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MANUEL

ALCÁNTARA SÁEZ
Catedrático de Ciencia Política y de la Administración
Universidad de Salamanca

SISTEMAS POLÍTICOS DE
AMÉRICA LATINA
VOLUMEN I
AMÉRICA DEL SUR

CUARTA EDICIÓN
Contenido

Presentación
Bibliografía actual sobre política de América Latina
Los Sistemas Políticos del Cono Sur
Capítulo I. Argentina
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y seleccionada
VI. Principales sitios web
Capítulo II. Brasil
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Capítulo III. Chile
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Capítulo IV. Paraguay
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Capítulo V. Uruguay
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Los Sistemas Políticos de los Países Andinos
Capítulo VI. Bolivia
I. Introducción
II. Evolución histórico-política
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Capítulo VII. Colombia
I. Introducción
II. Evolución histórico-política
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Capítulo VIII. Ecuador
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web
Capítulo IX. Perú
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y seleccionada
VI. Principales sitios web
Capítulo X. Venezuela
I. Introducción
II. Desarrollo político
III. El régimen político
IV. El comportamiento político
V. Bibliografía utilizada y de consulta
VI. Principales sitios web

Créditos
A M.ª Carmen
PRESENTACIÓN

Diez años después de la segunda edición de este libro, la política


latinoamericana ha consolidado alguna de las tendencias que ya estaban
presentes entonces. La primera y más relevante es el asentamiento de la
institucionalidad poliárquica que ha ido avanzando en la región procesando el
conflicto político mediante elecciones o arreglos institucionales que han sido
capaces de encauzar las muy severas crisis enfrentadas. Los comicios han
seguido siendo la guía de la vida política, pese a cierta desconfianza social en su
desarrollo, y el instrumento a través del cual se ha articulado la acción política.
Mientras tanto, el universo partidista ha continuado sufriendo profundas
mutaciones en lo atinente a sus ataduras ideológicas, en la volatilidad de las
ofertas electorales y en su drástica desinstitucionalización en la mitad de los
países aquí considerados. Con respecto al desempeño de la democracia la gran
variación de un país a otro sigue siendo la nota dominante como se pone de
relieve en el Cuadro que recoge cuatro clasificaciones regionales realizadas con
diferentes metodologías. De esta manera, y en lo referente a la calidad de la
democracia de los países de América del Sur, pareciera poderse hablar de cuatro
grupos de países: el primero compuesto por Uruguay y Chile como los dos
países de mayor calidad en su democracia; seguidamente Argentina, Perú y
Brasil; en tercer lugar Bolivia, Colombia y Paraguay; y el último conformado
por Ecuador y Venezuela.
Pero también debe señalarse que la última década ha sido testigo de la
consolidación de una tendencia que se vislumbraba a finales de 2002 y que era el
ascenso de gobiernos de izquierda en buena parte de la subregión. El desastre de
las políticas neoliberales que causaron un verdadero trauma social e inspiraron
procesos de movilización popular muy fuertes, fundamentalmente en Argentina,
Bolivia y Ecuador, auparon gobiernos de naturaleza muy diferente que, no
obstante, supieron adoptar un lenguaje común y pautas de accionar regional
solidario. Paralelamente, el fortalecimiento del proyecto dirigido por Hugo
Chávez en Venezuela, una vez superado el golpe de Estado que puso en un brete
su proyecto así como los efectos de la ríspida huelga petrolera, sirvió de guía
para una buena parte de los países. Al socaire del denominado socialismo del
siglo XXI, los gobiernos de Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela adoptaron
estrategias comunes y fueron conformando un esquema novedoso de articulación
de los países en el esquema de UNASUR al que se incorporó inmediatamente
Brasil y Uruguay y con mayor parsimonia Chile, Colombia y Perú, así como
Paraguay, sobre todo después del triunfo electoral de Fernando Lugo.
Índices referidos a ciertos aspectos vinculados con la calidad de la democracia (2012)

País FH* Bertelsman** IDD** EIU**


Argentina 2 7,00 5,66 6,84

Bolivia 3 6,20 2,98 5,84


Brasil 2 8,10 4,91 7,12

Chile 1 8,90 9,96 7,54

Colombia 3,5 6,30 3,97 6,63


Costa Rica 1,0 8,80 10,00 8,10

Ecuador 3,0 5,40 2,73 5,78

El Salvador 2,5 7,20 4,36 6,47


Guatemala 3,5 5,40 2,95 5,88

Honduras 4,0 6,00 3,33 5,84

México 3,0 6,90 5,37 6,90


Nicaragua 4,5 5,60 2,85 5,56

Panamá 1,5 7,40 6,05 7,08

Paraguay 3,0 6,40 3,81 6,26

Perú 2,5 6,90 5,70 6,47


R. Dominicana 2,0 6,70 2,89 6,49

Uruguay 1,0 9,30 9,61 8,17

Venezuela 5,0 4,50 2,42 5,15

* La escala va de 1 a 7, siendo 1 el valor más positivo.


** La escala va de 1 a 10 siendo 10 el valor más positivo.
FUENTE: FH: http://www.freedomhouse.org, Bertelsmann: http://www.bti-project.de/?&L=1, IDD:
http://www.idd-lat.org, EIU: www.eiu.com

Este escenario ha servido para validar una vez más la heterogeneidad de la


subregión ya que si bien fue cierto que se registró un giro a la izquierda éste tuvo
un componente dual: de respuesta al fracaso del neoliberalismo, como ya se dijo,
pero también de culminación de un ciclo político electoral donde la alternancia
era una consecuencia natural del mismo. Poco a poco se fueron gestando
diferentes modelos. Por una parte, los procesos con vocación de cambio social y
basados en una fuerte transformación de la elite en el poder político
construyeron una mística propia mediante la gestación de mitos, o la
reinterpretación de los ya existentes —Bolívar—, y también de un discurso
nuevo. El socialismo del siglo XXI, que no cuenta con ningún texto
medianamente estructurado, ha funcionado como una cobertura a la propuesta
bolivariana que engloba viejas ideas pero que siguen teniendo un componente
identitario muy fuerte: la patria grande, el antiimperialismo antinorteamericano,
el Estado paternalista, la mejora de las condiciones de vida de las clases más
humildes con su incorporación a la vida política y el caudillismo mesiánico
dispuesto a inmolarse por el pueblo. Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela
terminaron generando un modelo basado en un fuerte liderazgo muy personalista
con sólido apoyo popular y baja institucionalización partidista a la vez que
contaban con oposiciones muy divididas. Además, la bonanza exportadora sobre
la base de materias primas con precios elevados posibilitaba una economía
rentista beneficiosa para los mayoritarios sectores populares.
Por otra parte, procesos más institucionalizados alcanzaron logros exitosos
tanto en el terreno socioeconómico como en el político. Brasil y Uruguay, con
gobiernos de izquierda durante todo este periodo —y legislativos también
mayoritarios de izquierda para el segundo—, junto con Chile, que alternó un
gobierno de centro izquierda con otro de derecha, a los que se incorporaban Perú
y Paraguay, más Colombia superadora del personalismo uribista y abriendo un
proceso negociador de la paz con la guerrilla, conforman contextos poliédricos.
De este modo, en 2013 había cuatro gobiernos inclinados claramente a la
derecha en Colombia, Chile y Paraguay, el gobierno de Perú mostraba un
carácter de notable ambigüedad; y Uruguay y Brasil, este último conformando
un gobierno de gran coalición que mitigaba el izquierdismo de la presidenta
Rousseff, se inclinaban por un perfil de izquierda más institucionalizada.
El periodo, que cierra un ciclo histórico como consecuencia de la muerte de
Hugo Chávez, ha logrado, por otra parte, establecer pautas de notable estabilidad
únicamente rotas por la interrupción presidencial en Paraguay en 2011 y, no
obstante, está repleto de reformas constitucionales que han trastocado el
constitucionalismo clásico por formas originales en clave del
neoconstitucionalismo. La preocupación por el auspicio de derechos de tercera
generación, el reconocimiento del carácter multicultural y plurinacional de los
países latinoamericanos, la incorporación de criterios de democracia
participativa, pero también la reelección que tiende a ser ilimitada, se han ido
introduciendo de forma generalizada.
La estructura mantenida en el libro sigue siendo la del estudio de casos con
una clara orientación narrativa y descriptiva en la que premeditadamente se
evitan las referencias bibliográficas textuales al intentar huir del análisis e
interpretaciones que necesitarían de apoyo en la literatura especializada, pero
que se presenta recogida al final de cada capítulo a guisa también de guía
orientadora para el lector. Ello es debido a la clara vocación de ser concebido
como manual universitario o como texto de consulta para aquellos profesionales
que centran fundamentalmente su actividad en el ámbito de la acción exterior y
de la comunicación social, interesados en el conocimiento de una realidad
concreta, y a un entendimiento de América Latina como un espacio más real que
retórico que requiere en un primer término de aproximaciones lo más
individualizadoras posibles. No obstante, la propia estructura homogénea de
cada capítulo permite con cierta facilidad el análisis comparado a todos aquellos
interesados. Los distintos capítulos se estructuran siguiendo un mismo modelo
en el que, tras una breve presentación, se abordan los hechos principales en el
desarrollo histórico-político de cada país, con especial referencia a lo acontecido
tras las transiciones a la democracia. Seguidamente, se describe el régimen
político sobre la base de las disposiciones constitucionales. Por último, se
muestra el comportamiento político enfatizándose el papel desempeñado por los
partidos políticos, otros actores y algunos rasgos de la opinión pública,
conformadores de una determinada cultura política. Todo ello integrado en el
modelo interpretativo teórico del sistema político.
En este sentido, el autor es deudor de una concepción sistémica de la política
en la que el neoinstitucionalismo desempeña un papel conductor relevante
porque las «instituciones importan». La propia incorporación al título de la obra
del término «sistema político» lleva a una necesaria precisión teórica de lo que
se entiende por ello, esto es, un conjunto integrado por elementos diversos de
carácter institucional, es decir, de reglas que regulan la interacción humana para
evitar la incertidumbre, que interactúan siguiendo una lógica sistémica. Estos
elementos, en primer lugar, son los que conforman los poderes políticos y sus
reglas, formalizadas o no, de interacción para consigo mismo y para con la
sociedad; pero también a las normas, escritas o consuetudinarias, que hacen
relación a las formas de tenencia de la propiedad, a su transmisión, a su
enajenación y a sus constricciones. En segundo término, se encuentran los
actores institucionalizados en los que la sociedad se organiza ya sea de manera
activa o pasiva, para transmitir sus demandas, influir y modificar en mayor o
menor medida en las decisiones del gobierno. En tercer lugar, aparece la
dimensión temporal según la cual se integran los valores de los individuos y de
los grupos sociales en lo relativo a la comprensión de la actividad política y a la
conformación de mitos y de pautas de comportamiento, derivados tanto de
elementos estrictamente culturales como de experiencias históricas. Por último,
se encuentra la dimensión espacial, según la cual todo sistema político «de
carácter nacional» está inmerso en un entramado internacional del cual recibe
influencias, bien como consecuencia de la intervención de otros sistemas
políticos de carácter igualmente nacional, bien como resultado de acciones de
instituciones transversales del propio sistema internacional. Los cuatro
subconjuntos de elementos recién señalados interaccionan de manera sistémica
en la que la variación de una de las partes afecta al todo. Estos componentes
están entrelazados por una determinada «lógica» de actuación. Esto es, por una
manera específica de relacionarse que llega a conformar unas ciertas reglas de
juego. En el caso latinoamericano de comienzos del siglo XXI esta lógica de
actuación se equipara a las normas que definen la poliarquía y que dan pie a la
legitimidad democrática.
Con respecto a la anterior edición, se ha considerado interesante seguir
incluyendo indicadores sociales y económicos que permitan mostrar tanto la
evolución en la última década como el estado presente de las variables más
significativas de la región. En este sentido, los datos aquí recogidos provienen de
fuentes de la CEPAL. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que su desarrollo
explicativo apenas si se aborda en el texto dada la característica más
institucionalista del mismo. Solamente son referidas algunas magnitudes
significativas en el contexto de las políticas públicas implementadas por los
diferentes gobiernos. Igualmente, en los apartados de cada capítulo referidos al
comportamiento electoral se ha intentado conseguir los datos de las fuentes
oficiales de los organismos que tienen a su cargo el control de las elecciones, y
en cuanto a la cultura política se ofrecen los datos extraídos del Barómetro de las
Américas de la Universidad de Vanderbilt, proyecto de investigación bianual que
recoge una investigación homogénea llevada a cabo en todo el continente
americano con un idéntico cuestionario y metodología. El lector notará la
ausencia de los casos no iberoamericanos de Guyana y de Surinam recogidos en
la primera edición. Dada la peculiaridad de estos países se ha considerado más
oportuno integrarlos en el volumen II habida cuenta de su mayor vinculación con
el mundo del Caribe.
Para finalizar debo expresar mi gratitud y reconocimiento al amplio elenco de
colegas y de estudiantes de doctorado que me han hecho llegar sus comentarios,
sugerencias y correcciones a esta obra. Sin perjuicio de que pueda incurrir en la
desagradable circunstancia de olvidar a alguno debo reconocer muy
especialmente el trabajo realizado por Lina Cabezas Rincón que se inicia como
investigadora posdoctoral en esta obra y que tiene ante sí un futuro académico
promisorio y a Cristina Rivas Pérez por su predisposición favorable permanente
a echarme una mano en las tablas y cuadros. Asimismo mi agradecimiento a
María Reneé Barrientos Garrido, Sarah Cerna Villagra, Francisco Sánchez
López, Lucía Selios, María Laura Tagina, Carlos Gervasoni, Xavier Altamirano,
André Luiz de Almeida Mendonça, Guillermo Boscán y Sara Esteban. Esta
gratitud y reconocimiento también debo hacerla explícita al Plan Nacional de
Ciencia y Tecnología, en cuyo seno he obtenido diferentes proyectos de
investigación a lo largo de los últimos años (Ref. SEC2002-03483, SEJ2005-
08313 y CSO2009-08971) que me han servido para ampliar el conocimiento de
la realidad política latinoamericana, de manera que algunos de los datos aquí
recogidos a través de la plataforma OIR o del proyecto PELA de la Universidad
de Salamanca son fruto de los mismos. Sin el apoyo de todos ellos este trabajo
hoy no vería la luz.
Villagonzalo de Tormes, abril de 2013
BIBLIOGRAFÍA ACTUAL SOBRE POLÍTICA DE
AMÉRICA LATINA

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LOS SISTEMAS POLÍTICOS DEL
CONO SUR
CAPÍTULO I

ARGENTINA

I. INTRODUCCIÓN
Pocos casos muestran en América Latina una situación tan peculiar como la
de Argentina. A lo largo del medio siglo comprendido entre el golpe de Estado
de 1930 y la transición a la democracia de 1983 el desarrollo notable de la
sociedad argentina se vio constreñido por un régimen político anclado en un
pulso entre populismo —peronismo— y liberalismo con las Fuerzas Armadas de
por medio como árbitro interesado de la liza. Solo es a partir de este último año
que el país pudo alcanzar unas pautas de notable regularidad y continuidad
democrática. Sin embargo, el fracaso de la agenda neoliberal implementada en la
década de 1990, junto con una crisis política larvada en el seno de una coalición
heterogénea, produjo una seria inestabilidad económica y social plasmada en los
graves acontecimientos de finales de 2001 que, no obstante, no solo no logró
quebrar al sistema democrático, sino que trajo consigo una notable revitalización
del mismo.
La irrupción en el Estado de diferentes sectores sociales entre 1930 y 1980,
con el propósito de ver exclusivamente sus intereses satisfechos, hizo que la
sociedad política se organizara en compartimentos estancos. Aparecieron así
fórmulas muy poco consensuales de hacer política, prevaleciendo una fuerte
inestabilidad que llegó a hacerse crónica. En esta situación, diferentes sectores
de las Fuerzas Armadas desempeñaron una función arbitral respecto a las
corporaciones que llamaban a los cuarteles. Incluso en determinados momentos
actuaron con plena autonomía diseñando su propio proyecto de gobierno para la
sociedad argentina. A esta cuestión tampoco era ajena la ineficacia en los
intentos realizados para cambiar la forma en que la economía argentina se
engarzaba con la economía mundial, así como las dificultades para dibujar un
modelo económico propio que pudiera satisfacer mínimamente a los distintos
actores sociales en la puja distributiva.
El régimen político, parcialmente definido por una Constitución de mediados
del siglo XIX, pocas veces modificada y vigente solo en forma intermitente entre
1930 y 1983, consolidaba el presidencialismo, anulaba paulatinamente la
vocación federal de su génesis sustituyéndola por un fuerte centralismo, y era
proclive a la aparición de fórmulas «movimientistas» en cuanto a la
representación de los intereses ciudadanos. Esto último no se alejaba de una
sociedad homogénea pero pluriclasista, en la cual la dificultad por encontrar su
identidad mostraba soluciones a veces desarticuladas y donde predominaba una
cultura política con propensión a la ruptura.
La histórica alternancia política que supuso el traspaso de la banda
presidencial entre dos presidentes civiles, democráticamente elegidos y de
partidos políticos opuestos (Raúl Alfonsín y Carlos Menem) constituyó un hito
en la inestable tradición política del país. Argentina consolidó, a lo largo de la
década de 1990, su régimen democrático y cambió drásticamente su modelo
económico hacia uno presidido por el desmantelamiento del Estado, la
desregulación y liberalización casi plena de la economía y el imperio del libre
mercado, en una situación en la que la buena marcha de la economía, optando
por una política de convertibilidad entre la moneda nacional y el dólar y de
despreocupación por el déficit público, dejó de convertirse en el pesado lastre de
la política. Por otra parte, la reforma constitucional de 1994 supuso,
fundamentalmente y más que una reforma en profundidad de la Carta Magna, la
culminación del sueño reeleccionista del peronismo en concatenación con el
nuevo momento constitucional en favor de la reelección que se empezaba a vivir
en América Latina.
Los trágicos sucesos de diciembre de 2001, que proyectaron una severa crisis
política, económica y social, fueron la consecuencia de una serie de elementos
que habían ido gestándose en el pasado reciente y ante cuyos impactos la clase
dirigente, tanto en el plano político, como en el empresarial o en el sindical, no
supo reaccionar. La crisis de legitimidad y de eficacia abierta puso a prueba los
resortes del régimen político sin que éste terminara de hundirse y proveyera una
tímida respuesta mediante la llamada a elecciones anticipadas. La recuperación
se dio gracias a la combinación de la llegada al poder primero de Néstor
Kirchner y luego de Cristina Fernández, con un partido peronista presente en
todo el país y una oposición fragmentada y sin liderazgo, junto con la existencia
de recursos económicos en manos del gobierno gracias a los ingresos
procedentes de las exportaciones de soja y de hidrocarburos.
Los indicadores sociodemográficos muestran una sociedad altamente
urbanizada ya en 1974, que posteriormente continuó urbanizándose hasta
alcanzar en 2010 una tasa del 93 por 100. Igualmente se trata de una sociedad
alfabetizada en la que apenas el 1 por 100 de los ciudadanos que habitan las
zonas urbanas era analfabeto en 2010. Por último, la tasa de participación en la
actividad económica de la mujer ha continuado incrementándose, de manera que
en 2010 cerca del 42 por 100 de las mujeres estaban incorporadas a la economía.
Estos tres indicadores, que han progresado en las últimas décadas, muestran una
sociedad moderna, aunque si se tomara en consideración la distribución
geográfica de los mismos se encontrarían desigualdades muy significativas.
Con respecto a los indicadores económicos el desempeño de la economía
sufrió un fuerte deterioro en la década de 1980. El PIB a precios constantes
disminuyó en cerca del 2 por 100 y la renta per cápita de 1980 no se recuperó
aún hasta 1993. Los resultados económicos de la década de 1990 mejoraron
notablemente el panorama con tasas de crecimiento sostenido y control de la
inflación. Sin embargo, todo ello se perdió dramáticamente con creces en la
crisis que empezó a asolar a la economía argentina en 1998 y que se extendió
durante un lustro, ejemplo de esta crisis fue la caída de la tasa de variación del
PIB per cápita que alcanzó en 2002 su nivel más bajo (–11 por 100).
Paralelamente, el comercio exterior se diversificó disminuyendo la dependencia
de las exportaciones de productos primarios que pasaron de representar el 86,1
por 100 en el total de las exportaciones, al 56,4 por 100 en 2011.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE ARGENTINA

1985 1990 1995 2000 2005 2010

Población total (en miles) 30.305,0 32.527,0 34.768,0 37.032,0 38.652,0 40.370,0

Población urbana (en porcentaje) 84,9 86,9 88,3 89,6 91,8 93,1

Desempleo urbano (en porcentaje) 7,4 11,5 15,1 11,5 7,7


Hogares urbanos bajo la línea de pobreza
12,3 16,3 33,8* 30*
(en porcentaje)

Población urbana analfabeta de 15 y más


2,1 1,6 1,5 1,3 1
años de edad (en porcentaje)
Tasas de participación en la actividad
económica de la mujer 30,0 35,4 36,7 38,4 41,4 42,4

* Datos del The World Factbook de la CIA. El porcentaje se refiere a personas, no a hogares.
FUENTE: Elaboración propia con datos de CEPALSTAT.

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE ARGENTINA

1980- 2001- 2006-


1995-2000
1990 2005 2010
Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a
–2,5 0,45 1,4 5,7
precios constantes
Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 437,6 0,02 10,5 9,0

PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 4521,097139 4232,7 5660,0


Deuda externa total (en millones de dólares) — 1335 13405 1194

FUENTE: CEPAL (2001): Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

El proceso emancipador iniciado en el Cabildo de Buenos Aires el 25 de


mayo de 1810 y culminado formalmente con la declaración de independencia del
9 de julio de 1816, abrió las puertas a la conformación de Argentina como
nación soberana e independiente. Sin embargo, la configuración del Estado
argentino tardó aún cuatro largas décadas en establecer unas normas de
comportamiento político-institucional mínimamente operativas para toda la
nación. Tras diez años de luchas por la independencia de las Provincias Unidas
(1810-1820), se sucedió una época de caos político en la que la desunión y el
enfrentamiento entre las provincias fue lo más característico (1820-1835) y,
posteriormente, un periodo (1835-1852) en el que la Federación fue impuesta
por los caudillos conservadores del interior por la fuerza de las armas y al frente
de los que se situaba Juan Manuel de Rosas. En 1859, seis años después del
triunfo en Caseros de Urquiza frente a Rosas, se firmó el Pacto de San José de
Flores, por el que cristalizaría una fórmula transaccional consistente en un texto
constitucional que aportaba un federalismo adecuado a las formas institucionales
de democracia representativa. El pacto estaba basado en tres acuerdos
fundamentales: la nacionalización de las rentas aduaneras, la transformación
económico-social del país y la inclusión de la fórmula federal. Quedaba atrás el
problema fundamental de la vida política argentina durante la era criolla que,
como en la mayoría de los países latinoamericanos, había sido el ajuste del
nuevo país y su organización dentro de los moldes del viejo virreinato español.
Además, parecían superarse algunas contradicciones de difícil solución, como la
referida a la hegemonía de Buenos Aires en un régimen de independencia
política que proclamaba los principios de libertad y democracia. Aunque se
trataba de una lucha por la preponderancia política entre el litoral y el interior,
era también un conflicto económico que se centraba en la utilización de los
recursos generados por el puerto y por las rentas de las aduanas.
La Constitución de 1853 fue obra de la Generación de 1837, cuyos
representantes más significativos fueron Juan Bautista Alberdi, Domingo
Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre. De los tres, solo Alberdi no ocupó la
Presidencia de la República. Pero su influyente pensamiento político, plasmado
en su trabajo «Bases y puntos de partida para la organización política de la
República Argentina», era el reflejo de una obsesión por encontrar un equilibrio
entre el federalismo y el unitarismo sobre la base de un poder ejecutivo muy
fuerte que pudiera intervenir en las provincias.
Hasta 1880, año en que se zanjó definitivamente la federalización de Buenos
Aires y que ocupó la presidencia el general Roca, Argentina vivió en un
ambiente de guerra permanente en sus límites fronterizos que se extendían sin
cesar hacia el sur. La distancia y la despoblación pusieron fin a la era criolla y
dieron entrada a la era aluvial definida básicamente por la realidad migratoria,
que hizo pasar a Argentina de cuatro millones de habitantes en 1895 a casi el
doble (7.885.000) veinte años después; pero también contribuyó a ello la
incorporación definitiva al ámbito de la economía europea como suministradora
de carnes, cueros y cereales e importador de manufacturas; así como el
incremento de la diferencia entre las regiones interiores y las litorales que
definían ya dos Argentinas: una criolla y otra cosmopolita.
Esta situación provocó la aparición de una nueva clientela política que
presionó sobre el sistema para lograr su participación en éste. Una vez
conseguida la capacidad electoral universal masculina, que no se hizo efectiva
hasta 1912, las nuevas clases sociales estuvieron en disposición de romper el
viejo patrón clientelar de política oligárquica y restringida. El acceso al poder en
1916 del líder de la Unión Cívica Radical (UCR), Hipólito Yrigoyen, daba forma
política a los anhelos tanto de sectores medios (de los que procedían los
primeros dirigentes radicales) como de aquellos populares criollos apartados de
la vida pública por la oligarquía. Motivada por el propio cariz de la clientela
electoral que llevó a Yrigoyen al poder, apareció en el seno de la UCR una forma
de hacer política que se desvió de los patrones clásicos del liberalismo burgués.
La fuerte personalidad del Presidente y una forma de gobernar extremadamente
populista fueron las características más sobresalientes de este periodo en el que
uno de los datos más destacados fue el proceso de reforma universitaria iniciado
en Córdoba en 1918, y cuyo significado trascendió el estricto marco argentino
para tener un alcance latinoamericano. Yrigoyen, fuertemente contestado en el
seno de su propio partido, fue sucedido en la presidencia de la nación por su
correligionario Marcelo T. Alvear en 1922, desatándose una agria polémica
política entre «personalistas» y «antipersonalistas», es decir, entre partidarios y
opositores del primero, situación que llegó a la ruptura formal en 1924. Ya
anciano y con una salud debilitada, Yrigoyen volvió a ser elegido Presidente en
1928. Sin embargo, la crisis económica del momento, cuyos efectos se dejaban
sentir en la oligarquía agroexportadora, el populismo irritante de Yrigoyen para
los viejos políticos que se veían incapaces de recuperar el poder político y la
propia debilidad de la UCR como partido produjeron un vacío en torno al
Presidente que fue aprovechado para derrocarlo por aquellos sectores para los
que hubiera sido muy difícil el triunfo en las urnas. Las fuerzas políticas
conservadoras y los socialistas llamaron a los militares en 1930 para violentar
por primera vez la Constitución de 1853 e instauraron así un ciclo de
inestabilidad y de intervencionismo militar que no se cerraría hasta 1983.
El golpe militar de septiembre de 1930, liderado por José Félix Uriburu, dio
paso a partir de 1932 a un periodo que se recuerda bajo el nombre de la «década
infame». La restauración conservadora se asocia al fraude electoral, a la
corrupción y al intento de retornar al equilibrio previo a la crisis de 1929. A
partir de entonces, el papel político de los sectores medios y populares
disminuye quedando confinado a uno crecientemente marginal, mientras que el
Estado se convierte en el canal directo de las influencias del bloque económico
dominante. En un ambiente proclive a la intervención militar, habida cuenta de la
situación internacional, se produjo en 1943 el golpe de Estado del general Arturo
Rawson, inmediatamente sustituido por el general Pedro Ramírez y éste por el
general Edelmiro Farrell. En este proceso desempeñó un papel primordial el
Grupo de Oficiales Unidos (GOU), del que formaba parte el entonces coronel
Juan Domingo Perón. En aquel momento existía un proyecto de reorganización
institucional que apuntaba, por una parte, a resolver la crisis de participación del
antiguo orden a través del reconocimiento de los sectores populares y, por otra, a
afirmar un principio de autoridad estatal por encima de la pluralidad de las
fuerzas sociales. Perón no era ajeno a esta situación desde su puesto en la
Secretaría de Trabajo con jerarquía ministerial, en la que aplicaba la experiencia
adquirida durante su estancia en la Italia fascista y en la que se dejaba aconsejar
por algún asesor formado en el sindicalismo español. Posteriormente, Perón se
hizo con el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia del gobierno provisional.
Tras los sucesos del 17 de octubre de 1945, en los que columnas de
«descamisados» reclamaron la libertad y el regreso de Perón, detenido días antes
por la presión de los sectores conservadores, el panorama político del país
cambió espectacularmente. El movimiento surgido en torno a Perón y a su
segunda mujer, Eva Duarte (Evita), se presentó a través de la plataforma
electoral del Partido Laborista y derrotó en las elecciones de febrero de 1946 a la
formación de la Unión Democrática compuesta por conservadores, radicales,
demócratas progresistas, socialistas y comunistas. En dichas elecciones, Perón
obtuvo el 55 por 100 de los votos.
La primera etapa peronista (1946-1955), si bien constituyó una realidad muy
heterogénea que permitiría referirse a diferentes subperiodos, se caracterizó
fundamentalmente por la configuración de un sólido movimiento de cariz
sindical con una importante capacidad de movilización de sectores mayoritarios
de la sociedad a los que no era ajena la reciente concesión del voto a la mujer.
Aunque mantenida formalmente la institucionalidad republicana, la lógica
interna del populismo peronista exacerbó la confrontación, el monopolio
oficialista de la vida política, la idea de la identificación de «argentino» con «lo
peronista» y el desarrollo de elementos emocionales. El gobierno peronista, que
en un primer momento contaba con el apoyo de la Iglesia Católica y el Ejército,
resultó fuertemente intervencionista nacionalizando los servicios públicos. Su
perfecta conexión con el mundo laboral, a través de la Confederación General
del Trabajo (CGT), le permitió mantener una ambigua actitud reformista
fuertemente apoyada por importantes sectores populares.
El escaso espacio político dejado a la oposición, la aguda polarización
política, el enfrentamiento con la Iglesia Católica a partir de 1954 y con sectores
militares, así como ciertos signos de ineficiencia en el esquema económico
trazado, contribuyeron a poner de acuerdo a la oposición antiperonista en que
solo el golpe de Estado les libraría del líder justicialista; el cual se había hecho
reelegir en 1951 por un nuevo periodo de seis años tras modificar la
Constitución en 1949 y suprimir tanto la cláusula de la no reelección inmediata
como la del sufragio indirecto para el Presidente y el Vicepresidente de la
Nación. En el cuestionado —al menos formalmente y por la oposición— proceso
de reforma constitucional también se incluyó en la Constitución argentina el
ideario justicialista de reformas sociales, de nacionalizaciones y de
independencia económica.
El golpe de septiembre de 1955, dirigido por el general Eduardo Lonardi,
inauguró una etapa de gobiernos de facto, democracia tutelada y de
proscripciones de los sectores peronistas que se prolongó hasta 1973. Después de
un periodo fuertemente antiperonista conducido por el general Pedro Eugenio
Aramburu y del restablecimiento de la Constitución de 1853 con el agregado de
una declaración que instituyó los derechos sociales, entre ellos el de huelga, se
convocaron elecciones presidenciales para febrero de 1958. La cita electoral
puso de relieve la escisión de la UCR en intransigentes, liderados por Arturo
Frondizi (UCRI), y en populares, liderados por Ricardo Balbín (UCRP). El
elemento de discordia que explicaba esta escisión era la postura mantenida con
respecto a los peronistas. Mientras que los intransigentes eran partidarios de un
acercamiento a estos últimos, los populares eran fuertemente antiperonistas, de
ahí que la proscripción de Perón como candidato fuera también una
característica de las divisiones del momento.
Arturo Frondizi, con el apoyo electoral de grandes sectores peronistas,
gracias a un pacto explícito alcanzado con Perón, fue elegido Presidente de la
República en 1958. El triunfo electoral de los peronistas en los comicios de
marzo de 1962 con el que se aseguraron el control de ocho provincias, entre ellas
la de Buenos Aires, motivó el derrocamiento de Frondizi por parte de los
militares a pesar de que aquél había decidido intervenir inmediatamente las
provincias en que habían triunfado los peronistas. Tras la irrupción militar, José
María Guido, presidente provisional del Senado y primero en la línea sucesoria
institucional, puesto que el Vicepresidente electo, Alejandro Gómez, había
renunciado en 1958, aseguró ciertos visos de legalidad hasta que un año más
tarde se volvieron a convocar elecciones.
A pesar de que muchos peronistas votaron en blanco, de nuevo los votos
peronistas inclinaron la balanza, esta vez en favor del candidato de la UCRP,
Arturo Illia, que con solo el 25 por 100 de los sufragios, que representaba el
verdadero «techo» de apoyo electoral radical, fue consagrado Presidente por los
colegios electorales. Las elecciones legislativas de 1965 llevaron a la Cámara de
Diputados a muchos representantes neoperonistas. A nadie escapaba que, en esta
dinámica, las elecciones a gobernadores en 1967 reactualizarían el problema que
había provocado la caída de Frondizi en 1962. En junio de 1966, los tres
comandantes en jefe depusieron al Presidente Illia, inaugurando bajo el mando
del nuevo Presidente, el general Juan Carlos Onganía, el periodo conocido bajo
el nombre de la «revolución argentina». El nuevo gobierno se caracterizó por ser
fuertemente autoritario y por tener un carácter marcadamente tecnocrático. La
difícil unidad dentro de las propias Fuerzas Armadas, la presión sindical, el
inicio de la violencia desarrollada por grupos armados clandestinos y las
movilizaciones populares que daban expresión evidente de las tensiones
acumuladas en la sociedad argentina y que tuvieron como colofón dramático el
«cordobazo» en 1969, precipitaron la transición política democrática. Onganía
fue reemplazado en junio de 1970 por el general Roberto M. Levingston y éste,
un año más tarde, por el comandante en jefe del Ejército, general Alejandro
Lanusse. En la sociedad argentina cobraba cuerpo la aceptación tácita del
derecho del peronismo a volver a competir por el gobierno.
Sin embargo, el regreso completo del peronismo se produjo en dos tiempos,
ya que Perón no fue candidato electoral en el primer momento por impedimento
de una normativa emanada del régimen de facto. La coalición peronista del
Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) llevó a la Presidencia de la Nación,
en marzo de 1973, a Héctor Cámpora —lugarteniente de Perón—, bajo la
proclama «Cámpora al gobierno, Perón al poder», quien dimitió luego de
cincuenta días de gobierno. Cámpora fue cuestionado por haberse rodeado de los
sectores más izquierdistas del peronismo y, ante la presión de la derecha y del
«entorno» de Perón, debió renunciar al cargo dejando así paso al líder histórico.
Perón fue ratificado en la Presidencia mediante las elecciones de septiembre de
1973, a las que concurrió con su tercera mujer María Estela Martínez (Isabelita)
como Vicepresidente.
Tras la muerte de Perón un año más tarde, las tensiones acumuladas en el
seno del movimiento peronista, enfrentadas directamente sin su líder moderador,
invadieron la escena política aportando explicación a la violencia en que
entonces se encontraba inmerso el país así como a la polarización de la propia
clase política. Finalmente, la República entró en una clara crisis de legitimidad
institucional toda vez que la Presidencia, hipotecada teóricamente hasta 1979, no
controlaba el devenir de la acción política. Además, la siniestra influencia en la
misma de López Rega precipitó aún más su descomposición. El breve interregno
de Ítalo Lúder cuando, como presidente en funciones del Senado, ocupó
interinamente la Presidencia de la Nación por enfermedad de María Estela
Martínez tampoco evitó el golpismo aceptado.
El golpe de Estado promovido por los comandantes en jefe de las Fuerzas
Armadas en marzo de 1976 abrió el «Proceso de Reorganización Nacional». Un
periodo definido en lo político por la puesta en marcha de los principios de la
Doctrina de la Seguridad Nacional. El fuerte autoritarismo junto con la
sistemática violación de los derechos humanos fueron las coordenadas básicas en
las que se desarrolló su actuación. En lo económico se apostó por una política
neoliberal en la que las fórmulas monetaristas desempeñaron un papel destacado.
Las distintas juntas militares, presididas consecutivamente por los generales
Jorge R. Videla, Roberto Viola, Leopoldo F. Galtieri y Reynaldo Bignone, no se
diferenciaron en sus planes de gobierno notablemente. Galtieri, en abril de 1982,
fue el responsable directo de conducir al país al conflicto de las Malvinas, cuyo
fracaso estrepitoso contribuyó a acelerar una nueva transición política
democrática un año más tarde.

2. LA VIDA POLÍTICA TRAS LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA

La vida política argentina tras el fin de la dictadura puede dividirse para su


estudio en cinco periodos: el primero es el relativo a la transición política que se
inicia con el descalabro de las Malvinas y culmina con las elecciones del 30 de
octubre de 1983; el inmediatamente siguiente comporta la Presidencia de Raúl
Alfonsín hasta el 9 de julio de 1989; el tercero, se centra en la doble Presidencia
de Carlos Menem que se inaugura al cederle la banda presidencial el presidente
radical antes de la finalización oficial de su mandato; el cuarto, hace referencia
al periodo de turbulencias económicas y políticas que va de 1999 a la llegada al
poder de Néstor Kirchner en 2003; y; finalmente, el periodo que llaga hasta la
actualidad caracterizado por el auge y mantenimiento del kirchnerismo.

2.1. Características de la transición

El cambio de un régimen político autoritario a otro democrático se mueve


bajo el signo de una completa frustración en Argentina desde 1930; al menos si
es referido a las posibilidades de consolidación de este último. Sin embargo, la
transición política acaecida en 1983 presenta características profundamente
diferentes a las anteriores. La seria crisis en que cayó la sociedad argentina
difícilmente podía encontrar antecedentes. La ausencia de una tradición
democrática arraigada en términos políticos; el conflicto de legitimidad
desencadenado a lo largo del proceso como consecuencia fundamentalmente del
uso indiscriminado de la violencia institucionalizada; la profunda quiebra
económica que se abría como resultado de los patrones neoliberales llevados a
cabo, y, finalmente, el desastre militar de las Malvinas, que fue el conflicto
exterior más importante que envolvió a la Argentina en su historia
contemporánea entre los meses de abril y junio de 1982, precipitaron la
descomposición del régimen autoritario.
En julio de 1981, las fuerzas políticas, a iniciativa de la Unión Cívica Radical
(UCR), habían organizado la Multipartidaria Nacional, que en un principio
estuvo compuesta también por el Partido Justicialista (PJ), el Movimiento de
Integración y Desarrollo (MID), el Partido Intransigente y el Partido Demócrata
Cristiano. Ésta era una instancia política decisiva para posibilitar la negociación
con el régimen militar. Igualmente la Iglesia Católica contribuyó desde la
Conferencia Episcopal a preparar el ambiente hacia la democratización al
aprobar en mayo de 1981 el documento «Iglesia y Comunidad Nacional»; se
rompía así en el seno de la jerarquía una tibia tradición que había caracterizado
su comportamiento con respecto al proceso político.
La derrota de las Malvinas fue el detonante fundamental que puso en marcha
el dispositivo de vuelta de los militares a los cuarteles. Como consecuencias
inmediatas de aquélla, se constató el eclipse del régimen militar en cuanto tal y
su incapacidad de desarrollar con unos mínimos de calidad profesional la tarea
para la que los militares deben tener un mínimo de eficiencia. Por otra parte,
supuso el desplazamiento del general Galtieri, quien renunció y solicitó el retiro
voluntariamente. Finalmente, se produjo el repliegue de la Armada y de la
Fuerza Aérea, cuyos representantes se retiraron de la Junta Militar, asumiendo el
Ejército la responsabilidad total de la conducción política del gobierno, a este
efecto fue designado Presidente el general Reynaldo Bignone.
La posición de los EEUU con relación a la transición política en Argentina
fue positiva. Obviamente esta circunstancia no acaeció como continuación de la
política Carter sobre democratización general en América Latina, sino como
conclusión pragmática de la Administración Reagan frente al quehacer de unos
militares cuyas decisiones no controlaban, como quedó de manifiesto en la
aventura de las Malvinas.
Los prolegómenos de las elecciones presidenciales y legislativas de octubre
de 1983, que se presentaban tan cruciales como las de 1916 y 1946, estuvieron
inmersos en lo relativo a la existencia o no de un pacto militar-sindical. Esto es,
la posibilidad de que el peronismo fuera beneficiado por los militares salientes a
quienes no se les incomodaría a la hora de evaluar su gestión reciente. En
definitiva, encima de la mesa quedaba uno de los puntos que posteriormente bajo
los gobiernos democráticos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem sería
recurrente y fundamental: las responsabilidades de los militares con relación a la
lucha antisubversiva y las consiguientes violaciones de derechos humanos.
Los comicios mostraron que en el ámbito político aparecían al menos tres
características que eran originales con respecto a periodos anteriores. La primera
se refería a la aparición de una nueva alternativa de gobierno que no era
estrictamente la radical sino la «alfonsinista», que incluía en una coalición
personalizada a sectores convencidos de la posibilidad inédita de triunfar
electoralmente sobre el peronismo; en la que el factor generacional, así como el
voto femenino, representarían un papel significativo, y en la que también
predominaba un fuerte sentido ético en la finalidad de lo político. La segunda,
congruente con el hecho anterior, era el repliegue del justicialismo sobre el
potencial sindicalista. Fiel y orgánico, ese potencial aislado polarizaba y
marginaba en demasía un movimiento otrora multiclasista cuyos triunfos
directos e indirectos necesitaron del aporte de franjas importantes de sectores
medios y populistas. La tercera se producía en el terreno de la cultura política,
que aparentemente se decidía a tomar en cuenta las lecciones del pasado que tan
fuertemente habían convulsionado y hecho extremadamente inestable el sistema
político: la reivindicación de la democracia pluralista y el encuadre
constitucional de las Fuerzas Armadas y los sindicatos serían sus líneas
maestras.
A diferencia de otras transiciones políticas acaecidas en este momento en
América Latina, el esquema operativo puesto en marcha no replanteó la
elaboración de un nuevo texto constitucional, prefiriéndose mantener la vieja
Carta de 1853, la cual era extremadamente rígida para su reforma, pues requería
que su necesidad fuera declarada por el Congreso con el voto de dos terceras
partes, al menos, de sus miembros. Complementariamente, la reforma no podía
efectuarse sino por una Convención convocada al efecto (art. 30), esto es, tras
una elección al Congreso Constituyente.

2.2. La normalización democrática del gobierno de Alfonsín

La normalización electoral es una de las grandes aportaciones del


alfonsinismo a la estabilidad democrática argentina y a los intentos de la
consolidación del sistema político democrático. El cierre de diferentes ciclos —
Cámara de Diputados, Gobernadores, Cámaras Provinciales, Poder Ejecutivo
Nacional y Senado— no se lograba en su totalidad desde la década de 1932-
1943.
Cada una de las cuatro citas electorales (1983, 1985, 1987 y 1989) comportó,
no obstante, distintas características y peculiaridades, tanto en su significado
previo como en los resultados alcanzados. Los comicios de 1983, en que se
elegían todas las instancias, supusieron: la primera derrota electoral del
peronismo; el mejor resultado del radicalismo que, además de obtener el Poder
Ejecutivo de la Nación, le daba mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y la
gobernación de siete provincias (entre ellas Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y
Mendoza); el control por parte del Partido Justicialista del Senado al dominar en
la mayoría de las provincias, circunstancia que le daba una llave de indudable
control político en el proceso legislativo. Estos primeros comicios, que abrían el
nuevo periodo democrático, estuvieron dominados en la campaña electoral por el
mensaje radical, que se basaba en una oferta de cambio mediante un lenguaje
político de componentes éticos, lanzado a sectores multiclasistas. Por su parte,
los justicialistas se presentaban anclados en el pasado, usando la vieja mitología
peronista, manteniendo formalmente como presidenta del partido a la inaccesible
y desprestigiada Isabelita, que hacía rememorar los momentos más siniestros del
periodo de 1973-1976 y, finalmente, generando la incertidumbre con la posible
existencia del ya enunciado pacto sindical-militar.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 30 DE OCTUBRE DE 1983
Partido Fórmulas % de votos

Partido Intransigente Alende y Viale 2,3


Partido Justicialista Lúder y Bittel 40,2

Mov. Integración y Desarrollo Frigerio y Salonia 1,2

Unión Cívica Radical Alfonsín y Martínez 51,7

Otros partidos 4,6


Total electores 17.929.951
Votos emitidos 85,75

Votos válidos 83,27


Abstención 14,25

Votos nulos 0,55

Votos blancos 2,34

FUENTE: Alcántara Sáez, Manuel: Cuadernos de CAPEL, 26, 1988.

Una de las primeras decisiones de Alfonsín fue la de dictaminar el arresto y


enjuiciamiento de los miembros de las tres primeras juntas militares que
gobernaron el país entre 1976 y 1983 (decreto n.º 158/83), así como el
encausamiento penal por asociación ilícita, atentados contra el orden público y la
paz interior de los líderes guerrilleros (decreto n.º 157/83). Consecuentemente, el
Congreso derogó en diciembre de 1983, casi por unanimidad, la ley de
autoamnistía (Ley 23.040). Con estos antecedentes, entre abril y diciembre de
1985 se realizó el juicio a los ex miembros de las Juntas militares en el que se
condenó al general Jorge Rafael Videla y al Almirante Emilio Massera a cadena
perpetua, al General Roberto Viola a 17 años de prisión, al Almirante Armando
Lambrusini a 8 años y al Brigadier Agosti a 3 años y 9 meses. El gobierno de
Alfonsín cerró su participación en este terreno, dos años más tarde, con las dos
leyes de «Obediencia debida» y de «Punto final», sobre las que se volverá más
adelante.
Las elecciones de noviembre de 1985 confirmaron las tendencias registradas
en las anteriores, ofreciendo la imagen de un peronismo escindido. Los
resultados alcanzados sentaron las bases para especular sobre la futura actuación
de la UCR en términos movimientistas, habida cuenta que sus dirigentes más
significativos comenzaron a referirse al periodo del momento como el «tercer
movimiento histórico».
Las elecciones de 1987 supusieron el inicio de la alternancia en el poder
político. Los radicales perdieron la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados
en gran parte por sus inconsistencias a la hora de la implementación del Plan
Austral de economía. No obstante, la forma gradual de renovarse la Cámara les
permitió seguir siendo la primera minoría. Igualmente los radicales perdieron
cinco gobernaciones, manteniendo solo el control de Río Negro y de Córdoba,
donde era gobernador Eduardo Angeloz. La derrota por la gobernación de
Buenos Aires dejó a la UCR sin candidato para las elecciones presidenciales y
dio un fuerte impulso a los renovadores peronistas. Éstos habían surgido de las
derrotas electorales de 1983 y 1985 enfrentándose al sector sindical más
anacrónico y proponiendo una reforma del partido que iba desde el aparcamiento
de la simbología a la aceptación de un programa menos ortodoxo en lo relativo
al papel de los sindicatos en la política. Sin embargo, el triunfo del peronista
Antonio Cafiero sobre el radical Juan Manuel Casella no tuvo la trascendencia
esperada para definir el futuro Presidente de la Nación. La derrota en la elección
interna peronista de julio de 1988 de Cafiero ante Menem mostraba una vez más
la afirmación de que, salvo Bartolomé Mitre, ningún gobernador de la provincia
de Buenos Aires lograba llegar a la Casa Rosada. El electorado retiró la
confianza a un partido que adoleció de la imposibilidad de generar las
expectativas que había gestado en los comicios de 1983 (libertades individuales,
justicia, paz) y de 1985 (control de la inflación, racionalización económica,
consolidación democrática), y que se había sumido en una clara estrategia de
poder, olvidando la cotidiana acción de gobierno. Los justicialistas, por su parte,
superaban el 40 por 100 del electorado y se preparaban para asumir su papel
hegemónico. Finalmente, comenzaba su tímido y breve ascenso la Unión de
Centro Democrático (UCeDé) dando expresión al voto de la derecha política
conservadora y neoliberal.
Uno de los temas más debatidos en el último tercio del gobierno radical y que
pudo haber aportado profundos cambios al sistema político fue el relativo al
proyecto de reforma constitucional. A lo largo de 1986 este proyecto fue
ampliamente analizado por el Consejo para la Consolidación de la Democracia y
por distintas fuerzas políticas. En síntesis, se pretendía sustituir el régimen
presidencialista por otro de cariz más mitigado o próximo al parlamentarismo o
al semipresidencialismo. Tres serían los puntos sobre los que giraría la reforma:
un periodo presidencial acortado a cuatro años, un Poder Ejecutivo elegido por
sufragio directo a través del sistema mayoritario a doble vuelta, y un Primer
Ministro, Jefe del Gobierno, responsable ante el Congreso. La reforma no
prosperó porque no fue apoyada en el Congreso por la oposición justicialista
que, aunque debilitada, seguía controlando el Senado, y porque fue entendida en
algunos círculos como una estrategia tendente a consolidar el dominio del
carismático y singular líder de la UCR, Raúl Alfonsín. Después de la derrota
radical en las legislativas de 1987, la reforma constitucional quedó postergada
indefinidamente.
Al mismo tiempo, el gobierno radical diseñó un proyecto de ley de traslado
de la Capital Federal a Viedma (provincia de Río Negro) que finalmente fue
aprobado en el Congreso. Con independencia de que se buscara un efecto
psicosocial tendente a movilizar ilusiones, se pretendía con esa decisión
desplazar el centro del país oficial al sur por motivos tanto estratégicos (los dos
últimos conflictos del Beagle y de las Malvinas se habían situado en el sur)
como poblacionales (descongestión de Buenos Aires y poblamiento del sur). A
pesar de haber sido convertido en ley, nunca se concretaron las iniciativas para
llevarlo a cabo.
La caracterización del tratamiento de la economía argentina bajo el gobierno
de Raúl Alfonsín, específicamente después de 1985, se definía por el reformismo
gradualista. Se trataba de una propuesta menos elaborada que la clásica de
restauración ortodoxa, pero que a la vez poseía una indeterminación intrínseca.
De nuevo se trataba de una política no consensuada ni en el Congreso ni con los
interlocutores sociales. Su gestor era el Ministro de Economía Juan V.
Sourrouille (1985-1989) y sus instrumentos el Plan Austral y, posteriormente, el
Plan Primavera, de menor ambición, pero de parecidas características. El Plan
Austral (junio de 1985) era un programa de estabilización de facto que para
disminuir sustancialmente la inflación sin costos en términos de actividad
económica se basaba en una reforma monetaria (sustitución del peso por el
austral), fiscal (represión del déficit fiscal) y en la administración gubernamental
de los principales precios de la economía (frente a la restauración consensual de
la credibilidad o incluso a la libertad del mercado). Las fuertes demandas de las
corporaciones fueron acorralando poco a poco al gobierno que dejó de mantener
el rigor necesario y el sentido del propio Plan quedó pronto vacío de contenido.
El gobierno tampoco tuvo capacidad de controlar la elevada deuda externa,
heredada del régimen autoritario anterior, representando su existencia un serio
problema para las finanzas internas del país.
Con respecto a la política internacional del nuevo régimen democrático, se
constataba la existencia de cierta ambivalencia producto de la tendencia
alfonsinista de estrechar lazos con la entonces Europa de los diez y con España y
de la hipoteca del deterioro ocasionado por la guerra de las Malvinas. Los
efectos de la política proteccionista de la Comunidad Europea, junto con el
bloqueo de soluciones satisfactorias para Argentina del problema de la deuda
externa, orientó su política exterior hacia su inserción activa en el orden
internacional por medio de su participación en el movimiento de los No
Alineados. Paralelamente, a partir de 1986 incrementó sus contactos con Brasil,
y posteriormente con Uruguay para potenciar un proceso de integración regional.
Por último, en materia territorial, el gobierno de Raúl Alfonsín heredó dos temas
muy relevantes que concernían a la soberanía territorial. La controversia con
Chile en relación al Beagle fue resuelta aceptando la propuesta de mediación
papal, que fue ratificada por medio de un referéndum en 1984. En cuanto a la
reclamación de las Malvinas, considerado el problema internacional más
complejo, se optó por la reivindicación del archipiélago por la vía estrictamente
diplomática.

2.3. La Argentina en los gobiernos de Menem

Las elecciones de 1989 consolidaron la tendencia iniciada en 1987. La


sanción del electorado, fuertemente crispado por la incapacidad en el control de
la fuerte crisis económica desencadenada en febrero de 1989, por las deficiencias
en el gobierno que llegaron a someter a la población a numerosos cortes de
energía eléctrica durante el verano del mismo año y por la no resolución del
tema militar condujeron a un amplio triunfo peronista. El Partido Justicialista,
aprovechando a su vez el tirón provocado por la candidatura de Carlos Menem,
que se presentaba con una retórica de corte típicamente populista, se alzó con la
victoria electoral y se constituyó en la primera minoría en la Cámara de
Diputados manteniendo el completo control del Senado. La UCeDé continuó
mejorando su presencia parlamentaria capturando segmentos del electorado
radical y conservador.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 14 DE MAYO DE 1989

Partido Fórmulas % votos


FREJUPO Menem y Duhalde 47,4

Unión Cívica Radical Angeloz y Casella 32,4

Alianza de Centro Alsogaray y Natale 6,9


Conf. Fed. Independiente Angeloz y Guzmán 4,6

Blanco de los Jubilados Corzo y Houssay 1,9

Izquierda Unida Vicente y Zamora 2,4


Unidad Socialista Estevez Boero y Bravo 1,3
Total electores 20.021.849

Votos emitidos 85,34


Votos válidos 83,64

Abstención 14,66

Votos nulos 0,68


Votos blancos 1,3

FUENTE: Ministerio del Interior de la República Argentina, Dirección Nacional Electoral, Departamento de
Estadísticas.

El estado de coma en el que se encontraba la economía argentina cuando


Alfonsín realizó el histórico traspaso de la banda presidencial con seis meses de
antelación, tras su «resignación al cargo», al peronista Carlos Saúl Menem fue
superado en un lapso relativamente breve por el nuevo gobierno. El dato más
significativo fue la reducción del nivel de la inflación que pasó del 200 por 100
mensual, que llegó a alcanzar en 1989, al 11 por 100 anual en 1994. En el
gobierno de Menem desempeñó un papel de extraordinaria importancia el cuarto
Ministro de Economía en dieciocho meses, Domingo Cavallo, quien desarrolló
una política de rigurosa convertibilidad que ligaba la moneda nacional al dólar,
por la que la paridad entre el peso y la moneda norteamericana continuó a lo
largo de toda la década. Por otra parte, no se hicieron cambios drásticos ni en la
composición del ingreso público, ni en la del gasto público, así como tampoco se
tomaron medidas efectivas de control del déficit público. Además, el gobierno
emprendió un proceso privatizador y de reforma del estado de largo alcance a
partir de las leyes de «Reforma del Estado» (n.º 23.696, de 17 de agosto de
1989) y de «Emergencia Económica» (n.º 23.697, de 1 de septiembre de 1989)
que dieron el marco legal para realizar las transformaciones propuestas. Dos
años más tarde, el país se incorporó al Mercado Común del Cono Sur
(MERCOSUR), una fórmula de integración subregional con Brasil, Paraguay y
Uruguay. Los pasos dados en la política económica neoliberal, para los que no
fue ajeno el insólito acuerdo político alcanzado entre el Partido Justicialista y la
UCeDé, rompieron la tradición del programa estatista peronista y fueron
aceptados por la militancia sindical en la medida en que los éxitos en la
contención de la inflación fueron un auténtico «cheque en blanco» para el nuevo
gobierno. La primera renovación parcial de la Cámara de Diputados y las
elecciones a gobernadores provinciales de 1991, registradas tras el ascenso al
poder del peronismo, confirmaron el fuerte apoyo social que recibía el Partido
Justicialista (PJ). Este apoyo se ratificó plenamente en las elecciones legislativas
de 1993.
El progreso económico, los éxitos electorales peronistas y el paulatino
deterioro de la oposición radical, introdujeron en la agenda política el viejo
imperativo hegemónico peronista de la reelección presidencial. De esta forma,
Menem, falto de la mayoría necesaria en el Congreso para iniciar la reforma
constitucional, avanzó la posibilidad de convocar a un plebiscito que abriera el
marco de la reforma. Sin embargo, en un inexplicable cambio de actitud, el líder
radical Alfonsín pactó con Menem en el barrio de Olivos el calendario y el
contenido de la reforma constitucional en noviembre de 1993 contra la opinión
general de los dirigentes radicales, entre los que destacaba Fernando de la Rúa.
Si bien el contenido pactado se aproximaba algo a la agenda constitucional
radical esbozada anteriormente, la finalidad precisa del nuevo pacto se centraba
en la introducción de la cláusula de la reelección que permitiría el
mantenimiento de Menem en el poder. Las elecciones a la Convención
Constituyente se celebraron el 10 de abril de 1994 obteniendo el peronismo el
38,4 por 100 de los votos y el radicalismo el 20 por 100, perdiendo entonces el
primero el 4 por 100 del caudal electoral conseguido un año antes en las
elecciones legislativas y el segundo un 10 por 100 de sus electores. Fue el Frente
Grande, una fuerza de carácter progresista que había comenzado su ascenso en
1993 y que estaba integrada por distintos sectores como los disidentes peronistas
liderados por Carlos «Chacho» Álvarez y sectores de izquierda agrupados tras la
figura del cineasta Pino Solanas, el que obtuvo un rédito notable apareciendo
claramente como tercera fuerza nacional. La Convención Constituyente, que
sesionó en las ciudades de Santa Fe y Paraná, compaginó simultáneamente sus
trabajos con los del Congreso Nacional y limitó los mismos al guión plenamente
pactado, denominado, «núcleo de coincidencias básicas», de forma que su
principal repercusión política en las modificaciones de la histórica Carta de
1853, con independencia de otras de carácter más formal y administrativo, fue la
introducción de la reelección presidencial, la reducción del mandato presidencial
a cuatro años y la reforma del Senado.
Las elecciones presidenciales del 14 de mayo de 1995 dieron el triunfo de
nuevo a Menem y al PJ en el Congreso. Menem, quien capitalizaba la bonanza
de su gestión económica en términos de las variables macro, habiendo sabido
retardar el impacto del «efecto tequila» producido por la seria devaluación de la
moneda mexicana en diciembre de 1994, y el éxito de algunas medidas
populares como la abolición del servicio militar, obtuvo una diferencia
significativa de más de veinte puntos porcentuales sobre el segundo candidato, el
ex peronista y ex gobernador de Mendoza, José Octavio Bordón. Este ex
peronista encabezaba una nueva formación fundada a finales de 1994 y
denominada Frente por un País Solidario (FREPASO), coalición resultante de la
incorporación del Frente Grande, del Partido Demócrata Cristiano, del Partido
Abierto por la Integración Social (PAIS) y de la Unidad Socialista. El poder
alcanzado por Menem y su partido le llevó a solicitar al Congreso, y a
conseguirlo, plenos poderes de emergencia económica para reducir el gasto
público e incrementar los ingresos fiscales. De esta forma se continuaba
configurando un esquema de presidencialismo muy fuerte con amplias
facultades legislativas por medio del uso de los decretos de necesidad de
urgencia. En esta misma dirección, el Poder Ejecutivo continuó controlando el
Poder Judicial. Ya bajo la presidencia de Alfonsín se había intentado sin éxito
aumentar el número de miembros de la Corte Suprema de Justicia a siete. Sin
embargo, el presidente Menem pudo llevar a cabo la reforma e incrementó en
cuatro el número de integrantes quedando entonces conformado el tribunal por
nueve jueces. La Corte fue cuestionada durante esta última gestión alcanzando
un considerable grado de desprestigio. Por otra parte, el radicalismo señaló que
con esa Corte cualquier reforma constitucional no contaría con las garantías
jurídicas suficientes por lo que la renovación parcial de la misma se convirtió en
unos de los requisitos de los radicales para continuar con las negociaciones de
reforma. Para desbloquear la situación y habida cuenta que Alfonsín deseaba
obtener la renuncia de al menos tres de los integrantes de la Corte, dos de sus
miembros renunciaron en diciembre de 1993. Sin embargo, la administración de
Menem siguió contando con una mayoría de miembros (5 de 4) que votó en una
serie de temas importantes a favor de las pretensiones de la Presidencia.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 14 DE MAYO DE 1995

Partido Fórmulas % votos


P. Justicialista Menem y Ruckauf 49,9
FREPASO Bordón y Álvarez 29,2

Unión Cívica Radical Massaccessi y Hernández 17


Fuerza Republicana López de Z. y Benejam 0,4

MODIN Rico y Fernández Pezzano 1,8

Otros 1 1,7

Total electores 22.158.612

Votos emitidos 78,52

Votos válidos 77,21


Abstención 21,48

Votos nulos 0,7

Votos blancos 3,2

1 Se integran los resultados de las candidaturas de Solanas y Imizcoz de Alianza Sur (0,4%), Zamora y

Díaz del Mov. Soc. Trabajadores (0,3%), Altamira y Molle de la Alianza FUT-PO (0,2%), Mazzitelli y
Fonseca del Socialista Auténtico (0,2%), Méndez y Ambrosio del Humanista (0,2%), Christiansen y Montes
del MAS-PTS, Frente Obrero y Socialista (0,1%), Santucho y Anognazzi del M. Dem. Pop.
Antiimperialista (0,1%), y Tumini y Reyna de Corriente Patria Libre (0,1%).
FUENTE: Boletín Electoral Latinoamericano, IIDH-CAPEL, enero-junio, 1995, p. 59.

En el ámbito provincial, las elecciones a gobernador celebradas en 1995


consolidaron la posición mayoritaria peronista. El PJ se hacía con el control de
catorce de las veintitrés provincias del país, muy por encima de la UCR que
gobernaba en cinco, quedando las restantes cuatro provincias en manos de
partidos provinciales. El PJ solamente perdió Tucumán frente a la candidatura
del general retirado Antonio Bussi del partido provincial Fuerza Republicana y
anterior gobernador de esa provincia durante la dictadura militar.
En el seno del mayoritario PJ, a lo largo de este periodo comenzaron a
producirse diferentes movimientos destinados a posicionar a los candidatos para
encabezar la candidatura presidencial del partido en las elecciones de 1999. Uno
de los principales trampolines para ello es la carrera como gobernador
provincial. Así, el primer Vicepresidente que concurrió con Menem en su misma
candidatura a las elecciones de 1989, Eduardo Duhalde, abandonó la
Vicepresidencia para presentarse a las elecciones de gobernador provincial de
Buenos Aires que conquistó en 1991 y renovó en 1995. Desde esta posición
política Duhalde negoció con la Presidencia de la República un Fondo de
Reparación Histórica por el que la provincia de Buenos Aires llegó a recibir
ingentes recursos públicos con los que se pudo poner en marcha un vasto
programa de obras públicas y mediante el cual el gobernador se aseguró una
gran capacidad de construcción de redes clientelares. De modo parecido, Ramón
Palito Ortega desarrolló similar estrategia en la provincia de Tucumán. Por el
contrario, el hombre fuerte de la economía, Domingo Cavallo, tuvo que dejar el
gabinete nacional, y por ende el proyecto justicialista, al sentirse perdedor en una
confrontación interna en julio de 1996, lo que le condujo a crear posteriormente
el partido Acción por la República.
Durante el segundo mandato presidencial de Menem las denuncias de
corrupción en su entorno tuvieron una presencia destacada. A la propia salida de
Cavallo del gabinete, quien había denunciado la existencia de una red de
«corrupción organizada», se unió la dimisión del Ministro de Justicia, Elías
Jassán, sospechoso de estar relacionado con uno de los sectores más turbios del
mundo de los negocios. En el terreno de la política fiscal se abrió la lenta vía de
la reforma impositiva de conformidad con un primer acuerdo alcanzado con el
Fondo Monetario Internacional en febrero de 1998. En cuanto a la política de
privatizaciones cabe destacar que las realizadas en Argentina entre 1990 y 1996
alcanzaron la cifra de 17.750 millones de dólares, siendo esta cantidad la
segunda mayor detrás de México en la carrera de privatizaciones de la década en
América Latina.
Las elecciones legislativas celebradas el 26 de octubre de 1997 significaron la
primera derrota de los peronistas, que habían ganado reiteradamente los cinco
comicios anteriores. La UCR y el FREPASO articularon una coalición electoral
que se denominó Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación que concurrió
en un buen número de provincias y que recibió un apoyo mayoritario de un
electorado que había cambiado sus preferencias y que estaba deseoso de que la
agenda política se centrara en políticas sociales, de empleo y en acciones que
supusieran un freno a la corrupción desenfrenada de los últimos años. Pero, todo
ello, sin que afectara el éxito de la política macroeconómica. La derrota
peronista se gestó no solo en la Capital Federal, donde el PJ perdió dos escaños
en favor de la Alianza que obtuvo uno, y sobre todo del nuevo partido de
Cavallo, Acción por la República, que alcanzó dos, sino fundamentalmente en la
provincia de Buenos Aires, el fuerte bastión histórico peronista, donde la
Alianza tuvo el 48,3 por 100 de los votos frente al 41,3 por 100 del PJ. El
impacto en la composición de la nueva Cámara no fue, sin embargo, tan
significativo, habida cuenta de la mera renovación de la mitad de la misma, ya
que el PJ se mantuvo como la primera minoría, de ahí que los efectos de estas
elecciones tuvieran un componente más simbólico de cara al futuro del país. En
efecto, junto con el éxito del candidato radical Fernando de la Rúa, que obtuvo el
40 por 100 de los votos, en las primeras elecciones celebradas para la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires el 30 de junio de 1996, contribuyeron a abrir
notablemente el escenario político de cara a las elecciones de 1999, tanto por
mostrar que una alianza antiperonista podía ganar, como por señalar las
debilidades internas de los posibles candidatos presidenciales peronistas. En este
sentido, el proyecto del gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, fue el
gran derrotado frente a la líder de FREPASO, Gabriela Fernández Meijide.
Paralelamente, sirvieron para dinamizar movilizaciones sociales contrarias a los
procesos de privatización, de desregulación de las obras sociales y de reforma
del mercado laboral, así como aquellas denunciadoras de la impunidad de los
responsables de las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura
militar. En este último sentido, la nueva Cámara de los Diputados aprobó en
1998 la derogación de las leyes de «Obediencia debida» y de «Punto final», si
bien su alcance fue más bien simbólico habida cuenta que tales normas no
tendrían efectos retroactivos. Por otra parte, tres años más tarde, el 6 de marzo
de 2001, un juez federal las declararía inconstitucionales y nulas dejando abierta
la puerta a la reanudación de distintos juicios basados, fundamentalmente, en las
reclamaciones por secuestros de descendientes de desaparecidos.
A lo largo de 1998 el panorama de la candidatura peronista para las
elecciones presidenciales de 1999 se complicó en la medida que en el entorno de
Menem comenzó a barajarse la posibilidad de competir por su reelección, bien
declarando inconstitucional la cláusula que no le permitía ser candidato, bien
modificando la propia Constitución. Al mismo tiempo, Menem comenzó a
inclinar las preferencias en Palito Ortega como su «segundo» candidato al que
nombró Secretario de Desarrollo Social y posteriormente, en diciembre de 1998,
le consiguió un escaño de senador, distanciándose, de esta forma, del perdedor
Duhalde. La intensidad de la campaña de re-reelección del menemismo
incrementó la tensión política hasta tal punto que el ex Presidente Alfonsín
declaró la legitimidad de una resistencia ciudadana y equiparó la posible re-
reelección con un golpe de Estado. La situación finalmente se calmó ante la
renuncia formal y expresa del Presidente Menem a perseguir un tercer mandato
consecutivo, y ante el cierre de filas del peronismo en torno a la candidatura
unitaria de Duhalde y Ortega.
Paralelamente, del lado de la Alianza comenzaron a producirse tensiones
entre la UCR y el FREPASO, basadas tanto en el trato de las secuelas de la
política a adoptar frente a las violaciones de los derechos humanos bajo la
dictadura como en la definición de la candidatura presidencial, que mostraron
signos de un futuro incierto. A pesar de ello, el 29 de noviembre de 1998 la
Alianza realizó unas elecciones internas abiertas para decidir la candidatura
presidencial en las que compitieron Fernando de la Rúa (UCR) y Graciela
Fernández Meijide (FREPASO). Así, con la participación de 2,5 millones de
ciudadanos, Fernando de la Rúa resultó proclamado candidato a presidente de la
Alianza para los comicios presidenciales de 1999. Días después, Carlos Chacho
Álvarez decidió acompañar al dirigente radical en la fórmula presidencial y
Graciela Fernández Meijide se inclinó por competir para la Gobernación de la
provincia de Buenos Aires.

2.4. El gobierno de la Alianza: entre la conflictividad política y la crisis


económica

Las elecciones del 24 de octubre de 1999 dieron el triunfo, bajo el lema «El
gran cambio», a la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación que había
logrado aunar los votos del radicalismo y de la izquierda unidos en torno a un
programa de desarrollo y justicia social fuertemente antimenemista. A pesar de
su imagen paritaria, el predominio en el seno de la Alianza de la UCR fue muy
fuerte. No solo los radicales habían logrado colocar a su candidato en la pareja
electoral, sino que impusieron su superioridad numérica a la hora de la
constitución del gobierno haciendo valer su mayor peso específico como partido
más formado con cuadros preparados y experimentados así como el carácter
perdedor del FREPASO en su apuesta por la gobernación de la provincia de
Buenos Aires, donde Fernández Meijide perdió ante Ruckauf. La
descomposición entre los dos socios de la coalición, la estructuración
organizativa territorial, el cuerpo de militantes y el hecho de que uno fuera
asimismo un frente electoral más que un partido político sesgó desde el principio
el binomio a favor de la UCR sin que se tuviera en cuenta que los votos
recibidos no eran, sino únicamente en un porcentaje que apenas si sobrepasaba la
mitad, votos radicales.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 24 DE OCTUBRE DE 1999

Partido Fórmulas Votos % votos


Partido Justicialista Duhalde y Ortega 7.100.678 38,09

Alianza De la Rúa y Álvarez 9.039.892 48,50


Acción por la República Cavallo y Caro 1.881.417 10,09

Alianza Izquierda Unida Walsh y De Leonardi 158.028 0,85

Partido Humanista Méndez y Pompei 131.902 0,71


Partido Obrero Altamira y Rieznik 113.669 0,61

Frente de la Resistencia Reyna y Moccia 66.603 0,36

Alianza Social Cristiana Mussa y Herrera 61.420 0,33


Trabajadores Socialistas Montes y Hernández 43.857 0,24

Socialista Auténtico Quarracino y Rearte 43.367 0,23

Total electores 24.109.306 100


Votos emitidos 81,32
Votos válidos 76,73

Abstención 18,06

Votos blancos y nulos 4,59

FUENTE: Ministerio del Interior, Secretaría de Asuntos Institucionales.

Las diferencias dentro del oficialismo se hicieron pronto sentir en cuanto que
las decisiones políticas más polémicas tuvieron que ser abordadas por un
gobierno en el que el peso era de los radicales. De esta manera, la fuerte
represión de las movilizaciones sindicales tras la aprobación de la reforma
laboral en el Congreso en abril de 2000 y el voto contra Cuba en la Comisión de
Derechos Humanos de Naciones Unidas en el mismo mes fueron aspectos que
no favorecieron el inicio de la andadura en común. Sin embargo, de cara al
exterior, las elecciones de mayo de 2000 en la Capital Federal mostraron una
Alianza muy sólida que triunfaba a pesar de su incapacidad para reactivar la
maltrecha economía, del paquete impositivo aprobado que afectaba
sensiblemente a los sectores medios y del pacto fiscal que se alcanzaría con las
provincias para congelar su gasto. La fórmula Aníbal Ibarra (FREPASO) y
Cecilia Felgueras (UCR) derrotaba por un amplio margen de 16 puntos (49 por
100 frente al 33 por 100) a la compuesta por Domingo Cavallo y Gustavo Béliz
(Acción por la República) mientras que la candidatura justicialista se hundía. No
obstante, el mundo sindical, como ya aconteció bajo la presidencia de Alfonsín
en los seis primeros meses del nuevo gobierno, organizó dos huelgas generales
que tuvieron como origen el rechazo a la política económica implementada y el
pulso con el gobierno sobre la desregulación de las obras sociales y la
terminación de la estructura de sindicato único.
Sin embargo, el conflicto más serio surgido en el seno de la Alianza se
produjo como consecuencia del escándalo que salpicó al Senado tras la denuncia
de la existencia de sobornos, supuestamente con fondos públicos, a ocho
senadores (siete peronistas y un radical) con motivo de su voto en la legislación
de la reforma laboral. El escándalo contaminó seriamente el corazón de las
instituciones políticas durante varios meses afectando no solo al Poder
Legislativo y a sus mecanismos de funcionamiento, sino también al propio Poder
Ejecutivo. El Vicepresidente Álvarez demandó de De la Rúa una actuación
vigorosa que reflejase una reacción rápida ungida de trasparencia y de
responsabilidad que no se dio. De la Rúa llevó a cabo unos limitados cambios en
su gabinete sin consultar con Álvarez y no urgió continuar con la enmarañada
investigación. Álvarez presentó su dimisión irrevocable el 6 de octubre de 2000
abriendo una crisis política sin precedentes. A pesar de que se explicitó la
continuación de la Alianza pocos días después, era evidente que ésta, sin haber
llegado a cumplir un año en el gobierno, estaba herida de muerte. El senador
Mario Losada fue elegido presidente del Senado y, como tal, Vicepresidente de
la República. Los votos que habían llevado a Álvarez a la Vicepresidencia y
contribuido decisivamente al triunfo electoral de De la Rúa quedaban, de esta
manera, huérfanos de representación política, contribuyendo la situación a
incrementar la desconfianza en las instituciones y a elevar el grado de frustración
social.
En el ámbito de la economía la crisis devoraba al Ministro del ramo José Luis
Machinea, quien era sustituido en marzo de 2002, con el beneplácito del poder
económico por el liberal ortodoxo Ricardo López Murphy que inmediatamente
presentó el que iba a ser cuarto plan de ajuste en año y medio. Sin embargo, el
anuncio del mismo tuvo un fuerte impacto en la Alianza, sobre todo por el
impacto en las políticas sociales lo cual llevó a un conflicto en el seno del
gabinete con renuncia de varios ministros, a una actitud de rechazo homogénea
por parte de los peronistas y a la convocatoria de una huelga general en el sector
de la educación y otra a nivel general que paralizó la actividad en el país. La
falta de apoyo político y social llevó a la dimisión de López Murphy y al
sorprendente nombramiento de Domingo Cavallo, el hombre que había
disputado la Presidencia a De la Rúa y Álvarez y que había quedado en tercer
lugar en la votación, como Ministro de Economía el 18 de marzo de 2001,
propuesto por el propio Álvarez, para intentar recuperar la confianza en el
ámbito financiero internacional. La nueva remodelación del gabinete hacía que
el FREPASO al igual que el aparato radical quedaran fuera del mismo. El plan
económico de Cavallo fue aprobado en la Cámara de Diputados como Ley de
Competitividad cuatro días más tarde por 150 votos contra 75.
Para ahondar más la crisis de legitimidad en la que se hundía paulatinamente
el sistema político argentino y que tenía un componente de falta de eficacia en la
política económica implementada desde hacía tiempo y otro de desconfianza en
la clase política un nuevo escándalo surgió que volvió a afectar la credibilidad de
esta última. En abril de 2001, la Justicia empezó procesando por la venta ilegal
de armas a Ecuador y Croacia entre 1991 y 1995 a tres ministros de la época de
Menem: Erman González, Guido Di Tella y Óscar Camillón, y al Comandante
en Jefe del Ejército, Martín Balza, y terminó encausando al flamante recuperado
Ministro de Economía, Domingo Cavallo, y al propio expresidente que
finalmente fue detenido bajo arresto domiciliario dos meses más tarde, situación
en la que se mantuvo hasta el siguiente mes de noviembre. La crisis sistémica se
recrudecía por el paulatino incremento de la debilidad del gobierno de la Alianza
bajo un liderazgo de De la Rúa cada vez más endeble y disperso que conducía la
política de acuerdo con los impulsos que recibía de Raúl Alfonsín actuando
como consejero áulico e incapaz de llegar a un gran acuerdo nacional que
parecían pedirle las fuerzas políticas. Del lado de la oposición, los peronistas
daban una penosa imagen a lo largo de 2001 por su enfebrecida lucha por la
presidencia del Senado.
Las elecciones legislativas de octubre de 2001 reflejaron esta situación
mediante un importante crecimiento del «voto bronca» (la suma de los votos
nulos y en blanco habida cuenta de la obligatoriedad del sufragio y de las
dificultades para abstenerse), que en numerosas circunscripciones llegó a superar
a la cuarta parte del electorado, y el triunfo claro de la oposición justicialista que
pasaba a ser de nuevo la principal fuerza política del país y a controlar ambas
Cámaras. Además, el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires y ahora
candidato al Senado, Eduardo Duhalde, obtenía el 42,5 por 100 de los votos
(cuando el techo histórico del peronismo en esa provincia era del 40 por 100)
mientras que Raúl Alfonsín, también candidato a senador, se quedaba con el 16,2
por 100.
El ambiente de crispación social, aunado con los signos de caída libre de la
economía, continuó incrementándose las semanas siguientes llegándose el 13 de
noviembre a la séptima huelga general. Paralelamente, se registraba una
situación novedosa en la política nacional derivada del esquema de Estado
federal por la que los gobernadores de las provincias más importantes del país se
convirtieron en un verdadero frente opositor al Poder Ejecutivo en el proceso de
negociación sobre transferencias de recursos públicos para la administración de
las provincias. De esta manera, los peronistas Carlos Ruckauf, de Buenos Aires,
Carlos Reutemann de Santa Fe, y José Manuel de la Sota de Córdoba asumieron
un papel protagonista del acoso que empezó a sufrir De la Rúa. En la calle, la
violencia desencadenada con la presencia de piqueteros, nombre dado a los
distintos grupos de desocupados organizados, y un alto nivel de represión
policial se complicó con el salto cualitativo que supuso el saqueo de comercios y
supermercados en las principales ciudades del país en las jornadas que se
iniciaron al 19 de diciembre. Ese día por la tarde una multitud de argentinos, de
manera espontánea, iniciaron una protesta de carácter novedoso en la historia de
los medios alternativos de acción colectiva en el país. Desde los barrios más
acomodados de la Capital Federal comenzaron a golpearse cacerolas y a exigir la
dimisión del Ministro de Economía. Rápidamente, personas de todos los barrios
porteños y de las clases sociales más diferentes comenzaron a caminar,
golpeando las cacerolas, hasta el Congreso. La multitud que ocupaba las calles la
noche de ese día desconocía la declaración del estado de sitio que había
decretado De la Rúa esa misma tarde y la dimisión de Domingo Cavallo. El 21
de diciembre, y antes de que le fuera aceptada la renuncia por el Congreso,
Fernando de la Rúa levantaba el estado de sitio. Acababan así dos años de
gobierno del segundo presidente radical que debía adelantar el término de su
mandato por la presión popular en doce años.
Los diez días siguientes sembraron el país de un caos sin precedentes ya que
se proyectó en el terreno de la política, la sociedad y la economía. En la política,
Argentina contempló la procesión de hasta cinco Presidentes de la República en
una muestra palmaria del calado de la crisis y de la enorme dificultad de articular
alianzas de gobierno con capacidad mínima operativa y garantías al límite de
continuidad. Tras la dimisión de De la Rúa asumió la Presidencia el presidente
del Senado, Ramón Puerta, quien dejó su cargo el 23 de diciembre al gobernador
de San Luis, Adolfo Rodríguez Saá, propuesto, no sin disidencia y tras un largo
debate, por los gobernadores del PJ y aprobado por el Congreso con una mayoría
de 169 votos del PJ, el cavallismo y los partidos provinciales. Siete días después,
ante la falta de apoyo de los gobernadores peronistas que se habían convertido
en el auténtico centro de poder del país, Rodríguez Saá presentó su dimisión
recayendo la Presidencia en el titular de la Cámara de Diputados, el duhaldista
Eduardo Camaño, el 31 de diciembre tras haber declinado hacerse cargo de la
misma otra vez Ramón Puerta. Finalmente, el primero de enero de 2002 con 262
votos a favor, 21 en contra y 18 abstenciones era elegido por el Congreso el
candidato derrotado en las elecciones de 1999, el peronista Eduardo Duhalde,
exgobernador de Buenos Aires, encabezando un gobierno que se pretendía de
unidad nacional con dos radicales en su seno y otros en importantes cargos del
Ejecutivo.
En la sociedad, el paro superó el 20 por 100, el hambre apareció en las
provincias del interior con cerca del 50 por 100 por debajo de la línea de pobreza
y las masas en la calle desbordaron cualquier ámbito organizado, fuera partidista
o sindical, para expresar directa y espontáneamente su frustración mediante
marchas, caceroladas y saqueos. En la economía, el gran pacto monetario que
había constituido la política de convertibilidad y que había asegurado una
estabilidad desconocida en el peso argentino y su ficticia equiparación al dólar,
sucumbía ante el descalabro de una economía con un fuerte déficit público y un
dólar revalorizado mediante la Ley de Emergencia Pública aprobada el seis de
enero, y no solo el sueño de la paridad se deshacía (la abrupta salida del
Ministerio de Economía de Domingo Cavallo era todo un símbolo), sino que se
decretaba la congelación de los depósitos bancarios en un inesperado «corralito»
financiero que atrapó fundamentalmente a las clases medias y que arrojó a la
calle a miles de pauperizados ciudadanos de la noche a la mañana.
A lo largo de 2002 la política argentina fue testigo de conflictos entre el Poder
Judicial y el Poder Legislativo en relación con las medidas decretadas por éste
para dar cobertura legal al corralito financiero; las negociaciones con las
provincias para acordar la reducción de su déficit, que aceptaran que no existiera
un mínimo de coparticipación federal y que el Estado nacional se hiciera cargo
de las deudas provinciales; la articulación de las reformas requeridas por el
Fondo Monetario Internacional en la economía nacional para recibir el apoyo
financiero de éste con dos Ministros de Economía al frente del proceso, primero
Jorge Remes Lenicov y luego Roberto Lavagna; la continuidad de formas de
acción colectiva no institucionalizada, claramente repudiadora de la política
convencional y enfatizadoras de expresiones nihilistas como la de «que se vayan
todos»; y las medidas para desarrollar las elecciones de abril de 2003 que
deberían elegir Presidente (sin la comparecencia de Duhalde) y congresistas.

2.5. El kirchnerismo: el postneoliberalismo y la vuelta al populismo

El escenario electoral de 2003 estuvo marcado por la decisión del PJ de no


escoger un candidato único sino de dar libertad a aquellos candidatos que
quisieran competir por la Presidencia. El resultado fue la fragmentación del voto
peronista entre tres candidatos: el expresidente Carlos Menem, el exgobernador
de San Luis Adolfo Rodríguez Saá y el exgobernador de Santa Cruz Néstor
Kirchner. Por su parte, la UCR, tras el desgaste de sus años en el gobierno, se vio
aún más debilitada por la salida de dos de sus principales líderes, ahora
contrincantes, la ex diputada Elisa Carrió (Argentina por una República de
Iguales —ARI—) y el ex ministro Ricardo López Murphy (Movimiento Federal
Recrear —MFR—), situación ante la que presentó como candidato al ex senador
Leopoldo Moreau. Los resultados electorales fueron los esperados, ninguno de
los candidatos ni siquiera logró llegar al 25 por 100 de los votos debiéndose
celebrar una segunda vuelta entre los dos candidatos justicialistas: Carlos
Menem y Néstor Kirchner. Sin embargo, esta elección nunca se llevó a cabo ya
que Menem se retiró de la competencia alegando que no estaban dadas las
condiciones debido a supuesta trampas llevadas a cabo por la candidatura
antagonista y a la forma en que se había llevado a cabo el proceso, de esta forma
el exgobernador de Santa Cruz asumió la presidencia.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 27 DE ABRIL DE 2003
Partido Fórmulas Votos % votos

Frente por la lealtad – Ucedé (PJ) Menem y Romero 4.740.907 24,4


Frente para la victoria (PJ) Kirchner y Scioli 4.312.517 22,2

Alianza Mov. Federal Recrear López Murphy y Gómez 3.173.475 16,4

Fte. Mov. Popular Unión y Libertad (PJ) Rodríguez Saá y Posse 2.735.829 14,1

Argentina por una República de Iguales Carrió y Gutiérrez 2.723.574 14,0


Unión Cívica Radical Moreau y Losada 453.360 2,3
Otros 1.248.233 6,4

Total electores 25.480.440 100


Votos emitidos 19.930.111 78,2

Votos válidos 19.387.895 97,3

Abstención 5.554.735 21,8


Votos blancos 196.574 0,99

Votos nulos 345.642 1,7

FUENTE: Elaboración propia con datos de la Dirección Nacional Electoral, Ministerio del Interior.

El gobierno de Néstor Kirchner al reconstituir la autoridad presidencial y


tener el beneplácito de la opinión pública resultó una gran sorpresa puesto que se
trataba de un candidato desconocido que llegó al poder prácticamente sin votos y
con el único apoyo de Duhalde a quien abandonó enseguida. Kirchner
rápidamente logró construir un poder político propio sirviéndose del apoyo que
supo ganarse del peronismo mayoritario en el Congreso, así como gracias a una
alianza con sectores sociales diversos como el mundo sindical, grupos pro
derechos humanos y movimientos sociales. Su posición de fortaleza política le
permitió cambiar la Corte Suprema menemista mejorándola notablemente y en
un acto de autoridad descabezó a las Fuerzas Armadas. Poco a poco desarrolló
un ejercicio delegativo del poder presidencial, intentando gobernar por fuera del
peronismo al romper con Duhalde —lo que le llevó en el pulso que ganó a
controlar la provincia de Buenos Aires— y mantener una relación muy
problemática con su vicepresidente (Scioli). Kirchner amplió sus alianzas con la
sociedad civil y con pequeños grupos políticos, activistas en derechos humanos a
los que satisfizo plenamente al abordar jurisdiccionalmente a los culpables de la
represión del régimen militar, y con gobernadores radicales (K) que terminarán
haciéndose oficialistas.
Su gobierno se dio en un contexto de ciclo económico y clima internacional
favorable lo que le permitió sanear la economía sustentada principalmente en un
modelo basado en las exportaciones, renegociar la deuda externa y aumentar los
salarios. Asimismo pudo comenzar a llevar a cabo cierta política redistributiva
gracias al aumento del gasto social y a la creación de un subsidio para los más
pobres. La idea básica de este gobierno era la necesidad de que la esfera política
recuperara su papel frente a la económica, en este sentido, el Estado tenía que
desempeñar un papel activo respecto a la solución de los problemas sociales y
del funcionamiento de la economía. Un aspecto relevante de este gobierno fue su
política respecto a los Derechos Humanos, por una parte, tras la anulación de las
leyes de Punto Final y de Obediencia Debida, se retomaron los juicios contra los
miembros de las Fuerzas Armadas acusados de violaciones a los Derechos
Humanos durante la última dictadura y, por otra, se buscó la indemnización de
algunas víctimas de dichas violaciones. En materia internacional, Kirchner
centró su política en reforzar la integración regional, sobre todo con el
MERCOSUR, y se alejó de Estados Unidos.
El mandato de Kirchner culminó con altos niveles de popularidad y
auspiciando una estrategia de sucesión recíproca con su esposa Cristina
Fernández, que en ese momento era senadora por la provincia de Buenos Aires,
y oficializando su liderazgo en el PJ al asumir su secretaría general en mayo de
2008. Posiblemente su única pequeña derrota política se produjo a la hora de la
reelección del gobernador Rovira en Misiones. De esta forma, para las
elecciones de 2007 Cristina Fernández de Kirchner partió con una gran ventaja
respecto a sus otros contrincantes: nuevamente Elisa Carrió (esta vez por la
Coalición Cívica) y el ex Ministro de Economía Roberto Lavagna (Concertación
UNA). Los resultados electorales fueron los esperados, Fernández logró ganar en
primera vuelta al alcanzar el 45 por 100 de los votos, y así se convirtió en la
primera mujer en ser elegida Presidenta.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 28 DE OCTUBRE DE 2007

Partido Fórmulas Votos % votos

Frente para la victoria (PJ) Fernández y Cobos 8.652.293 45,3

Coalición Cívica Carrió y Giustiniani 4.403.642 23,1


Concertación para una Nación Avanzada (UNA) Lavagna y Morales 3.230.236 16,9

Fte. Mov. Popular Unión y Libertad Rodríguez Saá y Maya 1.459.174 7,6
Otros 1.361.795 7,1

Total electores 27.137.719 100

Votos emitidos 20.679.327 76,2

Votos válidos 19.107.140 92,4


Abstención 6.458.777 23,8
Votos blancos 1.331.010 6,4

Votos nulos 241.176 1,2

FUENTE: Elaboración propia con datos de la Dirección Nacional Electoral, Ministerio del Interior.

El gobierno de Cristina Fernández supuso una prolongación del gobierno de


Néstor Kirchner. Durante su mandato se continuó con una política económica de
corte claramente contrario al neoliberalismo. Los resultados en términos
económicos fueron positivos con un crecimiento anual del PIB en torno a cinco
puntos porcentuales, salvo en 2009, además, este crecimiento se acompañó de
una reducción en los niveles de pobreza y desigualdad. Como contrapartida hubo
un aumento en la inflación que se mantuvo en dos dígitos. En 2008, debido a la
crisis económica mundial, el gobierno diseñó algunas políticas tendientes a
mitigar sus efectos como, por ejemplo, el aumento de los créditos públicos para
fomentar la producción y el consumo o el diseño de un plan de obras públicas
para estimular la generación de empleos en el corto plazo. Por otra parte, algunas
de las medidas adoptadas por el gobierno como la estatización de los fondos de
pensión o la modificación de los tributos al comercio exterior, generaron
desconfianza en los inversores lo que derivó en una fuga de capitales. En materia
de políticas sociales, Cristina Fernández lanzó programas para la asignación de
subsidios a los hogares más pobres a cambio de algunos requisitos como la
vacunación y alfabetización de los niños («Asignación universal por hijo»). En
política exterior continuó con la diversificación de las relaciones comerciales
poniendo atención en especial al mercado de Asia, y más específicamente China,
un dato que muestra esta situación es el crecimiento de la balanza comercial que
pasó de 1.500 millones de dólares en 2000 a 8.500 en 2009.
A lo largo de 2008 se dieron una serie de problemas que limaron seriamente
la popularidad de Cristina Fernández llegándose a producir un quiebre. El
gobierno perdió el conflicto con el campo derivado de la imposibilidad de sacar
adelante una nueva política fiscal que gravaba la producción de soja. La derrota
se produjo en el Senado donde su presidente, Julio Cobos, un «radical K» que
era el vicepresidente, dirimió en contra del gobierno una votación que había
terminado en empate gracias al voto del senador Rached que procedía de una
zona de soja como es la provincia de Santiago del Estero. Paralelamente se
produjo la ruptura con el poderoso grupo mediático Clarín con el que había
mantenido una relación excelente hasta entonces. Ello, junto con el hecho de que
el ciclo económico del año fue malo, culminó con la derrota en las elecciones
legislativas de junio de 2009 a pesar de que incluso se había forzado la fecha
anticipándolas y de que los gobernadores fueron candidatos así como el propio
Néstor Kirchner, además del uso de una campaña muy negativa articulada contra
Francisco de Narváez al que se le llegó a acusar de narcotraficante. En la
segunda mitad de 2009 comenzó un notable activismo del matrimonio Kirchner
articulando una política nueva de medios de comunicación oficiales (mediante
una ley aprobada vertiginosamente antes de que asumiera el nuevo Congreso) y
para-oficiales, con cada vez más frecuentes intervenciones radiofónicas y
televisivas en conexión nacional, de forma que la popularidad de Cristina
Fernández comenzó a subir lentamente en 2010 algo que se acentuó tras la
muerte de Néstor Kirchner. Una hábil estrategia de cooptación del gobierno, en
paralelo a la crisis rampante de la oposición literalmente destrozada, sembró un
escenario de expectativas muy favorables para la reelección de Cristina
Fernández en 2011.
Las elecciones de 2011 contaron por primera vez con la celebración de
elecciones primarias obligatorias que tuvieron lugar el 14 de agosto de 2011 con
una participación del 78,7 por 100 del padrón electoral. Esto es, siete puntos
porcentuales por encima de la participación de las legislativas de 2009,
quebrándose la tendencia a la baja en la participación electoral registrada a lo
largo del último cuarto de siglo.
En pleno surgimiento de un clivaje kirchnerista-antikirchnerista que llegaba
acompañado del estreno de una reforma electoral, las elecciones de octubre de
2011 supusieron el rotundo triunfo del kirchnerismo que se impuso con más de
un 54 por 100. Esto significó un duro golpe a la oposición ya de por sí
debilitada. A esto se sumó la victoria del oficialismo tanto en la Cámara de
Diputados como en el Senado y en provincias tan importantes como Buenos
Aires en donde Daniel Scioli logró reelegirse como gobernador con más del 55
por 100 de los votos.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 23 DE OCTUBRE DE 2011

Partido Fórmulas Votos % votos


Frente para la victoria (PJ) Kirchner y Boudou 11.865.055 54,1
Frente. Amplio Progresista (PS) Binner y Morandini 3.684.970 16,7

Unión para el Desarrollo Social (UCR) Alfonsín y González 2.443.016 11,4


Compromiso Federal (PJ) Rodríguez Saá y Vernet 1.745.354 7,96

Frente Popular (PJ) Duhalde y Das Neves 1.285.830 5,9


Otros 903.057 4,1

Total electores 28.916.183 100

Votos emitidos 22.959.449 79,4


Votos válidos 21.927.282 95,5

Abstención 5.956.734 20,6


Votos blancos 803.362 3,5

Votos nulos 225.741 0,98

FUENTE: Elaboración propia con datos de la Dirección Nacional Electoral, Ministerio del Interior.

En su segundo mandato, Fernández continuó con la política de mantener un


superávit en la balanza comercial, lo que se tradujo en el aumento de los
controles a las importaciones y en el estímulo a las exportaciones. Esto tuvo
como principal consecuencia la caída de la inversión extranjera directa.
Asimismo, se crearon controles al cambio de divisas para evitar la evasión fiscal
y la fuga de capitales y, se decretó la obligatoriedad de las empresas petroleras a
liquidar todas sus ganancias dentro del país (Decreto 1722/2011). Una de las
decisiones más polémicas de Fernández fue la expropiación del 51 por 100 de
acciones de YPF la filial de Repsol, la reacción a esta medida fue dispar. Por una
parte, Estados Unidos, España, la UE la rechazaron, mientras países como
Venezuela o Bolivia la aplaudieron. Uno de los principales problemas en materia
económica continuó siendo la alta tasa de inflación la cual oficialmente
alcanzaba un 10 por 100 en 2013 aunque extraoficialmente se situaba en un 25
por 100. Esto se debe, principalmente, al modelo de crecimiento basado en el
consumo que ha impulsado la administración. A este preocupante indicador se
suma la desaceleración de la economía en 2012, la cual pasó de una tasa de
incremento del PIB del 8 al 2 por 100.
Esta situación ha generado enfrentamientos entre el gobierno y los distintos
actores sociales como los sindicatos (antes aliados) y, en general, un sector de las
clases medias al oponerse tanto a sus políticas como a la forma de gobernar de la
Presidenta, siendo criticado su estilo de liderazgo el cual se considera
personalista, populista y autoritario. Pese a esta situación, Cristina Fernández
mantiene un capital político importante, por lo que no se descarta un posible
tercer mandato siempre y cuando se llevara a cabo una reforma constitucional.
En 2012, la conflictividad social aumentó, se llevaron a cabo diversas
marchas en contra del gobierno, las cuales fueron respondidas por parte de los
sectores kirchneristas mediante manifestaciones de apoyo como, por ejemplo, la
puesta en escena de La Cámpora y de otras organizaciones juveniles afines al
oficialismo que se llevó a cabo el 27 de abril de 2012 en el estadio de Vélez
Sarsfield y que congregó a más de 60.000 personas.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


Las instituciones del Estado se encuentran formalmente reguladas por la
Constitución de 1853-1860 con las reformas de 1866, 1898, 1957 y 1994. Las
reformas más recientes del texto constitucional supusieron la incorporación al
mismo de algunos de los temas discutidos durante el gobierno de Alfonsín y la
primera mitad de la primera administración de Menem y que básicamente dieron
contenido al modelo de «pacto de dos» (modelo de reparto) recogido en el Pacto
de Olivos. Este pacto se suscitó como consecuencia de la amenaza de la
realización de un plebiscito ya que el gobierno intentó a toda costa la reforma
constitucional que diera la posibilidad al presidente de obtener su reelección. El
ex Presidente Alfonsín se mostró dispuesto a establecer negociaciones en tanto y
en cuanto se renunciara al plebiscito y se retirara un proyecto votado en el
Senado gracias a la amplia mayoría peronista. Menem aceptó tal posibilidad de
diálogo pero sin renunciar a la consulta popular. El 8 de noviembre de 1993 un
diario de Buenos Aires reveló el encuentro entre Menem y Alfonsín celebrado en
la casa del excanciller Dante Caputo en el barrio de Olivos. En dicha reunión
comenzó a perfilarse un posible acuerdo que incluyera, entre otras cuestiones, la
suspensión del plebiscito y la ya citada recomposición de la Corte Suprema de
Justicia. En cuanto al texto constitucional se negoció la inclusión de un senador
más por provincia, la creación de la figura del Jefe de Gabinete y la reelección
presidencial inmediata, con la reducción del mandato a cuatro años. Fueron
fundamentales para convalidar este acuerdo la elección el 12 de noviembre de
Alfonsín como presidente del radicalismo y la confirmación del acuerdo por
parte de la Convención radical el 3 de diciembre (196 votos a favor, 87 en contra
y una abstención).
La agenda referida se incorporó a la perceptiva declaración de la necesidad de
la reforma constitucional que efectuó el Congreso Nacional, el 22 de diciembre
en la Cámara de Diputados y el 29 de diciembre en el Senado. Dentro de la
actuación del Congreso se registró la opción porque los temas políticamente más
delicados de la reforma, y ya acordados en el Pacto de Olivos, tuvieran que ser
votados, en su momento, conjuntamente, además de declarar «nulas de nulidad
absoluta todas las modificaciones, derogaciones y agregados» que se salieran del
esquema inicialmente adoptado, circunstancias por las cuales la Convención
Constituyente se veía coartada seriamente en su quehacer. Por otra parte, la
reforma constitucional, centrada en una mera reforma electoral, obvió tanto un
proceso de modernización y de mejora técnica de la propia carta, al mantenerse
artículos que respondían a la mentalidad del siglo XIX y a los problemas de
aquel momento. En esta ocasión se desaprovechó la oportunidad de realizar
profundas reformas estructurales en el papel del Estado y en la efectiva
descentralización provincial. Estas reformas fueron en parte impedidas por la
miopía del importante lobby de las provincias en el seno de la Convención
Constituyente, cuyos representantes eran mayoría incluso dentro de los partidos
nacionales. Estos hechos explicaron en gran medida el desinterés de la sociedad
argentina con respecto a este proceso y la decepción que el mismo produjo en
términos de una posible refundación republicana.
COMPOSICIÓN DE LA CONVENCIÓN CONSTITUYENTE

Partido Escaños Partido Escaños

Partido Justicialista 137 Partido Demócrata Progresista 3

Unión Cívica Radical 72 Partido Renovador de Salta 3


Frente Grande 31 Cruzada Renovadora de San Juan 3

MODIN 21 Movimiento Popular Fueguino 3


Fuerza Republicana 7 Partido Acción Chaqueña 2

Pacto Autonomista Liberal 5 Movimiento Popular Jujeño 2

Partido Demócrata de Mendoza 4 Movimiento Popular Neuquino 2

UceDé-Alianza de Centro Liberal 4 Partido Bloquista de San Juan 1


Unidad Socialista 3 Frente Cívico y Social 2
Total 305

La reforma constitucional elaborada simbólicamente en las ciudades del


interior de Paraná y de Santa Fe fue aprobada el 23 de agosto de 1994 y dejó una
treintena de tareas pendientes al Poder Legislativo. Para la creación de nuevas
instituciones o regímenes, o en la modificación de otros ya existentes, la
Convención Constituyente dispuso que tendrían que dictarse leyes
reglamentarias. Igualmente mantuvo el tradicional método de reforma
constitucional manteniendo la cláusula que establece que debe ser el Congreso
con el voto de las dos terceras partes el que declare la necesidad de dicha
reforma y su realización por una Convención convocada al efecto (art. 30), si
bien el mismo desarrollo constitucional por leyes aprobadas por mayorías
especiales abría la puerta a una mayor flexibilidad en su reforma. Circunstancia
similar que se producía en relación a la reforma de la parte dogmática a través de
la aprobación de tratados internacionales que incorporaran nuevos derechos.

1. EL PODER EJECUTIVO

El régimen político argentino adoptó desde sus inicios la forma de gobierno


del presidencialismo. La práctica política y las tradiciones históricas marcaron
profundamente los tintes sobre el poder del Ejecutivo, de suerte que puede
hablarse de una preponderancia del poder del Presidente en el régimen político.
Sin embargo, las reformas constitucionales de 1994 contenían un gran número
de competencias en el Congreso. El hecho de que el Presidente de la Nación
contara con mayoría en ambas Cámaras hasta 1997 no ha permitido ver las
consecuencias políticas que, en cualquier caso, introducían una notable
modificación en la tradición constitucional argentina.
El Presidente de la Nación Argentina desempeña el Poder Ejecutivo de la
misma. La Constitución establece la figura del Vicepresidente (art. 88) para
sustituir al presidente en caso de ausencia, muerte, renuncia o destitución de
éste. El Vicepresidente es el presidente del Senado, aunque solo tiene voto en el
caso que haya empate en la votación (art. 57).
El Presidente y el Vicepresidente son elegidos por un periodo de cuatro años
y podrán ser reelegidos o sucederse recíprocamente por un solo periodo
consecutivo. Si han sido reelectos o se han sucedido recíprocamente no pueden
ser elegidos para ninguno de ambos cargos, sino con el intervalo de un periodo
(art. 90). Para ser elegido se requiere haber nacido en el territorio argentino o ser
hijo de nativo, quedando eliminado el histórico requisito de «pertenecer a la
comunión católica apostólica romana» (art. 89).
Entre las atribuciones (art. 99) del Ejecutivo que incrementan notablemente
su poder destacan: la potestad reglamentaria; la participación en la formación de
las leyes mediante el veto en el todo o en parte de un proyecto, que consiste en la
no sanción de la ley y en su remisión con objeciones a las Cámaras de origen que
pueden rechazarlas por mayoría de dos tercios de votos (art. 83); el
nombramiento y la destitución del Jefe de Gabinete, de los Ministros y altos
cargos de la Administración; el nombramiento de los magistrados de la Corte
Suprema con acuerdo del Senado por dos tercios; la prórroga de las sesiones
ordinarias del Congreso o la convocatoria de sesiones extraordinarias del mismo;
el mando de las Fuerzas Armadas, y la intervención federal a una provincia o a
la ciudad de Buenos Aires.
La reforma constitucional introdujo la figura del Jefe de Gabinete de
Ministros. Al igual que los Ministros es elegido por el Presidente y le
corresponde (art. 100) ejercer la administración general del país, la coordinación,
preparatoria y convocatoria de las reuniones de Gabinete de Ministros y aquellas
funciones y atribuciones que le delegue el presidente. Igualmente, el Jefe de
Gabinete de Ministros refrenda los decretos reglamentarios de las leyes y los
decretos que ejercen facultades delegadas por el Congreso. Sin embargo, no es el
responsable político de la administración general del país, papel que recae en el
Presidente de la Nación. El Jefe de Gabinete de Ministros debe concurrir al
Congreso al menos una vez por mes, alternativamente a cada una de sus
Cámaras, para informar de la marcha del gobierno. También puede ser
interpelado a los efectos del tratamiento de una moción de censura, por el voto
de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cualquiera de las
Cámaras, y ser removido por el voto de la mayoría absoluta de los miembros de
cada una de las Cámaras (art. 101), circunstancia que no puede acontecer con
respecto a los Ministros. En el ejercicio de sus funciones, los Ministros no
pueden por sí solos, en ningún caso, tomar resoluciones de política general. Los
Ministros no pueden ser senadores ni diputados, sin hacer dimisión de sus
empleos. El hecho de que el Jefe de Gabinete de Ministros pueda ser removido
indefinidamente por un Congreso hostil y que el Congreso no pueda ser disuelto
abre una de las puertas más claras de bloqueo institucional en el caso de que la
mayoría presidencial no pudiera controlar las cámaras.
La nueva estructura institucional en lo atinente a la introducción del Jefe de
Gabinete de Ministros apenas si ha tenido impacto en la vida política argentina,
bien por el deficiente diseño formal de esta figura, por la tradición de
preponderancia presidencial, por el propio peso del liderazgo de los presidentes
electos o por la fortaleza de los peronistas en ambas Cámaras. Habría que
señalar, además, que los esfuerzos de atenuación del presidencialismo gracias a
esta figura parecen limitados pues el jefe de gabinete no es jefe del gobierno. La
reforma de 1994 claramente estipula que el Presidente es el jefe supremo de la
nación, jefe del gobierno y responsable político de la administración general del
país.

2. EL PODER LEGISLATIVO

Descansa en un Congreso bicameral cuya conformación incluye principios de


representación poblacional y de representación territorial. La Cámara de
Diputados la integran representantes cuyo número será de uno por cada treinta y
tres mil habitantes o fracción que no baje de dieciséis mil quinientos (art. 45).
Para ser diputado se requiere haber cumplido la edad de veinticinco años, tener
cuatro años de ciudadanía en ejercicio, y ser natural de la provincia que lo elija,
o con dos años de residencia inmediata en ella (art. 48). Los diputados son
elegidos para un periodo de cuatro años directamente por los ciudadanos de las
provincias y de la Capital; la Cámara se renueva por mitades cada dos años, y los
diputados elegidos son reelegibles (art. 50). A la Cámara de Diputados
corresponde exclusivamente la iniciativa de las leyes sobre contribuciones y
reclutamiento de tropas (art. 52), y solo ella ejerce el derecho de acusar ante el
Senado al Presidente, Vicepresidente, Jefe de Gabinete de Ministros, Ministros y
miembros de la Corte Suprema en las distintas causas de responsabilidad que se
intenten contra ellos (art. 53).
El Senado, por su parte, se compone de tres representantes por cada provincia
y tres por la Capital Federal, elegidos en forma directa y conjunta (art. 54). Son
requisitos para ser elegido senador: tener la edad de treinta años, haber sido seis
años ciudadano de la Nación, disfrutar de una renta anual de 2.000 pesos, y ser
natural de la provincia que lo elija o con dos años de residencia inmediata en ella
(art. 55). El mandato de los senadores dura seis años (habiéndose reducido de los
nueve en que históricamente se situó su mandato y siendo ésta junto con la
ampliación del número de senadores elegidos por provincia de dos a tres las
modificaciones más substantivas en este apartado), y son reelegibles, pero el
Senado debe renovarse por terceras partes cada dos años (art. 56). Al Senado
corresponde juzgar, en juicio público, a los acusados por la Cámara de Diputados
según lo indicado anteriormente (art. 59). Las sesiones ordinarias de ambas
Cámaras se han prolongado cuatro meses con respecto a la tradición legislativa
argentina, de manera que ahora se extienden desde el 1 de marzo hasta el 30 de
noviembre, pudiendo ser convocadas extraordinariamente por el Presidente de la
Nación o prorrogadas sus sesiones (art. 63).
Entre las atribuciones (art. 75) del Poder Legislativo destacan: legislar en
materia aduanera, imponer contribuciones indirectas como facultad concurrente
con las provincias, arreglar el pago de la deuda interior y exterior de la nación,
establecer y reglamentar un banco federal, fijar anualmente el presupuesto
nacional, declarar en estado de sitio uno o varios puntos de la nación y aprobar o
suspender el estado de sitio declarado, durante su receso, por el Poder Ejecutivo.
En lo relativo a las facultades legislativas presidenciales el nuevo texto es
confuso y deja abiertos grandes espacios de actuación del Ejecutivo. Aunque se
prohíben los decretos de necesidad y urgencia (art. 99.3) inmediatamente se
señala su viabilidad en circunstancias excepcionales siempre que no se tratara de
normas que regulasen materia penal, tributaria, electoral o el régimen de
partidos. Igualmente, en la legislación delegada (art. 76) se prohíbe la misma en
el Poder Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o de
emergencia pública.
El proceso de formación de las leyes se caracteriza por la casi absoluta
equiparación de ambas Cámaras, de tal forma que, salvo lo estipulado en el
artículo 52 citado anteriormente, las leyes pueden tener principio en cualquiera
de las Cámaras del Congreso, por proyectos presentados por sus miembros o por
el Poder Ejecutivo (art. 77). Las leyes deben ser aprobadas por ambas Cámaras
de suerte que ningún proyecto de ley desechado totalmente por una de las
Cámaras podrá repetirse en las sesiones de aquel año. Las adiciones o
correcciones a los proyectos de ley no aceptadas por una de las Cámaras pueden
prosperar si cuentan con el apoyo de los dos tercios de la Cámara que las avala y
no existe una oposición cualitativamente igual (dos tercios) en la Cámara
opositora (art. 81).
La reforma constitucional de 1994 estableció como órganos de actuación en
el ámbito del Congreso de la Nación a la Auditoría General de la Nación y al
Defensor del Pueblo. La Auditoría General de la Nación (art. 85) se define como
un organismo de asistencia técnica del Congreso que cuenta con autonomía
funcional y cuya finalidad es el control externo del sector público nacional en
sus aspectos patrimoniales, económicos, financieros y operativos. Por su parte, el
Defensor del Pueblo (art. 86) también actúa con plena autonomía funcional,
siendo su misión la defensa y protección «de los derechos humanos y demás
derechos», garantías e intereses tutelados en la Constitución y las leyes, ante
hechos, actos u omisiones de la administración, y el control del ejercicio de las
funciones administrativas públicas. Mientras que el presidente de la Auditoría
General de la Nación es designado a propuesta del partido político de oposición
con mayor número de legisladores en el Congreso, el Defensor del Pueblo, es
designado y removido por el Congreso con el voto de las dos terceras partes de
los miembros presentes de cada una de las Cámaras durando en su cargo cinco
años, pudiendo ser nuevamente designado por una sola vez.
Igualmente, la reforma constitucional de 1994 incorporó la iniciativa
legislativa popular (art. 39) salvo para los proyectos referidos a reforma
constitucional, tratados internacionales, tributos, presupuestos y materia penal,
requiriéndose el aval del 3 por 100 del padrón electoral nacional con una
adecuado distribución territorial para suscribir la iniciativa. Asimismo, el
Congreso, a iniciativa de la Cámara de Diputados, podrá someter a consulta
popular un proyecto de ley y el Congreso o el Presidente de la Nación podrán
convocar a consulta popular no vinculante, no siendo obligatorio el voto en este
caso (art. 40).
3. EL PODER JUDICIAL

El Poder Judicial de la Nación es ejercido por una Corte Suprema de Justicia


y por los demás tribunales inferiores que el Congreso estableciera (art. 108).
Tanto los nueve magistrados de la Corte Suprema como de los demás tribunales
federales inferiores son nombrados por el presidente de la nación con acuerdo
del Senado.
La reforma constitucional de 1994 creó el Consejo de la Magistratura. Este
Consejo tiene a su cargo la designación, supervisión y remoción de los jueces y
la administración del Poder Judicial (art. 114), asimismo se prevé su integración
periódica dando cabida al equilibrio entre la representación de los órganos
políticos resultantes de la elección popular, de los jueces de todas las instancias y
de los abogados de la matrícula federal de tal manera que sus miembros son
elegidos por periodos de cuatro años por el Poder Judicial (3), la Cámara de
Diputados (3), la Cámara de Senadores (3), el Poder Ejecutivo Nacional (1), el
Colegio de Abogados (2) y la Academia (1). El Senado no aprobó la legislación
tendente al desarrollo del Consejo de la Magistratura sino hasta finales de 1997.
Su conformación originaria de veinte miembros fue reducida a trece tras la
reforma del mismo realizada en la presidencia de Néstor Kirchner en 2006.
Por otra parte, la Corte Suprema desempeña el papel de Tribunal
Constitucional toda vez que debe conocer y decidir sobre todas las causas que
versen en torno a puntos regidos por la Constitución, así como de las causas que
se susciten entre dos o más provincias, entre una provincia y los vecinos de otra,
entre los vecinos de diferentes provincias y entre una provincia y sus vecinos
(art. 116). La Corte Suprema ejerce su jurisdicción por apelación. La
Constitución prevé igualmente el juicio por jurados en las causas criminales (art.
118) y estipula la incompatibilidad de los jueces de las Cortes federales con los
de tribunales de provincia.

4. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL

La nación argentina adopta para su gobierno la forma representativa


republicana federal (art. 1). Se establece la capacidad de cada una de las
provincias para dictarse una Constitución que asegure su administración de
justicia, su régimen municipal y la educación primaria (art. 5). En general, las
provincias conservan todo el poder no delegado por la Constitución al gobierno
federal (art. 121) y, al tener plena capacidad para darse sus propias instituciones
locales y regirse por ellas, eligen sus gobernadores, sus legisladores y demás
funcionarios provinciales sin intervención teórica del gobierno federal (art. 122).
Sin embargo, la propia historia política argentina prueba que la utilización del
principio de intervención federal ha sido una medida de supresión de la
autonomía de las provincias y, por consiguiente, un fraude al sistema federal.
Solo durante el gobierno de Alfonsín y de Fernández de Kirchner no se
produjeron intervenciones de las provincias.
Como novedad constitucional, las provincias pueden celebrar convenios
internacionales, con conocimiento del Congreso y siempre que no afecten las
facultades delegadas al gobierno federal o el crédito público de la Nación (art.
124).
La distribución territorial actual comprende veintitrés provincias y la Capital
Federal. Esta última está dotada de un régimen de gobierno autónomo, con
facultades propias de legislación y jurisdicción, y su jefe de gobierno es elegido
directamente por los ciudadanos (art. 129). Pueden admitirse nuevas provincias
en la nación, pero no puede erigirse una provincia en el territorio de otra u otras,
ni de varias formarse una sola, sin el consentimiento de la legislatura de las
provincias interesadas y del Congreso (art. 13). En lo que se refiere al ámbito
financiero, el régimen federal estatal configura un sistema de distribución de
recursos entre el gobierno federal y los gobiernos provinciales, regido por la Ley
de Coparticipación Federal.
Las provincias son profundamente diferentes en términos de su desarrollo
político. El federalismo fiscal, que discrimina a las más pobladas en beneficio de
las más pequeñas, la producción de hidrocarburos localizada en un número
reducido de provincias y la pertenencia del gobernador al mismo partido que
gobierna el país (o el buen contacto personal) son factores explicativos de esa
diferencia. Hay provincias con rasgos autoritarios y que tienen muy baja calidad
de la democracia como Santiago del Estero, San Juan y La Rioja.

5. EL SISTEMA ELECTORAL
Un hito fundamental de la historia política argentina se situó en 1912 cuando
se promulgó la ley electoral Sáenz Peña por la que se estableció el censo
obligatorio masculino que hacía efectivo el sufragio universal decretado décadas
antes. Este cambio en la normativa electoral censitaria anterior abrió las puertas
al gobierno de la nación a la Unión Cívica Radical en 1916. El sufragio universal
completo se alcanzó en 1948 mediante la legislación peronista en favor de los
derechos políticos de la mujer. La tradición del sistema mayoritario se quebró en
1963, fecha en que se empezaron a aplicar criterios proporcionales; el sistema
electoral iniciado en 1912 por el que se concedían los dos tercios de los escaños
en disputa a la lista del partido ganador y el tercio restante al segundo partido
más votado desapareció finalmente en este año en lo atinente a la Cámara de
Diputados.
La Constitución de 1853 establecía claramente los criterios para la elección
del Presidente y Vicepresidente de la Nación mediante un sistema indirecto o de
elección por mediación de juntas de electores previamente elegidas. Este sistema
ha sido el utilizado en veintiuna de las veinticinco elecciones para Presidente o
Vicepresidente celebradas entre 1854 y 1989. Solamente fue sustituido por el
sistema de elección directa en las elecciones de 1951 y de marzo y septiembre de
1973, así como en las elecciones de Vicepresidente de 1954, comicios todos
ellos en que triunfaron candidatos peronistas. Las juntas de electores se
formaban en cada provincia con una composición intermedia según criterios
poblacionales y estrictamente provinciales para proyectar el carácter federal del
modelo en la elección del Poder Ejecutivo. En este sentido compartió la misma
filosofía del sistema electoral presidencial norteamericano. Sin embargo, el texto
aprobado en 1994 cambió significativamente el sistema toda vez que pasó a ser
uno de elección directa, en doble vuelta y constituyendo el territorio nacional un
distrito único (art. 94). La elección debe realizarse dentro de los dos meses
anteriores a la conclusión del Presidente en ejercicio (art. 95) y la segunda
vuelta, si correspondiese, se realiza entre las dos fórmulas de candidatos más
votadas, dentro de los treinta días de celebrada la anterior (art. 96). No es
necesaria la segunda vuelta cuando la fórmula que resultare más votada en la
primera hubiere obtenido más del 45 por 100 de los votos afirmativos
válidamente emitidos (art. 97) o cuando obtenga más del 40 por 100 de los votos
afirmativos válidamente emitidos y, además, exista una diferencia mayor de diez
puntos porcentuales respecto del total de los votos afirmativos válidamente
emitidos sobre la fórmula que le sigue en número de votos (art. 98). El mandato
presidencial quedó fijado en cuatro años con posibilidad de reelección
inmediata.
En cuanto al procedimiento que determina la forma de elección de los
miembros del Congreso, la Constitución establece que los senadores son
elegidos por cada provincia y la ciudad de Buenos Aires, la magnitud de distrito
es de tres escaños, de forma que corresponden dos bancas al partido político que
obtenga el mayor número de votos, y la restante al partido político que le siga en
número de votos (art. 54). El mandato de los senadores se redujo con la reforma
de 1994 de nueve a seis años, renovándose un tercio de sus miembros cada dos
años. Con respecto a la Cámara de Diputados se refiere, ha de tenerse en cuenta
el carácter provincial de la circunscripción electoral y la proporcionalidad con
respecto al número de habitantes de la provincia de los puestos electivos a cubrir.
En ambas instancias queda, pues, constitucionalizada la provincia como distrito
electoral.
El Código Electoral reformado en 2002 asume la fórmula D’Hondt para el
reparto de escaños, introduce un factor «igualitario» de las provincias, de
carácter posiblemente inconstitucional, al establecer que todas las provincias
tienen derecho a elegir al menos un número fijo de diputados que se añaden a los
elegidos en virtud de la proporción poblacional. Mediante esta modificación toda
provincia argentina envía a la Cámara de Diputados al menos cinco
representantes. Igualmente, la ley electoral estipula la existencia del umbral
mínimo del 3 por 100 a nivel provincial. Las listas de candidatos para la Cámara
de Diputados son cerradas y bloqueadas. Los diputados son elegidos para un
mandato de cuatro años, renovándose por mitades cada dos años.
Las elecciones en el ámbito provincial —gobernadores, diputados
provinciales y senadores provinciales— se regulan por una normativa electoral
de carácter autónomo propia para cada provincia. No obstante, predominan los
grandes criterios de la legislación electoral nacional, esto es, la representación
proporcional, la fórmula D’Hondt y el umbral electoral del 3 por 100. Aunque,
por ejemplo, en Catamarca, Salta y San Luis los senadores provinciales se eligen
a razón de uno por departamento a mayoría simple y en Santiago del Estero y
Tucumán en los cargos de representación provincial se sigue manteniendo la ley
Sáenz Peña atenuada. La reforma constitucional de 1994 permitió por primera
vez la elección directa del intendente de Buenos Aires.
El sufragio es universal para los mayores de dieciocho años, igual, secreto y
obligatorio. En 1991 se aprobó la ley de cupo femenino, primera en América
latina de esta naturaleza, por la que se establecía un piso mínimo del 30 por 100
de participación femenina en las listas electorales.
Aunque en 2012 se reformó nuevamente el Código Electoral para ampliar el
voto a los argentinos nativos y por opción desde los 16 años, así como los
argentinos naturalizados desde los 18 años. Esta medida ha sido criticada por
sectores opositores al considerarse que la ampliación de la base electoral
favorece a la Presidenta Cristina Fernández en caso de optar a una segunda
reelección. Esta reforma también incluyó la creación de una nueva tarjeta para
votar que remplaza al DNI y establece nuevas sanciones a las personas que no
votan, en especial, a los funcionarios públicos quienes podrían ser sancionados o
cesados en el trabajo.
En octubre de 2009, y aprovechando la mayoría parlamentaria de la que
todavía gozaba el oficialismo, se sancionó la Ley 26.571 llamada Ley de
Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad
Electoral, que instituyó las elecciones primarias abiertas, simultáneas y
obligatorias (PASO) además de introducir modificaciones a la Ley Orgánica de
Partidos Políticos, la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos, y el
Código Electoral Nacional.
Las PASO obligan a todos los partidos políticos a abrir en el mismo día el
proceso de selección interna de sus candidaturas e introducen también la
obligatoriedad para los ciudadanos. Por tratarse de una ley nacional en un
sistema federal de gobierno, rige solo para la selección de candidaturas
nacionales, si bien cuatro provincias se adhirieron a esta ley —Buenos Aires,
San Luis, Entre Ríos y San Juan— sometiendo al mismo procedimiento la
selección de candidatos a todos los cargos que se eligieron en octubre de 2011 en
dichas provincias.
El procedimiento para votar consiste en la emisión de un único voto por cada
categoría de cargos: Presidente y Vicepresidente, Senadores Nacionales,
Diputados Nacionales, y los demás cargos provinciales y municipales que se
elijan en las provincias que se adhirieron a la ley. En todos los casos, se puede
elegir una boleta completa o cortar boleta por categoría de cargos, tanto entre
listas internas de un mismo partido como entre listas de partidos diferentes; pero
no debe elegirse más de una opción para una misma categoría, porque de esa
forma el voto es considerado nulo.
En lo que se refiere a la Justicia Electoral, el Juzgado Federal número 1 de
cada provincia tiene a su cargo la competencia electoral. Estos jueces están
asistidos por una Secretaría Electoral, y en caso de controversias, existe una
segunda instancia de apelación que es la Cámara Nacional Electoral. Dicha
Cámara, tiene competencias además para aceptar y declarar la caducidad de los
partidos políticos, llevar el registro de afiliados, y administrar todo lo
correspondiente al voto de los extranjeros en el exterior; sumado a otras
competencias otorgadas por la Ley de Financiamiento de los Partidos Políticos
(n.º 26.215). A la vez la administración de las elecciones recae sobre el
Ministerio del Interior, que a través de la Dirección Nacional Electoral (DINE)
es responsable de programar, organizar y ejecutar las tareas que la legislación le
asigna en materia electoral y de partidos políticos.

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

Desde la perspectiva del último siglo, cabe señalar que es en la década de


1890 cuando aparecen dos agrupaciones que se aproximan al concepto moderno
de lo que es un partido político a pesar de todo lo que todavía pudiera faltarles.
Una de ellas fue la Unión Cívica Radical (UCR), que surgió en 1892, y la otra
fue el Partido Socialista (PS), organizado en 1896. Estos dos partidos serían los
que en la primera década de siglo reclamarían libertad electoral a quienes
ocupaban el gobierno como meros representantes de la oligarquía. De esta
forma, y fruto de su presión en 1912, como ya quedó señalado, obtuvieron la
inscripción censal obligatoria y la sanción de normas detalladas que
garantizarían la libertad electoral.
Sin embargo, esta temprana aparición, equiparable a la de otras sociedades
occidentales, no consiguió consolidar las bases de un sistema de partidos fuerte
sobre el que evolucionara la democracia liberal. En breve plazo quedó de
manifiesto la tendencia de la UCR a convertirse en un movimiento bajo la
Presidencia de Yrigoyen; el yrigoyenismo se tipificó en su doble carácter de
producto de la modernización capitalista y de movimiento popular de reacción
contra las formas que esa modernización asumía. Por otra parte, la izquierda,
tanto socialista como comunista, pugnó entre sí en multitud de aspectos
igualmente extraños a los verdaderos problemas del país y a la percepción de los
mismos por parte del pueblo, hecho que explicaría su incapacidad para entroncar
con los grandes movimientos populares argentinos del presente siglo.
Otros dos factores que deben tenerse en cuenta para entender la debilidad del
sistema de partidos políticos se refieren a los muy distintos significados de los
lapsos en que se registra una competencia partidista plena o restringida (1916-
1930, 1932-1943, 1946-1955, 1957-1966, 1973-1976 y 1983), así como a sus
constantes interrupciones, y a la existencia de un sistema de gobierno
presidencialista que potencia el personalismo caudillista del Presidente en
detrimento de la actividad parlamentaria y su corolario, que sería la actuación de
los grupos parlamentarios, verdaderos motores del quehacer partidista.
El movimiento generado en torno a Juan Domingo Perón y las elecciones de
1946 supusieron un punto de inflexión en el sistema de partidos argentino que
arrastra sus consecuencias hasta la fecha. Puede mantenerse que, a pesar de
proscripciones, paréntesis autoritarios y con la excepción del corto periodo
1983-1987, el Partido Justicialista ha sido, según las épocas, un partido
predominante o hegemónico en la vida política argentina, de suerte que en la
mayoría de las elecciones sus votantes alcanzaron el 50 por 100 del censo
electoral. Durante el régimen peronista de 1946-1955, el sistema de partidos
tendió permanentemente a una semiexclusión de los partidos de oposición, que
se reflejó tanto en la reducción de los espacios institucionales que podía ocupar
la oposición como en la imposición de restricciones a su capacidad de apelar al
apoyo popular. El periodo de 1958-1966 concibió un sistema de partidos en el
que el peronismo estuvo proscrito y diseñó fórmulas de neoperonismo
encubierto; la aplicación del sistema electoral proporcional desde 1963 no tuvo
efectos importantes sobre el sistema de partidos.
NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS LEGISLATIVOS

1983 1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009 Media

2,2 2,4 2,7 2,8 3,2 2,9 2,9 3,2 3,5 3,4 3,5 4,2 3,6 6,1 3,3

FUENTE: Elaboración propia.

Sin embargo, a pesar de una cifra de afiliados que sobrepasa los tres millones,
es también dudosa su conformación estricta en un partido político. Se define más
propiamente como partido movimentista frente a la UCR, que cuando ha
ocupado la oposición ha actuado con una lógica más partidista. El actualmente
llamado Partido Justicialista se denominó en sus inicios Partido Laborista y
después, simplemente, Partido Peronista. En los tres casos, la Confederación
General de Trabajadores (CGT) ha liderado al movimiento político peronista, de
manera que durante mucho tiempo se ha tendido a asociar los conceptos de
peronismo-justicialismo con las instituciones y prácticas sindicales y con una
CGT controlada por dirigentes de esa orientación; en cambio, el partido por lo
general ocupó un discreto segundo plano en relación con la rama gremial del
movimiento. Por otra parte, desde 1973 se constata que el Partido Justicialista
conforma frentes electorales con fuerzas políticas afines, pero de escasa
relevancia electoral; así ocurrió en 1973 y 1983 con el Frente Justicialista de
Liberación (FREJULI) y en 1989 con el Frente Justicialista Popular (FREJUPO).
El Partido Justicialista, tras las derrotas electorales de 1983 y de 1985, sufrió
un debate interno que le hizo plantearse diferentes estrategias tendentes a su
renovación, dejando para ello la vía movimientista y de estricta estrategia
sindical. Fruto de este cambio doméstico, por primera vez en su historia se
eligieron los candidatos del partido a Presidente y Vicepresidente de la Nación
en una «interna partidaria», resultando así elegidos en julio de 1988 la
candidatura Menem-Duhalde para las elecciones del año siguiente frente a la
liderada por el también renovador Antonio Cafiero acompañado por el político
cordobés José Manuel de la Sota.
El electorado peronista se sitúa principalmente en sectores populares y
trabajadores de las grandes conurbaciones y, más mayoritariamente aún, en las
provincias del interior donde el apoyo porcentual es mayor. Su programa
continúa manteniendo un fuerte discurso retórico basado en los míticos Perón y
Evita y en sus pretendidas realizaciones, con elementos nacionalistas y de
moderado intervencionismo estatal en la economía. Sin embargo, a partir de
1990, la tradición programática populista y estatista se interrumpió bruscamente
al seguir la senda esbozada por Menem para confrontar el proceso
hiperinflacionario y la crisis sistémica derivada de la quiebra del modelo
estadocéntrico, sin que por ello dejaran de permanecer fieles sus bases
tradicionales. Los gobiernos de Kirchner y de Fernández de Kirchner
significaron una vuelta a la retórica populista y nacionalista.
ELECCIONES A LA CÁMARA DE DIPUTADOS 1983-2011
(% sobre votos válidos)

1 Elecciones Convencionales Constituyentes Nacionales.


2 En 1985 se trata fundamentalmente de partidos regionalistas de centro derecha que recogieron gran parte
del voto peronista, al presentarse el justicialismo dividido.
3 En 1985 Alianza Unidad Socialista, Frente del Pueblo, Partido Obrero y Partido Socialista Popular.

FUENTE: ALCÁNTARA SÁEZ, Manuel: Cuadernos de CAPEL, 26, 1988; Ministerio del Interior de la
República Argentina, División Banco de Datos Cuantitativos, Dirección de Información Parlamentaria.
Observatorio de Instituciones Representativas, OIR http://americo.usal.es/oir/legislatina/argentina.htm

El sistema de partidos políticos argentino giró de una posición bipartidista a


otra de pluralismo moderado en el que los polos venían definidos por el
peronismo a la derecha, el FREPASO en la izquierda y el radicalismo en el
centro de acuerdo con los cuadros anexos del número efectivo de partidos
legislativos y de ubicación partidista. Con la instalación de la Alianza, como se
verá más adelante, parecía conformarse un sistema bipolar clásico de centro-
derecha y centro-izquierda. Actualmente, se habla de un sistema de partidos de
partido dominante debido al declive de la UCR y al éxito de los movimientos y
frentes del justicialismo. En la década de 1980 dos partidos absorbieron por
encima del 80 por 100 de los sufragios emitidos, circunstancia que cambió
radicalmente a partir de 1989 cuando el segundo partido, la UCR, empezó a
perder el fuerte caudal de votos que tuvo en los comicios de 1983 y 1985 cuando
se situó como el partido mayoritario de la sociedad política. De esta suerte su
potencial electoral volvió a situarse en la franja del 25 por 100 al 30 por 100 de
los votos, alcanzada en la década de 1960. Sin embrago, en los últimos años su
participación en el Congreso se ha visto mermada. La vocación política de la
UCR, fiel a sus orígenes krausistas, ha intentado asociarse a su capacidad de ser
una suerte de «conciencia moral» de los argentinos. Su electorado de clases
medias y altas, se centraba mayormente en Córdoba, donde el voto tenía un
componente cautivo, y en menor medida en la Capital Federal. En términos
ideológicos, durante la década de 1980 estuvo dominado por su tendencia más
progresista, la liderada por Raúl Alfonsín, denominada Movimiento de
Renovación y Cambio.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA EN 1998 Y EN 2007
(1 = izquierda, 10 = derecha)

1998 2007

PJ UCR FREPASO PJ UCR


Ubicación ideológica de su partido político 5,2 4,6 3,6 4,4 5,6

(n) 20,0 17,0 11 55,0 10,0

Ubicación ideológica por los otros partidos 7,1 5,5 3,9 4,8 6,1
(n) 46,0 55,0 58,0 54,0 100,0

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político? ¿Dónde situaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR, Universidad de Salamanca.

La lógica movimientista del peronismo polarizó a la sociedad política


argentina de manera que su oposición política ha estado aglutinada en numerosas
ocasiones bajo el manto del «antiperonismo». Esta situación maniquea tiene
todavía una serie de efectos negativos en los patrones de cultura política, más
allá de la morigeración paulatina que ha existido en los últimos tiempos con
relación a los polos que ahora definen el nuevo antagonismo «kirchnerismo-
antikirchnerismo». A pesar de ello el sistema de partidos ha tendido a generar
una situación de bipartidismo imperfecto. Esto es, aparecen terceros partidos que
llegan a tener presencia parlamentaria y cuya tipología muestra un
comportamiento triple, por ejemplo: la derecha neoliberal se articuló en un
partido de ámbito nacional, la Unión de Centro Democrático (UCeDé), y en
distintos partidos de ámbito provincial; sus raíces eran autoritarias, su electorado
de clase media y alta y, en un principio, su proyecto era retomar los viejos
principios liberales de la Constitución de 1853 y volver a encontrar el puesto de
liberalismo político de antes de 1946. El líder fue Álvaro Alsogaray. Sin
embargo, con la llegada de Menem al poder y el giro dado por éste a la política
económica del gobierno peronista, la identificación entre la UCeDé y el Partido
Justicialista fue una de las transformaciones más significativas acaecidas en la
arena política argentina. En la medida en que el electorado de la UceDé
observaba el giro de sus dirigentes hacia el peronismo, la inclusión de algunos
líderes prominentes del partido en el gobierno y las luchas internas por el
liderazgo partidista, la UceDé fue perdiendo relevancia electoral. Otra novedad
partidista, desde la derecha neoliberal fue el Movimiento por la Dignidad y la
Independencia (MODIN), grupo que puso en marcha el Teniente Coronel
golpista Aldo Rico en 1991. El importante ascenso que tuvo el MODIN inició
también una curva descendente. El acercamiento y apoyo de Aldo Rico al
gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, para que lograra
su reelección a través de la reforma de la Carta Fundamental de la Provincia,
mostró también a un partido en camino de diluirse al estrechar sus lazos con el
peronismo. Paralelamente a estos grupos políticos en ascenso, se encuentran
aquellas formaciones de las décadas de 1950 y 1960 que han estado a punto de
desaparecer del Congreso: el Partido Demócrata Cristiano, el Movimiento de
Integración y Desarrollo (MID) y el Partido Intransigente; y aquellas otras de
carácter provincial que han desempeñado un papel decisivo a la hora de
establecer pactos legislativos en el Congreso como son el partido Demócrata de
Mendoza, el Movimiento Popular Jujeño, el Movimiento Neuquino y el Pacto
Autonomista Liberal de Corrientes. Finalmente, los partidos de la izquierda, de
carácter extraparlamentario a lo largo de la década de 1980 con la excepción de
un diputado, procedente del sector trotskista en la Cámara de Diputados bajo las
siglas de la Alianza de Izquierda Unida, no consiguieron afincar una presencia
nítida y de peso en el entramado político-institucional. Por otra parte, la Alianza
de Izquierda Unida inauguró una forma de expresión democrática, que más tarde
sería obligatoria por ley, al poner en marcha, para los comicios de 1989,
elecciones primarias abiertas para la nominación de su candidatura presidencial.
COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS 1983-2001
(n.º de escaños)
Partido 1983- 1985- 1987- 1989- 1991- 1993- 1995- 1997- 1999-
1985 1987 1989 1991 1993 1995 1997 1999 2001

Partido Justicialista 111 101 103 122 117 126 133 119 101

Unión Cívica Radical 129 129 113 90 84 84 68 68 85


Frente País Solidario 26 38 39
Unión de Centro
2 3 7 11 10 5 2 3
Democrático
MODIN 3 7 4

Acción por la
12
República
Partido intransigente 3 6 5 3 1 1

Otros 9 15 26 28 42 34 24 29 20

Total 254 254 254 254 257 257 257 257 257

FUENTE: Centro de Estudios para la Nueva Mayoría y Ministerio del Interior.

COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS 2001-2013


(n.º de escaños)

2001- 2003- 2005- 2007-


Partido 2009-2011 2011-2013
2003 2005 2007 2009

Partido Justicialista 116 129 30 29 8


Unión Cívica Radical 71 45 40 24 42 16
Frente para la Victoria (PJ) 115 128 86 50

Frente País Solidario 17

Unión de Centro
1
Democrático

MODIN
ARI 17 10 14 27*

Acción por la República 9

P. Socialista 6 5 10 5

Propuesta Republicana 11 9 11

Coalición Cívica 19 12
Partido Intransigente

Otros 1 27 66 42 84 69 39

Total 257 257 257 255 256 130

FUENTE: Observatorio de Instituciones Representativas, OIR.


http://americo.usal.es/oir/legislatina/argentina.htm.

En la segunda mitad de la década de 1990 el centro-izquierda adquirió una


presencia relevante gracias a la emergencia del Frente Grande, en cuya creación
el peronismo crítico del menemismo, que estimaba que éste había abandonado la
lucha por la justicia social, fue el eje fundamental al cual se adhirieron
expresiones del socialismo y del progresismo. De la parte del peronismo crítico,
la presencia más articulada se expresó de la mano del «grupo de los ocho» o
fracción disidente dentro del bloque justicialista en la Cámara de Diputados
dirigida por el diputado Carlos Chacho Álvarez. El Frente Grande obtuvo su
primer éxito electoral en los comicios legislativos de 1993 y, al limar parte del
rédito electoral de la UCR, amenazó en convertirse en la fuerza política
opositora más importante al oficialismo menemista. En este ámbito, se gestó en
diciembre de 1994 el «Frente por un País Solidario» (FREPASO) para articular
una candidatura presidencial que se pudiera enfrentar a Menem en las elecciones
del año siguiente. El FREPASO quedó constituido por el Frente Grande, el PAIS,
formación partidista dirigida por el ex peronista José Bordón, los socialistas y un
grupo de militantes radicales dirigidos por Carlos Raimundi. Con una plataforma
basada fundamentalmente en la moralidad, la confederación de partidos que
significaba el FREPASO se situó en el segundo lugar en las elecciones
presidenciales de mayo de 1995.
Con motivo de las elecciones legislativas de octubre de 1997, y en miras a las
presidenciales de 1999, se produjo la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la
Educación entre la UCR y el FREPASO, constituyéndose en el espacio de
centro-izquierda del arco político partidista con capacidad de derrotar al
menemismo en las urnas. La dirección de la Alianza estuvo a cargo de un
quinteto integrado por los líderes del FREPASO, Graciela Fernández Meijide y
Carlos Chacho Álvarez, y por la UCR, el expresidente Raúl Alfonsín, Fernando
de la Rúa, primer Jefe de Gobierno electo de la ciudad autónoma de Buenos
Aires, y Rodolfo Terragno, presidente de la UCR en el momento de conformarse
la Alianza. La Alianza obtuvo un resonante resultado electoral en los citados
comicios de 1997 y, a partir de entonces, como ya se ha señalado, la discusión
sobre la candidatura presidencial ocupó el centro del debate interno. En cuanto al
Partido Justicialista, finalmente no se llevaron a cabo elecciones internas para
decidir la candidatura presidencial del partido siendo nominados el gobernador
de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, y el senador por Tucumán y ex gobernador,
Ramón Ortega. Al considerar el nivel provincial de la política argentina, el
sistema de partidos sufre un cambio significativo, toda vez que desde esa
perspectiva desde 1993 hasta la fecha el Partido Justicialista tiene un
comportamiento indiscutiblemente mayoritario, alcanzado en el periodo que se
inició en 1987 una posición hegemónica.
COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE SENADORES 1995-2011
(n.º de escaños)

Partido 1995 1999 2001 2003 2005 2007 2009 2011

Partido Justicialista 39 37 40 38 3 13
Unidad Cívica Radical 18 19 25 15 15 7 3

Frente por la Victoria (PJ) 41 36 16

Acuerdo Cívico 23
Movimiento Popular Neuquino 2 2 2 2 2

Movimiento Popular Fueguino 2 2

FREPASO 1 1 1
ARI 1 2

Autonomista de Corrientes 1 1

PANU 1

Liberal de Corrientes 1 1
Cruzada Renovación San Juan 1 1 1 1

Fte. Cívico y Social 1 1 2

Fuerza Republicana 1 1 1 2 2

Renovación Salta 1 1 1

Pci. Sta Cruz Part. Justicialista 1

Sin especificar 3 2 11 8 8 13 5
Total 72 72 72 72 72 30 72 24

FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas, OIR.

El intento de recomposición de la UCR de cara a las elecciones de 2003 pasó


por unas elecciones primarias para dilucidar sobre el candidato presidencial que
enfrentó a Rodolfo Terragno con Leopoldo Moreau y en las que aquél acusó a
éste de manipular los resultados contribuyendo a reavivar la nefasta imagen de la
clase política ante los ciudadanos. Los comicios sucesivos vieron la práctica
desaparición del radicalismo como el polo al que acudían todos los
antiperonistas, ello se vio reforzado con el traspaso de figuras relevantes del
radicalismo a las filas del oficialismo peronista en los gobiernos de Néstor
Kirchner y de Cristina Fernández, conocidos como «radicales K». El radicalismo
quedaba convertido en un erial ideológico y en un polo sin liderazgo con luchas
internas muy fuertes.
La llegada de Cristina Fernández al poder y su posterior reelección ha
significado la consolidación del kirchnerismo tanto a nivel nacional como
provincial. La presidenta, al igual que su antecesor ha logrado tejer una red de
apoyo importante de movimientos afines. Este proceso ha sido acompañado por
el declive electoral del que hasta hace unos años fue el polo que conformaba el
singular bipartidismo argentino, la UCR. El espacio dejado por este partido ha
sido ocupado por pequeñas formaciones regionales y por coaliciones de
pequeños partidos.
NÚMERO DE GOBERNACIONES EN PODER DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Partido 1983-1987 1987-1991 1991-1995 1995-1999 2003 2007 2011

Partido Justicialista 12 17 14 14 14 13 16
Unión Cívica Radical 7 2 4 5 4 2 0

Otros partidos 3 3 5 4 5 7 6

Total 22 22 23 23 23 22 22

FUENTE: Centro de Estudios para la Nueva Mayoría. Atlas Electoral de Andy Tow
http://towsa.com/andy/totalpais/index.html
2. LAS CORPORACIONES COMO ACTORES POLÍTICOS

2.1. Los sindicatos

La tradición de movilización y de participación sindical en Argentina está


muy ligada a los movimientos migratorios de finales del siglo pasado y
principios del presente. La llegada de un proletariado, básicamente español e
italiano, contribuyó al surgimiento de organizaciones fundamentalmente de
inspiración anarquista y también de influencia socialista. Las presiones sobre el
sistema económico dieron origen a profundas acciones represivas en las que
intervinieron tanto gobiernos conservadores (la represión del 1.º de Mayo de
1909) como del gobierno de Yrigoyen (la Semana Trágica de 1919 y los sucesos
de la Patagonia).
No obstante, es a partir de mediados de la década de 1940 cuando el
movimiento sindical experimentó una fuerte expansión que hizo pasar el número
de afiliados en la Confederación General del Trabajo (CGT) de 577.000 en 1946
a 2.256.000 en 1954; esta expansión fue paralela a su integración dentro del
aparato estatal y constituyó el elemento indispensable y explicativo del avance
del movimiento peronista.
Cuando el peronismo fue desalojado del poder político en 1955 y proscrito
hasta 1973, la CGT intentó llenar, con éxito, el vacío político generado en la
nueva situación, desarrollando inclusive formas autónomas de presión frente al
poder con respecto a la dirección de su movimiento por Perón. El líder
sindicalista Augusto Vandor gestó un quehacer en el seno de la corporación
obrera que reforzó sus pautas, suscitadas bajo el primer gobierno peronista. Así,
prosiguió sus contactos con el Estado para que, bajo su tutela, se defendieran las
conquistas sociales (fundamentalmente numerosas obras sociales controladas por
la CGT y los salarios) y se reforzaran las prerrogativas de los cuadros dirigentes
sindicales, tremendamente burocratizados, frente a cualquier intento de
descentralización que surgiera del mundo obrero. Poco a poco se fue
consolidando un sistema político que iba a dificultar la institucionalización de
los acuerdos y los conflictos. A partir de 1973, esta conducta se repitió bajo el
propio régimen peronista, en el que la CGT convocó una huelga general en julio
de 1975, en menor medida bajo el régimen militar, cuando el sindicato estuvo
intervenido, y más intensamente en la época del gobierno de Raúl Alfonsín, que
fue acosado en sus cinco años y medio de duración por catorce huelgas
generales. En general, se constata el desequilibrio entre un poder sindical fuerte
durante gobiernos constitucionales y uno débil durante gobiernos autoritarios.
Este desequilibrio tiene que ver mucho más con la falta de poderes
compensadores procedentes del sistema político y del poder económico
empresarial que con su propia capacidad de acción organizativa.
Como ya ha quedado señalado, la pugna entre sindicatos y gobierno fue
especialmente tenaz durante el gobierno Alfonsín. Al comienzo del mismo, la
CGT no se había recuperado de la derrota electoral ni de las repercusiones del
denominado «pacto sindical-militar» descrito más arriba. A lo largo de 1984, el
gobierno radical intentó desalojar a la elite sindical peronista tradicional
mediante la puesta en marcha de un proyecto de ley de «democratización
sindical» («Ley Mucci») por el que se designaban «veedores» del Ministerio de
Trabajo (interventores de hecho) para convocar las elecciones y se determinaba
un régimen de elecciones proporcional. Después de ser aprobado en la Cámara
de Diputados, el proyecto fue rechazado por un voto en el Senado, donde los
peronistas, por su triunfo en las provincias del interior, tenían tan exigua
mayoría. Ésta fue la primera gran derrota política del gobierno radical. La
relación entre el gobierno y los sindicatos estuvo caracterizada a partir de ese
momento por las siguientes notas: el gobierno aceptó la realidad peronista de los
sindicatos, fórmula bajo la que actuaba la —políticamente herida— dirección
justicialista; el líder de la CGT, Saúl Ubaldini, configuró una corriente que
reivindicaba la autonomía de la CGT frente al PJ y formulaba una estrategia
«contestataria» al gobierno; el gobierno mantuvo el tradicional sistema de
ajustes salariales periódicos, resistiéndose a restablecer el régimen de
negociaciones colectivas; la CGT concentró su presión sobre el gobierno para
exigirle que ejerciese a su vez presión sobre los empresarios, de ahí las catorce
huelgas producidas, toda vez que el movimiento sindical argentino, dentro de su
tradición de «factor de poder», consideraba que su interlocutor-adversario era el
Estado y trataba de eludir los conflictos con el sector empresarial privado. El
gobierno de Alfonsín intentó penetrar en uno de los sectores más pragmáticos
del sindicalismo, el llamado Grupo de los 15 (que controlaba importantes
sindicatos de la industria privada y empresas públicas), nombrando en 1987
Ministro de Trabajo a uno de sus dirigentes, José Rodríguez, sin resultados
relevantes y, finalmente, en diciembre de 1988 y enero de 1989, el Congreso
Nacional aprobó las nuevas leyes de Asociaciones Sindicales y de Negociación
Colectiva y el nuevo reglamento de Obras Sociales y Seguro Nacional de Salud,
con las que el movimiento sindical lograba grandes conquistas en materia de
legislación del trabajo.
La Ley de Asociaciones Sindicales otorgaba una considerable capacidad de
decisión a las direcciones nacionales de los sindicatos para recaudar fondos,
convocar asambleas, controlar la competencia electoral e intervenir en los
organismos locales y de base; instituía y posibilitaba el voto a lista completa de
los dirigentes, la eliminación de las minorías del gobierno de las entidades, y
establecía restricciones a la presentación de listas opositoras. Por su parte, la Ley
de Negociación Colectiva establecía la capacidad de las direcciones nacionales
de los sindicatos para negociar con los empresarios los convenios colectivos en
cada rama de actividad; los convenios, para su validez legal, deberían estar
homologados por el Estado, esto es, requerían la aprobación oficial para su
vigencia plena y, por otro lado, se facultaba a las direcciones nacionales la
discusión de los convenios, quedando librado a su decisión la consulta en los
niveles locales de los sindicatos.
A pesar de que la CGT celebró su Congreso Normalizador en 1986 y que este
tipo de evento no se realizaba desde 1945, las pautas de actuación tradicionales
de este sindicato no cambiaron. En el Congreso no hubo debate de ningún tipo y
solo se justificó su convocatoria para la elección por aclamación de una sola lista
de su Consejo Directivo y su Secretariado. Sus rasgos de sindicalismo antiguo se
centraban en la inexistencia de un programa económico alternativo; no se
preocupaba de problemas laborales, como condiciones y medio ambiente de
trabajo, participación de los trabajadores en la gestión de la empresa, políticas de
empleo y de instalación de nuevas tecnologías. Se trataba de un sindicalismo
«reclamacionista», circunscrito a reinvindicaciones (reclamos) salariales y al
mantenimiento de un fuerte sistema de obras sociales, extremadamente
clientelar, pero no preocupado en asociar las reivindicaciones sindicales con el
futuro económico de las empresas. La etapa de confrontación con el gobierno de
Alfonsín dio paso a otra de pasividad-negociación con el gobierno de Menem.
Esta última contempló como las diferentes estrategias seguidas producían
fracturas en el movimiento sindical. De esta manera surgió la Confederación de
Trabajadores Argentinos (CTA), liderada por Víctor de Gennaro, que se separó
de la CGT y que está integrada mayoritariamente por sindicatos del sector
público y, en su condición de brazo sindical del FREPASO, claramente opuesta
al gobierno de Menem, y el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA),
liderado por el histórico dirigente del peronismo Ubaldini. Los intentos de
desregularización de las Obras Sociales en manos de los sindicatos fueron el
principal caballo de batalla auspiciador de movilizaciones sindicales contra el
gobierno de Menem que, a pesar de la introducción de legislación sobre
flexibilidad laboral, de la precariedad en el empleo y de la galopante deuda
social creada, nunca llegaron a tener la virulencia que alcanzaron contra
Alfonsín ya que, de hecho, la primera huelga general convocada por la CGT no
se produjo sino a los tres años y medio de llegar los peronistas al poder, en
noviembre de 1992. De hecho, existió una clara diferencia en el número de
huelgas entre el primer y el segundo gobierno de Menem, por cuanto que en el
primero, entre 1989 y 1995, se dieron tres huelgas, mientras que solamente entre
1996 y agosto de 1997 se produjeron cinco.
La pérdida de relevancia como actor político de los sindicatos ha sido uno de
los rasgos que han definido la década de 1990 y que solamente ha contemplado
el surgimiento de la citada Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que creció
y se consolidó en la oposición durante la década menemista. La CGT vivió
momentos duros a lo largo de 2000 cuando, con motivo de la reforma laboral
auspiciada por De la Rúa, el sector de Hugo Moyano, liderando el Movimiento
de los Trabajadores Argentinos (MTA), plantó cara al oficialismo de Rodolfo
Daer quebrando a la histórica Central. Desde entonces podía hablarse de una
CGT oficial y de una CGT disidente. A la paulatina desafiliación, fruto del
incremento del desempleo, de la precariedad sindical, de las divisiones internas
de los sindicatos y de la pérdida de su prestigio, se debe añadir la circunstancia
de que la acción colectiva ha tomado sendas de carácter más autónomo y
espontáneo, proyectándose en movilizaciones sociales como respuesta a las
políticas de austeridad. Algunas de estas expresiones, como la acontecida en
Santiago del Estero en diciembre de 1993, tuvieron una expresión violenta,
saldándose las mismas con las muertes de manifestantes. Tras la crisis de 2001
en que la protesta social terminó articulándose en el Bloque Piquetero Nacional,
la CTA ha ido aglutinando el apoyo de las organizaciones defensoras de los
derechos humanos, las asambleas barriales, los movimientos de jubilados y
desempleados y del mismo Bloque Piquetero. Sin embargo, existen formaciones
no integradas como es el caso de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) de
Juan Carlos Alderete, una de las organizaciones de piqueteros más activas.
La relación de los sindicatos con la actual presidenta, Cristina Fernández, ha
sido compleja. Los dos principales sindicatos del país —la CGT y la CTA— han
sufrido un proceso similar a los partidos, es decir, se han dividido en torno al
apoyo al gobierno. El sector moyanista de la CGT, se fue alejando del gobierno
debido a desacuerdos en torno a temas como a las negociaciones salariales, a las
asignaciones familiares y al del umbral del mínimo no imponible al impuesto a
las ganancias. Hugo Moyano, presidente del sindicato y vicepresidente del
Partido Justicialista en la Provincia de Buenos Aires denunció públicamente la
falta de diálogo de la presidenta, aludiendo a su vez, el cambio de posición frente
a los sindicatos de ésta respecto al expresidente Néstor Kirchner. La situación
llegó a tal punto que Moyano renunció al Partido Justicialista como muestra del
descontento con el gobierno, este líder sindical ha creado un partido político
llamado Partido por la Cultura, la Educación y el Trabajo (PCEyT) con el fin de
competir en las elecciones de 2013, esta formación se presenta como «alternativa
superadora del kirchnerismo». En la CTA se da una situación parecida, un sector
se ha alejado del gobierno y se han afiliado a otros partidos de la oposición,
mientras que una parte importante continúa apoyando la gestión de Fernández.
El último desencuentro entre el gobierno y los sindicatos ha sido a raíz de la
decisión de la Presidenta de congelar los precios en los supermercados durante
dos meses.

2.2. Las organizaciones empresariales

En cuanto a las corporaciones empresariales, cabe señalar que la historia


económica argentina se ha caracterizado por la generación de un fuerte
excedente propiciado por la renta agraria entre 1860 y 1930 y que a partir de la
crisis de 1929 esta renta decreciente suscitó una obsesión en la mayoría de los
gobiernos tendente a desarrollar políticas de industrialización sustitutiva que
generaron una industria «hacia adentro» tremendamente subsidiada y
dependiente de insumos exteriores. En este marco, desde el ámbito empresarial
se van a ir enfrentando los intereses del sector agropecuario con los del sector
industrial. Ambos pugnaban por influir en la política económica del gobierno de
turno así como por estar protegidos —mediante diferentes estrategias, a veces
contrapuestas— por el Estado.
La Sociedad Rural Argentina, que engloba y mediatiza los intereses
agropecuarios, tradicionalmente se ha mostrado favorable a un dólar
sobrevaluado que beneficiara sus exportaciones. Contrariamente, la Unión
Industrial Argentina ha cifrado sus expectativas en un fuerte proteccionismo
arancelario y en la tutela del Estado mediante la contratación privilegiada con el
mismo.
Las corporaciones económicas desempeñaron un papel más destacado en las
épocas de autoritarismo militar. Los planes económicos tanto de Krieger Vasena
en l967 como de Martínez de Hoz en 1976 fueron instrumentos selectivos que
beneficiaron a sectores concretos de la economía argentina.
En los últimos años de gobierno democrático la tendencia a la privatización y
a la pérdida de protagonismo del Estado es un sentimiento comúnmente
compartido por la mayoría de los partidos políticos. Sin embargo, esta
inclinación se produce en un país donde el capital privado nacional ha alcanzado
un grado de desarrollo relativamente bajo, función que ha sido cumplida en
forma predominante por la inversión extranjera. De ahí las implicaciones que la
parálisis originada en la entrada de capitales exteriores por la crisis de la deuda
externa comportó a la economía argentina. Solamente después del segundo año
del gobierno de Menem esta crisis se vio superada cuando se abrió la
privatización en los sectores de las comunicaciones, las telecomunicaciones, la
energía y los recursos naturales y se renegoció, con éxito, en abril de 1992, la
deuda externa como parte del Plan Brady. Por otra parte, las grandes
corporaciones económicas apoyaron desde el inicio la gestión de este gobierno.
La inclusión primero de Miguel Roig y luego de Néstor Rapanelli, ambos
representantes de la multinacional de origen argentino Bunge y Born, como
Ministros de Economía, pero sobre todo la de Domingo Cavallo en dicho cargo a
partir de enero de 1991, fueron garantía plena de que el mundo empresarial y el
gobierno caminaban en la misma dirección. Ya en marzo de 1991 Cavallo
alcanzó un «pacto fiscal» con dos de las principales organizaciones agrarias del
país (la Sociedad Rural Argentina y la Confederación Rural Argentina) para
estimular las exportaciones agrícolas, y en octubre del mismo año Menem
firmaba un decreto, con gran consenso empresarial, por el que se anulaban las
medidas clásicas de proteccionismo económico y comercial.
El corporativismo ha sido durante bastante tiempo el más grave problema de
Argentina, ya que los diferentes grupos de interés, por su configuración y su
tradición histórica, no se prestaban al debate y a la legitimación democrática. Si
bien el gobierno de Alfonsín no supo conciliar los distintos intereses y, lo que
fue más grave, en los intentos de satisfacerlos, cuando las presiones se hicieron
insoportables, sucumbió y ahogó su propia iniciativa política, consiguió
restablecer la confianza en la institucionalidad democrática.
3. LAS FUERZAS ARMADAS

Aunque a lo largo de la década de 1990 las Fuerzas Armadas han estado


sometidas al poder civil, éste no fue su proceder durante el largo medio siglo
anterior en el que sirvieron de canalización interpuesta y propia del
comportamiento político de sectores significativos argentinos. De esta manera
cabe señalar que la institución militar, como corporación desencuadrada de su
función constitucional desde 1930, ha mantenido en su seno profundas
divergencias que se han extendido hasta finales de la década de 1980,
desempeñando un papel político fundamental. De una forma u otra la escisión en
las Fuerzas Armadas ha estado presente en todo momento, aunque su existencia
no haya comportado serios enfrentamientos internos.
Básicamente han sido tres los elementos en litigio en el ámbito castrense.
Estos elementos, que a veces se han superpuesto en el tiempo son: la actitud
frente al nacionalismo, la actitud frente al peronismo y la actitud institucional.
En todos los casos, las Fuerzas Armadas argentinas también tienen que ser
examinadas a la luz de diferencias notables entre las armas e incluso los cuerpos
distintos que las integran. El estereotipo de la corriente dominante de las mismas
podría conformarlas como nacionalistas, antiperonistas, de difícil integración
constitucional, con propensión a presentarse como la única institución sólida y
permanente, dominadas por la caballería y con intervención en momentos
decisivos de la marina donde ha predominado el sector más liberal dentro de las
Fuerzas Armadas.
Esta división puede reforzar a su vez la hipótesis formulada en el sentido de
que la intervención periódica en el poder de los militares (seis veces entre 1930 y
1983) es más un indicio de la incapacidad del sector civil para permanecer unido
en defensa de la forma de gobierno constitucional, que de la ambición de poder
de los propios militares. En todos los golpes, las Fuerzas Armadas se vieron
alentadas por dirigentes de prácticamente todos los partidos políticos,
sindicalistas y organizaciones empresariales (en unos casos unos, y otros en el
resto), lo cual conduciría a pensar más en golpes «cívico-militares» que en
actuaciones autónomas de las Fuerzas Armadas. Y, principalmente, han sido los
partidos de oposición los que han estimulado en algún sentido las aventuras
militares. Asimismo, los gobiernos militares han contado con civiles en los
cargos ministeriales y de la alta administración del Estado.
Paralelamente se registra que las dos últimas intervenciones (1966-1973 y
1976-1983) muestran una tendencia a una mayor permanencia de los gobiernos
militares con relación a situaciones históricas anteriores. Esta circunstancia vino
a generar desconfianza, tanto por parte de los civiles como de los militares, en la
capacidad de los gobiernos constitucionales elegidos para resolver los problemas
de la nación. El atroz comportamiento de los militares en relación con la
violación de derechos humanos, su incapacidad en el control de la economía y la
aventura de las Malvinas reinvirtieron en la década de 1980 esta desconfianza.
Durante el gobierno de la UCR el problema militar se mostró incontrolable al
presidente Alfonsín. Luego de enjuiciar y castigar con penas de prisión a los
componentes de las tres juntas militares habidas entre 1976 y 1982, su política se
empantanó al proseguir los enjuiciamientos a cuadros militares inferiores que
habían intervenido en la «guerra sucia». De alguna manera se encontraba
condicionado por sus propios imperativos éticos y por la presión de distintos
organismos «pro derechos humanos», «Madres de Plaza de Mayo» y diferentes
grupos de izquierda. Las presiones corporativas del estamento militar y cierto
realismo político compensaron a las primeras convicciones y se estimó oportuno
continuar por la vía intermedia, gradualista, no negociada abiertamente ni en el
Congreso ni en el ámbito de las Fuerzas Armadas, que no satisfizo a ciertos
sectores de la sociedad civil como tampoco a los medios castrenses.
Las relaciones cívico-militares vuelven a estar condicionadas al dualismo
presente en las Fuerzas Armadas ante el que el poder civil se encuentra
incómodo, pero del que procura sacar partido. En efecto, la ofensiva de los
cuadros intermedios del Ejército, los «carapintadas» en la Semana Santa de
1987, fue respondida por el gobierno mediante el fomento de un generalato
dócil, desprestigiado ante una clase militar no responsable de violaciones de
derechos humanos en la etapa anterior y bélicamente muy activa durante el
conflicto de Malvinas. Las presiones de la corporación militar tuvieron como
resultado la obtención de la mayor parte de sus reclamaciones plasmadas en las
leyes de «Punto final» y de «Obediencia debida». La aparición de un sector
militar proclive a tesis ultranacionalistas, que se presenta como extremadamente
profesional en una época en que el gobierno radical disminuyó muy
notablemente el presupuesto militar, aporta una situación nueva a las relaciones
cívico-militares en Argentina. El fundamentalismo del coronel Seineldín tuvo
ocasión de quedar patente con motivo de los acontecimientos de Villa Martelli a
finales de 1988, que de nuevo recordaron la vigencia del problema militar aún
pendiente de solución. Igualmente, la ocupación de la instalación militar de La
Tablada a principios de 1989 por miembros del Movimiento Todos por la Patria
y la inmediata represión por parte del Ejército de esta acción, hizo replantear las
consideraciones teóricas del gobierno radical relativas a que, para evitar la
incursión de las Fuerzas Armadas en problemas de «orden público» o
«subversión» como ocurrió en 1975, este tipo de problemas debían ser de la
estricta incumbencia de la policía federal.
El gobierno de Menem consiguió reducir la tensión planteada desde los
cuarteles, pero no terminó de confrontar el legado de la impunidad de las
violaciones de derechos humanos. Ya en octubre de 1989 planteó una política de
amnistía general por la que fueron beneficiados un alto número de oficiales,
acusados de violación de los derechos humanos durante la dictadura militar,
incluyendo asimismo al Teniente Coronel Rico y al Coronel Seineldín. Un año
más tarde, en diciembre de 1990, se decretó el perdón de los generales Videla y
Viola, de los Almirantes Massera y Lambruschini, junto con los ex jefes de la
policía provincial de Buenos Aires Ramón Camps, Ricchieri y Suárez Mason,
así como el jefe montonero Mario Firmenich. Este indulto coincidió con la
decisión del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de condenar a Seineldín
y a seis de sus oficiales a penas de prisión indefinidas y apartamiento de las
Fuerzas Armadas como consecuencia de su participación en la rebelión fallida
del 3 de diciembre de 1990 en la que habían planteado demandas de incrementos
salariales y de mejora de su status.
En abril de 1995, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, el general
Martín Balza, asumió por primera vez la responsabilidad institucional por el
golpe de Estado de 1976 y la represión ilegal que le acompañó. Su sucesor, el
general Ricardo Brinzoni ratificó esa declaración en septiembre de 2000.
Durante la época de los Kirchner se acentuaron los procesos judiciales contra los
militares violadores de derechos humanos.

4. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

El Barómetro de las Américas: 2008-2012 —Proyecto de Opinión Pública de


América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrece datos
interesantes sobre la evolución de la opinión pública en el citado lapso. La
valoración de la confianza en distintas instituciones de Argentina se ha
incrementado para todas ellas. Si bien las Fuerzas Armadas son la institución
cuya valoración ha crecido más las restantes instituciones aquí recogidas no les
van a la zaga, siendo la más valorada la Iglesia Católica seguida por la
Municipalidad. Los partidos políticos son la institución en la que menos
confianza se deposita aunque la misma también ha crecido. Por consiguiente
puede decirse que en términos del capital social relacionado con la confianza
depositada en las instituciones se ha visto incrementado entre 2008 y 2012. En
cuanto al nivel de participación en organizaciones formales muestra cifras muy
bajas habiendo además descendido en este periodo.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN ARGENTINA, 2008-2012
(Escala de 1 a 7)

2008 2010 2012

Iglesia Católica 3,98 3,60 4,46


Fuerzas Armadas 3,18 3,30 4,09
Cámara Nacional Electoral 3,28 3,28 4,04
Congreso Nacional 3,24 3,29 3,78
Gobierno Nacional 3,63 3,16 —
Corte Suprema 3,43 3,17 3,94
Municipalidad 3,73 3,40 4,26
Partidos Políticos 2,89 2,64 3,08
Policía 2,92 2,83 3,60

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN ARGENTINA, 2008-2012


(%)

2008 2010 2012


Organización religiosa 37,7 34,8 31,5
Asociación de padres de familia 29,3 23,4 27,0
Mejoras para la comunidad 17,3 14,8 8,8
Partido político 14,7 11,8 8,8
Asociación de profesionales 13,0 9,5 5,4
Sindicato 6,6 — —

La conformidad de la democracia como mejor forma de gobierno es alta y se


ha mantenido estable entre 2008 y 2012, en torno al 85-90 por 100 de los
entrevistados que depositan su confianza en esta forma de gobierno (valores 5 al
7 en la escala). Con respecto al grado de satisfacción con la democracia ha ido
en aumento incrementándose la misma de año en año. Los satisfechos con la
democracia han pasado del 53,7 por 100 en 2008 a ser el 68,8 por 100 en 2012.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 1,9 3,7 2,2
2 1,6 3,4 1,2
3 2,5 5,3 3,9
4 3,9 8,3 7,9

5 9,6 12,0 12,4

6 18,3 13,0 17,3


Muy de acuerdo (7) 62,2 54,3 55,0

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN ARGENTINA (%)

2008 2010 2012

Muy satisfecho 3,6 3,8 8,3

Satisfecho 50,1 42,1 60,5


Insatisfecho 40,9 41,5 28,2

Muy insatisfecho 5,4 12,5 3,0

La sociedad argentina se ubica en valores de centro con ligeras oscilaciones


que la llevaron en 2010 a escorarse levemente hacia el centro izquierda.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN ARGENTINA
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media
2008 5,52

2010 5,15

2012 5,67

Los problemas vinculados a la delincuencia y a la falta de seguridad son los


que afectan de manera más grave a la sociedad argentina y los que han tendido a
agravarse entre 2008 y 2012. Concitan la preocupación de casi el 40 por 100 de
los argentinos.
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA ARGENTINA, 2008-2012 (%)

2008 2010 2012


Economía, problemas con, crisis 6,9 14,1 10,1
Inflación, altos precios 5,9 4,4 4,4

Desempleo 9,3 12,1 13,5


Pobreza 12,2 10,8 6,8

Delincuencia 7,9 11,8 13,6


Corrupción 5,7 5,4 2,6

Mal gobierno 3,5 4,9 2,0

Educación, falta de, mala calidad 6,2 2,9 3,0


Falta de seguridad 19,6 9,5 25,0

Desigualdad 5,3 3,9 1,6

Otros problemas 17,4 20,2 17,3

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas».

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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Cámara de Diputados de la Nación: http://www.diputados.gov.ar


Cámara de Senadores: http://www.senado.gov.ar
Cámara Nacional Electoral de Argentina: http://www.pjn.gov.ar/cne
Presidencia de la Nación: http://www.presidencia.gov.ar

PARTIDOS POLÍTICOS:

PJ: www.pj.org.ar
UCR: www.ucr.org.ar
FREPASO: www.frepaso.org.ar
Partido Intransigente: http://www.pi.org.ar/home.html
Frente para la Victoria: http://www.frenteparalavictoria.org/
Coalición Cívica:
http://www.pjn.gov.ar/cne/secelec/secciones/agrupaciones/agrupaciones_item.php?
aID=608&dID=1&tID=3
CAPÍTULO II

BRASIL

I. INTRODUCCIÓN
La celebración de las sextas elecciones presidenciales en 2010, siguiendo la
cadencia cuatrienal impuesta por la Constitución, y la reválida en el poder tras
las mismas de la izquierda con una mujer como presidenta por primera vez en la
historia del país es muestra del grado de consolidación del sistema democrático
brasileño. El proceso de transición había culminado con la elaboración de una
nueva Constitución en 1988, fruto de un proceso constituyente iniciado por las
elecciones al Parlamento en 1986 y con la celebración bajo el imperio de esta
Carta fundamental de unas elecciones generales en noviembre de 1989. Con ello
se ponía fin al hecho histórico de que la política brasileña estuviera basada en
sucesivos periodos autoritarios y no en el ejercicio de la democracia.
En efecto, el sistema político brasileño en los cincuenta años anteriores se vio
sometido a fuertes tensiones procedentes de sectores notablemente
movimientistas que ensayaron a lo largo de una veintena de años políticas
populistas y de sectores reaccionarios que no dudaron en usar a las Fuerzas
Armadas para sostener definitivamente su proyecto de control político que
asegurara la pervivencia de sus intereses económicos. Desde esta perspectiva, el
periodo de 1964-1985, definido por coordenadas que han dado lugar a la
gestación de nuevos conceptos políticos sobre el contenido del autoritarismo,
como es el de «estado burocrático autoritario», fue resultado de las tendencias
mencionadas. Sin embargo, su interés excede del mero marco nacional por
cuanto tuvo gran influencia en el resto de América Latina.
En la Primera República (1891-1930), Brasil se enfrentó con dificultades para
desarrollar un proyecto que atendiese los intereses nacionales por el excesivo
peso de la oligarquía cafetalera y un sistema basado en el caciquismo y en el
clientelismo. Solamente la introducción de la política de sustitución de
importaciones contribuyó a potenciar un Estado que paulatinamente vio cómo la
sociedad tradicional rural se fue convirtiendo en urbana. Por otra parte, el
personalismo fue un factor constante de una relevancia excepcional a lo largo de
la historia del país.
Una vez superado el autoritarismo y la inestabilidad política crónica se ha
dado paso a un sistema político difícilmente articulado por unos partidos
políticos numerosos, con una gran tendencia a la fragmentación y al
transfuguismo. Sin embargo, el propio funcionamiento de las instituciones ha
tenido un rendimiento eficaz bajo los dobles mandatos de Fernando H. Cardoso
y de Lula da Silva, lo que ha facilitado el camino hacia la consolidación
democrática. Por otra parte, la llegada de la democracia al ámbito urbano a partir
de las elecciones municipales de 1985 ha permitido realizar experiencias
novedosas de gestión local en las que tuvieron un papel estelar las
organizaciones que había luchado contra la dictadura. En este escenario
municipal, marcado por la democracia participativa, surgió un partido de
izquierda que acabó por llegar a la Presidencia de la República en 2002
ayudando a que las reformas estructurales se vieran acompañadas por medidas
sociales inclusivas de amplio alcance.
Paralelamente, el presidencialismo de la Constitución junto con la existencia
del multipartidismo han dado pie al establecimiento de una peculiar forma de
gobierno de coalición. El Poder Ejecutivo se ve obligado a una constante
negociación con un Congreso multipartidista que goza de un poder relevante.
Asimismo ha continuado la tradición federal del país con unos Estados con un
grado de autonomía muy elevado, lo que obliga a complejos pactos entre éstos y
el poder central y contribuye a aumentar el fraccionalismo partidista. Todo lo
cual define un escenario de gran dispersión del poder político.
Los indicadores sociodemográficos muestran un notable incremento de la
población urbana que se sitúa en el 85 por 100 en 2010, un índice de
analfabetismo que ha disminuido progresivamente hasta ubicarse en poco más
del 8 por 100 y unas tasas de participación de la mujer en la actividad económica
del 43 por 100. En cuanto a los indicadores económicos reflejan en qué medida
la crisis de la década de 1980 afectó a la economía brasileña que no recuperó el
nivel del PIB por habitante de 1980 sino en 1995; no obstante, desde 2006 se ha
registrado un aumento sostenido en la renta media, especialmente, de los
sectores más pobres lo que se ha traducido en una ampliación de la clase media y
en el incremento del consumo interno, así como en la reducción de las tasas de
pobreza e indigencia. Por su parte, la inflación crónica que caracterizó a la
economía brasileña hasta 1994, logró bajar a un dígito dos años más tarde
manteniéndose desde entonces en niveles relativamente bajos —salvo en 2003
que volvió a subir a un 14 por 100—. En cuanto a la deuda externa, pese a haber
aumentado en los últimos años mantiene los niveles de mediados de la década de
1990. Estos indicadores dan cuenta del por qué Brasil se ha convertido en una de
las principales potencias económicas del mundo, no obstante, los altos niveles de
desigualdad persisten pese a los avances de los últimos años; de esta forma,
Brasil da cabida en su seno a una brutal realidad dual que ha dado pie a la
formulación del modelo «Belindia» (hay regiones brasileñas con el índice de
desarrollo de Bélgica y otras con el de la India).
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE BRASIL

1985 1990 1995 2000 2005 2010


Población total (en miles) 135.262,0 148.030,0 159.608,0 170.693,0 186.146,0 195.153,0

Población urbana (en porcentaje) 71,0 74,7 77,5 79,9 83,4 85,0

Población analfabeta de 15 y más


25,4 18,3 — 14,7 11,1 8,6
años de edad (en porcentaje)

Desempleo urbano (en


5,4 7,1 10,7 7,4
porcentaje)

Personas bajo la línea de pobreza


48,0 35,8 37,5 36,4 20,9
(en porcentaje)

Tasas de participación en la
35,6 36,8 38,7 41,0 42,2 43,0
actividad económica de la mujer

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE BRASIL

1980- 1995- 2001- 2006-


1990 2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante


–0,4 1,2 1,4 3,5
a precios constantes

Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 330,2 8,6 8,6 4,7

PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 4.350,6 4.543,7 5.238,4


Deuda externa total (en millones de dólares) — 209.743,0 201.279,8 203.828,7

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

Fue con el grito de Ipiranga en las cercanías de São Paulo cuando el 7 de


septiembre de 1822 Brasil rompió definitivamente los lazos políticos soberanos
que lo unían a la metrópoli. A diferencia de cualquiera de los restantes procesos
de emancipación en todo el continente americano, en Brasil se produjo un
interesante continuismo cuando Pedro I, hijo del monarca portugués Juan VI,
que había llegado con toda su corte a Río de Janeiro en 1809, se constituyó en el
primer emperador de la nueva organización política; abriendo paso a un inédito
sistema imperial desconocido también en el resto de América, si se exceptúa la
breve experiencia mexicana.
Con una Constitución otorgada en 1824 e inspirada en las ideas liberales del
momento, el joven emperador de la casa Braganza condujo los destinos del
Imperio con una política exterior fuertemente expansiva y con el mantenimiento
de un clima de estabilidad social y política acorde con los intereses de las clases
sociales dominantes que centraban su actividad en el ámbito agropecuario y en el
comercio.
La crisis que se desató en el extremo sur de sus fronteras, ocasionando la
pérdida de la provincia Cisplatina, convertida en nación independiente, dio paso
a un fuerte ataque de la oposición liberal que motivó la pérdida del consenso
inicial de los principales factores de poder. Esta situación en 1831 empujó al
emperador a la abdicación en favor de su hijo Pedro de Alcántara (Pedro II),
volviendo a Portugal para asumir la corona real en 1834.
El periodo de transición que se produjo entre el alejamiento de Pedro I y la
subida al trono de su hijo, conocido como la Regencia, adquirió un perfil
parlamentario basado en el sufragio censitario que dio un tinte definitivamente
constitucionalista al Imperio en la toma de decisiones que se orientaron
principalmente hacia la afirmación de las funciones de un Estado moderno,
como eran la justicia, la burocracia y el Ejército. El uso y la eficacia de este
último en el expansionismo territorial brasileño permitió que el país doblara la
población entre 1825 y 1850, pasando de cuatro a ocho millones de habitantes.
La coronación del nuevo emperador, Pedro II, en 1841 abrió un periodo de
reajuste del sistema político dirigido a dar mayor vigor a la monarquía desde una
posición constitucionalista marcadamente similar a la de Inglaterra. De esta
forma se creó la figura del presidente del Consejo de Ministros en 1847,
institución que permitió la rotación en los sucesivos gabinetes de los principales
representantes de la oligarquía brasileña, como fue el vizconde de Mauá (Primer
Ministro entre 1871 y 1875), en un clima ordenado y no violento que redundó en
una mayor estabilidad social y ascendente progreso económico, hasta que en
1889 se puso fin al Imperio dando comienzo al periodo republicano. Con
anterioridad había finalizado la victoriosa guerra contra Paraguay en 1870 y se
había iniciado un proceso económico y tecnológico que arruinó el modelo
anterior brasileño. Por una parte, la extensión del cultivo del café, que ya en
1885 proveía con más de la mitad de todas las divisas procedentes de la
exportación y, por otra, las transformaciones del mundo rural brasileño al
desplazarse el centro económico del litoral norte a los Estados meridionales, y,
especialmente São Paulo, que acogió a partir de entonces a una masa importante
de inmigrantes europeos.
La abolición de la esclavitud mediante la «ley áurea» de 1888, el conflicto
con la Iglesia y la cuestión militar pusieron fin al Imperio y abrieron el camino
hacia la conformación de un modelo de gobierno republicano. El golpe de
Estado dirigido por el mariscal Deodoro Da Fonseca en 1889 proclamó la
República Federativa con el nombre de Estados Unidos del Brasil.
El basamento jurídico de esta forma política se plasmó en la Constitución de
1891, cuyos puntos más sobresalientes fueron: la separación de la Iglesia y el
Estado, la autonomía de los Estados Federativos y la creación de Presidente y
Vicepresidente de la Nación, elegidos por sufragio directo censitario. En esta
época los partidos políticos eran de ámbito estatal sin proyección nacional
mostrándose ya un comportamiento político diferente a la seguida en otros
países vecinos. Tal era el caso del Partido Republicano Paulista y del Partido
Republicano Mineiro. La política local estaba en manos de caciques que eran
miembros de la decadente aristocracia local (denominados coroneis) que ejercían
su control por medio de una relación clientelar y sobre los que se basaría el
posterior desarrollo de la política por su gran capacidad para movilizar al
electorado.
El férreo control que ejercían los dos Estados más importantes, São Paulo y
Minas Gerais —la «República del café con leche»— en la elección del
Presidente, hizo que se implantase la tradición de que este cargo fuera ocupado
en forma alternativa por hombres pertenecientes a estas dos elites políticas, con
lo que el peso político de ambos Estados creció aún más en la nueva situación.
Paralelamente el país quedó monopolizado por los dos partidos políticos
representativos de los dos Estados ya citados.
La «política de los gobernadores», instaurada por Campos Sales, incapacitaba
para la vida política no solo a los sectores sociales y políticos de escasos
recursos, sino que también privaba a las demás formaciones políticas de las
restantes unidades federales de participar y proponer sus candidatos con
probabilidades ciertas de alcanzar la Presidencia.
Una grave crisis política se unió a la ya existente crisis de representación y a
la baja catastrófica del precio del café, de suerte que un núcleo de oficiales
jóvenes se lanzó a la revolución de octubre de 1922; las fuerzas revolucionarias
fueron derrotadas rápidamente por las tropas leales de que disponía el Presidente
Epitácio Pessoa. Su sucesor, Arturo da Silva Bernardes, desarrolló un estilo
dictatorial de gobierno, declarando la ley marcial y la supresión de las libertades
civiles. Sin embargo, de nuevo en 1924 estalló otro movimiento militar, también
rápidamente reprimido, que dejó como consecuencia la «columna Prestes», que
recorrió todo el país al mando de Luis Carlos Prestes en una campaña de
movilización popular desconocida hasta entonces.
El nuevo periodo presidencial trajo consigo una aparente calma social y
política, debido a que el Presidente Washington Luis realizó una política de
estabilización derogando la legislación autoritaria. No obstante, se comenzaba a
percibir en este periodo un paulatino, pero constante, ingreso de capitales
extranjeros en la economía brasileña, principalmente de origen norteamericano.
Este fenómeno se vio interrumpido por la crisis económico financiera de 1929,
que también repercutió de forma notable en la economía brasileña. Este impacto
se verificó en el descenso de los precios de exportación de bienes primarios, en
una sucesiva quiebra en el sector de los hacendados, y en una importante
transferencia de ingresos en beneficio de los grupos de la alta burguesía. La
crisis también alcanzó al principal producto de exportación brasileño, el café,
repercutiendo con fuertes desequilibrios en la balanza comercial.
La celebración de nuevas elecciones en marzo de 1930 puso de manifiesto las
contradicciones existentes en la lucha por el poder de los sectores de mayor peso
económico y político. La lucha por la sucesión presidencial no constituía nada
nuevo en la historia de la «República vieja»; de alguna manera la Presidencia de
la República era el gran premio nacional. Ahora bien, puesto que el Presidente
estaba impedido de sucederse a sí mismo, era habitual que la agitación política
se instalara cada cuatro años.
La candidatura presidencial del «paulista» oligárquico Julio Prestes generó la
formación de un bloque de oposición compuesto por el Estado de Minas Gerais
y el de Río Grande del Sur, liderado este último por Getúlio Vargas, quien
rápidamente transformó este movimiento de oposición en un grupo
revolucionario triunfante, colocando a su líder como Presidente provisional. La
Revolución de 1930, que llevó a Vargas al poder, supuso el inicio de una guerra
civil que enfrentó a los seguidores de Vargas con el Movimiento Militar en
Defensa de la Constitución con base en los estados de Sao Paulo, Paraná y Mato
Grosso y que fue derrotado. Las elecciones de 1934 dieron el triunfo a Vargas y
lo eligieron como presidente de la Asamblea Constituyente, la cual dio
nacimiento a una nueva Constitución de corta existencia.
La constante presión a la que fue sometido Vargas por grupos de militantes
izquierdistas liderados por Luis Carlos Prestes, que durante su recorrido de más
de 36.000 kilómetros por Brasil había conocido las necesidades de las clases
populares aproximándose ideológicamente al Partido Comunista, así como
también por facciones de extrema derecha articuladas en torno a un movimiento
denominado «integralismo», produjeron momentos de alta tensión e
inestabilidad política en el gobierno.
Como salida a la presión ejercida por estos conflictos, Vargas realizó un giro
notable en sentido populista dando origen al denominado «Estado Novo» que,
sustentado en una nueva Constitución en 1937, de corte centralista y corporativa,
pero que no llegó a entrar en vigor, no hizo más que reforzar los poderes del
Presidente, siendo finalmente un intento de remodelación burguesa de la vieja
República oligárquica. Mediante esta Constitución se introdujo el voto
femenino.
Respaldado por las clases medias, sectores obreros progresistas, segmentos de
la Iglesia católica y de un incipiente empresariado nacido al calor del proceso de
sustitución de importaciones, Vargas llevó adelante una gestión caracterizada por
la distribución de recursos económicos y políticos a los sectores medios y al
proletariado urbano en detrimento de los grupos sociales rurales. En esencia, el
más importante movimiento nacional que representó el varguismo realizó un
enérgico esfuerzo para asegurar, mediante la intervención del Estado, un
desarrollo del capitalismo nacional brasileño. No solo redujo la feudalización
política en cada Estado de los latifundistas, sino que Vargas aseguró mediante la
intervención federal la unidad de Brasil, así como la paz social a través de una
forma de hacer política basada en el corporativismo.
La declaración de guerra por parte de Brasil a las potencias del Eje en 1943 y
el posterior triunfo de los aliados tuvieron un impacto importante en la política
interna, originando un periodo de flexibilidad democrática con efectos notables
sobre el hasta entonces restringido sistema político. La consecuencia inmediata
de esta apertura fue la aparición en la escena política de los partidos políticos
modernos como los principales actores. Presencia que se producía con bastante
retraso en comparación al desarrollo político de los países vecinos.
En 1945, tras el derrocamiento de Getúlio Vargas por un golpe militar, se
convocó a una nueva Asamblea Constituyente, celebrándose elecciones en las
que hicieron su aparición nuevas formaciones políticas, como el Partido
Laborista Brasileño y el Partido Social Democrático, ambos organizados bajo la
estricta influencia de Vargas, quien decidió no presentarse como candidato a la
Presidencia de la República. De esta época dató también la más conservadora
Unión Democrática Nacional que se convirtió en el segundo partido del país.
El triunfo de Dutra en las elecciones de 1946 y la elaboración de un nuevo
marco jurídico constitucional el mismo año cerraron esta primera fase del
gobierno de Vargas. La reaparición de Getúlio Vargas en las elecciones
presidenciales de 1950, en las que obtuvo el triunfo, marcó el inicio del periodo
que supuso el fin de su vida. Una fuerte crisis política desatada en 1954, con
manifestaciones y protestas callejeras en su contra, desembocó en el suicidio del
Presidente y la asunción del Vicepresidente hasta la elección del nuevo
mandatario en 1955.
Juscelino Kubistchek fue el nuevo Presidente brasileño siendo candidato por
el Partido Social Demócrata (PSD). Postuló una transformación profunda de la
estructura económica a partir de un crecimiento sostenido del sector industrial y
una reducción importante de la inflación, requisito éste de vital importancia para
no generar un clima social tenso. Durante su presidencia la capital del país se
trasladó desde Río de Janeiro a la nueva ciudad de Brasilia. En 1960 Janio
Quadros reemplazó como Presidente de Brasil a Kubitschek, candidato de la
Unión Democrática Nacional (UDN) de orientación de centro-derecha. El
Vicepresidente, elegido de forma separada, fue Joao Goulart perteneciente al
Partido Laborista Brasileño (PTB) que, como ya se indicó, había sido creado por
Vargas en 1945.
Las circunstancias que rodearon a la renuncia del Presidente Quadros y las
modificaciones impuestas por el Parlamento a las funciones del Ejecutivo
hicieron que Goulart comenzase a desarrollar una política de captación de
apoyos y consenso en distintos sectores de la sociedad. Durante su mandato puso
en marcha una reforma social y política que generó una fuerte oposición de la
burguesía, los terratenientes y la alta oficialidad de las Fuerzas Armadas. La
reforma agraria, el voto a los analfabetos, los conflictos internos en el seno de
los partidos políticos principales y la autorización a la participación de los
suboficiales (de pronunciada tendencia marxista) en la vida política
desempeñaron un papel decisivo en la intervención de las Fuerzas Armadas en el
proceso político por medio de un golpe de Estado el 31 de marzo de 1964. Éste
fue el primero de la serie que abría la secuela de golpes militares nuevos en
América Latina, tendentes a implantar el Estado burocrático autoritario bajo la
ideología de la seguridad nacional y en el que la UDN conspiró fuertemente en
contra del gobierno democrático.

2. EL ESTADO BUROCRÁTICO AUTORITARIO BRASILEÑO

El régimen militar iniciado con el general Castello Branco en abril de 1964 se


extendió a lo largo de dos décadas en la vida política brasileña, produciendo
importantes alteraciones en la sociedad, la cultura política y, obviamente, en el
sistema político.
La etapa inicial estuvo caracterizada por marcados contenidos autoritarios en
lo social y en lo político, elaborándose en este terreno un nuevo marco político
en donde se pretendía mantener una cierta imagen democrática a partir de
presupuestos de ingeniería política.
La elaboración de una nueva Constitución en 1967, ampliamente reformada
en 1969, y la promulgación de distintos textos legislativos mediante la figura de
los «actos institucionales», conformaron un cuerpo jurídico en el que se produjo
regularmente la rotación presidencial en función de un proceso de cooptación
llevado a cabo en la cúpula militar, un tímido funcionamiento de un Parlamento
elegido democráticamente sobre la base de un bipartidismo forzado y, en los
últimos tiempos, la elección de las autoridades de los Estados federales.
En un esfuerzo por mostrar su perfil democrático, el Presidente de facto
realizaba modificaciones en su entorno ministerial abriendo espacio político a
personas que habían sido anteriormente candidatos en disputas electorales
democráticas. Por otra parte, mediante la existencia de dos partidos, uno
controlado por el régimen, la Alianza Renovadora Nacional (ARENA), que
incluía a la mayoría de antiguos militantes de la UDN y de otras agrupaciones, y
el otro formado por el conjunto de las fuerzas de oposición, el Movimiento
Democrático Brasileño (MDB), que incorporó a la mayoría de los antiguos
militantes de PTB, el sistema político intentaba dar un aparente perfil
democrático, ya que la oposición tenía un espacio político concreto, a diferencia
de lo que sucedía en otras dictaduras vecinas. Sin embargo, la debilidad de las
identidades partidistas hizo que no se pudiera mantener una continuidad total de
las dos nuevas formaciones con las anteriormente existentes.
El fuerte crecimiento que experimentó la economía brasileña desde fines de la
década de 1960 hasta mediados de la década siguiente bajo las presidencias de
los generales Humberto de Alencar Castello Branco (1964-1966), Arthur Costa e
Silva (1967-1969) y Emilio Garrastazu Médici (1969-1974) dio un impulso
importante para la continuación del régimen, generando una indudable base de
apoyo en ciertas capas sociales. Sin embargo, después de asumir la Presidencia
Ernesto Geisel en 1974, las circunstancias económicas fueron menos favorables
y el gobierno emprendió una tímida apertura política como consecuencia de la
presión social.
En la primera fase del bipartidismo artificial (1966-1974) se evidenció que
ARENA era el partido hegemónico, ya que obtenía porcentajes electorales entre
el 64 por 100 en 1966 y el 72 por 100 en 1971. En este contexto, el Presidente
Ernesto Geisel (1974-1977), confiando en mantener la abrumadora mayoría de
ARENA, liberalizó parcialmente el régimen (distensão), permitiendo la casi total
libertad de selección de los candidatos, la dirección de la campaña y la
movilización de los votantes. Las consecuencias no se hicieron esperar y el
MDB continuó en las elecciones de 1978 el ascenso iniciado en los comicios
cuatro años antes.
3. LA TRANSICIÓN POLÍTICA BRASILEÑA

Una de las características más notables que hace peculiar al sistema político
brasileño es su dilatada y, a la vez, progresiva transición hacia el sistema
democrático. La obsesiva búsqueda de la legalidad por parte de las Fuerzas
Armadas que les permitiera alcanzar una supuesta legitimidad social y política,
hizo establecer un atípico sistema en el que se combinaban autoritarismo y
formas de representación democrática. De alguna manera se deseaba incrementar
el respeto a los derechos humanos y políticos de los brasileños sin transferir, en
contrapartida, la más mínima parcela de poder. Por otra parte, se comprendía la
prolongada estancia de los militares en el mismo poder porque su autoritarismo
era básicamente una continuación de la experiencia del Estado Novo, pero
manteniendo ciertos atributos de formalismo democrático; cuando el «milagro
económico» se evaporó, la respuesta a la legitimidad del régimen y el modelo
autoritario fueron cuestionados por la sociedad civil y entonces los estrategas del
régimen asumieron la idea de los conspiradores de 1930: anticipar su
«revolución» a la que podría realizarse desde el ámbito popular; idea de
anticipacionismo que es, por otra parte, común a la mayoría de los gobernantes
brasileños desde 1945.
Si bien puede estimarse el año de 1979 como el momento en que la transición
política sufrió un fuerte progreso, el umbral en el que se puede afirmar que
concluye es más difuso, pudiéndose debatir en torno a cuatro instantes: la
elección indirecta como Presidente de la República del primer civil en enero de
1985, las elecciones competitivas a la Asamblea Constituyente de diciembre de
1986, la promulgación de la Constitución en octubre de 1988, y la elección
directa del primer Presidente bajo la nueva Constitución en diciembre de 1989.
En 1979 se produjeron tres circunstancias que aceleraron notablemente la
transición política brasileña: la asunción del general Joao Baptista Figueiredo a
la Presidencia de la República y su compromiso en pro de una completa
democratización de Brasil, la concesión de una amnistía mediante una ley
aprobada por el Congreso (aunque sin los votos del MDB) que permitió el
retorno de un numeroso grupo de exiliados y la enmienda sobre la reforma de los
partidos aprobada también en el Congreso.
La nueva ley sobre los partidos políticos rompía el artificial bipartidismo
vigente hasta entonces, imposibilitaba al MDB un triunfo electoral definitivo,
como así lo hacía prever la evolución del voto, y establecía un nuevo sistema de
partidos cuya influencia se hizo notar en todo el proceso de transición. Desde el
punto de vista formal, la ley precisaba que el acta inicial de constitución de un
partido debía estar firmada por al menos 101 electores; el futuro partido debía
también tener organización y asentamiento al menos en once Estados y, como
mínimo, en un tercio de los municipios de esos Estados. Se abría, no obstante,
una excepción al proclamar la posibilidad de existir una autorización legal
acordada previamente si el partido contase entre sus miembros fundadores con al
menos el 10 por 100 de los miembros del Congreso; así como si consiguiese
obtener en una elección legislativa parcial el equivalente del 5 por 100 de los
votos en al menos nueve Estados (y el equivalente mínimo del 3 por 100 de los
votos en cada uno de esos Estados).
La situación creada generó seis partidos políticos en un primer momento: el
Partido Democrático Social (PDS), presidido por el senador José Sarney y
compuesto por la mayor parte de los miembros de ARENA, de tal suerte que en
1981 mantenía la mayoría en las dos Cámaras; el Partido del Movimiento
Democrático Brasileño (PMDB), liderado por Ulisses Guimaraes, que solo
mantuvo una parte reducida del anterior MDB; el Partido de los Trabajadores
(PT), organizado inicialmente por líderes sindicales, entre los que destacaba Luiz
Inácio da Silva (Lula); el Partido Laborista Brasileño (PTB), dirigido por Ivete
Vargas, tras arrebatar el nombre del partido a Lionel Brizola, que se presentaba
como continuador del auténtico varguismo y que debió fundar el Partido
Democrático Laborista (PDT) por decisión del Tribunal Electoral. Finalmente, se
encontraban quienes apoyaban a Tancredo Neves, bajo las siglas del PP, antiguos
disidentes de ARENA y moderados del MDB.
La aprobación de una reforma electoral por el Congreso en noviembre de
1981, que prohibía las alianzas electorales entre partidos y establecía la
obligación a los mismos de presentar sus propios candidatos para cada instancia
electoral, posibilitó la rápida integración, antes de finalizar el año, del PMDB en
el PP. Quedaba así conformado un partido con votación mayoritaria, presidido
por Guimaraes y cuyo vicepresidente era Neves. El nuevo PP pretendió basar su
estrategia desde entonces en el apoyo al gobierno de Figueiredo y en una
oposición frontal en los Estados en las elecciones directas a gobernadores y
senadores de 1982. Además de las elecciones de noviembre de 1982, en junio
del mismo año se aprobó una reforma constitucional entre cuyas medidas de
mayor incidencia política se encontraban: la extensión de los mandatos
municipales de cuatro a seis años para las ciudades de más de un millón de
habitantes, aplazándose las elecciones municipales a 1988; la ampliación del
umbral del número de diputados y senadores a dos tercios para la aprobación de
las enmiendas constitucionales; el incremento del número de escaños en la
Cámara de Diputados de 420 a 479 y la fijación de la composición del colegio
electoral (electores) que elegiría al Presidente de la República. Esto es: los
miembros del Congreso Nacional y seis delegados de cada asamblea legislativa
estatal, de suerte que la adjudicación global de estos delegados se realizaba
completamente en favor del partido mayoritario. Este último punto de la reforma
constitucional relativo al modo de elección presidencial, que beneficiaba
notablemente a los candidatos oficialistas, provocó una insistente campaña que
culminó con importantes movilizaciones de la oposición a lo largo de 1984.
Finalmente, el Congreso, por una exigua mayoría, rechazó la enmienda en favor
de las elecciones directas a pesar de la amplia movilización popular de los
ciudadanos de los Estados más desarrollados del país bajo la campaña «diretas
Já».
Las elecciones de noviembre de 1982 dieron el triunfo a la oposición en el
gobierno de diez de los veintidós Estados, entre ellos São Paulo, Minas Gerais y
Río de Janeiro, así como el control de un número considerable de ayuntamientos.
Aunque la oposición pasaba a controlar la Cámara de Diputados, el gobierno
federal continuaba controlando tanto el Senado como el colegio electoral que
debía elegir al Presidente en 1985, gracias a las reglas del juego electoral ya
descritas.
Ante la elección indirecta del Presidente de la República, en enero de 1985 se
produjo una escisión del progubernamental PDS, que fundó el Partido del Frente
Liberal (PFL), en el cual se integró el antiguo presidente del PDS, José Sarney.
El giro en el panorama político se produjo cuando el recién creado PFL negoció
la formación con el PMDB de una alianza democrática que llevó a postular
como fórmula presidencial apoyada por ambos partidos: Tancredo Neves,
candidato a la Presidencia, y José Sarney, candidato a la Vicepresidencia. Las
fuerzas así aunadas sirvieron para derrotar a Paulo Maluf, candidato del PDS por
480 votos a favor, 180 en contra y 26 abstenciones. El transformismo de la
mayoría de los miembros del PFL, entre ellos José Sarney, que habían
participado y se habían beneficiado de los veinte años anteriores de gobierno
militar, inclinó el poder hacia una perpleja oposición que vio, de esta manera,
culminar sus intereses políticos en la transición o «transformación» brasileña.
4. EL PROCESO DE REFORMA CONSTITUCIONAL

Tancredo Neves falleció sin jurar su cargo, y su Vicepresidente Sarney, le


sucedió aplicando en principio el programa negociado en la alianza democrática.
Consiguió hacer aprobar en el Congreso, en mayo de 1985, la reforma de la
elección presidencial directa así como el derecho al voto de los analfabetos y la
anulación de una cláusula que declaraba ilegales a ciertos partidos políticos
considerados antidemocráticos por el régimen militar. La Nueva República,
además de la reforma de los partidos y de la reforma electoral citada, que
eliminaba residuos del orden autoritario, se fijó el objetivo de convocar un
Congreso Constituyente en 1986 que sentara las bases institucionales del sistema
democrático.
A pesar del cumplimiento de los compromisos políticos de la alianza PMDB-
PFL, el gobierno de José Sarney fue tomando un cariz netamente conservador
que se tradujo, en el ámbito económico, en la aprobación en marzo de 1986 del
plan Cruzado. Con independencia del escaso éxito que éste tuvo a medio plazo,
en un principio alcanzó cotas notables de popularidad, que se tradujeron en el
importante apoyo electoral que recibieron tanto el PMDB como el PFL en las
elecciones constituyentes de noviembre de 1986.
En esta cita electoral, el PMDB logró alcanzar la mayoría absoluta de la
Asamblea Constituyente, situándose en segundo lugar el PFL. El PDS alcanzaba
un nivel próximo a su desaparición, al pasarle el electorado factura de su
oficialismo militar. Finalmente, entraban en la Asamblea comunistas y
socialistas, proscritos hasta entonces, aunque la izquierda en general, añadiendo
al PSB, PCB y PC de Brasil, el tradicional PTB, el PT y el PDT, se encontraba
en una situación de estancamiento.
Una de las prioridades del gobierno de Sarney fue el acercamiento hacia los
países de América Latina que se articuló mediante la participación de Brasil en
el Consenso de Cartagena, en el Grupo de Apoyo a Contadora y en el Grupo de
los Ocho. En esta línea se llevó a cabo un proceso de integración y
complementación económica y política con Argentina, Paraguay y Uruguay,
iniciado en julio de 1986 y que culminó en 1991, ya bajo la presidencia de
Collor de Mello, con la firma del tratado constitutivo del MERCOSUR.
Paralelamente hay que señalar como una especificidad de la política de Brasil el
hecho de que África haya sido una de las áreas de máximo interés para su
diplomacia. Este acercamiento encontró su cristalización en la forma de tratados
de Amistad y Cooperación firmados con los países africanos, como son Guinea-
Bissau, Nigeria, Costa de Marfil, Gabón, Marruecos y, más recientemente
Sudáfrica, que a partir de 1985 adquirieron un ritmo regular y estable.
Las elecciones del 17 de diciembre de 1989 llevaron a la Presidencia a
Fernando Collor de Mello, gobernador de uno de los Estados más pequeños del
país, Alagoas, y dirigente de un recién creado Partido de la Reconstrucción
Nacional (PRN), cuya presencia en el escenario político brasileño era
extremadamente reducida. Collor de Mello se benefició del sistema electoral
presidencial a doble vuelta al canalizar a su favor los votos del centro y de la
derecha que se oponían al candidato del Partido dos Trabalhadores, Luiz Inácio
Lula da Silva. El PT había tenido un gran éxito en los comicios locales de 1988
al alcanzar el triunfo en una treintena de ciudades importantes del país, entre
ellas Sao Paulo y Porto Alegre, ciudad ésta que a partir de entonces ha sido uno
de sus símbolos más representativos al poner en marcha los mandatos
constitucionales de la descentralización y de que el poder se ejerce a través de
los representantes del pueblo o directamente mediante la figura de los
«presupuestos participativos».
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES de 1989

Primera vuelta Segunda vuelta


Partidos Candidatos 15 de noviembre 17 de diciembre

Votos % votos Votos % votos


PRN F. Collor 20.611.011 28,52 35.089.998 49,94

PT L. I. da Sila Lula 11.622.673 16,08 31.076.364 44,23

PDT L. Brizola 11.168.228 15,45

PSDB M. Covas 7.790.392 10,78

PDS Maluf 5.986.575 8,28


PL Afif 3.272.462 4,53

PMDB U. Guimares 3.204.932 4,43

PRONA

PPS
Otros 3.974.739 1 5,49

Total 67.631.012 82,40 66.166.362 80,61


Blancos 1.176.413 1,43 986.446 1,20
Nulos 3.473.484 4,23 3.107.893 3,78

Abstención 9.793.809 11,94 11.814.017 14,39


Total electores hábiles 82.074.718 100 82.074.718 100

FUENTE: Boletín Electoral Latinoamericano, II julio-diciembre 1989, pp. 28-29.

Las elecciones legislativas y estaduales de 1990 confirmaron el débil apoyo


partidista de Collor de Mello, en la región sur y en el centro del país los
candidatos de los partidos opositores coparon la gran mayoría de los cargos. A lo
largo de 1992 diferentes escándalos de corrupción asolaron la vida política
nacional. Uno de ellos, relativo a la financiación de la campaña presidencial,
afectó directamente a Collor de Mello circunstancia por la que fue acusado ante
el Congreso. En una votación llevada a cabo el 28 de septiembre de 1992, que
probó el escaso apoyo parlamentario con el que contaba, los diputados
decidieron censurarlo políticamente (441 a favor de la censura frente a tan solo
38 en contra de la misma) lo cual trajo su dimisión a favor del Vicepresidente
Itamar Franco que permaneció al frente de la Jefatura del Estado hasta el final
del mandato presidencial en 1994. Su principal problema, en el que
desempeñaría un papel fundamental su Ministro de Hacienda Fernando Henrique
Cardoso, fue el control de la inflación que en el momento de asumir
interinamente el poder en octubre de 1992 se elevaba al 26 por 100 mensual y
que continuó en ascenso. El Plan Real, que logró conciliar el apoyo en el
Congreso de una heterogénea coalición integrada por el PSDB, el PMDB y el
PFL—que había reemplazado al izquierdista PT como socio progubernamental
— fue el instrumento que, al generar confianza en los agentes económicos,
estabilizó los precios privilegiando los mecanismos del mercado.
En abril de 1993 se celebró un plebiscito, de acuerdo con lo establecido en la
Constitución de 1988, en el que se rechazó la posibilidad de reinvertir la forma
de gobierno en parlamentaria y monárquica, aspectos ambos que habían quedado
aparcados durante la discusión constituyente. El hecho de que se quisiera
reconsiderar la forma monárquica se debía al hecho de que Brasil tuvo un
régimen monárquico desde 1806, cuando Don Juan VI se trasladó desde Portugal
a Río de Janeiro con su corte, y que dicho régimen duró hasta 1889, cuando un
golpe militar proclamó la República e implantó una Constitución inspirada en la
de los Estados Unidos. Paralelamente se aprobaron provisiones para facilitar los
referenda y los vetos populares a la legislación y se introdujo la posibilidad de la
iniciativa legislativa popular. Igualmente, el 25 de mayo de 1994 se acordó
reducir a cuatro años el periodo de mandato del Presidente. El miedo, sin
embargo, a un posible éxito electoral de la izquierda en las elecciones
presidenciales siguientes frustró la aprobación de la eliminación de la cláusula
de la no reelección.

5. LOS GOBIERNOS DE FERNANDO HENRIQUE CARDOSO

La primera vuelta de las elecciones de 1994, celebrada el 3 de octubre, fue


suficiente para llevar a la Presidencia a Fernando Henrique Cardoso, anterior
Senador, ex Ministro de Relaciones Exteriores y de Hacienda con Itamar Franco,
y líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) que derrotó a Lula
da Silva quien durante la primera parte de la campaña electoral aventajó a aquél
en intención de voto. El miedo empresarial al ascenso de Lula, la desconfianza
de los inversores extranjeros, el apoyo a éste del Movimento dos Sem-Terra que
atemorizaba a los medianos y grandes agricultores y el veto implícito de los
militares inclinaron el triunfo a favor de Cardoso quien rentabilizaba, por otra
parte, sus buenos resultados en la gestión de la economía gracias a la
implementación del «plan real». El primer gabinete de Cardoso supuso un
compromiso entre sus preferencias personales, los méritos de los candidatos y
los requisitos de la necesaria satisfacción de las demandas de la amplia coalición
que le apoyaba.
A diferencia de sus predecesores, Cardoso contó con el éxito de los
candidatos de su partido en las elecciones para gobernadores en seis estados del
país frente a nueve que alcanzaba el Partido Movimiento Democrático Brasileño
(PMDB), lo cual le daba una notable fuerza política. Igualmente, tuvo una
mayoría importante en el Congreso en el que el presidente de la Cámara de
Diputados, Luis Eduardo Magalhanes, del Partido del Frente Liberal (PFL), fue
un aliado muy importante. Esta mayoría se transformó en una sólida coalición de
gobierno que, si bien le obligó a constantes negociaciones políticas en las que se
saltearon los triunfos con las derrotas, le permitió abrir la senda de reformas
constitucionales significativas tendentes a garantizar mayor apertura de la
economía rompiendo los monopolios estatales y promoviendo la reforma fiscal y
a facilitar la reelección. De esta forma, en junio de 1995 la Cámara de Diputados
aprobó una reforma constitucional por la que se abolía un monopolio estatal de
42 años para la producción y explotación de petróleo. Sin embargo, las
relaciones entre el Presidente y el Congreso comenzaron a hacerse tortuosas de
manera que cada punto de la agenda política se sometía a una fuerte discusión
con resultados inciertos y variables. Éste fue el caso del parón que recibió el
proceso de reforma agraria (no pudieron detenerse las ocupaciones ilegales de
tierras) o el que sufrió la reforma de la seguridad social. Este clima se proyectó
igualmente en la población de forma que el 21 de junio de 1996 el país vivió su
primera huelga general después de cinco años sin movimientos de protesta de
este género. En el terreno de la movilización social cabe igualmente tener en
cuenta el proceso protagonizado por el movimiento «de los sin tierra»
especialmente activo en 1997 y que paulatinamente fue convirtiéndose en un
actor político sui generis de primera magnitud.
Bajo la Presidencia de Cardoso, en 1996, se alcanzó por primera vez en
cuatro décadas, una tasa de inflación de un dígito. Se trataba de la tasa más baja
desde 1950 confirmando así la tendencia, que el propio Cardoso gestó en su
época de Ministro de control de la inflación crónica que caracterizó la vida
económica del país durante las cuatro décadas precedentes y que al final de la
década de 1980 y principios de la siguiente llegó a alcanzar niveles alarmantes
(3.900 por 100 en marzo de 1990). Paralelamente, el proceso privatizador
continuó, de manera que se podían contabilizar en el periodo comprendido entre
1990 y 1996 privatizaciones por un monto total de 13.270 millones de dólares.
En cuanto al gasto público, y en su seno el gasto social, se constata un
comportamiento constante entre 1980 y 1994 con cifras en torno al 20 por 100 y
al 10 por 100 del PIB respectivamente. Si bien el gasto social ha ido
incrementado modestamente su participación en el gasto público pasando del 43
por 100 en 1983 al 57,8 por 100 en 1994.
Las elecciones municipales de octubre-noviembre de 1996 ofrecieron una
imagen ambigua del estado de salud política del PSDB. Mientras llegaba a
controlar 910 municipios (frente a 397 en el periodo anterior) no consiguió ganar
en las principales ciudades del país y solo obtuvo el triunfo en tres capitales
estaduales. Por el contrario el PT mostró un firme avance electoral. De cara a la
búsqueda del cambio constitucional que permitiera la reelección, el triunfo en
São Paulo del Partido Progresista (PP), heredero del PDS, donde fue elegido
Celso Pitta que se convirtió en el segundo alcalde negro de la historia del país,
dio alas a su líder Paulo Maluf, quien anunció que sería candidato en las
elecciones presidenciales de 1998, para cuestionar el apoyo de su grupo a la
reforma constitucional. En Río de Janeiro el ganador fue el PFL. El relativo
descalabro del PSDB contrastaba con el afianzamiento de los partidos que
apoyaban al gobierno, todo lo cual obligaba a modificaciones en el seno del
gabinete nacional para ajustar las cuotas de poder a la nueva correlación de
fuerzas.
A lo largo de 1997 la agenda política estuvo dominada por el tema de la
reforma constitucional que permitiera la reelección presidencial, así como de los
gobernadores y alcaldes, y que concluyó, pese a la fuerte oposición de los ex
presidentes Sarney y Franco, con la correspondiente aprobación en el Senado el
4 de junio de la nueva disposición constitucional. El éxito al llevar acabo esta
reforma no impidió que el gobierno continuara siendo bloqueado por el
Congreso a la hora de implementar una reforma de la administración pública que
era considerada un eje fundamental en su política de contención del gasto
público y, por consiguiente, de reducción del déficit. Este bloqueo se produjo a
lo largo de 1997 y solo fue superado el 10 de febrero de 1998 cuando el Senado
aprobó definitivamente la ley que introducía la reforma de la gestión pública
brasileña con implantación de la gestión de calidad total, posibilitaba el despido
de los funcionarios y una limitación salarial. De los tres grandes proyectos del
gobierno Cardoso, junto con la reforma fiscal y la reforma de la seguridad social
fue el único que culminó con éxito. El cambio con respecto a la función pública
era coherente con la nueva y profunda legislación laboral aprobada el mes
anterior que cambiaba drásticamente el marco de las relaciones laborales
iniciado en la década de 1930 propugnando una gran flexibilización en el
mercado de trabajo. Igualmente, el proceso privatizador siguió su curso con la
venta de la Compañía del Valle del Río Doce, la mayor productora mundial de
acero y cuya venta supuso una cifra récord en el proceso privatizador de toda
América Latina.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES
3 de octubre de 1994 4 de octubre de 1998
Partidos

Candidatos Votos % votos Candidatos Votos % votos

PRN
PT L. I. da Silva Lula 17.126.784 27,0 L. I. da Silva Lula 21.438.774 31,73
PDT L. Brizola 2.016.410 3,2

PSDB F. H. Cardoso 34.377.829 54,3 F. H. Cardoso 35.837.159 53,04


PDS
PL

PMDB O. Quercia 2.773.883 4,4

PRONA E. Ferreira 4.672.092 7,4 E. Ferreira 1.444.334 2,14


PPS C. Gómez 7.414.761 10,97

Otros Otros 2.366.512 2 3,7 Otros 1.250.004 2,10

Total 63.333.510 100 67.385.032 100

Blancos Blancos 6.665.238 6,28


14.639.514 15,44
Nulos Nulos 8.864.686 8,35

Abstención 16.832.153 17,75 Abstención 22.682.558 21,38

Total electores hábiles 94.805.177 100 106.101.067 100

1 Se incluyen los siguientes candidatos: R. Freire del PCB, 769.123 votos (1,06%), A. Chaves del PFL,

600.838 votos (0,83%), R. Caiado del PSD, 488.846 votos (0,68%), A. Camargo del PTB, 379.286 votos
(0,52%), E. Ferreira, 360.561 votos (0,50%). El resto de los partidos y candidatos obtuvieron menos del
0,5% de los votos.
2 Se incluyen los siguientes candidatos: E. Amin del PPR, 1.740.231 votos (2,7%), C. Gómes del PRN,
387.949 votos (0,6%) y H. Goulart del PSC, 238.332 votos (0,4%).
FUENTE: Para 1994: Manual de los partidos políticos de América Latina, PARLATINO-IRELA, Madrid,
1997, p. 88. Para 1998: Elaboración propia a partir de los datos de
http://www.blochplanet.com.br/eleicoes/pres_br.html

Las elecciones presidenciales del 4 de octubre de 1998 dieron otra vez el


triunfo a Cardoso que obtuvo un porcentaje del voto popular ligeramente por
debajo del obtenido cuatro años antes aunque aumentó el caudal de votos en su
favor. De nuevo no fue necesario recurrir a la segunda vuelta. Aunque medio año
antes la campaña electoral de Cardoso sufrió un severo impacto a causa de las
muertes en la misma semana de abril de Sergio Motta, Ministro de
Comunicaciones, y del portavoz del gobierno en la Cámara Baja, Luis Eduardo
Magalhaes, personajes ambos muy ligados al Presidente y de importancia
extrema para su estrategia reeleccionista, el artificial mantenimiento de la casi
paridad del real con el dólar hasta el último momento en que las turbulencias
monetarias la hacían insostenible, y la buena imagen de Cardoso, que volvió a
contar con el apoyo masivo de los medios de comunicación, consolidaron el
triunfo de éste. Por otra parte, logró mantener una importante coalición partidista
en su favor integrada por el Partido Movimiento Democrático Brasileño
(PMDB), el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el Partido
Progresista Brasileño (PPB) y el Partido del Frente Liberal (PFL). Además, esta
coalición logró veintiuno de los veintisiete gobernadores, siete de los cuales eran
del PSDB (São Paulo era uno de ellos), seis del PFL y del PMDB y dos del PPB.
El gran derrotado fue nuevamente el líder sindical y del Partido de los
Trabajadores (PT) Lula da Silva, quien encabezaba una alianza de izquierdas y
que disputaba la Presidencia de Brasil por tercera vez consecutiva. De esta forma
quedaba detenida la expansión de este partido iniciada a partir de 1986. En este
momento únicamente lograba tres gobernadores en Acre, Mato Grosso do Sul y
Rio Grande do Sul.
El último trimestre de 1998, una vez concluidos los procesos electorales,
destapó la grave crisis en la que se hallaba la economía brasileña que se
complicó aún más por los enfrentamientos de cariz fiscal registrados entre los
Estados y la Federación que tuvieron como cabezas visibles a Itamar Franco
nuevo gobernador de Minas Gerais, y a Fernando Henrique Cardoso. Aunque el
gobierno de Cardoso, que prácticamente mantuvo a todos los ministros del área
social y económica y la correlación entre los partidos de la coalición, reaccionó
con un riguroso Plan de Ajuste Fiscal y contó con uno de los préstamos más
elevados dado por el Fondo Monetario Internacional, no consiguió detener la
depreciación de la moneda que terminó devaluándose en más del 50 por 100.
Las elecciones municipales de octubre de 2000 supusieron un notable avance
de la izquierda. A los triunfos simbólicos en São Paulo (Marta Suplicy del PT) y
en Río de Janeiro (César Maia circunstancialmente en el PTB) debió sumarse el
éxito en una treintena de municipios de más de doscientos mil habitantes. Este
crecimiento de la izquierda junto con las desavenencias en el seno de la
coalición de gobierno entre Cardoso y el líder del PFL Antonio Carlos
Magalhanes de Bahía, por una parte, y, por otra, con Itamar Franco del PMDB y
Gobernador de Minas Gerais fueron los dos ejes en los que se enmarcaron los
dos últimos años de mandato del Presidente intensificándose en la medida en que
se aproximaban las elecciones y en el seno del oficialismo se pugnaba por un
candidato claro e incuestionable. En este sentido, el mayor impacto lo produjo la
acusación desde el PSDB contra Roseana Sarney, candidata del PFL, de cargos
de corrupción política que la llevaron a abandonar la carrera presidencial y al
partido a dejar de formar parte de la coalición gobernante. Cardoso finalizó su
segundo periodo con altos índices de aceptación de su tarea y siendo en gran
parte artífice de la creación de una democracia consolidada, con un gobierno no
inhibido de sus responsabilidades y una economía de mercado fuerte con una
política fiscal y monetaria sólida.

6. LA IZQUIERDA EN LA PRESIDENCIA

Las elecciones del 6 de octubre de 2002, con una abstención inferior al 20 por
100, vieron el triunfo de Lula da Silva que accedía a la Presidencia al cuarto
intento habiendo mantenido una clara ventaja en los sondeos de opinión pública
desde medio año antes. Liderando el partido de izquierda más fuerte de América
Latina por él mismo creado un par de décadas antes había logrado suavizar las
críticas de sus antagonistas mediante un discurso menos agresivo, unas
propuestas políticas más conciliadoras con el capital extranjero (eran
bienvenidas las inversiones productivas) y con la clase política liberal
(designando como candidato a la vicepresidencia al empresario textil José
Alencar del ala más abierta del Partido Liberal), no renunció, sin embargo, a
mantener en su programa la reforma agraria y a darle un sesgo en la política
exterior profundamente latinoamericano.
Lula perdió solo en dos Estados (en Ceará frente a Ciro Gomes —44,5 por
100 frente al 39,4 por 100— y en Alagoas frente a Serra —29,2 por 100 frente al
28,6 por 100—) y contó con una mayor dispersión de las candidaturas que
provocaron un escenario como el de 1989 en que hubo de recurrir al mecanismo
constitucional electoral de la segunda vuelta. En 2002, una vez desinflada la
candidatura del derechista PFL y desactivadas las pretensiones de Itamar Franco
desde el PMDB, las opciones se centraban en el continuismo encabezado por
José Serra, ex Ministro de Sanidad con Cardoso y candidato continuista al frente
del PSDB con un perfil más inclinado hacia cuestiones sociales y una acreditada
capacidad negociadora, pero con un sesgo humano que le distanciaba del
electorado por su falta de carisma. Consiguió pasar a la segunda vuelta, pero fue
incapaz de reducir la ventaja que Lula ya le sacó en la primera. Otros candidatos
fueron el populista gobernador de Río de Janeiro Anthony Garotinho del PSB
que contaba con el apoyo de las iglesias evangélicas y el exgobernador de Ceará
y exalcalde de Fortaleza Ciro Gomes del PPS valedor de una plataforma de
cierto contenido crítico para con la clase política del momento y avalado por
intelectuales descontentos.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2002

Primera vuelta: 6 de octubre Segunda vuelta: 27 de octubre


Partidos políticos Candidatos Número de votos Porcentaje Número de votos Porcentaje

PT Luiz I. Da Silva 39.443.765 34,22 52.793.364 61,27

PSDB José Serra 19.700.395 17,09 33.370.739 38,73


PSB Anthony Garotinho 15.175.729 13,17

PPS Ciro Gomes 10.167.597 8,82

PSTU José María 402.040 0,35


PCO Rui Menta 38.608 0,03

Votos válidos 84.928.134 86.164.103 100


Votos en blanco 2.873.203 2,49 1.727.760

Votos nulos 6.975.128 6,05 3.772.396

Votantes 94.776.465 91.664.259

Abstención 20.477.648 17,78

Censo 115.254.113 100

FUENTE: Tribunal Superior Eleitoral.

El escenario de «Lula contra el resto» llevó al PFL y al PMDB, que, como se


ha visto, no presentaban candidatos, pero cuyo poder como maquinarias políticas
era indudable, a no apoyar explícitamente a ninguno de los otros candidatos.
Cuando debieron optar para frenar a Lula en la segunda vuelta por José Serra la
distancia del primero ya era insalvable e incluso el apoyo al delfín de Cardoso se
hacía, para algunos sectores, insoportable. Los cerca de veinte millones de votos
que separaron a ambos candidatos en la primera vuelta prácticamente se
mantuvieron en la segunda.
Lula articuló su gabinete sobre la base de una coalición formada por el PT,
PL, PCdoB, PPS, PDT, PTB y PSB, que no le aseguraba unas relaciones
cómodas con el Congreso, y a la incorporación de independientes cualificados
para las áreas más técnicas. Destacó entre los miembros del mismo la elección
del compositor Gilberto Gil encargado de la cartera de Cultura y de Henrique
Meirelles como presidente del Banco Central, figura que aseguraba la
continuidad de la política monetaria y el respeto de la comunidad internacional;
asimismo el nombramiento de Antonio Palocci como ministro de Hacienda
aseguraba la moderación en la política económica. Los restantes miembros del
gabinete del área social mostraban el compromiso en la lucha contra los mayores
agravios sociales que vivía el país, el hambre y la pobreza, en los que la reforma
agraria era una pieza esencial. El intento de incorporar al PMDB se frustró en el
último momento y quedó pospuesta la decisión hasta febrero de 2003,
circunstancia que alejó a Lula de la posibilidad de quedarle asegurada la mayoría
parlamentaria en el momento de su toma de posesión el 1 de enero de 2003.
Durante su primer mandato, Lula centró una parte importante de sus
esfuerzos en el desarrollo de una política social que permitiera reducir la pobreza
y la desigualdad a corto y a largo plazo. Para ello, creó el Ministerio del
Desarrollo Social y de Combate a la Pobreza y puso en marcha el programa de
transferencias condicionadas denominado «Bolsa Familia». Este programa
unificó varios proyectos —nuevos y de anteriores administraciones— como la
«Bolsa Escola», la «Cartão Alimentação» —que incorporaba el programa de
«Fome Zero»—, la «Bolsa Alimentação» y el auxilio gas. Este programa, aún
vigente, está destinado a las familias que viven bajo el umbral de pobreza, a la
cual se les transfiere ayudas monetarias y alimentarias pero también se les presta
servicios educativos y sanitarios. Dichas ayudas tienen algunas contrapartidas
como el compromiso de mantener en la escuela a los niños o de controlar la
salud de la familia. Pese a las múltiples críticas que ha recibido este programa —
centradas sobre todo en la dificultad de fiscalizar las contraprestaciones que se
les pide a los beneficiarios y en el impacto de las transferencias en el largo plazo
—, el éxito de Bolsa Familia es reconocido como uno de los principales factores
que han permitido la reducción de las tasas de pobreza y desigualdad en Brasil, a
la vez que contribuyó a disparar la popularidad de Lula.
Otro de los aspectos en el primer gobierno de Lula da Silva que generó gran
controversia fue el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica pese a que
la elección del líder del PT creó mucha incertidumbre en los mercados
internacionales provocando la salida de capitales a corto plazo y una fuerte
devaluación cambiaria que tuvo consecuencias en el nivel de producción
económica. Esto se debió principalmente al mantenimiento de las políticas
monetarias y fiscales austeras que se comenzaron a aplicar en el gobierno de
Cardoso, las cuales tendían principalmente al control del crecimiento
inflacionario, devolviendo con ello la confianza a los inversores. Para acallar las
múltiples críticas de los sectores más a la izquierda, Lula frenó las
privatizaciones y creó la figura de la «asociación» como nuevo modelo de
interacción entre los sectores público y privado, en donde el Estado tenía un
papel central. En este gobierno también se crearon mecanismos para aumentar la
participación ciudadana en la definición de políticas públicas y en la elaboración
de los presupuestos municipales bajo los auspicios de la democracia
participativa; algunos de ellos fueron: la creación del Consejo de Desarrollo
Económico y Social, compuesto por diferentes sectores sociales y por
representantes del gobierno, y cuyo objetivo era democratizar la definición de las
políticas públicas; y la creación de las «Conferencias Temáticas» que se llevan a
cabo en los municipios, en los Estados y a nivel nacional con el fin de discutir
los temas que atañen a cada conferencia.
En el plano internacional, Lula quiso diferenciarse de su antecesor al
mostrarse proclive hacia un papel más activo dentro de un nuevo marco de
actuación denominado «autonomía por diversificación», que consistió
básicamente en el fortalecimiento de Brasil en distintas organizaciones
internacionales como las misiones de paz de Naciones Unidas, el G20, el grupo
IBSA (India, Brasil y Sudáfrica) o el BRIC (con Rusia, India y China). Además,
implantó una orientación de «compromiso» en este campo en el sentido de
promover un orden internacional más democrático y equitativo, para lo que se
planteaba la necesidad de subordinar la política externa a las necesidades de
desarrollo económico y social. Una muestra de la importancia que le dio Lula a
las relaciones exteriores fue la creación de la oficina del Asesor Especial de
Política Exterior del Presidente. Asimismo, buscó fortalecer su influencia a nivel
regional mediante el establecimiento de alianzas y acuerdos con algunos países y
del fortalecimiento del papel de Brasil dentro del MERCOSUR. La búsqueda por
ejercer un claro liderazgo estuvo acompañada por un contexto favorable que
consistió en la llegada al poder de varios líderes de izquierda como Néstor
Kirchner en Argentina, Tabaré Vázquez en Uruguay y Evo Morales en Bolivia.
La cuenta de resultados positiva que Lula pudo elaborar durante su primer
mandato, se vio opacada por numerosos casos de corrupción que implicaban a su
partido. El más importante de ellos fue el caso del Mensalão, el cual estalló
cuando un diputado del PTB denunció el pago de dinero por parte del PT a los
diputados que votaban a favor de las propuestas legislativas del gobierno. Este
escándalo le costó el puesto a José Dirceu, mano derecha del presidente, a quien
se acusó de ser el cerebro detrás del sistema de pagos. Además, posteriormente
hubo numerosas denuncias sobre los intentos del gobierno de obstruir la
comisión de investigación que se creó para esclarecer los hechos.
En este contexto, Lula se enfrentó a la reelección en 2006. En esa
oportunidad su contrincante fue Geraldo Alckmin, candidato del PSDB. Entre
los dos concentraron casi el 90 por 100 de los votos en la primera vuelta. En la
campaña el caso Mensalão fue utilizado por Alckmin en repetidas ocasiones, a
lo que Lula respondía mostrando los logros de su gobierno en temas de política
social. En la segunda vuelta Lula logró hacerse con el 60 por 100 de los votos,
dando paso así a su segundo mandato en el cual nuevamente contó con una
bancada legislativa minoritaria pese a obtener buenos resultados respecto a otros
partidos (16 por 100 en la Cámara de Diputados y 15 por 100 en el Senado) que
le obligó a mantener alianzas con otros partidos.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2006

Primera vuelta Segunda vuelta

Candidato Partido (1 de octubre) (29 de octubre)

Número de votos Porcentaje Número de votos Porcentaje

Lula da Silva PT 46.662.365 48,61 58.295.042 60,83


Geraldo Alckmin PSDB 39.968.396 41,64 37.543.178 39,17

Heloísa Helena PSOL 6.575.393 6,85 –– ––

Cristov. Buarque PDT 2.535.844 2,64 –– ––

Otros –– 251.762 0,26 –– ––

Votos válidos 95.996.733 95.838.220


Votos habilitados 125.900.000 100 125.900.000 100
Votos nulos 8.073.325 8,41 5.779.044 6,03
Participación 83,25 81

FUENTE: Tribunal Superior Electoral, 2006.

Durante su segundo mandato, Lula continuó con los programas bandera de su


política social, de forma tal que para 2010 la bolsa familiar alcanzó a cubrir a
más de 12 millones de brasileños, y se calcula que casi un 17 por 100 del
presupuesto del gobierno federal fue transferido a personas en situación de
pobreza. Esto se tradujo en una disminución significativa de las tasas de miseria
y en la reducción de los niveles de desigualdad, de manera que esta última se
redujo un 17 por 100 gracias a la Bolsa Familia entre 2001 y 2008. En materia
económica se continuó con una política ortodoxa de control inflacionario pero se
centraron los esfuerzos en el crecimiento económico, en la generación de empleo
y en el aumento de las inversiones públicas. Para ello, se creó el Plan de
Aceleración del Crecimiento (PAC), liderado por la entonces Jefa de la Casa
Civil de Lula, Dilma Rousseff, y cuyo principal objetivo era una importante
inversión en infraestructuras durante los siguientes cuatro años. Estas
inversiones estaban acompañadas de medidas tendientes al estímulo para la
concesión de créditos, el avance en materia medioambiental y en la
implementación de incentivos fiscales a sectores como la construcción, el
transporte, la tecnología y los bienes de capital. La financiación de este
programa estaba a cargo del Estado, pero también de las asociaciones público-
privadas que creó y fortaleció Lula durante su primer gobierno. Algunas de las
principales críticas a este Plan fueron, por una parte, el reducido presupuesto
destinado a su concreción (0,6 por 100 del PIB) y, por otra, la poca eficiencia en
el diseño de los proyectos debido a los largos procedimientos que se deben llevar
a cabo antes de llegar a la fase de implementación. Asimismo, el gobierno
procuró aumentar el crédito a empresas, pero también a personas lo que derivó
en un aumento del consumo interno e implementó medidas para ayudar a las
empresas nacionales tanto dentro del país como en el exterior. Todo esto ayudó a
que Brasil se viera poco afectado por la crisis económica internacional de 2008 y
2009.
Otros frentes en los que el gobierno puso mayor énfasis fue el educativo y el
de seguridad ciudadana. También logró la aprobación de la Ley de la «Ficha
Limpa» en 2010, una ley de iniciativa popular, cuyo Proyecto contó con más de
1,3 de millones de firmas, y por la que, en líneas generales, se impide sean
electas para ocupar cargos públicos personas condenadas judicialmente por
improbidad o corrupción vía decisión judicial colegiada, aun que sin tránsito en
el juzgado. Sus disposiciones ya han sido aplicadas en las últimas elecciones
municipales y por fuerza de sus disposiciones más de cincuenta municipios
deberán realizar nuevas elecciones porque candidatos electos han sido
impugnados con base en esa ley.
Finalmente, durante este periodo el papel de Brasil en el plano internacional
continuó en ascenso. Con un liderazgo ya reconocido mundialmente, Lula se
erigió como el representante de la izquierda moderna y moderada en
contraposición de la izquierda populista y con tintes autoritarios que
representaba el presidente venezolano Hugo Chávez. Esto, sumado a la buena
marcha de la economía, favoreció la expansión de la influencia de Brasil y el
posicionamiento positivo de sus empresas en otros países. Especialmente
importante ha sido el aumento del intercambio comercial entre Brasil y Asia,
particularmente con China e India. Por otra parte, a nivel regional Brasil tuvo un
importante papel en la creación de la Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR), un organismo regional surgido para fortalecer la integración de los
países suramericanos. Esta unión se instauró en 2008 en Brasilia y a lo largo de
estos años se ha ido incorporando hasta doce países, además, ha logrado el
reconocimiento de la ONU como observador en su Asamblea General.
Durante su segundo mandato, Lula mantuvo buenos niveles de popularidad
terminando en 2010 con una evaluación positiva del gobierno de más del 80 por
100, lo que favoreció a la candidata de su partido en las elecciones de 2010. En
esta ocasión nuevamente la disputa se dio entre Dilma Rousseff candidata del PT
y José Serra del PSDB, quienes concentraron casi el 80 por 100 de los votos en
la primera vuelta. En esta ocasión la sorpresa provino de la candidatura de
Marina da Silva, también exministra de Lula que se apartó del gobierno y del
proyecto del PT para abanderar desde posiciones ecologistas el nuevo proyecto
que supuso el Partido Verde (PV). Dilma Rousseff fue ministra de Minas y
Energía y Jefa de la Casa Civil durante el gobierno de Lula, pero además contaba
con una extensa trayectoria en el seno de organizaciones de izquierda que
propugnaban la lucha armada en las décadas de 1960 y 1970, habiendo sido
encarcelada y torturada durante la dictadura. Tras el lento proceso de apertura
democrática Rousseff militó en las filas del Partido Democratico Trabalhista, y
en 2003 se pasó oficialmente al PT. Tanto su historia personal como los cargos
en el gabinete de Lula le permitieron acumular un capital político que, sumado al
legado del expresidente Lula y a la amplia coalición que la respaldó (diez
partidos) le permitieron ganar en la segunda vuelta al experimentado político del
PSBD José Serra, convirtiéndose de esta forma en la primera mujer en ocupar la
Presidencia de la República.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2010

Primera vuelta Segunda vuelta


Candidato Partido (3 de octubre) (31 de octubre)

Número de votos Porcentaje Número de votos Porcentaje


Dilma Rousseff PT 47.651.434 46,91 55.752.529 56,05

José Serra PSDB 33.132.283 32,61 43.711.388 43,95

Marina da Silva PV 19.636.359 19,33


Plínio Sampaio PSOL 886.816 0,87

José Eymael PSDC 89.350 0,09

José Maria PSTU 84.609 0,08


Levy Fidelix PRTB 57.960 0,06

Ivan Pinheiro PCB 39.136 0,04

Rui Pimenta PCO 12.206 0,01


Votos válidos 101.590.153 91,36 99.463.917 93,3
Votos en blanco 3.479.340 3,13 2.452.597 2,3

Votos nulos 6.124.254 5,51 4.689.428 4,4

Votos habilitados 111.193.747 100 106.606.214 100

Abstención 18,12 21,5

FUENTE: Tribunal Superior Electoral, 2010.

El programa político de Rousseff daba continuidad al legado de su antecesor,


es decir, manteniendo un especial interés por la política social. De hecho, una
vez asumió el poder Rousseff anunció un plan para erradicar la pobreza extrema
denominado «Brasil sin miseria», cuyo principal objetivo es la identificación de
la población que vive bajo la línea de pobreza extrema —calculada en más de 16
millones— y su incorporación en el programa de «Bolsa Familia» y en otros
programas más focalizados como el Programa Nacional de Acceso a la
Enseñanza Técnica y al Empleo, el programa «Mujeres mil» o el Programa
Nacional de Microcrédito Productivo Orientado. Por otra parte, durante estos dos
años de gobierno la economía ha dado muestras de ralentización al disminuir el
crecimiento del PIB pasando del 7,5 en 2010 al 2,7 en 2011. Sin embargo, la tasa
de pobreza, miseria y desempleo han continuado bajando, mientras que el salario
medio y las inversiones extranjeras directas han aumentado. En el ámbito
internacional, aunque comparte el enfoque multilateralista de Lula, Rousseff se
diferencia en algunos aspectos, tales como no poseer el carisma y liderazgo que
poseía éste, lo cual también se explica por el hecho de que Rousseff se muestra
más interesada por la política interna que externa; además, mantiene una
posición más crítica respecto a los Estados en donde se violan los derechos
humanos; ha restablecido una comunicación más fluida con Estados Unidos y,
finalmente, ha puesto dentro de las prioridades en este ámbito a África.
Uno de los mayores problemas que ha afrontado Rousseff al inicio de su
mandato es la explosión de múltiples escándalos de corrupción por parte de
colaboradores cercanos y miembros de su gabinete. Tan solo en su primer año de
gobierno, Rousseff destituyó a siete ministros involucrados en casos de tráfico
de influencias, desviación de activos públicos para fines privados,
enriquecimiento ilícito, corrupción en licitaciones, entre otros. La rápida
reacción de la Presidenta y la aprobación de la Ley de Transparencia en 2011
permitieron que su imagen saliera reforzada al contrario a lo que se creía. De
hecho, después de cumplidos dos años de mandato, Rousseff sigue manteniendo
altos índices de popularidad y aprobación en su gestión.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


La Constitución de 1988 regula las diferentes instituciones políticas de Brasil;
sin embargo, el contenido de algunas de sus disposiciones transitorias ofreció
durante cinco años la imagen de un sistema inacabado llegando a provocar cierta
perplejidad. Así, el texto indicaba que el 7 de septiembre de 1993 el electorado
tendría que definir a través de un plebiscito la forma (república o monarquía
constitucional) y el sistema de gobierno (parlamentarismo o presidencialismo)
que deberán regir al país. Igualmente entonces se debería realizar la revisión del
texto constitucional por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso
Nacional, en sesión unicameral (arts. 2.0 y 3.0 de las Disposiciones
Constitucionales Transitorias). Como ya ha quedado dicho, el plebiscito ratificó
la forma republicana y el sistema de gobierno presidencialista.
RESULTADOS DEL PLEBISCITO SOBRE LA REFORMA CONSTITUCIONAL DE ABRIL DE 1993

Participación 74,25 %
A favor de la República 66,06 %

A favor de la Monarquía 10,21 %


A favor del Presidencialismo 44,45 %

A favor del Parlamentarismo 24,65 %

FUENTE: María Teres SADECK (1995): «Opciones institucionales y consolodación democrática: un análisis
del plebiscito de 1993 en abril», en Carina PERELLI y otros (comp.), Partidos y clase política en América
Latina en los 90, IIDH-CAPEL, San José, p. 382.

Paralelamente, la Constitución fijó el término del mandato del Presidente de


la República entonces en el poder el 15 de marzo de 1990, debiendo elegirse el
primero, después de la promulgación de la nueva Constitución, el 15 de
noviembre de 1989. Con respecto al mandato de los gobernadores se determinó
que éstos cesarían el 15 de marzo de 1991 y que serían elegidos el 15 de
noviembre de 1990.
En el ámbito de los derechos y garantías fundamentales, la Constitución
recoge tanto los derechos y deberes individuales y colectivos (art. 5) como los
derechos sociales (arts. 6 y 7) que, entre otros, comprometían al gasto público en
materia de seguro de desempleo e imponían el salario mínimo y la jubilación.
Por otra parte, se señala que la soberanía popular se ejerce mediante el voto, el
plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular (art. 14).
Los títulos VII, «del orden económico y financiero», y VIII, «del orden
social», muestran un modelo en el que se siguen manteniendo importantes
elementos de una visión del sistema político «estadocéntrica» que busca la
Justicia Social, mediante el reconocimiento de la función social de la propiedad
(art. 170), la disciplina de las inversiones de capital extranjero por parte de la ley
con base en el interés nacional (art. 172), el mantenimiento de las funciones de
fiscalización, incentivación y planificación del Estado, como agente normativo y
regulador (art. 174) y la vocación del poder público como prestador de servicios
(art. 175). Asimismo, la Constitución propugna por una seguridad social de
cobertura universal y con diversidad de la base de financiación (art. 194) y
financiada por toda la sociedad (art. 195).
La Constitución puede enmendarse a propuesta de un tercio de los miembros
de la Cámara de Diputados o del Senado Federal, del Presidente de la República,
y de más de la mitad de las Asambleas Legislativas de los Estados,
manifestándose cada una de ellas por mayoría relativa de sus miembros. La
propuesta debe discutirse y votarse en cada una de las Cámaras, en dos turnos,
considerándose aprobada si obtiene en ambos los tres quintos de los votos de los
respectivos miembros (art. 60).
Entre 1992 y 2012 se han aprobado en Brasil setenta enmiendas
constitucionales de las que treinta y siete han tenido que ver con algunos
aspectos del orden económico —como la flexibilización de los monopolios
estatales (enmienda 5 y 8/1995)—, pero sobre todo, con cuestiones federales.

1. EL PODER EJECUTIVO

El Poder Ejecutivo es ejercido por el Presidente de la República, auxiliado


por los Ministros de Estado (art. 76). El Presidente de la República inicialmente
era elegido, junto con el Vicepresidente, por un mandato de cinco años, no
pudiendo ser reelegido inmediatamente (art. 82), disposición ésta que fue
reformada en 1994 rebajándose a cuatro años y en 1997 para posibilitar una
reelección inmediata.
De entre las atribuciones del Presidente destacan el nombramiento de los
Ministros, la iniciativa legislativa, el veto total o parcial a los proyectos de ley, el
mando supremo de las Fuerzas Armadas y la provisión y extinción de los cargos
públicos federales (art. 84). El Presidente, admitida su acusación por los dos
tercios de la Cámara de Diputados, será juzgado por el Supremo Tribunal
Federal de las infracciones penales comunes o por el Senado Federal de los
delitos de responsabilidad política (art. 86).
La Constitución establece como órganos asesores del Ejecutivo el Consejo de
la República para los asuntos relativos a la intervención federal, al estado de
defensa y al estado de sitio, y en general para aquellas cuestiones relativas a la
estabilidad de las instituciones democráticas (art. 90), y el Consejo de Defensa
Nacional para los asuntos relativos a la declaración de guerra y a aquellas
cuestiones referentes a la seguridad nacional (art. 91). En ambos casos participan
como miembros natos el Vicepresidente de la República, el Ministro de Justicia
y los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado. En el Consejo de la
República también se encuentran presentes los líderes de la mayoría y de la
minoría en la Cámara de los Diputados, en el Senado Federal, el Ministro de
Justicia y seis ciudadanos brasileños, siendo nombrado por el Presidente de la
República, dos elegidos por el Senado Federal y dos elegidos por la Cámara de
los Diputados (art. 89). En cuanto a los restantes miembros del Consejo de
Defensa Nacional lo integran los Ministros de Justicia, Militares, de Relaciones
Exteriores y de Planificación (art. 91).
Los Ministros de Estado orientan, coordinan y supervisan los órganos y
entidades de la Administración Federal en el área de su competencia y refrendan
los actos y decretos firmados por el Presidente de la República (art. 87).

2. EL PODER LEGISLATIVO

El Poder Legislativo lo ejerce el Congreso Nacional en legislaturas de cuatro


años a través de la Cámara de los Diputados y del Senado Federal (art. 44). Se
establece que la Cámara representa proporcionalmente a la población, con la
corrección de que ningún Estado tendrá menos de ocho diputados ni más de
setenta elegidos por periodos de cuatro años, mientras que el Senado representa
a los Estados y al Distrito Federal eligiendo cada uno de ellos a tres senadores
según el sistema mayoritario para un mandato de ocho años.
Entre otras, es competencia exclusiva del Congreso Nacional la convocatoria
de plebiscito, aprobar el estado de defensa y la intervención federal y autorizar el
estado de sitio (art. 49). Sus reuniones anuales se celebran en dos periodos (del 2
de febrero al 17 de junio y del 1 de agosto al 22 de diciembre), pudiéndose
reunir en convocatoria extraordinaria si así lo decide el presidente del Senado
Federal en los casos de haber sido decretado el estado de defensa o de
intervención federal, o por convocatoria del Presidente de la República, de los
presidentes de la Cámara de los Diputados y del Senado Federal o a
requerimiento de la mayoría de los miembros de ambas Cámaras, en caso de
urgencia o de interés público relevante (art. 57). Ambas cámaras pueden
convocar a los Ministros de Estado para que presten informaciones sobre un
asunto previamente determinado (art. 50), no existiendo posibilidad alguna de
censura política.
Son competencias exclusivas de la Cámara de Diputados la autorización por
dos tercios de sus miembros del procesamiento del Presidente y del
Vicepresidente de la República así como de los Ministros de Estado y la elección
de los miembros del Consejo de la República (art. 51). En cuanto a las
competencias del Senado destacan: procesar y juzgar al Presidente y
Vicepresidente de la República así como a los Ministros de Estado y la
aprobación de la selección de los magistrados del Supremo Tribunal Federal (art.
101), Superior Tribunal de Justicia (art. 104), Tribunal Superior Laboral (art.
111-A), y Superior Tribunal Militar (art. 123), de los Ministros del Tribunal de
Cuentas, del Gobernador de Territorio, del Presidente y directores del Banco
Central y del Procurador General de la República. Igualmente aprueba los
nombramientos de los jefes de misión diplomática y las operaciones de crédito
externo e interno.
En el proceso legislativo se reconoce la iniciativa popular mediante
presentación de un proyecto en la Cámara de los Diputados suscrito como
mínimo por el 1 por 100 del electorado nacional distribuido por lo menos en
cinco Estados. En el ámbito de la iniciativa legislativa se faculta al Presidente su
exclusividad en un amplio marco que abarca desde la modificación de los
efectivos de las Fuerzas Armadas a la organización administrativa del Estado
(art. 61). El veto del Presidente en el proceso legislativo, a la hora de promulgar
una ley, puede ser superado por votación alcanzada por la mayoría absoluta de
diputados y senadores (art. 66).

3. EL PODER JUDICIAL

Son órganos del Poder Judicial: el Supremo Tribunal Federal, el Consejo


Nacional de Justicia, el Superior Tribunal de Justicia, los Tribunales Regionales
Federales y los jueces federales, los Tribunales y jueces del Trabajo, los
Tribunales y jueces electorales, los Tribunales y jueces militares y los Tribunales
y jueces de los Estados y del Distrito Federal y Territorios (art. 92).
Al Supremo Tribunal Federal le corresponde procesar y juzgar, entre otras, la
acción directa de inconstitucionalidad de la ley o de un acto normativo federal o
estatal (art. 102); está compuesto de once ministros nombrados por el Presidente
de la República y aprobados por mayoría absoluta por el Senado.
El Superior Tribunal de Justicia está compuesto, como mínimo por treinta y
tres ministros, nombrados por el Presidente de la República, después de
aprobada la selección por el Senado Federal, siendo un tercio de entre jueces de
los Tribunales Regionales Federales, un tercio de entre jueces de apelación de
los Tribunales de Justicia y un tercio, de entre abogados y miembros del
Ministerio Público Federal, Estatal, y del Distrito Federal (art. 104).
La enmienda a la Constitución 45/2004 creó el Consejo Nacional de Justicia
como órgano del Poder Judicial (art. 94.I.A y art. 103-B). Ese nuevo órgano es el
responsable del control externo del Judicial. Su presidencia recae en el
Presidente del Supremo Tribunal y el «Corregidor» es siempre un ministro del
Superior Tribunal que tiene poder correccional subsidiario sobre toda la
magistratura.

4. LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO

La organización político-administrativa de la República Federativa de Brasil


comprende la Unión, los Estados, el Distrito Federal y los Municipios, los cuales
tienen carácter autónomo (art. 18). Los Estados tienen reservadas aquellas
competencias que no les estén expresamente prohibidas por la propia
Constitución. Para su organización, los Estados se rigen por sus propias
constituciones (art. 25), estableciendo sus Asambleas Legislativas, compuestas
por un número de diputados, cuyo mandato es de cuatro años, igual al triple del
número de diputados del Estado en cuestión que elige para la Cámara de los
Diputados (art. 27); igualmente se faculta para la elección por sufragio directo de
un Gobernador y de un Vicegobernador por un periodo de cuatro años (art. 28).
En 2013 el número de Estados asciende a veintiséis Estados más el Distrito
Federal de Brasilia.
Los Municipios se organizan en torno a la figura del Prefecto, del
Viceprefecto y los Vereadores (concejales), cuya elección se produce también
cada cuatro años en votación directa (art. 29). Entre las competencias de los
Municipios se encuentran: legislar sobre asuntos de interés local (ante lo cual
existe la iniciativa popular), suplementar la legislación federal estatal y federal
en lo que cupiese y organizar y prestar servicios públicos de interés local (art.
30). En 2013 el número de Municipios era de 5.570.
La Unión puede intervenir a los Estados o al Distrito Federal para mantener la
integridad nacional, repeler una invasión extranjera, por deterioro grave del
orden público, para garantizar el libre ejercicio de cualquiera de los poderes en
las unidades de la Federación y para asegurar la observancia de principios
constitucionales fundamentales (art. 34). En todo caso el decreto de intervención
debe someterse y ser apreciado por el Congreso Nacional o por la Asamblea
Legislativa del Estado (art. 36).
El federalismo de esta Constitución, no obstante, es extremadamente teórico
por cuanto que las competencias de la Unión son muy extensas (arts. 21 y 22).
Éstas abarcan desde la clásica facultad de emitir moneda a las relativas a la
legislación sobre poblaciones indígenas o a la elaboración y ejecución de planes
regionales de ordenación del territorio y de desarrollo económico y social. El
derecho a decidir sobre políticas públicas está muy centralizado en Brasil aunque
no tanto el derecho a ejecutar.
Por otra parte existe una tradición desde la época de Getúlio Vargas de lo que
se podría denominar una cooperación multinivel con las Conferencias
Nacionales de Políticas Públicas. Esta instancia que incluye a representantes de
los tres niveles gubernamentales (federal, estatal y municipal) así como a
diferentes representantes de organizaciones de la sociedad civil ha incrementado
mucho su número en los años de gobierno de los presidentes del PT abarcando
áreas, no solo de salud pública como fue en sus inicios, sino también de derechos
humanos y de las minorías, economía y desarrollo, asistencia social, educación y
cultura.

5. EL SISTEMA ELECTORAL

El sistema de elecciones indirectas de segundo grado y con voto calificado


perduró durante todo el régimen imperial. Durante la «República Vieja» se
mantuvo un sistema electoral mayoritario, con elección directa y sufragio
universal masculino. La Revolución de 1930 propulsó el voto universal,
introducido en el Código electoral de 1932, que incorporó el sistema de
representación proporcional y la creación de la justicia electoral; por la ideología
imperante en el momento dejó también abierto espacio para una idea corporativa
en lo relativo a la representación de organizaciones profesionales. Aunque la
Constitución de 1937 modificó este esquema, el texto de 1946 se inspiró en los
principios básicos de la Constitución de 1934. El gobierno de las Fuerzas
Armadas restringió la participación política al máximo de suerte que reinstauró
las elecciones indirectas para elegir al Presidente de la República, a los
gobernadores de los Estados y a un tercio de los senadores.
La Constitución de 1988 establece el voto universal, directo, igual, secreto y
obligatorio para todos los mayores de dieciocho años y facultativo para los
analfabetos, los mayores de setenta años y los mayores de dieciséis pero
menores de dieciocho (art. 14).
La elección del Presidente, que debe realizarse simultáneamente con la del
Vicepresidente, es por sufragio universal, directo y secreto, debiendo obtener el
candidato en cuestión la mayoría absoluta de los votos, sin computar aquellos en
blanco o nulos (art. 77). Si ningún candidato alcanzase esta mayoría, se realizará
una nueva elección popular entre los dos candidatos más votados. Las elecciones
para otros cargos ejecutivos (gobernadores y alcaldes) siguen el mismo sistema,
si bien las elecciones para alcaldes en municipios con menos de 200.000
electores son por mayoría simple.
En cuanto a la elección de los miembros del Poder Legislativo, las
circunscripciones electorales son los Estados para ambas cámaras. Los senadores
son elegidos, a razón de tres por Estado en circunscripciones uninominales o
binominales, por el sistema de representación mayoritaria, mientras que los
diputados lo son por el sistema de representación proporcional en el que el
elector tiene dos opciones: el voto nominal o el voto en las siglas de los partidos;
los escaños obtenidos por los partidos o coaliciones de partidos son ocupados
por los candidatos más votados de cada lista. En 2005 hubo una Comisión de
Reforma Política en la Cámara de Diputados en donde se propuso el
establecimiento de listas cerradas que finalmente no fue aprobada. Las
coaliciones son consideradas como una lista única, y los candidatos más votados
de la coalición son elegidos sin tenerse en cuenta el partido al que pertenecen. El
voto a las siglas de partidos solo importa para la distribución de los escaños entre
los partidos, y no tiene efecto sobre la distribución de los candidatos. Para la
Cámara de Diputados, los partidos pueden registrar una lista con un número de
candidatos igual a una vez y media el número de diputados (o escaños) de la
circunscripción electoral; cuando hay coaliciones de partidos, la lista puede
contener hasta dos veces el número de escaños. La proporcionalidad del sistema
se ve asimismo reflejada en el hecho de que no existen circunscripciones
electorales pequeñas o de magnitud inferior a cinco. La constitución establece
unos límites para la magnitud de las circunscripciones que oscilan entre un
mínimo de ocho y un máximo de setenta. Si en este segundo caso hay
circunscripciones que eligen hasta sesenta diputados federales hay que señalar
que un partido puede obtener representación con el 1,7 por 100 de los votos. Las
elecciones para diputados federales y vereadores son también por representación
proporcional con lista abierta (voto preferencial). Para la composición de los
poderes legislativos locales se utiliza la fórmula D’Hondt con una barrera
equivalente al cociente electoral. El número de vereadores depende de la
población de cada municipio (art. 29), y van de nueve vereadores (en los
municipios de entre 15.000 y 30.000 habitantes) a cincuenta y cinco (en
municipios de más de ocho millones de habitantes).
La cita electoral, el primer domingo de octubre, hace coincidir a las
elecciones nacionales (presidenciales y legislativas) con las elecciones
estaduales, separándolas de las elecciones municipales cuyo desarrollo tiene
lugar dos años antes, es decir en la mitad del mandato de aquéllas. Las
elecciones municipales de 1996 contemplaron la introducción, por primera vez
en América Latina, de un sofisticado sistema de votación electrónico en un
número pequeño de municipios, que volvió a utilizarse de forma más
generalizada en los comicios generales de 1998 y total a partir de los de 2002. Se
da la peculiaridad de que las urnas electrónicas no muestran las listas de
candidatos, el elector debe saber el número del candidato a quien va votar (si la
votación es nominal) o el número del partido (si el voto es a la sigla) para
registrarlo en la pantalla de la urna.
En cuanto al Tribunal Electoral, que forma parte del Poder Judicial, se
determina que está compuesto por un mínimo de siete miembros elegidos
mediante voto secreto: tres entre los ministros del Supremo Tribunal Federal, dos
jueces entre los ministros del Superior Tribunal de Justicia, y dos nombrados por
el presidente de la República entre seis abogados de notable reputación y
conocimiento jurídico presentados por el Supremo Tribunal Federal (art. 119).
IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

El predominio histórico del Estado sobre los partidos, el peso de la política


estadual en el entramado nacional, una legislación electoral y partidista
favorecedora de una indisciplina enorme de los candidatos electos y de un
«coste» en votos relativamente bajo, una gran volatilidad de las preferencias
electorales por parte de los votantes, el formato mayoritario a doble vuelta para
los cargos unipersonales favorecedor de la proliferación de las candidaturas y el
liderazgo negativo de Sarney y de Collor de Mello son algunas de las notas que
contribuyeron en sus inicios a caracterizar al sistema de partidos en Brasil. El
resultado es un sistema de partidos con el mayor número efectivo de toda
América Latina, donde el partido mayor apenas si llega a alcanzar la cuarta parte
de los escaños y se necesita la concurrencia de más de tres partidos para
conformar una mayoría parlamentaria. En segundo lugar, un sistema de partidos
con un alto índice de transformismo, alentado por la legislación y por la
tolerancia de un electorado clientelar. Finalmente, un sistema de partidos débil
fruto de la propia desestructuración partidista y del contenido fuertemente
individual que tienen las campañas electorales en las que el candidato sufraga la
mayor parte de los costos de las mismas lo que contribuye a una situación de
gran autonomía por parte del diputado que constituye la base de la
representación política y no el partido.
En términos ideológicos, el sistema de partidos cubre completamente el
continuo izquierda-derecha. En la izquierda se sitúan el PC do B, el PSB, el
PDT, el PPS y el PT; en el centro se encuentran el PSDB, el PMDB, el PTB; y en
la derecha aparecen el PP (antes PDS), el DEM (antes PFL), el PTC (antes PRN)
y el Partido de la República (antes PL). Sin embargo, el juego de alianzas tanto a
nivel nacional como en la política federal hace que en muchas ocasiones la
identidad ideológica pase a segundo lugar. No obstante, la división ideológica
ofrece una alta correlación entre los partidos situados en la izquierda y un mayor
grado de disciplina y de estructuración partidista.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA EN 2005 Y 2011
(1 = IZQUIERDA, 10 = DERECHA)

Partido político 2005 2011


PT 4,44 4,73
PP 8,62 7,9

PTB 7,75 7,25


PSDB 6,89 7,13

FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

Los actuales partidos brasileños sientan sus bases en el juego político


articulado por los militares entre 1964 y 1985, con ciertas influencias del periodo
fundacional que representó el fin de la Vieja República y el fin de Vargas. Este
periodo de escasa continuidad, sin embargo, no ha contribuido a asentar formas
institucionales sólidas, por el contrario, la fragilidad, la mala estructuración, la
escasez de liderazgos, el transfuguismo y la difuminación ideológica han estado
presentes en la mayoría de los partidos. Por otra parte, las bases electorales de
los partidos tienen identidades más estatales que nacionales lo cual contribuye
aún más a su heterogeneidad. Y esto a pesar de que propiamente hablando no
existen partidos de ámbito estrictamente estatal.
EVOLUCIÓN DEL NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS ELECTORALES Y LEGISLATIVOS

1986 1990 1994 1998 2002 2006 2010

NEPe 3,56 9,78 8,53 8,14 9,28 10,62 11,19

NEPl 2,83 8,69 8,16 7,13 8,47 9,52 10,37

1990-1994 1994-1998 1998-2002 2002-2006 2006-2010


Volatilidad
19,5 14,5 15,2 10,2 9,9

FUENTE: Del NEP. Volatilidad en MENGUELLO, Rachel (2012): Las elecciones brasileñas de 2010:
Política nacional, fragmentación partidista y coaliciones. Con base en datos del TSE.

Dentro del sistema ultra-multipartidista que caracteriza a Brasil, que no ha


hecho sino replicar una trayectoria iniciada con la propia transición política y
que le hace tener el número efectivo de partidos más alto de América Latina, el
juego izquierda-derecha tiene cierto significado. Esta dimensión cobra aun
mayor coherencia gracias a la práctica de grandes coaliciones gubernamentales
que se ven animadas gracias a que las carreras presidenciales tienden a ser
bipolares. Todo ello hace que se hayan terminado produciendo dos grandes
bloques, que realizan el juego gobierno-oposición en el Congreso en el que, a
pesar del ultra-multipartidismo, el gobierno termina controlando la agenda del
Legislativo. Estos bloques están compuestos por los siguientes partidos como
más relevantes:
El Partido de los Trabajadores (PT), surgido en 1980 fue el principal partido
de la oposición a lo largo de la década de 1990 y el único que ha tenido
capacidad de articular candidaturas presidenciales con posibilidades de triunfo
hasta que se hizo efectivo en 2002, 2006 y 2010. Su origen es netamente sindical
manteniendo una excelente relación con la Central Única de Trabajadores (CUT)
de donde procedía su principal líder Luiz Inácio Lula da Silva, pero también
tiene raíces en las comunidades eclesiásticas de base influidas por la teología de
la liberación y en grupos minoritarios de carácter trotskista, guevarista o
maoístas no ortodoxos. Es un partido disciplinado y programático de izquierdas
con una base electoral muy fuerte en el Estado de São Paulo; en la alcaldía de
Porto Alegre ha desarrollado una experiencia administrativa modélica
denominada «presupuesto participativo». Para las elecciones de 2002 celebró por
primera vez elecciones internas para dilucidar el candidato a las mismas
resultando ganador Lula sobre el senador del partido Eduardo Suplicy al obtener
el 84,3 por 100 de los sufragios.
El Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) se fundó en 1988 y ha
logrado establecerse entre los cuatro primeros bloques parlamentarios a lo largo
de las últimas elecciones siendo una formación en constante ascenso a lo largo
de la década de 1990. Vinculado a la socialdemocracia, en las elecciones de 1990
se enfrentó a la candidatura de Collor de Melo mediante la candidatura de Mario
Covas. La presencia de Fernando H. Cardoso en el gabinete de Itamar Franco y
sus éxitos electorales posteriores contribuyeron a la consolidación del partido.
Las tareas de gobierno fueron suavizando su perfil inicial socialdemócrata hasta
llegarle a situar en un espacio de centro. Su feudo electoral fundamental se sitúa
en los Estados del sudeste. Desde 2002 es el único partido que ha disputado la
Presidencia al PT, convirtiéndose en el principal partido de la oposición.
El Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) tiene sus raíces en la
formación opositora creada bajo el régimen autoritario del Movimiento
Democrático Brasileño que poco a poco se fue convirtiendo en una amenaza al
propio régimen. El éxito de esta formación como aglutinador de las expresiones
democratizadoras de la sociedad brasileña llevó a su líder, Tancredo Neves, a la
Presidencia. Sin embargo, el fallecimiento de éste y el apoyo al gobierno de
Sarney cuyas políticas generaron un fuerte malestar social provocó su
fragmentación y consecuente debilidad. Fruto de esta fragmentación nació el
Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). El PMDB se debilitó aún
más tras el fallecimiento de su líder Ullysses Guimaraes en 1992 y continuó su
lento descenso electoral. Dado su origen de «gran paraguas democrático» su
ideología da cabida a diversas tendencias que le hacen finalmente ser un partido
de centro. Se trata de un partido con una equilibrada presencia en las distintas
regiones del país.
El antiguo Partido del Frente Liberal (PFL) cambió su nombre en 2007 a
Demócratas (DEM). Este partido tiene como antecedente el oficialista ARENA
si bien surgió de una escisión de Partido Democrático Social en 1985. Apoyó el
gobierno de Sarney y desde sus posiciones de derecha fue un puntal muy
importante en la coalición de apoyo al Presidente Cardoso. Organizado sobre la
base de clanes políticos con un firme asentamiento en el Nordeste, aunque no
postula candidatos a la presidencia se trata de uno de los partidos más grandes
del país. También se trata de un partido más cohesionado que el resto. De su
seno se escindió en 1985 el Partido Liberal (PL).
El Partido Trabalhista Brasileiro (PTB) se fundó en 1945 gracias al liderazgo
de Getúlio Vargas volviendo a refundarse en 1979 en el seno de un fuerte
conflicto por el control del partido que enfrentó a una sobrina-nieta de Vargas
(Ivete Vargas) con Leonel Brizola. Una sentencia judicial confirió el control del
partido a la primera y obligó a Brizola a fundar el Partido Democrático
Trabalhista (PDT) en 1979 que se autoconfirió la continuidad del legado de
Vargas. Desde esa fecha el carismático Brizola lidera el PDT cuyas posiciones
son claramente socialdemócratas lo cual le ha llevado a hacer bloque con los
otros partidos de la izquierda brasileña: PT, PCB, PC do B y PSB. El PDT tiene
sus mayores éxitos electorales en Río de Janeiro (donde Brizola fue Gobernador
en 1982 y 1990), Río Grande do Sul y Mato Grosso. Hasta 1999, la actual
Presidenta de la República, Dilma Rousseff militó en sus filas y, pese a que ha
visto mermada su presencia en el Legislativo aún conserva veintiocho
representantes en el Congreso de los Diputados y dos senadores.
El Partido Progresista Brasileño (PPB) surgió en 1995, integrando al Partido
Progresista Reformador (PPR) —en el que había ingresado el PDS heredero de
ARENA junto con el Partido Demócrata Cristiano creado en 1988—, y al
Partido Progresista (PP), resultando decisivo su apoyo al gobierno de Fernando
Enrique Cardoso. Se trata de un partido de derecha cuyo líder más destacado fue
Pablo Maluf. En 2003 pasó a llamarse Partido Progresista (PP), y en 2013 posee
cuarenta y un diputados en el Congreso.
El Partido Socialista Brasileño (PSB) se fundó en 1946 y, tras el paréntesis
autoritario en que fue proscrito, se refundó en 1986 nucleando desde entonces la
opinión a los diferentes gobiernos desde su feudo territorial de los estados del
nordeste. En 2013 mantiene representación en el Congreso de los diputados (34).
Otro partido es el Partido Verde, fundado en 1986 con ideología socialdemócrata
y defensor del desarrollo sostenible. Aunque su representación en el Congreso de
los diputados es baja, en 2010 se presentó a las elecciones presidenciales con la
candidatura de Marina Silva —militante del PT hasta 2009— y logró ubicarse en
el tercer puesto con casi el 20 por 100 de los votos, resultado que es muy
significativo si se tiene en cuenta que para las elecciones presidenciales existe un
bipartidismo acentuado. En 2012 Marina Silva dejó el Partido Verde para crear
un nuevo partido llamado «Rede Sustentabilidade» con base en principios
nuevos para la política brasileña, como el limite de los legislativos al máximo de
dieciséis años y la no admisión de dirigentes con antecedentes en casos de
corrupción y no aceptación de donativos de empresas de armamento o de
productos agro tóxicos.
Como se ha podido observar el sistema de partidos brasileño está compuesto
por una gran cantidad de unidades que han logrado sobrevivir a lo largo del
tiempo. Esto se traduce en un sistema fragmentado y desproporcional. Ejemplo
de ello son las elecciones de 2010 en donde el partido más votado, el PT tan solo
obtuvo el 17 por 100 de los votos mientras que de los otros veintiún partidos que
lograron escaños en el Congreso, solo ocho obtuvieron más de un 5 por 100 de
votos. En cuanto a los índices de volatilidad electoral son altos, aunque ha
habido una reducción a partir de 2002.
EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DEL CONGRESO DE DIPUTADOS EN BRASIL (1986-2010)
En 1986: PMDB/MDB.
2 En 1986: PPS/PCB.
3 Este partido y sus cuatro diputados se integraron en diciembre de 2002 en el PTB.
FUENTE: Banco de Datos Políticos de las Américas. Brasil. www.georgetown.edu/pdba/elecdata/brazil y
Tribunal Superior Electoral.

En el Senado, la fragmentación es similar pese a que las normas de reparto de


escaños cambian. Como se mencionó anteriormente, se trata de una Cámara
electa por el principio de mayoría. El problema reside principalmente en la
distribución de las votaciones ya que al ser asignado un número fijo de tres
senadores para cada distrito, el número de votos no refleja en realidad la fuerza
electoral del partido. Por ello ocurren casos como el que un partido que ha
ocupado el tercer puesto en la votación pueda obtener más que el que obtuvo la
votación más alta. De esta forma, los pequeños partidos que cuentan con feudos
electorales bien definidos logran entrar en el reparto de escaños. En los últimos
años, la fragmentación ha aumentado pasando de once partidos en 1994 a quince
en 2010.
EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DEL SENADO FEDERAL (1994-2010)*
* La composición total del Senado es la suma de los escaños obtenidos en dos elecciones.
FUENTE: MENEGUELLO, Rachel (2012): Las elecciones brasileñas de 2010: Política nacional,
fragmentación partidista y coaliciones. Con base en datos del TSE.

En cuanto a la regulación constitucional de los partidos políticos, deben


observar básicamente dos principios: el de su carácter nacional y la prohibición
de la recepción de recursos financieros de entidades o gobiernos extranjeros o de
subordinación a éstos (art. 17 de la Constitución). En 1995 se aprobó la Ley de
Partidos en la cual se definen como personas jurídicas de derecho privado y se
les garantiza autonomía para organizarse internamente y establecer su normas de
funcionamiento (art. 3). Igualmente, se estipula la disciplina partidaria aunque
deja en manos de cada partido establecer las causales de sanción y las sanciones
por este tema (Capítulo 5). Pese a esta regulación, la indisciplina continúa siendo
un rasgo característico de los partidos brasileños, y el transfuguismo una práctica
recurrente.

2. OTROS ACTORES

Las Fuerzas Armadas se han constituido a lo largo del siglo XX en un polo de


poder e influencia a tener en cuenta en el proceso político brasileño. Su
importancia política radica en su capacidad de irradiar presupuestos ideológicos
a sectores de relevancia política y económica y en el papel que desempeñan a la
hora de articular el territorio.
La formulación de la Doctrina de la Seguridad Nacional, unida a la
articulación de conceptos de carácter nacionalista y expansivo, se amalgamaron
dando origen a una concepción geopolítica expansiva que guió la percepción de
su entorno regional e internacional. La idea de la construcción de la «gran
potencia» tuvo un impacto considerable en la conciencia colectiva nacional,
colocando a las Fuerzas Armadas en el lugar del principal actor capaz de realizar
semejante tarea.
Desde el punto de vista de su importancia económica, es necesario recordar
que Brasil ocupa uno de los primeros lugares entre los países productores y
exportadores de armamento, con lo cual la influencia que esta institución ejerce
dentro del sistema económico brasileño es de vital importancia, ya que el ingreso
de divisas por este concepto hace que la balanza comercial no experimente
marcados desequilibrios.
La instauración de la democracia ha reformulado algunas de las posiciones
que las Fuerzas Armadas tenían sobre diversos aspectos del proceso político
interno y sobre la política exterior, manteniendo una posición de «adaptación»
civil desigual durante los primeros años del gobierno democrático. En agosto de
2001 se conoció la participación del ejército en tareas de espionaje en relación
con las actividades de diversos movimientos sociales lo que traducía cierta
incapacidad de adecuarse algunos sectores del mismo a la realidad del presente.
La Iglesia es sin duda otra institución que ha representado un papel decisivo
en determinadas situaciones históricas, dado el gran poder de influencia que
tiene en una sociedad eminentemente católica. Durante los veintiún años del
régimen militar, la Iglesia brasileña fue un foco de oposición de importancia. La
influencia que ha tenido la Teología de la Liberación en la jerarquía eclesiástica
fue un factor de peso en cuanto a la posición asumida. Este perfil moderno que
asume la Iglesia brasileña, en cuanto a su participación en el orden social, será
también mantenido con respecto al sistema democrático, en donde la articulación
de las demandas de los grupos sociales de menores recursos constituye una de
sus principales preocupaciones. La Confederación Nacional de Obispos de Brasil
(CNBB) es un actor de indudable capacidad movilizadora así como, en menor
medida, la Confederación Nacional de Iglesias Cristianas (CONIC), muy activas
ambas en el movimiento de protesta contra el Fondo Monetario Internacional.
Los sindicatos en Brasil no han tenido una actuación preponderante en el
sistema político desde su aparición en la década de 1930. Organizados al estilo
populista, es decir desde el Estado, el poder de estas organizaciones no redundó
en una ampliación de su presencia en los distintos momentos históricos que
atravesó el país. Fue en el periodo de 1945-1964 cuando las organizaciones
sindicales tuvieron una mayor actividad y saldrían de las reivindicaciones
estrictamente económicas para pasar al campo de posturas políticas más
generales. El régimen militar los unificó en 1964 quitándoles la capacidad
negociadora del salario para que éste no hiciera resurgir las tendencias
inflacionarias. Sin embargo, el «milagro económico brasileño» produjo un nuevo
sindicalismo libre y combativo con una mayor conciencia política del papel que
debe desempeñar en la sociedad. Esta nueva expresión del sindicalismo
cristalizó en corrientes ideológicas comunistas y cristianas, desarrollando una
capacidad de lucha que le permitió participar en las negociaciones colectivas con
otros actores económicos.
Con las modificaciones surgidas en el Congreso de 1979, se consolidó el
dirigente sindical, Luiz Inácio da Silva (Lula), que organizó a un sector del
sindicalismo de metalúrgicos en un nuevo partido político, el ya referido Partido
de los Trabajadores. Las principales fuerzas sindicales son la Central Única de
Trabajadores (CUT) vinculada al PT que reúne principalmente a trabajadores del
sector público, fundamentalmente petroleros y bancarios, y Fuerza Sindical (FS)
fundada en 1991 y liderada por Luiz Antonio de Medeiros de tendencia más
moderada y con afiliados del sector privado. La Central General de los
Trabajadores (CGT) que tuvo un carácter menos relevante se fusionó en 2007
con la Social Democracia Sindical (SDS) y la Central Autónoma de los
Trabajadores (CAT), formando la Unión General de los Trabajadores (UGT), en
la cual ingresaron algunos miembros de FS.
Una vez Lula en el poder, las expectativas en cuanto a la reforma sindical
aumentó, no obstante no se ha llevado a cabo debido a las dificultades de llegar a
acuerdos entre las partes. En lo que si se tradujo el triunfo, fue en el arribo de
varios sindicalistas y ex sindicalistas a puestos de poder como ministerios (doce
en el primer gobierno de Lula). Pese a ello, la relación gobierno-sindicatos pasó
por varios momentos de tensión que se tradujeron a su vez en la división del
movimiento sindical y de algunos sindicatos, como la CUT. Ejemplo de ello fue
la aprobación en 2003 de la reforma previsional la cual estableció criterios más
rígidos para la jubilación de empleados públicos. Por su parte, Rousseff ha
mantenido una posición más distante respecto a los sindicatos que la que tuvo
Lula, lo que ha generado múltiples conflictos sobre todo en lo que respecta a las
negociaciones para la fijación del salario mínimo.
En términos de movimientos sociales una de las principales fuerzas que ha
tenido mayor presencia política a lo largo de la década de 1990 es el Movimiento
de los Sin Tierra cuya posición se centró fundamentalmente en la necesidad de
llevar a cabo la reforma agraria y que luego derivó hacia expresiones de protesta
coincidentes con el ecologismo y los antiglobalización. A pesar de que durante
los dos mandatos de Cardoso el gobierno brasileño entregó tierras para casi
medio millón de familias, las reivindicaciones del MST salpicaron el devenir
cotidiano siendo uno de los agentes sociopolíticos más activo del periodo
llegando a ocupar el Senado en octubre de 2001. Durante la administración de
Lula, el MST mantuvo una posición crítica frente al gobierno debido al
incumplimiento de las promesas electorales que había hecho atendiendo a las
demandas de este colectivo. No obstante, una parte importante del MST volvió a
apoyar a Lula para las elecciones de 2006. Este acercamiento duró poco ya que
no hubo avances en materia de la reforma agraria, principal reclamo de los Sin
Tierra.

3. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

Los datos del Barómetro de las Américas: 2006-2012 —Proyecto de Opinión


Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrecen
la imagen de un país en el que la evolución de la opinión pública se mantiene
estable en el citado lapso. Las Fuerzas Armadas son la institución más valorada
seguida por la Iglesia Católica es y la Policía (aunque esta última sufre altibajos
en su valoración de forma notable). Los partidos políticos no mejoran su bajo
nivel de confianza. En términos del capital social relacionado con la confianza
depositada en las instituciones consideradas puede decirse que no se ha visto
incrementado entre 2006 y 2012. En cuanto al nivel de participación en
organizaciones formales muestra cifras muy bajas salvo en lo relativo al ámbito
de las de carácter religioso que se sitúan en cifras alrededor del 60 por 100.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN BRASIL, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012

Iglesia Católica 4,91 4,93 4,95 4,75


Fuerzas Armadas 4,95 5,10 5,20 5,13
Tribunal Superior Electoral 3,57 3,70 3,86 3,56
Congreso Nacional 3,43 3,15 3,55 3,39
Gobierno Nacional 3,98 4,07 4,45 —
Corte Suprema 3,77 3,90 4,31 4,08
Municipalidad 3,94 3,83 3,84 3,55
Procuraduría General 4,43 4,13 — —
Partidos Políticos 2,82 2,73 2,96 2,83
Policía 4,57 3,75 4,19 4,10

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN BRASIL, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012

Organización religiosa 55,6 61,2 57,9 63,0


Asociación de padres de familia 32,9 36,8 31,7 30,0
Mejoras para la comunidad 14,4 19,9 12,3 12,4
Partido político 8,1 10,4 7,0 6,9
Asociación de profesionales 7,0 11,9 8,6 8,1
Sindicato 7,8 12,4 — —

La conformidad de la democracia como mejor forma de gobierno es alta y se


ha mantenido estable entre 2006 y 2012, en torno al 70 por 100 de los
entrevistados que depositan su confianza en esta forma de gobierno. Con
respecto al grado de satisfacción con la democracia ha ido en muy notable
aumento incrementándose la misma de año en año. Los satisfechos con la
democracia han pasado del 43,5 por 100 en 2006 a ser el 66 por 100 en 2012.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 4,4 3,7 4,3 4,2
2 4,0 4,4 2,8 5,1
3 7,5 8,6 6,7 9,8
4 11,5 16,3 12,6 11,9
5 18,6 15,2 18,7 16,9
6 21,2 19,6 16,0 17,9
Muy de acuerdo (7) 32,9 32,3 38,9 34,3

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN BRASIL (%)

2006 2008 2010 2012


Muy satisfecho 3,5 6,2 7,1 6,1
Satisfecho 38,0 54,7 58,6 59,9
Insatisfecho 45,4 32,6 31,3 29,3
Muy insatisfecho 13,0 6,5 2,9 4,6

La sociedad brasileña, posiblemente acomodándose al discurso oficial


emanado desde la presidencia, se ha desplazado entre 2006 y 2012 de una
posición media que la ubicaba en tímidos valores de centro derecha en 2006,
2008 y 2010 a otros de centro izquierda en 2012.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN BRASIL
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media
2006 5,75
2008 5,84
2010 5,84
2012 5,34

Los problemas ligados al ámbito económico han dejado de ser la primera


preocupación para la opinión pública que estima que la falta de servicio de salud
se ha convertido en el problema más grave al que se enfrenta Brasil en 2012,
seguido de la corrupción que se mantiene estable. La violencia ha descendido
notablemente en el periodo considerado como uno de los problemas más graves
a los ojos de los entrevistados. El «síndrome de Belindia» al que se hacía alusión
en la introducción parece no confirmarse en la medida de la baja valoración
subjetiva de la desigualdad como un problema real de la sociedad brasileña.
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA BRASIL, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012


Desempleo 20,6 13,5 12,7 8,1
Pobreza 3,4 2,6 4,0 3,3

Delincuencia 4,4 5,3 4,4 4,1


Drogadicción 1,0 3,6 4,0 3,8

Corrupción 13,6 10,9 9,0 10,9


Falta de educación, mala calidad 2,3 4,2 4,1 5,7

Falta de servicio de salud 9,3 17,7 13,2 21,3

Falta de seguridad 6,9 4,5 4,4 4,5


Violencia 18,8 17,4 15,4 9,7

Desigualdad 2,3 3,2 5,7 4,3


Otros problemas 17,4 17,2 23,2 24,1

NOTA: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría
«otros problemas».

V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y DE CONSULTA


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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


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Senado Federal: http://www.senado.gov.br


Câmara dos Deputados: http://www.camara.gov.br
Tribunal Superior Eleitoral de Brasil: http://www.tse.gov.br
Presidencia de Brasil: http://www.presidencia.gov.br

PARTIDOS POLÍTICOS:

PMDB: www.pmdb.org.br
PFL: www.pfl.org.br
PSDB: www.psdb.org.br
PT: www.pt.org.br
PDT: www.pdt.org.br
PP: http://www.pp.org.br/
DEM: http://www.dem.org.br/
PTB: www.ptb.org.br
PV: http://pv.org.br/
CAPÍTULO III

CHILE

I. INTRODUCCIÓN
A partir del retorno a la democracia en marzo de 1990 la vida política chilena
ha buscado la recuperación de las pautas institucionales en que se movió hasta
1973 en un marco dominado por una Constitución —elaborada bajo el régimen
autoritario de Pinochet, aprobada por un referéndum no competitivo y con escasa
presencia de las fuerzas de la oposición, en 1980, y reformada parcialmente en
julio de 1989— que ha terminado diseñando un escenario político con dos
bloques opuestos que según ha ido transcurriendo la vida democrática han
tendido a equipararse en su fortaleza electoral. El insólito escenario de un
gobierno de coalición que se prolonga desde 1990 ha conseguido dar estabilidad
al sistema político contribuyendo de forma decisiva a la superación de la
dramática brecha autoritaria que supuso el lapso 1973-1989, pero igualmente ha
supuesto cierto paulatino alejamiento de los ciudadanos de la política.
Los actores políticos, moviéndose durante el periodo autoritario en un ámbito
de libertades públicas sumamente restringidas y sin ninguna posibilidad de
confrontar su fuerza real tanto en elecciones como en distintos marcos de
articulación y de representación de diferentes intereses, sobrevivieron durante
más de tres quinquenios para poder desarticular el entramado autoritario. De esta
forma, se logró enlazar, bajo la tutela militar, con la peculiaridad histórica de la
vida política chilena. Una vida caracterizada por sus específicos patrones de
cultura política, por el predominio de una notable institucionalidad democrática
y por la presencia de unos actores políticos plurales en los que la sociedad se
sentía no solo representada, sino también protagonista. Todo ello conformó un
marco de excepcionalidad en el panorama latinoamericano.
Al inicio del siglo XX una serie de factores propiciaron altas cotas de
desarrollo político, entre los que cabe destacar: una generación ilustrada —que
hizo posible la Constitución de 1833—, el desarrollo de unas pautas de
convivencia nacional, unas Fuerzas Armadas victoriosas en sus confrontaciones
vecinales y en sus pretensiones de mover la frontera hacia el sur y una
emigración homogénea. Posteriormente, la articulación del movimiento obrero
en partidos políticos y sindicatos fuertes posibilitó la única experiencia
prolongada de un gobierno de Frente Popular en toda América Latina en las seis
primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, la «especificidad» chilena no pudo
romper el cerco de una creciente polarización en su sociedad, también extendida
en la década de 1960 en el resto de América Latina, y tampoco pudo salvar la
solución a la crisis dibujada en el triunfo de un modelo de Estado burocrático
autoritario que se convirtió con el paso del tiempo en el más longevo de América
Latina.
Por otra parte, la transición política chilena se articuló bajo unas
características muy diferentes a las de los otros casos latinoamericanos, en el
sentido de que el legado autoritario impregnó la nueva institucionalidad
democrática siendo un lastre permanente en su desarrollo. La sustitución de
Augusto Pinochet como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas en marzo
de 1998, su ingreso con carácter vitalicio en el Senado hasta su renuncia en 2002
y su fallecimiento cuatro años más tarde contribuyó a ir atemperando el legado
autoritario. Además, éste se vio minorado tras la reforma constitucional de 2005
que redujo el mandato presidencial, eliminó los senadores vitalicios y
designados, y garantizó la supremacía del poder civil sobre el militar, así como
gracias a los gobiernos de los socialistas Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, si
bien se mantuvo el sistema electoral de carácter fuertemente mayoritario
elaborado por la dictadura. El proceso democrático chileno se normalizó
plenamente cuando tras las elecciones de 2009 la derecha volvió al poder gracias
al éxito en las urnas de Sebastián Piñera.
Los indicadores sociodemográficos muestran una sociedad que se ha ido
modernizando fuertemente entre 1970 y 1990 hasta alcanzar en 2010 una tasa de
urbanización próxima al 88 por 100. Igualmente se trata de una sociedad
alfabetizada en la que poco menos del 3 por 100 era analfabeto en dicho año. Por
último, la tasa de participación en la actividad económica de la mujer ha ido
incrementándose lentamente, de manera que en 2010 algo más del 37 por 100 de
las mujeres estaban incorporadas a la economía. Estos tres indicadores que han
progresado en el último cuarto de siglo, muestran una sociedad con rasgos
relativamente modernos.
Con respecto a los indicadores económicos el desempeño de la economía
sufrió un leve deterioro por la crisis de 1982-1983 pero a partir de 1985 el
crecimiento fue muy elevado. La renta per cápita de 1980 ya se había recuperado
en 1990 evidenciando que la crisis fue menos severa que en otros países
latinoamericanos. Los resultados económicos de la década de 1990 mostraron un
relativo progreso si bien la inflación solo se situó en un dígito en 1995.
Paralelamente, el comercio exterior solamente se diversificó tímidamente
disminuyendo la dependencia de las exportaciones de productos primarios que
pasaron de representar el 95,2 por 100 del total exportado en 1970, al 86,8 por
100 en 1995. A partir de 1998, la economía chilena entró en un periodo recesivo
debido a la crisis asiática y sus consecuencias negativas en el comercio exterior
y, por ende, en los ingresos nacionales, posteriormente, también se vio afectada
por la crisis argentina. No obstante, tras la aplicación de políticas fiscales
anticíclicas, a partir de 2004 comenzó la recuperación de la economía chilena
reflejada en el crecimiento sostenido fruto del aumento de la demanda interna y
de los precios del cobre. El reconocimiento de la buena marcha de la economía
chilena se vio reflejado en su ingreso a la OCDE en 2010.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE CHILE

1985 1990 1995 2000 2005 2010

Población total (en miles) 12.047,0 13.100,0 14.210,0 15.211,0 16.339,0 17.149,0
Población urbana (en porcentaje) 81,1 82,8 84,4 85,7 86,5 87,5
Desempleo urbano (en porcentaje) 7,8 7,8 9,2 8,1 8,7

Población bajo la línea de pobreza (en


38,6 23,2 20,2 13,7 11,0
porcentaje)

Población analfabeta de 15 y más años


8,5 6,0 — 4,3 3,5 2,9
de edad (en porcentaje)

Tasas de participación en la actividad


23,0 25,4 28,7 31,4 36,4 37,9
económica de la mujer

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE CHILE


1980- 1995- 2001- 2005-
1990 2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a 1,4 3,7 3,1 2,2
precios constantes

Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 20,3 5,4 2,6 3,9

PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 5.024,0 6.730,0 7.826,0


Deuda externa total (en millones de dólares) — 30.915,0 64.318,0 56.516,0

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

1.1. Independencia y estado liberal

Aunque la proclamación de la independencia de Chile no se produjo


efectivamente hasta 1818, ya desde el 18 de septiembre de 1810 en que se formó
la primera Junta Nacional de Gobierno se habían comenzado a dar los pasos
necesarios para romper con la metrópoli. En aquella reunión se delegó el Poder
Ejecutivo en una Junta de Gobierno, dictándose un reglamento para la
funcionalidad del mismo, el cual puede considerarse, a su vez, como el primer
reglamento constitucional.
El periodo que se extiende entre 1810 y 1818 estuvo definido por el papel
protagonista de los hermanos Carrera que, tras un primer éxito en la expulsión de
los realistas en 1811, fracasaron en 1813 frente a la primera expedición realista
que trajo consigo la sustitución de José Miguel Carrera por Bernardo O’Higgins
en la jefatura del Ejército, por decisión de la Junta de Gobierno, pero fue
derrotado por los realistas en 1814 y tuvo que emigrar a Mendoza. Tres años más
tarde, en 1817, un ejército chileno-argentino bajo el mando de José de San
Martín cruzó los Andes y derrotó a los realistas en Chacabuco. Los
enfrentamientos internos definieron, tras esta batalla, la prohibición de volver a
Chile de los Carrera y la primacía de O’Higgins, que gobernó entre 1817 y 1823.
Este gobierno estuvo caracterizado por el asentamiento de las bases de las
estructuras organizativas mínimas del nuevo Estado. En este lapso que culminó
con la expulsión definitiva de los ejércitos españoles en 1822 se formó la
primera escuadra que ya en 1818 contaba con siete barcos de guerra al mando de
Manuel Blanco Encalada y derrotaba a fuerzas navales realistas apoderándose de
una fragata y varios transportes y el primer ejército nacional, así como la
expedición libertadora de Perú en 1820; se acuñaron monedas con el sello patrio;
se abolieron los títulos de nobleza; se enviaron los primeros agentes
diplomáticos al extranjero y se promulgaron los textos constitucionales de 1818
y de 1822 que consagraron la dictadura de O’Higgins.
El desarrollo del nuevo Estado independiente se vio cuestionado en sus
presupuestos centralistas por sectores del sur del país que se negaron a jurar la
Constitución de 1822, y que se sublevaron liderados por Freire en Concepción.
De esta manera se abría un periodo de lucha por la organización del Estado entre
1823 y 1830. Las leyes federales de 1826, que tuvieron una vigencia de escasos
meses y que fueron la única expresión del débil federalismo chileno a lo largo de
toda su historia, estuvieron enmarcadas por los ensayos constitucionales de 1823
y 1828.
Estos textos quedaron fuertemente influidos por las ideas liberales de los
«pipiolos», denominación que recibieron los liberales opuestos a O’Higgins y
cuyos componentes pertenecían a la clase urbana formada por abogados,
médicos, militares e intelectuales. Esta época de siete años, en la que se
sucedieron treinta gobiernos y en la que predominaron los generales Freire y
Pinto, se cerró con el triunfo conservador de Lircay en 1830 tras una guerra civil.
El sector conservador o «pelucón», estaba integrado por grupos
predominantemente agrarios, descendientes de familias vasco-navarras y
castellanas, de profundas creencias religiosas que habían apoyado a O’Higgins
por haber impuesto un régimen autocrático, y por un grupo notable de
intelectuales de primer orden como fueron Andrés Bello (de origen venezolano y
preceptor de Bolívar) y Mariano Egaña. Los conservadores propiciaron la
elaboración de la Constitución de 1833, que estuvo vigente hasta 1925 y que,
con independencia de la influencia que tuvo en otros textos latinoamericanos,
consolidó un sistema político altamente estable.
Esta división entre liberales y conservadores, pipiolos y pelucones, venía de
los últimos años de la colonia, y se refería a las pelucas de los funcionarios
coloniales.
Los inicios del nuevo régimen al comienzo de la década de 1830 estuvieron
también influidos por Diego Portales y el grupo político, próximo a los
«pelucones», que se conformó a su alrededor y que se denominó los
«Estanqueros». Los principios políticos de Portales, que se resumían en el
gobierno impersonal, la «sanción fría a los hechos delictivos», la probidad
administrativa, el odio al caos político y al imperialismo (representado por la
Confederación Boliviano-Peruana), tuvieron una incidencia decisiva en esta
época, explicando la especificidad política chilena con respecto al resto de
América Latina.
La Constitución de 1833, aunque no se puede hablar de ella como un todo
compacto por las modificaciones que sufrió especialmente a partir de 1871,
aportó una serie de características que han sido tradicionales en el sistema
político chileno. El sistema presidencial de gobierno, la división de poderes, el
legislativo bicameral con una Cámara de representación proporcional sobre la
base de la población y otra de representación mayoritaria provincial, el
centralismo y la existencia del Consejo de Estado, organismo compuesto por seis
parlamentarios y por cinco autoridades nombradas por el Presidente de la
República para asesorar a éste y desempeñando en cierta medida el papel de
puente entre el Ejecutivo y el Legislativo, fueron los puntos más relevantes de la
Constitución.
Si bien la Constitución de 1833 estuvo vigente hasta 1925, este dilatado
periodo de la historia se caracterizó por una larga y laboriosa lucha entre el
autoritarismo presidencial y la burguesía, que quería limar el poder de aquél
potenciando el papel del Poder Legislativo. De esta forma se pueden considerar
dos etapas: el de la república «pelucona» o conservadora (1833-1861) y el de la
república parlamentaria (1861-1925). La primera etapa se caracterizó por la
autoridad presidencial absoluta y por el gobierno completo sobre los partidos,
que desde el poder no eran considerados como una fuerza política.
Fundamentalmente fueron las presidencias de Joaquín Prieto (1831-1841), de
Manuel Bulnes (1841-1851) y de Manuel Montt (1851-1861) y el denominador
común de todas ellas fue, asimismo, la expansión territorial tanto en el norte
frente a la Confederación como en el sur hacia el estrecho de Magallanes.
También bajo estos gobiernos se dieron los primeros pasos en la organización
primaria de las clases trabajadoras a través de la creación de la Sociedad
Demócrata y de la Sociedad Caupolicán en 1846, así como del inicio de las
luchas laicas a partir de 1856.
La segunda etapa, o gobierno «con los partidos», vio cómo tras la presidencia
de transición de José Joaquín Pérez Mascayano (1861-1871) la burguesía chilena
organizó partidos políticos de sólida estructura ideológica y de perfecta
independencia frente al Poder Ejecutivo. Todos los grupos políticos empezaron a
conspirar contra el régimen fuertemente presidencialista consagrado inicialmente
en la Constitución de 1833. Esta conspiración se alejó del modelo revolucionario
clásico, que había realizado dos infructuosos intentos en 1851 y en 1859,
pasando a centrarse en la estrategia de reforma constitucional que disminuyera la
autoridad presidencial y aumentara las facultades del Legislativo para llegar a un
sistema parlamentario de gobierno. El preámbulo a este acoso se produjo con la
aprobación en 1865 de la ley interpretativa del artículo 5.º de la Constitución,
que se refería a la religión de la república de Chile y que abrió una aproximación
laica a las relaciones Iglesia-Estado. Las reformas constitucionales de 1874, bajo
la Presidencia de Federico Errázuriz Zañartu (1871-1876), fueron tan numerosas
y de tanta importancia que se llegó a decir que se había dado una nueva
Constitución a Chile. Las reformas introducidas prohibieron la reelección
inmediata del Presidente, modificaron el quórum legislativo, el número de los
diputados, sus incompatibilidades, la composición del Senado, y las atribuciones
y composición del Consejo de Estado. Más adelante, en 1888, se estableció el
sufragio universal masculino para aquellos que supieran leer y escribir y se situó
el número de diputados a elegir en uno por cada 30.000 habitantes. Las reformas
de 1892-1893 se refirieron de nuevo a las incompatibilidades y a la
reglamentación del veto presidencial, de suerte que éste podía ser superado si las
Cámaras avalaban su propuesta por una mayoría de los dos tercios.
Uno de los sucesos más graves acaecido en la historia del último tercio del
siglo XIX fue la guerra del Pacífico (1879-1884). Desde el punto de vista político
cabe registrar el hecho de que Chile la encaró en plena normalidad constitucional
gracias a la solidez de sus instituciones, registrándose la sucesión presidencial
popular de Aníbal Pinto (1876-1881), en la que el héroe máximo de la guerra,
Manuel Baquedano, apoyado por el Partido Conservador, perdió las elecciones
frente a liberales, radicales y nacionales, que apostaron por la candidatura de
Domingo Santa María (1881-1886). Por otra parte, la guerra fue causa de un
gran viraje en la sociedad chilena al desaparecer la sociedad agrícola
característica de la vida política y económico-social de todo el siglo XIX; dándose
paso al nuevo papel que desempeñó la minería.
La presidencia de José Manuel Balmaceda (1886-1891) representó el punto
álgido del enfrentamiento entre un Presidente partidario del intervencionismo
estatal en sectores básicos como eran los ferrocarriles y el salitre —y capaz de
desarrollar un ambicioso programa de obras públicas—, y un Legislativo hostil.
Balmaceda, que creyó poder gobernar con la voluntad presidencial como fuerza
política determinante, sufrió una guerra civil en 1891 apoyada por el Congreso y
se suicidó en la Embajada Argentina el día en que finalizaba su mandato
presidencial. En dicha guerra un fuerte elemento exógeno lo constituyó la
presencia de EEUU que desafió el control británico de las salitreras.
A partir de 1891 se consolidó con notable solidez un periodo de gobierno
parlamentario complicado por la existencia de numerosos partidos políticos,
entre los que contaban los liberales, los balmacedistas, los nacionales, los
radicales, los conservadores y los demócratas, sin que ninguno de ellos fuera
mayoritario. Tampoco los presidentes que gobernaron hasta 1920 —Jorge Montt
(1891-1896), Federico Errázuriz Echaurren (1896-1901), Germán Riesco
Errázuriz (1901-1906), Pedro Montt (1906-1910), Ramón Barros (1910-1915) y
Juan Luis Sanfuentes Andonaegui (1915-1920)— fueron capaces de aglutinar en
torno a su personalidad sólidas mayorías presidenciales en las Cámaras. Entre
1891 y 1924 desfilaron por el gobierno, a través de diversas combinaciones, 530
ministros como consecuencia de 121 cambios, considerando tanto las crisis de
gobierno totales como parciales. La duración media de muchos gabinetes fue de
tres meses. La posibilidad por parte del Legislativo de censurar la acción de los
ministros no se contrarrestaba con la facultad, de la que carecía el Ejecutivo, de
poder disolver la Cámara. La parlamentarización parcial de aquel entonces de la
política chilena no se caracterizó, por tanto, por brindar pautas de estabilidad a la
vida política.
A comienzos del siglo XX los movimientos obreros organizaron los primeros
actos de protesta cuya violencia fue duramente reprimida por el gobierno de la
oligarquía parlamentaria. La transformación de ésta en república democrática, un
cuarto de siglo más tarde, estuvo presidida por una tímida alianza entre las clases
medias surgidas del auge industrial, del desarrollo de la enseñanza y del
incremento de la burocracia estatal y privada y las clases populares, que
comenzaban a articularse en un movimiento obrero nunca controlado por
Secretaría de Trabajo alguna o por un inexistente partido oficial, y organizado en
torno a la figura de Luis Emilio Recabarren.
Arturo Alessandri Palma (1920-1925), que llegó al poder en brazos de la
Alianza Liberal, supo liderar la nueva situación a partir del planteamiento de un
doble reto al sistema político chileno: la plasmación de las reivindicaciones
sociales en una legislación positiva en la que el Estado desempeñase un papel
motor y la reforma constitucional que anulase la pérdida de eficacia del poder
público como consecuencia del sistema parlamentario. Sin embargo, la
transición hacia un nuevo régimen de gobierno cimentado sobre la base de la
separación de poderes y con fuerte predominio del Ejecutivo se extendió a lo
largo de siete años (1925-1932) en los que el caos y la inestabilidad política
fueron la nota dominante.

1.2. La Constitución de 1925

En 1924 Arturo Alessandri consiguió comprometer a los dos grupos políticos


más importantes del momento, la Coalición y la Alianza Liberal, para aprobar
una serie de reformas que en el fondo significaban el reconocimiento por todos
los partidos políticos de la quiebra del régimen parlamentario, tal como se
practicaba en Chile. Alessandri, no obstante, tuvo que recurrir a la intervención
de los militares para aprobar siete leyes de carácter social, entre las que se
encontraban la del contrato de trabajo, la de organización sindical y la de
sociedades cooperativas, y que representaron la más profunda transformación
social realizada hasta entonces en Chile.
La tensión entre Alessandri y la oposición en el Parlamento se tradujo en una
crisis presidencial que alejó al Presidente del Palacio de la Moneda durante el
último trimestre de 1924. Nuevamente los militares intervinieron para restituir a
Alessandri en el gobierno en enero de 1925. De vuelta en la Presidencia, se
dedicó a resolver tres problemas de enorme trascendencia histórica: la Ley que
creó el Banco Central, la ley de elecciones, que incorporó el sistema de voto
proporcional, y la Constitución de 1925.
Como ya se ha mencionado, la Constitución de 1925 reimplantó el régimen
presidencialista de gobierno que, contrariamente a lo acaecido en la evolución
del texto de 1833, fue incrementando progresivamente la preponderancia del
Presidente hasta convertirlo en la figura fundamental del sistema político
chileno. El texto de la nueva Constitución fue sancionado por un plebiscito que
presentó a la ciudadanía una doble opción no elaborada por ninguna Asamblea
Constituyente: el proyecto patrocinado por Alessandri y el proyecto que
proponía un régimen parlamentario reglamentado apoyado únicamente por el
Partido Comunista; los restantes partidos políticos, que teóricamente defendían
la segunda propuesta, se abstuvieron de participar en el plebiscito. De esta
manera, solo el 45 por 100 de la ciudadanía acudió a la consulta para decidir la
forma de gobierno. El proyecto presentado por Alessandri resultó finalmente
aprobado por una mayoría del 93 por 100 de los votos emitidos.
La Constitución de 1925, obra pues de un gobierno de facto y avalada por los
militares, estableció un Poder Ejecutivo que recaía en el Presidente de la
República, sin prever la existencia de la figura del Vicepresidente. El Presidente
era elegido por un periodo de seis años y no podía ser reelegido para el periodo
inmediato. El mecanismo de elección era el sufragio universal, directo y secreto,
debiendo obtener más de la mitad de los sufragios válidamente emitidos, de
forma que si no hubiera mayoría absoluta, el Congreso en pleno debía elegir
Presidente, en votación secreta, entre los dos candidatos que hubieren alcanzado
las dos más altas mayorías relativas. El Presidente poseía notables atribuciones
legislativas, judiciales y administrativas o propiamente ejecutivas como el
nombramiento de los ministros, quienes expresamente no estaban afectos a
responsabilidad política, pero el Congreso conservaba el derecho a acusar
constitucionalmente a estos últimos, debiendo hacer frente a esta situación
repetidas veces los presidentes contemporáneos.
Por su parte, el Poder Legislativo descansaba en el Congreso Nacional, de
estructura bicameral. Los ciento cincuenta miembros de la Cámara de Diputados
se elegían por un periodo de cuatro años por circunscripciones provinciales,
tomando como base su número de habitantes y estableciendo una
proporcionalidad entre este número de habitantes y el número de diputados a
elegir. Los miembros del Senado se elegían por un periodo de ocho años, aunque
se renovaba parcialmente cada cuatro años, a razón de cinco senadores elegidos
por votación directa por cada provincia. Las sesiones ordinarias del Congreso
estaban reducidas a un periodo de cuatro meses, pudiendo solamente convocar a
sesiones extraordinarias o prorrogar las ordinarias el Presidente de la República
o el presidente del Senado, previa solicitud escrita de la mayoría de los
miembros de una de las dos Cámaras. En el proceso de formación de una ley se
contemplaba la posibilidad del veto presidencial, aunque éste podía superarse
por una mayoría de apoyo consistente en los dos tercios del Congreso.
La Constitución de 1925 era un texto semiflexible por cuanto que su reforma
podía llevarse a cabo mediante la ratificación del Congreso en pleno, dejando sin
prever solución alguna para el caso de que la reforma se bloquease por parte del
Presidente de la República, al negarse hipotéticamente a sancionarla. Si bien
sufrió numerosos proyectos de reforma, el primero que consiguió la aprobación
del Congreso, y la ratificación presidencial fue en 1943. Sus reformas más
sobresalientes aportaron ciertos criterios de ordenación a la hacienda pública al
reconocer constitucionalmente a la Contraloría General de la República
(encargada de realizar funciones fiscalizadoras) y dando nuevas iniciativas
legales al Presidente. Aunque en el intermedio se realizaron otras reformas de
menor importancia, durante el gobierno de Eduardo Frei Montalva (1964-1970)
se efectuaron las más sobresalientes. En 1967 se reformó el derecho a la
propiedad para posibilitar la realización de la reforma agraria; paralelamente se
reformó el Senado, elevando el número de senadores de cuarenta y cinco a
cincuenta. Sin embargo, el golpe más serio a la autoridad parlamentaria vino con
las reformas constitucionales patrocinadas por una coalición democratacristiana
y derechista, que en 1970 recortaron fuertemente las prerrogativas del
Legislativo. Entre otras disposiciones, las reformas prohibían las enmiendas que
no se referían a una ley determinada y aprobaban el uso extenso de decretos
supremos para ejecutar programas que el Legislativo había aprobado en términos
muy generales. También privaba al Congreso de tratar asuntos relativos a
previsión social, reajustes de sueldos y pensiones, tanto en lo relativo al sector
privado como al público, verdadero corazón de la negociación legislativa.
Complementariamente, ampliaba el derecho a voto de los chilenos mayores de
dieciocho años e inscritos en el censo y establecía la posibilidad de convocar un
plebiscito en el caso de discrepancia del Ejecutivo y del Congreso Nacional en
materia de reforma constitucional. Lo irónico es que los reformadores
constitucionales daban por sentado que ganarían fácilmente la Presidencia en
1970. En cambio, como fuerza de oposición heredaron un Poder Legislativo
debilitado, con facultades esencialmente negativas, mientras que entregaban a la
izquierda un Poder Ejecutivo menos obligado que nunca antes a buscar la
transacción y el acomodamiento con las elites legislativas. En aras de la
eficiencia política habían reducido la importancia de la «instancia principal de
acomodamiento». Finalmente, otro apartado de notable incidencia fue el relativo
a la creación del Tribunal Constitucional, organismo compuesto por cinco
miembros, tres designados por el Presidente, con acuerdo del Senado y dos por
la Corte Suprema de entre sus miembros, que debían actuar por un periodo de
cuatro años. El Tribunal debía resolver sobre la constitucionalidad en la
tramitación de los proyectos de Ley en el Congreso y de los decretos con fuerza
de ley e intervenir en los casos en que un Presidente no promulgase una ley
cuando debiera hacerlo.
El sistema político así definido se podía inscribir en el marco de la tipología
semipresidencialista a pesar de que poco a poco, como ha quedado indicado, el
Presidente fue incrementando su poder. Sin embargo, la debilidad del mismo
recaía en que por la peculiar naturaleza del sistema pluripartidista chileno y la
consecuente fragmentación tradicional del voto, las candidaturas presidenciales
iban a encontrar serias dificultades para la obtención de la mayoría absoluta
requerida, debiendo por consiguiente ratificar el Congreso los resultados
alcanzados en las urnas. A esta situación se añadía una complicación más
derivada del propio calendario electoral, que no hacía coincidir las elecciones
presidenciales con las legislativas, de suerte que la decisión final sobre una
candidatura presidencial corría a cargo de un Congreso Nacional compuesto por
mayorías formadas en elecciones llevadas a cabo un tiempo anterior, que podía
ser de hasta tres años. A partir de 1942, salvo las elecciones presidenciales de
1964, en que Eduardo Frei Montalva fue elegido Presidente de la República por
el 56,1 por 100 de los votos, las cuatro restantes elecciones presidenciales, al no
obtener ninguno de los candidatos la mayoría absoluta, debieron ser resueltas por
el Congreso, que vino a aplicar la «regla no escrita» de dar satisfacción al
candidato más votado.

1.3. Cambios de gobierno y actores políticos (1925-1973)

La quiebra del viejo Estado liberal que había significado la promulgación de


la Constitución de 1925 abrió el camino a la transformación a una economía
fuertemente intervenida por el Estado donde el Presidente de la República
representaba un papel estelar, a través del Banco Central, las Cajas de Previsión,
la Comisión de Cambios Internacionales y la Corporación de Fomento, de la
cual surgieron empresas estatales que controlaban la elaboración del acero y la
explotación del cobre. Estas transformaciones provocaron intensos cambios en
las clases sociales que tuvieron inmediata repercusión en la formación de los
partidos políticos, que hasta aquel momento debían sus características básicas a
tres escisiones generativas o divisiones sociales de fondo que se manifestaron en
distintas épocas: centro-periferia, Estado contra Iglesia y de clase.
Sin embargo, los comienzos del nuevo periodo político se desarrollaron bajo
la especial tutela de los militares, que ya habían actuado decisivamente en la
gestación de la Carta fundamental. El primer Presidente elegido bajo el imperio
de la nueva Constitución fue Emiliano Figueroa Larraín (1925-1927), quien
estuvo sometido a las exigencias del comité militar, fuertemente impresionados
por los cambios producidos y el modo de hacer política en aquella misma época
en Italia y España. La presión castrense sobre el régimen se realizó a través del
coronel Carlos Ibáñez del Campo, designado Ministro de la Guerra, hasta que en
1927, pasó a desempeñar la Presidencia de la República como consecuencia, en
un primer momento, de su subrogación en la misma desde su puesto en el
Ministerio tras la renuncia del Presidente. Ibáñez del Campo, que revalidó su
poder mediante unas elecciones que convocó inmediatamente, gobernó entre
1927 y 1931 decretando medidas restrictivas de la libertad de opinión y de
prensa. En este periodo los partidos políticos del momento, atemorizados por la
inseguridad y la falta de garantías constitucionales, dirigidos por líderes que no
representaban a las bases, se mostraron anarquizados o inexistentes y fueron
extraordinariamente dóciles al Ejecutivo, propiciando aún más el gobierno
personal. Aparentemente desideologizado, el gobierno de Ibáñez del Campo se
centró en la puesta en marcha de diferentes políticas que mostraron un estimable
grado de eficacia; así, se desarrollaron notablemente las obras públicas, se creó
el Cuerpo de Carabineros, se solucionó el problema de Tacna y Arica,
delimitándose definitivamente los límites con Perú en 1929, se creó la Compañía
de Salitres de Chile y se llevaron a cabo reformas educativas. Ibáñez del Campo
buscó la legitimidad de su régimen mediante la designación por decreto de un
«Congreso Termal» en 1930. A pesar de que este último contaba con el apoyo de
los militares, la gran oposición nacional existente en 1931 le hizo entregar la
Presidencia de la República al presidente del Senado.
El periodo de diecisiete meses que transcurrió entre la retirada de Ibáñez del
Campo y la nueva elección de Arturo Alessandri estuvo caracterizado por una
fuerte inestabilidad política al sucederse doce Presidencias. El gobierno de
Alessandri (1932-1938) puso fin a esta situación caótica y encauzó al país por
las vías de la nueva legalidad. Aunque llegó al poder gracias al apoyo de
elementos de centro y de izquierda, paulatinamente su gobierno fue adquiriendo
tintes cada vez más derechistas. Bajo el ambiente de respeto a la legalidad, los
partidos políticos chilenos modernos comenzaron a desarrollarse y a conformar
sus diferentes clientelas.
En este momento, y con independencia de los partidos clásicos, que eran el
Conservador y el Liberal, definidos por una proximidad ideológica cada vez
mayor, las fuerzas de orientación socialista —que habían surgido en 1912 como
una escisión en las filas del Partido Democrático—, profundamente divididas
hasta entonces, se reagruparon y dieron origen en 1933 al Partido Socialista, que
rechazó frontalmente los presupuestos de la III Internacional. Igualmente, el
Partido Comunista, fundado en 1922, al que la dictadura de Ibáñez del Campo
obligó a vivir en clandestinidad, pudo organizarse siendo secretario general
Carlos Contreras Labarca (1931-1947). El Partido Radical, fundado en 1861 por
un pequeño grupo de liberales que pedían reformas políticas relativas
básicamente a su posición anticlerical y en favor del sufragio universal, se
preparaba desde una posición de centro-izquierda para ser el partido dominante
entre 1939 y 1952. También se dieron los primeros pasos para articular lo que
dos décadas después sería la Democracia Cristiana; un grupo de estudiantes de la
Universidad Católica de Santiago, liderados por Manuel Garretón y más tarde,
tras su suicidio, por Eduardo Frei Montalva, catalizados por la crisis económica,
la reacción a la dictadura de Ibáñez del Campo, la influencia de doctrinas
europeas del momento (el rexismo belga, el neotomismo de Maritain, la
admiración por el Estado fascista de Mussolini) y la nueva actitud social de la
Iglesia católica introducida por la encíclica Quadragesimo Anno de 1931,
formaron el Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora, que ingresó en
1935 en el Partido Conservador. La Falange Nacional, que en un primer
momento apareció como una organización paramilitar de dicho Movimiento, se
conformó también en partido político cuando en 1938 el Movimiento decidió no
apoyar al candidato presidencial del Partido Conservador, falta de apoyo que
contribuyó indirectamente al triunfo del Frente Popular. La extrema derecha
estuvo representada entre 1932 y 1940 por el Partido Nacional Socialista, que
fue el más ideológico de los partidos nazis latinoamericanos y cuyo líder era
Jorge González von Marées. Paralelamente se encontraban otras formaciones
más pequeñas de los descendientes de inmigrantes alemanes granjeros del sur
que actuaban como filiales del partido nazi alemán. En las elecciones de 1938
prefirieron a Ibáñez del Campo, pero al ser éste obligado a retirar su candidatura
se volcaron hacia el Frente Popular.
El lapso comprendido entre 1938 y 1952, como ya se indicó, fue liderado por
el Partido Radical, que llegó al poder en un principio gracias a una gran
coalición política formada en 1937 por los partidos Comunista, Socialista, el
propio Radical y la Confederación de Trabajadores de Chile. La estrategia de
Frente Popular funcionó durante el gobierno de Pedro Aguirre Cerda (1938-
1941), en que se creó la Corporación de Fomento de la Producción, que tuvo una
trascendental influencia en el proceso de industrialización del país. Sin embargo,
fallecido Aguirre, el Frente Popular se deshizo, aunque se reagruparon sus
fuerzas para apoyar electoralmente al también radical Juan Antonio Ríos (1942-
1946), que derrotó en las presidenciales a Ibáñez del Campo, candidato apoyado
por conservadores, liberales, demócratas e independientes. La crisis interna que
vivió el Partido Socialista a lo largo de la década de 1940, resultado de
numerosas fracturas, facilitó el fracaso del Frente Popular. Un radical, Gabriel
González Videla (1946-1952), fue elegido Presidente nuevamente gracias al
apoyo de radicales, comunistas y demócratas frente a otros candidatos muy
divididos; en su gobierno colaboraron todos los partidos políticos, desde los
comunistas a los falangistas. Los comunistas contaron con tres ministros hasta
1948, momento en que fueron obligados a volver a la clandestinidad por la
promulgación de una ley «para la defensa permanente de la democracia», que
fue suscitada bajo el pretexto de las huelgas y de los movimientos sociales que
afloraron en Chile después de la Segunda Guerra Mundial. Durante el gobierno
de González Videla se otorgó el derecho al sufragio a la mujer y se sentaron las
bases de la soberanía chilena en la Antártica.
El triunfo de Carlos Ibáñez del Campo en las elecciones presidenciales de
1952 convulsionó al sistema político chileno al poner de relieve la importancia
de la opinión pública independiente al margen de los partidos políticos. Como
maquinaria electoral, Ibáñez del Campo organizó un partido político
confeccionado a su medida y cuya vida política se extendió fundamentalmente
durante los seis años de su Presidencia (1952-1958): el Partido Agrario
Laborista. No obstante, a la Presidencia llegó también gracias al apoyo de una de
las ramas del escindido socialismo: el Partido Socialista Popular. El populismo
de Carlos Ibáñez del Campo durante la primera etapa de su mandato le hizo
desarrollar unas acciones de gobierno siguiendo la tradición estatista de Aguirre
y de Ríos, creando el Banco del Estado y la Corporación de la Vivienda.
El gobierno de Ibáñez del Campo puede considerarse de transición en lo
relativo a la configuración del sistema de partidos políticos. En un congreso
celebrado en 1957, bajo el liderazgo de Raúl Ampuero Díaz, los socialistas
marxistas se volvieron a unir en el seno del Partido Socialista. Sin embargo, el
Partido Comunista siguió fuera de la ley hasta que fue legalizado
definitivamente en 1958. Por último, en 1957 la Falange Nacional, que había
acrecentado su imagen política, obtuvo un aumento considerable de miembros
por la adhesión del Partido Conservador Social Cristiano de Cruz Coke, lo que le
hizo cambiar su nombre pasando a denominarse Partido Demócrata Cristiano,
bajo la dirección de Eduardo Frei Montalva, que impuso su línea de apertura
hacia un partido de masas tras el primer congreso del PDC celebrado en 1959.
A principios de la década de 1960 se encontró ya definitivamente consolidado
un sistema de partidos políticos con unas características específicas definidas por
su alto grado de competitividad y su marcada polarización.
Complementariamente, una tercera característica fue la base heterogénea
clientelar de respaldo que hacía que la composición de los partidos no estuviera
definida estrictamente por líneas de clase social, sino más bien por una razón de
existencia de subculturas que se identificaban con los propios partidos políticos
que poseían un alto grado de autodefinición ideológica.
Los tres periodos presidenciales que tuvieron lugar entre 1958 y 1973
produjeron una «alternancia política arrítmica» al sucederse correlativamente la
derecha: Jorge Alessandri (1958-1964); el centro demócrata cristiano: Eduardo
Frei Montalva (1964-1970) y la izquierda: Salvador Allende (1970-1973). Esta
situación produjo la tesis de los tres tercios, según la cual la sociedad política
chilena estaba equilibradamente repartida en tres tendencias políticas. Sin
embargo, los partidos políticos mayoritarios se comportaron, una vez en el
poder, con una lógica bipartidista en virtud de la cual negaban la propia realidad
plural y propugnaban asumir un mayor espacio político.
La Democracia Cristiana que llevó a Eduardo Frei Montalva a la Presidencia
de la República con votos de la derecha deseosa de neutralizar al candidato del
Frente de Acción Popular (FRAP), Salvador Allende, se aseguró el control del
panorama político al obtener mayoría absoluta en el Congreso tras las elecciones
legislativas en 1965. Con esta mayoría emprendió un programa de importantes
transformaciones que despertó el antagonismo de todos los elementos de
oposición, de izquierda, derecha y centro. El resultado de su acción debilitó al
partido Radical como el partido chileno de centro e incrementó el nivel de
polarización ideológica ya que la creciente radicalización de los grupos elitistas
de izquierda (en especial dentro del Partido Socialista) exacerbó el resentimiento
que se sentía en los círculos derechistas que habían dado su apoyo electoral a
Frei Montalba por las reformas gubernamentales. La «revolución en libertad», la
reforma agraria y la «chilenización» del cobre supusieron desgastes notables en
un sistema y en un contexto internacional como era el latinoamericano del
momento que ofrecía escasas alternativas diferentes.
La izquierda repitió para las elecciones presidenciales de 1970 la idea de
frente electoral llevada a cabo en los comicios anteriores, integrando en la
Unidad Popular, además de a comunistas y socialistas, al Partido Radical y al
MAPU, escisión de la izquierda democristiana. Salvador Allende, que no obtuvo
mayoría absoluta en los comicios al igual que le había ocurrido a Jorge
Alessandri, fue elegido Presidente de la República por el Congreso contando con
el apoyo del Partido de la Democracia Cristiana, que en contrapartida obtuvo de
Allende el acuerdo de incluir en el texto constitucional el «Estatuto
Constitucional de Garantías Democráticas» como protección de las libertades de
expresión, educación y religión y garantía de la independencia de los militares
del control político. El clima político previo a la elección de Allende por el
Congreso se vio inmerso en una campaña de desestabilización propiciada por
compañías multinacionales norteamericanas que quisieron comprar el voto de
diputados y que culminó con el asesinato del Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas, general René Schneider, firme baluarte de la institucionalidad
democrática. El gobierno de Salvador Allende, comprometido con la puesta en
marcha de la «vía chilena al socialismo», al igual que en el gobierno anterior
tampoco consiguió soslayar la polarización de la vida política ni realizar su
propio proyecto bajo un marco legal en el que no controlaba las llaves de su
funcionamiento por ser la Unidad Popular una fuerza minoritaria en el Congreso,
a pesar de sus progresos en las elecciones legislativas de 1973. Paralelamente,
los fracasos del gobierno no solo fueron fruto de políticas irresponsables y
presiones de la extrema izquierda por acelerar un proceso revolucionario.
También se originaron en el rechazo de dichas políticas por parte de una
población cada vez más movilizada, ubicada en las clases media y alta. Junto a
ello hay que agregar el sabotaje y la subversión, el papel de la prensa, así como
las intrigas foráneas. En este ambiente de suspicacias y violencia creciente, las
líneas de comunicación entre dirigentes y simpatizantes de partidos opuestos se
erosionaron, acentuando así la polarización, ya citada, de la política chilena.
La polarización política, la ingobernabilidad del momento, de la que no fue
ajeno el propio entramado institucional, y el «bloqueo invisible»
norteamericano, que se articuló en la campaña de desestabilización de la
economía chilena, propiciaron la intervención de las Fuerzas Armadas el 11 de
septiembre de 1973. A diferencia de sus anteriores intervenciones en 1891, 1924
y 1932, cuando gobiernos inconstitucionales detentaron el poder durante
periodos de hasta cinco meses, en esta ocasión las Fuerzas Armadas
desarrollaron su propio proyecto político y establecieron una institucionalidad
que fue marco obligado en el camino de la recuperación de las libertades
formales y del sistema democrático.
RESULTADOS PORCENTUALES DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES 1932-1970

Año Candidatos Porcentajes


Arturo Alessandri 54,8
1932 Marmaduke Grove 18,0
Héctor Rodríguez 13,1

Pedro Aguirre 50,3


1938
Gustavo Ross 48,0

Juan A. Ríos 56,0


1942
Carlos Ibáñez del Campo 43,0

Gabriel González Videla 40,1


1946 Eduardo Cruz Coke 29,7
Fernando Alessandri 27,1

Carlos Ibáñez del Campo 46,8


1952
Arturo Matte 27,8

Jorge Alessandri 31,2


1958 Salvador Allende 28,5
Eduardo Frei Montalva 20,4
Eduardo Freo Montalva 56,1
1964
Salvador Allende 38,9
Salvador Allende 36,2
1970 Jorge Alessandri 34,9
Radomiro Tomic 27,8

1.4. El régimen autoritario del general Pinochet

Las Fuerzas Armadas chilenas han actuado en muchos momentos como un


grupo de presión determinante en la vida política de Chile. Ello, no obstante, es
contrario a una visión muy extendida durante el gobierno de Salvador Allende
acerca de su correcto engarce constitucional debido a su total supeditación al
poder civil al menos en el periodo comprendido entre el putsch nazi de 1938
cuando obedecieron al gobierno y el Tacnazo de 1969. Bien es cierto que su
intervencionismo no se produjo en la forma directa que habitualmente se llevó a
cabo en otros países latinoamericanos. Entre 1969 y agosto de 1973 las Fuerzas
Armadas se vieron inmersas en cinco conflictos que de una u otra manera
afectaron al sistema político. En octubre de 1969 las tropas del regimiento de
artillería Tacna en Santiago, mandadas por el general Roberto Viaux, con apoyo
de una parte de la oficialidad joven, se autoacuartelaron para reclamar una
mayor atención al presupuesto militar en el presupuesto nacional; en su
trasfondo también aparecía el intento de lanzar la idea de un golpe de Estado al
estilo brasileño, donde la jerarquía castrense trasladase su aparato de poder
interno al gobierno del país. Exactamente un año más tarde fue asesinado por la
extrema derecha el nuevo comandante en jefe del Ejército, el constitucionalista
René Schneider, que había manifestado públicamente su tutela al proceso
institucional que llevó en el Congreso a la elección de Salvador Allende como
Presidente de la República; paralelamente, aparecían los primeros brotes de una
línea abiertamente ultraderechista en el seno de las Fuerzas Armadas. Durante el
mandato de Salvador Allende, éste incorporó en dos ocasiones a militares en su
gobierno: en primer lugar, tras la huelga general de octubre de 1972 y con el
objeto de preparar las elecciones legislativas de marzo de 1973 y, en segundo
lugar, de nuevo tras la huelga de camioneros del 26 de julio de 1973, que le llevó
a instaurar días más tarde el «Gabinete de Seguridad Nacional», en el que
estuvieron presentes cuatro militares, entre ellos Carlos Prats, hasta entonces
comandante en jefe del Ejército, sustituido en este cargo por Augusto Pinochet.
Por último, el golpe militar frustrado del 29 de junio de 1973, que fue un ensayo
general del de septiembre y que sirvió a la trama golpista para evaluar la
resistencia que opondrían los partidos políticos, sindicatos y cordones
industriales de las ciudades.
Sin embargo, a pesar de esta presión continuada a lo largo de la historia
chilena, el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 significó no solo una
ruptura de la etapa democrática, ruptura simbolizada en el certero y brutal
bombardeo del Palacio de la Moneda y la consiguiente muerte de Salvador
Allende, sino también la apertura de un periodo de gobierno autocrático inédito
en Chile.
La característica más general que define a los primeros años de gobierno
autoritario del general Augusto Pinochet es la de una personalización manifiesta
acompañada de una baja institucionalización. Complementariamente, el régimen
desarrolló, al menos en su primera etapa hasta 1980, una política caracterizada
por la aplicación del ultraliberalismo económico, que le hizo salir del Grupo
Andino en 1976, por el aislamiento en sus relaciones internacionales, por la
proscripción de toda actividad política partidista y por la violación sistemática de
los derechos humanos.
La personalización en la conducción política quedó de relieve en la forma en
que se solventaron las diferencias en el seno de la Junta Militar (dimisión del
general Leigh en julio de 1978), así como en substratos elevados de la
oficialidad: el principio de la unidad de mando y de la autoridad absoluta del
general Pinochet presidieron todas las crisis. La propia utilización de los
todopoderosos servicios de inteligencia muestra que se trataba de servicios
explícitamente poco institucionalizados y con escasa autonomía. En Chile, tanto
la DINA como su sucesora en agosto de 1977, la Central Nacional de
Información (CNI), son vistos más como la extensión personal del Presidente
que como una parte permanente del aparato estatal.
Con respecto a la débil institucionalización, ésta tuvo un punto de inflexión
en 1980 cuando se promulgó la Constitución. Sin embargo, conviene resaltar que
todo el proceso de institucionalización llevado a cabo ha actuado como «cortina
de humo» en torno al poder personal del general Pinochet.
En los años siguientes al golpe de Estado, el gobierno de Pinochet promulgó
diferentes Actas Constitucionales que, a guisa de «leyes fundamentales»,
pretendían ir conformando un cuerpo jurídico. En este sentido se promulgaron
Actas relativas a la creación del Consejo de Estado como cuerpo consultivo del
Presidente, a las bases esenciales de la institucionalidad chilena y a los derechos
y deberes constitucionales. Esta situación técnicamente compleja fue
reconsiderada en el sentido de estimar más operativa una solución basada en la
confección de una ley fundamental única. De esta forma se realizaron varios
borradores de Constitución, de los que fue más conocido el elaborado por una
Comisión presidida por el jurista Ortúzar. Finalmente, en julio de 1980 se
presentó a la Junta Militar de Gobierno un nuevo proyecto redactado por una
Comisión dependiente del Consejo de Estado, que lo aprobó y lo sometió a
ratificación por plebiscito popular celebrado el 11 de septiembre de1980.
El antecedente y ensayo general de este plebiscito fue el anterior realizado en
1978 por el que el general Pinochet pretendió contestar a la condena que había
recibido su régimen por parte de la Comisión de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas. El plebiscito constitucional se realizó en un momento en que
el país se encontraba bajo estado de sitio, con las garantías constitucionales
suspendidas o restringidas. Los partidos políticos estaban proscritos o disueltos
por el régimen militar, no existían registros electorales ni censo de la población
actualizado, no había Tribunal Calificador de Elecciones ni instancia susceptible
de acoger y fallar los reclamos frente a las manipulaciones del plebiscito, el
régimen militar tenía el control absoluto de la televisión y de la mayor parte de
los otros medios de comunicación, salvo algunas radios y revistas.

1.5. La lenta transición hacia un sistema democrático

En agosto de 1983 se dieron las condiciones oportunas para el inicio de una


apertura política por parte del régimen de Pinochet. Por una parte, la propia
institucionalidad autoritaria obligaba a ir preparando un marco de acción política
que mínimamente fuera operativo para el desarrollo de órganos relativamente
democráticos; por otra, la presión popular, fruto del descontento ocasionado por
el deterioro económico de las clases medias y populares, había derivado en un
cúmulo de protestas continuadas, a cuya zaga habían resurgido
espectacularmente los partidos políticos. Las organizaciones y los dirigentes de
los partidos ocupaban nuevamente el centro de la escena y las autoridades del
régimen debían dedicar buena parte de su tiempo a contrarrestar la estrategia
partidista. En un primer momento, este papel fue desempeñado por el entonces
Ministro del Interior Sergio Onofre Jarpa. Inicialmente los partidos
constituyeron las fuerzas determinantes que respaldaban los movimientos de
protesta representados por la Alianza Democrática, en la que estaba presente la
Democracia Cristiana y una parte del Partido Socialista (la corriente moderada
de Ricardo Núñez así como la más ortodoxa de Clodomiro Almeyda), lo que
quedaba del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y por el Movimiento
Democrático Popular, controlado por el Partido Comunista.
La incapacidad del régimen autoritario para destruir el sistema de partidos se
explicaba por la errónea suposición de que la adhesión partidista, especialmente
de la izquierda, se podría explicar cabalmente en función de la pobreza o la
frustración, y que la prosperidad y la disminución de dicha frustración
debilitarían esa adhesión. También se explicaba porque los partidos habían
logrado establecer una presencia importante en una multitud de instituciones de
la sociedad civil y, finalmente, por las fuertes raíces que tiene en la sociedad
chilena la identificación con los partidos principales, al pasar la adhesión
partidista de generación en generación.
Sin embargo, fruto de la diáspora que significó el exilio para muchos de los
líderes más importantes, así como la falta de contraste de las distintas corrientes
partidistas tanto en elecciones internas como en las generales, se provocaron
numerosas divisiones principalmente en los partidos de izquierda y de centro. De
esta suerte, bajo las siglas del Partido Socialista convergían al menos las líneas
del PS Almeyda, PS Altamirano, PS Briones, PS Mandujano, PS Núñez y PS
Salvador Allende, este último próximo al Partido Comunista. Por su parte los
demócratacristianos se encontraban divididos entre guatones (a favor de un
acuerdo con los militares y de la exclusión de los comunistas) y chascones
(rupturistas y pro-alianza centro-izquierda). Además estaba Izquierda Cristiana,
que apoyó a Allende siendo parte de la Unidad Popular, y el Partido Radical
Socialista Democrático en que había terminado convirtiéndose el decimonónico
Partido Radical.
El fracaso de la estrategia de la Alianza Democrática, basada en la
movilización pacífica para así hacer negociar al régimen motivado por el
carácter intransigente de éste, favoreció al Partido Comunista, en un primer
momento, y al conglomerado que éste dirigía: el Movimiento Democrático
Popular, que propugnaba una estrategia doble: la unidad política de la totalidad
de las fuerzas contrarias al general Pinochet y la insurrección y violencia
políticas apoyando y encabezando la acción de grupos violentos, como el Frente
Patriótico Manuel Rodríguez. Precisamente esta segunda vía también ahogó la
capacidad de maniobra del PC, rechazado por amplios sectores de la sociedad
política.
En agosto de 1985 se conformó el Acuerdo Nacional, un gran pacto político
integrado por todos los partidos de la Alianza Democrática, así como por parte
de los partidos de derecha no implicados directamente con el régimen (Partido
Nacional y el Movimiento de Unión Nacional). Este pacto entrañaba un
consenso entre las distintas fuerzas para la proposición de un mínimo
indispensable de reformas constitucionales, cambiando el procedimiento de
enmienda de la Constitución y modificando el sistema de sucesión presidencial.
La primera acción común de todos los sectores no integrados en la extrema
izquierda o aliados del gobierno consolidaba una estrategia de transición política
claramente reformista. La transición se realizaría con las propias reglas de juego
del régimen.
El pulso mantenido entre el Acuerdo Nacional y el Gobierno tuvo su punto de
inflexión a lo largo de 1988, cuando el general Pinochet anunció la convocatoria
de un plebiscito de acuerdo con el texto constitucional de 1980 para que la
ciudadanía aceptase o rechazase al candidato a Presidente por un nuevo periodo
de ocho años propuesto por los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y
el General Director de Carabineros. La convocatoria misma produjo que en
febrero de 1988 culminara con éxito la más ambiciosa tarea de concertación de
la oposición chilena, creando dieciséis partidos el «Comando del No».
El general Pinochet fue el candidato propuesto por los Comandantes en Jefe
de las Fuerzas Armadas y el General Director de Carabineros para el 5 de
octubre de 1988. Su candidatura fue rechazada por el 54,68 por 100 del
electorado, a pesar de que el «Comando del No» encontró serios problemas para
llevar a cabo su propaganda electoral con unos medios de comunicación,
especialmente la televisión, controlados completamente por el gobierno.
Una vez consumada la derrota del proyectado continuismo del general
Pinochet, en la primera mitad de 1989 se produjo una intensa negociación entre
la Concertación Democrática —el conglomerado en el que se integraron los
componentes del «Comando del No»—, Renovación Nacional —partido de la
derecha distanciado del régimen, dirigido por Sergio Onofre Jarpa— y el general
Pinochet. Finalmente se alcanzó un acuerdo de reforma constitucional para el
que actuó como Congreso Nacional la Junta de Gobierno de conformidad con las
disposiciones transitorias de la Constitución de 1980. El texto de reforma
pactado se sometió nuevamente a un plebiscito que lo ratificó el 30 de julio de
1989 una mayoría del 85 por 100.
Los puntos más relevantes de entre las cincuenta y cuatro modificaciones
propuestas de la reforma constitucional alcanzada fueron: el reemplazo del
artículo 8.º que inconstitucionalizaba a los partidos políticos con doctrina «de
carácter totalitario o fundada en la lucha de clases» por otra disposición que
asegurase en mejor forma un verdadero y responsable pluralismo político; el
aumento del número de senadores elegidos directamente por la ciudadanía, para
cuyo efecto cada región constituiría una circunscripción con derecho a elegir dos
representantes, con excepción de seis regiones, que serían divididas en dos
circunscripciones senatoriales; asimismo, sin perjuicio del perfeccionamiento de
algunas disposiciones del Consejo de Seguridad Nacional, las normas sobre las
Fuerzas Armadas y de Orden se mantenían íntegramente; se sustituía la norma
que exigía la aprobación de dos Congresos sucesivos para reformar ciertos
capítulos de la Constitución, requiriéndose únicamente la aprobación de las dos
terceras partes de los diputados y senadores en ejercicio; finalmente, y como más
relevante, se establecía que, solo para los efectos del periodo presidencial que se
iniciaba el 11 de marzo de 1990, el jefe del Estado que resultara elegido duraría
cuatro años en sus funciones, sin que pudiera ser reelegido para el periodo
inmediatamente siguiente.
La carrera para las elecciones presidenciales —último acto de la transición
hacia, todavía, una peculiar democracia— enfrentó al candidato de la
Concertación por la Democracia, el cristiano demócrata Patricio Aylwin, contra
Hernán Büchi, candidato de la oficialista Unión Democrática Independiente, una
vez que Sergio Onofre Jarpa, candidato de Renovación Nacional, le cedió
completamente el protagonismo del liderazgo de la derecha. En todo caso,
Pinochet aprovechó el resquicio constitucional que le permitía retener el cargo
de comandante en jefe del Ejército para poder mantener la ley de amnistía de
1978 así como la tutela de las Fuerzas Armadas sobre la vida política a través del
Consejo de Seguridad Nacional. Por otra parte, Pinochet se aseguraba, en su
calidad de ex Presidente, el cargo de senador vitalicio una vez que cesara en su
condición de jefe de las Fuerzas Armadas en marzo de 1998.

2. LA NORMALIZACIÓN DEMOCRÁTICA

Las elecciones del 14 de diciembre de 1989 dieron el triunfo a la


Concertación de los Partidos por la Democracia que había sido el eje articulador
del «comando del no» en el plebiscito de 1988. La Concertación estaba formada
por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), el Partido Radical Social Demócrata
(PRSD), el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD) y el
Partido Alianza de Centro. La Presidencia de la República fue alcanzada por el
demócrata cristiano Patricio Aylwin. En la Cámara de Diputados la Concertación
obtuvo la mayoría de los escaños, mientras que en el Senado no logró alcanzarla
con motivo del desequilibrio que producían en dicha cámara los «senadores
designados». Esta situación en la que la oposición pinochetista controlaba el
Senado continuó siendo la nota característica de la política chilena a lo largo de
la década. El veto a cualquier intento de reforma constitucional en el sentido de
ir limitando los enclaves autoritarios institucionales por parte del Senado se
convirtió en la principal pieza motriz de la vida política chilena. Así, en abril de
1996, el Senado rechazó ocho enmiendas constitucionales que habían sido
aprobadas por la Cámara de Diputados en agosto de 1995 y que habían llegado a
suponer una pequeña fisura en la derecha, circunstancia que se volvió a repetir
en julio de 1997. Las referidas enmiendas iban dirigidas a la eliminación de los
senadores designados, la reestructuración del Tribunal Constitucional y del
Consejo Nacional de Seguridad y la concesión de mayores poderes de control a
la Cámara de Diputados.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DEL 14 DE DICIEMBRE DE 1989

Partido Candidaturas N.º de votos %


Concertación para la Democracia Patricio Aylwin 3.850.023 53,8

Democracia y Progreso Hernán Buchi 2.051.975 28,7


Grupos Independ. de Centro-Dcha Francisco Errázuriz 1.076.894 15,0

Votos nulos 103.611 1,4

Votos en blanco 75.222 1,0


Total de votos 7.157.725 100,0

FUENTE: Tribunal Calificador de Elecciones.

El primer gabinete presidido por Aylwin contó con la presencia de dos


militares y con un equilibrado reparto entre los diferentes partidos de la
Concertación, fórmula que se mantendría en los años siguientes. En marzo de
1991 se hizo público el «informe Rettig» de la Comisión Verdad y
Reconciliación sobre las violaciones graves a los derechos humanos cometidas
por oficiales de las Fuerzas Armadas entre 1973 y 1990, dicho informe incluía
un listado de 2.279 personas muertas, 957 desaparecidas, además de 1.068 que
fueron ejecutadas, sufrieron tortura o fueron asesinadas por escuadrones de la
muerte. Este informe fue rechazado por la UDI y por la Comandancia en Jefe del
Ejército.
Los partidos tradicionales del centro, centro-izquierda e izquierda se vieron
obligados a compartir el proyecto original de gobiernos de coalición en los que
se fueron diluyendo las diferencias ideológicas más significativas que les
enfrentaba antes de 1973. Por otra parte, el continuo éxito de las políticas
económicas implementadas, puesto de relieve a través de las variables
macroeconómicas, contribuía al asentamiento de la Concertación. En su seno,
solamente se registraron momentos de tensión en la discusión de leyes de
secularización (divorcio vincular) o en cuanto a las posibles acciones legales a
emprender para depurar responsabilidades por violaciones de derechos humanos
que llegaban al propio Pinochet.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 11 DE DICIEMBRE DE 1993

Partido Candidaturas N.º de votos %


Concertación para la Democracia Eduardo Frei Ruiz-Tagle 4.044.112 58,0
Unión por el Progreso de Chile Arturo Alessandri 1.703.070 24,4

Independiente José Piñera 431.176 6,2


Independiente Manfred Max Neef 387.371 5,5

Mov. de Izda. Democ. Allendista Eugenio Pizarro 327.404 4,7


Alianza Humanista Verde Cristian Reitze 81.814 1,2

Total votos válidos 6.974.947 100,0

Votos en blanco 136.950 1,8


Votos nulos 271.389 3,7

Total votos 7.383.286 100,0

FUENTE: Tribunal Calificador de Elecciones.

Las siguientes elecciones de diciembre de 1993 volvieron a replicar el


panorama de cuatro años antes. En esta ocasión, el presidente electo fue el
también demócrata cristiano Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo del líder histórico del
Partido de la Democracia Cristiana y Presidente de Chile entre 1964 y 1970. En
el terreno de la política de derechos humanos se registró la condena a los
generales Contreras y Espinoza en mayo de 1995, responsables militares de
atrocidades cometidas que vieron la cárcel gracias a la presión de Estados
Unidos por su vinculación en el asesinato en aquel país del ministro de Allende,
Orlando Letelier y de su secretaria. Durante este periodo, la política económica
de Chile intensificó sus esfuerzos para, por una parte, integrarse en el Tratado de
Libre Comercio signado por Estados Unidos, Canadá y México, y, por otra,
asociarse al MERCOSUR, mientras que en lo tocante a la política de
privatizaciones registró un menor ritmo, en términos comparados con otros
países de la región, habida cuenta que entre 1990 y 1996 el monto de las
empresas privatizadas fue de 952 millones de dólares, una de las más reducidas,
ya que el furor privatizador se había registrado durante la década anterior.
Las elecciones municipales de octubre de 1996 mantuvieron el equilibrio de
los dos bloques políticos al obtener la Concertación el 56 por 100 de los votos.
Sin embargo, en el seno de ésta la Democracia Cristiana comenzó a perder
terreno ante el PS y el PPD.
En las elecciones legislativas del 11 de diciembre de 1997 la coalición
gubernamental de la Concertación mantuvo la mayoría en la Cámara de
Diputados. Sin embargo, su porcentaje del voto popular se redujo en cinco
puntos porcentuales gracias al incremento del apoyo electoral que recibió el
Partido Comunista de Chile, el cual, sin llegar a obtener representación
parlamentaria, alcanzó el 6,9 por 100 de los votos emitidos. En cuanto al
Senado, se seguía manteniendo la situación anterior. Por otra parte, se registró un
fenómeno insólito en la vida política chilena al alcanzarse un 18 por 100 de
votos nulos o en blanco, lo que venía a traducir un importante sentimiento de
desafección política. Los siguientes meses, hasta el 11 de marzo de 1998,
estuvieron dominados por la expectación en torno a si el general Pinochet podría
ser privado de su escaño de senador vitalicio una vez que en dicha fecha dejara
de ser, por imperativo constitucional, el Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas. Las diferentes acciones emprendidas resultaron infructuosas y
Pinochet se incorporó al Senado contribuyendo a consolidar en el mismo a la
mayoría opositora.
Sin embargo, la detención del general en Londres el 16 de octubre de 1998
produjo tal clima de incertidumbre y de nueva polarización en el país, que
generó serios interrogantes ante el panorama que se abría frente a las elecciones
presidenciales de 1999. Sin embargo, el triunfo del socialista Ricardo Lagos
como candidato de la Concertación frente al veterano demócrata cristiano
Andrés Zaldívar en las elecciones internas celebradas en mayo de 1999
contribuyó notablemente a la normalización de la vida política, pero acercó al
borde del abismo a la Concertación que, por primera vez, vio peligrar su triunfo
electoral.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1999-2000

Primera vuelta Segunda vuelta


Partidos Candidatos 12 de diciembre de 1999 16 de enero de 2000
N.º votos Porcentaje N.º votos Porcentaje
Concertación por la Democracia Ricardo Lagos 47,96 3.677.968 51,31

Alianza por Chile Joaquín Lavín 47,52 3.490.561 48,69

Partido Comunista Gladys Martín 225.224 3,19


Partido Humanista Tomás Hirsch 36.235 0,51
Independiente Arturo Frei Bolívar 0,48

Ecologista Sara Larraín 31.319 0,45

FUENTE: Tribunal Calificador de Elecciones.

Las elecciones presidenciales de 1999 obligaron por primera vez al uso del
mecanismo de las dos vueltas al no conseguir ninguno de los dos candidatos la
mayoría absoluta en los comicios del 12 de diciembre. Los comicios estuvieron
marcados por el caso Pinochet cuya ausencia del país permitió a la candidatura
de la Alianza por Chile, en que se habían integrado RN, UDI y UCC,
desplazarse hacia el centro del espectro político mientras que por la naturaleza
de la candidatura de la Concertación, centrada en Ricardo Lagos, militante
simultáneamente del Partido Socialista y del Partido por la Democracia, ésta se
desplazó ligeramente a la izquierda, además se presentaba algo desgastada por
un gobierno de una década que encaraba la primera recesión económica en tres
lustros. El cariz de centro-izquierda del candidato desmotivó a muchos votantes
históricos de la Democracia Cristiana que no se movilizaron como era previsible.
Por otra parte, Joaquín Lavín al frente de la candidatura de la Alianza por Chile,
que integraba a los dos partidos de la derecha, Unión Demócrata Independiente y
Renovación Nacional, con una campaña muy moderna y bien llevada, articulada
con un discurso extremadamente populista, con la experiencia en la gestión de
gobierno por su paso por la alcaldía de Las Condes, y una imagen atractiva para
amplios sectores de la juventud así como para el electorado femenino, supo
atraer el mayor caudal de votos que tuvo la derecha en el último medio siglo
empatando virtualmente la contienda electoral. El éxito de Lagos en la segunda
vuelta celebrada el 16 de enero de 2000, en la que ambos candidatos aumentaron
su caudal de votos, se debió a su capacidad de atraer al electorado tibio
demócrata cristiano gracias al cambio de estrategia de la campaña electoral que
pasó a ser dirigida por Soledad Alvear, Ministra de Justicia de Frei Ruiz-Tagle y
mujer valorada tanto por sus correligionarios como por el electorado en general,
así como a la natural atracción del voto comunista y ecologista. Contrariamente
a lo que meses antes hubiera podido parecer, el caso Pinochet no constituyó un
tema central en la campaña de ninguno de los dos candidatos que evitaron
conscientemente hacer uso del mismo. Por otra parte, la gran igualdad en las
preferencias del electorado motivó enormemente su participación que superó el
90 por 100 de los inscritos y corrigió el abstencionismo de los comicios
legislativos de 1997.
En las elecciones municipales del 29 de octubre de 2000 la Concertación
contempló la ratificación del ascenso de la oposición ya que, si bien obtuvo el
52,1 por 100 de la votación nacional, la opositora Alianza por Chile, a pesar de
obtener el 40,1 por 100 de los votos, logró igualar el número de alcaldías
obtenidas por la Concertación (168 de ésta frente a 167 de la Alianza, más una
municipalidad para el Partido Comunista) y se impuso claramente en la Región
Metropolitana donde consiguió la victoria en treinta municipios frente a los
veintiuno en que triunfó la Concertación. Además, Joaquín Lavín de UDI
consolidó su liderazgo al alzarse con el triunfo en la propia capital. El
afianzamiento del progreso de UDI y de RN por su clara posición de control de
la mayoría de los municipios de nueve de las trece regiones del país introdujo un
ambiente de máxima incertidumbre para las elecciones legislativas del año
siguiente. Los comicios del 16 de diciembre de 2001 confirmaron el
emparejamiento de los dos bloques y el ascenso de la UDI como primer partido
del país. Mientras que la Concertación mantenía el apoyo del 47,8 por 100 del
electorado la Alianza alcanzaba el 44,3 por 100, dichos bagajes suponían que la
Concertación mantenía una posición mayoritaria en la Cámara de Diputados y
que el progreso de la Alianza impedía a la Concertación su actuación legislativa
en el ámbito de las Leyes Orgánicas Constitucionales que requieren de una
mayoría de sesenta y nueve diputados, circunstancia que no acontecía desde
1989. La mayoría de la Concertación en la Cámara de Diputados posibilitó el
hecho histórico de que Adriana Muñoz del PPD fuera la primera mujer que la
presidiera. El empate en el Senado con veinticuatro senadores cada uno de los
dos bloques, por otra parte, se resolvió acordando que la presidencia del mismo
estuviera en manos de Andrés Zaldívar del PDC entre 2002 y 2004, de Hernán
Larraín de UDI entre 2004 y 2005 y de Sergio Romero de RN entre 2005 y 2006.
El primer gabinete de Lagos mantuvo la composición de los anteriores en
función de las fuerzas integrantes de la Concertación. De esta manera, de los
dieciséis ministros siete eran del PDC, cuatro socialistas, tres del PPD y dos del
Partido Radical Social Demócrata. Por otra parte, Lagos manifestó que su
gobierno se articularía en cinco áreas prioritarias: salud, seguridad ciudadana,
desempleo, reformas laborales y descentralización, dando así un marcado
contenido social al mismo. Paralelamente, el caso Pinochet continuó perdiendo
el protagonismo político de los primeros momentos de manera que cuando el
Reino Unido decidió interrumpir por razones de salud el proceso al general el 2
de marzo de 2000 permitiendo su inmediato retorno a Chile solamente se
produjeron escaramuzas jurídicas que terminaron de perder todo sentido político.
Tres meses más tarde Pinochet perdió su fuero parlamentario que como senador
vitalicio le protegía de ser sometido a proceso y en diciembre fue procesado. La
pugna jurídica a que derivaron las diferentes apelaciones vividas con gran
intensidad junto con la tensión suscitada en los cuarteles por parte de los
militares más nostálgicos culminó en julio de 2002 al renunciar Pinochet a su
escaño vitalicio en el Senado. En ese momento tenía 86 años y se encontraba
protegido por su supuesto mal estado de salud al ser declarado demente. Pese a
esto, en 2005, un año antes del fallecimiento de Pinochet, Lagos logró aprobar
en el Congreso varias enmiendas constitucionales tendientes a eliminar los
enclaves autoritarios que habían permitido hasta ese momento la participación en
política de personajes como Pinochet o algunos militares de la época de la
dictadura. De esta forma, dichas enmiendas eliminaron la figura de los senadores
vitalicios y la prohibición que tenía el jefe de Estado de nombrar a los
comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. Además, transformaron el Consejo
de Seguridad Nacional en un órgano netamente consultivo, lo que en la práctica
se tradujo en reducción del poder de los militares en la toma de decisiones del
Estado.
En materia económica el gobierno de Lagos tuvo un balance positivo si se
tiene en cuenta la crisis que en 2001 se tradujo en la caída de las exportaciones y
la demanda interna, y en el aumento considerable del desempleo, el cual llegó a
los nueve puntos porcentuales. No obstante, en 2003 la recuperación económica
fue posible gracias al aumento de los precios del cobre y a la firma de tratados de
libre comercio con la Unión Europea, China y Estados Unidos. Este gobierno
también se caracterizó por llevar a cabo algunas políticas sociales de impacto
como el Plan AUGE que establecía el acceso universal a la sanidad a los que
cotizaban al Fondo Nacional de Salud y a quienes estaban afiliados a una
Institución de Salud Previsional (ISAPRE) o, el sistema Chile Solidario que
sigue vigente en 2013 y que está destinado a la atención de las familias, personas
y territorios que se encuentran en situación de vulnerabilidad. Finalmente, una
ley en materia de derechos civiles que marcó un antes y un después en Chile fue
la ley del divorcio vincular, convirtiéndose así en el país occidental que tardó
más en reconocer este derecho. A pesar de las reacciones desfavorables en torno
a esta y otras medidas, el gobierno de Lagos terminó con un buen índice de
aprobación.
Para las elecciones presidenciales de 2005, la Concertación se vio favorecida
por la división de la Alianza, la cual no postuló candidato único, sino que por el
contrario, tanto RN como la UDI lanzaron a sus propios candidatos. Esto se
debió, principalmente, al débil liderazgo interno de Lavín, quien no logró
mantener su nombre como candidato vigente por la Alianza y a los malos
resultados de las elecciones municipales de 2004 en las cuales la Concertación
logró una ventaja importante respecto a los demás partidos. Mientras tanto, en la
Concertación la disputa por la candidatura involucró por primera vez a dos
mujeres con una reconocida trayectoria política, la socialista y ex ministra de
Salud y Defensa, Michelle Bachelet, y la demócrata cristiana, ex ministra y ex
canciller Soledad Alvear. Pese a que las dos arrancaron con fuerza, Alvear no
logró sobrepasar a Bachelet en los sondeos de opinión lo que la llevó a retirarse
de la competencia para así quedar Bachelet como candidata única por la
Concertación. El legado favorable de Lagos unido a su imagen positiva que le
valió ser conocida como «la candidata ciudadana» le permitió a la socialista el
triunfo en la primera vuelta aunque no evitar la segunda vuelta, la cual disputó
con el empresario Sebastián Piñera al que derrotó con un margen de siete puntos
porcentuales (algo menos de medio millón de votos). De esta forma, en enero de
2006 Bachelet se convirtió en la primera mujer en ocupar la Presidencia en Chile
con el apoyo del 53 por 100 de los votantes. Su triunfo estuvo acompañado de la
victoria de la Concertación en las elecciones legislativas que por primera vez
desde la transición logró la mayoría absoluta en ambas cámaras.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2005-2006

Primera vuelta: 11 de Segunda vuelta: 15 de


Candidato Partido diciembre 2005 enero 2006

Votos % Votos %

Sebastián
Renovación Nacional (RN) 1.763.964 25,4 3.236.394 46,50
Piñera
Michelle Concertación (CPD) 3.190.691 46,0 3.723.019 53,50
Bachelet

Tomás Hirsch Juntos Podemos Más (JPM) 375.048 5,4


Joaquín Unión Demócrata
Lavín Independiente (UDI) 1.612.608 23,2

Total 6.942.311 100,0 6.959.413 100

FUENTE: Tribunal Calificador de Elecciones.

Bachelet integró un gabinete paritario con la participación proporcional de las


fuerzas que conformaban la Concertación. En su programa electoral, la
presidenta había prometido una línea de continuidad con el anterior gobierno,
sobre todo en lo referido al manejo económico, no obstante, se comprometió a
poner un mayor énfasis en las políticas sociales. Es por ello, que los ejes que
articularon su programa de gobierno —protección social, calidad de vida,
democracia, innovación y desarrollo y educación— se referían la mayor parte a
este campo. Además, la primera medida adoptada por su gobierno fue la de
establecer la gratuidad en salud para las personas mayores de sesenta años.
Asimismo, destacaron la Ley que creó el sistema de protección integral a la
infancia «Chile Crece Contigo», la que instituyó la obligatoriedad educación
parvularia o las que crearon bonos para pensionados o familias de escasos
recursos.
Pese a las medidas anunciadas por el gobierno en materia de educación, nada
más iniciar su gobierno hubo una fuerte ola de protestas lideradas por los
estudiantes de secundaria —la revolución de los pingüinos—, quienes a la vez
que denunciaban el deterioro de la calidad de la educación pública, demandaban
medidas como la emisión de pases gratuitos para el transporte público, el fin de
la municipalización de la enseñanza y la gratuidad de la prueba de acceso a las
universidades, entre otras. El resultado de estas y otras manifestaciones a lo
largo de todo el mandato fue la salida de varios ministros como el de Interior,
Andrés Zaldívar, y el ministro de Educación, Martín Zilic. Además, en 2009 el
gobierno promulgó la Ley General de Educación que, sin embargo, no fue bien
recibida por los estudiantes al considerar que ninguna de sus peticiones fueron
tomadas en cuenta.
Este conflicto se unió al de la puesta en marcha de Transantiago, el sistema de
transporte masivo de la capital que se colapsó mostrando sus carencias en cuanto
a su diseño e implementación, para hacer frente a ello se creó un Fondo de
Estabilización con el fin de subsanar algunos de los fallos que presentaba este
sistema. Estos dos conflictos deterioraron considerablemente la imagen de
Bachelet, quien en los siguientes años se esforzó por poner en marcha políticas
sociales y por menguar los efectos de la crisis de 2008. De esta manera, para
impulsar el desarrollo económico y responder a las consecuencias de la crisis
financiera mundial de 2008, se aprobaron las leyes que favorecían a los sectores
sociales más vulnerables como el subsidio de desempleo para jóvenes o las
transferencias monetarias directas a la población en situación de pobreza, y otras
orientadas al poyo a la pequeña y mediana industria, así como incentivos a la
inversión extranjera. El manejo monetario y fiscal durante la crisis fue evaluado
positivamente, de hecho en 2009 Chile mejoró su calificación de riesgo soberano
por parte de algunas agencias calificadoras, lo que lo convirtió en el país más
confiable de la región. Para ese entonces, la popularidad de la Presidenta y la
evaluación positiva de su gestión alcanzaba el 80 por 100, siendo el más alto de
los gobiernos tras la instauración democrática.
En el contexto de un gobierno concertacionista saliente con elevada
popularidad, se celebraron las elecciones presidenciales y legislativas de 2009.
Pese a ello, la Concertación no supo presentar un proyecto de renovación capaz
de enfrentar tanto los retos pendientes como las nuevas demandas que las
transformaciones de la sociedad chilena suscitaban, además la elección de un
candidato como el ex presidente Eduardo Frei tampoco ayudaba a la hora de
transmitir una imagen de cambio. Paralelamente, Frei tuvo que observar cómo
parte del electorado de la Concertación orientaba sus preferencias por el joven
socialista Marco Enríquez-Ominami, quien tras la negación de su partido para
celebrar elecciones internas decidió renunciar al partido y lanzarse como
independiente logrando un 20 por 100 de los votos. Por su parte, la derecha esta
vez logró, no sin dificultad, presentarse unida mediante la Coalición por el
Cambio que reunió a la UDI, a RN y al partido creado en 2007 Chile Primero.
En la primera vuelta resultó vencedor el empresario Sebastián Piñera de la
Coalición por el Cambio con un 44 por 100 de votos mientras que Frei tan solo
logró reunir el 30 por 100. En la segunda vuelta, la derecha ganó por primera vez
la presidencia desde las elecciones de 1958. Este resultado fue leído como el
reflejo del desgaste de la Concertación, la debilidad de Frei como candidato al
no ser capaz de atraer al electorado de Enríquez-Ominami y del comunista Jorge
Arrate, y como la prueba del triunfo del voto más pragmático y menos
ideológico, ya que tanto Piñera como Enríquez-Ominami rompieron en su
momento los lazos con sus respectivos partidos. En las elecciones legislativas, la
UDI fue el partido más votado logrando el 30 por 100 de los escaños en la
Cámara de Diputados, por su parte, los partidos de la Concertación redujeron su
fuerza electoral. Un hecho reseñable para estas elecciones fue el ingreso del
Partido Comunista al Congreso por primera vez desde la transición.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2009-2010

Primera vuelta: Segunda vuelta:


13 de diciembre de
Candidato Partido 17 de enero 2010
2009
Votos % Votos %

Sebastián Piñera Coalición por el Cambio 3.074.164 44 3.591.182 51,61

Eduardo Frei Concertación (CPD) 2.065.061 29,60 3.367.790 48,38


Jorge Arrate Juntos Podemos Más 433.195 6,21

Marco Enriquez- Independiente-Nueva Mayoría para


1.405.124 20,13
Ominami Chile

Total 6.977.544 100 6.958.972 100

FUENTE: Tribunal Calificador de Elecciones.

Nada más comenzar su mandato, Piñera tuvo que hacer frente a dos hechos
de naturaleza muy diferente: los efectos de un devastador terremoto y la
movilización en el ámbito de la educación. En este terreno se produjeron
manifestaciones de los profesores que decretaron un paro que duró veintisiete
días. La reclamación de los docentes se centró en la denominada «deuda
histórica» consistente en una asignación especial a los profesores de los
establecimientos públicos reconocida en 1981, y que según ellos nunca se pagó
en su totalidad. A estas manifestaciones se sumó de nuevo la «revolución de los
pingüinos» ampliada por la participación de las federaciones de estudiantes de
las principales universidades que centró sus demandas en los efectos negativos
de la privatización de la educación en Chile. Aunque ha habido varias reuniones
con el gobierno, no se ha llegado a ningún acuerdo y el conflicto a día de hoy
continúa. Por otra parte, otro foco de conflictividad se activó cuando resultó
muerto un comunero mapuche en un desalojo efectuado por los carabineros.
Asimismo, miembros de esta comunidad que se encontraban encarcelados
comenzaron huelgas de hambre denunciando las condiciones en las que se
encontraban, la severidad en la aplicación de la ley antiterrorista en sus casos y
el doble enjuiciamiento al que se veían sometidos por parte de la justicia civil y
la militar. Al rebufo de estos acontecimientos el tema de la autodeterminación
del pueblo mapuche volvió a emerger, no obstante, el presidente Piñera fue
tajante al negarse a reconocer este derecho.
En cuanto a la política social, el gobierno ha mantenido los programas
sociales más importantes de las pasadas administraciones como Chile Solidario y
el Sistema Chile Crece Contigo, adicionalmente, aprobó el Programa
Bonificación al Ingreso Ético Familiar orientado a erradicar la pobreza. En una
primera etapa se tenía proyectado transferir rentas monetarias condicionadas a
las 130.000 familias más vulnerables del programa Chile Solidario cubriendo
aproximadamente a 490.000 personas. Estas medidas respondían al objetivo
marcado por este gobierno de erradicar la pobreza en 2018 y la extrema en 2014.
Otras áreas de interés del gobierno han sido la educación y la generación de
empleo, para ello creó el Ministerio de Desarrollo Social. Por otra parte, en
materia económica el principal objetivo del gobierno ha sido la estabilidad de los
precios. Al igual que en anteriores administraciones, en los últimos años la
economía chilena ha logrado recuperarse de las fases críticas gracias al aumento
de los precios de las exportaciones, sobre todo mineras, y a las políticas
anticíclicas que han favorecido el control del déficit a través de la contención del
gasto. Finalmente, en materia internacional Piñera no ha llevado a cabo ningún
cambio significativo respecto a los gobiernos de la Concertación. En este
sentido, Piñera continúo estrechando lazos con sus socios comerciales más
importantes, China y Estados Unidos, a la vez que se distanció del bloque
liderado por el entonces presidente venezolano Hugo Chávez. El conflicto
limítrofe con Perú y el contencioso con Bolivia siguieron crispando las
relaciones con los dos vecinos del norte.
Las elecciones municipales del 28 de octubre de 2012 supusieron una derrota
para el gobierno que perdió el control de más de veinte comunas que pasaron a
ser gobernadas por la Concertación que se benefició del caudal de votos
comunistas. Además, comunas significativas como las de Santiago, Providencia,
Recoleta o Punta Arenas también pasaron a ser gobernadas por la Concertación.
A apenas un año de las elecciones presidenciales y legislativas esta derrota
gubernamental podía leerse como un predictor del resultado de las elecciones
futuras con una proyección favorable a la Concertación que obtenía junto con los
comunistas el 43 por 100 de las alcaldías y el 50 por 100 de los sufragios para
concejales. Por otra parte, fueron los primeros comicios en los que el voto no fue
obligatorio y el censo fue establecido por la administración lo que se tradujo en
un incremento notable de la abstención que rozó el 60 por 100.
En el final de su mandato, Piñera cuenta con un índice de popularidad en
torno al 30 por 100 pese a que los índices económicos y la percepción sobre la
situación del país son positivos. Estos resultados, sumados a la vuelta de
Michelle Bachelet a Chile en marzo de 2013 —que gracias al capital político que
acumuló ha dirigido durante tres años como secretaria adjunta de ONU Mujeres,
la agencia de Naciones Unidas encargada de la igualdad de género— para
eventualmente postularse a la presidencia por la Concertación —en caso de
ganar las internas que ya cuenta con dos candidatos: la ex presidenta por parte
del PS y del PPD y el demócrata cristiano Claudio Orrego— hacen pensar en
una carrera presidencial reñida.
Como se ha observado, hasta 2009 la política chilena se encontró enmarcada
en la contienda que lidiaron dos bloques conformados, en un primer momento,
por «el clivaje Pinochet» (los partidarios de éste frente a sus detractores) y que
luego fue alimentada por el diseño electoral de la elección presidencial a doble
vuelta que ha obligado a la configuración de grandes coaliciones así como por el
cariz mayoritario de las elecciones para la Cámara de Diputados que igualmente
ha incentivado al mantenimiento de coaliciones so pena de sufrir severamente
las candidaturas los efectos de la desproporcionalidad del sistema. El desgaste de
la Concertación, triunfador en cuatro comicios presidenciales consecutivos, junto
con situaciones de malestar en el seno de la propia coalición en el poder,
propició el incremento del apoyo popular al bloque de la derecha que
prácticamente igualó en caudal electoral al de la Concertación, hasta que se
dividió en 2005 cambiando el panorama tradicional en términos de competencia
de la política chilena. Asimismo, el incremento del alejamiento de los
ciudadanos de la política se ha alzado como uno de los hechos más negativos en
un país que siempre tuvo altas cotas de movilización. Desde 2001, el
abstencionismo en un país donde el voto es obligatorio (si bien la inscripción en
el censo ha venido siendo voluntaria hasta la reforma electoral de 2012), ha sido
próximo al 15 por 100 sobre el total de los ciudadanos empadronados, las cifras
más altas desde 1989.
En términos de las finanzas públicas, la transición democrática apenas si ha
supuesto un cambio drástico con respecto al patrón establecido durante la
dictadura. La estructura del ingreso público continuó manteniendo las pautas
establecidas definidas por una reducida presencia de las contribuciones a la
seguridad social que reflejan el impacto del profundo cambio incorporado al
régimen de pensiones. Los impuestos a los beneficios y al capital han
incrementado su participación en la recaudación general haciendo ésta más
progresista.
EVOLUCIÓN DEL GASTO PÚBLICO SOCIAL EN CHILE

1990- 1996- 2001- 2006-


1995 1900 2005 2010

Gasto público social per cápita (en dólares de 2005) 569 840 955 1112
Gasto público social como porcentaje del gasto público
62,9 66,5 67,8 66,6
total
Gasto público social como porcentaje del PIB 12,2 13,8 14,2 14,2

Gasto público en educación como porcentaje del PIB 19,9 24,7 26,9 27,4

Gasto público en salud como porcentaje del PIB 17,2 18,8 20,9 23,9

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

El gasto público y el gasto social han ido incrementándose a lo largo de la


década del tiempo. Entre 1990 y 2010 el gasto público social se duplicó y la
relación entre gasto público y gasto social se ha seguido manteniendo en torno al
65 por 100 lo que señala una pauta muy diferente con respecto a los otros casos
latinoamericanos abordados. Por otra parte, la distribución del gasto social en
diferentes rubros ha mantenido un leve crecimiento constante a lo largo del
periodo analizado. Sin embargo, no se logró zanjar la enorme desigualdad
existente que sitúa a Chile entre los países con peor distribución del ingreso del
mundo.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


Con el resultado del 67,04 por 100 de los votantes a favor (30,19 por 100 en
contra y 2,77 por 100 nulos), la Constitución de 1980 fue aprobada en un
plebiscito con nulos controles electorales y en el que la oposición apenas si pudo
desarrollar una campaña en contra de la propuesta de la dictadura.
El texto aprobado muestra que éste se componía de dos partes profundamente
diferentes: un cuerpo constitucional que establecía un sistema marcadamente
autoritario, en el que el Presidente ocupaba un lugar preeminente con escasos
controles y en el que las Fuerzas Armadas desempeñaban una labor de tutela
excepcional. Un segundo cuerpo formado por disposiciones transitorias que
establecía un calendario y unas reglas de juego propias para llevar a cabo el
proceso de transición política.
Las disposiciones transitorias imponían al general Pinochet como «Presidente
Constitucional» hasta 1989 y enfatizaban el poder de la Junta de Gobierno a la
que correspondían los poderes constituyente y legislativo hasta 1989. También
señalaban su capacidad de presentar a la ciudadanía, para que ésta se expresase a
través de un plebiscito, al candidato a Presidente para el periodo 1989-1997. Con
respecto al cuerpo constitucional define un régimen político en el que el Estado
es unitario (art. 3.º), una república democrática (art. 4.º) y donde la soberanía
reside esencialmente en la nación (art. 5.º).
El procedimiento de reforma constitucional establecido ha conformado una
Constitución que si en un principio parecía extremadamente rígida la práctica ha
demostrado lo contrario al haber sido reformada en quince ocasiones, la última
en 2012. Los proyectos de reforma de la Constitución pueden ser iniciados por
mensaje del Presidente de la República o por moción de cualquiera de los
miembros del Congreso Nacional (art. 127); en ambos casos el proyecto de
reforma necesita para ser aprobado en cada Cámara el voto conforme de las tres
quintas partes de los diputados y senadores en ejercicio. El proyecto aprobado
pasa al Presidente de la República para su promulgación. Si éste lo rechaza pero
insisten las tres cuartas partes de los miembros del Congreso en su
promulgación, el Presidente debe promulgarlo, a menos que consulte a la
ciudadanía mediante plebiscito (art. 128).
Habida cuenta de que el Congreso Nacional no estaba elegido en 1989, las
primeras reformas constitucionales debieron realizarse siguiendo la lógica de la
confección de la misma Constitución, esto es, apelando directamente a la
ciudadanía mediante otro plebiscito como sucedió con el celebrado el 30 de julio
de 1989. Posteriormente, la primera reforma constitucional llevada a cabo según
los propios mecanismos constitucionales diseñados se realizó en noviembre de
1991 para abrir el camino a la celebración de elecciones directas para los
consejos municipales y alcaldías. Posteriormente, la reforma de 2005 fue la de
mayor calado al reducir el mandato presidencial de cinco a cuatro años, eliminar
los senadores designados y vitalicios, posibilitar al presidente de la República la
remoción de los jefes militares y modificar las atribuciones del Consejo de
Seguridad Nacional. De 2007 a 2012 también se llevaron a cabo reformas
aunque centradas en aspectos puntuales como: la creación de los «territorios
especiales» de isla de Pascua y archipiélago de Juan Fernández, la obligación del
Estado de financiar el segundo nivel de transición en la educación parvularia
(2007), los sistemas de enjuiciamiento en las regiones (2008), el sufragio
entendido como un derecho de los ciudadanos y su inscripción automática en los
registros electorales (2009), la modernización del Estado y la creación de
mecanismos de transparencia (2010), la obligación del Estado de proporcionar
asistencia jurídica a personas que no tengan recursos para procurárselo por sí
mismas (2011), o el desarrollo de los derechos en los nuevos territorios (2012).

1. EL PODER EJECUTIVO

El Poder Ejecutivo diseñado descansa en el Presidente de la República, quien


es el jefe del Estado y el jefe de Gobierno. En un principio debía ejercer sus
funciones durante ocho años, no pudiendo ser reelegido para el periodo siguiente
(art. 25). Posteriormente, se acordó que este periodo fuera de cuatro años para el
candidato elegido en 1989 y de seis años para las convocatorias siguientes, en
2005 se determinó que el mandato quedara en cuatro años pudiendo ser
reelegido después de un periodo. El Presidente debe ser ciudadano nacido en
Chile, mayor de 35 años, y su elección resulta de la votación directa de los
chilenos por mayoría absoluta que, en caso de no conseguirla ninguno de los
candidatos, se pasaría a una segunda vuelta (art. 26). El presidente del Senado
recibe el título de Vicepresidente de la República en el caso de que el Presidente
electo se halle impedido para tomar posesión del cargo (art. 28), en los restantes
casos en que el Presidente de la República no puede ejercer su cargo, lo subroga,
con el título de Vicepresidente de la República, el Ministro titular a quien
corresponde de acuerdo con el orden de precedencia legal (art. 29). Las
atribuciones del Presidente (art. 32) son numerosas, destacando entre ellas: la
iniciativa legislativa, la potestad de convocar al Congreso a legislatura
extraordinaria, la designación y remoción de los Comandantes en Jefe del
Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea y al General Director de Carabineros,
la potestad de declarar los estados de excepción constitucional, el nombramiento
de los Ministros y de altos cargos de la administración, el nombramiento del
Contralor General de la República con acuerdo del Senado, y el asumir, en caso
de guerra, la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas.
Los Ministros de Estado, sin que la Constitución determine su número, son
los colaboradores directos e inmediatos del Presidente de la República (art. 33) y
con su firma refrendan los reglamentos y decretos que éste elabore (art. 35). Para
ser Ministro se requiere ser chileno, tener cumplidos 21 años de edad y reunir los
requisitos generales para el ingreso a la Administración Pública (art. 34).

2. EL PODER LEGISLATIVO

El Poder Legislativo chileno tiene la peculiaridad de residir en la ciudad de


Valparaíso a un centenar de kilómetros de la capital de la República. El
Constituyente optaba así por una opción de alejamiento del Poder Ejecutivo,
marcando inicialmente un papel secundario del Legislativo y dificultando sus
tareas de control. Hoy hay comisiones que sesionan en Santiago. El Congreso
Nacional es bicameral. La Cámara de Diputados está compuesta por 120
miembros elegidos en votación directa, debiendo renovarse en su totalidad cada
cuatro años (art. 47). El Senado estaba integrado por miembros elegidos en
votación directa para un periodo de ocho años por cada una de las regiones del
país y por un número de senadores entre los que se encontraban: los ex
Presidentes de la República, dos ex ministros de la Corte Suprema, un ex
contralor general, cuatro militares que hubieran ocupado el mando supremo de
su Arma, un ex rector de universidad y un ex ministro de Estado elegidos estos
dos últimos por el Presidente de la República (art. 45). Después de la reforma de
2005 todos los senadores son electos (art. 49). El Senado se renueva por mitades
cada cuatro años adoptándose el criterio de que una mitad la conforman las
Regiones impares y la otra las Regiones pares más la Metropolitana. Todos los
parlamentarios pueden ser reelegidos. La Cámara de Diputados, que tiene una
pobre labor fiscalizadora de la acción gubernamental, puede iniciar las
acusaciones contra altos cargos, declarando si hay o no lugar a las mismas (art.
52), para que el Senado las conozca y resuelva como jurado (art. 53). En el
proceso de formación de la ley el Presidente de la República puede solicitar
autorización al Congreso Nacional para dictar disposiciones con fuerza de ley
durante un plazo no superior a un año sobre materias que correspondan al
dominio de la ley (art. 64). Corresponde igualmente al Presidente de la
República la iniciativa exclusiva de los proyectos de ley que tengan relación con
la alteración de la división política o administrativa del país o con la
administración financiera o presupuestaria del Estado, así como cuando se trate
de fijar las fuerzas de aire, mar y tierra que han de mantenerse en pie en tiempo
de paz o de guerra (arts. 65 y 32). Igualmente el Presidente puede acelerar el
procedimiento legislativo mediante el mecanismo de «urgencias» según el cual
puede determinar el ritmo de avance de un proyecto de ley calificándolo de
«urgencia simple» (treinta días para su tramitación), «urgencia suma» (quince
días) y «discusión inmediata» (seis días) (Ley Constitucional del Congreso, arts.
26 y 27). El Congreso Nacional solo podrá aceptar, disminuir o rechazar las
iniciativas propuestas por el Presidente. Éste puede legislar con el apoyo de una
de las dos Cámaras y siempre que en la otra Cámara no tenga una oposición
superior a los dos tercios de sus miembros (art. 68). El Presidente tiene
igualmente la potestad del veto legislativo, que puede ser levantado mediante la
insistencia de los dos tercios de los miembros de ambas Cámaras (art. 73).

3. EL PODER JUDICIAL

La Corte Suprema desempeña tanto funciones jurisdiccionales como de


regulación del funcionamiento del poder judicial al tener la superintendencia
directiva, correccional y económica de todos los tribunales de la nación (art. 82).
En un inicio la Corte Suprema estaba compuesta por cinco miembros nombrados
por el Presidente de la República de entre una nómina de cinco personas
propuestas por la misma Corte (art. 75), pero la ley de Reforma Constitucional
de 1997 amplió su tamaño a veintiún miembros nombrados por el Presidente de
la República (que elige entre cinco miembros que le propone la propia Corte
Suprema) y el acuerdo de los dos tercios de los miembros del Senado. Los jueces
permanecen en sus cargos hasta cumplir los 75 años de edad, esta regla no se
aplica al Presidente de la Corte (art. 80).
La Ley de Reforma Constitucional n.º 19.519 de 1997, añadió el Capítulo VII
referente al Ministerio Público al cual le corresponde la dirección en forma
exclusiva de la investigación de los hechos constitutivos de delito, los que
determinan la participación punible y los que acreditan la inocencia del
imputado; además, ejerce la acción penal pública y adopta las medidas para
proteger a las víctimas y a los testigos. Este organismo no puede ejercer
funciones jurisdiccionales (art. 83). El Fiscal Nacional es designado por el
Presidente de la República, a propuesta en quina de la Corte Suprema y con
acuerdo del Senado adoptado por los dos tercios de sus miembros (art. 85), el
límite de su mandato es el mismo que el de los miembros de la Corte Suprema.
El Fiscal Nacional nombra a los fiscales regionales y a los adjuntos y ejerce la
superintendencia directiva, correccional y económica del Ministerio (art. 91).

4. OTRAS INSTITUCIONES

La Constitución establece el Tribunal Constitucional, la Contraloría General


de la República, el Banco Central y el Consejo de Seguridad Nacional. El
Tribunal Constitucional está integrado por diez miembros, designados cuatro de
ellos por el Congreso (dos el Senado y dos la Cámara), tres por la Corte
Suprema, tres por el Presidente de la República (art. 92). La duración en el cargo
es de nueve años y se renuevan por parcialidades cada tres (art. 92). Son
inamovibles y no pueden ser reelegidos, salvo aquellos que han sido
reemplazantes y han ejercido el cargo por un periodo menor a cinco años.
La Contraloría General de la República es un organismo autónomo encargado
de ejercer el control de la legalidad de los actos de la Administración, de
fiscalizar los ingresos y la inversión del fisco y de llevar la contabilidad general
de la Nación (art. 98). El Contralor General es designado por el Presidente de la
República con acuerdo del Senado adoptado por los tres quintos de sus
miembros por un periodo de ocho años y sin posibilidad de ser designado para el
periodo siguiente, quien haya cumplido los 75 años de edad en el cargo. En
cuanto al Banco Central es un organismo autónomo, con patrimonio propio y de
carácter técnico (art. 108). Éste solo puede efectuar operaciones con
instituciones financieras, públicas o privadas a las que no puede otorgarles su
garantía, ni adquirir documentos emitidos por el Estado, sus organismos o
empresas (art. 109).
El Consejo de Seguridad Nacional fue durante más de tres lustros el núcleo
central del poder militar en el texto constitucional de 1980 hasta la reforma
constitucional de 2005. Este organismo, que nunca llegó a reunirse a pesar de
que durante el desarrollo del caso Pinochet hubo presiones para ello, estaba
integrado por miembros con derechos plenos que en su mayoría absoluta eran en
sus inicios los Comandantes en Jefe de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y
el General Director de Carabineros, mientras que los otros tres miembros con
derechos plenos eran las cabezas de los tres poderes civiles del Estado: el
Presidente de la República, el presidente de la Corte Suprema y el presidente del
Senado; la reforma constitucional de 1989 introdujo como miembro del mismo
al Contralor General de la República mientras que la reforma de 2005 lo puso
bajo el control del Presidente de la República. En la actualidad sus funciones se
centran únicamente en materia de asesoramiento al Presidente sobre temas de
seguridad. Es éste quien tiene la potestad de convocarlo debiendo haber un
quórum de la mayoría absoluta de sus integrantes (art. 106).

5. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL

El territorio de Chile se divide en catorce regiones más la región


metropolitana, éstas en provincias y, a su vez, en comunas (art. 110). El régimen
de gobierno es fuertemente centralizado toda vez que el gobierno y la
administración superior de cada región reside en un intendente que será «de la
exclusiva confianza del Presidente de la República» (art. 111). En cada región
hay un consejo regional (CORE) que es el encargado de aprobar el gasto fiscal y
de ejercer funciones de fiscalización. Está compuesto por representantes elegidos
por sufragio universal en votación directa por un periodo de cuatro años
pudiendo ser reelegidos (art. 113). El presidente del CORE es elegido por
mayoría absoluta entre miembros. Por su parte, en cada provincia existe una
gobernación que es un órgano territorialmente desconcentrado del intendente. Su
dirección está a cargo de un gobernador, que también son nombrados por el
Presidente de la República (art. 116). Ello crea una distorsión en el sentido de
que en aquellas regiones donde los municipios están en manos de la oposición
ésta tiene mayoría en el consejo.
Chile cuenta con 346 comunas cada una administrada por una municipalidad.
La administración comunal está constituida por el alcalde y por el consejo
comunal cuya composición varía según el tamaño de seis a diez concejales (art.
117). El alcalde era inicialmente designado por el consejo regional a propuesta
en terna del consejo comunal, pudiendo vetar el intendente por una vez esta
terna. Actualmente, el alcalde es elegido para un periodo de cuatro años
mediante voto directo con posibilidad de ser reelegido. El consejo comunal, por
su parte, es elegido democráticamente cada cuatro años mediante listas cerradas
y bloqueadas y con reparto de restos por el método D’Hondt. Los partidos
políticos pueden presentar candidatos a alcalde y a concejal, o pueden establecer
pactos con otros partidos o con candidatos independientes.

6. EL SISTEMA ELECTORAL

El sistema electoral chileno tiene su base legal en la Ley de marzo de 1989


emitida por el gobierno autoritario que recibió la denominación de «Ley que
establece formas para determinar los resultados de las elecciones de senadores y
diputados y en los plebiscitos y fija los distritos electorales». A pesar de varios
intentos de reforma por parte de la Concertación a lo largo de la década de 1990,
el sistema electoral chileno no ha sufrido reformas significativas desde entonces.
El gobierno autoritario rechazó el sistema tradicional de representación
proporcional en distritos plurinominales que había sido establecido en la
Constitución de 1925 con dos objetivos: a corto plazo, asegurar la
sobrerrepresentación de las fuerzas políticas de derecha (alianza Democracia y
Progreso) en las primeras elecciones al Congreso de 1989 y, a largo plazo, la
transformación del sistema de partidos en uno de corte bipartidista que las
autoridades militares consideraban una alternativa más estable al a menudo
polarizado sistema multipartidista que había caracterizado buena parte de la
historia preautoritaria chilena.
El Presidente de la República se elige por mayoría absoluta de los sufragios
válidamente emitidos. Si ninguno de los candidatos presentados obtiene dicha
mayoría en una primera vuelta se procede a una nueva elección entre los dos
candidatos que hayan obtenido las más altas mayorías relativas (art. 26). En la
Constitución de 1980 el mandato presidencial era de ocho años, sin embargo, la
reforma de 1989 lo redujo a cuatro. En 1994 se amplió a seis años y,
posteriormente, en 2005 se volvió a reducir a cuatro años. La reelección solo es
permitida cuando media un periodo electoral.
Para ambas cámaras rige un sistema de elección binominal por el que sale
más beneficiada la primera minoría frente a la mayoría; el partido mayoritario se
queda con los dos escaños únicamente cuando consigue obtener el doble de
votos que el segundo partido más votado. Como ya se indicó anteriormente, la
Cámara de ciento veinte diputados es elegida para periodos de cuatro años por
un sistema de representación proporcional con fórmula D’Hondt y sesenta
distritos electorales en cada uno de los cuales se eligen dos diputados en lista
abierta, de ahí que el sistema terminase adquiriendo un carácter netamente
mayoritario. El Senado está compuesto por treinta y ocho miembros elegidos
democráticamente (la reforma de 2005 eliminó las figuras de senador vitalicio y
designado) para un periodo de ocho años por distritos electorales senatoriales
que corresponden a las trece regiones de Chile, de las cuales seis son divididas
en dos circunscripciones. Las diecinueve circunscripciones resultantes eligen a
dos senadores cada una. Este sistema, que condiciona fuertemente la vida
política del país, institucionaliza un número pequeño de candidaturas y facilita la
existencia de una cifra reducida de partidos con representación parlamentaria. La
reforma de 2005 estableció la simultaneidad de las elecciones parlamentarias y
las presidenciales.
A pesar de que los partidos políticos tradicionales continúan siendo
significativos en términos de sus plataformas electorales, intereses políticos y
subculturas partidistas diferenciadas, el sistema electoral ha forzado que el
sistema multipartidista funcione en la práctica con una dinámica de competición
bipolar y de tendencias menos centrífugas que las vigentes en el pasado.
A nivel municipal prevalece un sistema de representación proporcional en
distritos plurinominales que ha contribuido al mantenimiento de las lealtades
partidistas tradicionales a pesar del desarrollo del patrón de competencia bipolar
en el sistema de partidos a nivel nacional.
El derecho a participar en las elecciones históricamente dependió de la
voluntad de inscripción del elector en el censo y una vez inscrito en el mismo, la
participación en las elecciones era obligatoria. Sin embargo, la reforma electoral
de enero de 2012 supuso la introducción del sufragio voluntario y la inscripción
automática en el censo de todo el que cumpliera dieciocho años. Esta reforma
hizo que el censo aumentara desde los ocho millones de electores a más de trece
millones.
En Chile existen dos instituciones que ejercen las funciones de autoridad
electoral. El Servicio Electoral, equivalente al órgano electoral supremo y el
Tribunal Calificador de Elecciones, tribunal especial que de acuerdo con la
Constitución conoce del escrutinio, resuelve las reclamaciones y proclama a los
que resulten elegidos (art. 95). Está constituido para periodos de cuatro años por
cinco miembros, cuatro de ellos elegidos por la Corte Suprema mediante sorteo
y siendo el quinto un expresidente del Senado o de la Cámara de Diputados (art.
95).

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

El sistema de partidos de Chile ha mostrado una continuidad asombrosa en


términos latinoamericanos, acoplándose desde la década de 1930 con una
sociedad que se encontraba escindida en tres bloques: derecha, centro e
izquierda. Las diferentes basculaciones del centro o la polarización de los
extremos son las que han generado los momentos de mayor tensión en el sistema
político, llegando a propiciar incluso la quiebra de la democracia. El régimen de
Pinochet intentó aprovecharse de este comportamiento político mediante una ley
electoral que incentivaba la necesidad de establecer alianzas políticas para
maximizar la representación. De esta manera, se pretendía tanto quebrar la lógica
de los tres tercios como asegurar una presencia notable, superior a su fuerza
electoral, de la derecha en la arena política.
El mantenimiento de esta situación en lo que atañe a las alianzas labradas en
las vísperas del plebiscito de 1988, en la continuación de la ley electoral y en la
solidez de las clientelas partidistas hacen que Chile registre uno de los índices de
volatilidad electoral más bajos de América Latina a pesar de tener un número
efectivo de partidos relativamente alto (en torno a cinco), pero con una oferta
partidista estable, y de continuar la nítida ubicación en la escala izquierda-
derecha de las cinco fuerzas políticas más representativas.
NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS LEGISLATIVOS

1989 1993 1997 2001 2005 2009


5,1 5 5,2 4,9 5,8 5,6

FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas de la Universidad
de Salamanca.

Tan importantes son los efectos del sistema electoral en la vida de los partidos
que uno de los momentos álgidos de la vida política chilena se vive a la hora de
confeccionar las candidaturas electorales y decidir la composición partidista
concreta de las mismas. En términos de la Concertación hay una negociación
doble entre su ala más moderada conformada por demócratas cristianos y
radicales y la más progresista, integrada por socialistas y «pepedés», y una
segunda en el seno de ambos pares. Algo similar ocurre en el seno del Pacto
Unión (Alianza) por Chile entre Renovación Nacional y la Unión Demócrata
Independiente.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS POR BLOQUES
1989-2009 (en %)

Partido político Cámara 1989 1993 1997 2001 2005 2009

Diputados 57,5 58,3 57,5 51,6 54,1 47,5


La Concertación
Senado 54,6 55,5 49,9 51,3 55,7 44,3

Diputados 40,0 41,7 39,2 47,5 45,0 48,3


La alianza/coalición por el cambio
Senado 34,8 37,3 36,5 44,0 37,2 43,4

FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas de la Universidad
de Salamanca.

La dinámica parlamentaria obliga a plantearse, sin embargo, un modelo de


sistema de partidos binario. En un polo se sitúan las fuerzas de la Concertación
en la que se incluyen tres partidos de una historia dilatada como son el Partido
Demócrata Cristiano (PDC), el Partido Socialista (PS) y el Partido Radical (hoy
Radical Social-Demócrata) junto con el Partido Por la Democracia (PPD),
surgido en los albores de la transición política desde el universo de la izquierda,
fundamentalmente de los socialistas y de personas provenientes del Comité de
Izquierda por las Elecciones Libres. En el otro polo de la derecha se sitúan
Renovación Nacional (RN), partido gestado en 1987 bajo la conducción de
Andrés Allamand como consecuencia de la integración de diversas formaciones
pinochetistas y con el tiempo más abierto a expresiones modernas, liberales y
seculares, y la Unión Demócrata Independiente (UDI), descendiente directa del
gremialismo liderado por Jaime Guzmán y máximo representante del
autoritarismo de Pinochet, si bien bajo el liderazgo de Lavín supo crear su propio
discurso hasta convertirse en 2001 en el primer partido del país. En términos
políticos, aunque no estrictamente parlamentarios, habría que resaltar la
permanencia del histórico Partido Comunista (PCCh) que consigue aglutinar
cerca del 5 por 100 del electorado y que en las elecciones de 2009 logró tres
escaños en el Congreso de los Diputados.
COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS
(Número de escaños)

Partido político 1989 1993 1997 2001 2005 2009

Partido Demócrata Cristiano 38 35 39 23 21 19


Partido Por la Democracia 16 16 16 20 19 18

Partido Socialista 15 11 10 15 11

Partido Radical Social-Demócrata 5(2) 2 4 6 7 5


Independientes Concertación 9 3 1

SUBTOTAL CONCERTACIÓN 69 68 70 62 62 54
Renovación Nacional 29 31 23 18 20 18

Unión Democrática Independiente 11 14 17 31 33 37

Partido del Sur 1 —

Independientes Unión por el Progreso de Chile 8 4 6 8 3

SUBTOTAL UNIÓN POR EL PROGRESO (ALIANZA) DE


48 49 47 57 53 58
CHILE

Unión de Centro Centro Progresista 1 1 —

Partido Humanista (3) 1 —

Independientes 3 2 2 1 4 2
Partido Regionalista de los Independientes (PRI) 1 3
Partido Comunista 3

TOTAL 120 120 120 120 120 120

1 Un candidato independiente y dos del Partido Amplio de Izquierda Socialista.


2 Solamente el Partido Radical.
3 Integrado en la Concertación en 1989.
FUENTE: Cámara de Diputados.

COMPOSICIÓN DEL SENADO


(Número de escaños)

Partido político 1989 1993 1997 2001 2005 2009


Partido Demócrata Cristiano 13 13 14 14 6 9

Partido Por la Democracia 1 2 2 3 2 4

Partido Socialista 4 5 4 5 8 5
Partido Radical Social-Demócrata 4 1 — 2 3 1

SUBTOTAL CONCERTACIÓN 22 21 20 24 19 19

Renovación Nacional 13 11 7 7 8 8
Unión Democrática Independiente 2 3 10 11 9 8

SUBTOTAL UNIÓN POR EL PROGRESO (ALIANZA) DE


15 14 17 18 17 16
CHILE

Unión de Centro Centro Progresista — — 1 —

Independientes 1 3 — — 2 2
Designados sin adscripción partidista 9 8 9 6

Movimiento Amplio Social 1

Vitalicios 1 — — 1 –1

TOTAL 47 46 46 48 38 38

1 En el Senado de 1997 el senador vitalicio a partir de 1998 es Augusto Pinochet. En el Senado de 2001 el
senador vitalicio es Eduardo Frei Ruiz-Tagle que está incorporado en el grupo del PDC.
FUENTE: Senado.

Como se ha indicado, los bloques políticos chilenos mantienen una clara


coherencia ideológica en términos de la escala izquierda-derecha. Dicha escala
tiene en Chile un significado más relevante que en otros países latinoamericanos.
Ello no es óbice para que no dejen de existir tendencias en el seno de los
partidos. Esta circunstancia es más notable en el seno de la Concertación como
consecuencia de las tensiones que a veces surgen entre los partidos y el gobierno
al que formalmente apoyan, además en el caso del Partido Socialista persisten
sus históricas divisiones en su seno: Renovación, Nueva Izquierda, Tercerismo,
Identidad Socialista e Izquierda Socialista son las corrientes que han vertebrado
al Partido.

2. OTROS ACTORES POLÍTICOS

El movimiento sindical, tan vigoroso antes de la dictadura, quedó fuertemente


dañado por la misma y, posteriormente, por las políticas económicas
neoliberales. Apenas la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) pudo tener una
actividad mínimamente significativa. Ésta ya se empezó a hacer notar con
motivo de los preparativos para organizar una huelga general en 1989 que
trajeron consigo la detención de cinco de sus líderes en abril de dicho año. Otros
sindicatos son la Central Autónoma de Trabajadores de Chile (CAT) creada en
1995, o la Federación Minera de Chile (FMC) creada en 2004 y que agrupa a
dieciocho sindicatos de la minería privada, los cuales cuentan con
aproximadamente 11.000 socios.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA
(1=izquierda, 10=derecha)

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político?, ¿dónde situaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: Élites Parlamentarias Latinoamericanas (PELA), Universidad de Salamanca.

En el ámbito empresarial cabe destacar la Confederación de la Producción y


el Comercio (COPROCO), que es la organización más representativa del
empresariado chileno y verdadero actor político bajo el periodo autoritario. La
COPROCO se fundó en 1935 y desde sus inicios el portavoz de la empresa
privada ante el mundo político y social que más peso tuvo. Paralelamente,
aunque con una presencia más débil, ha existido el Consejo de la Pequeña y
Mediana Empresa (CPME).
Al principio de la década de 1990 la actividad terrorista todavía tenía cierta
presencia en el país plasmándose en el asesinato del líder y fundador de la UDI,
Jaime Guzmán, en abril de 1991. Dos meses después esa actividad casi
desapareció al abandonar la lucha armada el Frente Patriótico Manuel
Rodríguez, grupo de extrema izquierda formado en 1983.
Durante el periodo de recuperación democrática, las Fuerzas Armadas
continuaron desempeñando un papel muy relevante en la vida política,
fundamentalmente en lo relativo a su capacidad de control y de veto con relación
a sus parcelas de autonomía. La presión fue ejercida directamente por el propio
Pinochet hasta prácticamente el año 2002. Pinochet incluso llegó a capitanear
«ejercicios de enlace» que tuvieron lugar en diciembre de 1990 y otro ejercicio
de fuerza como el llevado a cabo en mayo de 1993, cuando, aprovechando que
Patricio Aylwin se encontraba fuera del país, él y algunos de sus generales
aparecieron todos vestidos con uniforme de combate (de ahí el nombre de «el
boinazo») y armados, alegando que estaban realizando un nuevo «ejercicio de
enlace». De esta manera demostraron su desagrado por el hecho de que los
tribunales estaban procesando a un hijo de Pinochet por giro doloso de cheques
(los «pinocheques»). Esta permanente función «de vigía» volvió a ponerse de
relieve con motivo de la larga detención de Augusto Pinochet en Londres a partir
del último trimestre de 1998 y que se extendió por 503 días. Desde entonces, y
hasta su declaración de demencia en 2002 que le libró del juicio emprendido
contra él en Chile y precipitó su renuncia como senador vitalicio, las presiones
militares sobre los gobiernos de Eduardo Frei Ruiz-Tagle y de Ricardo Lagos
llegaron a ser muy fuertes. Situación a la que tampoco fue ajena la reapertura de
causas por violaciones de derechos humanos durante la dictadura. En 1998, por
otra parte, se había producido la sustitución de Pinochet, de acuerdo con lo
previsto en el texto constitucional, como Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas por Ricardo Izurieta quien comenzó una lenta transformación en la
institución militar hacia cotas de mayor profesionalización. Izurieta fue
reemplazado en 2002 por Emilio Cheyre y éste a su vez por Óscar Rodrigo
Izurieta, primo de Ricardo Izurieta, quien ocupó la comandancia entre 2006 y
2010 para luego pasar a ser Subsecretario de Defensa. El actual Comandante en
Jefe es Juan Miguel Fuentealba lo que ha supuesto la vuelta a los patrones en las
relaciones cívico-militares anteriores a 1970. El proceso de «normalización
democrática» llevó igualmente al cese de actividades de instituciones
importantes de la sociedad civil bajo la dictadura. Tal fue el caso del cierre de la
«Vicaría para la Solidaridad» en noviembre de 1992, premio Nobel de la Paz en
1978, y que durante dieciocho años había desempeñado un papel primordial en
la defensa de las víctimas de la represión política.
La segunda mitad de la década de 1990 vio florecer el movimiento mapuche
en el sur del país alzado contra la política maderera y de energía hidroeléctrica
desarrollada en la zona. La Coordinadora Mapuche Arauco-Malleco llevó a cabo
distintas acciones de protesta entre las que sobresalió la toma de tierras. En los
últimos años los reclamos por el derecho de autodeterminación han aumentado
aunque no han contado con el apoyo del gobierno. Según la Corporación
Nacional de Desarrollo Indígena en Chile viven un millón de personas que se
reconocen integrantes de alguna etnia y de esa cifra solamente el 20 por 100
habita en el medio rural.
Un actor que ha emergido con fuerza en los últimos años es el movimiento
estudiantil. Las manifestaciones durante los gobiernos de Bachelet y Piñera han
mostrado su revitalización. La Confederación de Estudiantes de Chile
(CONFECH) es la única organización estudiantil de carácter nacional y agrupa a
los estudiantes de las universidades del Consejo de Rectores (tradicionales)
organizados en federaciones.

3. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

El Barómetro de las Américas: 2006-2012 —Proyecto de Opinión Pública de


América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrece datos
diversos sobre la evolución de la opinión pública chilena en el citado lapso. La
valoración de la confianza en distintas instituciones se ha mantenido en valores
altos, que en la mayoría de las series superan los cuatro puntos con la excepción
de lo atinente a los partidos políticos cuya valoración se sitúa en torno a una
media de 3,4; por otra parte se constata cierta estabilidad en los valores. Las
instituciones más valoradas son la Policía, las Fuerzas Armadas y el Tribunal
Supremo Electoral. En cuanto al nivel de participación en organizaciones
formales muestra cifras bajas habiendo además descendido en este periodo.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN CHILE, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012


Iglesia Católica 4,79 4,77 4,52 4,57
Fuerzas Armadas 4,89 4,91 5,32 4,82
Tribunal Supremo Electoral 4,45 4,43 4,74 4,85
Congreso Nacional 4,06 4,03 4,12 4
Gobierno Nacional 4,57 4,48 4,69 —
Corte Suprema 3,79 3,98 4,09 3,85
Municipalidad 4,22 4,57 4,51 4,50
Partidos Políticos 3,37 3,46 3,25 3,37
Policía 4,97 5,03 5,23 4,94

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN CHILE, 2006-2012


(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012

Organización religiosa 50,1 38,5 38,2 38,1


Asociación de padres de familia 38,2 36,1 33,3 29,7
Mejoras para la comunidad 21,1 22,7 18,7 20,6
Partido político 4,4 2,8 3,3 2,5
Asociación de profesionales 8,1 7,7 8,4 7,0
Sindicato 5,9 7,4 — —

La conformidad de la democracia como mejor forma de gobierno es alta y se


ha ido incrementado hasta el 75 por 100 de los entrevistados que depositan su
confianza en esta forma de gobierno (valores 5, 6 y 7 en la escala). Con respecto
al grado de satisfacción con la democracia es medio y ha oscilado entre 2006 y
2012 en valores de los muy satisfechos y satisfechos comprendidos entre el 49 y
el 63 por 100.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (en
porcentaje)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 3,4 4,1 2,5 2,2
2 2,1 2,8 2,6 1,5
3 4,3 6,0 4,2 5,6
4 14,1 18,8 10,9 16,1
5 19,6 22,3 20,0 20,3
6 19,9 19,6 25,9 23,9
Muy de acuerdo (7) 36,6 26,5 33,9 30,5

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN CHILE


(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012

Muy satisfecho 4,4 1,9 4,1 2,6


Satisfecho 54,9 47,9 59,2 46,6
Insatisfecho 36,0 44,4 32,4 46,1
Muy insatisfecho 4,7 5,9 4,2 4,7

La sociedad chilena se ubica en valores de centro aunque en la última


medición relativa a 2012 lo hace en valores de centro izquierda posiblemente
influida por los procesos de movilización y de protesta social registrados contra
el modelo económico implementado.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN CHILE
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media

2006 5,26
2008 5,54
2010 5,48
2012 5,14

Los problemas vinculados a la delincuencia son los que afectan de manera


más grave a la sociedad chilena habiendo disminuido levemente entre 2006 y
2012. Concitan en 2012 la preocupación del 30 por 100 de la población cuando
en 2006 alcanzaba casi al 40 por 100. Ha mejorado notablemente el desempleo y
por el contrario se ha incrementado la preocupación con respecto a la educación
y a la desigualdad que en 2012 se situaban como el segundo y el tercer
problema.
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA CHILE, 2006-2012
(en porcentaje)
2006 2008 2010 2012

Economía, problemas con, crisis 3,0 4,0 5,4 3,6

Desempleo 21,0 11,9 14,5 8,4


Pobreza 7,2 7,0 3,6 4,3
Delincuencia 39,5 34,6 21,7 30,8

Drogadicción 3,6 3,9 2,1 2,6


Educación, falta de, mala calidad 5,1 2,9 3,5 12,5

Desigualdad 4,2 6,0 6,0 11,3

Problemas con el transporte 0,1 12,3 0,4 0,4


Terremoto, problemas, reconstrucción — — 28,1 —

Otros problemas 16,3 14,4 14,8 26,2

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas».

V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y DE CONSULTA


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desarrollo político en Chile 1994-1995, Konrad Adenauer Stiftung, Santiago.

VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Congreso Nacional: http://www.congreso.cl


Cámara de Diputados: http://www.camara.cl
Senado de la República: http://www.senado.cl
Servicio Electoral de Chile: http://www.servel.cl
Presidencia de Chile: http://www.presidencia.cl
Gobierno de Chile: http://www.gobiernodechile.cl
Tribunal Calificador de Elecciones: http://www.tricel.cl

PARTIDOS POLÍTICOS:

PPD: www.ppd.cl
PDC: http://www.pdc.cl/
RN: www.rn.cl
PS: www.pschile.cl
UDI: www.udi.cl
CAPÍTULO IV

PARAGUAY

I. INTRODUCCIÓN
Paraguay fue el penúltimo país de América Latina que emprendió un proceso
de transición hacia un sistema democrático dentro de la oleada de cambios
producida desde finales de la década de 1970. La dictadura de Alfredo
Stroessner fue la más longeva de toda América Latina, habiendo llevado a
conformar una suerte de estado cleptocrático en el que se alcanzaban cotas de
feroz patrimonialismo restringido a sectores muy minoritarios de la sociedad.
Aunque la guerra del Chaco originó respuestas movilizadoras
fundamentalmente por parte del estamento militar, que desarrolló un fuerte
espíritu nacionalista al igual que en la oponente Bolivia; estas respuestas,
articuladas en el «movimiento febrerista», no pudieron concretar profundos
cambios ni en la sociedad ni en el sistema político. De esta manera, una
particular alianza entre el Ejército y el histórico Partido Colorado contribuyó a
establecer el sistema de dominación política que se extendió durante siete lustros
y del que, en parte, se derivan los problemas de gobernabilidad con que se
enfrentaba Paraguay al finalizar la década de 1990.
El periodo de transición política en el que desempeñó un papel relevante el
general Andrés Rodríguez, yerno del dictador, facilitó el cambio institucional
hacia un modelo democrático. La redacción de una nueva Constitución en 1992
y la aceptación de Rodríguez para no postularse a un nuevo mandato fueron dos
pasos decisivos a la hora de la vigencia del nuevo régimen. Sin embargo, la vida
política no dejó de estar llena de sobresaltos mostrando un nivel de
conflictividad y de inestabilidad más alto que en el resto de los países de la
región. Por una parte, las tensiones entre las Fuerzas Armadas y el Poder
Ejecutivo en el periodo de Juan Carlos Wasmosy condujeron al fallido golpe de
estado de 1996; por otra, las registradas entre el Poder Judicial y el Poder
Legislativo en la segunda mitad de 1998, mostraron el reducido grado de
consolidación democrática de este país. El acomodo del líder militar Lino
Oviedo en el juego político democrático se presentaba así como uno de los
legados del pasado que retaba al presente y que finalmente hizo crisis en marzo
de 1999 haciendo caer al Presidente Raúl Cubas e inaugurando un nuevo
panorama político en el que, por primera vez en el último medio siglo, el Partido
Colorado compartió el poder con las otras fuerzas políticas y se extendió un
clima de profunda inestabilidad. Por una parte, el Partido Colorado tuvo que
aceptar un gran gobierno de coalición y luego asumir la llegada al poder de la
histórica oposición liberal tras la victoria electoral en los comicios para la
Vicepresidencia del año 2000. Por otra parte, el Gobierno debió decretar en
varias ocasiones el estado de excepción por los disturbios ocasionados por los
partidarios de Oviedo.
Tras una década de estabilidad política y de consolidación de prácticas
democráticas en la que finalmente se rompió el monopolio de más de medio
siglo del Partido Colorado fue elegido presidente en 2008 un candidato sin
experiencia política partidista y cuyo principal capital político era el de haber
sido obispo católico. Fernando Lugo contó con el apoyo del Partido Liberal
accediendo a la presidencia del país. Falto de todo soporte partidista Lugo fue
depuesto por el Congreso paraguayo en 2012, nueve meses antes de terminar su
mandato abriéndose una seria crisis política y poniéndose en peligro los avances
democráticos alcanzados en el país.
La sociedad paraguaya acoge una mezcla cultural muy intensa en la que la
población y la cultura guaraní son mayoritarias, reflejándose esa circunstancia en
el hecho de ser un país donde esta lengua es cooficial con el castellano. Los
indicadores sociodemográficos de Paraguay muestran un país que es el menos
densamente poblado de Sudamérica, todavía rural en el que poco más de la
mitad de la población es urbana, una débil incorporación de la mujer a la
actividad económica que en la última década ha aumentado notablemente y unas
tasas de analfabetismo bajas. En cuanto a los indicadores económicos presentan
un país que si bien ha mantenido la inflación bajo control en el periodo
comprendido entre 1980 y 2010 así como el monto de su deuda externa, las tasas
de crecimiento económico y la evolución del PIB por habitante muestran un
lento e irregular progreso. Por otra parte, las exportaciones de productos
primarios siguen teniendo un peso notable en la balanza comercial paraguaya,
toda vez que aquéllas representan más del 80 por 100 de las exportaciones de
Paraguay. El principal activo económico del país es la central hidroeléctrica de
Itaipú que hace que sea el país con el per cápita hidroenergético más grande del
mundo y que abastece a una cuarta parte del territorio brasileño. El índice de
percepción de corrupción del año 2012 sitúa a Paraguay en el penúltimo lugar de
América Latina. En su momento estuvieron procesados por delitos de corrupción
los expresidentes Juan Carlos Wasmosy, declarado culpable y encarcelado, y
Raúl Cubas.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE PARAGUAY

1970 1985 1990 1995 2000 2005 2010


Población total (en miles) 2.350,0 3.609,0 4.219,0 4.828,0 5.496,0 5.904,0 6.458,0

Población urbana (en porcentaje) 37,1 44,9 48,6 52,4 56,1 58,5 61,4
Desempleo urbano (en porcentaje) 6,6 8,6

Población bajo la línea de pobreza (en


59,7 56,9 54,8
porcentaje)
Población analfabeta de 15 y más años
19,9 14,1 9,7 — 9,4 7,9 6,1
de edad (en porcentaje)
Tasas de participación en la actividad
19,6 20,6 24,0 25,3 27,0 36,9 38,4
económica de la mujer

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE PARAGUAY

1980- 1995- 2001- 2006-


1990 2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a


0 –1,5 0,6 3,7
precios constantes

Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 21,7 8,9 8,6 7,0

PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 1.332,8 1.237,0 1.382,1

Deuda externa total (en millones de dólares) 1.593,5 2.267,3 2.821,2 2.954,6

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).


II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

Paraguay ha tenido una vida política inestable desde su independencia en


1811. Treinta y dos presidentes y un triunvirato ocuparon el poder entre 1820 y
1932, a pesar de los largos interregnos de José Rodríguez de Francia y Carlos
López.
El primer Congreso paraguayo después de la independencia del país nombró
en 1814 a José Rodríguez de Francia Dictador Temporal, pero dos años más
tarde, en mayo de 1816 el mismo Congreso le declaró Dictador Perpetuo. Hasta
su muerte en 1840, Paraguay no conoció otra ley que la dictada por el
«supremo». La instauración de la dictadura respondía a la finalidad de crear un
Ejecutivo unipersonal en sustitución del sistema colegiado anterior, que había
resultado poco funcional a causa de las divergencias surgidas entre sus
integrantes.
Desde la muerte de Francia hasta 1844, en que se estableció la «República»,
se dio un periodo de fuerte inestabilidad en el que existieron diversos personajes
políticos que intentaron apoderarse del poder bajo distintas formas. En
septiembre de 1840 se instituyó una Junta Provisoria, presidida por Manuel A.
Ortiz que, en medio de la apatía popular, duró cuatro meses hasta que, en una
suerte de golpe de Estado a cargo del sargento Duré, fueron detenidos todos los
miembros del gobierno. Inmediatamente se estableció un triunvirato con
mandato expreso de convocar un Congreso General que debería aprobar «un
sencillo plan de artículos constitucionales» y elegir a los funcionarios. Una
nueva intervención, dirigida por Mariano Roque Alonso, imposibilitó estas
acciones y derribó al triunvirato constituyendo un Gobierno Provisional en el
que apareció como secretario Carlos Antonio López, sucesor ideológico de
Francia. Un nuevo Congreso General fue convocado, proponiéndose un proyecto
de Constitución al que el presidente de la Asamblea, el propio Carlos Antonio
López, se opuso señalando que las circunstancias del Paraguay exigían un
gobierno fuerte y la reinstauración del Consulado.
Esta postura fue la ganadora, máxime si se advierte que Carlos Antonio
López tenía el respaldo del Ejército. Por consiguiente se restableció la institución
del Consulado y se designó a López como cabeza rectora, ocupándose de las
labores del gobierno, mientras Roque Alonso se ocupaba del mantenimiento del
orden. A pesar de que se ratificó el ideario de la independencia, no se continuó la
política aislacionista de Francia. Al romper las barreras fronterizas se inauguró
una política de «puertas abiertas», creando los medios apropiados para el
reconocimiento de Paraguay como Estado libre.
En marzo de 1844, al cesar su mandato, los cónsules volvieron a convocar un
Congreso General, estableciendo la puesta en vigor de una Constitución. López
fue nombrado, por aclamación general, Presidente de la nación por el término de
diez años, consagrándose un gobierno fuerte con poderes presidenciales de
carácter patriarcal. La Constitución de 1844, por primera vez en el Paraguay,
estableció la teórica separación de poderes dentro del modelo clásico, siendo
predominante, no obstante, el Poder Ejecutivo. A su vez se crearon dos órganos
paralelos: el Ministerio y el Consejo de Estado. De acuerdo con lo establecido en
la Carta fundamental de 1844, el Congreso General se reunió en mayo de 1849,
fecha en la que Carlos Antonio López insinuó su intención de dimitir. El
Congreso le confirmó en el poder por mayoría manteniéndose como Presidente
del Paraguay hasta su muerte en 1862, año en que su hijo, el general Francisco
Solano López, resultó elegido sucesor por un periodo también de diez años.
La intervención de Solano López en 1864 en la guerra civil del Uruguay a
favor del Partido Blanco hizo entrar en guerra a Paraguay con ese país. Uruguay
recibió el apoyo de Argentina y Brasil, desencadenándose la guerra de la Triple
Alianza que duró cinco años. Este conflicto bélico tuvo consecuencias
desastrosas para el país ya que la población paraguaya fue brutalmente diezmada
y Solano López encontró la muerte.
Después de la guerra, una Asamblea eligió un triunvirato constituido por
Cirilo Rivarola, Loizaga y Díaz de Bedoya, el cual recibió el título de Gobierno
Provisional. En septiembre de 1869 este triunvirato dirigió al país un Manifiesto
de inspiración liberal, propugnando la soberanía popular, la libertad pública y
privada, la protección al derecho de propiedad, y haciendo un llamamiento a
todos los hombres del mundo que quisieran residir en Paraguay. Se dio paso así a
la redacción de la Constitución de 1870, la cual era hija de su época y de su
circunstancia: liberal en extremo, individualista al máximo, bicameral y llena de
desconfianza a los gobiernos fuertes. Esta Constitución creó el marco jurídico en
que se movería el Paraguay al menos formalmente durante los setenta años
siguientes.
Hasta ese momento los partidos políticos en Paraguay no habían existido
como tales. Pero en la posguerra surgieron con una fuerza y una capacidad
aglutinante de los distintos sectores elitistas nacionales que se ha mantenido
hasta la actualidad. Aunque tales agrupaciones no encontraron cabida
constitucional (en la Constitución nada se decía sobre los partidos políticos)
hasta 1967, su importancia en el desarrollo político de Paraguay fue notable.
Por una parte, tanto el triunvirato como la Constitución de 1870 eran de corte
liberal, inspirados en el liberalismo europeo. Por otra parte, se consolidó la
corriente opositora al gobierno que representó el nacionalismo paraguayo y que
había gobernado hasta aquel momento. Fue en torno a estas dos corrientes de
ideas (liberalismo y nacionalismo) como se dio la polarización en dos bandos
con amplia adhesión popular en ambas de ellas. De suerte que hacia 1887
nacieron los partidos políticos que actuarían y tendrían influencia en la vida
política paraguaya. Por un lado, el Partido Liberal, siendo su base el «Centro
Democrático», que actuó entre 1924-1928 bajo la presidencia de Eligio Ayala; y,
en contraposición, otro partido de raíz populista, denominado Partido Colorado,
cuyo origen se remonta a la «Asociación Nacional Republicana», fundada en
septiembre de 1887 por el general Bernardino Caballero, de neto corte
nacionalista.
Entre 1870 y 1954 se sucedieron en Paraguay cuarenta y tres presidentes, lo
que da una idea del alto índice de inestabilidad política existente. Si en el
artículo 90 de la Constitución de 1870 se afirmaba que «el Presidente y
Vicepresidente de la República durarán en sus empleos el término de cuatro
años, y no pueden ser reelegidos en ningún caso, sino con dos periodos de
intervalo», es evidente que esta práctica no existió así, habiendo en más de una
oportunidad recambio en el mismo año. Los factores más importantes de esta
larga época que se encuentran entrelazados son la lucha por el poder, los
antagonismos ideológicos, la pugna de ideales entre los dos grandes partidos que
buscaban la hegemonía, el caudillismo de unos y el carisma de otros.
El primer tercio del siglo XX fue un periodo de caos total definido por
gobiernos que se caracterizaron por su debilidad, con una serie de luchas
internas entre fracciones que desencadenaron una guerra civil en 1922,
restableciéndose luego un precario equilibrio con el apoyo de los militares. En
1932, Paraguay se vio envuelto en otra contienda internacional, en esta ocasión
con Bolivia, en la llamada «guerra del Chaco». Durante tres largos años, las
diversas facciones políticas paraguayas se olvidaron de sus diferencias y se
aglutinaron para la lucha en la llamada «Unión Sagrada», haciendo causa común
a su vez con el Ejército, el que, con escasos medios, luchó con éxito contra las
fuerzas bolivianas. La guerra del Chaco fue ganada frente a un fuerte y tenaz
enemigo, más poderoso y rico en recursos naturales, y tres veces superior en
población, provocando en el pueblo paraguayo un proceso de desarrollo
intensivo de la identidad nacional. De esta guerra surgió el nombre de Alfredo
Stroessner, como activo participante de la contienda.
Tras una guerra de las características de la del Chaco, que agotó una vez más
la economía del Paraguay, resultaba evidente que las Fuerzas Armadas, como
consecuencia del protagonismo de su actuación, intervendrían en el sistema
político a través de un nuevo golpe de Estado. Este golpe, que supuso el fin de
treinta y dos años de gobiernos liberales, hizo asumir el poder al coronel Rafael
Franco, quien derogó inmediatamente la Constitución de 1870 y envió al exilio a
la vieja clase política, prohibiendo toda actividad partidista. Este «gobierno de
Febrero», de cuyo ideario surgió posteriormente el Partido Revolucionario
Febrerista (PRF), anunciaba un nuevo Paraguay. Sin embargo, el experimento de
Rafael Franco fue breve, pues los liberales se unieron en una conspiración, no
dando tiempo a poner en marcha sus doctrinas autoritarias y reformistas. De esta
manera, Franco, con menos suerte que su homónimo y contemporáneo español,
era depuesto por un nuevo golpe de Estado en agosto de 1937. El general José
Félix Estigarribia lo reemplazó e hizo promulgar una nueva Constitución en
1940 de corte presidencialista, autoritaria y corporativista, que daba derecho al
Presidente a declarar el estado de sitio. Además, la Constitución de 1940
aumentaba un año más, hasta cinco, el mandato presidencial, pudiendo ser
reelegido el Presidente por un periodo (art. 47). Se establecía un Estado en el que
se concentraba todo el poder en el Ejecutivo, con una sola Cámara muy
disminuida en sus funciones y donde era mucho más importante el Consejo de
Estado.
Algunos meses después de la promulgación de dicha Constitución, el
presidente Estigarribia murió en un accidente, sucediéndole el Ministro de
Guerra, general Higinio Morínigo, que fue elegido en 1943 como candidato
único a la Presidencia. Morínigo, rodeado de miembros del Partido Colorado,
gobernó dictatorialmente hasta que en marzo de 1947, los febreristas del coronel
Franco organizaron, junto con los liberales, que habían sido depuestos, y un
grupo de jóvenes oficiales, una sublevación que llevó al país a la guerra civil de
1947. Este conflicto tuvo efectos movilizadores ya que entró en acción el
pynandí (pie descalzo), el obrero y el campesino en defensa del gobierno.
Los atacantes, a quienes se consideraba un conglomerado heterogéneo y sin
un ideal definido, fueron finalmente vencidos y la victoria del Partido Colorado
en el gobierno, lejos de producirle réditos en clave de estabilidad, hizo que
entrara en un verdadero caos, donde se sucedieron en dos años varios
presidentes, que, si bien eran del mismo partido, tenían ideologías y tendencias
diferentes entre sí. Como denominador común buscaron siempre el apoyo de los
militares, desatando habitualmente sobre la oposición una fuerte represión que
motivó la emigración de un tercio de la población.
Finalmente, en mayo de 1954, más que intervenir por una u otra de las
tendencias del partido en el poder, el general Stroessner dio forma definitiva a
éste y se hizo designar candidato oficial del Partido Colorado.

2. LA ERA DE STROESSNER

En julio de 1954, Alfredo Stroessner ganó sin oposición las elecciones,


tomando juramento presidencial el día 15 de agosto de 1954. A partir de este
momento y durante los treinta y cinco años siguientes Stroessner consiguió
mantenerse en el poder, con el apoyo del Partido Colorado y las Fuerzas
Armadas, creando una maquinaria política «desde arriba» y aprovechando las
disputas y enfrentamientos de las distintas facciones para, a la vez que eliminaba
a posibles rivales, aparecer como la personalidad indiscutible. Fue de esta forma
elegido Presidente nuevamente en 1958 y 1963, y mediante la Constitución de
1967, afirmó su capacidad de reelección de manera ilimitada. Así había sido
reelegido en 1958, sin que los demás partidos tuvieran posibilidades de
denunciar la ilegalidad de su candidatura. Aunque las fuerzas opositoras estaban
legalizadas, al ver las vías legales bloqueadas, optaron por la lucha armada; de
ahí que los movimientos guerrilleros comenzaran a aparecer en Paraguay en la
década de 1950, como fue el caso del Frente Unido de Liberación Nacional
(FULNA), aunque todavía en esta época tenía poca influencia y escaso alcance.
Los partidos políticos estaban coartados por el estado de sitio, la ley marcial y
la Ley para la Defensa de la Democracia de 1955, que identificaba cualquier
crítica con el comunismo y, por tanto, los convertía en ilegales. Sin embargo, a
lo largo de la década siguiente las fuerzas políticas se dividieron por sí mismas.
El Partido Liberal se escindió y surgió el Partido Liberal Radical (PLR), que
formaba parte de la oposición y del que más tarde, a su vez, nació el Partido
Liberal Radical Auténtico (PLRA), que se convirtió en la corriente
ideológicamente más avanzada. Se mantuvo además otro grupo con el nombre
de Partido Liberal, que quedó reducido en el número de sus integrantes y
seguidores, quienes tampoco estaban claramente definidos en cuanto a su
ideología. Por otro lado, el Partido Colorado dio origen al Movimiento del
Partido Colorado (MOPOCO), que pretendía su renovación, aunque todavía era
muy minoritario, circunstancia lógica, pues el partido oficial llegó a estar más de
cuarenta años en el poder, no pareciendo necesitar transformaciones ni
recambios en sus cuadros. En esta década de 1960 surgió también el Movimiento
de la Democracia Cristiana (MDC), que no llegó a transformarse en partido
hasta más adelante.
La dictadura paraguaya del general Alfredo Stroessner practicó, bajo su velo
de falsa «democracia institucionalizada» preocupada por detener el avance del
comunismo, una violencia policial permanente, ejerciendo el terror practicado
por los «pyragués», que en realidad cumplían la función de espías civiles y
militares, asimismo institucionalizó la corrupción. El Partido Colorado,
conservador pero no clerical, estuvo completamente absorbido por Stroessner,
quien logró depurar a todo adversario u opositor potencial o hasta a las mismas
personas independientes que podían hacerle sombra. Muchas veces se
produjeron diferencias dentro del mismo Partido Colorado, como fue el caso del
intento de asesinato de Stroessner ocurrido en 1974, aparentemente auspiciado
por dirigentes del partido; o de un manifiesto de las juventudes del partido en
1975 que exigían el abandono del poder del dictador al terminar su mandato en
1978.
Uno de los temas fundamentales y que, además de la represión del gobierno
dictatorial del Presidente, lo ayudó a mantenerse en el poder durante treinta y
cinco años sin que se produjeran revueltas sociales considerables fue su acertado
manejo de la economía ya que supo combinar el control del primer sector
económico del país, el contrabando, en manos de los militares, con el tradicional
de la agricultura y la apertura a nuevas inversiones en el novedoso sector
energético.
La base de la economía paraguaya, en términos sociales, es la agricultura y la
ganadería, las cuales se dedican en gran parte a la exportación. Por otro lado, en
la década de 1970 Paraguay desarrolló notablemente su fuerza en la producción
de energía hidroeléctrica, pretendiendo convertirse en uno de los mayores
exportadores mundiales. Finalmente, ha existido un crecimiento lento, pero
sostenido de la economía, utilizándose el dinero que se ingresa por las
exportaciones en grandes construcciones de vías de comunicación y presas
hidroeléctricas.

3. LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA

En 1988 todas las esperanzas sobre una posible transición quedaron truncadas
al elegir como candidato al viejo general del Partido Colorado y al volver a
ganar en las elecciones nuevamente Alfredo Stroessner. Obviamente, el Acuerdo
Nacional alcanzado por sectores del Partido Colorado y de la oposición había
vaticinado que existiría fraude a la vez que preconizaba la abstención. Los
resultados no fueron una sorpresa, ya que, sobre un cuerpo electoral cercano al
millón y medio de votantes, el candidato oficial logró casi el 90 por 100,
mientras que la abstención no alcanzaba el 7,5 por 100. En esta ocasión, el PRF
no presentó candidatura y el dirigente del PLRA, Domingo Laino, fue detenido
el mismo día de las elecciones.
Sin embargo, un hito importante habría de ocurrir, haciéndose realidad los
factores arriba mencionados. Las disidencias dentro de la coalición entre el
Partido Colorado y los militares se hicieron cada vez más intolerables, de forma
que consiguieron hacer estallar un golpe de Estado en Paraguay, encabezado por
una facción del Partido Colorado y, además, por un familiar directo de
Stroessner, el general Andrés Rodríguez. Se trataba, fundamentalmente, de
corregir la línea dentro de los sectores más próximos a Stroessner, que apoyaban
como sucesor político del general a su propio hijo. Inmediatamente Rodríguez
abría las banderas de la apertura del Paraguay hacia una transición real a la
democracia. Hábilmente convocó a elecciones urgentes a celebrarse el 1 de
mayo de 1989, es decir, apenas dos meses después del golpe. En realidad se
trataba de una maniobra inteligente en la que el mismo Rodríguez apostaba por
el triunfo del Partido Colorado. Los treinta y cinco años de fragmentación y
prohibición no lograron desaparecer de un día para otro en la oposición, que, sin
embargo, intentó conformar una línea distinta. La falta de experiencia y sobre
todo de recursos, actuó en contra de una posible competencia limpia en la
política paraguaya.
El general Andrés Rodríguez fue entonces elegido Presidente en la
candidatura apoyado por el Partido Colorado en las citadas elecciones. Un
indicio del talante de Rodríguez fue no aceptar tomar el poder por un periodo
presidencial de cinco años, sino terminar el mandato de Stroessner, que se había
exiliado en Brasil, del que faltaban cuatro años. Por otra parte, mantuvo tres
postulados básicos que cumplió: la recuperación de la dignidad del país, la
instauración del progreso democratizador con posibilidades iguales para todos
los ciudadanos, y la convocatoria de una Asamblea General Constituyente para
la elaboración de una genuina Constitución democrática.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES DE INTENDENTES
(en porcentajes)

1991 1996 2001 2006 2010*

Asociación Nacional Republicana 43,3 48,5 49,2 49,6 63,6


Partido Liberal Radical Auténtico 33,5 35,8 34,1 31,8 33,0

Partido Revolucionario Febrerista 3,4 — — — —

Partido Encuentro Nacional — 4,6 3,4 0,1


Partido Unidad Nacional de Ciudadanos Éticos — — — 5,5 0,5

Partido Patria Querida — — — 5,9 0,4

Independientes 18,9 — — — —
Alianzas y otros 0,8 6,8 9,9 4,4 2,4

Blancos y nulos 1,2 3,0 3,4 2,6

* La votación incluye solamente los partidos que ganaron escaños.


FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal de Justicia Electoral de la República del Paraguay.

Durante su mandato se llevó a cabo el proceso de reforma constitucional que


concluyó con la aprobación del nuevo texto el 22 de junio de 1992 por una
Asamblea Constituyente elegida en diciembre del año anterior y que introdujo
varias modificaciones al texto de 1967 (la creación del puesto de Vicepresidente
electo por mayoría simple, la prohibición de la reelección presidencial, en la
composición del Congreso, en los gobiernos de los Departamentos y en la puesta
en marcha de nuevas instituciones como la Contraloría, el Defensor del Pueblo,
la Justicia Electoral y el Consejo de la Magistratura). En ella el Partido Colorado
tuvo una amplia mayoría recuperándose de la derrota sufrida en las elecciones
municipales de 1991 en las que ganó la alcaldía de Asunción la coalición
electoral «Asunción para Todos», consolidándose la figura de Carlos Filizzola y
del partido que formó, Encuentro Nacional, y como volvería a ocurrir en las
siguientes elecciones municipales de noviembre de 1996 en las que venció el
candidato de la coalición opositora formada por el Encuentro Nacional y el
Partido Liberal Radical Auténtico, Martín Burt. Igualmente, Paraguay se insertó
en el Mercado Común del Cono Sur (MERCOSUR) en marzo de 1991.
Las elecciones presidenciales del 9 de mayo de 1993 ratificaron la posición
mayoritaria del Partido Colorado al ganar su candidato, Juan Carlos Wasmosy, la
Presidencia de la República aunque aquél no logró alcanzar la mayoría ni en la
Cámara de Diputados ni en el Senado. En este sentido Wasmosy hubo de
alcanzar acuerdos importantes con el Congreso a través de un llamado
«compromiso democrático» para poder gobernar. Uno de los más significativos
fue el de enero de 1994 a partir del cual se estableció el consenso entre ambos
poderes para el nombramiento de los jueces tanto del Tribunal Supremo como
del Tribunal Electoral, los cuales debían ser constitucionalmente elegidos por el
nuevo Consejo de la Magistratura que hasta ese momento no se había creado. Su
propio proceso de puesta en marcha generó un serio conflicto de poderes en abril
del mismo año entre el Poder Legislativo y el Judicial al estimar aquél que éste
bloqueaba su creación. En otro orden de cosas, Wasmosy tuvo que enfrentarse a
importantes movilizaciones de campesinos que clamaban por la reforma agraria,
dirigidas fundamentalmente por la Organización Campesina del Norte, las que
inflamaron la acción de los dos principales sindicatos del país: la Central
Nacional de Trabajadores y la Central Unitaria de Trabajadores.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES 1989-1998

1989 (1 de mayo) 1993 (9 de mayo) 1998 (10 de mayo)


Partidos % % %
Candidatos Votos Candidatos Votos Candidatos Votos
votos votos votos
Andrés Juan Carlos Raúl
ANR 894.374 74,35 468.213 40,9 884.294 53,75
Rodríguez Wasmosy Cubas

PLRA D. Laíno 240.600 20 D. Laíno 376.868 32,9


D. Laino 3 700.835 42,60
EN G.Caballero 271.421 23,7

Otros 43.630 1 3,60 8.161 2 0,8 12.406 4 0,75

En
blanco 24.222 2,01 48.120 1,7 2,89
y nulos
Total 1.202.826 100 1.172.783 100 1.597.535 100

1
En esta categoría se incluyen los candidatos de los siguientes partidos: Aniano D. Estigarribia del PLR
con 14.849 votos (1,23%), Fernando Vera del PRF con 11.041 votos (0,91%), Secundino Núñez del PDC
con 8.116 votos (0,67%), Carlos Ferreira Ibarra del PL con 5.051 votos (0,42%), el candidato del PLRU con
3.545 votos (0,29%) y el candidato del PH con 1.028 votos (0,08%).
2 Se incluyen: Eduardo María Arce del PT con 2.025 votos (0,2%), Ricardo Canese del CDS con 1.998

(0,2%), Abraham Zapag Bazas del PL con 1.155 votos (0,1%), Joel Atilio Cazal del MAPN con 1.091 votos
(0,1%), Leandro Jesús Prieto del MPSP con 1.042 votos (0,1%) y Gustavo Bader Ibañez del PNS con 850
votos (0,1%).
3
Candidato de PLRA-PEN.
4 Se incluyen: Luis Campos del PRF con 8.090 votos (0,49%) y Gustavo Bader Ibañez del Partido Blanco

con 4.316 votos (0,26%).

La Presidencia de Wasmosy igualmente se caracterizó por un continuo


enfrentamiento con los militares y, más concretamente, con su líder el general
Lino Oviedo a quien amplios sectores del Partido Colorado apoyaban como
sucesor de Wasmosy. Ya a lo largo de 1995, en el seno del propio Partido
Colorado, se gestó un conflicto a la hora de la nominación de jueces para el
Tribunal Supremo y los partidarios de Lino Oviedo se vieron derrotados no
consiguiendo colocar a sus candidatos en el alto tribunal. La tensión llegó hasta
tal punto que el general Oviedo promovió un golpe de Estado en abril de 1996,
tras la reiterada petición presidencial para que dimitiera como Comandante en
Jefe de las Fuerzas Armadas, que fracasó gracias a la presión internacional tanto
de los socios de MERCOSUR como de los Estados Unidos y de los países de la
Unión Europea. Este suceso mostró los nuevos beneficios para la estabilidad
democrática que significaba la pertenencia a los marcos de integración
subregional, un aspecto que hasta ese momento no se había percibido por las
elites políticas y la opinión pública en general. Una serie de procesos judiciales
contra Oviedo y sus diferentes sentencias le impidieron ser candidato en las
elecciones de 1998 pese a haber ganado la nominación del propio Partido
Colorado en unas elecciones primarias celebradas en septiembre de 1997 frente
al también tradicional candidato colorado Luis María Argaña que ya había
perdido la nominación de su partido ante Wasmosy cinco años antes.
A lo largo de los primeros años de la década de 1990, tanto el ingreso público
como la estructura del gasto público, y en su seno del gasto social, varió muy
poco en Paraguay. Además, podía constatarse que estos últimos eran muy
reducidos siendo uno de los valores más pequeños de América Latina. En efecto,
en 1993 el gasto público apenas si superaba el 14 por 100 del PIB y el gasto
social solo llegaba al 6 por 100 del PIB.
Las elecciones del 10 de mayo de 1998 se celebraron bajo un clima en el que
se contempló hasta las últimas semanas la posibilidad de su aplazamiento.
Dieron el triunfo a la candidatura formada por Raúl Cubas y Luis María Argaña,
como Vicepresidente, ambos del Partido Colorado. Cubas había sido Ministro de
Finanzas y «hombre de paja» del general Oviedo y derrotó a la Alianza
Democrática que incorporaba como candidato presidencial a Domingo Laíno,
del Partido Liberal Radical Auténtico y como Vicepresidente a Carlos Filizzola,
de Encuentro Nacional. Paralelamente, el Partido Colorado reinstauró su
mayoría absoluta en ambas cámaras del Poder Legislativo, si bien las principales
tendencias que se habían ido conformando en los años anteriores seguían vivas:
Coloradismo Unido de Seifart, la Asociación Democrática Republicana de
Wasmosy, Movimiento de Reconciliación Colorada de Argaña, Coloradismo
Democrático de Blas N. Riquelme, UNACE de Oviedo y Fuerza Colorada
Unida.
El triunfo de Cubas, cuya proclama publicitaria preelectoral había sido
«Cubas a la presidencia, Oviedo al poder», abrió un periodo de incertidumbre
tanto en el seno de las relaciones cívico-militares como en el interior del Partido
Colorado que trascendía al propio gobierno, al que llegaron los dos principales
contendientes en la interna del partido. En este sentido, pudo constatarse
inmediatamente una alianza entre los colorados argañistas y la oposición para
frenar una eventual amnistía en favor de Oviedo condenado a diez años de
prisión. Por otra parte, Cubas reforzó su posición política personal al integrar en
su primer gabinete a personajes de su propio círculo, entre ellos tres hermanos y
un sobrino. La amnistía de Cubas a favor de Oviedo abrió otra crisis que
impregnó el final de 1998 al declararla nula la sala constitucional de la Corte
Suprema de Justicia. De esta manera se enfrentaban los Poderes Ejecutivo y
Judicial poniendo nuevamente en riesgo a la frágil democracia paraguaya. El
asesinato de Luis María Argaña el 23 de marzo y de una decena de jóvenes
manifestantes tres días después precipitó una grave crisis política que aceleró el
juicio político iniciado en el Congreso contra Raúl Cubas al presentar éste la
dimisión en un clima de fuerte presión de la comunidad internacional. La
intervención del Presidente brasileño Cardoso brindando a Cubas el asilo
político y del Presidente argentino Menem de igual forma a favor de Oviedo
abrió el mecanismo constitucional de sucesión presidencial. El presidente del
Senado y titular del Congreso, el colorado argañista Luis González Macchi, pasó
a ocupar la Presidencia de la República. González Macchi estableció un
gobierno multipartidista que por primera vez rompía la hegemonía colorada en la
política paraguaya y que recogía en su seno una extraña mezcla de cualificados
seguidores del ex dictador Alfredo Stroessner con políticos del Partido
Encuentro Nacional y del Partido Liberal Radical Auténtico. El nuevo gobierno
que comenzó una importante depuración de los oviedistas se mantuvo durante
menos de un año ya que en febrero de 2000 lo abandonaron los miembros del
PLRA. Esta circunstancia, unida al hecho del persistente hostigamiento de los
sectores afines a Oviedo, que se mantenía fuera del país, puesto de relieve en un
nuevo intento fallido de golpe de estado en mayo de 2000, mantuvo altas dosis
de inestabilidad en la política paraguaya.
En este periodo cabe destacar el papel político desempeñado por la Corte
Suprema de Justicia. En primer lugar, por su actitud de firmeza con respecto a la
condena de Lino Oviedo y a la declaración de inconstitucionalidad de la amnistía
en su favor dictada por Cubas. En segundo término, habida cuenta de su
protagonismo en la elección de González Macchi en el seno de la crisis abierta
por el asesinato del Vicepresidente y la renuncia del Presidente. Finalmente, por
su enfrentamiento con el Senado, al que apoyaba la Presidencia, en relación con
la confirmación, a finales de 1999, de cinco de los nueve miembros de la Corte
removiendo de sus cargos a tres de ellos por haber cumplido cinco años en sus
funciones. La Corte sostenía la inamovilidad de sus cargos y acusaba al Senado
de interferencia en la independencia de su poder.
ELECCIÓN DE VICEPRESIDENTE DE 13 DE AGOSTO DE 2000

Votos %

Félix Argaña (ANR) 587.498 48,82

Julio César Franco (PLRA) 597.431 49,64

Otros 18.496 1,54


Blancos/Nulos 46.841 3,75
Total votos/Participación 1.250.266 60,72

Total electorado 2.059.164 100

FUENTE: Tribunal Superior de Justicia Electoral.

El puesto vacante de Vicepresidente fue cubierto tras la celebración de unas


elecciones el 13 de agosto de 2000 en las que concurrieron Félix Argaña, hijo del
Vicepresidente asesinado y que había ganado las elecciones internas en el
Partido Colorado, y Julio César Franco del PLRA que obtuvo el 49,6 por 100 de
los votos frente al 48,8 por 100 del primero. Esta elección tuvo dos
consecuencias de notable impacto en la vida política paraguaya: en primer lugar
supuso la inauguración de un periodo de cohabitación presidencial insólito bajo
la forma de gobierno presidencialista, sin que ella supusiera la entrada de
liberales en el gabinete, y, en segundo término, resaltó el déficit de legitimidad
del Presidente, elegido de manera indirecta, frente a un Vicepresidente elegido
por sufragio popular. La nueva situación política dio mayores alas a la
inestabilidad en la medida en que la debilidad del Presidente fue el argumento
esgrimido por toda la oposición para pedir la convocatoria de elecciones
presidenciales sin tener que esperar al agotamiento del mandato en 2003.
Además, la presión contra el Presidente se incrementó con la petición, que no
prosperó, de apertura de un juicio político por acusaciones de corrupción a la que
se sumó a la oposición el sector oviedista del Partido Colorado. Solamente el
triunfo colorado en los comicios locales de 2001, cuyo éxito más emblemático
fue la recuperación de la alcaldía de Asunción gracias a la victoria electoral de
Enrique Riera y que se logró por la unión de las facciones clásicas de dicha
fuerza política, contuvo por un tiempo la sangría en la popularidad de Luis
González Macchi. A mediados de 2002, la prolongada crisis política tuvo dos
nuevas manifestaciones que se concretaron en la derogación por parte del
Congreso de la Ley de Reforma del Estado debido a la presión de los
campesinos que se alzaron contra el proceso de privatizaciones y en la
declaración, por segunda vez en dos años, del estado de excepción en julio de
2002 para controlar una masiva ola de manifestaciones y de protestas contra el
Presidente.
En este convulsionado contexto, en 2003 se celebraron las elecciones
presidenciales que dieron como ganador al colorado Nicanor Duarte Frutos. Pese
a que en las presidenciales el desgaste del Partido Colorado no se sintió, de
hecho Duarte ganó con una holgada diferencia, no obstante en las legislativas sí
se pudo percibir el debilitamiento del partido el cual perdió la mayoría en ambas
cámaras, lo que supuso una dificultad adicional al nuevo mandatario y la
imposibilidad de buscar la reelección mediante la reforma de la Constitución.
Duarte, asumió la presidencia mostrando algunas peculiaridades que lo
diferenciaban de sus antecesores, entre ellas destacaban el discurso utilizado
basado en el cambio y en la ruptura con viejas prácticas políticas, incluidas las
de su propio partido, y su inclinación hacia el fortalecimiento del papel del
Estado en la regulación económica.
Duarte recibió un país con graves problemas económicos y con un alto
malestar social debido a los múltiples escándalos de corrupción y al aumento de
la inseguridad ciudadana. Durante su mandato la economía aunque de forma
lenta creció gracias a la exportación de la soja, la importancia de este producto
fue tal que hubo crecimiento pese a que los demás sectores productivos como el
de servicios o el manufacturero se contrajeron. Uno de los logros de Duarte fue
la mejora de la recaudación fiscal la cual creció de manera sostenida revirtiendo
el déficit que había existido hasta el momento, por el contrario, la nota negativa
de su gobierno la dio la inflación que aunque bajó el primer año
considerablemente (del 14 al 4 por 100), volvió a mostrar una tendencia
creciente el resto de mandato. La relativa mejora económica en Paraguay no se
tradujo en un cambio importante en términos de políticas sociales ni en la mejora
de la calidad de vida de las personas más pobres. Uno de los principales
indicadores de la precaria situación en que se encontraba la sociedad paraguaya
es el incremento de la emigración.
Un punto de inflexión en la relación de Duarte con su partido fue la búsqueda
de la reelección presidencial y su posterior intento por presidir el partido. La
iniciativa reeleccionista no fue apoyada por la totalidad del aparato que en ese
momento se encontraba dividido en varias facciones como las lideradas por José
Alberto Alderete, por Luis Castiglioni y por el nieto de Stroessner, Alfredo
«Goli» Stroessner. Las diferencias con estás facciones, especialmente con la de
Alderete, presidente del partido, se profundizaron con la designación de Blanca
Ovelar para representar al partido en las elecciones presidenciales de 2008. Por
su parte, como era de esperarse la mayoría de los partidos opositores no estaban
de acuerdo con la modificación de la Constitución para permitir la reelección ni
con las maniobras inconstitucionales de Duarte para presidir su partido, esto los
obligó a unirse con el objetivo no solo de evitar la reelección, sino también de
crear una sola candidatura para las elecciones de 2008.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES 2003-2013

2003 (27 de abril) 2008 (9 de mayo) 2013 (21 de abril)


Partidos % % %
Candidatos Votos Candidatos Votos Candidatos Votos
votos votos votos
Nicanor
Blanca Horacio
ANR Duarte 574.232 37,1 530.552 30,7 1.095.469 45,8
Ovelar Cartes
Frutos
Julio César Efraín
PLRA 370.348 23,9 883.630 36,9
Franco Alegre

Patria Pedro Pedro Miguel


21,3 41.004 2,4 27.036 1,1
Querida Fadul Fadul Carrizosa

Guillermo
Lino Lino Cesar
UNACE** Sánchez 208.391 13,5 379.571 22 19.124 0,8
Oviedo Oviedo
Guffanti

Fernando
APC*** 704.966 40,8
Lugo

Avanza Mario
140.622 5,9
País Ferreiro

Frente Aníbal
79.327 3,3
Guasú Carrillo

Otros * 17.313 1,1 10.928 0,6 15.777 0,7

En blanco
46.992 3,1 59,885 3,5 130.805 5,5
y nulos
Total 1.546.192 100 1.667.081 100 2.391.790 100

* Para 2003: Partido Humanista 1.196 votos (0,08%), Patria Libre 4.559 votos (0,29%), Encuentro Nacional
8.745 votos (0,57%), Frente Amplio 1.443 (0,09%), y el Movimiento Fuerza Democrática Independiente
1.370 votos (0,09%). Para 2008: Partido Humanista 5.852 votos (0,34%), Partido de los Trabajadores 2.288
(0,13%) y Movimiento Tetã Pyahu 2.788 votos (0,16%). Para 2013 Roberto Ferreria del Partido Humanista
Paraguayo 3.969 votos (0,17%), Ricardo Martin Almada del Partido Blanco 2.718 votos (0,11%), Eduardo
María Arce del Partido de los Trabajadores 2.889 votos (0,12%), Atanasio Galeano del Partido Patria Libre
2.329 votos (0,1%) y Lilian Susana Soto del Movimiento Kuña Pyrenda 3.872 votos (0,16%).
** UNACE en 2013 se integró mayoritariamente en la candidatura postulada por el PLRA Alianza
Paraguay Alegre.
*** APC integró al PLRA y al Frente Guasú junto con otros movimientos sociales.
FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral. Los datos de 2013 son
provisionales.

A lo largo de este proceso, el entonces obispo Fernando Lugo adquirió un


destacado protagonismo que acentuó su imagen pública de hombre
comprometido con las causas sociales y lo convirtió en el principal candidato
para encabezar la lista de la oposición. No obstante, este nuevo liderazgo no fue
aceptado por partidos como Patria Querida o por el partido de Lino Oviedo, la
Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE). De esta forma, Lugo se
presentó a las elecciones respaldado por la Alianza Patriótica para el Cambio la
cual estaba integrada por el Partido Liberal Radical Auténtico, que aportó el
caudal principal de votos, y otros pequeños movimientos políticos. Lugo obtuvo
la victoria rompiendo más de sesenta años de hegemonía de los colorados en la
Presidencia de la República.
El gobierno que conformó el presidente Lugo tuvo un carácter multicolor con
carteras ministeriales en manos de liberales, de miembros del Frente Guasú, de
independientes e incluso de colorados. Durante su mandato la economía tuvo un
comportamiento positivo, en 2009 el crecimiento estuvo sobre el 5 por 100 y la
inflación no llegó al 2 por 100. La buena marcha de la economía se debió al
aumento de las exportaciones de soja que sustituyó al algodón como principal
producto de exportación. Asimismo, la tasa del desempleo fue del 5,7 por 100,
aunque se calcula que había más de un 25 por 100 de empleo informal. Lugo
logró subir como nunca antes la preocupación por desarrollar políticas sociales
en el terreno de la salud pública, la asistencia alimentaria a la infancia, la
atención a la tercera edad, la asistencia a los pobres extremos —programa
Tekoporâ— mediante programas de transferencia de renta con
corresponsabilidad que se tradujeron en la reducción de la pobreza —del 41 al
32 por 100 de la población— y la desigualdad, no obstante, ésta siguió siendo
una de las más altas de América Latina. Un logro reconocido a este gobierno fue
la negociación con Brasil de los beneficios de la mega represa de Itaipú, los
cuales se triplicaron y significaron un incremento en los ingresos del país. Por su
parte, en materia de política internacional, Lugo privilegió las relaciones con
MERCOSUR y mostró una posición más distante respecto a Estados Unidos. En
relación con la petición de entrada de Venezuela en dicha organización regional
el Congreso paraguayo se mostró contrario a la misma sin que el presidente
Lugo presionara en ningún momento por cambiar dicha actitud.
Entre los principales problemas que debió enfrentar el presidente Lugo estuvo
el conflicto agrario ya que una de sus promesas electorales fue la reforma
agraria, y aunque se mantuvo en la agenda del gobierno no logró llevarla a cabo
en un país en el que el 1 por 100 de los propietarios concentra tres cuartas partes
de las tierras. Unido al malestar generado por este fracaso, las acciones del grupo
guerrillero Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) debilitaron aún más al
Presidente ya de por sí débil debido a la falta de un respaldo mayoritario en el
Congreso suplido por una coalición que fue retirándole su apoyo. Finalmente, su
salud también se vio seriamente comprometida al detectarle un linfoma que le
obligó a tratarse con éxito en Brasil.
Pese a los resultados positivos de algunas de sus políticas, Fernando Lugo no
logró mantenerse en el poder, lo que puso nuevamente en evidencia la debilidad
de los presidentes en Paraguay. En su caso, una abrumadora mayoría en ambas
cámaras votó a favor del juicio político al Presidente, el argumento fue el mal
desempeño de sus funciones, sobre todo por el desalojo por parte de la fuerza
pública de un grupo de campesinos en el distrito de Curuguaty cuyo saldo fue de
once campesinos y seis policías muertos. Aunque existen diversas versiones de
lo sucedido, este suceso desencadenó la acción del Congreso en contra del
presidente Lugo, votando a favor de su destitución 120 de los 125 legisladores.
La manera en que se llevó a cabo el juicio político desarrollado en apenas treinta
horas así como los débiles argumentos que lo hicieron viable produjo un rechazo
internacional a la acción del Legislativo paraguayo. De esta forma, países como
Argentina, Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador retiraron a sus embajadores del
país, mientras que Uruguay, Brasil, Colombia entre otros los llamaron a
consultas. Adicionalmente, Brasil abogó por la expulsión de Paraguay de
MERCOSUR —a quien Paraguay viene exportando la mitad del total de su
comercio exterior, e importando el 40 por 100—, que finalmente tuvo como
resultado su suspensión temporal, la cual se prevé que finalice tras la asunción
del nuevo presidente tras las elecciones de abril. La ausencia de Paraguay que
permanentemente había vetado el ingreso de Venezuela propició la entrada de
este país en MERCOSUR. A Fernando Lugo le sustituyó su vicepresidente, el
liberal Federico Franco quien terminó el mandato. Franco había formado la
candidatura electoral con Lugo como condición del apoyo electoral del Partido
Liberal a éste, pero la relación entre ambos durante todo el periodo fue
prácticamente inexistente.
Las elecciones presidenciales de abril de 2013 volvieron a reconfigurar el
mapa tradicional político paraguayo confrontado dos únicas candidaturas con
posibilidad de éxito de colorados y liberales. Horacio Cartes, un empresario
multimillonario sin experiencia política alguna supo hacerse con el control del
Partido Colorado huérfano de un liderazgo significativo ganando en las
primarias de diciembre de 2012 a Luis Castiglioni. Por su parte, el PLRA eligió
como candidato a la presidencia a Efraín Alegre un político liberal
experimentado quien articuló la Alianza Paraguay Alegre conformada por el
PLRA, el Partido Democrático Progresista, Encuentro Nacional y el Partido
Social Demócrata. UNACE, que había sido la tercera fuerza en las elecciones
anteriores, tuvo que designar otro candidato tras el fallecimiento de su líder el
General Lino Oviedo en un accidente aéreo en febrero de 2013, siendo éste su
sobrino Lino César Oviedo Sánchez, si bien un mes antes de las elecciones pactó
apoyar la candidatura de Alegre.
Los resultados de las elecciones, con una participación del 68,6 por 100,
confirmaron los sondeos preelectorales que siempre dieron como vencedor a
Cartes. El hecho de tratarse de un sistema electoral de mayoría simple benefició
su candidatura frente a la incapacidad de Alegre de sumar votos, como había
hecho Lugo en las elecciones anteriores. Los votos liberales por si solos más
algunos procedentes de UNACE no pudieron sumar los que consiguió Mario
Ferreiro, un comunicador social muy conocido que lideró la coalición
progresista Avanza País puesto que los votantes independientes no quisieron dar
su confianza al candidato del PLRA por la nunca bien entendida decisión de
apoyar el juicio político a Lugo y por el rosario de corruptelas que asoló a este
partido. Fernando Lugo, candidato al Senado por la muy minoritaria
Concertación Nacional Frente Guasú fue elegido con un cuarto de millón de
votos, superando su caudal electoral ampliamente a su candidato presidencial el
comunista, Aníbal Carrillo.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


Según la Constitución paraguaya de 1992 la República del Paraguay adopta
para su gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista, fundada
en el reconocimiento de la dignidad humana (art. 1). En el Título II «De los
derechos, los deberes y las garantías» se incluye un capítulo específico «De los
pueblos indígenas» por el que se reconoce su existencia como grupos anteriores
a la formación y organización del Estado paraguayo (art. 62) y el derecho a
aplicar libremente sus sistemas de organización política, social, económica,
cultural y religiosa, teniéndose en cuenta, en los conflictos jurisdiccionales, el
derecho consuetudinario indígena (art. 63).
En coherencia con la realidad rural del país, la Constitución recoge una
sección para desarrollar los principios que debe seguir la reforma agraria a la que
se define como uno de los factores fundamentales para lograr el bienestar rural
(art. 114) y se enuncian las bases de su desarrollo, entre las que se encuentran la
adopción de medidas que terminen con el latifundio, la racionalización y
regulación del uso de la tierra, el otorgamiento de créditos hipotecarios, la
creación del seguro agrícola, la adopción de políticas que estimulen el interés de
la población en las tareas agropecuarias y el fomento de la migración interna,
atendiendo a razones demográficas económicas y sociales (art. 115).
Según lo dispuesto en la Constitución, ésta solamente podía reformarse
pasados diez años de su promulgación, previa solicitud del 25 por 100 de los
legisladores de cualquiera de las Cámaras, el Presidente de la República o la
petición a través de las firmas de 30.000 electores; por lo cual, en 2002 se abrió
esta posibilidad. Asimismo, se establece que posteriormente, la declaración de la
necesidad de la reforma debe ser aprobada por mayoría absoluta de dos tercios
de los miembros de cada Cámara del Congreso. La reforma debe realizarla una
Convención Nacional Constituyente elegida al efecto que sancionará la nueva
Constitución quedando promulgada de pleno derecho (art. 289). La propia
Constitución establece un procedimiento de reforma de menor alcance, bajo el
concepto de enmienda constitucional, para aquellas modificaciones que no
afectan al modo de elección, la composición, la duración de mandatos o las
atribuciones de cualquiera de los poderes del Estado, o a las disposiciones de los
capítulos «De la vida y del ambiente», «De la libertad», «De la igualdad» y «De
los derechos de la familia», del Título Segundo ya referido (art. 290). Estas
enmiendas se inician como las reformas, debiéndose aprobar por mayoría
absoluta en ambas cámaras ratificándose por referéndum.
COMPOSICIÓN Y PORCENTAJES POR PARTIDO POLÍTICO EN LA CONVENCIÓN
CONSTITUYENTE DE 1991

Porcentajes N.º de convencionales

Partido Colorado 55,11 122


Partido Liberal Radical Auténtico 27,04 55
Constitución Para Todos 11,01 19

Partido Revolucionario Febrerista 1,23 1

Partido Demócrata Cristiano 0,85 1


Partido de los Trabajadores 0,60 —

Partido Humanista y coaligados 0,51 —


Partido Nacional Socialista 0,14 —

En blanco y nulos 3,25 —


Total 100

1. EL PODER EJECUTIVO

El Poder Ejecutivo es ejercido por el Presidente de la República, elegido


junto con un Vicepresidente por un periodo de cinco años, sin poder ser
reelegidos (art. 229). Para ser Presidente y Vicepresidente se debe tener
nacionalidad paraguaya natural, haber cumplido treinta y cinco años, y estar en
pleno ejercicio de sus derechos civiles y políticos. En caso de ausencia del
Presidente de la República, lo reemplaza el Vicepresidente, y a falta de éste y en
forma sucesiva, el Presidente del Senado, el de la Cámara de Diputados y el de
la Corte Suprema de Justicia (art. 234). Dentro de los deberes y de las
atribuciones del Presidente de la República destacan la de su participación en la
formación de las leyes, proponiendo al Congreso proyectos de ley, con poderes
reglamentarios y con el veto total o parcial de las mismas; nombrar y remover a
los Ministros y a los funcionarios de la Administración Pública cuya designación
y permanencia en los cargos no están reglados de otro modo por la Constitución
o por la ley y preparar y presentar a consideración de las Cámaras el proyecto
anual de Presupuesto General de la Nación. El Presidente es igualmente
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas proveyendo los grados en todas las
armas, hasta el de teniente coronel y, con acuerdo del Senado, los grados
superiores. También puede convocar a sesiones extraordinarias al Congreso (art.
238).
Los Ministros tienen confiada la dirección y la gestión de los negocios
públicos (art. 240), son igualmente los jefes de la administración de sus
respectivas carteras siendo solidariamente responsables de los actos de gobierno
que refrendan (art. 242). Los Ministros se reúnen en Consejo de Ministros
convocados por el Presidente de la República para coordinar las tareas
ejecutivas, impulsar la política del Gobierno y adoptar decisiones colectivas (art.
243).
El Procurador General de la República es nombrado y remitido por el
Presidente de la República (art. 254) teniendo como deberes y atribuciones la
representación y defensa de los intereses patrimoniales de la República y el
asesoramiento jurídico a la Administración Pública, entre otros (art. 246).

2. EL PODER LEGISLATIVO

El Poder Legislativo, que es bicameral, con Cámara de Diputados y Senado,


se reúne anualmente en sesiones ordinarias desde el primero de julio de cada año
hasta el 30 de junio siguiente, con un periodo de receso desde el 21 de diciembre
hasta el primero de marzo, fecha ésta en la que rinde su informe el Presidente de
la República. Las dos Cámaras se convocan a sesiones extraordinarias o
prorrogan sus sesiones por decisión de la cuarta parte de los miembros de
cualquiera de ellas, por resolución de los dos tercios de los integrantes de la
Comisión Permanente del Congreso, o por decreto del Poder Ejecutivo (art.
184). Los legisladores son elegidos para un mandato de cinco años pudiendo ser
reelegidos y las vacantes definitivas o temporales son cubiertas por los suplentes
(art. 187), estas elecciones son concurrentes con las presidenciales. En lo relativo
a sus funciones de control, las Cámaras pueden solicitar informes sobres asuntos
de interés público que estimen necesarios a los demás poderes del Estado, a los
entes autónomos, autárquicos y descentralizados y a los funcionarios públicos
(art. 192). Igualmente, por mayoría absoluta, pueden citar e interpelar
individualmente a los Ministros y altos funcionarios estando expresamente
prohibida la cita o interpelación al Presidente de la República, al Vicepresidente
ni a los miembros del Poder Judicial, en materia jurisdiccional (art. 193). Ambas
Cámaras, por mayoría absoluta de dos tercios, pueden emitir un voto de censura
en contra de los indicados Ministros o altos cargos y recomendar su remoción
del cargo al Presidente de la República (art. 194). Igualmente pueden constituirse
en ambas Cámaras comisiones de investigación sobre cualquier asunto de interés
público, no pudiendo ser investigados las autoridades señaladas en las líneas
anteriores (art. 195).
Entre los deberes y atribuciones de ambas Cámaras (art. 202) figuran las de
salvaguardia de la propia Constitución y de las leyes, las cuales pueden tener
origen en ambas Cámaras a propuesta de sus miembros, del Poder Ejecutivo,
iniciativa popular o de la Corte Suprema de Justicia (art. 203), establecer la
división política del territorio de la República, legislar sobre materia tributaria,
dictar la Ley Electoral, expedir leyes de emergencia en los casos de desastre o de
calamidad pública, entre otras. El proyecto de Ley de Presupuesto General de la
Nación solo puede ser presentado por el Poder Ejecutivo (art. 216) y sancionado
por el Congreso. Un proyecto de Ley aprobado por una Cámara y rechazado en
su totalidad por la otra vuelve a la primera para una nueva consideración, si la
Cámara de origen lo ratificara por mayoría absoluta, pasará de nuevo a la
revisora, que solo podrá volver a rechazarlo por mayoría absoluta de dos tercios
(art. 206). El Poder Ejecutivo puede objetar parcial o totalmente un proyecto de
ley. Si las Cámaras confirmasen por mayoría absoluta la sanción inicial el Poder
Ejecutivo tendrá que promulgar y publicar la ley (art. 209).
Cada cámara constituye sus autoridades y designa a sus empleados. Existe
una Comisión Permanente del Congreso que funciona durante el periodo de
receso y está integrada por seis diputados y doce senadores designados por
mayoría absoluta por cada Cámara (art. 218).
La Cámara de Diputados está integrada por un mínimo de ochenta miembros
con sus respectivos suplentes elegidos directamente por el pueblo en colegios
electorales departamentales. Cada departamento cuenta con al menos un
diputado y el máximo lo establece el Tribunal de Justicia Electoral teniendo en
cuenta el criterio poblacional. La ciudad de la Asunción constituye un Colegio
Electoral con representación en dicha Cámara (art. 221). Son atribuciones
exclusivas de esta Cámara el inicio de los proyectos de ley relativos a la
legislación departamental y a la municipal, prestar acuerdo para la intervención
de los gobiernos departamentales y municipales, y designar o proponer a los
magistrados y funcionarios (art. 222).
La Cámara de Senadores está compuesta como mínimo por cuarenta y cinco
miembros y treinta suplentes elegidos directamente por el pueblo en una sola
circunscripción nacional (art. 223). Los ex presidentes de la República, electos
democráticamente, son miembros vitalicios del Senado, salvo que hubiesen sido
sometidos a juicios políticos y hallados culpables, y tienen voz pero no voto (art.
189). Son atribuciones exclusivas de esta Cámara: iniciar los proyectos de ley
relativos a la aprobación de tratados y de acuerdos internacionales, prestar
acuerdo para los ascensos militares, la designación de embajadores, del
Presidente y los directores de la Banca Central del Estado y de los directores de
los entes binacionales, designar o proponer a los Magistrados y funcionarios y
autorizar el envío de fuerzas paraguayas permanentes al exterior y del ingreso de
tropas militares extranjeras en el país (art. 224).
La Constitución prevé el juicio político contra los miembros del Poder
Ejecutivo, Poder Judicial, Fiscal General del Estado, Defensor del Pueblo,
Contralor General de la República e integrantes del Tribunal Superior de Justicia
Electoral por mal desempeño de sus funciones, por delitos cometidos en el
ejercicio de sus cargos o por delitos comunes. La acusación la formula la
Cámara de Diputados por mayoría de dos tercios y corresponde juzgar a la
Cámara de Senadores por idéntica mayoría (art. 225).

3. EL PODER JUDICIAL

El Poder Judicial es el custodio de la Constitución, la interpreta y la hace


cumplir (art. 247). Además, de ser un poder independiente goza de autonomía
presupuestaria fijándole una asignación mínima del 3 por 100 del presupuesto de
la Administración Central (art. 249). Corresponde a la Corte Suprema de
Justicia, declarar la inconstitucionalidad de las normas jurídicas y de las
resoluciones judiciales, designar a los miembros de los tribunales y juzgados de
toda la República, ejercer la superintendencia de todos los organismos del Poder
Judicial, suspender preventivamente a los magistrados judiciales enjuiciados,
hasta tanto se dicte resolución definitiva en el caso (arts. 132, 251 y 259). La
Corte Suprema de Justicia está integrada por nueve miembros y se organiza en
salas, una de las cuales es la constitucional (art. 258). Los ministros de la Corte
Suprema de Justicia solo pueden ser removidos por juicio político y cesarán en
el cargo una vez cumplidos los sesenta y cinco años.
Paralelamente, existe el Consejo de la Magistratura compuesto por siete
miembros (art. 262), quienes duran tres años en sus funciones (art. 263), las
cuales básicamente se refieren a proponer las ternas de candidatos para integrar
la Corte Suprema de Justicia previa selección basada en la idoneidad, con
consideración de méritos y aptitudes, y elevarlas a la Cámara de Senadores para
que los designe, con acuerdo del Poder Ejecutivo, así como, con igual
procedimiento pero siendo la Corte Suprema de Justicia la última instancia,
intervenir en el nombramiento de los miembros de los tribunales inferiores (art.
264). El Consejo de la Magistratura está compuesto por un miembro de la Corte
Suprema de Justicia designado por ésta, un representante del Poder Ejecutivo, un
Senador y un Diputado nominados por la Cámara respectiva, dos abogados
nombrados por sus pares en elección directa, un profesor de la Facultad de
Derecho de la Universidad Nacional elegido por sus pares y un profesor, con no
menos de veinte años de ejercicio profesional, de la Facultad de Derecho de las
Universidades privadas elegido por sus pares.
Los magistrados solo pueden ser enjuiciados y removidos de sus cargos por la
comisión de delitos o mal desempeño en sus funciones por un Jurado de
Enjuiciamiento de Magistrados integrado por dos miembros de la Corte Suprema
de Justicia, dos miembros del Consejo de la Magistratura, dos senadores y dos
abogados (art. 253).
El Ministerio Público goza de autonomía funcional y administrativa en el
cumplimiento de sus deberes y atribuciones. Lo ejercen el Fiscal General del
Estado y los agentes fiscales. El Fiscal General del Estado es nombrado por el
Poder Ejecutivo, con acuerdo del Senado, a propuesta en terna del Consejo de la
Magistratura. Su cargo es inamovible, es elegido por un periodo de cinco años y
puede ser reelecto (art. 269). Entre sus principales funciones y deberes se
encuentran velar por el respeto de los derechos y de las garantías
constitucionales, promover acción penal pública para defender el patrimonio
público y social, el medio ambiente y otros intereses difusos, así como los
derechos de los pueblos indígenas, y recabar información de los funcionarios
públicos para el mejor cumplimiento de sus funciones, entre otras (art. 268).

4. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL

El territorio de Paraguay, a los efectos de la estructuración política y


administrativa del Estado, se divide en departamentos, municipios y distritos los
cuales gozan de autonomía política, administrativa y normativa para la gestión
de sus intereses, y de autarquía en la recaudación e inversión de sus recursos (art.
156). La Capital de la República es Asunción ciudad en la que se asientan los
poderes del Estado y la cual constituye en Municipio, y es independiente de todo
Departamento (art. 157). El gobierno de cada departamento lo ejerce un
gobernador, elegido por un periodo de cinco años y sin posibilidad de reelección,
y por una junta departamental. El gobierno departamental tiene competencias
expresas a la hora de organizar y coordinar servicios comunes, de preparar el
plan de desarrollo departamental y de coordinar la acción departamental con las
actividades del gobierno central (art. 163). En la actualidad existen diecisiete
departamentos a los que se debe añadir la municipalidad de Asunción.
Las municipalidades son los órganos de gobierno local con autonomía
política, administrativa y normativa, así como autarquía en la recaudación e
inversión de sus recursos (art. 166). El gobierno de los municipios está a cargo
de un intendente y de una junta municipal elegidos por sufragio directo (art.
167). Son, particularmente, sus materias de competencia el urbanismo, el medio
ambiente, el abasto, la educación, la cultura, el deporte, el turismo, la asistencia
sanitaria y social, las instituciones de crédito, los cuerpos de inspección y la
policía (art. 168). Dentro de sus atribuciones destacan la elaboración de su
presupuesto de ingresos y egresos, la regulación del monto de las tasas
retributivas de servicios efectivamente prestados, el acceso al crédito privado y
al crédito público, nacional e internacional, y la reglamentación y la fiscalización
del tránsito y del transporte público. En el transcurso del periodo postautoritario
se han realizado elecciones municipales en 1991, 1996, 2001, 2006 y 2010.
Los departamentos y las municipalidades pueden ser intervenidos por el
Poder Ejecutivo, previo acuerdo de la Cámara de Diputados a solicitud de la
junta departamental o municipal y por grave irregularidad en la ejecución del
presupuesto o en la administración de sus bienes, previo dictamen de la
Contraloría General de la República. La intervención puede prolongarse por más
de noventa días, y en caso de confirmarse las irregularidades, la Cámara de
Diputados por mayoría absoluta, puede destituir al gobernador o al intendente, o
la junta departamental o la municipal (art. 165).

5. OTROS ORGANISMOS DEL ESTADO


El Defensor del Pueblo es un comisionado parlamentario cuyas funciones son
la defensa de los derechos humanos, la canalización de reclamaciones populares
y la protección de los intereses comunitarios (art. 276). Éste goza de autonomía e
inamovilidad, es nombrado por mayoría de dos tercios de la Cámara de
Diputados, de una terna propuesta por el Senado y dura en su cargo cinco años
pudiendo ser reelegido (art. 277).
La Contraloría General de la República es el órgano de control de las
actividades económicas y financieras del Estado, de los departamentos y de las
municipalidades gozando de autonomía fiscal y financiera (art. 281). Se
compone de un Contralor y un Subcontralor, designados por la Cámara de
Diputados por mayoría absoluta de sendas ternas de candidatos propuestos por la
Cámara de Senadores con idéntica mayoría. Sus funciones duran cinco años, no
coincidentes con el periodo del mandato presidencial y pueden ser confirmados
en el cargo solo por un periodo más (art. 281).
La Banca Central del Estado tiene la exclusividad de la emisión monetaria y
participa con los demás organismos técnicos del Estado en la formulación de la
política monetaria, crediticia y cambiaria, siendo responsable de su ejecución y
desarrollo, preservando la estabilidad monetaria (art. 285).
La Procuraduría General de la República está a cargo de un procurador
General cuyas funciones son representar y defender, judicial o
extrajudicialmente los intereses patrimoniales de la República, dictaminar en los
casos y con los efectos señalados en las leyes y asesorar jurídicamente a la
Administración Pública (art. 246).

6. EL SISTEMA ELECTORAL

La Constitución define el sufragio como derecho, deber y función pública del


elector, fundándose en el voto universal, libre, directo, igual y secreto (art. 118)
y siendo electores los ciudadanos paraguayos mayores de dieciocho años,
además, los extranjeros con radicación definitiva tienen los mismos derechos en
las elecciones municipales (art. 120). Según el Código Electoral de 1996, el
ejercicio del sufragio constituye una obligación para todos los ciudadanos
habilitados lo que supone sanciones a quienes no lo ejerzan (art. 4).
El Presidente y el Vicepresidente de la República son elegidos conjunta y
directamente por el pueblo por mayoría simple de votos (art. 230). Por su parte,
los restantes cargos plurinominales son elegidos en listas cerradas y bloqueadas
por representación proporcional distribuyendo los escaños mediante la fórmula
D’Hondt (art. 258 del Código Electoral de 1996). Los ochenta diputados que
componen el Congreso son elegidos para un periodo de cinco años en dieciocho
circunscripciones departamentales, que corresponden a las divisiones
administrativas más la capital de Asunción, que cuenta con circunscripción
electoral propia, que al menos eligen a un diputado y el número de escaños que
corresponde a cada departamento de acuerdo con el número de electores lo
determina el Tribunal Superior de Justicia Electoral. En la práctica, la estructura
de las circunscripciones se ha traducido a cuatro circunscripciones uninominales
(Canindeyú, Presidente Hayes, Boquerón y Alto Paraguay) y catorce
plurinominales, de las cuales la más grande es Asunción y un total de trece
tienen una magnitud inferior a cinco. La circunscripción es única en el proceso
de elección de los cuarenta y cinco senadores. Las elecciones al Congreso y al
Senado se celebran de forma concurrente con las presidenciales.
Las elecciones a las diferentes instancias, Poder Ejecutivo, Poder Legislativo
y Departamentos son coincidentes en la misma jornada cada cinco años y no así
las elecciones para las Municipalidades que, celebrándose también cada cinco
años, se realizan en la mitad del periodo de mandato de las otras instancias. La
composición de las Juntas Departamentales y la elección de Gobernadores se
determinan por mayoría relativa de votos. La elección de los Intendentes
Municipales se realiza asimismo por mayoría relativa para un periodo de cinco
años y la composición de las Juntas Municipales o poderes legislativos locales,
en consonancia con el nivel de representación nacional se determina mediante
representación proporcional de lista cerrada y fórmula D’Hondt sin barrera
electoral.
Con la sanción del Código Electoral se aprobó la celebración de internas
partidarias de voto directo para la selección de candidatos, así como la
posibilidad de presentar candidaturas independientes para todos los puestos de
representación popular (art. 33). La presentación de candidaturas independientes
requiere un aval de firmas de electores equivalente al 0,5 por 100 de los votos
válidos emitidos en las últimas elecciones de que se trate.
Se permite a los partidos políticos la concertación de alianzas electorales
transitorias para las elecciones en los niveles de representación nacional,
departamental y municipal (art. 40 del Código Electoral). Las alianzas pierden su
vigencia cuando la Justicia Electoral declara el resultado de las elecciones que
las hubieran motivado. Los partidos políticos están obligados a realizar
elecciones internas para la selección de sus candidatos.
La Justicia Electoral, en la que es pieza destacada el Tribunal Superior de
Justicia Electoral, es la responsable de la convocatoria, organización, dirección,
supervisión y vigilancia de los actos y de las cuestiones derivadas de las
elecciones generales, departamentales y municipales, así como de los derechos y
de los títulos de quienes resulten elegidos (art. 273). El Tribunal Superior de
Justicia Electoral está compuesto por tres miembros, elegidos y removidos en la
forma establecida para los ministros de la Corte Suprema de Justicia (art. 275).

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

La Constitución paraguaya de 1992 define a los partidos políticos como


personas jurídicas de derecho público, que deben expresar el pluralismo y
concurrir a la formación de las autoridades electivas, a la orientación de la
política y a la formación cívica de los ciudadanos (art. 124). Si bien se señala
que todos los ciudadanos tienen el derecho a asociarse libremente en partidos
para concurrir a las elecciones (art. 125), se prohíbe a los partidos recibir auxilio
económico, directivas o instrucciones de organizaciones o estados extranjeros,
establecer estructuras que apelen a la violencia y constituirse con fines de
sustituir por la fuerza al régimen de libertad y de democracia, o de poner en
peligro la existencia de la República (art. 126). Asimismo, el Código Electoral
prohíbe la doble militancia, prevaleciendo siempre en última instancia la última
afiliación de la persona (art. 57).
Según este código un partido se puede incorporar a otro o se pueden fusionar
(art. 37). De igual manera están permitidas las alianzas entre partidos, en cuyo
caso cada partido vota en sus elecciones internas a los candidatos unipersonales
que tuvieren en dicha alianza y al número de candidatos pluripersonales que le
correspondiere en las listas de la misma (art. 44). Los candidatos electos en cada
una de las internas partidarias se integran con los candidatos de las demás
agrupaciones políticas aliadas en una lista de alianza (art. 45). En cuanto a la
organización y al funcionamiento interno de los partidos, el código establece la
obligatoriedad del criterio democrático, se reconoce el derecho de cualquier
afiliado a acceder a cargos de poder interno o a ser postulado a cargos de
representación popular (art. 59), siendo requisito ser electo por el voto directo,
libre e igual y secreto de los afiliados (art. 33); las listas de los partidos deben
asegurar la participación de al menos una mujer por cada cinco puestos (art. 32).
La tasa de participación en las elecciones primarias de los electores afiliados que
viene a ser un porcentaje superior a los dos tercios del censo electoral es inferior
al 40 por 100. Finalmente, se establece la financiación mixta de los partidos en la
cual no se pueden recibir donaciones o contribuciones de entidades extranjeras,
de entidades autárquicas o descentralizadas nacionales, departamentales o
municipales, o de empresas del Estado o concesionarias del mismo, de
asociaciones sindicales, patronales, gremiales o empresas multinacionales o de
personas que se encuentran en condición de subordinación administrativa o
relación de dependencia (art. 68).
El Código Electoral de 1996 eliminó las candidaturas independientes
incluidas en el anterior código de 1990 —el mayor éxito de esta figura fue
Carlos Alberto Filizzola, independiente que ganó la intendencia de la capital en
1991—. De esta manera, la participación política se ejerce a través de los
partidos y de los movimientos políticos cuyas diferencias residen en que los
movimientos desaparecen una vez trascurridas las elecciones y, además, pueden
ser regionales, contrario a los partidos que solo pueden tener carácter nacional.
Para poder ser candidato de un movimiento político se debe no haber participado
como postulante en elecciones partidarias concernientes al cargo en cuestión, no
integrar o haber integrado cargos directivos en los partidos políticos en los
últimos dos años, contar con el respaldo de un número de electores no menor al
0,50 por 100 de votos válidos emitidos en las últimas elecciones de que se trate,
y no en más de una candidatura (art. 86).
En términos del sistema de partidos paraguayo y en referencia al periodo
autoritario, la categoría que mejor califica el espíritu y la práctica «stronista» es
la de partido hegemónico, definido como el de un partido que no permite una
competencia oficial por el poder ni una competencia de facto. Se permitía que
existiesen otros partidos, pero como partidos de segunda, no dejándoles competir
con el partido hegemónico en términos antagónicos y en pie de igualdad. No
solo no se producía la alternancia, sino que no podía ocurrir, dado que ni siquiera
se contemplaba la posibilidad de la rotación en el poder.
En efecto, el sistema de partidos en el Paraguay poseyó los atributos de un
sistema de partido hegemónico cuyas repercusiones alcanzan hasta el final del
siglo XX al registrar el país el número efectivo de partidos legislativos (NEPp)
más bajo de toda América Latina, tendencia que en los últimos años ha
cambiado levemente. El papel de partido hegemónico lo desempeñaba
históricamente el Partido Colorado, produciéndose, además, una simbiosis entre
partido y Estado. En tiempos de Stroessner, todos los funcionarios públicos del
Estado o de colectividades locales tenían que estar obligatoriamente afiliados al
partido. La afiliación era requerida cada vez que una persona debía cobrar su
sueldo o pedir algún subsidio. Uno de los eslóganes famosos del Partido
Colorado era: «Quien no está con nosotros está en contra de nosotros», lo que
marcaba el grado de intolerancia existente.
NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS LEGISLATIVOS

1989 1993 1998 2003 2008 2013 Media


1,89 2,45 2,3 3,2 4,3 2,3 2,7

FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas (OIR) de la
Universidad de Salamanca (USAL) http://americo.usal.es/oir/opal/indicadores.htm#Paraguay.

Sin embargo, había dos categorías de partidos periféricos o secundarios, es


decir, diferentes al partido oficial. No todos los partidos podían llegar a ser
secundarios. Una de las exclusiones era la del Partido Comunista y la de todos
aquellos partidos que profesasen alguna ideología marxista. Otra limitación era
el no reconocimiento de aquellos partidos que se habían conformado u
organizado después de 1960. En aquella época existían solo tres partidos, pero
posteriormente, en 1966, se reconoció al Partido Liberal Radical, que era de
hecho la corriente mayoritaria del decimonónico Partido Liberal. Desde 1966
hasta el golpe de Estado contra Stroessner de 1989 no se reconocieron más
partidos a pesar de la aparición y conformación de otros nuevos, como el Partido
Demócrata Cristiano, el Liberal Radical Auténtico y el Movimiento Democrático
Popular.
Por su parte, la Asociación Nacional Republicana (ANR), o Partido Colorado,
fue fundada en 1887 por Bernardino Caballero y representaba los intereses
conservadores de los medianos y grandes propietarios rurales, definiéndose
como un partido popular que respetaba las libertades y apoyaba la intervención
estatal en la economía. Ha aglutinado a su vez a la masa de campesinos, más por
ser el partido estatal que está en el poder sin interrupción desde 1947, que por
similitud de ideologías. Su órgano más importante es la Convención Nacional,
convocada ordinariamente cada cinco años y, de manera extraordinaria a petición
de cincuenta Presidentes de Comisiones Seccionales y/o cincuenta Delegados
Convencionales. Como ha quedado dicho, durante la etapa de Stroessner sus
relaciones con el sistema oficial fueron muy estrechas, casi de una identificación
total. Existía un mecanismo que transmitía de arriba hacia abajo las consignas, y
todos los cargos públicos eran ocupados por miembros del partido. Los oficiales
del Ejército también pertenecían al partido, y el candidato que postuló año tras
año el Partido Colorado fue Alfredo Stroessner, circunstancia que fue
denunciada varias veces por los partidos opositores, pero sin éxito, ya que el
caudal real de este partido, por otra parte, encerraba como mínimo el 75 por 100
de los votos. La imposibilidad real de actuar remitió a la oposición
frecuentemente a propugnar la abstención, con lo que se suprimió la
confrontación de fuerzas, quedando solo la denuncia del fraude y la represión.
Tal fue el caso, por ejemplo, en 1973, cuando el Partido Revolucionario
Febrerista decidió no presentar candidatos a las elecciones y pregonó su voto en
blanco, quedando de hecho y por voluntad propia fuera del Parlamento. A su
vez, el general Stroessner ejerció una política de rechazo a grupos y corrientes
que levantaban las banderas de la autonomía propia. La última exclusión la
efectuó con la corriente tradicionalista, a la cual no le fue permitido participar en
la Convención extraordinaria del Partido Colorado en 1987.
Tras la transición democrática, el Partido Colorado siguió manteniendo una
posición mayoritaria en el seno del sistema político paraguayo alcanzando un
caudal electoral en los comicios presidenciales de 1998 de más del 53 por 100;
no obstante, posteriormente, en 2003 tuvo un fuerte declive electoral alcanzando
la presidencia con el 37 por 100 de los votos y en 2008 perdió las elecciones
alcanzando un 30 por 100, 10 puntos porcentuales menos que el ganador. En
cuanto a su presencia en el Congreso ha dispuesto de mayoría absoluta en ambas
Cámaras tras las elecciones de 1989 y de 1998, y de mayoría relativa en las
elecciones de 1993, 2003 y 2008, año en el que obtuvo su peor resultado. Los
dos principales problemas con el que se enfrentó este partido fue el engarce de
los militares en su estructura y la relación con las diferentes tendencias
secesionistas aparecidas en su seno de contenido no ideológico. Este último
aspecto tuvo como colofón la pérdida de la Presidencia en 2008 tras las disputas
entre las diferentes facciones por la candidatura presidencial de ese año. En la
siguiente cita electoral, no obstante, recuperó su carácter mayoritario pasando a
controlar la Cámara de Diputados y a ser la formación mayoritaria en el Senado.
EVOLUCIÓN DE LOS RESULTADOS Y COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS 1989-
2013

1989 1993 1998 2003 2008 2013


Partidos % de % de % de % de % de % de
Escaños Escaños Escaños Escaños Escaños
votos votos votos votos votos votos

ANR 73,05 48 44,72 38 51,99 45 35,3 37 31,1 30 38,3


PLRA 19,81 21 37,81 33 25,7 21 26,7 27 27,3
41,34 35 1
PEN 15,99 9
UNACE 14,7 10 17,6 15 6,1

Patria
7,14 15,3 10 5,4 3 2,6
Querida
Avanza
3,5
País
Frente
5,1
Guasú
APC 2

Otros 3,3 2 19,2 3

1 Escaños obtenidos por el PLRA-PEN, 26 del PLRA y 9 del PEN.


FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral y del Observatorio de
Instituciones Representativas (OIR) de la USAL.

Durante mucho tiempo las relaciones entre las Fuerzas Armadas y el Partido
Colorado fueron muy estrechas. Tras la desaparición del dictador, en el seno de
las Fuerzas Armadas se intentó continuar el papel desempeñado por Stroessner
de vínculo entre ambas instituciones. En este sentido, el general Lino Oviedo fue
el continuador de aquella estrategia. Si bien fue el líder más votado en las
elecciones internas del partido que debía elegir candidato presidencial en
septiembre de 1997, su liderazgo no hizo sino demostrar la profunda
heterogeneidad que mostraba este partido con sectores fuertemente antimilitares
y, a su vez, escindidos entre el apoyo al Presidente saliente, que había
propugnando con claridad políticas neoliberales, y al otro líder civil que era Luis
María Argaña más partidario de una visión estatista de la política. En términos
de la escala izquierda-derecha, es un partido que se sitúa claramente en la
derecha, aunque con el tiempo sus diputados lo ubican más al centro. En 2000
contaba con un número de afiliados que se acercaba al millón de militantes. Sus
principales bastiones regionales han sido Caazapá, Guaira, Paraguarí y A.
Paraguay.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA 1993-2008
(1 = Izquierda, 10 = derecha)

1993-1998 1998-2003 2003-2008 2008-2013

ANR PLRA PEN ANR PLRA PEN ANR PLRA UNACE ANR PLRA UNACE
Ubicación
ideológica
de su 6,2 5,3 4,3 5,9 5,3 5,7 5,3 6,7 7,1 5,4 6,1 7,2
partido
político

(n) 22 18 5 36 21 8 27 24 14 27 25 14
Ubicación
ideológica
de los
7,4 5,9 5,2 7,9 6,1 4,9 6,3 6,8 8,2 6,3 6,8 8,2
otros
partidos
políticos

(n) 23 26 34 28 43 52 45 46 14 45 46 57

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político? ¿dónde situaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

El Partido Liberal también surgió en 1887 y alternó en el poder con el Partido


Colorado hasta 1940 desde su ascenso al poder en 1904 gracias a un golpe de
Estado. Las agitaciones de la guerra civil le debilitaron, pero en la legalidad fue
la única fuerza que pudo oponerse tímidamente a Stroessner. Durante la
dictadura apareció como defensor de los derechos humanos y de un modelo de
Estado representativo basado en una organización jurídica de la sociedad, con
leyes dictadas por el consentimiento general, sobre la base del respeto a la
soberanía nacional, en elecciones libres y periódicas. Asimismo rechazó toda
forma de gobierno fuerte y dictatorial, clamando por el pluripartidismo.
El Partido Liberal, como ya ha quedado dicho, sufrió una serie de divisiones
internas debido fundamentalmente a las diferencias ideológicas y, en parte, a la
imposibilidad de convertirse en una auténtica fuerza opositora, haciendo mella
en él la no competitividad del sistema. En 1963 este Partido no consiguió
alcanzar el 10 por 100 de los votos, fracaso que desencadenó la primera escisión
en Partido Liberal y Partido Liberal Radical. Este último, en 1967, al redactarse
la Constitución, era la primera fuerza opositora con casi el 25 por 100 de los
escaños, conformando, por consiguiente, la oposición oficial.
EVOLUCIÓN DE LOS RESULTADOS Y COMPOSICIÓN DEL SENADO 1989-2013

1989 1993 1998 2003 2008 2013


Partidos % de % de % de % de % de % de
Escaños Escaños Escaños Escaños Escaños
votos votos votos votos votos votos
ANR 73,05 24 42,14 20 49,32 24 32,9 16 27,2 15 35,9

PLRA 19,81 11 34,85 17 24,7 12 27,1 14 24,0


40,13 20 1
PEN — 17,3 8 2,2 1 3,2
UNACE 13,7 7 18 9 3,7

Patria
15,2 7 8,1 4 1,8
Querida

PPS 4,4 2 3,2 1

Frente
9,9
Guasú
Otros 1 1 2 4,8

1 Escaños obtenidos por el PLRA-PEN, 13 del PLRA y 7 del PEN.


FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal Superior de Justicia Electoral y del Observatorio de
Instituciones Representativas (OIR) de la USAL.

En 1977, para superar las crisis internas en el seno de la familia liberal, se


anunció la creación del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), al que el
gobierno le puso trabas sustanciales para participar. Aunque la fuerza del Partido
Liberal fue mermando poco a poco, de manera que, las propuestas de recambio,
vinieron de otras corrientes, principalmente de la Democracia Cristiana y del
Partido Revolucionario Febrerista. Así, tras la transición a la democracia, el
PLRA se convirtió en el segundo partido del país bajo el liderazgo continuo de
Domingo Laíno. De carácter centrista aunque paradójicamente en el último
periodo legislativo sus diputados se ubican más a la derecha, este partido es
miembro de la Internacional Liberal Progresista y para 2000 tiene una afiliación
en torno a 550.000 miembros. Fue el principal partido que apoyó al ex
Presidente Fernando Lugo, y uno de sus miembros asumió la presidencia una
vez depuesto dicho presidente. Sus principales resortes regionales han sido
Concepción, Cordillera, Alto Paraná, Central y Amambay. Las elecciones de
2013 volvieron a relegarle al tradicional segundo lugar.
Otros partidos que han tenido relevancia son los ya citados Partido
Revolucionario Febrerista, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista todos
ellos de carácter extraparlamentario, así como el Partido Encuentro Nacional
(PEN).
La primera aparición del Partido Revolucionario Febrerista fue tras el golpe
de Estado de febrero de 1936, a cargo de Franco, aunque bajo la denominación
de «movimiento febrerista». En realidad apareció plenamente formado en 1951
con una mezcla heterogénea de integrantes tales como liberales, nacionalistas,
socialistas, democráticos y radicales, que participaron en las diferentes
elecciones, obteniendo una muy escasa representación (menos del 3 por 100 de
los votos). El Partido se ha definido como organización representativa de los
trabajadores manuales e intelectuales, del campo y de la ciudad y de toda
agrupación que tuviera el anhelo de liberar al pueblo paraguayo. Durante la
etapa de Stroessner planteó como forma de oposición la abstención y, una vez
integrado en el ya citado Acuerdo Nacional, unió sus fuerzas con los otros
partidos, pero sin obtener tampoco buenos resultados. Finalmente, se puede
afirmar que su base social real estaba en la clase media, intelectuales y
comerciantes y que formó parte de la Internacional Socialista. Tras la transición
a la democracia, su líder Euclides Acevedo apenas pudo encontrar un espacio
político para el partido en la nueva arena política. Desde entonces ocupa un
espacio marginal en la política paraguaya, en 2007 entró a integrar la Alianza
Patriótica para el Cambio (APC) que respaldaba al Fernando Lugo; y en 2011
hizo parte del Espacio Democrático, un sector interno del Frente Guasú, la
concertación de partidos de izquierda que reúne a la APC con la coalición de
partidos Espacio Unitario - Congreso Popular (EUCP).
La Democracia Cristiana no estuvo reconocida legalmente, aunque funcionó
en la clandestinidad sin realizar manifestaciones ni participar en las elecciones.
En 1960 se organizó en el Movimiento Demócrata Cristiano, con una ideología
similar a los demócratas cristianos chilenos y venezolanos. La no legalización
del partido llevó a sus miembros a participar también en 1978 en el Acuerdo
Nacional. Su fuerza se centraba en los estudiantes y los intelectuales católicos, si
bien su importancia decreció enormemente según transcurría la década de 1990.
Actualmente, hace parte del Frente Guasú.
El Partido Comunista (PCP) estaba directamente prohibido por la
Constitución de 1967. Fue fundado en 1928 y tuvo bastante fuerza en los
sindicatos, sobre todo los ferroviarios y portuarios de los años treinta, pero la
revolución febrerista y la guerra civil llevaron a todos sus dirigentes al exilio. A
su vez existieron diferencias dentro de este mismo partido, conformando grupos
de pro-chinos y de pro-soviéticos. Apenas tuvo fuerza y la represión constante a
la que estuvo expuesto hizo que fuese un partido simplemente ideológico con
escasa actividad política, situación que no ha cambiado en los últimos años.
Respaldó a Lugo en las elecciones de 2008, y hace parte del Frente Guasú
aunque en 2010 retiró su apoyo a Lugo por considerar que su gobierno había
tenido una deriva hacia la derecha.
El Partido Encuentro Nacional (PEN), fundado en 1991 a partir de la
candidatura a la presidencia de la República del empresario Guillermo Caballero
Vargas, es una fuerza de centro izquierda con sus bases electorales ubicadas en
torno a la capital (Asunción). Los comicios de 1998, polarizados entre colorados
y liberales, le hicieron que su representación en el Congreso de nueve diputados
y siete senadores se viera diluida con estos últimos. Durante toda la década de
1990 fue una tercera fuerza clave, sin embargo a partir de 2000 quedó relegado a
un segundo plano al no contar con un respaldo electoral suficiente para ocupar
puestos de poder, su decadencia se acentuó en los comicios de 2013.
En los últimos años, dos fuerzas políticas lograron cierta relevancia. Por un
lado, la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE), creada en 2002 por
seguidores del General golpista Lino Oviedo, es una formación de orientación
nacionalista y de derecha que ha llenado el espacio que antes ocupaba el PEN. Y,
por otro lado, está el Partido Patria Querida (PPQ) fundado en 2002 que al igual
que UNACE comparten una ideología de derecha pero en este caso con una base
cristiana. Su principal líder es Pedro Fadul quien obtuvo la tercera votación en
las elecciones presidenciales de 2003, ese año el PPQ obtuvo su mejor votación
también en las legislativas, no obstante, en 2008 perdió toda relevancia.
Justamente, la coyuntura de las elecciones de ese año supuso un importante
cambio en la distribución de poder en Paraguay. Por primera vez, las fuerzas de
izquierdas y el PLRA lograron llegar al poder, mientras que los colorados
perdieron su papel hegemónico tradicional. No obstante, con el devenir de los
acontecimientos en el gobierno de Lugo hace presagiar la vuelta a la existencia
de dos partidos importantes con representación parlamentaria con una tendencia
hacia el faccionalismo —consecuencia de su débil estructura interna y del fuerte
peso del personalismo de sus líderes— y diversas fuerzas de izquierda con
escaso o nulo peso electoral entre las que destaca el Frente Guasú, un
conglomerado de distintas agrupaciones de izquierda y de movimientos sociales
de los «sin tierras», «sin techos» o «carperos». En las elecciones de 2013 y
debido de nuevo al tirón de la candidatura de Fernando Lugo se convirtió en el
tercer partido en el Senado, pero sus resultados electorales tanto en las
elecciones presidenciales como en las legislativas a diputados fueron muy pobres
a pesar de dar cabida a once formaciones. Otra candidatura de izquierdas ha sido
Avanza País integrada por seis partidos y movimientos entre los que se
encontraban el Partido Revolucionario Febrerista, el Movimiento al Socialismo,
el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Paraguay Tekopyahú. Sumadas
electoralmente estas dos expresiones de izquierda contabilizan una fuerza
electoral que oscila entre el 7 por 100, tomando en consideración el sufragio
presidencial y el 15 por 100 cuando se tiene en cuenta el voto al Senado.

2. OTROS ACTORES

Después de la guerra civil de 1948, todos los oficiales liberales y febreristas


fueron eliminados del rango militar. Con esta medida se reafirmó el hecho de
que la militancia «colorada» era un requisito imprescindible para pertenecer a
dicho estamento. De esta manera, las Fuerzas Armadas constituyeron el pilar del
gobierno de Stroessner. Durante ese periodo, el Ejército, que llegó a contar con
aproximadamente 17.000 hombres y una gran fuerza paramilitar, tuvo funciones
relativas al mantenimiento de la seguridad nacional. El Comandante en Jefe era
el propio Presidente, quien tenía a su cargo todos los nombramientos.
Dada la nula participación que tuvieron estas Fuerzas Armadas en
intervenciones militares con el exterior y en defensa del territorio nacional, por
falta de conflictos fronterizos en los últimos años, se puede decir que su función
fue prácticamente relegada a las voluntades del gobierno y del partido oficial en
la organización de una fuerte represión militar y policial y en las tareas de
control del negocio del contrabando.
Sin embargo, la patrimonialización de la política paraguaya llevada a cabo en
la época de Stroessner también afectó a la institución armada en la que el
dictador quiso imponer a su hijo como delfín político, circunstancia que no fue
aceptada por un sector relevante de las Fuerzas Armadas que lideró el
derrocamiento de Stroessner y la consiguiente apertura democrática. Durante la
década de 1990 los equilibrios entre las Fuerzas Armadas y el Partido Colorado
fueron bastante difíciles, habida cuenta de que en éste triunfó la rama neoliberal
cuyas políticas quebraron ciertas posiciones económicas de monopolio de los
militares. Estos equilibrios se rompieron bajo el liderazgo militar de Lino
Oviedo quien primeramente conspiró contra el orden constitucional, luego plantó
cara a la clase política en el seno del propio Partido Colorado y, finalmente, retó
a las instituciones legislativas y judiciales amparándose en el triunfo electoral
presidencial en 1998 del candidato al que explícitamente pasó su testigo político.
Desde la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNACE), agrupación política
controlada por Oviedo y muy activa sobre todo en el Alto Paraná, éste continuó
teniendo gran presencia en la vida pública del país hasta su muerte en 2013.
Con respecto al movimiento sindical, en mayo de 1996 se conmemoraron en
Paraguay varios aniversarios de eventos fundacionales, tales como los 90 años
del inicio de la primera central obrera en 1906, la Federación Obrera Regional
del Paraguay (FORP), los 60 años del inicio del sindicalismo unitario y pluralista
con la creación de la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) en 1936 y
los 45 años de la Fundación de la Confederación Paraguaya de Trabajadores
(CPT) en 1951. Pero, sobre todo, los 10 años del inicio en 1986 de la
reorganización del movimiento obrero paraguayo, tras la puesta en marcha del
Movimiento Intersindical de Trabajadores (MIT).
El problema laboral en Paraguay responde a un estilo de gestión patronal.
Enfrenta a un empresariado acostumbrado, en su gran mayoría, a ver en las
reivindicaciones obreras problemas relativos al orden público o al sabotaje
económico. De suerte que se reconoce en esto la labor de gendarme del Estado,
solo que hay que precisar que éste entra en complicidad con una forma de
despotismo patronal que está enquistado, en mayor o menor grado, en los
diversos sectores y ramas de la producción.
La reorganización obrera cuenta hoy con el apoyo social del cual careció en
el pasado. En la década de 1950 hubo movilizaciones obreras sin apoyo
campesino y, por el contrario, 20 años más tarde fueron las luchas campesinas
las que no se vieron acompañadas por un movimiento urbano. Esta situación
cambió al establecerse el diálogo entre los otros movimientos sociales cuyo foro
era el Encuentro Permanente de Organizaciones Sociales (EPOS). La actividad
sindical fue muy intensa a finales de la década de 1990 como consecuencia de la
frontal oposición al proyecto de privatizaciones de Luis González Macchi. Las
organizaciones sindicales lograron paralizar el país con una huelga general de 48
horas en junio de 2000 y en marzo de 2001 la Mesa Coordinadora Nacional de
Organizaciones Campesinas protagonizó una marcha de protesta de 30.000
campesinos sobre Asunción.
La Confederación Paraguaya de Trabajadores (CPT) integra a 120 sindicatos
y sigue la línea oficial; por otra parte, los demócratas cristianos inspiran a la
Central Nacional de Trabajadores (CNT), federación que asocia a sindicatos,
federaciones, Comités, asociaciones de Trabajadores, cooperativas, y
organizaciones campesinas, la cual nunca fue reconocida por el gobierno de
Stroessner. En el mundo rural se encuentra la Federación Nacional Campesina de
Paraguay (FNC) que es considerada la organización con mayor capacidad de
movilización en el país. Contrariamente a otras organizaciones, la FNC se
mostró distante de la candidatura de Fernando Lugo al considerar como poco
probable cumplimiento de la promesa referente a la reforma agraria, como así
sucedió.
Tras el intento fallido de golpe de Estado de 1996 surgió el Movimiento
Jóvenes por la Democracia que rebrotó como consecuencia de la crisis de finales
de 1998 y que tuvo gran protagonismo en los sucesos de marzo de 1999. Jóvenes
por la Democracia estaba dirigido por líderes pertenecientes a las juventudes de
los principales partidos políticos y ha tenido como principal finalidad la
búsqueda del respeto a la Constitución violada por el dúo Cubas-Oviedo.

3. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

El Barómetro de las Américas: 2006-2012 —Proyecto de Opinión Pública de


América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrece datos
relevantes sobre la evolución de la opinión pública de Paraguay en el citado
lapso. La valoración de la confianza en distintas instituciones se ha mantenido en
valores intermedios. Si bien la Iglesia Católica es la institución en la que los
paraguayos depositan más confianza con gran diferencia sobre las restantes
consideradas ha crecido levemente la confianza en otras instituciones públicas
con la excepción de los partidos políticos que siguen manteniendo un nivel de
baja confianza. En cuanto al promedio de participación en organizaciones
formales Paraguay muestra cifras más altas en comparación con los países
vecinos habiéndose además incrementado en este periodo, destacándose sobre
todo la participación en organizaciones religiosas donde se registra uno de los
porcentajes más altos de América del Sur.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN PARAGUAY, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012

Iglesia Católica 5,77 5,40 5,42 5,63


Fuerzas Armadas 3,91 3,49 4,39 4,05
Tribunal Supremo Electoral 3,05 2,32 3,33 3,46
Congreso Nacional 2,63 2,47 3,09 3,31
Gobierno Nacional 3,07 2,30 3,95 —
Corte Suprema 2,81 2,27 3,23 3,29
Municipalidad 3,87 3,60 4,16 4,23
Procuraduría General — — 3,66 —
Partidos Políticos 2,53 2,17 2,79 2,77
Policía 3,04 2,75 3,20 3,49

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN PARAGUAY, 2006-2012


(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012

Organización religiosa 66,9 61,9 71,9 76,9


Asociación de padres de familia 33,2 44,0 49,5 42,4
Mejoras para la comunidad 22,4 30,8 35,3 30,2
Partido político 10,0 20,0 20,7 21,0
Asociación de profesionales 6,8 9,8 17,3 9,4
Sindicato 2,0 4,1 — —

La conformidad de la democracia como mejor forma de gobierno es media


aunque ha ascendido entre 2008 y 2012 habiendo pasado del 60 por 100 al 67
por 100 de los entrevistados que depositan su confianza en esta forma de
gobierno (valores 5 al 7 en la escala). Con respecto al grado de satisfacción con
la democracia ha ido en notable aumento incrementándose la misma de año en
año a partir de 2008. Los satisfechos con la democracia han pasado del 20,5 por
100 en 2006 a ser el 46,6 por 100 en 2012.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (en
porcentaje)

2008 2010 2012

Muy en desacuerdo (1) 9,3 5,2 5,5


2 6,7 6,9 6,2
3 14,0 15,8 10,1
4 9,3 14,4 11,2
5 18,0 15,7 16,8
6 12,9 17,3 13,8
Muy de acuerdo (7) 29,7 24,8 36,4

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN PARAGUAY


(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012


Muy satisfecho 1,1 1,4 2,7 2,7

Satisfecho 19,4 18,6 49,8 43,9

Insatisfecho 41,5 50,0 43,4 48,6


Muy insatisfecho 38,1 30,0 4,1 4,8

La sociedad paraguaya se ubica en valores de centro derecha con ligera


tendencia hacia la derecha ocupando la posición más derechista de los casos de
América del sur.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN PARAGUAY
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media

2008 5,52
2010 5,84
2012 6,18

Los problemas vinculados con cuestiones económicas son los que afectan de
manera más grave a la sociedad paraguaya habiéndose mantenido estables entre
2008 y 2012. Concitan la preocupación de más de la mitad de los paraguayos.
Siendo Paraguay uno de los países donde la corrupción se considera más alta,
sorprende que para la población, ésta sea un problema de poca importancia.
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA PARAGUAY, 2006-2012
(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012

Economía, problemas con, crisis 7,5 7,0 9,5 12,4


Desempleo 34,5 34,8 22,1 28,2

Pobreza 10,9 10,3 11,2 10,6


Delincuencia 4,8 2,4 8,6 5,0

Corrupción 10,3 5,2 9,3 5,2

Salud, falta de servicio 5,2 15,7 1,7 3,5


Falta de seguridad 8,1 8,8 14,4 14,6

Otros problemas 18,8 15,9 23,2 20,3

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas».

V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y DE CONSULTA


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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB
INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Cámara de Diputados: http://www.camdip.gov.py


Cámara de Senadores: http://www.senado.gov.py
Tribunal Superior de Justicia Electoral de Paraguay: http://www.tsje.gov.py
Presidencia de Paraguay: http://www.presidencia.gov.py
Gobierno de Paraguay: http://www.paraguaygobierno.gov.py

PARTIDOS POLÍTICOS:

ANR: http://www.quanta.net.py/ifes/partidos/anr.htm
PLRA: http://www.quanta.net.py/ifes/partidos/plra.htm
PEN: http://www.encuentronacional.org.py/
PRF: http://www.prf.org.py/
PCP: http://www.pcparaguay.org/
UNACE: http://www.unace.org.py/
PPQ: http://www.patriaquerida.org/
CAPÍTULO V

URUGUAY

I. INTRODUCCIÓN
Durante muchos años, Uruguay fue considerado retóricamente la «Suiza de
América». La implantación de un estado del bienestar sui generis, la existencia
de una sociedad homogénea y culta, la puesta en marcha de pautas políticas que
a la vez fomentaban la participación y excluían del juego político a sectores no
tradicionales, en fin, el predominio de patrones institucionales, ofrecían la
imagen de una sociedad extraña a su entorno latinoamericano. Aquella imagen
idílica tiene su correlato en la actualidad con los indicadores de corte político
que sitúan a Uruguay por delante de los restantes países latinoamericanos.
Sin embargo, Uruguay también sufrió los efectos de la crisis de 1929 y como
otros países cambió paulatinamente su modelo de inserción internacional al de
sustitución de importaciones. La crisis definitivamente lanzada tras las
conflagraciones mundiales en la década de 1950 se vio dramáticamente
acelerada por la aparición de la subversión tupamara, que hizo cerrar filas a los
sectores más retrógrados de la sociedad en torno a un proyecto de seguridad
nacional en el que se preservaran los intereses de la oligarquía agroexportadora.
La implantación del Estado burocrático autoritario a partir de 1973 fue
quebrándose poco a poco frente a una sociedad civil con una cultura política en
la que las largas décadas de institucionalidad democrática habían dejado su poso.
Tampoco el modelo económico aplicado ni la coyuntura internacional le fueron
propicios en la década de 1980.
Después de la transición democrática de 1984 y del primer periodo
postautoritario que se cierra con las elecciones de noviembre de 1989, el sistema
político uruguayo, una vez procesado el diferendo del legado autoritario, entró
en una etapa de normalización en la que se produjo la alternancia entre blancos y
colorados con un trasfondo dominado por el continuo ascenso de la izquierda
usufructuadora de una sociedad con una elevada capacidad movilizadora y
reivindicativa. Por otra parte, en 1996 se produjo una reforma muy importante
del régimen electoral que acabó con una tradición de décadas y cuyos efectos no
hicieron sino prolongar el dominio de la clase política de los partidos
tradicionales en la presidencia tras las elecciones de finales de 1999 puesto que
la izquierda ya se posicionó como la bancada más importante. La novedad que
supusieron las elecciones internas en los partidos políticos celebradas en abril de
dicho año produciendo un solo candidato por partido fue uno de los mecanismos
institucionales más relevantes del momento con el que se cerró el siglo. En 2004
y tras haber gobernado por 14 años la intendencia de Montevideo la izquierda
llegó finalmente al poder alcanzando dos éxitos electorales consecutivos que se
consagraron no solo con el control del Ejecutivo, sino también de las dos
Cámaras.
La recuperación de la democracia ha supuesto la vuelta a patrones de notable
calidad de la misma de acuerdo con un comportamiento político con niveles muy
altos de participación y una representación política extremadamente amplia
donde se articula a la perfección el eje izquierda-derecha; por otra parte, los
valores democráticos de la ciudadanía y el capital social de la misma son, con
diferencia, los más pujantes de América Latina. La cultura política de los
uruguayos se ha caracterizado por presentar alto apoyo al sistema democrático,
algo más bajo nivel de satisfacción con el funcionamiento de la democracia y
confianza institucional. Estos niveles solo han sido afectados mínimamente
durante la grave crisis económica de 2002, y recuperados junto a las elecciones
de 2004, lo que refleja la capacidad de las instituciones para re-conquistar a los
ciudadanos. Por otra parte, Uruguay ha seguido profundamente dividido con
respecto al delicado asunto de la reparación de las violaciones de los derechos
humanos ocurridos durante la dictadura. Si bien el país se ha expresado en dos
ocasiones (1989 y 2009) validando la ley de amnistía aprobada en el primer
gobierno democrático con el 42 y el 48 por 100 del voto en contra,
respectivamente, el asunto sigue sin estar cerrado con implicaciones
internacionales derivadas de una decisión de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos señalando la violación de aquélla de la Convención
Interamericana de Derechos Humanos, los tribunales uruguayos han avanzado
poco a poco condenando a destacados delincuentes del periodo militar.
En términos sociodemográficos, Uruguay presenta unas tasas de población
urbana de las más altas de América Latina, así como de alfabetización y de
participación de la mujer en la actividad económica lo que le hace mostrarse
como un país con unos patrones de modernización muy elevados.
Los indicadores económicos proyectan la imagen de un país con tasas de
inflación altas en el último medio siglo que se han ido reduciendo de forma
constante, pero muy lentamente, y una dependencia media de las exportaciones
de productos primarios. La crisis de la década de 1980 se fue superando a lo
largo de la década siguiente con tasas de crecimiento relevantes, gracias a una
estrategia gradualista que logró evitar las consecuencias negativas generadas por
las políticas de choque aplicadas a otros países. Hacia 1999, el país cayó en un
periodo de recesión, que junto a la crisis de la vecina Argentina, tuvo efectos
desastrosos sobre la economía uruguaya a lo largo de los últimos años del siglo
XX e inmediatos siguientes. Solo hasta 2003 la economía uruguaya volvió a
crecer alcanzando algunos años tasas del 10 por 100 como en 2004 y en 2010.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE URUGUAY

1970 1985 1990 1995 2000 2005 2010


Población total (en miles) 2.808,0 3.009,0 3.106,0 3.218,0 3.337,0 3.325,0 3.373,0

Población urbana (en porcentaje) 82,1 89,2 90,5 91,7 92,6 91,9 92,4

Desempleo urbano (en porcentaje) 9,2 13,6 21,1 7


Hogares urbanos bajo la línea de
11,8 5,6 18,1* 8,6*
pobreza (en porcentaje)
Población analfabeta de 15 y más años
6,1 5,3 3,4 — 2,2 3,5 3,2
de edad (en porcentaje)

Tasas de participación en la actividad


26,2 38,5 40,0 42,4 44,1 43,9 43,8
económica de la mujer

* Población urbana en situación de pobreza.


FUENTE: Elaboración propia con datos de la Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE URUGUAY

1995- 2001- 2006-


1980-90
2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a


–0,6 0,6 1,2 6,0
precios constantes
Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 60,6 15,5 10,3 7,2
PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 4.990,2 4.722,5 6.194,6

Deuda externa total (en millones de dólares) 38.439,0 45.455,0 107.015,0 115.995*

* Hasta 2008.
FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

La formación de la Banda o Provincia Oriental, denominación por la que se


conocía a Uruguay a principios del siglo XIX como Estado soberano, estuvo
condicionada entre 1810 y 1830 por la existencia de al menos cuatro factores
que se proyectaron decisivamente en la evolución política posterior: la lucha
entre los puertos del Río de la Plata, la oposición entre la ciudad de Montevideo
y el territorio interior de la provincia, el enfrentamiento por la tutela del nuevo
Estado entre las Provincias Unidas del Río de la Plata (Argentina) y Brasil, y la
mediación de Inglaterra en la solución a alcanzarse asegurándose, en todo caso,
una privilegiada situación para la futura dominación del Plata. Durante estas dos
décadas la Banda Oriental ensayó bajo el mando de José Artigas (1811-1819) su
engarce federal con el Río de la Plata, posteriormente, y hasta el desembarco de
los Treinta y Tres patriotas en 1825, estuvo controlada por la corona portuguesa
y a continuación por Brasil. La soberanía política plena no la alcanzó hasta el 18
de julio de 1930, fecha en la que quedó promulgada la primera Constitución de
la República Oriental del Uruguay.
La Constitución de 1830 estuvo vigente hasta 1918. Si bien en este largo
periodo la vida institucional y política del país no se caracterizó por su
tranquilidad, tampoco se puede decir que en ese lapso la Constitución tuviera
una vigencia ininterrumpida. La Constitución cubría una realidad en la que el
caudillismo, la fuerza y la violencia eran en realidad los verdaderos factores que
definían la forma de gobierno. El presidencialismo, por otra parte, fue uno de los
elementos más característicos de la evolución institucional uruguaya.
Hasta prácticamente el gobierno de Lorenzo Latorre (1876-1880) la política
estuvo afectada por un fuerte sucursalismo de sus dos vecinos. Esta característica
quedó patente en la intervención de Uruguay junto con Argentina y Brasil en la
guerra de la Triple Alianza contra Paraguay y, más concretamente, por la manera
en que se formó y articuló la división política del país en lo que fueron luego los
partidos políticos. En el seno de un enfrentamiento civil en 1836, que opuso a los
partidarios de Rivera contra los del gobierno de Oribe, surgieron las dos divisas
tradicionales de colorados y blancos, con influencia hasta el presente. De forma
general puede mantenerse que los blancos actuaban vinculados con las
tendencias federales argentinas, se nutrían de elementos campesinos del interior
del país y poseían un carácter más conservador y tradicional. Por su parte, los
colorados se relacionaban fundamentalmente con el unitarismo porteño, su
clientela principal era la ciudadanía de Montevideo, y su carácter era más liberal.
A partir de la década de 1870, estas banderías políticas se convirtieron en
partidos políticos nacionales (el Partido Blanco asumió el nombre de Partido
Nacional) y comenzaron a formalizar un sistema político en el que ni había
espacio para otras formaciones ni hubo posibilidad para la alternancia. Lo
primero se confirma al constatar que el Partido Constitucionalista, creado a
finales de siglo por una elite excepcional de intelectuales, fracasó en su intento
de ocupar una parcela en la escena política, mientras que lo segundo se
demuestra por cuanto que el Partido Colorado estuvo ininterrumpidamente en el
poder entre 1865 y 1958. Aunque la oposición blanca legitimaba esa realidad
que empezó a cambiar con los triunfos de este partido en las elecciones
legislativas a partir de 1925.
Finalizado el ciclo revolucionario que supusieron los movimientos armados
de 1897 y 1904, la actividad política entró en un periodo de acelerada
modernización, en la que no fue ajena la personalidad de quien fuera a
comienzos de siglo Presidente en dos oportunidades: José Batlle y Ordóñez. Este
político se inclinó hacia una posición democrática estatista que logró la
intervención estatal en los principales servicios públicos y que, unida a una
ideología antirreligiosa y de fuerte contenido popular, transformó Uruguay.
También en esta época los partidos Colorado y Nacional supieron ganarse al
electorado inmigrante que estaba perfilando una sociedad muy diferente.
Paralelamente, surgieron a principios de siglo el Partido Socialista, en un
proceso que va de 1904 a 1912 y que se escindió en 1917 en el Partido Socialista
propiamente dicho del Partido Comunista, y la Unión Cívica, que intentó reunir
al electorado católico.
El reformismo batllista quedó consagrado en la Constitución de 1918, que
sustituyó a la de 1830, como consecuencia de un pacto político alcanzado por
blancos y colorados. El nuevo texto, que no modificó la estructura ni la
organización del Poder Legislativo, aportó una novedad importante que estaba
en la mente de Batlle y Ordóñez y que se basaba en la idea de eliminar el poder
personal y de impedir la injusticia y la arbitrariedad en la acción del Poder
Ejecutivo: el Ejecutivo colegiado. El acuerdo al que llegaron el Partido Colorado
y el Partido Nacional redujo la ambición de esta medida y la Constitución
sancionó una fórmula mixta: el Poder Ejecutivo se delegaba en el Presidente de
la República y en el Consejo Nacional de Administración (art. 70). En otros
apartados se establecían las llamadas garantías del sufragio, democratizándose y
haciéndose más liberales las normas respecto a la ciudadanía, se separaba la
Iglesia del Estado y se profundizaba la descentralización administrativa y
departamental.
La división del Poder Ejecutivo en dos órganos separados e independientes
produjo ineludibles conflictos, especialmente en aquellas ocasiones en que
ocupó la Presidencia de la República un hombre de partido, dispuesto a hacer su
política. El predominio de los colorados se mantuvo ante el Partido Nacional
que, liderado por Luis A. Herrera, vio como en 1922, 1926 y 1930 quedaba
derrotado en elecciones denunciadas por numerosas irregularidades. Esta
situación de inestabilidad, conjuntamente con los efectos de la crisis económica
de 1929, que afectó seriamente al modelo agroexportador que imperaba, provocó
el golpe de Estado de 1933. La situación fue hábilmente reconducida por
sectores del Partido Colorado que impulsaron un proceso de reforma
constitucional. A partir de ese momento la vida política quedó alterada con cierta
frecuencia de suerte que cada crisis política se vio seguida de un cambio
constitucional. La Constitución de 1934, reformada en 1936 y en 1938, fue
sustituida en 1942 por un nuevo texto constitucional; éste lo fue en 1952 y, otra
vez en 1967 y finalmente en 1997 se promulgó la Constitución hoy vigente tras
el interregno del autoritarismo militar.
Las distintas reformas mejoraban técnicamente el régimen político pero
igualmente se iban a reforzar las medidas que potenciaban el constreñimiento de
la clase política en dos grandes familias y aquellas que incluso potenciaban el
papel hegemónico del Partido Colorado. Auspiciados por la primera Ley
Electoral de Lemas de 1934, que recogía, organizaba y daba nueva trascendencia
y proyecciones, como más tarde se verá, al principio del doble voto simultáneo,
el bipartidismo tradicional, en lugar de escindirse como correspondería a una
sociedad pluralista y heterogénea, se consolidó. En efecto, desde 1934, dentro
del Partido Colorado cabía referirse a una rama oficial y a un sector batllista; y
dentro del Partido Nacional, a un grupo independiente y a otro herrerista.
La década de 1940 aportó un nuevo periodo de prosperidad al país que superó
temporal y coyunturalmente los efectos de la crisis de 10 años antes, aunque sus
causas estructurales no habían desaparecido. La explosión del mercado
exportador de carnes trajo el consiguiente despegue económico. La llegada a la
Presidencia de Luis Batlle Berres en 1947 acentuó la política dirigista y estatista,
transformando al Estado en el gran árbitro de todos los contenciosos sociales y
económicos. El neobatllismo no solo aportaba una legislación social y laboral
avanzada, así como la creación de distintos organismos públicos, la realización
de obras públicas y la industrialización del país con bases que no eran sólidas,
sino que también estaba empecinado en la reforma política. Nuevamente quedó
planteada la reforma constitucional que posibilitase retomar la fórmula del
Ejecutivo colegiado o pluripersonal. La Constitución de 1952, que para su
aprobación contó con el amplio consenso de las fuerzas políticas, estableció que
el Poder Ejecutivo sería ejercido por el Consejo Nacional de Gobierno,
organismo colegiado de nueve miembros, de los cuales seis se distribuirían entre
los candidatos del partido mayoritario y tres entre los de la minoría mayor (arts.
150 y 151). De este modo se adoptó finalmente en el país una solución
pluripersonal integral en la organización del Poder Ejecutivo, superándose la
fórmula híbrida a que se había llegado en 1918.
Durante el gobierno colorado (1954-1958) comenzaron a desatarse diferentes
problemas sociales. Obreros y estudiantes fueron severamente reprimidos en lo
que sería, por una parte, las primeras muestras de quiebra de un sistema que
necesitaba urgentes medidas de reforma estructural y, por otra parte, la adopción
de un talante preautoritario en las formas de contestar a las demandas sociales.
Las elecciones de 1958 abrieron, tras 93 años de oposición, un periodo de
gobierno blanco que se cerró en 1966. El triunfo electoral fue propiciado por la
combinación de los blancos del herrerismo con el recién aparecido ruralismo,
movimiento poujadista liderado por Nardone. El programa de gobierno se
articulaba en una revisión de la política bajo posiciones éticas, criticaba al
batllismo y representaba la reacción del agro contra el modelo del Estado
asistencial. No obstante, la clave del funcionamiento del sistema que hasta 1958
fue la capacidad de extraer fondos del sector agropecuario para fomentar el
desarrollo industrial hasta los límites posibles de su crecimiento, fortificar el
Estado y mantener en forma el sector de servicios, durante el gobierno del
Partido Nacional se fue desintegrando paulatinamente, adoptando éste una
política liberal en lo económico.
Las elecciones de 1966 dieron el poder al Partido Colorado y abrieron un
nuevo proceso de reforma constitucional que culminó con la puesta en marcha
de la Constitución de 1966, hoy en vigor y que, entre otros puntos, consagraba la
vuelta a la forma de gobierno presidencial unipersonal. El gobierno colorado
presidido por el general Óscar Gestido hasta su temprana muerte, que produjo un
colapso en el tradicional esquema político, no supo articular respuestas efectivas
ante la crisis en que se encontraba el Estado uruguayo. Pacheco Areco, sucesor
de Gestido, marcó desde el comienzo una línea dura y fuertemente personalista,
a la que la vida política uruguaya no estaba acostumbrada. Su periodo
gubernativo, que se extendió hasta 1971, estuvo más inclinado que cualquier
otro del país hacia los altos sectores económicos; igualmente fue menos
cuidadoso en la tarea de componenda social que fue la labor tradicional del
poder político en Uruguay. Se diría que en plena crisis del Estado uruguayo se
obviaban las posibles reformas estructurales del sistema en beneficio del gran
capital en búsqueda del logro alcanzable de una hegemonía económico-social sin
cortapisas. La respuesta parcial de algunos sectores políticos no ayudó a
encontrar vías de posibles soluciones. En este sentido la potenciación del brote
subversivo tupamaro, que se había iniciado tímidamente en 1962, brindó
justificación para una violenta respuesta del aparato coercitivo del Estado y para
propiciar un papel más activo de las Fuerzas Armadas como decisivas
sostenedoras de la hegemonía oligárquica.
Las elecciones de 1971 no aportaron elementos para la solución de la crisis.
Aunque por primera vez los partidos tradicionales vieron con asombro cómo el
18,3 por 100 del electorado daba sus votos a una tercera opción liderada por el
general retirado Líber Seregni, denominada Frente Amplio. El candidato más
votado en esta cita electoral fue el líder blanco, Wilson Ferreira Aldunate, quien,
a pesar de ello y por el efecto acumulativo de los lemas y presuntas
irregularidades, fue derrotado por el colorado Juan María Bordaberry. La
Presidencia constitucional de Bordaberry apenas duró 16 meses. A pesar de
promulgar la Ley de Seguridad del Estado, su incapacidad para gobernar y
afrontar la crisis, así como los conatos en febrero de 1973 de toma del poder por
los militares, condujeron a Bordaberry a firmar con los militares el acuerdo de la
base aérea de Boisso Lanza, por el que se abrían las puertas para un gobierno
cívico-militar, antesala de la dictadura. En junio de 1973 Bordaberry disolvió el
Parlamento. La ola de represión que se suscitó no afectó al Partido Colorado,
aunque los sectores batllistas del mismo se opusieron a la nueva situación.
Asimismo, en el Partido Nacional sus sectores conservadores también lo
apoyaron. Finalmente, en 1976 se produjo un enfrentamiento entre los militares
y Bordaberry, que abogaba por la supresión de los partidos y su suplantación por
un régimen corporativo de clara orientación fascista. Bordaberry fue separado
del cargo y tras un breve interregno de Alberto Demichelli, que presidía el
Consejo de Estado, fue designado Presidente de la República por los militares el
civil Aparicio Méndez en septiembre de 1976. Las Fuerzas Armadas poco a
poco habían adquirido una autonomía fuerte respecto al Estado y sus
instituciones.
El calendario o cronograma militar contemplaba una nueva
institucionalización del régimen, para lo cual se planteó una reforma
constitucional en noviembre de 1980. La opción castrense fue derrotada en
plebiscito, a pesar del clima autoritario existente, por una diferencia de 250.000
votos; respondiendo así negativamente a la propuesta de institucionalización del
Consejo de Seguridad Nacional, organismo a través del cual los militares
ejercerían el verdadero gobierno de la República. En septiembre de 1981
Méndez fue sustituido por el general Gregorio Álvarez, quien comenzó a sentar
las bases que hicieran posible la transición política hacia un sistema nuevamente
democrático.
Con independencia de la secuencia de hechos descrita, podrían encontrarse al
menos cuatro rasgos diferenciadores explicativos de la peculiaridad del proceso
histórico-social seguido. Un primer aspecto característico se refiere a que
durante un largo periodo Uruguay disfrutó de un ingreso medio por habitante
relativamente satisfactorio y menos desigualmente distribuido que en los
restantes países vecinos, por lo que su sociedad política se vio libre de
extremismos. En segundo lugar, la confianza mayoritaria de la sociedad en lo
auténtico de un cuerpo de normas tutelares de la vida civil y de la acción social
no ha sido un espejismo, alcanzando durante largos periodos plena efectividad.
En tercer lugar, en Uruguay ha pesado considerablemente la variable castrense;
sin embargo, su peculiaridad estriba en haber sido el Ejército el brazo armado
del Partido Colorado durante el siglo XIX, circunstancia ésta que ayudó
notablemente a su integración constitucional durante el prolongado gobierno
colorado, contribuyendo a la estabilidad del sistema; por otra parte, las
aspiraciones y tendencias de la oficialidad estuvieron sometidas a un enérgico
proceso de compatibilización con las propias del conglomerado de fuerzas que
sostenían el statu quo. Finalmente, fue desde el interior del gobierno legal donde
se procesó el cambio hacia formas cada vez más autoritarias, a diferencia de
otros países latinoamericanos, en los que fueron las fuerzas antisistema las que
lo propiciaron.

2. LA VIDA POLÍTICA TRAS LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA

2.1. Características de la transición

El año 1982 representó el momento en que comenzaron a ser cada vez más
evidentes las muestras de desgaste del Estado burocrático autoritario. El
deterioro de la imagen externa del régimen, el fracaso en las urnas de la reforma
constitucional de 1980 y el declinar del modelo abrieron las posibilidades de un
proceso de transición hacia un nuevo periodo democrático. Estas posibilidades
se vieron incrementadas cuando en noviembre de 1982 el régimen militar
convocó elecciones internas en los partidos políticos. El resultado le fue
nuevamente adverso toda vez que en los dos partidos tradicionales se alzaron
con el triunfo los sectores claramente opositores al régimen. A lo largo de 1983
se planteó la apertura de negociaciones entre la oposición y las Fuerzas
Armadas, que se saldaron con el fracaso del «diálogo del Parque Hotel»; de
alguna forma, el Partido Nacional y su líder, Wilson Ferreira, impugnaban una
vía menos lenta y llena de concesiones de transición. Igualmente la presión
popular mediante actos cívicos y concentraciones, como la del 27 de noviembre
de 1983, ejerció un papel notable en el proceso de cambio. El gigantesco paro
cívico de junio de 1984 propició definitivamente el Pacto del Club Naval entre
las Fuerzas Armadas, el Partido Colorado y el Frente Amplio, que con otras
fuerzas sociales integraban la Concentración Nacional Programática. De estas
nuevas conversaciones surgió el acuerdo por el que se realizarían elecciones en
noviembre de 1984.
Las características de la transición política uruguaya se resumen en los
siguientes puntos: se trataba de un pensado ejercicio de restauración más que de
un acto refundador de una nueva identidad política, en el que todos los actores
vieron en el retorno a la Constitución de 1966, a la legislación electoral pasada y
al sistema de partidos la concreción del «mal menor». El pacto fundacional del
nuevo régimen, por su parte, se basaba en la proscripción de los líderes del
Partido Nacional (Wilson Ferreira) y del Frente Amplio (Líber Seregni), así
como de otros candidatos de las listas electorales de ambos partidos de 1971, en
la garantía de la impunidad de las acciones de gobierno y de las violaciones de
los derechos humanos por parte de los militares y en una mejor posición en la
línea de salida del Partido Colorado.
Teniendo en cuenta la irregularidad que suponía la proscripción de líderes
políticos fundamentales en la campaña electoral que concluyó con la cita ante las
urnas de noviembre de 1984, los tres temas políticos de mayor relieve fueron: la
actitud sostenida por cada actor político ante el gobierno autoritario, la posición
asumida por los diferentes actores respecto al proceso de negociación con las
Fuerzas Armadas que se había realizado muy poco tiempo antes, y la sostenida
por cada sector ante la temática de los presos políticos. No debe dejar, pues, de
sorprender que estos temas estuvieran pendientes hasta el referéndum de abril de
1989.
Las elecciones presidenciales de 1984 dieron el triunfo a la fórmula Julio
María Sanguinetti como Presidente y Enrique Tarigo como Vicepresidente. El
Partido Colorado obtuvo el 41,2 por 100 de los votos frente al 35 por 100 del
Partido Nacional, el 21,2 por 100 del Frente Amplio y el 2,4 por 100 de la Unión
Cívica. En la Cámara de Representantes (diputados), el Partido Colorado obtuvo
41 escaños frente a 35 del Partido Nacional, 21 del Frente Amplio y dos de la
Unión Cívica sobre un total de 99 bancas. En el Senado, integrado por 30
miembros, el Partido Colorado pudo colocar a 13 de sus candidatos, 11 el
Partido Nacional y seis el Frente Amplio. El rígido bipartidismo quebrado ya en
los comicios de 1971 volvió a demostrar idéntica tendencia, al ser el Frente
Amplio el lema que más creció en 1984. Igualmente este Frente reducía la
distancia con el Partido Colorado en Montevideo (34 por 100 del electorado
frente al 36 por 100 de aquél), mientras que no progresaba en el interior del país
(10 por 100), donde el Partido Colorado arrebataba la tradicional primacía del
Partido Nacional (45,8 por 100 frente al 42,1 por 100).
Tras la restauración de las libertades formales, la vida política uruguaya
después de la toma de posesión en marzo de 1985 de Julio María Sanguinetti
como Presidente giró durante cuatro años en torno al tema de las
responsabilidades de los hechos delictivos acaecidos en los doce años de
dictadura (1973-1984). No obstante, conviene recordar que la solución a este
problema había sido ya avanzada en el contexto del Pacto del Club Naval.
En un primer momento se promulgó una Ley de Amnistía (marzo de 1985)
que benefició fundamentalmente a militantes del Movimiento de Liberación
Nacional (tupamaros) y se rehabilitó a Líber Seregni en sus grados militares dos
meses más tarde. Sin embargo, como fruto de la presión social, la justicia
uruguaya comenzó a actuar contra militares acusados de violaciones de derechos
humanos durante la dictadura. A lo largo de 1986 se planteó en la Asamblea
General la posibilidad de ampliar la Ley de Amnistía de 1985 a estos casos. La
circunstancia de no tener mayoría absoluta el partido del Gobierno en la
Asamblea, así como las dificultades a lo largo de toda la legislatura para
establecer pactos legislativos, de hecho el bloqueo entre el Presidente y la
Asamblea fue algo tan corriente que llegó a suscitar numerosas voces
reclamando la reforma del régimen político, imposibilitaron una solución del
problema militar, que para el gobierno colorado se mostraba como un factor
amenazador de la consolidación democrática. No obstante, en diciembre de 1986
un imprevisto cambio de actitud del líder del Partido Nacional, Wilson Ferreira,
desbloqueó la situación. Los votos de su lema «Por la Patria», unidos con los del
Partido Colorado, salvo uno, aprobaban la «Ley de caducidad de la pretensión
punitiva del Estado» («Ley de impunidad»). Atrás quedaba un tercio del Partido
Nacional, los legisladores del Frente Amplio y de la Unión Cívica que se
opusieron a la misma. Tal fue la oposición a esta medida legislativa de
importantes sectores de la sociedad civil que inmediatamente se creó la
Comisión Nacional Pro Referéndum que, al amparo del artículo 79 de la
Constitución, se dispuso establecer los mecanismos para la convocatoria de un
referéndum que derogase la referida Ley de Caducidad. Reunidas las firmas
necesarias y verificadas por la Corte Electoral tras un lento periodo de dos años,
se convocó finalmente un referéndum en abril de 1989. Sus resultados dieron un
58 por 100 en favor de no derogar la ley frente a un 42 por 100 de los partidarios
de su derogación. Es relevante el hecho de que en Montevideo estas cifras
estuvieron invertidas, toda vez que los partidarios de la derogación alcanzaron el
57 por 100; contrariamente, en el interior del país los partidarios de mantener la
Ley de Caducidad fueron el 68 por 100, frente al 32 por 100, que representaron
los que querían derogarla. La derrota de los que propugnaban la derogación
coincidió en el tiempo con la muerte de Raúl Sendic, fundador y líder histórico
del Movimiento de Liberación Nacional (Tupamaros).
En el escenario internacional, Uruguay se hizo miembro del «Grupo de los
Ocho» y desde julio de 1986 participó en los acuerdos de integración argentino-
brasileña que culminaron cinco años más tarde en la creación del MERCOSUR.

2.2. La normalización democrática

La presidencia de Luis Alberto Lacalle (1989-1994), quien llegó al poder con


el 38,8 por 100 de los votos que obtuvo su partido, estuvo condicionada por el
hecho de que el Partido Nacional al que pertenecía, no obtuvo la mayoría en el
Congreso en las elecciones de noviembre de 1989. De esta forma llegó a un
pacto con el Partido Colorado de «Coincidencia Nacional» por el que se
integraban en su gabinete cuatro ministros de este partido. Esta coalición,
centrada en la reconciliación nacional y dispuesta a incrementar la inversión
extranjera y promover las exportaciones, se mantuvo hasta principios de 1993,
aunque con posteridad dos miembros de la derecha del Partido Colorado
volvieron a integrarse hasta el final del mandato presidencial. En diciembre de
1992 se derogó por referéndum la Ley de Empresas Públicas, elemento central
en la política privatizadora del gobierno. La «coalición negativa» que se
organizó contó, incluso, con el apoyo de Sanguinetti y logró reunir el 73 por 100
de los votos. Por otra parte, la reforma política en que se empeñó Lacalle volvió
a fracasar estrepitosamente al ser rechazada por el 63 por 100 de los votantes en
un plebiscito celebrado en agosto de 1994 y en el que la participación alcanzó el
84 por 100. El hecho de que se hubiera incluido una propuesta de cambio en el
sistema de la seguridad social provocó el rechazo de la medida por el
numéricamente importante sector de pensionistas y arrastró a las otras medidas
de contenido institucional que habían recibido pleno apoyo de la clase política y
que no volverían a ser abordadas sino dos años más tarde.
Las elecciones del 27 de noviembre de 1994 dieron la victoria por un margen
muy estrecho al candidato del Partido Colorado y expresidente Julio María
Sanguinetti integrado en el sublema Foro Batllista. La liza electoral enfrentó, de
forma muy similar, a los tres sectores que venían estando presentes en la política
uruguaya en el último cuarto de siglo: el Partido Colorado, el Partido Nacional y
la izquierda ahora integrada en el Encuentro Progresista, aunque siguiera siendo
el núcleo duro de ésta el Frente Amplio (todavía con la presencia de sus
fundadores los partidos Socialista y Comunista, el Frente Izquierda de
Liberación, el Movimiento Socialista y el Partido Obrero Revolucionario, y la
reciente incorporación del Movimiento de Liberación Nacional, los Tupamaros).
Igualmente, los comicios brindaron la presencia del partido Nuevo Espacio,
liderado por Rafael Michelini, que obtuvo cerca del 5 por 100 de los votos.
Nuevo Espacio era una fracción que pertenecía al Frente Amplio y que se alejó
de éste un tiempo antes de las elecciones (más adelante, para la elección de 1999
el Nuevo Espacio se dividió quedando un sector como un nuevo partido, el
Partido Independiente, mientras que el otro, con el nombre de Nuevo Espacio
regresó al Frente Amplio-Encuentro Progresistas). La pírrica victoria, el
parlamento prácticamente dividido en tercios, y el incontestable hecho del
ascenso de la izquierda (ya muy consolidada al controlar desde 1990 la
Intendencia de Montevideo en la figura de su intendente Tabaré Vázquez)
llevaron a Sanguinetti a continuar la práctica anterior de establecer un gobierno
de coalición, ahora bajo el rótulo de un «pacto de gobernabilidad» con seis de
los trece miembros del gabinete de otros partidos (cuatro del Partido Nacional y
dos de partidos extraparlamentarios, de la Unión Cívica y del Partido del
Gobierno del Pueblo).
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES (1984-1994)

1984 (25 de noviembre) 1989 (26 de noviembre) 1994 (27 de noviembre)

% % %
Partidos Candidatos Votos Candidatos Votos Candidatos Votos
votos votos votos

Partido
777.701 41,2 596.964 30,3 656.428 32,3
Colorado

Sanguinetti 592.061 31,4 Batlle 291.944 14,9 Sanguinetti 500.760 24,7

Pacheco 183.801 9,7 Pacheco 289.222 14,6 Batlle 102.551 5,1


Lema 1.839 0,1 Fernández 14.482 0,8 Pacheco 51.935 2,6

Partido
660.773 35,0 765.990 38,8 633.384 31,2
Nacional

Zumarán 554.443 29,4 Lacalle 444.839 22,5 Volonté 301.655 14,9

Ortiz 83.237 4,4 Pereyra 218.656 11,1 Ramírez 264.255 13,0


Paysee 21.644 1,1 Zumarán 101.046 5,2 Pereyra 65.660 3,2

Votos al
Lema 1.449 0,1 1.804 0,1
lema
P. Unión
Chiarino 45.841 2,4
Cívica

Frente
Crottogini 1 401.104 21,2 Seregni 418.403 21,2 Vázquez 2 621.226 30,6
Amplio
Nuevo
Batalla 177.453 9,0 Michelini 104.773 5,2
Espacio
Otros 943 0,1 11.776 0,7 13.470 0,7
Total 1.886.362 100 1.970.586 100 2.029.281 100

1 El lema con el que se presentó a las elecciones fue el de Partido Demócrata Cristiano.
2 El lema con el que se presentó a las elecciones fue el de Encuentro Progresista.

FUENTE: Elaboración propia con datos de la Corte Electoral.

A lo largo de 1995 la atención política estuvo centrada en el proyecto de


reformas del sistema de pensiones, tema especialmente delicado en un país que
cuenta con 650.000 pensionistas sobre una población activa que es poco más el
doble que esa cifra y en el que el gasto público tenía una presencia mayor en el
PIB que en otros países latinoamericanos. El pulso entre el gobierno y la
oposición, que llevó a cabo diferentes huelgas generales, terminó con la
aprobación de una ley que prolongaba el periodo de cotización para tener
derecho a una pensión, entre otras medidas regresivas. Si bien la oposición
reunió las 63.000 firmas necesarias para convocar un plebiscito abrogativo, el
Tribunal Electoral no prosiguió con la convocatoria del mismo al determinar que
la Constitución reserva las acciones en las áreas impositivas y de pensiones a los
poderes ejecutivo y legislativo. El segundo aspecto que enfrentó a la coalición
gubernamental con la oposición fue en el terreno de la reforma constitucional en
el ámbito electoral. La reforma propuesta establecía de hecho el fin de algunos
aspectos de la «ley de lemas», la introducción de la segunda vuelta en la elección
presidencial, la convocatoria de elecciones primarias en los partidos políticos, la
separación de las elecciones nacionales de las locales y una mayor autonomía
para los gobiernos municipales. A pesar de que el alcance partidista de esta
segunda medida fue denunciado únicamente por el Frente Amplio porque
animaba a una permanente alianza electoral entre blancos y colorados, la
propuesta gubernamental fue sancionada por un estrecho margen en un
plebiscito celebrado el 8 de diciembre de 1996 (con el 50,4 por 100 de los votos
favorables a la reforma) y promulgada en 1997, constitucionalizándose asimismo
organismos autónomos y servicios descentalizados del Estado consolidándose la
coparticipación, esto es la co-administración de gobierno y oposición en esta
clase de organismos y servicios.
Las elecciones de 1999 tuvieron un prolegómeno, de acuerdo con la
legislación electoral aprobada tras las reformas de 1996, en las elecciones
internas que los partidos celebraron el último domingo de abril de 1999 para la
nominación de sus candidatos para las presidenciales. En el Encuentro
Progresista, fórmula que adoptó el Frente Amplio, concurrieron Tabaré Vazquez
y Danilo Astori siendo vencedor el primero. En el Partido Colorado la situación
se polarizó entre Jorge Batlle y Luis Hierro, ganando el primero por un margen
de 50.000 votos, y en el Partido Nacional entre Juan Andrés Ramírez y el
expresidente Lacalle, con el triunfo de este último. Los comicios presidenciales,
regidos por un nuevo sistema electoral, obligaron a la realización de una segunda
vuelta al no alcanzar la mayoría absoluta ninguno de los candidatos. Sin
embargo, en consonancia con los resultados registrados en las elecciones
legislativas, la circunstancia más relevante fue la victoria del Encuentro
Progresista – Frente Amplio (denominación nueva que adquirió el Frente
Amplio al aglutinar a diversas fuerzas de carácter democrático, popular y
progresista) obtuvo más del 40 por 100 de los sufragios y que, por primera vez
en la historia del país, desbancó a los dos partidos tradicionales que se habían
alternado como las formaciones con mayor apoyo popular. La candidatura
formada por Tabaré Vázquez (intendente de Montevideo durante la primera
mitad de la década de 1990) y Rodolfo Nín contó con el favor mayoritario de la
población y solamente fue derrotada en la segunda vuelta por una alianza de
blancos y colorados que cerraron filas en torno a la candidatura de estos últimos
integrada por Jorge Batlle y Luis Hierro. La insólita suma de votos blancos y
colorados a favor de unos candidatos colorados no hizo sino mantener la
coherencia de la colaboración en el ámbito del gabinete mantenida en los últimos
tiempos entre ambos partidos y fue una respuesta desde el espacio político del
centro y de la derecha al ascenso de una de las formaciones de izquierdas más
sólida de toda América Latina. Jorge Batlle Ibáñez, bisnieto de Lorenzo Batlle,
presidente entre 1868 y 1872, sobrino nieto de José Batlle y Ordóñez, presidente
en los periodos 1903-1907 y 1911-1915, hijo de Luis Batlle Berres, presidente
entre 1947 y 1951, llegaba a la presidencia a la edad de 72 años tras haberlo
intentado en cuatro ocasiones y tener una dilatada experiencia como diputado
entre 1959 y 1967 y senador entre 1985 y 1999.
RESULTADO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 1999

Primera vuelta Segunda vuelta


31 de octubre 28 de noviembre
Partido político Candidatos
N.º de N.º de
Porcentaje Porcentaje
votos votos
Encuentro Progresista- Tabaré Vázquez y Rodolfo
861.202 39,5 981.778 45,9
Frente Amplio Nin
Rafael Michelini y Pablo
Nuevo Espacio 97.943 4,5
Mieres

Partido Colorado Jorge Batlle y Luis Hierro 703.915 32,3 1.158.708 54,1
Luis Alberto Lacalle y
Partido Nacional 478.980 21,9
Sergio Abreu
Unión Cívica Luis Pieri 5.109 0,2

Votos en blanco 35.273 1,6 23.052


Votos nulos 22.462 64.043

Votos emitidos 2.204.874 2.227.581

Censo 2.402.135 2.402.135

FUENTE: Corte Electoral.

El gobierno de Jorge Batlle contó desde sus inicios con la incorporación de


ministros del Partido Nacional que ocuparon carteras del área social. El nuevo
mandatario tuvo una actuación no exenta de polémica en temas como la puesta
en marcha de acciones destinadas a esclarecer el destino de los desaparecidos
durante la dictadura militar más no con el fin de tomar medida punitiva alguna
contra los implicados en las causas. De hecho, la ley de caducidad seguía
operando y la decisión de investigar o archivar los casos en la justicia era una
perrogativa del presidente de la República. Batlle, como todos los presidentes de
la reapertura archivaron cientos de casos y solo pretendieron intentar cicatrizar
las heridas abiertas de sus familiares. Batlle también tuvo problemas en su
enfrentamiento con Argentina a causa de unas inoportunas declaraciones sobre
los argentinos y, en particular, respecto del presidente Duhalde; así como por la
ruptura de relaciones diplomáticas con Cuba y en lo relativo al apoyo explícito a
la legalización del consumo de drogas. La severa crisis económica acaecida a
mitad de su mandato pudo ser exitosamente confrontada debido a su manejo
sensato y cauteloso que demostraron todos los partidos.
En mayo de 2000 se celebraron las elecciones locales cuyo calendario se
había visto alterado por la reforma de 1996 que decidió su convocatoria en fecha
diferente a las elecciones generales (seis meses más tarde). El Encuentro
Progresista – Frente Amplio volvió a ratificar su triunfo en la intendencia de
Montevideo reeligiendo a Mariano Arana con el 53 por 100 de los votos, pero no
mantuvo los buenos resultados alcanzados en las presidenciales en los
Departamentos de Canelones, Maldonado y Paysandú, triunfando el Partido
Colorado en el primero y el Partido Nacional en los otros. Este partido superó
claramente a los colorados obteniendo el triunfo en 13 de los 19 departamentos.
Pese a estos resultados, en 2004 la izquierda tuvo su principal triunfo al ganar
la Presidencia de la República el candidato frentista Tabaré Vázquez con más del
50 por 100 de los votos. La importancia de estas elecciones radicó en que, por un
lado, fue la primera vez que se rompió el bipartidismo presidencial que imperó
en Uruguay desde la creación de los partidos blanco y colorado y, por otro, que
el gran apoyo recibido hizo innecesaria la segunda vuelta electoral. Escenario
que además se reafirmó en las elecciones legislativas en las cuales el Frente
logró obtener la mayoría parlamentaria. Estos resultados fueron leídos como la
consecuencia más clara de años de desgaste de los partidos tradicionales y del
desplazamiento hacia posiciones más centristas del Frente. De esta forma, el
triunfo de Vázquez se sumó al de otros líderes de izquierda en Suramérica, como
Chávez en Venezuela, Kirchner en Argentina, Lagos en Chile o Lula en Brasil.
Debido a la naturaleza de la formación política que lo respaldó, Vázquez
incorporó en su gabinete a representantes de las distintas agrupaciones que
conformaban el Frente. Las relaciones entre ellos no eran fáciles, lo que se
reflejó en la tensión existente entre las dos principales alas, la radical liderada
por José Mujica y la más moderada del ministro de Economía, Danilo Astori.
Pese a esta situación, el liderazgo de Vázquez logró mantener cierto equilibrio y
así evitar escisiones o disputas que afectaran la estabilidad del gobierno; a ello se
unió también que los distintos sectores marcaron un ritmo de actuación dentro de
un marco razonable de tensión no polarizadora, la izquierda quizá por tratarse de
su primer gobierno y bajo la perspectiva de poder alcanzar la reelección, y la
derecha en pro de mostrar un talante democrático de aceptación de la derrota y
de preparación para posibilitar recuperar el poder.
RESULTADO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2004

Primera vuelta (31 de octubre)


Partido político Candidatos
N.º de votos Porcentaje
Encuentro Progresista-Frente Amplio Tabaré Vázquez 1.124.761 51,66

Partido Nacional Jorge Larrañaga 764.739 35,13


Partido Colorado Guillermo Stirling 231.036 10,61
Partido Independiente Pablo Mieres 41.011 1,88
Otros 15.492 0,71

Votos en blanco 31.031 1,25


Votos nulos 21.383 0,86

Votos emitidos 2.229.583 89,62

Censo 2.487.816 100

FUENTE: Elaboración propia con datos de la Corte Electoral de Uruguay.

Durante su administración, Vázquez hizo especial énfasis en las políticas


sociales —con el correspondiente aumento en el gasto social—, que supuso su
principal frente de acción. La crisis atravesada por Brasil y Argentina así como
el alto precio del petróleo afectaron fuertemente a la economía uruguaya por lo
que las políticas sociales tuvieron un papel relevante como estrategia para
reducir los niveles de pobreza y desigualdad registrados en el país tras la crisis
de 2002. En este sentido, Vázquez creó el Ministerio de Desarrollo Social
(MIDES) desde el cual se estableció el Plan de Asistencia Nacional a la
Emergencia Social (PANES) integrado por varios programas transitorios como el
de «Ingreso Ciudadano», un sistema de transferencias monetarias condicionadas
a jefes cabeza de familia. Tras finalizar este programa, el gobierno puso en
marcha el «Plan de Equidad» que implementó programas como el sistema de
compras por la «Tarjeta Uruguay Social» que permitía que la población en
condiciones de pobreza pudiera acceder a los productos de la canasta básica con
la posibilidad de seleccionar de acuerdo a sus necesidades. Otra importante
iniciativa en materia educativa reconocida internacionalmente fue el Plan Ceibal
(Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en Línea) el
cual tenía como objetivo principal dotar a cada estudiante y al profesorado de las
escuelas públicas con un ordenador portátil, así como capacitar a los docentes en
el uso de las nuevas tecnologías. En materia sanitaria se llevaron a cabo grandes
reformas como la creación del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), que
contempló la aprobación de la Ley por la Descentralización de la Administración
de Servicios de Salud del Estado (ASSE), la creación del Fondo Nacional de
Salud (FONASA) y del Seguro Nacional de Salud (SNS). Este nuevo sistema
permitió la integración de los prestadores de servicios de salud públicos y
privados, y facilitó el acceso a los servicios sanitarios de la población en función
de sus características socioeconómicas.
EVOLUCIÓN DEL GASTO PÚBLICO SOCIAL EN URUGUAY

1990- 1996- 2001- 2006-


1995 2000 2005 2009

Gasto público social per cápita (en dólares de 1997) 819 1.046 990 1.315
Gasto público social como porcentaje del gasto público
66,9 68,6 63,1 73,5
total
Gasto público social como porcentaje del PIB 18,6 20,6 21,03 21,85

Gasto público en educación como porcentaje del PIB 2,45 3 3,24 4,32

Gasto público en salud como porcentaje del PIB 3,11 2,96 3.39 4,23

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

Por otra parte, el manejo de la economía se caracterizó más por una


continuidad que por una ruptura con las anteriores administraciones. El ministro
de Economía Astori optó por un enfoque más ortodoxo que permitiera atraer la
inversión extranjera como «piedra angular del crecimiento sostenido». Dentro de
las señas de identidad en materia económica que el gobierno estableció fueron la
opción social, la visión fiscal, la apertura económica y el enfoque financiero que
se centró principalmente en el manejo eficiente de la deuda y de las obligaciones
financieras. La principal reforma impulsada por Astori fue la reforma tributaria,
la cual buscó la creación de un sistema tributario más eficiente estableciendo
impuestos progresivos y cambiando el Impuesto a las Retribuciones Personales
(IRP) por el Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF) el cual
diferencia entre las rentas derivadas del trabajo de aquellas que se derivan del
capital. La moderación en los planteamientos de la política económica fue
concordante con los de su política externa. En lo formal, la política fenteamplista
abogó por un alejamiento de los Estados Unidos y por estrechar lazos
comerciales y de inversiones con el MERCOSUR y la UE, así como por la
apertura de mercados hacia países del Medio Oriente y Asia. No obstante, en los
hechos, Vázquez consolidó la relación con los Estados Unidos a través de la
aprobación del Tratado Bilateral de Inversiones (negociado en la administración
Batlle) y de la negociación de un TIFA (Trade and Investment Framework
Agreement), ante la imposibilidad de negociar el TLC al existir una fuerte
oposición por parte de diversos sectores sociales y dentro del mismo Frente. Con
el MERCOSUR las relaciones fueron tensas, especialmente con Argentina,
siendo el punto de fricción más significativo el conflicto desatado por la
instalación de una planta de celulosa sobre la rivera uruguaya de las aguas
binacionales compartidas con Argentina.
En términos generales, pese a que Vázquez tuvo algunos altercados con su
bancada en el Congreso como haber vetado la cláusula de aborto en la ley de
Salud Sexual y Reproductiva, propuesta y apoyada por su propia bancada
legislativa, y a pesar de que los problemas de seguridad ciudadana se habían
convertido en un serio quebradero de cabeza para el gobierno, el Presidente
contó con una alta aprobación de su gestión derivada del cumplimiento de gran
parte de sus promesas electorales, de la buena marcha de la economía y de la
reducción de la pobreza que pasó de un 36 por 100 en 2005 al 18 por 100 en
2010. Esto se convirtió en un factor favorable para que el candidato del Frente
Amplio, el ex guerrillero José Mujica, quien era el líder del sector más amplio
del Frente y que contaba con gran apoyo y simpatía popular, se alzara con la
victoria en las elecciones presidenciales de 2009. Mujica, preso por la dictadura
durante 14 años, dos de los cuales estuvo confinado en un pozo, legislador tras la
transición y ex ministro de Ganadería con Vázquez, ganó las elecciones internas
del Frente a Danilo Astori, quien posteriormente se convirtió en su fórmula
vicepresidencial. Este movimiento fue visto positivamente tanto por el
electorado como por una parte de miembros del Frente, ya que el prometido
«giro a la izquierda» de Mujica se veía acompañado de un componente de
moderación favorable para disputar el voto de centro a los partidos opositores
blanco y colorado. El principal contendiente de Mujica fue el ex Presidente Luis
Alberto Lacalle del Partido Nacional, al igual que en el Frente, los blancos
optaron por integrar al perdedor de las primarias como candidato
vicepresidencial. Pese a que Mujica logró una holgada victoria al sacar 20
puntos porcentuales a Lacalle, no fue suficiente para ganar en la primera vuelta.
De esta forma, en la segunda vuelta celebrada en noviembre Mujica se impuso a
su oponente con el 52 por 100 de los votos, ratificando la fortaleza electoral del
Frente que había logrado la mayoría parlamentaria por segunda vez consecutiva.
RESULTADO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2009

Primera vuelta Segunda vuelta


25 de octubre 29 de noviembre
Partido político Candidatos
N.º de N.º de
Porcentaje Porcentaje
votos votos

Encuentro Progresista-Frente
José Mujica 1.093.869 47,49 1.197.638 52,39
Amplio

Partido Nacional Luis A. Lacalle 657.327 28,53 994.510 49,51


Pedro
Partido Colorado 383.912 16,66
Bordaberry
Partido Independiente Pablo Mieres 56.156 2,43

Otros 30.297 1,31

Votos en blanco 21.435 0,93 53.100 2,32


Votos nulos 28.186 1,22 40.103 1,75

Votos emitidos 2.303.336 89,86 2.285.958 89,18

Censo 2.563.250 100 2.563.285 100

FUENTE: Elaboración propia con datos de la Corte Electoral de Uruguay.

José Mujica asumió la presidencia en 2010 en un contexto de ralentización de


la economía producto de la crisis financiera internacional. Esta situación no fue
óbice para establecer una política continuista respecto al gobierno anterior. En
efecto, Mujica mantuvo unas medidas económicas conservadoras ocupando la
inversión nacional y extranjera un lugar importante y asociando el gasto público
al crecimiento del PIB sin nunca superarlo; el déficit fiscal para 2011 se ubicó en
el 1,2 por 100. Por otra parte, el presidente pronto calmó los nervios de algunos
sectores que lo consideraban radical en sus principios al nombrar como ministro
de Economía a Fernando Lorenzo, economista moderado perteneciente a Nuevo
Espacio y anterior director de la Asesoría Macroeconómica y Financiera y de la
Asesoría de Política Comercial del Ministerio de Economía y Finanzas bajo el
mandato Vázquez. Durante los años de gobierno de Mujica la economía
uruguaya ha logrado crecer, reducir la tasa de desempleo a un 6 por 100 y
aumentar los salarios reales de los trabajadores públicos y privados. En parte la
buena marcha de la economía unida al manejo ortodoxo de la misma ha dejado
sin argumentos de confrontación a la oposición que prefirió orientar sus críticas
hacia la política educativa y a la energética.
Dentro de los puntos más importantes de la agenda de gobierno han
destacado la educación, la vivienda, la energía, el medio ambiente, la seguridad
pública, la reforma del Estado, y la reducción de la pobreza y la desigualdad.
Para llevar a cabo los objetivos propuestos, Mujica conformó un gabinete
ministerial compuesto por miembros de cada facción del Frente de acuerdo con
un criterio de proporcionalidad respecto a su participación en el Congreso. Este
gabinete se caracterizó por la designación de líderes de segunda fila de cada
facción y por la integración horizontal de cada cartera, es decir, por la
confluencia de dos miembros de distintas formaciones en el puesto de Ministro y
Viceministro, medidas que han generado algunos conflictos dentro de los
ministerios y en el seno del Consejo de Ministros.
Al igual que Vázquez, Mujica ha desarrollado planes sociales que buscan
afectar a la población menos favorecida, como el Plan «Uruguay trabaja», que
permite realizar tareas de valor comunitario por un periodo de hasta ocho meses,
percibiendo un subsidio denominado «Apoyo a la Inserción Laboral»; las
«Cooperativas Sociales», que promueven proyectos colectivos de trabajo que
permiten la inserción laboral de las personas en situación de pobreza, de
exclusión, de vulnerabilidad social; el «Programa de Fortalecimiento a
Emprendimientos», que apoya iniciativas de emprendedores en todo el territorio
nacional y en todos los rubros de actividad; o el Programa Jóvenes en Red», que
promueve el ejercicio de derechos de jóvenes de catorce a veinticuatro años,
desvinculados del sistema educativo y del mercado formal de empleo. En cuanto
a los programas de asignaciones monetarias se ha mantenido la «Tarjeta Uruguay
Social» y el programa de transferencias condicionadas a familias en situación de
vulnerabilidad socioeconómica. Mientras la bancada parlamentaria ha avanzado
en derechos sociales como la legislación sobre el aborto, el reconocimiento del
matrimonio entre las personas del mismo sexo, entre otros, la promulgación de
una ley que evitara la proscripción de los delitos acaecidos durante la dictadura
fue declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia por lo que los
delitos cometidos durante la dictadura han caducado. En el plano internacional,
Mujica ha puesto un mayor énfasis que su antecesor en el estrechamiento de
lazos con sus socios del MERCOSUR, restableciendo la normalidad de las
relaciones con Argentina tras el conflicto de las papeleras y acercándose aún más
al gobierno de Dilma Roussef.
Las críticas a su gobierno se han centrado principalmente en su propio estilo
de liderazgo caracterizado por su lenguaje directo —a veces impulsivo— que
muchas veces ha dejado fuera de juego a sus ministros al verse sorprendidos por
los anuncios extraoficiales del Presidente y por su tendencia a hablar
directamente con la ciudadanía. Asimismo, se le acusa de cierta improvisación
en la elaboración de la agenda de gobierno, que se ha manifestado en la lentitud
del diseño de las políticas en algunos sectores como el de la vivienda y en el
rechazo de algunas de sus propuestas como el desmantelamiento del secreto
bancario, la creación del ministerio de Gobierno o algunas medidas para la
reforma del Estado como la eliminación de la inamovilidad de los funcionarios
públicos o de las productividades. También existe un nivel de conflictividad
entre los distintos sectores del Frente mayor que el que había en el periodo de
Vázquez. Pese a estas circunstancias el gobierno frentista continúa con una
valoración positiva y para las elecciones presidenciales de 2014 se prevé el
regreso de Tabaré Vázquez como candidato presidencial, lo que puede significar
—en caso de ganar— el tercer gobierno de un presidente que repite con un
mandato de por medio. Por su parte la oposición tiene ante sí un difícil escenario
en el cual deben definir un programa que les permita erigirse como alternativa al
Frente lo cual resulta especialmente complicado por la moderación ideológica de
este último. Además, deben afianzar liderazgos internos fuertes que cuenten con
una aceptación social relevante, lo cual implica la resolución o, al menos, el
acuerdo entre sus facciones internas para la selección de candidatos de cara a las
próximas elecciones. Pedro Bordaberry en el Partido Colorado aparenta tener el
camino despejado para repetir su candidatura mientras que la incertidumbre en
las filas blancas es más evidente.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


1. EL PODER EJECUTIVO

La Constitución de la República Oriental del Uruguay de 1966, actualmente


vigente, con las modificaciones en el ámbito electoral aprobadas en 1996,
establece que el Poder Ejecutivo sea ejercido por el Presidente de la República,
actuando con el Ministro o Ministros respectivos o con el Consejo de Ministros.
El Presidente y el Vicepresidente de la República se eligen conjunta y
directamente por un periodo de cinco años, estando la reelección inmediata
expresamente prohibida (art. 152) y debiendo transcurrir cinco años desde la
fecha de su cese para poder concurrir a una nueva elección. Si la fórmula
presidencial ganadora no alcanza la mayoría absoluta, se celebra una segunda
vuelta entre los dos candidatos más votados (art. 151).
El Presidente de la República tiene las atribuciones clásicas de un régimen
presidencialista (art. 168), entre las que destacan: su capacidad para el
nombramiento de altos cargos, tanto civiles como militares, de su
administración; su capacidad legislativa a través de la iniciativa legislativa y de
la posibilidad de poner objeciones o hacer observaciones a los proyectos de ley
que le remita el Poder Legislativo, así como de suspender u oponerse a su
promulgación, su iniciativa exclusiva en la presentación de los presupuestos y en
la autorización o denegación de la creación de «cualesquier Bancos que hubieren
de establecerse». Sin embargo, el presidencialismo del sistema uruguayo se
encuentra bastante afectado por tres motivos: el Presidente puede quedar
suspendido en el ejercicio de sus funciones por violación de la Constitución u
otros delitos graves (art. 93), en cuyo caso la acusación presentada deberá reunir
los dos tercios de votos del total de los componentes de la Cámara de
Representantes (art. 172); en segundo término, la Constitución establece que el
Presidente de la República «adjudicará los Ministerios entre ciudadanos que, por
contar con apoyo parlamentario, aseguren su permanencia en el cargo» (art.
174); finalmente, el Presidente puede disolver las Cámaras, salvo en los doce
últimos meses de su mandato, por mociones de censura aprobadas por éstas a un
Ministro, a varios Ministros o a la mayoría del Consejo de Ministros (art. 148),
si bien en este último caso solo puede hacerlo una vez durante el término de su
mandato. Este extremo de disolución de la Cámara nunca lo ha llevado a cabo, si
se exceptúa la inconstitucional maniobra de Bordaberry en 1973.
El Vicepresidente de la República sustituye al Presidente en todos los casos
de ausencia temporal o definitiva de éste. Desempeña igualmente la presidencia
de la Asamblea General y de la Cámara de Senadores (art. 150).
El Consejo de Ministros, que actúa bajo la presidencia del Presidente de la
República, está integrado por los titulares de los respectivos Ministerios, que son
designados, como ya se vio, por el propio presidente. La Convocatoria del
Consejo de Ministros se realiza por iniciativa del Presidente o cuando lo
soliciten uno o varios ministros para plantear temas de sus respectivas carteras
(art. 161).
En un articulado muy minucioso, la Constitución también se refiere a los
Entes Autónomos y a los Servicios Descentralizados, que afectan a los diversos
servicios del dominio industrial y comercial del Estado. En general se capacita al
Poder Ejecutivo para designar a sus directores generales, aunque en los cargos
no electivos se requiere la venia previa de la Cámara de Senadores.
Constitucionalmente se deja abierta la posibilidad de creación de un Consejo de
Economía Nacional, que, con carácter consultivo y honorario, estaría compuesto
de representantes de los intereses económicos y profesionales del país (art. 206).

2. EL PODER LEGISLATIVO

El Poder Legislativo, ejercido por la Asamblea General, es de carácter


bicameral. Con independencia de sus funciones legislativa, de control y de
creación y supresión de empleos y servicios públicos, desempeña tres funciones
específicas de carácter político fundamental (art. 85): en primer lugar, elige los
miembros de la Suprema Corte de Justicia, de la Corte Electoral, del Tribunal de
lo Contencioso-Administrativo y del Tribunal de Cuentas. En segundo término,
juzga políticamente la conducta de los Ministros de Estado, llegando a hacerlos
dimitir tras una nueva moción de censura después de que la anterior hubiera
obligado al Presidente de la República a disolver la propia Asamblea General.
Finalmente, interpreta la Constitución sin perjuicio de la correspondiente
facultad de la Suprema Corte de Justicia, que se analizará posteriormente.
La Constitución regula las sesiones legislativas de la Asamblea del primero
de marzo de cada año al 15 de diciembre —15 de septiembre, en el caso de que
haya elecciones ese año— (art. 104). Durante el receso parlamentario, existe una
Comisión Permanente compuesta de cuatro senadores y siete representantes. La
Asamblea General o cada una de las Cámaras, así como el Poder Ejecutivo,
pueden convocar a sesiones extraordinarias por razones graves y urgentes.
En la función legislativa, todo proyecto de ley puede tener su origen en
cualquiera de las dos Cámaras, «a consecuencia de proposiciones hechas por
cualquiera de sus miembros o por el Poder Ejecutivo» (art. 133). En el caso de
no aprobación de un proyecto por parte de la Cámara revisora, se puede solicitar
la reunión de ambas Cámaras, adoptándose lo que decidan los dos tercios de
sufragios, con la posibilidad de modificar los proyectos divergentes o aun
aprobar otro nuevo (art. 135). Cuando un proyecto de ley, aprobado por las
Cámaras, es devuelto por el Poder Ejecutivo con objeciones u observaciones, se
convoca a la Asamblea General, que puede tomar una decisión al respecto por
mayoría de los tres quintos de los miembros presentes (art. 138); sin embargo, si
las Cámaras reunidas desaprobaran el proyecto devuelto por el Poder Ejecutivo,
«queda sin efecto por entonces no pudiendo ser presentado de nuevo hasta la
siguiente legislatura» (art. 140).
Ambas Cámaras son elegidas por un periodo de cinco años, coincidiendo la
fecha de su elección con la de la elección del Presidente y Vicepresidente de la
República. En el caso de conformación de unas nuevas Cámaras por haber sido
disueltas las anteriores, las Cámaras elegidas extraordinariamente completarán el
término de duración normal de las cesantes.
La Cámara de Representantes está compuesta por noventa y nueve miembros,
elegidos directamente con arreglo a un sistema de representación proporcional
en el que se toman en cuenta los votos emitidos a favor de cada lema en todo el
país, correspondiendo a cada Departamento al menos dos representantes (art.
88). Tiene como competencia exclusiva la del derecho de acusar ante la Cámara
de Senadores a los miembros de ambas Cámaras, al Presidente y al
Vicepresidente de la República, así como a otros altos cargos, por violación de la
Constitución u otros delitos graves (art. 93).
Por su parte, la Cámara de Senadores está integrada por treinta senadores.
También es miembro de la misma, como ya quedó dicho, el Vicepresidente de la
República, que ejercerá su presidencia y la de la Asamblea General. En caso de
vacante definitiva o temporal de la Vicepresidencia, desempeña estas
presidencias el primer titular de la lista más votada del lema más votado (art.
94). Corresponde a la Cámara de Senadores como competencia exclusiva abrir
juicio público a los acusados por la Cámara de Representantes o la Junta
Departamental y «pronunciar sentencia» por dos tercios de votos del total de sus
componentes (art. 102).
Finalmente, en cuanto al Poder Legislativo y por la incidencia política que ha
tenido a lo largo de las últimas dos décadas, conviene recordar que la
Constitución uruguaya reconoce la iniciativa legislativa popular. En este sentido,
el 25 por 100 del total de inscritos habilitados para votar pueden interponer,
dentro del año de su promulgación, «el recurso de referéndum contra las leyes y
ejercer el derecho de iniciativa ante el Poder Legislativo»; esta facultad, sin
embargo, no es aplicable con respecto a las leyes que establezcan tributos ni en
los casos en que la iniciativa sea privativa del Poder Ejecutivo (art. 79).

3. EL PODER JUDICIAL

El Poder Judicial es ejercido por la Suprema Corte de Justicia y por los


Tribunales y Juzgados (art. 233). La Suprema Corte de Justicia está compuesta
de cinco miembros, cuya duración en el cargo es de diez años, siendo designados
por la Asamblea General por dos tercios de votos del total de sus componentes
(art. 236), no pueden ser reelectos sin que medien cinco años entre su cese y la
reelección (art. 237). Todos los miembros del Poder Judicial cesan en el cargo al
cumplir setenta años de edad (art. 250).
La Suprema Corte de Justicia realiza básicamente cuatro funciones (art. 239):
judiciales, de dirección, de nombramiento y de constitucionalidad. Las funciones
judiciales se refieren al juicio a todos los infractores de la Constitución, así como
al carácter de última instancia que posee su jurisdicción. Las funciones de
dirección son las relativas al ejercicio de la superintendencia directiva,
correctiva, consultiva y económica sobre los Tribunales, Juzgados y demás
dependencias del Poder Judicial. Las funciones de nombramiento abarcan a la
conformación de los Tribunales de Apelaciones, con la aprobación de la Cámara
de Senadores, al nombramiento de los jueces letrados de todos los grados y
denominaciones, a los defensores de oficio permanentes y a los jueces de paz por
mayoría absoluta del total de componentes de la Suprema Corte, así como
nombrar, ahora mediante el voto conforme de cuatro de sus componentes, a los
empleados del Poder Judicial. Finalmente, a la Suprema Corte de Justicia le
compete el conocimiento y la resolución originaria y exclusiva en lo relativo a la
inconstitucionalidad de las leyes (art. 257).
4. EL GOBIERNO Y LA ADMINISTRACIÓN DE LOS DEPARTAMENTOS

La Asamblea General es competente para crear nuevos Departamentos (por


mayoría de dos tercios de votos del total de componentes de cada Cámara), así
como para fijar sus límites, habilitar puertos, establecer aduanas y derechos de
exportación e importación (art. 85.9.º). Fuera de esto, el gobierno y la
administración de los Departamentos con excepción de los servicios de
seguridad pública son ejercidos por una Junta Departamental y un intendente
municipal (art. 262).
Las Juntas Departamentales (compuestas de treinta y un miembros) y los
intendentes son elegidos por sufragio directo, para un periodo de cinco años en
la misma fecha electoral en que se eligen el presidente, el vicepresidente de la
República y los miembros de la Asamblea General. La Junta Departamental
ejerce las funciones legislativas y de control del Gobierno Departamental (art.
273). Por su parte, el intendente, que puede ser reelegido por una sola vez,
desarrolla las funciones ejecutivas y administrativas en el Gobierno
Departamental (art. 274). Los cargos de miembros de Juntas Departamentales y
de Juntas Locales son honorarios, mientras que los Intendentes perciben una
remuneración que les fija la Junta Departamental con anterioridad a su elección
(art. 295). La autonomía del Departamento está asegurada por la tutela que sobre
ella ejerce la Suprema Corte de Justicia (art. 283). Por otra parte, las fuentes de
recursos de los Gobiernos Departamentales son bastante amplias, incluyéndose
los impuestos sobre la propiedad inmueble, sobre espectáculos públicos y juegos
de azar, entre otros. Por otra parte, a escala departamental, se establece en un 15
por 100 de los inscritos residentes en una localidad los que tienen el derecho de
iniciativa ante los órganos del Gobierno Departamental en asuntos de dicha
jurisdicción (art. 305). En la actualidad hay diecinueve Departamentos.
La Ley de Descentralización y Participación (Ley 18.567 de 2009) creó un
nuevo nivel administrativo, el municipio. Según esta ley cada Municipio debe
tener una población de al menos 2.000 habitantes, aunque existe la posibilidad
de crear municipios con una población inferior a este tope si así lo dispone la
Junta Departamental a iniciativa del Intendente (art. 1). Asimismo, el 15 por 100
de los ciudadanos inscritos en una localidad o circunscripción tienen derecho de
iniciativa ante el Gobierno Departamental para constituirse en Municipio (art.
16). Los Municipios son órganos integrados por cinco miembros y sus cargos
son de carácter electivo, distribuidos por el sistema de representación
proporcional integral (art. 9). Cada Municipio es presidido por un alcalde que es
el primer titular de la lista más votada del lema más votado dentro de la
respectiva circunscripción territorial (art. 11), los demás miembros se denominan
Concejales y tienen un carácter honorario. El alcalde se vota en la misma lista
que el intendente por lo que el factor partidario opera fuertemente en este tercer
nivel. En cuanto a la financiación, los municipios cuentan con los fondos que les
destinan los Gobiernos Departamentales y con los recursos que les asigna el
Presupuesto Nacional en el Fondo de Incentivo para la Gestión de los
Municipios (art. 19).

5. EL SISTEMA ELECTORAL

Más que en otros casos nacionales, el sistema electoral uruguayo se ha


encontrado notablemente ligado con el sistema de partidos políticos existente.
De alguna forma, la existencia de dos claras corrientes históricas condicionó la
aprobación en 1934 de la Ley de Lemas por la cual los partidos (Lemas) se
beneficiaban, mediante un efecto «de embudo», de votos dispersos que optaban
por opciones o listas en competencia al interior de los partidos (sublemas) lo
suficientemente próximas políticamente hablando como para poder sumar sus
diferenciados caudales electorales. La otra característica fundamental que
acompañaba a la estrategia de la acumulación de votos de los lemas, según la
cual era propicio que los lemas representasen una amplia gama de opiniones
políticas, formando así conglomerados muy heterogéneos en términos políticos,
era la del doble voto simultáneo, la cual fue temporalmente anterior (11 de julio
de 1910) y causa inmediata de la Ley de Lemas. La simultaneidad de citas
electorales que se ha producido en el caso uruguayo ha conllevado que los votos
acumulados en las elecciones presidenciales configuraran un sistema
multipartidista en las restantes instancias, no aglutinando, por consiguiente, la
elección presidencial el voto en torno a un programa a pesar de que las listas de
candidatos para el Ejecutivo y el Legislativo deben figurar en una misma hoja.
Los electores emitían su voto en dos Hojas de Votación separadas, una para
los representantes nacionales y la otra para la arena de representación municipal.
El sistema obligaba al votante a elegir el mismo partido en ambas papeletas si
bien para las municipales se permitía la elección de un sublema diferente al
seleccionado para las elecciones a nivel nacional. El Ejecutivo era elegido, a
nivel nacional y municipal por mayoría simple de votos en una única vuelta. Por
su parte, los treinta senadores eran elegidos en circunscripción única nacional.
Como ya se ha dicho, la reforma constitucional de diciembre de 1996 y la
Ley 17.113 de 1999, fruto de la transformación del sistema de partidos, se
centraron básicamente en el sistema electoral. El incremento en el número de
partidos y de facciones al interior de los partidos que se venía produciendo desde
la década de 1960 y que se hizo más visible con la aparición del Frente Amplio
en 1971, terminó provocando un triple empate en las elecciones de 1994 que
supuso la constatación de la ruptura definitiva del histórico sistema bipartidista
en Uruguay y que amenazaba el control de la Presidencia por los dos partidos
políticos tradicionales. Si bien las negociaciones para la reforma de la
Constitución de 1996 se habían venido manteniendo desde la década de 1980, el
triple empate en 1994 y la difícil situación que generaba en el Congreso para la
formación de coaliciones, añadió urgencia a las conversaciones. Con la reforma
se mantuvo el hecho de que el voto en Uruguay es universal, secreto, directo y
obligatorio. Estableció, en lo atinente a los cargos unipersonales, candidaturas
únicas por partido, elecciones primarias entre los candidatos seis meses antes de
las elecciones nacionales y ballotage con mayoría absoluta a doble vuelta.
También incluyó la eliminación de la acumulación de votos por la ley de lemas
para los diputados, la separación de elecciones nacionales y municipales,
retrasadas seis meses, y la eliminación de la distinción entre lemas permanentes
y accidentales. De este modo, colorados y blancos accedieron finalmente a la
reforma del sistema electoral del que se habían beneficiado durante décadas en
pro de la gobernabilidad del sistema, obteniendo a cambio la provisión de la
segunda vuelta, que actuaba como garantía de control sobre las elecciones
presidenciales si ambos partidos decidían coaligarse en oposición al Frente
Amplio, lo que en la práctica no ha sucedido ya que pese a esta disposición en
las dos últimas elecciones presidenciales el Frente se hizo con el triunfo.
Desde el regreso a la democracia y hasta 2013 los uruguayos han sido
llamados a las urnas diez veces para participar en trece consultas nacionales que
han abordado temas de significado y calado muy diferente como es la amnistía,
políticas públicas vinculadas a la ley del agua, jubilaciones, empresas públicas, y
reformas político-electorales.
El organismo constitucional encargado de conocer todo lo relacionado con los
actos y procedimientos electorales, así como de decidir sobre reclamaciones, es
la Corte Electoral (art. 322). Está compuesta por nueve miembros, cinco de los
cuales son designados por la Asamblea General por dos tercios de votos del total
de sus componentes de entre ciudadanos que sean garantía de imparcialidad; los
cuatro restantes, representantes de los partidos políticos, son elegidos por la
Asamblea General, por el sistema de doble voto simultáneo, correspondiéndole
dos a la lista mayoritaria del lema más votado y dos a la lista mayoritaria del
lema que le siga en número de votos (art. 324).

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

El estudio de los partidos políticos en Uruguay no debe disociarse de la


institucionalización de los lemas referidos en páginas anteriores. Esto se explica
por un motivo fundamental: la correlación lema-partido ha permitido a este
último arrastrar votos dispersos que pudieran favorecer a corrientes centrífugas
del partido y que, en el caso de no estar constituido en lema, perdería
irremisiblemente, de forma que solo aquellos que conforman lemas consiguen
representación política; una formación política sin lema ha tenido un futuro
político problemático. De esta manera, los partidos uruguayos son un caso
extremo de «fraccionalismo organizado» donde la unidad de actuación, por
excelencia, no es el propio partido sino el lema que se articula bien por criterios
ideológicos o por liderazgos caudillescos.
La Constitución de 1966 regula mínimamente el papel y la actividad de los
partidos políticos toda vez que les exige dos requisitos: ejercer efectivamente la
democracia interna en la elección de sus autoridades y dar la máxima publicidad
a sus Cartas Orgánicas y Programas de Principios. Por otra parte, obliga al
Estado a velar por asegurar a los partidos la más amplia libertad (art. 77.11).
Ante esta situación en 2009, con el consenso de todas las fuerzas políticas, se
aprobó la Ley de Partidos (Ley 18.485). Esta ley hace especial énfasis en lo que
se refiere a la financiación. De esta forma, se establece un sistema mixto de
financiación pública y privada tanto de las campañas como de los partidos, se
establecen topes a las donaciones (300.000 pesos por donante), se define la
distribución de las contribuciones estatales y se crean mecanismos de control.
Por otra parte, la ley introduce la posibilidad de constituir o participar en
fundaciones con la única finalidad de promover actividades académicas,
culturales, educativas y de difusión de ideas, así como la financiación de
estudios y proyectos sobre la realidad nacional, regional e internacional (art. 12).
Aunque es una diferencia que fue suprimida en 1996, la legislación distinguió
entre lemas permanentes y accidentales, lo cual tuvo efectos muy relevantes en
el sistema de partidos. Como ya quedó dicho, aquéllos debían haber participado
en el comicio nacional anterior obteniendo representación parlamentaria; sin
embargo, este requisito podía ser modificado mediante ley específica aprobada
por dos tercios de votos del total de componentes de cada Cámara. Cuando el
Partido Demócrata Cristiano (PDC) decidió retirarse en 1989 del Frente Amplio,
coalición a la que prestó su lema para las elecciones de 1971 y 1984, la coalición
de izquierda se vio obligada a iniciar los trámites descritos para poder así
acumular sus votos en las elecciones de noviembre de 1989.
Bajo esta primera consideración, parece obvio que debe indicarse, como ha
vuelto a suceder tras la reforma de 1996, que una constante de la historia de los
partidos políticos uruguayos, personalizados en blancos y colorados, es el
continuo manejo de las reglas del juego en su beneficio, buscando mantener e
institucionalizar una unidad partidista difícil de lograr dado el fraccionalismo y
la heterogeneidad de la sociedad uruguaya. A principios del siglo XXI, ésta ha
proyectado un escenario político de tres partidos, que funcionan como dos polos,
a pesar de los corsés implementados para forzar el mantenimiento del
bipartidismo.
NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS LEGISLATIVOS

1984 1989 1994 1999 2004 2009 Media


2,92 3,33 3,3 3,14 2,4 2,6 2,9

FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas de la Universidad
de Salamanca.

Con respecto a las elecciones de 1971, las de 1984 supusieron un retroceso


del Partido Nacional, que pasó del 40,2 por 100 al 35 por 100, una ligera
progresión del Frente Amplio (del 18,3 por 100 al 21,3 por 100) y una votación
similar al Partido Colorado en torno al 41 por 100. Ante esta situación se
planteaban diversas interrogantes con respecto a la evolución del sistema de
partidos. En primer lugar, surgía fortalecida la idea de la necesidad de reforma de
la Constitución y del sistema electoral. En particular, se insistía sobre la
necesidad de abolir el doble voto simultáneo con el fin de racionalizar los
partidos, evitando el excesivo fraccionamiento de éstos y la acumulación de
votos de listas y candidatos con marcadas diferencias ideológicas y
programáticas. Otro punto sobre el tapete era la posibilidad de modificar la
forma de elección del Presidente para evitar la situación de que triunfase un
candidato que no contara con el apoyo de la mayoría de la población. En ese
sentido se barajaba la idea de un sistema de ballotage así como la de la
necesidad de darle un carácter más parlamentario al sistema de gobierno. Sin
embargo, el transcurso del tiempo mostró que, si bien había amplias
coincidencias sobre la necesidad de una reforma, era mucho más difícil coincidir
sobre qué reforma en particular era necesaria.
En estrecha relación con lo anterior se planteaban interrogantes con respecto
a la evolución del sistema de dos partidos y medio. Las posibilidades que se
presentaban eran o bien la consolidación de un sistema tripartidista, o bien la
vuelta al sistema bipartidista. Pero esta última posibilidad no implicaba
necesariamente un bipartidismo con los mismos actores. La cuestión que se
planteaba era si se consolidaría el Frente Amplio como el nuevo polo del sistema
en detrimento del Partido Nacional. Sin embargo, esta última posibilidad no
pareció tener buenas perspectivas de conformarse toda vez que el Frente se
dividió en 1989, separándose el PDC y el PGP (ex lista 99, originariamente del
senador Zelmar Michelini, asesinado en Buenos Aires por la dictadura), liderado
por Hugo Batalla; y que, a pesar de la muerte de su líder, Wilson Ferreira, en
1988, el Partido Nacional se mantuvo unido y fue capaz de alcanzar el poder en
1989.
Otro aspecto importante a tener en cuenta en ese sentido era si se mantenía o
no la tendencia al fraccionalismo típica de los partidos tradicionales. De 1946 a
1971 ambos partidos presentaron un promedio de tres candidaturas al Poder
Ejecutivo (Presidente o CNG). Este fraccionalismo, tan típico en la política
uruguaya y con independencia de valoraciones más positivas para otros
periodos, había sido uno de los elementos que contribuyeron a desestabilizar el
sistema político en la década de 1960. El Frente Amplio hacía de esto uno de los
puntos principales de crítica a los partidos tradicionales. Los mismos militares
intentaron, en el proceso de retorno a la democracia, poner límites a este
fraccionalismo, aunque finalmente abandonaron esta estrategia con el objetivo
de favorecer a los candidatos conservadores en cada partido que habían resultado
minoritarios en las elecciones internas de 1982.
EVOLUCIÓN PORCENTUAL DE LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS

Partido 1984 1989 1994 1999 2004 2009


Partido Colorado 41,8 30,3 32,5 32,8 10,61 16,67

Partido Nacional 35,6 38,9 31,4 22,3 35,13 28,54


Frente Amplio 21,0 21,2 30,8 40,1* 51,66 47,49

Nuevo Espacio 9,0 5,1 4,6 — —

Unión Cívica 1,6 0,6 — 0,2 — —


P. Independiente — — — — 1,88 2,49

Otros — — — — — 5,10

Total 100,0 100,0 100,0 100,0 100 100

* A partir de 1999 Encuentro Progresista-Frente Amplio.


FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas de la Universidad
de Salamanca y de la Corte Electoral de Uruguay.

En 1984 la tendencia al fraccionalismo pareció disminuir. El Partido


Colorado presentó solo dos candidatos; el Partido Nacional presentó tres, pero
uno de ellos, Payssée, prácticamente era marginal; y el Frente Amplio, solo uno.
A esta situación se agregó que en cada partido tradicional uno de los candidatos
era claramente mayoritario. Sin embargo, para las elecciones de 1989 el Partido
Nacional presentó tres candidatos a la Presidencia, Lacalle, Zumaran y Pereyra,
dándoles las encuestas posibilidades bastante equilibradas. El Frente Amplio,
que siempre se caracterizó por llevar un único candidato, presentó la candidatura
de Seregni, que fue acompañado por otro candidato de izquierda, Batalla,
producto de una división previa en el Frente. En cuanto al Partido Colorado, el
batllismo tuvo que ir a elecciones internas para definir un candidato a la
Presidencia ya que no lograron llegar a un acuerdo; de esta manera llevaría dos
candidatos, Pacheco y Batlle, ganador de las internas batllistas. Por consiguiente,
la tendencia acusada en 1984 hacia la disminución del fraccionalismo parecía
retroceder volviendo a pautas clásicas.
EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE REPRESENTANTES 1984-2009

Partido 1984 1989 1994 1999 2004 2009


Partido Colorado 41 30 32 33 10 17
Partido Nacional 35 39 31 22 36 30

Frente Amplio 21 21 31 40** 52 50


Nuevo Espacio * 2 9 5 4

P. Independiente 1 2
Total 99 99 99 99 99 99

* En 1984 Unión Cívica.


** A partir de 1999 Encuentro Progresista-Frente Amplio.
FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas de la Universidad
de Salamanca y de la Corte Electoral de Uruguay.

EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE SENADORES 1984-2009

Partido 1984 1989 1994 1999 2004 2009


Partido Colorado 14 9 11 11 3 5

Partido Nacional 11 13 10 7 11 9

Frente Amplio 6 7 9 12* 16 16


Nuevo Espacio — 2 1 1 —

Total 31 31 31 31 30 30

* A partir de 1999 Encuentro Progresista-Frente Amplio.


FUENTE: Elaboración propia con datos del Observatorio de Instituciones Representativas de la Universidad
de Salamanca y de la Corte Electoral de Uruguay.

Desde el punto de vista ideológico programático, también se han producido


cambios con respecto a las tendencias que se manifestaban en el momento de la
restauración del sistema democrático. En las elecciones de 1984 se manifestó un
claro deslizamiento del discurso político hacia posiciones de centro-izquierda.
Además del ligero progreso ya mencionado del Frente Amplio, en los dos
partidos tradicionales triunfaron ampliamente los candidatos que se identificaban
explícitamente con un modelo socialdemócrata de sociedad. En los colorados
esto significaba reverdecer las características del batllismo histórico, logrando la
fracción que adoptó esta posición un claro triunfo sobre la fracción autoritaria y
conservadora del partido, que era la que se había vuelto dominante a finales de la
década de 1960. En el Partido Nacional se consolidó, en esas elecciones, como
hegemónica la corriente liderada por Wilson Ferreira, que ya había adoptado en
la década de 1970 una posición marcadamente izquierdizante, inédita en un
partido tradicionalmente conservador. El exilio y la proscripción en dichas
elecciones de Ferreira, así como su no participación en los Pactos del Club
Naval, acentuaron esta tendencia, tratando de competir con el Frente Amplio en
la captación de un mismo tipo de electores.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA
(1=izquierda, 10=derecha)

Frente Amplio P. Colorado P. Nacional

1996 2001 2006 2010 1996 2001 2006 2010 1996 2001 2006 2010
Ubicación ideológica
2,9 3 2,9 3,38 5 5,6 5,33 6,33 5,6 5,8 5,7 6,24
de su partido político
(n) 25 27 45,0 20 22 9 20 14 28

Ubicación ideológica
de los otros partidos 2,7 3 3 3,71 7 8,1 7,9 8,05 7,4 8 7,1 7,66
político

(n) 47 37 39 49 43 74 48 50 54

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político?, ¿dónde situaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

La consolidación de las formas democráticas de gobierno parece haber


producido un retroceso hacia posiciones más conservadoras en los dos partidos
tradicionales. En el Partido Colorado la fracción pachequista recuperó
tímidamente posiciones; por otra parte, el discurso socialdemócrata de
Sanguinetti se transformó, en los hechos, en una política decididamente
orientada a dar prioridad al pago de la deuda externa, la reducción del déficit
fiscal, la eliminación de los subsidios al consumo interno y en general a
favorecer la adaptación de la economía a la competencia en un mercado libre.
Pero aún más significativo fue el triunfo en las elecciones internas de Jorge
Batlle con un discurso que criticaba al Gobierno (Sanguinetti apoyó al candidato
rival, Tarigo, quien era además su Vicepresidente) su falta de consecuencia y
rapidez en la liberalización de la economía y en su adecuación a las reglas de la
competencia en el mercado. Esta situación es aún más significativa si se
considera que este triunfo se logró en unas elecciones internas con una
participación muy importante. En 2001 cabría referirse a la existencia de las
siguientes fracciones más relevantes: Foro Batllista, liderada por Sanguinetti,
Lista 15 de Jorge Batlle, más socialdemócrata la primera y liberal la segunda.
Ambas estaban acompañadas por la derecha del partido encuadrada en Cruzada
94 liderada por Pablo Mior. En 2009 se llevaron a cabo importantes cambios en
la distribución de poder interno del partido, de suerte que tanto la Lista 15 como
el Foro Batllista vieron difuminado su poder al punto que por primera vez en
décadas ni Sanguinetti ni Batlle hicieron parte del Comité Ejecutivo Nacional
que quedó en manos del sector Vamos Uruguay liderado por Pedro Bordaberry,
actualmente la Secretaria General del Partido es Martha Montaner de Vamos
Uruguay. En términos de bastiones departamentales el Partido Colorado cuenta
con sus principales apoyos en los Departamentos Rivera y Salto, capturando
apenas el 18 por 100 del voto de Montevideo en las elecciones de 2010.
En el Partido Nacional, por su parte, se constató un reforzamiento del tronco
histórico más importante que supuso el Herrerismo, liderado por Luis Alberto
Lacalle que nuevamente fue candidato presidencial en 1999, con un discurso de
corte liberal muy próximo al de Jorge Batlle. Al mismo tiempo se manifestó una
pérdida de vitalidad de Movimiento por la Patria. A esto se agrega que esta
corriente moderó notoriamente su viraje a la izquierda, luego de la disminución
de votos sufrida en las elecciones de 1984. Esto se materializó especialmente en
el apoyo a la Ley de Caducidad y, posteriormente, al voto amarillo en el
referéndum sobre esta Ley. Sin embargo, es necesario constatar también que este
giro hacia posiciones más conservadoras por parte de Movimiento por la Patria
se tradujo en un viraje contrario de Carlos Julio Pereyra, que buscaba ocupar,
aparentemente con bastante éxito, el espacio progresista del Partido Nacional. La
tercera facción, el Movimiento Nacional de Rocha, liderado por este senador, que
tanto en 1971 como en 1984 había acompañado a Ferreira pero con posiciones
netamente más moderadas, no votó la Ley de Caducidad y apoyó el voto verde
en el referéndum. Esto le permitió alcanzar dentro del Partido Nacional una
fuerza relativamente equilibrada con respecto a las otras dos fracciones. Sin
embargo, a pesar de este relativo giro del Movimiento Nacional de Rocha, de
ninguna manera su discurso alcanzó el izquierdismo del discurso de Movimiento
por la Patria en la década de 1970 y en la vuelta a la democracia. De esta
manera al resurgimiento del Herrerismo, poco a poco transformado en
Lacallismo, la moderación de Movimiento por la Patria, como resultado de su
relativo fracaso electoral de 1984, y la pérdida de peso de las fracciones no
herreristas (Alianza Nacional y Movimiento Nacional de Rocha) confluyeron en
el sentido de un retroceso conservador del Partido Nacional. En 2004, el
Herrerismo perdió fuerza dentro del partido siendo favorecido el sector de
Alianza Nacional creado en 1999 y liderado por Jorge Larrañaga quien abogaba
por una renovación de la organización, pese a estos cambios para las elecciones
de 2009 Lacalle ganó nuevamente las elecciones internas recuperando de esta
forma el control del partido. Este partido tiene su mayor fuerza electoral en los
Departamentos de Durazno, Soriano, Colonia, San José, Flores, Lavalleja,
Treinta y Tres, y Tacuarembó con apoyos medios superiores al 50 por 100. En
Montevideo apenas alcanzó el 20 por 100 de los votos en las elecciones de 2010.
Por su parte, el Frente Amplio, se ha consolidado como el primer partido del
país tras las elecciones de 1999. Surgido para afrontar los comicios de 1971 en
los que consiguió como histórico representante de la izquierda un caudal
electoral próximo al 20 por 100, sus sectores más moderados y que aportaban
buena parte de sus votos terminaron por separarse del Frente después de un largo
proceso de discrepancias ideológicas y programáticas en 1989. Ese año Hugo
Batalla se retiró para formar el Nuevo Espacio. Posteriormente y hasta el
momento del aglutinamiento de Encuentro Progresista – Frente Amplio, se
registraron menores fracturas y el enfrentamiento entre un sector moderado
liderado por Danilo Astori y otro más radical encabezado por el líder indiscutible
Tabaré Vázquez, continuando las crisis que concluyeron en una de las más
significativas que se produjo en febrero de 1996 cuando su líder histórico, Líber
Seregni, renunció a la presidencia del Frente Amplio. El Frente Amplio es una
formación muy heterogénea, poco cohesionada, que aglutina según una clásica
visión frentista a los diversos sectores progresistas y de la izquierda uruguaya.
Ha dado cabida en su seno a numerosas formaciones más o menos estructuradas
que van de la extrema izquierda (Democracia Avanzada y Partido por la
Victoria del Pueblo) a la izquierda moderada (Asamblea Uruguay y Vertiente
Artiguista), durante casi dos décadas giró en torno al liderazgo de Tabaré
Vázquez que comenzó teniendo planteamientos más radicales y fue moderando
su posición al punto de acercarse a su principal contendor, Astori. Actualmente,
el Frente Amplio es liderado por Mónica Xavier del Partido Socialista. El Frente
hoy tiene su base electoral en los Departamentos de Canelones, Maldonado,
Rocha, Artigas y Montevideo en donde entre 1984 y 1999 obtuvo un promedio
del 40 por 100 del voto (el 46 por 100 en las elecciones de 2010). Por su parte,
Nuevo Espacio que se refundó en 1994 bajo el liderazgo de Rafael Michelini,
que se mantiene hasta el presente, tiene un carácter centrista que ha pretendido
integrar en su seno a la izquierda renovadora. El Partido Independiente se creó
de una escisión en este partido en 2003 logrando representación en la Cámara de
Diputados en 2004 y 2009. Este partido es de corte socialdemócrata y alberga en
su seno una corriente socialcristiana que lidera Pablo Mieres.

2. SINDICATOS Y EMPRESARIOS

La historia de los sindicatos en Uruguay tiene sus orígenes en la segunda


mitad del siglo XIX, registrándose en 1865 la fundación del primer sindicato
conocido en la industria gráfica. La tendencia predominante era el anarquismo,
estrechamente vinculado a los inmigrantes venidos de Europa. A principios del
siglo XX el movimiento obrero tenía como objetivos fundamentales la conquista
de derechos y garantías frente a los patrones, esto es, salario mínimo, limitación
de la jornada laboral y el derecho de organización. Estas garantías se fueron
alcanzando con los sucesivos gobiernos batllistas, en especial, entre 1914 y
1920. Durante todo este periodo el Estado alternaba el papel de mediador
informal con el de represor de las huelgas.
Después de 1940, sobre todo con la vuelta del batllismo con Luis Batlle, se
produjo una transformación tanto en los sindicatos como en la relación de éstos
con el Estado. La estructura industrial se había modificado, aumentando el
tamaño de las empresas. El trabajador artesanal, base del anterior sindicalismo,
fue reemplazado por obreros con menor especialización. Ligado a esto se
produjo el desarrollo de los sindicatos de industria, con lo cual la incidencia de
las huelgas a escala nacional fue mucho mayor, la nueva situación llevó al
Estado a regularizar las relaciones con los sindicatos, estableciendo un
mecanismo de arbitraje institucionalizado, gracias a la Ley 10.449 de 1943,
mediante los Consejos de salarios, entre los que se daba cabida a representantes
de los trabajadores, de los empresarios y del Estado.
Durante este periodo el movimiento obrero no estaba unificado. Existían
diversos gremios independientes y dos centrales, UGT y CSU. Mientras que la
primera era de izquierda; la segunda tenía carácter anticomunista y estaba ligada
a los sindicatos norteamericanos.
Durante la década de 1960, cuando el modelo batllista entró en crisis se
produjo la unificación del movimiento sindical. Entre 1964 y 1966 culminó este
proceso de unificación con la creación de la Central Única de los Trabajadores.
Con ella comenzó un importante periodo de movilizaciones obreras por
reivindicaciones salariales, pero también con un elevado contenido político, en
torno al programa levantado por el Congreso del Pueblo de 1965 y que recogió
demandas en torno a la reforma agraria, la nacionalización de la banca, el
desarrollo del sector estatal y de la inversión pública. La pujanza de este
movimiento fue abortado por el golpe de Estado de 1973, que tuvo como uno de
sus objetivos principales la detención de este proceso de politización y
radicalización; como consecuencia, hasta 1981 la actividad sindical fue
prácticamente nula al declararse ilegal y reprimirse brutalmente, sin embargo
diversos sindicalistas llevaron adelante movilizaciones contra la dictadura por la
libertad de los presos políticos y la amnistía.
El espacio abierto por la Ley 15.137 de 1981 dio cierta tímida capacidad al
movimiento sindical para poder comenzar a organizarse a través de la formación
de asociaciones profesionales de primer grado, pero no de segundo ni de tercer
grado. Permitía con grandes limitaciones cierto nivel de reorganización pero no
habilitaba la formación de federaciones ni de una central. El Plenario
Intersindical de Trabajadores (PIT), el cual se autodefinió como continuador de
la CNT, surgió como un agrupamiento de treinta y siete organizaciones
sindicales de primer grado que solicitaban permiso para celeberar el 1.º de mayo
—permiso que fue finalmente concedido no porque la ley lo permitiera, sino por
consideraciones de orden político general—. Por tiempo después y como
consecuencia de la convocatoria de una huela general en enero de 1984 el PIT
fue ilegalizado. Los dirigentes y militantes del PIT constituían una nueva
generación que reemplazaba a los antiguos militantes de la CNT, presos o
exiliados. Con la vuelta y la liberación de éstos en 1984 y como consecuencia de
la convocatoria del acto del primero de mayo se unifican ambas generaciones
bajo el nombre de PIT-CNT.
A lo largo del primer gobierno de Sanguinetti se podía dividir al movimiento
sindical en tres grandes tendencias: la primera era la liderada por el Partido
Comunista y constituía, como en la década de 1960, la mayor fuerza
cuantitativa. Su objetivo era mantener el control de este partido sobre el
movimiento sindical e imponer una línea de acción que no pusiese en peligro la
gobernabilidad del Estado. La segunda estaba constituida por una alianza de
pegepistas (lista 99), socialistas y militantes del PDC. Intentaba contrarrestar la
hegemonía de la primera, pero coincidían en la necesidad de no poner en peligro
la gobernabilidad. La tercera corriente era la compuesta por los militantes
vinculados al PVP, IDI, MLN, independientes y anarquistas. No confiaban en la
posibilidad de alcanzar mínimos acuerdos con el gobierno y criticaban a las dos
primeras por las concesiones que hacían en aras de la gobernabilidad.
En la década de 1990 y hasta 2004, un periodo de fuerte desregulación
laboral, el movimiento sindical se debilitó notablemente como actor de
reivindicaciones sindicales aunque logró posicionarse como actor de veto a la
privatización de empresas públicas en estrecha alianza con el Frente Amplio. No
obstante, la llegada de los colorados al poder en coalición con los blancos y el
liderazgo de Jorge Batlle no frenó el clima de enfrentamiento con los sindicatos.
De esta manera se sucedieron distintas acciones de protesta en junio de 2000
cuando la central única PIT-CNT protagonizó una huelga general de veinticuatro
horas en demanda de empleo y contra la política económica del gobierno y en
octubre del mismo año con un paro de setenta y dos horas. En el plano
institucional, esta confrontación se cristalizó en una campaña de la oposición
sindical y de los sectores de izquierda contra la Ley de Urgencia que permitía al
gobierno fijar límites a la ejecución de los presupuestos de los entes autónomos
y de los organismos descentralizados e incluía medidas de ajuste fiscal. La
central PIT-CNT inició una campaña para celebrar una consulta popular que
reuniera el número mínimo de votos exigidos (en torno a 600.000) para
promover un referéndum abrogativo, sin embargo, la consulta no tuvo el éxito
deseado.
Las relaciones de los sindicatos con los gobiernos del Frente Amplio se basan
en una lógica de cooperación que propició que durante el gobierno de Vázquez
se aprobaran cerca de treinta leyes de contenido laboral y de seguridad social y
que en lo relativo a las políticas de distribución la sintonía venga siendo plena.
El hecho de que las relaciones no sean tan tensas como las tenidas en gobiernos
anteriores se debe en parte a la relación histórica mantenida con el Frente; no
obstante, emergieron algunos conflictos puntuales como el desatado por la
intención del presidente Mujica de iniciar la reforma del sector público
asesorado por un conocido abogado antiestatista. Algunos aspectos a destacar en
materia sindical en los últimos años son la aprobación de la ley de negociación
colectiva que buscaba llenar el vacío existente en esta materia durante el
gobierno de Vázquez y el restablecimiento de los Consejos de Salarios en los
cuales empresarios, sindicatos y gobierno acordaban los aumentos salariales.
Con relación a las organizaciones empresariales, los productores rurales se
han organizado en la Asociación Rural y en la Federación Rural. La primera,
fundada en 1871, tiene vocación principalmente técnica y de fomento rural. La
segunda nació en 1915 con el objetivo explícito de actuar en el ámbito político
como grupo de presión. Ambas se adhirieron plenamente al proceso de
redemocratización, aunque las relaciones con el primer gobierno de Sanguinetti
estuvieron marcadas por la conflictividad y el desacuerdo en temas como el
problema de la deuda de los productores rurales, de las exportaciones de ganado
vivo y más tarde con la política del gobierno con respecto al problema de la
sequía. Los industriales y comerciantes están representados por las Cámaras de
Industria, Comercio y de Exportadores. Políticamente se encuentran próximos al
Partido Colorado. Durante la administración de Vázquez, las relaciones con los
empresarios fueron tensas debido al papel intermediador asumido por el
gobierno en las relaciones de los empresarios y los trabajadores.

3. LAS FUERZAS ARMADAS

Hasta febrero de 1987 la relación entre el gobierno democrático y los


militares se caracterizaba por el hecho de que el mando efectivo sobre las
Fuerzas Armadas no estaba en el Ministerio de Defensa, cuyo titular era
Chiarino, líder del pequeño partido que constituía la Unión Cívica, sino en el
Comando General del Ejército, cuyo titular era el general H. Medina. La política
de éste tuvo el objetivo de integrar al Ejército en el proceso de
redemocratización, pero salvaguardando la autonomía que éste había
desarrollado desde 1973 y, sobre todo, impidiendo todo enjuiciamiento a los
militares por los excesos cometidos a lo largo de la dictadura.
Durante su comandancia, Medina se abocó a la tarea de neutralizar las
fracciones militares más radicalizadas y nostálgicas del periodo anterior,
restableciendo la verticalidad del mando. Pero al mismo tiempo presionó en el
terreno civil para evitar que cuajaran las tentativas de juicios a los militares,
puesto que la presentación de denuncias contra ellos en los tribunales civiles se
multiplicaron a lo largo de 1985. En caso de prosperar, éstas hubieran
significado el hundimiento de su estrategia, no solo porque evitar los juicios
constituía un objetivo propio de Medina, sino también porque hubiera destruido
su control sobre los sectores más radicales del Ejército.
Con la aprobación de la Ley de Caducidad, el 22 de diciembre de 1986, la
línea del Comandante en jefe obtuvo un gran triunfo, permitiéndole, sobre todo,
pacificar las tendencias internas de las Fuerzas Armadas.
El pase a la situación de retiro del general Medina en febrero de 1987 creó un
vacío de poder, ya que el Ministro de Defensa no tenía ningún poder sobre los
militares y el nuevo Comandante en Jefe, general Berois, no contaba con
consenso entre éstos. La solución del presidente Sanguinetti fue nombrar a
Medina como Ministro de Defensa. Con esto el poder efectivo sobre las Fuerzas
Armadas volvía al Ministerio tal como legalmente debería ser, pero
evidentemente fue más en el hombre que en el organismo oficial en quien recaía
el verdadero poder.
El nuevo Ministro se encontró confrontado con la reaparición del problema
del juicio a los militares a través de la tentativa de anular la Ley de Caducidad
por la vía ya citada del referéndum. El triunfo del voto amarillo consolidó una
vez más la línea de Medina, quien lograba mantener la disciplina del Ejército y
al mismo tiempo preservaba la autonomía de éste evitando también el
enjuiciamiento de lo actuado durante la dictadura. En ese sentido, la aceptación
de las fuerzas políticas perdedoras del resultado del referéndum pareció indicar
que el problema del juicio a los militares quedaba definitivamente cerrado.
Paralelamente también se consideró como un triunfo para el gobierno de
Sanguinetti, ya que había logrado evitar el conflicto abierto con los militares,
aunque pagando el costo de aceptar a las Fuerzas Armadas como un actor en la
escena política con un alto poder de veto.
Sin embargo, la cuestión militar siguió viva a lo largo de la década de 1990.
Así, los ascensos en las Fuerzas Armadas propuestos por el Poder Ejecutivo al
Senado fueron bloqueados en 1995 por el Presidente de la Cámara y
Vicepresidente del país, Hugo Batalla, en un clima de revisión de la impunidad
de las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura. Por otra parte,
en diciembre de 1997 renunció el Comandante en Jefe del Ejército, teniente
general Raúl Mermot, por discrepancias con un decreto presidencial que
beneficiaba a oficiales purgados por motivos ideológicos durante la dictadura. La
llegada de Jorge Batlle al poder, con su postura más realista frente al tema de los
desaparecidos, reabrió la cuestión de las responsabilidades de los militares
durante la dictadura sin tener consecuencia práctica alguna. Durante los
gobiernos frentistas el tema de la derogación de la Ley de Caducidad ha estado
presente, de hecho con la llegada de la coalición de izquierda del Frente Amplio
al gobierno en 2009 se llevó a cabo un plebiscito para realizar una enmienda
constitucional que permitiera la anulación parcial de dicha ley el cual no fue
aprobado. Ante esta situación, en 2010 el Frente Amplio presentó un proyecto de
ley que buscaba derogar algunos artículos de la ley para poder catalogar como
crímenes de lesa humanidad los delitos cometidos por el Estado hasta 1985. Pese
a que en 2011 se aprobó dicha ley (ley 18.831, de «restablecimiento para los
delitos cometidos en aplicación del terrorismo de Estado hasta el 1.º de marzo de
1985»), en 2013 la Corte Suprema de Justicia declaró inconstitucional los
artículos más importantes de dicha ley. La llegada del Frente Amplio al poder
supuso también el incremento del compromiso uruguayo con las operaciones
internacionales de paz. Igualmente se aprobó la Ley marco de Defensa.

4. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

El Barómetro de las Américas: 2006-2012 —Proyecto de Opinión Pública de


América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrece datos
diversos sobre la evolución de la opinión pública en el citado lapso. La
valoración de la confianza en distintas instituciones de Uruguay se ha mantenido
en valores altos que en la mayoría de las series superan los cuatro puntos, por
otra parte se constata cierta estabilidad en los valores. Mientras que los relativos
a la Iglesia Católica y a la Municipalidad descienden, se incrementa el grado de
confianza en el Gobierno Nacional. Los partidos políticos son la institución en la
que menos confianza se deposita aunque en 2010 fueron superados por la Iglesia
Católica. A pesar de la importante confianza institucional, que se registra desde
que existen encuestas de opinión, los partidos y el parlamento presentan niveles
relativamente menores de confianza ciudadana. Sin embargo, los índices de
identificación partidaria, así como la robustez del voto ideológico de los
uruguayos marcan una sociedad fuertemente politizada. Se ha señalado que los
uruguayos son «demócratas insatisfechos». Estos demócratas son entonces
personas, comprometidas con el sistema, con importante arraigo partidario pero
pesimistas y desconfiados sobre el futuro del país y su economía.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN URUGUAY, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012


Iglesia Católica 4,01 3,81 3,67 3,68
Fuerzas Armadas 4,31 4,27 4,62 4,33
Tribunal Supremo Electoral 5,05 4,87 5,34 4,99
Congreso Nacional 4,69 4,22 4,98 4,30
Gobierno Nacional 4,86 4,54 5,44 —
Corte Suprema 4,49 4,42 4,87 4,46
Municipalidad 4,51 4,26 4,48 4,06
Partidos Políticos 3,60 3,46 4,02 3,51
Policía 4,21 4,30 4,34 4,14

En cuanto al nivel de participación en organizaciones formales muestra cifras


muy bajas habiendo además descendido en este periodo.
PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN URUGUAY, 2006-2012
(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012

Organización religiosa 23,4 26,5 19,1 18,6


Asociación de padres de familia 30,1 35,0 30,2 29,2
Mejoras para la comunidad 14,7 13,3 12,1 9,1
Partido político 11,2 11,7 16,3 6,7
Asociación de profesionales 10,1 10,6 8,5 8,1
Sindicato 8,8 9,1 — —

La conformidad de la democracia como mejor forma de gobierno es muy alta


y se ha ido incrementado hasta el 80 por 100 de los entrevistados que depositan
su confianza en esta forma de gobierno (valores 6 y 7 en la escala). Con respecto
al grado de satisfacción con la democracia es alto (superior al 80 por 100) si bien
ha descendido entre 2010 y 2012.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (en
porcentaje)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 2,0 2,6 1,9 2,0
2 2,5 1,2 ,9 1,4
3 5,3 3,3 2,3 2,5
4 6,6 5,5 7,7 6,3
5 12,2 8,8 8,3 9,1
6 16,2 19,3 17,9 14,4
Muy de acuerdo (7) 55,2 59,3 61,0 64,3

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN URUGUAY


(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012


Muy satisfecho 10,6 9,5 17,3 8,0
Satisfecho 69,5 67,5 72,2 70,9
Insatisfecho 17,5 20,0 9,2 19,4
Muy insatisfecho 2,4 3,0 1,4 1,7

La sociedad uruguaya se ubica en valores de centro izquierda


UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN URUGUAY
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media

2006 5,19
2008 5,09
2010 4,69
2012 4,91

Junto al primer gobierno del Frente Amplio y en paralelo al sostenido


crecimiento económico, la confianza en el futuro del país y sobre todo de la
economía ha crecido notablemente entre los uruguayos. De hecho los informes
de expectativas de consumidor muestran a los uruguayos con un inédito cambio
en la predisposición y pautas de consumo «el nuevo uruguayo». Este cambio, se
acompaña de un aumento de la preocupación por los temas de inseguridad. De
hecho, según las series de la empresa Equipos Mori, en torno a la campaña de
2009 el tema de inseguridad desbanca de los primeros lugares de preocupación a
los históricos temas económico, salarial o de empleo. De esta suerte, los
problemas vinculados a la delincuencia y a la falta de seguridad son los que
afectan de manera más grave a la sociedad uruguaya y los que han tendido a
agravarse entre 2006 y 2012. Concitan en 2012 la preocupación de casi el 50 por
100 de la población cuando en 2006 apenas alcanzaba ese porcentaje al 14 por
100.
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA URUGUAY, 2006-2012
(en porcentaje)

2006 2008 2010 2012

Economía, problemas con, crisis 14,0 17,5 9,3 9,0


Desempleo 37,0 25,9 19,0 9,4

Pobreza 9,3 8,0 8,4 2,2


Delincuencia 6,2 10,7 24,5 18,2

Drogadicción 2,6 4,9 5,0 3,4

Educación, falta de, mala calidad 2,3 2,8 5,1 9,1


Seguridad, falta de 7,5 7,9 13,3 29,8

Otros problemas 21,2 22,4 15,6 18,9

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas».

V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y DE CONSULTA


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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Cámara de Representantes y Cámara de Senadores:


http://www.parlamento.gub.uy
Presidencia de Uruguay: http://www.presidencia.gub.uy
Corte Electoral: http://www.corteelectoral.gub.uy

PARTIDOS POLÍTICOS:

FA: www.epfaprensa.org
PC: http://www.partidocolorado.com.uy/
PN: www.partidonacional.com.uy
EN: www.nuevoespacio.org.uy
Partido Independiente: http://www.partidoindependiente.org.uy/
LOS SISTEMAS POLÍTICOS DE
LOS PAÍSES ANDINOS
CAPÍTULO VI

BOLIVIA

I. INTRODUCCIÓN
Bolivia es el único país andino que carece de salida marítima, tras la pérdida
traumática de la misma después de la guerra del Pacífico con Chile. Posee dos
regiones perfectamente delimitadas: la andina, que fue núcleo tradicional del
poder y la vida política del país, y los llanos orientales, despoblada, pobre e
infradesarrollada en sus inicios, pero pujante en las últimas cuatro décadas. Su
población tiene un alto índice de composición indígena, ya que los aymara, los
quechua y otros pueblos originarios constituyen el 60 por 100 de la población, y
mestiza, siendo los blancos solo una quinta parte. Tradicionalmente ha sido una
república oligárquica, monopolizada por la minoría blanca, asentada en el
Altiplano, donde prácticamente el Estado no ha existido hasta mediados del siglo
XX. Históricamente, la minería y la política se entremezclaron, teniendo como
elemento aglutinador al Ejército, convertido en brazo coercitivo y, a la vez,
fervoroso aliado de las clases económicas dominantes, con apellidos
significativos: Patiño, Aramayo, Hochschild, los que llegaron a controlar el 80
por 100 de la producción de estaño.
Como la mayoría de los países latinoamericanos, en Bolivia los partidos
liberal y conservador dominaron la escena política sin mayores diferenciaciones
ideológicas hasta bien entrado el siglo XX. Se trataba de partidos de notables, con
nulo arraigo popular, necesarios para el funcionamiento del pseudo Estado
oligárquico. La modernización de la vida pública boliviana comenzó a perfilarse
después de la Segunda Guerra Mundial, época en la que el descontento popular
era creciente por la depresión económica y la falta de espacios políticos. Estas
circunstancias permitieron el surgimiento de grupos de oposición al sistema y la
aparición de partidos políticos de orientación izquierdista y, sobre todo, el
Movimiento Nacional Revolucionario (MNR), artífice de la revolución de 1952.
Sobre este partido se ha desarrollado el juego político durante la segunda mitad
del siglo XX siendo las restantes fuerzas políticas, democráticas o autoritarias,
meras alternativas suyas.
La inestabilidad crónica del sistema político, puesta de manifiesto a lo largo
del último periodo autoritario (1969-1982) en el que Bolivia tuvo trece
presidentes y eso que Hugo Bánzer lo fue entre 1971 y 1978, se quebró a partir
de 1982, cuando el país empezó a consolidar un marco de institucionalidad
política operativo en un ámbito social muy desarticulado. La nueva
institucionalidad conformó en un primer momento un modelo de
presidencialismo parlamentarizado en el que se reforzaron las pautas de
competición intrapartidista y de construcción de coaliciones. Todo ello se dio en
un ambiente de pluripartidismo no polarizado alrededor de una competencia
política articulada en torno a tres grandes partidos de ámbito nacional como eran
el MNR, la ADN y el MIR. Estos partidos fueron acompañados en la década de
1990 de diferentes experimentos populistas en clave antipolítica que fueron
sustituidos por otros que incorporaron, por primera vez, de forma masiva a la
población indígena campesina. A ello no fue ajena la gestación desde 1994,
gracias a la promulgación de la Ley de Participación Popular, de nuevas formas
de participación política, más que en cualquier otro país latinoamericano, vía la
elección popular de alcaldes y la movilización de diferentes grupos que
presionaron al poder político mediante huelgas sectoriales para obtener sus
reivindicaciones frente a la imposición de políticas neoliberales de muy dudosa
eficacia. En este escenario tuvo lugar la creación del Movimiento al Socialismo
(MAS) en 1999 que, basado en el heterogéneo movimiento indígena, será el
actor articulador de la política boliviana en los años siguientes. Una profunda
crisis iniciada en 2003 terminó propiciando la llegada de Evo Morales y del
MAS al poder dos años más tarde y en la apertura de un proceso constituyente
que culminó en 2009 instaurando un tipo de democracia participativa,
representativa y comunitaria. El nuevo estado de cosas, impuso la refundación
de un régimen político que ha sido caracterizado de etnopopulista, más
incluyente, pero con vocación hegemónica y fuertes rasgos nacionalistas frente a
una debilitada y divida oposición, con un presidente cuyo mandato es el segundo
más longevo en la historia del país.
En términos sociodemográficos, Bolivia continúa siendo un país en el que
dos tercios de la población es urbana. Igualmente sus tasas de analfabetismo se
han reducido alcanzando el 9,4 por 100 en 2010. En lo relativo a la
incorporación de la mujer a la población económicamente activa se ha ido
produciendo un incremento lento pero firme, aunque en el sector informal esta
presencia es bastante mayor.
El análisis de las grandes magnitudes económicas revela que Bolivia ha
controlado la inflación en las dos últimas décadas, alejándose de las dramáticas
cotas de hiperinflación que asolaron al país años antes, sin que por ello su
población haya podido recuperar el nivel de riqueza de comienzos de la década
anterior, no habiendo superado la nefasta etapa de la primera mitad de aquella
década. Asimismo es relevante señalar la fuerte dependencia de sus
exportaciones de los productos primarios, de entre los que el gas natural es el
primer rubro, superior al 80 por 100 y el incremento de su deuda externa.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE BOLIVIA

1985 1990 1995 2000 2005 2010


Población total (en miles) 5.895,0 6.573,0 7.414,0 8.329,0 9.182,0 10.031,0

Población urbana (en porcentaje) 50,5 55,6 60,4 64,6 64,2* 66,4*

Desempleo urbano (en porcentaje) 10,2 7,6 8,2 7,7


Hogares bajo la línea de pobreza (en
54,7 63,9 *
porcentaje)
Población analfabeta de 15 y más años de edad
30,9 21,6 — 14,4 11,7 9,4
(en porcentaje)
Tasas de participación en la actividad
26,0 30,5 32,9 35,4 62,0 62
económica de la mujer

* Previsiones del Instituto Nacional de Estadística de Bolivia.


FUENTE: CEPAL (2011): Panorama Social de América Latina, Santiago de Chile: CEPAL.

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE BOLIVIA

1980-
1995 1997 1999 2001 2003 2005 2008 2010
90

Tasas anuales medias de


crecimiento del PIB por
–1,9 2,2 2,4 –1,9 –2,2 0,4 1,8 4,3 2,4
habitante a precios
constantes
Tasas anuales medias en 222,7 12,6 6,7 3,1 1,1 3,9 4,9 11,8 7,2
el índice de precios al
consumidor

PIB por habitante en


dólares constantes de — 905 946 982,0 990,0 996,0 1.033,0 1.145,8 1.191,7
2000

Deuda externa total


desembolsada (en — 4.523,0 4.234,0 4.574,0 4.465,0
millones de dólares)

FUENTE: CEPAL (2001): Balance preliminar de las economías, Santiago de Chile: CEPAL y CEPAL
(2011): Panorama social de América Latina, Santiago de Chile: CEPAL.

II. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

1. ANTECEDENTES

La historia política de Bolivia desde la independencia, alcanzada en 1825 de


la mano del general Sucre, hasta la guerra del Pacífico, que la enfrentó junto con
Perú a Chile y como consecuencia perdió su salida al océano, estuvo dominada
por el caudillismo y la economía de subsistencia. Los numerosos textos
constitucionales promulgados fueron meros ejercicios de estilo y, salvo el intento
de consolidar una confederación con Perú a finales de la década de 1830,
también abortado por Chile, tuvieron una nula incidencia en la vida política real,
aunque mantuvieron las constantes ficticias de separación de poderes,
presidencialismo, bicameralismo y Estado unitario. El constitucionalismo
boliviano surgió con el Decreto del 9 de febrero de 1825 por el que se convocaba
a una asamblea de diputados de las provincias del Alto Perú. El Congreso
Constituyente convocado abría las puertas a la breve vigencia de la Constitución
Vitalicia. A partir de entonces los textos se continuaron, siendo las
Constituciones de 1861 y de 1878 las que mayor impronta tuvieron en el país.
A partir de la guerra del Pacífico (1879-1883), el peso político gravitó en dos
regiones: el sudoeste (Potosí-Sucre), debido a una reactivación a corto plazo de
la producción de la plata, y el noroeste, gracias a la producción de caucho, de
quina y a la incipiente explotación del estaño. En breve plazo, esta última región
se configuró como hegemónica, dando el poder a La Paz desde 1900 y a una
serie de familias de empresarios y mineros que fueron llamados «La Rosca».
Esta oligarquía financiero-minera dirigió la política del país hasta la guerra
del Chaco (1932-1935), que enfrentó a Bolivia con Paraguay y se saldó con la
victoria paraguaya que amplió su territorio. Los efectos negativos de la crisis
económica de 1929, junto con la acentuación del nacionalismo larvado en el
Chaco, puesto que por primera vez en su historia Bolivia tuvo que conformar un
ejército nacional que afectó a todo el espectro étnico y social del país,
configuraron una oposición nacional que, apoyándose en los mineros que
constituían el sector obrero más sólido, produjo unas importantes movilizaciones
populares, así como profundos cambios políticos entre 1939 y 1952, año este
último en el que tuvo lugar la «revolución boliviana».
La combinación en la década de 1940 de diversos movimientos suscitados
tras la derrota del Chaco (reformista nacional y revolucionario socialista), junto
con la aparición del Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR) en 1940, y del
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), aportó savia nueva a la hasta
entonces mortecina vida política boliviana. Sin embargo, ambas formaciones van
a estar pronto enfrentadas: el carácter reformista del MNR chocaba con el más
revolucionario del PIR; paralelamente, el MNR, en contacto con la logia militar
«Razón de Patria» (RADEPA), apoyó en 1943 un clásico golpe civil-militar que
llevó al poder al coronel Gualberto Villarroel; mientras tanto, el MNR instituyó
la Federación Sindical de Trabajadores Mineros, germen de la Central Obrera
Boliviana (COB), al frente de la cual se situó Juan Lechín Oquendo. La nueva
situación política estuvo sancionada, como históricamente es tradicional en
Bolivia, por la Constitución de 1945, que apenas estuvo vigente un año. Sin
embargo, este texto incorporó como novedad el fuero sindical y amplió los
preceptos de la Constitución de 1938 relativos al régimen económico, social y
familiar. El dominio del reformismo militar fue denunciado como fascista por el
PIR, el cual se apresuró a aliarse con la derecha tradicional para llevar a cabo en
julio de 1946 un golpe contra Gualberto Villarroel. Esta situación pretendió
consolidarse mediante la redacción de la Constitución de 1947.
Las elecciones presidenciales de 1951 fueron ganadas por el candidato del
MNR, Víctor Paz Estenssoro, tras una situación que había provocado la
evidencia de la irreversibilidad de la corriente nacionalista, así como de la
creación de un mercado nacional para los productos autóctonos y del beneficio
que gran parte de la población alcanzó por los excedentes exportables antes
usufructuados en forma excluyente por la oligarquía mineroagroindustrial.
El Ejército, alarmado por el populismo reivindicativo preconizado por el
candidato del MNR, Paz Estenssoro, desconoció los resultados electorales que le
daban el triunfo, provocando una insurrección espontánea que resquebrajó las
estructuras del viejo Estado invertebrado. Los levantamientos populares se
caracterizaron por la toma, por parte de los mineros, de núcleos de población
significativos, como Oruro, mientras que en los sectores urbanos el objetivo se
dirigió a lograr la deserción de algunos militares, propiciando la capitulación del
Ejército.
El éxito del movimiento influyó para que por primera vez en Bolivia
desapareciese de la escena política, o por lo menos se replegase a un segundo
plano, el tándem oligarquía-Ejército. Se inició un periodo idílico de
compenetración entre MNR y COB, de forma que Juan Lechín, el alto dirigente
de la COB, llegó a la Vicepresidencia del país. Paz Estenssoro (1951-1956)
promulgó un nuevo orden social con el establecimiento de la reforma agraria y la
nacionalización de la actividad minera, hechos que tuvieron un impacto
simbólico significativo en el resto de América Latina. La reforma agraria tuvo
mayor impacto en los departamentos de Cochabamba y La Paz, donde con el
tiempo se llegó a consolidar, y en Santa Cruz comenzó un proceso de
colonización masiva, dando nacimiento a una nueva clase de campesinado
segmentada por la competencia y con una errática ideología. La nacionalización
minera determinó la creación de la empresa estatal COMIBOL, dominada en sus
inicios por la Federación de Trabajadores Mineros. Igualmente se creó para la
extracción y comercialización del petróleo la empresa estatal Yacimientos
Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB). La estabilidad inicial del recién
estrenado estado nacionalista, que llevó a cabo sus primeras elecciones
democráticas en 1956, permitió la captación de recursos procedentes del ahorro
interno, que propiciaron inicialmente el desarrollo de la zona de Santa Cruz de la
Sierra, degenerando posteriormente en el surgimiento de las grandes haciendas y
la especulación inmobiliaria, que a su vez permitió el nacimiento de un nuevo
foco de poder.
El partido de Paz Estenssoro, MNR, desde los inicios del proceso
revolucionario tuvo que afrontar dos problemas centrales: el nuevo modelo de
desarrollo, que debía canalizar el crecimiento económico a que dio origen, y la
creación de instituciones políticas capaces de contener y aglutinar los apoyos
surgidos de los sectores sociales afines a la revolución. El régimen del MNR
sancionó en 1961 una Constitución de marcado corte presidencialista, que abrió
la posibilidad de la reelección presidencial (disposición utilizada por Paz
Estenssoro en 1964).
El MNR, como factor aglutinante en el periodo reformista, trató de copiar el
modelo político mexicano de partido hegemónico oficial, bajo la fachada de
instituciones democráticas. Con este objetivo dificultó el desarrollismo
capitalista e instauró al Estado como la primera fuerza empresarial. Además
quiso, como el PRI mexicano, dulcificar a la izquierda e introducir su
corporativismo estructural en la COB; sin embargo, falló en su intento,
adquiriendo la Central Obrera Boliviana una autonomía absoluta del partido
gobernante. Este fracaso MNR-COB propició el inicio de la reestructuración de
las Fuerzas Armadas con el apoyo de Estados Unidos que posteriormente
resurgieron como fuente de poder independiente y plena capacidad de llevar
adelante la doctrina de la seguridad nacional. Paz Estenssoro cedió la
Presidencia a su correligionario Hernán Siles Suazo que se mantuvo en el poder
entre 1956 y 1960, periodo en el que hubo de enfrentarse con serios problemas
económicos. Éste, a su vez, fue reemplazado para un nuevo periodo presidencial
(1960-1964) por la fórmula Paz-Lechín.
La década de 1960 en la vida institucional boliviana se caracterizó por tres
hechos totalmente significativos: el primero se refiere al surgimiento de unas
Fuerzas Armadas reformadas, que habían abandonado su caudillismo
nacionalista y se habían convertido ahora en un ejército que abrazaba la Doctrina
de la Seguridad Nacional. A partir de ese momento fueron el eje conductor de
todo el entramado político del país. El segundo lo constituyó la llegada del Che
Guevara, que quiso hacer de los Andes la Sierra Maestra de América del Sur; su
fracaso y muerte implicaron tácitamente a la izquierda boliviana, particularmente
al Partido Comunista. Por último, se produjo la institucionalización del modelo
de desarrollo capitalista reorientando los militares la economía hacia el sector
privado.
La segunda mitad de esta década se caracterizó por los sucesivos golpes y los
gobiernos de facto. En 1964, meses después de la reelección de Paz Estenssoro,
quien había sido abandonado por Juan Lechín, al irse del MNR para fundar el
Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional (PRIN), el general Barrientos
dio un golpe de Estado. Éste fue producto tanto de la iniciativa de las elites
políticas y económicas del país como de presiones internas en las Fuerzas
Armadas.
El periodo de gobierno de René Barrientos entre 1964 y 1969 comportó la
exclusión de las fuerzas laborales de sus anteriores parcelas de poder. Su
gobierno tuvo como base dos estamentos sociales: las clases campesinas y los
sectores urbanos. Los primeros dieron origen al movimiento llamado «militar-
campesino», de corte derechista, y consecuencia del Pacto Militar Campesino
que constituyó la fase última de subordinación campesina. Estos apoyos
obedecieron al modelo de gobierno fundamentado en el clientelismo, capaz de
captar a líderes de clase media y del campesinado. El modelo clientelista de
prebendas, mal endémico en los sectores políticos y fácticos bolivianos, permitió
la estructuración económica del país, basada en el estímulo al sector privado y
también en el fomento de la inversión extranjera con la promulgación de la Ley
de Hidrocarburos, que posibilitó la privatización de las explotaciones del
subsuelo. Finalmente, se nacionalizó y modernizó la administración del sector
público. Bajo este gobierno además se promulgó la Constitución de 1967,
vigente aún.
La estructuración económica del Estado desarrollista originó fuertes
fricciones entre el Estado y la sociedad civil, caracterizadas por permanentes
movilizaciones obreras que fueron fuertemente reprimidas con la instauración de
un sofisticado aparato represivo. El fracaso de la política económica del régimen
de Barrientos, junto con la represión institucionalizada, originó una revuelta
apoyada por la burguesía; oficiales tímidamente progresistas e intelectuales
llevaron al poder a otro militar, Ovando Candia, durante el breve lapso de 1969 a
1970, quien puso fin a la represión de la clase obrera y nacionalizó nuevamente
la explotación petrolera.
Para evitar el triunfo del movimiento involucionista de corte conservador que
estaba gestándose, la COB paralizó el país por mediación de una huelga general.
El general Juan José Torres, con el apoyo de oficiales progresistas, alcanzó el
gobierno, que también fue de una duración efímera (desde octubre de 1970 a
agosto de 1971); este gobierno marcó un giro radical respecto al de Barrientos
posibilitando el ascenso obrero en lo que se denominó la Asamblea Popular. De
esta manera, se caracterizó por un mayor protagonismo de la izquierda y de la
COB, que había sido reprimida con Barrientos pero no destruida, así como por
una marcada inestabilidad por la falta de control de Torres sobre los sectores
populares.
El binomio Ovando-Torres originó en Bolivia la polarización de las clases
políticas y sociales del país. Por un lado, una derecha integrada por las elites del
sector privado y buena parte de la clase media urbana, defensora del capitalismo
de Estado y apoyada por los EEUU y distintas fracciones del MNR, propugnaba
el autoritarismo militar defensor de sus intereses. Por otro lado, la izquierda
atomizada en pequeños partidos marxistas y la COB que consiguió captar al
campesinado tradicionalmente errático ideológicamente.
A pesar de la resistencia popular, la derecha dio un golpe de Estado en 1971
exiliando a Torres en Argentina, donde sería asesinado, y tomando el poder
Hugo Bánzer Suárez. Sus siete años de gobierno contaron con el apoyo de los
militares de orientación desarrollista, jóvenes tecnócratas provenientes de la
sociedad civil, el MNR de Paz Estenssoro y la Falange Socialista Boliviana,
diseñándose un régimen burocrático autoritario.
El clientelismo basado en la prebenda institucionalizada debilitó a la
institución armada, minando su coherencia organizativa y su vitalidad
institucional. Además, al utilizar la prebenda como arma generadora de apoyos
incondicionales, con la expansión burocrática del Estado pudo mantener segura
el apoyo de la clase media que hacía del Estado base de su bienestar.

2. LA TRANSICIÓN POLÍTICA

La transición política hacia un sistema democrático de gobierno llevada a


cabo en Bolivia se realizó a lo largo de un dilatado calendario que tiene una
duración superior a cuatro años (1978-1982). Distintos factores provocaron el
enquistamiento de la situación: la poca operatividad constitucional en lo
concerniente a la elección presidencial, un sistema de partidos políticos
fuertemente fragmentado, unas Fuerzas Armadas acostumbradas a ejercer e
intervenir como árbitro y, finalmente, las conexiones de ciertos elementos de la
cúpula militar con el narcotráfico. En contrapartida, la presión internacional,
especialmente la realizada por los restantes países andinos, jugó muy
favorablemente en pro de acelerar el proceso.
La transición comenzó con el inicio de la recesión económica que ponía en
tela de juicio el modelo de capitalismo desarrollista y con la llegada de Jimmy
Carter con el Partido Demócrata a la Casa Blanca en 1977. Carter tomó como
bandera reivindicativa los procesos democratizadores en Latinoamérica,
obligando a Bánzer a iniciar un proceso en el mismo sentido. Para ello, y en el
marco de la Constitución de 1967, se convocaron elecciones en 1978 que fueron
anuladas por fraudulentas, de manera que las primeras elecciones legítimas se
llevaron a cabo en mayo de 1979.
Los dos grandes bloques ideológicos que concurrieron a estas citas
electorales fueron los de filiación marxista y los conservadores a los que habría
que añadir el movimiento indígena. Detrás de los dos primeros concurría un gran
número de partidos políticos, mientras que del segundo se articuló el
movimiento katarista cuyos inicios datan del comienzo de la década de 1970.
Siles Zuazo, líder de la Unión Democrática Popular (UDP), obtuvo el 33 por
100 de los sufragios; Paz Estenssoro del MNR el 28 por 100, y Bánzer el 18 por
100. Al no haber obtenido ningún candidato la mayoría absoluta, los tres
candidatos más votados concurrieron para su definitiva elección al Congreso.
Ante la imposibilidad de ello debido a la polarización política existente, se llegó
al acuerdo unánime de investir por un año como Presidente interino de la
República a Walter Guevara Arce, líder del APRIN en su calidad de presidente
del Congreso. La provisionalidad y las luchas intestinas de las fuerzas políticas
llevaron a un nuevo golpe, personalizado en el militar Natusch Busch, apoyado
por sectores de las elites productivas y líderes de la clase política, y que llegó a
ser denominado «golpe constitucional».
Ante la negativa de Guevara Arce de entregar el poder, el Congreso erigió
como mandatario provisional a Lydia Gueiler, presidenta del Senado,
convirtiéndose en la primera mujer que ocupara este cargo en Bolivia. Gobernó
ocho meses, convocando elecciones en 1980, que no cambiaron demasiado la
situación de 1979. En ellas Siles logró el 38 por 100, Paz Estenssoro el 20 por
100 y Bánzer el 17 por 100 de los votos válidos. Los resultados electorales
pusieron de manifiesto el malestar obrero con relación a las medidas dictadas por
el Fondo Monetario Internacional.
La dificultad a la hora de alcanzar acuerdos en el Congreso para elegir al
mandatario presidencial retardó la elección de Siles Zuazo y propició el golpe
militar de Luis García Meza, identificado con el narcotráfico, iniciándose
entonces un periodo de expolio y represión brutal. La cúpula del MNR se exilió,
fraccionándose en el exterior. Hasta el definitivo regreso de los civiles al frente
del Estado boliviano se sucedieron dos golpes de Estado más: el del general
Celso Torrelio Villa en 1981 y el del también general Guido Vildoso en julio de
1982, cuyo gobierno posibilitó la retirada a los cuarteles de las Fuerzas Armadas
en octubre del mismo año.
3. ELECCIONES Y CAMBIO DE GOBIERNO EN LA DÉCADA DE 1980

El restablecimiento del régimen democrático de gobierno se produjo en


octubre de 1982 con el reconocimiento de los resultados de las elecciones de
1980 y gracias al acuerdo del Congreso que propició el ascenso al poder de
Hernán Siles Zuazo, condicionando su estancia en el gobierno hasta 1985, por
considerar que el periodo de cuatro años del mandato presidencial debía
comenzar a contar desde 1981. Siles Zuazo fue apoyado por la Unidad
Democrática Popular (UDP) y una frágil coalición de partidos de izquierda, entre
los que se encontraban el MIR y el Partido Comunista Boliviano. En las
elecciones presidenciales, UDP había obtenido mayoría relativa con el 38 por
100 de los votos, frente al 20 por 100 del MNR y el 17 por 100 del derechista
ADN.
El gobierno de Siles Zuazo vivió en una crisis política permanente. La crisis
tuvo su origen, en primer término, en la inestabilidad dentro de la coalición
partidista gobernante, traducida en los innumerables cambios de gabinetes
ministeriales y de composición partidista: entre octubre de 1982 y julio de 1985
hubo ochenta y dos ministros; entre julio y agosto de 1983, el país estuvo
prácticamente sin gabinete. Esta misma inestabilidad política se reflejó en la
política económica del país, que en tan corto tiempo tuvo que soportar nueve
paquetes de medidas económicas sin que por esto se consiguiera frenar el
proceso de hiperinflación suscitado. En segundo lugar, se registró la polarización
y sobre ideologización del sistema. Como tercera causa, cabría referirse a la falta
de mayoría parlamentaria, ya que la UDP poseía cincuenta y site escaños frente a
los ciento cincuenta y siete que integraron el Congreso, no pudiendo contar Siles
con los dos partidos opositores, MNR y ADN, formaciones políticas que, por
otra parte, unidas a la poderosa Confederación de Empresarios Privados de
Bolivia (CEPB), le habían ayudado a alcanzar el poder, con la probable intención
de que UDP demostrase su incapacidad política y se destruyese como alternativa
partidista a largo plazo, como efectivamente sucedió. Como última causa cabe
señalar las diferentes actitudes asumidas por los grupos de presión frente al
gobierno de UDP. La COB sustituyó su cauteloso apoyo inicial por una posición
contestataria, con la búsqueda de la cogestión en las empresas estatales y la
participación sindical en las decisiones gubernamentales, terminando por no
reconocer a la UDP como representación política del movimiento popular. La
CEPB rechazó frontalmente la política económica del gobierno y los Comités
Cívicos no lo respaldaron porque para ello exigían del gobierno una inmediata
descentralización político-administrativa del Estado.
El primer gobierno democrático fue el escenario del derrumbe político
conjuntamente del movimiento sindical y de las fuerzas de izquierda, cuyos
efectos se concretaron en el fracaso de la cogestión obrero-campesina; la crisis
del movimiento sindical, con el debilitamiento de la COB; una fuerte quiebra
ideológica del nacionalismo revolucionario, con la pérdida de legitimidad de la
UDP; el colapso económico, con la mayor hiperinflación de América Latina del
momento, que llevó a la destrucción de la minería estatal y a un altísimo déficit
fiscal; y, como consecuencia política final, se hizo viable la reorganización del
neoliberalismo estatal y social con el ascenso de Paz Estenssoro al gobierno.
Como hecho insólito, además de las elecciones generales anticipadas de
1985, Bolivia celebró simultáneamente elecciones municipales, que desde 1948
no se llevaban a cabo. De nuevo, el fraccionamiento partidista hizo su aparición
con la concurrencia de un gran número de partidos, de los que solo dieciocho
fueron considerados aptos para participar en el proceso electoral. En las
elecciones presidenciales el centro-izquierda tuvo los principales candidatos en
Víctor Paz Estenssoro por el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario),
Hernán Siles Zuazo por la UDP y Jaime Paz Zamora por el MIR (Movimiento de
Izquierda Revolucionaria). El centro estuvo representado por el Partido
Demócrata Cristiano y la derecha por Falange Socialista Boliviana (FSB) y
Acción Democrática Nacionalista (ADN).
Las elecciones de 1985 mostraron la escasa participación y el apaciguamiento
de la polarización política. Lo más llamativo de este proceso electoral fue la
estrepitosa caída de UDP, a pesar de estar en el poder. A Siles Zuazo solo le cupo
el honor de ser sustituido por un gobierno democrático.
La historia de los comicios de 1979 y 1980 se repitió en 1985, no alcanzando
ningún candidato la mayoría, el Congreso ratificó a Víctor Paz Estenssoro. La
alternancia en agosto de 1985 no solo significó un cambio de mandatario y
partido, sino una modificación radical del aparato estatal y de sus relaciones con
las fuerzas sociales que se venían dando desde la Revolución de 1952. Paz
Estenssoro diseñó una actuación política, económica y social marcadamente
neoliberal, rompiendo con sus lazos ideológicos populistas-nacionalistas de
1952. Su praxis de gobierno se inscribió en la desestatización. El sistema político
se reestructuró bajo el fundamento de que solo el Congreso y los partidos
políticos eran los legítimos representantes del pueblo, desconociendo a los
sindicatos como actores políticos y limitando su campo de acción a las funciones
específicamente sindicales.
La política económica centró las prioridades del nuevo gobierno del MNR. El
Decreto Supremo 21060, columna vertebral de la coyuntura política, delineó la
estrategia de la nueva política económica, cuyo plan tenía esencialmente las
siguientes dimensiones: la eliminación del proceso hiperinflacionario; la
reducción y eliminación del abultado déficit fiscal, uno de los elementos de la
hiperinflación; la liberalización de los precios de bienes y servicios; una política
cambiaria flexible, regida por la oferta y la demanda de dólares; el
congelamiento de sueldos y salarios; la liberalización de las importaciones; la
reforma tributaria, que permitiera recuperar las fuentes de financiación del
Estado, y una fuerte reducción del empleo en el sector público (relocalización).
Esta drástica política económica produjo sus resultados inmediatos: la
hiperinflación, que en la primera mitad de 1985 era de una tasa anual de 26.000
por 100 se redujo en 1986 al 97 por 100, y en 1987 llegó al 10,6 por 100. La
cotización del dólar se estabilizó en 1986 alrededor de dos pesos bolivianos. El
índice de precios al consumo, que en julio de 1986 llegó al 66,30 por 100, en el
primer semestre de 1986 alcanzó un nivel del 5 por 100; finalmente el déficit
fiscal pasó del 14 por 100 en 1985 al 3,1 por 100 en 1987.
La política neoliberal diseñada por las nuevas medidas económicas se
propuso como objetivos esenciales reducir el intervencionismo estatal y lograr
una lógica de mercado que permitiera la modernización económica con la
ampliación de las actividades de la iniciativa privada.
En el proceso electoral del 7 de mayo de 1989 concurrieron diez candidatos a
las elecciones presidenciales; sin embargo, solo tres aspirantes tenían sólidas
posibilidades de triunfo: Gonzalo Sánchez de Losada, candidato del partido
gobernante, Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR); el general Hugo
Bánzer, de Acción Democrática Nacionalista (ADN) y Jaime Paz Zamora, del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
La dispersión del voto fue alta por el elevado número de candidatos: de 3,2
millones de electores, solo se inscribieron en el censo electoral dos millones.
Ninguno de los tres candidatos obtuvo el 50 por 100 de los sufragios necesarios
para ser proclamado Presidente. Obtuvo mayoría relativa el candidato oficialista,
Gonzalo Sánchez de Losada, del MNR, quien aventajó a Hugo Bánzer y a Jaime
Paz Zamora.
Pese a los logros de la nueva política económica impuesta por Paz
Estenssoro, el costo social fue demasiado alto. La tasa de desempleo llegó a
superar, según datos oficiales, el 20 por 100, en una población económicamente
activa de 2,6 millones de personas. La congelación de salarios y el libre precio
de los productos alimenticios provocaron la expansión de la desnutrición,
especialmente entre los niños. La tasa de mortalidad infantil superó los 250 por
cada 1.000 nacidos, aumentando el número de niños que nacían por debajo del
peso mínimo.
Otro problema del sistema político boliviano que comenzó a gestarse en la
década de 1980 fue el narcotráfico, inevitablemente ligado con la tradición local
del cultivo y uso de la coca. El Chapare, a unos 300 kilómetros de La Paz, llegó
a convertirse en el generador del 80 por 100 de la hoja de coca que producen los
suelos bolivianos. Bolivia, llegó a convertirse en el segundo proveedor mundial
de hoja de coca, después de Perú, representando su venta al exterior una cifra
que se ha llegado a situar en ocho veces del total de las exportaciones legales del
país más pobre de Sudamérica. La corrupción relacionada con el narcotráfico ha
alcanzado a niveles más altos del poder político en Bolivia. La Coordinadora de
las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba tiene 30.000 afiliados de los
70.000 productores de hoja de coca de la región. Con relación al programa de
sustitución voluntaria de la producción de la hoja de coca, estos trabajadores
expresaron su acuerdo a la vez que su demanda de que a cambio de cada arbusto
cortado se entregase otro de igual rendimiento económico. En este sentido, el
gobierno se ha resistido parcialmente a los planes de los EEUU de una
sustitución violenta de la hoja. En ciertas ocasiones defendiendo la sustitución
gradual del cultivo, aun cuando resultase más lenta y costosa, y en otras, como
bajo el gobierno de Bánzer, prometiendo una drástica reducción de la sola hoja
en el Chapare. De hecho, entre 1991 y 2001, según cifras oficiales, se llegaron a
erradicar 46.000 hectáreas de coca sembrándose 116.000 hectáreas de productos
sustitutivos, principalmente banano, maracuyá, palmito y piña. La erradicación
forzosa, como medida de las políticas de lucha contra el narcotráfico, tuvo un
alto costo social, ya que entre 1982 y 2004 119 personas fueron asesinadas y 513
fueron heridas por armas de fuego, hubo 121 denuncias sobre tortura y 447
flagelados, además de más de 4.134 casos de detenciones y cerca de 5.349 casos
de violación de derechos humanos.
Las elites productivas dieron su apoyo a la forma de gobierno democrática
porque querían arriesgar menos y mantenerse dentro de ella. De ahí el papel
significativo que en el proceso democratizador desempeñó la Confederación de
Empresarios Privados de Bolivia, manteniendo la aplicación de las medidas
económicas dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar el
colapso productivo del país. Las rivalidades permanentes entre el Ejecutivo y el
Legislativo aportaron tensión a la vida democrática del país si bien, como se verá
a continuación, se fue articulando un presidencialismo parlamentarizado en el
que el Poder Ejecutivo integraba a distintas formaciones políticas que le
garantizaban un cómodo apoyo en el Congreso.
Por su parte, el estaño, factor tradicional determinante en la vida boliviana, se
vio abocado al colapso como consecuencia de la política anárquica de Siles
Zuazo, de las bajadas del mercado internacional y de la ineficacia del Consejo
Internacional del Estaño. Tampoco se puede olvidar la política agresiva de los
EEUU al poner en el mercado sus reservas para evitar el alza de los precios, así
como del surgimiento de competidores, extractores de aluviones como China y
Brasil, que saturaron el mercado. Este declive culminó con la paralización del
mercado internacional del estaño el 24 de octubre de 1985, afectando
notablemente al gobierno de Paz Estenssoro, que no tenía diseñado un programa
capaz de contrarrestar las consecuencias desastrosas de esta situación.
Bolivia, para reactivar su economía tuvo necesariamente que someterse a los
planes del Fondo Monetario Internacional, olvidándose del mesianismo ya
petrificado de la COB, y, además, diseñar una nueva política económica con la
creación de una estructura productiva, encaminada a la producción de alimentos
y a impulsar el desarrollo agroindustrial. Paralelamente y, como prueban las
cifras del cuadro adjunto, a pesar del incremento registrado en el gasto público
éste es muy reducido y en su seno el gasto social debe alcanzar mayores cotas.

4. LA ALTERNANCIA DEMOCRÁTICA DEL PRESIDENCIALISMO PARLAMENTARIZADO

El gobierno de Víctor Paz Estenssoro del Movimiento Nacional


Revolucionario (MNR) estableció una alianza en el Congreso con Acción
Democrática Nacionalista (ADN) constituyendo el Pacto por la Democracia,
primero de una serie de acuerdos que se sucederán seguidamente, con una
mayoría de 119 escaños sobre 157. Esta estrategia sirvió para lograr controlar
una de las más altas tasas de inflación de la historia mediante la puesta en
marcha de la Nueva Política Económica orientada hacia el imperio del mercado
y a la transformación del propio papel del Estado y de hecho fue el primer
programa de ajuste estructural aplicado en América Latina bajo condiciones
democráticas. Sin embargo, las secuelas de la misma supusieron un enorme
índice de desempleo y, parcialmente, condujeron a una fuerte derrota electoral
del MNR en los comicios municipales de diciembre de 1987.
Las elecciones del 7 de mayo de 1989, realizadas tras las reformas electorales
de 1986 que sustituyeron la fórmula D’Hondt de reparto de restos introducida en
1956 por el doble cociente de participación y distribución de escaños que
dificultaba el acceso al Congreso de los pequeños partidos, volvieron a repetir el
mismo escenario de 1985. Los tres principales partidos quedaron muy lejos de la
mayoría absoluta y el Presidente tuvo que ser elegido por el Congreso
continuándose la política de coaliciones. Las negociaciones llevadas a cabo en el
seno del mismo concluyeron con un pacto entre ADN y el Movimiento de la
Izquierda Revolucionaria (MIR) que llevó al líder de éste, Jaime Paz Zamora a la
Presidencia, no obstante haber sido el candidato que obtuvo menos votos de los
tres partidos. Esta alianza, basada en un acuerdo entre un partido de la derecha
clásica (ADN), que situaba a diez miembros en un gabinete de dieciocho, y otro
de centro-izquierda (MIR), suponía una crítica frontal al gobierno precedente del
MNR y sentaba las bases para el establecimiento de un Acuerdo Patriótico que
aseguraba la gobernabilidad del país a través de una especie de
parlamentarización del presidencialismo. El pacto se institucionalizó mediante la
creación del Consejo Superior de Unidad y Convergencia que presidía el líder de
ADN, Hugo Bánzer, y que llegó a convertirse en el verdadero centro del poder
político. Durante este periodo se transfirió al sector privado el control operativo
de la minería del estaño, cuya nacionalización había sido la bandera del
movimiento revolucionario de 1952 y se volvió a reformar la ley electoral en
1991 introduciendo la fórmula Sainte-Laguë para el reparto de los restos y
mejorando las estructuras administrativas de la Corte Electoral.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES (1985-1989)

14 de julio de 1985 7 de mayo de 1989


Partidos % %
Candidatos Votos Candidatos Votos
votos votos
ADN Hugo Bánzer 493.735 28,6 H. Bánzer 357.298 22,7

Víctor Paz Gonzalo Sáenz de


MNR 1 Estenssoro 456.704 26,4 Lozada 363.113 23,07

MIR Jaime Paz Zamora 153.143 8,8 Jaime Paz Zamora 309.033 19,64
CONDEPA Carlos Palenque 173.459 11,02

Otros 400.473 2 22,8 212.966 3 13,53

Blancos 126.800 7,3 68.626 4,36


Nulos 97.509 5,6 89.626 5,67

Total 1.728.364 100 1.574.121 100


Electores 2.108.458,0 2.136.560

Abstención 18,2 26,32

1
En 1993 el MNR formo coalición con el MRKTL.
2 Se incluyen los votos de R. Jordán Pando del MNRI, 82.418 votos (4,8%), de C. Serrate Reich del

MNRV, 72.197 votos (4,2%), de R.Velasco Romero del PS-1, 38.785 votos (2,2%), de R. Araníbar Quiroga
del FPU 38.124 votos (2,2%), de G. Flores Santos del MRTKL, 31.678 votos (1,8%), de L. Ossio Sanjines
del PDC, 24.079 votos (1,3%), de D. Anez Pedraza del FSB, 19.985 votos (1,1%) y de los candidatos del
MNR-1, MNTK, POR, ACP, IU, FNP, AUR y ARENA, que obtuvieron cada uno de ellos menos de un 1%
de votos.
3 Se incluyen los votos de A. Araníbar Quiroga de IU, 113.509 votos (7,21%), de R. Cortez del PS-1,

39.763 votos (2,53%), de V. H. Cárdenas del MRTKL, 22.983 votos (1,46%), de G. Flores de FULKA,
16.416 votos (1,04%), y de los candidatos de FSB y MIN que obtuvieron cada uno menos de un 1% de
votos.
FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal Supremo Electoral.

Las elecciones del 6 de junio de 1993 reinvirtieron la situación de nuevo


llevando a la Presidencia a Gonzalo Sánchez de Lozada del MNR, quien, falto
de nuevo de una mayoría electoral suficiente, contó con el apoyo en el Congreso
de la derechista y populista Unión Cívica Solidaridad (UCS), del industrial
cervecero Max Fernández Rojas y del izquierdista Movimiento Bolivia Libre
(MBL), liderado por Antonio Araníbar. Para ese momento ya se encontraba
vigente la reforma constitucional de 1990 que limitaba la elección del Congreso
a los dos candidatos presidenciales más votados. En estas elecciones la
acusación a Paz Zamora de tener vínculos con el narcotráfico fue también
determinante para el retroceso del MIR.
El gobierno de Sánchez de Lozada, que contó en la vicepresidencia con
Víctor Hugo Cárdenas, un líder aymara de mucho prestigio sobre todo en La
Paz, se encontró con serias dificultades en el seno de la coalición habida cuenta
que en septiembre de 1994 la UCS la abandonó (para regresar en junio siguiente)
como consecuencia de sus concesiones a la Central Obrera Boliviana (COB) con
la que más tarde se enfrentaría abiertamente por la política de privatizaciones (el
monto total privatizado entre 1990 y 1996 alcanzó los 1.743 millones de
dólares). Este periodo de gobierno (1993-1997) contempló la realización de
numerosas transformaciones en el proceso de reforma del Estado entre las que
cabría destacar la Ley de Capitalización mediante la que se pudieron privatizar
las empresas públicas más grandes, la Ley de Pensiones siguiendo el modelo
chileno, y la Ley de Reforma Agraria que otorgó territorios comunitarios
indígenas a las más de treinta etnias nacionales y facilitó la participación
popular.
Las elecciones locales de diciembre de 1995 fueron las primeras realizadas
tras la «municipalización» del territorio por el que, por primera vez en Bolivia,
todo el país tenía un municipio y cada ciudadano tenía el municipio por el cual
votar, como consecuencia de las reformas constitucionales y de la ley de
participación popular aprobadas en año anterior. Las elecciones supusieron un
revés para las expectativas del MNR y, contrariamente, un éxito para los otros
socios de la coalición gubernamental. El MNR continuó siendo el primer partido
del país con algo más del 20 por 100 de apoyo electoral y terminó controlando el
38 por 100 de las alcaldías, sin embargo su rédito decreció en el medio urbano
toda vez que ganó únicamente en una de las diez principales ciudades del país.
En La Paz, la candidatura más votada con el 38 por 100 de los sufragios fue la de
Mónica Medina de Palenque de CONDEPA, sin embargo la alcaldía cayó en
manos de Ronald MacLean de la segunda fuerza más votada (ADN). Por otra
parte, en el seno del grupo parlamentario del MNR se suscitaron serios
problemas relativos a acusaciones de corrupción de algunos de sus miembros lo
que les llevó a seis de ellos a presentar su dimisión. Esta situación afectó
también a miembros de otros partidos.
La reforma constitucional de julio de 1996 se centró en la extensión del
mandato de los cargos electos y en aspectos netamente electorales que solo
habían sido parcialmente abordados en la reforma electoral de 1994 cuando se
creó un tribunal electoral independiente; se cambió la distribución de los escaños
en la Cámara de Diputados para favorecer a los departamentos más poblados (La
Paz y Santa Cruz) en detrimento de los menos poblados (Potosí, Chuquisaca y
Pando), se introdujo el sistema de representación mixto con una vuelta a la
fórmula D’Hondt de reparto de los restos y un listón electoral del 3 por 100. El
gobierno de Sánchez de Lozada abordó también una reforma descentralizadora
basada fundamentalmente en la potenciación del papel de los municipios y en la
apertura de la participación política al movimiento vecinal. En cuanto a la
intensificación de la política llevada a cabo de sustitución de cultivos de coca en
el valle de Chapare, tuvo que enfrentarse a serios conflictos sociales que le
llevaron a decretar el estado de sitio en abril de 1995 (el tercero en la última
década). Durante este gobierno fue extraditado e ingresó en prisión el golpista
general Luis García Meza que había sido sentenciado en ausencia a treinta años
de cárcel por violaciones de derechos humanos ocurridas durante su gobierno
entre 1980 y 1981. De esta forma, García Meza se convertía en uno de los
escasos dictadores del periodo autoritario que asoló América Latina en las
décadas de 1970 y de 1980 que veía la cárcel.
La campaña de las elecciones del 5 de junio de 1997 versó en relación a las
principales políticas que habían definido la administración anterior y que se
referían fundamentalmente a las privatizaciones, a la reforma de la seguridad
social, al reordenamiento estatal, a la descentralización, a la modernización y el
multilingüismo en la enseñanza, al mercado y redistribución de tierras y a la
política frente al narcotráfico. Estas elecciones llevaron a la Presidencia al
exdictador Hugo Bánzer encabezando a la ADN, que él mismo había fundado en
1979 y al frente de la cual había sido derrotado en cinco comicios presidenciales
previos. Si bien en esta ocasión la diferencia con el segundo candidato más
votado (Juan Carlos Durán del MNR) fue de cerca de cinco puntos; se registró,
por primera vez, una situación en la que cinco candidaturas habían sobrepasado
el listón del 15 por 100 del voto popular, lo cual permitía hablar de una
competencia política pentalateral. Además de las dos ya citadas se encontraban
las encabezadas por el expresidente Jaime Paz Zamora (MIR), Remedios Loza
del partido Conciencia De Patria (CONDEPA), primera mujer indígena
candidata a la Presidencia quien sustituyó en el liderazgo de esta formación
populista a su fundador Carlos Palenque fallecido en marzo de 1997, e Ivo
Kuljis, sucesor del también fallecido Max Fernández al frente de la UCS. Bánzer
logró contar con el apoyo de estas tres formaciones suscribiéndose el
«compromiso por Bolivia» para conseguir el voto de 115 de los 157 diputados
que votaron, convirtiéndose así en el presidente boliviano que más apoyo tuvo
bajo la Constitución de 1967. La heterogeneidad de la alianza que integraba a
fuerzas del populismo clásico (UCS y CONDEPA), con el centro-izquierda
(MIR) y la derecha (ADN) conformaba una situación histórica cuyo rendimiento
se presentaba de difícil predicción y que se quebró al año de estar constituida al
abandonar CONDEPA el gobierno en agosto de 1998.
Las elecciones legislativas de esa misma fecha registraron una renovación de
las tres cuartas partes de la clase política parlamentaria y conformaron un
Congreso en el que se hacía indispensable desarrollar estrategias de
colaboración, de manera que se pasó de la estrategia de coaliciones de 1985 y
1989 basadas en dos partidos, o la de 1993 sustentada en un partido grande y dos
medianos, a una regida sobre cuatro partidos de valor electoral muy parecido.
Las elecciones municipales de diciembre de 1999 consolidaron los liderazgos
de Johnny Fernández y de Manfred Reyes Villa «Bombón» que revalidaron sus
alcaldías en Santa Cruz y Cochabamba respectivamente y sirvieron para asentar
a la megacoalición gubernamental que, no obstante, hubo de enfrentarse a
distintos procesos de movilización popular que pusieron a prueba su capacidad
de supervivencia. En abril de 2000, Bánzer decretó el Estado de sitio como
consecuencia de protestas violentas acontecidas sobretodo en Cochabamba para
presionar al gobierno para que modificase las leyes por las que privatizaba el
acceso al agua y las que permitían el inicio del proceso de concentración de
tierras. Más tarde, en septiembre del mismo año, un nueva oleada de protestas
sindicales protagonizadas por maestros, campesinos, comerciantes minoristas y
estudiantes dejaron un saldo de once muertos y de centenares de heridos. Sendos
momentos de crisis supusieron remodelaciones del gobierno sin cambiar por ello
el carácter tripartito del mismo (ADN, MIR y UCS) y acuerdos con los
campesinos, liderados por el aymara Felipe Quispe del Movimiento Indígena
Pachacuti (MIP), y con los productores de hoja de coca, liderados por el quechua
Evo Morales diputado y fundador del Movimiento Al Socialismo (MAS) en
relación con la administración de los cultivos sustitutivos y el mantenimiento de
una política valedora del principio «no a coca cero». La constante conflictividad
social que llevaba a paros sectoriales o regionales, cuando no nacionales, como
medio de presión al gobierno, continuó durante el periodo de Bánzer quien había
vaciado de contenido el impulso reformista del gobierno anterior, regresado al
neoliberalismo y alineado la política de Bolivia con la de Estados Unidos. Se
trataba tanto de respuestas sociales a la grave crisis económica a la que se
enfrenta Bolivia como políticas instrumentadas fundamentalmente por el MNR
quien reclamaba insistentemente la renuncia del Presidente. En abril de 2001 un
nuevo conflicto paralizó al país durante casi un mes cerrándose con la firma de
un «Acta de Entendimiento» por la que se intentaban cerrar los asuntos más
delicados y, sobretodo, establecer una especie de tregua frente a las elecciones
del año siguiente. La enfermedad terminal de Hugo Bánzer le hizo renunciar a su
cargo un año antes de la culminación de su mandato asumiendo la Presidencia en
agosto de 2001 Jorge «Tuto» Quiroga, un ingeniero y economista formado en
Estados Unidos, quien remodeló profundamente el gobierno que ya solamente
daba cabida a miembros de ADN y del MIR.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES (1993-1997)

6 de junio de 1993 5 de junio de 1997


Partido Candidatos Votos % votos Candidatos Votos % votos

ADN H. Bánzer 484.705 22,3

MNR G. S. de Lozada 585.837 36,22 J. C. Durán 396.235 18,2


MIR J. Paz Zamora 365.005 16,8

CONDEPA C. Palenque 235.427 14,56 R. Loza 373.528 17,2

AP 1 H. Bánzer 346.865 21,45

UCS Max Fernández 226.816 14,02 Ivo Kuljis 350.728 16,1

Otros 222.479 2 , 13,76 206.880 3 9,5

Blancos 37.071
143.946 —
Nulos 46.528
Total 1.731.309 100 2.177.081 100,0

Electores 2.399.197

Abstención 28

1 ADN y MIR se presentaron a las elecciones de 1993 como AP.


2 Se incluyen los votos de los candidatos de MBL, 88.260 votos (5,46%), de ARBOL, 30.867 votos (1,91

%), del FSB, 20.947 votos (1,30%), de VR-9, 21.100 votos (1,30%) y de otros candidatos y partidos que
suman 61.305 votos (3,79%).
3 Se incluyen los votos de A. Veliz Lazo de IU, 80.806 votos (3,7%), de M. Urioste del MBL, 67.244 votos
(3,1%), de J. Justiniano del VSB, 30.212 votos (1,4%), de J. de la Cruz Vilka de EJE, 18.237 votos (0,8%) y
de E. Galindo del PDB, 10.381 votos (0,5%).
FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal Electoral.
Los comicios del 30 de junio de 2002 contemplaron una liza electoral de
nuevo muy reñida con once candidatos en disputa por la Presidencia de la
República y supusieron el hecho histórico insólito de ser los quintos
consecutivos desde la recuperación del régimen democrático en 1982. Si bien las
encuestas previas mantenían que el electorado se inclinaba por el capitán
retirado del Ejército Manfred Reyes Villa «Bombón», que había fundado Nueva
Fuerza Republicana (NFR); los resultados en las urnas dieron el triunfo a
Gonzalo Sánchez de Lozada del MNR y quedaron ratificados en el Congreso
gracias al apoyo que recibió de los ochenta y cuatro (de un total de 157)
congresistas del MIR, UCS y ADN frente a los cuarenta y tres que Evo Morales
recibió del MAS, de NFR y del MIP. De esta forma, Sánchez de Lozada (Goni),
con el periodista y propietario de un canal de televisión Carlos Mesa como
vicepresidente, volvía por segunda vez a la Presidencia de su país y confirmaba
el péndulo de la política boliviana con dos polos: el MNR y la oposición anti-
MNR. Por otra parte, la tríada partidista sobre la que se había basado la política
boliviana a lo largo de los últimos tres lustros, formada por MNR, MIR y ADN,
perdía, al menos momentáneamente y siempre que Quiroga no tenga la
posibilidad de recomponer al partido en el futuro, a ADN claro perdedor de las
elecciones sancionado por el electorado por su gestión de gobierno.

Resultados de las elecciones presidenciales del 30 de junio de 2002


Partidos
Candidatos Votos % votos

MNR Gonzalo Sánchez de Lozada 624.126 22,46

MAS Juan Evo Morales Aima 581.884 20,94


NFR Manfred Reyes Villa Bacigalupi 581.163 20,91

MIR-NM Jaime Paz Zamora 453.375 16,31

MIP Felipe Quispe Huanca 169.239 6,09

UCS Max Johnny Fernández Saucedo 153.210 5,51


ADN Henry Ronald MacLean Abaroa 94.386 3,39

LJ Alberto Costa Obregon 75.522 2,72

PS Jorge Rolando Morales Anaya 18.162 0,65

MCC Rene Oswald Blattmann Bauer 17.405 0,63

CONDEPA Nicolás Felipe Valdivia Almanza 10.336 0,37


Votos válidos 2.778.808 92,81
Blancos 130.685 4,36

Nulos 84.572 2,82

Votos emitidos 2.994.065 100

FUENTE: Tribunal Electoral.

El ingreso de los movimientos sociales en el Congreso, una importante


redistribución territorial del voto y la configuración de una nueva división con
una fuerte polarización entre la vieja política, cuyos máximos representantes
serían el MNR y el MIR, y la nueva política de corte más indígena y campesino
articulada en torno al MAS, NFR y MIP, es el resultado más notable de las
elecciones de 2002 de cara al futuro político de Bolivia. El sistema de partidos
sufría una clara recomposición quedando superado parcialmente el fenómeno de
la antipolítica de la década precedente que supusieron las ofertas de CONDEPA
y de UCS y se articulaba una nueva polarización electoral entre las ofertas de
estabilidad y de cambio.
Esta polarización se hizo visible tras la asunción de Goni. El gobierno del
MNR veía deteriorada su legitimidad frente a la ciudadanía por el desgaste del
modelo del presidencialismo parlamentarizado que había construido un sistema
político de democracia pactada según el cual la política de reparto de acuerdo
con los intereses de una elite muy cerrada se hacía insostenible. No se trataba
únicamente del legado neoliberal impuesto brutalmente durante la década
precedente, sino también del clima de corrupción existente y de la percepción de
lejanía que la mayoría de la población sentía con respecto a la clase política que
se la percibía en clara connivencia con las elites económicas. Por otra parte, el
MNR no contaba en el Congreso con una mayoría de legisladores para aprobar y
viabilizar sus proyectos —pese a la alianza formada con el MIR— y se
enfrentaba al más de Evo Morales cada vez más activo tanto en el Parlamento
como en las calles donde la movilización era enorme.
Esta crisis institucional y social derivó en una fuerte convulsión social en
2003 cuando en febrero de ese mismo año, y como consecuencia de la existencia
de un déficit fiscal del 8,5 por 100 el año anterior, un proyecto de reforma
tributaria fue el detonante para iniciar el proceso de desgaste del gobierno del
MNR anunciando el fin de un modelo político. La medida establecía un
incremento del 12,5 por 100 del impuesto al salario con la finalidad de luchar
contra el déficit fiscal y reducirlo al 5,5 por 100. La presión se volcó en las calles
que fueron testigo además de la movilización de los policías, quienes pedían un
incremento en sus salarios, llegando a amotinarse la mayor parte de sus
miembros dentro de sus recintos. La Paz, junto con los otros departamentos,
quedaba desprotegida y la convulsión aumentaba con el ingreso de los militares
al conflicto. Las primeras voces gubernamentales sobre una supuesta sedición se
hicieron eco, pero las movilizaciones no cesaron, hasta la cancelación del
proyecto. El saldo de la protesta fue de 33 muertos y 205 heridos entre civiles,
policías y militares.
Para conseguir una estabilidad gubernamental, el MNR firmó un nuevo pacto
de alianza con el NFR y su antiguo aliado el MIR. Esta nueva coalición
gubernamental buscó recuperar la economía e impulsar el crecimiento con
inclusión social y consolidar el sistema democrático. Sin embargo, las
movilizaciones en el occidente se activaron nuevamente frente a la posibilidad
de la venta de gas a México y Estados Unidos por puertos chilenos y, de forma
indirecta, a Chile.
En septiembre, una nueva ola de conflictos sectoriales e independientes puso
al gobierno frente a una encrucijada. La Paz una vez más estaba sitiada: en los
Yungas por los cocaleros, en El Alto por un conflicto municipal y en el norte por
los indígenas, encabezados por el diputado Felipe Quispe. El estallido de la
revuelta social se inició con el operativo militar-policial para intervenir este
bloqueo realizado por los indígenas de Quispe en Sorata (La Paz) y permitir que
un grupo de turistas que estaban bloqueados pudiesen llegar a la sede de
Gobierno; esta acción produjo la muerte de cinco indígenas (una menor) y un
policía. La muerte de los civiles por la acción militar junto a los rumores de la
venta del gas dirigió la movilización hacia la sede de gobierno. En los siguientes
días, la movilización se intensificó y diferentes movimientos sociales
comenzaron a converger hacia la sede de Gobierno centrándose su
reivindicación en la negativa a la exportación de gas a Chile, el Referéndum
sobre los Hidrocarburos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente,
comenzando a pedir algunas voces tímidas la renuncia del Presidente.
Paulatinamente La Paz se encontró cercada y la escasez de alimentos y el
desabastecimiento de combustibles como consecuencia de un conflicto que se
extendía por más de dos semanas fueron otro de los motivos para justificar la
intervención de las Fuerzas Armadas en el conflicto. Un nuevo operativo militar,
encabezado nuevamente por el ministro de Gobierno, Carlos Sánchez Berzaín,
para garantizar la circulación y el reabastecimiento de combustibles en el centro
de la ciudad acabó con la muerte de 26 civiles. A partir de ese momento, la
renuncia presidencial era la única salida para frenar los conflictos sociales.
La «Guerra del Gas» se caracterizó por ser una rebelión social, protagonizada
por la ciudadanía, poco organizada y sin liderazgos visibles. Fue la evidencia de
una fractura histórica por la cual saltaron todos los problemas acumulados desde
hacía muchos años. Los movimientos de apoyo en contra de la fuerte y violenta
represión a los alteños —gentilicio con el que se denomina a los ciudadanos de
la ciudad de El Alto— y el cese del hostigamiento se hizo eco en todo el país
con más de 87 piquetes de huelgas de hambre (encabezados por la ex defensora
del Pueblo, Ana María Romero de Campero), marchas hacia La Paz encabezadas
por los mineros y cocaleros, cortes de rutas y las numerosas y continuas
movilizaciones en la sede de Gobierno. En el plano político, tras la actuación
militar en El Alto, se produjo la ruptura de Mesa con Sánchez de Lozada y,
posteriormente, el alejamiento de su aliado político, el NFR. La presión en las
calles y la inestabilidad interna produjeron como resultado la renuncia de
Sánchez de Lozada el 17 de octubre. El trágico resultado en el balance de un
gobierno democrático fue de sesenta y nueve muertos y más de cuatrocientos
heridos.
Carlos Mesa, historiador y periodista independiente, asumió la Presidencia y
no logró consolidar ni concretar una coalición parlamentaria propia que lo
apoyase. Sin embargo, buscó cumplir con la agenda de octubre junto con su
equipo de ministros y profesionales sin ninguna experiencia política. Tras una
modificación de la Constitución en 2004 se incluyeron mecanismos deliberativos
como la iniciativa Legislativa Ciudadana y el Referéndum; de esta manera y
como mandato popular se convocó al primer Referéndum por el Gas. A través de
la consulta popular se abrogó la Ley de Hidrocarburos n.º 1.689 promulgada por
Sánchez de Lozada, se buscó refundar YPFB, recuperar la propiedad estatal y los
hidrocarburos en boca de pozo, se establecieron los principales ejes de la
exportación y, sobre todo, se estableció la política estratégica con Chile de gas
por mar. La reforma constitucional de febrero de 2004 también habilitó a las
«Agrupaciones ciudadanas y a los pueblos indígenas» y les reconoció deberes,
obligaciones y funciones similares a las reconocidas a los partidos políticos.
Pese a los esfuerzos de Mesa por entablar y reiniciar un trabajo conjunto con
el Congreso no lo logró, y su gestión se vio paralizada sistemáticamente por el
Legislativo, lo cual, sumado a las protestas de las regiones del oriente que
comenzaron a pedir un referéndum autonómico, las manifestaciones de los
indígenas para que se respetasen sus territorios y se reconociesen los usos y
costumbres dentro del mismo, así como la de los cocaleros para que no se
controlase el volumen de cultivo y la presión de los pobladores de El Alto para
que se expulsase a la empresa privada que gestionaba el agua, hicieron que Mesa
decidiera renunciar a la Presidencia el 6 de junio de 2005.
Los movimientos sociales nuevamente se preparaban para tomar las calles
para no permitir que la sucesión presidencial devengase en el presidente del
Senado, Hormando Vaca Diez (MIR), o de la Cámara de Diputados, Mario
Cossio (MNR), ya que ambos representaban a la clase política tradicional. Pese a
que el artículo 93 de la Constitución amparaba este proceso, la consigna de los
movimientos sociales era que la sucesión presidencial debería ser únicamente
delegada en el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Eduardo Rodríguez
Veltze, y cuyo mandato único debía consistir en la convocatoria a elecciones
presidenciales en los siguientes seis meses. Sin embargo, debido al desgaste que
sufrieron los partidos políticos y su falta de credibilidad en la población, se
decidió convocar a una elección general a través de un pacto político generado
desde las regiones. Para posibilitar este proceso se modificó la Constitución,
estableciéndose a su vez que por primera vez los prefectos fueran electos —antes
eran designados por el Presidente— por voto directo y por mayoría simple.

5. LA REFUNDACIÓN DEL RÉGIMEN POLÍTICO

Los resultados de las elecciones municipales de 2004 fueron un aviso


premonitorio de lo que podrían ser las elecciones generales del año siguiente.
Para estos comicios los partidos tradicionales fueron desplazados de los
gobiernos locales y muchos de ellos fueron reemplazados por agrupaciones
ciudadanas dando paso a nuevos liderazgos. Los resultados en las municipales
colocaron al MAS como la primera fuerza electoral con un 17 por 100 de la
votación frente al MNR (6,1 por 100), MIR (6,5 por 100), NFR (2,7 por 100) y
ADN (2,3 por 100). El derrumbe de los partidos tradicionales era total en unos
comicios con una fuerte presencia de candidatos independientes y de los
movimientos sociales.
No obstante, para la convocatoria de las elecciones nacionales que finalmente
fueron convocadas para el 18 de diciembre de 2005 tras un proceloso camino
repleto de recursos y bajo un clima muy intenso de conflictividad social,
nacieron dos organizaciones políticas pretendiendo llenar el vacío dejado por
este hundimiento. La primera, Poder Democrático Social (PODEMOS), del ex
presidente de la República, Jorge «Tuto» Quiroga, cuyos miembros formaban
parte de los partidos tradicionales extintos y tenían vinculación con grupos de
empresarios. La segunda fuerza política era Unidad Nacional (UN), del
empresario exitoso en la industria del cemento y ex ministro de Estado en los
años del gobierno de Paz Zamora con el MIR, Samuel Doria Medina, que realizó
alianzas con algunas organizaciones ciudadanas y del oriente del país. Pero la
ciudadanía votó por el cambio, contra la corrupción y por la promesa de una
refundación del país. El MAS representaba a los excluidos de siempre —los
indígenas— y su discurso lograba estrechar lazos con la clase media y los
sectores de izquierda. En un ambiente de fuerte movilización Evo Morales
arropado por el MAS y llevando como candidato a la vicepresidencia a Álvaro
García Linera, intelectual con presencia en los medios y en la academia y pasado
ex guerrillero de los ayllus rojos, obtuvo una inesperada mayoría absoluta del
53,7 por 100 de los votos en las presidenciales. El resultado supuso un hecho
insólito en el medio siglo precedente donde ningún candidato había jamás
alcanzado la mayoría absoluta y ningún partido había controlado el Congreso
sepultando el modelo político de democracia pactada existente hasta entonces.
PODEMOS tuvo una votación significativa del 28,5 por 100 mientras que UN
solamente alcanzó el 7,8 por 100. El histórico MNR que había postulado a un
candidato de origen japonés, Michiaki Nagatani, obtuvo el 6,5 por 100 y el MIP
de Felipe Quispe concentró apenas un 2,16 por 100.
Sin embargo, la victoria del MAS a nivel nacional encontró un escollo a nivel
regional poniéndose de relieve la existencia de un nuevo clivaje en el país que lo
dividía políticamente entre oriente y occidente. En la elección para prefectos,
paralela a las generales, el MAS obtuvo apenas tres representantes de los nueve
posibles en los departamentos de Oruro, Potosí y Chuquisaca. Además, a pesar
de haber tenido un voto mayoritario en las elecciones presidenciales en el
Departamento de La Paz perdió, no obstante, su prefectura en beneficio del
candidato apoyado por PODEMOS. El poder político opositor se concentró en
los departamentos del oriente (Santa Cruz, Beni y Pando) y en Cochabamba y
Tarija. El oriente —autodenominado la «Media Luna»— comenzó a exigir un
referéndum autonómico a la par de la insistente petición de occidente de
convocar las elecciones a una asamblea constituyente.
De esta suerte, uno de los primeros retos del gobierno de Morales fue la
convocatoria el 2 de julio de 2006 a la elección de los constituyentes y al
Referéndum Nacional vinculante a la Asamblea Constituyente para las
Autonomías. El occidente, ocupado políticamente por el MAS, veía en las
autonomías un proceso separatista; sin embargo, en el oriente pretendían
profundizar el proceso de descentralización. Esta situación se reflejó en la
consulta popular: el SÍ obtuvo un 42,4 por 100 en los departamentos de la
«Media Luna» y Tarija; y el NO ganó en el occidente con el 57,6 por 100. De
acuerdo con la convocatoria, en aquellos departamentos donde ganó el «Sí», la
autonomía entraría en vigencia tras la aprobación de la nueva Constitución.
En esta misma consulta se eligieron a los doscientos cincuenta y cinco
miembros de la Asamblea Constituyente. Participaron ocho partidos políticos,
cuatro alianzas y trece agrupaciones ciudadanas, de las cuales nueve lograron
representación en este órgano. El MAS obtuvo ciento treinta y siete
representantes (con tres puntos porcentuales menos que en las elecciones
presidenciales), PODEMOS logró sesenta constituyentes y UN, MBL y MNR
alcanzaron ocho delegados, dejando al resto de las fuerzas políticas con menos
de seis representantes. La vida política boliviana entró en un periodo de extrema
polarización con dos órganos colegiados, el Congreso y la Asamblea
Constituyente, funcionando a la vez a lo que se sumaba el enfrentamiento que
existía entre el gobierno y los prefectos departamentales que se habían
convertido en los representantes de las fuerzas tradicionales y en la verdadera
oposición al gobierno. La aprobación de la Ley de Hidrocarburos, con especial
interés en la nacionalización de la empresa YPFB así como en el destino de las
regalías sobre los hidrocarburos, y el establecimiento de las reglas del juego
político básicas en la nueva Constitución (sistema electoral futuro y umbral de la
mayoría cualificada) compusieron un guión sobre el que versó el constante
enfrentamiento entre los dos polos. Se trataba de asuntos esenciales con una
influencia decisiva en el dibujo del panorama futuro por cuanto que el gobierno
de Morales deseaba un mayor control central de las regalías en detrimento de los
departamentos, igualmente abogaba por un sistema de representación
mayoritario y uninominal en detrimento de uno proporcional y plurinominal.

Resultados de las elecciones presidenciales del 18 de diciembre de 2005


Partidos
Candidatos Votos % votos

MAS Juan Evo Morales Ayma 1.544.374 53,74

PODEMOS Jorge Quiroga Ramírez 821.745 28,59

UN Samuel Jorge Doria Medina Auza 224.090 7,79


MNR Michiaki Nagatani 185.859 6,47

MIP Felipe Quispe Huanta 61.948 2,16


NFR Gildo Angulo 19.667 0,68

FREPAB 1 Eliseo Rodríguez 8.737 0,30

USTB 2 Néstor García Rojas 7.381 0,26

Votos válidos 2.873.801 92.631

Blancos 124.046 3.998


Nulos 104.570 3.371

Votos emitidos 3.102.417 100

Total inscritos 3.671.152

1 Frente Patriótico Agrario de Bolivia.


2 Unidad Social de los Trabajadores de Bolivia.

FUENTE: Tribunal Electoral.

El texto constitucional fue aprobado el 9 de diciembre de 2007, luego de que


los distintos conflictos internos y regionales que explotaron cuando se planteó el
tema de la capital del país obligaran a trasladar la sede de la Constituyente de
Sucre a Oruro, un bastión del MAS donde contó con el apoyo de solo los ciento
sesenta y cuatro constituyentes de este movimiento y sus aliados sobre un total
de 255 asambleístas. De ahí, el texto pasó al Poder Ejecutivo que realizó algunos
cambios antes que el Congreso volviera a revisarlo por última vez aprobándose
el texto definitivo, sin contar con el consenso de la Constituyente, que fue
votado positivamente en referéndum nacional el 25 de enero de 2009 por el
61,43 por 100 del electorado, aunque no fue así en los Departamentos de Tarija,
Santa Cruz, Beni y Pando. Sin embargo, este lapso dio cabida a una serie de
avatares importantes entre los que destaca la demanda en el Congreso,
encabezada por PODEMOS, para convocar un Referéndum Revocatorio de
Mandato Popular buscando impedir la aprobación del proyecto constitucional y
acortar el mandato presidencial. Tanto el Presidente como los Prefectos fueron a
la consulta el 10 de agosto de 2008. Evo Morales fue ratificado con más del 67
por 100 de los votos nacionales y la oposición regional se debilitó porque perdió
las prefecturas de Cochabamba y La Paz aunque mantuvo las otras seis restantes.
A lo largo de 2009 el gobierno de Evo Morales y el MAS consolidaron su
posición hegemónica en el sistema político boliviano combinando la generación
de excedente económico con la redistribución de los ingresos fiscales. El éxito
de los programas de transferencias directas a la población —al bono Juancito
Pinto, creado en 2006, y a la Renta Dignidad, para todos los mayores de sesenta
años creada en 2007, se unió el Bono Madre-Niño Juana Azurduy, creado en
2009— estaba dando enormes réditos de apoyo social y la renta procedente de
las exportaciones de minerales y de hidrocarburos mantenía niveles importantes.
En la arena internacional relaciones con Perú y con Chile eran tensas además de
estar vacante la embajada norteamericana en La Paz, mientras que se afianzaba
aun más la relación con Venezuela, Ecuador y Cuba.
Tras el referéndum que validó la Constitución, a través de un Régimen
Electoral Transitorio cuya aprobación volvió a tensar enormemente las
relaciones entre el gobierno y la oposición, se convocaron elecciones nacionales
el 6 de diciembre, ocasión en la que por primera vez votarían los bolivianos en el
extranjero. Con su mensaje de refundación del país el MAS volvió a ganar las
elecciones presidenciales obteniendo una mayoría absoluta en el Parlamento,
frente a la alianza Plan Progreso para Bolivia-Convergencia Nacional de
Manfred Reyes Villa. Morales fue el más votado en siete Departamentos del país
y Reyes Villa lo fue en Beni, Santa Cruz y Pando, manteniéndose, por
consiguiente, el clivaje regional, aunque constatándose una progresiva ganancia
de votos del MAS en esos Departamentos. En esos comicios también se llevaron
a cabo referenda locales para la aprobación de estatutos de autonomías
municipales indígenas resultando aprobados once de los doces convocados.
Igualmente se llevaron a cabo por primera vez elecciones de representantes
indígenas en treinta y seis circunscripciones especiales.

Resultados de las elecciones presidenciales del 6 de diciembre de 2009


Partidos
Candidatos Votos % votos

MAS-IPSP Juan Evo Morales Ayma 2.943.209 64,22


PPB-Convergencia Manfred Reyes Villa Bacigalupi 1.212.795 26,46
UN-CP Samuel Jorge Doria Medina Auza 258.971 5,65

AS René Joaquino Cabrera 106.027 2,31

MUSPA Ana María Flores Sanzetenea 23.257 0,51

GENTE Román Loayza Caero 15.627 0,34


PULSO Alejandro Veliz Lazo 12.995 0,28
BSD Rime Choquehuanca Aguilar 9.905 0,22

Votos válidos 4.582.786 94,31


Blancos 156.290 3,22

Nulos 120.364 2,48

Votos emitidos 4.859.440 100


Inscritos 5.139.554

FUENTE: Tribunal Electoral.

La segunda gestión de Morales se vio seriamente afectada por conflictos


nacionales que afectaron su credibilidad. Su gobierno tuvo un serio traspiés tras
el fiasco de las elecciones al Poder Judicial de octubre de 2011 cuando cerca del
60 por 100 de los electores votaron nulo o en blanco debido a la poca
transparencia en la selección de los candidatos y a la poca información de los
mismos, al igual que por los conflictos que se iban acumulando. Así, la subida
del precio de los combustibles en diciembre de 2011, suscitó un nuevo conflicto
social, «el gasolinazo», que obligó al gobierno a retirar la subida, pero que afectó
seriamente a su credibilidad. También Morales tuvo que confrontar un fuerte
conflicto territorial que se tradujo en la manifestación de los indígenas del
oriente por la protección del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro
Sécure (TIPNIS) y contra el plan desarrollista del gobierno de construir una
carretera que atravesaría el corazón de este parque. Apoyados por dos de los
principales movimientos sociales aliados del gobierno (CIDOB y CONAMAQ),
los indígenas iniciaron una marcha de sesenta y seis días para llegar a la Sede de
Gobierno siendo brutalmente reprimidos por la policía, lo que acabó por
confrontar a la administración de Morales y su discurso indigenista y de
protección a la madre Tierra al interior de su partido y sus bases. Paralelamente
Morales mantuvo una política muy activa en el ámbito de los medios de
comunicación mediante la promulgación en agosto de ese mismo año de la Ley
General de Telecomunicaciones, Tecnologías de Información y Comunicación de
Bolivia que distribuye el espacio electromagnético que será de un 33 por 100
para el Estado, 33 por 100 para privados, 17 por 100 para medios comunitarios y
17 por 100 para medios indígenas. Además, la ley amplía de diez a quince años
la concesión de las licencias de funcionamiento para los medios de
comunicación y fija para el 2015 el 100 por 100 de cobertura en telefonía móvil
para todas las poblaciones del país.
El gobierno del MAS ha tenido que lidiar con fuertes redes de corrupción al
interior de la administración pública que vinculan a cargos medios de
funcionarios y militantes: el caso Catler, en el que se vio envuelto Santos
Ramírez, ex hombre de confianza de Morales y ex presidente de YPFB, por
ganancias ilícitas en la construcción de una planta separadora de líquidos; y el
caso Oistreicher, una red de extorsionadores que impedían la salida de la cárcel
de un súbdito norteamericano de ese apellido.
EVOLUCIÓN DEL GASTO PÚBLICO SOCIAL EN BOLIVIA

1994- 1996- 1998- 2000- 2002- 2004- 2006- 2008-


1995 1997 1999 2001 2003 2005 2007 2009

Gasto público social per cápita (en


115,0 138,0 157,0 168,0 186,0 184,0 186,0 211,0
dólares de 2005)

Gasto público social como porcentaje


36,3 43,4 42,9 45,6 51,3 52,6 45,1 40,8
del gasto público total
Gasto público social como porcentaje
12,4 14,6 16,1 17,1 18,8 17,9 17,1 18,4
del PIB

Gasto público en educación como


5,3 5,8 6,2 6,6 7,7 7,4 7,5 8,0
porcentaje del PIB

Gasto público en salud como


3,1 2,5 2,8 3,1 3,3 3,5 3,3 3,2
porcentaje del PIB

FUENTE: CEPAL (2011): Panorama social de América Latina, Santiago de Chile: CEPAL.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


A lo largo de la accidentada vida política boliviana se han promulgado
dieciséis constituciones. El sistema político boliviano se ha caracterizado por el
republicanismo, el sistema presidencialista y la elección directa, con excepción
de la Constitución de 1835, que consagraba la elección indirecta. El sistema
unitario centralista, la separación de poderes y el mantenimiento de la religión
católica como la del Estado, sin menoscabo de otros cultos, se suman al modelo
institucional predominante de la República boliviana hasta la aprobación de la
Constitución del 2009 que supone una inflexión radical.
Sin embargo, en el devenir político boliviano ni Perú ni Ecuador
experimentaron un proceso de movilización política similar al culminado en este
país en 1952 con la revolución del MNR; baste pensar que Lima y Quito no
llegaron a conceder el sufragio universal sino casi treinta años más tarde que La
Paz. Esta movilización política condicionó de modo relevante la evolución del
sistema político, aunque influyó en menor medida en su desarrollo
constitucional.
El texto de 1967 promulgado por Barrientos, fue ampliamente reformado en
1994 y en 2004 adoptó mecanismos deliberativos para ejercer una democracia
más participativa. Esta última reforma dio paso en 2006 a la conformación de la
Asamblea Constituyente para redactar la actual Constitución Política del Estado
aprobada en 2009. La elaboración de la nueva Constitución enfrentó varios
problemas a la hora de su confección desde la forma de votación hasta los temas
transversales que tenían que ver con la refundación de Bolivia, visión país, las
autonomías, la distribución de la tierra y el territorio.
Debido al nuevo texto constitucional Bolivia deja de ser República y pasa a
denominarse Estado Plurinacional y establece un nuevo modelo de país donde
los indígenas tienen mayor reconocimiento y participación civil, política y
económica, se prohíbe el latifundio y se desarrolla un modelo económico social
comunitario. Dentro de los cambios fundamentales está el reconocimiento de
treinta y seis etnias y la incorporación de símbolos indígenas como parte de los
símbolos patrios, así como el reconocimiento de una justicia indígena. En este
fortalecimiento de los pueblos indígenas, también se les otorga la capacidad de la
participación y control social en la formulación y vigilancia de las políticas
públicas a través de sus organizaciones.
1. EL ÓRGANO EJECUTIVO

El Órgano Ejecutivo está compuesto por el Presidente, Vicepresidente y los


ministros de Estado (art. 165). El mandato del Presidente y Vicepresidente es de
cinco años y pueden ser reelectos por un solo periodo continuo. Ambos
funcionarios deben ser elegidos por más del 50 por 100, o en su defecto, contar
con el 40 por 100 de los votos válidos y tener una diferencia del 10 por 100
frente a la segunda candidatura. En caso de no cumplir con estos requisitos se
llevará adelante una segunda vuelta electoral entre las dos candidaturas más
votadas en el plazo de sesenta días (art. 166).
La sucesión presidencial, en caso de impedimento o ausencia definitiva del
Primer Mandatario, devendrá en el Vicepresidente. Si éste estuviera ausente, será
el presidente del Senado o, en su defecto, el presidente de la cámara de
Diputados quien, al ser el último, deberá convocar a elecciones en un lapso de
noventa días (art. 169).
El cese de funciones del Presidente puede ser por causa de muerte, renuncia,
ausencia, una sentencia ejecutoriada en materia penal y la revocatoria de
mandato (arts. 170-171). Respecto a esta última figura, el Jefe de Estado deberá
alejarse de sus funciones, siendo el Vicepresidente quien asuma la Presidencia y
convoque a elecciones en un plazo máximo de noventa días.
Las atribuciones del primer mandatario pueden resumirse de la siguiente
manera: conducir las relaciones exteriores; administrar las rentas nacionales;
presentar anualmente a la Asamblea Legislativa Plurinacional el estado de la
Administración durante el año, acompañando las memorias ministeriales; hacer
cumplir las sentencias de los tribunales; decretar amnistía por delitos políticos;
detentar el grado de capitán general de las Fuerzas Armadas; puede declarar
estado de excepción en caso de que la seguridad del Estado esté en peligro por
cuestiones externas, internas o desastres naturales, así como la potestad de
conferir títulos en la distribución de tierras al ser la máxima autoridad del
Servicio Boliviano de Reforma Agraria (art. 172).
Los ministros del Estado son los encargados de los negocios de la
Administración Pública; su nombramiento o remoción dependen del Presidente
del Estado Plurinacional. Son responsables de los actos de la administración
conjuntamente con el primer mandatario (art. 175). Estos representantes son
designados por el Primer Mandatario, el gabinete ministerial debe ser
plurinacional y con equidad de género.

2. EL ÓRGANO LEGISLATIVO

Las Cámaras de Diputados y Senadores forman parte de la Asamblea


Legislativa Plurinacional (art. 146). Los asambleístas carecerán de inmunidad
parlamentaria, pero solo se los detendrá preventivamente si el delito es
incuestionable, su trabajo deberá ser permanente y solo gozarán de dos recesos
de quince días por año y podrán sesionar fuera de la sede del Congreso por
decisión de la Plenaria o por decisión del Presidente (arts. 152-153). Dentro de
sus atribuciones se encuentran elegir a los miembros del Órgano Electoral y
preseleccionar a los postulantes a los cargos de magistrados para los tribunales:
Constitucional, Supremo de Justicia, Agroambiental y el Consejo de la
Magistratura. Además, puede establecer el sistema monetario y el de pesos y
medidas; aprobar tratados, concordatos y convenios internacionales; crear
nuevos departamentos y provincias.
La Cámara de Diputados tiene como función sancionar leyes que regirán en
todo el Estado. Está conformada por ciento treinta miembros, los cuales son
elegidos por circunscripciones nominales, plurinominales y especiales. Los
diputados elegidos en las circunscripciones uninominales lo hacen por simple
mayoría. Los plurinominales mediante representación que establece la ley y los
diputados especiales serán elegidos en aquellas circunscripciones de los pueblos
indígenas originarios que constituyan una minoría poblacional (arts. 146-147).
El Senado está compuesto en su conjunto por treinta y seis legisladores (cuatro
por cada circunscripción departamental).

3. EL ÓRGANO JUDICIAL

En el Órgano Judicial perviven tres jurisdicciones de justicia: la ordinaria, la


indígena y la agroambiental. Así, la Constitución boliviana reconoce la justicia
de los pueblos indígenas y le otorga similar jerarquía que la ordinaria,
reconociéndose a este fin una jurisdicción indígena originaria campesina
mediante la cual las autoridades de las naciones o pueblos indígenas aplicarán
sus propias normas y sanciones según sus valores culturales respetando los
derechos y garantías explicitadas en la Constitución. Para atenerse a este tipo de
justicia la persona debe ser miembro del pueblo indígena (demandante o
denunciado), siendo sancionada dentro de su territorio (arts. 190-191). A través
de una Ley de Deslinde Jurisdiccional se establecerán los elementos de
coordinación y cooperación entre la jurisdicción indígena, la ordinaria y la
agroambiental (art. 192).
En cuanto a la jurisdicción ordinaria, ésta es ejecutada por el Tribunal
Supremo de Justicia —máxima institución—, los tribunales departamentales y
de sentencia y los jueces. La jurisdicción agroambiental es también
responsabilidad del Tribunal y los jueces agroambientales (art. 179).
El Tribunal Supremo de Justicia está integrado por Magistrados, quienes
serán electos por la ciudadanía. En una primera instancia, la Asamblea
Legislativa Plurinacional deberá preseleccionarles a través de dos tercios del
total de los votos. La nómina de los precalificados deberá ser remitida al Órgano
Electoral para dar inicio a la convocatoria. Pese a ser una elección, los
postulantes no podrán hacer ningún tipo de campaña electoral y tampoco tener
ningún vínculo con una organización política. Queda expreso que solo el
Tribunal Supremo Electoral podrá informar sobre los méritos profesionales de
los candidatos. Basta con una simple mayoría de votos para acceder al puesto de
magistrado, su periodo de mandato es de seis años y no podrán ser reelectos
nuevamente (arts. 181-183). Finalmente, los miembros del Tribunal
Agroambiental serán elegidos de la misma forma que los Magistrados. Su
función expresa es resolver los conflictos en las prácticas que pongan en peligro
el medio ambiente y los recursos naturales de la nación (arts. 188-189).
El Consejo de la Magistratura de Justicia, cuyos miembros también son
electos por sufragio universal, tendrá la misión del control disciplinario,
fiscalización de la administración económica y evaluación del desempeño de los
funcionarios del Órgano Judicial (art. 195). El Tribunal Constitucional (arts.
196-198) será el organismo que vigile por el respeto y cumplimiento de la
Constitución. Sus miembros son elegidos por sufragio universal y deberán
representar al sistema ordinario y al sistema indígena.

4. EL ÓRGANO ELECTORAL
El Tribunal Supremo Electoral es el máximo nivel del Órgano Electoral a
nivel nacional. De los siete miembros que lo conforman al menos dos deben ser
indígenas, su elección será meritocrática y será realizada por la Asamblea
Legislativa. Los candidatos deben contar con el apoyo de dos tercios de los votos
de los parlamentarios presentes y sus funciones se extenderán a lo largo de seis
años improrrogables. Este organismo tiene como función principal garantizar el
proceso electoral de las autoridades nacionales y locales, así como las consultas
nacionales dentro de las disposiciones regidas en la Constitución: el derecho al
voto igual, universal, directo y obligatorio, respetando los procedimientos
particulares de las naciones indígenas.
En cuanto a la representación política (arts. 209-212), todos los organismos
políticos —sean agrupaciones ciudadanas, partidos políticos y organizaciones
indígenas— deben ser democráticos, además de exigir una paridad de género en
su composición. Pese a que los pueblos indígenas pueden designar a sus
representantes de acuerdo a su uso y costumbre, el Órgano Electoral será
responsable de supervisar el proceso.

5. EL RÉGIMEN DE AUTONOMÍAS

La Constitución establece un régimen de autonomías departamentales,


municipales e indígena originario campesinas. En cada uno de estos niveles la
autonomía «implica la elección directa de sus autoridades por las ciudadanas y
los ciudadanos, la administración de sus recursos económicos, y el ejercicio de
las facultades legislativa, reglamentaria, fiscalizadora y ejecutiva, por sus
órganos del gobierno autónomo en el ámbito de su jurisdicción y competencias y
atribuciones» (art. 272). Adicionalmente, se instituyen las autonomías
regionales, que se diferencian de las anteriores por el hecho de carecer de
facultades legislativas. La Constitución también determina que «las entidades
territoriales autónomas no estarán subordinadas entre ellas y tendrán igual rango
constitucional» (art. 276). Este entramado quedó consolidado en febrero de 2010
con la creación del Ministerio de Autonomías.
La nueva Constitución da pasos importantes en el proceso de
democratización de estas autonomías puesto que los miembros de las asambleas
departamentales que antes eran elegidos por los consejos municipales ahora lo
son mediante sufragio universal, directo y secreto. Además, en dichas asambleas
se reservará un número de escaños para los representantes de los pueblos
indígenas, que serán electos por medio de normas y procedimientos propios. Por
otra parte, en los municipios la población elige directamente al alcalde dejando
atrás la práctica de la elección en el Consejo Municipal.

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

El sistema de partidos boliviano ha pasado por diferentes etapas a partir de


1980. Pasó de uno altamente fragmentado en la década de 1980 a otro de
moderado multipartidismo durante la década siguiente, a uno de multipartidismo
polarizado tras las elecciones de 2002, sin que se llegue a producir el predominio
de ningún partido, con alta volatilidad electoral y manteniéndose un número
efectivo de partidos legislativos elevado. Esta situación, gracias al mecanismo
constitucional que impulsaba la negociación parlamentaria permanente generó
resultados bastante exitosos en términos de estabilidad y de gobernabilidad. Otro
elemento relevante era que, a pesar de tratarse de una sociedad multicultural, las
fracturas sociales basadas en elementos étnicos-lingüísticos no dieron pie
durante mucho tiempo a la estricta creación de partidos políticos significativos
que tuvieran por bandera el indigenismo, aunque esto cambió en la década de
1990 y de alguna manera la presencia indígena comenzó a darse tímidamente en
CONDEPA y, en menor medida, en la UCS. Sin embargo, el panorama cambió
drásticamente tras las elecciones de 2002 gracias al crecimiento del MAS y el
surgimiento del MIP. Por otra parte, los partidos bolivianos dejaron de ser
ideológicos o estructurados en torno a la clase social, de manera que los dos
bloques que formaron durante años —uno de carácter centrista, integrado por la
tríada MNR, MIR y ADN, y otro populista, donde sobresalieron CONDEPA y
UCA en la década de 1990 y después de 2002 el NFR— fueron sustituidos por
un nuevo esquema tras el colapso del gobierno de Sánchez de Lozana en 2003.
Primero fue la inclusión del MAS y del MIP en el sistema de partidos a partir el
primero de 1999 y el segundo de 2002 que introdujeron un sesgo profundo de
carácter etnopopulista que polarizó inequívocamente el sistema como nunca lo
estuvo en las dos décadas anteriores, pero después de 2005 vino el liderazgo
arrasador de Evo Morales que catapultó al sistema de partidos hacia uno de
carácter hegemónico que queda reflejado en la enorme disminución del índice
del número efectivo de partidos legislativos. Por otra parte, el espacio que
ocupan en la escala izquierda-derecha, según datos de 2010, manifiestan un
escenario de polarización y una clara coincidencia con una sociedad que, como
se verá, se sitúa en el centro izquierda.
NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS

1985 1989 1993 1997 2002 2005 2009 Media


NEP electoral 4,58 5 4,66 5,93 5,77 2,62 2,07 4,37

NEP legislativo 4,31 3,92 3,71 5,36 4,96 2,36 1,84 3,78

FUENTE: Elaboración propia.

MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA EN 2010


(1 = Izquierda, 10 = Derecha)

MAS MIR UN PPB


Ubicación ideológica de su partido político 1,75 nd 5 nd

Ubicación ideológica por los otros partidos políticos 4,18 6,3 8,24 9,38

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político? ¿Dónde ubicaría usted, a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR.

Haciendo historia de la evolución de los partidos en Bolivia cabe señalar en


qué medida el personalismo que ha primado sobre la institucionalización política
en el país retrasó, a lo largo de su historia, las formaciones ideológicas sólidas.
Esas carencias han llevado a la vida política boliviana a la inestabilidad
institucional y a la fragmentación partidista, mal que se trató de atajar con la
reforma de la Ley Electoral en 1994. Desde la Revolución de 1952, el amplio
abanico partidista puede agruparse en cinco grandes bloques: en el primer
bloque están los partidos políticos surgidos de la misma, entre los que se
encontraban el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), artífice de la
misma, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario Vanguardia (MNRV), el
Partido Revolucionario Auténtico (PRA), el Partido Revolucionario de Izquierda
Nacional (PRIN) y el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda
(MNRI). En el segundo bloque aparecían los partidos políticos de izquierda,
entre los que estaban el Partido Socialista UNO (PS 1), el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria (MIR), el Partido Comunista de Bolivia (PCB), el
Partido Comunista Marxista-Leninista (PCM-L) y el Frente Revolucionario
Obrero Campesino (FROC). Frente a ellos, como tercer bloque, estaban los
partidos políticos conservadores, entre los que cabía destacar a la Falange
Socialista Boliviana (FSB), al Partido Demócrata Cristiano (PDC), al
Movimiento Agrario Revolucionario (MAR) y Acción Democrática Nacionalista
(ADN). En cuarto lugar, aparecieron las expresiones políticas de corte populista:
Conciencia de Patria (CONDEPA) y la Unión Cívica Solidaridad (UCS).
Finalmente se encontraban las formaciones indigenistas, cuyos integrantes de
más relieve eran el Movimiento Indio Tupac Katari (MITKA) y el Movimiento
Revolucionario Tupac Katari (MRTK) que, sin embargo, no parecían ganar
espacio político hasta que en 2002 se incorporaron al sistema de partidos el
Movimiento Al Socialismo (MAS) y el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP).
Estos partidos de corte indigenista se vieron claramente favorecidos por la
reforma electoral que introdujo los distritos uninominales que impulsaron las
candidaturas de líderes campesinos locales.
El MNR nació en 1941 con ex combatientes de la guerra del Chaco,
aglutinados en torno a figuras como Paz Estenssoro, Hernán Siles Zuazo y
Carlos Montenegro. Su ideología estuvo muy influida por el aprismo peruano y
el nacionalismo priista; tuvo una fuerte implantación en los trabajadores
mineros, intelectuales y en la pequeña burguesía de los centros urbanos. A partir
de la década de 1970 logró penetrar en el campesinado, llegando a gozar de
fuerte implantación en las zonas rurales. Su principal bastión fue la denominada
«media luna oriental», caracterizada por su continuidad geográfica, lingüística y
ecológica. Contrariamente, tuvo una baja representatividad política en La Paz y
Cochabamba. En el seno del partido convivieron siempre diversas tendencias:
marxistas, socialistas moderados y segmentos de las Fuerzas Armadas.
EVOLUCIÓN PORCENTUAL DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS 1985-2009
1 Porcentaje para la coalición MNR-MRKTL.
2 MIR y ADN se presentaron como AP.
3 MAS y Movimiento Sin Miedo (MSM) se aliaron para ir a las elecciones presidenciales el 2009.
4 Se creó una nueva circunscripción denominada indígena, donde los pueblos o naciones indígenas cuya
población sea minoritaria debe tener representación en el Parlamento.
FUENTE: Elaboración propia con datos del Tribunal Electoral.

El MIR tuvo sus orígenes en la escisión del Partido Demócrata Cristiano de


los jóvenes más radicalizados, comprometidos con el Ejército de Liberación
Nacional conducidos principalmente por Jaime Paz Zamora. Fue durante dos
décadas la segunda fuerza política del país y, al igual que el MNR, era la única
fuerza que podía presentar candidaturas en todo el ámbito nacional, no obstante,
tuvo su bastión electoral en Tarija y en los departamentos más pobres como:
Chuquisaca y Potosí. El MIR, que dentro de los grandes partidos del país se situó
más a la izquierda que el resto, se aproximó al MNR tras los comicios de 2002,
una evidencia de su búsqueda de posiciones centristas así como de su gusto por
la permanencia en el poder y una señal del enquistamiento de la devaluada clase
política.
Acción Democrática Nacional (ADN) tuvo sus orígenes en el Partido Unidad
Nacional del Pueblo, creado por el general Hugo Bánzer, con el ánimo de
presentarse como candidato presidencial a las elecciones de 1978. En 1979, al
regresar al país fundó el partido sobre la base de antiguos miembros de la UNP,
la Falange, socialcristianos y algunos segmentos del barrientismo, para procurar
tener representantes en el Congreso que le defendieran de un más que seguro
procesamiento. Ya en las elecciones de 1979, ADN se convirtió en la tercera
fuerza política, con veinticuatro escaños en el Congreso. Bánzer acudió como
candidato a las elecciones presidenciales desde 1985. El partido tuvo fuerte
implantación en los sectores medios urbanos y, en términos departamentales,
aunque contó con representación homogénea en todo el país, en Cochabamba y
La Paz. Tras el fallecimiento de su fundador el partido entró en una profunda
crisis desapareciendo rápidamente.
Conciencia de Patria (CONDEPA) fue una efímera formación populista
surgida en 1988 muy ligada a su fundador, el comunicador social, «compadre
Palenque» que representaba a la sociedad aymara tanto rural como urbana y
cuyo electorado se asentaba en los departamentos de La Paz y de Oruro. Tras el
fallecimiento de su fundador el liderazgo del partido pasó a Remedios Loza,
quien se presentó como su candidata en las presidenciales de 1997. En las
elecciones de 2002 el partido prácticamente desapareció.
La Unión Cívica Solidaridad (UCS) se fundó en 1988 por el empresario
cervecero Max Fernández, estando muy vinculada a su figura desarrollando un
componente netamente populista. Si bien su representación se nutría de todos los
departamentos del país, su principal bastión se encontraba en Santa Cruz. Tras la
muerte del fundador el liderazgo del Partido pasó a su hijo, Johnny Fernández,
alcalde de Santa Cruz en 1995, quien lo compartió con Ivo Kuljis, Ministro de
Desarrollo Económico durante el gobierno de Bánzer. En las elecciones de 2002
el partido obtuvo su peor resultado desde su fundación.
El Movimiento Al Socialismo (MAS) fue fundado por Evo Morales, nacido
en Oruro en 1960, quien desde la década de 1980 lidera a los campesinos
quechuas productores de coca de la región cochabambina del Chapare integrados
en la Federación del Trópico. Morales, que se inició en política como diputado
por Izquierda Unida fue expulsado del Congreso en enero de 2002 después de
protagonizar diversos enfrentamientos con el gobierno y ser considerado
culpable de faltas graves contra la ética parlamentaria, eufemismo con el que se
quería evitar citarle como autor intelectual del crimen de dos policías. Las
elecciones de 2002 dieron al partido el segundo puesto en el escenario político
nacional como consecuencia de su firme labor de oposición al gobierno de ADN,
de su estigmatización por parte de la embajada de Estados Unidos por su
supuesto obstruccionismo a las políticas antinarcóticos y de un mensaje basado
en las críticas al neoliberalismo, a la corrupción y al racismo y en la
reivindicación de la recuperación de los recursos naturales, la defensa del sector
productivo y la cultura y la coca. Todo ello le ha llevado a ser un partido que
privilegia las posturas ideológicas frente a cuestiones de la política del día a día
para las que reconoce no tener discurso técnico ni jurídico, centrándose casi
exclusivamente en las negociaciones de la coca. El MAS tiene su bastión
electoral en el occidente del país y mantiene una estructura flexible
desarrollando un estilo de acción política que combina retórica radical indianista,
nacionalista, descolonizadora y socialista, con decisiones moderadas lo que le ha
llevado a conquistar el amplio espectro de la política boliviana que va del centro
a la izquierda.
COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS 1985-2009

Partido 1985 1989 1993 1997 2002 2005 2009

MNR 43 40 52 1 26 36 7

ADN 41 38 32 4
35 2
MIR 15 33 23 26

CONDEPA — 9 13 19
IU — 10 — 4

UCS — — 20 21 5

MBL — — 7 5

MAS 27 72 88 3

NFR 25

UN 8 3
PODEMOS 43

PPB-CN 37

Otros 4 31 3 7 2

Total 130 130 130 130 130 130 130

1 Escaños obtenidos por la alianza MNR-MRKTL.


2 MIR y ADN se presentaron como AP.
3 MAS y MSM se presentaron como aliados a las elecciones nacionales bajo el rótulo de Alianza para la

Refundación de Bolivia.
4 En 1985: MNRI (8), MNRV (6), PS-1 (5), FPU (4), PDC (3), FSB (3) y MRTKL (2). En 1993: ARBOL

(1), ASD (1) y EJE (1). En 2002: MIP (6) y PS (1). En 2009: AS (2).

Otros partidos relevantes que en algún momento han tenido presencia


parlamentaria son el Movimiento Bolivia Libre (MBL), fundado en 1985 de una
escisión del MIR durante su participación en el gobierno de Siles Suazo. El líder
de este partido, Antonio Araníbar, fue Ministro de Relaciones Exteriores en el
gobierno de Sánchez de Lozada en contraprestación al apoyo que este partido
dio al gobierno del MNR, apoyo que se reiteró en las elecciones de 2002.
Izquierda Unida (IU), por su parte, surgió en 1988 como coalición electoral en
torno al Partido Comunista de Bolivia, tras esta sigla se esconde, al final de la
década de 1990, en realidad la ASP, agrupación de la zona cocalera del Chapare
que recoge a todos los municipios de esa región y donde comenzó su militancia
Evo Morales.
También deben destacarse otros partidos de reciente creación y que han
venido teniendo un protagonismo relevante en los distintos comicios celebrados
a partir de 2002. El Movimiento Indígena Pachakuti (MIP), dirigido por Felipe
Quispe, el «Mallku», que es a la vez Secretario Ejecutivo de la Confederación
Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia y que tiene su resorte electoral en
las regiones rurales aymaras del altiplano de La Paz así como en la ciudad de El
Alto. Quispe mantiene a veces un discurso fundamentalista de base étnica al
defender la destrucción de Bolivia y la reconstitución del Kollasuyo con
comunidades campesinas que se autogobiernen. Nueva Fuerza Republicana
(NFR) de Manfred Reyes, comparte con los anteriores su discurso antineoliberal
si bien colaboró en la primera parte del gobierno de Bánzer y desarrolla una
estrategia de amalgamoa electoral como se puso en evidencia al contar como
candidato a la vicepresidencia con Ivo Kuljis (con anterioridad de UCS). El
Movimiento sin Miedo (MSM) que mantuvo una alianza con el MAS desde la
Asamblea Constituyente de 2006 hasta 2009 es un partido político que nació en
1999 y que hasta 2002 participó únicamente en elecciones municipales y cuyo
caudal de votos se concentra en la ciudad de La Paz. Su líder es Juan del
Granado, ex alcalde de esta ciudad y legislador del MBL. La Alianza Social
(AS), una agrupación impulsada por el ex katarista potosino, Rene Joaquino,
trata de encontrar una vía intermedia entre lo que denominan indigenismo
revanchista y neoliberalismo blancoide.
Finalmente, las agrupaciones GENTE, PULSO y MUSPA critican desde
diferentes ópticas la moderación del MAS como partido de gobierno. Así,
GENTE, liderado por un ex masista, Román Loayza, exige la implementación de
un tipo de socialismo indigenista en el que se combata de frente al capitalismo y
se afiancen los esfuerzos de descolonización y búsqueda del plurinacionalismo.
Por su parte PULSO, encabezado por el ex fundador del MAS, Alejo Veliz,
reclama asimismo una vuelta al comunitarismo puro, donde la clase se traduce
en etnia y, por tanto, la revalorización de esta última se presenta como el camino
adecuado para alcanzar la justicia social. Por último, MUSPA, dirigida por una
ex dirigente de NFR, Ana María Flores, converge con el programa del MAS,
subrayando la idea de Estado plurinacional, el vivir bien y la democracia
participativa; sin embargo, enfatiza el elemento de género que implica su
postulación.
La oposición al MAS, después del escaso éxito de PODEMOS creado en
2005 y que integró a miembros de la clase política tradicional regional y del
ADN y del MIR, está articulada en torno al Plan Progreso para Bolivia
Convergencia Nacional (PPB-APB) y Unidad Nacional (UN). PPB-APB está
encabezado por el revocado prefecto de Cochabamba, Manfred Reyes Villa. Su
programa busca la recuperación de la seguridad jurídica, el respeto a la
independencia y coordinación del Estado, y plataformas de transferencia y
reforzamiento de los procesos administrativos. En definitiva, el fortalecimiento
del Estado entendido en su concepción liberal y burocrática. UN, creada en
2004, está encabezada por el ex mirista y empresario Samuel Doria Medina,
apuesta por recuperar y consolidar la actividad productiva de la economía
boliviana y con ella la generación de empleo. Enfatiza también la necesidad de
seguridad jurídica, la institucionalización del aparato del Estado y la eficiencia y
transparencia de las empresas públicas. Una escisión de UN es Bolivia Social
Demócrata (BSD), cuyo objetivo principal es la creación de un Estado eficiente,
transparente y achicado, no alineado con los grandes bloques a los que están
abocados los grandes partidos.
COMPOSICIÓN DEL SENADO 1985-2009

Partido 1985 1989 1993 1997 2002 2005 2009

MNR 16 9 17 1 4 11

ADN 10 8 11 1
82
MIR 1 8 7 5
CONDEPA — 2 1 3
UCS — — 1 2

MAS 8 12 26
PODEMOS 14

PPB-CN 10

Otros 3
Total 27 27 27 27 27 27 36

1 Escaños obtenidos por la alianza MNR-MRKTL.


2 MIR y ADN se presentaron como AP.
3 En 2002, NFR (2). En 2005, UN (1).

Los partidos políticos bolivianos canalizan unas cotas de participación altas


recuperándose los índices que supusieron las elecciones de 1985 cuando llegó a
votar el 82 por 100 y dejando atrás el promedio constante entre 1989 y 2002 en
torno al 72 por 100. En este sentido no cabe referirse a una «crisis de la política»
en contraposición a lo que sucede en otros países andinos. Sin embargo hay que
subrayar el hecho de su fuerte vinculación a sus líderes fundadores y a la
dificultad, salvo en el caso del MNR, que históricamente tienen de pasar éstos el
testigo a sus delfines.

2. LAS FUERZAS ARMADAS

El Ejército boliviano ha sido un poder fáctico constante en la vida


institucional del país, desarrollando un papel decisivo hasta bien entrada la
década de 1980. Dentro de la institución armada, a lo largo de su historia, puede
encontrarse una doble conducta: la tradicional, caracterizada por los militares
partidarios de la represión y la inconstitucionalidad, mayoritariamente
implantada a lo largo de la vida nacional; y la corriente esporádica, partidaria de
las reformas y transformaciones sociales sin represión. A raíz de la guerra del
Chaco, se despertó en los segmentos jóvenes de las Fuerzas Armadas la
conciencia nacionalista antioligárquica, que convergió en la creación de una
logia secreta llamada «Razón de Patria» (RADEPA), integrada inicialmente por
prisioneros militares de guerra en el Paraguay, incorporándose a ella
posteriormente jóvenes oficiales. RADEPA realizó su primera incursión política
directa en la conspiración que instauró en el poder a Gualberto Villarroel, en
donde tuvieron cabida civiles nacionalistas del MNR y se permitió la
aglutinación de los sectores marginales.
Durante la Revolución de 1952 emergieron unas nuevas Fuerzas Armadas,
denominadas Ejército de la Revolución Nacional, en donde se integraron por
primera vez elementos de estratos populares.
La promulgación de la Ley de Defensa Nacional permitió incorporar a la
institución armada a las labores socioeconómicas del país. El concepto de
defensa nacional se orientó hacia la independencia económica, fundamentada en
la explotación de los recursos con un aprovechamiento interno. El proceso
nacionalista involucró al ejército en la reconquista de las libertades sindicales.
Sin embargo, el temor de un colapso institucional dentro del organismo armado
llevó a los sectores involucionistas del Ejército, profesionalizados y
concienciados en el nuevo concepto de seguridad nacional por sus instructores
norteamericanos, a combatir el populismo nacionalista de Torres e instaurar una
corriente más tradicional que hizo de las Fuerzas Armadas un poder fáctico
omnipresente a través del tiempo en todos los ámbitos de la vida boliviana,
dentro de un contexto de autoritarismo defensivo.

3. MOVIMIENTOS SOCIALES, SINDICATOS, EMPRESARIOS Y OTROS GRUPOS DE PRESIÓN

La Central Obrera Boliviana (COB) caracterizada por sus vaivenes y falta de


hegemonía ideológica, ha dejado de ser un grupo de presión con un gran
protagonismo en la vida política nacional. Su constitución original, continuadora
de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia, fue pronto
sustancialmente alterada. La crisis del sector minero la privó de la principal
cantera de donde salían sus destacados líderes, como fue el caso de Juan Lechín
y en la década de 1980 adquirieron protagonismo los representantes del
proletariado industrial del sector terciario, los empleados estatales y los
maestros, quienes han ido ocupando puestos relevantes dentro de los sindicatos.
A partir de 1984, los asalariados se fueron desplazando al «sector político».
Durante años, el peso político de Lechín le permitió trazar la línea partidista de
la institución, que a lo largo de la historia boliviana ha desempeñado un papel
preponderante en la conformación del Estado. En 1979 se fundó la
Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, rama de
la COB que penetró y organizó la fuerza laboral campesina.
Los movimientos indígenas tuvieron una implantación débil en el
sindicalismo campesino y sus afiliados pertenecían a las zonas de La Paz y
Oruro. La Confederación Indígena del Oriente Boliviano (CIDOB), la Asamblea
de los Pueblos Guaranís (APG) y la Confederación de Colonizadores (CSG)
fueron instancias de activismo sindical notable, pero no fue hasta la década de
1990 cuando la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de
Bolivia (CSUTCB) empezó a ser presidida por elites aymaras dando un giro
relevante a su actuación. Además, por entonces tomó fuerza el Convenio 169 de
la ONU, a favor de los indígenas, celebrándose una sonada marcha indígena por
la Dignidad y el Territorio en 1990. La CIDOB en 1996 logró del gobierno la
promulgación de la Ley del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), por
la que el Estado reconocía el derecho de los pueblos indígenas a sus territorios
colectivos.
Paralelamente cobró impulso bajo el liderazgo de Evo Morales el movimiento
cocalero a partir de la inmigración de múltiples ex mineros que habían perdido
sus puestos con el cierre de las empresas mineras como consecuencia del
vendaval neoliberal. El movimiento que se asentó primeramente en El Chapare
reivindicaba la no ingerencia del gobierno norteamericano en la definición de las
políticas de cultivo de coca en Bolivia y el reconocimiento de la coca como
producto ancestral de los pueblos originarios. Otra instancia de movilización
social que ha venido teniendo un gran protagonismo a partir del año 2000 es la
Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) de El Alto que es un movimiento
capaz de aunar a la población de esta ciudad, enclave estratégico debido a su
cercanía a La Paz y a su capacidad para bloquear la capital, y cuyas demandas,
en un principio, se centraron en el cuestionamiento de los contratos de agua con
la empresa Aguas del Illimani, y que después terminaron adoptando la agenda de
octubre como su bandera de lucha siendo artífices fundamentales del cambio.
La Confederación Indígena del Oriente de Bolivia (CIDOB) protagonizó a lo
largo de 2011 distintos enfrentamientos con el gobierno en pro del derecho de
consulta previa y vinculante, centrándose en concreto en una movilización para
evitar la construcción de una carretera que atravesaría por el Territorio Indígena
del Parque Nacional Isiboró Secure (TIPNIS), lo que podría ocasionar no
solamente graves daños ambientales, sino también el avasallamiento de este
territorio indígena por parte de madereros, empresas petroleras así como por los
productores de coca. Este conflicto puso en evidencia el discurso indianista y
ambientalista del gobierno y señaló las contradicciones que suponen el
mantenimiento de un modelo económico que sigue privilegiando la apuesta por
la extracción mineral.
La asociación empresarial boliviana, que se denomina Confederación de
Empresarios Privados de Bolivia (CEPB), gozó de un gran poder dentro del
Estado, especialmente en el gobierno de Paz Estenssoro, cuya dinámica
económica se orientó a inducir a los grupos empresariales hacia una economía
exportadora diversificada, capaz de hacer posible la reinserción de la economía
boliviana en el mercado mundial. Miembros sobresalientes de los empresarios
afiliados a la poderosa CEPB formaron parte del gabinete del gobierno de Paz
Estenssoro y asimismo ocuparon puestos en el aparato estatal; además, como
«grupo consultivo», se integraron en el equipo económico de emergencia,
formado por Paz Estenssoro después de haber sido elegido presidente.
La CEPB, como organización corporativa, dista mucho de ser un grupo
homogéneo y coherente. Su heterogeneidad obedece tanto a intereses
económicos como a inclinaciones políticas ya que permanentemente se enfrentan
importadores y exportadores, independientes y cooperativistas, con el gobierno
de turno; además, están los antagonismos regionales de grupos empresariales de
Santa Cruz y La Paz. La CEPB ha estado representada siempre en el gobierno y
en el Parlamento a través de sus representantes directos, militantes del MNR y
ADN, siendo este último partido el que aglutina en sus esferas dirigentes al
mayor número de empresarios.
Desde hace muchos años los Comités Cívicos Regionales han
institucionalizado una fuerte representatividad contestataria frente al Estado y al
poder central. La posición política y la fuerza organizativa difieren entre los
distintos Comités Cívicos; siendo el más poderoso el de Santa Cruz. Los
principales aspectos reivindicativos de estos grupos de presión se centralizaron
en la creación de gobiernos departamentales que se conformarían sobre la base
de asambleas cuyos miembros deberían ser elegidos por sufragio directo; el
establecimiento de mecanismos capaces de garantizar el control de los recursos
departamentales; la reforma profunda de la Constitución, que permitiese
establecer las autonomías regionales, y la transformación de las estructuras
estatales bajo el principio de una auténtica participación, con la autonomía en la
gestión de las regiones. Todo ello se alcanzó, en gran parte, gracias a la
promulgación de la Ley de Participación Popular de 1994 que promovió una
descentralización en 311 municipios y a la Ley de Descentralización
Administrativa de 1995. Uno de los elementos fundamentales que también
impulsaron al movimiento cívico cruceño a partir de 2003 fue su contestación
ante el avance del indigenismo y la amenaza que este movimiento suponía para
el status quo.

4. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

Los datos del Barómetro de las Américas: 2006-2012 —Proyecto de Opinión


Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrecen
la imagen de un país en el que la evolución de la opinión pública se mantiene
estable en el citado lapso. Mientras que la valoración la Iglesia Católica y de las
Fuerzas Armadas les colocan en primer lugar en el nivel de confianza, los
partidos políticos se sitúan en el último escalón. Los datos para 2012 muestran
un descenso generalizado de la confianza institucional con respecto a 2010.
Igualmente el nivel de participación en organizaciones formales muestra cifras
bajas salvo en lo relativo al ámbito de las de carácter religioso.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN BOLIVIA, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012


Iglesia Católica 5,04 5,07 4,91 4,97
Fuerzas Armadas 4,08 4,29 4,29 4,12
Tribunal Supremo Electoral 4,05 4,29 4,51 3,68
Congreso Nacional 3,72 3,83 4,11 3,68
Gobierno Nacional — 4,23 4,39 3,83
Corte Suprema 3,67 3,88 3,74 3,43
Municipalidad 4,09 4,20 3,90 3,88
Procuraduría General — — — —
Partidos Políticos 2,86 2,72 2,95 2,83
Policía 3,14 3,41 3,57 3,33

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN BOLIVIA, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012


Organización religiosa 73,2 63,2 66,4 63,1
Asociación de padres de familia 57,5 53,3 55,0 56,3
Mejoras para la comunidad 41,8 46,6 45,1 51,1
Partido político 16,4 8,3 15,2 10,1
Asociación de profesionales 28,3 23,2 28,2 24,4
Sindicatos — 21,1 — —

En cuanto a la valoración de la democracia en 2012 se registró cierto


incremento de las opiniones críticas con la misma y en 2010 se produjo un
notable ascenso en los niveles de satisfacción con la democracia para luego
volver a los niveles bajos que han sido tradicionales.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 1,4 1,8 2,1 3,0
2 1,9 2,4 2,3 4,3
3 7,5 6,9 7,4 12,9
4 22,7 15,6 15,6 25,3
5 32,5 21,3 25,1 25,3
6 21,5 29,5 27,3 15,4
Muy de acuerdo (7) 12,5 22,5 20,2 15,7

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN BOLIVIA (%)

2006 2008 2010 2012


Muy satisfecho 7,8 4,1 6,7 2,3
Satisfecho 52,6 46,3 62,1 47,6
Insatisfecho 35,0 43,4 27,6 46,4
Muy insatisfecho 4,5 6,1 3,6 3,7

Los bolivianos se sitúan en el centro izquierda en la escala de autoubicación


ideológica, manteniéndose un posicionamiento estable. En cuanto a los
problemas más graves que acucian el país para la mitad de los entrevistados
tienen carácter económico tendiendo a disminuir entre 2006 y 2012; asimismo
ha aumentado sensiblemente el porcentaje de los que consideran que son los
problemas vinculados a la violencia los más graves (casi el 23 por 100 en 2012).
La percepción de corrupción, sin embargo ha disminuido significativamente.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN BOLIVIA
Valores medios en la escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media
2006 5,23
2008 5,17
2010 5,23
2012 5,17

PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA BOLIVIA, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012


Economía, crisis 24,1 18,8 16,9 20,8

Inflación, altos precios 1,4 12,4 2,1 5,5


Desempleo 16,6 7,5 17,4 15,7

Pobreza 15,0 6,4 12,2 11,8

Delincuencia, crimen 2,7 1,4 8,3 22,7


Corrupción 8,3 2,3 10,2 1,9

Medio ambiente 1,7 5,2 1,0 1,0

Mal gobierno 3,6 4,9 3,0 3,2


Otros problemas 24,3 29,7 32,1 19,4

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas»

V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y DE CONSULTA


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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB
INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Presidencia de Bolivia: www.presidencia.gob.bo


Vicepresidencia del Estado Plurinacional: www.vicepresidencia.gob.bo
Asamblea Legislativa Plurinacional: www.congreso.bo
Cámara de Senadores: www.senado.bo
Cámara de Diputados: www.diputados.bo
Órgano Electoral Plurinacional: www.oep.org.bo
Órgano Judicial Plurinacional: www.organojudicial.gob.bo

PARTIDOS POLÍTICOS

ADN: www.oep.org.bo/org_politica/documentos/adn.pdf
MAS: www.oep.org.bo/org_politica/documentos/mas.pdf
MNR: www.oep.org.bo/org_politica/documentos/mnr.pdf
MSM: www.msm.bo o www.oep.org.bo/org_politica/documentos/msm.pdf
UN: www.oep.org.bo/org_politica/documentos/un.pdf
USC: www.oep.org.bo/org_politica/documentos/ucs.pdf
CAPÍTULO VII

COLOMBIA

I. INTRODUCCIÓN
La vida política de este país, desde mediados del siglo XIX hasta el presente,
resulta ininteligible si se omite en ella el papel desempeñado por los partidos
políticos y por la violencia como forma de expresión del conflicto político.
Ambos se funden en la historia política colombiana merced a la división tan
extendida en el seno de las elites y la población. La escisión ha sido tan
irreconciliable que la causa partidista estuvo en el origen y el desarrollo de ocho
guerras civiles reconocidas (1839-1841; 1851; 1854; 1859-1861; 1876-1877;
1885; 1895; 1899-1902) que asolaron el siglo XIX y otras tantas, sin contabilizar
la guerra no declarada de 1948-1957 y la que, con otras características, vive
desde 1980.
El sentido de pertenencia al universo partidista ha sido tan agudo que a
finales de la década de 1940 dar la vida en aras de un partido político era
sacrificio cotidiano. Sin embargo, más de medio siglo después los partidos
mayoritarios, liberal y conservador, aunque siguen siendo el eje central del
acontecer político nacional manteniendo vivos tradicionales mecanismos
caciquiles y clientelares, han perdido arrastre entre las masas, encontrándose en
una grave crisis que ha desestructurado al país. Por otra parte, el narcotráfico, las
distintas fracciones guerrilleras y los grupos paramilitares han convertido a
Colombia en uno de los países más inseguros del continente, escenario que ha
ido cambiando hasta llegar al inicio de las negociaciones de paz de 2012 entre el
Estado y la guerrilla.
A pesar de todo ello, Colombia se caracteriza por el fuerte desarrollo de cierta
forma de civilismo desde la misma Independencia. Esta propensión ha reforzado,
por una parte, el papel de las elites políticas y ha disminuido, por otra, el papel
autónomo de los militares en la política; finalmente, ha acentuado las tendencias
favorables a la concertación política entre las oligarquías dominantes. Elites
políticas con una fuerte presencia regional, latifundistas y monopolizadoras de la
tierra en un escenario donde indígenas, negros y campesinos no tenían acceso a
los derechos de propiedad y que se ven forzados a colonizar territorios
marginales sin presencia del Estado, donde la guerrilla suple el rol de éste y
donde después la coca será una forma precaria, primitiva e informal de
financiación de esta estructura. Fruto de estas tendencias, el actual sistema
político es heredero del pacto político denominado Frente Nacional (1958-1974)
que llegó a conformar, junto con el caso venezolano, una de las primerizas y más
logradas transiciones políticas latinoamericanas en plena Guerra Fría. A pesar de
dar estabilidad a la vida política colombiana, en un momento en el que otros
sistemas políticos latinoamericanos sufrieron procesos de quiebra de sus
democracias, el Frente Nacional la adulteró hasta llegar a unos límites
insoportables de clientelismo y de oclusión política. Además, la violencia, fruto
también de la propia debilidad del Estado, de una estructura rentista de la tierra,
de la persistente acción guerrillera y del incremento de la presencia del
narcotráfico en la vida del país, contribuyó a deteriorar aún más el clima
político. En este marco, tras el paulatino desmonte del Frente Nacional mediante
la serie de reformas políticas llevadas a cabo entre 1974 y 1990, en este último
año se inició un proceso de reforma constitucional en el que se depositaron
numerosas esperanzas de renovación. Sin embargo, la presidencia de Ernesto
Samper (1994-1998) y la de Andrés Pastrana (1998-2002) mostraron que aquél
no fue sino un espejismo. No se mitigaron los elementos negativos que habían
ido configurándose durante las tres décadas anteriores, los partidos se
atomizaron sirviendo a los intereses propios de la clase política, y el incremento
de la desmoralización social producto del fracaso del plan de paz de Pastrana,
hizo que quedara huérfana la sociedad de toda esperanza de solución del
conflicto. Fue la presidencia de Álvaro Uribe (2002-2010) la que, aupada en la
descomposición partidista y sobre la base de una extrema personalización de la
política, impuso un giro decisivo al estado de cosas a través de su política de
«seguridad democrática» y de una nueva forma de hacer política.
Pese a tratarse de un país con un peso regional muy importante, en torno a
Bogotá, la capital, Barranquilla, Cali y Medellín, y un proceso de
descentralización institucionalizado con la Constitución de 1991, el papel central
de Bogotá en la política y en la economía es determinante de lo que ocurre en
Colombia. En Bogotá, que cuenta con una quinta parte de la población
colombiana, se produce la mitad del PIB del país y la hegemonía de la clase
política radicada en ella es total. El acoso de las diferentes formas de violencia
creó durante lustros un país conformado por la red de los principales centros
urbanos unidos fundamentalmente por corredores aéreos. Los indicadores
sociodemográficos muestran que Colombia cuenta aun con un alto índice de
población rural que lentamente va descendiendo circunstancia que hace que
todavía el tema de la reforma agraria sea una cuestión políticamente relevante,
en un país donde la ausencia de un mercado de la tierra constituye una nota
recurrente, y un persistente enquistamiento de los niveles de población
analfabeta que afecta a más del 6 por 100 de la población, aspectos que
contribuyen a explicar la importancia del hecho de que la guerrilla y los
paramilitares tengan bases rurales y analfabetas sólidas. En términos
económicos, sin embargo, Colombia ha tenido un rendimiento mejor que los
restantes países de la región. La década de 1980 no contabilizó tasas de
crecimiento negativo y el PIB por habitante se incrementó entre 1980 y 1995, en
términos constantes, en un 40 por 100. Sin embargo, una caída en los ingresos
por las exportaciones y la falta de disciplina fiscal en la Administración Samper
metió al país en una seria recesión a partir de 1999 a la que se unió la
constricción de la inversión extranjera temerosa ante el incremento de la
violencia existente. No obstante, durante el periodo de 2000 a 2010 hubo una
recuperación importante reflejada en el aumento de las tasas de crecimiento que
sobrepasaron los cinco puntos en 2006 y 2007. Por otra parte, la media anual de
la inflación se mantuvo por encima del 20 por 100 hasta mediados de la década
de 1990 y a partir de 2000 ésta se ubicó por debajo del 10 por 100, llegando a
tan solo el 3,1 por 100 en 2011. De esta forma, Colombia no tuvo que
enfrentarse a procesos hiperinflacionarios. Por último, la evolución de las
exportaciones mostró una menor dependencia del sector primario hasta 2007,
momento en el que los productos primarios representaron solamente el 60 por
100 de las mismas frente al 91 por 100 en 1970. Sin embargo, este sector ha
repuntado significativamente en los últimos años llegando a representar casi el
80 por 100 de las exportaciones en 2010.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE COLOMBIA

1985 1990 1995 2000 2005 2010/2012

Población total (en miles) 31.659,0 34.970,0 38.542,0 42.321,0 43.186,0 47.735,0
Población urbana (en porcentaje) 66,9 69,3 72,1 74,5 76,6 78,5
Población analfabeta de 15 y más años 15,6 11,3 — 8,2 6,9 6,6 (2010)
de edad (en porcentaje)

12,7
Desempleo urbano (en porcentaje) 8,8 17,2 13,3
(2010)
Hogares bajo la línea de pobreza (en 48,7
44,9 48,7 50,5
porcentaje) (2009)

Tasas de participación en la actividad 42,9


29,4 32,1 34,6 37,1 42,2
económica de la mujer (2010)

FUENTE: Bases de datos CEPALSTAT (CEPAL).

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE COLOMBIA

1980- 1995- 2001- 2006-


1990 2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a


1,6 –0,23 2 3,1
precios constantes de 1995
Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 23,7 16,48 6,48 4,41

PIB por habitante en dólares constantes de 1995 — 2.367 3.218 3.799


Deuda externa total (en millones de dólares) 13.690,0 32.339 38.522,0 49.916

FUENTE: CEPAL (2001): Balance preliminar de las economías, Santiago de Chile y CEPAL (2001):
Panorama social de América Latina 2000-2001 y 2011, Santiago de Chile. Bases de datos CEPALSTAT.
Anuario estadístico de América Latina y el Caribe 2011 (CEPAL).

II. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

1. DESARROLLO POLÍTICO DURANTE EL SIGLO XIX

La evolución de la historia política colombiana conjuga fuertes luchas


internas por la plasmación de un modelo de Estado que se traducen en una larga
serie de constituciones o de reformas constitucionales y en la paulatina escisión
de la sociedad en dos subculturas.
La primera Constitución colombiana, en donde comienza a delinearse el
perfil institucional del país, fue la del Estado libre e independiente de Socorro,
firmada el 15 de agosto de 1810. Se trataba de un texto ideológicamente liberal
que perfilaba el sistema federal como forma de gobierno y que hacía del cabildo
de la villa el depositario de toda soberanía en tanto se constituía el Congreso
Nacional. Su importancia radicó en el profundo contenido revolucionario,
económico y social de sus cláusulas.
El texto fundamental de Cundinamarca (1811), producto de la Junta Suprema
de Santa Fe, reconoció la monarquía constitucional como forma de gobierno
siempre que el monarca residiese en el territorio nacional, admitía la división de
poderes y reglamentaba las elecciones. Sin embargo, su aplicación no fue de
ámbito nacional debido a que las provincias de Cartagena, Antioquia, Neiva,
Pamplona y Tunja también tuvieron sus constituciones al proclamar los actos de
independencia.
Fue solo después de 1819, con la batalla definitiva de la independencia,
cuando Colombia inició su pretensión de articularse como Estado. El Congreso
de Angostura aprobó el 17 de diciembre de 1819 la Ley Fundamental de la
República de Colombia, integrada territorialmente por tres grandes
departamentos: Cundinamarca, Venezuela y Quito. El 10 de enero de 1821, el
Congreso de Cúcuta promulgó la Constitución conforme al documento de
Angostura, en la que se establecía una república centralista con división de
poderes. De esta manera, empezaba a constatarse la contraposición entre los
modelos federal y unitario que duraría todo el siglo. El 27 de agosto de 1828,
mediante un decreto orgánico, se le confirieron poderes supremos al jefe del
Estado y al Consejo de Ministros, implantándose la dictadura de Bolívar y
aboliéndose la Vicepresidencia. Después de la disolución de la Gran Colombia
se promulgó la Constitución de 1830 que siguió siendo muy similar a la de 1821.
Se estableció un Congreso bicameral de elección popular y un Ejecutivo fuerte
elegido para un periodo de ocho años. Se dibujaba una incipiente
descentralización administrativa y solo se permitía el culto católico en materia
religiosa.
Tras esta ruptura de la Gran Colombia, comenzó un periodo dominado por la
República conservadora (1830-1849), caracterizada por la profundización de las
diferencias entre los dos partidos respecto a las formas organizativas del Estado:
federalismo o centralismo. En 1833, la República de Colombia, integrada por el
antiguo virreinato de la Nueva Granada, optó por este nombre, rigiéndose por la
Constitución promulgada en dicho año, la cual establecía: un Estado federal con
mayor autonomía de las provincias y la separación de poderes, un Legislativo
bicameral y un Ejecutivo, elegido popularmente, sin derecho a reelección
inmediata.
En 1843 se promulgó una nueva Constitución que puso fin a la debilidad del
Ejecutivo y creó un estado centralizado. Como las Constituciones de 1821 y
1830 fue una Carta bastante conservadora. Con el ascenso del Partido Liberal al
poder en 1849, después del gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera (1845-
1849), se promulgó un nuevo texto constitucional en 1853 que estableció la
libertad de culto y la separación entre la Iglesia y el Estado, así como el derecho
de reunión y el juicio por jurado. Además, consagró el sufragio universal
limitado solo por la edad. Eran electos popularmente: el Presidente y el
Vicepresidente de la República, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia,
el Procurador General de la nación, los senadores y representantes de la
República y los gobernadores departamentales. La elección popular de estos
últimos rompió el centralismo estatal aun cuando los gobernadores continuaron
siendo agentes del Ejecutivo.
El periodo liberal (1849-1885), que surgió con José Hilario López (1849-
1853), apoyó de nuevo el sistema federal, la libertad religiosa con un marcado
anticlericalismo patentizado en la expulsión de los jesuitas y la abolición de la
esclavitud. El Partido Liberal se dividió entre gólgotas (radicales) y draconianos
(conservadores). Estos últimos triunfaron con el golpe de Estado de José María
Melo en 1854.
La Constitución de 1853 permitió un marcado federalismo, que se tradujo en
la creación sucesiva de Estados como el de Panamá (1855) y Antioquia (1856).
Así, se dio la paradoja de la federalización de la República en un marco
centralizado. En esta época fue Presidente conservador Mariano Ospina
Rodríguez (1857-1861) que, mediante un acto legislativo, el 22 de mayo de
1858, creó la Confederación Granadina. Se reconoció la existencia de ocho
Estados confederados que delegaban múltiples competencias en el poder central.
Después de una nueva sangrienta contienda civil, el general Tomás Cipriano de
Mosquera (1861-1864), antes conservador y ahora convertido en liberal, logró,
mediante el llamado Pacto Transitorio del 20 de septiembre de 1861, un clima
propicio para convocar la convención que promulgaría la Constitución de los
Estados Unidos de Colombia de 1863, conocida también como Constitución de
Río Negro, tomando el nombre del municipio antioqueño. La Carta reafirmó el
carácter federal de la nación con el reconocimiento autonómico de los Estados y
se diseñó un Ejecutivo débil frente a los poderes del Legislativo. Era una
Constitución profundamente liberal, siendo en el apartado de los derechos y
deberes de los ciudadanos en donde se podía constatar con mayor claridad tal
aseveración, así como en su marcado anticlericalismo. El Ejecutivo, Presidente
de los Estados de Colombia, era elegido por el voto de los Estados, los cuales
establecían su propio sistema electoral.
En esta época se inició el cultivo extensivo del café, perfilándose el Estado
oligárquico. El café fue el único producto que pudo generar una transformación
significativa de la estructura económica del país por su duración, masa de
población involucrada y por las condiciones de producción. Antioquia, que a
finales del periodo colonial era una zona aislada y clasificada como atrasada, se
transformó a finales del siglo XIX en el área de mayor crecimiento económico
gracias a la minería de oro, al comercio y a la agricultura cafetera que impulsó
posteriormente en el Occidente colombiano el núcleo de la incipiente industria
nacional de principios del siglo XX. El café se convirtió en una gran posibilidad
de acumulación de capital, orientado más tarde hacia el comercio y la industria.
Las consecuencias del café como cultivo extensivo fueron: la ruptura de la
dicotomía latifundio-minifundio, al implantarse el predominio de la propiedad
familiar; la creación de pequeñas propiedades diferentes del simple minifundio
por estar orientadas hacia el mercado, con un producto de alto rendimiento
comercial; y la consolidación de la agricultura cafetera, llegando a proporcionar
la comercialización en gran escala del grano y las bases de un mercado rural más
amplio, al dispersar en alguna medida el ingreso.
Como ha quedado dicho, indirectamente el café articuló las bases del futuro
desarrollo industrial colombiano, especialmente de Antioquia, concentrando en
dos factores iniciales la acumulación de capital: por una parte, en
transformadores, mercaderes y prestamistas y, por la otra, en una población rural
con ingresos monetarios generadores de un mercado de consumidores,
incentivadores de ciertos capitales, que se trasladaron a las inversiones en
manufactura e industria. El café integró de manera más activa a Colombia en el
mercado mundial como parte del sistema capitalista.
La Regeneración fue un periodo caótico, producto de la nula funcionalidad
del Estado federal. Surgió como exponente Rafael Núñez (1882-1884),
considerado como liberal en su primer mandato. En el segundo (1884-1888) fue
apoyado por los conservadores y la Iglesia. Durante su gobierno se firmó el
Concordato (1887); se puso fin al federalismo, creándose un gobierno central
fuerte y se promulgó la Constitución de 1886, texto determinante en la vida
política nacional que rigió el país, con varias reformas, pero con la misma
estructura hasta 1991. El proyecto regeneracionista fue abandonado por la clase
dirigente incrementándose la marginación del liberalismo y llegando a estallar la
guerra civil denominada de los «Mil Días» (1889-1903). La crisis institucional
desencadenada fue aprovechada por los Estados Unidos para propiciar la
separación e independencia de Panamá el 3 de noviembre de 1903.

2. LA CONSTITUCIÓN DE 1886 Y SUS REFORMAS HASTA EL FRENTE NACIONAL

En la Constitución de 1886, redactada por el conservador Miguel Antonio


Caro y por el liberal Rafael Núñez, pueden observarse cuatro rasgos
fundamentales: el establecimiento de la unidad nacional; la preponderancia de la
Iglesia Católica; las libertades individuales prácticas y bien definidas que, sin
embargo, no se harían reales hasta bien entrado el siglo XX; y el robustecimiento
de la autoridad, mediante el restablecimiento del centralismo administrativo,
reafirmando las ideas centralistas de las Constituciones de 1821 y 1848. El
centralismo se afianzó en lo político, abriendo no obstante paso a la
descentralización administrativa.
Esta Carta nació dentro de la llamada Regeneración, política promulgada por
Núñez. Al sancionar la Constitución, su mentor y Presidente del país, justificaba
la derogación de la de 1863 aludiendo que la nueva Constitución debía
prescindir de la índole y tendencias características de aquella cuyo rendimiento
había sido nefasto. Aunque estuvo vigente más de un siglo sufrió numerosas
reformas que la hicieron irreconocible de los principios originales. El dinamismo
de la política colombiana, así como las amplias mayorías oficialistas, propiciaron
la realización de reformas. Por otra parte, la Constitución establecía que podía
modificarse mediante un acto legislativo, discutido y aprobado por el Congreso
en sesiones ordinarias. Luego debía ser publicado por el Gobierno para su
examen definitivo en la siguiente legislatura ordinaria donde se debatiría
nuevamente, requiriendo para su aprobación definitiva la mayoría absoluta de
los integrantes de cada cámara. Si el gobierno no publicase oportunamente el
proyecto, lo haría el presidente del Congreso (art. 218). Entre 1888 y 1932 se
realizaron diferentes reformas que, en general, tendían a reforzar los poderes del
Ejecutivo, atribuyéndole mayores facultades. Aunque en 1910 se suavizó esta
tendencia al incrementarse la importancia del Congreso, debido a la
institucionalización de su reunión anual así como a la implantación de la
responsabilidad presidencial en sus actos. También en 1910 se incorporó el
sufragio universal masculino para la elección del Presidente de la República, los
representantes de la Cámara, los diputados de las Asambleas Departamentales y
los concejales municipales. Los senadores serían elegidos por los Consejos
electorales, seleccionados a su vez por las Asambleas Departamentales.
Finalmente, en la reforma del mismo año se confirió a la Corte Suprema de
Justicia la tramitación de los recursos de inconstitucionalidad. Por la reforma de
1914 se creó el Tribunal Superior de lo Contencioso-Administrativo, germen del
Consejo de Estado.
La hegemonía conservadora se extendió hasta 1930. La crisis mundial
incrementó la división del conservadurismo permitiendo el triunfo pacífico de
los liberales que gobernaron hasta 1946. En ese nuevo periodo liberal merece
destacarse el primer mandato de Alfonso López Pumarejo (1934-1938),
conocido como «Revolución en Marcha» por las conquistas alcanzadas por los
trabajadores del campo y la ciudad y por el desarrollo central que adquirió el
Estado en el seno del sistema político.
La reforma constitucional de 1936 se orientó a hacer del intervencionismo
principio cardinal del Estado colombiano. Fue reflejo de la ya citada
«Revolución en Marcha» de la primera administración de Alfonso López
Pumarejo. La propiedad privada se garantizó, pero además de ser un derecho se
consideraba que tenía una función social, que implicaba obligaciones, dentro del
contexto de ser considerada como una función social, con obligaciones, de ahí
que el Estado pudiese llegar a su expropiación dentro de los marcos legales. Se
reforzó el carácter institucional de los derechos del hombre, la igualdad y la
justicia distributiva. Rompiendo las normas establecidas en el texto original de la
Constitución y el Concordato de 1887, se implantó la libertad de culto, de
conciencia y de enseñanza. Finalmente, se crearon, dentro del ámbito de las
entidades territoriales, las intendencias y comisarías, conceptos intermedios entre
los departamentos y municipios y equivalentes a departamentos de segundo y
tercer rango.
Los sectores oligárquicos del partido no compartían el reformismo de López
Pumarejo, presentándose divididos a las elecciones de 1946, en las que obtuvo el
triunfo el conservador Mariano Ospina Pérez (1946-1950). La nueva derrota de
los liberales en las elecciones de 1946 propició el cierre de filas de este partido
en torno a la figura del nuevo líder reformista Jorge Eliecer Gaitán. Mientras
tanto, el país fue entrando poco a poco en una dinámica de violencia, generada
parcialmente por la frustración liberal derivada de su irremediable separación del
poder y en parte por las actividades de la terrible policía «chulavita», que con la
connivencia de las esferas oficiales en algunos departamentos persiguió con
crudeza a los liberales en Caldas, Boyacá y Tolima, principalmente. De manera
paralela, las transformaciones que se estaban produciendo en la economía
internacional obstaculizaban la inserción de Colombia en ella, provocando
cambios sustanciales en las fuerzas productivas colombianas.
Por otra parte, la nueva reforma constitucional de 1946-1947, que se efectuó
en un clima de violencia política generalizada, reforzó al Ejecutivo frente al
Legislativo, en el que los grupos parlamentarios formaron las comisiones
constitucionales permanentes. También se crearon los departamentos
administrativos.
«El Encantador de las Masas», como se llamaba a Gaitán, fue asesinado el 9
de abril de 1948. Su muerte produjo el estallido de violencia conocido como el
«Bogotazo», que estuvo a punto de hacer sucumbir el formalismo democrático
colombiano. La violencia partidista se extendió a todos los rincones de
Colombia, pasando del campo a las grandes ciudades del país. Gaitán había
conseguido lo que no había logrado ningún político colombiano, el
estrechamiento humano con todos los estratos marginados de la población.
Parecía tener razón cuando afirmaba: «yo no soy un hombre, yo soy un pueblo».
La persecución política impidió que el Partido Liberal concurriese a las
elecciones presidenciales de 1950, siendo electo el conservador Laureano
Gómez (1950-1953). Bajo su gobierno se vivió una auténtica guerra civil
partidista, con un coste humano de 200.000 víctimas, circunstancia que propició
el golpe militar del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), apoyado por
amplios sectores políticos y económicos del país, llegando a denominarse «golpe
de opinión». Su gobierno, que ensayó una política parcialmente populista,
terminó en el periodo transitorio de una Junta Militar (1957-1958), que abrió
paso a la implantación del Frente Nacional.
Los largos años de violencia auspiciados por la hegemonía conservadora
(1946-1953) y el corto gobierno militar de la dictadura de Rojas Pinilla,
propiciaron una nueva reforma constitucional en 1957, encaminada a la
reconciliación y pacificación de la alterada vida política colombiana. Ésta fue la
única reforma de la Constitución de 1886 que se ha hecho mediante plebiscito, y
en ella se reafirmó el carácter legal del pacto político, conocido como Frente
Nacional.

3. CARACTERÍSTICAS DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA DEL FRENTE NACIONAL

El Acto Legislativo número 6.247 de 1957 estableció una serie de


modificaciones de carácter institucional en la Constitución que tuvieron
consecuencias importantes en la vida política del país durante el cuarto de siglo
siguiente. Entre ellas destacaban las de corte netamente electoral como la que
concedía a las mujeres los mismos derechos políticos que los hombres. Las
elecciones populares que eligieran a los miembros de las corporaciones públicas,
hasta 1968 inclusive, se desarrollarían bajo el criterio de colocar, en cada
circunscripción electoral, paritariamente a los dos partidos tradicionales: liberal
y conservador. Ningún departamento con más de un millón de habitantes podría
tener menos de seis senadores, ni menos de doce representantes (art. 2). También
quedaba regulada la composición paritaria del Poder Ejecutivo ya que los dos
partidos políticos (liberal y conservador) tendrían igual número de ministros, que
serían de libre remoción por el Presidente de la República, colocados en plano de
igualdad y asumirían conjuntamente la responsabilidad del gobierno que se
ejercería en nombre de los dos. De la misma manera, los empleados que no
fueran de carrera administrativa reflejarían la composición política del Congreso.
Idéntico reparto se tradujo a la Corte Suprema de Justicia y al Consejo de Estado
que estarían integrados por militantes de los dos partidos políticos mayoritarios,
en la misma proporción que estuviesen representados en las Cámaras legislativas
y cuyos miembros serían inamovibles hasta su jubilación, siempre que
observasen buena conducta (art. 12).
El Frente Nacional garantizó asimismo una mayor presencia institucional de
las Fuerzas Armadas en la vida política ordinaria toda vez que se estableció que
podrían ser llamadas a desempeñar cargos en la administración pública (art. 2).
También se señaló que a partir del 1 de enero de 1958 el gobierno nacional
invertiría no menos del 10 por 100 de presupuesto nacional en la educación
pública.
El Frente Nacional, alcanzado mediante el consenso de los dos partidos
políticos tradicionales, se conformó tras la firma por sus líderes de los Pactos de
Sitges y Benidorm, localidades españolas, que se llevaron a cabo en plena época
franquista. Posteriormente, el primero de diciembre del mismo año de 1957 se
celebró un plebiscito que, con una participación superior al 80 por 100,
circunstancia inédita en la vida del país, contó con una abrumadora mayoría de
aprobación del 95 por 100. Además de hacer frente al populismo rojista que
hacía peligrar sus clientelas clásicas, los partidos conservador y liberal quisieron
asegurar su exclusiva alternancia en el poder cada cuatro años, en gobiernos
bicolores de responsabilidades compartidas, excluyentes y sin oposición. La
sucesión presidencial durante este periodo estuvo a cargo de Alberto Lleras
Camargo, liberal (1958-1962); Guillermo León Valencia, conservador (1962-
1966); Carlos Lleras Restrepo, liberal (1966-1970), y Misael Pastrana Borrero,
conservador (1970-1974).
El Frente Nacional tuvo consecuencias políticas que trascendieron el
principal objetivo de la pacificación del país ya que extendió su influencia más
allá de lo presupuestado y creó en la mente ciudadana la impresión de que vivía
bloqueada políticamente. En este sentido, no había partido único propiamente
hablando, pero los partidos políticos colombianos perdieron el afán de
diferenciarse y los centros partidistas de poder crearon una estrategia clientelista
que empezó a agobiar al país. De esta manera, se pertenecía a uno de los dos
partidos no por profesar una ideología, sino por aspirar a un cupo de poder o
influencia preasignado. El Frente Nacional puso en práctica el principio
contrario a uno de los rasgos que singulariza al sistema democrático que no es
sino la capacidad de sustituir al partido que está en el poder por medio del voto y
brindar nuevas opciones a diferentes proyectos de gobierno. En Colombia se
renunció a tener alternativas y a la multiplicidad de las opciones y, en nombre
del entendimiento nacional, se justificó la abdicación al contenido ideológico de
las colectividades políticas.
El esquema gobierno-oposición, que se practica en las democracias
occidentales, fue seriamente dañado en Colombia con la vigencia del Frente
Nacional, de suerte que, al implantar, años más tarde, bajo el mandato del
presidente Virgilio Barco, el esquema gobierno-oposición con un gabinete
monocolor, las encuestas demostraron que un gran número de colombianos
consideraban muy arriesgado que no participasen en el gobierno las dos
formaciones políticas mayoritarias; es más, identificaron la ejecución del
programa de una corriente política, sin entrar a pactar con la otra vía, como un
acto de sectarismo.
En plena vigencia del Frente Nacional se procedió a reformar nuevamente la
Constitución en 1968 buscando cierto reordenamiento del Estado. Aunque afectó
a otros artículos más, transformó el papel de los Departamentos como entidades
territoriales quitándoles el carácter de meras divisiones territoriales,
modificándose los requisitos exigibles para la creación de nuevos Departamentos
(art. 5). Se creó la Comisión Especial Permanente del Congreso que podría
sesionar por iniciativa propia o por convocatoria del gobierno durante el receso
del Congreso, aumentándose de esta manera considerablemente el poder de
control de la rama legislativa sobre la ejecutiva (art. 80). No obstante, la
Comisión no pudo funcionar por dificultades inherentes a su conformación
(participación proporcional en todos los grupos y partidos políticos). En este
sentido, se regularizó también el control del Ejecutivo mediante la citación de
Ministros, las responsabilidades políticas de altos funcionarios de Estado y la
vigilancia en las ejecuciones de los planes económicos (art. 103). Finalmente,
cabría indicar como un elemento fuertemente discrecional la capacidad que
recibió el Poder Ejecutivo para declarar el estado de emergencia económica (art.
122).
En la elección de 1970 del último presidente del Frente Nacional, el
conservador Misael Pastrana Borrero, se demostró la existencia de cierta
voluntad popular de cambio. El general Gustavo Rojas Pinilla, como candidato
de la Alianza Nacional Popular (ANAPO), que pasaba de ser una simple unión
de liberales y conservadores disidentes para convertirse en 1971 en partido
político, gozó de un apoyo electoral relevante. Pese al caudal de votos recibido,
Rojas Pinilla no obtuvo el triunfo electoral en medio de una situación de
sospecha de fraude generalizado a cargo del oficialista frente nacionalista.
En 1974, el sistema constitucional del Frente Nacional se desmontó con
relación a la composición del Congreso y a la alternancia en el Ejecutivo, pero
pervivió, gracias al artículo 120 de la Constitución reformada, en la
representación proporcional a su caudal electoral que el Presidente debía dar en
el gobierno al segundo partido. La paridad subsistía también en la rama
jurisdiccional. El primer Presidente bajo esta nueva situación fue el liberal
Alfonso López Michelsen (1974-1978). Su gobierno se caracterizó por la
profunda división de su partido, menoscabando su autoridad como mandatario,
salpicado por continuos escándalos financieros de algunos de sus familiares. Los
esfuerzos de López Michelsen por efectuar la reforma política en el ámbito de la
administración de justicia y el reordenamiento territorial que lograra la
autonomía local fueron infructuosos. La vía escogida para la reforma
constitucional que pusiera definitivamente fin al Frente Nacional y sentara las
bases de la nueva vida política fue la de una Asamblea Constituyente («la
pequeña constituyente de López»). Sin embargo, la citada división dentro de la
clase política hizo fracasar este empeño.

4. LA COYUNTURA POLÍTICA DESDE EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XX

4.1. Del fin del Frente Nacional a la reforma constitucional

A pesar de las profundas divisiones del partido liberal, éste logró el triunfo en
las elecciones de 1978 con Julio César Turbay Ayala (1978-1982), situándose a
escasa distancia el candidato conservador, Belisario Betancur Cuartas. El
gobierno liberal turbayista se caracterizó por el recrudecimiento de la represión
con la promulgación de la Ley Antiterrorista (Estatuto de Seguridad) siendo
fuertemente cuestionado por la violación de los derechos humanos y la marcada
docilidad frente a la política norteamericana. Por otra parte, se vio enfrentado al
sandinismo nicaragüense por la discrepancia de fronteras y posesión territorial
del archipiélago de San Andrés y Providencia.
En las elecciones presidenciales de 1982 el Partido Liberal se presentó con
dos candidatos: Luis Carlos Galán Sarmiento y Alfonso López Michelsen. Por su
parte, el Partido Conservador, con una candidatura llamada de Unidad Nacional
liderada por Belisario Betancur, a pesar del carácter mayoritario de su rival el
Partido Liberal, obtuvo la jefatura del Estado gracias a los votos liberales
descontentos por las nuevas aspiraciones presidenciales de López Michelsen y
así como a la doble candidatura liberal.
La Presidencia de Betancur (1982-1986) tomó cierto cariz socialdemócrata,
intentando convertirse, en los tres primeros años de su mandato, en líder
regional. Fue uno de los creadores del Grupo de Contadora, evitó el aislamiento
de Nicaragua prestándole ayuda económica y congelando el diferendo limítrofe e
ingresó al país en el grupo de los «No Alineados». En política interna
infructuosamente puso gran empeño en la pacificación de Colombia al firmar los
Acuerdos de Paz con el M-19 y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias
Colombianas). Los militantes de este grupo guerrillero que se acogieron a la
amnistía, crearon la Unión Patriótica, que en las elecciones legislativas y
municipales de finales de la década alcanzó resultados notables teniendo en
cuenta el marco de persecución y de exterminio al que estuvieron sometidas. La
toma del Palacio de Justicia por el M-19 en el último año de mandato de
Betancur y su consiguiente brutal represión por los militares supusieron la
quiebra definitiva del proyecto político de éste.
Los comicios legislativos que llevaron a la elección de los cuerpos colegiados
de todo el país en marzo de 1986 han sido considerados siempre en Colombia
como unas primarias. En aquella ocasión contaron con tres opciones al igual que
las presidenciales: el Partido Conservador recogió en sus listas todas las
tendencias nacionales y regionales que conformaban el partido. A escala
nacional estuvieron presentes las dos mayoritarias: la liderada por Álvaro Gómez
Hurtado y la que dirigía el expresidente Misael Pastrana Borrero. Localmente
estuvieron presentes el Movimiento Nacional de Gustavo Rodríguez, en Bogotá,
y los progresistas de J. Emilio Valderrama, afincados en el occidente
colombiano. El liberalismo se presentó coaligado con la Unión Patriótica en
algunos departamentos, como Huila, Valle, Tolima y Meta. El sector
tradicionalista, conducido por Virgilio Barco, apoyó a los llamados candidatos
oficialistas. El Nuevo Liberalismo, liderado por Luis Carlos Galán pretendió
convertirse en opción nacional. Sin embargo, el demoledor revés sufrido en su
feudo, Bogotá, le llevó más tarde, en las presidenciales, a plegarse al candidato
oficial. En cuanto a la Unión Patriótica, que había nacido de las FARC a raíz de
las proposiciones de paz durante la tregua de 1984 así como de otros
movimientos de izquierda y del Partidos Comunista, contó con un cierto número
de sus candidatos dirigentes de la guerrilla, basándose su campaña en la
profundización política de la paz y centrándose en las regiones rurales del país.
La elección presidencial de mayo de 1986 tuvo tres opciones: la del Partido
Conservador, como siempre dividido en tendencias nacionales y regionales, sin
que ellas afloraran al momento de obtener los resultados finales pues lograron
ponerse de acuerdo y lanzar un candidato único, Álvaro Gómez Hurtado. El
Partido Liberal se presentó unido con un candidato consensuado entre el
liberalismo tradicional y el Nuevo Liberalismo, presidido por Luis Carlos Galán
Sarmiento. Ese candidato fue el presidente del partido tradicional, Virgilio Barco
Vargas. Por último, la Unión Patriótica que presentó como candidato a Jaime
Pardo Leal, consensuado entre las fuerzas políticas comunistas y los
desmovilizados de las FARC, pero que fue posteriormente asesinado en octubre
de 1987.
El triunfo en dichas elecciones lo obtuvo el liberal Virgilio Barco Vargas
(1986-1990), poniéndose fin a más de veinte años de gobiernos bicolores, y
abriéndose paso al ya citado esquema gobierno-oposición. Basado en su triunfo
mayoritario el Presidente y su equipo desmontaron unilateralmente el artículo
120 de la Constitución que establecía la participación adecuada y equitativa del
partido mayoritario distinto al del Presidente de la República y que había
impedido la terminación real del Frente Nacional. El gobierno de Barco sumió al
país en una de sus mayores crisis, pudiéndose caracterizar por los siguientes
fenómenos: en primer lugar, el creciente auge de los grupos armados de distinta
ideología y ámbito, pues ya este fenómeno no se daba solo en la actividad
guerrillera. En segundo término, persistieron las tendencias y prácticas
monopolizadoras en la economía colombiana, con la ausencia de una reforma
agraria real y eficaz que asegurase una mejor distribución de la tierra y de la
productividad. En tercer lugar, el persistente papel del narcotráfico que, lejos de
disminuir su incidencia en la sociedad y en el sistema político, se incrementaba.
Finalmente, la ausencia de propuestas movilizadoras por parte de los dos
partidos tradicionales.
No obstante, Barco intentó, en el último periodo de su mandato, lograr
acuerdos de pacificación con los grupos guerrilleros alzados en armas. Con el
M-19 los acuerdos y conversaciones progresaron, mientras que las FARC
decretaron un alto el fuego unilateralmente, cumpliendo la condición
innegociable impuesta por el gobierno. Sin embargo, el mandatario colombiano
no pudo desmontar los ciento cuarenta grupos paramilitares relativamente
cercanos a la estructura del poder real y contempló impotente el serio acoso del
narcotráfico al Estado mediante el uso indiscriminado de atentados con bombas
y asesinatos selectivos, recrudecidos a partir de agosto de 1989, y a los sectores
de izquierda, notablemente de la Unión Patriótica, entre cuyos militantes fueron
asesinados un millar entre mayo de 1985 y marzo de 1990.
En cuanto a las primeras elecciones populares de alcaldes, celebradas en
marzo de 1988, se puso de manifiesto, en líneas generales que, aun cuando el
bipartidismo dominaba el mapa político del país, hubo una apreciable movilidad
en ese cuadro estático de las elecciones legislativas y presidenciales de 1986.
Aunque liberales y conservadores ganaron la mayoría de las alcaldías, varios
hechos relevantes indicaban que el panorama partidista era, aparentemente,
susceptible de cambio y que la población colombiana comenzaba a mostrar una
creciente desilusión por los colores tradicionales (rojo y azul) que han dominado
la escena política nacional. Resultó sorprendente que fuerzas desconocidas,
sobre la base de movimientos cívicos, alcanzaran 97 alcaldías, resultados
superiores a los de las coaliciones formadas por algunos partidos políticos, ya
que se aproximaron al 10 por 100 del total del país. El liberalismo, con el 46 por
100 de los votos, «ganó perdiendo». Su feudo, Bogotá, pasó a manos de los
conservadores, que obtuvieron el 37 por 100 de los votos del total del país. Los
conservadores, como los liberales, reflejaron las divisiones en su seno en los
resultados. El Nuevo Liberalismo encerró una curiosa paradoja: bajó votos a
escala nacional, pero ganó nueve alcaldías, después de que solo había sido
mayoría en un municipio en las elecciones legislativas de 1986. El avance
electoral de la Unión Patriótica fue poco significativo. Ganó con candidatos
propios en quince municipios, no siendo sus electores los mismos de las
elecciones de 1986.
Durante la Presidencia de Virgilio Barco, la Constitución de 1886 comenzó a
estar sometida de nuevo a un profundo proceso de reforma que se aprobó en su
primera fase. Dos ambiciones había en el proyecto de reforma: modernizar el
Estado, adaptándolo a las nuevas necesidades de la sociedad colombiana, y
sustituir el concepto de democracia representativa por el de democracia
participativa. Después del «Consenso de la Casa de Nariño», alcanzado entre los
conservadores y el Presidente de la República, el proyecto gubernamental quedó
reducido a un paquete de reformas que solo se referían sucintamente a los
siguientes aspectos: modificación del artículo 121, citándose tres grados de
anormalidad institucional: estado de alarma, conmoción interior y estado de
sitio. Abolición del artículo 120, que obligaba a la paridad gubernamental en las
instituciones del Estado. Reforma del sistema electoral. Prohibición de la
reelección del Ejecutivo, aun cuando hubiere transcurrido el periodo
reglamentario. Descentralización administrativa: elección popular de
gobernadores, circunscripciones de territorios nacionales, y creación de
departamentos especiales y de provincias. Elaboración del Estatuto de Partidos
Políticos. Modernización, fortalecimiento y eficacia de la administración de
justicia. Finalmente, democracia participativa, con la implantación de las figuras
del referéndum y del plebiscito como vías de reforma constitucional.
RESULTADO ELECCIONES PRESIDENCIALES (1970-1990)

P. Liberal P. Conservador
Año Total votos emitidos
Candidatos Votos % votos Candidatos Votos % votos

1970 1 M. Pastrana 1.625.025 40,30 G. Rojas 1.561.468 38,70 4.036.458

1974 A. López 2.929.719 56,20 A. Gómez 1.634.879 31,40 5.212.133

1978 J. C. Turbay 2.503.881 49,30 B. Betancur 2.356.620 46,40 5.075.919

1982 2 A. López 2.797.627 41 B. Betancur 3.188.278 46,80 6.840.382

1986 3 V. Barco 4.214.510 58,20 A. Gómez 2.588.050 35,70 7.228.937

1990 4 C. Gaviria 2.891.808 47,81 A. Gómez 5 1.433.913 23,71 6.047.567

1 En estas elecciones el candidato del Partido Liberal lo era en realidad del Frente Nacional y, en concreto,
Misael Pastrana provenía del Partido Conservador. Por otra parte, G. Rojas obtuvo 471.350 votos (11,5%) y
E. Sourdis 336.288 votos (8,3%).
2 El candidato de Nuevo Liberalismo, L. C. Galán obtuvo en estas elecciones 745.738 votos (11%).
3 J. Pardo, el candidato de Unión Patriótica, obtuvo 328.752 votos (4,5%).
4 En estas elecciones A. Navarro de AD-M-19, obtuvo 754.740 votos (12,48%), R. Lloreda, candidato del
Partido Social Conservador 735.374 votos (12,15%), R. de J. Betancourt del Movimiento Unitario
Metapolítico 37.537 votos (0,61%), C.Y. Rodríguez del Partido Nacional Cristiano 33.645 votos (0,55%),
O. Loaiza del Partido Natural 9.468 votos (0,15%), L. C. Valencia del Partido Socialista de los
Trabajadores, 8.178 votos (0,15%), J. A. Linares del Partido Demócrata Cristiano 9.048 votos (0,13%), G.
Alemán del Movimiento Orientación Ecológica 7.429 votos (0,12%), J. García del Movimiento Amor por
Colombia 2.411 votos (0,03%) y J. H. Rodríguez del Movimiento Encuentro 88, 996 votos (0,01%).
5 A. Gómez fue candidato del Movimiento de Salvación Nacional, facción del Partido Conservador.

Las elecciones presidenciales de mayo de 1990 vieron el triunfo del candidato


del Partido Liberal César Gaviria, quien ganó por una abrumadora mayoría al
disidente del Partido Conservador, que fundó el Movimiento de Salvación
Nacional, Álvaro Gómez Hurtado (hijo de Laureano Gómez y candidato también
perdedor en los comicios de 1974). Se llegaba a este momento tras los asesinatos
del líder liberal Luis Carlos Galán el 18 de agosto de 1989, del senador de la
Unión Patriótica Bernardo Jaramillo el 22 de marzo de 1990 y del líder histórico
del M-19 y quien había encabezado la transición de este grupo hacia la
participación electoral, Carlos Pizarro el 26 de abril de 1990, que enmarcaban un
clamor nacional en pro de la reforma política. Este clamor fue canalizado en
parte mediante la introducción en las elecciones de 1990 de una papeleta extra
por la que, por iniciativa de un movimiento estudiantil de manera informal, se
pedía la opinión a los electores sobre la oportunidad de la apertura de una
reforma constitucional por la vía extraordinaria.
César Gaviria volvió a introducir en su primer gabinete a ministros del
Partido Conservador que se ocuparon de las carteras de Justicia, Trabajo,
Agricultura y Comunicaciones. También se incorporó como Ministro de Salud al
histórico dirigente del M-19 Antonio Navarro Wolff.

4.2. Continuismo bajo el nuevo régimen constitucional

La reforma de la vieja Constitución de 1886 llenó los dos primeros años de la


actividad del gobierno de César Gaviria. El 9 de diciembre de 1990 se eligió a la
Asamblea Constituyente en un ambiente de expectativas sin precedente para
desarrollar su tarea a lo largo del primer semestre de 1991; por primera vez y de
forma excepcional una tercera fuerza, el M-19, ocupaba un lugar preeminente,
mientras que el Ejército Popular de Liberación se blindaba al convertirse en un
partido político legal (Esperanza, Paz y Libertad) y el grupo guerrillero
indigenista Quintín Lame anunciaba en marzo de 1991 su pronta
desmovilización. Las elecciones legislativas del 27 de octubre de 1991,
realizadas ya bajo el imperio de la nueva Carta, restablecieron, no obstante, el
tradicional esquema bipartidista colombiano con el Partido Liberal en una
posición claramente mayoritaria, manteniéndose el habitual índice de
abstencionismo que, en esta ocasión, alcanzó el 67 por 100.
Asimismo, durante la Presidencia de César Gaviria continuó la tensión con el
narcotráfico, que había comenzado a levantar vuelo en la Presidencia de Virgilio
Barco, y a pesar de haberse emitido un decreto en octubre de 1990 mediante el
que se garantizaba la no extradición a los Estados Unidos de aquellos que se
entregaran a las autoridades. En ese marco se produjo el internamiento en prisión
de los hermanos Ochoa en enero-febrero de 1991 y del jefe del cártel de
Medellín, Pablo Escobar, en junio de 1991 quien, fugitivo desde que se escapó
de la cárcel un año más tarde, fue abatido a finales de 1993. Paralelamente, las
tareas de colaboración con los Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico
se intensificaron, lo que propició la presencia de tropas norteamericanas en
territorio colombiano con el consiguiente exacerbamiento de las tensiones
nacionalistas.
La vuelta al bipartidismo se siguió igualmente consolidando en las elecciones
legislativas del 13 de marzo de 1994, celebradas de nuevo bajo el signo de una
alta tasa de abstención (cercana al 70 por 100), ya que las esperanzas puestas en
la Alianza Democrática M-19 fueron frustradas al obtener solamente dos
escaños. El Congreso continuaba siendo cosa de los dos partidos tradicionales y
la mayoría seguía siendo del Partido Liberal. Únicamente en las alcaldías se
pudo romper el monopolio partidista. Así, en las elecciones municipales de 1992
el Partido Liberal dejó de controlar doce de las treinta ciudades más importantes
del país. Las alcaldías de Medellín y de Cali fueron a parar a candidatos del
Partido Conservador en coalición con Alianza Democrática M-19 y la de
Barranquilla a esta última con el apoyo de una fracción liberal independiente. En
las elecciones municipales de octubre de 1994, un independiente, Antanas
Mockus, se alzó con la de Bogotá gracias a un 65 por 100 de apoyo popular,
circunstancia que igualmente ocurrió en las restantes ciudades principales del
país con la excepción de Medellín. Finalmente, durante el gobierno de César
Gaviria continuó la violencia política que se cobró la vida de miles de
ciudadanos. La clase política contempló un nuevo asesinato en la figura del
vicepresidente del Senado, Darío Londoño, en noviembre de 1993.
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1994, celebrada el 19
de junio, fue ganada por un margen muy estrecho de votos por el también liberal
Ernesto Samper, a quien acompañaba como candidato a la Vicepresidencia
Humberto de la Calle. Samper incorporó a su gobierno a miembros del Partido
Conservador recuperando un estilo político reiniciado y luego interrumpido en la
Presidencia anterior. Ernesto Samper había sido Ministro de Desarrollo y
Embajador en España durante el gobierno de César Gaviria.

Elecciones presidenciales de 1994

Primera vuelta Segunda vuelta


Partido Candidatos 29 de mayo 19 de junio
Votos % votos Votos %votos

PLC Ernesto Samper P. 2.623.210 45,30 3.733.336 50,57

Mov. «Andrés Presidente» Andrés Pastrana A. 2.604.771 44,98 3.576.781 48,45

Compromiso Por Colombia Antonio Navarro W. 219.241 3,79

Otros 1 278.994 4,83

Votos blancos 65.116 1,12 72.536 0,98


Votos nulos 29.999 45.089
Total votos emitidos 5.821.331 100 7.427.742 100

1 En esta categoría se incluyen los candidatos del MUM, Regina Betancourt que obtuvo 64.131 votos

(1,11%), Miguel Maza del MCCN con 55.190 votos (0,95%), Alberto Mendoza del CN que obtuvo 34.437
votos (0,59%) y Enrique Parejo del MADN con 29.246 votos (0,50%) que quedaron en el cuarto, quinto,
sexto y séptimo lugar respectivamente en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. El resto de los
candidatos consiguieron un total de 95.990 votos (1,68%).
FUENTE: Consejo Nacional Electoral.

La pronta acusación a finales de junio de 1994 de haber estado financiada la


campaña electoral liberal con dinero del narcotráfico por parte del candidato
conservador derrotado y ex alcalde de Bogotá, Andrés Pastrana, impregnó
completamente el periodo de gobierno de Ernesto Samper. Por una parte,
miembros de su gabinete fueron enjuiciados y declarados culpables, por otra, la
postura beligerante de la Administración Clinton acorraló a Samper quien, sin
embargo, utilizó el recurso nacionalista de la inmiscusión en los asuntos internos
por los Estados Unidos para ganar tiempo. Aunque el Congreso colombiano
exculpó a Samper en septiembre de 1996 de las documentadas acusaciones
formuladas de vinculación con el narcotráfico por parte del fiscal general
Alfonso Valdivieso, el proceso requirió de tal energía que la vida política
cotidiana se vio notablemente resentida. Igualmente, Samper tuvo que
reemplazar en octubre de 1996 a su Vicepresidente De la Calle, al pedirle éste
públicamente que renunciara a la Presidencia. En el ámbito de mejorar las
relaciones con Estados Unidos, a finales de 1997 se aprobó una ley que
posibilitaba la extradición, aunque no con efectos retroactivos, de ciudadanos
colombianos a Estados Unidos por motivos de narcotráfico, aproximándose, de
esta manera, a los requisitos que para la normalización de las relaciones
bilaterales había planteado dicho país, lo que se tradujo en el levantamiento de
sanciones al gobierno colombiano en febrero de 1998 aunque no se anuló la
descertificación como país satisfactoriamente cooperativo en la lucha contra el
narcotráfico.
En otro orden de cosas, Ernesto Samper logró aprobar una ley en enero de
1997 de emergencia económica para tener instrumentos que le permitieran
reducir el déficit presupuestario y facilitar el proceso privatizador, la cual fue
contestada por una huelga general llevada a cabo por los trabajadores del sector
público en febrero de 1998 por un plazo indefinido. No obstante, debe destacarse
que Colombia es uno de los países latinoamericanos con menor impacto en el
proceso privatizador, toda vez que el monto de las privatizaciones llevadas a
cabo entre 1990 y 1996 solamente ascendió a 2.548 millones de dólares, cifra
que en comparación con el tamaño de la economía colombiana es muy reducida.
Asimismo, el gasto público ha visto incrementar su participación como
porcentaje del PIB en la década de 1990 doblándose los porcentajes de la década
anterior consecuencia de los esfuerzos descentralizadores del Estado iniciados
con las elecciones municipales de 1988 y consolidados con la nueva
Constitución de 1991. Igual tendencia ha sufrido el gasto social, donde la
educación ha dejado de ser el primer rubro en beneficio de la salud y de la
seguridad social. También es relevante señalar que durante el gobierno de
Samper se suscitaron diversas iniciativas tendentes a promover una reforma
política, especialmente centrada en el ámbito de los partidos políticos, que no
prosperó. Por último, la actividad guerrillera y la violencia política general no
solo no disminuyeron, sino que aumentaron su intensidad. Hasta tal punto la
primera que en los últimos meses del gobierno de Samper, en julio de 1998, la
guerrilla controlaba el 40 por 100 del territorio colombiano, lo cual no impidió
que se llevaran a cabo las elecciones municipales y regionales de octubre de
1997 sin prácticamente ningún impacto en las ciudades aunque sí en el medio
rural. Complementariamente, el proceso de paz se empantanó en declaraciones
retóricas y solo tuvo un relativo éxito con el pequeño grupo disidente del antiguo
M-19, Jaime Bateman, que tomó el nombre del fundador del M-19 muerto hacía
diez años en un accidente aéreo. Sin embargo, esta pésima situación fue la gran
baza electoral del candidato conservador en las siguientes elecciones
presidenciales. El asesinato político de mayor impacto durante este gobierno fue
el del respetado líder conservador Álvaro Gómez Hurtado, hijo de Presidente y
tres veces candidato a la Presidencia, en noviembre de 1995.

Elecciones presidenciales de 1998

Primera vuelta Segunda vuelta


Partido Candidatos 31 de mayo 21 de junio
Votos % votos Votos % votos

P. Liberal Horacio Serpa 3.696.334 34,78 5.658.518 46,58

P. Conservador Andrés Pastrana 3.653.048 34,37 6.114.752 50,34

Opción Vida Noemí Sanín 2.845.750 26,77


Mov. Fuerza Colombia Harold Bedoya 193.037 1,82

Otros1 118.023 1,11


Votos blancos 122.431 1,15 373.659 3,08

Votos válidos 10.628.623 100 12.146.929 100

Votos nulos 79.396 108.794


Tarjetas no marcadas 43.446 54.384
Total votos emitidos 10.751.465 12.310.107

1 Dentro de la categoría otros se incluyen: Beatriz Cuellar, candidata del Movimiento Unión Cristiana, que

obtuvo 30.832 votos (0,29%), Germán Rojas del Movimiento 19 de Abril obtuvo 16.072 votos (0,15%),
Jorge Hernán Betancur, del Movimiento Unitario Metapolítico 13.892 votos (0,13 %), Jesús Lozano del
Movimiento Nacional Comunidades Negras 11.834 votos (0,11%), Jorge R.Pulecio del Movimiento de
Participación Popular 11.500 votos (0,11%), Guillermo Alemán del Movimiento de Orientación Ecológica
9.885 votos (0,09%), Efraín Díaz del Movimiento Ciudadanos en Formación 9.255 votos (0,09%),
Guillermo Nannetti del MNP-Coalición por la Paz 8.862 votos (0,08%) y Francisco Córdoba del
Movimiento Séptima Papeleta 5.891 votos (0,06%).
FUENTE: Consejo Nacional Electoral.

Las elecciones de gobernadores y de alcaldes de octubre de 1997 pusieron en


evidencia la creciente fragmentación de los partidos políticos y mostraron un
mayor índice en participación (45 por 100) que en otros comicios y de
movilización en términos de candidaturas (que doblaron las de 1994) lo que se
tradujo como un pronunciamiento a favor de la paz. El Partido Liberal, con un
alto grado de dispersión, fue vencedor al obtener diecinueve puestos de
gobernador, perdiendo tres con respecto a 1994, y casi el 44 por 100 de las
alcaldías del país y que ascendió al 59 por 100 gracias a su política de alianzas.
Por su parte, el Partido Conservador obtuvo tres puestos de gobernadores. En
cuanto a la izquierda, hay que subrayar que desapareció prácticamente del
escenario político, alcanzado Navarro Wolf la alcaldía de Pasto. La alcaldía de
Bogotá la obtuvo Enrique Peñalosa Camargo, de filiación liberal, pero que hizo
campaña bajo una etiqueta «ciudadana» para desmarcarse de la imagen negativa
de su partido y buscar una parecida a la de su predecesor Antanas Mockus.
Las elecciones presidenciales de 1998 estuvieron marcadas por la presencia
de tres candidaturas que partieron con expectativas muy similares de acuerdo
con los sondeos de opinión. Se trataba de las de Andrés Pastrana por el Partido
Conservador (hijo del anterior Presidente Misael Pastrana y candidato derrotado
en las elecciones de 1994), Horacio Serpa por el Partido Liberal (ex ministro del
Interior y hombre fuerte del gabinete de Samper) y Noemí Sanín (ex ministra de
Relaciones Exteriores de Gaviria y embajadora en Londres de Samper) al frente
de una candidatura independiente. La primera vuelta llevada a cabo el 31 de
mayo supuso la exclusión de la carrera electoral de esta última quien a pesar de
alcanzar un 26 por 100 de apoyo popular quedó en tercer lugar y la polarización
de la liza entre los dos candidatos de los partidos clásicos. Serpa contaba con
todo el apoyo del aparato del Partido Liberal y con el handicap de ser el
candidato del muy desprestigiado Samper, mientras que Pastrana recibía el
apoyo conservador y encauzaba el descontento popular que en los primeros
momentos de la precampaña se había consolidado en torno al ex fiscal general
del estado Alfonso Valdivieso, quien retiró su candidatura en el último momento
para apoyar a Pastrana. La segunda vuelta celebrada el 21 de junio, con un nivel
de participación bastante elevado, en términos colombianos, del 60 por 100, 10
puntos más que la primera vuelta y a pesar de que en algunas partes del país no
se pudo llevar a cabo el sufragio por estar en poder de la guerrilla, vio el triunfo
de la candidatura de Andrés Pastrana y de Gustavo Bell (como Vicepresidente)
al frente de la Gran Alianza por el Cambio como fuerza parlamentaria. Este éxito
electoral, en el que la candidatura conservadora superó por primera vez en la
historia del país el listón de apoyo popular de seis millones de votantes, se debió
gracias a la identificación de Serpa como continuista del periodo de Samper, a
los votos añadidos que había recibido anteriormente del cuarto candidato, el ex
general Bedoya, y en menor medida de los de Noemí Sanín, así como al anuncio
de los diálogos de paz avalados por los jefes de la organización guerrillera FARC
durante la campaña electoral. La toma de posesión de Pastrana se llevó a cabo en
medio de una fuerte ofensiva guerrillera que elevó notablemente el número de
muertes. La evidente situación de empate entre la guerrilla de las FARC y del
ELN y el ejército indicaba forzosamente el camino de la negociación como única
solución al longevo conflicto de la violencia.
Previamente, las elecciones legislativas del 8 de marzo de 1998, con una
participación del 44 por 100, habían vuelto a confirmar el carácter mayoritario
del Partido Liberal que conseguía de nuevo alzarse con la mayoría absoluta de
ambas Cámaras. Escenario que inicialmente complicaba la vida del nuevo
gobierno. Se trató de unas elecciones que produjeron una importante renovación
de la clase política instalada en ambas Cámaras, lo cual significaba la
incorporación de alternativas políticas diferentes, y la constatación de un
progresivo debilitamiento de los partidos. Esta circunstancia se reflejaba por el
incremento de diputados y senadores de cariz independiente que se guarecían
bajo una etiqueta partidista. Por otra parte, la lista de candidaturas presentadas al
Senado ascendió a 318 (frente a 143 y 251 en las elecciones de 1991 y 1994
respectivamente) y las de Cámara de Diputados a 692 (frente a 486 y 628 en
1991 y 1994 respectivamente) lo que da idea de la dispersión tan enorme
registrada en la oferta partidista.
Desde el primer momento de su gobierno Andrés Pastrana tomó el sentir
popular a favor de la paz como el principal eje de su política. En este sentido
abrió una línea de negociación directa y personal con las FARC y el ELN y llegó
a conceder a aquéllas una «zona de despeje» de 42.000 km 2 en el sur del país
con cinco municipios que acogen a unas cien mil personas donde la guerrilla
mantuvo durante cuatro años un santuario de seguridad. El intento de avanzar en
el proceso de paz fue el eje central de la Administración de Pastrana que
estableció una figura de máximo rango político en el Comisionado para la Paz.
Su desarrollo pasó por momentos de optimismo en los que parecía que las partes
se encontraban a un paso de un compromiso definitivo que se sucedieron con
desencuentros y ruptura de las negociaciones. La petición de una Zona de
encuentro para el ELN de 4.000 km 2 al sur de Bolívar en enero de 2001, en
consonancia con la política seguida para con las FARC, no prosperó y significó
el definitivo estancamiento de un proceso que además contó con la
consolidación del grupo paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia.
Paralelamente, y aunque suscitado como un instrumento más atento a la lucha
contra el narcotráfico, se puso en marcha una estrecha colaboración con los
Estados Unidos rompiendo el aislamiento de la etapa de Samper como quedó
reflejado con la visita de Clinton en agosto de 2000 y la concesión por parte de
Estados Unidos a Colombia de la certificación como reconocimiento de sus
esfuerzos contra el narcotráfico. El instrumento de la misma fue sobretodo el
Plan Colombia mediante el cual los Estados Unidos comprometían 1.100
millones de dólares para adiestramiento de batallones antinarcóticos y
erradicación de cultivos ilegales. Andrés Pastrana, que tenía en su programa
político una estrategia para llevar a cabo una transformación radical del papel de
algunas instituciones, vio como se empantanaba por la fuerte oposición de la
clase política que puso fin en mayo de 2000 a la Gran Alianza, coalición de
liberales, conservadores e independientes, sobre la que se sustentaba su
gobierno. De esta manera, la reforma política cuyo principal elemento se basaba
en la disolución del Congreso quedó aparcada.
Las elecciones regionales y municipales de octubre de 2000 supusieron una
ratificación de la tendencia registrada a lo largo de toda la década. Mantuvieron
una abstención que volvió a superar el 50 por 100 de los potenciales electores y
los candidatos independientes fueron los grandes protagonistas al ganar solos o
en coalición cuatro de las cinco mayores ciudades del país (Cali, Barranquilla,
Bucaramanga y Bogotá), entre ellos Antanas Mockus que volvió a ser elegido
alcalde de Bogotá esta vez frente a la candidata del Partido Liberal María Emma
Mejía. Mientras que los liberales mantuvieron su presencia mayoritaria en
Gobernaciones y Municipios, los conservadores sufrieron un retroceso
importante quedando al borde de la desaparición. Se trata de una combinación
del voto de castigo a Pastrana, dada la decreciente credibilidad en los diálogos
con las FARC desde enero de 1999, el calado del discurso recurrente contra los
partidos tradicionales y del peso encubierto de guerrilla, narcotráfico y
paramilitares que se supone que estaban detrás de al menos la mitad de las
candidaturas de los independientes. Por otra parte, debe recordarse que el clima
de violencia que invade el país se enseñorea más en el ámbito rural por lo que la
práctica democrática local tiene una prima de riesgo complementaria. En los
prolegómenos de las elecciones quinientos alcaldes se encontraban amenazados
de muerte por los actores armados y, además, entre enero de 1998 y octubre de
2000 treinta alcaldes fueron asesinados y diecinueve candidatos lo fueron entre
enero y octubre de 2000. El resultado de todo ello fue que en 264 municipios no
hubo elecciones competitivas por la ausencia de libertad en candidatos y
electores para manifestar sus opciones y preferencias.

4.3. El uribismo

Las elecciones de 2002 fueron un fiel reflejo de la severa crisis que afectaba a
los partidos colombianos. Las elecciones legislativas de marzo en las que
concurrió el mayor número de candidaturas de la historia contemporánea de
Colombia, expresión de la total atomización en la que se ha convertido el
sistema de partidos, tuvieron una abstención del 57 por 100 y algo más de un
millón de electores votaron en blanco o sus votos fueron considerados nulos. Las
elecciones volvieron a situar al Partido Liberal como el más votado seguido del
Partido Conservador. Sin embargo, las candidaturas elegidas procedentes de
diversos movimientos y coaliciones superaron a las avaladas directamente por
los dos partidos tradicionales. En cuanto a las elecciones presidenciales de mayo,
por primera vez desde 1942 el Partido Conservador no presentó candidato tras la
renuncia de Juan Camilo Restrepo y también por primera vez se alzaba con el
triunfo en los comicios la disidencia del Partido Liberal, representada por Álvaro
Uribe Vélez, nacido en Medellín en 1952, anterior alcalde de Medellín y ex
gobernador de Antioquia, frente al oficialista Horacio Serpa Uribe. Álvaro Uribe
contaba con Francisco Santos como candidato a la vicepresidencia, periodista,
activo y conocido luchador pro derechos humanos en la Fundación País Libre y
el movimiento No más por él creados. Además, y para acentuar el clima de
descomposición existente, una candidata por el Partido Verde Oxígeno, Ingrid
Betancourt, se encontraba secuestrada por la guerrilla desde febrero de 2002. Al
comienzo de 2002 Álvaro Uribe apenas si contaba con una intención de voto del
20 por 100, situándose en tercer lugar de las preferencias de los electores lo cual
no fue óbice para que ganara los comicios en la primera vuelta, siendo el
primero en hacerlo con el sistema establecido por la Constitución de 1991. Su
discurso estaba plenamente basado en la opción a favor de una solución militar
al conflicto (su lema fue «mano firme, corazón grande») y en su lucha contra la
corrupción. Tal era el grado de impacto que la situación de violencia producía en
la sociedad colombiana que ésta desatendió el programa de Horacio Serpa, que
ya había sido derrotado en los comicios de 1998, más centrado en temas sociales
relativos al empleo, la educación, la vivienda y los servicios públicos, cuyos
compromisos presupuestarios si bien habían crecido en la década de 1990
estaban lejos de satisfacer las necesidades de la mayoría de la población, para
avalar al del candidato que proyectaba soluciones duras a la crisis y una reforma
política centrada en la reducción del gasto público y el tamaño del Congreso.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2002 Y 2006

Primera y única Primera y única


Candidatos - vuelta 2002 Candidatos - vuelta 2006
Partido 26 de mayo 28 de mayo
2002 2006
Votos % votos Votos % votos

Partido Liberal Horacio Serpa Horacio


3.514.779 31,80 1.404.235 11,83
Colombiano Uribe Serpa

Álvaro Uribe
Primero Colombia 5.862.655 53,05 Álvaro Uribe 7.397.835 62,35
Vélez
Luis Eduardo
Coalición 1 680.245 6,15
Garzón
Movimiento sí Noemí Sanín 641.884 5,81
Colombia

Polo Democrático Carlos


2.613.157 22,02
Alternativo Gaviria

Otros 2 155.966 1,41 222.886 1,85

Votos en blanco 196.116 1,77 226.297 1,91


Votos válidos 11.051.645 100 11.864.410 100

Votos nulos 149.116 132.332


Tarjetas no marcadas 48.966 44.995

Total votos emitidos 11.249.734 12.041.737

Potencial de votación 24.208.311 26.731.700

1 Coalición formada por: Frente Social y Político, Vía Alterna, U.D., ANAPO, PSD, ASI y PSOC.
2 Dentro de la categoría otros en 2002 se incluyen: Ingrid Betancourt (0,49%), Harold Bedoya (0,46%),

Francisco Tovar (0, 15%), Agustín Guillermo Lora (0,10%), Álvaro Cristancho (0,09%), Guillermo
Antonio Cardona (0,07%) y Rodolfo Rincón (0,06%). En 2006: Antanas Mockus (1,2%), Enrique Parejo
González (0,3%), Álvaro Leyva (0,2%) y Carlos Rincón (0,1%).
FUENTE: Elaboración propia con datos del Consejo Nacional Electoral.

El primer gobierno de Uribe se caracterizó por que tenía la puesta en marcha


de la política de «Defensa y Seguridad Democrática» como principales ejes el
establecimiento del orden y la seguridad como principios. Su objetivo formal fue
«reforzar y garantizar el Estado de Derecho en todo el territorio, mediante el
fortalecimiento de la autoridad democrática: del libre ejercicio de la autoridad de
las instituciones, del imperio de la ley y de la participación activa de los
ciudadanos en los asuntos de interés común». De esta forma, fue planteada como
una estrategia integral que implicaba la participación del gobierno, de las
instituciones del Estado, de las Fuerzas Armadas y de la sociedad civil. Siendo
este último uno de los puntos más polémicos al involucrar a los civiles
directamente en el conflicto armado mediante la creación de redes de
cooperantes o informantes. Entre las principales medidas adoptadas en el marco
de esta política destacan la presencia permanente de la Fuerza Pública en
territorios antes controlados por la guerrilla, la intensificación de las acciones en
contra de los grupos subversivos y del narcotráfico, el diseño y la
implementación del Programa Departamentos y Municipios Seguros (DMS).
En su segundo gobierno, Uribe tuvo que confrontar el fenómeno de la
«parapolítica» que hace referencia a la penetración de los grupos paramilitares,
específicamente de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en la
estructura política del Estado. Esto se confirmó en enero de 2007 cuando
Salvatore Mancuso portavoz de las AUC dio a conocer el documento «pacto de
Ralito» suscrito en 2001, con 32 políticos de la costa para «refundar la Patria»
(entre ellos 11 congresistas). Además, según denuncias de diversos sectores los
paramilitares se hicieron con el control de buena parte de los municipios y
departamentos del país, y lograron penetrar otros órganos del Estado. Para
investigar esta situación en 2008 se creó la Estructura de Apoyo de la Fiscalía la
cual ha vinculado a más de 470 funcionarios entre ellos 38 alcaldes, 44
concejales, un diputado, 58 ex alcaldes, 135 ex concejales, dos ex diputados, 55
funcionarios públicos, entre otros, la mayoría de ellos han sido procesados por
concierto para delinquir. A esto se suman los 200 congresistas que a finales de
2012 están investigados o cumplen condena por sus nexos con los paramilitares.
Un hecho significativo en este periodo fue la creación del Partido Social de
Unidad Nacional o Partido de la «U» que congrega a los políticos afines a Uribe
el cual se convirtió en la primera fuerza política del Congreso tanto en 2006
como en 2010. Por su parte, en 2006 las elecciones estuvieron marcadas por la
polémica que generó la reforma constitucional que permitió la reelección
presidencial inmediata que habilitó al entonces presidente Álvaro Uribe a optar a
un segundo mandato. La controversia giró en torno al cambio del voto de la
congresista Yidis Medina quien a última hora decidió apoyar la iniciativa y de la
ausencia del congresista Teodolindo Avendaño, lo que permitió que el proyecto
saliera adelante. El punto más álgido de este escándalo se alcanzó en 2008
cuando la congresista Medina confesó haber aceptado prebendas por parte del
Gobierno a través de algunos ministros a cambio de modificar su voto. Este
escándalo al que se le denominó la «Yidispolítica» tuvo como consecuencias el
encarcelamiento de la congresista, la sanción disciplinaria del ex ministro del
Interior y ex embajador en Roma Sabas Pretelt impuesta por la Procuraduría en
2010, y el choque entre Uribe y la Corte Suprema de Justicia la cual cuestionó la
legitimidad de la reelección. Asimismo, continuaron las denuncias por parte de
algunos congresistas de la existencia de nexos entre los paramilitares y algunos
candidatos a las legislativas, muchos de ellos vinculados al presidente Uribe.
Uribe ganó holgadamente las elecciones de 2006 otra vez sin necesidad de
una segunda vuelta, reafirmando así su liderazgo. Un hecho que sobresalió en
esas elecciones fue de nuevo la debilidad mostrada por los partidos tradicionales,
el PCC nuevamente se adhirió a la candidatura de Uribe y el PLC tan solo logró
un 12 por 100 de los votos quedando relegado a un tercer lugar; la otra cara de la
moneda la encarnó el Polo Democrático Alternativo el cual logró un importante
resultado que le permitió convertirse en la segunda fuerza más votada en dichas
elecciones. El segundo mandato de Uribe significó la continuación de la política
de seguridad democrática con resultados exitosos. El fortalecimiento de la
Fuerza Pública se correspondió con el debilitamiento de la guerrilla, sobre todo
de las FARC, que además de ver mermado su tamaño y poderío sufrió
importantes bajas en su cúpula. Uno de los escándalos más sonados fue el de los
«falsos positivos» que consistían en ejecuciones extrajudiciales a manos de la
Fuerza Pública de jóvenes, principalmente provenientes de barrios marginados, a
los que se hacían pasar por guerrilleros. Esta práctica fue atribuida a la política
de seguridad que premiaba con diversos incentivos las bajas en combate
reportadas.
Por otra parte, en este periodo se presentaron numerosos incidentes que
afectaron las relaciones de Colombia con Venezuela y Ecuador. Uribe acusaba a
ambos países de proteger a las FARC, además, firmó un acuerdo militar con
Estados Unidos por el cual este último podía usar bases militares en Colombia lo
que fue visto como una amenaza real a la soberanía regional por parte de dichos
vecinos. Por su parte, tanto Hugo Chávez como Rafael Correa denunciaron en
varias ocasiones la incursión de la Fuerza Pública colombiana en el territorio de
sus países. En este sentido se produjeron fumigaciones por parte de Colombia en
la frontera ecuatoriana y bombardeos, en uno de los cuales se produjo la muerte
de Raúl Reyes, portavoz y segundo de los FARC.
En cuanto a la evolución de la economía se puede señalar que mostró un
comportamiento positivo, la tasa de variación del PIB aumentó de manera
significativa pasando del 0,9 por 100 en 2002 al 5,3 en 2007 y al 2,9 en 2010.
Asimismo, las inversiones extranjeras respecto al PIB pasaron del 13 por 100 en
2002 al 21 por 100 en 2008; la inversión extranjera directa (IED) se concentró
sobre todo en dos sectores: el petrolero en donde aumentó de 449 millones de
dólares a 4.568 millones, y el minero que pasó de 466 millones de dólares a
3.089. Desde el gobierno se dio un impulso a estos dos sectores a través de la
creación de la Agencia Nacional de Hidrocarburos. Pese a estos datos positivos,
los puntos más críticos en materia económica se presentaron en el sector agrícola
y en el laboral —con una tasa de informalidad calculada en el 60 por 100—.
Finalmente, las principales críticas a los gobiernos de Uribe fueron el excesivo
énfasis en materia de seguridad y defensa, la ausencia de una política social que
permitiera mejorar los elevados índices de pobreza, indigencia y desigualdad y el
aumento de exenciones tributarias a empresas.
Las elecciones de 2010 supusieron la salida de la primera fila de la política de
Álvaro Uribe tras la declaración de inexequibilidad del referéndum
reeleccionista que querían impulsar los uribistas para habilitarle para un tercer
periodo de gobierno. Aunque se ha mantenido activo mediante las continuas
declaraciones públicas respecto a diversos temas de política interna. Su heredero
político, pero no su delfín pues era Andrés Felipe Arias, ex ministro de
Agricultura, para esas elecciones fue el ex ministro de Defensa Juan Manuel
Santos, fundador del Partido de la «U» y miembro de una de las más importantes
familias liberales, partido en el que militó hasta 2002. Aunque no logró evitar la
segunda vuelta, el triunfo de Santos confirmó la fuerza del uribismo y la
recomposición del sistema de partidos colombiano. Esto último se vio reflejado
en las votaciones de nuevas fuerzas como el Partido Verde y los nefastos
resultados de partidos como el Liberal que no logró llegar al 5 por 100.
Santos se ha distanciado de algunos planteamientos de Uribe lo que ha sido
asumido como una traición por este último, acusándole de relajamiento de la
política de seguridad democrática y de incumplimiento de las promesas
electorales. Por una parte, Santos rebajó el discurso belicista y de confrontación
a la vez que aumentó sus declaraciones en torno a la necesidad de la búsqueda de
la paz por otras vías además de la militar. Algunos de estos planteamientos se
han visto reflejados en la promulgación de la Ley de Víctimas y Restitución de
Tierras que entró en vigor el 1 de enero de 2012 y cuyo principal objetivo es la
devolución de casi dos millones de hectáreas usurpadas por la violencia en las
últimas dos décadas y en el establecimiento de una mesa de diálogo con las
FARC. Asimismo, este gobierno puso un mayor énfasis en la política social y de
empleo y, además, modificó la política exterior al normalizar las relaciones con
sus vecinos, Venezuela y Ecuador, y al abrirse más a las inversiones
internacionales, de hecho fue en 2011 cuando se firmó el Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos cuyas negociaciones se extendieron por más de
diez años.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES DE 2010
Primera vuelta Segunda vuelta
30 de mayo 20 de junio
Partido Candidatos
% %
Votos votos Votos votos

P. Social de Unidad Nacional Juan Manuel Santos 6.802.043 46,67 9.028.943 69,12
Antanas Mockus
Partido Verde 3.134.222 21,51 3.587.975 27,47
Sivikas
Cambio Radical Germán Vargas Lleras 1.473.627 10,11

Polo Democrática Alternativo Gustavo Petro Urrego 1.331.267 9,13


Partido Conservador
Noemí Sanín 893.819 6,13
Colombiano

Partido Liberal Rafael Pardo Rueda 638.302 4,38

Otros 1 983.459 0,52

Votos en blanco 223.977 1,53 444.274 3,4


Votos válidos 14.572.593 100 13.061.192 100

Votos nulos 170.874 198.003

Tarjetas no marcadas 37.553 37.729


Total votos emitidos 14.781.020 13.296.924

Potencial de votación 29.983.279 29.983.279

1
Otros candidatos fueron: Robinson Devia González del Movimiento la Voz de la Consciencia 31.338
(0,21%). Jairo Calderón Carrero de Apertura Liberal 29.151 votos (0,20%). Jaime Araujo Rentería de la
Alianza Social Afrocolombiana «ASA» 14.847 votos (0,10%).
FUENTE: Consejo Nacional Electoral.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO

1. ANTECEDENTES

El texto constitucional de 1886, tantas veces modificado parcialmente a


través del centenario periodo en que estuvo vigente, fue finalmente sustituido
por una Constitución nueva elaborada y sancionada en 1991 por una Asamblea
Nacional Constituyente. Esta Asamblea se convocó gracias a la introducción en
las elecciones de marzo del año anterior de la «séptima papeleta», acción
electoral que recogió el clamor social iniciado por la movilización estudiantil
que reclamaba un nuevo pacto político para poner fin a la crisis de legitimidad
política en que se hallaba inmerso el régimen político colombiano. Esta crisis,
asumida por el gobierno de Virgilio Barco e intentada confrontar a través de
diversos planes de reforma constitucional, no pudo solventarse debido a la
incapacidad de la clase política colombiana para alcanzar acuerdos y a la propia
cultura extremadamente juridicista del país. El movimiento informal de la
«séptima papeleta» estuvo integrado básicamente por estudiantes que formaron
el colectivo «Todavía podemos salvar a Colombia» y que se automarginó del
protagonismo de la propia convocatoria que consistió en introducir una consulta
en las elecciones legislativas de 1990 relativa a la oportunidad de la reforma
constitucional. Esta consulta se saldó con un apoyo de más de dos millones de
electores y se ratificó en las elecciones presidenciales de mayo del mismo año
cuando el 86,6 por 100 de los votantes mostraron su opinión favorable para
convocar la Asamblea Nacional Constituyente. Luego de este procedimiento de
dudoso carácter constitucional y legal, en el que el Gobierno dispuso el conteo
de los votos emitidos informalmente y convocó elecciones para la Asamblea
Nacional Constituyente ratificadas por la Corte Suprema de Justicia, el 9 de
diciembre de 1990 se eligieron 70 miembros y se incorporaron 4 representantes
de los movimientos armados desmovilizados para conformar la Asamblea,
siendo la primera de cariz constituyente elegida por el sufragio popular del 26
por 100 de los colombianos aptos para votar. El Partido Liberal obtuvo 25
escaños y el Social Conservador 5, además de 4 escaños de conservadores
independientes, por lo que por primera vez en la historia del país las fuerzas
tradicionales quedaban muy lejos de controlar la Asamblea. La Alianza
Democrática M-19 obtuvo 19 escaños y el Movimiento de Salvación Nacional
11 escaños. Obtuvieron dos escaños: la Unión Cristiana, la Unión Patriótica, el
Ejército Popular de Liberación y los indígenas. Finalmente obtuvieron un
escaño, con voz pero sin voto, el Partido Revolucionario de los Trabajadores y el
Quintín Lame.
Los cinco meses que duraron los trabajos de la Constituyente, en los que
predominó el ambiente de consenso, estuvieron marcados por una inusitada
avalancha de proyectos constitucionales que llegaron de las numerosas mesas de
trabajo que se pusieron en marcha a lo largo del país entre septiembre y
noviembre de 1990. El denominador de todas estas iniciativas fue un marcado
sesgo antipolítico plasmado en la crítica a la denostada clase política tradicional
por parte de minorías de todo cuño que tuvieron acceso a la Asamblea
Constituyente que conformaron coaliciones heterodoxas e inestables y en el
énfasis en mecanismos de representación y, sobre todo, de participación
novedosos.
El texto publicado el 7 de julio de 1991 desmontaba definitivamente las
restricciones del régimen político heredadas del Frente Nacional en lo relativo al
desmantelamiento de instituciones que inhibían la competencia abierta entre las
distintas fuerzas políticas y que aseguraban el monopolio de los dos partidos
tradicionales, además daba cabida a una serie de características que intentaban
enfrentarse directamente a las raíces de la crisis larvada durante las tres décadas
anteriores. Se trataba de una Constitución que pretendía buscar la paz mediante
un intento de reconciliación nacional fortaleciendo a la justicia, velando
expresamente por el desarrollo de los derechos humanos y asumiendo la
prohibición de la extradición de los colombianos. También buscaba una supuesta
profundización del sistema democrático a través del fortalecimiento de la
«democracia participativa» fijando para ello además de los mecanismos clásicos
electorales (voto, plebiscito, referendo y consulta popular), el cabildo abierto, la
iniciativa legislativa y la revocatoria del mandato (arts. 40, y del 103 al 106). La
Constitución también amplió notablemente el listado de derechos, sumando a los
clásicos de corte civil y político, los sociales y económicos y los denominados de
tercera generación (derecho colectivos). En cuanto a las propuestas de reforma
del Estado y de la administración pública, planteaba la existencia de distintas
medidas de control en el ámbito de la actuación de ésta centrándose en una
despolitizada Contraloría General de la Nación, la independencia del Banco
Central e intentaba buscar un mayor nivel de regionalización del poder, aspecto
éste que supuso el cambio más radical. También procuraba disminuir el poder
del Presidente en favor del Legislativo, que reducía el número de sus miembros
y en el que se prohibía el sistema de suplencias, y creaba la Fiscalía General de
la Nación, el Defensor del Pueblo, el Consejo Nacional Electoral, la Comisión
Nacional de Televisión, el Consejo Superior de la Judicatura y la Corte
Constitucional, así como una jurisdicción especial indígena. En términos de su
reforma, se establecía que la Constitución podía ser reformada por el Congreso,
por una Asamblea Constituyente o por el pueblo mediante referendo (art. 374).
Este texto sufrió una notable reforma aprobada el 17 de junio de 2003. El
contenido definitivo de esta reforma política que se hizo mediante el Acto
Legislativo n.º 1 de 2003 constó de dieciocho artículos: dieciséis artículos
modificatorios de la Constitución Política de 1991, más dos adicionales. Puede
considerarse, por su trascendencia, como la reforma más importante efectuada a
la Constitución de 1991, principalmente, en lo que tiene que ver con los partidos
políticos, el financiamiento de campañas electorales y el sistema electoral. El
Acto Legislativo 1 de 2009, volvió a reformar la Constitución en lo relacionado
con el tema de la participación democrática, y el de los partidos políticos. Así, se
reformaron sustancialmente los artículos 107-109; el inciso final del 122; el 133-
134; 144; el parágrafo 1 del 258, el 261, 263, 265; y el numeral 8 del 179.

2. EL PODER EJECUTIVO

En su condición de jefe de Estado, jefe de Gobierno y suprema autoridad


administrativa corresponde al Presidente de la República una amplia serie de
funciones (art. 189). Entre ellas se destacan el nombramiento y la separación de
Ministros, directores de departamentos administrativos y de los establecimientos
públicos nacionales, la dirección de la fuerza pública, instalar y clausurar las
sesiones del Congreso en cada legislatura, sancionar y promulgar las leyes,
ejercer la potestad reglamentaria, presentar al Congreso los proyectos del
gobierno, modificar la estructura administrativa y ejercer la expresa inspección y
vigilancia en la enseñanza y en la prestación de los servicios públicos.
El Vicepresidente de la República es elegido por votación popular el mismo
día y en la misma candidatura que el presidente (art. 202). A falta del
Vicepresidente le sustituye un Ministro en el orden que establezca la ley,
debiendo pertenecer al mismo partido o movimiento, hasta que el Congreso en el
plazo de treinta días elija al vicepresidente (art. 203). La elección del Presidente
y Vicepresidente no puede coincidir con otra elección (art. 262). En 2004 se
aprobó la reelección presidencial, mediante el Acto Legislativo 02 que modificó
el artículo 197 de la Constitución, acto que fue ratificado por la Corte
Constitucional en 2005.
Corresponde al gobierno, en relación con el Congreso, presentar proyectos de
ley por intermedio de los Ministros, convocarlo a sesiones extraordinarias y
presentar el plan nacional de desarrollo y de inversiones públicas, así como el
proyecto de presupuesto de rentas y gastos (art. 200). El gobierno puede ser
revestido por el Congreso de facultades extraordinarias para expedir normas con
fuerza de ley cuando la necesidad lo exija o la conveniencia pública lo aconseje
(art. 150.10).
Dada la peculiar situación colombiana de violencia política profusa, la
Constitución regula minuciosamente los estados de excepción, distinguiéndose
el «estado de guerra exterior» y el «estado de conmoción interior» (art. 213),
igualmente se regula el «estado de emergencia» (art. 215). Expresamente se
señala que no podrán suspenderse los derechos humanos ni las libertades
fundamentales, ni se interrumpirá el normal funcionamiento de las ramas del
poder público ni de los órganos del Estado. El gobierno está obligado a enviar a
la Corte Constitucional, al día siguiente de su expedición, los decretos
legislativos que dictase (art. 214).

3. EL PODER LEGISLATIVO

El Congreso colombiano es bicameral. Lo integran el Senado y la Cámara de


Representantes cuyos miembros son elegidos para un periodo de cuatro años.
Ambas cámaras tienen la potestad de la censura ministerial a propuesta, por lo
menos, de la décima parte de los miembros que componen la respectiva cámara
y trayendo consigo su aprobación por mayoría absoluta la separación del cargo
del Ministro (art. 135), siendo ésta una de las disposiciones más novedosas del
nuevo texto constitucional. El Congreso se reúne en sesiones ordinarias durante
dos periodos por año (del 20 de julio al 16 de diciembre y del 16 de marzo al 20
de junio). Las sesiones extraordinarias únicamente pueden ser convocadas por el
gobierno durante el tiempo que éste señale (art. 138).
En el proceso legislativo ambas cámaras tienen un papel similar habida
cuenta que las leyes pueden tener origen en cualquiera de las dos a propuesta de
sus respectivos miembros, del gobierno nacional, de distintas entidades en
materias relacionadas con sus funciones (Corte Constitucional, Consejo Superior
de la Judicatura, Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado, Consejo
Nacional Electoral, procurador general de la nación y contralor general de la
república y Fiscal), o por iniciativa popular (art. 154). En este último caso se
señala que podrán presentar proyectos de ley o de reforma constitucional un
número de ciudadanos igual o superior al 5 por 100 del censo electoral (art. 155).
En este mismo sentido, un número de ciudadanos equivalente a la décima parte
del censo electoral podrá solicitar ante la organización electoral la convocatoria
de un referendo para la derogatoria de una ley (art. 170).
Los proyectos de ley deben ser aprobados en ambas cámaras, si surgieran
discrepancias en las cámaras respecto a un proyecto, ambas integrarán
comisiones accidentales que, reunidas conjuntamente, prepararán el texto que
será sometido a decisión final en sesión plenaria de cada cámara. Si después de
la recepción del segundo debate persisten las diferencias, se considerará negado
el proyecto (art. 161). Ningún proyecto podrá ser considerado en más de dos
legislaturas (art. 162). Si a la hora de sancionar el gobierno un proyecto de ley
aprobado por ambas cámaras lo objetare devolviéndolo a la cámara en que tuvo
origen, el Presidente sancionará sin poder presentar objeciones el proyecto que,
reconsiderado, fuere aprobado por la mitad más uno de los miembros de una y
otra cámara (art. 167).
Dentro de las atribuciones del Senado destacan: admitir o no las renuncias
que hagan de sus empleos el Presidente de la República o el Vicepresidente y
elegir a los magistrados de la Corte Constitucional y al procurador general de la
nación (art. 173). También corresponde al Senado conocer de las acusaciones
que formule la Cámara de Representantes contra el Presidente de la República o
quien haga sus veces, contra los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, del
Consejo de Estado y de la Corte Constitucional, los miembros del Consejo
Superior de la Judicatura y el fiscal general de la nación (art. 174).
Dentro de las atribuciones de la Cámara de Representantes destacan: acusar
ante el Senado a aquellos cargos en que éste tiene jurisdicción, examinar las
cuentas que presente el Contralor General de la República y elegir al Defensor
del Pueblo (art. 178).

4. EL PODER JUDICIAL Y OTRAS INSTITUCIONES

Bajo el epígrafe de «la rama judicial», la Constitución colombiana de 1991


incorpora a la jurisdicción ordinaria (Corte Suprema de Justicia), a la
jurisdicción contencioso administrativa (Consejo de Estado) y a la jurisdicción
constitucional (Corte Constitucional). Los magistrados de estas tres instancias
son elegidos para un periodo de ocho años no pudiendo ser reelegidos (art. 233).
Los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado, cuyo
número debe ser impar, son nombrados por la respectiva corporación de listas
enviadas por el Consejo Superior de la Judicatura (art. 231). La Corte
Constitucional, que ha ido cobrando un papel político cada vez más relevante,
también tiene un número impar de miembros elegidos por el Senado (art. 239).
La Constitución contempla la posibilidad de jurisdicciones especiales en el
ámbito territorial de los pueblos indígenas (art. 246).
El Fiscal General de la Nación es elegido para un periodo de cuatro años por
la Corte Suprema de Justicia de terna enviada por el Presidente de la República y
no puede ser reelegido (art. 249). Dentro de sus funciones especiales cabe
destacar su participación en el diseño de la política del Estado en materia
criminal así como presentar proyectos de ley al respecto (art. 251).
El Consejo Superior de la Judicatura cuenta con dos salas: la sala
administrativa, integrada por seis magistrados elegidos para un periodo de ocho
años (dos por la Corte Suprema de Justicia, uno por la Corte Constitucional y
tres por el Consejo de Estado), y la sala jurisdiccional disciplinaria, integrada por
siete magistrados también elegidos para un periodo de ocho años por el
Congreso nacional de ternas enviadas por el gobierno (art. 254). Corresponde al
Consejo Superior de la Judicatura administrar la carrera judicial, siendo órgano
de designación, sancionador, de control y ejecutor presupuestario (art. 256).
El Contralor General de la República se ocupa de la función pública del
control fiscal, vigilando la gestión fiscal de la administración y de los
particulares o entidades que manejen fondos o bienes de la nación. El Contralor
es elegido por el Congreso en el primer mes de sus sesiones para un periodo
igual al del Presidente de la República, de una terna integrada por candidatos
presentados a razón de uno por la Corte Constitucional, la Corte Suprema de
Justicia y el Consejo de Estado. No puede ser reelegido para el periodo
inmediato (art. 267).
El Procurador General de la Nación, que es el supremo director del ministerio
público —nombre que recibe en Colombia a diferencia de otros países
latinoamericanos al que se le denomina Fiscalía—, es elegido por el Senado,
para un periodo de cuatro años, de terna integrada por candidatos del Presidente
de la República, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado (art. 276).
De entre sus funciones están las de vigilar el cumplimiento de la Constitución,
las leyes y los actos administrativos y defender los intereses de la sociedad (art.
277).
El Defensor del Pueblo forma parte del ministerio público y ejerce sus
funciones bajo la suprema dirección del Procurador General de la Nación. Es
elegido por la Cámara de Representantes para un periodo de cuatro años de terna
elaborada por el Presidente de la República (art. 281). Vela por la promoción, el
ejercicio y la divulgación de los derechos humanos.

5. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL

Son entidades territoriales los departamentos (32), los distritos (5), los
municipios (1.103) y los territorios indígenas (art. 286). El Congreso tiene
potestad para decretar la formación de nuevos departamentos. Los
departamentos tienen autonomía para la administración de los asuntos
seccionales y la planificación y promoción del desarrollo económico y social
dentro de su territorio (art. 297). En cada departamento hay una corporación de
elección popular que ejerce control político y goza de autonomía administrativa
y presupuesto propio y se denomina Asamblea Departamental, la cual está
integrada por no menos de once miembros ni más de treinta y uno, denominados
diputados (art. 299). A ella corresponde todo lo relativo al proceso de una tímida
política descentralizadora. En cada uno de los departamentos hay un
Gobernador, jefe de la administración seccional y representante legal del mismo,
agente del Presidente de la República para el mantenimiento del orden público y
para la ejecución de la política económica general, elegido para un periodo de
cuatro años y sin reelección inmediata (art. 303). Los gobernadores pueden ser
destituidos por el Presidente de la República (art. 304). Tras la introducción de la
democratización departamental se han realizado comicios cada tres años
ininterrumpidamente desde 1991 hasta 2000, pero con el Acto legislativo n.º 2
de 2002 se amplió el periodo de tres a cuatro años a gobernadores, diputados,
alcaldes, concejales y ediles.
El Concejo Municipal es la corporación administrativa que existe en cada
municipio y que es elegida para periodos de cuatro años estando integrados por
no menos de siete ni más de veintiún miembros (art. 312). Al frente de cada uno
de los 1.103 municipios del país hay un alcalde, jefe de la administración local y
representante legal, elegido popularmente para periodos de cuatro años sin
posibilidad de reelección inmediata (art. 314). Los Concejos pueden dividir sus
municipios en comunas cuando se trate de áreas urbanas y en corregimientos en
el caso de las zonas rurales (art. 318). Este desarrollo político municipal no hizo
sino continuar la reforma iniciada en 1988 cuando, por primera vez, se eligieron
alcaldes para periodos de dos años por el voto popular y que tras la Constitución
de 1991 se ampliaron a tres años. De esta forma, se han llegado a realizar
comicios ininterrumpidamente desde 1988.
Las provincias se constituyen con municipios o territorios indígenas
circunvecinos, pertenecientes a un mismo departamento (art. 321).

6. EL SISTEMA ELECTORAL

La Constitución de 1991 eliminó las restricciones que otorgaban el


monopolio de la representación a los partidos tradicionales y además reconoció
expresamente el derecho que todo ciudadano tiene de «constituir partidos,
movimientos y agrupaciones políticas sin limitación alguna, formar parte de
ellos libremente y difundir sus ideas y programas» (arts. 40.3 y 170).
En cuanto a la participación electoral el voto es secreto (art. 258),
programático (art. 259) y directo (art. 260). Se asegura el criterio proporcional
de distribución de escaños «cuando se vote por dos o más individuos en elección
popular», empleándose el método de D’Hondt (Acto Legislativo n.º 1 de 2003)
que remplazó el sistema «de cociente electoral» estipulado en la Constitución
Política (art. 263).
El Presidente de la República se elige para un periodo de cuatro años por la
mitad más uno de los votos que depositen los ciudadanos, de manera que si
ninguno de los candidatos obtuviese dicha mayoría se celebraría una nueva
votación tres semanas más tarde en la que solo participarían los dos candidatos
que hubiesen tenido mayor número de votos (art. 190).
El Senado lo integran cien miembros elegidos en circunscripción nacional
existiendo un número adicional de dos senadores elegidos por una
circunscripción nacional especial por las comunidades indígenas (art. 171).
Hasta hace poco, a pesar de su carácter de cámara nacional, la práctica llevada a
cabo, consonante con el hecho de que no se establecía un umbral electoral y afín
al atomizado mundo partidista que llevaba a presentar centenares de
candidaturas, hacía que los senadores apenas fueran elegidos por listas
plurinominales sino por candidaturas que en la práctica eran uninominales
pervirtiéndose completamente el diseño originalmente establecido. Esto cambió
con la Reforma Política de 2003 en donde se implementaron las listas únicas por
partido.
La Cámara de Representantes se elige por circunscripciones territoriales
(cada departamento y el distrito capital de Bogotá) y circunscripciones
especiales. Hay dos representantes por cada circunscripción territorial y uno más
por cada doscientos cincuenta mil habitantes o fracción mayor de ciento
veinticinco mil (art. 176). El número de representantes es de aproximadamente
ciento sesenta y uno por la vía de la representación territorial y de cinco por la
representación especial (grupos étnicos, minorías políticas y colombianos en el
exterior).
La autoridad electoral constitucional es el Consejo Nacional Electoral que
está compuesto por nueve miembros, elegidos por el Congreso de la República
mediante el sistema de cifra repartidora para un periodo de cuatro años, de
postulaciones por los partidos y movimientos políticos con personalidad jurídica
(art. 264). De entre sus atribuciones destacan: ejercer la suprema inspección y
vigilancia de la organización electoral, conociendo y decidiendo los recursos que
se interpusieren, reconocer la personalidad jurídica de los partidos y
movimientos políticos y efectuar el escrutinio general de toda votación nacional
(art. 265). El Registrador Nacional del Estado Civil lo eligen los presidentes de
la Corte Constitucional, Corte Suprema de Justicia y Consejo de Estado
mediante concurso de méritos para un periodo de cinco años, quien se ocupa de
la dirección y organización de las elecciones, del registro civil y de la
identificación de las personas (art. 266). Igualmente, el Consejo Nacional
Electoral reconoce la personalidad jurídica de los partidos o movimientos
políticos cuando demuestren el apoyo de algún sector con no menos de cincuenta
mil firmas, o cuando en la elección anterior hayan obtenido por lo menos la
misma cifra de votos o alcanzado representación en el congreso (art. 108).
El poder ejecutivo local (alcalde) se elige en Colombia por un mandato de
cuatro años mediante la fórmula de mayoría relativa. Los legislativos locales
(concejos municipales), se eligen para el mismo periodo mediante el mismo
sistema que se aplica en el nivel nacional, permitiéndose la presentación de
candidaturas independientes.
La Reforma Política de 2003 supuso un importante cambio en el sistema
electoral colombiano. A las ya mencionadas listas únicas y la nueva fórmula
electoral (D’Hondt) se suma la introducción del voto preferente opcional dentro
de las listas (el partido debe decidir si quiere hacer uso de él o no), la posibilidad
de usar listas cerradas no bloqueadas, el establecimiento de un umbral electoral
de entrada del 2 por 100 de los votos válidos emitidos a nivel nacional, o el 50
por 100 del cuociente electoral en el caso de la Cámara de Representantes para
mantener la personería jurídica; y la revalorización del voto en blanco ya que en
caso de alcanzar la mayoría absoluta se deben repetir las elecciones por una sola
vez sin que en la elección correspondiente participen los candidatos superados
por el voto en blanco (art. 258).

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO


Dos son las características históricas más relevantes que definen el
comportamiento político de los colombianos. La primera se refiere a las
tradicionales bajas cotas de participación electoral. La segunda, al peso de las
subculturas que han llegado a representar liberales y conservadores y al
consiguiente fracaso de los terceros partidos («tercerías»), creando unas redes de
caciquismo regional y de clientelismo sumamente tupidas y con efectos
constantes en el sistema político. La persistencia de estas subculturas en
conflicto con una sociedad más moderna y movilizada ha llevado a corromper el
sistema de representación para mantener, por una parte, los intereses de la clase
política tradicional y posibilitar, por otra, la aparición de nuevos liderazgos
personalistas. De esta manera, los partidos, que partían de un legado de fuertes
particularismos de carácter fundamentalmente regional, han potenciado su
propia disolución mediante la apuesta por fórmulas de microempresas
electorales sobre la base de candidaturas independientes a las que prestan su
aval, de manera que, en un primer momento, podía plantearse que bajo la
floración de siglas se ocultaba el bipartidismo tradicional, siendo más tarde éste
barrido por nuevas propuestas no partidistas. El desarrollo de estas fórmulas ha
introducido elementos fuertemente negativos que dañan la calidad de la
democracia colombiana como son el personalismo, la inviabilidad de la
disciplina partidista, la inconsistencia programática y la búsqueda de fuentes de
financiación con la consiguiente caída en patrocinios espurios. Todo ello ha
proyectado una enorme confusión al electorado que, al clásico repudio de la
clase política, se le suma la percepción de la misma como un grupo autista ajeno
a los verdaderos problemas del país.

1. PARTIDOS POLÍTICOS Y SISTEMA DE PARTIDOS

Los dos partidos políticos mayoritarios en Colombia, símbolos del cerrado


bipartidismo surgido en la década de 1840, se consideran herederos de los dos
caudillos libertadores del país: los liberales toman como patrimonio a Francisco
de Paula Santander en tanto que los conservadores a Simón Bolívar. Entre ambas
formaciones partidistas existen pocas diferencias ideológicas, y las que logran
pervivir son pragmáticamente mimetizadas según sean las circunstancias del
momento electoral.
Los dos partidos políticos mayoritarios están impregnados de clientelismo,
caciquismo, escasa disciplina interna, débil estructura organizativa permanente y
marcado regionalismo, muy en sintonía con elementos de la cultura política que
integra la vida pública colombiana. El Partido Liberal, mayoritario desde 1934
de forma que en actuación en el Congreso se alude a la «aplanadora liberal», es
un partido heterogéneo e indisciplinado. Ideológicamente es defensor de la
secularización de la sociedad (aboga por la abolición del Concordato), de la
reforma agraria, del intervencionismo y de la responsabilidad del Estado y posee
una concepción progresista de la sociedad. Siguiendo las líneas regionalistas del
país, está fuertemente implantado en los departamentos de la costa atlántica y en
Cundinamarca, con Bogotá como su mayor cantera electoral; el departamento
del Meta de los Llanos Orientales; en Huila, Tolima y el Valle del Cauca. A lo
largo de su historia ha sufrido varias divisiones en su seno, impulsadas en la
mayoría de los casos por los sectores más progresistas.
Como ya se señaló, en la década de 1940, Jorge Eliecer Gaitán creó UNIR,
movimiento populista de escasa vida. Al permitir la unidad del partido, Gaitán
logró radicalizar sus postulados, convirtiéndose en un serio peligro para los
intereses de las clases dominantes agrupadas en las dos formaciones políticas. Su
muerte, acaecida el 9 de abril de 1948, recrudeció la violencia con el ya
mencionado «Bogotazo» y cerró las vías del progresismo en el Partido Liberal.
En 1961, Alfonso López Michelsen revivió el populismo gaitanista con su
Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) hasta finales de esa misma década.
En el sector «oficialista» del Partido Liberal existieron durante cuatro
décadas dos corrientes perfectamente marcadas: la «llerista» y la «turbayista».
La candidatura presidencial de Turbay Ayala propició la división del partido
creándose un ala progresista, el «Nuevo Liberalismo», cuyo líder fue el
santanderano Luis Carlos Galán Sarmiento. Los primeros años le dieron triunfos
rentables, especialmente en Bogotá. En las elecciones legislativas de 1986 sufrió
una fuerte derrota, viendo reducidas sus aspiraciones de convertirse en una
verdadera fuerza alternativa. A lo largo de 1988 se negoció la unidad del partido
con la incorporación del Nuevo Liberalismo al sector oficial como una corriente.
En la Convención del Partido, en noviembre de 1988, se selló la unidad,
renunciando el Nuevo Liberalismo a su personalidad jurídica y convirtiéndose su
líder en un serio aspirante a ocupar el sillón presidencial en las elecciones de
1990 hasta que fue asesinado en agosto de 1989.
A las corrientes tradicionales de «lleristas» y «turbayistas», sin olvidar a la de
los «lopistas», hay que agregar la corriente costeña al Partido Liberal. Los
llamados varones de la agrupación han constituido un bloque reivindicativo para
la región, impregnado de un fuerte sabor caciquil clientelista que les permita
seguir ostentando la hegemonía de sus feudos. Por otra parte, se desarrolló una
estrategia denominada «operación avispa», consistente en favorecer candidaturas
múltiples individuales de los principales patrones regionales contando con el
sello liberal como aval electoral. Esta estrategia que formuló López Michelsen
en el momento de presidir el directorio del Partido Liberal en 1990 tuvo gran
éxito para los intereses liberales, pero contribuyó a su atomización y al
incremento de la indisciplina interna del partido.
El triunfo del candidato liberal en 1986 revivió las reivindicaciones
ideológicas del partido: reforma agraria y urbana, así como reforma fiscal, unida
a una concienzuda reforma administrativa. Entre el partido y Virgilio Barco
existía una profunda descoordinación en las acciones, tanto de gobierno como
partidistas, caracterizadas estas últimas por la falta absoluta de disciplina dentro
de la agrupación, de ahí que en Colombia se tenga la sensación de que no hay
«partido de gobierno», ni «gobierno de partido». La Constituyente Liberal de
2011, cuyo impulsor fue el entonces director del partido Rafael Pardo, es el
intento más reciente de convocar a las bases del partido para definirlo
ideológicamente, reorganizarlo y renovarlo. A raíz de este proceso se aprobaron
los nuevos estatutos y se eligió la nueva directiva encabezada por Simón
Gaviria.
Los orígenes del actual Partido Conservador se remontan al programa
elaborado por José Eusebio Caro y Mariano Ospina Rodríguez (1849). Como el
Partido Liberal, también presenta en su seno una serie de vertientes; sin
embargo, ha estado algo más cohesionado por la férrea disciplina de partido que
ha practicado. Durante el Frente Nacional, el sector «ospinista» fue su mayor
defensor, a pesar de que no firmó el pacto. El partido está fuertemente
implantado en el gran empresariado, entre los funcionarios estatales, y en el
pequeño campesinado antioqueño. No hay que olvidar que uno de sus sectores
más influyentes (ospinismo) es originario de este departamento. También está
asentado en Nariño (frontera con Ecuador), Caldas y Boyacá. El clero
colombiano es otro baluarte del partido. Su programa ideológico tiene hoy
básicamente muchas similitudes con el liberalismo, agregando solo la exaltación
religiosa.
El sector doctrinario se llegó a agrupar en torno a Álvaro Gómez Hurtado,
candidato entre 1974 y 1990 en tres ocasiones a la Presidencia de la República.
La división del partido es antigua y profunda, solo que han ido cambiando
algunos actores: el «ospinismo» fue suplantado por el «pastranismo», cuyo
promotor era el ex presidente Misael Pastrana Borrero, que se convirtió en un
auténtico monarca dentro de la formación política; de él fue la idea de cambiar el
nombre al partido, llamándosele por un breve lapso Partido Social Conservador.
Los conservadores son minoritarios, pero históricamente contaron con sólidos
apoyos en la Iglesia y el Ejército. Solo han accedido al poder cuando el Partido
Liberal concurría dividido a las elecciones, circunstancia que acaeció cuando
Belisario Betancur fue elegido presidente en 1982 y Andrés Pastrana en 1998.
La incapacidad de los conservadores para no rentabilizar partidistamente la
presidencia de Andrés Pastrana, como en su momento ocurrió con Belisario
Betancur, y la no presentación de candidato presidencial en las elecciones de
2002, lo que traducía una seria falta de liderazgo, le colocaron en una situación
muy delicada a la hora de mantener cierta relevancia en la vida política del país,
la cual solo le ha sido posible salvaguardar apoyando al ex presidente Álvaro
Uribe Vélez durante sus dos mandatos.
En el continuo izquierda-derecha ambos partidos se sitúan perfectamente,
ubicándose los liberales en una posición de centro y los conservadores en la
derecha. En estos términos, las diferencias existentes entre ambas formaciones
de casi dos puntos expresan una nítida divergencia ideológica sin caer en una
mayor polarización ideológica frecuente en otros casos de bipartidismo.
EVOLUCIÓN DE LAS MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA ENTRE 1998 Y 2010 (1
= izquierda, 10 = derecha)

1998 2002 2006 2010


Auto Otros Auto Otros Auto Otros Auto Otros
PCC 7,21 8,28 7,63 8,20 7,20 7,58 7,18 8,19
P de la U 6,41 8,44
CR 7 7,08 6,88 6,46

PLC 5 6,09 5,41 7,05 4,22 4,50 5,29 5,75

PDA 3,74 2,63 2,14 3,25 2,96

Pregunta: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha», ¿dónde ubicaría usted a
su partido político?, ¿dónde situaría usted a los otros partidos políticos? [Auto = autoubicación; otros =
ubicación de los otros].
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

En las últimas décadas han existido otros partidos minoritarios, como la


ANAPO, dirigido inicialmente por el ex general Rojas Pinilla y posteriormente
por su hija María Eugenia. Apoyó la candidatura conservadora de Belisario
Betancur; y a partir de 1986 recibió fuertes descalabros electorales, quedando
prácticamente diezmado.
En la década de 1980 a raíz de las negociaciones de paz con las FARC surgió
la Unión Patriótica, y en el proceso preconstituyente la Alianza Democrática M-
19. Ambas formaciones, fuertemente hostigadas por los grupos paramilitares y
llegando a contabilizar la primera 3.000 víctimas de entre sus militantes con
cargos políticos, no lograron afianzar un espacio político propio quedando en
una situación marginal junto con otros grupos pequeños. Posteriormente, con la
promulgación de la Constitución Política de 1991 se abrió espacio a la
participación de nuevas fuerzas (algunas vinculadas a los partidos tradicionales o
a sus líderes) las cuales aumentaron su participación progresivamente de forma
tal que el PLC y el PCC pasaron de concentrar el 90 por 100 de los votos a la
Cámara de Representantes en 1990 al 36 por 100 en 2010. Entre ellas destacan el
Cambio Radical, liderado por Germán Vargas Lleras, grupo disidente del
liberalismo que apoyó a Uribe; el Polo Democrático Alternativo que se ubica en
la izquierda y que fue el resultado de la fusión del Polo Democrático
Independiente y la Alternativa Democrática, siendo una opción clara de cambio
político sus posibilidades se diluyeron enormemente al verse implicado en
escándalos de corrupción el alcalde de Bogotá y dirigente del partido, Samuel
Moreno. Más recientemente han surgido el Partido Verde y el Partido de
Integración Nacional.
De esta forma el Número Efectivo de partidos (NEP) existente en la Cámara
baja presenta variaciones importantes tendiendo a un aumento progresivo
pasando de un NEP de 2,1 en 1990 a un 7,3 en 2006.
Dadas las peculiaridades de la vida política del país, cabe destacar como
resumen algunos de los rasgos característicos del sistema de partidos
colombiano: en primer lugar, hasta hace un par de décadas la filiación partidista
era subcultural: se nacía y se moría siendo de un partido u otro. La familia
transmitía por herencia el comportamiento político, por lo que los partidos
fueron considerados durante mucho tiempo subculturas, determinantes de todas
las preferencias del ciudadano colombiano activo políticamente. En segundo
término, la organización partidista es débil y desarticulada; gira en torno a
personas o individuos algo que fomentaba la propia Constitución al no establecer
barreras electorales hasta la reforma de 2003. La ideología se subordina al líder
cacique o pseudo caudillo. En tercer lugar, la participación electoral es baja y
más acusada aún en las elecciones legislativas donde rara vez alcanza el 50 por
100, acentuada la abstención por la larga vivencia del Frente Nacional, lo cual se
traduce en un serio proceso de deslegitimación de los partidos. Finalmente, en la
década de 1990 se dio paso a un faccionalismo atomizado que diluía fuertemente
la disciplina y la propia identidad de los representantes partidistas en las
instituciones políticas, algo que se trató de cambiar con la reforma de 2003 con
la incorporación de las figuras de las bancadas para reforzar la disciplina interna
de los partidos.
EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE REPRESENTANTES 1982-2010

1982 1986 1990 1994 1998 2002 2006 2010

P. Liberal 99 104 119 88 86 55 35 37

P. Conservador 84 82 62 40 26 21 29 38

P. de Unidad Nacional 29 47
Cambio Radical 7 21 15

Otros 2 1 13 18 35 49 83 52 27

Total 199 199 199 1631 161 166 166 164

1 A los 163 representantes elegidos se añadieron 2 de la corriente de Renovación Socialista, designados por

el gobierno nacional, en cumplimiento de la negociación de paz con este grupo guerrillero.


2 Partidos que lograron obtener cuatro o más escaños: para 1994, Movimiento Nacional Conservador

(MNC) 6 escaños y Fuerza Progresista 4. Para 1998, MNC 4, Fuerza Progresista 4, coaliciones 16. Para
2002, Coaliciones 17 escaños, Equipo Colombia 4, Convergencia Popular Cívica 4, Apertura Liberal 5.
Para 2006, Movimiento de Integración Regional 4, Equipo Colombia 7, Apertura Liberal 5, Convergencia
Ciudadana 8, Polo Democrático Alternativo (PDA) 9. Para 2010, Partido de Integración Nacional 11 y el
PDA 5.

EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DEL SENADO 1982-2010

1982 1986 1990 1994 1998 2002 2006 2010


P. Liberal 54 61 66 56 48 58 18 17

P. Conservador 50 44 38 20 15 20 18 22

P. de Unidad Nacional 20 28
Cambio Radical 15 8

Circunscripción especial nacional 2 2

Otros 1 10 9 10 24 39 22 31 27

Total 114 114 114 102 102 102 102 102

1 Partidos que lograron obtener cuatro o más escaños: En 1990, 7 candidatos fueron electos por coalición.
Para 1998, el Movimiento Nacional Conservador (MNC) obtuvo 7 escaños. En 2002, el MNC obtuvo 6
escaños, Equipo Colombia 4 y MIPOL 4. En 2006, Convergencia Ciudadana 7 y ALAS 5. En 2010, el
Partido de Integración Nacional 9, el PDA 8 y el Partido Verde 5.

GOBERNACIONES SEGÚN PARTIDO POLÍTICO 1991-2011

Liberal Conservador Otros

1991 18 3 6

1994 22 7 3

1997 19 3 9

2000 13 - 17
2003 12 4 14
2007 6 5 21

2011 6 1 25

ALCALDÍAS SEGÚN PARTIDO POLÍTICO

1988 1990 1992 1994 1997 2000 2003 2007 2011

Conservador 413 364 269 357 302 233 158 242 194
Liberal 445 527 400 495 453 361 228 206 181

2. OTROS ACTORES: FUERZAS ARMADAS, ORGANIZACIONES SINDICALES Y DE


EMPRESARIOS

Las Fuerzas Armadas colombianas, enfrentadas a una lucha desigual con la


guerrilla y el narcotráfico no tienen vocación golpista, como en otros países
andinos, ayudando este comportamiento a mantener la larga tradición de
gobierno civil que tiene el país. Hubo, sin embargo, fuertes tensiones entre el
gobierno civil y los militares entre 1982 y 1984, cuando Belisario Betancur
proclamó la amnistía. Algunos altos mandos acusaron al gobierno de haberlos
traicionado. Igualmente, durante el asalto al Palacio de Justicia en 1985 el poder
civil se vio supeditado a la iniciativa de las Fuerzas Armadas. A partir del
gobierno de Virgilio Barco (1986-1990) no pocos militares se han visto
involucrados en la llamada guerra sucia de los grupos paramilitares y de
autodefensa. La administración de Pastrana contó con el apoyo norteamericano a
través del Plan Colombia para modernizar unas Fuerzas Armadas que bajo su
predecesor languidecieron. Pastrana incrementó el número de efectivos del
ejército de 80.000 a 140.000 en sus cuatro años de mandato y la flotilla de
helicópteros pasó de 80 a 190. Este camino fue proseguido por Álvaro Uribe
quien acentuó el peso de los militares en la política colombiana coherentemente
con sus promesas electorales. En la actualidad es el segundo ejército más
numeroso de Suramérica y posee importantes recursos logísticos que las sitúan
como una de las fuerzas mejor preparadas de la región.
Los intentos de unidad de la clase obrera colombiana comenzaron a
impulsarse desde la década de 1920. La creación de la Confederación Obrera
Nacional (CON) fue uno de esos intentos. En 1935, los trabajadores del
periódico «El Tiempo» convocaron un Congreso Sindical en Bogotá, pero, a
pesar de haber sido un éxito en pro de la unidad obrera, las dos fuerzas
mayoritarias (liberales y conservadores) se polarizaron, apresurándose los
liberales a inscribir la Confederación Sindical de Colombia, embrión de la futura
Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC). La creación del Frente
Popular, integrado por algunos miembros del Partido Comunista de Colombia y
liberales de izquierda, y la incorporación de UNIR al Partido Liberal,
propiciaron la unión momentánea de la clase trabajadora, permitiendo el
surgimiento en 1935 de la Unión Sindical Obrera (USO), integrada
mayoritariamente por trabajadores de las explotaciones petroleras. En 1936, los
trabajadores ferroviarios y del río Magdalena lograron aglutinarse, bajo la
dirección liberal, en la Federación Nacional de Trabajadores del Transporte
Fluvial, Marítimo, Portuario y Aéreo (FEDENAL) con sede en Barranquilla. En
1937 logró la obligación de las empresas de contratar a sus afiliados, conquista
única alcanzada por ningún sindicato colombiano; llegó a tener cuarenta
sindicatos afiliados. En 1946, Jorge Eliécer Gaitán se opuso frontalmente a la
Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), propiciando la creación de
la Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), netamente gaitanista,
enfrentada a la CTN, lopista. Como una contrapropuesta y alternativa al
sindicalismo liberal y comunista, la Iglesia Católica, el Partido Conservador y
los empresarios de Antioquia propiciaron el 11 de junio de 1946 la creación de la
Unión de Trabajadores de Colombia (UTC), que ha contado con los sindicatos
Unión de Trabajadores de Antioquia (UTRAN), Unión de Trabajadores de
Boyacá (UTRABO), Federación Agraria Nacional (FANAL) y Federación de
Mineros de Cundinamarca (FEDEM), influidos en su mayoría por la Acción
Católica Colombiana.
Mediante la coacción, la iglesia Católica desempeñó un papel decisivo a
través de la UTC en las relaciones obrero-patronales creando un modelo sindical
que evitara el conflicto de clases. La CTC sufrió una nueva división en 1946,
dando origen a la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC),
de orientación comunista. Con el desarrollo de las ideas socialcristianas en
Iberoamérica, surgió en Colombia, en 1970, la Central General de Trabajadores
(CGT). En la década de los sesenta, entre los empleados públicos se creó un
movimiento sindicalista independiente de las corrientes tradicionales partidistas
y religiosas, naciendo entonces la poderosa Federación Colombiana de
Educadores (FECODE).
El sindicalismo en Colombia, vertebrado en torno a la izquierdista Central
Unitaria de Trabajadores, la liberal Central de Trabajadores de Colombia y la
demócrata cristiana Central General de Trabajadores Democráticos, no termina
de ser aceptado en el país, las escasas reivindicaciones sindicales apenas si se
concentran en la vigilancia del cumplimiento de los acuerdos obrero-patronales.
Las organizaciones patronales, como FEDECAMARAS, FENALCO y
ANDI, tienen su asiento en el occidente y centro del país; frente a ellas cabe
destacar la poderosa Federación Nacional de Cafeteros, integrada por los
productores del grano, quienes desde 1920 vieron la necesidad de asociarse. En
1927, la Federación nació como fundación, instalando su sede en Bogotá. Es una
institución de carácter gremial integrada por los productores de café de las
distintas regiones del país; tiene como objetivo prioritario defender la industria
del café, mediante la organización y sostenimiento de la propaganda del
producto tanto en el interior como en el exterior, así como la difusión de
sistemas de cultivo para mejorar la producción; es al mismo tiempo un poderoso
grupo comercial y financiero.

3. LAS ORGANIZACIONES POPULARES

Los actores políticos capaces de propiciar la participación activa del


ciudadano, como los sindicatos, carecen de poder dentro de la sociedad
colombiana. El temor, el caciquismo y el clientelismo han caracterizado a su
acción. Es destacable, sin embargo, el papel desplegado por los movimientos
cívicos durante la década de 1980 que tuvieron un hito en la elección popular de
alcaldes y su culminación en el proceso que concluyó con la formación de la
Asamblea Nacional Constituyente. Estos movimientos han proliferado como una
respuesta al papel de los partidos tradicionales, al desmesurado centralismo y a
la apática indiferencia del poder central.
Los movimientos cívicos son movilizaciones localistas, producto de la
necesidad de cada municipio, vereda o barrio de gran ciudad, de dar solución a
los problemas acuciantes que los agobian. En los últimos tiempos estos
movimientos, que tuvieron como precursores a los surgidos en 1986 en San
Andrés, Cali y Puerto Leguízamo, han ido proliferando como solución a los
problemas más urgentes de sus comunidades. Además, su triunfo en algunas
poblaciones en las primeras elecciones municipales de alcaldes del 13 de marzo
de 1988 demostró al país que las dos formaciones políticas tradicionales ya no
satisfacían las aspiraciones partidistas de muchos electores.
Los movimientos cívicos se caracterizan por su apoliticismo; no se sienten
ligados a ninguna formación política y, por tanto, carecen de una poderosa
maquinaria electoral, circunstancia que les hace independientes del cacique
político de turno y, a la vez, extremadamente débiles en las lizas electorales. El
objetivo central, motor de su actividad, radica en el localismo; de ahí que sus
líderes e impulsores surjan de la comunidad, lo que les permite un estrecho
contacto con los electores. Sus potenciales votantes solo buscan tener un canal
directo que les permita encauzar sus expectativas y necesidades. La única mira
es el municipio, o el conglomerado específicamente local donde han surgido, de
ahí su éxito en esas instancias y no en las instituciones representativas de ámbito
nacional.
Por otra parte, en el medio agrario, la Asociación Nacional de Usuarios
Campesinos (ANUC) nació en 1964, bajo un doble origen contradictorio, la
voluntad del gobernante de turno y las diversas vertientes ideológicas y
regionales que correspondían a la estructura agraria colombiana: economía
campesina, áreas de colonización, latifundio tradicional costeño y llanero, y
capitalismo agrario de los valles interandinos. La Sociedad de Agricultores
Colombianos (SAC) fue su potencial enemigo, atacando el documento de la
ANUC llamado «Mandato Campesino», en donde, con un lenguaje marxista-
leninista, los usuarios campesinos trazaban las acciones a seguir, como las tomas
masivas de haciendas en todo el país, impulsados por la inoperancia de la
Reforma Agraria, proclamada en el mandato de Carlos Lleras Restrepo (1966-
1974). El grito de guerra «tierra sin patrón» orientó las protestas y ocupaciones
agrarias de la ANUC a finales de la década de 1960 y en la década siguiente.
Hoy día, los afiliados a la ANUC son víctimas de los grupos paramilitares que
con su intimidación tratan de frenar sus acciones en pro de los campesinos sin
tierras.

4. LOS ACTORES ARMADOS: GUERRILLA, PARAMILITARES Y BANDAS CRIMINALES


La guerrilla colombiana ha sido y todavía es, a comienzos del siglo XXI, un
fenómeno atribuible en primer término a la falta de espacio para el ejercicio de
una auténtica oposición política y social. Esta situación ha generado
tradicionalmente una profunda frustración en núcleos universitarios e
intelectuales y en sectores de población trabajadora y campesina. En sus
orígenes los movimientos guerrilleros fueron expresión de esta frustración,
aumentada con el fraude electoral contra Rojas Pinilla en 1970 y el bloqueo
logrado por el «rodillo» frentenacionalista, y por la caída de Salvador Allende en
1973 en Chile, lo que hizo que en muchos jóvenes surgiera la idea inexorable de
que la democracia carecía de significado y que el único cambio real y profundo
se obtendría por las armas siguiendo el modelo cubano. Aun hoy en día, la
guerrilla sigue siendo producto de la exasperación y del choque entre las
vehementes aspiraciones subterráneas de una sociedad por cambiar un orden de
cosas que considera injusto y el inmovilismo de un sistema institucional y
político que, en vez de abrir espacios, busca solo su perpetuación sin escatimar
las medidas represivas.
La guerrilla en Colombia es un actor heterogéneo y plural. En una perspectiva
histórica, cuatro organizaciones han configurado el mosaico de la insurgencia:
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-
EP), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el Ejército Popular de Liberación
(EPL) y el Movimiento Diecinueve de Abril (M-19). Cada una de ellas nació de
situaciones históricas y regionales particulares y adoptó idearios políticos
diferenciados y formas propias de operar.
Los procesos de negociación durante la administración de Virgilio Barco
(1986-1990) y de César Gaviria (1990-1994) posibilitaron la desmovilización en
1989 del M-19, organización político militar de corte populista, dirigida en ese
momento y hasta su asesinato por Carlos Pizarro. Además, a lo largo de 1990, se
reincorporaron a la vida política civil y legal un sector mayoritario de la
organización marxista leninista EPL, la agrupación indígena Movimiento
Armado Quintín Lame y el Partido Revolucionario de los Trabajadores. En
buena parte estos procesos de negociación basados en la dejación de armas a
cambio de reinserción política, social y económica, posibilitaron la aprobación
de la Constitución de 1991 y la reinserción de cerca de 4.000 guerrilleros, pero
en ningún caso supusieron el fin de la actividad guerrillera en Colombia.
Otras organizaciones más consolidadas, las FARC y el ELN, rechazaron la
entrega de armas a cambio de reinserción y a finales de 2012 siguen planteando
por la vía armada profundas transformaciones estructurales.
Las FARC-EP, cuyo máximo comandante es Rodrigo Londoño alias
«Timochenko», constituyen la organización guerrillera más numerosa y antigua
de América Latina. Sus orígenes se encuentran en la ofensiva militar de 1964 a
raíz del violento desalojo de núcleos campesinos, organizados en juntas de
autodefensa en el sur del país e influidos por el Partido Comunista de Colombia
(PCC), en Marquetalia, Guayabero, El Pato y Riochiquito. Las autodefensas
sobrevivientes se constituyeron en guerrilla móvil y realizaron la Primera
Conferencia del Bloque Sur con la elaboración del «programa agrario de los
guerrilleros». Dos años después, en 1966, celebraron la Segunda Conferencia
Nacional de guerrilleros y se constituyeron como FARC. Desde sus orígenes han
compartido con el PCC un mismo proyecto de sociedad, aunque se trata de
organizaciones diferentes. Las FARC, en su VII Conferencia Nacional, dejaron
de reivindicar su carácter de autodefensa para asumir la perspectiva de la
construcción de un ejército con el objetivo de la toma del poder. En 1984, como
resultado de los acuerdos de la Uribe firmados con el gobierno de Belisario
Betancur (1982-1986), se declaró en tregua e impulsó una fuerza política legal,
la Unión Patriótica, que fue masacrada por la guerra sucia, dicha tregua se dio
por concluida en 1988. En diciembre de 1990, el mismo día en que se elegía
popularmente a los integrantes de la Asamblea Nacional Constituyente, fue
bombardeada por el ejército nacional la sede de su secretariado, Casa Verde. Esta
organización, de ideología marxista, defiende «la combinación de todas las
formas de lucha» y reivindica con especial insistencia la reforma agraria.
Durante toda la década de 1990 tuvieron un crecimiento constante, pudiendo
estar integradas por más de 18.000 combatientes en 2002; no obstante, según
fuentes gubernamentales para el año 2010 esta cifra se redujo a 8.000
manteniendo una tendencia a la baja. Cuenta con más de sesenta frentes
distribuidos por todo el país, aunque su presencia más fuerte se da en la
Cordillera Oriental y en el sur, y ejerce influencia en más de 500 municipios.
Mantiene una estructura de mando muy jerarquizada y una gran disciplina
interna, propia de un ejército. Históricamente fue el grupo menos golpeado en su
dirección hasta 2008 año en el que muere su jefe histórico Manuel Marulanda
Vélez alias «Tirofijo» y son dados de baja algunos de sus principales líderes
como Luis Edgar Devia Silva alias Raúl Reyes e Iván Ríos; en 2010 cayó Víctor
Julio Suárez, alias Jorge Briceño o más conocido como el «Mono Jojoy» y en
2011 Guillermo León Sáenz alias Alfonso Cano quien sucediera a Tirofijo en la
jefatura máxima de la organización. Ha centrado su accionar en la toma de
pequeñas poblaciones y en el acoso a la Fuerza Pública, cosechando a lo largo de
la década de 1990 éxitos espectaculares. Este grupo armado ha entablado
negociaciones políticas con el gobierno de Andrés Pastrana en 1998 y con Juan
Manuel Santos en 2012. En el primer caso se creó una zona de distensión en
cinco municipios y más de 42.000 km 2 , en donde se llevaron las negociaciones
que finalmente fueron dadas por terminadas en 2002 sin ningún éxito. En el
segundo caso, los primeros acercamientos se han llevado a cabo en Noruega y
Cuba, países garantes del proceso y con el acompañamiento de Venezuela y
Chile.
Las raíces del Ejército de Liberación Nacional (ELN) se encuentran en
núcleos de ex guerrilleros liberales, en sectores urbanos radicalizados y en las
juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), disidencia del
Partido Liberal, así como en los anhelos de transformación surgidos al calor de
la Revolución cubana en la década del sesenta; ilusiones de cambio frenadas por
el bloqueo institucional del Frente Nacional. Su núcleo constitutivo fue la
brigada «José Antonio Galán», integrada por miembros de la juventud del MRL
y orientada por Fabio Vásquez Castaño. Este grupo viajó a Cuba en 1962 donde
recibió formación militar e influido por el foquismo guevarista, planteó un
proyecto nacional similar para Colombia. El 7 de enero de 1965 tuvo lugar su
primera acción guerrillera con la toma del pueblo de Simacota (Santander),
operativo en el que hizo públicos sus objetivos políticos. Ese mismo año se
incorporó a la organización el cura Camilo Torres, profesor de la Universidad
Nacional y cofundador de la primera Facultad de Sociología de Colombia, quien
murió en su primer combate. La organización sufrió numerosas crisis intestinas y
estuvo al borde de su desarticulación tras el duro golpe sufrido en 1973 en Anorí
(Antioquia). En la siguiente década creció notablemente y mantuvo siempre una
posición de rechazo firme a los procesos de negociación desarrollados con otros
grupos. Sufrió la escisión de un pequeño grupo, Corriente de Renovación
Socialista, caracterizado por la sólida formación política de sus cuadros, que
inició un proceso negociador y se incorporó a la vida política legal en 1994.
El ELN, dirigido por el ex sacerdote español Manuel Pérez hasta su muerte
en 1998, es una confederación de grupos y columnas que se estructura como
movimiento político militar. Está integrado por un número superior a los 3.000
guerrilleros, con más de treinta frentes y presencia en no menos de 250
municipios. Esta organización ha recibido influencias ideológicas del
guevarismo, de la Teología de la Liberación y directamente del marxismo.
Destaca su discurso antiimperialista y su reivindicación nacionalista en torno a la
explotación de los recursos naturales, petróleo principalmente. Una buena parte
de su actividad armada ha consistido en la voladura de oleoductos y en la
extorsión a empresas multinacionales. Desarrolló un profundo trabajo social y
político en los barrios pobres de las grandes ciudades, aunque su mayor
presencia se ha dado en áreas rurales del nororiente del país. Su propuesta de
crear una zona desmilitarizada para el inicio de un diálogo en el sur de Bolívar
no encontró suficiente eco en la administración Pastrana y se vio
permanentemente frenada por el acoso paramilitar. Igualmente, los
acercamientos con el gobierno Uribe para entablar un diálogo de paz fueron
infructuosos y finalizaron en 2008.
Al margen de las dos organizaciones señaladas existen otros grupos menores.
El Ejército Popular de Liberación (EPL), de inspiración maoísta, surgido en
1967 como brazo armado del PCC m-l. Actualmente se encuentra muy
debilitado ya que el grueso de sus efectivos, cerca de 3.000 hombres, se
desmovilizó durante las negociaciones de 1990. Fruto de una nueva división, en
1996, se entregaron al ejército 244 guerrilleros. Su máximo dirigente Francisco
Caraballo estuvo en prisión desde 1994 hasta 2008, año en el que le fue otorgada
la libertad condicional. En 2003 el EPL ya solo tenía presencia esporádica en la
Guajira, Santander, Urabá y Nariño y estaba integrado por menos de 300
miembros. Existe otra pequeña organización, el Movimiento Bateman Cayón,
que puede considerarse una disidencia del desmovilizado M-19 y de cuyo primer
comandante adopta su nombre. Plantea reformas sociales, defiende el desarrollo
de la Constitución e insiste en el desarrollo local. Ocasionalmente ha realizado
pequeñas acciones de propaganda armada en el norte caucano, en el
departamento del Valle y en zonas del Tolima, pero todo indica que no ha
logrado consolidarse. Además, existen pequeñas organizaciones que plantean
reivindicaciones étnicas, otros grupos de extrema izquierda que realizan
actividades esporádicas de proselitismo armado y organizaciones milicianas
tanto urbanas como rurales.
El inicio de la presidencia de Andrés Pastrana (1988-2002) creó grandes
expectativas de solución política negociada al conflicto. Bajo su mandato puede
hablarse de la existencia de dos modelos diferenciados, pero no excluyentes de
diálogo con la guerrilla. Uno, mucho más tímido y de escaso desarrollo, con el
ELN, secundado también por el EPL, en el que se privilegiaba el diálogo con la
denominada sociedad civil y donde la guerrilla mostró cierta predisposición a
aceptar aspectos del Derecho Internacional Humanitario y otro, el establecido
por el Gobierno con las FARC, mucho más desarrollado, que sin excluir a otros
sectores privilegiaba una relación bilateral Estado-guerrilla, y en el que la
organización guerrillera insistía en el desmonte de los grupos paramilitares y en
establecer un acuerdo permanente de canje de prisioneros. De este proceso
destacó la firma en La Machaca el 6 de mayo de 1999 entre las FARC y el
gobierno de la nación de «La agenda común por el cambio hacia una nueva
Colombia», en la que se reafirmaba la necesidad de una solución política
negociada, una política agraria integral, la explotación y conservación de los
recursos naturales, reformas políticas para la ampliación de la democracia, un
acuerdo sobre Derecho Internacional Humanitario y reformas en justicia, y en la
estructura económica y social, entre otros puntos.
Otro hito importante en este proceso, fue el Acuerdo de Los Pozos del 8 y 9
de febrero de 2001, firmado por Andrés Pastrana y Manuel Marulanda por las
FARC-EP, en el que se ratificaba el proceso de paz en busca de la solución por la
vía del diálogo y la negociación para construir una Colombia en desarrollo y
plena justicia social, y en el que se reconocía una coincidencia plena en que este
proceso ha generado bases sólidas sobre las cuales se debía continuar buscando
la reconciliación nacional. A partir de este Acuerdo, la Mesa de Diálogo y
Negociación debía discutir y profundizar en el cese del fuego y de las
hostilidades y en la firma de un acuerdo humanitario. El levantamiento de la
zona de distensión por orden gubernativa poco después supuso el fin de la
política presidencial de diálogo y dio comienzo a una nueva fase en el del
conflicto social y armado y en el desarrollo de las organizaciones guerrilleras.
A finales de 2012, las guerrillas colombianas están integradas por numerosos
efectivos. Se estima que entre las FARC y el ELN cuentan con una fuerza no
inferior a los 15.000 hombres-arma, sin contar sus extensas redes de apoyo.
Estas fuerzas poseen una importante implantación en la esfera regional y local,
con una notable proyección nacional, incluso con capacidad de incidencia en los
resultados electorales, como se puso de relieve en las elecciones presidenciales
de 1998. Existen más de cien frentes guerrilleros que operan en más de la mitad
de los mil cien municipios. Esta influencia no se traduce automáticamente en
control territorial, pero significa que estas organizaciones constituyen un actor
político y militar de primer orden. Es notable su desarrollo operativo, expresado
en la capacidad de concentrar y dispersar fuerzas en acciones ofensivas-
defensivas y en la modernización de su infraestructura logística y de
comunicaciones.
Las guerrillas son fuerzas de oposición política armada, que se caracterizan
por su enorme pragmatismo y por ser básicamente rurales, en especial las FARC,
tanto por su composición social, como por el escenario principal de sus
operaciones y por su propia cosmovisión. Esta circunstancia, en un país
fundamentalmente urbano, resulta paradójica. Por otra parte, actúan
predominantemente en áreas en gran medida marginales, que sin embargo han
adquirido un peso esencial en la economía: zonas de extracción de recursos
naturales como el gas y el petróleo, de agroindustria e incluso de cultivos
ilícitos, de ahí que hayan sido vinculadas con el narcotráfico. No obstante, la
guerrilla tiene además frentes urbanos, de tal modo que la ciudad no está
excluida como campo de operaciones y de influencia político militar.
La guerrilla colombiana, y especialmente las FARC, ha dado muestras de su
gran capacidad militar y de estar cumpliendo un plan estratégico de largo
alcance cuyas etapas viene desarrollando con éxito. Cuenta a su favor con un
medio geográfico extenso, montañoso y selvático, donde la tecnología militar
estatal encuentra serias limitaciones; una importante base social en amplias
zonas campesinas del país alimentada por las condiciones socieconómicas de
extrema inequidad y por complejos problemas sociales; una gran capacidad
técnico-operativa capaz de poner en jaque a las Fuerzas Armadas, además de una
larga tradición de lucha guerrillera alimentada durante generaciones. Sin
embargo, las guerrillas se encuentran lejos de la toma del poder, no poseen
territorios liberados, carecen de interlocución política sólida frente al país,
adolecen del suficiente apoyo de las masas y de una unidad real. El Estado, por
su parte, no ha logrado poner fin a las acciones de la guerrilla y aún persisten
ciertas prácticas corruptas dentro de las Fuerzas Armadas lo que repercute en su
desprestigio y en la pérdida de legitimidad. Éstas succionan numerosos recursos
económicos y están implicadas en numerosos casos de narcotráfico. Además,
como denuncian ONGs y organismos internacionales de Derechos Humanos,
tienen responsabilidad en sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos y en
graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario, con prácticas como la
desaparición forzada, ejecuciones extrajudiciales y abusos contra la población
civil en colaboración con los grupos paramilitares. Hasta el momento han
demostrado grandes carencias en su accionar, pero en los últimos años han sido
sometidas a un proceso de modernización y profesionalización y disponen de
cuantiosos recursos económicos y logísticos suministrados por los EEUU a
través del Plan Colombia, lo que se ha traducido en una mayor eficacia
represiva.
El ELN y las FARC afirman que la paz solo puede llegar con la justicia
social, exigen el fin de la guerra sucia y del paramilitarismo y plantean
establecer un nuevo marco constitucional. Además hablan de solución política
del conflicto armado y social, pero insisten en la acción militar y rechazan la
entrega de las armas al considerar que éstas son la única garantía del
cumplimiento de futuros posibles acuerdos. La toma de posesión de Álvaro
Uribe en agosto de 2002 con su propuesta de mano dura contra la guerrilla, las
conversaciones y diálogos de su gobierno con los grupos paramilitares y la
vehemencia de la guerrilla, intensificaron el enfrentamiento y alejaron las
posibilidades de una salida política dialogada y negociada. Esto último solo ha
sido posible con el arribo de Juan Manuel Santos a la presidencia de la república.
Además de la voluntad de negociación del gobierno todavía no existe un
consenso generalizado de la necesidad de buscar una salida política al conflicto
armado lo que hace las cosas más difíciles. A esto se suma un contexto
internacional favorable y la situación propia de las FARC, debido a las
importantes bajas de su cúpula militar en los últimos años, el desgaste de los
continuos ataques durante los dos gobiernos de Uribe y la pérdida de legitimidad
entre la sociedad colombiana. No obstante, el proceso iniciado recientemente
aún está comenzando, los obstáculos a superar son muchos y los resultados son
inciertos. De momento las guerrillas constituyen aún un factor importante de
inestabilidad del régimen político colombiano.
Los grupos paramilitares son el otro gran actor ilegal armado en Colombia.
Estos grupos vivieron un auge en la década de 1980 como parte de una estrategia
contrainsurgente apoyada por el Estado, terratenientes y narcotraficantes. Su
influencia ha sido tan grande que ha logrado penetrar en la estructura del Estado
en lo que se ha dado a conocer como la «parapolítica». Su cuota de
responsabilidad en la escalada de violencia que asola Colombia es elevada,
contrario a la guerrilla sus acciones se basan más en los asesinatos selectivos, las
masacres y el desplazamiento de la población. En el seno del paramilitarismo,
cuya cuota de responsabilidad en la escalada de violencia que asola Colombia
desde la década de 1990 es elevada, se registra un grupo constitucionalizado
parcialmente por la Corte Constitucional que les exige la devolución de las
armas y de munición denominado Las Convivir, impulsado por el que fuera
Gobernador del Departamento de Antioquia entre 1995 y 1997 y más tarde
Presidente, Álvaro Uribe Vélez. Sin embargo, fueron las Autodefensas Unidas
de Colombia (AUC) las fuerzas que en este ámbito cobraron mayor realce por la
capacidad de su líder, Carlos Castaño, de controlar más de la mitad de los 12.000
efectivos puestos en combate con el propósito de combatir a la guerrilla (y a
veces al propio Estado) desde la ilegalidad y con el apoyo de importantes
sectores del narcotráfico a los que suministra protección en reciprocidad. La
relación entre Uribe y las Autodefensas ha sido permanentemente esgrimida
contra aquél. De hecho, días antes de asumir la presidencia en agosto de 2002
Carlos Castaño anunció su disolución. En 2003 se abrió un proceso de
desmovilización de las AUC cuyo resultado fue la salida de más de 30.000
efectivos. No obstante, este proceso ha sido muy cuestionado debido a que se
han dictado pocas condenas y la reparación a las víctimas ha sido muy lenta,
además varios de los desmovilizados han sido extraditados a Estados Unidos y
están siendo procesados por narcotráfico por la cual los delitos cometidos en el
marco del conflicto armado están quedando impunes. Por lo que han dejado de
colaborar en el esclarecimiento de la verdad, eje fundamental de los acuerdos
con Uribe. Por otra parte, hay que recordar que la extradición no necesariamente
implica impunidad en Colombia, pero sí dificulta los procesos, porque los
extraditados han dejado de colaborar con la Justicia.
Finalmente uno de los grandes problemas de este proceso ha sido la
incapacidad del Estado de reinsertar a los desmovilizados, los cuales han optado
por crear y/o conformar las bandas criminales emergentes denominadas
«Bacrim». Estas bandas son una combinación entre la delincuencia común
organizada y las mafias vinculadas al narcotráfico. Según fuentes oficiales ya
cuentan con más de 5.700 integrantes y, al igual que en su momento los
paramilitares, gozan de cierta permisividad por parte de la fuerza pública, de
hecho 180 policías fueron encarcelados en 2011 al comprobar sus vínculos con
estos grupos ilegales. Las Bacrim son en la actualidad uno de los principales
generadores de violencia en Colombia y una de las principales amenazas a futuro
de la estabilidad democrática.
5. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

Los datos del Barómetro de las Américas: 2006-2012. Proyecto de Opinión


Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt ofrecen la
imagen de un país en el que la evolución de la opinión pública se mantiene
estable en el citado lapso. Mientras que la valoración de las Fuerzas Armadas
coloca a éstas en primer lugar en el nivel de confianza, en detrimento de la
iglesia Católica que pierde esa posición, los partidos políticos ven degradarse su
ya de por si bajo nivel de confianza, así como, en menos medida el Consejo
Nacional Electoral y el Congreso Nacional. Igualmente el nivel de participación
en organizaciones formales muestra cifras muy bajas salvo en lo relativo al
ámbito de las de carácter religioso.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN COLOMBIA, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012

Iglesia Católica 5,14 5,21 5,03 4,89


Fuerzas Armadas 4,78 4,94 4,87 5,02
Consejo Nacional Electoral 4,04 4,17 3,84 3,64
Congreso Nacional 3,93 4,09 3,96 3,79
Gobierno Nacional 4,50 4,78 4,68 4,27
Corte Suprema 4,13 4,61 4,34 4,06
Municipalidad 3,99 4,53 4,10 3,98
Procuraduría General 4,44 4,56 4,54 —
Partidos Políticos 3,28 3,45 3,19 2,86
Policía 4,45 4,53 4,36 4,21

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN COLOMBIA, 2006-2012


(%)

2006 2008 2010 2012

Organización religiosa 62,2 58,7 60,7 64,2


Asociación de padres de familia 44,1 40,4 41,5 35,1
Mejoras para la comunidad 23,7 22,3 24,8 21,0
Partido político 15,6 19,2 21,5 15,5
Asociación de profesionales 10,5 12,4 14,0 10,8
Sindicatos 3,8 3,4 — —

Igualmente es estable la valoración de la democracia que es percibida con una


valoración media alta como forma de gobierno suscitando una satisfacción
media en cuanto a su ejercicio.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 2,4 2,3 2,5 4,4
2 3,5 3,6 3,2 3,7
3 7,7 7,9 6,8 9,0
4 15,3 13,6 15,5 15,5
5 18,9 17,6 20,5 21,0
6 20,8 22,9 20,6 20,9
Muy de acuerdo (7) 31,4 32,1 30,9 25,6

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA (%)

2006 2008 2010 2012


Muy satisfecho 4,6 5,8 4,8 5,3
Satisfecho 54,4 50,9 53,6 50,1
Insatisfecho 33,8 36,5 35,4 38,4
Muy insatisfecho 7,2 6,9 6,1 6,3

Los colombianos se sitúan en el centro derecha en la escala de autoubicación


ideológica. En cuanto a los problemas más graves que acucian el país para un
tercio de los entrevistados tienen carácter económico tendiendo a disminuir entre
2006 y 2012; asimismo ha disminuido el porcentaje de los que consideran que
son los problemas vinculados a la violencia y a la guerra los más graves (poco
más del 40 por 100 en 2012). La percepción de corrupción, sin embargo ha
aumentado significativamente.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN COLOMBIA Valores medios en la escala de 1 a 10 en la que 1 significa
izquierda y el 10 derecha

Año Media
2006 6,24
2008 6,21
2010 6,34
2012 6,19
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA COLOMBIA, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012


Economía, problemas con, crisis 4,4 3,0 10,1 7,6

Desempleo 22,5 13,2 28,9 18,6


Pobreza 8,5 5,6 5,6 4,8
Delincuencia 4,9 1,6 4,0 5,3
Corrupción 2,5 1,9 4,0 10,0

Guerra contra el terrorismo 3,8 3,1 3,5 4,3


Falta de seguridad 3,0 3,0 3,2 6,5

Conflicto armado 4,1 9,0 4,0 3,9


Secuestro 0,6 22,0 1,8 1,5

Violencia 32,7 27,0 17,7 20,9

Otros problemas 13,0 10,5 17,2 16,8

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas».

V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y DE CONSULTA


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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Cámara de Representantes: http://www.camara-de-representantes.gov.co


Senado de la República: http://www.senado.gov.co
Consejo Nacional Electoral de Colombia: http://www.cne.gov.co
Registraduría Nacional del Estado Civil, Organización Electoral de Colombia:
http://www.registraduria.gov.co
Presidencia de Colombia: http://www.presidencia.gov.co

PARTIDOS POLÍTICOS:

PLC: www.partidoliberal.org.co
PCC: http://www.conservatismocolombiano.org
Partido social de Unidad Nacional http://partidodelau.com/
Cambio Radical http://www.partidocambioradical.org/
Polo Democrático Alternativo http://www.polodemocratico.net/
Partido Verde http://www.partidoverde.org.co/
Partido de Integración Nacional http://partidopin.ning.com/
Partido Alianza Social Independiente http://www.asicolombia.com/
Movimiento Político MIRA http://movimientomira.com/
CAPÍTULO VIII

ECUADOR

I. INTRODUCCIÓN
Ecuador nació como república independiente en 1830, al separarse de la Gran
Colombia. Desde sus albores de país independiente, el poder estatal tuvo una
debilidad manifiesta siendo, por el contrario, la configuración territorial de la
hacienda un elemento fundamental particularmente en la Sierra. El sistema de
hacienda no solo determinó el sistema social, sino todo el entramado de poder
político generando la figura paternalista del cacique político terrateniente,
utilizado tanto bajo dictaduras como en periodos democráticos y cuyos favores
debían ser pagados con cargos generadores de poder dentro del Estado. Entre
1925 y 1979 el sistema político ecuatoriano ha estado definido por el
comportamiento de dos actores políticos fundamentales: las Fuerzas Armadas y
los diferentes movimientos populistas, continuando la extrema inestabilidad que
había caracterizado la vida política de periodos anteriores, sometida a numerosas
alternancias de gobierno. Sin embargo, contrariamente a otros países
latinoamericanos, los militares, cuyo papel político se vio reforzado por el
contencioso fronterizo que enfrentó al país con el vecino Perú, han ensayado
políticas populares y nacionales, gozando de mayores cotas de popularidad y
estando conferidos por amplios sectores de la población de un carácter arbitral.
En cuanto al populismo ecuatoriano, se ha mostrado escasamente corporativo y,
menos aún, reformista. La bipolaridad entre la Sierra y la Costa es otro elemento
que ha caracterizado notablemente la vida política de este país. No solo ha
configurado diferentes formas de acumulación de capital, sino que está en la
base de subculturas políticas diferentes, de identidades opuestas y de distintas
maneras de hacer política y, por tanto, de clientelas políticas diversas que
conforman movimientos y partidos políticos con personalidad propia. El
contrapeso del poder de la administración del Estado que tiene su centro en
Quito es la alcaldía de Guayaquil, verdadero «cuarto» poder del país.
El incremento del precio del petróleo en la década de 1970, junto con los
descubrimientos petrolíferos en el Oriente (Amazonía), configuraron una
situación idónea en pro de un nuevo papel del diminuto Estado ecuatoriano que,
a partir de entonces ha ido incrementando su grado de operatividad y,
consecuentemente, su importancia real como distribuidor de riqueza. Este
cambio de situación, en un primer momento, hizo apetecible su conquista por
parte de los grupos sociales que hasta entonces habían controlado la economía
del país, pero también más tarde de aquellos que no estaban dispuestos a
mantener la clásica situación de desequilibrio. En este sentido, es notorio
observar cómo la lucha política planteada abrió la primera transición política
latinoamericana de finales de la década de 1970. A partir de entonces y hasta
1996 la política ecuatoriana entró en una época de cierta estabilidad con cambios
de gobierno ligados a procesos electorales regulares. El descrédito al que fue
sometido el sistema democrático de gobierno por las serias violaciones a los
derechos humanos que se llevaron a cabo durante la Presidencia de León Febres
Cordero (1984-1988) no fue óbice, no obstante, para que el sistema permitiese
diferentes alternancias políticas abriendo perspectivas más favorables. Sin
embargo, la bonanza petrolera entró en crisis a principios de la década de 1980,
coincidiendo con la apertura democrática que, junto con la debilidad de los
partidos políticos y ciertas deficiencias en las formas institucionales, condujeron
a la renovación de las prácticas populistas. En el terreno estrictamente político,
desde 1984 hasta 1998 Ecuador ha sido un país en permanente campaña electoral
debido a la proximidad de las elecciones legislativas, una vez cada dos años.
También ha sido característico el constante transfuguismo así como el cambio en
las alianzas parlamentarias con ocasión de la elección anual del presidente del
Congreso. De un día para otro se ha pasado frecuentemente de una concreta
situación estable a otra totalmente diferente. El principio constitucional de la no
reelección presidencial que se aplicó hasta 1998 estableció una vida democrática
sobre la que pesaba el legado de los sucesivos golpes militares, el caudillismo y
una cultura política fuertemente movimientista.
El país vivió una década de fuerte inestabilidad política que comenzó con la
elección de Abdalá Bucaram en 1996, un populista costeño miembro de una
minoría de origen libanés extraordinariamente activa en la política ecuatoriana,
cuyo estilo de hacer política, el torpe manejo de la crisis económica y la
corrupción llevaron a la crisis de febrero de 1997 que supuso su destitución. En
este escenario, una poderosa e inesperada articulación de la sociedad civil,
aunque fundamentalmente centrada en las clases medias de Quito, integrada por
movimientos sociales de amplio alcance que acogían a los indígenas
organizados, coordinadoras de mujeres y sindicatos, junto con la clase política
opositora y el arbitraje militar llegaron a conformar el escenario en el que se
elaboró la Constitución de 1998. Las elecciones de dicho año reprodujeron como
nunca la tensión Quito-Guayaquil, proyectando el enfrentamiento entre unas
fórmulas de mayor contenido institucional y otras más populistas. El triunfo del
demócrata cristiano, y alcalde de Quito, Jamil Mahuad inclinó la balanza en
favor de las primeras. Sin embargo, su incapacidad para liderar con la grave
crisis financiera y el subsiguiente congelamiento de los depósitos, a pesar de
tener un acuerdo en el Congreso con el PSC («la aplanadora»), precipitó una
nueva crisis política que se solucionó con la lección aprendida tres años antes: si
los ciudadanos en la calle podían cambiar al Presidente también lo podían hacer
los indígenas con el beneplácito de las Fuerzas Armadas.
La crónica inestabilidad en las reglas de juego, los conflictos recurrentes
entre el Ejecutivo y el Legislativo, la elevada fragmentación partidista unida a la
desinstitucionalización del sistema de partidos continuaron tras las elecciones de
2002 no pudiendo tampoco culminar su mandato el nuevo presidente electo, el
militar Lucio Gutiérrez, desalojado del poder por un nuevo movimiento social de
carácter urbano y quiteño («los forajidos»). En medio de un clima de fuerte
desafección política, de escándalos de corrupción, Rafael Correa surgió como
una oferta para quienes rechazaban la política y ganó las elecciones
presidenciales de 2006. Las citas electorales del año siguiente que propiciaron la
entrada en un proceso constituyente certificaron la muerte del sistema de
partidos y dieron un cheque en blanco a Correa quien pudo estabilizar el sistema
político, construir una base de apoyo social extensa y profundizar un proceso
político al amparo de una denominada «revolución ciudadana» con un manejo de
la política muy personalista.
Por otra parte, la vida política del país pone constantemente en evidencia sus
debilidades estructurales, que se concretan en un estado rentista basado en una
economía demasiado dependiente de la explotación petrolera y de la extracción
de otros minerales. Si entre 1979 y 2005 el petróleo representaba el 48 por 100
del total de las exportaciones y el 37 por 100 de los ingresos del gobierno
central, estos porcentajes subieron al 60 y al 49 por 100, respectivamente, entre
2005 y 2008. También en unos persistentes índices de inflación que hasta 2003
eran de dos dígitos (la más alta de América Latina en 2000) y en unas tasas
anuales medias de crecimiento del Producto Interior Bruto por habitante
reducidas. Además, la cohesión nacional resulta difícil de realizar tanto por el
regionalismo difícilmente conciliable como por la incapacidad de integrar a los
indígenas y a los sectores indigentes de los cordones suburbanos. Finalmente, un
aspecto reseñable es que en los últimos años ha habido una reducción
significativa de los niveles de pobreza e indigencia, pasando los primeros del
51,2 al 35,4 por 100 y, los segundos, del 22,3 al 13,9.
Los indicadores sociodemográficos recogidos en los cuadros anexos,
muestran una sociedad todavía poco urbanizada que ha ido incrementando las
tasas de urbanización a lo largo de los últimos lustros. Por otra parte, se trata de
una sociedad que ha realizado importantes progresos en el ámbito de la
alfabetización en castellano aunque en la última década todavía muestra un
porcentaje importante de analfabetismo en torno al 17 por 100. Con respecto a la
actividad económica de la mujer se ha ido incrementando en los últimos años
llegando a representar casi el 40 por 100 de la población activa. La seria crisis
económica que asoló al país al final del siglo pasado arrojó a la emigración a
medio millón de ecuatorianos en tan solo un lustro, fundamentalmente a Estados
Unidos y España, siendo sus remesas una fuente de ingresos inesperada de
reactivación económica interna hasta 2008.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE ECUADOR

1985 1990 1995 2000 2005 2010

Población total (en miles) 9.099,0 10.264,0 11.460,0 12.646,0 13.454,0 14.883,0

Población urbana (en porcentaje) 51,3 55,4 59,2 62,7 61,7 63,7
Población analfabeta de 15 y más años de
18,1 11,6 — 8,1 17,2 17
edad (en porcentaje)

Desempleo urbano 7,7 14,1 7,7 6,1

Hogares urbanos bajo la línea de pobreza


55,8 58,0 48,3 42,2
(en porcentaje)
Tasas de participación en la actividad
20,7 24,4 27,6 31,0 36,6 38,1
económica de la mujer

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE ECUADOR


1980- 1995- 2001- 2006-
1990 2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a


precios constantes –0,9 –1,4 4 2,2

Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 36,4 55,17 12,6 4,53

PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 1.522,0 2.584,0 3.069,0


Deuda externa total (en millones de dólares) — 14.977 16.363,0 15.749

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Anuario Estadístico de América Latina y el Caribe 2011 (CEPAL).

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

A pesar de que en 1811, como consecuencia del movimiento independentista,


fue aprobado un primer texto constitucional denominado «acto solemne de
Sociedad y Unión» entre las provincias que formaban el Estado de Quito;
Ecuador no se convirtió en Estado plenamente independiente hasta 1830, una
vez fracasado el intento de unión política que se denominó Gran Colombia. Así,
en este año, la Convención Nacional de Riobamba sancionó el primer texto
constitucional propiamente ecuatoriano en el que se adoptó el nombre del país
debido al rechazo de Cuenca y de Guayaquil a la hora de mantener el nombre de
la Audiencia colonial y al impacto que supuso la misión geodésica francesa
encargada del estudio y de la medición del Ecuador.
El periodo comprendido entre 1830 y 1850 estuvo dominado por el general
de origen venezolano Juan José Flores, quien, siguiendo los designios políticos
de Bolívar, levantó la bandera conservadora en las luchas civiles del momento
frente a los liberales. Posteriormente y hasta su asesinato en 1875 la vida política
estuvo monopolizada por Gabriel García Moreno, verdadero dictador
constitucional y abanderado del estado confesional. Tras García Moreno ocupó
la Presidencia de la República Ignacio de Veintimilla (1876-1883), su gobierno,
que alternó su mandato constitucional con una dictadura de facto, aprovechó la
bonanza económica que llegó al puerto de Guayaquil como consecuencia de la
Guerra del Pacífico. Durante estas décadas y hasta bien entrado el siglo XX,
imperó un sistema dominado por la Iglesia —latifundista y encorsetada en su
pasado de poder y privilegios— y el constitucionalismo seudoliberal —
elaborado y alterado en numerosas ocasiones para ser un generador de dominio
—. Por otra parte, el cultivo del cacao, implantado en el país desde finales del
siglo XIX, fue el eje central de la producción y el determinante de la
profundización regionalista del Ecuador. En este sentido, el país se dividió en
regiones perfectamente delimitadas por características socioculturales,
económicas y políticas, que llegan a marcar la política hasta nuestros días. La
Sierra, cuyo eje es Quito, se caracterizó por el sistema de hacienda, latifundista
que era el asiento mayoritario de la población india y mestiza. La hacienda como
estructura económico-política retenía al campesino como arrendatario en
pequeñas parcelas, en régimen de servidumbre, donde los miembros de la
familia debían realizar labores de labranza, acarreo y servicio doméstico. La
permanencia en ella era de por vida y hereditaria, como resultado de las deudas
adquiridas con el señor. La Costa, monopolizadora del cultivo del cacao, tiene
como eje desde el siglo pasado a Guayaquil y ha venido orientando su
dinamismo económico a la exportación, emergiendo una rica clase de
comerciantes exportadores, cuyos intereses apenas se han yuxtapuesto con los de
los ricos terratenientes de la Costa. La posesión de la tierra en esta época del
auge del cacao fue considerada como motor de ascenso social y participación
política. La tercera región, el Oriente o Amazonía, era entonces la más deprimida
hasta la aparición y explotación del petróleo; de manera que solo desde 1972 los
yacimientos atraen las corrientes migratorias del interior. Los conflictos políticos
entre la Sierra y la Costa han sido permanentes e impulsados por las contiendas
personales entre caudillos y militares. Desde el momento de su constitución, el
Ejército se convirtió en una fuerza de poder relativamente independiente de los
grupos oligárquicos tanto de la Sierra como de la Costa. Por su parte, el
bipartidismo imperante, que conformaban los círculos de notables, acentuó los
conflictos políticos por los componentes ideológicos de los dos partidos: los
liberales, partidarios del Estado laico y del fortalecimiento del Legislativo,
tuvieron su feudo en la Costa; y los conservadores, que se centraron en la Sierra,
lucharon por el Estado confesional católico y el robustecimiento del Ejecutivo.
Representantes de esta bipolaridad fueron el conservador quiteño Antonio
Flores Jijón (1888-1895), hijo del general Flores, y Eloy Alfaro, jefe del
movimiento liberal y encumbrado en el poder en 1895 como consecuencia de
una sublevación en Guayaquil. Con posterioridad, Alfaro se enfrentó con su
correligionario Leónidas Plaza Gutiérrez que representaba la otra tendencia del
liberalismo menos popular. Tras distintos interregnos en el gobierno de Alfaro
éste fue derrocado en 1911 y asesinado un año más tarde. La revolución liberal
liderada por Alfaro tuvo consecuencias importantes en el nuevo diseño que
adquirió la política ecuatoriana ya que se pusieron en marcha reformas
significativas en la presencia nacional del Estado y en la conformación de un
Estado liberal de derecho. Paralelamente, los «clubes electorales» empezaron a
conformar lo que se articularía veinte años más tarde como partidos políticos: el
Partido Conservador Ecuatoriano, el Partido Socialista Ecuatoriano y el Partido
Liberal Radical Ecuatoriano. En esta lucha partidista —ya en el siglo XX—, el
periodo plutocrático (1912-1925) permitió la consolidación liberal de carácter
mercantil y financiero, emergiendo con ello una nueva burguesía.
La plutocracia liberal terminó con la Revolución Juliana en 1925. Ésta fue la
primera intervención institucional a cargo de un grupo de jóvenes oficiales de las
Fuerzas Armadas en conjunción con sectores medios emergentes y algunos
terratenientes serranos. La nueva situación supuso la apertura, en el momento en
que se iniciaba la decadencia de la era del cacao, de un proceso de
modernización estatal que se proyectó en el mundo financiero, social,
administrativo y político. De esta forma se promulgaron leyes relativas al Banco
Central, impuestos y jubilación, entre otras, culminándose con la promulgación
de la Constitución de 1929, texto en el que se recogía el nuevo papel del Estado
y el impulso de las formas democráticas de gobierno.
En 1934 fue elegido Presidente, por primera vez, José María Velasco Ibarra,
al que un grupo de oficiales derrocó en 1935, dando paso a una relación de
enfrentamiento entre el movimiento que inspiró, el «velasquismo», que
articularía uno de los ejes prioritarios del populismo ecuatoriano, y los militares
que duró cuarenta años. Como forma de gobierno, esta expresión populismo fue
un movimiento político que tuvo sus orígenes en el desplazamiento de la
oligarquía agroexportadora por una nueva burguesía financiera, comercial y
exportadora. Se vio empujado decisivamente por la irrupción de las clases
populares urbanas asalariadas, resultado de las migraciones impulsadas por el
crecimiento y surgimiento del factor urbano, donde subyace el impulso
económico del Estado. El populismo ecuatoriano fue muy peculiar y autóctono;
no generó proteccionismo del Estado, porque no fue el producto de la alianza
tácita entre la burguesía industrial emergente y el proletariado naciente, como
resultado del inicio de un proceso de industrialización; fue paternalista por la
falta de una estructura de bases sindicales, a pesar de la ley laboral existente
desde el periodo juliano. El populismo tuvo entonces su primer periodo de
iniciación en el velasquismo, que surgió como resultado de la doble lucha
parlamentaria y electoral para oponerse al mandato oligárquico, implantar el
sufragio universal y un Estado laico.
Velasco Ibarra gobernó cinco veces al Ecuador (1934-1935, 1944-1947,
1952-1956, 1960-1961 y 1968-1972), siendo derrocado por los militares en
cuatro ocasiones. Velasco Ibarra se aprovechó marginalmente del movimiento
conservador que lideró Bonifaz, y que se denominó la «Compactación Obrera
Nacional», en el sentido de que constató la existencia de una fuerza netamente
popular que irrumpía en el panorama político. El velasquismo no llegó a ser una
formación política y se quedó en la llamada Federación Nacional Velasquista, de
carácter netamente electoral. Sus elementos más relevantes dentro de su
incoherencia ideológica fueron: la defensa de las libertades, en especial la
religiosa; el impulso del progreso, sobre todo en la construcción y la educación;
la independencia en política exterior, y el interés por la participación y las
movilizaciones populares. El velasquismo supuso el fin del fraude electoral de la
época liberal y, en ese sentido, se separó de los otros modelos de populismo
latinoamericano puesto que la idea del sufragio libre estaba muy presente en el
pensamiento de Velasco, al igual que en la propia Compactación Obrera
Nacional.
El velasquismo, como fenómeno político, rompió el bipartidismo tradicional
ecuatoriano y abrió las puertas a otro tipo de formaciones populistas. Una de las
más interesantes fue la Concentración de Fuerzas Populares (CFP), fundada en
1949 por el serrano Carlos Guevara Moreno, sustituido en 1960 por el costeño
Assad Bucaram. Su reformismo oportunista le animó a apoyar celosamente el
librecambismo y a no mostrarse muy partidario de la reforma agraria. La tercera
fuerza populista, desprendida del Movimiento Nacional Velasquista, fue el
Partido Nacionalista Revolucionario (PNR), surgido en 1966 y fundado por
Carlos Julio Arosemena Monroy. Propugnaba la reforma agraria y la
nacionalización de los recursos fundamentales de la producción económica,
adquirió un estilo caudillista alrededor del líder, convergiendo sectores
conservadores y marxistas. Estas tres formaciones fueron el producto de la
necesidad de conservar la influencia en el aparato estatal como forma de
intermediación política.
En el seno de estas pulsiones populistas la vida política ecuatoriana, tras la
Segunda Guerra Mundial, giró en torno al eje que conformaba una combinación
integrada por interrupciones constitucionales que hacían pasar de periodos
dominados por los partidos tradicionales, a otros en los que tomaban el mando
los militares, para volver a los designios populistas. Después del conflicto
fronterizo que enfrentó a Ecuador con Perú en 1941, que se saldó con la pérdida
por parte de Ecuador de unos 174.000 km 2 de la zona transandina, según el
acuerdo alcanzado en la Conferencia de Río de Janeiro en 1942, y fruto del
amplio movimiento de mayo de 1944 («La Gloriosa») contra Arroyo del Río que
había accedido al poder en 1940 gracias al fraude electoral, Velasco Ibarra en
1945 sancionó una Constitución elaborada por la Asamblea Nacional
Constituyente. Este texto constitucional estuvo vigente muy poco tiempo,
aunque en 1972 fue «rehabilitado» parcialmente por las Fuerzas Armadas. Entre
otras medidas se adoptaba un Congreso unicameral, circunstancia que pudo
influir en los constituyentes de las Cartas de 1978, 1989 y en la actual. En la
década siguiente se impulsó el desarrollo capitalista, orientándose la actividad
económica hacia la agroganadería. Con el gobierno del serrano y liberal Galo
Plaza (1948-1952), que sentó las bases para la reforma agraria, se implantó el
cultivo del banano, estando favorecido su auge por la decadencia productiva de
Honduras. Este cultivo, que se realizaba en pequeñas parcelas, generó en la
Costa la aparición del trabajador libre y el asalariado. En la Sierra y el Oriente
se diversificaron los cultivos, y la explotación ganadera fue tecnificándose
paulatinamente.
En este contexto, y bajo el gobierno de la Junta Militar (1963-1966) que
derrocó a Carlos Julio Arosemena Monroy, que había mostrado una postura de
máxima independencia frente a Estados Unidos, se promulgó la Ley de Reforma
Agraria (1964), que puso fin al concierto. La migración hacia las ciudades
generó un capitalismo de producción que incrementó la industria fabril, la
construcción y el sector terciario. La abolición de la Hacienda, por su parte,
provocó una crisis política en el bipartidismo ecuatoriano, permitiendo que
nuevos partidos políticos surgiesen en la escena y se orientasen a la defensa de la
nueva burguesía: la Acción Revolucionaria Ecuatoriana (ARNE), 1952, y la
Coalición Institucionalista Democrática (CID), 1966, defensora de los intereses
mercantiles de la clase comercial de Guayaquil. Años más tarde, la crisis del
banano (1960-1963) además de generar la proletarización del pequeño agricultor,
determinó que el Estado, como agente inductor, se inclinase hacia el modelo
capitalista como factor predominante de relación social. El nuevo contexto
económico suscitó la creación de una infraestructura básica articuladora del
mercado nacional, lo que impulsó la sustitución de las importaciones, generando
el déficit comercial por el aumento de aquéllas en los sectores primarios y
terciarios.
Tras el periodo de gobierno de la Junta Militar, en 1967, el Presidente Otto
Arosemena Gómez sancionó una nueva Constitución elaborada por una
Asamblea Nacional Constituyente; este texto estuvo vigente hasta que en 1970
Velasco Ibarra, elegido Presidente constitucional en 1968, se autoproclamó
dictador. Las nuevas relaciones de poder estuvieron marcadas por el
debilitamiento del sector agroexportador de la Costa, el incremento de la
urbanización e industrialización y la marcada transformación del desarrollo del
transporte y las comunicaciones con el extranjero. El dominio del sector
exportador e industrial se acentuó bajo la nueva burguesía y la crisis del banano
no solo transformó económicamente al Ecuador, sino que generó la crisis política
que puso fin a trece años de vida democrática.
En 1972, coincidiendo con el auge en la explotación petrolera, Velasco Ibarra
fue derrocado por última vez, convirtiéndose las Fuerzas Armadas en un
verdadero actor político. Su líder, el general Guillermo Rodríguez Lara, asumió
las tareas de Jefe de Estado, siguiendo las líneas del velasquismo peruano
(Velasco Alvarado). El gobierno «Nacionalista Revolucionario de las Fuerzas
Armadas», manteniéndose independiente de la influencia de Estados Unidos,
abogaba por un programa político «popular, antifeudal, antioligárquico,
programador y de desarrollo autónomo» que alcanzara «transformaciones en el
ordenamiento socioeconómico y jurídico de la República». El petróleo generó
una verdadera conmoción en la historia del país; el Estado se convirtió en el
primer agente económico, y en el núcleo de todo el proceso de desarrollo,
implantándose el capitalismo de Estado. Las corrientes migratorias se dirigieron
hacia el Oriente, se estancó la agricultura y la economía ecuatoriana comenzó a
depender de un solo artículo de exportación: el petróleo. Por otra parte, la Ley de
Reforma Agraria de 1973 no produjo transformaciones radicales en la estructura
de la posesión de la tierra, pero sí tuvo una serie de efectos a través de los
«programas de desarrollo» que impulsaron la organización de los campesinos y
la modernización del sector rural.

2. LA TRANSICIÓN POLÍTICA

En enero de 1976 el general Rodríguez Lara fue reemplazado como Jefe del
Estado por los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas, que pasaron a
denominarse Consejo Superior de Gobierno. Se terminaba así con una
experiencia autoritaria reformista que ya había perdido la confianza de los
sindicatos, como pusieron de manifiesto las numerosas huelgas a las que tuvo
que enfrentarse el régimen en 1975. También existía una profunda oposición de
los medios de negocios descontentos de las políticas petrolera y agrícola. El
malestar popular, el despertar de la oposición y, sobre todo, la división del
ejército, visible después de un golpe abortado en septiembre de 1975, terminaron
de debilitar al régimen. El Consejo se presentó como un régimen de transición en
el que civiles ocupaban puestos en las altas esferas de la administración.
Inmediatamente, en el escenario político ecuatoriano, aparecieron dos tendencias
explicativas de las líneas de comportamiento que deberían seguirse: la derecha y
el centro político eran favorables a un regreso rápido al régimen democrático
representativo; la izquierda, los sindicatos y sectores universitarios eran
favorables a una reducción del ritmo de la transición política, realizándose
anteriormente reformas profundas tanto de carácter social como económico. La
solución alcanzada fue la primera, planteándose su ejecución en un plazo de dos
años. La confección de las líneas de la reforma constitucional, así como de las
leyes electorales y de partidos, corrió a cargo de los militares que lideraron una
«apertura controlada». Los militares convocaron a un amplio elenco de sectores
sociales (de entre los que se autoexcluyó Izquierda Democrática) antes de
constituir las tres comisiones que llegarían a concluir los textos de la Ley de
Elecciones y de la primera Ley de Partidos en la historia del país, el texto
reformado de la Constitución de 1945, y un nuevo texto constitucional. Según el
calendario acordado, se presentaría a la ciudadanía para ser votado en
referéndum un proyecto de nueva constitución y la de 1945 ligeramente
reformada. El referéndum de enero de 1978 dio el triunfo a la opción favorable a
la nueva Constitución, que obtuvo el 43 por 100 de los votos, frente al 32 por
100 de los votos que alcanzó la Constitución de 1945. El alto porcentaje de
disidencia (25 por 100 entre votos nulos y en blanco) se explicaba por la
desconfianza con que planteaban el proceso los tradicionales líderes populistas, a
quienes los militares, mediante lo dispuesto en la ley electoral, les
imposibilitaban la condición de candidatos presidenciales para los inmediatos
comicios. Éste fue el caso de Velasco Ibarra, Assad Bucaram y Arosemena
Monroy. Por otra parte, este referéndum supuso la primera derrota en las urnas
del velasquismo; la opción ganadora dejaba fuera de juego al viejo caudillo,
poniendo de relieve el deterioro de su figura política.

3. REFORMISMO CONSTITUCIONAL E INESTABILIDAD POLÍTICA

3.1. Normalidad institucional e inestabilidad política (1979-1996)

En treinta años, Ecuador ha tenido tres cartas constitucionales diferentes. La


primera de ellas entró en vigor el 10 de agosto de 1979, año y medio después de
su aprobación. Los diecinueve años de vigencia de la misma superan el
promedio de poco menos de nueve años de las diecisiete cartas fundamentales
previas habidas en el país desde 1830. Igualmente, el periodo de normalidad
institucional vivido en Ecuador entre 1979 y 1997, cuando cayó Bucaram, es el
más extenso de la vida republicana del país, en términos de continuidad de cinco
gobiernos democráticamente elegidos, y superando al periodo 1948-1963 que
había sido el más longevo en cuanto a normalidad democrática. Por primera vez
en la historia de Ecuador, y fruto inequívoco de la influencia del pensamiento
militar, se incorporó en el articulado de su Constitución que entre los objetivos
prioritarios del Estado se encontraban el fortalecimiento de la unidad nacional, el
respaldo al progreso económico y cultural de sus habitantes y la garantía de los
derechos fundamentales del hombre. La Constitución de 1979 fue un texto que
definió un Poder Ejecutivo elegido, en un inicio, para un periodo presidencial de
cinco años sin admitirse la reelección; no obstante, las reformas constitucionales
de 1983 redujeron el periodo de desempeño de sus funciones a cuatro años. El
Presidente y el Vicepresidente de la República eran elegidos por mayoría
absoluta con regulación de la doble vuelta si no se alcanzaba en la primera
ronda.
El Poder Legislativo presentaba la singularidad, con respecto a toda América
del Sur, de ser unicameral. El Congreso Nacional estaba compuesto en un
principio por setenta y un miembros, de los cuales doce eran elegidos por un
sistema proporcional en una única circunscripción nacional y cincuenta y nueve
en representación de las provincias a razón de dos por cada una, excepto en
aquellas con una población inferior a cien mil habitantes, que elegían uno;
paralelamente, cada provincia que superara los trescientos mil habitantes o
fracción por encima de doscientos mil elegía un representante más.
Estableciéndose un Congreso Nacional unicameral compuesto por diputados
nacionales y provinciales se eliminaba la representación funcional dispuesta
desde la Constitución de 1929. Aunque en un principio se dispuso que el
mandato de los representantes sería por cinco años, la reforma de 1983
estableció periodos de mandato diferentes según los representantes fuesen de la
circunscripción nacional, que sería de cuatro años, o de la circunscripción
provincial, que entonces sería de dos años. En un país caracterizado por el
pluripartidismo, al determinarse que ciertos representantes debían renovar su
mandato cada dos años y que el presidente del Congreso Nacional debía elegirse
anualmente, se dificultaba la formación de mayorías parlamentarias estables y
con ello se favorecía la inestabilidad política. Por otra parte, la Constitución
mantuvo, hasta 1994, la imposibilidad de reelección inmediata para los
representantes, salvo que cambiasen de distrito electoral; esto es, un
representante que finalizase su mandato por una circunscripción provincial podía
ser reelegido inmediatamente por la circunscripción nacional y viceversa. La
Constitución de 1978 reconocía la iniciativa popular para modificar la
Constitución y para la reforma y expedición de las leyes, también puso en
marcha el Tribunal de Garantías Constitucionales que se incluía en el título
relativo a jerarquía y control del orden jurídico.
En lo relativo al régimen administrativo y seccional, la Constitución de 1978,
a pesar de mantener la indivisibilidad tradicional del territorio del Estado,
disponía la división en veinte provincias (su número se incrementó a veintiuna
después de 1990), cantones y parroquias. La Constitución establecía la existencia
de gobernadores por provincias, jefes políticos en los cantones y tenientes
políticos en las parroquias. El Consejo Provincial era elegido por votación
popular, directa y secreta, su autoridad ejecutiva, el prefecto provincial, era
elegido de la misma forma que el Consejo que presidía. Consiguientemente se
daba un poder dual en el que se integraba el representante del Ejecutivo con el
elegido popularmente. Asimismo, cada cantón constituía un municipio cuyo
gobierno dependía de un Concejo Municipal formado por miembros elegidos a
través de votación popular, directa y secreta. En los Concejos de las capitales de
provincia, como en las que reúnen ciertos requisitos de población y presupuesto,
existía un alcalde elegido por votación popular, directa y secreta, que ocupaba la
presidencia del Concejo.
Las elecciones de 1978-1979 se realizaron según un calendario
preconstitucional que preveía dos turnos distanciados por un largo paréntesis de
más de nueve meses. El inesperado triunfo del candidato forzado de la CFP, al
no poderse presentar Assad Bucaram, Jaime Roldós, provocó importantes
presiones sobre los militares para que las elecciones fueran anuladas. Jaime
Roldós y su Vicepresidente, el demócrata cristiano Osvaldo Hurtado pronto se
separaron de la línea oficial de la CFP trazada por su líder Assad Bucaram, que
había llegado a la presidencia del Congreso. La muerte en accidente de aviación
en 1981 de Roldós precipitó todavía más la división entre el Ejecutivo y el
Legislativo, como quedó de manifiesto al asumir la Presidencia de la República
el Vicepresidente Hurtado hasta 1984.
Las elecciones de 1984, que dieron la Presidencia a León Febres Cordero,
abrieron un periodo de fuerte inestabilidad en el sistema político como
consecuencia del enfrentamiento entre el Presidente y un Congreso hostil, el cual
solamente entre agosto de 1985 y agosto de 1986 contó con una mayoría
proclive al gobierno socialcristiano. Durante el tiempo restante, el
enfrentamiento fue habitual, llegándose a generar una seria crisis constitucional
cuando el Congreso nombró a unos jueces de la Corte Suprema de Justicia que
no fueron del agrado de Febres Cordero. Éste envió tanques a rodear el edificio
de la Corte a fin de impedir el ingreso de los nuevos jueces. Durante tres meses
Ecuador vio con asombro la existencia de dos Cortes: una, la nombrada por la
Cámara, que trabajaba en el Palacio Legislativo; otra, la respaldada por el
Presidente, que trabajaba en su propio local. Finalmente, el Congreso cedió en
aras de la paz y negoció con Febres Cordero el nombramiento de un número de
jueces más aceptables para el gobierno.
Por otra parte, Febres Cordero hizo uso habitual de la disposición
constitucional que le permitía enviar decretos-leyes económicos de urgencia
como si fuesen un arma contra el Congreso: si éste los modificaba o los negaba,
el gobierno siempre encontraba algún vicio de procedimiento y simplemente
expedía el decreto tal y como lo había enviado Febres Cordero. Igualmente, en
sus relaciones con las Fuerzas Armadas vivió en permanente inestabilidad,
debido al levantamiento de Frank Vargas en 1986, cuando fue tomado como
rehén en la base de Taura en enero de 1987, y al resurgimiento del grupo
guerrillero «Alfaro Vive, Carajo», que eliminó con un coste importante en
violaciones de derechos humanos. Su política internacional se caracterizó por el
aislamiento continental a que sometió al Ecuador como resultado de su alianza
dócil con los Estados Unidos. Esta política tuvo su reflejo en la ruptura de
relaciones con Nicaragua, en la retirada del Grupo de Contadora y en la no
participación en la construcción del Grupo Continental sobre la deuda, no siendo
invitado a la cumbre sudamericana de Acapulco. Sin embargo, mantuvo buenas
relaciones con Fidel Castro y viajó a Cuba.
Dos hechos contribuyeron a reducir más la autoridad política y moral del
Presidente Febres Cordero: el primero de ellos fue la convocatoria de un
referéndum antes de las elecciones legislativas, como un ardid político, para
tratar de dividir a la opinión pública; resaltar el carácter nocivo de algunos
partidos políticos e intentar enfrentar a los ciudadanos con la Cámara. El tema de
la convocatoria fue la derogación del artículo 37 de la Constitución; esto es, se
pretendía poder ser elegido sin pertenecer a un partido. El ex Presidente Hurtado
hizo suya la causa del «no» ganando abrumadoramente, en tanto que el «sí» solo
logró una tercera parte de los votos emitidos. Febres perdió mucho apoyo en su
feudo, Guayaquil, y obtuvo un rechazo frontal en la Sierra. El segundo hecho lo
constituyeron las elecciones legislativas, celebradas posteriormente, las cuales
reafirmaron su precariedad en el gobierno, puesto que los resultados fueron
similares a los del referéndum, inclinándose el electorado por los partidos de
centro-izquierda, que conformaron una mayoría antigubernamental. Con el
Congreso Nacional mayoritariamente en contra, Febres Cordero no tuvo más
recursos para seguir gobernando que a través de decretos-leyes. Febres Cordero
continuó siendo el líder del PSC y llegó a la alcaldía de Guayaquil en 1992
siendo reelegido para ese cargo en 1996.
En el proceso electoral de 1988, con una participación en torno al 78 por 100,
concurrieron a las elecciones presidenciales un número superior a diez
candidatos, presentándose para las legislativas diecisiete partidos que se
disputaron los votos de 4,6 millones de electores y los setenta y un escaños del
Congreso. A pesar de alguna violencia, la campaña electoral se desarrolló
normalmente y con altas cotas de libertad. El candidato socialdemócrata Rodrigo
Borja dominaba en la primera vuelta, con el 24,5 por 100 de los votos, pero no
tenía como segundo en disputa, tales eran las expectativas, a Sixto Durán-Ballén,
sino al líder populista Abdalá Bucaram, que obtuvo el 17,6 por 100 de los votos.
En tercer lugar quedó Sixto Durán Ballén, y en cuarto el general Frank Vargas.
En la segunda vuelta triunfó Rodrigo Borja, obteniendo el candidato de
Izquierda Democrática el 52,8 por 100 de los votos. Borja estableció como
premisas gubernamentales la defensa de los derechos humanos, la refinanciación
de la deuda, la apertura internacional progresista y la honestidad en la
administración. Paralelamente vio cómo su partido, con veintinueve escaños,
conformaba una ajustada mayoría en la Cámara con la Democracia Popular-
Unión Demócrata Cristiana que poseía siete escaños por medio de la puesta en
marcha de un pacto político. La alianza entre sendas formaciones, que pasó por
diferentes etapas de crisis, fue duramente castigada en los comicios. El gobierno
de Borja llevó a cabo un amplio proceso de reforma laboral en noviembre de
1991, endureciendo las condiciones para formar un sindicato, restringiendo el
derecho a la huelga y liberalizando el mercado de trabajo.
En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el 5 de julio
de 1992 Sixto Durán-Ballén, al frente de un recién formado Partido de Unidad
Republicana (PUR), derrotó al candidato del Partido Social Cristiano (PSC)
Jaime Nebot, ganándole en diecinueve de las veintiuna provincias del país.
Durán Ballén había creado el PUR al haber perdido la nominación presidencial
en el PSC. Sin embargo, el PSC alcanzó la mayoría en el Congreso delante del
Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y del PUR, en una situación de
hundimiento de Izquierda Democrática (ID) y de estancamiento de la
Democracia Popular (DP).
Las elecciones intermedias del 1 de mayo de 1994 registraron, a pesar de la
obligatoriedad del voto, una abstención de cerca del 30 por 100. También
confirmaron la tendencia de la política ecuatoriana de castigar al partido del
Presidente por lo que Durán-Ballén se encontró en una minoría todavía más
precaria al pasar su partido a tener únicamente nueve escaños del total de setenta
y siete con que contaba el Congreso, que quedaba en manos de los
socialcristianos. Por otra parte, los diferentes gabinetes de Durán-Ballén apenas
si tuvieron un perfil político llegando a sufrir numerosas modificaciones a lo
largo de su mandato. El primero de ellos marcó el estilo de los siguientes
quedando conformado mayoritariamente por industriales, banqueros y
exportadores con solo tres ministros de su propio partido, el PUR, y del cercano
Partido Conservador Ecuatoriano.
La Presidencia de Durán-Ballén se orientó claramente hacia una política
económica neoliberal que se tradujo en la imposición de fuertes restricciones al
gasto público y en la política exterior con una apertura total al capital extranjero
y en el abandono de la OPEP en septiembre de 1992, culminando con la
aprobación de la ley de privatizaciones en septiembre de 1993. Al mismo
tiempo, se registraron dos procesos de reforma constitucional mediante la
convocatoria de sendos plebiscitos. El primero, propuesto en un instante inicial
por el gobierno para que se celebrara en la misma fecha que las elecciones
legislativas, lo que conllevó un fuerte enfrentamiento con el Tribunal Supremo
Electoral que se opuso, se llevó a cabo el 28 de agosto de 1994. El resultado del
mismo serviría para que la población mostrara su apoyo o rechazo a siete
propuestas de índole muy diferente. De esta forma, en un ambiente de inusual
baja participación electoral, quedó aprobada la modificación constitucional en lo
atinente a las posibilidades de la reelección de los cargos electos (prohibida hasta
entonces a los diputados y al Presidente), de presentarse candidaturas no
partidistas, asimismo se limitó el poder del Congreso en materia de gasto público
y se posibilitó la doble nacionalidad. Sin embargo, las once propuestas del
segundo plebiscito celebrado el 26 de noviembre de 1995 fueron rechazadas en
su totalidad. Dentro de ellas, las más llamativas se centraban en propuestas
descentralizadoras, en la posibilidad de disolver el Congreso por parte del
Presidente de la República y en la elección del sistema de representación
mayoritaria uninominal.
El último año del gobierno de Durán-Ballén confrontó la crisis de la
contienda bélica con Perú (enero de 1995) y estuvo lleno de escándalos de
corrupción política que llegaron a afectar a su Vicepresidente, Alberto Dahik,
quien huyó del país en octubre de 1995. Dahik fue durante todo el periodo el
verdadero hombre fuerte del gobierno y el principal cerebro de la estrategia
neoliberal.
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebrada el 7 de julio de
1996 confrontó a dos políticos costeños que ya habían sufrido derrotas
electorales previas. Tradujo las opciones del electorado tras una primera vuelta
en la que el centro-izquierda se había mostrado incapaz de presentar una
candidatura unitaria y con expectativas de viabilidad. El populista Abdalá
Bucaram del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), anterior alcalde de
Guayaquil, ganó con un amplio margen al candidato del Partido Social Cristiano
(PSC) Jaime Nebot, confirmando la incapacidad de éste para ganar una elección
nacional a pesar de tener una buena maquinaria partidista por el rechazo
mayoritario que producía. Por otra parte, las elecciones de 1996 fueron testigo de
la entrada en la liza política ecuatoriana, con un relativo nivel de éxito, de un
nuevo grupo que representaba los intereses de las comunidades indígenas, ya
agrupadas en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador
(CONAIE), en la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía
Ecuatoriana (CONFENAIE), y los intereses de los sindicatos públicos (como los
petroleros y de las empresas eléctricas), de la Coordinadora de Movimientos
Sociales (CMS) y de sectores de la izquierda. El Movimiento Unidad
Plurinacional Pachakutik-Nuevo País obtuvo siete de los ochenta y dos escaños
del Congreso y mostró una implantación electoral nada desdeñable en la Sierra.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES (DOS PRIMEROS CANDIDATOS) 1978-
1998

1.ª vuelta (n.º 1.ª vuelta 2.ª vuelta (n.º 2.ª vuelta
Año Candidato Partido
votos) (%) votos) (%)

1979 Jaime Roldós* CFP 381.215 27,70 1.025.148 68,49

Sixto Durán-Ballén PSC 328.461 23,86 471.657 31,51


León Febres
1984 PSC 600.563 27,20 1.381.709 51,54
Cordero*
Rodrigo Borja ID 634.327 28,73 1.299.089 48,46

1988 Rodrigo Borja* ID 744.409 24,48 1.699.895 54

Abdalá Bucaram
PRE 535.482 17,61 1.448.059 46
Ortíz
1992 Sixto Durán-Ballén* PUR 1.089.154 31,88 2.146.762 57,32

Jaime Nebot Saadi PSC 855.234 25,03 1.598.707 42,68

Abdalá Bucaram
1996 PRE 1.001.071 26,28 2.285.397 54,47
Ortíz*

Jaime Nebot Saadi PSC 1.035.101 27,17 1.910.651 45,53


1998 Jamil Mahuad* DP 1.342.114 34,91 2.242.836 51,16

Alvaro Noboa PRE 1.022.667 26,60 2.140.628 48,83

* Resultó electo presidente.


FUENTE: Tribunal Supremo Electoral.
3.2. Crisis política (1996-2006)

Como en circunstancias anteriores, Abdalá Bucaram se encontraba con un


Congreso muy dividido en el que su partido estaba en franca minoría y con un
apoyo político muy escaso de su Vicepresidente, la anterior Ministro de
Educación, Rosalía Arteaga, cuya presencia en la candidatura había sido un
reclamo para el voto de la mujer y los sectores cuencanos. La peculiar situación
del Congreso, sin ningún grupo mayoritario, llevó a la presidencia del mismo a
Fabián Alarcón cuyo apoyo explícito se basaba en un partido minoritario (FRA)
con dos diputados. La personalidad excéntrica y despótica de Bucaram, con su
desprolija y errática actuación, los indicios de corrupción que inmediatamente
afectaron a su entorno próximo y las medidas económicas de fuerte contenido
neoliberal puestas en marcha, precipitaron una crisis de una amplitud
desconocida al inicio de 1997.
Los acontecimientos de protesta social y de malestar de la clase política y
empresarial del país se sucedieron y un masivo movimiento ciudadano de
carácter espontáneo, principalmente centrado en la ciudad de Quito, llevó al
Congreso a tomar un papel de actor institucional principal insólito en la historia
ecuatoriana. Al mismo tiempo, las Fuerzas Armadas, en la persona de su
comandante en jefe Francisco Moncayo, desempeñaron un papel arbitral de
primer orden. La crisis del 6 de febrero de 1997 concluyó con la destitución, por
«incapacidad mental» gracias a una mayoría en el Congreso, de 44 votos frente a
34, de Bucaram que se exilió en Panamá. Tras la pugna entre la Vicepresidente
Rosalía Arteaga, cuyo partido no tenía presencia parlamentaria —y por
consiguiente su apoyo en el Congreso era mínimo—, y el presidente de éste, en
el marco de una situación de vacío legal pues la Constitución no desarrollaba el
papel de la vicepresidencia, Fabián Alarcón fue elegido el 12 de febrero por los
dos tercios del Congreso como Presidente interino. Alarcón recibió el mandato
de abrir un periodo constituyente, eliminar las principales, y antipopulares,
medidas de política económica y poner en marcha una Comisión Anticorrupción.
Un referéndum celebrado el 25 de mayo de 1997 ratificó a Alarcón como
Presidente interino y abrió la vía hacia la reforma constitucional, aprobándose
diferentes líneas de actuación de la nueva Asamblea Constituyente que fue
elegida con la participación de todas las fuerzas políticas del país el 30 de
noviembre del mismo año. La Asamblea Nacional Constituyente fue presidida
por el ex Presidente Osvaldo Hurtado de la Democracia Popular, quien renunció
el último mes siendo reemplazado por Luis Mejía Montesdeoca, y tras seis
meses de sesiones aprobó la nueva Constitución.
El gobierno interino de Alarcón se vio igualmente salpicado por problemas de
corrupción que afectaron a su entorno, como fue el caso del Ministro del Interior
y uno de los principales actores de la jornada del 6 de febrero, César Verduga.
Esta circunstancia, junto con notorias indefiniciones en la políticas
implementadas, el poco peso político del propio Alarcón, la existencia paralela y
simultánea de dos Congresos, las denuncias sistemáticas de corrupción y el
desastre económico que supusieron las inundaciones debidas al fenómeno de «El
Niño» en 1998, sin una inmediata reacción gubernamental, hicieron que, en vez
de que se mitigara, se profundizara la crisis política que vivía el país.
LA RELACIÓN ENTRE EL PARTIDO DEL GOBIERNO Y EL PARTIDO MAYORITARIO EN EL
MOMENTO DE CONFORMACIÓN DEL CONGRESO

Partido de gobierno Escaños (%) Partido mayoritario Escaños (%)

1979-1984 CFP 44,9 CFP 44,9


1984-1986 PSC 12,7 ID 33,8

1986-1988 PSC 19,7 ID 23,9

1988-1990 ID 42,3 ID 42,3


1990-1992 ID 19,4 PSC 22,2

1992-1994 PUR 15,6 PSC 27,3

1994-1996 PUR 3,9 PSC 33,8


1996-1998 PRE 23,2 PSC 32,9

FUENTE: MEJÍA, Andrés (1998): Partidos políticos: el eslabón perdido de la representación, CORDES,
Quito, p. 24.

Las elecciones de 1998 se llevaron a cabo bajo un nuevo cambio de reglas


electorales que afectaban exclusivamente al Congreso. Se decidió su ampliación
a ciento veintiún miembros excepcionalmente para la siguiente legislatura y
poner en marcha un sistema electoral que combinara no solo dos tipos de
circunscripciones, sino dos criterios de representación diferente (proporcional
para los diputados de la única circunscripción nacional y de pluralidad para las
listas de las veintiuna circunscripciones provinciales), así como la apertura de las
listas electorales y la posibilidad de elegir entre ellas. Bajo este nuevo sistema,
las elecciones legislativas celebradas el 31 de mayo de 1998 dieron la primera
mayoría del Congreso a la Democracia Popular. En la carrera presidencial, la
primera vuelta de las elecciones, a las que el Partido Social Cristiano decidió no
presentar candidato, dejó fuera de la liza final al candidato de Izquierda
Democrática y ex Presidente, Rodrigo Borja, y proyectó para la segunda vuelta
celebrada el 12 de julio de 1998 a los candidatos de la Democracia Popular,
Jamil Mahuad, ex alcalde de Quito —acompañado como candidato a la
Vicepresidencia por Gustavo Noboa—, y al candidato por el Partido Roldosista
Ecuatoriano, Álvaro Noboa, empresario de Guayaquil, «hombre de paja» de
Bucaram y poseedor de una de las principales fortunas del país —acompañado
como candidato a la Vicepresidencia por Alfredo Castillo—. La segunda vuelta,
configuró como ganador a Mahuad con un reducido margen y en un ambiente de
fuerte polarización regional.
El gobierno de Mahuad hubo de enfrentarse a la ya clásica situación
ecuatoriana de un Presidente con un Congreso hostil a lo que se agregó la
circunstancia de la acusación vertida contra él y su partido de desvío de fondos
en la campaña electoral, algo que si bien fue sobreseído por la Comisión
Anticorrupción, gravitó enormemente en su mal desempeño gubernamental a la
hora de abordar la crisis financiera que tuvo como componente estrella el
anuncio el 9 de enero de 2000 del proceso de dolarización de la economía ante la
devaluación del sucre frente al dólar del 85 por 100 a lo largo de 1999, así como
el congelamiento de los depósitos bancarios. El bajo nivel de aceptación popular
de su estilo de gobierno unido a las movilizaciones indígenas que empezaron a
darse desde primeros de ese mes y que fueron contestadas con el establecimiento
del estado de emergencia enconaron la situación. Ésta alcanzó gran crispación
incrementándose el activismo indígena que llegó a ocupar el 21 de enero, con el
apoyo manifiesto de algunos militares entre los que se encontraba el coronel
Lucio Gutiérrez, el Congreso, la Corte Suprema y el Palacio de Gobierno.
Mahuad huyó del Palacio y se abrió una situación de confusión generalizada en
la que se llegó a formar durante unas horas una Junta de «salvación nacional»
integrada por un representante de la CONAIE, Antonio Vargas, el presidente de
la Corte de Justicia, Carlos Solórzano, y el jefe del Comando Conjunto de las
Fuerzas Armadas, Carlos Mendoza. La decidida oposición de la cúpula militar
contribuyó a dar un giro institucional a la situación imponiéndose la solución de
que el Vicepresidente Gustavo Noboa Bejarano tomara posesión como
Presidente de la República, en aplicación del artículo 168.1 de la Constitución
que regulaba el abandono del cargo del máximo mandatario. Mahuad, que
siempre ha declarado que nunca renunció a su cargo, sino que fue invitado a
abandonar el Palacio de Gobierno por el general Carlos Moncayo —quien le
había asegurado que no podía garantizarle su seguridad— terminó saliendo del
país. De esta manera Ecuador contabilizaba en seis años seis presidentes. Con
posterioridad, el 1 de junio siguiente, fueron amnistiados por el Congreso todos
los involucrados en los sucesos de enero.
El gobierno de Noboa prosiguió el programa de dolarización, en el seno de
una seria crisis bancaria, con la aprobación de la Ley de Transformación
Económica el 1 de marzo, pese a la oposición de los movilizados en enero, y
consiguió establecer un buen nivel de relaciones con el Fondo Monetario
Internacional, aunque para ello tuviera que enfrentarse a una importante
contestación social como la acontecida con el poco exitoso paro indígena de
agosto de 2000. Noboa, sin grupo legislativo propio, tuvo que negociar con el
Congreso cada proyecto de ley alterando con frecuencia las alianzas
parlamentarias. En agosto de 2000 debió enfrentarse a una seria crisis dentro del
Poder Legislativo propiciada por el encono de la gran coalición formada entre el
PRE, ID, DP y Pachakutik en contra del PSC que bloqueó durante varias
semanas la elección del presidente del Congreso y que, de acuerdo con la propia
Constitución, debía recaer en un miembro del PSC como segundo partido más
votado. La movilización social volvió a reiterarse en enero de 2001 de forma
aguda como respuesta a una subida generalizada de precios de productos y
servicios de primera necesidad. Sin embargo, en esta ocasión las Fuerzas
Armadas avisaron en un comunicado que no estaban dispuestas a tolerar intento
alguno de desestabilización del orden constituido, anticipándose a una posible
repetición de los sucesos de hacía justo un año, llegándose a convocar al propio
Consejo Nacional de Seguridad. El elevado clima de crispación y de violencia
que llegó a causar cuatro muertos del movimiento indígena y el encierro en la
Universidad Salesiana de Quito de indígenas que durante diez días
protagonizaron una huelga de hambre, se cerró finalmente con un acuerdo
alcanzado el 7 de febrero entre el gobierno y el movimiento indígena
representado por Marco Morillo de la Federación de Indígenas Evangélicos
(FEINE), Pedro de la Cruz de la Federación de Organizaciones Campesinas,
Indígenas y Negras (FENOCÍN) y Antonio Vargas de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). A la rebaja de las subidas se
añadía la creación de cinco mesas de diálogo que recogían una amplia temática
que iba desde los efectos en Ecuador del Plan Colombia a asuntos relativos al
control y supervisión del sistema financiero. Además, se hacía garante del
acuerdo a la Organización de Naciones Unidas y a grupos indígenas
internacionales. Políticamente, el movimiento indígena salía reforzado y adquiría
una notable presencia en la acción del gobierno.
En otro orden de cosas, la política giró sobre el desarrollo de la
descentralización del país. Las elecciones locales del 21 de mayo de 2000
contribuyeron a dicho proceso. En ellas resultaron vencedores el PSC e ID que
se afianzaron, respectivamente, en la Costa y en la Sierra mientras que
Pachakutik logró cinco consejos provinciales y fue el partido más votado en
varios cantones. Jaime Nebot alcanzó la alcaldía de Guayaquil y el general
retirado Paco Moncayo la de Quito acabando con una década de hegemonía en la
ciudad de la DP. Pero sobre todo fue el proceso de diseño de un Estado
autonómico el que cobró mayor relevancia. En su marco se celebraron referenda
sobre la autonomía de Guayas y Los Ríos en enero de 2000 y de Manabí, El Oro
y Sucumbíos en septiembre de ese año. Todo ello en un ambiente de gran
dificultad a la hora de aprobar la correspondiente ley regulatoria, aprobación que
finalmente realizó el Congreso el 14 de noviembre convocándose una consulta
popular con el voto en contra de DP, NP y MPD y la abstención de ID y
Pachakutik. Noboa ligó la aplicación de las autonomías a un ambicioso plan de
reforma política que nunca sacó adelante con el que pretendía, entre otras
medidas, volver al bicameralismo, la elección en segunda vuelta de los
congresistas, la no obligatoriedad del voto, la posibilidad del voto de los
ecuatorianos en el exterior y la disolución por una vez del Legislativo por parte
del Ejecutivo.

Resultados de las elecciones presidenciales de 2002

Primera vuelta Segunda vuelta


Partido Candidatos 20 de octubre 24 de noviembre
Votos % votos Votos % votos

PSP/MUPP-NP Lucio Gutiérrez 943.123 20,64 2.803.243 54,79

PRIAN Alvaro Noboa 794.614 17,39 2.312.854 45,21

RP León Roldós 703.593 15,40

ID Rodrigo Borja 638.142 13,97


PSC Antonio Xavier Neira 553.106 12,11

PRE Jacobo Bucaram 544.688 11,92

Otros 1 391.916 8,58

Votos Válidos 4.569.182 86,23 5.116.097 88,10


Votos Blancos 245.494 4,63 50.938 0,88
Votos Nulos 483.905 9,13 640.074 11,02

Total votos emitidos 5.298.581 100 5.807.109 100


Censo 8.154.425 8.154.425

1
Jacinto Velásquez del TSI 169.311 votos (3,71%); Ivonne Leíla Juez del PLRE/META 79.598 votos
(1,74%); César Alarcón del PL 54.793 votos (1,20%); Osvaldo Hurtado del MPS 49.043 votos (1,07%); y
Antonio Vargas del MIAJ 39.171 votos (0,86%).
FUENTE: Tribunal Supremo Electoral.

Las elecciones generales del 20 de octubre de 2002 rompieron las


expectativas más favorables en favor de un triunfo de alguno de los candidatos
de los partidos tradicionales entre los que figuraban dos ex Presidentes, Rodrigo
Borja y Osvaldo Hurtado. En el seno de la clásica división del electorado en no
menos de cinco parcelas significativas, la alianza del MUPP-NP, con sectores de
la izquierda tradicional del MPD y el recién creado Partido Sociedad Patriótica
21 de Enero (PSP) conformada básicamente por militares retirados y otros
allegados a su líder y fundador el coronel Lucio Gutiérrez, alcanzaba la primera
minoría y se prestaba a enfrentarse en la segunda vuelta con Álvaro Noboa quien
repetía candidatura, en esta ocasión con partido propio, el Partido Renovación
Institucional Acción Nacional (PRIAN) —y cuyas siglas coincidían con su
anterior intento no autorizado de poner en marcha el Partido Renovación
Institucional Álvaro Novoa—. Se trataba, por tanto, del triunfo de la izquierda,
de los indígenas, que por primera vez alcanzaban una parcela relevante del poder
institucional, y de una propuesta populista, difusa, de contenido ecléctico que
quedaba en manos, para ser posteriormente usufructuada, por quien había dado
cara al cartel electoral que había derrotado a los candidatos de ID, PSC, PRE y
DP. En el Congreso se daba la heterogeneidad de siempre, el forzado espacio
hacia una inevitable pugna de poderes entre un Ejecutivo novedoso y un
Legislativo donde las nuevas fuerzas apenas si habían conseguido ampliar su
espacio. Además, se registraba el regreso de León Febres Cordero, toda vez que
había resultado electo diputado por Guayas liderando a la primera minoría del
PSC.
El gobierno de Lucio Gutiérrez incorporó a dos líderes históricos del
movimiento indígena entre sus miembros ocupando las carteras de Relaciones
Exteriores (Nina Pacari), de Planificación (Augusto Barrera) y de Agricultura
(Luis Macas), quienes se habían destacado por su papel en la organización y
transformación sociopolítica de la cuestión étnica. Además, el gabinete contaba
con numerosos independientes, militantes de extracción militar y de
organizaciones sociales, manteniendo el clásico equilibrio regional. La elección
de Gutiérrez generó muchas expectativas que con el tiempo se fueron
desvaneciendo. La indefinición ideológica del líder y la falta de apoyos en el
Congreso (su partido logró solamente cinco escaños) lo empujaron a mantener
acercamientos con partidos de derecha. Esto supuso que el Pachacutik y los
movimientos sociales de orientación de izquierda le retiraran su apoyo, lo cual lo
dejó en una situación de fragilidad evidente. Ante esta situación Gutiérrez buscó
apoyos con el PRE y el PRIAN adoptando a su vez un marcado estilo de
liderazgo populista radicalizando su contraposición con las fuerzas políticas
tradicionales como el PSC. Es justamente Jaime Nebot, líder socialcristiano
quien convocó una manifestación que abrió todo un periodo de movilización
social en Ecuador en el que desempeñó un papel fundamental el Movimiento
Forajido. A los reclamos de las provincias por lograr una mayor autonomía se
juntaron las denuncias por el abuso de poder por parte del presidente al cesar a
los miembros de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y remplazarlos por
magistrados afines al PRE y al PRIAN, y por la indignación generada por el
anuncio del retorno de Bucaram (esto fue visto como parte de la alianza con el
PRE y la manipulación de la CSJ). Así, en abril de 2005, después de que las
Fuerzas Armadas le retiraran su apoyo el Congreso le cesó por supuesto
«abandono del cargo». Gutiérrez se convertía en el tercer presidente depuesto en
menos de una década siendo reemplazado por el vicepresidente Alfredo Palacio
que terminó el mandato presidencial.

3.3. Nuevo escenario político: la revolución ciudadana

Las elecciones presidenciales de 2006 fueron ganadas por Rafael Correa, un


líder desconocido con una trayectoria docente universitaria y cuya experiencia
política se reducía a haber sido durante un par de meses ministro de Economía
en el gobierno de Palacio. Desde esta cartera Correa logró destacar al enarbolar
un discurso en contra del neoliberalismo y al enfrentarse con organismos
internacionales como el FMI. Para las elecciones Correa se presentó respaldado
por una alianza de izquierda el «movimiento Alianza País» (MPAIS). Desde el
principio, Correa se esforzó en diferenciarse de la clase política tradicional a la
cual identificaba como corrupta e ineficaz y a la que responsabilizaba de todos
los males de la democracia ecuatoriana. Sus propuestas giraron en torno al
fortalecimiento del papel del Estado en la economía, al aumento de la
participación ciudadana y a la lucha contra la corrupción. Todo ello se condensó
en lo que denominó la «revolución ciudadana» cuyo primer objetivo fue la
creación de una Asamblea Nacional Constituyente como un instrumento para la
refundación del sistema en su conjunto. De esta forma, en noviembre de 2006
Correa ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales frente a Álvaro
Noboa del PRIAN. Mientras que Noboa gozaba de ligera ventaja en la Costa,
Correa alcanzaba un apoyo más homogéneo en todo el país al ser el ganador en
veinte de las veintidós provincias algo que significaba un novedoso esquema de
nacionalización del voto frente a la tradicional división anterior entre la sierra y
la costa. El hecho de que en las elecciones legislativas los partidos tradicionales
habían sido diezmados a favor del PRIAN y del partido de Lucio Gutiérrez
evidenciaba una posible transformación del sistema de partidos que, sin
embargo, de momento no se dio. Poco después, Correa articuló una fuerza
descomunal en el referéndum que abría la posibilidad de la reforma
constitucional celebrado en abril de 2007, con el 81,7 por 100 de los votantes
pronunciándose a favor, y su oferta partidista, el MPAIS, arrasó en las elecciones
para la Asamblea Constituyente de septiembre de ese mismo año con el 65,3 por
100 de los votos que le supusieron el 56,1 por 100 de escaños.

Resultados de las elecciones presidenciales de 2006

Primera vuelta Segunda vuelta


Partido Candidatos 15 de octubre 26 de noviembre
Votos % votos Votos % votos

MPAIS/PS-FA Rafael Correa 1.246.333 22,84 3.517.635 56,67

PRIAN Álvaro Noboa 1.464.251 26,83 2.689.418 43,33

PSP Gilmar Gutiérrez 950.895 17,42


ID/RED León Roldós 809.754 14,84

PSC Cynthia Viteri 525.728 9,63

Otros * 460.646 9,16

Votos válidos 6.617.242 72,2 6.966.145 76


Votos blancos 316.220 4,7 70.219 1
Votos nulos 775.613 11,7 681.960 9,78

Censo 9.165.125 100 9.165.125 100

* Luis Macas del MUPP-NP, 119.577 votos (2,19%). Fernando Rosero del PRE, 131.323 (2,08%). Marco
Proaño del MRD, 77.655 (1,42%). Luis Villacis de MPD, 72.762 (1,33%). Jaime Damerval de la CFP,
25.284 (0,46%). Marcelo Larrea de ATR, 23.233 (0,43%). Lenin Torres de MRPP, 15,357 (0,28%). Carlos
Sagnay de la Bastina de INA, 13.455 votos (0,25%).
FUENTE: Tribunal Supremo Electoral.

El primer periodo del gobierno de Correa estuvo definido por su


enfrentamiento con el Congreso en donde no contaba con apoyos al haberse
negado a presentar candidatos para las elecciones legislativas, circunstancia que
sucedía por primera vez en la historia del país. El Congreso no quería convocar
la Asamblea Constituyente como consecuencia de que el Gobierno había
desarrollado turbias maniobras como la destitución de cincuenta y siete
diputados que votaron en contra de la propuesta de realizar una consulta popular
para convocar la Constituyente o mediante las negociaciones con los suplentes
de dichos diputados —en lo que se conoció como «los diputados de los
manteles»—. El primer mandato de Correa, que quedó recortado por el
imperativo constitucional de elegirse nuevamente a todas las autoridades, estuvo
centrado en tres ejes siendo el prioritario justamente la aprobación del nuevo
texto constitucional. En segundo término, gracias a los gruesos ingresos
petroleros, se aumentó el gasto público social (del 5,3 al 7,4 por 100), el salario
mínimo en un 40 por 100 y se establecieron subsidios a la gasolina, el gas y la
electricidad para los sectores más pobres. En el ámbito internacional Ecuador se
alineó con Hugo Chávez y se mostró favorable a la creación de acuerdos y
organismos regionales como la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y
en contra de la celebración del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
En 2009 se celebraron nuevamente elecciones en las cuales Correa volvió a
alzarse con la victoria con el 52 por 100 de los votos y Alianza PAIS alcanzó el
47 por 100 de los escaños en el Legislativo. La participación electoral fue del
75,28 por 100. El triunfo de Correa en la primera vuelta fue histórico pues
ningún candidato lo había conseguido desde la transición democrática de 1978.
A pesar de que Alianza PAIS se quedó a tres puntos de la mayoría en el
Legislativo Correa pudo contar con una coalición mayoritaria afín algo también
insólito para los presidentes que le precedieron. Durante su segundo mandato
Correa mantuvo el aumento del gasto social lo que supuso la disminución de las
tasas de pobreza y de desigualdad. Asimismo, la economía ecuatoriana continuó
creciendo aunque más lentamente debido al aumento de los precios de los
minerales y a las exportaciones de petróleo, las tasas de desempleo se siguieron
reduciendo y la inflación se mantuvo por debajo del 5 por 100. A nivel político
fueron relevantes los continuos enfrentamientos con algunos sectores como los
medios de comunicación opositores, la policía (cuyo momento más álgido fue el
30 de septiembre de 2010 cuando algunos policías se revelaron en contra de la
Ley de Servicios Públicos que establecía entre otras medidas recortes salariales,
motín que fue aprovechado por Correa para denunciar la existencia de un
supuesto golpe de Estado) o las organizaciones indígenas. Pese a ello, Correa ha
logrado continuar con su proyecto, el cual se vio revalidado en las urnas
mediante la consulta popular de 2011 cuyos principales objetivos fueron la
aprobación de reformas en el Código Penal, en el Sistema de Justicia y la
regulación de contenidos de los medios de comunicación (este punto levantó
mucha polémica al ser entendido como un intento de controlar a los medios y
violar la libertad de prensa). La principal crisis política provino de una escisión
en su propio grupo parlamentario por la que diputados dejaron el bloque
oficialista. La deriva gubernamental hacia posiciones supuestamente más
tecnocráticas y el alejamiento del programa original de la revolución ciudadana
por la ampliación de las extracciones petrolíferas, la aprobación del uso de
transgénicos y el recorte de la participación popular por el personalismo de
Correa estaban en la base de dicha crisis. Finalmente, a nivel internacional
Ecuador continúa muy activo en los procesos de integración como UNASUR,
donde Quito es la sede central, y en organizaciones regionales como el ALBA y,
aunque de manera crítica, en la OEA. La importancia concedida por Correa a la
integración latinoamericana queda reflejada en la Constitución de 2008 en la
cual se establece como «un objetivo estratégico del Estado» (art. 423).

Resultados de las elecciones presidenciales del 26 de abril de 2009


Primera vuelta
Partido Candidatos
Votos % votos

Alianza PAIS Rafael Correa 3.586.439 51,99

PSP Lucio Gutiérrez 1.947.830 28,24


PRIAN Alvaro Noboa 786.718 11,41
RED/MIPD Martha Roldós 298.765 4,33

Otros * 278.160 4,04

Votos válidos 7.928.748 75,28

Votos blancos 534.149


Votos nulos 496.687

Censo 10.532.234 100

* Carlos Sagnay de la Bastida del MTM, 108.079 votos (1,57%). Melba Jacome del MTF, 93.146 (1,35%).
Diego Delgado Jara del MITS, 43.221votos (0,63%). Carlos González del MIJS, 33.714 (0,49%).
FUENTE: Tribunal Supremo de Elecciones.

La nueva cita electoral recogió la repetida presencia como candidatos de


Lucio Gutiérrez y de Álvaro Noboa a los que se sumó Alberto Acosta, uno de los
impulsores de Alianza PAIS e ideólogo del «buen vivir» y posteriormente
presidente de la Asamblea Nacional Constituyente donde rompió con Correa
convirtiéndose en un acérrimo opositor de suerte que en los comicios de 2013 se
presentó liderando la Unidad Plurinacional de Izquierdas, una amplia coalición
integrada por el MPD, el Pachacutik y diversos movimientos sociales. La
derecha se articuló en torno a CREO y la candidatura del millonario Guillermo
Lasso y buscó el voto de los electores contrarios a Correa con mayor presencia
en la Sierra. Las elecciones del 17 de febrero contaron con un gobierno
movilizado plenamente a través tanto de políticas clientelares como usando los
medios de comunicación públicos en su favor y el propio sesgo también de su
lado del Consejo Nacional Electoral. Los comicios revalidaron el triunfo
personal de Rafael Correa que incrementó en la primera vuelta el caudal de
votos recibidos con respecto a los comicios anteriores frente a una oposición
muy fragmentada y sin un candidato claro ganando además en todos los
departamentos del país menos en uno. Por otra parte, Alianza PAIS consolidó su
poder en una Asamblea Nacional, férreamente controlada esta vez por Correa al
haber intervenido personalmente en la configuración de las listas de los
candidatos, ya que obtuvo cien de los ciento treinta y siete escaños en liza. Su
éxito fue pleno en los seis escaños de los ecuatorianos en el exterior, de los
quince asambleístas nacionales Alianza PAIS obtuvo ocho. La desproporción del
sistema electoral ecuatoriano, con la incorporación en el último momento del
método D’Hondt para el reparto de los restos, la reciente e interesada
distritalización del país más la posibilidad de usar el voto preferencial que
beneficia a los partidos más disciplinados junto con el tirón del candidato
presidencial fueron factores explicativos de este éxito. Con el control de la
Asamblea por más de dos tercios se produjo un hecho histórico en la historia del
país desde 1979 ya que nunca una sola fuerza había logrado alcanzar tal poder.
Rafael Correa ha conseguido en poco más de siete años romper el clivaje
regional tradicional que separaba la Sierra de la Costa mediante la creación de
un sólido movimiento político con vocación nacional. De hecho, a la Alianza
PAIS solamente le queda por conquistar el feudo socialcristiano de Guayaquil,
de manera que su política de vivienda social, salud y obra pública en la primera
ciudad del país puede revertir el bastión armado gracias a una estructura política
muy poderosa desde los tiempos en que Febres Cordero subió a la alcaldía en
1982. Este escenario provee a Rafael Correa de una posición hegemónica a lo
largo de su mandato de manera que la mayoría abrumadora con la que cuenta
facilitará notablemente la acción de gobierno en detrimento del siempre
necesario control político. Si en el anterior periodo de sesiones hubo diecinueve
intentos de juicio político de los que únicamente los dos impulsados por el
Ejecutivo prosperaron es de prever que en el nuevo periodo esta situación se vea
reforzada.

Resultados de las elecciones presidenciales del 17 de febrero de 2013

Primera vuelta
Partido Candidatos
Votos % votos
Alianza PAIS Rafael Correa 4.918.482 57,17

CREO Guillermo Lasso 1.951.102 22,68

PSP Lucio Gutiérrez 578.875 6,73

SUMA Mauricio E. Rodas 335.532 3,90

PRIAN Alvaro Noboa 319.956 3,72


UPI Alberto Acosta 280.539 3,26
Otros* 218.117 1,54

Votos válidos 9.467.062 81,08

Votos blancos 179.230


Votos nulos 684.027
Censo 11.675.441 100

* Norman Wray de Ruptura: 112.525 votos (1,31%) y Nelson Zabala del PRE: 105.592 votos (1,23%).
FUENTE: Consejo Nacional Electoral.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


La situación de crisis en que se encontraba el Ecuador en 1997 tras la
destitución del presidente Adbalá Bucaram desembocó en la celebración de un
plebiscito mediante el cual se convocó a una Asamblea Nacional Constituyente
de la cual emanaría la Constitución Política de 1998 que tuvo como principal
objetivo crear las condiciones necesarias para aumentar la gobernabilidad en el
sistema político ecuatoriano ya que hasta ese momento los presidentes habían
contado con serias dificultades para llegar a acuerdos mínimos para sacar
adelante sus programas de gobierno. Para ello, se restó prerrogativas al
Legislativo a favor del Ejecutivo. Asimismo, se eliminaron las diputaciones
nacionales homogeneizando a cuatro años el periodo de todos los legisladores
elegidos en circunscripciones provinciales, con esto se pretendió otorgar mayor
estabilidad al sistema al reducir la incertidumbre del gobierno que se veía en la
obligación de negociar cada dos años los apoyos legislativos, además, los
partidos también se vieron más desahogados en su función de reclutamiento de
elites. Adicionalmente, se establecieron listas abiertas con voto personalizado y
se permitió la participación de no afiliados auspiciados por los partidos.
Una de las principales consecuencias de los nuevos arreglos institucionales y,
que explica en parte la redacción de una nueva Constitución en 2008, fue el
debilitamiento de los partidos tradicionales. En un contexto de inestabilidad
política y debilidad de los hasta entonces actores políticos más importantes del
sistema político, la creación de un nuevo marco legal de convivencia parecía
inevitable. Este proceso fue liderado por el presidente electo en 2006, Rafael
Correa, y reflejó su visión de la política, del Estado y de la democracia (la
alianza de Correa logró ochenta de los ciento treinta representantes en la
Asamblea Constituyente). De esta forma, esta Constitución incorporó instancias
de participación ciudadana mediante la creación del Consejo de Participación
Ciudadana y Control Social (CPCCS) encargado de elegir a autoridades que
antes elegía el Poder Legislativo como al Procurador General, el Defensor
Público, el Fiscal General, o a los miembros del Consejo Nacional Electoral (art.
208).
Otro aspecto relevante de la nueva Constitución es el poder otorgado al
Ejecutivo en detrimento del Legislativo, las atribuciones concedidas en materia
económica al Presidente en términos de la elaboración del presupuesto anual
(art. 294) y de la definición de la política tributaria (art. 301), monetaria,
cambiaria, crediticia y financiera (art. 303), así lo evidencian. Igualmente, se le
otorga al Ejecutivo poder de veto en el proceso legislativo y se faculta para
presentar proyectos de ley urgentes en materia económica. Y, lo más importante
se le otorga en poder de disolver a la Asamblea Nacional «cuando, a su juicio,
ésta se hubiera arrogado funciones que no le competan constitucionalmente
previo dictamen favorable de la Corte Constitucional; o si de forma reiterada e
injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de desarrollo, o por grave
crisis política y conmoción interna» (art. 148), ello implica también la dimisión
del Presidente y la subsiguiente convocatoria inmediata de elecciones. Se trata
de un mecanismo que en Ecuador ha recibido el nombre de «muerte cruzada».
Por otra parte, el papel del Estado se potencia, deja de ser un ente regulador a
intervenir en sectores claves como la energía, las telecomunicaciones, los
recursos naturales no renovables, el transporte, la refinación de hidrocarburos,
entre otros (art. 313). Asimismo, tiene responsabilidades en la promoción de
formas de producción (art. 319) y de trabajo (art. 325) y en la democratización
de los factores productivos (art. 334).
La reforma constitucional de 2008 se llevó a cabo gracias a las tareas de una
Asamblea Nacional Constituyente conformada por una mayoría de
representantes pertenecientes a Alianza PAIS. Este nuevo texto constitucional es
el reflejo del proyecto propuesto por el presidente Correa, la «revolución
ciudadana», y cuenta con cuatrocientos cuarenta y cuatro artículos y treinta
disposiciones transitorias. En su artículo primero consagra una forma de Estado
«constitucional de derechos y justicia, social, democrático, soberano,
independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico». A este último
respecto, y continuando con lo establecido en la Constitución de 1998 se
profundiza en el reconocimiento de los derechos de «las comunidades, pueblos,
y nacionalidades indígenas, el pueblo afroecuatoriano, el pueblo montubio y las
comunas» (cap. cuarto). Asimismo, se establecen los derechos del «buen vivir»
(cap. segundo) entre los que se destacan el derecho al medio ambiente sano, la
comunicación e información, la salud, la educación, la cultura, entre otros.
Además, se crea un título completo sobre la «participación y la organización del
poder» (título cuarto) que comprende los mecanismos de democracia directa y la
creación de instancias de participación en los distintos niveles de gobierno.
Esta Constitución puede ser enmendada parcialmente a iniciativa de no
menos de la tercera parte de los miembros de la Asamblea Nacional, del
Presidente de la República, y de al menos el 8 por 100 de los ciudadanos
inscritos en el registro electoral (art. 441). Su reforma parcial se puede llevar a
cabo a iniciativa del Presidente de la República, o a solicitud de la ciudadanía
con el respaldo de al menos el 1 por 100 de ciudadanas y ciudadanos inscritos en
el registro, o mediante resolución aprobada por la mayoría de los integrantes de
la Asamblea Nacional (art. 442). Finalmente, la Asamblea constituyente solo
puede ser convocada a través de consulta popular. Dicha consulta debe ser
solicitada por el Presidente de la República, por las dos terceras partes de la
Asamblea Nacional, o por el 12 por 100 de las personas inscritas en el registro
electoral (art. 444).

1. EL PODER EJECUTIVO

El Presidente de la República inicia su periodo de gobierno dentro de los diez


días posteriores a la instalación de la Asamblea Nacional, ante la cual debe
prestar juramento (art. 144). El periodo es por cuatro años y puede ser reelecto
por una sola vez. Para ser candidato se requiere ser ecuatoriano de nacimiento,
estar en goce de los derechos políticos y tener por lo menos treinta y cinco años
(art. 142).
De entre las atribuciones y deberes del Presidente destacan: presentar al
Consejo Nacional de Planificación la propuesta del Plan Nacional de Desarrollo
para su aprobación, enviar la proforma del Presupuesto General del Estado a la
Asamblea Nacional, para su aprobación, convocar a consultas populares,
presentar anualmente ante la Asamblea Nacional un informe presidencial, definir
la política exterior, convocar a la Asamblea Nacional a periodos extraordinarios,
dirigir la administración pública, nombrar y remover a los Ministros de Estado y
demás funcionarios que le corresponda y ejercer la máxima autoridad de la
fuerza pública —constituida por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional—
(art. 147). Por último, como se señaló anteriormente el artículo más polémico
respecto a las atribuciones presidenciales fue el artículo 148 que reza que el
Presidente de la República «podrá disolver la Asamblea Nacional cuando, a su
juicio, ésta se hubiera arrogado funciones que no le competan
constitucionalmente, previo dictamen favorable de la Corte Constitucional; o si
de forma reiterada e injustificada obstruye la ejecución del Plan Nacional de
Desarrollo, o por grave crisis política y conmoción interna. Esta facultad podrá
ser ejercida por una sola vez en los tres primeros años de su mandato. En un
plazo máximo de siete días después de la publicación del decreto de disolución,
el Consejo Nacional Electoral convocará para una misma fecha a elecciones
legislativas y presidenciales para el resto de los respectivos periodos. Hasta la
instalación de la Asamblea Nacional, el Presidente de la República podrá, previo
dictamen favorable de la Corte Constitucional, expedir decretos-leyes de
urgencia económica, que podrán ser aprobados o derogados por el órgano
legislativo». Las facultades legislativas del Presidente tales como la iniciativa
legislativa (exclusiva para el caso de que «creen, modifiquen o supriman
impuestos, aumenten el gasto público o modifiquen la división político
administrativa del país» —art. 135—) o la expedición de reglamentos para la
aplicación de las leyes y la buena marcha de la administración, se ven
complementadas con su importante facultad de veto. Si el Presidente de la
República objetare totalmente un proyecto, «la Asamblea Nacional podrá volver
a considerarlo solamente después de un año» pudiendo ratificarlo en un solo
debate «con el voto de las dos terceras partes de sus miembros». Por otra parte,
si la objeción fuere parcial, la Asamblea tendrá treinta días para «allanarse a ella
y enmendar el proyecto, con el voto favorable de la mayoría de asistentes a la
sesión», pero también podrá «ratificar el proyecto inicialmente aprobado con el
voto de las dos terceras partes de sus miembros». «Si la Asamblea no
considerara la objeción en el plazo señalado se considerará que se ha allanado a
ésta y el Presidente de la República dispondrá la promulgación de la ley en el
Registro Oficial» (art. 138).
El cese «político» del cargo de Presidente de la República está contemplado
en diferentes situaciones: por el fin del mandato, por la renuncia voluntaria, la
destitución, incapacidad física o mental permanente (certificada de acuerdo con
la ley por un comité de médicos especializados, y declarada por la Asamblea
Nacional con los votos de las dos terceras partes de sus integrantes), por el
abandono del cargo (comprobado por la Corte Constitucional y declarado por la
Asamblea Nacional con los votos de las dos terceras partes de sus integrantes) o
debido a la revocatoria del mandato (art. 145).
Los Ministros de Estado son de libre nombramiento y remoción del
Presidente de la República al que representan «en los asuntos propios del
ministerio a su cargo» (art. 151). Deben poseer la nacionalidad ecuatoriana, estar
en goce de los derechos políticos y no encontrarse en ninguno de los casos de
inhabilidad o incompatibilidad previstos en la Constitución. A diferencia de la
Constitución de 1998, no existe una edad mínima para poder acceder a estos
cargos y, además, están sujetos a juicio político pueden ser destituidos por las
dos terceras partes de la Asamblea Nacional.

2. EL PODER LEGISLATIVO

La función legislativa la ejerce la Asamblea Nacional, de carácter unicameral


e integrada por representantes elegidos por cada provincia en número de dos y
uno más por cada doscientos mil habitantes o fracción que pase de ciento
cincuenta mil (art. 118); además, la nueva Constitución vuelve a crear la
circunscripción nacional en la cual se eligen quince asambleístas e instituye la
circunscripción del exterior en número de tres. Los diputados son elegidos por
un periodo de cuatro años y se requiere poseer la nacionalidad ecuatoriana, estar
en goce de los derechos políticos y haber cumplido los dieciocho años. Los
bloques legislativos se forman gracias a la adscripción de al menos el 10 por 100
de los representantes que componen la Asamblea Nacional (art. 124). El
presidente del Congreso Nacional es elegido cada dos años y puede ser
reelegido.
Dentro de las atribuciones de la Asamblea Nacional figuran: expedir,
codificar, reformar y derogar las leyes; autorizar con la votación de las dos
terceras partes de sus integrantes, el enjuiciamiento penal del Presidente o del
Vicepresidente; aprobar el Presupuesto General del Estado y; fiscalizar los actos
de las funciones Ejecutiva, Electoral y de Transparencia y Control Social, y los
otros órganos del poder público, entre otras (art. 120). La Asamblea puede
proceder al enjuiciamiento político del Presidente, o del Vicepresidente de la
República, a solicitud de al menos una tercera parte de sus miembros, para ello
se requiere el dictamen de admisibilidad de la Corte Constitucional, pero no es
necesario el enjuiciamiento penal previo (art. 129). Igualmente, puede destituir
al Presidente por arrogarse funciones que no le competan constitucionalmente,
previo dictamen favorable de la Corte Constitucional, y por grave crisis política
y conmoción interna. Por último, como se señaló anteriormente, el juicio político
también puede ser aplicado a los ministros y otras autoridades como el
procurador, el contralor, el fiscal, los miembros del Tribunal Contencioso
Electoral, el Consejo de la Judicatura, entre otras. Para proceder a su censura y
destitución se requiere el voto favorable de la mayoría absoluta de los miembros
de la Asamblea, con excepción de los ministros de Estado y los miembros de la
Función Electoral y del Consejo de la Judicatura, en cuyo caso se requerirá las
dos terceras partes (art. 131).
En su tarea legislativa destaca el hecho de que se contemple la existencia de
leyes orgánicas y ordinarias. La iniciativa legislativa recae en los bloques
legislativos o de al menos el 5 por 100 de los miembros de la Asamblea
Nacional, en el Presidente de la República, en la Corte Constitucional, la
Procuraduría General del Estado, la Fiscalía General del Estado, la Defensoría
del Pueblo y la Defensoría Pública en las materias que les corresponda de
acuerdo con sus atribuciones (art. 134). Se contempla igualmente el derecho de
iniciativa a los ciudadanos y a las organizaciones sociales que cuenten con el
respaldo de por lo menos el 0,25 por 100 de los ciudadanos inscritos en el
padrón electoral nacional. Respecto a la iniciativa presidencial cabe resaltar las
competencias exclusivas que tiene en materias relativas a gasto público y
modificación de la división político-administrativa del país. En este último
sentido, el Presidente de la República podrá enviar a la Asamblea Nacional
proyectos de ley calificados de urgencia en materia económica, en cuyo caso la
Asamblea deberá aprobarlos, modificarlos o negarlos dentro de un plazo
máximo de treinta días, de manera que si no lo hiciese el Presidente podrá
promulgarlos como decreto-ley (art. 140).
3. EL PODER JUDICIAL

Los órganos de la Función Judicial que establece la Constitución de 2008 son:


la Corte Nacional de Justicia, las cortes provinciales, tribunales y juzgados que
establezca la ley, los juzgados de paz y el Consejo Nacional de la Judicatura
como órgano de gobierno, administración, vigilancia y disciplina de la Función
Judicial (art. 178). La Corte Nacional de Justicia está integrada por veintiún
jueces organizados en salas especializadas siendo designados para un periodo de
nueve años; no pueden ser reelectos y se renuevan por tercios cada tres años.
Estos jueces deben ser ecuatorianos, hallarse en goce de los derechos políticos,
tener título de tercer nivel en Derecho, haber ejercido la profesión de abogado, la
judicatura o la docencia universitaria, por un lapso mínimo de diez años. Son
elegidos por el Consejo de la Judicatura conforme a un procedimiento con
concurso de oposición y méritos, impugnación y control social, y además, se
establece la paridad entre mujer y hombre (art. 183).
En cuanto al Consejo Nacional de la Judicatura está integrado por nueve
vocales con sus respectivos suplentes, tienen un periodo de duración de seis años
y no pueden ser reelegidos; para su conformación se propende a la paridad entre
hombres y mujeres. El Consejo designa al presidente y vicepresidente entre sus
integrantes para un periodo de tres años (art. 179). Los requisitos para ser parte
del Consejo son los mismos que en el caso de la Corte Nacional de Justicia,
salvo que en este caso la designación de los vocales y sus suplentes se realiza
con veeduría e impugnación ciudadana. Asimismo, se eligen seis vocales
profesionales en Derecho y tres profesionales en las áreas de administración,
economía, gestión y otras afines (art. 180).
Entre las novedades de la Constitución de 2008 en materia de justicia
destacan la introducción de medios alternativos de solución de conflictos como
el arbitraje y la mediación, y la obligación de garantizar la participación y
decisión de las mujeres en el ejercicio de la justicia indígena. Al igual que la
Constitución de 1998, la de 2008 reconoce la jurisdicción indígena aunque a
diferencia de la primera está consignada en el título del capítulo cuarto «Función
judicial y justicia indígena».

4. LA ORGANIZACIÓN TERRITORIAL
El Estado se organiza territorialmente en regiones, provincias, cantones y
parroquias rurales. Los distritos metropolitanos autónomos, la provincia de
Galápagos y las circunscripciones territoriales indígenas y pluriculturales son
regímenes especiales (art. 242). Igualmente, pueden formarse mancomunidades
(unión de dos o más regiones, provincias, cantones o parroquias contiguas),
regiones autónomas (unión de dos o más provincias con continuidad territorial,
superficie regional mayor a veinte mil kilómetros cuadrados y un número de
habitantes que en conjunto sea superior al 5 por 100 de la población nacional) o
distritos metropolitanos (cantón o conjunto de cantones contiguos en los que
existan conurbaciones, con un número de habitantes mayor al 7 por 100 de la
población nacional).
Los gobiernos autónomos descentralizados están constituidos por las juntas
parroquiales rurales, los concejos municipales, los concejos metropolitanos, los
consejos provinciales y los consejos regionales. Dichos gobiernos gozan de
autonomía política, administrativa y financiera, y se rigen por los principios de
solidaridad, subsidiariedad, equidad interterritorial, integración y participación
ciudadana (art. 238). Asimismo, tienen facultades legislativas y ejecutivas en el
ámbito de sus competencias y jurisdicciones territoriales. Los gobernadores y los
consejos regionales son electos en cada región autónoma por un periodo de
cuatro años. A nivel provincial, se elige popularmente un consejo provincial
integrado por un prefecto y un viceprefecto elegidos; por alcaldes, o concejales
en representación de los cantones; y por representantes elegidos de entre quienes
presiden las juntas parroquiales rurales (art. 252).
Cada cantón tiene un concejo cantonal integrado por el alcalde y los
concejales elegidos por votación popular, entre quienes se elige un vicealcalde
(art. 253). Por su parte, cada distrito metropolitano autónomo tiene un concejo
elegido por votación popular. El alcalde metropolitano es su máxima autoridad
administrativa y preside el concejo con voto dirimente (art. 254). En cuanto a las
parroquias rurales, tienen una junta parroquial conformada por vocales de
elección popular, cuyo vocal más votado es quien la preside (art. 255). En el
caso de las circunscripciones territoriales indígenas o afroecuatorianas, éstas
pueden ejercer las competencias del gobierno territorial autónomo
correspondiente, y deben regirse por principios de interculturalidad,
plurinacionalidad y de acuerdo con los derechos colectivos (art. 257). Por
último, la provincia de Galápagos tiene un gobierno de régimen especial a cargo
de un Consejo de Gobierno presidido por un representante de la Presidencia de
la República e integrado por los alcaldes de los municipios de la provincia, por
representante de las Juntas parroquiales y los representantes de los organismos
que determine la ley (art. 258).

5. OTRAS INSTITUCIONES

La Constitución de 2008 establece igualmente las siguientes instituciones,


algunas de ellas nuevas en el régimen político ecuatoriano:
— El Defensor del Pueblo es un órgano de derecho público con jurisdicción
nacional, personalidad jurídica y autonomía administrativa y financiera. Su
estructura es desconcentrada y cuenta con delegados en cada provincia y en el
exterior (art. 214). Sus principales funciones son la protección y la tutela de los
derechos de los habitantes del Ecuador y la defensa de los derechos de los
ecuatorianos que están fuera del país. El Defensor del Pueblo se elige por un
periodo de cinco años y goza de «fuero de Corte Nacional de Justicia y de
inmunidad en los términos que establezca la ley» (art. 216).
— El Consejo de Participación Ciudadana y Control Social remplaza a la
anterior Comisión de Control Cívico de la Corrupción. Es el órgano encargado
de promover e incentivar el ejercicio de los derechos relativos a la participación
ciudadana; asimismo, impulsa y establece mecanismos de control social en los
asuntos de interés público, y designa a las primeras autoridades de la
Procuraduría General del Estado y de las superintendencias de entre las ternas
propuestas por la Presidenta o Presidente de la República, de la Defensoría del
Pueblo, de la Defensoría Pública, de la Fiscalía General del Estado y de la
Contraloría General del Estado. De igual forma, designa a los miembros del
Consejo Nacional Electoral, del Tribunal Contencioso Electoral y del Consejo de
la Judicatura (art. 208). Está integrado por siete consejeros principales y siete
suplentes seleccionados entre los postulantes que proponen las organizaciones
sociales y la ciudadanía. Los miembros principales eligen de entre ellos al
Presidente (art. 207).
— El Consejo Nacional Electoral remplaza al antiguo Tribunal Supremo
Electoral, entre sus funciones destacan organizar, dirigir, vigilar y garantizar, de
manera transparente, los procesos electorales; convocar a elecciones, realizar los
cómputos electorales, proclamar los resultados, y posesionar a los ganadores de
las elecciones; designar los integrantes de los organismos electorales
desconcentrado; controlar la propaganda y el gasto electoral, conocer y resolver
sobre las cuentas que presenten las organizaciones políticas y los candidatos;
presentar propuestas de iniciativa legislativa sobre el ámbito de competencia de
la Función Electoral; ejecutar, administrar y controlar el financiamiento estatal
de las campañas electorales y el fondo para las organizaciones políticas, entre
otras. Está integrado por cinco consejeros principales, que ejercen sus funciones
por seis años, y se renuevan parcialmente cada tres años.
— El Tribunal Contencioso Electoral es el órgano encargado de conocer y
resolver los recursos electorales contra los actos del Consejo Nacional Electoral
y de sancionar por incumplimiento de las normas sobre financiamiento,
propaganda, gasto electoral y en general por vulneraciones de normas
electorales. Sus fallos y resoluciones constituirán jurisprudencia electoral, y
serán de última instancia e inmediato cumplimiento (art. 221). Está conformado
por cinco miembros principales con un mandato de seis años. Se renueva
parcialmente cada tres años (dos miembros en la primera ocasión, tres en la
segunda, y así sucesivamente). El Presidente y el Vicepresidente se eligen de
entre sus miembros principales, y ejercen sus cargos por tres años (art. 220).
— La Corte Constitucional remplazó al anterior Tribunal Constitucional. Es
el máximo órgano de control, interpretación constitucional y de administración
de justicia en esta materia, su jurisdicción es nacional y goza de autonomía
administrativa y financiera (arts. 429 y 430). Está integrado por nueve miembros
que desempeñarán sus funciones durante cuatro años sin reelección inmediata y
son renovados por tercios cada tres años. Los miembros de la Corte
Constitucional son designados por una comisión calificadora integrada por dos
personas nombradas por cada una de las funciones, Legislativa, Ejecutiva y de
Transparencia y Control Social, a través de un proceso de concurso público, con
veeduría y posibilidad de impugnación ciudadana, y procurando la paridad entre
hombres y mujeres (art. 434). La Corte Constitucional elige de entre sus
miembros, a un Presidente y a un Vicepresidente, por un periodo de tres años,
sin derecho a ser reelegidos de forma inmediata. Los miembros de la Corte
Constitucional no están sujetos a juicio político ni pueden ser removidos por
quienes los designen.
— La Contraloría General del Estado es el organismo técnico superior
encargado del control de la utilización de los recursos estatales, y la consecución
de los objetivos de las instituciones del Estado y de las personas jurídicas de
derecho privado que dispongan de recursos públicos (art. 211). El Contralor
General es elegido por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social.
— La Procuraduría General del Estado es dirigida por el Procurador por un
periodo de cuatro años, elegido por el Consejo de Participación Ciudadana y
Control Social de una terna enviada por el Presidente de la República (art. 236).
Es el organismo que lleva la representación judicial del Estado, presta
asesoramiento legal y emite la absolución de las consultas jurídicas a los
organismos y entidades del sector público con carácter vinculante, y controla con
sujeción a la ley los actos y contratos que suscriban los organismos y entidades
del sector público.
— La Fiscalía General del Estado es un órgano autónomo de la Función
Judicial, único e indivisible, que funciona de forma desconcentrada y cuenta con
autonomía administrativa, económica y financiera (art. 194). El Fiscal General
es elegido por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social para un
periodo de seis años sin posibilidad de reelección (art. 196).
— Al Banco Central, al contrario a lo establecido en la Constitución de 1998,
la de 2008 le otorga un mero papel de instrumento para la aplicación de las
políticas monetaria, crediticia, cambiaria y financiera que formula de manera
exclusiva el Ejecutivo (art. 303).

6. EL SISTEMA ELECTORAL

La normativa vigente en materia electoral viene regulada por lo establecido


en la Constitución Política (CP) de 2008 y en la Ley Orgánica Electoral y de
Organizaciones Políticas de la Republica del Ecuador Código de la Democracia
(CD), aprobada en 2009. La Función Electoral está conformada por el Consejo
Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso Electoral. Ambos cuentan con
jurisdicción nacional, autonomía administrativa, financiera y organizativa, y
personalidad jurídica propia y se financiarán con recursos del Presupuesto
General del Estado (art. 18 del CD). Por su parte, se establece que «las personas
en goce de derechos políticos tienen derecho al voto universal, igual, directo,
secreto y escrutado públicamente» (art. 62 de la CP). El voto es obligatorio para
las personas mayores de dieciocho años incluidos quienes estén privadas de
libertad sin sentencia condenatoria ejecutoriada; es facultativo para las personas
entre dieciséis y dieciocho años de edad, las mayores de sesenta y cinco años, los
ecuatorianos que habitan en el exterior, los integrantes de las Fuerzas Armadas y
Policía Nacional, y las personas con discapacidad y las personas analfabetas (art.
11 del CD). Una novedad en cuanto el voto lo constituye la implementación del
voto electrónico, el cual solo ha sido aplicado en algunas pocas elecciones
locales, esperándose que en 2017 ya esté funcionando plenamente.
La representación política está a cargo de los partidos y de los movimientos
políticos los cuales pueden presentar a militantes, simpatizantes o personas no
afiliadas como candidatas de elección popular. Su organización interna debe ser
democrática, contemplar la conformación paritaria entre mujeres y hombres en
sus directivas y seleccionar a sus directivas y candidaturas mediante procesos
electorales internos o elecciones primarias (art. 108 de la CP). Adicionalmente,
se establece que el Estado «promoverá la representación paritaria de mujeres y
hombres en los cargos de nominación o designación de la función pública, en sus
instancias de dirección y decisión, y en los partidos y movimientos políticos. En
las candidaturas a las elecciones pluripersonales se respetará su participación
alternada y secuencial» (art. 65 de la CP).
Para llevar a cabo las elecciones el Consejo Nacional Electoral debe hacer la
convocatoria con al menos ciento veinte días de anticipación al de las
votaciones. Éstas se celebrarán cada cuatro años para elegir al Presidente y al
Vicepresidente de la República, a los representantes ante los Parlamentos Andino
y Latinoamericano, a los Asambleístas para la Asamblea Nacional, a los
consejeros regionales; y, a los gobernadores regionales (art. 89 de la CP). Las
autoridades de elección popular pueden reelegirse por una sola vez, consecutiva
o no, para el mismo cargo. Las autoridades de elección popular que se postulen
para un cargo diferente deberán renunciar al que desempeñan (art. 114 de la CP).
El Presidente y el Vicepresidente de la República, cuyos nombres constarán
en la misma papeleta, se eligen en circunscripción única —que incluye la
nacional y la especial del exterior— por mayoría absoluta de votos, en forma
universal, igual, directa y secreta. Si en la votación ningún binomio hubiere
logrado mayoría absoluta o el binomio que obtuviera el primer lugar tampoco
alcanzare más del 40 por 100 de los votos válidos y una diferencia mayor de diez
puntos porcentuales sobre la votación lograda por el situado en segundo lugar, se
realizará una segunda vuelta electoral dentro de los siguientes cuarenta y cinco
días, y en ella participarán los candidatos que hayan obtenido el primero y
segundo lugar, en las elecciones de la primera vuelta (art. 161 del CD). Se
permite la reelección presidencial por una sola vez (art. 144 de la CP).
El sistema electoral para la distribución de escaños a la Asamblea Nacional
unicameral, por un periodo de cuatro años, es de estructura distrital compleja,
eligiéndose quince diputados por circunscripción nacional y los restantes por
circunscripción provincial o por distrito metropolitano. Cada provincia elige un
mínimo de dos diputados y uno más por cada 200.000 habitantes o fracción
superior a 150.000. Respecto al tamaño de las circunscripciones un cambio
importante es el que establece que las circunscripciones electorales que elijan
entre ocho y doce representantes se subdividirán a su vez en dos
circunscripciones, aquellas que pasen de trece y hasta diez y ocho se
subdividirán en tres y las que pasen de diez y ocho lo harán en cuatro
circunscripciones, de manera que las magnitudes pequeñas se imponen con las
consecuencias que ello tiene en términos de representación. Asimismo, las tres
circunscripciones especiales del exterior elegirán un total de seis asambleístas
distribuidos así: dos por Europa, Oceanía y Asia, dos por Canadá y Estados
Unidos y dos por Latinoamérica, el Caribe y África (art. 150 del CD). En cuanto
a las listas se trata de listas abiertas no bloqueadas en donde el elector puede
indicar su preferencia hasta completar el número permitido para cada uno de los
cargos señalados. Adicionalmente, las candidaturas pluripersonales deben estar
presentadas en listas completas con candidatos principales y sus respectivos
suplentes y deben seguir un criterio de paridad secuencial hasta completar el
total de candidaturas principales y suplentes (art. 99 del CD). Finalmente, para la
fórmula de conversión de votos de listas a escaños en un principio estaba
señalado que se usaría el método de cociente electoral simple o método Hare
(art. 164 del CD) pero meses antes de las elecciones y fuera del plazo legal para
aprobar cambios de esta naturaleza fue aprobada la utilización del método
D’Hondt para el reparto de los restos. En el caso de los cargos unipersonales
(prefectos y alcaldes) se proclama ganador a quien hubiese obtenido el mayor
número de votos (arts. 162 y 163 del CD).
La Consulta Popular puede ser convocada por el Presidente de la República
sobre los asuntos que estime convenientes, así como sobre un proyecto de Ley
que haya sido negado por la Asamblea Nacional. Igualmente puede ser
convocada por los gobiernos autónomos descentralizados, con la decisión de las
tres cuartas partes de sus integrantes, sobre temas de interés para su jurisdicción;
y por la ciudadanía con el respaldo de un número no inferior al 5 por 100 de
personas inscritas en el registro electoral cuando sea de carácter nacional o, de
un número no inferior al 10 por 100 del correspondiente registro electoral en
caso de que sea de carácter local (art. 195 del CD).
Asimismo el CD regula la revocatoria por parte de los ciudadanos del
mandato otorgado a las autoridades de elección popular. La iniciativa para llevar
adelante ese proceso debe tener el respaldo de un número no inferior al 10 por
100 de las personas inscritas en el registro electoral correspondiente. Para el caso
del Presidente de la República se requiere el respaldo de un número no inferior
al 15 por 100 de inscritos en el registro electoral (art. 199 del CD). Para la
aprobación de la revocatoria del mandato se requiere la mayoría absoluta de los
votos válidos emitidos, salvo la revocatoria del Presidente de la República en
cuyo caso es necesaria la mayoría absoluta de los sufragantes (art. 201 del CD).

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

Tradicionalmente los partidos políticos ecuatorianos han sido débiles, poco


efectivos en el procesamiento de demandas y generadores de conflictos
incapaces de resolver, fragmentados, personalistas y han estado alejados de la
sociedad más allá de las coyunturas electorales. Su debilidad se ha debido
también al peso de la tradición populista y a las numerosas interrupciones de la
vida democrática. Los partidos políticos ecuatorianos han carecido
históricamente de un papel protagonista en el contexto de la sociedad civil y no
han logrado cumplir sus funciones de representación y mediación en el papel que
les corresponde en el juego democrático. Aún hoy, su institucionalización es
incompleta por el patronazgo, el juego clientelista y el personalismo. Durante
mucho tiempo, en Ecuador, como en Bolivia, el fraccionamiento ideológico
traducido a formaciones políticas no obedeció a la conciencia ideológica del
dirigente o caudillo, sino a la concurrencia o no de crear una formación partidista
que permitiera el disfrute de los privilegios y prebendas sobre bases regionales,
de suerte que la antinomia Quito-Guayaquil ha funcionado correctamente a la
hora de explicar el mayor desarrollo de la DP y de ID en Pichincha así como del
PRE y del PSC en Guayas y Los Ríos. Por otra parte, este pragmatismo no es
óbice para que haya podido articularse con cierta corrección la escala izquierda-
derecha en la que diputados de los principales partidos del país se situarían,
según dicho continuo en la izquierda a Pachakutik, en el centro-izquierda a ID y
al PRE, en el centro-derecha a la DP y en la derecha al PSC tal y como se
muestra en el cuadro. En cuanto a los nuevos partidos que se han convertido en
los protagonistas de las últimas elecciones puede señalarse que el MPAIS se
ubica a la izquierda del espectro ideológico, PSP en el centro y el PRIAN a la
derecha.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA DE LOS PARTIDOS TRADICIONALES
(1 = izquierda, 10 = derecha)

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político?, ¿dónde situaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA DE LOS NUEVOS PARTIDOS


(1 = izquierda, 10 = derecha)

PRIAN PSP Alianza PAIS

2002 2009 2002 2009 2009

Ubicación ideológica de su partido político 7,1 7,6 4,0 5,5 3,1

(n) 10,0 5,0 6,0 15,0 44,0

Ubicación ideológica por los otros partidos 9,0 9,1 5,4 8,7 3,5

(n) 81,0 87,0 70,0 78,0 39,0

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político?, ¿dónde situaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

El desafío de los partidos políticos con vocación democrática radica en


comenzar a transformarse en los interlocutores válidos de los sectores populares,
canalizando las demandas de representación y mediación de la sociedad civil
ante el Estado. La Ley de Partidos Políticos del 28 de febrero de 1978 buscaba
eliminar el aventurismo político al establecer como requisito para el
reconocimiento de los partidos presentar programas de tipo doctrinario y
nacional con perfiles ideológicos definidos. En este sentido se producía una
notable correlación con la Constitución de 1978 que determinaba que
únicamente los partidos políticos con reconocimiento legal podían presentar
candidatos a las elecciones populares, debiendo estar todo candidato afiliado a
un partido legalmente constituido. Esta disposición fue modificada por la
Constitución de 1998 al señalar que también los ciudadanos «no afiliados ni
auspiciados por partidos políticos» podían presentarse como candidatos (art. 98).
La nueva Constitución de 2008 elimina esta disposición pero permite presentar a
militantes, simpatizantes o personas no afiliadas como candidatas de elección
popular (art. 112). Asimismo, establece que los partidos políticos deben ser de
carácter nacional lo cual comprende al menos al 50 por 100 de las provincias del
país, dos de las cuales deberán corresponder a las tres de mayor población. El
registro de afiliados no puede ser menor al 1,5 por 100 del registro electoral
utilizado en el último proceso electoral. Mientras tanto, los movimientos
políticos pueden corresponder a cualquier nivel de gobierno o a la
circunscripción del exterior y deben contar con un registro de adherentes o
simpatizantes, en número no inferior al 1,5 por 100 del registro electoral
utilizado en el último proceso electoral (art. 109).
El panorama de los partidos políticos ecuatorianos desde 1979 ha basculado
hasta las elecciones de 2002 sobre cuatro fuerzas que han conseguido mantener
una presencia legislativa constante e influir en el proceso político asumiendo el
Poder Ejecutivo en una u otra ocasión: DP, PSC, PRE e ID. A su lado figuran
partidos menores, pero cuya presencia en la vida política es continua sobre la
base de liderazgos personales o gracias a un fuerte nivel de ideologización, es el
caso del PCE, FRA, PSE y MPD. A partir de 1996 se incorporó el movimiento
indígena a través del Movimiento Unidad Plurinacional Pachakutik (MUPP);
para las elecciones de 2002 el multimillonario Álvaro Noboa creó como su
plataforma electoral, una vez que dejó su alianza personal con el PRE, el Partido
Reformista Institucional Acción Nacional (PRIAN); y desde las elecciones para
la Asamblea Constituyente de 2007 bajo el impulso del presidente Correa se
puso en marcha la Alianza PAIS.
La volatilidad electoral que mide la fidelidad del electorado a los partidos se
mantuvo relativamente moderada hasta 1998 (para el periodo 1979-1996 apenas
si se puede contabilizar a un elector de cada cuatro que cambia su preferencia
electoral en las elecciones legislativas). No obstante, a partir de 2002 se
evidenció un cambio, ya que aumentó considerablemente. Esto refleja los fuertes
cambios que se han presentado en el sistema de partidos ecuatoriano en los
últimos años, en donde los partidos tradicionales han perdido peso electoral
mientras que nuevas fuerzas han logrado acaparar la mayoría de los apoyos. En
cuanto al sistema de partidos se situaría dentro de los de pluralismo moderado
con un número efectivo de partidos congresuales medio para el periodo 1979-
2009 de 5,6, habiéndose superado ya el periodo álgido de la extrema fluidez
partidista que supusieron los años de 1984, 1986, 1990 y 2002. Los principales
clivajes que han articulado al sistema de partidos son: ideológico, regionalista e
indigenista.
VOLATILIDAD ELECTORAL (1994-2009)

1994-1996 1996-1998 1998-2002 2002-2006 2006-2009

28,51 26,93 39,19 42,2 78,2

FUENTE: http://americo.usal.es/oir/opal/indicadores.htm#Ecuador

NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS EN EL LEGISLATIVO (1979-2013)

Media 1979-1992 1994 1996 1998 2002 2006 2009 2013

6 5,1 5,1 4,9 7,54 5,85 4,46 1,80

FUENTE: http://americo.usal.es/oir/opal/indicadores.htm#Ecuador

El Partido Social Cristiano (PSC) nació bajo la sombra del Partido


Conservador en la década de 1950 gracias al tirón electoral que supuso la llegada
a la Presidencia de la República de su líder fundador Camilo Ponce en 1956. En
algunas ocasiones tuvo altas dosis de populismo, como buen partido de masas,
con muchos electores en los sectores marginales de Guayaquil sobre todo a partir
de 1979 cuando se produjo la incorporación al mismo de León Febres Cordero.
De naturaleza originaria en la Sierra, comenzó a tener también una notable
implantación en la Costa. Su integración en el Frente de Reconstrucción
Nacional, que llevó al poder a León Febres Cordero, fraccionó el partido en
segmentos irreconciliables, no obstante fue el partido mayoritario hasta 2002. A
partir de este año comenzó un fuerte declive electoral quedando reducida su
representación a cuatro diputados en las elecciones de 2009.
La Democracia Popular (DP) es el antiguo partido Demócrata Cristiano del
ex Presidente Oswaldo Hurtado que había sido creado en 1964 al que se le unió
un sector disidente del Partido Conservador liderado por Julio César Trujillo; un
partido de clase media, urbano y de tecnócratas. Tuvo su principal feudo en la
Sierra. En las elecciones presidenciales de 1998 recuperó el protagonismo
político gracias al éxito de Jamil Mahuad que rentabilizó su experiencia como
alcalde de Quito, sin embargo el fracaso de su proyecto político arrastró a parte
del partido debilitándole enormemente. Sus dos ex Presidentes dejaron el partido
a lo largo de 2001 y, unos de ellos, Osvaldo Hurtado, fundó Patria Solidaria con
la que se presentó a las elecciones presidenciales de 2002. DP no logró
representación en la Asamblea Nacional de 2009.
Izquierda Democrática (ID), como formación data de 1970 cuando Rodrigo
Borja lideró una escisión del PLRE. Borja llevó al partido al poder en 1988 con
un programa moderado, exento de reformas. Fue el mejor organizado entre los
partidos del país y con mayor implantación en el territorio nacional, aun cuando
sus feudos estaban en la Sierra y la Amazonía. Sus militantes pertenecían
principalmente a la clase media, aunque no ha escapado de una curiosa
amalgama de banqueros, terratenientes, comerciantes y viejos comunistas
arrepentidos. Está integrado en la Internacional Socialista e ideológicamente es
muy afín a la socialdemocracia. Sin embargo, a partir de 1990 comenzó un
descenso en el apoyo electoral, cayendo en una profunda crisis que solo fue
superada con el cambio de sus Estatutos en 1997 y el regreso al liderazgo del
partido de Borja, lo que hizo que tras la caída de Mahuad el partido recuperara
un mayor protagonismo en la vida política del país y de cara a los comicios de
2002 se presentara como el partido que, de acuerdo con los sondeos de opinión,
tenía más posibilidades de pasar a la segunda vuelta, circunstancia que no
aconteció. Para las elecciones de 2006 solo alcanzó dos escaños aunque gracias a
la alianza con la Red Ética y Democrática aumentaron su participación en nueve
escaños más, no obstante estos apoyos no lograron mantenerse en las elecciones
de 2009 en donde tan solo obtuvieron dos curules.
El Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) tiene un carácter familiar que
domina el populismo de Guayaquil tras el debilitamiento progresivo de la CFP
que había llevado al poder a la figura mítica de Jaime Roldós sobre la que se
construiría en 1983. Se nutre de la población marginal de la Costa, producto de
las migraciones y fue la fuerza política que llevó al poder a Abdalá Bucaram en
1996. Su lema ya en la campaña electoral para Presidente de la República de
1988, «Fuerza de los pobres», permitió a su candidato Abdalá Bucaram ocupar
el segundo lugar en la primera vuelta y cuestionar la racionalidad del régimen
liberal-burgués. Al igual que otras fuerzas «tradicionales» ha visto mermada su
participación en el Legislativo.
FORMACIÓN DEL CONGRESO POR PERIODOS LEGISLATIVOS 1979-2013
(Número de diputados por partido político)

El texto sombreado corresponde a los diputados elegidos en representación de la circunscripción nacional.


(1) 1 diputado de Coalición Institucionalista Democrática (CID) y 1 diputado del Partido Nacionalista
Revolucionario (PNR).
(2) 2 diputados de Coalición Institucionalista Democrática (CID), 1 diputado del Partido Nacionalista

Revolucionario (PNR) y 1 diputado de la Federación Nacional Velasquista (FNV).


(3) 1 diputado de Partido Demócrata (PD).
(4) 4 diputados del PD y 1 diputado del PNR.
(5) 1 diputado de Pueblo, Cambio y Democracia (PCD) y un diputado de FNV.
(6) 2 diputados de Partido Unidad Republicana (PUR).
(7) 10 diputados de PUR y un diputado de Liberación Nacional (LN).
(8) 1 diputado de PUR y 1 diputado LN.
(9) 1 diputado de la Alianza 2-14.
(10) 2 diputados independientes.
(11) 1 del Partido Libertad (PL), 1 del Movimiento Patria Solidaria (MPS), 1 del Movimiento de
Integración Provincial (MIP) y 1 de Transformación Democrática (TD); a ellos deben sumarse los
procedentes de Alianzas: 1 de ID/MIRE, 1 de ID/DP, 1 de ID/MCNP, 1 de MUPP-NP/MCPN, 1 de AN/PS-
FA/DP, 1 de UN-UNO/PSC, 1 de PSC/AN, 2 de MPD/PS-FA, 2 de PS-FA/MUPP-NP, y 1 de PSP/MPD
(12) Acción Regional por la Equidad 1, Movimiento Ciudadano Nuevo País 1, Partido Social Critiano-
Unión Demócrata Cristiana 1, PRIAN/PS-FA/MOA 1, PS-FA/MUPP-NP 1, PSP/MIRC 1, Red Ética y
Democrática 1, Unión Demócrata Cristiana 3, Unión Demócrata Cristiana-Izquierda Democrática 1, Unión
Demócrata Cristiana-MSC 1, Unión Demócrata Cristiana-Red Ética y Democrática 1.
(13) Partido Socialista-Frente Amplio (PS-FA) 1, Movimiento Concertación Nacional Democrática
(MCND) 1, Movimiento Independiente Obras son Amores (MIOSA) 1, Movimiento Social Conservador
(MSC) 1, Movimiento Autonómico Regional (MAR) 1, Acción Regional por la Equidad - Alianza Popular
Latinoamericana (ARE-APL) 1, Movimiento Independiente Unidos por Pastaza (MIUP) 1, Movimiento
Político Independiente Amauta Yuyai (MPIAY) 1, Conciencia Ciudadana (CC) 1, Movimiento Cívico
Madera de Guerrero (MG) 7 y, Movimiento Municipalista por la Integridad Nacional (MMIN) 5.
(14) Movimiento Sociedad Unida más Acción (SUMA 23), 1.
(15) 1 de Integración Democrática de Carchi (IDC), Movimiento Acción Regional de Equidad (ARE) 1 y 1
de Movimiento Peninsular Creyendo en nuestra Gente (MPCG).
CL = % escaños A - % escaños B.
* Entre 1979 y 1984 no se realizaron elecciones de mitad de mandato.
** ID ganó dos escaños y en alianza con Red ética y democrática lograron otros nueve escaños.
FUENTE: TSE. Elaboración propia.

En 1996, y como consecuencia de los procesos de movilización registrados


durante la década anterior, surgió el Movimiento Unidad Plurinacional
Pachakutik-Nuevo País (MUPP-NP). MUPP venía a integrar a los numerosos
movimientos indígenas del país que representan una parte imprecisa de la
población ecuatoriana, pero, en cualquier caso, no menor al 15 por 100 y que
están encuadrados en la Confederación de Nacionalidades Indígenas
Ecuatorianas (CONAIE) y en la Confederación de Nacionalidades Indígenas de
la Amazonía Ecuatoriana (CONFENAIE), como también a sectores de izquierda,
a sindicatos públicos, a grupos de mujeres y a la Coordinadora de Movimientos
Sociales (CMS). Su alianza con Nuevo País (NP), un movimiento que surgió en
torno al comunicador social Fredy Ehlers (más tarde Ministro en el gobierno de
Correa), le hizo estar presente en las elecciones presidenciales de 1996 y de 1998
con un relativo éxito, ya que fueron la tercera fuerza más votada. Desde las
elecciones de 2002, ha logrado mantener sus apoyos electorales capitalizando el
protagonismo indígena de los últimos años. En las elecciones de 2013 se integró
en la Unidad Plurinacional de Izquierdas y una de sus líderes, Lourdes Tibán,
obtuvo la mejor votación de la Unidad para la Asamblea.
La izquierda clásica viene representada por el Movimiento Popular
Democrático (MPD) de orientación maoísta y que tiene su principal apoyo en la
Unión Nacional de Educadores (UNE), sindicato que integra a la gran mayoría
de maestros del país, contando con un apoyo electoral fiel y constante. El Partido
Socialista Ecuatoriano (PSE), la más antigua formación política de izquierda del
país, vio disminuir enormemente su presencia en la vida política nacional, de
manera que ésta se vertebraba en alianzas electorales con el Pachacutik y el
Nuevo País, desde 2002 no logra escaños en el Legislativo. En cuanto al Frente
Amplio de Izquierda (FADI), creado al amparo de la figura del intelectual
Benjamín Carrión, dejó de tener una presencia pública relevante en 1992. El
MPD ha apoyado a Lucio Gutiérrez en su carrera presidencial sumando, por
tanto, sus votos a los del Partido Sociedad Patriótica (PSP) que fue creado en
2000 por el ex coronel tras su ex carcelación como su plataforma política con un
ideario difuso de corte nacionalista e izquierdista, un arrastre electoral
significativo en el oriente y cuyos principales miembros son ex militares y
familiares de Gutiérrez. En 2009 el PSP logró erigirse como segunda fuerza
política en la Asamblea Legislativa y ha seguido manteniendo después cierta
fidelidad de parte del voto indígena especialmente en las provincias amazónicas.
La Unidad Plurinacional de Izquierdas integró en las elecciones de 2013, para
las que llevó a cabo un proceso de elecciones internas para seleccionar a sus
candidatos, al MPD y al Pachacutik, dejando fuera de esta alianza al minoritario
grupo de izquierda RUPTURA, otra escisión de sectores que inicialmente
apoyaron a Correa. Por último está la Alianza PAIS, integrada inicialmente por
el Movimiento País (MPAIS) y otros partidos como Acción Democrática
Nacional, el Movimiento Bolivariano Alfarista, Iniciativa Ciudadana, Jubileo
2002 con otros grupos y movimientos sociales que terminó confundiéndose con
el propio MPAIS del presidente Correa. La Alianza PAIS es la organización más
importante después de 2007, ha logrado concentrar gran parte del poder en el
Legislativo y tuvo un papel determinante en la redacción del nuevo texto
constitucional de 2008. Es una alianza de orientación izquierdista, conformada
por representantes menos experimentados políticamente en comparación con los
partidos más antiguos pero que poseen un capital político importante en sus
distritos. Si bien para las elecciones de 2009 desarrolló un proceso de elecciones
internas para la elección de sus candidatos, en los comicios de 2013 la
configuración de las listas se centralizó en el presidente de manera que el partido
como tal solamente celebró una asamblea para revalidar su configuración por
aclamación. El liderazgo de Rafael Correa es indiscutible habiendo logrado un
notable control vertical del movimiento.

2. OTROS ACTORES

Las Fuerzas Armadas siguen siendo un poder fáctico, estando omnipresentes


en la vida política del país, como lo pone de manifiesto su decisivo papel durante
la etapa constitucional de la transición política, su continua presencia en las
distintas crisis del gobierno de Febres Cordero y su papel arbitral en la crisis de
gobernabilidad de febrero de 1997 así como en los sucesos de 2000 y de 2005,
tal como se ha señalado anteriormente. Su papel estelar se manifestó en la
iniciativa para la transición política de la década de 1970 que surgió en el seno
de las Fuerzas Armadas, aunque posteriormente el cambio fuera impulsado por
un creciente movimiento general de la sociedad hacia un sistema de gobierno
democrático. Entonces, el programa de gobierno del triunvirato se redujo a la
restitución democrática, que era lo mismo que propiciar su salida del poder. A
pesar de todo ello, las Fuerzas Armadas siguieron pugnando en el Ecuador por
asumir el papel de tutela del conjunto del sistema político. Por otra parte, la
permanente tensión fronteriza con Perú sirvió para que las Fuerzas Armadas
tuvieran una presencia pública relevante alcanzando unas cotas de popularidad
destacables y sirviendo para que su Comandante en Jefe fuera una persona
ampliamente conocida. Éste fue el caso en la mitad de la década de 1990 con la
figura del general Francisco —Paco— Moncayo quien canalizó su popularidad
en las elecciones legislativas de 1998 en las listas de ID. Igualmente sobresale la
figura del ex coronel Lucio Gutiérrez que llegó a la Presidencia en 2002 y ha
logrado convertir a su partido, el PSP, en una de las principales fuerzas políticas
del país.
Históricamente el movimiento sindical ecuatoriano ha desarrollado unas
especiales formas de lucha como consecuencia de que los sectores obreros
sindicados difícilmente han sido interlocutores del sistema político; su punto de
enfrentamiento lo centraron habitualmente en el Poder Ejecutivo, con el cual
establecieron formas de conflicto y concertación muchas veces en ventaja. Las
organizaciones gremiales que surgieron en la Sierra en 1892 fueron el núcleo del
moderno sindicalismo ecuatoriano. En el litoral este papel lo cumplieron las
instituciones que surgieron dentro del marco de las ideologías liberales y
socialistas, que organizaron a los trabajadores. Por otra parte, la Iglesia Católica
desempeñó un papel decisivo en la organización de los sectores populares,
especialmente en los serranos. Los gremios que anteriormente dependían de las
comisarías de policía, de acuerdo con los reglamentos municipales, dieron paso a
nuevas instituciones, como la Asociación Obrera, dependiente de la jerarquía
eclesiástica. En otros casos, los vínculos de los dirigentes con la Iglesia fueron
de tal naturaleza que la influencia de los obispos en las organizaciones populares
resultó verdaderamente importante. En 1882, surgió la Sociedad Artística e
Industrial de Pichincha (SAIP), primera federación de organizaciones gremiales,
que fue además la más importante de la Sierra. La SAIP cumplió en esa época
una activa labor de movilización de los artesanos, logrando adquirir presencia en
Quito, por medio de diversos actos y desfile de los gremios. En esta misma fecha
surgió la Confederación Obrera de Guayaquil (COG), que se diferencia de la
serrana por estar fuertemente influida por las ideologías extranjeras y por estar
conformada por la juventud de la región.
La política neoliberal de Febres Cordero en 1984 se concretó en mimetizar el
impacto político del movimiento sindical, desconociendo al Frente Unitario de
Trabajadores (FUT) como interlocutor político, al que se redujo al ámbito de la
reivindicación puramente laboral. Frente a esta actitud gubernamental de
enfrentamiento, que en parte era una reacción a la enorme conflictividad social
registrada durante el gobierno precedente de Hurtado, el movimiento sindical
apeló a las instituciones representativas, como el Tribunal de Garantías
Constitucionales y el Congreso. Comparativamente con los otros países andinos,
el número de obreros es relativamente pequeño, sin ese empuje de lucha que le
permite convertirse en el conductor de una clase obrera en busca de conquistas
sociales. Tan solo un 9 por 100 del proletariado ecuatoriano está sindicado en las
tres principales centrales obreras existentes que se agrupan en el FUT: la
Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas (CEDOC) de 1938, la
Confederación Ecuatoriana de Organizaciones Libres (CEOSL) de 1962 y la
Confederación de Trabajadores del Ecuador (CTE) de 1944.
Por otra parte, el movimiento sindical actúa fundamentalmente en el sector
público y más concretamente en el ámbito de la educación y en el de la
seguridad social y la salud. En el primero se registra una notable relación entre el
Movimiento Popular Democrático (MPD) y la Unión Nacional de Educadores
(UNE) sindicato que agrupa a más de 100.000 maestros y que protagoniza las
principales movilizaciones y las huelgas más duras en el país siendo esta
relación uno de los escasos eslabones del universo partidista con el sindical. Por
el contrario, los sindicatos que actúan en el Instituto Ecuatoriano de Seguridad
Social (IESS) y en el sector público de la salud aún teniendo los mismos rasgos
que los de los maestros, no son un sindicato único, al contrario se agrupan en
múltiples sindicatos y organizaciones en torno al Comité Central Unitario de los
Trabajadores del IESS. Las reformas legislativas de 1996, al diferenciarse la
situación de los empleados de la de los obreros y de 1997 restringiendo el
derecho a la huelga, han supuesto unos tímidos ensayos de control de la
actividad sindical.
Uno de los fenómenos sobresalientes de la vida social y política del Ecuador
en los últimos años ha sido el surgimiento de movimientos sociales de distintos
matices: vecinales, feministas, juveniles, de inquilinos y sociedades patrióticas.
En este incremento de la organización de los sectores populares, toman cuerpo
las aspiraciones y las luchas por conseguir condiciones mínimas de
habitabilidad, lograr estabilidad laboral, reivindicar el respeto a los derechos
humanos, frenar la agresividad y la violencia urbana. A pesar de la variedad de
las demandas planteadas, se trata de organizaciones que nacen sobre el trasfondo
de las contradicciones inherentes a la urbanización y los fenómenos conflictivos
que tal hecho genera. La base social de estas organizaciones es heterogénea, lo
mismo que sus condiciones laborales. Su coherencia y estabilidad está en
relación directa con la identidad de los intereses respecto al acceso a ciertos
bienes y servicios o la garantía de determinados derechos que sustentan sus
afiliados.
Las grandes corrientes migratorias marginales han provocado en el Ecuador
un choque cultural donde se enfrentan la sociedad tradicional emigrante con el
sector urbano dominante, resistiéndose la identidad personal y social; mientras
tanto, la comuna, la cooperativa, los gremios artesanales, el movimiento
feminista y los comités de barrio canalizan este desarraigo cultural y ambiental.
Son famosas las asociaciones del Guasmo en Guayaquil y del sur de Quito,
como el Comité Central de Chillogallo.

3. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

Los datos del Barómetro de las Américas: 2006-2012 —Proyecto de Opinión


Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt— ofrecen
la imagen de un país en el que la evolución de la opinión pública se mantiene
estable en el citado lapso. La Iglesia Católica es la institución más valorada
seguida por las Fuerzas Armadas y la Policía (habiendo ascendida esta última en
su valoración de forma notable). Los partidos políticos han visto mejorar su bajo
nivel de confianza, así como, en mayor medida el Tribunal Supremo Electoral y
el Congreso Nacional. En términos del capital social relacionado con la
confianza depositada en estas instituciones puede decirse que se ha visto
incrementado entre 2006 y 2012. En cuanto al nivel de participación en
organizaciones formales muestra cifras muy bajas salvo en lo relativo al ámbito
de las de carácter religioso que, no obstante, desciende en diecisiete puntos
porcentuales.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN ECUADOR, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012

Iglesia Católica 5,01 5,06 5,04 5,04


Fuerzas Armadas 4,15 4,42 4,89 4,95
Tribunal Supremo Electoral 2,98 3,33 3,72 3,88
Congreso Nacional 2 2,31 3,49 3,61
Gobierno Nacional 2,30 4,19 4,35 —
Corte Suprema 2,48 3,04 3,21 3,51
Municipalidad 3,84 3,88 4,21 3,99
Procuraduría General — — 3,54 —
Partidos Políticos 1,91 2,36 2,58 2,88
Policía 3,53 3,25 3,95 4,22

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN ECUADOR, 2006-2012


(%)

2006 2008 2010 2012

Organización religiosa 73,2 62,1 54,0 56,1


Asociación de padres de familia 52,1 49,4 44,7 49,4
Mejoras para la comunidad 30,6 26,5 25,9 26,2
Partidos políticos 5,2 7,0 7,9 6,9
Asociación de profesionales 13,5 13,1 13,8 16,1
Sindicatos 5,3 6,1 — —

La conformidad de la democracia como mejor forma de gobierno es baja y se


ha mantenido estable entre 2006 y 2012, en torno al 20 por 100 de los
entrevistados que depositan su confianza en esta forma de gobierno. Con
respecto al grado de satisfacción con la democracia ha ido en muy notable
aumento incrementándose la misma de año en año.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2006 2008 2010 2012

Muy de acuerdo (1) 5,8 3,9 3,2 6,8


2 7,1 5,6 3,9 5,6
3 9,5 9,9 10,3 11,5
4 13,5 17,1 17,0 14,6
5 20,8 18,5 18,3 19,8
6 16,9 20,9 22,1 17,0
Muy en desacuerdo (7) 26,5 24,1 25,2 24,7

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN ECUADOR (%)

2006 2008 2010 2012

Muy satisfecho 2,3 6,8 7,3 6,9


Satisfecho 22,7 49,8 47,3 57,9
Insatisfecho 58,1 40,1 38,6 30,8
Muy insatisfecho 16,9 3,4 6,8 4,5

La sociedad ecuatoriana, posiblemente acomodándose al discurso oficial, se


ha movido lentamente entre 2006 y 2012 de una posición media que la ubicaba
en tímidos valores de centro derecha a otros de centro izquierda.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA MEDIA EN ECUADOR
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media

2006 5,78
2008 5,37
2010 5,43
2012 5,33

Los problemas ligados al ámbito económico han dejado de ser la primera


preocupación para la opinión pública que estima que la delincuencia se ha
convertido en el problema más grave que enfrenta Ecuador en 2012.
PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA ECUADOR, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012

Economía, problemas con, crisis 33,0 24,2 21,9 12,2

Inflación, altos precios 1,8 13,8 2,8 2,3


Desempleo 15,0 14,7 21,2 18,4

Pobreza 9,1 9,4 4,4 8,6


Delincuencia 3,7 4,3 17,4 24,2

Corrupción 13,2 11,1 8,2 8,5

Mal gobierno 8,5 3,8 2,3 1,2


Los políticos 8,1 5,7 3,1 1,6

Otros problemas 7,6 12,8 18,8 23,0

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas».

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Tribunal Supremo Electoral de Ecuador: http://www.contacto.com/tse


Presidencia de Ecuador: http://www.presidencia.gob.ec
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CAPÍTULO IX

PERÚ

I. INTRODUCCIÓN
Perú no es ajeno a la desarticulación lingüística, étnica, social, política y
económica del conjunto de su territorio que viven otros países vecinos. Desde
los inicios de su vida republicana el país estuvo desestructurado y
profundamente dividido, al igual que el vecino Ecuador, en dos regiones
principales: la Costa y la Sierra, con una tercera, la Amazonía que ocupa el 40
por 100 del territorio, pero que a pesar de su integración política bajo el gobierno
de Ramón Castilla tiene un menor peso político en el ámbito nacional. Hasta en
el proceso de independencia se hizo patente esta constante: San Martín, llamado
El Protector, liberó Lima en 1821 y Simón Bolívar, El Libertador, el antiguo
imperio inca en 1824. Su desarticulación ha permanecido a lo largo de su
historia con la presencia durante mucho tiempo de «dos países»: El Perú
oligarca, criollo, dominador en la Costa, de habla castellana, con haciendas
dedicadas a la explotación industrial, al comercio y a las exportaciones; poseedor
del poder asentado en un centralismo asfixiante, cuyo eje central es Lima. El
otro Perú, pobre, mestizo e indio, ubicado en la Sierra, que estuvo dominado por
los latifundios de estructura feudal, de espaldas al desarrollo económico,
conservador de su ancestral quechua, aún hoy está sumido en la miseria y ha
sido caldo de cultivo para el asentamiento de grupos revolucionarios armados.
Sin embargo, los fuertes movimientos migratorios hacia las ciudades,
especialmente Lima, y las transformaciones registradas a lo largo del último
cuarto del siglo XX acentuadas en el presente siglo han ido mitigando esas
diferencias.
Al igual que en Bolivia y en Ecuador, las Fuerzas Armadas han sido el poder
fáctico omnipresente a lo largo de la evolución histórico-política del país, la
mayoría de las veces sirviendo de sostén al Estado oligárquico, pero en otras
ocasiones presentando intentos de profunda transformación social como
consecuencia de la propia movilidad en su conformación social.
Desde la transición política de 1978-1980, la clase política peruana no ha
dejado de separarse de la sociedad. Esta escisión ha sido aún más aguda durante
el periodo en el poder de Alberto Fujimori en el que se introdujeron políticas
neoliberales y se desarticuló deliberadamente el universo partidista. Hasta
entonces el Estado había tenido dificultades para desempeñar su papel en una
situación definida por el legado de tres obstáculos básicos que no habían dejado
de acosarlo: la informalización de la economía con sectores marginados que
diseñaban pautas de comportamiento por fuera de la acción del Estado y que en
esencia se traducía en la creación de autoempleo; la subversión de la mano de
Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, y la peor
crisis financiera y económica de la historia peruana que afectó al país en la
segunda mitad de la década de 1980. Frente a esta situación, los actores políticos
clásicos tuvieron serias dificultades para actuar en el marco de instituciones
políticas notablemente deterioradas, ineficaces y con escasa tradición histórica,
de manera que prácticamente desaparecieron y se dio paso en la década de 1990
a una forma de hacer política sin políticos, autoritaria y con unas bajas cotas de
institucionalización. Si bien esa etapa continuó con la tradición del personalismo
político donde además los partidos desaparecieron, el autoritarismo de Fujimori
propició una forma de actuar mafiosa que se trasladó al funcionamiento del
propio Estado mediante el uso de la extorsión y de la arbitrariedad más aguda.
La restauración de la institucionalidad democrática a finales del siglo XX
introdujo muy lentamente pautas de normalidad en las que se combinó la tímida
reaparición de viejos actores, como el Partido Aprista Peruano, con las nuevas
formas de democracia sin partidos expresadas por la llegada a la presidencia de
Alejandro Toledo y de Ollanta Humala, a las que a la postre se sumó el propio
Alan García que terminó alejándose de su histórico partido.
La sociedad peruana mantuvo unos indicadores que mostraban un país
relativamente poco urbanizado, lo que favoreció la expansión de la subversión
en el medio rural; no obstante, en la actualidad cuenta con casi un 75 por 100 de
población urbana. Asimismo, el proceso de reducción del analfabetismo ha sido
lento, en especial en los últimos diez años. Por su parte, la incorporación de la
mujer a la actividad económica similar a la del resto de los países
latinoamericanos.
En términos de la economía peruana, entre 1980 y 1991 se registró una larga
recesión, con un grave proceso hiperinflacionario. Esto tuvo consecuencias
directas en la renta per cápita que se estabilizó medianamente a partir de 1994,
no obstante, en 1998, 2001 y 2009 ésta ha mostrado valores negativos. Pese a
esta variación irregular del PIB per cápita, la economía peruana ha crecido de
manera significativa en la última década gracias a sectores como la pesca, la
minería y el turismo. Esto ha supuesto un aumento en las reservas
internacionales netas y en la inversión extranjera directa. Igualmente, cabe
destacar el progresivo endeudamiento externo iniciado en la época de la
dictadura militar. Esto, junto con la gran dependencia al mercado internacional
son las principales críticas al modelo de crecimiento seguido en los últimos
gobiernos en el Perú.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE PERÚ

1985 1990 1995 2000 2005 2010


Población total (en miles) 19.516,0 21.753,0 23.837,0 25.939,0 27.254,0* 28.861,0

Población urbana (en porcentaje) 66,3 68,7 71,2 72,3 72,6* 73,3

Desempleo urbano (en porcentaje) 8,3 8,2 8,5 6,1* 5


Población analfabeta de 15 y más años
20,2 14,3 — 10,1 10,4* 10
de edad (en porcentaje)
Tasas de participación en la actividad
31,6 33,5 35,7 38,3 42,7* 43,4
económica de la mujer

* Dato correspondiente a 2007.


FUENTE: Elaboración propia con datos de la CEPAL.

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE PERÚ

1980- 1995- 2001- 2006-


90 2000 2005 2010

Tasas anuales medias de crecimiento del PIB por habitante a


–3,3 1,8 2,8 6,0
precios constantes

Tasas anuales medias en el índice de precios al consumidor 332,1 6,9 1,9 2,8

PIB por habitante en dólares constantes de 2005 — 2.456,0 2.633,0 3.436,0

Deuda externa total (en millones de dólares) — 30.452,0 28.910,0 34.519,0


FUENTE: CEPAL (2001): Balance preliminar de las economías, Santiago de Chile y CEPAL (2001):
Panorama social de América Latina 2000-2001, Santiago de Chile. Y CEPALSTAT
http://websie.eclac.cl/infest/ajax/cepalstat.asp?carpeta=estadisticas

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

1.1. El siglo XIX

Desde el proceso de independencia que tuvo lugar entre 1821 y 1824 la


desarticulación territorial de Perú postergó la aparición de las condiciones
sociopolíticas que permitieran una definición clara del carácter nacional de la
sociedad peruana. Paralelamente, se produjo una pléyade de constituciones que
pretendían conformar una nueva sociedad política perfectamente adecuada a la
situación que había surgido y a los intereses de los criollos que habían liderado
la emancipación.
En el transcurso de la década de 1820 se sucedieron distintos textos con los
que se pretendió regular la vida política. Los primeros, sin rango constitucional,
fueron el Reglamento y el Estatuto Provisional, dictados por San Martín, que
pretendían regular sus poderes como Protector del Perú y establecer algunas
pautas constitucionales y administrativas. La primera Constitución republicana
de 1823 solo rigió fugazmente hasta 1827. Fue el producto más genuino de todos
los documentos emanados de la Revolución emancipadora y la más acentuada
expresión del primitivo liberalismo peruano. Se colocó al Congreso por encima
de los demás poderes y disminuyeron las atribuciones del Poder Ejecutivo; se
quiso organizar el gobierno de la moralidad y se estructuró al país bajo una
forma casi federal. Los constituyentes, resueltamente republicanos, establecieron
la igualdad civil y generosos derechos individuales, pero olvidaron la realidad
mestiza e inorgánica del país que acababa de surgir convirtiéndose la
Constitución en un instrumento político artificial.
La Constitución vitalicia bolivariana de 1826 fue la primera Carta
fundamental conservadora y la de más corta duración. Su importancia radicó en
que representó el maduro y final pensamiento de Bolívar, en donde El Liberador
quiso lograr una transacción realmente imposible entre Monarquía y República,
entre tutela y libertad, entre jerarquía y democracia. Daba origen a un gobierno
cesarista, constituido sobre la base de la opinión pública y del origen popular
censitario de los poderes del Estado.
La Constitución liberal de 1828 representó el primer experimento de una
armónica distribución de los poderes públicos y una mesurada tentativa de poner
en marcha el Estado peruano. Trazó la línea política mantenida a lo largo de la
vida republicana peruana puesto que conformó un Régimen presidencial por el
que el Presidente tenía amplios poderes siendo elegido por elección popular. El
Poder Legislativo era bicameral, el Poder Judicial inmovible y se proclamaba la
unión Iglesia-Estado. Esta Constitución implicó uno de los más nuevos e
interesantes experimentos descentralizadores de la historia de este país.
La también liberal Constitución de 1834 nació como transformación de la de
1828, que preveía su modificación a los cinco años. Reveló las huellas de las
luchas civiles inmediatas contra el despotismo de Gamarra. La nota
predominante, por tanto, fue su sentido antimilitarista, dándole facultades al
Congreso para limitar los grados militares, fijar los efectivos, ratificar los
ascensos a las altas jerarquías y suspender en el ejercicio de la Presidencia de la
República cuando el titular asumiera el mando de las Fuerzas Armadas.
La mayor afinidad de los serranos del sur de Perú con los bolivianos llevó al
intento de unificar a ambos países en un régimen federal, de manera que a
finales de 1836, se produjo la división en dos Estados —Norte Perú (integrado
por Huaylas, Junín, La Libertad, Lima y Maynas) y Sur Perú (compuesto por
Ayacucho, Arequipa, Cusco, Puno y Tacna)— y unido a Bolivia mediante el
pacto Santa Cruz-Orbegozo. Se organizó el gobierno con el Poder Ejecutivo
representado en la figura del Protector (Santa Cruz), el Legislativo conformado
por un Congreso bicameral y el Poder Judicial integrado por las Cortes
Supremas de Justicia de cada Estado. La Confederación apenas si estuvo vigente
dos años y medio como consecuencia de los temores de sectores nacionalistas
peruanos entre los que destacaban los comerciantes limeños, cuyos intereses
estaban en peligro con las aduanas internas y la liberación indígena, y la visión
opuesta de Chile y de Argentina que temían su hegemonía en el continente y el
primero preocupado por la pérdida del creciente comercio de Valparaíso.
En este escenario se produjo la confrontación entre ambos países en la que
fue vencido Santa Cruz, traicionado por la oligarquía limeña que prefirió aliarse
con Chile para evitar que surgiera un polo de poder andino, y asumió la
Presidencia el general Gamarra, quien promulgó la Constitución de Huancayo
(1839), conservadora, autoritaria y nacionalista. Con el triunfo de los limeños
sobre los serranos se profundizaron más las diferencias abismales que
ancestralmente han separado al bajo y alto Perú. De esta manera, se produjo un
enfrentamiento bélico entre Perú y Bolivia (1841-1842) que culminó con el
status quo territorial que se conoce en la actualidad tras la muerte de Gamarra en
Ingavi y la invasión boliviana del sur del Perú.
Las características de la política del momento eran el caudillismo, definido
por la fragmentación del poder, el caos y la inestabilidad política. No existían
entonces verdaderos partidos políticos sino las tradicionales formaciones
partidistas, liberales y conservadoras, que actuaban como clubes oligárquicos,
sin mayores diferenciaciones ideológicas.
La Constitución de Huancayo tuvo vigencia hasta 1854 cuando triunfó una
revolución liberal encabezada por Castilla que derrocó al gobierno conservador
estableciéndose una convención radical que fue disuelta por el coronel Arguedas.
Sin embargo, de todos los documentos constitucionales de la época, el más
interesante y trascendente fue la Carta de 1856. La Constitución de 1856 se
caracterizó, en un momento de fuerte pugna entre liberales y conservadores, por
su fervor doctrinario liberal, por el olvido de la realidad peruana, por sus
reformas políticas exageradas y por su aliento democrático censitario. Suprimió
el fuero eclesiástico y la propiedad de los empleos, reinstauró la ratificación
legislativa de los ascensos militares, propugnó la amovilidad del Poder Judicial y
la inviolabilidad de la vida humana, consideró al Consejo de Ministros como
copartícipe del Ejecutivo y, finalmente, restableció las Juntas Departamentales y
las Municipalidades.
El liberal Ramón Castilla fue el político que durante más tiempo gobernó el
país a mediados del siglo XIX. Fue Presidente durante dos periodos
constitucionales (1845-1851 y 1857-1862) y Presidente provisorio entre 1854 y
1857. Durante uno de sus gobiernos se promulgó la Carta de 1860, que fue la
más longeva de la historia constitucional del país puesto que, salvo breves
periodos, estuvo vigente hasta 1920. La nueva Constitución fue un compromiso
entre liberales y conservadores, afirmó la autoridad presidencial a través de la
eliminación del parlamentarismo, facilitó el buen funcionamiento del Estado
peruano a través de la centralización del poder y permitió una atmósfera de
relativa libertad, definiendo normas democráticas esenciales. La última
expresión liberal, mucho más avanzada, extremada y radical, inspirada en el
contenido y espíritu de la de 1856, fue la Constitución de 1867, la cual tuvo una
breve duración y fue barrida por una Revolución popular conservadora en
Arequipa, que restauró el imperio de la Carta de 1860.
Las riquezas provenientes de las explotaciones del guano, que venían
produciéndose desde la década de 1840, y posteriormente del salitre, se
emplearon en satisfacer el consumo suntuario de las clases altas limeñas, y,
dentro de esa gran bonanza exportadora, los peruanos sufrieron su primer gran
endeudamiento externo con la banca europea. La explotación del guano permitió
el desarrollo del propio gobierno central que era propietario de las islas donde se
ubicaba el fertilizante. A la par progresó una oligarquía urbana financiero-
exportadora (costeña), que, teniendo como ideas motrices el liberalismo
económico y el necesario fortalecimiento del gobierno central, apoyó el primer
gobierno civil de Manuel Prado (1872-1876), dando origen a uno de los
primeros partidos políticos del Perú, el Partido Civil, creado en 1872 y opuesto
al partido militar o de los caudillos.
La riqueza guanera contribuyó decisivamente a reestructurar las relaciones
políticas, de suerte que la figura del Presidente salió reforzada gracias al
incremento de las finanzas del gobierno central. Las relaciones de dependencia
mutua entre el Presidente y las elites provinciales se inclinaron en beneficio de
aquel que pudo abolir la contribución indígena, independizándose de este modo
de los ingresos generados en los Andes para apoyarse en la nueva oligarquía
limeña.
El periodo inmediatamente anterior al comienzo de la Guerra del Pacífico fue
de gran estabilidad política, ya que por primera vez en la vida republicana se
realizaron dos cambios presidenciales consecutivos mediante elecciones en 1872
y 1876, y los comicios legislativos se llevaron a cabo regularmente cada dos
años entre 1868 y 1878. Durante este periodo fue imposible derrocar al gobierno
central por medio de la fuerza, lo que contribuyó al asentamiento del Estado
peruano. El peso de Lima, por otra parte, volvió a ser significativo en el conjunto
nacional frente a las elites provinciales, reinvirtiéndose lo acontecido durante el
medio siglo siguiente a la emancipación.
La Guerra del Pacífico (1879-1883) marcó el fin de la etapa del guano y del
salitre, a la que no fue ajeno el Reino Unido, que había ocupado el vacío de las
relaciones comerciales y financieras dejado por España a raíz de la
independencia. Como consecuencia del conflicto bélico, Perú debió ceder a
Chile la provincia salitrera de Tarapacá. Tacna y Arica fueron entregadas en
prenda territorial por diez años, según el Tratado de Ancón de 1883. Diversos
problemas impidieron el cumplimiento de ese Tratado dándose el arreglo final en
1929 por el que Chile se quedó con Arica en contrapartida de concesiones
aduaneras y de seguridad para Perú, que recuperó Tacna. Después de la Guerra
llegó la depresión económica, con la consiguiente caída de la moneda y la ruina
del crédito exterior. El poder volvió, de esta manera, a los caudillos militares
dándose como marco legal de gobierno el Estatuto provisorio de 1879.
La defensa de las ideas federales en contra de una visión centralista hizo
emerger el conflicto regional con fuertes enfrentamientos entre los oligarcas
costeños, defensores de la penetración del capital extranjero, y los aristócratas
serranos, defensores del latifundismo tradicional, el trabajo servil y el
conservadurismo. En esta etapa se fundó en 1884 el tercer partido político del
Perú, el Partido Demócrata, que competiría, en términos de la confrontación
política de la oligarquía, durante las siguientes tres décadas con el Partido Civil,
y que tenía una ideología clerical y conservadora. Otras formaciones que
llenaron el panorama partidista de la época fueron el Partido Constitucional de
Andrés Avelino Cáceres, en el poder entre 1886 y 1895, fundado en 1884,
integrado por los militares que combatieron en la guerra y que fue el fiel de la
balanza del momento, y de menor impacto político el Partido Liberal de Augusto
Durand fundado en 1901, que predicaba el federalismo, y el Partido Radical de
Manuel González Prada fundado en 1898 y no alineado con el resto de los
partidos al ser anticlerical y de fuerte inspiración anarquista.
Gracias al apoyo de la oligarquía costeña y serrana, Nicolás de Piérola
alcanzó el poder (1895-1899) y abrió un periodo denominado de la «República
Aristocrática», caracterizado por la intensa irrupción en el país del capital
extranjero, especialmente norteamericano, que en la primera década del siglo XX
logró desplazar al capital inglés. Se entronizó la llamada «industrialización
temprana» que permitió, a lo largo del presente siglo, la consolidación de los
grandes monopolios dedicados a la explotación agrícola y de extracción del
subsuelo: Grace, Cerro de Pasco Cooper Corporation, International Petroleum
Company y Peruvian Corporation.
Paralelamente al hecho de que en los comienzos de siglo se iba produciendo
la paulatina sustitución del Reino Unido por los Estados Unidos como principal
agente exterior de dominación económica, se registraba el surgimiento de una
nueva oligarquía costeña dedicada a la producción industrial del azúcar y del
algodón, así como el desarrollo de las explotaciones mineras y ganaderas de la
Sierra. El crecimiento vertiginoso de la Costa, junto con la desarticulación
territorial, produjo una importante migración de la población serrana hacia esa
región, modificando su estructura social. Esta circunstancia permitió en breve
plazo la irrupción de las clases obreras industriales urbanas y de la pequeña
burguesía comercial.

1.2. Civilismo, populismo y militarismo en el siglo XX

En el aspecto político, el civilismo, que había logrado sobrevivir hasta 1919 y


que consiguió estabilizar y modernizar al país sin ampliar la participación
política, cayó con la irrupción de Augusto Leguía. Durante el periodo de su
gobierno (1919-1930), conocido como «Oncenio» o la «Patria Nueva», la
hegemonía del poder pasó a las fracciones partidarias de la modernización del
país ligadas al capital norteamericano dejando de lado al capital inglés. Leguía
propuso varias reformas sociales, incorporadas posteriormente a la Constitución
de 1920.
La Carta de 1920 no fue conservadora o liberal, debate entonces ya superado,
sino más bien de tendencia socializante. Introdujo reformas de carácter político,
un extenso capítulo de garantías sociales y la descentralización mediante el
sistema de los Congresos regionales. Sin embargo, esta Constitución fue más
bien un marco teórico que real por cuanto que Leguía se movió de un modo
manifiestamente autocrático.
Los trabajadores agrícolas concentrados en las plantaciones costeñas de
azúcar y algodón, los obreros industriales, los mineros, la pequeña burguesía
urbana y rural acosados por los monopolios, y las comunidades indígenas por los
terratenientes serranos, buscaron agruparse para tener una defensa común de sus
intereses. De esta manera, surgieron en el «Oncenio» numerosas organizaciones
sindicales. Dentro de este esquema reivindicativo y de evolución político-
ideológica de las masas trabajadoras, dos líderes fundamentales en la historia
peruana propiciaron el nacimiento de sus respectivos partidos políticos: por una
parte, surgió la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), fundada
por Víctor Raúl Haya de la Torre en México en 1924, quien, retomando el ideal
bolivariano, propugnó la unidad de América Latina, la solidaridad con todos los
pueblos, la acción contra el imperialismo, la internacionalización del Canal de
Panamá y la nacionalización de tierras e industrias. La base social del partido
estaba integrada por la clase media, los obreros y los campesinos. El APRA tuvo
siempre a Trujillo como su feudo electoral. Por otra parte se originó el Partido
Socialista en 1928, cuyo líder era José Carlos Mariátegui. Este partido estuvo
integrado en sus inicios por intelectuales, estudiantes y obreros de las ciudades y,
posteriormente, se convirtió en el Partido Comunista. Tanto Haya de la Torre
como Mariátegui propugnaban el rechazo a las soluciones euro céntricas en la
interpretación del desarrollo político, de manera que la definición del concepto
de Indoamérica fue extremadamente relevante.
La depresión económica de 1929, que significó en Perú la caída de los
ingresos comerciales y la disminución de las importaciones, junto con una
profunda crisis política, acompañada por una ola de conflictos laborales
acumulados contra el régimen de Leguía, propiciaron el levantamiento militar en
Arequipa. Esta insurrección fue encabezada por el general Luis Miguel Sánchez
Cerro, que derrocó a Leguía, cuyo régimen se había desarrollado bajo unas
líneas de fuerte autoritarismo. Sánchez Cerro convocó elecciones en 1931,
polarizando él y Haya de la Torre las fuerzas políticas conservadoras y
reformistas. El triunfo de Sánchez Cerro se basó en el movimiento llamado
Unión Revolucionaria, integrado por las oligarquías serrana y costeña, quienes,
carentes de organizaciones políticas eficaces y propias, se refugiaron en el
Ejército, haciéndole baluarte del sistema. A partir de este momento, las Fuerzas
Armadas reforzaron su papel de factor decisivo en la historia política del país
para los siguientes decenios. Por su parte, los apristas llamaron a la lucha por la
toma del poder, circunstancia que les condujo en 1932 a auspiciar un
levantamiento en Trujillo que fue aplastado por los militares.
Al mismo tiempo, se abrió un periodo constituyente que culminó con la
aprobación de una nueva Constitución en 1933, formalmente vigente hasta 1979.
A pesar de los breves periodos en que este nuevo texto dirigió la vida política
peruana, introdujo notables cambios en su dinámica. Algunos tuvieron efectos
negativos en la regulación de la convivencia política, como fue la declaración de
ilegalidad del APRA como partido político (art. 53), pero otros intentaron
conformar un marco distinto, como fue el establecimiento del carácter mixto del
régimen político, al retomarse la figura del Primer Ministro ya creada en 1856; el
reconocimiento del voto femenino en las elecciones municipales: el desarrollo
del poder local; el reconocimiento de la personalidad jurídica de las
comunidades indígenas —a las que se garantizaba la integridad de la propiedad
—; y la creación de los Concejos Departamentales. La Constitución, por otra
parte, mantenía el carácter bicameral del Legislativo, la no reelección del
Presidente, así como un largo mandato presidencial y el periodo legislativo que,
tras su reforma, se situó en seis años. Asimismo, se mantenía una estrecha
relación entre la Iglesia y el Estado (art. 3).
Tras el asesinato del general Sánchez Cerro en 1933, el Congreso
Constituyente nombró como Presidente al general Óscar Benavides quien, como
tarea prioritaria, buscó asegurar la unidad de las Fuerzas Armadas manteniendo
el autoritarismo gubernamental. En el plano económico procuró impulsar la
reactivación económica mediante el apoyo a las actividades agroexportadoras,
otorgando algunos estímulos a los empresarios industriales. Las organizaciones
gremiales y políticas siguieron proscritas. Al término de su mandato en 1936, el
general Benavides convocó elecciones, las cuales fueron anuladas al considerar
las Fuerzas Armadas que el candidato opositor, Eguiguren, estaba apoyado por el
voto aprista. Benavides prolongó su mandato hasta 1939. A los tres años de los
anteriores comicios se convocaron nuevas elecciones en las que el respaldo
oficial determinó el triunfo del civil Manuel Prado Ugarteche, quien gobernó
hasta 1945.
El fracaso del fascismo europeo tras la Segunda Guerra Mundial trajo al Perú
nuevos aires democratizadores. La apertura política significó mayor tolerancia
oficial hacia los partidos políticos y los sindicatos independientes. Esta nueva
situación se tradujo en la creación del Frente Democrático Nacional, integrado
por apristas, antiguos leguiístas y socialcristianos, cuyo candidato consensuado,
tanto por las fuerzas opositoras como por sectores del gobierno, José Luis
Bustamante y Rivero, obtuvo un rotundo triunfo en las elecciones presidenciales
de 1945.
El gobierno de Bustamante trató de limitar el poder de las oligarquías costeña
y serrana, además de poner freno al flujo de capital extranjero por medio del
control cambiario. Estas medidas provocaron la oposición cerril de la oligarquía
financiera y agroexportadora, conllevando un inexorable deterioro que fue
erosionando el marco pluralista del nuevo gobierno civil. Atrapado entre la
dureza de los grupos dominantes y las reivindicaciones de las organizaciones
populares, trató de conciliar ambos intereses. La radicalización del APRA
provocó en 1948 el levantamiento frustrado de la marina. El APRA, a partir de
este incidente, fue declarado nuevamente fuera de la ley y sus dirigentes fueron
perseguidos por los militares. Semanas después, el gobierno fue derrocado por
un movimiento militar encabezado por Manuel Odría y Haya de la Torre debió
permanecer seis años refugiado en la embajada de Colombia en Lima.
En 1950 se convocaron elecciones con un solo candidato, el propio Manuel
Odría, quien creó un partido a su medida, el Movimiento Restaurador. Su
gobierno autoritario entre 1950 y 1956 se caracterizó por la puesta en marcha de
una política populista extremadamente oportunista. El final del gobierno de
Manuel Odría en 1956 coincidió con el nacimiento de nuevos partidos, con la
consiguiente apertura de la lucha por el poder. Estos nuevos partidos nacieron
como verdaderas maquinarias electorales. Además, las diferentes alianzas y el
fin de la hegemonía aprista por el desgaste sufrido en la clandestinidad
imprimieron dinamismo al quehacer político. Manuel Prado Ugarteche ganó las
elecciones presidenciales de 1956, apoyado por el Movimiento Democrático
Pradista y respaldado por el APRA, que dio un giro vertiginoso hacia la derecha
explicado por su fundador en el texto «Treinta años después». Este hecho dejó
un espacio político para los nuevos partidos que surgieron en esta época: Acción
Popular (AP), la Democracia Cristiana y la Unión Nacional Odriista (UNO).
El gobierno de Prado (1956-1962), que transformó su plataforma electoral en
el Movimiento Democrático Peruano, buscó modernizar la tenencia de la tierra,
pero el poderoso influjo de los terratenientes lo impidió, no obstante se fueron
consolidando las luchas del movimiento campesino para la recuperación de
tierras y la obtención de mejores condiciones de trabajo en el centro y el sur del
país. En las elecciones convocadas en 1962 se presentaron UNO, el APRA y AP.
Los candidatos respectivos obtuvieron: Odría el 28,5 por 100, Haya de la Torre
el 32,9 por 100 de los votos y Belaúnde el 32 por 100. Para ser Presidente se
debía obtener un tercio de los votos, si no el Congreso debía decidir. Antes de
que se produjese este hecho, los militares interrumpieron el proceso. Se instauró
una Junta Militar de orientación desarrollista cuyo gobierno duró un año. En
1963 los militares se replegaron a los cuarteles convocando nuevas elecciones en
las que resultó vencedor Fernando Belaúnde Terry.
El gobierno de Belaúnde (1963-1968) fue de tinte desarrollista. Puso
particular énfasis en combatir los problemas agrarios e incrementar la demanda
por la vía redistributiva del gasto público. Su mandato también se caracterizó por
el comienzo del endeudamiento externo que al final del mismo fue de 900
millones de dólares y la devaluación progresiva de la moneda. La acumulación
de los problemas económicos y las promesas incumplidas erosionaron
seriamente el gobierno de Belaúnde.
1.3. El gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas

En octubre de 1968 las Fuerzas Armadas retomaron nuevamente el poder


lideradas por el general Juan Velasco Alvarado. El reformismo militar instaurado
por el gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas, presidido en su primera
fase por este general, intentó desmontar el poder oligárquico en el Perú y poner
fin a la dependencia externa y al rígido orden socioeconómico tradicional que
dificultaban el desarrollo peruano. Los militares intentaron llevar a cabo las
reformas propugnadas por el aprismo desde sus inicios. En esta etapa de
gobierno militar (1968-1980) se dieron dos periodos claramente diferenciados:
una primera etapa de carácter izquierdista, popular y nacionalista, dirigida por
Juan Velasco Alvarado (1968-1975), y una segunda etapa centrista, dirigida por
el general Francisco Morales Bermúdez (1975-1980).
Las vías político-normativas por las que se guió el nuevo gobierno fueron el
Estatuto del Gobierno Revolucionario del 3 de octubre de 1968 que enunciaba
aspectos relativos a los objetivos del mismo, a la reforma de la Administración y
del Poder Judicial; y el denominado Plan Inca, que establecía,
fundamentalmente, la conquista del desarrollo mediante la cancelación de las
viejas estructuras económicas, la reivindicación de la soberanía peruana sobre
las doscientas millas marinas, la reforma agraria, la nacionalización de la
industria pesquera, la promulgación de la ley de industrias, la creación de las
comunidades laborales —mediante las cuales los trabajadores tuvieran acceso al
patrimonio, a la gestión y utilidad de las empresas—, el estatuto de la libertad de
prensa, la reforma educativa y la reestructuración de la administración pública.
El nuevo gobierno se transformó, gracias a este Plan, en la primera institución
financiera del país, logrando dominar casi dos tercios de los recursos
disponibles. En un primer momento, las medidas económicas puestas en marcha
tuvieron efectos beneficiosos, pero a partir de 1974 se inició el paulatino
deterioro de las finanzas peruanas, con una inflación galopante y un aumento
desmedido de la deuda externa que llegó a ser en 1980 de 11.000 millones de
dólares. Con el surgimiento de los problemas económicos se intensificaron los
conflictos sociopolíticos adormilados por la experiencia reformista. El régimen
sufrió un irreversible deterioro, lo que determinó la renuncia impuesta de Juan
Velasco Alvarado el 29 de agosto de 1975. Sin embargo, otros elementos de este
periodo dejaron una señal imborrable en la sociedad peruana, como fueron la
reforma agraria y sus efectos, la participación popular y la reivindicación de lo
«cholo».
La segunda etapa del reformismo militar, con el general Francisco Morales
Bermúdez a la cabeza, significó el triunfo de las fuerzas moderadas y más
conservadoras del estamento militar, político y social del país. El autoritarismo
gubernamental conculcó importantes derechos políticos y laborales, como el de
la huelga y se creó un clima de confianza con concesiones al sector empresarial,
buscando la refinanciación de la deuda. En 1977 se dio a conocer el Plan Tupac
Amaru, que preveía la vuelta a los cuarteles de las Fuerzas Armadas y ponía fin
al concepto de «propiedad social», desarrollado por el Plan Inca, que había
supuesto un modelo basado en ideas participativas y cooperativas por el que las
empresas debían ser propiedad del Estado o de los trabajadores y, en cualquier
caso, dirigidas colectivamente, por lo que se abría las puertas hacia la
restauración de la empresa privada, la reforma constitucional y, por ende, la
transición política.
El calendario político anunciado convocaba a elecciones para conformar una
Asamblea Constituyente en 1978 y, posteriormente, a elecciones municipales y
generales en 1980. En 1979 se promulgó la nueva Constitución que,
técnicamente, sustituyó a la anacrónica de 1933.

2. LA VIDA POLÍTICA TRAS LA RECUPERACIÓN DEMOCRÁTICA

2.1. Características de la transición política

El esquema seguido por la transición política peruana configura un modelo


original entre los restantes casos latinoamericanos. El proceso fue definido por la
voluntad de las Fuerzas Armadas de retirarse a los cuarteles y tutelar el cambio
político luego que, a partir de 1976, Morales Bermúdez tuviera que gobernar
bajo el estado de sitio en un clima de amplias movilizaciones populares que
culminaron en un paro nacional que se saldó con el despido de 5.000 dirigentes
sindicales. La transición se realizó a lo largo de dos años (1978-1980), dando
paso a tres momentos diferentes. En una primera etapa se celebraron elecciones
para una Asamblea Constituyente en 1978, sin proscripción de líderes ni partidos
políticos, aunque se imposibilitó el voto a aquellos que no supieran leer ni
escribir castellano. No obstante, Acción Popular no participó en dichos comicios
por considerar su líder, expulsado de la Presidencia de la República por las
mismas Fuerzas Armadas ahora convocantes, que dicha cita electoral no era
legítima. La segunda etapa se encontró dominada por las discusiones en la
Constituyente para la elaboración del texto constitucional; la Asamblea, cuyo
presidente fue Víctor Raúl Haya de la Torre, se hallaba conformada por tres
grupos, que aglutinaban cada uno al tercio del número de los diputados. Eran el
APRA —mayoritario—, la izquierda —sumamente fragmentada— y la derecha
—representada por el Partido Popular Cristiano—. La tercera etapa culminó en
las elecciones presidenciales y legislativas de 1980, regidas ya por la Carta
fundamental de 1979.
La Constitución de 1979, vigente hasta 1992, regulaba las relaciones entre el
Presidente y la Cámara de Diputados de una manera original en América Latina,
ya que, aunque esta situación no llegó a producirse, establecía que aquél estaba
facultado para disolver la Cámara si ésta censuraba o negaba la confianza a tres
Consejos de Ministros (art. 227), no pudiendo llevar a cabo esta disolución sino
una sola vez durante su mandato (art. 229) debiendo convocar elecciones en el
plazo perentorio de treinta días desde la fecha de la disolución. Por otra parte,
siguiendo la tradición de la historia constitucional peruana, el Congreso era
bicameral y se recogía un tímido proceso de descentralización. También amplió
históricamente la representación política al abrogar el impedimento del
analfabetismo a la hora de la participación electoral.

2.2. Elecciones y cambios de gobierno durante la década de 1980

Las elecciones de 1980, que tuvieron una abstención del 18,2 por 100, se
realizaron bajo específicas normas transitorias que no volvieron a repetirse. El
umbral fijado por aquéllas para ser elegido Presidente en la primera vuelta fue
del 36 por 100. Fernando Belaúnde Terry, como candidato de Acción Popular,
obtuvo el 45,4 por 100 de los votos; el candidato del Partido Aprista Peruano,
Armando Villanueva del Campo obtuvo el 27,4 por 100 y el del Partido Popular
Cristiano, Luis Bedoya Reyes, el 9,6 por 100. Lo que se presentó como el cierre
de un paréntesis militar fue una percepción errónea: inmediatamente quedó de
manifiesto que las irreversibles transformaciones acaecidas en el país entre 1968
y 1975 mostraban un escenario profundamente diferente.
El gobierno de Belaúnde, que contó con apoyo mayoritario de su partido en la
Cámara baja y en el Senado hubo de recabar el apoyo del PPC, se diferenció
poco del de su antecesor, al poner en marcha la liberalización de los precios y la
disminución de la protección arancelaria. Desde los inicios de su gobierno
(1980-1982), el grupo terrorista Sendero Luminoso comenzó sus acciones
violentas recrudeciendo paulatinamente los ataques, acentuando su influencia en
la región andina, especialmente en Ayacucho. La reacción de la población rural
que era amenazada de pena de muerte por los terroristas si no se unían a ellos
por ser cómplices del «Estado burgués» y, por otro lado, por un Estado que
llevaba a cabo una política de tierra arrasada, fue la de constituir
espontáneamente rondas campesinas. Estos grupos fueron reconocidos
progresivamente de manera que ya el siguiente gobierno les entregó escopetas y
terminaron siendo un instrumento decisivo para que Sendero cambiara su
estrategia y se centrara en las ciudades. Recientemente las rondas campesinas
han sido reguladas legalmente (Ley 27.908 aprobada el 16 de diciembre de
2002) adquiriendo personalidad jurídica y regulándose los derechos y deberes de
sus miembros así como su coordinación con organizaciones sociales y con
autoridades jurisdiccionales.
La crisis económica se acentuó a partir de 1984 con la fuga de capitales y la
suspensión de pagos. La sustitución de Manuel Ulloa en su cargo de presidente
del Consejo de Ministros por Fernando Schwalb a principio de 1983 y la de éste
por Sandro Mariátegui en abril de 1984 no aportaron ninguna solución a una
situación cada vez más deteriorada, a pesar del pacto de legislatura entre Acción
Popular y el Partido Popular Cristiano, que se quebró en el último citado
recambio al frente del gabinete. Luis Percovich, que sustituyó a Mariátegui en
octubre de 1984, fue el último Primer Ministro de Belaúnde.
Las elecciones de 1985, en las que se produjo la primera alternancia entre
civiles elegidos constitucionalmente de forma incuestionable desde 1912,
mostraron que las tendencias del voto peruano habían sufrido una sustancial
modificación, decantándose hacia posiciones populistas de centro-izquierda,
aglutinando APRA e Izquierda Unida el 78 por 100 del electorado, y siendo
todos los grupos políticos testigos del derrumbamiento del partido hasta entonces
en el gobierno, incapaz de encontrar un candidato que sustituyese a Belaúnde.
Perú vivió en la década de 1980 dos periodos democráticos formales en los
que se acentuaron serios problemas capaces de frenar el afianzamiento
institucional del país. De esta manera merecen tenerse en consideración los
siguientes aspectos: en primer lugar, la deuda externa llegó a colapsar
prácticamente la actividad económica del país. Alan García trató, al principio de
su mandato, de alejarse de los planes del FMI, declarando que tan solo destinaría
el 10 por 100 del ingreso por exportaciones al pago de la deuda externa. Sin
embargo, impulsado por la hiperinflación y el colapso financiero, tuvo que
seguir las directrices del organismo supranacional, cuyo interés último era,
reduciendo el nivel de consumo de unos productos que en su mayoría eran
importados y de producción de una industria básicamente ensambladora lograr
conseguir reactivar la balanza de pagos. Todo lo cual permitiría a Perú cumplir
sus compromisos monetarios con el exterior. En los primeros dieciocho meses de
gobierno aprista se vivió una tímida reactivación, obteniéndose una relativa
disponibilidad de divisas. En 1987, el gobierno peruano decidió nacionalizar la
banca, circunstancia que aunque no prosperó asestó un profundo golpe a su
credibilidad en materia económico-financiera.
El país vivió bajo el estado de emergencia que permitía suspender las
garantías de libertad individual, inviolabilidad del domicilio, de reunión y de
tránsito por el territorio nacional, afectando a más del 40 por 100 del territorio
peruano, desde que en 1980 Sendero Luminoso hubiera irrumpido en la vida
política del país. Durante el gobierno de Belaúnde se declaró cuarenta y seis
veces el estado de emergencia. Este mismo gobernante puso en vigencia en 1981
la Ley Antiterrorista. Dos años más tarde, el gobierno de Acción Popular (AP)
entregó el control del orden interno de las zonas de conflicto a las Fuerzas
Armadas. A través de un «Comando Político-Militar», bajo el amparo del orden
constitucional, el Ministerio Público y el Poder Judicial quedaron sujetos, en esta
materia, al poder castrense. La única fuente de información de lo que ocurría en
dichas zonas eran los partes militares. El encargo a las Fuerzas Armadas de la
lucha antiterrorista sin ningún tipo de estrategia y con un apoyo político muy
difuso hizo que la violación de los derechos humanos fuera un lugar común.
Al acceder al poder Alan García en 1985, quien contó con una cómoda
mayoría del APRA en las dos Cámaras, prometió recuperar la primacía del
Estado de Derecho y el respeto a los derechos humanos. Para ello creó la
Comisión de Paz, se trató de regular por medio de una ley las atribuciones del
Comando Político-Militar y se realizaron inversiones para el desarrollo. Sin
embargo, la situación estuvo lejos de estar regularizada por cuanto que la
matanza de senderistas en las cárceles de El Frontón y Lurigancho y la aparición
del grupo paramilitar Rodrigo Franco eclipsaron en este terreno la figura del
carismático dirigente que había llegado a la presidencia con apenas treinta y
cinco años.
Por otra parte, iba tomando cada vez más fuerza y vigencia el fenómeno de la
economía informal como producto de la avalancha migratoria, potenciada por la
supervivencia que impulsaba a luchar contra todo, incluido el sistema,
convirtiendo sus actividades productivas en informales para evitar que
desarrollarlas dentro de la ley sobrepasase sus posibilidades económicas. El 48
por 100 de la población activa está dedicado a este sector, que supone el 61 por
100 del total de horas/hombre y el 38,9 por 100 del PIB. Se han adueñado de la
mayor parte del mercado de tres actividades específicas: la vivienda, el
transporte y el comercio. En cuanto al primer concepto, se llegó a edificar al
margen de la ley el 42,6 por 100 de las viviendas limeñas. Con respecto al
transporte público, ya en 1984 el 95 por 100 se dedicaba a actividades
informales, interfiriendo rutas ajenas. El comercio informal se desarrolla
principalmente en la calle y en mercados construidos específicamente para ello,
se concentra especialmente en los barrios populares y en los distritos de bajos
ingresos, constituyendo el 80 por 100 de los vendedores ambulantes limeños.
ELECCIONES PRESIDENCIALES EN PERÚ

14 de abril de 1985

Partidos Candidatos Votos % votos


PAP Alan García Pérez 3.457.030 45,74

IU A. Barrantes Lingán 1.606.914 21,26


PPC-MBH L. Bedoya Reyes 773.705 10,23

AP J. Alva Orlandini 472.627 6,25

Otros 198.930 1 2,66

Nulos 553.586 7,32

Blancos 494.390 6,54

Total 7.557.182 100

1 Se incluyen los votos de R. Cáceres V. del IN, 91.986 votos (1,21%), de F. Morales B. del FRENTE,
54.560 votos (0,72%), de M. Campos A. Del PAN, 26.757 votos (0,35%), de R. Napurí S. del PST, 15.607
votos (0,25%) y P.Uculmana S. del 7 de Junio, 10.020 votos (0,13%).
FUENTE: Elaboración propia a partir de Cuadernos de Capel, n.º 16, p. 64.

Las consecuencias de la informalidad para la economía peruana están


materializadas en los efectos negativos que producen sobre ella, esto es: la baja
producción, la disminución de la inversión, la ineficacia del sistema tributario, el
aumento de las tarifas de los servicios públicos, las limitaciones del progreso
tecnológico y las serias dificultades para formular la política macroeconómica.
El proceso de nacionalización de la banca supuso la ruptura de la gran coalición
electoral que en el ámbito de la ciudadanía apoyaba masivamente a Alan García
como ningún Presidente peruano anterior lo había sido. La autoridad de Alan
García, de carácter carismático y legitimado por una amplísima mayoría de la
población, alcanzada no solo en la elección presidencial y parlamentaria de
1985, sino también en la municipal de 1986 —cuando el aprista Jorge del
Castillo se alzó con la alcaldía de Lima—, comenzó a debilitarse
dramáticamente a partir de 1987.
El mandato de Alan García hubo de enfrentarse con un proceso inflacionario
cada vez más descontrolado que fue acelerado por su propia política económica
al proseguir un patrón de actuación basado en el papel central del Estado. La
utilización de remedios ortodoxos del más puro estilo estatista-populista se
reveló profundamente ineficaz. Los Primeros Ministros (Alva, Larco,
Villanueva, Sánchez y de nuevo Larco) se sucedieron así como un alto número
de Ministros de Economía sin por ello mejorar la situación. La movilización
antigubernamental que desencadenó la desprolija conducción personalista de
Alan García llevó a que los líderes económicos más importantes del país
organizaran una coalición política que bloqueó su gobierno y que sumió al país
en una crisis económica devastadora.
Por otra parte, Sendero Luminoso intensificó sus ataques centrándose en la
destrucción del aparato productivo del país (comunicaciones y conducciones
eléctricas, básicamente). En este estado de cosas las opciones de la izquierda
peruana, que había llegado a crear Izquierda Unida y alcanzado la alcaldía de
Lima en 1983 con su candidato Alfonso Barrantes, el primer alcalde socialista en
la historia de la ciudad, comenzaron a disminuir sumida en una profunda crisis
de identidad que propiciaba la desunión.

2.3. Los gobiernos de Alberto Fujimori

Las elecciones de 1990 se enmarcaban entonces en un panorama definido por


la crisis de la izquierda que acababa de volver a perder en las elecciones de 1989
la alcaldía de Lima, el profundo descrédito del todavía gobernante Partido
Aprista Peruano y la concentración de las expectativas del triunfo en una amplia
coalición de derecha que apoyaba la candidatura del novelista Mario Vargas
Llosa. Sin embargo, el nivel de deterioro de la política existente propició que la
candidatura presidencial, formada en el último momento, de Alberto Fujimori,
comenzara a tomar fuerza. Fujimori era un recién llegado a la política cuyo lema
electoral había sido el de «honradez, trabajo y tecnología» y únicamente
conocido por su papel secundario como rector de una institución universitaria
técnica. En este sentido no hacía sino seguir los pasos de Ricardo Belmont quien
con su plataforma «Obras» había ganado la alcaldía de Lima en 1989 frente a
todos los partidos tradicionales. En la primera vuelta de las elecciones
presidenciales del 8 de abril de 1990, la candidatura de Fujimori consiguió
situarse como la segunda más votada detrás de la de Vargas Llosa que había
quedado lejos de sus expectativas de obtener la mayoría absoluta. En la segunda
vuelta, el siguiente 10 de junio, Fujimori, apoyado directamente por el
movimiento Cambio-90 creado en las vísperas electorales, y avalado por los
evangélicos y la oposición anti Vargas Llosa atemorizada por el programa
neoliberal radical de éste, se alzó con la Presidencia de la República. A
diferencia de sus predecesores Fujimori no obtuvo la mayoría en ninguna de las
Cámaras, hecho que tendría importantes repercusiones en los dos años
siguientes.
Fujimori, cuya prédica preelectoral fue ambigua y con tendencia a un
populismo de premisas imprecisas, tomó el programa electoral de Vargas Llosa
basado en políticas de austeridad y de ajuste económico que puso
inmediatamente en marcha una vez en el poder con un programa de choque en el
que se incrementó el precio del combustible y se suspendieron los subsidios a los
productos básicos. Falto de un equipo partidista consolidado, Fujimori formó sus
primeros gabinetes mediante una combinación de hombres próximos al propio
Vargas Llosa, individuos ajenos a la clase política tradicional e incluso a su
propia formación, Cambio 90, miembros de las Fuerzas Armadas y militantes de
la izquierda que fueron paulatinamente conformando un núcleo de apoyo
presidencial basado en vínculos personales. La bisoñez de los cuadros que le
rodearon chocó además con la actitud del Congreso donde no solo Cambio-90
estaba en minoría, sino que también se registraba un rechazo frontal al estilo de
política llevado a cabo. En los dieciocho primeros meses de su gobierno se
sucedieron tres Primeros Ministros (Hurtado Miller, Torres y Torres, y De los
Heros) y se abrieron procesos judiciales contra un elevado número de jueces y
de policías acusados de corrupción. Al mismo tiempo, y como consecuencia de
los poderes legislativos extraordinarios que confirió el Congreso a Fujimori en
junio de 1991 por un periodo de ciento cincuenta días para elaborar una política
de pacificación nacional y para promover una mejora en la situación económica,
se expidieron desde el Poder Ejecutivo ciento veintiséis decretos de emergencia
de carácter económico y de seguridad. Sin embargo, a finales de noviembre de
ese mismo año, algunos de esos decretos fueron observados por el Congreso y
derogados, lo que incrementó la tensión entre ambos poderes del Estado.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE PERÚ

1 Se incluyen los votos de A Barrantes Ligán de IS, 320.108 (4,1%), de R. Cáceres de FENETRACA,
77.284 votos (1,0%), de E. tacusi G. De FREPAP, 69.832 votos (0,9%),de D. Larrea de C. de UNO,18.248
votos (0,2%) y de N. de Piérola de UD, 8.170 votos (0,1%).
2 Se incluyen los votos de A. Toledo M. de CODE-PP, 241.598 votos (3,2 %), de R. Belmont de OBRAS,
192. 383 votos (2,6%), de E. Ataucusi G. del FPA, 57.556 votos.
Votos (0,8%), de L. Cáceres de Perú al 2000- FRENATRACA, 25.017 votos (0,3%), S.Dalmau L. de MNP,
9.999 votos (0,1%),V. Echegaray P. Del PRP, 9.105 votos (0,1%) de E. Inga G. de AD-PUMA, 7.006 votos
(0,1%), de M. Campos A. de PyD, 6.337 votos (0,1%) y C. Cruz G. Del FIRN, 5.249 votos (0,1%).

En esta coyuntura, en el transcurso de 1991 el acoso de Sendero Luminoso a


las ciudades se intensificó llegándose a suscitar una auténtica sensación de caos
por los constantes apagones, las explosiones y la violencia selectiva registrada,
entre la que simbólicamente destacó el asesinato de María Elena Moyano, líder
popular y dirigente del ayuntamiento de Villa El Salvador, en febrero de 1992.
Todo ello definió una situación ante la que Fujimori respondió con una flagrante
violación de la Constitución disolviendo el Congreso el 5 de abril de 1992 y
poniendo en marcha un proceso de depuración del Poder Judicial y del sistema
penal que él concebía como proclives al senderismo. En este terreno, el gobierno
mediante decretos leyes cesó a centenares de jueces y fiscales, completando esta
tarea una comisión evaluadora de la Corte Suprema Provisional. El «Fujigolpe»
contó con el apoyo mayoritario de la opinión pública satisfecha por el éxito de
las políticas antiinflacionarias implementadas y por el giro dado a la forma de
hacer política de Fujimori, también recogió el apoyo de los militares, de manera
que rápidamente fue controlada la disidencia interna simbolizada por la dimisión
del Primer Ministro De los Heros, la cual, además, contó como efecto
desactivador con la detención por la policía de la cúpula dirigente de Sendero
Luminoso. Sin embargo, el «autogolpe» suscitó el repudio generalizado de la
comunidad internacional que presionó fuertemente a Fujimori para que
restableciera el orden constitucional para lo que convocó elecciones a una
Asamblea en las que no participaron ni el APRA ni AP, principales partidos de la
oposición.
La elección del Congreso Constituyente Democrático se llevó a cabo el 22 de
noviembre de 1992 rentabilizando la popularidad alcanzada por Fujimori hasta la
fecha, tanto como consecuencia de los mejores resultados de la economía como
del ya apuntado éxito policial en la detención del líder y fundador de Sendero
Luminoso Abimael Guzmán el 12 de septiembre de ese mismo año y del fracaso
de una intentona militar a cargo del general Jaime Salinas escasos días antes de
los comicios. El Congreso Constituyente Democrático se instaló oficialmente el
30 de diciembre de 1992 y en su primer acto proclamó a Fujimori como Jefe de
Estado bajo los términos de la Constitución de 1979, confirmando la validez de
los decretos de emergencia promulgados por el gobierno desde el mes de abril
anterior. El Congreso Constituyente Democrático realizó también una importante
tarea de depuración del Poder Judicial implementando un Jurado de Honor de la
Magistratura con la tarea de nombrar, previa evaluación, a los reemplazantes,
para lo cual podían oír a los cesados. Este Jurado solo pudo nombrar a la nueva
Corte Suprema y a los jueces de primer y segundo grado del Distrito Judicial de
Lima.
La nueva Constitución, elaborada por el Congreso Constituyente
Democrático, integrado fundamentalmente por seguidores de Fujimori, fue
aprobada por un referéndum el 31 de octubre de 1993 con el 52,2 por 100 de los
votos favorables, en medio de importantes dudas sobre la bondad del proceso, y
mantuvo los plazos de la anterior de manera que las siguientes elecciones se
realizarían en 1995, por lo que el Congreso Constituyente Democrático continuó
sus tareas legislativas hasta dicho año. Previamente, no obstante, se celebraron
en febrero de 1993 las elecciones municipales que registraron una fuerte
presencia de candidatos independientes. A lo largo de la segunda mitad de su
mandato se siguió igualmente el baile de Primeros Ministros: De la Puente,
Bustamante y Córdova, confirmándose un rasgo típico de esta figura en el
constitucionalismo peruano: su alta inestabilidad y la brevedad en el cargo.
La Constitución de 1993 sustituyó el corsé ideológico programático de la
Constitución de 1979 basado en un sistema diametralmente opuesto al que
empezó a diseñar Alberto Fujimori en clave neoliberal. Estableció como
principal novedad un Poder Legislativo unicameral elegido en una única
circunscripción nacional mediante el voto preferente lo cual trajo consigo el
fortalecimiento de instancias de representación ajenas a los partidos cuya
actividad no fue legislada. Por otra parte se introdujeron cambios técnicos en
distintas instancias que mejoraban su contenido y se crearon organismos como el
Defensor del Pueblo o la Academia de la Magistratura, la bondad de los cambios
introducidos fue subrayada por numerosos informes. Sin embargo, el régimen
político así establecido mostró una indudable propensión hacia un
desdoblamiento de su funcionamiento real frente a la estricta formalidad
establecida. El principal denominador común del mismo fue el carácter
autoritario de Alberto Fujimori que quedó reflejado en su pulsión irrestricta a
favor de su mantenimiento en el poder a toda costa. Para ello se manejaron
diferentes mecanismos explícitos que, combinados con la actuación clandestina
del asesor presidencial Vladimiro Montesinos, al frente del Servicio de
Inteligencia Nacional (SIN) —que había logrado su centralización puesto que
tenía un carácter disperso entre las diferentes ramas del ejército—, encargado de
tejer una red de lealtades ilegales bajo la forma de la corrupción a gran escala,
provocaron el resultado apetecido. Vladimiro Montesinos, ex capitán del
Ejército y abogado en la década de 1980 ligado a la defensa de casos de
narcotráfico, había logrado vincularse al entorno del Presidente Fujimori e ir
ascendiendo en influencia hasta desalojar como principal consejero al propio
hermano del Presidente, el también abogado Santiago Fujimori en 1996. Su
ascendencia sobre Alberto Fujimori le hizo identificarse enormemente con el
régimen político alcanzando el máximo nivel de complicidad con el Presidente y
siendo el verdadero Primer Ministro en la sombra (Córdova fue reemplazado por
Pandolfi quien se mantuvo un tiempo récord en el puesto).
De entre los mecanismos explícitos cabe destacar el control mayoritario del
Poder Legislativo mediante la disminución del papel de los partidos y la
atomización de la representación política para poder negociar con los
parlamentarios sobre la base individual y no sobre la partidista; la expresa
manipulación del Poder Judicial mediante un desarrollo legislativo del mismo
torticero que le llevó a encumbrar la Sala de Derecho Público como verdadera
aduana pretoriana del régimen que nunca cambió de vocales, la utilización de
fórmulas de provisionalidad de jueces, magistrados y fiscales; la neutralización
del Consejo Nacional de la Magistratura, que no pudo ni sancionar ni nombrar
jueces; y la manipulación de los medios de comunicación social, en especial de
la televisión de señal abierta, mediante la extorsión, como sucedió más tarde en
el caso del empresario Baruch Ichver y el manejo de la denominada «prensa
chicha» o rotativos de amplia difusión popular. Por otra parte, el régimen puso
en marcha, con apoyo significativo internacional, un proceso de reforma de la
Justicia que tuvo importantes efectos cosméticos sin que se modificaran las
pautas de penetración del Poder Ejecutivo en la misma. Al contrario, la Justicia
fue usada como un instrumento político de persecución impecable a los
enemigos del régimen alcanzando uno de los niveles de dependencia más
relevantes de la historia reciente peruana.
Las elecciones del 9 de abril de 1995, en las que concurrieron una veintena de
candidaturas, volvieron a dar la presidencia a Fujimori, que obtuvo un apoyo
electoral de casi dos tercios de los votos válidos, muy por encima de las
encuestas más favorables, con una abstención del 27 por 100, una de las cifras
más altas para un país que tiene un promedio histórico del 19 por 100. Los
comicios, que dieron cabida simultáneamente a las elecciones presidenciales y a
las elecciones legislativas, mostraron el deterioro constante de las instituciones
representativas, toda vez que se registró una diferencia de 835.493 votantes entre
los que sufragaron para la Presidencia (9.065.739) y los que lo hicieron para el
Congreso (8.230.246).
El nuevo triunfo de Fujimori se gestó frente al candidato de la oposición
(Unión por el Perú), el anterior secretario general de la ONU Javier Pérez de
Cuéllar y la desunión del APRA en torno a la postura a adoptar frente al
liderazgo de García, y la mayoría del Congreso (ahora sí en comicios
plenamente competitivos) a su formación Cambio 90-Nueva Mayoría,
confirmándose el hundimiento de los partidos tradicionales los cuales ni siquiera
pudieron superar el listón del 5 por 100 para no perder su inscripción como
partido. La reelección de Fujimori fue también posible por haberse eliminado en
la nueva Constitución la histórica cláusula que prohibía la reelección
presidencial inmediata.
La ratificación en la Presidencia de Fujimori, junto con el hecho de contar
con una cómoda mayoría en el Congreso y con un Poder Judicial dócil, acentuó
los rasgos autoritarios y el personalismo de su gobierno. Esta circunstancia se
constató en la política de derechos humanos (la Ley de amnistía que benefició a
los responsables de una matanza estudiantil en la Universidad de La Cantuta en
julio de 1992); de derechos cívicos (persecución a periodistas y a medios de
comunicación opositores); la creciente autonomía de las Fuerzas Armadas (la
nueva confrontación bélica con Ecuador en enero de 1995, su creciente presencia
en el gabinete y el papel estelar jugado a lo largo de la década por su
comandante en jefe Nicolás de Bari Hermoza), de descentralización (controlando
políticamente las autoridades del poder regional en los departamentos, ya que
eran designadas por él, relegando al olvido al poder provincial y convirtiéndose
en la principal fuente del presupuesto de los gobiernos locales más cercanos a la
población, denominados distritos, para tener así fácil control sobre ellos aunque
sus autoridades fuesen elegidas en elecciones libres); así como en el propio estilo
en la implementación de las políticas públicas. Con respecto a este último punto,
se continuó el proceso privatizador, alcanzándose el monto de 6.512 millones de
dólares por las privatizaciones llevadas a cabo entre 1990 y 1996 y la profunda
transformación del papel de un Estado de por sí muy «capitidisminuido» al
controlar uno de los más bajos niveles de gasto público de América Latina. Pero
también se reforzaron claros componentes populistas a través de la utilización
del Fondo Nacional de Compensación para el Desarrollo Económico y Social
(FONCODES), verdadero instrumento para el desarrollo de políticas populistas.
El régimen también auspició distintas actuaciones de carácter social que tuvieron
un impacto popular destacable como fueron el Programa Nacional Alimenticio
(PRONA) desde el Ministerio de la Presidencia, la cartera con mayor
presupuesto, las políticas públicas desarrolladas desde el novedoso Ministerio de
la Mujer y la titulación de la propiedad de los terrenos ocupados de los Pueblos
Jóvenes a través de la Comisión de Formalización de la Propiedad Informal
(COFOPRI), medida esta última de gran impacto social y popularidad.
Paralelamente, de forma inmediata, comenzó la campaña destinada a procurar
la nueva reelección de Fujimori al final de su mandato en el año 2000 para lo
que bastaba con reinterpretar la nueva Constitución en el sentido de que no fuera
considerado como mandato sujeto a ella el periodo 1990-1995, para lo cual se
llegó a destituir en mayo de 1997 por parte del Congreso a tres jueces del
Tribunal Constitucional que habían mostrado su oposición a dicha interpretación.
La débil oposición a Fujimori se concentró en la alcaldía de Lima que fue
ganada en las elecciones de noviembre de 1995 por el independiente Alberto
Andrade y líder del movimiento «Somos Lima» que obtuvo el 52 por 100 de los
votos frente al 48 por 100 que alcanzó el candidato de Fujimori, el anterior
presidente del Congreso Jaime Yoshiyama. Andrade sustituía al también
antifujimorista Ricardo Belmont, alcalde desde 1989. Paralelamente, otros
candidatos independientes se hicieron con las alcaldías de Arequipa, la segunda
ciudad del país, Cusco, Ayacucho, Huancayo y Puno. El hecho de que la
oposición se centrara en un candidato independiente ponía claramente de relieve
la profunda crisis en que continuaban inmersos los partidos tradicionales que se
extendía al propio sistema de partidos peruano, habida cuenta que la formación
Cambio 90-Nueva Mayoría renunciaba explícitamente a conformarse como un
partido político tanto en términos organizativos como operativos.
El momento de mayor tensión que hubo de confrontar el gobierno de
Fujimori se dio cuando un grupo del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru
(MRTA) tomó la embajada de Japón en Lima en diciembre de 1996. La forma
violenta en que fue resuelta la situación el 22 de abril siguiente volvió a poner de
relieve el carácter profundamente autoritario de Fujimori, a pesar de que recibió
un apoyo masivo de la opinión pública. Irónicamente la derrota del MRTA liberó
a numerosas fuerzas sociales que durante una larga década se habían mostrado
temerosas de hacer pública su repulsa a la política gubernamental para no ser
utilizadas por las diferentes expresiones terroristas. Esta nueva situación hizo
que, a partir de junio de 1997 y coincidiendo con la maniobra del Congreso
contra el Tribunal Constitucional y con nuevas actuaciones contra la libertad de
expresión, se articulara una protesta ciudadana en las calles contra el gobierno de
Fujimori. En este sentido, el principal instrumento que se quiso manejar fue la
posibilidad de convocar un plebiscito que detuviera los planes de reelección del
propio Fujimori para el que la oposición reunió 800.000 firmas, una vez que el
Congreso y luego el Tribunal Constitucional hubieran allanado su camino para
presentarse como candidato presidencial a las elecciones del año 2000. Pero esta
posibilidad quedó frustrada y solamente llegó a servir para continuar
movilizando a la oposición antireeleccionista que llegó a irrumpir en el palacio
presidencial el 30 de septiembre de 1998.
En efecto, si bien la existencia del referéndum como arma de participación
popular había sido recuperada por la declaración del Jurado Nacional de
Elecciones al revocar la decisión de la ONPE y declarar la inaplicación de la Ley
26.670 que endurecía las disposiciones constitucionales para llevar a cabo esta
consulta con la finalidad de derogar la Ley de Interpretación Auténtica aprobada
por el Congreso en 1996, ya que según ella se necesitaría el aval a la iniciativa
popular del 40 por 100 de los diputados para su realización; la reconformación
del Jurado condujo a que, debido a un cambio de opinión, considerara que la
referida Ley 26.670 sí era aplicable, lo que clausuró definitivamente la
posibilidad de utilizar esta vía para evitar la re-reelección de Fujimori.
La estrategia del propio Fujimori de presentar un esbozo de democratización
de su régimen mediante la designación de Javier Valle Riestra, independiente
pero de trayectoria próxima al aprismo, como Primer Ministro, quedó frustrada
al dimitir éste a los dos meses de su nombramiento por sentirse incapaz de
reconducir el perfil autoritario del gobierno. Las elecciones municipales de
noviembre de 1998 ratificaron la popularidad de Alberto Andrade quien se
mantuvo en la alcaldía de dicha ciudad con el movimiento «Somos Lima» con el
59,3 por 100 de los votos, en esta ocasión frente al candidato de «Vamos
Vecino», el ex Ministro de Economía de Fujimori, Hurtado Miller, que obtuvo el
28,6 por 100 de los votos. La renuncia explícita de Cambio 90-NM a presentar
candidatos, junto con el hecho de que Andrade decidió comenzar a articular su
opción como candidato a las elecciones presidenciales del año 2000 poniendo en
marcha «Somos Perú», se presentaron como los dos hechos con trascendencia
más significativa para el futuro inmediato.

2.4. La recuperación democrática

Alberto Fujimori planteó su continuidad como Presidente violentando el


propio diseño de su Constitución mediante una supuesta «interpretación
auténtica» de la cláusula de no reelección aprobada por el Congreso en 1996, la
cual no tenía en cuenta su primer mandato a efectos de contabilizar periodos de
reelección. Frente a esta interpretación se erigió la opinión del Tribunal
Constitucional que declaró inaplicable dicha ley al caso del Presidente Fujimori.
Ante esta situación, el Congreso Nacional con la excusa de una supuesta
irregularidad procedió a destituir ilegalmente a los tres magistrados que
suscribieron dicha resolución. Esto llevó a una amplia movilización contraria a
las intenciones reeleccionistas que presentaron recursos sin éxito ante el Jurado
Nacional de Elecciones controlado por Fujimori. De hecho, las elecciones de
2000 supusieron una reválida sobre su figura que se vertebró en un auténtico
pulso con Alejandro Toledo, un economista ex consultor de diferentes
organismos financieros multilaterales y de origen indígena, que supo construir
un sólido discurso contra el régimen vigente fundamentalmente desde la
perspectiva del ataque al personalismo de Fujimori y más que a las políticas
implementadas de las que en algún momento se sintió próximo. Toledo,
liderando Perú Posible, desplazó en su condición de confrontador principal al
fujimorismo al alcalde de Lima, Alberto Andrade quien encabezando Somos
Perú había ido articulando la oposición más institucional ya desde su anterior
mandato en la alcaldía de Miraflores y que fue objeto de una de las más
furibundas campañas de desprestigio personal por parte del fujimorismo.
La primera vuelta de los comicios mostró enormes irregularidades en el
proceso electoral, básicamente al generarse unas condiciones de muy baja
competitividad como consecuencia del apoyo masivo del aparato del Estado y de
las dificultades creadas para impedir la campaña de los otros candidatos y las
acciones llevadas a cabo para desprestigiarles. Solo la presión popular e
internacional, fundamentalmente de la OEA, contuvo la proclamación directa de
Fujimori como candidato vencedor con la mayoría absoluta de los votos
válidamente emitidos que es el requisito constitucional establecido. Las dudas
sobre la bondad del proceso en relación con la segunda vuelta llevaron a Toledo
a retirarse de la liza, si bien su renuncia no se hizo en la forma debida,
circunstancia por la que finalmente fueron admitidos sufragios en su favor. La
elección de Fujimori se llevó a cabo sin observadores internacionales, puesto que
habían resultado infructuosos sus esfuerzos para aplazar los comicios hasta que
se solventaran los numerosos defectos existentes en el censo y en la propia
conducción del proceso, y en medio de una fuerte oposición interna que veía
ilegítimo el proceso. En la reunión de cancilleres de la OEA en Windsor
(Canadá), celebrada a las pocas semanas de la celebración de los comicios, pese
a encontrarse en el orden del día el estudio de la aplicación de sanciones a Perú
(que contaba con la posición favorable de Estados Unidos), declinó tomar
resolución alguna al respecto.
La toma de posesión de Fujimori sirvió de catalizador de las expresiones
diversas de la oposición que, encabezada por Toledo, organizó una gran
manifestación de protesta (la «marcha de los cuatro Suyos», de indudable
simbolismo andino) que se saldó con incidentes de los que resultaron numerosos
heridos por la represión policial y seis muertos en un incendio en la sede del
Banco de la Nación que, posteriormente, se supo que había sido producto de una
maniobra de elementos del Servicio de Inteligencia con el fin de responsabilizar
de las consecuencias a los organizadores de la Marcha. En las semanas
siguientes a la constitución del Congreso y mientras se llevaban a cabo
negociaciones para articular una bancada oficialista que le habían negado las
urnas capaz de contabilizar una mayoría de apoyo al Ejecutivo se desató el
escándalo de los «vladivideos» cuando el 14 de septiembre de 2000 salieron a la
luz pública los manejos de Vladimiro Montesinos para comprar a congresistas
no oficialistas para que se incorporaran al grupo de Perú 2000, operación que
había sido exitosa con dieciocho candidatos electos bajo siglas opositoras. En
este caso se trataba del soborno con 15.000 dólares a Alberto Kouri de Perú
Posible. El escándalo, denunciado por Fernando Olivera del Frente
Independiente Moralizador (FIM), precipitó la ruptura en las relaciones entre
Fujimori y Montesinos que ya había tenido un momento de crisis días antes
cuando Montesinos anunció haber desmantelado un contrabando de armas
procedentes de Oriente Próximo y con destino a las FARC colombianas,
circunstancia que resultó no ser cierta y que puso en evidencia una posible
estrategia de la CIA para desacreditar y facilitar la caída de Montesinos.
Fujimori desactivó el SIN el 16 de septiembre, proclamó su intención de
convocar nuevas elecciones sin anunciar la fecha y Montesinos, tras distintas
peripecias en las que no estuvo ausente el apoyo de ciertos sectores de las
Fuerzas Armadas, huyó definitivamente del país llevándose consigo una muestra
de los videos que durante su estancia en el poder había ido grabando a muy
diferentes personajes públicos y que evidenciaban el alto nivel de corrupción
alcanzado por el régimen.
El escándalo originado acorraló al Presidente Fujimori, miembros de su
gabinete dimitieron y varios diputados de la bancada oficialista en el Congreso la
abandonaron. Esto supuso un cambio en la correlación de fuerzas que permitió
que prosperara una moción de censura contra la presidenta del Congreso Martha
Hildebrandt y la elección de Valentín Paniagua, congresista de AP, en su
reemplazo el 16 de noviembre. Además, se logró la reposición en sus cargos de
los tres magistrados del Tribunal Constitucional destituidos por la bancada de
Fujimori en el Congreso. Paralelamente comenzaron a surgir noticias de
escándalos financieros que involucraban diferentes cuentas bancarias en Suiza y
más evidencias de la corrupción rampante durante la última década. Fujimori
presentó el 19 de noviembre su dimisión como Presidente desde Japón, país en el
que se encontraba en visita oficial, la cual fue rechazada por el Congreso, para
disponerse la vacancia presidencial por «incapacidad moral permanente».
Ante la vacancia presidencial y la renuncia de los dos vicepresidentes, el
Presidente del Congreso, Valentín Paniagua, pasó a ocupar el cargo de Presidente
de la República, nombrando a Javier Pérez de Cuéllar como Presidente del
Consejo de Ministros con la tarea de llevar a cabo un verdadero proceso de
transición que debería culminar con unas nuevas elecciones que afectaban tanto
al Poder Ejecutivo como al Legislativo. El nuevo gobierno, que tuvo un marcado
carácter técnico, se concentró en la lucha contra la corrupción mediante
auditorías específicas, en el desmantelamiento de la red establecida por
Montesinos y de las instituciones fujimoristas más significativas como eran los
programas redistributivos como FONCODES o el Banco de Materiales, y en la
revisión de la política de ascensos militares.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE PERÚ 2000 y 2001

1 En 2000 se contabilizan los votos a las candidaturas de Luis Castañeda con Agrupación Independiente
Avancemos (246.781 votos), Luis Castañeda con Solidaridad Nacional (199.813 votos), Ezequiel Ataucusi
con Frente Popular Agrícola FIA del Perú (80.099 votos), Víctor García Belaúnde con Acción Popular
(46.523 votos) y Máximo San Roman con Agrupación Independiente Unión de Perú (36.541 votos). En
2001 se contabilizan los votos a las candidaturas de Carlos Boloña con Alianza Electoral Solución Popular
(179.243 votos), Ciro Gálvez con Partido Renacimiento Andino (85.436 votos), Marco A. Arraunátegui con
Partido Proyecto País (79.077 votos) y Ricardo Noriega con Todos por la Victoria (33.080 votos).
El clima político de entonces, por otra parte, estuvo enturbiado por la
visualización de nuevos videos que fueron apareciendo paulatinamente y que
contribuyeron al aun mayor descrédito de la clase política. Valentín Paniagua
terminó su mandato interino con grandes niveles de popularidad y el
reconocimiento público de su honestidad, transparencia y eficacia en la tarea
llevada a cabo.
Con respecto a la depuración de las responsabilidades de Alberto Fujimori y
de Vladimiro Montesinos este último fue finalmente extraditado de Venezuela en
junio de 2001 y cumple condena en una cárcel peruana por tráfico de armas,
asesinato, narcotráfico y enriquecimiento ilícito; teniendo aún pendientes varios
juicios. Por su parte, el ex Presidente fue acusado por la Comisión Permanente
del Congreso de delitos de lesa humanidad y se solicitó a Japón su extradición,
la cual finalmente fue realizada desde Chile, país al que había viajado Fujimori
en 2007. En diciembre de 2012 continúa cumpliendo condena por los delitos de
asesinato, secuestro, peculado doloso, apropiación de fondos públicos y falsedad
ideológica en agravio del estado. Sin embargo, desde finales del segundo
gobierno de Alan García (2006-2011) el fujimorismo cambió de estrategia, pues
pasó de impugnar judicialmente las sentencias contra su líder a tentar la
posibilidad de conseguir un indulto presidencial que declarase su libertad,
petición que finalmente fue presentada formalmente por los hijos de Fujimori a
fines de 2012, dándose así inicio a un procedimiento que se había convertido en
un tema de permanente enfrentamiento, en torno al cual se produjeron
alineamientos y realineamientos de las fuerzas políticas, pero que en junio de
2013 tuvo su punto final al no aceptarse la solicitud.
En términos instrumentales, la Mesa del Diálogo, auspiciada por la
Organización de Estados Americanos fue el medio para comenzar a desarticular
el régimen de Fujimori y organizar las elecciones del 8 de abril de 2001, para lo
cual estableció la fecha del 8 de enero para la inscripción de los partidos
políticos que concurrirían a dichas elecciones estableciendo las reglas de juego
de la convocatoria. La normativa electoral así formulada contenía principalmente
tres extremos: el primero se refería a la eliminación de la reelección presidencial
inmediata junto con la modificación de la duración del mandato de los cargos
elegidos en las elecciones generales de 2000; el segundo suprimía la
circunscripción nacional y la sustituía por el sistema del Distrito Electoral
Múltiple volviendo a las clásicas circunscripciones departamentales; y el tercero
esgrimió un sistema muy selectivo para articular las candidaturas, de manera que
se garantizó el derecho a la participación de las que ya estaban dentro del
sistema en detrimento de las posibles nuevas fuerzas políticas.
Las elecciones de 2001 tuvieron como gran novedad la articulación del centro
derecha histórico en torno a la candidatura de la democristiana Lourdes Flores al
frente de Unidad Nacional y, sobre todo, la reaparición en la política peruana de
Alan García quien reingresó al país, libre de todo tipo de cargas judiciales, y
dinamizó al PAP hasta alcanzar niveles de movilización desconocidos desde
finales de la década de 1980. Alan García, en apenas dos meses de campaña
multiplicó por cinco el porcentaje de intención de voto, inferior al 5 por 100 que
tenía al inicio de la campaña electoral e hizo del PAP el eje articulador de la
oposición y principal partido del país. De esta manera los comicios se
convirtieron en un duelo entre Toledo y García saldándose con el triunfo del
primero en la segunda vuelta. Por otra parte, Lourdes Flores, primera mujer en la
historia de Perú que era candidata a unas elecciones presidenciales, no logró
desligarse de los supuestos vínculos que le achacaron el resto de los candidatos
con el fujimorismo, al menos en el terreno de la continuidad de la política
económica; y tampoco contó con una maquinaria partidista sólida y competitiva.
El gran derrotado en la segunda vuelta fue el voto en blanco que promovieron el
escritor Álvaro Vargas Llosa y el periodista Jaime Bayly.
Alejandro Toledo conformó un gabinete en el que destacó la incorporación en
el ministerio de Justicia del líder y fundador del FIM, Fernando Olivera, de
Roberto Dañino como Presidente del Consejo de Ministros y otras
personalidades independientes de entre las que destacaba el politólogo Fernando
Rospigliosi en la cartera de Interior y Diego García Sayán en la de Relaciones
Exteriores. La privatización de las empresas eléctricas del sur del país supuso el
primer conflicto popular serio de un gabinete centrado en la «desfujimorización»
de las instituciones, en la elaboración de medidas de transparencia y de
anticorrupción —como, por ejemplo, la designación de Martín Belaúnde como
nuevo «zar» anticorrupción— y en la puesta en marcha de acciones de gobierno
en constante negociación con un Congreso en el que no contaba con una mayoría
de apoyo estable. El conflicto eléctrico desencadenó un paro nacional en mayo
de 2002 que terminó con serios incidentes en Arequipa ante los que Rospigliosi
asumió su responsabilidad política dimitiendo como Ministro.
Las elecciones regionales y municipales de noviembre de 2002 confirmaron
el papel ascendente del PAP —que se consolidaba como primer partido del país,
ya que ganó doce presidencias regionales de las veinticinco— así como la caída
de Somos Perú que era derrotado en Lima y que, en parte, se veía arrastrado por
la pérdida de popularidad de Alejandro Toledo, que apenas si recibía el apoyo de
uno de cada cinco peruanos, año y medio después de haber sido elegido
Presidente, y que no contaba con una mayoría que lo respaldara en el Congreso.
Algunos aspectos a destacar durante este periodo fueron: a nivel económico, el
despunte de la economía peruana apoyándose en el crecimiento de la demanda
interna, el aumento de la inversión extranjera y de las exportaciones, así como el
aumento de la inflación y la escasa redistribución de la riqueza, principales
críticas a su capacidad de gestión. En política interna, la puesta en marcha de la
Ley de Bases de la Descentralización —un tema siempre presente en la política
peruana—; y, en el ámbito externo, la reactivación de Perú en el plano
internacional mediante la inserción al MERCOSUR en calidad de miembro
asociado y de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en
abril de 2006. Asimismo, durante este mandato explotaron varios escándalos que
involucraban a Toledo, su familia y a personas de su gabinete y creció la
inestabilidad política reflejada en las múltiples manifestaciones de diversos
sectores sociales como los sindicatos, los cultivadores de hoja de coca, las
organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, entre otros.
En este contexto, para las elecciones presidenciales de 2006 emergieron tres
candidaturas fuertes —entre veinte, el mayor número de listas en la historia
electoral del país—: Alan García del PAP cuyo papel en la oposición le permitió
posicionarse respecto a los demás líderes y partidos que se mostraban más
débiles en el marco de un sistema de partidos fuertemente fragmentado; el ex
militar Ollanta Humala del Partido Nacionalista Peruano (PNP) que se presentó
con el aval de Unión por el Perú (UPP) y que fue protagonista junto a su
hermano de un levantamiento en contra el régimen de Fujimori en 2000, y de
nuevo Lourdes Flores presidenta del Partido Popular Cristiano (PPC), que
encabezaba la candidatura de la coalición de centro-derecha Unidad Nacional
(UN). Por su parte, Perú Posible, el partido del entonces Presidente Alejandro
Toledo, no propuso a nadie tras la renuncia de dos candidatos. Los candidatos
que pasaron a segunda vuelta fueron Humala y García quedando el líder aprista
como nuevo presidente.
El gobierno de Alan García se caracterizó por la aplicación de una política
económica que privilegió el logro de la consolidación fiscal, la restructuración
del gasto imponiendo topes al gasto corriente y aumentando la inversión pública
y la eliminación de barreras arancelarias —favoreciendo la apertura económica,
el aumento de las importaciones y la inversión privada—. En materia social
sobresale la reducción del porcentaje de personas en situación de pobreza que
pasó del 44,5 por 100 en 2006 al 34,8 en 2009; y del de pobreza extrema que
pasó del 16 al 9,8 por 100 de 2006 a 2010, según datos del Instituto Nacional de
Estadística e Informática; pese a estos logros la desigualdad no se redujo lo
esperado teniendo en cuenta el crecimiento económico y se profundizaron
brechas sociales en las zonas andinas y rurales del país. A nivel político, García
tuvo que enfrentarse con la ausencia de una mayoría en el Congreso, ya que su
bancada logró obtener el 30 por 100 de los escaños del Congreso mientras que
UPP —la primera mayoría— logró el 37 por 100 pese a haber logrado casi el
mismo porcentaje de votos. Esta debilidad fue contrarrestada por la debilidad
programática y disciplina interna de la bancada nacionalista, la cual comenzó a
fragmentarse poco después de las elecciones cuando algunos miembros del PNP
la abandonaron. Asimismo, hubo un aumento en la percepción de la corrupción
por parte de la ciudadanía, esto fue consecuencia de múltiples escándalos, el
caso más sonado fue el relacionado con el tráfico de influencias conocido como
los «petroaudios» o «petrogate» en el cual estuvieron involucrados un miembro
del partido aprista, un ejecutivo de Petroperú, varios ministros y la empresa
noruega Discover Petroleum. Todo ello estuvo envuelto en un clima de alta
movilización social, con una oposición incapaz de controlarla o incluso de
beneficiarse de ella, que ya venía del periodo de Toledo y que le había arrastrado
a cotas muy bajas de popularidad. En el momento más álgido de conflictividad
social del gobierno de García se llegaron a registrar una media de ciento ochenta
conflictos sociales mensuales. Uno de los momentos más críticos del gobierno
de García fue la masacre del 5 de junio de 2009 de Bagua que evidenció la
contradicción existente en el sistema político peruano al confrontarse los
derechos de las comunidades indígenas con las implicaciones de los acuerdos de
libre comercio establecidos en el país y que tanto habían servido para impulsar
las explotaciones mineras, verdadero motor del desarrollo económico peruano
del momento.
ELECCIONES PRESIDENCIALES DE PERÚ 2006 y 2011
FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de la ONPE.

En cuanto a la política exterior, se privilegiaron las relaciones con países


como Estados Unidos (en temas como el comercio y el narcotráfico), España (en
cuanto a la seguridad jurídica para las inversiones extranjeras) y Chile (en temas
de comercio y defensa); igualmente, García intentó posicionarse en la región
como líder alternativo a Hugo Chávez.
El fin del mandato de Alan García significó el fin del dominio aprista en el
ámbito nacional. Esto se vio reflejado en la ausencia de candidato a las
elecciones de 2011 y en los nefastos resultados en las elecciones legislativas
cuando solo logró obtener cuatro escaños, confirmó la tendencia observada en
las elecciones regionales de 2010, solo obtuvo una presidencia regional. Por el
contrario, el PNP liderado por Humala, y en alianza con varios partidos de
izquierda como el Partido Comunista y el Partido Socialista, logró convertirse en
la principal fuerza política al obtener cuarenta y siete de los ciento treinta
escaños del Congreso además de la Presidencia de la República. La otra gran
triunfadora de las elecciones fue Keiko Fujimori que avalada por el partido
Fuerza 2011 —en 2012 cambió de nombre a Fuerza Popular— logró pasar a la
segunda vuelta, en detrimento de Alejandro Toledo y de su exministro Pedro
Pablo Kuczynski y obtuvo treinta y siete escaños, convirtiéndose en la segunda
fuerza política demostrando la importancia que aún tiene el fujimorismo y la
marginalidad de los partidos tradicionales. Las elecciones presidenciales de 2011
conformaron un escenario dominado por candidaturas individuales ajenas por
completo a cualquier significado partidista, situación que ya se había presentado
en las elecciones regionales y municipales de 2010 en las cuales solo un tercio
de los candidatos que ganaron postularon por un partido político, tratándose
incluso, en no pocos casos, de invitados y no de militantes.
La candidatura de Ollanta Humala de 2011, Gana Perú, como ya sucediera en
2006, trajo consigo la movilización electoral de sectores sociales
económicamente desfavorecidos entre los que las comunidades indígenas
jugaban un papel muy relevante de manera que su apoyo electoral se concentró
claramente en los departamentos del sur del país a los que en los comicios de
2011 se sumó el electorado de Lima que siguió el consejo de Vargas Llosa de
votarle para impedir que Keiko Fujimori obtuviera el triunfo. En definitiva, se
mantenía la dinámica electoral de la primera década del siglo veintiuno
articulada entre una mitad del electorado integrado al sistema económico y
político, y la otra mitad que demanda una inclusión populista que no zanjaba
completamente con legados y reflejos autoritarios.
Humala llegó al poder defendiendo un discurso nacionalista con orientación
izquierdista más moderado que el usado en las elecciones de 2006 —de hecho se
esforzó para distanciarse de la figura de Hugo Chávez y buscó una identificación
con las ideas del ex Presidente brasileño Lula da Silva— moderación a la cual
contribuyó su pase a segunda vuelta donde cambió su proyecto de la «Gran
Transformación» por la «Hoja de Ruta» que tenía como objetivo acercarlo más
al centro ideológico. En su discurso mantuvo, sin embargo, sus principales
pilares intactos: el ataque al neoliberalismo, la defensa de la intervención del
Estado en la economía y en la organización de la sociedad y la crítica a las
formas tradicionales de hacer política. Una de sus principales propuestas fue la
modificación de la Constitución Política de 1993, la cual es permanentemente
cuestionada por su origen, no obstante, esta propuesta recibió fuertes críticas por
parte de diversos sectores —incluidos algunos miembros de su propio gabinete
—, ya que se considera que imprime inseguridad e incertidumbre para los
inversores extranjeros. En cuanto a los temas de política interna hay que destacar
el aumento del gasto social y la creación del Ministerio de Desarrollo e Inclusión
Social, así como el mantenimiento de una política económica ortodoxa que ha
permitido dar continuidad a tendencias positivas de los índices
macroeconómicos. En cuanto a la política externa, Humala ha defendido el
multilateralismo y el estrechamiento de relaciones con los países vecinos y los
bloques regionales.
Finalmente, durante su primer año y medio de gobierno, Humala ha tenido
que enfrentar conflictos sociales (en Cajamarca y Madre de Dios debido a los
proyectos de explotación minera en dichas regiones), y dos crisis de gabinete por
la mala gestión de las protestas anti mineras pese a la puesta en marcha de la ley
de consulta previa. Algunos de los frentes abiertos del actual gobierno son la
lucha contra el narcotráfico y los rezagos del terrorismo (en donde ha tenido
logros como la captura del cabecilla de Sendero Luminoso «Artemio»), la
diversificación económica y la reducción de la desigualdad social, así como el
siempre pendiente indulto al expresidente Alberto Fujimori.
Por otra parte, la política interior giró en torno al proceso revocatorio de la
alcaldesa de Lima, Susana Villarán proveniente de una coalición electoral de
fuerzas de izquierda y ministra en el gobierno de Valentín Paniagua, que culminó
con la llamada a las urnas de la población limeña el 17 de marzo de 2013. Tras
un proceso de acusaciones que se articularon sobre la supuesta ineficiencia de
Villarán y la crítica explícita de su predecesor entre 2003 y 2010, Luís Castañeda
Lossío, así como del ex presidente Alan García, la alcaldesa tuvo el rechazo del
48,3 por 100 de los electores lo que no validó el acto revocatorio, para lo cual se
requería mayoría absoluta. No obstante, el mismo sí que afectó a un elevado
número de regidores de la ciudad algo que supuso un golpe al gobierno de
Fuerza Social liderado por la alcaldesa de Lima, ciudad donde vive casi un tercio
de la población peruana y en la que se concentra la mitad del Producto Interior
Bruto del país.

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO

1. INTRODUCCIÓN

La Constitución Política del Perú de 1993 fue el instrumento mediante el que


el Presidente Alberto Fujimori intentó recuperar la institucionalidad violada tras
el autogolpe de estado del 5 de abril de 1992. Por consiguiente, se trata de un
texto que buscó compaginar la vuelta a la normalidad poliárquica siguiendo
ciertas pautas de la tradición constitucional peruana recogidas en la Constitución
de 1979 —de la que se copió su estructura repitiéndose dos tercios de su
articulado—, con el ideario del régimen establecido tras la llegada al poder de
Alberto Fujimori en 1990. De éste se recoge la pulsión reeleccionista, el evidente
giro al neoliberalismo al abandonarse los principios de la economía social de
mercado sustituyéndoles por la primacía del mercado, la desregularización y la
liberalización de la economía con la consiguiente disminución del papel del
Estado, y la reducción de la funcionalidad de los partidos políticos
capitidisminuidos en un Poder Legislativo unicameral y de tamaño reducido.
RESULTADOS DEL REFERENDUM CONSTITUCIONAL DEL 31 DE OCTUBRE DE 1993

Opciones Votos Porcentaje Porcentaje


«Sí» 3.878.964 52,24

«No» 3.545.699 47,76

Total votos válidos 7.424.663 100 91


Votos en blanco 215.613 2,64

Votos nulos 518.274 6,35

Total votos 8.158.550 100

FUENTE: Domingo GARCÍA BELAUNDE (1994): «Referéndum constitucional. Perú. 31.10.93», Boletín
Electoral Latinoamericano, X. IIDH-CAPEL, p. 17.

Las instituciones de democracia directa reguladas por la nueva Constitución


fueron otra de sus novedades. En efecto, se incorporó la figura no solo del
referéndum, sino también la iniciativa legislativa popular, así como la remoción
y revocatoria de autoridades elegidas. Derechos que fueron posteriormente
regulados por la Ley de Participación y Control Ciudadanos promulgada en 1994
que ha sido varias veces reformada. De estas figuras la más utilizada ha sido la
revocatoria de las autoridades de los gobiernos locales desde 1997, la misma que
causó gran polémica cuando fue utilizada para cuestionar a la alcaldesa de Lima
en el 2012, llevando a sus detractores a sostener su incompatibilidad con un
régimen de Democracia representativa.
La Constitución fue aprobada por el Congreso Constituyente Democrático
(CCD) que terminó sus sesiones el 7 de septiembre de 1993 pero que siguió en
funciones hasta 1995. El CCD fue elegido en unas elecciones celebradas el 22 de
noviembre de 1992 en las que la oposición a Alberto Fujimori, integrada por el
Partido Aprista Peruano, Acción Popular, el Movimiento Libertad y el Partido
Unificado Mariateguista, ala radical de la izquierda peruana, decidió no
participar, y que contaron con una participación del 77 por 100. El CCD estuvo
formado por ochenta miembros de los cuales cuarenta y cuatro fueron elegidos
por Nueva Mayoría-Cambio 90, la formación que apoyaba a Alberto Fujimori,
nueve pertenecían al Partido Popular Cristiano, seis al Partido Renovación y los
veintiún escaños restantes se repartían entre dieciocho partidos. Posteriormente,
la Constitución fue ratificada popularmente por un estrecho margen en un
referéndum celebrado el 31 de octubre de 1993 en el que la victoria del «sí» se
fraguó en Lima, donde los partidarios de esta opción fueron muy superiores a los
del «no» que triunfaron en el Perú provinciano mostrando una fractura regional
evidente en el país.
La Constitución establece en su parte dogmática un listado de derechos
diferenciándose los fundamentales de la persona, los sociales y económicos, y
los políticos. Introduce la pena de muerte para delitos terroristas y de traición a
la patria, la cual, sin embargo, era una declaración retórica, dado que la misma
Constitución establece que debe aplicarse de acuerdo a los tratados
internacionales suscritos por el Perú, los cuales proscriben dicha pena.
Toda reforma constitucional (art. 206) debe ser aprobada por el Congreso con
mayoría absoluta y ratificada mediante referéndum que puede omitirse cuando el
acuerdo del Congreso se obtiene en dos legislaturas ordinarias sucesivas con una
votación favorable, en cada caso, superior a los dos tercios del número legal de
congresistas. La iniciativa de reforma constitucional corresponde a los Poderes
Ejecutivo y Legislativo y a un número de ciudadanos equivalente al 0,3 por 100
de la población electoral. La caída de Fujimori abrió inmediatamente el debate
sobre la reforma constitucional llegándose a confrontar tres visiones diferentes:
por una parte, la de aquellos maximalistas que pretendían volver a la
Constitución de 1979 en la medida en que técnicamente estaba todavía en vigor
al haber sido derogada en contra de sus propios mecanismos de reforma; por otra
parte, la de los que planteaban la apertura de un nuevo proceso constituyente; y
finalmente, la de los que animaban a llevar a cabo reformas sobre el texto
actualmente vigente, posición que fue la finalmente adoptada.
2. EL PODER EJECUTIVO

El Presidente de la República es el Jefe del Estado y personifica a la Nación


(art. 110). Es elegido en una vuelta en caso de alcanzar la mayoría absoluta de
los votos o en segunda vuelta si ningún candidato logra dicha mayoría. Es
elegido junto con dos Vicepresidentes, para un mandato de cinco años
prohibiéndose expresamente la reelección inmediata de acuerdo con la Ley
constitucional 27.365, de 5 de noviembre de 2000; transcurrido otro periodo
constitucional el expresidente puede volver a postularse (art. 112). La Ley
Orgánica de Elecciones promulgada en el gobierno de Fujimori, contra la
eventual candidatura de su ex esposa, estableció que tanto el cónyuge como los
familiares del presidente están impedidos de ser candidatos a la presidencia,
impedimento cuya constitucionalidad se ha puesto en debate actualmente por su
carácter ad hoc, ya que según algunos sectores Nadine Heredia, esposa del
presidente Humala, quien goza de altos niveles de aceptación, incluso mayores a
los de su esposo estaría pensando seguir los pasos de Cristina Kirchner y
presentarse como candidata el 2016.
El Presidente puede ser destituido por traición a la patria, por impedir las
elecciones, por disolver el Congreso (salvo en lo dispuesto en el art. 134) y por
impedir el funcionamiento de los organismos del sistema electoral (art. 117).
Entre las distintas funciones que corresponden al Presidente de la República (art.
118) caben destacar: dirigir la política general del gobierno, convocar al
Congreso a legislatura extraordinaria, dirigir mensajes al Congreso, ejercer la
potestad de reglamentar las leyes, dictar medidas extraordinarias, mediante
decretos de urgencia con fuerza de ley, en materia económica y financiera,
cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo de dar cuenta al Congreso,
y presidir el sistema de Defensa Nacional, organizando, distribuyendo y
disponiendo del empleo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional.
La dirección y la gestión de los servicios públicos están confiadas al Consejo
de Ministros, y a cada Ministro en los asuntos que competen a su cargo (art.
119). El Presidente del Consejo y los Ministros son nombrados y removidos por
el Presidente de la República (art. 122). Al Presidente del Consejo de Ministros
(art. 123) le corresponde ser, después del Presidente de la República, el portavoz
autorizado del gobierno, coordinar las funciones de los demás Ministros y el
refrendo legislativo. Los Ministros pueden ejercer la función legislativa (art.
126). El Consejo de Ministros o los Ministros a título individual pueden ser
sometidos a voto de censura por el Congreso previa presentación de la misma
por no menos del 25 por 100 del número legal de congresistas. La aprobación de
la censura por el voto de más de la mitad del número legal de miembros del
Congreso conlleva la renuncia (art. 132), igualmente ocurre con la cuestión de
confianza expresamente planteada por iniciativa ministerial.
El Presidente de la República está facultado para disolver el Congreso si éste
ha censurado o negado su confianza a dos Consejos de Ministros, aunque esta
circunstancia no puede llevarse a cabo en el último año del mandato del
Congreso (art. 134). El decreto de disolución del Congreso debe contener la
convocatoria a elecciones para uno nuevo.
El Presidente de la República, con acuerdo del Consejo de Ministros, puede
decretar, por plazo determinado, en todo el territorio nacional, o en parte de él, y
dando cuenta al Congreso o a la Comisión Permanente, el estado de emergencia
que no excede de sesenta días, y el estado de sitio, en caso de invasión, guerra
exterior, guerra civil o peligro inminente de que se produzca (art. 137).

3. EL PODER LEGISLATIVO

El Poder Legislativo es unicameral. El número de miembros del Congreso es


de ciento treinta (a partir de 2011), elegidos por un periodo de cinco años (art.
90). En su seno funciona la Comisión Permanente (art. 101), compuesta por
miembros elegidos por el Congreso en número proporcional al de los
representantes de cada grupo parlamentario y no excediendo del 25 por 100 del
número total de congresistas y con atribuciones de significado constitucional
importante. Entre éstas destacan la acusación, por delitos de función, ante el
Congreso del Presidente de la República, Ministros de Estado, miembros del
Tribunal Constitucional y demás altos cargos del Estado, la designación del
Contralor General de la República (a propuesta del Presidente de la República),
de la mayoría de los directores del Banco Central de Reserva, del Defensor del
pueblo y de los magistrados del Tribunal Constitucional.
La iniciativa legislativa la tienen el Presidente de la República y los
congresistas. También tienen el mismo derecho en las materias que les son
propias los otros poderes del Estado, las instituciones públicas autónomas, los
Gobiernos regionales y locales y los colegios profesionales. Asimismo la tienen
los ciudadanos que ejercen el derecho de iniciativa conforme a ley (art. 107). En
el proceso de promulgación de la ley, el Presidente de la República tiene
capacidad de formular observaciones sobre el todo o una parte de la ley
aprobada en el Congreso (art. 108). La Constitución establece que reconsiderada
la ley por el Congreso «su Presidente la promulga con el voto de la mitad del
número legal de miembros del Congreso».
Pueden ser sometidas a referéndum: la reforma total o parcial de la
Constitución, la aprobación de normas con rango de ley, las ordenanzas
municipales y las materias relativas al proceso de descentralización.
Se regulan las leyes orgánicas para aquellas que afectan la estructura y el
funcionamiento de las entidades del Estado previstas en la Constitución, en este
caso, su aprobación requiere del voto de más de la mitad del número legal de
miembros del Congreso.

4. EL PODER JUDICIAL

El Poder Judicial está integrado por órganos jurisdiccionales que administran


justicia en nombre de la Nación y por órganos que ejercen su gobierno y
administración. Los primeros son la Corte Suprema de Justicia y las demás
cortes y juzgados que determine su ley orgánica (art. 143). Dentro de los
segundos se encuentra el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial que comparte
estas funciones con el Consejo Nacional de la Magistratura constituido como
órgano constitucionalmente autónomo. La Constitución expresamente señala que
no son revisables en sede judicial las resoluciones del Jurado Nacional de
Elecciones en materia electoral, ni las del Consejo Nacional de la Magistratura
en materia de evaluación y ratificación de jueces (art. 142). Por otra parte, indica
que las autoridades de las Comunidades Campesinas y Nativas, con el apoyo de
las Rondas Campesinas, pueden ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de
su ámbito territorial de conformidad con los derechos consuetudinarios, siempre
que no violen los derechos fundamentales de la persona (art. 149).
El Consejo Nacional de la Magistratura puede estar compuesto por hasta
nueve miembros: uno elegido por la Corte Suprema, uno elegido por la Junta de
Fiscales Supremos, uno elegido por los miembros de los Colegios de Abogados
del país, dos elegidos por los miembros de los demás Colegios Profesionales del
país, uno elegido por los rectores de las universidades nacionales, uno elegido
por los rectores de las universidades privadas, y hasta dos miembros más
elegidos por el propio Consejo, entre sendas listas propuestas por las
instituciones representativas del sector laboral y del empresarial (art. 155).
Aunque el mandato es por un periodo de cinco años, los miembros pueden ser
removidos por causa grave mediante acuerdo del Congreso adoptado por el voto
conforme de los dos tercios del número legal de miembros (art. 157). Las
principales funciones (art. 154) del Consejo Nacional de la Magistratura son:
nombrar, previo concurso público de méritos y evaluación personal, a los jueces
y fiscales de todos los niveles; ratificar a los jueces y fiscales de todos los
niveles cada siete años; y aplicar la sanción de destitución a los vocales de la
Corte Suprema y Fiscales Supremos y, a solicitud de la Corte Suprema o de la
Junta de Fiscales Supremos, respectivamente, a los jueces y fiscales de todas las
instancias.

5. OTRAS INSTITUCIONES

Son instituciones autónomas:


El Fiscal de la Nación, elegido por la Junta de Fiscales para un periodo de
tres años solo prorrogable por otros dos (art. 158) preside el Ministerio Público
que es autónomo. Corresponde al Ministerio Público, entre otras funciones (art.
159), promover de oficio, o a petición de parte, la acción judicial en defensa de
la legalidad y de los intereses públicos tutelados por el derecho; representar en
los procesos judiciales a la sociedad; conducir desde su inicio la investigación
del delito y ejercer iniciativa en la formación de las leyes.
El Defensor del Pueblo es elegido, para un periodo de cinco años, y removido
por el Congreso con el voto de los dos tercios de su número legal (art. 161).
Corresponde a la Defensoría del Pueblo defender los derechos constitucionales y
fundamentales de la persona y de la comunidad y supervisar el cumplimiento de
los deberes de la administración estatal y la prestación de los servicios públicos a
la ciudadanía. El Defensor del Pueblo presenta informe al Congreso una vez al
año y tiene iniciativa en la formación de las leyes (art. 162).
La Contraloría General de la República es el órgano superior del Sistema
Nacional de Control que supervisa la legalidad de la ejecución del Presupuesto
del Estado, de las operaciones de la deuda pública y de los actos de las
instituciones sujetas a control. El Contralor General es designado por el
Congreso, a propuesta del Poder Ejecutivo, por siete años y puede ser removido
por el Congreso por falta grave (art. 82).
Aunque la Constitución establece el carácter autónomo del Banco Central de
Reserva del Perú (art. 84), el propio texto contradice dicha autonomía por cuanto
que el Directorio de siete miembros que lo gobierna está formado por cuatro de
ellos designados por el Presidente de la República (de entre los que el Congreso
ratifica al que va a ser Presidente del Banco Central) y tres elegidos por el
Congreso y además son nombrados por el periodo constitucional que
corresponde al del Presidente de la República (art. 86).
El Tribunal Constitucional es el órgano de control de la Constitución. Está
compuesto por siete miembros elegidos por cinco años por el Congreso con el
voto favorable de los dos tercios del número legal de sus miembros (art. 201).
Están facultados para interponer recurso de inconstitucionalidad (art. 203): el
Presidente de la República, el Fiscal de la Nación, el Defensor del Pueblo, el 25
por 100 del número legal de congresistas, cinco mil ciudadanos, los presidentes
de Región o los alcaldes en materias de su competencia y los colegios
profesionales también en materias de su especialidad. La Constitución establece
igualmente las siguientes garantías constitucionales: la Acción de Habeas
Corpus, la Acción de Amparo, la Acción de Habeas Data, la Acción de
Inconstitucionalidad, la Acción Popular y la Acción de Cumplimiento (art. 200).

6. DESCENTRALIZACIÓN POLÍTICA

La descentralización es uno de los temas más importantes en la política


peruana. Existe un consenso sobre la necesidad de profundizar en el proceso de
descentralización, aunque solo hasta hace pocos años se desarrollaron los
artículos contemplados en la Constitución Política, específicamente a través de
la Ley n.º 27.680 y la Ley de Base de la Descentralización (LBD) n.º 27.783 de
2002. En el texto constitucional, la descentralización se concibe como «una
política permanente de Estado» en pro del desarrollo del país (art. 188). A este
criterio se suman los principios incluidos en la Ley de Base, tales como el
dinamismo, la irreversibilidad. La integridad, la subsidiaridad y la gradualidad
del proceso (art. 4 LBD). La Ley de Bases creó un Consejo Nacional de
Descentralización (CND) que, posteriormente, durante la administración de Alan
García, fue transformado en una secretaría dependiente del Consejo de
Ministros. Este organismo tenía entre sus principales objetivos la conducción,
ejecución, monitoreo y evaluación de la transferencia de competencias y
recursos a los gobiernos regionales y locales, la coordinación de los planes de
desarrollo nacional, regionales y locales, la coordinación de las políticas de
descentralización, entre otras. En la actualidad existen diversas voces que piden
la restauración del CND con el fin de fortalecer el proceso de descentralización.
El territorio de la República está integrado por regiones, departamentos,
provincias y distritos, en cuyas circunscripciones se ejerce el gobierno regional
para los dos primeros y local para los últimos (art. 189). Dos o más
circunscripciones departamentales contiguas pueden constituir una región
mediante referéndum, conforme a ley. Igual procedimiento pueden seguir las
provincias y distritos contiguos para cambiar de circunscripción regional (art.
190). Los gobiernos regionales gozan autonomía política, económica y
administrativa en los asuntos de su competencia, y coordinan con las
municipalidades sin interferir sus funciones y atribuciones (art. 191). Están
conformados por el Consejo Regional como órgano normativo y fiscalizador, el
Presidente como órgano ejecutivo, y el Consejo de Coordinación Regional
integrado por los alcaldes provinciales y por representantes de la sociedad civil,
como órgano consultivo y de coordinación con las municipalidades. El Consejo
Regional tiene un mínimo de siete miembros y un máximo de veinticinco. El
Presidente es elegido conjuntamente con un vicepresidente, por sufragio directo
por un periodo de cuatro años, y puede ser reelegido. Los miembros del Consejo
Regional son elegidos en la misma forma y por igual periodo. El mandato de
dichas autoridades es revocable (art. 191).
Los gobiernos locales están compuestos por las municipalidades provinciales
y distritales, gobernadas por un Concejo Municipal como órgano normativo y
fiscalizador y la Alcaldía como órgano ejecutivo. Los alcaldes y regidores son
elegidos por sufragio directo, por un periodo de cuatro años, pueden ser
reelegidos y su mandato es revocable (art. 194). La Disposición Final duodécima
de la Constitución establece la organización política departamental de la
República señalando la existencia de veinticuatro departamentos o regiones y la
provincia constitucional del Callao y el distrito de Lima provincia.
Se reconoce la existencia legal y la personalidad jurídica de las Comunidades
Campesinas y las Nativas (art. 89).

7. EL SISTEMA ELECTORAL

Las autoridades electorales, de acuerdo con la Constitución peruana, están


conformadas por el Jurado Nacional de Elecciones, la Oficina Nacional de
Procesos Electorales (ONPE) y el Registro Nacional de Identificación y Estado
Civil que actúan con autonomía manteniendo entre sí relaciones de coordinación
de acuerdo con sus atribuciones (art. 177). El Jurado Nacional de Elecciones
tiene su máxima autoridad en un Pleno compuesto por cinco miembros elegidos
por las siguientes cinco instancias: la Corte Suprema, la Junta de Fiscales
Supremos, el Colegio de Abogados de Lima, los decanos de las Facultades de
Derecho de las universidades públicas y los decanos de las Facultades de
Derecho de las universidades privadas (art. 179). Los miembros del Jurado,
cuyas edades deben estar comprendidas entre los cuarenta y cinco y los setenta
años, son elegidos por un periodo de cuatro años pudiendo ser reelegidos (art.
180). Son competencias del Jurado Nacional de Elecciones, entre otras, las
siguientes: fiscalizar la legalidad del ejercicio del sufragio y de la realización de
los procesos electorales así como también la elaboración de los padrones
electorales; mantener y custodiar el registro de organizaciones políticas;
administrar justicia en materia electoral; y proclamar a los candidatos elegidos.
También tiene iniciativa en la formación de las leyes en materia electoral (art.
178).
El Jefe de la Oficina Nacional de Procesos Electorales es nombrado por el
Consejo Nacional de la Magistratura por un periodo renovable de cuatro años
pudiendo ser removido por el propio Consejo por falta grave. Le corresponde
organizar todos los procesos electorales así como la elaboración y el diseño de la
cédula de sufragio. Le corresponde asimismo la entrega de actas y demás
material necesario para los escrutinios y la difusión de sus resultados (art. 182).
El Jefe del Registro Nacional de Identificación y Estado Civil es nombrado
por el Consejo Nacional de la Magistratura por un periodo renovable de cuatro
años pudiendo ser también removido por dicho Consejo por falta grave. Tiene a
su cargo la inscripción de todos los actos que modifican el estado civil, prepara y
mantiene actualizado el padrón electoral, mantiene el registro de identificación
de los ciudadanos y emite los documentos que acreditan su identidad (art. 183).
La Constitución establece que para el ejercicio de la ciudadanía se requiere la
inscripción electoral (art. 30), que el voto es personal, igual, libre, secreto y
obligatorio hasta los setenta años (art. 31) y que en las elecciones pluripersonales
hay representación proporcional (art. 187).
El Presidente de la República es elegido por sufragio directo con más de la
mitad de los votos, sin computarse los votos nulos o en blanco. Si ninguno de los
candidatos obtiene dicha mayoría, se procede a una segunda elección, dentro de
los treinta días siguientes a la proclamación de los cómputos oficiales, entre los
candidatos que han obtenido las dos más altas mayorías relativas (art. 111). En
2002 se prohibió la reelección inmediata haciendo obligatorio que quien ocupó
la Presidencia deba dejar pasar al menos un mandato para poder volver a
postularse.
Por su parte, el Congreso Nacional está compuesto desde las elecciones de
2011 por ciento treinta diputados —anteriormente eran ciento veinte— elegidos
mediante el sistema del Distrito Electoral Múltiple aplicando el método de la
cifra repartidora, con doble voto preferencial opcional, excepto en los distritos
electorales donde se elige menos de dos congresistas, en cuyo caso hay un solo
voto preferencial opcional (art. 21, Ley Orgánica de Elecciones —LOE— de
1997 con modificaciones hasta 2009 n.º 26.859). En 2009 se estableció que el
Jurado Nacional de Elecciones (JNE) debía asignar a cada Distrito Electoral un
escaño, distribuyendo los demás escaños en forma proporcional al número de
electores existente en cada distrito (Ley n.° 29.403 de 2009). Asimismo, el
distrito único consignado en la Constitución Política de 1993 fue cambiado por
circunscripciones departamentales y los distritos de Lima Provincias y la
Provincia Constitucional del Callao. El artículo único de la Resolución n.º 015-
2011-JNE, publicada el 20 de enero de 2011, establece que para acceder al
procedimiento de distribución de escaños del Congreso de la República debe
alcanzar al menos siete representantes al Congreso en más de una
circunscripción electoral o alcanzar al menos el 5 por 100 de los votos válidos a
nivel nacional (art. 20).
A partir de 2002, el Presidente regional es elegido por sufragio directo
conjuntamente con un Vicepresidente por un periodo de cuatro (4) años (art. 11,
Ley Orgánica de Gobiernos Regionales —LOGR— n.º 27.867). Por su parte, las
elecciones locales se efectúan por un periodo de cuatro años de forma
semidirecta, esto es, el candidato que ocupe el primer puesto de la lista más
votada es elegido alcalde. El sistema de elección de las autoridades locales
legislativas proporciona a la lista más votada la mitad más uno de los puestos de
representación, adjudicándose los restantes mediante representación
proporcional, fórmula D’Hondt, en lista que deben contener al menos un 30 por
100 de hombres o de mujeres y mínimo un 15 por 100 de representantes de
Comunidades Nativas y Pueblos Originarios (Ley n.º 27.734 de 2002). Para el
nivel de representación local se permite la presentación de candidaturas
independientes.

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

En la historia del sistema de partidos en el Perú, pueden definirse difusamente


cinco etapas: la primera se refiere al periodo clásico de oligarquización de la
vida política, que abarca un siglo, si bien no es sino después de 1872 cuando
puede referirse a la existencia de partidos con la aparición, sucesivamente, de los
partidos Civil, Demócrata, Liberal, Constitucional y Radical. La segunda se
inicia con la aparición del APRA en 1924, que pretende romper el carácter
oligárquico de las formaciones políticas, junto con el Partido Socialista creado
por Mariátegui, ya que hasta entonces los partidos peruanos eran partidos
oligárquicos, civilistas y de poca movilización en torno a ellos. La tercera etapa
se inicia en 1956, los partidos comienzan su modernización, acorde con las
innovaciones del estamento sociopolítico peruano; sin embargo, no se llega a la
conformación de verdaderos partidos de masas, sino a formaciones políticas
partidistas con soluciones tecnocráticas. Únicamente tras la transición durante la
década de 1980 el Partido Aprista Peruano intentó plasmar, con escaso éxito, una
actuación de partido atrapalotodo. De hecho, las elecciones generales de 1980
supusieron una redefinición del sistema de partidos peruano, si bien sus
componentes de personalismo y de movimientismo continuaron manteniéndose.
Entonces se intensificaron las tres tendencias ideológicas que venían de un
cuarto de siglo atrás, muy claras y a la vez dominantes: la conservadora,
representada por Acción Popular (AP) y el Partido Popular Cristiano (PPC); el
centro-izquierda copado por el PAP, y el marxismo no violento que convergía en
Izquierda Unida (IU), al no aceptar la vía armada, representada en el Perú por
Sendero Luminoso y por el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA),
de los que se alejaba. La extrema derecha era muy marginal y se aglutinaba
todavía en torno a la Unión Nacional Odriista. La cuarta etapa se abre en 1990
con el inicio de la crisis de los partidos y la sustitución de los mecanismos de
participación, de socialización, de intermediación partidista y de reclutamiento
de la clase política por nueva formas con contenidos de baja institucionalidad,
excesivo personalismo y marcado carácter autoritario. Y por último, la quinta
etapa que corresponde al fin del fujimorismo y la recomposición de un sistema
de partidos muy poco institucionalizado. En este periodo han surgido algunas
formaciones como Perú Posible, el PNP o las organizaciones fujimoristas que
pese a cambiar de etiqueta han logrado crear una base popular de apoyo
permanente. Estas organizaciones mantienen vínculos ideológicos poco firmes
con sus electores, compiten regularmente en elecciones y coexisten con otras
más antiguas como el PAP, pero todas ellas están dominadas por un fuerte
personalismo de sus líderes.
El partido político más significativo a lo largo de toda la historia del siglo XX
ha sido el Partido Aprista Peruano (PAP). En su primera etapa, la ideología del
APRA, verdadera matriz del partido, estuvo influida por las revoluciones rusa y
mexicana, adquiriendo connotaciones marxistas y antiimperialistas. Los
elementos constitutivos en esta etapa eran el binomio obreros-estudiantes. El
programa aprista presentado por Haya de la Torre desde su exilio en México en
1924 propugnaba cinco objetivos: El primero de ellos abogaba por la acción
contra el imperialismo yanqui; el segundo, de claro corte bolivariano, por la
unidad política de América Latina; el tercero, de corte socializante, por la
nacionalización progresiva de la tierra y la industria; el cuarto por la
internacionalización del canal de Panamá y; finalmente, propugnaba, la
solidaridad con todos los pueblos y clases oprimidos.
A pesar de su capacidad organizativa y de su estructura jerarquizada donde
dominaban formas de estricta disciplina del partido a lo largo de todo el territorio
peruano este programa fue un fracaso. En su primer congreso nacional celebrado
en Lima en 1931 aprobó el «Plan mínimo» o «Plan de acción inmediata», en el
cual se traducía su carácter revolucionario y proponía entre otros; el voto
femenino, la separación Estado-Iglesia, y los dieciocho años como edad para
alcanzar el derecho al voto. En el plano económico propugnaba la reforma
agraria, el estatismo y las nacionalizaciones, instrumentando un cuarto poder
económico en un Congreso Económico Nacional en el que hubiera
representantes del Estado, el trabajo y el capital.
Con la segunda administración de Prado (1956-1962), el partido se dividió. El
grupo escindido se denominó inicialmente «APRA Rebelde»; influido por la
revolución cubana tomó el nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR), célula del grupo guerrillero que nacería en la década de 1960 de clara
vocación procastrista. Entre los años 1963 y 1967, el APRA, unido a la
derechista Unión Nacional Odriista, bloqueó la acción de gobierno de Belaúnde.
Después del golpe de 1968 y de su oposición frontal al Gobierno revolucionario
de las Fuerzas Armadas, terminó en la década de 1970 apoyándolo, pero
solicitando elecciones libres. En su XII Congreso volvió la división al seno del
partido, creándose el movimiento de bases hayistas (MBH).
El XIV Congreso del PAP celebrado en 1982 llevó a su joven líder Alan
García a su Secretaría General y éste, en 1985 al partido al poder. El programa
de acción de gobierno presentaba a un partido de corte populista que se vinculó a
la Internacional Socialista. Alan García dejó de ser su Secretario General en
1993 ya que el Congreso de la República en 1991 le había levantado la
inmunidad constitucional para poder juzgarle por enriquecimiento ilícito,
malversación, extorsión, fraude y abuso de confianza. El PAP se mantiene con
un discurso de partido de centro-izquierda, teóricamente crítico al neoliberalismo
—pero, sin embargo, con una visión ortodoxa sobre el manejo de la economía,
valedor de los tratados de libre comercio— y que tras la travesía del desierto que
le supuso la etapa de Fujimori ha mostrado su capacidad de adaptación pese a su
dependencia al líder y a sus inconsistencias como se ha podido ver en las últimas
elecciones.
El Partido Popular Cristiano, integrado en la internacional demócrata
cristiana se constituyó, en algunas ocasiones, en partido bisagra y, en otras, en la
tercera fuerza del país; solo en el periodo de transición política de la Asamblea
Constituyente (1978) fue el segundo partido más votado, recogiendo su líder
Luis Bedoya los votos de los indecisos y de Acción Popular, que no concurrió a
las elecciones de la Constituyente. En 1980 obtuvo el 11 por 100 de los votos,
detrás de Belaúnde (AP) y Villanueva (APRA). En su programa electoral de
1985 preconizó la privatización, el desarrollo de las pequeñas y medianas
industrias, el desarrollo de la selva y la explotación nacional de los recursos.
Durante la etapa de Fujimori el PPC se incardinó en las plataformas electorales
que se le opusieron diluyéndose hasta casi su desaparición en ellas; el propio
descrédito del término «partido» le hacía sentirse más cómodo en este tipo de
formaciones. Tras la caída de Fujimori el PPC contribuyó activamente en la
constitución de Unidad Nacional, una agrupación de fuerzas políticas de
derecha, que auspició la candidatura en 2001 y 2006 de Lourdes Flores quien
pese a contar con un significativo respaldo popular no logró pasar a la segunda
vuelta en ninguna de las dos elecciones a las que se presentó.
Acción Popular es un partido caudillista, creado por Fernando Belaúnde
Terry, con su estructura orgánica debilitada por la fuerza del caudillo; es escaso
su contenido ideológico, uniéndose algunas veces a comunistas, apristas y
demócratas cristianos. El contacto del caudillo con las zonas olvidadas del país
le hicieron ser abanderado teórico de algunas de las demandas de la sociedad
incaica, como el cooperativismo y la cooperación popular: «El pueblo pone el
trabajo; el gobierno, los medios». Además cedió ante el chantaje de la oligarquía
mediatizando la posibilidad de la reforma agraria. Ha sido partido de gobierno
en dos etapas (1963-1968 y 1980-1985). Al igual que el PPC, durante la etapa de
Fujimori se incorporó a los movimientos electorales opositores renunciando a su
identidad, aunque ha logrado sobrevivir y actualmente cuenta con representantes
en el Congreso, en alcaldías y en un gobierno regional.
Izquierda Unida (IU) fue una agrupación política nacida a raíz de los malos
resultados obtenidos por los dispersos grupos de izquierda en las elecciones
presidenciales de 1980. A partir del 13 de septiembre de 1981, la agrupación se
constituyó en una alternativa al poder, llegando a conquistar la alcaldía de Lima.
IU estaba compuesta por el Partido Comunista Peruano, el Partido Unificado
Mariateguista (PUM), el Partido Socialista Revolucionario (UNIR), el Partido
Comunista Revolucionario (PCR), el Frente Obrero Campesino Estudiantil y
Popular (FOCEP) y Acción Política Socialista (APS). No se trataba de una
institución afianzada estructuralmente sino que se aprovechaba de personajes
independientes de cierta relevancia para colocarlos en sus listas electorales,
como fue el caso de Alfonso Barrantes que llegó a ser alcalde de Lima. Su
carácter era pluriclasista y populista y dentro de su programa destacaban dos
aspectos: el problema económico y la democracia. En el primero abogaba por la
refinanciación de la deuda y la planificación de la producción. En el aspecto
democrático se declaraba a favor de una democracia real y no formal, con pleno
cumplimiento de las libertades públicas y respeto de los derechos humanos. Sus
fuertes tensiones internas y la ausencia de un liderazgo unificador que pudiera
ser un candidato válido en las elecciones presidenciales de 1990 le sumieron en
una profunda crisis de la que no consiguió recuperarse. De hecho, la inexistencia
de un partido de izquierda con un mínimo de apoyo electoral es uno de los
elementos más significativos del sistema de partidos peruano desde ese año.
PORCENTAJE DE VOTOS Y NÚMERO DE ESCAÑOS EN EL CONGRESO (1980-1990)

FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de ONPE.

La llegada al poder de Alberto Fujimori, tras una campaña extremadamente


personalista y antipartido que también compartió su contrincante, Mario Vargas
Llosa, y el cambio desencadenado en el sistema político peruano que tuvo su
momento culminante en el autogolpe de 1992, supuso una transformación
substantiva en el clima y en el universo partidista. De esta manera, las
tradicionales formaciones políticas acentuaron su crisis ya anunciada en los
comicios de 1990 y desaparecieron del escenario político como quedó de
manifiesto por los resultados de las elecciones generales de 1995, en las
municipales de ese mismo año y de 1998 y de nuevo en las generales de 2000. El
principal grupo político que detentó la mayoría en el Congreso de la República
durante la década de 1990, denominado de diferentes maneras a lo largo de
dicho lapso: Cambio 90, Cambio 90-Nueva Mayoría, Vamos Vecino o Perú
2000, no era un partido político propiamente dicho, ni tenía vocación de serlo,
por el contrario, fueron creados sirviendo funcionalmente a los intereses
coyunturales del Poder Ejecutivo en la línea de la conducción antipolítica del
Presidente Fujimori. En este sentido, en su seno se daban cabida al menos tres
«familias» y cuya hegemonía en el mismo ha caracterizado las tres etapas en las
que se puede dividir el mandato de Fujimori. En primer lugar se encontraban los
militares que controlaron el partido entre 1990 y 1992; en segundo término
estaban los tecnócratas cuya presencia se hizo más relevante entre 1992 y 1995;
y, finalmente, estaban sectores conservadores populares que tuvieron un papel
importante en la segunda mitad de la década de 1990. La caída de Fujimori no
significó la desaparición del fujimorismo. Su hija, Keiko, tomó el relevo de su
padre y logró un escaño en el Congreso en las elecciones de 2006 obteniendo la
mayor votación. Asimismo, su formación, Alianza por el Futuro —que aglutinó
a las organizaciones fujimoristas: Cambio 90, Nueva Mayoría, Si Cumple—,
logró otros doce escaños. La constatación de la pervivencia del fujimorismo se
dio en las elecciones de 2011, cuando la nueva organización Fuerza 2011
consiguió la segunda mayoría en el Congreso, y su líder, Keiko Fujimori, lidió la
segunda vuelta presidencial más disputada en la historia del país con el
nacionalista y actual presidente de la República, Ollanta Humala.
El principal partido de la oposición durante la segunda mitad de la década de
1990, Unión Por el Perú (UPP), apenas si contaba con un único aglutinador que
no era sino su carácter antifujimorista. Se trata de una formación ubicada en el
espacio del centro-derecha, que sin embargo, como estrategia de supervivencia,
en 2005 se alió con el partido de orientación de izquierda, PNP de Ollanta
Humala. Esto significó la vuelta a la escena política de UPP que logró cuarenta y
cinco de los ciento veinte escaños. No obstante, como se señaló anteriormente,
esta coalición se disolvió y UPP quedó con solo ocho representantes en el
legislativo.
Por otra parte, en el centro-izquierda del espectro político, se encontraba el
Frente Independiente Moralizador (FIM), fundado en 1990 y liderado por
Fernando Olivera, quien procedente del PPC fue un conocido opositor a Alan
García y luego a Fujimori, con amplia reputación como personaje íntegro y
honrado; habiendo perdido en las elecciones presidenciales se integró en el
gabinete de Toledo. Pese a ello, el FIM logró el 11 por 100 de los votos en las
elecciones legislativas de 2001. En 2006, tras el final de la alianza con Perú
Posible, el FIM se presentó a las elecciones legislativas sin éxito alguno. En el
ámbito estrictamente limeño, de cara las elecciones municipales de 2010 se creó
Fuerza Social, una agrupación de izquierda liderada por Susana Villarán.
EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DEL CONGRESO EN 5 DE VOTOS Y ESCAÑOS (1995-2011)

1 Para el porcentaje de votos: En 1995: Renovación, 130.060 votos (2,98%); OBRAS, 87.060 votos

(1,98%); IU, 82.061 votos (1,88%); P2000-FRENATRACA, 46.728 votos (1,07%); MIA, 34.463 votos
(0,79%) y otros 82.494 votos (1,12%).
En 2000: Avancemos, 303.881 votos (3,12%) y Solidaridad Nacional, 390.993 votos (4,01%).
En 2001: Solución Popular, 333.172 votos (3,57%); Todos por la Victoria, 191.179 votos (2,03%); Proyecto
País, FREPAP, 156.264 votos (1,66%); 155.572 votos (1,65%); y Renacimiento Andino, 127.707 votos
(1,36%).
En 2006: Restauración Nacional 432.209 votos (4,02%); Alianza para el Progreso 248.400 (2,31%); FIM
156.433 votos (1,45%); Fuerza Democrática 153.437 votos (1,43); entre otras.
En 2011: Cambio Radical 347.475 votos (2,72%); Fonavistas del Perú 170.052 votos (1,32%); P.
Descentralista Fuerza Social 108.200 (0,84%); Partido Político Adelante 42.276 (0,33%); Fuerza Nacional
37.633 (0,29%); Despertar Nacional 30.190 votos (0,24%); y Justicia, Tecnología y Ecología 17.478
(0,14%).
Para el número de escaños: En 1995: CODE-PP, 5 escaños, PPC, 3 escaños, MR, 3 escaños, OBRAS, 2
escaños, IU, 2 escaños, FPA, 1 escaño, P2000-FRENATRACA, 1 escaño, y MIA, 1 escaño.
En 2000: SOLIDARIDAD NACIONAL, 5 escaños, AVANCEMOS, 4 escaños y FREPAP, 3 escaños.
En 2001: SOLUCIÓN POPULAR, 1 escaño, TODOS POR LA VICTORIA, 1 escaño y PROYECTO PAÍS,
1 escaño.
En 2006: Restauración Nacional, 2 escaños.
FUENTE: Elaboración propia a partir de datos de ONPE.

Perú Posible (PP) se estructuró también como plataforma contra Fujimori en


torno a la figura de Alejandro Toledo cobrando especial relevancia en los
prolegómenos de los comicios de 2000 y en el proceso de la caída de Fujimori.
De carácter extremadamente heterogéneo y cariz ideológico de centro-derecha es
la plataforma con la que Toledo llegó a la Presidencia en 2001 logrando un
importante respaldo en las legislativas de ese mismo año. En 2006, PP comprobó
el desgaste de cinco años de gobierno lo que se reflejó en las bajas votaciones en
las legislativas y en la imposibilidad de nombrar un candidato para las
presidenciales. Pese a esos malos resultados, en 2011 el partido se recuperó al
convertirse en la tercera fuerza del Congreso Nacional. Este partido pese a haber
accedido a grandes recursos al asumir el poder, de momento no ha logrado crear
una identidad política fuerte que le permita consolidarse como una alternativa de
centro izquierda clara.
Finalmente, un partido que en la última década ha emergido con fuerza es el
Partido Nacionalista Peruano (PNP), creado en 2005 en torno a la figura de su
líder Ollanta Humala, presidente del Perú en 2011. Se trata de un partido
nacionalista de orientación izquierdista basado en los principios del
antiimperialismo, el republicanismo democrático, el socialismo andino
amazónico y el latinoamericanismo. Aunque en un principio sus postulados
programáticos se radicalizaron, éstos fueron moderándose como parte de la
estrategia de su líder para acceder al poder. Como se señaló anteriormente, el
PNP logró entrar en el Congreso en 2006 en coalición con UPP, y en 2011 logró
la convertirse en la primera mayoría al establecer una alianza con otras fuerzas
de izquierda denominada «Gana Perú».
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTA
(1 = izquierda, 10 = derecha)

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político? ¿Dónde situaría ud. a los otros partidos políticos? N = número de entrevistados.
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

El régimen jurídico de los partidos políticos peruanos se había consagrado


por primera vez en la Constitución de 1979. En ella se señalaba que los partidos
políticos eran un medio de expresión del pluralismo democrático e instrumento
fundamental para la participación política de la ciudadanía (art. 68). Se
propiciaba la creación y la actividad libre dentro del respeto a la Constitución y
la ley y correspondía a ellos o a las alianzas entre ellos, postular candidatos en
cualquier elección popular. Sin embargo, el texto de 1993 apenas si se refería a
los partidos como una de las posibilidades que tienen los ciudadanos para ejercer
sus derechos, también se señala que, entre otras organizaciones, los partidos
concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular, concediéndoles
personalidad jurídica su inscripción en el registro correspondiente (art. 35).
En 2003 se expidió la Ley de Partidos (n.º 28.094) que regula la organización
y el funcionamiento de dichas organizaciones. Esta ley estipula que los partidos
son organizaciones con personería jurídica de derecho privado que cuentan con
financiamiento público y privado. Además, establece una serie de requisitos para
su creación como, por ejemplo, la presentación de una relación de adherentes en
número no menor del uno por 100 de los ciudadanos que sufragaron en las
últimas elecciones de carácter nacional; la presentación de unos estatutos; o, la
obligación de presentar actas de constitución de comités del partido en, por lo
menos, el tercio de las provincias del país, ubicadas en al menos las dos terceras
partes de los departamentos. Adicionalmente, permite a los partidos crear
alianzas con otros partidos o movimientos políticos con fines electorales y bajo
una denominación común, y fusionarse entre ellos creando nuevos partidos. Por
otra parte, en el Título III se definen los requisitos para la creación de
movimientos y organizaciones políticas de alcance local, los cuales pueden hacer
alianzas entre sí, con fines electorales y bajo una denominación común, dentro
de la circunscripción donde desarrollan sus actividades (art. 17). Tanto los
movimientos como las organizaciones locales deben contar con actas de
constitución de comités en, a lo menos, la mitad más uno del número de
provincias o distritos que integren la región, el departamento o la provincia
correspondiente. Finalmente, se establece la democracia interna como principio
de organización de los partidos, centrándose específicamente en los mecanismos
de selección de candidatos y, aunque estipula la celebración de elecciones
internas, le da la potestad al partido de definir el mecanismo específico a utilizar
para tal fin; de hecho, le permite al partido designar directamente por el órgano
del partido que disponga el Estatuto hasta una quinta parte del número total de
candidatos —salvo en el caso del Presidente y los Vicepresidentes de la
República (arts. 24 y 25)—.
Esta Ley fue reformada en 2009 (Ley n.º 29.490/2009). Los principales
cambios fueron: el aumento del porcentaje mínimo de adherentes para la
creación de partidos o movimientos políticos de alcance local, pasando del uno
al 3 por 100 de los ciudadanos que sufragaron en las últimas elecciones de
carácter nacional; y la obligatoriedad de los partidos políticos y los movimientos
de alcance regional o departamental de realizar elecciones internas de candidatos
a cargo de elección popular.
En cuanto al sistema de partidos hay que señalar que la volatilidad electoral
en Perú suponía unas de las variables más extremas de toda América Latina lo
que tradujo la crisis de representación que vivió este país, a pesar de que las
cifras de la participación real de los ciudadanos no ha dejado de incrementarse
año tras año pasando del 37,5 por 100 de la población total que estaban inscritos
como electores en 1980, al 52,8 por 100 en 1995, y al 85 por 100 en 2006. En
cuanto al número efectivo de partidos, se sitúa en niveles moderados siendo
1990 un evidente punto de inflexión. La tendencia a su disminución ha sido
consecuencia del efecto reductor que supuso el hecho de que el eje de la
competencia partidista girara en torno al binomio fujimorismo-antifujimorismo y
a que en el caso de las últimas elecciones se presentaron sobre todo alianzas en
lugar de partidos por lo cual éste no es un buen indicador.
El proceso de desinstitucionalización que vivió el país durante la década de
Fujimori afecta fundamentalmente, aunque no solo, a los poderes clásicos del
Estado en lo que se refiere tanto a sus relaciones entre sí, como en sus relaciones
con la sociedad. De hecho, en el ámbito de la representación se tiene una
incidencia evidente en el universo de los partidos políticos, cuya debilidad es de
las más altas de América Latina, y del Congreso, institución sumamente
desacreditada y cuya supeditación al Poder Ejecutivo en la última década ha sido
una nota destacada. El resultado de esta clase de proceso desinstitucionalizador
consolida la tendencia al personalismo de la política peruana en una dimensión
por fuera de cualquier estructura partidista. A ello contribuye la disposición
electoral del voto preferente que supuestamente sirve para evitar «las tiranías»
de los partidos, pero que lo que en realidad supone es una oferta individualizada
sin otro referente que no sea la mercadotecnia. Aunque el sistema de partidos
peruanos ya se encuentra en una fase de post colapso aún no se puede hablar de
un sistema institucionalizado o definido, se encuentra por tanto más bien en una
fase de transformación y reacomodo, escindido tanto vertical como
horizontalmente, debido a la naturaleza personalista de las agrupaciones
políticas, que no cuentan con organización territorial ni tienen militancia, y a la
ausencia de coordinación entre las fuerzas que pugnan por representar al mismo
espacio político.
VOLATILIDAD Y NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS LEGISLATIVOS

Años 1990-1995 1995-2000 2000-2001 2001-2006

Volatilidad 71,52 36,66 48,28 45,48

Años 1990 1995 2000 2001 2006 2011


NEP 4,01 2,91 4,06 4,35 3,78 3,97

Fuente: OIR. Universidad de Salamanca.

2. LAS FUERZAS ARMADAS

A lo largo del presente siglo las Fuerzas Armadas peruanas intervinieron en el


país en 1914, 1919, 1930, 1948, 1962 y 1968 para derrocar a gobiernos
constitucionales. Directa o indirectamente han gobernado el país durante medio
siglo. Existía una tendencia en los militares peruanos que los llevó a considerar
su corresponsabilidad de participación directa e inmediata en las grandes
transformaciones que exigía la nación. Su fracaso estrepitoso durante el
Gobierno Revolucionario (1968-1980) y el ambiente internacional no proclive a
los autoritarismo militares los ha mantenido desde entonces en los cuarteles.
El golpe del 3 de octubre de 1968 escondió, no obstante, una nueva realidad
definida por el «Manifiesto del Gobierno Revolucionario», que llamó la atención
al condenar «el injusto orden social y económico existente» y la «dependencia
de poderes económicos» que «lesionan nuestra soberanía y dignidad nacional»,
señalando como línea básica de acción «el transformar las estructuras sociales
económicas y culturales», así como el mantener una definida actitud
nacionalista. Este manifiesto rompía con la vieja fraseología golpista que
invocaba la amenaza del comunismo internacional, la descomposición nacional y
los ultrajes a la patria y al Ejército.
La ocupación de la refinería de Talara de la Internacional Petroleum
Company, y su nacionalización por parte de los militares, dio enorme
popularidad a su «Revolución». Paralelamente, la reforma agraria del 24 de
junio de 1969, por la que se sentaban las bases para la extirpación del latifundio,
confirmó la voluntad reformista de las Fuerzas Armadas y puso de relieve que se
estaba ante un nuevo tipo de militarismo. Tres aspectos diferenciaron el golpe
militar de 1968 del resto de las intervenciones militares anteriores: en primer
lugar, el Ejército acaparó el poder como institución sin permitir que se
consolidase un liderazgo personalista que contrastara el poder de las Fuerzas
Armadas con el apoyo y despliegue de fuerzas sociales u organizaciones
competitivas. En segundo término, el Ejército tomó el poder para desarrollar el
país. No se trataba de una intervención provisional para restablecer la paz o la
Constitución, proponiendo elecciones en plazo breve, sino que concibieron su
presencia permanentemente al frente del Estado, por lo menos mientras no se
hubiera vencido el subdesarrollo. En tercer y último lugar, se rechazaron
ideologías y partidos políticos, confiando exclusivamente en soluciones
tecnocráticas, y en la efectividad (disciplina y moralidad) de las instituciones
castrenses.
Dos grandes series de factores propiciaron la transformación radical del papel
político de los militares. Los de carácter general se basaban en la crisis de las
instituciones democráticas, en la oposición al APRA —que dirigió
decisivamente la politización de las Fuerzas Armadas en el Perú contemporáneo
—, y en la inmovilidad del Congreso dominado por el APRA y la Unión Odriista
que se encontraban coaligados. Consecuencia de las dos anteriores era el escaso
ímpetu reformista del Poder Ejecutivo, la crisis económica y el endeudamiento
externo y, finalmente, la subversión en el campo. La otra serie de factores se
refería a los cambios en la función del Ejército que se habían ido produciendo
como consecuencia de la dualidad en los fines de la misión de las Fuerzas
Armadas, ya que, por un lado, se encontraba la defensa de la integridad de la
patria frente a un enemigo externo y, por otro, la función de conservar «la paz
interna». Dadas las circunstancias externas del momento, la segunda función era
la única realizable por las Fuerzas Armadas, degradadas a simple papel policial,
puesto que policiales son las técnicas que exige la lucha contra la subversión.
Esta ambivalencia se complicó aún más porque en 1950 se había fundado el
Centro de Altos Estudios Militares (CAEM), institución educativa de alto nivel
en la que coroneles y altos funcionarios civiles estudiaban conjuntamente la
problemática socioeconómica del país en relación con la defensa nacional;
subordinando la política de seguridad, por consiguiente, a la del desarrollo
socioeconómico.
El fracaso en el diseño político, que culminó con la vuelta a los cuarteles y la
reapertura de un proceso democrático, encuadró a las Fuerzas Armadas peruanas
en el marco constitucional sometidas al poder civil (arts. 276-285 de la
Constitución de 1979), manteniéndose así a lo largo de las décadas de 1980 y de
1990 a pesar del hostigamiento a que se han visto sometidas por parte de
Sendero Luminoso y, en menor medida, del Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru. La Constitución de 1993 mantuvo el mando de las Fuerzas Armadas en
el Presidente de la República (art. 167), puso bajo su control el orden interno del
país (art. 165) y le confirió tareas en el desarrollo económico y social del país
(art. 171).
La forma autoritaria de gobernar de Fujimori contó desde el mismo momento
del autogolpe con el beneplácito de las Fuerzas Armadas que veían en el
Presidente a un personaje sin partido y, consiguientemente, más próximo al
ideario nacional de los militares. La demostración de fuerza como la desarrollada
en abril de 1993 cuando los tanques salieron a la calle en Lima en apoyo del
general Nicolás de Bari Hermoza, Comandante en Jefe del Ejército y Jefe del
Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, después de haber sido acusado por
los congresistas de izquierda de haber ordenado el asesinato de nueve
estudiantes y de un profesor universitario, son prueba de la estrecha conexión
entre la Presidencia de la República y la institución armada que continuó en los
años siguientes de gobierno de Fujimori en los que desempeñó un papel esencial
de vínculo Vladimiro Montesinos por su conocimiento de los cuarteles y de la
información del Estado así como por su proximidad al Presidente.
La exposición de un vídeo en el que quedaba patente el involucramiento de
importantes y numerosos efectivos de las Fuerzas Armadas a la pareja Fujimori-
Montesinos que usaba la manipulación, la cooptación y el miedo como
instrumentos de su poder personal, abrió una vía para la depuración militar por
parte del nuevo gobierno democrático, tanto de Paniagua como, más tarde, de
Toledo. Es justamente durante este gobierno que se crea la Comisión de Alto
Nivel para la Reestructuración de las Fuerzas Armadas cuyo principal objetivo
era la profesionalización del cuerpo mediante el establecimiento de una relación
de sujeción respecto al poder civil.
En este contexto es importante recordar que el gobierno de Toledo aprobó la
reforma constitucional mediante la cual se reconoció el derecho a voto de los
miembros de las Fuerzas Armadas, mediante Ley 28.480 publicada el 30 de
marzo de 2005.
Ollanta Humala es el primer ex militar que llega democráticamente a ser
Presidente de la República en un escenario de sufragio universal irrestricto. En
diciembre de 2011 anunció una reforma destinada a la recomposición salarial del
personal para reducir la brecha entre los diferentes niveles dentro de los cuerpos
de seguridad.

3. OTROS ACTORES

La cobertura de la sindicalización en el Perú es baja, y esta situación es así no


solo para el sector privado donde es habitual en toda América Latina, sino
también en el sector público. La baja sindicalización del sector privado obedece,
entre otras, a las siguientes causas: la eventualidad de la fuerza de trabajo, a
partir de 1978; el pluriempleo y el aumento de las horas laborables para
aumentar el salario, y la recesión económica que ha conducido a reducciones
masivas de plantillas mediante las llamadas «renuncias voluntarias». A pesar de
la más alta sindicalización en el sector público, la mayor combatividad se
registra en sindicatos como el minero, en las federaciones bancarias, de luz y
fuerza, petroleros y construcción civil, aunque en la práctica con los procesos de
privatización han disminuido enormemente su ya de por sí escasa fuerza.
Las centrales sindicales aglutinadoras del mayor número de sindicados son: la
Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), fortalecida por la
afiliación del Sindicato Nacional de Maestros (SUTEP) y la Federación de
Mineros (FNMMP), aglutinando el 50 por 100 del total de sindicados; la
Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), escindida en dos fracciones y
focos afiliados, y la Confederación de Trabajadores del Perú (CTP), con un 15
por 100 de afiliados.
El sector informal aglutina a todos aquellos sectores concentrados en formas
de organizaciones populares, a través de las cuales se actúa frente al Estado o en
sustitución del mismo, de manera que se crean redes sociales de colaboración
siguiendo una tradición cooperativa serrana. Abarca una gama de modalidades
originales de participación, legitimando la presencia de una serie de actores de la
sociedad civil; merecen mención el «vaso de leche» —decisivamente impulsado
bajo la administración municipal limeña de Barrantes—, los frentes de defensa
nacional, los clubes de madres, los comedores, etc. Las rondas campesinas, que
como se citó anteriormente surgieron contra la subversión logrando un éxito
evidente, son los únicos reconocidos legalmente y en forma restringida (Leyes
24.571 y 27.908).
La subversión en Perú brotó en 1980 no como un producto del sistema
democrático que se iniciaba en el país, sino, paradójicamente, buscando frenar su
consolidación. La lucha armada fue resultante de la aplicación del pensamiento
de Abimael Guzmán a través del grupo subversivo Sendero Luminoso (PCP
Sendero Luminoso) del que fue su líder hasta su detención. La línea de acción
centralizada en la concepción maoísta tiene como fundamento la lucha armada
esencialmente rural, y en ella las autoridades representantes del Estado
sustituyen al capitalismo. Sendero Luminoso actuaba mediante la eliminación
física o el amedrantamiento; las autoridades campesinas, pequeños comerciantes
y burócratas eran denominados «pequeños reaccionarios» y su acoso era
selectivo. La captación de simpatizantes y militantes se hacía mediante la
coacción: se estaba con o contra Sendero. Antes de la militarización de las zonas
rurales, el reclutamiento abarcaba a todos los campesinos sin exclusiones; a
partir de la presencia militar, el reclutamiento se centró en los campesinos
jóvenes y, en los núcleos urbanos, entre los jóvenes dentro de los emigrantes
marginales, universitarios y escolares. Sendero Luminoso era una organización
vertical, con acantonamiento sin límites, a las órdenes de los niveles superiores;
profundamente planificado y con gran capacidad de infiltración en las
instituciones públicas, sus cuadros dirigentes eran jóvenes y poseían un alto
grado de impermeabilidad y una reducida estructura. El momento álgido de las
acciones terroristas de Sendero Luminoso lo constituyó la explosión de un coche
bomba en Miraflores en julio de 1992, cuyo valor simbólico era doble ya que
golpeaba el centro de la burguesía limeña y, a la vez, culminaba una escalada
terrorista de largo alcance. Sin embargo, dos meses más tarde la captura de
Abimael Guzmán y de parte de la cúpula dirigente introdujo a la organización en
una etapa de evidente declive. Actualmente, Sendero Luminoso sigue existiendo
aunque su capacidad de acción es mínima.
El otro grupo armado subversivo, el Movimiento Revolucionario Tupac
Amaru, menos fundamentalista e ideológico, ubicado en la zona nordeste del
país, careció siempre de la capacidad de lucha de Sendero Luminoso y tuvo su
puesta en escena más relevante con motivo de los sucesos ya referidos de la
ocupación de la Embajada de Japón en Lima.

4. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

Los datos del Barómetro de las Américas: 2006-2012. Proyecto de Opinión


Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt ofrecen la
imagen de un país en el que la evolución de la opinión pública se mantiene
estable en el citado lapso. Mientras que la valoración de la iglesia Católica y de
las Fuerzas Armadas les colocan en primer lugar en el nivel de confianza,
aunque con un leve descenso, los partidos políticos se sitúan en el último
escalón. Los datos para 2012 muestran una recuperación de la confianza del
Jurado Nacional de Elecciones y del Congreso así cómo, en mayor medida, de la
Corte Suprema. En cuanto al nivel de participación en organizaciones formales
muestra cifras bajas salvo en lo relativo al ámbito de las de carácter religioso.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN PERÚ, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012


Iglesia Católica 4,83 4,67 4,74 4,63
Fuerzas Armadas 4,17 4,13 4,21 4,12
Tribunal Supremo Electoral 4,11 3,54 3,78 4
Congreso Nacional 2,96 2,99 2,92 3,19
Gobierno Nacional 3,25 3,14 3,21 —
Corte Suprema 3,07 3,07 3,17 3,42
Municipalidad 3,50 3,53 3,52 3,47
Partidos Políticos 2,94 2,68 2,80 2,92
Policía 3,37 3,33 3,48 3,41

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN PERÚ, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012


Organización religiosa 44,4 42,2 59,5 58,4
Asociación de padres de familia 55,2 51,6 48,7 45,2
Mejoras para la comunidad 39,1 36,9 39,3 34,2
Partido político 17,0 11,2 11,8 7,5
Asociación de profesionales 23,1 21,9 23,5 19,0
Sindicato 10,4 11,2 — —

En cuanto a la valoración de la democracia se ha mantenido muy estable a lo


largo del lapso considerado siendo ligeramente mayor el número de quienes
tienen una valoración más positiva frente a los más críticos. La satisfacción con
la democracia ha crecido en el último año de manera que los más satisfechos
superan levemente a los más insatisfechos.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 6,0 2,8 4,9 2,1
2 7,9 4,4 6,5 4,8
3 12,4 9,7 13,1 12,5
4 20,3 20,5 23,7 20,9
5 18,8 22,3 18,5 24,8
6 17,1 22,7 17,4 19,4
Muy de acuerdo (7) 17,5 17,5 16,0 15,4

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN PERÚ (%)

2006 2008 2010 2012

Muy satisfecho 1,8 1,4 2,4 3,0


Satisfecho 35,1 33,8 36,6 48,8
Insatisfecho 54,6 57,5 54,8 45,1
Muy insatisfecho 8,6 7,3 6,2 3,1

Los peruanos se sitúan en el centro en la escala de autoubicación ideológica,


manteniéndose un posicionamiento estable a lo largo del periodo considerado.
En cuanto a los problemas más graves que acucian el país hay una mayor
dispersión que en otros países latinoamericanos. Para un 40 por 100 de los
entrevistados tienen carácter económico tendiendo a disminuir notablemente
entre 2006 y 2012; asimismo ha aumentado sensiblemente el porcentaje de los
que consideran que son los problemas vinculados a la violencia los más graves
(casi el 24 por 100 en 2012). La percepción de corrupción se ha incrementado
ligeramente el último año hasta superar el 12 por 100.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN PERÚ
Valores medios en la escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media

2006 5,61
2008 5,60
2010 5,48
2012 5,60

PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA PERÚ, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012

Economía, problemas con, crisis 15,2 18,9 27,1 14,2


Inflación, altos precios 1,2 11,2 2,5 2,3
Desempleo 32,4 24,3 20,4 13,4

Pobreza 21,8 18,2 15,6 12,7

Delincuencia 6,9 5,9 9,5 23,7

Corrupción 6,5 4,7 8,3 12,6

Otros problemas 16,0 16,8 16,5 21,2

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas»
V. BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA Y
SELECCIONADA
ÁLVAREZ RODRICH, A. (ed.) (1993): El Poder en el Perú, Editorial APOYO,
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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Congreso de la República: http://www.congreso.gob.pe


Oficina Nacional de Procesos Electorales de Perú: http://www.onpe.gob.pe
Jurado Nacional de Elecciones de Perú: http://www.jne.gob.pe
Presidencia de Perú: http://www.presidencia.gob.pe
Gobierno de Perú: http://www.perugobierno.gob.pe

PARTIDOS POLÍTICOS:

PAP: http://welcome.to/indoamerica
UPP: www.unionporelperu.org
Somos Perú: http://www.somosperu.org.pe
PNP: www.partidonacionalistaperuano.net
FP: www.fuerzapopular.pe
CAPÍTULO X

VENEZUELA

I. INTRODUCCIÓN
Dentro del contexto de país andino, Venezuela tiene unas características
culturales, étnicas y políticas de mayores similitudes con el mundo caribeño que
los restantes países andinos. Unida en un destino común a su vecina Colombia,
roto el sueño americano bolivariano de la Gran Colombia (1830), la actividad
política venezolana hasta la primera mitad del siglo XX se orientó hacia el
caudillismo-militar. La inestabilidad político-institucional fue la nota dominante
durante dicho siglo. De suerte que desde su independencia hasta la Constitución
de 1961, que ha sido la más longeva en el país hasta la de 1999, hubo veinticinco
constituciones y un Estatuto provisional. La Constitución de 1961 fue la
consecuencia del acuerdo político denominado Pacto de Punto Fijo que sirvió
para derrocar a la dictadura. Considerado posteriormente como limitador del
libre juego político, aunque lo fue mucho menos que el Frente Nacional
colombiano, permitió a Venezuela tener durante más de treinta años estabilidad
democrática y no sufrir los avatares autoritarios y de violencia política padecidos
por cualquiera de los otros países que enmarcan el entorno sudamericano.
El petróleo es otro elemento que debe ser remarcado por su presencia en la
vida venezolana a lo largo del último siglo. Representa el 90 por 100 de las
exportaciones venezolanas y las oscilaciones en su precio repercuten
considerablemente en la economía nacional. Ello le hace tener más rasgos
comunes con otros petro estados que con los países latinoamericanos. La
nacionalización de la industria del petróleo en 1976, durante la primera
Presidencia de Carlos Andrés Pérez y la consiguiente creación de la primera
empresa del país: Petróleos de Venezuela (PDVSA), se enmarcaron dentro de un
cúmulo de decisiones políticas que catapultaron a Venezuela durante aquel
gobierno al liderazgo regional, llegando a ser el motor del fortalecimiento del
Pacto Andino y de la creación del Sistema Económico Latinoamericano (SELA),
manteniendo además una política no alineada con respecto a Centroamérica y el
Caribe.
Sin embargo, la constante caída del precio del petróleo abrió una profunda
crisis que llegó a afectar a todo el sistema político. La credibilidad del Estado y
de los partidos políticos sufrió un fuerte deterioro. Por una parte, el primero no
pudo mantener el nivel previo de prestaciones públicas y sociales sobre las que
se había asentado el modelo populista venezolano. Por otra parte, los partidos,
que habían logrado articular una eficiente partidocracia, se vieron abandonados
paulatinamente por sus bases electorales en un clima de notable corrupción
dejando paso a fórmulas de gobierno no partidistas. La primera de ellas,
representada por el triunfo electoral de 1993 de Rafael Caldera, no fue sino el
precedente de la que supondría, cinco años más tarde, la llegada al poder de
Hugo Chávez Frías. Si Caldera fue capaz de elevarse por encima de los partidos
tradicionales, Chávez lo hizo contra los mismos, no faltándole el activo de su
identidad militar, retadora desde el golpismo, y de una situación política y
económicamente agotada, germinada por un mensaje nacionalista, bolivariano y
demandante de un profundo cambio constitucional con significativos efectos en
la desigualdad social y la marginación que sufrían más de la mitad de los
venezolanos. El periodo de Chávez, marcado por niveles muy bajos de
institucionalización, incrementó hasta cotas desconocidas la polarización
sociopolítica del país generando una confrontación prácticamente insoluble entre
dos tipos de democracia: la liberal-representativa del Pacto de Punto Fijo y la
«protagónica» de la Revolución Bolivariana. La muerte del caudillo en marzo de
2013 supuso un punto de inflexión grave en la misma y la elevación a la
categoría de mito regional de la figura de Chávez.
Los indicadores sociodemográficos de Venezuela muestran un país que en un
cuarto de siglo se acerca a duplicar su población, la cual tiene un carácter
decididamente urbano, con una población analfabeta en torno al 5 por 100 y con
tasas de incorporación de la mujer a la actividad económica del 50 por 100. La
economía venezolana sufrió una contracción muy severa entre 1980 y 1999 con
tasas de crecimiento negativo y de inflación superiores por lo general al 20 por
100. Si bien la dependencia completa de las exportaciones de petróleo continuó
siendo la nota dominante, los altos precios que alcanzó a principios del nuevo
siglo y que mantuvo en los años siguientes ayudaron a mejorar los ingresos
fiscales aunque no se consiguió disminuir la inflación que produjo diferentes
devaluaciones de la moneda nacional, el bolívar, teniendo lugar una muy
importante a inicios de 2013.
EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES SOCIODEMOGRÁFICOS DE VENEZUELA

1985 1990 1995 2000 2005 2010


Población total (en miles) 17.138,0 19.502,0 21.844,0 24.170,0 26.724,0 29.043,0
Población urbana (en porcentaje) 81,6 83,9 85,8 87,4 92,7 93,6

Población analfabeta de 15 y más años


15,1 9,9 — 7,0 6,0 4,8
de edad (en porcentaje)
Desempleo urbano (en porcentaje) 10,4 13,9 11,3 8,4

Hogares bajo la línea de pobreza (en


42,1 44,0 37,1 27,8
porcentaje)

Tasas de participación en la actividad


25,3 28,2 31,2 34,1 51,0 50,0
económica de la mujer

FUENTE: CEPAL (2001): Panorama social de América Latina 2000-2001 y CEPAL (2011): Panorama
social de América Latina, Santiago de Chile.

EVOLUCIÓN DE ALGUNOS INDICADORES ECONÓMICOS DE VENEZUELA


1
A partir de 2001, medido en dólares de 2000.
2 A partir de 2003, deuda externa del sector público no financiero.

FUENTE: CEPAL (2001): Balance preliminar de las economías, Santiago de Chile; CEPAL (2001):
Panorama social de América Latina 2000-2001, Santiago de Chile y CEPAL (2011): Panorama social de
América Latina, Santiago de Chile.

II. DESARROLLO POLÍTICO

1. EVOLUCIÓN HISTÓRICO-POLÍTICA

Después de la independencia, las rupturas y desconocimiento de las normas


institucionales fueron una constante de la acción política hasta mediados del
siglo XX. Sin embargo, tuvo una de las primeras Constituciones de América
Latina en 1811, en la que se destacaron tres características que fueron constantes
formales en el país: el carácter federal del Estado, el bicameralismo y un Poder
Ejecutivo fuerte. Las numerosas Constituciones se limitaron muchas veces a
reformas superficiales de los textos, conservando sustancialmente el contenido
original. En cuanto a las Actas Constitucionales, fueron el resultado del esfuerzo
de los golpistas de turno para legalizar sus gobiernos de facto, convirtiéndose en
«dictaduras constitucionales», una constante a lo largo de la historia político-
institucional venezolana.
Entre 1811 y 1830, Venezuela vivió el fracaso de su primer texto
constitucional, que se produjo en 1812, cuando el general Francisco Miranda se
convirtió en dictador absoluto. Bajo los auspicios de Bolívar, la Constitución de
1819, surgida en el Congreso de Angostura, fue prolegómeno de la Ley
fundamental de la República de Colombia del mismo año, por la que se sentaban
las bases de la Gran Colombia (Venezuela, Quito y Cundinamarca). La
Constitución de Cúcuta de 1821 consagró la nueva situación con un Poder
Ejecutivo débil, auxiliado por los Secretarios de Estado y el Consejo de
Gobierno, un Poder Legislativo bicameral y una República dividida en
departamentos, provincias, cantones y parroquias.
La ruptura de la Gran Colombia en 1830, motivada por la guerra continuada y
el caudillismo de los poderes regionales, llevó a la implantación de la República
Oligárquica (1830-1858). Este periodo estuvo marcado por la vigencia de la
nueva Constitución de 1830 y por el liderazgo de José Antonio Páez (1830-
1847) y de José Tadeo Monagas (1847-1851 y 1855-1858). La Constitución de
1830, vigente hasta 1857, implantó el Estado unitario mixto. Existían entidades
territoriales provinciales con una considerable autonomía. Se reconocía la
separación de poderes; el Legislativo era bicameral y el Ejecutivo recaía en un
Presidente elegido por cuatro años sin poder ser reelegido para una etapa
inmediata. El sufragio era fuertemente censitario. Monagas fue el artífice de la
modificación de la Constitución de 1857 para poderse hacerse reelegir antes de
terminar su periodo presidencial y someter así a los caudillos regionales que
habían permitido en esta época la primera filiación, que poco tenía de política
pero sí de regional.
La efímera Constitución de 1857 dio un paso importante hacia la
centralización del Estado, si bien sus medidas fueron nuevamente reconducidas
por el texto de 1858, que retomó la fórmula del centralismo mixto y potenció el
Poder Legislativo.
Esta época estuvo caracterizada por el fracaso económico de unas
exportaciones fundadas ya en el monocultivo del café. La elite venezolana se
dividió en 1840, creando dos fracciones políticas de corte europeo: liberales y
conservadores. Los primeros, integrados por agricultores-terratenientes del
interior, propugnaban una legislación proteccionista, mayores libertades
públicas, respeto de las garantías constitucionales, alternancia efectiva de la
Presidencia, para lo cual no desestimaban la lucha insurreccional. Los segundos
se declararon auténticos defensores de los intereses comerciales de los
caraqueños y se organizaron en torno al general Páez, dominando la escena
política de 1830 a 1846.
La continua búsqueda de los distintos grupos sociales y regionales por la
supremacía en el poder culminó en 1864 con el triunfo del federalismo
representante de los intereses de los caudillos regionales. La Constitución de este
año de los Estados Unidos de Venezuela, vigente formalmente durante diez años,
organizó un Estado federal fundamentado en los principios popular, electivo,
federal y representativo (art. 13). Se mantuvieron el Legislativo bicameral y el
Ejecutivo, que recaía en un Presidente elegido por cuatro años sin posibilidad de
reelección; como novedad, el Ejército nacional dejó de existir, dándose paso a
los distintos ejércitos estatales incrementándose consecuentemente el
caudillismo regional.
Las constantes guerras civiles entre federales y centralistas permitieron la
alternancia en el poder de unos y otros: la Revolución Azul en 1868 llegó a su
fin con el triunfo de la oposición armada liberal que abrió paso al gobierno
autocrático de Antonio Guzmán Blanco, que fue Presidente entre 1870 y 1877 y
entre 1883 y 1888 aunque en el periodo intermedio continuó dominando la
política. Su gobierno, disfrazado de un falso federalismo ideológico, se preocupó
por la reactivación económica del país, dando impulso a la ganadería, el
comercio interior y las importaciones. La base real donde descansó su poder fue
el Ejército. Guzmán Blanco gobernó bajo los auspicios, teóricos, de dos
Constituciones, la de 1864 y la de 1881, y una reforma constitucional de 1874.
La reforma constitucional de 1874 estableció el voto directo público, escrito y
firmado, y la reducción del periodo constitucional del Presidente de los Estados
Unidos de Venezuela, diputados y senadores a dos años. El valor de esta medida
fue más formal que real. Paralelamente y continuando con el proceso iniciado de
«desfederalización» se promulgó la Constitución de 1881, por la que se
redujeron los veinte Estados de la Unión a nueve y se creó el Consejo Federal,
elegido por el Congreso, el cual designaría al Presidente de los Estados Unidos
de Venezuela que, como éste, tendría una duración de dos años.
Al ser derrocado Guzmán Blanco, el federalismo y el liberalismo continuaron
siendo los pilares ideológicos del Estado venezolano. Sin embargo, las guerras
civiles fueron las características determinantes de este periodo, en el que en cada
Presidencia se modificaba el texto constitucional. Así ocurrió con Raimundo
Andueza (1890-1892) y la Constitución de 1891, con el general Joaquín Crespo
y la «Revolución legalista», que se plasmó en el texto de 1893, y con el general
Cipriano Castro y la Constitución de 1901, que reafirmó el centralismo frente a
las modificaciones federales de 1893 y acrecentó las atribuciones presidenciales,
ampliando su periodo de mandato a seis años.
El liberalismo había perdido a su último caudillo, Joaquín Crespo,
fraccionándose en pequeñas guerrillas alimentadas por campesinos a quienes se
les había prometido tierra y dejaba el espacio político a las fuerzas
conservadoras. Este periodo caótico y confuso de la vida política venezolana
propició la aparición del Estado oligárquico de principios de siglo, apuntalado en
el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez (1908-1935), quien fue el último
arquetípico caudillo venezolano en llegar al poder. Con su llegada al poder puso
fin a los enfrentamientos entre orientales y andinos, amarillos y nacionalistas. El
gobierno oligárquico se consolidó con la representación equitativa de los
diferentes grupos dominantes. Gómez reorganizó el Ejército, permitiendo la
masiva incorporación de los tachirenses y la economía agroexportadora fue
sustituida por la explotación de los hidrocarburos. El desplazamiento de los
tradicionales mecanismos de dominación permitió el surgimiento de nuevas
clases sociales: campesinos incorporados a la explotación agroindustrial y la
clase media urbana y los obreros urbanos y rurales iniciaron la lucha por una
mayor participación política. A pesar del fuerte autoritarismo de Juan Vicente
Gómez hizo uso de la ficción constitucional, ya que acató teórica y
fraudulentamente la Constitución de 1904, sometiéndola a continuas reformas
encaminadas todas ellas a acomodarla a sus imperativos; tales fueron las de
1909, 1914, 1925, 1929 y 1931. Durante la dictadura de Gómez se sentaron las
bases del Estado venezolano moderno, centralizando la administración y creando
una burocracia nacional.
Gómez se enfrentó con una nueva generación política ajena a las anteriores
contiendas en 1928. Un nuevo estilo de lucha política nació siendo los
estudiantes los grandes protagonistas de la primera mitad del siglo XX. Dentro de
esta contienda política se fueron perfilando los personajes que posteriormente
dominaron la escena política venezolana: Raúl Leoni, Jóvito Villalba, Rómulo
Betancourt. El dictador reprimió el florecimiento de la actividad política y el
exilio se convirtió en la cantera productora de las primeras formaciones
partidistas marcadamente ideologizadas.
En este momento, y con una clara orientación hacia la izquierda, destacan el
Partido Revolucionario Venezolano fundado en México en 1926 y la Asociación
Revolucionaria de Izquierda (ARDl), germen de la Organización Venezolana
(ORVE) fundada por Rómulo Betancourt en Barranquilla en 1931 e integrado
por un gran número de participantes del movimiento estudiantil y marxistas.
La respuesta antimarxista a estas formaciones la dio Rafael Caldera, quien
después del Congreso Mundial de la Juventud de Acción Católica, celebrado en
Roma en 1934, creó un movimiento identificado con el ideario cristiano y el
reformismo social: la Unión Nacional Estudiantil (UNE) en 1936.
El camino hacia un régimen democrático se inició en Venezuela con dos
décadas de difícil transición (1936-1958). En 1935, tras la muerte del dictador
Gómez, tomó el poder el Ministro de Guerra, general López Contreras, quien
abrió tímidamente el ámbito político para la acción opositora. Sin embargo, el
Ejército continuaba siendo para las clases dominantes, carentes de ideario
político, el soporte de sus privilegios. Treinta años de dictadura hacían que
existiera una carencia ciudadana del ejercicio pacífico de la lucha partidista por
el poder, lo que facilitó la radicalización de las posiciones. En 1936, la Asamblea
Estudiantil trató de reconstruir la Federación de Estudiantes de Venezuela
(FEV), destacándose como caudillo Jóvito Villalba, influido por el marxismo; se
enfrentaban a la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), asociación conservadora
cuyo ideario era el humanismo cristiano y el reformismo social.
El periodo comprendido entre 1936 y 1941 puede definirse como un intento
de transitar de la dictadura hacia la democracia. Una pieza importante fue la
Constitución de 1936, sancionada por el general Eleazar López Contreras, que
prohibía la reelección inmediata; estableció, por vez primera en una Carta magna
venezolana, los derechos sociales y políticos referentes, especialmente, al
aspecto laboral y al de propiedad (arts. 3.º a 26) y creó el Consejo de Economía
Nacional, institución muy del momento (art. 32.9). Paralelamente determinó
cuando se podía recurrir a la expropiación (art. 32.2) y, en lo respectivo a la
libertad económica, se implantó la intervención directa del Estado en la
economía nacional (art. 32.9). El Poder Ejecutivo, por su parte, sería elegido por
el Congreso para un periodo de cuatro años, prohibiéndose la reelección
inmediata del presidente. Así, en 1941, asumió el poder, elegido por el Congreso
Nacional, el general Isaías Medina Angarita.
Esta época propició el surgimiento de los primeros sindicatos y de los
embriones de los partidos políticos actuales. La década de 1940 fue rica en la
reactivación política, pero también en la radicalización de las posturas
ideológicas. En 1945, el Partido Comunista Venezolano fue legalizado, al tiempo
que el Partido Democrático Nacional, con el nombre de Acción Democrática
(AD), fundado en 1941, se alejó del gobierno incrementado, a partir de entonces,
su carácter nacionalista y su anticomunismo, rechazando frontalmente la antigua
alianza con la derecha.
Como consecuencia de los impactos ideológicos de la Segunda Guerra
Mundial se había promulgado una Constitución más progresista en 1945 bajo la
Presidencia del general Medina Angarita (1941-1945). Sin embargo, el 18 de
octubre de dicho año, en una extraña alianza, Acción Democrática (AD) y los
jóvenes militares aglutinados en la Unión Patriótica Militar dieron un golpe de
Estado. El nuevo régimen estableció una Junta Revolucionaria y desde un primer
momento AD dominó la escena política. Se inició una importante apertura
democrática con la promulgación de la Constitución de 1947 y el proceso
electoral del mismo año, en donde triunfó AD con Rómulo Gallegos como
Presidente. El gobierno de AD solo duró nueve meses. El Presidente fue
depuesto por una Junta Militar, la cual, tras un breve periodo del coronel
Delgado Chalbaud, como presidente de esa Junta, y del civil Germán Suárez
Flamerich, nombró al coronel Marcos Pérez Giménez como Presidente
provisional entre los meses de diciembre de 1952 y enero de 1953 hasta que fue
nombrado «Presidente constitucional» de la República en enero de 1953. El
periodo comprendido entre 1945 y 1948, conocido como el del «trienio
ADECO», tiene una importancia sobresaliente en la configuración del sistema
político actual por su decisiva influencia en los sucesos de 1958.
La Constitución del 5 de julio de 1947, a pesar de su corta vigencia, tuvo una
importancia notable por su influencia en el periodo siguiente a 1958. Continuó
las tendencias centralistas señaladas por las Constituciones de 1936 y 1945 a
pesar de determinar la división territorial en Estados, Distrito Federal, Territorios
Federales y Dependencias Federales (art. 2.º) y de indicar que el poder público
se distribuía entre el poder municipal, el de los Estados y el nacional (art. 86).
Regulaba los deberes, derechos individuales y sociales (título III); se declaraba
universal y secreto el derecho al sufragio, que se hacía extensivo a todos los
cargos electivos (capítulo II, título IV); igualmente regulaba la propiedad privada
(art. 65). Por último, la declaración preliminar que incluía en su inicio se
denominó «Preámbulo» en la Constitución de 1961.
En 1952, en pleno periodo militar de Marcos Pérez Jiménez, se convocaron
elecciones para una asamblea constituyente, en donde se enfrentaron listas
progobierno bajo el rótulo del Frente Electoral Independiente, y listas de la
oposición de URD y de COPEI. Ni AD ni el Partido Comunista pudieron
presentar sus propias listas ya que estaban ilegalizados. Ante los resultados
adversos para los seguidores del coronel Pérez Jiménez se suspendió el
escrutinio electoral, autoproclamándose Presidente de la República. A partir de
entonces se recrudeció la persecución política, se ilegalizaron todos los partidos
políticos y se aumentó la represión para lo que contó con la siniestra policía
política conocida como la Seguridad Nacional. Fruto de la nueva situación, se
promulgó la Constitución de 1953, que restringió bastante los derechos
individuales de los ciudadanos; asimismo, fue considerablemente centralista,
estableciendo por primera vez en un texto constitucional el nombre de República
de Venezuela, nombrándose, como ya ha quedado dicho, a Pérez Jiménez
«Presidente constitucional». En 1957 organizó un plebiscito con el fin de
legitimarse que fue un auténtico fiasco.
La dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que solamente tuvo en su haber el
desarrollo de las infraestructuras que permanecieron durante mucho tiempo
manteniendo un equívoco sentido de su carácter eficaz, terminó en 1958. Con su
caída se inició la etapa democrática contemporánea en Venezuela y el dictador,
tras cumplir una sentencia de cuatro años de prisión por especulación y
malversación de fondos, se exilió en España donde residió desde 1967 hasta su
muerte en 2002. Los principales líderes de los grandes partidos políticos se
habían reunido en Nueva York a principios de 1957 para plantear la necesidad de
elaborar un pacto político que facilitara la convivencia en paz y alejara el
fantasma de la involución y la autocracia constantes en Venezuela desde su
andadura como República independiente. Este acuerdo político se plasmó más
tarde en el Pacto de Punto Fijo.

2. LA TRANSICIÓN POLÍTICA DE 1958, LAS ALTERNANCIAS POLÍTICAS Y LA


PARTIDOCRACIA
2.1. Transición y normalidad democrática

El 31 de octubre de 1958, se firmó el Pacto de Punto Fijo por los tres


principales partidos políticos: Rómulo Betancourt por Acción Democrática;
Rafael Caldera por COPEI, y Jóvito Villalba por la Unión Republicana
Democrática. Fedecámaras, la Confederación de Trabajadores de Venezuela, la
Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas quedaron circunscritas al mismo. El
Partido Comunista de Venezuela, aunque estaba legalizado, no fue invitado a
participar en el Pacto.
El Pacto de Punto Fijo, que nació casi simultáneamente con el Frente
Nacional Colombiano y que tomó el nombre de la residencia caraqueña de
Rafael Caldera donde se subscribió, no castró el libre juego político como
sucedió en el proceso del país vecino, donde el candidato al Ejecutivo debía ser
consensuado por las dos formaciones políticas garantes del Pacto (liberales y
conservadores). Sin embargo, Punto Fijo secuestró, por parte de los partidos, al
Estado y a la sociedad civil; además, potenció a la larga el bipartidismo y la
alternancia en el poder de las dos formaciones mayoritarias (AD y COPEI).
Los principios básicos de este Pacto, al que se sumó el acuerdo que
constituyó el Programa Mínimo de Gobierno y el Advenimiento Obrero
Nacional, garantizaron las condiciones necesarias para el funcionamiento del
sistema democrático. Éstos pueden resumirse en: la defensa de la
constitucionalidad y el derecho a gobernar conforme al resultado electoral; el
Gobierno de Unidad Nacional, dando participación en el poder a la oposición; y
en un programa mínimo común, lo que permitiría garantizar la cooperación
partidista durante el proceso electoral. Todo ello comportó una política en la que
primaban valores reformistas de respeto al capital extranjero, reconocimiento de
la derecha a la indemnización en los procesos expropiatorios y subsidios al
sector privado. Otra de las consecuencias trascendentales del Pacto fue el texto
constitucional de 1961, que reguló hasta 1999 la democracia venezolana.
Hasta 1969 funcionaron diversos gobiernos coaligados bajo el influjo de los
Pactos de 1958 y a partir de ese año se implantaron los gobiernos monocolores
que impulsaron unas duras relaciones entre gobierno y oposición, agudizando el
fraccionamiento partidista aunque el Pacto Institucional de 1968 aseguró altas
dosis de civismo en la política venezolana fomentando la cultura de coalición.
Los años iniciales de la democratización tuvieron dos prioridades: la primera fue
la mera supervivencia, con la institucionalización de las Fuerzas Armadas, la
represión y el triunfo sobre la primera gran insurrección guerrillera tras la
Revolución Cubana. Mientras que la segunda fue su mantenimiento y
consolidación, satisfaciendo las necesidades del pueblo con medidas en políticas
asistenciales, incrementando el desarrollo con la sustitución de las importaciones
y aprovechando el boom de la explotación petrolera y la subsiguiente
nacionalización. En el terreno de las relaciones laborales, la oportuna firma del
acuerdo de Advenimiento Obrero Patronal ayudó notablemente a alcanzar una
relativa paz social que facilitó el cambio político.
Las elecciones de 1958 fueron una dura prueba para el sistema recién
instaurado. En ellas triunfó Acción Democrática (AD), cuyo candidato, Rómulo
Betancourt, obtuvo el 49,2 por 100 de los votos emitidos, frente al candidato del
COPEI, quien solo alcanzó el 15,2 por 100 del sufragio; los seguidores de la
URD llegaron al 11 por 100 y la izquierda revolucionaria al 3,2 por 100. Las
características fundamentales de la evolución política de esta década pueden
sintetizarse en el fraccionamiento de los partidos, su carácter policlasista y el
exceso de centralismo en las formaciones políticas.
Las elecciones de 1963 dieron de nuevo el triunfo al candidato de AD, Raúl
Leoni, que consiguió el 32,8 por 100 de los sufragios. A partir de 1968 se
produjo la alternancia en el poder cada cinco años de uno y otro de los grandes
partidos políticos venezolanos, consolidando, por consiguiente, un bipartidismo
asfixiante. Rafael Caldera (COPEI) fue Presidente de 1969 a 1974; Carlos
Andrés Pérez (AD) de 1974 a 1979; Luis Herrera Campins (COPEI) de 1979 a
1984; Jaime Lusinchi (AD) de 1984 a 1989, y finalmente, rompiendo el ciclo, de
nuevo Carlos Andrés Pérez (AD), elegido en 1988.
El sistema político venezolano, considerado hasta principios de 1989 como
uno de los más sólidos de América Latina, fue abocándose a una serie de
problemas, agravados en el tiempo por el fin de la euforia petrolera y el aumento
desmesurado de la deuda externa, la deuda social, el narcotráfico, la corrupción
administrativa y el deterioro de la imagen de la clase política montada sobre un
papel incuestionable de los partidos. Esta última circunstancia tuvo su
proyección en un liderazgo percibido paulatinamente por la mayoría como
impune. Durante el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), a
pesar de que fueron los llamados «años saudí», la deuda externa comenzó a
dispararse y la fuga de capitales resultó escandalosa. Con Herrera Campins
(COPEI) (1979-1984), aunque Venezuela recibió 79.000 millones de dólares, la
mayor parte de los petrodólares se reexportaron como capital fugado y el resto se
empleó en importar toda clase de productos suntuarios y de primera necesidad.
El 70 por 100 de los productos agrícolas eran de importación y la capacidad
industrial permaneció improductiva en un 60 por 100.
El ex Presidente adeco Lusinchi y su secretaria privada fueron procesados por
la acusación de fuga de divisas preferenciales obtenidas para reactivar la
maltrecha economía venezolana. Por otra parte, la mala administración disparó
la inflación en un país que hasta 1983 estaba acostumbrado a la estabilidad de
los precios. Un tercio de la población venezolana se hallaba a finales de la
década de 1980 en situación de pobreza crítica y un 60 por 100 eran
considerados pobres. El desempleo era superior al 40 por 100 de la población
activa y las diferencias entre la Venezuela rica y la Venezuela pobre se
acentuaban cada vez más.
En las elecciones del 4 de diciembre de 1988, Carlos Andrés Pérez fue
elegido nuevamente Presidente ante el candidato de COPEI, Eduardo Fernández,
lo cual supuso que por primera vez un Presidente fuera elegido para un segundo
mandato. La izquierda, tercera fuerza electoral, representada por Teodoro
Petkoff, no logró superar el cinco por 100 de los votos de anteriores elecciones.
Por otra parte, estos comicios registraron una participación cercana al 82 por
100, siendo la más baja de la historia democrática venezolana, con un 5 por 100
menos que la registrada en la cita electoral de 1983, preludiando el desencanto
que invadiría la década de 1990. Carlos Andrés Pérez llegó a la Presidencia bajo
el reclamo de recuperar la época dorada de la «Venezuela saudí» de la década de
1970 cuando los elevados precios del petróleo pusieron a disposición del Estado
enormes recursos financieros. Sin embargo, el programa efectivo de gobierno,
puesto en marcha inmediatamente tras su toma de posesión en febrero de 1989,
contenía un paquete de medidas en la línea de las recomendaciones de ajuste
estructural diseñadas por el Fondo Monetario Internacional. De esta manera, se
eliminaron los controles de precios y salarios así como las subvenciones a los
productos de primera necesidad y se desregularon los tipos de interés y las tasas
de cambio. Esto conllevó una respuesta violenta por parte de diferentes sectores
populares que condujeron a una revuelta conocida como «el caracazo», en la que
perdieron la vida más de quinientas personas como consecuencia de los
enfrentamientos entre la población y las fuerzas de seguridad y los propios actos
de pillaje y de vandalismo. Estos trágicos sucesos no impidieron la continuidad
del programa de ajuste, pero afectaron seriamente la legitimidad presidencial. En
efecto, Pérez enfrentaba problemas dentro de su propio partido, al haberse
producido una ruptura interna entre sus partidarios y los de Lusinchi, que luego
se consolidó con el liderazgo alternativo de Luis Alfaro Ucero, y en el Congreso
donde AD había perdido la mayoría.
RESULTADOS DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES VENEZOLANAS CELEBRADAS ENTRE
1973 Y 1993

1 Se incluyen los votos de M. A. Burelli, candidato de OPINA que obtuvo 33.977 votos (0,8%), de P.
Tinoco, candidato del PNI, 29.399 votos (0,7%), de M. García del PSD 11.965 votos (0,3%), de G.
Borregales del MAN, 9.331 votos (0,2%), P. Senigni del FND, 6.176 votos (0,1%), R. Verde del MDI,
3.754 votos (0,1%) y A. Solano del FE, 1.736 votos.
2 Se incluyen los votos de D. Arria del CC, 90.060 votos (1,7%), L. Beltrán del MEP, 59.947 votos (1,1%),
A. Martín del MIR, 52.287 votos (1%), H. Mújica del PCV, 29.305 votos (0,5%), L. Montiel del MORENA,
13.918 votos (0,3%), A. Gómez del FUN, 8.337 votos (0,2%) y P. Salas del CCN, 6.081 votos (0,1%).
3 Se incluyen los votos de J. Olavarría de OPINA, 32.254 votos (0,5%), G. Pérez del MIN, 19.528 votos

(0,3%), L. Rangel de RN, 8.820 votos (0,1%), A. Velázquez de LCR, 5.917 votos (0,1%), V. Romero de
CONFE, 3.236 votos (0,1%), A. Solano de FE, 1.650 votos, J. Ibarra del PNV, 1.363 votos y A. Alcalá de
EI 1.077 votos.
FUENTE: NOHLEN, D. (coord.): Enciclopedia Electoral Latinoamericana y del Caribe, Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, San José, pp. 676, 677.

4 de diciembre de 1988 5 de diciembre de 1993

Partido Candidatos Votos % votos Candidatos Votos % votos

AD C. A. Pérez 3.879.024 53,0 C. Fermín 1.325.287 23,59


COPEI E. Fernández 2.963.015 40,4 O. Álvarez 1.276.506 22,72

MAS/MIR T. Petkoff 200.479 2,7


CN R. Caldera 1.710.722 30,45

CR A. Velázquez 1.232.653 21,94

Otros 288.869 1 3,7 71.421 1,30

Total votos válidos 7.331.387 100,0 5.616.699 100,0


Votos blancos y anulados 187.276 2,5 Votos nulos 212.517

1 Se incluyen los votos de G. Marín de ORA, 62. 896 votos (0,9%), de I. Villalba de URD, 61. 684 votos

(0,8%), de E. Chirinos del PCV, 59.034 votos (0,8%), de V. Gessen del NGD, 27. 833 votos (0,4%), A.
Velázquez de LCR, 24.561 votos (0,3%), Guisandes de OPINA, 10.720 votos (0,2%), D. Nieves de LS,
10.065 votos (0,1%). El resto de candidatos de los partidos LNR FUN, CCN, PSN, NA, PUV, FEVO, NOR,
MNV, FE, MPDIN, ONI y PUEBLO obtuvieron menos de 10.000 votos cada uno y en total 32.076 votos.
FUENTE: Para 1988: NOHLEN, D. (coord.), Enciclopedia Electoral Latinoamericana y del Caribe, Instituto
Interamericano de Derechos Humanos, p. 678. Para 1993: Boletín Electoral Latinoamericano, julio-
diciembre 1993, CAPEL, San José de Costa Rica, p. 42.

2.2. La crisis de la partidocracia

El deterioro de la vida política quedó reflejado a lo largo de 1992 en dos


intentos de golpe de Estado (en febrero y en noviembre) protagonizados por
militares de corte nacionalista. El teniente coronel Hugo Chávez, que lideró el
primero de ellos y quien estaba profundamente influido por el velasquismo por
haber vivido personalmente y siendo cadete la experiencia peruana de tres
lustros atrás, fundó dos años más tarde el Movimiento Bolivariano
Revolucionario-2000 en el que se aglutinó su ideario difuso que se denominará
«el árbol de las tres raíces» de crítica a la corrupción, denuncia de la desigualdad
social, nacionalismo y ensalzamiento de ideales patrióticos. Aunque Carlos
Andrés Pérez reaccionó a esta situación de inestabilidad crítica, desconocida en
Venezuela durante las tres décadas anteriores, formando un gabinete de «unidad
nacional» con miembros del principal partido de la oposición, COPEI, el
descontrol político y los signos de ingobernabilidad fueron a más. El golpismo
de 1992, aunque fallido, había resultado triunfante como movimiento de opinión
deslegitimador del gobierno. Paralelamente, a principios de 1993, Carlos Andrés
Pérez fue acusado de uso ilícito de fondos reservados, lo cual le llevó a un juicio
político siendo suspendido de su cargo por una decisión del Senado el 21 de
mayo del mismo año. En un primer momento fue constitucionalmente
reemplazado por el presidente del Senado, Octavio Lepage, quien
definitivamente fue sustituido el 5 de junio de 1993 por el senador Ramón José
Velásquez, independiente aunque próximo a AD, elegido por el Congreso para
terminar el periodo presidencial.
Las elecciones del 5 de diciembre de 1993 registraron una tasa de abstención
del 44 por 100 que era desconocida hasta el momento puesto que las de los tres
últimos comicios habían sido del 12,4 por 100 en 1978, del 12,3 por 100 en 1983
y del 18,3 por 100 en 1988 y tuvieron valores de un dígito las elecciones de
1958, 1963, 1968 y 1973. Por otra parte se registraron acusaciones de fraude
electoral como nunca antes, todo lo cual puso de relieve la situación crítica y de
peligroso deterioro en que se encontraba la política venezolana. Dichas
elecciones llevaron a la Presidencia de nuevo a Rafael Caldera quien contaba en
ese momento con 78 años y había sido expulsado del partido que había fundado,
COPEI, en junio de 1993. Caldera alcanzaba la Presidencia con el porcentaje de
votos más bajo con el que jamás un candidato había ganado los comicios
presidenciales y lideraba una coalición de diecisiete partidos denominada
Convergencia Nacional, contribuyendo, con todo ello, a la deslegitimación del
sistema.
La débil presencia de esta coalición en el Congreso, donde AD, COPEI y
Causa-R controlaban las presidencias de las comisiones, hizo extremadamente
complejo el gobierno de Caldera, quien a lo largo de su periodo presidencial
tuvo que recomponer en numerosas ocasiones su gabinete como consecuencia de
las censuras a sus Ministros que procedían de muy diversos orígenes,
mezclándose independientes, tecnócratas y personas vinculadas tanto a
anteriores administraciones de AD y COPEI como del Movimiento al
Socialismo. Por otra parte, conviene recordar que AD y COPEI, que
tradicionalmente habían controlado más del 80 por 100 de los escaños del
Congreso, ahora solo controlaban el 56 por 100 del mismo, y que se había
producido la histórica circunstancia de que era la primera elección presidencial
que perdían desde 1958, todo lo cual suponía la quiebra del bipartidismo. El
fraccionamiento del Congreso fue una baza importante para que Caldera pudiera
llevar a cabo diferentes alianzas que variaron a lo largo de la legislatura,
paralelamente contribuía a que fuera enormemente difícil ofrecer alternativas
opositoras coherentes a su gobierno, todo lo cual le llevó a ser un verdadero
administrador de la crisis. Caldera inició su mandato queriendo normalizar la
vida política venezolana mediante el indulto y el restablecimiento de todos sus
derechos políticos y económicos (pensión de retiro) al teniente coronel Chávez y
otros oficiales comprometidos con los intentos del golpe de 1992. En el terreno
de la economía se enfrentó, en 1994, a una fuerte crisis financiera de trece
bancos que puso al país, como ya sucedió en 1983, al borde de la bancarrota.
La habilidad de Caldera le llevó a conseguir que el Congreso promulgara una
ley de emergencia financiera que le habilitaba para intervenir en la economía sin
tener que abrogar derechos constitucionales. De esta forma, se restablecía, en
parte, la preponderancia presidencial con la consiguiente capacidad del Poder
Ejecutivo, pese a las continuas huelgas y protestas populares, para proseguir las
políticas de austeridad económica y de ajuste. Una muestra de la enorme
capacidad de liderazgo de Caldera la supuso el acuerdo tripartito alcanzado en el
Palacio de Miraflores en marzo de 1997 con el sector empresarial
(FEDECAMARAS) y con los sindicatos (CTV) para poner en marcha la reforma
laboral, enfrentándose a las iniciativas del Congreso que propugnaban una vía
más netamente sindical. Por otra parte, la maniobrabilidad de Convergencia
Nacional fue siendo cada vez más escasa poniéndose de relieve la debilidad de
sus mecanismos articuladores. La senda de la política privatizadora continuó con
las medidas de ajuste no ortodoxo y en el periodo de 1990 a 1996 se
contabilizaron 4.474 millones de dólares como valor de las privatizaciones
realizadas.
Dentro de las notas características de la inestabilidad de la política
venezolana a lo largo de la década de 1990 caben destacarse dos circunstancias:
la primera se refiere al impacto que supuso el desarrollo de la ley
descentralizadora de 1989, que establecía la elección democrática de
Gobernadores por primera vez en la historia del país y que supuso un mecanismo
de erosión del bipartidismo, ya que surgieron nuevas ofertas electorales y
comenzaron a darse procesos de censura y de revocación del mandato de las
autoridades estatales por parte de las Asambleas de los Estados, como sucedió en
1994 con los casos de Amazonas y Anzoátegui. La segunda fue el progresivo
distanciamiento de la sociedad de los partidos políticos puesto de relieve en el
incremento de las cifras de abstención ya citadas y en las crisis recurrentes en el
seno de los mismos partidos que les llevaban a fraccionamientos permanentes.
En diciembre de 1997 se aprobó una reforma al sistema electoral tendente a
reanimar la vida política. Se eliminó la influencia de los partidos en el propio
proceso electoral mediante la sustitución en el Tribunal Electoral de los
representantes de los mismos por personajes independientes, se limitó la
duración de las campañas electorales y la cantidad de publicidad en televisión y
se auspició la presencia femenina, hasta un 30 por 100, en las candidaturas.
Las elecciones regionales del 3 de diciembre de 1995 supusieron una
recuperación de los partidos tradicionales, si bien la participación electoral
apenas superó el 40 por 100. De hecho, Convergencia ganó en un estado y el
MAS, que apoyaba a Caldera, obtuvo cuatro, los mismos que COPEI. AD
consiguió el control en once de los veintidós Estados mientras que Causa-R
obtuvo la victoria en el importante bastión petrolero de Zulia tras una disputa
muy dura con el Consejo Supremo Electoral. El restante estado, Carabobo,
quedó en manos de una candidatura regional propia.
EVOLUCIÓN DEL GASTO PÚBLICO SOCIAL EN VENEZUELA

1 A partir de 2000-2001, medido en dólares de 2005.


FUENTE: CEPAL (2001): Panorama social de América Latina 2000-2001 y CEPAL (2011): Panorama
social de América Latina, Santiago de Chile.

3. EL CHAVISMO

3.1. La llegada de Hugo Chávez al poder y el proceso constituyente

Las elecciones presidenciales del 6 de diciembre de 1998 confirmaron la


tendencia proyectada tras los comicios legislativos y regionales del mes anterior
(8 de noviembre de 1998) que mostraba la certeza de los sondeos de opinión
celebrados a lo largo del año. Hugo Chávez se alzaba con la Presidencia de
Venezuela gracias a la insólita, en términos de la historia electoral reciente del
país, mayoría alcanzada. El hecho de presentarse avalado por una plataforma
electoral ajena a los dos partidos tradicionales confirmaba la crisis comenzada a
vislumbrar una década antes, y veía avalada su propuesta de poner en marcha
cambios institucionales profundos en el régimen político venezolano mediante la
apertura inmediata de un proceso constituyente que no seguía lo establecido en
el texto constitucional de 1961 aún vigente. Las elecciones presidenciales
entregaron una holgada mayoría al nuevo caudillo populista superior al 56 por
100 y vieron como los históricos integrantes de Punto Fijo desaparecían incluso
durante la propia liza electoral presidencial. AD y COPEI desconcertados ante el
persistente rechazo social que mostraban los sondeos de opinión retiraron sus
candidatos a la Presidencia de la República en un proceso traumático. En primer
lugar lo hizo COPEI que muy tempranamente decidió optar por apoyar la
candidatura de Irene Sáez, quien a principios de 1998 contaba con una sólida
posición entre el electorado. Irene Sáez tenía un cariz claramente independiente
y arrastraba como bagaje político su reciente experiencia en un gobierno
municipal de la conurbación de Caracas. Por su parte, AD postuló a Luis Alfaro
Ucero, un veterano del partido con amplio predicamento en el aparato del
mismo. Sin embargo, el constante estancamiento de este candidato en las
expectativas de los votantes hizo que, en la semana previa a los comicios, AD
retirara su candidatura presidencial y distribuyeron la consigna de apoyar a
Henrique Salas Römer que lideraba el Proyecto Venezuela. Esta opción electoral,
de claro origen regional, era la transformación del Proyecto Carabobo que fue la
plataforma electoral de su hijo Salas Feo cuando fue elegido gobernador de ese
Estado tres años antes. La aceptación de Salas Römer del apoyo incondicional de
los partidos históricos debilitó sus posibilidades de triunfo al pasar a ser
percibido como el candidato de la partidocracia en un momento en el que ésta
parecía conciliar todas las críticas y antagonismos, algo que ya le había ocurrido
a Irene Sáez y que también explicaba su derrumbamiento.

Elecciones presidenciales del 6 de diciembre de 1998

Candidatos Votos % votos

Hugo Chavez 1 3.673.685 56,20


Henrique Salas 2 2.613.161 39,97

Irene Sáez 3 184.568 2,82

Otros 4 65.890 1,01

Total votos válidos 6.537.304 100


Votos nulos 450.987 6,45

1
Apoyado formalmente por los siguientes partidos: MVR, MAS, PPT, PCV, IPCN, GE, MEP, SI y AA.
2
Apoyado formalmente por los siguientes partidos: PRVZL, AD, COPEI, y PQAC.
3 Apoyada formalmente por los siguientes partidos: IRENE, FD, LA LLAVE, y INCVF.
4 Incluye a los siguientes candidatos: Alfaro apoyado por ORA, URD, RENACE, VU, ICC, FIN y ONDA.

27.586 votos (0,42%), M. Rodríguez de APERTURA, 19.629 votos (0,3%), A. Ramos de LCR 7.275 votos.
(0,11%), R. Muñoz de NR 2.919 votos (0,04%), O. Suju de FS 2.901 votos (0,04%), A. Peña de PLV 2.424
votos (0,04%), D. Tanzi de PARTICIPA 1.900 votos (0,03%), e I. Quintana de OPINA 1.256 votos.
FUENTE: Consejo Nacional Electoral http://www.elecciones98.cantv.net/

Las elecciones legislativas proyectaron un mapa político más multicolor


confirmando la quiebra definitiva del bipartidismo venezolano de las décadas de
1970 y de 1980; y —un mes antes de las presidenciales— las preferencias del
electorado por el proyecto de Chávez. Estos comicios supusieron también una
situación en la que el Congreso volvía a no contar con grupo mayoritario alguno:
AD seguía manteniendo su predominio histórico, pero quedando reflejado en el
control de menos del 30 por 100 de sus escaños, similar al rédito obtenido por la
plataforma electoral articulada en torno a la candidatura de Chávez del Polo
Patriótico.
En cuanto a las elecciones regionales, diez gobernadores fueron elegidos en
las listas del Polo Patriótico, ocho en las de AD y los cinco restantes en las de
COPEI. Carlos Andrés Pérez, bajo arresto domiciliario, con cargos de fraude a la
hacienda pública durante su gestión, fue elegido senador en su Estado natal,
Táchira. Los dos partidos históricos consiguieron, por tanto, un resultado más
favorable en este nivel regional. Otro hecho que debe ser recogido es que, al
poderse reelegir por una vez, de los veinte gobernadores que se presentaron para
un segundo mandato, diecisiete consiguieron la reelección.
Fiel a su proclama electoral, Chávez, quien juró su cargo de Presidente sobre
«una Constitución moribunda», convocó para el 25 de abril de 1999 a un
referéndum en el que los venezolanos debieron responder afirmativa o
negativamente a dos cuestiones: la primera sobre la convocatoria de «una
Asamblea Constituyente con el propósito de transformar el Estado y crear un
nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento de una democracia
social y participativa». Mientras que la segunda pedía la aprobación de las bases
de la convocatoria con un contenido en el que sobresalía el carácter mayoritario
del nuevo sistema de representación y su componente antipartido al referirse a
candidaturas personales frente a candidaturas partidistas. El referéndum, que
contradecía las previsiones sobre la reforma constitucional del texto de 1961,
pero contando con la opinión favorable de la Corte Suprema de Justicia según
sentencia de 19 de enero de 1999, se saldó con una abstención del 60,9 por 100 y
un 87,95 por 100 de votos aprobatorios de entre los que acudieron a las urnas.
Chávez conservaba apenas —en cifras absolutas— el número de votos que le
llevaron cinco meses antes a la Presidencia. Los diferentes partidos políticos
dejaron libertad de voto a sus militantes o —como en el caso de COPEI—
pidieron el voto afirmativo; y en ningún momento se enfrentaron frontalmente a
la convocatoria. Por otra parte, el pulso entre el Presidente y el Congreso
conformado por una mayoría hostil no se desbloqueó durante los dos primeros
meses del nuevo periodo político, solamente a finales del mes de abril Chávez
logró obtener del Congreso poderes excepcionales para los siguientes seis meses
para reducir el déficit fiscal y reanimar una postrada economía.
El referéndum consultivo contemplaba la convocatoria de una Asamblea
Nacional Constituyente, incluyéndose en la papeleta de la consulta las
características de la misma y dejando al libre albedrío del gobierno la fórmula
electoral de su convocatoria de suerte que éste modificó ampliamente el
principio proporcional vigente hasta entonces en Venezuela. De los ciento treinta
y uno miembros de la Asamblea ciento cuatro fueron elegidos de forma
personalizada en las veinticuatro circunscripciones nacionales coincidentes con
los Estados y el Distrito Federal de acuerdo con su número de habitantes
disponiendo los electores de un máximo de diez votos. Los restantes veintisiete
miembros fueron elegidos en una circunscripción nacional, pero igualmente por
el sistema de representación mayoritaria. Sendos tipos de circunscripciones, que
apostaban por el carácter uninominal del proceso electoral, conspiraban contra
los partidos y su tradicional forma de actuación mediante candidaturas
plurinominales.
La Asamblea Nacional Constituyente tuvo una composición extremadamente
favorable a los intereses políticos de Chávez, puesto que una mayoría
abrumadora se vinculaba al chavismo y apenas un par de decenas de diputados
mantenía posiciones independientes o afines a los partidos tradicionales. Esta
situación era debido al nuevo sistema electoral adoptado y sin perjuicio del
arrastre del propio Presidente que había ligado desde el principio su proyecto
político a la redacción de una nueva Constitución. Una vez instalada la
Asamblea Nacional Constituyente sus trabajos —que contaron con el intrusismo
permanente del Ejecutivo— se extendieron a lo largo de 180 días y la
Constitución redactada se sometió a referéndum el 15 de diciembre de 1999 con
una votación afirmativa de 3.301.475 votantes contra 1.298.105 votantes, lo
cual, en términos porcentuales, significaba el 71,78 por 100 frente al 28,22 por
100. La abstención fue del 55,62 por 100 puesto que de los 10.860.789 electores
inscritos en el Registro Electoral solo concurrieron a votar 4.819.789 personas.
De esta forma, el proyecto chavista comenzaba con cierto déficit de legitimidad
al ser aprobada la nueva Constitución por el 32 por 100 de los venezolanos con
derecho a voto.

3.2. El gobierno del presidente Hugo Chávez: primeros años

Con arreglo al nuevo texto constitucional y para buscar una nueva legitimidad
de los diferentes cargos políticos se contempló la posibilidad de realizar una
«megaelección» a finales de mayo de 2000 que agrupara en una misma fecha a
una docena de procesos electorales diferentes. Sin embargo, el Tribunal Supremo
suspendió estas elecciones tres días antes de su celebración, señalando que
existía una violación de los derechos al sufragio e información. Las causas
fueron los problemas técnicos atribuidos a una mala gestión del Consejo
Nacional Electoral, que no había tenido un comportamiento imparcial debido a
su irregular nombramiento por la Asamblea Nacional Constituyente ya que
ninguna disposición avalaba tal actuación. Finalmente, se decidió volver a
convocar las elecciones en dos etapas: para la elección de Presidente, los
miembros de la Asamblea Nacional, representantes de los parlamentos estatales,
Gobernadores y Alcaldes el 30 de julio de 2000; para los Concejos Municipales
y las Juntas Parroquiales el 3 de diciembre del mismo año. Las elecciones de
julio fueron la quinta cita electoral en menos de dos años, con lo que el
paroxismo electoral llegaba a un momento cenital.
Hugo Chávez volvía a obtener la mayoría absoluta de los votos emitidos,
manteniendo prácticamente idéntico el flujo de votos recibidos dos años antes.
Esto fue posible gracias a la valoración positiva de su gobierno y de las grandes
transformaciones llevadas a cabo y al mantenimiento de un patrón de
comportamiento electoral «antipartidocracia», por el que los partidos
tradicionales (AD y COPEI) continuaban siendo castigados. Chávez derrotaba,
por otra parte, al ex comandante Francisco Arias Cárdenas, golpista en 1992 y
compañero de viaje del propio Chávez hasta 1998, lo que le había servido para
conocer de cerca los entresijos del nuevo poder y denunciar lo que para él eran
desviaciones de las líneas maestras de la revolución bolivariana. Moderado,
contaba con experiencia política al haber sido gobernador del Estado petrolero
de Zulia, apoyado por los democristianos y también por la Causa R, logró reunir,
con poco éxito, tanto a los históricamente más movilizados frente a Chávez
como a aquellos recientemente desafectos con el chavismo, postura que él
mismo mantenía, como fue el caso de Hernán Escarrá que fue presidente de la
Comisión Constitucional de la Asamblea Nacional Constituyente. Cárdenas, tras
las elecciones regionales de diciembre de 2012 volvió a ser electo gobernador
del Zulia apoyado por el PSUV.

Elecciones presidenciales del 30 de julio de 2000


Candidatos Votos % votos

Hugo Chavez 1 3.757.773 59,80

Francisco Arias 2 2.359.459 37,50

Claudio Fermín 3 171.346 2,70

Total votos válidos 6.288.578 95,28


Votos nulos 311.618 4,72
Total Votantes 6.600.196 100

Total Electores Inscritos 11.720.971

1 MVR (48,11%), más (8,7%), PCV (0,91%), Independientes por la Comunidad Nacional (0,47%).

Gente Emergente (0,21%), MEP (0,22%), Solidaridad Independiente (0,70%), Alianza Agropecuaria
(0,24%) y NRD (0,19%).
2 La Causa R (18,95%), Izquierda Democrática (2,36%), Movimiento de Integración Nacional (1,07%).
Movimiento Democracia Directa (1,02%), Bandera Roja (0,26%), Votos personales del candidato (2,72%).
3 Encuentro Nacional (2,72%).
FUENTE: Consejo Nacional Electoral-INDRA (2000).

El gobierno del Presidente Chávez, en el lapso de los cuatro años


comprendidos entre su primera toma de posesión a principio de 1999 y el final
de 2002, se caracterizó por la puesta en marcha de una profusa secuencia de
convocatorias electorales, los intentos de establecer unas nuevas relaciones
políticas de carácter estatista con vocación nacional y social, un estilo conductor
autoritario y la decidida opción a favor de prácticas excluyentes, que trajeron
consigo la paulatina polarización de la sociedad gestándose un bloque
manifiestamente opositor hasta alcanzar niveles de insoportable agresividad y de
parálisis de la actividad económica.
La nueva institucionalidad, a pesar de contar el Ejecutivo con un liderazgo
sólido e incuestionable y una mayoría cómoda en la Asamblea, no logró
mantener un mínimo clima de estabilidad caracterizándose la vida política por
continuos cambios en el Gobierno. Isaías Rodríguez estuvo a cargo de la
Vicepresidencia Ejecutiva hasta diciembre de 2000, año en el que fue nombrado
Fiscal de la Nación. Posteriormente, Rodríguez fue sustituido por Adina Bastidas
en este cargo, quien a su vez fue reemplazada —en enero de 2002— por
Diosdado Cabello (director político del MRV y coordinador nacional del MRB-
200); y a los pocos meses —abril del 2002— lo suplió el periodista José Vicente
Rangel, quien estuvo primero en el Ministerio de Relaciones Exteriores y luego
en el de Defensa. Otras figuras de relevancia del régimen e históricamente
vinculadas a la izquierda venezolana tuvieron un enfebrecido papel ocupando
diversos cargos en tan breve lapso, entre ellas cabe destacar al octogenario Luis
Miquilena, desempeñó un papel estelar en la Asamblea Nacional Constituyente
como presidente, más tarde presidió la Comisión Legislativa Nacional, después
fue Ministro de Interior y Justicia y posteriormente embajador en Cuba. Otro
aspecto peculiar es el papel que desempeña Adán Chávez —hermano del
Presidente— como secretario presidencial, tiene atribuciones importantes en el
proceso de renovación en el seno del MVR y un papel notorio en el Ministerio
de Tierras, instrumento decisivo en el proceso de reforma agraria. Adán Chávez
es gobernador del estado Barinas desde 2008 y reelecto en diciembre para el
mandato 2012-2016; habiendo recibido la gobernación de manos de su padre,
Hugo de los Reyes Chávez, quien fue gobernador de ese estado desde 1998.
Las nuevas relaciones políticas han tenido un sesgo doble. En el terreno
simbólico, el discurso bolivariano de corte revolucionario, nacionalista y de
vocación social ha venido acompañado del estrechamiento de lazos con La
Habana, que ha recibido un trato favorable en las exportaciones del crudo
venezolano, y de la exportación del modelo revolucionario. Los viajes de Fidel
Castro entonces en distintas ocasiones a Venezuela y la asunción del liderazgo en
la Organización de Países Exportadores de Petróleo, se convirtieron en aspectos
que sembraron inquietud en el Gobierno norteamericano, incrementada tras la
llegada de Bush a la Casa Blanca. Por otra parte, la actuación del Presidente
Chávez tendió a incrementar los poderes bajo su mando siendo su reflejo más
significativo la Ley Habilitante de octubre de 2000, de carácter orgánico, que fue
aprobada en la Asamblea por ciento catorce votos y cuarenta y ocho en contra y
que supuso un paso más en el camino hacia la concentración de poderes por
parte del Ejecutivo ya que le posibilitaba gobernar con un nuevo marco jurídico
durante un año en cualquiera de las materias recogidas en el texto dentro de los
ámbitos económico, financiero, tributario y tecnológico. Bajo su marco se
llegaron a aprobar cuarenta y nueve decretos con rango de Ley. La Ley de
Tierras fue uno de los textos legislativos que mayor repudio alcanzó: la
expropiación de latifundios, la entrega de tierras a campesinos en usufructo y el
establecimiento de un plan de cultivos de obligado cumplimiento fueron
aspectos muy contestados.
Por su parte, la sociedad venezolana siguió un proceso de paulatina
polarización hasta que llegó a conformarse un clima irreversible de
confrontación social. Diversos fueron los frentes y los actores en los que se dio
dicho proceso, pero cabe indicar que el mismo atravesó amplios sectores de la
sociedad. Se produjeron rupturas en el seno de la propia coalición gobernante en
mayo de 2001, lo que afectó a la relación entre el MVR y el MAS (no así al PPT
que continuó en el Gobierno) y en las Fuerzas Armadas que, junto al incremento
de sus miembros en el Gobierno —como ocurrió tras la remodelación de enero
de 2002 (con militares en la Vicepresidencia Ejecutiva, Interior y Justicia y
Relaciones Exteriores)—, surgieron voces disonantes (el coronel Pedro Soto, el
capitán Pedro Flores y el contralmirante Carlos Molina Tamayo) que pedían
públicamente la dimisión del Presidente. La detención del peruano Vladimiro
Montesinos, en junio de 2001 en Caracas, fue otro factor de desestabilización
por la supuesta implicación de altos funcionarios en la entrada y estancia en el
país. Además, la organización de los círculos bolivarianos por todo el país, como
órgano de contestación a las movilizaciones sociales opositoras tuvieron su
momento de no retorno tras la convocatoria del «paro cívico nacional» del 10 de
diciembre de 2001. En este proceso de movilización opositora jugaron un papel
decisivo las organizaciones tradicionales de empresarios (FEDECAMARAS) y
de trabajadores (CTV) que unieron sus esfuerzos contra el Presidente y también
la mayoría de los medios de comunicación privados a los que se confrontaba el
programa «Aló presidente» emitido desde la radio pública. La protesta social,
que invariablemente era contrarrestada en la calle por movilizaciones de signo
contrario y contenido progubernamental (como ejemplo, que se podría
complementar con otras situaciones sucesivas de cariz similar, el citado 10 de
diciembre a la vez que se llevaba a cabo el paro con bastante éxito, el Presidente
Chávez convocaba un acto de sus seguidores para celebrar distintas efemérides)
alcanzó un momento cenital con la convocatoria de un paro nacional en abril de
2002.
El paro nacional fue convocado para el 9 de abril conjugándose la CTV,
FEDECAMARAS y distintos medios de comunicación y un conflicto generado
en la principal empresa del país, la petrolera PDVSA, como consecuencia del
desencaje en la misma del nombramiento de su nueva directiva dos meses antes.
La huelga tomó el cariz de indefinida y en el juego de manifestaciones y
contramanifestaciones del 11 de abril se produjeron graves enfrentamientos, con
un saldo de una veintena de muertos y centenares de heridos. La culpabilidad del
Presidente como responsable político de estas muertes y una supuesta renuncia,
produjo el levantamiento de un grupo de generales de la Fuerza Armada
Nacional que detuvo a Chávez y facilitó un golpe de Estado por parte del
presidente de FEDECAMARAS, Pedro Carmona Estanga.
Carmona en presencia de personal de la embajada norteamericana en Caracas,
procedió a disolver la Asamblea Nacional, destituyó a todos los miembros del
Tribunal Supremo de Justicia, se adjudicó la potestad de remover y designar
Gobernadores y Alcaldes; y se comprometió a convocar elecciones en el plazo
de un año. El carácter autoritario de dichas medidas, repudiado por diversos
sectores que inicialmente habían mostrado su proclividad para acabar con
Chávez, la amplia movilización popular a favor del Presidente depuesto ante el
grito «¡qué vuelven los de siempre!» y la reacción de diferentes destacamentos
leales a él, hizo que se abortara el golpe de Carmona en menos de cuarenta y
ocho horas, pudiendo reasumir Chávez en la madrugada del 14 de abril. Lejos de
suponer un bálsamo hacia la estabilidad y pese a un aparente cambio de actitud
del Gobierno hacia posiciones más tolerantes y negociadoras, la situación
política continuó a la deriva. La propia decisión de agosto de 2002 del Tribunal
Supremo de Justicia de once votos contra ocho de no encontrar responsables del
golpe de abril negando la existencia de una movilización armada fue un motivo
que reavivó la confrontación.
Al finalizar 2002, un nuevo paro que se inició a primeros de diciembre y que
volvió a tener como núcleo central a PDVSA volvió a tensar a chavistas y
opositores que nuevamente ocuparon las calles. El denominado Paro Petrolero
fue histórico por ser considerada la mayor huelga patronal en Latinoamérica y
por estar respaldada por la Coordinadora Democrática, organización que
aglutinaba a la oposición política y empresarial anti chavista. Durante casi dos
meses (diciembre de 2002 y enero de 2003), la industria petrolera paralizó sus
actividades con medidas como el corte del suministro de combustible en
diferentes puntos del país, el recorte de la producción o la paralización total y
parcial de algunas refinerías. El primer objetivo de las manifestaciones de los
trabajadores era evitar sustituir el sistema meritocrático en la asignación de
cargos, pero mientras iban sumando apoyos la consigna cambió desplazándose
hacia el objetivo de hacer caer a Chávez. Amparándose en el propio articulado
de la Constitución bolivariana, se iniciaron los pasos para convocar un
referéndum con la finalidad de obligar a Chávez a que abandonara el poder.
Todo ello no hacía sino mostrar la imposibilidad para la acción de gobierno de
un régimen que había visto como su moneda se devaluaba enormemente en dos
años y medio, con una inflación del 20 por 100 anual y tasas de crecimiento
negativo en la economía.
Esta paralización de la industria del petróleo no solo generó millonarias
pérdidas en la economía venezolana, que se arrastraron durante los años
siguientes, sino también mostró la alta polarización de la sociedad a través de
manifestaciones continuas y violentas a favor y en contra de la gestión del
gobierno de Chávez. A su vez, este panorama se trasladó a los medios de
comunicación privados y públicos que iniciaron un virulento enfrentamiento con
un claro posicionamiento político. Los primeros defendían los intereses de la
Coordinadora y los segundos al gobierno chavista. El resultado tras sesenta días
de huelga fue un acuerdo de paz entre la Coordinadora y el Gobierno, pero no así
con los huelguistas ya que más de 18.000 empleados de PDVSA fueron
despedidos —el 60 por 100 respondían a cargos ejecutivos de niveles altos y
medios— y después de diez años de dicha manifestación, más de ciento ochenta
ex trabajadores de PDVSA aún enfrentan procesos administrativos con multas
millonarias.
El diálogo entre oficialistas y opositores no hubiera prosperado sin la
intervención de algunos presidentes latinoamericanos y de organismos
internacionales (OEA, Centro Carter y el PNUD). A finales de febrero de 2003,
se firmó el acuerdo denominado «Declaración contra la Violencia por la Paz y la
Democracia» en el que se reiteraba el carácter democrático de Venezuela y se
buscaba el cese de hostigamiento de ambas partes así como el respeto a la
Constitución. Iniciado este diálogo, dos meses después, representantes de
Gobierno y de los grupos de oposición asumían el compromiso para hallar una
salida a la crisis política dentro de lo establecido por la Constitución, es decir,
mediante la convocatoria al referéndum revocatorio de mandato a mitad del
periodo presidencial y no de manera inmediata.
Tras la designación de los representantes del Consejo Nacional Electoral
(CNE) en el segundo semestre de 2003 y la elaboración de un reglamento para la
aplicación de este mecanismo que sería aplicado por primera vez, entre
noviembre y diciembre de 2003 se estableció la recolección de firmas de al
menos el 20 por 100 de los electores registrado para iniciar el proceso de la
revocatoria. La Coordinadora Democrática presentó 3,4 millones de firmas a la
CNE para su verificación. Sin embargo, la entidad observó 1.480.000 firmas, lo
que suponía la postergación de la consulta. La respuesta fue inmediata y de
confrontación, la Coordinadora llamó a una resistencia civil y provocó una
movilización violenta pese a que la entidad electoral convocó a un periodo de
reparo de firmas, cuyo saldo trágico fue de nueve personas muertas. Tras estos
fatales acontecimientos la alianza opositora, en un ambiente hostil, consiguió las
firmas necesarias y logró reactivar el proceso.
El 15 de agosto de 2004, se llevó adelante el referéndum revocatorio
presidencial ratificando el 59,1 por 100 su confianza en el Presidente, frente al
40,63 por 100 que pedía su renuncia. La victoria de esta consulta se vio reflejada
en los comicios electorales regionales, realizados en octubre del mismo año, en
los que los representantes del chavismo obtuvieron veinte de las veintidós
gobernaciones y la mayoría de las alcaldías, en un ambiente en el que la
abstención alcanzó al 54,24 por 100 y la oposición quedó dividida. Chávez
iniciaba un nuevo ciclo en medio de una polarización que se hacía cada vez más
crónica y consolidando su poder a través del apoyo en las urnas revalidado
inmediatamente por su abrumador triunfo en los comicios regionales del 31 de
octubre 2004 en los que ganó veinte de las veintidós gobernaciones en disputa y
más del 80 por 100 de las alcaldías.
El nuevo proceso electoral que supusieron los comicios legislativos de
diciembre de 2005 se caracterizó por la tensión político-electoral y,
principalmente, por la desconfianza de la oposición en el CNE. Los argumentos
se sostenían en un supuesto fraude que se hubiera perpetrado en el revocatorio
presidencial, la falta de transparencia en el padrón electoral y el nuevo sistema
de voto digital, especialmente por el uso de la máquina capta huellas, que no
consideraban fiable para mantener el secreto del voto. Para garantizar las
elecciones, la OEA se convirtió en uno de los principales mediadores de este
proceso, y Alianza Unidad —denominación de la coalición opositora— en una
primera instancia aceptó ingresar en la contienda electoral, siempre y cuando se
generaran las condiciones necesarias de transparencia. Zanjadas las primeras
discrepancias, la oposición denunció el crecimiento del Registro Electoral
Permanente (REP), que entre 2003 y 2005 había aumentado en 2.112.335 nuevos
inscritos (18 por 100) y su renovada desconfianza en la CNE se fortaleció frente
a la negativa de la entrega del REP con el lugar de residencia de los nuevos
electores y por el uso del sistema automatizado de votación.
Por estos motivos, AD y COPEI, que eran miembros de la Alianza Unidad,
propugnaron la idea de retirarse de las elecciones parlamentarias y pese a que
algunas organizaciones políticas contrarias a Chávez no compartían esta posición
(encabezados por Henrique Capriles y Julio Borges), se impuso su retirada a una
semana de las elecciones lo que se tradujo en una convocatoria a la abstención
del voto y la resistencia civil de la ciudadanía. Por tanto, la única resistencia a
los candidatos parlamentarios del MVR y sus aliados fue la abstención, que se
elevó al 74,7 por 100 pese a los esfuerzos de Chávez por aumentar el número de
votantes y también facilitada por el hecho de que el voto no es obligatorio. La
oposición no logró invalidar esta elección y Chávez consiguió junto con sus
aliados una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, es decir todos los 165
escaños, garantizando la ejecución de su proyecto bolivariano.
En el plano internacional, Chávez, pese a los conflictos internos, inició una
tarea de consolidación regional de su proyecto de «Revolución Bolivariana».
Durante la III Cumbre de de Jefes de Estado y Gobierno de la Asociación de
Estados del Caribe en 2001, el mandatario venezolano presentó el proyecto de
Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe (ALBA) como una
propuesta de integración, basada en la colaboración y complementación política,
social y económica, pero principalmente como una opción al Área de Libre
Comercio de las Américas (ALCA) de Estados Unidos. La idea era replicar el
trabajo en cooperación que llevaban haciendo de forma bilateral con Cuba, como
el apoyo de este país a las misiones de los sectores de salud y educación en
Venezuela y viceversa. El 14 de diciembre de 2004 se puso en marcha la firma
del ALBA y sus miembros ingresan paulatinamente a esta organización.
Dentro de las políticas sociales del gobierno de Chávez, las misiones se
convirtieron en un eje fundamental para el relacionamiento del Estado y su
partido durante esta década. Si bien en un principio fueron pensadas como
grupos de respuesta a las carencias generadas por el paro petrolero, estos
escuadrones se convirtieron en una maquinaria de movilización en los procesos
electorales a partir de 2004; además se constituyeron como estructuras paralelas
de la administración pública. Las misiones bolivarianas, en sus inicios,
respondían a tres grandes necesidades: la educativa (reducción del analfabetismo
—misión Robinson—, educación básica —misión Ribas— y de preparación a
los beneficiados a estudios universitarios —misión Sucre—), los servicios
básicos y la cobertura de alimentos a bajos costos (misión Barrio Adentro:
dotación de asistencia médica —misión Barrio Adentro—, mantención de
lugares públicos —plan Bolívar 2000—, distribución y almacenamiento de
alimentos de bajos precios a través de los mercados —misión Mercal—,
finalmente, la de inclusión social (misión Guaicaipuro: la mejora e inclusión de
las condiciones de las etnias minoritarias y marginas; misión Identidad: la
agilización del trámite de los documentos de identidad; vuelta al campo: la
promoción de las actividades agrarias). En estas misiones las Fuerzas Armadas
han venido desempeñando un papel preponderante por su participación en las
mismas afianzando la relación cívico-militar y la presencia estatal.

3.3. Consolidación y estertores del Proyecto Chavista

Los comicios presidenciales de 2006 se erigieron como un punto de inflexión


dado que definieron el sistema político y la perspectiva y visión de la
democracia. Con la reelección de Chávez como primer mandatario, apoyado por
el 62,9 por 100 de la votación, frente al candidato opositor Manuel Rosales,
gobernador del Estado de Zulia, (36,9 por 100), el MVR y sus aliados ratificaron
su consolidación nacional. Este nuevo triunfo fue posible por el crecimiento
económico sostenido desde 2004 gracias al auge de los precios del petróleo en el
mercado internacional y a la reforma petrolera, así como a la inversión del gasto
fiscal en políticas sociales y participativas que se tradujeron en la reducción de
los índices de pobreza luego de dos décadas.
Chávez lograba una hegemonía en la Asamblea Nacional y un fuerte respaldo
popular a su persona así como el apoyo de la calle. Con ello el gobierno
alcanzaba la plenitud para fortalecer y profundizar su proyecto político-
ideológico y la conversión del estado liberal a uno socialista aupado por los
sucesivos errores de la oposición que iban desde la estrategia golpista en 2002, la
denuncia de fraude nunca demostrado en el referéndum revocatorio hasta su
ausencia en estas elecciones legislativas. La construcción del modelo del
Socialismo del siglo XXI se vio plasmada en las Líneas Generales de Desarrollo
Económico y Social de la Nación (LGDESN) (2007-2013). Las siete principales
directrices (Nueva Ética Socialista, Suprema Felicidad Social, Democracia
Protagónica y Revolucionaria, Modelo Productivo Socialista, Geopolítica
Nacional, Potencia Energética Mundial y Nueva Geopolítica Internacional)
afianzadas en el cambio de modo de producción social buscaban generar un
nuevo estado —a nivel nacional— que preservase altos valores morales, donde
la propiedad social reemplazaría a la privada, garantizando la igualdad de la ley
para todos. Este nuevo estado consolidaría un modelo de producción de
economía endógena que priorizara la cobertura de las necesidades internas frente
a las externas utilizando los consejos comunitarios para canalizar el dinero desde
el Estado. A nivel internacional, las dos últimas directrices plantean a Venezuela
como un país clave dentro de la industria petrolera, que deberá servir para la
integración de Latinoamérica y el Caribe. Así, Venezuela encabezaría una
economía alterna y enfrentada a Estados Unidos y al orden capitalista
internacional.

Elecciones presidenciales 3 de diciembre de 2006

Candidatos Votos % votos

Hugo Chávez 1 7.309.080 62,84

Manuel Rosales 2 4.292.466 36,9

Otros 3 28.606 0,19

Total votos válidos 11.630.152 98,64

Votos nulos 160.245 1,35

Total Votantes 11.790.397 100

Total Electores Inscritos 15.784.777

1 MVR (41,66%), PODEMOS (6,53%), PPT (5,13%), PCV (2,94%), MEP (0,81%), MIGATO (0,75%),
UPV (0,68%), Clase Media Revolucionaria (0,59%), Tupamaro (0,59%), LS (0,5%), MDD (0,35%), Gente
Emergente (0,25%), Unión (0,25%), MCM (0,25%), PROVEN (0,16%), UPC (0,19%), MCGN (0,18%),
FACOBA (0,16), IPC-Nacional (0,15%), ONDA (0,13%), MNI (0,11%), Poder Laboral (0,1%), CRV
(0,09%), REDES (0,07%).
2
Un nuevo tiempo (13,37%), Primero Justicia (11,7%), COPEI (2,24%), MIN-Unidad (0,85%), VDP
(0,74%), URD (0,72%), MR (0,64%), MAS (0,61%), Convergencia (0,5%), Visión Emergente (0,39%), ML
(0,34%), Un solo pueblo (0,31%), Fuerza Liberal (0,3%), Renace (0,27%), Fuerza Popular (0,26%), SI
(0,26%), La Causa R (0,23%), Apertura (0,22%), Dignidad Patriótica (0,21%), EL (0,2%), Venezuela
somos todos (0,19%), Acción Agropecuaria (0,18%), Por querer a la ciudad (0,17%), ONI (0,16%),
Bandera Roja (0,16%), Imagen Democrática (0,15%), La LLAVE (0,14%), Pensamiento Nacional (0,14%)
IPV (0,14%), Izquierda Democrática (0,14%), DR (0,13%), Solidaridad (0,13%), Constructores de un País
(0,12%), Encuentro Nacional (0,12%), PPI (0,11%), Independientes con Visión de Futuro (0,11%), Visión
Venezuela (0,11%), Solución (0,1%), Polo Democrático (0,08%), AME (0,06%), NED (0,06%), PIEDRA
(0,04%).
3 JOVEN (0,04%).

FUENTE: Consejo Nacional Electoral (CNE, 2006).

Una vez consolidado en el poder, Chávez buscó radicalizar el proceso de


transformación y de adopción del modelo del Socialismo del siglo XXI. Este plan
inicial necesitaba entrar en acción a través de lo que se denominaron «cinco
motores constituyentes»: la Ley Habilitante, que facultó al Ejecutivo a establecer
decretos-leyes en once ámbitos de la administración pública durante año y
medio. Seguida por un proyecto de Reforma Constitucional. El tercer motor,
denominado «Jornada Moral y luces» consistía en una campaña de educación en
valores socialistas. La «Nueva Geometría del Poder, descansaba en el cuarto
pilar, siendo un esfuerzo por redistribuir el poder político, social, económico y
militar en el territorio nacional. Y, finalmente, la «Explosión del Poder
Comunal» quiso otorgar la participación y protagonismo a los ciudadanos y
favorecer los mecanismos de una democracia directa.
La Ley Habilitante generó mucha polémica por su inconstitucionalidad y por
el sometimiento total del Legislativo al Ejecutivo. Sin embargo, fue aprobada
por la totalidad de los parlamentarios. Con la Asamblea a su favor, Chávez
introdujo el proyecto de Reforma Constitucional, como uno de los primeros
intentos del gobierno para profundizar la «Revolución Bolivariana» en la
Asamblea Nacional. La primera propuesta realizada por el Ejecutivo —el 15 de
agosto de 2007— incluía la modificación de treinta y tres artículos de la
Constitución de 1999, muchos de ellos trascendentales, lo cual contradecía el
artículo 342 de la propia Constitución. Pero, la AN aprobó una nueva versión
con sesenta y nueve artículos, cargada de un fuerte componente de radicalización
del proyecto bolivariano encontrando críticas de la oposición e incluso de parte
de sus aliados por su celeridad en la aprobación en el Legislativo.
La reforma constitucional buscaba redefinir la propiedad privada, rediseñar la
estructura territorial nacional y otorgar mayores atribuciones al Poder Ejecutivo
(entre ellas, la reelección indefinida del Presidente) y requería de la celebración
de un referéndum que fue convocado para el 2 de diciembre de 2007. Antes de la
convocatoria del referéndum surgió un grupo de resistencia que vino a adquirir
una presencia notable: el Movimiento Estudiantil Venezolano. Conformado por
estudiantes universitarios, comenzó a movilizarse frente a la negativa de la
Comisión Nacional de Comunicaciones (CONATEL) a renovar la licencia de
emisión del canal Radio Caracas Televisión (RCTV), cuyo cierre fue calificado
por los estudiantes como una acción política debido a que RCTV fue uno de los
canales que se había volcado en favor del Paro Petrolero unos años antes. Los
universitarios tomaron como bandera la libertad de expresión y la no violencia.
Poco pudieron hacer por la renovación del contrato, pero sin embargo, su
encabezamiento de la campaña del NO a la Reforma Constitucional junto con la
debilitada y fragmentada oposición tuvo un éxito inesperado.
La Reforma Constitucional no fue aprobada por el 50,7 por 100 de los
ciudadanos e implicó la única derrota en las urnas de Chávez. La derrota
chavista frenó —medianamente— la transición al socialismo y llevó a Chávez
ya en 2008 a firmar la Ley de Amnistía, que benefició a los que participaron en
los conflictos de 2002 y 2003. Paralelamente se produjo una renovación del
Gabinete, y, con la finalidad de cohesionar el aparato ideológico, se consolidó la
idea de la creación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). El PSUV,
reemplazaría al Movimiento Quinta República (MVR) y reuniría a todos sus
aliados dentro de su estructura partidaria y responderían a un solo liderazgo en
las elecciones y la toma de decisión en la selección de candidatos respondería a
la organización partidaria. Esta medida implicó el abandono de la coalición
gubernamental de algunos partidos pequeños como el PPT, PODEMOS —en
frontal desacuerdo con el propio proyecto de reforma constitucional—, el
Partido Comunista y el Movimiento Tupamaro, quienes se excusaron en su
ingreso. En la Asamblea Nacional la nueva formación lograba un total de ciento
cuarenta y un parlamentarios.
El PSUV se estrenó en las elecciones regionales que tuvieron lugar a finales
de 2008 con algunas divisiones internas y algunos problemas en los que Chávez
tuvo que intervenir para cohesionar el partido. En estos comicios el partido
chavista se presentaba con fisuras, sumado a los conflictos económicos
derivados de la caída del precio del barril de petróleo, la reducción del trabajo de
las Misiones Bolivarianas, el aumento de la violencia y la creciente inseguridad
ciudadana. Pese a un panorama poco favorable, los resultados regionales
fortalecieron al PSUV, obteniendo la victoria de diecisiete gobernadores y 265
alcaldes. Sin embargo, perdió cinco estados importantes (Miranda, Carabobo,
Zulia, Nueva Esparta y Táchira), así como dos alcaldías (Sucre y Mayor).
La necesidad de afianzar el modelo socialista en Venezuela llevó a plantear
una enmienda Constitucional para la reelección continua del Presidente de la
República. Luego de varios sondeos y frente al bajo apoyo, la propuesta se
centró en la reelección de todas las autoridades elegidas pues solo así
garantizaría la Revolución Bolivariana. La oposición trató nuevamente de
impedir la consulta arguyendo que solo la renovación de los cargos públicos
podría garantizar que no hubiera abuso de poder y uso indiscriminado de
recursos públicos, cuestionando además la nueva convocatoria dado que era un
asunto que ya había sido resuelto por el Referéndum de Reforma de 2007. De
forma rápida y casi arbitraria se realizó la convocatoria. En esta ocasión la CNE
—a diferencia de la consulta en 2007— se negó a otorgar recursos económicos
para la campaña. La oposición chavista se vio mermada en sus recursos, debido
a que poco antes los habían invertido en la campaña regional (la CNE no otorga
recursos económicos para realizar proselitismo a los partidos políticos). El 15 de
febrero de 2009 el PSUV junto con sus aliados obtuvo el 54,86 por 100 de apoyo
popular aprobándose por consiguiente la Enmienda Constitucional para la
reelección continua de todos los cargos de elección popular.
Las elecciones legislativas del 26 de septiembre de 2010 registraron una
nueva modificación del sistema electoral y contaron con la participación de la
oposición que se integró en la Mesa de Unidad Democrática (MUD). El nuevo
sistema electoral combinaba la elección de representantes por lista y mediante
voto nominal desvinculando la elección de ambos a la hora de calcular el
número de escaños que correspondían a cada partido. Lo que se pretendía con la
reforma era acentuar el sesgo mayoritario del sistema para favorecer al partido
oficialista, así como limitar el voto opositor modificando los límites geográficos
de las circunscripciones en ocho de los veintitrés Estados, más un Distrito
Capital, que integran el país. Con una participación del 66,45 por 100, la más
alta de unas elecciones legislativas del periodo chavista, el PSUV se impuso al
bloque opositor y obtuvo 98 de los 165 escaños aunque tuvo menos votos que
éste no llegando a la mayoría suficiente para poder imponer fundamental. El
liderazgo de Chávez nuevamente inclinó la balanza a favor de PSUV, pese a la
deficiente gestión gubernamental, los hechos de corrupción, las denuncias de
ineficiencia de las políticas sociales, la caída del 3,3 por 100 del PIB, el
incremento en la tasa del desempleo y los efectos de la crisis internacional que
repercutió en el precio del petróleo.
La gestión gubernamental del periodo 2006-2012 de gobierno impulsó
nacionalizaciones en torno a empresas oligopólicas establecidas en sectores
estratégicos. Iniciada en 2007, la agenda de estatización ha incluido gran parte
de las empresas cementeras, hasta setenta y seis empresas petroleras reintegradas
en la estatal Petróleos de Venezuela SA (PDVSA), siderúrgicas como
TerniumSidor, la empresa de telecomunicaciones CANTV, la Eléctrica de
Caracas e incluso algunas empresas del sector agroalimentario y numerosas
fincas de cultivo. En un intento de construir un modelo de producción alternativo
al capitalista se crearon cooperativas, denominadas «Empresas de Producción
Social», las cuales no lograron sus objeticos iniciales por la corrupción, la falta
de control por parte del Estado, la poca formalidad y la falta de capacitación. El
alto componente ideológico de estas empresas no logró superar la barrera
clientelar que se generó en la relación entre el Estado y los beneficiarios. Sin
embargo, cumplieron un alto objetivo social por las formas de organización.
El 7 de octubre de 2012 se celebraron las elecciones presidenciales. Chávez
se presentó como candidato oficialista por la coalición Gran Polo Patriótico
(GPP) aspirando a un cuarto mandato tras haber sido sometido a un duro
tratamiento contra el cáncer detectado un año antes. La oposición la lideraba el
abogado Henrique Capriles Randoski, ex gobernador del estado Miranda. Su
candidatura al frente de la MUD se debió a su éxito en las elecciones primarias
abiertas del 12 de febrero con el 64,2 por 100 de los votos frente a los otros
precandidatos: María Corina Machado, Pablo Pérez, Pablo Medina y Diego
Arria.
Ante estos comicios, Chávez tuvo que enfrentar severos problemas,
especialmente los derivados del estado de su salud, así como del hartazgo visible
entre sectores de la población debido al enorme incremento de los niveles de
violencia en las calles, los cortes recurrentes de servicios básicos, las promesas
electorales incumplidas y su mesianismo de líder populista y autoritario. Durante
tres meses de larga campaña electoral, Chávez centró la misma en torno al
reconocimiento de los errores y la promesa de una mayor atención a los
problemas del ciudadano, y al recuento de los principales logros durante los
catorce años de gobierno: la disminución de la pobreza, la reducción del
analfabetismo, el aumento del número de universitarios y el incremento en la
cobertura de atención sanitaria. Capriles explotó en gran medida los altos índices
de criminalidad ya mencionados, cuestionó en parte los logros educativos
chavistas comprometiéndose a mejorarlos. El cierre de campaña registró el
luctuoso incidente del asesinato de tres militantes de su partido.
La elección tuvo una de las tasas de participación más altas de la historia
venezolana (80,48 por 100), dando como resultado la reelección de Hugo
Chávez por el 55,07 por 100 de los votos. Este triunfo del chavismo fue revalido
en las elecciones regionales celebradas dos meses más tarde al imponerse en
veinte de los veintitrés Estados. Los tres candidatos opositores triunfadores
fueron Henrique Capriles de Primero Justicia en Miranda, Henri Falcón de
Avanza Progresista en Lara y Liborio Guarulla de Movimiento Progresista de
Venezuela en Amazonas. Los dos últimos provienen de filas de partidos que
apoyan al oficialismo (PPT y PODEMOS) lo que venía a reafirmar la
descomposición de los partidos tradicionales. El éxito electoral, no obstante, fue
ensombrecido por la recaída de Chávez en su enfermedad y su nuevo
desplazamiento a Cuba para ser tratado por cuarta vez en año y medio. El
vicepresidente, Nicolás Maduro, asumió la dirección del Poder Ejecutivo bajo la
expectativa del restablecimiento de Chávez congelándose la toma de posesión de
éste que debería haberse efectuado en enero de 2013. La muerte de Chávez dos
meses más tarde obligó, de acuerdo con el mandato constitucional, a la
convocatoria de nuevas elecciones presidenciales.

Elecciones presidenciales 7 de octubre de 2012

Candidatos Votos % votos

Hugo Chávez 8.191.132 55,07


Henrique Capriles 6.591.304 44,31

Otros 1 90.303 0,58

Total votos válidos 14.872.739 98,10

Votos nulos 287.550 1,89

Total Votantes 15.176.253 100

Total Electores Inscritos 18.854.935


1 Los otros candidatos fueron: Reina Sequera (0,47%) por Unidad Democrática y Poder Laboral; Luis

Reyes (0,05%) por Organización Renovadora Auténtica; María Bolivar (0,04%) por PDUPD; Orlando
Chirino (0,02%) por PSL.
FUENTE: Consejo Nacional Electoral.

La nueva consulta electoral se realizó el 14 de abril de 2013 y confrontó al


vicepresidente Maduro con Capriles. Tras una brevísima campaña electoral de
diez días, estando muy vivo el recuerdo de Chávez y contando con todo el
aparato del oficialismo Nicolás Maduro se alzó con la presidencia gracias a una
corta ventaja sobre Capriles del 1,7 por 100 que éste repudió y reclamó un
recuento manual que no fue aceptado. Capriles logró alzarse con el triunfo en los
estados de Táchira, Mérida, Zulia, Lara, Miranda, Anzoátegui, Nueva Esparta y
Bolívar. El clima de altísima polarización se mantuvo e hizo que la participación
volviera a registrar un porcentaje alto, en esta ocasión del 79,8 por 100, aunque
levemente inferior del registrado medio año antes. El nuevo periodo presidencial
se abría apresuradamente al asumir Nicolás Maduro la presidencia en menos de
24 horas del cierre de las urnas con el recambio en el liderazgo de la revolución
bolivariana, que ya en el primer control popular electoral veía perder 600.000
votos, debiendo confrontar en el corto plazo tres retos de notable relevancia: la
inseguridad ciudadana que alcanza niveles insoportables, el fuerte deterioro de la
economía que sufre de desabastecimiento y de una constante presión
inflacionaria y la construcción de un nuevo liderazgo oficialista que deberá lidiar
con el hecho cierto de la imposibilidad de transferir el carisma.

Elecciones presidenciales 14 de abril de 2013*


Candidatos Votos % votos

Nicolás Maduro 7.587.532 50,61

Henrique Capriles 7.363.264 49,12

Otros 1 37.767 0,27

Total votos válidos 14.988.563 99,56

Votos nulos 66.935 0,44


Total votantes 15.055.498 100

Total electores inscritos 18.895.341

1 Los otros candidatos fueron: Reina Sequera Poder Laboral; María Bolivar por PDUPD; Eusebio Méndez
por Nueva Visión para mi país; y Julio Mora de Unidad Democrática.
* Escrutados el 99,17% de los votos.
FUENTE: Consejo Nacional Electoral.

Entre 1998 y 2013 se han realizado diecinueve procesos electorales: cinco


elecciones presidenciales (1998, 2000, 2006, 2012 y 2013), cinco consultas
populares en torno al texto constitucional (tres para la Constitución de 1999, la
Reforma constitucional de 2007 y la enmienda constitucional de 2009), tres
comicios parlamentarios (1998, 2005 y 2010), cinco regionales y un referéndum
revocatorio presidencial (2004).

III. EL RÉGIMEN POLÍTICO


La Constitución de 1961, cuyo texto fue consensuado y casi plenamente
pactado, rigió la política de Venezuela a lo largo de casi cuatro décadas que
dieron al país el periodo de estabilidad más longevo de su historia. Ello no fue
óbice para que dicha Constitución apadrinara un régimen populista, clientelar,
que amparaba la corrupción, y partidocrático, con unos partidos que terminaron
sumidos en una profunda crisis. Además, los poderes del Estado fundamentales,
como el Judicial, se encontraban esclerotizados y la Constitución había tenido un
desarrollo desigual e incompleto a la hora del diseño de las garantías
institucionales suficientes con respecto a los derechos fundamentales algunos de
los cuales se habían ido lesionando gravemente conforme el deterioro económico
se hacía más patente. De la misma manera, el debate sobre la necesidad de la
reforma constitucional, en consonancia con los intentos de reforma del Estado
que se habían iniciado en 1984 con la creación de la Comisión Presidencial para
la Reforma del Estado (COPRE) por parte de Jaime Lusinchi, resultó
infructuoso. Los problemas de falta de legitimidad del sistema político y, por
ende, del texto de 1961, que comenzaron a surgir tras la traumática devaluación
de la moneda en febrero de 1983 y que culminaron en la severa crisis económica
que asoló al país durante tres lustros con el consiguiente deterioro de la calidad
de la vida de los venezolanos, eran una evidencia del comienzo del hundimiento
de una época de la historia política venezolana.
Este estado de cosas se aceleró, como se acaba de ver, con el triunfo electoral
de Hugo Chávez a finales de 1998, quien puso en marcha inmediatamente las
medidas necesarias, mediante un referéndum celebrado en abril de 1999 y la
posterior elección en junio de 1999 de una Asamblea Nacional Constituyente,
para elaborar una nueva Constitución que sustituyera a la de 1961. Dicha
Asamblea, compuesta de 131 miembros contó con una amplísima mayoría de
122 oficialistas que procedían del Movimiento Quinta República (89 escaños),
del Movimiento al Socialismo (19 escaños), de Patria Para Todos (9 escaños) y
del Partido Comunista de Venezuela (5 escaños); los restantes miembros eran
seis independientes y tres diputados indígenas.
La Constitución de 1961 mantenía un Poder Legislativo bicameral, un Poder
Ejecutivo elegido para mandatos de cinco años por el sistema de mayoría simple
y con posibilidad de reelección no consecutiva y un esquema de gobierno federal
que se hizo efectivo al final de la década de 1980. Frente a ella, el texto de la
Constitución de 1999, en cuya elaboración no se siguieron los pasos establecidos
en la de 1961, es extenso pues consta de 350 artículos, una disposición
derogatoria y dieciocho disposiciones transitorias. Se trata también de un texto
excesivamente prolijo, sobrecargado de adjetivos, casuísticamente minucioso y
reiterativo en el uso de términos de género en busca de una imagen de indudable
corrección política. Todo ello proyecta un documento retórico, voluntarista,
inflado, escasamente funcional y de equívoco carácter programático. Algunas de
las frases del preámbulo son prueba de ello al señalar la refundación de la
República «para establecer una sociedad democrática, participativa y
protagónica» y abogar por «la democratización de la sociedad internacional» y
resaltar «el sacrificio de nuestros pasados aborígenes» que son invocados como
ejemplo histórico.
El carácter del nuevo régimen «participativo y protagónico» frente al
«representativo» del anterior se articula, como inmediatamente se verá, en el
sometimiento a los gobernantes electos al mandato popular revocatorio y en la
participación directa del pueblo en la tarea legislativa y de control mediante la
utilización de los referendos convocados por iniciativa popular. Además se
produce el total ninguneo de los partidos políticos.
La Constitución define al país como «República Bolivariana de Venezuela»
fundamentando sus valores en la supuesta doctrina de Simón Bolívar (art. 1) y
constituye «un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia (art. 2). Los
yacimientos mineros y de hidrocarburos pertenecen a la República siendo
«bienes del dominio público y, por tanto, inalienables e imprescriptibles» (art.
12). La enunciación de derechos civiles, políticos y sociales, de las familias,
culturales, educativos, económicos, de los pueblos indígenas y ambientales, es
exhaustiva comprendiendo ochenta y siete artículos. Una muestra de las
contradicciones que traen consigo los enunciados de carácter generalizador y
vocación omnicomprensiva se encuentra en el artículo 119 y siguientes en los
que tras concebir a los pueblos indígenas como sujetos de diferentes derechos, se
expresa más adelante que «el término pueblo no podrá interpretarse en esta
Constitución en el sentido que se le da en derecho internacional» (art. 126).
La supresión de las garantías constitucionales se recoge en el desarrollo de la
figura de los estados de excepción que puede decretar el Presidente de la
República en Consejo de Ministros (art. 337) y que debe presentar, dentro de los
ocho días siguientes de haberse dictado, a la Asamblea Nacional para su
consideración y aprobación y a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de
Justicia para que se pronuncie sobre su constitucionalidad. La declaración del
estado de excepción no interrumpe el funcionamiento de los órganos del Poder
Público (art. 339).
La reforma de la Constitución plantea dos vías según se trate de una revisión
parcial o de la redacción de una nueva. La iniciativa de la reforma parcial la
tiene la mayoría de la Asamblea Nacional, el Presidente de la República y un
número no menor del 15 por 100 de los electores inscritos (art. 342). La
iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente para la
elaboración de un nuevo texto la tiene el Presidente de la República, dos tercios
de los miembros de la Asamblea Nacional, los Consejos Municipales en
Cabildos, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos y el 15 por
100 de los electores (art. 348).
La Constitución de Venezuela se refiere de manera novedosa al Poder Público
que se distribuye entre el Poder Municipal, el Poder Estadal y el Poder Nacional,
éste se divide en Legislativo, Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Electoral (art.
136).

1. EL PODER LEGISLATIVO NACIONAL

El Poder Legislativo Nacional es unicameral y está formado por la Asamblea


Nacional que está integrada por un número de diputados en proporción a la
población sobre la base de un diputado por el 1,1 por 100 de la población total
del país, más tres diputados por cada entidad federal y tres diputados elegidos
por los pueblos indígenas (art. 186). La Asamblea Nacional realiza funciones
legislativas y de control sobre el Gobierno pudiendo dar voto de censura al
Vicepresidente Ejecutivo y a los Ministros implicando su destitución cuando
cuente con las tres quintas partes (art. 187).
Los diputados de la Asamblea Nacional, que pueden ser revocados durante su
mandato, duran en su cargo cinco años pudiendo ser reelegidos —la reforma de
2009 eliminó «por dos periodos como máximo»— (art. 192).
La Asamblea Nacional se organiza en un número no mayor de quince
Comisiones Permanentes y cuenta con dos periodos de sesiones ordinarias: del 5
de enero al 15 de agosto y del 15 de septiembre al 15 de diciembre.
La Constitución establece una diferencia entre las leyes orgánicas y las leyes
habilitantes. Las primeras requieren de las dos terceras partes de los miembros
de la Asamblea para su aprobación y se refieren a la organización de los poderes
públicos o al desarrollo de los derechos constitucionales o que sirvan de marco
normativo a otras leyes. Las leyes habilitantes requieren para su aprobación de
las tres quintas partes de la Asamblea y su finalidad es «establecer las
directrices, propósitos y el marco de las materias que se delegan» al Presidente
de la República con rango y valor de ley (art. 203).
Tienen iniciativa legislativa: el Poder Ejecutivo Nacional, la Comisión
Delegada y las Comisiones Permanentes de la Asamblea Nacional, tres o más
diputados, el 0,1 por 100 de los inscritos en el registro electoral permanente y,
cuando se trate de asuntos de su concernimiento, el Tribunal Supremo de
Justicia, el Poder Ciudadano, el Poder Electoral y el Consejo Legislativo Estadal
(art. 204). El proceso legislativo requiere de dos discusiones en días diferentes.
El Presidente tiene la capacidad de solicitar, mediante exposición razonada, la
modificación de una Ley decidiendo la Asamblea Nacional por mayoría absoluta
(art. 214).

2. EL PODER EJECUTIVO NACIONAL

El Poder Ejecutivo se ejerce por el Presidente de la República, el


Vicepresidente Ejecutivo, los Ministros y demás funcionarios que determine la
ley. El Presidente de la República es elegido por votación universal, directa y
secreta por mayoría de votos válidos (art. 228), para un periodo de seis años
pudiendo ser reelegido —la reforma de 2009 suprimió «de inmediato y por una
sola vez»— (art. 230). El Vicepresidente Ejecutivo y los Ministros son
nombrados y removidos por el Presidente (art. 236.3). El Vicepresidente
Ejecutivo sustituye al Presidente de la República, en los casos de ausencia
definitiva de éste solamente le reemplaza cuando faltara menos de un año para el
cumplimiento de su mandato procediéndose a una elección en los casos
restantes.
Son atribuciones del Presidente de la República: dirigir la acción del
Gobierno, dictar, previa autorización de una ley habilitante, decretos con fuerza
de ley, convocar a la Asamblea Nacional a sesiones extraordinarias, formular el
Plan Nacional de Desarrollo, convocar referendos, entre otras (art. 236). La
remoción del Vicepresidente Ejecutivo en tres oportunidades dentro de un
mismo periodo constitucional, como consecuencia de la aprobación de mociones
de censura, faculta al Presidente de la República para disolver la Asamblea
Nacional salvo en el último año de su periodo constitucional (art. 240).

3. EL PODER JUDICIAL

El Tribunal Supremo de Justicia funciona en Sala Plena y en otras seis Salas:


Constitucional, Político-administrativa, Electoral, de Casación Civil, de
Casación Penal y de Casación Social (art. 262). Los magistrados del Tribunal
Supremo se eligen por la Asamblea Nacional a propuesta del Poder Ciudadano
por un único periodo de doce años (art. 264) pudiendo ser removidos por dicha
Asamblea mediante una mayoría calificada de las dos terceras partes de sus
integrantes. Entre las atribuciones del Tribunal Supremo de Justicia se
encuentran la declaración en torno al enjuiciamiento de los altos cargos de la
República y el nombramiento de los jueces que ingresan en la carrera judicial y
ascienden por concurso oposición. También corresponde al Tribunal Supremo de
Justicia, mediante la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, la dirección, el
gobierno y la administración del Poder Judicial así como la inspección y
vigilancia de los tribunales del país y de las Defensorías Públicas (art. 267).
4. EL PODER CIUDADANO

Los órganos del Poder Ciudadano son la Defensoría del Pueblo, el Ministerio
Público y la Controlaría General de la República. Los titulares de dichos órganos
integran el Consejo Moral Republicano que ejerce el Poder Ciudadano, uno de
ellos es elegido anualmente de entre los titulares como presidente (art. 273). Es
función del Poder Ciudadano la prevención, investigación y sanción de «los
hechos que atenten contra la ética pública y la moral administrativa; velar por la
buena gestión y la legalidad en el uso del patrimonio público, el cumplimiento y
la aplicación del principio de legalidad en toda la actividad administrativa del
Estado, e igualmente, promover la educación como proceso creador de la
ciudadanía, así como la solidaridad, la libertad, la democracia, la responsabilidad
social y el trabajo» (art. 274). La Constitución establece la obligación de los
funcionarios a colaborar «con carácter preferente y urgente» con el Consejo
Moral Republicano (art. 277) y a éste se le faculta la posibilidad de imponer
sanciones.
El Defensor del Pueblo es designado por un único periodo de siete años, entre
sus atribuciones destacan velar por el efectivo respeto y garantía de los derechos
humanos así como por el correcto funcionamiento de los servicios públicos,
igualmente puede interponer acciones de inconstitucionalidad.
El Ministerio Público está bajo la dirección y responsabilidad del Fiscal
General de la República quien es designado para un periodo de siete años.
La Contraloría General de la República es el órgano de control, vigilancia y
fiscalización de los ingresos, gastos, bienes públicos y bienes nacionales, así
como de las operaciones relativas a los mismos. El Contralor General de la
República es designado también para un periodo de siete años.

5. EL PODER ELECTORAL. RASGOS DEL SISTEMA ELECTORAL

El Poder Electoral se ejerce por el Consejo Nacional Electoral como ente


rector y, como organismos subordinados, la Junta Electoral Nacional, la
Comisión de Registro Civil y Electoral y la Comisión de Participación Política y
Financiamiento (art. 292 de la Constitución). El Consejo Nacional Electoral está
integrado por cinco miembros no vinculados a «organizaciones con fines
políticos». Tres de ellos son postulados «por la sociedad civil», uno por «las
facultades de ciencias jurídicas y políticas de las universidades nacionales» y
uno por el Poder Ciudadano (art. 296). Su mandato es por siete años siendo
elegidos por el voto de las dos terceras partes de los integrantes de la Asamblea
Nacional.
Entre las funciones del Poder Electoral se encuentran las de reglamentar las
leyes electorales resolviendo las dudas y vacíos que éstas susciten y contengan,
de organizar las elecciones de sindicatos, gremios profesionales y
«organizaciones con fines políticos», de mantener, organizar, dirigir y supervisar
el registro civil y electoral, y de organizar la inscripción y registro de las
«organizaciones con fines políticos» (art. 293).
La Constitución establece el sufragio como un derecho (no se refiere a que
sea un deber y por ende obligatorio) ejercido mediante votaciones libres,
universales, directas y secretas, abogándose por el principio de la
personalización del sufragio y la representación proporcional (art. 63). Especial
consideración se concede a la figura del referendo popular en una triple
dimensión: como revocación de los cargos y magistraturas de elección popular a
iniciativa de un número no menor del 20 por 100 de los electores inscritos en la
correspondiente circunscripción y transcurrido la mitad del periodo (art. 72); con
carácter consultivo sobre «materias de especial trascendencia nacional» por
iniciativa del Presidente de la República en Consejo de Ministros, por acuerdo
de la Asamblea Nacional aprobado por el voto de la mayoría de sus integrantes o
a solicitud de un número no menor del 10 por 100 de los electores inscritos en el
registro civil y electoral (art. 71); y con carácter de abrogación total o parcial de
las leyes que así lo solicitaran un número no menor del 10 por 100 de los
electores o por el Presidente de la República en Consejo de Ministros (art. 74).
El Presidente de la República, los Gobernadores y los Alcaldes son elegidos
por el sistema de mayoría relativa a una sola vuelta.
El sistema electoral para la Asamblea Nacional está regulado por la Ley
Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) de agosto de 2009. Combina la
elección de representantes por lista y mediante voto nominal, pero desvincula la
elección de ambos a la hora de calcular el número de escaños que le
corresponden a un partido político. Sus efectos son un fuerte carácter
mayoritario y la sobrerrepresentación de los estados menos poblados. Para las
elecciones de 2010 se escogieron 165 asambleístas frente a los 167 en 2005
(cada representante elegido cuenta con un suplente, respecto al número de
escaños por entidades). 52 diputados se elegían mediante representación
proporcional en 24 entidades federales y 110 eran seleccionados por mayoría
simple en 87 distritos nominales de los cuales 68 eran uninominales y 19
plurinominales (15 dos escaños y 4 de tres escaños). Adicionalmente, se
escogieron tres diputados indígenas por mayoría relativa en circunscripciones
establecidas para las comunidades indígenas.
La reforma electoral en 1998 modificó el ciclo electoral eliminando la
concurrencia de las elecciones en los tres niveles de representación, de manera
que las elecciones locales se celebrarían separadas de las legislativas a nivel
nacional y estatal, y éstas con un mes de anticipación a las presidenciales.

6. LOS PODERES PÚBLICOS ESTATAL Y MUNICIPAL. EL CONSEJO FEDERAL DE


GOBIERNO

Aunque la Constitución de 1961 definió a la República de Venezuela como


un Estado federal (art. 2.0), dividido, para los fines de la organización política,
en Estados (cuyo número asciende a veintitrés), Distrito Federal y Dependencias
Federales, la realidad política fue muy diferente. La designación por parte del
Presidente de la República de los gobernadores de los Estados, hasta la reforma
de 1989 en que se aprobó su elección directa como la de los alcaldes, les restó
autonomía política, pero con las cinco elecciones registradas a partir de entonces
se fue asentando un sólido proceso descentralizador.
La Constitución de 1999, que mantiene la definición del país como «un
Estado federal descentralizado» (art. 4), establece un régimen de autonomía y de
igualdad en lo político de los Estados que tienen «personalidad jurídica plena»
(art. 159). Los Estados cuentan con Gobernador, elegido para un periodo de
cuatro años por mayoría y con posibilidad de reelección (art. 160) y un Consejo
Legislativo compuesto por un número no mayor de quince miembros ni menor
de siete elegidos por representación para un periodo de cuatro años con
posibilidad también de ser reelegidos (art. 162). Los Estados tienen la
competencia exclusiva, entre otras, de dictarse su propia constitución, organizar
sus Municipios, organizar su policía, crear y organizar sus servicios públicos y
recaudar y administrar sus tributos propios (art. 164).
Los Municipios están dotados de autonomía (art. 168) que comprende la
elección de sus autoridades —el Alcalde es elegido por mayoría para un periodo
de cuatro años pudiendo ser reelegido inmediatamente (art. 174)—, la gestión de
las materias de su competencia y la creación, recaudación e inversión de sus
ingresos. Los Municipios pueden crear parroquias atendiendo a la iniciativa
vecinal o comunitaria y con el objetivo de promover a la desconcentración de su
administración, la participación ciudadana y la mejor prestación de los servicios
públicos (art. 173). Con posterioridad (Ley de 12 de junio de 2002) se han
puesto en marcha los Consejos Locales de Planificación Pública a efectos de la
planificación y supervisión del gobierno local, así como de «contraloría social de
las políticas públicas», intentando integrar a «las comunidades organizadas y
grupos vecinales» mediante una Asamblea de Ciudadanos.
El Consejo Federal de Gobierno es el órgano encargado de la planificación y
coordinación de políticas y acciones para el desarrollo del proceso de
descentralización y transferencias de competencias del Poder Nacional a los
Estados y Municipios. De éste depende el Fondo de Compensación
Interterritorial que es el mecanismo estatuido para combatir los desequilibrios
regionales. El Consejo Federal de Gobierno lo preside el Vicepresidente
Ejecutivo y lo integran los Ministros, los Gobernadores, un Alcalde por cada
Estado y «representantes de la sociedad organizada»; cuenta con una Secretaría
integrada por el Vicepresidente Ejecutivo, dos Ministros, tres Gobernadores y
tres Alcaldes (art. 185).

7. OTRAS INSTITUCIONES

La Administración Pública se fundamenta «en los principios de honestidad,


participación, celeridad, eficacia, eficiencia, transparencia, rendición de cuentas
y responsabilidad en el ejercicio de la función pública» (art. 141) cuyos cargos
son de carrera (art. 146).
La Procuradoría General de la República es un órgano del Poder Ejecutivo
Nacional que asesora, defiende y representa judicial y extrajudicialmente los
intereses patrimoniales de la República (art. 247). El Procurador General de la
República, que asiste con derecho a voz a las reuniones del Consejo de
Ministros, es nombrado por el Presidente de la República con la autorización de
la Asamblea Nacional (art. 249).
El Consejo de Estado es el órgano superior de consulta del Gobierno y de la
Administración Pública Nacional. Lo preside el Vicepresidente Ejecutivo y está
compuesto por cinco personas designadas por el Presidente de la República, un
representante designado por la Asamblea Nacional, un representante designado
por el Tribunal Supremo de Justicia y un Gobernador designado por el conjunto
de Gobernadores (art. 252). A pesar de estar previsto desde el inicio no se puso
en marcha hasta el 30 de abril de 2012.
De acuerdo con la Constitución, «la Fuerza Armada Nacional constituye una
institución esencialmente profesional, sin militancia política, organizada por el
Estado para garantizar la independencia y soberanía de la Nación y asegurar la
integridad del espacio geográfico, mediante la defensa militar, la cooperación en
el mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo
nacional» (art. 328). Se permite el sufragio de sus integrantes pero no optar a
«cargos de elección popular ni participar en actos de propaganda, militancia o
proselitismo político» (art. 330). Corresponde al Presidente de la República la
promoción de sus oficiales a partir del grado de coronel o capitán de navío y
nombrarles para los cargos que les son privativos (art. 236.6) con lo que se ponía
fin a una tradición de cuatro décadas en que dicho papel era asumido por el
Congreso.

IV. EL COMPORTAMIENTO POLÍTICO

1. LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL SISTEMA DE PARTIDOS

El texto constitucional de 1961 regulaba el sistema de partidos, los cuales se


convirtieron en las instituciones de participación más importantes; del 25 al 30
por 100 de los venezolanos llegaron a militar en un partido, y al menos la mitad
de la población simpatizaba con alguno de ellos. No hay que olvidar en este
sentido que el carné fue un elemento indispensable en la vida de cualquier
venezolano que aspirase a un cargo público. El bipartidismo se caracterizó por la
falta de diferencias ideológicas profundas entre AD y COPEI. Alejados de sus
discursos originales, cada día tuvieron más parecido. La izquierda, en la etapa de
activa participación política de las décadas de 1960, 1970 y 1980, solo pudo
captar, en su mejor momento electoral, el 19 por 100 de los votos, dejando de ser
una alternativa político-ideológica o electoral.
De esta forma, el sistema de partidos entre 1958 y 1973 pasó del
multipartidismo al bipartidismo. En todo este tiempo los partidos políticos
fueron los monopolizadores de las decisiones gubernamentales, los productores
de prebendas y cargos públicos con la institucionalización del «patronaje», y el
único vehículo efectivo de las actividades electorales. Sin embargo, los trágicos
sucesos de febrero de 1989 pusieron de relieve en qué medida los partidos
estaban dejando de ser los articuladores de las demandas sociales, sus ejes de
intermediación y de socialización, al verse sobrepasados por los
acontecimientos. Desde entonces, la crisis en que se sumergieron ha dado paso a
un incremento significativo y constante del número efectivo de partidos en la
Cámara de Diputados y ha visto mermada seriamente la presencia en la vida
política de los dos partidos tradicionales. Si bien es cierto que AD ha mantenido
cierto espacio político significativo, COPEI ha ido perdiendo su capacidad de
representación hasta llegar a recoger apenas el 10 por 100 del apoyo electoral.
Por su parte, la volatilidad del electorado ha ido posándose en coaliciones
electorales poco estables como sucedió en 1993 con Convergencia Nacional y en
1998 con el Polo Patriótico o el propio Proyecto Venezuela. Todas ellas
esconden bajo su apariencia una estructura multipartidista inestable y muy poco
institucionalizada con movimientos, más que partidos, que desde 1998 renuncian
a presentar candidatos en las elecciones presidenciales prefiriendo articular
plataformas en torno al eje de conflicto chavista.
Sin embargo, el texto constitucional de 1999 volvió la espalda a aquella
realidad, circunstancia coherente con el mayoritario sentir antipartido que se
vivía en el país desde mediados de la década de 1990 y con el propio
pensamiento del caudillo que lideró el proceso de cambio político. De esta
manera, la Constitución de 1999 se refiere una y otra vez a expresiones como
«organizaciones con fines políticos», o «representantes de la sociedad
organizada», omitiendo expresamente toda referencia al término «partido
político». La oposición llega hasta la constitucionalización de la prohibición
expresa del financiamiento con fondos provenientes del Estado a «las
asociaciones con fines políticos» (art. 67).
NÚMERO EFECTIVO DE PARTIDOS LEGISLATIVOS
1973 1978 1983 1988 1993 1998 2000 2005 2010
2,72 2,65 2,42 2,83 4,74 5,66 2,79 1,07 2,04

FUENTE: Elaboración propia.

Desde su aparición en 1941 como partido policlasista tuvo AD su principal


fuente de militantes en los campesinos y obreros así como un firme liderazgo en
Rómulo Betancourt. A lo largo de su historia ha ido moderando su izquierdismo
radical anti-oligárquico y anti-imperialista hasta llegar a situarse en un centro
político reformista que le ha llevado a definirse como socialdemócrata. Cuando
estuvo en el poder neutralizó a sus tradicionales enemigos de la derecha (Iglesia,
Fuerzas Armadas, Fedecámaras), haciéndoles notables concesiones. Su ideario
político en el último cuarto del siglo XX puede sintetizarse en la defensa de la
democracia liberal, subordinando el Ejército al poder civil y defendiendo en
materia económica el sistema de economía mixta, el intervencionismo estatal y
el nacionalismo económico; siendo en el campo partidaria de una reforma
agraria con indemnizaciones. Mientras que sus propios diputados le ubicaban en
el centro izquierda de la escala ideológica, los restantes miembros de la Cámara
le situaban en la derecha en posiciones similares a las de su antagonista COPEI.
En el partido existían tradicionalmente dos corrientes claramente diferenciadas:
la que defendía una tendencia más socialdemócrata, pluriclasista, antioligárquica
y nacionalista, cuyos representantes serían Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusichi,
y la que propiciaba un mayor acercamiento a los EEUU, proclamándose
anticomunista, liderada por Rómulo Betancourt. En política exterior, AD, como
miembro de la Internacional Socialista, negó el apoyo que Herrera Campins
brindó al gobierno salvadoreño y demostró bastantes simpatías por la revolución
nicaragüense. La crisis que llevó a la destitución de Carlos Andrés Pérez sumió a
AD en el peor momento de su historia, el candidato en las elecciones de 1993,
Claudio Fermín, abandonará el partido contribuyendo al vacío político adeco
ante las citas electorales presidenciales de 1998 y 2000 en las que el partido no
tuvo candidato.
El Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI),
fundado en 1946 y cuyos orígenes se remontan al año 1936, se caracterizó por su
ideario acorde con el humanismo cristiano, desmarcándose en la década de 1940
de la derecha conservadora. Su ideología demócrata cristiana, denominada
renovadora en las décadas de 1950 y 1960, se concretó en los siguientes
principios ideológicos: la democracia solo puede existir como tal si es además
económica y social; el comunismo es un enemigo irreconciliable, como el
capitalismo, si no se produce un cambio revolucionario en libertad. Es un partido
miembro de la Internacional Demócrata Cristiana, lo que ha influido en su
progresismo social. En el campo económico existen pocas diferencias con su
adversario AD: está a favor de la economía mixta y de la reforma agraria
profunda. La autoubicación ideológica de sus diputados lo sitúan en el centro-
derecha. En su seno se ha perfilado, a lo largo de su historia, dos tendencias: la
«herrerista», liderada por el ex presidente Luis Herrera Campíns, y la
«Calderista», cuyo líder fue el también ex presidente Rafael Caldera. Los
prolegómenos de las elecciones de 1993 vieron como su fundador, Rafael
Caldera, abandonaba el partido para postular su propia candidatura presidencial,
al haber rechazado el partido la misma. El partido entraba en un estado de lenta
desaparición. Caldera fundó Convergencia Nacional que no pasó de ser una
plataforma electoral para aquellos comicios y que desapareció en la práctica en
la cita electoral de 1998.
MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTAS EN 1997
(1 = IZQUIERDA, 10 = DERECHA)

CR MAS CN AD COPEI

Ubicación ideológica de su partido político 4,6 3,7 4,7 4,5 5,7


(n) (5) (3) (7) (16) (16)

Ubicación ideológica por los otros partidos políticos 3,3 4,6 6,5 7,2 7,7
(n) (53) (59) (58) (55) (52)

Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político? ¿Dónde ubicaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

MEDIAS DE UBICACIÓN IDEOLÓGICA PARTIDISTAS EN 2000


(1=IZQUIERDA, 10=DERECHA)

MVR MAS AD COPEI PRVZL

Ubicación ideológica de su partido político 4,1 3,8 5,6 7,0 7,0


(n) (47) (13) (18) (4) (4)

Ubicación ideológica por los otros partidos políticos 3,3 5,1 7,9 8,4 8,5
(n) (48) (84) (80) (95) (95)
Preguntas: «Utilizando una escala ideológica donde 1 sea izquierda y 10 derecha, ¿dónde ubicaría usted a su
partido político? ¿Dónde ubicaría usted a los otros partidos políticos?
FUENTE: PELA. OIR. Universidad de Salamanca.

El sistema electoral venezolano garantizó hasta el año 2000 que las minorías
pudieran participar en el proceso democrático, lo que influyó en la afloración de
pequeños partidos, los cuales coparon el espacio de la izquierda. En este ámbito
históricamente podrían considerarse cuatro formaciones políticas: el Movimiento
al Socialismo (MAS), el Partido Comunista de Venezuela (PCV), el Movimiento
Electoral del Pueblo (MEP) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). Al final de la década de 1980 este cuarteto se vio acompañado por una
nueva expresión de la crítica a los partidos tradicionales: Causa-R.
Los orígenes del Partido Comunista de Venezuela (PCV) se remontan a la
dictadura de Juan Vicente Gómez, destacándose como líder de los movimientos
juveniles comunistas José Pío Tamayo. El partido fue muy activo durante la
dictadura de Pérez Jiménez, alcanzando después de ella un gran apoyo popular y
un alto grado de respetabilidad. Sin embargo, fue excluido del Pacto de Punto
Fijo. Se opuso visceralmente al gobierno de Rómulo Betancourt, y en 1960,
imbuido en las ideas de la Revolución cubana, junto con el MIR, optó por la vía
insurreccional, creando el Frente de Liberación Nacional (FLN), brazo político
de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). En 1967, por una serie
de sucesos dentro de la alianza MIR-PCV y guerrilla, se alejó de la lucha
armada, privando de militancia al comandante guerrillero Douglas Bravo. En las
elecciones de 1968 concurrió en la Unión para Avanzar (UPA), después de lograr
romper el aislamiento a que estaba sometido por las otras fuerzas políticas. Su
fracaso al obtener menos del 3 por 100 de los votos, permitió al PCV
recomponerse en el marco de la lucha partidista institucional. En la década de
1970, el partido se sumergió en una profunda lucha ideológica que dio origen a
cuatro grupos bien diferentes: el ortodoxo, el centrista, el de «Juventud
Comunista» y el heterodoxo, del que surgió el MAS. En las elecciones de 1973,
el PCV obtuvo el 1,15 por 100 de los sufragios y dos diputados. En la primera
administración de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), mantuvo una actitud crítica
frente a lo que ellos denominaban «peligro fascista». En 1974, la familia
comunista sufrió una nueva escisión con la formación de la Vanguardia Unitaria
Comunista, liderada por Guillermo García Ponce, que se vinculó al COPEI. En
las elecciones de 1983, Vanguardia participó en una coalición de izquierda
denominada la Nueva Alternativa que logró el 3,34 por 100 de los sufragios con
José Vicente Rangel como candidato en las presidenciales, en tanto que en las
legislativas dobló los votos con relación a los resultados de 1978.
El MAS surgió en 1971 como producto de la escisión del Partido Comunista
de Venezuela (PCV), cuando se llegó al convencimiento en sus filas del fracaso
de la vía armada puesta en marcha en la década de 1960 como medio para llegar
al poder. Este grupo heterodoxo del PCV, liderado por Teodoro Petkoff y
mayoritariamente compuesto por universitarios, imbuido en la coyuntura
internacional del marxismo de esa década, logró que en su nacimiento estuviera
presente una mayor participación de las bases en la democratización de la vida
interna del nuevo partido, la independencia y autonomía con respecto a los
centros comunistas mundiales y la necesidad de tener el movimiento
revolucionario como opción el socialismo. La conversión del MAS en un partido
de masas, un «movimiento de movimientos», la apertura a todas las corrientes
progresistas del pensamiento universal y la construcción de un socialismo
auténticamente venezolano fueron retos a los que se enfrentó con desigual
fortuna. En las elecciones de 1988, el MAS logró situarse como tercera fuerza
política desplazando a otros partidos de izquierda no avezados en la contienda
partidista. También consiguió romper el monopolio de AD y COPEI en la
Central de Trabajadores de Venezuela (CTV). Sin embargo, el MAS sufrió una
verdadera crisis interna por los enfrentamientos personales que vivió en la
década de 1970 entre su candidato presidencial en 1973 y 1978, el independiente
José Vicente Rangel, y Teodoro Petkoff. En las elecciones de 1993 apoyó la
candidatura de Rafael Caldera y en las de 1998 se integró en el Polo Patriótico
de Chávez, ambas circunstancias le han convertido en un partido de gobierno
durante casi una década.
EVOLUCIÓN PORCENTUAL DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS
1 En 1988: MAS/MIR.
2 En 2008: MVR se convierte en PSUV.
FUENTE: Elaboración propia a partir de:
Para 1973, 1978 y 1983: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 92,
http://www.georgetown.edu/LatAmerica/ Venezuela y NOHLEN, D. (coord.), Enciclopedia Electoral
Latinoamericana y del Caribe, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 1993.
Para 1988: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 93 y NOHLEN, D. (coord.),
Enciclopedia Electoral Latinoamericana y del Caribe. Instituto Interamericano de Derechos Humanos,
1993.
Para 1993: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 93.
Para 1998 y 2000: Consejo Nacional Electoral.
Para 2005 y 2010: Consejo Nacional Electoral y Asamblea Nacional.

El Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) comenzó a gestarse en el seno de


Acción Democrática por las rivalidades entre los dos aspirantes a la candidatura
presidencial del partido en 1968: Luis Beltrán Prieto Figueroa y Gonzalo
Barrios, apoyado incondicionalmente por Rómulo Betancourt. El 10 de
diciembre de 1967 se consumó la escisión, creándose una nueva organización
partidista representada por Luis Beltrán Prieto, denominada MEP. La ruptura
significó el resquebrajamiento de AD en un amplio sector y del movimiento
sindical, donde el MEP logró consolidarse definitivamente. Según sus estatutos,
el MEP se define como un partido socialdemócrata que aglutina en general a las
clases explotadas del país. Se distancia del PCV al aceptar la pluralidad
ideológica y la libre expresión de las bases. En las elecciones de 1968 se
presentó apoyado por el Partido Revolucionario de Integración Nacionalista
(PRIN) y la Unión Para Avanzar (UPA); su escisión de AD permitió el triunfo
del copeyano Rafael Caldera. Las elecciones de 1973 propiciaron al MEP un
escaso triunfo, el 4,95 por 100 de los sufragios; este fracaso hizo que muchos
antiguos adecos retornaran al partido matriz. En 1978 obtuvo en las elecciones
presidenciales el 1,10 por 100 de los votos, y en las legislativas logró el 2,20 por
100. Con estos resultados el MEP se ubicó como tercera fuerza política de
izquierdas, a mucha distancia del MAS, y quinto partido dentro del contexto
nacional, manteniendo por años una fuerte presencia en la Central de
Trabajadores de Venezuela (CTV).
Los orígenes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) se
remontan a los planteamientos izquierdistas del grupo surgido dentro de AD,
denominado «Los Muchachos» y capitaneado por Domingo Alberto Rangel. El 9
de abril de 1958 se constituyó el MIR, declarándose abiertamente marxista, con
influencia castrista, según sus fundadores y colocándose a la izquierda del PCV.
Contó desde el principio con el respaldo significativo de los estudiantes de la
Universidad Central de Venezuela, pero con poca implantación sindical. En la
década de 1960 sufrió su primera escisión entre sectores moderados, decantados
hacia la lucha institucional partidista, y los más extremistas, defensores de la
lucha armada, que se orientaron en un primer momento hacia los centros
urbanos. El aplastante triunfo de Raúl Leoni en 1963 influyó en el cambio de
estrategia del MIR y su aliado, el PCV, trasladando la lucha armada al ámbito
rural. Su vinculación a la guerrilla lo alejó de las masas y lo sometió al
aislacionismo; esta situación planteó una nueva división en su seno, creándose
en 1966 el Partido Revolucionario de Integración Nacionalista (PRIN). El MIR,
a pesar del abandono de la lucha armada por el PCV, continuó en ella hasta 1969.
Participó en la contienda electoral de 1973, respaldando al MAS en las
elecciones presidenciales; presentando candidatos propios en las legislativas,
obtuvo un 0,98 por 100 de los votos emitidos. Durante el primer gobierno de
Carlos Andrés Pérez (1974-1979) mantuvo una actitud más crítica que el PCV.
Concurrió a las elecciones de 1978 en solitario, obteniendo un respaldo electoral
en las legislativas con un 2,33 por 100, lo que le permitió alcanzar tres
diputados, logrando ser así la cuarta fuerza política del país y la segunda de
izquierda, después del MAS. En las elecciones de 1988 apoyó al candidato del
MAS, Teodoro Petkoff, obteniendo solo un 4,17 por 100 de los votos, a pesar de
ser el candidato de izquierda más votado. Las elecciones legislativas resultaron
un descalabro, situándolo en el último lugar de las cuatro grandes formaciones
de izquierda: pasó del 2,33 por 100 obtenido en 1978 al 1,58 por 100 en 1983.
La Causa R se escindió del PCV en 1970 y tuvo un devenir muy modesto
hasta que surgió nacionalmente en las elecciones para gobernadores y
municipales de 1989, siempre bajo el formato de un partido de cuadros, teniendo
su primer bastión en las zonas industriales de Ciudad Guayana y el Estado de
Bolívar en el que conquistó la gobernación. Si bien su presencia en la vida
política venezolana fue incrementándose a lo largo de la década de 1990
superando el 20 por 100 del apoyo electoral en los comicios legislativos de 1993,
en vísperas de las elecciones de 1998 su «núcleo duro» constituido por Farruco
Sesto, Pablo Medina y Aristóbulo Istúriz, entre otros, se escindió pasando a crear
Patria Para Todos (PPT) que junto al Movimiento Quinta República apoyó la
candidatura de Chávez hasta que la abandonó en 2000. PPT se considera un
movimiento de movimientos circunstancia que le brinda un fuerte sesgo
organizativo. Otro sector liderado por Andrés Velásquez, Gobernador del Estado
Bolívar en 1989 y 1993, pasó a autodenominarse La Causa Radical (LCR) que
apoyó la candidatura presidencial de Irene Sáez, en un primer momento de la
campaña, para luego apoyar la candidatura del sindicalista Alfredo Ramos.
El Polo Patriótico, que amparó la candidatura de Chávez, quedó integrado por
el propio grupo de éste, el MVR conformado por sus compañeros de armas, por
el PPT, el MAS, el PCV y el MEP, entre otros partidos más pequeños.
Representaban en su conjunto, un conglomerado de fuerzas muy heterogéneas en
el que sobresalían elementos de izquierda tradicionalmente excluidos del
sistema: los jóvenes militares golpistas de 1992 y el importante núcleo de
desencantados con la partidocracia. El MVR tiene su origen en 1997 cuando el
Movimiento Bolivariano-200 (MBR-200) decidió presentarse a la liza electoral
del año siguiente. El MBR-2000 se trataba de un grupo de militares de carácter
clandestino que ya actuaba muy tímidamente en 1983 (cuando se conmemoraba
el segundo centenario del nacimiento de Bolívar) y que incrementó su actividad
a raíz de los sucesos de 1989 para empezar a girar en torno a Chávez y a los
momentos golpistas de 1992 y que terminó saliendo a la calle en 1994 tras la
excarcelación de su líder principal. El MVR se caracteriza por tratarse de una
organización básicamente electoral que cuenta con un liderazgo carismático y un
programa que se articula en torno a la conjunción entre los militares y el pueblo
venezolano integrado por los marginados y los excluidos social y
económicamente que se contrapone a la clase política, eclesiástica, empresarial y
sindical tradicional, y que asume el simbolismo constante de todo lo bolivariano
como sinónimo de lo nacional. En este último sentido, sus bases ideológicas se
encuentran en el denominado «árbol de las tres raíces» que alude a la influencia
extraordinaria para el movimiento de Ezequeil Zamora (héroe de la guerra
federal de 1859 que abogaba por el «horror a la oligarquía»), Simón Rodríguez
(abogado de la educación popular y de la economía social) y Simón Bolívar (el
libertador, cohesionador y movilizador). El apoyo social no solo del MVR sino
del chavismo se ha mostrado constante y capaz de arrastrar a uno de cada cuatro
venezolanos.
APOYO ELECTORAL DEL CHAVISMO

Votos % de % del
Fecha Tipo de elección
chavistas votos electorado

1998
Presidencial 3.673.685 56,20 33,40
(diciembre)

1998 (abril) Referéndum pregunta 1 3.630.666 87,80 33


1998 (abril) Referéndum pregunta 2 3.382.075 81,70 30,80
1999 (julio) Asamblea Nacional Constituyente 3.174.226 65,50 30,30

1999
Referéndum constitucional 3.301.475 71,80 30,40
(diciembre)

2000 (julio) Presidencial 3.757.773 59,80 32,20


2004 (agosto) Referéndum Presidencial 5.800.629 59,10 41,30
2006
Presidencial 7.309.080 62,80 46,30
(diciembre)
Referéndum de Reforma Constitucional,
2007 4.379.392 49,30 30,60
Bloque 1
(diciembre)
Referéndum Presidencial, Bloque 2 4.335.136 48,90 30,30

Referéndum Aprobatorio de la Enmienda


2009 (febrero) 6.310.482 54,90 37,90
Constitucional

2010
Elecciones Legislativas 5.451.422 48,20 32
(septiembre)

2012 (octubre) Presidencial 8.191.132 55,10 43,40


2013 (abril) Presidencial 7.587.532 50,61 40,15

FUENTE: Elaboración propia.

La candidatura opositora de Henrique Salas se vertebró, por su parte, en torno


del Proyecto Venezuela (PRVZL) en 1998 que, como ya quedó dicho, suponía la
continuidad del regional Proyecto Carabobo (PROCA) y que terminó siendo una
mera expresión coyuntural de una estrategia multipolar para intentar detener el
«fenómeno Chávez» y formado fundamentalmente por ex copeyanos y en menor
medida por ex militantes de AD y del MAS. PRVZL es un partido familiar, de
tipo movimientista y carácter pragmático y eficientista. Aboga por una presencia
reducida del Estado en la economía capitalista, la reconstitución de la clase
media y la descentralización.
EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DE LA CÁMARA DE LOS DIPUTADOS 1973-1998

Partido 1973 1978 1983 1988 1993 1998

AD 102 88 113 97 55 61

COPEI 64 84 60 67 53 26
LCR — — — 3 40 6

MAS 2 9 11 10 18 24 24

MIR 1 4 2 — — —
PCV 2 1 3 — — 2
CN — — — — 26 5

NGD — — — 6 — —
URD 5 3 3 2 1 —
MEP 8 4 3 2 1 1

CCN 7 — — — — —
FORMULA 1 — — — 2 — —

ORA — — — 2 1 —

OPINA 1 — 3 1 — —
MVR — — — — — 35

Irene 3

OFM 2
Apertura 3

PPT — — — — — 11
Otros 1 4 3 — — 4

Total 200 199 200 200 201 203

1 En 1988: MAS/MIR.
FUENTE: Elaboración propia a partir de:
Para 1973, 1978 y 1983: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 92,
http://www.georgetown.edu/LatAmerica/ Venezuela y NOHLEN, D. (coord.) (1993): Enciclopedia Electoral
Latinoamericana y del Caribe, Instituto Interamericano de Derechos Humanos.
Para 1988: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 93 y NOHLEN, D. (coord.)
(1993): Enciclopedia Electoral Latinoamericana y del Caribe, Instituto Interamericano de Derechos
Humanos.
Para 1993: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 93.
Para 1998:http://www.georgetown.edu/pdba/Elecdata/Venezuela/ven98.html.

EVOLUCIÓN DE LA COMPOSICIÓN DEL SENADO 1973-1998

Partido 1973 1978 1983 1988 1993 1998


AD 28 21 28 22 16 17
COPEI 13 21 14 20 14 7

LCR — — 2 — 9 —

MAS 1 2 2 — 3 5 4

CN — — — — 6 2
NGD — — — 1 — —

URD 1 — — — — —
MEP 2 — — — — —
CCN 1 — — — — —

MVR — — — — — 14
PRVZL — — — — — 2

PPT — — — — — 1

APERTURA — — — — — 1
Total 47 44 44 46 50 48

1 En 1988: MAS/MIR.
FUENTE: Elaboración propia a partir de:
Para 1973, 1978 y 1983: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 92,
http://www.georgetown.edu/LatAmerica/ Venezuela y NOHLEN, D. (coord.) (1993): Enciclopedia Electoral
Latinoamericana y del Caribe, Instituto Interamericano de Derechos Humanos.
Para 1988: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 93 y NOHLEN, D. (coord.)
(1993): Enciclopedia Electoral Latinoamericana y del Caribe, Instituto Interamericano de Derechos
Humanos.
Para 1993: Problèmes d’Amerique latine, n.º 15, octubre-diciembre, 1994, p. 93.
Para 1998:Consejo Nacional Electoral http://www.elecciones98.cantv.net/.

COMPOSICIÓN DE LA ASAMBLEA NACIONAL TRAS LAS ELECCIONES DE 2000

Partido 2000 2005 2010

Movimiento Quinta República (MVR)/ Partido Socialista Unido de Venezuela


80 114 96
(PSUV)

Acción Democrática (AD) 32 22

Movimiento al Socialismo (MAS) 18


Movimiento Electoral del Pueblo (MEP) 11

Proyecto Venezuela (Proven) 8 3

Partido Social Cristiano de Venezuela (Copei) 5 6


Partido Comunista Venezolano (PCV) 5 8

Por la Democracia Social (PODEMOS) 15 2

Convergencia Nacional (CN) 4 1

Primero Justicia 3 15
La Causa Radical 3 1
Patria Para Todos (PPT) 3 11 2

Un Nuevo Tiempo 3 12
Gente Emergente 1
Cuentas Claras 1

Alianza Bravo Pueblo 1 1


Consejo Nacional Indio de Venezuela (CONIVE) 2

Unidad Popular Venezonala (UPV) 8

Total 165 167 165

FUENTE: Elaboración propia a partir de los datos de la Corte Nacional Electoral (CNE), Asamblea Nacional
(AN), Hidalgo (2011b) y PSUV.

Después de las elecciones presidenciales de 2006, Chávez disolvió el MVR y


puso en marcha un nuevo partido denominado Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV) que surgió el año siguiente en sustitución del MVR y cuyo
congreso fundacional no se llevó a cabo sino hasta el comienzo de 2008. Su
configuración dejó fuera, no obstante, a tres de los principales aliados del
chavismo Patria para Todos (PPT), Partido Comunista de Venezuela (PCV) y Por
la Democracia Social (Podemos), que prefirieron salvaguardar su autonomía,
aunque a nivel individual algunos representantes y cargos de los dos primeros
partidos decidieron pasarse al PSUV. El PSUV no buscó su institucionalización
y quedó articulado como el brazo político más visible del chavismo centrado en
los sectores informales, rurales y de la pequeña empresa.
Tras la decisión de la oposición de no concurrir a las elecciones legislativas
de 2005, la nueva convocatoria de 2010 supuso la apertura de un proceso de
negociación que llevó a la creación del Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
La MUD estaba integrada por grupos articulados en torno a los viejos ejes que
dividieron durante décadas la vida política del país. Así el mundo
socialdemócrata contaba con Un Nuevo Tiempo (UNT) y el viejo tronco de AD,
mientras que el demócrata cristiano se veía reflejado en Primero Justicia (PJ)
además de COPEI. A ellos se sumaban otras pequeñas organizaciones que tenían
sus feudos en diferentes estados como Proyecto Venezuela en Carabobo, La
Causa R en Bolívar, Convergencia en Yaracuy, y Podemos —que había roto con
la coalición chavista en 2007 por discrepancias sobre la polémica no renovación
de la licencia al canal Radio Caracas Televisión y la fallida reforma
constitucional— en Aragua y Anzoátegui.

2. OTROS ACTORES POLÍTICOS

Los sindicatos estuvieron fuertemente relacionados con los partidos, con una
relación de dependencia, basada en el utilitarismo y en el hecho de haber sido
gestados por éstos. Cinco han sido las grandes formaciones sindicales de mayor
importancia: la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), controlada
por AD; la Confederación Única de Trabajadores de Venezuela (CUTV), de
tendencia comunista; la Confederación General de Trabajadores (CGT);
CODESA, de tendencia demócrata cristiana, y la SUFISS, sindicato de Guayana.
A ellas se ha sumado el Frente Bolivariano de Trabajadores (FBT) que canaliza
al chavismo en el mundo sindical.
El movimiento obrero venezolano ha alcanzado logros con cierto éxito al
obtener la aceptación dentro del contexto económico-social del país, admitiendo
los empresarios a las organizaciones de los trabajadores sin enfrentamientos.
También han conseguido un control y un racionamiento bastante efectivo de las
oportunidades de trabajo a través de la «cláusula de preferencia», incluida en la
mayoría de los contratos, mediante la cual el empresario notifica a los sindicatos
las vacantes existentes, presentando éstos la lista de aspirantes al puesto de
trabajo. Paralelamente han desarrollado y perfeccionado el sistema jurídico,
basado en la flexibilidad y en la negociación del contrato de trabajo. Tras el
triunfo de Chávez, la poderosa y omnipresente CTV quedó explícitamente
relegada del marco político al ser considerada como excesivamente dependiente
de AD. Para quebrar su poder Chávez convocó un referéndum en diciembre de
2000 para aprobar el proyecto de Ley sobre Garantías y Libertad Sindical en el
que los actores sindicales tradicionales se movilizaron consiguiendo una
abstención del 76,5 por 100 que devaluó notablemente el voto favorable a la
propuesta gubernamental de 1.632.759 electores que supusieron el 62,02 por 100
de los votos emitidos. Por otra parte el régimen de Chávez puso en marcha el
Frente Bolivariano de Trabajadores (FBT) como instancia fundamental para
tener una presencia mínima en el mundo laboral.
FEDECÁMARAS (Federación de Empresarios Venezolanos), desde su
fundación en 1944, ha ido avanzando hasta convertirse en el máximo organismo
representativo del empresario venezolano, con gran peso específico en la vida
política, económica y social del país llegando a tener un enorme protagonismo
en la revuelta social contra Chávez como inspiradora de los paros cívicos
articulados contra el Presidente. Sin embargo, dista mucho de ser esta
Federación un grupo monolítico de los problemas que afronta; ya que su doble
patrón de afiliación incluye federaciones nacionales y cámaras individuales, por
lo cual debe responder a demandas dispersas y heterogéneas. Por otra parte, los
enfrentamientos entre empresarios de provincias y de la capital se constituyen en
un factor determinante a la hora de las elecciones de directivos, circunstancia
hábilmente aprovechada por los partidos políticos. En el gobierno de Herrera
Campins se apoyó a los empresarios de provincia, que lograron gobernar la
Federación en dos periodos (1979-1981 y 1981-1983). Finalmente, se debe
contar con el acceso directo al Estado de determinados grandes grupos
económicos, nacionales o supranacionales, que dejan al margen a Fedecámaras.
No obstante, las relaciones con los dos grandes partidos fortalecieron en demasía
al grupo, permitiendo que un considerable número de empresarios accediese al
Parlamento. Este fortalecimiento se incrementó aún más con la llegada de
Chávez al poder al contar éste con el apoyo explícito de algunos empresarios, si
bien, como ya se señaló, la directiva de FEDECÁMARAS dirigió el fallido
golpe de estado de 2002.
Las Fuerzas Armadas venezolanas constituyen un poder fáctico como en
cualquier país latinoamericano, y en aras de la «consolidación democrática» se
han establecido entre el poder civil y militar unas relaciones que los políticos
locales dieron en llamar de «deferencia mutua». Como tal se entendían las
concesiones que unos y otros se han hecho para mantener el equilibrio; así, el
poder civil ha dado al Ejército amplias competencias en la adquisición de
armamento y una alta capacidad decisoria en la solución de los problemas
limítrofes aún sin solucionar. Por otra parte, a las Fuerzas Armadas se les
considera «garantes del orden democrático». Las revueltas del país a principios
de 1989 demostraron a la opinión pública mundial la contundencia de los medios
empleados para garantizar dicho orden. Igualmente, los golpes de 1992
mostraron la revitalización del papel tradicional latinoamericano proclive al
intervencionismo militar en épocas de crisis. En el caso venezolano se ponía
también de manifiesto una fractura clara entre la joven oficialidad y el alto
mando. Aquellos imbuidos de un fuerte espíritu nacionalista, denunciaban la
corrupción imperante y la ineficacia de la política ante el deterioro
socioeconómico. El sistema de «deferencia mutua» ha llevado tradicionalmente
al poder civil a mantener con buenas dotaciones presupuestarias y materiales al
Alto Estado Mayor, a la integración de la oficialidad en retiro en cargos
relevantes de las empresas públicas y a continuar con la costumbre de nombrar a
un militar como Ministro de Defensa. Esta situación habitual se vio reforzada
con la llegada, después de más de cuarenta años, de un militar retirado y ex
golpista al poder que encumbró a las Fuerzas Armadas como columna vertebral
de su mandato; aunque ello tuvo efectos devastadores en un primer momento en
su división interna que quedó de reflejo tanto en el hecho de que en los comicios
presidenciales de 2000 fueran dos militares los candidatos y que en los sucesos
de abril de 2002, la cúpula militar se quebrara entre los seguidores de Chávez
dirigidos por el general Lucas Rincón y los antichavistas liderados por Efraín
Vásquez. Tras la vuelta a la normalidad cerca de un centenar de jefes y oficiales
fueron detenidos por su participación en la intentona golpista. A partir de
entonces las Fuerzas Armadas han estado muy vinculadas a la revolución
bolivariana y de hecho un número importante de militares ocupan puestos de
elección popular, tanto como gobernadores de estados como de legisladores.
Diosdado Cabello, el ex militar de más alta graduación en el estado venezolano
quien estuvo al lado de Chávez en el golpe de 1992 y que había perdido ante
Carriles en las elecciones a gobernador del estado de Miranda, fue elegido
presidente de la Asamblea Nacional en enero de 2012 y fungió hasta la muerte
del caudillo como número tres del régimen.
Los movimientos sociales que surgieron en un principio con fines limitados
de autodefensa han ido ampliando su campo de acción, de suerte que en la crisis
de 1989 del «caracazo» fueron catapultados hacia el protagonismo,
especialmente las asociaciones vecinales que desempeñaron un papel mediador
fundamental entre el gobierno y sus exaltados asociados. El proceso
constituyente de una década más tarde recogió los frutos del desarrollo de las
organizaciones y movimientos sociales que tuvieron un protagonismo
ciertamente relevante en la medida en que su actividad a través de seminarios,
talleres, mesas y comisiones de participación y medios de comunicación fue
extraordinaria. Una buena parte de sus heterogéneas propuestas, que abarcaban
desde los derechos humanos, a las ambientalistas pasando por las regionales, de
planificación familiar y educacionales, fueron articuladas en redes de
organizaciones como la denominada Sinergia terminando recogidas e
incorporadas al texto constitucional.
Los círculos bolivarianos surgieron como las unidades básicas del MBR-200
que daban cabida, en un primer momento, a los militantes de base y que
posteriormente su radio de acción se ha incrementado notablemente en un doble
sentido: para ampliar la militancia bolivariana (chavista) en claras actuaciones de
proselitismo y para facilitar las tareas de movilización y de control social. En
cierto sentido cumplen algunas de las tareas de los comités de defensa de la
revolución cubanos y se aproximan a su función imaginaria.

3. MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Los medios de comunicación social han cobrado una inusitada relevancia


política durante el periodo de gobierno del Presidente Chávez por la intrínseca
relación que tiene su proyecto partidista y, también, por el uso que hace para
estrechar su relación con la sociedad civil. En términos generales, Venezuela se
encuadra en el promedio de los mercados mediáticos regionales. Con un
crecimiento considerable de sus industrias culturales durante las últimas dos
décadas, los bajos niveles de acceso y participación y la alta concentración de
sus sectores (como promedio, el primer operador de cada mercado abarca el 30
por 100), destacan dos grupos empresariales por los niveles de control de
mercado: el grupo Cisneros, en cuanto al mercado audiovisual, y Cantv, en
referencia al mercado de telecomunicaciones (al menos hasta el año 2000). Sin
embargo, desde que asumió la presidencia en 1999, Chávez intentó en torno a la
implementación de una fuerte regulación del mercado de las industrias culturales
la apertura del mercado especialmente en torno al sector público, sin olvidar la
necesaria regulación del tercer sector. Instrumentos para ello han sido la propia
Constitución de 1999, la Ley Orgánica de Telecomunicaciones de 2000, el
Reglamento de radiodifusión sonora y televisión abierta comunitarias y de
servicio público de 2002 y la Ley de Responsabilidad Social en Radio y
Televisión —o ley RESORTE de 2004, reformada en 2010 para la inclusión de
los Medios Electrónicos—.
Para contrarrestar las tendencias concentradoras del sector privado y
amparado en el nuevo marco legal, el gobierno venezolano lleva a cabo la
implementación del proyecto de creación del Sistema Nacional de Medios
Públicos, concebido en 2005 como un amplio sistema de medios público-
gubernamentales que, entre otros, cuenta con la fundación de cuatro canales
televisivos (Vive TV, Venezolana de Televisión-VTV, Ávila TV, Asamblea
Nacional); tres cadenas radiofónicas (Nacional, Radio Alba Ciudad y Mundial
AM); la Agencia Venezolana de Noticias, una Imprenta Nacional, el Centro
Nacional de Tecnologías de Información o la participación de capital mayoritario
en el canal regional Telesur. Además, en agosto de 2009, el gobierno de
Venezuela lanzó el periódico «El Correo del Orinoco».
A su vez, es importante señalar la firma en 2008 de un convenio entre los
gobiernos de Venezuela y China en pos del lanzamiento del satélite «Simón
Bolívar», con un presupuesto de gasto de 400 millones de dólares, paso previo
para la transmisión vía satélite de las señales de las emisoras públicas y
comunitarias venezolanas. Habida cuenta de su estrecha colaboración, Bolivia y
Cuba también han suscrito acuerdos con Venezuela para la transmisión de sus
señales.
En términos de licencias, las radios públicas sufrieron un aumento de setenta
emisoras más desde el año 1998 sumando un total de setenta y nueve canales. En
torno al sector privado, si bien ha habido un descenso en el número de nuevas
concesiones, su hegemonía ha seguido siendo prácticamente inalterada —291
concesiones hasta 1998 sumadas a las 181 hasta 2008, totalizando 472 canales
—, algo similar a lo que ocurre en las concesiones de televisión abierta, la cual
recibió treinta y ocho nuevas emisoras privadas, sumadas a las veintinueve
existentes en 1998, y a las seis públicas (dos ya existentes y cuatro de nueva
creación). En cuanto a la revocación de licencias, durante el periodo del
gobierno de Chávez se han cancelado treinta y cuatro —entre radio y televisión
—, por causas de caducidad e incumplimiento de los criterios legales, la
Comisión Nacional de Telecomunicaciones. Entre los más destacados se
encuentra la no renovación de la licencia concesionaria a la emisión de Radio
Caracas Televisión, notable opositora al régimen.
Por su parte, desde 2002, en torno al Reglamento de Radiodifusión Sonora y
Televisión Abierta Comunitarias de Servicio Público y Sin fines de Lucro, se
viene realizando una fuerte apuesta de financiamiento público y el
reconocimiento legal del tercer sector para un total de 285 estaciones —de radio
y de televisión— comunitarias, con un programa actual de operacionalización y
accesibilidad a internet que en las últimas fechas ha llevado a ser realidad la
conectividad de 126 estaciones.

4. OPINIÓN PÚBLICA Y CULTURA POLÍTICA

Los datos del Barómetro de las Américas: 2006-2012. Proyecto de Opinión


Pública de América Latina (LAPOP) de la Universidad de Vanderbilt ofrecen la
imagen de un país en el que la evolución de la opinión pública se mantiene
estable en el citado lapso. Además, los valores de confianza en las instituciones
son superiores a los que se dan en los restantes países de América del Sur
tendiendo a ser mayores en el periodo aquí recogido. La Iglesia Católica es la
institución más valorada seguida de las Fuerzas Armadas y de la Municipalidad.
Se destaca el incremento de la valoración de los partidos políticos y de la
Asamblea Nacional. Por el contrario la policía ocupa el último lugar. En cuanto
al nivel de participación en organizaciones formales muestra cifras muy bajas
salvo en lo relativo al ámbito de las de carácter religioso.
CONFIANZA EN LAS INSTITUCIONES EN VENEZUELA, 2006-2012
(Escala de 1 a 7)

2006 2008 2010 2012


Iglesia Católica 5,28 4,92 4,76 5,02
Fuerzas Armadas 4,67 4,27 4,20 4,59
Consejo Nacional Electoral 3,94 4,06 3,78 4,47
Asamblea Nacional 4,03 3,61 3,70 4,07
Gobierno Nacional 4,27 3,88 3,73 —
Corte Suprema 3,70 3,49 3,51 3,96
Municipalidad 3,59 3,78 4,19 4,56
Procuraduría General — — — —
Partidos Políticos 2,89 3,23 3,34 3,58
Policía 2,75 3,10 3,13 3,25

PROMEDIO DE PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIONES FORMALES EN VENEZUELA, 2006-2012


(%)
2006 2008 2010 2012
Organización religiosa 54,2 41,0 50,9 46,3
Asociación de padres de familia 38,9 35,6 40,0 31,6
Mejoras para la comunidad 34,7 38,3 32,7 27,5
Partido político 15,0 12,1 14,0 9,6
Asociación de profesionales 8,5 9,1 8,2 5,7
Sindicato 7,0 6,2 — —

Igualmente es estable la valoración de la democracia como forma de gobierno


que es percibida con una valoración media alta con valores de apoyo a la
democracia que se aproximan al 80 por 100, lo que viene a recoger a aquellas
opiniones muy distantes en la propia concepción de la democracia y que
confronta al oficialismo con la oposición; suscitando una satisfacción media alta
en cuanto a su ejercicio.
GRADO DE ACUERDO CON LA AFIRMACIÓN
«Puede que la democracia tenga problemas, pero es mejor que cualquier otra forma de gobierno» (%)

2006 2008 2010 2012


Muy en desacuerdo (1) 5,0 1,9 6,7 1,6
2 2,4 2,1 4,8 1,4
3 4,4 2,5 6,6 3,1
4 9,7 8,0 9,8 6,7
5 12,2 10,6 10,6 10,8
6 12,4 20,4 14,9 17,1
Muy de acuerdo (7) 53,9 54,7 46,6 59,3

SATISFACCIÓN CON LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA (%)

2006 2008 2010 2012

Muy satisfecho 12,1 18,8 10,6 10,6


Satisfecho 46,4 47,5 30,0 51,4
Insatisfecho 31,8 26,1 48,2 31,0
Muy insatisfecho 9,7 7,6 11,3 6,9

Los venezolanos oscilan en torno a valores de centro en la escala de


autoubicación ideológica. En cuanto a los problemas más graves que acucian el
país para más de la mitad de los entrevistados tienen que ver con la delincuencia
y la falta de seguridad; los problemas de corte económico parecen ser
irrelevantes y la percepción de corrupción es baja.
UBICACIÓN IDEOLÓGICA EN VENEZUELA
Escala de 1 a 10 en la que 1 significa izquierda y el 10 derecha

Media
2006 5,33
2008 5,25
2010 5,87
2012 5,35

PROBLEMA MÁS GRAVE QUE ENFRENTA VENEZUELA, 2006-2012 (%)

2006 2008 2010 2012


Economía, problemas con, crisis 4,9 2,9 12,2 5,3

Desempleo 6,2 5,7 6,1 8,4

Delincuencia, crimen 54,4 49,6 17,1 50,5


Corrupción 7,6 3,4 1,5 2,8

Falta de seguridad 1,3 6,8 24,8 13,0

Falta de electricidad 0,0 0,6 12,6 0,5


Los políticos 1,6 1,8 5,8 1,5

Otros problemas 24,0 29,2 21,5 17,9

Nota: Todos aquellos problemas con menos de un 3 por 100 de respuestas se agrupan en la categoría «otros
problemas»

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VI. PRINCIPALES SITIOS WEB


INSTITUCIONES POLÍTICAS:

Asamblea Nacional: http://www.asambleanacional.gov.ve


Consejo Nacional Electoral de Venezuela: http://www.cne.gov.ve
Gobierno de Venezuela: http://www.venezuela.gov.ve

PARTIDOS POLÍTICOS:

PSUV: www.psuv.org.ve
PPT: www.patriaparatodos.org
PV: www.proyectovenezuela.org.ve
MAS: www.mas.org.ve
AC: www.acciondemocratica.org.ve
COPEI: www.partidocopei.cm
UNT: www.partidounnuevotiempo.org
Edición en formato digital: 2013

© Manuel Alcántara Sáez, 2013


Diseño de cubierta: J. M. Domínguez y J. Sánchez Cuenca
© De esta edición: Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S.A.), 2013
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ISBN ebook: 978-84-309-6046-0

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