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Transparency International la define de acuerdo con Gianfranco Pasquino: “se designa como
corrupción al fenómeo por medio del cual un funcionario público es impulsado a actuar de modo
distinto a los estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio
de una recompensa. Corrupto es por lo tanto el comportamiento desviado de aquel que ocupa un
papel en la estructura estatal” (Transparencia Internacional Latinoamericana y El Caribe, 1999).
Funcionario o agente público es aquella persona natural que ejerce un cargo público o estatal. Los
agentes públicos pueden ser elegidos por voto popular o bien ser designados, como subalternos de
confianza, por los funcionarios elegidos. Los agentes públicos pueden ser también funcionarios de
carrera en el Estado.
La corrupción puede ser entendida como la contaminación o perversión de una relación fiduciaria,
es decir, una relación de confianza. El agente corrupto traiciona la fe o confianza que ha sido
depositada en él, buscando su propio beneficio en lugar de velar por los intereses de los muchos
representados que le han delegado sus potestades.
En tercer lugar, dependiendo de su alcance, la corrupción puede ser generalizada o focalizada. Será
generalizada si es una práctica extendida en un determinado Estado. Ello va a menudo
acompañado con una actitud de resignación o indiferencia por parte del público general que llega
a considerar que ‘así son las cosas’. En cambio, la corrupción será focalizada si se concentra en uno
o algunos servicios públicos o instituciones.
5. La corrupción y el tamaño de los países. Algunos autores han sugerido que los países más
poblados y con territorio más extenso son más susceptibles a la corrupción que los países más
pequeños.
Sin embargo, muchos otros expertos consideran que tal suposición se basa en una selección
arbitraria de países que se ajustan a ella.
Dejando de lado las controversias en torno a manuscritos de hace más de dos mil años, no cabe
duda que la preocupación sobre corrupción existe desde tiempos inmemoriales. A manera de
ilustración, se aduce las advertencias finales de Moisés al pueblo israelita que su fortalecimiento en
la tierra prometida podría llevar a la corrupción.
Hoy, miles de años más tarde, el Banco Mundial, que ha sido la fuente externa de financiamiento
más importante de países emergentes, ha ido evolucionando su pensamiento sobre los factores
que fomentan el desarrollo. En la década de los 90, se inició un debate sobre si el Banco tenía el
mandato y la capacidad de abocarse al tema de la corrupción. Distintos expertos discutieron este
punto, incluyendo la relación entre corrupción y desarrollo económico, las causas de este flagelo y
los riesgos de la politización del Banco si entraba en esta materia. Así, el Banco empezó a tratar
este tema.
Así como hay una mano que recibe, también hay una que ofrece la corrupción – “oferta y demanda”,
como dicen los economistas. El Índice de Fuentes de Sobornos (BPI como se lo conoce por su sigla
en inglés), también ha sido elaborado por TI, clasifica los principales países exportadores e
industrias respectivas según la percepción sobre los sobornos que sus empresas pagan en el
extranjero.
Sin embargo, estas acciones se centran en formalidades que son, en el mejor de los casos,
condiciones necesarias para combatir la corrupción, pero no suficientes. Además, la creciente
disponibilidad de alternativas de financiamiento, ha generado un cuestionamiento sobre la misión
fundamental de las instituciones multilaterales. A menudo, países en desarrollo consiguen recursos
en mercados globales para financiar sus propios presupuestos o impulsar proyectos de obras
públicas, sin tener que pasar por las exigencias de prestamistas multilaterales. Por ello, hay que
reconocer las limitaciones de las entidades financieras intergubernamentales y explorar esfuerzos
mancomunados con el sector privado y la sociedad civil.
2. Gobiernos. En muchos países se han establecido políticas públicas, leyes e instituciones dirigidas
a garantizar la transparencia, en particular la libertad de acceso a la información pública, y a
combatir la corrupción. Sobre la libertad de acceso a información, en América Latina, se destacan
varios países, incluidos México, que estableció la Institución Federal de Acceso a la Información
(IFAI), en 2002, y en Chile, que creó el Consejo para la Transparencia, en 2009.
La experiencia indica que, aplicados aisladamente, estos esfuerzos pueden reducirse simplemente
a una hoja de papel sin alterar en lo fundamental el comportamiento de los actores económicos
relevantes. Por ello, estos esfuerzos deberían anclarse en:
a) Una clara política de empresas, con programas de implementación, directivas detalladas,
sistemas de supervisión y sanción interna en casos de infracción;
b) Introducción de vehículos y acciones disuasivas mediante la emisión de leyes y/o
regulaciones destinadas a reducir el poder discrecional de funcionarios públicos o privados
que suscitan condiciones de corrupción, permitiendo penalizar dichas acciones;
c) El desarrollo de normas de transparencia que permitan la fiscalización ciudadana y/o
grupos de interés afines que puedan exigir el desempeño responsable por parte de todos.
Como dice el viejo proverbio: “el sol es el mejor desinfectante”.
Los gobiernos, instituciones de desarrollo multilaterales o del sector privado suelen estar
sólidamente establecidos en tanto que la sociedad civil generalmente carece de la organización y
canales para hacer valer su parecer. Por ello Transparency International se ha orientado al
desarrollo de instituciones de la sociedad civil, métodos de fiscalización ciudadana de acciones
públicas y otras medidas para ayudar a reducir la corrupción.
5. Perspectivas futuras. Aunque hay una mayor conciencia pública sobre el problema de la
corrupción, ha habido poco avance en el combate a este flagelo. Ello se debe a que el enfoque ha
sido algo legalista, lo que implica operar a través de mecanismos que por lo general son lentos,
burocráticos y de mucha menor flexibilidad que la que se requiere para hacer frente a la destreza,
versatilidad e imaginación de los agentes que practican la corrupción, o dice el viejo lema: “hecha
la ley, hecha la trampa”.
Por ello, los esfuerzos deben reenfocarse hacia los medios de fiscalización ciudadana y del sector
privado más versátiles y diversos, así como hacia políticas económicas y sistemas de incentivos que
establezcan una mejor rendición de cuentas (accountability) de los diferentes agentes económicos.
La experiencia indica que las reformas más eficaces no tienen que ver tanto con leyes o cambios
impulsados por las elites sino, en mayor medida, con un mejor escrutinio y con cambios en los
incentivos. Por ello, es preciso llevar adelante una combinación de prevención, control y apoyo de
la comunidad local, involucrando a autoridades públicas y sectores privados. Tales esfuerzos
tendrían mejores resultados si se orientan hacia:
a) Empoderar y capacitar la sociedad civil para que pueda proteger los derechos de las
personas y grupos, así como responsabilizar a las instituciones estatales y generar o
robustecer un estado de derecho.
b) Fortalecer la administración y finanzas públicas introduciendo elementos de servicio civil
meritocrático, no burocrático, y transparente.
c) Establecer rendición de cuentas y procesos de transparencia sobre las decisiones públicas
y los procesos políticos. Es lo que en inglés se llama “accountability”, para lo cual ni
tenemos una palabra en castellano.
d) Fortalecer políticas y mecanismos de competencia, reduciendo las barreras de entrada
para que nuevas empresas y nuevas entidades de sociedad civil puedan relacionarse a base
de mérito, en vez de distintas formas corruptas como favores, pagos ilícitos, etc.
La lucha contra la corrupción ha ganado su sitial en el desarrollo de los países, pero su labor tiene
ahora que evolucionar a un ritmo tanto o más rápido que el que exhiben los agentes corruptores.
SOCIEDADES DE LA CONFIANZA
Anteriormente definimos la corrupción como el abuso de una función fiduciaria para obtener
ventajas o beneficios privados. Al mismo tiempo, definimos el término “fiduciario” como aquello
que se relaciona con la confianza entre las personas. En este apartado nos ocuparemos de la
confianza como rasgo distintivo de ciertas sociedades denominadas precisamente “sociedades de
la confianza”. Estas sociedades se caracterizan, entre otros factores, por bajos niveles de
corrupción. A continuación abordaremos 5 puntos: 1. Tipos de sociedades resistentes a la
corrupción; 2. Noción de sociedades de la confianza; 3. La confianza como “capital social”; 4.
Modalidades de confianza social; y 5. La importancia de las instituciones.
Son sociedades democráticas aquéllas que cuentan con un sistema de gobierno basado en la
soberanía popular y la regla de la mayoría, con respeto por los derechos de las minorías. En ellas,
todo ciudadano tiene un derecho igual y un deber de participar en la conducción de los asuntos
públicos. La democracia ha sido por largo tiempo más un ideal que la regla en la práctica, pero goza
de legitimidad como un modelo al cual los sistemas políticos debieran aspirar.
Por su parte, una sociedad donde hay un Estado de Derecho se caracteriza por la sujeción de todos
los poderes públicos a la ley, de modo de evitar su ejercicio arbitrario del poder. Al mismo tiempo,
se trata de un Estado en que se respetan los derechos de las personas, las normas legales son claras,
públicas y no retroactivas para que todos puedan ajustar su comportamiento a ellas, y las
decisiones de los aplicadores del derecho, es decir, los jueces, son razonablemente predecibles de
conformidad a lo que disponen las propias normas jurídicas.
2. Noción de sociedades de la confianza. A partir de la década de 1990, al tiempo que, dejada atrás
la Guerra Fría, la preocupación política y académica comenzaba a concentrarse en la lucha contra
la corrupción y por la transparencia, se comenzó a difundir la expresión “sociedades de la
confianza”. El libro del académico francés Alain Peyrefitte, publicado en 1995 bajo ese nombre, fue
muy influyente.
En una “sociedad de la confianza”, la mayoría de sus integrantes profesa la convicción de que tiene
sentido trabajar de manera cooperativa por el bien común, aún a costa de ciertas privaciones
individuales y cree también que sus compatriotas están igualmente convencidos.
Otros ejemplos de sociedades de la confianza que suelen señalarse son los de los países
escandinavos, Alemania y, en menor medida, el Reino Unido.
3. La confianza como “capital social”. Se ha definido la confianza como la creencia en otro a pesar
de eventuales riesgos. Tal como la representación política, la confianza es un elemento
indispensable para que las modernas sociedades de masas diseminadas en grandes extensiones de
territorio, puedan funcionar y desarrollarse.
De este modo, una sociedad dotada de un alto “capital social” es al mismo tiempo una “sociedad
de la confianza”, donde la disposición de sus ciudadanos a contribuir al bien común y el espíritu de
cooperación son activos tan importantes para generar riqueza como los recursos naturales y otras
ventajas comparativas de determinadas economías.
Las principales perspectivas disciplinarias para estudiar la corrupción son: 1. La ética pública; 2. El
derecho; 3. La economía; 4. La gestión o administración pública; 5. La teoría democrática; y 6. La
criminología.
1. La ética pública. En la práctica “moral” y “ética” suelen utilizarse como sinónimos, pero, en
sentido estricto, son distintas. La idea de aplicar un estándar especial de comportamiento a los
agentes públicos es muy antigua. Ya Maquiavelo proponía en El Príncipe (de inicios del siglo XVI)
que el jefe de Estado debía aplicar en los asuntos públicos no la moral cristiana, sino la astucia y la
conveniencia. Max Weber postuló que una “moral absoluta” como la del Sermón de la Montaña,
que él llama “ética de la convicción”, no debe serle aplicable al político. Éste debería optar por la
“ética de la responsabilidad”, que supone tomar en cuenta las limitaciones de la naturaleza humana
y las consecuencias probables de las decisiones que se adopten.
Desde la perspectiva de la ética pública, hay conductas que podrían ser consideradas corruptas aún
cuando no se encuentren descritas como delitos por la ley.
2. El derecho. El derecho, al igual que la moral, es un sistema normativo que busca regular el
comportamiento humano. La diferencia específica del derecho radica en que cuenta con el respaldo
de la fuerza organizada para imponer sus mandatos.
En este módulo veremos las normas de derecho que describen delitos de corrupción, y las que
promueven la transparencia y la probidad pública. También examinaremos la responsabilidad civil,
penal, administrativa y constitucional que generan los actos de corrupción.
3. La economía. A partir de segunda mitad del siglo XX, el estudio de la corrupción comenzó a
atraer la atención de los economistas. A ellos interesa considerar los factores económicos que
favorecen la corrupción, así como los efectos económicos de ésta en materia de inversión, imagen-
país, producto nacional bruto, etc.
Uno de los economistas neoliberales más destacados, Gary Becker, aplicó la teoría del “rational
choice” o de la “elección racional” al ámbito de la criminalidad. Esta teoría postula que los
individuos siempre actúan del modo más racional posible, es decir, buscando maximizar su propia
utilidad mediante un cálculo de costos y beneficios.
Según Becker, la disposición de un individuo a cometer un delito – como por ejemplo un acto de
corrupción – está determinada por los beneficios esperados del mismo versus los costos que
podrían sobrevenir en caso de ser atrapado. Si los beneficios exceden a los costos, entonces la
decisión más racional es la de cometer el delito. Por ejemplo, si aceptar un soborno permite a un
agente público ganar un millón de dólares, y si en caso de ser sorprendido la pena consiste en una
multa de medio millón de dólares, entonces la elección más racional es aceptar el soborno
ganando, en el peor de los casos, medio millón de dólares.
La lucha contra la corrupción también puede ser explicada por un cálculo de costos y beneficios. La
situación óptima se alcanzaría, no cuando se haya erradicado completamente la corrupción, sino
en el punto en que los costos de combatirla aún no son mayores que los beneficios de dicha lucha.
Si bien la economía no es la única perspectiva desde la cual se puede estudiar la corrupción, sí
permite explicar en qué consiste la corrupción, la cual es un delito de mucho cálculo, a diferencia
de los denominados “crímenes pasionales” o “crímenes de sangre”.
También se puede estudiar la corrupción desde la teoría democrática moderna, como un fenómeno
producido al interior de una sociedad democrática. Según Robert Dahl, a partir del siglo XVIII la
democracia se hizo posible en territorios de gran extensión gracias al mecanismo de la
representación.
Dado que la representación supone una relación de confianza entre el mandante y su agente, y que
la corrupción es un abuso de la confianza depositada en un representante, se puede concluir que la
corrupción atenta contra la esencia de la democracia moderna y lo que la hace posible, la
representación.
Dahl agrega que entre las características del ideal de democracia está el control ciudadano y la
existencia de fuentes de información independientes del Estado, ambas herramientas
fundamentales para la lucha contra la corrupción.
La sociología, además, postula que existen tres requisitos para que se cometa un hecho criminal:
La capacidad de delinquir del individuo, la inclinación personal del individuo hacia el crimen y la
oportunidad para cometerlo. Aplicando esto a la corrupción, se concluye que una persona que
ocupa una posición fiduciaria se encuentra capacitada para traicionar la confianza que ésta supone.
Además, en un ambiente de corrupción endémica, la oportunidad para cometer el crimen será
mucho mayor. La inclinación personal para hacerlo, dependerá de cada sujeto en particular.