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Entre Escila y Caribdis:

¿FABRICANDO EL NUEVO SÚPER CICLO DE LOS PRECIOS Y


PREPARANDO EL RETORNO DEL FRACKING?
Carlos Rodrigo Zapata C. (*)
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Las informaciones que circulan desde agosto 2018 apuntan a un


crecimiento absolutamente desmesurado de los precios de las
materias primas en los mercados internacionales, especialmente de
los hidrocarburos.

Escila y Caribdis
Las principales razones se centran en un pronunciado rezago en las
tareas de exploración que habría llevado a una caída histórica en las
reservas probadas a las que pueden echar mano las empresas
petroleras. La consecuencia de ello sería inevitablemente el

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crecimiento acelerado de los precios de los hidrocarburos,
hablándose ya de un precio del barril de petróleo de 150 dólares,
superior al máximo histórico alcanzado el 2008 durante el pasado
súper ciclo de los precios de las materias primas.

La pregunta es: ¿a qué se debe que los grandes consorcios petroleros


no se hayan ocupado de la exploración? Todo indica que las razones
se centran en varios factores:
1) Pesimismo en relación al futuro inmediato en lo referente a la
demanda de petróleo debido a un ritmo de crecimiento moderado a
lento.
2) La masiva irrupción del fracking que ha mostrado una capacidad
de respuesta muy dinámica cuando sus costos directos de
producción (en torno a los 65 dólares por barril) son superados por
el precio de mercado.
3) El crecimiento de las energías limpias y la caída pronunciada de
sus precios, situación que habría generado algunos desincentivos
para seguir invirtiendo en exploración petrolera en los mismos
niveles del pasado.

4) La preferencia por premiar a los accionistas de las empresas


petroleras con altos retornos, con tal de evitar la caída en el valor de
las acciones y dar la impresión de debilidad prematura del sector, lo
que podría ocasionar una menor disponibilidad futura de recursos
para inversión.
A estos factores aún habría que sumar otros más complejos que
también contribuirían a generar un nuevo súper ciclo de los precios
de las materias primas que puede ocasionar graves distorsiones en
las relaciones económicas internacionales.
Entre dichos otros factores es oportuno destacar el tema del 'carbon
budget', es decir, la cantidad de CO2 que la atmósfera todavía

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podría soportar sin producir incrementos de temperatura que puedan
resultar devastadores para la población planetaria, por ejemplo,
superiores a 2 grados centígrados.
En este marco se sostiene ya desde hace años que para evitar esos
incrementos de temperatura es indispensable reducir la emisión de
CO2 o evitar incrementos adicionales, y que ello debería llegar al
extremo de dejar bajo tierra una buena proporción de las reservas ya
probadas de hidrocarburos (eso que intentó Correa a media fuerza
con el yacimiento Yasuní en Ecuador), además de abstenerse de
nuevas exploraciones y descubrimientos de yacimientos (eso que se
propone hacer Bolivia, nada menos que en áreas protegidas!), ya que
ello incentivaría a seguir por la senda de la economía
hipercarbonizada, lo que podría a su vez desincentivar los esfuerzos
para desarrollar las energías limpias. Da la impresión que se tenía la
certeza que la transición de la era de los hidrocarburos a la de las
energías limpias sería más acelerada de lo que en los hechos se está
dando. Y ese rezago también podría estar en la base de este nuevo
súper ciclo.
La peor noticia en este contexto es que la explotación de los
yacimientos de esquisto ya representa una violación del pedido
clamoroso de abstenerse de desarrollar nuevos yacimientos. Los
niveles increíbles de explotación alcanzados en EEUU mediante el
fracking (más de 120.000 pozos en 4 años, entre 2008 y 2012)
permitieron a ese país solucionar ampliamente las consecuencias de
la crisis del 2008 y convertirlo en exportador de hidrocarburos, al
haber logrado su autoabastecimiento interno en este producto.
Semejante impulso ocasionó que el precio de los hidrocarburos
caiga significativamente hacia 2013, tanto que buena parte de las
empresas dedicadas al fracking tuvieron que salir del mercado. Dado
el escenario que se está configurando, podemos también prever que
el fracking prepara su retorno, esta vez a escala planetaria.
La pregunta del trillón es clara: ¿podrá el fracking impedir ese
crecimiento generalizado de los precios del petróleo y las materias
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primas, o acomodará su ritmo de producción y de incursión en la
economía a los ritmos de incremento de los precios internacionales?
De cualquier forma, se podría decir que nos hallamos entre Escila y
Caribdis, los monstros marinos apostados a ambos lados de un
canal, pues tendríamos a la vuelta de la esquina o un nuevo súper
ciclo de los precios de las materias primas (situación que favorece a
países productores de materias primas, pero alienta el extractivismo
y destruye sus sistemas de gobernanza democráticos, como vamos
viendo en gran parte de América Latina) o el fracking con todas sus
secuelas sobre degradación, polución ambiental y calentamiento
global, o ambos monstros al mismo tiempo.
La lección más importante que se debe extraer ya ahora, es que no
puede simplemente exigirse una reducción del uso de hidrocarburos
sin que se haya previsto su adecuada substitución por energías
limpias. Ello significa que el esfuerzo mundial debe centrarse en el
fomento de las energías limpias y en el diseño de una política de
transición de la economía adicta al carbono a otra basada en energías
limpias. Los ODS acordados por 190 países en París el 2015
constituyen un sendero aún demasiado grueso como para avanzar
sostenible y responsablemente en la tarea de contención del
calentamiento global. Mientras no contemos con un sendero
minuciosamente diseñado para transitar de un mundo al otro, el
remedio puede resultar mucho más peligroso que la enfermedad.
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(*) Economista, especialista en planificación territorial, catedrático
de Desarrollo del Capitalismo.

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salto-petroleo-us-150-237776

https://www.preciopetroleo.net/

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