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para ser un guerrero un hombre de estar, antes que nada y con justa razón, terriblemente consciente
de su propia muerte. Pero preocuparse por la muerte forzaría a cualquiera de nosotros a enfocar su
propia persona, y eso es debilitante. De modo que lo otro que uno necesita para ser guerrero es el
desapego. La idea de la muerte inminente, en vez de convertirse en obsesión, se convierte en
indiferencia.
Sólo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para que sea incapaz de abandonarse a
nada. Sólo la idea de la muerte da al hombre el desapego suficiente para que no pueda negarse nada.
Pero un hombre de tal suerte no ansía, porque ha adquirido una lujuria callada por la vida y por todas
las cosas de la vida. Sabe que su muerte lo anda cazando y que no le dará tiempo de adherirse a
nada, así que prueba, sin ansias, todo de todo.
Un hombre desapegado, sabiendo que no tiene posibilidad de poner vallas a su muerte, sólo tiene
una cosa que lo respalde: el poder de sus decisiones. Tiene que ser, por así decirlo, el amo de su
elección. Debe comprender por completo que su preferencia es su responsabilidad, y una vez que
hace su elección no queda tiempo para lamentos ni recriminaciones. Sus decisiones son definitivas,
simplemente porque su muerte no le da tiempo de adherirse a nada.
Y así, con la conciencia de la muerte, con desapego y con el poder de sus decisiones, un guerrero
arma su vida en forma estratégica. El conocimiento de su muerte lo guía y le da desapego y lujuria
callada; el poder de sus decisiones definitivas le permite escoger sin lamentar, y lo que escoge es
siempre estratégicamente lo mejor; así cumple con gusto y con eficiencia lujuriosa, todo cuanto tiene
que hacer.
¡Cuando un hombre se porta de esa manera puede decirse con justicia que es un guerrero y que ha
adquirido paciencia!
Cuando un guerrero ha adquirido paciencia, está en camino hacia la voluntad. Sabe cómo esperar. Su
muerte se sienta junto a él en su petate, son amigos. Su muerte le aconseja, en formas misteriosas,
cómo escoger, cómo vivir estratégicamente. ¡Y el guerrero espera! Yo diría que el guerrero aprende
sin apuro porque sabe que está esperando su voluntad; y un día logra hacer algo que por lo común es
imposible ejecutar. A lo mejor ni siquiera advierte su acto extraordinario. Pero conforme sigue
ejecutando actos imposibles, o siguen pasándole cosas imposibles, se da cuenta de que una especie
de poder está surgiendo.
Pero un hombre puede ir todavía más allá; puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita
vivir como guerrero, ni ser brujo. Al aprender a ver, un hombre llega a ser todo llegando a ser nada.
Lo que debería darte escalofríos es no tener nada que esperar más que una vida de hacer lo que
siempre has hecho. Piensa en el hombre que planta maíz año tras año hasta que está demasiado viejo
y cansado para levantarse y se queda echado como un perro viejo. Sus pensamientos y sentimientos,
lo mejor que tiene, vagan sin ton ni son y se fijan en lo único que ha hecho: plantar maíz. Para mí,
ése es el desperdicio más aterrador que existe.
Somos hombres y nuestra suerte es aprender y ser arrojados a mundos nuevos, inconcebibles.
Un hombre mirando fijamente sus ecuaciones dijo que el universo tuvo un comienzo. Hubo una
explosión, dijo. Un estallido de estallidos, y el universo nació. Y se expande, dijo.
Había incluso calculado la duración de su vida: diez mil millones de revoluciones de la Tierra
alrededor del Sol.
El mundo entero aclamó; hallaron que sus cálculos eran ciencia. Ninguno pensó que al proponer que
el universo comenzó, el hombre había meramente reflejado la sintaxis de su lengua madre; una
sintaxis que exige comienzos, como el nacimiento, y desarrollos, como la maduración, y finales,
como la muerte, en tanto declaraciones de hechos. El universo comenzó, y está envejeciendo, el
hombre nos aseguró, y morirá, como mueren todas las cosas, como él mismo murió luego de
confirmar matemáticamente
la sintaxis de su lengua madre.
LA OTRA SINTAXIS
¿El universo, realmente comenzó? ¿Es verdadera la teoría del Gran Estallido? Éstas no son
preguntas, aunque suenen como si lo fueran. ¿Es la sintaxis que requiere comienzos, desarrollos y
finales en tanto declaraciones de hechos, la única
sintaxis que existe? Ésa es la verdadera pregunta. Hay otras sintaxis. Hay una, por ejemplo, que
exige que variedades de intensidad sean tomadas como hechos. En esa sintaxis, nada comienza y
nada termina; por lo tanto, el nacimiento no es un suceso claro y definido, sino un tipo específico de
intensidad, y asimismo la maduración, y asimismo la muerte. Un hombre de esa sintaxis, mirando
sus ecuaciones, halla que ha calculado suficientes variedades de intensidad para decir con autoridad
que el universo nunca comenzó y nunca terminará, pero que ha atravesado, atraviesa, y atravesará
infinitas fluctuaciones de intensidad.Ese hombre bien podría concluir que el universo mismo es la
carroza de la intensidad y que uno puede abordarla para viajar a través de cambios sin fin. Concluirá
todo ello y mucho más, acaso sin nunca darse cuenta de que está meramente confirmando la sintaxis
de su lengua madre.
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EL MAESTRO SUFI
El Maestro sufi contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no
siempre entendían el sentido de la misma...
- Maestro – lo encaró uno de ellos una tarde. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos
explicas su significado...
- Pido perdón por eso. – Se disculpó el maestro – Permíteme que en señal de reparación te convide
con un rico durazno.
- Gracias maestro.- respondió halagado el discípulo
- Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites?
- Sí. Muchas gracias – dijo el discípulo.
- ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano un cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más
cómodo?...
- Me encantaría... Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro...
- No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte...
- Permíteme que te lo mastique antes de dártelo...
- No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! Se quejó, sorprendido el discípulo.
En eso, una mujer se acostó provocativamente en uno de los escritorios, pero el ladrón le gritó:"Por
favor, compórtese, ¡se trata de un robo, no de una violación"
Esto se llama:"SER PROFESIONAL"¡Enfócate en lo que estás especializado en hacer"
Mientras los ladrones escapaban, el ladrón más joven (con una especialidad MBA) le dijo al ladrón
viejo (que apenas terminó la primaria): "Oye viejo, contemos cuánto nos llevamos".El ladrón viejo,
evidentemente enojado, le replicó: "No seas estúpido, es mucho dinero para contarlo, esperemos a
que en las noticias nos digan cuánto perdió el banco"
A esto se llama:"EXPERIENCIA"La experiencia es más importante que un papel de una institución
académica.
Una vez que se fueron los ladrones el gerente del banco le dijo al supervisor que llamara de
inmediato a la policía.El supervisor le dijo: "Alto, alto, antes consideremos los 5 millones que nos
faltan del desfalco del mes pasado y lo reportamos como si los ladrones también se los hubieran
llevado"El Gerente dijo:"Correcto"
A esto se llama:"GERENCIA ESTRATÉGICA""Sacar ventaja de una situación desfavorable."
Al día siguiente en las noticias de la televisión se reportó que se habían robado 100 millones del
banco, los ladrones solo pudieron contar 20 millones.Los ladrones, muy enojados
reflexionaron:"Arriesgamos nuestras vidas por miserables 20 millones mientras el gerente del banco
se robó 80 millones en un parpadeo"Por lo visto conviene más estudiar y conocer el sistema que ser
un vulgar ladrón.
Esto es:"EL CONOCIMIENTO ES TAN VALIOSO COMO EL ORO"
*El gerente del banco, feliz y sonriente, se sintió satisfecho ya que sus pérdidas en el mercado
cambiario fueron cubiertas por el robo.A esto se llama:"APROVECHAR LAS OPORTUNIDADES
MORALEJA
DALE UN ARMA A UN HOMBRE Y PODRÁ ROBAR UN BANCO.DALE UN BANCO A UN
HOMBRE Y PODRÁ ROBARLE A TODO EL MUNDO.
¿CUANTO VALES?
¿Cuánto vales? Un día un sabio maestro recibió la visita de un joven que se dirigió a élPARA pedirle
consejo:
— Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen
que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué
puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo: — Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver
primero mi propio problema. Quizás después... y haciendo una pausa agregó: — si quisieras
ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda
ayudar.
— E... encantado, maestro— titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus
necesidades postergadas.
—Bien— asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y al dárselo al
muchacho, agregó: — Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender
este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma
posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido
que puedas.
El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, quienes
lo miraban con algún interés. Pero les bastaba el escuchar el precio del anillo; cuando el joven
mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta laCARA y solo un viejito fue tan
amable comoPARA tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para
entregarla a cambio de un anillo. Alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre,
pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.
¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro!
Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir
entonces su consejo y ayuda. Triste, subió a su caballo y volvió a donde el maestro se encontraba:
— Maestro -dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o
tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del
anillo.
— Qué importante lo que has dicho, joven amigo —contestó sonriente el maestro—. Debemos saber
primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para
saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que
ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el
anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo: — Dile al maestro, muchacho, que si lo
quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
— ¡58 MONEDAS! — exclamó el joven. — Sí, -replicó el joyero— yo sé que con tiempo
podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente... El joven corrió
emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.
— Siéntate —dijo el maestro después de escucharlo— Tú eres como este anillo: Una joya, valiosa y
única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida
pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?