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AUTORRETRATO
Quizás el autorretrato sea uno de los temas más difíciles a los que ha de enfrentarse un artista,
sobre todo cuando éste trata de dejar plasmado en la obra no sólo sus rasgos físicos, sino también
algunos aspectos de su propia personalidad. Como es obvio, el autor se conoce a sí mismo mejor
que a ninguno de sus modelos y mostrar a los demás su propia imagen (tal como él mismo se ve)
es siempre un compromiso. Sin embargo, es bien sabido que la mayor parte de los grandes artistas
(con escasas excepciones, como Velázquez, quien recurrió poco a este tema) ha abordado
numerosas veces este reto, aunque claro está que por motivos bien distintos.
Por medio de la pintura podemos saber cómo fueron los rostros de los personajes
importantes de otras épocas (reyes, emperadores, papas, etc.) retratados e inmortalizados por la
habilidad de los maestros pintores, que también disfrutaban pintándose a sí mismos.
Esta costumbre se ha extendido hasta la actualidad, y en nuestros días son frecuentes los
autorretratos hechos por medio de una cámara fotográfica u otras tecnologías.
Pero sin duda, el espejo ha sido clave en el arte del autorretrato, pues ha sido el objeto idóneo
para ello. Verse en un espejo es la manera más rápida de autorretratarse.
Eso que mueve al artista a retratarse a sí mismo, indudablemente, está ligado a un acto
“narcisista” típico, pero hay otros componentes igualmente importantes, de igual peso, para que
ésta motivación artística se lleve a cabo, quizás sea el de “echar mano” a lo que primero está a la
vista. O sea, uno mismo. El modelo más próximo, más inmediato, lo más familiar que uno tiene.
Ese personaje al que nos enfrentamos todos los días “frente a frente” al espejo.
El autorretrato es un subgénero del retrato, que comenzó a tomar gran importancia a partir del
siglo XVIII. En dicha época predomina en los artistas el deseo de independencia de las artes, en
este caso de la pintura, con respecto a las exigencias y órdenes del que manda a hacer el cuadro
(instituciones religiosas y la realeza).
Por ello, progresivamente el artista deja de ser un mero reproductor de un modelo,
paisaje, imagen religiosa, etc., intentando ilustrar ahora en sus obras su propia actitud ante el
mundo y el arte. De este modo, paulatinamente el artista no sólo comienza a autorrepresentarse
en sus cuadros de forma subjetiva, sino también se incluye en las propias escenas que pinta,
convirtiendo su obra en un autorretrato.
GOYA
En el cuadro Predicación de San Bernardo de Siena, encargo para la iglesia de San Francisco el
Grande de Madrid (1781-1784), Goya se incluye en la escena estando bien visible entre los
cortesanos que escuchan al santo.
Autorretratos de la Juventud
Estos autorretratos, si bien son tradicionales, puesto que se inscriben en la línea de aprendizaje
académico del artista (1896), son ya muy originales por el tratamiento del rostro y la fuerte carga
emocional que leemos en la mirada, con la cual trata de ser arrogante. Además da la impresión de
que quiere ser provocativo por la indumentaria y por el tratamiento del peinado
REMBRANDT
Rembrandt es el gran maestro del autorretrato de todos los tiempos, se retrató a sí mismo en más
de medio centenar de óleos y dibujos.
Autorretrato, 1659.
Van Gogh se realizó 35 autorretratos. Quizás un pintor que no vende sus cuadros y carece de
recursos no encuentra mejor modelo para sus obras que su propia imagen en el espejo.
Este es uno de los dos autorretratos que Van Gogh realizó tras seccionarse la oreja. La expresión
del rostro del artista es, paradójicamente, más serena que en otros muchos autorretratos del
artista. Tal vez se trata de un esfuerzo del pintor por encontrar en la pintura su salvación
particular, a lo que podría contribuir la presencia de una estampa japonesa en el fondo, una
pintura -la japonesa- que Van Gogh admiraba por “su estilo tan sencillo como respirar”.