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¿Eres muy viejo para aprender?

La ciencia dice lo contrario


Quieres aprender a tocar guitarra, pero a tu edad sientes que ya no estás en
condiciones de incursionar en una nueva disciplina. ¿Es un argumento fundado, o
una simple excusa alimentada por el miedo? Veamos qué dicen al respecto la
literatura especializada y los educadores de renombre.

¿Y qué habría pasado si…?

Se dice que las personas que se enfrentan a una muerte inminente suelen
arrepentirse más de las cosas buenas que no hicieron que de las cosas malas
que sí hicieron. Es un hecho que, al momento de mirar hacia atrás, no hay peor
sensación que la incertidumbre de sentir que, con algo más de determinación, las
decisiones que tomamos nos habrían llevado a una vida más feliz.

Lamentablemente, el tiempo es un desgraciado que no nos facilita las cosas: a


medida que los años pasan, no solo debemos enfrentarnos al decrecimiento de
nuestras habilidades físicas y mentales, sino también al aumento gradual y
sostenido de nuestras responsabilidades. Mientras más años tenemos, pareciera
que menor es la posibilidad que tenemos de aprender cosas que nos den
autorrealización.

“No, ya no estoy en edad de hacerlo”, dirán muchos para excusarse ante la idea
de atreverse a tomar nuevos rumbos y adquirir nuevos conocimientos.

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Pero ¿qué hay de aquellos que, contra el transcurso “normal” de la vida, sí se
arriesgan a seguir sus sueños a una edad tardía? ¿Cuán determinantes son los
años en nuestra capacidad de aprender y desarrollarnos en una nueva
disciplina?

Trataremos de responder a estas y otras interrogantes.

La neuroplasticidad

Ha pasado mucho tiempo desde la época en que el cerebro humano era


considerado una estructura rígida e inamovible. A diferencia de tiempos pasados,
en los que inteligencia se medía en “dedos de frente” (oh, bellos tiempos en los que
habría sido considerado un genio), hoy somos conscientes de que nuestro cerebro
está en un constante desarrollo, y que factores como el ambiente, la estimulación
temprana, los cambios químicos provocados por enfermedades o drogas, y los
propios hábitos del individuo, tienen incidencia directa en nuestro desarrollo
cognitivo.

Hasta hace no mucho, se creía que el cerebro alcanzaba cierta rigidez al finalizar
su etapa de desarrollo, alrededor de los 25 años de edad. Algunas investigaciones,
sin embargo, han demostrado otra cosa, el cerebro tiene la capacidad de
modificarse a sí mismo creando nuevas conexiones neuronales para responder a
las exigencias del entorno, y esto se mantiene en mayor o menor medida durante
toda la vida. Es lo que se conoce como neuroplasticidad.

Entender este concepto es el primer paso para responder a la pregunta de cuán


capaces somos de aprender conforme pasan los años.

La psicoeducación (la educación que se les otorga a las personas que sufren de
algún trastorno psicológico) ha descubierto que la estimulación temprana es un
componente clave en la creación de nuevas conexiones neuronales y en el
desarrollo de habilidades. Esto influirá directamente en el desempeño del
individuo en la escuela y en su vida adulta.

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Pero tranquilos, estos procesos no son definitivos. Las habilidades que no se
adquirieron en determinado momento pueden, en mayor o menor medida, adquirirse
más adelante, y las habilidades que sí se adquirieron pueden perderse si no se les
da uso.

Problema de inseguridad en el conocimiento

Un artículo publicado en 2015 por la BBC, analizó la evidencia científica disponible


para descubrir cuál es la “edad de oro” en la que nos encontramos al tope de
nuestras capacidades. Para ello cruzaron la información disponible sobre
desempeño físico, mental y sexual, y concluyeron que ninguno de estos procesos
opera de forma lineal, y que hay distintas habilidades que alcanzan su máximo
potencial en distintos momentos de la vida.

Mientras que la memoria alcanza su máxima capacidad durante los


“veintitantos”, las habilidades más abstractas como la comprensión, la
lectura y la aritmética, continúan avanzando hasta los 50 años. Pero a
diferencia de la velocidad y la fuerza física, que alcanzan su peak a temprana edad
y decaen rápidamente en años posteriores, las habilidades mentales tienen una
curva de decrecimiento mucho más lenta, por lo que pueden mantenerse en
buen nivel aun varias décadas después de haber llegado a su tope.

Según estudios recientes, el problema sería que los adultos se creen menos
capaces de lo que son realmente.

Dayna Touron es investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad


de Carolina del Norte (Estados Unidos), y lleva varios años estudiando el
aprendizaje en adultos. En un estudio realizado en 2009, puso a adultos de
diferentes edades a trabajar en lo que simulaba ser la caja de un supermercado: a
medida que pasaban productos por sus puestos, debían ingresar manualmente los
códigos de identificación de cada uno de ellos. Mientras que los adultos más jóvenes
rápidamente memorizaron los códigos de cada producto y comenzaron a
ingresarlos de memoria, los mayores siguieron chequeando uno a uno cada

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código que pasaba por sus manos, aun sabiéndolos, para corroborar que no
estuvieran equivocándose.

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padres o abuelos.

En la segunda parte del estudio, se les comenzó a dar recompensas de dinero para
incentivarlos a trabajar tan rápido como pudieran. En esta etapa, al no poder
corroborar exhaustivamente cada código que pasaban, los adultos mayores se
vieron obligados a confiar en su memoria. Para su sorpresa, su desempeño fue
idéntico al de los adultos más jóvenes.

En otro estudio realizado en 2015, Touron pidió a los participantes que leyeran
una tabla de palabras pareadas y luego revisaran los pares que se repetían en
una lista. Se les dijo que podían revisar la tabla original si querían, pero que eran
bienvenidos a confiar en su memoria.

Los participantes del grupo más anciano (de 60 a 75 años) fueron más reacios a
confiar en su memoria, y siguieron revisando cada par de palabras en la tabla antes
de marcarla en la lista, a pesar de que pruebas posteriores mostraron que su
memorización de los pares había sido tan buena como la de los participantes
más jóvenes.

Barreras físicas al aprendizaje

"Okey, mi cerebro puede seguir aprendiendo incluso en etapas avanzadas del


envejecimiento. Pero ¿qué pasa si quiero aprender a tocar guitarra o a pintar? ¿No
hay impedimentos físicos o motrices para eso?".

La verdad es que sí. Considerando que los músicos de conservatorio comienzan


su entrenamiento musical por lo general antes de los diez años, es probable que tu
tiempo para convertirte en un maestro mundial de la guitarra clásica, ya haya
pasado hace un buen rato. Lamentablemente, hay habilidades motrices que se
desarrollan con mayor facilidad en la infancia y la adolescencia.

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Sin embargo, esta variable es solo una más entre muchas otras que influyen en
el resultado final, por lo que no debe ser el único factor a considerar. La cantidad de
horas que dediques a estudiar y la calidad de este estudio, por ejemplo, son
fundamentales.

La guitarrista y educadora Jamie Andreas, autora del libroThe Principles of Correct


Practice For Guitar (1998), comenta que aprender guitarra es básicamente
enseñarle a los dedos a hacer movimientos que nunca han hecho antes con rapidez
y suavidad, por lo tanto, los mayores obstáculos son físicos. Por esto, es
necesario que el estudiante sea bien orientado y focalice la práctica en sus
requerimientos puntuales.

El psicólogo estadounidense Gary Marcus en su libro Guitar Zero (2012), utilizó su


propia experiencia aprendiendo a tocar guitarra a los 38 años para corroborar la
teoría existente. Según él, si bien la práctica es fundamental, también es cierto
que hay factores como la genética que son determinantes al momento de
diferenciar a los “buenos” de los “sobresalientes”, sobre los que no tenemos
ningún control.

Sin embargo, la adultez no solo trae dificultades. Los adultos tenemos más
capacidad de concentración, procesamos información abstracta con mayor facilidad
y somos más capaces de mantener la disciplina y la motivación al realizar ejercicios
tediosos o repasar contenidos aburridos.

Además, la capacidad de alcanzar una buena técnica es solo una parte del resultado
final. Es cierto, desarrollar una técnica prolija y un conocimiento teórico amplio son
dos elementos muy importantes al momento de cultivar cualquier disciplina. Pero
sobre ese sustrato, el contenido que el individuo pueda aportar es igualmente
importante. Quizás no puedas ser el guitarrista más rápido del mundo, pero
quién sabe, tal vez tus experiencias de vida te den material para escribir
mejores canciones.

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