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Mantenimiento
por Carlos Mario Perez Jaramillo, Soporte y Cia Ltda
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1. Plan de mantenimiento
El conocido plan de mantenimiento no es más que una serie de tareas que de manera planeada
y programada se deben realizar a un equipo o sistema productivo con una frecuencia
determinada.
Una regla de oro en mantenimiento es aquella que dice que cualquier actividad correctiva,
preventiva, detectiva o predictiva está justificada y es aplicable sólo si el equipo queda más
confiable, es decir si mejora su desempeño a nivel de reducción de tiempo de parada, reducción
de cantidad de fallas, reducción del riesgo, optimización del costo de operación, mejor
comportamiento a nivel ambiental y reducción de las afectaciones al medio ambiente. Sino la
tarea es totalmente superflua y desechable y hacerla puede incrementar las fallas o ser un
franco desperdicio.
En la década de los años 50s del siglo pasado “mantenimiento” era equivalente a reparaciones
periódicas. Todos esperaban que los componentes y partes importantes se gastaran después de
cierto tiempo. Esto condujo a creer que las reparaciones periódicas mantenían las condiciones
operativas correctas de las piezas antes de que se desgastaran y así se lograba prevenir y evitar
las fallas. En los casos en que esta estrategia no parecía estar funcionando, se asumía que se
estaban realizando inoportunamente las reparaciones, es decir muy tarde; esto condujo los
esfuerzos a acortar el tiempo entre reparaciones. Desafortunadamente los gerentes de
mantenimiento de las aerolíneas hallaban que en la mayoría de los casos, los porcentajes de
falla no se reducían y por el contrario se incrementaban.
A finales de los años 50s del siglo pasado, la aviación comercial mundial tenía más de 60
accidentes por cada millón de despegues.
Esta alta tasa de accidentalidad, aunada al auge de los viajes aéreos, implicaba que la industria
aérea tenía que hacer algo para mejorar la seguridad. El hecho de que una tasa tan alta de
accidentes fuera causada por fallas en los equipos significaba que, el principal enfoque tenía que
hacerse en la seguridad, como componente fundamental de la confiabilidad.
Mantenimiento centrado en confiabilidad RCM, es un proceso desarrollado durante los años 60s y
70s del siglo pasado por los empleados de United Airlines: Stanley Nowlan y Howard Heap,
quienes luego de 20 años de carrera, investigando y experimentando en la aviación, publican su
libro “Realiabillity Centered Maintenance”, con la finalidad de ayudar a las personas que definen
los planes de mantenimiento a determinar las mejores estrategias, para lograr que se cumplan
las funciones de los activos físicos y para manejar las consecuencias de sus fallas. Hasta hoy no
hay un proceso más integral, completo y responsable para hacerlo.
Uno de los hallazgos principales con esta investigación es el reconocimiento de que las
estrategias de mantenimiento se deben definir a nivel de causa de falla, es decir un activo tiene
muchas funciones que pueden fallar debido a diferentes causas y cada causa obedece a un
fenómeno físico de desgaste, un error humano, una influencia ambiental, pérdida de integridad o
fenómenos repentinos que pueden hacer que se degrade o suspenda el cumplimiento de sus
funciones.
Una gran ventaja del RCM, es el modo en que provee criterios simples, precisos y fáciles de
comprender para decidir (si hiciera falta) qué tarea sistemática es técnicamente aplicable, si se
justifica hacerla en cualquier contexto, y si fuera así, para decidir la frecuencia con la que se
debe ejecutar y quién debe de hacerlo.
Las causas de falla son varias para un mismo componente, ya que este puede fallar golpeado,
desgastado, no lubricado, fatigado y en cada caso la estrategia de manejo de la causa de falla es
diferente y por lo tanto es común que para un elemento hayan tareas predictivas, preventivas y
hasta dejar que falle puede ser una decisión coherente.
Cuando se menciona la confiabilidad como la “la probabilidad de que un equipo o sistema opere
sin falla por un determinado período de tiempo, en unas condiciones de operación específicas”,
el uso inadecuado de este concepto es generado en la gran mayoría de los casos por el uso
particular que se da a la expresión “falla”, ya que para muchos “falla” significa sólo paradas y
así se construyen complejos modelos matemáticos para calcular la probabilidad de paradas, sin
tener en cuenta que también hay falla cuando se es ineficiente, inseguro, costoso, con alto nivel
de rechazos y con aportes a una mala imagen.
Un activo no es más confiable necesariamente porque el tiempo medio entre fallas (TMEF) ha
mejorado, este es sólo uno de los atributos que puede mostrar mejora, puesto que un equipo
con un “buen TMEF” (tiempo medio entre fallas) puede tener alto nivel de riesgos de accidentes
que afecten la integridad de las personas, consumir mucha energía para operar y hasta dejar de
ser rentable, o sea, no es confiable para la organización.
El orden de trabajo es un problema del TMEF (tiempo medio entre fallas) como criterio para
definir tareas de mantenimiento que no es aplicable en todos los casos, por varias razones: No
todas las fallas son cíclicas, así que el uso del promedio para decidir una estrategia para una
causa de falla de ocurrencia aleatoria es irresponsable y deja todo al azar; además los datos con
que se calculan los TMEF normalmente se aplican a lo que ha ocurrido, entonces, ¿cuál es el
paso a seguir con lo que no ha ocurrido?
Uno de los aportes más importantes que hizo el texto de RCM de Nowlan y Heap es que cada
falla tiene una manera diferente de ocurrir a través del tiempo y ese comportamiento define
como posiblemente se presenta y por ende ayuda a definir la estrategia más apropiada.
A manera de ilustración: no tiene sentido proponer como tarea para un engranaje no lubricado
un análisis termográfico, ya que un error humano no se maneja con una estrategia de
diagnóstico. De igual manera no es sensato cambiar una tarjeta electrónica de control cada seis
meses si la causa de falla es un sobre-voltaje que es netamente aleatorio.
Esto se puede resumir en que de acuerdo a la manera como el elemento falla debe tener una
estrategia adecuada, aplicable y justificada, sino se puede hacer muchas veces y no contribuye a
que el equipo mejore su confiabilidad.
Ya que la idea tradicional era que todo fallaba a medida que envejecía, existió una gran
tendencia a hacer cambios y reparaciones cíclicas, simplemente porque el tiempo transcurría y
como quedó demostrado que los aviones no reducían su accidentalidad, los estudios hechos en
la aviación civil encontraron seis patrones diferentes de fallas para los componentes de los
aviones. Estos patrones fueron identificados con las letras de la A, a la F.
Las gráficas relacionan la edad con la probabilidad condicional de falla, no es una gráfica de
supervivencia, ni de frecuencia de fallas, lo que muestra es la probabilidad de que la causa de
falla que no haya ocurrido hasta el periodo de análisis vaya a ocurrir.
A continuación se muestran con la estrategia recomendada tal como lo exponen Nowlan & Heap
en su informe.
El modelo A es conocido “curva de la bañera”. Comienza con una probabilidad de falla alta
(conocida como mortalidad infantil) seguida por una frecuencia de falla que aumenta
gradualmente o que es constante, y luego por una zona de desgaste.
Estrategias recomendadas:
Estrategias recomendadas:
El modelo C muestra una probabilidad de falla ligeramente ascendente, pero no hay una edad de
desgaste definida que sea identificable, en orden de trabajos, hay un incremento constante
incremento en la probabilidad de falla.
Estrategia recomendada:
Estrategias recomendadas:
Monitoreo de la condición.
Análisis de fallas si la tasa de falla es muy elevada.
Provisión de repuestos.
El modelo E muestra una probabilidad constante de falla en todas las edades (falla aleatoria), es
decir, no existe ninguna relación entre la edad de los equipos y la probabilidad de que fallen.
Estrategias recomendadas:
Monitoreo de condición.
Operar hasta fallar.
Análisis de fallas si la tasa de fallas es más alta que la deseada o requerida.
Provisión de repuestos.
El modelo F comienza con una mortalidad infantil muy alta, que desciende finalmente hasta un
comportamiento aleatorio de la probabilidad de fallas.
Estrategias recomendadas:
En la práctica, estos patrones están asociados normalmente con elementos de los equipos que
están en contacto directo con el producto, en los que existen fenómenos de fatiga, corrosión,
evaporación, abrasión y desgaste constante.
Por orden de trabajo, para modos de falla relacionados con la edad, las tareas de reemplazo o
reparación cíclicos pueden ser apropiadas, para modos de fallas no relacionados con la edad, las
tareas de reemplazo y reparación cíclicos no son recomendados; es más, en el caso del Patrón F,
estas actividades incrementan la probabilidad de falla a través de la re-introducción de la
mortalidad infantil a sistemas que son estables.
Este caso real de aplicación sensata de la información demostró que los distintos elementos
fallan de diferente manera y que aún un elemento particular puede fallar de diversas maneras.
De un modo más simple; no es lo mismo cambiar un elemento porque “va a fallar” o cambiarlo
“porque falló”, que cambiarlo, porque se cumplió una frecuencia “antes de que fallara”; no es lo
mismo un elemento que falló por desgaste, a uno que falló por mala instalación o uno dañado
por un accidente.
Algunos autores se aferran a definir los postulados matemáticos como una verdad absoluta
acerca de las fallas y niegan el hecho de que las cantidades de fallas analizadas mezclan efectos
con causas que no generan más que confusiones; además olvidan, que tener datos de fallas
para analizar es aceptar que se tienen fallas y entre más datos pueden ocurrir más fallas.
Figura 9 Distribución de los patrones de falla en los componentes de aviones según el estudio de
Nowlan & Heap
Hasta la década de los años 50s del siglo pasado, el punto de vista acerca de las fallas estaba
dado por la siguiente premisa “cuando los elementos físicos envejecen tienen más posibilidades
de fallar”, mientras que un conocimiento creciente acerca del desgaste por el uso y el
envejecimiento entre los años 60s y los 70s, llevó a la creencia general en la “curva de la
bañera”.
Sin embargo esta curva obedece al comportamiento global del activo y no a cada causa de falla,
de manera desafortunada se pasa por alto con mucha frecuencia el hecho de que el nivel al cual
debe ser definido un plan de mantenimiento es el nivel de análisis de cómo falla un componente
específico, el cual tiene siempre una estrategia más apropiada.
Cuando se contradice la creencia generalizada de que existe siempre una relación directa entre
la confiabilidad y la edad operacional y que cuanto más a menudo se interviene un elemento,
menor es la probabilidad de falla, se genera mucha resistencia porque es una idea sencilla y muy
fácil de replicar: hacer muchos cambios, reparaciones y ajustes cada que transcurre un periodo
de tiempo, se recorren unos kilómetros o se realizan un número determinado de operaciones.
Hoy en día se acepta que esto raramente es la verdad, a no ser que haya un modo de falla
dominante, la edad no hace nada o hace muy poco para mejorar la confiabilidad de un equipo
complejo.
De hecho las intervenciones cíclicas pueden aumentar las frecuencias de las fallas en general por
medio de la introducción de la mortalidad infantil en sistemas que serían estables.
Es muy importante definir correctamente los patrones de falla para cada causa de falla, ya que
esto puede ayudar a identificar de una forma adecuada qué tipo de tarea debe realizarse para
evitar cada una de esas fallas.
Por ejemplo, para un modo de falla que corresponda al patrón B, es posible definir un
mantenimiento cíclico, sin embargo para un modo de falla que corresponda a un Patrón F, el
mantenimiento cíclico sólo logra aumentar la probabilidad de una falla.
Se puede decir que la falla es cíclica y por lo tanto se puede definir una tarea de sustitución
cíclica, que es el cambio de la grasa.
Si la probabilidad de que ocurra una falla durante un período de tiempo es la misma que en
cualquier orden de trabajo potencial, no se puede definir cuándo ocurrirá una falla.
Hay palabras que en el hecho que inicia una falla puede suceder en cualquier momento.
En algunos casos, pueden ser unos segundos después de que el elemento haya entrado en
servicio, puede ser después de unas décadas. Por lo tanto, si un grupo de elementos idénticos
son expuestos a tal hecho la probabilidad de que esa falla ocurra en cualquier instante es la
misma.
Algunas de estas fallas ocurren de manera súbita o repentina y otras de manera progresiva, es
decir dan algún tipo de aviso de que algo está fallando o en proceso de falla, estas advertencias
son conocidas como fallas potenciales y se definen como las condiciones físicas identificables que
indican que va a ocurrir una falla funcional o que está en el proceso de ocurrir. Las nuevas
técnicas se usan para determinar cuándo ocurren las fallas potenciales, de forma que se puedan
hacer algo antes de que se conviertan en verdaderas fallas funcionales. Estas técnicas se
conocen como tareas a condición, porque los elementos se dejan funcionando a condición de que
continúen satisfaciendo los estándares de funcionamiento deseado.
El objetivo de una tarea a condición consiste en hacer una inspección cíclica que muestre el
estado de una variable que indica deterioro, para tomar una acción que inicie el impacto de esta
falla incipiente. Las tareas a condición permiten manejar de manera adecuada las consecuencias
de las fallas, más que evitarlas.
A continuación se puede apreciar la causa de falla que se muestra como ejemplo y como se
aplican los conceptos:
Datos de la falla:
Primera: un año
Segunda: cinco años después
Tercera: Tres años después.
Si una empresa decide cambiar el rodamiento cada tres años basándose en los datos de falla,
fruto del cálculo del tiempo medio entre fallas: [(1 + 5 + 3) / 3]; corre el riesgo de que el
rodamiento falle antes de cambiarlo (1 año) o puede cambiar componentes cuando todavía
tienen vida útil (5 años). Por eso la frecuencia no se define basándose en los datos disponibles
de falla, ya que la falla no es cíclica, sino aleatoria.
El rodamiento muestra advertencias de que está fallando, tales como ruido, aumento de
vibración o aumento de temperatura. Estas variables pueden medirse antes que el componente
falle y el activo deje de cumplir su función; en otras palabras, esto significa que hay un periodo
de desarrollo de la falla.
La mejor tarea para este caso es encontrar la falla incipiente durante su proceso de desarrollo,
estas tareas son llamadas predictivas. La frecuencia de la tarea predictiva depende de la técnica
que se use para medir la variable.
Aplicando a este caso una medición de vibración se puede detectar que el rodamiento comienza
a vibrar por fuera de los estándares hasta 4 meses (punto P) antes de fallar (Punto F).
La inspección debe hacerse a la mitad del intervalo P-F, como máximo, con el fin de poder tomar
medidas oportunas, en las que este dato no tiene que ver con cuántas veces ha fallado el
rodamiento. La frecuencia depende sólo de la variable medida, en el caso de que se escoja una
variable diferente, por ejemplo temperatura, el P-F cambiará y por ende la frecuencia.
De nuevo, se aplica a otra de las causas de falla mencionadas anteriormente. Esto se puede
aprecia a continuación:
No todas las causas de falla aleatorias son progresivas, algunas ocurren de manera imprevista o
súbita, como es en el caso de errores humanos, fenómenos naturales, algunas fracturas y fallas
causadas por objetos extraños.
Para el caso de un cable que se abre por un golpe, también sigue un patrón aleatorio, y se
puede definir una estrategia tal como “instalar canaleta de orden de trabajos al cableado” o
“dejar fallar” y mantener cable en el almacén de repuestos. En este caso de la falla funcional se
presentó sin advertencia alguna, previa a la falla.
Estas fallas son causadas usualmente por errores en el diseño, la fabricación o montaje y son
evidentes en la puesta en marcha o en un momento después. Se puede apreciar así:
Figura 16 Estados de falla
Como en los casos anteriores, si se aplica a orden de trabajo de las causas de falla que se han
mencionado anteriormente. Como se puede apreciar a continuación:
Fase del morden de trabajador invertida después de una intervención
Además de preguntar si las tareas sistemáticas son validas y aplicables, el proceso RCM se
pregunta si vale la pena hacerlas. La respuesta depende de cómo clasifiquen las consecuencias
de las fallas que pretende prevenir.
El proceso RCM también organiza las tareas en un orden descendiente de prioridad. Si las
tareas no son válidas, aplicables y justificadas, entonces se debe tomar una “acción a falta de”
apropiada, tal como se presenta en el caso en el que no es posible encontrar tareas proactivas
que permitan anticipar ó disminuir las consecuencias de las fallas y entrega un esquema para
tomar alguna acción que permita mitigar el impacto. Estas acciones son conocidas como
“acciones a falta de”.
El primer grupo de ” acciones a falta de” son las tareas de búsqueda de fallas. Las tareas de
búsqueda de fallas consisten en comprobar las funciones de protección de forma periódica para
determinar si ya han fallado. La frecuencia de tareas de búsqueda de fallas se calcula basada en
el grado de tolerancia que tenga la falla y perder la protección.
El proceso del RCM considera los requisitos del mantenimiento de cada elemento antes de
preguntarse si es necesario volver a considerar el diseño. Esto es porque los responsables de
mantenimiento deben mantener los equipos como están funcionando en la actualidad y no como
deberían (o creen que deberían) de estar funcionando en un momento futuro.
El proceso RCM bien aplicado cuenta con un método estructurado para definir las frecuencias de
las tareas, teniendo en cuenta el tipo de tarea y los patrones de fallas.
Lo que hace válida la selección de tareas, realizada con RCM es que introduce una relación entre
los patrones de falla y las tareas de mantenimiento, y no realiza la selección de tareas basando
en los esquemas tradicionales basados en suposiciones sino en un esquema lógico y
técnicamente sustentado en estudios.
BIBLIOGRAFÍA