, si no lo he ma, la mayoría tendría sólo tres quin-
entendido mal, lo que resulta de él es tos y las minorías dos quintos.
que el partido de la mayoría, después SR. RODÓ.—¿Y de esas cuentas no re-
de reservarse intacta su parte, o sea sulta que la minoría más numerosa, la
ía parte del león, concede generosamen- que representa más fuerza numérica con
te que, en las sobras, todas las minorías | la aplicación del sistema de la lista in-
tengan representación, y como se com- j completa, tendría que quedar menosca-
prende... | bada para dar entrada a otras minorías?
SR. VÁRELA ACEVEDO.—NO, señor dipu- | SR. VÁRELA ACEVEDO .—NO, señor, por-
tado. ¿Me permite aclarar mi pensa- que ampliando el número de los dipu-
miento? tados que se jija para las minorías no
SR, RODÓ.—¿Cuál es el pensamiento hay ese perjuicio para ana de ellas.
j
del señor diputado? SR. RODÓ.—Puede ser; pero no es el
SR. VÁRELA ACEVEDO.—El partido áe caso de entrar ahora a analizar el siste-
la mayoría no se reserva nada: o, las ma deí señor diputado Várela Acevedo.
urnas pueden ir todos los ciudadanos. Ya llegará la ocasión...
SR. RoDó.—Ya se ve, pero resulta cla- SR. VÁRELA ACEVEDO.—Sin embargo, se-
ro que el partido que es mayoría en ; ñor diputado, yo creo que sería el caso.
en el país, si no hay proporcionalidad \ SR. RODÓ.—No, porque ésta ha sido
más que en lo referente a las minorías, I simplemente una digresión. Esto es aje-
conservará intacta su proporción. Eso no al fondo del debate. Ya llegará la
es evidente. ocasión, cuando presente su proyecto de
SR. SOSA.-—La proporción que le cié ley, si hay oportunidad de que lo pre-
la ley. sente.
SR. RODÓ.—-De modo que lo que se Continúo, señor presidente.
obtendría con la idea del señor dipu- ; El argumento fundamental o uno de
tado es que la minoría más poderosa, ! ios argumentos fundamentales que se
la minoría que puede hacer más con- hacen contra el sistema de la represen-
trapeso a la mayoría, o sea en este tación proporcional es el de su supues-
caso el partido nacionalista, vería mer- ta novedad.
mada forzosamente su parte de repre- Se dice que no tiene precedentes que
sentación, para hacer lugar a la de otras lo autoricen en lo referente a la elec-
minorías. ción de asambleas con facultades cons-
SR. VÁRELA ACEVEDO.- -Pero el señor tituyentes.
diputado olvida que yo amplío la base Desde luego, esto no es absolutamente
reservada a la minoría. exacto porque hay precedentes notorios
SR. RODÓ.—La proporción no dijo que y preclaros como el de Bélgica, en lo re-
la modificase. lativo a la elección de asambleas legis-
SR. SOSA.—¡Cómo no! lativas, y no se ha podido demostrar

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—REFORMA CONSTITUCIONAL 1149

que exista una diferencia esencial que SR. RoDÓ.—Desde luego, sería una ex-
invalide para el primer caso la autori- cepción, y sobre todo, no se trata de ios
dad de los ejemplos que militan a favor pueblos maestros, o cuya afinidad con
del segundo. el nuestro pueda en este caso dar opor-
Pero, aun cuando no fuera así, podría tunidad concluyente ai ejemplo,
decirse que si lo que autoriza la decisión SR. FRUGONI.—Es muy semejante.
para realizar una reforma que no tiene SR. VECINO.—ES de los más semejan-
la autoridad de la experiencia es el tes por su simplicidad de organización,
propósito de justicia y de equidad que precisamente.
con esa reforma se persigue, ninguna SR. RODÓ.—Pero, señor presidente, yo
novedad habrá más autorizada que ésta, no he citado estos ejemplos, como pa-
porque ninguna responde a un propó- rece creerlo el señor diputado Frugoni,
sito más equitativo y más justo. para juzgar del acierto o desacierto de
Por otra parte, debo confesar que cs.ci.ct una de dichas iniciativas; no: yo
me parece que desentona de una mane- los he citado como signos de que el es-
ra inexplicable este argumento miso- píritu que domina esta situación, el cri-
neísta, viniendo del seno de una situa- terio que la informa en las cuestiones
ción política y administrativa que, si por más fundamentales, no se caracteriza
algo se caracteriza, es por un espíritu por un exagerado respeto a la autori-
audaz de reforma, que manifiesta con- dad de la experiencia y la costumbre:
ceder un valor muy relativo y muy se- y, por tanto, nada puede haber más
cundario a los antecedentes de la expe- ; inesperado en el seno de esta situación
riencia ajena, y a la autoridad del ejem- ¡ política que el argumento que se hace
plo universal cuando se trata de llevar I valer contra la representación proporcio-
a la práctica una idea que le parece be- i nal, denunciándola como una novedad
néfica o le parece justa. No hace mu- ¡ que no tiene modelos que la autoricen
chos días pasó, con sanción de esta ; y prestigien para la elección de asam-
Cámara, un proyecto de ley que pone I bleas constituyentes.
en manos del Estado el monopolio de | SR. VÁRELA ACEVEDO.—¿Me permite
los seguros, afrontando así para el país i una interrupción?
la prioridad en una experiencia econó- | SR. RODÓ.—SÍ, señor.
mica respecto de la cual no hay prece- | SR. VÁRELA ACEVEDO.—Pero no hay
dentes en la legislación de los países j tampoco nada tan sorprendente como
que nos sirven de mentores y modelos. ver a los espírius conservadores desde-
En las carpetas de la Comisión de ñar, en este caso, la experiencia ajena
Trabajo existe, próximo a informarse, de que siempre hicieron caudal,
otro proyecto de ley que consagra el SR. RODÓ.--¿Y qué me dice usted a
horario uniforme, inflexible y rígido de mí con eso? A menos que quiera clasi-
ocho horas para todos los gremios obre- ficarme, amablemente, entre los espíri-
ros, resolviendo de plano uno de los tus conservadores...
más graves y complejos problemas re- Continúo, señor presidente.
lativos a la organización del trabajo, en Los ejemplos que de las naciones eu-
un sentido en que tampoco la experien- ropeas aducía el señor diputado Vare-
cia universal puede suministrar prece- la Acevedo para demostrar la resisten-
dentes porque no lo ha realizado ningún cia que en la teoría y en la práctica ha
Pueblo del mundo... encontrado el sistema de la represen-
SR. FRUGONi.--.Esf4 equivocado el se- tación proporcional no tienen, desde lue-
ñor diputado: en Nueva Zelanda exis- go, nada que se resista a una explicación
ten precedentes. muy fácil, ni que les dé un valor inde-
1150 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

pendiente de las circunstancias histó- cuestiones que aquí ponga en vías de


ricas, En primer lugar, sabido es que solución dudosa una reforma constitu-
en los pueblos de Europa lo más fun- cional es un grano de arena en com-
damental de las instituciones, del régi- paración de los gravísimos problemas
men político, la misma forma de go- que una reforma semejante plantea en
bierno, están sujetos a los embates en- un pueblo del viejo continente. Con el
contrados de los partidos; y no hay corazón ligero concederían los políticos
nada en materia política que sea obje- de Europa, republicanos o monárquicos,
to de una general conformidad. Las ins- la representación proporcional a true-
tituciones monárquicas tienen como que de que se les garantizara esa unáni-
amenaza perenne, o una aspiración re- me conformidad en cuanto a la forma de
publicana poderosa como la que acaba gobierno y los fundamentos de la orga-
de triunfar en Portugal, o esa tenden- nización política.
cia socialista, que lejos de ser, como Decía el señor diputado Várela Aceve-
en nuestro país, una fuerza incipiente, do que se concibe perfectamente que,
es una energía formidable, y seriamente concediendo la representación proporcio-
organizada, que sube y crece como la nal para lo menos, como son las funcio-
marea y que amenaza batir los funda- nes de las asambleas legislativas, no
mentos del orden social y político. Las se la conceda para lo más, como son las
instituciones republicanas como en Fran- funciones de una asamblea constituyen-
cia tienen frente a sí, no sólo al socialis- te. Pero no es la mayor o menor impor-
mo, que las estrecha y apura, sino las tancia de las funciones de esas asam-
reivindicaciones monárquicas, siempre bleas lo que debe determinar la diferen-
en acecho, prestigiadas por tradiciones cia en que se encuentren para el caso:
seculares y con profundo arraigo, en es la índole o la naturaleza de sus fun-
considerable parte de las clases conser- ciones, Y considerando la cuestión de
vadoras. ese punto de vista, yo no vacilo en afir-
Si se tiene en cuenta esta inestabili- mar que si peligros y dificultades hay
dad fundamental, se concibe perfecta- en el sistema de la representación pro-
mente que, no ya tratándose de eleccio- porcional, esos peligros y dificultades
nes de asambleas con facultades consti- son mucho mayores en lo que se refie-
tuyentes, sino de elecciones de asam- re a la elección de las asambleas legis-
bleas comunes, puramente legislativas, lativas que en lo que se refiere a la
el espíritu de los hombres que en el ré- elección de Convención Constituyente,
gimen de cada país velan por la estabi- Porque las asambleas legislativas co-
lidad de sus instituciones se sienta so- operan permanentemente a la función
brecogido por la visión de peligros que activa y concreta del gobierno, en la
resultarían naturalmente fomentados cual puede ser una dificultad, o un
con un sistema de representación que peligro la falta de mayorías compac-
tiende a poner en manos de las mino- tas que den firme base a los rumbos
rías una influencia mucho más eficaz de una situación política; porque el go-
y más compleja que la que alcanzan i bierno es acción, y la acción requiere
en la actualidad. siempre cierta fundamental unidad y,
En cambio, entre nosotros—y es una sin embargo, se teme el desconcierto y
ventaja inapreciable—reina absoluta con- el caos de la representación proporcio-
formidad en, cuanto a la forma de go- nal en una asamblea constituyente, que
bierno y general acuerdo sobre los pro- no ha de desempeñar funciones activas
blemas más fundamentales de la or- de gobierno, y no se teme el desconcier-
ganización. La más trascendental de las to y el caos de ese mismo sistema en

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARL.AMENT.--REFORMA CONSTITUCIONAL Í1S1

asambleas legislativas que van a coope- vención de las minorías se concretará,


rar, activa y permanentemente, en el en general, a restringir, a atemperar ese
gobierno del país. impulso, desempeñando así una función
SR. VÁRELA ACEVEDO.--Le recuerdo que que de todo tendrá menos de peligrosa
no es en una asamblea legislativa, sino tratándose de una reforma en la cual,
en una Cámara de Diputados. indudablemente, son mucho más de te-
SR. RODÓ.—Ya lo sé: de eso hablare- mer las precipitaciones inconsultas que
mos después. Ya sé que se reserva el el espíritu conservador.
Senado. Si el peligro consiste en que deter-
SR. VÁRELA ACEVEDO — Y el veto del minadas ideas de reforma, determina-
Poder Ejecutivo como poder colegis- dos propósitos que interpreten las as-
lador. piraciones del partido de la mayoría,
SR. RODÓ.—Y el veto del Poder Ejecu- pudieran no hallar ambiente en el seno
tivo. Ya hablaremos de eso también. de una convención elegida con arreglo a
Se ha referido varias veces el señor este sistema, ocurre, desde luego, decir
diputado a la existencia de peligros que que la ley de las democracias es el
amenazarían las instituciones con la acatamiento a la voluntad del mayor
aplicación de la representación propor- número, leal y verdaderamente consul-
cional a las elecciones de la Constitu- tado, y que si reconocemos, como no
yente; pero, a lo menos yo, no he po- podemos menos de reconocer—porque
dido ver que los haya concretado de una por algo hemos inscrito el principio de
manera bien clara. la representación proporcional en nues-
SR. VÁRELA ACEVEDO.—Si el señor dipu- tro programa de partido—; si reconoce-
tado lo admitiera, aunque sea molesto mos que el medio más leal y verdadero
con tanta interrupción, yo se los concre- de consultar la libre voluntad del pue-
taría en dos palabras. blo es la representación proporcional,
SR. RODÓ.—No, señor diputado; des- es dudoso que tengamos derecho a obs-
pués le llegará el momento: voy a decir taculizar este medio de perfeccionamien-
algo que le interesa. to electoral por el temor de que la vo-
Yo comprendería, señor presidente, luntad del pueblo, así consultada, se
que hablara de peligros, ante la pers- incline en un sentido divergente de núes-
pectiva de la reforma constitucional, tras ideas o de nuestras pasiones.
una persona vinculada a determinado SR. VÁRELA ACEVEDO.-—Pero ¡nadie ha
partido político, fuese una agrupación pretendido eso!
conservadora, que, por excesivo apego SR. RODÓ.—Pero yo no deseo detener-
a lo existente, temiera que la presencia me en este terreno doctrinario y teórico,
de un conjunto demasiado numeroso y que no es eí que más suele interesar la
complejo de elementos extraños a sus atención de las asambleas políticas. Yo
tendencias, pudiera precipitar en deter- voy al terreno de los hechos. Admitien-
minado momento la reforma, en el sen- do por un momento que el partido de
tido de impaciencias o de aventuras te- la mayoría pudiera temer de la repre-
merarias: pero está lejos de ser así. sentación proporcional resultados polí-
Sucede precisamente lo contrario. Pue- ticos que contrariasen sus intereses y
de asegurarse de antemano que el ím- sus tendencias, y tuviera el legítimo pro-
petu de la reforma, que el movimien- pósito de salvaguardarlos, aun así, aun
to más decidido hacia adelante, lo dará concediendo hipotéticamente la realidad
el partido de la mayoría, tal como lo de ese peligro, el señor diputado Várela
caracterizan hoy las influencias que lo Acevedo, que, según entiendo, es par-
orientan y dirigen, mientras que la inter- tidario del procedimiento de la ratiñ-
1152 JOSÉ ENRIQUE RODO.- OBRAS COMPLETAS

cación para las sanciones de la Conven- Habiendo, pues, un medio tan eficaz y
ción Constituyente, podría haber repa- tan fácil, de desvanecer todo temor, in-
rado en que esta condición de la rati- cluso el de ese fantasma pavoroso de
ficación le ofrecía medios suficientes una Convención Constituyente que se
para buscar garantías que desvanecie- habilita a sí misma para elegir Presi-
sen todos los temores que le han indu- dente de la República, habiendo un me-
cido a negar su opinión y su voto a dio tan eficaz y tan fácil, ¿no valdría
este gran principio de justicia y de la pena de dejar de obstinarse en esta
verdad política que consagra el pro- oposición vehemente a un sistema cuya
yecto de la Comisión. bondad fundamental y cuya aureola de
Basta que las sanciones de la Conven- prestigios en el espíritu público ha re-
ción Constituyente no sean el término conocido el mismo señor diputado Vá-
último e irrevocable en el proceso de rela Acevedo? ¡Yo creo que ésta sería
la reforma, basta que haya que apelar la ocasión j i e que me interrumpiera!
a la sanción de una autoridad ulterior, SR. VÁRELA ACEVEDO—SÍ, señor: con el
para que todos esos peligros se desva- mayor gusto. ¿Ese contralor o esa rati-
nezcan, porque aceptado el principio ficación ¡a hará una autoridad elegida
de la ratificación, sea por el pueblo, sea por otro sistema?
por la Asamblea Legislativa, las funcio- SR. RODÓ.—Cabe pensarlo así.
nes de la Convención Constituyente ele- SR. VÁRELA ACEVEDO.---Si es así, prue-
gida por el sistema de la representación ba que el señor diputado desconfía mu-
proporcional, no serían, en suma, otra cho de la justicia teórica y práctica del
cosa que funciones de iniciativa o de sistema proporcional
proporción, muy importantes, sin duda, SR. RODÓ.—No, señor; porque una
porque nada podría hacerse en sentido cosa es la facultad de iniciativa y de pro-
afirmativo sin ella, pero nunca decisivas posición, y otra cosa es la facultad defi-
para el caso de una proposición incon- nitiva de aceptar o rechazar (nunca de
veniente o peligrosa, que estaría sujeta hacer lo que no esté propuesto), que
siempre a las facultades negativas del puede concederse a otra corporación o
cuerpo político que tuviera a su cargo a otra entidad, como se hace en muchos
la ratificación. Cuando el señor dipu- otros organismos políticos. La prueba de
tado nos decía que el sistema de la re- que ése ha sido mi pensamiento está en
presentación proporcional ha sido adop- que en el proyecto de reforma que yo he
tado en los comicios de Bélgica, no lo presentado constan las dos cosas: el
ha sido sin el contrapeso del voto plu- principio de la representación proporcio-
ral, de que gozan allí determinados elec- nal y el principio de la ratificación.
tores; cuando decía también que, adop- SR. VÁRELA ACEVEDO.—El principio de
tado en nuestro país para la Cámara la ratificación, yo creo que no. El señor
de Representantes, tendría siempre el Rodó ha presentado dos fórmulas, en
contrapeso del Senado y de las faculta- una de las cuales no hay ratificación.
des de observación del Poder Ejecuti- SR. RODÓ.—Me he referido a la fórmu-
vo, como poder colegíslador, olvidaba la que sostuve en la Comisión y en la
que, en su aplicación a la reforma cons- cual constan los dos principios: el prin-
titucional, ese sistema tiene, dentro del cipio de la proporcionalidad y el princi-
alcance de estos mismos proyectos que pio de la ratificación.
están a nuestro estudio, la posibilidad SR. VÁRELA ACEVEDO.—Por eso yo, par-
de un contrapeso como el de la ratifi- tiendo de un punto de vista cronológico,
cación, que, por otra parte, concuerda me refería a la última., creyend.o que era
con las opiniones del señor diputado. I la mejor.

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PAB AHENT.—REFORMA CONSTITUCIONAL 1153

SR. RODÓ.—Precisamente, la última en ma en que se resuelva esto, siempre se


orden cronológico, aunque no en el del Ueg ara. a una conclusión que signifique,
repartido, es la que establece la ratifica- para las minorías una ventaja sobre lo
ción, sin perjuicio de establecer la pro- que tienen actualmente.
porcionalidad. Hay un orden de consideraciones de
Bien, señor presidente; yo tengo espe^ que no podemos prescindir, si nos juz-
ranzas de que este último argumento gamos en el deber de asegurar en lo po-
—que el señor diputado Várela Acevedo sible el éxito de la reforma; y cuando
no ha podido desvanecer—tenga eficacia hablo de su éxito no me refiero a la ma-
para convencerlo, ya que se le demuestra nera como ella se resuelva, al acierto con
que los peligros, si existen, son perfecta- que se desempeñen los que la hagan; me
mente conjurables; porque, después de refiero al concurso de fuerzas cívicas que
todo, como decía con mucha oportunidad entonen el acto electoral, de cuyo seno
el doctor Melián Lafinur, aun suponien- debe surgir la Convención Constituyente
do que la representación proporcional no con toda la suma de autoridad moral y
sea más que una ilusión, una preocupa- de prestigio, dignos de su altísima repre-
ción, un sueño del espíritu público, ¿no sentación.
es sabido que las preocupaciones, las ilu- Todo lo que sea facilitar y estimular
siones y los sueños de las colectividades la concurrencia de la mayor suma de
humanas son también una fuerza que los fuerzas a esos comicios excepcionales,
hombres reflexivos no pueden dejar de combatiendo el indiferentismo, inculcan-
tomar en cuenta para aplicarla a la diná- do en el ánimo del pueblo la persuasión
mica de las sociedades políticas? de que el voto de todos y cada uno de los
Argumentaba también el señor dipu- ciudadanos, de todas y cada una de las
tado con la dificultad de encontrar una agrupaciones, ha de pesar positivamente
fórmula concreta que determinara, entre en la solución de los magnos problemas
los sistemas de representación propor- que se plantearán, importa, señor presi=
cional, cuál debería ser el elegido. dente, no sólo realzar el prestigio nacio-
Pero yo creo que ía solución de este nal de la reforma, sino también alejar
punto es más propia de una ley que de uno de sus grandes peligros.
una Constitución. Yo he sido siempre decidido partida-
Se establece, desde luego, el principio: rio de la reforma constitucional; yo he
se establece un principio cuya intención visto siempre en ella, si no la solución
y cuyo objeto son notorios en el sentido milagrosa de todos los problemas nacio-
de asegurar a las minorías una represen- nales, sí el medio de contribuir a resol-
tación más justa, más amplia, y, sobre ver algunos de ellos, en la manera con-
todo, más compleja que la que tienen en dicional y relativa con que puede aspirar-
la actualidad. La Asamblea que, después se a resolver, por leyes escritas, los pro-
de incorporadas a la Constitución estas blemas de la realidad viviente. Pero esto
modificaciones, declare la conveniencia no me ha impedido nunca reconocer que
nacional de la reforma y haya de dictar una reforma constitucional en un país
una ley que dé forma orgánica a lo que como el nuestro lleva en sí misma mi
a
Quí se hubiere establecido en principio, gran peligro que puede ser evitado, pero
tendrá en cuenta el alcance claro y resal- que no puede jamás ser olvidado.
tante de este principio y tendrá en cuen- Durante ochenta años, en medio de ía
ta también las condiciones de la realidad, confusión y el desconcierto de esta anar-
Para buscar la fórmula que concille am- quía moral que ha sido a la vez la causa
bas exigencias; pero puede asegurarse de y el efecto de nuestra anarquía política;
Remano que, cualquiera que sea la for- cuando todo ha dividido a nuestros hom-
RQDo.—37
1154 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

bres; cuando ni aun las tradiciones co- dad indiferente de las demás fuerzas de
munes han ofrecido a los partidos un opinión, podría ser idealmente buena en
campo de conciliación y de tregua, por- el papel; eso no impediría que, por su
que han buscado en la historia más razo- repercusión en la lógica de las pasiones
nes para el odio que para la fraternidad; políticas, por sus efectos negativos en
durante ochenta años quizá el único sím- cuanto a la solidez de las instituciones
bolo inmune que se ha impuesto a la ve- que creara, fuese, señor presidente, una
neración de todos es esa vieja Constitu- verdadera calamidad nacional.
ción de 1830, no como la expresión de Si queremos tener Constitución esta-
un ideal político perfecto e inmodifica- ble; si queremos evitar el peligro de que
ble, sino como tradición nacional, como a cada cambio de situación, a cada vuel-
signo de una aspiración generosa de li- ta de los vientos políticos muera una
bertad y de organización que las gene- Constitución y nazca otra, para morir al
raciones se han transmitido en herencia, día siguiente; si nos inspira pavor esa
esperando la hora en que una generación perspectiva que nos rebajaría a la ines-
más afortunada o más apta que las otras tabilidad rayana en la disolución, de
llegara a convertirla en realidad. ([Muy que han dado triste ejemplo otros pue-
bien.1) blos en esta misma América, hagamos de
Una Constitución que representa así la reforma constitucional un acto que,
una tradición casi secular y unánimemen- por las condiciones en que se realice,
te venerada, es, indudablemente, una lleve en sí la promesa de una resisten-
fuerza nacional. Las exigencias implaca- cia duradera a la veleidad de las pasio-
bles del tiempo pueden obligarnos a nes y a la rotación de los círculos.
abandonarla y substituirla; pero no lo El señor diputado Várela no parece
debemos hacer sin gran cuidado en la conceder gran interés a este ambiente de
manera como llenemos el vacío que ella entusiasmo, de animación y de lucha cí-
va a dejar al desaparecer. vica que otros consideramos necesario
No basta que una Constitución sea bue- formar alrededor de la reforma consti-
na, sea óptima en sí misma: es necesario tucional. Nos refería impresiones de sus
que tenga arraigo en la conciencia nacio- viajes; nos decía haber observado cómo
nal; es necesario que el pueblo vea alre- en alguno de los pueblos maestros de la
dedor de ella el prestigio, la aureola, la libertad política, una calma de indiferen-
luz, que la imponga a su veneración y la cia ha sido el ambiente en que ha visto
vincule, como parte integrante, a ese desenvolverse reformas de este orden,
conjunto de afectos, de costumbres, y si defraudando las expectativas de la imagi-
se quiere, de supersticiones, que forman nación, que se las figuraría forjadas al
el sentimiento de la nacionalidad, el sen- calor de inquietudes casi revolucionarias.
timiento de la patria. (¡Muy bien!) Es posible que la aseveración del señof
Por eso, todo lo que se haga en el sen- diputado Várela no pueda dar base a
tido de estimular en el ánimo del pueblo una inducción demasiado general; es po-
la decisión de concurrir a estos comicios sible, también, que en pueblos habitua-
excepcionales y asegurar así, de antema- dos a la práctica constante y disciplina-
no, el prestigio de la obra que se va a da, de la vida cívica, la ausencia de exal-
realizar, es poco con relación al interés tación, aparente en ciertos casos, no indi-
patriótico que ello representa. que sino ese mismo hábito de actividad,
El doctor Aíeíián Lafinur lo ha dicho consecuente y confiada en sus resultados
con razón sobrada: una Constitución que propios; pero corno quiera que sea, 1°
surgiera de una convención de partido, interesante no es la agitación exterior, n°
frente al retraimiento hostil o la pasivi- es el bullicio, no son las turbulencias de

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT —LA EPOPEYA DE ARTIGAS 1155

la calle: lo interesante es que la activi- za, se realizará con la concurrencia de


dad cívica de las multitudes, en el uso un partido único, en medio del retrai-
de sus derechos, se ejercite eficazmente miento hostil de los otros—o de los más
y a su hora oportuna; y esto es lo que fuertes y significativos entre los otros—-
nunca falta en los pueblos de educación completado el cuadro por la recelosa in-
política normal; mientras que en el certidumbre de aquella parte de opinión
nuestro—bien lo sabe el señor diputado que considera los sucesos políticos del
Várela—la indiferencia exterior es el sig- punto de vista de los intereses de la esta-
no y el presagio de la abstención, de la bilidad y del trabajo.
renuncia deliberada o inconsciente al No discutamos ahora si estas absten-
ejercicio del voto; es la indiferencia fa- ciones envuelven o no graves responsabi-
talista, interrumpida, a plazos cortos o lidades para los partidos que las man-
largos—¡nunca demasiado largos!—por tienen. Miremos hacia delante. Los hom-
los paroxismos sangrientos de la guerra bres políticos no pueden detenerse inde-
civil. finidamente—como se detiene luego el
SR. RAMASSO.—¿Y desaparecerá eso con historiador—a discernir las responsabili-
poner simplemente en una ley: «repre- dades de las cosas pasadas. Les pre-
sentación proporcional», señor diputado? ocupa más despejar el camino del por-
SR. RODÓ.—No se quedaría en el papel. venir; como el médico cuando se acerca
Pero supongamos que todo fuera una a la cabecera del enfermo, no se detiene
preocupación. El señor diputado sabe mucho tiempo a discutir con él, si ei
que hay que contar hasta con las preocu- mal procede de sus abandonos o de sus
paciones del pueblo. Aun cuando se exa- culpas: lo que le interesa ante todo es
gerara el valor de este elemento, puede combatir el mal y remediarlo.
contribuir en gran manera al ambiente Señor presidente: por las consideracio-
de prestigio nacional que se apetece para nes que he expuesto, y por otras que
la reforma, y eso es suficiente. aduciré, si me parece oportuno, en el
Si tendemos la mirada en derredor, fá- curso de la discusión, creo que esta Cá-
cil nos será persuadirnos de que reina mara hará obra de elevación patriótica,
una apatía profunda, con sus matices de consecuente espíritu liberal y de sabia
de duda y desconfianza, en lo relativo a oportunidad política, sancionando el pro^
la reforma constitucional. Sin incurrir en yecto de la Comisión en esta parte que
exageraciones pesimistas, puede asegu- consagra, para la elección de la Consti-
rarse de antemano que, a no mediar tuyente, el alto y noble principio de la
enérgicas reacciones, estimuladas en par- representación proporcional.
te por la manera como quede sanciona- He dicho. (Aplausos en la Cámara y
do este proyecto, la reforma, si se reali- en la barra,)

XVI

[SOBRE LA "EPOPEYA DE ARTIGAS"]

[SESIÓN DEL 16 DE ABRIL DE 1912] Vuestra Comisión no tiene observación


que hacer al proyecto de ley venido del
Comisión de Instrucción Pública, Honorable Senado, relativo a la autori-
tí. Cámara de Representantes: zación solicitada por él Poder Ejecutivo
1156 JOSÉ ENRIQUE RODO.,—OBRAS COMPLETAS

para entregar cinco mil pesos al doctor No creo del caso analizar prolijamente
don Juan Zorrilla de San Martín por su las opiniones del señor diputado Melián
notable obra La Epopeya de Artigas. Lafinur, en cuanto al carácter y méritos
Al aconsejaros, pues, su sanción cree de la obra. Lo que podría deducirse, en
un deber ineludible repetir con el Poder todo caso, de sus argumentos, es que el
Ejecutivo y con la Comisión informante doctor Zorrilla de San Martín se ha ex-
del Honorable Senado que la indicada cedido en su encargo, y en lugar de limi-
retribución no es más que una modesta tarse a hacer una monografía de aplica-
recompensa al autor de una obra de va- ción concreta para estudio o consulta de
lor absoluto, evidentemente superior. los artistas, ha hecho una obra de índo-
Sala de la Comisión, abril 15 de 1912. le más fundamental, que se levanta so-
JAIME FERRER OLÁIS.—JOSÉ ENRIQUE bre aquel objeto y que enriquece nota-
RODÓ.—UBALDO RAMÓN GUERRA.—ALBERTO blemente la literatura histórica del país.
ZORRILLA. Y aun encarada la obra del punto de
vista de su aplicación al uso de los ar-
Cámara de Senadores. tistas, me parece discutible que ella de-
La Honorable Cámara de Senadores, biera haberse concretado a una referen-
en sesión de hoy ha sancionado el si- cia somera de los hechos capitales de la
guiente : vida de Artigas y a un simple esbozo de
su carácter. Es sabido que el artista en
PROYECTO DE LEY general, y en este caso el escultor, tiene
que infundir en la obra que crea el
Artículo 1.° Autorízase al Poder Eje- alma del personaje a quien trata de re-
cutivo para entregar al doctor Zorrilla de producir; y siendo así me parece que
San Martín la cantidad de cinco mil pe- está lejos de ser inútil para el artista la
sos por la obra sobre Artigas que escri- lectura de una obra que le dé una no-
bió en cumplimiento del encargo que le ción completa de la personalidad del hé-
confiriera el Gobierno por decreto del roe y que lo identifique con él en cuanto
1° de mayo de 1907. al sentimiento que debe imprimir a su
Artículo 2.° La expresada suma se imagen estatuaría.
imputará a gastos generales. Pero, señor presidente, aparte de esto,
Artículo 3.° Comuniqúese, etc. yo creo que el Poder Legislativo está, si
Sala de Sesiones de la Honorable Cá- no en la obligación estricta, en la obliga-
mara de Senadores, en Montevideo, a 12 ción moral de acceder al pedido del Po-
de abril de 1912. der Ejecutivo, si se tiene en cuenta que
se trata de una obra encargada oficial-
Feliciano Viera, Presidente. mente, y cuyo pago se impone, por con-
Federico Min Aguüar, Secretario. siguiente, de una manera ineludible.
IComienza el debate; Rodó interviene Lo que puede quizá observarse y en
después de Melián Lafinur y Frugonf] este sentido coincido en opiniones con el
señor Melián Lafinur-—, lo que puede
SR. RODÓ.—A pesar de no ser miembro quizá observarse, repito, es que el Poder
informante en este asunto, me siento im- Ejecutivo, o debió dirigirse a la Asam-
pulsado a exponer, después de las obser- blea, pidiendo autorización para encar-
vaciones del señor diputado Melián La- gar la obra, o de lo contrario, si se con-
finur, las razones que ha tenido en cuen- sideró autorizado para encargarla por si
ta la Comisión de Instrucción Pública mismo, ha debido considerarse autoriza-
para informar favorablemente sobre el do también para abonarla por su propia
particular. cuenta, porque, no precediendo así se

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—LA BIBLIOTECA NACIONAL 1157

ha expuesto a que la Asamblea, ne- j recibido por ese concepto un solo cénti-
gándole autorización para pagar la obra, j mo de nadie,
lo deje en situación equívoca de quien i Estas consideraciones me parecen so-
encarga una cosa sin saber sí dispondrá j 'oradas, señor Presidente, para que la Cá-
de fondos con que pagarla. I mará no vacile en prestar su voto a la
En cuanto a los beneficios que el doc-
tor Zorrilla de San Martín haya recibido resolución aconsejada por la Comisión de
por su libro, me consta que son absolu- instrucción Pública.
tamente nulos. Ignoro las condiciones en Era lo que quería decir.
que el Poder Ejecutivo ha hecho editar [El debate continúa. Rodó interviene
el libro, pero repito que me consta que otras veces para pequeñas rectificaciones
el doctor Zorrilla de San Martín no ha hasta que se vota por la afirmativa,}

XVII

[SOBRE LA BIBLIOTECA NACIONAL]

[SESIÓN DEL 20 DE MAYO DE 1912] ble es, desde luego, una idea acertada:
pero debo manifestar que es insuficiente
[Se discute la moción del doctor Vá- si se considera que con ella sólo puede
rela Acevedo en el sentido de adjudicar levantarse la Biblioteca a la altura en
10.000 pesos a la Biblioteca Nacional para que debe estar.
la compra de libros. Hay quienes propo- La reorganización de la Biblioteca Na-
nen que se destinen sólo 6.000 pesos. La cional debe ser completa: debe empezar-
intervención de Rodó se refiere, asimis- se por dotarla de un personal suficiente
mo, a la situación general de la Biblio- e idóneo, siendo sabido que la competen-
teca..} cia bibliográfica es en todas partes del
SR. RODÓ.—A propósito de la moción mundo una aptitud especial que requiere
que ha presentado el doctor Várela estudios particulares.
Acevedo, debo manifestar que, en com- La Biblioteca Nacional en la actualidad
pañía de un distinguido miembro de esta no tiene un personal suficiente, ni bien
Cámara, proyectamos presentar en el ac- remunerado, ni especialmente preparado,
tual período, sí es posible, un proyecto ni organización adecuada, ni siquiera una
de reorganización de la Biblioteca Na- instalación propia.
cional. Todo eso es necesario remediarlo por
Lo que ha dicho el señor diputado Vá- medio de una ley especial.
rela Acevedo acerca del estado de esa Los fondos con que cuenta actualmen-
institución es completamente exacto: la te ía Biblioteca para la adquisición de li-
Biblioteca Nacional, como organismo de bros son de una inferioridad tal, que
cultura, no ha seguido el impulso de las hasta por decoro nacional vale más no
instituciones análogas del país, y está a decir en cuánto consisten. Baste obser-
nivel muy inferior al de ía cultura públi- var que cualquier particular amigo de
ca en general. leer, y que disponga de modestos recur-
(Apoyados.) sos, gasta más en ía compra de libros
Votar una partida que la habilite para mensualmente que la Biblioteca Nacio-
adquirir libros en la plTOpOTClGn des63," nal
1158 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Yo creo que la suma de 10.000 pesos Por eso yo voy a votar la moción del
anuales para que la Biblioteca Nacional señor Diputado Várela Acevedo, tal como
complete sus fondos bibliográficos no es él la ha. formulado, es decir, voy a votar
exagerada; sobre todo, dado el estado de que se le adjudiquen 10.000 pesos anua-
atraso en que se encuentra, y que obli- les para la compra de libros.
gará—por lo menos durante cierto tiem- Era lo que deseaba manifestar.
po—a gastos relativamente crecidos, para [Después de discutirse el punto, se vota
poder levantar la institución en ese sen- favorablemente la moción de adjudicar
tido a una situación decorosa. sólo 6.000 pesos,']

XVIII

[PENSIÓN A DOÑA
MARÍA STAGNERO DE MUNAR] tt>

[SESIÓN DEL 31 DE MAYO DE 1912] ble y desinteresada decisión que fueron


menester en cuantos cooperaron a empre-
Comisión de Instrucción Pública. sa tan generosa como combatida y difí-
Honorable Cámara de Representan- cil, adquiere singulares contornos tra-
tes: tándose de una mujer que supo desple-
El sentimiento público ha anticipado, gar, en temprana juventud, todas las
con muestras inequívocas, la justa reso- energías capaces de realzar la más be-
lución de ese asunto, y entre los firman- néfica de las vocaciones hasta convertir-
tes de las peticiones elevadas en tal sen- la en un verdadero apostolado. Almas de
tido a V. H. se cuentan muchos de los ese temple necesitaba a su lado el gran
propios miembros de la H. Cámara, lo reformador, y es seguro que ningún ho-
que nos excusa de largas consideraciones, menaje podía ser más grato a su memo-
que, después de lo manifestado en la ex- ria que el que indirectamente se le tribu-
posición de motivos del proyecto, no se- ta honrando a su benemérita colabora-
rían sino la superflua expresión de lo dora.
que todos saben y de lo que piensa y La superioridad de la inteligencia, la
siente la más conspicua sociedad del cultura vasta y escogida, el hermoso en-
país. tusiasmo intelectual, que permitieron a la
"Hace tiempo que el nombre de la se- señora de Munar levantar el nivel de las
ñora de Munar está consagrado por la tareas del maestro y llegar a ser persona
simpatía y el respeto de los que se in- de consejo para los más eminentes pro-
teresan en los progresos de la educación motores de nuestros adelantos pedagógi-
popular. Recogerá la historia ese nombre cos, no hubieran sido totalmente efica-
entre los más activos y abnegados cola- ces si no se hubiesen inflamado en ese
boradores de la obra gloriosa de José fuego de abnegación y de amor que no
Pedro Várela. La valentía moral, la no- siempre se une, como en este caso, a las
dotes naturales y adquiridas de la mente.
(1) [El Proyecto de ley establece una pensión La escuela regentada por la señora de
de 3.600 pesos anuales y el título de Directora Munar contribuyó en mucha parte al
Honoraria del Instituto Normal de señoritas. prestigio que sobre el nombre de nuestro
Fué aprobado.] país reflejaron ios inmediatos resulta-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—MONUMENTO A SAMUEL BLIXEN 1159

dos de la reforma escolar, Como lo re- promesas de entonces se han convertido


cuerdan los autores del Proyecto, Sar- en realidades. Las generaciones educadas
miento, de paso por Montevideo en 1889, bajo la inspiración de la reforma escolar
saludó en esa escuela la encarnación vi- participan en las funciones del gobierno,
viente y triunfal de la educación refor- contribuyen a dar impulso y carácter a
mada, que él representaba como apóstol, todas las actividades sociales, y tienen
y tuvo, al manifestar su admiración y su parte principal en la representación de
aplauso, palabras que serán siempre un nuestra cultura; y esas generaciones se-
timbre de honor para la eximia maestra rían bien ingratas e insensibles si no
que tal escuela había modelado. aprovecharan toda oportunidad de hon-
Quien escribe este informe presenció rar y recompensar, siquiera sea pobre-
en los días de su niñez una escena que mente, a los que consagraron a aquella
no olvidará nunca. Eran los exámenes de obra imperecedera todas las fuerzas de
la escuela de la señora de Munar; presi- la vida.
día la mesa Carlos María Ramírez. Un Vuestra Comisión no ha vacilado, pues,
auditorio entusiasta seguía con patriótico un momento en aconsejaros la sanción
júbilo aquel acto iluminado de las más del proyecto de ley sobre que informa, y
bellas esperanzas; y al final, el insigne abriga la esperanza de que él sea favore-
publicista se levantó para decir, con en- cido por el voto unánime de Vuestra
tonación y gesto de entusiasmo, a la Honorabilidad.
maestra, que le oía emocionada: «En el Sala de la Comisión, 27 de mavo áe,
porvenir, señalando a vuestras discípu- 1912.
las, podréis decir, como la Cornelia an- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.—JAIME FERRER
tigua: «Estas son mis joyas.» OLÁIS.—JOAQUÍN DE SALTERAIN.-—ALBERTO
Ha llegado ya ese porvenir en que las ZORRILLA.—FRANCISCO ALBERTO SCHINCA.

[MONUMENTO A SAMUEL BLIXEN]

[SESIÓN DEL 8 DE JUNIO DE 1912] . numento, determinarán el sitio y dim,en«


i siones del terreno.
PROYECTO DE LEY i Artículo 2° Comuniqúese, etc.
I Montevideo, 14 de junio de 1909.
El Senado y la Cámara de Represen- \ JOSÉ M. FERNANDEZ SALDAÑA, Represen-
tantes de la República Oriental del Uru- \ tante por Minas.—lo SÉ ENRIQUE Rond,
guay, etc. ! Representante por Montevideo.—loAQUÍN
DE SALTERÁIN, Representante por Monte-
DECRETAN video.
[En la Exposición de Motivos se evoca
Artículo 1.° En el Parque Urbano de con estas palabras la memoria de Sa-
Montevideo se tomará el área de terreno muel Blixen:]
necesaria para elevar el monumento del Se consigue de la misma manera facili-
escritor nacional Samuel Blixen. tar la tarea del grupo entusiasta que ha
Las autoridades municipales de la Ca- puesto el empeño de su juventud en hon-
pital, de acuerdo con el Comité del Mo- rar, con el concurso de todos, una memo»
1160 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ria popular y simpática, como es la de representa, a la ayuda que implica este


este escritor caracterizado por una tarea proyecto a ia obra del futuro monu-
intensamente civilizadora, y cuya acción mento.
sobre la literatura y el periodismo nacio- Está en el sentir de todos, por lo de-
nales es ocioso negar así sea por un más, que las cuatro líneas armónicas que
momento. han de hacer el pie de su medallón no
Un busto del doctor Samuel Blixen tie- estarían en ambiente dentro de las pare-
ne derecho a asentar en un pedazo de des abovedadas y frías de un cemen-
tierra del más popular y democrático de terio.
nuestros paseos públicos, aunque más no
sea porque fué un incansable apóstol del En un rincón amable del paseo popu-
arte y de la vida, un espíritu tolerante, lar que se designa, donde lo arrulle el
un cultor de la benevolencia, un ena- bullicio humano, es donde puede estar
morado del optimismo y de la alegría y donde debe estar el modesto monu-
en un medio pesimista más bien, y un mento rememorativo que se proyecta, el
cultivador entusiasta de rosas entre mu- cual, como el recuerdo a otro espíritu
chos cultivadores de abrojos. también plácido y humano, bien podría
Estos son los méritos de su obra mul- tener una taza de agua donde abrevaran
tiforme, dispersa en los diarios, en las los pájaros,
revistas y en las publicaciones de veinte Montevideo, 14 de junio de 1909.
años acá, que lo hacen acreedor, aunque
no sea sino por el ejemplo emulador que [Siguen las firmas.]

XX

[SOBRE LA REFORMA CONSTITUCIONAL] <D

[SESIÓN DEL 13 DE JUNIO DE 1912] fórmula flotaba en el ambiente y preva-


SR. RODÓ.—YO mismo he sido autor
lecía la idea de proceder a la reforma de
—y es oportuno recordarlo ahora—, de ; la Constitución por los procedimientos
un proyecto de reforma constitucional en i que actualmente están consagrados en
que se confiaba esta reforma a una Con- ella; es decir, por vía legislativa.
vención Constituyente cuya obra no esta- A ese propósito de proceder a la re-
ría sujeta a ratificación alguna. forma de la Constitución por los proce-
dimientos puramente legislativos opuse
Aprovecharé la oportunidad para dar yo mi fórmula de reforma por una Con-
la sencilla explicación de este hecho y j vención; lo que equivalía a oponer a una
demostrar que no hay inconsecuencia al- 1 fórmula de reforma inmediata otra de
guna entre el espíritu en que se inspiró reforma inmediata también, pero que en
aquella fórmula mía y los fundamentos 1
mi sentir ofrecía menores desventajas y
de lo que sostengo ahora. j peligros. Y digo que la reforma de la
En primer término, es necesario recor- ] Constitución por los procedimientos le-
dar que cuando yo presenté aquella gislativos actuales significaba entonces
(í) [Se publica el fragmento más importan- una reforma inmediata, porque es noto-
te de la intervención de Rodó en el arduo de- rio que aunque habían transcurrido tres
bate parlamentario.] años desde que la Asamblea Legislativa

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—REFORMA CONSTITUCIONAL 1161

declaró la conveniencia nacional de la ramentos» de gobierno esencialmente dis-


reforma, llenando el primer trámite tintos.
constitucional de la misma, en todo ese Aquélla era una administración de ac-
lapso de tiempo apenas la opinión pú- ción moderada, de ambiente sereno, de
blica se había interesado en la reforma, impulso equilibrado y rítmico en materia
no se habían propuesto al debate los de innovaciones y reformas; y éste es
puntos sobre que ella podía o debía con- un Gobierno de espíritu impetuoso, aven-
sistir, y dentro de este, mismo Cuerpo turado, audaz, de tendencias radicales y
Legislativo, si no se había abandonado violentas, diferencia que todavía puede
la idea, por lo menos se había apartado complementarse, en lo político, con la
de ella la atención. De manera que las notoria exacerbación de las oposiciones
reformas de fondo de la anterior Legis- y de las resistencias que esta situación
latura hubieran podido sancionarlas tam- suscita respecto de las que suscitaba la
bién en muy poco espacio de tiempo, y anterior, y la notoria exacerbación de
luego las reformas entrarían inmediata- las pasiones de partido, que hemos pre-
mente en vigencia. Sucedería así que en senciado desde entonces acá.
el espacio de un año, o poco más o me- SR. DÍAZ.—-Pero con dos revoluciones.
nos, las reformas habrían podido pasar SR. RODÓ.—ESO no hace mayormente
desde los primeros pasos de su inicia- al caso; aun con eso, subsiste la diferen-
tiva hasta su completa sanción y ejecu- cia, de modo que la interrupción no tie-
ción. ne importancia ninguna.
Frente a esa fórmula de reforma in- ¡ SR, DÍAZ.—Me parece que está equivo-
mediata, propuse yo mi fórmula de re- \ cado el señor Diputado, puesto que está
forma por una Convención: inmediata | hablando de la moderación de las pasio-
también, pero que ofrecía para mí, des- j nes políticas, y yo le he presentado dos
de luego, las ventajas enormes de susti- casos de estallido de revoluciones...
tuir al procedimiento legislativo, con su SR. RODÓ.—Es un hecho notorio que
carácter limitado y parcial, otro que ten- la oposición que suscitaba aquella Admi-
dría por órgano una Convención elegida nistración, en los tiempos en que pre-
por el sistema de representación propor- senté dicha fórmula, era menos encona»
cional, donde se reuniera ex profeso la ; da que la que suscita la actual en los
más selecta representación de las fuerzas ! presentes momentos, Ese es un hecho
cívicas del país; todo lo que significase que está al alcance de todos.
una fuerza moral, una suma de intereses SR. DÍAZ.—Yo le observo que no era
legítimos y de ideas, dándose entrada tan tranquila, puesto que daba lugar a
aun a aquellos elementos que ordinaria- dos revoluciones.
mente no participan de las actividades i

eficaces de la lucha electoral. SR. RODÓ.—Desde el punto de vista


político, la prueba manifiesta de que
Además, señor presidente—-y ésta es en las circunstancias en que se estaba
una diferencia importantísima para el entonces, las fuerzas independientes u
caso—las circunstancias políticas en que opositoras no hallaban motivo de alar-
yo propuse aquella fórmula se caracteri- marse, como se han alarmado ahora
zaban, en puntos esenciales, por condi- : ante la perspectiva de una reforma sin
ciones muy distintas de las que caracte- ratificación, como la que yo proyectaba,
rizan a esta actualidad. o con una ratificación insuficiente y va-
A pesar de la solidaridad política que na, como la que se proyecta ahora; la
las vincula, esas dos situaciones repre- prueba manifiesta de eso, está en el he-
sentan dos caracteres—o sí se me permi- cho notorio de que los nacionalistas de
te la expresión fisiológica—dos «tempe- la Cámara acompañaron entonces mi
1162 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

fórmula y la prestigiaron en el seno de no han de fracasar las reformas. Si res-


la Comisión. Y es que todo convergía a ponden a necesidades reales, si tienen
hacer que una reforma constitucional solido arraigo en la conciencia pública,
verificada en aquellas circunstancias, por no fracasarán las reformas porque se
órgano de una Convención Constituyen- las someta a prueba a fin de poner en
te, se habría orientado en un sentido de claro su grado de consistencia en la opi-
conciliación política que buscara dentro nión. Fracasarán las reformas si por na-
de la nueva Constitución los medios de turaleza son efímeras; si responden a
abrir un campo de equidad y de ampli- apasionamientos, a veleidades o a capri-
tud a la acción recíproca de los parti- chos de un día.
dos. Es indudable, señor presidente, que
Pero, aparte de estos motivos políti- el impulso que lleva la actual situación
cos, hay otros en la diferencia de carác- política tal como se caracteriza diaria-
ter de uno y otro gobierno, que son mente por actos, iniciativas y proyectos
muy de tenerse en cuenta para el caso. de todo orden, hace presumir, en bue-
Decía que aquél era un gobierno esen- na lógica, que su influencia dirigente en
cialmente moderado y sereno en mate- ía obra de la reforma constitucional se
ria de innovaciones y reformas, mien- manifieste en el mismo extremo sentido
tras que éste es un Gobierno de espíri- de innovación revolucionaria y violen-
tu esencialmente impetuoso y audaz. ta. Y éste es el hecho que yo deseaba
Ahora bien: es indudable, en general, señalar a la atención de la Honorable
que las circunstancias en que el espí- Cámara para que ella lo relacionase con
ritu de innovación y de reforma se ma- las condiciones que la sabiduría políti-
nifiesta más incontenido y vehemente ca y el sentimiento de sus propias res-
son aquellas que tienen doble oportuni- ponsabilidades le imponen cuando se
dad, doble sentido, las garantías que, trata de determinar la forma, en que
amparándose del tiempo, depurador su- ha de realizarse la ratificación de la
premo de las cosas, sometan a ratifi- reforma constitucional.
caciones reales, eficaces, las reformas No digo esto con el espíritu ni con
concebidas bajo la inspiración del en- los propósitos de un conservador. No
tusiasmo, valor psicológico poco conci- ¡ lo soy, no creo serlo; y además he vi-
liable con la reflexión. vido lo bastante para no pagarme de-
Para desconocerlo, sería necesario des- masiado de denominaciones y palabras.
conocer que esas garantías que la cien- Para quienquiera que se detenga a ana-
cia y la experiencia política indican para lizar el significado real de las palabras,
sujetar a cierto ritmo las reformas y el. calificativo de reformista, de progre-
las innovaciones, no son nunca necesa- sista, de liberal, como el calificativo de
rias, no son nunca oportunas; y esto no conservador, son términos esencialmen-
podría sostenerlo nadie, ni aun del pun- te relativos que no encierran significado
to de vista del más radical liberalismo, alguno si no se les refiere a cierto tipo
a menos que se considerara parte de de comparación y a cierta realidad po-
la doctrina liberal el entender que la lítica y social. Los más radicales refor-
precipitación, la irreflexión, la falibili- mistas pueden resultar conservadores
dad de la naturaleza humana, apasiona- si se les compara; y los más empecina-
da e impaciente, no son nunca peligros dos conservadores pueden resultar re-
contra los que haya que prevenirse en formistas si se les somete a cierta nu-
la marcha ordenada de las sociedades. lidad de medida o si se les pasa de un
Por cierta dilación de tiempo en los medio a otro medio. El Gobierno actual,
trámites de la revisión constitucional, que para una gran parte del país—in-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT,—REFORMA CONSTITUCIONAL 1163

cluyendo en ella a muchísimos elemen- tuciones o las leyes. Se puede pedir que
tos liberales—es un gobierno de un ex- la sociedad apresure su movimiento de
tremo radicalismo, resulta un gobierno adelanto, pero no se puede pedir que
moderado, puesto que es esencialmente, deje de graduar ese movimiento. Se pue-
todavía, un gobierno burgués, si se les de pedir que el barco marche a 20 nudos
juzga del punto de vista de las ideas por hora, a 30 nudos por hora, a 40
que con tanto brillo representa en esta nudos por hora, pero no se puede pedir
Cámara el señor diputado Frugoni, y que falten en el mecanismo del barco los
este mismo elocuente compañero nues- resortes propíos para fijar un máximun
tro, que a nuestro lado, en el seno de de la velocidad. Supongamos que todos
la Cámara, es el defensor avanzadísi- fuéramos radicales-liberales en la más
mo de ideas revolucionarias, resulta, limitada extensión imaginable: no por
no diré un conservador, pero sí un inno- eso podríamos desconocer, en principio,
vador moderado, si se le mira desde las la necesidad de un resorte conservador
posiciones que ocupan los anarquistas de I en el mecanismo permanente de las íns-
la calle Río Negro, cuya bandera es la ! títuciones sociales. Supongamos que la
absoluta y total destrucción, y para ! tendencia a la innovación y ía reforma
quienes el socialismo no es más que la i que hoy prevalece en las alturas del go-
última transformación de esa tiranía del | bierno sea originariamente buena, sea
Estado que es necesario segar en sus | oportuna, esté bien orientada: no por
raíces para asegurar la dicha y la rege- ! eso se debe renunciar a las precaucío-
neración de la humanidad. | nes conducentes a mantenerla en cier-
Se deduce de esto que digo, señor pre- ! lo límite o a sujetarla a cierto contra-
sidente, que, fuera de las posiciones ab- j lor, porque los movimientos buenos en
solutamente extremas, nadie tiene dere- sí no están exentos de la posibilidad
cho a considerarse otra cosa que un hom- de extremarse y desbordarse, porque es
bre de ideas intermedias, ya fije su posi- humano el errar, y porque las socieda-
ción un grado más acá o un grado más des humanas no tienen por qué entre-
allá. Sólo en los extremos de ía cadena garse como campos indefensos de expe-
es posible encontrar alguien que no ten- rimentación a la voluntad ilimitada de
ga nadie a su derecha o no tenga nadie los innovadores sea generosa y sea
a su izquierda. buena.
Y se deduce también de esto que digo, No soy de los que creen, señor pre-
que, fuera de las posiciones absoluta- sidente, que la tendencia a asimilar e
mente extremas—de un lado ía disolu- imitar todo lo nuevo—que es la pasión
ción social y la bomba de dinamita, y de esta actualidad—sea en sí misma una
de otro lado la intolerancia inquisitorial garantía de acierto, ni siquiera de pro-
y la monarquía absoluta por derecho greso real y efectivo. Es más: conside-
divino—fuera de esas posiciones absolu- ro que es una tendencia que no tiene
tamente extremas, que, en nuestro me- j sentido ni bueno ni malo, sino apreciada
dio, son puras abstracciones, no hay na- i en cada una de sus manifestaciones par-
die a quien sus ideas le autoricen a ¡ ticulares. Tan irracional como la pasión
desconocer, en principio, la necesidad de lo viejo que considera buenas las
de mantener cierta proporción, cierto cosas sólo porque tiene a su favor los
equilibrio entre la fuerza de innovación prestigios de la novedad. Esa concep-
y la fuerza de conservación de adaptar ción del progreso humano, en línea rec-
a esa necesidad los procedimientos que ta y a paso acelerado, de modo que lo
se usen y las formas que se empleen que se piensa y se propone hoy sobre
cuando se trate de modificar las insti- determinado punto sea forzosamente su-
1164 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

perior a lo que se propuso o se pensó muy lejos de ser una garantía de acier-
hace medio siglo, es falsa para quien- to ni de progreso real. Creo que per-
quiera que se levante un palmo sobre la manece siendo cierta aquella afirma-
interpretación vulgar de estas cosas. I ción de Macaulay según la cual todas
Cada época, cada sociedad, tiene sus su- las colectividades políticas, todas las
persticiones políticas y sociales, sus «ído- fuerzas organizadas de opinión, donde-
los del Foro», como decía el gran pen- i quiera que se las busque, pueden re-
sador inglés; y la superstición de lo ducirse, en definitiva, a dos caracte-
nuevo es en nuestros días una idola- res: o liberales o conservadores, o par-
tría sofística, más generalizada quizás tidarias de la fuerza que impulsa ha-
que la superstición de lo antiguo. La cia adelante, o partidarias de la fuer-
garantía de la verdad no está ni en la za de estabilidad y de inercia. Pero,
pasión de lo nuevo ni en la pasión de como no existe en P1 mundo la socie-
lo viejo. La garantía posible de la ver- dad abstracta y uniforme, sino un con-
dad y también del mejoramiento posi- junto complejísimo de sociedades dife-
tivo de las sociedades y de los hombres; rentes, con sus necesidades propias, con
la garantía de esa libertad interior, fuen- sus condiciones peculiares, la tenden-
te y origen de todas las libertades rea- cia del adelanto, como la tendencia a
les y efectivas, es la independencia del la conservación, no pueden tener igual
criterio individual, que se aplica sin per- sentido en todas partes, sino que ten-
juicio a cada reforma en particular, a drán en cada sociedad y en cada épo-
cada idea concreta, a cada iniciativa de- ca el sentido determinado por las pe-
terminada, y las examina con soberana | culiares condiciones de esa sociedad y
libertad, y las acepta si las considera | de esa época. No se es progresista pol-
buenas aunque tengan siglos de uso, y la inconsulta adaptación de fórmulas
las rechaza sí las juzga malas, aunque abstractas o de ejemplos extraños, sino
coincidan con las ideas, o los sueños, o por la profunda comprensión de las
los caprichos de los últimos innovado- necesidades del medio en que se ac-
res. {Aplausos de la barra.) túa. Se explica así que un radical o un
SR. PRESIDENTE.—4 la barra le está : jacobino a la europea pueda resultar
prohibida toda manifestación, dentro del ambiente de alguno de estos
SR. RODÓ.—ES esa independencia del pueblos un retardatario, es decir, un
criterio individual, y no la pasión de lo espíritu que obstaculice y retarde la
nuevo, la que ha salvado los fueros de evolución en determinado sentido en
la razón humana en todas las crisis que aquí se la necesite.
de la historia, y es esa independencia Pero aun dejando esto de lado; aun
del criterio individual la que nos im- suponiendo que la tendencia de inno-
pedirá siempre enrolarnos en ningún vación que hoy prevalece sea totalmen-
propósito sistemático, en ningún dogma- te oportuna y esté adaptada al ambien-
tismo, viejo ni nuevo, y la que nos hará te, aun así, los que amen el progreso
aplicar el mismo rigor de análisis y la real y seguro, no deben olvidar jamás,
misma autonomía de criterio cuando se cuando se trate de la obra constitucio-
trate de analizar las fórmulas que salgan nal, que los movimientos de reforma
de los congresos de los teólogos. (¡Muy en los que se prescinde del concurso
bien!) del tiempo y de las garantías de una
Además, señor presidente, cuando la reflexión serena encierran un gravísimo
tendencia a innovar se orienta, como peligro del punto de vista del interés li-
actualmente entre nosotros, por asimi- beral; y ese peligro consiste en que, des-
lación e imitación de lo extraño, está pués de estos movimientos forzados,

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD 1165

suelen venir las reacciones igualmente que son inconvenientes, el mal es de


violentas, que no se detienen en el pun- más fácil remedio, porque esas leyes
to de equilibrio, sino que pasan más pueden ser derogadas por otras con la
allá, y llegan a anular y a destruir aque- misma facilidad con que se han dicta-
lla misma parte que de conveniente y de do; pero cuando se trata de la Consti-
oportuno encerraban las iniciativas de tución de un país, la contingencia de
reforma. una reforma extraviada e inconsulta
Toda la historia no es más que una comporta un gravísimo peligro, porque
continua confirmación de esta verdad; las reformas constitucionales no pueden
toda ella converge a demostrar la eter- concederse sino a largos plazos—a me-
na oportunidad de aquel aforismo según nos de educar al pueblo en el hábito per-
el cual el tiempo no respeta sino lo que nicioso de una instabilidad de que han
se ha hecho contando con él. dado triste ejemplo otros países de
Esto es, sobre todo, cierto, cuando América—y porque, además, es de pre-
se innova en paz y por vía de evolu- sumirse que cuando se planean ios pro-
ción. Ahora, cuando el procedimiento cedimientos definitivos de reforma se
es revolucionario, cuando las sociedades tengan en cuenta los medios de evitar
humanas se estremecen por efecto de esa excesiva facilidad y rapidez de las
una de esas convulsiones profundas que reformas sucesivas de manera que si
las remueven hasta las raíces entre rau- desde ahora no se tienen en cuenta
dales de sangre y montones de ruinas, esos medios, puede llegarse a una situa-
entonces la innovación súbita y violen- ción en la cual una reforma que resulte
ta es más factible, porque es sabido impracticable, funesta, forzada, inma-
que el fuego de las revoluciones co- dura, no tenga otra salida legal o cons-
munica a la sustancia social cierta plas- I titucional que una espera, insoportable
ticidad que la hace retener todo lo que l o imposible, de unos cuantos años,
se ha arrojado en ella en esos momen- I Contra todos esos peligros, nosotros
tos, como sucede con los metales que i proponemos la dilación de tiempo ne-
se funden al calor de la fragua. Pero I cesaría para abrir paso a una renova-
cuando el procedimiento es evolutivo, j cíón, siquiera parcial y relativa, de las
no puede menos de contarse con el ¡ influencias políticas dirigentes, y para
tiempo. 1
que las reformas concretas que la Con-
Cuando se trata de leyes ordinarias I vención sancionará puedan ser madura-
1
precipitadamente sancionadas y que la mente examinadas por la conciencia pú-
realidad ha desautorizado demostrando blica.

XXI

[EL AUMENTO DE SUELDO


A LOS PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD]

[SESIÓN DEL 1.° DE JULIO DE 1913] dráticos de la Universidad que mani-


fiesten méritos excepcionales está ins-
Honorable Cámara de Representantes: pirado en mía idea de justicia y tien-
El proyecto del Poder Ejecutivo sobre de eficazmente al fomento de la cul-
remuneración progresiva de los cate- tura nacional.
1166 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

El motivo determinante de la infe- le es dado consagrar a ello la mejor


rioridad de nuestra capacidad produc- parte de su atención y de su tiempo.
tora, en materia científica, no es tan- Las excepciones que a este respecto
to la falta de energías y aptitudes para puedan señalarse confirman el sentido de
la producción, puesto que, guardando la observación, porque permiten inferir
la proporción natural, ellas existen vir- cuál hubiera podido ser, en cantidad e
tualmente como en los centros de más intensidad, la obra de aquellos mismos
alta cultura, sino la pobreza de los es- que, en tan precarias condiciones, han
tímulos que el ambiente ofrece a la llegado a producir y mantener vivo el fe-
perseverancia en las actividades de ese cundo entusiasmo de la vocación.
orden, por mucho que ellas respondan No es sólo el interés de la enseñanza
a una vehemente vocación personal. universitaria el que exige que se pro-
Lo demuestra así la notoria despro- penda a hacer del profesorado una ca-
porción entre las aptitudes que se reve- rrera estable y remuneradora. Es el in-
lan y llegan a manifestarse como pro- terés general de nuestra cultura, que
mesas y esperanzas, y las que alcanzan debe aprestarse ya para una época en
a la madurez y dan la plena medida que la investigación y la producción
de sus fuerzas en obras definitivas. Pa- científica asuman el carácter autonó-
sados los entusiasmos de la iniciación mico y perseverante que sólo puede dar-
y el fácil idealismo de la juventud, las se cuando la vocación de los estudiosos
exigencias ineludibles de la vida impo- no se ve obligada a desviarse en el sen-
nen, casi fatalmente, una desviación de tido del trabajo puramente utilitario.
las energías del espíritu hacia fines de Aceptando, pues, el proyecto sancio-
utilidad inmediata, que excluyen la po- nado por el Honorable Senado, lo he-
sibilidad de realizar obra duradera. mos hecho objeto, sin embargo, de una
En los centros donde el profesorado ampliación y una modificación de de-
es una carrera promisora, la vocación talle, que pasamos a fundar.
del hombre de ciencia puede prevalecer Consiste la primera en extender los
sin gran esfuerzo sobre los incentivos beneficios de la ley al profesorado de
de la fortuna y del éxito material, por- la Academia General Militar y de las
que si la perseverancia en sus tareas Facultades de Agronomía y Veterinaria,
no le brinda con estos halagos de egoís- considerando que la importancia de los
mo, le asegura, por lo menos, la inde- estudios propios de cada una de esas
pendencia y el decoro de la vida. En Instituciones de educación las hace a
nuestro medio, el profesorado no ofrece justo título acreedoras a participar de
siquiera esas mínimas compensaciones aquellos beneficios, como medio de es-
y suele ser una forma de actividad pu- timular sus progresos y de recompen-
ramente provisional que se abandona ' sar el esfuerzo de profesores no menos
por otras más lucrativas, o que se com- dignos de atención que los favorecidos
parte con éstas, sin mayor interés y en el proyecto original. Por lo que se
estímulo. Esto es tanto más cierto cuan- refiere a la Academia Militar, ha pesado
do se trata de aquellas ramas de la cien- también en nuestro ánimo la considera-
cia que no se relacionan de manera di- ción del interés nacional, que se asocia
recta y necesaria con alguna aplicación a todo lo que importe levantar el ni-
de utilidad que dé lugar a una actividad vel intelectual y la cultura de los que
profesional. Entonces, el profesor no re- se consagran a la carrera de las armas.
nueva su especialización, o no lo hace, La modificación del artículo 3.°, en
por lo menos, de la manera asidua y el sentido del artículo sustitutivo de
suficiente que sólo es posible cuando nuestro proyecto, responde a una ra-

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—PROFESORES DE LA UNIVERSIDAD 1167

zón de equidad. Si los profesores que seriedad, escriba obras originales o de


nunca hayan optado a los beneficios de carácter didáctico, en este último caso
la ley están libres de la contingencia de mérito excepcional y especialísimo,
de que sus cátedras sean sacadas a con- sobre temas de la asignatura correspon-
curso, no se justificaría que los que diente a la cátedra que desempeña, o
han empezado a ponerse dentro del al- que tengan con ella alguna conexión,
cance de tales beneficios y luego han gozará, en lo sucesivo, d.e un sueldo de
interrumpido sus trabajos sean penados doscientos pesos mensuales.
en aquella forma, pues siempre repre- Transcurridos tres años más en las
sentará una superioridad esa labor in- mismas condiciones del inciso anterior,
terrumpida, si se la compara con la si- la remuneración se elevará a trescien-
tuación de los que nunca han manifes- tos pesos.
tado el propósito de trabajar fuera de Vencido luego otro período de tres
las condiciones ordinarias de la cátedra. años en las mismas condiciones, la re-
Creemos que, como incentivo para per- muneración se elevará a cuatrocientos
severar en la labor, bastaría "que, según pesos mensuales para el resto de la ca-
lo establece nuestro artículo, el catedrá- rrera.
tico premiado perdiese la opción al au- Artículo 3.° Si un profesor, después
mento del sueldo y volviese a gozar úni- de haber empezado a gozar de los bene-
camente del sueldo común, desde que ficios que acuerda esta ley, dejara trans-
dejara de proseguir los trabajos por currir cinco años sin emprender y rea-
que ha sido recompensado. lizar, en cuanto de él dependa, trabajos
Es cuanto creemos deber informar de aquellos a que se refiere el artículo
a V. H. anterior, volverá a percibir únicamente
Sala de la Comisión, 22 de octubre el sueldo común señalado a los cate-
de 1912. dráticos.
JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Artículo 4.° Serán sacadas a concur-
so, a los cinco años, las cátedras que
se provean con posterioridad a la pro-
PROYECTO DE LEY mulgación de esta ley, si los profesores
que las desempeñan rio han hecho mé-
Artículo 1.° Los sueldos de los profe- ritos suficientes para conservarlas.
sores de Enseñanza Preparatoria y de La declaración de que existen esos
las Facultades de Derecho, Medicina, méritos será hecha por el Consejo res-
Matemáticas, Agronomía y Veterinaria, pectivo por dos tercios de votos.
de la Universidad Mayor de la República, I En caso de no hacerse esta declara-
así como también los de la Academia \ ción, la cátedra será sacada a concur-
General Militar, serán regulados de ! so. pudiendo presentarse a éste el mis-
acuerdo con las disposiciones de la pre- mo profesor.
sente ley. Artículo 5.° El profesor que con an-
Artículo 2.a El profesor que desem- terioridad a esta ley haya realizado tra-
peñe en forma irreprochable su cátedra bajos de los comprendidos en el artículo
por el término de cuatro años, a contar 2.°, tendrá derecho a que se le otorguen
desde la promulgación de esta ley, y rea- desde luego los beneficios a que alude
lice a la vez, dentro de ese plazo, traba- esa disposición.
jos originales, descubrimientos, investi- Para optar a ese beneficio el íntere-
gaciones con éxito, o por lo menos con j sado deberá reclamarlo dentro del tér-
plena seriedad científica, trabajos es- mino perentorio de tres meses, en soli-
peculativos de suficiente importancia y -• citud escrita y firmada, en la cual se
1168 JOSÉ ENRIQUE RODO. —OBRAS COMPLETAS

enunciarán los trabajos ejecutados, que blezca si el profesor se halla en las con-
hayan de justificar la petición. diciones exigidas por esta ley para go-
Los reclamos que se hubieran presen- zar de sus beneficios será dictada suce-
tado dentro del plazo establecido en este sivamente por dos tercios de votos, y
artículo serán examinados por el Conse- por el Consejo Central, por su mayoría
jo respectivo, el cual se pronunciará so- absoluta de votos.
bre los que considere que se hallan en Si ambas corporaciones estuviesen de
las condiciones exigidas por esta ley. acuerdo, la decisión favorable o desfavo-
rable causará estado. En caso contrario,
Podrá también ser considerada por el resolverá el Poder Ejecutivo.
Consejo de Sección o de Facultad la pro- Los Consejos antes de resolver podrán
puesta que formulen tres de sus miem- asesorarse de Comisiones o personas aje-
bros en él sentido de premiar los traba- nas a la Corporación a que pertene-
jos de un profesor. cen.
Artículo 6.° Los trabajos que el pro- Artículo 8.° El Poder Ejecutivo regla-
fesor haya hecho en el ejercicio de cual- mentará la presente ley.
quier profesión ajena a su profesorado Artículo 9° Comuniqúese, etc.
no podrán invocarse, sea cual fuese su Sala de la Comisión, en Montevideo,
valor científico, para optar a los benefi- a 22 de octubre de 1912.
cios de esta ley.
Artículo 7.° La resolución que esta- JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

XXII

[HOMENAJE A JOSÉ PEDRO RAMÍREZ]

[SESIÓN DEL 12 DE JULIO DE 1913] Artículo 3.° Acuérdase a la viuda del


extinto, señora María Muñoz de Ramírez,
una pensión vitalicia e inembargable de
PROYECTO DE LEY dos mil cuatrocientos pesos anuales.
Artículo 4,° Comuniqúese, etc.
El Senado y Cámara de Representan- Montevideo, 22 de julio de 1913.
tes de la República Oriental del Uruguay,
reunidos en Asamblea General, etc., GREGORIO L. RODRÍGUEZ, Representante
por Montevideo.--Luis MELIÁN LAFINUR,
Representante por Artigas, — JOAQUÍN DE
DECRETAN SALTERÁIN, Representante por Treinta y
Tres.—JOSÉ ENRIQUE RODÓ, Representante
Artículo 1.° El Poder Ejecutivo rendi- por Montevideo.—JULIO MURÓ (hijo), Re-
rá honores de Ministro de Estado a los presentante por Paysandü.
restos del eminente ciudadano doctor
don José Pedro Ramírez, cuyos despojos A la Comisión de Legislación.
serán velados en el recinto del Cuerpo
Legislativo. SR. RODÓ.—Se ha dado cuenta de un
Artículo 2.° Las exequias serán cos- proyecto entre cuyos firmantes tengo el
teadas por el Tesoro nacional. honor de contarme, que decreta honores

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OBRA POSTUMA.—12: DISCURSOS PARLAMENT.—SOBRE JOSÉ PEDRO RAMÍREZ 1169

a la memoria del esclarecido ciudadano rasgos distintivos de su carácter. En la


doctor don José Pedro Ramírez. esfera de las relaciones sociales, su cora-
Difícilmente la conciencia nacional po- zón magnánimo, su desinterés inagotable,
drá haberse estremecido con un senti- su inmunidad respecto de todo egoísmo,
miento de dolor tan profundo como el dejarán imperecederos recuerdos y ro-
que ocasiona la desaparición del gran dearán su noble figura de una aureola
ciudadano. de eterna simpatía. Y en la esfera de los
Mal podría yo levantar aquí mi voz a afectos cívicos, esa delicadeza de su co-
la altura de una personalidad que desde razón se concentraba toda entera en el
muchos años antes de desaparecer había sentimiento de la patria, apasionado,
ganado ya posición encumbrada entre profundo, profesado con toda la devo-
nuestras figuras históricas. Talentos y ción de un culto religioso y con toda la
virtudes armonizaban en José Pedro Ra- ternura de un afecto doméstico; en el
mírez formando un conjunto incompa- sentimiento de la patria, profesado con
rable. toda aquella ingenuidad y con aquel can-
Desaparece, con él, el último sobre- dor con que lo profesaban los hombres
viviente de una gloriosa sucesión de pu- de los tiempos viejos, cuando todavía no
blicistas y tribunos formados en la es- ¿e habían hincado las garras de la críti-
cuela de la Libertad y que la propaga- ca a esos conceptos venerandos de Pa-
ron y defendieron en los tiempos más tria y de nacionalidad. (¡Muy bien!)
duros de nuestra historia. Y es ese sentimiento de la patria, cer-
Aquella escuela de publicistas ilustres tera o equivocadamente encaminado, pe-
que empieza con Florencio Várela dentro ro siempre ardiente o siempre sincero,
de los muros de Montevideo; que tiene el que dominó e inspiraba la vida públi-
después su más alta representación en ca de José Pedro Ramírez.
Juan Carlos Gómez, y que recibió sus Menos afortunados que otros de los
inspiraciones y sus alientos de la tradi- conductores de su generación, no alcanzó
ción inmortal de la Defensa de los nueve nunca de modo estable y duradero aque-
años, se continuó más tarde con Julio llas posiciones encumbradas que coronan
Herrera y Obes, con Fermín Ferreira y triunfalmerite una vida política; pero en
Artigas, con José Pedro Ramírez, que cambio, ninguno de los hombres de su
fué en su tiempo el más eficaz y el más tiempo llegó al fin de la vida rodeado
vehemente; el que supo imprimir a su por los halagos de una popularidad más
palabra un poder más irresistible de sim- consecuente, más extendida y más in-
patía y de sugestión. tensa.
Como la palabra escrita, dominaba la Para juzgar cualquiera de los actos de
palabra hablada, Su elocuencia apasiona- su vida pública, difícilmente se haría la
da y robusta, resonando bajo las bóve- uniformidad entre todos sus conciudada-
das de este recinto en la memorable Le- nos. Habrá quienes quieran hacer salve-
gislatura de 1873, o en las asambleas po- dades fundamentales en cuanto a la ve-
pulares, tenía aquella espontaneidad y hemente propaganda de los años de su
a
quel imperio que no se adquieren del juventud; habrá quienes le reprochen su
arte, sino que nacen naturalmente de una actuación dirigente en la formación del
sensibilidad privilegiada. Era la suya la Partido Constitucional, que desvinculó de
elocuencia del corazón. los partidos tradicionales a elementos di-
Pero sobre sus prestigios de publicista rigentes en los momentos en que ellos
y de orador descollaban todavía los tim- más necesitaban de dirección; habrá
bes de su grandeza moral. quienes no concedan su asentimiento al
La generosidad y la bondad eran los histórico paso de la Conciliación de 1886,
1170 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Pero, por encima de tales diferencias, to- tos de partido en las luchas de la ju-
dos o casi todos se confundirán en el ventud.
reconocimiento de aquel gran patriotis- Figura representativa de una genera-
mo, de aquella gran abnegación y de ción batalladora, José Pedro Ramírez la
aquella gran sinceridad. personificó lo mismo en sus cualidades
Porque para fundamento de su gloria que en sus defectos. Y si sus cualidades
basta recordar el magisterio cívico que fueron eminentes, los defectos fueron de
ejerció sobre dos generaciones: aquel aquellos que no envuelven jamás ni in-
prestigio avasallador con que actuó en tención dañada, ni sórdidos intereses,
nuestra vida política desde los días que (¡Muy bien!)
precedieron al encumbramiento del Par- Como para todo espíritu verdadera-
tido Colorado, en. el cual fué agente efi- mente superior, el tiempo había sido
caz como autor de la histórica proclama para él una gran escuela, y todos lo he-
del general Flores, hasta la memorable mos conocido en su noble ancianidad,
proscripción de 1875; la intervención re- pacificadas sus pasiones, equilibrado su
iterada que tuvo para la pacificación de espíritu, dueño de una serenidad supe-
la República en angustiosas crisis, la de- rior que le hacía recibir hasta los agra-
cisión con que concurrió a alistarse como vios de que era objeto con una perfecta
soldado de fila en las protestas armadas igualdad de ánimo, igualdad, de ánimo en
contra dominaciones oprobiosas, y las la que se mezclaba la filosofía de su
eminentes dotes intelectuales acreditadas vasta experiencia del mundo y la bondad
en el periodismo, en ia tribuna y en el inagotable de su generoso corazón. (¡Muy
foro, que en otro ambiente y en otras bien!)
condiciones de vida, se hubieran conden- Preguntar si en su acción o en su con-
sado en obra duradera y que reflejaría sejo hubo errores sería en estos momen-
aún mayor honor para el país. tos inconcebible pequenez. Sólo no ye-
Nunca fui su correligionario; cuando rran nunca los que nada hacen. (¡Muy
yo hice mis primeras armas en la vida bien!)
pública, ya él se había desvinculado de Sólo no yerran nunca aquellos que pa-
la tradición política a que pertenezco san por la vida abroquelados en su egoís-
desde los albores de mi vida; pero en mo, sin merecer castigo ni premio, como
una esfera superior me reconocía su co- aquellas almas nulas que el Dante dejaba
rreligionario no sólo en cuanto a la co- encontrarse a las puertas de su Infierno
munidad de los principios, sino también porque no tenían ni méritos para subir
porque quizás sin darse él mismo cabal a la gloria ni siquiera culpas para pe-
cuenta de ello continuaba siendo en el netrar en las regiones del eterno dolor,
fondo de su espíritu un entusiasta y un (¡Muy bien!) (Aplausos en la barra.)
creyente del culto cívico de los días de El presidente observa a la,barra.
su iniciación juvenil. Era, como lo he SR. RODÓ.—Al sembrador, al hombre
dicho antes, un espíritu modelado en la que trabaja en contacto con la tierra,
tradición de la Defensa de Montevideo. nadie le ha exigido nunca la vestidura
Lo era por su sentimiento de la libertad, inmaculada del ocioso, del sibarita, por-
lo era por su veneración profunda que que todos saben que si el barro salpica
lo vinculó siempre a aquellas figuras y a alguna vez sobre su vestidura, es porque
aquellos ejemplos inmortales de don Joa- en ese barro ha estado arrojando a ma-
quín Suárez, de Melchor Pacheco y Obes, nos llenas la simiente que han de aprove-
de Francisco Tajes, y lo era hasta por char los demás. (¡Muy bien!)
la tendencia generosa y amplia, culta y Y porque José Pedro Ramírez no fue
civilista, que imprimía a sus sentimien- nunca hombre de odios, sino de fraterní-

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OBRA POSTUMA.—-12: DISCURSOS PARLAMENT.—-SOBRE JOSÉ PEDRO RAMÍREZ 1171

dad y de amplitud, y porque José Pedro justo y tan hondo. Desaparece un hom-
Ramírez no fué nunca hombre de perse- bre superior, que fué al mismo tiempo,
cución, sino de benevolencia, hay en el y en el más alto grado, un hombre bue-
sentimiento de dolor que provoca su no: desaparece un jirón viviente de la
muerte una nota más suave, más pro- tradición nacional; desaparece la última
funda que las manifestaciones ruidosas reliquia de una generación gloriosa; des-
de la glorificación y de la apoteosis; y aparece el centro de inagotables recuer-
esa nota que es el dolor sincero que bro- dos vinculados a la política, intelectual,
ta de las entrañas de una sociedad, iden- social del país, en medio siglo de agitada
tificando a todos, sin diferencias de par- historia; recuerdos que harán que esa
tido, de genio ni de condición social, figura que se va, y que todos nos había-
como si se realizase así, por un momen- mos acostumbrado a mirar desde la ni-
to, aquella confraternidad patriótica que ñez como un rasgo inseparable de la
fué el gran sueño de su vida. fisonomía de la Patria, perdure en la
Frente a esta tumba que se abre, no memoria de los orientales como una de
se concibe el odio, ni siquiera la reserva las más nobles, como una de las más
indiferente: se conciben sólo las natura- grandes personificaciones del civismo na-
les diferencias de grado en el respeto, en cional.
la consideración y en el afecto que su He dicho. (¡Muy bien!) (Aplausos en
pueblo, unánimemente, tributa en postu- la Cámara y en la barra.)
mo homenaje.
El sentimiento público no volverá a [En la sesión siguiente el Proyecto de
resonar en mucho tiempo con dolor tan ley fué votado por la negativa.}

FIN DE LOS
«DISCURSOS PARLAMENTARIOS»
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13

ESCRITOS
MISCELÁNEOS
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ESCRITOS MISCELÁNEOS

PROLOGO
T^ÁJO este título se recogen aquí unita- Artigas, de Eduajdo Acevedo. Por esta
>'')) ñámente, por vez primera, los ar- u otra razón, sólo dejó apuntes o indi-
tículos, las cartas, ¡os discursos, las cios en sus escritos de lo que hubiera
improvisaciones, ¡os resúmenes de dis- podido ser un Artigas suyo. De esos es-
cursos, las frases para álbumes, cuanto critos artiguistas se recogen aquí cuatro.
escrito suyo no encontró cabida en algu- Tres de ellos (La batalla de Las Piedras,
na, de las unidades precedentes ni encon- El monumento de Artigas, La. bandera
trará en las subsiguientes. Su valor es inspirada) son meros esbozos de cir-
desigual como su naturaleza. Algunas pá cunstancias. Donde se descubre nítida-
ginas fueron escritas para el instante, mente su visión de Artigas es en una
para satisfacer una consulta, para expre- página de 1915: La grandeza de Artigas.
sar un punto de vista; otras fueron crea- Alzándose sobre las circunstancias que
das para siempre. podrían haber limitado su pensamiento,
Aparecen aquí mezcladas sin enojosas apunta allí con penetración la condición
distinciones y sometidas al imperio de la única de la. faena artiguista, su origina-
cronología tal como Rodó las fué dando lidad americana, su proporción heroica,
« conocer. Unas y otras valen hoy por No se recogen aquí todos los escritos
Wña circunstancia que cuando fueron misceláneos. Muchos han sido desecha-
compuestas no pesaba: la de dar testi- dos por demasiado indiferentes; otros,
monio de la actividad intelectual de un por reiterar lo que antes o después dijo
hombre. mucho mejor R,odó, Hay algunos, en
Entre los escritos de mayor significado fin, que no han podido ser localizados
-•hoy y siempre—se encuentran los dedi- y que deberán esperar su incorporación
cados a Artigas. Toda su vida expresó a esta serie.
Rodó una enorme admiración por el Once de los treinta que ahora se pu-
¿efe de los Orientales. En varias oportu- blican no habían sido recogidos nun-
nidades manifestó su deseo de dedicarle ca en volumen de sus obras. Esta cir-
ur
>- ensayo de interpretación biográfica, cunstancia los volvía prácticamente inac-
como ¡os que realizara sobre Bolívar o cesibles. Cada escrito lleva al pie la fuen-
sobre Aíontalvo. No pudo llevar a cabo te de donde ha sido tomado, que es (ca-
este proyecto. Confidencias amicales ase- si siempre) la fuente original. Pero no
guran que se lo impedía la existencia de puede asegura.rse que en esta pesquisa
°°ras con ¡as que no deseaba entrar en no se haya deslizado algún error. La bi-
c
°mpetencia: la Epopeya de Artigas, de bliografía de Rodó, a pesas de meritorios
•'uin Zorrilla de San Martín, y el José esfuerzos, está todavía en la infancia.
1176 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

[¿MI AUTOBIOGRAFÍA?]

CARTA AL DIRECTOR DE LA REVISTA Todos los Bouvard y todos los Pécu-


«LA CARCAJADA» chet del mundo se reservan el derecho
de pensar que ellos hubieran podido ser
Sr, Pedro W. Bermúdez Acevedo. unos grandes hombres, si hubieran na-
Amigo de mí aprecio: Empezaré por cido en tiempos menos difíciles y prosai-
confesar a Vd. que de todas las cartas cos que los que les han tocado en suerte.
que recuerdo haber recibido en mi vida, Cada pacífico burgués es libre de decla-
la que Vd. ha tenido la amabilidad de rarse atormentado por la nostalgia de
dirigirme, es acaso la que me ha puesto Grecia, ni más ni menos que Enrique
en mayor perplejidad. Expone Vd. en Heine o Alfredo de Musset, con la segu-
ella su deseo de que a la caricatura que ra convicción de que, si hubiera vivido en
se propone dar de mí en su jovial e tiempos de Pericles, hubiera sido un Só-
interesante Carcajada, acompañe algo es- focles o un Fidias.
crito por mí mismo y que se parezca lo Dado, pues, que en punto a los acon-
más posible a una autobiografía. Mi per- tecimientos narrables e interesantes de
plejidad empezó al llegar en su carta a mi vida, sólo podría satisfacer decorosa-
esta palabra, que leí varias veces, res- mente su curiosidad con esa disculpa va-
tregándome otras tantas los ojos por si i nidosa de no tenerlos, todavía me que-
había leído mal.—¿Cómo haría yo para daría el camino de referirme en mis in-
satisfacer su pedido sin limitarme a en- formaciones, no a la vida de los hechos.
viar a Vd. mi partida de nacimiento ni j a la vida exterior, sino a la vida íntima,
recurrir al expediente de inventarme una y darle fiel y exacta cuenta de mis cua-
novela de aventuras, y cómo contestar, lidades, de mis defectos, de mis cavila-
por otra parte, a su amabilidad, con el ciones, de mis pareceres y mis gustos.
desaire de una absoluta negativa? Pero ¿qué quiere Vd.? 'Este género de
Si yo quisiera aprovechar la oportuni- subjetivismo, que me parece tolerable,
dad para hacer una frase, y para decla- y aun delicioso, en labios de los poetas,
rarme, al mismo tiempo, libre de res- antójaseme ridículo o pedantesco cuan-
ponsabilidad en el hecho de no encontrar do se le da por envoltura el tejido ordi-
en mi vida nada que merezca ser objeto nario de la prosa.
de una revelación más o menos intere- No me propongo negar que las confe-
sante u oportuna, adoptaría la solución siones, ías memorias, los diarios—todos
de parodiar en esta carta un dicho famo- esos géneros de literatura íntima que tan
so.—El poeta de las Orientales decía una mal le parecen a M. Brunetiére, el anti-
vez a sus críticos: «No me habléis de lo pático y discretísimo censor literario de
que hubiera podido hacer, sino de lo que la Revista de Ambos Mundos—sean, se-
he hecho.» Volviendo la frase del revés gún alguien ha dicho, delicado manjar,
y acomodándola a ías exigencias de si- muy gustado por los sibaritas del enten-
tuación, yo, con igual énfasis, le diría. dimiento. Pero sí los tengo por tal, es
«No me pregunte Vd. por lo que he he- sólo a condición de que procedan de
cho, sino por lo que hubiera podido ha- quienes lleven dentro, o hayan realizado
cer.» en su vida, algo que merezca la pena de

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—¿MI AUTOBIOGRAFÍA? 1177

ser sabido de los otros, y a condición que lo valga, ya que no hallo camino de
también de ser absolutamente sinceros, cumplir de razonable manera los deseos
ferozmente sinceros, con aquel grado de de usted.
sinceridad que acaso no es legítimo ni Otra razón, justificativa de mi excusa,
razonable pedir sino al que escribe me- se me ocurre, para el caso de que me
morias que no han de darse a la publi- resolviera a pasar por alto las dificulta-
cidad mientras el autor pertenezca al des de alguno de esos medios de compla-
mundo de los vivos. cerle. Y es ella que, aun dando por cierto
No me parece odioso el yo como a que yo no merezca figurar en la cate-
Pascal: lo que me parece odioso es el goría de vulgo literario, ¿sería éste sufi-
falso yo de las confesiones amafiadas ciente motivo para que alguien encontra-
pensando en el efecto y adoptando la ra interés en lo que yo me arrojara
pose más conducente al visible fin de in- a decir de mi?
teresar como los Credos de ópera, hechos Piense Vd. en que abundan las gentes
para ser cantados ante el público de los 1 ¡ para quienes nuestra afición a ocupar-
teatros. Creo, pues, en el interés de las nos en asuntos de literatura significa
confidencias literarias, cuando ellas son ! sólo un pasatiempo, un entretenimiento
ingenuas y cuando nos guían por los inofensivo; una manera de llenar los ra-
vericuetos de un espíritu escogido; no ¡ tos de ocio, comparable al billar, al aje-
me parece que se pierda el tiempo refis- \ drez, al juego de damas, o a la resolu-
toleando y sutilizando, con la porfía de ! ción de charadas o logogrifos. Escribir
ira Amiel, en los propios pensares de j bien es, pues, una habilidad que en con-
pensares, cuando esto se hace con saga- cepto de muchas gentes doctas y serías,
cidad y con gracia; pero me causa ho- y aunque ellas no lo digan, no debe de
rror pensar en lo que podría llegar a ser exceder en mucho a la que cabe mos-
este género de literatura personal el día trar aplicándose a cualquiera de esos
en que se la declara puerto franco y fue- juegos. Y yo todavía no sé que, por vo-
ra fácilmente accesible para las tenta- races e insaciables que sean la curiosidad
ciones de ía tontería. y el espíritu investigador de nuestra épo-
a que haya llevado esa universal manía
¿Cuál es, pues, el medio que me que- ca, por increíbles que sean los extremos
da por ensayar para complacerle? de la información que Pompeyo Gener
Aún podríamos salir del paso, plan- clasifica entre las grandes neurosis con-
teando Vd. y contestando yo uno de esos temporáneas, ellos hayan llegado nunca
cuestionarios inocentes, en los que la in- hasta pedir que sean sometidos a una
discreción se limita a averiguar del in- interview, para, obtener la revelación de
terpelado cuál es su color favorito, cuál sus cosas íntimas, un ajedrecista distin-
es la flor y el manjar que más le gus- guido, un hábil aficionado de juegos de
tan, en qué país desearía habitar, qué ingenio, o un buen jugador de caram-
autor es el de su predilección, etc., etc. bolas.
Pero como de todas las maneras que pue-
den idearse para hablar de sí mismo, ¿No le parece a Vd., amigo mío, que
ésa me parece la más tonta, renuncio con todo lo dicho se halla suficientemen-
& aprovecharla como la solución de mis te justificada mi excusación y que debe
dudas y la reservo para cuando haya de usted perdonarla con su habitual y ge-
llenar una página de álbum. nerosa benevolencia? En caso necesario
En suma: que por esta vez se queda puede Vd. hacer uso de esta carta, pre-
^d. sin autobiografía, ni confesión, ni sentándola como una prosaica imitación
Prosa confidencial o subjetiva, ni cosa del soneto de Violante, en la que se tra-
1178 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ta de los medios de escribir una auto- dioses; y me suscribo a Vd. afectísimo


biografía y se concluye por no adoptar colega y amigo.
ninguno. JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Deseo a La Carcajada la resonancia y Montevideo, enero de 1897.
ía duración inextinguible del reír de los [La Carcajada, 25 de enero de 1897.]

II
[SOBRE EL DEPARTAMENTO
DE MERCEDES]
No sin razón se enorgullece Merce- greso material sean, sobre toda duda, los
des de haber dado a la patria nombres más urgentes y seguros—, sino también
que dignifican los anales de la intelec- por la progresiva formación de centros
tualidad nacional y de la vida pública. cultos y dotados de personalidad distin-
Toca a la juventud de la prestigiosa ciu- ta, capaces de irradiar su influencia y
dad honrar esta tradición local y tender contribuir a formar la aureola luminosa
a convertirla en carácter definitivo. La del espíritu nacional por los prestigios de
verdadera autonomía de los departamen- la mente, por la educación de los senti-
tos, cuyo espíritu permanece hoy oscure- mientos, por todas las manifestaciones
cido y acallado por lo imperioso de nues- superiores de la civilización y ía cultura
tros hábitos de centralización, no ha de que realzan la naturaleza humana y fun-
obtenerse sólo por el acrecentamieno de damentan la gloria de los pueblos.
su número de habitantes y la multipli- Montevideo, 29 de diciembre de
cación de sus fuentes de riqueza—aunque
estos medios que se resumen en el pro- {El Diario, Mercedes, 1 de enero de 1901.

DE LA ENSEÑANZA CONSTITUCIONAL Y CÍVICA


EN LOS ESTUDIOS SECUNDARIOS U>
Hace veintitantos años, bajo la ins- y tristezas para el sentimiento cívico ¿e
piración de un hombre superior que se los ciudadanos. No se divisaban horizon-
consagró a la realización de una gran- tes de la vida institucional; habían fraca-
de idea con la perseverancia y el va- sado las revoluciones populares y había
lor moral del apóstol, la instrucción
primaria recibía en nuestro país un vi- (1) [En una nota de presentación de este tes-
goroso impulso de reforma que ía le- to—publicado por La Revista Nueva en 1902—-
vantó en poco tiempo a una altura no aclara el mismo Rodó que contiene los funda-
mentos de una ley que hubo de presentar a ' a
superada, en ese importantísimo órgano Cámara y luego postergó por creer que era ifle'
de civilización, por ninguno de los pue- jor que integrara un plan de estudios P r0 '
blos de América. puesto por la misma Universidad y que ya es-
Corría una época llena de humillaciones taba proyectado.]

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELANE OS.—DE LA ENSEÑANZA CONSTITUCIONAL 1179

fracasado también la propaganda de la dos tenemos hoy por indudable, es que


prensa y los clubs. Llegó un momento hubo exceso de entusiasmo, de creduli-
en que la decepción, el desencanto más dad y de fe, en los que preconizan la
profundos, invadieron el ánimo de todos omnipotencia de la escuela como factor
en cuanto a la posibilidad de devolver al de mejoramiento cívico, como una fuerza
país al régimen regular de sus institucio- destinada a convertir las multitudes mal
nes. En medio de aquella incredulidad educadas en elementos de libertad y de
sombría, la sociedad volvió sus miradas orden, asegurando así la realidad de la
a la obra de reforma escolar, que rea- vida democrática.
lizaba en silencioso retiro José Pedro La educación y la instrucción que da
Várela, y de improviso todas las espe- la escuela son—nadie puede dudarlo—
ranzas cívicas se reanimaron y conver- esencialísimas influencias civilizadoras, y
gieron hacia allí. Se creyó entonces que en ese concepto la trascendencia que pue-
en la instrucción del pueblo estaba, no de señalarse a la obra de la reforma es-
solamente el secreto de un porvenir más colar no reconoce límites; pero en lo re-
rico y más culto, sino también la solu- lativo a la educación política del ciudada-
ción política del porvenir; se creyó en- no, no entra dentro de las posibilidades
tonces que lo que no se había conseguido de la escuela, ni de ninguna otra insti-
por los sacrificios cruentos de la guerra tución que tenga por especial objeto la
civil, ni por la prédica apasionada de los cultura intelectual, dar la aptitud, el há-
escritores, se conseguiría mediante la bito, el temple de la voluntad, cuya au-
elevación de la cultura pública y del ni- sencia es tan perfectamente conciliable
vel intelectual del pueblo, con la labor con un nivel elevado de cultura, como
perseverante y oscura del maestro de lo es una satisfactoria aptitud cívica con
escuela. una suma muy deficiente de instruc-
Han pasado veinticinco años. La obra ción.
de José Pedro Várela, aunque perjudica- Hubiera empezado, al fundar mí pro-
da después de su grande impulso inicial yecto, por reconocer todo eso; lo hu-
por la desaparición del reformador y por biera reconocido en primer término, pa-
incurias que felizmente han terminado, ra tener el derecho de agregar en seguida
continuó su desenvolvimiento y está fun- que si instruir en general no es educar
damentalmente en píe. No sería fácil cívicamente, si la instrucción no es una
calcular en el presente en qué proporción garantía de aptitud ciudadana., es induda-
y hasta qué punto han contribuido los blemente una circunstancia que favorece
insultados de la reforma escolar a los en gran manera la adquisición de esa
progresos sociales y al acrecentamiento aptitud, y así lo reconoce la Constitución
de civilización y de cultura que levantan de la República cuando considera que
ta actualidad de nuestro país sobre su la elementalísíma instrucción que supone
e
stado de hace treinta años. Menos fácil el saber leer y escribir es una condición
3ím sería resolver si entre los frutos be- indispensable para el ejercicio de la ciu-
néficos de esa reforma podría contarse dadanía. Pero la conclusión a que, so-
alguna influencia apreciable en las con- bre todo, me interesaba llegar es, que, no
diciones de la vida cívica, teniendo en siendo suficiente la instrucción general,
Cl
*enta que ya empiezan a militar activa- el acopio de nociones científicas genera-
mente, en el ejercicio de la ciudadanía, les, para infundir cierta preparación cí-
y aun en las posiciones del gobierno, las vica, el valor positivo de la instrucción,
generaciones que formaron su espíritu en en ese sentido, puede realzarse grande-
' a s bancas de la escuela vareliana. mente especializando, concretando una
Lo que todos reconocemos, lo que to- parte de la enseñanza a ese interesante-
1180 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

simo punto, concediendo importancia ¿Cuál es el motivo—me he preguntado


—toda la importancia que merece—-a la muchas veces—que puede justificar esa
enseñanza cívica y constitucional, sin omisión, siendo así que las demás asigna-
dejar de imponerla en todas partes don- turas que constituyen el programa de la
de ella sea oportuna. Esta enseñanza escuela primaria tienen su representación
—bien lo sé—no dará en ningún caso la correspondiente en el de estudios prepa-
completa solución del problema; no bas- ratorios?
tará para formar ciudadanos; pero será Si el niño que concurre a la escue-
de todos modos un poderoso anteceden- la ve el Estado el boceto, por decirlo así,
te para su educación. de un ciudadano, y se preocupa desde
Por otra parte, el valor de la instruc- entonces de preparar esa manifestación
ción cívica es relativo a las condiciones futura de su espíritu, ¿por qué no ha
de los pueblos. de ver el Estado la promesa, o la reali-
En las sociedades políticamente bien dad, de un ciudadano, en el estudiante
organizadas, la realidad, la vida diaria, que frecuenta las aulas de la Universi-
el ejemplo, el espectáculo permanente de dad?
las leyes que se desenvuelven y se cum- La consulta de programas de estudios
plen con la regularidad de un orden me- secundarios de otros países confirmó, en
cánico, son verdaderas lecciones sobre general, mi idea de la oportunidad de
objetos que, más eficaces que cualquier añadir a los nuestros en esa enseñanza;
doctrina constitucional o política, mode- oportunidad que en teoría no es menos
lan de una manera lenta y segura el es- fácil de justificar.
píritu del ciudadano y forman sus há- Con dos criterios, de dos puntos de
bitos de tal, sin libros, sin lecciones, sin mira diferentes, puede encararse, como
que él tenga conciencia del proceso de todas las demás cuestiones de educación,-
nuestras asimilaciones orgánicas. Allí la relativa a las materias que deben for-
donde las costumbres son ejemplo, es mar parte de un programa de estudios.
limitado el valor o la importancia del Cualquiera de esos dos puntos de mira
precepto. Pero nosotros, que tan lejos es- que se adopte, la conveniencia, la ne-
tamos todavía de poder señalar al pueblo cesidad de la asignatura que instituía mi
la realidad de nuestra vida política, la proyecto aparece igualmente evidenciada.
realidad de nuestras costumbres ciudada- Hay el criterio utilitario, inglés, quí
nas, como un modelo en cuya observa- subordina el objeto de la educación 2
ción inspirarse con mejor resultado que los intereses prácticos o positivos de la
en las páginas del libro, no podemos vida—a la utilidad, en una palabra—,
ser tan desdeñosos con el precepto, con proscribiendo o relegando a último tér-
el libro, en cuanto factores de educación mino todo lo que con ella no se rela-
política, porque es a ellos donde debe- cione, y hay el criterio que podríamos
mos recurrir para encontrar principios llamar clásico, según el cual la enseñan-
y modelos que en la efectividad de nues- za debe proponerse desinteresadamente
tras costumbres no hemos sabido consa- estimular el desenvolvimiento íntegro y
grar. armónico de las facultades humanas. _
Pues bien: la escuela primaria, entre Con sujeción al criterio utilitario*
nosotros, reconoce prácticamente la nece- ¿quién puede desconocer que el conoci-
sidad de la instrucción cívica, la incluye miento de los deberes y los derechos del
en sus programas; pero no sucede lo mis- ciudadano, la noción clara de las obliga
mo con la enseñanza secundaría; la ins- ciones a que está sujeto y de las prerro-
trucción cívica no pasa los umbrales de gativas que le asisten, es materia de uris
la Universidad. utilidad tan inmediata como general, deS'

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OBRA POSTUMA.™13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—DE LA ENSEÑANZA CONSTITUCIONAL 1181

de que la inmensa mayoría de los estu- vica. Es posible—y téngase en cuenta


diantes son o han de ser ciudadanos, y que aplico exclusivamente ahora un cri-
muchos de ellos desempeñarán puestos terio utilitario—, es posible que a algún
públicos, e intervendrán activamente en estudiante salido de la Universidad no se
la dirección de los partidos, y alecciona- le ofrezca en su vida más oportunidad
rán, como hombres de consejo, a los de- precisa, concreta, de utilizar las nociones
más con la palabra y el ejemplo? Agre- generales de química, de cosmografía, de
gúese que las tres cuartas partes de esos historia natural, de historia política, de
estudiantes no pasarán por las aulas de psicología, que habrá adquirido a su pa-
la Facultad de Derecho, donde se enseña so por Jas aulas (lo cual—cela va sans
ciencia constitucional política. Y no so- diré—en nada disminuye la importancia
lamente todos esos estudiantes son o es- y el valor educativo de esas materias
tán destinados a ser ciudadanos activos, que no pueden faltar en ningún plan se-
y les interesa en ese concepto lo que rio de estudios); pero es seguro que a
tiene de catecismo cívico la Constitución, todo aquel que concurra a las aulas uni-
sino que en todos esos ciudadanos reco- versitarias, y salga de ellas, para ser
noce la ley la facultad de desempeñar abogado o ingeniero, médico o indus-
funciones públicas, por lo cual les inte- trial, comerciante o periodista, se le pre-
resa igualmente el conocimiento de las sentará alguna vez la oportunidad de uti-
nociones generales de administración y lizar las nociones de constitucional e
de política que encerraría una explica- instrucción cívica que siendo estudiante
ción razonada de la Constitución de la haya recibido; no sólo porque tendrá a
República, hecha, no con el doctrinaris- cada instante deberes de ciudadano que
mo científico de una cátedra de derecho cumplir y derechos ciudadanos que ejer-
constitucional, sino, en lo posible, con el citar, sino porque su condición de miem-
procedimiento práctico y educativo de un bro de la asociación política en un país
«aprendizaje». democrático le pone en aptitud de ser
llamado al desempeño de todos los pues-
Considero que limitar enseñanza tan tos, desde teniente alcalde hasta presi-
fundamental, fuera de las elementalísi- dente de la república.
mas generalidades de la escuela, a los
programas de la Facultad de Derecho, Resulta, pues, que la utilidad indivi-
que no frecuenta sino cierto número de dual de cada estudiante—con sujeción a
estudiantes, y que cada día frecuentará un riguroso criterio utilitario y aunque
necesariamente una proporción menor, se incurra en el utilitarismo de más bajo
no sólo pugna con la consideración de vuelo-—, está directamente interesada- en
que todos los demás estudiantes tienen la enseñanza de la constitución de su
deberes y derechos de ciudadanos, sino país y del significado de su condición
que resultaría igualmnete insuficiente, de ciudadano.
aunque sólo se considerase esa enseñan- j Pero, además, por encima de la uíili-
za en su aspecto de preparación elemen- : dad individual o personal, hay otro gé-
tal para tareas políticas o administrati- j ñero de utilidad superior y menos infi-
vas, que ni la ley ni las costumbres li- cionada de egoísmo, género de utilidad
citan a una profesión determinada. que tienen precisamente muy en cuenta
Si la mayor y más general utilidad de- los tratadistas de educación que, en
be ser razón de preferencia en la elec- Francia, por ejemplo, aplican hoy el cri-
ción de las asignaturas de estudio obli- terio utilitario a la dilucidación de pro-
gatorio, no sé yo de cuantas podrá de- blemas de esta naturaleza. Me refiero a
mostrarse, en tal sentido, la superioridad la utilidad colectiva o nacional. Es mu-
sobre la instrucción constitucional y cí- cha, es quizá excesiva, la importancia
1182 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

que los tratadistas franceses utilitaristas, i Constitución de la República, sin haber


como Frary, conceden al aspecto nacio- adquirido el más superficial conocimien-
nal en la organización de la educación to de sus instituciones y sus leyes, sin
primaria y secundaria. Incurren ellos en saber cuál es la naturaleza del régimen
extremos, en mi sentir, inadmisibles, por i representativo, y cuáles las atribuciones
su prurito de subordinar todas las mani- propias de cada uno de los poderes del
festaciones de la vida al interés nacio- Estado, y cuáles las responsabilidades
nal, consideración muy importante, muy anexas a las funciones políticas y admi-
de primer orden sin duda, pero nunca nistrativas.
única ni exclusiva para el que aspire a Nadie ignora que hasta hace unos diez
educarse y vivir sin mutilar ninguna años la historia nacional estaba colocada
parte de su espíritu. en igual caso que hoy está la instrucción
Sin acompañar a estos publicistas en cívica. Se la enseñaba en las escuelas
demasías, reconozcamos a la utilidad na- primarias y no se la enseñaba en la Uni-
cional, en estas cuestiones, todo el valor versidad; con la particularidad de que,
que indudablemente tiene, Y bien: si la aun en las escuelas primarias, solía en-
utilidad colectiva, nacional, debe tenerse señársela, antes de 1883, con sujección a
en cuenta en la organización de la ense- textos adversos sisemáticamente a nues-
ñanza, debe ser una de las aspiraciones tras tradiciones patrióticas, depresivos
capitales en la instrucción que se dé al para nuestra dignidad nacional; lo que
pueblo y en la que prepare las clases volvía su enseñanza contraproducente,
cuitas y dirigentes de la sociedad, ¿qué cíen veces peor que su omisión. Hoy se
utilidad puede interesar en más alto enseña Historia Nacional en la Universi-
grado a un país que ha de formar ciuda- dad. Completemos esa reparación; vigori-
danos, ciudadanos verdaderos, conscien- cemos el espíritu nacional en la ense-
tes miembros capaces de su sociedad ñanza, añadiendo al estudio de los he-
política, celosos mantenedores de sus chos que componen nuestros anteceden-
instituciones? tes nacionales el de las instituciones
Y olvidaba hacer valer una circuns- que forman como el desenlace o el ob-
tancia que contribuye a demostrar la jeto a que convergen esos acontecimien-
necesidad de incorporar la instrucción tos al través de la historia.
cívica a los estudios secundarios. En Creo haber demostrado que la utilidad
el programa del examen de ingreso que egoísta e individual del estudiante y la
la Universidad exige a los que aspiran utilidad patriótica y colectiva del país
a cursar esos estudios, no está incluido coinciden en cuanto a la necesidad de la
nada que se refiera al conocimiento de enseñanza a que se refería mí proyecto.
la Constitución. De manera que cabe la Tal es la cuestión del punto de vista
posibilidad de que un estudiante que no utilitario; y, al presentarla, hubiera pre-
haya asistido a escuelas del Estado in- ferido detenerme en él; porque sé bien
grese a la sección de Estudios Prepa- que los argumentos de utilidad son los
ratorios, curse todas las asignaturas que que mayor influencia ejercen en el espí-
ella comprende, pase después a una fa- ritu de las asambleas políticas, formado
cultad que no sea la de Derecho y Cien- en el contacto de lo real y positivo y ha-
cias Sociales, y entre, por último, al bituado a considerar de modo práctico
ejercicio de una profesión encumbrada, las cosas.
y a la participación consiguiente en la Pero si hubiéramos de remontarnos
influencia propia de los elementos cul- más alto, y prescindiendo de la utilidad
tos de la sociedad, sin que una sola vez inmediata valoráramos la significación
haya tenido la obligación de hojear la de la enseñanza cívica como factor en

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OBRA POSTUAíA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—EL HÉROE NO MACULADO 1183

el desenvolvimiento íntegro, armónico, ! ñámente en pueblos inexpertos, para


equilibrado, de las facultades humanas j quienes es una tentación poderosa, toda-
a que debe tender un plan de educación | vía, la resolución de sus cuestiones in-
racional, no es dudoso que obtendríamos | ternas por la pasión y la fuerza.
por resultado confirmar la necesidad ge- Ante esa perspectiva, a un mismo
neral de esa enseñanza, desde que ella I tiempo halagüeña e imponente; en vís-
tiene por objeto elevadas manifestacio- 1 peras de tan trascendental evolución, me
nes de la vida social, a que nadie puede j parece que el más elemental deber nos
sustraerse sin dejar incompletas la ex- aconseja preocuparnos de todo lo que
pansión y actividad del propio espíritu. signifique oxigenar el ambiente cívico,
Consideraría mi argumentación termi- por decirlo así; entregar a las corrien-
nada con lo que llevo dicho, sí esas ra- tes de la vida popular ciudadanos cons-
zones esenciales y permanentes no pu- cientes de sus deberes y derechos, sem-
dieran complementarse con motivos de i brando, sobre todo, en el espíritu siem-
oportunidad, de actualidad. í pre fértil de la juventud.
En efecto: después de una larga inte- ! Creo que la Universidad puede con-
rrupción de la vida ciudadana, sin par- j tribuir muy eficazmente a esa tarea. Se
tidos organizados para la paz, los par- ha hablado muchas veces del espíritu.
tidos, reorganizados, y colaborando en i cívico de la Universidad. Se ha dicho,
ima obra de reconstrucción que sólo está ¡ con justicia, que de su seno han salido
en sus comienzos, han hecho el sacrificio j para la lucha material, para el sacrificio,
de postergar, por medio de acuerdos elec- I para el martirio, soldados ciudadanos,
torales, el ejercicio de su verdadera fun- cuyo nombre y cuyo recuerdo serán per-
ción cívica, esperando que la consolida- durable ejemplo en los afanes por la rea-
ción de esa obra a que concurren abra lidad de las instituciones. Pero recono-
un terreno más amplio y más seguro pa- ciendo todo lo que hay de exacto y hon-
ra la contienda pacífica de los comicios. roso en esos juicios, es lícito hacer votos
Pero esa solución, por naturaleza, tran- porque las trascendencias cívicas de la
sitoria, no ha de repetirse indefinida- Universidad no se limiten a la influen-
mente. No es posible, ni siquiera desea- cia de su ambiente, siempre puro y dig-
ble, que sea así. Debemos esperar, para nificados sobre los corazones capaces
una época probablemente cercana, la rea- de nobles entusiasmos, sino que tomen
lidad de la vida institucional, con sus la forma de la enseñanza real y concre-
luchas dignificantes, sus despliegues de ta, que prepare ciudadanos para la labor
actividades y energías, sus organizacio- fecunda, modesta y perseverante de ía
nes partidarias, sus agitaciones electora- paz, más aún que para los momentos
les y también con las dificultades y los extraordinarios y los grandes arranques
peligros que ella trae aparejada necesa- del patriotismo.

IV

EL H É R O E NO MACULADO

Hemos discutido cruelmente todas ! de todos nuestros héroes; hemos pues-


ftuestras fechas históricas; hemos visto ( to en tela de juicio la legitimidad de
lapidar por manos orientales la memoria j nuestros antecedentes nacionales; hemos
1184 JOSÉ ENRIQUE RODO.,—OBRAS COMPLETAS

dejado propagarse, sobre nuestros des- to que todas las desconfianzas cobardes,
tinos del futuro, los más aciagos vati- el quand méme de la divisa histórica:
cinios. Pero a pesar de esa conspiración la persistencia de la nacionalidad orien-
demoledora de la ligereza, el desencan- tal, su consolidación y sus progresos, en
to y la pasión, queda un héroe que nun- medio de desastres capaces de aniquilar
ca ha sido maculado ni discutido: el un organismo que no estuviera destinado
pueblo, el pueblo indomable y generoso a prevalecer y perdurar con gloria en el
que triunfaba en Las Piedras, en el Rin- mundo.
cón, en Sarandí y caía en el Catalán y Montevideo, 19 de abril de 1902.
en India Muerta; y queda un hecho por
el cual ha podido siempre vibrar más al- [«La Alborada», 20 de abril de 1902.]

EL CONCEPTO DE LA PATRIA

Cuando, universalmente, la noción y Fa tria es, para los hispanoamerica-


el sentimiento de la patria se engrande- nos, la América española. Dentro del
cen y depuran, abandonando entre las sentimiento de la patria cabe el senti-
heces del tiempo cuanto encerraban de miento de adhesión, no menos natural
negativo y estrecho—aquí—, en los pue- e indestructible, a la provincia, a la re-
blos hispanoamericanos, bien puede afir- gión, a la comarca; y provincias, regio-
marse que la identificación del concep- nes o comarcas de aquella gran patria
to de la patria con el de la nación o el nuestra son las naciones en que ella po-
Estado, de modo que la tierra que haya líticamente se divide. Por mi parte, siem-
de considerarse extraña, empiece donde pre lo he entendido así. La unidad polí-
los dominios nacionales acaban, impor- tica que consagre y encarne esa uni-
taría algo aún más pequeño que un fe- dad, moral, —-el sueño de Bolívar—, es
tichismo patriótico: importaría un feti- aún un sueño, cuya realización no verán
chismo regional o un fetichismo de pro- quizá las generaciones hoy vivas. ¡Qué
vincia. Porque si la comunidad del importa! Italia no era sólo la expresión
origen, del idioma, de la tradición, de geográfica de Metíernich, antes de que
las costumbres, de las instituciones, de la constituyeran en expresión política
los intereses, de los destinos históricos la espada de Garibaídi y el apostolado
y la contigüidad geográfica, y cuanto de Mazzini. Era la idea, el numen de la
puede dar fundamento real a la idea patria; —era la patria misma, consagra-
de una patria, no bastan para que el da por todos los óleos de ía tradición,
lenguaje del corazón borre, entre nues- del derecho y de la gloria. La Italia, una
tros pueblos, las convencionales fron- y personal, existía—; menos corpórea,
teras y dé nombre de «patria» a lo que pero no menos real; menos tangible,
no lo es en el habla política, ¿dónde pero no menos vibrante e intensa, que
hallar la fuerza de la naturaleza o la cuando tomó contorno y color en el ma-
voz de la razón que sean capaces de pa de las naciones.
prevalecer sobre las artificiosas divi-
siones humanas? [Almanaque ilustrado del Uruguay, 1906.]

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OBRA POSTUMA.-—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—EL EJERCITO Y EL CIUDADANO 1185

VI

[SOBRE AMERICA LATINA]

La América Latina será grande, fuer- la magna confederación que, según él


te y gloriosa si, a pesar del cosmopoli- la anhelaba, anudaría sus indestructi-
tismo que es condición necesaria de su bles lazos sobre ese istmo de Panamá
crecimiento, logra mantener la continui- que una política internacional de usur-
dad de su historia y la originalidad fun- pación, y de despojo ha arrancado de
damental de la raza, y si, por encima las despedazadas entrañas del pueblo
de las fronteras convencionales que la de Caldas y Arboleda.
dividen en naciones, levanta su unidad Montevideo, 1906.
superior de excelsa y máxima patria,
cuyo espíritu haya de fructificar un día ICaras y Caretas, Buenos Aires,
en la realidad del sueño del Libertador: 25 de agosto de 1906.]

VII

EL EJERCITO Y EL CIUDADANO

Si por militarismo entendemos un ré- He alcanzado, de niño, los tiempos en


gimen de subversión política en que la que el paso de un batallón por las calles
superioridad brutal de la fuerza vale, a públicas, alarde de una fuerza abomina-
aquellos que por oficio la tienen en sus da, repercutía en el corazón de los ciuda-
manos, para reprimir la voluntad popu- danos con vibración angustiosa, de humi-
lar y sustituir con su usurpado predomi- llación mal sufrida, de sordos enconos:
nio el regular funcionamiento de ías ins- tal como ha de repercutir el son de las
tituciones, bien puede asegurarse que el llaves del carcelero en el ánimo del pre-
militarismo constituye, no sóío un mo- sidiario, o el chasquido del látigo del có
mento ya pasado en el proceso de nues- mitre en los oídos del galeote. Me enor-
tra formación política, sino también defi- gullezco de poder agregar que he llegado
nitivamente pasado: ajeno a los peligros a la vida cívica en tiempos en que ese
del presente y del porvenir. Entre el ciu- estrépito marcial, llenando los aires, le-
dadano y el soldado, toda razón de des- vanta los corazones con estímulos de
vío y desconfianza ha desaparecido. Años simpatía y de respeto, como los que se
v
an ya que vemos en las armas del ejér- experimentarían en presencia del brazo
cito, no la amenaza, sino, por el contra- robusto de la patria, que se extendiese
jo, la más firme custodia de la vida para hacer ondular su símbolo sagrado,
lr
istitucionaL Propendiendo a aumentar la bandera de sus victorias, sobre la
Sl
i poder y realzar su prestigio, sabemos cabeza del pueblo.
^ e contribuímos a fortalecer la seguri- Y la confraternidad, la identificación,
dad de nuestros intereses más caros, la entre el ciudadano y el soldado, ganan
grandeza y el nombre de la patria. terreno día por día. El militar es ya,
RODO.—38
1186 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cívicamente, una fibra del corazón del zando con esta vocación accesoria los
pueblo, que participa de todas sus palpi- prestigios de su vocación guerrera; y me
taciones y vibra, sin disonancia, en sus es agradable aprovechar esta oportuni-
congojas como en sus regocijos; el mili- dad para mencionar el laudable esfuer-
tar es socialmente un hombre culto, con zo con que dos distinguidos oficiales, los
quien se comparten los primeros puestos señores Onetti e Ibarra, acaban de refu-
en todas las manifestaciones de la vida tar, en defensa de su carrera y de sus
civil, en todas las formas nobles y supe- ideales de soldados, la tesis antimilitaris-
riores de la actividad, en todos los certá- ta de Hamón.
menes de la inteligencia. Esa benemé- Pero el sello de la reconciliación de-
rita institución de la Academia Militar, finitiva entre el ciudadano y el soldado,
donde han formado su personalidad je- entre el ejército y el pueblo, no será
fes y oficiales que honran a las nuevas puesto mientras no se lleve a realidad
generaciones, tiene, sin duda, principalí- el deber cívico del servicio militar obli-
sima parte en la obra de reforma que gatorio, cuyo cumplimiento hará que ei
ha rendido por fruto la dignificación y ciudadano se sienta permanentemente
el prestigio de la carrera de las armas. dentro de la institución militar, y como
Los periódicos que tienen por objeto dar parte de ella aprenda a comprenderla, a
voz y orientación al espíritu de la mili- respetarla y a honrarla.
cia, acompañándola en sus estudios y En tanto que la situación de las cosas
abogando por sus legítimos intereses de humanas no se modifique fundamental-
clase, secundan eficazmente los propósi- mente, la fuerza material será una condi-
tos de la Academia; y por el medio se- ción inexcusable de respetabilidad y de
guro de la publicidad, contribuyen a que influencia en la sociedad de las nacio-
se realice esa comunión, cien veces fe- nes.
cunda, entre la conciencia del gremio El país tiene derecho a ser fuerte.
militar y la de los elementos civiles. No Los ciudadanos, ya militares, ya civiles,
menos contribuyen a ello los jóvenes mi- tienen el deber de cooperar a que halle
litares que aplican su preparación e in- satisfacción ese derecho del país.
teligencia al ejercicio de la pluma, real- [Almanaque Ilustrado del Uruguay, 1910.]

VIII

[LA ILUSIÓN AMERICANA]

El estudiante de provincia que sueña donde todas las casas son limpias, cómo-
con ir a doctorarse en la metrópoli, el das y hermosas; todas las mujeres espi-
mozo de pueblo que nunca se apartó de rituales y elegantes; discretas y delica-
la sombra de su campanario y anhela das todas las conversaciones; todos los
conocer el mundo, suelen forjarse de la objetos, de gusto: donde el mérito co-
ciudad, objeto de sus sueños, una idea rre siempre parejas con la fama, y Ia
alambicada, sublime y muy superior a misma maldad y el mismo vicio se pre-
toda realidad. Con el fácil optimismo de sentan constantemente en formas inte-
ía inocencia, ellos se figuran la ciudad resantes y novelescas.
como la realización de un orden perfec- Obra en estos mirajes la natural exor-
to, donde todo está nivelado por lo alto: bitancia de la imaginación candorosa y

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—HOMENAJE A ADOLFO POSADA 1187

aguijoneada por los prestigios de lo des- zá con el recuerdo de su terruño, con-


conocido; pero obra además la tenden- venciéndose de que las ciudades son
cia, no menos terca y congenital a la na- aldeas en grande, de que los cortesanos
turaleza del hombre, de no conformarse son lugareños bien vestidos, y de que no
con las imperfecciones de la realidad que pocas de las ruindades, de apariencia y
lo rodea y de mantener, mientras la ex- esencia, que le causaban enojo en el lu-
periencia no le fuerza definitivamente gar donde nació, no eran, como suponía,
al desengaño, la esperanza en una esfera desventajas de la vida del lugar, sino de-
de realidad donde lo ideal y soñado sea fectos y limitaciones inherentes a la na-
posible. Cuanto de feo, de ruin y de mez- turaleza humana y a la condición de las
quino, ya material, ya moralmente, halla cosas terrenas, aunque en la aldea se
manifiesten en forma frecuentemente
el lugareño o provinciano de nuestro más grosera, desapacible o incómoda,
ejemplo en su lugar o provincia, lo atri- que en los centros de la civilización.
buye a la inferioridad de este menguado
marco dentro del cual vive, lo considera En el juicio que los americanos for-
mamos de nosotros mismos, de nuestra
propio exclusivo de él, y no duda, ni por inferioridad y nuestro atraso, y de las
un momento, de que los escenarios gran- excelencias de las sociedades lejanas que
des y encumbrados del mundo se hallen nos sirven, de modelo, ¿no intervendrá
inmunes de tales sombras e imperfeccio- con harta frecuencia el género de la ilu-
nes. sión a que me he referido?... ¿No inter-
Claro está que no se equivoca en vendrá un poco del engaño del mozo
muchas de esas diferencias que anticipa de pueblo que imagina la ciudad como la
entre la aldea que conoce y la ciudad realización de un orden perfecto y atri-
que ignora; pero no es menos seguro buye a miserias de su lugar muchas de
que se engaña en otras muchas y que la las pequeneces y fealdades que son la
presencia de la soñada realidad le obliga esencia de las cosas y de los hombres?...
luego a rectificar gran parte de sus can-
didas imaginaciones y a reconciliarse qui- [Apolo, enero de 1910.]

IX

[HOMENAJE A ADOLFO POSADA] U)

No hace mucho tiempo nos congre- proceden: se refiere también a la ar-


gábamos casi todos los aquí presentes monía, a la semejanza de la impi*esión
en torno de una mesa como ésta para que quedarán del uno y del otro. Lo
rendir un afectuoso homenaje a otro mismo de Posada que de Altamira—con-
enviado ilustre de la Universidad de tinuó—puede afirmarse que, si antes
Oviedo: a Rafael Altamira. Y la relación de venir se les conocía y admiraba, aun
que cabe establecer entre aquella memo- fuera del círculo de los que con fiel vo-
rable visita de Altamira y la del maes- cación piensan y estudian, después de
tro que hoy nos honra, no se refiere
s
ólo a la comunidad del centro intelec- (1) [Resumen periodístico del discurso pro-
tual de que ambos insignes huéspedes nunciado en homenaje al escritor español.]
1188 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

haberlos oído y después de haberlos tra- más eficaz que la de las corrientes de in-
tado se les admira aún más, y esta ad- tercambio intelectual y de comunicación
miración abarca un círculo mucho más de cultura que la benemérita Universi-
extenso y se manifiesta realzada por dad de Oviedo ha iniciado, y que han de
un sentimiento de afecto y de amis- persistir con progresiva intensidad y
tad, todavía más precioso que la mis- animación. Estos movimientos de apro-
ma admiración para el feliz cumpli- ximación intelectual nos revelan a los
miento del propósito que los trajo a americanos que hay en la España ac-
estas Américas. Y la explicación de esto tual mucho digno de ser conocido y es-
es que si Posada y Altamira son maes- tudiado; nos revelan que hay una «Es-
tros por el talento y el saber: por aquello paña nueva»: nueva no en un sentido de
que cabe apreciar mediante los libros, oposición a la España tradicional y glo-
son también maestros por el «carácter»; riosa, sino como complemento de ella;
por aquello que no cabe apreciar sino adaptación de las energías característi-
por el contacto directo con la misma cas de la raza a las condiciones y las
personalidad. Son maestros por el ca-
rácter: maestros en sentido absolutamen- tendencias de la vida moderna. Es esa
te contrario al anticuado concepto que España la que hoy vemos personificar-
se personifica en el «dómine»: maestros se en Posada, como ayer en Altamira; es
en el sentido, que incluye, como condi- ella la que nos envía, con sus nombres
ción fundamental y rasgo típico, la «sim- ilustres, su propio espíritu y el mensaje
patía», supremo don para enseñar y edu- de su amistad. Permitidme que al levan-
car. Por eso, la labor de esos dos hom- tar mí copa por el huésped y el maestro,
bres será eficacísima^ para llevar ade- que dejará indeleble en nuestro espíritu
lante la obra de la unión intelectual la impresión de su enseñanza luminosa y
y moral de españoles y americanos. El de su noble carácter, os invite a que
momento es propicio para esa obra. La brindemos también por la España nueva;
conciencia americana empieza a recono- por la España hermana de América en
cer firmemente—-y mil signos lo reve- el amor de la libertad y en la orienta-
lan—que si hay un género de amor pro- ción de su cultura; por ía España que da
pio colectivo, necesario y fecundo, que al mundo científico la gloria de Cajal;
es el sentimiento de la patria, hay otro por la España que reúne en la Univer-
género de amor propio colectivo, no me- sidad de Oviedo espíritus como Leopol-
nos necesario y fecundo, que es el senti- do Alas, Posada y Altamira; por la Es-
miento de la raza. Y este sagrado senti- paña de Costa y Unamuno; por la Es-
miento de la raza, del origen, del abolen- paña que, mediante la labor perseveran-
go histórico, unirá perdurablemente la te, rítmica, paciente—menos deslumbra-
conciencia americana a la conciencia es- dora quizá, pero más fecunda y oportuna
pañola. España y América sienten con hoy que las proezas herocias—, marcha
creciente imperio la necesidad de recons- a reconquistar su preeminencia históri-
tituir idealmente, en lo espiritual, en lo ca, para gloria común de la raza que re-
del alma, la unidad quebrantada en lo conoce en ella su solar ilustre y el centro
político, desde la natural madurez y inconmovible de su conciencia colec-
emancipación de las colonias. Este senti-
miento, esta aspiración, no había tenido tiva.
hasta ahora una forma de manifestación
[La Razón, 4 de octubre ele 1910.]

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—UNIVERSIDAD LIBRE 1189

[LA BATALLA DE LAS PIEDRAS]


Siempre que un grupo de orientales se un soldado de Artigas que marcha a con-
mueva para hacer algo noble y grande quistar el porvenir!
en la paz o en la guerra, irá a su frente, ¡Gloria a Artigas, ganador de batallas
mandándolos, la sombra de Artigas. ¡Ca- y protector de escuelas!
da niño que estudia y forma su inteli- [La Tribuna Popular,
gencia y su corazón para la patria es 29 de mayo de 1911.]

XI

[SOBRE UNA UNIVERSIDAD LIBRE]

Señores miembros de la Comisión pro- menos, la agitación universitaria, veo que


visoria pro-Universidad libre, la idea persiste; y según me lo han ma-
Mis estimados amigos: Cuando, en nifestado ustedes en nuestra última con-
eí transcurso de la reciente agitación versación, ella tiene en el propósito de
universitaria, surgió de un grupo de sus iniciadores un carácter distinto del
jóvenes la idea de constituir un centro que yo le atribuía, fundado en las cir-
de estudios con el carácter de Univer- cunstancias que la sugirieron o alenta-
sidad libre, manifesté a los que tuvie- ron. No se trata de una institución disi-
ron la amabilidad de pedir mi opinión dente de la Universidad del Estado, sino
sobre esa idea que me parecía conve- complementaría de ella. No será su ob-
niente diferirla hasta tanto que, resuel- jeto restar a esa Universidad elementos
to aquel conflicto mediante el esclare- y fuerzas, sino contribuir solidariamente
cimiento desapasionado y fidedigno de a un mismo fin de enseñanza y de cul-
ios hechos que lo hubieran motivado, tura, con las energías de un organismo
se estuviera en aptitud de juzgar si nuevo, que confirme y amplíe la acción
había efectivamente razones para jus- del organismo oficial, ya utilizando en
tificar la resistencia a concurrir a las las tareas de la cátedra la inteligencia y
aulas oficíales. Me movía a pensar así el saber de otros hombres de estudio
la consideración de que, nacido aquel alejados hoy del profesorado, ya valién-
Pensamiento al calor de las protestas dose de los mismos que integran el ma-
e
studiantiles, la institución proyectada gisterio universitario.
tomaría, desde su origen, un sentido Por otra parte—también según refe-
de oposición, de discordia • cismática, rencias de ustedes—el programa de la
re
specto de la Universidad oficial, le- nueva institución, sin dejar de desarro-
sionándose los prestigios de ésta, como llar cursos completos, concederá pre-
consecuencia de un conflicto que podía ferencia a la ampliación de los temas
Se
r_ transitorio o no obedecer a causas más importantes dentro de cada asigna-
suficientemente graves. tura, en conferencias que interesen, no
Pero, desaparecida, por el momento al sólo al gremio estudiantil, sino a la ge-
1190 JOSÉ ENRIQUE RODO .—OBRAS COMPLEXAS

neralidad de las personas deseosas de cabo sus propósitos? ¿Lograrán reunir la


instruirse. suma de elementos suficientes para fun-
Definida y explicada así la idea, creo dar y mantener una institución de la
que ella no puede merecer más que ad- naturaleza de la que desean?
hesión y aplauso. Tiene muchas faces En cuanto a esto, no me atrevo a
buenas y ninguna mala. Aun suponien- ser augur; pero mucho es ya que uste-
do que cierta rivalidad llegara a estable- des tengan la firme esperanza del triun-
cerse entre la Universidad libre y la fo, porque la esperanza juvenil es una
oficial, esa rivalidad, mientras se con- fuerza que suele arrasar todas las difi-
tuviera en los límites de una saludable cultades, electrizar todas las indiferen-
emulación, redundaría en beneficio de cias y burlar todos los pesimismos.
entrambas y, por lo tanto, de la juven- Saluda a ustedes afectuosamente.
tud estudiosa y de la cultura del país.
JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Pasando ahora de la teoría a la prác-
tica: ¿Hallarán ustedes la cooperación Montevideo, 1.° de mayo de 1912.
moral y material necesaria para llevar a {Diario del Plata, 4 de mayo de 1912.]

XII

SOLIDARIDAD
[SOBRE LA PRENSA DEL URUGUAY]

La prensa de Montevideo ha logrado sariamente en la prensa, el Círculo de


dar forma permanente y orgánica a la so- los periodistas ha demostrado que es
lidaridad gremial de los elementos que posible que exista, para ellos, una casa
íe están vinculados con la fundación del común en cuyos umbrales desaparezcan
Círculo, que lleva, desde hace cuatro o se acallen las competencias, las hosti-
años, su representación. lidades y los rencores; una casa bajo
Nacido en medio de desconfianzas y cuyo techo se confundan y participen en
de dudas, en un ambiente por natura- una acción concorde, que sea escuela de
leza reacio al espíritu de asociación y tolerancia y de respeto, aquellos mismos
a la perseverancia en el esfuerzo, ha que vienen de discutir públicamente sus
resistido, ha durado y se ha consolida- diferencias religiosas, sociales o políti-
dado. Pero no es su mayor o menor cas; una casa que sea como el cuerpo
prosperidad, no es un desenvolvimiento en que se infunda ese espíritu de so-
material, más o menos rápido y ventu- lidaridad gremial que tiene derecho a
roso, lo que constituye el más preciado prevalecer sobre las solidaridades del
triunfo de esa institución. Es el hecho partido, de secta o de nación, porque
de que ninguno de los diarios de Mon- responde a la forma más positiva y más
tevideo deje de estar representado en fecunda de la fraternidad humana, que
el núcleo social, ni haya roto o descono- es la fraternidad en el trabajo.
cido sus naturales vinculaciones con él. Todo lo que interesa a la prensa ifl"
Atravesando por entre las pasiones bra- teresa esencialmente a la sociedad; y
vias que son casi la normalidad de nues- no como puede interesarle una actividad
tra vida nacional y que se reflejan nece- parcial, confundida entre sus activida-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—MARIS STELLA 1191

des múltiples, sino más bien como un la educación de nuestra embrionaria de-
complemento o una prolongación de to- mocracia.
das ellas: como un alter ego de la perso- Si cada escritor, grande o pequeño, de
nalidad social. La dignificación del espí- los que contribuyen a la magna obra
ritu de la prensa, por los hábitos de re- común, tuviera clara conciencia de su
cíproca cultura y por la conciencia de parte de responsabilidad y de eficacia en
una armonía superior que subordine to- los resultados morales de tal obra, no
das las transitorias disonancias, es un habría, entre los millones de palabras
hecho social de la más alta y fecunda que entregan a la circulación las hojas
trascendencia; y no cabe duda de que impresas cada día, una palabra sola que
el progreso de las costumbres y las no fuese una sugestión benéfica, y no
ideas, de treinta años a esta parte, lleva se orientase en algún sentido superior.
con acelerado impulso a la radicación
de aquel ideal de periodismo civilizador, [De La Prensa del Uruguay; folleto impreso
que sea de todas veras una fuerza en en Tipografía O. M. Eertani, 1912.]

XIII
MARIS STELLA d>
Escribo, por un movimiento casi ins- ] nos ideales con que se dibuja la apa-
conscíente de mi pluma, ese epígrafe ala- | rición de la mujer, en la perspectiva de
do, frente de las páginas que me toca | la esperanza o entre las brumas del re-
llenar. Lo acepto, desde luego, no bien j cuerdo?
seguro de por qué él ha brotado espon- La estrella sobre el mar; es decir: la
táneamente de mí, pero sí de que res- I serenidad sobre el tumulto, la mirada so-
ponde, sin yo saberlo, a una idea. | bre la. soledad, el consuelo sobre el aban-
¿Será tal vez porque se asocia inevita- ¡ dono, la sonrisa sobre la tristeza, la luz
blemente a este albúm la imagen vista \ sobre el abismo.
al pasar, de privilegiada criatura, cuya ¡ No de otro modo fulgura el alma fe-
belleza, suave y selecta, parece destinada i menina sobre todos los aspectos de la
a evocar, en lo que tiene el amor de la realidad, oscuro mar en que bogamos.
hermosura antigua, la eterna visión de j En la naturaleza, tiene la mujer la re-
Anadiomena-—la surgida del mar—refle- j presentación de la belleza superior, de
jando en la profundidad serena de sus , la que condensa en sí todas las otras,
ojos los tintes glaucos de la onda? de la que les sirve de corona y de sím-
Ese es, sin duda, el motivo de mi re- bolo, de la que concilla la hermosura
miniscencia. Pero, además, hay entre el que nace de las perfecciones de la for-
significado ideal que se expresaría poéti- ma, con la que nace del reflejo del
camente, por la «estrella del mar», y sentimiento.
ia significación del alma femenina, tal En el espíritu de las sociedades hu-
c
pmo la concebimos bajo la inspira- manas, suyo es el supremo imperio de
ción de inextinguibles anhelos, una re- la delicadeza, del refinamiento, de ía
lación que no es, por cierto, difícil de gracia, que extienden sobre las formas
encontrar. y las costumbres de la vida el esmalte
¿Qué otras palabras podrían sugerir,
e
n efecto, idea más justa de los contor- (1) [En el álbum de una dama uruguaya.]
1192 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

exquisito de la espiritualidad; y suyo en nosotros, en lo hondo del alma, pron-


es, en el alma de las sociedades tam- to a incorporarse siempre, carecería al
bién, el imperio de las dulces consola- despertar de la virtud que lo aquieta y
ciones, de los olvidos bienaventurados, lo domina.
de las treguas benditas: suyo el domi- Por eso ella no debe lamentarse de su
nio de la serena idealidad adonde no inferioridad utilitaria, que es la condi-
alcanzan las tormentas; suyo el de la ción de otra utilidad de especie superior,
concordia a cuyo seno van a disiparse ni debe renunciar a su debilidad, que
todos los odios, de la esperanza bajo constituye su timbre aristocrático en la
cuya sonrisa se renuevan las energías naturaleza.
de la decisión. Esa debilidad aparente es, en defini-
Es universal y constante ese dominio. tiva, una fuerza poderosa en la vida de
Para que ella despliegue su seguro po- la humanidad, como lo es la debilidad
der y para que sea gloriosa la parte que encantadora del niño, que, obligándonos
le toca desempeñar en los destinos del a una continua efusión de benevolen-
mundo, no necesita ni la oportunidad cia, mantiene vivas en nosotros las fuen-
de los momentos encumbrados, ni la re- tes más preciosas para la frescura de
sonancia de los escenarios majestuosos. | la vida interior.
Es la heroína y la artista de todos los ¡Irresistible fuerza de la gracia, de la
momentos. Allí donde ella falta, faltarán sensibilidad, de la ternura!... Hay algo
siempre la suprema consagración, la san- eternamente infantil en el encanto de lo
ción última, ese inefable y delicado aro- femenino. La naturaleza ha hecho com-
ma de la vida que no se sustituye con pañeros al niño y a la mujer. Ellos lo
nada, como no se sustituyen sin inferio- son en la posesión de ese privilegio di-
ridad el soplo de los campos y la luz vino y ío son en ía realidad de la exis-
de los cielos. Ella tiene en sus manos el tencia. Mientras nosotros, sometidos a
telar en que se teje todo sueño. Sin la re- la ley severa de la acción, personifica-
compensa de sus sonrisas prometedoras, mos el presente, con sus impurezas, con
la gloria misma debe parecer dura y sus angustias, con sus limitaciones, ellos
fría como el mármol, y sin el consuelo personifican respectivamente el porvenir
de sus estímulos fecundos, el desenga- inmaculado que sonríe, y el alma próvida
ño tiene toda la inclemencia de la írre- que lo prepara, en la sombra, con su-
misión. Es a ella a quien pertenece man- blime cariño antes de soltarlo a volar.
tener vivo un fuego tan sagrado como el Pero conceder a la mujer, antes que
que Prometeo robó al secreto de los dio- ninguna otra corona, la corona inmortal
ses: el pago del entusiasmo varonil, con del sentimiento, no significa ciertamente
que se forman las razas fuertes, con eí considerarla negada a los afanes de la
que se conquistan las cumbres desde las inteligencia y de la voluntad, si bien,
cuales se reina sobre el mundo. Maestra en ellos, su valor se determina, no tanto
en el dolor, puede ser que ella sea res- por lo que realiza aparentemente en el
ponsable de gran parte de los dolores hu- mundo, cuanto por lo que sugiere y lo
manos, pero es indudable que lo com- que inspira.
pensa con exceso brindando, para los de- En esta esfera de colaboración anóni-
más dolores, lenitivo inmortal. Represen- ma, abnegada, ¡qué inmensa parte sería
ta, para honor de la tierra, una sobera- necesario atribuir, en los triunfos mejo-
nía que se impone sólo por el encanto y res de que nos envanecemos, a la oculta
el amor. Representa una suave magia participación de la mujer! Su espíritu
idealizadora, sin la cual el impulso del se ve flotar, como la nube, alrededor de
instinto brutal, que duerme acurrucado, toda cumbre. En toda grande obra varo-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—EL MONUMENTO DE ARTIGAS 1193

nil, se adivina su presencia cercana. Ins- ; crecía antigua, y da a la libertad su


piradora, tiene el sentimiento de.la opor- \ numen vengador. Se llama Mme. Roiand,
tunidad. Censora, tiene el instinto del j y desata el rayo en la tempestad de
buen gusto. Consejera, tiene la obsesión | su tribuna.
de la clemencia. Educadora, tiene el se- | En todo eso es el alma de la mujer,
creto de la persuasión. grande y hermosa. Pero yo la prefiero
Es cierto que fuera de esa interven- en la actitud serena de la contempla-
ción inaparente pero real, en las intimi- ción, en la dulce dignidad de su recogi-
dades que no llegan casi nunca a la su- miento: levantando sobre nuestras bo-
perficie de la historia, caben también rrascas su serenidad inviolable, y sobre
en espíritu de mujer todos los heroís- nuestras dudas su esperanza infinita;
mos de la acción y todas las fulguracio- resplandeciente; resplandeciente y pura
nes del genio. como la «estrella del mar» que acaricia
Entonces, adquiere el alma femenina la cerviz rebelde de las olas; hada de
la grandeza de un símbolo. Ella resume amorosa bondad, de cuya sonrisa des-
en su obra la de legiones de trabaja- cienden, a la oscura realidad de la vida,
dores varoniles. Se llama Hipatia, y con- el perdón para la culpa que llora, el
densa el pensamiento de una civiliza- bálsamo para la herida que sangra, el
ción. Se llama Juana de Arco, y perso- entusiasmo para el brazo que combate,
nifica la conciencia de un pueblo. Se y la inspiración para la frente que
llama Mme. de Staél, y revoluciona la piensa.
literatura de un siglo. Se llama la Lu- [La Democracia, 18 de abril de 1912.]

XIV
[EL MONUMENTO DE ARTIGAS]
Montevideo, 18 de enero de 1913, El género superior de realidad que pue-
Sr. D. Augusto Gozalbo. de exigirse en una imagen estatuaria,
Estimado señor: Diré a Ud. en bre- representación de un carácter personal,
ves palabras lo que pienso sobre el pun- se satisface siempre que ella sugiera efi-
to a que se refiere su consulta. cazmente la verdad ideal de ese carác-
Sin autoridad de técnico que valorice ter. Y yo creo que, juzgando con ampli-
en este caso mi juicio, pero con impre- tud y sin inoportunas preocupaciones de
sión sentida y profunda, soy partidario nacionalismo, esas líneas de admirable
del boceto de Zanelli por espontánea su- sencillez y belleza sugieren la verdad.
misión al imperio de la belleza indiscu- ideal del carácter de Artigas y dan la
tible y soberana. expresión de su personalidad.
El fallo del Jurado, en la parte que En lo fundamental estoy, pues, de
concierne al referido boceto, me parece acuerdo con el sentido de la protesta
de todo punto inaceptable. No admito que Ud. me leyó, aunque no la recuerdo
Que, tratándose de una concepción de en la precisión de sus detalles para po-
e I der afirmar igualmente mi conformidad
sa sencillez armoniosa y perfecta, se pi-
da al artista que la rectifique, en nombre con todo lo que en ella se expresa.
de una vaga exigencia de «carácter nacio- I De Ud. afectísimo amigo.
n
al» que sería difícil precisar en su JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
significado oportuno. i [El Día, 31 de enero de 1913.]
1194 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XV
[CARTA A LA ACADEMIA ESPAÑOLA]

Montevideo, 28 de febrero de 1913. en la medida de mis fuerzas; y si de al-


Excmo. Sr. [Alejandro Pidal]: gún estímulo hubiera menester para per-
He tenido la honra de recibir, aunque severar en la misma obra, lo recibiría,
con retardo independiente de mi volun- muy eficaz, del acto que generosamente
tad, la atenta nota en que se me comu- me vincula a la ilustre institución en-
nica mi designación como miembro co- cargada de velar por la integridad y pu-
rrespondiente de la Academia Española, reza de la gloriosa lengua castellana.
y el diploma que me acredita en tal ca- El vínculo del idioma común es tan
rácter. importante y poderoso que, con sólo ase-
Aprecio en su muy alto valer tan se- gurar la persistencia de ese vínculo, se
ñalada distinción, y la agradezco pro- asegura para lo porvenir la unidad espi-
fundamente; tanto más cuanto que, por ritual de los pueblos que hablan aquel
encima de la benevolencia que para con- idioma. Grande es, pues, la influencia que
migo representa ese inmerecido favor, en el terreno filológico puede ejercerse
veo en él una prueba más del interés para estrechar las relaciones entre Espa-
que la Academia Española consagra a ña y América. La confraternidad literaria
todo cuanto importe confirmar y robus- será el fundamento inconmovible de una
tecer los lazos de unión intelectual en- confraternidad más honda y esencial.
tre la madre España y sus emancipadas Renuevo ilustre corporación las
hijas las naciones hispanoamericanas. protestas de mi mayor agradecimiento,
Siempre he sido yo ferviente partida- y ofrezco a V. E. las seguridades de mi
rio de esa unión, fundada en la natura- respetuosa consideración.
leza y en la comunidad de ideales y
destinos. He procurado contribuir a ella José Enrique Rodó.

XVI
INDEPENDENCIA Y REPÚBLICA

El más admirable aspecto de la Revo- consigo la fórmula del porvenir, resol-


lución hispanoamericana, en su magní- viendo para siempre el destino de estos
fico conjunto de gloria heroica y de pueblos.
grandeza civil, es la manera como la Aún la experiencia social no había
reacción de todas las fuerzas conscien- abonado universalmente la eficacia prác-
tes e inconscientes que concurrieron a tica de la igualdad democrática y del
producirla y caracterizarla le dio por ne- régimen republicano. La educación colo-
cesario desenlace el triunfo de una orga- nial parecía un antecedente inconcilia-
nización política fundada en los más ble con todo augurio propicio a la arries-
adelantados principios de libertad, y sin gadísima ventura de implantar de inme-
la cual la Revolución no habría traído diato aquellas formas de gobierno. En

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—LA PAZ Y LA GUERRA 1195

tal situación, bien puede afirmarse que que saltase sobre los límites de la sabi-
lo inteligente era dudar. Y los que re- duría y la prudencia.
presentaban la inteligencia dudaban, en Así se llegó, de un ímpetu, a la de-
efecto, y proponían términos de tran- mocracia y la república; y cuando estos
sición que asegurasen, con el prestigio principios quedaron encarnados en la
de instituciones seculares, la solidez de realidad, los hombres cultos reconocie-
la improvisada obra. Pero un declive ron que ellos los habían llevado virtual-
mente en el alma y habían contribuido
irresistible llevaba el impulso original
también a entronizarlos, aunque no les
más allá de donde se detenía la volun- consagrasen, como la muchedumbre po-
tad inteligente; y la instintiva energía pular, aquella fe que mueve las monta-
de las multitudes que conducían los cau- ñas porque no reflexiona ni vacila.
dillos trajo el atrevimiento temerario [Atenea, agosto, 1913.]

XVII

LA PAZ Y LA GUERRA

Querer la paz por incapacidad para | te a serlo; porque la fortaleza de los


la guerra; querer la paz por el senti- pueblos se mide, no por su capacidad
miento de la propia debilidad, por el para la agresión, sino por su capacidad
temor de la superioridad ajena es con- I para ¡a defensa, y cada pueblo encuentra
dición miserable de los pueblos que no infaliblemente, en la medida de sus re-
tienen en sí mismos la garantía suprema cursos materiales, los medios proporcio-
de su persistencia y de su dignidad. nados para su defensa, cuando él pone
Querer la paz por comprenderla her- de suyo el elemento fundamental de su
mosa y fecunda; querer la paz con la energía y de su previsión.
voluntad altiva del que tiene conciencia Reconoce su deber para consigo mis-
de sus fuerzas y reposa tranquilo en mo y para con la obra solidaria de fun-
ía confianza de que lleva en su propio dar el orden y la paz estable en el mun-
brazo la potestad fidelísima que le tute- do el pueblo que no cuida de mantener
la y escuda, es la condición de los pue- su fuerza material en proporción relati-
blos nobles y fuertes.
Para desear eficazmente la paz, es va al desenvolvimiento de su riqueza y
menester la aptitud para la guerra. Los ele su cultura.
pueblos débiles no pueden proclamar Cuidar de la propia fuerza material, no
la paz como un ideal generoso, porque significa sólo, ni principalmente, aumen-
para ellos es, ante todo, un interés egoís- tar la importancia numérica de los ejér-
ta, una triste necesidad de su desvali- citos, ni los acopios de sus parques. Sig-
miento. Sólo en los labios del fuerte es nifica, ante todo, educar, mejorar, inten-
bella y gloriosa la afirmación de la sificar la institución de las armas; rea-
paz. lizarla por el prestigio del saber y la
Vergüenza es que un pueblo se habi- virtud; vincularla, cada vez más estre-
túa a que le llamen «débil», o llamarse chamente, con el pueblo; hacerla, para
«débil» a sí mismo. No hay pueblo dé- él, objeto indiscutido de amor y de orgu-
bil, sino el que se rebaja voluntariamen- llo; reconocer su significado social, y se-
1196 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ñalarie, en el armónico conjunto de las cesario que nos habituemos a ver tam-
energías nacionales, el puesto que ella bién en él a uno de los hombres del por-
merece. venir, a uno de los tipos representati-
Glorifiquemos en el soldado al hombre vos de la patria adulta y floreciente.
de las tradiciones heroicas, al rudo ar-
tífice de la patria guerrera; pero es ne- [Ariel, Año I, núm. 3, septiembre, 1913.]

XVIII

[HOMENAJE A EUGENIO GARZÓN]

El Círculo de la Prensa no recibe, en desprenderos de la posición noblemente


vuestra persona, a un huésped, a un visi- conquistada, sacrificar el puesto encum-
tante, ni a un amigo. Recibe al dueño brado, para mantener incólume la gallar-
de casa. Esta es vuestra casa propia, que día de vuestra actitud, nuestro orgullo
hemos guardado en vuestra ausencia; y ha sido aún mayor, porque nos ha pa-
no aspiramos sino a que la reconozcáis recido ver ondear por un instante, bajo
al volver, comprobando que ella no ha el sol pálido de Luíecia, el penacho idea-
perdido los atributos esenciales que la lista de estas democracias jóvenes, due-
hacían digna de vuestro temple hidalgo ñas del porvenir mientras no hayan per-
y de la superioridad de vuestro espíritu, dido los atribuios espirituales de su ju-
Como el caballero de otros tiempos, ventud. Y con un sentimiento más cir-
podéis decir que si, presente, honrasteis cunscrito, y si se quiere, más aldeano,
esta casa, ausente la habéis honrado pero por lo mismo tanto más íntimo,
mucho más; y no es sin un sentimiento nos ha parecido a ios orientales ver en
de legítimo orgullo como los congrega- ese rasgo vuestro algo muy propio de
dos aquí recordamos que es uno de ios ¡ nuestro carácer antiguo, muy propio de
nuestros, que es un periodista de Mon- nuestra tradición y de nuestro terruño:
tevideo, el que, en su condición de pe- para los que pensamos ai menos, que
riodista, ha mantenido en la más alta nuestro viejo «poncho» oriental puede
cumbre del mundo la enseña representa- ser también, como la capa española,
tiva de las democracias latinoamerica- símbolo consagrado de altivez y de hi-
nas, destacando la talla del abanderado dalguía, de desinterés caballeresco y de
a la altura condigna del honor de la arrogante generosidad.
bandera. El mejor ofrecimiento de esta demos-
La ausencia, como el tiempo, tiene la tración familiar está en los semblantes
divina virtud de asegurar a los hombres que os rodean, en la cordialidad ele las
la justicia que a menudo les niega la pa- manos que se han tendido para estrechar
sión del día que pasa. Vuestra ausencia la vuestra. El puesto de honor que debo,
ha permitido que seamos justos con vos, en el Círculo de la Prensa, a la bene-
y que no haya discordancia alguna en volencia de nuestros compañeros, os per*
el sentimiento de enorgullecida compla- tenece desde que estáis entre nosotros.
cencia con que hemos asistido a vuestras Presidís en esta casa. Yo la pongo bajo
campañas de americanismo, tan hábi- vuestra prestigiosa autoridad; y os invi-
les, tan eficaces, tan valientes. Y cuando to a vosotros, periodistas, a brindar
en un momento solemne os hemos visto por el compañero ilustre, por el escri-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—EL NUEVO «ARIEL» U97
tor espiritual y culto, por el caballero la pluma consagrada en las campañas
sin miedo y sin tacha, y por el oriental de El Heraldo, de Montevideo,
triunfador que ha hecho vibrar con hon-
ra en las columnas del Fígaro de París, [Diario del Plata, 23 de abril de 1914.]

XIX

EL NUEVO "ARIEL"

El nombre de Ariel significa, en la J de aproximársele, eran el criterio que


evolución de las ideas que han prepa- ; predominaba entre los hombres de pen-
rado la actual orientación del pensa- | Sarniento y de gobierno, en las naciones
miento hispanoamericano, la afirmación ' de la América latina: el criterio orto
del sentido idealista de la vida contra doxo en universidades, parlamentos y
ias limitaciones del positivismo utili- ateneos.
tario; el espíritu de calidad y selección, Las notas características que ofrece,
opuesto a la igualdad de la falsa demo- en el momento actual, la producción
cracia y la reivindicación del sentimien- literaria hispanoamericana, en lo que
to de ia raza, del abolengo histórico la- se refiere a la exposición de ideas y
tino, como energía necesaria para sal- sentimientos colectivos, manifiestan que
var y mantener la personalidad de estos el espíritu de Ariel no era una ráfaga
pueblos, frente a la expansión triunfal personal y pasajera, sino el signo de una
de otros, en que llegan a su más alto
punto distintas tradiciones humanas. transición que estaba en la virtualidad
del pensamiento de su tiempo y que
Tuvieron aquellas páginas la virtud de debía generalizarse y prevalecer, porque
la oportunidad, que explica su. difusión concordaba con el sentimiento a que y?;
extraordinaria y la repercusión de sim- umversalmente se inclinaban ias corrien-
patía que las ha multiplicado en mil tes intelectuales y morales. Hoy, genera-
ecos. Se escribieron cuando un positi- ciones nuevas reconocen en Ariel la «me-
vismo bastardeado ejercía aún el im-
perio de las ideas; cuando el impulso lodía de ideas», el sentimiento de IR
de engrandecimiento material y econó- vida, que espontáneamente brotan de su
mico, caracterizando la que llamó Sar- propia conciencia. Toca a esas generacio-
miento nuestra «época cartaginesa», lle- nes demostrar que nuestro ambiente
gaba todavía a un exclusivo aprecio del americano no es incapaz de contener te,
aspecto utilitario de la civilización, y ejecución de tal programa en la esferp.
tendía a legitimar el rasero nivelador de la realidad y de la acción. Y entre
que abate superioridades y prestigios tanto, suyo es el nombre y suya la ban-
sociales para dejar sólo subsistente la dera, ya que la eficacia y repercusión de
primacía del éxito y la fortuna. Se es- una primera palabra es triunfo casa
cribieron cuando la preeminencia ab- siempre impersonal, por aquello de que
soluta del modelo anglosajón y la ne- tienen su destino los libros.
cesidad de inspirar la propia vida en
ia contemplación de ese arquetipo, a fin [Ariel, Año I, núm. 1, junio 1914.]
1198 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XX

COMO HA DE SER UN DIARIO

Mucho más que como una actividad con más o menos oportunidad y efica-
aparte, en el conjunto de las actividades cia el comentario y la propaganda de la
sociales, debe concebirse la función del Prensa. Lo que ninguna forma de publi-
periodismo como un complemento de cidad puede suplir es la rápida y exten-
todas las funciones que interesan, mate- sa difusión de los hechos que vinculan
rial o moraimente, al organismo social. una porción grande o pequeña de interés
No ha ninguna que pueda prescindir de general.
ese complemento sin amenguar su fuer- No se rebaja, pues, la importancia
za y eficacia. Jamás hubo en el mundo de la Prensa, ni se propende a adaptar-
institución tan enteramente identificada la a un bastardeado utilitarismo, cuan-
con el complejo desenvolvimiento de la do se le señala como carácter principal
sociedad como, en nuestra época, la la función informativa. Al paso que el
institución de la Prensa periódica. medio social en que se desenvuelve au-
No se trabaja, ni se combate, ni se menta en magnitud y en diversidad, el
estudia, ni se pasa la vida en ocio y so- interés de esa función sube de punto,
laz, sin tener algún necesario punto de porque son más las órdenes de hechos
contacto con la Prensa. Esta universa- que tienen repercusión en la vida colec-
lidad de relaciones determina, desde lue- tiva y en la individual, y es mayor la
go, en el diario moderno, una infinita dificultad de que se difundan de otra
complejidad de carácter y estructura. manera que por la transmisión escrita
Pero si hubiéramos de intentar una cla- de la Prensa. Huelga decir, por lo de-
sificación en los oficios propios del dia- más, que dentro de los límites de la
rista, podríamos empezar por repartirlos información periodística caben todas las
en estos dos órdenes fundamentales: formas de exposición que, levantándose
la información y el comentario. sobre la desnuda referencia del hecho,
De ambas aplicaciones, la vedadera- dan a la crónica su amenidad y su in-
mente esencial e inseparable de la ín- terés y obtienen el relativo valor de
dole del diario moderno es la primera. arte que cabe en esta pequeña historia
El comentario es, sin duda, cosa más cotidiana impresa en las páginas del
alta, y de superior dignidad jerárquica diario.
que la noticia, pero de ningún modo
representa un interés social más posi-
tivo ni más trascendente que ésta. Por Pero si la información ha de tender
mucho que remontemos eI_concepto de necesariamente cada día a ser más so-
utilidad, siempre quedará subsistente licitada y compleja, no me parece me-
que la utilidad superior de la Prensa dia- nos cierta la necesidad de excluirla o
ria radica en ser un medio de informa- limitarla en algunas de las manifesta-
ción, porque es en tal concepto como el ciones con que predomina en los actua-
diario desempeña un cometido de comu- les usos de la Prensa. Hay, desde luego,
nicación y simpatía social para el que una complacencia informativa que no
no tiene equivalente posible. El libro, dudo en calificar de perniciosa y bru-
el panfleto, la tribuna, pueden suplir. tal, por lo mismo que satisface bajas

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCEL INEOS.—COMO HA DE SER UN DIARIO 1199

preferencias del gusto público. Me re tras no pueda aspirarse a una concien-


fiero a la «delectación morosa» con que cia social más justa y efectiva en sus
casi todo el periodismo de nuestro tiem- sanciones morales, de modo que la re-
po busca el detalle, la exactitud foto- paración quede librada a ella.
gráfica, el pormenor realista, en la des- A lo único que cabe tender, por el
cripción de las escenas de criminalidad momento, es a limitar el duelo a los ca-
feroz; de los hechos donde aparece, en sos de verdadera gravedad, irresolubles
repugnante desnudez, la bestia humana. por medios de otro orden. Y entre tan-
Aquí la utilidad de la información pro- to, si bien la ley debe suprimir o mo-
lija es nula, y en cambio, la sugestión, dificar la sanción penal de un delito que
de crueldad y de torpeza puede ser no lo es dentro de las costumbres y los
positiva en el lector vulgar, cuya pro- sentimientos que hoy prevalecen, tam-
pensión inculta se halaga. Hace tiempo bién debe la Prensa, por su parte, abs-
que, aun en el terreno de la ficción tenerse de concurrir a fomentarlo, pro-
literaria—donde el arte entra como ele- vocando su difusión por los prestigios
mento purificador—ha caído en descré- del ejemplo y los estímulos de la vani-
dito aquella morbosa predilección del dad.
falso realismo por los aspectos repul-
sivos y odiosos de nuestra naturaleza.
El crimen, el vicio, la degeneración de-
ben interesar hasta donde pueden ser Pero, aunque el diario es, ante todo,
motivos de enseñanza, de ejemplo nega- un órgano de información, es también
tivo: jamás como alicientes de curiosi- un comentador, un censor, un propa-
dad malsana. gandista. Como esos dos caracteres no
Hay una aberración moral que, por se excluyen, sino que se complementan
prestarse a ser, más claramente que y en cierta medida son necesarios uno
otra alguna, objeto de contagio psíquico, al otro, es difícil atenerse exclusivamen-
ha uniformado casi todas las opiniones te a la información sin producir un tipo
en cuanto al interés humano de elimi- de diario incompleto e ineficaz, en el
narla de los informes de la Prensa. Me que el público concluya por sentir la
refiero al suicidio. Acéptase generalmen- ausencia de una fuerza que anhela y ne-
te la conveniencia de una disposición cesita. Soy partidario, pues, del diario
legal que hiciese obligatorio ese silen- que define su opinión en todo cuanto im-
cio. Por mi parte preferiría una libre porte un interés humano, nacional, gre-
convención de periodistas que tendiese mial, o de cualquier otro alcance co-
al mismo fin, y que acaso sería de re- lectivo, que sea propuesto al debate por
sultados más seguros, si se considera hechos de oportunidad. Entiendo la «im-
que todo lo que es forzado e impuesto parcialidad» de la Prensa como el ho-
parece invitar de suyo a la contravención menaje de respeto y de cultura debido a
disimulada, en las formas de alusión y todas las opiniones sinceras y a todos los
reticencia que escapan a las mallas de intereses legítimos; pero no admito que
la ley. esa condición llegue a inhibir en lo más
Otro género de publicaciones en que mínimo la franca y definida personali-
merecería ensayarse cierta restricción, dad del diario. Esto no me impide reco-
ya que no una eliminación absoluta, es nocer que, tratándose del concepto mi-
la de las actas de lances personales, rea- litante por la política, no como movi-
lizados o evitados. Probablemente, sub- miento de ideas desenvuelto alrededor
sistirán en la sociedad estos procedi- de la vida administrativa y legislativa
mientos de desagravio personal, mien- del país, sino como lucha de pasiones
1200 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y de agrupaciones permanentes o ac- He hablado hace un momento de dia-


cidentales, pueda haber diarios que, por rios que tienen por carácter ser órganos
su representación gremial y su tradición de determinados gremios, verbigracia:
propia, prescindan de la política pro- el comercio, o las industrias rurales.
piamente dicha, o se reserven para in- Nada más justificable que esta consa-
tervenir en ella a título de excepción gración fundamental y preferente a cier-
justificada por la solemnidad de los acon- to orden de intereses sociales; pero a
tecimientos y por la autoridad inheren- condición de que se procure mantener
te a su propia imparcialidad. en esas formas del diarismo, a pesar de
Supuesto que el diario, en general, de- su especialización, la complejidad de con-
be opinar, debe aspirar a ser una fuerza tenido y de interés que satisfaga la no-
en el debate público, ¿cómo entenderá ción armónica y cabal de lo que ha de
esa participación que le compete? ¿Ha ser «un diario». Opino en esto como en
de ser guía ¿Ha de ser reflejo? ¿Se le- lo relativo a los especialismos de la edu-
vantará por encima de las corrientes po- cación. Nunca fui partidario de las mu-
pulares como el faro que las domine, o tilaciones de la enseñanza secundaria,
se contentará con ser un aparato regis- que tienden a separar de los estudios
trador por el que se conozca un modo preparatorios del abogado, del ingeniero
de sentir colectivo? No puede haber di- o del médico, aquellas materias que no
ferentes respuestas para esa pregunta, si ofrecen relación directa con el orden de
se la considera desde el punto de vista estudios que ellos han de cultivar como
de ia responsabilidad y la dignidad so- consagración profesional. Por lo mismo
cial de la Prensa. El diario debe tender que el abogado no ha de tener fácil
a dirigir y no a ser dirigido, a ser men- oportunidad de volver a interesarse en
tor y no vocero; y aun cuando su opi- las ciencias de la naturaleza, ni el mé-
nión se identifique fundamentalmente dico en los estudios literarios, importa
con la de una colectividad popular, siem- que la enseñanza preparatoria les comu-
pre debe proponerse ser, con relación nique aquella iniciación general necesa-
a los sentimientos de ésta, como el filtro ria en todo hombre de elevada cultura,
en que ellos se depuren de sus heces para mantener su solidaridad de espí-
de error, de pasión y de injusticia. ritu con los demás elementos dirigentes
Sería equivocado deducir de ahí una de la sociedad. El diario de gremio de-
absoluta preterición de lo que piensa y be amoldarse a parecido criterio. Debe
siente en cualquiera oportunidad la ma- favorecer el contacto de su particular
yoría del pueblo. No sólo la impresión especie de lectores, con las ideas, los
de la mayoría tiene siempre el interés de sentimientos y los intereses que no se
un hecho, sino que es imposible negarle vinculan inmediatamente al orden de vi-
su justo valor, concretado a veces en da y de trabajo que ellos tienen por
intuiciones y aciertos superiores a los profesión. Junto a las secciones en que
más autorizados dictámenes del criterio se especialicen la información y el co-
individual. Por eso, sin menoscabo de la mentario relativo a los intereses gremia-
independencia ni del pensamiento propio les, han de tener cabida las que trans-
y definido del diario, debe prevalecer | mitán una noción general de las activi-
en él un amplio espíritu de hospitalidad ! dades y preocupaciones de otras esferas
para acoger todas las opiniones abona- I de la sociedad a cuya idea de conjunto
das por la forma de su presentación, ya ¡ nadie puede permanecer absolutamente
que no por el nombre que las autorice, } ajeno sin desmedro de su cultura y de
aun cuando disientan de la opinión que j su misma eficacia profesional.
el diario exponga como suya. ¡ Por otra parte, un diario no debe con-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—COMO HA DE SER UN DIARIO 1201

siderar limitada su jurisdicción a los te- del público lector, a medida que sube el
mas de estricta actualidad ni de interés nivel medio de cultura y se hacen ma-
utilitario. Estos son, sin duda, los prin- yores las necesidades intelectuales de la
cipales objetivos, dentro de ía naturale- mayoría: todo parece concurrir a aumen-
za de la Prensa diaria^ pero la parte de tar indefinidamente la extensión y ca-
material desinteresado, en que se con- pacidad de los diarios.
cede su lugar a las letras, a la ciencia, Pero como en este desarrollo material
al arte, a la amenidad o a la instrucción se ha llegado ya a lo excesivo y las cre-
popular, representa un elemento precio- cientes imposiciones de que procede son
sísimo de los diarios modernos, porque imposibles de evitar, la fórmula de la
contribuye al fin, que también les es futura evolución periodística no puede
propio, cb «democratizar la cultura», ha- ser otra que la «concentración»: mante-
ciendo llegar los reflejos de ella allí a ner la sustancia de los hechos y del co-
donde rara vez logra penetrar el libro, mentario, con superior densidad, elimi-
y atrayendo la atención, de modo con- nando lo prolijo, lo vano, lo superfluo.
tinuo e insinuante, hacia las cuestiones Aquella spenceriana teoría del estilo, que
de interés puramente espiritual, que per- se nos enseñaba en cátedra y que reduce
manecerían en la clausura de la biblio- el secreto de la buena forma literaria a
teca o de la cátedra sin ese medio de ha- la economía de atención, es ineficaz y
cerlas z'esonar al aire libre, junto a los falsa, de todo punto, cuando se trata
varios ecos del movimiento cotidiano. de penetrar en el carácter de la ex-
presión verdaderamente artística, pero
A * * define bien el ideal de la forma pecu-
liar al diarismo, donde la economía de
«El mal que aqueja a la República atención y de tiempo es finalidad natu-
Argentina es la extensión», dijo Sar- ralmente impuesta por un género de
miento en el pórtico admirable del Fa- lectura que ha de hacerse entre las ur-
cundo. gencias del trabajo cotidiano y con cla-
El mal que aqueja al periodismo mo- ra conciencia de la condición efímera
derno es la extensión. de lo que se lee.
El material proporcionado por el des- Cada vez más identificada con la vida
envolvimiento, cada vez más activo y compleja de una sociedad, pero en for-
más complejo, de los grandes centros ma necesariamente somera y cambiante,
urbanos; la comunicación internacional, la Prensa diaria ha de ser como ia som-
más asidua y estrecha cada día, con el bra del cuerpo social: verdadera y fiel
consiguiente acrecentamiento de interés como ia sombra, y como la sombra
por lo que ocurre en cualquier parte leve y pasajera.
del mundo; las progresivas exigencias {El Telégrafo, 24 de septiembre de 1914.]
1202 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XXI

PARA LOS BIBLIÓFILOS


JOYAS QUE SE VENDEN

Un católogo hermosamente impreso complemento de «confort» y de arte.


—digna afirmación del gusto del biblió- Hoy el tesoro que representa largos años
filo—viene a anunciarnos que se disgre- de acumulación afanosa, presidida por
ga y se vende una de las más ricas y una selección inteligente y una fortuna
escogidas bibliotecas de propiedad par- liberal, va a dispersarse en muchas ma-
ticular que se hayan formado en los nos. No es sin cierto sentimiento de me-
países del Plata. lancolía como se recorre este catálogo
Esa biblioteca nació en Montevideo, elegante en que, antes de separarse para
aunque se encuentre ahora en la otra siempre, los ejemplares preciosos del bi-
margen del río, de donde viene el anun- bliófilo aparecen en su asociación aristo-
cio de su disolución. Su poseedor es crática. Y junto con ese sentimiento, na-
Emilio Goldaracena. die que guste de los libros, no sólo por
Ambientes como el nuestro no han el divino bien de la lectura, sino, ade-
consentido hasta ahora sino a título de más, por la exterioridad del arte a que
rareza la aparición de ese refinado tipo se prestan, dejará de confesar una ten-
intelectual que se realiza en el biblió tación de codicia... también un poco me-
filo. La complejidad de esta afición su- lancólica.
perior abarca, por una parte, el amor ¡Cuánta selecta riqueza; qué generoso
inteligente de la lectura, con la sensi- hervor de firmas gloriosas y de títulos
bilidad exquisita del fino catador lite- que evocan en la mente todas las emo-
rario, y por otra parte, la pasión nimia ciones de nuestro desenvolvimiento in-
y escrupulosa del coleccionista, prenda- telectual! Son las cosas conocidas que
do de lo raro, de lo costoso, de lo úni- nunca acabaremos de conocer. Y el ca-
co, y apreciador sutil de los primores tálogo nos las ofrece casi todas, en va-
que caben en la manera de imprimir o liosísimas ediciones de bibliófilo, donde
encuadernar un libro. No hay más inte- adquieren aquel singular realce que la
resante género de sibaritismo espiritual. calidad del vino o del manjar debe ai
Sólo que la dedicación del bibliófilo, co- esmalte de la vajilla y al cristal de la
mo tantas cosas bellas del mundo, es in- copa.
conciliable con la escasez de dinero, y Apenas hay autor francés de primer or-
este universal agente suele tener largos den, desde Brantóme y Marot hasta ios
entredichos con las superioridades de la románticos, naturalistas, parnasianos y
inteligencia y del gusto... El libro rico es decadentes del pasado siglo, que no esté
joya cara y que requiere, para no desen- representado por alguna magnífica joya
tonar, la compañía de otras delicadas bibliográfica, en que el primor de la ti-
cosas materiales, de las que manifiestan rada especial, las ilustraciones de firma
y consagran el bello entendimiento de la ilustre y la esplendidez de la encuader-
vida. nación componen el más bello nido con
Goldaracena había reunido su tesoro que pueda soñarse para la obra del no-
de libros y lo había rodeado del digno velador o del poeta.

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—TRADICIÓN HISPANOAMERICANA 1203

Las librerías de Montevideo han de re- guardarla con cuidadoso amor y de po-
cibir, seguramente, ejemplares de este nerla en contacto, por intermedio de los
catálogo, que honra a la tendencia su- ojos, con una inteligencia culta y una
perior de un oriental que supo ennoble- sensibilidad escogida.
cer su riqueza con el amor desinteresado
por las cosas del espíritu. Ya que la ad- ARIEL.
mirable colección se disuelve, pase cada
una de sus joyas a manos capaces de [El Telégrafo, 8 de octubre de 1914.]

XXII

LA TRADICIÓN EN LOS PUEBLOS HISPANOAMERICANOS

Cada año que pasa, la conciencia de fórmula primera en Condorcet y ha atra-


estos pueblos nuevos de América se en- vesado triunfalmente todas las transfor-
tona con un sentimiento más firme y se- maciones de ideas de la última centuria,
guro de la grandeza de su porvenir. La siendo hoy mismo como una fe sustitu-
expansión de sus energías materiales tiva de las creencias religiosas en el es-
adquiere tal brío, su riqueza se acrecien- píritu de las muchedumbres y en gran
ta en tal medida, su civilización se asi- parte de los que se levantan sobre éstas.
mila con tal facilidad los elementos con- Más o menos entremezcladas de ilusión
venientes para integrar un organismo y de candor, no puede desconocerse lo
de cultura propia y cabal, que el noble que esa idea encierra en sí de estímulo
orgullo colectivo empieza a florecer en eficaz para las humanas energías y de
ellos de la manera natural y espontánea ) inspiración poética y ensoñadora con que
con que toda fuerza juvenil tiende a ha- alentar los vuelos de la imaginación,
cer alarde de sí misma. Lejos de ser re- eterna amiga de las treguas del trabajo
prensible, ese sentimiento es una ener- y del combate.
gía necesaria que complementa las de- Dejando de lado la evaluación de la
i'nás y un estímulo precioso con que parte de verdad que contenga esa tesis
obrar en el espíritu del pueblo, magnifi- optimista, y encarándola sólo en cuanto
cando su capacidad como artífice de sus a su trascendencia activa y práctica, es
Propios destinos. fácil comprender que el vicio a que na-
Natural es también que ese orgullo turalmente tiende, en medio de sus mu-
colectivo se concrete en la idea y la fi- chas influencias benéficas, es el del in-
guración del porvenir. Si hay algún sen- justo menosprecio de la tradición; el del
timiento esencialmente americano es, sin desconocimiento vano y funesto de la
duda, el sentimiento del porvenir abier- continuidad solidaria de las generacio-
to, prometedor, ilimitado, del que se es- nes humanas; el de la concepción del pa-
Pera ía plenitud de la fuerza, de la glo- sado y el presente como dos enemigos
ria y del poder. La formación de los en perpetua guerra, en vez de conside-
Pueblos de nuestro continente como na- rarlos en la relación de padre a hijo o
ciones libres ha coincidido con el auge de dos obreros de sucesivos turnos, den-
universal de esa concepción del progreso j tro de una misma interrumpida labor.
^definido, que, extraña a toda filosofía Una idea manifiesta por entero lo que
histórica anterior al siglo xvni, halló su contiene de exclusivo v de falso desde
1204 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

el momento que se organiza en partido abismo entre ía tradición y el ideal. La


y se convierte en acción. Es así como decadencia de la metrópoli, su aparta-
en el carácter y el desenvolvimiento de miento de la sociedad de los pueblos ge-
los partidos liberales y progresistas de neradores de civilización, hizo que para
Europa, durante el siglo xix, puede ob- satisfacer el anhelo de vivir en lo presen-
servarse bien aquella relativa falsedad te y orientarse en dirección al porvenir,
Implícita en la filosofía del progreso in- hubieran de valerse sus emancipadas co-
definido, falsedad que conduce, en últi- lonias de modelos casi exclusivamente
mo término, a la obra de escisión, arti- extraños, así en lo intelectual como en
ficial y violenta, de que da ejemplo el lo político, en las costumbres como en
moderno jacobinismo francés. Pero en í las instituciones, en las ideas como en
Europa el pasado es una fuerza real y las formas de expresión. Esa obra de
poderosa, la tradición existe con pleno I asimilación violenta y angustiosa fué y
prestigio y plena autoridad. El desaten- I continúa siendo aún el problema, el
tado impulso que pretende obrar sin ella, j magno problema de la organización his-
encuentra en ella misma la resistencia ¡ panoamericana. De ella procede nuestro
que lo equilibra y lo sujeta a un ritmo. j permanente desasosiego, lo efímero y
En cambio, en los pueblos jóvenes de i precario de nuestras funciones políticas,
América, la tradición, enormemente in- el superficial arraigo de nuestra cultura.
ferior como extensión y como fuerza, ¿Fué una fatalidad ineludible esa radi-
apenas sí lleva consigo un débil y preca- cal escisión entre las tradiciones de nues-
rio elemento de conservación. j tro origen colonial y los principios de
No es sólo por su escaso arraigo en | nuestro desenvolvimiento liberal y pro-
el tiempo por lo que la tradición care- i gresista? ¿No pudo evitarse esa escisión
ce de valor dinámico en nuestra Amé- ) sino al precio de renunciar a incorpo-
rica. Es también por el tránsito súbito rarse, con firme y decidido paso, al mo-
que importó la obra de su emancipación, vimiento del mundo?... A mi entender,
determinando un divorcio y oposición pudo y debió evitarse en gran parte,
casi absolutos entre el espíritu de su pa- ! tendiendo a mantener todo lo que en la
sado y las normas de su porvenir. Toda | herencia del pasado no significara una
revolución humana significa, por defini- fuerza indomable de reacción o de iner-
ción, un cambio violento, pero la violen- cia, y procurando adaptar, hasta donde
cia del cambio no arguye que el orden fuese posible, lo imitado a lo propio, la
nuevo que con él se inicia no puede es- innovación a la costumbre. Acaso los
tar virtualmeníe contenido en el anti- resultados, aparentes habían requerido
guo y reconocer dentro de éste los an- mayor concurso del tiempo; pero, sin du-
tecedentes que lo hagan fácil de arrai- da, habrían ganado en solidez y en ca-
gar manteniendo la unidad histórica de rácter de originalidad. Los inspiradores
un pueblo. Revolucionario fué el origen y legisladores de la Revolución, repu-
de la independencia norteamericana, pero diando en conjunto y sin examen la tra-
ella fundó un régimen de instituciones dición de la metrópoli, olvidaron que no
que era el natural y espontáneo comple- se sustituyen repentinamente con leyes
mento de la educación colonial, de las las disposiciones y los hábitos de la con-
disposiciones y costumbres recibidas en ciencia colectiva, y que, si por nuevas
herencia. En la América española, 3.a as- leyes puede tenderse a reformarlos; es a
piración de libertad, concretándose en condición de contar con ellos como con
ideas y principios de gobierno que im- una viva realidad.
portaban una brusca sustitución de to- ^En las generaciones que siguieron a
do lo habitual y asimilado, abrió un aquélla, una nueva fuerza hostil al sen-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—TRADICIÓN HISPANOAMERICANA 1205

íimiento de tradición se agregó a esa in- de mantener alguna personalidad colec-


fluencia del idealismo revolucionario. Me tiva, necesitamos reconocernos en el pa-
refiero a las corrientes de inmigración sado y divisarlo constantemente por en-
cosmopolita, incorporadas al núcleo na- cima de nuestro suelto velamen. Para
cional con empuje muy superior a la dé- esa obra de conservación, todos los mo-
bil energía asimiladora de que el núcleo mentos traen su oportunidad; todas las
nacional era capaz. Si la tradición de la actividades, aun las aparentemente más
colonia pudo ser desconocida y recha- nimias, ofrecen ocasión capaz de ser
zada por los americanos de la Emanci- aprovechada. Aparte de los grandes es-
pación, porque en el fragor de la pelea tímulos de la historia propia, cultivada
¡a imaginaban irreconciliable con su sen- y enaltecida como forma suprema del
timiento de la patria, el transcurso del culto nacional; aparte del carácter de
tiempo daba lugar a otra tradición, esen- iniciación patriótica que debe tener, en-
cialmente vinculada a aquel sentimiento, tre sus más altos fines, la enseñanza pri-
por cuanto nacía de la idealización de maria y de las energías que en la ima-
los hechos y los hombres que represen- ginación y el sentimiento puede mover
taban el heroico abolengo de la patria, una literatura que se inspire, sin mez-
al filtrarse en la memoria popular y ad- quinas limitaciones, en el amor de la
quirir la transfiguración de la leyenda. El «tierra», no hay manifestación de la ac-
pasado podía hablar ya con el prestigio tividad común donde no sea posible ten-
de los recuerdos que colorean un blasón der a conservar o restaurar una costum-
y enciende un orgullo colectivo. Por otra bre que encierre cierto valor caracterís-
parte, aquella pintoresca y original semi- tico, cierta nota de originalidad, por in-
civilización campesina que, desde los úl- significante que parezca. La norma debe
timos tiempos de la colonia, animaba a ser no sustituir en ningún punto io que
¡as «cuchillas» y las pampas con el paso constituye un rasgo tradicional e inve-
vagabundo del gaucho, mantuvo, por mu- terado sino a condición de que sea cla-
chos años todavía, a las mismas puertas ramente inadaptabie a una ventaja, a un
cíe ias ciudades, un rico venero de color
y de carácter social, que despertaba en adelanto positivo.
estos pueblos la conciencia de una ori- Desde el aspecto material de las ciu-
ginalidad histórica. Pero el aluvión in- dades, en aquellas que aún conservan
migratorio, después de confinar al fondo cierta fisonomía peculiar o que pueden
dei desierto ese vivo testimonio de una tender a recobrarla, sin dejar de magni-
tradición nacional, concluyó por absor- ficarse y embellecerse, hasta los usos y
berlo y desvirtuarlo del todo, al paso las formas de la vida social, allí donde
que, en los centros urbanos, diluyendo aún guardan cierto estilo, ciertos vesti-
en la indefinida multitud cosmopolita el gios de una elegancia original y propia;
genuino núcleo nativo, tendía a debilitar desde el culto doméstico de los recuer-
cuanto fuese sentimiento de origen, pie- dos hasta la inmunidad de las originali-
dad filial para las cosas del pasado, con dades populares en fiestas, faenas y
üauiciad de caracteres y costumbres. deportes; desde el salón hasta la mesa,
todo puede contribuir a la afirmación
Asistimos a ese naufragio de la tra- de una «manera» nacional, todo puede
dición, y debe preocuparnos el interés contribuir a arrojar su nota de color so-
social de que él no llegue a consumar- bre el lienzo gris de este cosmopolitismo
se, El anhelo del porvenir, la simpatía que sube y se espesa en nuestro ambien-
Por lo nuevo, una hospitalidad amplia te como una bruma.
V generosa, son naturales condiciones de La persuasión que es necesario difun-
nuestro desenvolvimiento; pero, si hemos dir, hasta convertirla en sentido común
1206 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de nuestros pueblos, es que ni la riqueza, irreducible y soberano: ser algo propio,


ni la intelectualidad, ni la cultura, ni la tener un carácter personal.
fuerza de las armas, pueden suplir en el
ser de las naciones, como no suplen en [La Prensa, Buenos Aires,
el individuo, la ausencia de este valor 1 de enero de 1915.1

XXIII
LA BANDERA INSPIRADA

Las banderas, como toda obra de la Artigas en un cuadro de banderas-, ins-


imaginación humana, pueden nacer de la tantáneamente la atención del observa-
composición artificiosa que obra reflexi- dor se sentirá solicitada hacia aquella
vamente y en frío, o de la inspiración es- bandera audaz y única, que, por su pro-
pontánea y ferviente que encuentra, de pía fuerza, se diferenciará y afirmará su
un golpe, el símbolo original, la forma personalidad entre las otras. No da la
abrazada desde que nace, con entrañable naturaleza colores que puedan sustituir,
abrazo, a una idea, a un sentimiento co- en la expresión y belleza, a los de ia in-
lectivo. signia universal y humana de 1789, y no
En las banderas «inspiradas» parece hay modo de concertar esos colores que
obrar la misma fuerza estética incons- iguale en sencilla y nueva inspiración al
ciente que ordena líneas y colores en las de la heroica enseña de Artigas. Diríase
creaciones de la naturaleza. Yo estoy se-
guro de que, quienquiera que sea el que que la turbulenta libertad americana, to-
ideó la tricolor soberana de 1815, no mando para sí las consagradas tintas de
llegó a ella por modificaciones y pruebas la libertad, quiso ordenarlas de modo
sucesivas, sino que la vio proyectarse de menos simétrico y ritual, más singular y
una vez, y como sobre la lumbre de un atrevido, como cumplía a aquella rebelde
relámpago, en el fondo de su imagina- e indomable democracia que, erguida
ción. Lia roja diagonal que rubrica los sobre el lomo de las cuchillas orientales,
colores celestes imprime a ese lábaro de impuso a los destinos de la Revolución
nuestra independencia primera un sello de mayo el sentimiento de la igualdad
de originalidad y de energía, que se apo- social y la idea de la organización repu-
dera del corazón, por una especie de vio- blicana.
lencia simpática. Poned la tricolor de [La Razón, 25 de marzo de 19te-]

XXIV
[CONTRA L A M I L I T A R I Z A C I Ó N
D E LA ESCUELA]

Señores Miembros del Comité Estu- J Comprendo y justifico el movimiento


díantil contra la militarización de I de resistencia que ha suscitado la pi'o
la escuela: i yectada creación de batallones escolares,

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—LA MILITARIZ. Y LA ESCUELA 1207

y me inspira sincera simpatía la actitud [ El Siglo) y tal es, umversalmente, el re-


de protesta que han asumido ustedes en ; sultado de la experiencia. Pero además,
nombre de la juventud. por razones muy superiores a la de esa
No adheriría, por mi parte, a todas las ineficacia práctica, creo firmemente que
razones que se han aducido, en artículos la instrucción militar no debe en ningún
y manifiestos, contra aquel proyecto, pe- caso principiarse en la infancia. Para no
ro adhiero, sí, con toda conciencia, a la dañar el espíritu, requiere cierto desen-
conclusión negativa. volvimiento de la personalidad. En el
No soy de los que juran odio a la ins- alma del niño, ese género de cultivo re-
titución en que se organiza la fuerza ma- pugna a la orientación fundamental de
terial para la defensa y seguridad de los una educación amplia y humana, y con-
Estados. El ideal sería, sin duda, su eli- traría, antes que favorece, la formación
minación: el sentido de la realidad obli- de las facultades que más interesa esti-
ga a aceptarla y mejorarla, mientras el mular y preferir.
derecho no sea, en la conciencia de los Si algo faltase para corroborar la opo-
hombres y los pueblos, una fuerza sufi- sición a ese proyecto, puede invocarse
cientemente positiva para imponerse por ¡ todavía una razón de oportunidad. El es-
sí sola. Y los signos del momento no pectáculo del mundo no deja lugar, en la
anuncian precisamente que ese ideal esté hora presente, a otra sensación que a la
cercano... El ideal inmediato, pues, con- de la monstruosa discordia en que se de-
sistirá en sustituir las formas más bajas sangran los más nobles y civilizados pue-
y mecánicas de la organización militar blos de la tierra. En los espíritus refle-
por aquellas otras en que la parte abo- xivos y cultos, el efecto de ese inconce-
minable y funesta de esa organización bible «salto atrás» es de abominación por
desaparece o se atenúa; en que el soldado la calamidad y la ignominia de la guerra,
se separa menos esencialmente, o por y de tristeza profunda por la dura nece-
menos tiempo, de la condición del hom- sidad que obliga aún a los hombres a
bre libre. Y claro está que, de acuerdo mantener al alcance de la mano los ins-
con esa aspiración, soy partidario para trumentos con que la guerra se hace y
nuestro país del servicio militar obliga- que, a menudo, la provocan. Pero en la
torio, como medio de producir paulati- muchedumbre, en el hombre de mentali-
namente la abolición de la actual forma 1 dad primitiva, y desde luego, en la in-
de ejército y de hacer del ciudadano, ha- j fancia, la sugestión de tal espectáculo
bilitado para la defensa nacional, la úni- | no puede menos de ser de sobreexcita-
ca especie de soldado. ' ción de todos los instintos guerreros, de
Si, a pesar de ello, rechazo una ins- todas las propensiones de odio, de bru-
trucción militar en las escuelas es por- talidad y de crueldad acumuladas en ei
que la considero ineficaz con relación al fondo de la naturaleza humana. Tender,
fin que directamente persigue, e inconve- en semejante momento, a llevar el am-
niente con relación a fines más altos. biente de la escuela el espíritu de emula-
Los batallones escolares no valen como ción militar, es, evidentemente, el medio
aprendizaje positivo; ni determinan há- más seguro de favorecer una sugestión
bitos que luego puedan eslabonarse, co- ya tan poderosa por sí misma.
mo antecedente útil con la instrucción y Instándoles a perseverar en la iniciada
disciplina que forman al soldado. Tal es propaganda, quedo de Uds. afectísimo
el dictamen de los que con mayor ante- amigo.
rioridad han tratado este punto (véanse,
Por ejemplo, los artículos de Romero JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
Brest que ha poco se reprodujeron en [El Siglo, 4 de mayo de 1915.]
1208 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XXV

LA GRANDEZA DE ARTIGAS

La peregrinación anual al Hervidero, siertas donde las «montoneras» heroicas


que familiariza con un campo sagrado en espaciaron su instinto de libertad y su
el recuerdo de la patria el espíritu de indómita soberbia, fermentos generado-
las generaciones orientales, se perpetua- res de una independencia y de una de-
rá como un rito inalterable de nuestro mocracia; la cuna de la patria está en el
culto cívico. La tradición histórica no terrón del rancho humilde donde tuvo su
tiene en tierra nacional santuario más precario asiento aquella sociabilidad se-
venerando que esa solitaria meseta. minómada que se personifica en el tipo
Hay que ir a erguirse sobre su cúspide legendario del gaucho; la cuna de la pa-
para abrir el pecho a la cruda pureza de tria está en el seno de la virgen y bravia
las ráfagas de pasión patriótica que el naturaleza, y abarca tanto espacio como
ambiente de las ciudades refrena y amor- las fronteras de la patria misma. Pero sí
tigua. Hay que mirar desde su altura en alguna parte se radica y concreta es
para dominar toda la amplitud del hori- en ese original e interesantísimo esbozo
zonte que abarca, en la historia del Río de capital independiente que se asentó
de la Plata, la fuerza de expansión y pro- sobre la mesa del Hervidero y donde Ar-
paganda de nuestro credo revolucionario tigas bosquejó, con tosca energía, la ima-
de 1813, la fórmula profética integral de gen de la organización civil que llevaba
los destinos de la América libre. en la mente junto a las inspiraciones de
Montevideo es la cuna de la patria, en su acción heroica.
cuanto esto significa un primer núcleo La sociedad europea de Montevideo y
de sociabilidad y civilización, con los ele- 3a sociedad semibárbara de sus campa-
mentos esenciales que preceden a la In- ñas, dándose recíprocamente comple-
dependencia y que persisten y deben per- mento, fueron mitades por igual nece-
sistir a través de todas las transforma- sarias en la unidad de la patria que se
ciones. Montevideo es, además, el origen transmitía al porvenir. Y el lazo vivien-
de un espíritu local con aspiraciones a la te que las juntó dentro de un carácter
autonomía económica y política, que único es la persona de Artigas, hombre
obró acaso como el principio más activo de ciudad por el origen y por la educa-
en la formación de un espíritu de na- ción primera; hombre de campo por
cionalidad. adaptación posterior y por el amor en-
Pero si por cuna de la patria entende- trañable y la comprensión profunda del
mos, no el conjunto de esos anteceden- rudo ambiente campesino. Son este amor
tes primeros, sino la revelación entera, y esta comprensión los que definen la
franca y eficaz del sentimiento que lla- original grandeza de Artigas, el secreto
mamos propiamente patriótico, y de la de su eficacia personal, la clave de su
idea que lo determina y hace consciente, significación histórica. Haber profesado
entonces no está la cuna de la patria en con inquebrantable fe, cuando todos du-
Montevideo, último reducto del poder es- daban, los principios de la independen-
pañol y fácil presea de la conquista lusi- cia, la federación y la república, bastaría
tana. La cuna de la patria está dispersa para revelar corazón entero y mente ilu-
en la extensión de esas cuchillas casi de- minada, pero no bastaría para deterrm-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—CARTA-PROLOGO 1209

liar Ja superioridad de hombre de acción. cia en formación, cuyos instintos y pro-


Lo que determina esa superioridad es la pensiones nativas podían encauzarse, co-
intuición y la audacia en la elección de mo fuerzas orgánicas, dentro de la obra
los medios: es el mirar de águila por el de fundación social y política que había
que comprendió que los elementos nece- de cumplirse para el porvenir de estos
sarios para imponer aquel programa en pueblos. Por eso es grande Artigas, y por
los destinos de la Revolución estaban só- eso fué execrado como movedor y agen-
lo en el seno de esas muchedumbres de te de barbarie, con odios cuyo eco no
ios campos, a cuyo frente se puso, afron- se ha extinguido del todo en la poste-
tando las preocupaciones y los egoísmos ridad. Trabajó en el barro de América,
de su tiempo. Allí, en el ambiente agres- como allá en el Norte Bolívar; y las
te, donde el sentir común de los hombres salpicaduras de ese limo sagrado sellan
de ciudad sólo veía barbarie, disolución su frente con un atributo más glorioso
social, energía rebelde a cualquier pro- que el clásico laurel de las victorias,
pósito constructivo, vio el gran caudillo,
y sólo él, la virtualidad de una democra- [El Siglo, 23 de julio de 1915.]

XXVI

CARTA-PROLOGO A
'NUESTRA EPOPEYA (GUERRA DEI (i)

Montevideo, 27 de julio de 1915. cio cabal y seguro, que, sin olvido de


ninguno de los antecedentes y circuns-
Señor don Juan E. O'Leary. tancias con que se vincula aquella gran
Asunción. tragedia, en la vida interna e interna-
Mi distinguido amigo: Interesantísima cional de los cuatro pueblos que fueron
lectura ha sido para mí la de la sínte- sus actores, permita distribuir con justi-
sis histórica que sobre la guerra de la cia las tremendas responsabilidades que
Triple Alianza ha escrito usted, luciendo ella envuelve, y fijar, a su respecto, el
en ella dotes de exposición elocuente, de veredicto histórico.
habilidad narrativa y de eficacia crítica, Hay, sin embargo, dos conclusiones
que me confirman en la idea que yo te- que pueden considerarse definitivamente
nía formada de su personalidad de escri- adquiridas como cláusulas de ese vere-
tor y de la significación que, a justo tí dicto. Es la una, que la devastación
tulo, se le reconoce en el movimiento y exterminio del pueblo vencido en esa
intelectual de su país. guerra son un horror que, aunque no
Contribuyen al interés de ese estudio entró, sin duda, en el plan deliberado
tanto el desempeño del narrador como de los vencedores, determina para ellos
el tema sobre que versa. He considerado grave responsabilidad, y se sobrepone,
siempre que la guerra entre la Triple como efecto moral de la victoria, al pro-
Alianza y el Paraguay es uno de los he- pósito de liberación, sincero en algunas
chos más complejos de la historia ame- —no, ciertamente en todas—de las vo-
ricana; y en alguna de sus relaciones,
uno de los que imponen mayores tortu- (1) Juan E. O'Leary; Nuestra Epopeya (Gue-
ras de conciencia para completar un jui- rra del Paraguay), Asunción, 1919.
1210 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Iuntades que prepararon la alianza, o la después, la espontánea devolución de los


aceptaron, o la dirigieron en la guerra. trofeos de guerra, que disipó hasta el
Es la otra que la heroica defensa último vestigio de agravio entre ambos
del pueblo paraguayo constituye uno de pueblos y demostró cómo, ya entonces,
los episodios más hermosos, viriles y eran sentimientos arraigados en la con-
ejemplares, no ya de la historia ame- ciencia nacional del Uruguay la admi-
ricana, sino de la historia del siglo xix; ración, la simpatía y el respeto por los
destacando en cada página rasgos de in- altos ejemplos de heroísmo paraguayo.
trepidez, de abnegación y de estoicismo, Así, purificado en el crisol del tiempo,
bastantes para caracterizar una tradición aquel pasado nos une y nos unirá más
nacional honrosísima, que el Paraguay cada día.
podrá reivindicar siempre para su glo- Salude usted a los que me quieren en
ria... ese noble pedazo de la magna patria
Del seno del mismo partido oriental americana y créame siempre su afectí-
que produjo la cooperación de mí país simo amigo.
en la alianza de 1865, partió, veinte años JOSÉ ENRIQUE RODÓ.

XXVII

EL CENTENARIO DE CERVANTES
España se dispone a celebrar, dentro esta América nuestra. El sentimiento del
de pocos meses, el centenario de la muer- pasado original, el sentimiento de la raza
te de Miguel de Cervantes. Un centena- y de la filiación histórica, nunca se re-
rio más, como el de Calderón y el de presentarían mejor para la América de
Velázquez—ocasiones, no muy lejanas, de habla castellana que en la figura de Cer-
fiestas semejantes—, no importaría gran vantes.
cosa. Las solemnidades de la pompa ofi- Cualesquiera que sean las modifica-
cial, las declaraciones de la vanidad ora- ciones profundas que al núcleo de ci-
toria, los rebuscos de la erudición pedan- vilización heredado ha impuesto nuestra
tesca, bastarían para mantener el conse- fuerza de asimilación y de progreso; cua-
cuente ritual de conmemoraciones de esa lesquiera que hayan de ser en eí porvenir
especie. Pero debe fiarse en que la su- los desenvolvimientos originales de nues-
gestión y el estímulo de la oportunidad tra cultura, es indudable que nunca po-
enciendan en el alma de la juventud es- dríamos dejar de reconocer y confesar
pañola—donde hay prometedoras poten- nuestra vinculación con aquel núcleo pri-
cias de meditación y poesía—, la inspi- mero sin perder la conciencia de una
ración que concrete en estudio, poema u continuidad histórica y de un abolengo
obra de arte, la grande ofrenda que aún que nos da solar y linaje conocido en
debe España a su más alto representan- las tradiciones de la humanidad civiliza-
te espiritual, que fué a la vez el mayor da. Y esa persistente herencia no tiene
prosista del Renacimiento, y el más ma- manifestación más representativa y cabal
ravilloso creador de caracteres humanos j que la del idioma, donde ella se resume
que pueda oponer el genio latino al ex- ¡ toda entera y aparece adaptando a sus
celso nombre de Shakespeare. medios connaturales de expresión las ad-
La ocasión obliga, con igual imperio, a quisiciones y evoluciones sucesivas. Con-

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—CENTENARIO DE CERVANTES 121!

firmar la fidelidad a esa forma espiri- en el mundo del espíritu, donde esa civi-
tual que es el idioma y glorificarla en lización forja sus normas ideales y sus
el recuerdo de su escritor-arquetipo, es, medios de expresión, y escogerlo en
pues, el modo más adecuado y más sin- quien tiene dentro de ella personalidad
cero con que América puede mostrar el más característica y más alta. Hay, ada-
género de solidaridad que reconoce con mas, entre el genio de Cervantes y la
la obra de sus descubridores y civiliza- aparición de América en el orbe profun-
dores. da correlación histórica. El descubri-
No hay otra estatua que la de Cervan- miento, la conquista de América, son la
tes para simbolizar en América la Espa- obra magna del Renacimiento español,
ña del pasado común, la España del sol y el verbo de este Renacimiento es la
sin poniente. Los reyes que la abarcaron novela de Cervantes. La ironía de esta
con su cetro, aun cuando mereciesen al- maravillosa creación, abatiendo un ideal
guna vez mármol o bronce, no podrían caduco, afirma y exalta de rechazo un
encarnar jamás en mármol ni bronce ideal nuevo y potente, que es el que de-
americano, porque representan la auto- termina el sentido de la vida en aquel
ridad de que nos emancipamos y las ins- triunfal despertar de todas las energías
tituciones que sustituímos. Sólo la au- humanas con que se abre en Europa el
gusta imagen de Isabel la Católica domi- pórtico de la edad moderna. A un obje-
naría sin incongruencia en suelo de Amé- tivo de alucinaciones y quimeras, como
rica, rescatando en gloria perenne las el que perseguía el agotado ideal caba-
joyas que costearon la aventura sublime, lleresco, sucede el firme objetivo de la
y figurando como un numen maternal de realidad, abierta a los fines racionales y
nuestra civilización. Pero el símbolo re- a la perseverante energía de los hombres.
quiere en este caso formas más recías y El mundo imaginario que había dado
viriles que esa suave fisonomía de mu- teatro a las hazañas de los Amadíses y
jer. Los portentosos capitanes de la Con- Esplandíanes se desvanece como las nie-
quista, los legendarios sojuzgadores de blas heridas por el sol, y lo sustituye el
mares y de tierras, tienen un carácter mundo de la naturaleza, redondeado y
que excluye la plena apoteosis america- conquistado por el esfuerzo humano; la
na, como personificaciones de la ejecu- América vasta y hermosa sobre todas
ción brutal, consumada con sacrificio las ficciones, que con su descubrimiento
del indio, que también es carne y alma completa la noción del mundo físico, y
de América. Los colonizadores, gobernan- con el incentivo de su posesión ofrece
tes o misioneros, en quienes se apacigua el escenario de proezas más inauditas y
y endulza la empresa civilizadora, pro- asombrosas que las aventuras baldías de
porcionan más de una figura capaz de los caballeros andantes.
ser glorificada en la parte del Continen-
te a que se contrajo su influencia; pero La filosofía del Quijote es, pues, la
ninguna de magnitud continental. En filosofía de la conquista de América. La
cuanto al Descubridor, a España perte- radical transformación de sentimientos,
de ideas, de costumbres, para la que el
nece su gloria, sin duda, pero no su per-
sona; y las estatuas que reproducirán hallazgo del hemisferio ignorado fué cau-
infinitamente su imagen del uno ai otrosa concurrente, es la que adquiere forma
extremo del mundo concecido a su fe poética imperecedera en esa epopeya de
la burla, donde el jovial espíritu del Re-
no son las aptas para significar el genio
nacimiento dirige sobre los últimos ves-
original y propio de la civilización tras-
plantada. tigios de un ideal moribundo las morta-
les saetas de la ironía. América nació
Sólo queda buscar el símbolo personal para que muriese Don Quijote; o mejor,
1212 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

para hacerle renacer entero de razón y guran con deslumbradora realidad la


de fuerzas, incorporando a su valor mag- plata de Potosí, el oro de Mé]íco, los
nánimo y a su imaginación heroica el ob- diamantes y esmeraldas del Brasil. Mien-
jetivo real, la aptitud de la acción con- tras fracasa entre risas burladoras el
junta y solitaria y el dominio de los mezquino gobierno de la ínsula Barata-
medios proporcionados a sus fines. rla, se ganan de este lado del mar im-
Mientras muere vencido el Ingenioso perios colosales y se fundan virreinatos
Hidalgo y perece con él el tipo de hé- y gobernaciones con que se conceden
roes de las fábulas de caballerías, melan- más pingües recompensas que las que
cólicos como Tristán, vagos e inconsis- rey alguno de los tiempos de caballería
tentes como Lanzarote, inmaculados co- pudo soñar para sus vasallos.
mo Amadís, se consagra en las tremen- Así, el sentido crítico del Quijote tie-
das lides de América el nuevo tipo he-
roico, rudo y sanguíneo, de los Cortés, ne por complemento afirmativo la gran-
Pizarros y Balboas, perseguidores de de empresa de España, que es la con-
realidades positivas; apasionados, tanto quista de América. Así, al figurar una
como de la gloria, del oro y del poder. viva oposición de ideales, dejó escrita
Mientras la armadura herrumbrosa y la ese libro la epopeya de la civilización es-
adarga antigua y el simulacro de celada pañola, deteniendo, como hechizada, en
del iluso caballero, se deshacen en rincón el vuelo del tiempo, la hora culminante
oscuro, resplandecen al sol de América en que aquella civilización llega a su ple-
las vibrantes espadas, las firmes corazas nitud y da.de sí nuevas tierras y nuevos
de Toledo. Mientras Rocinante, escuá- pueblos. Y así el nombre de Miguel de
lido e inútil, fallece de vejez y de ham- Cervantes, no sólo por la suprema re-
bre, se desparraman por las pampas, los presentación de la lengua, sino también
montes y los valles del Nuevo Mundo por el carácter de su obra y el significa-
los briosos potros andaluces, los heroi- do ideal que hay en ella, puede servir
cos caballos del conquistador, progeni- de vínculo imperecedero que recuerde
tores de aquellos que un día habrán de a América y España la unidad de su his-
formar, con el gaucho y el llanero, el toria y la fraternidad de sus destinos.
organismo del centauro americano. Mien-
tras se disipan en el aire los mentidos [La Nota, Buenos Aires, 21 de agosto
tesoros de la cueva de Montesinos, ful- de 1915.]

XXVIII

DEFENSA NACIONAL
Y SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO
La aspiración a la paz, como ideal de propensiones guerreras, estimulando gra-
organización interna y de armonía inter- tuitamente sueños de gloria militar y avi-
nacional, no puede ser discutida: se vando odios y recelos de pueblo a pue-
identifica con el natural desenvolvimien- blo, debe considerarse fundamentalmen-
to de la idea de civilización. Todo lo que te nocivo y reaccionario.
concurra a demorar la realización de ese Pero lo que se pide por los que de-
ideal, fomentando sin un fin justificable sean la implantación del servicio müit£r

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OBRA POSTUMA.—13: ESCRITOS MISCELÁNEOS.—EL GENIO DE LA RAZA 1213

obligatorio y la adopción de ciertas pru- En cuanto al servicio militar obligato-


dentes medidas de previsión y defensa rio, tiene un significativo de educación
nacional, ¿es la militarización del país; cívica y una trascendencia de organiza-
es la orientación del espíritu público en ción nacional, que debieran prevalecer,
el sentido de ideales guerreros y de pre- en la mente de ios impugnadores, sobre
venciones internacionales? los reparos de que se le hace objeto.
A mi entender, hay en los que así in- Nadie puede desconocer que la actual
terpretan aquella propaganda lamenta- forma de reclutamiento militar constitu-
ble equivocación. ye un sistema esencialmente inconcilia-
Toda energía con que se profese el ble con el espíritu de una democracia,
ideal de la paz no puede llevar al desco- puesto que establece vallas infranquea-
nocimiento de una verdad tan evidente bles entre el ciudadano y el soldado, po-
como la de que la paz es, y ha de ser niendo la fuerza pública en manos de
por más o menos tiempo, un bien preca- elementos puramente sustraídos a las
rio en el mundo: un bien que impone, actividades de la vida cívica y sin ver-
por lo tanto, el deber de habilitarse para dadero contacto con el pueblo.
defenderlo por medios más positivos y Propender a que la fuerza pública esté
eficaces que la posición inerme del de- en las manos del pueblo, haciendo del
recho. ciudadano y del soldado dos aspectos
Mientras la paz no esté suficientemen- de una misma personalidad, es, sin du-
te asegurada por el progreso de las ideas da, un ideal de civismo, cuya realización
y los sentimientos colectivos, el deber de no puede ser la obra de un día—ni tal
conservación exigirá de cada pueblo, no se pretende—, pero que importa pre-
la preparación para agredir, pero sí la parar desde ahora, empezando por for-
capacidad de defenderse. Y mientras se mas intermedias que permitan el mante-
contengan dentro de los límites deter- nimiento del sistema actual hasta tanto
minados por esa capacidad, los esfuer- que él pueda ser alimentado y sustituido
zos que tienden a robustecer los medios por las milicias ciudadanas.
de acción de la República estarán al abri-
go de toda crítica aceptable. [Artigas, setiembre 1915]

[EL GENIO DE LA RAZA]

Por mucho que los pueblos hispano- diciones y a nuevos tiempos, pero in-
americanos adelanten y se engrandezcan, capaz de desvirtuarse esencialmente. Si
y alcancen a imprimir a su cultura sello aspiramos a mantener en el mundo una
original y propio, el vínculo filial que los personalidad colectiva, una manera de
une a la nación gloriosa que los llevó ser que nos determine y diferencie, ne-
en las entrañas de su espíritu ha de per- cesitamos quedar fieles a la tradición,
manecer indestructible. ! en la medida en que ello no se oponga a
Al través de todas las evoluciones de i la libre y resuelta desenvoltura de nues-
nuestra civilización, persistirá la fuerza ; tra marcha hacia adelante. La emanci-
asimiladora del carácter de raza, capaz pación americana no fué el repudio ni
de modificarse y adaptarse a nuevas con- la anulación del pasado, en cuanto éste
1214 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

implicaba un carácter, un abolengo his- las lenguas humanas ánforas vacías don-
tórico, un organismo de cultura, y para de puede volcarse indistintamente cual-
concretarlo todo en su más significati- quier sustancia espiritual, sino formas
va expresión: un idioma. La persistencia orgánicas inseparables del espíritu que
invencible del idioma importa y asegura las anima y que se manifiesta por ellas.
la del genio de la raza, la del alma de
la civilización heredada, porque no son [El Diario Español, 12 de octubre de 1915.]

XXX

[SOBRE UNA CÁTEDRA


CÁTEDRA DE CONFERENCIAS]

Señor Director de El Plata, Dr. Juan j cualquiera que sea la suerte reservada
Andrés Ramírez. 1 al proyecto, mi candidatura para ejer-
Mi distinguido amigo: Me entero por cer la nueva cátedra debe considerarse
la crónica parlamentaria de un proyecto absolutamente eliminada, pues, aun su-
de ley presentado a la sesión de ayer del poniendo que existiera la posibilidad de
Senado por el doctor don Blas Vidal, esa designación, quedaría sin efecto por
creando en la Universidad una cátedra mi irrevocable voluntad de no aceptarlo.
de conferencias, con el propósito de que Agradeciendo de antemano la publica-
sea yo designado para desempeñarla. ción de estas líneas, me suscribo de us-
Mucho agradezco, en lo que me es ted amigo y s. s.
personal, esa iniciativa, que considero
tanto más honrosa cuanto que procede JOSÉ ENRIQUE RODÓ.
de un ciudadano de la significación y las
relevantes condiciones del doctor Vidal. 6 de julio de 1916.
Deseo manifestar, sin embargo, que, {El Plata, 6 de julio de 1916.]

FIN DE LOS
«ESCRITOS MISCELÁNEOS»

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14

ESCRITOS SOBRE
LA GUERRA DE 1914
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ESCRITOS SOBRE LA GUERRA DE 1914

PROLOGO

A guerra europea que estalla en pensador ha transpuesto las fronteras


L 1914 influyó profundamente sobre
Rodó. Su concepción del mundo,
su optimismo paradójico se vieron con-
del país.»)
La misma heterogeneidad de las dos
series indica su distinta calidad litera-
movidos y puestos a prueba; su fe en ria. En general puede afirmarse que los
la latinidad resultó sacudida por el bru- escritos de la primera tiene mayor mé-
tal impacto de lo que él vio como agre- rito que los de la segunda, aunque es
sión germánica. En una serie de escri- posible señalar excepciones. Pero algo
tos—en su mayor parte de carácter pe- une ambas series, y justifica que se
riodístico—ha dejado expresada su reac- las ordene cronológicamente: su doble
ción inmediata y honda. Ha parecido valor testimonial: como testimonio de
conveniente, por lo mismo, reunidos en una crisis espiritual intensa de la vida
haz, separándolos del grupo de sus Es-
critos misceláneos. de Rodó; como testimonio de su ejer-
cicio del periodismo. Por otra parte,
Constituyen un conjunto de quince pie- una misma actitud intelectual subyace
zas, ele las cuales sólo tres habían sido a estos escritos heterogéneos: el hombre
recogidas anteriormente en volumen, que reflexiona sobre esta guerra, que
siendo las trece restantes virtualmente
inéditas. Estos quince escritos se agru- la padece, es un latino, es un americano.
pan en dos series: una, de carácter va- De aquí su defensa apasionada de Fran-
rio que incluye declaraciones, manifies- cia de aquí (también) su constante vin-
tos, discursos, pequeños ensayos; otra culación de los sucesos europeos con la
que reúne, bajo el título revelador de realidad de América.
La guerra a la ligera, un grupo de ocho Algunos de los escritos aquí recogidos
artículos en que se tratan temas margi- tienen una importancia particular. Mues-
nales de la contienda en un tono que tran al escritor tratando de superar la
'fluctúa desde la reflexión irónica hasta crisis de desaliento de sus últimos años
un patetismo tal vez demasiado explí- y levantando la mirada hacia el desco-
cito. (Tres de estos artículos están fir- nocido porvenir. En dos artículos se le
mados con el seudónimo de Ariel, sobre ve sondear el futuro, con ligero arrebato
el que llama la atención el mismo día- profético. En el que se titula Después
ño que los publica apuntando que será (19 de noviembre de 1914) su palabra
fácil «descubrir, a través de ese seudó- es más ligera y su esperanza se abre
nimo, el nombre del más ponderado de i camino con engañosa facilidad; en La
nuestros estilistas, y cuya reputación de- j literatura posterior a la guerra (4 de
RODO.—39
1218 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

diciembre de 1915) hase vencido un año verdaderamente fecundo en la sugestión


entero de guerra y se ven las huellas de tanta grandeza, lo capaz de morder
del duro presente. Allí logra, con la me- en el centro de los corazones, donde
sura y objetividad que eran sus mejores espera el genio dormido, no estará en
condiciones, una punzante visión del es- el resplandor de las victorias ni en el
tado espiritual de una posguerra que ondear de las banderas, ni en la aureola
no alcanzó a ver: «La guerra traerá la de los héroes, sino más bien en la pavo-
renovación del ideal literario, pero no j rosa herencia de culpa, de devastación
para expresarse a sí misma, por lo me-
nos en son de gloria y de soberbia, ha y de miseria: en la austera majestad del
traerá, porque la profunda conmoción dolor humano, levantándose por encima
con que tenderá a modificar las formas de las ficciones de la gloria y propo-
sociales, las instituciones sociales, las ins- niendo, con doble imperio, al pensamien-
tituciones políticas, las leyes de la socie- to angustiado, los enigmas de nuestro
dad internacional, es forzoso que reper- destino, en v que toda poesía, tiene, su
cuta en la vida del espíritu, provocando, raíz.» Este t abajo, que anticipa las pá-
con nuevos estados de conciencia, nue- ginas maduras de El Camino de Paros,
vos caracteres de expresión. La trae- merece colocarse junto a los mejores
rá porque nada de tal manera extraor- que haya pensado Rodó.
dinario, gigantesco y terrible, puede pa- Las fechas al pie de cada escrito indi-
sar en vano para la imaginación y la can también las fuentes de donde ha
sensibilidad, de los hombres; pero lo sido tomado para esta edición.

ANSIEDAD UNIVERSAL
LAS MATANZAS HUMANAS

Apenas hay lugar en el espíritu públi- sientan en sí mismos el choque de sus


co para otra atención y otro interés que efectos económicos—y serán pocos, o
los que despierta la contienda que inte- ninguno—experimentarán la conmoción
rrumpe el orden de la vida civilizada de los sentimientos vinculados, por el
en los más cultos y poderosos pueblos origen personal, la formación intelec-
del mundo. La solidaridad humana se tual, por los recuerdos o las simpatías,
pone a prueba en estos extraordinarios a alguna de las naciones cuyos destinos
momentos, manifestando hasta qué pun- se juegan en la monstruosa contienda.
to la frecuencia y facilidad de las comu- La composición cosmopolita de nues-
nicaciones han hecho del planeta entero tras sociedades favorece esa disposición
un solo organismo cuyos centros direc- de su sensibilidad. Por otra parte, cual-
tores transmiten a los más apartados quiera que sea el final de la partida, e'
extremos la repercusión moral y mate- no puede menos de determinar en e>
rial de lo que en ellos pasa. orden político del mundo modificacio-
No hay, no puede haber indiferentes, nes que de rechazo interesarán viva-
en presencia de esta crisis. Los que no mente a estos pueblos y afectarán, e"

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—ANSIEDAD UNIVERSAL 1219

un sentido u otro, sus propósitos de des- j nuestros primeros publicitas, podría-


envolvimiento y las perpectivas de su j mos decir que la guerra por la guerra
porvenir. no tiene término visible en el mundo
El período de paz que duraba entre y que si hasta hoy nuestra civilización
las naciones occidentales de Europa des- ' ha apurado en vano sus recursos para
de 187U-, es acaso el más largo de que fundar una paz estable entre los hom-
haya ejemplo en la historia de esa par- bres, es en los principios y en las ten-
te privilegiada de la humanidad. Las dencias fundamentales de esa civiliza-
generaciones que llegan a la madurez ción donde hay que buscar la falla que
sólo conocen por las referencias de la i la torna incapaz de emanciparse del
historia lo que puede ser uno de esos ! más brutal de los atavismos humanos.
súbitos huracanes de odio, que, en el Nuestras perpetuas guerras intestinas,
centro mismo de la civilización entro- tan duramente comentadas, la inquietud
nizan, más o menos transitoriamente, la i endémica de esta revoltosa «South Amé-
brutalidad y la barbarie de la fuerza. rica», representan, al fin, un esfuerzo,
El espectáculo es abrumador para el aunque originariamente extraviado, en el
sentimiento de orgullo y de indomable fe sentido de hallar la forma definitiva de
que el hombre contemporáneo cifra en la libertad y del orden. ¿Merecen una
el indefinido progreso de la especie. To- justificación más fácil estas guerras ín-
dos ios refinamientos de la civilización, ; ternacionales, europeas; representan un
todos los infinitos medios adquiridos i móvil superior, una aspiración humana
por ella para la propagación de las ideas más conciliable con las ideas y los sen-
y la difusión de la cultura, no tienen timientos de esa norma moral en que
la virtud de evitar el fundamental des- i el propio magisterio europeo ha educado
equilibrio que, comprometiendo las mis- nuestro espíritu?.,.
mas bases de la sociedad civilizada, en-
trega en una hora los destinos humanos Un sentimiento generoso e imperece-
al arbitrio de la fuerza y sacrifica la dero en el corazón del hombre ennoble-
vida de las generaciones y los frutos ce indudablemente esas guerras del pun-
preciosos de su trabajo en aras de un to de vista de la exaltación popular, y
ideal mal definido de una ficción de las es el sentimiento de la patria. Pero si
reyertas diplomáticas. esa noble pasión es, como lo creemos,
Es el caso de preguntarse si esta ci- apta para perder su parte negativa, su
vilización, cuyos desenvolvimientos ma- parte de odio, para subordinarse a un
teriales magnifican de tal manera el 1 sentimiento más alto todavía, esperemos
Poder y la riqueza del hombre, lleva que de la cruel experiencia ahora reno-
efectivamente en sí el principio moral ¡ vada surja definitivamente para la hu-
capaz de preservarla de la disolución, manidad la abjuración de los odios in-
o si, a semejanza de civilizaciones que ternacionales, que bastardean un afec-
la precedieron, está destinada a caer to tan grande y tan puro como es el de
desde la cúspide de sus grandezas, para la natural adhesión del hombre a la
que sobre sus ruinas se levante un or- tierra que le vio nacer.
den mejor y más justo. Extendiendo el
alcance de la frase inspirada ele uno de í [Diario del Plata, 9 de agosto de 19.14.]
1220 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

11

[LA CAUSA DE FRANCIA


ES LA CAUSA DE LA HUMANIDAD]
Solicitada por nosotros la impresión de
José Enrique Rodó acerca del actual con-
flicto europeo, el ilustre escritor ha con-
testado en la siguiente forma:

El primer sentimiento que embarga maces, cuyos resultados han de abar-


el ánimo en presencia de lo que pasa car forzosamente la redondez del pla-
en el mundo es de protesta y de aver- neta, yo, por mi parte, no quiero ni pue-
sión por ese enorme «salto atrás» de do ser imparcial. Mi razón serena aprue-
la guerra, que desata en los mismos ba y confirma los espontáneos impul-
centros de la cultura humana los ins- sos de mi sentimiento, y sentimiento
tintos bárbaros del odio, la iniquidad \ y razón me llevan con toda la fuerza
y torpeza de la fuerza, y pone en duda si de mi alma, allí a donde reconozco mis
esta civilización, cuyos desenvolvimien- afectos de mi raza, mi concepción de
tos materiales tanto nos enorgullecen, los destinos humanos y la filiación de
lleva efectivamente en sí el principio mis ideas.
moral capaz de preservarla de la ruina La conciencia latinoamericana tendría
y la disolución en que otras civilizacio- que ser inconsecuente con sus funda-
nes terminaron. mentales tradiciones de origen y de edu-
Pero, duélanos o no, la guerra es un cación, y tendría que perder el instinto
hecho y en la guerra se juegan los des- de sus más altos intereses, para no sen-
tinos de la parte más culta y poderosa tir magnificada, en estas horas inciertas,
de la humanidad. ¿Podemos los latino- la solidaridad que la vincula a la gran
americanos fijar en ella un interés pu- nación de su raza y de su espíritu, que
ramente teatral o puramente utilitario? ' tiene para nosotros el triple prestigio
¿Podemos ser imparciales en esa única de su latinidad dirigente, del magisterio
contienda? Si imparcialidad significa la I intelectual que ha ejercido sobre nues-
neutralidad oficial de los Estados y el tra cultura, y de la tradición de libertad
tributo de consideración y de respeto encarnada en su gran Revolución, madre
que constituye la más clara obligación j de la nuestra, y en el triunfante arraigo
de la hospitalidad, claro está que pode- I de sus instituciones democráticas. He-
mos y debemos ser imparciales. Pero mos reconocido en todo tiempo tal vin-
si imparcialidad significa indiferencia, I culación espiritual, y hemos devuelto a
yo afirmo con igual convicción que no Francia, en simpatía vehementísima, esa
podemos ni debemos serlo. Imparcíal ¡ inmensa irradiación de simpatía que
de esa manera se podrá ser cuando se I constituye la esencia, la fuerza y el en-
trate de una guerra entre dos tribus ; canto del espíritu francés. Vemos en el
del África, sin carácter distinto, sin sig- j tricolor de Valmy y de Jemmapes _ el
nificación moral, sin trascendencia po- símbolo del más pujante ensayo de civi-
sible en la marcha del mundo. Tratán- lización humanitaria, liberal y generosa,
dose de una lucha entre naciones pri- que se ha aspirado a realizar en el mun-

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—LA CAUSA DE FRANCIA 1221

do desde la Roma de los Antoninos, y nifica también la lucha de los principios


del más perfecto florecimiento de cul- liberales de gobierno con la monarquía
tura desinteresada, de delicadeza mental de derecho divino, fundada en la con-
y de gusto exquisito, que haya ilumina- sagración de la fuerza como signo de
do el espíritu de una sociedad humana predestinación y en el legítimo uso de la
desde la Atenas de Pericles y la Floren- fuerza contra la idealidad inerme del
cia de los Mediéis. ¡Cómo no hemos de derecho: «La forcé prime le droit.»
estar con el pueblo que eso representa, Y por si algo faltase aún para carac-
cuando un golpe que quiere ser de muer- terizar el conjunto de Francia y sus alia-
te le amenaza; cuando una angustiada dos en el actual orden del mundo, que-
expectativa hace que se sucedan en nues- ! da la parte de esa Bélgica, maravilla
tra memoria, de un lado los milagros del trabajo y de cultura, de adminis-
guerreros de la Revolución, y del otro j tración y de orden, a la cual ni la inta-
las pinturas siniestras con que nos chable austeridad de sus ejemplos ha
transmitió la imaginación de Víctor podido salvar del brutal atropello de
Hugo el dolor y la desesperación del j la fuerza; incomparable colmena huma-
«año terrible»! j na, hollada y destrozada por la más
Por fortuna para los que creemos en inicua de las invasiones, y que, en la
la inmensa parte de porvenir humano hora del peligro se convierte, de col-
que custodia en su espíritu ese pueblo, mena pacífica, en formidable antro de
la renovada prueba a la que se le había héroes, para sellar con sangre generosa
destinado sobreviene en condiciones ta- el derecho que asiste a las nacionalida-
les que, a la vez que acrecientan por la des pequeñas de mantener su persona-
alianza el poder de sus armas, engran- lidad y autonomía y resistirse a ser el
decen y exaltan todavía los prestigios instrumento servil de fines ajenos.
de su causa nacional. Con él está la li- Francia representa además, en este
bre Inglaterra, madre y maestra del go- conflicto de naciones—y no es posible
bierno propio, la nación que, aun allí : apartarlo de nuestro pensamiento—la
donde ha ido en son de conquista, ha :
virtualidad del genio latino, la afirma-
llevado la libertad, para difundirla y en- ; ción que hacemos de su integridad y su
señarla; la Inglaterra que, si no el afec- poder, y que habría de quedar desvir-
to de la sangre, nos impuso siempre tuada, acaso para siempre si otra vez el
alta admiración y respeto, porque sus I golpe de Armiño abatiera las legiones
instituciones han contribuido a darnos de Varo, a los cuarenta años de Sedan.
un ideal de organización y porque todas Por eso Italia, el pueblo de Italia, se
las formas de nuestro adelanto mate- estremece como si le hiriera en carne
rial americano nos recuerdan a una ios viva el clarín de esta guerra, y sobrepo-
estímulos de su capital expansivo y j niendose a las ficciones de la diplomacia,
civilizador. Esta alianza de las dos gran- ratifica altamente a la grande hermana
des naciones propagadoras de la liber- latina el sentimiento de amor y admira-
tad, aunque por distintos estilos, me ción que hace un siglo inspiró a Aleian-
parece la más hermosa y simpática ar- dro Manzoni, en su Carta sobre las uni-
monía que pudiera presenciarse en el
dades dramáticas, aquel hermoso final
mundo. De la manera como la guerra
I donde se dice que «nadie pudo conocer
está planteada, si por una parte es la
a Francia sin amarla con amor seme-
lucha de las nacionalidades contra un
; jante al afecto de la patria, y nadie pudo
imperialismo que parece tender a la
uniformidad de no sé que restaurada separarse de ella sin que a la impresión
Europa feudal, por otra parte es y sig- > de la ausencia se mezclara una nota me-
. iancólica y profunda, igual a las nostal-
1222 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gias del destierro». Seguro estoy de que que sería en el sentido de normas y
por el espíritu de España pasa a estas principios absolutamente divergentes de
horas la misma vibración de simpatía, aquellos que la naturaleza y la historia
y ya lo confirman, desde luego, las pala- señalan como ideal a las jóvenes nacio-
bras que se conocen de algunos de sus nalidades del Nuevo Mundo. Esto, por
hombres de ideas y de prestigio popular. sí solo, debería decidir nuestros votos.
Por sentimiento de raza o por sen- No olvidemos, por otra parte, que para
timiento de conservación nacional y li- los elementos reaccionarios y guerre-
bertad, parecen formar acorde de nue ros del Viejo Continente América no
vo, frente al común peligro, aquellas ha dejado de ser del todo «la presa
«voces de los pueblos»—para usar de colonial», el país de leyenda abierto a
una expresión germánica—que surgieron, la imaginación de la conquista. Un im-
enérgicas y distintas, entre el fragor perialismo nacional europeo, vencedor
de las conquistas napoleónicas. Y si se del resto de Europa, y por tanto sin
quisiera completar la protesta contra límite que lo contuviese, significaría
el imperialismo amenazador, con la pa- para el inmediato porvenir de estos pue-
labra de otra de las razas más cultas de blos una amenaza tanto más cierta y
Europa, sería necesario evocar la voz tanto más considerable cuanto que ven-
desvanecida de una Alemania menos dría a favorecer la acción de aquel otro
fuerte y próspera, sin duda, pero incom- imperialismo americano, que hallaría en
parablemente más llena de atracción y la común conciencia del peligro la oca-
de espíritu que el imperio de Guiller- sión de afirmar sin reparos su escudo
mo II: la Alemania liberal de princi- protector.
pios del siglo xix; la Alemania de Schi- En suma: raza, mentalidad, institucio-
líer y de Kant, de Goethe y de Fichte: nes, espontaneidad del afecto, noción de
la Alemania que renovaba el ideal es- nuestro interés colectivo: todo, todo,
toico del deber con la Crítica de la ra- nos vincula estrechamente a una de
zón práctica, y que expresaba, por la- las partes de esa discordia gigantesca.
bios del Posa de Don Carlos, el senti- Mirada del punto de vista americano,
miento de la fraternidad humana y el de- corno de cualquier punto que diste al-
recho de todos los hombres a la vida j gunas horas de la Wilhelmstrasse de
de la libertad. Si esa alianza de la Eu- '.Berlín, la de Francia y sus alia-
ropa occidental cayese vencida, no sa- j dos es, en el más alto y amplio sen-
bría ahora precisarse por qué rumbos , tido, la causa de la humanidad.
oscuros se orientarían los destinos del !
siglo que comienza, pero es indudable [La Razón, 3 de septiembre de 1914.]

ni
LA GUERRA A LA LIGERA
INTROITO DE UNA PEQUEÑA SECCIÓN

¿Recordáis las palabras del burgués ; to—dice—como hablar de guerras y ba-


que Goethe presenta en una de las es- tallas en los días de fiesta. Mientras
cenas del Fausto? «Nada me gusta tan- ' que allá, muy lejos, en Turquía, se es-

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—DE UNA PEQUEÑA SECCIÓN 1223

tan despedazando los pueblos, se sienta j nen los que no se sienten ni con enér-
uno a la ventana, apura su copa, y ve gica vocación para hacer daño ni con
pasar por el río multitud de barcos con suficiente abnegación para recibirlo. En
las banderas de diferentes naciones...» el circo romano, ocupaban las gradas; en
Todos nos parecemos al burgués del este circo de la vida moderna, leen lo
Fausto. No hay conversación más sa- que cuentan los diarios o comentan lo
brosa que la de la guerra, cuando la que se dice en la mesa de café.
guerra ocurre allá lejos, máxime si la Espectadores, como los que leen los
conversación es de sobremesa y la ima- diarios, son también los que los escri-
ginación envuelve sus simulacros heroi- ben. En esta condición de espectadores,
cos en el vapor de una taza de moka o ajenos a toda vocación heroica, abri-
en la nube perfumada de un habano. El mos esta pequeña sección para hablar,
hombre es naturalmente guerrero y na- a nuestro turno, «de guerras y batallas»,
turalmente egoísta. Como guerrero, le como el burgués del Fausto. Impresio-
complacen las peleas remotas o fingi- nes, comentarios, recuerdos, moralejas,
das, cuando no las tiene reales y pro- asociaciones de ideas o de sentimientos,
pias: desde niño, le agrada jugar a los pasarán por el fondo gris de estas cró-
soldados. Como ser egoísta, experimenta nicas, todo ello sin pizca de mala inten-
una dulce satisfacción sintiéndose tran- ción ni de gravedad trascendental. En
quilo y seguro en tanto que otros com- cuanto a los hechos que nos han de ser-
ponen, a costa de su reposo o de su vida, vir de canevas, declinamos, desde luegop
íos motivos marciales con que él se de- toda garantía de veracidad, traspasándo-
leita. ¡Pícara condición humanal Pero la a la autoridad responsable de los
¿no participamos todos de ella, y por corresponsales telegráficos. Nos trasmi-
muy doloridos o muy apasionados que ten cada día tantas cosas opuestas, man-
nos tenga esa formidable guerra de Eu- tienen en tan loco vaivén nuestras im-
ropa, no se mezcla, en la emoción que presiones, que quizás la filosofía más
nos produce, un poco de la impresión discreta, en este caos informativo, sea
del espectador que ocupa su butaca, en i la de aquel prudente cronista del que
ia sala confortable y tibia, una noche de j refiere Chamfort que escribía cuando
estreno?... í circularon en París los primeros rumo
Quien dijo que todos los papeles de j res de la muerte del cardenal Mazarino:
la vida podían reducirse a dos: el de j «Se miente mucho: unos afirman que
víctima y el de victimario dio muestra i ha muerto el Cardenal, otros aseguran
de ignorar otro papel importantísimo, ! que aún vive, pero, por mi parte, no
que contribuye a integrar el teatro de] j creo que sea cierto ni lo uno ni lo
mundo. i otro.»
Ese papel, el más interesante sin duda, ¡ •

es el de espectador. A ese pape] se atie- ; {El Telégrafo, 8 de septiembre de 1914.]


1224 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

IV

[LA GUERRA A LA LIGERA]


LA GRANDEZA DE LAS BATALLAS

Las crónicas de esta guerra parecen de los cañones de Lima o Chacabuco.


transportarnos a un mundo colosal, su- Y ahora se ilumina en nuestro recuer-
perior a toda representación de nuestra do un rasgo de una de las figuras más
fantasía. Las sublimes pinturas de las í interesantes y originales de nuestra his-
epopeyas, las líricas hipérboles de las toria. Héroe, caudillo, tribuno, repú-
odas heroicas, resultan pobres y mez- blico, poeta: todo lo fué aquel hom-
quinas para imágenes de esta inaudita bre extraordinario que se llamó Mel-
realidad. chor Pacheco y Obes, y que personifi-
Batallas de un millón de hombres por ca, sobre todo, la indomable energía
cada parte; líneas de combate de dos- de la Defensa de Montevideo. Hallán-
cientos kilómetros; heridos y prisione- dose en París, al servicio de los inte-
ros por centenares de miles... ¡Estupen- reses diplomáticos de la Defensa, hubo
da grandeza! Y nuestra imaginación, so- de arrastrar ante la Cour d'assises a
brecogida y humillada, se vuelve a nues- uno de los detractores del gobierno
tro ambiente americano y considera las oriental que asalariaba en la prensa el
proporciones de las históricas batallas dinero de Rosas, Allí, en la tribuna fo-
con cuya gloria nos enorgullecemos. Dos rense, confirmó Pacheco aquella elo-
mil americanos peleaban en Boyacá; seis cuencia avasalladora con que, un día
mil en Carabobo; cuatro mil en Chaca- memorable, había impulsado a los le-
buco y en Maipo; seis mil en Ayacucho: gionarios franceses a desprenderse la
mil en Las Piedras; poco más de un escarapela tricolor y optar por la ciuda-
centenar en San Lorenzo. ¿No parecen danía oriental.
reyertas de orden policial, miradas des- Llegó un momento en que el abogado
de la altura de estos grandes comba- defensor de la parte acusada quiso ha
tes?... Pero pronto el espíritu reacciona cer mofa de las jornadas épicas de la
y levantándose sobre la materialidad del Defensa, a que Pacheco se había refe-
número, recuerda que la energía de la rido en su peroración.
guerra se mide por la integridad del va- —¿Qué miserables batallas son ésas,
lor y el sacrificio, y que la grandeza de preguntó—en las que pelean de cada la-
las batallas tiene su escala en la signifi- do algunos centenares de hombres?
cación con que perdura en la memoria Entonces el general de Montevideo se
de los hombres. De Ayacucho nació un irguió en toda su talla frente al ironista.
mundo a la vida de la libertad. ¿Pudo —¡Señor—le dijo—, en las batallas pe-
nacer algo más grande de una acción queñas se muere también como en las
en que se hubiera centuplicado el núme- grandes!
ro de los combatientes?... No padecía Y el público que escuchaba desde las
ilusión el generoso americanismo de Már- galerías, saludó el arranque de aquel
mol cuando afirmaba que, en el verda- criollo genial, con el estrépito de los
dero concepto de la gloría militar, ca- aplausos.
bía bien Austerlitz en la boca de uno [El Telégrafo, 9 de septiembre de 1914,]

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—LA EMPERATRIZ 1225

[LA GUERRA A LA LIGERA]


LA EMPERATRIZ

Casi todas las figuras históricas de la prestigios de la leyenda napoleónica y


guerra de 1870 han desaparecido del que la llevó a compartir su tálamo.
mundo. Medio siglo es suficiente para Brilló veinte años en la corte, con la
renovar por completo los actores de la soberanía indisputada de la dignidad y
tragedia humana. Pasó Napoleón, «Na- la hermosura. No fué extraña a la in-
poleón el Chico», según el estigma inde- fluencia política, y en la orientación
leble de Víctor Hugo; pasó Guillermo, el oscilante del segundo Imperio los ele-
Emperador coronado en Versalles; pasa- mentos autoritarios y conservadores tu-
ron Bismarck, el canciller de hierro, y vieron en ella la más eficaz cooperación,
Moltke, el organizador de las victorias, Se la acusaba de haber fomentado el
y Thiers, el estadista de la paz, y Gam» espíritu guerrero que precipitó la teme-
betta, el verbo de la restaurada Repú- raria aventura del 70. «Esta es mi gue-
blica. Generales, diplomáticos, minis- rra», refieren que decía. Cuando Sedan,
tros, príncipes, tribunos: casi todos los
que aquella historia evoca desfilan en ella desempeñaba la regencia, y el centro
la memoria transfigurados por la supre- del Imperio quedó roto en sus manos.
ma idealización de la muerte... Pero una desdicha más grande que
la de la caída debía dilacerar sus en-
Pero aún queda una viva reliquia de trañas, y es la muerte prematura de su
ese tiempo, la más interesante y deli- único hijo y directo heredero de su per-
cada que hubiera podido elegirse, Los
viajeros que pasan por Florencia suelen dida corona: aquel príncipe imperial sa-
ver, sobre el fondo de nobleza y sosiego crificado, al servicio de las armas ingle-
de la clara ciudad de los mármoles, una sas, en 1879, en la campaña contra los
viejecita de aspecto señorial, que lleva zulúes. Aunque este golpe la tuvo a pun-
en sí la triple majestad del linaje, de to de muerte, la cruel naturaleza quería
la ancianidad y del infortunio. Es Euge- que alcanzase la extrema vejez, y desde
nia de Montijo, la Emperatriz Euge- entonces se la ve pasar, como una som-
nia, la viuda del César derrotado en bra de otros tiempos, en sus viajes de
Sedan. El rojo incendio que se propaga Inglaterra a Italia o a España.
por Europa refleja hacia ella un rayo ¿Qué sentimiento despertará ahora en
de luz. el espíritu de la Emperatriz destronada
¿Quién ignora su historia? Su juven- el eco de esta guerra, que se ha adelan-
tud parece un cuento de hadas. Esa tado a su muerte? ¿Sentirá abierta su
andaluza, hija de los condes de Montijo, herida, le parecerá que vuelven a tener
llevaba en su extraordinaria belleza la existencia real los trágicos días de su
predestinación de su encumbramiento. infortunio? ¿O experimentará como un
que luego castigó duramente la fatali- melancólico contento al acariciarle la
dad. El enamorado Príncipe de los cuen- esperanza de ver, antes de morir, la
tos se encarnó para ella en el Empera- ocasión del desquite y de la gloria para
dor que se levantaba personificando los el pueblo cuyo trono compartió y cuya
1226 JOSÉ ENRIQUE RODO.---OBRAS COMPLETAS

derrota fué la suya?... ¡Qué incompara- augusta viejecita, el viento de muerte y


ble interés tendrán sus confidencias de desolación que pasa sobre el mundo!
estas horas! ¡Qué inmenso remolino de
hojas secas agitará, en el alma de la [El Telégrafo, 11 de septiembre de 1914.]

VI

[LA GUERRA A LA LIGERA]


LA VOZ DE LA ESTADÍSTICA

Un erudito compatriota se propuso, no que la malicia europea solía festejar


ha mucho tiempo, sacar en claro el nú- nuestro perpetuo furor bélico se nos an-
mero de las guerras civiles que han dado tojaban, en el fondo, dardos disparados
fecunda aplicación a nuestras energías, por la impotencia de una civilización
desde que se inició, casi simultánea- muelle y caduca, contra nosotros, pue-
mente con la Independencia, aquel in- blos jóvenes, que conservábamos la en-
teresante sport nacional. La estadística tereza heroica de los tiempos de los
nos pareció abrumadora: de ella resul- poemas de Homero o de la Gesta del
taba que, entre grandes y pequeñas, Cid
no menos de cuarenta y cuatro guerras Desgraciadamene, padecíamos, en gran
civiles habían tenido por escenario este parte, una ilusión; producida por estos
suelo feraz, en los ochenta años que cuarenta y tantos años de paz que du-
van desde los primeros Iitigos de Rive- raban en la Europa occidental. Inter-
ra y Lavalleja hasta las últimas cruza- pretábamos tan largo sueño como un
das patrióticas. signo de definitivo y oprobioso decai-
Nuestra escasa capacidad para una or- miento guerrero, siendo así que no era
ganización estable quedaba aritmética- más que un estado de molicie transito-
mente comprobada, pero nuestro tem- rio y falaz. Ahora se ve bien que las gen-
ple indómito, fiero y levantisco resultaba íes de Europa, que considerábamos lan-
también en plena evidencia, y esto hala- guidecidas y enervadas, están en plena
gaba un poco nuestra vanidad. De la he- posesión de sus instintos marciales, y
rencia española conservamos el culto \ que, rascando un poco la corteza del
del coraje, y se nos figuraba haber acre- j europeo «siglo xx» aparecen Aquiles, Ro-
ditado como buenos nuestra calidad de lando y hasta Marico y Atíla. «Grattez
creyentes y de sacerdotes de ese culto. le russe...»
Por otra parte, los partidarios del color Confesamos que no tenemos a nuestra
local y del criollismo imaginábamos que disposición ninguna estadística fehacien-
aquel implacable prurito guerrero con- te de las guerras internas que hayan
tribuía a estamparnos cierto sello de ori- j contribuido a amenizar la historia de
ginalidad. «¿Qué tienen ustedes de carac- los pueblos del viejo continente; pero,
terístico, de propio?», se nos pregunta- en cambio, nos hemos proporcionado
ba. Y podíamos contestar: «Las revolu- un buen recuento de las guerras inter-
ciones», corno contestaría un suizo: nacionales, y él basta para dar por tie-
«El ranz des vaches», o un veneciano: rra con nuestra vanidad criolla de insu-
«Los canales». Las mismas ironías con perables pendencieros.

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—LIBERTAD Y GUERRA 1227

El dato es de Novicov, que declara ¡ se han firmado más de ocho mil trata-
tomarlo, a su vez, de la Gaceta de Mos- ¡ dos de paz que debían subsistir para
cú. Dice así: «Desde 1496 antes de núes- siempre; su duración media ha sido
tra era hasta 1861, en tres mil trescien- j de dos años.»
tos cincuenta y ocho años, ha habido , Nuestras perpetuas «paces», nuestros
doscientos veintisiete años de paz y tres periódicos juramentos de olvido y con-
mil ciento treinta años de guerra, o sea fraternidad, nuestra sempiterna afirma-
un año de paz por cada tres. Durante ción de la que acaba «será la última»,
los tres últimos siglos hubo doscientas j tiene ahí su filiación indiscutible,
ochenta y seis guerras en Europa.» Quedamos, pues, vencidos y humilla
Resulta, entonces que, aunque nos li- , dos en nuestro último reducto de origi-
mitemos a tomar como base este cal- ! nalidad, y de hoy en más debemos decli-
culo de tres siglos, la proporción ha j nar modestamente el honor que nos ha-
sido casi de una guerra por año, mien- ; cen ios que, como Gustavo Le Bon, atri-
tras que en nuestro pequeño mundo j buyen nuestra imposibilidad de paz a la
apenas excedemos de una revolucioncita j parte de barbarie indígena que se mez~
por cada dos años de historia. Se nos ¡ cía en nuestra sangre impura, recono-
aventaja por el doble. \ ciendo en justicia que esa comezón de
Sigue citando Novicov, que reprodu- j pelea procede, como las demás, de nues-
ce esta vez palabras de Valbert: «Des- tro ilustre abolengo europeo,
de mil quinientos años antes de la era |
cristiana hasta el año 1860 de esta era ! ÍEl Telégrafo, 14 de septiembre de 1914.1

VII

ÍLA GUERRA A LA LIGERA]


LIBERTAD Y GUERRA

Bísmarck, el formidable enemigo de I cia es la paz, y era frecuente pensar que


las instituciones libres, quería la repú- , esa superioridad ideal se convierte en
blica para un solo pueblo: la quería i inferioridad relativa cuando la realidad
sólo para Francia. No es necesario dar i fatal es la guerra.
la razón de este deseo. República sig-; Si algo faltaba aún para que esa idea
niñeaba para él autoridad débil e in- : prosperase, parecía venir en favor suyo
cierta, organización política precaria, re- la inclinación radical y demagógica de
celosa prevención contra la guerra mili- j los últimos gobiernos de la República,
tar, y en suma, incapacidad para la . Y es un hecho, del que todos podemos
guerra. Creía ver el férreo teutón en la ! ser testigos, que no se hablaba de la
Francia republicana el más eficaz coope- : posibilidad de la guerra para 'Francia
rador de la consolidación de su Imperio, sin que un presentimiento pesimista es-
Y aun entre los amigos de la li- trujase muchos de los corazones que
bertad y de las formas de gobierno que : la aman y dejara asomar palabras de
son connaturales con ella, la idea de poca fe a muchos de los labios que con
Bismarck solía hallar quienes la com- más fervor la bendicen,
partiesen. La aspiración de la democra- ; Impresión generalizada, en las víspe-
1228 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ras de los acontecimientos que conmue- i los pueblos son la escuela de la huma-
ven al mundo, era ésta: una sociedad ' nidad; la victoria difunde prestigios y
desgastada por la disolución; un amor ' normas en el mundo. Si la victoriosa re-
patrio minado de escepticismo: un go- I sistencia de Francia se consuma, ¡qué
bierno privado de sólida y potente auto- ! inmensa reverberación de prestigio para
ridad; un ejército desorganizado; una re- ¡ ia causa de la libertad humana, en la
volución social pronta a estallar al pri- revelación guerrera de esa república li-
mer amago de guerra. beral, humanitaria y utopista, a cuyo
Y la impresión irresistible, desde que frente figura, en vez de un César laurea-
la prueba se ha verificado, es: una es- ! do en 1 a s batallas, un hombre de pensa-
pontaneidad patriótica sin deserciones | miento y de paz, fuerte sólo por la tran-
ni vacilaciones; una augusta serenidad, sitoria autoridad de su investidura im-
cruzada de ardientes entusiasmos: un prescriptible de la virtud y del talento!
gobierno indiscutido y firme, dondequie- j Y cuando se pregunte por qué ese
ra que sitúe su autoridad, un ejército ejército relativamente en abandono, for-
admirable de organización, empuje y de i mado entre la inseguridad y fluctuación
constancia; un pueblo en. que todo se ! de los cambios de gobierno, salido de
acalla—hasta la voz de las pasiones exas- i las filas de un pueblo refinado y escép-
peradas por el crimen de 31 de julio—, j tico como el pueblo de Atenas, mantiene
frente ai supremo deber de la defensa i1 sin embargo, el nervio que lo ha hecho
nacional. capaz de resistir a la más formidable
: máquina de guerra que se haya orga-
De esta manera ha contestado Francia, I nizado en el mundo, fácil será la con-
la Francia de los milagros del 92, a los , testación para los espíritus liberales.
que dudaban de ella y a los que duda- , Ellos podrán contestar que, contra lo
ban de la capacidad del liberalismo re- \ que piensa una concepción estrechamen-
publicano como fuerza de acción capaz te automática de la energía militar, es y
de contrarrestar el impulso del imperia- será siempre uno de los grandes valo-
lismo militar. : res de la guerra el «espíritu» marcial
Así se ha incorporado magnífica, unien- ! del hombre libre, el dinamismo que crea,
do al ímpetu, y al brillo de su genia- i en el soldado de una democracia, la con-
lidad tradicional una aureola de tran- • ciencia de que pelea por su derecho y
quila confianza, que manifiesta, más so- de que su personalidad, que es parte
beranamente aún, la plenitud de su ener- i de la soberanía, debe ser también ele-
gía. , mentó activo y eficaz de la victoria,
Atendamos a la trascendencia univer-
sal de estos ejemplos. Las victorias de ! [El Telégrafo, 16 de septiembre de 1914.]

VIH

[LA GUERRA A LA LIGERA]


LOS EXCESOS DE LA GUERRA

Nos dijo el sereno observador: de ahora por probados y fundar sobre


—Se denuncian en esta guerra bárba- eiíos juicio alguno que afecte la respon-
ros excesos. Sería temerario darlos des- sabilidad de un pueblo o de un ejército.

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—HIST. DE JUAN DE FLANDES 1229

Macla se opone, sin embargo, a que acep- civilización, un hecho superior a todos
temos en principio su verosimilitud, no esos, que es la guerra. La guerra: es de-
con relación a uno u otro pueblo de los cir, los destinos de la parte más noble de
que pelean, sino con relación a la natu- la humanidad entregados al ciego y es-
raleza humana, enceguecida y desenca- túpido arbitrio de la fuerza; las genera-
denada por la radical barbarie de la ciones humanas diezmadas en la ñor de
guerra. su juventud; la riqueza que ha acumu-
«Hay—prosiguió diciendo—un límite lado el trabajo, echada al viento como
que el sentido moral de los hombres en un arrebato de locura; la inteligen-
y las convenciones de los estados se- cia apurando sus recursos en obra de
ñalan a la misma fuerza brutal en su muerte y de destrucción; el porvenir
transitorio y anómalo dominio; pero, su- abrumado con herencias de odios, de
puesto el inicial desate de esa fuerza, luto y de vergüenza, y la cultura de pue-
todos los excesos se derivan tan fácil- blos superiores obligada a confesar que
mente de su impulso, que el propósito sus adelantos materiales e ideales no
de limitarlos se parece al de fijar un tienen fuerza para preservarlos del re-
movimiento acompasado al cuerpo de greso atávico a la más triste fatalidad
enorme gravedad que se precipita por de la barbarie.
violento declive. Tal vez nos sorprenden »Si el espectáculo de esta hora es de
demasiado las iniquidades de la guerra oprobio para la sociedad que compo-
que contravienen nuestra medida de lo nen las naciones cultas del mundo, no
lícito y de lo ilícito, y no nos sorprende consiste principalmente en tal o cual
suficientemente la iniquidad de la gue- exceso de los procedimientos y formas
rra en sí misma, que las contiene vir- de la guerra: consiste, sobre todo, en
íualmente a todas, porque significa, des- el hecho de la guerra misma. Es este
de que empieza hasta que acaba, una hecho el que está manifestando las fa-
sistemática excitación de todos los ins- llas de que adolecen los fundamentos
tintos del odio, de la crueldad y de la de nuestra civilización, y es él el que,
depravación. dejando un eco de horror en la concien-
»Por encima de los incendios de ciu- cia de los niños que hoy lloran en la
dades, del uso de armas innobles y pro- cuna, ha de sugerirles un día la abomi-
hibidas, de bombardeo de poblaciones nación de nuestra historia y la aspira-
no fortificadas, de las exacciones, y las ción a destinos menos miserables.»
muertes fuera del combate, y los vejá- Eso nos dijo el sereno observador.
menes y las violencias inútiles, se im-
pone a la conciencia humillada de los ARIEL.
hombres, en esta aciaga bancarrota de la [El Telégrafo, 18 de octubre de 1914.]

IX

[LA GUERRA A LA LIGERA]


LA HISTORIA DE JUAN DE FLANDES

Juan de Flandes era bueno y dichoso. campo, en el que el viento encrespaba


Debía al trabajo de sus manos sencilla como un mar las mieses de oro, y cuida-
abundancia y sana alegría. Cultivaba su ba su casa, limpia y luciente, como una
1230 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

taza de plata. Juan de Flandes no envi- ; estupefacción. Luego, fluctuando entre


diaba a los poderosos del mundo, ni , una grave inquietud y la de ser objeto
era envidiado por ellos. de una burla, dijo al forastero:
Una noche, todo era plenitud, todo i —Señor, nada me interesan a mí los
era saboreada conciencia en su ventura, agravios de usted con mi vecino. No
La cena había terminado. La mujer, dul- I guardo queja de él y soy hombre de
ce y fuerte, como cumplía a aquel varón, ¡ paz. Tenga usted la bondad de retirarse.
ordenaba sobre la mesa un vaso de fio- \ Buenas noches.
res. Dos animadas esperanzas, niña y j A esa respuesta, el recio mocetón,
niño, confundían sus bucles sobre un ' puñal en mano, arremetió sobre Juan
libro abierto. El lucio can de la casa re- ' de Flandes y lo echó por tierra, herido
posaba a los pies del amo. Juan de jen medio del pecho. Resonó un ¡ay! de
Flandes, dejando aplacarse el vapor de \ agonía. Acudió el vigilante can, y cayó,
su té, repartía su pensamiento entre j junto al cuerpo del amo. Vinieron, en
la contemplación de aquella paz y el ! apretado grupo, la hacendosa mujer,
trabajo del siguiente día. Llaman a la I los blondos niños, y después de un grito
puerta. El buen hombre se dirige a abrir, de espanto, quisieron oponerse al paso
Encuentra en el umbral a un recio mo- i de aquel hombre. Retrocediendo ante el
ceton de pelo rubio, cabeza altiva de j brazo homicida cayeron, uno tras otro,
duras facciones, azul de acero en los J madre e hijos; volcóse en esta confu-
ojos, un gesto de desdén en los labios: j sión la lámpara que había iluminado
hermoso tipo marcial. ! el dulce reposo, mordió el fuego en las
El forastero saluda resueltamente a i cortinas y en un instante todo fué, en
Juan de Flandes: la casa del trabajador, sangre y llamas,
—Señor—le dice—, su vecino de al j desolación y muerte. Mientras tanto,
lado me ha inferido grave ofensa, debo ; bajo la impasible mirada de la noche,
matarlo. No puedo entrar por su. puerta, j el forastero, deslizándose al tejado del
porque la tendría que forzar y me sen- vecino, murmuraba, como quien habla
tirían. Necesito que usted me deje pasar \ para su conciencia:
por su tejado. ¿Quiere usted dejarme ! —Era mi derecho: necesitaba pasar.
pasar por su tejado para ir a matar a ;
:
su vecino? ARIEL,
Juan de Flandes escuchó las primeras ¡
palabras con asombro, las últimas con ' Wl Telégrafo, 29 de septiembre de 1914.]

[LA GUERRA A LA LIGERA]


ANARQUISTAS Y CESARES

Nunca quise mal a los anarquistas, i me. La anarquía es plenitud de libertad,


que me parecieron siempre los más in- y por lo tanto, corno ideal, cosa tan ape-
fantiles de los hombres. Si hubiera de tecible y bella que no se concibe alma
parar en revolucionario social, a la anar- i generosa que, en la región de los sueños
quía, no al socialismo, había de atener- ¡ no la ame. El socialismo, en cambio, es

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—ANARQUISTAS Y CESARES 1231

sacrificio de la personalidad a un orden presentan, en grado de destrucción, ni


y una dicha harto inseguros. Cuando ha- en grado de injusticia, una mínima par-
yamos de renunciar al sentido de le- real, te de las iniquidades y los horrores que
sea para el ideal hermoso y no para la estamos presenciando en el mundo por
forma quimérica e ingrata de aceptar el obra de muy otras manos que las de vi-
yugo de la necesidad. sionarios rebeldes. Y además, la protes-
Del anarquista puro y sincero emana ta violenta y vengadora adquiere sobe-
una ingenua simpatía, que procede de rana fuerza de razón de esa misma ex-
que el anarquista es, por su más íntimo periencia de la guerra, por la que vemos
carácter, un optimista radical, un fervo- rebosar y desbordarse, como un volcán
roso creyente en la bondad de la natu- de cieno, todas las cosas inmundas que
raleza humana y en su paradisíaca ap- lleva en sus entrañas esta civilización
titud para campar suelta de trabas y de falaz.
leyes. Por eso hay en el argumento de Imaginemos a un trabajador de alma
estos demoledores una sencillez de ló- primitiva o semiculta, en quien los sue-
gica candorosa e impávida que recuerda ños de fraternidad perenne y de reali-
el natural razonamiento del niño. Por zado Edén preparan su punzante fer-
eso en los ejecutores de sus tremendas mento de destructora energía. Imagine-
sentencias, dinamiteros, incendiarios y mos, por otra parte, al César, dueño de
asesinos de príncipes, se suele descu- un Imperio que forma y educa, a seme-
brir, cuando penetra en sus adentros la janza de sí mismo, su aristocracia sol-
justicia de la sociedad, a un soñador dadesca, y la encarniza con el pensa-
casi seráfico, a un alma inocente en el miento de la gloria, como quien adies-
fondo y sin roce del mundo, de donde tra los halcones y neblíes, para una es-
brota la vocación de la vindicta con el tupenda cetrería. Llega el fermentar de
impulso candido con que brotaba la los sueños a su punto, y el brazo del
energía del martirio del alma del ado- miserable alucinado se desata al paso
lescente o de la virgen llevados a mo- del cortejo pomposo o entre el despre-
rir en la arena del Circo. La broza de venido embeleso de la fiesta. Si éí me-
soez vulgaridad y de intención perversa rece la horca, y después de la horca la
es adventicia respecto del tipo original. abominación de su nombre, y después
Lo que en ese tipo impone el sello es de esta abominación la eterna condena
la alucinada exaltación del amor huma- de su alma, tú, César encendedor de
no, comparable a aquel divino amor que guerras, ¿qué mereces?... El propio sol
enciende las visiones de los místicos e que vio ejecutarse el crimen del iluso
inflama el corazón del misionero de abra- enjuga la sangre de la víctima; por ge-
sadora caridad; por donde, en muchos nerosa y alta que la víctima sea, es
de los atentados anárquicos j^ue más nos una vida que se pierde, y la paz y la
espantan con su cruda fiereza, puede labor del mundo siguen adelante. Para
decirse que, al revés de lo que se vio el mal que tú desencadenas no hay cuen-
en el león de Sansón, de la dulzura ta ni medida. Todos los estragos de la
nació la fuerza terrible. Con todo, solían naturaleza arrebatada en los frenesíes
indignarme los crímenes de los anarquis- del viento, del agua y del fuego; todas
tas. Ahora, en el hervor y remoción de las torturas de la carne prometida a la
ideas que el brusco sacudimiento de esta muerte por el dolor, las fiebres y el
guerra nos provoca en la mente, con- hambre; todos los delirios del espíritu
fieso que me figuro aquellos crímenes conturbado por la ira, el'terror y la lo-
sin espontáneo impulso de abominación. cura, caben en los ámbitos del mal que
Desde luego, todos ellos juntos no re- í:ú desencadenas. Los piélagos de san-
1232 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gre, los diluvios de lágrimas, no son más ¡ miento de tu voluntad. ¿Cómo hallar en
que la parte visible de un daño que se , los códigos humanos el nombre y la san-
dilata, aún más funesto, en la sombra. ; ción de tu Delito? ¿Dónde está el dés-
Millares y millares de destinos truncados I pota de oriente, inventor de tormentos
en la primera flor de la vida, dejan | feroces; dónde el renovado Gibelino, ima-
como tras un bárbaro saqueo el sagrado ginador de castigos eternos, que, en la
misterio del porvenir, mientras el odio, i proporción de la culpa y la pena, en-
envenenando la leche de los pechos que i cuentren el suplicio para tu maldad y
no ha secado la miseria, arroja a los : la afrenta para tu orgullo?
surcos del tiempo la semilla de los es-
ARIEL,
pantos de que se ha engendrado... y en
principio de ese infierno hay un movi- ! [El Telégrafo, 18 de septiembre de 1914.]

XI

DESPUÉS

Tal vez se aproximan en el mundo , límites del sufrimiento. En una guerra


tiempos de transformaciones pasmosas I como ésta culmina el mal incorporado
y violentas. Tal vez hemos de asistir al a la larga herencia de siglos: reflé-
alumbramiento mostruoso en que, entre jase, con plena y espantable intuición,
torrentes de lágrimas y sangre, broten, en las conciencias, y causa de una vez
de las desgarradas entrañas de esta todo el daño para que tenía capacidad
civilización doliente, nuevo orden y nue- dispersa o adormida, Por esta vía con-
va vida. No sé si agüeros de la imagi- finará la guerra con una actividad ver-
nación, o más claras luces interiores, ! daderamente creadora: la del desconso-
nos llevan a representarnos, en el des- j lado y pensativo dolor. Empezará la
enlace de esta guerra, un gigantesco energía que ha de dar de sí un mundo
Término: antes de él, lo pasado en cuan- ! nuevo con la primera aurora de la paz
to abarca la memoria; después de él, lo I y como protesta y rebelión contra la
porvenir hasta donde se atreve el vuelo majestad de la guerra. Será el hirviente
de la fantasía. No porque la guerra ten- desasosiego en que enojo y consterna-
ga potestad de crear, como ha dicho < ción, remordimiento y vergüenza, mise-
alguno de los que la endiosan. Nada más ria y hambre, harán confluir sus amar-
falto de sentido que suponer en la fuer- guras; será el sacudimiento inaudito de
za desencadenada y fatal el aliento crea- reacción, que, una vez aplacada la em-
dor, ni aun entendiéndolo como suges- ! briaguez de la gloria, ha de remover
tión o estímulo que fluyan del triunfan- hasta sus más hondas entrañas el alma
te impulso de las armas. En la brutali- de los pueblos y ha de volcarla, toda
dad de la fuerza no cabe otro oficio que ¡ entera, en la náusea y la convulsión que
el de destruir, y sólo de esa suerte sir- despejen la viciada fuerza de la volun-
ve la guerra al plan del incógnito de- ¡ tad.
miurgo, que traza y compone los des- \ Las generaciones que únicamente crean
tinos humanos. Si es la guerra fecunda,
lo es como puede serlo el mal que llega i son las que adquieren, a poder de tor-
a su colmo o el dolor que rebasa ios I mentos, la exaltación febril sin la cual
; la acción es un sumiso pacto con el tiem-

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—DESPUÉS 1233

po y la idea innovadora carece del fuego des heroicas en la sala patriarcal de Uli-
con que soldarse de inmediato en la sus- ses, arrancada al hogar de los Cortejado-
tancia de lo real. De esas generaciones res, Para entonces columbro una aurora
que el dolor exalta, son los milagros de en que la palabra del poeta sea otra vez
la historia. Instituciones, potestades, fue- fuerza de teurgia e iluminación de vati-
ros, normas sociales y políticas verá mu- cinio, y levante ciudades, y domestique
darse quien viva hasta que las cenizas fieras, y posea el talismán de ocultos te-
de este incendio redunden en pingüe abo- soros: salmo en el templo, canción en el
no de la tierra; y como necesario com- taller, himno en la batalla, sin dejar por
plemento de ello, verá mudarse también eso de embeber el silencio y el misterio
el último temple de las almas, la forma en el velado tálamo de Psiquis. Para en-
de toda actividad espiritual. Si queréis tonces columbro una vuelta primaveral
grande arte y gran literatura, los tendréis de la invención, pujante, caudalosa y fér-
después de trágicas vicisitudes y cam- vida, como en los tiempos de original vi-
bios esenciales; cuando la imaginación sión de cosas; un retoñar de aquella ago-
maravillada reciba del pensar y el sen- tada energía que infundió en cuentos y
tir de los hombres tributos de intacta y poemas la perennidad y la frescura de la
resplandeciente riqueza. Así, pasado un obra de los gnomos y los espíritus ele-
siglo sin unción de poesía, se levantó la mentales. Para entonces columbro un tea-
tempestad romántica sobre la Europa tro magnificado y libre de toda estrecha
nueva que consagraron los óleos de la convención y toda vana pompa; teatro de
Revolución y de las campañas napoleó- cielo abierto en muchedumbre popular
nicas, ¿No percibís cuánto de enteco y como en los días de la democracia ate-
de servil hay en las bases de lo que se niense, donde quepan acciones gigantes-
produce en nuestro tiempo? ¿No sentís I cas, y varias como la vida misma, y de
en toda esa habilidad farandulera y todo un sentido ideal que despierte en la cir-
ese artificioso primor la ausencia de
la vena profunda, que fluye, para la in- cunstante alma colectiva el acorde uná-
mortalidad de las ásperas reconditeces nime y profundo de un tácito coro.
del alma? El arte vivo y sincero es fuer- Todas esas cosas columbro para cuan-
za de comunicación y luminosa epifanía do el sentimiento de la vida renazca,
con que se corrobora y manifiesta el sen- transfigurado y potente, sobre las ruinas
timiento social. Para reaparecer el arte en que ha de sepultarse un mundo, y
grande y persistir en grandeza, ha me- sólo espero nueva y cabal conciencia ar-
nester encontrarle en el fondo de hu- tística a condición de un tránsito glorio-
manidad donde prende sus raíces: en , so en los dominios de la voluntad. Avi-
aquella fundamental concepción de la sados, por la radical languidez de toda
vida y aquel superior acuerdo de ideales, obra, de la necesidad de un soplo nuevo,
que constituyen, en cierto amplio senti- pero incapaces de arrancarlo de nosotros
do, la conciencia religiosa de la época. mismos mientras no nos levante el pecho
Y acaso, en el cercano futuro, la remo- el aire por donde ha pasado la tormenta,
ción de la vida espiritual no ha de dete- nos parecemos al viajero que, en la char-
nerse, por enérgica y honda, hasta al- ca hallada en los ardores de su sed, se
canzar de veras a la cumbre de religio- inclina a beber del agua quieta, tibia e
sidad en que todo ideal humano culmi- impura, en tanto que oye, quizá de cer-
na y entra el alma en amorosas instan- ca, el rumor inmenso de un torrente para
cias con el misterio que la rodea. el que no sabe el camino.
Para entonces columbro como el súbito
despertar del bronce y el hierro de las li- [La Razón, 19 de noviembre de 1914.1
1234 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

BEL( 3 I C A
De los tres claros nombres de nación j amontonado y oliente se levanta y difun-
que han hecho resonar, en signos de ar- • de la llama del incendio con el irrefre-
monía, las músicas marciales que acabáis I nable impulso del rayo! ¡Reveladora en-
de oír, permitidme que destaque, para ! señanza para los que imaginan que la
que aparezca el primero en la expresión i energía de la guerra ha menester culti-
verbal de nuestra ofrenda, el menos vin- | varse por sí misma y en el ejercicio de
culado a fuerza material y a deslumbran- ' su propia obra ele destrucción y muerte,
te gloria: el nombre de Bélgica. Quien i en vez de brotar, a su hora, de aquella
fué el primero en la resistencia sobrehu- | fundamental y armónica energía que,
mana, quien lo es en la magnitud del sa- ! templando los resortes del carácter so-
crificio, séalo también para la simpatía ! cial, forma la voluntad para las artes
que busca mitigar el dolor. Y porque en I pacíficas e inspira los ejemplos del va-
el corazón de Francia la generosidad es I lor civil!
la naturaleza misma, y porque la libre Difícil es encontrar en la memoria el
Inglaterra tuvo siempre el tono y el sen- parangón a la grandeza de esta Bélgica
tido de una caballeresca dignidad, me ¡ que ahora conocemos. Todo cuanto pue-
parece que de ellas parte espontánea- j de contribuir a enaltecer la acción huma-
mente el noble ademán que nos invita na, por los sentimientos que la animen
a conceder la prefación en el recuerdo, | y el término a que se dirija; todo cuanto
como tendrá la predilección en la histo- ¡ puede tender a embellecerla y glorificar-
ria, al pueblo incomparable que las ha • la por la heroica fiereza como se mani-
escudado con su pecho y que ha de ser, fieste, todo se congrega en Bélgica y
de hoy en más, entre ellas, prenda in- realza esta inenarrable tragedia de su
mortal de fraternidad y de alianza. historia. En los mayores portentos del
Bélgica era, en las representaciones pasado, en los más clásicos y nobles, fal-
habituales de nuestra imaginación, el ta- ta esa armonía y perfección de estatua
ller doméstico, todo paz y virtudes, que ! guerrera. Cuando no hay lugar para la
disfrutaba su áurea medianía en seguri- I duda en la justicia de la idea por que se
dad inviolable. Bélgica es ahora el altar ! combate, ni se percibe desigualdad en el
humeante y sangriento del valor sublime. ! denuedo, ni sombras de iniquidad y aíe-
De ese sosegado fondo de granjas y de- ! vosía empañan el esfuerzo fundamental-
hesas, donde renace, magnificada, la Ar- mente generoso, queda a la crítica to-
cadia pastoril; de fábricas que ennegre- mar por blanco la calidad del pueblo
cen la niebla y barcos que cortan los combatiente: la turbulencia de sus incli-
ríos indolentes; de primorosos jardines naciones, la rudeza de sus costumbres, su
y casas pulquérrimas, y en suma, de tra- j inferior condición respecto del extranje-
bajo apacible, que a algunos puede pare- • ro que le oprime o del invasor que le
cer opaco y sin vuelo, se ha adelantado I amenaza. Aquí, ni una mácula, ni un prs
de súbito la máscara trágica de las Ilío- ¡ texto, ni una diferencia siquiera en va-
nes y las Zaragozas. ¡Transfiguración ex- lores de civilización. Nada falta a Ia
traordinaria, que recuerda a la bondad ¡ gloria de Bélgica; nada puede restarse
de la tierra cuando del plácido heno ¡ a la soberana razón que de ella irradia

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—BÉLGICA 1235

Es éste el más ejemplar conjunto de | primera y fué la consigna de las muche


hombres, defendiendo el más sagrado de | dumbres insurrectas que, ostentando co-
los derechos con el más alto y constan- mo blasón de democracia las apariencias
te de los heroísmos. de la mendicidad: el sayal ceniciento y
Pero, después de todo, ¿por qué hemos la escudilla de palo, dieron al estupendo
de asombrarnos de esta marcialidad in- siglo xvi una de sus páginas más bellas,
domable, ni considerarla allí nueva? Y y uno de sus triunfos mejores a la his-
¿por qué se imaginaría el invasor que toria de la libertad humana.
ese llano suelo de Flandes había de en- No importa que el nuevo opresor do-
corvarse a su paso, como el lomo del ca- mine, desde Lieja hasta Ostende, las ciu-
ballo que conoce a su dueño?... Para dades flamencas, y busque radicar, entre
desengañarle habría bastado que compa- sus despojos, signos permanentes de ocu-
reciese en su imaginación el simulacro pación y de conquista. Más duraderas
heroico de aquella Flandes, erizada de prendas de triunfo alcanzó el duque de
hogueras y patíbulos, en que se resolvió, Alba, que en la plaza de Amberes pudo
para la libertad, el porvenir de Europa, contemplar la estatua de bronce que le
trente al otro soberbio imperialismo de representaba hollando el pecho de los
Felipe II. Bruselas, Amberes, Lo vaina, flamencos vencidos. Y estos vencidos de
Mons, Gante, Malinas, no fueron siem- la estatua se reincorporaron. Y ahora,
pre, por cierto, nombres de paz. Estas alzándose del barro sangriento de sus
ciudades de mercaderes y artesanos, ya campiñas desoladas, de los escombros de
endurecidas, desde su nacer, en la diaria sus ciudades rotas, donde lo único verda-
defensa contra las águilas feudales, se deramente irreparable serán las profana-
iluminan de sangrienta luz en la guerra das maravillas del tiempo, volverá Bélgi-
por la protesta religiosa y la autonomía ca a su ser, radiante de esperanza, con
política. esos niños que están conociendo en la
Si la resistencia extinguióse en ellas, inocencia la virilidad del infortunio; acri-
para concentrarse en la emancipada Ho- solada en su persona de nación por la
landa, fué sólo cuando el cadalso y la • solidaridad suprema del dolor compar-
emigración las dejaron en soledad que I tido e inculpable... Volverá Bélgica a su
convirtió en agrestes pastizales sus ca- ser. El sentimiento humano rechaza, en
lles populosas. Todas esas ciudades cuanto a esto, hasta la sombra de una
aprendieron, hace tres siglos, la ciencia duda; y si la duda cupiese, y semejante
de sufrimiento y energía en que hoy ilus- pueblo pudiera, en edad, como la nues-
tran al mundo; todas ellas conocieron, tra, ser testado del mundo por la primi-
sin envilecerse, el brutal ultraje del sa- tiva razón de la conquista, no habrá con-
queo, la humillante tortura de la exac ciencia de hombre libre que no prefiera,
CI
ón, el trágico espanto de las matanzas. una y mil veces, el cataclismo anárquico
Amberes caída pensará que vuelven so- que hiciese saltar en astillas los funda-
bre ella los días de horror en que los ! mentos de esta civilización, antes que la
tercios de Alejandro Farnesio ciñéronle, persistencia de un orden de naciones en
e
n cruento delirio, palma de elección que fueran posibles tamaña iniquidad y
entre ciudades mártires. Y en la Bruse- tamaña vergüenza.
' a s que custodian, desde el bronce, las Entre tanto, no es necesario esperar a
s
ombras de Egmont y de Horn, el paso la reparación ineluctable, para que la
^e las patrullas imperiales ha de desper- gloria de la nueva Bélgica quede consa-
ar, en cada ángulo de piedra, los ecos grada y perenne en la conciencia univer-
^1 glorioso grito rebelde, de aquel «¡vi- sal. Más alto que la Esparta de Leóni-
Va
n los gueux!» que allí resonó por vez das, porque el valor que aquí resplan-
1236 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

clece no es la facultad exclusiva, som- versal inmunidad del derecho, y es la es-


bría e infecunda, que se cultivó artifi- . pectadora serena, pero no impasible, en
ciosamente en aquel monasterio de sol- la tragedia que domina el secular esce-
dados; más alto que la Polonia de Kos- , nario de la humanidad,
ciusko, porque el delirio febril de la Cuando el eje ideal de la civilización
anarquía no ha preparado la obra al hie- i vacilara; cuando la arrebatada demencia
rro del conquistador; más alto que el | de la guerra oscureciese del todo, en las
México de Juárez, porque no ha habido i más nobles razas del mundo, el senti-
manos propias que guiasen el caballo del miento de aquellas nociones superiores
extranjero; más alto todavía que la Es- que han guiado, entre parciales eclipses,
paña alzada contra Napoleón, porque en ; la ascendente marcha de los pueblos:
las armas de estos invasores no se pro- i bien, verdad, derecho, justicia, aún que-
paga el estímulo de libertad que atenúe | daría en la desolación de ese naufragio,
la violencia conculcadora del derecho. I el asilo de la conciencia americana. Cui-
Béigica la mártir, Bélgica la heroica, ; demos, dentro de cada uno de nosotros,
Bélgica la inmaculada, perdurará en la j nuestra parte en la reserva augusta que
mente de los hombres como el símbolo | nos está confiada; y desde la paz y la
supremo del sacrificio varonil y del áni- | distancia que nos comunican cierta se-
ma contenedor de la fuerza. | mejanza de posteridad, juremos a Bélgi-
Asociándonos, de este lado del mar, a i ca la mártir, a Bélgica la heroica, a Bél-
su infortunio y a su agravio, nos parece ¡ gica la inmaculada, ¡gloria y amor en
estrechar su cabeza ensangrentada en el \ el corazón de América!
regazo fraternal de esta América que ¡
identifica su interés más caro con la uní- í LLa Razón, 28 de noviembre de 1914.]

XIII

[LA CONMEMORACIÓN DEL 14 DE JULIO]


El Comité de Homenaje al 14 de julio.,
reunido en el Ateneo, ha suscrito el siguió
te manifiesto, cuya redacción fué confiada
al señor José Enrique Rodó:

AL PUEBLO | un pueblo, la identifica con el ideal hu-


manitario que hace del mundo la patria
El 14 de julio es, por excelencia, el día j indivisible del hombre.
de la libertad humana. Otros aniversa- j No hay tierra abierta a la civilización
rios gloriosos vinculados a la afirmación ; donde el recuerdo de ese día, punto mi-
de los principios liberales simbolizan la cíal de una de las más grandes transicio-
libertad de un pueblo, de una raza, quizá nes de la historia, no tenga la oportuni-
de un continente. El 14 de julio consagra dad de un aniversario propio. Al influjo,
en la libertad un bien universal, porque j en gran parte, del magnetismo de ideas
difundiéndola a favor del más maravillo- • y de ejemplos que irradió de aquella ini-
so poder de simpatía y propaganda que ! ciativa gigantesca, la América latina se
haya puesto la naturaleza en el alma de ¡ levanta a la conciencia de su personali-

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—CONMEM. DEL 14 DE JULIO 1237

dad histórica, realiza el triunfal esfuerzo ' formas esenciales de la sociedad moder-
de su independencia, y se constituye en na, confirma la gran nación una vez más
repúblicas de instituciones libres que han < el signo de elección histórica que hace
continuado su progresivo desenvolvi- de ella «el faro secular erguido sobre el
miento alimentando preferentemente su mundo», la patria de adopción de todos
idealidad y su cultura en las enseñanzas los espíritus libres, la norma y la espe-
de la Francia transfigurada y creadora ranza de cuantos afirman un ideal más
que surgió de las fraguas de la gran Re- alto que el predominio de la fuerza y
volución. una ley internacional más noble que la
Va a cumplirse el primer aniversario • disputa de los egoísmos colectivos.
del 14 de julio desde el comienzo de la Disponiéndonos, pues, a conmemorar el
guerra que ensangrienta el suelo de Eu- 14 de julio, ratificamos un principio de
ropa y que ha visto incorporarse a Fran- libertad humanitaria, corroboramos un
cia, radiante de serena y magnífica ener- sentimiento de simpatía internacional y
gía; más fuerte aún que la imaginaban formulamos un voto de victoria.
Jos que nunca abandonaron la fe en la A todos aquellos que lleven en el pecho
eficacia de su genio; mostrando la capa- la pasión de la libertad y en el pensa-
cidad guerrera de la libertad republica- miento la idea de un porvenir de paz y
na, como cuando inspiraba para bautis- de justicia; a todos aquellos que crean
mo de su tricolor, los épicos milagros de en la virtud inextinguible de la geniali-
la primera República. Como entonces ' dad latina, madre de la civilización, de-
también, Francia combate ahora en pro I positaria de sus tesoros más nobles; a
de ideas y derechos que son patrimonio : todos aquellos que amen el inmortal es-
de la humanidad. No defiende ella sólo píritu de Francia y en quienes un deste-
su causa nacional ni la causa nacional • lio de ese espíritu, un episodio de su
de sus aliadas. . historia, una palabra de su vasto evan-
Hay en la solución de este pavoro- ; gelio ideal, haya despertado alguna vez
so conflicto de naciones un interés ideal una emoción de belleza, de generosidad,
que contribuye a explicar por qué no : de heroísmo; a nuestros conciudadanos
se conciben ante él la perplejidad ni la y a los que, sin serlo, viven entre nos-
indiferencia. Es la gran tradición humana otros y se identifican con ias palpita-
del 14 de julio, con sus principios tute- ciones del sentimiento nacional, exhor-
lares y los virtuales desenvolvimientos tamos a embanderar sus casas y llevar
de su jornada, quizá definitiva, para pre- la escarapela tricolor el 14 de julio, y a
valecer o eclipsarse en la dirección de inscribir sus nombres ese día en los ál-
los destinos del mundo. Es ella la que ¡ bumes de la Legación francesa, realí-
quedó vencedora en los gloriosos campos | zando así el homenaje popular con que
del Marne, y la que resiste, en las trin- manifestará Montevideo su entusiasta
cheras de Flandes y los Vosgos, el for- adhesión a la Francia de 1879, a la Fran-
midable empuje del invasor. Y así, pasa- cia de 1914.
do más de un siglo desde que daba las. [El Plata, 12 de julio de 1915.]
1238 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

XIV

LA LITERATURA POSTERIOR
A LA GUERRA
Se me pregunta si creo en el adveni- simplemente a eliminar algo de lo que
miento de una «literatura de la guerra», no ha de ser.
de una literatura en que la guerra en- Los que esperan, o temen, una litera-
cuentre su expresión. Se me pide ade- tura de penacho heroico, patriótica en ei
más que manifieste mi idea del sentido tono guerrero, jiarradora y soñadora de
en que ha de producirse la evolución li- batallas, es probable que acierten en
teraria después de los acontecimientos cuanto a la inmediata y transitoria re-
que parecen remover el eje del mundo. percusión que esta tremenda realidad
He de separar, ante todo, esta última in- que presenciamos tendrá en el despertar
quisición. Concedo escasa fe a los augu- de la imaginación humana; pero es casi
rios en materia histórica, ya se trate de seguro que se equivoquen, si entienden
historia literaria o política. Téngolos por que eso puede ser el carácter duradero
necesariamente falsos, a lo menos cuan- de la evolución literaria en que verda-
do se procede por vía de razonamiento deramente trascenderá la obra social y
y no de intuición inspirada, como el espiritual de la guerra. Asistiremos a
que goza del don de profecía. El razona- una explosión estruendosa y fulgurante
miento es incapaz de dominar, en su de lirismo marcial y de narraciones épi-
complejidad infinita, el génesis del he- cas, de pasión y orgullo de patria y de
cho histórico, que escapa así a cualquie- alardes de fuerza y poder; pero nada
ra anticipación que no sea la concedida de ello brotará de las hondas entrañas
al visionario. Todo hecho, todo eslabona- de la conciencia social, donde se prepa-
miento de hechos, son cosa esencial- ran aquellas direcciones ideales capaces
mente nueva y única, y la experiencia de prevalecer por largo tiempo y de
del pasado no puede cooperar a la pre- marcar huella en el mundo. Será, por
visión del porvenir en mucho mayor decirlo así, el «acto reflejo» con que la
grado que el análisis de los sorteos pue- imaginación fascinada responderá a la
de dar luz sobre la bolilla que caerá ma- primera impresión de la victoria. Peto
ñana. Nadie como el gran Schopenhauer el gran impulso de renovación literaria
ha mostrado la radical vanidad de todo que infaliblemente ha de sobrevenir, lle-
cálculo que se aplique al curso desigual, gará más bien como reacción que como
errabundo, de la historia, de toda la ley desenvolvimiento de esa fugaz literatura
que quiera imponerse en ella a título de guerrera.
inducción, y la sonrisa helada del genial En los albores del siglo pasado todo
misántropo se ilumina en mi espíritu era guerra en el mundo, y milagros he-
siempre que veo renovarse el empeño de roicos, e inauditos ejemplos de la trans-
arrebatar con los medios de la lógica el formadora fuerza de las armas, y laS
secreto del futuro. generaciones que abrían los ojos a la faz
Pero es indudable que la dificultad pue- recogían de la viva realidad imágenes
de ser menor cuando el propósito se li- más portentosamente épicas que las ciue
mita a una previsión no afirmativa: no podían ofrecerles la ficción ni la histo-
a definir aquello que ha de ser, sino ria. Una literatura caduca y exánime

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OBRA POSTUMA.—14: ESCRITOS SOBRE LA GUERRA.—LITERAT. POST. A LA GUERRA 1239

prolongaba ficticiamente sus moldes, • expansión de una raza encumbrada por


mientras la atención humana se concen- : la victoria, es escaso y precario como
traba, toda entera, en aquella maravillo- ' fondo de una literatura. Lo más frecuen-
sa realidad. Todo anunciaba que la te es que apenas la voluntad heroica de
transformación literaria había de ser tan un pueblo ha alcanzado para él la más
vasta y profunda como la transformación alta cima de la fortuna y del poder, el
social y política. Y del ambiente predis- pensamiento de ese pueblo, movido por
puesto por el glorioso cuarto de siglo el dejo amargo de toda aspiración satis-
de la Revolución y de las guerras na- fecha, tome el declive de pesimismo que
poleónicas nació, realmente, una de las lleva a considerar, por abajo de las glo-
más radicales transformaciones litera- ¡ rias del mundo, la irreparable miseria
rias de que haya ejemplo en la historia del destino humano. Son, por el contra-
de la humanidad; pero esa transforma- rio, las razas humilladas, los pueblos en
ción fué el romanticismo, literatura na- secular esclavitud o abatimiento, pero
da heroica ni triunfal, más íntima que que mantienen despierta la conciencia
colectiva, más inclinada al recogimien- de su ser colectivo, los que encuentran
to melancólico que al estrépito de las ; fuentes de honda y persistente poesía en
batallas, aunque demasiado compleja I el sueño de la gloria nacional, que enton-
para que pueda negársele, sin relativa ces se levanta sobre ellos con la ideali-
inexactitud, ninguna de las cuerdas ele la dad de la esperanza y la incontaminada
lira. belleza de todas las Tierras Prometidas.
De aquellas generaciones infantiles, cu- La relación entre el carácter social y
yo deslumbramiento ante la gloria de las el literario se establece a menudo en for-
armas y las pompas de la apoteosis im- ma que lo que este último interpela es
perial pintó tan animadamente Alfredo el anhelo, acaso inconsciente, del prime-
de Musset en las primeras páginas de la ro, de ser lo que no es, de adquirir lo
Confesión de un hijo del siglo, salie- que le falta, de romper los límites del
ron, pocos años más tarde, los nostálgi- hábito y las imposiciones del ambiente.
cos soñadores, los heridos del amor trá- La vida de la imaginación es el desquite
gico, los atormentados del tedio y de la de la vida real.
duda, para quienes el espectáculo del Por la imaginación pacífica tenderán
mundo exterior era apenas un episodio los pueblos a quitarse el sabor de la
subordinado al drama de la propia con- guerra. Pasa colectivamente como en lo
ciencia. En el temperamento épico de que se refiere al carácter que cada autor
Víctor Hugo halló la leyenda napoleóni- infunde en sus escritos: la parte de per-
ca colores y armonías que la glorificasen, sonalidad puesta en transparencia por
Pero esta rama de lirismo rememorador la obra no es siempre la misma que el
de victorias queda confundida y domi- hombre manifiesta en la sociedad y en
nada en la frondosidad del más espeso i la acción, sino con mayor frecuencia
r
oble de poesía que hayan contemplado • otra más íntima, tal vez contradictoria
l°s siglos. ¡ con aquélla, y que busca el regazo de la
La gloria de la guerra, como motivo ele | fantasía para tregua y olvido de la rea-
mterés humano que trascienda en el ar- lidad. Los poetas-soldados del Renaci-
1¿Q
> es cosa superficial, efímera, y paramiento componían églogas e idilios. Mo-
decirlo en una sola palabra, «infantil», liere y Moratín reían poco, y tenían poco
"•'je refiero al arte de los tiempos de ci- de qué reír, en el escenario del mundo.
v
inzación madura y compleja. El mismo La guerra traerá la renovación del
sentimiento de grandeza nacional, de os- ideal literario, pero no para expresarse a
! e
- ntación, de imperio, de predominio y sí misma, por lo menos en son de gloria
1240 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

y de soberbia. La traerá porque la pro- i dormido, no estará en el resplandor de


funda conmoción con que tenderá a mo- • las victorias ni en el ondear de las ban-
dificar las formas sociales, las institucio- j deras, ni en la aureola de los héroes,
nes políticas, las leyes de la sociedad in- sino más bien en la pavorosa herencia
ternacional, es forzoso que repercuta en de culpa, de devastación y de miseria:
la vida del espíritu, provocando, con en la austera majestad del dolor hu-
nuevos estados de conciencia, nuevos ca- mano, levantándose por encima de las
racteres de expresión. La traerá porque ficciones de la gloria y proponiendo,
1
nada de tal manera extraordinario, gi- con doble imperio, el pensamiento an-
gantesco y terrible, puede pasar en vano i gustiado, los enigmas de nuestro desti-
para la imaginación y la sensibilidad i no, en los que toda poesía tiene su
de los hombres; pero lo verdaderamente ! raíz.
fecundo en la sugestión de tanta grande- i
za, lo capaz de morder en el centro de ¡ [La Nota, Buenos Aires,
los corazones, donde espera el genio 4 de diciembre de 1915.]

XV

[LA VOZ DE LA RAZA]

Todos los sentimientos propios para migratoria, el del interés internacional


originar entre los pueblos lazos de sim- opuesto a imperialismos absorbentes; de
patía y solidaridad vinculan estrecha- modo tal, que jamás, desde que nues-
mente a la América latina con los alia- tra América adquirió conciencia colec-
dos del Occidente europeo; el sentimien- tiva, han ocurrido en el mundo aconte-
to de la comunidad de raza, el de la cimientos más capaces de apasionarla y
participación en el culto de las institu- preocuparla.
ciones liberales, el del influjo cultural
persistentemente recibido, el de la inti- [El que vendrá, Barcelona,
midad determinada por la afluencia in- Editorial Cervantes, 1920.1

FIN DE LOS
«ESCRITOS SOBRE LA GUERRA DE 1914»

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15

EL CAMINO DE PAROS
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EL CAMINO DE PAROS

PROLOGO

T^N 1918, Vicente Clavel, editor espa- v valen corno testimonio del hombre.
to ñol de Rodó, reunió las crónicas de Rodó sabe decir como buen periodista
f
viaje, que, regularmente enviara el lo que vio con curiosidad de turista.
crítico uruguayo a la revista bonaeren- Sabe atacar la superficie colorida para.
se Caras y Caretas en un volumen al alcanzar lo que bajo ella vive y perdura.
que tituló El camino de Paros (Barce- De Barcelona-, de las ciudades italianas,
lona, 1918). El nombre le fué sugerido, deja memorables impresiones.
sin duda, por un pasaje del estudio so- A lo largo de su periplo, y mientras
bre Prosas profanas (1899): «En vano se se aleja cada vez más de la tierra natal,
lamenta Leconte de que hayamos perdido van aflorando en Rodó sus recuerdos de
para siempre el camino de Paros.» Aun- América. En muchas crónicas suena el
que el título es eficaz, no es biográfica- eco americano: un tango escuchado en
mente exacto. Rodó no iba a Paros, sino Barcelona, las playas de Pisa que solici-
« Italia. De allí pensaba dirigirse a Fran- tan la comparación con las uruguayas,
cia, como lo demuestra su corresponden- las luchas civiles en Italia que evocan
cia. Pero si el título no tiene validez bio- las nuestras, el encuentro con unos es-
gráfica, ¡a tiene, sí (y grande), en el te- tlidiantes venezolanos con los que arie-
rreno poético: el viaje de Rodó era hacia liza (el verbo es suyo), la inevitable
Europa, hacia el mundo de la civiliza- comparación de cada nueva piedra vie-
ción grecolatina en que se hundían las ja de Ñapóles con las viejas piedras
raíces culturales de América, Italia era, nuevas de Montevideo. En una crónica
e
n definitiva, Paros. (Al concluir el año) se resume toda su
En las crónicas de viaje se encierran preocupación americana, esa América
ulgunas de sus páginas más hermosas y que vivía en él, esa América cuyo des-
maduras. Alejado de las inquietudes de tino contempla desde 1917, desde el
la política y del periodismo, que malo- mismo año de su muerte. ¿Cómo evitar
graron muchas de sus horas, en los últi- la idea de testamento? En Roma, al
mos años, tonificado por el viaje, su pro- abrirse mi nuevo año, Rodó mira con
s
c recobra elasticidad, rehuye el lugar los ojos de su carne el esplendor de
común, el amaneramiento, y se alza en una civilización secular, pero los ojos
li
]i equilibrio sin solemnidad, en una gra- de su espíritu sólo ven América en el
c
¿a stn esfuerzo. Su mejor estilo es, tal futuro.
Ve
z, el d.e estas páginas. Pero no valen A las crónicas de viaje sumó posterior-
s
ólo como ejercicios de estilo. Valen mente el editor barcelonés artículos mis-
también por su testimonio de Europa celáneos que ninguna relación tenían
1244 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

con ellas y que en esta edición se han ¡ da europea. No se establece la fecha


ordenado y completado en una. sección'•,de publicación porque su cronología no
independiente . El cuidado con que Cía- \ coincide con la de composición, lo que,
vel preparó la edición no fué excesivo, \ se explica por atrasos del correo o por
No acertó a recoger todas tas crónicas. \ postergaciones debidas al mismo editor
Quedaron tres, olvidadas en las páginas j del semanario,
del semanario bonaerense en que vieron i Una palabra sobre la útima crónica,
la luz. Otro editor postumo, Alberto José \ M0 fué publicada en Caras y Caretas
Vaccaro (Obras completas, Buenos Aires, ¡ n¡ siquiera en el suplemento, Plus Ultra.
1948), llegó a rescatar dos de ellas (El : Transcrita directamente del borrador fue
altar de la muerte, ¿Renunciará Bene- ! dada a cmQcer yez primera m La
dicto XV al poder temporal?). Vero es ¡ N a d ó d& BmnQS Mfes (M d& didm_
esta la primera vez que se recogen todas j ^ d& í m ) m s&
en volumen. i ,, . ,. , > ,
Tampoco fué feliz la ordenación de VI I i e f\ hlfnc^ue indicaba un vacio (um
cente Clavel, repetida hasta ahora. Rodó \ P^ra) El profesor Roberto Ibamz
qm tudlQ los
había fechado casi todas sus crónicas, j f manuscritos, ha podido
indicando asimismo muchas veces hasta i sena<-ar (en e¿ Catalogo de la Exposi-
el lugar de la composición. La edición \ ción Rodó m7) due l^s crónica está
de 1918, sin embargo, ha preferido el inconclusa y que las útimas líneas, ape-
caos a la cronología. Aquí se ha seguido nas esbozadas, aluden a la belleza de
la ordenación original de Rodó, comple- la bahía de Palermo y al mar de la
tada (en casos dudosos) con el estudio Odisea por donde la imaginación del
de su itinerario y de su corresponden- escritor ve pasar la barca de Ulises.

CÍELO Y AGUA

Tengo el sentimiento del mar. Esas ¡ en él de sugestión profunda. Aquí es el


afinidades instintivas con las cosas de ; reino de la apariencia pasajera y cam-
la naturaleza, esas misteriosas simpatías i biante; de la indefinida sucesión de lí-
que parecen recuerdos de una existencia - n e a s v c\e t o n o s ; donde todo relieve y
elemental, no me hablan de mi frater- : t o d a ' ñ g u r a j a p e n a s dibujados, se dan
nidad con la montana abrupta, ni la ten- i e n sacrificio al movimiento innovador,
d^da pampa, ni otra de las duras formas i u ¡ i m s u p e r f i c i e bosqueja, hace
de la üerra, sino de mi fraternidad con , ¡^ de ^ ^ f - e n0
las inmensas y ondulantes aguas, con ,, . . , „. , , „„*.„
el errabundo ser de la ola. Abro el pecho : l e g a a P " ^ f mas - D i r i a s e l a P °*
v el alma a este ambiente marino; sien- ¡ f i a indomable del artista que se abraza
to como si mi sustancia espiritual se : a l material rebelde, y poseído de una
reconociese en su centro. ; norma interior, cien veces recomienza
Siempre me ha parecido propio de con- ! su obra y otras cien veces la deshace,
ciencias inmóviles, de caracteres apega- ; Diríase también la manera como en
dos a lo fijo y estático, la incomprensión ¡ la conciencia verdaderamente viva y di-
!
de la belleza del mar y de lo que hay námica hierven, pasan y se sustituyen

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—CIELO Y AGUA 1245

las ideas, sin petrificarse nunca en in- su pie de ondas azules, evoca en mí la
mutable convicción. imagen de un Montevideo de los trópi-
Como maravilloso simulacro de las cos. Confirmo frente a sus paisajes una
nubes, se levanta en el horizonte la impresión del panorama fluminense: de
bahía de Río Janeiro. No hay mejor todo cuanto este maravilloso sol delinea
espectáculo para quien llega iniciado y colora, son las palmeras gigantescas,
por el mar en la visión de lo grande ondeantes, el rasgo que cautiva mis ojos
y majestuoso, Si cabe fijar en una par- y queda indeleble en mi fantasía. ¿Será
te el pórtico de un mundo, éste es el sólo para la belleza esbelta y sobria
pórtico de América. Esas sublimes lí- de esa admirable columna natural? Es
neas de montaña; esas lujuriantes guir- también, sin duda, porque a diferencia
naldas de bosque, esas inmensas y ar- de otras formas hermosas, pero faltas
moniosas curvas de playa, sugieren la de sentido histórico, de este mundo
idea arquitectónica de un mundo que virgen, aquel árbol enciende en la ima-
se abre, de un continente que compen- ginación su nimbo de embelesante idea-
dia su infinitud y su carácter en un lidad, su inmemorial prestigio de his-
aspecto capaz de ser abarcado con los toria y de leyenda. No hay plenitud de
ojos. Por este arco triunfal debió de poesía sino allí donde se une a la obra
penetrar a la Atlántida soñada, para con- | de la naturaleza la vibración, el dejo
1
sagrarla en la historia, el genio latino. del sentimiento humano.
Aquí, aquí y no en otra parte, debieron I Mar y cielo otra vez. La sugestión de
de tocar las carabelas de la sublime i la onda ajusta mi soliloquio al tono
aventura, y plantar el pendón primero y lírico. Concluyo por ver el mar con los
ía primera cruz. I ojos de un griego de la Odisea; con el
!
candor de la imaginación heroica, que
Vuelvo a mi mar y mis olas. Dulce I le dio un alma y la encarnó en mil
empleo del tiempo es verlas nacer, mo- ! formas divinas. ¡Salve, titán cerúleo
rir y renovarse, y en la dejadez de un —dice mi palabra interior—, viejo titán
semisueño sentir que la inmensidad in- que arrullaste mis primeros sueños,
vade nuestra alma, y como que la pe- cuando aspiraba a la gloria del nauta
netra de su espíritu, y no saber, al cabo, y el héroe de mi anhelo era el Simbad
si el objeto de la contemplación está de Las mil y una noches! Tú sólo eres
en lo infinito de las aguas o está en la libre, tú sólo eres fuerte. No hay lindes
profundidad del alma propia. Dulce es que te repartan en patrias y heredades,
entonces asociar a cada ola un pensa- • ni voluntad que te sujete, ni huella
miento, tina memoria, una ficción, y de- que en ti dure. No hay inmundicia que
cirse: ésta, pujante y clamorosa, es la sea capaz de macularte, porque todas
fe que me sostiene, la aspiración que j las desvaneces en tu infinitud y las redi-
me lleva adelante; aquellas que blan- mes con tu austera pureza.
quean allá lejos son los recuerdos de ¡ En tus antros ignotos velas los mun-
ios que me quieren; esta otra, pequeñue- ! dos de la leyenda y de la fábula; mons-
la y exánime, que prueba a ser y no es, i truos, tesoros y jardines azules que guar-
y se disipa en un leve brinco de espuma, dan para siempre la frescura de la crea-
e
s la promesa que dejé incumplida, el ¡ ción. Tus amigos son el cielo y el vien-
sueño mío que murió de niño, el anhelo !
to; tienes del uno la profundidad miste-
que no he de realizar jamás... riosa y del otro el desasosiego implaca-
He aquí la rada de Bahía, anchurosa ble. La fuerza y la gracia están contigo:
y bella. La ciudad, sin el soberbio mar- tuyo es el grito que difunde el espanto
co de montañas de Santos y de Río, i adentro de las costas, y tuyo el coro
pero pintorescamente escalonada sobre
1246 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de las Oceamdas, que endulzó el dolor parente. Balsámica emanación de paz y


de Prometeo. Con tu salobre aliento de misterio parece exhalarse de la so.
vuelves audaz e indómito el ánimo del ledad infinita. Veo unas claras pupilas
hombre. A tu lado toda pasión se depu- de niño fijarse con dulce estupor en
ra, toda meditación se ennoblece. ¡Salve una estrella que aparece. Rumor de vo-
a ti, titán cerúleo, maestro de almas ces, apagados ecos de música, remedan
grandes, inquieto como el pensamiento, la palpitación lejana del mundo. Una
amargo como la vida, sencillo como la mano arroja al viento del mar un mon-
verdad! tón de papeles rotos, que la ráfaga
Cae la tarde. Me inclino a contemplar dispersa en sus vuelos y, a manera de
desde la borda, ya los oros y púrpuras blancos alciones, se pierden en la in-
de la puesta del sol, ya los alabastros, mensidad.
los mármoles, los ónices que la estela
dei barco compone con la onda trans- A bordo del Amazón, agosto de 1916,

II

[PORTUGAL]
UNA ENTREVISTA CON EL PRESIDENTE

En el palacio de Belern, donde en ministro de Negocios extranjeros del


tiempos de la Monarquía se alojaba a Gobierno revolucionario, y el primer em-
los huéspedes reales y donde la repú- bajador, en el Brasil, de la recién ins-
blica tiene establecido su Elíseo, visito tituida república. Terminado en agosto
al Presidente de Portugal. ! de 1915 el período presidencial del famo-
El sitio es retirado y de hermosas so historiador Teófilo Braga, fué elegido
vistas. El palacio, mediana construc- i Machado para sustituirle. Su carácter
ción del siglo xvn, está circuido por 1 ecuánime y conciliador ha contribuido
amenos jardines y custodiado de esa ) grandemente, en sólo diez meses de go-
serenidad y ese silencio que, si son am- i bienio, a despejar de tropiezos el ca-
biente propio para la musa del poeta, 1 mino de las nuevas instituciones. El
debe pensarse que lo sean también para ilustre estadista ha pasado los sesenta
la Egeria de los hombres políticos, como años; pero su palabra abundosa y vi-
lo fueron para la de Numa, brante y la dominadora vivacidad de
Don Bernardino Machado, el jefe ac-
tual de esta nación, es hombre de cons- sus ojos manifiestan que la llama juve-
;
'
picuos antecedentes en el desenvolvi- ! nil arde en su espíritu. Tiene, sobre
miento de la propaganda republicana y sus condiciones eminentes de inteligen-
en los primeros esfuerzos por la organi- : cia y de carácter, el atributo sin el cual
zación del nuevo régimen. Llegó a la : la autoridad carecerá siempre de uno
vida política con su reputación de an- de sus prestigios esenciales: la distin-a
tiguo catedrático de la Universidad de •1 ción personal. Grave sin afectación, H "
Coimbra, la Salamanca de Portugal. Pre- no sin vulgaridad, de una cortesía en
sidió el directorio republicano en los úl- . que se reconoce al punto la tradición
timos tiempos de la monarquía; fué el i inconfundible de la raza, don Bernar-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—PORTUGAL 1247

diño Machado es el caballero que go- to concurso de elementos sociales a la


bierna. orjra común. El evolucionismo ha con-
Tratándose de un americano que le quistado la cohesión de las fracciones
visita, se complace en recordar que la ; desprendidas del antiguo régimen y la
Argentina, el Uruguay y el Brasil fueron I simpatía de las masas rurales. El par-
las tres primeras naciones que se rela- ! tido radical-democrático recibe, sobre
cionaron, en Portugal, con el gobierno todo, su fuerza de la pequeña burguesía.
republicano. Esto me ofrece ocasión Es, en realidad la pequeña burguesía
para asegurarle que si la revolución de la que hizo nuestra gran revolución, Te-
1910 fué recibida en América con vehe- nía para ello mayores aptitudes que las
mentes simpatías, hay un hecho que aún altas clases, con sus tendencias natural-
nos parece más digno de admirarse que mente conservadoras, y que el pueblo,
la implantación de la república, y es la ; con su deficiente preparación para acó-
consolidación de la república. ; ger de inmediato la idea revolucionaria.
—En efecto—me dice—, el nuevo régi- ; Queda, dentro de la república, una ter-
men puede considerarse, definitiva, ab- cera agrupación, que no ha aceptado par-
solutamente arraigado en Portugal. La ! ticipar activamente en mi gobierno. Es
monarquía ha pasado a la condición de el partido unionista. A pesar de su nom-
una idea histórica. Atravesamos, en los bre, no ha querido contribuir a reali-
primeros tiempos de la revolución, el zar la concentración republicana. Y, sin
natural período de inestabilidad: las embargo, yo desearía su cooperación.
!
fuerzas que el movimiento republicano Sería ésa la colectividad indicada para
contenía virtuaímente necesitaban dife- servir de núcleo de influencia política
rendarse, organizarse, ocupar cada una a los elementos del comercio y la banca;
su Jugar y asumir la función que le i pero estos gremios, en vista de que el
era propia. Esta evolución se ha cum- unionismo no ha llegado a ser partido
plido y de ella ha resultado el orden. gubernamental ni adquirido positiva efi-
Tres grandes agrupaciones ocupan hoy cacia, se inclinan a la izquierda radical-
el escenario político, de las cuales dos democrática, que tiene a su frente un
colaboran en la obra del gobierno: el financista, como es Alfonso Costa. Cabe
partido evolucionista, que es como la de- dudar, entre tanto, de que a un partido
recha de la república, y el partido ra- de la índole del radical le venga bien,
dical-democrático. ! para sus fines propios, la vinculación
Con pinceladas llenas de expresión con gremios tan propensos de suyo a
pone ante mis ojos la imagen de los J contener o graduar todo impulso hacía
dos hombres más representativos de su adelante...
ministerio: el jefe del evolucionismo, An- Hablamos luego de la participación de
tonio José de Almeida, espíritu arreba- Portugal en la guerra. Acababan de re-
tado y ardiente como un relámpago, en gresar de Londres y París dos de los
la hora de la lucha, pero dotado luego ministros, los señores Alfonso Costa y
de un inmenso poder de simpatía, de Augusto Soares, y se atribuía a la mi-
una de esas fuerzas de atracción que sión que venían de desempeñar resul-
obran independientemente de las ideas, tados de trascendencia en lo relativo a
Porque vienen de lo hondo de la persona- aquella participación.
lidad; y el caudillo radical Alfonso Cos- ! —-El actual conflicto europeo—me di-
ta, una inteligencia de diamante y una ce—ha puesto a prueba la unidad y fir-
voluntad de acero. meza de nuestra conciencia nacional.
—Cada una de las colectividades que Siendo yo presidente del Ministerio en
ellos representan—agrega—, trae distin- 1914, cuando el estallido de la guerra,
1248 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

!
fui al Parlamento a declarar que la na- su política exterior, a aquel «magnífico
ción sería siempre fiel a sus compromi- aislamiento» de Chamberlain. La evolu-
sos internacionales, y tuve la satisfacción ción iniciada bajo Eduardo VII, median-
de ver partir, de las más opuestas frac- te el acercamiento a Francia, a Rusia,
ciones de las Cámaras, muestras de ca- | al Japón, da ahora sus grandes resul-
luroso asentimiento. No hemos descui- ¡ tados. Ya no sería oportuno hablar, co-
dado, desde entonces, las actividades ! mo característica nacional, del «egoís-
que tal decisión nos imponía, La reor- ! mo inglés». Inglaterra es hoy una po-
ganización de nuestro ejército es uno ! tencia humanitaria.
de los esfuerzos de que puede enorgu- ! Apunto el tema de las relaciones en-
llecerse la república. Ya ha visto usted i tre los pueblos ibéricos; de las posibles
las manifestaciones de entusiasmo pa- 1 trascendencias de una política que las
triótico a que ha dado ocasión la re- \ estreche y ahonde.
ciente revista militar de Táñeos. Según —El programa internacional de la re-
las probabilidades, se acerca la hora de pública—dice a este respecto—incluye
nuestra cooperación en tierra europea, la tendencia a una mayor vinculación
como la prestamos ya en las colonias. I con España. Las corrientes liberales que
Esta preparación cuesta a Portugal in- predominan, cada vez más resueltamen-
gentes sacrificios económicos, a los que i te, en la política española, favorecen
seguirán, sin duda, dolorosos sacrificios i en gran manera la realización de ese
de sangre; pero el deber es sacrificio, y 1 propósito. Estos dos pueblos linderos
perseveraremos hasta el fin en nuestro ! han vivido hasta ahora vueltos de espal-
deber de estar al lado de Inglaterra. I das. Ni se han conocido ni han experi-
Percibo la entonación de afecto y de | mentado interés en conocerse. Acaso en
respeto con que pronuncia el nombre i España se sabe menos aún de Portugal
de esta nación. ! que en Portugal de España, y es bien
—La alianza inglesa—continúa—, que i poco lo que de ella sabemos. Así como
es la tradición internacional lusitana i la solidaridad internacional nos ha uni-
y que responde a nuestros más vitales i do, sobre todo, a Inglaterra, el comer-
intereses dada nuestra condición de pue- | ció de las ideas nos ha vinculado pre-
blo colonizador, ha sido confirmada y j ferentemente a Francia. Diríase que
robustecida, además, como necesario j cuando salíamos de Portugal para viajar
complemento de la política liberal de la ! por Europa, atravesábamos la parte del
república. Nunca la monarquía favore- I territorio español con los ojos cerrados,
ció, en la realidad de las cosas, esa alian- • y los abríamos al dejar atrás los Piri-
za. El interés dinástico buscaba la amis- neos. Esta incomunicación debe cesar.
tad de la corona de Inglaterra; pero en Necesitamos y queremos amistad con
las relaciones propiamente internacíona- España; pero la amistad, la estrecha
cionales, de pueblo a pueblo, la inclina- ¡ vinculación intelectual y económica a
ción reaccionaria de aquel régimen le I que aspiramos, no debe confundirse con
hacía temer la influencia del liberalis- | vanos sueños de unidad política. La
mo inglés y le llevaba, en cambio, al idea de una confederación peninsular es
lado de Alemania. Nosotros hemos res- una quimera. No sólo por lo imposible
tablecido en toda su fuerza la alianza na- de su realización, sino también porque
importa un contrasentido histórico. Es-
tural. Y ha cooperado eficazmente a ese paña y Portugal tienen destinos diferen-
restablecimiento la orientación interna- ' tes, genio y vocación aparte. Nosotros
cional de la propia Inglaterra en estos constituímos una nación esencialmente
últimos años, con el amplio sentido de colonial y marítima. No ocupamos en
solidaridad humana que ha sucedido, en

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OBRA POSTUMA.—15: EL CA5 UNO DE PAROS.—PORTUGAL 1249

el continente sino la estrecha faja de apartaban de su cauce. Nuestro espíri-


tierra necesaria para asentar el pie y tu histórico es de libertad: fácil es com-
para poder llamarnos una nacionalidad probar cómo siempre que la libertad ha
europea. Nuestra tradición, nuestro des- aumenguado la decadencia nacional ha
envolvimiento están en la difusión de sobrevenido.
nuestro espíritu por la redondez del Luego recojo de sus labios esta lec-
mundo. La obra de la civilización espa- ción de la experiencia, que sería asunto
ñola es admirable; pero, a diferencia de provechosa reflexión en nuestras de-
de la nuestra, es ésa una civilización mocracias de allende el Atlántico:
eminentemente continental. —El arte del gobierno consiste en sa-
(«¿Y la España de Colón, de Cortés, ber valorizar a los partidos y los hom-
de Pizarro, de Quesada, de Valdivia?», bres: consiste en reconocer y hacer efec-
pensaba yo, interrumniendo mentalmen- tivo el valor de cada uno de ellos. Mez-
te.) quina política sería la que tienda a sa-
Luego agrega: crificar, a anular, a esterilizar los par-
—Es interesante observar cómo las afi- tidos que no sean el propio. Toda fuerza
nidades internacionales que vincularon de opinión organizada tiene su razón de
siempre a Portugal e Inglaterra trascien- ser y su función social, y es necesario
den a sus emancipadas colonias ameri- que se la tome en cuenta. Lejos de pro-
canas: la política exterior del Brasil le pender a reducir las que existen, cuan-
acerca más a los Estados Unidos del do se mira de lo alto todas ellas se nos
Norte que a las repúblicas de origen figuran pocas con relación a la comple-
español. Donde la unidad de los pueblos
ibéricos puede perseguirse sin obstáculo jidad de la obra que ha de realizarse.
es en la esfera de la comunicación es- Bien me parecen esas nobles palabras
piritual. Yo desearía que se extendiese para dejar en pie, tal como es, en la
a las relaciones entre Portugal y Espa- representación del lector, la personali-
ña, y entre Portugal y ia América espa- dad de este hombre de gobierno. Estre-
ñola, una idea que, por lo que toca a cho su mano con el respeto que fluye
ía América lusitana, tenemos ya en vía tanto más imperioso de los espíritus
de ejecución: los viajes de propaganda que, como el mío, no conocieron nunca
intelectual, el intercambio periódico de la cortesanía ni la lisonja. Ha caído la
conferencias, a cargo de las más carac- tarde. El sol poniente dora, en la plaza
terizadas personalidades de cada nación de don Fernando, la frente de bronce de
y en las que se tenderá a fomentar el co- Albuquerque. Me dispongo a admirar de
nocimiento recíproco de ambas. nuevo las grandes cosas de Lisboa: la
Recae de nuevo la conversación sobre maravillosa arquitectura de los Jeróni-
política interna. ¿Fué la república una mos, los deliciosos jardines de Cintra...
escisión histórica, un absoluto aparta- Pero quiero, antes de enviar a Caras y
miento del pasado? Caretas mis impresiones de esta conver-
—La obra de la república—declara—no sación, y por su intermedio, agradecer
significa la reacción contra las genuinas al estadista ilustre su cordialísima aco-
tradiciones nacionales: significa, por el gida, que, en nombre de la América
contrario, una enérgica reposición del nuestra, retribuí con mis votos por el
verdadero sentido de nuestra historia. porvenir de la república, la felicidad de
El nuevo régimen nació de la revolución, su administración y la gloria de su pue-
pero este impulso violento fué el esfuer- blo,
zo instintivo de la conciencia nacional
contra instituciones que, en realidad, la Lisboa, 1916.

RODO.—40
1250 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

[II

[ESPAÑA]
EN BARCELONA

Después de rápido paso por la corte, I go, pues, a la calle, y recibo la impre-
y de un viaje en ferrocarril que me hace ,' sión de haber pasado una frontera in-
pensar, con envidia profética, en los que j ternacional. Viniendo de las tierras de
burlarán a los calores del futuro viajan- ! la opuesta parte del Ebro, notáis, a la
do en aeroplano, llego una tórrida noche ; primera ojeada, que el ambiente es otro;
a Barcelona, la ilustre y hacendosa ciu- que al deslinde geográfico corresponde,
dad, raíz de mi sangre y objeto siempre en la conciencia social, un cambio de
para mí de estimación y simpatía, que j clima. Falta la gracia singular de Ma-
acrecentaban mi deseo de verla. drid, y falta también lo que forma, en
Cierto es que la ocasión es la menos la villa y corte española, el reverso, un
propicia para conocer a fondo aquella i poco chocante, de esa gracia local. Hay
parte del conjunto social donde están carteles de toros; pero el torero, con sus
mis relaciones y mis semejanzas. Aquí, I innumerables variedades, complemento':;
como en Madrid, el rigor del verano ! y adherencias, es aquí tipo inadaptado y
mantiene fuera de la ciudad a la mayor fugaz, o tiene el buen gusto de quedarse
parte de la gente de letras. Encuentro, en los alrededores de la plaza.
sin embargo, entre otros de los mejores, El pueblo luce, en lo pintoresco y en
a Rafael Vehiís, que, con cariñosa soli- lo anímico, su carácter propio. La barre-
citud, se afana por hacer doblemente tina, «la milenaria barretina» de que
interesantes y gratos los breves días que habla Prat de la Riba en un libro cé-
paso en Barcelona. Vehils prepara aquí, I lebre, salpica de rojo las ramblas y las
acompañado desde su cátedra de Oviedo calles. Ese color está en su medio. Rojo
por Rafael Áltamira, una publicación de es aquí el tono de las almas, rojo el re-
la mayor oportunidad e interés: una re- flejo de la fragua espiritual. Sigo donde
vista de estudios internacionales, donde, | me indica el paso de la muchedumbre;
anticipándose a la solución del actual pero, como veréis, no sin fruto provecho-
conflicto europeo, con las tranformacio- j so. He aquí que descubro mi apellido en
nes que probalemente determinará y el i la muestra de una casa de comercio, V
nuevo orden que ha de resultar de • por vez primera aprendo a pronunciar-
él, se tenderá a señalar un ideal de po- lo bien... Parece ser, según me explica
lítica exterior para España, una direc- : concienzuda y prolijamente mi honóni-
ción consciente y sistemática de sus re- I mo, que, en buena prosodia de esta len-
laciones con el resto del mundo, inclu- | gua, la primera o no suena como la cla-
yendo como parte preferente de ellas las : ra y neta vocal castellana, sino de una
que se refieren a los pueblos hispano- ' manera que participaría de la o y de la
americanos. ¡ u. Agradezco la revelación de mi hono-
Mientras llega la hora de marchar 1 nimo, y pienso cuan cierto es que cada
i
orientado por tan selecto guía, quiero, hora trae su enseñanza. Andando, andan-
conñándome al soplo de la casualidad, | do, proveo mi cesta de observador. E¿
conocer callejeramente a Barcelona. Sal- ; aire y la expresión de la gente que pasa

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—ESPAÑA 1251

son como de quien va al trabajo o pien- en las de Isabel y Fernando; pero, en


sa en é l El obrero marcha con la fren- la parte referente a nosotros, ¿represen-
te altiva. La belleza de las mujeres es ¡ tó esto un beneficio? El espléndido ob-
del linaje que incluye plásticos himnos sequio de Colón fué de gloria para la
de vitalidad, promesas gratas al genio : humanidad, de gloria y grandeza para
de la especie. Un frente de casa acribi- España: para Cataluña fué el triste pre-
llado de señales de bala, allá en el ba- sente de la decadencia. A Cataluña le
rrio del puerto, trae a mi memoria que hirió, si no en el corazón, en las visee-
ese género de granizo suele cuajar en \ ras del vientre. Eramos arbitros del Me-
este clima borrascoso. Allá también veo, j diterráneo; el Mediterráneo era la vía
bruscamente erguida sobre el mar, la ' del intercambio universal. Compartíamos
adusta mole del JMontjuich, con su fa- con las ciudades italianas, con Venecia,
moso castillo, y comparece en mi re- con Genova, el dominio de las rutas que
cuerdo la imagen del infortunado y me- llevaban fuera de Europa. Todo esto des-
diocre agitador a quien tan deplorable apareció desde que fué transportado a).
torpeza política dio universal aureola de Atlántico el eje comercial del mundo;
mártir y consagraciones que ya se han i nos hundimos en la despoblación y la
perpetuado, por ahí fuera, en bronce de pobreza, y se necesitaron no menos de
estatua. Me dirijo a lugar más apacible. dos siglos para que iniciáramos nuestro
La Rambla de las Flores, donde se las I renacimiento. ¿Tiene sentido histórico la
vende en graciosa feria matinal, me ha- estatua de Colón en una plaza de Barce-
bla del delicado instinto del pueblo que lona? Queda sólo la consideración de que
da vida diariamente a ese comercio sin i fué aquí donde tocó tierra de regreso e
significación utilitaria. Paso ante dos o hizo a los reyes de Castilla entrega de
tres escaparates atestados de libros su mundo.
franceses, y se me ocurre relacionar con Al día siguiente, visitando el Archivo
este dato de la calle la explicación de ! de la Corona de Aragón, que ocupa el
algunas de las características de esta : viejo palacio de los condes de Barcelo-
cultura. Me siento ufano de criollismo na (y que es, por cierto, un dechado de
cuando veo que la más universal crea- organización, de orden y limpieza, don-
!
ción sudamericana ha trascendido a un de hasta el más mínimo grano de pol-
rótulo de la Rambla del Centro: el Ca- vo parece desterrado por el soplo de
baret-Tango. Invisibles y oficiosos gnomos) me refe-
Frente a la hermosa estatua de Colón ría eí director, a propósito de Colón y
en la plaza de la Paz, escucho el razo- su desembarco, una singularidad intere-
nar de un joven estudiante, que enseña sante. Me refería que, revisando una
la estatua a un forastero, y le dice: por una las crónicas del siglo xv que
—Inmensa es la gloria de Colón, e in- se custodian en ese rico depósito, y en
discutible la belleza de este monumen- muchas de las cuales están consignados
to; pero nunca se presentará mejor i con monacal prolijidad los hechos de
ocasión de recordar el non eral hic lo- cada día, no ha encontrado en ningu-
cus ele Horacio. Si hay un principio de na de ellas la más insignificante alu-
oportunidad, una razón de congruencia sión a la llegada del descubridor a Bar-
histórica, que determine el lugar de los celona. Este silencio sería suficiente-
Monumentos, Colón no debiera estar mente extraño para motivar cierta in-
a
Quí. Su estatua quedaría mejor en cual- quietud en cuanto a la autenticidad de
quiera otra de las ciudades de España. í un hecho tenido hasta hoy por de tan
Cierto es que aquí desembarcó, trayendo inconcusa certidumbre, si no existiera,
er
¿ la mano el orbe de oro que puso 1 en concepto de quien esto me decía,
1252 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

una posible, quizá probable, explicación: nitud de su desenvolvimiento y la mag-


el designio puramente local de los cro- nificencia de su edificación, en que pro-
nistas catalanes se habría negado a con- fusas luces responden a la caída de las
siderar como acontecimiento propio de sombras, como un inmenso asalto de co-
los anales de su gente el arribo de un cuyos. De las dos ciudades que pueden
navegante genovés que venía de ganar disputarle el principado del Mediterrá-
nuevas tierras para ia Corona de Cas- neo y que he visto después: Marsella
tilla. y Genova, la provenzal me pareció más
Continúo mis excursiones callejeras. populosa y activa; la ligur, de más típi-
Los barceloneses me hablan con orgullo ca originalidad; pero Barcelona es más
del Ensanche, que es el barrio moderno; pulcra, más primorosa, más «compues-
de sus majestuosas avenidas y sus fren- ta». Confieso, sin embargo, que lo que
tes de mármol, y se afanan porque le preferentemente ha cautivado mi aten-
conozca y admire. Nada más justificado ción en la moderna Barcelona no es la
que ese orgullo. Pero no sé si llego a arrogancia monumental, ni los esplendo-
hacerles comprender del todo que a un res de la calle, sino aquellas cosas, de
americano de la parte más nueva de modesta apariencia, que dan testimonio
América (y, añádase, por temperamento de la actividad espiritual de las genera-
personal un poco nostálgico e idealiza- ciones vivas.
dor de lo que queda atrás en el tiem- \ Así, por ejemplo, el Instituto de Es-
po), debe interesarle, mucho más que tudios Catalanes. Guardo de mi visita
todo aquel alarde de espléndida moder- a este centro de cultura la más grata
nidad, la Barcelona que han dejado los y duradera impresión. Empiezo por ad-
siglos; la de las calles estrechas y tor- mirar en él la copiosa colección cervan-
tuosas, por donde no pasan tranvías ni tina, la primera del mundo, rica de edi-
automóviles; la que evoca el recuerdo, ciones primitivas, de ejemplares únicos
ya del balcón del trovador, ya del so- o raros, y primores de imprenta y en-
siego del convento; la de la Casa Con- cuademación, de esos que son golosina
sistorial, y la Audiencia, y la Sala de del bibliófilo. Renuevo, ante las lámi-
Contrataciones de la Lonja; la de esa ca- nas de las traducciones del Quijote, una
racterística plazuela de la Catedral, que, observación que ya tenía hecha: la cu-
con Rafael Vehils, recorrimos una tar- riosa transfiguración, o si queréis, los
de en que, a la verdad, me creí trans- cambios de patria de la fisonomía del
portado por encanto a los días de Ro- hidalgo inmortal, al recibir de cada in-
ger de Flor y de los condes en guerra terpretación del lápiz el tipo étnico del
con turcos y con moros. Dentro del ad- país a que el dibujante pertenece, de
mirable templo me transmitía Vehils manera que veis sucesivamente el Qui-
una expresión que recogió de labios de jote inglés, el francés, el italiano, el tu-
Rodin, acompañando al gran escultor desco, y hasta el vascongado y el ni-
a visitar esa joya de vetusta piedra: pón, todo dentro de la unidad impuesta
«El incomunicable secreto del arte gó- por el carácter esencial de la figura.
tico consiste en saber modular la luz y Paso después a la Biblioteca, abierta ai
la sombra.» público. A pesar de un día como no los
Soberbia y bella es, ¿quién lo duda?, he experimentado en las costas brasi-
la Barcelona moderna. Mirando de la leras, y de una sala muy mal defendida
altura del Vallvidrera o del Tibidabo, del calor, rebosa ésta de lectores: ex-
donde solía ir por las tardes, domína- celente indicio. Pero la parte más in-
se, en vasto panorama, la tendida me- teresante de la institución es aquella en
trópoli, y aparecen en conjunto la mag- que se realiza, por medio de una sabia

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.-—ESPAÑA 1253

organización de estudios, obra intelec- la solidez e intensidad de su cultura.


tual relacionada siempre con los desti- Cierto es que estas gentes cuidan la fa-
nos y el interés de Cataluña. Este es un chada y no me parece que hagan mal;
taller de trabajo sincero, sano, abnega- pero, detrás de la fachada, veo yo, en la
do, que yo señalaría a la emulación áe casa de los catalanes, el fondo: veo una
la juventud de nuestra América. A todo artística sala, una copiosa biblioteca, un
preside un sentimiento augusto: el sen- confortable comedor, unos frondosos y
timiento de la patria, de la patria natu- bien cultivados jardines. Veo, en suma,
ral, de la «patria chica», que en este aquella entidad que es la raíz de todas
pueblo veo que es la que verdadera- las grandezas y el secreto de todos los
mente toca a la íntimo del corazón. Un triunfos: la energía. Y esta energía apa-
joven de la primera nobleza catalana, el rece lo mismo en la forma que se mani-
marqués de Montolíu, trocando sus tí- fiesta por la voluntad, como en la que
tulos heráldicos por ios del esfuerzo per- toma la pendiente de la imaginación.
sonal y fecundo, emplea aquí la vida en Junto a un visible carácter positivo, cal-
una meritísima labor de filólogo: acu- culador, utilitario (no olvidemos que es
mula, pule, relaciona las piedras que aquí, en Barcelona, donde fué vencido
un día servirán para erigir el gran léxico Don Quijote); junto al poderoso aliento
de su lengua. Estrecho con leal aprecio de trabajo que lanza al cielo el humo
la mano de este fuerte trabajador, y tra- de las fábricas de Sans, de Sabadell y
tándose de filología, me complazco en de Tarrasa, vese persistir el instinto de
recordar con él la gloria de nuestro gran arte que un día hizo de ese pueblo eí
colombiano Rufino José Cuervo, propagador, por eí mundo, de un ideal
En contigua división se prepara el ma- de refinada y caballeresca poesía. Mus-
pa normal de las cuatro provincias ca- tio está el rosal de los Juegos Florales,
talanas. Luego, manos cuidadosas orde- y ya no da rosas sino en ambiente de in-
nan pergaminos y papeles con que la vernáculo; pero la savia que antaño hizo
contribución de los particulares ha florecer los «serventesios» y los «lays
centado este acervo de ja cosecha co- d'amor» se revela por lo que verdadera-
mún. Más allá, en la sección de arqueo- mente vive: por la espontánea vocación
logía, me muestran prehistóricos cacha- i del genio popular, con sus famosos or-
rros, algunos de los cuales (curioso caso feones de obreros; por la producción in-
de conservación), tienen, según me dicen, dependiente y noble de un grupo de ar-
la exacta calidad y figura de los que, tistas y escritores, que a la hora actual,
después de tiempo infinito y sucesivas hay que contar, sobre toda duda, entre
oleadas de pueblos, es uso fabricar toda- ios más fuertes de España. Y es la oca-
vía en los lugares donde se les ha ex- sión de señalar otro carácter de la fuer-
humado. Acullá un médico joven se za, otra manifestación de la energía, que
Ocupa en el estudio de las fiebres palú- observáis tanto en las altas tendencias
dicas que infestan ciertas partes de la I de la cultura como en la manera de
región. Vasto, admirable taller, que es ! arreglar un jardín o en el diseño de un
suficiente por sí solo para juzgar cuán- farol del alumbrado: el anhelo de la
to de inteligencia, de tenacidad y de en- originalidad, la aspiración a producir
tusiasmo atesora, bajo sus rudos aspec- algo propio.
tos, el alma de esta raza viril. No diré que esta aspiración no lleve
Barcelona es fachadosa, ha dicho Una- con frecuencia a discutibles extremos.
ttiuno. Mi observación de pasajero no Unos con la sana intención de admira-
Confirma la exactitud de ese juicio, en ros, otros con la de desconcertaros y ha-
cuanto él puede tener de negativo para ceros participar de su protesta, os llevan
1254 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

a ver especímenes de novedad arquitec- ;! pulso interior que las levanta y estimula;
tónica y decorativa, de ultramodernis- de una personalidad común que adquiere
mo plástico, como el Templo de la Sa- i cada día conciencia más clara de sí, no-
grada Familia, en construcción; la casa ción más fírme y altiva de sus capacida-
que en una de las ramblas más céntricas i des y destinos. Cualquiera que haya de
ocupa el Consulado Argentino, y la sala ' ser el final resultado de esta inquietud
| espiritual, nadie puede desconocer que
de conciertos del Orfeó Cátala. Todo ello : un sentimiento colectivo de intensidad
equivale a la impresión de un choque i semejante, es una fuerza, y una fuerza
violento para quien está educado en el 1 que no es probable que acabe en el va-
gusto de la línea pura y se confirma j cío. Las trascendencias políticas de tal
cada día en el amor de la severa y divi- \ exaltación de amor patrio son, necesaria-
na sencillez; pero aún así, se impone en mente, muy hondas. Hasta ayer se ha-
tales tentativas un fondo interesante, si | biaba de «regionalismo». Hoy se habla
!
se las toma en su condición de una bus- a boca llena de «nacionalidad». Justo es
ca fuera de lo usado, de un olfateo que agregar que, en los más reflexivos y sen-
alguna vez puede ser leonino e indicar satos, esto se interpreta de modo que no
que la garra está tendida y que la presa j importa propósitos de separación abso-
de verdad anda cerca. ¡ íuta. ¿Y no hay ya quien ha lanzado a los
vientos la idea del «imperialismo cata-
Toda esa suma de energías que el am- | lán»; del imperialismo en el sentido de
biente pone ante los ojos se concentra y i la penetración y la dominación pacífica
resuelve en una idea, en un sentimiento j de España por el espíritu director de
inspirador; la idea de que Cataluña es la j una Cataluña que asumiese la férula del
patria, la patria verdadera y gloriosa, y j magisterio y el timón de la hegemonía?
el orgullo de pertenecerle. Civis romanas Todo ello plantea, para el porvenir de
sum! Y esto, que es el más íntimo fondo, la comunidad española, problemas de la
trasciende y bulle en la superficie con un más seria entidad. Y de todo ello, que
fervor de fuente termal. No hay quien, no podría explicarse en pocas palabras,
con alguna facultad de observación, pase be de hablaros en un artículo próximo.
por medio de estas gentes y no perciba,
a la primera mirada, el hecho de un im- Agosto de 1916.

IV

EL N A C I O N A L I S M O CATALÁN
UN INTERESANTE PROBLEMA POLÍTICO

I las que tiene en realidad. Esta conside^


ración, de decisiva fuerza periodística, y
El movimiento patriótico catalanista, a el interés que me había despertado la
que aludía en mi artículo anterior, es impresión directa y viva del problema,
bien poco conocido en América. Por lo al oír a quienes lo exponían con calor
general, se le atribuye allí una importan- de alma, como actores en él, me persua-
cia y una extensión muy inferiores a dieron desde el primer momento a to-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—EL NACIONALISMO CATALÁN Í255

raarlo como objeto de una de estas cró- i bernarse a sí propia, que haya quedado,
nicas y a procurar las fuentes de infor- siglos enteros, bajo la planta del con-
mación más apropiadas para transmitir j quistador; mientras conserve su carácter,
a mis lectores exacta idea del que es, | sus tradiciones, sus costumbres, todo
sin duda, uno de los aspectos principa- | aquello que espiritualmente la determi-
les de la actualidad española. | na y diferencia, es una nacionalidad opri-
No estaba en Barcelona Cambó, pero | mida, pero es una nacionalidad. Corres-
hablo con hombres de representación se- 1 ponde, pues, este nombre a todas las
mejante/entre ellos uno de los más cons- i grandes unidades sociales que, al través
picuos oradores de la Diputación catala- 1 de la irrecusable prueba del tiempo, de-
nista, jurisconsulto de grandes presti- J muestran una personalidad común su»
gios: el señor Ventosa y Calvell. No des- ¡ ficieníemente firme y vigorosa para sepa-
deño, por otra parte, la opinión de los I rarlas netamente de las demás. Esta
anónimos; promuevo la conversación en j personalidad se manifiesta por el pensa-
el café y en la rambla; busco algún libro, miento, por el arte, por la conciencia
hojeo algún folleto de combate, atiendo | jurídica, por la vida doméstica, por las
a lo que dicen los diarios... Y con lo 1 disposiciones y formas de trabajo. Con-
que ico, con lo que oigo y con lo que in- | siderada a la luz de tal criterio, la Es-
duzco, forjo para los fines de mi crónica paña actual, que es un Estado único, no
un interlocutor ideal, a quien haré con- I es, ni con mucho, una única nacionali-
verger las preguntas que a muchos he dad, sino un mal armonizado conjunto
propuesto, y en quien me atrevo a espe- ! de nacionalidades. Alrededor de la hege-
rar que quedará fielmente reflejado el ' monía de Castilla, que razones de transi-
sentido común del catalanismo. ¡ toria oportunidad justificaron o explica-
--¿Cuál es, pues, la significación y el ! ron a su hora, conviven pueblos distirr
alcance de ese movimiento? ¿Cuáles han ' tos, a quienes la tutela castellana ha pri-
sido sus orígenes? ¿Cuál es su posición j vado políticamente de su autonomía, pe-
actual? ¿Cuáles las resistencias que pro- i ro no ha podido despojar de su natura-
voca?,.. I leza y su carácter. Cataluña, que dentro
—Para darse cuenta cabal de nuestro i de la actual organización española no
espíritu y nuestras reivindicaciones—me l constituye siquiera una unidad adminis»
dice mi interlocutor—; para comprender ¡ trativa, es, cíarísimamente, una unidad
por qué y en qué sentido se habla hoy histórica, étnica, viviente; una unidad es-
de «nacionalismo catalán», debe empezar- piritual, creadora de un idioma y un de-
se por apartar la falsedad corriente que recho, inspiradora de un arte, que ates-
identifica la «nacionalidad», el ser «per- tiguan las obras de sus arquitectos y de
sonal» y característico de un pueblo, con sus poetas. Es, pues, consiéntalo o no la.
su realización política en Estado aparte. voluntad de los hombres, una «naciona-
La nacionalidad no es el Estado. La exis- lidad». «Nacionalismo» llamamos hoy a
tencia de la nacionalidad, que es un he- | lo que ayer «regionalismo», y está me-
cho natural, imposible de modificar por | jor llamado. Veinte siglos de invasiones
la virtud de los pactos o por la sanción j extrañas, de sucesivos yugos, de imposi-
de las batallas, no puede confundirse • ción de ajenas formas de vida, no han
nunca con la existencia del Estado, que ; sido suficientes a sofocar la energía per-
es un hecho convencional, rectificable, 1 tinaz y rebelde de este principio de ori-
fortuito, expuesto a todos los sofismas ginalidad que hay en nosotros. El reapa-
de la iniquidad y a todas las sinrazones reció, vencedor, tras la. conquista roma-
de la fuerza. Una colectividad humana a i na, y él renace, más pujante que nunca,
ía que se haya quitado el derecho de go- i después de la obra unificadora de Casti-
1256 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

31a. Puesto que esa originalidad no tiene esta parte. Nadie lo diría al comprobar
aún su satisfacción y complemento en hoy su arraigo profundo y su fuerza ava-
la autonomía política, que se nos niega, salladora. Y es que, en realidad, no se
y en la espontaneidad jurídica, que en trata de su espíritu esencialmente nuevo,
parte se nos ha arrebatado, afirmamos sino de la reanimación de una poderosí-
ser una nacionalidad oprimida, Y puesto sima corriente secular que pasó por lar-
que no nos conformamos con que al- go desmayo y recobra ahora su empuje.
cance a nuestros hijos la falta de esos ¿No es el Tucumeno, ese río de Vene-
bienes, tendemos a reivindicarlos. La le- zuela, que ya desenvuelto e impetuoso,
gislación no es ía vida de los pueblos, se soterra durante cierto trecho, y re-
pero la única legislación que concuerda aparece de súbito, con más caudal y brío
con su vida es aquella que ha nacido que antes? Tal podría ser la imagen de
históricamente de ellos mismos, y no de nuestro sentimiento nacional. Mantuvi-
imitación ni de abstracción. El Estado mos, durante centenares de años, una
no es la nacionalidad, pero cada nacio- personalidad social enteramente nuestra,
nalidad requiere, para su desenvolvimien- en instituciones y costumbres, en arte,
to, tener su Estado propio. Considere en derecho; una personalidad tan
usted estos principios y verá cuan alto terística, tan fuerte, tan inconfundible
se levanta su concepto de nuestra pro- con la de la nacionalidad castellana, co-
testa sobre la idea de una agitación de- mo pudo tenerla el mismo Portugal, aun
clamatoria y vulgar. En un periódico de cuando no la hicimos culminar nosotros
Buenos Aires, un escritor de nota pre- en emancipación política. Esta personali-
tendía caracterizar, no ha mucho, nues- dad era consciente de sí y manifestaba
tro movimiento regional considerándolo el orgullo de sus fueros y de sus pecu-
como un egoísmo colectivo. Nada más liaridades. Luego, la ruina material que
ajeno de justicia. Nuestro fin es patrió- nos trajo el descubrimiento de América,
tico, pero nuestra razón es humana. Nos- la obra de centralización política realiza-
da por los primeros Borbones, y la in-
otros afirmamos el derecho de las nacio- fluencia niveladora y seudoclásica del si-
nalidades, en nuestra aspiración de au- glo XVIII en toda materia de cultura,
tonomía, como lo afirmamos en el fue- nos apartaron de nuestro cauce, nos des-
rismo de los «bizkaítarras» y en las pojaron de cuanto teníamos de original,
reivindicaciones de los campesinos galle- y durante largo tiempo pareció como
gos. Como lo afirmaríamos igualmente que nos resignábamos con nuestra suer-
en Irlanda, en Alsacia, en Polonia, don- te. El primer anuncio de nuestro desper-
dequiera que exista una entidad nacio- tar, después de tan triste decadencia, se
nal sacrificada a la unidad de un Estado relaciona con aquella universal emula-
opresor... ción por los estudios históricos, que, des-
Pregunto sí este movimiento de ideas de los albores del pasado siglo, produjo
procede de largo tiempo atrás. la revolución romántica. El romanticis-
—Todo lo contrario—me contestan—, mo, difundiendo el amor a la tradición y
El nacionalismo catalán es un movimien- el respeto de la genialidad artística ori-
to recientisimo, es un hecho de ayer. En ginal de cada pueblo, nos volvió a la
lo que tiene de renacimiento espiritual, devoción de nuestras vejeces, de nuestras
de reintegración de una cultura, alcanzan reliquias, de cuanto, en el pergamino o
sus orígenes a la primera mitad del si- en la piedra, nos hablara de nuestro pa-
glo Xix. Pero, en lo que tiene de tenden- sado. Como la visión de la Italia redi-
cia, de reivindicación política, apenas mida, como el sueño de la patria germa-
hay señales de él sino de treinta años a j

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—EL NACIONALISMO CATALÁN 1257

nica, nuestro ideal patriótico empezó por | critores como Muntañola, como Almirall,
ser un motivo de anyoranga poética y como Prat de la Riba, como Duran y
sentimental. Renovábamos las ceremo- Ventosa, propagaban las ideas que hoy
nias de los Juegos Florales; aprendía- son el fondo común de nuestro pensa-
mos historias de trovadores y cruzados, miento patriótico. En 1892 se intentó dar
y visitábamos los monasterios semide- a las aspiraciones regionales su primera
rruídos, o nos deleitaban las estampas fórmula orgánica con las Bases de Man-
que trazaba el lápiz de nuestros dibu- resa. Pero la ocasión en que la corriente
jantes para el Álbum Pintoresco de Es- de catalanismo se desató por entero fué
paña. Pero, al cabo, este divagar entre aquel profundo y saludable estremeci-
ruinas, este remover de legajos, este ta- miento que provocó en el ánimo de los
rarear de aires antiguos, plácida cosecha pueblos españoles la desastrosa guerra
espiritual, dio su fermento de energía. de Cuba. De la borrasca de protestas, in-
Lo que pudo parecer extática contempla- j dignaciones, repugnancias, sonrojos y re-
ción de poetas o inocente recreo de an- j proches, que tal fin del imperio colonial
ticuarios, se convirtió en el impulso ini- castellano desencadenó en la Península,
ciador de la más trascendental revolu- I salió corroborado y entonado el senti-
ción de conciencia que jamás se habrá miento de nuestras reivindicaciones pro-
presentado en nuestra historia. El con- pias. Otra oportunidad memorable de
tacto con la tradición había despertado nuestra propaganda fué, hace pocos años,
en nuestro pueblo el sentimiento de su la discusión de la ley de Mancomunida-
personalidad adormida; había hecho re- : des, por la que se autorizaba a dos o
percutir en sus entrañas el grito de gue- : más provincias de la monarquía a pac-
rra de sus generaciones muertas. Y diri- : lar, para determinados fines, algo como
giéndonos hacia el pasado fué como to- una confederación accidental. Hoy, defi-
mamos el camino del porvenir. Llegamos i nitivamente orientados en ideas y pro-
a nuestro Oriente por el Occidente. Pron- : pósitos, representamos la casi unánime
to a los tonos de la leyenda y de la ele- opinión de Cataluña. El porvenir es cla-
gía se mezclaron notas de más vibrante ramente nuestro. Somos mucho más que
resonancia. Aribau cantó de Cataluña con ! un partido: somos una conciencia nació»
valentía de himno. Hombres nuevos re- i nal en acción...
cibían desde la cuna un temple de alma
enteramente distinto del que había he- i Manifiesto el deseo de precisar lo que
cho posible el apocamiento «provincial». I se me ha indicado de paso sobre la faz
La patria no fué ya sólo un miraje de j jurídica del catalanismo.
los corazones; tendió a ser cada vez ; —Uno de los caracteres—me dicen—
más, una afirmación de las voluntades, ! que mejor confirman la existencia de
una reflexiva y activa concepción de los nuestra personalidad nacional es, en efec-
destinos comunes. Se habló, por prime- to, la posesión de una originalidad jurí-
ra vez, de autonomía, de regionalismo, ¡ dica bien determinada y constante. Fácil
del derecho a reponer la legislación tra- es señalar algunas de las particularida-
dicional, del deber de cultivar la lengua des en que se revela. La institución del
propia. Las resistencias que pretendieron hereu, del mayorazgo, que considerada
detener en su arranque este impulso irre- abstractamente, puede parecer injusta y
sistible no hicieron sino exacerbarlo y ; perniciosa, pero que responde a un sen-
espolearlo. A los esfuerzos individuales timiento de conservación patrimonial, de
sucedió el espíritu de asociación. La ju- continuidad de la «casa», profundamente
ventud universitaria se organizó, en 1887, arraigado en el corazón de nuestro pue-
con el Centre Escolar Catalanista. Es- blo; la institución de la enfiteusis, des-
envuelta en nuestra vida agraria con for-
1258 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

mas peculiares, que facilitan el proble- . enormes diferencias de desenvolvimiento


ma de la propiedad territorial; la amplia | industrial, de aptitudes y disposiciones,
libertad testamentaria, muchos otros ras- : de la de esta costa del Mediterráneo. Ca-
gos característicos de nuestra tradición recen nuestros gobernantes de otra base
civil, concurren a demostrar la persis- experimental, en lo que se refiere a la
tencia de un sentido jurídico original y producción cíe riqueza, que la que pue-
propio. Como brotado de las entrañas : den ofrecerles los trigales de Tierra de
de la nacionalidad, y no de la convención Campos o los viñedos y dehesas de An-
de legistas y codificadores, nuestro de- dalucía. Y con este género de observa-
recho es esencialmente consuetudinario. ción, pretenden dirigir la actividad eco-
Todo su espíritu podría contenerse en la j nómica de regiones donde, como en Ca-
sentencia de nuestra sabiduría popular: • taluña y como en Vizcaya, la industria
tractes rompen lleys. No pretendemos, manufacturera tiene extensión y com-
por tanto, que sea un modelo universal- plejidad semejantes a la de los grandes
mente aceptable; él es bueno en nosotros centros de Europa. Sería como si desde
y para nosotros. Y como tal, queremos el Uruguay, pueblo pastor, quisiera pre-
recobrarlo en su tradicional integridad. pararse el Código Rural para Chile, agrí-
Esta moderna superstición de la sime- cola y minero; como si en las «estan-
tría, que, según dijo Ángel Ganivet, do- cias» de Buenos Aires se experimentaran
mina «desde el trazado de las calles has- leyes del trabajo para los «ingenios»
ta el trazado de las leyes», vino un día de Cuba...
en auxilio de la política centralizadora, Pásase después a hablar del idioma.,.
y se hizo la unificación jurídica de Es- Y al llegar a este punto no puedo menos
paña, abatiendo toda originalidad y todo de oponerles observaciones y argumentos
carácter. A la legislación foral, orgánica que me replican del modo que veréis, en-
y viva, que cada pueblo se había dado tre otros desenvolvimientos del tema, en
en el tiempo, sucedieron los códigos uni- el artículo siguiente.
ficados, obra regular de la razón dialéc-
tica. Si algún elemento histórico se mez-
claba en esa reforma al criterio pura-
mente razonador, ese elemento histórico II
era el de la legislación de Castilla, adap- ¡ Quedábamos, al interrumpir mi artícu-
tada violentamente a nuestro medio. Pro- lo anterior, en que se pasó a tratar del
pósito tan fuera de lugar como si nos- idioma, y en que, al llegar aquí, no pude
otros hubiéramos querido imponer en menos de confesar mi resistencia instin-
Castilla nuestro derecho consuetudinario. tiva a la idea de la preterición del caste-
Desde entonces la ley y la costumbre llano. Renové y me sentiría dispuesto a
marchaban divergentemente en muchos renovar todavía las observaciones que
puntos, y esta divergencia no se prolon- una vez dirigí a Santiago Rusiñol en
ga sin impotencia de la ley o sin tortura Montevideo:
de la realidad. Ejemplo de ello es el per-
manente desasosiego de vuestras repúbli- —¿No ofrecería grandes ventajas para
cas americanas, heridas desde la cuna iodos que mantuviéramos la unidad de
por la escisión de las leyes y los hábitos. nuestro mundo híspanoparlante? ¿No es
Parecidas cosas cabe decir en materia de de ustedes también, después de la larga
legislación social y económica. La mayor convivencia, el idioma en que ahora con-
parte de ios hombres que gobiernan en versamos? ¿No han contribuido ustedes
España proceden de las comarcas del con su tributo espiritual, a la formación
centro y del mediodía, separadas por y a la gloría de la lengua que a todos
nos vincula? En la transfiguración del

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OBRA POSTUMA.—-15: EL CAMINO DE PAROS.—-EL NACIONALISMO CATALÁN. 1.259

castellano, cuando la grande aurora del j actividad municipal, de la actividad do-


Renacimiento, ¿no es nombre represen- ; cente: nuestro clarísimo derecho a ha-
tativo el nombre de Boscán? ¿No fué cer de la lengua «natural», lengua «ofl-
maestro Caropany en la lengua de Cas- ! cial». Reivindicamos, cuando menos, la
tilla? : facultad de optar por cualquiera de los
!
—Para nosotros—me contestan—, la dos idiomas en los usos de la vida públi-
reivindicación del idioma es enteramente [ ca, como se opta en Bélgica, como se
inseparable del fondo de nuestro proble- opta en Suiza...
ma nacional. Si hay en nosotros el subs- Intento una objeción aún:
traíum de una nacionalidad, como fir- —¿No favorecería grandemente la di-
memente creemos; si hay una personali- i fusión del pensamiento de ustedes el he-
dad común plenamente caracterizada y I cho de que lo expresaran en una lengua
definida, y esa personalidad se ha dado ' que es medio de comunicación entre
en el transcurso de los tiempos su lengua ! ochenta millones de almas? ¿No magni-
propia, no podría ésta abandonarse y ficaría esto el escenario de sus escritores
sustituirse sin dañar la más esencial in- | y de sus poetas, teniéndolos ustedes de
tegridad del carácter a que ha servido de tal mérito como un Verdaguer, como un
expresión. Bien sabe usted que no es el . Guimerá, como un Oller?
idioma una forma vana, una cascara cae- I —En la expresión literaria, menos que
diza. Es la fisonomía del genio colecti- , en ninguna otra, no es posible prescindir
vo: es el capullo que teje con su propia i de la lengua que aprendimos en la cuna
sustancia el alma popular. De aquí que i y está como entretejida con la urdimbre
el primer cuidado de todos los conquis- ¡ de nuestra sensibilidad. No es posible se-
tadores, de todos los usurpadores, en los i ñalar el matiz, lo preciso, lo recóndito,
pueblos que ponen bajo el yugo, sea el 1
el timbre de la emoción, el relieve de la
de tender a proscribir su habla natural ', imagen, sino en el habla que se hereda
y a imponerles la lengua que los acos- I por naturaleza. Pudo filosofar en caste-
tumbre a la voz de mando del boyero. \ llano Balmes, porque la filosofía es raa-
De aquí también que la sumisión, la de- | teria de abstracción. No hubiera podido
cadencia del espíritu regional de Catalu- i Verdaguer escribir en castellano la At-
ña coincida con la desestima del catalán •. lanuda. Por lo demás, la fuerza de irra-
en las altas esferas sociales, y que la ; diación de una obra del espíritu depende,
primera señal de nuestro despertar haya : principalísimamente, de lo que ella lleva
sido la rehabilitación de nuestro idioma i adentro, más que de la facilidad del idio-
como instrumento de cultura. Habla us~ 1
¡na en que esté escrita, Recuerde usted
de que la convivencia con Castilla nos 1
ha connaturalizado con el castellano, por- el caso de Ibsen. Escribiendo en una len-
que nos oye hablar corrientemente en él ' gua tan poco difundida y tan diffcümen-
a los hombres de ciudad. Si. fuese usted te accesible, logró una universalidad y
al campo, si entrase en el terruño del : una influencia como no las hubiera con-
«payés», vería que para seguir una con- quistado mayores trabajando en cual-
versación habría menester de intérprete. : quiera de los grandes idiomas generali-
Y sin embargo, se obliga a los campesi- ; zados en el mundo. Pero, en último tér-
nos catalanes a demandar justicia, a edu- i mino, tampoco nos encastillamos nos-
car a sus hijos, a recibir la instrucción • otros, por lo que toca al porvenir, en
:
militar, en una lengua que para ellos es posiciones absolutas. La libre competen-
extraña. Nosotros reivindicamos el dere- ' cía, la natural y espontánea operación
;
cho a usar nuestro idioma propio en las de la vida, harán que definitivamente
relaciones de la actividad jurídica, de la ; prevalezca el idioma que demuestre ma-
yor energía vital, que mayores ventajas
1260 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

asegure para los fines de la utilidad y mente lógica. Pi y Margall no sentía la


para los del arte. Si. ha de ser este idio- federación sino como el desenvolvimien-
ma el de Castilla, séalo en buena hora. to de la idea que nos convence en el li-
Lo que nosotros resistimos es que esto se bro o en la cátedra; no se preocupaba, en
resuelva de antemano y como imposición realidad, de los problemas que para nos-
política. otros constituyen el más apremiante in-
—-¿De qué manera—pregunto después— ¡ teres, la más íntima esencia del regio-
podrían concillarse las aspiraciones au- I nalismo. Nunca pensó que su república
tonómicas de ustedes con el manteni- I federal fuera incompatible con la persis-
miento de la unidad española? I tencia de la división administrativa que
—La idea de que a cada nacionalidad | prevalece desde 1833; de esta convencio-
corresponde necesariamente un Estado, ! nal división en cuarenta y nueve provin-
no significa que los Estados nacionales J cias, que importa un verdadero descuar-
no puedan asociarse entre sí, formar Es- tizamiento ele las patrias regionales, sa-
tados compuestos, permanentes manco- , orificadas a una supuesta conveniencia
munidades políticas. Mientras esto se ha- | de la administración. Con las provincias
ga con respeto a la personalidad nacio- I arbitrariamente recortadas en el mapa
nal de cada parte, nada se opone a la ! de España por las Cortes de la Regencia
fundamental concordia de intereses que
exija o legitime esa asociación. Allí don- —o con otras que se determinarían por
de dos o más nacionalidades coexisten igual procedimiento facticio—, componía
dentro de un Estado simple y único—que i Pi y Margall el cuadro de su federación
es actualmente el caso de España—, pue- 1 republicana, artificial y simétrica como
de afirmarse, sin más averiguaciones, !i un tablero de ajedrez. Nosotros, en cam-
que hay una nacionalidad opresora y bio, tomamos la norma de nuestro fede-
una o varias nacionalidades oprimidas. ralismo en el hecho: en el hecho de la
Pero cuando la diferencia de nacionalida- j existencia dentro de España de regiones
des está reconocida y consagrada por la j naturales, claramente diferenciadas por
justa diferencia de Estados, puede esa j la historia, por las cotumbres, por la len-
variedad tender a armonizarse dentro de I gua, por el espíritu jurídico, como Cata-
una unidad superior. Somos, en una pa- luña, como Galicia, como Navarra; re-
labra, federales. Federación y regiona- giones que hay que reconstruir política-
lismo son, políticamente, términos que mente, devolviéndoles la integridad que
se confunden. les usurpa aquella división territorial.
—De Barcelona — recuerdo — era Pi y Y cada uno de estas regiones, recons-
Margall, el profeta del federalismo es- truidas y devueltas al pleno goce de su
pañol. originalidad social y política, sería una
—Sí—me contestan—; pero aquel fede- unidad, una unidad real, y viviente, en
ralismo del 73 apenas tiene de común el conjunto de la confederación que
con el nuestro sino el nombre. Aquel fe- anhelamos.
deralismo pactista de Pi y Margall era —¿Cómo se concretaría—pregunto—la
teorizador y abstracto; el nuestro es emi- fórmula de organización para Cataluña,
nentemente real. El partía de la razón, si ustedes fueran llamados a proponerla
nosotros partimos de la naturaleza. No desde ahora?
reparamos en las conclusiones de una —Nuestra última finalidad es la auto-
doctrina de derecho; reparamos en que nomía; la autonomía entera y cabal, con
España es naturalmente federal Carác- libertades comunales, parlamento propio,
ter puro y austero, pero sin calor huma- legislación civil fundada en la tradición
no; inteligencia robusta, pero absoluta- y la costumbre, y uso oficial de nuestra

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—EL NACIONALISMO CATALÁN 1261

lengua. Nuestra finalidad inmediata, o si internacional que ha de suceder a la


prefiere usted, nuestro programa mínimo guerra. Creo, sin embargo, que el pensa-
no tiene límites que lo determinen, por- miento de ios más representativos e in-
que depende de la extensión que consien- fluyentes, sobre ese delicado puirlo, po-
ta la oportunidad al ejercicio de nuestras dría concretarse de este modo: —No de-
reivindicaciones. Mientras no se nos em- seamos la separación; pero la_separación
puje a formas más violentas, aceptamos llegará a ser inevitable si las resisten-
los medios de la evolución y su consi- cias a nuestro ideal de autonomía no
guiente ritmo. Reconocemos todo lo que ceden de su presente obstinación.—O en
es justo al tiempo, a la ocasión, al com- otros términos: —Antes mil veces la
pás del pedir y el obtener en materia emancipación absoluta que el manteni-
política. Yerra, pues, quien en principio miento indefinido del régimen actual.
nos tilde de revolucionarios. Pero en lo Para abarcar toda ¡a significación de
que somos inflexibles es en que todo tal principio, es necesario añadir que do-
aquello que se nos conceda, mucho o mina en el ánimo de la mayor parte de
poco, se nos conceda leal y verdadera- estos hombres la convicción de que el
mente; vale decir, que en las facultades actual régimen centralizador no será mo-
autonómicas, grandes o pequeñas, que se dificado esencialmente en España mien-
nos vayan otorgando no medien interven- tras ellos, como grupo político, no en-
ciones que las desvirtúen, revisiones o tren a participar del gobierno central;
instancias que las desvanezcan. mientras manos catalanas no interven-
Ignoro yo si estas palabras, que venían gan en la dirección de los negocios es-
de hombre muy arriba del nivel de la pañoles. El movimiento regionalista ca-
vulgaridad, interpretan fielmente el áni- talán no se detiene en la órbita de los in-
mo colectivo. Me inclino a suponer que tereses regionales: aspira a la expansión,
el tono de los más, es menos moderado a la influencia nacional, porque las con-
y sereno. Por ello me ofrecía excelente sidera indispensables para asegurar con
oportunidad, para tentar un vistazo so- eficacia aquellos mismos intereses. Uno
bre los más recónditos «adentros» de la de los más reflexivos y serenos entre los
cuestión. ¿Existe aquí, siquiera sea como diputados del catalanismo, me repetía es-
horizonte remoto o como eventualidad tas palabras, que no ha mucho habría
prevista, la idea de 3a radical separación, dejado caer en los consternados oídos
de la completa independencia? ¿Hay so- del conde Romanones: O gobernamos en
bre esto lo que podríamos llamar un España o nos separamos de España.
«sobreentendido» general? Quien se pro-
ponga llegar al fondo preciso, en pre- —¿Tienen justa noción de lo que reve-
gunta tan ardua, obtendrá, me parece, lan estos síntomas los gobernantes de
una impresión algo confusa. Por una par- Madrid?
te, les oís reconocer que la larga con- —En los gobernantes de Madrid no
vivencia histórica ha determinado entre suele ser la experiencia madre muy fe-
Cataluña y Castilla una solidaridad que cunda de inspiraciones políticas. El Tan-
da indestructible fundamento al hecho to monta de la clásica empresa no ha de-
de la unidad política española. Por otra jado de ser la contraseña de la. arrogan-
Parte, les escucháis loas entusiásticas de cia castellana. Inglaterra rectificó su sis-
ias pequeñas naciones independientes, de tema colonial con el ejemplo de la eman-
la contribución que les debe el progreso cipación de Norte América. De entonces
humano y de la bienaventuranza que les acá, la unidad de su vasto imperio, ci-
está prometida dentro del nuevo orden mentada en bases de libertad y de con-
fianza, no ha sufrido quiebra de consi-
1262 JOSÉ ENRIQUE RODO.--OBRAS COMPLETAS

deración. Irlanda ha obtenido ya justi- i considera que la sustitución del régi-


cias y satisfacciones que la persuaden a men monárquico favorecería sus tenden-
esperar la hora del definitivo desagravio. cias y propósitos,
El sistema colonial que, no la voluntad —No nos preocupa mayormente—me
de España, sino de los que dominan en dicen—el problema de la forma de go-
España, mantuvo en las Antillas, fué, ! bierno. Nuestro designio es de nacio-
hasta el último momento, el mismo fun- nalidad, es de patria; es anterior a esa
damentalmente que había provocado un \ determinación de instituciones. Con mo-
siglo antes la revolución hispanoamerica- \ narquía y con república, cabe la sa-
na. Otro tanto cabe decir en cuanto a ¡ tisfacción de nuestros anhelos, y cabe
las autonomías regionales, que no son, también su desconocimiento y opresión,
en el fondo, una aspiración distinta de la ¿Quién duda, por ejemplo, de que una
que movía a las colonias. El problema monarquía federal sería para nosotros
permanece en su posición original. Ha infinitamente preferible a una repúbli-
faltado en los consejos de la monarquía ca unitaria y centralizadora? Hay en-
el hombre de Estado que lo mirase de tre nosotros definidos monárquicos y
frente y con ánimo resuelto, y repitiera, republicanos; pero prevalecen en núme-
por lo que toca a Cataluña, a Vizcaya, ro los que no conceden a esta cuestión
a Galicia, el Ireland a nation de Glad- sino un valor relativo y subordinado al
stone. ¿Somos nosotros los que aproxi- interés circunstancial de nuestra aspi-
mamos el conflicto a la pendiente de las ración de autonomía. Y la mayor parte
soluciones violentas ?... de los que tal piensan, pudiendo elegir,
Hablando de estas cosas, paro la aten- en los momentos actuales optarían qui-
ción en un juicio que, aunque sin di- zá por la conservación del régimen esta-
J
recta relación con el fondo del asunto, i blecido.
considero interesante apuntar, Alguien | —En nuestro tiempo—continuó—, to-
recordó que los reyes constitucionales \ da posición política supone un crite-
«reinan, pero no gobiernan», y pareció i rio para resolver o encarar las denomí-
querer aplicar el sentido de esa propo- • nadas «cuestiones sociales». ¿Cuál es el
sición al actual monarca de España. , criterio social del regionalismo?
—-¿Que no gobierna Alfonso XIII? \ —Aplicamos a ésas, como a todas las
—-replicó al punto el mismo elocuente cosas, nuestra idea fundamental de re-
diputado a quien aludí hace poco—. latividad histórica y jurídica. No nos
¡Pues ya lo creo que gobierna, y de- interesan las fórmulas generales y abs-
masiado! El único que le contenía den- | tractas: buscamos el conflicto y su so-
tro de los límites de su autoridad era , lución dentro de las condiciones posi-
Maura, a quien él profesaba alto respe- [ tivas de la experiencia local. De los
to. Los que han venido después se han I partidos dogmáticamente revoluciona-
afanado, por complacencia personal o | rios, socialistas y anarquistas nos apar-
por interés político, en abrir ancho cam- | tan manifiestas incompatibilidades. No
po a la soberana voluntad. Y hoy «el \ sólo porque en el espíritu que nos ani-
chico» interviene en los asuntos de Es- '• ma el amor de la tradición es una fuer-
tado mucho más de lo que fuera de or- za poderosa, sino principalmente porque
den. Bien es verdad que, en general, no ellos niegan o desvirtúan lo que hay de
hace mal uso de esta sobra de poder, y inmortal en la idea de la patria, mien-
que el pueblo, aun aquí, en Barcelona, le tras que toda la razón de ser de nues-
quiere. tras reivindicaciones descansa sobre la
Pregunto si tiene el regionalismo so- realidad indestructible del sentimiento
lidaridad con las ideas republicanas; sí patriótico, del principio de nacionalidad.

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—ITALIA 1263

De tal manera alcancé a interpretar • ¡Hombres de Castilla! Atended a lo


las ideas capitales del nacionalismo ca- que pasa en Cataluña. Encauzad ese
talán. Y mientras reflexionaba sobre eso río que se desborda, dad repiro a ese
que había oído, y me parecía como que vapor que gime en las calderas. No os
Jo repitiera y comentara la voz de la obstinéis en vuestro férreo centralismo
Rambla populosa, un doble clamor sentí N o dejéis reproducirse el duro ejemplo
levantarse en mi conciencia de especia' de Cuba; no esperéis a que cuando
dor sereno, pero no indiferente ofrezcáis la autonomía se os conteste
¡Hombres de Cataluña! Equilibrad ¡ ^ d e m a s i a d o "tarde... Mirad que
vuestro entusiasmo con una reflexiva c -L. I I
abnegación. Mantened, amad la patria i fsa £ u e r z a q u e h c * a m a ^ a c o n l a reb<T
chica, pero amadla dentro de la gran- ! l l o n ' p u e d e s e r P a r a vosotros, pacifi-
de. Pensad cuan dudoso es todavía que ¡ c a d a v concillada, una gran potencia
el sentido moral de la humanidad ase- j d e trabajo, de adelanto y de orden. Mi-
gure suficientemente la suerte de los Es- ! r a d <l u e e n s u misma altiva aspiración
íados pequeños. No os alucinéis con el de predominio hay un fondo de razón
recuerdo de las repúblicas de Grecia y y justicia, porque pocas como ella ayu-
de las repúblicas de Italia. Considerad darían tan eficazmente a infundir, para
que no en vano han pasado los siglos, las auroras del futuro, hierro en la san-
y que hoy son necesarias las capacida- gre y fósforo en los sesos de España,
des de ios fuertes para influir de veras
en la obra de civilización. Agosto de 1916.

[ITALIA]
RECUERDOS DE PISA

Hay un particular matiz de tristeza I de la gloria pasada ponen como una


que me parece propio de los pueblos que suave penumbra en el carácter de las
un día fueron poderosos y grandes y í gentes y de las cosas. Y algo de esto
que han perdido la actualidad de la glo- ¡ también percibo en el silencio y la quie-
ria, pero no la dignidad de los hábitos ; tud de Pisa.
ni la idea de sus tradiciones. Es la tris- j Pisa la batalladora, la hacendosa, la
teza de la casa de hidalgos de donde inspirada; la que custodió, por tres si-
ha desertado la fortuna sin llevarse , glos, contra la barbarie sarracena, el
consigo la distinción ni la altivez. Es un j mare nostrum de la civilización, y re-
sentimiento melancólico que se filtra al • conquistó a Cartago para los herederos
pasar por los «dejos» de la grandeza se- de Roma; la que soltó a los vientos de
cular, por la costumbre adquirida del ; Oriente las velas de sus barcos y llevó
respeto ajeno; por la conciencia, a un ¡ a los cruzados al rescate del sepulcro
tiempo abrumadora y enaltecedora, de de Cristo; la que, con los mármoles de
una historia que no ha de superarse sus arquitectos y sus estatuarios, anun-
nunca... Algo de esto se me figuró per- : ció en la' noche la aurora del Rena-
cibir en Portugal, donde las saudades cimiento; Ja que, ya abatida de su pros-
1264 .TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

peridad, ganó aún otro género de glo- Arno; y sobre la ruina de su florecimien-
ria y enseñó al mundo, con el más to comercial, se levantó a la animación
grande de sus hijos, los secretos del y a la riqueza la cercana Liorna, ciu-
cielo... Ahora duerme, pero su sueño es dad de tiendas y almacenes; ciudad
admirable. sin arte, ni recuerdos, ni sugestión ideal
Todo concuerda armoniosamente en aunque con playas balnearias muy her-
|
ella para sugerir una impresión de tris- I mosas, que no bastan para conquistar-
teza noble, de elegía en tono heroico, j me a mí, de la margen oriental del Río
El Arno, atravesado a largos trechos por j de la Plata. Mientras Liorna trafica y
los puentes que unen los dos barrios lucra, Pisa la moría reconcentra la me-
de la ciudad, pasa lento y opaco. Pa- i lancólica mirada en su gloriosa Plaza
rece que recuerda, parece que piensa... I del Duomo, lugar de hierba y de sol,
La soledad, el silencio, dulces númenes I campo de soledad, donde guarda sus
por que suspiráis en otras partes, no alhajas de mármol: el Duomo majestuo-
necesitan ser buscados en esta sede de so, el incomparable Baptisterio, el obli-
meditación: ellos os esperan a la puer- ¡ cuo Campanile y el Campo Santo, his-
ta. Las maravillas monumentales que j toria de piedra y tesoro de arte. No
atraen el paso del viajero están reuni- incurriré en la trivialidad de pintaros
das todas en el punto más apartado y estas cosas, que entran en el orden de
desierto de la ciudad. El Campo Santo las que son familiares a toda persona
es, artísticamente, la mitad de Pisa, y él de alguna lectura, descritas/ como están,
os presenta la idea de la muerte en su desde las reseñas de las guías hasta el
forma más sencilla y austera. La incli- ¡ comentario de los maestros. Duomo,
nación del Campanile es también, a Baptisterio y Campanile tienen por ca-
su modo, expresión de abatimiento, de rácter común los cordones de columnas
laxitud meditabunda. El mismo cielo, sobrepuestas formando remontados pór-
este cielo ideal de la Toscana, contri- ticos; y nada iguala la levedad, la gra-
buye aquí al carácter que señalo, por- cia, la armonía de ese desenvolvimiento
que manifiesta su más divina transpa- aéreo de las columnas, que multiplican,
rencia en la agonía de la luz. Yo no he sobre el fondo de radiante luz, sus es-
visto en parte ninguna morir la tarde beltos fustes blancos, y parecen levan-
de manera tan soberanamente bella co- tar en su vuelo todo el cuerpo de la
mo en Pisa. Mirando desde la curva del j obra, de modo que no aparecen pesar
Lungarno, veis al Oriente, sobre la ciu- i sobre la tierra.
dad oscura, la montaña, que se envuel- | Si se tratara de encarecer la belleza
ve en un suavísimo velo de rosa, mien- i de este Campanile, preferiría, sin duda,
tras, como cincelada en el oro del ocaso, I no haber visto luego el de Florencia,
resalta la vieja Torre de ia Ciudadela i joya finísima que el César Carlos V hu-
y se aureola con la última llamarada de ! biera deseado preservar bajo un fanal;
sol, de modo que las encendidas tro- ' estupendo alarde de Giotto, en que el
neras de la torre semejan las dos pupi- ¡ mármol adquiere la delicadeza y el pri-
las de un gigante, que os miran... os ' mor del marfil pulido y taraceado. En
miran... hasta apagarse en un morondo I cambio, pienso que Florencia trocaría
de adiós. • sin vacilar el Baptisterio de su Duomo,
Junto a toda grandeza caída veréis a pesar de las puertas de Ghiberti, por
;
alzarse el improvisado favor de la for- ¡ este prodigioso Baptisterio de Pisa, agi-
tuna. El mar, también infiel con Pisa, I gantada copa de Benvenuto; rotonda la
la dejó paulatinamente sin puerto, reti- j más bella y majestuosa que hayan visto
rándose empujado por las arenas del i mis ojos ni conciba mi imaginación.

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—ITALIA 126b

El dibujo del Campo Santo cabe en po- ra de la ciudad, de la prevención para


cas palabras: cuatro muros de mármol el peligro y la defensa, el perenne her-
y un recuadro de tierra, rodeado de vor de discordia, el implacable desgarra-
otras tantas galerías, que abren sobre miento de los bandos, blancos y negros,
él sus arcos ojivales. En las galerías, güelfos y gibelinos, y la imagen de nues-
pinturas desvanecidas por el tiempo y tro reciente pasado americano se levan-
mármol de estatuas y sepulcros. Nada taba en mi memoria como término de
más que esto. Pero ¡qué digno y p& comparación. Si la América de la prime-
netrante sentimiento en esa suprema sen- ra mitad del siglo xix, con las alterna-
cillez! ¡Qué feliz abandono en el flore- tivas del tumulto popular y de la tira-
cer desordenado y libre de ese montón nía aquietadora; con el mal domado fon-
de tierra sagrada, a los pies de los cua- do de barbarie, sobre el que cruzan mag-
tro gigantescos cipreses, tan admirable- níficos relámpagos de heroicidad y sa-
mente puestos en los ángulos del pa- crificio, de virtud y abnegación; con la
tio inundado de luz! Y en las esculturas soberanía natural del caudillo, del con-
funerales y los apagados frescos, ¡qué ductor de multitudes, que aquí era el
mundo de evocaciones, de emociones, de capitano del popólo o el podestá, encara-
ideas, para quien se acerque a ellos, ya mado por un golpe de audacia, para
con el entendimiento del arte, ya con mostrar alguna vez, como sucedía en el
el entendimiento de la historia! caudillo nuestro, la garra leonina, y le-
Por la noche, recorrida esta ciudad vantarse, con los Burlamaschi y los Cas-
añeja y triste, la medio oscuridad a truccio Castracani, por sobre la línea
que se reduce el alumbrado desde el que separa al condotiero del César. Cla-
principio de la guerra, completa admira- ro está que pone una diferencia, en me-
blemente su carácter. Abandonándome dio de las semejanzas, el creador alien-
entonces, sin rumbo, por aquellas calle- to de arte que soplaba entre las con-
juelas tortuosas, entre aquellos muros vulsiones de aquel caos.
de castillo, bajo aquellas arcadas vetus- Dos sombras flotan a mi alrededor
tas, yo experimentaba la ilusión de que desde mi primera mañana de Pisa: la
bogaba contra la corriente del tiempo. sombra de Dante y la de Byron. En la
En este andar contemplativo, cualquier Plaza de los Caballeros, que antes se
insignificante accidente, un ruido de pa- llamó de los Ancianos, Foro de la vieja
sos, el temblor de una luz detrás de república, una inscripción en una casa
una ventana, el acorde de un instru- ruinosa, que hoy ocupa humilde taller
mento musical, que el eco diluye en el de imprenta, dice así:
silencio, surten en la imaginación el
efecto de mágico conjuro, y bandadas Q u r SORGEVA LA TORRE DF.I GuALANDI
de recuerdos acuden a desenvolver la LA TRÁGICA MORTE
impresión real en una soñada perspec- DEL CONDE UGOLINO DELLA GERARDESCA
tiva. Yo sentía iluminarse en mi inte- LE DIE IL TITO LO DELLA F'AME
J> SUSCITÓ NEL DIVINO A L I G H I E R I
rior, con más fuerte colorido que nun-
LO SPEGNO ED IL CANTO
ca, todo el cuadro de esta maravillosa DONDE IL RICORDO DEL MISERANDO CASO
Italia del crepúsculo de la Edad Media; ¡ SI ETERNA.
toda la vida legendaria y dramática, cí- j
vica y guerrera, enamorada y devota, j La pavorosa torre que vio el caudillo
de estas ciudades donde el mundo feudal \ güelfo y a sus hijos perecer de hambre;
dio de sí los primeros fulgores de la el proscenio de la más trágica de las
civilización moderna, Me representaba, escenas que arrancó a la realidad de su
viendo cómo todo habla, en la estructu- tiempo el soberano poeta de lo divino
1266 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

y de lo humano, no existe desde hace vivió diez meses en Pisa, poco antes de
más de dos siglos. Pero la imaginación ir a doblar la frente en el regazo de
reconstruye la torre fácilmente, inspi- la Hélade materna. Una lápida que veo
rándose, allí donde estuvo, en la plásti- sobre un muro, en el Lungarno Mediceo,
ca energía del episodio dantesco. Las co- evoca en mi memoria la figura del mi-
sas circunstantes no se oponen a esa re- >sántropo lord y los recuerdos de su paso
presentación. Al lado veis el que fué Pa- i por la ciudad de la inclinada torre:
lacio de los Ancianos, transformado, al
gusto del Renacimiento, por Vasari, y GlORGIO GORDON NOEL-BYKON
convertido ahora en Escuela Normal. A QUI DIMORÓ
la derecha, la iglesia de los Caballeros DALL'AUTUNNO DEL 1821
ocupa el lugar de la «de San Sebastián», ALL'ESTÁTE DEL 1822 E SCRISSE SEI CANTI DEL
donde se reunió el consejo que pronun- «DON GIOVAMNI»
ció la infame sentencia. Gozo, pues, de
la visión en su alucinante plenitud. Oigo Esta vieja mansión, que consagró la
el chirriar de la llave que se cierra tras presencia del poeta, es el Palacio de Lan-
los sepultados vivos; veo el grupo ma- franchi, nombre que los tercetos dan-
cilento que pide pan, y se me figura que tescos envuelven en su imperecedera re-
retumba en los aires la imprecación des- sonancia, citándolo entre los de los cóm-
garradora: plices del terrible arzobispo Rugiere.
Atribuyen el diseño del palacio a Mi-
Ahi dura térra, perché non t'apristi! guel Ángel. El mármol de la fachada
tiene ese color indefinible, que no sé
cómo llamar, si no me dejáis que diga
Horas más tarde, me muestran, al «color de tiempo». De allí, pues, salió
través del Arno, sobre la margen izquier- para el mundo la más bella de las reen-
da del río, la casa donde, según la tra- carnaciones de Don Juan. Y allí vivió
dición, se hospedó el altísimo poeta,
acogido en Pisa por el vencedor Ugoccio- Byron mismo su más interesante epi-
ne della Fagiola, cuando lo más recio sodio de amor. Esas paredes, que pa-
de la lucha entre güelfos y gibelinos. Du- recen de una tétrica cárcel, fueron tes-
rante su permanencia aquí, escribió gran tigos de su famosa aventura con la con-
parte de su tratado político De la Mo- desa de Guíccioli, la única mujer que,
narquía y aquella carta suya de tan ' por algunos años, encadenó su incons-
vibrante «Italianidad» a los electores del tancia: flor de delicadeza, de gracia y
sucesor de Clemente V. Por entonces de melancolía, cuyo aspecto casi infan-
también, mecía en su pensamiento el i til sugirió la leyenda de la amante im-
Purgatorio: no la parte más llena de púber, que aún se suele repetir vana-
fuerza, pero sí, quizá, la más empapada mente a pesar de los veintrés años cum-
de suave y comunicativo sentimiento, plidos que, a la fecha de estos amores,
en la sublime trilogía; la parte en que i se le han contado a la heroína de la bis-
dio ser poético a sus más nobles y en- ! toria. La condesa de Guiccion, que te-
cantadoras criaturas, amables sombras nía un escogido sentimiento literario,
que me parece ver vagar entre las copas !! prefería inspirar hermosos versos a es-
de los árboles que circundan la casa cribirlos, y la Profecía de Dante, que es
donde, posiblemente, fueron concebidas: I de las obras menores contemporáneas
Pía la infortunada, Nella la fiel; Lía y ' del Don Juan, fué sugestión venida de
Matilde, dulcísimas maestras, y sobre : ella. Por lo demás, la vicia del romances-
todas, la celeste Beatriz. co personaje, durante su temporada de
! Pisa, no dejó oíros recuerdos que la de
En cuanto a Byron, sabido es que

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—ITALIA 1267

un lord castizamente metódico y fiel a ¡cuánto duró el periódico de Byron?...


los sports. Al declinar la tarde, salía, ¡Tres números! Sien es verdad que so
en cabalgata de amigos, por la Porta I brevmo, para malograr la empresa, la
delle Piagge, prolongación del Lungarno j arrebatada muerte de Shelley.
Mediceo, o con rumbo a las Cascine de | Shelley, el pagano por el pensamiento
San Rossore, donde se adelantan hacia j y por el arte, el intérprete del furor de
el mar hermosos bosques de pinos. An- ; Prometeo, el no superado precursor de
tes de la vuelta, solía detenerse para la apología satánica que conoció nues-
ürar a la pistola, ejercicio en el que ¡ tra generación en las letanías de Baude-
cifraba uno de esos piques de vanidad laire y el himno de Carducci, halló la
que los grandes ponen a menudo en muerte, con el vuelco de la barca que
sus habilidades pequeñas. Cuando re- le conducía, en el golfo de Spezia. By-
gresaba del paseo, la jovial expresión ron quiso tributar a su hermano en re-
o la displicente frialdad de sus saludos j belión y en genio un funeral antiguo. A
mostraban a las claras si había ganado la orilla del mar homicida, sobre la
o perdido la partida. desierta playa de Viareggio, con las
Fué aquí donde pasó por la mente del montañas apuanas por fondo, hizo en-
autor de Don Juan la idea de ir a bus- cender la hoguera mortuoria. En ella
car libertad y sosiego en la recién eman- vid consumirse el cuerpo del poeta, me-
cipada América española. Pero se cru- nos su corazón, que resistió a las lla-
zó la insurrección de Grecia: Grecia fué mas y fué conservado en espíritu de
nuestra rival y quedó de preferida, Y fué vino. Terminada la austera ceremonia,
asimismo aquí donde concertó con She- se lanzó de un ímpetu al mar, y nada-
lley, que viajaba como él por Italia, y dor intrépido como era, llegó bracean-
con otro escritor amigo, Leigh Hunt, la \ do hasta su schooner, anclado a varías
publicación de un periódico en Londres. j millas de la costa. ¿Qué lector americano
Sabedlo, compañeros de profesión, los í habrá que no recuerde con orgullo que
que no lo sabíais. El espíritu más re- j el yacht de Byron se llamaba Bolívar?
matadamente aristocrático de la litera- Pero aún esperaba al indomable Ha-
tura del siglo xix militó también en rold en este sombrío palacio de Lan-
nuestro gremio. ¡Lord Byron redactor franchi un dolor más agudo. Pocos días
cíe periódicos! (Recuerdo el tono des- antes de alejarse de él, supo la muerte
pectivo de Mornmsen para caracterizar de su hijita de cinco años, Allegra, que
a Cicerón: ¡Era un «periodista»],.,) Sí, educaba, en el convento de Bagno Ca-
por cierto; y su periódico se tituló como vallo. La paternidad fué siempre como
el de cualquier moderno paladín del li- un hilo de aguas dulces en aquel cora-
Oreprensamiento provinciano: se tituló \ zón de soberbia y amargura. Cuando
El Liberal. El liberalismo estaba enton- I volvió del doloroso estupor que la con-
ces en su fresca aurora, y tenía para desa de Guiccioli refiere en sus me-
las almas de elección el singular pres- j morías, escribió a un amigo de Londres
tigio de las ideas que aún no han pasa- para que su ángel fuera enterrado en
do a incorporarse a los bienes mostren- el cementerio de Harrow, donde él solía
cos del sentido común. Los micifuces y vagar en su niñez meditabunda, y quiso
zapirones de Í822 eran, por lo general, que en la lápida se inscribiesen estas
conservadores. El rebelde Harold, aun- palabras, tomadas al Libro de los Re-
que no hubiera opinado contra ellos por yes: Yo iré hacia ella; ella no vendrá
su generosa pasión de libertad, se les más a mí.
hubiera opuesto por soberano instinto 1 Esos recuerdos se despertaban en mi
de contradicción. ¿ Y a que no acertáis espíritu mientras, antes de abandonar
1268 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

a Pisa, ta recorría de nuevo en serena leite, sobre aquel fondo de grandezas


tarde de Otoño. Me inclino con el pen- muertas, levantar los castillos de las tie-
samiento al pasar por una casa cuyo rras del porvenir.
frente reparan: es la vieja Sapienza, En la ribera izquierda del Arno, donde
donde enseñó Galileo y estudió Carduo j está el barrio relativamente moderno y
ci y que aún mantiene sus prestigios; | donde, en correspondencia con esa mo-
admiro, cruzando uno de los puentes, dernidad, se levanta la estatua de Víctor
la filigrana de mármol de Santa María Manuel, la ciudad adquiere cierto mo-
de la Espina... y vuelvo, una vez más, vimiento, cierto ruido; cierto resplandor
a la Plaza del Duomo, y me extasío de vidrieras, y, por lo mismo, se des-
ante el Baptisterio, que cada vez en- I caracteriza un tanto. Allí podrían hol-
cuentro más hermoso, y me sumerjo en ! gar los futuristas de Marinetti, que pi-
la divina serenidad del Campo Santo, ' den, según acabo de leer entre los le-
cuyos cuatro cipreses me parecen ya
viejos amigos a cuya sombra no sería mas de su periódico, la «modernizza-
ingrato dormir. cione violenta delle cita passatiste».
¡ Y no hay duda de que esta ciudad entra
Noble es la tristeza de Pisa, pero por en. el número de las señaladas de ese
noble llega más a lo hondo del al- modo!
ma; y como penetrado del llanto de
las cosas—sunt lacrímete rerum—empe- Un aspecto callejero de la Pisa ac-
zaba a sentirme excesivamente melan- tual: pisanos y pisanas gustan extra-
cólico, cuando he aquí que, de vuelta ordinariamente de la bicicleta. Estas
a mi alojamiento, me envuelve de im- modernas máquinas, no rara vez dirigi-
proviso una onda fervorosa de juven- das por leves pies femeniles, cortan en
tud, de alegría, de entusiasmo y de pa- raudos zigzags la soledad de la vetusta
tria. Es un grupo de jóvenes venezola- Vía del Borgo o de la Plaza de los Caba-
nos, que siguen en esta ilustre Universi- lleros, donde aún se figura la imaginación
dad sus estudios de medicina y que, en tiempos de Ugolino. No me parece
conocedores de mi presencia, me forman, mal. Pero confieso que preferiría, dentro
para mis restantes horas de Pisa, el de tal marco, literas y carrozas, o los
más afectuoso y grato acompañamien- caballos de la paseata que interrumpe
to que yo hubiera podido imaginar. «el triunfo de la Muerte», en el famoso
«Arielizamos» en sobremesa platónica; fresco del Campo Santo.
recordamos largamente, la América leja-
na y querida, y les oigo, con íntimo de- Florencia, octubre de 1916.

VI
DIALOGO DE BRONCE Y MARMOL

ESCENA: La «Plaza de la Signoria», de ! PERSEÜ.


Florencia. Soy el orgullo heroico. En mi frente
PERSONAJES de bronce resplandece la heredada majes-
tad de Zeus, y mi gesto y mi ademán
El «David», de Miguel Ángel esculpen la voluptuosidad, sublime del
El «Perseo», de Benvenuto CelUni. triunfo. Sé que soy fuerte, augusto y her-
Coro de Vestales. moso, y deseo saoorear la gloria y provo-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—DIALOGO DE BRONCE Y MARMOL 1269

car el amor, y difundir el miedo. En la i porque El es justo y no le aparta de su


truición de mi hazaña trasciende como I pueblo; confío en el brazo del Señor
un anticipado desdén de los peligros que . porque El puso ya en los míos fuerza
querrán limitar el desate de mi fuerza para exterminar al oso y al león que
Y de mi ambición. Llevaré la cortada ca- acechaban mis rebaños. Proféticas vis-
beza de la Medusa, que levanto en la lumbres me hablan de un trono que me
mano, a que campee en el escudo de espera, de una Sión que he de magnifi-
Atenea. De la hirviente sangre de la fu- car, de un. imperio que se abrirá a mi
ria nacerá el caballo alado, fiel a los paso; pero yo sólo sé que únicamente
poetas, que me dará la velocidad del re- Dios es grande, y que para ensalzarlo
lámpago. Mío será cuanto sueña la íma-; nací con dos virtudes: una que me im-
ginación de glorioso, de noble, de divino. | pulsa a combatir como las fieras del bos-
Seré debelador de monstruos, rey por mi que, sin escudo ni espada, y otra que me
esfuerzo, conquistador de tesoros legen- mueve a cantar, como las aves del cielo,
darios, libertador caballero de princesas sin reflexión ni vanidad.
cautivas. Castigaré la inhospitalaria so-
berbia de Atlas; arrebataré las manzanas PERSEO .
de oro al jardín de las Hespérides, y go- Hermano mío, hablamos como si no
zaré después de la más alta presea, la nos poseyera el encantamiento del arte.
más dulce sanción del heroísmo, en el ¿Quién te trocó en mármol eterno?
enamorado seno de Andrómeda. Todo
ello lo columbro en este instante de mi DAVID.
vida, y todo se refleja en la expresión Quien me encantó en el mármol fué
de mi olímpico ensimismamiento. ¡Bello un hombre en el cual reconocí mucha
es el mundo para escenario de los Hé- parte ele mí mismo. Era de la casta de
roes; bella la participación del hombre los que pelean con gigantes y saben la
y del dios, la juventud eterna, la ener- manera de publicar la grandeza de Dios.
gía radiante y soberana! Apareció en la corte de los Médicis cuan-
do de ella irradiaba sobre Italia el nue-
DAVID. vo amor de belleza, y desató su genio a
Soy el heroísmo candoroso. Veo que encrespar el mármol en figuras titánicas
hay en mí una fuerza y una gracia que • y el color en oleadas sublimes. Era el
imperan sobre los demás; veo que los ] revelador de las formas gigantescas, de
hombres me rodean para que los guíe a i las fuerzas sin humana medida, de las
'a victoria, y que, cuando paso, las mu- i visiones prof éticas y trágicas. Un mun-
jeres se vuelvan a mirarme. Pero yo ni lo ; do le obsedía; el de mi raza y mi edad,
busco, ni sé en qué consiste esta atrac- el del pueblo de Dios y la peregrinación
ción que tengo en mi. Hoy es un día de del desierto y la Ley de justicia, porque
prueba. La mañana está clara; el aire, este mundo era fuerte y austero como
fresco y animador. Mis rebaños quedan él. Su avasalladora energía se dilataba,
pastando en el desierto. Voy al encuen- como la inspiración de los Profetas, en
tro del gigante que desafía al pueblo de la sombra y el dolor. Aquel soberano
Israel. Para ejecutar esta vindicta, no he j dueño de la gloria pasó por la vida real
querido casco ni coraza. Frente y pecho en soledad y tristeza, sin sonreír ni aun
desnudos, y ardiendo en ellos una llama a las imágenes de su fantasía; y esta tris-
de fe; por armas, las piedras que he re- teza era la de la reminiscencia platónica,
cogido del torrente y la. honda que llevo era la nostalgia infinita del que ha con-
a
l hombro, voy a batir la soberbia de templado en otra esfera la belleza ideal
Goliat. Confío en el brazo del Señor, y no encuentra cómo aquietarse en el
1270 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

polvo de la tierra: Oh, che miseria e ardía en su alma la llama sangrienta


aunque l'esser nato!... Al bajar la pen- de la venganza y de la ira. Con el pri-
diente de la vida, encarnó ese sueño de mor que cincelaba el mango de un pu-
belleza en el recuerdo postumo de una ñal, hundía la hoja en el pecho de un
de las más nobles figuras de mujer que hombre. Era un arrebatado asesino, cu-
haya divinizado el barro humano: en el yos dedos habían sido hechos para un
recuerdo de Victoria Colonna, y este hada. Su maléfico instinto se remonta-
contemplativo amor le ungió poeta, y de ba alguna vez hasta el impulso heroico,
sus cantos se levantó una nueva perso- I como en su defensa cuando el saco de
nificada Idea al coro angélico de Beatriz ¡ Roma, y hasta la astucia épica, como en
y de Laura. Cuando toda su generación i su evasión del castillo de Sant Angelo.
se había rendido a la muerte, él quedaba Pontífices y reyes se lo disputaban. En
de pie, como el roble que desafía las tor- i la corte donde él asistía, circulaban
mentas; favorecido con el don de una ho- I las tazas más preciadas y las monedas
mérica vejez, y siempre inclinado sobre ! más bellas. Y con los fieros ímpetus
el mármol, y siempre solo, y siempre j del energúmeno, alternaban en aquella
triste. Llamábase Miguel Ángel Buona- i alma monstruosa las contriciones del
rroti. ¡ penitente, los transportes del místico,
¡ los alumbramientos del visionario. Con-
PERSEO. ', cluyó en ministro del Señor, sin dejar
Miguel Ángel... Mi encantador le de- de esgrimir ni la daga del bravo ni el
cía el Divinísimo. cincel del orfebre. Se llamaba Benve-
nuto Cellini.
DAVID.
¿Quién fué tu encantador? DAVID.
¡Por qué no durarán como este már-
PERSEO. mol y ese bronce las manos que nos
Quien me encantó en el bronce fué un , encantaron!
hombre de dos naturalezas: mitad en-
viado de las Gracias, mitad aborto de PERSEO.
las Furias. El día en que nació este ¿Recuerdas cómo fué tu encantamien-
hombres, los escondidos gnomos, los ge- to?
nios elementales que, en las entrañas
de la tierra, guardan las cuevas de las DAVID.
piedras preciosas y las vetas del metal, ' Fué cuando aún se dilataba en Flo-
celebraron danzando la Navidad del ve- i renda el resplandor de los primeros Me-
nido para su gloria. Cuando niño, reci- | dicis. El gonfaloniero Soderini quería
bió de las potencias ocultas el favor de j emular su munificencia y su pasión de
ver una salamandra en la transparen- ! arte. En la «Opera» de Santa María de
cia del fuego. La maravillosa virtud que ! Fiore yacía un enorme bloque de mar-
en sí traía se mostró apenas tuvo cerca i mol, donde cierto escultor, Simón de
un cincel: era este hombre el predesti- I Fiesole, había intentado labrar una es-
nado para extender a las sustancias pre- tatua colosal, sin estampar más que las
ciosas el yugo de la Forma, ya impuesto ! huellas de su impotencia y de su des-
a los mármoles y bronces. De sus hechi- aliento. Soderini anhelaba por ver arran-
zadas manos saltaban, como las chispas [ cado a aquella mole el coloso que allí
de la hoguera, medallas, copas, relicarios, había por crear, y dudaba entre valerse,
anillos, candelabros, de nunca vista bel- para acometer la empresa, de Leonardo
dad. Entrelazada con esta llama de oro, de Vinci o de Andrea Contucci. Pero poi

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO OE PAROS.—DIALOGO DE BRONCE Y MARMOL 1271

aquel tiempo volvió a Florencia Miguel ' alma. Fui primero un fantasma en su
Ángel, vio la montaña de mármol, miró imaginación; luego me dio una vida pá-
luego adentro de sí y prometió la obra. lida en el modelo de yeso, y se dispuso
La idea que brotó en la mente del ar- por fin a cautivarme en el duro y sem-
tista, colocado entre la enormidad de i piterno metal. Abrió espacio para ei
piedra y el sentimiento de su fuerza in- i molde en su jardín de la calle de la
terior, fué mi imagen juvenil. Me evocó ; Pérgola, desarraigando árboles y viñas;
en la más bella hora de mi vida; en la ! la obra comenzó. ¡ Oh, qué vulcánico
vaga conciencia de mi predestinación; i trabajo, qué conmovedora historia la de
en la promesa de la gloria más hermo- ! mi encarnación en el bronce! Benvenu-
sa que la gloria real; en la esperanza to, poseído de la furia creadora, solo
del triunfo, ¡cuánto mejor que el triun- al principio, con unos pocos obreros
fo cumplido! Obtuvo así la imagen de : después, siempre sin medios suficientes
la energía inmaculada, del candor he- para la faena material, se movía diri-
roico, Luego, se abrazó con la piedra, giendo la influencia del fuego, y pasaba
y por espacio de tres años sentí cómo cientos de veces del entusiasmo a la
el golpe áel cincel inoculaba cada día ¡ desesperación y del embeleso a la ira.
en la blanca entraña del mármol una : En ciertos momentos, lágrimas de sus
chispa de mi ideal. Cuando se consumó I ojos se evaporaban en el líquido bron-
el encantamiento, conocí que esta in- | ce. Yo asistía, desde el fondo de su pen-
mortalidad en la forma bella es la ver- samiento, a aquellas convulsiones de
dadera beatitud. Me levanté a una paz \ inspiración, de rabia, de dolor, y en
que no podría expresarse en el lenguaje j verdad te digo que era una hermosa
de los hombres. Aquel Miguel Ángel tempestad. Con tiernísimas plegarias por
casi adolescente, que me había llamado | ei logro de la soñada imagen, alternaban
a nuevo ser, llevaba aún en el alma el • en sus labios juramentos de muerte para
beso de la Florencia medicea, el sello de enemigos a quienes atribuía los tropie-
un ambiente impregnado de la sereni- zos de su obra. Había llegado a idola-
dad platónica, sello de serenidad al trarme como a un hijo que hubiera de
que pronto había de sobreponerse la defender contra mortales peligros. A \re-
reacción de su genio impetuoso y som- ces necesitaba apartarse de mí para mon-
brío. Por eso renací trayendo en la fren- i tar un diamante o cincelar una copa.
te algo de la calma de los dioses y los Un Ganimedes de mármol vi nacer y for-
héroes aqueos. Por eso me parezco a marse cerca de mi cuna de fuego. Pero a
Apolo. Más tarde, en la bóveda de la mí volvía siempre con anhelante ardor.
Sixtína, el Miguel Ángel de la madurez j Un día, inclinado sobre la hornalla, au-
me figuró de nuevo; pero allí participo 1 reolado del rojo resplandor como un cí-
del. soplo de una tempestad de formas clope, manejaba gruesos leños de pino
i' colores: allí tengo el arrebato de la con que avivar el adormido elemento,
acción, aquí el sosiego de la idea. Y i cuando he aquí que una llamarada in-
ahora, cuéntame tú tu encantamiento, ! mensa se levanta y el taller entero se
l incendia. Con desesperados esfuerzos lle-
! ga a reparar el daño, pero pronto la
PERSEO.
¡ angustia y la fatiga le postran rendido
Me levantó en el vuelo de su fantasía por la fiebre. Piensa que va a morir y
Senvenuto Celiini, obedeciendo a un ¡ sus palabras son para confiarme a :sus
mandato de Cosme de Médícis. La gloria amigos y pedirles que yo le sobreviva.
del escultor, que le buscaba, fascinó al En esto, alguien viene a decirle que la
artífice del oro, y él se consagró a mi . obra no se pierde, que el bronce se ha
Jtnagen con toda la vehemencia de su
1272 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

cuajado falto de calor. Benventilo salta DAVID.


instantáneamente del lecho; recobra por Tú no viste más que el ocaso; yo vi
encanto salud, agilidad y fuerza; vie- la radiante luz del mediodía. Yo asistí en
ne a mí, remueve el fuego mortecino; su plenitud al imperio de la renovada
arroja, trastornado, en la mezcla cam- antigüedad. Yo oí flotar en el viento el
panil los platos, las fuentes, la vajilla de rumor de los convites platónicos, en tor-
estaño de su mesa, y ve correr el bron- no al simulacro del Maestro, en los jar-
ce otra vez, y respira, y triunfa. La es- dines de Fiésole, coreado el dulce razo-
tatua se ha logrado: con milagrosa pro- nar de los iniciados por la vibración ar-
porción, la suma de metal ha sido la moniosa de los pinos. Ante mí se detu-
justamente requerida para completar el vieron Rafael, Leonardo de Vinci, An-
óvalo de mi cabeza. Dos días después, drea del Sarto. Vi, antea que tú vinie-
una clara mañana de primavera, yo re- ¡ ras, cincuenta años de gloria, con mis
cibía el beso del sol en la Logia de las | verdaderos ojos, que aquí reflejaron por
Lanzas. Cosme de Médicis se asomaba ' tres siglos el sol; porque yo, que te ha-
a una de las ventanas del Palacio. Anhe- i blo, no soy sino una sombra, una som-
lante multitud se aglomeraba frente a : bra de piedra: mi «yo» de verdad padece
1
mí y me admiraba. ¡Ah, jamás dejará prisión en un museo.
de resonar en mis oídos de bronce el
eco de aquella inmensa aclamación del ! PERSEO.
pueblo de Florencia, saludando el triun- ¿Qué cosa es un museo?
fo de la Forma armoniosa como la en-
trada de un rey o el botín de una ba- DAVID,
talla! Al paso de Benvenuto la multitud I Una cárcel para nosotros; una inven-
se descubría como al paso de un héroe. i ción de las razas degeneradas para jun-
Por muchos días persistió este entusias- ! tar, en triste encierro común, lo que
mo, y los maestros y estudiantes de Pisa, ! nació destinado a ocupar, según su na-
que entonces gozaban de sus vacacio- ¡ turaleza, ambiente y marco propio, cuan-
nes, llenaban, cada mañana, de versos do no a dominar en el espacio abierto,
laudatorios las columnas vecinas a mi en la libertad del aire y el sol.
pedestal. Bello, bellísimo tiempo...
PERSEO.
DAVID. ¿Qué resta, si no es vuestra inmorta-
Yo presencié tu triunfal epifanía. lidad, de aquel divino tiempo?

PERSEO. DAVID.
Dulce tiempo que fué... ¿Te acuerdas La idea, en el imperecedero espíritu
de aquel hervir pintoresco de la vida en del hombre.
las abiertas logias, centros de conversa-
ción, de arte y de filosofía, como los pór- PERSEO.
ticos de Atenas? ¿Te acuerdas de aquel El hombre ya no existe. La criatura
zumbar, como de abejas oficiosas, en de- armoniosa que dio con su cuerpo el ar-
rredor de un antiguo mármol recobrado, quetipo de nuestra hermosura, y con su
de un amarillo códice devuelto a la luz? alma el dechado de nuestra serenidad,
¿Te acuerdas de las procesiones, de las pasó, como los semidíoses de mi raza y
máscaras, de las pompas mitológicas, como los profetas de tu gigantesco Is-
cuando la juventud representaba en las rael. Los que hoy se llaman hombres,
calles, inmenso teatro descubierto, la noble título que quisieron llevar tu Dios
apoteosis de la alegría y de la fuerza? y los míos, no lo son sino en mínimas

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OBRA POSTUMA.—-15: EL CAMINO DE PAROS.—DIALOGO DE BRONCE Y MARMOL 1273

partes. Todos están mutilados, todos es- ños vestidos de harapos que, en los bra-
tán truncos. Los que tienen ojos, no tie- zos de las mendigas, se acercan a tocar
nen oídos; los que ostentan dilatado el las estatuitas de mi pedestal y manifies-
arco de la frente, muestran hundida la tan, sonriendo, su alegría: Come é bello!
bóveda del pecho, los que tienen fuerza
de pensar, no tienen fuerza de querer. DAVID.
Son despojos del hombre, son visceras ¿En qué reconoces a los que son dig-
emancipadas. Falta entre ellos aquella nos de mirarte?
alma común, de donde nació siempre !
cuanto se hizo de duradero y de grande. PERSEO.
Su idea del mundo es la de un sepul- En que cuando ellos me miran siento
cro triste y frío. Su arte es una contor- como si el fuego de la fragua volviera a
sión histriónica o un remedo impoten- arder en mis arterias de bronce, y me
te. Su norma social es la igualdad, el transmitiera otra vez el soplo creador, y
sofisma de la pálida Envidia. Han eli- me comunicara de nuevo los estremeci-
minado de la sabiduría, la belleza; de mientos sobrehumanos, las angustias fe-
la pasión, la alegría; de la guerra, el he- roces, los júbilos sublimes, de la forma
roísmo. Y su genio es la invención uti- que va a ser, que va a infundirse en las
litaria, y conceden las glorificaciones su- entrañas de la materia oscura y rebelde.
premas al que, después de una vida de- Después, en una especie de sueño, veo
dicada a hurgar en ia superficie de las que renazco en tierras lejanas, entre gen-
cosas, regala al mundo uno de esos inge- tes que no vi jamás, reencarnado en pa-
niosos inventos con que el Leonardo de labras armoniosas, o en doctas lecciones
nuestro siglo jugaba, como con las mi- de belleza, o en figuras heroicas que
gajas de su mesa, entre un cuadro di- brotan en ía piedra y el color, o simple-
vino y una teoría genial. mente en una blanca idea que se queda,
con el pudor de las vírgenes vestales, en
DAVID. la soledad de un noble pensamiento.
¿Cuál es tu consejo en la nostalgia?
DAVID.
PERSBO. Perseo: ¿volverán al mundo la alegría,
Lo que no han mudado los hombres: la abundancia de la invención, la jovial
el cielo, el aire, la luz. energía creadora?

DAVID. PERSEO.
¿Y tu mayor suplicio? I Cuando los hombres vuelvan a creer
i en los dioses.
PERSEO,
Oír el comentario de los viajeros. DAVID,
¿Con fe de belleza?
DAVID.
¿Cuáles, de los que te miran, te com- PERSEO.
prenden? No, con fe de religión. El mundo se
dará nuevos dioses. A la fe en la divini-
PERSEO. dad omnipotente e infinita sucederá otra
Los de muy arriba y los de muy aba- vez la fe en divinidades parciales, núme-
jo: los que vienen trayendo en el alma nes benéficos y activos, pero de poder
una idea con que compararme, y que ge- limitado, que ejercerán en ordenada je-
neralmente permanecen mudos, y los ni- rarquía el gobierno de las cosas, y con
1274 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

los que se entenderán más fácilmente los I la luz del Evangelio y la filosofía que
hombres, porque la limitación de su po- [ dictaron ios dioses. ¿Ves ese resplandor
der explicará la de su favor 5' su justi- j que dora la frente de mármol de Nep-
cia. Y dioses y mortales colaborarán en ¡ tuno? Es el sol que viene de iluminar la
la misma obra universal. i altura del Calvario y las rumas de Par
!thenón.
DAVID.
De mi posteridad nació el que vino a
redimir el mundo y es el sólo Dios ver- LAS VESTALES DE MÁRMOL DE LA LOGIA DE
dadero. Cristo no morirá jamás. I ORCAGNA.
]
¡Apolo! ¡Apolo! Tráenos, para Floren-
PERSEO. j cía, nueva inspiración y nueva gloria.
¿Y por qué ha de morir? Bajo el cla-
ro cielo de Florencia se concillaron ya Florencia, 1916.

VII

Y BIEN, FORMAS DIVINAS...


(PENSANDO EN LA SALA DE LA NIOBE, DE LA GALERÍA DE LOS OFICIOS)

...Y bien, formas divinas, ideas de már- Vuestro ser está perenne en una ex-
mol, dioses y diosas, sernidioses y hé- presión, en un gesto, en una actitud.
roes, ninfas y atletas, ¿qué os falta para Sois un momento eternizado; la inmor-
la plenitud del ser, para la realidad en- talidad del momento en que vuestro ca-
tera y cabal? ¿Por qué un glorioso en- rácter idea, se manifestó por entero en
tendedor de vuestra belleza sintió ex- una apariencia y en un acto. Todo lo
halarse de vuestros labios inmóviles la demás de la vida no es sino redundan-
melancólica nostalgia de la conciencia cia o declinación. Cada criatura huma-
y de Ja vida? ¿Para qué el beso de Pig- na tiene en su desenvolvimiento real
malión? ¿Para qué el martillazo de Mi- un dichoso momento en que culmina;
guel Ángel en la frente de Moisés? ¿A en que sus facultades y potencias llegan
qué vivir, a qué cambiar, cuando se lia al más equilibrado punto; en que la rea-
llegado a una serena perfección?... Si la lidad circunstante le ofrece como mar
vida os hubiera arrebatado en su co- co la situación capaz de destacar ple-
rriente, el tiempo habría marchitado namente la fuerza que trae dentro de si
vuestra juventud, ei pensamiento habría y que da el porqué de su existencia. Si
quemado vuestra serenidad, la lujuria en ese momento se detuviera para cada
habría mancillado vuestra carne; vues- uno de nosotros el vuelo de las Horas,
tra belleza no hubiera sido sino una y quedáramos así eternamente, ¿no val-
sombra fugaz, y hoy compartiríais la dría esto más que el torbellino de for-
muerte con la multitud de generaciones mas sucesivas con que nos precipitamos
humanas que habéis visto pasar y des- a la final disolución? Todos merecemos
hacerse, como nubes de polvo que el la estatua en alguna ocasión de nuestra
viento arremolina en derredor de vues- vida; todos, hasta los que llevan más
tro pedestal. hondamente soterrada su chispa celeste

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—Y BIEN, FORMAS DIVINAS... 1275

bajo la corteza de la vulgaridad, tene- i perfección, para que podáis complace-


mos un instante en que seríamos dig- ros en ella?... Pero ¿es que falta en rea-
nos de quedar encantados en el mármol, lidad? Esta luz interior que nos hace
con el semblante, con el ademán, con el espectadores de nosotros mismos ¿es
alma plástica en que volcamos lo más i singularidad del hombre, o es un radi-
intimo ele nosotros y que no llegaremos. cal atributo del ser que, en gradaciones
a reproducir jamás. Pasado ese instan- j y modos diferentes, abarca desde ía
te, vértice en que coinciden, como a la conciencia del átomo hasta la del huma-
luz de un relámpago, la realidad y la no pensamiento, para remontarse acaso
idea, volvemos al dominio de las for- a luces aún más altas y puras? ¿Qué sa-
mas borrosas de las que sólo puede re- bemos nosotros de lo que pasa dentro
dimirnos la interpretación del artista, \ del animal, de la planta y de la piedra?
restituyéndonos, por milagro y para Sólo comprendemos el género de con-
siempre, a aquel momento único. Vos- • ciencia que nos fué concedido, y cuan-
otros sois los redimidos, los que gozáis j do ideamos las perfecciones de la Divi-
de libertad; nosotros, los galeotes ama- nidad la hacemos consciente a la ma-
rrados a los remos del tiempo. I ñera de nosotros. Y si la posibilidad de
No hay manera mejor de soñar para las formas de conciencia es infinita,
los hombres la inmortalidad de ultra- • ¿quién puede imaginar el género de luz
tumba, que imaginarla como vuestro es- j que cabe en el oculto ser de la obra
tado: una supervivencia de Ja persona- : bella? ¿Quién afirma ni niega el con-
lidad, reducida a sus líneas esenciales, | templativo arrobamiento, la inefable bea-
a su valor característico, sin la mez- ¡ títud, que cautela acaso ía ímpasibili-
cla de lo accidental y disonante, y eter- ! dad helada del mármol donde perdura
nizada en el momento representativo en I la Belleza?
que trascendió, toda entera, a la acción.
Yo me figuro el mundo que se abre al ¡Formas divinas, arquetipos de már-
otro lado de la muerte, como una gale- mol! Si la gota de agua que se desploma
na de infinitos mármoles; como una confundida en la curva del Niágara mi-
asamblea de miríadas de estatuas, que | ra, al pasar las inmutables rocas de la
resplandecen en la luz sin aurora ni • orilla, no las verá con otro sentimiento
crepúsculo. Cada alma, sublime o ab- ! que el que yo, gota de agua en el torren-
yecta, angélica o diabólica, perdura allí ¡ te que rueda a la muerte y al olvido, os
en la actitud estatuaria que la determi- ' consagro a vosotros, inmutables en vues-
na y diferencia: el santo, en el éxtasis ! tra ideal serenidad. Devorará el tiempo
de la oración; el poeta, en el vuelo de ¡ su periódica ración de cosas nobles. Se
la fantasía; el héroe, en el ímpetu de la apagará el color en las telas donde fijó
batalla; el asesino, en el arrebato del ' el Renacimiento sus visiones radiantes,
crimen. Y de la conciencia de cada una ; y ya sóio vivirán en la copia y el re-
de estas actitudes inmóviles nace la 1
cuerdo. Dej aran de hablarse los idio-
eterna sanción: el testimonio perenne de í mas en que hoy se expresan los hom-
la culpa en el sentimiento íntimo del • bres; y así, de la palabra del poeta no
reprobo; del merecimiento, en el del jus- I restará sino la idea mutilada en sus
to: infierno y cielo mil veces más efica-
ces que los de abrasadoras llamas y pa- ' connaturales alas de armonía. Pero para
radisíacos deleites. | vuestra juventud no habrá desmedro,
: para vuestra gloria no habrá ocaso.
¿Qué os falta, pues, si no necesitáis la ' Hombres nuevos, cuya concepción de la
sucesión de la vida? ¿La luz de la con- ¡ vida y de las cosas nos produciría, si
ciencia que ilumine vuestra eternidad, de J alcanzáramos a vislumbrarla, el vértigo
1276 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de lo incomprensible, se detendrán ante imperios serán humo, y sombra sus pa-


vuestra hermosura, que es la hermosura siones, sus verdades, sus leyes y sus
humana en su más enérgica y simple dioses, y vosotras quedaréis, serenas co-
idealidad, y la sentirán cabalmente, co- mo la estrellas del cielo. ¡Formas divi-
mo sentirán la belleza de la puesta del nas, arquetipos de mármol!
sol y la del mar, y la de la montaña.
Y luego pasarán esos hombres, y sus Florencia, 1916.

VIII

LA POESÍA DE STECCHETTI
CON MOTIVO DE SU MUERTE

Stecchetti ha muerto, y las vidrieras de cana, era un joven robusto y de tempe-


la docta Bolonia, lucen, en terracotas y ramento jovial, que prometía, como llegó
cartulinas, la imagen del poeta, imagen a disfrutarla, vida larga y dichosa.
de viejo fileno, que reclama la guirnal- Apuntemos de paso la singularidad de
da de hiedra y la tendida copa. Sabido que el mantenedor de la lírica verista
es que, como Panzacchi y Carducci, el emprendiese su obra mediante una fic-
cantor de las Memorias boloñesas se ción que priva a ciertos caracteres de su
contaba entre las glorias locales de ia lirismo de otro género de sinceridad que
ciudad donde describen sus petrificadas el que cabe en un monólogo dramático.
reverencias la Galisenda y la Asinelli. Postuma es un «cancionero» en que la
Confieso que, cuando supe la muerte forma lírica adquiere, como en el ar-
del poeta, mi primera impresión fué pre- quetipo del poeta alemán, la fuerza con-
guntarme: «¿Pero vivía?»... Y es que li- centrada de la gota de esencia; la virtud
terariamente había pasado hace ya tiem- de la palabra mágica; el poder de evo-
po. En el retiro de su biblioteca univer- car en la sensibilidad mil resonancias
sitaria, callaba, respetando la inconstan- dormidas, como el golpe de filo que roza
cia de la popularidad. Túvola como para la copa de cristal y la deja sonando por
compensar dotes aún más altas que las sí sola. La sustancia de ese cancionero,
suyas. Pocas colecciones de versos ha- si separamos la parte de languideces de
brán logrado, en el mundo, difusión más moribundo e imágenes de muerte, que
rápida y afortunada que Postuma. Fué no responde al verdadero ánimo del
aquello en 1877. Un día salió de las pren- poeta, sino al de su personaje imagina-
sas de Bolonia un libro de pocas pági- rio, no es distinta de la que podrían dar
nas, que su prologuista, el profesor O lin- las confesiones de cualquiera juventud
do Guerrini, presentaba al público como alegre y turbulenta: suspiros de amor
la obra de un poeta ignorado, muerto al que se abren paso entre una lágrima fu-
final de la primera juventud, después gaz y un despreocupado reír; repro-
de aflictivo mal del pecho. Pronto se ches de engañado, protestas de engaña-
supo que el autor era el prologuista, dor, sobremesas galantes, melancolías
cuyo nombre literario quedó siendo el del tedio o de la duda; ávido apresa-
de su fingido «yo», y que, lejos de haber miento de la dicha, con la conciencia de
muerto ni hacerlo temer para fecha cer- su rápido vuelo... y por entre todo ello,

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—LA POESÍA DE STECCI-IETTI 1277

los dardos de la ironía, levantándose a cía sus primeras armas. La sencillez


veces, como en la conseja del Rey Sabio, j confidencial e irónica de Musset y de
a teñirse en sangre de Dios.—Un idilio Heine, rebajada, vulgarizada por el in-
primaveral—II Guado—que es, a la ver- flujo de aquel monomaniaco posítivis-
dad, de las cosas más bellas que conoz- íTOOliterario que sobrevino como des-
co en lengua italiana, y un croquis de t quite de las fiebres románticas, fué el
la calle—Mendica—donde se infunde el numen inspirador de Olindo Guerrim.
sentimiento compasivo y noble de Cop- La plenitud naturalista, tan adaptable
pée, son notas de más suave e inmacula- a la prosa novelesca, era dura de impo-
da poesía que las que prevalecen y dan ner en la lírica, que por naturaleza tie-
tono general. ne alas y no es fácil que se domestique
Como sucede en muchos otros, este hasta el punto de perder el instinto de
poeta se reveló en su plenitud, desde su levantarse sobre el suelo. Pero la auto-
primera aparición. Lo que vino después i ridad del gusto imperante es avasallado-
de Postuma fué poco, y manifiestamen- ra, y hubo poetas que se le humillaron.
te inferior a aquel libro juvenil. En las Stecchetti fué en Italia el poeta del na-
páginas de versos que añadió al final turalismo, que él o sus comentadores
de Nueva polémica, hay ráfagas de la calificaron de verismo. Como tal, hubo
misma agridulce y sincera intimidad, de afrontar memorables guerras de plu-
diseminadas sobre un fondo de más pe- | ma. Buen batallador, lidió con gracia y
tulancia retórica y más pose literaria. i con denuedo. En ciertas particularida-
Luego, cuando podía esperarse la obra ! des de estas polémicas, la crítica apro-
de la madurez, desconcertó a su público vechó fácilmente los muchos flacos de
con las Rimas de Argía Sbolenfi, libro i su coraza. En otras, la razón estaba de
caricaturesco, que atribuyó a una histé- i su parte, sólo que sus defensas nos in-
rica poetisa, sedienta de amores, y del ! teresan hoy medianamente, por tratar-
que, anticipándose al juicio ajeno, hizo i se de ideas sobre las que ha cesado o se
por su propia cuenta la más despiadada ha desapasionado toda discusión.
disección, en un prólogo que desarma I Así, por ejemplo, en lo que concierne
a la crítica, puesto que anula la obra. al reparo de inmoralidad. La reintegra-
La genealogía de Stecchetti sería fácil cíón de los fueros del arte en este pun-
de determinar, aunque no la confesara to es pleito desde hace tiempo ganado.
él mismo: Byron, Heme, Alfredo de Mus- No hay inmoralidad en el desnudo, ni
set, y mucho más los últimos que el en ía sinceridad sensual, cuando de re-
primero, cuyo amargo humorismo tiene presentaciones verdaderamente artísticas
un aire de majestad y de grandeza que se trata. Y el límite de la libertad de
no se aviene con la sans fagon del que cada artista está determinado sólo por
imprime su sello a las páginas de Pos- su mayor o menor capacidad para rea-
tuma. Pero para formar cabal idea de . lizar belleza. El cargo de inmoralidad,
los antecedentes de la poesía que se ma- que fué siempre la reacción instintiva de
nifestó por ese libro, y sin desconocer los necios y de los hipócritas, contra
lo que pone en ella el carácter indivi- todo esfuerzo literario audaz, contra to-
dual e irreductible, el quid ineffabile de da enérgica y franca imitación de la
la personalidad que existe, sin duda, en vida, no podría justificarse, ante la crí-
Stecchetti, importa tener en considera- tica de hoy, sino con razones muy dife-
ción una poderosa influencia de tiempo: rentes a la de tal o cual exaltación de
ía influencia del naturalismo, cuyo im- los sentidos y tal o cual crudeza de co-
perio se afirmaba umversalmente mien- lor. Los escritores que todavía hubie-
tras la generación del poeta bolones ha- S ron de luchar porque esta libertad, se
1278 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

consintiese, y extendieron a la pluma y • siasmo y la fe que se tuvieron o soña-


a la lira el imperio de la desnudez, que j ron; la aspiración indómita, aunque des-
siempre fué concedido ai arte plástico, j esperada, a una esfera superior, que el
merecen bien de las letras. Reconózcan- | dejo amargo de las realidades humanas
se en buen hora al autor del Canto i provoca en el corazón de donde huyeron
dell'Odio la parte que en esa reivindica- | los dioses... No hay esta cuerda en la
ción le corresponda, dentro de su pú- lira de Guerrini; pero nunca parece él
blico y su lengua. Y, además, poniendo más poeta que cuando, como inespera-
de lado las Rimas de Argía Sbolenfi, do relámpago, cruza un sentimiento se-
declarada afectación humorística, que no mejante a ésos sobre el fondo de su
puede lealmente hacerse pesar sobre su árida melancolía sensual, y exclama, por
nombre, nada hay, en la sensualidad de ejemplo, dirigiéndose a su hijo: .
Stecchetti, de malsano ni de excesivo.
Tampoco habrán de espantarnos, cier- lo stanco scenderó ne'cimitero,
1 tuoi riccioli biondi imbiancheratino,
tamente, a los hombres de este tiempo, Povero bimbo, e non supremo ü vero,
la irreligión deí poeta, la guerra que mo-
vió a los baluartes de la fe caduca; no- o dice, con desolación «leopardesca» a
tas que en anteriores voces hemos oído una cieguecita:
resonar con mucha más robusta ener-
gía y mucha más penetrante sugestión. La bella cid tu credi é una menzogna.
Sus alardes, un poco pueriles, de incre- Beati gli occhi che son chiusi al solé!
dulidad: sus burlas, nunca muy áticas,
de lo divino, pasan sin dejar otra huella La grande idea de la Italia rediviva,
que sí retozar de una sobremesa de es- entera y libre; la aparición radiante de
cépticos, mientras que las blasfemias de la patria evocada del fondo de los si-
Shelley retumban todavía como el cla- glos con su inmenso séquito de gloria;
mor de los titanes que asaltan el Olim- sueño y realidad que constituyen el nú-
po, y mientras que calan hasta el cen- cleo ideal de la tradición poética italia-
tro del alma los ayes de desesperación na, de Alfieri a Manzoni, de Leopardi
atea del poeta de la infelicitá. a Carducci, de Foseólo a D'Annunzio, no
Lo que empequeñece, lo que deprime mueven un solo grito de entusiasmo, de
la poesía de Stecchetti, no es lo que hay orgullo, ni de anhelo, en la poesía de
en ella, sino lo que falta de ella; no es Stecchetti, y acaso no pueda decirse
que haya puesto en sus versos la expre- otro tanto de ningún otro de los que
sión valiente y desnuda de su sensua- en esta divina lengua han poetizado,
lidad y de su irreligión, sino que no desde hace más de un siglo. Si alguna
haya puesto más que eso, y que la sen- vez se levantó sobre la expresión pura-
sualidad y la irreligión estén allí como mente individual y puso el oído a los
en un límite cerrado, sin un resquicio clamores de afuera, fué para recoger el
que descubra en el alma del poeta pers- eco de las reivindicaciones sociales, que
pectivas más hondas e ideales. le interesaban por su conexión con el
Se ve que su conciencia se adapta a empuje antirreligioso, la única pasión
su pequeño mundo de imágenes volup- impersonal que tuvo firme arraigo en
tuosas o irónicas, como la rana a su su alma.
charco. No aspira a nada más. Falta en Pero el verdadero fondo de su natu-
sus rebeldías lo que no falta en los más raleza poética era el egoísmo epicúreo,
amargos momentos de Byron, de Musset y así perseveró hasta el fin de su larga
y de Heine: la nostalgia, confesada o vida, en ía que nada demostró poseer de
latente, de un ideal perdido, del entu- espíritu reformable y asimilador, ni en

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OBRA POSTUMA,—15: EL CAMINO DE PAROS.—ANÉCDOTAS DE LA GUERRA 1279

sentimientos e ideas, ni en gustos y for- te incomprensión de todo lo que no


mas. El grande impulso de renovación toca de inmediato las realidades del
de la lírica que se inició con las tenden- mundo. En suma, dejando aparte al-
cias posteriores al naturalismo, y que, gunos rasgos delicadísimos de Postuma,
en medio de infinitas escorias, trajo aquélla es poesía de gallinero. Pero
tanto que ver, tanto que meditar, tanto nadie puede negar que en los gallineros
que admirar, no obtuvo de él sino una cabe también su característica especie
displicente sonrisa y esta farmacéutica de poesía. Imaginad, sobre un cuadro
exhortación dirigida a las pálidas y ex- de sol y de verdura, el gallo lucio, altivo
táticas figuras evocadas de los cuadros y ardiente; con su cortejo de rendidas
de Sandro y del Beato Angélico: Bevete esposas; lanzando al aire matinal el vi-
ü Ferro-china Bisleri! brante clangor de su clarín, y recogien-
Fué el poeta de su hora, la hora más do, sin perder su garbo ni su entono,
desheredada de lirismo que abarque la
historia del glorioso siglo pasado. Para los dorados granos desparramados en el
ías generaciones que vinieron después suelo. Aquí hay belleza, hay gracia, hay
no era ya ni «el poeta» ni uno de los expresión. Sólo que, por encima de ese
poetas. Y es difícil que el tiempo traiga agradable cercado, está el espacio inmen-
el desquite de este olvido. Le apartarán so, donde el ala del águila parte los
siempre de la predilección de las almas vientos y las nubes, y donde cantan,
verdaderamente poéticas lo apocado y entre las copas de los árboles los pája-
prosaico de sus aspiraciones, la radical ros de Floreal.
vulgaridad de su naturaleza espiritual,
su pobre concepto de la vicia, su tris- Bolonia, 1916.

IX

ECDOTAS DE LA GUERRA

Cuando Edmundo de Ámicis decía que pueblo. Percibís a cada paso la seguri-
para consolidar la trabazón de su uni- dad, la confianza, con que tiende a él. Es,
dad, necesitaba Italia un gran sacudi- el que flota en el ambiente, un entusias-
miento guerrero, una de esas conmocio- mo diáfano y sereno, al que la misma in-
nes heroicas que hacen vibrar, del uno tegridad de la esperanza que lo anima
al otro extremo, el esqueleto de un orga- parece privar de los borbotones de aquel
nismo nacional, pensaba en una exalta" otro febril entusiasmo que alterna con
ción de la conciencia colectiva, como la angustia. Ho hay tiesura, marcial, no
ia que ha provocado, efectivamente, esta hay solemnidad trágica. Mientras el gol-
guerra. Italia sabe que pasa por la hora pe del cañón deshace, palmo a palmo,
de prueba de que debe salir magnificada las fronteras, y los hilos de sangre des-
y perdurable. El génesis histórico de la cienden por las vertientes alpinas, el
Italia nueva requería coronarse con un alma despreocupada y ardiente de la
final más épico y glorioso—en el sentido raza sigue entonando, en las ciudades
de la gloria guerrera—que la ocupación bruñidas de sol, su eterna canción de
de la Roma pontificia. Y a ese final va, juventud y de alegría. A no ser por la
consciente y entusiasta, el alma de este oscuridad nocturna de las calles, • en
1280 JOSÉ EKRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

previsión de los ataques aéreos, y por ánimo, de energía en la adversidad. Así,


las relativas incomodidades de la pre- 'el del cabo que, en el ataque del Frei-
sentación a la Cuestura, para la dichia- kofel, mutilado de un brazo, se niega
razione de soggiorno, nada haría sos- a dejarse retirar como herido, y sigue
pechar al viajero que no se vive en tiem- adelante difundiendo voces de aliento y
po de paz. ¡Cuánta mayor tristeza he vis- entusiasmo. Así también, el del oficial
to yo difundirse en la atmósfera de Mon- de bersaglieri a quien una granada ha
tevideo, durante nuestras temporadas tronchado las dos piernas, y que, en
de guerra civil, que en el ambiente de las convulsiones del dolor, se aprieta
estas ciudades italianas, hasta cuyas los labios con la mano para ahogar
puertas llegan las llamaradas del más sus lamentos, que pueden descorazonar
atroz encendimiento de guerra que ha- a los que pelean.
yan presenciado, ni acaso puedan pre- ¿Y el episodio, referido por D'Annun-
senciar, los siglos! zio, del artillero que, en la defensa de
El fondo heroico, que encubre esa la Isla Morosina, roto el hilo del telé-
sonriente máscara, da asidua razón de sí fono que transmite a las baterías las
allá donde se lucha y se muere. Cien j órdenes del comandante, se ofrece para
episodios io manifiestan cada día. Con-1 ir a reponerlo, y entre espantosa lluvia
tados sn las reseñas de los periódicos j de metralla permanece firme hasta fi-
o en las cartas de los soldados; dando ¡ nalizar la operación, después de la cual
motivo al comentario de los salones y | se desploma con las espaldas rojas de
de los corrillos populares, son la eró-1 sangre, herido de muerte?
nica donde rasgarán mañana su crisálida La malicia de Ulises, la travesura épi-
las leyendas de esta magna gesta pa- ca, tan propia del carácter de esta raza
triótica. Un diligente periodista, el señor fina y sutil pone frecuentemente su
Giuseppe de Rossi, ha tenido el oportu- scherzo entre las notas trágicas, y su-
no acuerdo de coleccionar los más in- giere ardides ingeniosos, como el de los
teresantes y significativos de esos epi- sombreros de plumas y los cigarros en-
sodios, en un volumen que se lee con cendidos que, colocados en las trinche-
agrado y emoción. ras, provocan al enemigo a malgastar
Hay allí rasgos de temerario ímpetu, sus municiones, mientras por allá cerca
de serena impavidez, de conformidad los soldados huelgan y ríen.
estoica, de astucia inteligente y de arté- Dos anécdotas hay que me parecen
tica destreza. La gallardía del valor per- las más bellas: una, por su irradiación
sonal aparece en casos como el de aquel } de nobleza y de piedad; otra, por el he-
alpino que, encontrándose él solo, en j roísmo precoz, que se aureloa de marti-
una exploración, con media compañía i rio.
de austríacos, la hace frente, escudado ! Era en los primeros día de la guerra.
en una hondonada, desde donde apunta J A la aproximación de las armas italia-
sus tiros con tal precisión que contie- ' nas, los austríacos desocupaban una de
ne y ahuyenta a sus perseguidores. O !las pequeñas ciudades fronterizas, y la
bien, el teniente de artillería que, des- ! parte inerme de la población, viejos, ni-
pues de ver sucumbir sucesivamente a i ños y mujeres, evitando ser arrastrada
tres soldados que enviara en observa- en la marcha del extranjero, se apresu-
ción de una batería enemiga, no quiere raba a escapar, buscando el amparo del
seguir aventurando más vida que la su- ejército reconquistador. Una mujer del
ya, y marcha él mismo a afrontar la pueblo sale, despavorida, de la ciudad,
muerte probable. i con sus dos niños en los brazos, y en
Otros ejemplos hablan de fortaleza de i la soledad del campo se orienta, angus-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—LA ESPERANZA EN LA NOCHEBUENA 1281

tiesamente, hacia donde ha visto flamear ¡ campo abierto, un batallón italiano, por
la tricolor que anuncia la salvadora pre- los fuegos de la artillería austríaca, ha-
sencia de la patria. De súbito, la pobre bía buscado la protección de un alto
mujer se siente envuelta en el estrépito muro de piedra. De pronto, entre las
y el fulgor de la pelea: está entre los matas que orillan el camino, ven los
fuegos del ejército que avanza y del que parapetados aproximarse, agitando un
se retira. El espanto la mantiene, por | pañuelo blanco, un niño, un aldeanito
un momento, inmóvil y trémula, apre- ! harapiento, teñido de sol y de polvo. Le
tando contra su corazón a los dos niños | preguntan qué quiere. «Ayudar en lo
que lloran. Pero ve la tricolor que se i que pueda—responde—. Estoy solo. Mi
adelanta; que, como un relámpago iri- | padre, mis hermanos, todos han muerto
sado, abre aquí y allá las nubes de hu- ! en la guerra. Yo conozco bien este te-
mo, y cerrando los ojos, corre arrebata- rreno.» Y trepando como un gato sobre
damente hacia ella. Los soldados de Ita- el muro, se pone a avizorar, temerario
lia ven aparecer, ante la boca de sus i centinela, el campo enemigo, a fin de
fusiles, aquella trágica visión de la ma- l indicar el punto de donde partían sus
dre abrazada a su viviente tesoro. Con- | fuegos y la senda por donde convenía
tinuar el fuego es probablemente matar- tomar para salir de su alcance. Los
la; suspenderlo es alentar al enemigo, | soldados le instan a que baje de allí,
que no se da tregua en el suyo. Una I El, impávido, continúa observando; con
voz de mando, que brota vibrante, como ¡palabras y señas transmite lo que ve...
sugerida por inspiración común, resuel- y en el momento en que se dispone a
ve toda vacilación: «¡Cese el fuego!»... Y bajar y cien brazos impacientes se tien-
en tanto que las armas se abaten y den para ayudarle, una bala hace pe-
dos bersaglieri se adelantan a recibir dazos la inocente cabecita y el cuerpo
en sus brazos a la mujer que se des- 1 ensangrentado rueda el pie del muro,
maya de cansancio y de angustia, las I entre un irrefrenable grito de compa-
descargas del enemigo, reanimadas con sión y de dolor.
el inesperado silencio que las contesta, No se sabe su nombre. No queda de
siembran la muerte en aquellas filas que él más que del pájaro abatido de la
inmoviliza la piedad. rama por el golpe del granizo. Glorifi-
El otro caso es de un chicuelo heroi- quémosle dentro de la advocación sim-
co, de un «niño sublime». Acosado, en bólica del Gravoche de Víctor Hugo.

X.

LA ESPERANZA EN LA NOCHEBUENA

Presencié, desde mí asiento del tren, ! quedaron vibrando en mis oídos, extra-
una escena de despedida en que una mu- j ñámente concertadas con el ruidoso alen-
jsr de cabellos blancos decía a una niña ¡ tar del monstruo de hierro, que me pa-
vestida de luto: j recia repetirlas, silabearlas y acordar-
—Ve, hija mía, que esta Nochebuena i las a tonos distintos.
uos traerá la paz. i Luego pensé: «La esperanza humana
El tren partió. Y aquellas palabras I es como esas enredaderas a las que bas-
KODO.—41
1282 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

ta, para centro y sostén, el tenue rodri- i explicó, o que no le entendieron? ¿Será
gón de un hilo. Busca su eje ideal y lo i que profetizaba cuando dijo que «no
encuentra en una levedad, en un soplo, traía la paz sino la espada»? ¿O será más
en una sombra. Por eso persistirán eter- bien que hay en el fondo de la natura-
namente las infinitas formas de la fe, leza humana una hez tan áspera y acer-
de que no nos eximimos los incrédulos. ba que ni aun la sangre de Dios es
Son los rodrigones de nuestras esperan- miel suficiente para suavizarla?
zas.» A través de esa ciénaga de sangre,
La señora de los blancos cabellos ani- cerca de dos mil veces ha vuelto a apa-
ma en la hija o en la nieta la esperanza recer la Nochebuena, indiferentemente
de la paz, porque la Nochebuena está atravesada por los fuegos del sempi-
cercana, y en esa Noche vino al mundo : íerno fratricidio; y es seguro que otras
el enviado a poner amor y concordia '. tantas veces, infinitas almas, heridas
entre las gentes, aquel cuyo nacimiento de aflicción y de angustia, pusieron su
celebró el coro que oyeron los pastores: esperanza en la noche que le hablaba
¡Gloria a Dios en las alturas y paz en de la ley de amor y perdón, y soñaron
la tierra a los hombres de buena volun- que al paso de la estrella de Belén, el
tad! iris tendería su arco y la mancha que
Señora: hace mil novecientos dieci- enrojecía la tierra se evaporaría. Y ía
séis años que esa voz propagó la buena estrella de Belén ha pasado, y la man-
nueva de una ley de caridad y de gra- cha roja ha permanecido indeleble. ¿Có-
cia. Si desde entonces ha habido gloria mo hemos de esperar, señora, que esta
en el reino de Dios, lo sabrán los as- Nochebuena traiga al mundo la paz, si
tros del cielo, que no quieren conver- i no es la paz imperturbable y eterna
sación con nosotros; pero de las cosas para los que, en esa noche, como en
del mundo sabemos en esos mil nove- estas que la preceden, caerán con la
cientos diez y seis años, que suman cabeza rota por las balas, o helada la
unos cuantos centenares de miles de sangre por el frío de la altura?...
días, o sea no pocos millones de horas, ...Pero todo este razonar se viene al
y en estos millones de horas no ha pa- ! suelo, apenas hago llegar hasta él el
sado, un minuto, uno solo, en que el 1 soplo de una reflexión más honda y re-
brazo del hombre no haya estado sus- , conozco la incongruencia de mi ana-
pendido sobre el pecho del hombre; en | lísis.
que la sangre, el odio, la matanza, al Quien está en lo cierto, del punto
Norte o ai Sur, a Oriente o a Occidente, i de vista de la Vida, es usted, señora, y
no hayan mantenido erguida sobre el ! no yo. Tengo la lógica, que no es más
mundo la sombra de Caín, eterna, incon- que la verdad paralítica; pero en usted
jurable, soberana... habla el instinto vital de la esperanza,
Guerra para resistir la ley del Dios de madre de toda energía, y al cabo, de
amor y guerra para difundiría; g tierral toda verdad. De espejismos aún más va-
para imponerla en climas remotos, para nos que el que yo denuncio en la inge-
resguardarla del error, para interpretar nua confianza de usted, está compuesto
una palabra suya; guerra entre prínci- el fondo de nuestra historia, y merced
pes que se celan, entre pueblos que se a ellos nos movemos, respiramos y vivi-
aborrecen, entre clases que se incomo- mos. La experiencia secular demostrará
dan y, lo que es más triste todavía, gue- i que la Nochebuena no tiene virtud para
rra entre gentes que ni se incomodan., traer la paz al mundo, pero una expe-
ni se aborrecen, ni se celan. riencia más firme todavía, porque empie-
e
¿Qué será, señora? ¿Será que no se za con el primer sabor de amargura q"
i

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—-UN DOCUMENTO HUMANO 1283

probaron los labios de Adán, demues- la tierra que nos da el pan y el vino.
tra que toda humana vida remata en La paz no vendrá esta Nochebuena;
la decepción y en el dolor, que todos vendrá una noche o un día que serán
los bienes de la tierra son o ilusorios o buenos por obra de la fuerza fatal, o
efímeros; y, sin embargo, los soñamos, bien del tino guerrero; y tras la paz
les concedemos nuestra fe, y cerremos sobrevendrá probablemente la guerra, y
desesperadamente tras ellos. Cada gene- luego otra guerra y otra paz, y en este
ración que se va, deja, como la espuma ritmo se sucederán las Nochebuenas,
en la píaya, la confesión de su desenga- tan indiferentes como las otras a las
ño, y cada generación que viene con- ¡ disputas de los hombres; pero habrá
testa, con terquedad impenitente y su- siempre—y debe haber—señoras de ca-
blime, entonando el himno de la alegría ! bellos blancos, creyentes y confiadas,
y de la acción. Así se realiza el oculto que digan a la niña llorosa que tiembla
plan a que servimos, así se mantiene | por el padre, por el hermano o por el
el sortilegio del mundo. Sin estas in- • novio:
consecuencias de la vida, sin estas re- —Ve, hija mía, que esta Nochebuena
beliones del instinto, nuestra lógica con- ] nos traerá la paz.
cluiría por secar las fuentes de la vo- |
luntad; nuestra razón sembraría de sal I Turín, diciembre de 1916.

XI

UN DOCUMENTO HUMANO

Cuando la toma de Gorizia, cayó pri- extraordinaria condición alguna, tal vez
sionero, y con la razón conturbada, un sin gran iniciación literaria, pero, sobre
oficial del Regimiento 87, 4.° Batallón, toda duda, dotado de eficaz instinto de
del ejército austríaco. Este oficial lle- expresión, descubre el fondo de su pen-
vaba en el bolsillo un cuaderno de me- samiento, con la ingenuidad y el aban-
morias, un «diario psicológico», donde dono de quien habla para sí mismo, y
había anotado sus impresiones de la vi- deja así poderosamente reflejada la ima-
da de campamentos y trincheras, duran- gen de su personalidad, que interesa co-
te el mes anterior a aquel memorable mo todo lo que tiene el sabor de la ver-
hecho de armas. Del teatro de la guerra dad humana; acertando no pocas veces
pasó ese cuardeno—hasta hoy descono- con la frase penetrante, segura, insusti-
cido para el púb!ico--a ciertos círculos tuible, como estampada por el agua fuer-
intelectuales de Turín. te sobre lámina de acero,
Debo a la buena amistad del señor Ca- i En el taller de Leopoldo Bístolñ, ro-
milo Ferrúa, el conocimiento de ese cu- | deados de formas estatuarias que ha
;
rioso manuscrito, que con su autoriza- blan «del dolor y la muerte», leíamos
ción ofrezco, brevemente comentado, a estas páginas también de muerte y de
los lectores de Caras y Caretas. Es, se- dolor, y el grande artista señalaba ati-
gún se decía en tiempos del naturalismo, nadamente, en el transcurso de ellas, re-
ün admirable «documento humano», una lámpagos del humour heiniano. Explica-
confesión enteramente libre de artificios, bles respetos me obligan, y es lástima,
donde un hombre sin notoriedad, ni a suprimir o atenuar, en la traducción,
1284 JOSÉ ENRIQUE RODO.™OBRAS COMPLETAS

palabras de brutal crudeza, toques de ticos... El capellán ha dicho hoy tantas


realismo feroz, que contribuyen a la misas que ha de haberse embriagado de
cruel energía del original. la sangre de Cristo... Banquetes, brindis,
Comienza el despreocupado psicólogo vino espumeante, triples vivas... No hay
repartiendo sus dardos entre ambos duda: ¡una estupenda cosa el patriotis-
campos enemigos: mo! ¿Se me reprobará que yo no lo sien-
ta? Perdón: Yo nací eslavo, pasé la in-
«15 de julio. fancia en Viena, la adolescencia en Buda-
»Los italianos cantan mientras huel- pest, tres años en Suiza, seis en París.,,
gan. ¿Cantan para darse coraje o porque Dígaseme en conciencia si un pobre dia-
se sienten coristas de opereta hasta en blo como yo, que ni siquiera sabe lo que
presencia de la muerte?» es, puede sentir sinceramente al patrio-
A renglón seguido de esta ironía para tismo austríaco!»
la parte de vuelve su arco del lado Vienen después dos notas humorísti-
de Germania, y dispara irreverente- cas que parecen de Heine, y tras ellas
mente sobre el olímpico Júpiter de Wei- una pincelada de realidad guerrera, de
mar: i esas que mueven en la imaginación el
I asco del heroísmo y la gloria:
«18 de julio. j

»Se dice que el pobre Oin se ha sui- «21 de julio.


cidado. Tal vez se ha suicidado de mie-
do. «Será enterrado en la bocacalle aquel »Hoy el mayor me ha presentado sus
que se dé la muerte por su mano», dice felicitaciones. Parece que me he portado
Heine. ¡Ah, los alemanes tienen un solo como un héroe frente al enemigo; que
gran poeta, que es Heine, pero no lo recibiré una medalla por mi valor, et-
quieren reconocer por suyo! ¿Quién me cétera. (¡Y qué mal le olía la boca mien-
objeta que Goethe? Ciertamente, Goe- tras me decía todo esto!) Cuando afir-
the era tudesco, pero ¿acaso era Goe- ma que yo tengo valor prueba ser un
the poeta?... Suele decirse que también I asno. Una cosa es tener valor y otra no
era filósofo. ¡Muchas gracias! Porque tener miedo. Yo no poseo más que la
puso en rima las más sublimes tonte- cualidad negativa. Pero sería pretender
rías, era poeta; porque no hay diablo demasiado exigir que un mayor sea al
que le entienda, era filósofo... ¡Cuánta mismo tiempo un psicólogo. Basta con
más poesía no encierran las estancias de que sea un etnólogo.
nuestro pobre Wílssen (?) que todas las I «22 de julio.
páginas del Fausto!» i

»¡Hora trágica! Y, sin embargo, es ne-


La apuntación que sigue es interesan- cesario que ría. Un casco de granada
te para comprender el estado de alma i ha mutilado de la peor manera a mi
de este infortunado dentro de la guerra asistente. ¡Desventurado inválido que, a
que le arrebata sin llegar a mover su diferencia de los otros, no podrá ense-
voluntad: ñar sus gloriosas heridas a las mucha-
chas de su aldea!
«20 de julio.
»Hoy se ha conmemorado el aniversa- «25 de julio.
rio de Lissa. Je m'en fiche! (Traduz-
co por esa frase francesa la expresión, »¡Hora trágica! El cansancio me había
mucho más ruda, del original:) Ocasión rendido al sueño. Me desperté de súbito,
para misas campales y discursos patrió- y no por el estampido del cañón. Es que

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OBRA POSTUMA,—15: EL CAMINO DE PAROS.—UN DOCUMENTO HUMANO 1285

sentía resbalar por las mejillas una sus- «31 de julio.


tancia blanda, callente, que me rozaba
los labios... ¡Oh, Dios mío! Eran los se- »N'oche terrible. Quisiera estar ya
sos de un pobre cabo que yacía a corto muerto. Creo que es mejor conclusión
trecho de mí, con la cabeza hecha pe- morir que perder el juicio. Pienso en
dazos... ¡Nunca más me libraré en la los pintores de batallas, y pregunto cuál
vida en esta horrible impresión!» sería el poeta capaz de poner en bellas
No es menos crudo y enérgico el co- rimas estos vientres destripados, estos
lor de las notas siguientes. pingajos de carne, estos torsos semides-
hechos, estos lodazales de sangre, estos
sesos fuera de su cráneo... ¡Cuánto da-
«28 de julio. ría por traer aquí una madre que ten-
»He dormido tres días: me siento me- ga un hijo en la guerra!... ¡Ah, si las
jor. Por la noche, salimos a las trin- madres vieran esto, yo digo que al cabo
cheras. No hay nada que pueda dar idea de una semana no quedarían en ninguna
del hedor de los montones de cadáveres. parte del mundo reyes, emperadores ni
Se abre la boca para llevar a ella un bo- generales! Pero las infelices se imaginan,
cado, y se paladea el. aliento hediondo allá en su casa, que ios heridos son
de la muerte. Cerca de mí veo un cuer- cuidadosamente puestos en cura, y que
po humano destrozado, cuyo negro híga- a los muertos se les entierra con un
do hierve de gusanos. Voraces moscas crucifijo entre las manos...
vuelan del hígado a la cara. ¡ Qué repug- »¡Vivir en este horror y en esta po-
nante, qué asqueroso es esto! dredumbre! ¡Y luego, aquel sabor de los
sesos del cabo, en los labios!... ¡Dios
mío, cuando recuerdo esto me parece
«30 de julio. enloquecer!»
»No es ciertamente una diversión estar Líneas más abajo:
en las trincheras bajo el fuego terrible
de los italianos. ¡Pródigos como grandes «3/ de julio.
señores estos bellos tipos! Derrochan in- »Si un Dios de lo alto viese los to-
sensatamente sus municiones, y les pa- rrentes de sangre que corren en las trin-
sará al fin como a los franceses y a cheras, diría que la madre Naturaleza
los rusos. Lo cual me tiene sin cuidado. paga su tributo periódico.»
En cambio, me importa mucho el espec- Los primeros asomos del trastorno
táculo que se desenvuelve a mi alrede- mental alternan con curiosos rasgos de
dor. Cabezas, mochilas, piernas, brazos observación y de ironía en lo que ahora
y pelotones de tierra, palos de las car- va a leerse,
pas, descuajadas visceras: todo volando
en confusión por el aire. Es una bata- «2 de agosto.
hola como si el mundo volviera nueva- i »E1 médico opina que no es cosa de
mente al caos. ¡No se puede negar que descuidar esto que tengo. Yo estoy mal,
v
ale la pena de llegar a estos extremos • muy mal, sin duda. Dicen que deliro
Por la posesión de unas cuantas rocas I de noche. El alimento me da nauseas.
del Carso!» ; ¡Siento en todo lo que como el sabor
Apreciase la intención vengadora de : de los sesos del cabo!
e
sta apelación a la piedad maternal. »3 de agosto.
i
»Se me concederá licencia por cuatro
l semanas. Esto es preferible a todas las
1286 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

medallas del mundo. Hoy, acompañado lia muerte se los trague... No concibo
de Moílner, fui al pueblo a visitar a una • cosa más estúpida que esta guerra de
muchacha. Difícil es hallar una armo- medio mundo contra el otro medio, tan-
nía de formas como la de esta Gilda. to más cuanto que creo que después de
Mi una línea de más, ni una de menos. ella las cosas quedarán, poco más o
La Venus yacente de Velázquez no es í menos, como antes. ¡Ah, el cuerpo muer-
más bella. Yo prefiero lo macizo y ro- J to de Luis XVI está esperando a sus cole-
tundo a la manera de la Margarita de ! gas, y si tuviera la cabeza pegada al
Gorizia. tronco se reiría!»
»<5 de agosto. Quedan algunas páginas de la lectura
difícil, por lo apagado y borroso de la
»¡Hoy he visto a los soldados de la letra.
Landsturn con fusiles Mendel, y no po- ¿No hay un vivo interés humano, un
dría expresar la cómica impresión que caluroso aliento de verdad y de expre-
me ha causado el aspecto de la bayo- sión en el soliloquio escrito de esa infor-
neta aplicada a ese fusil! Es verdad tunada alma anónima, de ese pobre for-
que los italianos usan todavía ía lanza, zado de la guerra, a quien el huracán
pero lo antiguo no es ridículo; lo «fuera I de odios que le arrastra lleva de la iro-
de moda», sí. A nadie se le ocurrirá nía de su indiferencia antipatriótica al
reírse delante de un caballero con plena horror y el espanto de la locura? ¿No
armadura de la Edad Media; pero to- percibís frecuentemente, al través de su
dos se reirían de un ciudadano particu- divagar desaliñado y febril, algo como
lar que se pusiera frac... y pantalón a la repercusión de ecos dispersos y flo-
cuadros. tantes que vienen de lo hondo del sen-
»7 de agosto. timiento colectivo, de la conciencia pro-
funda de la humanidad, y que, acaso
«Lloraría de este horrible dolor de ca- un día cercano, han de reunirse y re-
beza, Para quien ha danzado en las trin- bosar en un inmenso clamor?... La par-
cheras la danza de la muerte, sólo que- te más interesante—si bien rara vez lo-
da abierto un camino: el del hospital
de locos. grada—de la historia no es la que se
—¿El general X... en Tarvis? Si queda escribe con. el pensamiento puesto en
mucho tiempo fuera de su casa, corre : el juicio de los otros, aunque estos
peligro de ser padre otra vez. «otros» sean la posteridad. Es, o sería,
la de las confesiones personales que ac-
tores y espectadores escribiesen con la
»11 de agosto. absoluta sinceridad del testimonio íiiti-
»Ayer he tenido fiebre, Me siento muy | mo y sin pensar que existen en el mun-
sin fuerzas. Estoy solo, contemplando la J do imprenta y literatura. ¡Cuántas «im-
puesta del sol. Los cipreses del huerto ; presiones» como esas que la casualidad
se tifien de púrpura y de oro. Parece ha puesto en mis manos podrían reco-
que una cosa dura como el acero hubie- gerse en cartas que se perderán para
ra chocado contra mi alma y la hubie- ! siempre ignoradas, en. «diarios íntimos»
ra roto en pedazos... Veo desde aquí que se rasgarán cuando haya pasado la
la hortelana que baja a recoger el agua í situación de ánimo a que sirvieron ue
y luego la vierte en la pileta para que expansión y consuelo! ¡Cuántas más que-
la beban los bueyes. Hace como la gue- darán sin signo escrito y sólo sobrevivi-
rra, que saca a los hombres de su casa rán precariamente a favor de la tranr
y los vuelca en las trincheras para que > ción doméstica! ¡Y qué preciosa luz de-

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OBRA POSTUMA.-—15: EL CAMINO DE PAROS.—-TIVOLI 1287

Tramaría un archivo de esos humildes 1 do de este momento extraordinario de


e ingenuos «documentos humanos», para ¡ ia historia del mundo!
el hombre del porvenir que se proponga i
desentrañar la realidad oculta en el fon- ! Turín, diciembre de 1916.

XI [

TIVOLI

La corriente del Anio, revolviéndose cientos pies, en salto casi vertical, rebo-
entre los montes Tiburtinos, se encrespa tando a mitad de ese espacio, al con-
en bullidoras cascadas y enguirnalda sus traerse y juntarse su garganta de piedra;
márgenes de arboleda frondosa. Asomada y para un americano que no ha visto el
a esas alegres aguas,, a ia sombra de esa Niágara, el Iguazú ni el Tequendama, el.
perenne espesura, está ia antigua Tibttr, efecto es de maravilla y emoción. Nunca
la Tívoli de hoy, donde la Roma de los sentí tan líricamente la belleza del agua;
Césares disfrutó los ocios de la paz, y nunca se me presentó tan sincero el en-
donde pasaron dulces horas pontífices y tusiasmo heroico de Píndaro en su invo-
cardenales amigos del bello vivir. cación de la primera Olímpica. Soberbia
Desde que se tiende la primera mirada es la inquietud del mar, pero esta otra
por este montuoso horizonte, se dispu- inquietud del agua me parece (y no sé
tan los favores de la imaginación la ame- si sugiero así lo que pienso) de un carác-
nidad de la naturaleza y el prestigio de ter más «orgánico», más «personal» que
ios recuerdos. Si preferís empezar por ia del mar alborotado. Aquel ímpetu,
acercaros a lo que la naturaleza puso de aquella pureza, aquel clamor, se me figu-
su propia hermosura, llegad, entrando al raban los accidentes de una vida, y de
pueblo por la puerta de Sant' Angelo, una vida espiritual y consciente. Si en
adonde un letrero pintado, que parece de el vapor de las deshechas aguas hubiera
un ventorrillo, sobre una tapia como de brotado de improviso una forma, ele dios
cualquier quinta vulgar, anuncia que es o de genio, que me mirase; si el estruen-
allí la Villa Gregoriana. De paso para doso son se hubiera ordenado de súbito
las cascadas y las grutas, veis levantarse, en un himno colosal o en una arenga
sobre eminente peñón, las columnas de sublime, creo que no hubiese experimen-
dos destrozados templos: el de Vesta y tado espanto ni asombro. Sentía ai lado
si de la Sibila de Tíbur, que añaden a del torrente como un poder subyugador
la poesía del paisaje ía melancolía de las y reíentivo, al modo del que hay en la.
ruinas. En el fondo del valle, y sobre sombra de esos árboles que atraen al
los lomos de las redondas colinas que viajero y le adormecen; pero esta influen-
forman el marco de este cuadro, apare- cia era benéfica y íonificadora, y me
cen en pintoresco desorden oscuros oli- alumbraba la imaginación, y me alegraba
vares, salvajes matas, casas rústicas, des- el alma, y me levantaba a pensamientos
garrados senos de roca y blancas nubes altos y gloriosos. Cuando me aparté de
3ue flotan sobre espumas hirvientes. Gra- allí, me parecía triste silencio el natural
ciosas cáscatelas os preparan los ojos rumor de los campos circundantes, y so-
Para la solemne impresión de la Cascada siego mortal su serenidad apacible.
grande. Cae ésta de una altura de tres- En camino para la Villa de Este, ob-
1288 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

servo la vetusta y característica fisono- na idea me parece más bella y delicada


mía de la Tívoli urbana, con sus torcidas que esta de ceñir a números melódicos
calles, sus ventanas colgadas de ropa que el son del cristalino elemento, de suyo
se orea, y sus puestos humildes de hor- tan lleno de fresca y deliciosa música.
talizas y frutas. Las mujeres del pueblo, Cuando yo tenga una casa de campo (en
vestidas de encendidos colores, pasan alguno de los mundos donde pienso re-
guiando sus valientes burritos, que llevan nacer), ordenaré a mi arquitecto que me
su carga con la gracia inocente que la construya uno de esos órganos donde el
ironía humana ha echado a perder en la agua canta al fluir en alegres juegos.
idea de animal tan lindo y bondadoso. Amplísimo y glorioso panorama se do-
No rara vez advertís en un curtido ros- mina desde los terrados de este Edén.
tro de muchacha un admirable perfil clá- Una familia, de Genova o Savona, reco-
sico, unos ojos que os hacen recordar rría al par mío ios jardines y de pronto
que en estas cercanías está la Albano fa- oí una voz infantil que decía, con vi-
mosa, gran proveedora de modelos para brante júbilo, mientras la tendida mane-
los pintores y estatuarios romanos. Una ; cita señalaba el confín del horizonte:
nube de chiquillos sale de la escuela, tan —¡II mare, il mar el
triscadores e indómitos como en todas No es el mar, sino la campiña romana,
partes. Uno de ellos, feo y tiznado como que se extiende al pie de las montañas
un diablo, dibuja en la pared, con su sabinas; pero nada, en verdad, más se-
lápiz, un canastillo tan bien hecho que mejante a la dormida inmensidad marina
viene a mi memoria la anécdota del pas- que aquella monótona llanura, donde de
torcito que fué el Giotto. tarde en tarde fingen un blancor de olas
El cardenal Hipólito de Este, uno de el reflejo de un techo o el surco de un
aquellos príncipes del Renacimiento ita- camino, mientras de todo en derredor se
liano, en quienes la política podría de- desprende y os llega en onda penetrante
finirse como el arte de hermosear el y balsámica
mundo, dejó de su paso por el gobierno
de Tívoli, que le otorgó Julio III, la vi- II divina del pian silenzo verde.
lla que lleva el nombre de su ilustre lina-
je. Era el purpurado más rico de su Como un faro de ese mar ilusorio, se
tiempo, y derramó su oro en este palacio, alcanza a vislumbrar, entre los celajes de
al que infundieron espíritu digno de sus la tarde, ia cúpula de San Pedro.
formas la conversación aristocrática y el A un cuarto de hora de Tívoli, hacia
arte. En las salas, vacías y tristes, duran el Sur, está la Villa Adriana. Es ésa nna
aún vestigios de los frescos que los pin- excursión, más que para aficionados al
celes de Zuccari y Muziano consagrados arte, para arqueólogos. Todo lo que en
a episodios históricos de la ciudad. Los tan inmensas ruinas se cosechó de inte-
jardines son de paradisíaca belleza. Ci- I res esencialmente artístico: mosaicos, fri-
preses gigantescos, ingeniosas fuentes y i sos, estatuas, ha pasado a enriquecer cer-
cascadas. Lagos y grutas como para nin- ! canos o remotos museos, y singularmente
fas forman el imperio de nobles esta- ¡ el Capitolino de Roma. Ya. sólo cimien-
tuas; entre ellas, la minervina imagen de i tos de paredes y truncadas columnas de-
Roma, con lanza y casco, y a su izquier- ! linean en el suelo como un plano en re-
da, la loba amamantando a los gemelos | lieve de lo que fué. Aquí el Teatro Grie-
latinos. Un órgano hidráulico, que solazó go, la Sala de los Filósofos, el Teatro
las tardes del cardenal, permanece mudo Marítimo; más allá, las Bibliotecas, las
y como hechizado, en sus mármoles; y ! habitaciones para huéspedes; luego, el
sentí de veras su mudez, porque ningu- S Palacio Imperial, con el Triclinio, la Ba-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—AL CONCLUIR EL AÑO 1289

sílica, las Termas... «De todo apenas que- ofrece en arriendo, con su extendida
dan las señales.» Un rebaño de cabras huerta y su sencillo moblaje. Espesos oli-
huella pedazos de mármol que se levan- vos la cercan. Enfrente, al otro lado del
taron sobre tanta frente soberbia. La Anio, se levanta el Templo de la Sibila.
hierba salvaje alfombra la exedra del ¡ De la hondonada cercana llega el rumor
Trono. Se busca a Fabio, en este campo • ele las aguas hirvientes, Domus albuneae
de soledad, para comunicar la tristeza resonantis et praeceps Anio.
de la contemplación, y se piensa en el Cerca de allí puede indicarse el sitio
epitafio que compondría si se apareciese que ocupaban las villas de Catulo, de
en estos escombros, la animula vagula : Quintilio Varo, de Mecenas. El paraje
blanduia del César viajador y poeta que , está escogido como para abarcar de una
realizó aquí sueño de arte, ¡ mirada todo este hermosísimo contorno.
De vuelta de las ruinas, subo a la al- ' El testimonio de mi sensibilidad acre-
tura del Belvedere, donde blanquea el dita que fué verdaderamente aquí ¡a casa
que fué convento de San Antonio. Este del. poeta, porque me siento enteramente
pedazo de tierra es sagrado para la fan- | horaciano, y pienso que sería dulce cosa
tasía. La tradición local fija en este pun- : quedarse en esta retirada paz, gozando
lo la casa de Horacio; no la granja sa- de la «áurea medianía», y escribir, a la
bina, regalo de Mecenas, cuyo lugar se sombra de los olivos, un libro transpa-
reconoce también a corto trecho de Tívo- rente y sereno. Y cuando ía chicueia del
li, sino la tiburtina, donde pasó pro- guardián me despide cortando para mí
bablemente sus últimos años: el apaci- un rojo clavel y un ramo de blancos jun-
ble seguro encarecido en la oda a Julio quillos, tengo la puerilidad de mirarlos
Antonio y en la epístola a Septimio. La como reliquias, pensando que llevo con-
finca que ocuparon los monjes es ahora migo flores de la huerta de Horacio.
propiedad de una señora inglesa, que la Tívoli, enero de 1917.

XIII

AL CONCLUIR EL AÑO

Para la mirada europea, toda la Amé- la virtud de corresponder a un fondo


rica española es una sola entidad, una verdadero, a un hecho fundamental y
sola imagen, un solo valor. La distancia trascendente, que acaso ios hispanoame-
desvanece límites políticos, disimilitudes ricanos no sentimos todavía en toda su
geográficas, grados diversos de organiza- fuerza y toda su eficacia: el hecho fun-
ción y cultura, y deja subsistente un damental de que somos esencialmente
!
simple contorno, una única idea: la «unos»; de que lo somos a pesar de las
idea de una América que procede his- ¡ diferencias, más abultadas que profun-
!
tóricamente de España y que habla en das, en que es fácil reparar de cerca,
el idioma español Esta relativa ilusión ¡ y de que lo seremos aún más en el futu-
de la distancia, que a cada paso induce j ro, hasta que nuestra unidad espiritual
a falsas generalizaciones, a enormes ; rebose sobre las fronteras nacionales y
errores de lugar, a juicios de que no prevalezca en realidad política.
;
aprovechan, por cierto, las mejores entre E,s interesante observar cómo se trans-
nuestras repúblicas, tiene, sin embargo, mite esta sugestión de la distancia, a los
1290 .1ÜSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

americanos que viven en Europa. Yo tu- ¡ como fuerza común, como alma indivi-
ve siempre una idea muy clara y muy | sible, como patria única. Todo el porve-
apasionada de la fuerza natural que nos j nir está vírtualmente en esa obra. Y
lleva a participar de un solo y grande j todo lo que en la interpretación de nues-
patriotismo; pero aun en los americanos ¡ tro pasado, al descifrar la historia y di-
originariamente más devotos de las es- I fundirla; en las orientaciones del pre-
trecheces del terruño, de las hosqueda- ! senté, política internacional, espíritu de
des del patriotismo «nacional», comprué- j la educación, tienda de alguna manera
base a cada instante en Europa que la a contrariar esa obra, o a retardar su
perspectiva de la ausencia y el contacto definitivo cumplimiento, será error y
con el juicio europeo avivan la noción germen de males; todo lo que tienda a
de la unidad continental, ensanchan el favorecerla y avivarla, será infalible y
horizonte de la idea de patria y anti- eficiente verdad.»
cipan modos de ver y de sentir que se- En este maravilloso suelo de Italia,
rán, en no lejano tiempo, la forma vul- donde los ojos leen cómo la unidad de
gar del sentimiento americano. Veis una tradición y de un espíritu, aunque
aquí corno el corazón argentino se abre largos siglos parezcan negarle fuerza eje-
con solícito afán a los infortunios de cutiva, concluye por encarnar en realidad
Méjico; cómo el criollo de Colombia o inconmovible, me he dicho infinitas veces
de Cuba habían con orgullo patriótico que, si aún está para nosotros lejana la
de la grandeza y prosperidad de Bue- hora de una afirmación política de nues-
nos Aires; cómo el montañés de Chile i tra unidad, nada hay que pueda demos-
reconoce en los llanos de Venezuela y | trar mejor el boceto ideal de ese cuadro
ven las selvas del Paraguay voces que i futuro que la aproximación de las inte-
tienen consonancia dentro de su espí- i ligencias y la armonía de las voíunta-
ritu. Los recuerdos o los problemas vi- I des. Y he pensado en ía juventud como
vos y actuales que, entre algunos de ; siempre que pasa por la mente una idea
nuestros pueblos, pueden ser causa de i de esperanza y de gloria, y me he pre-
recelo y desvío, se depuran, en el ame- I guntado por qué de sus periódicos Con-
ricano que ha pasado el mar, y mani- : gresos de Estudiantes no nacería, con la
fiestan transparentemente el fondo per- l cooperación de los Estados, una fiesta
durable de instintiva armonía y de in- i aún más amplia, aún más significativa:
terés solidario. j las Panateneas de nuestra liga espiri-
La comprobación de este sentimiento j tuaí; un 25 de mayo o un 12 de octubre
en los americanos a quienes he trata- j celebrados de modo que fuesen conti-
do en Europa parece el más grato ! nentalmente el ágape de la amistad ame-
mensaje que pueda enviar, al concluir ricana, y congregasen, a los enviados de
el año, con mis filiales votos de amor, las diecisiete repúblicas, en junta cultu-
a mis dulces tierras de Occidente. Si ral donde se delinease poco a poco el
se me preguntara cuál es, en la presente i hábito de deliberaciones más eficaces y
hora, la consigna que nos viene de lo ! de lazos más firmes.
alto, si una voluntad, juvenil se me diri- Otro sentimiento despierta dentro del
giera para que le indicase la obra en que j corazón americano la influencia de Eu-
podría ser su acción más fecunda, su j ropa, y es la profunda fe en nuestros
esfuerzo más prometedor de gloria y de i destinos, el orgullo criollo, la tonifican-
bien, contestaría: «Formar el sentimien- i te energía de nuestra conciencia social,
to hispanoamericano; propender a arrai- i Despierta este sentimiento porque la
gar en la conciencia de nuestros pue- I comparación con ía obra de los siglos,
blos de la idea de América nuestra, si en muchísimas cosas certifica la na-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—EL CASTILLO DE SANT' ANGELO 1291

tural inferioridad de nuestra infancia, \ Capitolio, cuna y altar de la latina estír-


da su justo valor al esfuerzo que ha per- ' pe. El sol de una suavísima tarde dora-
raitido levantar del suelo generoso, en- ba aquellas piedras sagradas y aque-
íre las convulsiones y las fiebres de j líos árboles que dicen la mansedumbre
nuestra formación política, ciudades co- ! y la gracia de esta naturaleza. La guerre-
mo Buenos Aires, como Santiago, como ra imagen de Roma presidía, allá en el
Montevideo. Lo despierta, además, por- fondo, con gesto maternal y augusto. El.
que en esta tierra de Europa la historia • soberbio Marco Aurelio de bronce evo-
habla en cada palmo con palabras de , caba, en una sola imagen, la gloria del
piedra, evocadoras de recuerdos y ejem- | pensamiento latino y del latino poder,
píos infinitos, y las palabras de la bis- ] Sobre las balaustradas de la plaza, los
toria son la mejor excusación de núes- trofeos de Mario. Más allá, la estatua
iras inexperiencias y de nuestros erro- de Rienzi, del «último tribuno», díse-
res; el más palmario testimonio del fon- ñando su ademán oratorio sobre los
do «humano» de nuestros devaneos; la jardines donde juegan en bandadas los
más reparadora explicación de las tur- niños. Y me acerqué a la jaula de la
bulencias juveniles que vanas filosofías , loba que mantiene, allí donde fué la roa-
atribuyeran a incapacidades del medio I driguera de Rómulo, eí símbolo de la
o de la raza. Y despierta, finalmente, I tradición inmensa en tiempo y en gloria:
aquel sentimiento, porque los tesoros i y la vi revolviéndose impaciente entre
y prodigios de esta civilización crea- ¡ los hierros que la estrechan. Y me pa-
dora, en arte, en ciencia, en ideas socia- \ recia como si, en su presagiosa inquie-
tes, estimulan y engrandecen el anhelo i tud, la nodriza de la raza mirase a
de nuestro porvenir, supuesto que la I donde el sol se pone y buscara, de ese
fuerza virtual existe con la heredada i lado del mundo, nueva libertad y nuevo
energía y sólo falta el seguro auxilio ! espacio,
del tiempo. j
Esto pensaba al subir las gradas del : Roma, diciembre de 1916.

XIV

EL CASTILLO DE SANT' ANGELO

Entrando en el puente de Sant' Angelo, | dores, desde Adriano y Antonio el Piado-


que da paso, sobre el Tíber, al Barrio ' so, que lo levantaron, hasta Septimio Se-
Vaticano, a la vieja Ciudad Leonina, ve- j vero; y después, fortaleza de los Poníí-
r
éis alzarse, del lado del naciente, un ¡ fices, desde la cual resistió Clemente VII
enorme torreón, en cuya cúspide apare- ! el vandálico asalto del Condestable de
ce, a modo de celeste atalaya, un arcan- , Borbón.
gel de bronce. Es el Castillo de Sant' ' Iba a visitar el Castillo con el sentí-
Angelo, famoso con la denominación de miento de su interés tradicional, y su
Mole Adriana en los recuerdos de la grandeza se me impuso también por los
antigüedad, y con su nombre actual en ' ojos. Gusto, en arquitectura, de la ma-
los del Pontificado; gigantesco nudo que jestad severa y un tanto áspera y ruda;
a
ta las dos mitades de la historia roma- j de lo que parece obra de la naturaleza,
n
a; primero, mausoleo de los empera- por la sencilla manifestación de la ener-
1292 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gía, y obra de cíclopes o de titanes, por I las de antiguas balas de piedra, un San
el atrevimiento de las proporciones y j Miguel de mármol, de Rafael de Mon-
las formas. Así, pocas construcciones j telupo. La fachada de la hermosa capi-
humanas han producido en mi ánimo lla que ocupa el fondo de este patio es
tan avasalladora impresión y han corres- obra de Miguel Ángel. De la capilla paso
pondido tan cumplidamente a mi idea i a visitar unas salas donde se han recons-
de la belleza arquitectónica, como el ! tituído determinados aspectos de la ha-
Palacio Pitti, de Florencia, con sus in- j bitacíón y las costumbres en el si-
mensos y toscos sillares, que semejan glo xvn: un cuerpo de guardia, un la-
rocas naturalmente superpuestas. El Cas- boratorio y un despacho de farmacia;
tillo de Sant' Angelo es de esa casta j todo ello con exacto y minucioso carác-
monumental. Quien lo mira desde cierta j ter de época. El laboratorio aquel, con
distancia lo imaginaría un peñón ape- sus anticuados vasos y alambiques y el
nas redondeado por la mano del hom- vetusto marco del Castillo, sugiere ideas
bre. Y de esta sencillez irradía, en seve- • de alquimia y nigromancia: esperáis ver
ras ondas, la fuerza. El tiempo ha arre- l: aparecer la luenga barba y el semblan-
batado el revestimiento de mármoles ! íe enjuto de un monje buscador de la
que, según parece, tenía originalmente ! piedra filosofal. Una preciosa colección
el mausoleo de Adriano; y la aspereza I de cerámica italiana y otra de viejas ar-
y el opaco tono de la piedra sientan ! mas y máquinas de guerra dan interés
bien al carácter austero y heroico de a las cámaras siguientes, una de las
esta forma gigante. i cuales lleva el nombre de Sala de la
La entrada del Castillo que os sale al | Justicia y era ia sede del tribunal que
paso viniendo del Puente de Sant' An- I juzgaba, por cuenta del Pontífice, a los
gelo se abre sobre un oscuro corredor, i prisioneros de Sant' Angelo. El vecino
donde entre pedazos de mármol, despo- í espacio descubierto, que denominan Cor-
jos del primitivo monumento, se conser- i tile dell'Olio, estaba dispuesto en otro
van los bustos de Adriano y Antonio. ¡ tiempo como sala de teatro, y allí se
Luego, por una suave rampa se ascien- j representó, delante del León X, una
de al que fué mausoleo de los empera- comedia de Ariosto: / Suppositu
dores, compuesto de dos cámaras: una Estrecha escalera conduce del Cortüe
donde un nicho colosal, hoy vacío, con- dell'Olio a las prisiones de siniestro re-
tuvo probablemente la estatua de Adria- nombre, en que padecieron reclusión, en-
no, y otra donde reposaban las impe- j tre otros, Beatrice Cenci y Benvenuto
riales cenizas en urnas de sustancias i Cellini. Imaginad unas angostas cuevas
preciosas. Los que, en días de necesidad i de piedra, donde apenas se diferencia el
o de saqueo, quitaron esas urnas, arro- l día de la noche; donde penetráis encor-
jarían las cenizas al viento; y esta de- ¡ vados y respiráis con afanosa angustia.
fraudación del sueño imperial, que ima- i Pensar que en uno de esos negros se-
ginó la eternidad del reposo en un se- ! pulcros ha entrado una criatura huma-
pulcro estupendo, me parece suerte me- '! na y la puerta se ha cerrado tras ella
nos triste que la de los embalsamados j es pensamiento que me hiela la sangre.
Faraones eme vi en el Museo Egipcio de Cada cual tiene la imaginación sensible
Turín, arrancados a la quietud de sus a determinado género de suplicios, co-
Pirámides y expuestos como objetos de ¡ mo a determinado género de goces. A
curiosidad. I mí no me espantan—imaginariamente di-
Súbese después al segundo plano de] I go—muerte de hoguera, ni de cruz, ni pe
Castillo, y se llega a un patio—el Cortüe j naufragio, ni entre las garras de las fíe-
delle Palle—, donde descuella, entre pi- I ras; pero siempre me causó el escalo^ 10

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—EL CASTILLO DE SANT' ANGELO 1293

del terror la idea del sepultado vivo; los de Rafael; la antecámara, o Sala
del encierro donde falta aire para el : de Per seo, donde la historia del vence-
pulmón, espacio para el movimiento, luz ! dor de la Medusa se desenvuelve en pre-
para los ojos, y donde un silencio inexo- j ciosísimos frescos, obra de los mismos
rable es el testigo único de la espantosa o semejantes pinceles, y el dormitorio,
quietud y de la lenta agonía... Asomado : o Sala del Amor y de Psiquis, en la que
al calabozo de Beatrice, mi imaginación | está divinamente figurada la hermosa fá-
evocaba, entre lejanos recuerdos del dra- i bula de Apuleyo, y donde muebles y
ma de Shelley, la deliciosa imagen de ' cuadros de la época reconstituyen la fi-
la infortunada, que el pincel de Guido i sonomía y el ambiente de la alcoba pon-
Reni trazó, tomando el original de la ! tificia. Nido de insinuante voluptuosi-
memoria, y que había admirado un día : dad, que enciende en mi imaginación to-
antes en la Galería Barberini. En la do ei cuadro de aquella Roma restituida
cueva de Benvenuto me muestran, a la ; a los dioses; de aquella Roma neopaga-
luz de una cerilla, un vestigio de aque- ! na, que excitó el horror de Lulero y que
lla mano prodigiosa: Es un esbozo de encarna bien la figura de ese pontífice
Cristo resucitado que aún puede distin- Pablo, en cuya frente caería, mejor que
guirse en la pared, tras un vidrio que lo ; la tiara, la guirnalda de hiedra; Farne-
preserva; esbozo a que él alude en un sio sibarita y jovial, gustador de masca-
pasaje de su Vida: un cristo risuscitan- radas, cabalgatas y festines; protector
te vittorioso che io mi avevo disegnati de bailarinas y bufones, y excelente be-
nal muro con un poco di carbone... bedor de malvasía y de dulces vinos
Luego me complazco en recordar, allí en de Grecia...!—Veo aún una elegante ga-
el propio escenario, la célebre evasión lería, que llaman Logia de Julio II; una
del artífice, y la temeridad de esta fuga espaciosa sala que fué Biblioteca papal,
me parece, después de conocer la ho- y la Cámara del Tesoro y del Archivo
rrible prisión, menos meritoria, o si se secreto, donde palpo inmensos y fortí-
quiere, más fácilmente explicable por simos cofres, que guardaron el oro con
el acicate de un padecimiento peor que que fué costeada aquella perenne sa-
todos los peligros. turnal del paganizado cristianismo.
Paso de las prisiones a visitar el vasto | Subo, por último, a la más alta terra-
olíate, o depósito de aceite, donde se za, y miro de cerca de Werschaffeít, que
conservan alineadas ochenta y tantas el ángel de bronce corona, en actitud de
gruesas botijas, y el profundo silo o envainar la vengadora espada, la adusta
granero, que, después de servir para majestad del Castillo. Tiendo la mirada
íal uso, se trocó en horrenda mazmo- en derredor, y veo desplegarse un mara-
rra, según cuenta la crónica del Casti- villoso cuadro que no esperaban mis
llo, personificada en el guía que me ojos. A mis pies, colosal, augusta, glo-
atiende. Por aquí una escalera de pocas riosa, Roma se extiende, bendecida por
gradas lleva a una estancia menuda y ! el azul sin mancha del cielo, por el "ra-
primorosa, cuyos estucos el pincel de diante júbilo del sol; el sol y el cielo de
Julio R.omano revistió de caprichosos ¡ este dulcísimo invierno romano, que pa-
adornos: es el cuarto de baño de Cle- ' rece aún más primavera que un otoño.
mente VIL Llegado al piso superior, don- Como protagonista de la inmensa esce-
de el Castillo se convierte en apacible na, donde torres, rotondas, pórticos, ar-
alcázar, admiro ías habitaciones de otro cos y obeliscos representan el drama de
pontífice famoso, de Pablo III: la lla- treinta siglos de historia, descuella la
mada Sala Paulina; que decoran fres- fábrica ciclópea de San Pedro, que de
cos del Perín del Vaga y otros discípu- esta altura se domina en su armoniosa
1294 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

integridad, sin que ia falta de distancia do con un relieve de gloria. Se piensa


vele la estupenda cúpula, como cuando haberse remontado a las cumbres de la
se mira el templo donde su propia pla- eternidad y ver pasar, allá abajo, la co-
za, ni la interposición de otros edificios rriente de los tiempos, la caravana de
oculte el majestuoso frente, como cuan- las generaciones. Y hay un momento en
do se mira la cúpula desde paraje llano. que, después de abismarme en la contem-
El Tíber pasa por medio de la vasta plación de San Pedro, que tengo a la
metrópoli, con serenidad imperatoria; un
cerco de montañas cierra la anchurosa derecha, columbro en el opuesto confín,
extensión, y verdes cenefas de bosque sobre el fondo de los montes Albanos,
bordan a trechos sus faldas; pero en pa- la mole circular del Coliseo, y me exta-
norama como éste la obra de la natura- sío paseando la mirada de uno a otro de
leza queda abrumada por la muchedum- los dos gigantes enemigos; genios de pie-
bre infinita y la evocadora virtud de lo dra de las dos civilizaciones que son el
que es obra del hombre. Así como otras fundamento de nuestra vida espiritual y
alturas ocasionan el vértigo de la profun- que tuvieron ambas, por excelsa tribuna,
didad material, ésta produce el vértigo por foco de irradiación y propaganda, a
de la fantasía, por el torbellino de las esta ciudad verdaderamente única y su-
imágenes, por el raudal de recuerdos e prema en la inmensidad de los siglos.
ideas, que fluyen del amplio circuito,
donde cada palmo de tierra está marca- Roma, diciembre de 1916-

XV

CIUDADES CON ALMA

Dentro de una unidad nacional tan j te cuanto en ella se hace, desde la forma
característica y enérgica, Italia ofrece la ! en que se ordenan las piedras hasta el
más interesante y copiosa variedad de as- i tono con que hablan los hombres.
pectos y maneras que pueblo alguno pue- ] Así entendida la ciudad, madre de toda
da presentar a la atención del viajero; ¡ civilización, foco irradiador de toda pa
y esta variedad se manifiesta por la ar- : tria, digo que no hay pueblo moderno
monía, verdaderamente única, de sus ciu- en que las ciudades sean tantas y tan
dades. No hay en el mundo nación de ; «personales» y sugeridoras, como en este
tantas ciudades como Italia. Grandes na- pueblo de Italia. De las heladas cum-
ciones existen que no cuentan una sola bres de los Alpes a la incendiada cima
ciudad: grandes naciones con capitales [ del Etna; del «amarguísimo» Adriático al
populosas y desbordantes de animación Tirreno adormecedor, ¡ qué maravilloso
y de riqueza, Porque una «ciudad» es un coro de ciudades, cada una con tradición
valor espiritual, una fisonomía colectiva, I y genio inconfundible, con color, relieve
un carácter persistente y creador. La ciu- j y melodía singular, dentro de la suprema
dad puede ser grande o pequeña, rica consonancia que a todas las vincula co-
o pobre, activa o estática; pero se la mo las cuerdas de una lira! ¡Qué inago-
reconoce en que tiene un espíritu, en table diversidad de impresiones y recuer-
que realiza una idea, y en que esa idea dos (nombrando sólo los centros que has-
•v ese espíritu relacionan armoniosamen- ta ahora conozco) de la Genova mercan-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—CIUDADES CON ALMA 1295

til y democrática, pero llena de pinto- austera majestad de los palacios floren-
resco carácter en su codicioso hervor, a tinos, que parecen obra de cíclopes; de
la silenciosa, nobiliaria y taciturna Pisa, las arrogantes fachadas de Genova, a los
y Florencia arrobada en la visión de sus abiertos pórticos y el ornamento ladrillo
divinos mármoles, y esas pequeñas ciu- I de Bolonia. El alma de Luca inspira el
dades de Toscana, como Luca y Pistoja, ¡ cincel de Civitaíi, como ía de Parma el
donde cada piedra es una crónica que ! pincel de Correggio, como la de Milán
os cautiva; y la Bolonia de la prosopo- j a los discípulos del divino Leonardo,
peya doctoral, y Módena, la de las an- mientras la de Módena manifiesta su
chas calles inundadas de luz y Parma la i plástica originalidad en sus pintadas te-
sosegada, y la semüranca y grave Turín, j rracotas.
y Milán la resonante con el aliento de | El patriotismo de ciudad, energía tan
sus usinas y talleres, y esta gigantes- ! vital y creadora como puede serlo el
ca Roma, ciudad-orbe, ciudad-arquetipo, ; patriotismo de nación, es un sentimien-
donde todas las demás de nuestra civi- to que aún no encuentra en nuestra
lización están poíencialmente, como ios ! América condiciones que le den el arrai-
astros del cielo, en el claustro materno go hondo y pertinaz que requiere para
de la primitiva nebulosa! ser fecundo. Tenemos sólo esbozos, lar-
Ignoro hasta qué punto 3a obra polí- vas de ciudades, si se atiende al espíritu,
tica de la unificación italiana se ha rea- al carácter de la personalidad urbana;
lizado, respetando en Jo jurídico, en lo i aunque sean a veces larvas o esbozos gi-
administrativo, en lo oficial, esa fecunda gantescos, con capacidad material para
variedad de personalidades sociales; pero j que se infunda dentro de ellos un espíri-
ella subsiste y aparece en todo lo que es tu gigante. Los centros que un día des-
de la naturaleza, sin que por eso deje plegaron vigoroso sentimiento local, que
de aparecer también el fundamento natu- actuó como una fuerza histórica, y don-
ral de la unidad política. Y la tardía rea- de se diseñó una enérgica fisonomía de
lización de esta unidad, el apartamiento ciudad, han perdido del todo estas líneas
deplorado durante siglos, favoreció, sin i tradicionales o tienden a perderlas, por
duda, la plena florescencia de esos carac- | obra de la irrupción cosmopolita que
teres locales de esas ciudades con alma ! materialmente los ha magnificado. La ex-
personal y semblante indeleble, a las que tinción de aquel celoso amor propio co-
una centralización prematura hubiera munal es un hecho que puede haber fa-
restado gran parte de su fuerza y espíri- cilitado graves problemas y reportado
tu, si la formación nacional se hubiese ; claros bienes, pero no sin el precio de
consumado, como en Francia y España, I grandes desventajas. Formar «ciudades»,
por el impulso avasallador de los mo- ¡ ciudades con entera conciencia de sí pro-
narcas del Renacimiento. ' pias, y color de costumbres, y sello de
Nada más lleno de interés que obser- i cultura, debe ser uno de los términos de
var cómo se refleja en la inmensa am- nuestro desenvolvimiento. No hay «civi-
plitud del arte italiano esta múltiple ori- ! lizacíón» ni «ciudadanía» sin «ciudad».
ginalidad del ambiente, y cómo cada ciu- ; La educación municipal es el seguro fun-
dad produce, de su propia sustancia, su damento de toda educación política.
inconfundible forma artística, al modo La tendencia a regularizarlo e igua-
que cada casta de pájaro su canto y ca- larlo iodo, que es uno de los declives
da especie de planta su flor. Pasáis de ! de nuestro tiempo, induce en la legisla-
admirar la levedad alada, el desenvolvi- ción y el gobierno de los pueblos a perni-
miento aéreo de las columnas, en los so- ciosos sofismas. Allí donde aparece una
brepuestos arcos de Pisa, a la desnuda y ! excepción, una disonancia, un rasgo dife-
1296 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

rencial, la propensión instintiva de núes- envolvimiento de la vida toma en cada


tra democracia es clamar a la injusticia sociedad humana, por encima de arüfi-
y aplicar el rasero nivelador. Unificar, ciosos remedos, leyes abstractas y simé-
armonizar socialmente es, sin duda, obra trieos planos, es una norma que siempre
de bien, y más oportuna que en ninguna ; deberán recordar entre nosotros los que
parte en nuestra América, donde necesi- [ legislan, educan o gobiernan. Llegaremos
tamos formar la magna patria que a así a tener ciudades que merezcan toda
todos nos reúna ante el mundo; pero , la dignidad de este nombre, y haremos
la armonía ha de proponerse conciliar \ que al federalismo convencional y falaz
las diferencias reales, no desvirtuarlas y que hoy se estila en algunos de los mayo-
anularlas. El cultivo del carácter local no , res pueblos hispanoamericanos, suceda,
contradice a aquel designio de unidad, j con el andar del tiempo, un federalismo
Mantener, en cada ciudad de las núes- ¡ real, viviente, colorido, que reconozca
tras, todo lo que importe, material o mo- \ por razón de ser y por energía inspira-
raímente, un relieve de carácter, capaz \ dora ese principio de civilización a que
de convertirse en hábito vivaz y en evo- • llamo el «alma» de las ciudades,
cadora tradición; respetar las formas es-j
pontáneas y graciosas que el natural des- ¡ Roma, enero de 1917.

XVI

UNA IMPRESIÓN DE ROMA

Me pregunta usted—dije a mi interlo- J los templos del orbe católico, ha teni-


cutor—por qué afirmo que este ambien- : do la virtud de ajustar mi imaginación
te de Roma es una lección perenne de \ al tono religioso de que no me sien-
tolerancia activa y positiva, de serenidad ! to, sin embargo, incapaz. Son todos ellos
y amplitud. Lo afirmo por lo que se re- | museos preciosísimos, cautivadoras gaíe-
fiere al sentimiento religioso, y lo afir- • rías, salas grandiosas, imponentes monu-
mo poniendo preferentemente la atención mentos; pero falta el ambiente indefíni-
en los fanáticos de nuestra parte, en los ble de misterio y de unción, aquel toque
fanáticos del librepensamiento. cíe ángel a que responde el alma con la
No consiste esta influencia apaciguado- 'nostálgica aspiración a lo divino... Las
ra en la sugestión de religiosidad que ¡ invisibles alas que en la austera semi-
irradie de la infinita muchedumbre de ¡ oscuridad del templo gótico os arrebatan
las iglesias romanas. Aún estoy por en- i hacia la luz que inflama, allá arriba, los
contrar en Roma el templo que mueva gloriosos vidrios de colores, no acuden
la imaginación de modo favorable a la ;• a vosotros dentro de estas iglesias re-
emoción religiosa. Ni San Pedro, con \ hechas y caracterizadas por el Renací-
su titánica grandeza y su magnificencia ! miento, donde podrían, sin incongruen-
deslumbrante; ni San Pablo, con la ma- ' cia, hospedarse los dioses del Olimpo,
jestad abrumadora de sus mármoles y ¡ Tampoco aquel respeto con que aquí
granitos; ni San Juan de Letrán, con ¡ se impone al espíritu desapasionado la
sus gigantescas estatuas; ni Santa María i fe religiosa puede proceder de la presen-
Maggiore, con la estupenda riqueza de | cia de recuerdos que certifiquen la pu-
sus capillas laterales, ni otro alguno de ; reza de su desenvolvimiento, la conse-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—UNA IMPRESIÓN DE ROMA 1297

cuente verdad de su realización, siendo lleza inefable de sus formas, la avasalla-


así Que lo que testimonian estas piedras dora grandeza de su espíritu. Y esa am-
de Roma es el desigual, y a menudo ig- plitud y esa serenidad de visión nunca se
nominioso, proceso del Pontificado, y es logran de tan cumplida manera como
sabido que ía impresión romana, recibida cuando se tiene ante los ojos Ía perspec-
de cerca por el más famoso de los here- tiva artística e histórica que esta mara-
siarcas, obró como causa determinante villosa Roma desenvuelve.
de la ruptura de la fe. En presencia de ios Profetas y los re-
Si Roma, vista con ojos de inteligen- probos de Miguel Ángel, las Logias de
cia y de sinceridad, por un espíritu real- Rafael, y su Transfiguración, el estu-
mente emancipado de preocupaciones pendo San Jerónimo del Dominiquino, y
viejas o nuevas, ennoblece el concepto los frescos de Ghirlandaio y de Botticel-
de la religión que aquí tiene su centro, li, o de cualquiera otra de las obras de
persuade de la justicia que le es debida genio que perpetúan asuntos religiosos,
como tradición humana, como determi- la mirada que busque el fondo recono-
nación histórica del ideal, es porque en cerá, por debajo de la interpretación del
esta ciudad se manifiesta, con ía muche- artista, ia inspiradora virtud de la idea,
dumbre y la grandeza de sus monumen- !a hermosura o la grandeza esenciales de
tales tesoros, la capacidad creadora de la imagen representada, del sentimiento
esa religión, en sus siglos de plenitud y
de verdadero dominio; la radiante inspi- debido a la fe que eligió en el artista
ración del genio católico iluminando el el realizador de una de sus íntimas visio-
alma de esta raza de coloristas y esta- nes. Como hay en los paganos dioses
tuarios; los veneros de belleza, de idea- una belleza ideal que hicieron plástica
lidad y de amor, que la fe hoy abatida ios mármoles que los figuran, la hay en
supo arrancar a la conciencia de las ge- el sobrenatural cristiano, ya severa y te-
neraciones que fueron. rrible, ya tierna y lacrimosa, y estos cua-
dros la manifiestan, a pesar de la mezcla
Sólo hay una ceguera comparable a de paganismo con que suele enturbiar su
ía ceguera de ios fanáticos reaccionarios
cuando se trata de columbrar el porve- religiosidad el espíritu del Renacimiento.
nir, y es la ceguera de los fanáticos in- Y si el arte sugiere el respeto por la
novadores cuando se trata de compren- muerta fe, igual sentimiento fluye de la
der el pasado. En las ideas y las institu- consideración histórica de este inmenso
ciones que ha desamparado el tiempo escenario. Cierto es que la Roma papal,
verán sólo la parte negativa, la razón de con su apogeo de impura Babilonia y sus
su caducidad; no el espíritu de vida que postrimerías de rezagada teocracia, com-
les dio oportunidad y eficacia; no el le- parece en la memoria del observador;
gado imperecedero que las vincula soli- pero la actual anulación del Pontificado
dariamente a aquellas que las han suce- como realidad política, hace que esos
dido. Si aún hubiera quien creyese en los | rasgos se subordinen y cedan en nuestra
dioses paganos, se contestaría Ja belleza atención a un cuadro mucho más vasto
de su concepción, la gracia seductora y I e indeleble: el del triunfal desenvotvi-
el sentido profundo de aquel culto de la ) miento de la idea cristiana, desde sus
naturaleza que selló para siempre con orígenes humildes hasta sus días de in-
sus símbolos la imaginación de los hom- audita universalidad y de materna pre-
bres. Es necesario olvidar que la fe ca- eminencia. La imaginación ve formarse
tólica es todavía materia de disputas hu- aquí el árbol majestuoso, dos veces mi-
manas y remontarse a considerarla ideal lenario: asiste al germinar de su simiente
y desinteresadamente, para sentir la be- oscura en la sangrienta arena del Coliseo,
1298 TOSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

en La húmeda sombra de las Catacu.m- : fluencia de Roma, para los espíritus que
bas; lo representan, en el arco de Cons- vienen a ella sin fe, pero sin odio; por
!
tantino, levantando al cielo el tronco ya eso afirmo que hay en las sugestiones de
espeso y consciente, y luego, en el Pala- \ este ambiente una perenne lección de
cío de Letrán en el Vaticano, en la igie- [ tolerancia; una iniciación, en ninguna
sia de San Pedro, con sus confesonarios , parte tan perfecta, de sentido histórico,
para veinte idiomas distintos, evoca el de amplitud humana, de superior y fe-
tiempo en que la copa anchurosa tiende cunda armonía...
su sombra sobre la redondez del mundo.
Por eso es noble y saludable la in- '' Roma, enero de 1917.

XVII

LOS GATOS DEL FORO TRAJANO

Tomando la Vía Alejandrina para en- ! rías direcciones. Luego advertí que con
trar en la del Corso, paso todas las tar» j aquellas cosas pasajeras solían correr
des junto al Foro Trajano, o si queréis, , unas extrañas lucecillas. ¿Almas de tri-
junto a la Columna Trajana, que es lo ' bunos, de mártires, de héroes, como las
único que verdaderamente queda en pie i que en este venerando suelo de Roma
de aquel complejo monumento, acaso el i han de reconocer un despojo de su. vesti-
de más sonada magnificencia entre cuan» ¡ dura corporal en cada grano de polvo,
tos vio levantarse y caer este sol de ¡ en cada hilo de hierba?...
Roma. Un paralelogramo cercado, de ni-' Volví a pasar de día, y las sombras
vel mucho más bajo que la calle, contie- • me revelaron su secreto. El ruinoso Foro
ne, entre silvestres hierbas y lodosos ¡ está poblado de gatos. Allí ha puesto su
charcos, truncas columnas de granito, al- ; cuartel general, su concilio ecuménico,
gunas de ellas arraigadas al suelo, otras | su populosa metrópoli, la que llamó Que-
tumbadas; y en medio de estas ruinas \ vedo «la gente de la uña»,
resalía, entera y majestuosa, la Columna I Los hay de todas pintas. Barcinos y
Trajana, de mármol esculpido, en toda atigrados, amarillos y grises, blancos y
la extensión del fuste, con bajorrelieves negros. En los cuadros de sol. sobre la
que recuerdan el sometimiento de los • fresca hierba, disfrutan, con envidiable e
dacios por el magnánimo y glorioso Era- , indolente placidez, su dicha de vivir ya
perador. Sus cenizas reposan, o reposa- . gravemente sentados, ya tendiéndose en
ron, dentro del pedestal, dispuesto como ¡ esas actitudes inverosímiles y absurdas
sarcófago. Sobre el dórico capitel, en vez ¡ con que encantaban a Teófilo Gautier.
de la imagen de Trajano que lo conora- , Uno, negro como la tinta, inmóvil, sobre
ba, descuella, desde tiempos de Sixto V, ! una tronchada columna que le forma pe-
un San Pedro de bronce, ; destaí, parece una esfinge de ébano. Mi-
La primera vez que pasé junto ai Foro cifuz se reíame sobre un derribado capi-
Trajano, ya casi entrada la noche, y me \ tel. Zapírón remeda, rascándose «la pata
asomé a la oscura hondonada, vi desli- ! coja de Mefistófeles». Zapaquilda ama-
zarse entre las rotas piedras y las ma- ! manta a sus bebés en el hueco de dos
tas de pasto, una sombra fugaz. A esta : piedras donde ha tendido el césped blan-
sombra siguieron otras y otras, en va- '' co tálamo. Ignoro si el problema econó-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—LOS GATOS DEL FORO TRAJANO 1299

mico de esta comunidad se resuelve me- ! mayana, la Ilíada, la Comedia. Para ex-
diante la protección del vecindario, o si | presar la democracia utilitaria y nivela-
ella vive de su propia industria con la . dora, la Gatomaquia, Carecemos de la
libre de sabandijas; pero observo j crueldad que empurpuró la arena del
que todos los asociados están gordos y I Circo y maceró ías carnes del esclavo;
lucios y que el rayo de sol arranca de | pero tenemos la perversidad del rasguño,
los esponjados pelambres reflejos, ya de i de la pupila que escudriña en la noche,
oro, ya de azabache, ya ele nieve. de la mano esponjosa que dilata la ago-
No quiero a los gatos. Me han pare- nía del ratón. Gatunos son nuestros crí-
cido siempre seres de degeneración y de menes. Económicas, tibias y falaces nues-
parodia: degeneración y parodia de la tras virtudes, pulcritud de gato. Si se
fiera. Son la fiera sin la energía; son el aparece entre nosotros el Héroe, el mie-
tigre achicado, el tigre de Liliput; el ins- do nos infunde valor y le saltamos a la
tinto contenido por la debilidad; la in- cara, como nuestros congéneres hicieron
tención pérfida y sinuosa que sustituye con Don Quijote. Suplimos nuestra timi-
el arrebato de la fuerza; la mansedum- dez para afrontar las puertas bien guar-
bre delante del hombre y la ferocidad dadas, con nuestra habilidad para mar-
delante del ratón. char por las cornisas y trepar por los
Cuando la corona de los seres vivien- muros.
tes está sobre la frente del león, como Las lamentaciones de Isaías, las ame-
en la hermosa fábula de Goethe, la pro- nazas de Daniel, las maldiciones de Dan-
pia tiranía se ennoblece y la propia te, las quejas de Prometeo Encadenado,
crueldad cobra prestigios de justicias. retumban en las concavidades del tíem-
¡Ay del reino animal cuando manden los j po como rugidos en la selva. Los ayes de
1
gatos! nuestros dolores, la declaración de nues-
Contemplando a la plebe felina adue- tro moderno pesimismo, el clamor de
ñada de aquellos despojos de la grande- nuestras rebeliones y nuestras esperan-
za imperial, se me figuró ver cifrado en zas, ¿no sonarán en los oídos del futuro
este caso un carácter constante de las como maullidos de azotea?
decadencias. Caer en manos de los gatos, El patriotismo romano, propagandista
¿no es el destino de todos los poderes i y conquistador, fué un inextinguible an-
que envejecen, de todas ías glorias que helo de espacio, y rebosando sobre el
se gastan, de todas las ideas que se ¡ mundo, hizo nacer de la idea de la patria
usan?... Luego otra figuración embargó ¡ el sentimiento de la humanidad, nuestro
mi pensamiento. Me pareció como si se 1 patriotismo, contenido y prudente, egoís-
presentara entre las ruinas el alma de un ta y sensual, ¿no tiene mucho del ape-
antiguo romano, y, con la amarga ironía j go del gato a la casa donde disfruta
de su orgullo señalase en aquella vasta su rincón?.,. Oh tú, que te levantas
gatería una pintura de nuestra civiliza- allá enfrente!, sombra del Coliseo, ergui-
ción, un símbolo de nuestra edad. do fantasma de la antigüedad, genio de
Somos, para los antiguos, gatos para una civilización de águilas y leones: ¿no
fieras. Reproducimos su genio y su cul- será esta de que nos envanecemos una
tura, como el gato los rasgos del felino civilización de gatos?
indómito y gigante. Para dar voz a
otros hombres y otros tiempos, el Ra- Roma, 1917.
1300 JOSÉ ENRIQUE RODO,—OBRAS COMPLETAS

XVÍII

ÑAPÓLES LA ESPAÑOLA

Si hubiera llegado a Ñapóles por los el recuerdo de España en lo que el viaje-


aires y con los ojos vendados, como Don ro observa desde el primer instante. La
Quijote cabalgando en Clavileño, y una calle más central y populosa, si ya no la
vez cerca de la tierra, pero a suficiente más característica, es la umversalmente
distancia todavía para oír el idioma en afamada con el nombre de «calle de To-
que habla, o canta, esta estrepitosa mu- ledo», en memoria del preclaro virrey a
chedumbre, se me hubieran descubierto quien se debe su apertura, y aunque ya
de improviso las gentes y las cosas, y se va largo que el celo patriótico del muni-
me hubiese preguntado dónde imaginaba cipio trocó ese nombre por el de «Ro-
estar, habría contestado resueltamente: ma)?, Toledo sigue llamándola, y la lla-
—En España. mará hasta la consumación de los tiem-
Y esta primera impresión se corrobora pos, el uso popular. Otras calles y «puer-
a medida que el alma de la ciudad nos tas» se denominan «de Olivares», «de
hace vislumbrar sus secretos y que la Alba», «de Medina», la «Rúa Catalana»,
evocación de las piedras seculares en- el «Vícolo del Conde de Mola». Hojead
ciende en la fantasía la imagen de la Es- una guía comercial, o fijaos aquí y allá:
paña avasalladora y heroica que por aquí en los tableros de las tiendas, la armería
pasó y dejó floreciendo su espíritu: Sí; de Mendoza, la mueblería de Pérez, la
ésta es la Ñapóles del mar azul y del botica de González, la peletería de Ló-
dulcísimo cielo con que soñé leyendo co- pez. Oíd una conversación compuesta en
medias de Lope; ésta es la ciudad donde el dialecto de Ñapóles, y os recordarán
aquel Arco de Triunfo recuerda que en- donaires y dulzuras de español de Anda-
tró a reinar el magnánimo Alfonso de lucía o de español americano. Benedetto
Aragón: donde aquella capilla tiene ins- Croce señala, en un reciente libro, la fi-
crito el nombre de Gonzalo de Córdoba; liación, claramente española, de las tres
donde el Duque de Alba erigió esa puer- palabras de ese dialecto que representan
ta monumental; donde el Conde de Te- más intraducibies matices de carácter lo-
mos, el Mecenas de Cervantes, levantó cal: lazzáro, guappo y camorrista. Para
aquel palacio, desde el cual reinó después
el innovador Carlos III. En este divino expresar conformidad dicen americana-
ambiente sintió el amor y la belleza Gar- mente: «¡Cómo no!»; el ¿Ion antecede, en
cilaso. Aquí don Francisco de Quevedo labios del pueblo, el nombre de persona
paseó su amarga sonrisa. Aquí pintó el madura y de mediana o humilde condi-
Españólete, y en sus cuadros está aún ción. Don Marzio se titula (¿del nombre
el mayor interés pictórico de Ñapóles. de un personaje de Goidoni?) el más di-
Estas esquinas vieron pasar a Don Juan, fundido periódico de Ñapóles, Y en lo
y por sus contornos vaga todavía el son que importa más que las palabras, en la
de las guitarras de las serenatas y de las estructura íntima, en la gracia connatu-
espadas de los duelos. ral, en la música y el color de ese dia-
Esta es la Ñapóles aquélla, y su liber- lecto, nos parece percibir, a los que ha-
tad y su grandeza no la han desespañoli- bíamos castellano, que el pueblo que se
zado. Ved cómo a cada paso comparece expresa de aquel modo escuchó y asimi-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—ÑAPÓLES LA ESPAÑOLA 1301

ló, por espacio de tres siglos, nuestra bre un nicho hay de uno de esos bravos
lengua. | un epitafio que es un poema. Escuchad:
Llegad a los barrios populares—si es I «D, O, M.—Guarda este mármol las
que no lo son todos en esta ciudad de ; famosas zeni¿;as—de aquel eroe imbenci-
rebosante muchedumbre—: la Plaza del | ble Dionisio de Guzmán—Cavallero del
Mercado, Puerta Capuana, la marinera abito de Santiago—de los consejos de
Santa Lucía, de nombre que parece con- guerra de Su Majestad—maestro de cam-
tinuarse de suyo en melodiosa barcarola, po general de los exércitos—de Milán y
¿no son figuras y escenas de ciudad an- Lombardía, armada real y este Reyno,—
daluza las que veis? Este hervor fasci- • Falleció en 24 de julio de 1654—militó 44
nante de vida, de alegría y de color: este años continuos en guerra viva—en las
como canto de gloria que se levanta al provincias de Italia, Estados de Flandes,
Olimpo, y este perenne chispear de bur- —Reynos de España y armadas maríti-
las y gracejos entre los que pasan, y mas.—Comenzó de soldado y subió a la
esta florescencia del piropo, y este ha- fuerza de su mérito—a todos los grados
blar con el gesto aún más que con la ; de la milicia—ganó a su Rey treinta y
voz, y más que con la palabra con el j una fortalezas—socorrió 18 plazas, peleó
tono, ¿no provocan reminiscencias de | y venció 62 veces—fué terror de los ad-
Triaría, del Rastro, de las romerías? ¿No ! versarios, exemplo de los amigos—asom-
es el sol andaluz el que se asoma a bro de los exércitos y envidia de las na-
los ojos y encrespa con sus tenacillas ciones—constante en los trabajos, intré-
de fuego el pelo de las brunas Carme- pido en los peligros—templado en las
las, Nanninas y Giesumminas de la ple- costumbres y modesto en las felicidades.
be? ¿No es divinamente española y an- —La antigua Castilla le dio noble orien-
daluza esta visible despreocupación por te—la sociedad christiana dichosa vida—
eí día de mañana, por el fruto que se ha su proceder eroicas obras. Nació para
de cosechar, esta abandonada confianza honra de su patria—vivió para servir
en los dones del suelo próvido, de la na- a su Rey—y haviendo muerto para sí
turaleza benigna, que derraman sobre ri- quedará inmortal—a la memoria de los
cos y pobres sus dones gratuitos para siglos futuros.»
que vivan como las aves del cielo, que Decidme si no trasciende de ese re-
no siembran ni recogen? tumbante epitafio todo el alma de aque-
También dentro de los muros de Mi- lla España soberbia y andantesca cuya
lán tuvo una de sus cuevas, durante más idea encarnó en eí caballero de la Man-
de dos siglos, el león de Castilla; pero cha, y si no manifiesta, en el énfasis que
en la fisonomía de la Milán contemporá- i así había ante la muerte, la fuerza con
nea no existen ya, o no conservan sufi- que se imprimía, allí donde fijaba su ga-
ciente reüeve para que aparezcan a la ! rra, la huella de aquel pueblo de con-
mirada del viajero, los vestigios de aque- I quistadores. No, no se borrará ya más el
lla Lombardía reflejada de rojo y gual- • sello de España de la frente de Ñápe-
da que conocemos en las páginas de / les, hasta que el vecino monstruo p fu-
promessi Sposi. En Ñapóles la influen- tónico la estreche y la consuma con su
cia española caló más hondo y dejó color j brazo de fuego, según la tradición fatí-
más indeleble. Los esforzados castella- dica puesta en hermosa leyenda por Ma-
nos, los aragoneses heroicos, que tienen tilde Serao.
su sepulcro en estas iglesias, pueden re- Cierto es que el tiempo se lleva en
posar seguros ele la perennidad de su '' su corriente mucho de lo antiguo, y no
conquista. En Santa María de los Ange- i faltan lauáaíores temporis acti, que afir-
les, entre dos altares de la izquierda, so- men con nostalgia que Ñapóles va per-
1302 JOSÉ ENRIQUE RODO,—ÜBRáS COMPLETAS

diendo su color. Hay en el fondo de esta centro que propague nueva vida sobre las
afirmación una parte verdadera. Ñapó- hoy yermas regiones del mediodía de Ita-
les, visiblemente, se transforma. El laz- lia y las convide a nuevas Geórgicas,
zarone se va. Alientos de emulación y de como las del suave mantuano que duer-
energía rompen la costra secular de ocio- me allá enfrente, a la sombra del Pau-
sidad, de desaseo y de miseria. Un acue- silipo.
ducto colosal, que hubiera honrado a la Ñapóles se asea, se enriquece, se educa,
vieja Roma, trae de las famosas surgen- pero no se descaracteriza. En lo bueno
tes de Serino y difunde hasta los entra- como en lo malo, continúa siendo esen-
ñados rincones de la ciudad, agua rica cialmente española, Y con decir que es
y salubre. Donde se asentaba el barrio sustancíalmente española, dicho se está
más vetusto e infectof álzase hoy la so- que participa de Hispanoamérica, afini-
berbia Galería, rival en magnitud y ri- dad que aparece de relieve si se estable-
queza de la de Milán, y uno de los ma- ce la comparación con aquellas partes de
yores esfuerzos edilicios de la moderna América cuyo desenvolvimiento, menos
Italia. Humo de fábricas y usinas empie- impetuoso y acopiador, ha mantenido re-
za a mezclarse, en estos contornos, con lativamente intacto el núcleo original.
el humo volcánico. El hechizo enervador Yo he sentido despertarse y sonreír mi
de Paríénope será superado otra vez por velado instinto criollo reconociendo
la maña de Ulises, que retoña en la san- en las calles de Ñapóles cosas que me
gre griega que hay en las venas de Ña- parecían del terruño, líneas y matices
póles. Una metrópoli industrial, activa y ele mi ciudad nativa, en lo que ésta tie-
poderosa, se delinea para el cercano por- ne aún de característico, de tradicional,
venir, aquí donde fué el imperio del dol- de pintoresco; semejanzas que completa
ce farniente. Y aunque todavía desento- la imaginación con la curva armoniosa
nan, dentro de la admiración y el encan- de la bahía, cuya entrada custodia, como
to del viajero, la casa antigua y noble un Cerro agigantado y flamígero, el Ve-
que yace en sucio abandono, y el montón subio. Y estas correspondencias de ca-
de basura que fermenta al rayo del sol, rácter, estos acordes de color, evocaban
y el corro de muchachos que juegan en en mi memoria las palabras que oí una
la esquina sus monedas de cobre, y los vez a un cultísimo y delicioso sevillano,
cornetti de coral ofrecidos como amule- don Francisco Orejuela, que contaba ad-
tos en los escaparates de las tiendas, y mirablemente sus recuerdos de viaje;
el conventillo al aire libre, y los mendi- i —No hay más que tres ciudades en el
gos implacables, y los frailes pringosos, ! mundo: Ñapóles, Sevilla y Montevideo.
puede vaticinarse que esta ciudad será el \Tápoles, febrero de 1917,

XIX
EL ALTAR DE LA MUERTE

Noble complemento ideal de este ma- lina del Posillipo, dominando el paisaje
ravilloso cuadro de Ñapóles es la tumba de más pura y armoniosa belleza que
de Virgilio. A la orilla del celeste golfo, puedan componer en consorcio la tierra
donde concluye la ciudad y empieza la y el agua, está la tumba del poeta, y su
encantada bahía de Pozzuoli, sobre la co- evocadora virtud puebla de clásicos re-

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OBRA POSTUMA.—1.5: EL CÁMIX'O DE PAROS.—EL ALTAR DE LA MUERTE 1303

cuerdos la inmensidad, circunstante, des- ; va desde la niñez, como la de Jesús ante


de las cinceladas costas donde tocó la los doctores, como la de Pascal adivi-
nave de Eneas, y los volcánicos campos nando la geometría; y sin auxilio de
que guardaron la entrada del Tártaro y ¡ maestro descifraba a los quince años
la gruta de la Sibila, hasta el verdor de ; los textos de la cultura helénica.
la Campania feliz, que inspiró el dulce Penetró en ellos, por bajo del sentido
acicalado poema de las mieses y los re- verbal, el sentido estético, la revelación
baños. Y luego la imaginación, movida de su exquisita belleza, y nunca hubo,
siempre por el postumo hechizo del poe- desde que la lira griega enmudeció,
ta, se remonta más allá de las cumbres quien sintiese y reprodujera con más
violáceas y de las nubes de oro, y redon- esencial integridad el secreto de la her-
dea la visión de la Península gloriosa y mosura antigua. Jamás versificó, en nin-
edénica, y levanta sobre ella la imagen : guna lengua del mundo, quien diera a
del que tuvo un sentimiento profético de | la forma lírica vuelos más serenos, pul-
una patria más duradera que el poder y | critud más inmaculada, diafanidad más
la grandeza Romana «¡Italiam, Italiam!» • celeste, movimientos más ágiles y gra-
Pero hay en esos mismos contornos ciosos. Tampoco alentó nunca en cora-
una tumba de donde fluye más profun- zón de poeta ansia más férvida de lo
do manantial de poesía; una tumba ante absoluto y lo divino, sueño más puro
la cual la idea de la muerte se impone de belleza ideal y de sublime amor. Te-
al pensamiento con una fuerza subyuga- ; nía vivísimo el sentimiento de su supe-
dora y una virtud de sugestión mayores rioridad, la vocación de gloria del que
que las que ella puede adquirir de cual- ! sabe que vino al mundo para dominar,
quier otro humano sepulcro, porque esa para alumbrar, para conducir. Todo en
tumba es como el propio altar de la su idea de la vida era promesa y espe-
Muerte. Allí duerme quien le consagró ranza... Pero la Némesis, envidiosa de
más puro amor y la representó más be- los favores divinos, reclamó para sí el
lla, porque la amó por sí misma. Allí la cuerpo de aquel hombre. Junto a la
Muerte, blanca novia, está en el tálamo perfecta armonía del espíritu puso ella
con su desposado. Llegad, cuando salgáis ! la maldición de la miseria fisiológica,
de la gruta de Posillipo, a la antigua con su triple tormento de dolor, de fla-
iglesia que se levanta a la derecha, sobre queza y de fealdad.
la plaza de Fourigrotta; y aproximándoos Apenas la juventud del poeta suce-
al altar mayor, ved en el suelo una lápida i dio a su niñez sublime, su carne herida
sencilla: es ésa la tumba de que os de congénito mal dio ejecución a aquel
hablo. martirio; sus nervios y sus músculos se
El hombre que allí reposa tuvo uno incapacitaron para todo esfuerzo; su vis-
de los sentimientos más altos y nobles ta se nubló; sus espaldas se encorvaron
que hayan habitado el barro de Adán. y deformaron. Fué un inútil, un tortu-
Nació con las dos supremas virtudes de ! i'ado y casi un monstruo, ¡Y detrás de
la mente: la que conduce a la Verdad su frente el genio anunciaba que había
y la que inspira la Belleza. Como los tomado el punto de la dorada sazón y
genios de las cavilaciones nuevas y en- en su pecho ardía, con todo el fuego
terizas, como los Horneros y los Dantes, ; de la adolescencia, el anhelo del amor
él, en un siglo de análisis y de reflexión, real y viviente que diese humanas for-
unió a la sabiduría soberana un excelso mas a aquella aspiración indefinida con
don de poesía. Y en medio de estas dos que el alma soñadora del niño había
alas había un corazón y era el de un j abarcado los ámbitos del mundo y del
ángel. Su ciencia fué inspirada e intuiti- cielo!...
1304 JOSÉ ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

Junto con la conciencia de su inraen- j purísimos. Porque este amor era desin-
so infortunio, y como fermento nacido j teresado y absoluto. No era el del pesi-
de su amargor, pero al propio tiempo j mista religioso, no era el del creyente
con la fuerza fría y analítica en que ¡ que pone al otro lado de la tumba la
obra la reflexión de un gran entendí-- j esperanza del cielo. Era una aspiración
miento, sobrevino en el enfermo y dis ¡ sin otro fin, sin otra recompensa que
forme la abjuración de toda fe y de la Muerte misma, Y de este culto de la
todo principio afirmativo que diese a la Muerte nacieron versos que concillan,
realidad orden y objeto. con la serenidad y la transparencia pla-
La excitación de Bruto menor con- tónicas, el fervor y el arrebato de los
fesando al morir la vanidad del mundo místicos, el vuelo ardiente de San Juan
ideal, fué en lo sucesivo el lerna de su de la Cruz. Dijo en ellos cómo el Amor
ciencia. Y la noche se hizo en la inti- y la Muerte son hermanos, y por qué
midad de aquella alma. Pero fué una el antiguo saber enseñó que «muere jo-
noche inundada de tristísima luz, una ven el que aman los dioses», y por qué
noche tachonada de estrellas, porque ni inclina a la muerte la disciplina de
el desengaño ni el desconsuelo pudieron amor; y dijo que cuando esta divina
disipar en la frente del infortunado la fuerza entra en humano pecho
unción de la divina poesía. Por el contra-
rio, la magnificaron y la hicieron doble- Un desiáerio di morir sí senté.
mente preciosa. Fué entonces cuando lo
que había de poeta, de poeta escogidísi- y el alma enamorada, aun la más in-
mo y excelso, en aquel ángel vestido de docta y ajena a «la virtud que nace de
miseria y fealdad, se reveló con maravi- ! la sabiduría», «comprende la gentileza
llosa plenitud. Y fué la suya la poesía a i de morir», y el aldeano sencillo, la don-
un tiempo más amarga y más suave que j cella inocente, si amor les infunde áni-
haya anidado en el corazón humano. ' mo, «osan meditar hierro y veneno» y
Todo aquel sentimiento de idealidad; de ; miran sin espanto el misterio de la muer-
perfección y de belleza que había exal- ! te... Y todo esto se desenvuelve en aque-
tado la mente candida del soñador, se ! llos versos portentosos de modo que
decoloró de esperanza; pero continuó no está solo sentido, sino pensado; que
siendo sentimiento de idealidad, de per- ¡ no es sólo una emoción poética, sino
fección y de belleza. Toda aquella inmem ¡ una profunda y personal filosofía; una
sa vena de amor que había corrido, de ¡ concepción fundamental del mundo, que
su impulso primero, a ios bienes supe- j impone a nuestro ánimo un género de
riores del mundo, y se había roto en la j dolor muy distinto de aquel que nos
tremenda decepción, se convirtió a un j transmiten los poetas que expresan des-
solo bien, a una sola idea, a un solo j dichas contingentes, tristezas relativas,
anhelo: la Muerte. Fué el poeta sublime i aunque grandes; porque esta poesía nos
de la Muerte. Y como poeta de la i da la intuición de lo que hay de eterno
Muerte, fué el divino poeta del amor. y necesario en el dolor y descubre a
Nunca hubo mujer, ni deidad, ni patria, ¡ cada cual la más escondida raíz de su
ni concepto abstracto del derecho ni ; infortunio.
aspiración de libertad, gloria o fortuna, En Ñapóles se extinguieron los últi-
que inspiraran más dulces sueños en mos días del poeta. Aquí en la serena
alma juvenil que en aquel poeta del altura de Capodimonte, o en la vecina
sueño de la Nada. Nunca hubo novia Torre del Greco, sobre la falda del Ve-
que más se embelleciera en versos de subio; aquí donde la naturaleza es ática
amante, que la Muerte en sus versos ; como el ideal de la forma que él sin-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.— SORRENTO 1305

tió, y donde todo evoca él mundo an- to y poesía; los que embelesáis el alma
tiguo a que él perteneció por las afi- y ios ojos en la radiante luz de este
nidades de su corazón y de su mente, cielo, en la belleza arquitectónica de
esperó a la pálida amada «que había : este volcán, en el pagano júbilo de esta
de cerrar sus ojos tristes». Aquí se rea- : naturaleza, olvidaos un momento de la
lizó eí desposorio; aquí perdura su in- vida, revestios de noble gravedad y en-
violable fe en la paz de esa lápida de trad a visitar el altar de la Muerte en
mármol. la «tumba de Leopardi».
Vosotros, los que pasáis por esta tie-
rra encantadora y sabéis de sentimien- 1917.

XX

SORRENTO

Imaginad un certamen mitológico en- más tenues contornos. Rocas inmensas,


tre ía tierra y el mar; una rivalidad co- cortadas a pico sobre el mar, tienen en
mo de enamorados o de artistas para po- alto la planta de la ciudad, como si to-
ner a prueba cuál de los dos es capaz de da ella fuera un ancho balcón, que se
dar de sí más poesía y más belleza; ima- prolonga sobre un fondo de suaves co-
ginad que en este certamen entra a par- linas. Allá abajo, el golfo, de una ideal
ticipar el cielo azul, primero con la ra- serenidad, del más inefable azul que
diante gloria del día, después con la . yo haya visto en el agua; transparente
1
transparente calma de la noche, y ha- cielo volcado, que cruzan, como nubes,
bréis hallado una imagen que convenga velas de pescadores: y en un seno que
a la hermosura, a la gracia, al incom- forman las rocas, el puerto, pequeñuelo
parable hechizo de Sorrento. y gracioso, como para barcas de pesca.
Todo este golfo de Ñapóles es de una i A lo largo de toda esta costa, en las
belleza armoniosa y serena, que recuer- suntuosas villas y los aristocráticos «al-
da la euritmia arquitectónica, o la «com- : bergos», un continuo y espeso jardín,
posición» de un poema clásico; pero So- una deliciosa cadena de bosques de na-
rrento es lo más bello del golfo. Alzada ranjos, de olivos, de manzanos, de gra-
sobre la península en que empieza la nados; de plantas mil, que congregan
1
vasta curva de ese brazo de mar; enfren- cuanto hay de amable y bello en la fe-
te, Ñapóles, que se tiende en anfiteatro cundidad de la tierra, y devuelven al
entre Capodimonte y el Posiílipo; luego, I aire iónico del mar fragancia de flores
dominando la escena inmensa, el volcán : por fragancia de sales. Églogas piscato-
bicípite, hermoso de forma y de color; rias vienen de las ondas azules, y églo-
sobre las faldas del volcán, Pórtici, Re- , gas pastoriles les contestan desde las ver-
sina, Torre del Greco, Annunziata, Cas- 1 des laderas.
tellamare más cerca, y allá, en el confín ¡Cómo se ve que el vergel fabuloso de
del horizonte, las islas de Prócida y de Armida fué soñado por quien llevaba en
Ischia, no hay lugar de la encantada cos- los ojos la imagen de Sorrento! ¿Qué
ta que no se divise de Sorrento, con la falta aquí para la meditación, para el
nitidez y el firme relieve que esta glo- ensueño, para la paz del alma; qué falta
riosa luz presta, en el aire diáfano, a los para la dulce salud, para el despreocu-
1306 J 0 8 E ENRIQUE RODO,—OBRAS C O Ai FLETAS

pado contento de la vida, aquí donde to- , rrento no perdáis la ocasión de observar
da la naturaleza es bondad: aliento de ; por vuestros propios ojos un taller de
azahar y de pinos, balsámica leche, vino i marquetería), se concluye de aceptar y
nectareo, peces fosfóricos, fruta delica- i comprender que aquellos dibujos, aque-
da y sin cuento, y sobre todas las fru- I lias figuras y aquellos paisajes no han
tas, las naranjas, a cuyas jugosas po- ¡ sido hechos con pincel, sino con distin-
mas de oro llaman, en este gracioso tas piezas de madera, cortadas medíante
dialecto, Portogallo (Portugal)?... ' sierras sutiles y aplicadas en los hue-
Sí no os basta el panorama que ha- | eos de un diseño. Llégase así a formar
béis admirado en la ribera; si queréis i de incrustaciones verdaderos cuadros,
aún más altura y más horizonte, subid \ con la conveniente distribución de colo-
a las colinas en que se recuesta la ciu- \ res en cada figura y en el fondo. Este
dad, hacia el poniente y el mediodía; \ arte, en lo que tiene de refinado, no es,
id a Capodimonte de Sorrento, donde \ según me dicen, aptitud tradicional, sino
está el Belvedere Parisi, o al monaste- relativamente moderna. Primeramente se
rio del Deserto, sobre la cumbre más taraceaba sólo en la madera de naranjo
alta, entre jardines, donde os regalarán y diseñando las imágenes y labores con
con vino exquisito, y tierno queso, y aro- ¡ tinta china. Un artífice innovador, Luís
mática miel, y desde el cual abarcaréis , Gargiulo—cuyos descendientes son aún
con la mirada una extensión de estu- ; los más activos representantes de esta
penda grandeza: el golfo de Ñapóles a habilidad local-—, halló los medios de
un lado; al otro el de Salerno, entre las ¡ emplear diferentes clases de madera e
puntas de Licosia y Campanella, y en \ indefinida variedad de tintes. Hoy la-
medio de las dos, la rocallosa isla de marquetería de Sorrento tiene fama y
Capri, que parece encorvarse y atalayar ; mercado en todo el mundo. También es
sobre las ondas, como un monstruo ma- i floreciente industria de la ciudad el te-
rino que velara guardando el maravi- ! jido de la seda, y los pañuelos y fajas
1
lloso zafiro de su Gruía Azul, de colores que salen de sus telares gozan
.
Sorrento, en la antigüedad, unía al re- ; crédito de ser los más hermosos de
nombre clásico de su belleza, que ins- ! Italia,
piró Las Selvas de Estado, la celebri- En las treguas de esos afanes del ta-
dad, de su cerámica, cuya excelencia ] lier, o de ía pesca en las serenas ondas
comprueban aún, en los museos, cálices • del golfo, o de las geórgicas de los fruc-
y vasos fúnebres comparables con los • tuosos campos vecinos, mozos y mucha-
de Ñola. La moderna Sorrento tiene, en ] chas del pueblo suelen reunirse en gra-
cambio, su arte peculiar, que ha levan- ciosos grupos para bailar ía tarantela
tado a una perfección que es su fun- de Sorrento, que es una variedad de la
dado orgullo: la marquetería, la labor de Ñapóles. Una tarantela bailada sobre
de incrustaciones en madera, Numero- ! un fondo de playa o de bosque, con Jos
sos talleres dan aliento a esta industria, pintorescos trajes populares, es espec-
y las más ricas tiendas de la ciudad son ! táculo que debe procurarse el viajero.
las dedicadas a la venta de muebles, es- ! Guitarras y mandolinas suenan su alegre
tuches, cigarreras, y otros mil objetos de música, y las parejas, ceñidas de visto-
utilidad y de adorno, compuestos de mo- sos colores, componen mudanzas raudas
saico o taracea. La delicadeza y el pri- y vehementes, pero de delicada erpre-
mor con que se ejecuta ese trabajo ex- ; sión; mientras la sangre férvida relum-
ceden todo elogio. Sólo cuando se ha bra en el negro de los ojos y las more-
asistido al interior de uno de estos ta- i ñas manos repiquetean a maravilla las
lleres (y os aconsejo que si vais a So- i castañuelas de Teletusa. Donde hay vir-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—SORRENTO 1307

tud de tañer y de danzar, dicho se está de Ñapóles y desaparece en una nube de


que hay también espontánea virtud poé- polvo. Luego otro cuadro se enciende en
tica. Ved una canción popular, fresca y mi fantasía: estoy en Padua, en socie-
sencilla como una margarita del campo: dad de doctores y académicos; el niño
es ya un adolescente soñador y estu-
LA SORRENTINA j dioso; en su frente hay como el albor
' de una aureola, y en torno suyo flotan,
lo la viái a Piedigrotta buscando forma consistente y tenaz, imá-
Tutta gioia, e tutta festa genes de fe y caballería, visión de pa-
Dalla madre era condotta, ladines, trovadores y cruzados. Después
Gioíe, e períe avea in testa, le veo, gentilhombre y áulico poeta, allá
Un corpetto ricamato,
La pettiglia di broccaío, en Ferrara, en una casa de príncipes;
Una veste cremisina, observo que levanta los ojos tímidos y
Un sorriso da incautar, apasionados y los fija en una altiva
E la bella Sorrentina princesa; que este amor nace y crece
lo la intesi nominar. sin esperanza, y que, junto con la tor-
' tura del amor imposible, otro suplicio;
Da aquel giorno, non ho pace,
Notte e di sospiro e gemo,
el infierno de la creación poética, tal
Piií la pesca non mi piace, como es en aquel orden de genialidad
In disuso ho posto il remo, que no produce sin angustia y dolor,
1
Con la povera barchetta arrebatan la razón del poeta a ios os-
A Sorrento, in fretta, in fretta, curos lindes donde alternan el juicio y
Ogni sera, ogni mattina, | la locura. Véole encerrado y asistido co-
Vengo qui per lagrimar,
E tu, ingrata Sorrentina,
mo insano en la celda de un convento,
Poco pensi al mió penar! y presencio cómo una noche, burlando
la vigilancia de sus guardianes, se arroja
Sobre el encantado jardín que se ex- al campo; recorre, descalzo, andrajoso
tiende por toda esta costa, en la terraza y mendicante, un largo camino, y llega
que llaman del Prospetto, me inclino a a la dulce patria que dejó en la infan-
contemplar las rocas sumergidas en la C1H, £1 SU Sorrento alma e felice, donde
onda clara, como la de una intacta fuen- la piedad de la hermana procura sosegar
te. Entre los liqúenes de una de esas su frente febril. Veo que su delirio le
rocas se perciben aún, casi a flor de aleja de nuevo; que en la corte fatal de
agua, unos cimientos ruinosos. Mi imagi- Ferrara padece otra vez encierro de lo-
nación reconstruye la casa__que esos ci- co; que luego vaga, como la hoja que
mientos sustentaban, y evoca, en derre- se deshace en el viento, por cien partes;
dor, la Sorrento de hace cuatro siglos. de palacio en cabana, de hospital en
Así compuesta la escena, sueño, mien- convento; siempre acosado por fantas-
tras la dulzura del tramonto cae sobre mas de miedo, de melancolía y de furor;
el éxtasis del mar. Veo que de aquella siempre en guerra con el recuerdo de
casa sale, llevado de la mano por la su propia obra, que le exaspera por su
madre, joven y bella todavía, un niño anhelo de perfección sublime; y final-
de seis años, gracioso, suave y melancó- mente, que la gloria le busca, que Roma
lico. El padre, pensativo y noble, marcha quiere coronarle en el Capitolio con el
al lado y conduce a la hijita mayor. La laurel de los poetas, y que, en las vís-
tristeza de los desterrados oscurece su peras del día en que esto ha de reali-
semblante. Veo a este grupo doméstico zarse, muere en un lecho de hospital,
subir a una carroza que toma el camino dejando con su mísera historia el más
1308 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

conmovedor ejemplo del consorcio de] la rebelión. Los tiempos eran duros, y
genio, la demencia y el infortunio. el caudillo republicano traía el propó-
Todo esto se pintaba en mi imagina- sito de entrar a sangre y fuego en la
ción mientras miraba las rocas que ane- ciudad rebelde, y castigarla sin distin-
ga el agua transparente, allí donde fué ción de inocentes y culpados. Se in-
Ja casa de Torcuato Tasso. Y por la no-1 terpone entonces, entre la población
che, conversando en el Circolo Sociale, consternada y el jefe inexorable, el ar-
un elocuente sorrentino me refiere cómo zobispo de Sorrento. Como razón supre-
su ciudad es deudora al poeta de la Je- ma con que ablandar el corazón, del ven-
rusalén, no sólo de la más alta gloria gador, recuerda a Sarrazin que Sorren-
que se agrega al prestigio de su ideal to es la patria del Tasso... Y el noble
naturaleza, sino también de haber con- francés, sintiendo la fuerza obligatoria
jurado el mayor de los peligros que ha de ese título de inmunidad, ahorró to-
yan amenazado interrumpir el plácido da sangre, todo rigor, y perdonó a So-
sueño de su vida. Es el caso que, cuan- rrento para honrar la cuna del poeta.
do, por la expansión de la Francia revo- Así el desventurado Torcuato fué el
lucionaria, se erigió en el antiguo reino numen tutelar de su patria; y así reanu-
de Ñapóles la República Partenopea, una dó, sin más tormentas, su vida de idilio,
tentativa de reacción se originó en So- la primorosa creación de las Sirenas;
rrento, a favor de los depuestos Bor- la ciudad preferida de los convalecien-
bones. El general Sarrazin, jefe de las tes y los novios; la dulce ciudad coro-
armas francesas que sostenían la na- nada de azahares y vestida con la ce-
ciente República, fué enviado a sofocar leste seda del mar.

XXI

CAPRí
Cuento entre Jas imposibilidades abso- ocupación que, cuando volvéis de Capri,
lutas la de hallar belleza que no tenga ; os demostrarán en Sorrento, es averí-
conciencia de sí propia, y entre las im- i guar lo que pensáis de Capri, y el más
posibilidades relativas la de hallar con- I apremiante interés que os habrán ma-
ciencia de la propia beldad que no se I nifestado en Capri, al llegar, es pregun-
empañe de cierta inquietud o desazón ¡ taros lo que opináis de Sorrento. Os
delante de Ja beldad ajena. Sorrento, con- ! supongo suficientemente hábiles para
firmando la ley sin excepción, sabe que \ contestar a esas preguntas de modo que,
es hermosa; pero sabe que Capri lo es ¡ sin herir de frente la vanidad local, deis
también, y Capri está al lado de Sorren-
to; y como la belleza de Capri no es ; lugar, al mismo tiempo, a cierto res-
menos fiel cumplidora del nosce te ip- j quemor de emulación; y entonces oiréis,
sum, hay, al través de las azules ondas I de una y otra parte, los más fervorosos
que las separan, un perpetuo cambio de ! alegatos de amor patrio; los más ínspi-
desconfianzas y de celos; un pleito en- | rados razonamientos para demostraros
cantador, que renueva sus instancias ante i que aún no habéis visto lo mejor, en la
cada viajero, excitado a ser juez en este ¡ comarca del panegirista, y que debéis
nuevo juicio de París. La primera pre- ' dejar que os lleven a admirar en ella

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAAÍINO DE PAROS.—CAPRI 1309
bellezas y primores que no habíais sos- bre de Tiberio. La amable isla no ha
pechado. olvidado, pues, al tirano que la escogió
La isla de Capri y la península de So- como refugio de su vejez suspicaz y las-
rrento están, digámoslo así, labradas se- civa; ni parece guardar de él mala me-
gún un mismo estilo arquitectónico. Aquí moria, acaso porque con la permanen-
como allá, un muro de ásperas rocas, cia del tirano coincide su período de
que caen a plomo sobre el mar, diseñan monumental florecimiento e histórica
con viril energía el dibujo de la costa. notoriedad. Señáianse aún, en distintas
Aquí como allá al pie de ese ciclópeo partes de la isla, las ruinas de las doce
baluarte, un puerto para cascaras de villas famosas que Tiberio construyó
nuez; y del puerto a la ciudad, sendas para nido de sus amores seniles.
tortuosas que suben escalonadas en la Un camino que trepa en espiral hasta
piedra. A espaldas de la ciudad, cum- la altura del Solaro, entre vistas inmen-
bres de embelesantes perspectivas, que sas de montaña y de mar, conduce ai
aquí se llaman los cerros de San Miguel pueblo de Anacapri. Las labradas tierras
y del Castello, como en la ciudad rival que lo rodean muestran que es una po-
los del Deserto y Capodimoníe. Acaso blación de agricultores. Allí encontra-
!a belleza de Capri es un tanto más sua- réis con quién recordar la patria ameri-
ve y varonil que la de Sorrento, como cana y podréis mantener una conversa-
que entran en ella por mayores partes ción en nuestra lengua, porque son mu-
la desnudez de la roca y el abrazo del chísimos los anacaprenses que han esta-
mar; pero también aquí, en los valles do en Montevideo o Buenos Aires; y no
guardados de ios vientos marinos, cre- escasean, entre ellos, los que han traído
cen la vid y el olivo y el naranjo; tam- de las tierras de Occidente algo más que
bién aquí la canción pastoril confunde dulces memorias. Poético abolengo atri-
sus ecos con la barcarola del remero buye la leyenda a Anacapri, como que,
que parte a la pesca del coral, allá en según la tradición local, fué el Amor mis-
las costas del África, o que conduce, mo, el Eros de Grecia, quien puso los
a los que llegan, a visitar la misteriosa
Gruta Azul. Y Capri, como Sorrento, fundamentos de la graciosa ciudad, cuyo
tenía, antes de la guerra, su más copio- origen helénico es, como el de todos los
sa fuente de utilidad en su misma pin- pobladores de la isla, bien claro. Y este
toresca belleza, que atraía anualmen- origen histórico (y también aquel legen-
te a sus playas a muchos millares de dario abolengo) tiene su más firme tes-
viajeros, sin contar los potentados eu- timonio en la peculiar belleza de las
ropeos y americanos que han levantado contadinas de Anacapri; belleza de már-
villas suntuosas en el filo de estas pe- mol bruñido por el sol y el viento del
ñas y en la falda de estas colinas. mar; o si las tomáis cuando, al caer de
La ciudad, menuda y concentrada en- la tarde, van con el cántaro a la fuente,
tre las rocas, se recorre en cuatro pa- | belleza de Nausicaa, rodeada del candor
sos. Una plaza domina, como un terrado, patriarcal.
las violentas pendientes de la costa, con Nadie ignora que en las costas de Ca-
su fondo de mar y de cielo. Allí veo, pri está la gruta famosa donde todo apa-
entre los grupos que pasean, un artista rece teñido del color del cielo; la Gruta
que toma apuntes. Capri es lugar prefe- Azul, cara a la fantasía de los viajeros
rido de pintores, y son muchos los que soñadores. Una barca de cuatro remos
periódicamente se confirman en la inspi- me conduce a la gruta, desde la Marina
ración de esta naturaleza. Observo que de Capri. Pienso contar con las dos con-
un «albergo» y una calle llevan el nom- diciones necesarias de esta visita; clara
1310 JOSÉ ENRIQUE RODO.---OBRAS COMPLETAS

luz y mar sereno. Infortunadamente, en ¡ pieza a picarse, y como la estrechísima


el transcurso del viaje nubes importa- j boca de la gruta sólo da fácil paso mien-
nas han venido a empañar la antes diá- i tras el agua está enteramente tranquila,
fana claridad de la mañana. Al llegar la i debo esperar el momento de salir, ten-
barca a la gruta, el sol se ha velado i dido en el fondo de la barca, en la ac-
del todo, y esto quita al peregrino al- ] titud de un cadáver en su féretro. La
cazar gran parte de su fantástica be- \ Gruta Azul fué para mí una decepción.
lleza, que nace del reflejo de la luz ra- ¡ Pero ya hace tiempo que aprendí a re-
diante del día, cuando, filtrándose al ! signarme al desengaño de las grutas azu-
través del espesor azul de las aguas e j les, y la belleza abierta y franca de la
impregnándose de su color, lo difunde, j circunstante realidad me ofrece, de re-
como un claro de luna, en la penumbra j greso de aquella fracasada aventura, el
de aquella fresca bóveda. Algo de este ' desquite de la ilusión desvanecida,
mágico efecto se percibe, pero muy te- |
nue y enturbiado. Además, el mar em- I Castellamare, marzo de 1917,

AAJ.1

¿RENUNCIARA BENEDICTO XV
AL PODER TEMPORAL?
ACTUAL ASPECTO DE LA CUESTIÓN ROMANA

A mi paso por Roma, tuve frecuente j anacrónica monstruosidad. Pero él no


ocasión de recoger pareceres e impre- ¡ podrá menos de considerarse subsistente
síones sobre un problema que, aunque I mientras el Pontificado mantenga, aun-
aparentemente apartado de los afanes i que sólo sea de modo tácito y pasivo, la
del momento, no ha perdido su inte- ! reivindicación de su poder civil. Esta
res esencial, ni ha dejado de constituir ] reivindicación tendrá moralmente la
una de las más importantes relaciones j fuerza de una autoridad a la que gravi-
del porvenir político italiano. Me refiero ! tan aún millones de conciencias hurna-
a la situación del Pontífice católico, con j ñas; y por lo que toca a la Italia misma,
sus aspiraciones, hasta hoy no renuncia- tendrá la importancia de alentar una
das, al poder temporal, frente al Estado i permanente causa de escisión entre la
que ha instituido su soberanía y su uni- ' conciencia religiosa y la conciencia na-
dad allí donde se asentó, por espacio de ¡ cional de cierta parte de su pueblo.
diez siglos, aquel poder. ¿Hasta qué pun- Es, pues, condición indispensable, para
to y en qué sentido existe todavía una : una verdadera solución de este proble-
cuestión romana? ¿Y cuál puede ser la ' ma, la franca renuncia del Pontificado
solución que le prepara el tiempo? Cabe a toda expiración de dominio temporal
suponer que, entre las infinitas ulterio- ': y el reconocimiento expreso, por su par-
ridades del nuevo orden internacional te, de la soberanía italiana sobre Roma.
que ha de sobrevenir a la guerra, se ¿Puede esto esperarse como probable
cuente la inmediata desaparición de conclusión de la política del Vaticano?;
aquel conflicto, que ya nos parece una y más concretamente, ¿puede esperarse-

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OBRA POSTUMA.—15; EL CAMINO DE PAROS.—BENEDICTO XV 1311

lo de la inspiración personal del Pontí- bertadora del cautivo jefe de la Iglesia,


fice que tiene hoy el gobierno de la El pontificado del último Papa-rey termi-
Iglesia? nó en medio de ese espíritu de esperan-
Para satisfacer estas preguntas, debe zas mesiánicas. Pero entre tanto Ita-
partirse del hecho inconmovible y de la lia, por su propia virtud y por ia obra
idea casi indiscutida que ha llegado a de sus estadistas, fortalecía su ser de
representar, después de medio siglo de nación, consolidaba su situación inter-
triunfante prueba, la nacionalidad Italia-, nacional; y como consecuencia de esta
na, con su capital de Roma. La fundación sanción del éxito, se vigorizaba y se im-
de la Italia libre y una, contra la co- ponía con avasallador empuje, aun a
rriente, no sólo de intereses y egoísmos I las clases más divorciadas de los orí-
domésticos, sino también de tradiciones j genes del movimiento de unidad, el sen-
y sentimientos de fuerza universal, corno : timiento de la patria italiana. La su-
los vinculados al poder político de la I perior inteligencia de León XIII, que vio
Iglesia, es de los esfuerzos más audaces, , realizarse esa incontrastable evolución,
más arduos y más gloriosos de que haya 1 supo adaptar a ella ia nueva política del
ejemplo en la historia. Los hombres de ! Pontificado. León XIII, reaccionando
1870 consumaron su reivindicación de i contra la anterior famosa consigna cle-
Roma para Italia, con indomable fe y j rícal: «Mi elegidos, ni electores», auto-
con soberana energía; pero la magnitud ;• rizó la intervención de los partidarios
de las dificultades que de todas partes \ de la Iglesia en las luchas legales de la
rodeaban la consolidación de su obra : monarquía; puso así el primer antece-
era tan clara, que toda aquella fe no dente en eí camino de una conciliación,
pudo evitar que, al entrar en Roma 3o y desde entonces una considerable parte
hicieran—según acertadamente se ha de las fuerzas católicas, no sólo partid-
dicho—con cierto sentimiento de provi- j pan de la actividad parlamentaria, sino
sor iedad. Sabían que esta ocupación ha- | que suelen contribuir, en las mismas fun-
bía de ser el definitivo resultado his- ' ciones del gobierno, al régimen nacido
tórico, pero temían que ella padeciera J de la Revolución liberal. En la actual v
eclipses y reacciones: y el mundo, que j dad desempeña el ministerio de Hacien-
había visto aparecer ia Italia nueva a fa- i da, en el gabinete que preside Boselh,
vor de un momento crítico y convulso ! el leader de ese oportunismo católico,
de la historia de Europa, esperó que el i Y el estallido de la guerra en que hoy
timpo resolviese sí la secularización de | está comprometido este pueblo vino a
la Roma pontificia no era sólo un acci- ¡ poner finalmente a prueba la solidez de
dente de aquella anormalidad. la unidad patriótica italiana. Pudo sos-
Mientras esta expectativa tuvo alguna ! pecharse, por quien no tuviera clara no-
razón de prolongarse y mientras aquel j ción de esa unidad, que, siendo la guerra
temor halló cierta cabida en el espíri- | contra la gran potencia católica, como es
tu de los liberales italianos, la protesta j el Austria, y descansando la única posí-
del Pontificado pudo tender resueltamen- ( bilidad visible de la restauración de la
te al rescate de la perdida potestad se- ! Roma papal sobre la disolución de una
cular. Se recordaba, que no era la pri- Italia vencida, estas circunstancias obra-
mera vez que el Pontífice romano había 1 rían, a favor de la intransigencia religio-
sido privado de su autoridad política; se ! sa, para aminorar el estímulo patriótico.
evocaban el largo destierro de Pío VII, i Pero la absoluta uniformidad y la decí-
despojado por Napoleón; la vuelta de i sión entusiasta con que el clericalismo
Pío IX, tras la efímera república del ; más ferviente, sin exceptuar al propio
49; y se esperaba la nueva reacción li- clero, ha mantenido su fidelidad a la pa-
13Í2 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tria y ha llenado activa y heroicamente ejercicio de las funciones necesarias pa


su deber, manifiestan cuan hondo ha i ra el cumplimiento de los fines de la
arraigado el sentimiento de la nacionali- | religión. Esta ley, que el Pontícife no
dad y cómo este sentimiento se levanta j ha reconocido nunca, pero que subsiste
ya sobre todos los intereses y todas las i en cuanto a las obligaciones que para
ideas ; el Estado determina, tiene hasta hoy la
En semejantes condiciones, ¿qué con- : naturaleza de un acto de ía legislación
sideración fundamental podría oponer- italiana, de una regla de derecho inter-
se, de parte de la Iglesia católica, a una no. Se trataría de levantar la Ley de
solución fundada en el sincero recono- Garantías a la condición de un pacto in-
cimiento de la realidad? Supuesto que ternacional, mediante una conferencia en
sus garantías de independencia se satis- que las naciones con subditos católicos
ficiesen, ¿por qué habría de mantenerse I se comprometerían en lo sucesivo a tu-
ella apegada a una reivindicación que, | telar su fiel cumplimiento. Apuntada ya
en sus términos absolutos, ha llegado a ! esta solución, entre las que arbitraron
ser tan evidentemente quimérica? Los para tratar de obtener la conformidad
que conocen las actuales corrientes del pontificia, desde los orígenes de la cues-
Vaticano piensan que esta disposición tión romana, ella ha. reaparecido después
conciliadora no es, en principio, extraña como idea de procedencia católica, Hace
al espíritu que allí domina, y esperan tres años, en su Congreso religioso de
que, si las circunstancias históricas traen Milán, un conspicuo prelado, el arzobis-
la oportunidad y la forma de su realiza- po de Udine, señalaba la ratificación
ción, el pontificado de Benedicto XV no internacional de la Ley de Garantías, co-
terminará sin señalarse por el término mo el único medio de sustituir al prin-
del largo entredicho entre la Iglesia y cipado civil del jefe de la Iglesia, vuelto
el poder civil. La fórmula de este posi- imposible dadas las actuales condiciones
ble avenimiento; la condición a cambio de la sociedad. Posteriormente, ha soste-
de la cual renunciaría el Pontífice a sus nido la ínternacionalización órgano tan
aspiraciones sobre Roma para reconocer caracterizado del pensamiento clerical
la soberanía de Italia, sería la de que como La Civiítá Cattoíica.
se diera carácter internacional, entre los Pero ¿aceptaría la Italia liberal, acep-
pueblos católicos, a la Ley de Garantías taría el Estado italiano esta fórmula de
que actualmente regula su situación den- concordia con el destronado Pontífice?
tro del Estado. ¿Sería conciliable con la integridad de la
Es notorio que, después de producir soberanía un acuerdo que diese jurisdic-
ía caída del poder temporal con la ocu- ción, y por lo tanto, virtualmente, facul-
pación de Roma, Italia se propuso ro- tad de intervenir con la fuerza, a esta-
dear la potestad espiritual del Pontí- dos extraños, en las obligaciones de es-
fice de todas las seguridades de liber- ta nación respecto de un sujeto jurídico
tad y autonomía que pudieran compen- radicado dentro de su territorio y pues-
sar la pérdida de su independencia ma- to bajo el amparo de su libertad y de
terial y apaciguar las desconfianzas de sus leyes?... Las resistencias que tal pen-
los gobiernos católicos; y a este efecto, samiento levantaría, si se formalizase,
el Parlamento de 1871 dictó la ley que pueden inducirse por las que provoca su
reconoce al jefe de la Iglesia prerro- discusión doctrinaria. Difícil será hallar
gativas y honores de soberano, le conce- la manera de internacionalizarse la ley
de derecho a la representación diplo- de 1871 sin herir los más respetables
mática y al privilegio de la extraterrito- sentimientos de delicadeza patriótica. Di-
rialidad, y facilita en todo sentido el fícil será idear, para el Pontífice roma-

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—PALERMO 1313
no, otras garantías de aquellas que posi- tas extranjeras y estrechado por sus
tivamente le ofrecen las leyes y las au- concordatos con los príncipes católicos,
toridades de Italia. gazó de la autonomía con que hoy ejer-
Pero lo importante es que empiece ce su ministerio espiritual el voluntario
a abrirse paso, en círculos católicos, cautivo del Vaticano. La independencia
la disposición conciliadora, en cuanto recíproca y la completa libertad del
al hecho consumado de la Roma secu- poder eclesiástico y del civil fué el prin-
lar e italiana. Lo demás será obra gra- cipio escrito por el gran Cavour en el
dual de la persuasión. El solo funda- programa de la Italia nueva. Y todo in-
mento en que la Iglesia apoya todavía duce a pensar que el conflicto que aún
su reivindicación del poder temporal con- se mantiene subsistente perderá con el
siste en la necesidad de hallarse en tiempo su razón de ser y llegará a su
condiciones políticas que aseguren su solución final y perenne, siguiendo la
libertad de acción; y la experiencia his- evolución indicada por aquel a quien
tórica ha demostrado, y seguirá con- Roberto Peel llamó una vez, desde la
firmando, que nunca la libertad de ac- tribuna de Inglaterra, el más grande es-
ción de la Iglesia ha sido tan real e tadista que haya conducido a pueblo
ilimitada como dentro del régimen que alguno por el camino de la libertad.
se implantó el 20 de septiembre. Nunca
el Pontífice-rey, custodiado por bayone- Palermo, marzo de 1917.

XXIII

[PALERMO]

Traigo en la imaginación la Sicilia me- Este pueblo, en cuanto puede juz-


lodramática y violenta de la fama histó- gar la somera observación de un pasaje-
rica y teatral; la Sicilia de Fra Diavolo ro, me parece de un tono más suave y
y Testalonga; la Sicilia de la Maffia, y reflexivo que el bullicioso pueblo napo-
las venganzas, y las jettaturas, y de todo litano. Se me ocurre buscar razones ét-
género de exaltados efectos del siroco nicas a esa aparente inconsecuencia del
calcinante, del Etna flamígero y de la sol, y atribuirla, por una parte, a la mez-
luz deslumbradora. Bien se me alcanza cla de sangre normanda, con su dejo de
Que, al ponerme en contacto con la rea- melancolía, y, por la otra, al adobo de
lidad, habrán de sufrir su inevitable des- sangre árabe, con su religiosa gravedad.
cuento tales prefiguraciones de la fanta- El centro de la animación mundana y
sía; pero espero siempre un fondo que mercantil es la ochavada Plaza Vigliena
concuerde con ellas, un fondo que con- o de los Quatro Canti, que se forma en
firme la vulgar inducción que nos hace el cruce de la vía Víctor Manuel jxm la
Pensar: a más sol, a más vecindad del de Macqueda. Cuatro palacios de már-
África, más fervores de sangre y más mol, recuerdos aún intactos de la domi-
arrebato de espíritu. No es esto, entre nación española, delinean el contorno de
tanto, lo que aquí me indica la experien- la plaza. Frente a cada palacio luce la
cia. Viniendo de Ñapóles recibo más estatua de una de las cuatro estaciones;
bien la impresión de pasar de un Allegro en plano superior a esas estatuas se le=
a un vantan las del emperador Carlos V y los
RODQ ¡^¿¡I
Í314 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tres sucesivos Felipes, y, por último, en


dialecto al aguador. La fresca tinaja en
orden más alto, las imágenes de las cua-
una mano; en la otra un escabelillo de
tro santas nativas y protectoras de la metal, pulcro y reluciente, con sus vasos
ciudad: Oliva, Ágata, Ninfa y Cristina.de vidrio, su frasco de zammú o anisado,
Un hecho significativo se destaca a y sus fragantes limones, pregona el agua
mis ojos mientras observo eí movimien- cristalina que incitan a beber los prime-
to comercial de estas calles, un hechoros soplos del siroco: «Ch'é bella! Ch'é
que me da muy favorable impresión de bella!»
la cultura de Palermo, y es la abundan- Ved el frutero de Monreale, que osten-
cia, actividad y riqueza de las librerías,
ta, por corona de su cesta de naranjas y
más numerosas y mejor provistas e ins- nísperos, las más tempranas fresas de la
taladas que en Ñapóles, no sólo habidaestación; ved al pescador de Sferracava-
cuenta de la diferencia de ambas pobla-11o, con su bronceado pecho descubierto,
ciones, sino también estableciendo la su pantalón o media pierna y las canas-
comparación en absoluto. tas de pescado a la espalda; y el buhone-
ro que carga sobre la suya toda una tien-
Pintoresca originalidad callejera de Pa-
da de baratijas, al grito de: «Augghi e
lermo es la de los carros historiados. Por
spínguli!»; y la florista que os tiende un
dondequiera y a cualquier hora que reco-
rráis la ciudad, hallaréis, conduciendoramo de azahar, y el vendedor de bar-
quillas de miel, y el de almendras y ave-
mercancías, o material de construcción o
acaso gente que pasea, alguno de estos llanas tostadas, y aquel chalán de saco al
carros, en cuya caja ha trazado cuadroshombro, que llaman el gatturu, y cuyo
primitivos la mano ingenua de un pintoroficio consiste en adquirir, de puerta en
I puerta, los gatos que estorban en las ca-
popular. Tales pinturas son por lo gene-
i sas, para revenderlos, ya vivos, ya troca-
ral, de escenas históricas o legendarias;
dos en piel.
gestas de caballerías, hazañas de conquis-
tadores y libertadores, ya Rugiera el Quien guste del color fuerte y alegre
Normando, ya Carlomagno, ya Guillermo y la crudeza popular, visite los merca-
Tell; y alguna vez, episodios de la his-
\ dos: baje por las gradas de piedra que
toria sagrada o de la vida de los santos.
arrancan de la vía de Roma y mueren
Mientras las tablas laterales lucen estas
en la de Caraccioío, que el pueblo llama
escenas, en el pescante, en la portezuela,
La Vucciria (del francés boucherie, por
en el pértigo, en el cabo de las ruedas, y
ser el sitio del antiguo mercado de la
dondequiera resta algún espacio visible,
I carne) y que conduce a la vetusta plaza
se reproducen, con infinita profusión y en
; del Garraffelo, en cuyo centro una fuen-
los más vivos colores figuras, guirnaldas,
| te de mármol, que amarillea de vejez,
arabescos y otros motivos ornamentales.
i mana un agua de afamada frescura. Esta
Los jaeces del caballo o el asno uncido
I plaza y aquella calle, así como la de la
al carro son de vistosa novedad: la ca-
| Argentería, que desemboca también en eí
bezada, la silla, el pretal, relumbran cua-
Garraffelo, son una apiñada sucesión de
jados de lentejuelas, de cascabeles, de fle-
puestos de fruta y de legumbres, de ven-
cos de oropel, de borlas y moñas de co-torrillos y tabernas, de ropavejerías,
lor. Cuando el carro es flamante y de buhonerías y tenduchos de toda clase,
cierta gala y se presenta aderezado con
i sobre cuyo fondo veis hervir la pintores-
el primor de los días de fiesta, hay en su
; ca vida de la plebe, a la sombra de un
pompa charra y candorosa una gracia ca-
i ondulante toldo de ropas de todas formas
racterística que hace de él una de las
i y colores, colgadas a secar, en largas
más curiosas notas de color local. ¡ cuerdas, de balcón a balcón. También re-
Pasa nn acquainolo. Llámase así en i bosa de vida y de carácter el Quartiere

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OBRA POSTUMA.—15: EL CAMINO DE PAROS.—PALERMO 1315

de la Ralsa, de morisco nombre; barrio j lira, que el banquero saca, sin más cere-
de pescadores aglomerado en derredor de ' monia, del bolsillo del chaleco. Suele su-
la iglesia de Santa María dello Spásimo, \ ceder que la multitud se aglomera con
con sus escaleras al aire libre, y sus bal- . demasiado afán a su alrededor, y en tal
cones que adornan macetas de albahaca : caso el grave ministro de la suerte «abre
y clavel y racimos de «nasas», o cestas ; cancha», como decimos en América, agi-
de pesca de trenzados juncos. Este es el ; tando entre los importunos un a modo
mes en que esa República marinera se ! de plumero enastado en una larga caña,
apresta para la pesca del atún, que es ! instrumento moderador que tiene en el
de las grandes industrias de la isla, ten- • suelo de reserva para este uso. Ignoro si
diendo en distintos puntos de la costa I las leyes consienten o la policía tolera.
los ingeniosos encadenamientos de redes I La devoción religiosa se mantiene dí-
que hacen de la captura de aquel pez ! fundida y ferviente, y mil signos lo certi-
una de las más complejas y curiosas en- ! fican. Quien recorre las calles de Paler-
tre las cacerías del mar. i mo no tardará en advertir la crecida can-
Otras impresiones son de tono menos I tidad de niños que se preparan para el
halagüeño. En la esquina de las calles i sacerdocio, vistiendo ya el hábito ecle-
de Milán y Venecia, a pocos pasos de j siástíco. Frecuentes son, en los parajes
la de Roma, que es de las vías más ¡ más céntricos, las hornacinas con imáge-
centrales, asisto al poco edificante espec- j nes sagradas, que el fervor popular ro-
táculo de una lotería coram populo. Un ¡ dea de luces y flores: así el Ecce-homo
grupo de no menos de cincuenta perso- i de la vía de Roma, y el de la Plaza de
nas: obreros, soldados, muchachos en ! Santo Domingo. En los altares de las
gran número y tal ocioso burgués, for- i iglesias abundan los exvotos, que aquí
ma rueda, en la bocacalle, a un gañán de I llaman mirácoli (milagros): figuras pin-
sombrero echado a la nuca y gruesa ca- i tadas o de bulto en que se rememora
dena de plata que esgrime en una mano I alguna gracia divina. Presencié, en Vier-
una bolsa de seda verde. Excitando, con ! nes Santo, una procesión callejera, al
entrecortada arenga, la codicia de los es- i uso antiguo de nuestras ciudades, con
pectadores, distribuye entre ellos, a ra- séquito populoso y formas de teatral so-
zón de dos sueldos por cabeza, unos car- lemnidad. Un simulacro de Cristo yacen»
toncitos mugrientos, con aspecto de nai- te, de peso abrumador, a juzgar por el
pes. Luego que los ha colocado todos, visible esfuerzo de sus portadores, era
echa mano a la bolsa; revuelve el fondo, llevado en hombros de una veintena de
haciendo sonar las fichas, y trae a luz tiernos congregantes (í).
una de ellas, cuyo número da a verificar
a alguno de los presentes. El poseedor
(1) [Está inconcluso. Véase Prólogo en este
del billete premiado recibe entonces su mismo volumen, p . 1242,]

FIN DE
«EL CAMINO DE PAROS»
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16

CORRESPONDENCIA
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CORRESP >ENCIA

ROLOGO
-\URANTE toda su carrera, Rodó nes exhaustivas, a Rafael M. Merchán,
I | cultivó cuidadosamente su corres- Juan Zorrilla de San Martín, Rubén Da-
''''""* pondencia con escritores, Mientrasrío, Manuel ligarte, Julio Herrera y Reis-
realizaba sus primeras faenas en la Re- sig, Rufino Blanco Fombona, Carlos Rey-
vista Nacional de Literatura y Ciencias les, F. García Godoy, Enrique José Va.-
Sociales se ocupó de hacer llegar sus roña, Javier de Viana, José Ingenieros,
escritos a todas partes del mundo his- Horacio Quiroga, Leopoldo Díaz, Fran-
pánico; por medio de una copiosa co- cisco García Calderón, Leopoldo Lugo-
rrespondencia establecía y mantenía el nes, Pedro y Max Henríquez Ureña, Alci-
contacto con muchos de los principales des Arguedas, Alejandro Andrade Coello,
escritores de España y América, Esa po- Alberto Nin Frías, Carlos Arturo Torres,
lítica literaria, tan cuidadosamente pla- Baldomcro Sanín Cano, Alfonso P.eyes,
neada desde sus orígenes, fué sosteni- Carlos Guido y Spa.no, María Eugenio.
da—con alguna declinación final—hasta Vaz Ferreira, Enrique González Martí-
su viaje a Europa. Ella le permitía ac- nez, José Gálvez, Pedro César DominicL
tualizar siempre su nombre, renovar su José Santos Chocano, Enrique Gómez
influencia directa. Su biógrafo, Pérez Carrillo, Federico Henríquez y Carvajal,,
Petlt, vela-a un encuentro con Rodó ha- etcétera,, etc.
cia 1914, en que éste le comunica que A través de esa correspondencia rea-
colabora en El Telégrafo «para, vivir», lizaba Rodó uno de los puntos de su
y agrega: «Escribo también a mis amigos programa: la vinculación efectiva entre
de América, para que no me olviden los hombres más destacados del mundo
como los de aquí.» hispánico. La correspondencia era un
Entre sus corresponsales pronto contó arma formidable de su labor de proseíú
a Leopoldo Alas, Francisco Giner de los tismo americanista., de su milicia. de-
Ríos, Salvador Rueda, Rafael Barret, Ra- América (como le gustaba decir). De ahí
Jael Altamira, y otros españoles; a éstos que no la descuidara; de ahí que a, ella
siguieron luego: Antonio Rubio y Lluch, dedicara un esfuerzo constante y no dis-
Luis Ruiz Contreras, Juan Yolera, Miguel tinguiera entre los corresponsales, no im-
le l'jnamuno, Juan Ma.ra.gall, Núñez de portándole la escasa figuración de éste
Arce, Juan Ramón Jiménez, Francisco o el escaso valor poético del otro para,
^'dlaespesa, Gregorio Martínez Sierra y cumplir su labor ríe sembrador en am-
Gabriel Miró. Entre sus corresponsales bos.
de América puede citarse, sin pretensio- Para fiscalizar mejor tan nutrida co-
1320 IOSE ENRIQUE RODO.-—OBRAS COMPLETAS

rrespondencia—que implicaba no sólo el tamento de Cerro Largo. Cuatro de estas


envío de cartas, sino también la comuni- cartas están fuera de sitio en un Episto-
cación de trabajos y libros—Rodó lleva- lario. La primera carta, al director de ¡a
ba varios registros: uno, para la corres- revista La Carcajada, constituye una co-
pondencia enviada y recibida; otro, para laboración periodística, de interés auto-
los impresos. En su minuciosidad, regis- biográfico (a pesar de su tono elusivo),
traba hasta las dedicatorias. En su Ar- pero sin el carácter de comunicación
chivo conservaba asimismo copia de las epistolar. La carta a Carlos Reyles (1900)
cartas enviadas. Muchas veces esa copia fué recogida por Rodó en El Mirador de
era el borrador primario o un estado Próspero (1913) y allí debe conservarse.
más avanzado del mismo o, tal vez, una La carta a Federico García Godoy (ene-
versión desechada. Con ese enorme ma- ro de 1912) se encuentra en las mismas
terial podrían formarse varios volúme- condiciones. Por último, la carta a la Co-
nes. Algunos de ellos han llegado incluso misión Colorada Anticolegialista (28 de
a anunciarse, Pero todavía no parece ha- febrero de 1916) es un escrito de carác-
berse concluido la tarea preparatoria, ter político. En esta edición, esos textos
que implica no sólo descifrar los manus- han sido restituidos a las publicaciones
critos y situarlos en la exacta perspecti- originales o incorporados a las unidades
va biográfica, sino agotar las posibilida- que por su naturaleza integran.
des de recuperación de las cartas origi- Quedan, pues, cuarenta y cuatro cartas
nales mismas, dispersas por todo el mun- y dieciocho corresponsales. Muchas de
do de habla hispánica. estas cartas habían sido publicadas por
Los estudios y publicaciones parciales sus destinatarios en diversos lugares. El
que se han efectuado desde la muerte de mérito mayor de Barbagelata consiste en
Rodó facilitan ya la realización de una su labor de compilación, que facilita la
empresa menos ambiciosa pero no me- rápida consulta, Debe reprochársele, sin
nos urgente: la ordenación de las cartas embargo, que no haya cuidado un poco
ya publicadas y que se encuentran (o es- más el texto, plagado de erratas, y que
conden) en libros, periódicos y revistas en muchos casos no haya cotejado las
de la más varia índole. pruebas con la publicación original. Su
En esta tarea le corresponde el título compilación cumplió importante tarea en
de precursor a Hugo D. Barbagelata, En un momento de la bibliografía rodonia-
1921 y en París, Barbagelata publicó un na. Ahora resulta incompleta.
Epistolario de Rodó. Se recogen allí cua- Podrían ejemplificarse algunas de las
renta y ocho cartas dirigidas a veintidós omisiones de Barbagelata, que, desde el
corresponsales distintos: Pedro W. Ber- momento de su aparición, convertían su
múdez Acevedo, Antonio Rubio y Lluch, tarea en incompleta. Al transcribir las
Carlos Reyles, Francisco García Calde- cartas de Rodó a Juan Francisco Piquet,
rón, Juan Francisco Piquet, Max Henrí- por ejemplo, olvidó inexplicablemente
quez Ureña, Pedro Henríquez Ureña, Ale- una (setiembre de 1904) que ya había
jandro Andrade Coello, María Eugenia sido recogida en la edición española de
Yaz Ferreira, Carlos Arturo Torres, Al- El que vendrá (Barcelona, 1920). Tampo-
fonso Reyes, Ramón V. Cátala, Federico co recogió la carta de Rodó a Juan Ra-
García Godoy, Enrique Pérez, Ramón món Jiménez que el poeta español había
Villavicencio, José Gálvez, José Ignacio publicado en la revista Renacimiento
Gálvez, Rafael H. Elizalde, Federico Hen- (setiembre de 1907); ni las cartas a Dulce
ríquez y Carvajal, Juan Antonio Zubi- María Barrero de Lujan y a Carlos de
llaga, Hugo D. Barbagelata y la Comi- Velasco, que publicara Cuba Contempo-
sión Colorada Anticolegialista del Depar- I ranea (agosto de 1917); ni la carta a Lias

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OBRA POSTUM\.~16: CORRESPONDENCIA.—PROLOGO 1321

Enrique Azaróla Gil, inserta en El Día j amistad; con otros, se mantuvo en el


(23 de noviembre de 1909); ni la carta a I plano protocolar literario. El segundo
Juan José de Soiza Reilly, que éste repro- '' grupo de esta Correspondencia está in-
dujo facsímilmente en su libro El alma ¡ legrado por los coetáneos de Rodó. Mu-
de los perros (Buenos Aires, 1917). \ chos de ellos son sus mejores amigos.
\ Un tercer grupo lo forma la generación
1
siguiente, en la que se recluían los dis-
Al preparar esta edición de la Corres- cípulos y los epígonos, aunque no fal-
pondencia era necesario, en primer lugar, ten también los independientes.
colmar los vacíos dejados por Barbage- Este enfoque generacional no agota
lata, recoger las cartas que él había omi- ¡a división de las cartas. Si se atiende
tido y aumentar el volumen con las que a la evolución de la personalidad de Ro-
se fueron publicando después de la apa- dó, tal como se la mostró en la biogra-
rición de su Epistolario. Algunas de ellas fía (Introducción general, I), puede es-
eran tan importantes como las dirigidas cindirse la Correspondencia en tres pe-
a Miguel de Unamuno, a Javier de Via- ríodos: la de su iniciación (hasta 1900);
na, a Horacio Quiroga, a Enrique José • la de su fama y proselitismo america-
Varona, a Alcides Arguedas, a Juan Ra- nista intenso (1900-1910); la de su crecien-
món Jiménez, a Francisco García Calde- | te indiferencia (hasta la muerte, en
rón, a Rubén Darío, a Rafael Altamira. \ 1917). Las circunstancias de su vida lo
Pero no bastaba con aumentar el nú- ; obligaron a desentenderse de un ejercí-
mero de cartas. Era necesario anotarlas, I cío (literario, proselitista) que en su ju-
presentar sus textos a una luz que los ; ventud y madurez fué de capital impor-
volviese plenamente inteligibles; era ne- | tanda para su obra misma.
cesario explicar sus alusiones, anotar las ! Dentro de cada grupo he ordenado las
circunstancias en que fueron redactados. cartas por la fecha de iniciación de la.
De ahí que se haya desechado una edi- Correspondencia.
ción simplemente aumentada del Episto- Una tarea de esta naturaleza no puede
lario de 1921 y se haya preferido reor- considerarse nunca concluida. Lo que
denar todo el material de acuerdo con aquí se ofrece al lector es un estudio
otros principios. En vez de un Epístola- provisorio de las relaciones de Rodó
rio, se ofrece aquí una Correspondencia, con cuarenta y seis corresponsales esco-
en la que figuran (cuando es posible) gidos. La relación es, con algunos, míni-
las respuestas que Rodó recibió, y en la ma y ocasional, más valiosa por los nom-
que las cartas aparecen insertas dentro bres que implica que por el mismo inter-
de un estudio de las relaciones persona- cambio; con otros, en cambio, acompaña
les y literarias de Rodó con cada uno de toda la existencia de Rodó y contribuye
sus corresponsales. | a iluminarla por dentro. De aquí el valor
Para facilitar mejor una visión crono- '• ejemplar de esta Correspondencia, que
lógica de la Correspondencia se han | da muchas veces el hombre y su tiempo.
agrupado los corresponsales por genera-
ciones. Un primer grupo comprende a NOTA. En esta segunda edición de las Obras
Ui generación ya establecida, literariamen- completas de Rodó, he incorporado la corres-
te, cuando Rodó aparece. Su actitud es, ; pondencia con otros ocho escritos (entre toa
frente a casi todos, la de discípulo a que sobresalen Blanco-Fombona, Lugones, Cho-
Maestro. En sus cartas se transparenta, carlo y Gabriel Miró), con un total de vein-
tiuna nuevas cartas. También he incorporado
casi siempre, esa justificable sumisión. nuevos datos y textos complementarios a las
Con algunos de los integrantes de este S respectivas presentaciones de Jos corresponda-
Primer grupo, logró desarrollar Rodó una I les ya incluidos en ía edición anterior.
1322 ¿OSE ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

PRIMERA SERIE

CON LEOPOLDO ALAS

Para su tercer estudio de la Revista I vista, en el cual leo una segunda parte
Nacional de Literatura y Ciencias Socia- t de un artículo que se me dedica, y que
les elige el joven R.odó como tema a va firmado por el señor D. José Enrique
Leopoldo Alas, uno de los más impor- Rodó.
tantes críticos españoles de la genera- i Escribo a V., ante todo, para rogarle
ción anterior (nacido en 1852), En 20 que, en mi nombre, dé las gracias más
de abril y 5 de mayo de 1895, publica expresivas al Sr. Rodó por su artículo.
La crítica de «Clarín». Allí señala en su Cuando elogios o censuras vienen ríe
modelo, entre otras cosas, la reivindi- quien demuestra escaso juicio y gusto,
cación del juicio literario frente al es- me dejan igualmente tranquilo e indife-
cepticismo de moda, la significación in- rente. Cuando las censuras prueban ta-
sustituible y esencial de la crítica como lento en el que escribe, me pican. Cuan-
juicio de arte, la relación estético-crí- do los elogios nacen de un espíritu es-
tica con Flaubert. Examina también las cogido y serio, como lo es sin duda el
dos faces de su figura crítica: el insti- del Sr. Rodó, me halagan y los agra-
gador despiadado, el crítico pensador; dezco mucho.
vinculo, su desaliento ante la incultura Por interesarme de veras ese traba-
del ambiente con el que expresó Larra; jo, llego a mi segunda súplica: que me
apunta su oposición a la crítica de Va- envíe V. el número en que haya salido
lera, su actitud tolerante ante el Natu- la primera parte.
ralismo, su anhelo de una renovación Por todo le anticipo las gracias y me
religiosa. Rodó insiste—como leit-motiv ofrezco su compañero y affmo. s. s. q.
de su artículo—en «una necesidad de 1. b. 1. m.
cosas nuevas que flota, como presagio
de una renovación tal vez cercana, en Leopoldo Alas.
el ambiente moral de nuestros días»; Oviedo, 29 de diciembre de 1895.
es el tema de su ensavo: El que vendrá
(1896).
Al enviar su estudio a Leopoldo Alas,
recibe la siguiente carta, publicada en En su Archivo se encuentra un borra-
la Revista Nacional (tomo I, núm. 22). dor de la respuesta de Rodó.

1. AL DIRECTOR DE LA «REVISTA 2. A LEOPOLDO ALAS


NACIONAL»
Montevideo, 20 de febrero de 1896.
Sr. Director de la Revista Nacional Sr. Leopoldo Alas.
de Montevideo. Oviedo.
Muy señor mío: He recibido un ejem- Maestro y amigo: Mi compañero, &
plar del número 5 de su ilustrada Re- director de la Revista Nacional, donde

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—-CON LEOPOLDO ALAS 1323

hago mis primeras armas literarias, me Un año más tarde de este intercambio
ha dado a leer la atenta carta que con epistolar publica Leopoldo Alas en La
[echa de diciembre ppdo, le ha dirigido Saeta, de Barcelona (25 de febrero de
Vd. a propósito del artículo por mí pu- 1897), un Palique en que señala a Rodó
blicado en esa Revista con el título de a la atención del público hispánico ai
La crítica de Clarín. tiempo que subraya la coincidencia de
Necesito testimoniar a Vd. mi satis- puntos de vista con el joven crítico uru-
facción y mi gratitud por esta carta, guayo. Afirma allí Mas que éste es «un
para mí muy honrosa. He dedicado a crítico de cuerpo entero, que no está
Vd. uno de mis trabajos de iniciación vinculado con ninguna de esas pesies
literaria porque a la lectura de sus pegajosas que tantos y tantos escrito-
obras y a la enseñanza de su crítica res jóvenes americanos llevan de Varis a
atribuyo una de las influencias más be- su tierra. El Sr. Rodó reconoce que et
néficas y poderosas en la corrección de jugo de las letras hispanoamericanas-
mi espíritu. Puede Vd..., pues, figurarse debe tomarse de la tradición españole,
cuánto me complace y cuánto me es- (...) Críticos como el Sr. Rodó pueden
timula que a Vd. le haya agradado aquel hacer mucho en América, por la sin-
trabajo y que por él haya dado motivo cera unión moral e intelectual de Es-
para que manifieste juicio tan favorable paña y las repúblicas hispano america-
sobre mí. nas; unión que podría preparar lazos
En el ambiente ingrato para todas las políticos y económicos futuros, de im
manifestaciones desinteresadas de la la- I que a mi ver, ya tiene sentadas las
bor intelectual, de estas democracias in- i premisas la historia, y que serán ¡a
quietas y mercantiíizadas, una palabra j consecuencia que saque el porvenir». Su
de aliento que venga de quienes signi-i juicio fué reproducido en la Revista Na-
fican y valen lo que Vd. decide a me- j cional (tomo II, p. 336).
nudo la constancia de una vocación com- ! En carta cuyo borrador está fechada
batida por la ausencia de estímulos y es- en 30 de junio, Rodó agradece la men-
peranzas. ción, tan honrosa, y asegura: «Bien fe
Con el número de la Revista en que interpretado Vd. uno de los sentimfc&v
se publicó la primera parte de mi ar- ; tos en mí más intensos y poderosos,,
tículo sobre Vd. envióle algunos otros \ cuando, en las líneas que rae consagra
que contienen trabajos míos. Mire Vd. | en un periódico de Barcelona, me pre-
con benevolencia esos ensayos ligeros, j senta como partidario de la unión es-
escritos para ocupar mis ocios de es tu- | trechísima de España y América. A con-
diante. Si en algunos de ellos encuentra j tribuir en la medida de mis fuerzas ?¿
Vd. tal cual observación atinada, tal cual tan fecunda unión, he dedicado y me
manifestación de sentimiento y de gusto, propongo dedicar en lo futuro muchos
todos mi deseos están cumplidos. de los afanes de mi labor literaria.;
Vinculado a Vd., desde lejos, por la También confirma en dicho borrador sit
admiración y el afecto, tendré el placer actitud antimodernista con estas pala-
de enviarle en adelante cuanto escriba, | bras: «Otro de los puntos sobre los
siempre que a Vd. no le desagraden del que yo quisiera hablar detenidamente
todo mis rasguños de principiante. a Vd. es el de mi modo de pensar ei¿
Créame Vd., maestro, su sincero admi- presencia de las corrientes que domi-
rador y amigo. nan nuestra nueva literatura americana,,
José Enrique Rodó. Me parece haberlo afirmado alguna vez;.
nuestra reacción aníínaturalista es hoy
muy cierta, pero muy candorosa; núes-
1324 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

tro modernismo apenas ha pasado de 3. A JOSÉ ENRIQUE RODÓ


la superficialidad. En América, con los
nombres de decadentismo y modernis- Candas (Asturias), 11 de agosto 1897.
mo, se disfraza a menudo una abomina- Sr. D. José Enrique Rodó.
ble escuela de trivialidad y frivolidad Muy estimado amigo y compañero: Leí
literarias: una tendencia que debe re- su carta de 30 de junio con placer y pro-
pugnar a todo espíritu que busque an- funda emoción. Estaba ya anhelando re-
te todo, en literatura, motivos para sen- cibir de América cartas así, pues yo, que
tir y pensar. Los que hemos nacido a soy muy poco patriotero, me siento muy
la vida literaria, después de pasados los patriota... intercontinental.
tiempos heroicos del naturalismo, no No por lo que tiene de halagüeño para
aceptamos de su legado sino lo que nos mi persona (aunque mucho lo estimo y
parece una conquista definitiva; los que lo agradezco), sino por lo que Vd. dice
vemos en la inquietud contemporánea, del ánimo de esa juventud americana
en la actual renovación de las ideas y respecto de la España de acá, me entu-
los espíritus algo más, mucho más, que siasma su carta, me hace pensar y sen-
ese prurito enteramente pueril de re- tir mucho, y aun esperar algo; y a ella
torcer la frase y de jugar con las pala- contestaré largo y tendido en Las Nove-
bras, a que parece querer limitarse gran dades de Nueva York, encargando que
parte de nuestro decadentismo ameri- envíen a Vd. el artículo. Ahora estoy de
cano, tenemos interés en difundir un baños de mar y algo malucho (el pan
concepto completamente distinto del mo- nuestro de cada día), y por eso en esta
dernismo como manifestación de anhe- carta no va nada de lo mucho que le
los, necesidades y oportunidades de nues- quisiera decir.
tro tiempo, muy superiores a la diver- Mis elogios de la Revista Nacional eran
sión candorosa de los que se satisfacen espontáneos y sinceros. Y para que vea
con los logogrifos del decadentismo gon- Vd. esta sinceridad, le diré que recibí
górico y las ingenuidades del decaden- hace unos meses unos cuantos números
tismo azul.» que ya no me parecieron tan bien, pues
vi con dolor en ellos demasiado azul, y
Hay un acuerdo aparentemente perfec- excesiva intervención de esos señoritos
to entre ambos corresponsales. Rodó se que Vd. llama, con gracioso eufemismo,
reconoce continuador de la disciplina crí- candorosos. Después vinieron otros nú-
tica de Alas (aunque sin compartir su meros más serios y sustanciosos. Si-
lado mordaz); propone como su maes- gan Vds. así. Menos sinsontes disfraza-
tro un acercamiento a las fuentes tra- dos de gorriones parisienses, y más cri-
dicionales, a la raíz hispánica; se aparta tica seria, de gusto y conciencia, corno
de todo decadentismo, azul o gongórico la de Vd. y la de Pérez Petit. En Vd. no
(aunque concibe otras formas, maduras, encuentro más que un defecto, que nace
del Modernismo). Sin embargo, este de bondad. Habla Vd. demasiado bien
acuerdo aparente encerraba el germen de aquellos a quienes elogia. V. gr., cuan-
de una escisión—importante aunque su- do habla de mí... y de otros.
perable—. El propio Clarín, con su habi- A Pérez Petit dígale de mi parte que l&
tual franqueza, señala ¡os síntomas en escribiré, que agradecí infinito sus ar-
una larga carta. tículos acerca d,e mis paliques, que son
una defensa como yo pude soñarla w
una noche de fiebre con sed... de jusfr
cia. De justicia, se entiende, para mi-
recta intención, para la legitimidad de

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON LEOPOLDO ALAS 1325

¡ni procedimiento. No para mis méritos, ¡Cuánto quisiera yo tener a quién es-
pues en este respecto Pérez Petit peca, cribir cartas así en mi querida Cuba!
respecto de Clarín, por lo mismo que Pero no conozco allí más que azules. Su-
Vd., por exceso de benevolencia. A pro- pongo que habrá algo mejor, casi lo afir-
pósito de Pérez Petit. Sin fijarme en la mo, pero no lo conozco. Insisto en rogar
firma, leí un artículo suyo en que parecía a Pérez Petit que tenga ésta por suya en
otro; se trataba, de elogiar a Gómez Ca- prueba de que me perdona lo de mucha-
rrillo y alabar con enjouement exce- cho (sin nombrarle) (1).
sivo todo lo reciente de que Gómez abu- Algo parecido a Vds. no lo conozco
sa, como yo lo digo en el prólogo deí li- ¡en América. Sin embargo, muy genero-
bro que Carrillo va a publicar. Pues bue- ' sas tendencias me las manifestó Choca-
no; en ese prólogo, sin saber de quién no, privadamente (de! Perú).
era, y creyendo ver en el autor un mu- Gente seria me ha escrito también de
chacho más entusiasta y generoso que Colombia, Ecuador, etc., v. gr. el ilus-
prudente, aludo al artículo en tono algo '•tre M. Caro, y un señor Groot, algo ma-
desabrido para el autor, Le llamo... eso, j chacón y caviloso y aun atrasado, pero
muchacho, que no es ofensa; pero no de juicio y conciencia. Con Vds. quiero
puedo yo tolerarme tratar así al que al \ continua correspondencia, y denme los
estudiar mis paliques, y en otros artícu- '.dos noticias, juicios de cosas de ahí. De
los suyos, ha demostrado justamente i los dos, de todo corazón,
calidades de madurez en el juicio, pru- I
dencia, templanza, debida parsimonia y \ Leopoldo Alas.
penetración concienzuda. Doy todas es-
tas explicaciones con el mayor gusto y
la mayor espontaneidad. Yo debí adivi- La respuesta de Rodó se conoce a tra-
nar (aun sin fijarme en la firma en que vés de un borrador de su Archivo.
no reparé) a Pérez Petit en el dichoso \
artículo..., pero confesaré que era algo i
difícil, porque sostengo que parece otro. 4. A LEOPOLDO ALAS
Otro, no menos bien intencionado y eru-
dito, pero mucho más inexperto. Deseo.- \ Montevideo, setiembre 5 de 1897,
ría que Vd. y él lean entre líneas el pro- \ Sr. Leopoldo Alas.
logo de que trato. A Vds., principalmen- Querido maestro y amigo:
te, aludo cuando espero que haya una Grande fue mi satisfacción al recibir
parte de la juventud de la América Es- su muy hermosa carta, y no mayor el
pañola que muestre el generoso cosmo- interés con que la leí, apreciando en
politismo, más que en el arte, que no es todo lo que vale la corriente de benevo-
donde ofrece menos peligros, en la reli- lencia y afecto que por ella circula. Es-
gión, en la filosofía, en lo que se llama pero con verdadera ansiedad su pro-
la ciencia. Si vale mi consejo, por ser de metida contestación, en Las Novedades,
hombre, si no viejo, ya maduro, insis- ¡ a la carta en que le expresé mi modo de
tan ustedes en dar a gran parte de su \ sentir y pensar en lo referente a las re-
periódico carácter serio, filosófico y cien- tí) Que era él el aludido, lo vi en una nota
tífico, siguiendo con independencia, es j de las pruebas, de letra de Gómez Carrillo.
claro, las corrientes realmente novísí- ' [Nota de Leopoldo Aias. Al publicar esta carta
mas, de la Europa de veras culta, que . en la revista Fuentes (Montevideo, agosto de
tienen digno reflejo y ampliación en los \ 1961), Roberto Ibáñez identifica el libro de Gó-
Estados Unidos, tan calumniados por el \ mez Carrillo: Almas y cerebros, París, Car-
jingoísmo de acá. nier, 1898.]
1326 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

laciones de España y América: los dos Aquí, la fuerza de inercia de los ren-
pedazos de la gran patria a que pertene- cores de la lucha, por una parte, y por
cemos, y que sobre el quebrantamiento otra el afán explicable de comunicar-
de su unidad política, debe conservar nos con la cultura de los pueblos que
para siempre su unidad espiritual. más fieles representantes son del espí-
Los redactores de la Revista agradece- ritu del siglo, mantuvieron después de la
mos en el alma sus palabras de aliento independencia, cierto olvido, cierto des-
y tenemos muy en cuenta sus indicacio- vío, respecto de la que ahora llamamos
nes. Aunque nuestra publicación no de- ya cariñosamente la Madre Patria. Hoy,
jase otra señal de su paso que la de ha- que nuevas generaciones han ocupado el
ber contribuido un poco a dar a cono- escenario, nadie, o casi nadie, se acuerda
cer las aspiraciones y las tendencias de de los odios pasajeros de aquella lucha;
la nueva generación americana y haber y el sentimiento de la raza, la conciencia
llevado su grano de arena a la grande de su unidad, se fortificarán y depura-
obra de la unidad y fraternidad de los rán más cada día. ¡Cuánto contribuyen
pueblos de habla española, satisfechos a ello los que, en una u otra manifesta-
quedaríamos del resultado y nos daría- ción del pensamiento, representan una
mos por bien retribuidos de nuestros fuerza realmente moderna en la vida de
esfuerzos. la España actual! Liberalizar a España,
Como me propongo escribir a Vd. a hacer que con originalidad y energía
menudo, y enviarle datos, noticias, libros intervenga en el concierto de la cultura
y periódicos de por acá que puedan europea contemporánea, equivale a ha-
contribuir a que Vd. forme exacta idea cerla más nuestra. Y yo creo que en eí
de la cultura actual de nuestros pueblos, arte, en la literatura, es donde más efi-
como Vd. desea, no trataré en esta car- cazmente se puede trabajar para estre-
ta de ninguno de los muchísimos pun- char los lazos de nuestra grande y defi-
tos sobre que yo quisiera hablarle o | nitiva reconciliación.
consultarle en lo referente a nuestras La belleza resplandeciente de la pa-
casas, ni de las impresiones y juicios de labra de Emilio Castelar (aquí popula-
mi lectura de lo que lleva escrito Vd. rismo), su virtud arrebatadora, es lo
sobre asuntos americanos, ni del modo que más eficazmente ha contribuido a
de pensar que por aquí priva respecto reconciliar, a aproximar a España y Amé-
de las personalidades, obras, tenden- rica, desde nuestra emancipación políti-
cias, etc., etc., de la actual literatura ca. Todas las sucursales de la Academia
española. Todo esto puede dar tema pa- Española no han valido, para mantener
ra muchas cartas, que escribiré, Dios y avivar el amor de América a España,
mediante, acompañándolas con los opor- lo que un párrafo de un discurso de
tunos comprobantes de mis informacio- Castelar. Si se buscase una personifica-
nes y juicios. ción de la unidad espiritual de la raza
Hoy me limito a insistir en lo merití- j española de ambos mundos en el si-
simo de la obra que, con sólo ocuparse glo xix, en Castelar habría que seña-
en nuestras cosas y comentarlas con im- larla.
parcial y desapasionado criterio (sea pa- Yo creo que para su gloria no será el
ra censurar o para aplaudir), realizan menor de los títulos, lo que él ha hecho
los escritores españoles. por su España en esta América donde
Más de medio siglo nos hemos lleva- tanto se le admira.
do, españoles y americanos, represen- { Don Juan Valera con las deliciosas
tando en nuestras relaciones algo pa- | Cartas americanas, Menéndez Pelayo con
recido a El desdén con el desdén. i sus investigaciones y estudios de núes-

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON LEOPOLDO ALAS 1327

iras cosas, han hecho mucho también. lencia. Que la encuentre en el juicio
Usted, que tanto y tan merecido pres- de Vd. es lo que desea su affmo. y agra-
tigio tiene así en España como en Amé- decido amigo, que le admira y respeta
rica, creo yo que debe influir para que \ [José Enrique Rodó],
los nuevos escritores de España tengan j
presentes a estos pueblos que son un j
auditorio tan suyo, como España misma;
para que nos atiendan y nos juzguen, lo En realidad, por esa fecha Rodó se
que se pide no son optimismo ni lison- iba dejando ganar también por el Mo-
jas. Nuestros pueblos de América van dernismo, sensual y lujoso, de Rubén
ya dejando de ser niños, y deben habi- Darío en Prosas profanas. Como puede
tuarse a que se les hable con sinceridad. verse en su Correspondencia con el poe-
Se pide buena voluntad, interés por co- ta nicaragüense, ya entonces actuaba
nocernos y estudiarnos y cierta bene- ¡ de intermediario para preparar una edi-
volencia para apreciar el mérito del es- ción uruguaya de alguna de sus obras;
fuerzo, que yo veo que es mucho en los ya había empezado a redactar el ensa-
adelantos de nuestra cultura, a pesar de yo, sobre el último libro de versos de
sus inevitables deficiencias. Darío, que publicaría en 1899. Allí se en-
Con esta carta recibirá Vd. un ejem- j contraría aquella frase («Yo también
piar del primer opúsculo de La Vida soy modernista») que parece, aunque no
Nueva, colección de folletos literarios j es, una declaración de fe, una adhesión
que me propongo publicar. al nuevo arte poético. Al mismo tiempo,
Si no desconfiase de mis fuerzas para ; su relación directa con Alas parece in-
tal empresa, diría que el plan de esa co- j terrumpirse.
lección se basa en el anhelo de encauzar j Con la publicación de Ariel en 1900
al modernismo americano dentro de ten- j —que ejemplifica ese Modernismo que
dencias ajenas a las perversas del deca- | Rodó intentaba encauzar desde 1897—se
dentismo Azul... o candoroso según Vd. y ¡ restablece una última vinculación con
yo hemos convenido en llamarle, valién» ; el maestro.
donos, como Vd. dice, de un eufemismo. En El Imparcial, de Madrid (23 de
Van en ese opúsculo La novela nueva abril), Clarín escribe un artículo elogio-
y El que vendrá. Ambos trabajillos han so sobre el nuevo libro. Al presentar a
circulado ya por América, en las pági- Rodó ante su público retoma su actitud
nas de la Revista. Al publicarlos de nue- • de 1897 (como si el episodio de Darío no
vo, sólo me anima el que acaso algo i hubiera ocurrido). Muestra al joven cri-
puedan hacer en el sentido arriba in- • tico uruguayo sólidamente entroncado
dicado. ! en la tradición hispánica, con lo que im-
El que vendrá me lo han alabado por plícitamente contra-dice el juicio de Juan
aquí, atribuyéndole méritos de forma, Valera que (en una de sus Cartas ame-
de estilo y algún sentimiento. La no- ricanas) reprochó con error a Rodó «el
vela nueva (en la que creo que hay más olvido de la antigua madre patria, de
sustancia) ha encontrado también gran \ la casta y de la civilización de que pro-
aceptación. ¡ cede la América que se empeñan en lla-
Pero no me fío mucho de estos juicios ; mar latina». Cuando, precisamente, y es-
cariñosos del terruño. Le digo con toda to lo subraya bien Alas, «lo que Rodó
sinceridad que si se me ocurriese ahora pide a los americanos latinos es que sean
releer el folleto, tal vez no se lo en- siempre... lo que son, es decir, españoles;
viaría. hijos de la vida clásica y de la vida
Va a Vd. muy necesitado de benevo-¡ cristiana-».
1328 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

En su artículo, con fina habilidad dia- (que Rodó cita en uno de sus artículos
léctica, opone a Rodó él grupo de deca- de la Revista Nacional, sobre Dolores,
dentes y modernistas de ambas orillas por Federico Balart), ya a su introduc-
del Atlántico; «Admira ver la profundi- ción a la versión española de Los hé-
dad y la serena unción con que Rodó roes, de Carlyle, libro que Rodó pudo
sabe llegar a la armonía, siempre inspi- no conocer. El artículo de Alas concluye
rado por la justicia, siempre sincero, y con una nota de entusiasta recomenda-
valiente y decidido en la defensa de sus ción.
propias ideas, pero leal con las opuestas Pocos días después de haber publi-
sin desvirtuarlas; flexible, tolerante, cado su artículo, Alas escribe a Rodó
comprendiéndolo todo, pero predicando una carta (28 de abril de 1900) que no
lo suyo. Recomiendo a nuestros litera- ha sido hecha pública. Rodó no parece
tos decadentes y modernistas, y a los haberle contestado directamente. Pero
jóvenes «ácratas» y «libertarios», a los no dejó de hacer llegar su agradecimien-
que todavía tienen salvación, no a los to al viejo maestro, ya en forma de un
perdidos por la ignorancia, él orgullo y saludo, en carta a Rafael Altamira (29 de
a veces el vicio, les recomiendo el es- junio), ya incorporando su estudio como
tudio de este espíritu americano, tan prólogo a la segunda edición de Ariel
joven y ya tan equilibrado; sereno e (Montevideo, 1900). Es probable que pos-
imparcial, sin mengua del entusiasmo, tergara la respuesta, como dice en la
enamorado del porvenir, pero con vene- carta a Altamira, con ánimo de escribir
ración por el pasado, y en el conoci- largamente («Quiero escribirle una carta
miento positivo del presente.» larga, en que pueda decirle algo más
Con cierto orgullo de maestro apunta que fórmulas de agradecimiento.») La
también, al pasar, las coincidencias de muerte de Alas (en 13 de junio de 1901)
puntos de vista con él joven crítico, interrumpió definitivamente toda comu-
remitiéndose ya a su Apolo en Pafos nicación.

CON ANTONIO R U B I O Y L L U C H

Las cartas que Rodó enviara al emi- ! dero placer contesto a su afectuosa y
nente erudito catalán D, Antonio Rubio j muy benévola carta de fecha 7 de febre-
y Lluch (1856-1938) fueron recogidas y ro. Es para mí un honor el generoso
ordenadas por Hugo D. Barbagelata pa- i juicio que en ella formula sobre mi pri-
ra su edición del Epistolario. | mer opúsculo literario, y puede Vd.
De allí han sido tomadas para esta I creer que agradezco y aprecio en todo lo
Correspondencia. j que vale tan bondadoso estímulo.
Con el vivo deseo de que este primer
1. A ANTONIO RUBIO Y LLUCH
cambio de cartas sea el comienzo de
una estrecha amistad intelectual entre
Montevideo, 5 de marzo de 1898. I nosotros, me es grato enviarle, por es-
Sr. D. Antonio Rubio y Lluch. j te mismo correo, varios artículos publi-
Barcelona. j cados en diversas fechas por mí, sobre
Muy estimado señor mío: Con verda- 1 temas literarios que pueden interesarle,

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON ANTONIO RUBIO Y LLUCH 1329

haciendo votos para que ellos encuentren


a Vd. tan predispuesto a la benevolen- 3. A ANTONIO RUBIO Y LLUCH
cia como el folleto que le envié.
Hace algún tiempo que trabajo por Montevideo, 20 de marzo de 190U.
estrechar los lazos de fraternidad moral Al enviarle un ejemplar de mi Ariel,
e intelectual que deben unir a los pue- recién salido a luz, no quiero desapro-
blos de América con España, y en esa vechar la ocasión que se me ofrece de re-
tarea debo estímulos muy valiosos a es- novarle mis sentimientos de amistad y
critores de la significación de Clarín, expresarle mis sinceros votos por su fe-
Rafael Aitamira y Salvador Rueda, a cu- licidad en el nuevo año.
yos ilustres nombres agrego complacido El libro que le envío es, como Vd. verá,
el de Vd. obra de acción y propaganda en favor
Téngame a su completa disposición en de la intelectualidad y del arte, en fa-
cuanto pueda serle útil, y muy especial- vor de toda idealidad generosa, y en fa-
mente para las informaciones o datos vor, también, de la tradición latina y del
que necesite en lo relativo a letras ame- porvenir de nuestra raza de América.
ricanas, y crea en la alta estima litera- Tengo verdadero interés en que ese li-
ria y personal que le profesa su affmo, bro se lea, porque, si el desempeño no
amigo,. es enteramente malo, creo que él puede
José Enrique Rodó. hacer algún bien y sugerir ideas y senti-
mientos fecundos. Mi más vehemente as-
piración sería que la crítica española le
2. A ANTONIO RUBIO Y LLUCH
comentase y reconociera la buena volun-
tad en que se inspira, aunque juzgase
Montevideo, 14 de abril de 1899. con justa severidad su envoltura litera-
Con gran retardo, en parte disculpable ria.
por las atenciones que me han asedia- José Enrique Rodó,
do en los últimos meses, contesto a su
atenta esquela y le envío mis más aten-
tos agradecimientos por el obsequio de 4. A ANTONIO RUBIO Y LLUCH
su gallarda epístola, que he leído con el
más vivo placer. Montevideo, 23 de febrero de 1902.
A pesar de mi origen catalán, sólo Su afectuosa tarjeta me produjo, jun-
medianamente poseo ese varonil idioma; to a la satisfacción que siempre tengo en
pero supliendo tal deficiencia con una recibir noticias suyas y ver reanudada
verdadera atención puesta en la lectu- nuestra correspondencia, una impresión
ra, he podido apreciar sus versos sufi- de desagrado y enojo conmigo mismo,
cientemente para que ia buena impre- pues por lo que Ud. me dice vengo en
sión que le manifiesto no sea una sim- conocimiento de que incurrí en la omi-
ple fórmula de cortesía. sión de no acusar recibo a ia generosa,
Gustoso aprovecho la oportunidad pa- sentida y elocuente carta con que Vd. me
ra enviarle mi último folleto consagra- favoreció a propósito de mí Ariel, hace
do a estudiar la personalidad literaria ya tiempo.
de nuestro amigo Rubén Darío. Hago En verdad digo a Vd. que de cuantos
votos para que este nuevo trabajo en- juicios se han formulado, ya confiden-
cuentre a Vd. tan predispuesto a la be- cialmente, ya en público, sobre mi obra,
nevolencia como el que ya tuve el gusto pocos me contentaron tanto como el su-
de remitirle. yo, lo cual es fácil que Vd. lo comprenda
José Enrique Rodó. teniendo, como sin duda tiene, la certeza
1330 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

de que siempre reservo para Vd. un I rato que suele no presentarse en muchos
puesto de predilección entre las personas j días.
cuya palabra respeto y anhelo oír tra- \ Ya que tengo la pluma en la mano, no
tándose de cosas mías. j quiero cerrar esta carta sin manifestar-
El olvido está, pues, en no haber co- | le el pesar con que leo en la prensa las
rrespondido a esa carta, pero no ha al- | noticias telegráficas recibidas de España
canzado ni por un momento a ia carta \ sobre la agitación, ya sangrienta, de los
misma, cuyos conceptos viven en mi me- I obreros de esa laboriosa y culta Barcelo-
moria y en mi gratitud. j na. ¡ Quiera el cielo que todo termine
Desidioso y algo desordenado en mi ! pronto, sin dejar semilla de catástrofes
correspondencia, me pasa muchas veces j cercanas, ni en lo social ni en lo poli-
creer que he contestado ya a cartas reci- ! tico!
bidas hace tiempo, siendo así que, si bien j Con el afecto de siempre y deseando
he acordado mentalmente lo que he de a Vd. mucha salud y disposición de áni-
contestar, no he llegado a ponerlo por I mo propicio a las tareas intelectuales,
escrito y enviarlo. Y entre esas cartas no j para que nos dé en breve otro trabajo
escritas se cuentan muchas de las que I como su último y magistral discurso, se
tendría mayor interés en enviar, dejándo- | suscribe de Vd. affmo. amigo y S. S.
las por eso mismo para cuando pueda de- i
dicarles un rato de detenida atención, ¡
José Enrique Rodó.

CON ENRIQUE JOSÉ VARONA

Al publicar su Ariel en 1900, Rodó se! también mis entusiasmos de americano


¡o envía a Enrique José Varona (1849- por cuanto glorifica y enaltece a nuestra
1933) con una carta en que se eviden- I América, me mueve hoy a enviarle un
cia una sincera admiración y en la que ejemplar de mí último libro, que sea
el joven crítico explana su intención de | como el homenaje en que se haga sen-
alta propaganda americanista. Su texto sible esa admiración muy sincera,
ha sido reproducido en Homenaje a En- ' Tengo, además, otro propósito al remi-
rique José Varona (La Habana, 1951, | tir a usted mi Ariel, Es, éste, libro de
tomo II, p. 297). propaganda, de combate, de ideas. He
! querido proponer, en sus páginas, a la
j juventud de América Latina una «profe-
1. A ENRIQUE JOSÉ VARONA | sión de fe» que ella pueda hacer suya.
Me han inspirado, para hacerlo, dos sen-
Montevideo, 7 de mayo de 1900. timientos principales: mí amor vehemen-
Sr. Enrique José Varona. te por la vida de la inteligencia y, dentro
Habana. de ella, por la vida del arte, que me
Muy distinguido señor mío: La respe- lleva a combatir ciertas tendencias utili-
tuosa admiración que su alta personali- ¡ tarias e igualitarias; y mi pasión de ra-
dad intelectual me ha impuesto siempre, ' za: mi pasión de latino, que me impulsa
y a la que concurren, no sólo los indis- ; a sostener la necesidad de que mantenga-
cutidos merecimientos de usted, sino I mos en nuestros nueblos lo fundamen-

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON ENRIQUE JOSÉ VARONA 1331

tal en su carácter colectivo, contra toda el gusto de recibir su interesante folleto


aspiración absorbente e invasora. Liberalismo y Jacobinismo, por el cual
¿Merece ser Ariel una bandera para le doy a Vd. ¡as más cordiales gracias.
ía juventud intelectual americana? Tal es No he hecho hasta ahora más que ho-
mi duda que me siento inclinado a re- jearlo, y me prometo provechosa lec-
solver negativamente, teniendo en cuen- ! tura..
ta que no basta la bondad de las ideas ! Soy su más at. s. s.
para el prestigio de una obra escrita,
cuando le falta la autoridad de un nom- Enrique José Varona.
bre esclarecido y el encanto avasallador
de la forma. Por eso anhelo que otros Habana, H de mayo de J907.
tomen a su cargo la propaganda que yo S/c. Lealtad, 64, altos.
sólo me he atrevido a iniciar, y sería
grande mi satisfacción si usted hablase
a ia juventud en el sentido en que yo
he osado hablarle. Usted puede ser, en
realidad, el Próspero de mi libro. Los Rodó no desmaya, sin embargo, ante
discípulos nos agrupamos alrededor de este estilo de elíptica cortesía, y en 23 de
usted para escucharle como los discípu- junio de 1909, le envía sus Motivos de
los de Próspero. Proteo. Varona parece no haber acusado
Acepte usted, con tal motivo, los más recibo.
respetuosos sentimientos de su sincero Es inexplicable esta indiferencia de Va-
admirador q. b. s. m. rona porque, a pesar de pertenecer a una
José Enrique Rodó, generación anterior a la de Rodó (era
coetáneo de Rafael M. Merchán), por
su temperamento, por sus ideales y hasta
por la calidad de su prosa, puede ser y
El filósofo cubano no parece haber co- ha sido considerado un precursor del
rrespondido a la fe y el entusiasmo que Modernismo militante e hispanoamerica-
expresaba Rodó en su carta. No hay se- nista que tan bien representaba Rodó.
ñáícs de correspondencia entre ambos Hasta, su misma evolución filosófica, del
:iasta 3 de abril de 1907, en que Rodó le positivismo finisecular americano a un
envía Liberalismo y Jacobinismo, publi- escepticismo no reñido con la acción que
cado el año anterior. Recibe entonces se expresa en su nueva psicología, (1905-
una breve carta de respuesta. 1908), debió acercarse a los planteos es-
piritualistas que intentaba Rodó en Mo-
tivos de Proteo.
2. A JOSÉ ENRIQUE RODÓ
Tal vez este silencio de hoy pueda ser
Señor don José Enrique Rodó. explicado algún día por la investigación.
Montevideo. Por ahora, sólo se puede apuntar su ca-
Muy distinguido señor mío: He tenido rácter paradógico.
1332 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

CON FEDERICO GARCÍA GODOY


Tres cartas se conocen de las enviadas La circunstancia de ser tan pocos los
por Rodó al crítico dominicano Federi- que en América consagran su actividad
co García Godoy (1857-1924). En las tresintelectual al ejercicio de la crítica, hace
se revela una vez más la constancia de que el conocimiento de una nueva obra
su milicia americana. La más importan- americana pertinente a esa manifesta-
te y larga fue incorporada por el mismo ción literaria me impresione siempre
Rodó a El mirador de Próspero, en 1913,! gratamente. En este caso, tal impresión
con el título de «Una bandera literaria», i está realzada por el mérito intrínseco
y se la puede considerar como un ver- | del libro.
dadero manifiesto. Las otras dos, breví- \ Le envío por él mis plácemes, y le ex-
simas, fueron reproducidas en los nú- ; preso mi deseo de que siga cultivando
meros 1 y 2 de la Revista Dominicana de i su espíritu en ese sentido y con las mis-
Cultura (Ciudad Trujillo, noviembre-di- mas encomiables tendencias.
ciembre de 1955), en un artículo de Emi- Junto con la presente recibirá usted
lio Rodríguez Demorizi, «Archivo litera- un ejemplar de la obra que últimamente
rio de Hispanoamérica», que recoge mu- he publicado.
chas piezas valiosas del Archivo de Pe- Me complazco, con este motivo, en
dro Henrtquez Drena. De allí han sido ofrecerme de usted affmo. amigo y com-
tomadas para esta segunda edición de pañero,
Obras completas de Rodó. Aunque su losé Enrique Rodó.
interés intrínseco es meramente testimo-
nial, leídas a la luz de la tercera (que el
lector encontrará en El mirador) no dejan
de ser reveladoras de la política literaria 2. A FEDERICO GARCÍA GODOY
infatigablemente cumplida por Rodó.
Montevideo, octubre 20 de 1907.
1. A FEDERICO GARCÍA GODOY Señor don F. García Godoy.
Santo Domingo.
Montevideo, abril 15 de 1901. Estimado señor y amigo:
Señor don F. García Godoy. He tenido la satisfacción de leer La
Vega. Cuna de América en que aparece el her-
Estimado señor: moso artículo que ha consagrado V. a
He tenido la satisfacción de recibir el mi Liberalismo y Jacobinismo.
ejemplar que usted se ha dignado dedicar- La adhesión de espíritu como el suyo
me de su interesante obra Impresiones. es siempre halagüeña. Mucho agradezco,
Me felicito de veras de haber conoci- pues, la simpatía de su juicio, estimán-
do, mediante la lectura de su libro, un dolo tanto más cuanto que reconozco en
espíritu tan felizmente dotado como el él las bellas dotes de escritor que a V.
suyo. Veo en sus excelentes críticas, ver- distinguen y que hacen objeto de verda-
daderas condiciones de criterio, de cul- dero interés para mí el conocimiento de
tura y buen gusto, de todo punto dignos lo que sale de su pluma: motivo por el
de estimación y de aplauso. cual le ruego me tenga al corriente, en

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OBRA POSTUMA.—-16: CORRESPONDENCIA.—CON JOAQUÍN DE SALTERAIN 1333

lo posible, de su actividad literaria, en-


[ gunda en La Cuna de América, de la
!
viándome algo de lo que en adelante misma nación (12 de enero de 1908). Es
publique. i fácil conjeturar que García Godoy las
Aprovecho esta grata oportunidad pa- | había entregado a los respectivos péño-
ra suscribirme de V. affmo. amigo, ' dicos. A la muerte de Rodó, el crítico
i dominicano recogió en un volumen de la
José Enrique Rodó. \ «Biblioteca Andrés Bello», que dirigía
en Madrid Rufino Blanco-Fombona, cua-
•f i tro ensayos con el título común de Ame-
; ricanismo literario (1918). Además de es-
Antes de ser recogida por Rodríguez \ tudiar a José Martí, a Francisco García
Demorizi, la primera carta fué publica- j Calderón y a Rufino Blanco-Fombona,
da en Listín Diario, de la República Do- ¡ el volumen exaltaba largamente la obra
minicana (29 de junio de 1901), y la se- 1 del creador de Ariel.

CON JOAQUÍN DE SALTERAIN

De la correspondencia de Rodó con \ ñas antigua o a esa Atenas moderna don-


Joaquín de Salteráin (nacido en 1856) me ¡ de vive usted ahora, hasta que nos devol-
han sido comunicadas dos piezas. Ellas ; vía el sentimiento de la realidad la cam-
revelan un trato personal continuado en- \ panilla del Presidente, o la necesidad de
iré el crítico y el ilustre médico urugua- \ votar algún artículo de esa clase de leyes
yo, que sabía alternar el activo ejercicio •• que tanto entretienen a los abogados..,
de su profesión con el cultivo del ver- ¡ Ante todo, mis plácemes muy sentidos
so. La primera carta es de gran interés, por la buena marcha de su salud. Lo que
ya que en ella muestra Rodó una reac- ' hagan las medicinas y el régimen, ha de
ción irónica, tan excepcional en él, ante ¡ completarlo—como poderoso recurso de
el panorama de la situación política del i psicoterapia—, la sensación de ese am-
país y de las agitaciones sociales y reli- i biente espiritual, en el que ha d.e zambu-
giosas que estaban entonces conmovían- \ ilirse usted. ¡Cuánto le envidio!
dolo. Comprendo bien, a pesar de todo, que
cierta suave nostalgia, muy llevadera, sir-
1. A Jo AQUÍ M DE SALTERÁIN j va de fondo a tan luminosas impresiones,
, La patria es la patria; y la distancia
Montevideo, 12 de junio de 1911. ' idealiza todas las cosas, lo mismo en el
Sr, D. Joaquín de Salteráin. I espacio que en el tiempo.
París. i De lo que aquí pasa, de lo que aquí
Mi distinguido amigo: Bien venida, \ se hace y se piensa, sabrá usted por cien
muy bien venida su carta, que me pro- | conductos distintos; y aunque quizá no
porciona el placer de reanudar, aunque ¡ le fuera a usted indiferente saberlo al
de lejos, aquellos nuestros coloquios par- través de mi impresión personal, el pa-
lamentarios (o antiparlamentarios) en peí es breve para extenderme en ello co-
que nos aislábamos del ambiente para mo quisiera. Por una de esas contradíc-
hacer alguna escapada ideal a la Ate- ciones que en todas partes serían raras,
1334 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

menos en nuestro país, donde la lógica expansiones confidenciales: yo no puedo


no ha tomado carta de naturaleza, todos hablarle de la Sorbona ni del Louvre, y
aquellos presagios de terribles convul- cada cual habla de lo que le rodea, como
siones con que se amagara cuando se cada cual no puede dar más de lo que
iniciara esta situación, se habían desva tiene.
necido en absoluto y el país había reco- Acercándose el fin del pliego, ahorro
brado la tranquilidad política. Pero esta palabras para decirle que, como en casa
calma no podía prolongarse: hubiera de Oliendorff no habrá encontrado us-
sido una vergüenza para nuestra bien ga- ted los Proteos que buscaba, se los en-
nada reputación de pueblo de rompe y vío con la presente, ya que es usted tan
rasga. Entonces, visto que la política ya bondadoso que quiere ponerlos en bue-
no daba juego para el barullo, surgieron nas manos.
dos agitaciones de otra clase a cuál más Espero, con el interés de siempre, la
necesaria y más fecunda...: la agitación orden para ponerme a escribir las pági-
antirreligiosa—oportunísima en un pue- nas con que tendré la honra de preceder
blo tan teocrático y tan influido por los su libro.
frailes como el nuestro...—y la agitación Consérvese usted bien; presente a la
anárquico-socialista, no menos oportuna, familia mis respetuosos saludos, y reciba
aquí donde, mientras los obreros viven un abrazo de su affmo.
en círculos del infierno dantesco, los que
no somos obreros vivimos todos en el José Enrique Rodó.
Paraíso... Y en estas agitaciones nos en-
tretenemos ahora, con su variado pro-
grama de huelgas, paros generales, leyes
trascendentes, suprimiendo los honores El libro al que se refiere Rodó en el
militares a la Iglesia y los capellanes del penúltimo párrafo de la carta es un volu-
Ejército, manifestaciones populares en men de versos, titulado Intimidades, y
pro de la separación de la Iglesia y el que se publicó en París, 1912. Para él
Estado (sin que se sepa aún cuándo se redactó el crítico un largo prólogo en
va a reformar la Constitución), etc., etc. que trazaba la figura del autor y presen-
Los que tenemos la desdicha de no taba su poesía. (Puede verse reproducido
ser clericales, ni jacobinos, ni proletarios, en Crítica y Cortesía literarias, de este
ni patronos, sino francotiradores de una mismo volumen, núm. XII, pp. 982-984.)
causa que tiene pocos adeptos en nues- Ya en Italia, y a pocos meses de su
tro país,., y en el mundo: la causa de muerte, escribe Rodó a su corresponsal
pensar por sí mismo, sin odios, ni prejui- una carta en que se refleja, como en las
cios, ni abdicaciones del criterio perso- tarjetas postales a su amigo Juan Marta
nal en aras de una pasión sectaria, Lago, la preocupación indeclinable por
—¿dónde hemos de clasificarnos? ¿Don la actualidad política uruguaya. La dis-
de está nuestro puesto, nuestra butaca en tancia no había adormecido su esperan-
estas fiestas?—Viendo pasar, con igual zada conciencia cívica.
indiferencia, las puebladas de media ca-
lle, donde tirios y troyanos revelan que
se diferencian mucho menos de lo que 2. A JOAQUÍN DE SALTERÁIN
ellos creen, tenemos que elegir nuestro
puesto en el rincón donde nos rodeamos Roma, 16 de febrero de 1917.
de nuestros más fieles correligionarios: Sr. Dr. D. Joaquín de Salteráin.
¡los libros!... Montevideo.
Disculpe usted, querido amigo, estas Mi siempre recordado amigo: Recibí

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OBRA POSTUMA, CORRESPONDENCIA.—CON FEDERICO HENRÍQUEZ 1335

sus gratas líneas del 26 de noviembre, ¡ europea. Cada día que pasa, aparece más
con gran retardo. jCuán agradable es ¡ claro el horizonte para la causa que con-
oír, a través de la distancia, la voz de i ceptuamos la de la humanidad y la del
3a amistad, demostrándonos que se nos I derecho. Ha sido inmenso, en Europa,
recuerda y se nos quiere! ¡ el efecto moral de la adhesión america-
Sigo desde aquí, con el interés que us- ; na, y nadie duda del ya visible fracaso
ted se figurará, el desenvolvimiento de ! del bloqueo germánico.
las cosas del terruño. La reacción produ- j Si le hablara de impresiones de viaje,
cida con el cambio ministerial y confir- ; correría el riesgo de hacer esta carta in-
mada por las elecciones de enero no mo- i terminable. Quede, pues, para cuando
dífica mí impresión de que el régimen tenga la dicha de renovar personalmente
vencido en las de julio marcha a su li- nuestros viejos coloquios.
quidación. Presente usted a los suyos mis más
El año en transcurso, que tanto inte- atentos saludos, y reciba un estrecho
resante promete en nuestro país, será abrazo de su amigo que no le olvida,
también, según todas las probabilidades,
el de la solución de esta terrible crisis José Enrique Rodó.

CON FEDERICO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL

La correspondencia de Rodó con Fede- i y a este su amigo que no le olvida (1).


rico Henríquez y Carvajal (nacido en j La lecura de la interesantísima diser-
Santo Domingo, JS48) parece reducirse aj tación me confirma en la identidad de
esta carta que recoge Barbagelata en su 1 nuestros puntos de vista en muchas cues-
edición del Epistolario. No cabe duda tiones fundamentales, y esta semejanza
que este ilustre dominicano, tío de Max espiritual es para mí satisfacción y hon-
y Pedro Henríquez Ureña, había escrito i ra, a la vez que me confirma también en
algunas cartas a Rodó; pero ellas no han j la idea de que existe un carácter que im-
sido registradas todavía. ! prime unidad ideal al pensamiento lati-
noamericano y nos mantiene en estrecha
¡ comunidad a pesar de las distancias ma-
1. A FEDERICO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL ! teriales.
Puesto que es usted tan benévolo lec-
Montevideo, 27 de febrero de 1916. tor de lo que sale de mi pluma, envióle
Sr. D, Federico Henríquez y Carvajal. mi último artículo publicado, que se refie-
Santo Domingo. re a «La literatura posterior a la guerra».
Mi siempre recordado amigo: Grata ¡Cuan grato sería para mí escribir a
impresión me produjo su apreciada carta
del 25 de diciembre, junto con la cual
recibí los ejemplares de su opúsculo de (1) El opúsculo se intitula El Derecho pú-
actualidad que usted dedica al Ateneo, blico internacional y la guerra {Santo Domin-
al Dr. Abel J. Pérez, al Dr. Pérez Petit go, 1915). [Nota de la edición Barbagelata.]
1336 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

usted a menudo, y mantener un cambio timonio en Rodó y Rubén Darío por


de ideas para el que nunca faltaría tema ! Max Henríquez Ureña, sobrino del co-
interesante! Por desdicha cada vez se me i rresponsal. Allí se inserta este retrato
hace más difícil atender con la debida i que merece transcribirse: «Medía segura-
regularidad mi correspondencia literaria, • mente más de seis pies. Fuerte y erguido,
que crece a medida que crecen atencio- [ su mirada clara, amortiguada por la mio-
nes y cuidados, menos agradables sin du- ! pía, algunas veces centelleaba detrás de
da, pero que se imponen con la fuerza 1 los lentes, que desde temprana edad le
de la necesidad. No tenga usted, pues, en ¡ fueron indispensables, según lo atesti-
cuenta lo largo de mis silencios, y sea \ guan algunas fotografías que publica-
tan bondadoso como para seguir favore- ron, hace ya bastantes años, las revistas
ciéndome con cuanto usted escriba y I hispanoamericanas. Sólo que el rostro
dándome alguna vez noticias suyas. ! delgado y fino que revelan esas fotogra-
Reiteróle mis agradecimientos y mis I fías juveniles no era el mismo de ahora:
plácemes por su elocuente y bien inspira- I los años habían llenado sus carnes, el
do opúsculo, cuyo mejor elogio consistirá j bigote se veía ahora más poblado y con
en decir que es digno del talento y de j menos aliño, y la nariz afilada parecía
la representación americana del autor. Y i haberse acentuado más en el altivo per-
con mís votos por la prosperidad de la i fil. Había en él algo del cóndor de los
noble patria de ustedes, y por la de us- ' Andes, según símil afortunado de un es-
ted mismo, en este nuevo año, quedo \ critor uruguayo.» [Hugo D, Barbagelata,
como siempre su affmo. amigo, prólogo a Cinco ensayos, Madrid, 1915.]
José Enrique Rodó. La conversación giró sobre la lengua
castellana, sobre la necesidad de decir
las cosas bien, sobre la Magna patria de
todos los hispanoamericanos, sobre el
En mayo de 1916 pasa don Federico Montalvo, sobre lo poco que Rodó ha-
Henríquez y Carvajal por Montevideo; va bía viajado (algunas escapadas a Buenos
a visitar a Rodó y no lo encuentra. Al Aires, el viaje a Chile) y el enorme de-
día siguiente regresa y tiene una larga seo de viajar, a Europa en primer lugar.
conversación que se prolonga hasta en- El encuentro, fugaz, entre ambos escri-
trada la noche. De ella ha quedado tes- tores no hubo de repetirse.

SEGUNDA SERIE

CON JUAN FRANCISCO PIQUE!

En 1896, Juan Francisco Piquet publica de los modelos. Uno de ellos (el cuar-
sus Perfiles literarios (Montevideo, Im- to) es el de José Enrique Rodó. Piquet.
prenta y Litografía Oriental, 137 pp.} con lo presenta como a «una revelación her-
ilustraciones). Contiene doce retratos li- mosa de la crítica literaria en el Plata»
terarios que preceden a sendas páginas y señala desde ya un concepto que se ha

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQUET 1337

vuelto lugar común de la crítica rodo- ginales que han sido conservados por do-
mana: «Literariamente considerado, no ña Luisa Mantera de Piquet, que ha te-
ha tenido infancia: nació plenamente nido la gentileza de comunicarlos para
formado, vigoroso, pujante,- con bríos de esta edición por intermedio de su sobri-
joven atleta, pertrechado como Minerva no Fernando Pereda. Por ahora, se ha
de todas armas para las luchas de lo considerado oportuno omitir alguna car-
ideal.» Exalta también su culto del estilo ta y hasta suprimir pasajes en algunas
(lo que Rodó llamaría luego «la gesta de de las que se transcriben, lo que se in-
la forma») y las opiniones que ha mere- dicará en cada caso.
cido su labor a personalidades como Entre los borradores del Archivo Rodó
Leopoldo Alas, Valera y Rafael Obligado. se encuentran algunos dirigidos a Piquet
Apunta asimismo sus preferencias por y que corresponden a cartas que no han
las letras hispanoamericanas y platenses, sido conservadas. En uno de ellos (fecha-
en particular, y señala la diferencia de do en 4 de enero de 1897) Rodó habla
su orientación con respecto a la de otros a Piquet de la interrupción de la Revista
críticos de la Revista Nacional. Como Nacional y aclara, con esperanza: «La
ejemplo o muestra, transcribe un frag- Revista no ha muerto, ni piensa en mo-
mento, brevísimo, de su reseña. De dos rirse. Tiene algo de ave de tormenta:
poetas (Revista Nacional, 10 de diciem- cuanto peores y más borrascosos son los
bre de 1895). tiempos, se siente más llena de bríos y
Rodó le agradeció en carta, cuyo bo- de orgullo. Si se reprodujera el Diluvio
rrador (fechado en 11 de setiembre) re- universal, ese mismo día saldría del ta-
vela su familiaridad con el texto de Pi- maño de El Siglo.»
quet. Allí dice: «No le encuentro otro de- En 28 de marzo de 1897 contesta a una
fecto que el de la sobra de benevolen- carta de Piquet, escrita desde el mismo
cia. No soy yo el más autorizado para campo de batalla. El Uruguay pasaba
mostrarle semejante defecto, porque ello por una de las crisis de guerra civil que
importa en mí la inculpación de la sar- ensangrentaron todo el siglo XIX y que
tén al cazo. Después de todo, creo que
debemos felicitarnos de ser un tanto habrían de liquidarse en la primera dé-
optimistas en la apreciación de ios de- cada del XX. Su carta es significativa,
más, ya que en punto a elogio, como en íntimamente, del estado de ánimo del
relación al dinero, menos odiosa resulta joven crítico ante la situación nacional.
la prodigalidad que la tacañería.»
Con estos documentos comienza (para
nosotros) una de las relaciones más im-
portantes y duraderas de la vida de Ro- 1. Á JUAN FRANCISCO PIQUET
dó. Piquet (nacido en 1870) era amigo de
la primera hora; según Pérez Petit, fué i Montevideo, 28 de marzo de 1897,
él quien le hizo leer a Montalvo a Car- ' Sr. Juan Francisco Piquet,
lyle (Los héroes, en particular) y a Os- \ Rolon.
sian. Las cartas que le envía Rodó se Cuando recibí, estimado amigo, su úl-
encuentran, sin lugar a dudas, entre las tima carta me hallaba en una situación
más reveladoras de su Correspondencia. de espíritu que quitaba para mí todo in-
Para reconstruir esta relación epistolar \ terés a lo que pasaba en nuestra tierra,
he podido contar, además de los borra- a los acontecimientos a que usted se
dores del Archivo Rodó, con los frag- ] refería y que han continuado desenvol-
nientos de cartas que publicó el mismo viéndose cada vez más luctuosos y más
Piquet en 1919 y con muchos de los ori- graves...
' Todo lo que ha sucedido en
1338 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

esta última quincena, en estos días que i un club de hablillas políticas, y mitad
bien podemos llamar desde ya inolvida- i una factoría de negociantes. Nunca fué
bles, tristemente inolvidables en nuestra cosa muy distinta. Hace medio siglo, si-
historia, lo he visto al través de una es- tiada y ensangrentada, en vida de una
pesa niebla, lo he sentido como un eco , generación de la que no parecemos nie-
vago y lejano,.. Cuando la resonancia \ tos, siquiera había en ella vida intelec-
de la batalla sobrecogía de dolor o elec- I tual, gente que demostraba afición a las
trizaba de entusiasmo a los corazones, el ! cosas del espíritu... Hoy, cuando no nos
mío, embargado por inquietudes muy I conmueve la noticia de un encuentro
ajenas a la lucha de los partidos, ape- j sangriento o el anuncio de otro que va
nas participaba del interés y de la emo- i a realizarse, vegetamos entre la chismo-
ción de los demás. Empiezo ahora, a j grafía política, las pequeñas angustias de
darme cuenta de lo que ha pasado, y i la lucha por la vida, penosa y difícil, y
me siento lleno de patrióticas angustias el tajear de las lenguas que manifiesta
al pensar en el salto atrás que esto sig- nuestro maravilloso desconcierto de vo-
nifica en la vida de nuestro pueblo. Me i luntades, nuestra incurable anarquía de
acongoja el espectáculo de la guerra ci- | esfuerzos y de opiniones... No hay tribu-
vil; me apena figurarme el porvenir a í na, no hay prensa política, no hay vida
que marchamos por esta senda oscura..., i .-: ia inteligencia. Cada uno de nosotros
y como una atenuación del sentimiento | es un pedazo de gran cadáver,
depresivo que experimento, me enorgu- j En cuanto a mí, la decepción, el des-
llece este soberbio derroche de heroísmo concierto de esta situación, me apartan
que ha dejado empapado en sangre de de la labor literaria, porque escribir de
orientales el mismo campo en que tal literatura sería trillar en el. agua en es-
vez leerá usted estas líneas mías... Ri- tos tiempos; pero, por otra parte, no
cardo Flores, llevando ahí. su glorioso hacen sino robustecer mis aficiones, con-
2.° de cazadores a la muerte, con temeri- j firmarme en mí amor a la grata, a la
dad sublime, puede presentarse como la i noble vida del pensamiento y el trabajo
personificación de nuestra vieja leyenda i intelectual. Los desengaños, las rudas ex-
heroica, que resucita para probar que i períencias, los sabores amargos de la
no es la bravura la que faltará jamás ¡ vida han tenido siempre sobre mí la vir-
en las generaciones orientales... No dis- j tud de fortalecer mi culto por el refugio
cutamos sobre cuál es la causa por que sagrado del arte y del estudio, adonde
sus bravos han luchado; pensemos sólo l las cosas bajas y miserables no alcanzan.
en que el enemigo que tenían al frente I Sin mis libros, sin mis admiraciones, sin
no representaba, por cierto, otra más ! mi manía de borronear papel—y mi üu-
noble ni más justa... \ sión de que, haciéndolo, hago algo—lo
| vería todo del color gris del fastidio. T
Ha sido usted espectador en la ba- j a medida que en las otras manifesta-
talla y algún día nos referirá cosas lle- ciones de la actividad, en las otras es-
nas de interés sobre ese episodio que feras de Ja vida, aprendo, a pesar mío,
será inmortal en nuestra historia. a dudar de los hombres y de las cosas,
¿Quién se acuerda de nuestra queri- me vuelvo más creyente en la divina reli-
da literatura en días como los que pa- gión del pensamiento y del arte y en
san? ; La existencia de la Revista, signi- su virtud regeneradora de los ánimos
fica ahora un esfuerzo casi heroico de enfermos, fatigados y tristes.
nuestra voluntad!... ¿Quién escribe?
¿Quién lee? El frío de la indiferencia ¡Dejemos pasar las olas turbias de
ha llegado a la temperatura del hielo, los mercantilismos y de las menguadas
para estas cosas. Montevideo es mitad pasiones, poniendo entre ellas y nos-

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQUET Í339

otros un libro que nos levante el alma! lo iré haciendo despacio. Pertenecerá a
Su affmo. amigo, la serie de Xa vida nueva'.» Del mismo
año (y fechado en 16 de noviembre) es
José Enrique Rodó. el borrador de una carta en que confía
a su amigo: «Ahora, escribo poco y leo
mucho; leo con verdadera voracidad. Es-
I pero entrar muy pronto en un período
I de producción fecunda, y para entonces
En el borrador de otra carta de una confío en que haré algo serio y dura-
correspondencia que entonces era copio- dero. Acaricio mil proyectos distintos.»
sa, le escribe Rodó a Piquet: Hacia 1903 se reanuda la corresponden-
cia. Una de las primeras cartas que reci-
«La Revista puede decirse que aparece be Piquet de su corresponsal y amigo ha
para ser leía y circular en el extran- sido publicada por mí, aunque sólo par-
jero. De allí vienen ahora los testimonios cialmente, en el semanario Marcha (Mon-
de estima y las muestras de que se la tevideo, 5 de octubre de 1956). El origi-
¡ee. Si no fuera por eso y porque nues- nal no lleva fecha, y como firma tiene el
tra voluntad empecinada no se resigna nombre de Próspero. En ella emplea
a arriar el pabellón, hubiéramos abierto Rodó una forma sutil de la ironía que,
un paréntesis en su vida. Pero tenemos además de ser infrecuente en él, puede
la convicción de que hacemos una obra resultar casi imperceptible al lector su-
buena, patriótica y de que algo de lo perficial. La carta tiene como objeto
que suena la Revista por esos mundos evidente contestar a algún reproche de
se traduce en crédito para el país, aun- Piquet sobre el abstencionismo político
que ese crédito no se cotice en el merca- de Rodó. O mejor dicho: sobre una for-
do de Londres. Leopoldo Alas dice de ma, particular de su abstencionismo po-
la Revista en que se refleja el movimien- lítico. Por las alusiones que contiene a
to literario del país 'que es una excep- la muerte de don Domingo Aramburu
ción honrosa en América'. Mariano de (ocurrida en 1902) se la puede ubicar
Cavia, en El Liberal, comentando la ba- hacia 1903, y en esa fecha Rodó ya ocu-
talla de 3 árboles, habla con orgullo de paba una banca de diputado. Por eso,
raza del valor de nuestros soldados, ¡por cabe conjeturar que lo que ¿> amigo le
desgracia empleado en despedazarse en- reprochaba en su misiva no era desinte-
tre sí!—Problema: ¿cuál de los dos jui- resarse totalmente de ¡a política, sino
cios honra más a la República?—No se quedarse en Montevideo en vez de salir
lo pregunte usted a nadie, pero dígame: a la, campaña, a convertirse en caudi-
¿no vale eso la pena de meditarse bien?» llo. Por el tono de la contestación se
(El borrador está fechado en 21 de abril puede suponer que ese reproche no po-
de 1897.) día ser tomado demasiado en serio. De
En 10 de julio de 1897 redacta un bo- ahí el comienzo de la carta.
rrador en que confirma una constante
de su actitud crítica. Dice allí: «Yo estoy
rumiando un estudio que se intitulará,
si es que llega a nacer, 'de la tolerancia 2. A JUAN FRANCISCO PIQUET
en la crítica', y que quiero que sea algo
así como una profesión de fe literaria. Mi distinguido amigo:
Tanto me seduce el tema ese, que temo Las reconvenciones de su carta entra-
echarlo a perder si lo tomo sin gran se- ñan una gran injusticia, «Próspero» no
renidad de espíritu y reflexión. Por eso ha nacido para sugestionador de muche-
1340 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

dumbres; y desterrado en su propio país, pado de su horror y desprecio por la


no sabría hablarles el lenguaje que ellas guerra. Además, Piquet se ha ido a Es-
entienden. Próspero vive idealmente en- paña y está recorriendo (según apunta
tre los atenienses del siglo de Pericles, o Rodó) «las feraces campiñas gallegas».
entre los romanos de la era de Augusto, El tono de la correspondencia ha cam-
o entre los florentinos del tiempo de biado notablemente.
Lorenzo de Médicis. No conoce la psico-
logía del bárbaro de nuestras campañas,
ni sabe el secreto de aplacar sus iras fe- 3. A JUAN FRANCISCO PIQUET
roces, ni de penetrar en las profundida-
des selváticas de su corazón y de sus Montevideo, 19 de enero de 1904.
mentes. Los que tienen la obligación Sr. Juan Francisco Piquet.
moral de lanzar a los cuatro ámbitos de Estimado amigo Piquet: Ya sabrá us-
la república la palabra de concordia y ted, al recibir la presente, cuál es la plá-
de paz son los que conocen a esas semi- cida y bienaventurada situación en que
salvajes multitudes; especialmente aque- nos hallamos los que tenemos la inefable
llos que han tenido larga residencia en dicha de vivir en este nuevo paraíso te-
campaña, con arraigo y vinculaciones rrenal.
sospechosas en puntos estratégicos del La estupidez de la guerra contribuye a
territorio nacional: allí mismo donde se hacer el ambiente aún más estrecho y
dio la cruenta batalla de Tres Arboles turbio que de costumbre, y centuplica los
y no lejos de donde fue la infausta rota mil inconvenientes, mezquindades y fas-
del Quebracho. tidios de la vida normal de estas Batue-
' cas. Lo único que medio nos consuela es
| que, según parece, la cosa va a durar
Como se ve, Rodó comienza disculpán- poco, porque ya las huestes del caudillo
dose para luego, en un rasgo de humor van en tren de fuga desesperada, y es
polémico, volver la acusación contra su lícito confiar en que todo acabe antes de
corresponsal. Lo que dice sobre Prós- un o dos meses, con lo que, quizá, la
pero es muy cierto: él no nadó para «su- paz se habrá asentado sólidamente una
gestionador de muchedumbres». Lo que vez por todas.
no quiere decir, como se ha visto aquí Entre tanto que por aquí pasamos ta-
en tantas oportunidades, que Próspero les pellejerías, usted pasea tranquilamen-
desdeñe la lucha parlamentaria o la mili- te por las feraces campiñas gallegas, con
cia americanista. El resto de la carta si- sujeción a un itinerario que no me ex-
gue en ese tono entre zumbón y falsa- plico... a menos que no se haya pro-
mente oratorio, acumulando contra el puesto empezar por ver lo peor, para
amigo los cargos más peregrinos para que luego la impresión de lo bueno (si
convencerlo de que la cosa pública es lo hay) sea más intensa.
realmente de todos (como lo indica su Acabo de recibir cartas de Unamuno
etimología), y que no se puede criticar y de Altamira, y ambos me hablan, con
el aparente abstencionismo de los demás coincidencia que me llama la atención,
sin empezar por examinar el propio. Pe- de síntomas y asomos de un próximo re-
ro la segunda parte no tiene el interés surgimiento para España: de una gran
general del primer párrafo, y no ha sido sacudida que le hará recobrar todo el
publicada aún. camino que ha perdido. Algo de ello
En la carta siguiente, ya ha estallado habla también Rubén Darío en una re-
la guerra civil que se insinúa en la ante- ciente correspondencia, afirmando qup
rior, y lo que Rodó escribe está empa- ha encontrado a España mucho más ani-

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OBRA POSTUAÍA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQUET 1341

mada y progresista que cuando la vio í en España. ¿Por qué no ha ido usted a
hace tres años. j Oviedo, donde hay con quién hablar, en
Por aquí, la vida intelectual sigue como ¡ vez de extasiarse con los primores y ex-
usted puede imaginarse, sobre todo des- i celencias de Vigo, Pontevedra, La Cora-
pues de la nueva zapacoca. Empezó a ¡ na, Mondoñedo, Monforte y otros santos
publicarse una nueva revista: Lumen, lugares del arte y de la ciencia?
modelada en el Helios de Madrid y Deseo que encuentre efectivamente a
redactada por Schinca, Torterola y Adria- ; Madrid mejor que cuando le vio por vez
no Aguiar. La empresa era buena y po- primera, y que acabe de reconciliarse
día haberse intensificado, si con el cuen- con Barcelona. Hasta la próxima.
to de la guerra, como dice el Fausto de Su siempre affmo.
Del Campo, no hubiese tenido que mo-
rir en la cuna. Yo procuro seguir tra- José Enrique Rodó.
bajando en mi Proteo, en los ratos que
me dejan libre en estas circunstancias
mis faenas de Licurgo; y entre col y
col parlamentaria, procuro cultivar al- El mismo mes escribe Rodó una se-
guna lechuga literaria. A propósito: no gunda carta, en contestación a una de
olvide preguntar en Madrid, cuando ven- Piquet, y en la que se extiende sobre
ga la ocasión, el precio, en números re- el proyectado libro, indicando los temas
dondos, de la impresión de un tomo de sus cuentos simbólicos.
igual al Morsamor, de Valera. Veo que
las distracciones del viaje no le impi-
den seguir trabajando en su proyectado 4. A JUAN FRANCISCO PIQUET
opúsculo. Me felicito, aunque temo que
eí parecido del retrato padezca algo por Montevideo, %\ de enero de 1904.
la benevolencia del pintor; pero venga Estimado amigo Piquet: Acabo de re-
de cualquier manera el halagüeño re- cibir su segunda carta, fechada en Ma-
trato, que revelará en todo caso la ha- drid y en vísperas de salir usted para
bilidad del artista, al mismo tiempo que Barcelona. Va usted en su viaje siguien-
la bondad del amigo. do una escala ascendente, de la luz a la
De mis proyectos y sueños de viaje, sombra, de la barbarie a la civilización,
ya sabe usted que por ahora no hay na- como el Dante recorrió los círculos del
da inmediato. Habrá que esperar a que Infierno y las esferas del Purgatorio pa-
termine mi mandato charlamentario, ra después remontarse hasta el Empíreo.
si es que termina antes de lo que debie- Sale usted de Montevideo y toca Galicia,
ra, porque todo puede ser, y siempre lo que siempre es un progreso (perdó-
una nueva crisis, nada inverosímil con la nenme nuestros compatriotas), pues peor
guerra y la emigración, etc., no nos deje que Montevideo en las presentes circuns-
exhaustos, esquilmados y pelados. Nada tancias no es concebible que pueda haber
hay seguro en nuestro bendito país, ni en tierra de cristianos, De Galicia pasa tis-
política, ni en cuestión económica; todo tes a Madrid, de Madrid a Barcelona,
es inestable, problemático, todo está y si de Barcelona sigue rumbo a las ciu-
amenazado de mil peligros y expuesto a dades más importantes de Italia, y de
desaparecer de la noche a la mañana: in- éstas a París, su viaje será una verda-
cluso el país mismo... dera progresión matemática, que demos-
Altamira me habla en su carta del gran trará que usted viaja con arte de viajero
influjo que él y sus colegas del grupo entendido.
ovetense ejercen en la opinión general, Entre tanto, por aquí pasamos la pena
1342 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

negra..., pero olvidaba que usted desea una obra, viendo abanicarse a dos mu-
olvidarse de las miserias de nuestro país. jeres; otro, que narra la experiencia he-
Doblemos la hoja. Novedades literarias, cha por un mago de Persia en el alma
no las hay, como usted puede suponer. de una doncella romana; otro, en que
Reina el silencio, interrumpido a largos se refiere el sueño de un paladín de la
intervalos por ei graznido de algún ána- Edad Media que se imagina sufrir di-
de; porque esto de particular tienen el versas transformaciones, y así por este
arte y la literatura: es posible que las tenor algunos más. Reserve por el mo-
inclemencias del ambiente desanimen y mento estos datos.
paralicen a los verdaderos artistas, pero No se olvide de tomar idea del pre-
no hay fuerza humana ni fatalidad capaz cio de un volumen como Morsamor—en
de hacer enmudecer y cejar a los imbé- números redondos—por una edición de
ciles metidos a literatos, a los poetastros mil ejemplares. Ha sido impreso en ca-
tontos y los asesinos del sentido común... sa de Fernando Fe.
Lo que verdaderamente maravilla es que Suyo affmo.
la persistencia de ciertas falsas voca- José Enrique Rodó.
ciones dure más y se manifieste con
más incontenible flujo que la de las que
responden a aptitudes reales y excepcio-
nales. Una nueva carta de Rodó agrega nue-
He recibido un número de Helios, bas- vas confidencias sobre la gesta de Pro-
tante interesante, con un buen estudio teo.
sobre Ganivet; y otro de Nuestro Tiem-
po. Leo poco. El tiempo de que puedo 5. A JUAN FRANCISCO PIQUET
disponer lo consagro a seguir esculpien-
do mi Proteo. Tengo fe en esta que será Estimado amigo Piquet: Recibí su nue-
mi obra de más aliento, hasta hoy. La va carta y la tarjeta postal en que apa-
parte literaria está representada princi- rece su vera efigie, por la que veo que
palmente por cuentos aplicables a tal i ha tomado usted la gloria por asalto,
o cual pasaje teórico, sin que esto sea como el bull-dog caza su presa en el aire,
decir que no haya también literatura en pues no bien pisa las playas españolas
lo demás de la obra. Hay un cuento sim- ya su retrato circula en esas populares
bólico en el que se describe el desfile cartulinas, rivales de las cajas de fós-
de todas las tierras del mundo delante foros y las etiquetas de cigarrillos, en
del emperador Trajano; otro, que es un las que espero verle pronto. También
discurso de un filósofo antiguo en las noto en su fisonomía un gesto de satis-
horas que preceden a su muerte; otro, facción y ufanía que me revela lo bien
que consiste en un diálogo entre un pen- adaptado que se encuentra usted en el
sador y un esclavo de Atenas; otro, que ambiente de la semifrancesa Barcelona,
describe el viaje que hicieron seis neó- atalaya de España. Comprendo bien que
fitos cristianos para reunirse a su maes- ahí se pueda estudiar y trabajar con
tro; otro cuya acción pasa en la Italia entusiasmo. Me figuro lo que parecerá
del Renacimiento y que pinta la locura eso, después de haber vivido en esto.
de amor de un artista; otro, que se des- ¡Y qué sería si usted hubiera salido de
arrolla en la España del siglo xvn y en su país en circunstancias como las que
que figura un cómico ambulante y se se han producido después de su par-
describe un palacio de aquella época; tida!
otro, que relata la curiosa manera como ¡Qué esfuerzos de voluntad y de per-
un escritor llegó a concebir la idea de severancia tengo que hacer sobre mí

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JCAN FRANCISCO PIQUET 1343

mismo para tomar en los ratos libres , pueblo. Claro es que entre la mentira
la pluma y seguir trabajando, en este I monárquica y el enigma republicano es
ambiente de tedio y de tristeza! Lo que I preferible éste, aunque más no sea que
me estimula es precisamente la espe- j para ver derribada y afrentada esa ridi-
ranza de poder dejar esta atmósfera. Sí I culez del trono y la corona; pero esperar
supiera que habría de permanecer en j maravillas del cambio en la forma de
el país, le aseguro a usted que no es- I gobierno... ¡Niñería!
cribiría una línea y optaría por aban- j Su affmo.
donarme a la corriente general, matán- ! José Enrique Rodó.
dome intelectualmente. Pero, en fin, en-
tre desalientos y desmayos, la obra se
va haciendo, y Proteo reviste sus múl-
tiples formas, dentro de las cuales al- La correspondencia, continúa, por par-
ternarán la filosofía moral con la prosa te de Rodó, con la siguiente carta.
descriptiva, el cuento con el apotegma,
ia resurrección de tipos históricos con
la anécdota significativa, los ejemplos ¡ 6. A JUAN FRANCISCO PIQUET
biográficos con las observaciones psico-
lógicas, todo ello en. un estilo poético, ' Montevideo, ó de marzo de 1904.
que a veces asume la gravedad y el en- | Amigo Piquet: Recibí su nueva carta,
tono de clásica prosa castellana, otras ; escrita de vuelta de Perpiñán. Tiene ej
la ligereza amena y elegante de la «es- 1 color del papel en que viene escrita: el
critura» francesa, recorriendo las infle- ; color gris del tedio que, con harta ra-
xiones más diversas del sentimiento y el ; zón, producen a usted las miserias de
lenguaje. Será un libro variado como i nuestro desventurado país. ¿Qué no di-
un parque inglés, o más bien como una : remos los que las presenciamos de cer-
selva americana; un libro en el que, a : ca? En cuanto a mí, la experiencia que
vuelta de una escena de la Grecia anti- I mi temporada de politiquero me ha su-
gua, encontrará el lector la evocación ; ministrado, me ha bastado para tomar
de una figura épica de la Edad Medía, ! desde ahora (o más bien, desde antes
o una anécdota del Renacimiento, o una i de ahora) la resolución firmísima de po-
evocación del siglo xvni, o una descrip- ; ner debajo de mí última página parla-
ción de la Naturaleza, o un análisis psi- | mentaría un letrero que diga: «Aquí aca-
cológico, todo ello relacionado dentro de bó la primera salida de Don Quijote»,
un plan vasto y complejo, sobre el que '• y decir adiós a la política. Esto equi-
se cierne, como un águila sobre una i valdrá casi a decir adiós al país; pues
montaña, un pensamiento .fundamental. i el país nuestro y su política son térmi-
Quiero que, por el momento y hasta que | nos idénticos: no hay país fuera de la
la obra aparezca, nada se sepa de todo política. Todo lo demás es aquí epidér-
eso; ni siquiera su nombre. mico y artificial; lo único que realmen-
Aquí se habla algo por ios diarios de j te es propio y natural del país mismo,
posibles complicaciones de España en la i y lo que preocupa de veras, y absorbe
cuestión de Oriente, y, desde luego se :! sus energías, es lo que por eufemismo
sabe que los buques ingleses están de- patriótico tenemos la benevolencia de
masiado cerca de los puntos más estra- I apellidar política.
tégicos de la Península. ¿Será el princi- I Cuando el tiempo y el humor no me
pio del fin? Dice usted bien cuando afir- ; faltan, sigo batiendo el yunque de Pro-
ma que es ilusión esperar que la repú- . leo, libro vario y múltiple como su pro^-
blica tenga la virtud de regenerar ese pió nombre; libro que, bajo ciertos as-
1344 JOSÉ ENRIQUE RODO.—-OBRAS COMPLETAS

pecios, recuerda (o más bien recordará) de Agricultura sobre colonización en am-


las obras de los «ensayistas» ingleses, bas Amérioas. Además, en el Puerto Rico-
por la mezcla de moral práctica y filo- Herald, de Nueva York, hay un artículo
sofía de la vida con el ameno divagar, de Eulogio Horta sobre el mismo Ariel,
las expansiones de la imaginación y las de manera que los comentarios a esta
galas del estilo; pero todo ello animado dichosa obra se van prolongando al in-
y entendido por un soplo «meridional», finito.
ático, o italiano del Renacimiento; y ¡Qué hermosa correspondencia de Max
todo unificado, además, por un pensa- Nordau se publicó ayer sobre el cente-
miento fundamental que dará unidad nario del inmortal Quijote!
orgánica a la obra, la cual, tal como Por aquí, en las altas regiones del pen-
yo la concibo y procuro ejecutarla, será samiento, la única novedad que ocurre
de un plan y de una índole enteramente es la de un descomunal escándalo pro-
nuevos en la literatura de habla caste- movido por el doctor Mascaró a un fi-
llana, pues participará de la naturaleza lólogo alemán, Schüller, que, de paso
de varios géneros literarios distintos, por Montevideo, solicitó y obtuvo auto-
(v. g. la didáctica, los cuentos, la des- rización del Ministerio para retirar de
cripción, la exposición moral, y psico- la Biblioteca un manuscrito de Azara,
lógica, el lirismo), sin ser precisamente con fines de estudio. Mascaró, antes de
nada de eso y siéndolo todo a la vez. entregarle el manuscrito, le hizo pagar
Hay partes de mi obra donde creo haber cara la condescencia del Ministro, po-
levantado mi estilo por encima de Ariel niéndole de oro y azul (no al Ministro,
y otras partes en que la dialéctica y el sino al alemán) y dicléndole, entre otras
análisis ideológico son finos y sutiles en cosas, que probablemente en Alemania
la defensa de ideas y doctrinas que han las bibliotecas se confundirían con las
de parecer peligrosas a más de un espí- casas de cambalache. El alemán puso el
ritu enmohecido y «encajonado». grito en el cielo, y hubo de reproducir-
La casa Henrich de esa ciudad me ha se la singular contienda de Don Quijote
enviado ejemplares de las obras que va y el vasco, a no mediar la oportuna in-
editando en la «Biblioteca Sociológica tervención de los empleados. La prensa
Internacional», de la que forman parte ha emprendido, con este motivo, nueva
una traducción de los Ensayos de Emer- campaña contra Mascaró.
son y otra de las Leyes Sociológicas, Su affmo.
de Greef. Es una colección muy intere- José Enrique Rodó.
sante. Si pasa por ese establecimiento
editorial (calle de Córcega), dígale de *
mi parte el señor Henrich que estimo
mucho el obsequio y que haré la propa- Al mes siguiente hay otras cartas, con
ganda que merece su biblioteca. Veo más confidencias sobre la obra proyec-
anunciada una nueva obra de Rubén tada.
Darío: Cantos de vida y esperanza, Blan-
co Fombona me envió de París una co- 7. A JUAN FRANCISCO PIQUET
lección muy amena y elegante de cuen-
tos en francés, originales de él mismo, Montevideo, 20 de abril de 1904.
Y de Francia he recibido del hispanis- Estimado amigo Piquet: Gracias por
ta Desdevisses du Dézart un artículo los datos solicitados de la casa Fe. Es
muy bien escrito sobre Ariel, obra de moderado lo que piden, pues_ calculo que
la cual se ocupará también en un infor- resultaría la obra a unos 200 ff. de nues-
me que le ha encargado el Ministerio tra moneda. Aquí no costaría menos del

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQUBT 1345

doble, Me acaban de dar datos muy in- , solicitado con ese objeto; y me propor-
teresantes sobre las impresiones en Leip- j cionaría por este medio nuevos recur-
zig, pues además de lo perfectas y bara- I sos pecuniarios para cuando me largue
tas, parece que disponen de medios ex- por esos mundos.
cepcionales para difundir esas impresio- ! Quién sabe cuándo podré realizar esta
nes por las repúblicas del Norte (Colom- I aspiración mía, pues a lo que parece,
bia, Venezuela, etc.), donde la imprenta I no habiendo elecciones este año a cau-
alemana va ganando terreno; y hasta sa de la guerra que se va prolongando,
en ios Estados Unidos creo que tienen la presente legislatura será prorrogada
proporción para hacer entrar la obra, y por un año más, y en este caso quién
aun para traducirla, que sería lo mejor. sabe si renunciaré o esperaré a la con-
Todavía no sé lo que haré a este res- clusión definitiva del período, aunque
pecto. i quizá haga lo primero. En fin, depende
Proteo, entre tanto, avanza. No sin al- j esto de muchas circunstancias. Lo que
gún sentimiento me separaré de Proteo j sí está decidido es que Proteo se publi-
cuando llegue el momento de darlo a I cara fuera del país, no bien esté ter-
la imprenta; porque ese libro me ha minado.
acompañado a sobrellevar el tedio y la 1 Veo que lleva Vd. una laboriosa y
saciedad de esta larga temporada de po- ! aprovechada vida de estudio y de entu-
lítica, y porque es la obra que he escri- j siasmo intelectual. No esperaba menos
to en plena posesión de mi reputación j de sus propósitos y energías. Ese es el
literaria; sin precipitaciones ni fines in- j estudio grande y verdadero: el que se
mediatos; dejándola cuando la inspira- '. realiza en la escuela del mundo, «al aire
ción falla y volviéndola a tomar cuando i libre», viendo, leyendo, observando, y
ella vuelve a dispensarme sus favores; ! adueñándose de las llaves de todo saber,
escribiéndola tanto para mí como para ! que son los idiomas que hablan las gen-
los demás, y poniendo en sus páginas el I tes que piensan en nuestros días. Al lado
sello de mi personalidad definitivamen- i de esa escuela, los pedantismos y for-
te formada en lo intelectual, sin que es- [ mulismos universitarios no valen un
to sea decir que no haya de escribir I comino. El hombre debe habituarse a
otra cosa que se le adelante, si puedo; j aprender por sí mismo y no a atenerse
porque yo concibo la vida y la produc- a lo que le enseñen en el ambiente ce-
ción del escritor como una perpetua rrado y triste de las aulas. Su «primer
victoria sobre sí mismo. Pero una vez | curso» es ese que está estudiando en
escrito y publicado Proteo, que, como España; luego vendrá el 2.°, que será el
ya sabe usted, será un libro de no me- de Italia; y el 3.° el de Francia; y des-
nos de 500 páginas, me tomaré una tem- pués convendrá que complete su «doc-
porada de esparcimiento, no en el sen- \ torado» trabando conocimiento con el
tido de dejar de escribir, sino en el de genio del Norte, en Europa y en la Amé-
dedicarme por algún tiempo a produ- rica sajona, a la que, como Vd. sabe, yo
cir artículos y correspondencias, notas no amo, pero sí admiro.
de viaje, revistas críticas, etc.; todo ello ! Esa, repito, es la verdadera escuela
breve y sin orden. Así me «desentumi- ! de inmortal sabiduría. Yo aspiro a com-
ré» después de la larga disciplina a que ; pletar por el mismo medio mi cultura;
^e sujeta la producción metódica y or- y mi mayor satisfacción es poder decir
denada de este largo libro. Además, hace ' que cuanto soy y valgo intelectualmen-
^empo que deseo colaborar en dicha ¡ te lo debo a mi esfuerzo personal, a mi
torma en periódicos americanos y es- i trato directo con los libros, que es ne-
Pañoles, que repetidas veces me han 1 cesario luego completar viendo y oyendo
RODO.—43
1346 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

lo que hay desparramado por el mundo. De julio del mismo año es una nueva
Su affmo. carta que Piquet publicó casi completa
José Enrique Rodó. y que ahora se reproduce por vez pri-
mera en su totalidad, corrigiéndose de
paso algunos errores de lectura o de
transcripción. Al publicarla en 1919, Pi-
De esta misma época queda en el Ar- quet la situó un año más tarde, en 1905.
chivo Rodó un borrador inconcluso que La fecha exacta ha sido restablecida por
ha sido fechado «a fines de mayo o prin- Roberto Ibáñez sobre la base del «Re-
cipios de junio de 1904», por Roberto gistro de Correspondencia despachada»,
Ibáñez. En él vuelve a referirse Rodó que él minucioso Rodó llevaba. Este re-
a su obra en preparación, ese Proteo gistro ha permitido asimismo restaurar
que califica ya de «-libro de gran em- la fecha exacta de otras cartas de esta
peño». correspondencia.
8. A JUAN FRANCISCO PIQUET
|
Estimado amigo Piquet: La única no- \ 9. A JUAN FRANCISCO PIQUET
vedad que por aquí ocurre (fuera de las í
cosas políticas, sobre las cuales hemos ! Caro amigo Piquet: He recibido sus
convenido guardar silencio) es la muer- últimas cartas, con los recortes adjun-
te de Mascaró, el bibliotecario. Aún no tos: el del discurso de Galdós, muy bue-
se ha provisto el puesto, pero sé de no; el párrafo de Alma Española sobre
buena fuente que yo soy el candidato Ariel y el artículo de El Maleta Indul-
del Presidente, No aceptaré si me lo gencias, cuya anécdota del mostrador del
ofrecen, porque mis planes y proyectos fidelero me gusta por lo intencionada.
son otros. Algunas de las citas a que Vd, se refiere
Sigo laborando en Proteo. Lo funda- sobre aquella obra mía, me son conoci-
mental está ya hecho, en la obra. Ahora das; otras no probablemente. No deje de
falta coordinar y enlazar entre sí los enviarme lo que encuentre. Acabo de re-
muchos fragmentos dispersos que tengo cibir un artículo publicado en Madrid
escritos; y esa parte de la tarea (que es por Luis Moróte, donde habla de la ad-
ía más ingrata) es la que al presente miración que Menéndez Pelayo siente por
me ocupa. Tengo gran deseo de poner mi Ariel.
el punto final en este libro de gran em- Ello es que esta obra va prolongando
peño, que será, así lo espero, un paso sus ecos de una manera poco común, V
más adelante en mi carrera de escritor. creo que no queda párrafo de eíía QU£
Cuando Proteo ande por el mundo, me no haya sido citado, comentado o trans-
dedicaré durante algún tiempo a tareas cripto por alguien. Con los comentarios
más livianas; a escaramuzas y guerri- que yo conozco (y he de desconocer mu-
llas, después de ganada esa batalla cam- chos) podrían formarse veinte opúsculos
pal. Escribiré artículos sueltos, corres- del tamaño de Ariel Ahora va a repro-
pondencias y otras cosas de menor cuan- ducirse la obra como folletín de un dia-
tía, pero necesarias y que me servirán rio de México.
de reposo y esparcimiento de espíritu, j Los primeros ecos que suscite la apa-
al cabo de tan prolongada y afanosa la- ¡ rición de Proteo se confundirán, pues,
bor como ía de Proteo. \ con los que aún deja vibrantes en ej
aire su hermano mayor. Proteo es BU
preocupación casi absorbente. Lo coni'

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQÜET 1347

pongo con «delectación morosa», si vale i gen toda idea que entra en mi espíritu,
en esto la frase. Hay páginas en que el me ha favorecido para dar a la obra
colorido de la descripción, la firmeza del gran animación y amenidad. Para cada
dibujo, el cuidado de la frase, y la com- punto o particularidad de mi tesis, se me
penetración del concepto y la forma, me ha ocurrido un símbolo claro, un cuen-
dejan satisfecho plenamente. El elemento to o una parábola, en los que he vertido
artístico de la obra está ya hecho. El todos los colores de mi paleta, toda la
aparato de apuntes, datos e informacio- luz, toda la armonía de mi imaginación,
nes también está completo y ordenado. pintando cuadros que creo han de vivir
Tengo cuadernos enteros (diez o doce) en la memoria de los que me lean. Hago
llenos de noticias y detalles biográficos, como Raimundo Lulio, el filósofo-artis-
que he reunido, compulsado y organiza- ta, y baño la idea en la luz de la ima-
do durante largos meses, para obtener ginación y la magnetizo con el prestigio
de ellos conclusiones relativas a diversos hipnótico del estilo. Tengo la convicción
puntos de mi tesis. Esta sola tarea im- de que mi obra «quedará» en la litera-
porta la consulta de más de «cien» vo- tura americana, superando acaso al éxi-
lúmenes de obras biográficas, en mi bi- to de Ariel Todos estos datos son ínti-
blioteca, en la del Ateneo, en la de la mos y usted es el único a quien se los
Universidad, etc. He querido que los da- he comunicado.
tos que me sirvan de canevas sean jun- Le escribo en circunstancias en que
tados y obtenidos por mi propio esfuer- estoy enteramente poseído por el espíritu
zo, comparando unas fuentes con otras, de mi obra en gestación, y por eso no le
y no saqueando tres o cuatro libros don- hablo sino de ella.
de la tarea esté ya hecha, como suele Su affmo. amigo,
hacer la fácil erudición americana. Yo
reúno mis datos uno por uno y los or-
deno a mi manera. En cierto modo es ; José Enrique Rodó.
un bien que no haya escrito mi obra es-
tando en Europa; porque teniendo más
elementos de información a mano, quizá
no habría parado hasta agotarlos o poco Del mismo año 1904, aunque sin fecha,
menos, lo que me habría hecho demorar es un borrador que se conserva en el Ar-
quién sabe hasta cuándo. Tal como está, chivo. Roberto Jbáñez lo ha fechado en
la base de erudición de mi libro me sa- julio, apoyándose en el «Registro de Co-
tisface, porque es el resultado de mi rrespondencia despachada». Su interés
labor e investigación propia y prolija. es indudable, a pesar de encontrarse in-
Pero no se limita a la información bio- concluso. El prólogo a Nin Frías a que
gráfica el fondo de datos de que he teni- se refiere Rodó puede verse en la sec-
do que echar mano. Como la tesis de ción Crítica y Cortesía literarias; el pró-
la obra abarca fundamentales cuestiones logo a Y olio fue incorporado por él mis-
psicológicas y éticas, y se roza con pun- mo a El mirador de Próspero, 1913, bajo
tos de historia, etc., es mucho más lo el Ututo Garibaldi.
que he tenido que ver; y todo lo he I
sustanciado, criticado y asimilado por mi
cuenta. 10. A JUAN FRANCISCO PIQUET
Después de eso, la cuestión de estilo,
de ejecución, que, como Vd. sabe, es Amigo don Juan Francisco: He reci-
fundamental para mí. bido varias cartas de Vd. y no las he
Mi aptitud para transformar en ima- contestado hasta hoy por falta de tíem-
1348 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

po. Entre la política, que me arrebata (según se aclara en una nota que acom-
horas y días enteros (porque cuando se paña su publicación en La Razón, 5 de
está en el baile no hay más remedio que junio de 1919) «el mismo día que en Mon-
bailar, aunque no el candombe) y los tevideo se recibió la noticia de la batalla
toques finales de Proteo, que, por ser de Masoller, a la cual hace extensas refe-
los finales, son los más despaciosos, veo rencias que el Sr. Piquet quiere reservar
correr el tiempo con celeridad de to- por razones de delicadeza y de lealtad».
rrente. Por aquí todo va lo mismo: gue- La batalla aludida, que habría de poner
rra y miseria, caudillos y fanáticos, ríos fin al alzamiento revolucionario, fué li-
de sangre y huracanes de odio. En todo brada en 10 de setiembre de 1904.
eso, vida febril y en lo demás muerte y
silencio. La literatura no da otras seña-
les de vida que el aborto periódico de
11. A JUAN FRANCISCO PIQUET
algún decadentoide revenido, en abomi-
nables opúsculos. Como excepción puede
citarse el libro que publicará en breve [Montevideo, setiembre 1904.]
Nin Frías, con algunos ensayos bien pen- En la Ciudad Luz recibirá usted esta
sados y criteriosos, para el que he es- carta con que contesto a varias suyas,
crito una carta de presentación. Y aun- después de largo silencio de mi parte,
que me exponga a que se diga que soy impuesto por atenciones que tienen más
un prologuista de oficio, como don Her- de absorbentes que de gratas, en este
mógenes era opositor a cátedras, de pro- círculo dantesco donde rugen las pasio-
fesión, también he escrito un prólogo nes y el humo denso envenenador del
que irá al frente de un folleto de Héctor odio, del temor, del pesimismo, de la an-
Vollo, relativo a algunas rectificaciones gustia... enturbia la atmósfera, casi irres-
históricas sobre la bandera que llevó la pirable. El tiempo que rescato para mí
legión italiana en la batalla de San An- mismo lo consagro a Proteo; a los to-
tonio. Es ese trabajo de Vollo un estu- ques finales del libro en que he puesto
dio serio y erudito. Al prólogo mío se lo mejor de mi alma.
refiere el suelto que le acompaño. Tam- Con este libro debajo del brazo sal-
bién le envío una preciosa composición dré de mi país—cuando pueda—para em-
publicada en un diario, y que lleva al pezar una nueva etapa de mi vida; para
pie la firma de una eminencia que con iniciar una marcha de Judío Errante por
obras de esa magnitud no tardará en las sendas del mundo, observando, escri-
levantarse a la sublime altura de los biendo en las mesas de las posadas o
superhombres nietzscheanos, dejando en los vagones de los ferrocarriles, y
humillados y casi abollados a los más
grandes vates de los tiempos presen- lanzando así mialma a los cuatro vien-
tes y futuros. En fin, mi amigo, este tos, como esas pelusas de cardo que re-
ambiente no tiene otra salida que la de volotean en el aire, hasta disiparse en
replegarse dentro de uno mismo en las polvo y en nada.
horas que le deja a uno libres. Así me veo en el porvenir, especie
de personificación del movimiento con-
tinuo, alma volátil, que un día desper-
tará al sol de los climas dulces y otro
día amanecerá en las regiones del fn°
En setiembre y octubre de 1904, Rodó Septentrión para quedar, por fin, exte-
escribe a Piquet sendas cartas. No he po- nuada de tantas andanzas, quién sabe
dido ver el original de la primera, escrita adonde; alma andariega como una nio-

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQUET 1349

neda o como una hoja seca de otoño, \ ambiente enervador. La reputación que
sin más habitación que la alcoba del he conquistado con mis esfuerzos tiene
hotel o el camarote del barco, sin más para mí más de asiento que de término
muebles propios que la maleta de via- o meta.
je, sin más domicilio constante que el Tracé mi destino en la vida: el de ma-
mundo, sin más nostalgia que la de los nejar la pluma. Y a tal destino me aten-
tiempos en que había una «Atenas» vi- go. Hay mucho que hacer en América
va en la tierra... con ese instrumento de trabajo, y yo me
Seré como una bola de billar en una debo a esta América donde mi nombre
mesa de mármol.—Seré la salamandra suele despertar resonancias que no son
escurridiza de las leyendas.—Pasaré co- vulgares, ecos que vuelven a mí en for-
mo una sombra por todas partes, y no ma que me estimula y me enaltece.
tejeré mi capullo, ni labraré mi choza,
en ninguna.—Dejaré mi personalidad en I .i.

mis correspondencias, y procuraré que


ellas me sobrevivan, y den razón de mí ! La segunda carta fué también comuni-
cuando sea llegado el momento del úl- ¡ cada a la prensa por Piquet; ahora se
timo viaje, y la bola viajera de mi vida ofrece su texto completo.
quede detenida en un «hoyo» del camino.
Si alguna vez parecerá que echo raíces
en alguna parte, será como el zorro I 12. A JUAN FRANCISCO PIQUET
cuando se detiene en su carrera para I

esperar a su perseguidor con la cabeza Caro amigo Piquet: Le escribo mien-


apoyada en las patas delanteras, pron- tras atruenan los aires los cohetes y
to a reanudar su carrera vertiginosa bombas con que se festeja el restableci-
apenas se aproxime el que quiere dete- miento de la paz. ¡Este es nuestro pue-
nerlo. blo! Vivimos en una perpetua fiesta ma-
Y, sin embargo, hay veces que estas cabra, donde la muerte y la jarana al-
veleidades de nómada tienen que luchar ternan y se confunden. Gran cosa es la
dentro de mi corazón con otros pro- | paz, sin duda alguna; pero cuando to-
yectos y tentaciones; y hay una voz ín- davía no están secos los charcos de
tima que suele decirme por lo bajo: «Ra- sangre, cuando todavía no se ha disi-
dícate; echa raíces en tu tierruca; zam- pado la humareda de las descargas fra-
búllete de cabeza en este pozo; pon las- tricidas, cuando todavía está palpitante
tre en tu carga para evitar los caprichos el odio, y las ruinas de tanta devasta-
de alzar el vuelo. El ideal de la vida ción están por reponerse, tiene algo de
está en tener una choza propia; en cons- sarcástico esta alegría semibárbara, es-
truir una familia; en esperar en santa tos festejos que debían reprimirse, por
paz el desvanecimiento de esta gran ilu- decoro, por pudor, porque lo digno se-
sión que llamamos vida, al abrigo de la ría recibir con una satisfacción tranqui-
borrasca, junto al fuego del hogar tran- la y severa la noticia de que cesó el
quilo y alegre.» Pero esta voz dura poco, , desastre, y pensar seriamente en ver
y prevalece la otra, la que me aconseja i cómo se han de cicatrizar las heridas
el movimiento continuo. Lo indudable es I y pagar las enormes trampas de la gue-
que llegando a cierta altura de su vida, ! rra. Pero ¡no, señor! Hay necesidad de
el hombre ha menester decidir su des- hacer una fiesta carnavalesca de lo que
tino, en un sentido o en otro. Vegetar debiera ser motivo de recogimiento y
no es para hombres que se estimen. No meditación. Es lo mismo que si una
quiero permanecer estacionario en este madre a quien se le hubieran muerto
1350 JOSÉ ENRIQUE RODO—OBRAS COMPLETAS

dos de sus hijos en la guerra, al saber Estas son expansiones confidenciales,


que habían salvado los otros dos, feste- que Vd. ha de disculpar, reservándolas
jara esto último abriendo sus salones, para Ínter nos.
descotada y pintada, y dando una opí- • Pasemos a otra cosa. Según me dice
para comilona, cuando aún estuvieran Zubillaga, Vd. ha desistido de su viaje
calientes las cenizas de los hijos muer- ; a París. Eso indica que se ha naturali-
tos. zado en su patria de origen, y que, al
No se puede transitar por las calles. contacto del ambiente, se han desperta-
Las hogueras y barricas de alquitrán do en su espíritu las afecciones herede-
calientan y abochornan la atmósfera y ras, arraigando en el terruño de la raza
llenan de un humo apestoso. Los judas a que pertenecemos y compenetrándo-
populares cuelgan grotescamente de las se de su generosa savia. Yo me lo figu-
bocacalles. Los cohetes estallan entre ro a usted con la roja y elegante barreti-
los pies del desprevenido transeúnte. Las na hablando en el dulce y delicado idio-
bombas le revientan el tímpano con su ma de Ausías March y Raimundo Lulio,
estampido brutal. La chiquillada, salida vocalizando en el tono bajo, velado y
de quicio, estorba el tránsito con sus discreto que pone en sus conversaciones
desbordes, y el graznido ensordecedor ese pueblo suavísimo y afeminado, y
de las pandillas de compadres mancha j quizá uniendo su destino al de alguna
los aires con algún ¡viva! destemplado ; etérea y lánguida ninfa de los bosques
o alguna copla guaranga, mientras mur- de Montserrat, de esas de exiguo pecho,
gas asesinas pasan martirizando alguna breves pies y modales parisienses.
pieza de candombe. Parece que se feste- Y aquí pongo punto para no pasar
jara una gran ocasión de orgullo y honor del pliego, esperando tener en breve
para el país. Y lo que se festeja es ape- nuevas de Vd.
nas que la vergüenza y la miseria no se Siempre suyo affmo.
hayan prolongado por más tiempo y no
hayan concluido del todo con esta des- José Enrique Rodó.
venturada tierra. ;
Hay en todo esto algo de insulto para (Setiembre, 1904.)
los hogares que visten luto, y para los
trabajadores honestos arruinados por la
locura nacional, y para el país mismo,
desacreditado y asolado por la ignomi- Hacia febrero de 1905 fecha Roberto
nia de la revuelta montonera. ¿Por qué íbánez el borrador de una carta que en-
no se respeta la majestad de tanto do- tonces Rodó escribe y que tal vez se
lor inmerecido y de tanta desgracia irre- j dirija a Juan Francisco Piquet, como ya
parable, arrojándoles al rostro la risa j se ha indicado en la Introducción, /, o.
burda de las francachelas populacheras, esta edición. Lo reproduzco ahora para
el regüeldo tabernario de la hez de los restaurar, en lo posible, la secuencia de
arrabales, desatada por la calle como esta importantísima correspondencia.
en noche de carnaval? Pueblo histérico, i
pueblo chiflado, donde al día siguiente j
de despedazarse en las cuchillas se de- 1 13. A JUAN FRANCISCO PIQUET
creta la verbena pública, y donde los
teatros rebosan de gente la noche del ¡Gloria in excelsis Deo! He termina-
día en que llega la noticia de la batalla do la ardua labor. Con esta fecha envío
más espantosamente sangrienta que ha a la casa de Fernando Fe, en Madrid, los
manchado el suelo de la patria. originales de Proteo, por intermedio de

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JÜAN FRANCISCO PIOUET 1351

una casa librera de esta ciudad. Y para lo envío a Barcelona, de donde supongo
fines del futuro abril (o del futuro ma- que se lo transmitirán a las márgenes
yo, a más tardar para junio) está com- del Támesis.
pletamente resuelto mi viaje al Viejo Proteo ha metido aquí gran bulla. El
Continente. Iré, primero, por pocos días, éxito ha sido tal que en mes y medio
a Madrid, a fin de ver terminada la im- quedó agotada la edición de dos mil
presión de la obra. De ahí pasaré a ejemplares que hicimos. Cosa rara en
Salamanca, a ver a Unamuno; a Oviedo, nuestra tierra: ¿no es cierto? También el
a ver a Altamira y Posada; a Sevilla, a éxito literario ha superado todas mis ex-
ver a Rueda; a Valencia, a ver a Blas- pectativas. Artículos, conferencias, folle-
co Ibáñez; todo de paso. Terminaré mi tos..., de todo ha habido a propósito de
jira por Barcelona, sólo a fin de cono- Proteo. Ojalá la misma suerte le espere
cer la tierra de mis abuelos, y de allí, en las Europas, y ojalá el juicio de Vd.
tras brevísima permanencia, me pon- —que tanto aprecio por su doble condi-
dré en Italia (esto será, según calculo, ción de la sinceridad y del buen g u s t o -
para comienzos de julio) y de Italia, des- halle merecido el triunfo de mí obraca.
pués de dos meses de estadía en París, Me agradará que Vd. me diga cuáles
donde permaneceré cuatro meses; y a son los fragmentos que más le gustan, o
Londres, donde quedaré un mes—hasta menos le disgustan, en el libro.
marzo de 1906, en que regresaré a mí Quizá esté Vd. en condiciones de mo-
país—, para ver cómo están las cosas; ver un poco el ambiente, en Barcelona,
luego, según todas las probabilidades, a favor de mi libro. Allí le tienen—por-
regresaré a Europa para radicarme de- ! que se los he enviado—Ramón D. Peres,
finitivamente desde fines de 1906. Son | Maragaíl y Pompeyo Gener. Si cree us-
las nuevas que tengo que comunicarle. ted conveniente que lo mande a algunos
Adiós, sea Vd. feliz. otros escritores catalanes, le estimaría,
me los citase. ¿Sabe Vd, la dirección de
Gabriel Alomar? Y las revistas, ¿cómo
está eso, y a cuáles importaría enviar la
A esta carta—y al fracaso de su pro- ! obra?
yectado viaje a Europa a «oxigenar el Le nombro a Vd. padrino de Proteo en
alma», como le había escrito coetánea- el viejo mundo, Quizá le parezca excesi-
mente a Unamuno—, sucede un largo si- vo mí interés por él, pero el amor de pa-
lencio que Rodó interrumpe en 1909 para dre tiene disculpables extremos.
anunciar a Piquet el envío de Motivos de Sé por Zubillaga que Vd. escribe con
Proteo, en edición montevideano.. alguna asiduidad en diarios y periódicos
de ésa. Pero de nada de esto he tenido
conocimiento concreto, porque Vd. no ha
14. A JUAN FRANCISCO PIQUET creído oportuno enviarme nada de lo que
ha publicado. ¿Es represalia por mi largo
Montevideo, 20 de agosto 1909. silencio? No me lo tenga Vd. en cuenta,
Caro amigo don Juan Francisco: De- y crea que siempre lo recuerdo y tengo
moré en enviarle mi Proteo: 1.a por no presentes nuestros coloquios literarios en
tener las señas de su domicilio; 2° por- los paseos peripatéticos que solíamos ha-
que cuando Zubillaga me las comunicó cer por la calle de Cerrito hacia afuera,
me dijo que Vd., al presente, debería de comunicándonos las impresiones de nues-
hallarse en Londres, de donde no regre- tras lecturas y sus viajes.
saría hasta pasados dos meses. Por fin, No pierdo la esperanza de verle pron-
siguiendo el consejo de aquel amigo, se to por aquí, aunque sea transitoriamente.
1352 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

Mejor sería, sin duda, que pudiese yo Si Vd. conoce personalmente a algu-
atravesar el charco y estrecharle la mano no de ellos, hágame el favor de decír-
en nuestra común patria de origen, la melo.
brava Cataluña; —Pero, ¡ay!, por el mo- Pongo a su disposición los ejemplares
mento es cosa imposible para mí.— En que Vd. desee de Motivos de Proteo para
esta soledad no tengo más aliciente que los intelectuales de su relación a quienes
la comunicación con los espíritus lejanos yo no conozca.
a quienes puedo leer o de quienes reci- Cuando llegue a ésta su contestación
bo una palabra amiga. Por eso le pido a la presente creo que ya estarán en mi
que me comunique todo lo que pueda in- poder los ejemplares de la edición que
teres arme sobre mi libro, y en general, ha de imprimir Ollendorff en París, pues
sobre novedades literarias. de la que aquí se hizo ya le he comuni-
Acabo de leer un artículo de González cado que quedó agotada en menos de
Blanco publicado en La Corresponden- dos meses.
cia de España, en que hace referencia a Déme noticias «uyas y créame siempre
mi obra. Se lo envío en recorte. su affmo. amigo y compañero.
No me tenga en cuenta mi silencio y
contésteme pronto. José Enrique Rodó.
Con recuerdos de nuestro común ami-
go Zubillaga, se repite su amigo verda-
dero, De otras cartas de este período sólo
José Enrique Rodó. se conocen fragmentos, no siempre fe-
chados, que fueron difundidos bajo el tí-
tulo de Pensamientos inéditos en la re-
Esta carta restablece ¡a corresponden- vista Ariel (Montevideo, año V, núm. 2).
cia, que se prolongará todavía unos años, En uno de ellos dice Rodó: «Yo conci-
y de la que se conocen algunas piezas. bo la vida como una continua movilidad
La siguiente, del mismo 1909, se refiere y variación que dé nuevos, siempre nue-
a la difusión de Motivos de Proteo. vos, alicientes al espíritu, librándole del
tedio y la monotonía de una existencia
inmovilizada como la de una ostra en la
15. A JUAN FRANCISCO PIQUET peña. ¡Yo me moriré con la nostalgia
de los pueblos que no haya visto!... En
Montevideo, 12 de setiembre de 1909. estos últimos tiempos se me ha desarro-
Estimado amigo Piquet: Supóngolo, al llado una súbita curiosidad y vivo inte-
recibo de la presente, de nuevo en Bar- rés por conocer, también, la América del
celona. Norte, a la que no amo pero admiro.»
Le incomodo para pedirle estos datos, En otro fragmento, éste sí fechado (abril
si están en su conocimiento: el domici- 1910) expresa: «Los privilegiados de la
lio (o publicaciones en que habitualmen- fortuna no deben acogerse jamás a los
te escriben) de los siguientes escritores favores, siempre un tanto humillantes,
catalanes; del presupuesto. Los cargos públicos ren-
Gabriel Alomar. tados son para aquellos que no hemos
Víctor Cátala. encontrado aún otro medio decoroso de
Ángel Guimerá. vida; pero no para los que están en po-
Ignacio Iglesias. sesión de pingües bienes que les permi-
Eduardo Marquina. ten darse el lujo de pasar su vida en
Eugenio d'Ors. sempiterno viaje de placer, arrojando a
Santiago Rusiñol. los cuatro vientos sus rentas. No deben

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON JUAN FRANCISCO PIQUET 1353

éstos provocar las justas iras de los des- , expansiones patrióticas. Nunca he visto
heredados de la suerte, quitándoles uno a nuestra gente tan unánime y tan entu-
de esos recursos de desesperado que lla- •• siasta en conmemoraciones nacionales.
mamos en nuestro país un empleo pú- , La figura de Artigas se agiganta, induda-
blico.» I blemente, día por día. Es el héroe único
! de la democracia republicana en el Plata.
Así lo ha reconocido y proclamado, en
Se conserva completa, y por primera : estos días, el ministro norteamericano
vez se publica, esta otra carta de la mis- míster Morgan, en una nota que ha cau-
ma época. í sado impresión.
! De letras, nada interesante. En estos
I días daré a la imprenta los materiales de
16. A JUAN FRANCISCO PIQUET El mirador de Próspero. Allí va incluido
un estudio sobre Montalvo que anticipa-
Montevideo, 28 de mayo de 1911. i ré en alguna revista y le enviaré oportu-
Sr. D. Juan Francisco Piquet. | ñámente.
Barcelona. Parece que en París aparecerá (o ya ha
Mi buen amigo Piquet: Recibo su muy j aparecido) un magazine (sic) intitulado
grata del 4 del corriente y el recorte de Mundial, dirigido por Rubén Darío y con
El Liberal que la acompaña y que le la mira de dar representación al pensa-
agradezco. Sígame enviando cuanto vea miento hispanoamericano. ¿Será efectiva-
que pueda interesarme, porque aquí no mente esto, o será una revista más de ver-
tengo ocasión de leer los diarios y pe- sos azules, morados, verdes y amarillos?
riódicos españoles. Escríbame cuando tenga tiempo y va-
En estos momentos soplan por nuestra gar, y mande a su affmo. amigo.
tierra aires de tormenta, no por la con-
suetudinaria inquietud política, sino por José Enrique Rodó.
la agitación social, que, tomando origen
en una huelga de guardatrenes, provocó
luego el paro general con sus consecuen-
i
cias en la vida económica de la ciudad
y sus consiguientes repercusiones de j Con este texto se cierra, por ahora,
agravios, rencores y alarmas. La oposi- i esta correspondencia ejemplar.
ción inculpa a Batlle de fomentar estos Dos años después de muerto Rodó,
disturbios semisocialistas, y la gente con- Juan Francisco Piquet daba a conocer
servadora rezonga. Como quiera que sea, en La Razón (2 de mayo y 5 de junio de
son preferibles estas conmociones de ciu- 1919), y como homenaje a la memoria de
dad a las inveteradas de campaña, sobre su amigo, algunos fragmentos significa-
la base del gauchaje montonero. Pero lo tivos de sus cartas. Lo que luego un edi-
Preferible en absoluto es la quietud y la tor llamó La gesta de Proteo quedaba
Paz, de que tanto ha menester nuestro allí en evidencia. La publicación fué, por
Pueblo y que nunca le es dado disfrutar, otra parte, respetuosísima de aquellas
La glorificación del centenario de Las • confidencias que Rodó pudo haber desli-
Piedras ha dado motivo a interesantes zado en sus cartas.
1354 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

CON RUFINO BL ^NCO-FOMBONA

Se conocen pocos documentos de las referencias en sus respectivas obras, se


relaciones literarias de Rodó con el po- puede trazar aquí un esbozo de sus re-
lémico escritor venezolano Rufino Blo.n- laciones. Es casi seguro que Blanco-Fom-
co-Fombona (1874-1944). De lo que se ha bona dio el primer paso, según parece
publicado hasta la fecha, cabe deducir desprenderse del borrador de una carta
que si bien estuvieron en contacto más de Rodó que se conserva en su Archivo
o menos permanente desde 1897 hasta y que ya ha sido citado en la Introduc-
la muerte de Rodó en 1917 (unos veinte ción, II. Dicho borrador es de noviem-
años), ni sus puntos de vista más gene- bre de 1897 y fué escrito en momentos
rales ni sus temperamentos coincidían en que el joven ensayista busca ampliar
demasiado. Ambos compartían, eso sí, el ámbito de difusión de la Revista Na-
el mismo elevado ideario americanista y j cional y de su incipiente prédica ame-
eran grandes admiradores de Bolívar, ricanista. Entonces contesta a Blanco-
pero había notables diferencias en el to- Fombona: «Yo creo que en el arte, en
no y el ámbito en que desarrollaron sus ia literatura, es donde principalmente
respectivas obras. Mientras Rodó, que ¡ puede contribuirse, hoy por hoy, a es-
era tímido y reservado, un hombre de ' trechar los lazos de esa nuestra unidad
gabinete, casi no salió de Montevideo y casi disuelta. Y creo que son las genera-
prefirió difundir su persuasivo pensa- \ ciones jóvenes las que mejor pueden y
miento por medio del libro o del perió- \ deben esforzarse en tal sentido. Por eso
dico, Blanco-Fombona recorrió América . yo anhelo la amistad de aquellos que
latina, Estados Unidos y Europa, y se como usted tienen derecho a influir, e
prodigó en la acción política más direc- influyen, efectivamente, en la marcha de
ta y arriesgada. El escritor venezolano i nuestra generación.» Del mismo borra-
amaba el combate, y no sólo el litera- \ dor es este otro párrafo en que Rodó W
rio; era gran organizador de empresas ¡ perfila muy claramente lo que lo une y
culturales y nunca se caracterizó por la \ lo separa de su corresponsal: «Yo profe-
moderación de sus actos o de sus palo,- \saré siempre el lema americanista que
bras. Así como se batía a duelo, atacaba \ un vez escribí y que tan grato ha sido
con los más punzantes denuestos a sus a usted; pero nos diferenciamos en que
ocasionales adversarios polémicos. Un su americanismo me parece un poco be-
apetito por la vida que se traduce lite- licoso, un poco intolerante; y yo pro-
rariamente en cartas, en novelas, en cró- curo conciliar con el amor de nuestra
nicas más o menos autobiográficas, en \ América el de las viejas naciones, a las
un copioso anecdotario erótico, convier- ]que miro con un sentimiento filial.» Co-
ten a Blanco-Fombona en una figura es- ! mo ya se ha visto en la citada intro-
pectacular que cubre con sus hechos \ ducción, el americanismo de Rodó des-
sobre todo el primer cuarto del siglo XX. \cansaba en un concepto más universal,
Es la suya una figura diametralmente \ el de la tradición latina.
opuesta a la del reticente y secreto crí- \ Al publicar en 1899 su Rubén Darío,
tico uruguayo. j Rodó envía el libro a su corresponsal
A través de algunas pocas cartas y de ' con una carta, y recibe esta entusiástica

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OBRA POSTUMA.—16: CORRESPONDENCIA.—CON RUFINO BLANCO-FOMBONA Í355

respuesta desde Nueva York, donde se ser Grande Exégeta, como Renán, o para
encontraba Blanco-Fombona, El libro ser Gran Crítico de Arte, como Sainte-
al que se hace referencia, esa «obrilla» Beuve; pero ninguno de los que nacieron
titulada Trovadores y trovas, había sido con aptitudes de ingenio peregrino lle-
publicado en Caracas, 1898. ga a cristalizarse; y el crítico de arte, y
el exégeta, y el expositor de doctrinas, y
él pensador, y el capitán insigne, todos
1. A JOSÉ ENRIQUE RODÓ perecen a las manos de mil y una pe-
queñas circunstancias, de todas esas pe-
167 W 64 St quenas cosas que en mucha parte sim-
New York, 20/6/99. plificamos llamándolas el medio. En Vd.
Sr. D. José Enrique Rodó. creo yo ver eso que no había crecido y
Montevideo. florecido en América. Vd. quizás sea, en
Amigo mío: menor sentido del que Vd. emplea, e).
¡Con qué placer tomo ¡a pluma para que vendrá. Yo veo... Pero ¿seré yo vi-
escribirle! En lugar de placer he debido sionario? De todas suertes estoy encari-
decir cariño. Recibí su carta y su libro ñado con mi visión.
último. Es ahora cuando llegan a mis Así, pues, no me agradezca—y me re-
manos una y otra cosa. No bien di a la fiero a su carta—, no me agradezca aten-
estampa mi obrilla tuve que dejar mi ciones y demostraciones públicas o pri-
país. Por eso es aquí, y tarde, donde me vadas que yo rinda a Vd.
han llegado algunas buenas palabras de Trovadores y trovas son mis primeras
miel, por cartas y por periódicos, de mis armas, ¡Ojalá pudiera yo librar al pie de
hermanos de América. esa misma bandera otras batallas! Espe-
Leí su estudio de Rubén Darío. Estoy ro publicar otras obrillas, tan pronto
deslumhrado; pero no son los ojos de como pueda. Entre otras cosas tengo
mi cuerpo, sino los ojos de mi alma, los i listo, listo del todo, un tomo de cuentos.
que han sentido la impresión de tanta i Algunos de esos cuentos se están actual-
luz. Veo que el sol sale ahora por el Me- Imente traduciendo y publicando en in-
diodía. Yo he tenido y tengo muy buena glés, en los Estados Unidos.
idea de la aptitud intelectual de Améri- Lucho por fundar un periódico en es-
ca; pero por razones que Vd. se sabe—y ta ciudad, o en París, que sea corno el
algunas las señala en su obra—, no es hogar de algunos de entre nosotros,
ésta la tierra de las mejores cosas inte- ¿Querría algún periódico de Montevi-
lectuales. Por aquí pudieran darse, y se j deo o Buenos Aires aceptarme por su
han logrado, buenos y hasta excelentes . corresponsal? ¿Sería mucho exigir de Vd,
poetas: baste citar desde Olmedo y Be- rogarle que me agencie el asunto? [Ho-
llo hasta Casal y Darío; pero un cerebro \ norarios (?)] no discuto: acepto lo que
alto, que tienda a la gloria de las cimas, \ Vd. disponga y en las condiciones que Vd.
que se bañe en serenidad, que se nutra exprese, salvando ilesa mi libertad de
de humanidad, (no de humanidades) un escritor, como Vd. comprende.
cerebro por donde circule savia y mé- Escríbame, amigo mío. Salúdeme a
dula, un cerebro de cal y canto, eso es Reyles, si lo ve.
difícil de obtener, aunque muchos naz- ¡
can con la aptitud. Se nace por aquí pa- Rufino Blanco-Fombona
ra ser Gran Capitán, como Napoleón, o
para ser Gran Pensador, como Montai-
gne, o para ser Grande Analista y funda- Que el contacto entre ambos escrito-
dor de teorías, corno Spencer, o para res no conoció interrupciones muy lar-
1356 JOSÉ ENRIQUE RODO.—OBRAS COMPLETAS

gas, se deduce de una referencia a Blan- referencia a Rodó, al que se llama «el
co-Fombona que aparece en una carta maestro del Plata» (p. xvi). En el mis-
de Rodó a Juan Francisco Piquet, del 6 mo prólogo vuelve a citar unas palabras
de marzo de 1904. Al referirse a algunos de Rodó sobre Bolívar, en un rol de ilus-
libros recientes, aquél cuenta a su ami- tres opiniones en que también incluye a
go: «Blanco-Fombona me envió de París Paul Groussac, a Montalvo, a Menéndez
una colección muy amena y elegante de \ Pelayo, a Unamuno. El otro volumen bo-
cuentos en francés, originales de él mis- j lívar iano recoge la primera parte de una
mo.» Dicha colección se titula Contes colección en tres tomos de las Cartas de
américains, y es de 1903. También en car- Bolívar (1799-1822). Fue publicado por las
tas de Rodó a Hugo D. Barbagelata, que Ediciones Louis Michaud, bajo la vigi-
también vivía en París como Blanco- lancia de Blanco-Fombona, y lleva como
Fombona, hay menciones y recados para prólogo el admirable estudio de Rodó
el escritor venezolano. En una de 15 de que ese mismo año sería también reco-
enero de 1911, Rodó agradace unos salu- gido en El mirador de Próspero (1913).
dos que por intercambio de su compa- Por su parte, y como para retribuir los
triota le ha enviado Blanco-Fombona. elogios de Blanco-Fombona, en un pasa-
En otra (14 de enero de 1914) hay una fe de su ensayo (p. 20 de la citada edi-
referencia mucho más importante: «Te- ción de las Cartas), Rodó señala el mé-
nemos que americanizar a Artigas, y al- rito de la obra de historiador del pole-
go se ha hecho ya en tal sentido. Hace mista venezolano. Es muy significativa,
pocos días leí con viva satisfacción, en sin duda, esta estrecha colaboración en-
el Fígaro, de la Habana, la semblanza tre ambos para exaltar la figura del Li-
de Zo

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