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10.

DEMOCRACIA Y COMPLEJIDAD:
UN DESAFÍO MODERNO

Nos encontramos hoy an te una situació n paradójica: la moderni-


dad (o mejor la modernización) ha producido procesos y sistemas
de altísima comp lejidad que amenazan con sofocar las perspectivas
de la modernidad misma. Digamos que es un momento de transi-
ción muy delicado. Nos parece má.s que pertinente, pues, realizar
en este apartado, una labor de reconocimiento del estado actual
del debate sobre los sistema s complejos y sobre las diferentes estra-
tegias de decisión que, como hipótesis, se plantean al respecto.
En el centro de este debate se halla un rico conju nto de temáti-
cas que tienen todas - de un modo o de otro - relación con la
«teoría de las decisiones ». O sea: la disciplina (o mejor el progra-
ma de investigación) que se ocupa precisamente de los problemas
que atañen a las decisiones «racionales» en el campo de los siste-
mas complejos. Queremos, pues, ocuparnos ante todo de los desa-
rro lJos - en realidad los verdad eros cambios- que se han produci-
do en estos años en el estu dio de los «procesos de decisión en
condición de incertidumbre y de riesgo».
El tema es fundamentalmente técnico. Pero no solamente eso:
como se verá, es también fundamentalmente filosófico. Fue P.
Suppes 1, si no estamos equ ivocados, el primero en formular la
hipótesis de que la tradicional controversia filosófica sobre los po-
deres o los lfmites de la razón humana acabaría, tarde o temprano,
por encontrar su momento de comprobación definitiva una vez
que se encontrara ante el problema de la teoría de las decisiones .
Es decir, el problema de cómo es posible , si es posible, generar
un «curso de acción racional » cuando se dispone sólo de datos
parcia les e incompletos, o bien cuando tal curso de acción debe
incidir en un sistema de muy elevada comp lejidad. Así había intuí-
Tomá s Maldonado El futuro de la modernidad 173
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do Suppes lo que hoy se ha hecho evidente: la exigencia de una Sin embargo, ha de decirse que en los últimos tiempos se han
compenetración recíproca entre investigación epistemológica e in- dado pasos importantes para la superación de tal divergencia. De
vestigación decisional. pron to la epistemología ha comenza do a abrirse a la teoría de
Esta exigencia que, sin embar go, todos consideramo s improrro - las decisiones. Tanto la una como la otra se han dado cuenta
gab le, se halla todavía en la fase de programa . Por ahora lo único de la existencia de un mismo prob lema, que las implica a las
cierto es el hecho de que las do s partes se reconocen en un interés dos de igual modo .
comú n, lo que ya es bastant e positivo. Pero interés común no La denominada «crisis de la razón clásica», que tanto espacio
es todavía interés recíproco . ocupa en el debate epistemo lógico, asume la misma centralidad
La verdad es que el interés de la teoría de las decisiones en en el debate decisiona l. Efectivame nte la teoría de las decisiones
la epistemología no es correspondida por ésta de la misma manera. encuentra hoy algunos obstác ulos de aplicació n no del todo irrele -
En otras pal abra s, se asiste a una especie de «amor infeliz». Mien- vantes. Es cierto que, como paradigma que trata de proporcionar
tra s que los presupue stos del actual desarrollo del pensamiento una base científica a los pro cesos (y a los comportam ientos) de
decisional aparecen muy contamina dos por los «estilos de ataque» decisión, esta teoría se presenta como sacudid a por no pocas difi-
de la epistemolo gía contemporánea -so bre todo los propios del cult~des metodológicas que son, al fin de cuenta s, epistem ológicas.
racio nalismo crítico de Popper y del holismo de Quin e- no se Es cierto que se trata de dificultades que no son nuevas, pero
puede decir que lo contrari o sea verdad . Si acaso, es cierto que que se han intensificado en los último s tiempos.
la epistemología se ha mostrado a m enudo indiferente e incluso Aludamos a aq uellas dificultad es ante las cuales, ya en los af\os
desconfiada, respecto al objetivo perseguido por la teoría de las cuarenta y cincuenta , H. A. Simon 5 había intentado ofrecer una
decision es: el de establecer científica mente los pro cesos, los com- solución de compromi so con su «principio de la racionalidad limi-
portami entos y las acciones qu e tienen una finalidad 2 • tada» (principie of bounded rationality) todavía fecund o en mu-
Sería injusto, sin embargo, no reconocer el interés - más que chos aspectos. Dificultad es todas vinculadas a la asimetría existen-
interés- de la epistemología para algunas áreas de investigación te, y usando las palabras del mismo Simon, entre los «límites
específicas vinculadas a la teoría de las decisiones, tales como la empíricos de la racionalidad humana » y la «co mplejidad del
lógica deóntica de la acción, la teoría de los modelos, la teoría mundo ».
de las previsiones, la estadística bayesiana, la heurística. Sin embargo hay que admitir que los esfuerzos emprendido s
A pesar de ello, la fa lta de un contacto más directo con el para acortar las distancias entr e estas dos realidades contrapu estas
saber opera tivo - o sea ese saber que se mide con las exigencias no han tenido éxito hasta ahora . Es cierto que han sido desarrolla-
reales de la producción material y social - ha impedido a los teóri- das técnicas muy sofisticadas para afrontar problemas de gran com-
cos y a los filósofos de la ciencia aprovec har un formidab le cúmu- plejidad - piénsese, por ejemplo, en los relativos al control de
lo de «evidencia observadora ». De este modo están privados de los sistemas aeroespaciales y de los sistema s biomédicos- pero,
la posibilidad, al menos en un área específica, de someter sus a pesar de todo, no se ha logra do mant ener el paso de la creciente
aportaciones teóricas a la criba de la «recalcitrant experience», complejidad del mun do social . Es más, se puede decir que la racio-
utilizando las palabras de Quine 3 • O bien, si se quiere ser más nalidad pierd e cada vez más terreno ante la comp lejidad.
cauto, no la han sabido aprovec har de la manera que habría sido En este punto hay que preguntarse: ¿qu é puede hacerse? Algu-
oport un a y necesaria. nos respon den : nada, puesto que intervenir significaría complicar
Ha nacido así, creemos, una especie de inquietante divergencia todavía más las cosas. Prácticamente, se deja en libertad al cre-
entr e teoría y realidad . Una divergencia que, por otra parte , algu- ciente pro ceso de in-inteligibilidad del mundo , dejando el terreno
nos de los más insignes epistemó logos son los primeros en denun- a quienes siempre han sacado provecho de tal inint eligibilidad .
ciar . Es en este contex to en el que se explican, en parte , las posi- Ha de decirse, sin embar go, que no todos adoptan un a actit ud
ciones pr ovocadoras adoptadas por muchos de ellos: por ejemplo , de rechazo de toda estra tegia de decisión. Hay quien adopta una
posiciones de rechazo irónico, de gusto por la paradoja anárquico- estrategia «hobbesiana », de viejo y de nuevo cuflo. Pen semos so-
literaria , del tipo «anything goes»~. bre todo en quienes está n convencidos de que se debe dar una
174 Tomás M aldonado El futuro de la modernidad 175

respuesta de tipo autoritario a los fenómenos de ingobernabilidad . «concepción organísm ica». Propue sta que, según su óptica, habría
Según esta persp ectiva, el único modo para reducir la co mplejidad debido superar tanto el mecanki smo como el vitalismo. Sin embar-
es disponer de una clara centralidad de mando socia l. go, no se trata de una alt ernativa que tenga su origen únicamente
Ésta es la razó n por la que el tema qu e tenemo s ante nosotros en ese debate , ni que esté con struida únicamente con parte s de
co ncierne, en última insta ncia, a la re lación entre compl ejidad y reflexión de tal proced encia. Efec tivamente, en el organicismo de
demo cracia: tema crucia l, co mo se sabe, para toda praxis políti ca. Bertalanff y se advierte tambi én la presencia de elementos que deri-
Un. tema de este tipo, sin embar go, no puede prescindir de la van de la «metafí sica de lo orgánico» 10.
problemática inher ente a la idea de sistema . Sobre esta natural eza quími cam ente impura , por denominarl a
E n los último s decenios la idea de sistema, con tod as sus deriva- de algún modo , del organicismo no habría nada que objetar : en
ciones -a nálisis de los sistema s, ingeniería de los sistemas, ciencia el cuerpo de todo para digma científico, ya se sabe, existen a menu-
de los sistema s, aproximación a los sistemas - ha tenido (y conti - do elemento s qu e nad a o casi nada tienen que ver con la problemá-
núa teniendo) una amplia difu sión. Lo que en parte se explica tica a la que dicho paradi gma trata de dar una respuesta . Y el
gracias a la decidida actividad de promoción desar rollad a por los organicismo no es una excepción . Es una excepción , sin embargo,
defensor es de la denominad a «teoría general de los sistema s» 6 • el hecho de que, en este caso , tales elementos han adqui rido un
Cierta mente la idea de sistema no es nueva. Goza de una larga papel totalment e hegemónico. De este modo la teoría general de
tradición en el pensamiento occide ntaJ7. La más reciente es la los sistemas, que desde el principio se ha remitido, y co ntinúa
kantiano -hegeliana. Aunque ello, quede claro, no significa que to- remit iéndo se, al orga nfoismo, se ha convertido en un fácil blanco
das las corrie ntes de pensamiento (o disciplina s) que se remiten de quiene s la acusan de ser una construcción teórica de matri z
a la idea de sistema ten gan las mismas raíces . Bien considerado, especulativa , de ofrecer demasiado espacio a la ideo logía de la
solament e en una de ellas, en la teoría genera l de los sistemas, totali dad .
el nexo con una tradición semejante pare ce evidente . Y se entiende Estas críticas son , si no ju stas, seguram ente ju stificadas . Aunque
la causa: se trata de la única teoría, en este campo, qu e se presenta ya diluida, aguada, y casi inútil, la «concepción bioló gica del mun-
como filo sofía, y par a colmo como filo sofía de gran alcance, de do» tal cual la form uló Bertalanffy se halla presente todavía en
proyecto om nicompr ensible; como filo sofía que ha ce del «todo » alguna s estructura s co nceptuales de la teoría general de los siste-
- il «totum integrale » de escolástica memoria - el objeto privile- mas. Esa co ncepción se basaba en el holismo . Pero si el antirre -
giado de su investigació n de conocimi ento . No hay que extrai\arse, duccionismo a ultr anza es una de las carac terísticas más distintivas
pu es, de que muchas de sus propo sicione s, especialmente las «filo- del holismo, el de Berta lanffy , hay que admitirlo , era un holi mo
sóficas», se hallen repletas de categoría s, mode los y valores que más bien singular entonces: en lugar del reducc ionismo centrado
proceden de las co nstruccione s sistemáti cas del ideali smo alemán, en la mecánica y en la física, él proponía otro reduccionismo,
ya sea en su versión origina l (Kant y H egel), ya sea en la versión el centrado en la biología; el panbiolo gismo debía sustituir al pan -
revisada y en parte puesta al dfa (Natorp, Cassirer, Wind elban d, mecani cismo y al panfisi calismo.
Rickert, Bradley, Bosanqu et, etc.). Decíamo s que las críti cas a la teoría general de los sistema s,
Y ademá s hay otro punto: la teoría general de los sistemas, aunque justificadas, no son ju stas . Tendríamos que hab er ai\adido:
decíamo s, es una filoso fía pero , deb emos ai\adir, una filosofía no son ya ju stas. En realidad, la teoría general de los sistemas
que nace (y se desa rrolla) pr eferentement e como filos9ffa de la ha cambiado . Por ejemplo , no se pueden ignorar los esfuerzos
biología ª. Ha de reco rdar se que, en los treinta primero s anos de que ha tenido que realizar para superar el reducido biologismo
nuestro siglo, la biolo gía era el centro de una import ante contro- inicial, así como el intento por asimilar las aportacion es de la
versia científi ca y filo sófica. Es decir , la relati va al co nflicto entre cibernética , d e la investigació n operativa , de la teoría de la infor .
«mecanici smo» y «vita lismo », entre «reduccionismo » e «integra- mación, de la teoría mat emática de los mod elos.
cionismo» - como se diría ho y 9 • Y es preci samente en el marco Y sin embar go, a pesar de sus recientes desarro lJos, esta teoría
de esta contro versia cuando L. von Bertala nff y formu la, no por co ntinúa siendo un produ cto muy compue sto, y en ciertos aspec-
vez primera , la propu esta del «orga nicismo », que llama tambié n tos, contradicto rio. Hemo s constata do la persistencia, ahora única-
176 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 177

mente residual, de algunos elementos que ha heredado de su con- fica, como primera medida, evitar en lo posible el uso, tan extendi-
texto cultural original: un «totalismo» de tipo idealista, una «me- do hoy, de la expresión «teoría de los sistemas», que nos conduce
tafísica de lo orgánico», un holismo ,extraf\amente biocéntrico 11• fatalmente de nuevo, por asociación con la teoría general de los
Pero esto no es todo. Ha de recordarse también la influencia sistemas, a la visión totalizadora de la que queremos apartarnos.
del positivismo. No se puede pasar por alto la notable conquista De ahora en adelante, pues, hablaremos sólo de «investigación
del positivismo de Comte y de Spencer , ni la del casi-positivismo sistémica». Por investigación sistémica ha de entenderse aquf no
(o parapositivismo) de Pareto. La orientación funcionalista- un único cuerpo teórico, sino un conjunto de teorías que expresan
sistemática en las ciencias sociales que, en los últimos tiempos, diferentes, y a veces contrapuestas líneas de afrontar un mismo
la teoría general de los sistemas trata de hacer suya por todos problema: el relativo a las organizaciones complejas. Estas teorías
los medios, tiene su origen precisamente en el pensamiento de estos han de considerarse como «programas de investigación » (research
tres grandes teóricos de la sociedad entend ida como sistema. Pién- programmes), en el sentido de Lakátos 16. Y no otra cosa. En con-
sese en el intento de Comte por incluir en un único sistema artic u- creto, su finalidad es la de profundizar nuestros conocimientos
lado la physique socia/e y la philosophie biologique 12 , y el de sobre ese tipo de organización, pero también, y en menor medida,
Spencer por concebir la sociedad como un regulating system 13, desarrollar técnicas que nos permitan actuar -digamos eficaz-
y finalmente el de Pareto por interpretar la sociedad como un mente- en relación a ella.
«sistema en equilibrio» 14 • Entre los más conocidos programas de la investigación sistémica
Queda abierta una cuestión de gran interés teórico: la afinidad permítasenos citar los siguientes: investigación operativa, teoría de
(o no) entre el proyecto de unificación de la teoría general de la información, cibernética, teoría de las decisiones, teoría de la
los sistemas y el de la «unified science». El mismo Bertalanffy solución de los problema s, teoría matemática de los sistemas, pro-
se ha ocupado del tema 15• Admite que hay convergencias entre gramación lineal, teoría de la organización, teoría de los modelos
los dos proyectos, pero se apresura a subrayar, con indicios polé- autómatas, teoría de los grafos, análisis de los sistemas, teoría
micos, las divergencias. El itinerario de la teoría general de los de los juegos, teoría de las colas. En muchos casos, estos progra-
sistemas no es nada lineal. A veces nos asombra por su disposición mas colaboran entre sí: la investigación operativa lleva a cabo
a ponerse de acuerdo con las tendencias contrarias, por sus forza- su misión con la ayuda de la programación lineal, de la teoría
dos intentos por llevarse bien con corrientes de pensamiento que de los grafos, de la teoría de los juegos, de la teoría de las colas.
le son totalmente extranas; a veces, en cambio, es su atrinchera- Por su parte , los programas confluyen en campos temáticos que,
miento en posiciones de clara impronta idealista, su prepotencia por brevedad, podemos clasificar del siguiente modo: sistemística
integrista, lo que nos asombra. «generalista », sistemística cibernética, sistemística heurístico-
Pero, ¿cómo se explican tales ambigüedades? ¿Por qué la teoría decisional , sistemística técnica y sistemística matemática 17•
general de los sistemas, a pesar de sus pretensiones de superciencia, Todos los programas de la investigación sistémica, sobre todo
de ciencia de las ciencias, de sistema de los sistemas, no logra en sus desarrollos más recientes, giran, en última instancia, en
dar una imagen científicamente rigurosa de sf misma? En nuestra torno a la temática de la complejidad. Seguramente se trata de
opinión, la causa hay que buscarla precisamente en esta preten- una temática que no es nueva, pero que, en los últimos tiempos,
sión. Digamos la verdad: no ha sido nunca fácil elaborar con se ha convertido en el problema de todos los problemas de la
rigor una teoría que aspira a ser omnicomprensiva, es decir una investigación sistémica. Como se recordará, el primer intento por
teoría que se presenta como clave interpretativa del todo y de afrontar sistémicamente la complejidad ha de atribuirse, y no sin
todo. En tal programa se trata siempre, o casi siempre, de llenar razón, al físico y matemático W. Weaver, uno de los fundadores,
los inevitables «espacios vacíos» con despreocupadas acrobacias junto con C . E. Shannon, de la «teoría de la información » (1948).
«filosóficas ». En efecto, Weaver, en su famoso artícu lo Science and complexity,
Ésta es la razón por la que preferimo s ahora llevar nuestra temá- da algunas categorías analíticas del fenómeno 1s. Partiendo del
tica «encallada», por decirlo de algún modo , a un ámbito má gra n precursor J. W. Gibs, Weaver discute la cuestión de los pro-
tranqui lo, más alejado de las borra scas especulativas. Lo que signi- blemas de «complejidad desorganizada» (desorganized complexity),
178 Tom ás M aldonado El futuro de la modernidad 179

que ilustra con el conocido ejemplo de la «gran mesa de billar, de la ya citada contrapos ición bipolar se hacen notar de una mane -
con millones de bola s de marfil que ruedan en la superficie». Se- ra más evidente . Aludim os a la influencia de las viejas dicotomía s
gún Weaver , sin embar go, entre los «problema s de simpli cidad », hombre-natur aleza, arti ficio-naturale za, sociedad -natural eza, de las
problema s de dos va riable s (two-variable probl ems of simplicity) que la dicotomía sistema-ambiente es sólo la versió n más sofis-
y los problema s de la complejidad desorg anizada , probl emas con ticada 21.
un núm ero astronóm ico de variab les, hay una zo na intermedia Sin embargo la tendencia a super ar esta dicotomía , la tendencia
(middle region) en la que los probl ema s presentan un notab le nú- a reconocer que el sistema está sat urado de ambie nte y el ambiente
mero de variables, pero conservan al mismo tiempo un alto grado saturado de sistema, tiene un precedente insigne en el pensa miento
de organi zación. Son los probl emas de «comp lejidad organizada» científico cont empor áneo . Al final de los af'l.os treinta ya el gran
(organized complexity). bioquímico soviético V. l. Verna d skij había formu lado los prime-
Las categorías interpr etativa s de Weav er continúan teniendo, des- ros principio s para una nueva interp reta ción de la biosfera : una
pués de casi cuarenta af'l.os, una cierta validez. Pero sólo como biosfe ra no aislada , sino íntimamente ligada a otras dos esferas,
marco general de referencia . Desde entonc es hasta ahora , los tres la de la sociedad y la de la técnica 22 • En 1956, W . Ogburn pre-
niveles de complejidad han perdido su claridad original. En parti- senta un modelo semejante al situar la sociosfera y la tecnosfera
cular, se han plant eado gran des duda s sobre la relación entr e com- junto a la biosfera 23• La idea es propu esta de nuevo más tarde
plejidad organi zada y desorganiza da. y en los mismos términos, por J . H . Milsum quien subra ya 1~
Desde hace ya tiempo sab emos que las realidade s estru ct urada s, indivisibilidad estructural y funcional de las tres esferas24. E n la
o sea organizadas, no son tota lmente independientes en la misma URSS, G. F. Chil'mi, siguiendo el camino iniciado por Vernadskij,
medida de otras realidad es igualmente estru cturada s o má s estruc- llega a co nclusiones prácticam ente idénticas a las de Ogburn y
turada s, o meno s estructurada s, o no estru cturada s en absoluto. Milsum 25 • Efectivamente, el enfoqu e es el mismo, y tambi én el
Algunos estudiosos, sobre todo los que se remiten a la teoría gene- mode lo propue sto es el mismo : la «biosociot ecnosfera». Con este
ral de los sistemas, han creído que la cuestió n podría resolverse nomb re, más bien complicado, se quiere subrayar la imposibilidad
(o casi resolverse) tom ando prestadas algunas categorías usada s de separar a los tres sistema s.
en la literatura sobre los «pr ocesos irr eversibles», y en consecuen- Drozin , en su comp lejolo gfa, desarro lla el mod elo ha sta sus ú lti-
cia clasificando los sistemas en «a islados » (ni mat eria ni energía mas con secuencias. Es cierto que sus afir macione s no están siem-
son int ercambiadas entre sistema y ambiente) , «cerra dos» (energía pre refr endadas por prueba s, especialmente en las que Drozin se
pero no materia) y «abiertos » (tanto energía co mo materia) 19• muestra más como un secuaz de la sistemística generalista que
Esta taxo nomía de los sistemas está basada en la idea de que de la cibernét ica. Pero ello no anul a, en líneas genera les, la validez
la relación sistema-ambi ente se resuelve siempr e en términos de de las tesis defendidas .
contrapo sición bipolar, o sea entre un sistema, y sólo uno , por Según este autor, el enorme aum ento de complejidad de nuestros
un lado, y un ambiente, y sólo uno, por otro. Últimament e, en días se explica, en gran parte, por el cará cter continuo de lo
muchos pro grama s de investigació n sistémica, resulta cada vez más procesos que han tenido luga r en la biosociotec nosfera . Sin embar-
claro que debe ser aban donada esa idea si queremos afrontar con go atribuir carácter co ntinuo a estos procesos significa, en esencia,
éxito alguno s problema s qu e van sur giendo. desautorizar uno de los principio s -ya con siderado como ley-
En un área a caballo entre el campo de los sistema s cibernéticos de la sistemística: que todo sistema ha de tener necesaria mente
y los general es, ha comenzado a abrirse camino una nueva discipli- un límite, una front era precisa que lo separ e del ambiente.
na : la «comp lejolo gfa»20. V. O. Drozin, que formu la la teoría, En efecto , reconocer la existencia de una sucesión continua entr e
retoma algunas grandes temáticas relativas precisamente a la rela- sistemas diferentes -s ucesión que se extiende tota lmente por los
ción sistema-amb iente que, por su parti cular planteamiento , pue- tres sistema s y, por tanto, no ha de confu ndir se con los inte rcam-
den ser de extr emo interés para desbloqu ear, en el plano teórico bios más o menos intermitent es que se dan entre ellos- hace casi
y práctico, la act ual cuestión ambienta l. Como es sab ido, es sob re imposib le la aplicación de ese prin cipio . Pero si e to es cierto,
todo en el debate sobre la cuestión ambiental en donde los daflos y creemos que lo es, debemos constatar , pues , la profund a crisis
180 Tomás Maldooado El futuro de la modernidad 18 1

de la idea tradicional de sistema, por los menos en ciertos nivele a menudo, y a veces de manera bastante imparcial, a la termino lo-
de la realidad. La biosociotecnosfera es un ejemplo de ello. La gía propia de la sistemistica generalista y a la de la cibernética,
biosfera (que con la geosfera forman el denominado sistema de pero hay otros elementos que contribuye n a empai\ar, e incluso
la naturaleza) es hoy inseparab le de la sociosfera (sistema de la a hacer irreconocible, la verdadera índole de su propuesta científi-
sociedad) y de la tecnosfera (sistema de los objetos técnicos)26. ca. Estos elementos no han de buscarse, como sostienen alguno
Es inseparable en términos de sistemas reales, porque es evidente críticos, en el amplio y contradictor io arco de referencias culturales
que en términos de sistemas abstractos será posible siempre, c que caracteriza de manera evidente la obra de Luhmano. Como
incluso necesario, separar estas tres esferas . Pero esto, digamos en las citas, directas o indirectas, de Hobbes, Kant, Hegel, Kierke-
la verdad , si bien sirve como estratagema cognoscitivo, sirve en gaard, Husserl, Spengler, Heidegger y Oehlen 29• Hemos visto que
cambio escasamente cuando se trata de afrontar la cuestión del gran parte de esas mismas referencias se encuentran también en
aumento de la comp lejidad, es decir, la cuestión relativa a los importan tes exponentes de la sistemística generalista, por ejemplo
procesos que resultan, precisamente, de la indivisibilidad estructu- en Bertalanffy.
ral y funcional de estas tres esferas. El problema es otro. Lo que resulta particularmente inquietante
No ha de ocultarse el hecho de que esta disminución de los en Luhrnann no es tanto su sincretismo cultural , como el hecho
fundamentos lógicos de la idea de sistema puede tener como conse- de que, a tra vés de algunas de estas aproximaciones filo óficas,
cuencia -a unqu e ni siquiera Drozin sea muy consciente de ello- logra, pretendiéndolo o no, hacer oscuras precisamente aquellas
comprometer la estabi lidad de muchos de los programas de la partes de su teoría que deb erían ser más claras. Y ello ocurre
investigación sistémica. Pensamos sobre todo en esos programas con la cuestión relativa a la relación sistema-am biente , cuestión
particulares a que a menudo hacen referencia los sociólogo s y los que como es sabido ocupa un lugar central en la doctrina de Luh-
politólogos. maon.
Efectivamente, los estudios que se ocupan de ap licar los resulta- En su respuesta a Naschold, Luhmann escribe: «La teoría socio-
dos de la investigación sistémica a las organizaciones sociales y lógica de los sistemas sociales rompe con esta tradición (la tradi-
politicas tienen todos en común, a pesar de la heterogeneidad de ción organicista del siglo xrx:) en cuanto que considera al hombre
sus posiciones, una confianza inquebrantable en la idea de sistema «no ya como part e» (nicht mehr als Teil) del sistema social, sino
social. Este hecho se explica por los orígenes espenceriano-comtiano- «como ambiente problemático del sistema mismo» (als dessen pro-
parctianos de las ciencias de la socieda d, pero también por el im- blematische Umwelt). En el mismo texto Luhrnann, criticando siem-
pacto del estructurali smo funcional de Talcott Par sons. pre la «tra dicional teoría europea de la sociedad política», afirma:
En este contexto, es obligado detenerse en las aportaciones teóri- «Se daba por desconta do que cada uno, como individuo, fuera
cas de N. Luhmann 27 • Luhmann es uno de los exponentes más parte de la sociedad política » y «que ella estuviera formada, pues,
conocidos en Alemania (RDA) de la sociología del derecho, disci- por hombres» (dass diese aus Menschen besteht), y no , por ejem-
pHna que, como es sabido , nace y se desarrolla en la erudit a tradi- plo, «por acciones, interacciones, funciones, estr uctura s selectivas
ción de la cultura jurídica alemana. Y precisamente partiendo de de significado y otras semejantes » 30.
los problemas específicos de la sociología del derecho Luhmann La idea de que el hombre es ambiente resulta ya un hecho asu-
ha propuesto una serie de modelos interpretativos de los sistemas mido después de las aportaciones de la ecología humana . Al fin
sociales. Por su carácter bastante provocador, las ideas de Luh- de cuenta s, el ambiente humano no es más que el hombr e hecho
mann, entre finales de los af\os sesenta y principio de los setenta, ambiente y el ambiente hecho hombre . Pero la influen cia del gran
han sido objeto de acalorados debates en Alemania. Han de recor- pensador alemán de derechas A. Oehlen sobre Luhmann se hace
dar se a este respecto las ya fa mo sas controver sias Luhmann- notar de manera particular en este punto 31: «e.l hombre como am-
Naschold, Luhmann -Habermas 28• biente» se convierte en «hombre como ambiente que no es parle
Queremos puntualizar que, en nuestra opinión, Luhrnann no del sistema social». En pocas palabras: por un lado se encuentra
ocupa una posición muy clara en el marco de la investigación el sistema social, un sistema de «acciones, interacciones, funciones
sistémica. Es cierto que en su planteamiento catego rial se remite y estructuras selectivas de significado », por el otro se encuentra
182 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 183

el hombre, que es definido como «ambiente problemático del siste- E. Emery y E. L. Trist 32• A imitación de los psicólogos E. C.
ma mismo ». Y la inconsistencia lógica de este planteamiento es To lman y F. Brunswik, estos autores tratan de describir los fenó-
más que evidente: por un lado , se niega que el hombre sea parte menos de una elevada complejidad, que precisamente denominan
del sistema social, por el otro, sin ningún escrúpulo, se considera fenómenos pertenecientes a los «campo s turbulentos» (turbulent
que las relaciones sociales del hombre, es decir acciones, interac- fie lds). Más tarde, el mismo propósito es reafüado por dos estu-
ciones, funciones y estructuras selectivas de significado, son en diosos suecos, R. Axelsson y L. Rosenberg 33 , que contribuyeron
cambio partes constitutivas fundamentales del mismo sistema so- a plantear en términos empíricos el estudio de los fenómenos de
cial. Además, resulta difícil entender cómo el hombre , echado brus- turbulencia.
camente del sistema, cambiado en ambiente de golpe, es capaz Dado que, como decíamos antes, la turbulencia se ha convertido
de realizar todavía la función de ambiente problemáti co del sistema. en una carac terística de los macro sistemas, o sea de esas configura-
Pero detrás de este confuso superponers e de abstractas catego- ciones de organización que a menudo adquieren dimensiones plane-
rías interpret ativas que poco (o nada) permiten interpretar, hay tar ias, es evidente que las cuestiones ligadas a tales configuracione s
en nuestra opinión un proyecto. Y el pro yecto de Luhmann ad- atai'l.en, directa o indirectamente, a los intereses de la gobernabili -
quiere transparencia cuando se pasa a analizar su teoría relativa dad nacional o internacional. La naturaleza global de la turbulen-
a la complejidad. Para Luhmann, la reducción de la complejidad cia ha replant eado , en muchos programas de la investigación sisté-
presupone la drá stica reducción de las interferencias de los indivi- mica, la cuestión de la posibiHdad (o no) de desarrollar métodos
duos en los procesos de decisión. Es cierto que desde este punto globales adecuados para afrontar globalmente la turbulencia glo-
de vista es ideal tener al hombre en el exterior del sistema social bal. Todos los modelos globales, y en parti cular los promovidos
no en el interior. por el Club de Roma y por otras organizaciones análogas, se mue-
La ya aludida creciente dificultad para determinar los límites ven en esta dirección .
de los sistemas es un probl ema que tiene implicaciones teóricas, La temática también ha sido ampliamente debatida en el área
además de prácticas, muy concretas. Hoy en día asistimos, al me- socialista, sobre todo en la URSS. En este país, la investigación
nos a nivel de macro sistemas, a una superposición generalizada sistémica ha tenido un desarrollo notable en lo último s treinta
de sistemas. Lo que conduce a menudo incluso a una confusión, años y el prob lema de los modelo s globales ha sido examinado
parcial o total, de los respectivos procesos. Ello coloca a la investi- con frecuencia desde el punto de vista marxi sta. Son interesante s,
gación sistémica ante cuestiones que no han tenido todavía una en este sentido, algunos estudios de D . M. Gvisiani. En uno de
respuesta satisfac toria . La vieja estrategia de ataque para reducir ellos Gvisiani se compara críticamente con los principale s mode-
la complejidad ha sido siempre la de descomponer los sistemas los globales elaborados en los países capitalistas. Sobre todo trata
en subsistemas más operativos . Tal estrategia, que continúa dando de las difíciles cuestion es metodológi cas suscitada s por tales mode-
excelentes resultados en muchos niveles, está resultando poco ade- los: la cuestión de la formulaciones matemática de modelo s que
cuada en un número cada vez más amplio de casos. Muchos siste- afectan a un mundo real de similar complejidad; la cuestión de
mas no se dejan descomponer , debido a que la fusión de proceso la relación entre el modelo global y los titulares de las instancias
procedente s de sistemas distintos hacen que la intervención sea de decisión; y por último, la cuestión de la adopción de «mo delos
prácticamente imposib le. de hipóte sis» 34 •
Estos fenómenos de fusión se denomin an de «turbulencia sisté- Sería erróneo (e incluso engañoso) hacer creer que los fenómenos
mica». Como es evidente, al noción de turbulencia· se toma de de turbulencia sistémica son problemas que atai'l.en únicamente a
la hidrodinámica, cuyo objetivo fundamental es el estudio de los la mod elística abstracta. Atañen también, y sob re todo , a las bases
regímenes de corriente s de los líquidos. Además de la termodiná- materiales de la vida en el planeta . No ha de olvidarse que la
mica, también la hidrodinámica aparece, pues, como una fuente turbulencia se cierne en la actualidad, y cada vez con mayor vio-
de analogías de gran utilidad para la investigación sistémica. lencia, sobre la sociedad concreta, sobre la sociedad de los hombres.
En el ámbito de la investigación sistémica, la noción de turbu- A este respecto hay que preguntar se: ¿cuál es la causa de la
lencia es usada por primera vez, si no nos equivocamos, por F. actual proliferación de los fenómenos de turbulencia? ¿Cuál es
184 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 185

el resorte escondjdo de la turbulencia, cuál es su factor propulsor, vinculantes las propias decisiones. Sin embargo el problema no
cuál su centro de incubación? No existe una respuesta sencilla radica tanto en la legitimidad teórica de tal temática - que es
para tales interrogantes. Por la simple razón de que no hay un indiscutible- como en el creer que todo el universo decisional
único resorte escondido , ni un único factor propulsor, ni un únko pueda ser afrontado en término s de una relación biunívoca entre
centro de incubación, sino miles. En suma la proliferación de va- decisión y poder. Pero muy raramente se verifica una relación
riedades nace de una proliferación de las fuentes de variedades. biunívoca. A menudo están implicados, en el mjsmo circuito, múl-
Sin embargo , y sin pretender rendir tributo a esquemas interpre- tiples decisiones y múltiples poderes . Y el resultado, de nuevo,
tativos de ningún tipo , se puede decir que los países más avanza - es complejidad, y complejidad turbulenta.
dos del capitalismo actúan como agente s de aceleración de los
En este punto , surgen cuestiones de método. En particular cuan-
procesos de turbulencia. Ello no significa que los países socialistas,
do nuestro investigación se centra sobre el cómo decidir en el inte-
y en particular la URSS como gran potencia, no adopten el mismo
rior de tal circuito, y no solamente sobre el cómo describir lo
papel a veces. El capitalismo, pues, no es ni el único resorte escon-
dido, nj el único factor propulsor , ni el único centro de incuba- que sucede en él. Podemos decir, pues, que el desinterés respecto
ción, pero seguramente es el primer acelerador de la turbulencia a las cuestiones de método relativas al cumplimiento concreto de
sistémica . las decisiones es típica de la versión discursiva - es decir no
Se puede afir mar que la teoría de las decisiones, entendjda como operativa - de la temática decisional. Nuestra alusión al decisionis-
investigación científica de los procesos decisionaJes en condiciones mo ha tenido una única finalidad: trazar una clara línea de demar -
de incertidumbre y de riesgo, no ha sido enten dida en sus justos cación entre el decisionismo y la teoría de las decisiones. Pero
términos hasta ahora. A excepción, al menos, del reducido círculo esta contraposición, digámoslo, no ha de interpretarse como la
de los especiaHstas. Hay más de un motivo , pero uno en particular tentativa de proporcionar una visión científica triunfalista de la
nos parece determinante: el retraso de la cultura administrat iva teoría de las decisiones. AJ contrario, trataremos de demostrar
en muchos países, sin excluir a muchos de los llamados países que, en los últimos tiempos, ella ha sido forzada a una esencial
desarrollados. Está claro que donde sigue prevaleciendo una visión redefinición de su estat uto científico.
rurumental, arcaica de la gestión, donde decidir es todavía una La teoría de las decisiones, según una definición tan simple como
cuestión de olfato , y únicamente de olfato, una teoría que tiene eficaz, esturua cómo se toman decisiones y cómo se pueden tomar
por finalidad el esturuo de las decisiones «racionales », se presenta , mejor. De estas dos funciones, la primera configura la parte
forzosamente, como abstracta , quimérica. Y para algunos, digá- analítico-descriptivo-cognoscitiva, la segunda la analítico-prescriptivo-
moslo también, una especie de ironía, de embuste provocador res- operativa. Sin embargo la distinción es arbitraria. Y ella aparece
pecto a la cultura administrativa vigente. con extrema claridad en cuanto se constata que, para desarrollar
En estas condiciones, también se podía esperar lo que realmente sus investigaciones específicas, se recurre a los mismos instrumen -
ha sucedido: que una teoría de este tipo no fuese rechazada, sino tos de análisis . En gran parte, se trata de teorías, métodos y técni-
sólo cambiada en otra teoría aparentemente similar . Y es decir: cas que contribuyen a la formulación matemática de los procesos
una teoría sobre la formación científica de las decisiones, se debía decisionales.
sustituir por otra que se ocupase casi del mismo tema, pero con Y llegamos al meollo de la cuestión . «Racional», en el contexto
un planteamiento eminentemente especulativo, con muchas sub- de la teoría de las decisiones , indica un tipo de estrategia cognosci-
admisiones de valor y escasas referencias a la realidad factuaP s. tiva y operativa basada fundamentalmente en el presupuesto que
Así ha sucedido desgraciadamente. Ahora se teoriza por doquier para estructurar el campo decisional es necesario hacer rigurosos
sobre la decisión . Pero , concreta mente, ¿en qué términos? El tema -c asi siempre por medio de la formuJación matemática - los me-
privilegia un único argumento : la relación que media ent re decisión dios de análisis. Esta estrategia racional ha dado resultados muy
y poder, o sea en términos de «decisionismo ». Es evidente que satisfactorios en distintos niveles de complejidad decisional. Y ello
una relación tal es de extrema importancia . Después de todo, deci- ha sido posible por la cada vez mayor perfección de los procedi-
dfr significa tener el poder - la chance diría Weber- para hacer mientos de rigorización. Pero no sólo eso: importante ha sido
186 Tomás M aJdonado rn futuro de la modernidad 187

también hab er sabido separar las nueva s exigencias de rigorización dido el Premio Nobel, con siste en hab er intentado , y con éxito,
de las típica s de la denominada razón clásica. «ouv rir le rationali sme» sin traicionar , sin embargo, el rigor cientí-
Hemo s en trado así de lleno en la temáti ca relativa a la crisis fico de los método s empleado s4t.
de la «rep resentación clásica y tra dicional de la razón humana »36. El «método heurístico» que él, junto con otros estudio sos, ha
Sin embar go, ha de decirse que el debate sob re este tema ha toma- desarro llado es ejemplar en este sentido . Junto al «método algorít-
do un car iz insólito. Efectivame nte, se podría sacar la impresión mico» que, por principio , garan tiza la solución óptima de un pro-
de que la crisis de la razón clásica es un descubrimi ento de fecha blema, se coloca ahora el método heurístico que es definido en
reciente. Lo que no es verda d, como ni siquiera lo es remitirse estos términos: «Un proceso que puede resolver un determinado
a las viejas -y justísimas - objeciones a la razón clásica, haciendo prob lema, pero que no ofrece garantía para hacerlo, es llamado
creer que ello pued e abrir camino s que no ha yan sido ya abiert os un proceso heurístico para ese probl ema »42.
desde hace tiempo. Resumiendo : la teoría de las decisiones, frente a los probl emas
En efecto, nadi e puede defender hoy a la razón como principio suscitado s por los sistemas complejo s, especialmente los que tienen
supremo. Y sin embargo puede (y debe) ser defendida como princi- un elevado grado de turbul encia, ha debido introducir el ya men-
pio relativo . Y esto por el simple moti vo de que la razó n es cionado principio de la racionalidad limitada y también el método
plural 36: es decir existen tanto s modo s de la razón co mo niveles heurístico que es su lógica consecuencia en el plano operat ivo.
hay de comp lejidad del real . No ha y duda de que, para algunos Además d e esto, la nueva tendencia se manifie sta asimismo en
niveles, la razón clásica es todavía hoy insustituible. Sin embargo, la for ma d e medirse con la gestión de la relación conocimi ento -
quererla utilizar para otros sería g rotesco. ignorancia en el campo especffico de las elecciones decisionales.
De la idea de razón clásica existen , con toda seguridad, diferen- A esto son muy sensibles los econo mistas. E fectivamente, O. L.
tes interpretaciones posibles. Admitimos , por brevedad , que la más S. Shackle, el conocido econom ista británi co, ha sido uno de los
justa sea la qu e la identifica con las propuestas metodoló gicas primeros en profundi zar en la dialéctica de tal relación . «Deci-
fo rmuladas sobre todo por Descartes , Spinoza y Leibniz. Es decir: sión», indica Shackle, «es elección, pero no elección con perfecto
las «Regulae» que estos pensador es han elaborado para «guiar conoci miento, ni elección con perfecta ignorancia. Decisión es más
a la razón human a»Js. bien elección frente a una incertidumbre limitada » 43.
Como es evidente, en los procesos decisionale s las cuestiones De todos los aspectos apenas tocados , se va esbozando una teo-
de método han tenido siempr e un peso fundamental. Pero los mé- ría de las decisiones que avanza hacia un a racio nalidad abierta
todo s que la teoría de las decisiones utiliza, sobre todo cuando que ha comenzado por poner en p ráct ica métodos más ad ecuado ;
ha de afrontar problema s de gran complejidad, raramente, o sólo para los extraor dinario s cambio s qu e se están produ ciendo en el
sectorialment e, respetan las «Regulae » de la razó n clásica. Fre- universo sistémico. Pero las dificul tades existen . Se trata, por ejem-
cuentemente las contradicen de un modo explícito . E fectivamente, plo, de responder a los fenómenos de turbulencia con una mayor
los métodos de la teoría de las decisiones niegan, por muchas fluidez d el universo en su conjunto. No ha de ocu ltarse, sin embar -
razone s, las «Regulae» , parti cularment e algunas de entr e las más go, que si falla el intento d e estab lecer lfmites precisos, es decir
relevant es formulad as por Descartes. Por ejemplo, la «Regula II », vínculos a una fluidez d e este tipo, es probable que se vuelva
en la que Descartes subraya la necesidad de no emprender acciones a caer en «una nueva e involuntaria repetición del bergsonismo»"".
cognoscitivas de las que no esté seguro de poder adq uirir «une Algunas elabor aciones recientes de la cibernética social han de ser
connaissance certaine et évidente» 39. entendida s como intento s de establecer tales limites.
Esta preten sión de buscar, a toda costa, la certidumbre absoluta Se trata de estud ios que tratan de aplicar la lógica cibernética
ha sido ya abandonada desde hace tiempo por parte de la teoría a los probl emas concernientes al área de la política interna cional ,
de las decisiones. H . A . Simon orient a todos sus esfuerzos en un área, ésta, notori amente turbulenta, y en la que la fluidez deci-
seguir , a su man era , la palabra de orden de O. Bachelard : «Ouvrir sional es obligatoria . Las propuestas que se suscitan tienden , por
le rationali sme» 40• Decimos «a su manera » porque la extraordi - un lado, a confirmar las ventaj as de la actual fluidez meto dológica
naria aportación científica de Simon, gracias a la cual le fue conce- de la teoría de las decisiones, por otro, a cont ener, en la medida
188 Toroás Maldonado El fut uro de la modernidad 189

de lo posible, su grado de libertad. Entre estas dos tentativas se Pero, afortunadame nte, no nos encon tramo s todavía en ese pun-
sitúa la de J. D. Steinbruner 45 • Steinbruner contrapone al para- to. Es cierto que no ilisponemo s todavía de un modelo de orden
digma «analítico» trailicional un paradjgma «cibernético». Pero de carác ter diferente, pero el modelo -si modelo puede denomi-
ésta no es su contrib ución más origjnal. La considerada como narse- que nos presentan los tradicionales hombres de orden es
tal es su esfuerzo por enriquecer la aproximación cibernética con todavía menos adecuado que el nuestro para compararse con el
elementos de psicología cognitiva. El punto es importante porq ue carácter diferente del actual desorden . En la base del orden autori-
en el plano cognitivo Steinbruner logra determinar vínculos ade- tario se halla la quimera de la gobernabiHdad absoluta. Y la gober-
cuado s para regular la fluidez metodológica de la teoría de las nabilidad absoluta presupone un dispositivo de contro l muy centra-
decisiones. lizado, y por tanto un a rígida separación entre centro y periferia,
Pero la aproximación cibernética, aunque enriquecida por la psi- entre gobernantes y goberna dos. Pero si hay un punto que la inves-
cología cognitiva, encuentra una base dura: la cuestión de la rela- tigación sistémica ha aclarado definitivamente es que las formas
ción orden -desorden en la sociedad. Tal relación está íntimamente más exasperadas de complejidad no pueden ser afrontadas ni con
vinculada al problema de la democracia. Ya lo sabía Platón, y centra lización ni con rigjdez 47 • Estamos convencidos de que el ca-
también Hobbes. Y también lo sabían todos los que, a lo largo mino a recorrer es el opuesto. Él deberá conducirnos necesariamen-
de la historia, han asumido posiciones favorables o contrarias a te a definir un orden descentralizado y flexible. Sin embargo esto
la democracia como orden social. La cuestión es actual. Pensándo- requerirá una amplia movilización de las fuerzas políticas progre-
lo bien, nos encontrarnos de nuevo ante el viejo problema del sistas, que mire a poner las bases de una cultura científica de
desorden. Pero el desorden que tenemos ante nosotros tiene, por masa, sin la cual descentralización y flexibilidad quedarían sola-
decirlo de alguna manera, una cualidad diferente. Y de aquí , sobre mente como palabras de orden.
todo de aquí, nacen los aspectos más inquietantes de nuestra situa-
ción actua l: somos conscientes de la cualidad diferente que nos
amenaza, pero no somos capaces de contrapon er un orden que
sea, asimismo, de una cualidad diferente.
Y el vacío que, de este modo , ha venido configurándose es de NOTA
extr ema peligrosidad . Efectivamente, no es necesario ser un parti-
dario de las profecías apocalípticas para imaginar que, en un con-
texto semejante, las tentaciones autoritarias, es decir antidemocrá - 1. P. S\IPPBS, The plrilosophicalrelevance of decision theory, en «The JoumnJ
of Philosophy », LV m :21 (octubre de 1961), pp. 60S-ó24 .
ticas, puedan ganar terreno. Ha de ser recordado también, y no
2. Cfr . J . HtNTlXXA, logic, Language-Games and lnformation, Oxford
es por cierto un aspecto que haya que infrava lo rar, que el desor- Univerty Press, Oxford 1973. «Esta falta de inter~ » . escribe Hintikka, «po r
den, más allá de un cierto límite crítico, acaba por anu lar la resis- parte de los íllósofo s hacia algunas partes de la ló¡ica más genuinamente mo6-
tencia subjetiva de los hombre s. Es lo que creemos que hoy se ficas es naturalmente en parte inevitable . Esa falta de interés se debe a la
está producie ndo . dificultad para profundizar en un campo que se ha desarrollado con gran
A nivel de opiruón pública se constata una périlida progresiva rapidez y que en muchos casos necesita una gran competencia t~nica» (trad.
de la confianza en la propi a capacidad para dar respuestas al cre- cast., Lógica, juego de lenguaje e info rmación, Tecnos, Madrid 1976) . Cfr.
ciente desorden en el mundo. La razón, entendida aquí como senti- también H . R.BJCHBN'IIACB, Die phl/osoph ische Bedeutung der Relativitlitstheo-
do común individua l y social, se siente prisionera , en estado de rie, en Gesammelte Werke, vol. lll, Vieweg, Braunschweig 1979, pp. 3 18 y ss.
asedio. Y de ello nace a veces la conciencia resignada, pero con 3. W . O. QUINa, Two dogmas of emp/rfcims, en From a Logical Point
of View, Harvard University Press, Cambridge (Mass.) 19S3 (trad. cast., Desde
más frecuencia la conciencia atemorizada, la conciencia que tiene un punto de vista lógico, Orbis, Barcelona 198S).
miedo y escoge la fuga hacia lo desconocido. Pero sabemos que, 4 . Aludimos a la posición de P . Feyerabend . Véase P. F'BYERABBNI>, Against
lo desconocido del miedo, no es tan desconocido. El poeta R. Method. Outline of Anarchistic Theory of Knowledge, Humanities Press, Atlantic
Crevel decía en una ocasión: «U na sola gota de miedo y todo Hightand (N . Y.) 197S (trad . cast., Contra el método, Tecnos, Madrid 1981).
es un océano de violencia»46. Para una critica al libro de Feyerabend, vúse también H . SARK.AA, Against
192 Tomás MaJdonado 111futuro de la modernidad 193

ción de), Loglc, Methodology and Philosophy of Sclences lll , North Holland, Technology as applied sclence, en «Technology and Culture» , Vll :3 (verano
Amsterdam 1968, pp. 403 y ss. de 1966), pp. 329-346 . Bunge clasifica las ciencias aplicadas en «tecnologías
14. V . PAllBTO,Trattato di sociologiagenera/e ( 1916), ComunitA, Milano 1964. físicas» (por ejemplo, la ingeniería mecánica), «tecnologías sociales» (por ejem-
IS. L. VON BERTALANFFY, General System Theory, cit., pp . 86 y ss. plo, la investigación operativa), «tecnologías biológicas» (por ejemplo, la far-
16. Véase l. LAXJ.ros, Fals(fication and the methodology of sclentiflc re- macología) y, por último, (<tecnologíasdel pensamiento » (tltought technologies)
search programmes, en I. LAKÁTOS y A. MuSOJlAVE, Criticism and the Growth que él ejemplifica con las ciencias de los ordenadores (compute, sciences).
of Know/edge, Cambridge University Press, Cambridge 1970, pp. 132 y s. 27. Sobre la obra de N. Luhmann se han publicado en Italia estudios de
Cfr . l. LAKÁros, Mathematics, Science and Epistemology, vol. 11, Cambridge excepcional valor. Entre ellos han de citarse: A. FsaaRAJo, Funzionalismo s iro/·
University Press, Cambridge 1978 (trad . cast., Matemáticas, ciencia y epistemo- 111,alee sociologia del dirillo nell'opera di Niklas Luhmann, Oiuffré, Milano
logía, Alianza, Madrid 1981). 1975; A. FEBBRAJO, lntroduzlone a N. LUHMANN, Sociologla del dirftto (1972),
17. Es obligatorio subrayar aqul que la investigación sistémica, como ha 1a1erza, Bari 1977; A. FBBBRAJo, lntrod11zione a N. LU!iMANN, Stato di diril/o
sido definida más arriba, prefigura un área de investigación y reílexión que "sis tema socia/e ( 197 1), Guida , Napoli 1978; A. F'BBBRAJO, lntrodu zione a
no es nueva en Italia . En efecto, la bibliografla acumulada en lo últimos veinte N. LUHl,(ANN,Sistema giudirico e dogmatica giuridica, 11 Mulino, Bologna
aflos sobre los diversos «programas » de la investigación sistémica es muy amplia. 1978; D. ZoLO, Saggio introdul/ivo a N. LUHMANN, Potere e complessitb socia-
18. W . WEAVER , Science and complexity, en «American Scientist», 36 (1948), /e (1975), 11 Saggiatore, Milano 1979.
pp. 536-544. Cfr. T. MALDO NADO,La speranw progettuale, Einaudi, Torino 28. Para el debate Luhrnann -Naschold véase: F. NASCROLD, Demokratie
1970 (trad. cast., Ambiente humano e ideolog(a, Nueva Visión, Buenos Aires 1md Komplexitiit, en «Politische Vierteljahresschrift », IV (1968), pp. 494-5 18;
1972). ¡.. NASCRO LD, Die systemtheoretische Analyse demokratlscher politlscher Syste-
19. C. FoSTER,A. RAPoPORTy E. Tauc co, Some unsolved problems in me, en « Politische Vierteljahresschrüt», II (1970), pp. 3-39; F. NASCHOLD, Or-
tire theory of non-iso/ated systems, en «General Systems. Yearbook of the ROnisationund Demokratie (1969), Kohlhammer, Stuttgart 1972 3; N. LUHMANN,
Society for General Systems Research», 2 (1957), pp . 9-29. Komplexitiit und Demokratie, en Politische Planung (1971), Westdeustscher
20. V. G. DROZJN,Complexology: the science of negentropy as a synthe$iJ Verlag, Opladen 1975. Para el debate Luhmann -Habermas véase: J. HABBRMAS
of general systems theory and cybernetlcs, en «ASC Cibernetics Forum», Vll :2-3 y N. LuHMANN,Theorie der Gesellschqft oder Sozialtechnologie, Suhrkamp,
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21. S. MoscoVJc1, La société contre nature, Union Générale d'Editions , chaft oder Sozialtechnologie: Neue Beitriige zur Habermas-Luhmann-Diskussion,
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22. Véase V. J. VsRNAD SKu, Saggi biochimici (en ruso), Academia de Cien M. J. GIBOBL,Theorie der Gesellschqft oder Sozialtechnologie. System und
cias de la URSS, Moscú 1940 y, del mismo autor, La s/ruttura ch/mica della Krise-Beitrag zur Habermas-Luhmann-Diskussion, Suhrkamp, Frankfun am Main
blosfera terrestre e II suo ambiente (en ruso), Nanka, Moscú 1965 y Meditazio 1975.
ni di un naturalista: lo spazio e il tempo ne/ regno minera/e e anima/e (en 29. Sobre la raiz filosófica de la aproximación sistémica de Luhmann véase
ruso), Nanka , Moscú 1975. Cfr. M. M. KAM sitov , Evolution of the Biosphere, c,pecialmentc: N. LUHMANN,Zweckbegriff und Systemrationalitiit, Mohr (Sie-
Mir, Moscú 1976. beck), Tübingen 1968 (trad . cast., Fin y racionalidad en los sistemas, Ed.
23. W. O0BllRN, Technology as environment, en «Sociology and Social Nacional, Madrid 1982) y Soziologische Aufkliirung, Wcstdcutschcr Verla¡,
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24. J . H . MILSUM,Technosphere, biosphere and sociosp here, en «General 30. N. LUHMANN,Komplexitiit und Demokratie, cit., pp . 36 y ss.
Systems», 13 (1968) reimpreso en J . BBtSHON y G. PETERS(edición de), Systems 3 l. Sobre la relación hombre -ambiente véase A. GBHLBN,Der Mensclt. Sei-
Behaviour, Harper and Row, London 1972, pp. 2 10 y ss. 11eNat ur und seine Stellung in der Welt, AthenAum, Bonn 1950 5 (trad. cast.,
25. O. F. Cm1.'M1,Philosophlcal Aspects of the Problem of Transforma El hombre. Su naturaleza y su lugar en el mundo, Sigueme, Salamanca 1987);
tion of Nature in the lnteraction of Sciences in the Study of the Earth, Pro- A. GBHJ.BN,Die Seele im technischen Zeitalter, Rowolt, Reinbek bei Hamburg
gress, Moscú 1938, pp . SS y ss. Véase también, del mismo autor , Un nuo1•0 1957; A. GERtBN,Ar,tropologische Forschung, Rowohlt , Reinbek bei Hamburg
compito della scienza ~ lo studio dell'adattamento della biosfera al/e condlzionl 1961. Cfr. T . MAJ.DONADO, La speranw progel/uale, cit.
create dall'uomo, en «Rassegna Sovietica», 4 (julio-agosto de 1973), pp. 16-17. 32. F. E. EMBRY y E. L. TRJST,The causal texture of organizational envi-
26. Vale la pena anadir aquí algunas consideracione s sobre la idea de tec- ronments, en «Human Relations», XVlll:l (febrero de 1965), pp. 21-32.
nosfera. La tecnosfera no incluye únicamente los objetos técnicos -p ara enten 33. R. AXELSSON y L. RosBNBBRO,Decision-making and organizational tur-
demos, en ¡eneral los producidos por la técnica- sino también las tecnología lmlence, en «Acta Sociologica», XXIl : I (1979), pp. 45-62.
Una clasificación muy operativa de las tecnologlas se encuentra en M. Bm;oE, 34. D . M. GvISJANt,Methodological problems in modeling global develop-
194 Tom ás Maldon a do El futuro de la modernidad 195

ment, en «Soviel Sludies in Philo sophy », XV II:2 (otofto de 1978), pp . 3-29. 47. Cfr. G. GtoRBLLOy M. MONDADOR!,L 'eclisse dei sístemi, e n « Rinasci-
Se trata de una toma de posición critica de Gvisiani sobre los principales ((mo- la», 23 (15 de junio de 1979), pp. 41-42. En este texto los autores plantean
delos globales » desarro llados en los países capit .alistas. En este con texto han una critica a la ideología de los (<Sistemas cent rados». Nosotros con dividimo s
de ser mencio nados las siguientes aportaciones de Gvisiani a la investigación esta crllica, sobre todo si se entiende como intento de anular la hegemonía
sistémica: lnteractíon o/ the scientific and technological revolution and social de la programación, precisame nte, «centrada ». Sin emb argo no la co nd ividimos
progress, en «Revo lulion ary World. An lnternational J ournal of Philosophy », si de este modo se tiende a negar toda forma de programación .
XXV III (1978), pp. 75-93; Management o/ scientific and technologica/ pro-
gress, en (<Oialectis a nd Hum a nism», 4 (otofto de 1978), pp . 89-92.
35. Detrás de tales operaciones sustitutori as , se descub re la inílu encia, so bre
Lodo en Itali a, de la vieja tradición cultu ral neoidealista, tradición cuya hege-
monía , todavía hoy inta cta , se ha ce notar por medio de intervenciones co mo
ésla qu e tienden a neut rali zar los aspectos del pe nsamiento cient ífico en el
más c laro contraste co n tal trad ición .
36. A . GAR0ANI, lntr oduzione a A . GA.ROANJet al. , Crisi della ragione,
Eina udi, Torino 1976, pp. 4 y ss.
37. S. VncA, Modi della ragione, e n A . GAll0WI et al ., op . cit., pp . 279
y ss. En el mismo libro véase tambi én R. Boon 1, Comprendere, modificarsi.
Modelli e prospeltive di razionalito trasformatrice, pp. 197 y ss. Bodei advierte
con buen criterio de los peligros inherentes en un <!ingenuo imaginarse e n des-
truir co mpletame nte todas las cert idumbre s para partir de cero, para partir
de una página blanca, de una racionalidad ca rente de co ndicionamiento s y
de limit es» (p . 202).
38. R. DBSCAllTBS, Regulae ad directionem ingenil (1628); B. SPrNOZA,Trac-
tatus de intellectus emendatione ( 1661); G. W . Lmsmz, De arte inveniendi (1669).
39. R. DESCARTES, R ~gles pour la direction de /'esprit (1628), Gallimard,
Pari s 1953, p . 39 (lrad . casl., Reglas para la dirección del espíritu, Edicione
Ibéri cas, Mad rid 1965). La misma llamad a a la certeza se halla en G. W.
LemNITZ, Project et essais pour arriver lJ que/que certítude p our finir une
bonne portie des disputes et pour avance, l'art d'inventer (1686), en L . CoUTU-
RAT (edició n de), Opuscu/es et frammentes inédites de Leíbnitz, Olms, Hild es-
heim 1968, pp. 175 y ss.
40. G. 8 ACHl!LAllD,le nouvel esprit scientifique (1934), PUF, P aris 1978,
p. 23.
41. Véase nota 5.
42. A. Neweu, J . C. SRAw y H. A. SIMON, Empírica/ explorations with
the logic machine: a case study in heuristics, en E. A. Fe10eNBAUMy J. FBLO-
MAN (edición de), Comp11ter s and Thought, McG ra w-Hill , New York 1963,
pp. 109 y SS.
43. G. L. S. SRACKLB, Decision, Order and Time, Cambridge University
Pr ess, Cambridge 1961, p. 5. So bre el mismo tema cfr. B. J . LoASBY,Choice,
Complexity and lgnorance, Cambridg e Universily Pr ess, Cambridge 1976.
44. R . Boos 1, Comprendere, modificarsi ... , cit., p. 202.
45. J . D. STBINB RUNBR, The Cybernetic Theory o/ Decision. New Dimen-
sions o/ Political Analysis, Princelon Universily Pr ess, Prin ceton (N. J.) 1974.
46. R . CRsve1, L 'esprit con/re la raison (1935), Tchou, Parí s 1969.
APÉNDICE I

DE MODERNUS A MODERNO

De los abusos lingüísticos de todo tipo a que nos hemos acos-


tumb rado en los últimos tiempos, el cometido en perjuicio del
término «moderno» es uno de los más evidentes. Es sabido que
el uso prolongado, y a menudo incon sciente, de un vocablo acaba
por erosio nar su contenido semánti co. Tal es lo que ocurre con
el término moderno, que , aJ ocupar áreas de referencia cada vez
más amplias, no resulta hoy muy fiab le. Si se quiere despejar
el campo de los malentendid os que par alizan en la actualidad el
debate sobre la modernidad, es imprescindible llevar a cabo una
reflexión puntual, incluso a nivel filológico, de la palabra moderno.
Quede claro, sin embargo, qu e nuestro propósito no es el de
realizar el habitual, y ya aburrido, ejercicio hermenéutico-etimológico
«a la manera de H eidegger» sobre este térmfoo . No es nue tro
pro pósito indagar en la historia de la pa labra moderno, investigan-
do sobre su genealogía y sobre sus parentesco s, reales o supu estos,
con otras palabra s, en la esperanza de desvelar su «verda dero»,
su primordial significado escondido 1•
A nosotros nos urge, sin embargo, seguir el proceso de estratifi-
cación de los significado s y de las matizaciones de sentido que
se han ido acumuJando alrededor del térm ino moderno. E Uo, con
el fin de estab lecer sobre todo cuándo (y cómo) ha nacido la
idea de la temporaJidad moderna, o sea, cuánd o (y cómo) , d icién-
dolo con palabras de Norbert Elias, el reloj de la historia ha tenido
ese salto que ha transformado «el reloj fisiológico» en un «reloj
social», salto que se haJla en la ba se, precisamente, de la temp ora-
lidad moderna 2.
Nuestro anáJisis se detiene en la querelle des anciens et des mo-
198 Tomás Maldonado m fut uro de la modernidad 199

dernes franc esa del siglo xvm que , en nuestra opinión, marca el do cristiano y el mundo pagano. Sin embargo, antes de que se
punto en que la nu eva idea de temporalidad debe considerarse
ya como adquirida. Todo lo que ocurre después de la quere/1~
pudiese afirm ar plenamente la conciencia de !ª. tempora~da _d mo -
derna se han debido verificar algunas cond1c1ones prelimmares.
es solam ente un sucederse de pol émicas en el proceso de arraigo Etien~e Gilson 9 ha determinado lo que constituye una especie de
y de consolidación de esta idea en el contexto de la cultura occi- prerrequisito, el punto real de partida : es decir , la cuestión de
dental . Desde el siglo xv m en adelante , el debate se centrará en la época en que se vive, la conciencia propi a de una época de
la cuestión del progreso, en el qu e la idea de la temporalida d estar inserta en la historia, de estar caracterizada por una s coor~e -
moderna está ya implícita. La cuestión, como se sabe, fue plantea - nadas espacio-temporal es concreta s. En otras palabra s, de que tie-
da con claridad con fuerza en el siglo xvm por Abb é de Saint- ne un papel y un sentido en el tiempo y en la historia .
Pier re, Monte squieu, Turgot, Voltaire , Diderot , Helvetius, Hol- En esta perspectiva, la formación de la idea de moderno se
bach y Condor cel. El planteamiento posterior , sobre todo a partir debe ligar al lento proce so de toma de. conciencia de sí Y de . la
de Hegel hasta nuestros días, ba girado en torno al modo de propia época por parte de los cuadros 10telectu3:1e s e~ el ámbito
entender el progre so: el progreso unilin eal, circu lar, cíclico, en de la sociedad europea después de la caída del 1mpeno romano.
espiral , etc. Sin excluir la idea de progre so como regreso l. El siglo v es «la gran línea divisoria» entre el mu~do antiguo
Los estudiosos comparten ampliamente la tesis según la cual y la Edad Media, una especie de fractura que _termina con «la
el momento de aparición del neologismo modernu s 4 ha de colo- larga crisis del imperio e inicia la lenta formación de la nueva
carse hacia finales del siglo v. Ha de decirse que, desde nuestro sociedad europea » 10. El irreversible desmoronarse de la estructu-
punto de vista, es irrelevante fijar un límite cronológi co más lejano ra unitaria representada por el imperio inducía «en aquello s con -
y más preciso que éste, debido además a la dificultad de establecer temporáneos que se interro gaban sobre sí mismos ... el sentimiento
una cronología detallada de los acontecimiento cultura les en la de vivir en una época de decadencia , la de la lengua de Roma
Alta Edad Media5 • P ara reconstruir las vicisitudes de los prime- y de la civilización romana » 11.
ros desarrollos del con cepto moderno digno de con sideración sería Como es sabido la única respuesta que se dio a este estado
necesario , como ha sido indicado 6 , hallar todo s los contextos en de disgregación cuitura l fue el intento de mantener con vida la
que el término mod ernus ha sido empleado, identificando a los trad ición. Preocupa ción de los intelectuale s es la de salvaguardar
pensadore s que lo utilizaro n y precisand o de ese modo la determi- el patrimonio del pasado, transmitiendo, a menudo en forma de
nació n semántic a y las variacion es conceptuales. Este tipo de aná li- pura acumulación, los que eran considerados los fuodam e~tos del
sis, lo hemos dicho ya, es extraiio a nuestros intereses. conoci miento los restos del antiguo saber . En esta fase no importa
En principio el campo semánti co de mod ernus pare ce estar limi- tanto la elab~ración cultural autónoma, como la conservación de
tado al principio a un significado de dur ación, sin matizaciones esa unidad cultural mediterránea «que constituye la esencia del
de carácter valorativo. AJ contrario, es precisamente en el dualis- mundo antiguo » 11, Ello fue posible gracias a la firmeza de la
mo valor -tiempo en el qu e se jue ga gran parte de la histo ria del lengua latina, que no sólo sobrevivió sino que realizó _un proce so
concepto de moderno. Tal duali smo ofrece la clave de interpreta- de cohesión - y de romanización - de los pueblos invasores.
ción par a hacer fru ctífero un , aunque aproximado, reconocimie nto Desde cualquier punto de vista que sea considerado el período
filológico.
postimperial, sólo se aprecia fragmenta riedad, incertid~bre y dis-
El térmfoo moderno nace relativa mente tard e. No es que antes persión como características predominantes ~n el ~bito cultu~al.
del siglo v faltase la conciencia de lo que es nuevo respecto a Por este moti vo, la investigación histórico-et1mológ1ca es especial-
lo que es viejo. Esta conciencia existía en las sociedades preceden- mente desagradable .
tes, antiguas o arcaicas 7 • P ero , antes del siglo v, no se advertía Es difícil ya sea definir cuál era, en aquella época, el área se-
la diferencia respecto al tiempo pasado : solament e con la aparición mántica del término modernus , o encontrar ejemplo s en los textos .
del término moderno se «genera el juego dialéctico» con antiguos . Sin embargo la mayor parte de los estudio sos que se han ocupado
La primera gran cont raposición que marca un cambio en la de este aspe~to concreto están de acuerdo en situar la primera
relación entre presente y pasado es la contrapo sición entre el mun- aparición del término mod ernus en un texto escrito de finale s del
200 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 201

siglo v. El Papa Gelasio (? -496), en una carta pastoral djrigida cepción colectiva del tiempo . El cur so del tiempo es curso circular,
a los obispos Marsilio y Giusto sobre las ordenaciones sacerdota- litúrgico 6.
les, junto a las leges principum y a las patrum regulas, utiliza Por otra parte también la edad feudal se caracteriza por una
la expresión inédita admontiones modernasu . Gelasio actualizaba tendencia a replantear el problema del tiempo y la noción de dura -
de esta forma una expresión que, hasta ese momento , preveía para ción . Pero el proceso de secularizació n , implicando los campos
ese significado el uso del término novus. esenciales de la vida y de la actividad humana, precisará muy
La práctica de la actualización lingüística, habitual en toda len- pro nto una revisión profunda de esta actitud. El proceso de laiciza-
gua viva, se muestra en este período como elemento fundamental ción podrá ser ratificado definitivamente nada má s que con el
en la evolución del latín clásico, que era sometido a continuas desarro llo de la cultura urbana que, contrariamente a la cultura
deformacione s y enriquecimientos, a fin de adecuarlo a las nuevas agrfcolo-monástica, tiene necesidad de un tiempo racional, medi-
exigencias expresivas y teóricas. Tal práctica se intensifica en el ble, «gastable». «El conflicto entre el tiempo de la Iglesia y el
reinado ostrogodo de Teodorico (454-526), durante el cual la vida tiempo de los mercaderes se afirma pues, en el corazón del Me-
cultural se caracte riza por aperturas e· innovaciones, sobre todo dioevo, como uno de los acontecimientos más importantes de esos
gracias a hombres como Simmaco, Boecio, Ennodio, Casio doro , siglos, en los que se está elaborando la ideología del mundo mo -
que tuvieron como tarea la de encarnar el proyecto co nciliado r derno, bajo la presión del deslizamiento de las estructu ras y de
de Teodorico. Es precisamente Casiodoro (468-562), en una car ta las prácticas económicas» 17 •
a Simmaco, fechable entre el 507 y el 511, quien vuelve a proponer A partir del reinado de Car io Magno se concluye la pérdida
el neologismo, definiendo al amigo antiquorum diligentissimus imi- definit iva del latín como elemento lingüístico unificador (a excep-
tator, modernorum nobilissimus istitutor •4. ción de la cultur a monástico-religiosa) que deja espacio al adveni-
Casiodoro, quizá más que Gelasio, abre la historia del concepto miento de las lenguas vulgares 18• Lentamente, en las fuentes es-
de moderno . Y no tanto porque en él modernus tenga un senti do critas, coto de la cultura eclesiástica, modernus sustit uye al térmi-
más valorativo, como por la frecuencia y la variedad de los contex- no neotericus, que durante el período carolingio había desapareci-
to s en los que lo usa, especialmente fuera del ámbito teológico- do casi por comp leto 19 • La misma época de Cario Magno es
eclesiástico. En otra carta, Casiodoro pide a los prefectos de las defi nida saeculum modernum. También en este caso, mod erno es
ciudades que co nstru yan las casas con moderna facies, es decir, usado como adjetivo: tiempos modernos, siglo moderno , modo
con formas moderna s. E incluso, en el ámbito gramati cal, Casio- moderno. Hasta que el término no se consolide también en su
doro contrapone los modernos a los antiguos respecto al modo forma sustantivada («no sotros modernos », que está por hombres
de escribir u. modernos) no se podrá hablar todavía de la adquisición llana y
Durante los siglos de dominación longobarda (568-774), el rastro l:onsciente de Ja conciencia de modernidad.
de la palabra modernus se hace más raro, debido a que también Aunque con.finada en el interior de los muros monástico , la
son má s rara s las fuentes escritas. El dato que caracteriza la fase cultura había sobrev ivido hasta ahora en la actividad de transcrip -
cultural de este período es un estancamiento de la producción y óó n y en la hagiografía, en la elabo ración del material litúrgico,
de la reflexión historiográfica, que en parte hay que atribuir a en la confirmación en la autoridad de los antiguos. Precisamente
la imposibilidad de utiUzar la historia para la exégesis y la literatu- en esta literatura, a partir del siglo x, el término modernus es
ra militante del cristian ismo: el tiempo de la historia se halla toda- usado con mayor frecuencia. Adquiriendo valencias y sobree nten -
vía asimilado al de la historia del cristianismo. didos cada vez más·variados, modernus comienza a revelar el prin-
Para el cristianismo el problema del tiempo es un problema cipal dualismo interno de su significado. Por un lado la valencia
est recham ente vinculado con la teología . El tiempo es tiempo teo- elogiadora, positiva (en este caso modernus era sinónimo de aper-
lógico. Está compenetrado con la acció n divina y ligado al proble- tura, libertad de espíritu, conocimiento de los hechos más recientes
ma central del final de los tiempos. Y no solamente esto, sino y de las nuevas ideas, sin pereza o conformismo). Por otro lado
que el ritmo litúr gico con el que el cristianismo se transmite, un la valencia despectiva (entonces modernus definía la ligereza, la
ritmo que tiene un desarrollo circular, conforma también la con- preoc upa ción de las modas, el cambio sutil en sí mismo). Es decir,
202 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 203

la palabra comienza a designar un concepto má s complejo y de En la catedr al de Chartres (1194- 1245), obra de arte del gót ico
límites difuminado s20. fra ncés, el escultor se inspira en los deba tes de la escuela y lo
Durante el siglo x1 hace su aparición el término mod ernitas (en- describe en el Portal de los Reyes. En una de las cristaleras, reali-
tendjda, a menudo , como «época qu e ha de ser supera da »). Este zada alguno s decenios más tarde , se ilustra la frase de Bernardo ,
enriquecimiento lingüístico prepara el debate que durant e el siglo con los evange listas menores representados sobre los ho mbro s de
xa versará pr ecisament e sobre la autonomía de la época presente. los profetas.
A partir del siglo del «renacimi ento », dentro de la comunidad La introducción explícita de la dicoto mía antiguos / mod erno s si-
intelectuaJ, la épo ca contemporán ea co mienza a ser difer ente de túa un punto de cambio decisivo. La cuestió n de la relación entre
la anti güedad y vivida como época autónoma. Y, ad emás, no sólo clases de edad es es uno de los temas central es de la litera tura
en sentido po sitivo: tambi én (o sobre todo) a tr avés de la crítica del siglo xa y se manifi esta con un mu y vivo debat e sob re la
se afirma la conciencia de vivir y actuar en un tiempo nuevo. noció n de auctoritas 21, sobre todo en el ámbito de las institucio -
El siglo xa es decisivo pa ra la formación de las estructuras cultu- nes escolásticas. Ho y, no es fácil pensar en términos de autoridad.
raJes y de las categorías que pon en los cimientos de la ideología Pero como es sab ido, en aquel tiempo la pura y simple cita de
del mundo mod erno. Los que hemo s especificado como prerrequi- auctor equivalía a una demostraci ón . Por este motivo , en un ámbi -
sitos para la formación de la idea de moderno tienen un impulso to cultural tan férreamente ligado a la tradi ción , la crítica aJ con-
resolutivo: la conciencia de la propia época , la percepción del tiem- cepto de auctoritas es un fac tor dete rminante de innova ción y mo-
po, la idea de la histori a, los cambio s de la lengua (con la consoli- dernización.
dación de la s lengua s vulgares o rú stica s respecto al latín y la La crítica al prin cipio de autorid ad se funda en la conciencia ,
evolución del mismo latín clásico), el desar rollo de la ciencia, la por parte de los intelectual es del siglo xn, de ser «hombr es nue-
estruct ura ción del sistema didáct ico. vos» 22. La relación con los antiguos se hace, pues, má s fácil y
Bernardo de Chartre s (?- 1124- 30) es sin lugar a duda s una de más fácil la toma de dista ncia. La imitación de los antiguo s es
las figura s más emblemática s de este período, ya sea porqu e encar- todavía el principal instrum ento , la prin cipal metodolo gía del inte-
na el mundo cu ltur al que se ha ido afirmando en esta fase del lectual , pero los antiguos comie nzan a ser utilizados también como
Bajo Medioevo, ya sea porqu e representa al nuevo intelectual. Como apoyo para ampliar el conocimiento. Leída de nuevo en ese senti-
se . abe, fue uno de los animador es de la Escuela de Chartres, do, la frase de Bernardo indica el sentid o del pro greso de la cultu -
quizá la más célebre de las escuelas urbanas que iban sustituyendo ra e, incluso más, el sentido del pro greso de la histo ria.
al mona sterio como forja de cultura . Elemento decisivo de esta acti tud crítica es el descubrimiento
A Bernardo se le atribu ye - inj ustificadament e según aJgunos de la ciencia clásica por medio de los traductores, que Le Goff
autores - una de las fra ses más célebres y significativas en la histo- defi ne «pionero s del renacimi ento ». Los enciclop edistas latino s del
ria de la idea de mod erno: Nos s umus sicut nanus po situs super Alto Medioevo habían protegi d o los resto s de la ciencia antigua.
humeros gigantis (nosotro s somos co mo enano s puesto sobre los Sin emba rgo, sólo el acceso al núcleo de la ciencia griega permitió
hombro s de los gigantes). A pesar de que Bernardo es un gran superar ese nivel enciclo pédico. Mirándolo desde esta perspectiva,
conocedor de los antiguos, no tiene el más mínimo incon veniente sin el tr abajo d e traducción y, por ta nto, de adqui sición del sabe r
en tomar en consid eración el valor de los hombr es mod erno s, los antiguo, «la revolución científica del siglo xvu difícilmente se ha-
cual es tienen el privilegio de conoc er «más cosas y más lejanas» bría produ cido» 23.
precisamente porqu e, como «enano s sentado s en los hombro s de La ciencia , como reanudación de los est udio s históri cos, la imi-
los gigan tes», pueden aprovecharse tanto de las ensei'!anzas de los tación de los anti guos como método de conocimi ento , sufragada
antiguos como de las nue vas experiencias. por la obra de tradu cción, fueron pues los instrumentos prin cipale
Con est a eficaz y sugestiva imagen, acaso la primera metáfora de una conciencia crítica y auto crítica. Ni h a de ser infravalorado
de la mod ernidad , el término moderno se Libera definitivamente el papel de la ensei'!anza, de la relación entr e conocimiento y divul-
de sus límites temporal es, amplía su campo semántico e introduce gación. Las escuelas urbana s eran los lugares privil egiados para
con claridad la cuestión de la relación entre antiguos y moderno . la transmisión del sabe r y los libro s se habían co nvertido en los
204 Tomás Maldonado El futu ro de la modernidad 205

instrumento s. Se abandona el concep to altomcdieval según el cual plo, la obra precursora de Francisco Petrarca que fue el primero
el libro era solamente un instr umento par a ateso rar el conoci mien- en for mular una teoría del renacim ient o bajo la influencia de los
to y la tran smisió n oral el único método de ensei'lanza. Estos ins- modelos clásicos, influencia que se va extendiendo progresivamente
trum ento s, una vez adquirido s, ofrecen la base pa ra la institucio- desde la literat ura a las artes p lásticas y, poco a poco, también
nali zación del conocimient o que tendrá su sanción definitiva en a las ciencias natural es.
el siglo xm , con el florecer de las universidades. En este sentido la transfor mación del concepto de espacio, lleva-
El binomio anti guos / modern os continú a siendo el centro de las da a cabo a tra vés del pro ceso artístico del Renacimiento, expresa,
disput as filosóficas. Es ampliam ente utili zado durante todo el siglo quizá mejor que teorizaciones o debates filosóficos, un cambio
xm: en parti cular se habla de ant iguos refiri éndo se a escuelas filo- conceptual profundo. El Rena cimiento logra racionalizar plena-
sóficas ant eriores en pocas generaciones. La idea de ser modernos mente, inclu so en el plano de la mate mát ica, el espacio que la
se precisa, pues, y la acepción de antiguo se extiend e desde la pintura ha unificad o «mediante una progresiva obra de abstrac-
antigüedad clásica hasta la época inmediatamente anterior en que ción. .. desde su estructura psicofísica y rechaza ndo de hecho la
actuaban los protagonistas. autori dad de los antiguos. Había logra do construir así una imagen
Ya en el siglo xrv apar ecen movimientos que se oponen decidida- c~pacia l uni taria, care nte de contrad icciones y .. . de dimensión infi-
mente a lo viejo (a lo viejo apenas pasado) y se pr opo nen a sí nita » 29. La transformación del espacio p icofís ico d e los antiguos
mismos y a su obra como moderno s. En este sentido ha de inter- en un espacio matemático, medib le, unitario, fue el resultado de
pretar se la definició n via moderna contrapu esta a la via antica un proceso de abstr acción de la realidad. Po r primera vez, el espí-
con que se designaba el pensamie nto filosófico cont empor áneo , ritu racionali zante y ordenador, que se expresa a través de la con-
en concreto el nomin alismo y la lógica conceptualista de Guillermo cepción y el perfeccionamjento de la nueva perspectiva, es espíritu
de Occam, opuestos a la do ctr ina de la tr adició n 2<1. plename nte mod erno.
Pero « fuero n los humani stas y los literatos italianos del Cuatr o- Hay que conside rar todavía do s momentos para tener un cuadro
ciento quienes hablaron de Renaci miento, es decir de resurrección general, aunque qui zá no sistemático, de la histori a de la idea
de norm as y de modos cultur a les del mundo antiguo. .. fu eron de mode rno: la formación d el espíritu cienúfico de los siglos XVl -
ellos qui enes percibiero n un cla ro corte entr e la propia concepción xvn y la más famosa de las querelles entr e antiguos y modern os,
del mundo ... y la de un mundo precedente» 2s. A ellos se debe la fra ncesa del siglo xvn 30 •
también la terminolo gía que permite arrojar luz sob re la antinomia El nacimiento del movimiento científico se enlaza de manera
antiguos / moderno s. muy compleja con la cuestión antiguos / modernos. Quizás en nin-
El mérito, digamos así, de compil ació n es de Vasar i. A finales gún otro sector como en el de la ciencia el confli cto ha sido tan
del siglo xrv, con el término antiguos se designa ba todaví a a auto- deter minante. A parti r de la segund a mitad del siglo XVJ se asiste
res de pocos ai'los antes . Vasar i propone adoptar el tér mino moder- a un ráp ido desarrollo de la filosofía de la natur aleza . Contempo -
no, par a disting uir el arte de su tiempo del estilo anticuado del ráneamente se viene intensifican do la observación experimental ,
Medioevo y d el clásico de la antigüedad . Moderno se hace sinóni- co n la que las afirmaciones de los antigu os podían ser desmentidas
mo de estilo del Renacimie nto co ntr apuesto al estilo precedente por datos de hecho precisos e incontrovertibles. Aunque durante
Y sinónimo de «buena man era a ntigua renovada» 26. mucho tiempo ni siquiera la evidencia de los hechos habría logrado
La idea central del Renaci miento, o sea que lo «n uevo abatía desma ntelar del todo las co nstru cciones filosóficas y científi cas tra -
a lo 'v iejo' contraponié ndole lo an tiguo»21, parece presentar una dicionales, a la larga la experimentación acabará por vencer.
co ntr adicció n . Todavía una vez má s parece que lo ant iguo se im- La relación entre la formación de la ciencia moderna y la cues-
ponga Y que la autoridad tenga su consagració n definitiva. Al 1ión antiguos / modernos ha sido trazada con clar idad por R. Fos tcr
contrario «es precisamente en el seno de un mismo proceso en .lones11, que interpreta el nacimiento del movimiento científico en
el que el descubrimiento de los antiguos, haciéndose culto de los 1nglaterra en esta clave de liberac ión de los vínculos de la autori-
antigu os, provoca la co mparación con los modernos y la defensa dad. Con Bacon se da vía libre a la renovación de la filosofía
de los modernos» 28• Desde esta óptica ha de ser leída, por ejem- y de la ciencia a través del métod o inductivo para aplicar con
206 Tomás Maldonado lil futuro de la mode rnidad 207

la experimentación a fin de dominar la natu raleza. Bacon hace cuestiones de carác ter literario a otras de más marcado si~nificado
una precisa crítica a los anti guos para poder afirmar el propio filosófico, cuyo núcleo era, una vez má s, la confrontac ión entre
método. Co n él, por primera vez, el pro greso se hace depender autor idad y razón .
preci same m e del resultado de la controver sia anti guos/ moderno . La querelle, que ve como partidarios de l?s mod ern? s a figura s
Bacon oponía su método a la autoridad: antes que nada era la de primer plano del mundo lite~ario del ue~po 34 , cierra, como
observación del mundo físico, qu e había que afrontar libre s de hemos anticipado, nuestro recorrido retrospecuvo. El concepto de
toda opinión precon stituida, ar mad os só lo de espíritu crítico . Esta mode rno está plenamente formado en este punto, y las líneas gene-
actitud , que dejó sentir su iníluen cia en todo s los pen sadore s pos- rales del pensamiento ilustrado han sido manif es_tadas ya. La qu e
teriore s, será la vencedora en la co ntrov ersia. hemos denominado concien cia de sí y de la propia época ha gene-
Este aspec to lo asemeja tanto a Desca rtes, con su visión del rado una verdadera y propia cultura del presente. Y tal cullur_a
aber que se ha de so met er a un riguro so examen raciona l, como se alargará hasta el umbral del siglo XJX, en donde _habr á de sufm
a Galileo, con su gran batalla a favor de la autonomía de la la suerte de casi todo s los fundam entos y las cerudu m~r 7s de la
investigación científi ca. Ob viamente, a cada uno de estos protag o- civilización occidental, sac udidos por una profunda cn s1s.
nistas ha de atribuír sele un papel fund amental en el desarro llo
de la ciencia y de la filo sofía moderna s. En la mitad del siglo xv 11,

las grandes formulaciones metodoló gicas y progra mática


de Baco n, Ga lileo y Desca rte habían sido divulga das y esta- NOTA
ban próxima s a realiza rse. Una bata lla entre inno vación y
con servació n en el plano de las ideas había co menzado ya
en más de un frente, y eran manHi estos ya co n clarida d 1. Cfr. M . BLOCH, Apologie pour /'h/stoire ou métier d'historien, ci~. ,
los caracteres definitorio s de la «nue va filosofía», como co- especialmente el capit ulo 1: L 'histoire, les homme: _et les.temps,_Y donde sostie-
menza ba a ser llamada: el cuestionamiento de la mera auto - ne: «Es, aJ fin de cue ntas, la ilusión de los v1eJOSe11moto_gistas que crelan
ridad , la acepta ción del copernicani smo y el meca nicismo, haber dicho iodo en el momento en que junto a la a~epc1ón act~ al de un
término lograban colocar el signjfjcado conocido más anuguo; es decir, cuan do
la fe en argumentos empírico-racionales, y especia lmente en eran capaces de probar que bureau designaba, en su orige n, una estre lla o
la matemática ll . timbre, un sello. Como si el verdadero problema no fuera saber cómo. Y por
qué se habla producido el cambio l>. Más adelant e Bloch pone en guardia ante
Ejemplifi ca dor de cómo operaba la nueva mentalidad cientí fica el «confundir una filiación con una explicación>> (trad. cast., Apo/og(a dt lo
fue el echar abajo la «teoría de la decadencia » que sos tenía que historia, Empri nes, Barcelo na 1984).
cuanto más se aleja una cosa de su origen, se debilita y pier de 2. <<En nuestro tipo de sociedad los ciclos ani malescos se ~alla n rc1ulado 1
identidad. Co nsecuent emente , pues, todo cambio es un hecho ne-- y modelados de acuerdo con un a organización socia l di fer~nciada'. que obll1a
gativo. Esta teoría sobrevivió durante mu cho tiempo , alimentando al hombre dentro de un cierto limite , a regular el prop io reloJ fü1ol6fl
el convenc imiento de la superiorid ad de los antiguos. Echar abajo de ac uerdd con el reloj socia l», N. EUAS, Ober die Zeit, Suhrkamp, 1-ranlifurt
esta convicción signifi có tambi én ca mbiar la dir ecció n hacia la que am Main 1984, p. 15. Se indica tambifo S. TABBONI,La rapprestnto 10111
socia/e del tempo, Franco Angeli, Milano 1984. Ad emás rcco rdamo, la onlrl
habí a que mirar: de la teoría de la decadencia a la teoría del
bución fu nda menta l de P . R1coauR, Temps et récit, 2 vals., Seuil, Parlí INI
progreso.
Igualment e importante , pero en la vert ient e de la discusió n
especialmente el primer capitu lo dedicado a la noción d~ tiempo en San
(trad. cast., Tiempo y narración, Cristiandad, Madrid 1987).
au 1111
artístico-literar ia, es la fa mosa querelle des anciens et des moder- 3. Para ta temática del progre so, se rem ite a la nota 10 del i: pl111I 11
nes, desa rrollada en Francia en la mitad del siglo xvn entr e los de este volum en.
defe nsor es de la literatura y de la lengua modernas contra Jo 4 El neologismo modernus deriva del adverbio latino modo (1hof1)
partidario s del pasado y de los modelos clásicos ll . El largo de- ta desinencia -ernus. Mod o es adverbio del susta nti vo modus . ~, 1l1nlrl
bate se tra slada mu y pronto a un plano más genera l: desde la pri ncipa l de modus es «medidal> (en sentido abso luto), medida Omtl
208 Tomás Maldonado El futuro de la mod ernidad 209

(Hmite que no se puede pasar) y del que deriva (<justa medida» y Por tanto Paz», que tuvo lugar en Ciudad de México en agosto de 1984, publicado
«regla» y todavía !<ley», «prescripción » . Modo tiene como primer signifi cado en el supl emen to de «Alfabeta», VIIJ :80 (enero de 1986), pp. X II-XV.
«en la medida ». Asume después el va lor tempQral de «ahora » , pasando a 8. J. LB GOFF, Antico / Moderno, cit., p. 679.
trav~ de un significado modal: desde «en la medida» a «justo» y finalmente 9. En particular cfr . su intervención Le Moyen Age comme (<saeculummo-
a «justo en el tiempQ». En el latín clásico el adverbio modo es usado corriente- dernum», en Concetto, storia, mili e immagini del Medio Evo, cit ., pp. 1-10;
mente en su significado tempQral, que limita el tiempo al momento que sigue y también Ho mo medioevo/is et Homo modernus. Notes sur una /ronti~ re
o precede inmediatamente al presente de quien habla: ahora, en este momento. contestée, en «Archives d'histoire doctrinale et litteraire du Moyen Age», XXV
En esta acepción modo no tiene ningún matiz de valor. Es únicamente con ( 1958), pp. 65-81; además de la ya clásica la philosophie au Moyen Age.
la desine ncia -ernus cuando se determina una progresiva ampliación de su carga Des origines patristiques b la fin du XJVe si~le, Payot, Parí s 1952.
semán tica. -ernus indica pertenencia como en hodiernus que pertenece al hoy 10. C. VASOu, La filosofia medioevo/e, Feltrinelli, Milano 1961, p. 13.
y en hesternus que pertenece al fuera, o sea lo que está fuera. Modernus 11. E. G1ts0N, le Moyen Age comme «saeculum modernum», cit. p. 2.
es entonces relativo al presente, que pertenece a modo en su limite y en su 12. H . PrRBNNE, Maometto e Carlomagno, Laterza, Bari 1973, p. 132.
acepción temporal, es decir, que pretenece a ahora. Pero modo es tambi~n
13. Las «modernas reglas», en el caso especifico de los dictámenes del con-
med ida: por tanto modernus es lo relaúvo a la medida, y, en sentido amplio, cilio de Ca ledonia del 45 J, con los decretos que son diferenciados de antiquis
a lo que es justo. Ya en su fase de formación modernus porta en sí esa regulis, vigente s hasta entonces .
ambigüedad semántica que lo acompailará hasta la actualidad jumo a la valen-
14. M. A. CAS1000RO, Variarum, Libri Du odecem, en T. MOM.MSllN (edición
cia tempQral se insinúa , de pronto, la de valor, aunque el t~rmino sea usado de), Monumento Germaniae Historica, Bertolini apud Weidmannos, 1894, carta
en primer lugar en su acepción más « neutra ». Cfr. S. BATIA0LIA, Grande LI, «Symmacho Patricio Theodoricus Rex» (a. 507-5 ll) , 138 8. En esta famo-
dizionario della lingua italiana, Unione Tipografico -Editrice Torinese, Tocino sa rrase está claro uno de los conceptos claves de la relación antiguos / moder-
1978; C. BArrtsn y G. ALESS10,Dizionario erimologico italiano, vol. 11, Barbe- nos, e l de la imitación, investigación y valor de los <!modelos».
ra, Firenze 1968; G. Osvoro , A vviamento alfa etimo/ogia italiana. D/1.ionario 15. Para la variedad de los contextos de uso, crr. CAS1000Ro, op. cit.,
etimologico, Felicc Le Monnier, Firenze 1967; O. BLOCH y W. voN WA.RTBURO, en parti cular V, 8 1. 18; V III , 84. 12; LI, 132. 8. En la primera mitad del siglo
Dictionnaire étymologique de la tangue /ran~aise, vol. IV, PUF, París 1964; v1 en un texto sobre los acento s atribuido al gramático Prisciano (v-VJ siglos)
A. ERNOUTy A. MBtLLBT,Dictionnaire étymologique de la tangue latine. Hi- vuelve a esta contraposición sobre el uso de los pronombres apud modernos
stolre des mots, vol. IV, Librairie C. Klincksiect, París 1960; G/ossarium me- e apud antiquissimos. Precisamente en torno al ámbito lingüístico, es decir,
diae et irifimae latinitatis conditum a Carolo Fresne Domino Ou Cange, Niort, en torno a la cuestión de la lengua , se irá definiendo otro de los aspectos
L. Favre 1885. del debate antiguos / moderno s . Sobre todo en Italia, se concretará precisame nte
5. J. LB GOFF, 11 meraviglioso e i/ quotidiano nel/'Occidente medievo/e, en la cuestión de la primacía de las lenguas vulgares sobre el latín uno de
Laterza, Bari 1983 (trad. cast., Lo maravilloso y lo cotidiano en el occidente los núcleos de la relación con lo antiguo . Cfr. tambi~n ENNOOIO(474-521):
medieval, Gedisa, Ba.rcelona 1986). In vinicitae vos degere moderna scriptione signatis, en F. VoollL (edición de),
6. Cfr. L. BAUORY, Lexique philosophique de Guillaume d 'Ockham, P . Magni Fe/ici Ennodi Opera, M . G . H . 1885, LXIV (Epist. 2-27), 75. 17•
Lethielleux, París 1958, p. 153; E. GA.R1N,Medioevo e tempi bui: concelto 16. Sobre el prob lema relativo al tiempo, cfr . en particular las lecturas
e polemiche, en V. BRANCA(edición de), Concetto, storia, miti e immagini de J . LE GoFF, Tempo della Chiesa e tempo del mercante, e a/tri saggi su/
del Medio Evo, Sansoni, Firenze 1973, pp. 199-224. lavoro e la cultura del Medioevo, Torino, Einaudi 1977 (trad. cast., Tiempo,
trabajo y cultura en el occidente medieval, Taurus, Madrid 1987), y de G.
7. Para este aspecto cfr . J. LE GoFF, Antico / Moderno, en Enciclopedia, \1ARRAMAO,Potere e seco/ariuar.ione. le categorie del tempo, Editori Riuniti,
vol. 1, Einaudi, Torino 1977, pp . 678-700. Para una historia del vocablo y Roma 1983. Sin embargo ha de decirse que el pen samiento cristiano ha ofrecido
de la idea de moderno se remite además a H. U. GuMBRECHT,Modern. Moder- ..:ontribuciones relevante s a la noción moderna de tiempQ . Piénsese en la de
nitat, Moderne, en o. BRUNNER, w. CONZB y R. KOSELLl!CK(edición de) , '>an Agu stín que es sin duda excepcional y en un cierto sentido precursor.
Geschichtliche Grundbegrif/e. Historisches lexikon wr politischsozialen Spra- Como ha destacado Ricoeur (véase la nota 2 de este mismo capítulo), en San
che in Deutschland, vol. IV, Klett-Cotta, Stuttgart 1978, pp. 93- 131; W . FRBUN0, Agustín se encuentran intuiciones que tendrán un papel central en el proceso
Modernus und andere Zeitbegrif/e des Mittelalters, Bohlau, KOln 1957; H. de secularización, intuicione s expuesta s en la famosa teorla agustiniana del
R. JAuss, literaturgeschichte als Provokation, Suhrkamp, Frankfurt am Main 1iemPo como «extensión» del sujeto, donde también la dimensión del futuro
1970 (trad. casl., La literatura como provocación, Ed . 62, Barcelona 1976). adquiere un relieve determinante: «Quizá sería exacto decir que los tiemPos
Cfr. tambi~n el resumen de la intervención de H. os CAMPOS,Dalla morte , on tres: presente del pasado, presente del presente, presente del futuro. Estas
dell'arte olla costel/azione, con ocasión de la « Conferencia en honor de Octavio tres clases de tiemPos existen de algún modo en el espíritu . . . el presente del
210 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 2 11

pasado es la memoria, el presente del presente es la contemplación, el presente La rivoluúone inavvertita. Lo stampo come fouore di mu/amento, 11 Mulino,
del futuro es la espera», SANT'AOOSTINO, Le Confessioni, 20.26, CiuA Nuova Bolog na 1986.
Editrice, Roma 1965, p. 389. 31. R. FOSTERJONES,Ancients and Moderns. A Study of the Rise of the
17. J. LB GOFF, Tempo della Chiesa... cit., p . 5. Scientific Mo vement in Seventeenth Century Englond, Dover, New York 1961.
18. La importancia de la formación de las lengu as vulgares para el tema Cfr . también la edición más reciente, aumentada y actualizada, del texto de
de la modernidad radica, principalmente, en el hecho de que la literatura vulgar A. R. HALL, The Revolution in Science 1500-1750, Longman, London 1983.
no tiene modelos, no se debe co mparar con ninguna autoridad precedente. 32. A. R. HALL, op. cit., p. 37.
19. M .-D. CHBNU, en sus Notes de lexicographie philosophique médiévale. 33. A. Tassoni habla sintetiza do, anticipá ndo se algunos aflos a la querelle,
Antiqui , Moderni, en « Revue des scie nces philo sop hique s et th éo logique s», la posición de los defensores de la modernidad: <<Se perfeccionan las artes
XV II (1928), pp. 82-94, su bra ya cómo los teólogos emplean a menudo el bino - con prolijidad de esfuerzo y de estudio ... por lo que parecerla que este debate
mio antiguos / moderno s precisamente en las di scusiones sobre las leyes de la habría de terminar en favor de la mod ernida d, dado qu e todas las cosas,
gramática que se ha de aplicar al lenguaje de la teología, que experi menta las cua les tienen su orige n en la naturaleza o en el arte, de or dinario suelen
más que ningún otro este proceso de actuafü:ación lingüí stica. tener su principio imperfecto y después con la experiencia y el trabajo de
20. Cfr. A. LALANDB,Dizionario critico di filosofia, lsedi, Milan o 1971, los hom bres se van poco a poco perfeccionando», A . T ASSON I, Dieci libri di
ad vocem . pensieri diversi. Paragone degli ingegni antichi e moderni (1612), Carrabba,
21. Sobre este tema se remite especialmente a J. -Y. T1LUETTE, La nozione Lancian o 1918.
di «a11ctoritas » e i problemi relativi: antichi e moderni del seco/o xn, en E. 34. Además de Perrault, que con su famo so Parall~les des onciens et des
PswzsR y N. Zoazarn (edición de), La paura dei padri ne/la societa antlca modernes ( l 688-97) es consid era do el abanderado de los modernos , han de
e medievo/e, Laterza, Bari 1983, pp. 141- 154. ser mencionados Fontenelle, Charpentier, DesmareLs Saint Sorlin y Bensera de.
Boilea u , Racine, La Bruyere, Fleu ry, La Fontaine eran defensores, sin embar-
22. J. Ls GoFF, Les intellectuels au Moyen Age, Seuil, París 1957 (t rad.
go, de los antiguos.
cast., Los intelectuales en la Edad Media, Gedisa, Bar celona 1986).
23. E. GRANT, la scienza ne/ Medioevo, JI Mulino, Bologna , 1977, p. 29.
24. Para el papel cent ral de Guillermo de Occam en la cuestió n del debate
sobre la modernidad y so bre la formación del esplritu moderno, co n referencia
especia l al concepto de libertad, cfr. el ensayo de H . KR1Nos, Woher Kommt
die Moderne ? Zur Vorgeschichte der neu1.eit/ichen Freihetsidee bei Wi/helm
von Ockham, en o. AICHSR, G . GRSINDL y w. VOSSENKUHL,Wilhe/m V0/1
Ockham. Dos Risiko modern w denken, Georg D . W. Callwey, Münch en 1986.
25. F. ZsRJ, Rinascimento e Pseudo-Rinascimento, en F. Zeri (edición de),
Storia dell'arte italiana, vol. 1, Einaudi, Torino 1983, pp. 545-572. Para lo
que concierne al Rena cimiento como fase central en la formación del mundo
moderno cfr. A. H.sLU!R, L 'uomo del Rinascimento, La Nuova Italia, Firenze
1977 (trad. cast., El hombre del Renacimiento, Ed. 62, Barcelon a 1982).
26. Cfr. E. PANOPSKY, Rinascimento e rlnascenza nell'arte occidentole, Fel-
trinelli, Milano 1971, en especial las páginas 51-53 (trad . cas t., Renacimiento
y renacimientos en el arte occidental, Alianza , Madrid 1975).
27. E. GARIN, La culturo del Rinoscimento, Laterza, Bari 1972, p. 28 (trad.
cas t., La cultura del Renacimiento, Tame s, Madrid 1982).
28. Ibídem , p. 48.
29. E. PANOPSK Y, La prospelliva come forma simbolico, Feltrinelli, Milano
19827 (trad . cas t., Lo perspectivo como «for ma simbólica», Tu squet s, Barce -
lona 1973).
30. Hemos dado más importancia, en esta recon stru cción, a los aspectos
más próximos a una «historia de las ideas», dejando en segundo plano los
relativos a las innovaciones que contribuyeron, de forma decisiva, a fundar
d mundo moderno . Para estos aspectos remitimos al texto de E . L. E1ssNSTBlN,
APÉNDICE 11

LA «EDAD PROYECTUAL » Y DANIEL DEFOE

En 1697 Daniel Defoe publica su Essay upon Proyects 1. En


este singular libro , de una desconcertante actualidad por dif erentes
motivos, Defoe anuncia el inicio de la Proyecting Age: la «edad
proyectua l)). La obra es veinte af\os anterior a otro del mismo
auto r : The Lije and Strange Surprising A dventures of Robinson
Crusoe of York, Mariner (1719)2, la novela de aventuras que ha
hecho universalmente famoso a su autor. En estas obras -e n la
primera explícitame nte, y en la segunda implfcitam ente- el tema
tratado es el de la proyectualidad. Pero la idea de proyectualidad
que se sostiene en el ensayo es diferent e, incluso diametralmente
op uesta a la que se deja entrever en la novela.
Mientra s qu e en el ensayo Defoe plantea la hipót esis de una
proyect ualidad entendida sobre todo como aplicación de los «mé-
todos de la política civi1» 3 -según palab ras del autor - para re-
solver los problemas de una civilización sacudida profundam ente
por «guerras y confu siones públicas »•, en la novela sin embar go
la proyectualidad se orienta exclusivamente a la solución de los
prob lemas de un individuo que el destino (o, en el hecho de cróni-
ca en el que Defoe se ha inspirado, el poder discrecional del primer
oficial de la nave) ha arrojado a una playa desconocida , obligado
a vivir solo, sin otros hombres, «sin sociedad)), en un ambient e
hostil s.
Ésta es la razón por la que Robinson no se pregunta nunca
qué es very usejul to society, sino constante y únicamente qué
es very usejul to me 6. As{ se explican , y en parte se justifican,
las robin sonadas de Robinson: él no hace proyectos para los de-
más, sino sólo para sí mismo . Su proyecto no rinde nunca (o
214 Tomás MaJdonado El fut uro de la modernidad 215

casi nun ca) tributo al sistema de valore s y de normas que a menu - de la realidad, cada fenómeno observado es interpretado inmedia-
do prefiguran las modalidade s del proyecto y las característica tamente en clave de utilidad . En otras palabras, para Robin son
del objeto proyectado. Él tiene un único problema: sobrevivi r. no existe una clara linea de demarcación entre la racionalidad de
Lo que está a un lado u otro de esta voluntad suya de supervive n- los fines y la racionalidad de los medios. Y en tal visión no hay
cia no es percibido como problema. Y dado que Robinson es sobre lugar, y ni siquiera tiempo, para medio asumir valores de ningún
lodo un «solucionador de problema s» , lo que para él no es un tipo.
problema, en realidad , no existe. Es cierto que Robin son recurre a menudo a su rico bagaje de
En el mismo hori zonte se sitúa otro principio guía del compo rta - religiosidad . Efectivamente son frecuentes sus invocacio nes a Dios,
miento de Robin son: es pertinente úni camente lo que es convenien- sus referencias a la Biblia, sus oraciones, sus agradecimientos a
te. Su obsesión , al fin de cuentas , es siempre el úti l. Ésta es la la Provid encia, sus juicio s morale s de clara impronta puritana 10•
causa por la que ha sido co nsiderado a menudo la figura emb lemá- Sin embargo todo esto no menoscaba su modo de entender la
tica del utilitari smo militante , incluso el precur sor, en alguno s as- actividad proyectual, decididamente orientada al útil y totalmente
pectos, del utilitarismo ético de Bentham, y el primer expone nte indife rente a juicios éticos o estéticos. Ni siquiera influye su acti -
de la ideología «burguesa». Muchos autores han creído ver en tud de extrema objetividad, de total separación, con que observa
Robinson la expres ión arquetípica de la ética protestante de l la relación entre la propia labor de trabajador y los productos
trabajo 7. que resultan de ella. Marx, en el Capital, da una valoración iróni -
En la composición de su mundo material Robin son prescinde camente positiva de esta actitud, llega ndo a recono cer al personaje
totalment e de toda referencia - o reclamo - a las formas institu- de Defoe incluso una cierta contribución a la economía política,
cionalizadas de la cultura . En efecto él no pretende, en ningún y más concretamente a la «teoría del valor» 11 •
caso , una legitirnización cultural de los objeto s que produce: la Veamo s otro ejemp lo, también éste iluminador . Desde el día
idea misma de legitimación le parecería carente de sentido . Cuan- de su llegada a la isla, Robinson sabe que debe construir e con
do, por ejemplo , decide hacer se un paragua s, no se propone crear urgencia un refugio. Pero desde el principio es consciente también
un objeto de «arte » o de «artesanía artística» s, sino solamente de las dificultades que ha de afrontar: es necesario hacerlo ensegui-
un utensilio apropiado para protegerlo del sol y de la lluvia, y da, pero no sabe dónde , cómo, y -s obre todo- con qué medios.
que se pueda cerrar a voluntad 9. A excepción de algunos resto s del naufragio, los medios disponi-
La escasez de recursos, la falta de materiales y de instrumentos bles para tal fin son muy limitado s. Por otra parte a la penuria
disponibles hacen su tarea extremadame nte difícil. Robinson corri - de material se ai\ade la de conocimiento. Robin son, en los prime-
ge de manera drá stica su estrategia creadora: en condiciones tan ros días, ignora todo de la isla. Y esto más tarde hace problemáti-
adversas no puede recorrer el camino tradicional. Efectivamente, ca su empresa: debe levantar una defensa capaz de resistir a las
no puede partir de una idea genéri ca de paragua s -e l parasol fuerzas hostiles del ambiente, pero no está todavía en condiciones
«visto en una ocasión en Brasil»- y de aquí iniciar una serie de valorar la peligrosidad real de las misma s -s u potencia de
de invenciones parciales de las que en conjunto resultará el objeto choque, su cantidad , su frecuencia de ataque - y le resulta muy
parasol. El camino que él escoge es, obviamente, otro: reduce difícil establecer la consistencia y las dimensiones de su refugio.
al mínimo el número de inventos parciales y trata de encontrar Encuentra dificultad en determinar las características físicas del
en la naturaleza - digamos ya «hecho s»- los elementos constituti- mismo: por un lado no puede correr el riesgo de hacerlo demasia-
vos del futuro paraguas. do pequei'lo, por otro no puede permitirse el lujo de hacerlo dema-
Pero el procedimiento exige saber ver con ojo s diferentes, con siado grande.
ojos beligerante s, a la naturale za. Es decir, saber ver cada parte Y también aquí, como en el caso del parasol, debe adoptar
de la realidad como una parte potencial de parasol. El comporta- una actitud de voraz apropiación utilitaria del ambiente que lo
miento utilitarista de Robin son aparece en esta opción proyectual rodeaba. También aquí la dramática inmediatez del problema que
plenamente confirmado. Él se comporta , en definitiva, como un ha de re olver condiciona tremendamente, en sentido reductor, su
depr eda dor para el que todo es presa: cada objeto, cada fragmento comportamiento proyectual: para él el refugio es sólo un refugio
216 T omás Maldonado El futuro de la modernidad 217

Y basta. No se le ocurre que su habit áculo pueda ser , para enten- sa de las persona s y de las mercancías y financiada por meruo
dernos, una «o bra de arquitectura». Y el resultados de su interven- de la contribución de los «gravá men es de urbani zación» -c omo
ción lo demu estra: «un toldo colocado debajo de una pared de se diría hoy- por parte de los propi etario s de las áreas interesa -
roca y rodeado por una fuerte empalizada de estacas de madera das; un sistema de contribu ción fiscal en el que se entr evee, aunque
y de cuerdas marítim as». Una constr ucción que , ha de decirse de una manera confusa todavía , la distinción actua l entre impues-
difícilmente puede ser aceptada por todos, sin reservas, como «o br~ tos de fabricació n, tasas e impu estos; una institución de mutua
de arquitectura». Como máximo , y con buena voluntad podría ayuda para proteger a los comerciante s de los riesgos y de los
ser incluida en la catego ría de esa «ar quit ectura sin arduitecto» efectos de una eventual quiebra .
que Bernard Rudo fsky ha denomin ado non-pedigreed architecture: De este modo Defoe se hacía ilusiones de que obligaría a los
arquiteclUra sin linaje 12. centros de poder del tiempo a realizar una reorgani zación más
Ahora hay que preguntar se: estas dos formas de pro yectuaJidad jus ta del ordenamiento social . Tambi én esta tentativa resulta abs-
especificadas por Defoe a finaJes del siglo xv u y principios del tracta y, al fin de cuenta s, inútil , por la simple razón de que
xvm - la proyectualidad de An Essay upon Proyects y la de Ro- no se pueden crear institucione s y estructuras de servicio únicamen-
binson Crusoe-, ¿pueden servir para enriqu ecer el debate actual te por medio del diktat proyectual , y todavía menos se puede
sobre el pap el de la proyectación? Es probable . No hay duda de cambiar el mundo recurriendo en exclusiva a tal diktat . Es la críti-
que, con algunos ajustes y adaptaciones, las cuestiones planteadas ca que siempre se ha hecho a la proyectualidad de inspiració n
entonces por Defoe se plantean también hoy en día. ilustrada.
Basta pensar en el djscurso -ce ntral en el Essay- sobre la En los último s tiempo s, por doqui er, se tiende a dar a esta
improrro gab le necesidad de afrontar proyectualmente los proble- crítica, en muchos aspectos pertinente, una dimensión exagerada ,
mas de nuestra_sociedad . Este plant eamjento , ayer como hoy, tiene hasta el punto de invalidar toda forma de proyectación. Tal ten-
sus puntos débiles: hablar genéricam ente de pro yectación sin aludir dencia procede del error de identificar «proyecto » con «ideología »,
a interv enciones proyectuales específicas puede conducir a una es- o «proyecto» con «plano ». Nos parece que es una grave equivoca -
pecie de autocompl acencia hacia un deber que se cree cumplido, ción. Sin duda las posiciones má s desencaminada s que han surgido
cuando en rea lidad lo ha sido únicamente en el plano de la exhor - en los debate s más recient es sobr e la proyectualidad proceden pre-
tación verbal, y no en el de su incidencia concreta. cisamente de esta equivocación. En realidad, dichas posiciones han
Es el mismo punto débil que se haJla en el ensayo de Defoe. contribuido a ban alizar, e incluso a confundir , un importante obje -
¿Para qu é sirve plantear la hipótesis de una proyectualidad ente n- to de reílexjón teórica. De pronto , pro yectar no es ya esa actividad
dida como «méto dos de la política civil», si después de todo tales que trata de ofrecer soluciones innovadoras a los problema s de
métod os se muestran, en la realidad, incapaces de contribuir a la sociedad, y por tanto no es ya un factor de «progreso innova-
un cambio real de la «polít ica civil» en su conjunto ? A decir dor», diciéndolo con palabras de L. Sklair 14, sino que se con-
verdad, Defoe no ignora esta interrogante. Él mismo alude al peli- vierte en un a actividad de pérfido s ideólogos tardoilu strado s (o
gro de una proyección que se desarro lla a l margen de las gran des de extravagan tes utópico s) que pretenderían impon er a la humani-
institucion es sociales sin incidir, sin embargo, rurectamente sobre dad sus planes (o suef\os) totalizadores. Se carga de tintes negati-
esos centro s de poder donde se decide «the immediate Benefit of vos al proyecto y se llega de este modo al rechazo indiscriminado
the Publick, and Implo ying of the Poor». de la proyectación, a la que hemos hecho ya referencia. Se olvida
Par a , s~perar este riesg~, Defoe propone, siempre en el Essay, \in embargo que, para bien o para mal , la nuestra es una época
no un unico «proyecto », sino num erosos «proyectos » de institucio- proyectual - una projecting age, como la llamaba nuestro Defoe
nes Y de estructuras de servicio para la comun idad, como las aca- con tres siglos de anticipación- , quizá la más proyectual de todas
demjas para el estudio de la lengua inglesa, para la edu cación las épocas de la historia .
de las mujeres, para la formació n profesional de los cuadros mili- Tomemos a útulo de ejemp lo el caso de los desarrollo s de la
tares; instituciones de crédito bajo la supervisión de una banca tecnología inform ática más reciente, a punto de cambiar rarucal-
central ; una red de carreteras capaz de asegurar la movilidad inten- mente en la actualidad los presupue sto s que, durante mjJenios,
218 Tomás Maldonado El futuro de la modernidad 219

han esta do en la base de nu estra práctica materia l y socia l. Es vida atormenta da de un per sonaj e que ha bía existido realmente,
cierto qu e tales de arrollos so n el resultado de una creativi dad la vida de un hombre que «ha sufr ido todo tipo de violencia,
técnico-científi ca sin precedentes, pero también de una actividad
de opresio nes, de injuria s, atrayendo el desprecio de los hom~r~ •
pro yectual sin precedentes. Lo mismo puede decirse de otros d esa- tos ataq ues de los demonio s, los cas tigos celestia les y las opos1c10-
rrolJo s de la tecnología moderna. Porque una cosa es evidente:
en un mund o de objetos y de procesos técnicos, co mo se e tá nes terrenales».
Este perso naje, lo da a entender claramente, no sería el marinero
haciend o cada día más nuestr o mund o, la proyectualidad es omni-
escocés AJexander Selkir k, alias Robinson, sino el mismo Defoe 17 ,
presente. E n tal co ntexto la retórica de la antipr oyect ualidad puede el Defoe hábil artífice de «todo tipo de violencia ». Porque el autor
tener só lo un sentido: la capi tula ció n acrítica frente a una proyec- de Robi nso n Crusoe, además de novelista, ensayis ta Y periodista
tualidad que es rea lizada por doqui er. de ta lento era también un conseje ro libre de prejuicios de los
Existe además una tendencia (o mejor un movimiento) que ha ce hombres d~ pod er, un emprendedo r en ba ncarrota perseguido por
del comportamiento proyectual de Robinso n un verdadero y exacto deudas, un autor de libelos encarcelado po r difamación Y excarce-
mod elo de co mportami ento para nuestra época. Rob inso n se con- lado ... como informador secreto.
viert e así en el ar qu etipo ideal d e un nuevo modo de proyectar Sin embargo, la alternativa que se deriva de las dos filosofías
qu e, a dif erencia del que domina hoy en día, no recurre a un proyect uales de Oefoe - la formulada explícitame nte en_ el Es~ay
so fisticado sa ber técnico-científico, n i se propone crear objetos de y ta que se vislumbra en el comportamiento del perso naJe Rob m-
gran complejid ad est ructur al y funcio nal ; un nu evo modo de pro- son- no es una alternativa moderna . Los problemas que tenemos
yectar, pues, que privilegia la element alidad de los recursos utili za- hoy no se pueden afrontar, y meno s aú n resolver, en término
do s y la simpli cidad de las so luciones formuladas. de aceptación o de rechazo de las institucione s. Ha de recordarse
En esta óptica Ro binson es pre sentad o como un precursor de que nuestro prob lema más sangra ntes so n lo~ relativo s a 1~ guerra,
las « tecnolo gías pobres», un exponente avant la lettre de un a pro - al ambiente al hamb re pero también a la hbertad, a la igualdad,
yectació n que rechaza exp lícitam ent e el condi ciona mient o institu- a la dignidad. Sabe mos 'que algunos de estos problemas son institu -
cional propi o de las «tecnologías ricas». Sin embargo, se olvida cionales, otros lo son en parte, otros todavía no lo so n en nada .
que Robin son es un personaje de ficción y co mo tal de un elevado El Essay upo n Proyects de Defoe es la obra de un artífice de
grado de artificialidad 1' . Él no está libre de toda forma de con- Honest Proyects que ha vivido el perío do especialmente turbulento
dicionami ento institucional, como quería hacer creer Oefoe, por del nacimiento de la sociedad burgu e a. La reflexió n sobre este
la razón de qu e no podía escapar al sutil condicionamiento de Defoe puede ayudarnos a rea lizar la posib ilidad (y so bre todo la
las instituciones de la socieda d a la que perte necía ant es del nau - probabi lidad) de elaborar unos Honest Projecls en un a época como
fragio, y de la que, lo quisiera o no , contin uaba siendo tributario: la nuestra, época en que la enorme comp lejidad de los prob lemas
la sociedad inglesa de la época de Lord Walpole, la del mismo a resolver somete a dura prueba cada día la volu ntad proyec tual.
Defoe. Bien mir ado, la tecnología pobre de Robin so n no es más
que una versió n de emergencia de la tecno logía rica propia de
los tiempo s de Defoe.
Es natur al qu e los actuales partidar ios de las tecno logías pobres
ven en Robin so n (y lo ven ju stam ente) a quien se rebela co ntra NOTA
los inju stos condicionamiento s de las instituciones de su tiemp o .
Ha de recor dar se a este respec to que en Serious R eflections During
the Lije and Surprising Adventures of Robin son Crusoe 16, publi- 1. D. DBFoB, An Essoy upon Projects, The Scholar Lirnited , Menston 1961.
cado en 1720 , un ai\o después de las Adventures (25 de abril de Esta es una edición facslrnil del texto original publicado en Londres en 1697
17 19) y las Farther Adventures (20 de agosto de 17 19), Defoe por Th. Cockeril l, y fue impreso de nuevo en 1700 con el titulo Sev~rol Essoys
deja entrever una clave interpretativa dif erent e de su novela: la reloting to Acodemies y en 1702 corno Essoy upon Severo/ Pro1ects. Para
un exhau stivo análisis de este texto, v~ase W. SoMBART,Der Bourgeols. Zur
vida de Robin so n no sería más que la versión alegórica de la Zetgeschichte des modernen Wirtschoftsmenschen ( 1913), Verlag von Duncker
220 Tom ás Maldonado El futu ro de la modernidad 221

und Humblol, Milnchen 1923. Son importantes sobre todo las reflexiones de 1976. Por otro lado, Cumber land (De legibus natur ae, 1672), fiel continuador
Somban sobre el papel de los «artífi ces de proyectos » (Projectanten) en los del pensami ento del holandés H. Gro tius (De jure belli et pocis, 1625) no
siglos xvn y xvu,, hacia los que en el Essay Defoc adopta una actitud crítica habrla podido aceptar nun ca a Robinson co mo su prototipo de natural man.
Y de opos ición dialéctica. En efecto, Defoc marca abiertamente las distancias Robinson no es bastante autónomo de las «órdenes de los gobernantes», aun-
de estos «artlficcs de proyectos )) que él considera una verdadera y propia plaga. que los gobernantes, en el caso de que se trata, no está n flsicamente presentes
Se trata, según él, con pocas excepciones, de desaprensivos vendedores de Dis- en la isla sino sola mente en el bagaje de valores «morales» que él habl a llevado
honest Projects, que no deben confundirse con quienes, como el mismo Defoe, consigo a la isla . Cfr. F. CHAPMANSHAJtP, The ethicol system o/ Richard
elaboran flon est Projects para el progreso de la sociedad de su tiempo y de Cumberland ond its place in the history o/ british ethics, en «Mind», XX I:83
cualqui er tiempo futur o . La idea de una proyectua lidad, ejercida consecuente- (1912), pp. 371-398.
mente a cualqu ier nivel de la realidad, pueda ser un factor de modernización, 6 . L. TERZI, Pre/ aúo ne a D. D. , Lo vita e le ovventure di Robin son Cru-
constituye el nú cleo fundam ental de esta obra. soe, Adelph i, Milano 1963, p . XII.
2. En el presente texto hemos usado D. D., The l ije and A dventures o/ 7. P . CoLAJACOMO, Biografía del personaggio nei romanú di Daniel De/oe,
Roblnson Crusoe. Written by Him self, Sa nd and Co. , London 1899, también Bulzoni, Rom a 1975: «A Robinson todo producto de su actividad parece mani-
O.O., Robin son Crusoe, Dent-Everyman, London 1977, edición qu e se basa, festarse en su propia natur aleza más intrín seca como produ cto de trabajo y
como es sabido , en la Shakespeare Head Editio n, Oxford 1927. Para la edició n el traba jo parece precisársele como 'tiempo trabajo' (p. 47) . Es cierto, pero
cas tellana véase la traducción de J . CoRTI2A.R,Vida y extrañas y sorprendentes una simplificació n excesiva a este respecto nos cond ucirla fuera de la realidad
aventuras de Robins on Crusoe escritas p or él mismo, 2 vols, Lumen, Barcelo na del pensamiento de Defoc . Adem ás, ha de ser aceptada con mucha caute la
1975.
la tesis, muy difundida, según la cual la adhe sión de Defoc a la ~tica del
3. D. DeFoe, An Essay ..., cit., p. 2. trabajo podría ser explicada «totalm ente» en tér minos de ética protestan te.
4 . lb idem, p. J. Cfr. sobre el tema M. E. NovAJC, Robinson Crusoe ond economi c utopia,
5. La soledad , el aislamiento del individ uo son un tema que se repite en en «Kenyon Review», 25 (1963), pp . 474-490. A pesar de que la ética protestan-
el univer so narrati vo (y no sólo narrativo) de Defoc . Person ajes como Robin- te del tra bajo aparece en Defoc y en Robinson, como subraya con precisión
son, Captain Singleton, Mol!, Colone l Ja ck, Roxana, todos han escogido efecti- Novak, de una forma muy difund ida, se continúa viendo hoy en la «vocación
vament e la insularid ad . Y la insularidad ha de entenderse aqul como táctica activa» de Robin son una de las caracterlsticas esenciales del «burgués emergen-
(o mejor co mo estrategia) ind ividual de super vivencia, como cintur ón protecto r te», una prueba, pues, de la ralz protestante del «esplritu del capitalismo » .
ante un mundo amenazador . Sin embargo, ha de decirse qu e el mund o amena- Es una linea de interpretación que se remite , como es sabido, a Max Weber,
zador con que ha de medirse Robin son no es el mismo que el de los otro s para quien los orígenes del capitalismo han de b11scarse sobre todo en la ética
personaj es de Defoe. Mientr as que el solitario Robin son se mide con el «mundo protesta nte , es decir, en la santifi cació n del trabajo , en el ascetismo, en la
de la naturale za}>, es el «mund o de los hom bres» en el que están empena dos auste ridad, etc. Véase el famoso ensayo de M. WaesR, Die prot estontisclre
los «solitario s» Singleton, Moll, Ja ck , Roxa na. La contraposición mundo de Ethik und der «Oeist)) des Kapitalismus, en «Archiv filr Sozialwissenschaft
la naturaleza -mundo de los hom bres puede ser insuficiente, e incluso fuera und So:tialpolitik» , XX I (1905), pp. 1-110. Sin embargo, es sa bido que la ver-
de lugar. No tiene en cuenta la relación entre state o/ nature y natural man- sión de Weber sobre los orlgenes del capitali smo no ha sido nunc a acepta da
relación que, co mo es sabido, se hall a en el centro del importante debat; en su conjunto por parte de los estudio sos del tema . Por ejemplo W. Sombart
filosó fico (y filosó fico-polltico) de los siglos xvn y xvm en Inglater ra . Defoe , ha d ado una versión diferent e. Véase W. SoMBAllT,Luxus und Kapitalism,is,
en alguna medida , ha sido protagoni sta de dicho debate, pero sobre todo intér- Verlag von Duncker und Humbl ot, München 1913.
prete, aunque no siempre fidedigno, de las distintas posiciones en conflicto . 8. Defoc ha sido siempre receloso del arte . 1:1 es un «puritan suspicious
Véase la exhaustiva exposición del tema en M. E. NovAJC, De/oe and the of art», como lo llama Anthony Burgess. Es lo mismo que habla destacado
Nature o/ Man, Oxford University Press, Oxford 1963. Defoc , como Locke, James J oyce en la famosa conf erencia que tu vo lugar en Trieste en 1912 (ahora
estaba muy atraldo por dos filosoflas políticas de sentido opuesto: la de Th . Hob - publicada en D. D., R obinson Crusoe, Einaudi, To rino 1963). Pero en el
bes Y la de R. Cumberland . Según Novak la idea de Defoc sobre la «condición caso de Robinson, Paul Valéry ofrece un a versión más mat iz.ada, haciendo
natural de la humanidad )) (Locke) no es ot ra cosa qu e el cr uce entre el lupus una distinc ión entre un primer Robinson, el que conocemos inmediatamente
de ~obbe s Y el agn us de Cumberland . Por que Defoc no puede ignorar, y desp ués del naufra gio, todavla en la fase de indigencia, y otros Robinso n,
no ignora, la dificult ad de adherirse exclusivam ente a una u otra filosofla el que ha resuelto ya tod os (o casi todos) sus problemas de supervivencia ;
polltica. Por un lado, Rob inson no se puede encuadrar en las catego rlas de el Robin son, en suma, en la fase de segurid ad y de abundancia. Sobre este
Hobbes: él es un natural man en soledad y la soledad, como es sabido , no último Rob inson, escribe: « Una morad a bien situada , abundantes provisiones,
está vista por Hobb es. Cfr. TH. Hoos ss, Levioton o, La Nuova Italia , Firenze co n las seguridades esenciales hallada s, todo esto trae como co nsecuencia la
222 El futuro de la modernidad 223
Tomás Maldonado

facultad de tener 'tiempo libre' {/oisir). En medio de estos sabe, quizá mejor que nadie, que la exagerada descripc
bienes Robinso n ión de lo particular
volvfa a ser hombre, es decir un animal indeciso, un ser - típica de Defoe como también de Borges- conduce antes
que no puede ser o después a lo
definido por las circunstancias so las. Respiraba distrafdamente fantá stico.
. No sabía qué
fantasmas seguir. Sobre él pendía la amenaza de dedicars 16. D. OEFOB,Serious Reflections During the U/e und
e a las letras o a Surprising Adventu·
las artes». P. VALéRv, ll istoires brisles. Robinson. le Robinso res of Robinson Crusoe, en Shakespeare Head Edition o/ Novels
n oisif, pensif, and Selected
pourvu, en Oeuvres, Oallimard, París 1960, p. 412. Wrirings o/ Daniel Defoe, XII y XIII , Oxford 1927. . .
9. D. Ol!FOI!, la vita .. . , cit., p. 161. 17. La vida de Defoe es efect ivamente una larga sucesión
de des~rac1as
10. Cfr. M. PRAZ, De/oe e Cellini, en Studi e svaghi inglesi, y adversidade s de todo tipo, mucha s de las cuales no
Sansoni , eran sucesos excepc1?nal~
Firenze 1937. Pra.z indica al respecto: «Aunque Robinson declara en la existencia de los cchombres de pluma » de aquella
estar ocupado época de la h1stona
continuamente por pensamientos religiosos, lo que hay de europea. Lo que importa es conocer cómo fuero~ int~rpre
admirable en él no tados ta!e~ infonu-
es la contemplación sino la acción» (p. 38); «Robinson ... nios personales (y a veces convenidos en matena pnma
reza bastante pero de crea11v1dad) ~-r
actúa mucho más» (p. 39); «su disfraz moral es apenas qu ienes tos sufrían . Es un punto delicado. En este caso
una débil reflexió n puede re!ullar ~lll
posteventum» (p. 52) . e~tablecer una comparación (o mejor, buscar las analogía
s Y las d1ferenc_uu)
11. K. MARX,Das Kapital, cit. (trad . cast., El Capital, entr e tas personalidades que han tenido vidas semejantes,
Siglo XX I, Madrid plagadas de penpe-
d as . Es el método usado por Schwob, quien compara a
1975). Cfr. S. S. PRAUVl!R,Karl Marx and World Literatu Defoe Y ¡i Cervantes,
re, Oxford Univer- y también por Praz, que compara a Defoe y a Cellini.
sity Pre ss, Oxford 1978, p. 335. Para las implicaciones Tanto en Defoe co~ o
económicas tanto de en Ccllini (pero no en Cervantes) hay un fuerte sentido
la narrativa como de la ensayfstica de Defoe, véase K. de ~utocompas1ón
POLANYJ,la grande por los propio s infortunios. Sin embargo_, es una ~utoc~~
trasformaúone, cit.: «Defoe había identificado la verdad que setenta pas 1ón que no ha
allos des- de ser confundida con la resignación. N1 Defoe ni Celhm
pués Adarn Smith puede haber o no haber entendido » (p. pertenecen_ a e a
139). Estas valoraci o- categoría de victimas resignadas que en cierto sentido se
nes, hoy muy difundidas, no son compartidas por M . E comp lacen incluso
. NovAK, Economics de serlo .
and the Fiction o/ Danel Defoe, University of Ca lifornia Press,
Berkeley 1962.
Novak ve en Dcfoe a uno de los más encarnizados defensor
es del mercantile
system. Cfr. también M. E. NovAK, Robinson Crusoe and econom
ic 11/opia,
cit. Novak hace una dura crilica a esos econom istas que
han tratado de «usar
a Crusoe como héroe para sus parábolas», p . 477. Sobre
la posició n de Defoe
respecto al tema del pauperismo y de la beneficencia, véase
además la suaestiva
introducción de V. AccATIATIS a D. D., Fare l'elemosina
11011 e carita, dore
e
/avoro ai poveri un danno perla nalione , Feltrinelli, Milano
1982. Sin embar-
go, colocar a Defoe según la óptica actua l entr e los conserva
dores de su tiempo
es un juicio que, como todos los juicios sobre Defoe,
puede ser discutib le.
12. B. RUDOFSKY,The Prodigious Builders, Secker and
Warburg, London
1977, p. 18.
13. Cfr. M, AP0LLONI0,Defoe, La Scuo la , Brescia 1946.
Apollonio escribe:
«Si nosotros quedamos asombrados de la bondad intrínsec
a de sus esquemas ...
los contemporá neos, y mucho más los censore s burocrático
s de sus propuestas,
podían ignorarlas» (p. 84).
14: L. SICJ.AIR,The Sociology o/ Progress, cit., pp.
117 y ss .
15. Sobre la artificia lidad de los personajes de Defoe
se debe ser cautos.
Porque lo que más destaca en la narrativa de Dcfoc es el
alto grado de verosi-
militud de sus relatos. Esto ha hecho de él un gran precurso
r del realismo,
o mejor de un c<realismo visionario », como lo llama con
acieno Terzi, o tam-
bién, de un ccrealismo mágico» según Apollonio . Os QurNCE
Y admiraba en
Defoe precisamente ese ccair of versimilitude» de su narrativa
. [P . RooERS (edi-
ción de), De/oe. The Critica/ Heritage, Routledge and
Kegan Paul, Londo n
1972, p. 118]; y J . L. BoRoes habla de las c<novelas exaspera
damente verosími-
les de Daniel Defoe» (Discusión, Oleizer, Buenos Aire s
1932, p. 97). Borges
262 Tomás MaJdonado INDICE GENERAL

Vesnin Viktor 54 Zeri Federico 210n


Vigarello Georges 124n Zevi Bruno 57, 67, 7 1n, 72n,
Vogel Friedericus 209n 73n
Voltaire Francois-Marie A . l 98 Zo lo Danilo 193n
Vossenkuhl Wilhelm 210n Zorzetti Nevio 2 10n

Wahl Eberhard 123n


Warnke Martin 124n
Warrick P at ricia S. 168n
Prólogo . ... .. .. ... ... ..... .. . .... .. . .. ..... ... .. .... 7
Wartburg W . von 208n
Wasowics Tere sa 142n
1.-E l discurso sobre lo modern o y la cuestión
Waterman T.H. 191n
«POST » . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
Watkin s John 38 2.- Hab erma s y las aporias del proye cto mod erno . . . . 23
Weaver Warren 177, 178, 192n 3.- Los paradigmas de la vanguardia . . . . . . . . . . . . . . . . 35
Weber Max 38, 184, 22 ln
4 .- La arquitectura moderna y sus críticos .. . ..... '... 53
Webster Char les 20n 5.- Las desventura s de la ciudad moderna . . . . . . . . . . . 77
Weightman John 48n 6 .- Ambi ente y calidad de vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Weiner Myron 2 ln 7.-La idea de confort . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111
Weiss Peter 191n 8.- Innovación y cultur a material moderna . . . . . . . . . . . 125
Wells Herbert G. 44 9.- Modernidad y hori zonte técnico-científico . . . . . . . . . 147
West Cornel 169n 10.- Democracia y comp lejidad: un desafío mod erno . . . 171
Weston -Smith Miranda 146n
Weyl Hermann 73n Apénd ice I: De Modernu s a mod erno . . . . . . . . . . . . . . . . 197
Whit e Leslie 143n Apéndice 11: La «Edad proye ctual » y Daniel Defoe 213
Whitehead AJfred 67
Wiener Krei s 67 Bibliografía . ..... .. ... ... .. ... .. ..... .. . .. .. ... .. . .. . 225
Wildavsky Aaron 155, 168n
Willens Harold 167n fndice onomástico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 253
Windelband Wilhelm 174 fndice genera l . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Wittgen stein Ludwig 7, 66, 67,
129
Wolf K.L . 73n
Wolfe Tom 72n
Wolff R. 73n
Wolff Robert P. 169n
Wright Fra nk Lloyd 54, 57, 58,
67
Wright Mills C. 20n
Wyczanski M. 142n
T omás Maldonado, arquitecto y filósofo , nació en
Buenos Aires hace 68 años. Se trasladó a Euro-
pa en 1954. Rector en la Universidad de Ulm de
1964 a 1966, donde impartió clases junto a Max Bill,
se trasladó posteriormente a Italia. En la actualidad im-
parte clases en la Facultad de Arquitectura del Politéc-
nico de Milán. Es autor de tan prestigiosos libros como
Ambiente humano e ideologfa (1972), Vanguardia y mo-
dernidad (1977) y El diseño industrial reconsiderado
(1981).
El futuro de la modernidad , sin pretender ser un trata-
do sobre la modernidad , aborda ésta como explicación
de la idea de racionalidad y ratifica los valores origina-
rios del programa moderno . Del mismo modo que re-
nuncia a dar una visión totalizadora , rechaza de plano
la idea de la modernidad entendida como «un montón
de escombros que hay que remover », y reivindica en
su lugar las ideas que están en el origen del programa
moderno , las cuales hacen más posible la emancipa-
ción humana .
A lo largo de los ensayos que componen este libro, el
profesor Maldonado analiza temas tan actuales como
la relación existente entre los conceptos moderno, mo-
dernidad y modernización , y la génesis e historia del
término moderno desde la antigüedad hasta el siglo XVII.
Un libro polémico , escrito a contracorriente, donde re-
define la modernidad a partir de los grandes re os del
momento actual y no como respuesta a los acostum-
brados discursos sobre el fin de la modernidad tan de
moda entre los posmodernos. Para el autor no existe
una modernidad estática e inmutable , sino definible a
partir de los problemas que ofrece el presente eh fun-
ción de la vida futura y su incertidumbre .

JÚCAR UNIVERSIDAD

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