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EL LORO PELADO
¿Qué frase es común que digan los loros cuando los entrenan para hablar?
Había una vez una banda de loros que vivía en el monte. De mañana
temprano iban a comer choclos a la chacra, y de tarde comían naranjas.
Hacían gran barullo con sus gritos, y tenían siempre un loro de centinela
en los árboles más altos, para ver si venía alguien.
Los loros son tan dañinos como la langosta, porque abren los choclos
para picotearlos, los cuales, después, se pudren con la lluvia. Y como al
mismo tiempo los loros son ricos para comer guisados, los peones los
cazaban a tiros.
Tanto se daba Pedrito con los niños, y tantas cosas le decían las criaturas, que el loro aprendió a
hablar. Decía: “¡Buen día lorito!...” “¡Rica la papa!...” “¡Papa para Pedrito!...”.
Decía otras cosas más que no se pueden decir, porque los loros, como los niños, aprenden con gran
facilidad malas palabras.
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COMPLETA LAS ORACIONES CON LAS PALABRAS QUE CORRESPONDE
Ahora bien: en medio de esta felicidad, sucedió que una tarde de lluvia salió por fin el
sol después de cinco días de temporal, y Pedrito se puso a volar gritando:
-"¡Qué lindo día, lorito!... ¡Rica papa!... ¡La pata, Pedrito!..."-y volaba lejos, hasta que
vio debajo de él, muy abajo, el río Paraná, que parecía una lejana y ancha cinta blanca.
Y siguió, siguió, siguió volando, hasta que se asentó por fin en un árbol a descansar.
Y he aquí que de pronto vio brillar en el suelo, a través de las ramas, dos luces verdes,
como enormes bichos de luz.
-¿Qué será?-se dijo el loro-. "¡Rica, papa!..." ¿Qué será eso?... "¡Buen día, Pedrito!..."
El loro hablaba siempre así, como todos los loros, mezclando las palabras sin ton ni son,
y a veces costaba entenderlo. Y como era muy curioso, fue bajando de rama en rama,
hasta acercarse. Entonces vio que aquellas dos luces verdes eran los ojos de un tigre que
estaba agachado, mirándolo fijamente.
Pero Pedrito estaba tan contento con el lindo día, que no tuvo ningún miedo.
-¡Buen día, tigre!-le dijo-. "¡La pata, Pedrito!..."
Y el tigre, con esa voz terriblemente ronca que tiene le respondió:
-¡Bu-en-día!
-¡Buen día, tigre! -repitió el loro-. "¡Rica papa!... ¡rica papa!... ¡rica papa!..."
Y decía tantas veces "¡rica papa!" porque ya eran las cuatro de la tarde, y tenía muchas
ganas de tomar té con leche. El loro se había olvidado de que los bichos del monte no
toman té con leche, y por esto lo convidó al tigre.
-¡Rico té con leche!-le dijo-. "¡Buen día, Pedrito!..." ¿Quieres tomar té con leche
conmigo, amigo tigre?
Pero el tigre se puso furioso porque creyó que el loro se reía de él, y además, como
tenía a su vez hambre se quiso comer al pájaro hablador. Así que le contestó:
-¡Bue-no! ¡Acérca-te un po-co que soy sordo!
El tigre no era sordo; lo que quería era que Pedrito se acercara mucho para agarrarlo de
un zarpazo. Pero el loro no pensaba sino en el gusto que tendrían en la casa cuando él se
presentara a tomar té con leche con aquel magnífico amigo. Y voló hasta otra rama más
cerca del suelo.
-Concluya la historia con sus propias palabras.
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