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EL ZORRINO - HIJO DEL DIABLO VIEJO

El zorrino, chingue, o añas (Conepatus chinga)

“Atención dijo Noel


El violín no se permite
Entonces el mapurite cojió camino y se fue
Atención dijo Noel
El violín no se permite
Entonces el mapurite hecho el apendejo se fue”

Alitasia - La Gaita de Otrora

ZORRINO PATAGONICO - foto de Alex Mouchard

Hace unos años recorríamos con unos amigos un bosque de


ñandubay, en la provincia de Entre Ríos (Argentina), cuando llegamos
a una tapera, un rancho abandonado. Sobre el piso de tierra de la
vivienda había un colchón viejo que levantamos para ver si
encontrábamos algún ofidio escondido. Sin embargo, bajo el colchón,
plácidamente enroscado, dormía un zorrino. Entre la sorpresa nuestra
y una rápida retirada, pasaron pocos segundos, pero el animal,
molesto, lanzó su rociada dentro del rancho. A pesar de estar
nosotros ya afuera, algo de la pestífera nube nos quedó impregnado
en las ropas y nos acompañó varios días durante nuestro viaje de
vuelta.
Un animal tan controvertido como éste, de bello pelaje pero
con tan desagradable arma química, habría de llamar la atención
tanto de los pueblos originarios como de los pioneros europeos que
llegaron a esta parte de América.
Uno de los primeros que escribió sobre el zorrino, a principios
del siglo XVII, fue Gómez Suárez de Figueroa, más conocido como
el Inca Garcilaso de la Vega que, aunque americano y mestizo, tenía
formación europea. Refiere que hay en Perú muchos “zorros
pequeños”, y entre ellos se destacan los que producen un olor
insoportable. “Los indios les llaman añas y los españoles zorrina. . .
andan de noche por los pueblos, y no basta que estén las puertas y
ventanas cerradas para que deje de sentirse su hedor, aunque estén
lejos cien pasos y más; hay muy pocos, que si hubiera muchos,
atosigaran al mundo”.
Hacia 1669 el capitán inglés John Narborough desembarcó con
su gente en la costa patagónica, precisamente en el actual puerto
Deseado, donde permanecieron seis meses. Allí conocieron al zorrino
según lo relató uno de sus capitanes, John Wood: “ No puedo dejar
de mencionar una pequeña criatura con cola peluda, al que
llamamos, ‘protestón’, porque ni bien te ve, se pone a vaporizar y a
patear la tierra con sus patas delanteras, y así y todo no tiene más
defensa que su culo; porque al acercársele, se pone de cola,
y proyecta un líquido, acompañado con el más abominable olor en el
mundo.”
Ya iniciado el s. XVIII el padre Louis Éconches Feuillée recorrió
la costa este de Sudamérica desde las Antillas al Cabo de Hornos y
estando en Brasil experimentó en carne propia el enojo del animal
al que los habitantes llamaban ‘chinche’: “Me costó mucho esfuerzo
sacar de mis hábitos el mal olor del que estaban impregnados, duró
más de ocho días, aunque los lavé varias veces, los mojé, y los sequé
al sol. Me dicen que el mal olor de este animal es producido por la
orina, con la que impregna su cola, de la que se sirve como una
especie de cepillo para dispersarla y hacer huir a sus enemigos
mediante este olor horrible; de la misma forma orina a la entrada de
su cueva para evitar que entren; que es muy aficionado a las aves
silvestres y de corral, y que son estos animales los que destruyen
principalmente a los pájaros de los campos de Buenos Aires.”
Desconocemos si el americanismo “enchincharse”, que se usa en
México, Guatemala, Perú y Argentina, con el sentido de molestarse o
fastidiarse, proviene del mal carácter del chinche.
Otro religioso, el padre Joseph Gumilla, recorrió en esos años el
río Orinoco y encontró probablemente al zorrino amazónico
(Conepatus semistriatus), “un animalito, el más bello, y al mismo
tiempo el más detestable que haya visto. Los americanos blancos lo
llaman “mapurita” y los indios “masutiliqui”. . . no teme a ningún
animal por más grande y feroz que sea, fiándose en sus propias
armas, de las que pude probar el efecto al punto de perder el juicio y
de sofocarme. Cuando el mapurito ve venir hacia él un hombre, un
tigre o cualquier animal que sea, lo espera a pie firme y cuando lo ve
llegar a una distancia conveniente, se da vuelta, y le lanza un viento
tan apestoso, que lo aturde y lo deja varias horas sin ganas de
seguirlo, tras lo cual continúa su camino, bien seguro de que no lo
perseguirán.”
La Moufette
Anselme Gaëtan Desmarest - Dictionnaire des Sciences Naturelles (1816-1830

Finalmente el jesuita Juan Ignacio Molina (ver nuestra entrada


del 7 de julio de 2013 - EL CISNE DE CUELLO NEGRO Y EL ABATE),
consigue darle un nombre científico al zorrino o chingue como se le
llamaba en Chile. Lo designó Viverra chinga, derivando el nombre
específico “chinga” del nombre común “chingue”. Incorrectamente
lo ubicó en el género Viverraque pertenece a carnívoros asiáticos
ubicados en otro suborden, pero el nombre específico persistió.
Molina observó correctamente que “la orina del chingue no es
fétida, como se supone generalmente, sino que el olor tan
desagradable para cualquier otro animal, procede de un aceite
verdoso contenido en una vesícula colocada, como en el turón
europeo [Mustela putorius], cerca del ano. Cuando el animal es
atacado, eleva su parte posterior y lanza este líquido nauseabundo
sobre su atacante. Nada iguala la ofensividad de este olor; penetra
por todas partes, y puede ser percibido a gran distancia. Las ropas
contaminadas con él, no pueden usarse por mucho tiempo, y sólo tras
repetidos lavados; y los perros que han sido rociados por el chingue,
se meten corriendo en el agua, se revuelcan en el barro, aúllan como
locos y no comen nada mientras permanezcan con ese olor.”
Gracias a eso el chingue entra tranquilamente en los pueblos a
buscar huevos en los gallineros y “pasa sin temor por entre medio de
los perros, que en lugar de atacarlo más bien huyen de su
proximidad”. Como los pobladores rehusaban dispararle por temor a
fallar y recibir su descarga, Molina refiere un curioso y arriesgado
método para capturarlos: “algunos del grupo empiezan por
acariciarlo [no explica como logran hacerlo], hasta que se le ofrece la
oportunidad de agarrarlo de la cola y sostenerlo en el aire. En esa
posición al tener los músculos contraídos, el animal es incapaz de
eyectar su fluido, y es despachado con toda seguridad.” Como su piel
no retiene nada del terrible olor “los indios, cuando pueden obtener
suficiente cantidad de estas pieles, hacen cobijas, que valoran mucho
por su belleza y suavidad del pelaje”.
Algunos años después, otros jesuitas encontraron al zorrino
durante sus tareas de evangelización en el Gran Chaco. Martin
Dobrizhoffer, que trabajó en lo que es hoy la provincia de Formosa
(Argentina) y en el Paraguay, dice: “Así como su graciosa figura
cautiva los ojos, así es de insoportable de cerca su hedor para la
nariz. Son hermosos pero nada corteses, pues a todos los que se les
acercan los orinan con un jugo tan pestilente que el perro acertado
por éste, se revuelve lastimeramente un rato por la tierra como si se
le hubiera regado con agua hirviente. Si algo le penetra en los ojos,
enceguece de seguro. . . Si en el campo libre el zorro larga su agua,
el mal olor se propaga por el viento hasta una legua de distancia.
Este jugo blanco luce de noche cual fósforo y donde quiera que pasa
se ve un rayo de fuego. . . Débil y pequeño como es este zorro, es
temido por los tigres, los perros de presa y todas las gentes.”
Continúa diciendo que escribe por experiencia propia, “porque
lo olí. Recelo y me avergüenzo en renovar la memoria de un suceso
triste que me ocurriera. . . vi venir con paso suave desde lejos un
pequeño zorrillo. Miren – dije a mis compañeros – qué bello y gracioso
animalito es éste. Nos fiamos demasiado del color, y ninguno de
nosotros se imaginó el horrible veneno que estaba oculto debajo de la
piel tan bella. Quisimos agarrar al animalito y corrimos tras él como
de apuesta. Desgraciadamente yo corría más ligero que los españoles.
Cuando el zorrillo traicionero vio que yo me encontraba cerca de él,
se detuvo como si quisiera dejarse prender y parecía rendirse en
realidad. Como yo no quise fiarme de las lisonjas de un animal
desconocido, lo toqué solo suavemente con una caña de India. El
levantó de inmediato la pata y me chorreó su orina infernal,
especialmente sobre mi mejilla izquierda. Tras esto huyó victorioso
cuanto pudo. Debo considerar todavía como una bendición que el
zorrillo no dañara a mis ojos. Yo quedé ahora como tocado por el
rayo y estaba insoportable hasta para mí mismo, pues el horrible
hedor corrió desde la mejilla orinada por todo el cuerpo y dentro de
mis ropas interiores y hasta sobre el bastón.” Como consecuencia
recibió las burlas de sus compañeros, que lo evitaban y le prohibieron
entrar a la carpa donde dormían. A pesar de lavar y restregar sus
ropas, que colgó “sobre el techo del carro por más de un mes al
viento, lluvia, polvo y al sol, no perdieron el hedor y por esto jamás
pudieron volver a usarse”.

iniczac
Paucke, Florián en Zwettler-Codex 420 Etta Becker-Donner; Gustav Otruba; Stift Zwettl. Wien : Braumüller, ©1959-©1966

Su cofrade y contemporáneo, Florian Paucke, relata un hecho


similar sufrido por un compañero durante su estada entre los
mocovíes de Santa Fe. Y agrega: “Este animalito es lindo de
contemplarlo pero su orina es de un hedor tan penetrante que los
perros cuando lo cazan los humedece con su hidráulica, se revuelcan
de continuo sobre la tierra como si enloquecieren y echan mucha
espuma por la boca y babean durante mucho tiempo. . . Cuando el
viento sopla en contra el hedor se apercibe también por más de una
legua española; si está muy cercano, mueve a muchos a desocupar
sus estómagos. Yo he oído decir pero jamás lo he probado que este
hedor que el viento acarrea consigo puede ser pronto ahuyentado
mediante una jarra de agua que se vuelca al aire o contra él. Debe de
haber un remedio que mitiga este hedor pues yo he visto mantas
enteras de tres varas y media de largas y de dos varas de anchas que
son de pieles de estos animalitos unidas por costura y tienen un
hermoso aspecto. . . En una manta hay también cincuenta o más
cueritos, cada uno negro como el otro y suave como seda y no se
advierte hedor alguno.”
Paucke relata el mismo sistema de caza temerario que refiere
Molina y asegura haber oído de “ otros tales zorrinos o zorrillos que
viven más adentro en el país cerca del reino del Perú y no se
defienden mediante la orina sino únicamente con la escopeta de
vientos naturales cuyo hedor sería también tan penetrante que ni la
gente ni los animales podrían permanecer a su lado.”
Una noche encontró uno “debajo de la mesa dentro de mi
cuarto. Pronto sentí su bálsamo y lo busqué y hallé donde he dicho
¿Qué hacer? Era inútil matarlo a palos o con otro instrumento pues un
solo chorro hubiera hecho estornudar mi choza ¡Más! la aldea entera.
Después de largo cavilar tomé mi fusil, disparé contra la bestia y la
maté sin que ella pudiera verter su agua balsámica pero por algunos
días sentí el resabio en mi choza.”
Juan Manuel de Rosas en sus Instrucciones a los Mayordomos de
Estancias refiere otro método seguro para cazarlos: “El modo de
matar a los zorrinos es con las bolas ganándoles viento arriba: así no
pueden mear ni las bolas. Después de muertos se les pisa la barriga
para que acaben de salir los orines, y luego se les refriega el trasero,
en el suelo, y así con esa operación no heden los cueros”.
Mephitis chilensis
Gay, C. - Historia fisica y politica de Chile. Atlas v.2 (1854) Paris.

Pese a su mal carácter el zorrino puede ser domesticado según


el naturalista francés Claude Gay: “se nos ha asegurado en el Perú
que uno joven había sido tan bien amansado, que seguía a su dueño
por el campo, y jamás dio motivo de queja; pero es verdad que
siempre estuvo bien tratado y mantenido, lo que prueba que sólo
cuando reciben daño o se les irrita, usan su singular proyectil.” Y no
todos parecen ser afectados por su aroma, así por ejemplo el puma:
“Uno de los mas formidables [enemigos] es el león del país, que
despreciando las primeras impresiones del olor casi insoportable, no
teme perseguirle para satisfacer su apetito.” En cambio, como
afirma Thomas Pennant, “su vapor pestilente supera incluso a la
pantera de América [el yaguareté], y atonta a ese formidable
enemigo.”
Félix de Azara lo conoció en Paraguay y recogió algunas
creencias y usos medicinales: “algunos han observado que acuden los
yaguarés adonde se ha muerto alguno de ellos; y por eso no suelen
matar los que por las noches entran en las casas campestres a comer
los pollitos y huevos, sino que los ahuyentan y matan lejos. Es muy
común sacarle el hígado y secarlo a la sombra; porque es voz general,
que tomando un poco de sus polvos en agua o vino caliente, son un
específico singularísimo contra el dolor de costado [cólico renal], y el
mayor sudorífico que se conoce. También es remedio especial contra
la xaqueca el olor pestilente de sus orines” aunque no está claro si el
“licor fosfórico” que arroja y que “reside en una bolsita junto a la vía
de la orina” se mezcla o no con ésta al arrojarlo.

The Mephitis of Chile


George Whittaker 1825 – Natural History
http://www.old-print.com

Nos queda para el final la visión de William Henry Hudson quien


se preocupaba en advertir a los viajeros extranjeros sobre “el
carácter odioso de esta criatura (los adjetivos son insuficientes para
describirlo)” y cita el caso de un inglés que por querer atraparlo sin
conocerlo recibió una rociada. Asegura que hay quienes “han sido
cegados permanentemente por una descarga del feroz líquido en
plena cara. Sobre una membrana mucosa quema como ácido
sulfúrico, dicen los infortunados que han tenido la experiencia.” Con
bastante frecuencia encontró zorrinos completamente ciegos,
suponiendo que lo eran por haber recibido accidentalmente la
descarga de sus propias glándulas.
Critica a Molina, a quien considera no siempre confiable, por su
descripción de la manera en que cazan al zorrino, según hemos visto.
Para Hudson hacerlo así sería comparable a intentar acariciar a una
cobra de capucha, y “sin embargo esta risible ficción encuentra
creyentes por toda Sud y Norteamérica. El profesor [Spencer
Fullerton] Baird la incluye en su gran obra sobre los mamíferos.”
Hudson recuerda que un militar argentino había recibido de un
cacique información sobre esta forma de capturar zorrinos. Al dejar
el campamento indio, el oficial vio un zorrino y quiso probar este
método. Pero aquí el relato terminó abruptamente y cuando se le
pidió al oficial que prosiguiera, éste encendió un cigarrillo y se quedó
mirando el humo. Hudson concluye que los indios eran amigos de
hacer bromas pesadas y rara vez sonreían y que esta broma del
zorrino era su venganza sobre la raza que se consideraban “superior”.
Cuenta también que entre las muchas águilas y caranchos que
cazó, algunos tenían olor a zorrino en su plumaje, lo que era un
indicio de que a menudo intentan cazarlo. Esto lo observó Ernest
Gibson, en Buenos Aires, cuando un carancho realizó varios intentos
de atrapar un zorrino hasta que éste, al verse agarrado por la cola, le
disparó y el carancho quedó tambaleándose “con el plumaje
desordenado, ojos llorosos, y una intensa expresión de aflicción en su
cara vulturina.”

Hay varias referencias sobre el consumo de carne de zorrino,


que muchos consideran bastante buena para comer. Hudson aporta la
versión de un baqueano que habiéndose extraviado con su grupo en el
interior de la Patagonia pudo sobrevivir durante el frío invierno,
consumiendo carne de zorrino, el único animal que abundaba en la
región. También comenta que cuando los perros se ven obligados,
matan a los zorrinos pero que es una tarea que les desagrada mucho.
Adquieren cierta habilidad en ello y lo realizan rápidamente,
sacudiéndolos hasta quebrarles la columna, para luego correr a frotar
la cara en el suelo húmedo para liberarse de la quemante sensación.
En cambio, los animales inexpertos que reciben la descarga a veces
caen inmóviles, como desmayados, y después de un rato se levantan
y salen corriendo y aullando.
Perro recibiendo la descarga de un zorrino
La Abeja – nº 4, p 123, 1º enero 1865

TOPONIMIAS DEL ZORRINO

- Córpen Aike, departamento de la provincia de Santa Cruz.


Kórpen: zorrino macho. Aike: Paradero, pueblo. Voz de origen
aónikenk. Hay un arroyo Corpen, afluente del Río Chico y una
estancia Córpen Aike.

- Saliqueló: Localidad de la Pcia. de Buenos Aires. De


sañi: zorrino; que: plural; y ló: médano = "médanos de los
zorrinos". Voz mapudungun.

-Añatuya = Localidad de la provincia de Santiago del Estero.


Voz quichua, que significa "zorrino", que es el símbolo de la
ciudad. Provendría del guaraní aña: diablo; y tuya: viejo = "diablo
viejo", quizás vinculando a su mal olor. Recordemos que las
apariciones del diablo iban acompañadas siempre de un mal olor
característico. Curiosamente en el otro extremo de América, en
Canadá, el zorrino había recibido de parte de los europeos el
nombre de enfant du diable: “hijo del diablo”.
LOS PUEBLOS ORIGINALES Y EL ZORRINO
A través de los cuentos y leyendas es posible descubrir la
manera en que los indígenas se relacionaban con el zorrino y el lugar
que le daban en sus mitos.
Los aónik'enk o tehuelches continentales introducen al zorrino
en el mito de su héroe Elal, que de niño vivía en una isla
escondiéndose de su monstruoso padre. Su abuela, la laucha Terr
Uer, convocó a todos los animales amigos del niño, valiéndose de
Olje, el zorrino, como mensajero, y le explicó cómo debía caminar
escondido entre las matas, para pasar desapercibido. Pero uno de los
gigantes lo interceptó y lo interrogó. Olje, asustado, confesó la
verdad, y una lechuza que pasaba escuchó la confesión y pudo avisar
a los demás animales, que quedaron indignados. Elal, comprendiendo
lo indefenso que era Olje, le colocó una glándula productora de
un líquido pestilente, para que pudiera alejar así a sus enemigos.
Aunque en otras versiones, debido a este olor, el zorrino está
condenado a vivir solo y no tener amigos.
En otro mito tehuelche, el piche, el chingue y el gato pajero
eran los antepasados que poseían el fuego, el cual negaban a los
hombres. Elal se lo quitó y nunca más pudieron calentarse ni cocinar
sus alimentos, pasando a comer en el caso del chingue, sólo
cucarachas.
Los mapuches tiene un epew o relato oral donde una vizcacha
se encuentra con un shañi o zorrino y caminando juntos, nota que
sus amigos ya no la saludan. Comprende que es por el olor del zorrino
a quien despide sin invitarlo a su confortable casa. En un cuento
criollo parecido, Hudson, relata que el protagonista llega a un baile
sin darse cuenta que había sido rociado levemente por un zorrino. En
la fiesta todo el mundo empieza a sentir el olor y a tomar actitudes
esquivas. Ante lo cual el protagonista decide irse sabiendo que muy
probablemente iba a conocerse la causa de su huída.
En otro relato mapuche, compilado por Bertha Koessler, se
explica la enemistad del zorrino y el puma. Este había raptado a una
doncella, y luego se había comido al hijo de ella que acudió a
rescatarla. La muchacha apostó un zorrino a la entrada de la cueva,
quien al llegar el león, le disparó a los ojos su líquido nauseabundo
con lo cual lo dejó ciego. La muchacha entonces le abrió el vientre y
extrajo a su hijo muerto. En una continuación que parece contener
elementos cristianos, el niño es resucitado y llevado por su misterioso
padre a las alturas. En otra leyenda consignada por la misma autora,
se refiere que el shañi acostumbra a vivir en casa ajena, sobre todo
en la del peludo. De haragán nomás, hace que su hembra cave la
cueva para parir. Un día, buscando una cueva de peludo para ocupar,
se encontró con un panal de abejas mishkin y avispas shiumén, y
queriendo darse un banquete de miel, fue atacado por los insectos
que, inmunes a su olor, le dejaron el hocico colorado por las
picaduras y la cabeza hinchada. Cuando se recuperó del ataque,
Shañi, consultó al sabio Ollal que, invocando al Espíritu Auxiliar,
entró en trance y le autorizó desde entonces a comer abejas y
avispas.

Llegamos ahora a la provincia de Mendoza donde Berta Vidal de


Battini recogió un cuento donde un chiñe o zorrino se asocia a un
gallo, un gato, un burro, un pato y un carnero para recorrer la
región. A la noche se quedan a dormir en un bosque, pero resultó que
allí vivían varios leones (pumas). Cuando llegó uno de ellos, el chiñe
despertó y le orinó en los ojos. La fiera quedó ciega sin poder
defenderse de los otros animales que aprovecharon para atacarlo y
hacerlo huir, seguido de los otros leones.
Entre los wichis, el zorrino aparece en los relatos de Tokjuaj
como un personaje descuidado que se pone a defecar en medio de
una fiesta por lo cual el héroe le tira un mate encima y le mancha la
piel de blanco.
Hay varias historias registradas entre los aimara que tienen
como protagonista al zorrino. En “El Matrimonio De Los Zorrinos” un
caminante se encuentra con un baile de zorrinos que festejaban su
casamiento. Al verse rodeado y orinado por ellos se hace el muerto y
finalmente los rocía con su propia orina con lo cual logra que ellos se
alejen. En “La Danza De Los Zorrinos” una familia de estos animales
se divierte bailando cuando los hijos avisan a la madre la llegada del
dueño del campo. La madre no hace caso y resulta muerta junto con
el padre, salvándose en cambio los hijos.
Cuando aparece con el zorro, el zorrino le pide consejo sobre
como cazar llamas para no tener que comer siempre gusanos. Pero
resulta que las llamas lo patean y dolorido comprende que debe
seguir con su comida habitual.

LOS NOMBRES DEL ZORRINO

Para los tehuelches o aónikenk es olje, u oljo,


denominándose al zorrino macho: serpe o kórpen. En la misma
etnia se refiere el nombre wekeshta para la forma patagónica,
que el viajero George Musters registró como wickster.

En mapudungun es shani que dió las voces chinga, chiñi,


chiñiúe, chingue, chiñque o chiñe. Este nombre se utiliza hasta la
latitud de Catamarca. En esta provincia comienzan a usarse los
nombren quichua y aimara: añatuya, añasco, añathas, añango,
yañaz o añas. En Santiago del Estero se registra también la voz
quechua pishilinga y en Salta pishinga, paicansillo, y
tambiényaguano, derivado del nombre guaraní yaguaré que, según
explica Azara, deriva de yagua: perro; y ré: hediondo; es decir
“perro hediondo”. Esta voz dió yaguané nombre del yeguarizo con
largas tiras o fajas blancas sobre fondo negro o colorado, como el
pelaje del zorrino.

Para los wichis los zorrinos se llaman tujwanas o tejwanaj y


entre los chorotes tijwana, mientras que los abipones disponían
de tres nombres para ellos: los más grandes kaál, los
medianos licherany los pequeños lichera, sin que se pueda
determinar si se referían todos a la misma especie. Los indios
mocovíes lo llamaban inigzac.

EL ZORRINO EN LA LITERATURA
Horacio Quiroga en su cuento Cacería del zorrino lo describe
así:
“Uno de los animales salvajes más bonitos de la Argentina y
Uruguay, es un pequeño zorro de color negro sedoso, con una ancha
franja plateada que le corre a lo largo del lomo. Tiene una magnífica
cola de largos y nudosos pelos, que enarbola como un plumero.
Este zorrito, en vez de caminar, se traslada de un lado a otro
con un galopito corto lleno de gracia. Es mansísimo, y a la vista de
una persona ni piensa siquiera en huir. Posee una gracia de
movimientos que le envidiarían las mismas ardillas, y pocos animales
del mundo dan más ganas de acariciarlos.
Pero el que pone la mano encima de esta bellísima criatura,
chiquitos míos, no vuelve a hacerlo en su vida.
. . . Los animales carnívoros despiden todos, un olor amoniacal
muy fuerte.
Pero ninguno de esos tufos es comparable al olor que despide el
zorrino. Es, como decimos nosotros, un olor que “voltea”. Nada más
expresivo se puede decir que esto. Un hombre que recibe la fea
descarga en el rostro, cae con seguridad desmayado.
Hasta puede morir por asfixia, si el líquido ha penetrado en la
nariz. Se conocen casos de ceguera por haber tocado los ojos el
cáustico líquido.”

Alex Mouchard
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REFERENCIAS
Azara, Félix de – 1802- Apuntamientos para la historia natural
de los quadrúpedos del Paragüay y Río de la Plata - Imprenta de la
Viuda de Ibarra, Madrid.
Dobrizhoffer, Martin, S.J. –1967- Historia de los Abipones.
Universidad Nacional del Nordeste. Resistencia, Chaco.
Echeverría Baleta, Mario – s/f - Vida y Leyendas Tehuelches.
Feuillée, Louis Éconches - Journal des observations physiques,
mathématiques et botaniques, faites par l'ordre du Roy sur les Côtes
Orientales de l'Amérique Méridionale, & dans les Indes Occidentales,
depuis l'année 1707 jusques en 1712. Paris, 1714.

Gay, Claude -1847-Historia física y política de Chile. Zoología I.


París.
Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega
- Comentarios Reales de los Incas, Lisboa, 1609.
Gumilla, José – 1758 - Histoire naturelle, civile et geographique
de l'Orenoque et des principales riviéres qui s'y jettent. 3 vol.
Avignon, Jean Mossi.
http://www.cuicui.cl/recursos/chingue_resentido/
Hudson, W. H. – 1895 - The Naturalist in La Plata. 3ª Ed. New
York. D. Appleton and Co.
Koessler Llg, Bertha – 2011 - Cuentan los araucanos -
Tradiciones orales de los mapuches - Editorial del Nuevo Extremo.
Molina, Giovanni Ignazio – 1782. Saggio sulla storia naturale del
Chili. Stamperia de S. Tommaso d' Aquino. Bologna,
Paucke, Florian – 2010 - Hacia allá y para acá. Ministerio de
Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe.
Pennant, Thomas – 1771 - Synopsis of Quadrupeds.
Quiroga, Horacio – 1977 - Cartas a un cazador. Arca - 91 páginas
Quispe Chambi , Edgar - 2004- Traducción de Cuentos y
Tradiciones Orales en Aimara - Academia Peruana de la Lengua
Aymara APLA – Puno (Peru)
Rosas, Juan Manuel de – 1819 - Instrucciones a los Mayordomos
de Estancias.
Terán, Buenaventura -1998- El ciclo de Tokjuaj y otros mitos
de los wichí –Ediciones Del Sol.
Vidal de Battini, Berta Elena – 1960 - Cuentos y leyendas
populares de la Argentina.
Wood, John – 1699 - Voyage Through the Streights of Magellan.
En Hacke, W.: A Collection of Original Voyages. London: James
Knapton.

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