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REFORMA CHILE - ESCUELA DE FORMACIÓN DE GOBIERNO

DIPLOMA: “GOBIERNO, ASUNTOS PÚBLICOS Y FE”


MÓDULO ÉTICA
UNIDAD 4: “CORRUPCIÓN Y PROBIDAD”

CORRUPCIÓN. PRECISIONES CONCEPTUALES

En este apartado abordaremos cinco puntos: 1. La definición tradicional de corrupción; 2. La


relación entre corrupción y confianza: ¿hay corrupción privada?; 3. Los tipos de corrupción; 4. Los
sectores más vulnerables a la corrupción; y 5. La relación entre corrupción y el tamaño de los países.

1. La definición tradicional de corrupción. La profesora de la Universidad de Yale, Susan Rose-


Ackerman, define la corrupción como “el abuso de la función pública para obtener ventajas o
beneficios privados”.

Transparency International la define de acuerdo con Gianfranco Pasquino: “se designa como
corrupción al fenómeo por medio del cual un funcionario público es impulsado a actuar de modo
distinto a los estándares normativos del sistema para favorecer intereses particulares a cambio
de una recompensa. Corrupto es por lo tanto el comportamiento desviado de aquel que ocupa un
papel en la estructura estatal” (Transparencia Internacional Latinoamericana y El Caribe, 1999).

Funcionario o agente público es aquella persona natural que ejerce un cargo público o estatal. Los
agentes públicos pueden ser elegidos por voto popular o bien ser designados, como subalternos de
confianza, por los funcionarios elegidos. Los agentes públicos pueden ser también funcionarios de
carrera en el Estado.

2. La relación entre corrupción y confianza. ¿Hay corrupción privada? La idea misma de


corrupción lleva a formular una pregunta obvia: “¿corrupción de qué?”. En efecto, hablar de
corrupción denota una degeneración o estado patológico. Por eso, debemos preguntarnos ¿qué es
aquello que ha sido corrompido?

La corrupción puede ser entendida como la contaminación o perversión de una relación fiduciaria,
es decir, una relación de confianza. El agente corrupto traiciona la fe o confianza que ha sido
depositada en él, buscando su propio beneficio en lugar de velar por los intereses de los muchos
representados que le han delegado sus potestades.

El agente fiduciario es delegado, por lo general, de un número elevado de personas, como el


electorado, en la política; los pequeños accionistas en una sociedad anónima administrada por un
directorio; o bien los usuarios de servicios básicos como la electricidad, la telefonía o la
administración de fondos de pensiones. Por ello, se puede decir que existe también corrupción en
el mundo privado, siempre que haya abuso de una relación de confianza o fiduciaria.
En consecuencia, se puede matizar la definición tradicional de corrupción diciendo que esta es “el
abuso de una función fiduciaria para obtener ventajas o beneficios privados”. La idea de que en
ciertos casos sería correcto hablar de “corrupción en el sector privado” es recogida por la
Convención de las Naciones Unidas Contra la Corrupción, de 2003. Naturalmente, no todo delito
de alcances económicos que no suponga la participación de funcionarios públicos puede ser
llamado ‘corrupción’, sino que corresponde designarlos como fraude, hurto, apropiación indebida,
robo, etc., según sea el caso. Pero sí hay formas de traición de una confianza fiduciaria en el mundo
privado que merecen la denominación de corrupción.

3. Tipos de corrupción. La corrupción puede clasificarse de acuerdo a variados criterios.


En primer lugar, según su alcance geográfico, la corrupción puede ser local, nacional o
internacional. La corrupción local es aquella que tiene lugar en alguna región, ciudad o distrito,
frecuentemente en las municipalidades. Corrupción nacional es la que ocurre en los órganos
centrales del Estado. Por último, corrupción internacional se refiere principalmente a las prácticas
(generalmente de soborno) en las relaciones entre empresas transnacionales que ejecutan grandes
proyectos en distintos países y funcionarios del país respectivo.

También se puede distinguir entre corrupción “endémica” y “episódica”. La corrupción endémica


es aquella que se encuentra arraigada en los hábitos culturales y en las prácticas de los agentes que
desempeñan una función fiduciaria en una determinada institución, región o país. Este tipo de
corrupción es extremadamente difícil de erradicar. Una de las razones de esta dificultad es que los
agentes públicos llegan a considerar que los ingresos por corrupción son parte integral de su
remuneración; por tanto, si el Estado en teoría acabase con la corrupción, se supone que debería
suplir lo que los agentes públicos dejan de percibir por actos ilícitos. Existen, por supuesto, otras
muchas razones, principalmente relacionadas con hábitos inveterados y con la cultura cívica (o falta
de ella) de una nación. La corrupción episódica, por el contrario, es la que responde a factores
circunstanciales, como el establecimiento de un gobierno autoritario. Desaparecidos tales factores,
esta modalidad de corrupción puede ser superada.

En tercer lugar, dependiendo de su alcance, la corrupción puede ser generalizada o focalizada. Será
generalizada si es una práctica extendida en un determinado Estado. Ello va a menudo
acompañado con una actitud de resignación o indiferencia por parte del público general que llega
a considerar que ‘así son las cosas’. En cambio, la corrupción será focalizada si se concentra en uno
o algunos servicios públicos o instituciones.

4. Sectores más vulnerables frente a la corrupción. Existen sectores o actividades dentro de un


país en los cuales la corrupción se presenta con mayor frecuencia; se trata, por lo general, de
instituciones o campos que están en contacto más directo con el público y cuyas decisiones pueden
afectar a las personas económicamente o hacer caer sobre ellas el peso de la ley. En estos casos, la
modalidad de corrupción es, generalmente, la del soborno o extorsión. Algunos ejemplos de estos
sectores son:
a. Las adquisiciones públicas.- En este ámbito los postulantes o proveedores particulares
aspiran a adjudicarse propuestas y contratos públicos, muchas veces cuantiosos, que
pueden significar un importante impacto en sus márgenes de utilidad o incluso en la
subsistencia económica de sus empresas.

b. Servicios de aduanas.- Estos servicios rigen las importaciones y exportaciones,


involucrando, por tanto, intereses económicos de personas o empresas.

c. La Policía.- Un sector históricamente afectado por la corrupción es la policía, pues la


potestad de los funcionarios policiales para hacer cumplir la ley puede resultar, en el último
término, en la aplicación de multas o en peores consecuencias. Por ello, en muchos países,
esta actividad es campo propicio para la corrupción, generalmente bajo la forma de
soborno o extorsión.

d. El Poder Judicial.- La judicatura también suele verse afectada por el fenómeno de la


corrupción, toda vez que los jueces tienen por función definir quién habrá de ganar
determinada disputa, o bien ser condenado o absuelto en un juicio penal. Por ello, hay
riesgo que personas interesadas busquen asegurar un resultado a su favor ofreciendo
ventajas indebidas al juez, o que éste mismo las solicite.

5. La corrupción y el tamaño de los países. Algunos autores han sugerido que los países más
poblados y con territorio más extenso son más susceptibles a la corrupción que los países más
pequeños.

Sin embargo, muchos otros expertos consideran que tal suposición se basa en una selección
arbitraria de países que se ajustan a ella.

En efecto, algunos países grandes están bien catalogados en el ranking de percepción de


corrupción publicado por Transparency International en 2014. De un universo de 175 países,
Estados Unidos (con 316 millones de habitantes) ocupa el lugar 17. Por el contrario, muchos países
pequeños se ubican en las peores posiciones del mismo ranking, tales como Albania (con 3 millones
de habitantes) que ocupa el lugar 110; Papúa Nueva Guinea (con 7 millones de habitantes), ubicada
en el lugar 145; Paraguay (con 6 millones de habitantes), situado en el lugar 150; Guinea-Bisáu (con
1.5 millones de habitantes), que ocupa el lugar 161; o Eritrea (con 4 millones de habitantes), en el
lugar 166.
ANTICORRUPCIÓN Y GOBERNANZA

Dejando de lado las controversias en torno a manuscritos de hace más de dos mil años, no cabe
duda que la preocupación sobre corrupción existe desde tiempos inmemoriales. A manera de
ilustración, se aduce las advertencias finales de Moisés al pueblo israelita que su fortalecimiento en
la tierra prometida podría llevar a la corrupción.

Hoy, miles de años más tarde, el Banco Mundial, que ha sido la fuente externa de financiamiento
más importante de países emergentes, ha ido evolucionando su pensamiento sobre los factores
que fomentan el desarrollo. En la década de los 90, se inició un debate sobre si el Banco tenía el
mandato y la capacidad de abocarse al tema de la corrupción. Distintos expertos discutieron este
punto, incluyendo la relación entre corrupción y desarrollo económico, las causas de este flagelo y
los riesgos de la politización del Banco si entraba en esta materia. Así, el Banco empezó a tratar
este tema.

Paralelamente, en 1993, se creó una entidad independiente no gubernamental, Transparency


International (TI), liderada por varios dirigentes que habían salido del Banco Mundial. Una de las
primeras medidas de TI fue la preparación del Índice de Percepción de Corrupción (IPC, como se le
conoce), una “encuesta de encuestas” de opinión sobre la magnitud de la corrupción en unos 120
países (en 2014 ya habían 175 países incluidos), que refleja las percepciones de empresarios,
analistas de riesgo, especialistas financieros y otros, acerca de la situación de corrupción de cada
país.

Así como hay una mano que recibe, también hay una que ofrece la corrupción – “oferta y demanda”,
como dicen los economistas. El Índice de Fuentes de Sobornos (BPI como se lo conoce por su sigla
en inglés), también ha sido elaborado por TI, clasifica los principales países exportadores e
industrias respectivas según la percepción sobre los sobornos que sus empresas pagan en el
extranjero.

Ambos índices mostraban lo generalizado que es el problema de la corrupción, especialmente en


los países de bajo y mediano ingreso, incluyendo naciones con creciente presencia económica y
política internacional como Rusia, China e India. Igualmente notoria es la prevalencia de prácticas
corruptas en los sectores de obras públicas, seguidos por la industria militar e industrias extractivas,
sectores en los que hay mucho dinero y poca gente involucrada en las decisiones.

1. Organizaciones Intergubernamentales. Desde mediados de los 90’s se han tomado varias


iniciativas a nivel internacional orientadas a la lucha contra la corrupción:
a) La adopción de la Convención Inter-Americana Contra la Corrupción, de 1996,
comprometió a los países firmantes a promulgar diversas leyes, incluyendo una sobre la
cooperación en la extradición de casos de corrupción.
b) Los países de la OCDE firmaron, en 1997, el Convenio de Lucha Contra la Corrupción de
Agentes Públicos Extranjeros en las Transacciones Comerciales Internacionales,
criminalizando el soborno internacional.
c) En 2003, se suscribió la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, que es
bastante más completa que las anteriores; tras el ataque terrorista contra Estados Unidos
el 11 de septiembre de 2001, dicho país se abrió en mayor medida a la cooperación
internacional, principalmente para combatir el lavado de dinero y el financiamiento del
terrorismo. En 2003 también, la Unión Africana adoptó la Convención para Prevenir y
Combatir la Corrupción.
d) Los bancos internacionales de desarrollo han empezado a apoyar reformas del sector
público para combatir la corrupción. El Fondo Monetario Internacional adoptó una política
para fortalecer la lucha contra la corrupción en países prestatarios, incluyendo restricciones
de operaciones en países donde el nivel de corrupción afecta materialmente el desarrollo y
el desempeño económico.

Sin embargo, estas acciones se centran en formalidades que son, en el mejor de los casos,
condiciones necesarias para combatir la corrupción, pero no suficientes. Además, la creciente
disponibilidad de alternativas de financiamiento, ha generado un cuestionamiento sobre la misión
fundamental de las instituciones multilaterales. A menudo, países en desarrollo consiguen recursos
en mercados globales para financiar sus propios presupuestos o impulsar proyectos de obras
públicas, sin tener que pasar por las exigencias de prestamistas multilaterales. Por ello, hay que
reconocer las limitaciones de las entidades financieras intergubernamentales y explorar esfuerzos
mancomunados con el sector privado y la sociedad civil.

2. Gobiernos. En muchos países se han establecido políticas públicas, leyes e instituciones dirigidas
a garantizar la transparencia, en particular la libertad de acceso a la información pública, y a
combatir la corrupción. Sobre la libertad de acceso a información, en América Latina, se destacan
varios países, incluidos México, que estableció la Institución Federal de Acceso a la Información
(IFAI), en 2002, y en Chile, que creó el Consejo para la Transparencia, en 2009.

3. Sector privado. Muchas empresas han adoptado programas de anticorrupción y códigos de


conducta, sin que ello haya sido particularmente efectivo. Una oleada de códigos de conducta
globales, sectoriales o profesionales ha emergido en respuesta a estas preocupaciones. Entre estos
documentos hay algunos que procuran regular la conducta ética de corporaciones multinacionales,
códigos sectoriales (como, por ejemplo, normas para el sector minero a través de asociaciones
mineras, o iniciativas de transparencia de industrias extractivas, como la conocida EITI, Extractive
Industry Transparency Initiative) así como, también normas y códigos profesionales.

La experiencia indica que, aplicados aisladamente, estos esfuerzos pueden reducirse simplemente
a una hoja de papel sin alterar en lo fundamental el comportamiento de los actores económicos
relevantes. Por ello, estos esfuerzos deberían anclarse en:
a) Una clara política de empresas, con programas de implementación, directivas detalladas,
sistemas de supervisión y sanción interna en casos de infracción;
b) Introducción de vehículos y acciones disuasivas mediante la emisión de leyes y/o
regulaciones destinadas a reducir el poder discrecional de funcionarios públicos o privados
que suscitan condiciones de corrupción, permitiendo penalizar dichas acciones;
c) El desarrollo de normas de transparencia que permitan la fiscalización ciudadana y/o
grupos de interés afines que puedan exigir el desempeño responsable por parte de todos.
Como dice el viejo proverbio: “el sol es el mejor desinfectante”.

4. Sociedad civil. Un número creciente de organizaciones no gubernamentales pro transparencia


y contra la corrupción está surgiendo y evolucionando en torno a intereses comunes. Cámaras de
comercio, asociaciones profesionales o religiosas y otras organizaciones no gubernamentales están
influyendo en el debate público, formando redes y alianzas, y fiscalizando gobiernos y empresas.

Lo que legitima dichas organizaciones es su foco en temas no adecuadamente representados en el


proceso político y en problemas que están fuera del alcance o la capacidad de los mecanismos
oficiales; sucede, al mismo tiempo, que la mera operación de las fuerzas del mercado no da los
resultados deseados. Además, los objetivos de estas organizaciones no se basan en el interés
individual o la generación de utilidades, sino en la dedicación a áreas de interés público, como lo es
el combate a la corrupción.

Los gobiernos, instituciones de desarrollo multilaterales o del sector privado suelen estar
sólidamente establecidos en tanto que la sociedad civil generalmente carece de la organización y
canales para hacer valer su parecer. Por ello Transparency International se ha orientado al
desarrollo de instituciones de la sociedad civil, métodos de fiscalización ciudadana de acciones
públicas y otras medidas para ayudar a reducir la corrupción.

5. Perspectivas futuras. Aunque hay una mayor conciencia pública sobre el problema de la
corrupción, ha habido poco avance en el combate a este flagelo. Ello se debe a que el enfoque ha
sido algo legalista, lo que implica operar a través de mecanismos que por lo general son lentos,
burocráticos y de mucha menor flexibilidad que la que se requiere para hacer frente a la destreza,
versatilidad e imaginación de los agentes que practican la corrupción, o dice el viejo lema: “hecha
la ley, hecha la trampa”.

Por ello, los esfuerzos deben reenfocarse hacia los medios de fiscalización ciudadana y del sector
privado más versátiles y diversos, así como hacia políticas económicas y sistemas de incentivos que
establezcan una mejor rendición de cuentas (accountability) de los diferentes agentes económicos.

La experiencia indica que las reformas más eficaces no tienen que ver tanto con leyes o cambios
impulsados por las elites sino, en mayor medida, con un mejor escrutinio y con cambios en los
incentivos. Por ello, es preciso llevar adelante una combinación de prevención, control y apoyo de
la comunidad local, involucrando a autoridades públicas y sectores privados. Tales esfuerzos
tendrían mejores resultados si se orientan hacia:
a) Empoderar y capacitar la sociedad civil para que pueda proteger los derechos de las
personas y grupos, así como responsabilizar a las instituciones estatales y generar o
robustecer un estado de derecho.
b) Fortalecer la administración y finanzas públicas introduciendo elementos de servicio civil
meritocrático, no burocrático, y transparente.
c) Establecer rendición de cuentas y procesos de transparencia sobre las decisiones públicas
y los procesos políticos. Es lo que en inglés se llama “accountability”, para lo cual ni
tenemos una palabra en castellano.
d) Fortalecer políticas y mecanismos de competencia, reduciendo las barreras de entrada
para que nuevas empresas y nuevas entidades de sociedad civil puedan relacionarse a base
de mérito, en vez de distintas formas corruptas como favores, pagos ilícitos, etc.

La lucha contra la corrupción ha ganado su sitial en el desarrollo de los países, pero su labor tiene
ahora que evolucionar a un ritmo tanto o más rápido que el que exhiben los agentes corruptores.

SOCIEDADES DE LA CONFIANZA

Anteriormente definimos la corrupción como el abuso de una función fiduciaria para obtener
ventajas o beneficios privados. Al mismo tiempo, definimos el término “fiduciario” como aquello
que se relaciona con la confianza entre las personas. En este apartado nos ocuparemos de la
confianza como rasgo distintivo de ciertas sociedades denominadas precisamente “sociedades de
la confianza”. Estas sociedades se caracterizan, entre otros factores, por bajos niveles de
corrupción. A continuación abordaremos 5 puntos: 1. Tipos de sociedades resistentes a la
corrupción; 2. Noción de sociedades de la confianza; 3. La confianza como “capital social”; 4.
Modalidades de confianza social; y 5. La importancia de las instituciones.

1. Tipos de sociedades resistentes a la corrupción. En términos generales las sociedades


democráticas, en las que se respeta el Estado de Derecho y que ostentan altos niveles de confianza
son mucho menos propensas a la corrupción. Cuando ésta existe (y en todo lugar existe en algún
grado) se presenta en niveles muy bajos y tolerables.

Son sociedades democráticas aquéllas que cuentan con un sistema de gobierno basado en la
soberanía popular y la regla de la mayoría, con respeto por los derechos de las minorías. En ellas,
todo ciudadano tiene un derecho igual y un deber de participar en la conducción de los asuntos
públicos. La democracia ha sido por largo tiempo más un ideal que la regla en la práctica, pero goza
de legitimidad como un modelo al cual los sistemas políticos debieran aspirar.

Por su parte, una sociedad donde hay un Estado de Derecho se caracteriza por la sujeción de todos
los poderes públicos a la ley, de modo de evitar su ejercicio arbitrario del poder. Al mismo tiempo,
se trata de un Estado en que se respetan los derechos de las personas, las normas legales son claras,
públicas y no retroactivas para que todos puedan ajustar su comportamiento a ellas, y las
decisiones de los aplicadores del derecho, es decir, los jueces, son razonablemente predecibles de
conformidad a lo que disponen las propias normas jurídicas.

2. Noción de sociedades de la confianza. A partir de la década de 1990, al tiempo que, dejada atrás
la Guerra Fría, la preocupación política y académica comenzaba a concentrarse en la lucha contra
la corrupción y por la transparencia, se comenzó a difundir la expresión “sociedades de la
confianza”. El libro del académico francés Alain Peyrefitte, publicado en 1995 bajo ese nombre, fue
muy influyente.

En una “sociedad de la confianza”, la mayoría de sus integrantes profesa la convicción de que tiene
sentido trabajar de manera cooperativa por el bien común, aún a costa de ciertas privaciones
individuales y cree también que sus compatriotas están igualmente convencidos.

Se trata de lo que ya Alexis de Tocqueville, en su magistral obra La Democracia en América, de


1835, denominaba “la doctrina del interés bien entendido”. Por este concepto, de Tocqueville
entiende un sistema de pensamiento o visión del mundo en virtud del cual las personas en una
sociedad consideran que vale la pena hacer ciertos sacrificios personales en beneficio del bien
común, pues dicho bien común es, en último término, su propio bien; es importante que esta
identidad de intereses entre la parte y el todo sea correctamente comprendida por las personas.
De Tocqueville sostiene que se trata de una doctrina sana, que si bien no hace virtuosos a los
ciudadanos, al menos los vuelve sobrios, precavidos y autónomos, al tiempo que los aleja de los
vicios más nocivos para la sociedad, entre ellos la corrupción.

Es frecuente que se cite como un caso paradigmático de sociedad de la confianza, la República


holandesa a partir de la unión de las Siete Provincias, a fines del siglo XVI. Holanda se elevó como
una nación pujante que triunfó en los ámbitos geopolítico, comercial y cultural, perfilándose en el
presente como una de las sociedades más avanzadas del mundo. Actualmente, según el índice
internacional de confianza llamado “World Values Survey”, Holanda encabeza el ranking de
confianza entre ciudadanos, con un 66%.

Otros ejemplos de sociedades de la confianza que suelen señalarse son los de los países
escandinavos, Alemania y, en menor medida, el Reino Unido.

3. La confianza como “capital social”. Se ha definido la confianza como la creencia en otro a pesar
de eventuales riesgos. Tal como la representación política, la confianza es un elemento
indispensable para que las modernas sociedades de masas diseminadas en grandes extensiones de
territorio, puedan funcionar y desarrollarse.

Robert Putnam, seguidor de de Tocqueville y uno de los pioneros en el estudio de la corrupción a


comienzos de la década de 1990, define el concepto de “capital social” como un bien público
consistente en todos aquellos rasgos de la organización social que permiten aumentar la eficiencia
mediante acciones coordinadas. Entre dichos rasgos, Putnam indica la confianza.

De este modo, una sociedad dotada de un alto “capital social” es al mismo tiempo una “sociedad
de la confianza”, donde la disposición de sus ciudadanos a contribuir al bien común y el espíritu de
cooperación son activos tan importantes para generar riqueza como los recursos naturales y otras
ventajas comparativas de determinadas economías.

4. Modalidades de confianza social. En la literatura especializada sobre capital social se distinguen


dos tipos de confianza: la confianza social, esto es, la confianza existente en la relación horizontal
entre los ciudadanos; y la confianza política, que es aquella que se da en la relación vertical entre
los ciudadanos y los líderes políticos.
Teniendo lo anterior en cuenta, se puede clasificar la confianza de acuerdo al objeto o destinatario
de la misma, del siguiente modo:
a) Confianza en las instituciones públicas, en la medida que se ajusten a la ley, que sean
transparentes, que no abusen de sus funciones y que no incurran en conductas corruptas.
b) Confianza en los conciudadanos, en tanto compañeros en una empresa sociopolítica
común que beneficia a todos y que requiere de coordinación, de honestidad en el
cumplimiento de las reglas y de un espíritu de trabajo en equipo.
c) Confianza en la necesidad y buen funcionamiento del marco regulatorio existente, lo cual
supone un cumplimiento voluntario de las leyes, incluyendo las normas del derecho penal
y aquellas que imponen a los ciudadanos el deber de soportar ciertas cargas, como los
impuestos y el servicio militar.

5. La importancia de las instituciones. Existen dos teorías acerca de la importancia de las


instituciones para configurar el capital social. La primera de ellas postula que el capital social se
forma “desde abajo”, es decir, a partir de los contextos socio- culturales determinados, teniendo
las instituciones poca o ninguna incidencia. La segunda, plantea que el capital social se puede
construir “desde arriba”, esto es, desde las instituciones jurídicas, económicas y políticas que son
creadas en una sociedad y que pueden modelar patrones socio-culturales.

Se suele ubicar a Susan Rose-Ackerman entre quienes adhieren a la segunda teoría


institucionalista, mientras que se señala a Francis Fukuyama y al ya mencionado Robert Putnam
como representantes del enfoque socio-cultural. No obstante, el propio Putnam sostiene que no se
debe caer en la desesperanza cuando se acepta que el capital social se construye desde las bases
sociales, toda vez que admite que también es posible que una reforma en las instituciones
repercuta en un cambio de patrones sociales en la práctica.
PERSPECTIVAS DISCIPLINARIAS PARA ABORDAR EL ESTUDIO DE LA CORRUPCIÓN

Las principales perspectivas disciplinarias para estudiar la corrupción son: 1. La ética pública; 2. El
derecho; 3. La economía; 4. La gestión o administración pública; 5. La teoría democrática; y 6. La
criminología.

1. La ética pública. En la práctica “moral” y “ética” suelen utilizarse como sinónimos, pero, en
sentido estricto, son distintas. La idea de aplicar un estándar especial de comportamiento a los
agentes públicos es muy antigua. Ya Maquiavelo proponía en El Príncipe (de inicios del siglo XVI)
que el jefe de Estado debía aplicar en los asuntos públicos no la moral cristiana, sino la astucia y la
conveniencia. Max Weber postuló que una “moral absoluta” como la del Sermón de la Montaña,
que él llama “ética de la convicción”, no debe serle aplicable al político. Éste debería optar por la
“ética de la responsabilidad”, que supone tomar en cuenta las limitaciones de la naturaleza humana
y las consecuencias probables de las decisiones que se adopten.

Desde la perspectiva de la ética pública, hay conductas que podrían ser consideradas corruptas aún
cuando no se encuentren descritas como delitos por la ley.

2. El derecho. El derecho, al igual que la moral, es un sistema normativo que busca regular el
comportamiento humano. La diferencia específica del derecho radica en que cuenta con el respaldo
de la fuerza organizada para imponer sus mandatos.
En este módulo veremos las normas de derecho que describen delitos de corrupción, y las que
promueven la transparencia y la probidad pública. También examinaremos la responsabilidad civil,
penal, administrativa y constitucional que generan los actos de corrupción.

3. La economía. A partir de segunda mitad del siglo XX, el estudio de la corrupción comenzó a
atraer la atención de los economistas. A ellos interesa considerar los factores económicos que
favorecen la corrupción, así como los efectos económicos de ésta en materia de inversión, imagen-
país, producto nacional bruto, etc.
Uno de los economistas neoliberales más destacados, Gary Becker, aplicó la teoría del “rational
choice” o de la “elección racional” al ámbito de la criminalidad. Esta teoría postula que los
individuos siempre actúan del modo más racional posible, es decir, buscando maximizar su propia
utilidad mediante un cálculo de costos y beneficios.

Según Becker, la disposición de un individuo a cometer un delito – como por ejemplo un acto de
corrupción – está determinada por los beneficios esperados del mismo versus los costos que
podrían sobrevenir en caso de ser atrapado. Si los beneficios exceden a los costos, entonces la
decisión más racional es la de cometer el delito. Por ejemplo, si aceptar un soborno permite a un
agente público ganar un millón de dólares, y si en caso de ser sorprendido la pena consiste en una
multa de medio millón de dólares, entonces la elección más racional es aceptar el soborno
ganando, en el peor de los casos, medio millón de dólares.
La lucha contra la corrupción también puede ser explicada por un cálculo de costos y beneficios. La
situación óptima se alcanzaría, no cuando se haya erradicado completamente la corrupción, sino
en el punto en que los costos de combatirla aún no son mayores que los beneficios de dicha lucha.
Si bien la economía no es la única perspectiva desde la cual se puede estudiar la corrupción, sí
permite explicar en qué consiste la corrupción, la cual es un delito de mucho cálculo, a diferencia
de los denominados “crímenes pasionales” o “crímenes de sangre”.

4. La gestión o administración pública. La teoría política contemporánea utiliza el concepto de


“gobernanza” para referirse al entramado de tradiciones e instituciones por medio de las cuales se
ejerce la autoridad en una comunidad determinada (siendo similar al clásico concepto del “arte de
gobernar”). A instancias del Banco Mundial, en la década de 1990 se instaló la noción de “buena
gobernanza” como requisito mínimo para que un país pueda recibir ayuda financiera internacional.
El concepto de buena gobernanza implica, entre otras cosas, la ausencia o existencia muy reducida
de actos de corrupción en las instituciones de un Estado. De acuerdo a la UNESCO, las ocho
características de la buena gobernanza en un país son: (i) Participación política; (ii) Transparencia
pública; (iii) Efectividad y eficiencia de la gestión pública; (iv) Capacidad de respuesta de las
instituciones públicas; (v) Rendición de cuentas por las autoridades públicas; (vi) La existencia de
consensos sociales mínimos; (vii) La equidad y la inclusión social; y (viii) El Estado de Derecho.

5. La teoría democrática. En la teoría democrática, la “corrupción” es un concepto que se puede


aplicar al gobierno democrático en sí mismo. Así, Aristóteles sostuvo que la corrupción de la forma
democrática de gobierno es la demagogia, en que el bien común cede paso al capricho de las
masas.

También se puede estudiar la corrupción desde la teoría democrática moderna, como un fenómeno
producido al interior de una sociedad democrática. Según Robert Dahl, a partir del siglo XVIII la
democracia se hizo posible en territorios de gran extensión gracias al mecanismo de la
representación.

Dado que la representación supone una relación de confianza entre el mandante y su agente, y que
la corrupción es un abuso de la confianza depositada en un representante, se puede concluir que la
corrupción atenta contra la esencia de la democracia moderna y lo que la hace posible, la
representación.

Dahl agrega que entre las características del ideal de democracia está el control ciudadano y la
existencia de fuentes de información independientes del Estado, ambas herramientas
fundamentales para la lucha contra la corrupción.

6. La criminología. La criminología es el estudio del fenómeno criminal desde una perspectiva


descriptiva, es decir, de lo que es, a diferencia de una perspectiva prescriptiva como la usada por el
derecho, que busca marcar un deber ser.
Entre las causas de la criminalidad, la sociología identifica la falta de adaptación o identificación
con el sistema social general, así como el aprendizaje de ciertos comportamientos criminales
adquiridos de los pares, en grupos sociales reducidos.

La sociología, además, postula que existen tres requisitos para que se cometa un hecho criminal:
La capacidad de delinquir del individuo, la inclinación personal del individuo hacia el crimen y la
oportunidad para cometerlo. Aplicando esto a la corrupción, se concluye que una persona que
ocupa una posición fiduciaria se encuentra capacitada para traicionar la confianza que ésta supone.
Además, en un ambiente de corrupción endémica, la oportunidad para cometer el crimen será
mucho mayor. La inclinación personal para hacerlo, dependerá de cada sujeto en particular.

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