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Coleccion: Gaceta Civil - Tomo 38 - Numero 8 - Mes-Ano: 8_2016

La noción de objeto del contrato en el Código Civil peruano


Felipe DURÁN CORNEJO*

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RESUMEN

Siguiendo a la doctrina italiana, el legislador peruano de 1984 sancionó en el artículo


1402 del Código Civil que el objeto del contrato es la prestación. Esto constituye un
desacierto para el autor, toda vez que afirma que la prestación es el objeto de la
relación obligatoria. Así, en este trabajo explica las razones por las cuales considera
que el contrato es un medio o instrumento para la satisfacción de las necesidades
cuyo objeto es crear, regular, modificar o extinguir la relación jurídico-patrimonial.

MARCO NORMATIVO

• Código Civil: arts. 1075, 1354, 1355 y 1402.

PALABRAS CLAVE: Contrato / Objeto / Obligación / Prestación / Relación jurídico


patrimonial

Recibido: 12/07/2016
Aceptado: 21/07/2016

Introducción

El Derecho existe, en cuanto existe el hombre como ser social, por lo que la
sociabilidad del ser humano postula la idea de relación o vinculación1. De esa forma,
el contrato es la primera fuente de obligaciones después de la ley2.

Como en su mayoría, las instituciones del Derecho, en especial las del Derecho Civil,
no han gozado de una lectura doctrinal pacífica. El consenso (o una aproximación a
este) ha llegado por imperio de la norma a través de la codificación civil, aun cuando la
interpretación de los textos normativos haya conllevado a un debate aún todavía más
extenso3.

El elemento del contrato del que se ocupan las presentes líneas reviste especial
importancia por su íntima vinculación con el tema de la causa, que no solo generó un
grado de confusión entre los juristas, sino una serie de teorías y orientaciones sobre la
base de concepciones sociales, políticas, filosóficas y económicas totalmente
distintas4.

Aun cuando se ha cuestionado la utilidad, no solo a nivel funcional, sino también la de


su estudio, creemos, en contrario, que su análisis importa todavía una labor inacabada,
y por tanto una tarea pendiente la de aproximar a su examen, los antecedentes, y
posturas doctrinales, que construyeron la definición con la que se codificó el artículo
1402 del Código Civil peruano.

I. Estableciendo alcances: distinciones (básicas) entre el concepto de causa y


contenido del contrato

1. El contenido contractual

La moderna doctrina del Derecho Civil ha sugerido darle al contenido y objeto


contractual la misma identidad conceptual. Debemos delimitarla. El contenido consiste
en el conjunto de prestaciones y demás efectos jurídicos nacidos del contrato5. Así,
quedaría solo limitado por los artículos 1354 y 1355 del Código Civil6, en el marco de
la socialización del Derecho. Podría, en tal medida, alegarse que el contenido es el
conjunto de reglas, una suerte de “reglamento contractual” que las partes fijan en
ejercicio de su autonomía de la voluntad.

En ese sentido, López de Zavalía7 conceptúa el contenido del contrato como aquello
que se dice en él, cualquiera que sea la forma, ya sea hablada, escrita, expresa,
tácita, que se emplee. Lo que se dice es siempre un “deber ser”: el contrato contiene
normas que a determinados supuestos de hecho ligan determinadas
consecuencias jurídicas.

Por otro lado, se discute si todas las expresiones vertidas (expresa o implícitamente) al
contratar, constituyen o no el contenido del contrato. En otros términos, ¿el contenido
del contrato es todo lo que se dice, o solo una parte de lo que se dice? ¿Debe tenerse
del contenido un concepto amplio o uno limitado? Una postura que sigue un criterio
limitativo y pretende excluir del contenido una serie de proposiciones, ya por
considerarlas enunciativas (no preceptivas8), ya por estimarlas inútiles, ya por
declararlas de estilo, ya por conceptuarlas no atribuibles a la voluntad de las partes.

Nos adherimos a López de Zavalía9, quien se pronuncia por un criterio amplio y estima
que todo lo que se dice expresa o implícitamente en un contrato es contenido, sin que
haya razón alguna para excluir nada a priori. En consecuencia, señala que una
exclusión solo podrá hacerse a posteriori, al juzgar de una especie concreta, por otras
razones distintas a las que resultarían de un análisis in abstracto del contrato10.

2. La causa contractual

Puede pretenderse encontrar en este apartado un concepto que resuelva, para los
fines del presente trabajo, qué debiéramos comprender por causa o definir su
concepto11; sin embargo, previamente, debemos (desde nuestro punto de vista)
señalar que la doctrina peruana cuando se ha referido al tema de la causa contractual,
o se ha aproximado a este, omite de una u otra forma la división que existe entre
causalistas (objetivos y subjetivos) y los anticausalistas. Quizá esta omisión responde
a que, en el último caso, se concluye en que al no existir una causa contractual, no
cabría un estudio de aquella.

A pesar de ello, somos de la postura que corresponde describir, aunque sea


brevemente, tanto los argumentos y motivos que construyen el concepto de causa, y
aquellos que la descartan. Así, podría entenderse por causa: i) La causa como
origen; ii) la causa como deseo; iii) la causa como fin (quizá la más estudiada)
podemos definirla como la razón jurídica, abstracta, racional y genética, que la ley
presume según la naturaleza jurídica de cada “tipo de contrato”; por lo tanto es un
concepto único e invariable del sistema de cada tipo contractual del cual surgen
obligaciones. De ahí entonces que para que tengan eficacia, es necesario que posean
causa final.

Esbozado, aunque sucintamente, qué podría comprenderse en el concepto de causa,


creemos que el problema de la causa gira en torno a la “causa fin”12. La causa13, así
entendida, es invariable para cada tipo de contrato14. Además de ser un elemento
objetivo invariable para cada tipo de contrato, la causa es algo perfectamente
diferente, y distinguible, de los motivos15 que impulsan a las partes a celebrar el
negocio, y de los fines subjetivos concretos que estas persigan en cada caso
particular16.

Por otro lado, la concepción anticausalista entiende por causa algo perfectamente
inútil. En ese sentido, los códigos que la acogen podían haber prescindido de la
misma, sin que nada cambiase por ello. En general, quienes mantienen eso lo hacen
contemplando, en concreto, la causa de las obligaciones contractuales, y advierten que
en los contratos onerosos, la causa se confunde con el objeto y en los gratuitos con el
consentimiento del que hace la libertad. La tesis anticausalista, en consecuencia,
supone una objeción contra la causa como requisito necesario establecido por el
derecho positivo. Como tal, la causa sería innecesaria y el papel que se piensa está
llamada a desempeñar se cubre de otra manera: así, su inexistencia o ilicitud
coincidirán con las del objeto del contrato.

II. El problema: El objeto del contrato

Empleando lo regulado para el acto jurídico, que es aplicable a la institución del


contrato, en nuestro ordenamiento, el Código Civil prescribe en su artículo 14017, que
el objeto es un requisito de validez del acto jurídico, es decir de otra forma el acto
devendría en nulo, e inexistente, inclusive. En la doctrina nacional, quizá por lo “oscuro
y complejo”, el tema del objeto del contrato ha sido un tema poco debatido. Se ha
limitado en su mayoría a proyectar o desarrollar una interpretación y/o explicación de
aquello que motivó al legislador a sancionarlo de una u otra forma.

Diez-Picazo18 considera que dicha complejidad obedece quizá al sentido de la palabra


“objeto”, que no es solo multívoca, sino que es además un concepto no jurídico
aplicado a realidades y esquemas jurídicos.

Acercándonos a “un” concepto: los “objetos” del contrato: Como señala el profesor
español, una primera dirección, acaso la más simplista y la más carente de prejuicios
conceptuales, considera como objeto de contrato a las “cosas” y a los “servicios” a que
el contrato se refiere. Se habla de cosa 15 en un sentido vulgar y extraordinariamente
amplio, incluso con impropiedad, pues las cosas como realidades exteriores pueden
ser objeto de las obligaciones de dar, pero no de las de hacer o no hacer, que en
muchas ocasiones pueden agotarse en el puro servicio, en la simple conducta de la
persona, sin que sea necesario referir este hacer a una realidad del mundo exterior,
hacer alguna cosa. Una segunda dirección pone de moda, como objeto del contrato a
la prestación. La prestación es un comportamiento de una de las partes que tiene un
valor económico y ofrece interés para la otra.

Por su parte, Ghersi19 señala que el vocablo contrato ha dado lugar en la doctrina
jurídica, a múltiples interpretaciones más o menos amplias según la corriente de
pensamiento de que se trate. Añade, que al igual que el acto jurídico dentro de la
doctrina clásica del derecho, se fundamenta en el valor psicológico de la voluntad20.

Señala el maestro De la Puente21 que existen dos caminos para conocer el objeto del
contrato; precisando que uno de ellos radica en determinar qué es lo que se busca con
la celebración de un contrato, si bien sea la constitución de obligaciones, la ejecución
de prestaciones o bien la obtención de bienes y servicios. El otro, pretende descubrir la
noción teórica del objeto del contrato, de su naturaleza como elemento esencial para
su existencia. Por su importancia, será este último en el que centraremos los esfuerzos
de este trabajo.

De esta forma, según De la Puente, la doctrina22 se configuraría un primer grupo


donde se ubica a León Duguit y Rodolfo Sacco que opina que el objeto del contrato es
simplemente lo que las partes quieren. En otro grupo, Henri, León y Jean Mazeaud,
Jorge Mosset y Jacques Ghestin, consideran que el objeto del contrato es la operación
jurídica que se desea realizar. En un tercer grupo se ubicarían Luis Diez-Picazo y
Alberto Bueres, quienes sostienen que el objeto del contrato es la realidad última
susceptible de utilidad23.

El contrato, por ser un acto jurídico, está articulado sobre la base de una declaración
de voluntad orientada a establecer una relación jurídica. Es decir, el contrato al crear la
relación jurídica cumple su función normativa, que es lo único que queda de él, y esta
función normativa se incorpora a la obligación, formando parte de ella. El contrato no
obliga, sino la obligación en sí misma. De esta forma, el contrato desaparece y
adquiere vida la relación jurídica, que es la que debe ser cumplida mediante la
ejecución de la prestación.

III. El objeto del contrato a dos voces: La relación jurídico patrimonial -


obligacional

Se confunde el objeto del contrato con el objeto de la relación obligatoria. Dicha


confusión es grave. Cabría, por lo menos, objetar que el contrato es un fenómeno
jurídico con aplicación a todo el campo del Derecho patrimonial, y no exclusivamente al
campo de las relaciones obligatorias. Se plantea por otro lado la obligación como
objeto del contrato, objetando, sin embargo, que la relación jurídica sobre la cual incide
el contrato no es su “objeto”, sino su “efecto”, en cuanto a que la relación es una
realidad derivada del contrato, producida por él, emanada del contrato24.

1. La relación jurídica25

Un primer concepto, propio de la doctrina civilista del siglo XIX, entendía a la relación
jurídica como “todo vínculo de derecho entre dos o más personas, o entre una de ellas
al menos y una cosa corporal o incorporal, con trascendencia en el ordenamiento
vigente”. Otro, la entiende como la vinculación existente “entre un determinado sujeto y
el Ordenamiento Jurídico”, por medio de una norma jurídica. Uno tercero, como
vinculación intersubjetiva.

Fernández comparte la acepción de relación jurídica como un significado de


vinculación intersubjetiva concreta, en donde el contacto intersubjetivo se produce
entre sujetos determinados o, cuando menos, determinables. Destaca, en especial, las
vinculaciones intersubjetivas concretas de cooperación26, en donde un sujeto
determinado o determinable, ha buscado “relacionarse” con otro sujeto determinado o
determinable, para conseguir una utilidad que este está en capacidad de procurarle y
que satisfaga una necesidad experimentada por aquel, originada en la falta de ciertos
bienes. Dicha vinculación concreta es aquella vinculación intersubjetiva que liga a dos
o más sujetos de derecho para la realización de una función económica o social, sea
esta patrimonial o no dirigida a la tutela de intereses que han merecido juridicidad por
el orden jurídico positivo.

El objeto o “materia social”, sobre el que la relación versa está constituido por la masa
de poderes, facultades, deberes, etc., que la relación encierra. Los que pueden ser
múltiples o únicos (Albaladejo, 2002). En consecuencia, la relación jurídica es aquella
situación en que se encuentran varias personas entre sí, regulada orgánicamente por
el Derecho. Cabe indicar que, afirmar que la relación jurídica es el concepto “madre”
de los demás conceptos jurídicos, es confundir la noción de relación jurídica con la
función relacional del Derecho, pues, en última instancia, el Derecho Objetivo todo
(comprendido como sistema jurídico) terminaría siendo entendido como la relación
jurídica fundamental27.

2. Relación jurídico-patrimonial

Fue usual en la doctrina (comparada) de fines del siglo pasado, ubicar el concepto de
Obligación dentro del mayor concepto de deber jurídico, pero con notas particulares
que le brindan una identidad propia. Una de estas notas características que le dan un
margen de autonomía a la obligación, en relación a otro tipo de deberes jurídicos, está
dado por la patrimonialidad de la prestación.

Existen pues, dos grandes teorías que tratan de explicar la patrimonialidad de la


prestación: una primera, que para estos efectos se denominará “Subjetiva Clásica”,
que sustenta la suficiencia de la voluntad de los sujetos para dotar de contenido
patrimonial a comportamientos en sí mismos considerados como no patrimoniales, sin
perjuicio de la existencia de comportamientos per se intrínsecamente económicos. Una
segunda, “Objetiva”, que afirma que la patrimonialidad de la prestación es dada por el
ambiente jurídico-social en que dicha obligación surge, con prescindencia de la
voluntad concreta de los sujetos.

IV. El objeto del contrato en el Código Civil peruano

Creemos que es conveniente que en los textos legales se incluyan definiciones


relacionadas con los institutos o figuras, como instrumento para el estudio normativo,
ya que por lo general contribuyen a una tipificación más precisa.

Hablar del objeto del contrato o del objeto de la obligación es referirse a un mismo
fenómeno contemplado en dos fases de su manifestación y desarrollo28. La obligación
no tiene objeto, sino contenido, constituido por la prestación, y que el objeto de esta
son los bienes o servicios que a través de su actividad se obtienen29.

1. La posición del legislador en el Código Civil de 1984

Hemos repasado que, aparentemente, el problema del objeto del contrato radicaría en
englobar bajo un concepto unitario toda esa multiforme realidad. Así, debemos señalar
que el tratamiento legislativo del objeto del contrato en el Código Civil vigente
constituye una innovación, pues el ordenamiento de 1936 no lo consideró30 y solo se
refirió al objeto como uno de los requisitos de validez del acto jurídico, en su artículo
1075.

A nivel legislativo, se procuró una respuesta. Así, a la letra, el artículo 1402 del Código
Civil señala que: “El objeto del contrato consiste en crear, regular, modificar o extinguir
obligaciones”.

El legislador del Libro III del Código civil, apartándose de su tradición italiana, o en todo
caso perfilándola mejor, incorporó en su articulado la corriente doctrinaría que descarta
la postura que el objeto del contrato sean las prestaciones31. La prestación por su
naturaleza no es apta para constituir el objeto del contrato, ya que no es en sí, ni lo
que él crea (relación jurídica), ni lo que anhela alcanzar (satisfacción del interés), que
se materializa mediante la obtención por el acreedor del bien o servicio materia del
contrato.

En su lugar, la prestación es solo un elemento de la obligación, que obedece a la


existencia de ella y tiende a darle cumplimiento32. Así, las prestaciones son las
conductas mediante las cuales se realizan las obligaciones que forman parte de la
Relación Jurídico Patrimonial. En ese sentido, las prestaciones no pueden ser el objeto
del contrato, sino la Relación Jurídico patrimonial.

La Sección Primera del libro VII del Código Civil regula las fuentes de las obligaciones,
entre las cuales se encuentra el contrato. En consecuencia, siendo el contrato una
fuente directa de las obligaciones, es natural que su objeto recaiga en ellas, pues de
esta manera cumple su finalidad33. En ese sentido, el objeto del contrato es crear,
regular, modificar o extinguir la Relación Jurídico Patrimonial.

León Barandiarán, comentarista del Código Civil de 1936, le dio otro significado al
objeto del acto jurídico (y por tanto al del contrato) y sostuvo que debía ser entendido
en su más ancha significación, la que explicó en el sentido de que no debía entenderse
el objeto como algo simplemente material ni que fuera requisito solo para los actos o
negocios jurídicos patrimoniales, sino que era requisito en la generalidad de los actos
jurídicos de contenido patrimonial o no34.

Max Arias Schreiber ha expuesto que conceptualmente fue necesario incorporar en el


ordenamiento civil de 1984 el articulado sobre el objeto del contrato. Explica que
doctrinariamente existen hasta dos posiciones: la primera y tradicional que sostiene
que el objeto del contrato es la prestación que emana del contrato celebrado, que
consiste en un dar, en un hacer o en un no hacer. Para la segunda (corriente
moderna), el objeto del contrato es la creación, regulación, modificación o extinción de
las obligaciones, las que tienen, además, su propio objeto, separable y distinto, que se
expresa en la prestación en que la obligación consiste y que puede estar determinada
por dar, un hacer o un no hacer35.

V. El objeto contractual: Construyendo un argumento en contra

Gran parte de la doctrina italiana considera que el objeto del contrato son las
prestaciones que constituyen el contenido de la obligación. Así, Galgano36 señala que
“el objeto del contrato es la prestación que una parte se obliga a ejecutar en favor de la
otra”.

De la Puente sostiene que el objeto del contrato debe ser poner en manos del
interesado el instrumento jurídico apto para generar los efectos que él desea obtener.
Para graficar su postura emplea un ejemplo, en el que una persona desea adquirir la
propiedad de un rebaño de ovejas de su causante hereditario, empleando un contrato
de compraventa, el cual, según De la Puente, sería la operación jurídica que pondría
en marcha el procedimiento que con la ejecución de la prestación, le permitiría adquirir
la propiedad.

Un argumento en contra señalaría que el profesor De la Puente erra, pues el


instrumento jurídico es un medio, un vehículo para el deseo de las partes contratantes,
esto es, que el instrumento jurídico es el contrato como tal, y no el objeto del mismo.
En ese mismo sentido, la operación jurídica a que hace referencia De la Puente, es
nuevamente el Contrato; la intención de las partes es, entonces, la de mediante una
operación jurídica alcanzar un fin.

Sin darse cuenta, o sin ponerlo en evidencia, De la Puente reconoce, en su ejemplo,


que con la ejecución de la prestación se permitiría adquirir la propiedad, esto es, lograr
el deseo, pues el objeto del contrato sería en sí mismo la prestación. De esta forma,
haciendo una relectura del artículo 1402 del Código Civil, y como de alguna forma fue
contemplado por la Comisión Reformadora del Código Civil37, tendríamos que en
tanto señala que el objeto del contrato consiste en prestaciones de dar, hacer, no
hacer; esto es la entrega, ejecución de un acto o su abstinencia, que satisface el
interés de las partes, convendría para este “argumento en contra” decantarse por la
corriente que plantea que es la prestación el objeto del contrato.

Conclusiones

Por contrato se entiende el acto jurídico bilateral de contenido económico-patrimonial.


Por objeto, se entiende la unidad pasiva de referencia, la realidad sobre la cual el
contrato, en cuanto acto jurídico, incide. El contrato es también en sí mismo, un
vehículo de cooperación, siendo posible que la utilidad perseguida pudiera llegar a
obtenerse por la sola declaración de la voluntad de los sujetos, sin necesidad alguna
de la realización de conductas.

El contrato debe tener un objeto; el mismo está constituido por las relaciones jurídicas,
los derechos sobre los que este incide, creándolos, modificándolos, transfiriéndolos,
extinguiéndolos. Estas relaciones tienen a su turno un objeto, que constituye el objeto
mediato el contrato: las prestaciones.

Sin embargo, un sector de la doctrina ha negado que pueda hablarse en sentido


estricto de objeto de contrato. En ese sentido, se alega que el contrato es un acto
jurídico (ya lo hemos dicho) que produce el efecto de crear obligaciones ya a cargo de
las dos partes, ya a cargo de una de ellas. Son, en tal medida, las obligaciones las que
tienen un objeto, no en rigor el contrato.

En la relación jurídica, formada por el contrato, de carácter vinculante, el individuo no


expresa su querer, sino que dispone, expresa, el objeto de su querer. De esta forma
las relaciones jurídicas de contenido patrimonial quedan sometidas en su regulación al
principio de autonomía de la voluntad38.
El contrato, por ser un genuino acto o negocio jurídico, está destinado a crear una
relación jurídica de naturaleza patrimonial, que viene a ser la relación contractual, a la
que se han integrado las obligaciones generadas por el contrario. Esta misma relación
contractual es susceptible de regularse, modificarse o extinguirse por voluntad de las
partes, lo que acarrea, además de la creación de las obligaciones, su regulación,
modificación o extinción. Como resultado: la prestación no es apta para constituir el
objeto del contrato.

En consecuencia, siendo el contrato una fuente directa de las obligaciones, es natural


que su objeto recaiga en ellas, pues de esta manera cumple su finalidad. De esta
manera, el objeto del contrato es crear, regular, modificar o extinguir la relación jurídico
patrimonial.

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_____________________________________________________

* Una primera versión de este trabajo fue presentada en el IV Congreso Internacional


de Derecho Civil - XI Congreso Nacional de Derecho Civil, de organizado por el
Instituto Peruano de Derecho Civil, en junio de 2015.

** Abogado por la Universidad de Lima y especialista en Derecho Civil Patrimonial. Ha


sido investigador del Instituto de Investigación Científica de la misma universidad.
Graduado de la maestría en Sociología con mención en Estudios Políticos de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos y de la Especialización en Políticas
Públicas por la Escuela de Gobierno de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Actualmente se desempeña como asesor jurídico corporativo en Obrascón Huarte Laín
S.A.-Sucursal Perú.

1 FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. “La obligación: Apuntes para una dogmática jurídica
del concepto”. En: Themis, Revista de Derecho. Nºs 27-28, Lima, 1994, p. 41.

2 Decir entonces “contrato”, significa señalar un.a estructura legal de regulación, que
enmarca la interrelación (principalmente) económica (Ghersi, 1998).

3 Pese a la discusión que ello reviste, y a que un sector respetable de la doctrina,


donde, entre otros, se encuentran Planiol y Ripert, señala que el contrato lejos de un
objeto tiene solo efectos; podemos afirmar que tanto los legisladores modernos, como
sus intérpretes coinciden en que todo contrato debe tener y necesita de un objeto, para
que pueda configurarse como tal: un contrato. Bajo esta premisa, el contrato es un
acto jurídico que tiene efectos, que son las obligaciones, siendo estas las que tienen
un objeto, constituido por las prestaciones.

4 TABOADA CÓRDOVA, Lizardo. Acto jurídico, negocio jurídico y contrato. Grijley,


Lima, 2013.

5 DE LOS MOZOS, José Luis. El negocio jurídico. Citado por DE LA PUENTE. El


Contrato en General, 2002.
6 Artículo 1354.- Libertad contractual Artículo 1355.- Regla y límites de la contratación
7 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando. Teoría de los contratos. Tomo I, Zavalía, Buenos
Aires, 1984, p. 71.

8 Aquellas normas forzosas positivas.

9 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando. Ob. cit., p. 72.

10 El profesor López de Zavalía amplía el tópico indicando que al afirmar que el


contenido del contrato se reduce a normas, pareciera justificado excluir del contenido
en sentido técnico las proposiciones enunciativas, no normativas.

11 Las complicaciones del término se manifiestan, incluso, desde el punto de vista


gramatical, pues le son atribuidos significados diversos: Una de las razones de esta
polisemia se encuentra en que tal palabra fue la empleada por los latinos para traducir
la voz griega que soportaba al menos cuatro acepciones: la materia, la forma, el fin y el
eficiente (Brito, 2001).

12 En ese sentido, cabe indicar que ha habido discrepancias y debates que aún
permanecen activos acerca de si debía considerarse a la causa fin como un elemento
esencial de los actos jurídicos.

13 ALBALADEJO GARCÍA, Manuel. Derecho Civil. Bosch, Barcelona, 2002, p. 682.

14 Por ejemplo, en todas las compraventas el fin del contrato es el de cambiar cosa
por precio.

15 Entendidas como razones subjetivas, particulares y mudables.

16 Para la concepción subjetiva, la causa es el elemento o momento psicológico que


determina la voluntad; la razón o motivo decisivo que induce a negociar; el fin
particular cuya consecución impulsa a realizar el negocio. En definitiva, la causa
consiste en la finalidad concreta perseguida por las partes en el contrato contemplado
en particular.

17 Artículo 140.- Noción de Acto Jurídico: elementos esenciales.

18 DÍEZ-PICAZO, Luis. Fundamentos del Derecho Civil Patrimonial. Volumen I, Civitas,


Madrid, 1996, p. 197.

19 GHERSI, Carlos Alberto. Contratos Civiles y Comerciales: Partes General y


Especial. Astrea, Buenos Aires, 1998, p. 106.
20 Para algunos, los contratos son acuerdos de muchas personas sobre una
manifestación común de voluntad destinadas a regir sus relaciones jurídicas,
agregando que su contenido debe tener siempre carácter patrimonial (fue la postura
adoptada en su momento por el jurista Savigny). Esta concepción clásica del vínculo
convencional como carácter eminentemente voluntarista, se corrobora en nuestro
ordenamiento en el artículo 1351, 1352, 1354 y 1359, entre otros, del Código Civil.

21 DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. El contrato en general: Comentarios a la


Sección Primera del Libro VII del Código Civil. Tomo II, Palestra, Lima, 2001, p. 11.

22 Señala, además, que, si bien con un enfoque común, la doctrina ha tomado


posiciones diferentes respecto a lo que en su esencia es el objeto del contrato.

23 Trasladando la teoría de la adquisición de derechos reales al campo de las


obligaciones, que el contrato sería el titulo creador de la obligación, o sea de la
relación jurídica, y la prestación sería el modo mediante cuya ejecución se cumplirá la
obligación. (De la Puente, 2002).

24 ALBALADEJO GARCÍA, Manuel. Ob. cit., p. 438.

25 Se emplea los conceptos desarrollados por Fernández Cruz. VER: FERNÁNDEZ


CRUZ, Gastón. Ob. cit., pp. 41-56.

26 FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. Ob. cit., p. 47. Más adelante señala: “Nosotros
creemos que aquí se ubica el concepto técnico de RELACIÓN JURIDICA, entendida
como vinculación intersubjetiva concreta de cooperación”.

27 BULLARD GONZÁLEZ, Alfredo. La relación jurídica patrimonial: Reales vs.


Obligaciones. Ara Editores, Lima, 2011, p. 126.

28 HERNÁNDEZ GIL, Antonio. Derecho de las obligaciones. Sucesión de Rivadeneyra.


Tomo II, Madrid, 1960, p.102 citado por De LA PUENTE. Ob. cit., p.26

29 DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Ob. cit., p. 27.

30 El Código Civil de 1852, que ignoró la Teoría del Acto Jurídico, en su artículo 1235,
sí consideró el objeto pero como uno de los requisitos de validez de los contratos,
refiriéndolo como “una cosa cierta que sea materia del contrato”, agregando, en su
artículo 1251, que “la cosa que es objeto de un contrato debe ser determinada, al
menos en su especie”.

31 El concepto, no ha sido pacífico (Exposición de Motivos del Código civil de 1936):


Manuel Augusto Olaechea, que fue el ponente del Libro Quinto del Código Civil de
1936, sobre Obligaciones y Contratos (donde se legisló sobre el acto jurídico) no dio
noción aluna respecto al significado del objeto y, confundiéndolo con la causa, explicó
que en los actos gratuitos la causa se resumía en el consentimiento, mientras que en
los onerosos se asimilaba al objeto. (Vidal, 2002).

32 DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Ob. cit., p. 17.


33 Ibídem, p. 22.

34 LEÓN BARANDIARÁN, José. Acto jurídico. Gaceta Jurídica, Lima, 1997, p. 55

35 Enfatiza que ello tiene importancia la distinción entre el objeto del contrato, que es
la obligación que se genera, del objeto de la obligación, pues con arreglo a la posición
tradicional el objeto de la obligación estaba vinculado a los bienes sobre los cuales
incidía la obligación.

36 GALGANO, Francesco. “Il contratto”. En: Contratto e impresa. Volumen 23, Nº 3,


Wolters Kluwer, Pádua, 2007, pp. 717-735.

37 REVOREDO MARSANO, Delia. Código Civil - Exposición de motivos y


comentarios. Grafotécnica Editores, Lima, 1988, p. 61.

38 Entendida como principio por el cual el individuo crea la norma que ha de regular su
propia conducta y en cuya virtud es permitido a los contratantes la libre regulación de
sus derechos y obligaciones, posee límites inderogables, tales como el orden público,
la oral y las buenas costumbres (artículo V del Título Preliminar del Código Civil).

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