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21-08-2018
Un documento interno del FMI, escrito por Lusine Lusinyan, del equipo encargado del seguimiento
de Argentina, revela las futuras exigencias del organismo: flexibilidad laboral (despidos baratos y
empleo desregulado), más importaciones y menos impuestos a las empresas.
La apuesta del gobierno de Mauricio Macri era que el acuerdo por un monto record de 50 mil
millones de dólares permitiera reabrir las puertas del financiamiento externo, que Wall Street
volviera a prestarle a la Argentina a partir de la confianza entregada por el Fondo. Esa jugada no
tuvo el resultado esperado y ahora no sólo el mercado internacional no abre la billetera, sino que
cada vez es más complicado conseguir financiamiento en pesos y, fundamentalmente, en dólares
en el mercado local.
El economista Alfredo Zaiat señala que la posición de Christine Lagarde, mandamás del FMI,
quedaría debilitada, como no sucedió en 2007 cuando fue condenada en Francia por "negligencia"
en el manejo de fondos públicos siendo ministra de Economía, sino por haber dilapidado la lenta
tarea de reconstrucción de reconocimiento internacional del Fondo a partir de la crisis internacional
de 2008, luego de los varios fracasos acumulados en la década del 90.
A menos de tres meses de pactar un acuerdo, con metas cuantitativas muy precisas en materia de
tasa de inflación, monto mínimo de reservas internacionales netas y déficit fiscal, en dos de esas
tres variables el gobierno de Macri no puede cumplirlas. Lo que preocupa al FMI es el riesgo de
contagio a otras economías pueda estar siendo generado por el naufragio de la economía macrista:
ya hay un alerta en los mercados emergentes.
La crisis ha lanzado en forma desesperada al equipo económico macrista hacia las cuentas de los
bancos, debilitándolas así. La experiencia argentina enseña que no es aconsejable despertar dudas
acerca de los que hacen los bancos con el dinero de los ahorristas.
Fracaso
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El trilema económico de Mundell-Fleming sostiene que es imposible manejar en equilibrio
simultáneamente el tipo de cambio, la tasa de interés y la política monetaria en una economía
abierta y con desregulación del mercado de capitales. En esas condiciones macroeconómicas, sólo
se puede controlar dos de esas tres variables. La economía macrista muestra, en cambio, que no
puede con ninguna de las tres variables. Cuando eso pasa, se está frente a un problema de
solvencia de la deuda, señala el economista Santiago Mancinelli.
No pudo reactivar la economía bajando la tasa de interés sin afectar el tipo de cambio y la política
monetaria. Ni aún subiendo mucho la tasa de interés pudo atraer capitales del exterior con destino
al carry trade. También se enfrenta al dilema de no renovación de las Letras del Banco Central
(Lebac) y ante la imposibilidad de manejar la política monetaria. Tampoco puede establecer un tipo
de cambio de equilibrio sin que esto afecte la tasa de interés y los pasivos monetarios.
Enfrenta ahora el peligro de la salida masiva de capitales que disparará una mayor devaluación.
Los intentos por controlar el valor de la moneda mediante el sacrificio de reservas tampoco pudo
contener la devaluación, que impulsó la aceleración del retiro de capitales y el traslado a precios
con impacto en el nivel de actividad interno, añade Mancinelli.
La actual conducción del gobierno está integrada por representantes de fracciones del capital
concentrado del sector financiero, agroexportador, de servicios públicos y un sector de
construcción vinculado con la obra pública cartelizada. Economistas de la ortodoxia, oficiando de
representantes del lobby financiero, proponen la dolarización de la economía.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
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