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Semana 2: De lo simple a lo complejo: desde la célula hasta el animal pensante.

El perro sabe, pero no sabe que sabe.


Pierre Teilhard de Chardin

Objetivo de aprendizaje de la clase: Identificar al ser humano como ser vivo, analizando
las características de los vivientes y comprendiendo el orden jerárquico que hay entre
ellos.

Conceptos claves: vida - origen - escala de vivientes.

1. Lo inerte y lo vivo

Si observas la naturaleza, si te detienes un momento a contemplarla, te podrás dar cuenta


de que hay dos grandes tipos de realidades: las inertes y las vivas. Las inertes son los
minerales, las rocas y la tierra, carecen de vida, no pueden nacer, crecer, reproducirse o
morir. Las vivas, por el contrario, sí pueden hacer tales cosas. Las realidades vivas se
muestran en una casi infinita variedad: los insectos, las lombrices, los leones y los tigres,
los gatos y los perros, y muchos otros incluyéndonos a nosotros, los seres humanos.

De hecho, lo más fundamental que podemos decir de nosotros mismos es que somos una
realidad viva, que tenemos vida, siendo esto la base común que tenemos con todos los
demás seres vivos, incluyendo a las más básicas formas de vida: las bacterias.

Naturalmente te preguntarás: ¿acaso no soy muy distinto a las bacterias o a los insectos?
¿No son tales seres muy distintos a mí? Lo son, pero tienen una característica común:
están vivos. Por lo tanto, si nos hemos hecho la pregunta ¿quién es el hombre? o ¿quién
soy yo?, parece inevitable que para poder responder de la forma lo más completa posible,
debamos primero atender a la pregunta ¿qué significa estar vivo?, ¿Qué es la vida?

Imaginemos que la antropología es como un largo tren, con muchos carros. Cada carro va
hacia la misma dirección y está conectado con los demás. El tren entero es el hombre,

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pero cada carro o vagón es una dimensión de él. El primero, es el ser humano como ser
vivo.

2. La infinita diversidad de lo vivo.

Algunos griegos, hace ya muchos siglos atrás, aproximadamente en el siglo V A. C.,


gozaban del ocio bien entendido, es decir, como tiempo libre dedicado a la contemplación
de la naturaleza. La contemplación, por lo mismo, es una actividad que se contrapone a
todas las acciones del ser humano que buscan generar alguna productividad. Los hombres
de negocios dedican parte importante de su tiempo en producir ganancias, la palabra
"ocio" es su contrario. Esto podría llevarnos a pensar que el ocio del que hablamos es
malo, pues conlleva improductividad. Pero si prestamos más atención, las actividades que
tienden a buscar la productividad son medios para que el ser humano sea más pleno y
feliz, no son un fin en sí mismas. Así, por ejemplo, generar ganancias materiales implica
que tales bienes materiales, como el dinero, son utilizados por el hombre para satisfacer
necesidades materiales. Sin embargo, tenemos necesidades más importantes. Una de esas
necesidades es contemplar la naturaleza.

Veamos al hombre frente a la restante naturaleza: su cuerpo está erguido, su mirada se


eleva con facilidad hacia lo alto. Los animales tienen una corporeidad que se ordena a la
satisfacción de sus necesidades naturales que cumplen de modo instintivo. El animal se
enfrenta a la naturaleza bajo la mirada de un ser que debe satisfacer su instinto de
supervivencia. El hombre en cambio puede disfrutar el simple hecho de mirar la belleza de
las nubes, aves, montañas y un sin fin más de cosas. Contemplar es, así, una característica
exclusiva de los seres humanos y su propia anatomía lo ayuda a eso.

Aquellos griegos que primero se dedicaron a contemplar la naturaleza sintieron la


profunda necesidad de explicarla, pues la contemplación nos lleva a la pregunta. “¿Cómo
se forman los arcoíris?” o “¿Por qué llueve?” o “¿por qué existe el día y la noche”? esas ya

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eran preguntas que despertaban la curiosidad de los griegos. Así, si el contemplar es una
actividad natural para el hombre, también lo es el preguntarse y el querer responder esas
preguntas. Por ello decía Aristóteles, un gran filósofo de la antigua Grecia: "El hombre
desea por naturaleza saber", pues responder a las preguntas que nacen de la curiosidad es
llegar a saber.

Los científicos actuales nos enseñan que las bacterias son las formas más básicas de vida,
son células capaces de alimentarse, de reproducirse y morir. Nosotros cotidianamente no
vemos bacterias, pero sí plantas, árboles y flores que tienen la misma capacidad. La
antropología llama a estas formas de vida, las más básicas que podemos encontrar, vida
vegetativa, que es conocido clásicamente como el primer nivel de vida. Se la llama así
porque es la vida, en general, de las plantas. En ellas, de una forma básica y al mismo
tiempo misteriosa, ya se da el vivir. Se evidencia una inclinación a la propia conservación,
como cuando la planta se inclina al sol y hunde sus raíces en la tierra húmeda.

Otros seres vivientes, además de comer, reproducirse y morir, han desarrollado un


sistema de percepción sensible. Los animales ocupan este lugar. La mayoría de los
animales están dotados de un sistema de percepción sensible, lo que les da una
autonomía que los vegetales no tienen: pueden desplazarse con mayor facilidad, tienen
más autonomía en relación a su medio. Los animales, debido a que pueden ver, oler,
escuchar, gustar y sentir al mundo, cumplen con su inclinación a la conservación a través
del instinto, que es una tendencia automática y natural ante un estímulo sensible
relacionado con la conservación, como cuando el animal se inclina naturalmente a comer
o a aparearse con la hembra de su misma especie. Dado que el cumplimiento de sus
inclinaciones naturales está mediada por la sensibilidad, se llama a este tipo de vida, vida
sensitiva, que es conocido clásicamente como el segundo nivel de vida

Pero además de los vegetales y animales, está el hombre. Posiblemente estén pensando
que nosotros también somos animales, y están en lo cierto. De hecho, Aristóteles definió

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al ser humano como un animal racional. Es decir, somos animales, pero algo más que
animales. Tenemos en común con las plantas que nos alimentamos y nos podemos
reproducir, tenemos en común con los animales en que podemos percibir el mundo a
través de los sentidos, pero somos capaces de más cosas.

3. El lugar del hombre en la naturaleza

El hombre es un animal racional, y con ello se nos abre un mundo infinitamente más rico
que el de los animales. Ser racional significa, como veremos más adelante en detalle,
tener inteligencia y voluntad. La inteligencia es aquella facultad que nos permite conocer
lo real, tanto lo exterior como a mí mismo. No conocemos ya de forma puramente
sensible, concreta y condicionada a la supervivencia, sino que podemos acceder, en cierto
modo, a todo lo real. Dijo Aristóteles, con gran agudeza, “el alma humana es en cierto
modo todas las cosas”. Con ello, el gran sabio griego quiso significar que estamos abiertos
a todo lo real, y que en esa apertura, podemos conocer lo que las cosas son. Cada vez que
preguntamos ¿Qué es esto o aquello? Estamos buscando la naturaleza o esencia misma de
las cosas. Por ello el hombre es el único animal capaz de poseer una visión realista del
mundo, y ser capaz de decir con sus palabras la verdad.

Con la inteligencia el hombre también puede conocerse a sí mismo. Tenemos un imagen


de nosotros mismos, no perfecta, pero sí lo suficientemente rica para poder saber qué
queremos para nosotros mismos y cuál es nuestra felicidad. Y es justamente la voluntad,
la segunda facultad junto con la inteligencia, la que nos hace racionales. Como veremos en
detalle más adelante, la voluntad es la fuerza que nos inclina al bien de forma natural y al
bien conocido por la inteligencia (de modo que no puedo querer lo que previamente no
he conocido).

En resumen, hablamos de tres grados o jerarquías de seres vivientes: la vida vegetativa, la


vida sensitiva y la vida racional. Podemos constatar, a la luz de la contemplación del

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mundo, que tales formas de vida manifiestan una escala ascendente donde la vida se hace
cada vez más compleja pero, al mismo tiempo, más plena, en la medida en que se va
teniendo una vida interior mayor. Podemos pensar en una pirámide. La base sería la vida
vegetativa, que es la parte más ancha de la pirámide, es decir, la que es compartida por
todos los seres vivos orgánicos. La parte de al medio de esta pirámide es la vida sensitiva,
es ya más pequeña, porque sólo es compartida por los vivientes animales y humanos.
Finalmente la cima de esta pirámide es la vida racional, la más alta, la que apunta hacia el
cielo y donde sólo estamos nosotros, los seres humanos. Con esta imagen, podremos
hacer más representativa la escala de los vivientes

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