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pretativa en esos trabajos; sin embargo, algunas convicciones se

han ido extendiendo entre los historiadores. En primer lugar, aun-


que 1930 conserva una fuerte condición periodizante, hoy se ad-
mite que importantes procesos exhiben ritmos propios y no se ali-
nean con aquel momento de fuerte impacto político. Fenómenos
sociales, culturales y económicos reclaman así una perspectiva que
considere la presencia de continuidades respecto de la etapa an-
terior.
Por otra parte, la imagen de un mundo político y cultural dividi-
do en dos bloques uniformes y autoconscientes de las tradiciones
que los sostenían, enfrentados en un combate claro y central
—"liberales" enfrentados a "nacionales", "democráticos" a "auto-
ritarios", historiadores "oficiales" a revisionistas, "fraudulentos"
a "populares", entre otros—, no parece sostenerse ya. El cuadro
fue mucho más complejo y menos ordenado; en él, la identifica-
ción de propios y ajenos se realizaba un poco a tientas, y los lími-
tes de los diversos grupos se reconstruían con frecuencia.
Aquellas investigaciones han permitido también, para muchas
áreas, el planteo de una periodización "interna" más ajustada. Los
primeros años fueron de crisis económica, pero desde aproxima-
damente 1934 se produjo una tendencia a la recuperación, por ejem-
plo, y en cuanto al sistema político, la abstención del radicalismo
señala una diferencia importante si se la compara con el fraude a
gran escala, aplicado desde mediados de la década. Los años trein-
ta pueden, entonces, ser divididos en dos etapas, que a grandes
rasgos cubren una y otra mitad de la década; dentro de esta última,
incluso, puede reconocerse una coyuntura particular a partir del
comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando se trata de este período, transformaciones como éstas
provocan un efecto importante, ya que vienen a cuestionar inter-
pretaciones de circulación muy amplia en la sociedad. Las prime-
ras imágenes de conjunto de la década abierta en 1930 fueron plan-
teadas a comienzos de los años cuarenta, y exhibieron una fuerte
dependencia del debate político. La aparición del peronismo dio a
esas interpretaciones una actualidad evidente, dado que ese movi-
miento proclamaba ser la contracara del pasado inmediato.
A partir de 1955, historiadores y científicos sociales incorpora-
dos a la universidad luego de la experiencia peronista lanzaron las
primeras versiones académicas del período 1930-1945; por fuera
del sistema universitario, los intelectuales que adherían al pero-

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