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Desde los inicios de la década de los 60s se ha estudiado la relación que existe
entre la enseñanza de Jesús y la instrucción dada a los nuevos candidatos a la
membresía de la iglesia. C. H. Dodd, en base a sus estudios de las cartas de Pablo a los
Tesalonicenses, propuso que allí se habla de los dogmas teológicos enseñados
(monoteísmo, repudiación de la idolatría, la resurrección y la parusía de Jesús, salvación
de la ira, el llamado de la iglesia al reino y gloria de Dios), y los preceptos éticos (la
santidad de la iglesia, el repudio de los vicios paganos, la ley de la caridad, el orden y
disciplina de la iglesia, los motivos escatológicos).
Parte de esa enseñanza, comúnmente incluía una apelación a los motivos
escatológicos para la conducta cristiana. Es sorprendente descrubrir que los mismos
motivos se encuentran al final de los Evangelios Sinópticos. Incluso, el Sermón del
Monte termina con estos mismos motivos.
G. Bornkamm también hizo la observación que las advertencias en contra de las
falsas enseñanzas aparece en la conclusión de las epístolas. El Evangelio de Mateo tiene
este mismo arreglo. El Sermón del Monte también concluye con referencias a los falsos
profetas.
El Evangelio de San Marcos tiene el mismo patrón. Y no sólo por el capítulo 13.
Marcos 8:27—9:1 revela una sección sobre cristología (8:27-33), seguido por dichos sobre
el discipulado (8:34-37), declaraciones sobre la parusía y la revelación del reino final
(8:38—9:1). Koch escribe:
Hemos estado familiarizados con la idea que Marcos 13 participa del carácter de
un discours d’adieu, del cual la Biblia y la literatura judía tardía contiene numerosos
ejemplos.
El discurso de despedida de Marcos contiene un énfasis estrictamente
escatológico, junto con instrucción parenética, de acuerdo con la tradición de la
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catequesis cristiana primitiva.
El contexto en que Marcos ha colocado su discurso es capítulos 11-12. Jesús se
encuentra en Jerusalén y en el templo —su primer acto de “limpieza”, con una nota
fuerte de juicio, la higuera que se seca, la parábola de los labradores malvados, y la serie
de controversias entre Jesús y los líderes judíos en el templo. La profecía de la
destrucción del templo en 13:1-2 viene como el clímax de esta serie de confrontaciones
de Jesús con los líderes judíos. El contexto de Marcos de la profecía inevitablemente
confirma la impresión que la ruina del templo es el juicio divinamente ordenado sobre
Israel por su rechazo de la palabra de Dios traída por Jesús.
La profecía, a su vez, viene a ser la ocasión para el discurso que sigue, que se
puede ver como una exposición escatológica de la profecía, en donde la destrucción del
templo, la ciudad y el pueblo de Dios se relacionan con el logro del último propósito de
Dios en la historia y la vocación de los seguidores del Hijo del Hombre.
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advertencias.
Verso 10, pues, es una clave para el entendimiento de las intenciones que
el evangelista combina en capítulo 13.
Hay una corrección más: algunos pensaban que la parusía ocurriría para evitar
que el templo cayera en manos de los “gentiles”. En este sentido, la composición de
Marcos es una exposición de la profecía de Jesús en v. 2: el templo será totalmente
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destruido. En este sentido v. 14 toma significado. Dios no tiene intención de salvar el
templo. El Hijo predijo su destrucción. La abominación será la ejecución del juicio
divino. De esta manera se pone en reversa el instinto judío: todo judío huiría para
refugiarse en Jerusalén, y en particular en el templo, cuando el desastre llegara. Los
cristianos deben huir de Jerusalén.
El juicio de Dios sobre Jerusalén y su templo pudiera ser el Día de Jehová sobre
esa ciudad, pero todavía no es el fin. V. 24 separa una tribulación de la otra.
Que el discurso sobre los juicios y la entrega del Señor deben tomar lugar al fin
del ministerio público de Jesús está enteramente de acuerdo con la tradición
catequética. Pero su posición inmediata antes de la narrativa de la pasión ha intrigado
a los estudiantes de los Evangelios.
R. H. Lightfoot (en 1950) fue uno de los primeros que vio un paralelismo entre el
discurso y la narrativa de la pasión. Esto lo convenció que Marcos veía la narrativa de
la pasión como un primer cumplimiento del discurso escatológico, “una señal, un sello
de seguridad, y un sacramento de su cumplimiento final” de la parusía. Con este
entendimiento, la pasión es un evento escatológico, que participa en la finalidad de la
consumación para la cual prepara. K. Grayston llegó a las mismas conclusiones.
Revisando las conexiones entre el discurso y la narrativa escribió: “Por estos medios la
crucifixión es vista en su plena importancia escatológica; y al mismo tiempo las
expectativas escatológicas de la Iglesia son controladas por la crucifixión”.
Hasta qué punto, escribe Beasley-Murray, estas conexiones deben considerarse
no está seguro, pero sí que existen. Se demuestra por el pequeño “discurso” de Marcos
8:27—9:1, que es de central importancia para el evangelista y su Evangelio.
El pasaje incluye la confesión de Pedro de Jesús como el Mesías, su primera
predicción de la pasión, un grupo de dichos sobre el discipulado en relación a los
sufrimientos de Cristo, y dos dichos sobre la parusía en relación a los discípulos. Es el
mérito de F. Busch comprender la importancia de la conexión entre 8:27—9:1 y capítulo
13. El vio que el mesianismo y el sufrimiento van juntos, así que la proclamación del
evangelio y el sufrimiento de los que lo proclaman son inseparables, por lo cual “Marcos
13 es una explicación de Marcos 8:34".
D. A. Koch desarrolló este discernimiento en un ensayo sobre cristología y
escatología en Marcos. Observó que la cristología de 8:27-33 y la escatología de
8:38—9:1 están eslabonadas a través del uso del título “el Hijo del Hombre”, así uniendo
la pasión y la resurrección del Hijo del Hombre y la parusía del Hijo del Hombre, e
indicando la identidad del Crucificado con el Juez.
Este reconocimiento de la relación entre 8:27—9:1 y cap. 13 es importante para
enfatizar la relación del discurso a la acción redentora del Hijo del Hombre en su muerte
y resurrección por un lado y en la parusía por el otro, y el camino de la iglesia en el
tiempo enmedio como una via dolorosa iluminada por la resurrección y la gloria de la
parusía.
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4. Las Señales y lo Incalculable del Fin
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contrario, caracterizan todo el período entre la resurrección y la parusía, que es el tiempo
escatológico, “estos últimos tiempos”, como el escritor a los Hebreos le llama (Heb. 1:2).
La única señal en Marcos 13 que se refiere a un evento específico en la historia es la
aparición de la abominación de desolación, y eso es en respuesta respecto a la que tiene
que ver con la profecía de la destrucción del templo en 13:2.
¿Qué debemos de decir respecto a la parábola de la higuera, vv. 28-29, con su
aplicación? ¿Qué se tiene en mente aquí? Son sucesos del futuro al tiempo de cuando
se escribe, pero antes del fin. Pudiera incluir todo lo que escribe entre vv. 5-23, pero no
todo de la misma manera. Se especifíca que “todavía no es el fin” o son “principio de
dolores”. Aunque anuncian el fin, no son señales claras del fin. Eso incluye también la
“abominación desoladora”. Sólo anuncia el fin.
Es irónico que las señales del fin pueden ser precisamente lo que guíe mal a la
gente a pensar que el fin ya está cerca.
Sin embargo, las así llamadas señales cósmicas descritas en vv. 24-25 deben verse
como premonitoras de la parusía. Cuando Marcos escribió, vv. 5-23 ya eran historia. Así
que, sólo las señales cósmicas pueden considerarse como anunciando el fin. Pero
cuando suceden, ya es demasiado tarde para hacer algo.
Las señales que Marcos menciona pertenecen a una teofanía. Es la reacción de
la creación a la asombrosa y terrible presencia del Creador. Son señales que ya llegó, no
que va a suceder todavía. Las señales son indicaciones que el fin llegó.
Así que, la parábola de la Higuera es la clave para entender el discurso
escatológico. Las señales de Marcos 13 muestra que Dios está obrando en y a través del
proceso de la historia bajo el señorío de Cristo y a través del Espíritu en la iglesia,
llevando al mundo y a la iglesia a su fin destinado en la consumación del reino de Dios.
Así que, el discurso termina donde debe terminar: con una exhortación a permanecer
alertas, listos para la manifestación final del reino en la parusía de Cristo. El estar
preparados para el fin incluye servir al Señor hasta el fin, como la parábola en vv. 34-26
indica, y es precisamente servir a Cristo en misión y sufrimientos por el reino, como vv.
9-11 muestran. Las señales y lo repentino se reconcilian cuando se relacionan al Señor
de la cruz y resurrección y parusía.
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combinación del primero y último aspecto de la doble polaridad: “Ninguna declaración
singular respecto al nuevo mundo se da, y sólo el trato del Hijo del Hombre con la
humanidad se describe, no los tratos de Dios mismo. La escatología personal-
soteriológica es el asunto central... Toda expectativa se dirige a la decisión ética: la
venida del Mesías, el juicio y el don de la vida”.1
Está bien que Marcos nos proveyó con un discurso que mantiene el balance que
la dimensión apocalíptica suple; sin él, nuestro entendimiento de la escatología de Jesús
estaría incompleta. Al mismo tiempo, la representación de la escatología de Jesús en
Marcos 13, si se divorcia de aquella en la que Marcos mismo y los otros tres evangelistas
presentan, estaría desbalanceada. Pero ni siquiera Marcos intentó leerla en aislamiento;
forma el clímax de su presentación de la instrucción de nuestro Señor sobre el reino de
Dios, y al mismo tiempo aplica a Mateo y Lucas en sus versiones del discurso. Un
entendimiento total y completo de la enseñanza de Jesús, en escatología así como en
todos los otros aspectos de la revelación de Dios a través de él, requiere el testimonio
total de los cuatro evangelistas, iluminados por el Espíritu.
1
Wendland, Die Eschatologie des Reiches Gottes bei Jesus (Gütersloh, 1931), 246. El comentario
es justo. La restricción de Marcos en el discurso ha sido comentado mucho. Las obras apocalípticas con
frecuencia describen el mundo celestial y el mundo venidero, la aparición de Dios, el juicio de los
malvados, y la recompensa de los justos. En estos aspectos el libro de Apocalipsis es un típico
apocalipsis, mientras que el discurso de Marcos 13 no lo es, pero preserva los elementos de la esperanza
que son esenciales a una escatología completa.