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Materia: Mundial III

Alumna: Justiniano Celeste


Años: 2018
RESEÑA DE LA CLASE 2 Y 3
Estas dos clases seleccionadas tiene la siguiente bibliografía:
 Hobsbawm, Eric. “La era del imperio”, 1874-1914”; Editorial Crítica, Barcelona, 1990.
 Traverso, Enzo. “La Historia como campo de batalla”. Fondo de Cultura Económica,
Argentina, 2012.
El autor hobsbawn Eric del libro “LA ERA DEL IMPERIO”, que va desde 1814-1914, nos relata que
la inversión extranjera en América Latina alcanzó su cúspide en el decenio de 1880 al duplicarse
la extensión del tendido férreo en Argentina en el plazo de cinco años, y tanto Argentina como
Brasil absorbían trescientos mil inmigrantes por año. En cuanto a los economistas y hombres de
negocios, lo que preocupaba incluso a los menos dados al tono apocalíptico era la
prolongada “depresión de los precios, una depresión del interés y una depresión del beneficios”. Lo
que estaba en juego no era la producción sino la rentabilidad. La agricultura fue la víctima más
espectacular de esa disminución de los beneficios y, a no dudar, constituía el sector más deprimido
de la economía y que cuyos descontentos tenían consecuencias sociales y políticas más inmediatas
y de mayor alcance. Las consecuencias para los precios agrícolas, tanto en la agricultura europea
como en las economías exportadoras de ultramar, fueron dramáticas.
Los decenio de depresión no eran una buena época para ser agricultor en ningún país implicado
en el mercado mundial. La reacción de los agricultores varió desde la agitación electoral a la
rebelión, hasta también la muerte por hambre como ocurrió en Rusia entre 1891 y 1892. No
obstante, las dos respuestas más habituales entre la población fueron la emigración masiva y la
cooperación, la primera protagonizada por aquellos que carecían de tierras o que tenían tierras
pobres, y la segunda, fundamentalmente por los campesino con explotaciones potencialmente
viables. El mundo de los negocios tenía sus propios problemas. Ningún período fue
más1deflacionario que el de 1873-1896, cuando los precios descendieron en un 40 por 100 en el
Reino Unido. La deflación hace que disminuyan los beneficios.
Otra dificultad radicaba en el hecho de que los costes de producción eran más estables que los
precios a corto plazo pues proporcionalmente, al tiempo que las empresas tenían que soportar
también la carga de importantes cantidades de maquinaria y equipos obsoletos, se tardaba más
de lo esperado en amortizar. En algunas partes del mundo, la situación se veía aún más complicada
por la caída gradual del precio de la plata y de su tipo de cambio con el oro.
Una de las soluciones consistía en una especie de monetarismo a la inversa. La libertad de
comercio parecía indispensable ya que permitía que los productores de materias primas de
ultramar intercambiaran sus productos por los productos manufacturados británicos, reforzando
así la simbiosis entre el Reino Unido y el mundo subdesarrollado, sobre el que se apoyaba la
economía británica. Los estancieros argentinos y uruguayos, los productores australianos y los
agricultores daneses no tenían interés alguno en impulsar el desarrollo de las manufacturas
nacionales, pues obtenían pingües1 beneficios en su calidad de planetas económicos del sistema
solar británico. El Reino Unido continuó mostrándose partidario del liberalismo económico y al
actuar así otorgó a los países proteccionistas la libertad de controlar sus mercados internos y de
impulsar sus exportaciones.
El liberalismo era el anarquismo de la burguesía y, como en el anarquismo revolucionario, en él
no había lugar para el estado. O, más bien, el estado como factor económico sólo existía como
algo que interfería el funcionamiento autónomo e independiente de “el mercado”. Esta
interpretación no carecía de lógica. Por una parte, parecía razonablemente pensar que lo que
permitía que esa economía evolucionara y creciera eran las decisiones económicas de sus
componente fundamentales. Por otra parte, la economía capitalista era global, y no podía ser de
otra forma. El ideal de sus teóricos era la división internacional del trabajo que aseguraba el
crecimiento más intenso de la economía. El único equilibrio que reconocía la teoría económica

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liberal era el equilibrio a escala mundial. Pero en la práctica ese modelo resultaba inadecuado. La
economía capitalista mundial en evolución era un conjunto de bloques sólidos, pero también fluido.
Sean cuales fueren los orígenes de las “economías nacionales” que constituían esos bloques, las
economías nacionales existían porque existían los estados-naciones. Pero el mundo desarrollado
no era tan sólo un agregado de “economías nacionales”. La industrialización y la depresión hicieron
de ellas un grupo de economías rivales, donde los beneficios de una parecían amenazar la posición
de las otras. Lo sólo competían las empresas, sino también las naciones.
¿Cuales fueron sus consecuencias? Podemos aceptar como cierto que un exceso de proteccionismo
generalizado, que intenta perpetrar la economía de cada estado-nación es perjudicial para el
crecimiento económico mundial. Esto quedaría demostrado en el período de entre guerras. Pero
en 1880-1914, el proteccionismo no era general ni tampoco excesivamente riguroso y quedó
limitado a los bienes de consumo y no afectó al movimiento de mano de obra y a las transacciones
financieras internacionales. En conjunto, el proteccionismo industrial contribuyó a ampliar la base
industrial del planeta, que carecían también a un ritmo vertiginoso.
No obstante, si el proteccionismo fue la reacción política instintiva del productor preocupado ante
la depresión, no fue la respuesta económica más significativa del capitalismo a los problemas que
le afligían. Esa respuesta radicó en la combinación de la concentración económica y la
racionalización empresarial que comenzaba ahora a servir de modelo, los trust y “la gestión
financiera”.
Pero el control del mercado y la eliminación de la competencia sólo eran un aspecto más general
de concentración capitalista y no fueron ni universales no irreversibles. La concentración avanzó
a expensas de la competencia de mercado, las corporaciones a expensas de las más pequeñas y
que esa concentración implicó una tendencia hacia el oligopolio.
La presión sobre los beneficios en el período de la depresión, así como el tamaño y la complejidad
cada vez mayor de las empresas, surgió que los métodos tradicionales y empíricos de organizar
las empresa, y en especial la producción, no eran ya adecuados. Así surgió la necesidad de una
forma más racional o “científica” de controlar y programar las empresas grandes y deseosas de
maximizar los beneficios. La tarea en la que conectó inmediatamente sus esfuerzos el “taylorismo”
y con la que se identificaría ante la opinión pública la “gestión científica” fue la de sacar mayor
rendimiento a los trabajadores. Ese objetivo se intentó alcanzar mediante tres métodos
fundamentales:
1. aislando a cada trabajador del resto del grupo y transfiriendo el control del proceso productivo a
los representantes de la dirección;
2. una descomposición sistemática de cada proceso en elementos componentes cronometrados;
3. sistemas distintos de pago de sal1ario que supusieron para el trabajador un incentivo para producir
más.
Henry Ford, se identificaría con la utilización racional de la maquinaria y la mano de obra para
maximizar la producción.
La “mano visible” de la moderna organización y dirección sustituyó a la “mano invisible” del
mercado anónimo de Adam Smith.
Existía una tercera posibilidad para solucionar los problemas del capitalismo: el imperialismo.
Debemos mencionar un resultado final, o efecto secundario, de la gran depresión. Fue también
una época de gran agitación social. La depresión produjo la movilización masiva de las clases
obreras industriales en numerosos países y, desde finales del decenio de 1880, la aparición de
movimientos obreros y socialistas de masas en algunos de ellos.
Al final del capitulo, Eric Hobsbawm realiza una síntesis de lo que fue la economía durante el
imperio. En primer lugar, su base geográfica era mucho más amplia que antes. El sector industrial
y en proceso de industrialización se amplió, en Europa mediante la revolución industrial que

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conocieron Rusia y otros países. El mercado internacional de materias primas se amplió
extraordinariamente lo cual implicó también el desarrollo de las zonas dedicadas a su producción
y su integración en el mercado mundial. Argentina se convirtió en un gran exportador de trigo en
la misma época, y cada año, contingentes de trabajadores italianos cruzaban en ambos sentidos
los 16000 km del Atlántico para recoger la cosecha, La economía de la era del imperio permitía
cosas tales como que Bakú y la cuenca de Donetz se integraran en la geografía industrial, que
Europa exportara productos y mujeres a ciudades de nueva creación y que se erigieran teatro de
ópera sobre los huesos de indios enterrados en ciudades surgidas al socaire del auge del caucho.
La economía mundial era mucho más plural que antes. El Reino Unido dejó de ser el único país
totalmente industrializado y la única economía industrial. La era del imperio se caracterizó por la
rivalidad entre los diferentes estados. Además, las relaciones entre el mundo desarrollado y el
sector subdesarrollado eran también más variadas y complejas.
Ese pluralismo creciente de la economía mundial quedó enmascarado hasta cierto punto por la
dependencia que se mantuvo e incluso se incrementó de los servicios financieros, comerciales y
navieros con respecto al Reino Unido. La tercera característica de la economía mundial es la más
obvia: la revolución tecnológica.Fue en este período cuando se incorporaron a la vida moderna el
teléfono y la telegrafía sin hilos. Se llama “segunda revolució industrial” a la gran innovación que
consistió en actualizar la primera revolución industrial mediante una serie de perfeccionamientos
en la tecnología del vapor y del hierro por medio del acero y las turbinas. La cuarta característica
es una doble transformación en la estructura y modus operandi de la empresa capitalista. Por una
parte, se produjo la concentración de capital, el crecimiento en escala que llevó a distinguir entre
“empresa” y “gran empresa”. La quinta característica es que produjo un una
extraordinaria transformación del mercado de los bienes de consumo: un cambio tanto
cuantitativo como cualitativo. Con el incremento de la población comenzó a dominar las industrias
productoras de bienes de consumo. A largo plazo. este fenómenos fue más importante que el
notable incremento del consumo en las clases ricas y acomodadas, cuyos esquemas de demanda
no variaron sensiblemente. Fue el modelo de T de Ford el que revolucionó la industria del
automóvil. Al mismo tiempo, una tecnología revolucionaria y el imperialismo contribuyeron a la
aparición de una serie de productos y servicios nuevos para el mercado de masas.
Todo ello implicó la transformación so sólo de la producción, mediante lo que comenzó a
llamarse “producción masiva”, sino también de la distribución, incluyendo la compra a crédito,
fundamentalmente por medio de los plazos.
Esto encajaba perfectamente con la sexta característica de la economía: el importante crecimiento,
tanto absoluto como relativo, del sector terciario de la economía, público y privado.
La última característica de la economía es la convergencia creciente entre la política y la economía,
es decir, el papel cada vez más importante del gobierno y del sector público.
La democratización de la política impulsó a los gobierno, muchas veces renuentes, a aplicar
políticas de reforma y bienestar social, así como iniciar una acción política para la defensa de los
intereses económicos de determinado grupos de votantes contra la concentración económica. Por
otra parte, las rivalidades políticas entre los estados y la competitividad económica entre grupos
nacionales de empresario convergieron contribuyendo tanto al imperialismo como a la génesis de
la primera guerra mundial. Por cierto, también condujeron al desarrollo de industrias como la de
armamento, en la que el papel del gobierno era decisivo.
Otro libro, En La historia como campo de batalla, de Enzo Traverso reconstruye de manera
magistral y desde una perspectiva crítica el panorama de las transformaciones que se encuentran
en el centro de los debates historiográficos actuales. Aborda las grandes categorías interpretativas
para echar luz simultáneamente sobre la riqueza y los límites de sus contribuciones o de sus
metamorfosis. Interroga el comparatismo histórico, primero, estudiando los usos de la Shoah

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como paradigma de los genocidios, y después, poniendo en paralelo el exilio judío y la diáspora
negra, dos temas centrales de la historia intelectual. Por último, analiza las interferencias entre
historia y memoria, entre distanciamiento y sensibilidad de lo vivido, que afectan hoy a cualquier
narración del siglo XX.
"Para quienes no han elegido el desencantamiento resignado o la reconciliación con el orden
dominante, el malestar es inevitable. Probablemente la historiografía crítica se encuentre hoy bajo
el signo de tal malestar. Hay que tratar de volverlo fructífero." El comparte en su primer capitulo
coordenadas ideológicas con Hobsbawm, es suficientemente lúcido como para reprobar su
“apología melancólica del comunismo”, según el autor, y se puede mostrar desilusionado con el
"eurocentrismo" de Eric Hobsbawm.
Análisis del periodo 1914-1939 La época de la guerra total
Retomando desde la lectura de los libros anteriores podemos decir que la estructura de la
civilización decimonónica se derrumbó entre las llamas de la guerra al hundirse los pilares que lo
sustentaban. Se rechazaba cualquier continuidad con el pasado. Desde 1914, la guerra se convirtió
en una donde la participación incumbía a todas las potencias (Gran Bretaña, Francia, Rusia,
Austria-Hungría, Prusia, Italia, Estados Unidos y Japón). Lo normal era que la guerra durara meses
o, incluso, semanas. Entre 1815 y 1914 ninguna gran potencia se enfrentó a otra más allá de su
región de influencia inmediata. En la primera guerra mundial participaron todas las grandes
potencias y todos los estados europeos excepto España, PPBB, tres países escandinavos y Suiza.
Diversos países de ultramar enviaron tropas. La guerra naval adquirió una dimensión mundial.
Durante la segunda guerra mundial, prácticamente todos los estados independientes del mundo
se vieron involucrados en la contienda, voluntaria o involuntariamente, aunque la participación de
América Latina fue de carácter nominal. Las dos guerras mundiales ocupan los primeros lugares
del número de muertes que provocaron, seguidas de la guerra entre Japón y China (1937-1939)
y la guerra de Corea. Primera guerra mundial. Comenzó como una guerra europea entre la
Triple Alianza (Francia, Gran Bretaña y Rusia) y potencias centrales (Alemania y Austria-Hungría).
Después, se incorporaron Serbia, Bélgica, Turquía, Bulgaria, Italia, Grecia, Rumania y Portugal.
La intervención de Estados Unidos, en 1917, sería decisiva. Los alemanes quisieron llevar una
guerra en dos frentes (Blitzkrieg). Se improvisaron guerras paralélelas de trincheras y
fortificaciones decisivas. El frente occidental se convirtió en la maquinaria más mortífera. De
hecho, Verdún, fue considerada como la “gran guerra”. Los horrores de la guerra contribuyeron a
brutalizar la guerra y la política, dejó de tener importancia la cuestión de vidas humanas. Se
desarrollo un sentimiento de superioridad, que definiría la actitud de los grupos ultraderechistas
de posguerra. Por otro lado, se vio en los países democráticos, que los votantes no tolerarían un
baño de sangre más. A largo plazo, los gobiernos democráticos no pudieron resistir la tentación
de salvar las vidas de sus ciudadanos mediante el desprecio absoluto de la vida de las personas
de los países enemigos. La guerra moderna involucra a todos los ciudadanos, modifican el conjunto
de economía para la producción de armamentos y transforma por completo la vida de los países
participantes. A partir de 1914, todos los conflictos era guerra masiva. Así que la movilización
masiva no podía mantenerse excepto en una economía industrializada moderna con elevada
productividad, implicando necesidades de mano de obra. Es por eso que estas guerras se
caracterizan por movimientos obreros y la lucha por la inclusión de la mujer. Las guerras del siglo
XX han destruido cantidades de productos en el curso de la lucha. Por otro lado, revolucionaron
los procesos de ingeniería mecánica de las fábricas, ya que la guerra masiva exigía una producción
masiva. La producción requería organización y gestión, aún cuando su objeto fuera la destrucción
racionalizada. Los ejércitos y la guerra no tardaron en convertirse en industrias de actividad
militar. Algunas industrias tenían que sentir los efectos de la guerra. Por otro lado, ¿cómo había
que financiar las guerras: créditos, impuestos indirectos? A través de la primera guerra mundial

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se aprendió la cuestión de la planificación y control de recursos mediante el fortalecimiento del
Estado. A pesar de las economías planificadas de la URSS y Alemania, las economías de guerra
planificadas de los estados democráticos occidentales fueron muy superiores a los primeros, pese
a su tradición y teorías relativas a la administración burocrática racional. La causa fue que la
economía de guerra alemana fue menos sistemática y eficaz en la movilización de todos los
recursos para la guerra, además que no se ocupó de la población civil. Los objetivos permanentes
de la economía planificada fue intentar conseguir la igualdad en la distribución del sacrificio y la
justicia social. En cambio, el sistema alemán era injusto por principio. La guerra involucró un
enfrentamiento de tecnologías para conseguir las armas más efectivas y otros servicios esenciales.
La guerra ha sido el facto fundamental para acelerar el progreso técnico, al soportar los costos de
desarrollo de innovaciones tecnológicas. Las guerras contribuyeron enormemente a difundir los
conocimientos técnicos y tuvieron importantes repercusiones en la organización industrial, aunque
no por ello se determinó la innovación tecnológica. En la cuestión económica, la pérdida de
recursos productivos fue enorme. Pero no hay que perder de vista que las guerras contribuyeron
favorablemente en la economía de los Estados Unidos, que también se vio beneficiado de su
alejamiento del escenario de la lucha, de su condición de arsenal de sus aliados y capacidad de
organización de la producción.En cuanto a la humanidad y costos de vida, la primera guerra
mundial tuvo un impacto más fuerte que las pérdidas enormes en vidas humanas de la segunda.
Tanto el carácter total de la guerra como la determinación de ambos bandos de proseguir la lucha
hasta el final sin importar el precio dejaron su huella. Se dio un crecimiento de brutalidad y
violencia en el siglo XX, un ejemplo: la tortura. Una cuestión a considerar es la extraña
democratización de la guerra. La guerra se convirtió en guerra del pueblo, tanto porque la
población y la vida civil pasó a ser el blanco lógico, además por la demonización del adversario.
Una guerra en la que se movilizan los sentimientos nacionales de la masa no puede ser limitada.
Por otro lado, la impersonalidad de la guerra convertía la muerte y la mutilación en la consecuencia
remota de apretar un botón. No había hombres, sino estadísticas hipotéticas. Las mayores
crueldades de nuestro siglo han sido las impersonales de la decisión remota, del sistema y la
rutina, especialmente cuando podrían justificarse como necesidades operativas. La primera guerra
mundial y la revolución rusa supusieron el desplazamiento forzoso de millones de personas como
refugiados. Estos crecieron desde la segunda guerra mundial. Uno de los aspectos más trágicos
de la segunda guerra mundial es que la humanidad aprendió a vivir en un mundo en el que la
matanza, la tortura y el exilio masivo han adquirido la condición de experiencias cotidianas, que
ya no sorprenden a nadie. La revolución mundial fue hija de la guerra del siglo XX, sobre todo la
revolución rusa de 1917, pero en general, la revolución como constante mundial en la historia del
siglo. Sólo Estados Unidos salió de las guerras mundiales intactas y hasta más fuertes. El
socialismo encarnaba la alternativa en la mayor parte de los países europeos. La revolución rusa
fue la que lanzó la señal, además que las consecuencias prácticas fueron muchos mayores. La
revolución de octubre originó el movimiento revolucionario de mayor alcance que ha conocido la
historia moderna. Por otro lado la descolonización de las antiguas posesiones imperialistas de
ultramar se estaba llevando a cabo. Pero, lo que preocupaba era cómo reconstruir unos países
empobrecidos, y el peligro de que las potencias capitalistas iniciaran una guerra contra el bando
socialista. Será imposible eliminar la era soviética de la historia rusa y de la historia del mundo.
Los años que siguieron a la revolución rusa contemplaron el inicio del proceso de emancipación
colonial y en Europa la política de la contrarrevolución salvaje y la política socialdemócrata. La
revolución rusa salvó al capitalismo liberal, al permitir que Occidente derrotara a Alemania en la
segunda guerra mundial y al dar un incentivo al capitalismo para reformarse y abandonar la
ortodoxia del libre mercado. La primera guerra mundial, lejos de desquiciar su economía, benefició
a Estados Unidos. Fue la Gran Depresión la que interrumpió temporalmente esa situación

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hegemónica. La guerra no sólo reforzó su posición de principal productor mundial, sino que lo
convirtió en el principal acreedor del mundo, siendo su influencia en Europa decisiva. Estados
Unidos fue la principal víctima de la crisis. En la conferencia de paz de Versalles (1919) se habían
impuesto a Alemania pagos onerosos bajo el concepto de reparaciones. La suma que debía pagar
Alemania no se concretó. Las reparaciones suscitaron interminables polémicas, crisis periódicas y
arreglos negociados bajo los auspicios norteamericanos, ya que se pretendía vincular la cuestión
de las reparaciones de Alemania con el pago de deudas de guerra que tenían los aliados. Si no se
reconstruía la economía alemana, la restauración de la economía liberal en Europa sería imposible.
Francia era demasiado débil para imponer su política. En segundo lugar, estaba la cuestión de
cómo debían pagarse las reparaciones, ya que se dudaba que fuera en efectivo o en producción.
La crisis de Wall Street de 1919 terminó por desestabilizar el triángulo financiero entre Estados
Unidos- Francia y Alemania.
Se dio un desequilibrio notable y creciente en la economía internacional, por el asimétrico
desarrollo de Estados Unidos, así como el poco compromiso de éste con la economía mundial. Por
otro lado, se tiene la incapacidad de la economía mundial para generar una demanda suficiente
que pudiera sustentar una expansión duradera. Los salarios se estancaron. En Estados Unidos se
dio una gran crisis financiera por la poca estabilidad que tenían los bancos. Los nuevos productos
y el nuevo estilo de vida requerían unos niveles de ingresos cada vez mayores. A partir de 1932,
algunas economías se hallaban en situación floreciente. Se estimuló la economía estadounidense
gracias al New Deal del presidente Roosevelt.
A pesar de la crisis económica, se dieron innovaciones tecnológicas, triunfo de la radio como medio
de comunicación de masas y la industria del cine. Resultaba difícil de creer que las obras públicas
no aumentarían el empelo porque el dinero invertido se detraería al sector privado, que podía
generar mayores niveles de empleo. La incapacidad del liberalismo económica y del socialismo
explicaba la tendencia hacia las economías autocráticas, fascista, comunista o bajo auspicios de
grandes sociedades que actuaban con independencia de accionistas. La economía mundial podía
considerar como un triple sistema formado por un sector de mercado, un sector
intergubernamental y un sector constituido por poderes internacionales públicos. Los efectos de
la Gran Depresión fueron inmediatos hacia la opinión pública y política. En Japón y en Europa se
produjo un fuerte giro hacia la derecha, con un triunfo casi simultáneo de un régimen nacionalista,
belicista y agresivo en Japón y Alemania. El retroceso de la izquierda no se limitó al declive de los
comunistas. Fuera de Europa se registró un marcado giro hacia la izquierda, con la implementación
del New Deal, o la reforma agraria en México. En América Latina fueron más los que cayeron hacia
la izquierda, que hacia la derecha. Argentina inició la era de los gobiernos militares después de un
gobierno civil. Chile desalojó del poder a su dictador, Carlos Ibáñez. En Brasil se dio el populismo-
nacionalismo. Por otro lado se radicalizó Cuba, desalojando del poder a un presidente corrupto.
La crisis intensificó la actividad antiimperialista, en parte por el hundimiento del precio de los
productos básicos, así como porque los países sólo se preocuparon de proteger su agricultura y
empleo. La depresión inicio el descontento político y social de la población autóctona.

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