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usa un diminutivo (arnion), y el final -ion sería como el ito del español. Aunque "corderito"
puede ser demasiado dulce e infantil como para expresar la seriedad del pensamiento de
Juan, su uso constante del diminutivo presenta la vulnerabilidad y victimación del
Cordero indefenso sobre el altar (como en la LXX de Jer. 1:19, y véase Isaías 53:7-12), en
el otro polo opuesto de un Mesías guerrero y violento de la esperanza apocalíptica.
El León es realmente el Cordero, representando el poder final y último de Dios.
Este es el significado del renacimiento dramático de imágenes en Juan. Es como si Juan
hubiera adoptado la práctica familiar de la sinagoga del "perpetuo Kethib/Qere", en donde
una palabra o frase que aparece en el texto tradicional se lee como otra palabra o frase:
"en donde quiera que la tradición diga 'León', léase 'Cordero'". Para usar otra analogía, esta
de matemáticas, es como poner un signo de menos antes del paréntesis de una fórmula
complicada —los antiguos símbolos se retienen, pero su valor ha sido puesto en reversa.
El Cordero es en realidad poderoso, porque como el Mesías representa a Dios, toma
el rollo de su mano, y lo pone en efecto. Romper los sellos del rollo no quiere decir
simplemente hacer conocer sino hacerlos efectivos. El Cordero tiene siete cuernos
(¡plenitud de poder!) y siete ojos (¡plenitud de discernimiento!) y así es el cumplimiento
de las esperanzas de renuevo de David de Isaías 11. Lo que Dios hace para la humanidad
a través del Cordero no es una triple transacción (Dios, Jesús y la humanidad), sino una
doble transacción: Dios y humanidad. Este es el entendimiento de Juan, y esta es la razón
de por qué sus imágenes evocativas de Dios y Cristo tienen la tendencia a desaparecer
una en la otra. Los "siete ojos" del Cordero (5:6) son los siete espíritus de Dios. Juan
quiere que sus oyentes-lectores entiendan bien qué tan cercana es la relación entre Cristo,
Dios y el Espíritu, para relacionar al Cristo vivo al Espíritu que habla en las iglesias, y para
relacionar este Espíritu al crucificado y exaltado Cristo.
Siendo que el Cordero opera como el poder final y último, el poder de Dios, el
Cordero conquista. Como "Cordero" es el nombre cristológico clave en el vocabulario de
Juan, de igual manera "conquistar" (nikao), también traducido "vencer", "prevalecer", "ganar
la victoria", "triunfar", "ganar el derecho", es el verbo cristológico clave. Ocurre veintitrés
veces, el doble de todos los otros libros del Nuevo Testamento combinados. El Cordero
en realidad "conquista" (3:21; 5:5; 17:14), como lo hacen los cristianos fieles (2:7, 11, 17, 26;
3:5, 12, 21; 12:11; 15:2; 21:7). En realidad, Juan explícitamente señala que "conquistar" es
lo que une a Jesús y sus seguidores (3:21), y que los cristianos "conquistan" no sólo por lo
que ellos hacen sino por lo que Jesús ha hecho (12:11).
"Conquistar" en ambos casos, aquella de Cristo y la de los cristianos, significa nada
menos que morir. Nunca en Apocalipsis designa algún juicio destructivo sobre los
enemigos de Cristo o los cristianos. Jesús estuvo frente a la corte romana, fue fiel hasta
la muerte, y esta es su victoria y su reinado. Juan llama a los cristianos a la misma
conquista mesiánica. "Conquistar" (nikao) tiene en la situación de Juan no sólo la
connotación militar y violenta, la cual redefine, pero también una connotación legal y
forénsica que también redefine: "En el contexto del Apocalipsis en su totalidad,
'conquistar' significa ser absuelto en una corte de la ley. La absolución de los fieles es
paradójica. Se espera que serán encontrados culpables en las cortes romanas locales y
ejecutados. Pero el testimonio que ellos dan y su aceptación de la muerte les ganará la
absolución que cuenta --en la corte celestial, a los ojos de la eternidad" (A. Y. Collins, The
Apocalypse, p. 14). Para los cristianos, qué significa "ganar" ha sido redefinido por la cruz
de Jesús.