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Estructuras

y abordajes
en psicoterapias
· psicoanalíticas .
Héctor Juan Fiorini .

M
Nueva Visión
Héctor Juan Fiorini

Estructuras y abordajes
en psicoterapias
psicoanalíticas
'

Daniel A. Castillo S.
PsimlCllY Cllnica • Pslcoterallil
V 11.271.693 / FPV N'l7.340.

Ediciones Nueva Visión


Buenos Aires
Fiorini, Héctor Juan
Estructuras y abordajes en psicoterapias psicoanalíticas - 1 ª ed., 7ª
reimp.- Buenos Aires: Nueva Visión, 2008.
240 p.; 19x13 cm. (Psicología Contemporánea)

l.S.B.N. 978-950-602-286-0

1. Terapias psicoanalíticas. l. Título


CDD 150.195

I.S.B.N.: 978-950c602-286-0

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años de prisión (art. 62 de la ley 11. 723 y art. 172
del Código Penal).

© 1993 por Ediciones Nueva Visión SAIC. Tucumán 3748, (Cl189AAV)


Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que
marca la ley 11. 723. Impreso en la Argentina/ Printed in Argentina
INTRODUCCION

Este libro expone una línea de investigaciones clínicas en el campo


de las psi coterapias de orientación psicoanalítica. Contiene varios
estudios cuya unidad y diversidad intentaremos ubicar en esta
introducción.
En primer lugar cabe señalar que estos estudios amplían y
profundizan etapas previas d�,, nuestras investigaciones. En un
primer volumen de trabajos 1 expusimos un conjunto de parámetros
y criterios técnicos propios de las psicoterapi as dinámicas, cuya
eficacia instrumental resultaba sólidamente fundada en registros y
evaluaciones de varios equipos de trabajo de nuestro país y de otros
centros preventivos"/ asistenciales de Europa y de Estados Unidos.
Ese primer volumen expuso un conjunto teórico técnico. Un
segundo estudio2 nos permitió profundizar en propuestas acerca
del vínculo paciente-terapeuta, otorgándol e una efi c ac i a
instrumental particular en l a medida en que e l mismo pueda
resultar capaz de dar lugar a la creatividad del paciente y del
terapeuta. El principio de creatividad se nos presentó entonces
como el más amplio principio regulador de los procesos de cambio
en psicoterapias, bajo el cual deben ser colocadas las aplicaciones
de la regla de abstinencia, el criterio técnico de neutralidad, las
consideraciones dinámicas sobre la frustración en la transferencia.
Una vez constituido en sus alcances generales ese cuerpo de
lineamientos técnicos, nuestra investigación ha intentado explorar
las condiciones de aplicabilidad de esos recursos según la estruc­
tura de personalidad del paciente en tratamiento. Esa búsqueda

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está sistematizada, para l as estructuras neuróticas de personalidad,
y sus condiciones diferenciales de abordaje, en la primera parte de
este volumen. Cotejando observaciones panorámicas y m i c roscó­
picas de procesos terapéuticos desarroll ados con 145 pacientes de
personalidad neurótica predom inante (fóbica, histérica. obsesiva)
hemos ido registrando l as condiCiones de abordaje y l as secuencias
que cada una de esas estructuras de personalidad establece:
La teoría general del proceso que podemos sostener sobre l a
base de estos estudios propone considerar que cada fase d e los
procesos de cambio que enfreryta cada t i po de personalidad presen­
ta como primordial ciert a tarea. El proceso de elaboración apunta
a producir cierto movimiento, cierta apertu ra en el n ivel de la
est ructura en cuestión, como condición para el avance de ese
proceso hacia una fase subsiguiente.
Desde ya. nuestros estudios de esos procesos no agotan todos
sus movim ientos ni los elementos dinám icos interv inientes desde
cada psicopatología involucrada. Nuestros est udios destacan sólo
aquellos aspectos de esas est ructuras de personal idad que se
recortan con particular nitidez y cuya progresión se nos m uestra en
la práct ica clínica como e ficaz para consol idar electos de cambio
psicológico profundo.
Creemos que en térm inos metodológicos nuest ra indagación se
ubica en un nivel renomenol6gico, nivel que Octave Mannoni. en
La otra escena3 destacaba como mediador para ligar de modo
fecundo l a teoría y la organización de una práctica clínica.
La primera pa11e. entonces, al est udi ar variaciones del proceso
según la personalidad del paciente, recorta aquell as variables que
caracterizan a esa estruct ura de personal idad. Este recorte nos
perm i t e ahondar s u s v a r i a b l e s , p e ro i m po rt a s u brayar
metodológicamente los problemas clínicos que introduce esa
deli m i t ación.
La segunda parte se propone am pli ar el conjunto de variables
en consideración, profundizar aspectos de la sobredetem1 inación
que es propia de los e fectos psíquicos que i ndagamos (síntomas,
conflictos act ivados, defensas). En primer téml ino consideramos

* Esa ci fra Je pacientes observados rc,pondc a registros. estudios y discusiones


clínicas de los ú l t i m os doce aiios Je nuestra práct ica clínica y docente.

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las variables m ú l t i ples que podemos categorizar como diferentes
niveles del diagnóstico. A continuación estudiamos los fenómenos
de interrelación ent re esas v ariables4 que pcm1iten defini r un
concepto de "situación". Concebido como el espacio dinám ico
donde numerosas interrelaciones potencian sus efectos, el concep­
to ele situación constituye un objeto part icular cuyo abordaje es
decisivo en numerosas experiencias clín i cas. Mostramos allí en u n
caso clínico cuántas modal idades d e m anejo técnico pueden con­
verger a lo largo ele l as m ú l t i ples dimensiones que configu ran l a
situación d e ese paciente.
La tercera parte de este l ibro ahonda otras direcciones que
juzgamos de i m portancia teórica y a la vez técnica. Comprende una
indagaci6n de un nivel inconsciente de las funciones yoicas
comprometidas en el conoci m iento y el manejo eficaz de lo real.
Destacamos la part icipación ele ese nivel yoico inconsciente en la
estruct uración de numerosas situaciones de conllicio (aquellas en
la que uno ele los polos conllictivos está asentado en dimensiones
de conocim iento, intentos de dom inio, tendencias adaptativas y
creat ivas, mov i m ientos evolutivos). El estudio siguiente investiga
tocio un ámbito de fenómenos psíqu icos: aquellos vincul ados con
la creat ividad en cuanto condidl?n universal del sujeto humano. Se
postula un sistema especial ele funciones y procesam ientos que
tienen e fectos creadores. El reconocim iento ele este sistema. ele su
accionar en '"'iveles inconscientes y preconscientes, es esenci al
para interpretar un nivel part icular ele ansiecl a cles, defensas, con­
tl ictos. A nuestro juicio la consideración ele estos dinam ismos
creadores es esencial en nuest ra interpretación clínica, nos pem1ite
ampl iar el registro de los s i stemas invol ucrados en l a conducta del
paciente y en la nuest ra. Una y otra vez nos ha resonado una
tesis de Peris: "la neurosis es un estancamiento de la creativiclacl". 5
La m isma fue indagada por Lowen en sus estudios bioenergéticos. 6
Nuest ro enfoque intenta arrojar luz sobre algunos aspectos
psicodinám icos de nivel inconsciente comprendidos en fenóme­
nos de gran complejidad, como son aquellos que i nterrelacionan lo
neurótico con lo creador y sus fracasos.
Estas tres partes no son separables en nuestro t rabajo clínico.
Con un paciente nos importa considerar a la vez variables ele su
est ructura de personalidad, otras que son propias de su situac ión,

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I� otras que derivan de movimientos profundos de procesos cognitivos
y creativos activados de modo singular en esa persona. Cada sesión
podrá ir recorriendo, en distintos momentos, cada uno de los
enfoques que en este l ibro, por razones de investigación y de
exposición, hemos debido colocar en un orden de sucesión. La
posibil i dad de articular estos enfoques, de detectar sus
entrelazamientos dinámicos, exige del terapeuta un constante
trabajo creador. A esa capacidad del terapeuta, de enfrentar con­
juntos de notable complejidad, y de hacerlo, como pudo hacerlo
Freud, sin esquemas reduccionistas, atento ala riqueza de la escena
clínica, dirigimos el conjunto de estos estudios.

En los últimos cinco años· nuestra investigación se ha visto


estim ulada por el fecundo intercambio realizado con docentes y
colegas integrantes del Centro de Estudios en Psicoterapias,
institución que di rijo en Buenos Aires desde su fundación. Varios
materiales clínicos, observaciones e ideas teóricas que integran
distintos capítulos de este l ibro han sido aportados en grupos de
discusión, ateneos clínicos y jornadas de este Centro de Estudios.
Los 300 profesionales que han participado en 1 98 3 de nuestra
labor científica y docente constituyen para nosotros una notable
p resencia que respalda y alienta el espíritu de estas investiga­
ciones.
Creo necesario transcribir aquí la orientación general que
otorgamos a nuestra actividad docente y ci entífica en la institu­
ción, ya que la misma explicita el enfoque básico que recorre cada
una de nuestras indagaciones:

La tarea científica que anima nuestra orientación asienta en varias


d i recciones pecul iares.
a) Una búsqueda exhaustiva centrada en los m ateriales y datos de
la experiencia c l ín ica emergente del empleo de diversas m odali ­
dades terapéuticas.
b) Una indagación teórica que tiene su eje e n e l psicoanálisis, con
un i nterés abierto a la producción de las principales corrientes
desarrolladas a partir de la obra de Freud.
c) La consideración atenta de producciones teóricas y técnicas, de
otras corrientes (comunicacional, gestáltica, dinámica de grupos,
psicología evolutiva, i ndagaciones corporales y psicodramáticas)

10
intentando su confrontación -convergencias, oposiciones, pun­
tos de articulación- con las orientaciones psicoanal íticas y con
el universo de las prácticas clínicas.
d) La apertura a hipótesis y modelos provenientes del pensam ien­
to antropológico, sociológico, pedagógico y materiales emergen­
tes de ámbitos de procesos creativos.
e) La convicción profunda de que sólo el diálogo más amplio
-entre diferentes producciones teóricas, entre distintas investi­
gaciones c l ínicas, y entre docentes y alumnos- puede dar lugar
a una más rigurosa comprensión del objetivo de estudio propio de
las disciplinas involucradas en l a tarea clínica.7

Comparto actualmente la tarea docente del Centro de Estudios


en Psicoterapias con Humberto Gobbi, Nilda Guerschman, Celia
Mauri. Pedro Menéndez, Ana María Femández y María Elena
García Novarini.
Esta o rientación dada a nuestra tarea profesional ha sido tam­
bién impulsada en reuniones de trabajo con colegas del interior del
país (en especial de Rosario y de Mendoza, estos últimos nucleados
en el Centro de Estudios en Psicoterapias Dinámicas) así como en
el fecundo intercambio con profesionales de B rasil, en especial de
Porto Alegre, con quienes l levo ya siete años de labor docente (en
la Cátedra de Psiquiatría y el Instituto de Psiquiatría Comprensiva
dirigidos por Manoel Albuquerque, en el Curso de Especialización
de Psicoterapias paraPsicólogos que coordina Isaac Sprinz, ambas
Cátedras pertenecientes a la PUC-RS, Pontificia Universidad
Católica de Rio Grande do Sul, así como en el Núcleo de Estudios
en Psicoterapias que di rigen Inubia Duarte Andrade y Keni a
B allvé Behr, y en otros prestigiosos centros profesionales de Rio
G rande do Sul).
He recibido también aportes y sugerencias críticas de colegas de
España, coordinados por Amoldo Liberman y Edgardo Gili,
integrantes del Centro de Psicología y Desarrollo Humanístico de
Majadahonda, Madrid, con quienes tuve el placer de discutir en
julio de 1 98 3 parte de los trabajos que jntegran este volumen.
Todos estos núcleos de trabajo científico, que suman en la
actualidad m ás de 600 profesionales, nos respaldan y acompañan
en direcciones de la teoría y de la práctica clínica que estos estudios

11
intent an profundizar. Para todos ellos nuestro m ás hondo recono­
cimiento.
Por últ imo, en varios capítulos se habla del paciente, y se
mencionan, para la labor del t erapeuta, c riterios técnicos. Es
oportuno recordar, como lo h izo Jung en su momento. que no hay
"técnicas" que asegu ren intervenciones saludables y fecundas,
dado que el instrumento es siempre el operador, el hombre,
presente con todas sus dimensiones en la situación clínica. Para
preveni mos contra los riesgos de una confianza excesiva, no
c rítica. en los poderes de l as "técnicas", quiero subrayar el
contrapunto que un periodista norteamericano, David Young,
sostenía en diálogo con Norman Mailcr: así como el arte. a
menudo, es " incoherentemente cierto" la c iencia result a. en m u ­
chos aspectos. "coherentemente incierta".
Para nosotros, hablar de técnicas, de métodos, es señalar
cam inos posibles. organizaciones racionales de los recursos, pero
el terapeuta es convocado personalmente siempre a c rear. Esto
supone comprometerse en pro fundidad con las búsquedas del
paciente, a colocar sus propias búsquedas en resonanci a con las
del ot ro. evitando quedar encerrado en las i dent i ficaciones
contrat rans fcrenciales. y dando l ugar en cambio al amplio espacio
de las ident i ficaciones c readoras. El terapeuta está hem1:1nado con
el paciente en una universal búsqueda de sent idos, de m ás hondos
sent idos para la experiencia v ivida en cuanto reveladora de poten­
c i as que la neurosis captura, y que la indagación terapéutica intenta
conjugar para impulsar esas potencias en las direcciones de un
proceso original liberador.

Bibliografía

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7. CENTKO DE ESTUDIOS EN PSICOTEKAPIAS, Progr.o.maciún an.ual, Buenos Aires,
1983.

13
PROLOGO A LA SEGUNDA EDICION

Afirmamos en esta edición ampliada la vigenci a de una línea de


investigaciones clínicas y técnicas cuya propuesta es comprender
que las vías de acceso al paciente, las modalidades estratégicas y
técnicas capaces de llevar adelante el proceso terapéutico depen­
den de condiciones establecidas por la estructura psicopatológica
predominante, las que i ncluyen modos de vincularse y de comuni­
car que establecen un amplio espectro de variantes. En esta edición
extendemos lo indagado anteriormente para las neurosis, al inclui r
nuevos capítulos de estudios sistemáticos realizados sobre
psicopatología y abórdajes de los trastornos del narcisismo.
Incorporamos en este voumen una actualización de nuestra
fundamentación epistemológica para una clínica de psicoterapias
psicoanalíticas, donde p¡ocuramos abarcar fenómenos propios de
conjuntos heterogéneos (como los que configuran individuo,
grupo, institución en articulaciones múltiples) en los que se trata
de comprender singulares efectos de configuración, a la vez que
intensidades, ritmos y proporciones, en fenómenos que la tradi­
ción psicoanalítica identificó inicialmente por categorías de con­
tenido, es decir, cualidades.
Estamos entonces consolidando una orientación donde las
grandes categorías teóricas, los modelos freudianos, deben ir al
encuentro de la singularidad de cada consulta y allí encontrar su
alcance y su límite, su capacidad comprensiva y su propio
cuestionamiento, la conciencia de su no-saber.
S ituación creadora, crítica y autocrítica de la teoría y de sus

15
prácticas, que nos importa destacar como constituyente esencial,
decisivo para Ja clinica psicoanalítica.
Dimensión creadora de la clínica que comenzamos a buscar en
sus fundnmcntos teóricos posibles, precisamente. en un capítulo
de este volumen ("Creatividad: dinamismos fundantes de un
sistema... "'). Desde entonces. nuestros estudios sobre la creativi­
dad han ido creciendo hasta hacer necesario destinarles un volu­
men aparte, cuya prep aracíón nos ocupa actualmente.
.

Hemos tenido ocasión, ·en los últimos años. de realizar un


·constante intercambio con Asociaciones Psicoanalíticas y con
lnst'ituciones de Salud Mental de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza
y provincia de Buenos Aires., en el ámbito nacional, así como con
coleg'ios de Psicólogos y Cátedras Universitarias de Santiago de
Chile. Montevideo. Porto Alegre. San Pablo, Rfo de Janeiro,
Barcelona, San Sebastián, Segovia, Sevilla, Madrid y Nueva York
(Instituto de Psicoanálisis). La discusión sostenida en estos colo­
quios y senünarios nos ha permitido revisar, confrontar y conso­
lidar Jos alcances de .nuestras líneas de trabajo.
Destacaré asimismo el intercambio que sostenemos con estu­
diantes y colegas de la Facultad de Psicología de la Universidad <le
Buenos Aires, desde la -cátedra de uClínica Psicológica y
Psicoterapias'" en l· a que me acompaña un valioso equipo de
colaboradores docentes.
Submyo a�1uín1i rccoil0cimfonto, para la ela:horació-n de nuestra
pmduoci-ón científica. po·r los aportes 1que de modo pcnuanente
realizan direclrivos, docentes y graduados en nuestro Centro <le
Estudios en Psicoterapias, tic Buenos Aires, 'instiludón que nutre
sin cesar .nuestras investigacfones.
Deseo expresar finahnente mi .agradecimiento a nuestro maes­
tro, Dr. Mauricio Goldenber.g, 'inspirado oteador, con su Servído
de Psioopatologfa del P.o'Hcliíilico de Lanús. ·de una ensefianza que
no ha deja(4o de dar :tinnos. Su ejemplo y sus icllcas csrán presentes
en cada uno de nues·troslt1rélb'ajos. La figura del maestro hacreddo
con los afios, cobran-do llJi'ra cnom1e -dimensión por su oiigina1
lucidez y extraordinaria ,generosidad.
DIRECCIONES TEORICAS Y EPISTEMOLOGICAS
ACTUALES PARA LA CLINICA
PSICOANALITICA*

*Clase de int roducción para ..Clínica Psicológica y P s i coterapias ... Facultad de


·

.Psicologí:t, lJniven;dail ele íluC'nos Aires .


Nuestra materia, "Clínica psicológica y psicoterapias", alude al
campo de las prácticas clínicas, es una materia donde vamos a
hablar de prácticas psicoterapéuticas. Hace tiempo un colega dijo:
"por favor seamos prácticos, tengamos una buena teoría". De
modo tal que conectarse con el universo de las prácticas en salud
mental requiere ver con qué teorías uno se aproxima a esas
prácticas, con qué c ncepción de las relaciones entre teoría y prác­
ticas uno se mané ja, y entonces resulta que para manejarse adecua­
damente en el terreno de las prácticas es necesario tener claros
criterios de orden epistemológico. Sin una epistemológía más o
menos definida las prácticas clínicas son prácticas a ciegas. Se
reducen a un nivel de 'empiria.
Con esta inquietud, quiero desarrollar criterios epistemológicos
con los cuales trabajar en la clínica.
La primera cuestión podría plantearse así:¿Unidad o diversidad
de la experiencia clínica? La experiencia clínica, ¿es una o es
muchas? ¿Es una o es múltiple?
Nosotros trabajamos una línea en la que creemos que la expe­
riencia de la clínica no es una. Creemos claramente que la experien­
cia de la clínica es la experiencia de una diversidad, es decir que
tenemos múltiples direcciones y múltiples dimensiones de la clí­
nica. El tema de la unidad o diversidad es un teina de la epis­
temología. Voy a hacer alusión en esta exposición a autores que se
ocupan del modo de pensar al ser humano, el modo de pensar en
las ciencias humanas y, entre otros temas, piensan si podemos

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unificar o tenemos que diversificar en nuestro pensamiento sobre
el hombre y las ciencias humanas. Por eso destacamos autores
como Foucault, Delcuze, Sartre, Feyerabcn, Umbcrto Eco, Eugenio
Trías (filósofo espafiol actual), José Ferrater Mora y cierro la lista
con Albert Camus filósofo que. en uno de sus trabajos importantes,
El mito de Sísifo se ocupó de pensar en esta cuestión de si la
práctica es una, si las teorías son unificablcs o bien comportan el
espacio de lo diverso.
Les quiero leer un pasaje de Camus al respecto. Dice así:

El espíritu que trata de comprender l.a realidad no puede conside�


rarsc satisfecho salvo si la reduce a términos de pensamiento . Si
el pensamiento descubriese en los espejos c.ambiaotes de Jos
fenómenos relaciones eternas que los pud.icscn resumir y resumirse
a sí mismas en un principio único, se podría hablar de una dicha
del espíritu. Esta nostalgia de unidad, este apetito de .absoluto
ilustra un movimiento esencial del drama humano, pero que es.ta
nost;1lgia sea un h echo no significa que dcha ser satisfecha.

Pero si alinn;unos, nos dice Camus;

la realidad del uno . cualquiera


. que sea. c.aemos en la contradicción
de.que unespíritu capaz de esa unificación cstnb1ece ya con e1 resto
del uníverso su propi a diferencia. y afirma así ur1 principio de
diversidad: "Todo scm:dcna en la müdad<le aquclla no stalgia pero
ai primer movimiento el mundo se agricta en infinidad de trozos.
E11 psicología .como .en Jógica hay vcrdadccs. no hay verdad".
Husserl y los fcnorncnólogos restiJuyeo al mundo su diversidad.
Pensar no es ya uníficar, es v.0Jvcn1 ;rpr.cnder a ·estar atento para
hacer de cada imagen, de cada idea. un Jugar diferente, Se abre.una
proliferación de los fenómenos, caminos 4uc Jlcv�lll {I Jodas tas
ciencias o a ninguna. Las experiencias se recortan en un desierto
que no hay que abandonar.

Esencialmente este prohlcma nos preocupa porque en el trabajo


teórico. en el debate teórico que tenemo� t ambién en la faculitad
muchas veces está la tent ación de contar,con un.a 1coría única, con
una 1eoría que unifique. Y este tema del uno, que Camus refiere ca
Pam1énicles, efectivamente a las fil(}sofías ¡prc�'Ocráticas. aparece
t ambién trat ado ,en la obra de L acan como la nostalgia de crear

20
alguna experiencia ele unidad que configure algún t ipo de absoluto.
Lacan también habló de la castración en tém1 inos de l a i m posibi­
l idad de acceder al uno, la imposibilidad de lograr un uno, una
unidad estable en los vínculos. en la relación con el mundo.
De modo tal que, de algún modo, asum i r una diversidad,
diversidad de fenómenos en l a clínica, en lugar de pretender una
m ítica unidad, es un modo de asu m i r l a castración. Todas las
fonnas de omnipotencia aparecen pretendiendo cerrar algún uno.
Y el trabajo ele l a castración rem i t e siempre a asum i r algo que decía
B achelard: que all í donde parece reinar un concepto. cuando
profundizamos siempre están en vigencia por lo menos dos. Un
ejemplo ele esto: en la clínica psicoanalít ica y en l a teoría
psicoanal ítica se ha hecho m ucha insistencia en los fenómenos de
repetición, pero l a categoría de repet ición no encuentra su l ugar
claro en la clínica hasta que no tenemos el juego de un par de
conceptos. Y el concepto de repetición sólo se va a entender si se
recorta sobre la posibilidad de que esté en vigencia el concepto de
di ferencia. Si no podemos jugar con lo heterogéneo de los concep­
tos (repet ición vs. diferencia) sino solo un universo de l a repct. i ­
ci6n, eso no existe en l a clínica, existe más vale en l a mente que
quiere encontrar un solo t i po de fen<ímenos que u nifiquen su
clínica.
Del m ismo modo l es d i ría que se ha t rabajado en la técnica
psicoanalít ica, más de una vez, con el concepto de ausenci a del
anal ista. Pero si nosotros uni ficáramos la clínica en tomo al
concepto de ausencia estaríamos haciendo algún t i po de s impl i fi­
cación. porque el concepto de ausencia va a requeri r, para tener
alguna vigenci a clín ica, de algún juego con su heterogéneo, que es
el concepto de p resenci a del analista en la clínica. De modo que
vamos a tener un mundo diverso: presencia-ausenci a, ausencia­
presencia. No vamos a tener ni el primado único de l a repet ición
ni el primado único de la ausencia, sino que vamos a tener juegos
complejos de interacciones ent re repet ici6n y di ferencia, así cn;1w
entre presencia y ausencia.
Por ot ra parte nosotros en la c l ínica tenemos una diversidad de
situaciones ele consulta. L as situaciones de consulta no configuran
un mundo homogéneo, todo lo contrario, abren un espectro m úl­
t iple de condiciones de consulta. Tenemos una diversidad de t i po

21
de personalidad en los pacientes que nos consultan de modo tal que
lo que nosotros vamos a operar como nuestra práctica de la
entrevista con un paciente neurótico, di gamos u n paciente fóbico,
no forma una sola clínica homogénea al respecto de cómo vamos
a actuaren la entrevista con un paciente borderline descompensado.
Nuestros instrumentos van a ser diferentes, nuestra manera de
m anejar la presencia o la ausencia van a ser diferentes, el modo de
nuestra intervención (cuán pasivos o cuán activos podamos ser)
van a ser modos diferentes. Entre ese paciente fóbico, neurótico,
que nos consulta, que en una serie de áreas de su vida está
relativamente adaptado al mundo que lo circunda, lo cual no quiere
decir perfecta ni armónicamente adaptado, pero que tiene concien­
cia de tiempo y espacio, por ejemplo, con ese paciente no v amos
a tener instrumentos idénticos a los que vamos a u sar con una
persona que llega desorientada en tiempo y espacio, que llega con
un pensamiento psicótico, y esto hace a clínicas diversas. Clínicas
diversas que en términos psicoanalíticos, remiten a u na obra
fundante que es la obra de Freud.
Pero esa obra de Freud tampoco es una, voy a citar referencias
de Pontalis. Después de que Pontalis publicó con Laplanche el
Diccionario de psicoanálisis se le hizo una entrevista que fue
publicada en Buenos Aires, en la Revista Argentina de Psicología,
en la cual le preguntan: "después de haber revisado la obra de
Freud, como usted la ha revisado en detalle junto con Laplanche,
¿usted diría que coPfigura una teoría?" Pontalis dice: "en modo
alguno, se trata de un conjunto de teorías con desiguales grados de
desarrollo , con diferentes niveles en el interior de esa obra y no
podríamos decir que es una obra unificable por el hecho de que
responde a un mismo autor." De hecho este tema se ha planteado
en la literatura también. El hecho de que un solo autor finne
diversos trabajos o diversas obras de ficción no le confiere a esa
producción una unidad estricta, ¡;orque un autor es varios autores.
B ueno, si la obra de Freud no es única, homogénea, sino que es
diversa, contiene múltiples direcciones de desarrollo, tiene múlti ­
ples zonas en desarrollo, además, menos podría ser una la práctica
clínica que se va a basar en esa obra, que va a estar siem pre

22
buscando la manera de apoyarse en esa obra fundadora y en los
desarrollos que la han continuado.
¿Por qué hablar de diversidad? G ran parte de nuestra
psicopatología piensa cualidades de fenómenos, y entonces pode­
mos decir "he aquí el fenómeno de la.: angustia" o "he aquí el
pensam iento confusional" o bien "he aqu í una conducta
persecutoria". Pero si yo digo angustia, pensamiento confusional,
o conducta persecutoria, defino cualidades de conducta, cualida­
des que puedo observar y puedo fundamentar en la clínica. Pero l a
clínica n o se hace sólo de cualidades, s e hace también d e intensi ­
dades, e s decir, e l factor cuantitativo e s tan importante para la vida
de la gente como el factor cualitativo. De modo que si decimos
angustia vamos a preguntar "cuánta angustia, con qué intensidad,
con qué frecuencia". Si decimos pensamiento confusional vamos
a averiguar en la clínica cuántas veces, con qué extensión, con qué
preponderancia. Y vamos a hacer preguntas no sólo sobre l a
cualidad de esos fenómenos sino también sobre la temporalidad de
esos fenómenos. No sólo vamos a preguntar por la angustia sino
cuándo emerge, en qué condiciones aparece, cuándo reaparece, es
decir qué ritmo tiene y nos hacemos preguntas por ritmos, a veces
por ciclos o por periodicidades.
De modo tal que yo ya estoy en un espacio diverso, pero no sólo
porque los fenómenos son diversos sino porque las categorías que
tengo para analizar los fenómenos ya son diversas, porque uso
cualidad de conductas, uso intensidad de conductas y uso tempo­
ralidad de conductas. Con lo cual ya todo eso no se piensa como
uno, se piensa como múltiples parámetros que me van a permiti r
acercarme al fenómeno clínico.
En este sentido de la clínica que no es una, sino diversa, es que
nosotros orientamos el programa de la materia. Ese programa
habla de un campo de psicoterapi as, en plural. Cada vez que yo
escucho la palabra psicoterapi a o psicoanálisis, en general me
produce un estado de zozobra, porque no sé cómo se pretendería
generalizar esto que es diverso.
Si alguien dice la psicoterpia, en singular, no sabremos bien qué
tipo de diseño técnico y para qué experiencia clínica está utilizando
sus formulaciones.

23
Con ese criterio es que nosotros damos en el programa l íneas de
terapias de insight y l as contraponemos con psicoterapias
de continencia. ¿Por qué presentamos dos tipos de terapias?
Porque queremos mostrar esa diversidad , queremos mostrar que

\1 hay situ aciones cl ínicas donde se impone un trabajo de continen­


cia, que en ese momento no va a apuntar al insight, aunque sí pue­
de apuntar a un insight en un momento siguiente.
Del mismo modo, nosotros no hablamos de diagnóstico, habla­
mos de niveles del diagnóstico en el programa. Porque decimos
que el diagnóstico es plural , que el diagnóstico se hace en una
trama de múltiples niveles del diagnóstico, y esto l o mostramos
todo el tiempo en casos clínicos.
Del mismo modo, cuando hablamos de focalizar terapias.
hablamos en plural, de modalidades de la focalización. No hay una
sola manera de focal izar en terapias, hay más de una.
Por último, cuando habl amos en el programa de procesos
terapéut icos también hablamos en plural, porque no hay un proce­
so, no hay un pensamiento de un proceso que me pennita abarcar
todos los juegos y los despliegues de la cl ínica, tengo que pensar
el proceso con categorías diversas. Hay más de un tipo de procesos
de cambio. Y hay.más de un tipo de efectos de cambio en la cl ínica.
Desde luego esta situación de diversidad puede. al estudiante,
complicarle su tarea. porque cuando está estudiando, ya aprender
dctenninado concepto es t rabajoso. No estamos en contra de que
el alumno aprenda ciertos conceptos en singular. creo que es su
primer cscal6n aprender ciertos conceptos en cuanto singular. o en
cuanto individual. El problema no está ahí, el problema es que el
alumno sepa que ahí no tcnninó su búsqueda, y que ahí no tem1inó
su clínica. o que ahí no tem1inó su teoría. Porque no hay duela de
que para hacerse cargo de los ni veles de complejidad que introduce
la clínica es necesario ir subiendo por escalones. y a veces habrá
una etapa donde yo dcha estudiar los fenómenos de la repetición
como si fueran únicos. Tendré que concent rarme y recortar esos
fcn<')menos como si fueran únicos. Pero yo tengo que saber cuando
estoy est udiando los fenómenos de repetición que ah í no se acaba
el mundo del paciente.
Si sé que ahí no se acaba ya me estaré preparando para est udiar
después otros conceptos. Si no lo sé estaré convencido ele que

24
c uando tennine de estudiar la repetición ya tengo en mis manos un
a m1a, un poder. Esto es muy peligroso en ciencias. siempre es
peligroso.
¿Qué ocurre entonces? Nosotros planteamos una clínica que, en
esa diversidad, avanza con un doble frente de preguntas. Doble
frente que es: el de la pregunta sobre la práctica, que es una
pregunta sobre la intervención clínica, dél porqué de su oportuni­
dad y el para qué de sus efectos. pregunta sobre la práctica; y una
correlativa pregunta sobre la teoría que se podría poner en juego
ahí.
Un doble frente porque la teoría con la que trabaj amos, y la
práctica con la que trabajamos, en principio no se unifican, están
siempre en interjuegos. Nunca se sintetizan de un modo annónico.
De modo que suponer que "con esta teoría perfectamente aplicada
en esta práctica enteramente coherente. lograremos efectos cla­
ros", es un ideal. No hay tal cl ínica. Esa clínica es mítica, puede
existir en los deseos de mucha gente, pero si esa gente nos muestra
su material clínico, allí no vamos a encontrar esa clínica. Si
realmente existiera una clínica donde la teoría se une annónicamente
con la práctica, y la práctica produce efectos enteramente claros,
podría tratarse de un sistema robótica al que el paciente no se
acomoda bien.
¡,Qué ocurre? Acá está el problema del teoricismo como un
problema que aparece con frecuencia. Me acuerdo de algunos
alumnos que en el último examen, decían así: "nosotros sabemos
mucha teoría. pero cu ando vamos a bajar a la práctica ... ". Entonces
me quedé pensando en esta idea de bajar a la práctica. Y o creo que
esa relación espacial está mal planteada. Creo que en todo caso, si
hubiera un desnivel, habría que su bir a la práctica, porque una vez
aprendido cierto nivel de complejidad en la teoría, la práctica nos
va a presentar un universo más complejo. un universo de articula­
ciones entre lecturas teóricas. De modo que yo diría. si hay un
desnivel va a haber que subir a Ja práctica. desde teorías que están
en un plano de generalización y tienen que esforzarse por acceder
al nivel de una singularización.
El problema del teoricismo, de todas maneras. es un gran
problema en todas las universidades, no sólo en esta facultad, es un
viejo problema en las disciplinas en general. y en psicoanálisis hay

25
siem pre tentación de desvíos teoricistas. Había la historia de un
psicoanalista kleiniano, en B uenos Aires, que nos daría una pauta
de qué quiere decir teoricismo. Este psicoanalista estaba totalmen­
te fascinado con la teoría kleiniana del psiquismo, con muchas
referencias al pecho y a la etapa oral (esto ocurría en el Hospital
Borda, y en el Borda había un paciente esquizofrénico catatónico
que estuvo un año sin hablar) . Un día llega al hospital y ve que hay
un montón de gente alrededor del paciente catatónico.
Dice: "¿Qué pasó?". "Habló", le contestan. Entonces dice: "¿Ha
dicho leche?". "No". " ¡ Qué lástima!" exclama, y pega un puñetazo
muy decepcionado.
A mí me parece que esto i lustra la problemática del teoricismo.
El odio que le produce a uno cuando la práctica no cierra exacta­
mente la teoría. Uno trata de que cierre, pero el paciente no está
obligado a decir "leche". Y las teorías se hacen así m ás di fíciles
de elaborar.
Feyerabend es un epistemólogo actual que tiene un trabajo in­
teresante que se llama "Tratado contra el método". "Tratado contra
el método" es una dirección que varios epistemólogos y filósofos
han tomado en Europa, que es hacerse cargo de que estan10s en una
etapa teórica de fin de las grandes síntesis. Fin de las grandes
síntesis que obliga a volver a revisar las condiciones de particula­
ridad en las cuales pensamos, condiciones singulares y particula­
res en las que podemos ejercer teoría. En este "Tratado contra el
método" dice algo: "Tengam os en cuenta que ninguna teoría
abarca todos los hechos del dominio a que se refiere".
El m ismo asunto lo va a plantear Umberto Eco, que por eso lo
he citado acá también, en un libro que se llama La estructura
ausente. Introducción a la semiótica. Les voy a leer lo de Eco,
porque aclara un poco más por qué es que una teoría no puede
abarcar el dominio de los hechos, sino que intenta abarcarlo, pero
siempre se le escapa. Um berto Eco lo plantea en términos
l ingüísticos, en términos semióticos, pero el problema es el
mismo. Dice Eco, terminando su estudio:

Si se enfrenta a los sistemas semióticos cerrados con procesos que


responden a un modelo abierto, aparece un elemento extrasemiótico
que es la circunstancia [que es lo que nosotros planteamos en el

26
programa con el concepto de situación] contexto real, externo, no
contexto formal del mensaje que comprende ideologías y circuns­
tancias de com unicación. No todas las circunstancias se resuelven
en signo, hay un margen ú ltimo de la circunstancia en el que ésta
se sustrae al torbel lino de los códigos y de los mensajes y se escapa.
La circunstancia irrumpe para estorbar la vida de los signos y se
presenta como residuo sin resolver, como un complejo de factores
biológicos, sociales y económicos que se modelan como marco de
toda relación comunicativa, como una realidad que flexiona y
modela los movimientos no autónomos de los procesos de signi­
ficación. La vida de los signos es frági l sometida a la corrosión de
las denotaciones y las connotaciones bajo la presión de circunstan­
cias que modifican la potencia sign ificativa original.

Necesitamos de esos sistemas de signos que son las teorías; las


circunstancias desbordan siempre a esos sistemas de signos. Esto
es inherente al procedimiento m ismo de las ciencias que es siempre
i r iluminando sus límites. El modelo de trabajo cient ífico no es so­
lamente iluminar el centro de una escena, sino aclarar dónde están
los l ím i tes de lo que abarca y de lo que no abarca. De modo que yo
diría que en esto que está planteando Eco, la imposibilidad de que
un sistema de signos termine de abarcar todas las circunstanci as a
las que se quiere aplicar, en esto radica la vida de las ciencias, en
esto radica el pensamiento en cuanto vivo. Si el pensam iento no
tiene esa dinámica, ese pensam iento envejece, se queda demasiado
quieto, demasiado sat�fecho narcisísticamente, porque ha ilumi ­
nado u n centro pero h a perdido conciencia de límite.
Sobre esta relación entre teoría y práctica, me interesaba comen­
tarles un análisis del problema realizado entre Foucault y Deleuze.
En un diálogo que ellos sostienen hace unos años sobre los
i ntelectuales y el poder, llegan a esta conclusión: "toda teoría llega
a un punto de detención que se levanta frente a ella como un muro
infranqueable. Ese muro tendrá que ser atravesado, perforado, por
cierto tipo de práctica". Ahí se habla de un interjuego entre teorías
y prácticas que nos interesa mucho en la clínica, porque la clínica
es el lugar donde nos tenemos que dar cuenta de hasta dónde nos
llega la teoría, hasta dónde da y dónde ya no da. Porque ahí donde
la teoría no da, es probable, y éste es el di álogo de Deleuze y
Foucault, es probable que tenga que aparecer una práctica, que
haya que inventar una práctica para movilizar el límite de la teoría.
lt.

27
De modo tal que esta visión a mí me resulta mucho más rica que
la de Alt husser, en su momento. La visión de Althu sser y algunos
otros teóricos franceses suponía que en realidad la práctica es nada
más que aquello que una teoría pem1ite ver, de modo t al que para
Alt husser la práctica era un momento teórico. Esta es una visión
limitada del fenómeno, y una visión que tennina limitando y
empobreciendo la ciencia, porque la práctica no es sólo el l ugar
donde uno I ce con la teoría que tiene, además tiene que saber que
va a tener que encontrarse con eso que Eco l l ama "no expresable
todavía en signos", con eso oscuro que se escapa. La conciencia de
que algo oscuro se me escapa en la práctica es lo que me va a
pennitir revisar pem1anentemente mi teoría. Si yo no tengo esa
conciencia quedo capturado en la t eoría, pero esa teoría es un falo
omnipotente. es decir, es un mito. Un mito que se cava la propia
fosa. porque si la t eoría no tiene conciencia de l ímite y conciencia
de cambio interno. esa teoría no va a ir muy lejos. Justamente hoy
el tema de la ciencia es cómo se trabaja en los l ímites. cómo se
elabora y se crea en los l ímites.
He mencionado a Eugenio Trías. filósofo español que hace un
par de años publicó un libro que se l l am a La avemura filosófica.
Este libro está centrado en el problema del l ímit e. sobre la
import ancia de comprender que es en los l ímites entre diferentes
tipos de objetos, y en los l ímites entre diferentes ciencias, al l í
donde e l pensamiento puede seguir creando. E s decir. e l l ímite
como objeto de est udio actual en la filoso fía. es el espacio donde
se ponen en marcha dinámicas de creación.
¿Por qué? Porque todas las dinámicas de creación emergen en
el choque de elementos heterogéneos. En un mu ndo homogéneo
lentamente la creación se detiene.
Nosotros vamos a hablar de procesos creadores. porque (y esta
es una orientaci6n central en nuestro enfoque) creemos que sin una
clara concepción de procesos creadores, procesos creadores en el
paciente. procesos creadores en el analist a, y procesos creadores en
el interjuego de ellos en cada terapia, sin una concepción de
procesos creadores hay una clínica estática, hay una clínica dete­
nida.
Nosot ros creemos que dinamizar la clínica. en gran medida, es

28
comprender los procesos creadores que se juegan en cada escena
cl ínica. Desci frarlos (porque en gran medida son inconscientes,
i nconsc ien tes para el pac i en t e . inconscientes para el ana­
lista e inconscientes para la propia interacción), nombrarlos. t raba­
jar en su registro de modo constante, es parte esencial del proceso.
De paso. podríamos deci r que invest igar la dinám ica incons­
ciente de procesos creadores nos coloca en el centro de una bús­
queda act ual que es fu11damental , que es : hablar de inconsciente no
es hoy hablar solamente de ese inconsciente que muy profunda­
mente investigó Freud en tomo a psicopatología de la v ida coti­
diana, el chiste. los sueños y el síntoma, sin.o que éste es un
inconsciente de gnm i m po rtan cia cl ínica, pero no es el único. El
primero que com prendió esto fue Freud, en un trabajo de 1 923, que
es "El yo y el ello". A esa alt u ra se da cuenta ele que hay un incons­
ciente del yo, lo cual le hace replantearse el alcance de la noción
ele inconsciente que él había fomrnlado en la primera t 6pica.
Efectivamente, en el año 1 923 Freud estaba fomrnl ando su
segunda tópica del aparato psíquico donde interact uaban como
sistem as el yo, el ello, el su peryó, l o real y éstos interactuaban
como inconscientes, lo cual abría una investigaci6n que Freud vio
claramente en ese momento: lo i nconsciente no definía a un sólo
sist ema. sino que aparecía como una cualidad de m úl t i ples siste­
m as. Uno de los si stemas donde nosotros creemos que hay que
poner el énfasis para comprender l a clínica, es entender un incons­
ciente de procesos creadores. Inconsciente de procesos c readores
que no an ula ni deja de l ado a ese inconsciente de la repet ición que
Freud invest igó con suma cl aridad por ejemplo en l as neurosis.
Sino que m ás vale nuestra clínica se presenta como un interjuego
com plejo, di aléct ico. entre inconscientes: un inconsciente de l a
repet ición. u n inconsciente creador d e diferencias. A l l í e s donde
nos vamos a plantear la cl ínica.
El tema es el siguiente, retomo ahora algunas ideas sobre único,
uno o diverso, unidad o diversidad, y después vamos a hablar ele
clínica. A nosot ros se nos plantea en la clínica t rat ar de ver y
entender pacientes concretos, no pacientes abst ractos. Pero, ¿qué
quiere dec ir concreto? Yo voy a tomar el concepto ele concreto
que utilizó M a rx para replantear su relación con la fenomenología
ele la h i storia de Hegel . Hegel presenta una v isión de la historia
donde él encuentra una causa eficiente para los procesos históricos,

29
que llama "espíritu absoluto". Y Marx se enfrenta �on esa visión
de la historia, y dice: ésta es una visión abstracta, es abstracta
porque busca un cierto tipo de determinantes y los cree rigiendo
absolutamente el fenómeno en estudio. El concepto de causa
eficiente es que hay un tipo de agente determinante, de una
determinada calidad, que da lugar a un universo de efectos.
Entonces Marx dice que esta fi losofía de Hegel es abstracta, que
para pensar la historia concreta tenemos que multiplicar nuestra
lectura sobre los determinantes.
Entonces aparece ahí un contrapunto ya claro en Marx, que es
así: simpli fico, abstraigo, recorto un tipo de determinaciones,
produzco un objeto teórico abstracto -multiplico los ejes de
refe rencia, comprendo que hay una serie de determinaciones
entrecruzadas potenciándose, y entonces produzco un objeto teó­
rico concreto. Escuchen: objeto teórico concreto, porque claro, no
salimos del ámbito de la teoría. Pero si yo voy multiplicando m is
ejes de referencia para comprender dónde está puesta la vida de l a
persona (siempre hay m á s de u n eje d e referencia, n o s e trata sólo
del deseo, no se trata sólo de la neurosis), entonces estoy aspi rando
a producir ese concreto. ¿Logro abarcar enteramente la vida de esa
persona? Seguramente no, estoy intentando aproximarme. Segura­
mente no la abarcaré, pero trataré de aproximarme con el mayor
rigor, con l a mayor amplitud posible.
En el año '30 en Francia, aparece un filósofo que no llegué a
incluir, que es George Politzer. Politzer revisa el psicoanálisis de
l a época en Francia y dice: "éste es un psicoanálisis abstracto",
porque "no me habla de la gente, me habla de la fijación, de la
regresión, de la libido y del Edipo". Yo aspiro, dice Politzer en el
año ' 30, a que haya una lectura de una psicología concreta, es decir
"una psicología que me muestre a la gente viviendo, a la gente
trabajando, a la gente respirando, y desde luego, en esa gente que
está viva, entrarán la fijación, la regresión, la libido, el Edipo, pero
entrarán de modos singulares". Yo tendré que descubri r las mane­
ras singulares en que cada persona vive su regresión, su fijación,
su libido, su Edipo.
El problema que aparece acá es un problema filosófico amplio
que está en juego en todas las ciencias, sostenido por la pregunta:
¿cómo podemos generalizar, hasta dónde podemos generalizar, y
dónde tenemos que particularizar?

30
En uno de sus trabajos G illes Deleuze dice así: "En la actualidad
nos toca investigar articulaciones de superficie". ¿Qué son las
articulaciones de superficie? Son las maneras en que dinámicas
profundas del individuo, del grupo, de la institución y del país se
abrochan en un momento dado y producen un efecto (por ejemplo,
síntoma fóbico). ¿Por qué? Porque esto es lo que ocu rre en un
tiempo y un lugar determinado, esto no ocurre ni ayer ni mafíana,
esto ocurre hoy. En esa superficie del tiempo hoy, y en este espacio
que agrupó a la gente en facultad, allí vamos a tener que detectar
articulaciones en los límites. Ese es un pensamiento de conjuntos.
Deleuze dice: lo oculto, Jas dinámicas de profundidad se revelan
por esos "efectos de superficie".
Lo que abre la revisión de las relaciones entre teoría y prácticas
es un horizonte diferente, y es importante que para el estudio de una
teoría ese horizonte esté trazado desde sus comienzos. Es el
horizonte de una perspectiva crítica del discurso teórico, una
conciencia de que toda teoría debe tener problematizada su capa­
cidad de dar respuestas y jerarquizada su capacidad de renovar las
propias preguntas.
Recordemos con Deleuze: "Lo verdadero sólo se presenta al
saber a través de las problematizaciones; y éstas surgen a partir de
prácticas, prácticas de ver y prácticas de decir".
Lo que sostenemos, entonces, frente a los absolutos siempre
supuestos posibles en las formas de todo discurso dogmático, es
una Epistemología (i,e Pensamiento Crítico. El criticismo en
filosofía abrió un tercer camino, en esa clásica polaridad de
dogmatismos y eclecticismos. No estamos obligados a caer en una
ortodoxia ni en las l imitaciones del eclecticismo. Es posible operar
con un pensamiento crítico. (Línea de varios autores italianos,
Cario Viano, Massimo Cacciari, creemos que Umberto Eco en sus
últimos l ibros.)
La consideración de "srruACIONEs" va más allá de una amplia­
ción de los objetos en estudio : supone el empleo de otras modali­
dades de pensamiento.
Ferrater Mora, en Modos de hacerfilosofía, destacó dos modos
de razón, la razón "analítica", y la razón "integradora". La razón
analítica, de tendencia generalizadora, sistem atizante, opera me­
diante procedimientos lingüísticos-reductivos. La razón integradora
de tendencia particularizante, procede mediante construcción de

31
conjuntos y emplea m odelos de hi storización para esos conjuntos.
La primera esquematiza ciertos hechos construyendo m odelos de
objetos en los cuales explica comportamientos que se repiten.
Generaliza "razones parciales", insistentes segmentos de relacio­
nes causales. Opera reducción por dos vías: general izar semejan­
zas, y definir ci erto hecho o l ey como el esencial.
En l a razón integradora, pensamiento contex_Juantc, se constru­
yen conjuntos en los que cada problem a t iende a ram i ficarse, a
descomponerse en varios. Hay una temporalización y di versificación
de hechos en tales conjuntos. Pensam iento pluralista (no una
esencia sino varias entrecruzadas en sus leyes y efectos), leyes
diversas son reconocidas en su mutua i rreductibilidad, se genera­
l iza una especie de ley de diversificación. se reconocen no sólo
semejanzas de comportamientos sino d i ferencias (Wittgenstein:
"enseñar es mostrar diferencias").
Me da la impresión que todo versus entre estos dos m odos de
razón podría sostener el equívoco de suponerlos en el m ismo pl ano
lógico, lo cual es posible pero no for1.oso.
El estudio que recorta objetos y el que los art icula pueden, en
parte, responder a registros de di fcrente orden de complejidad. llya
Prigogine en Elogio de la complejidad señal a así que el problema
esl á en com prender

cosas que carnhian (diferencias) en u n mundo que también muestra


el no cambio (repetici6n de comportamientos). Una ciencia que
anal i1.a todo en fragmentos, en pe4ucfías porciones, que procede
separando. aislando objetos, no puede dar cuenta de círdcnes de
com plejidad.
Complejidad ind ica pluralidad, diversidad de modos de funciona­
miento. Ha habido un modelo prestigiado en ciencias (que el físico
Bohm por ejemplo propuso para pensar el universo) que es creer
que hay una informacicín preexistente, oculta, una t rama inicial
que se despl iega sin novedad. de modo que ocurre Jo que ya estaba
inscri pto en esa trama inicial .
Hoy ta les ideas no s e sostienen: s e hace evidente que hay sistemas
inestables. bifurcaciones: nada queda atrapado en una trama
previa. Hay dirección del t iempo. irreversibilidades. no mera
permanencia de lo t razado en los orígenes.

32
Una prohlemát ica abordada en d i recciones similares es conside­
rada por Umherto Eco en La estructura ause11te. lntroducció11 a la
semiótica quien ha distinguido un pensam iento que aísla est ructu­
ms de un pensam iento "serial". El pensam iento serial registra la
dispos ición compositiva de l as series, su variabilidad posicional,
donde no se suponen constitu idos "todos" sino conjuntos sólo
tem porari amente uni ficados.
Tales conjuntos (con cuyo modelo proponemos pensar l as
"situaciones" de la clínica) retienen en sí lo heterogéneo , lo no
abarcahle de las series, ya que éstas contienen l íneas de fuga, v ías
de despl azam iento que t raspasan los l ím i t es de cada configura­
ción. Para el pensamiento serial el l ím i te es de configuración,
pc11eneci ente a un diseño de esa configuración.
El pensam iento serial se abre a l as potencial idades de pensa­
miento creador: una multiplicidad de elementos (seriales, no
aislados, no recort ados) dan lugar al di_seño de una di versidad de
configuraciones. Los efectos son de configuración, no de esencias
aislables. Así, como en otro capítulo destacaremos el pensam iento
serial en Cervantes, aquí merece que recordemos el de Borges en
su cuento "La m uerte y la brújula":

En el segundo piso ... la casa le pareció infinita y creciente. La casa


no es tan grande, pensó. La agrandan la penumhra, la simetría, los
espejos. los muchos años. mi desconocimiento, la soledad.

Las series producen su efecto de composición po r convergen­


cias ( resonanc ias múltiples en puntos de anudam iento propios ele
la red si t uacional), un efecto ele casa abrumadoramente enonne,
monst ruosa. Punto crít ico que como sugi rió Piera Aulagnier debe
comprenderse en el cruce ele un acontecer y un fantasma.
Pensam iento serial que también encontramos, una y otra vez, en
Gil les Delcuze. Así en su t rabajo La filosofía de Frmu;ois
Cluítclet donde destaca que Chiltelet dijo de sí: "he tenido una
educac ión hurguesa. he siclo i n l1uido por Hegel , he v i v ido una de
esas épocas de la historia que enfenn an a cualquier alma un poco
sen sible . . . .
"

:n
Tres hechos diferentes, dice Deleuze,

un conjunto plural, desplegamiento de algo que no es lo "vivido"


subjetivo que puede aislar singularidades, ni el concepto que las
ahoga en lo universal, suponiéndolas simples momentos de una
esencia, sino la operación que produce una configuración, la más
consistente posible para esas singularidades. En tal campo de
singularidades se efectúan operaciones que establecen para las
m i smas el diseño de una configuración, acto de desplegamiento
que traza relaciones de unos a otros puntos, los conectan y hacen
converger en tornos.

Eugenio Trías, a quien citamos antes, ha mostrado en sus


últimas obras (La aventurafilosófica y Lógica del límite), que "la
filosofía actual apunta a indagar al ser en los límites, el límite como
objeto. Lo que el límite une y escinde, deslinda, son siempre obje­
tos heterogéneos".
Allí se sustenta la diversidad que sólo puede ser configurada por
un pensamiento serial. En el límite "se da cita la diferenci a", lugar
de concordanci a en disparidad. En este punto destaca la posi­
ción de Heráclito que pudo pensar "un lugar donde se cita en su
diferencia lo dispar".
Tam bién los trabajos m ás recientes de Castoriadis insisten en la
perspectiva de un modelo heterogéneo de instancias y espacios
psíquicos. "Cada instancia del psiquismo arm a su propio m undo
en oposición al m undo de las otras".
Castoriadis desarrolla una concepción de pluralidades, conjun­
tos a pensar según un modelo de "lógica de magmas" que no
admiten la reducción a un solo tipo de lógica. Tal modelo de
m agmas señala condiciones particulares para pensar relaciones
entre orden y desorden.
El orden y el desorden en mezclas siempre inevitables aparecen
como categorías centrales en estudios de Georges B alandier: la
inexorable coexistencia de caos y orden, de desorden en el orden,
hace imperioso reconocer que toda propuesta de discurso científi ­
co dotada de intención ordenadora encontrará en lo esencial de su
objeto resto no ordenable, azar y desorden, que hacen subsistir en
ese objeto toda clase de enigmas.
Para Castoriadis el psiquismo aparece con un modo de ser de

34
magma estratificado, descomponible en láminas o niveles, algu
nos de los cuales responden a un orden relativamente determina­
ble y fo nnalizable en relaciones de sentido, m ientras que otras
capas y el conjunto de ellas en consecuencia, mantienen desorden,
creatividad radical, márgenes de lo enigmático imprevisible que
resisten a toda formalización. El psiquismo resulta así, por sus po­
tenciales de desorganización y reorganización creadoras, un activo
generador de enigmas. Estos modelos resultan esenciales para
sostener una clínica abierta en sus fines y en sus intervenciones.

Bibliografía

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CASTORIADIS, Cornelius, El psicoanálisis, proyecto y elucidación, B uenos
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TRIAS, Eugenio, la aventura filosófica, Madrid, Mondadori, 1 98 8 .
-, lógica del límite, B arce lona, Destino, 1 99 1 .

35
-J
EL ABORDAJE CLINICO
DE LAS EST RUCTURAS NEUROTICAS
EN PSICOTERAPIAS
CTURAS PSICOPATOLOGIC AS Y SU ABORDAJE
ES TR U
PS I CO TE RA PIAS :
EN
PR OCE SO EN L A S ESTRUCTURA S FOBICAS*
EL

En esta comunicación me interesa transmitir ideas y experiencias


clínicas que hacen a una concepción estratégica para el abordaje en
psicoterapias de diferentes estructuras de personalidad. Esta con­
cepción destaca, yo destaco, la necesidad de adecuar los recursos
y las actitudes del terapeu ta a las condiciones particulares que
presentan para el desarrollo del proceso diferentes estilos de
personalidad que concurren a la consulta.
Creo que esta dirección de investigación fue inaugurada por
Freud, sobre todo en dos trabajos donde hace referencia a proble­
mas técnicos. Un trabajo de 1 9 10 que fue la intervención en un
congreso de psicoanálisis, en Nuremberg, que se llama "El porve­
nir de la terapia analítica" y, más explícitamente, en otro trabajo de
1 9 1 8 (del congreso de B udapest) que se llama "Los caminos de la
psicoterapia psicoanalítica", donde Freud plantea muchos de los
problemas que actualmente estamos investigando, que personal­
mente y con un equipo grande de colaboradores venimos investi­
gando en los últimos años, porque creemos que son problemas
enteramente abiertos, nada resueltos todavía.
El pasaje de Freud que quiero mencionarles, para ubicar el
espíritu de esta línea de investigaciones, señala en "Los caminos
de la psicoterapia psicoanalítica" lo siguiente:

El descubrimiento de que las distintas formas patológicas que

* El contenido de este capítulo fue presentado como confe rencia especial en e l IV


Congreso A rgen t i n o de Psicología, Rosario, 16 de octubre de 1980.

39
tratamos no pueden ser curadas todas con la m isma técnica, nos h a
impuesto otra especie totalmente distinta d e actividad. Sería
prematuro tratar ya aquí detalladamente de esta cuest ión, pero sí
puedo haceros ver, en dos ejemplos, en qué medida surge aqu í una
nueva modalidad activa de n uestros métodos. Nuestra técnica se
ha desarrollado en el tratamiento de la hi steria y permanece aún
orientada hacia esa afección. Pero las fobias nos obligan ya a
salirnos de nuestra conducta habitual. No conseguiremos jamás
dominar una fobia si esperamos que el análisis llegue a mover al
enfermo a abandonarla, pues no aportará entonces n unca el
an:ll i sis el material indispensable para conseguir una explicación
convincente de la m isma. Por tanto. habremos de seguir otro
camino. Tomemos como ejemplo la agorafobia en sus dos grados,
leve y grave. El e n fermo de agorafobia leve siente m i edo de ir solo
por la calle, pero no ha renunciado a hacerlo. El enfermo grave se
protege ya contra la angustia. ren unciando en absoluto a salir solo.
Con estos últimos no alcanzaremos jamás resultado positivo
alg uno si antes no conseguimos resolverlos. por medio del influjo
analítico, a conducirse como los primeros. esto es, a salir solos a
la calle. aunque durante tales tentativas hayan de luchar penosa­
mente con la angustia. Así pues, hemos de tender antes a m itigar
la fobia, y una vez conseguido esto mediante nuestra intervención
activa, el en fermo se hace ya con aquellas ocurrencias y recuerdos
que permiten la solución de la fobia. La actitud expectante pasiva
parece aun menos indicada en los casos graves de actos obsesivos,
los cuales tienden. en genera l . a un proceso curativo ··asintótico",
a una duración indefinida del tratam iento. surgiendo en el los, para
el an:ílisis. el peligro de extraer a luz infinidad de cosas sin
provocar modificación alguna del estado patológico.

Muchos autores siguieron l uego estas l íneas ele indagación


tanto en psicoterapias individuales como grupales. En nuestro país
debemos dest acar los trabajos de Davi d Libennan con su énfasis
en l a com prensión del estilo propio de cada t i po ele personalidad
y en la necesidad de encontrar el t erapeuta un estilo com plemen­
tario.
Las diferencias entre esos t ipos de personalidad y los proble­
m as de abordaje técnico que plantean, pueden ser consideradas
desde una perspect iva amplia como inherentes a diversos tipos de

40
est ructura psicodinám ica profunda, a diferentes fonnas de organi­
zación caracterológica y a distintos estilos de comunicación.
Para ampliar un poco más el problema que quiero introducir
aqu í: cuando hablamos de una organización psicodinámica pro­
funda creo que estamos hablando de posiciones con respecto al
proceso edípico, desarrollo del proceso de identi ficaciones, angus­
tias y defensas.
Pero ese mm1clo, el ele esa organización psicodinámica profun­
da, se encama en una organización caracterológica y en un modo
efe comun icación. Se encama, se expresa a través de, y se mantiene
po r la existencia ele una organización caracterológica y de un estilo
ele comu nicac ión.
Una organización caracterológica quiere decir: fomrns estables
automáticas de regulación ele esas angustias, ele esos confli ctos de
nivel profundo, que funcionan como sistemas de homeostasi s
reiterada. autom ática, para e l m anejo d e esos conflictos propios de
l a estructura profunda. Y desde esas fom1as de organizaciones
de carácter estable, se instalan modalidades de comunicación, que
hacen a modalidades ele em isión y recepc ión de mensajes y
modal idades semánticas, como referenci a a ciertos temas que
insistentemente cada estructura tiene como "sus" temas. los temas
de su propi a fantasm áti ca que son los temas a los que vuelve
reiteradamente.
Lo que ocu rre es que esa estructura profunda. entonces. está
funcionando a través tlel carácter y del modo de comuni carse el
paciente; pero justamente esas pautas del carácter y modos de
comunicación son los que se nos presentan en el t rabajo clínico en
cada momento de cada sesión. Y son esos problemas los que
aparecen primero. como problemas a abordar de alguna m anera
eficaz. De este modo los problemas de abordaje y eficacia pasan
por analizar cuáles son las formas de funcionamiento
caracterológico y comunicacional en las que se expresan las
estructuras projimdas.
Es a part ir de ahí que se abren num erosos problemas técnicos,
a mi juicio totalmente abiertos a una invest igación que tenemos
por delante y de la que ya llevamos real izados tramos. creo que
bastante impm1ante s.
Di ría desde ese ángulo, y entendiendo lo que la estructura de

41
carácter mantiene en cada paciente, la homeostasis que regula, que
en el proceso terapéutico no se avanza atacando defensas, ni
barriendo defensas; se avanza a través de vías, de desfiladeros que
esas defensas nos dejan abiertos.
Encontrar las vías y las maneras de transitar esas vías, eso, es
enfrentar los problemas de las técnicas terapéuticas. El abordaje
estratégico, decía en el resumen, de cada personalidad, requiere
tomar en consideración los obstáculos y las vías de acceso ofreci­
das por esos diversos parámetros.
Para ilustrar estas cuestiones de orden general, quiero mencio­
nar en esta conferencia los problemas y recursos que pueden
movilizarse en el tratamiento de pacientes predominantemente
fóbicos.
El interés de trabajar sobre esas estructuras, estaba ya señalado
en el párrafo que les cité de Freud, era porque "ya las fobias", decía
Freud, replanteaban la técnica. Además, creo que nuestro interés
en estas estructuras está l igado a la gran frecuencia de consultas
alrededor de patologías fóbicas.
Todo terapeuta recibe, seguran1ente, m ás de un paciente fóbico
y posi blemente m ás pacientes fóbicos que con otras patologías.
Las consultas son habitualmente por problemas de eficacia
laboral, por problemas de decisión vocacional, por dificultades
sexuales o de relación de pareja.
Lo cierto es que tenemos que vemos continuamente enfrentados
entonces, con una patología para la cual ya la llamada "técnica
clásica" no servía en 1 918.
Por otro lado, para referirme a estas patologías fóbicas que
puedo ir generalizando los datos de una experiencia clínica bastan­
te amplia. Personalmente he trabajado a lo largo de varios años con
catorce pacientes predominantemente fóbicos. He trabajado
exhaustivamente con ellos. Algunos de estos pacientes han term i ­
nado y a s u s tratamientos y los resultados d e esos tratam ientos han
sido para mí muy importantes como para poder reflexionar qué
hice, cuánto hicimos con los pacientes en esos tratam ientos,
qué permitieron poner en marcha procesos muy ricos. Algunos de
esos pacientes fóbicos están actualmente en tratan1 iento conmigo
y estoy constantemente tratando de indagar cuántos y cuáles son
los problemas para el abordaje especial de esa estructura.

42
Desde luego no estoy sólo centrado en esta estructu ra, sino que
este plan de investigación que estoy tratando de transm itirles está
buscando la manera de sistematizar los elementos que hacen al
abordaje técnico de estructuras histéricas, estructuras obsesivas,
estructuras borderline, patologías narcisistas. En una segunda
etapa, más adelante, tendremos que abordar con la misma línea las
estructuras perversas, psicóticas y psicosomáticas, que también
suponen numerosos problemas técnicos diferenciales.
Además, con un equipo amplio de colaboradores estamos tra­
bajando en otros numerosos casos, a los que sigo de cerca en
supervisiones, en ateneos clínicos, en grupos de trabajo, y la
muestra de pacientes f6bicos con la que puedo ampliar estas
general izaciones está en este momento en cincuenta pacientes.
Es desde esta experienci a de cincuenta pacientes que les voy a
i r transm itiendo los puntos que más pueden interesamos para los
fines de esta comunicación.
Me parece posible pensar el proceso terapéu tico que se desen­
vuelve con pacientes f6bicos como el despliegue progresivo de
varias fases; cada fase presenta ciertas tareas como posibles y
necesarias con cierto grado de prioridad, pone en juego con mayor
intensidad, ci ertos confüctos y activa correlativamente problemá­
ticas transferenciales particulares.
Para formular un primer panorama general paso a plantear a
continuación las fases en el orden de sucesión en que el proceso
suele desplegarlas.'La sucesión de esas fases se me presenta como
el despliegue de un sistema telescópico. Cada fase emerge de la
precedente, a la cual no suprime. Las tareas se van encadenando,
se van agregando, se superponen; ansiedades y conflictos del
comienzo mantienen su vi gencia pero va vari ando su intensidad,
la frecuencia y el sentido, en función de tareas de fases siguientes.

l . Primero menciono estas fases en términos globales y después


trato de entrar en detalles. Se me presenta una primera fase de
trabajo que es la fase de creación del vínculo terapéutico, es decir
la fase de especificar condiciones de contrato, objetivos, encuadre,
para la puesta en marcha del proceso. Para todas estas tareas los
pacientes f6bicos plantean condiciones especiales al mostrar desde
el comienzo una gran ambivalencia con respecto a aceptar un

43
contrato. comprometer cierta duración del proceso y cierta fre­
cuencia de sesiones. El problema es muy amplio para esta primera
fase del trabajo. El problema es que el paciente y el terapeuta parten
desde ópticas muy diferentes acerca de lo que es necesario y de l o
q u e e s posible, y desde esas diferentes ópticas esta fase inicial
requiere trabajar hasta elaborar delicadamente zonas de tran­
sacción entre lo que es posible y lo que es necesario, zonas en l as
que tendrán que estar en juego todas las divergencias de ópticas
iniciales y desde l as cu ales los puntos de desacuerdo puedan
comenzar a ser objeto de un trabajo compartido.

2. La segunda fase del proceso se me presenta como la fase de


relevar detalladamente l a situación de interacción donde el pacien­
te fóbico est á incluido, y en las que relata vivir habit ualmente con
emergencia de ansiedades. En ese relevamiento se trata de realizar
progresivamente un reconocimiento de pautas vincu l ares. las
pautas que hacen a esta organización del carácter. al estilo de
comunicación.
El trabajo en esta segunda fase del proceso es abordar l a
problemática del paciente a través d e situaciones de interacción.
Est a parece ser una vía singul am1ente accesible para el trabajo del
paciente, dacio que l as defensas disociativas y proyectivas de las
fobias, tienden a configurar un espacio intennedio en e l cual l o
interno y lo externo están constantemente e n relaciones ambiguas.
La ambigüedad de ese espacio aparece en l as fobias como una
condición de tolerancia para aproximarse y contactar con sus
propias pautas.
Diría que en una etapa inicial del proceso es probable que para
el paciente fóbico sea más tolerable hablar de su relación con los
otros y hablar ele los otros, pero en ese hablar ele los otros no est án
en juego sólo los elementos disociativos y proyectivos. Además
creo que es el camino que un paciente fóbico tiene para empezar a
incorporar modelos que después le servirán para pensarse él.
En muchas situaciones en sesión el paciente fóbico sigue bien
Ja idea de lo que le estará pasando a t al persona ele su entorno y l a
sigue con interés y puede i r incorporando al l í todo u n aprendizaje
acerca de vínculos y mecanismos internos, pero está diciendo con

44
ese modo de aproximación: "Todavía no me ani m o a pensar que
t od o eso t ambién me pasa a m í".
En esa fase yo no tengo apuro por convencerlo de que todo eso
también le pasa a é l , creo que tendrá que ser el paciente el que
l legue en un momento dado de su proceso de m aduración a
interesarse por saber si eso t ambién le pasa a é l . El trabajo sobre
estas situaciones de interacción pem1 ite esbozar modos de co­
nexi ón entre dinami smos del paciente y pautas y estilos de otros,
para é l sign i ficativos.
Creo que en est a fase nuestro t rabajo se real iza en una zona de
ent recruzam iento, entrecruzam iento entre una ópt ica de psicología
grupal y una ópt ica de psicol ogía individual, de mecanismos
int rapsíqu icos.
Es en esta intersección donde creo que el paciente fóbico puede
instalar con nosot ros una rel ación de t rabajo que puede i r avan­
zando.

3. Hablo de una tercera fase del proceso cuando se ha logrado i r


creando progresivam ente. i r del imitando u n espacio interno como
reconocim iento ele una real i dad psíquica indiv idual.
Ese es un largo proceso. Cuando hablo de progresiva clcli m i t a­
cicín, quiero destacar que nosotros, por nuestra fomi ación, por
nuest ro oficio. concebimos ya (y no nos ha siclo m uy fác i l
asum i rla), la noción ele u n a realidad psíqu ica individual ; el pacien­
te fóbico no la tiene y !ampoco cst á en cond ici ones de asum i rla, por
lo tanto t i ene que l l egar a aprehenderla y, fundamentalmente, a
tolerarla.
Esa re a l i d ad psíq u i c a es una de l as zonas pel i grosas ,
amenazantes. del universo fóbico. La cuest ión est riba, en la
segunda rase, para llegar a la tercera, en i r aproximando al paciente,
en ir const ruyendo condiciones para acept ar y reconocer esa zona
temida que es la ele su psiqu ismo.
En esa progresiva del i m i tación de ese espacio i nterno va
tom ando intensidad la posibil idad de investigar el uni verso descante
del pac iente, lo que podemos l lamar conllictos profundos.
Esa puede ser una etapa de el aboraciones profundas en cuanto
a la manera de pl antearse los confli ctos, que antes eran planteados
más en términos interaccionales. Ciertos confl ictos básicos en

45
términos de progresión-regresión y sus correlatos profundos como
conflictos de identificaciones y conflictos en las posiciones del
Edipo (en relación con castración y posiciones fálicas) se hacen
trabajables en esta tercéra etapa.
En esta etapa es posible profundizar sobre las funciones de los
objetos fobígenos y de los objetos protectores en la estructura
propia de ese paciente.
Esta elaboración permite entrar a discriminar fantasmas de
castración y las experiencias actuales que evocan a esos fantasmas
y que parecen "realizarlos".

4. Hay una cuarta etapa en esta visión del proceso (que desde
luego admite también otras puntuaciones de etapas) .
Yo ubico esta etapa como aquella en la cual, como resultado de
todo ese proceso de trabajo profundo, emerge la angustia en el
paciente fóbico con una intensidad y con una calidad nuevas.
Porque la angustia emerge a partir de un proceso en el que el
paciente ha ido debilitando sus defensas. Esto en función de que ha
ido aprendiendo algo fundamental: que sus defensas fóbicas
estaban instaladas para defenderlo de amenazas de castración, pero
en la práctica y todos los días de su vida, sus defensas fóbicas eran
la ejecución de sus verdaderas castraciones.
En el momento en que ese paciente ha podido interiorizar con
suficiente insight esta perspectiva, en ese momento el paciente
asume que sus defensas son sus enemigas, que las defensas que
parecieran protegerlo, en realidad son las maneras de funcionar
que lo condenan.
En ese mom ento la emergenci a de la angustia es muy fuerte,
pero es el momento en el cual el paciente está en condiciones de
empezar a adquirirpautas distintas de funcionamiento y a despren­
derse de sus viejas pautas defensivas, disociativas y evitativas.
En esa etapa creo que se abre la posibilidad de que el paciente
vaya aceptando que sólo con ciertas experiencias de desprendi­
m iento (que empiezan por ese desprendimiento de las propias
pautas defensivas), sólo con esas experiencias de castración es
posible empezar a hacerse cargo, a adquirir efectivas potencialida­
des, efectivas potencialidades con valor evolutivo.

46
Si e sto avanza en esa dirección y se consolida, es posi ble iniciar
un trabajo de termin ación.

s. Este trabajo de terminación de tratamiento replantea y reactiva


todo s los conflictos de todas las fases que mencioné y da lugar a
nuevas síntesis, da lugar a nuevas reconstrucciones. Ese trabajo
estará destinado seguramente a continuar el curso de un autoanálisis
interminable.

Antes de ahondar en cada una de estas fases quisiera volver a l a


idea general d e la conferencia, la idea general que s e ejemplifica
sólo a través de esta problemática fóbica y su tratami ento. Quisiera
plantearlo así:
Permitamos en nuestra tarea que cada estructura de personali ­
dad nos revele cuáles son sus caminos, los caminos para u n proceso
de elaboración y reestructuración profunda de sí misma.
No le impongamos al paciente la violencia, no sólo la violencia
de interpretación, como lo acentuaba un texto de Piera Aulagnier,
sino la violencia de los prejuicios técnicos acerca de lo que
supuestamente de modo universal tiene que ayudar a un paciente
y de lo que supuestamente también, de modo universal, no puede
"ayudarlo" en su proceso.
Perm itamos que cada estructura, que cada paciente en consecuen­
cia, nos enseñe a ayudarlo. Intentemos abrir una ampli a investiga­
ción en ese punto todds los días, con cada paciente, acerca de cuál
es la manera en que podremos ayudarlo, que seguramente no es una
manera universal ya reglada y fijada por nadie. Freud m ismo esta­
ba viendo este problema en 1 9 1 O y en 1 9 1 8, con mucha claridad.
Desde ese ángulo yo creo que es interesante investigar qué
factores, cuántas razones y de qué tipos, han llevado a muchos
grupos de trabajo profesional, rei teradamente, a suponer que había
que consti tuir una técnica única para todo tipo de trastornos.
"La técnica", una especie de configuración mítica, que defini­
ría idealmente las terapias correctas y las incorrectas.
Digo un mito referido a una técnica fija y universalizable,
porque en la práctica m uchos de los autores que pretenden susten­
tar "la técnica" en singular, con sus pacientes no pueden sostener­
la , Y eso creo que por un feliz respeto al sentido de realidad.

47
Creo que la fantasía de que const ituyendo una técnica única se
fundaría un t rabajo cl ínico riguroso, esa fantasía, hoy, no se
sost iene.
Creo que hay suficientes elementos para pensar todo lo contra­
rio estrictamente y es que "la técnica" así llam ada, en singular, no
guarda rigurosa relación con n i nguno de los problemas cl ínicos
planteados por la diversidad de est ructuras psicopatológicas.
Creo que en ese sent i do las apariencias engañan y que si supone
que una técnica, por ser planteada como una y m u y pautada, es
rigurosa. eso es sólo u11a apariencia de rigor. Yo c reo que el rigor
estriba en i nvestigar la diversidad de condiciones cl ínicas en las
cuales nuestro trabajo se pueda hacer eficaz y que el rigor está en
inst rumentar al servicio del proceso todos los recursos que esa
est ructura perm ita y adm ita.
Esta apertura que estoy planteando, este cuestionamiellfo total
de la idea de una técnica fija y u11iversal ¿signi fica entonces que
todo vale?, ¿que hay lugar para una especie de espontaneidad
caótica? Todo lo contrario. Creo que nos compromete a invest igar
muchísimo más, seriamente, l as condiciones de empico de cacla
inst rumento técnico en cada momento de cada proceso y en cada
sesión.
Para poder segu i r hablando ele los problemas ejempl i fi cados en
el caso ele la est ructura fóbica voy a i r haciendo referencia a
aspectos psicopatológicos y a sus problemas técnicos. No voy
a hacer una exposición psicopatológica global de la estructura
fóbica porque eso me insum i ría tocio el tiempo de la conferencia.
Supongo en l os colegas un conocim iento general de los psi­
codinamismos ele la est ruct u ra fóbica. Y además rem ito a los
colegas para el conocim iento de esa visión psicodi námica global
a numerosos t rabajos de psicopatología, ele autores que a mí me
han permit ido esclarecer muchos aspectos de est a est ructura. Di ría
que tal vez debamos tomar como t rabajo fu ndante el historial
clínico de Freud sobre el caso Juanito: " Anál isis ele la fobi a de un
nifio de cinco años".
Luego qu iero mencionarles t rabajos de orientaci6n kleiniana,
como los de Hanna Segal sobre l as ansiedades persecutori as y los
mecanismos disociativos y proyect ivos en las fobias; t rabajos
argent inos como los de Dav id Libe nnan sobre ps icodinam ismos

48
en las fobi as y sus correlativos aspectos comunicacionales; los
t rabajos ele Mom sobre aspectos caracterológicos en l as fobias,
especialmente en lo referido a l as regul ac iones de l as d i stancias en
Jos vínculos y en la relac ión t rans ferenci al y los t rabajos de l a
orientación est ructurali sta. e n particular el trabajo d e Lacan sobre
el hi storial clínico de Freud, que t ranscribió Pon t al is y que fue
publicado en l a Revist a /mago de Buenos A i res: "Las relaciones de
objeto y las estructuras freudi anas". Creo que es un t rabajo que
pem1 ite profundizar ricamente los problemas edípicos en las
fobias y su fantasmát ica, que el h istorial clínico de Freud estaba
revelando con una notable sagacidad.

En la primera fase del vínculo. en la fase de cons t itución de l a


rel ación terapéut ica, ¿qué problemas se nos plantean? Allí mencio­
né ya v arios, quiero especi ficarlos.
Nos encont ramos con un paciente que como resultado de todo
un proceso edípico intensamente confl ict ivo con ambas fi guras
parentales. se encuentra tanto con amenazas de encierro (que
remi ten a ansiedades claust rof6hicas), como con amenazas de
abandono (que rem iten a ansiedades agorafóbicas).
Todo ese m undo con ll i ct ivo se nos instala en la relación
terapéutica desde la primera consulta y nosotros somos. clescle ese
momento, t anto objetos protectores como objetos peligrosos.
Todo ese conllicto toma en el paciente la fonna ele u na
am bigüedad de comienzo, una ambigüedad con respecto a con­
ciencia ele enfcnneclacl y a disposición y condiciones para t ratarse.
Es un paciente que viene "pero no sabe si se podrá quedar", no
sabe si tendrá horarios di sponibles, o condiciones económ i cas
adecuadas y además "no sabe si se t iene que t ratar" porque "a lo
mejor la solución está en otra parte".
Todo ese es el comienzo de una relación d if íc i l . Me parece que
frente a est a ambigüedad ini cial es importante que el terapeuta
pueda especi lkarciertos elementos que juegan en el interior de esa
ambigüedad, que son los elementos de una ambi valenc i a
t rans ferencial. Pero posiblemente sea importante actuar no presio­
nando ninguno de los polos de esa ambiv al enc ia. El paciente
fóbico t iende a manejar sus con ll ictos de un m odo proyectivo
delegando alguno de los tém1 inos del conll icto en el otro. No es

49
conveniente que el terapeuta asuma enfáticamente que el paciente
"debe" tratarse. Creo que lo que el terapeuta tiene que devolver
son ambos términos de esa polaridad conflictiva inicial de modo
que el paciente pueda i r haciéndose cargo de que eso es él, ese
querer tratarse y ese no querer tratarse también.
El problema es que de entrada necesitamos, el terapeuta nece­
si ta, dado que este tipo de paciente necesita, contar con m árgenes
de movim ientos para establecer un contrato que tenga flexibili­
dad, es deci r hay que tener una ubicación, una actitud flexible para
c rear las condiciones de contrato sobre cuya base se pueda poner
en marcha este proceso. Y muchos procesos fracasan porque de
entrada no hay flexibilidad en el contrato.
¿Qué problemas de contrato nos plantea el paciente? Uno
referido a la frecuencia de las sesiones con las que va a trabajar.
Otro referido a qué tiempo se compromete a trabajar con noso­
tros. Otro referido a cómo va a trabajar con nosotros: ¿mi rándonos
a la cara, dialogando, en u n encuadre de diván, de silencio ana­
lítico?
Ahí ya están planteados muchos problemas de comienzo.
Desde la experiencia clínica que les mencioné con ese grupo de
pacientes no es frecuente que un paciente fóbico pueda tolerar más
de dos sesiones semanales, es raro, me parece casi asombroso
cuando puede hacerlo. Más aún, el hecho de que acepte tres
sesiones semanales tampoco muestra que puede trabajar en esa
. frecuencia. Suele darse que si el paciente acepta una frecuencia
mayor de dos reuniones semanales, falta a una; o el material de esa
tercera sesión resulta tan intensamente bloqueado que se trasforma
casi en el equivalente de una ausencia. Digo "casi el equivalente"
·

porque indudablemente no será lo m ismo.


Pero en este sentido lo que destaco es que la intensidad de la
terapia que se pone en marcha no es sinónimo de eficacia, no
siempre esos términos van parejos.
La pregunta es: ¿es posible trabajar un proceso de reestructura­
ción profunda de la personalidad de u n paciente fóbico con una
frecuencia de dos sesiones semanales? La respuesta es sí, yo no
tengo dudas de que con esa frecuencia de trabajo es posible llevar
adelante un proceso muy rico en desarrollos.
Requiere desde ya, por muchos lados, mucha paciencia. Ya

50
vam os a i r viendo por cuántos lados tenemos que ser paciente s co n
el paciente fóbico.
·

con respecto al tiempo de duración del tratamiento: el paciente


lle planteando que no sabe si se va a quedar, en realidad es muy
ga
probable que se asome al tratamiento a ver de qué se trata, a verle
la cara a un terapeuta y plantee de entrada que a lo mejor podría ser
que se quede dos o tres meses si lo aguanta, o seis meses si es muy
audaz. Y nosotros no tenemos probablemente otra alternativa que
trabajar con ese tiempo incierto, empezar a trabajar con la idea de
que no sabemos hasta cuándo vamos a trabajar.
Es posible que el paciente plantee, o que el terapeuta proponga
un lapso de prueba, a partir del cual se haga posible hacer un
bal ance, evaluar el proceso desarrollado hasta ese momento y
desde allí i r estableciendo recontratos.
Yo he trabajado con varios pacientes fóbicos sucesivos lapsos
de prueba cortos, e fectuando balances al terminar cada período de
prueba, hasta que en algunos momentos el avance del proceso
permitió contratar otro tiempo di ferente, un tiempo sin límites.
Porotro lado, el trabajo frente a frente. Con la mayor frecuencia
los pacientes fóbicos no están dispuestos a acostarse en un diván,
y a la vez están dispuestos a aceptar una tarea que se propone ser
profunda.
El interrogante aquí es: ¿Es posible, frente a frente, en las
condiciones de diálogo que crea el encuadre de trabajo frente a
frente, desarrollar un trabajo profundo y técnicamente riguroso?
Mi respuesta es sí, es posible desarrollar ese trabajo en condicio­
nes técnicas serias. Esas son las condiciones que el paciente admite
porque no puede otras. Porque en otras condiciones, la intensidad
de sus bloqueos, tal vez se haga muy evidente en términos
psicopatológicos pero muy estéril, lentificadora o esterilizante
para los aprendizajes que queremos instalar en cada proceso
terapéu tico .
Por eso les decía que el encuadre de trabajo tendrá que ser la
zona de transacción entre lo que creemos necesario y lo que parece
posible.
Esas zonas de transacción se i rán convi rtiendo, en el proceso,
en zonas de acuerdos que tendrán una base en común posiblemente
crec iente.

51
Con respecto a esa segunda fase que yo l l amo ele relevam iento
ele situaciones ele interacción. el paciente pl antea ele ent rada u n a
gran ambigüedad entre un adent ro y un afuera. ent re el adentro q ue
sería lo propio del paciente y un a fuera que parece locali zarse en
los o t ros. en la ci rcunstancia, en el contexto, en el grupo fam i l i ar.
En ese m at erial ambiguo que el paciente t rae, él y l os o t ros están
ínt i m amente m ezcl ados, confundidos. Es m u y d i fíc i l discern i r
dónde s e ubi ca cada uno , h a y como u n m agm a i n i c i a l .
W i nnicott hab l aba e n s u s t rabajos de espacios t ransi cionales,
zonas intennecli arias, cloncle l o e xterno y lo interno del individuo
no se del i m i t an s i no que se confunden.
Me parece posible pensar que el paciente fóbico está enclavado
en esa zona y habla desde y por esa zona t ransicional .
Lo que l l amo rel evamiento de s i t u ac iones de interacción es
entonces i r recibiendo tocio ese m aterial e ir pensándolo ele m anera
s i m u l tánea como un m ateri al que alude a un grupo y al ude t ambién
a ese indiv iduo.
Desde ese m aterial confuso tenelremos que entrar en un l a rgo
t rabajo de discri m i naciones.
Lo que dest aco entonces es que ese material no es t rabajable de
modo d i recto como intrapsíquico . Creo que si ese m a terial fuera
abordado ele modo d i recto como i n t rapsíquico (y por c i e rto que l as
teorías psicopatoltígicas m ás desarrol l adas insi sten de modo pre­
dom i nante en categorías intrapsíquicas ele mecanismos y produc­
tos). pos i blement e las intervenciones en ténn inos i nt rapsíq u i cos
v iol ent arían y forzarían l as condiciones de ese espacio i ntemlCclio
en el cu al est á depositando el paciente su vida psíqu ica.
La t a rea va en frent ando en esta et apa otras disociac i ones bási­
cas: la disociación entre adentro y afuera ele l a sesión; l a disoc i aci6n
ent re adentro y afuera ele l a relación con el terapeuta; l a disoc i a­
ción ent re lo que es m ani fiesto y es l atente en el m ateri al : es dec i r,
el paciente acepta que hablemos de l o m an i fiesto pero no se
conecta bien cuando aludimos a lo l atente. La d i soci ac ión ent re un
tema y otros temas asociables. El paciente suele i r como dosificando
l as zonas de investigación y cada sesión puede estar programada
como para t ratar un tema, un aspecto de su psiquismo. pero no
tolera bien que asoc iemos eso con otros tem as. de modo tal que s i
hablamos d e ese t e m a s e siente m ás o menos cómodo y acompa-

52
nado pero se descoloca y se distancia si proponemos que él hable
t am bi én de ot ros temas. Frente a estas disociaciones básicas creo
que el terapeuta necesita por un lado tener un margen amplio de
t olenmcia para con tales disoc iaciones.
En esta etapa de t rabajo no es posible fo rLar integraciones: creo
que eso sería forzar reintroyecciones masivas.
Se present a una posi bi l idad de t rabajo que a mí con varios
pacientes me ha resul tado útil. Es la posibilidad de que el paciente
me vea a m í ligar los elementos disoc i ados. Pero yo lo hago como
para m í. no para que él pueda ya segu i m1e, pero sí para que él pueda
m i rar cómo yo l igo, cómo yo asocio, cómo yo t raigo otros tem as,
e intento relacionarlos. El terapeuta, un paso m ás adelante que el
paci ente, lo gu ía como m odelo.
La i m agen que tengo ahora es que se t rata de most rarle a algu ien
cómo se teje en un t el ar pero no pedi rle a él que teja, sino que él
m i re cómo el otro, que es tejedor. t rata de i r juntando l as hebras clel
material que él trae fragmentado y di sociado. En ese sentido yo
acepto un t rabajo act ivo de m i parte en m uchos momentos de esa
etapa.
Act ivo, en el sentido de que yo soy el tejedor, acepto cierta
pasividad del paciente en el sent ido de que él me m i ra hacer: no
estoy para nada violentado pensando que estamos inv i rt iendo los
papeles de un modo inadecuado.
Ya vendrá la etapa en que el paciente crecerá, y él será activo
y yo lo m i raré tejer. '
En el paciente funciona, y esto está bien planteado en los
tmbajos de Mom, una organización de carácter que t iende a
establecer la homeos t as i s sobre J a base de una tendencia a anular
y recrear pcnnanentemente di stancias, l ím i tes y espacios, espacios
de t iempo y espacios geográricos.
En todos los casos hay tendencias a establecer ciertas regul ac io­
nes que pennitan instal arse en una especie de distancia ópt ima que,
por ot ra parte, nunca es estable. El paciente está buscando esas
regulaciones a t ravés de la ambigüedad, ele osc ilaciones en el g rado
de com pro m i so con sus temas, a t ravés ele cortes. es dec i r de
bloqueos. de si lencios, de olvidos y de pronto est ableciendo
especies de reconexiones bruscas, compensatorias ele los momen­
tos de corte y anulacitín de Ja tarea.

53
En estas regulaciones funciona (me parece posible pensarlo a
partir de la experiencia con estos pacientes) una serie de regulacio­
nes automáticas de las distanci as, de los tiempos, del contacto en
el vínculo. Me parece posible entender que el paciente tiende
automáticamente, e inconscientemente, a regular especies de
ecuaciones, de las cuales hasta aquí he fo rmulado tres. Ecuaciones
con las que creo posi ble entender movimientos en sesión, y entre
sesiones, y en el mes y a lo largo del año.
Una ecuación es la que, me parece, establece que el monto del
contacto y de la comunicación del paciente consigo mismo y
conmigo, m ultiplicado por el tiempo de ese contacto, tiene que
produci r una constante. Esto quiere decir clínicamente que, si el
paciente está en un momento de intenso contacto con cierta
problemática que él reconoce como propia, es posible que ese
tiempo tenga que ser breve; es posible que si el paciente está a
distancia, está m ás lejos de su problemática y de nosotros, enton­
ces ese tiempo, en ese nivel de contacto, puede ser m ás prolongado.
Esta ecuación indica que si una sesión fue muy intensa, encontra­
mos nuevos materiales, y el paciente se conectó mejor con él y
conmigo, la sesión siguiente deba estar marcada por la ausenci a o
el bloqueo.
Hay una segunda regulación que creo funciona en base a una
ecuación de este tipo: la intensidad del contacto y de la comunica­
ción del paciente consigo mismo y conmigo por la inversa de la
distanci a geográfica, esto es, la distancia física, tiene que m an�e­
nerse como un producto constante.
Esta regulación sobre la base de las distancias explica, por
ejemplo, que el paciente se encuentre mejor con nosotros cuando
está entre sesiones que en sesión, explica también que si estuvo
separado de nosotros, el reencuentro al comenzar la sesión podrá
ser intenso, cargado de expectativas. Se agregará un clima de
choque, cierta perplejidad porque hay en ese reencuentro una
brusca modificación de las di stanci as.
Esto explica también que, ante la posibilidad de un alejamiento
como el de las vacaciones, el paciente, antes de i rse, pueda
producir mucho material y trabajar en sesión casi como si no fuera
fóbico.
Hay un tercer modo de regulación que me parece factible i r

54
extrayendo del material clínico, y que estaría destinado a neutra­
lizar los desequilibrios en el mantenimiento de esas ecuaciones
que acabo de mencionar. Desequilibrios porque siempre el control
del tiempo de contacto y el control de la distancia fallan, por algún
lado se exceden, o se quedan cortos.
Hay una tercera regulación que creo que funciona sobre esta
base: que la intensidad del contacto y de la comunicación por el
reconocimiento de ese contacto que se ha establecido tengan que
mantener un producto constante. Esto significa que si el paciente
está trabajando intensamente en una sesión luego su regulación
homeostática estribe en que desconoce el haber trabajado intensa­
mente en esa sesión. Y si hubo un material de sueños muy rico,
luego el paciente pueda olvidar el sueño como una m anera de que
sus contactos con esa realidad psíquica vayan siendo regulados en
distancias óptimas.
Esta noción de "distancia óptima" que acentúan los trabajos de
Mom, creo que es una noción clínicamente muy interesante,
porque lo que m uestra es que el paciente está siempre de viaje, en
un estado dé movilización constante.
¿Qué necesitamos hacer con estos movimientos, con estas
regulaciones?
Diría que en primer lugar poder tolerarlas, porque el margen de
ansiedad que nos genera un paciente que está con nosotros y no está
con nosotros, que está con nosotros y no se sabe hasta cuándo va
a estar con nosotros , que está trabajando y de pronto nos dice que
no reconoce haber trabajado, nos expone a constantes frustracio­
nes, a constantes sentimientos de pérdida o amenazas de pérdida.
¿Qué m ás tenemos que hacer con estas regulaciones?
Creo que tener siempre en cuenta el conjunto de esos movimien­
tos, no detenernos de modo fragmentario en ninguna de las etapas
de esos movim ientos sino poder mostrar el encadenam iento de
esos movimientos, sus secuencias, que hacen que si está cerca; está
cerca porque estuvo lejos y porque volverá a estar lejos y viceversa.
Por otro lado me parece importante mostrar al paciente el efecto
confusional que producen estos s i stem as de regulación
homeostática.
Estas maneras de funcionamiento basadas en tiempos, distan­
cias y recon�cimientos, producen una duda constante acerca de

55
''dór1dc estoy'', ''cuál es n1i posición'' con respecto a los otros y con
respecto a 111í n1ismo. La confusión es total. La pregunta es, por
ejen1plo: ''¿Pero entonces quiero tratarme o no quiero trat. am1e?''.
''¿La quiero o 110 l a quiero?''. La confusión es completa porque
justai11cntc estos sisten1as de regulación consisten en cambiar de
fase consta11ten1ente.
El o t rc) elc111e11to que rne parece importante ton1ar de estos
siste111�ts de regulaciones es poder i r registrando y mostrando al
pacic11tc có1110 a l o largo del proceso varía el margen de tolerancia
del pacic11tc para cada una de estas fases. Poder i r mostrando que
sus reg u l aciones no son siernpre iguales; de pronto los tiempos de
contacto se alargan, l a necesidact de l a distancia física para el
cor1tacto i111'e11so se 'tte11úa, hay u11a serie de n1ovin1ientos en estos
¡);1rá111etros, que el proceso terapé utico tiene que i r pern1 itiendo
poner en evidencia. Mostrar al paciente cuándo esos movimientos
van gana11cto u11a cierta eficacia para el trabajo y el contacto en el
ví11cult1 tcra¡)él1t ico.
La fase t res es la fase en l a que hablo de trabajar en profundidacl
cicrt()S C<)11flictt)S. Dccí;1 c¡Lte el conflicto tal vez más aha-rcativo e11
t é 1111 i lll>S el í11 ict)S es el Cl)n 11 icto que se pL1ec1e p 1 ante�1r en tén11i11os
de regresi611 1•er.'i11s progresión. Porque creo que en ese contlicto
progresió11 1·er.s·1Js regresión están localizttdos ta111bié11 los conflic­
tos prclfu 11(IClS clel 1)ac ie11te: l igarse '1 J a 111actre o l i garse al padre en
el j)J'C)CeS() eclípiCl), el cc>11 f1icto de ic1e11tificacio11es i11vc)lucracl,1s
e11 ese ¡1r(>ceso cctípico. Pert) ade111ás e11 esa cl í11ic �t actual clel
conllictt1 progres ión-regresión están planteados co11íl ictos ele J a
vida cot icti�t11a del pacie11te. Los conflictos acerca ele si ·pucct�
gractuarse C) 110 puede, si puccle asun1ir u11a respo11stll)i1iclad o 110 la
v't tl ,tst1111 i r 11t111ca, si va a ast1111 ir u11 ví11cuJo afec t i vo co111pron1c­
t i c1o, si va a p<)cler asu111 i r soleciad, tc)dtts esas cuestiones están
i11vo1t1cr�tclas c 11 el contlicto progresión-regresión.
Les clecía al co111ie11zo c.¡uc la tenclencia etc la estructura fóbic<1
es J(t tc11clc11cia :1 clelegar algu11os de Jos tén11inos del co11Il icto, l a
te11clc11ci¡t 111ás fác il es tratar de delegar e11 el t r¡1ta111 ic11to. y e11 el
tcra11euta el aspecto ele ltt progrcsie_5 n, de 111oc1o que deba ser
"el tr�1t¡u11ie11to" el i11teresacto en que el paciente se g radúe, deba
ser el terapeut¡1 el que te11g'1 g·anas de que el paciente se case y e l
paciente sea el que 110 quiere graduarse, el que nl1 quiere casarse,
etcetera.
,,

56
Creo que en esta línea de regresiones y progresiones también
cabe una disociación en cuanto a los roles que se juegan en la tarea.
Al paciente le es rnás fácil tan1bién delegar en el terapeuta la tarea
de interpretar, l a tarea de co111prender, l a tarea de analizar.
Le es 111ás fácil asun1 ir el otro término del conflicto progresión­
regresió11, que es qued¡\rse en l a posición pasiva (iel que no
entiende, del que no sabe, del que no quiere ahondar.
Creo que en ese sentido una ubicación amplia con respecto a los
t.én11inos de este cont1icto plantearía, por una parte, tener que
incluir en la int erpret ación pem1anente111entc aspectos inconscien­
tes del paciente que hacen a dinán1icas de crecin1iento con los que
el paciente no quiere verse compron1etido, pero con los que está
co111pron1et.ido; porque si su problema es no pl)Cler recibirse es
porque aden1ás estudió para llegar al borde m isn10 ele recibirse.
Si su problen1a es no querer casarse es porque por lo n1enos •

te11ía una novia y c11 esas situaciones ge11eradoras de conflicto el


paciente tiencie a 110 ser co11scicnte de sus aspectos ele crecimiento,
cie lo que lla111,1ré di11(Ín1il'GS pr·<Jspectivas.
Me parece i111porta11te l1accmos cargo de ese nivel inconsciente
de las cliná111icas prospect ivas, dado que tene111<)S habitualn1e11te
111ás teorí¡tS para Cl)Illpre11clerel nivel inconsciente de tas diná111icas
regresivas.

Por otra parte, co11 respecto a la tarea cli rí<l, con10 para ten11inar·
esta i11troclucción a los problen1as técnicos en el abordaje de
estructuras fóbicas, que tendren1os que repartir con el paciente l a
tarea (ic i11terpret[tr. E11 u11a fase ava11zacla cicl proceso, antes que
interpretar nosotros tal vez sea bueno intentar que el pacie11te se
interprete.
E11 esto rccucrcJo una frase de Winnicott, de su libro Re(J/id(Jd
y jrJ.eg<), que sie111pre 111e quedó resona11do co1110 u11a gran apertura
de posibiliciades en el vínculo.
Wi1111icott decía: ''Cu<111do ya estoy a punto de dar n1i i11terpre­
tación al p�tcic11tc, si puecio C()11tencr n1is ga11as ele clárscla, e11ton­
ces espero y se 1�1 pido <tl paciente; si he sic1o cap�1z cie esperar,
n1ucl1as veces tengo u11 pren1io: el paciente sabía co111prcndcrse''.
Creo que ahí se está replanteando una dinán1ica de l a tarea entre
pacie11te y t.cr�tpcuta que a 111í 111e resulta nl uy rica e11 tém1i11os
clí11icos.

57
Mencionamos una etapa de angustias de gran intensidad y que
entrañan un estado cualitativamente nuevo: aquel en el que se
desestructuran las defensas fóbicas tradicionales (disociaciones,
evitaciones, confusiones) en función de que el crecimiento psíqui­
co del paciente l o impulsa a enfrentarse con sus miedos. Este
estado lo confunde al paciente, quien llega a sesión cuestionando
el tratamiento ya "que nunca se sintió tan mal". El paciente debe
saber, el terapeuta tiene que o frecerle la información que explique
que este estado no es un retroceso, no es un fracaso del proceso
S ino efecto de su evolución, el producto conjugado de insights,
elaboraciones, avances cognitivos y creativos del paciente que lo
conducen a vivir experiencias inéditas, situaciones desconocidas,
lo cual 'supone abandonar la órbita de sus fantasmas de siem pre. La
tolerancia a esta angustia crece en la medida en que el paciente
pueda significarla como fortalecimiento de su capacidad de en­
frentar lo temible.
En esta etapa el paciente está cerca de desprenderse de si tuacio­
nes regresivas (etapas evolutivas no concluidas como las que han
dejado ciclos de estudios debiendo una materia, aferramiento a la
convivencia con los padres teniendo ya condiciones y edad para
ensayar una vida independi ente, como ejemplos muy frecuentes en
la clínica). En tales circunstancias enfrentar los miedos requiere
desprendimientos activos. Si el paciente no puede generar el
impulso para produci r estos desprendimientos alguien debe asu­
m i r, en este momento del proceso, el rol de "partero", esto es,
induci r al paciente a experimentar sus desprendim ientos. Muchas
veces ese rol lo juega alguien cercano al paciente, un amigo íntimo,
un fam iliar que lo sigue en su evolución. En algún caso, a falta de
tales personajes, el terapeuta podrá ser el único integrante del
entorno que pueda actuar como impulsor de un movimiento
(intervenciones sugestivo-directivas en el sentido de que ese
cambio ahora es esencial para su proceso). Sugerir y acompañar,
impulsar y evaluar, se presentan como tareas fundamentales para
el avance de esta etapa.
El paciente experimenta con esos desprendimientos (rendir su
materia, ensayar una v ida autónoma) sus temidas escenas de
castración: pérdidas, desprendimientos, mutilaciones, muchas veces
representadas en sueños como desgarramientos de partes del

58
puede avanzar en este proceso en cuanto logra a la vez
cue rpo. Sólo
com pr ob ar que aquí se va abriendo una etapa de adquisiciones:
m ayo r tole rancia a la ansiedad, estados de serenidad hasta entonces
des c on ocidos, capacidad para proyectar y realizar planes, capaci­
dad de gozar de lo que va logrando.
El trab ajo de tenninación también puede requerir del terapeuta
u n papel activo. En m ás de un tratam iento el paciente está ya en
condi ciones de proponerse una tenninación, pero se cuida m ucho
(apegamiento regresivo) de ser él quien lo mencione. El terapeuta
tend rá que interpretar ese silencio, pero en ocasiones no bastará
con ello, tendrá que hacer propuestas concretas (formular fechas
tentati vas de terminación, luego evaluar y confinnar esas fechas,
por ejemplo). Ese trabajo de tenninación, con las condiciones de
esa intervención activa en ciertos momentos clave, podrá avanzar
con nuevos saldos madurativos.
Para concluir este desarrollo quiero dejar una imagen que para
mí sintetiza el sentido de este abordaje, la dirección más amplia
que orienta las propuestas de nuestra investigación:
Un escultor modela distinto, es decir, usa distintos instrumen­
tos y diferentes ritmos según el material con el que trabaja.
Veamos si podemos aprender a ser sensibles escultores. Pe1mi ­
tamos que nuestro material pueda i r modelándose e n e l proceso
m ismo de enseñamos a modelarlo .

Bibliografía

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formación de la fobia", B uenos Aires, lma¡:o, No. 6, " Fobias", 1 97 8 .

60
EL ABOR DA.J E CLINICO
DE LAS ESTRUCTURAS H IS TERICAS•

l. Modalidades de abordaje
consideradas en- un material clínico

En este relato me interesa com unicar una línea de invest igación


el ínica y t eórica, psicopatológica y técnica que desarrollo desde
hace varios años en el campo de las psicoterapias. Est a l ínea indaga
las m odalidades ele organización y l as fuerzas i nherentes a diferen­
tes zonas o subest ructuras de la personalidad que est udi amos y
t ratamos en cada c aso , así como l as relaciones entre esa persona­
l idad y su medio . D i ferencio entonces como zonas y subestructuras
a correlacionar e indagar ele m anera di ferencial en cada abordaje
terapéut ico, las sigu ientes: por una parte, en cuanto a aspectos
psicopat ológicos del paciente, Jo que l l am aré estructura psicodi­
nám ica profunda ele esa personalidad; su organización caracte­
rológica y su estilo ele comunicación. Por otra parte me interesa
diferenciar en cada di agnóst ico, en cada t ratam iento y en cada
momento de cualqu ier sesión. entre componentes patológicos de
esa personal idad y sus potenciales de salud, potenciales realizado­
res. adapt ativos y creat ivos. Por o tra parte me interesa invest iga r
las relaciones entre l o s dinam ismos individuales de e s a per-

* L a primera parte Je este capít u l o fue presentada como relato central en 1 Con g reso
sobre Psicoterapias. B w nos Aires. U n i versidad Je Bclgrano. 18 Je noviembre Je 1 98 1 .
L a segu 1Hla parte e s inédita_

61
sonalidad y lo que hace a dinamismos grupales en los que esa
personalidad habitualmente vive sus conflictos. Cada una de estas
subestructuras presenta cualidades particulares. Supone por ello (y
esa es la hipótesis de trabajo con la que vengo investigando hace
ya varios años), abordajes técnicos di ferenciales propios para cada
una de esas zonas y subestructuras en juego en el campo clínico.
De la diversidad de zonas que relevo y que acabo de enumerar, se
desprende una diversificación técnica en cuanto a las m odalidades
de intervención indicadas en psicoterapias para cada una de ellas.
La dirección de las investigaciones clínicas que realizo, en inter­
cambio con un equipo amplio de colaboradores, apunta a mostrar
que esa diversidad de intervenciones técnicas debe adecuarse en
cada tratamiento a numerosas variables singulares. Algunas de
esas variables singulares se definen en función de la estructura
de personalidad predom inante .
Trataré de transmitir algunos de esos criterios apl icados a
pacientes con personalidad histérica predom inante. El método
global del estudio que vengo realizando con varios equ ipos de
trabajo es el siguiente: seleccionar determinado tipo de estructura
psicopatológica y estudiar una muestra amplia de paci entes que
presentan esa estructura. Ese estudio supone: estudio global de
historias clínicas, estudio del proceso terapéutico y estudio m i ­
croscópico de material de sesiones. E n el caso particular qu e quiero
transmitirles, de investigaciones de pacientes con estructura histé­
rica predominante, trabajo con una muestra de 65 c asos. Esa
muestra se compone así: hay 23 pacientes con los que he trabajado
personalmente, en tratamientos de duración variable, de estructura
histérica predominante; fundamentalmente histéricos , 1 2 casos
seguidos exhaustivamente; combinaciones entre patología h istéri­
ca y otras patologías (especialmente histerofobias) en 9 casos de
pacientes mujeres, que sum an 2 1 , y hay 2 casos de patología
histérica predominante en hombres. Otros casos en estudio son: 17
pacientes que hemos estudiado en 5 grupos anuales de estudio
(constit�idos por 70 médicos y psicólogos integrantes de los
niveles III y IV del Centro de Estudios en Psicoterapias) y otros 25
casos seguidos a lo largo de varios años de supervisiones clíni cas.
Sistematizar los datos de esta investigación con 65 paci entes me

62
exigiría un largo trabajo de exposición; expondré muchos de esos
elementos sistematizados en un trabajo sobre el proceso terapéuti­
co en estructu ras histéricas. He elegido otro camino que es tomar
un material clínico, un fragmento de una sesión y tratar de
mostrarles allí c ó m o aparecen l o s d i fe rentes aspectos
psicopatológicos y de potenciales de salud, individuales y grupales.
Antes les voy a mencionar brevemente que la psicopatología con
la que investigo estas estructuras responde a varias fuentes. Predo­
minantemente, aunque no exclusivamente, psicoanalíticas. Para el
estudio de las personalidades histéricas parto de los estudios
clásicos de Freud sobre el tema, como son los Estudios sobre
histeria y le doy importancia particular al historial de Freud del
caso Dora,Análisisfragmentario de una histeria. Tengo en cuenta
los trabajos de David Liberman, sobre el estilo de comunicación en
la "persona demostrativa". Considero los estudios de Schapiro,
sobre las modalidades de comunicación verbal en el estilo histéri­
co, en un libro que se llama Los estilos neuróticos. Le asigno
importancia para pensar los aspectos caracterológicos de la histeria
a un trabajo de un autor francés, Paul Racamier, que se llama
Histeria y teatro. Asimismo le doy importanci a a ciertos trabajos
de orientación estructuralista a partir de las investigaciones de
Lacan , q u e perm i ten ahondar aspectos de la estructura
psicodinámica profunda en la histeria (en particular un trabajo de
Lacan que se llama Las formaciones del inconsciente donde se
pueden ver aspectos muy interesantes de los desarrollos normal y
patológico del proceso edípico en la mujer). Por otra parte hay un
número de la revista Imago, editada en Buenos Aires, que contiene
algunos trabajos de interés para el tema que estudio (en este caso,
histerias). Son los que hacen a un panel sobre hi sterias con valios
participantes, los trabajos de Lucien Israel (sobre el goce en la
estructura histérica) y un artículo de David Maldavsky (sobre las
escenas en la estructura histérieu). Todo esto de alguna manera
hace a esa base de categorías psicopatológicas con las que escucho
el material clínico que les voy a transmitir en seguida.
El caso clínico que he seleccionado para transmiti rles de la
muestra en estudio es el siguiente: se trata de Estela, una mujer de
5 6 años, que se ha separado hace 14 años de su primer marido y
tiene dos hijos varones que en el momento de la consulta son

63
casados y tienen 30 y 28 años. Ella se casó hace tres años p or
segunda vez y en los años en que estuvo separada, antes de este
segundo casamiento, vivió una relación de mucho apego con los
hijos v arones (sobre todo con el hijo menor) con qu ien realment e
configuró en m uchos aspectos una pareja edípica muy i n tensa.
Esta m ujer se t rató durante t res años, antes de consultam1e, con un
enfoque clásico psicoanal ítico, con una anal i s t a mujer y ella
comenta que ese análisis le s i rvió en algunos aspectos, aunque no
le penn itió cambiar su modo de ser predominante; es un modo de
ser muy afectivo, muy dominante, sufriente y agresivo, como
caracteriza a c iertas personalidades h istéricas. Es dueña de un
comercio de act i v idades i nmobil i arias, donde tiene un notable
éxito económico. Se maneja muy hi�n en las rel ac iones sociales,
interpersonales y éste es un factor i m portante ele orgul lo para ell a,
ya que durante sus años ele separación ese buen funcionamiento
económ i co, social y comercial, le ha pcm1 it ielo sostenerse con
eficacia. Es una mujer muy enérgica, vivaz, com unicat iva y
expresa sus alegrías y sus sufri m i entos con gran i ntensidad, con
mucha exaltación. Vuelve a trat amiento con la sensación ele que ya
no puede segu i r porque se lleva muy mal con los hijos, con l as
nueras y con el segundo marido; que las relaciones de agresión son
constantes y ella se cla cuent a de que t iene una parte i m portante de
responsab i l idad en eso, pero no puede cambiar. Está haciendo
conm igo un t ratamiento de psicoterapia frente a frente, de dos
sesiones semanales y el momento crit ico que les quiero comentar
es el s iguiente: es u na sesión ele día lunes y era muy frecuente que
esta mujer llegara los días lunes con graneles "dramas de fin ele
semana", que ocurrían en momentos en que se tenía que encont rar
con sus dos hijos y l as nueras; entonces para m í era ya esperable
que l a sesión del lunes i ba a tene r un dram at i smo muy, m u y grande.
La paciente l lega a sesión muy angus t i ada, depri m ida, y llora con
m ucho desconsuelo. Comento el com ienzo de l a sesión en que me
dice: "No aguanto m ás, m i s hijos, especialmente el menor, me
dejan de lado, me m alt ratan, yo me desv ivo por com placerlos y
siempre me pagan mal. Llego a la quinta de Ernesto (que es el hijo
menor) temprano. El los no se habían levantado; entonces, ¿qué
hago?, junto 11ores, am10 un ramo precioso, enonne , y lo pongo en
un jarrón en el cent ro ele la sala. Se levantan, los saludo. tocio muy

64
c ct uoso. y una hora después el jarrón no estaba m ás : en su l ugar
ri l o con t res jazm ines. Le d i go a Ernesto : 'Esta debe
bab ía un tlore
er, el jarrón con l as flores desapareció. ¿A vos no t e
se r tu m uj
rece una fal t a d e respeto? ' El no me dice nada, s e va. al rato
�clvc y me dice: ' Sí, l as sacó Ana y a mí me parece m u y bien,
rq ue vos no querés ubicarte en que estás de v i s i t a y la duefia de
� a es e l l a • . No le hablé más, la comida me cayó m al y por den t ro
est oy dest rozada, ¡ m e acuerdo y l l o ro ! " Este es el fragmento de
sesió n . el m aterial c l ínico al que tn icroscópicamcnte se lo puede
V
inda gar desde varios ángulos, para pensar d iversos abordajes. oy
a i r men c i onando algunos de esos ángulos etc comprensión del
mat erial y sus di versos abordajes. H ay un primer aspecto a pensar
en este mat erial que hace a lo que podemos l l am a r estructura
psicod inám i c a p ro funda en la histeria. Esta est ruct ura profunda en
la histe ria es l a m anera en que i nferimos que est á cons t i t uida una
situaci(m edíp ica infant i l , que s u pone relac i ones de conll icto muy
intensas en el t ri ángulo edípico. Esas sit uaciones de intensa
conllictiva edípica en l a histeria gu ardan relación con c iertas
ident i licaciones distribuidas a lo l a rgo de este t ri ángulo edí pico ; lo
más cl aramente estudiado como estru ct u ra profunda del Edipo en
la histeria m uestra el juego de los conl1 ictos ent re una figura
idealizada del hombre. una fig u ra ideal izada de la m ujer que está
en pareja con ese hom bre y una figura denigrada de una tercera,
como mujer e x c l u ida de esa pareja. En esta h i stori a, esta sit uación
edfpica se presentaba- todo el t iempo y t am bién está l atente
expresada en esta anécdo t a . en esta s i t u ac ión de confl i c t o
interpersonal, donde e l l a l u c h a p o r ali nnar su jarrón y l a nuera
lucha po r afi rm a r el de ella. El hombre idealizado en este caso es
el hijo con el c u al ella fonrní una pareja durante m u c hos a fi os, de
la cual le cuesta mucho desprenderse. Las anguslias inherentes a
esa est ruct u ra profunda histérica gi ran alrededor ele angust i as de
cas tración; podemos dec i r que la histeria expresa de maneras m u y
i nte nsas el complejo d e cas t ración y q u e en ese sent ido sus
ansiedades osc i l an al rededor de una oposi ción fundamental ent re
v i v i r la cast rac ión o colocarse en una pos i ción ffíl-ica omnipotente
que la rescate de l a experiencia y de las fant asías de cast ración.
Fre nte a esta angust ia, l a est ruc t u ra pro funda de la histeria estable­
ce ciertas defensas t ípicas : l a represión de l a sexualidad y los

65
fenómenos disociativos. En este caso diría que la represión sexual
toma la forma de invertir los afectos con relación al hijo; ella está
pendiente del hijo, vive atada libidinalmente a ese hijo, pero de
alguna manera da vuelta ese lazo, libidinal, incestuoso, de modo
que lo provoca, provoca agresión y allí donde había amor genera
agresión, una de las formas de expresarse las sustituciones propias
de la represión sexual. El otro mecanismo de defensa típico, el de
las disociaciones, aparece también en este pasaje, porque esta
mujer tiene una historia de peleas con el hijo y con la nuera,
reiteradas peleas todas las semanas. Sin embargo, ella tiene
disociada esta historia, que no influye frente al impulso que tuvo
ese día de volver "a la carga" colocando sus flores en el centro de
la sala. Es decir, disocia este impulso, ese deseo de entrar en
relación conflictiva en ese triángulo edípico con el hijo y la nuera
de todos los episodios previos y además están disociados los
elementos de amor y agresión de modo tal que está convencida de
que lo que ella hacía al buscar ese ramo de flores era un acto
de amor; por eso no puede entender cómo le han respondido con
agresión.
Lo que tiene totalmente disociado es que esa conducta, además
de implicar amor hacia el hijo, implica agresión hacia la pareja.
Estos aspectos de estructura psicodinámica profunda son todos
aspectos a interpretar, aspectos que trabajaré en ésta y en otras
sesiones, a lo largo de todo el proceso terapéutico, interpretando y
buscando v ías de insight y de elaboración.
He mencionado otras zonas a considerar también en este mate­
rial, porque estas otras zonas de la paciente y del grupo requieren
otras maneras de abordaje que no son meramente la interpretación,
el insight y la elaboración. Hablé entonces de aspectos de la orga­
nización caracterológica. Esos aspectos hacen a lo que podemos
llamar el carácter histérico. Les voy a mencionar tres aspectos que

I
están claros en este fragmento de sesión. Primero, el carácter his­
1 térico tiene tendencia a manejar situaciones grupales de interacción
cotidiana de modo de configurar escenas. Es decir, tiende a crear
1 escenas en las cuales un determinado grupo y la persona histérica
incluida en ese grupo, representan aspectos de la dram ática edípica:

'� inclusión, exclusión, ilusión, desilusión, idealización, denigra­


ción. La tendenc ia a crear escenas es un rasgo de carácter histérico.

66
lo destacaría como la posición
Bi segu ndo aspecto caracterológico
da , la posición narcisista h istérica. En este episodio se
egocen tra
la siguiente secuencia: en primer lugar hay un yo narcisista
presenta
que en un papel activo inicia la puesta en juego de u na escena
dram átic a. Digo jugando un papel activo, ya que ella "va al frente",
v a al ataque. Después pide explicaciones , también en un rol activo,
acerca de la desaparición del jarrón, y pide tomas de posición, le
pide al hijo que defina quién estuvo mal ahí, si la nuera o ella.
Cuando le responden "mal", cuando la desilusionan, entonces pasa
a la posición pasiva, herida. Este rol narcisista egocentrado se
desplaza en una de las contradicciones que Freud, en Introducción
al narcisismo, mostró para la problemática del narcisismo, que es
la oscilación entre actividad y pasividad. Una vez que a ella le
responden mal, eso es vivido pasivamente: "Fíjese cómo me
tratan, mire lo que me hacen sufrir, m i re cómo me devuelven mal
Jo que yo ofrecí con todo amor". El tercer aspecto de carácter
histérico que está en juego también en este momento del material,
es la tendencia de la estructura histérica a presionar las situaciones
de interacción de modo de hacer hablar a todos un lenguaje de
afectos. El ramo de flores, ¿quién sacó las flores? Con todo el
si gnificado afectivo que le otorga al hecho de que fueron sacadas
de circulación. ¿Qué opina el hijo de este acto? Condena de la
nuera porfalta de respeto. Condena y rechazo por parte del hijo, por
no ocupar ella el lugar que le corresponde. En todo esto ella ha
inducido, ha propuesto al grupo, "hablemos un lenguaje de afec­
tos", no hablemos solamente de las flores en primavera.

He mencionado otra zona de investigación clínica en todos los


casos que estudio. Es la zona del estilo de comunicación, el estilo
de comunicación histérico presenta ciertos rasgos peculiares y voy
a mencionar aquí tres aspectos también. Primero, es un estilo
impresionista, se basa en vivencias, se basa en sensaciones: las
flores, un hermoso ramo, un ramo que ha sido quitado de lugar, un
hijo que no escucha y que condena. Esencialmente el impresionismo
del relato, el estilo de esta comunicación rechaza la posibilidad de
establecer articulaciones y consideraciones reflexivas de tipo
histórico (Por ejemplo: ¿qué viene pasando en la lucha por el
poder, en este triángulo? ¿qué ha pasado otras veces? En éste y

67
otros fines cte semana. �A csia .quinta. con iCl menú. con los Jueg os
y con .o.tms 1��1\ilchos objetos de djspuia). E si e reia1o ímpresioni sta
omit.e 1 oda o.�n-süleraci0n grupal . ·el\! d sen1ido de qué te pasa a los
otros, apanc <le ·mchazarla a eUa; aparte de m.al·tratarla, ¿ qué
sentirán 1G,') «Jtn1Js?, ¿.qué ks .pue-d c ocurrir? Eso está omitido en el
relaito, omüe también con sideracio nes de t i po ini.;tüucíonal o
cultural, .oomo por ejemplo : si es convcnkntc respetar cóm o
arregla 'la casa quien es la duefm.. o sj es p rc feri bt. e que la suegra
,dedGl.a ,cómo deo�rar el Hv:ing. Ese 11ipo de ,consideraci ones c ultu­
ra'lcs están wctas .oinH.idas, está como naturalízado un rel ato que
dice: '"Yo foi , p,us.e !las flores y me las sacaron . . . " O.t r.o aspeciü del
estilo de com u nicación histérico está en fragmentar el registro de
los ohscrvablcs neccsarios par.a cv<t ! ;.:ar d acontecer. Por ejemplo :
¿cómp prefieren dcccm�r el sa!lóo c.l hijo y la nuera'! ¿Lo prefieren
con flores. lo prefieren coo pocas flo res. con m u.chas flore s , cómo
les gusta a ellos? füo está omiOdo ,en d relato, ¡,Qué importancia
le 1-�.t mgar.án el hijo y ta miera .a ser d ios qu i.enes dccídan arreglar
es.e dí� ese csp;!cio? Eso lambiéo está omítido . De alguna m;mcra
esa fragm.cotación de lo� datos observables para evaluar la situa­
ciün hace también a uoa presíón tr;msforendal . La paciente selec­
ciona tos (fafos y tos ordena de u n nrndo que lo .único que me queda
a mí es rcdhirlus para "condenar ta i nju s t íci a que le han hecho.
"

Es una selcc,ción y un ag ru p;un ícnto particular de los ohservables


en juego de mudo que l a presión lrans fercncial apunta a ver si me
pongo del lado ele ella u del lado del híjo y de Ja n uera. El tercer
aspcclo comunic;u;:ion.al que est.á en juego, en el cst i lo histérico, es
la tcndcncía �I vivir .emociones y a hacer vivir emociones antes que
pensar signiJkac iPnes; et supuesto natu ralista de este estilo de
com �micación es que "éstos son Jos hechos" y que "los hechos
hahl�m por sí solos": hubo un ramo que fuc quitad!i de lugar y h ubo
un;1 condcn.a. ¿Qu é más se puede pedir?, es decir, "las emociones
hablan y no hay sígní ficacíoncs que aclarar ní que ampliar" y ésta
es una presión que yo recibo en el relato, a través del estilo de
comunicadón. l n(ludablcmente esta manera de relatar apunta
tamhíén a una intencionalidacl en la interacción conmigo que es la
l cndcncia a provocar resonancia cmpática: para provocar resonan-

68
ca es necesario que se h ahle un lenguaje de a fectos y no
c i a em p:í t i
un p ens am ient o de s i gni ficaciones.
Clín icam ente q u i ero .des t ac arles que yo puedo ahordar c u a l ­
qui era d e e s t a s zonas en p r i m e r l ugar y después l as o t ras. E s

p roh ahl e que, como c ri terio


��
c l ín i co e 1era l . s e a ú t i l comenzar p o r
to s ob serv ahles, com enzar por desc n h t r l as partes que s o n suscep­
tib le s de descripc ión en est a conduct a de com ienzo de sesión. Es
pro b able que yo empiece t rahajando sobre este ú l t i m o aspect o :
cóm o v ienen l os m ensajes, cómo v ienen fragment ado s . Que yo
co m ente que s í, que e l l a realmente está v i viendo u n:í s i t u ac ión
pen osa , pero que hahría m ás e l em entos para evalu ar. más elemen­
tos para regist rar en esa s i t uación que está rel at ando.
Es probable que yo seí'íale la fragmentación de l os m ensajes
para empezar a ahordar este m at e ri al . que yo i n t e rrogue m ucho,
t rat ando de ensefiarle a ella a pensar más acerca ele lo q u e ocu rrió
al l í. Por ejemplo, "¿qué antecedentes hay?, ¿qué ha oc u rrido ot ras
veces con est a s i t u ac ión del arreglo de est a casa?, ;,ha habido
otras peleas por s i t u ac i ones s i m i lares, cuál fue el desenl ace?".
Toda esta invest i gaci ón, hecha de m i nuc iosas i ndagac iones, apun­
taría a ir ayudando a l a paciente a integrar m aneras de pensar.
m aneras de perc i bir l os hechos y de com unicarlos. Es deci r, en
ciert a medida esta i n tervenc ión sobre el es t i l o de com un icac ión
apunt a a c i e rto adiestramiento en un aprendizr�je del pensar,
pensam iento q u e en la est ru c t u ra h i st érica est á s u m am ente i n t e r­
ferido en general por las presi ones i m p u l s i vas. fundament almente
por la gran presión q u e ejerce e l princi p i o de pl acer i n s t a u rado en
conflictos edíp i co s y que i nt e rfiere l o s procesos secund a rios de
pensam ient o . En segundo l ugar abordaría probablem ente esos
m;pectos caracte-rológico s que m encioné antes. En c l ínica l o s
aspect os c arac-t e rológicos de a l g u n a m anera se abordan a t ravés d e
una pregunt a que e s : ¿Veamos cómo es u sted? No t odavía qué le
oc urre a n i vel profundo, ya l l egaremos ahí. a la s i t uación ed ípi c a
Y sus angust i as , pero h a y un n i v e l todavía descript i vo q u e apun t a
a nímo es usted, v e r si podemos ol�jetil'ar s u manera Je ser. " U sted
es una persona que l l ega y act ivamente se met e en la sit uación y ya
se puso a hacer algo que de alguna m anera comprometía a los
otros ". Es u n modo de ser que en el uso pop u l a r se di ría es el de una
m ujer "met i da"; bueno. en ses i ón hahría que ohjet i v ar q u e "usted

69
señora es metida, su estilo puede suscitar muchas respuestas
desfavorables porque usted de entrada asume un papel y no
consulta m ucho para ver si los otros esperaban otra cosa de ese día
sino que di rectamente ingresa en la situación y ya empieza a crea;
una escena". Se trata entonces de entender cómo es ella y tambi én
cómo ese modo de ser de ella afecta a los otros; porque la respuesta
del hijo y la nuera no es sólo la respuesta a ese episodio del ramo
de flores, es la respuesta a una historia muy larga de situaciones de
intromisión. Ese ser "entrometida", ese aspecto del carácter hi sté­
rico, está generando una gran carga de conflicto interpersonal, de
un modo que un elemento técnicamente importante (siguiendo la
línea de explorar la zona del carácter histérico), consi ste en
p roducir confrontaciones, las confrontaciones que he visto traba­
jar muy bien, con m ucha riqueza, sobre todo en los estudios de
interacción grupal, en especial en la corriente gestáltica que
desarrolló Fritz Perls. En la corriente gestáltica, en la intervención
técnica de la confrontación, lo que se trata de confrontar es "cómo
me veo yo, cómo me ven los otros, cómo me ve usted". "Y bueno,
yo soy una persona bien intencionada que lo que quiero es que ellos
estén bien. Lo que trato es que tengan tlores en la casa y no sé por
qué me responden así". B ueno, yo le voy a decir cómo la veo yo:
"Yo creo que u sted en ese momento posiblemente no pensó en
ellos, sino que se dio más lugar a sí m isma; tal vez usted se deja
arrastrar por impulsos internos suyos y no se pregunta cómo va a
ser rcci bida su acción por los otros; yo diría que en ese sentido es
u sted imprudente". Yo recuerdo que con esta paciente a veces
hacia intervenciones de este tipo y ella abría los ojos enormemente
porque estaba casi a punto de ofenderse. Pero ella sabía que yo lo
decía con afecto, que yo, a pesar de su im prudencia, la quería. De
modo tal que al tem1 inarel tratam iento una de las cosas que me dijo
fue: "Mire, yo a usted le acepté cosas, le agu anté que me dijera
cosas que a nadie le aguanté jamás". La tercera visión de esta
exploración que se llama confrontación de los rasgos de carácter
es: ¿Cómo la ven los otros? Y ahí la pregunta es: "¿Dígame, si su
h ijo y su nuera estuvieran aquí, qué me dirían a mí? ¿Cómo me
contarían este episodio?". Eso nos pem1 ite entrar en una zona de
la técnica que hace al role playing, a la dramatización en lo
imaginario, que es un recurso técnico muy importante para este

70
del rasgo de carácter que es la confrontación.
de e x plo raci ón
rop on go a ella que imagine cómo contaría el hijo el episodio
: y cóm o lo contaría la nuera. Si el estado emocional de ella
de ye r
01 0 y int enso , puede darse que no quiera ponerse para nada en el
hijo y de la nuera. En tal caso me dice que no sabe, ni le
: gar d cl
p ara nada lo que di rían. En ese caso evalúo, según el clima
¡pie resa
ci on al, si puedo ser yo quien hable desde el h ijo y desde la
em o
nuer a. Ento nces en un momento, si lo veo factible, le digo que a m i
roe parece que s i el hijo estuviera aquí m e diría: "Mi re, trabajé toda
la semana . me estuve rompiendo el alma y llega el domingo. Me
dije , ' fe nóm eno, un día tranquilo, en la qu inta, jugamos al vóley '
y de pronto cae la vieja y pone un ramo de flores y anna un
despelote ... " Esta es la versión del hijo que yo imagino . Este tipo
de con frontación a t ravés del role playing nos perm i te aproximar­
nos a objetivar su modo de ser, y a la vez intuir la sensibilidad de
los otros para esos modos de ser del carácter histérico. Después
habría un momento en que trabaj aremos o nos i remos acercando a
trabajar sobre esos aspectos de la estructura profunda que mencio­
né en primer término. Habrá que hablar de ese triángulo, habrá que
hablar de las posici ones de idealización y denigración que el la
internamente vive, según se s ienta incluida o excluida de esa
pareja. Esto da lugar a toda una línea interpretativa sobre las
estructuras profundas. Lo que diré es que estas inferenci as sobre
las est ructuras inconscientes del Edipo en la hi steria van tomando
fonnas di ferentes a lo largo del proceso terapéutico. En cada fase
del proceso toma fomrns distintas. Yo di ría que en los com ienzos
del tratamiento son primeras aproximaciones, alusiones a que debe
haber cont1icto a nivel profundo. A medida que el proceso terapéu­
tico avanza. seguramente interpretaciones que al com ienzo eran
esbozos, anuncios, conjeturas, podrán ir teniendo una base rúayor
de sustentación; se afi mrnrán con un poco m ás de fuerza (aunque
entendiendo que toda interpretación será siempre conjetural, será
siempre una hipótesis sobre inferibles). En etapas avanzadas del
proceso es probable que la interpretación sobre aspectos profundos
de la estructura histérica pueda provenir a veces de la mism a
paciente. Eso indicaría que e l proceso pudo avanzar. Algunas
interpretaciones profundas es probable que la paciente las pueda
hacer conmigo y algunas antes que yo también. A través de aquel la

71
confrontación de los aspectos caracterológicos estamos exploran­
do las relaciones entre ella y este grupo, las rel aciones con ll i ct ivas
ent re el individuo y el grupo. Quiero destacarles, por último,
aspectos de l as relaciones entre lo enfcm1 0 de esta m ujer (los
aspectos psicopatológicos h i stéricos) y sus potenc i ales de salud.
Me ha interesado m ucho una reflexión de Sartre, dicha m ás de una
vez por él, que dice lo siguiente: "Todo padec i m i ento humano
l leva consigo, oculta, alguna empresa". Qué interesante reflexión
para quienes pensamos más en tém1 inos de padec i m i entos, es
decir, en térm inos de patología_. "Todo padecimiento humano l leva
consigo ocu lta, alguna empresa". ¿Cuál es la empresa de esta
m ujer? Porque hasta ahora hablamos de su padecimiento, de su
l ucha con los hijos, con el act ual m arido, del cual no pude hablar
en este fragmento, pero con quien t ambién t iene m uchas s i tuacio­
nes de conflicto, m uchas situaciones de agresión. La em presa ele
esta mujer, por Ja cual ella t ambién sostiene el esfuerzo ele t ratarse
y sost iene el dolor del insight, es la búsqueda, el esfuerzo por l levar
adelante ciert as tareas que le perm itan una realización como
persona. Y com o m ujer ella está buscando sanear ele alguna m anera
relaciones interpers01iales que están siempre invadidas por el
conn icto histérico, las fant asías y l as actuaciones hi stéricas. Pero
el la est;í llevando adelante esta empresa dolorosa y costosa, porque
está buscando la manera de realizarse como m ujer, como m adre o
como suegra. En la búsqueda de esa empresa de real ización, que
hace a un proyecto personal, se encuent ra con que su h isteri a le
frust ra permanentemente ese cam ino. Esto entonces hace a tener
que planteamos en cada momento. en cada sesión, qué zonas de
esta persona están hablando, si las de la histeria o l as de la empresa
que lucha por avanzar a pesar de la histeria. Yo quiero form ular en
ténn inos aun más claros para que entendamos que al paciente no
sólo hay que interpretarle y comprenderlo en sus aspectos neurót icos
sino también en sus potenciales ele salud, en especial los interjuegos
entre aspectos neuróticos y potenciales de salud. Lo voy a preci sar
mejor tomando como punto de part ida un pensam iento de Lacan.
Lacan dice en este t rabajo que l es mencioné, "Las formaciones del
inconsciente": la histeria gira alrededor de una pregunt a "¿Qué es
ser mujer?". "¡,En qué consiste ser m ujer?". Yo a part i r de esta
reflexión sobre aspectos neu rót icos y potenciales de salud siento

72
necesidad de refomr nlar esta pregunta. Yo creo que desde J a
h ist eria, más precisamente e n ténn inos clínicos, l a pregunta sería:
"¿C6mo es posible ser m ujer fálica y evitar l as angustias de l a
castraci6n?". Frente a esa pregunta, que sería l a pregunt a de
la est ructura neu rót ica histérica ( " ¿Cómo es posible ser m ujer
fálica y evitar las angustias de la castración?"), desde los potencia­
les de salud la empresa de una m ujer es siempre preguntarse "¿Qué
es ser m ujer?" (por ejemplo, entre t antas variantes de esa pregunta
general : "¿En qué consiste ser m adre?"). Tocias l as cont radiccio­
nes entre la existencia a que apunta esa empresa y la ex istencia
neurótica son l as contradicciones entre dos t i pos ele preguntas, q ue
se piensan distinto, se fonnulan distinto y buscan sus respuestas
por dist intos cam inos, preguntas que chocan entre sí, que son
incompat ibles, porque ser mujer fál ica es una cosa, ser mujer (a
secas) otra y no encajan, divergen entre sí. De modo tal que en este
mismo punto lo que estoy fonnulanclo responde a dos t radiciones.
Desde la t radición psicoanalít ica la pregunta más fuertemente
invest igada es la de la h isteria, la p regunta neurótica ("¡,Cómo es
posible ser m ujer fál ica?"). Es m ás, desde una tradición existencial
(po r eso cité a Sartre) se trata ele entender qué es lo que esta persona
trata de realizar en su vida, qué es l o q ue una persona está l uchando
por realizar en su vida. Entre esas dos preguntas , l a ele la neurosi s
y la de la existencia, yo n o el ijo jerarquizar más u n a el e ellas. La
respuesta cl ínica que fomrnlo es in vestigar el e11trelazamie11to
entre ambos tipos de i11terroga11tes, las contradicciones entre
ambos t i pos de interrogantes, interpretar las dos preguntas y
también los dos tipos de respuestas, l as respuestas neun1t icas y l as
respuestas que hacen a un desarrollo evolut ivo y creat ivo de esa
persona a lo l argo ele su proceso terapéutico y ele sus etapas vitales.

Lo que estoy t rat ando de mostrarles en esta com unicación es


esenci almente una l ínea ele invest igación clínica que, al considerar
diversas zonas de objetos, de abordajes, ele inst rumentos técnicos
y de modos de intervención (donde está el preguntar, donde está el
confront ar, el act uaren un role playi11g ,y también está interpretar) ,
en esta l ínea ele invest igación cl ínica apunto a superar ciertas
disociaciones que en general vienen t rayendo hist óricamente las
post uras que responden a di ferentes escuelas.
Ciertas orientaciones psicoanal ít i cas nos han planteado que lo

73
esencial es investigar la estructura psicodinámica profunda: el
Edipo y su s transferencias. Desde esta l ínea psicopatológica de
tradición psicoanalítica se ha planteado que el instrumento funda­
mental es la interpretación de esas angustias profundas y de esas
transferencias.
En cierta corriente gestáltica se ha planteado : lo esencial es
enfrentar los modos de ser, enfrentar el carácter y la manera técnica
de abordar el carácter es a través de confrontar, es a través ele hacer
enfrentar al sujeto con su problemática.
En ciertas orientaciones comunicacionales la postura dice: lo
esencial es tomar la distorsión de los mensajes y la intervención
técnica fundamental apunta a corregi r las distorsiones en los
mensajes.
En algunas orientaciones existenciales se ha planteado : lo
esencial es el proyecto y la intervención terapéutica fundamental
apunta a reconocer el proyecto, la empresa de la persona.
Esenci almente lo que trato de demostrarles con este material
clínico es que en esta orientación que estoy desarrollando lo
esencial no está en ninguno de esos recortes; lo esencial está en
poder ver que ésas son diferentes dimensiones o aspectos del sujeto
y de los grupos con los que vive y que lo esenci al , desde el punto
de vista de las tareas clínicas, está en poder integrar diferentes
formas de abordaje técnico que hacen a estas diferentes zonas de
estudio. Lo que planteo es que en las posturas tradicionales
de alguna manera siempre flota una lógica de exclusiones. Lo que
propongo como orientación es una postura teórica y técnica basada
en una lógica de inclusiones y de articulaciones, es decir, de
integraciones.

11. Diferentes momentos en el proceso terapéutico


de l as estructuras histéricas

Nuestra revisión clínica de procesos terapéuticos desenvueltos con


personalidades histéricas nos permite reconocer en ellos el des­
pliegue de una sucesión de momentos o fases propias de estos

74
pro cesos. I �tent�ré d�scribir esos momentos incluyendo su com -
p rensión ps1codmám1ca. .

l . Constitución del vínculo terapéutico. Las estructu ras histéricas


que concurren a la consulta llegan a establecer un contrato terapéu­
tico con relativa facilidad (si las comparamos con las dificultades
que presentan los pacientes fóbicos y obsesivos para configu rar esa
etapa de contrato). Sin embargo, esa facilitación no constituye
siempre una paralela capacidad de alianza terapéutica. La relación
transferencia! presenta las dificultades propias de una ambivalencia
intensa. La lucha por el poder inherente a la ilusión histérica de una
posición fálica, ya asumida como propia, ya proyectada al terapeu­
ta y convertida en objeto de disputa, desarrolla sus vicisitudes
alrededor de los parámetros propios de un contrato (horarios,
honorarios, cambios de horarios, vacaciones). La aspiración histé­
rica a establecer como dominante un eje regido por el principio de
placer lleva a esta estructura a resistir todas aquellas intervencio­
nes que destaquen la vigencia de un principio de realidad (realidad
psíquica, realidad de las interacciones grupales, realidad del otro
y del terapeuta). En la medida en que tales intervenciones cuestio­
nan su posición egocentrada, la respuesta histérica tiende a colocar
en cuestión el derecho a la continuidad en esa dirección de las
intervenciones terapéuticas. En ese aspecto la constitución del
vínculo terapéutico se transfo rma en un campo de trabajo
interpretativo pemrnnente. En el clásico hi storial de Dora,
la interrupción del tratami ento llevó a Freud a revisar numerosos
aspectos trans fc renciales que no había llegado a trabajar
exhaustivamente. Esa lección nutre hasta hoy la experiencia de
elaborar la ambivalencia histérica con el vínculo y con la tarea. Nos
propone un estado de alerta constante, una especial receptividad
para toda mani festación resistencia! y transferencia!.

2. En nuestro enfoque, puestos en marcha el contrato y el


vínculo, el trabajo se centra en la exploración de situaciones
habituales de conflicto. Esta exploración comprende varias tareas;

75
el clespliegue de esas tareas da lugar, en esta etapa, a dist i ntos
momentos.
a) El relato histérico aporta referencias a una gran variedad de
situaciones conl1ict ivas. Las anécdotas se m ult iplican, se abren en
un vasto abanico. La riqueza percept iva y expresiva peculiar de la
personalidad histérica Je pem1ite ejercer una presión convincente
acerca ele la dil'ersidad de conf/ ictos que debe enfrentar, subrayan­
do su sorpresa ante esa diversidad, como encamando una condena
a que "tocias las experienci as ele conl1 icto le estén dest inadas" (con
la pareja, con la famil ia, con am igos, con un gru po ele t rabajo, l a
l ista e s inagotable). L a t area consiste para el terapeuta e n reconocer
y poder mostrar que hay cierta unidad suhyace/lfe a esa diversidad
de exp eriencias co11flictivas. Ese t rabajo ele uni ficación de sent ido,
uni ficacicín de pautas ele interacción, penn i t i rá reconocer que hay
una ciert a monotonía oculta, un ciclo rígido de repeticiones, en las
cu ales un tipo de situacián de confl icto se mani fiesta, una y otra
vez, co11 \'(/J"iaciones: esa secuencia t i po com prende las fases de
i l usión, frustración. decepción, agresión, respuest a agresiva de los
otros, depresión , nueva il usicín.
b) El reconocim iento ele t ales sit uac iones repet i t i vas de conflic­
to pasa también por re/el'(lr /os modos histéricos de comu11icació11,
percepcirÍll e ideaciá11 a los que al udimos antes en el caso c l ínico
que inicia este capít ulo (apelar a un lenguaje de afectos, exigir ele
los ot ros definiciones, recortar los datos de acuerdo con un est ilo
im presionista ele registro. ordenar esos datos según las tensiones
creadas a la organización narcisista histérica). Se t ratará ele com­
prenderen qué medida la interacción es afectada, así como cuántas
y cuáles de las respuestas hostiles de los otros pueden ser reaccio­
nes inconscientes frente a esas modalidades histéricas de distorsión
de la comunicación. El registro y el señalam iento de est as moda­
l idades en sesión operará como un material de especial fuerLa
i l ustradora.
c) El avance en la exploración de t ales sit uaciones de con fl icto
penn i t i rá ir creando una progresi\'(J discriminación el/fre los
"datos" de una determinada situación (los "hechos". como pue­
den serlo conduct as y mensajes de los otros) , y la repercusión que
los mismos logran en la est ructura histérica dada s u part icular
ma11em de i11tcrprewr esos datos. Aqu í se ent ra de lleno a

76
cuest ionar esa act i t u d ingenua, "nat u ral i s t a", con l a que l a petso­
na l iclad h i st é rica relata el acontecer y sus e fectos emocionales
("pero dígame, ante esa respuest a yo no podía menos que ... ",
..¿qué puede hacer uno ct11afldo l e m uestran semejante despre­
cio?", "yo con fa mejor i n t ención . ¡ y m i re con qué me salen ! ",
. .

"en m i l ugar yo l o desafío a q ue encuent re algu ien que no est al l e").


En est a fase vamos a l encuent ro de lb.\1 modos histéricos de
codificar las conductas propias y ajenas, sistem a5 de códigos q-ue
ordenan l os datos. ele un m od o l ejano al que l a concienci a supone
c0tno obv i amente ··�>hjet ivo". El. código histérico as ient a en varias
po l aridades scm ántrcas: 1 ) act i vo-pasivo, 2) sujeto-objeto del
deseo , 3)ideseo-proh i bición , 4) fál i co-cast rado, 5) p l acer-displacer,
6) sedu cción - fracaso de la seducc ión , y 7) resmmnc i a empát ica­
indi fcrenci a.
Esta5> categorías, instaladas con carácter de ahsol u tos. en est ric ­
i as oposiciones, ant i nóm icas, son apl icadas en· J a interpretac ión
inconsciente füstérica a l as s i t u ac iones de interacción y a l a
eval uac ión d e s í m i sma con una notable mov i l id ad y ubicuidad . En
la búsqueda de cie1t as cat egorías semánt icas t ípicas ele cada
est ructura psicopatológica, Li ben11an y Malclavsky han p ropuesto
para La hi steri a· el eje seducción (como i m pact o estét ico) versus
fracaso ele la seducdón (como i m pacto de feal d ad). Bel leza y
fealdad contrastadas en l as categorías del yo i deal narc i s i s t a
conTrapuesto c o n el negat i :vo de e s e y o ideal (el é-xito en r a cumbre
© cJ, dtrru rn be total). 'La expe riencia cl ínica nos pem1 i t e confin11ar
la i m pe>lit anc i a de ese eje sem ánt ico en la h isteria. En mi experien­
cia c l ínica se present a con frec uenc i a ot ro eje semántico en el cual
se pol ari zan las caregorías ele a t raer al int erlocutor (como i m pacto
de resonanci a empát ka) versus fracasar en esa at racción (produ­
ciendo l o que es codif i cado como i nd i feren c i a, vacío, ausencia,
abu rri m iento del h1terlocut<'.Jr).

3. El t rahajo a lo largo ele esos momentos que local i zamos como


segunda etapa del proceso terapéut ico, nos pem1 i t e delimitar un
ámbito propio ele la personal i dad hi stéri ca, el de su realidad
psíquica·, a di fcrenl: iar Ele l a rea l i dad psíquica del grupo y cle l otro
con. l as. cuales desp l iega su m odo de· interacción en con fl icto. Esa
di ferenc i ac i (ín ele l a reaiidad psíquica pecul i ar de la hi steri a se va

77
cumpliendo a través del reconocimiento de un conjunto de escenas
que constituyen en un nivel inconsciente "la realidad" para el
psiquismo histérico. Se trata de escenas básicas, primordiales, que
la estructura histérica vive, busca, induce y cree encontrar en sus
v ínculos con los otros. Maldavsky ha destacado varias de esas
escenas. Reformulo algunas y cito otras de su estudio, de acuerdo
con los modos como las veo asum i r en los pacientes que m ás he
estudiado:

1 ) S ituación depresiva, monótona, en la que la protagonista


sueña con un paraíso utópico.
2) Escena de seducción, de tentación y erotización vitalizadoras.
3) Consumación de la seducción, exclusión del rival en una
situación triangular, seducción del personaje idealizado, represen­
tante del falo omnipotente. Escena de tri unfo y exaltación.
4) Fracaso de la seducción, retomo triunfante del rival, castra­
ción propia y/o castración del personaje idealizado en la escena 3,
pérdida del paraíso, si tuación infernal.
5) Nueva situación depresiva, monótona, rumi ando decepcio­
nes, heridas y resentimientos resultantes de aquella secuencia.
Lento retomo hacia la posibilidad de ensoñar la aparición de una
nueva situación paradisíaca.
Se desarrolla aquí un trabajo para crear discriminaciones, insights
y elaboraciones acerca de estas escenas propias del mundo inter- ·
no y los modos de su "encuentro" en el mundo cotidiano. La
personalidad histérica i rá asumiendo en esta etapa sus modos de
inducir tales escenas, convocando y provocando a los otros para
que tomen sus lugares en el juego argumental preestablecido en un
nivel inconsciente (recordar aquí nuevamente la escena c reada por
Estela, la paciente con la que iniciamos este capítulo) . Esta
personalidad tendrá que reconocer tam bién aquellas situaciones en
las que ella cree ver elementos de aquellas escenificaciones como
si estuvieran instalados de un modo inequívoco, mientras para
otros observadores los elementos en juego pueden carecer de ese
sentido supuesto como ineludible.

4. Se abre entonces una etapa en la cual se va captando pro­


gresivamente que aquellas escenas son actualizaciones de escenas

78
derivadas del proceso edípico infantil particular de la estructura
histérica. Se trata de comprender que aquellos juegos de triunfos
y exclusiones remiten a esa historia de una ubicación conflictiva,
excitante y frustrante, entre las figuras materna y paterna. No se
trata meramente de aquellas figuras reales, sino de las im agos
constituidas en los interjuegos de las interacciones reales y
fantasmáticas. En esas imagos aparecen cristalizadas las identifi­
caciones propias del Edipo histérico: hombre idealizado, hombre
castrado, m ujer idealizada, mujer denigrada. El reconocimiento de
esas figuras de identificación que habi tan el universo histérico
permi te desenvolver asimismo una tarea de reconstrucciones de
su historia personal. Esa tarea permitirá ir descubriendo una
hi�toria de illferacciones subjetivizadas, subyacente a la construc­
ción de aquellas escenas e imagos absolutizadas.

5. El trabajo de reconstrucciones de aspectos de la historia


infantil abre, en un nivel profundo, los movimientos de otra etapa:
la de un retorno desde los conflictos centrados en figuras mascu­
linas (representantes de la imago paterna) hacia las carenci as y
demandas pendientes de matemaje y de satisfacción oral que
hubieron de dirigirse originariamente hacia la figura materna
(recordemos aquí que en el Edipo histérico se reclama precozmente
del padre lo que se busca del padre en todo proceso edípico , pero
también todo lo que la madre histerógena deja sin satisfacer en el
plano de la demanda o ral). Esta es una etapa de duelos, cruci al para
una reestructuración profunda de la personalidad en tratamiento:
duelo por debi litamiento de las idealizaciones puestas en los
representantes fálicos de la imago paterna, duelo por toma de
contacto con necesidades maternas que estaban negadas a través
de tina erotización seudogenital y de la rivalidad hostil con la
figura de la m ujer.
Esta etapa requiere del terapeuta una actitud especial de conti­
nencia. Esta actitud supone capacidad de presencia y de resonanci a
empática con el dolor psíquico, producto del sufrimiento- po r
carenci as reales vividas en la crianza del paciente. Supone también
conservación a la vez de toda la tarea interpretativa, para discrimi­
nar aquello que faltó desde la madre y aquello que la estructura

79
histérica "hizo faltar" desde um lectura rivalizante de l as conduc­
tas de la madre.
Est a et apa, en la que predomina ese retomo desde los contlictos
siempre centrados en la figura del hombre (ya idealizado-ya
castrado) hacia la figura materna, suele dar l ugar, en pacientes que
están en tratamiento con terapeuta hombre, a ideas. ensueños o
sueños en los que se hace deseable el tratamiento con una mujer.
En esta etapa la mujer deja de ser la eterna rival. La paciente
histérica pasa a aceptar en un nivel profundo la posibilidad de ser
mujer sin ser por ello inevitablemente castrada y denigrada.

6. La elaboración de esos duelos (lenta, trabajosa, pero e fectiva­


mente sostenible) abre posibilidades de asumir relaciones nuevas
con la realidad: realidad de la propia estructura y realidad de los
otros comprendidas en ténninos de categorías no rest ringidas a l as
escenas ni a los códigos específicos de la histeria. Este proceso
pennite ampliar y co11solidar capacidades adaptativas y creativas
mediante las cual.es la persona puede encontrar fuentes de placer en
su realidad.. Emerge en esta etapa la capacidad, inédita para l a
personalidad histérica, de encontrar goce sexual genital e n condi­
ciones de estabilidad de un vínculo amoroso. El desarrollo de sus
potenciales de salud abarca buena parte de esta etapa avanzada del
proceso t erapéutico. Hemos destacado, a propósito del caso clíni­
co, la importaucia. de· distinguí r conductas histéricas de conductas
eficientes. (en el sentido e11 que White ha entendido e ficacia o
efectancia de las capacidades yoicas). En esta etapa la capacidad de
discrimina( una y otra calidad de conductas se transfonna en un
vector primordial para el insight y la el aboración.

7. La consolidaci6n de estos desarrollos establece l as condi.cio­


nes paca encarar UJ1 trab<}jo de tenn inación.

80
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81
JAL ONES Y LINEAS DIRECTRICES
EN EL PROCESO TERAPEUTICO
DE LAS ESTRUCTURAS OBSESIVAS

El trabajo psicoterapéutico con pacientes de personalidad obsesiva


presenta no pocas dificultades. Las dificultades de comunicación
de la "persona lógica" fueron destacadas en trabajos de Liberman1
y Schapiro2 entre otros. Las disociaciones idea-afectos, mente­
cuerpo , representación-impulso constituyen algunos de los pro­
blemas fundamentales a trabajar con estas estructuras. 3• 4• 5 Las
contradicciones entre conductas retentivas, de control, y conduc­
tas expresivas, son asimismo objeto de necesaria atención.
Me interesa destacar ciertos movimientos básicos en el proceso
terapéutico de estas estructuras, Hneas cuya consolidación va
configurando verdaderos jalones para el conjunto de procesos de
cambio que una psicoterapia psicoanalítica intenta desarrollar.
Estos movimientos resultan observables con toda nitidez en una
muestra de 30 pacientes con una personalidad obsesiva predom i ­
nante, a los que h e venido estudiando por varios años. D e ese
conjunto, 1 2 son pacientes que he tratado personalmente. En
grupos de estudio y de supervisión hemos estudiado los 1 8
pacientes restantes.
Menciono a continuación esos jalones y especifico sus caracte­
rístic as.

l. Revertir la perspectiva del ego obsesivo

El paciente obsesivo, de un modo consciente en m uchos casos, e

83
inconsciente en algunos ot ros, suele depositar en el t ratam iento
expectat ivas de "perfecc ionam iento", con el supuest o de que su
problema es la falta de pcrfección y no la aspi ración a esa
perfección. El yo ideal narcisista propio de la est ructura obsesiva
espera encont rar las claves para el logro de esa perfección y el
t ratamiento es llamado a ofrecer esas clavcs.6 De modo que ese
ideal es egosintónico. El t rabajo terapéutico tendrá que orientar­
se en la d i rección de poner en evidencia, de u n modo progresivo,
que el ideal es enemigo del sujeto, es su atacant e, bajo la apariencia
de ser su exaltador y defensor. En uno de nuest ros pacientes su
conducta aparece insistentemente orient a'Ja a lograr un reconoci­
miento acabado ele sus méritos. en cuanto servídal, arento, sacri ­
ficado ante tocia clase de necesidades; puest as de m ao•fiesto por
quienes lo rodean. Consc ientemente él suel e alud i r al egoísmo
de qu ienes ;iprovechan de sus esfuer.tos sin com pensarlo adecua­
damente. No ohstant.c, a u n nrvd ím.:onsdcnte, muttipl ica constan­
temente esos esfuerzos como· si "perfecc ionándolos," hast a el
lím i te de lo hum ano posible. entonces; fuera a. resulaar inexorable
la con fi 1111adón faudatorht por parte de todo su medin. Una y ot ra
vez se pregunta dúndc está s-u li'allia,. pmquc hfzo "e�.;;t o, y: E@ otr�. y
lo de m ás allá", y no hay caso,. el premio no· v iene. Se agota, se
deprime, se dcsfü.rsiona, mn sabe adónde �lfrigk su rabfa irn p0teTife.
B uena parte de esa rabia se dirrge hada sí rnismo, tomando ra
fonn a de una ex.tgcncia i m pfac ah fc :. no hay afür íos, nt intervalos,
ni desmayos aceptables; ra maq-uinarra debe rcndrr todo de sf. La
tarea terapéutica sc ortcnra hada una ampl ta pcrspcc t i v a de insight:
comprender que más aHá de cada frncaso ancccf6r.rco, fo terrible
esrá en el ídcal, dofado de una perfccci6n sobrehumana, es dec i r,
ant i humana. Un modo de <¡pc rt u ra en ese círcuto cerrado de
cx igcncia-cfcccpdón-nueva ex.ígemcia rc,n:n a para nosotros, en este
caso por e_icmpfo. fa forma de una c0n�d1:1ra qne ÍflV i ta a: f.rabajar
en lo imag i nado: c r m agincmos cómo pot1Ffa ser EdGardo si no
fuera así''? y "¡,C6mu rcaccionaríían otros a su al rededor sí Eduar­
do no se rnmlujern dd nwd©i en que fo ha<;e?'"', "Por ejem plo, le
piden un reempl azo en ta gu·ardia dcf hospital y Ech,i.ardo di ria que
no puede haci:do, �eamos, qué sucede· a parfü· de al l'f".

84
2. C rea r nociones y experiencias de sujeto y de subjetividad

vemos que en la estructura obsesiva el yo ideal t i raniza al sujeto,


establece un implacable sistema de demandas (que en la fantasía
hab rán de originar escenas dotadas de un inagotable poder de
prem io. de compensación con creces). Se t rata para nosot ros
de poner en evidencia que en tocia esa m odalidad de comporta­
mientos no hay un "sujeto", alguien que pueda elegir entre
conductas alternativas, que pueda ser centro de autocvaluaciones
para tal elección, que pueda considerarse con necesidades a colocar
'
en relación con necesidades ele los ot ros. La búsqueda incesante de
un ob jet o descante para el sujeto deseado ha encubierto a un sujeto
tamb ién descante (éste ha quedado rígidamente encauzado en el
sistema del desear ser objeto del deseo del otro). Si la m ujer de
Eduardo es colocada como sujeto descante ("querida, ¿te parece
que vayamos a visitar a t us padres este sábado"?) ¿por qué Eduardo
no? ¡,Eduardo no necesita nada para este sábado? Llega a sesión el
relato de un agotador fin de semana donde Eduardo hizo la visita
a los suegros, llevó los chicos al parque, al cinc, a comprar perritos,
reemplazó unas horüs en la guardia del hospital a su compañero
que "necesitaba" sal ir con una novia nueva. compró comidas, l avó
el coche. consultó a su m ujer acerca de si ella tendría deseos
sexuales y quedo paralizado ante su negat iva. Una de m i s pregun­
tas en sesión es: "¿En medio de todo este despliegue, en m edio de
todas est as hazañas de Hércules, dónde está Eduardo?" "¿Y si
Eduardo empezara por reconocer que, antes que nada, él tendría
deseos sexuales, o deseos de ser atendido también?". Si Eduardo
se consultara a sí mismo, podría descubri r que en él t ambién l aten
necesidades. Desde l uego entendamos que la propuesta est á desti­
nada a encontrar obstáculos, no está en juego para nosotros el su­
puesto concluctista que creería encontrar la posibilidad de respues­
tas relativament e fáciles a preguntas que se hicieron i m posibles
para la estruct uración obsesiva de un ego basado en la omnipotencia
y en la ocupación estricta del l ugar de objeto del deseo del ot ro. No
se trata de eso. Pero l a creación de interrogantes sobre el l ugar del
sujeto que no están destinados a encont rar respuestas inmediatas,
es para nosot ros l a creación de una d i rección en el cam ino del
i11sig'1t, en el cam ino del working through y de la elaboración. Es

85
también una manera fecunda de enfrentar al ego obsesivo con la
evidenci a de sus )imitaciones pero no sólo con la experiencia de
esa evidencia sino a la vez con la p resencia de una tarea. Responder
a esa interrogación sobre su u bicación en cuanto sujeto, así como
vivir experiencias en las que ese sujeto vaya gradualmente emer­
giendo, son direcciones abiertas desde los comienzos del proceso
y destinadas a persistir a lo l argo de todo su desarrollo.
Entre las experiencias a constitu ir como tareas, en función del
proceso terapéutico a desenvolver, debemos privilegiarla creación
de experienci as de "soledad". Se trata de constitui r espacios, tiem­
pos, en los r,uales el paciente quede temporari an1ente libre de las
presiones propias de su modalidad de interacción con otros signi­
ficativos (esa modalidad en la que el otro es dueño de su imagen,
el amo al que debe conformar amoldándose a sus deseos). Coloca­
do en situación de alivio de esas presiones inmediatas, el paciente
obsesivo podrá encontrarse más de lleno con sus dificultades
internas, con su vacío de funciones de sujeto, con su desconoci­
miento de sí m ismo, con su dificultad para ocupar ese tiempo y ese
espacio. Esas di ficultades no podrían ya atribuirse a los otros, no
podrán confundi rse con las conductas efectivamente demandantes
que a menudo los demás juegan. Estas experiencias serán inicial­
mente experiencias de angustia, experiencias de una falta indiscu­
tible de autonomía. Poco a poco se transform arán también en
experiencias de registro de potenciales propios, de esbozos de
autonomía, de localización incipiente de impulsos no derivables
de mandato exterior. La experiencia clínica nos va destacando la
fecu ndidad de cultivar atentamente esta dirección de experiencias.

3. Movilizar conductas expresivas y deseantes

En esta dirección se trata de enfrentar al paciente con varias tareas:


reconocer emociones propias y ajenas, nombrar una gama c recien­
te de afectos a identificar, expresar esos afectos que van siendo
reconocidos. No se trata solamente de mostrar para el paciente sus
dificultades con el reconocimiento y la expresión de emociones,

86
sino a la vez de proponer el desarrollo de esas capacidades
expresivas como conductas necesarias para su proceso de c reci­
m iento con maduración emocional. Indagación y propuestas de
ensayo en el nivel de las conductas, que es para nosotros comple­
mentaria de ese nivel interpretativo en el cual se aborda el plano de
tas estructuras inconscientes (en el cual las dificultades expresivas
se comprenden enlazadas con la represión erótica y de impulsos
agresiv os, con la modalidad retentiva anal de los afectos, así como
con las disociaciones ideas-impulsos). Precisamente, cuando el
paciente toma conciencia de la posi bilidad y de su necesidad de
expresar estados emocionales que ha aprendido a reconocer,
entonces las dificultades para llevar a cabo esa expresividad se
transforman en un factor revelador, de puesta en evidencia de l a
influencia d e ansiedades y defensas estructurantes d e un mundo
inconsciente dinámico. Esa puesta en evidencia es para el trabajo
de un yo observador un elemento impulsor de elaboraciones de
profundidad creciente.
Eduardo ha recibido de su jefe una exigencia que lo i rrita
(trabajo de horas extra sin justificación suficiente, a su criterio).
Comenta su respuesta: "Y yo le dije: esto queda estrictamente a
cargo suyo, usted sabrá por qué dispone las cosas de esta fomia".
El paciente cree haber dejado bien sentada su oposición. Sin
embargo no suena exactamente así, hace pensar que en el tono
posiblemente hubo un m atiz de réplica, pero en el texto se trata en
realidad de ratificar lo que el jefe supone: que quien manda allí es
él. Se lo hago notar al paciente y lo comprende de esa manera. Se
queda pensativo, como rumiando su falla en la respuesta. Le digo
entonces: "Si usted hubiera podido decir claramente allí qué
sentía, o qué pensaba de esa medida, ¿qué le hubiera dicho?"
Eduardo ensaya su "respuesta" auténtica: "Que estoy cansado de
medidas que salen de lo acordado, de lo reglamentado". El
paciente queda entonces colocado delante de su confrontación, por
una parte su respuesta automática, de autocontrol, y ahora otra
respuesta posible, aquella que en otras condiciones él podría llegar
a pronunciar.

87
4. Dar lugar a la emergencia del terapeuta
en el lugar del tercero

Hay un largo período en el que el paciente no puede dejar de ubicar


al terapeuta en el l ugar de u n otro que le exige tal o cual conducta,
un otro demandante. Ese l ugar es para el paciente el de un segundo
personaje, el otro de una díada especular. Es en función de ese otro
que guía su conducta en sesión ("¿de qué querrá que yo l e h able?",
"lo estaré cansando volviendo otra vez al conflicto con m i jefe",
"trataré de l l evar nuevos asuntos a sesión, m i s propias conclusio­
nes. recuerdos interesantes"). Aqu í estamos tomando en cuenta
una parte considerable de l as conductas t rans fcrcncialcs del pa­
ciente obsesivo. Durante ese l argo período inicial l a aclaración del
terapeuta acerca de su neut ralidad, así como l a interpretación de l as
proyecciones que el paciente hace en él de una figura superyoica,
no logran altcrar m ayom1ente esos automatismos t ransfcrenciales.
Sin embargo hay un t rabajo del terapeuta que a cierto plazo habrá
de produci r movilizaciones de esa est ructura diádica rcpct it iva. Es
el trabajo ele colocarse efectivamente en una posición no descante.
Hasta donde ese rol no descante es posible. se hace decisivo poder
ensayarlo. No descante en sesión. en cuanto a la posibilidad de
aceptar un paciente que no asocia. racionaliza. rechaza interpreta­
ciones muy cercanas a los observables. No descante en relación al
afuera, ya que el paciente espera cambios, se impacienta ante sus.
di ficultades para todo cambio. y espera del terapeuta l a m isma
impaciencia. Entonces se t rat a en primer l ugar de que el terapeuta
pueda asu m i r que l a sesión no "debe" producir nada. excepto la
evidencia de l as dificultades para una producción ( l a del t rabajo
sobre un m ateri al ) . Si el terapeuta puede sostener esa posición no
descante. entonces su rol va emergiendo como el e fect ivo l ugar del
tercero. el que sale del mundo diádico narci sista y desde allí puede
acept ar sin escándalo que el paciente es un sencillo ser humano, ése
que puede tener t rabas, bloqueos. represiones. y mostrar que todo
eso puede ser registrado sin escándalo, nada se desmorona. es eso,
a t rabajar. Esta posición va introduciendo para el psiquismo del
paciente una organización vincu l ar novedosa. no regida por las
presiones ele una demanda en espejo ("debe usted actuar de un
modo que me pcnuita a m í. .. "). Ent re el paciente y el terapeuta no
hay l azos ele intercambio prcscri ptos. no hay dest inos l igados. hay

88
aire. por ese espacio se va introducie�do lo real, sus diferencias, l a
independencia d e cada uno, una rachcal soledad.

s. Desarrol l ar relaciones de integración


entre diferentes niveles y tipos de pensamiento y lenguaje

Estamos t rabajando con una est ruct u ra que ha hecho del proceso
secundario de pensamiento uno de sus bast iones defensivos. Que
nos propone, como recordaba Bateson de un poema de Wordsworth,
"que un narciso en l a ribera del río sea u n narciso y nada m ás". Que
t iende a u t i l izar el concepto no para acercarse a las conexiones de
sent i do. que ele modo singular puede evocamos. sino preci samente
para despojarlo de esas conexiones. Que nos presenta un m undo
"objet ivo", estados de cosas antes que sign i ficaciones. Desde all í
se i10s presenta como riesgoso (pasi ble d e una asi m i l ación
rcsistcncial, racionalizadora) empicar nociones conceptu ales a las
que nuestra fonnación intelectual nos hace procl i ves (hablar así de
"agresión". "dom inación", "censura", "emoción", "rechazo", por
ejemplo). N uestra t area apunta a introduci r un lenguaje capaz de
acercar al paciente al m undo propio del proceso primario de
pensam iento. Un m undo de condensaciones, ele desplazam ientos
de sent ido. m undo de la metáfora, de la i magen, de la esceni ficación.
Antes que un lenguaje de ideas necesit amos recu rrir a un lenguaje
plást ico. a un lenguaje poético, a un lenguaje dramático. Tengo que
evocar con la pal abra el m undo ele l a acción, para lo cual ele algún
modo tengo que hablar al paciente no desde mi mente. s ino desde
una conexión intensa ent re m i mente y mi cuerpo activado por esa
palabra-acción.
Qu iero entonces hablarle a Eduardo de un est i lo de conducta de
él. que es pasivo, recept ivo ele los deseos de los otros. siempre
col ocado para cumpl i r con ellos. y buscaré alguna fom1a "no
inte lect u al" de decírselo. Por ejemplo : "Usted runciona como una
bol s a receptora de pedidos, reclamos. u rgencias a discreción. Al l í
tocios pueden met e r lo suyo, y usted gu arda todo, s e carga con tocio.
i.Có mo queda? Como t iene que quedar: agotado". En otro momen­
to en que dice que no llega a hacer todo lo que tendría que hacer,

89
m i comentario es: "¿Sabe cómo lo veo? Corriendo por toda la
ciudad, desenfrenado, tapando m iles de agujeros, y siempre que­
dan más sin tapar".
Con Esteban, otro paciente de estructura obsesiva predom inan­
te, estoy tratando de mostrarle su fuerte dependencia de la figu ra
materna y la repetición de esa dependencia en su pareja: "Usted
estaba demasiado atado a la fuerza de ella (su madre). Un día dijo :
'No doy más, corto con esta dominación ' , y levantó una pared entre
los dos, de modo de no verla y no tentarse. Terminó la pared, se
paró en la vereda, y cuando estaba por largarse a caminar pasó una
mujer. Y allí se dijo: ' ¡ Ah, no ! , pudiendo i rme en mujer no voy a
cam inar' , y se fue de mamá, pero subido a ella".
Los recursos dramáticos son aquí de un especi al valor. La dra­
matización imaginaria, el juego de roles en sesión, el ensueño diri ­
gido, son otros tantos recursos técnicos que pueden enriquecer de
un modo decisivo los lenguajes que la estructura obsesiva debe
descubrir y desarrollar. Varias orientaciones clínicas vienen apor­
tando recursos técnicos muy valiosos para poder lograr esta inte­
gración de lengu ajes y modos de pensamiento. La corriente
gestáltica de Peris, así como los enfoques transpersonales, ofrecen
caminos técnicos de gran eficacia expresiva, dramática, vivencia!.
Estos pem1iten establecer contactos con zonas reprimidas e inex­
ploradas del self, contactos que configuran impactos de expe rien­
cia y aprendizaje sobre los cuales es posible desarrollar el trabajo
del insight y la elaboración que se sustentan en las investigaciones
psicoanal íticas. Las estructuras obsesivas nos obligan así a una
profunda búsqueda clínica para encontrar eficacia técnica por la
vía de una articulación de recursos resultante de la convergencia de
aportes y experiencias de varias corrientes psicoterapéuticas.

6. Desarrollar l as condiciones
para una reconstrucción de la historia personal

Como un momento avanzado de este proceso, el paciente puede


revisar su lugar en su historia, deseos, rivalidades, posiciones en
el triángulo edípico. Sus fantasías de triunfo, los alcances y mitos
de sus triunfos. Su luci miento pero a la vez la sumisión a las

90
condic iones de ese lucim iento. Sus agresiones y sus fantasías de
agresi ón. El juego de identificaciones familiares en el que fue
quedando sujetado. Estos niveles de elaboración conducen a
revisar todo aquello que venía establecido como una historia
"ofici al" para el ego obsesivo. Esa hi storia pasa ahora a ser arm ada,
teniendo en consideración todos los elementos que se abren en
múltiples direcciones de sentido.
En uno de nuestros pacientes esa revisión lo condujo a descu­
brir que él, que siempre criticó el autoritarismo de su m adre, tenía
exactamente la misma actitud. La identificación con la figu­
ra m aterna apareció así refommlada, de un modo sorprendente
para él. En otro paciente también se trató de reubicar la historia de
la relación con la madre (no es casual que esta figura, cuya imagen
ha sido soporte esencial para la estructura obsesiva, sólo pueda ser
reconsiderada en estadios avanzados del proceso terapéutico). En
su versión tradi cional, la madre había sido atenta, ocupada de él,
irreprochable. Rev isados muchos episodios de la vida fam iliar, la
relación entre los padres, la atención prestada a sus hemrnnos,
la concl usión fue muy distinta: la madre pareció ocuparse más de
sí misma que del resto de la fam ili a, incluido el paciente. A esto
denom inan10s reconstruir la historia. Cada figura de esa historia
revela entonces otras facetas, los lugares can1bian, los vínculos
deben encontrar nuevas definiciones. No es una "historia" en el
sentido literal, es una posición que el paciente pasa a ocupar como
nuevo observador crítico de ese acontecer grupal.

7. Apertura a experiencias profundas de castración,


asumiendo su carácter l iberador

Un avance en el proceso de las estructuras obsesivas encuentra


jalones fundamentales en experiencias de pérdida, de abandonos
de la imagen de sí, que pasan a ser deseados. Pérdidas y descontroles
de esa imagen que pasan a ser pasajes necesarios en un camino de
liberación del sujet o.7
Lo que está en juego es ese movimiento por el cual el paciente
se desprende activamer.te de aquellos rasgos que lo sometían
haciéndolo pasivo. En un paciente es abandonar la posición de

91
servicial para todo su entorno. Animarse a suscitar i rrit ació n,
reproches, no correr a dar explicaciones, no aplacar. Perder el ro l
ele! "monitor".
En o t ro paciente es tolerar conl raer deu das. El se había
reasegurado en el control anal retenl ivo del dinero, basado en u na
posición de estar auloabaslecido y no pedir a nadie, no debiendo
a nadie. La omnipotencia sustenlada en ser eterno acreedor, jam ás
deudor. Una larga elaboración de l as fantasías asociadas con est e
papel de no deudor, y una con frontación con una real idad l aboral
que hacía necesario contraer deudas. condujo al paciente a enfren­
tar esa novedad en su histori a.
En un t ercer paciente l a castración simbólica pasa por la
experiencia de perder el tono, la compost ura, en una antigua
discusión fam i l i ar sobre intereses de una herencia. G rita, se enoja,
reclama, acusa, y en todo ese despliegue acepta i r perdiendo una
imagen de sí, la que creía acercarlo a un ideal basado en el contro l
y el sometim iento.
Est a et apa es la de abrir el camino de desarrollos creali vos. que
son aquellos capaces de desestruct urar lo dado, lo que existía como
rasgos estereolipados de conducta, y pem1 i t i r l a emergenci a de lo
desconocido, lo espontáneo, lo inédi to. Allí va apareciendo un
nuevo sujeto, sorprendente para el paciente y para el terapeuta,
alguien sólo present ido y nunca presente hasta entonces. Descubri­
m iento de condiciones nuevas para l a configuración de un sí
m ismo abie110, más auténtico. l ibre de un rígido compromiso con
imágenes de val oración ideal.
Aquí la castraci(ín, en cuanto experiencia profunda l iberadora.
nos hace evocar aquella l úcida imagen que Anclré B reton y Paul
Eluard nos legaran en su /11macu/ada Co11cepciá11. "Recorres el
m undo hasta encontrar t u estat ua y all í donde la encuent ras. la
destrozas a m a11 i l lazos". Porque ele eso se trata en los sujetai11 ientos
de la est ructura obsesiva, ya que el individuo debe estar siempre
colocado en una fonna adecuada al bronce. posando para la
posteridad (según mandatos del yo ideal . enlazados de maneras
diversas con aquellos otros. m ás explicables para l a conciencia.
que configuran los ideales ele! yo).
El t rabajo de elaboración se asienta. en este proceso. en expe­
riencias de demolici(ín, la estatua va siendo desmontada, el próce r

92
abandon a el cabal lo y luego el sujeto de esta creación abandona al
próce r. al iviado y estimulado con las adquisiciones que a part i r de
est os desprendi m i entos se hacen. entonces sí. pos i bles.

Referencia s bibliogr áficas

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93
EL ABORDAJE DE LOS TRASTORNOS
DEL NARCISISMO
pER F I L C L I N I C O Y PSICODINAMICO
DEL TRASTORNO N A R C I SISTA

En tas últ imas décadas nuest ro espect ro de com prensión sobre


di ferentes problemáticas que concurren a la consulta en salud
mental. se ha ampliado considerablemente. Las l íneas t radiciona­
les. ele una psicopatología de l as neurosis, de l as psicosis y de l as
perversiones. han sido enriquecidas con estudios clínicos y
psicodinámicos centrados en l a indagación de forn1as de narcisismo
patológico. Estas conllguraciones h an recibido. dada su diversi­
dad. di ferentes nombres: t rastornos narcisistas de la personali dad,
patologías de la identidad, del sí m ismo (sel f). caracteres "como
si", personalidades infantiles, ent re otros.
Desde luego. toda referenci a a patología del narci sismo nos
' remi t i rá a una conceptualización freudiana, psicodinám ica, tópica
y est ructural sobre génesis y organizaciones del narcisismo, espa­
cios y límites yo-no yo, iden t i ficaciones, distribuciones de la
libido narcisista y objeta!, form aciones en un regist ro i m aginario,
entre otros aspectos bási cos de su problemática. Debemos remi t i r
al lector a los autores que fundamentan este campo (señalados en
las referenci as bibl iográlkas y en la bibliografía complementaria
con un asterisco), de modo t al que basados en esos estudios,
podamos avanzar hacia la cons ideración de aspectos patológicos
del narc isismo que se nos present an como relevantes en una c l ínica
psi co anal ít ica de adultos.
Las di fere ntes formas clínicas del t rastorno narcisista m uestran
u na serie de rasgos en común, además de otros que son d i ferencia­
les. Es a un conjunto de rasgos com unes a vari as form as del

97
narcisismo patológico que nosotros denominaremos "perfil cl íni ­
co y psicodinámico" del trastorno. Precisar ese perfil es el propó­
sito de este trabajo.
Puestos a caracterizar estos trastornos nos ha dado la impresión
de que los mismos tienden a configurar un síndrome, de modo que
sus rasgos surgen interrelacionados, rem i ten unos a otros, tanto en
el plano de la descri pción clínica como en las hipó te si s
psicodinámicas que intentan dar cuenta de sus conexiones pro­
fundas.
Hablamos de trastorno narcisista cuando una persona presenta:

l . Una problemática centrada en el sí mismo, una preocupa­


ción constante por definir su identidad y la estima que esa im agen
de sí pueda merecer ante los otros significativos y ante sí mi smo.
2. Una constante preocupación puesta en el saldo, que en
tém1inos de identidad y estima de sí, pueda resultar de toda
interacción con los otros.
3. Una constante angustia centrada en la ubicación de esos
resultados interaccionalcs con los otros, en térn1inos de responder
a un yo-ideal o al absoluto opuesto, el negativo del ideal.
4. Alteraciones en la percepción y en la configuración de una
imagen del propio cuerpo.
5. Frecuentes temores hipocondríacos.
6. Reiteración en la demanda de modos primarios de vínculos,
caracterizados por una dependencia patológica.
7. Ansiedades vinculadas con objetos sexuales parci ales,
pregenitales, a menudo integrados en fantasías perversas (oral idad,
anal retentivo, conductas expulsivas evacuativas) y consecuentes
dificultades en el plano de la sexualidad genital adulta.
8. Pensamiento confusional prcvalente, correl ativo de las
modalidades de vínculo fusiona! infant il preservadas como predo­
minantes hasta edades adultas.
9. Estados depresivos frecuentes. Un fondo depresivo cons­
tante.
l O. D i ficultades para el rcgisto y la comprensión empática de las
conductas y los motivos·de los otros, lo cual acarrea perturbaci ones
en la esfera social.

98
H acem os la salvedad de que nuestro perfil caracteriza a trastor­
flO S narcisi
stas de las etapas adultas. En la adolescencia muchos de
estos ras gos pueden presentarse en relación a las crisis evolutivas
y a l as dificultades inherentes a configurar y remodelar una
i den tida d, tareas esenciales para esta etapa vital.
co men taremos a continuación cada uno de estos rasgos y los
psicod inamismos que operan a través de sus conductas.

1. Problemática centrada en el sí mismo

Desde la antigüedad, el mito de Narciso destacó dos parámetros


claves para comprender los fenómenos de orden narcisista: el
sujeto dependiendo de imágenes de sí y del amor que esas
imágenes merezcan.

En un valle encantador había una fuente de agua e xtremadamente


clara . . . lo primero que vio Narciso fue su propia imagen reflejada
en el l i mpio cristal. Insensatamente creyó que aquel rostro hermo­
sísimo que contemplaba era el de un ser real, ajeno a sí m ismo. S í,
él estaba enamorado de aquellos ojos . . . el objeto de su amor era él
mismo ¡ y deseaba poseerse!- Como una voz i nterior le reprochó:
¡ Insensato! ¿Cómo t e has enamorado de un vano fan tasma? Tu
pasión es una quimera . . . tu imagen contigo está, contigo ha venido,
se va contigo ... ¡ Y no la poseerás n unca ! Ya entregado al abismo,
h undido en lo imposible de su pasión de aprisionar su i magen, ya
transformado en flor, al borde de las aguas, se seguía contemplan­
do en el espejo sut.ilísimo.1

En otro siglo Quevedo dirá:

En las aguas del abismo, donde me enamoraba de mí m ismo.

Partiendo del modelo creado en el relato mítico, la investigación


psicoanalítica ha profundizado en direcciones múlt iples ese fenó­
meno especial del investimento l ibidinal de la propia im agen,
Green2 ha sintetizado así algunos componentes universales de la
aspi ració n narc isi sta:

99
R e t rato de Narc i so: ser ún ico, t odopoderoso por el cue rpo y por e l
espíri t u encarnado en su verbo, independiente y a ut6nomo no b ie n
lo desea, pero del que dependen todos los dem:ís s i n q ue él se sie nt a
portador del menor deseo para con el los. S i n em bargo, rad ica do
e n t re los suyos . . . por los si gnos v i s i b les de la D i v i n idad . . . u n a
fi g u ra de lo M ismo. de lo i n m utable, lo i n ta n g i bl e , lo i n m ort a l y
lo i n t e m pora l .

I deal al que asp i ra l a organización narcisist a clcl sí m ismo y de


sus rel aciones con el m undo. I deal enteramente problemát ico, al
cual t ienden con m ayor egosint onía ciertos caracteres "hipemarci­
sizaclos". El t rast orno narcisita instaurado en el dé licit pena, en
camhio, lejos de aquel i deal , meta tan deseable como i m posi ble,
m aravil losa e inaccesible, la cual forma parte de su fondo depre­
sivo, sobre el cual vol veremos.
Sam i -A l i ' ha dest acado t res momentos en el Mito ele Narciso :
N arci so percibe a otro en lugar de percibirse a sí m i smo. Narciso
percibe a o t ro como a él m i smo. Ese otro rem ite a o t ro que no es
él m i smo. Estas cont radicci ones condensadas por Bnrges en uno
ele sus t ít u los ("El Otro, El Mismo") son m ateri al const ante en las
ansiedades propias del t rastorno narcisist a.
Si anal izamos ese fenómeno global del cent ram iento en una
problemática re rerida a sí m i smo, podemos reconocer en la m isma
la incidencia de una serie ele parámetros.i.s en los que quedan
compromet idas las represent aciones a las que el sujeto apela para
ident i ficarse como un .. yo", dotado de alguna consistencia, de
ciert a const anc ia, reconocible para sí en alguna medida.
De hemos mencionar varios de esos parámetros en los que el
t rastorno narcisista present a alteraciones:

a. Di ficultades en la co11figuraciá11 de las imágenes de sí


m ismo : precariedad, carácter confusional de las m i smas. El pa­
ciente no logra pensar en sí m ismo con alguna aproximación, y l o
expresa de modo manifiesto ("No sé ccímo soy, necesito que me
lo d igan ... varío tanto que no sé C(Ímo de fini nne ... soy según con
qu ién estoy . . . no me hallo a m í m ismo -est amos citando comen­
tarios m u y frecuentes-. . . me conrundo con una opinicín que no me
imaginaba y quedo perdi da, me vuelo, no sé ccímo quedo ubica­
da").

1 00
b. Las imágenes de sí son afectadas por una gran inestabilidad.
ué llas que precari amente esbozan una configuración son alt a-
ente vulnerables, puestas en cuest ionam iento por cada confron­
i ón con el juicio ele los otros. La i nestabi l i dad es l a oscilac ión
t rc im ágenes antagónicas, extremadamente polarizadas. Un
médico ele 50 años consult a por l as di ficultades para asu m i r una
etapa de nuevos compromi sos profesionales: "Si tengo que dar
clases entro en pánico porque all í, frente a otros m éd icos, me
consagro como genio o como tarado. Eso es tan terrible para m í,
tan definitorio, que no puedo preparar una clase".
c. Fal t a ele una c i e rt a coh erencia ent re l as d i fe rent es
reprcsent acines del sí m i smo. La discordm1cia es extrem a en los
cuadros borderline, pero afecta a otras formas del narc isismo
patológi co. "Yo creo que doy toclo por mi hija, pero si algo m e pone
furiosa. me veo finalmente egoísta. una m ala m adre, la peor; de allí
salto a que nadie ha hecho tantos méritos y que tengo derecho a ser
exigente". Esos eli fcrentes registros ele Ja experiencia no encuen­
tran modo de coexistencia. no pueden establecer t ransacciones,
diferencias de grado o de mat i ces.
d. Inestabi lidad y conllicto en Ja valoración de esas i mágenes
de sí, lo que hace a la autoestima. La est ima oscila ent re juicios de
perfección (at ribuidos al Yo Ideal, cargado de omnipotenci a
infant il) y juicios el e denigración (categorías absolutas d e condena
por un superyó arcaico cargado del sadismo infanti l ) . *

E n e l ejemplo anterior, n o s e trat a d e u n a madre q u e "en esto


estuvo mal", sino ele la peor de ellas, Ja que por ser t an m al a verá
los daños en la hija, éstos serán i rreparables. todo será un cast igo.
Este conjunto ele al teraciones coloca al individuo en const ante
zozobra, una inseguridad básica, un clima de ataques y de l amen­
tos, ya que cacla confrontación con el m undo lo pone en tela de
juic io, no de modo rel at i vo s ino radical .

*Esta conslclación de a l l eracioncs en la configuración y soslén del sí m i smo acarrea


!_l'lra e l i n d i v iduo un c fcc10 de i n c o n s i s l encia. de falta de compactació n . una excesiva
le vedad del ser··. E s l e reg i s t ro e s con frecuencia derivado en demandas hacia sus
.
Objetos. como s i algo del olro p u d i e ra otorgar e x periencia de e x i s l cncia. con una
den sid ad con sisl
cnl e .

101
De cada acontecer surgen interrogantes: ¿Quién es? ¿Cuál es su
identidad? ¿Cuál es su valor?
El individuo está expuesto, no tiene un "capital" acumulado de
reconocim iento de sí que pueda referirse a una experiencia de lo ya
vivido. Todo se apuesta de nuevo en el acontecer por vivir. V iv ir
es, entonces, riesgo, amenaza, fragilidad.

2. Preocupación por el saldo


que en términos de identidad y estima de sí
p ueda resultar de toda interacción con los otros

El sujeto del trastorno narcisista, así expuesto, vive lo amenazante


de la interacción, ya que toda conducta propia o ajena tiene el poder
de otorgar o de negar una identidad. Dada una falta de referencias
identificatorias estables (y esto es lo que merece llamarse con
Balint, una "falta básica"), el individuo pasa, de registrar una
conducta a establecer o a detectar cómo establece un otro, el juicio
de valor sobre la misma. Como lo ha interpretado Hugo B leichmar6
se trata de inferi r la imagen de sí de la cual aquella conducta sería
una expresión particular: de un fracaso, o de una dificultad, el
individuo pasa a localizar aquella imagen de sí que explicaría ese
fracaso, esa dificultad.
"Mi re, yo tengo que ser muy mala en mi conexión con mi hija,
porque si no podría ser que ella no me entienda, o se olvide del
horario en que habíamos quedado". Una y otra vez el paciente
aplica como natu ral esta lógica, que va de la conducta a un yo
supuesto sustancial, un yo de cualidades esenciales que destinan a
esa conducta y a ninguna otra.
El pasaje directo de la conducta (particular) a las representacio­
nes de sí (dotadas de una cualidad general) lleva a soslayar la
consideración de muchas condiciones que hacen a lo singular del
acontecer (modos en que se emiten los mensajes, papel de los
otros, antecedentes de esa dificultad, otros elementos concurren­
tes). No se analiza una situación, se cree que todo lo que había que
encontrar era qué defecto de esencia (el ser del sujeto) explica cada
falla en logros esperados.

1 02
A n gu stia centrada en la ubicación de esos resultados
• te raccio nales con los otros, en términos de responder a un yo
absoluto opuesto, el negativo del ideal
i deal o al

apera entonces, en estos trastornos, un código valorativo polari­


zado en los extremos del yo ideal y del negativo del yo ideal.
El yo ideal sosteniendo representaciones de triunfo omn ipoten­
te S. de perfección absoluta. El negativo definiendo la castración,
el fracaso i rreparable e inapelable.
vemos aquí en acción los fenómenos disociativos que Melanie
Klei n atribuyó al psiquismo temprano. Este código valorativo
supone que sólo existen aquellos lugares llevados al límite. Niegan
la existencia de grados en una escala.
Hemos trabajado con el profesional antes mencionado esa
ausencia de puntos intermedios de localización: "genio o tarado",
su total creencia en la validez de esta escala sin grados.
Clínicamente esta ausencia deja sólo lugares para la euforia o l a
depresión.
La defensa caracterológica, frente a los riesgos de esa oscilación
extrema, es la restricción del yo.
Se evita así pasar por el riesgo de esas valoraciones inexorables,
lim itando diversas áreas de la relación con el mundo (puede ser el
trabajo, el sexo, el encuentro de una vocación, la vida social, lo que
encierre el peligro de instaurar el temi ble código valorativo de u n
área particular que pone e n juego las identificaciones del sujeto.
Otra defensa caracterológica consiste en la identificación con lo
que Kohut ha denominado "self grandioso" (modalidades manía­
cas, en unos casos variantes de las personalidades "como si"),
identificación que tiende dinámicamente a mantener alejada la
experiencia del negativo del ideal.

1 03
4. Alteraciones en la percepción
y en la configuración de una imagen del propio cuerpo

El t rastorno en l as representaciones de sí afecta tam bién a l a


configuración de u n a i magen del propio cuerpo. Las representacio­
nes de esquema corporal resultan entonces confusas, de l ím i tes
borrosos.
Hay fall as en el registro de partes del cuerpo. Confrontado el
i ndividuo a evocar s u cuerpo, a d ibujarlo o a m i rarse en un espejo,
surgen distorsiones en el registro de las fonnas, de los volúmenes,
de rasgos propios de ese cuerpo.
"Me veo terri blemente gorda, no me puedo ver así y cuando lo
comento en casa todos m e dicen 4ue estoy loca, que no m e sobra
un kilo por ninguna parte, pero yo me veo gorda", expresa una
paciente cuya rel ación entre peso y estat u ra y sus fon11as entran
holgadamente en los l ím ites del t i po que nuestra cultura l l ama
"normal". Se hacen en estos t rastornos m u y evi dentes las d i feren­
cias (divergenci as, oposiciones) ent re "cuerpo real" y "cuerpo
imaginario" (Sam i-Ali ).7
En los fenómenos ele obesidad aparecen l as distorsiones opues­
tas de registro de m asa corporal : "Com í m uchísimo ú l t i m amente,
pero cosa rara, no engordé", dice un paciente cuyo cl ínico constata
un aumento sign i ficat ivo en pocas semanas.
Sam i -Al i ha destacado un relato ele Henri Michau x :
Conozco tan poco d e m i rostro q ue s i m e mostraran u n o d e m i s m o
t i po n o sabría v e r la d i ferencia . . . m i ro fác i l m e n te o t r o rostro c o rn o
si fuera el m ío. L o adopt o . Descanso e n é l . . . C u a n d o e l rostro
coniemplado se va con su c uerpo . me siento más q u e triste: m e
s i e n t o desposeído y s i n rostro. Acaban d e arrebatármelo. ¡ S i no
fuera m;ís que am or! ¡ Lo q ue se l levaron es mi cara !

Aquel autor coment a:


Estar sin rostro y tener un rostro que se pierde i n mediata mente son
dos man eras de e x presar una i n t u ic i ón fundamental del ser.
Es:-i i n t uición se abre :-i un m u ndo en el q ue el objeto. ya se:-i cos:-i ,
ya se:-i rostro. no alc:-inzó tod:-ivía su perm :-inencia y en el q u e la
pos i b i l idad ele la representación parece ya prob lemática.�

1 04
5. Frecmmtes temores hipocondríacos

Esas fallas ele esquema corporal se acompañan de acentuadas


ansiedades hi pocondríacas. La fragil idad ele l as representaciones
de sí se extiende a una fantasía de fragil idad del "cuerpo real".
Ante síntomas m enores, el paciente es presa de grandes m iedos:
a morir, a padecer enfermedades graves, m iedos i nvasores, mu­
chas veces sin nombre, angustias sin objeto, experiencias agudas
de fragil idad.
"No sé qué pasa con m i cuerpo. algo debo tener, tal vez sólo sean
ideas m ías. me parece que algo se hincha en mi abdomen, ¿será
sólo const ipación? Los médicos no le dan i m portancia, pero yo
creo que algo tengo. el otro día tuve palpitaciones, claro, había
corrido un poco, pero me pareció que era demasiado . . . "
A d i ferencia de una patología psiquiátrica hipocondríaca, aquí
se t rata de temores m ás confusos, erráticos. carentes de precisión,
a menudo favorecidos por l a presencia de somatizaciones de l a
ansiedad.
Una variante clínica del trastorno narci sista. la personalidad
infant i l , present a ya u n repertorio constan te de desórdenes
psicosom áticos. Las incert idumbres sobre el propio cuerpo resu l ­
tan ele l o s obstáculos q u e el sujeto h a encontrado para configu rar
su percepción de cuerpo en c uanto soporte de las representaciones
del sí m ismo. Sami-Ali sintetiza el trastorno:

Desce n t rado. el sujeto se coloca en relación con u na p l ura l idad de


objetos que son i m ág ene s del cuerpo.

Esta proyección de l a superficie corporal a una especi e ele


espacio exterior al sujeto rige aun para l as sensaciones propiocep­
t ivas. Cita a un paciente: "El dolor no está en m i cuerpo, antes bien
yo estoy en el do lor". A d i ferenci a de otras formas cl ínicas de l a
hipocondría (como las l igadas por e l psicoanáli sis a l a paranoia, ,
proyeccicín-int royección del objeto perseguidor ar interior del
cuerpo), el t rastomo narcisista present a una problemática m ú l t i pl e
en s u s referencias al cuerpo : déficits el e l a configuración, déficits
de apropiacicín-interiorización, y toda clase de incert idumbres a

1 05
partir de estos déficits. Una disfunción neurovegetativa g as ­
trointestinal leve (malestar gástrico, náuseas) tiene efectos
confusionales intensos, en una paciente que trato actualmente :
"No sé qué me pasa, todo se me mueve, estoy perdida. . . no esto y,
no sé para dónde agarrar". Más allá de este estado subjetivo, esto
se expresa en imposibilidad concreta de hacer dieta, o de consu ltar
al clínico.
La experiencia de un paciente psicosomático se ha sintetizado
en estos términos:

A. sufre fenómenos de despersonalización durante los cuales el


propio c uerpo, perdida su densidad, se convierte en el espacio
circundante; desprovista de interioridad por fa l ta de inserc ión
corporal, la conciencia no es más que "un cierto estado" que
resbala sobre las cosas y forma parte de las cosas ... todo es en
extremo ligero y etéreo ... La labilidad de lo percibido es tal que un
incesante estremeci m iento (que refleja el ir y venir de la m i rada)
recorre el espacio que, al ritmo de las inspiraciones y exhalaciones
respiratorias, se di lata y se comprime alternativamente (Sami­
Ali) .

6. Reiteración en la demanda de modos primarios


de vinculación, de dependencia patológica

El trastorno narcisista mantiene algún equilibrio de su lábil siste­


ma de representaciones mediante vínculos soportativos, fusionales,
en condiciones de dependencia patológica, con figu ras capaces de
cumplir una función parental. Tal función parental queda investida
con pode res de sostén y continencia estructurante, poderes en los
que es proyectada una ilusión de protección omnipotente ("imago
parental idealizada" en la terminología de Kohut). Este rol parental
del otro parece demandado a ·cumplir funciones de "espejo",
analogía óptica a la que han recurrido Lacan, Winnicott, Kohut.
La función de la mirada del otro, dadora de imagen para el
sujeto, fue destacada en los estudios de Sartre9 ("Basta que otro me
mire para que yo sea lo que soy". "La mirada de los otros me

106
nsti tu ye". Cf. El Ser y la Nada, 3a. parte, "La existencia del
o", "La mirada"). Fue también acentuada en las tesis de
próji m
¡,ac an sobre el "Estadio del Espejo"1º, considerada en su función
fo n nad ora por Winnicott ("Papel del espejo de la madre y la
fa m ili a en el desarrollo del nifio", Realidad yjuego, cap. 9) y por
J{ohut ("La transferencia especular", A nálisis del self)11•
El trastorno narcisista e s resultado d e perturbaciones de esa
función de espejo familiar, interferido en la capacidad de interiorizar
i mágenes de sí coherentes y aceptables (dicho esto en el sentido
rel ativo, pero psíquican1ente registrable, en que es posible referir
a coherencia y aceptabilidad el complejo juego de identificaciones
que como un mosaico van dando el montaje de un sí mismo nunca .
uno, sino múltiple). El trastorno narcisista, por aquellos déficits,
queda fijado al momento de exterioridad, aquél en que el otro,
omnipotente en la función de espejo, detenta toda im agen del
sujeto. De allí la inexorable dependencia, se va al otro a buscar el
sí mismo.
Esta función "espejo", función dadora de imagen, mantenida en
el desarrollo m ás allá de las etapas en que es imprescindible como
formadora del "yo" del nifio, da lugar a intensas ansiedades
confusionales (desde el vínculo fusiona! la identidad de uno queda
localizada enteramente en las conductas del otro, depende de todo
ese acontecer subjetivo propio del m undo fantasmático del otro) y
a ansiedades persecutorias (el otro está dotado de un enorme
poder, es tem ido, pero también desafiado y atacado en el interior
del vínculo fusional, las fricciones, las acusaciones mutuas, el
constante estar pendiente de las mínimas reacciones del otro,
respondiendo a las m i smas con máxima sensibilidad, son
clínicamente los motivos de consulta más frecuentes, el tema-hilo
conductor de muchas sesiones). A nsiedades depresivas también,
ya sea por amenazas o alejamientos del vínculo fusional soportati­
vo, ya por las im ágenes denigradas, condenatorias que resultan de
la función de espejo jugada en el interior del conflicto vincular.
Esta relación de. dependencia patológica supone un constante
borramiento de los límites entre el yo y el no-yo. El trastorno
narcisista gira en la confusión de esos límites. G ran parte del
proceso terapéutico necesariamente pasará por la interpretación, la
discriminación y el registro de la necesidad y posibilidad de operar

1 07
el t razado, en cada experiencia v i ncular. del l ímite ent re eso s
espacios yo-no yo.
Hemos estudiado a una paciente cuyo "t rauma", detonador de
una angustia constante (que mot ivó su consul ta) fue un asal to
ocu rrido en su casa. Ella no estaba, no hubo m ayor v iolencia , el
robo fue m enor. A part ir del episod io la salida a la calle, el cont rol
de puertas y ventanas, l a relación con cada repart idor a dom i ci lio,
pasaron a ser todos episodi os angust i antes. Lo hemos interpretado
como desequi l ibrio resul tante de la invasión del espacio del yo (la
casa) po r represent antes del espacio no-yo (ladrones, lo descono­
cido), una desorgani zación de las demarcaciones previas que
est ablecían ese l ím ite.
Freud l l amó la atención sobre esa operación t ípica del narcisismo,
consistente en at ribui r lo pl acentero al espacio del yo y evacuar
proyect ivamente lo displacentero adjudicándolo al espacio no-yo.
El mantenim iento del tal economía psíquica supone un t rabajo
constante, un control sobre el sí m i smo y sobre sus objetos que a
menudo toma modal idades obsesivas , control siempre amenazado
y cuando quebrantado, gene rado r de confusión y persecusión.
La función del espejo. ese enom1 e poder del otro en el que se
confunden yo y no-yo, ha nutrido l a literat ura de todas l as épocas.
Shakespeare l a ha volcado con precisa elocuencia:

Pohre espejo quebrado, yo con t e m plé con frec uencia en tu d u lce


l u n a m i vejez rej u venecida . pero ahora este espejo. antes v i vo y
brillante, oscurecido y arruinado, me m uestra un esqueleto de
m ue rt e consu m ido por la edad . . tú has arrancado mi imagen
.

de tus mejillas y hecho tri zas de tal m odo la hermosura de m i


espejo. q u e y a 11 0 puedo ver l o que an tes fu i.
( W i l l ia m Shakespeare. "La violac ión de Lucrecia")

Como t u rostro a l t ivo, si se retrata


e n e l h ú medo espejo d e mi a margura
pues bri l las en cada una d e las lágrimas que l loro.
y g ua rdarás así m i s lágr i m as para espejos.
( W i l l i a m S hakespeare. 'Trabajos de A m or Perdidos") 1 2

En innumerables poemas insisten l os espejos:

1 08
U na a usencia de espejo ha devorado m i s ojos.
(Carlos Riba, Elegies de B 1'e i>ille ) .

B u sca en t u e s pejo a l otro.


a l o t ro que va cont igo.
( A n tonio Machado. Cantares)

¡,Por qué pers istes, i ncesa nte espejo,


Por qué en la sombra el súbito rellcjo?
Eres el otro yo de q ue habla el griego
Y acechas desde s ie m pre . . .
( J orge L u i s B orges. E l Oro d e los Tigres. " A l espejo")

S omos ese q u i m érico m u sco de formas i n cesan tes .


ese monllín de es pejos rotos.
..
(Jorge L u i s Borges, .. Elogio de la Som bra )

En su dorm i torio los espejos están velados porque en e l los ve m i


reflejo us urpando e l suyo . . .
(Jorge L u i s Borges. E l 1 Jaccdor . .. Los espejos velados")

En e l espejo de esta n oche alcanzo


mi i n sospechado eterno.
( J orge Luis B orgc s . El Otro , el Mismo. "Poema Conjet ura l " ) 1 3

Estos m ú l t i ples espejos nos hablan de una dinám ica universal


para la const rucción de las represent aciones del sí mismo. dinámi­
ca que Lacan ha invest i gado part icul armente en sus desarrollos
sobre el regist ro de lo imaginario. 1�.is,ir.

7. Ansiedades vinculadas con


objetos sexuales parciales, pregenitales,
a men udo integrados en fün tasías perversas
Y consecuentes d i ficultades
en el plano de la sexualidad gen i t al adulta

El t rastorno narcisista aparece vincu lado con objetos sexuales


parciale s, pregeni t ales. El objeto es fijado, queda instalado en un

1 09
plano de o ralidad o analidad (Bela G runberger)17, manifestándose
en modalidades estables de conducta. En lo o ral, el otro de l a
dependencia patológica está destinado a proveer suministro.s. Una
ansiedad constante en el trastorno narcisista, fuente de confli cto y
de agresividad permanentes, es referida a lo que el otro hace faltar,
la frustrante del otro.
"El no me da lo que necesito, es avaro, es mezquino con dinero
y con afectos y yo exploto porque no tolero esa mezquindad" (en
algunos pacientes éste es el estilo de la queja central , la que aparece
una y otra vez, el eje mani fiesto de sus desdichas).
En el nivel anal el objeto es el evacuador ("me trae todos sus
problemas, todas sus porquerías y me deja a mí llena de eso que es
de él, pero yo siento que se va y la cabeza me estalla" -ex­
presiones de la misma paciente-). o bien, en otros momentos,
debe ser el otro el contenedor de la expulsión anal: "al final estallé
y le dije de todo, todo lo que tenía acumulado de tantas salidas
arruinadas y de las vacaciones que por su mal humor también me
las arruinó, todo se lo largué en una hora; vi que él se quedaba
mudo, pálido, se ve que no se imaginaba que yo u n día le iba a
largar todo eso junto".
La fijación erótica en los niveles pregenitales trae consigo
dificultades para una mayor organización de las relaciones con el
otro en un nivel de genitalidad. Esto no excluye la posibilidad de
lograr erección u orgasmo. Se t rata de la limitación del goce en la
genitalidad, del malestar que acompaña la sexualidad, dado que las
demandas o rales y fantasías de expulsión anal introducen siempre
en el vínculo erótico componentes persecutorios de frustración,
culpa, amenaza de pérdida, resentimientos.
Los objetos parciales, pregenitales. son habitu alamente inclui­
dos en fantasías sexuales perversas. las que también inci den para
crear un fondo de ansiedad y culpa en el plano de la sexualidad.
Vean10s un comentario clínico de Lía Ricón:
La sexualidad de Ana n u nc a fue traída al análisis como problema,
ya que ella y su marido tenían satisfacción y orgasmo con un ritmo
aceptable para ambos. S in embargo cabe señalar que esas relacio­
nes eran en cierto modo "mediatizadas", ya que siempre, o casi
siempre. las acompañaba una fantasía en la que ella se observab a
e imag inaba a sí m isma en una refación con su m arido u otro

1 10
h ombre, viviendo exactamente lo m ismo que en la relación real
e xterna.18

A propósito de este rel ato, cabe señalar la relación de esa m i rada


con los fenómenos de espejo, de "doble" ligados al trastorno de
identi dad y a la vez al retraimiento narcisista como defensa frente
a la invasión-fusión con el otro en la relación sexual: se preserva
una zona no invadida, la que mira la escena, reti rada del lugar de
pro tagonista.
L a restricción de la experiencia genital es otra modalidad de
cond ucta protectora para la fragilidad del self narcisista. Winnicott
ha exp licado así la función de esta defensa:
Sólo cuando alguien ha logrado constituir un self es que la
satisfacción pulsional deja de convertirse en un factor de
desintegración o alcanza un significado más allá de lo estrictamen­
te fisiológico.19

El trastorno narcisista comprende también conflictos y defensas


de nivel neurótico (ansiedades de castración, defensas histéricas,
fóbicas, obsesivas, por lo cual se plantean problemas de diagnós­
tico diferencial).
Las conductas neuróticas acompañan siempre a esa constela­
ción que hemos delimitado hasta aquí en nuestra exposición. La
diferencia con una caracterología asentada en el orden de las
neurosis estriba en que las mani festaciocnes neuróticas son en el
' trastorno narcisista, protei fom1es, diversas, inestables, varían con
frecuencia según vicisitudes del acontecer individual y grupal;
reflejan, de modo m ás directo que las neurosis (en l as· que las
fomr nciones del inconsciente actúan como m ediatizadoras)
las emergencias de ansiedades propias de cada situación con sus
crisis.
Dinámicamente las conductas de orden neurótico aparecen,
pero no son dominantes en la organización del conjunto de l a
conducta del sujeto, n o ordenan su estructura. E n trabajos previos
hemos consignado las cualidades propias de las estructuraciones
neuróticas tal como aparecen en sus procesos terapéuticos, con sus
angustias, modalidades de relación de objeto, identificaciones,
posiciones en relación con una triangularidad edípica, defensas
establem ente instauradas en cada tipo de estructuración neurótica.

111
La estructura de la conducta es en el t rastorno narcisist a, de
predominio pre-edípico: el confl icto es diádico, la prohlcm át ic a
nuclear no es l a del falo-cast ración y sus fantasmas, s ino l a de la
existencia de un sí mismo o su disolución ya en la dependencia
fusiona!, ya en su quiebra. No es el yo perdiendo partes valoradas
de sí (ansiedad especi al que Freud entendió debía vincularse con
el "complejo de castración" -nota de 1 923 agregada al caso
Juanito-) s ino que está en juego la pérdida del yo.
Est a distinción fue nuev amente expresada por Freud en u na nota
póstuma:

Tener y no tener en el n i ño . El n i ñ o prefiere e x presar la re lació n


objeta! mediante la iden t i ficac i ó n : yo soy e l objeto. El te ner es
u l terior y vuelve a recaer en el ser u n a vez perdido el ohj eto .
Modelo: el pecho materno. El pecho es u n a parte de m í. yo soy el
pecho. M ás tarde. tan sólo : yo lo tengo. es decir yo no lo soy . . . 20

Winnicott (sin citar a Freud, tal vez gui ado por la huell a de su
lectu ra) en el resumen de su art ículo "La creat iv idad y sus
orígenes",2 1 concluye así:
Y ahora deseo decir: "Después de ser. hacer y que se le haga a uno.
Pero primero ser".

Mencionaré la entrevi sta reciente con una joven de 25 años,


cuya conducta con l os hombres es mani fiesta com o histérica
(seducción, ev itación, cambios const antes. cont actos fugaces).
Hablam os ele estas relaciones y su modo de ahordarlas. En su
verbal ización carece del dramatismo ele l a histeria; hay risas, hay
un clima de juego, como una n i ña que se asoma al mundo ele las
seducciones hombre-mujer, pero de algún modo "sahe" que ella
necesita algo previo, aunque desconoce qué es, qué le falt a.
Menciona un encuent ro di ferente con un joven en un viaje: "Yo
supe que era igual a m í (pensemos en l a ident i tlcación especular,
donde lo buscado es lo igual , postulación hecha por Freud como
una etapa en la evolución del narci sismo) porque los dos habíamos
sufrido problemas de fam i l i a m u y parecidos, con él yo hice
contacto, al l í yo fui yo, no ciaba para una pareja; tal vez éramos
como hermanos".

1 12
·
El relato allí tenn ina, no ent ra en los tem as de l a histeria ("él
dcsc aha a ot ra, para qué me quería ... ") aunque seducir y evitar son
condu ctas histéricas. Aquel contacto, para ella el m ás importante
en cuanto al t i po de identi ficaciones que pcm1 ite establecer. no se
basa en poseer al otro (ansiedad de posesión del falo y de su
pérdida. a t ravés del hombre poseído, en la histeria), sino de poder
ser por el vínculo de continencias recíprocas tendidas con el otro,
y por el encuentro de una im agen ele sí en el otro.
En este caso clínico, de déficits en la narcisización del sí mismo,
el vínculo contenedor es diádico (a di ferencia ele la histeria clonclc
ta matriz vincular básica es t ri áclica: posesión clel hombre y
amenaza por la rival , t riunfo por la exclusión del rival , dist ribución
en los Jugares de l a constelación t riangular del falo y de l a
castración. fantasmat izados).
Est a paciente nos i lustra el comentario de Winnicot t . Primero,
el intento ele ser. l uego cobrarán importancia poseer, perder,
sust i t u i r. en lo que Simone ele Beauvoir l l amó "esa distancia
necesaria al deseo".
Destacamos ahora que la fusión no es un est ado estable sino un
estado deseado estát ico, como un cierto ideal , inestablC, siem pre
amenazado, lo cual supone una constante inversión de esfuerzos
para recrearlo en el nivel ele i l u sicín y en las interacciones que
pcnn itan darle sustento.
Comentario cl ínico sobre un paciente que está en este nivel ele
trastornos:

Por m iedo a vaciarse . en e l m o m e n t o en que com ienza a d i solverse


la fusión con el objeto. se produce en él el fenómeno cont ra rio de
querer tomarlo todo dentro d e sí. .. el esfuerzo defe n s ivo se
enca m i na en ade lante a negar u n a agresiv idad a na l q u e se e n carga
de separar a l sujeto de sus percepciones.�2

Separarse ele las propias percepciones: el sujeto desea no ver, no


saber. Factor dinámico de i m portancia en el mantenim iento ele
vínculos y pensamientos ele t ipo confusional . Factor también
importante, con función defensiva. que se e rige como resistencia
activ a a avanzar en un saber que resulte de l a i ndagación
psicoan al ít ica.

113
8. Pensamiento confusional

El paciente necesita mantener la ilusión de fusión con el objeto;


necesita entonces no discriminar, no hacer nada, relativo a los
vínculos primarios, con carácter de separable o sustitui ble.
Asimismo la falta de delimitación entre un adentro y un afuera
expresa, a la vez que refuerza, un conjunto de falencias en l a
o rganización de las operaciones yoicas inherentes a la madu ración
y el crecimiento psicológicos.

Cuando quiero encontrar algo, una idea, un teorema, y hasta un


rostro o cualquier otra cosa, a men udo no consigo encontrarlo, no
consigo reconstituir el rostro, el paisaje, la posición. No logro
reestructurar una parte de t iempo concreto. Todo se embrolla,
aparece vago y si no es vago se me presenta en fragmentos
pequeños. Cuando quiero reconstituir algo debo realmente h acer
un esfuerzo enorme. Y por fin, en general no logro mi objeto. Por
ejemplo, si pierdo la visión de la cara de alguien tengo que ir a verlo
de n uevo. Lo que ocurre es que me ac uerdo de ciertos rasgos del
carácter, especialmente de c iertas expresiones, pero no llego a
constituir un todo con esos elementos. S in embargo, tengo la
i mpresión de que podría acordarme, sólo que hay algo que se
opone a ello. No sé lo que cs. Y esto resulta particularmente
molesto en e l colegio, porque cuando leo algo, un l ibro por
ejemplo, me es imposible recordar el comienzo cuando estoy al
final. Y es particularmente molesto en m a temática y en todas las
materias en las que hay que recordar algo. Es la falta de puntos de
referencia . . 23
.

Aquí se presenta toda una problemática en operaciones de orden


cognoscitivo, dificultades a tener en cuenta en la evaluación y en
el manejo de los procesos psicoterapéuticos.

Dice A.: "Los objetos me molestan de la m isma manera en que me


molesta mi c uerpo". Por su sola presencia los objetos lo asaltan y
desqu ician. Percibir es literalmente recibir el choque de lo sensible
(la impresión de que el ojo es herido por una esquina del armario
o el estómago por un ángulo de la mesa).24

1 14
Tenemos que considerar en todo su alcance esta dificultad para
sostener ya la percepción. En los com ienzos de una psicoterapia el
paciente habla de ansiedades y de conflictos con seres a los que no
percibe. Detenerse en la percepción, registrar su vaguedad, sus
fragmentaciones, es una parte esencial a trabajar, ineludible. Toda
propuesta interpretativa, que abstrae, relaciona, organiza conjun­
tos, tiene que considerar las dificultades cognitivo-afectivas que
p resenta el paciente al cual está destinada.

9. Depresiones

Debemos distingu ir en el trastorno narcisista un fondo depresivo


(constante) y reacciones depresivas (relativamente puntuales). El
fondo depresivo expresa un estado sufriente que pena por la falta
de un sí mismo (estimable, consistente, relativamente estable).
Depresión que resulta de la experienci a de fragilidad, de vacío, de
búsqueda fallida, insi stente e infructuosa. Una mujer de 40 años
resume esta experiencia: " Al final yo estoy en nada, floto , navego
sin llegar a nada, como a la deriva; un día me lleva una corriente,
me alivio, creo que ya tomé un rumbo, al otro día todo cambió",
y el desánimo inunda su rostro.
Las reacciones depresivas surgen una y otra vez, ante fracasos
en los vínculos y en la adaptación social, laboral, económica. Cada
si tu ación de amenaza o de pérdida del vínculo sostenedor primario
especular es fuente de reacciones de ansiedad y depresión. "Hago
todos los esfuerzos, creo que así vamos a quedar de acuerdo, él
llega y me tira todo abajo, me critica todo, para él todas son fallas
en mí, y yo me licúo, me quedo sin sangre en las venas" (en esta
expresión, de la misma paciente, podemos registrar asim ismo la
referencia corporal para la experiencia de aniquilación del sí
m ismo, concordante con la hipótesis freudiana acerca de la prima­
cía del yo co rporal en la génesis del sí mismo).
El trastorno narcisi sta encuentra dificultades adaptativas: la
inseguridad sobre el sí mismo acarrea una ansiedad constante que
interfiere en las funciones yoicas necesarias para discrim inar,

1 15
ordenar, jerarqu izar, planificar cualquier t i po de tareas. Los fraca­
sos precipitan juicios sobre una ident i dad negat iva con los que l a
depresión retoma d e modo persistente.

1 0. Dificultades en el registro empático de sí y de los otros

El t rasto rno narcisista aparece dependiendo de resultados, de


conductas cuyo saldo sostenga al sí m i smo. Est a ansiedad mono­
pol iza su atención. no deja margen para atender a los procesos,
motivaciones y modos de intcracci6n. Importan ante todo los actos
en cuanto sus efectos para el sí m i smo. Empat ía supone poc1cr sali r
de l a perspectiva del s í m i smo, abandonar momentáneamente su
vigilancia, para captar t odo desde otra perspectiva. Esto result a
muy d i fícil . Si pregunt amos al paciente por los mot ivos que ot ro
pudo tener para l a conducta que comenta y le ha afectado su
primera respuest a es "no sé ni me interesa". Este t rastorno de l a
cmpat ía e s generador de m ú l t i ples dificultades en los v ínculos. Sus
erectos, dest ruct ivos en la v ida social, se c uent an ent re los princi­
pales mot ivos de conducta de estos pacientes.
Hasta aquí relevamos la existencia, frecuente en l a clínica, de
una constclaci()n caractcrológica y dinámica propia del t rastorno
narcisi sta. Cada rasgo de carácter nos envía a l as estructuras
psicoclinámicas que en él convergen y se expresan. Pero el nivel de
comprensión caractcrológica i m pide una caída en supuestos
rcduct ivos: los de creer que sólo es significat iva la interpretación
psicodinámica. Supuesto cscnci ali sta, en ú l t i m a inst ancia, de afán
simpl i ficador, m ient ras que en las dist intas ciencias los modelos
que van encont rando lugar c reciente son los que se hacen cargo de
"niveles ele com plcjidad", cst rat i ficacioncs, con circuitos en redes
ele causal idad "emergente". El rasgo de carácter no es sólo lo
aparente, man i fiesto, de un latente psicodinam i smo.25 Además es
un existente, nudo en una red, mensaje inserto en m at rices gru pales
y en cuanto cons t i t u i do como hábito de conducta un ex istent e con
el cual el psiquismo t iene a la vez que enfrent arse, tomar posición.
Es t am bién creador ele condiciones para su abordaje clínico. El

1 16
prohlema ele esas condiciones para el abordaje del t rastorno
narcisista en psicoterapi as tendrá que ser objeto de ot ro art ículo.
En nuestra línea ele t rabajo se trata de comprender las articu/acio-
11es que cada proceso va a requerir, en las particulares condiciones
de su desarrollo, entre los siguientes parámet ros ele orden est raté­
gico y técnico: i11te1pretació11, discriminación, experiencia 1·i11cu­
/ar, colocados en los ejes de la construcción y de la creación.
Atentos a un príncipio m ás aharcat ivo : para una eficac i a de la
clínica el campo de las intervenciones debe configurarse, t ambién
para estos t rastornos, sohre el t razado de una multiplicació11 ele las
perspectivas y de los instrumentos, que es propia de tocio campo
creador.

Referencias b i bl iográfícas

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1 18
DIR ECCIONES DEL PROCESO
EN EL ABORDAJE PSICOANALITICO
DEL TRASTORNO NARCISISTA

Los desarrollos que presentaré continú án a los estudios sobre


"Perfil Clínrco y Psicodinámico del Trastorno Narcisista". 1 Sobre
el final de ese trabajo destaco que lo que v iene después de plantear
una caracterización de esa constelación clínica y psicodinámica, es
, preguntamos por cuestiones relativas a los abordajes, cuestiones
relativas a las técnicas psicoterapéuticas con los trastornos
narcisistas. Resulta complejo pensar el trabajo en el interior del
proceso psicoanalítico de estos trastornos. Proceso que no es uno,
no es generalizable como uno, sino que tiene la diversidad propia
de estos trastornos. Lo que intentaré es ubicar algunas cuestiones
relativas a los problemas del abordaje de estos trastornos y a sus
líneas técnicas.
Si partimos de una primera caracterización del "perfil clínico y
psicodinám ico", ubicamos ya ciertos problemas que definen al
trastorno narcisista: la problemática centrada en la im agen del sí
mismo, dificultades en la configuración de un esquema corporal,
lo s modos primarios de vínculo con el objeto de dependencia
narcisística, los problemas del pensamiento confusional. Estos
rasgos nos crean dificultades en el trabajo clínico con estos
pacientes. Cada uno de esos rasgos va a incidir en el trabajo clínico
constituyendo una serie de dificultades, de obstáculos y tendremos
que ver cómo vamos a trabajar con ellos.
Aparecerán también otros obstáculos, que se refieren a las
o rganizac iones defensivas que asumen los trastornos narcisistas.
Con respecto a estas organizaciones defensivas podemos referir-

1 19
nos a los t rabajos de Joyce M ac Dougall ("Narciso en busca de una
fuente"2 y ".E l paciente desafectivizado"),3que plantean los proble­
mas ele l as t rans ferencias narcisistas, las defensas esquizoi des con
el im pacto contratransferencial que estas defensas producen.
Lo cierto es que el t rabajo con estas estructu ras requiere un
sentido del timi11g muy part icular que va vinculado al paciente,
como capacidad de holding, un sentido del tacto muy part icular,
porque algunas de estas organizaciones defensivas podrán ser
señ a l ad a s , pero d u rante m ucho t .ic m po serán e l e m e n t o s
sostenendores del paciente, n o podrán ser at acadas, movil izadas.
Esto supondrá u n cuidado muy part icular de l as organizaciones
defensivas y de los modos de instalar el paciente su v ínculo con el
anal ista. Se acentú a la capacidad de holding y el sent ido de timing,
como elementos ele especial cuidado en estos abordajes.
Ahora si el proceso terapéutico avanza, será porque puede
tomar algunas direcciones:

1 ) Del aislam i ento, o encapsul am iento de 1.a fragi l i dad


narcisíst ica, poder pasa r a la dependencia regres-iva y a l a continen­
cia en el v ínculo terapéutico. La posibilidad de este pasaje y su
importancia clínica fue fuertemente acentuada por W innicott en un
informe clínico último publicado en Londres hace dos años
("Holding ami Interpretation").� Allí, Winnicott destacaba que
había una fase i m portante del trabajo clínico que era el poder
construir los elementos de pasaje del aislam iento narcisíst ico a
una dependencia regresiva útil. Si el proceso terapéut ico avanza
habrá ot ro pasaje. más lento aún, que es el pasaje de la continenci a
e n e l v ínculo terapéut ico a l desarrollo d e u n a capacidad de
autocontinencia.
2) Ot ro movimiento import ante en el proceso será aquel que
marche de l a confusión hacia l a discrim inación. Voy a hablar
después del inst rumento técnico de la discrim inación en el proceso
terapéutico.
3 ) Ot ro mov i miento esencial del proceso será aquel que partien­
do de los registros dispersos , de las percepciones parciales del
cuerpo. conduzca hacia una progresiva construcción de un esque­
ma corporal m ás integrado. Esto me lleva a señalar dos aspectos
import antes: uno, que estamos trabajando con una patología donde

1 20
las áreas mente y c uerpo no est án relat ivamente del imitadas, si no
que gran parte de lo que tendría que ocurrir como procesos
mentales ocurre en t érminos de regist ros corporales, por lo t anto el
proceso terapéutico de estos t rastornos será aquel que vaya ayu­
dando a constru i r delimitaciones m ente-cuerpo t razados que en el
proceso evolutivo de estos pacientes no fueron fac ilitados ni
organizados.
Sohre este punto quiero comentar experiencias clínicas que he
realizado con pacientes que necesitaban integrar mejor su esquema
corporal , sobre l a posibilidad ele incluir en alguna etapa del
proceso t rabajos con el propio cuerpo, t rabajos a reel ahorar en las
sesiones de terapia, pero donde el t rabajo sohre el propio cuerpo va
a i r dando más conciencia al paciente de lo disperso, de lo
desorganizado y de lo organizable, como experiencia que ahre un
cam ino que tendrá que ser reelahorado e integrado asimismo en el
área mente.
4) El otro movimiento del proceso que quiero destacar, es aquel
que en el ámhito de las ideal izaciones m archaría desde la
polarización de las valoraciones hacia una gradación de estas
valoraciones. Polarizació1� de l as idealizaciones que remite m ás a
la órhita del yo ideal, y gradación ele valoraciones que rem ite al
espacio del ideal del yo. Un paciente que yo comento en "Perfíl
Clínico . . . " me decía: "lo que me da pánico de ciar una conferencia
es que all í me consagro como genio o como t arado", lo que
mostraba una máxima polarización de las ideal izaciones. En el
proceso terapéut ico fue evolucionando hasta que él pudo dar una
conferencia, pero la pudo dar cuando integró que ent re genio y
tarado, en el medio, había una serie ele grados. Cuando fue a clar una
clase supo que ya no se jugaban en él ni el genio ni el tarado. sino
que iba a produci r algo interesante, m ás o menos interesante, pero
rescatahle, y eso ya cstaha en las gradaciones del sistema del ideal
del yo.
5) La otra dirección del proceso que quiero señalar es aquella
que podría marchar de la dispersión, de la fragil idad e inestahilidad
de l as im ágenes de sí, hacia una m ayor cohesión. consistencia,
est abi lidad. definición de la imágenes de sí. Proceso lento, proceso
largo. de muy m inuciosa elaboración.

121
Para caminar en la dirección de estos procesos, ¿cuáles son
nuestros instrumentos técnicos? Hay un instrumento técnico tradi­
cional en el análisis que tiene la mayor jerarquía teórica, que es la
inte1pretación y que indudablemente nos va a ayudar en todo el
camino; pero lo que quiero destacar ahora, en términos de instru­
mentos técnicos, es que hay que poder llegar a la illterpretación.
Y cuando trabajamos con trastornos evolutivos, cuando trabaja­
mos con pensam iento confusional, hay que i r creando condiciones
graduales, escalonadas, para acceder a un psiquismo capaz de
trabajar eficazmente con la interpretación como instrumento
de empleo técnico.*
Entonces quiero hablar aquí de cuatro tipos de instrumentos
técnicos que me parecen esenciales para mover estas direccio­
nes de proceso que acabo de señalar. No vamos a trabajar sólo con
esos cuatro, creo que vamos a trabajar con muy diversos instru­
mentos técnicos, pero justamente dada la amplitud de este campo
de la clínica focal izo en cuatro instrumentos lo que qu iero mostrar,
que son direcciolles de nuestro trabajo. Este camino es un camino
de instrumentos m últiples, donde no sólo la interpretación es
importante y operante.
Voy a hablar de la lntervellció11 Vincular (un concepto que
quiero presentar a la discusión). La Discriminación como segundo
instrumento técnico. La Confrontación como tercer instrumento
técnico y después hablar de la Inte1pretación como cuarto modo
de trabajo técnico y ver sus efectos en la clínica y sus implicaciones
teóricas.
Intentamos abarcar con el concepto de intervención vincular
una serie muy amplia de intervenciones que a menudo realizamos
los terapeutas y que no están habi tualmente conceptuadas en
tém1inos de instrumento técnico, sino que parecen más ser inter­
venciones "de sentido común" o de una "práctica de vínculos",
digamos. Pero creo que merecen ser conceptualizadas como inter­
venciones muy especiales, porque estas intervenciones tienen
varias funciones:

*Deseo mencionar el t rabajo de las licenciadas María del Cannen Calvo e Inés
,
Loustalet sobre "La interpretación. Elementos del aná l i s i s del di scurso ., integrantes de
nuestro equipo docente, que subrayan este problema teórico y técnico, discutido en 1 9 88
en Ateneos de la Cátedra -Oe Psicoterapias y del Centro de Estudios en Psicoterapias.

1 22
1 ) Crear vínculo con el paciente, crear vínculo activamente
desde el terapeuta con el paciente. No siempre ese paciente que
viene "desafectivizado", o en estado esquizoide, como dice
Winnicott, está en condiciones de trabajar él para crear vínculo, ésa
es su patología. Entonces aquí desde la patología propia hay un
llamado a la actividad del terapeuta como capaz de crear vínculo,
es deci r, capaz de ofrecer modelos de vínculo.
2) Hay intervenciones vinculares que tienen que mostrar que se
tolera ese vínculo con sus cargas y sus vicisitudes. Hay interven­
ciones vinculares que tienden a desarrollar la experiencia del
vínculo, a cultivar el vínculo en desarrollo. Hay intervenciones
vinculares que tienen que expresar modos de participar el terapeu­
ta en ese vínculo y hay intervenciones vinculares en las que el
-
terapeuta da respuestas en las que denota su resonar con ese
vínculo. Las formas son muy diversas, pero creo que es posible el
agrupamiento teórico conceptual de que hay un instrumento ac­
tuando en estas conductas, que es el crear vínculo y el desarrollar
vínculo, como un instrumento terapéutico básico, primordial del
proceso. Porque si no trabajamos en la dirección del crear vínculo,
las palabras que intenten producir registros y efectos de sentido,
nunca van a alcanzar.
Voy a citar dos intervenciones de Winnicott, de una entrevista
con la señora X, de treinta años, madre de una niña de sei s años,
para mostrar la diversidad y el alcance de estas intervenciones
v inculares.5 Se trata de una madre que no estaba cuidando a su hija
en las consultas médicas, que debía hacer en un hospital de niños.
El hospital le pide a psiquiatría que intervenga para ver por qué la
mamá no llevaba a la hija a las consultas médicas. Entonces
Winnicott la va a entrevistar y de entrada le dice: "Bien, hablemos
de su hija, eso quebrará el hielo".
Me detengo en esta intervención y digo, ésta es una intervención
vincular donde el terapeu ta está diciendo que a él le importa
construir vínculo, él quiere "romper el hielo", no dejarlo librado
a ver si ella quiere quebrar ese hielo o m antenerlo en toda la
entrevista (que es otra alternativa, el paciente librado a su espon­
táneo desarrollo del vínculo puede jugarla). Winnicott inicia la
entrevista diciendo vamos a quebrar el hielo, con lo cual ustedes
comprenderán la infinidad de mensajes que está dando en esa
/1

123
m ínima frase telegráfica. Yo los invito a hacer un análisis m icros­
cópico de 1 a i n 11 ni dad de mensajes que se t ransm i ten en "hablemos
de modo que podamos quebrar el h ielo". La m ujer empieza a
contar su histori a de asilos. de huérfana, abandonada por l a m adre
y una cant idad de vicisitudes terribles de l a infancia y adolescenci a
d e ella, y cómo en plena adolescencia comenzó con juegos
homosexuales que la angust iaban m ucho. Winnicott dice "esto es
te1Tible", y el texto no nos dice, pero yo creo saber el tono de l a
intervención, porque e l tono de l a intervención n o e s el d e l as
opiniones valorat ivas desde el superyó de Winnicott , es el tono de
expresar resonancia empcítica con l as valoraciones ele la paciente
acerca ele esa etapa y lo terrible que ella vivió con el juego
homosexual, porque eso es lo que está diciendo ella en la sesión.
Entonces digo. hay intervenciones v inculares donde la expresa
resonanci a empáti ca apunta a un objet ivo teórico-técnico impor­
tante, que es crear el e.\pacio del nosotros. Este espacio no se crea
de modo espontáneo sino que t iene que ser objeto de un t rabajo
m i nucioso.
Voy a citar aquí a Winnicott en un infonne de ese último l ibro
que mencioné. donde él dice así:

En el plano esqu izoide el pac iente está sost en iendo. dando h o l d i n g


a su s í m i smo. S i el estado esquizoide surge e n la sesión y e l
terape u ta va a su encuentro mostrando q ue é l . analist a. puede
conten er. dar hold i n g a l paciente, perm i t e que éste pase d e la
esq u i zoidía a la dependencia regresiva, la c ual ofrece la ventaj a de
pcrm itir c,:orreccioncs asoc ia t i va s · de la e x periencia i n fa n t i l del
pac iente.'

El autor está mostrando aqu í que esa esquizoidía del paciente


t iene que ser buscada desde el terapeuta, que v a a su encuentro. En
estas intervenciones vinculares l o que se dice muchas veces no está
en el texto, sino en el tono y en el gesto, de modo tal que un anál isis
ele texto ele l a sesión no nos va a pemli t i r comprender con toda
m inuciosidad lo que se está produciendo a nivel cl ínico. Tenemos
que invest igar no sólo textos sino climas. contextos.
Aquí quiero eles tacar lo que se está t ratando de crear, un v ínculo
que desde el nivel evol ut ivo en el cual está instalada l a problemá­
t ica del paciente, apelará a ser un vínculo de nivel prever/Ja/. S i el

1 24
vínculo se juega en un nivel prcvcrbal con cierta frecuencia,
tenemos un problema de importancia en el hecho de que el anal i sta
cuenta con un instrumento clásico, l a interpretación, que es l a
apelación a l orden d e la palabra. Porque e n ciertos casos, este c l i m a
d e vínculo prcverbal puede ser afectado por el acto de decir, no
i m porta qué palabra; a veces el acto de decir ataca al orden
prcvcrbal, por la distancia que la representación ele palabra induce
frente a las representaciones de estados ele cosas.
Este nivel de análisis de las intervenciones v incul ares. nos
penn itc tom ar un material clínico y estudiar all í.en la m icroscopia
de la sesión. si se está intentando const ru i r o no el vínculo y cuánto
aporta cada uno de ellos a la tarea ele const ruir vínculo. De paso
digo que resulta del icado, en la tarea de crear vínculo. que se hable
ele ese vínculo en el m i smo momento ele est ar construyéndolo. Las
l íneas t rad ic ionales klcinianas que han planteado una intervención
sistcm:ít i ca sobre la transferencia. han sido a mi juicio muy
nocivas . a veces deletéreas para la posibil idad de const ru i r v ínculo.
Porque cuando lo hago no lo digo. dacio que ese decires distanciantc.
Se hablará de este vínculo en ot ros momentos.
B ien. el nivel de intervencic)n técnica que quiero plantear ahora
es el de la discrimi11ació11. La discriminación pone palabras. intro­
duciendo un orden. un modelo ele proceso secundario de pensa­
m iento. Es una intervención organizadora que va al encuentro del
problema confusional propio del trastorno narcisista. Los pacien­
tes hablan de un modo condensado. confusional y tomo una frase
al azar de una paciente m ía de treinta y seis años, casada, que dice
muy rápido: "me agarré una bronca con Eduardo. el tarado se raya,
se manda de cabeza a un negocio. por ahí se funclc. a. él no le
c alienta". Esta es la frase de un t rastorno narcisista. ella no supone
que yo tengo que entender cada palabra. ella supone que estamos
autom:íticamcntc conect ados a t ravés ele vínculo t ransferencia!
narc isíst ico y aclcmás ella no cree en el valor pensante de l a palabra,
lo usa casi como una cosa. dice algo. pero no cree que el mensaje
dcha se discrim inado; entonces. al deci r su comentario. no sabe la
c antidad de planos que está vinculando y presu poniendo, sacan­
do consecuencias. antecedentes. t razando una serie ele nexos ló­
gicos. Es un modo de hablar que a veces me recuerda a Borgcs.
cuando contaba que en una antigua clasificación ele los animales se

1 25
los dividía en "los que vuelan, los chanchos, los pertenecientes al
emperador y los que acaban de romper el jarrón", entre otros.
Resalta allí esa falla en las categorías lógicas.
Entonces, la intervención discriminadora, ésa es su importancia
técnica a mi juicio, es una intervención que va a introducir
preguntas (cómo, cuándo, de qué modo, cuál es el nexo causal).
Preguntas todas que son portadoras de un modelo lógico. Esta
intervención discriminadora apunta el nivel de formalización del
discurso, nivel de categorías cognitivas que es otro nivel profundo
sobre el cual trabajar.
Creo que esta intervención opera en el proceso terapéutico con
un doble efecto: creo que tiene que apuntar a la desconstrucción de
las formas de una lógica confusional y a la vez tiene que apuntar
a la construcción de formas lógicas del proceso secundario , como
instauración de lógicas altemati vas allí donde está imperando sólo
una lógica confusional.
El tercer tipo de instrumento técnico que quiero destacarles es
el de las confrontaciones. Voy a citar un pasaje de Kohut que
ilustra una confrontación; dice así;

El paciente, residente de psiquiatría de un hospital donde yo daba


un sem inario de psicoterapia, llegó a sesión veinticinco m i nutos
tarde, tiró su abrigo en la silla y saludando apenas, se dejó caer
estrepitosamente en el diván; comenzó a hablarme en tono
desafiante, arrogante, sobre su detención por exceso de velocidad
en la ruta y cómo habiendo provocado al oficial, éste le había
im puesto una fuerte m ulta. S iguió en tono airoso contando otros
episodios donde tuvo m u l tas y accidentes por exceso de velocidad
y se jactaba de ello. Le dije que iba a formular la i nterpretación más
profunda de todo su análisis hasta entonces. Frente al anuncio se
desconcertó, era algo distinto por completo a cualquier cosa vista
antes, entonces le dije seriamente: " Usted es un perfecto idiota".7

A mí me parece que lo que Kohut está ejemplificando acá (él le


llama confrontaciones y el traductor traduce mal y le llama
enfrentam ientos) es la posibilidad de confrontar al paciente con
una imagen, es decir, realizar un pasaje de indicios de conductas
diversas a un trabajo en el nivel de la imagen. Creo que nosotros
podemos trabajar la confrontación de un modo menos drástico que

1 26
el que usó en este caso Kohut. Es posible imaginaren esa entrevista
otra i ntervención, de manera distinta, que efectúe una confronta­
ción también. Le di ría al paciente, por ejemplo : "Si mi ráramos esta
conducta suya ahora, pensemos cómo la veríamos'', "vamos a ver
cómo la ve usted, cómo podría ser vi sta por otros" (lo cual es
rem iti mos a otros signi ficativos, actuales en su v ida, o bien otros
en su historia). Evitaríamos el "enfrentamiento" pero estaríamos
haciendo la confrontación.
Con esta intervención estamos trabajando con las operaciones
constituyentes de imagen, di ría que estamos trabajando en la
textura de ese registro imaginario. Para aclarar diferencias con
algunas orientaciones lacanianas, destaco que este registro imagi­
nario no es meramente dinámico, es deci r, un lugar de fuerzas y
pasajes, sino que es un lugar de anclaje. Una frase de Pontalis me
pareció interesante: "El ojo crea estructu ras", de modo tal que lo
imaginario no es un nivel relativo sino relativ izante, que es otra
cosa, pero es un nivel estructurante y en el trastorno narcisista es
, el nivel estructural , por desconstruir y por construir, con lo cual la
jerarquía de ese llanrndo registro imaginario, en la terminología de
Lacan, es máxima. Creo que para comprende r l a densidad
de textura de ese registro imaginario hay mucho que aprender en
los estudios de Lacan, pero no todo se aprende en Lacan. Lacan en
sus seminarios proponía que los alumnos leyeran especialmente a
Sartre y él recomendaba especialmente la tercera parte de "El Ser
y la Nada", que es donde Sarte destaca el "ser para otro", es decir,
la mirada en cuanto estructurante de la identidad.
Por último quisiera mencionar la interpretación como instru­
mento. Tenemos muchísimo a interpretar, en el trastorno narcisista.
Tenemos todos esos psicodinamismos involucrados en esta cons­
telación del perfil clínico y psicodinámico. Tenemos las defensas
y las transferencias y todo eso tendrá que ser objeto de interpreta­
ción. Lo que quiero señalar es que las interpretaciones no pueden
lim itarse a puntuar un discurso. Las interpretaciones tienen que
mostrar un complejo juego de estructuras, espacios, límites y
mecanismos involucrados. Voy a mencionar un ejemplo de Mac
Dougall y otro de Winnicott y van10s a ver cómo la interpretación
tiene una extraordinaria densidad y lo que articula son elementos

1 27
muy diversos que no están todos solamente en el orden del
lenguaje, se dicen a través del lenguaje.
Mac Dou gall dice (vamos a ver una interpretación que ella le ha
hecho a Sabine) que Sabine

proyecta en el otro la imagen de un niñ ito que jamás h a sido


escuchado ni -comprendido, pretende encarn izadamente preser­
varlo de toda frustración, al m ismo t iempo, no quiere recibir nada
a cambio, para responder a su yo ideal como om n i potente mega­
lómano.

Voy a tomar otra interpretación de Winnicott , que muestra la


complejidad de los elementos en juego en un proceso del t rastorno
narcisista. Winnicou dice así en este infon11e:

Podemos decir que e l paciente se trajo al tratam icnto y hablaba de


sí como la madre y el padre podrían traer al hijo y hahlar sobre el
hijo y los primeros seis meses no podía hablar d irectamente con el
niiio. Durante los sei s meses siguientes él no podía hablar direc­
tamente con el n iiio. él mi smo y desde él mismo: al sexto mes. el
paciente dijo 4uc ahora venía e l tratam iento. habló de él y por
primera vez estuvo esperanzado.

Yo digo en este t i po de interpretaciones está en juego most rar un


encadenam iento ele est mcturas, est:í en juego most rar una serie ele
operaciones: i ntemal izar. extemal izar y efectos ele operaciones
con saldos en i m ágenes, de modo que se está most rando algo
complejo. Por ejemplo se est á most rando:

a) que la existencia se hace giraren tomo . en el eje ele una im agen


de sí:
b) que esa imagen se const it uye en el terreno del otro histórica­
mente y se vuelve a jugar en l as interacciones del sujeto con ot ros
actuales; y
c) la existencia es regist rada como los efectos de imágenes
resonando en el sujeto, en cuanto resultantes ele las vicisitudes ele
esos v ínculos.

Toda esa compleja operatori a act ivada en el trastorno narci sista

1 28
no admite, a mi juicio, reducciones lingü ísticas (o "Ienguajeras"
como propuso en su momento Lacan). Puntuar el discurso es
solamente una parte de esta intervención, parte que no abarca todo
este juego que nuestra interpretación tiene que poner de relieve.
Esa densidad de l as operaciones involucradas en este trastorno se
hace evidente en ese pasaje de Shakespcare que he citado en el
"Perfíl C l ínico" ... (tomado de "La violación de Lucrecia"),
pasaje cu yos juegos no nos permitirían la reducción al lenguaje,
como recordarán:

Tú has arrancado m i imagen de tus meji llas y hecho trizas de tal


modo la hermosura de m i espejo, que ya i10 puedo ver lo que an­
tes fui.

Este breve pasaje nos compromete a discriminar analíticamente


una serie de mecanísmos,juegos de proyecciones e introyecciones,
de historia y actualidad de ese vínculo; de modo tal que los
enfoques lacanianos, de raíz, digamos, estructuralista, aunque
' pueden mostramos partes interesantes en su anál isis del juego del
significante, no van a alcanzar para mostrar todos aquellos
entrecruzamientos dinámicos. Y podemos agregar otro argumen­
to: el juego del significante se efectúa en el idioma originario, y
este pasaje, traducido al español, contiene una frescura y riqueza
de significaciones notable. No necesito del juego en inglés de los
signi ficantes para llegar a un nívcl de producción semántica de
alta significación.
Bien, vuelvo al proceso en su conj unto, que habrá de avanzar en
base a este espectro ele intervenciones técnicas, no_ en el privilegio
unilateral de alguna de el l as. Si el proceso hace su despliegue, el
mismo conducirá desde forn1as que hemos caracterizado como
propias de un narcicismo "cerrado" hacia otras, más saludables,
que hemos denominado de narcisismo "abierto" (conceptos del
trabajo "Narcisismo y Creatividad", elaborado por el Seminario
de Productividad Científica de nuestro Centro de Estudios). 8
En esa mirada panorámica sobre el proceso psicoanalítico del
trastorno narcisista, quiero establecer una distinción fundamental .
U na operación, considerada central p ara el proceso terapéutico de
las neurosis, es la denominada como "atravesamiento del fantas-
,,

1 29
ma'', "travesía del fantasma". En el proceso, en cambio, de los
trastornos narcisista, la operación que estimo fundamental es ese
relevamiento, elaboración y recomposición de un vasto mosaico
identifi.catorio. Hagamos una dist inción: también en el proceso
terapéutico de las neurosis está en juego el trabajo sobre las
identificaciones. Pero estas identificaciones se organizan en tomo
a ejes tales como la triangulación, la represión, los polos semánticos
de falo y castración. En los trastornos narcisistas el m osaico
identificatorio es disperso, carece de aquellos ejes organizadores;
se presenta como los casilleros de un tablero de ajedrez que
hubieran sido separados, colocados en planos distintos al del
tablero, y manteniendo entre sí relaciones más laxas.
Entonces cabe comprender que en el proceso de las neurosis
prevalece el modelo del triángulo (con sus posiciones típicas:
posesión, exclusión, celos, rivalidad). En el proceso del trastorno
narcisista el modelo prevalente es otro : es recorrer lo que Borges
llamó "la trama de un laberinto". En sus palabras : "un laberinto
de espejos incesantes y ruinas circulares".

Referencias bibliográficas

l. F10R1NI, Héctor, Perfil Clínico y Psicodinámico del Trastorno Narcisista,


Buenos A ires, publicación de la Cátedra de Psicoterapias (Facultad de
Psicología de la Universidad de Buenos Aires), Tekné, 1 98 8 .
2 . M e . DouGALL, Joyce, "Narciso e n busca de una fuente", en A legato por una
cierta anormalidad, Barcelona, Petrel , 1 982.
3 . Me. DouGALL, Joyce, "El paciente desafectivizado", Rev. de Psicoterapia
Psicoanalítica, Uruguay, 4, septiembre 1 98 5 .
4. W1NN1eo1T, Donald, Holding and lnterp retation. Fragment of an Analysis,
London, The Hogarth Press and the Institute of Psychan alysis, 1 986.
5 . W1NN1eorr, Donald, " Entrevista a l a Sra. de X , 30 años . . . ", en Psiquiatría
Clínica Infantil, B uenos Aires, Hormé, 1 980.
6. W 1NN1eorr, Donald, Holding and lnterpretation, ob. c i t .
7 . KoHUT, Heinz, La restauración del self, Buenos Aires, Paidós, 1 980.
8 . F10RINI, Héctor; Lidia Datri; Raquel Dugliotti; María E . García Novarini;
Claudia Pérez Lloveras; Elma Russo; Sánchez Elía; Mónica Tesone, Las
relaciones entre Narcisismo y creatividad, Buenos Aires, Ed. Centro de
Estudios en Psicoterapias, 1 9 8 8 .

130
DESARROLLOS EN UN ENFOQUE
MULT IDIMENSIONAL DEL DIAGNOSTICO
Y DE LAS ESTRATEGIAS PSICOTERAPEU TICAS
DIF ERENTES N I V E L ES D E L D I A G NOSTICO

Nuest ra t a re a en psicopatología nos ha l l e v ado l ejos de la t radic ión


médica para la c u al la pregu n t a ha s i do po r "el di agnóstico" (en
sing u l a r) . Todavía la psi q u i at ría c l ás i c a se m anej6 con el su puesto
del d i agnóst ico en singular ("esq u izo frenia", "depresión reac t i v a",
'
"ps icopat ía"). Desarro l lo s u l t e ri o re s desde l a p s i copat o logía
psicoan a l ít i ca, la psicol ogía soc i a l , la psicología evol ut i v a, e n t re
ot ras d i sc i p l inas, nos h an abierto el panoram a en c u an t o a l a
necesidad d e fonn u l ar d i ferentes d i agnóst icos. Estos d i feren tes
di agnóst i cos reflejan e l hecho de q u e todo i n d i v i duo y t o cio grupo
hum ano e xpresan a la vez su inserc ión en d i fe rentes p l anos de
interacciones soci ales, de m odo que sus procesos psíq u icos res­
ponden a d i ferentes s i stemas de l e ye s , m ecanismos y m oclos de
t rans ro nn ación. En el capít u l o s i g u i ente referi remos est a m ú l t i pl e
i nserción a t ravés del concepto de se ri e a l que y a había apelado
Fre u d en su pos t u l acicín de u n m odelo et io lógico de series com ple­
ment a ri as .
A nuest ro cri t e ri o u n a apro x i m ación c l ínica fec u nda s e apoya
en l a i ndagac icín de d i ferentes n i veles del d i agnóst ico. Esos
di rcrentes n i veles pueden desplegarse agm pándol o s en diez c at e ­
go rías d i agnóst i c as q u e pasa111 o s a e n u 111era r y espe c i fi c a r
s u m a ri a111ent e :

i :n
Diagnóstico clínico

Comprendemos aquí las categorías de l a clínica psiquiát rica:


psicosis en sus distintas variedades, neurosis, psicopatías, altera­
ciones por enfermedades orgánicas, trastornos psicosomát icos,
entre otros. 1 Destacamos la i m po rtancia de tomar en cuenta este
diagnóstico, ya que del m ismo se desprenden opciones estratégi ­
cas: m edidas de continencia ambiental, m edicación, elección de
técnica psicoterapéutica, criterios pronósticos.

Diagnóstico psicopatológico psicodinámico

Este n i vel diagnóstico nos rem i te al vasto panorama de la


psicopatología psicoanalítica en l a cual se identi fican diversos
tipos de confl ictos, de ansiedades, de m ecanismos defensivos, de
identificaciones, que subyacen a un detem1inado motivo de con­
sulta,2 nivel en el cual se hace posible la comprensión d inám ica de
u n síntoma, de un rasgo de carácter, de u na situación con11ictiva.
Comprensión psicodinám ica que t raza los caminos de l a interpre­
t ación sobre dinamismos i nconscientes, Allí donde se hace posible
desplegar una lógica del sentido inconsciente.

Diagnóstico evolutivo

Este parámetro de l a interpretación diagnóstica resulta para noso­


tros, en el trabajo con adultos, de part i cular relevancia. Si partimos
para este enfoque de la l ínea de pensam iento de Erikson, encontra­
mos que cada etapa de vida supone tareas que le son propias,
problemas a resolver.3 En las otras edades evolutiv as este hecho es
sal i ente, y es también con relación a l a vida adulta que el m ismo
enfoque resulta fecundo. Desde este n ivel de conceptualización l a
pregunta que nos hacemos ante e l paciente, ante s u sufrim iento, es
¿cuál es la tarea que esta persona tiene por delante y no puede
resolver? ¿Adónde apuntan, a veces de m odo inconsciente, sus
procesos cognitivos y creati vos, a realizar qué etapa del desarro­
llo? A la m anera en que Erikson propuso pensar para l a adolescen-

1 34
c ía tres tareas centrales (definir relaciones con el sexo, con una
vocaci ón, y redefi n i r relaciones con el grupo fam il iar), cada etapa
vital, cada década, adm i te esa m i rada en téml inos de logros a
desenvolver. Gran parte de la problemática psicológica se enmarca
en esta lect u ra, que es la de una inte.n cionalidad inconsciente que
tiende a realizaciones de e ficacia adaptativa y transfonn adora.4

Diagnóstico adaptativo y prospectivo

Intimamente v inculado con el anterior, en este nivel del diagnós­


tico se trata ele evaluar cuál es el estado de las capaciclacles yoicas
del individuo, qué rel ación guarda el estado de esas funciones con
las exigenci as que se trata de enfrent ar.5 Y a la vez evaluar si está
constitui do un proyecto (consciente e inconsciente) al cual tienden
las conductas de esa persona. 6 •7 La cual idad de ese proyecto, sus
condiciones de viabilidad y las distorsiones propias de las estruc­
tu ras de i dealización narcisista cons t i tu yen asim i smo un nivel
fundamental del diagnóstico.

Diagnóstico grupal

Este diagnóstico nos l leva a establecer evaluaciones de l as dinám i ­


cas grupales en l as cuales el paciente está inserto c o n su confl icti­
va, y a fomr nlar hipótesis ele correlaciones entre dinam ismos
grupales y d i nam ismos i ntrapsíquicos activados o potenciados en
esa específica situación ele interacciones grupales. Aquí debemos
inclu i r la conceptualización del síntJma en cuanto emergente
g rupal, los roles inconscientes esterectipados, los fenómenos de
deposi tación en detem1 inados m iembros, los m i tos que el grupo
comparte y su i ncidencia en la fantasmática reactivada en e l
p aciente, l o s mecanismos d e homeostasis grupal frente a c risis, l a
incl usión del t rastorno i ndividual e n las redes el e sentido constitui­
das como histori a del grupo.8

135
Dia¡;nóstico psicosocia/

Com prende reconocim ientos sobre la i ncidencia ele los s i stem as de


valor que const i t u yen u n a iclcología, en s u s climcnsioncs con sc ien­
tes e inconsci en t es , sobre l a problemática que a fecta al paciente.
Com prende as i m i s m o u n a consi d e ración ele l a s i nse rc i o nes
i ns t i t u c ionales clcl p aciente y ele las fomrns en que esas inst it u c io­
nes. en c u anto portado ras ele sistemas y prác t i cas ideológic a s,
ejercen su poder de i n fl uenc i a sobre los con fl i ctos, ansiedades,
defensas, del consu l t ante.'1

Diagnóstico comunicacional

Com prende i dent i fi caci ón de los s i stemas de mensajes que m ane­


jan i ncli v i cluo, g rupo, i ns t i t u ciones. Modal idades y distorsiones en
l a e m i sión y en l a recepc i ón de los mensajes. Est i lo com u n i cacional
propio ele l a est ruct u ra ele personal idad 4ue se d i agnos t i c a y ele sus
grupos ele pertenencia. D i agnóst ico ele códigos verbales y cód i gos
de acc ión. w

Diagnóstico de potencia/es de salud

Com prende u n a eval uac i ón del estado de l as funciones yoicas, ele


sus condi ciones ele e ficacia en los domi nios adaptat i vos, creat ivos
y e l aborat i vos. El m anejo de l a ansieclacl que penn i t e n esas
!'u nci ones . e l est ado de j u ic i o de real i clad y ele acciones con valor
adapt at ivo. l a capacidad de demora. rodeo, cont rol ele i m pulsos,
regulac i ones por ensayo-error, u t i l i zación ele experienc i a, llex i b i ­
l idad para el enfrent am iento d e condic i ones nuevas, u sos cogn i t i vos
de pensamiento y lenguaje, discri m inación, ant i c i pac ión, coord i ­
naci ones e n ejecución, eval uac i ón de l a propia conducta. capac i ­
dad de asoc i ac i ón, de insight, d e el aboración. 1 1 Estas eval uac i ones
son dec i si vas para l a plani ficación est ratégica de l a i n t e rv e nción
t erapéut ica.
Diag nóstico de la problemática del cue1po

Comprende una consideración de diversos aspectos de la proble­


mát ica psicológica referida al cuerpo: esquema corporal. aspectos
de autoimagen referidos al cuerpo. ansiedades hipocondríacas,
som atizaciones, sign i ficaciones otorgadas a disfunci ones o a le­
siones o rgáni cas. fenómenos de conversión. Aspectos del
narcisismo involucrados en los datos de orden corporal . 12• 13• 14
Areas de intervención médica, de int ervención psicológica y de
trabajo interd i scipl inario.

Diagnóstico del vínculo terapéutico

Este nivel incluye para nuestro enfo4ue la consideración de la


capacidad de al ianza terapéut ica (conciencia de enfc m1edad, capa­
cidad de establecer y mantener un cont rato y su tarea, capacidad de
esperar cam bios posit ivos como efecto de esa tarea, capaci ­
dad de col aborar para l a producci()n d e esos cambios). 1 5 Compren­
de a la vez una ident i ficación de fenómenos t ransfcrenc i alcs y
cont ratransferenci ales m ás notorios. y de su eventual poder de
interferi r la al i anza terapéutica.

Esta enumeración no agota, con certeza, todo el espectro de


posibilidades diagnóst icas. Ejempl i fica aquellos niveles cuya con­
sideración conjunta nos pem1ite desplegar una v i s ión ampl i a del
paciente. a la vez que rigurosa, respondiendo a l as modalidades de
comprensión que desde una psiqu i at ría dinám ica16 se han postula­
do como necesarias para la const rucción de un diagnóstico
"m ult idimensional".

Referenci as bibl iográficas

1. Go1 .1>EN 111:1w. Mauricio. Cursos de psi<¡uiatría dimí111ica, Servicio de


Psirnpatolog ía del Policlínico G. Aráo;r. A l faro: Lanús, Provincia de
R ucnos A i res. 1 966 a 1 970.

1 37
2. FENICHEL, Otto, Teoría psicoanalít ica de las ne11rosis, Buenos Aires, Paidó s •

1 964.
3. ERIKSON, Erik, /dentidad, juvent11d y crisis, B uenos Aires, Paidós, 1 974 .
4. SHEEHY, Gai1, las crisis de la edad ad11lta, B arcelona, Pomaire, 1 97 8 .
5 . FIORINI, Héctor, "Las funciones yoicas ", en Teoría y técn ica de psicoterapias ,
B uenos Aires, Nueva V i sión, 6a. cd., 1 982.
6. MA Y , Rol lo, El hombre en b11sca de sí mismo, B uenos Aires, Central, 1 974 .
7 . MASLOW, Abraham, El hombre a11torrealizado, B arcelona, Kairós, 3a. ed.,
1 979.
8 . PICHON R1v1ERE, Enrique, El p roceso grupal. Del psicoanálisis a la psicolo­
g ía social, Buenos A ires, Nueva Visión, 1 97 5 .
9. ldem.
1 0. LmERMAN, David, Com11nicación en tcrapé11tica psicoanalítica. B uenos
Aires, Eudeba, 1 962.
1 1 . F10R1N1, Héctor, ob. c i t .
1 2 . SAMI-ALI, Cuerpo real, cuerpo imaginario, B uenos Aires, Paidós, 1 97 9 .
1 3 . LowEN, Alcx ander, Tlze lang11age of tlze body, Nueva York, Macmil lan,
1 974.
1 4 . BERTIIERAT, Therese y B ERNSTEIN, Carol, El c11erpo tiene s11s razones,
B arcelona, Argos, 1 97 7 .
1 5 . F10R1N1, H é c tor, " La relación de trabaj o", en Teoría y técnica de
psicoterapias, B uenos Aires, Nueva Visión, 6a. ed., 1 982.
1 6 . GoLDENTIERO, Mauricio, ob. cit.

138
EXPLORACION DE LA SITUACION COMO
UNA M O DALIDAD DE ABORDAJE
EN PSICOTERAPIAS*

He pensado trabajar hoy con ustedes u n tema que denom iné:


"Exploración de l a situación como una m odal idad de abordaje en
psicoterapias". Voy a part i r de relatarles un caso clín i co basado en
u n m aterial con el que trabajamos hace pocos meses en un hospital
de la Capital Federal. Ese caso fue relatado por la terapeuta que lo
' atiende en unas páginas y con esas páginas trabajamos con el
equ i po de Psicopatología del F .Jl icl ínico Ferrovi ario de B u enos
A i res, en un ateneo clín i co.
Mi idea es, a part i r de esos datos i n i ciales, m ostrarles cómo
podemos pensar todo caso clínico en tém1inos de "situación".
¿Qué quiere dec i r situación? ¿Cómo entender una si tuación?
¿Qué tipo de aportes podemos articular actualmente, para pensar
u na situación en términos teóricos? Y a la vez: ¿Qué derivaciones
clín icas? ¿ Qué derivaciones estratégicas, qué consecuencias técni­
cas se ext raen de esa comprensión teórica y clínica del paciente en
situación?
E l ijo u n m aterial c l ínico, como podría elegir muchos otros; les
d i ría, casi al azar.
En esta Jornada, donde ustedes trabajan sobre adultos y ge rontes,
pienso que la noción de situación es particu larmente i m portante
dado que, en ciertas etapas evo luti vas, por ejemplo en la situación

*Conferencia central dictada en l a s V I lomadas Platenses d e Psicología. La Plata 19


d e septiembre d e 198 1 .

1 39
del pac iente geronte, casi es i nev i t abl e ahorclar u n a consu l t a c l ín ic a
en t é nn inos de s i t u ación.
E n los adul tos en algunos casos, es pos i b l e h acer u n c i erto
recorte, de modo que u no p i ense en u n aclul lo en t é nn i nos de un
ind i v iduo, de aparato psíq u i co i n d i v i d u a l , pero no s i em pre es
fac t i bl e t al recorte. Cuando lo es. a l l í p reci samente cabe pregunt ar­
se q u é distorsiones i n t roducimos con ese recort e.
U n t i po de cons u l t as con frecuenci a v i st as en t ém1 inos de
s i t u ación, son aquel l as q ue tradicionalmente se l laman " s i t uac io­
nes de c ri s is". Me i n t e resa hah l ar de s i t u ac iones de cri s i s y he
tomado un caso c l ínico donde tenemos varias s i t u ac i ones de cri si s
superpuestas, por c u anto l a s i t uación de crisis plantea n u m erosas
dem andas de aho rclaje técnico q ue son part i c u lares para enfrent ar
los dinam i smos propios de la c ri s i s .
P o r ot ro lacio t ienen un gran interés teórico porque pensar en
profundidad s i t u ac iones de c ri s i s perm i t e com prender " s i t uac io­
nes", pem1 i t e com prender cómo e l ps i q u i smo funciona en s i t u a­
c i ones, se instala en s i t u ac iones. apoya perm anent emente o pierde
apoyos. en l a s s i t u aciones en que est á i nvolu c rado.
En ese sent ido, a lo l a rgo de m i s coment arios hahlaré una y ot ra
vez de situación de crisis o b i en de situación en genera l , q ue
i nvol ucra a l a de c ri si s .
V o y a comenzar leyéndoles el rel at o del m at e ri al c l ínico q u e m e
l l egó a m í. escri t o por l a t erape u t a , u na psi có loga de 28 años que
at i ende a l a pac iente en el serv i c i o de Psicopat o l ogía del Hospit al
Ferro v i ario de Cap i t al Federal . Todo lo que l es voy a dar es el
m a t e ri a l t e x t u a l que reci b í para pensar e l caso. A part i r de
ese m aterial t e x t u a l t rat aré de darles alg unas ideas, fo nnas ele
pensar el caso en t é rm i nos a la vez de est ruc t u ra i nt rapsíq u i c a y de
s i t uación.
"Se t ra t a de una pac iente de 51 años que m e es derivada--dice
la t e rape u t a- por l a psicóloga con q uien real i zó psicot e rapia
du rante seis meses. Este había sido el plazo acordado ent re am bas
desde el princi pio, ya que la t e rapeu t a sabía que m :1s o menos por
ese t ie m po dejaría de concurri r al Servicio.
Al caho de ese t ie m po tengo l a pri m e ra entrev ista con la
pac iente. Es una m ujer alta, delgada, correct amente vest ida.

140
Transcribo m i s registros de esa primera entrevist a real izada en
enero de este año. Le pido a la paciente que me relate con sus
pal abras lo que l e o_cu rre:

P: Estoy m uy caída, no tengo ganas de nada, estoy m u y deprimida.


Me afectó m ucho la m uerte de mi hermano; éramos m uy unidos.
Además, soy viuda desde hace siete años y soy el único apoyo de
m i suegra y mi madre, que son viejitas y v i ven conmigo.
T: ¿ Vive con algujen más?
P: Tengo un h ijo de 26 años que se casó hace tres meses, y otro de
20 q ue es soltero y vive en casa.
T: ¡,Qué pasó con su hermano'!
P: Mi hermano era muy vital, alegre como era yo. El año pasado,
es decir, en el 79. se le declaró cáncer de pulmón. Yo estaba
trabajando, lo iba a ver siempre, pero d urante siete meses le ocu l té
la enfermedad de él a mi mamá. Fue un esfuerzo tremendo. El
falleció en agosto del 79. y en oct ubre a m í me hicieron una
mastectom ía, tenía cáncer en el pecho. Me repuse físicamente,
pero caí en un pozo depresivo. Estuve un año sin trabaj:ir, hasta que
me enviaron a hacer psicoterapia aquí. Mejoré. Desde octubre
estoy trabajando, aumenté seis kilos de peso. volví a tener deseos
de arreg larme. Pero ahora me siento decaer otra vez. ¡,Qué podrá
ser? Yo creo q ue estas fechas, las fiestas de fin de año me ponen
mal , adem:ís me resulta intolerable vivir con mi mamá y mi suegra.
No les tengo paciencia. M i mamá tiene un poco de arterioesclerosis,
mi suegra tiene chochera. Las dos están solitas todo el día
esperando que yo l legue de trabajar y les cuente cosas. Pobres, yo
las entiendo. pero yo llego a casa y no tengo ganas de nada y me
siento mal. porque pienso que yo debería tenerles más pac iencia.
Pero sobre todo, lo que no puedo aceptar es la m uerte de m i
hermano. S uperé l a de m i padre , l a d e m i esposo, pero ésta no. Creo
que ni aún si se me m uriera un hijo, yo sufriría tanto.
T: ¿ S u hermano era soltero?
P: No. El era casado, tenía tres hijos. La esposa de él tenía m uc hos
celos de la re lación que había entre nosotros dos. Pero desde que
él murió. ella cambió mucho con migo. S e volcó a m í. me quiere
proteger; así que yo pienso que ella antes era más fría con migo
porque estaba celosa.
T: Usted me dijo que había comenzado a superar la depresión .
¡,Desde cuándo se siente caída otra vez'!
P: Desde hace tres meses más o menos.

14 1
T: ¿Qué pasó hace tres meses?
P: B ueno, hace tres meses se casó mi hijo.
T: ¿ No es eso lo que la tiene mal?
P: No. Yo lo tomé bien. No creo que sea eso, no sé. Además
últimamente me preocupo m ucho por m i enfermedad. Pienso
cosas raras, que me voy a volver a enfermar. Tengo pesadillas, me
despierto llamando a mi hermano.

El estilo de la paciente es el de relatar detallada y ordenadamente


los acontecimientos. Cumple con su trabajo, con su casa, pero
quisiera no hacer nada, ni ver a nadie. Reconoce que es ella m isma
quien ha habituado a los demás a que ella es el eje de la familia. Y
lo ha si do aun cuando su esposo vivía. El marido murió en el año
73 de cáncer de los ganglios.
Se siente abandonada por los hijos. Se queja de que el hijo
casado no es capaz de llamarla por teléfono ni una vez en largas
semanas y de que su hijo menor está de novio y no le presta
atención ni a ella, ni a las abuelas.
Es m u y responsable en su trabajo. Es muy apreciada. Se siente
abrumada por la carga que significa tratar de alegrar o darles los
gustos a su madre y a su suegra, que tienen 80 y 83 años, dándoles
conversación cuando llega del trabajo, o visitando algún pariente
en el fin de semana en representación de la madre, quien por
motivos de salud no puede ir y que por lo tanto le sugiere que vaya
ella. La paciente va sin ganas, para complacer a su mamá de quien
piensa que tal vez no vaya a vivir mucho; por lo cual siente que no
puede dejar para m ás adelante el tratar de compl cicerla. Por
momentos pierde la paciencia con la madre, y le contesta algo
abruptamente, cosa que luego se autorreprocha. Vamos a ver cómo
relata la paciente su relación con su esposo y con su hemrnno:

P: Me casé a los 21 años, había estado de novia desde los 1 6.


Cuando me casé nos fuimos a vivir a otro lado, pero a los n ueve
meses volvimos porque m i marido, a los tres meses de casados,
dejó el trabajo. El q uería ponerse por su cuenta, no quería trabajar
en relación de dependencia. Quería poner una fundición, pero sin
contar con capital. n i nada de nada. Total, él tenía el puchero
asegurado porque yo trabajaba. Después yo fui descubriendo que
él mentía m ucho. El decía que tenia un empleo, salía todas las

142
mañanas de casa, traía dinero, hasta que una vez me dijo que iba
a Mar del Plata por tres o cuatro días; yo estaba embarazada de
siete meses. A mí me pareció m uy bien, pero c uando mi fam ilia
se enteró, le dijeron a mi mamá que mejor sería que Antonio pagara
primero las deudas. Mi mamá empezó a averiguar y lo que pasaba
era q ue él no trabajaba y la plata que traía era plata que pedía
prestada a m i s fa m i l iares. El casi no tenía familia. Para darme a m í,
para que yo no sufriera. Cuando fui al l ugar donde él me h abía
dicho que trabajaba, el patrón me dijo que m i marido era una buena
persona, pero m uy cabeza dura. Que se empeñaba en trabajar por
su c uenta, y eso no andaba. El decía que era una lástima, porque
Antonio era m uy trabajador. Tenía una gran habilidad manual
como fundidor, como pintor, todo lo que fuera trabajo con las
manos. Cuando mi marido vio que yo sabía todo, dijo que iba a
buscar trabajo. Yo le dije que c laro que iba a buscar trabajo, porque
si no, se iba de casa. Además Je dije que el patrón iba a tener que
venir a casa para decirme que lo había empleado y cuánto iba a
cobrar de sueldo, porque yo ya no podía creerle nada. Y vino el
patrón a casa y yo estaba colorada desde los dedos de los pies hasta
la cabeza, pero es que yo ya a él no le podía tener más confianza.
Así que estuvo trabajando en esa fábrica hasta que la fábrica cerró.
Después de eso consiguió trabajo como changarín, pero no era
efectivo, así que cobraba c uando había trabajo y cuando no, no.
Después ya se enfermó, empezó a andar mal y al final tuvo que
dejar de trabajar. A pesar de todo, yo a mi marido lo quería. El era
trabajador, no era un vago. El trabajó m ucho con mi hermano. M i
hermano siempre decía q u e era t a n bueno trabajando q u e era u n a
lástima q u e no se ubicara, porque podría irle tan bien. Y c uando
mi esposo se enfermó, se amargaba tanto por no poder traer dinero
a casa, se sentía una carga para mí. Así que yo fui a la empresa
donde él había estado trabajando, a pedir que hicieran como que
m e daban el sueldo de él en un sobre con membrete de la empresa
para que él lo viera y que yo les firmaba pagarés así después, más
adelante, yo les iba a ir devolviendo e l dinero. El se puso tan
contento. Cuando m i hermano después me dijo que qué bien se
habían portado en la empresa que igual le pagaban el sueldo, yo
le contesté q ue sí, pero qué lástima que yo había tenido que
arrastrarme para pedir el favor y que el gerente era un m iserable
porque bien sabia él cómo mi marido, estando ya m uy enfermo,
igua i iba a trabajar; que no podía tenerse en pie, pero igual no
quería fa ltar. Así que lo menos que le deseé a ese hombre, es que

143
le dé un cáncer en la lengua. Y esa vez m i cuñada, q ue también
estaba, me dijo que yo me había portado muy mal como esposa
porque lo había degradado a mi marido, al ir a pedir eso a la
empresa. Yo lo h ice sólo pen sando en la alegría que Je daba a m i
esposo; pero se m e quedaron grabadas las palabras d e ella. A m í
me costó m ucho hacerlo. Igual que cuando vino el patrón d e él a
casa, pero yo no tenía otra salida. Pero todo eso ya pasó y él a m is
padres n unca les faltó el respeto. Además como era hijo ún ico, él
se apegó m ucho a m i hermano: eran como hermanos. Mi hermano
nunca intervino en los problemas entre nosotros dos: decía que no
quería interferir; y yo internamente se lo reprochaba. ¡,Cómo, é l ,
n o me defendía? Pero y o sospechaba q u e él lo hacia a t rast ienda .
Yo creo que como en m i pareja yo no tuve apoyo, vi en mi hermano
al hombre que me hubiera gustado para pareja. El las pasó difíciles.
pero la m ujer de él nunca t rabajó. Ella podía apoyarse en él. Yo
hubiera querido que mi esposo, fuera como él.

Una página más y tcnn ina el relato que me presentaron en el


ateneo.

La pac iente al ser interrogada acerca del comienzo de su decai­


oüento. lo relaciona con la época en que su padre estaba enfermo,
en el aiío 75. El fallec i m iento del esposo había ocurrido un afio
antes. Su relato de Ja enfennedad del padre es el relato del
agotam iento físico de el la, al ser la que se hacia cargo de la
situación en e l sanatorio, al m ismo tiempo que cont i n uaba traba­
jando y atendiendo su casa. No menciona sentim ientos de ningún
tipo: sólo habla del cansancio. S i n hacer reproches man ifiestos,
menciona que el hermano confiaba en que ella estaba siempre con
el padre, y se desentendía un tanto de la sit uación: si bien siempre
estaba d ispuesto si había que trasladar al padre, por ejemplo.
En e l relato de las cosas que e lla siente que le afectaron , sigue una
panereatitis, que la t uvo e n cama casi dos m eses. Luego, la
menopausia, momento en que recurrió a la acupunt ura que, dice,
"me ayudó m ucho anímicamente: me levantó".
En tre diciembre del 78 y enero del 79 se declaró la enfermedad
del hermano y ella estaba convencida de estar enferma. ya q ue
éste era el significado q ue ella atribuía al cansancio que sentía
entonces.

144
Por las dudas se h izo hacer análisis de sangre y orina en dos
lahoratorios a la vez. A m hos resultados d ieron hien y el médico
que la trataha dijo que e l la estaha mal por la enfermedad del
hermano. Comenzó en ese momento c;on u n tratam iento de apoyo
psiqu iátrico. y fue medicada con un antidepresivo (Tryptanol).
Luego. en agosto del 79 murió el hermano y en octuhre le h icieron
a e l la la mastectomía.
La paciente no duda en (}firmar q ue lo que no puede superar es la
m uerte del hermano. "Yo sé que si me estuviera pasando todo esto,
pero estuviera él. él me apoyaría". Y prosigue. "Tal vez lo que
pasa. es que n o encontré en quién apoyarme. Si yo encontrara en
qu ién apoyarme como en él. pero mis hijos son m uy jóvenes. ¿en
quién m e voy a apoyar'?".

Hay un ú l t i m o relato. no m u y largo, y vamos a empezar a


t rabajar sobre este material.

Síntesis del tratamien t<-J entre enero y J)m io de este año ( 1 98 1 )


Tuvimos tres entrevistas en enero, época en la q u e estah a depri m i ­
da . Interrumpimos en fehrero por vacaciones. Tuvimos dos entre­
vistas en marzo. época en la que estaba más animada. con la
perspectiva de un viaje de vacaciones en un tour a B rasil. Durante
el viaje lo pasó relativamente bien. Se decidió incluirla en u n
grupo terapéutico d e pacientes neuróticos d e amhos sexos, d e u n a
edad similar a la suya. E n ese grupo estaba y o m i sma. trabajando
en coterapia con otro profesional médico. La paciente asistió a dos
reun iones. l uego de las cuales pidió una entrevista a solas conm igo
y planteó q ue se sentía muy incómoda porque tenía relación de
trabajo con fam i liares muy directos de varios de los pacientes del
grupo: y sentía que no podía l legar a contar sus prohlemas.
tem iendo que l legaran a conocerlos en su trahajo. Tam hién le
incomodaha oír quejas de sus compañeros de grupo acerca de
personas a las que ella conocía. y apreciaba. Como era el hijo de
una paciente. a quien e l la aprec ia. "No es que q uiera hacerme la
exquisita. pero m e siento m uy incómoda". Aceptamos sus razones
y por el momento han proseguido entrevistas individuales sola­
mente. Actualmente cst:í deprimida, nunque algo menos.
Había dejado de tomar medl<;ac;ión porque se le habfa acahado y

145.
estaban ocupados los médicos que le dan las recetas. Desde hace
dos semanas volvió a tomar la medicación; igualmente se siente
desganada desde que se despierta. No siente deseos de ir a trabajar
"Quisiera estar tirada todo el d ía en la cama y sería feliz. O tal vez
me hará mal eso, no sé; pero no q uiero ir a trabajar, voy porque
tengo que ir".

Acá se agrega un último dato que luego voy a destacar.

La deprime el cl ima que hay en la oficina y en la empresa en


general. A veces se ve obligada a realizar tareas de jerarquía
i n ferior a la suya y esto la deprime m ucho. Le afectó m ucho el
cambio de jefe, ya que tenía una excelente relación con éste.

La aclaración que me hizo la terapeuta en el ateneo es que lo que


ocurre es que en la empresa ferrocarriles donde esta mujer está
empleada, empezaron a despedir personal y en la época en que ella
plantea esta ida del jefe, el jefe fue parte de la gente que se empezó
a desped ir en el mes de junio, y han despedido a otras empleadas
de la misma oficina. La paciente describe todo esto como un clima
muy persecutorio, muy enrarecido.
Este es el material clínico con el que yo pude empezar a pensar
esta situación. Trataré ahora de comentarles aspectos que m e
importan para un abordaje clínico d e l a paciente e n su situación.
Quisiera destacar un primer nivel del diagnóstico que llamaré
diagnóstico clínico. Desde un punto de vista clínico podríamos
decir que ésta es una consulta por un cuadro de depresión ante una
convergenci a de situ aciones de crisis. Es decir, la depresión es
reactiva a una acumulación de situaciones críticas que se han i do
encadenando.
La referencia a crisis acentúa el aspecto reactivo de la depresión.
Los datos que tenemos muestran que cuando esta paciente puede
sal i r en alguna medida de la situación, como le ocurrió con cierta
ayuda terapéutica y en un viaje por B rasil, su depresión se alivió
mucho. Pudo disfrutar del viaje a B rasil .
Esto n o ocurri ría e n cuadros depresivos con mayor peso d e los
componentes endógenos y s i , es bastante típico, de una situación
clínica de depresión reactiva. En un nivel caracterológico entendi-

146
do en ténninos psicodinámicos podemos pensar que se trata de una
personalidad obsesiva tal ve:l con rasgos histéricos subyacentes,
que se encuentra en estado de desorganización.
Yo diría que esta mujer presenta reacciones depresivas ante
numerosos duelos. Algunos de ellos podríamos pensarlos como
duelos patológicos, por la intensidad de la depresión que inducen.
Esos duelos, a un nivel psicodinámico pro fundo , implican proba­
blemente, para esta estructura obsesiva con elementos histéricos
subyacentes, toda la problemática de la castración.
En la historia de esta mujer hay m uchos indicios de una
estructura fálica omnipotente: la que carga con todo, la que asume
todo y lidera todo. Esa historia es la de un asentam iento de esa
estructura fálica omnipotente en grupos que sucesivamente le han
pennitido funcionar en ese rol. Para esa historia estas pérdidas
funcionan como sucesivas efectuaciones de experiencias de castra­
ción que esta mujer no puede elaborar, no puede tolerar. Hasta acá,
algunos diagnósticos psicopatológicos en varios niveles: clínico,
caracterológico, psicodinámico a un nivel profundo. Diría, varios
' diagnósticos vinculados con la clínica psiquiátrica y en particular
con u na lectura psicoanalítica de esa clínica.
A parti r de estas lecturas diagnósticas individuales quiero pasar
a destacar de qué manera estas estructuras que estan10s diagnosti­
cando en un individuo deben ser pensadas en situación.
Digo deben, aunque es opcional, podemos o no pensarlas, pero
creo que deben ser pensadas para enriquecer nuestra manera de
comprender cómo funcionan los conflictos profundos en esta
mujer, y también para entender diferentes maneras de aproximar­
nos en ténninos terapéuticos, es decir para fundamentar diferentes
maneras de ayudarla.
La situación que vive esta mujer puede ser pensada como una
acumulación de situaciones de crisis, con una actual acumulación
de elementos de crisis. Una manera de profundizar la estructura de
esta situación, es pensarla como un espacio en el que están
convergiendo di ferentes series causales, diferentes series de fenó­
menos que van configurando la situación critica.
Voy a mencionar varias series y después voy a tratar de
aclararlas.
Pienso en una serie corporal , pienso en una serie fam iliar,

147
pienso en una serie l aboral, pienso en u n a serie evolutiva, pienso
en una serie prospectiva, pienso en una serie soc ial (llamándole
social a las referencias que la paciente hace u omite en c u anto a
ot ros vínculos dist intos de los que fom1an su grupo pri mario).
Voy a ir coment ando brevemente cada una de estas series. La
noción de serie puede ser rem i t ida a lo que Freud l lamó series en
su post ulación de l as "series complementarias" en la etiología.
Para fonnular concept ualmente la noción de serie: se t rat a de
una clase homogénea de fenómenos que responden a c ierta lega­
l idad, a cierto encadenam iento causal que es propio de esa c l ase de
fenómenos; por eso digo serie corporal , porque rem ito a una serie
de encadenamientos causales, que t ienen que ver con el cuerpo
biológico t am bién; que son distintos en c u anto a clase de hechos
de otros. a los que l lam o serie fam i l i ar.
Cuando d i go serie corporal me refiero a la historia del cuerpo
de e s t a m uj e r con todas sus resonan c i as i nconsc ientes y
fant asmát icas. Al l í hay una historia en l a que se van encadenando
pancreat i t i s, menopausia, di agnóstico de cáncer de glánd u l a
m amaria, intervención quirú rgica sobre ese cáncer, convalecenc i a
y segu i m ientos posteriores a e s a intervenc ión. Todo eso es una
serie de l as que podemos encarar para pensar l a situac ión.
En l a serie fam i l i ar, m e incl ino a pensar cómo se van encadenan­
do las m uertes del m arido, del padre, del hemiano, la vejez, ya m uy
avanzada, de la m ad re y de l a suegra, el casam iento del hijo m ayor,
el noviazgo del hijo menor "que ya casi no está en casa". Allí hay
un encadenam iento de sucesos que hacen a esa ot ra clase homogé­
nea de fenómenos que llamo l as dinám icas de un grupo fam il iar a
lo largo del t iempo ; con sus movim ientos, sus pérdi das, sus
cambios, sus reest ruct u raciones.
Cuando menciono una serie l aboral, m e refiero a que tenemos
que i nvest igar qué pasa en esta empresa, cu ál es l a realidad de esta
em presa que está despidiendo gente , cuál es l a inserción de esta
m ujer en esa est ructura l aboral. cuál es su rol. ¿Esta m ujer va a ser
despedida? (en cuyo caso l a situación global se va a hacer aún más
c ri t i ca) o , por ser muy apreci ada va a ocupar el lugar de los que no
son despedidos (y en t ai caso, l a posición de est a m ujer ¿va a ser
culposa, m uy conllictiva?). De c u alqui era de esas m aneras, c reo
que si nos ponemos a i nvest igar qué ocu rre en esa empresa,

148
podremos entender mejor una de l as series que están const ru yendo
la sit uación actual .
Cuando digo investigar, me refiero a que si l a paciente no t rae
espontáneamente en sus comunicaciones todos los detalles de lo
que hace a una instit ución, es dec i r a una empresa laboral, creo que
nosotros técnicam ente tendremos que ir a la búsqueda de esos
datos. Porque es posible que la m ujer se quede en el relato de que
"hay un clima enrarec ido" y después se ocupe m ucho m ás de
quejarse de la suegra. de l a m adre o de su vida deprimente. En este
punto destaco que u tili zamos el pensam iento psicoanal ít.ico pará
diagnost icar elementos de la situac ión; pero además este abordaje
supone trabajar con i nst rumentos técnicos que no prov ienen del
método clásicamente llam ado psicoanalítico.
En ese sentido. técnicamente. uno de los elementos que yo
introduc i ría uniéndolo y potenciándolo con t odo lo que la técnica
psicoanal ít ica estándar ha podido i r enseñando. es la idea d e que
hay que averiguar m ucho. hay que preguntar m ucho; yo no puedo
quedarme con lo que el m aterial espontáneo del paciente me está
diciendo , por m ás que jerarquice, como efectivamente jerarquizo,
la i mpon ancia de la palabra espontánea del paciente. Creo que es
necesario. para u n abordaje clínico e fectivo en psicoterapias, tener
en c uent a a Ja vez, J a i m po n ancia de la palabra espontánea del
paciente y la i m portancia de una investigación act iva nuestra.
Como momentos alternantes en la tarea c l ínica; como momentos
destinados no a oponerse, sino a encadenarse.
Cuando pienso en la serie evolutiva, me refiero a pensar l a
problemática de l a vida de una persona que t i ene ahora 5 1 años, y
que viene pasando por etapas c ríticas, entendidas desde una
psicología evolut iva. Esta m ujer empezó con una serie de pérdidas
y además vivió la menopausia, sólo con el cambio fundam ental
evolutivo que supone la menopausia, y a esta m ujer tenía m ucho
para elaborar; pero se fueron agregando pérdi das de m odo tal que
para ella ya la sit uación evol utiva menopáusica em pezó a ser una
situación de di fíc i l elaborac ión. Y en este momento, con la
acu m ul ación ele elementos críticos que está viviendo, lo que esta
m ujer vive es como una falta de horizonte; es como si el resultado
de todas estas pérdidas fuera esta conclusicín: "aquí lo único que
me queda es envejecer con las viejas". De hecho, parece que la v icia

1 49
que ella hace es actuar identificada con estas dos mujeres viejas, a
las que se siente obligada a salvar de la tristeza de la vejez. Esta
m ujer no puede im aginarse la juventud posible en un cuerpo de 5 1
años. Por eso la serie evolutiva me remite a otra serie contigua que
les propongo pensarla como serie prospectiva.
En la serie prospectiva uno se pregunta si el conjunto de
elementos que constituyen la situación de un paciente conduce a
configurar un proyecto o bien ha llevado a una abolición de
proyecto, a una aniquilación de proyecto .
Pensando en esta serie prospect iva es que notamos en el caso de
esta mujer el vacío de proyecto. Esta mujer vive para el pasado o
vive para el futuro negro de la vejez que va a empeorar, de la madre
y de la suegra o de su propia vejez o de la posibilidad de recidiva
en el tumor que le extirparon. Esta mujer no parece poder vislum ­
brar alguna alternativa que sea proyecto.
Cuando digo proyecto tomo en cuenta cierta conceptualización
m ás enfati zada por los autores existenciales; dentro de un momen­
to voy a hablar de Sartre y la noción de proyecto; creo que es una
noción muy im portante para nuestra clínica, y que requiere mayor
elaboración teórica porque creo que en el proyecto intervienen
tanto las dimensiones inconscientes que investiga el psicoanálisis
(el campo de las idealizaciones, el campo de las ident i ficaciones,
toda una serie de dinámicas inconscientes) como también las
posibilidades que la conciencia le presenta al sujeto en cuanto a que
hacer de su vida, desde cada etapa hacia adelante.
En la última de las series que enumeré, lo que llamé serie social;
también hay una ausencia, pero me importa pensarla precisamente
para pensar la ausencia.
No hay referencias de esta mujer a otros grupos, a ot ras
personas, salvo las de su familia y la referenci a al trabajo. Esta
mujer está socialmente aislada en principio. Y ese aisl am iento
social es otra de las series que configuran la situación crítica
deprimente de esta mujer. Pensada como situación social de
aislamiento, se nos va a presentar también como cuestión pregun­
tarnos si podemos abordar clínicamente por allí la situación.
Voy a introducir en este listado una séptima serie. No lo hice
antes para no acumular más expectativas en el primer esbozo de la
si tuación, pero la introduzco ahora porque es una serie de fenóme-

150
nos que nos interesan en la clínica, ya que se agregan a los que
enumeré hasta ahora. Le voy a llamar la serie de los fenómenos
clínicos, en términos de clinicopsiquiátricos.
En la serie de estos fenómenos clinicopsiquiátricos lo que nos
planteamos inicialmente es ¿qué ocurre con el nivel de angustia de
esta m ujer?, ¿qué ocurre con la intensidad de la depresión?, ¿qué
tipo de interferencias pueden hacer estos niveles de angustia y
depresión con las capacidades elaborativas de esta paciente?
Ese diagnóstico es importante porque de ese diagnóstico se va
a derivar. por ejemplo, la importanci a de medicar. Si el abordaje
clínico en este caso se hizo con medicación, yo supongo que es
porque se evaluó que la intensidad de la angustia y de la depresión
de esta m ujer no permi tían hacer un trabajo elaborativo. dado que
sus capacidades yoicas, con las que es necesario trabajar en toda
psicoterapia, estaban interferidas por la magnitud de estos sínto­
mas. De modo tal que allí la medicación sedante ansiolítica o
antidepresiva, o la combinación de ansiolíticos y antidepresivos,
' van a funcionar como la entrada en la situación, a través de una
serie, que en un mom ento dado es prioritaria, prioritaria para que
pueda haber otros abordajes concomitantes.
Mi radas así en conjunto, estas series que llamé corporal,
familiar, laboral, evolutiva, prospectiva, social y clinicopsiquiátrica
p resentan una serie de cuestiones interesantes. Una de ellas es la
si guiente: el aparato psíquico circula por todas las series. Yo dióa
que el diagnóstico que hice de esta m ujer en térm inos de síndrome
depresivo-reactivo, caracterología obsesiva con elementos histéri­
cos, dificultades para elaboraruna experiencia o m uchas experien­
cias de castración, todo eso que hace al aparato psíquico de esta
mujer, circula por todas las series, gesta todas las series que
menciono. Lo que ocurre es que este aparato psíquico solo no gesta
ninguna de las series, sino que todas las series son a la vez
construidas desde su aparato psíquico y desde otras zonas de la
re�idad, que son coproductoras con ella de cada una de estas
series. Dióa, el cuerpo, en la serie corporal, el cuerpo biológico,
que responde más o menos a una situación de duelo patológico , tal
vez a una situación de identificación con el hermano que apareció
primero con cáncer y que, desde las investigaciones que se vienen
haciendo acerca de componentes psicógenos del cáncer, posible-

151
mente jugó como una codetem1 inación. Posiblemente es necesario
algún duelo patológico para pensar (a título de h i pótesis) en una
psicogéncsis del cáncer y también es necesario pensar el cuerpo
biológico. cuyos m et aboli smos pcm1itcn ese t i po de psicogéncsis.
De modo que, si yo digo serie corporal , no estoy pensando sólo en
tém1 inos psicológicos o psicoanalíticos. Estoy pensando en el
punto de encuentro entre algo que el psicoanál i sis puede l l amar
con todo derecho realidad psíqui ca, y otros n iveles ele realidad
como la de m oclalicladcs biológi cas de reproducción cel ul ar.
Así como digo realidad clcl cuerpo en esta serie corporal. d i go :
l a realidad el e l a dinámica el e u n grupo e n e l caso d e l a serie fam i l i ar.
porque esa fam i l i a no va siendo sólo el campo ele l as proyec ciones
dCI aparato psíquico de esta m ujer. H ay un acontecer fam i l i ar que
es el encadenam iento ele las proyecciones ele ese aparato psíqu ico
con el encadenam iento de l as proyecciones de los ot ros m iem bros
clel grupo y todos los ent recruzamientos que allí se gestan en algo
que podemos llam ar dinám ica de un grupo a lo l argo del t iempo.
De la m ism a m anera, cuando d i go serie l aboral . comprenderán
(y la situación de crisis que estamos viviendo en el país lo hace cacla
vez m ás evidente) que tenemos que pensar. a la vez. en l as m aneras
en que este aparato psíquico. t odas l as modal idades de conducta de
esta mujer, se insertan en un grupo ele t rabajo y generan una h istoria
de t rabajo, pero, además. situación l aboral está diciendo d inám i ­
c a d e u n a i nst i t u c ión l aboral , dinám ica d e la crisis social del país,
y de que manera se ent recruzan para producir efectos muy particu­
l ares. La crisis de este país, la crisis ele esa cm presa. la c risis de ese
sector ele l a cm presa. y todas l as proyecciones que esta m ujer hace
como dcpositacioncs de su aparato psíquico en esos conjuntos de
encadenam ientos causales.
De modo tal que con ese t ipo de enfoque que estoy desarrollan­
do, lo que destaco es que, para pensar una sil uac i ón . y digo que para
pensar en la paciente es necesario pensar en su situación t ambién,
para pensar esa sit uación necesitamos de los fundamentos de J a
psicología y e l psicoanál isis; necesitamos d e los aportes de la clí­
nica psiqu iát rica. pero además necesitamos pensar di versos ó rde­
nes de realidad que van sucesivamente art iculando c írculos con­
céntricos alrededor de esta paciente.
Tenemos que pensar en grupo. tenemos que pensar en aparato

152
psíquico, tenemos que pensaren inst i t uciones , tenemos que pensar
en un país en crisis, tenemos que pensar en un cuerpo biológico. De
lo cont rario, no vamos a entender J a situación actual de esta m ujer
y no vamos a saber bien por dónde podemos ayudarl a, por cuántos
lados podemos ent rar a ayudarla en su sit uación.
Este panorama de despliegue de series, esta concepc ión de la
situación m e pem1iten pensar en una diversidad de posibilidades
de abordaje est ratégico y técnico.
Pri m ero, agregaré que, en una sit uación en crisis como ésta, la
creación de un vínculo terapéutico, la creación de un vínculo capaz
de ofrecer cont i nencia, es posiblemente la c reación de una nueva
serie en la situación.
Es deci r, hasta que l a paciente consulta, t enemos esas siete
series resonando, convergiendo entre sí y potenc iando sus e fectos
depresores y angust iosos; pero posiblemente la creación de una
relación terapéutica capaz de c rear un v ínculo continente, es decir,
una relación que o frezca condiciones reales ele cont inencia, se
i nt roduc i ría como una nueva serie, tal vez novedosa con respecto
' al sentido que venían as umiendo tocias las demás series que
configu raban la sit uación.
Est a m ujer lo est á diciendo todo el t iempo, dice que no agu anta
m ás, que nadie puede cargar con el la, que ella carga con todo y que
nadie la puede escuchar. Posi blemente e l p rimer elemento i m por­
tante para abordar la situación ele esta m ujer está dado po r el hecho
de que esta psicóloga configura con ella u na rel ación cont inente y
esta i ntervención terapéut ica le dice : "Acá, yo l a escucho a usted,
es decir, descargue acá todo el esfuer1:0 t remendo de autoexigencia",
todo el esfuer/.O ele progresión al que se exige una estructura
obsesiva toda la vida que nunca ha podido aflojaren ni nguna parte.
Es posible que la c reación de esta nueva serie \'incular, la de un
vínculo continente que le o frezca a ell a l as posibilidades de una
regresión. empiece a crear un elemento di nám icamente nuevo, de
nuevo signo en el conjunto de las series.
Es posible que la intervención medicamentosa ansiol ít ica y
ant idepresiva pueda a su vez (en cuanto reduci r a ci erto nivel ú t i l
l a angu st ia o aliviar en algún grado l a clcpresión) apo rtar elementos
de cambio en otra de las series, en el sent ido de rescat ar capacida­
des elabo rat ivas que esta paciente t iene total mente interferidas en
"

1 53
el momento en que su depresión es m áxima. Hay otras maneras de
entrar en la situ ac ión (ya, la entrada en la situación de unas u otras
maneras va a depender de las condiciones de que disponga el
entrevistador, el servicio que atienda a esta mujer, digamos l a
cultura psicológica o psiquiátrica d e l a región d e l país donde esta
persona sea atendida). Por ejemplo, otra posible entrada en l a
situación se presentaría como l a entrada e n ese grupo familiar.
Habría ent revi stas diagnósticas, entrevi stas de orientación o
entrevistas terapéuticas con el grupo que forman la paciente, su
madre y su suegra; y podrían tener mucha riqueza; ya de entrada
porque no sería la paciente sola quien cargara con estas m ujeres de
edad. Además h abría que rev isar con la óptica de la gente que
trabaja con gerontes si se puede hacer algo por esta madre o por esta
suegra que no dependa estrictamente del esfuerzo obsesivo de esta
hija. S i esa intervención ocurriera, seguramente partes de l a
situación grupal empezarían a mod i ficar sus dinámicas internas.
Otra alternativa de trabajo grupal podría presentarse en c ierto
momento con una intervención también de t i po i ndagación, orien­
tación, continencia, esclareci m i ento, en el grupo que fom1arían
esta mujer, el hijo soltero, el hijo casado, eventualmente la nuera,
eventualmente la novia del hijo soltero.
Otro grupo del cual ella dice: "Este g rupo me pone en c risis
porque estos h ijos ya no me ven". Yo he trabajado con una paciente
de la edad de esta m ujer, depri m ida, que tenia dos hijos varones y
que los hijos no querían verla nunca. Yo trabajé m ucho tiempo en
e l t ratam iento individual de esta m ujer tratando de ver todas las
d i ficultades que ella podía tener para l igarse con los hijos o que era
10 que ella podía hacer para repelerlos. A ciert a altu ra, después de
m ucho tiempo de trabajo y como la sit uación con los hijos era l a
m i sma, le propuse reuni mos e n m i consultorio, los dos hijos
varones, ella y yo . H i cimos en t otal t res entrevistas, pero e l
resultado de esas tres entrevistas fue q u e l a paciente y y o entend i ­
mos m ucho m ás, a l escuchar a l o s hijos, c u á l era l a histori a p o r l a
c ual estos hijos no querían reunirse con la madre. El trabajo a parti r
ele esas ent revi stas fue nuevamente individual, pero condujo a que
esta mujer pudiera tener relaciones de reencuentro, de contacto, de
com unicac ión con los hijos, notablemente mejoradas. A mí este

1 54
tipo de experiencias me enseña mucho acerca de cómo vincul ar u n
trabajo indiv idual c o n un trabajo grupal.
Hay otro t i po de abordaje de l a situación, que consiste en
preguntamos si hay algún grupo social, grupo de pares, grupo de
am igos, u n grupo que realice alguna actividad en su zona, que
pudiera ofrecerle a esta mujer alternativas para sal i r de esa casa.
Esto se hace más claro en Centros en los que se desarrolla u n
trabajo social. A veces el asistente social, e l terapeuta e n otros
casos, casi "tienen que sacar de la casa" digamos, buscando a l a
paciente que, regresivamente, se queda en l a pasividad del encierro
en su casa, para l levarla a veces con pocas ganas a u n primer
contacto con u n grupo alternativo, u n grupo no p ri m ario. Es
posible comprobar por esa v ía cómo se ponen en marcha nuevos
v ínculos que se i ntroducen en la situación como configu rantes de
nuevas series; d i ría series con potenci ales de salud.
Otro nivel de abordaje pod ría ser e l abordaje de la si tuación
desde la serie laboral. Ganaríamos mucho tiempo si en esta
, empresa algu ien con la perspectiva de un trabajo en salud mental,
i ndagara l as vicisitudes de esa situación donde hay gente que es
despedida y gente que se queda, probablemente con culpas y
perseguida. S i h u bi era u n trabajo i n s t i t u c ional , e l t rabajo
institu cional ayudaría en gran medida a reconfigurar elementos de
esta s i tu ac ión de desocupación.
Por último, habría, de los que se m e ocurren como abordajes
posi bles de l a situación, un trabajo con e l cuerpo de esta mujer.
Prácticamente no se ha mencionado qué pasó con l a operación; si
hubo extirpación parc ial o total ele l a glándula mamaria, ¿cuáles
son l as alteraciones del esquema corporal de esta mujer a partir de
esa exti rpación? Al 1 í se nos presenta toda l a posibilidad de abordar
la situación, desde un trabajo sobre e l c uerpo; cuerpo operado,
cuerpo que tuvo cáncer. Habría un trabajo de concienciación
corporal posible, un trabajo de reelaboración del esquema cwpo­
ral posible, un trabajo de expresión corporal con un cuerpo
recuperado. como posible.
En l ugares donde se puede contar con profes ionales que desarro­
l l an este t ipo de t areas, que son varias ( h e m e n c i on ado
concienciación corporal, reelaboración del esquema corporal,
expresión corporal) donde se pueda contar con recursos para este
"

155
t ipo de t rabajo. éste constituye un abordaje de importanci a para
integrarse con los otros que vengo destacando, y contribuir a una
reelaboración de la situación psíqu ica de esta m ujer.
Estos distintos abordajes requieren ser coordinados desde ese
v ínculo de psicoterapia, bipersonal, que se ha establecido con la
paciente. En él habrá que ir comprendiendo l as situaciones diná­
m icas internas por l as cuales ell a se ve involucrada en problemá­
ticas grupales, i nstitucionales e i ndividuales, de m aneras t an
descompensantes, sobreexigida, responsable de todo, t an obli gada
a proteger a todos y no pudiendo soportar l as pérdidas que.
desgraciadamente para ella, son muy grandes.
H asta aquí, una perspect iva de los abordajes técnicos posibles
a part i r del despliegue de esta sit uación, vista en térm inos de series
convergentes. Abordaré ahora otra parte de lo que quería transmi ­
t i rles, q u e son los fundamentos teóricos para pensar la sit uación en
estos términos. El tema es: pensar en situaciones. En primer lugar.
l as situaciones a m í se me impusieron, se me presentaron como
insoslayables a lo largo de muchos afios del trabajo en hospitales.
Trabajé doce afios en el Servicio de Psicopatología del Policlínico
ele Lanús, Prov incia ele Buenos Aires . Atendíamos all í m uchísima
gente. de niveles sociales diversos y, yo di ría, casi en la m ayoría
de los casos que tuve que ver l a gente venía t rayéndome, "a gritos"
situ aciones. Situaciones muy complejas, de viv ienda, econom ía.
t rabajo. fam ilia, cuerpo, barrio, tocio esto procesado a t ravés de la
fant asm át ica y de la conllictiva de cada aparato psíquico. Yo
aprendí allí a pensar con los pacientes en sus situaciones y a
intervenir en situaciones. El enfoque "multidimensional" en psi­
quiat ría dinám ica desarrollado por M au ricio Golclenberg nos
condujo s iem pre en esa d i recc ión . Recuerdo un paci ente
esquizofrénico que internamos en la sala, que era un vendedor ele
l a empresa Nestlé. Nos encontrábamos (en el momento en que
habíamos hecho un buen t rabajo clíni co para su extemación) con
que el día en que el paciente sal ía del hospit al la em presa lo iba a
lanzar a la calle de nuevo a vender. A vender m ucho. porque si no
vendía mucho, lo despedían; entonces vimos que en ese caso l a
única manera d e proteger e l alta. era reuni rnos con la empresa; yo
cité desde el hospital al gerente de personal de Nestlé y al jefe ele
ventas, hicimos una reunión en el hospital con est a gente (que se
prestó por suerte en éste y en ot ros casos a concurrir) para el aborar

1 56
con Ja empresa cuál podría ser una estrategia saludable de reinserción
del paciente en su v ida de vendedor. Sin ese t rabajo con la empresa.
yo pienso que toda la internación fracasaba. fracasaba a l as 48
horas del alta; porque este hombre estaba sal i endo de un brote
esquizo frénico, no podía resistir siete días l as tensiones de tener
que vender en un mercado que siempre fue muy d i fíci l , muy
complejo, generador de un tremendo stress.
Ese paciente evolucionó bien, y creo que fue un punto clave
aquel modo de abordar l a dimensión institucional (del alta. en este
caso). A part ir de este t ipo de experiencias con situaciones m e
pareció posible t eorizar q u e e n l as terapias focal izadas, cualquier
deli m i t ac ión de un t rabajo focal debía ser hecha en el interior de
una situación. pensada como un t rabajo en el interior de una
situación. Esa es un poco l a tesis de un capít ulo que publiqué en
Teoría y técnica de psicoterapias que se llama "El concepto de
foco", apuntando a estos desarrollos. planteando que sin pensar
una sil uación, focal izar es un recorte, es hacer un recorte que queda
como en el aire, abstracto. expuesto al idealismo de suponer un
' aparato psíquico aislable.
Creo que en la obra de Freud hay direcciones que nos ayudan
a pensar situaciones. Para tomar un ejemplo muy claro. el historial
clínico de Freud que se llama: Análisis fragmentario de una
histeria (el caso Dora) es una invest igación extraordinaria de l a
situación d e u n grupo. No sol amente Freud invest iga l a dinám ica
interna de los suefios, de los síntomas y de Ja conl1 ictiva edípica de
Dora, sino que además , en una indagación rel at ivamente breve,
de pocos meses, hace un rclevamiento exhaust ivo revelador de l a
complejidad dinámica del grupo en e l cual estaba involucrada
Dora, y de l a situación que estaba atravesando ese grupo. De modo
coincidente, en Los caminos de la terapia psicoanalítica ( 1 9 1 8),
Freud dice, refi riéndose al paciente:

Su afección depende también de múltiples cirrnnsta11cias exterio­


res. ¡,Habremos de reparar en mod1firnr esta co11stelm:i611 , inter­
viniendo en ella de modo adecuado? A mi j uicio, semejante
actil·idad del m édico analítico está m ás que suficientemente
justificada.

. Con todo, creo que l a obra de Freud, abriendo esas direcciones,


inv est i g ó con m ayor rigor y met i c u l osi dad las di nám i cas

1 57
intrapsíq1:1icas, es decir, las dinámicas individuales del conflicto,
si bien estaban referidas a un marco objeta!, a un marco de
relaciones sociales. Pichon Riviere, uno de los pioneros en nuestro
país en cuanto a proponemos una lectura que sea a la vez indivi­
dual, grupal, institucional y social en su sentido más ampl io,
destacaba que la obra de Freud abría esas direcciones, pero
exploraba con mayor énfasis, con mayor dedicación, las direccio­
nes de un enfoque individual. Creo que continuadores de la obra
de Freud, como Pichon Riviere, Bleger y otros autores que voy a
i r mencionando, van mostrándonos la posibilidad de conferi r
mayor desarrollo a esas otras direcciones, grupales e institucionales.
Estas di recciones, al indagar situación, intentan pensar cómo se
articulan el aparato psíquico, el grupo, la institución, las determi­
naciones sociales amplias, cuáles son sus articuladores. Este es el
campo de una investigación teórica en pleno desenvolvim iento.
Después me encontré con la obra de Sartre como un aporte muy,
muy importante para pensar situaciones. Hay un trabajo de Sartre
que se llama "Cuestiones de método" y que inicia el primer tomo
de la Crítica de la razón dialéctica. "Cuestiones de método"
( 1 960) plantea una cosa muy importante, y es que para pensar una
situación, para pensar estas diferentes series, el trabajo de pensa­
miento es, de base, interdisciplinario. Dice en el Prólogo:

La antropología seguirá siendo un confuso montón de conoc i ­


m ientos empíricos . . . hasta q u e hayamos adquirido e l derecho d e
estudiara un hom bre, a un grupo d e hombres, o a un objeto h umano
en la totalidad sintética de sus significados y de sus referencias a
la totalización en marcha, hasta que hayamos establecido que todo
conocim iento parcial o aislado de esos hom bres o de sus productos
t iene que ser superado en una totalidad o se reducirá a un error por
ser incompleto.

Lo que Sartre enfatiza en "Cuestiones de método" (y es un


material que les aconsejaría mucho leer y pensar) es que ninguna
disciplina en cienci as humanas, sola, puede abarcar la complejidad
y la singularidad de cada situación. La situación tiene que ser
construida teóricamente como una construcción de trabajo
interdi sciplinario. En este trabajo, Sartre introduce muchas refe­
rencias al proyecto, del que hablé antes, y muestra de qué manera
pensar sit uaciones es captar algo que él llama totalidades concre-

1 58
tas, es dec i r l o que él l lama realizar una síntesis transversal de u n
conjunto d e estructuras. L o q u e allí l lama S artre conjunto d e
estructuras, c o n l as cuales h a y q u e reali za r u na síntesis transversal,
es lo que yo l l amo conjunto de series. Pensar l a situación, con
Sartre ahora, es precisar l a manera en que se totalizan conj u ntos de
estructuras, conformando por convergencia la m odalidad singular
de cada situación. En otro vasto trabajo de Sartre, que es su anál i sis
de l a v ida y obra de Flaubert, S artre dice: "Analizar amenaza a l as
si tuaciones porque anal izar es poner en palabras c iertos conjuntos.
A l ponerlos en palabras los descomponemos. Esos conjuntos
tienen que ser vi stos como composiciones de fuerzas".
Es interesante, creo, esta reflexión, porque habría en el método
que Sartre propone (tanto en el Flaubert como en Cuestiones de
método) l a exigenc i a de hacer u n trabajo donde siempre que
analizamos, tenemos que ser conscientes de que al analizar des­
componemos conjuntos, de modo que siempre el t rabajo de
anál i s i s rem ita inexorablemente a re form u l aciones de síntesis. De
lo contrario el trabajo analítico en cuanto descompone elementos
' de una situac ión, puede conducir a abstracciones, puede conducir
a l o que John Bowlby, psicoanalista inglés, l lamó "el riesgo de
saber cada vez m ás sobre un espacio cada vez más l i m i tado". Otro
autor que a m í me ha i mportado mucho para pensar en situación,
es Gilles Dcleuze. Produjo una obra hace algunos años, El amiedipo,
que es u na obra polémi ca.
Pero produjo otra obra que se llama Lógica del sentido, que
esenci al mente es una i nvestigación teórica sobre cómo se constru­
ye el sentido de u na situación, él lo investiga l l am ándole "teoría del
acontecim iento". ¿Cómo en lo que acontece se constituye el
sentido para una persona? Deleuze, en este análisis del acontecer,
plantea tres series de parámetros que a mí me interesan porque
hacen a este abordaje c l ínico , diagnóstico y terapéutico que estoy
ejempli ficando. Deleuze dice: en la situación, en el acontecimien ­
to, están e n juego t res grandes t i pos de parámetros:
1 ) están e n
juego varios discursos (varios discursos, podríamos ejemplificar
nosotros, son tanto los discursos inconscientes y consc ientes de
e s t a p a c i ente, c o m o l os d i s c u rsos i n co n s c i e n tes y cons­
c i entes de los hijos, l a m adre, l a suegra, los compañeros de trabajo,
el hem1ano que murió, sus entornos culturales). 2) El parámetro

' 1 59
que toma: en t odo acontecer i nterv ienen varios sujetos; no hay u n
solo sujeto en juego; efectivamente estamos viendo cómo en e l
entrecruzamiento de discursos, que es t ambién u h ent recruzam iento
de interacciones, u n entrecruzam iento de conductas, estamos en
dinámicas grupales, estamos en entrelazami entos entre d inámicas
grupales y dinámicas i ndividuales. 3) Y e l t i po de parámetros que
toma Dcleuze para pensar e l acontecer cons t i t uye lo que él l l a m a
estados de cosas. A m í m e interesó m uchísimo esto de estados d e
cosas, como teoría, porque rem i te a l a s cosas, es deci r a los niveles
concretos de regist ro de u n m u ndo m aterial , u n m undo que
l l amamos real, que está en con t rapunto con un m u ndo inconscien­
te, un m undo fantasmático. En el caso de esta paciente, pensemos
que además de toda l a problemát i ca de l a estructura psíquica de
esta m ujer, e l cuerpo es u n estado de cosas, l a vejez de m ad re y
suegra es un estado de cosas. los despidos en el t mbajo, son estados
de cosas, la edad de los hijos y sus parejas, son estados de cosas.
Cuando Deleuze dice discursos y sujetos, enfat iza sobre todo
ciertos aspectos que llamamos intrapsíquicos y grupales; en los
estados de cosas está señalando ot ra vertiente necesaria para
entender cómo se crea el sentido de una s i tuación. Una vertiente
donde, de c iertas maneras, las cosas se prest an a l as proyecciones
del aparato psíqu ico, pero también le proponen al aparato psíquico
ciertas proyecciones y no o t ras, y donde l as cosas, esos estados de
cosas, cuerpo, fam i l i a, t rabajo, también resisten al aparato psíqui­
co y no adm i ten que sea sfüo fuente de proyecciones.
Por último qu iero destacarles que esta idea de convergenci a de
series, que producen efectos de sentido porque numerosos elemen­
tos de cierto signo se agrupan, coincide con l a captación q ue el
paciente tiene cada vez que nos d ice: "¡,Sabe lo que pasa? que se
m e junta todo". Ese "se m e junta todo", que el paciente usa, que
nosot ros u samos muchas veces cuando "se nos junta t odo", destaca
que no hay una serie de detenn i nantes, que est am os siempre en e l
ent recruzam iento de numerosas series de detemlinantes para que
tocio se nos junte. Quería subrayar, antes ele segu i r con otras
referencias teóricas, que en general la literatura es una extraordi­
naria fuente de indic ios para pensar cómo se construyen l as
situaciones. Los narradores, los poetas, desde hace m uchísimo
t iempo piensan situaciones y nos t ransmiten sit uaciones. Qu iero

1 60
cit arles un pasaje que tomé, casi al azar, de Cervantes. donde el
autor retrata una sit uación, no en la ampl i t u d diagnóstica con q ue
nosot ros t rabajamos, pero sí con la m i rada que registra un instante.
En el capítulo 20 del Quijote andan el Quijote y Sancho de noche,
perdidos en un lugar y escuchan un t remendo ru ido:

Era la noche como se ha d icho, oscura. y el los acertaron a e n trar


en u n os árboles al tos, cuyas hojas m ovidas del blando viento.
hacía n u n temeroso y m anso ruido: de man era que. la soledad, el
sitio. la oscuridad, e l ruido del agua con e l susu rro d e las hojas,
todo, causaba horror y espan t o y más, cuando viero n que ni los
golpes cesaban, ni e l viento dor m ía , ni la m afía n a l l egaba . Aíia­
dié11dose a todo esto, e l i gnorar dcínde se hal laba n .

Me parece q u e s e v a enfatizando tocio e l t i em po la convergenc ia


de numerosos juegos ent re estados psíquicos ele Sancho y del
Qu ijot e, que están muertos ele espanto, y numerosos estados de
cosas que pemianentemente el autor est á rel evando, porque todas
las cosas resonaban para el m iedo aport ando sus propios elemen-
, tos, sus propias cual i elaeles.
La ú l t i m a l ínea de desarrollo teórico que voy a menci onarles
para pensar en sit uación, parte ele Donald W innicott , autor inglés,
y se enlaza con t rabajos actuales ele dos autores franceses : Didier
Anzi eu y René Kacs . Esta es una l ínea muy interesante de t rabajos
que a m i juicio nos pueden ayudar mu cho a i nc1agar en profundidad
cómo art icular en las situaciones de consulta y en l as situaciones
de crisis, estados ele cosas, sit uaciones concret as, grupos, inst i t u ­
ciones e indiv iduos. E l punto d e part i da aparece para Anzieu y
Kacs en las nociones que Wi nnicot t vino desarroll ando a lo largo
de su obra sobre f('// óm en os tra11sicionales ent re realiel ael interna y
realidad externa al sujet o ; exploración ele objetos y fenómenos
t ransicional cs que para Winnicott const it uyen un área conjunta.
Fíjense en los puntos ele coinc idencia con lo que voy planteando;
un área co11j 1111ta que Winnicott ll ama i11ter11a-externa, es deci r,
intermedia ; un espacio intennedio que se crea ent re el nifio, la
m adre y objetos que ya no son ni el c uerpo del nifio ni el cuerpo de
la m aelre, es decir, hay un espacio vincular que se empieza a poblar
con los primeros ol�jetos llamaelos intermediarios, que son cosas y
que en cuanto cosas, no son ni el aparato psíquico del nifio. ni el
aparato psíquico de la m adre, ni el vinculo ent re ambos. Cosas que ,,

161
se invisten con a fectos surgidos vinculannente pero que también
resisten a ese investimiento. Hay dos trabajos que les voy a
mencionar, uno en part icular en el cual se puede seguir con m uch a
riqueza la temática de las situaciones de crisis que estoy desarrollan­
do. El t rabajo es de René Kacs, acaba de ser publ icado en B uenos
Ai res por la Revista Temas de psicología social que edita la Escuela
que fundó Pichon Rivicre. El t rabajo se llama "El apoyo grupal del
psiquismo individual. Algunas consecuencias teóricas con rel ación
a los conceptos de individuo y grupo". Está en l a revista menciona­
da, en un número dedicado al Congreso Internacional de Psicoterapia
de Grupo que se realizó en 1 980 en Copenhague.
En este t rabajo Kaes desarrolla tem as que también ha tomado
Anzieu en una conferencia dada en Madrid: "El anál isis t ransicional
en psicoanálisis". Les voy a mencionar dos pasajes de Kacs que
i l u s t ran estas propuestas sobre la noción de s i tuación. K acs, como
Anzieu. basándose en el concepto de W i nnicott de área, zonas y
objetos t ransic ionalcs, fonn ula lo siguiente:

A lo largo del desarrollo se constituye un área potencial i n terno­


e x te rn a esencial para el sostén del individuo . Esta área se revela
p ri nc i pa lmente ant e e x periencias de ruptura e n esta área de sostén.
Esas rupturas c rean cortes e n b con t i n uidad del sí m ismo y d e las
rcbcioncs con el medio, con v i vencias d e h u n d i m ie n to . La com­
p rensión de esa zona d e tran sicion :i l i dad, d e ese espacio i nt e rm e ­
d i:irio en tre e l aparato psíquico y s u s contex tos, i n troduce :il
psicólogo y al psicoanalista en los problemas de la o rgan ización
soc i a l . e n los elemen tos más a m p l ios d e u n malestar e n l a
c i v i l izac i ó n .
E l psiquismo requiere una red de apoyos solidarios: el cuerpo,
vínculos conti nen tes, grupos, condic iones sociales contenedoras.
Esos apoyos son esenciales para el equili brio psíquico. A n te
pérdidas que desorga n izan , el individuo que vive la e x periencia de
ser en su i n terior un grupo dividido busca en un grupo real l a
i magen de su u n i dad perdida y el apoyo necesario para superar el
desamparo dado por la qu iebra d e aquel los equi l i brios. El e ncuen­
t ro de ese grupo real es necesario para la reorgan ización psíq uica
y la e laboración de l a crisis. Los conj u n tos en los que se apoyan
las condic iones del psiquismo.requieren ident idad y cohere n c i a y
esa ident idad y esa coherencia dependen de condic iones y modi- ·

ficaciones del aden t ro y del afuera.

162
Quiero ahondar en estos desarrollos para fo nnular, en síntesis,
Ja perspectiva de una generalización teórica: el concepto de
situación designa un objeto articulador. S u /unción de articula­
ción se realiza por efectos de montaje, dados por yuxtaposiciones
entre series cuyas resonancias l igan entre sí a d i ferentes tipos de
objetos: discursos, cuerpos, instituciones, grupos, fantasmas i nd i ­
viduales. Se trata d e u n objeto (la s ituación) q u e s e const ruye, se
sostiene en esos conjuntos de objetos diversos, y a su vez, así
cons t i t u i d o , es c o n fi g u rador del sentido otorgado a esos
agrupam ientos de objetos. A l a vez que estructurado por tales
conjuntos de objetos, estructura el sentido asumido por esos
conjuntos. Es así distribuidor -selector- reforzador de significacio­
nes a lo largo de cada una de las series, para cada uno de los objetos
que l as constituyen. Este objeto teórico va siendo construido por
los aportes de varias disciplinas: psicoanálisis, psi cología social,
sociología, antropología, lógica, l ingüística. La s i tuación ubica al
paciente, nos ubica a nosotros, en la zona de entrecruzam i ento de
vastas indagaciones interdisciplinarias.
En psicología y psicoanálisis abundan hasta el presente las
corrientes que proponen restringir la observación y la intervención
clínica a uno u otro de ciertos objetos teóricos (la fantasía i ncons­
ciente individual, el grupo, la organización fami l i ar sistém ica de
los m e nsajes, las conductas dram áticas, los j uegos de los
s i g n i fi cantes v e rbales) . Esos rec o rtes perm i ten e fe c t i vos
ahondam ientos en sus respectivos objetos. La condición de esas
del i m i taciones es asum i r la tarea epistem ológica de la ida y e l
retomo desde los recortes q u e establecen. S i n e s a condición, s e
sustenta u na lógica d e excl usiones. La situación, en cuanto objeto
articulador, propone como alternativa opuesta, una lógica de
inclusiones, conjunciones e integraciones.
Si la enfermedad mental expresa un m undo de disociaciones, el
trabajo en salud mental debe ser el esfuerzo de superar esas
disociaciones . Personalmente postulo con el m ayor énfasis la
eficacia técnica y la pertinencia teórica de esa lógica de integracio­
nes. Se m e presenta como la condición de un trabajo c l ínico y de
un esfuerzo de contacto con el sujeto humano, que aspiren a una
necesaria pl enitud.

1 63
B i bl iografía

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AMPLIANDO LAS FRONT ERAS
DE LA INTERPRET ACION
CON LA INDAGA CION
DE DINAMISMOS INCONSCIENTES
COGNIT IVOS Y CREAT IVOS
EL NIVEL INCONSCIENTE
D E LAS FUNCIONES YOICAS,
S U INTERVENCION EN EL CONFLICTO
Y EN EL PROCESO TERAPEUTICO*

Estas notas tienen el propósito de realizar una síntesis general,


introductoria, de una línea de investigaciones teóricas sobre el yo
como sistema de funciones. Esta indagación asienta en una expe­
riencia clínica, personal y grupal, que desarrollamos sobre la base
de una orientación técnica ya expuesta en trabajos anteriores.
La conceptualización del sistema de funciones yoicas que nos
ocupará primordialmente tiene un jalón importante en El yo y el
ello, trabajo de 1 923 en el que Freud formuló su segunda teoría
tópica del aparato psíquico . 1
Dos cuestiones centrales d e ese trabajo serán nuestro punto de
partida. Una, la constatación del carácter inconsciente de muchas
de las actividades asignadas al yo. Otra, la concerniente a localizar
en el yo los térn1 inos constituyentes del contlicto. Un pasaje de ese
artículo nos ilustra sobre los replanteos a los que llegaba Freud a
esa altura de sus investigaciones.
Freud parte de la observación clínica de los fenómenos
resistenci alcs. "Entonces hacemos en el análisis esta observación:
el enfermo experimenta dificultades cuando le planteamos ciertas
tareas; sus asociaciones fallan cuando debiera aproximarse a lo
reprimido-_ En tal caso le decimos que se encuentra bajo el imperio
de una resistencia, pero él no sabe nada de eso y aun si por sus

*Comun icación a l a Segunda Jornada Anual del Centro de Estudios e n Psicote rapias
Buenos A i res. A rgen t i na, 24 de noviembre de 1979.

1 67
sentimientos de displacer debiera colegir que actú a en él una re­
sistenci a, no sabe nombrarla ni indicarla. Y puesto que esta
resistencia es parte de su yo y es resorte de éste, enfrentamos una
situación imprevista. Hemos hallado en el yo mismo algo que es
también inconsciente, que se comporta exactamente como lo
reprim ido, vale decir, exterioriza afectos intensos sin deveni r a su
vez consciente y se necesita de un t rabajo particular para h acerlo
consciente. He aquí la consecuencia que esto tiene para la práctica
analítica: caeríamos en i nfinitas imprecisiones y dificultades si
pretendiéramos atenemos a nuest ro modo de expresión habitual y,
por ejemplo, redujéramos l a neu rosis a un conflicto entre lo
consciente y lo inconsciente. Nuestra intelección de las constela­
ciones estructurales de la vida aním ica nos obliga a sust ituir esa
oposición por otra: la oposición entre el yo coherente y lo reprimi­
do escindido de él".
Comprueba entonces Freucl que "una parte importante del yo,
Dios sabe cuán importante, puede ser inconsciente" (en el sentido
sistemático de este término y no meramente descript ivo) "y
seguramente lo es". Y este inconsciente del yo "no es l atente en el
sentido de lo preconscientc, pues si así fuera no podría ser activado
sin devenir consciente, y el hacerlo consciente no depararía
di ficultades tan grandes".
Strachcy, en sus notas introductorias, cal i fica a este artículo
como la última de las grandes obras teóricas ele Frcud. Menciona
un pasaje de Más allá del principio de placer que anticipaba estos
desarrollos: "Es que sin duda tam bién en el interior del yo es
mucho lo inconsciente; justamente lo que puede l l am arse el núcleo
del yo; abarcamos sólo una pequeña parte de eso con el nombre de
prcconsGicnte".
Una observación atenta de los hechos clínicos nos pennite
avanzar desde estas constataciones ele Frcud, para fonnularderiva­
cioncs teóricas con consecuencias para nuestra comprensión clíni­
ca y su s correlatos en instrumentaciones técnicas.

1 . Creemos 4ue hasta estas fonnulaciones frcudianas. en la pri­


mera teoría tópica. la oposición y cont radicción es binaria: es la
trazada entre Ja conciencia y el inconsciente rep rimido. Con esta
segunda teoría tópica del aparato psí4uico las di ferenciaciones,

1 68
oposiciones y cont rad i cc iones son las de un sistema temario : l a
concienc ia. el i nconsciente reprim ido y l as funciones yoicas
configurantes de un otro sistema inconsciente.* Yo y sistema
percepción-conciencia ya no son sinóni m os. Aluden a diferentes
organizaciones de funciones. cuyas rel ac iones pasan a convertirse
en otra zona de investigación clínica.
2. Las funciones yoicas consisten en conjuntos de operac iones,
procesam ientos. transformaciones, de las que el sujeto reg i stra de
modo consciente sólo algunos de sus resu l t ados. Algunos de estos
procesamientos desempeñan funciones defensivas. Otros numero­
sos conjuntos de operaciones se aplican. en cada etapa evolu tiva,
a categorizar. m anipular. aprehender, discri m inar diferentes dom i ­
nios d e realidad . Estas operaciones. desarrolladas sobre l a base de
experiencias de com plejidad c reciente, arrojan el saldo de u n
afinam iento y enriquecim iento d e esquemas operatorios. Estos
conjuntos de procesam ientos van "constru yendo" -según l a
acertada tenn inología d e Piaget- di fcrentes zonas d e lo real . 2 Las
funciones defcnsi vas, por su part e. intervienen en otras "construc­
ciones". fantasmáticas , organizadas según vicisitudes del m u ndo
pulsional y etc la estructuración narc isista. Entre las funciones de
m anipulación de lo re.al y las funciones defensivas se t razan las
condiciones para una serie de i nterjuegos. también inconscientes :
superposic iones, oposiciones. esci siones.
3. Las funciones yoicas intervinientes en el m anejo de lo real
const it uyen un sistema dest inado a crecer con las experiencias
propias de ese m anejo. Creci m iento quiere decir en este caso am­
pl iac i ón del espectro de funciones, emergencia de capacidades que
agrupan conjuntos de funciones. incremento en la eficac i a para el
dom i nio de diferentes zonas de lo real. Whi te3 ha postulado el
interjuego entre acción eficaz y refuerLo de l as capacidades nece­
sarias para la eficac i a de esa acción.
La ley de este sistema de
funciones es el crecimiento en la experiencia.** Esto supone

* Con l a inclusión del superyó, con sus propias est ructuras inconscientes, Freud
postula un s i stema más amplio aún de relaciones ent re est ructuras. Al considerar aquí las
dinámicas inconscientes dd yo estamos abordando sólo un sector de esas ampliaciones.
** De allí la importancia que asume " l a experiencia" (con todas sus d imensiones,
dado que incluye lo verba l . a l a vez que lo desborda y ahonda sus alcances) como uno de
los ejes de lodo proceso t e rapéutico. Experiencias en el ámbito del tratamiento, experien-
cias de v ida y lodos l o s i n l c rjucgos que se establ ecen e n t re esos dominios de aprendizajes. f1

1 69
tendencias al desarrollo de las propias funciones. Y necesidad de
una experimentación activa con di ferentes dom inios de lo real. La
fuerza de estas tendencias tiene suficiente presencia en la clínica
como para que en diferentes épocas haya debido sugerirse para las
m ismas un carácter de pulsiones ("pulsiones yoicas", "pulsiones
de dominio", "pulsión de saber"). La referenci a al orden de lo
pulsional alude, esencialmente, al hecho de que constituyen fun­
ciones que son expresión di recta de energías y aptitudes propias
del sistema nervioso humano. De allí que Piaget ha postulado una
y otra vez la necesidad de referir una psicología de los procesos
cognitivos a sus basamentos de orden biológico. La ley de creci­
m iento de l as funciones yoicas de realidad exige condiciones para
su efectivo desenvolvimiento. Esta exigeacia es de orden incons­
ciente. Depende de numerosos factores propios del individuo, de
sus grupos de pertenencia y de la cultura que los constituye, el que
se haga o no consciente la exigencia de ese desarrollo. Proust ha
hablado de "la impaciencia de esos hombres siempre aburridos,
siempre hastiados, que son las personas demasiado inteligentes
para la vida relativamente ociosa que llevan y en la que no se
realizan sus facultades".4
4. La experiencia de ese crecimiento de funciones y capacidades
entraña un principio de placer en la realidad (destinado a sustitu i r
o a entrar e n oposiciones conflictivas con e l principio d e placer
propio del "ello" y de la estructura narcisista). Hendrick ha
postulado que la experiencia de hacer y de aprender a hacer, va
configurando un sistema motivacional que impulsa al dom inio de
lo real. Y que ese impulso va ligado al hecho de que ese aprendizaje
de lo real constituye fuentes de placer, de un placer primordial (no
derivado) inherente al empleo eficaz de dispositivos funcionales
propios del sistema nervioso.5 El placer en el ejercicio de tales
funciones entraña un régimen económico-energético especial.
Cargas y descargas de excitaciones se entrelazan y regulan en
función del desarrollo de tareas. El resultado de estas tareas se
objetiva en productos generadores de nuevas exci taciones,
impulsores de nuevas tareas.
Freud señala en otro pasaje de El yo y el ello: "El yo se
enriquece con la experiencia del m undo exterior propi an1ente
dicho y tiene en el ello otra especie de mundo exterior al que intenta

170
dominar". Este intento de dom inio, todo el trabajo que entraña
semejante intento, tenemos que entenderlo ligado al especial
principio de placer que es necesario postular para las funciones de
realidad. Este especial principio de placer-realidad es constituyen­
te importante, seguramente, de lo que clínicamente se constata
como capacidad de alianza terapéutica. El esfuerzo de enfrentar ese
particular dom inio de lo real que es la realidad psíqui ca, todo el
sacrificio y el dolor de un tratam iento, tend rán que entenderse
entonces sostenidos no sólo por las referencias a efectos futuros,
sino a las gratificaciones del presente de la tarea misma, de su
realización.
5. Es conveniente que nos detengamos a considerar qué signi­
fica no reducir el conflicto a l a oposición entre lo consciente y lo
inconsciente (solamente). La propuesta de Freud es sustitu i r esa
oposición por la que se establece entre el yo coherente y lo
reprim ido, disoci ado de ese yo. Tal vez la propuesta de Freud de
una "sustitución" pueda ser demasiado radical. S i dejáramos de la­
do la oposición inconsciente-consciente perderíamos una dimen­
sión clínica esencial del conflicto. Pero algo decisivo queda
planteado: que no p odemos reducir nuestra actitud clínica a la
indagación de esa oposición. Destacar que limitarse a indagar esa
oposición es reductivo, tal como lo adv ierte Freud, es abrir muchos
cuestionamientos sobre posiciones hasta ahora vigentes en el
psicoanálisis, que parecen insistir en privilegiar la antítesis cons­
c iente-inconsciente. En lugar de una sustitución de esa antítesis
por otra, creemos que la clínica nos induce a proponer una
inclusión de esa antítesis en la que se establece entre diferentes
organizaciones yoicas. Los confli ctos intersistémicos funcionan
incluidos en oposiciones intrasistémicas: el conflicto más abarcativo
es el que se instala entre diferentes conjuntos de funciones del yo.
Tratemos de precisarlo.
Tomemos ese concepto de "yo coherente" que emplea Freud.
En términos de funciones yoicas la coherencia no es tanto un
resultado sino la tendencia general de funciones de síntesis,
si empre actuantes en direcciones de construcción de conjuntos con
elementos no destinados espontáneamente a constituir totalidades.
Accionan energías de uni ficación, trabajos de total ización. Con­
flicto i ntrasi stémico s igni fica entonces oposición entre funciones

171
coherentizantes y aquellas funciones que inteivienen en la repre­
sión y fonnan, con lo reprim ido , sistemas disoci ados y disocian tes,
antagónicas de aquellos conjuntos de funciones de síntesis. Con­
flicto entre diferentes funciones yoicas, entre d i ferentes organiza­
ciones de estas funciones y entre sus efectos. d ivergentes entre sí.
Las funciones de síntesis incluyen los datos provenientes de
una apertura a la realidad. Trabajan procesando constantemente
los datos de cada dominio.de realidad en interjuegos con "datos"
de la realidad psíquica. Conflicto yoico intrasistém ico quiere decir
entonces comprender que todo conflicto incluye una referencia a
muy diversas zonas de la realidad. Realidad de los otros. de los
grupos, de las institu ciones, de la cultura, todos esos dom i nios de
realidad intervienen, procesados por distintos sistemas de funcio­
nes. en la configuración de cada conflicto. Esta comprensión del
conflicto amplía nuestras perspectivas sobre el funcionami ento
del aparato psíquico y de la realidad psíquica.
6. El empleo de 1a noción de "yo", en singular, ha creado
m uchos equívocos en psicología. En la obra de Freud, asi m i smo,
"yo" ha designado diferentes sistemas, diferentes estructuras, con
dinam ismos y efectos no reductibles a alguna iílstanci a que pueda
llam arse "yo" y logre abarcarlos.
En este sentido el equívoco es muy amplio, se reitera a lo l argo
de numerosos trabajos que continúan a Freud. A t ítulo de ejemplo,
Lacan en "Algunas reflexiones sobre el yo"6 alude al equívoco, no
lo tom a como t al sino como contradicción aparente entre distintas
fonnulaciones de Freud sobre el yo, cree resolver esa cont radic­
ción proponiendo un "yo" con m ás derechos al u so del nombre
(que sería el yo de l a est ructura narcisista), y a nuestro juicio, no
,
resuelve aquella contradicción y m antiene el equívoco.
En ese trabajo Lacan dice que hay contradicción entre di feren­
tes enunciados de Freud sobre el yo (lo cual es efect ivamente
acordahle). Señala que esa cont radicci6n surge pot ejemplo en que
el "yo" de la organización narcisista "tom a p artido contra el
objeto" y en cambio el "yo" de la segunda teoría lópica del aparato
psíquico "torna partido por el obj�to y resiste al ello , es decir a la
com binación de l as tendencias gobernadas únicamente por el
'
principio ele placer".
La toma de partido "cont ra" el ohjeto alude a esa negación del

1 72
otro, del objeto real , q u e es inherente a la afi nnación narc i s i sta
del s í m i s1110. Laplanche y Pontal i s , s i gu iendo a Lagache. desta­
can est a d i m ensión sadomasoq u i st a de la rel ación yo narc i ­
sist a-objeto.
La toma ele part i do "por el objeto" señala en cam b i o ese t rabajo
del yo ele desci fram iento, m anejo y t ransfomwc ión ele lo real , q u e
es p ropio d e l s i st e m a de funciones cogn i t i vas, adapt a t i v as y
crea t i vas q u e pueden l la111arsc ele m odo gené ri co , y en el sent ido
m ás ampl io, " func iones yoieas de real idad".
Lacan d i rá : "Sin embargo l a cont rad i cc i ó n desaparece s i nos
l i be ram os ele una concepción ingenua del princ i p i o ele real i d ad y
observamos que, si b i en la real idad precede al pensam iento,
adq u i e re d i ferentes fom1as de acuerdo con l as rel aciones que e l
sujeto m ant iene c o n e l l a (Freucl no l o i gnoraba. pero sus a firmacio­
nes al respecto no son sic111 pre claras)".
El én fasi s puesto por Lacan en l a i nvest i gación del yo narc i s i s t a
va a sugeri r que esa est ruc t u ra e s l a q u e debe entenderse p o r "yo":
ego de represent ac iones. yo espec ul ar, yo sustant i v o . Un yo
enajenado en su const i t ución m i sma, como i 111agen de sí para un
o t ro p ri m ordial. U n yo de ident i ficac iones, fraguado sobre l as
e x i genc i as de un yo i deal o m n i potente.
L a dcsapari ci6n p resunta, según Lacan, de aquel l a con t radic­
ción, t rat ada como s i fuera aparente . consi st i ría para este autor en
entender que l as funciones yoicas enumeradas en El yo y el ello
act ú an so111et idas a Ja o rgan i zación narc i s ista, q u e no se v i nc u l an
con l a rea l idad sino a t ravés de l as est ru c t u raciones propi as del
narc i s ismo. Para nosot ros est a post u l ac i ón es parc i al . Dest aca un
i m po 11 an t c secto r de fenómenos clínicos. Pero t am bién deja afuera
ot ra zona altam en t e relevante de hechos c l ínicos.
Con flic t o i n t rasistémico q u i e re dec i r, en este aspec t o , q u e
s i st em as d e func iones yoicas de real idad regist ran l as con t radic­
c i ones y d i v e rgencias ent re datos procesados desde y a t ravés de l a
o rgan i z ac i ó n n a rc i s i s t a y o t ros d a t o s d e ri v ad o s d e o t ro s
procesam ientos de lo real . Reg i s t ro d e un cont raste ent re datos
internos a esa organización narc i s i s t a y datos de exte rioridad a la
m i sma. Ese regi s t ro es sólo en parte consc iente, l as funciones etc
rea l i dad son operaciones y procesam ientos de esas operaciones
pri m ordi almente inconscicntes.7 ,

1 73
Sobre el regi stro ele contradicciones entre lo i nterno y lo
exterior al yo narcisista, quiero c itar brevemente algunas proposi­
ciones ele B erenstein: 8
"La di ferenci a entre el cumplim iento ele los deseos provenien­
tes del yo (destaco: este yo es aqu í el narcisista) y la acc i ón
específica proveniente ele los otros está en l a base ele la distinción
entre m undo i nterno y m undo e x terno y ele una realidad interna
d iferente de una realidad externa. Ambas realidades son diferentes
sobre lo que tienen en común. Primero es la investid u ra narcisista
del yo que se prolonga y abarca l a realidad exterior. Luego y a part i r
d e los objetos exteriores s e v a definiendo y d i ferenciando el yo"
(cabe aclarar: ahora se habla ele procesamientos del yo en c uanto
si stema ele funciones). "La sign i ficación de la realidad se rel aciona
con la atención como una función del yo tendiente a detectar, en l a
realidad exterior di ferente de l a real idacl interior, los signos de rea­
l idad mediante el funcionam iento de los órganos sensoriales y l a
comparación con los registros e n l a memoria el e los signos d e los
objetos".
Quiero referir estas consideraciones teóricas a los hechos ele
observac ión clínica, tomando como ejemplo la experiencia de tra­
bajo con personalidades de estructura h istérica p redominante.
El yo narcisista de la estructura hi stérica organiza la realidad
sobre la base de polarizaciones: seducción versus fracaso de l a
seducción. impacto estético versus evidencia ele fealclacl, cuerpo
fál ico versus cuerpo castraclo.9• 'º El yo funcional de esta estructura
p resenta contradicciones internas : algunas funciones están afecta­
das a u na organización defensiva puesta al servicio ele aquellas
disociaciones (disoci ac i ón, represión, negación maníaca ele l a
réalidad psíquica, de l a diferenciación anatómica de los sexos, ele
la erotización edípica, de la castración); otro conj u n to de funciones
yoicas, que opera también ele modo i nconsciente registra y compu­
ta otros datos de real idad (realidad del propio funcionamiento en
los vínculos, ele las d i ferencias sexuales, ele la conducta de los
otros, de las pautas de la c u ltura) y estos registros i n fomian de l a
a rb i trari e d a d , de l o forzado d e aque l l as d i s o c i ac i o nes y
polarizaciones. Infomrnn de l a relación precaria entre las organi­
zaciones fantasm áticas histéricas y las condic iones ele realidad que
son presionadas, desde la conducta histérica, para "hacerles"

174
encamar aquellos fantasmas. Las funciones de realidad no captu­
radas por aquella organización narcisista, producen constantemen­
te indicios de "que no es así", "que ser m ujer no debe consist i r" en
ese rol buscado por vías de una dramatización estereot ipada, "que
si está tan pendiente de la respuesta del otro debe haber patología"
en su propia p regunta. Esta información const ituye una de las
vertientes generadoras de inseguridad para esa personalidad h isté­
rica. Tal registro será tratado de modos m u y diversos y variables
en el nivel de la conc iencia, pero es porque todos esos elementos
de autocuestionamiento están contenidos en el interior del yo
funcional , que esa personal idad puede l legar a tratarse. Todo ese
procesam iento de contradicciones entre estructuración real ista de
l o real y estructuración narcisista de l o real, const i tuye la base
de toda alianza terapéutica (ali anza compleja, conflictiva, ya que
apoya en una constante l ucha entre sistemas di vergentes de orga­
nización de lo real, pero clínicamente indiscutible, y esencial para
que u n proceso terapéu tico pueda desenvolverse como tal).
7 . La conciencia aparece entonces, en estos desarrollos, como el
lugar psíquico de u n trabajo. Trabajo de una capacidad del sujeto,
que involucra numerosas funciones y que se apl i c a a desci frar los
datos emergentes de las operaciones yoicas inconscientes, sus
constru cciones, s íntesis, confrontac i ones, cuestionam i entos,
relativizac iones. Lugar donde actúan efectos de desconocimiento,
de falsa conciencia, de fascinación po r l as propuestas de l a
estructura narcisista, indudablemente, pero que n o s e agota con
esos e fectos de desconocim iento, a través de func iones cognitivas
nunca atrapadas de m odo absol u to en esos e fectos.
En El yo y el ello Freud conjeturó sobre la posibilidad de este
tipo de vinculo entre operaciones yoicas y trabajo de l a capacidad
de conciencia. Se preguntó Freud : "¿Qué ocurre con aquellos otros
procesos que acaso podemos reunir --de modo tosco e i nexacto-­
bajo el t itulo de p rocesos de pensamiento? ¿Son ellos los que,
consumándose en algún l u gar del interior del aparato como despla­
zamientos de energía anímica en el camino hac i a la acción,
advienen a la superficie que hace nacer la conciencia, o es l a
conciencia l a que v a hac i a e l los?". Freud n o pudo segu i r esa
indagación, tomó el camino de estudiar la cuestión de las represen-

175
taciones de palabra en el preconsciente. Sin embargo, aquel la
conjet ura de Freud merece, para nosotros, ser retomada.
Todas las referencias al cuerpo como l ugar de procesamientos
yoicos señal an la dimensión inconsciente de esos procesamientos,
hacia los cuales debe dirigirse el t rabajo de concienc i a. "El yo es
sobre todo una esencia-cuerpo". 1 1
Capacidades, regul aciones, adquisiciones, aparecen operando
en el cuerpo y en relaciones m u y variables con "la conciencia".
Borges, en u n ensayo que llamó "La postulación de la reali dad"
enfatizó el hecho:
"En lo corporal, la inconsciencia es una necesidad de los actos
físicos. Nuest ro cuerpo sabe articular este d i fícil párrafo, sabe
t ratar con escaleras, con nudos, con pasos a nivel, con ciudades,
con ríos correntosos, con perros, sabe at ravesar una calle sin que
nos ani quile el tr<lnsito, sabe engendrar, sabe respi rar, sabe dom1i r,
sabe tal vez matar: nuestro cuerpo, no nuestra in t eligencia". 1 2
El más ant iguo pensam iento oriental ha sabido m ostramos que
las regulaciones, las coordinaciones, los aprendizajes, t ranscurren
ante todo como procesos corporales. L a conciencia t iene que
aprehender esos procesos i nternos, aprender ante todo a no
interferirlos, a desci frar sus movim ientos profunclos. Ese bello
rel ato que es Ze11 en el arte del tiro con arco nos m uest ra que el
aprendizaje del arquero es el de la espera, el de la ejercitación física
incansable, el de la concentración, hasta lograr que todas las
regulaciones, sincronizaciones, síntesis, produzcan desde el cuer­
po "su" disparo, no el ele l a mente intencional corriente. 1 3 El cuerpo
es, para este pensam iento m ilenario, el l ugar fundamental de una
producción: "las manos no son m anos, no t ienen existencia, hasta
que arrancan tlores y l as ofrecen al B uda", y l as piernas pasan a ser
tales cuando en uso consiguen t rabajar, escalar, vadear. El "cuerpo
en uso" aparece como l a actividad cognitiva fundamental . 1-i A
part i r ele all í viene el trabajo de "darse cuenta".
8. El equívoco que antes destacamos, ligado al empleo en
singular de la noción de "yo", se crea asim ismo por el uso de la
noción de "sujeto" en singular. La psicología t radicional explora­
ba el sujeto de la conciencia, l igado al sujeto de la teoría cartesiana
del conocimiento. La revolución de los descubrimientos rreudianos

1 76
most ró que ese sujeto estaba dctcmlinado desde otro l u gar, e l de
las est ruc t u ras inconscientes. El psicoan álisis de orientación
cst ruct u ralista h a podido sint et i zar ese movimiento, desde Lacan,
con la noción de "dcscentración del sujeto". Pero sigu iendo l as
líneas de la primera teoría tópica frcudiana, esa orientación ha
propuesto en c ierto sentido "correr el centro " , a t ravés del
movim iento trazado en una fómrnla: u bicar como sujeto del deseo
al inconsciente dinámi co. De esa fómr n l a se ha creído posible
deri var después una proposición m ás am plia: entender a ese
inconsciente como el verdadero l ugar "del" sujeto.
La noción de "sujeto" empleada en esas fomrnlacioncs supone
una especial organizac ión etc procesos psíquicos, una rel ación ele
esa organización con un t i po particular etc objeto. y una m odalictact
específica de relación sujeto-objeto instalada en esa organi zación
de procesos. En tal sentido pensar e l inconsciente repri m ido como
sujeto de deseo (en el sentido de deseo sexual ) cons t i t uye una
fo mr n l ación ri gurosa. am pliamente fundada desde los Tres ensa­
yos de Frcud.
La segunda teoría tópica frcudiana, que nos ocupa desde e l
com ienzo d e este artículo, n o adm ite en camhio con t anta c laridad
aquella derivación por la cual se supone que el lugar del sujeto de
deseo sea equivalente al nuevo lugar "del sujeto". Podemos
sustentar este cucst ionamicnto si com prendemos que lo que se
abre con la úl t i m a tópica frcudiana es descubri r en el sistema de
funciones yoicas un otro sujeto inconsciente. "Sujeto" en cuanto
cabe apl icarle un criterio sim ilar al que opera en la fónn ula que
localiza al sujeto del deseo en e l i nconsciente repri m ido : un
sist ema de func iones que const i tu ye su objeto, un ohjcto peculiar
con el cual se i nstaura una específica d inám ica de v ínculos
("const rucción de lo real", t ransfonnacioncs adaptat ivas y c rea­
t i v as). Todos los puntos t rat ados pre v i am e n t e m uest ran l a
espcci ficidad d e este sistema de funciones y s u definida inllucnci a
en la estructuración del aparato psíqu ico. Esa especi fic idad e s l a
que llevó a postularlo como " instancia" d i ferenciada.
La pec u l iaridad de la relación sujeto-ohjcto de l as funciones
yoicas puede recort arse con nit idez sobre el diseño t eó rico pro­
p uesto por Frcud para comprender al objeto de la pulsión scxual . 1 5
Est e e s u n ohjeto a reencont rar, s e const i t uye por fijación, y e n s u
carácter etc i m ago, et c objeto arc aico, está destinado a t ransfcren-

1 77
c i as inconscientes sobre objetos actuales. Tales t ransferenci as se
rigen por mecanismos de asimilación (del p resente al pasado).
E mplean el p roceso p ri m ario de s i m bo l i zac i ó n , con sus
condensaciones y qesplazamientos.
El objeto del sistem a de funciones yoicas de realidad es un
objeto a descubrir, a d iscrim inar en lo que tiene de específico. Tal
objeto se construye sobre l a base de esos partic u lares i nterjuegos
que Piaget conceptuali zó como asimi l ación y acomodación. El
proceso secundario de pensamiento inteiviene con el fin de cons­
tituir ese objeto en cuanto diferenciable de otros, análogos y
disím i les. E l objeto de tal m odo construido, l a tarea de su construc­
c ión y e l conjunto de relaciones que con él se establecen tienen un
e fecto altamente peculiar: desarroll an las funciones comprometi­
das en esas tareas. E11 la relación con su objeto se crea11 y crecen
fu11cio11es, capacidades, que construyen al sujeto. Esta compren­
sión di námica de ese especial interjuego sujeto-objeto, nos pennite
captar el sentido profundo de u n antiguo saber, que en el Quijote
se condensa en dos líneas: " . . . que cada uno es hijo de sus obras".
Desde esta perspectiva, l as tómmlas tradicionales, "hacer
consciente lo inconsciente" y "donde estaba el ello, debo deveni r
yo", adquieren u n claro significado dinámico: aluden al can1bio
que habrán de sufrir las rel aciones entre diferentes sistemas de
vínculos sujeto-objeto. El inconsciente repri m i do, l a pulsión sexual
y su objeto arcaico, el yo n arcisista y sus construcciones i m agina­
rias, los sistemas de identificaciones contenidos en aquellas es­
tructuras, se transfom1an en el proceso terapéutico, en otros tantos
objetos de aquel sistema de funciones yoicas , y en c uanto tales son
objeto de indagaciones, registros, clasificaciones, confrontacio­
nes, diferenci aciones. Este extraordinario conjunto de operaciones
movilizadas en el proceso terapéutico van dando emergenci a a ese
otro sujeto-yo funcional- que habrá de crecer hasta debilitar las
dominancias hasta entonces ejercidas por aquellas estructuras del
inconsciente dinám ico. Este crecimiento en amp l i tud, riqueza y
eficac i a de las operaciones del yo funcional viene a modificar
profundan1ente las relaciones de fuerzas p reviamente v i gentes en
el aparato psíqui co.*

* Estamos explorando aquí un t i po de re lación entre estos sistemas: su oposición


dinámica. Otras relaciones (convergencias, potenciaciones) tendrán que ser también
consideradas. ·

178
Esta perspectiva penn ite com p render teóricamente los fenó­
menos sublim atorios en ténninos m ás ampl i os que los tradiciona­
les. Se han señalado rei teradamente las dificultades para explicar
los cam inos por los cuales podría la pulsión sexual cambiar de fin
y de objeto.
Creemos posible pensar que el proceso es otro, consistente en
cambios en las relaciones de fuerzas entre el s i stema pulsión
sexual-objeto sexual y el sistema funciones cogni t i vas-objeto de
estas funciones.
Lo que se observa como cambio de objeto en la subli m ac ión es
un cambio en las relaciones de fuerzas entre dos sistemas. Cambian
las domi nancias y el sistema sujeto-objeto, com prendido en el
desarrollo de las capacidades yoicas, adquiere posibilidades inéd i ­
t a s de ejercer prevalencias sobre e l sistema arcaico (pulsión
sexual-objeto de esa pulsión). Prevalencias no absolutas, pero de
una frecuenci a c reciente.
En sus tém1i nos m ás ampl ios nuestra perspect i v a es la si guien­
te: con l a primera teoría tópica, al descubrir el corte entre conscien­
te e inconsciente, Freud estableció e l descentramiento del sujeto de
l a conciencia, y local izó en el inconsciente dinámico otro sujeto
Con la segunda teoría tópica, la postu l ación de un sistema incons­
c i ente de funciones yoicas, abre la posibilidad de localizar un
tercer sujeto que descentra tanto al sujeto de la conciencia como
al sujeto del deseo (inconsciente· repri m ido de la sexualidad
infantil).* En l ugar de l i m itamos a delinear un sujeto descentrado,
nos encontramos con múltiples sujetos, con un s istema pl ural de
estructuras dinámi c as. Es descubrir que opera en cada i ndividuo un
sistem a de tensiones entre d i ferentes sujetos, que d isputan sus
diferentes modos de organizar la realidad psíquica.
9. Hablamos de sujetos coexistentes (sistemas sujeto-objeto­
v ínculos d i ferentes) en luchas constantes y con fuerzas variables.
Sus oposiciones toman la fomrn de escisión a veces, de transacc i ón
en ciertos casos y de agudo confli c to en otros, como competencia
v i va acerca del m odo de o rganizar los signos de cada situación.

* Destaco a q u í u n momento; en otros, e s t e tercer sujeto e s "descentrado •· por


·

aquéllos.

1 79
La l i t eratura es pródiga en el testi monio sobre estos di ferentes
sujetos i nconscientes, y sobre sus variables rel aciones con l a
concienc i a.
Marce! Proust detecta estos fenómenos:
"H abía en m í un personaje que, m ás o menos, sabía m i rar bien,
pero era un personaje i nterm i tente, que sólo tomaba vida cuando
se m anifestaba alguna esencia general , com ún a vari as cosas, que
constituía su alimento y su deleite. Entonces el personaje m i raba
y escuchaba, pero sólo en ciert a profundidad . . . pues lo que me
interesaba no era l o que querían deci r, sino la m anera de deci rl o,
en cuanto revelaba su carácter o sus notas ridículas; o más bien era
un objeto que fue siem pre l a finalidad princi pal de m i búsqueda
porque me daba un goce específico, el punto común a uno y otro
ser". 16
" ¡ Qué caudal de observaciones pacientes, pero no serenas, es
menester ir recogiendo con respecto a los movim ientos, en apa­
rienci a i rregulares, de estos m undos desconocidos, antes de ciar
por seguro que no se dejó uno engañar por meras coincidenci as y
que nuest ras previ siones no serán defraudadas, antes de fomrnlar
leyes ciertas adquiridas a costa de experienci as c rueles que rigen
esa astronomía de Ja pasión ! " . 17
" . . . debía ser muy encantador, sin embargo, este recuerdo, ya
que a él . l i bremente aun en aquel momento, sin p ri sa, sin fat iga, sin
asomo de necesidad ni ele ansi a, tomaban siempre mis ideas de
amor; luego, a medida que esas ideas lo fijaron más definit ivamen­
te, tomó de ellas m ayor fuerza, pero se tomó más vago en sí m i smo;
bien pronto no supe ya volver a encontrarlo, y sin duda lo
defon11 aba por complcto en mis ensueños, puesto que cada vez que
veía a la señora de Guerm antes comprobaba una divergencia,
di ferente siempre, por lo demás. ent re lo que había imaginado y Jo
que veía". 1�
Proust nos m uest ra en su obra un sujeto i nvest igador de los
diferentes sujetos que lo habitan, que sigue paso a paso los i nfinitos
indicios ele un v i v i r atento y sensible.
Deleuze 1 9 ha entendido l a obra de Proust como l a objet ivación
ele l os mov i m ientos y matices propios de un largo aprendizaje: el

1 80
de desci frar los si gnos de las relaciones di fcrenci al es que, distintos
sujetos en l a evolución del individuo, van estableciendo con
di ferentes universos de objetos (nat urales, sociales, amorosos,
estéticos, intelectuales). En esa búsqueda, Proust va reconociendo
a esos sujetos y vislumbrando los u niversos contrastantes que
configu ran y en los que se const it u yen.
B o rges, o t ro notable testigo de esas coexistencias y luchas entre
dist intos sujetos, dice en "Borges y yo":
" . . . al o t ro. a Borges, es a qu ien le ocu rren l as cosas ... yo v i vo ,
y o m e dejo vivir, para que Borges pueda t ramar s u l i terat u ra y esa
l i terat ura me just ifica . . . yo he de quedar en Borges, no en m í (si es
que alguien soy) ... no sé cuál ele los dos escribe est a página".
Y v uelve, en su "Poema de los dones", con la pregunt a:
"¿Cuál de los dos escribe este poema,
de un yo pl ural y ele una sola sombra?".2º
Paul R icoeur 21 ha subrayado que el Edipo ele Sófocles cont iene
dos series de hechos de sim ilar envergadu ra. U na, la que m arca el
tumplim iento de lo preclest inaclo: parricidio, incesto, cast igos por
la t ransgresión de la ley. Ot ra, la que m uestra la insistente deci sión
de Edipo de buscar la verdad hasta sus ú l t i m as consecuencias.
S i Icemos con atención el texto de la t ragedia, podemos
coincidi r con Ricoeur: es posible asist ir a un ent rel azam iento
com11ovedor de esos dos procesos. Ese desarrollo nos most raría en
Ed ipo la coexistencia de dos sujetos; uno l igado al princ ipio de
placer p ri m i t ivo, al desconoc im iento. a la repet ición; otro lanzado
al descubri m iento, a la invest igación ele una real i dad. El cleven i r de
esa historia m uest ra las t ensiones. los cambios en las rel ac iones
de fuerzas ent re esos sujetos ilamados Edipo.

10. A modo de concl usión:


Se le pregunt aba a Sart re en una ent revista cómo entendía él la
"diso l ución del sujeto" post ulada par ios est udios est ruc t u ralistas.
Sartre respondi ó : "la crít ica est ructuralist a es interesante, pero lo
que clej a sin aclarar es qué hace el sujeto con el conjunto de
estructuras que lo detenn inan".
Esa respuest a fue para nosot ros incit ante y a la vez equívoca:
hablaba todav ía de un sujeto, en singu lar.

181
Nuestros desarrollos permiten, tal vez, fomrnlar de un modo
distinto el sentido esbozado en aquella respuesta: lo que el
estructu ral ismo deja sin aclarar es qué hace el sujeto (sujeto de las
funciones yoicas cognitivas, adaptativas y creati vas) con las es­
tructuras que lo determinan (sujeto del deseo, organización del yo
narcisista).
¿Qué hace? Luchar, enfrentarse con sus propias limitaciones y
comprom isos enajenantes, trabajar en discernir falsa conciencia
y conciencia de realidad. Si se dan ciertas condi ciones constitucio­
nales y contextuales apropiadas, crecer en el desenvolvimiento de
esa lucha; y dar lugar, en ese proceso, a otro principio de placer, a
cambio del cual se haga posible aceptar también, en alguna
medida, el dolor de la realidad

Estas proposiciones teóricas fundamentan y derivan a su vez de


si stem atizaciones técnicas expuestas en trabajos previos. 22• 23• 24• 2 5
Crean el espacio, en esta etapa, para nuevas indagaciones clínicas,
que serán objeto de nuestras próximas búsquedas.

Referencias b i bliográficas

l . FREUD, S igmund, El yo y el ello ( 1 923), trad. del original alemán, comen­


t arios y . notas de James STRACHEY, B uenos Aires, Amorrortu, tomo XIX,
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5 . HENDRICK , Ives, "Work and the pleasure principie", The Psychoanal. Quart,
XII, 1 943, 3 1 1 -329.
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Freud, tomo 1 , Buenos A ires).
7. PiAGET, Jean, Estudios de psicología genética ( 1 972), B uenos Aires, Emecé,
cap. 2: "Inconsciente afectivo e inconsciente cognoscitivo", 1 973.

182
8. B ERENSTEIN, Isidoro, "Notas sobre la realidad, l a verdad y el tratamiento
psicoanalítico", Asoc. Psicoanalítica de B uenos Aires, noviembre de 1 978.
9 . MALDAVSKY, David, "Argumentos", B uenos Aires, /mag o No. 4, 1 97 6 .
1 0 . Lrn ER M AN , D a v i d y MALDAVSKY, D a v i d , Psicoanálisis y semiótica
psicoanalítica, Buenos Aires, Paidós, 1975 .
1 1 . FREun, S igmund, ob. cit.
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Aires, Emecé, 1 974.
1 3 . HERRIGEL, Eugen, Zen en el arte del tiro con arco ( 1 968), B uenos Aires,
Kier. 1 972.
14. S uzu KJ , Daisetz. la doctrina zen del inconsciente ( 1 949), B uenos Aires,
Kier, 1 974.
1 5 . FREUD, Sigmund, " U na teoría sexual" ( 1 905) , Obras Completas, Madrid,
B i bl ioteca Nueva, 1 948.
1 6. PROUST, Marce ) , En b11sca del tiempo perdido, tomo 7 , págs. 3 8 -39.
17. -, En b11sca del tiempo perdido, tomo 2 , "A la sombra de las muchachas
en flor", pág. 463.
1 8 . -, En b11sca del tiempo perdido, tomo 3 , "El mundo de Guermantcs ", pág.
68.
19. DELEUZE, Gilles, Proust y los signos ( 1 970), B arcelona, Anagrama, 1 972.
20. BoRGEs, Jorge Luis, El hacedor ( 1 9 60), Obras Comp letas, pág s . 808-8 1 0 .
' 2 1 . R1coUER, Pau l , "El consciente y e l inconsciente", en E l inconsciente
(coloquio de Bonncval, coordinado por Henri Ey), 1 966.
22. FIORINI, Héctor, Teoría y técnica de psicoterapias ( 1 973), Buenos Aires,
Nueva Visión, 4a. ed., 1 979. Rio de Janeiro, Ed. Francisco Alves, 3a. ed.
en portugués. 1 979.
2 3 . - , "Psicoterapia fam iliar en situaciones de crisis", Rev. de Infancia y
Adolescencia, Rio de Janeiro, vol. 1 , 1 975 .
24. -. "Una orientación en el campo de las psicoterapias", Act11alidad
Psicológica No. 14, 1 976, Buenos Aires , y Revista de Infancia y Adolescen­
cia, 2 . 1 976, Rio de Janeiro.
25. - , "Repetición y diferencias propuestas del paciente y del terapeuta en el
desarrollo del proceso", en FIORINI, Héctor y PEYRU, Graciela, Aportes
teórico-clínicos en psicoterapias, B uenos Aires, Nueva Visión, 1 978. Rio
de Janeiro, Ed. Francisco A lves , Desenvolvimentos enpsicoterapias, la. ed.
en portugués, 1 97 8 .

H'.3
CREA TI VID AD: DINA MIS MOS FUN DANTES
DE UN SISTEMA EN EL PSIQUI S M O H UMANO

Introducción*

En nuestra fom1ación clínica, ya sea psi cológica o psicoanalítica,


pay un é n fas i s p reponderante o t o rgado a la perspect i v a
psicopatol6gica, es dec i r, u n centrami ento e n l o patológico del
psiquismo. Ese énfasis se expresa como u n gran desarrollo teórico,
con gran despliegue temático, alrededor de cuestiones t ales como
ansiedades, defensas, conflictos patológicos, regresiones, fijaciones
i n fant i les, t rastornos propios de l as estructuraciones del narcisismo.
Ese énfasis en l a patología psíquica, es dec i r, en las est ructuras
infantiles y regresivas, de alguna m anera l leva consigo u n rel at ivo
descuido en l a m i rada clínica de un vasto conjunto de fuerzas que
se m ani fiestan como tendencias o como proyectos. Como tenden­
c i as a la sal ud, al crecim iento, al desarrollo, al cam bio, a produc­
ciones, a Ja adquisición de capacidades y de nuevos elementos de
identi dad. Tendencias tanto individual es como grupales.
Este conjunto de fuerzas aparece de alguna m anera relegado, ya
sea por si lencios temát icos, ya porque son t ratadas como obvias.

* Una versión p re l i m inar de estos estudios ha sido presL·ntada en L' i A t eneo C l ínico del
Centro de Estud ios en l'sicolerapias. de Buenos A i res, Argenlina. como confe renc i a :
·'Crcal iv idad: una dimensión c l ínica esenc ial e n l as psicoterapias··. el 22 d e nov iembre
de 1982.

1 85
Lo cierto es que estas fuerzas son en menor medida objeto de
desarrollos teóricos, y en algunas posiciones teóricas aparecen
negadas, desconocidas.
Si nos di rigimos a observarlas, vemos que todas esas fue rzas,
que tienden a la salud, al crecimiento, son fuerzas que encuentran
placer en esos desarrollos. Se trata de un placer profundo, realzado
ya desde la antigüedad comoen estaimagen bíblica (del Eclesiastés):
"Es dado al hombre gozar de sus obras y esa es toda su paga", una
acentuación importante del placer que pueden dar esas tendenci as
en cuanto realizándose. Se abre aquí la necesidad de revisar cuál
es el régimen de placer vinculado con estas tendencias que van en
dirección de la salud, en dirección del desarrollo, del crecimiento
o de la progresión.
La idea central que quiero desarrollar es que la creatividad es la
movilización productiva de un sistema de dinamismos psíquicos
que empujan en la dirección de esas tendencias, cuyo cumplimien­
to apunta a la realización, a la construcción, al crecimiento, al
desarrollo. La creatividad es pensable como efecto de un sistema
de pulsiones y funciones psíqu icas que empujan en esas direccio­
nes. El esfuerzo entonces en pensar la creatividad apunta a tratar
de otorgarles a esos dinamismos un lugar en el aparato psíquico,
un lugar que viene de alguna manera postergado, ya que el discurso
científico, en particular el psicoanalítico, viene restando enverga­
dura a esas direcciones de las conductas humanas. Da toda l a
impresión d e que ese atraso responde a condiciones sociales,
cultu rales e ideológicas, que realizan a través de las prácticas
sociales y científicas una acentuación especial de los elementos de
enfermedad con un correlativo descuido de los elementos de salud.
El interés en avanzar líneas de comprensión sobre la creatividad no
va, a mi entender, en la dirección de reemplazar una perspectiva de
la enfem1edad por otra de la salud, no se trataría de una sustitución,
sino que una perspectiva más rica, más veraz en la clínica se logra
en los puntos de intersección, en las zonas de oposición y
potenc iaciones, entre aquellos dos tipos de registros: los· que
aluden al mundo de la enfermedad y los que remiten al universo de
los desarrollos y producciones. Tengo la impresión de que la
m i rada clínica es más veraz cuando se di rige a esas zonas de

1 86
intersección, zonas de encuentro entre esas dos maneras de com­
prender la experiencia:
Frente al sujeto-sujetado (establecido a parti r de estudios
estructurali stas, concepto válido para comprender ciertas estructu­
ras propias del psiqui smo neurótico), su rge aquí otro camino que
nos perm ite poner de relieve a otro sujeto: un sujeto-desujctante,
un sujeto-creante. Un estudio atento a los movimientos propios de
d i ferentes p rocesos psicote rapéuti cos, nos va permi tiendo obser­
var los contrapuntos entre esos d i fe rentes sujetos, sus desplaza­
m i entos recíprocos, dominancias, alternancias, sus juegos de
fuerzas.
El tema de la creatividad es un tem a muy vasto, desbordante en
fascinación así como amenazante para quien se disponga a inda­
garl o . Hace varios años que vengo revisándolo (los c inco últi mos
años de un modo sistemático) y esa revi sión me produce en c iertos
momentos una especial excitación y en otros sensaciones de desa­
sosiego, de incertidumbre, en cuanto a l as posibilidades de abarcar
y de penetrar un campo tan diverso.
M e propongo, en esta exposición introductoria, destacar algu­
nas d i recciones fundamentales para pensar su teoría. Mostrar
conjuntos que a mi juicio son centrales, no tenninados, sino
aspectos de una investigación personal que está en marcha. ¿Qué
m e propongo entonces? En p rimer lugar mostrar la necesidad y
posibilidad de pensar la creatividad como un sistema de funcio­
namiento especial dentro del psiquismo, un sistema con rasgos
distintivos propios, no derivados necesariamente de otros siste­
mas, como los comprendidos en las fo mrnlaciones freudianas de
principios de placer o de realidad.
Desde esa propuesta general destacar que si asum imos en toda
su profundidad la existencia de la c reatividad en el funcionamiento
del aparato psíquico se abren nuevos modos de ver el psiquismo

* Q u iero no obstante aclarar q u e para nosotros la perspect iva de l a creatividad


constituye ot ros espacios. otros u n i versos que van más allá de la con s i deración de
" i ntersecciones·· entre d i ferentes lecturas ya constituidas. Espacios que involucran l o que
Jean Baudrillard ha llamado t rans-sexua l i dad, dominios de total mov i l idad y apertura
.. que toda la organización sexual t iende a doblegar, incluso el psicoaná l i s i s , según el
axioma de t¡ue no hay otra estructura más que la de la sexualidad, l o cual le hace
constitucionalmente incapaz de hablar de o t ra cosa".1
humano, y con ellos también la clínica, se expande la perspect i v a
del paciente acerca d e ansiedades, conflictos y potencialidades y
también se abren otros horizontes para nuest ras interpret aciones.

Fuentes bibliográficas y testimonios

Algunas fuentes de infonnación que he tom ado m u y en cuenta


para poder ent rar en el tema: en primer Jugar la obra de Frcud. Si
bien la obra de Freud es particulam1cntc oscura, no desarrollada en
m uchos aspectos que hacen a c reat iv idad, se m e presenta como
necesaria en cuanto a las graneles categorías teóricas y los graneles
modelos de funcionam iento psíqu ico que int roduce, de m odo tal
que pensar la creativ idad es pensar desde Freud, pensar con las
nociones de aparato psíqu ico, de sujetos, de objetos internos, de
objetos externos, toda una serie de categorías que se desprenden de
esa obra. Algunos de sus t rabajos plantean en especial las nociones
que cm picarem os. 2• 3• u Desde la obra de Frcucl vienen real izando
aportes m uchos cont inuadores, en cuanto a aquellas categorías
básicas (procesos internos objetos, est ructuras inconsc icntcs). 6 • 7 • 8
Ellos han dacio l ugar a diversas fomr nlaciones teóricas que son
i m po rt antes para poder pensar el tema de la creat iv idad, aunque
ninguno de esos desarro llos nos pcnn ite abarcar m uchos de sus
enigmas. De el Jos quiero mencionar en especial a Winnicot t , c u yo
l ibro Realidad y juego'J me resu lta uno de los principales puntos de
part ida para reflexionar sobre aspectos dinámicos de la c reati­
vidad.
En tercer lugar destaco a Silvano Ariet i , autor de un l i bro,
Creat ivity,10 que desarrolla muchos aspectos del tema. En cuarto
l ugar una compilac i ón de t rabajos ele Didier Anzieu que se n'ama
Psicoanálisis del genio creador. " Anzicu t iene al l í un t rabajo
sobre el tema. vinculado a las separaciones y los duelos inherentes
a Jos procesos creat ivos. Hay otro autor en esa compi lación, Jean
G u i llaum in cuyo t rabajo12 da Jugar a reflexiones de t ipo tópico, es
dec i r sobre las relaciones ent re inconsc iente, prcconscicntc y
consciente en los procesos crcat i vos. Otro t rabajo de esa compi !ación
es el de Elliot Jacqucs, 1 3 un t rabajo muy importante porque plantea

1 88
toda la problemát ica de lo que se ll am a "Crisis de la celad media de
la vida", en tén11 inos evolutivos y productivos, most rando cómo
surge en esa etapa vital l a problemática de un cambio necesario en
los contenidos y en la cal idad de los procesos creat ivos.
Otros autores que abordan el t em a y que tengo en cuent a son :
Rollo May, 14 Abrahan1 Maslow, 1 5 Eri k Erikson,16 Frederick Perls,1 7
Joseph Zinker. 18 De este ú l t i m o, u n l ibro que se l l am a El proceso
creativo en la psicoterapia guestáltica que introduce el enfoque
gest ált ico en cuanto a m anera de explorar la c reatividad a t ravés del
cuerpo, a t ravés ele indagaciones ele t i po bioenergético. Ot ros
t rabajos de au tores norteam ericanos son los que est án compilados
en Editorial Paidós en una obra que se l l am a Estrategias para la
creatividad, 1 9 que reúne t rabajos de invest igadores norteamerica­
nos sobre conduc tas c reat i vas, act i t udes c reat ivas, p rocesos
c reat ivos. Algunos ele los autores m ás destacados son Yerv alin,
B arron, Crawford, B rad fo rd y G u i l ford. Menciono a un educador
cal i forniano, Paul Torrance,20 cuyo t rabajo Orientación del talento
preatil•o es m u y val ioso : una invest igación sobre los fenómenos ele
la creat ividad en niños en edad escolar y de los t rastornos a los que
da origen la repres ión de la creat i vidad. Gregory B ateson, uno ele
los fundaclore·s clcl enfoque comunicacional, contiene en su último
l i bro, Espíritu y natu.raleza , 2 1 varias consideraciones sobre los
procesos creat i vos.
Quiero mencionar e l enfoque existenc ial , como ha siclo desa­
rrol lado por Sartre, con su énfasis espec ial en la noción de
proyecto.22 En l a noción de proyecto de l os enfoques existenciales
se sintetizan algunas di nám icas psíquicas cuya búsqueda intenta­
m os a través de estos temas l igados a procesos c reat ivos.
Qu iero destacar la i m po rt ancia del pensam iento oriental para
ahondar nuestra comprensión de la creatividad en sus m ov i m i en­
tos profundos. Suzuki .23 Herrigel,2-1 Watt s,25 Rajncesh.26 Lao­
Tsé,27 Lu-Ch i2x ent re o t ros, nos m uestran que l a creat ividad
com ienza con la ac't it ucl de asombro frente a lo ciado, a lo cotidiano.
Para poder abri rse a ot ras di mensiones l a mente debe tomar
contactos internos con una honda atenc ión di rigida hacia el cuerpo,
sus regi stros, sus m ensajes. La apert ura a todo lo posible, propia

' 1 89
..

de l a creatividad , coloca al i ndividuo en conexión con las leyes y


enigmas del universo.
En nuestro país el pensamiento psicoanalítico de la creati v i dad
h a encontrado en m u chas reflexiones de Enrique Pichon R ivere
una particular p rofundidad.29 Esas búsquedas se continúan con las
de Eduardo Pavlovsky,30 estudioso de experiencias psicodramática s
y teatrales, y con las de Fidel Moccio31 quien v iene l levando a cabo
n u merosas observaciones de la creatividad en talleres de diferentes
medios expresivos y en grupos terapéuticos. Hasta aquí, autores
que pueden damos un panorama desde el campo de la exploración
psicológica.
Para ir comprendiendo en profundidad el tema de l a c reatividad
necesité apelar a una serie de testimonios de diferentes fuentes,
testimonios de poetas, de pintores, de novelistas, de filósofos, de
d i rectores de c ine.
Cuando u n creador en el campo del arte testimonia su experien­
cia, la sensación que tenemos m uchas veces es que quedamos
afuera; el que no es artista tiene la sensación de que el a1tista vive
un m undo m ágico pero íntimo, i mpenetrable; que nosotros no
tenemos acceso a ese m u ndo, que tenemos una conexión sólo con
sus productos. El i n terés de tomar en cuenta estos testimonios
puede tomar otra dirección: pensar la creati vidad en términos m u y
amp lios, e n tém1 inos universales, de modo t a l que las experiencias
del arte sean ejemplos particulares de esos fenómenos generales.
Es dec i r, trabajaren la posibi l i dad de incluir la experiencia artística
dentro de una experiencia humana m ucho m ás general que pode­
mos l l amar "Creativi dad".
Con esta propuesta voy a ir alternando comentarios desde e l
panorama científico, desde la perspectiva psicológica en particu­
lar, y comentarios desde el art.e o desde l a poesía. Tengo l a
necesidad d e i r intercalándolos, pienso que l a problemática de l a
creatividad supone u n a combinación particular d e d i fe rentes códi­
gos. E n la creatividad se combinan códigos de t i po analógico y
códigos de tipo digital . De modo tal que podemos ganar c ierta
riqueza abordándola a través de autores que se expresan en
d iferentes códigos.

1 90
Definiciones de creatividad

Voy a comenzar con algunas definiciones del concepto. En el


diccionario de la lengua española "crear", etimológicamente, es
v inculado a "criar, criare". Está definido como "establecer, fundar,
hacer nacer una cosa, darle vida, componer, producir una obra,
hacer a una persona lo que antes no era, conferí rle un rol o un título
que antes no exi stía".
En el diccionario filosófico de Ferrater Mora: "fomrnción de
algo a part ir de una realidad preexi stente, transformación de lo
posible en actual".
En el li bro Estrategias para la creatividad Charles Vervalin lo
define como "el proceso de presentar ciertos problemas a la mente
y o riginar una respuesta según l íneas nuevas, no convencionales.
Por una combinación de elementos hasta entonces desconocidos
para el sujeto, se logra algo diferente".
En el enfoque de Paul Torrance: "crear es redefinir, reestructu­
rar. combinar de modos originales objetos, proyectos, ideas,
experiencias".
En la visión del pintor René Magritte es "encontrar afinidades
imprevistas que relacionan objetos no relacionados hasta enton­
ces".32
En la visión de Proust "crear es ese trabajo de intentar ver bajo
la materia, bajo la experiencia, bajo las palabras, algo diferente,
una plenitud de elementos reales e inesperados".33
Para Cesare Pavese es el "esfuerzo por dar, como un todo
su ficiente, un complejo de relaciones fantásticas en las cuales
consiste la propia percepción de la realidad".34
En la perspectiva de Bachelard "la creatividad es el conjunto de
fuerzas que empujan al hombre a sobrepasar su propia condi­
ción".35
Desde otra perspectiva quiero agregar un aspecto de la creati­
v idad que hace al desarrollo de la persona: crear es la capacidad
para producir aplicaciones y desarrollos de las propias capacida­
des, es una capacidad para hacer crecer capacidades.
Todos los estudios de creatividad que estoy mencionando
toman una dirección a mi juicio importante: en lugar de limitarse
a investigar a algunos creadores, lo que tratan de investigar es la

191
creat ivi dad como capacidad universal. Si Proust habló de su
experiencia, si Sartre lo h i zo de la suya, nos i m portan en la medida
en que habl an de nosotros. Es que las experiencias creat ivas
empiezan a tener un inte rés para la psicología c l ínica en cuanto
están sugiriéndonos que en ellas están invol ucradas dinámicas
generales del psiquismo. Lo que quiero plantear es que sin l a
c reatividad y o no puedo entender a m i paciente, y si n o ent iendo
la c reat i vidad , m i rando insistentemente en la patología, voy a
defonnar la m i rada m ás general que me plantea la c reat ivid ad , en
cuanto dinám ica universal del psiquismo.

Problemas epistemológicos en el abordaje


de la creath1idad y pasos de una estrategia

El problema epistemológico que se present a a cont inuación, para


la investigac ión del tema, es que hay varias corrientes y esas varias
corrientes presentan en sus modelos básicos l i m i t aciones serias.
Cada corriente presenta obstáculos muy grandes para poder ahon­
darlo. Si tomo l as corrientes conductistas, ele producción princ i ­
palmente norteamericana, éstas m e m uestran q u e e fect ivamente
hay p rocesos c reat ivos dotados de una alta original i clacl. es deci r
que hablar d e creatividad e s hablar d e fenómenos que const it uyen
algo o ri ginal, pero lo que est as corrientes conduct ist as no pueden
hacer es otorgarle a esa producción un l ugar teórico en el aparato
psíquico, es dec i r aparecen como conductas c reat ivas. procesos
c reat ivos, e fectos ele c reación, pero con ellos nosot ros no podemos
pensar qué pasa en el psiquismo cuando hay procesos c reat ivos en
m archa. Por otro l acio m u c has de l as producciones psicoanal ít icas,
para pensar la creat i vidad, l a refie ren siem pre a un sistema cent ral ,
supuesto como const i tuyente decis ivo de la real idad psíquica. que
sería el sistema de la sexual idad infant il, edípica y preeclípi ca. A
part i r ele ese sistema supuesto como central (la sexual idad infan t i l)
estos esfuerms psicoanalíticos, para pensar la c reat iv idad, tienen
que hacer muy d i ficultosas elaboraciones para ver cómo se podría,
a part i r de objetos de la sexualidad infant i l . const ru i r el inmenso
universo de objetos que surgen como efecto de procesos c reat ivos

1 92
en el mundo humano . Los esfuerLos para teorizar esas hi potéticas
derivaciones en tém1inos de subl imación, siempre encuentran
obst áculos muy grandes. Si por el conductismo no tenemos lugar
claro para la creatividad en el aparato psíquico, y si por el
psicoanálisis no tenemos clara una derivación de los objetos de los
procesos crea! i vos a partir de los procesos de la sexualidad infantil,
a mí se me va presentando en esta investigación la necesidad y la
posibilidad de encontrar un tercer camino, un camino que no se
detenga inexorablemente ante aquellas lim itaciones. Este camino
com prende varios pasos: el primero consiste en una proposición
general derivada de observar los rasgos que empíricamente presen­
tan los fenómenos y procesos creat ivos en cuanto originales, es
decir, no dar por supuesto que cleri van de otros procesos psíquicos
sino que son productos del aparato psíquico dotados de una
i rreductibie especi ficidad.
El segundo paso, en esta investigación, es tratar de encontrar
categorías teóricas que puedan expl icar características ele este
sistema; sus movimientos internos, dinam ismos profundos de la
realidad psíquica que puedan estar involucrados en los procesos
creat ivos. Dinamismos profundos podría decir para nosotros por
ejemplo, partici pación de procesam ientos de nivel inconsciente.
El tercer paso de los desarrollos que inicio con esta presenta­
ción (que no podré abarcar en este capítulo) sería el sigu iente:
después de indagar la creat ividad en cuanto o riginal y proponer
catego rías te6ricas para buscar sus dinamismos, es de importanci a
pasar a investigar qué relaciones s e pueden establecer entre los
procesos que son propios de la creativfdad y otros procesos del
psiquismo, como los que dan lugara las estructurasdcl inconscien­
te reprim ido propio de la sexualidad infant i l , las estructuras del
narcisismo y ot ras que la psicopatología util iza con mucha certeza
para entender diversos dinamismos psicopatológicos.
Vuelvo al segundo paso. Las categorías teóricas que voy a
utilizar son en primer lugar las que hacen a una caracterización
topográfica ele los procesos creat ivos. Esto supone indagar relacio­
nes entre procesos inconscientes, procesos consci entes y
preconscientes involucrados en los procesos creat ivos. Deseo allí
hacer una referencia al pensamiento de tipo inconsciente que
utilizan los procesos creat ivos.
Luego se hace para nosotros necesaria la tarea de proponer

1 93
teóricamente un cierto tipo de objetalidad propia de los proceso�
creativos. La hipótesis general que quiero desarrollar es que 111
creatividad supone un detenninado tipo de objeto (objeto e) y u11
determinado tipo de sujeto (sujeto c) que son propios de ese
sistema. Hablaría entonces de una objetalidad propia de los
procesos creativos. Si estas nociones son sostenibles, se podrfél
desprender de esta búsqueda que la creatividad está constituycndt1
sistemas de dinámicas profundas del aparato psíquico que respon­
den a un régimen de organizaciones propias, no reductible a los que
Freud investigó como ''los dos principios del acontecer psíquico''
(principio de placer y principio de realidad). Se abre para nosotros
la posibilidad de con1prender que están en juego en la creatividacl
elementos constituyentes de 1,1,n tercer principio orgariizado1· de
funciories psíquicas.

Participación en los procesos creativos


de diferentes estratos del psiquismo

Comienzo con algunas ideas de ubicación topográfica. Todas las


investigaciones de creatividad pcm1iten ente11der que los procesos
creativos supone11 procesos dinámicos de nivel inconsciente.
Muchos autores, investigadores y creadores en los campos n1ás
diversos, vienen insistiendo en que la creatividad es pri1nordial­
mente e1:ccto de una maquinación propia de niveles inconscientes
del psiquismo.
Bateson dice: ''en todo proceso investigador se crean clases
antes de que esas clases puedan ser nombradas''.36
Antes que nombrar y reconocer Ja clase de fenómenos en juego,
se constituye de un modo inconsciente esa clase.
Piaget ha reiterado precisamente la existencia de desfases entre
el nivel de las operaciones y el nivel lingüístico, que en más de una
ocasión no acompaña, en estricta correspondencia, a esas opera­
ciones.37
Winnicott puntualizó el proceso inconsciente en el que se
gestaron sus tesis: ''Durante mucho tiempo mi mente permaneció
en un estado de desconocimiento, que cristalizó en mi fonnulación
de los fenómenos transicionales''.38

194
Picasso, en una de sus últimas entrevistas para la televisión
francesa: ''En el misn10 mon1ento y por separado, B raque y yo
estábamos creando el cubisn10 pero no sabíamos que estábamos
creando el cubismo. Sólo tratábamos de usar ciertos materiales con
los que no sabíamos qué hacer''.
Herbert Read, en sus estudios sobre el arte39 es rico en ideas
acerca de ese nivel inconsciente de los procesos creativos.
Sartre destacó: ''Escribir es trabajar en l a oscuridad. No se sabe
muy bien qué se está haciendo''.40 Muchos escritores o1�recen un
testimonio similar. ''Uno no sabe dónde está la novela, hasta que
escribe el primer borrador''.
Fell ini, hablando de su filme Los payasos: ''Si11 saber qué era ya
me encontraba haciéndolo''.41
Bergn1an (hablando de sus películas La prisióri y La sed):
''Escribí esos guiones sin con1prender exactan1ente su significado.
Después los rodé, y me parecía que esos t111nes tenía11 una cierta
importancia sobre e l n1omento, y para n1í. Pero no entenclía su
sentido global, eso sólo se n1e ocu rrió mucho después, muchísimo
tien1po después''42
Lowen, desde sus ent'oques bioenergéticos, ha reiterado l a
hipótesis acerca de dinamisn1os básicos creativos de orden incons­
ciente.43
René Magritte, el pintor belga, revelaba en una página n1ucho qe
lo q�e acontecía en él con búsquedas de nivel inconsciente:
''En una oportunidad, al despertar dentro de una habitación
donde había un pájaro dormi(10 dentro de una jaula, por una
aberración me pareció ver un huevo en lugar del pájaro''. •

''Acababa de descubrir un nuevo y sorprendente secreto poéti­


co, ya que el shock experimentado había sido producido por la
afinidad de dos objetos: la jaula y el huevo, m ientras que e11 otras
oportunidades yo había provocado ese shock tnediante el recurso
de reunir dos objetos no relacionados entre sí. A partir de esa
revelación procuré descubrir si otros objetos, además de l a jaula,
podrían evocar, de l a misma manera-al poner en evidencia algún
elemento característico, al cual se enco11traban rigurosamente
predestinados l a evidente poesía que provocara el hecho de que
el huevo y l a jaula aparecieran simultáneamente. En el curso de mi
investigación llegué a convencerme de que siempre había sabido

19 5
que exisl íaese elemento a descubrir. ese algo definido, oscuramen­
te inherente a dcteml inado objeto y no a otros: sólo que ese
conocim iento había pemrnnecido como escondido en las zonas
m ás inaccesibles de mi mente. Dado que esta i nvest i gaci ón sola­
mente podía resultar en una etiquet a exacta para c ad a objeto, m i s
investigaciones se convi rt i eron e n l a búsqueda d e l a soluc i ón d e u n
problema a cuyo respecto yo poseía t res datos: e l objeto. aquello
que l e era propio y que yacía en l a sombra de mi consciente y la l uz
bajo la cual aquello resultaría eviden te".44
Debido a esta experiencia, que t u vo l ugar en 1 9 30. Magrit t e
consideraba q u e n o bastaba asociar l i bremente objetos n o asocia­
dos ent re sí: se debía descubrir l a única. correcta e inev itable
combinación de imágenes. solución que Magritte había conocido
ya antes pero que había quedado perdida para sus posibil idades de
em pico consciente. Magrit t e explicó el proceso mediante el cual
resolvió este problema con respecto a l a rosa.
"De acuerdo con el método que c reo me pertenece exclusiva­
mente. he estado buscando durante cerca de dos m eses l a sol uc ión
ele l o que yo l l am o el problema de la rosa. Al finalizar _ m i
invest igación me doy cuenta de que p robablemente ya hace m ucho
tiempo que conozco la respuesta a mi pregunta, pero en fomrn
vaga, como t odos los demás. Est e conoci m ient o. que aparente­
m ente es orgánico y no consciente. ha exist ido al com ienzo de
todas las investigaciones que he real i zado. El p rimer signo que
inst int i v am ente di bujé en un papel cuando decidí resolver este
problema es el sigu iente : -ilustrac ión de una rosa. con una l ínea
di agonal que part e de ella, hac i a la derecha-y esa l ínea oblicua
que parte, en forma divergente, del t al lo de l a flor. ha s igni ficado
, para mí una búsqueda ardua y prolongada, a fin de poder desci frar
su sent ido . De los m uchos objetos que imaginé. recuerdo los
sigu ientes: la J ínea es el ast a de u na bandera verde, la torre de un
cas tillo feudal o una flecha. Finalmente di en e l blanco: era una
daga. y el problema de l a rosa quedó resuelt o desde e l punto de
vista pictórico haciendo que l a daga creciera del t al l o de la rosa".
Ese cu adro se l l amó El golpe al corazón. Impresiona fuerte­
mente por el cont raste que establece ent re esos dos elementos
un idos. la llor y el puñal.

1 96
Aquí encontramos un rasgo part icular de los contenidos y
fomrns i nherentes a los procesos creat ivos: l a posibil idad de
i nt egrar elementos aparentem ent e antagónicos, di vergentes o con­
t radictorios, y de unirlos en síntesis im prev isibles.*
Ac.¡uí ya estamos destacando no sólo el nivel topográfico de
esos procesos (elementos conscientes e i nconscientes, combina­
dos e integrados en un nivel preconsciente) sino un elemento
estructurante, consti t utivo, de l as relaciones que se inst auran en los
procesos creati vos.
Es necesario em picar "la capacidad sintética del yo para
simbol izar sim u l t áneamente signi ficaciones opuestas".45 En el
est rato prcconsciente se const ituye un espacio de combi natorias
donde esos opuestos se encuent ran y se esbozan l as ro nnas capaces
de darles albergue.
Rothenberg46 destacó ese carácter "bi fronte" del pei 1s<m1iento
creativo en cuanto une i m ágenes e ideas opuestas o contradicto­
rias. Lo l lamó "pensam iento de t i po janusi ano" por re ferenci a al
dios Jano, que en la m itología era poseedor de dos rostros. Aquí
podemos evocar tantos cuadros de Picasso cuyo s personajes
presentan una cara ele frente y otra de perfil .
" Y ele golpe, súbitamente, se ven dos caras que entran una e n
l a otra, y nace el fi lme", asegu ra, por s u parte, Bergman.47
"Todo se activa cuando se acum ulan l as contradicciones".4s
Ese "doble frente" de las construcciones c reat ivas contribuye a
otorgarles (por su parc i al rebeldía con l as del i m itaciones del
pensam iento lógico) ese carácter equívoco, pol ivalente.
"¿Fue una v isión o el despertar de un sueño?
La m úsica ha volado: ¿estoy despierto o dom1iclo?".4<¡
A su vez esa pol ivalcnci a es c reada según combinatori as más
ricas, m ás ampl ías, que l as que juegan en él repertori o singu l ar que
cada indiv iduo m o v i l iza en sus procesos de t i po prim ario
(condensaciones, desplazam i entos) propios ele procesos como los
que operan en l a elaboración ele los sueños. Por esto B achelarcl
esbozó u na necesaria distinción, a propósito de la poesía:

* Arlhur Kocstlcr ha cnconlrado una pauta general de los procesos crealivos (vigente
tanto e n e l humor. como en e l art" y en d dcscuhrimiento cicnt ífic(> ) consi stente en ··et
hallazgo de sim i laridades escondidas··.�

1 97
"El espacio de la imagen poética es, antes que el del sueño, el
del ensueño".51
Se ha destacado que la metáfora (figura poética por excelencia)
no puede ser asimilada a los fenómenos inconscientes de
condensación propios del sueño -analogía trazada por Lacan en
sus trabajos- precisamente porque en la construcción y selección
de la producción metafórica intervienen numerosos elementos del
proceso secundario de pensamiento, en carácter de operadores de
nivel consciente.52
Si en el proceso primario de pensamiento Freud pudo detectar
la ausencia de un principio de contradicción, en el proceso creativo
lo contradictorio se articula manteniendo a la vez la tensión propia
de lo contradictorio.
Goldmund, el personaje de Hermann Hesse,53 buscaba a tientas
en el arté "una unión del mundo paterno con el materno, del
espíritu y la sangre . . . La posibilidad de una reconciliación de sus
m ás profundos contrastes". "Un m isterio ... que consiste en que los
mayores contrastes del mundo conviven en u na imagen: el nacer
y el morir, la bondad y la crueldad, la v ida y la destrucción".
En estos contrastes se encuentran tanto imágenes oníricas como
representaciones de palabra empleadas al servicio de procesos
cognitivos. Corresponde a los procesos preconscientes establecer
los enlaces entre esos diferentes tipos de representaciones. Proce­
sos preconscientes que establecen, más allá de la tradicional .
oposición dicotómica (conciencia-inconsciente) una dinámica de
medi aciones intrapsíquicas.54•55
En esa zona de elaboraciones preconscientes se va confi guran­
do una red de elementos móviles, diversos, provenientes de
diferentes estratos del psiquismo. Quisiera que un poema de Rafael
Guillén,56 poeta español , pueda poner de relieve ese entretejido de
elementos heterogéneos, vagos en un principio, que alcanzan sin
embargo su fomrn en la materialidad cristalizada del poema:

Yo s ó l o puedo hablar, am igos, cuando


algo como la l l uvia, desde dentro,
pero también cayendo dentro, pon e
por m i manera d e m irar, y pon e
p o r e l cauce de entrada, o de sal id a

198
al exterior del sentimiento, un velo
de agua, o luz, o niebla,
o, yo diría, algo
como una mano de agua, una mano
l úcidamente opaca, que recoge
suavemente las externas formas
de ser, o de pensar, también las formas
de ver, y las sitúa
j unto al m ismo brocal a donde asoma
de vez en cuando mi palabra. Entonces
puedo decir: estoy lloviendo; yo
estoy lloviendo, aquí. Esta es la hora
del poema.
S ucede que esta ll uvia, o manera, o ser en sí
que condiciona mi salida, nace
de un océano extenso original
al que vierte el dolor -porque el dolor
también es agua-, y nace
de originales lagos diminutos,
bajo los manantiales, o cascadas
de la dicha. En su doble,
desigual procedencia, esta lluvia,
o mano de agua, o fondo neblinoso
que engendra la palabra, que es palabra
anticipada a los sonidos o ecos
que consigue de mi oquedad, ya hereda
un más alto legado doloroso.

Yo em piezo a hablar, o como


quise decir, si tomo formas, modos
de ver, que me presenta el agua
desde dentro, yo empiezo
a llover, y contemplo cómo afuera,
ajeno y lejos de este velo umbroso,
el tema o el suceso toma cuerpo
por sí m ismo, y se forma
independiente de m i lluvia, pero
sustentado por su h umedad o aliento.
Y puede ser que al cabo de una misma
manera, que es la mía, de ponerme
a m irar, siem pre abrumado

1 99
por el agua, los seres
que se conforman a su amparo tengan
distinto germen natural.
Por eso.
amigos, sólo puedo
asegurar que algunas veces, pocas,
estoy en situación de l l uvia, estoy
en personal estado de palabra .
Luego l lega el poema. si es que l lega.
por sí mismo: no siempre
con una misma intensidad, o modo.
o razón para ser. Y yo lo veo
alejarse . Esto es todo.

En las imágenes poéticas de Guillén aparecen elementos prima­


ríos dotados de una función signi ficante múltiple (agua, humedad,
lluvia. océano. niebla, yo lloviendo) enlazados con un t rabajo de
proceso secundario de pensamiento, con uso de conceptos (poder
hablar, estado interno. surgimiento del objeto-poema, alejamiento
de ese objeto). Un trabajo de ligazones preconscientes ha dado
estas relaciones: un tema se forma independiente de esa lluvia
interna, pero sustentado por su humedad o aliento.
Es posible comprobar entonces que la creatividad comprende
niveles de producción inconsciente, preconsciente y consciente.
Esta es una de las razones de peso para que en el trabajo clínico
importe escucharno solamente los mensajes de nivel inconsciente
sino también los mensajes de nivel consciente.
Si nosotros pensáramos que la "realidad esencial" del psiquismo
fuera aquella del inconsciente reprim ido. entonces no habría
razones 'para prestarles atención a los mensajes de nivel conscien­
te. Pero si el nivel de los proyectos, el nivel de l as fuerzas de
desarrollo, el nivel de las tendenc ias de crecim iento puede i r
articul ando elementos d e nivel inconsciente y elementos d e ni vel
preconsciente, entonces el registro consciente de los mensajes
tam bién nos importa. tiene una jerarquía, que no se puede
instrumentar aisl ando el registro consciente sino considerando los
interjuegos, aquellas combinatorias de di ferentes estratos.
Los mensajes conscientes proveen para nosotros indicios rcle-

200
vantes para leer este otro sistema, el creativo, para desci frar los
movimientos combinatorios que son propios de este sistema.

La creatividad como un tercer principio del acontecer psíquico

Bien, así como en el caso del poeta se combinan elementos de


procesos primarios de simbolizaciones con elementos de procesos
secundarios, el estudio de Arietl sobre creatividad profundiza la
idea de que los procesos pririlarios y secundarios se combinan de
maneras particulares y singulares en todos los procesos creat ivos.
Esto ha llevado a Arieti a postular la existencia de un "proceso
terciario" (el proceso terciario, designado así en confrontación con
los que Freud llamó procesos primarios y secundarios de pensa­
miento). consistente en un modo de elaborar combinaciones
particulares de procesos primarios y secundarios. dando lugar a
producciones creativas. La idea de un proceso terciario. de un
tercer tipo de procesos, entra para nosotros en resonanci a con
nociones de Winnicott por las cuales postula que "el j uego, como
la creat ividad, en los niños y en los adultos emerge de una tercera
zona", la zona que él llama de los espacios transicionales. La
ve cCHno la zona donde se articulan experiencias de conexión con
objetos externos a la díada maternal ; Winnicott dice: "en los
fenómenos transicionales, se enlazan un m undo de experiencias,
experiencias internas, con otro mundo de experiencias de relacio­
nes con objetos exteriores al sujeto, y en el enlace de estos mundos
emerge una tercera zona", la zona que él llama "intem1edia" de
experiencia. La tesis de Winnicott, que a mí me parece digna
de especial consideración, es que los procesos creativos emergen
en esa tercera zona, en la zona intem1edia de procesos que no se
pueden llamar estrictamente procesos internos y no se pueden
llamar tam poco estrictamente procesos de relación con objetos
exteriores, sino que tienen que caracterizarse de otra manera
(intennediarios, transicionales). _

Se t rata de fenómenos emergentes en el encuentro, en la


intersección de di ferentes órdenes de procesos. Pero estos fenóme­
nos emergent es no son m e ros e fectos de transición o de
intennediación. Expresan el accionar de un sistema capaz de

201
produci r esos efectos sobre la base de construi r, "entre" mundos
diversos, estructuras que los comprenden y remodelan sus rela­
ciones.
Destaco esa "tercera zona" de Winnicott y automáticamente,
de un modo insistente, resuenan en mí las coplas de Machado:57

Entre el vivir y el soñar


hay una tercera cosa.
Adivínala.

LIII

Tras el vivir y el soñar


está lo que más importa:
despertar.

Ese despertar, que pueda colocamos en otro espacio, más allá


del mero vivir, es el despertar creativo, la activación de todo un
si stema descubridor y generador de innumerables objetos y rela­
ciones.
Freud en Los dos principios del acontecer psíquico58 fue
contrastando ese par de modos de organizarse el psiquismo: según
un régimen de placer -según ordenamientos de realidad. En ese
sentido se encontró ya con los enigmas de la creatividad, al
comprobar que el arte, por ejemplo, no quedaba atado a las
limitaciones y demarcaciones de ninguno de aquellos principios.
Comprobaba entonces que el artista lograba consti tui r otra clase de
"realidades". La propuesta de nuestro estudio es que para consti­
tuir esa otra clase de realidades (productos de la creatividad, de los
cuales el arte ofrece sólo algunos modelos) es necesario postular
la existencia de un sistema cuyo régimen de funcionamiento, su
modalidad de placer y las condiciones de los objetos que consti­
tuyen la realidad para sus funciones y demandas, tiene que ser de
un tercer tipo, modalidad de organización no conocida por las
invest igaciones hasta aquí centradas en los procesos propios de la
sexualidad o aquellos otros que dan lugar a una "construcción de
lo real" (Freud, Piaget).

202
Las propuestas teóricas que quiero hacer para pensar en este
sistema inherente a los procesos creativos, se dirigen a proponer
los conceptos de objeto de la creatividad y de sujeto de la
creatividad y de jases en sus modos de relacionarse. Voy a i r
desarrollando esos conceptos.

El objeto de la creatividad

El objeto de la creatividad es lo transformable de todo objeto, es


decir, de cualquier objeto o conjunto de objetos, en cuanto se
aplica al mismo un trabajo de modificaciones reestructurantes
individuales o grupales. El objeto de la creatividad es entonces
pensable en cuanto abst racto. "En una hoja de papel está contenido
el infinito". 59
De ese objeto abstracto puede hablarnos una estrofa de Manuel
Machado:60

En mí alma, hermana de la tarde, no hay contornos . . .


y l a rosa simbólica de m í única pasión
es una tlor que nace en t ierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.

Para Hermann Hesse las imágenes del artista no tenían contor­


no, estaban veladas y sin forma alguna.6 1
"Los objetos de la creatividad no son cosas, son símbolos".62
Lo transformable de cualquier objeto no es un objeto particular,
es cualquier objeto en cu anto puede ser reestructurado. Todo
objeto, cualquier objeto, puede encarnar al objeto de la creati vi dad.
"Todo objeto" quiere decir objeto físico, mental, cultural
(palabras , árboles, planetas, cuerpos, grupos, conductas, represen­
taciones del self). Ese objeto emerge en la medida en que alguien
lo localice, el sujeto de la creatividad localice que allí hay algo
transformable por vías imprevisibles.
¿ Qu é entender po r " t rans fo r m a b l e " ? L o s e l e m entos
transformables son fom1as, cuaiidades, contenidos o relaciones de
cualquier objeto o conjunto de objetos.
Colocado en esa condición de transformabilidad (plasticidad de

203
zq

rel aciones, formas y contenidos) ese objeto pertenece a un espec ial


orden de "realidad" diferente de aquél en el que se instal an lo s
objetos convencionalmente adscriptos al m u ndo "real". Henry
M iller propuso caracterizar como "superrealidad" ese m undo de
objetos de creatividad, t razando l as di ferencias entre los frutos
de un árbol y los frutos de u n cuadro.63
Un rasgo esencial del objeto de la creatividad, que surge de las
búsquedas m ás diversas. es que se t rata de un objeto móvil.
"Las fonnas de l as cosas varían de m iles de modos, no hay
medida común para ellas. Mezcladas y arrastradas en un flujo
incesante. las fomias vivientes desafían todas sus i m i t aciones'' . 64
Se define por esa movilidad potencial , lo cual hace interesante
contrastarlo con Ja noción freudiana de objetos de fijación, como
son e fectivamente identi ficables los objetos del m undo de l a
sexualidad i n fant i l , del mundo d e lo reprimido. Cuando invest iga­
mos creativ idad, nos encontramos con un objeto que es universal­
mente cambiante y ese objeto abstracto sólo puede sostenerse en
materiales concretos, encamado en ellos. en el interior de rel acio­
nes de materialidad. Es abstracto porque l o t ransfomiable son
sistemas de relaciones. fom1 as , cualidades, pero puede emerger
como t al en lo concreto sólo si es t rabajada la esencial materialidad
de cada objeto. Trabajando una materia se pueden encontrar en ella
posibilidades ele transfomiación. El objeto de creación resulta
entonces aquello a extraer de las cosas, no es algo que "proyecta­
mos" en l as cosas. Proust ha dicho "crear es extraer". Pensemos en
el énfasis dado a la extracción en esa célebre imagen de Miguel
Angel: "La escul t ura est á en el interior de la piedra. Sólo hay que
quitarlo que sobra". Se ha intentado aplicar l a noción psicoanalít ica
de proyección para entender qué se crea. El mecanismo de la pro­
yección no expl ica m ás que algún ingred iente de los procesos crea­
t i vos, ya que estos procesos se desenvuelven porque numerosas
funciones del psiquismo (destaco funciones y no meramente siste­
m as de representaciones) t rabajando sobre cierto material , consi­
guen encontrar en ese m aterial una fomia que sorprende al
psiquismo. que int egra y sintet iza numerosos elementos hasta
entonces inconexos. La fomrn que finalmente emerge de un
proceso creat ivo, esa fonn a surge de intercambios muy intensos
ent re ese objeto de la creat iv idad, la materia en la cual va naciendo
y lo que ahora qu iero proponer pensar como sujeto de /a creativi­
dad.

204
El sujeto de la creatividad

¿Qué podemos localizar como sujeto de l a creatividad? Se me


presenta como un conjunto defunciones que configuran capacida­
des transformadoras, conjunto de funciones y operaciones que
comprenden, por un lado, múlt ipl<;s funciones yoicas y a la vez
numerosos y amplios procesos de aprendizajes en trabajos trans­
form adores y productores. Múltiples funciones yoicas: funciones
de registros, de confrontación. evaluación. elaboración. indaga­
ción. Interv ienen funciones cogniti vas, funciones de realidad,
funciones discriminadoras, funciones de contacto con detem1ina­
dos contenidos inconscientes y preconscicntes. funciones yoicas
implicadas en la capacidad de soportar incertidumbre, frust ración,
tolerar detemlinados montos de angustia, funciones vincul adas al
control de impulsos. Todas esas funciones van const ruyendo
capacidades para regular una serie de equilibrios y movim ientos.
Movimientos y equ ilibrios entre: desorganizar objetos y reorgani­
zar objetos. ent re regresiones y progresiones, entre fenómenos ele
ar¡álisis y síntesis. entre crear desorden y crcarorclen. ent re instalar
un caos y organizar un cosmos. En estos movimientos se desplie­
gan procesos ele aprendizajes en la tarea ele transfonnar y procluci r.
En estos procesamientos intervienen también si stemas de represen­
taciones. im ágenes. escenas del mundo interno. objet os que inte­
gran fantasmas del m undo inconsciente, objetos ele identi ficacio­
nes. Pero la intervención de estos mundos representables no puede
darse sin aquellas funciones procesado ras, evaluadoras, selectoras.
Si hay novedad es porque l as funciones desbordan a l as represen­
taciones constit uyendo nuevos sistemas ele signos. Aquel l as fun­
ciones desenvuelven aprendizajes. que se procesan en gran medida
en el nivel inconsciente. nos damos cuenta de partes de esas
funciones, pero en principio este sujeto. que se aplica a los objetos
de la creat ividad cs. topográfícamente. de nivel i11co11scie11te.
Esto nos l leva a acentuar una dist inción: el sujeto de la creat i­
vidad no es l a persona. no es todo su psiqu ismo. sino funciones y
operaciones que integran un sistema diferenciado ele otros en el
ps iquismo.*

*Tan lo cahc e s l a dislinción q u e el sujelo de la creat i v i dad pucd" tamhién const i l u i rse
como efectos de un grupo, conjunlos de funciones que son produclo del acontecer grupal
(producción gmpal del sujclo cn:ativo que se ha verificado por ejemplo con toda n i t i dez
·
en las experiencias de "sinéctica"6� ) .
·

205
"El autor i nspi rado es, en lo más profundo de sí mismo, otro
distinto de sí".66 Diferencias que podrían explicar divergencias
entre vida y obra.67
Esa no coincidencia entre sujeto creador y persona ha hecho que
tantas veces los movim ientos propios de los procesos creativos
sean vividos por el individuo con extrañeza, zozobra, impotencia,
ante la relación con algo de sí no abarcable, no gobernable.
Ingmar Bergman ha dado testimonios:

Cuando escribíesa escena quise expresar el sufrim iento del artista.


-
Hay algo que se desarrolla, y no se puede hacer nada:68 :

Borges69 intentó subrayar l a distinción, hablándonos de dos


personajes, en "Borges y yo":

... al otro. a Borges, es a quien le ocurren las cosas ... yo vivo, yo me


dejo vivir. para que Borges pueda tramar su literatura y esa
literatura me justifica . . .

También Proust habló en m ás de un pasaje de un otro "perso­


naje":

Había en mi un personaje que, más o menos, sabía m irar b ien , pero


era un personaje intermitente, que sólo tomaba vida cuando se
mani festaba alguna esencia general, común a varias cosas que
constituía su alimento y su deleite ... era un objeto que fue siempre
la finalidad principal de m i búsqueda porque me daba un goce
específico, el punto común a uno y otro ser ...

E l elemento fundamental es que a través de aplicarse a procesos


creativos funciones y representaciones, éstas crecen en sus alcan­
ces, se ampl ían, se enriquecen, expanden potencias. De modo tal
que los procesos creativos no sólo hacen surgir objetos sino que
también reparan aspectos del sujeto.70Positivamente, hacen crecer
sujetos.
Lo que la persona o el grupo pueden registrar es que en el
proceso creativo emerge y crece un sujeto en el interior del aparato
psíquico. Shelley7 1 lo decía así: "En el proceso de crear se engendra
un ser dentro de nuestro ser". Aparece algo que no estaba así antes,

206
producto a la vez que productor, sujeto que va ocupando un espacio
funcional en el aparato psíquico.

Pintar, com poner, escribir son formas de recorrerme. En ello


reside la aventura de ser en la vida. "Desde hace años he dejado
de depender de m is rasgos. Ya no habito esos l ugares ... " ( Henri
Michaux).72
... estados situados fuera de lím i tes, en los que e l verbo "edípico"
deja de conjugarse, en los que el ser puede encontrar aquello que
l e hará converti rse a sí m ismo en obra a realizar.
Esos momentos en los que el yo y el no yo intercambian tan
fácilmente su lugar, entrañan una considerable ampliación de la
experiencia, gracias a la cual el i ndividuo puede consumar su
i n tegración pulsional y alcanzar de esta forma su fondo más
auténtico (Michel de M' Uzan).73

Jonas. un personaje de Camus, artista en su taller, asegura: "¿Si


exi sto? No lo sé. Pero existiré".74
La im agen poética, para Bachelard, se convierte en un sernuevo
' en la lengua, "nos expresa convirtiéndonos en lo que expresa o,
dicho de otro modo, es a la vez un deveni r de l a expresión y un
devenir de nuestro ser. Aquí la expresión crea ser".75
Sartre pudo afirmar: "Nací de la escritura; antes de ella sólo
había un juego de espejos".76
Sujeto y objeto de la creatividad se van creando recíprocamen­
te, en una danza de innumerables entrelazan1 ientos. Trataremos de
precisar algunos de esos movimientos.

Interacciones sujeto-objeto y faces del proceso creativo

Entre ese sujeto y ese objeto de la creatividad, se desenvuelve una


larga y compleja relación que toma formas cícli cas, eso es lo que
a mí se me presenta ahora a revisar, como dinámica de las
relaciones entre sujeto y objeto de la creatividad. Voy a mencionar
cuatrofases en las relaciones entre sujeto y objeto de la creati vidad,
a modo de propuestas teóricas, para pensar qué va ocu rriendo en

.207
el aparato psíquico y en l a relación con cualquier objeto al cual se
aplican procesos creativos.

Fase de exploraciones

Hay una primera fase (la puntuación es arbitraria, ya que supone­


mos estar abordando un ciclo, podemos comenzar en cualquiera de
sus fases). Una fase en la que todavía el sujeto y el objeto de l a
creatividad no se han encontrado: en todo caso, de modo potencial ,
uno está "a l a búsqueda" y e l otro "a l a espera". En esta fase se
activan en el sujeto (especi almente en un nivel inconsciente)
operaciones exploratorias. Funciones activadas se di rigen a obje­
tos diversos indagando su potencial transformabilidad. En esa
etapa el sujeto y el objeto de la creatividad son potenciales,
virtuales. En esta fase, no se ven todavía claros los objetos a los
cuales podrían aplicarse los mecanismos transformadores que
están en el psiquismo. En esta fase , en que todavía el sujeto de la
creativ idad no encontró su objeto, no siempre tenemos indicios
verbales de su presenci a activa y de su naturaleza exploratoria.
El psiquismo no emite demasiados indicios de esa exploración.
La conciencia puede estar ocupada a la vez en cuestiones ajenas a
esa exploración. Si me propongo indagar este momento en la
clínica. a menudo busco en tém1 inos de acciones, más que de ideas.
¿Qué estoy haciendo?, ¿qué estamos haciendo? Averiguar qué está
haciendo el paciente. En lo que estoy haciendo no espero encontrar
sólo la enfcm1edad, además espero encontrar maniobras explora­
torias inconscientes que hacen a mundos creativos potenciales que
están. subterráneamente, palpitantes. Indagar debajo de las pala­
bras y de los actos otras acciones: ¿qué hace su cuerpo?, ¿de qué
maneras hace lo que mani fiestamente hace? Porque ahí donde su
cuerpo está haciendo algo, mientras su mente está conectada con
detem1inados objetivos. su cuerpo puede estar ensayando sondeos,
indagaciones. en el nivel de un sujeto potencial de creatividad que
no encontró su objeto. Ese objeto puede no encontrarse, com o, se­
gún entiendo, lo transm itió Proust con nitidez en una experiencia:

208
Bajamos hacia Hudimesnil; de repente me invadió esa profunda
sensación de dicha que no había tenido desde los días de Com bray;
una dicha análoga a la que me infundieron, entre otras cosas, los
campanarios de Martinville. Pero esta vez esa sensación quedó
incompleta. Acababa de ver a un lado del camino en escarpa por
donde íbamos tres árboles que debían de servir de entrada a un
paseo cubierto; no era la primera vez que veía yo aquel dibujo que
fonnaban los tres árboles, y aunque no pude encontrar en m i
memoria el lugar d e donde parecían haberse escapado. sin em bar­
go me di cuenta de q ue me había sido muy fami liar en t iempos
pasados; de suerte que, como mi espíritu t itubeó e� un año m uy
lejano y el momento presente. los alrededores de Balbec vacilaron
también, y me entraron dudas de si aquel paseo no era una ficción .
... Miré los tres árboles; los veía perfectamente. pero mi ánimo
tenía la sensación de que ocultaban alguna cosa que no podía él
aprehender: así ocurre con objetos colocados a d istancia, que
aunque estiremos el brazo n unca logramos más q ue acariciar su
superficie con la punta de los dedos. sin poder cogerlos. Y entonces
descansa uno un momento para alargar luego el brazo con más
fuerza aún. a ver si llega más allá. Pero, para que m i espíritu
hubiese podido hacer lo m ismo y tomar impulso, habría sido
menester que estuviera yo solo .... Reconocía yo esa c lase de placer
que requiere. es cierto, un determinado trabajo del pensam iento
replegándose sobre sí mismo; pero esfuerzo muy grato comparado
con esas mediocres satisfacciones del abandono y la renuncia. Tal
placer, de cuyo objeto apenas si tenía un vago presentimiento y
casi necesitaba crearlo yo m ismo. lo sentía en muy raras ocasiones;
pero cada vez que así oc urría se me figuraba que las cosas que
habían pasado hasta entonces no tenían im portancia y que
asiéndome a su realidad me sería dable comenzar por fin la
verdadera vida. Me puse la mano delante de los ojos para poder
tenerlos cerrados sin que la señora de Villeparisis se diera cuenta .
Por un momento no pensé en nada. y luego, con el pensamiento
concentrado, recogido con más fucn:a, salté hacia adelante en
dirección a aquellos tres árboles, o. mejor dic ho . en aquella
dirección interior en donde yo los ve ía dentro de mí mismo. Otra
vez sentí tras ellos la existencia de un ohjeto conocido. pero vago.
que no pude atracnne. Entretanto. el coche andaba y yo los veía
acercarse. ¿En dónde los había yo visto ya? En los alrededores de
Combray no había ningún paseo q u e empezara así. Tampoco cabía
el l ugar que me recordaban en aquel campo alemán donde fui un

209
a ñ o a tomar aguas con l a abuela. ¿Sería acaso q u e venían de unos
años m uy remotos de m i vida, borrado ya enteramente en m i
memoria el paisaje que los rodeaba? . . . ¿Formaban parte, por el
contrario, de esos paisajes de i lusión, siempre idénticos, al menos
para mí, porque en mi caso el aspecto extraño de esos paisajes no
era más que la objetivación en sueños del esfuerzo que hacia
cuando despierto por llegar hasta el m isterio que se escondía tras
las apariencias de un lugar determinado donde yo le presentía, o
de ese otro esfuerzo para volver a introducir el m is terio en un sitio
que estuve deseando conocer m ucho tiempo y que me pareció
superficial en cuanto logré verlo, como me pasó con Balbec?,
¿eran imagen recién desprendida de un sueño de la noche anterior,
pero tan borrosa que me parecía venir de mucho más lejos? ¿O
sería quizá que no los h abía visto nunca y que me ocultaban tras
su realidad una significación oscura, tan difícil de descubrir como
un remoto pasado, y, por ello, al solicitarme para que profundizara
en un pensamiento, se me figuraba que reconocía un recuerdo? ¿ O
acaso no encerraban pensamiento alguno y el cansancio de m i vista
era la causa de que se me representaran dobles en e l tiempo, como
a veces ve uno doble en el espacio? No lo sabía. Mientras tanto,
iban viniendo hacia m í; aparición mítica acaso, ronda de brujas o
de normas que m e proponía n sus oráculos. Yo me creí más bien que
eran fantasmas del pasado, buenos compañeros de mi infancia,
amigos desaparecidos que invocaban nuestros comunes recuer­
dos. Y lo m i smo que sombras, parecía como que me pedían que los
l levara conmigo, que los devolviera a la vida .... En una encruci­
jada el coche los dejó atrás. El coche que me arrastraba en
dirección opuesta a lo único que yo consideraba como cierto, a lo
que me hubiera hecho feliz de verdad, y se parecía en eso a m i vida.
Vi cómo se alejaban los árboles, agitando desesperadamente sus
brazos, cual si me dijeran: 'Lo que tú no aprendas hoy de nosotros
n unca lo podrás saber. S i nos dejas caer otra vez en el camino ese
desde cuyo fondo queríamos izamos a tu altura, toda una parte de
ti m ismo que nosotros te llevábamos volverá por siempre a la
nada' . Y , en efecto, aunque más adelante encontré otra vez esa
clase de placer y de inquietud que acababa de sentir, y una noche
me entregué a él -tarde, sí, pero para siempre-, ello es que n unca
supe lo que querían traerme esos árboles ni dónde los había visto.
Y cuando el coche cambió de dirección , les volví la espalda y dejé
de verlos, m ientras que la señora de Villeparisis me preguntaba por
qué estaba tan preocupado; me sentía tan triste como si acabara de

210
m orírseme un amigo, de morirme yo mismo, de renegar a un
m uerto o a un dios".n

En ésta, una e-xp'eriencia fallida, el autor vislumbra y ofrece


indicios del vasto conjunto de operaciones comprometidas en esa
búsqueda: funciones perceptuales, asociativas, mnésicas, trazan­
do un sinfín de relaciones posibles: actual-pasado, interno-exte­
rior, conocido-desconocido, vivido-imaginado, posible-imposi­
ble, concreción-desvanecimiento. Esas operaciones exploratorias
desbordan, natu ralmente, los registros de la conciencia. En otras
numerosas circunstancias las operaciones iniciadas localizan ese
objeto potencial, lo van haciendo posible, y entonces las búsque­
das hunden sus raíces en una materia concreta que puede recibirl as,
y admitir transformaciones.

Fase de transformaciones

Es una fase en la que ese conjunto de funciones comienza a


aplicarse sobre lo transformable de algún objeto. En esa segunda
fase yo localizo un sujeto activo transformador concentrando
funciones y un objeto que emite indicios de modificabilidad. Esta
fase también puede ser inconsciente, es decir, se están trabajando,
se están maquinando operaciones en el interior del cerebro, sobre
la base de registros extero o interoceptivos, y sólo se tiene noción
(Je
de alguna de esas o raciones.
Esta es una larga fase, es la fase de la elaboración creativa
donde ocurren innumerables procesos de transformación. Quiero
subrayar algunos de sus movimientos, que parecen ser uni versales.
En general son movim ientos donde el objeto es constantemente
desestructurado y reestructurado, es decir, se oscila entre desarmar
y rearm ar algo, se desmontan conj untos, se arman partes, se en­
sayan nuevos montajes de las partes. Bateson caracteriza ese
procesamiento en tém1inos de dos dinámicas básicas: una que lla­
ma dispersión y otra que llama selección.78 La dinámica de ,,

211
....__,¡

dispersión-selección es la dinámica de un procesamiento donde el


objeto es descompuesto en todos sus elementos, dispersado al
máximo, y luego se ensayan procesos de ordenam iento, procesos
de selección. En estos juegos de desestructuración y reestructura­
ción se abren dos grandes caminos de la creat ividad: l ) se fonnan
unidades nuevas, allí donde no existían previamente tales unida­
des; 2) se descomponen conjuntos en partes, en elementos que
hasta entonces no eran reconocidos como posibles elementos
integrantes de esos conjuntos. Rilke lo expresó sintéticamente así:
"Crear es hacer de muchas cosas, una cosa, y de la mínima po rción
de una cosa hacer un mundo".79 Dijo de Roclin: "El destaca en e l
hecho, después de haberlo observado, una cosa independiente •..

Así, un fragmento de brazo, de pierna, de torso, adviene, bajo sus


ojos, un todo".80
Proust lo anal izó en tém1 inos semejantes:

El genio artístico obra a la manera de esas temperaturas sumamen­


te e levadas que tienen fuerza para disociar las combinaciones de
los :ítomos y agruparlos otra vez con arreglo a un orden enteramen­
te contrario y q ue responda a otro tipo.

En realidad esos dos movimientos se ven muy cl aros en


cualquier desarrollo creat ivo. Tom aré un claro ejemplo en el
desarrol lo del pensam iento de Freud. Cuando Freud desarrolla l a
teoría ele l a sexualiclacl e n Tres ensayos,81 realiza esos dos grandes
mov im ientos en el proceso de crear una teoría. El primer movi­
miento de fom1ar unidades nuevas lo realiza así: allí donde hasta
entonces había por un lado niños nom1ales, por otro l ado adultos
pciversos, Freud crea una nueva unidad que se llama "universali­
dad de los fenómenos pciversos polimorfos", que abarcan tant � a
los adultos perversos como a los niños nomr nles.
La creación de esa unidad expresa un fantástico salto creat ivo.
El salto est á en annar una nueva unidad, allí donde nadie se
im aginaba que existiera: l a unidad ent re el niño y los peiversos.
digamos fa insólita unidad con la que se funda la teoría de l a
sexualidad infant i l .
L a segunda l ínea ele procesos creat ivos (cuando s e dice : se
descomponen conjuntos en elementos hasta entonces no reconoci­
dos como posibles) est á en la misma teoría de la sexualidad de

212
Frcucl . cuando él toma las conductas sexuales y l as desamrn
enteramente. Separa una conducta sexual en pulsiones por un lado,
y objetos sexuales por el o tro. Ot ro salto insól ito. Porque hasta ese
momento se pensaba que el objeto de la sexual i d ad era naturalmen­
te un cuerpo y en especial sus genitales. Freud inventa esa
descom posición en unidades no esperadas, que se constituyen en
nuevas piezas para ese conjunt o , refommlado, d e l a "sexual idad".
Volvemos a esta fase de interacciones sujeto-objeto. El resul­
tado ele ese largo proceso cl aborat ivo es l a emergencia de un objeto
mocli licado. que abre el espacio dinám ico ele una tercera fase en el
proceso creat ivo.

Fase de culminaciones

En la tercera fase, junto con el surgim iento del ohj('fo mocli licado,
emerge u n sujeto modi ficado por los procesos de t ransfonnación
' que ha operado. Creo posible reconocerla como etapa de encuen­
tro entre el sujeto y el objeto ele la c reatividad. En ese t rabajo se ha
creado alguna "buena fonna" (gestal t ) y ese objeto reest ructurado
presenta novedad. t iene alguna cualidad reveladora. Ese objeto ele
la creat iv idad en esta tercera fase del proceso c reativo es u11 objeto
afcanza!Jfe, se ha hecho localizable. Una escul t u ra. si es lograda,
contiene en su m ateri alidad al objeto ele la creat i v iclael, sustentado
en el interior de las relaciones t razadas en esa m ateri a t rabajada.
Destaco que ese objeto es alcanzable, que penn í te algún encuen­
t ro ent re sujeto y objeto, ya que esta condición v a a hacerlo entrar
en contrapunto con aquellas zonas del ps iquismo para l as cuales se
ha hecho posible teorizar un objeto no alcanzable (tal sería el
objeto ele la sexualidad infant il). El objeto de la c reativ idad se ha
const i t uido en cuanto ha encont rado una est ruct u ra que lo conv ier­
te en "un todo suficiente", "capaz de sostenerse por sí m i smo". 8 2
Ese encuentro de objeto y sujeto cont iene una experiencia de
culminación, de real ización, y el cuerpo efect ú a regist ros de esa
integración. El cuerpo la acusa como experienc ia de pleni t ud, de
annonización. Ese regist ro tiene resonanc i as en el sistema
neuroveget ativo. Las vicisit udes viscerales ele l as d i ferentes fases
del proceso creativo han sido test i monia�las por n u merosos autores
"

213
(tengo presentes muchos de esos testimonios puestos en palabras
poéticas por Miguel Hemández, por Pablo Neruda, entre otros).
Estudios electroencefalográficos realizados en la clínica Mennin­
ger pueden dar cuenta de esos movimientos orgánicos de la
actividad creadora, que se acompañan de trazos de ondas cerebra­
les especiales (ritmos "theta") según los estudios de ElmerGreen. 8 3

Fase de desprendimiento

La cuarta fase de este proceso puede ser caracterizada como etapa


de separaciones. Etapa en que el sujeto de la creatividad tiene que
desprenderse, porque la función esencial de las funciones que lo
constituyen es segu i r transformando y transform ándose. No pue­
de, ese conjunto de funciones, permanecer adherido a la forma que
ha constituido. Esto obliga a iniciar un trabajo de separación,
trabajo que supone pérdidas, procesos de duelo.
Esta fase está indicada por muchos autores. Guillén tem1 ina su
poema con esa imagen: "y yo lo veo alejarse". Termina de crear su
objeto y entonces el sujeto tiene que tomar distancia. Ese aleja­
m iento es proyectado por Guillén al objeto y cree ver entonces que
es el poema el que se aleja.

Tu aventura de mañana debe tener o tras razones84

El sujeto debe desplazarse, continuar su viaje incesante:

S i me has perdido en alguna parte, busca en otra" (Whitman).85

"El sabio. realizada su obra, no permanece" (Lao - Tse).86

\
Fell ini lo testimonia así: "yo no soy coleccionista, no conservo
nada; quiero nacer todos los días". 8 7 Esa experiencia refleja, de
modo consciente en Fellini, lo que el sujeto de la creati vidad en sus
procesos inconscientes debe realizar como desprendimientos,
como desapego. Le preguntan cuál es la película suya que más le
interesa y él no vacila en contestar: "la que tengo por hacer". El
desapego toma en Bergman esta otra expresión: " ... siempre hay

2 14
que decirse que el filme que se está rodando es el último. Se debe
tener el valor de renunciar al siguiente".88
Proust ha dado una imagen precisa de ese itinerario de despren­
dimientos que rige el devenir del sujeto de la creatividad: "todo
creador es ciudadano de una patria desconocida diferente de
aquella que le dio origen". 8 9 Esto supone en el sujeto de la
creatividad una especial vocación de exilio. El objeto tiene que ser
superable para el sujeto. Esta ley establece inevitables ansiedades
propias de separaciones y duelos, que resultan entonces consustan­
ciales con el despliegue de esta fase de los procesos creativos. Pero
el sujeto se desprende del objeto en un movimiento más profundo,
por el cual tiene que desprenderse de sí mi smo. Desprendimiento
de sí supone en primer lugar desmontar las estructuraciones
funcionales gestadas en el proceso de constituir el objeto creativo.
Implica también rechazar un anclaje en las representaciones del sí
mismo aparentemente "confirmadas" en ese proceso (identifica­
ciones narcisistas del yo ideal y contenidos socialmente aceptables
del ideal del yo). El sujeto de la creatividad, a través de su
movilización, rechaza tal captura identificatoria, desconoce al ego
' (soporte de la identidad "personal") en cuanto éste tiende a
configurar formas y contenidos estáticos, con aspi raciones de
absolutos. Vemos en estas oposiciones trazarse conflictos entre la
persona y el sujeto de la creatividad.
Se ha reiterado la "experienci a de soledad" como una constante
para todo i ndividuo comprometido en una búsqueda creadora. Es
soledad con respecto a los otros, dada la singularidad de las propias
capacidades transfo mr ndoras. Pero es ante todo soledad consigo
mismo: el sujeto de la creatividad no se apega al self, no lo
conforta, dado que no se alberga establemente en el interior de
límites ya trazados, no admite una cristalización que pueda dar por
"realizado" al narcisismo de esa persona.
El narcisismo exacerbado que parece acompañar a una intensa
actividad creativa90 puede ser comprendido como una afi mrnción
reactiva, frente a ese incesante socavamiento de los soportes
identi ficatorios, cuestionados por un procesamiento deses­
tructurante, movilizador de todas las formas, li berador de energías
anónimas . El lugar del sujeto de la creatividad es el no lugar, allí
"donde el ser y el no ser se engendran mutuamente",9 1 espacio de
enlace entre innum erables puntos en una trayectoria de despla­
zamientos.

215
Nada soy yo
cuerpo que flota. luz. oleaje,
todo es el v i ento
y el viento es aire siem pre de viaje.92

Cada una de estas fases suscita en el indi viduo, como en el


grupo. ansiedades y defensas peculiares, que se presentan como
obstáculos para el desenvolvim iento del proceso creat ivo. Un
relevamiento de esas diferentes ansiedades será para nosotros
objeto de otra comunicación. El mismo se nos presenta como el
fundamento de una "clínica de la creatividad" esencial para los
enfoques pedagógicos y terapéut icos.*

El movimiento transformador como ley del sistema creativo

De este conjunto de fases se desprende una ley: el movimiento. Lo


que sus funciones y est ruct u ras tienen que real izar inexorablemen­
te, es su destino de movili zación. Detenerse en una de aquellas
fases es congelar el sistema, desart icul arlo.
·

Picasso ha dicho: "l a repet ición es contraria a las leyes del


espíritu". Esta aseveración puede resultamos asombrosa. La in­
vest igación psicoanal ítica "del espíritu" lo ha encont rado una y
ot ra vez asentado en la repetición. La contradicción puede aclarar­
se si pensamos que se trata de zonas diferentes del aparato
psíquico. En el mundo ele las experiencias infantiles de fijación
rigen las repeticiones. En el mundo de los desarrollos creat ivos
(que van también impl icados en los movim ientos evolutivos de
progresión) la repetic ión es rechazada en cuanto antagónica con la
ley ele este sis �ma, que es la transfomrnción.
Aqu í ubicamos nuest ra más ampl ia mirada clínica sobre el

* Nos importa a s i m i smo ahondar en los sentidos de 00crcar en l a clínica'". P i e ra


A u l agnier ha hahlado especialmente de la creación que es propia del t rahajo terapéut ico,
mencionando: la creación por e l paciente de una nueva versión de s u h i st o ri a personal.
creación por el anal ista de u n saber cada vez 11ue const ruye con el otro algo nuevo e
inesperado. creac ión de u n a h i st oria del vínculo t e rapéutico. y algo 11ue no explicita, pero
s u g i e re como º'creación de un ohjcto psíquico'" y que nosot ros podemos pensar como la
configuración de un objeto de la creat i v i da d en el t rahajo con el p s i q u i sm o como ohjcto."

216
psiquismo: en los acoplamientos y las cont radicciones ent re siste­
mas de repetición y sistemas de t ransfonnaciones. En ese nudo de
tensiones que Sartre sintetizó así: "Todo padecim iento l leva
consigo, oculta, alguna empresa".
Picasso agregaba: "Si hay algo que me horroriza, es copianne
a mí m ismo. He copiado a muchos ot ros. he tomado elementos de
muchos autores, lo intolerable es copianne a mí mismo". Expre­
saba así a un sujeto cuya ley es el cambio.94
Borges, a los 84 años, dice: " Vivo m i rando al futuro".
Jcan Cocteau, a su vez, t ransm itía así esta ley del movim iento,
inherente al sistema creativo: "La belleza es una clama en marcha,
desplaza las líneas y su último movimiento será el válido, aunque
sea el que haga derrumbarse a las formas que él mismo ha creado".
Rosolato, desde ot ros códigos, es coincidente:
"El arte, ante todo, exige una movilidad ejemplar respecto a la
ley: digamos más bien que sus reglas se tienen que inventar cada
vez, o aparecérsenos en su inagotable novedad; en este sentido una
, creación lleva siempre .en su interior su propia revolución".
"En realidad el arte sólo flo rece con el misterio de la ley que
debe guardar su ambigüedad, invencible y móvil a la vez, i rreductible
y renovable mediante un movimiento que lleva la obra fuera de los
senderos trillados".'1�

Tres principios, tres sistemas

La investigación de la creatividad, de sus modos de funcionamien­


to en el ps iquismo. nos lleva a reconocer que en la misma se asiste
al despl iegue de una "otra escena" que aquellas de lo sexual o del
conocim iento de lo real ya const ituido. Sexualidad, construcción
cognitiva de lo real , creat ividad, parecen ser resultados de di feren­
tes modos sistémicos de organizarse mecanismos y procesos de la
mente y la conducta humanas.
La diferenc iación de estos sistemas abre para nosotros varias
1 íneas de investigación. Una de las más amplias puede ser fonn u-
lacla ele este modo: ensanchar los alcances de Ja oposición que "

217
Freud encontró en el psiquismo entre "principio de placer" y
"principio de realidad". Porque reconocer aquellos diferentes
modos de funcionamiento psíquico en cuanto expresión de distin­
tos si stemas, nos lleva a indagar la posibilidad de que tal diferen­
ciación se realice en térm inos de aquellas dos categorías básicas:
cada sistema entraña un distinto "principio de placer", que le es
propio (dado por la tendencia al cumplimiento de sus destinos
pulsionales mediante operaciones específicas), y de un modo
correlativo sostiene un distinto "principio de realidad", que es
inherente al tipo de objetos que constituye por el funcionamiento
especial que tiene como sistema.
Se nos plantea también ampliar los fundamentos dinámicos de
una tesis, resultante de numerosas observaciones y exploraciones
fenomenológicas, que con Deleuze,96 encontramos sintetizada en
las indagaciones proustianas: que el sistema creativo es capaz de
absorber, integrar y realizar en un nivel más alto, transformándo­
las, las determ inaciones que los sistemas sexual y cognitivo
sostienen de modos más delimitados, constreñidos.
Precisar l as articulaciones que sustentan esa generalización,
promete ensanchar las bases teóricas para las experiencias que
estamos registrando sistemáticamente en el campo de l as
psicoterapi as. Las que indican que la eficacia en profundidad y en
extensión del trabajo clínico depende de asentar la relación tera­
péutica, el encuadre y las tareas i ndagatorias e interpretati vas sobre
un eje de creatividad.97 Es sobre la base de una di rección orientada
hacia la creatividad del paciente y del vínculo terapéutico que se
hace posible dinamizar la experiencia de enfrentar y develar los
obstáculos propios de la enfermedad.98 • 99
El paciente, com o el terapeuta, deben colocarse, en nuestra
orientación, en actitud de asum i r la creativi dad potencial que, en
tanto universal, late también en ellos. Un reconocimiento de base
que 6istala una actitud, expresada por Rilke. 1 00 en sus vastos
alcances:
"Todos somos nómades, en cuanto tenemos que llevar con
nosotros esa parte de grandeza que nos pertenece, en lugar de
dejarla depositada donde reside la grandeza".

218
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1 00. RrLKE, Rainer, ob. cit.

222

r
APENDICES


PSICOFA RM ACOS
Y PSICOTERAPIAS PSICOANALITICAS*

Dentro de esta amplia tem ática que hoy nos ocupa, el Dr.
Moizeszowicz, coordinadordel panel , me propuso que me refi riera
específicamente a cómo intervienen los psicofám1acos en las
psicoterapias, dentro de mi práctica clínica.
Si bien las psicoterapias con las cuales trabajo, son de orientación
, psicoanalíúca, habrá muchos aspectos teóricos del psicoanálisis
que no voy a recorrer y entiendo que los colegas que me precedieron,
en parte, ya lo han hecho.
Trabajo con una psiquatria y una psicología principalmente de
orientación psicoanalítica, tom ando al psicoanálisis, desde Freud,
como un sistema abierto, es decir un si stema en constante investi­
gación, que debe crecer por estudios de intradisciplina y de
interdisciplina.
Entiendo un psicoanálisis abierto a las ciencias humanas, a las
ciencias biológicas, a la medicina, a la ecología, a la filosofía, a
'
las epistemologías que de la filosofía surgen y a la vez abierto a toda
práctica en la cual ese psicoanálisis se aplique y se vea interrogado
y también desafiado, es decir, cuestionado en sus premisas.
Me interesaba entonces pensar que la interdisciplina, como
trabajo de frontera entre el psi coanáli sis y otras disciplinas, es
un t rabajo en los límites, donde no solamente se trata de confrontar
·respuestas sino también un lugar donde intercambiar los propios
interrogantes.

*VIII Congreso Argentino de Psi q u i at.ría. Buenos A i res. sc·licmhre de 1 992.

225
Sobre la situación de las relaciones entre teoría y práctica me
parece interesante destacar un comentario de Deleuze y Foucault
acerca de estas relaciones
Ellos decían que habitualmente nosotros suponemos que teoría
y práctica forman un mundo unificado y que cuando nos adscribi­
mos a una teoría, con esa teoría suponemos que trabajamos.
Deleuze y Foucault restacan que el universo de los discursos de la
teoría y de la práctica no son un solo universo, no conforman un
solo discurso, sino que son por lo menos dos espacios que tenemos
siempre en cierta discordancia: el trabajo es ver cómo los ponemos
en relación.
En ese punto me pareció interesante una reflexión de ellos:
decían que m ás de una vez una teoría llega a un punto de desarrollo
más allá del cual se detiene, es decir para el desarrollo de esta teoría
se levanta de pronto una especie de muro que no le perm ite i r más
allá.
Decían que m uchas veces lo que va a perforar ese muro es una
práctica. La práctica le va abrir la visión a un replanteo teórico y
sobre esa retlexión a mí me interesaba ver lo inverso. Pensar que
toda práctica en nuestra profesión se detiene de pronto y encuentra
un m uro y que el muro de detención de esa práctica va a tener que
ser perforado por algún replanteo teórico, alguna teoría va a tener
que veni r a abrir el muro de una práctica que se ha encerrado y se
ha empobrecido dentro de sus propios límites.
Yo trabajo en especial el área de las denominadas psicoterapias
psiconalíticas, que tomando las teorías freudianas y de otros
continuadores, trabajan con esas teorías como ejes de referencia en
diversos contextos clínicos y técnicos.
Diversos en cuanto a los tiempos en que se ejercen (abordajes de
tiempos limi tados, intermedios, prolongados o sin límites de
tiempo). En ámbitos variables que pueden ser prácticas privadas,
hospitalarios, comunitarios y barriales. Se trata de psicoterapias
que trabajan con individuos, grupos e instituciones. Busco m uchas
veces la articulación, en lo que llamamos a menudo enfoques
situacionales, en donde se indaga y se opera sobre las relaciones
individuo-grupo-institución con sus correlaciones y posibles arti­
culaciones.
Las psicoterapias psicoanalíticas operan sobre una diversidad

226
de sistemas. Los modelos tópicos propuestos por Freud, en la
primera y segunda tópica postulaban una diversidad de sistemas.
La m isma diversidad como modelo en el pensamiento freudiano
aparecía en su pensamiento del síntoma como resultante de efectos
de convergencia de series complementarias cuando pensaba en l a
constitución, l a experiencia infantil o el acontecer actual como
serie causales convergentes. Estaba usando aquí un modelo de
diversidad de sistemas.
En el trabajo clínico, yo trabajo especialmente con pacientes
neuróticos (en donde aparecen en forma habitual trastornos de
orden fóbico, histérico, obsesivo) y con ciertas patologías del
narcisismo. Patologías narcisísticas, no en la acepción freudiana
que tomó el Dr. Avenburg, sino al estilo de la nomenclatura de
autores americanos como Kohut o Kemberg, donde los trastornos
del narcisismo aparecen involucrados en problemas clínicos tales
como los de la personalidad infantil, los pacientes psicosomáticos,
los adictos y los síndromes fronterizos.
Con este tipo de pacientes veo indicada la medicación con
, psicofármacos en situaciones de intensa angustia, depresión seve­
ra y en el insomnio que acompañan habitualmente a esos dos tipos
de trastornos. Considero las situaciones de la práctica clínica que
estoy delimitando, que no son todo el ámbito de la práctica clínica.
¿Cuándo indico una medicación psicofarmacológica?
Yo no empleo en modo alguno la medicación como hábito o
rutina, sino como una indicación especial en un momento particu­
lar y como una aplicación puntual en el tiempo. Es decir es una
indicación farmacológica que comienza y termina en un tiempo.
En general con este tipo de pacientes con los que yo trabajo, el
tiempo de la medicación a lo sumo suele oscilar entre dos semanas
y el mes y medio.
Estaba reflexionando, estimulado por l a pregunta del coordina­
dor del panel, acerca de cuáles son las situaciones en las que me
parece necesario utilizar la medicación en el interior de un proceso
de trabajo verbal de orientación psicoanalítica.
Veo dos si tuaciones, aparte de las ya referidas situaciones de
angustia o depresión.
B ásicamente creo que hay dos momentos clínicos que me
resultan disparadores de la indicación de medicación:
fil

227
1 . Cuando el trabajo verbal, interpretativo y elaborativo, no
aporta efectos sobre esta angustia y esa depresión severa, es decir
aquellas ocasiones en que se nota que la palabra no alcanza. Son
situaciones especiales del proceso que tengo que evaluar, no en una
sola sesión sino a lo largo de varias sesiones, para comprender que
el trabajo en lo verbal se detiene, no puede producir efectos
mediante la palabra.
2. En situaciones clínicas cuando la intensidad de esa angustia
o de esa depresión es tal , que ya no se puede ahondar en la búsqueda
del trabajo verbal. Es decir o el trabajo verbal no produce efectos
en la angustia o bien la angustia no permite aportar efcelos para el
trabajo verbal. Ya no hay aportes en la búsqueda de la elaboración,
que el trabajo de la palabra en fomia habitual pcm1 itc hacer en una
psicoterapia de orientación psicoanalítica.

Indudablemente como mencionaron ya algunos m iembros del


panel nosoiros trabajamos en la clínica con fcnómcnos del o rden
cualitativo. Podemos entonces hablar de distintos tipos de calidad
de ansiedades, es decir ese temor 'fóbico, aquella ansiedad
persecutoria, pero la clínica también se hace de cantidades.
Este aspecto cuantitativo, es el tema que vino remarcado por
algunos miembros del panel. Nosotros no trabajamos solo con
cualidades, sino también con las intensidades de los fenómenos.
Como en la medicina uno pregunta cuánto es el dolor. en la clínica
nos preguntamos cuánta es la angust ia o la depresión.
Esta referencia a las cantidades nos pem1 itc tomar en cuenta a
ciertos modelos teóricos, que Frcud desarrolló como modelo
económ ico de funcionamiento del aparato psíquico. Una hipótesis
acerca de que en los procesos psíquicos interviene una circulación
y distribución de cant idadcs de energía de origen pulsional suscep­
tibles de aumentos, dismi nuciones y equiparaciones, o sea de
equivalencias.
Estas cargas de energía, que poseen movilidad y experimentan
cambios de intensidad, con oposiciones que desarrolló Frcud en el
concepto de cont racargas. es decir "magnitudes de excitación que
se desplazan por vías nerviosas", como en 1 895 lo afinnó en el
Proyecto.
Suponemos que el psicofánnaco interviene sobre esascondicio-

228
nes de orderi económ ico del psiquismo, en esto concuerdo con los
colegas que me precedieron, para pem1i t i r restablecer un t rabaajo
en Jo verbal, recuperar las condiciones elabora ti vas e interpretatjvas
de un t rabajo que se presentaba detenido, interferido.
En ciertos casos, el uso de la medicación interfiere circuitos
patogénicos, tal es el caso de los pacientes psicosomáticos. Por
ejemplo, un paciente con una úlcera gastroduodenal de origen
claramente tensional , conflictivo. Si no se atenúa el monto de
angustia. el daño en los tejidos i rá en aumento y la lesión, leve en
un com ienzo, ocasionará lesiones m ayores, produciendo una ú lce­
ra sangrante. En cambio si se disminuye el monto de excitación. el
daño en la mucosa gástrica se hará m ás fácilm ente reversible, en
un lapso m ás breve.
El i nsomnio es también parte de un circuito patogénico en la
depresión. El insomnio produce en el paciente depresivo una
profundización de la depresión. En ese sentido la indicación de un
psicofánnaco h i pnótico, en un cuadro depresivo, contribuye a
cortar el c i rcuito patogénico de la enfennedad.
En ese sentido creo que nosot ros podemos u bicar el uso de la
medicación como una terapéut ica que no enmascare sino que sirva
al develamiento y a la regulación de montos de angust i a ú t i les.
Pensamos que la angustia es útil cuando aparece como indicador
de Ja existencia del contlicto. Cuando el yo registra la existencia
del conllícto por la presencia de Ja angusti a y ese registro lo m ueve
a la búsqueda, en su proceso psicoanalítico.
Pero también existen angustias de característ icas inútiles. como
la que inunda con frecuencia a los pacientes horder/ine. La
característ ica del síndrome fronterizo es tener un grado de angust i a
incont rolable. esa angust ia n o le sirve a nadie y menos a l paciente.
Otros t i pos de angusti as "inútiles" son las que aparecen en las
llamadas crisis patológicas. Aquí hago referencia a la teoría de
Kaplan que dice que... "la crisis aparece como una situaci<Sn brusca
en las condiciones de v ida del sujeto para las cuales el sujeto no
estaba preparado; emerge entonces un cierto m odo de angustia y
el sujeto buscará en un tiempo prudencial alguna respuesta nueva
para el can1bio en sus condiciones, pero si el sujeto no encuentra
nuevas respuestas para las nuevas condiciones que se le han creado
en su vida entonces se crea un círculo visioso que es el i ncremento

229
de la angustia por la imposibilidad de dar respuesta a los cambios
propios de la crisis y la regresión que sigue a esa angustia, que
crece y genera entonces un ci rcuito de angustia y regresión, un
circuito que se incrementa a sí mismo y lleva cada vez m ás a
situaciones regresivas, de desorganización del paciente . . . "
En ese sentido diríamos que en toda crisis patológica se instala
este circuito autoalimentador de angustia y de regresión; la medi­
cación psicofarmacológica intervendrá para interferir ese circuito
retroalimentado.
Me parece también importante analizar la situación de medica­
ción como situación vincular, todo acto de medicar es parte de un
acto vincular y ese acto habrá que observarlo desde el interior del
proceso vincul ar, que es lo que comprendemos en términos
psicoanalíticos habitualmente.
Para la medicación, tiene que haber una alianza, que será parte
de lo que llamamos alianza terapéutica. Esta "alianza prescri pti va",
en forma similar a la alianza terapéutica, hace interveni r en forma
conjunta la conciencia de enfermedad, la expectativa de curación,
la disposición a hacerun esfuerzo, a realizar un trabajo para encarar
la problemática que se está tratando.
Esta alianza prescriptiva tendrá que ser registrada, evaluada e
interpretada. Se trata de fantasías y de transferencias que se activan
en ese acto vincular y en relación con ese objeto tan especial que
es la medicación. Objeto que se carga de fantasías m ágicas,
omnipotentes y muchas veces de fantasías persecutorias, que
hacen difícil para el paciente asimilar la entrada en su cuerpo, en
su cerebro. de ese objeto extraño que es el fármaco. En ese sentido
los médicos tenemos que asumi r que para nosotros el fármaco
puede ser un aliado y para el paciente no necesariamente.
Para nosotros puede ser un objeto familiar y para el paciente
puede ser un objeto absolutamente extraño. Portador hasta de eso
extraño que está en lo siniestro, como decía Freud; en ese sentido
medicar es parte de un arduo trabajo dinámico, profundo, del
paciente y del vínculo.
Ya en la Medicina, el acto de medicar no permitirá otorgar a la
medicación supuesto alguno de naturalidad: la medicación nunca
es "natural". Tampoco lo es en la Psiqu iatría ni en el Psicoanálisis,
hay que trabajar la alianza con ese arti ficio que es toda medicación.

230
Por último di ría entonces que mi postura se mueve en esta
práctica clínica en el punto de intersección de dos polaridades, que
a menudo aparecen en nuestra especialidad como antagónicas.
Una es la polaridad que cree en la omnipotencia de la palabra,
otra la que cree en la omnipotencia de la medicación. Entre esas
dos polaridades creo que se inserta, al menos es mi práctica clínica,
un lugar donde, en esa intersección, entre dos posibles fantasías
omnipo tentes -palabra y droga- cabe evaluar, en la singularidad
de cada situación clínica, de cada momento de un proceso terapéu­
tico, de qué modo el trabajo verbal y los efectos químicos están
llam ados a interactuar, complementarse y potenciar sus efectos.

23 1
CATEDRA DE CLINICA PSICOLOGICA
Y PSICOTERAPIAS.
ORIENTACION DEL
PROG RAMA D E LA MATERIA ( 1 993)

En nuestro enfoque privilegiamos la t ransm isión de l a experiencia


de l a c l ínica. Nos proponemos colocar al alumno frente a esa
experiencia y est imularlo a pensar en el contacto con la m isma.
I ntentamos con esta l ínea pedagógica avanzar sobre l as l im itacio­
nes de una enseñanza t radi cionalmente teoricista, que deja al
al umno con serias carencias para su encuentro con el espacio de
prácticas concretas en las di ferentes especializaciones de la Psico­
l ogía.
Cuestionamos del teoricismo el supuesto de que lo esencial
(pretendido com o único parámetro i m portante) para una orienta­
c i ón de Psicología Clínica, estaría dado por conceptos y modelos
metapsicológicos. N uestra refe renci a permanente es . la obra
freudiana, pero colocamos sus teorías en l a tensión propia de u n
campo het erogéneo, e n e l cual deben ser articulados conceptos y
acciones concretas: espacio de l a práct ica que ent recruza mensajes
verbales, actos v inculares, conductas corporales y gestuales. Para
revert i r la perspectiva unil ateral del teoricism o destacamos desa­
rrollos epistemológicos ú l t i m os (Feyerahend) que m uestran que
ninguna teoría abarca tocios los hechos del dominio al cual refiere
sus conceptos. Epistemología también presente en la discusión
que Foucau l t y Deleuze sostuvieron sobre l as relaciones entre
teoría y práctica: se t rata de dos universos que se sostienen l i gados
por la tensión de sus diferencias y cuyas correlaciones nunca
tenn i n an en un estado de am10nía o ajuste final ; precisamente en
sus desajustes se sostiene gran parte de l a dinám ica de toda

233
investigación c ientífica. Por ello el pensamiento psicológico, en
cuanto animado por un espíritu científico, no será term inable
en respuestas a secas, sino como producción de enunciados hipo­
téticos con plena concienci a de transitar siempre en los límites
entre un saber y un no saber, registrando entonces a la vez alcances
y renovados enigmas.
Nuestra concepción cuestiona la propuesta de Althusser acerca
de que toda práctica sería "práctica teórica". Reconocemos allí
sólo una de las vertientes del espacio de la práctica que es sin duda
el de la puesta en acción de un discurso. La práctica tiene asimismo
su espesor, su opacidad, su resistencia a hacerse representable y
pensable y sus preguntas aún sin res¡1Uesta. Es por eso y sólo por
eso que Goethe pudo pensar: "gris es toda teo ría y verde el árbol
de oro de la vida". En esa práctica se verifica una y otra vez lo
sugerido por B achelard: los conocimientos trazan conos de luz en
tomo a los cuales se dibujan perm anentes conos de sombras. Con
esta orientación la práctica no es mero lugar de aplicación de las
teorías sino lugar de ingadación, confrontación, creación. Sostene­
mos en la Cátedra estudios destinados a esclarecer en especial esas
d imensiones creadoras de la práctica clínica.
Trabajamos entonces con una doble pregunta: ante un hecho,
una conducta, un·dato de la clínica ¿cuál es el concepto que podría
dar cuenta del m i smo? y a la vez, frente a la referencia de un
concepto teórico ¿Qué observables podrían ofrecemos indicios de
su aplicabilidad, hacerle de soportes?
De este modo señalamos al alumno que en cada encuentro
clínico los descubrimientos freudianos deben ser puestos en estado
de nuevo nacimiento, encontrar sus fundamentos en soportes allí
presentes. Le proponemos allí apelar a su pensamiento, diseñar un
diagnóstico, un pronóstico, una previsión de proceso posible, una
estrategia de abordaje.
Otro eje fundamental de nuestra orientación reside en el concep­
to de situación. Esto s ignifica no trabajar reductivamente con
objetos abstractos (el deseo, el inconsciente, el significante) sino
en el interior de situ aciones donde aquellos referentes teóricos se
encaman en la singularidad de individuos concretos, grupos e
instituciones.
En nuestro país las consultas vienen atravesadas por la cri sis

234
social y económ ica, ética y política. Proponemos al alumno
registrar en profundidad la acción dinámica con los efectos
fantasmáticos de esos atravesamientos. Esta comprensión nos
lleva a estudiar modos de abordaje estratégico para demandas
concretas, por crisis familiares y conyugales, amenazas para la
estabilidad laboral y pérdidas de empleos con prolongada
desocupación, crisis vocacionales, problemas evolutivos (adoles­
cencia, embarazos, lactancias, jubilación, senectud) crisis y emer­
gencias por enfermedades físicas y psicosomáticas, síntomas y
consecuencias de alcoholismo y de otras adicciones, entre las
consultas más frecuentes.
Trabajamos entonces en esos puntos coyunturales donde una
serie de detem1inaciones heterogéneas realiza su síntesis transver­
sal (Sartre), lugar de situación con articulaciones actuales, en las
que Pi era Aulagnier ha propuesto concebir el cruce entre acontecer
y fantasma. Nunca sólo el fantasma, nunca el retomar teoricista a
las condiciones abstractas de una joven vienesa histérica, sino una
histeria hoy, en las especiales convergencias que constituyen su
mundo, sus ci rcunstancias singulares, la psicopatología en la
persona y en la comunidad.
Este abordaje multidimensional nos conduce a fundamentar la
constitución de equipos interdisciplinarios para el trabajo en salud
mental, equ ipos en los cuales el terapeuta individual, como el
grupal (que incluye l as tareas con pareja y fan1 ilia) junto con
actividades de asistencia social, psicodi agnóstico, terapia ocupa­
cional, terapia corporal, musicoterapia, enfermería psiqui átrica y
acompañantes terapéuticos, en casos más graves. desempeñan
roles complementarios para esa organización compleja que asume
habitualmente cada situación de consulta. La potenciación de
acciones de salud que en general logra el trabajo en equipo asume
particular importancia para el abordaje de emergencias psiquiátri­
cas, otro de los puntos que nuestro programa remarca especial­
mente.
Más allá de reduccionismos de especialidad, de localismos y
regionalismos técnicos, se trata de abrir la intervención a las
m últiples referencias que constituyen lo que llamamos realidad
psíquica.
Fundamentamos entonces una epistemología de multiplicida-

235
des. Por la m isma se abre para el alumno el espec t ro de una
diversidad de perspect i vas. Así por ejem plo no hablamos de
"proceso" en singular sino de diversos procesos terapéut icos, que
responden a d i fe rentes v a ri ab l e s ( t i po s d e p e rsonal i d ad
involucrados, d i ferentes temporalidades y d i ferentes objetivos) lo
cual establece diversidad en rit mos, fases, est ilos de la comuni ca­
c ión y emergentes. Destacamos entonces que no existe una
psicoterapia que pretenda ser con fundamentos y de modo univer­
sal l a c ientífica y correcta para abordar esa diversidad de J a c l ínica.
Lo subrayamos en nuestro program a al d istinguir modos de
abordaje que privilegi an el insight y l a elaborac ión, de o t ros que
apuntan a o frecer continencia y orientación. Distinguimos así estas
propuestas técnicas en sus indicaciones. modos de inslrumentación
y e fectos c l ín icos.
Nuestra materia, en cuanto clínica, se apoya en J os conoci mien­
tos adqui ridos en gran parte de las asignat uras prev i as . t ales como
teorías psicoanalít icas, psicología general, métodos de psicodiag­
nóstico, psicopatología, psicologías evol ut ivas. psicología social,
grupos. ent re las princi pales. Creemos que la prác t i ca clínica debe
enriquecerse por el empleo convergente (lo cual supone algo m u y
l ejano d e todo eclecticismo, consistente e n e l t rabajo d e el abora­
ción c rít ica de art icul aciones, coincidencias y puntos de disyunción)
de esas m ú ltipl es corrientes de las psicologías contemporáneas.

236
UNA VISION PERSONAL DE FREUD Y SU OBRA*

Freucl : un hombre que logró crearse como sujeto en el proceso de


crear. l aboriosa e inspiradamente. una obra.
Freud es el nom bre ele u na obra que ha resu l t ado fundadora,
abierta, inagotable.
Un gran espacio en el que fueron buscando su J ugar fuerzas,
m ecanismos, t ransfonnaciones, deseos, funciones, palabras, nor­
m as de la c u l t u ra, síntomas. La creación de un cosmos en el interior
de un aparente caos: nuestra realidad psíquica.
Es l a capacidad de desci frar m uchas de l as di recciones internas
de ese caos sin petrificarlo, o rdenándolo a la vez que respetando su
extraordinari a complejidad, su intensa vida.
Esa capacidad y ese cu idado que dieron nac i m iento a una
c ienci a viva: sól ida y frágil, vasta y l i m itada, capaz de saber y de
i gnorar. (Me ent usiasma todo lo que el psicoanál isis logra hasta
aquí revelar. Me sorprende y compromete t am bién comprobar
cuánto es Jo que l lega a desconocer, su poder de ocultar).
Estamos ante el ejemplo de una profunda act itud científica,
basada en la revisión constante de premisas y tesis, en Ja capacidad
de afinnar y de dudar, y volver a dudar de las propias certezas. Ese
movim iento test imonia la ambición y la honest idad del talento :
produci r hipótesis audaces, fantásticas aves d e vuelo l ibre, sin

* Colahoración para la muestra Frrucl y la co11d11cla del hombre, Sociedad Hebraica


Argent ina . Buenos A i res. 28 de novicmhrc de 1 980.

237
dejar de saberse pequeño como para desconfiar de sus alcances y
registrar sus bo rdes inciertos.
Freud es también el nombre de una producción colectiva, que
se organizó en un auto r no como el m ilagro en la isla, sino a través
de un diálogo total con su mundo; alguien que discutió con muchos
autores, que pudo nutrirse en muy diversos campos de la cultura,
aprender de la experiencia humana en su sentido m ás vasto.
Alguien i nmerso en las angustias de su tiempo que es también el
nuestro: la búsqueda de placer y de realización, el choque con l a
represión y la m uerte encamadas en guerras, alienación, sufri­
m iento.
Freud es para mí el itinerario de un gran trabajador que con sus
materiales (frases, sueños, lapsus) constituyó, tejió, martilló día
tras día, como el herrero su metal, el labrador la tierra. Podemos
respirar en sus escritos un clima de taller.
Un trabajador que necesita colegas, pares que desde una obra
propia dialoguen con la de él. No adoradores , no explotadores de
su esfuerzo, no "partidistas" que lo enarbolen como un mito.
Freud es para mí un clínico que supo escuchar a sus pacientes
con capacidad de asombro. Que permitió que sus pacientes le
enseñaran. Esto me parece decisivo: si somos capaces de renunciar
a ambiciones de poder -esas que profesionalmente toman l a
forma de posturas y actitudes de élite- tenemos que permiti mos
aprender de nuestros pacientes y no sólo con nuestros pacientes.
Si es posible segui r estas razones, se entenderá desde dónde
puede Freud ser maestro y compañero en esta aventura de buscar­
nos, perdernos, encont ramos, el paciente, yo, nosotros, el siglo.

238
I NDICE

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7
Prólogo a la segunda edición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15

DIRECCIONES TEORICAS Y EPISTEMOLOGICAS ACI1JALES


PARA LA CLINICA PSICOANALITICA . • • • • • • • • • . • • • • • . . • • . • . . • • • . . • • . . . . • . . . . • • . . . . 17

EL ABORDAJE CLINICO D E LAS ESTRUCTURAS


NEUROTICAS EN PSICOTERAPIAS . . • . • • • • • • . . . . . . . • • . • . . . . • • . • • . • . • . . . . • . . . • . • . . . . . 37
Estructuras psicopatológicas y su abordaje
en psicoterapias: el proceso en las estructuras fóbicas . . . 39
El abordaje clínico de las estructu ras histéricas . . . . . . . . . . . . . 61
Jalones y líneas directrices en el proceso terapéutico
de las estructuras obsesivas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83

E L ABORDAJE D E LOS TRASTORNOS DEL NARCISISM0 95 • . . . . . • . • • . . • • • . . • . . . .

Perfil clínico y psicodinámico del trastorno narcisista 97 . . .

Direcciones del proceso en el abordaje


psicoanalítico del trastorno narcisista 1 19 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

DESARROLLOS EN UN ENFOQUE MULTIDIMENSIONAL DEL


DIAGNOSTICO Y DE LAS ESTRATEGIAS PSICOTERAPEUTICAS . . • . . . . . . . . . 131
D i ferentes niveles del diagnóstico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 33
Exploración de la situación como una modalidad
del abordaje en psicoterapias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 39

239
AMPLIANDO LAS FRONTERAS DE LA INTERPRETACION
CON LA INDAGACION DE DINAMISMOS INCONSCIENTES
COGN ITIVOS Y CREATIVOS . • . • . . .• . . . . • . . • • . • . • • . • . . . • . . • • . • . • • . . • . . . • . • • . • . . • • • • • 1 65
El nivel inconsciente de las funciones yoicas,
su intervención en el conllicto y en el proceso
terapéut ico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 67
Creativ idad: dinamismos fundantes de u n
sist em a e n e l psiquismo hum ano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185

Al'ENDICES . . . . • • • . . . • . . . . . . . . . • . . . . . . . • . . . . . . • . • • . .. . . • . . . . . . •. •• . . · • · · · · • • • . . • . • . . . . 223
Psicofánnacos y psicoterapias psicoanalíticas . . . . . . . . . . . . . . 225
Cátedra de Clínica psicológica y psicoterapias:
orientación del progrania de la materi a . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . 233
·una v isión personal de Freud y su obra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237

Esta edición, de 1 000


ejemplares, se terminó de
imprimir en marzo de 2008
en Impresiones Sud Amé­
rica , A n d rés Ferreyra
3767/69, Ciudad Autó­
noma de Buenos Aires.

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