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RESUMEN
MARCO NORMATIVO
Recibido: 12/07/2016
Aceptado: 21/07/2016
Introducción
El Derecho existe, en cuanto existe el hombre como ser social, por lo que la
sociabilidad del ser humano postula la idea de relación o vinculación1. De esa forma,
el contrato es la primera fuente de obligaciones después de la ley2.
Como en su mayoría, las instituciones del Derecho, en especial las del Derecho Civil,
no han gozado de una lectura doctrinal pacífica. El consenso (o una aproximación a
este) ha llegado por imperio de la norma a través de la codificación civil, aun cuando la
interpretación de los textos normativos haya conllevado a un debate aún todavía más
extenso3.
El elemento del contrato del que se ocupan las presentes líneas reviste especial
importancia por su íntima vinculación con el tema de la causa, que no solo generó un
grado de confusión entre los juristas, sino una serie de teorías y orientaciones sobre la
base de concepciones sociales, políticas, filosóficas y económicas totalmente
distintas4.
1. El contenido contractual
En ese sentido, López de Zavalía7 conceptúa el contenido del contrato como aquello
que se dice en él, cualquiera que sea la forma, ya sea hablada, escrita, expresa,
tácita, que se emplee. Lo que se dice es siempre un “deber ser”: el contrato contiene
normas que a determinados supuestos de hecho ligan determinadas
consecuencias jurídicas.
Por otro lado, se discute si todas las expresiones vertidas (expresa o implícitamente) al
contratar, constituyen o no el contenido del contrato. En otros términos, ¿el contenido
del contrato es todo lo que se dice, o solo una parte de lo que se dice? ¿Debe tenerse
del contenido un concepto amplio o uno limitado? Una postura que sigue un criterio
limitativo y pretende excluir del contenido una serie de proposiciones, ya por
considerarlas enunciativas (no preceptivas8), ya por estimarlas inútiles, ya por
declararlas de estilo, ya por conceptuarlas no atribuibles a la voluntad de las partes.
Nos adherimos a López de Zavalía9, quien se pronuncia por un criterio amplio y estima
que todo lo que se dice expresa o implícitamente en un contrato es contenido, sin que
haya razón alguna para excluir nada a priori. En consecuencia, señala que una
exclusión solo podrá hacerse a posteriori, al juzgar de una especie concreta, por otras
razones distintas a las que resultarían de un análisis in abstracto del contrato10.
2. La causa contractual
Puede pretenderse encontrar en este apartado un concepto que resuelva, para los
fines del presente trabajo, qué debiéramos comprender por causa o definir su
concepto11; sin embargo, previamente, debemos (desde nuestro punto de vista)
señalar que la doctrina peruana cuando se ha referido al tema de la causa contractual,
o se ha aproximado a este, omite de una u otra forma la división que existe entre
causalistas (objetivos y subjetivos) y los anticausalistas. Quizá esta omisión responde
a que, en el último caso, se concluye en que al no existir una causa contractual, no
cabría un estudio de aquella.
Por otro lado, la concepción anticausalista entiende por causa algo perfectamente
inútil. En ese sentido, los códigos que la acogen podían haber prescindido de la
misma, sin que nada cambiase por ello. En general, quienes mantienen eso lo hacen
contemplando, en concreto, la causa de las obligaciones contractuales, y advierten que
en los contratos onerosos, la causa se confunde con el objeto y en los gratuitos con el
consentimiento del que hace la libertad. La tesis anticausalista, en consecuencia,
supone una objeción contra la causa como requisito necesario establecido por el
derecho positivo. Como tal, la causa sería innecesaria y el papel que se piensa está
llamada a desempeñar se cubre de otra manera: así, su inexistencia o ilicitud
coincidirán con las del objeto del contrato.
Acercándonos a “un” concepto: los “objetos” del contrato: Como señala el profesor
español, una primera dirección, acaso la más simplista y la más carente de prejuicios
conceptuales, considera como objeto de contrato a las “cosas” y a los “servicios” a que
el contrato se refiere. Se habla de cosa 15 en un sentido vulgar y extraordinariamente
amplio, incluso con impropiedad, pues las cosas como realidades exteriores pueden
ser objeto de las obligaciones de dar, pero no de las de hacer o no hacer, que en
muchas ocasiones pueden agotarse en el puro servicio, en la simple conducta de la
persona, sin que sea necesario referir este hacer a una realidad del mundo exterior,
hacer alguna cosa. Una segunda dirección pone de moda, como objeto del contrato a
la prestación. La prestación es un comportamiento de una de las partes que tiene un
valor económico y ofrece interés para la otra.
Por su parte, Ghersi19 señala que el vocablo contrato ha dado lugar en la doctrina
jurídica, a múltiples interpretaciones más o menos amplias según la corriente de
pensamiento de que se trate. Añade, que al igual que el acto jurídico dentro de la
doctrina clásica del derecho, se fundamenta en el valor psicológico de la voluntad20.
Señala el maestro De la Puente21 que existen dos caminos para conocer el objeto del
contrato; precisando que uno de ellos radica en determinar qué es lo que se busca con
la celebración de un contrato, si bien sea la constitución de obligaciones, la ejecución
de prestaciones o bien la obtención de bienes y servicios. El otro, pretende descubrir la
noción teórica del objeto del contrato, de su naturaleza como elemento esencial para
su existencia. Por su importancia, será este último en el que centraremos los esfuerzos
de este trabajo.
El contrato, por ser un acto jurídico, está articulado sobre la base de una declaración
de voluntad orientada a establecer una relación jurídica. Es decir, el contrato al crear la
relación jurídica cumple su función normativa, que es lo único que queda de él, y esta
función normativa se incorpora a la obligación, formando parte de ella. El contrato no
obliga, sino la obligación en sí misma. De esta forma, el contrato desaparece y
adquiere vida la relación jurídica, que es la que debe ser cumplida mediante la
ejecución de la prestación.
1. La relación jurídica25
Un primer concepto, propio de la doctrina civilista del siglo XIX, entendía a la relación
jurídica como “todo vínculo de derecho entre dos o más personas, o entre una de ellas
al menos y una cosa corporal o incorporal, con trascendencia en el ordenamiento
vigente”. Otro, la entiende como la vinculación existente “entre un determinado sujeto y
el Ordenamiento Jurídico”, por medio de una norma jurídica. Uno tercero, como
vinculación intersubjetiva.
El objeto o “materia social”, sobre el que la relación versa está constituido por la masa
de poderes, facultades, deberes, etc., que la relación encierra. Los que pueden ser
múltiples o únicos (Albaladejo, 2002). En consecuencia, la relación jurídica es aquella
situación en que se encuentran varias personas entre sí, regulada orgánicamente por
el Derecho. Cabe indicar que, afirmar que la relación jurídica es el concepto “madre”
de los demás conceptos jurídicos, es confundir la noción de relación jurídica con la
función relacional del Derecho, pues, en última instancia, el Derecho Objetivo todo
(comprendido como sistema jurídico) terminaría siendo entendido como la relación
jurídica fundamental27.
2. Relación jurídico-patrimonial
Fue usual en la doctrina (comparada) de fines del siglo pasado, ubicar el concepto de
Obligación dentro del mayor concepto de deber jurídico, pero con notas particulares
que le brindan una identidad propia. Una de estas notas características que le dan un
margen de autonomía a la obligación, en relación a otro tipo de deberes jurídicos, está
dado por la patrimonialidad de la prestación.
Hablar del objeto del contrato o del objeto de la obligación es referirse a un mismo
fenómeno contemplado en dos fases de su manifestación y desarrollo28. La obligación
no tiene objeto, sino contenido, constituido por la prestación, y que el objeto de esta
son los bienes o servicios que a través de su actividad se obtienen29.
Hemos repasado que, aparentemente, el problema del objeto del contrato radicaría en
englobar bajo un concepto unitario toda esa multiforme realidad. Así, debemos señalar
que el tratamiento legislativo del objeto del contrato en el Código Civil vigente
constituye una innovación, pues el ordenamiento de 1936 no lo consideró30 y solo se
refirió al objeto como uno de los requisitos de validez del acto jurídico, en su artículo
1075.
A nivel legislativo, se procuró una respuesta. Así, a la letra, el artículo 1402 del Código
Civil señala que: “El objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extinguir
obligaciones”.
El legislador del Libro III del Código civil, apartándose de su tradición italiana, o en todo
caso perfilándola mejor, incorporó en su articulado la corriente doctrinaría que descarta
la postura que el objeto del contrato sean las prestaciones31. La prestación por su
naturaleza no es apta para constituir el objeto del contrato, ya que no es en sí, ni lo
que él crea (relación jurídica), ni lo que anhela alcanzar (satisfacción del interés), que
se materializa mediante la obtención por el acreedor del bien o servicio materia del
contrato.
La Sección Primera del libro VII del Código Civil regula las fuentes de las obligaciones,
entre las cuales se encuentra el contrato. En consecuencia, siendo el contrato una
fuente directa de las obligaciones, es natural que su objeto recaiga en ellas, pues de
esta manera cumple su finalidad33. En ese sentido, el objeto del contrato es crear,
regular, modificar o extinguir la Relación Jurídico Patrimonial.
León Barandiarán, comentarista del Código Civil de 1936, le dio otro significado al
objeto del acto jurídico (y por tanto al del contrato) y sostuvo que debía ser entendido
en su más ancha significación, la que explicó en el sentido de que no debía entenderse
el objeto como algo simplemente material ni que fuera requisito solo para los actos o
negocios jurídicos patrimoniales, sino que era requisito en la generalidad de los actos
jurídicos de contenido patrimonial o no34.
Gran parte de la doctrina italiana considera que el objeto del contrato son las
prestaciones que constituyen el contenido de la obligación. Así, Galgano36 señala que
“el objeto del contrato es la prestación que una parte se obliga a ejecutar en favor de la
otra”.
De la Puente sostiene que el objeto del contrato debe ser poner en manos del
interesado el instrumento jurídico apto para generar los efectos que él desea obtener.
Para graficar su postura emplea un ejemplo, en el que una persona desea adquirir la
propiedad de un rebaño de ovejas de su causante hereditario, empleando un contrato
de compraventa, el cual, según De la Puente, sería la operación jurídica que pondría
en marcha el procedimiento que con la ejecución de la prestación, le permitiría adquirir
la propiedad.
Conclusiones
El contrato debe tener un objeto; el mismo está constituido por las relaciones jurídicas,
los derechos sobre los que este incide, creándolos, modificándolos, transfiriéndolos,
extinguiéndolos. Estas relaciones tienen a su turno un objeto, que constituye el objeto
mediato el contrato: las prestaciones.
Referencias biblográficas
• CAMPBELL, Tom. “El sentido del positivismo jurídico”. En: DOXA. Cuadernos de
Filosofía del Derecho. Nº 25, Departamento de Filosofía del Derecho Universidad de
Alicante 2002. Disponible en:
<http://publicaciones.ua.es/filespubli/pdf/02148676RD3949576.pdf>.
• FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La obligación: Apuntes para una dogmática jurídica del
concepto”. En: Themis, Revista de Derecho. Nºs 27-28, Lima, 1994.
• GALGANO, Francesco. “Il contratto”. En: Contratto e impresa, Vol. 23, Nº 3, Wolters
Kluwer, Pádua, 2007.
• GHERSI, Carlos Alberto. Contratos Civiles y Comerciales: Partes General y Especial.
Buenos Aires, Astrea, 1998.
• IHERING, Rudolf von. Tres estudios jurídicos:del interés en los contratos, la posesión,
la lucha por el derecho. Atalaya, Buenos Aires, 1947.
• LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando. Teoría de los contratos. Zavalía, Buenos Aires, 1984.
• ROJINA VILLEGAS, Rafael. Compendio de Derecho Civil IV. Porrúa, México D.F.,
2001.
• TABOADA Córdova, Lizardo. Acto jurídico, negocio jurídico y contrato. Grijley, Lima,
2013.
• VÁZQUEZ PÉREZ, Arsul José. “El curdebetur: ¿Elemento esencial del contrato? En:
Revista Opinión Jurídica, Vol. 7, Nº 14, Medellín, julio-diciembre de 2008
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1 FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La obligación: Apuntes para una dogmática jurídica
del concepto”. En: Themis, Revista de Derecho. Nºs 27-28, Lima, 1994, p. 41.
2 Decir entonces “contrato”, significa señalar un.a estructura legal de regulación, que
enmarca la interrelación (principalmente) económica (Ghersi, 1998).
12 En ese sentido, cabe indicar que ha habido discrepancias y debates que aún
permanecen activos acerca de si debía considerarse a la causa fin como un elemento
esencial de los actos jurídicos.
14 Por ejemplo, en todas las compraventas el fin del contrato es el de cambiar cosa
por precio.
26 FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. Ob. cit., p. 47. Más adelante señala: “Nosotros
creemos que aquí se ubica el concepto técnico de RELACIÓN JURIDICA, entendida
como vinculación intersubjetiva concreta de cooperación”.
30 El Código Civil de 1852, que ignoró la Teoría del Acto Jurídico, en su artículo 1235,
sí consideró el objeto pero como uno de los requisitos de validez de los contratos,
refiriéndolo como “una cosa cierta que sea materia del contrato”, agregando, en su
artículo 1251, que “la cosa que es objeto de un contrato debe ser determinada, al
menos en su especie”.
35 Enfatiza que ello tiene importancia la distinción entre el objeto del contrato, que es
la obligación que se genera, del objeto de la obligación, pues con arreglo a la posición
tradicional el objeto de la obligación estaba vinculado a los bienes sobre los cuales
incidía la obligación.
38 Entendida como principio por el cual el individuo crea la norma que ha de regular su
propia conducta y en cuya virtud es permitido a los contratantes la libre regulación de
sus derechos y obligaciones, posee límites inderogables, tales como el orden público,
la oral y las buenas costumbres (artículo V del Título Preliminar del Código Civil).