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Evolución histórica del concepto TDAH

La denominación de lo que hoy en día conocemos como “Trastorno por Déficit de


Atención e Hiperactividad” ha ido evolucionando según el síntoma al que se le ha
dado mayor importancia en las investigaciones científicas. Sólo vamos a referirnos
a los momentos más importantes y que nos darán una visión general de su
evolución histórica.

Encontramos los primeros registros escritos en 1798, en el libro “Una investigación


sobre la naturaleza y el origen de la enajenación mental”, de Sir Alexander Crichton.
Este médico escocés describió las características de lo que entendemos
actualmente como TDAH predominantemente inatento, denominándolo “Mental
Restlessness” (Agitación o Inquietud Mental), haciendo referencia a un estado
inquieto y a la incapacidad para atender con constancia.

Años más tarde, en 1845, el médico psiquiatra, Heinrich Hoffmann, escritor e


ilustrador de cuentos, escribió la obra titulada “Der Struwwelpeter” (Pedro el
Melenas), un conjunto de 10 cuentos sobre diversos problemas psiquiátricos de la
infancia y la adolescencia. Destaca la historia que habla de las dificultades de
atención e hiperactividad de “Felipe Nervioso”, cuyos personajes parecen ser el Sr.
y la Sra. Hoffman y el hijo de ambos.

“Phil, para, deja de actuar como un gusano, la mesa no es un lugar para retorcerse".
Así habla el padre a su hijo, lo dice en tono severo, no es broma. La madre frunce
el ceño y mira a otro lado, sin embargo, no dice nada. Pero Phil no sigue el consejo,
él hará lo que quiera a cualquier precio. Él se dobla y se tira, se mece y se ríe, aquí
y allá sobre la silla, "Phil, estos retortijones, yo no los puedo aguantar”.
(Hoffman,1854, p. 64).
Posteriormente, en 1902, el pediatra británico George Still, en su artículo publicado
en la revista “The Lancet”, describió a un grupo de 20 niños con síntomas similares
a lo que hoy en día se diagnosticaría como TDAH del tipo combinado: niños que no
dejaban de moverse constantemente y lo tocaban todo, que eran desconsiderados
con los demás, no parecían preocupados por las consecuencias de sus acciones
y tenían un carácter escandaloso y obstinado; en definitiva, que manifestaban una
gran falta de atención y parecían carecer de “control sobre su conducta”. Debido a
estas dificultades para controlarse, Still se refirió a este conjunto de síntomas como
un “Defecto de Control Moral” y falta de inhibición volitiva, cuya atención se veía
supeditada a aquellos estímulos que les ofrecían una gratificación inmediata. Still,
ya entonces, supuso que esta especie de desviación social era una enfermedad
neurológica que no se debía a una mala crianza o a una bajeza moral, sino que más
bien era producto de una herencia biológica o de una lesión en el momento del
nacimiento.

Así, desde Still hasta los años 50, el TDAH era concebido como el resultado de un
daño cerebral, después de observar que los niños que sobrevivieron a la epidemia
de encefalitis letárgica de los años 1917 y 1918 o que sufrían una lesión cerebral,
presentaban un cuadro clínico de alteraciones conductuales y cognitivas similar al
descrito por Still años atrás (problemas de memoria, atencionales, impulsividad y
dificultad para regular el comportamiento), sintomatología que pasó a denominarse
“Daño cerebral”. Sin embargo, las investigaciones indicaban que estos síntomas
también se manifestaban en niños que no tenían una clara evidencia de haber
sufrido algún daño en el cerebro, por lo que se pensó que el trastorno estaba
causado por un daño cerebral muy leve y apenas perceptible o, más bien, una
disfunción en general, por lo que el TDAH pasó a llamarse en un principio Daño
Cerebral Mínimo y después, Disfunción Cerebral Mínima (DCM).
El período entre 1950 y 1970, está considerado como la edad de oro de la
hiperactividad, según Barkley. A finales de los años 50 surgen diferentes hipótesis.
La hiperactividad se convirtió en el síntoma primario, en detrimento del déficit de
atención y de la impulsividad y, desde 1950, el trastorno cambió su nombre por el
de Síndrome Hipercinético.

Fue en 1960 cuando se presenta la hiperactividad como un trastorno del


comportamiento, en consonancia con la visión conductista más radical. Stella Chess
y otros investigadores separaron los síntomas de la hiperactividad de la noción de
lesión cerebral y defendieron el “síndrome del niño hiperactivo”.

Es en 1968, que siguiendo esta tendencia, el TDAH aparece por primera vez en el
DSM II o Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (segunda
edición), con el nombre de “Reacción Hiperkinética de la infancia”. Los DSM,
publicados por la Asociación Americana de Psiquiatría, contienen una clasificación
de los trastornos mentales y sus criterios diagnósticos.

En la década de los 70, es cuando la dificultad para mantener la atención y para


controlar los impulsos, es decir, los aspectos cognitivos, empiezan a adquirir
relevancia frente a la hiperactividad. Las investigaciones de Virginia Douglas en
1972 influyeron de manera decisiva en el cambio de denominación del TDAH en el
DSM III, (Tercera edición del Manual diagnóstico y estadístico de los desórdenes
mentales, 1980) y el trastorno pasó a denominarse Trastorno de Déficit de Atención
con o sin hiperactividad (TDA+H y TDA-H), haciendo hincapié en el aspecto
atencional y en la insuficiente autorregulación o impulsividad y que, en algunos
casos, podía acompañarse de hiperactividad. En este período el concepto se
populariza y se difunde en el ámbito social, en el escolar y en los medios de
comunicación, creándose, además, las primeras asociaciones.
La revisión del DSM III-R (1987) supuso un paso atrás al cambiar de nuevo el
término por el de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, al ignorar el
concepto de TDA sin hiperactividad.

A partir de entonces, los estudios e investigaciones comenzaron a multiplicarse y


los científicos empezaron a considerar que la impulsividad y la hiperactividad
estaban relacionadas, formando parte de un pobre control inhibitorio y
equiparándose en importancia junto a la atención.

En 1992 la Organización Mundial de la Salud publica la Clasificación internacional


de enfermedades, décima versión (CIE-10), en la que el TDAH se reconoce como
entidad clínica y queda recogido en el grupo de trastornos del comportamiento y de
las emociones, de comienzo en la infancia y la adolescencia, dentro del subgrupo
de Trastornos Hipercinéticos, el cual comprende cuatro entidades diagnósticas: el
trastorno de la actividad y de la atención, el trastorno hipercinético disocial, otros
trastornos hipercinéticos y el trastorno hipercinético sin especificaciones.

En la revisión actual del DSM IV-TR (APA, 1994/2000), el trastorno pasa a


denominarse TDAH, se consideran los tres subtipos (predominantemente inatento,
predominantemente hiperactivo-impulsivo y combinado) y está incluido en los
trastornos de inicio en la infancia y la adolescencia, concretamente en el grupo de
Trastornos por Déficit de Atención y Comportamiento Perturbador, junto con el
trastorno disocial y el trastorno negativista desafiante.

Según Barkley, catedrático de Neurología y Psiquiatría en la Universidad de


Carolina del Sur, y referente mundial en la investigación sobre el trastorno que nos
ocupa, los estudios actuales nos evidencian que el término TDAH se queda corto
y va más allá de las características de inatención, hiperactividad e impulsividad:
El TDAH supone un déficit en el autocontrol o, lo que algunos profesionales
llaman, funciones ejecutivas, esenciales para planificar, organizar y llevar a cabo
conductas humanas complejas durante largos períodos de tiempo. Es decir, en los
niños con TDAH la parte “ejecutiva” del cerebro, que supuestamente organiza y
controla la conducta ayudando al niño a planificar las acciones futuras y seguir con
el plan establecido, funciona de manera poco eficaz (Barkley, 2011 p.165).

Thomas Brown, catedrático de Neurología y Psiquiatría y otro de los más


destacados investigadores, comparte con Barkley que, para realizar cualquier
proceso, debemos poner en marcha una serie de funciones que denominamos
“Funciones Ejecutivas”.

En el momento actual (año 2012) los enfoques actuales defienden que el TDAH se
trata de un constructo diagnóstico que se refiere al funcionamiento y desarrollo
inadecuado de estas funciones. Según este enfoque, las personas con TDAH tienen
una incapacidad para activar y sostener aquellas funciones responsables de la
autorregulación de la conducta.

DSM- V en relación al TDAH

DSM (APA, 2013)


El DSM es el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales
(Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders). En 2013 la American
Psychiatric Association publicó la quinta revisión de éste, el DSM-5, en vigor en la
actualidad. Anteriormente el manual DSM-IV TR se publicó en 2001. Es el sistema
de clasificación de trastornos mentales más utilizado a nivel mundial,
aportando descripciones, síntomas y otros criterios útiles para el diagnóstico de los
trastornos mentales. Es revisado de forma periódica, de acuerdo con las
investigaciones, estudios y descubrimientos realizados.
DSM-5

A continuación se detalla la clasificación del TDAH según el DSM-5:


A- Patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere
con el funcionamiento o desarrollo que se caracteriza por (1) y/o (2):37

1. Inatención
Seis (o más) de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6
meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta
directamente las actividades sociales y académicas/laborales:
NOTA: Los síntomas no son sólo una manifestación del comportamiento de
oposición, desafío, hostilidad o fracaso para comprender las tareas o instrucciones.
Para adolescentes mayores y adultos (a partir de 17 años de edad), se requiere un
mínimo de 5 síntomas.

a. Con frecuencia falla en prestar la debida atención a los detalles o por


descuido se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o durante
otras actividades (por ejemplo, se pasan por alto o se pierden detalles, el
trabajo no se lleva a cabo con precisión).

b. Con frecuencia tiene dificultades para mantener la atención en tareas o


actividades recreativas (por ejemplo, tiene dificultad para mantener la
atención en clases, conversaciones o lectura prolongada).

c. Con frecuencia parece no escuchar cuando se le habla directamente (por


ejemplo, parece tener la mente en otras cosas, incluso en ausencia de cualquier
distracción aparente).
d. Con frecuencia no sigue las instrucciones y no termina las tareas escolares, los
quehaceres o los deberes laborales (por ejemplo, inicia tareas pero se distrae
rápidamente y se evade con facilidad).

e. Con frecuencia tiene dificultad para organizar tareas y actividades (por ejemplo,
dificultad para gestionar tareas secuenciales; dificultad para poner los materiales y
pertenencias en orden; descuido y desorganización en el trabajo; mala gestión del
tiempo; no cumple los plazos).

f. Con frecuencia evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar tareas


que requieren un esfuerzo mental sostenido (por ejemplo tareas escolares o
quehaceres domésticos; en adolescentes mayores y adultos, preparación de
informes, completar formularios, revisar artículos largos).

g. Con frecuencia pierde cosas necesarias para tareas o actividades (por ejemplo,
materiales escolares, lápices, libros, instrumentos, billetero, llaves, papeles de
trabajo, gafas, móvil).

h. Con frecuencia se distrae con facilidad por estímulos externos (para adolescentes
mayores y adultos, puede incluir pensamientos no relacionados).
i. Con frecuencia olvida las actividades cotidianas (por ejemplo, hacer las tareas,
hacer las diligencias; en adolescentes mayores y adultos, devolver las llamadas,
pagar las facturas, acudir a las citas).

2. Hiperactividad e Impulsividad

Seis (o más) de los siguientes síntomas se han mantenido durante al menos 6


meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo y que afecta
directamente las actividades sociales y académicas/laborales:
NOTA: Los síntomas no son sólo una manifestación del comportamiento de
oposición, desafío, hostilidad o fracaso para comprender las tareas o instrucciones.
Para adolescentes mayores y adultos (a partir de 17 años de edad), se requiere un
mínimo de 5 síntomas.

a. Con frecuencia juguetea o golpea con las manos o los pies o se retuerce en el
asiento.

b. Con frecuencia se levanta en situaciones en que se espera que permanezca


sentado (por ejemplo, se levanta en clase, en la oficina o en otro lugar de trabajo,
en situaciones que requieren mantenerse en su lugar.

c. Con frecuencia corretea o trepa en situaciones en las que no resulta apropiado.


(Nota: En adolescentes o adultos, puede limitarse a estar inquieto.).

d. Con frecuencia es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en actividades


recreativas.

e. Con frecuencia está “ocupado”, actuando como si “lo impulsara un motor” (por
ejemplo, es incapaz de estar o se siente incómodo estando quieto durante un tiempo
prolongado, como en restaurantes, reuniones; los otros pueden pensar que está
intranquilo o que le resulta difícil seguirlos).

f. Con frecuencia habla excesivamente.

g. Con frecuencia responde inesperadamente o antes de que se haya concluido una


pregunta (por ejemplo, termina las frases de otros; no respeta el turno de
conversación).

h. Con frecuencia le es difícil esperar su turno (por ejemplo, mientras espera una
cola).
i. Con frecuencia interrumpe o se inmiscuye con otros (por ejemplo, se mete en las
conversaciones, juegos o actividades; puede empezar a utilizar las cosas de otras
personas sin esperar o recibir permiso; en adolescentes y adultos, puede
inmiscuirse o adelantarse a lo que hacen los otros).

B- Algunos síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos estaban presentes


antes de los 12 años.

C- Varios síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos están presentes en dos


o más contextos (por ejemplo, en casa, en el colegio o el trabajo; con los amigos o
familiares; en otras actividades).

D- Existen pruebas claras de que los síntomas interfieren con el funcionamiento


social, académico o laboral, o reducen la calidad de los mismos.

E- Los síntomas no se producen exclusivamente durante el curso de la


esquizofrenia o de otro trastorno psicótico y no se explican mejor por otro trastorno
mental (por ejemplo, trastorno del estado de ánimo, trastorno de ansiedad, trastorno
disociativo, trastorno de la personalidad, intoxicación o abstinencia de sustancias).

En función de los resultados se podrán clasificar las siguientes presentaciones:

Presentación combinada: Si se cumplen el Criterio A1 (inatención) y el Criterio A2


(hiperactividad-impulsividad) durante los últimos 6 meses.

Presentación predominante con falta de atención: Si se cumple el Criterio A1


pero no se cumple el criterio A2 (hiperactividad-impulsividad) durante los últimos 6
meses.
Presentación predominante hiperactiva/impulsiva: Si se cumple el Criterio A2
(hiperactividad-impulsividad) y no se cumple el Criterio A1 (inatención) durante los
últimos 6 meses.

CIE-10

La CIE es la Clasificación Internacional de Enfermedades (en inglés, ICD:


International Statistical Classification of Diseases and Related Health Problems)
realizada por la Organización Mundial de la Salud. Actualmente se trabaja con la
décima revisión, que se publicó en 1992, pero ya se está trabajando en una nueva
versión, la CIE-11. La OMS publica actualizaciones de carácter menor cada año, y
actualizaciones más importantes cada tres años. En esta clasificación las
enfermedades son agrupadas por categorías y reciben cada una un código. Una de
las peculiaridades de la CIE-10 es que se refiere al TDAH como Trastorno
Hipercinético.

CIE-10

A continuación se detallan los criterios diagnósticos para el trastorno hipercinético


según la CIE-10:

Déficit de atención

1. Frecuente incapacidad para prestar atención a los detalles junto a errores por
descuido en las labores escolares y en otras actividades.

2. Frecuente incapacidad para mantener la atención en las tareas o en el juego.

3. A menudo aparenta no escuchar lo que se le dice.


4. Imposibilidad persistente para cumplimentar las tareas escolares asignadas u
otras misiones.

5. Disminución de la capacidad para organizar tareas y actividades.

6. A menudo evita o se siente marcadamente incómodo ante tareas como los


deberes escolares, que requieren un esfuerzo mental mantenido.

7. A menudo pierde objetos necesarios para unas tareas o actividades, como


material escolar, libros, etc.

8. Fácilmente se distrae ante estímulos externos.

9. Con frecuencia es olvidadizo en el curso de las actividades diarias.

Hiperactividad

1. Con frecuencia muestra inquietud con movimientos de manos o pies, o


removiéndose en su asiento.

2. Abandona el asiento en el aula o en otras situaciones en las que se espera que


permanezca sentado.

3. A menudo corretea o trepa en exceso en situaciones inapropiadas.

4. Inadecuadamente ruidoso en el juego o tiene dificultades para entretenerse


tranquilamente en actividades lúdicas.

5. Persistentemente exhibe un patrón de actividad excesiva que no es modificable


sustancialmente por los requerimientos del entorno social.
Impulsividad

1. Con frecuencia hace exclamaciones o responde antes de que se le hagan las


preguntas completas.

2. A menudo es incapaz de guardar turno en las colas o en otras situaciones en


grupo.

3. A menudo interrumpe o se entromete en los asuntos de otros.

4. Con frecuencia habla en exceso sin contenerse ante las situaciones sociales.

La CIE-10 establece que para realizar el diagnóstico de TDAH, el paciente cumpla:

– 6 de los síntomas descritos en el apartado “Déficit de Atención”

– 3 de los síntomas descritos en el apartado “Hiperactividad”

– 1 de los síntomas descritos en el apartado “Impulsividad”

Estos síntomas deben además estar presentes antes de los 7 años y darse en dos
o más aspectos de la vida del niño (escolar, familiar, social), y afectar negativamente
a su calidad de vida. Tampoco se considerará el diagnóstico de Trastorno
Hipercinético si cumple los criterios de: trastorno generalizado del desarrollo,
episodio depresivo o trastorno de ansiedad.
TDAH según Instituto Nacional de Salud Mental, EE.UU.

El trastorno de déficit atencional es uno de los trastornos neuro-conductuales más


comunes en la niñez. Generalmente se diagnostica durante la vida escolar y, a
menudo, perdura hasta la edad adulta. Los niños que lo sufren tienen dificultad para
prestar atención, presentan un comportamiento impulsivo y, en algunos casos, son
hiperactivos.

Los especialistas han definido tres tipos distintos:

Predominantemente inatento: se le dificulta organizar o terminar una tarea,


prestar atención a los detalles o seguir instrucciones o conversaciones. Se distrae
fácilmente o se olvida detalles sobre las actividades cotidianas.

Predominantemente hiperactivo-impulsivo: no puede estar quieto y habla


mucho. Le es difícil permanecer en una actividad por un tiempo prolongado. Los
niños pequeños tienden a correr, saltar o trepar por donde pueden constantemente.
Tiene problemas de impulsividad, puede que interrumpa mucho a los demás, les
arrebate cosas o hable cuando no debe. Se le dificulta esperar su turno o escuchar
instrucciones.

Combinado: presenta por igual los síntomas de los dos tipos anteriores.

¿POR QUÉ SE PRODUCE?

Aún no están claras las causas y factores de riesgo del trastorno de déficit
atencional. Las investigaciones apuntan a una influencia genética importante.
Además, se estudian otras causas y factores de riesgo que pueden incluir:
- Lesión cerebral
- Exposiciones ambientales (por ejemplo, plomo)
- Consumo de alcohol o tabaco durante el embarazo
- Prematuridad o bajo peso al nacer

SÍNTOMAS

Es normal que en ocasiones a los niños les cueste trabajo concentrarse y


comportarse adecuadamente. Sin embargo, los niños con trastorno de déficit
atencional no superan estas conductas. Los síntomas continúan manifestándose y
pueden ocasionarles problemas en la escuela, el hogar o con los amigos.

Un niño con este problema puede presentar alguno de estos síntomas:

- Tiene mucha dificultad para prestar atención.


- Sueña despierto muy a menudo
- Parece que no escucha a los demás
- Se distrae fácilmente al hacer las tareas o al jugar
- Es olvidadizo
- Se mueve constantemente y le cuesta permanecer sentado
- Habla demasiado
- Actúa y habla sin pensar
- Tiene dificultades para esperar su turno y suele interrumpir a otros

¿CÓMO SE DIAGNOSTICA?

El proceso para determinar si un niño tiene trastorno por déficit de atención e


hiperactividad requiere de varias etapas. No existe un examen único para
diagnosticarlo. Además, muchos otros problemas, como la ansiedad, la depresión y
ciertos tipos de discapacidades del aprendizaje pueden presentar síntomas
similares. Una etapa del proceso consiste en un examen médico que incluye
pruebas de audición y visión para descartar otros problemas con síntomas
parecidos. Otra etapa puede consistir en elaborar una lista para clasificar los
síntomas y preguntar sobre los antecedentes del niño a sus padres, profesores y a
veces al niño mismo.

¿CÓMO SE TRATA?

En la mayoría de los casos, el mejor tratamiento para el trastorno por déficit


atencional consiste en una combinación de medicamentos y terapia conductual. No
existe un solo tratamiento para todos los niños y un buen plan de tratamiento incluirá
una vigilancia estrecha, seguimiento y los cambios que sean necesarios a lo largo
del proceso

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