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El género como

categoría de
análisis

Estudios de
Género para la
Formación
Profesional

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El género como categoría de
análisis
En este módulo vamos a comprender, principalmente, qué significa la
categoría de género, cuáles fueron sus orígenes, evolución y debates para
su conformación. Es importante, para adentrarse en la lectura, saber que
no delinearemos un concepto cerrado, sino que lo dejaremos abierto para
seguir nutriéndolo de contenido con los siguientes objetos y con los
debates teóricos actuales que veremos en el módulo 2.
Se recomienda leer las notas al pie.

Asignación social/cultural del género


Inicialmente, el feminismo comenzó a utilizar el concepto de género como
*Cuando hacemos
referencia a la
forma de referirse a la organización social de las relaciones entre los sexos.
normatividad, no nos Es decir, comenzó a ser utilizado para referenciar el carácter social y
referimos a leyes construido de las relaciones diferenciadas entre los sexos, así como
formales emanadas de también para referirse a la normatividad* sobre la feminidad.
los Estados, sino a una
forma de distribución y
organización de las
Asimismo, esta idea de género buscaba diferenciarse de explicaciones
poblaciones y sus biologicistas o esencialistas sobre la diferencia sexual, una forma de
individuxs que oponerse a aquellas nociones que referían, por ejemplo, a que los
trasciende las normas hombres, en cuanto cuerpos varones y portadores de masculinidad, eran
legales y se encarga de fuertes y que las mujeres, como cuerpos hembras y portadoras de
las distribuciones
normativas,
feminidad, eran débiles. En este sentido, lo que las teóricas feministas de
disciplinarias y los años 60, 70, y 80 buscaban era comprender el significado de las normas
reguladoras, entre el de género, descubrir el alcance de los roles de género establecidos a través
ser/deber ser, de de la diferencia sexual en el orden social. Se buscó dar respuesta a cómo
diferenciación/de regla actúa el género en las relaciones sociales humanas.
sobre, en este caso, el
comportamiento de lxs
sujetxs. En las primeras etapas, entre algunxs teóricxs1, el género se convirtió en
una categoría que subsumió a la categoría mujer. Es decir, simplificando el
debate, género pasó a ser igual a mujer.

El camino de esta asimilación estuvo relacionado con la utilización de


metodologías y formas de estudios sobre las relaciones sociales y culturales
a través de paradigmas científicos tradicionales que dieron lugar a

1En las presentes lecturas haremos uso de la equis (x), como forma de utilizar un lenguaje inclusivo,
que hace referencia a todo el universo de expresiones de género que trasciende la bi-categorización
masculino y femenino. Intervenir en el lenguaje formal, androcéntrico y sexista, es una de las formas
de disputar las relaciones de poder de género.

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explicaciones causales universales. Dentro de esta mirada asimiladora,
género se convirtió en una palabra académica moderada, que dotaba a los
estudios de un halo de mayor corrección metodológica y objetiva que la
palabra mujer o incluso que la utilización de la palabra feminismo. Este
recurso de asimilar los estudios de género a los estudios de fenómenos que
ocurren o en los que están involucradas cosas de mujeres se volvió
aceptable académica y políticamente en algunos espacios donde estudios o
políticas feministas resonaban como parciales o poco objetivos (Lamas,
1999; Harding, 2001; Scott, 2008).

En esta acepción, "género" no comporta una declaración


necesaria de desigualdad o de poder, ni nombra al bando
(hasta entonces invisible) oprimido… Este uso de "género"
es una faceta de lo que podría llamarse la búsqueda de la
legitimidad académica por parte de las estudiosas feministas
en la década de los ochenta. (Scott, 1996,
http://www.inau.gub.uy/biblioteca/scott.pdf).

El problema que representa este uso descriptivo2 de la categoría género es


que conlleva el peligro de invisibilizar las prácticas reguladoras que dan
continuidad a los binarismos sobre las nociones normativas de feminidad y
masculinidad.

La estabilización de la categoría género en uso descriptivo se subsume en


una versión biologizada de la categoría, donde el extremo estudiable se
esencializa en lo relativo a la mujer, acortando la capacidad crítica inicial
con la que había sido pensado el rechazo a los extremos esencialistas.

Sin embargo, esta faceta llevó a advertir la importancia de utilizar la


categoría de género en un sentido analítico3, es decir que si bien los
estudios de género comprendían el estudio sobre la mujer, esto acontecía
con un carácter relacional, en cuanto que la información sobre las mujeres
implica a su vez información sobre los hombres y por ello, un estudio
implica al otro (Scott, 1996).

Las apropiaciones iniciales de la categoría de género por la teoría feminista


(años 60, 70 y 80) buscaban, entonces, demostrar que no existe un destino
biológico, que las diferenciaciones y desigualdades basadas en la diferencia

2 Se refiere a estudios e investigaciones sobre la existencia de fenómenos o realidades, sin efectuar


interpretación, explicación o atribución de causalidad.
3 El enfoque de tratamiento es causal: busca teorizar sobre la naturaleza de los fenómenos o

realidades, con el objetivo de comprender cómo adoptan la forma que tienen.

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sexual no son biológicas, ni físicas, ni psicológicas, sino que devienen de
relaciones de poder, que legitimadas simbólicamente en el entramado
social generizan, dotan de determinado contenido a las relaciones basadas
en la diferencia sexual, como un orden legitimador del patriarcado y, por
tanto, de una específica autoridad masculina. Es necesario a su vez, que
revisemos cómo fue históricamente acuñada la idea de género, pues ésta
fue retomada por las teorías feministas del paradigma biomédico.

En la década del 50, médicxs, psicólogxs y científicxs sociales comenzaron a


trabajar en la atención de personas intersex y transexuales, pensado en la
utilización de las intervenciones quirúrgicas para adaptar la anatomía
«ambigua» a la identidad asignada o la identidad escogida. El objetivo era
poder adaptar la morfología genital a la identidad social de género. Así es
como en los años 50, John Money, especialista en «defectos congénitos»,
comenzó a investigar sobre cómo adecuar las genitalidades ambiguas a la
identidad de género social. El desarrollo de su protocolo médico-
psicológico asignaba una prioridad fundamental al condicionamiento de la
identidad sociocultural de género por sobre el sexo biológico (Stolke,
2004).

Sin embargo, en estos diagnósticos se colaban ideas culturales sobre lo que


una genitalidad de varón requería en términos de normalidad. Por lo que,
el «género normal» requería de una genitalidad normal que lo identificara
y que, en este caso, se relacionaba con el tamaño del pene dentro de los
estándares definidos por los protocolos de intervención normales. El
determinismo dual biologicista entre macho/hembra estaba presente en
los desarrollos de estos modelos médicos. A pesar de la descripción sobre
el condicionamiento social de la identidad de género, este se desenvuelve
en el marco de la idea de dicotomía sexual entre solo dos sexos. Estos son
los debates bioculturales que se trasladaron a las teóricas feministas
cuando retomaron el concepto de género desde el paradigma biomédico
(Stolke, 2004).

Género, como expresamos al inicio, retomado por los estudios feministas


significó la posibilidad de explicitar e intentar develar la creación
totalmente social sobre los roles apropiados para mujeres y hombres.
Fue por tanto definido como aquella categoría social que se impone sobre
los cuerpos sexuados.
Varios fueron los esfuerzos de las teóricas feministas para explicar, para
dar respuestas a las preguntas que giraban en torno a cómo el género
funcionaba como esta categoría social impuesta sobre los cuerpos
sexuados entre los años 60, 70 y 80.

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Haciendo un esfuerzo de síntesis y siguiendo de lo expuesto por Joan Scott
(1996), podemos presentar tres corrientes de pensamiento feminista que
realizaron arduos trabajos para dar respuesta a aquella pregunta:

 las teóricas del patriarcado;


 las teóricas marxistas;
 las teóricas de las escuelas psicoanalistas anglosajona y francesa.

Las teóricas del patriarcado enfocaron sus estudios al tópico de la


subordinación de la mujer y la dominación del varón en las estructuras
sociales patriarcales. Dentro de esta corriente se dieron dos
posicionamientos diferenciados para comprender el porqué de la
dominación o subalternidad de la mujer: quienes consideraban que era
necesario comprender adecuadamente el mandato del proceso de
reproducción y la apropiación masculina del ideal reproductor de la mujer
y quienes consideraban que era necesario visibilizar la dominación de la
mujer a través de su objetivación sexual.

Tanto uno como otro enfoque consideraba que la compresión por parte de
las mujeres de estas situaciones de subordinación las llevaría a reconocer
la causa común de desigualdad y unirse para su transformación.
Las teóricas marxistas, dada la escuela de pensamiento a la que
pertenecían, realizaron un análisis más histórico respecto a las preguntas
del género como categoría social de la diferencia. En un rechazo
fundamental a las explicaciones biológicas, cuestionaron la naturalidad de
la división sexual del trabajo en el sistema capitalista. Entendieron que el
sistema patriarcal y el sistema de capital eran dos sistemas diferenciados
pero que interactuaban para producir la reproducción de estructuras
sociales y económicas de dominación operadas por el varón en el orden
social concreto (Scott, 1996).

Con relación a las teóricas de las escuelas psicológicas, resaltaremos el


acierto de comprender las relaciones de género en cuanto relaciones
simbólicas. Estaban interesadas por los procesos de creación de identidad
de lxs sujetxs. Principalmente la escuela francesa indagó sobre las formas
en las que a través del lenguaje se construye la identidad de género.

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Figura 1: Elaboración propia

¿Cómo explicar la asociación de la


masculinidad con el poder?

Sistemas
¿Cómo explicar el valor superior
Simbólicos asignado a los hombre sobre las
mujeres?

¿Cómo explicar la forma en que


l@s niñ@s parecen aprender esas
asociaciones y evaluaciones más
allá de sus familias nucleares?

Fuente: elaboración propia.

Los sistemas simbólicos, esto es, las formas en que las


sociedades representan el género, hacen uso de éste para
enunciar las normas, de las relaciones sociales o para
construir el significado de la experiencia. Sin significado, no
hay experiencia; sin procesos de significación no hay
significado (lo que no quiere decir que el lenguaje lo sea
todo, sino que una teoría que no lo tiene en cuenta ignora
los poderosos roles que los símbolos, metáforas y conceptos
juegan en la definición de la personalidad y de la historia
humana). (Scott, 1996,
http://www.inau.gub.uy/biblioteca/scott.pdf).

Todos los análisis relevados por las corrientes presentadas fueron


extremadamente importantes y en su tiempo presentaron parte del
conjunto de diversos estudios que comenzaba a dotar a la categoría de
género de múltiples ópticas y abordajes de estudio para la compresión de
la desigualdad.

Sin embargo, posteriormente fueron sujetos a crítica y revisión por parte


de las mismas teóricas feministas, quienes comenzaron a advertir que en
dichas formas de entender al género quedaba sin cuestionar cómo aquella
diferencia sexual, a pesar de ser categóricamente rechazada como causa

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eficiente de la desigualdad, fundamentaba la misma división entre
masculino y femenino.

Las teóricas del patriarcado, al poner el acento en el género como clave de


la desigualdad, sea en la apropiación de la función reproductora o en la
objetivación sexual de la mujer, fallaron en explicar cómo el género
estructura otras desigualdades o se relaciona con ellas. Pues al fin y al cabo
sus análisis descansaban en la diferencia física.

Las teóricas marxistas, si bien se adentraron en las explicaciones causales e


históricas de la reproducción de los sistemas de dominación, comprendían
como explicación última a los sistemas económicos. Esta subsunción del
género dentro de análisis del sistema capital, como un producto de análisis
accesorio al estudio de las estructuras económicas, le restó entidad
analítica propia.

También recibieron una crítica generalizada las teóricas psicoanalistas por


la aceptación de la oposición incuestionada entre masculino y femenino.

Dados los debates que se relacionaban con la categoría de género, su


abordaje y sentido, durante mediados de la década de los 80 se incluyó
también la idea de que el género no “es solamente un elemento
constitutivo de las relaciones sociales que distinguen los sexos, sino que
además es una forma primaria de relaciones significantes de poder“(Scott,
1996, p. 13-14, http://www.inau.gub.uy/biblioteca/scott.pdf).

Queda formulado así el concepto de género (Scott, 1996), como


compuesto por dos aspectos: en su primer aspecto que refiere al género
como un elemento constitutivo de las relaciones sociales que distinguen
los sexos; reunimos aquí las construcciones sociales, las normativas sobre
la feminidad y masculinidad, las nociones políticas e institucionales que
organizan lo social a través de la desigualdad y las formas de construcción
de la identidad subjetiva.

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Figura 2: Elaboración propia

Símbolos
culturalmente
disponibles que
evocan
representaciones

Conceptos normativos Elemento constitutivo


que interpretan los de las relaciones
sociales basadas en las Identidad subjetiva
significados de los
símbolos diferencias que
distinguen los sexos

Producto del
consenso social en
vez del conflicto

Fuente: elaboración propia

En su segundo aspecto, se refiere al “campo primario dentro del cual o por


medio del cual se articula el poder. No es el género el único campo, pero
parece haber sido una forma persistente y recurrente de facilitar la
significación del poder” (Scott, 1996, p. 15,
http://www.inau.gub.uy/biblioteca/scott.pdf). Esta función del género en
el entramado social habilita, a su vez, una función legitimadora, que se
refiere a la interpretación de significados anudados a la diferenciación
sexual, como una forma primaria de diferenciación significativa.

Un estereotipo de género se refiere por tanto a los conceptos normativos


que simbolizan y significan los roles sociales y sexuales de género.

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Figura 3: Elaboración propia

Género como
campo primario
donde se articula el
poder

FUNCIÓN LEGITIMADORA DEL GÉNERO


Facilita la
significación del
poder

Estructura la
percepción y
organización
concreta y simbólica
de la vida social

Fuente: elaboración propia.

Género: categoría abierta e histórica cuyo sentido se disputa


constantemente

Hemos visto entonces que, a medida que los sistemas de género


comienzan a visualizarse como sistemas complejos de entramados y
relaciones sociales, comienzan a surgir diversas críticas dentro del
feminismo que van desplazando el análisis de las relaciones de
subalternidad entre mujeres y hombres hacia el análisis del género cómo
sistema simbólico que debe ser emplazado en contextos culturales e
históricos.

En posteriores desarrollos feministas (que más adelante identificaremos


como parte de la tercera ola del feminismo), se cuestionó a los estudios de
género de los años 60, 70 y 80 la falta de una mirada crítica sobre la
oposición masculino/femenino, en el sentido de que su utilización como
sinónimo o equivalente de sexo refuerza un ideal regulatorio del sexo

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como poder productivo de los cuerpos que controla (Butler, 2002). Es
decir, produce aquello que nombra.

Esto llevó a gran parte del feminismo, a partir de los años 90, a pensar
sobre si el género es la única categoría explicativa de la desigualdad.
Feminismos negros, chicanos, latinoamericanos y asiáticos comenzaron a
visibilizar que el género, a su vez, se encuentra intersectado con otras
categorías de desigualdad como la raza o la clase, las que no habían sido
originalmente consideradas por las feministas blancas. Apuntaron a que las
economías de desigualdad, violencia y exclusión no se desarrollan de igual
manera entre mujeres blancas, de clase media e instruidas, que entre
mujeres negras, de clases menos favorecidas y con escaso acceso al
sistema educativo.

Asimismo, los estudios de género iniciales que describían el género como


categoría social impuesta sobre los cuerpos sexuados fueron criticados por
omitir toda referencia al sexo y la sexualidad, reafirmando sin, así quererlo,
la oposición entre hombre y mujer y la correlativa heterosexualidad
obligatoria. Pues muchos de los estudios iniciales sobre el género que
pretendían demostrar que la biología no era un destino dejaban sin
cuestionar la binariedad biológica macho/hembra y la correlativa
organización social a través de la heterosexualidad.

En capítulos posteriores desarrollaremos con mayor extensión estas


críticas y su impacto sobre la categoría de género; aquí su mención dentro
del propio feminismo nos permite reflexionar sobre la complejidad del
sistema de género y en por qué esta categoría es una categoría abierta,
cuyos sentidos son continuamente disputados en el marco de
determinados contextos culturales y sociales.

Para concluir, debemos comprender hasta aquí que: a) género no es igual a


sexo biológico; b) que género no es igual a mujer; y c) que género no
refiere exclusivamente a la dicotomía masculino/femenino. Es necesario
comprender al género como un sistema simbólico complejo, histórica y
culturalmente situado, que tiene efectos normativos y normalizadores
sobre las construcciones de feminidad, masculinidad, sexualidad y sexo, en
una relación continua con otras categorías de exclusión y desigualdad
como las raciales y las de clase.

El uso de género pone de relieve un sistema completo de


relaciones que puede incluir el sexo, pero no está
directamente determinado por el sexo o es directamente
determinante de la sexualidad… Si tratamos la oposición
entre varón y mujer, no como algo dado sino problemático,

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como algo contextualmente definido, repetidamente
constituido, entonces debemos preguntarnos de forma
constante qué es lo que está en juego en las proclamas o
debates que invocan el género para explicar o justificar sus
posturas, pero también cómo se invoca y reinscribe la
comprensión implícita del género. (Scott, 1996,
http://www.inau.gub.uy/biblioteca/scott.pdf).

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Referencias
Butler, J. (2002): Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos
del “sexo”. Buenos Aires: Paidós.

Harding, S. (2001). El feminismo, la ciencia y las críticas anti-iluministas. En M.


Navarro y C. Stimpson (Comp.), Nuevas Direcciones (pp. 107-139). México: Fondo
de Cultura Económica.

Scott, J. (1996) El género una categoría útil para el análisis histórico. En M. Lamas
(Comp.), El género: la construcción cultural de la diferencia sexual (pp. 265-302).
México: PUEG. Recuperado de http://www.inau.gub.uy/biblioteca/scott.pdf.

Scott, J. (2008). Género e historia. México: Fondo de Cultura Económica.

Stokel, V. (2004). La mujer es puro cuento: La cultura del género. Revista de


Estudios Feministas 12(2), pp. 77-105. Recuperado de
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=38112205.

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