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Jacob nació con la mano trabada al calcañar de su hermano Esaú (Génesis 25.26), de
manera que el nombre que le fue dado significa "se agarra" o, según otra
interpretación aceptable, "se agarró".
Jacob "suplantó" (matiz que proviene de "tomar por el calcañar, alcanzar") a su
hermano, obteniendo primeramente la primogenitura del hijo mayor aprovechándose
del hambre de su hermano, y luego engañando a Isaac para que le concediera la
bendición que correspondía por costumbre al primogénito. El hijo mayor heredaba
normalmente una proporción mayor de los bienes paternos que todos los demás hijos
(el doble posteriormente, Deuteronomio 21.16).
Además del legado especial parece ser que el heredero estaba destinado a ocupar,
desde el punto de vista social y religioso, la posición de jefe de la familia.
Probablemente esta posición era simbolizada por la concesión de la bendición
paterna. Se puede deducir cómo eran estas costumbres por las escrituras de
adopción y los registros legales contemporáneos, como también por lo que registra la
Biblia. La breve narración de la manera en que fue vendida la primogenitura de Esaú
por una comida no relata cómo se confirmó el intercambio, o si se lo anotó
oficialmente. Un documento del siglo XV a.C. registra la venta del patrimonio de un
hombre en Asiria. Un documento del mismo medio ambiente demuestra que la
promesa oral de un padre a su hijo podía ser defendida ante un tribunal judicial. Así es
que la bendición de Isaac era irrevocable, como destaca el texto (Génesis 27.33).
La narración salta luego de Bet-el hasta la región de Harán, en el momento del arribo
de Jacob. Como había hecho Eliezer (Génesis 24.11), así también Jacob fue
primeramente al pozo en las afueras de la ciudad. Allí se encontró con su prima
Raquel, quien lo llevó a Labán, su tío, y este lo aceptó como pariente suyo. Cuando
hubo pasado un mes, Jacob convino en trabajar para su tío y, después de siete años,
recibir a Raquel por esposa (Génesis 29.1). El casamiento fue debidamente celebrado
en presencia de testigos, mediante un contrato de casamiento oral o escrito, requisito
legal indispensable en Babilonia para otorgar a la mujer estado de esposa, Labán en
realidad entregó como esposa a su hija mayor, Lea, con la excusa de que ese
proceder obedecía a una costumbre del país.
Durante los veinte años que Jacob permaneció en la casa de Labán le nacieron once
hijos varones y una mujer. A Lea le nacieron cuatro hijos varones, mientras que
Raquel no dio a luz ningún hijo por ser estéril. Su mortificación fue en parte suavizada
cuando entregó a Jacob a su criada Bilha, adoptando a sus dos hijos varones (Nuzi).
Lea hizo lo propio con su criada Zilpa, quien también dio a luz dos hijos varones. El
conocimiento de que la adopción podía provocar la concepción en la madre adoptiva
quizás haya sugerido este proceder (Sara y Agar, Génesis 16.2). Lea dio a luz dos
hijos varones más y una mujer antes que Raquel diera a luz a José.
Jacob siguió viaje a Mahanaim, donde le salió al encuentro un ángel, y luego envió
exploradores para tantear la actitud de Esaú hacia él (Génesis 32.1). Al acercarse su
hermano, Jacob se cuidó de salvaguardar la mitad de sus posesiones, enviando
también a Esaú un valioso obsequio. Después de pedir la bendición divina, y
justamente cuando iba a vadear el río Jaboc en Peniel, se trabó en lucha con un
desconocido que pudo vencerlo únicamente descoyuntándole el muslo. Este incidente
fue considerado como la redención de Jacob "de todo mal" (Génesis 48.16), indicando
su nuevo nombre, Israel, que era capaz de contender con Dios (Oseas 12.4), mientras
que el haber quedado incapacitado indicaba su subordinación. El recibimiento
amistoso de Esaú no libró a Jacob enteramente de sus temores, por lo que, en lugar
de seguir tras su hermano dobló en dirección a Sucot. Desde allí se dirigió a una
ciudad en el territorio de Siquem, donde compró una parcela de tierra. La violación de
Dina, y la venganza tomada por los hermanos de ella, produjeron la hostilidad de los
habitantes de la zona hacia él (Génesis 34.1). Recibió instrucciones de Dios de
trasladarse a Bet-el, presumiblemente fuera de la jurisdicción de Siquem, para adorar.
Los diversos símbolos paganos traídos desde Padan-aram fueron enterrados antes de
que la familia pudiera seguir viaje. Como había hecho antes, en esta ocasión también
Jacob erigió un monumento para conmemorar su comunión con Dios, derramando
sobre él una libación. Lo mismo hizo para señalar la tumba de Raquel en la localidad
de Efrata, pero sin libación (Génesis 35.1–20). Después de la muerte de Isaac
(Génesis 35.28–29) se asentó en la región de Hebrón, y allí vivió en la misma forma
en que había vivido en Harán, dedicado a la ganadería y la agricultura. Cuando
sobrevino el hambre y fue invitado a Egipto, primeramente se aseguró de que hacía
bien en trasladarse más al Sur de Beerseba (Gn. 46.1ss).
Antes de su muerte adoptó a los dos hijos de José y les concedió una bendición
especial, manifestando preferencia por el menor de los dos (Génesis 48). Las
bendiciones de los doce hijos se registran en una composición poética que es un
juego de palabras sobre el significado de los nombres (Génesis 49.1–27). Jacob
murió, con más de 130 años de edad, y fue sepultado en la tumba de la familia en
Macpela, cerca de Hebrón (Gn. 50.13).
La última vez habla del "Dios de Jacob", dando así a este patriarca importancia central
en la historia de la fe. Pablo se refiere a Jacob dos veces, la primera para expresar los
propósitos electivos de Dios (eligió a Jacob antes de que hubieran nacido los dos
niños, Romanos 9.11–13), y la segunda para simbolizar la nación (Romanos 11.26).
Finalmente, este patriarca figura en Hebreos como uno de los héroes de la fe
(Hebreos 11.9, 20).