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EL CONCEPTO DE PSICOLOGÍA COLECTIVA

-Pablo Fernández Christlieb.

El nombre con el que empezó la psicología social fue el de “psicología colectiva”;


aquél que consideraba a la sociedad como una entidad psíquica y que intentaba
estudiar el pensamiento de la sociedad.

El pensamiento que estudia la psicología colectiva es el de la tradición y la


memoria, de las rutinas y las costumbres, de alguien que no vive sesenta años,
sino siete siglos, como lo es, concretamente, el tejido de la vida cotidiana. En
cambio el pensamiento delas muchedumbres es el de alguien que no vive setenta
años, sino sesenta segundos, y por ello es un pensamiento instantáneo y
vertiginoso, el cual, visto desde dentro, es una experiencia intensísima, pero visto
a mayor distancia y con más detenimiento, aparece como una especie de
precipitación curiosa de la historia, como una condensación de las ideas y las
emociones de la sociedad que ya estaban desde antes flotando en el ambiente sin
que se notaran.

Se pueden extraer tres conceptos de psicología colectiva. El primero: el


pensamiento de la sociedad como una entidad íntegra, de una pieza, que piensa
en bloque, como si la sociedad fuera una unidad homogénea siempre acorde
consigo misma, como un espíritu, idea ésta que coincidió no casualmente con la
conformación de los estados europeos y americanos; el pensamiento de esta
sociedad se desarrolla y se transforma no mediante conflictos y cambios internos,
ya que es interiormente coherente, como lo puede ser un monolito, sino que lo
hace a lo largo del tiempo, como alguien que creciera y envejeciera, de manera
que su realidad psicológica es forzosamente histórica. Y se trata justamente de
una psicología histórica. El segundo concepto de la psicología colectiva: concibe el
pensamiento de la sociedad como un kaleidoscopio de relaciones internas, idea
ésta que coincidió tampoco casualmente con la construcción de las democracias
occidentales. El pensamiento de esta sociedad resulta entonces ser algo así como
el patrón o la estructura que siguen estas múltiples relaciones. Este énfasis
interactivo permite que se le pueda denominar una psicología pública. Y por lo
demás, este concepto corría el riesgo de descomponerse del todo y convertirse en
una ideología de los abusos de unos individuos sobre los otros, como, en efecto,
sucede. El Tercer concepto: el pensamiento de la sociedad está hecho de formas,
análogas a las formas de las obras de arte, por decirlo de algún modo que no es el
más correcto pero sí el más claro, donde se advierten fuerzas, texturas, tensiones,
etcétera, lo cual hace una psicología estética, que quién sabe con qué coincida y
quién sabe qué riesgo corra.
EL CONCEPTO DE PSICOLOGÍA COLECTIVA: CONCEPTO I: LA
PSICOLOGÍA HISTÓRICA: EL ESPÍRITU

La psicología colectiva es una ciencia romántica. El romanticismo es un


pensamiento a contracorriente, extravagante, excéntrico, que le dio por aparecer
justo en el tiempo de la Ilustración, que era todo lo contrario. El pensamiento
ilustrado es aquél que funda la racionalidad científica como método correcto del
conocimiento de toda y cualquier realidad. La psicología experimental, las
psicología social científica, las técnicas psicológicas como los tests de inteligencia,
los expertos, o sea, en suma, las psicologías que desmenuzan y luego suman
menudencias, provienen de este pensamiento que, en el fondo, declara que
solamente es apto para inteligentes, civilizados y dirigentes, y que, por política
general, no deberían ser muchos, porque si nó, no tendrían a quién dirigir.

El pensamiento romántico, en suma, encuentra en el pasado y en la historia algo


adonde pertenecer, que es precisamente lo que se estaba buscando (Cassirer,
s.f., p. 275; Millet, 1963, p. 238; Pichois, s.f., p. 96; Ibáñez gracia, 1989, p. 33). Un
pensamiento histórico tiene que ser colectivo; cuando el romanticismo descubre la
historia, descubre la sociedad, que no es un objeto claro ni obvio, sino sutil y raro.
El pensamiento romántico tiene una tendencia a preferir como reales aquellos
objetos, acontecimientos, fenómenos que rebasen la vulgaridad de esa vida
asegurada y predecible que parece proponer el pensamiento ilustrado, según el
cual ya sólo resta enriquecerse y divertirse.

Románticamente, el "alma" (Vgr. Béguin, 1939) era el término que comúnmente se


podía utilizar para referirse a los pensamientos y sentimientos, pero denotaba
ineludiblemente una instancia individual, y además, traía consigo ciertas cargas
políticas de derecha contra lo social y lo histórico, porque el alma es un asunto
interno, eterno e inmutable, cosa que a los reyes, los nobles y demás creyentes de
la alcurnia de la sangre les convenía mucho. Por lo demás, términos como
"conciencia" o "mente”, que más bien son ilustrados, eran, además de
individuales, también mecánicos, biológicos, cerebrales o neuronales. Y por
cualquiera de las dos razones, la palabra "psicología “era francamente una palabra
horrible, que ningún ser pensante decente se atrevía a usar, no lo fueran a
confundir con partidario del alma. Así pues, el término que se empezó a utilizar en
vez de alma para denominar al pensamiento y sentimiento de la sociedad, fue el
de "espíritu". Lo que sucedió con el concepto de psicología histórica una vez
constituido fue lo siguiente: se deshizo. Lo deshizo la indiferencia del presente. En
la actualidad se puede desentender de la historia porque la actualidad, siempre
tan pujante y tan de avanzada, considera falto de interés el hecho de la
pertenencia a la sociedad, al pueblo o la colectividad, como pretendía el
romanticismo, lo cual se alcanzaba profundizando en las tradiciones y en los
orígenes, y empieza a ser de interés solamente la aplicación práctica de los
conocimientos. Como dice Tomás Ibáñez (Ibáñez gracia, 1989, p. 44), "la
predicción se convertía en la piedra de toque del saber eficaz, plenamente
identificado con el saber científico. El historicismo y la 'comprensión' no podían
sino constituir meros entretenimientos más o menos filosóficos".

EL CONCEPTO DE PSICOLOGÍA COLECTIVA:

CONCEPTO II: LA PSICOLOGÍA PÚBLICA: LA INTERACCIÓN

El mundo se darwinizó: la idea de la evolución como una fuerza vital mayor


interactuante entre las especies a lo largo de las eras y la tierra que hacía de la
vida del planeta una unidad concertada, no era para menos, y es por eso que
influyó en todos los ámbitos, y entre ellos, obligadamente, en el de la teoría social,
cuyo caso más sonado es la obra de Herbert Spencer (1820-1903), quien,
siguiendo a Darwin, planteó que las sociedades son organismos así como que
“todo organismo es una sociedad”(citado por Giner, 1967-1982, p. 598), que
comienza, unas y otros, siendo masividades indiferenciadas y que, poco apoco, en
el curso de su desarrollo, van adquiriendo diferenciación a la par que un grado
creciente de organización y estabilidad; en sus propias palabras , “el cambio de
una homogeneidad incoherente e indefinida en una heterogeneidad coherente y
definida a consecuencia de una disipación del movimiento y de una integración
simultánea de la materia” (citado por Ovejero Lucas, 1987, p. 176), “intuición” ésta
que a Tarde (1890, p. 177), le va aparecer “profunda”. La psicología dela
interacción surge teniendo en cuenta a Spencer, a quien, como suele suceder, se
le ha tratado como mero exponente bruto de eso que se llama corrientemente
darwinismo social, donde los aptos eliminan a los ineptos, pero, en realidad,
nunca, por ejemplo, equiparó a las sociedades con organismos biológicos, ya que
los organismos sociales, según Spencer, presentan “caracteres irreductibles a la
noción orgánica estricta”, como dice Salvador Giner (1967-1982, p. 598). Spencer
no era burdo en su analogía: burdos más bien quienes lo redujeron a frases
hechas.

La psicología colectiva aparece el hecho novedoso de la interacción como fuerza


interior de las sociedades, como su material, es decir, que las sociedades de todos
tamaños, parejas, grupos, comunidades, naciones, especie humana, están
constituidas interiormente, no de los individuos privados que las componen, sino
de las relaciones públicas que se llevan a cabo cada vez más compleja e
inasiblemente entre las gentes, entre las percepciones, entre los discursos, entre
los recuerdos. En efecto, que una sociedad no es lo que se ve materialmente, sino
una materia intersticial que no se ve positivamente pero que sí actúa como vínculo
y que la psicología colectiva va a denominar interacción y va a hacer de ella su
santo y seña y su objeto de estudio. De esta interacción puede decirse que, en
primer lugar, es la sustancia activa fundamental de las sociedades; en segundo
lugar, es una sustancia pública en el sentido estricto de que los individuos no son
nunca lo que sean por dentro, sino que son siempre lo que pongan fuera de sí
mismos, lo que cedan al dominio común de las relaciones sociales, lo que donen a
la materia intersticial y que por eso ésta no es propiedad de nadie sino que le
pertenece a la sociedad; lo público es aquello que le es interior a la sociedad: toda
interacción es entrañablemente. Una res publica; público significa que los
individuos son sus relaciones, que los individuos comienzan siempre de aquí hacia
afuera, nunca de aquí para adentro, y que sólo existen en medio de los demás. Y
en tercer lugar, el objetivo de la interacción no es, para nada, el intercambio de
información, productos o sonrisas entre dos o más individuos, sino, estrictamente,
la finalidad de la interacción es constituir un grupo o sociedad, o como lo
denominó Mead (1934), un “acto social”, o dicho pronto, la única meta de la
interacción es hacer una interacción.

Así que no se puede decir que la interacción es el elemento y el grupo es el


compuesto, sino que, bien a bien, interacción y sociedad son coexistentes, esto
es, que toda interacción, sencilla o complicada, es ya una sociedad –sencilla o
complicada- y que toda sociedad es una interacción. De lo que se trata la vida es
de mantener la interacción. La teoría de la imitación, que trata con la interacción
de la sociedad, no entiende ésta como los contactos interpersonales de los
individuos, sino como la fuerza general de desarrollo de una sociedad completa.
Como si fuera por decisión propia de la sociedad o de la interacción genérica,
aparece la curiosidad como la fuerza de imitación más contagiosa, más
apasionante, la que hace que uno se asome donde el otro sea soma y lo repite el
que viene detrás y asimismo uno se asome a todos los gestos, actitudes, ideas,
como buscando afanosamente qué imitar. La curiosidad se imita, no por copiaje ni
por mimetismo, sino por interés, por pasión: la curiosidad se imita por curiosidad.
Y si como dice Tarde, “merece un lugar aparte o cuando menos el sitio de honor”
(1890, p. 230), se podría decir que la imitación es bien a bien el deseo de la
sociedad. en la interacción imitativa de la sociedad, lo que se gana en creencia, se
pierde en deseo, es decir, que deseo y creencia funcionan como la fuerza y la
sustancia de la sociedad: lo imitado expresa siempre una dosis de creencia y de
deseo: he aquí, por tanto, la sustancia y la fuerza, he aquí las dos cantidades
psicológicas de todas las cualidades (Tarde, 1890, p. 175)una interacción no tiene
que ver con partes o fragmentos ni tiene que ver con personalidades o
individualidades, sino que toda interacción es una sociedad de esencia pública.

La interacción aparece como: una fuerza que recorre el interior de las colectividad
dotándola de cohesión y unidad; una fuerza interna expresiva cuyo campo de
acción se constituye en una unidad colectiva denominada grupo o sociedad; un
sistema de articulación simbólica de gestos, rasgos, palabras y adminículos que
se propone generar un acto colectivo total. La interacción fue generalmente
interpretada como una serie de elementos cuantificables que operaban unos sobre
otros por contacto directo, como el de una palanca o un percutor, es decir,
finalmente, a la interacción se la interpretó mecanicistamente, o sea, con el tipo de
pensamiento ilustrado nada elegante del siglo

XVIII, y no con el pensamiento más orgánico y químico del siglo XIX, mucho
menos con el pensamiento sutil y abstracto del siglo XX. Parece que no importa el
objeto pensado, sino con qué se lo piensa, y así, lo que aparecía como una
relación fluida de fuerzas quedó convertido en una maquinaria más bien primitiva,
de ésas que hacen mucho ruido, mucho gasto y poca producción. Tarde decía que
la diferencia entre las grandes culturas y la nuestra es que en aquéllas había una
pirámide monumental rodeada de chozas donde vivían sus constructores,
mientras que en ésta lo que hay es una fábrica monumental que produce
mercancías miserables.

EL CONCEPTO DE PSICOLOGÍA COLECTIVA:

CONCEPTO III: LA PSICOLOGÍA ESTÉTICA: LA FORMA

El pensamiento de la sociedad es una forma, que es lo que se suele llamar


cultura. Y así, tanto el concepto de espíritu como el de interacción son formas y
son la misma forma. Las interacciones no son series de intercambios personales
entre individuos, sino que en ellas, cada gesto, palabra y circunstancia.

Así, toda forma es histórica, conque el proceso mediante el cual se fue gestando
forma parte de esa forma, y es en esta historia donde aparece el carácter colectivo
de las formas. Si se prescinde de la historia, que es la que puede rastrear la
tradición de las formas, lo que se puede observar de ellas es sólo lo más
superficial, lo meramente aparente, su lado frívolo, pero si se quiere mirar la forma
de fondo, es decir, los gestos y rasgos que no se ven a simple vista y que no se
notan en la actualidad, porque están por detrás y por dentro y que pueden mostrar
las cosas en su forma más sólida y consistente, no hay que pasearse por la
superficie de lo actual, sino por las formas que están debajo y debajo delas
formas. Decir que la interacción de una psicología pública y el espíritu de una
psicología histórica tienen formas, no es precisamente una gran demostración, por
lo que tal vez sea menos obvio decirlo al revés, a saber, que todos los objetos,
actos, situaciones, hechos, tienen la forma de la interacción y del espíritu: todas
las cosas tienen la forma de la sociedad de la que forman parte. Las formas no
son lenguaje o, por ponerlo de otra manera, el lenguaje no es una categoría del
concepto de forma, como en cambio sí lo son la unidad o la sensibilidad. Para este
caso, el lenguaje no es una noción irreductible toda vez que aquí sí se puede
reducir al concepto de forma, pero de ahí a decir que se excluye o que no importa
hay mucha distancia.

La razón para afirmar que la realidad se constituye en formas por encima de las
gentes que actúan dentro de ella solamente puede radicar en la forma del propio
conocimiento, en el entendido de que el conocimiento es la aprehensión de la
realidad que se puede aprehender a sí mismo por cuanto que también forma parte
de esa realidad(Krings et al., 1973), y en el entendido de que el conocimiento es
parte consustancial y producto de la sociedad, de manera que las cualidades que
se le pueden atribuir al conocimiento pueden ser atribuidas a la sociedad y a la
realidad, y de hecho, para no caer en fantasías, los rasgos que se postulen como
cualidades de la realidad solamente son válidos si también aparecen como
cualidades del conocimiento.

El conocimiento es una forma que tiene la forma de la realidad. Cuando se atiende


a la realidad de las formas y a la realidad del conocimiento, se vuelve inquietante
sentir cómo la una y la otra se mezclan y no se sabe cuándo es una la otra,
porque en efecto, ambas tiene la misma forma. Cuando se ha dicho que la
psicología colectiva averigua el pensamiento de la sociedad, se refiere a este
pensamiento que está en las formas de la realidad. Literalmente, la realidad es el
pensamiento de la sociedad el pensamiento que está hecho de las formas de la
realidad es de un tipo preciso: no es, por cierto, un pensamiento discursivo,
racional, hecho de palabras, lógico, sino que es afectivo, irracional, a lógico,
estético, sensible, que no se lee ni se pronuncia, sino que se habita, se
experimenta, se recorre y se siente.

La afectividad es, entonces, como pensamiento, lo siguiente: Primero: es una


actitud con la que se piensa cualquier cosa que se piense. Segundo: la afectividad
es aquel pensamiento que está detrás del pensamiento, o en otras palabras,
aquella imagen que no se puede mencionar pero que subyace y sostiene al
discurso, las ideas o el habla, y que guía, dirige, pondera, calcula los derroteros
del pensamiento discursivo.
Toda forma presenta una disposición de sus componentes o rasgos, y cada
componente tiene una cierta apariencia dada. Las formas, vistas nada más de
manera espacial, son una cosa inerte que, en sentido estricto, carece de forma.
Para tener forma, necesitan ser insufladas de tiempo, es decir, de ese movimiento
o vida o ánimo con que fueron hechas, pero que ya no se encuentra en las meras
distribuciones espaciales. Ese tiempo, o duración, que se le introduce al espacio
para convertirlo en forma, y que en efecto, Bergson identificaba como la vida
misma, entra de diversas maneras, por lo menos cuatro:

Recorrido

En primer lugar, como un recorrido, o un trayecto o, como lo llamaba la


percepción, que va siguiendo con la mirada o con los pies aquellos puntos altos o
bajos, sucios o limpios que están marcados como hitos en el espacio, y al ir
haciendo esto, elementos que se encuentran separados van siendo enlazados los
unos con los otros haciendo un camino ondulante o quebrado, ríspido o límpido,
fluido u obstaculizado según sea la forma que se trate.

Ritmo

En segundo lugar, el tiempo se aparece como movimiento o como dinámica, que


es, ciertamente, el movimiento que detecta la percepción al ir siguiendo los puntos
relevantes del recorrido, los cuales no aparecen ya como elementos aislados sino
como un mismo rasgo que se va moviendo como si estuviera tironeado por
fuerzas opuestas que actúan sobre él sin que ninguna gane definitivamente, sino
que se mantienen en un tensión irresuelta que le dan a la unidad de la forma la
“rítmica” y la “agógica”, como las llama Noël Mouloud (1964, p. 85), que les
corresponde.

Memoria

La tercera manera en que entra el tiempo a las formas es la memoria de las


formas. Esta memoria se refiere al hecho de que ante el observador que recorre la
forma y se diluye en ella, van apareciendo, incluso como modo de su rítmica
interna, detalles de la forma que, por decirlo así, no están presentes, no son
actuales, sino que pertenecen a formas pasadas.

Uno mismo

Y la cuarta manera del tiempo dentro del espacio es uno mismo. Como se habrá
advertido, todos los modos del tiempo están de la parte de acá del observador o
perceptor, y es que, en efecto, una forma no existe si no hay alguien que la
contemple, y la razón es que este alguien, o sea, uno mismo, es básicamente
tiempo. En una interpretación muy

psicologistas y muy poco graciosa, se ha querido ver a la presencia de uno mismo


en las formas como la proyección dela mente sobre los objetos, en el sentido de
que el individuo coloca su personalidad o sus cogniciones sobre las cosas para
luego percibirlas de tal o cual manera, al estilo de test de manchas de tinta, o al
estilo del sordo que no oye pero compone; la verdad es que es una interpretación
desangelada, que es lo propio de todas las opiniones simplemente correctas, que
dice que por un lado hay un objeto real y por otro hay un sujeto iluso y que en rigor
no existe ninguna forma.

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