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BIOGRAFÍA DE JACOB HÉROE DE LA FE

(HEBREOS 11.9, 20)

Jacob nació con la mano trabada al calcañar de su hermano Esaú (Génesis 25.26), de
manera que el nombre que le fue dado significa "se agarra" o, según otra
interpretación aceptable, "se agarró".
Jacob "suplantó" (matiz que proviene de "tomar por el calcañar, alcanzar") a su
hermano, obteniendo primeramente la primogenitura del hijo mayor aprovechándose
del hambre de su hermano, y luego engañando a Isaac para que le concediera la
bendición que correspondía por costumbre al primogénito. El hijo mayor heredaba
normalmente una proporción mayor de los bienes paternos que todos los demás hijos
(el doble posteriormente, Deuteronomio 21.16).

Además del legado especial parece ser que el heredero estaba destinado a ocupar,
desde el punto de vista social y religioso, la posición de jefe de la familia.
Probablemente esta posición era simbolizada por la concesión de la bendición
paterna. Se puede deducir cómo eran estas costumbres por las escrituras de
adopción y los registros legales contemporáneos, como también por lo que registra la
Biblia. La breve narración de la manera en que fue vendida la primogenitura de Esaú
por una comida no relata cómo se confirmó el intercambio, o si se lo anotó
oficialmente. Un documento del siglo XV a.C. registra la venta del patrimonio de un
hombre en Asiria. Un documento del mismo medio ambiente demuestra que la
promesa oral de un padre a su hijo podía ser defendida ante un tribunal judicial. Así es
que la bendición de Isaac era irrevocable, como destaca el texto (Génesis 27.33).

De este modo Jacob se convirtió en el portador de la promesa divina, y en heredero


de Canaán (Romanos 9.10–13). Esaú recibió la región menos fértil, que se conoció
luego como Edom. Rebeca, la madre, obtuvo el permiso de Isaac para que Jacob
pudiera huir de la ira de Esaú a la casa paterna en Ed (Génesis 28.1). Utilizó como
excusa la necesidad de que Jacob contrajera enlace con una mujer perteneciente a la
misma tribu, evitando así un matrimonio entre miembros de distintas razas y
religiones, como había sucedido con Esaú, que se había casado con una mujer del
lugar.

El acontecimiento central de la vida de Jacob ocurrió durante su huida hacia el Norte.


Después de un día de viaje, posiblemente el primero, llegó a la región montañosa
cerca de Bet-el, a unos 100 km de Beerseba. No se indica que Jacob tuviera
conocimiento de alguna santidad especial relacionada con dicha zona, aunque puede
haber tenido conocimiento sobre el lugar donde su abuelo edificó su altar (Génesis
12.8). Mientras dormía le fue concedida la visión de una escalera entre el cielo y la
tierra, y del Dios de su familia en lo alto de la misma. La promesa dada a Abraham le
fue confirmada a él, y le fue otorgada una promesa de protección divina. Jacob
conmemoró su sueño alzando por señal la piedra que había puesto de cabecera, y
derramó una libación de aceite sobre ella (Génesis 28.11). Estos monumentos
sencillos a menudo se erigían en lugares sagrados (Bet-el). El que acabamos de
describir señalaba el lugar donde, para Jacob, Dios manifestó su presencia.

La narración salta luego de Bet-el hasta la región de Harán, en el momento del arribo
de Jacob. Como había hecho Eliezer (Génesis 24.11), así también Jacob fue
primeramente al pozo en las afueras de la ciudad. Allí se encontró con su prima
Raquel, quien lo llevó a Labán, su tío, y este lo aceptó como pariente suyo. Cuando
hubo pasado un mes, Jacob convino en trabajar para su tío y, después de siete años,
recibir a Raquel por esposa (Génesis 29.1). El casamiento fue debidamente celebrado
en presencia de testigos, mediante un contrato de casamiento oral o escrito, requisito
legal indispensable en Babilonia para otorgar a la mujer estado de esposa, Labán en
realidad entregó como esposa a su hija mayor, Lea, con la excusa de que ese
proceder obedecía a una costumbre del país.

Jacob dio su conformidad al arreglo de Labán, y se estableció un nuevo acuerdo que


permitía a Jacob casarse con Raquel al cabo de la semana (presumiblemente de
festividades). Se le exigieron siete años más de servicios en reemplazo del dinero que
el que se casaba debía entregar a su suegro.

Durante los veinte años que Jacob permaneció en la casa de Labán le nacieron once
hijos varones y una mujer. A Lea le nacieron cuatro hijos varones, mientras que
Raquel no dio a luz ningún hijo por ser estéril. Su mortificación fue en parte suavizada
cuando entregó a Jacob a su criada Bilha, adoptando a sus dos hijos varones (Nuzi).
Lea hizo lo propio con su criada Zilpa, quien también dio a luz dos hijos varones. El
conocimiento de que la adopción podía provocar la concepción en la madre adoptiva
quizás haya sugerido este proceder (Sara y Agar, Génesis 16.2). Lea dio a luz dos
hijos varones más y una mujer antes que Raquel diera a luz a José.

El pedido de Jacob de que se le permitiera regresar a su casa habrá sido hecho,


quizás, al final de los catorce años de servicio prestados por sus dos esposas, y
después que Raquel tuvo su primer hijo, José. Su habilidad en la atención de los
rebaños de Labán y el éxito que había tenido eran tales que su tío no estaba muy
dispuesto a dejarlo ir (Génesis 30.25). Llegaron a un acuerdo por el cual Jacob
seguiría trabajando para Labán, recibiendo a cambio todos los animales de los
rebaños y manadas de Labán que tuviesen manchas de color. De este modo Jacob
adquiriría un capital con el cual podría mantener a su familia. Labán, faltando
nuevamente a su palabra, apartó todos los animales que por derecho pertenecían a
Jacob, pero este, siguiendo el consejo recibido mediante un sueño, ingeniosamente
transformó el ardid de su suegro en beneficio propio, sin violar ninguna de las
condiciones del acuerdo. Su prosperidad despertó la envidia de los hijos de Labán,
que estimaban haber sido defraudados de su legítima herencia (Génesis 31.1).

Recibiendo instrucciones divinas, Jacob puso a un lado toda renuencia a abandonar


Harán sin la conformidad de Labán, y en esto Raquel y Lea lo apoyaron en sus planes
porque consideraban que su padre había malgastado la dote que ellas debían haber
recibido. La huida se llevó a cabo mientras Labán estaba ausente trasquilando ovejas.
Una ventaja de dos días de viaje permitió a Jacob y sus manadas llegar hasta Galaad
antes de ser alcanzado por Labán (Génesis 31.22). Labán se quejó de la salida furtiva
de Jacob, pero su mayor preocupación consistía en el robo de sus ídolos.

Si la posesión de dichas imágenes realmente señalaba al jefe de la familia, luego la


acción de Raquel tenía por finalidad exaltar a Jacob. Pudo apropiárselos recurriendo a
un ardid. Jacob, a su vez, recordó a Labán la forma leal en que le había servido,
cumpliendo con todos los requisitos corrientes de un buen pastor, y la manera injusta
en que se le había recompensado. Se hizo un pacto, y Labán utilizó su posición de
autoridad para dictar las condiciones: sus hijas no debían ser maltratadas, ni debía
Jacob tomar otra mujer. Se erigió un monumento para conmemorar el convenio y
edificaron un majano de piedras. Sirvieron también como puntos de marcación más
allá de los cuales ninguna de las dos partes debía pasar; posiblemente se trataba de
un reconocimiento de la extensión de los derechos territoriales de Jacob bajo los
términos de la promesa. Cada una de las partes invocó a Dios para que fuera testigo y
castigara a cualquiera que quebrantara el convenio. Se ofreció un sacrificio, y las dos
partes compartieron una comida en señal de buena voluntad.

Jacob siguió viaje a Mahanaim, donde le salió al encuentro un ángel, y luego envió
exploradores para tantear la actitud de Esaú hacia él (Génesis 32.1). Al acercarse su
hermano, Jacob se cuidó de salvaguardar la mitad de sus posesiones, enviando
también a Esaú un valioso obsequio. Después de pedir la bendición divina, y
justamente cuando iba a vadear el río Jaboc en Peniel, se trabó en lucha con un
desconocido que pudo vencerlo únicamente descoyuntándole el muslo. Este incidente
fue considerado como la redención de Jacob "de todo mal" (Génesis 48.16), indicando
su nuevo nombre, Israel, que era capaz de contender con Dios (Oseas 12.4), mientras
que el haber quedado incapacitado indicaba su subordinación. El recibimiento
amistoso de Esaú no libró a Jacob enteramente de sus temores, por lo que, en lugar
de seguir tras su hermano dobló en dirección a Sucot. Desde allí se dirigió a una
ciudad en el territorio de Siquem, donde compró una parcela de tierra. La violación de
Dina, y la venganza tomada por los hermanos de ella, produjeron la hostilidad de los
habitantes de la zona hacia él (Génesis 34.1). Recibió instrucciones de Dios de
trasladarse a Bet-el, presumiblemente fuera de la jurisdicción de Siquem, para adorar.
Los diversos símbolos paganos traídos desde Padan-aram fueron enterrados antes de
que la familia pudiera seguir viaje. Como había hecho antes, en esta ocasión también
Jacob erigió un monumento para conmemorar su comunión con Dios, derramando
sobre él una libación. Lo mismo hizo para señalar la tumba de Raquel en la localidad
de Efrata, pero sin libación (Génesis 35.1–20). Después de la muerte de Isaac
(Génesis 35.28–29) se asentó en la región de Hebrón, y allí vivió en la misma forma
en que había vivido en Harán, dedicado a la ganadería y la agricultura. Cuando
sobrevino el hambre y fue invitado a Egipto, primeramente se aseguró de que hacía
bien en trasladarse más al Sur de Beerseba (Gn. 46.1ss).

Antes de su muerte adoptó a los dos hijos de José y les concedió una bendición
especial, manifestando preferencia por el menor de los dos (Génesis 48). Las
bendiciones de los doce hijos se registran en una composición poética que es un
juego de palabras sobre el significado de los nombres (Génesis 49.1–27). Jacob
murió, con más de 130 años de edad, y fue sepultado en la tumba de la familia en
Macpela, cerca de Hebrón (Gn. 50.13).

Sus descendientes adoptaron para sí su nombre Israel (siendo Jacob el nombre


paralelo en poesía). Como pueblo elegido tuvieron el privilegio de luchar con Dios.

Referencias en el Nuevo Testamento


Jacob, hijo de Isaac, aparece en las genealogías (Mateo 1.2; Lucas. 3.34). Más
significativa es su frecuente mención conjunta de Abraham, Isaac, y Jacob, donde
Jacob aparece con los otros dos como tipo de los que son eternamente bendecidos
(Mateo 8.11; Lucas 13.28). Los sinópticos registran la cita de Jesús tomada de Éxodo
3.6: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (Mateo 22.32;
Marcos 12.26; Lucas 20.37; también Hechos 7.32). Esta sonora fórmula (que adopta
la liturgia judía, las "dieciocho bendiciones") pone énfasis y solemnidad en el carácter
de Dios como el que entró en una relación pactada con los patriarcas de antaño y
cumple sus promesas. En Mateo se menciona a un Jacob como padre de José en la
genealogía de nuestro Señor (Mt. 1.15–16).Pedro usa casi la misma fórmula para dar
realce a su declaración de lo que Dios ha hecho en Cristo (Hechos 3.13). Esteban
menciona a Jacob varias veces (Hechos 7.12, 14–15, 46).

La última vez habla del "Dios de Jacob", dando así a este patriarca importancia central
en la historia de la fe. Pablo se refiere a Jacob dos veces, la primera para expresar los
propósitos electivos de Dios (eligió a Jacob antes de que hubieran nacido los dos
niños, Romanos 9.11–13), y la segunda para simbolizar la nación (Romanos 11.26).
Finalmente, este patriarca figura en Hebreos como uno de los héroes de la fe
(Hebreos 11.9, 20).

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