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Semilla de crápula

Consejos para los educadores


que quieran cultivarla

fernand deligny
con ilustraciones del autor

Acompañado por: César González,


colectivo Juguetes Perdidos, Diego Valeriano

traducción: sebastián puente

ADELANTO DE PRENSA
Deligny, Fernand
Semilla de crápula : consejos para los educadores que quieran cultivarla / Fernand Deligny
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Cactus ; Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Tinta Limon, 2017.
80 p.; 20 x 14 cm - (Dispares)

Traducción de: Sebastián Puente.


ISBN 978-987-3831-23-2

1. Educación. 2. Guía del Docente. I. Puente, Sebastián, trad. II. Título.


CDD 371.1

Cet ouvrage, a bénéficié du soutien des Programmes


d'aide à la publication de l’Institut Français,

Esta obra, fue beneficiada por el apoyo de los Programas


de ayuda a la publicación del Institut Français,

Título original: Graine de crapule


Autor: Fernand Deligny

© DUNOD, Paris, 2004, nouvelle présentation


DUNOD éditeur - 5, rue Laromiguière -75005 Paris.
© 2017 Editorial Cactus / Tinta Limón Ediciones

Traducción: Sebastián Puente

Diseño de colección: Juan Pablo Fernández


Ilustraciones: Fernand Deligny
Maquetación: Manuel Ądduci
Impresión: Gráfica MPS

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723


isbn: 978-987-3831-23-2
1ra. edición en castellano – Buenos Aires, octubre de 2017

impreso en argentina | printed in argentina


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índice

Presentación�����������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������7

fernand deligny
Sémilla de crápula�������������������������������������������������������������������������������������������������������13

El conflicto eterno entre los unos y los otros����������53


(César González)
San deligny������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������������65
(Colectivo Juguetes Perdidos)
Escuela intervenida y emancipada�����������������������������������������������������77
(Diego Valeriano)
Presentación

Fernand Deligny (1913-1996) no tiene diplomas para pre-


sentarse. Tiene oficio. Hospitales psiquiátricos, profesor de
niños inadaptados, retrasados e idiotas, director pedagógi-
co de centros para niños delincuentes, coordinador de una
red de acogida para niños autistas. Todo el espectro de los
pibes-problema. Lo que tiene como oficio no es la acumula-
ción de saberes técnicos que viene con el tiempo, sino una
sensibilidad y una destreza para pararse haciendo equili-
brio, para buscar un modo de hacer pie entre los pibes sin
apoyarse en los facilismos ineficaces de la educación para
la Disciplina o para la Libertad. Un realismo despiadado y
amoroso, un pragmatismo sin muchas expectativas, abierto
a lo impredecible. Siembra el desconcierto.
En Semilla de crápula, publicado en 1945, mientras es di-
rector pedagógico del Centro de observación y selección para
niños inadaptados de la región de Lille, aparecen en primer
plano esa sensibilidad y esa destreza que lo acompañarán
toda su vida. Y nuestro desconcierto. Es literalmente un libro
de consejos para los que lidian día a día con pibes, una guía
muy práctica, pero no se sabe bien para qué. Y la Educación,
en cambio, es el reino de los Objetivos, las Estrategias, los
Planes, el gran reino de todo es Futuro. ¿Hay educación sin
Proyecto? ¿Y entonces para qué se educa?
“Es un oficio de planchadora”, dice Deligny. Linda figura.
Los adultos apoyamos con indiferencia el peso de nuestros
Proyectos sobre los pibes, y entonces los pibes se nos dan

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arrugados, mal plegados, enroscados como proyectos de Pro-
yectos: proyectos de adaptación, de inserción, o de supervi-
vencia adulta, o de compromiso y crítica adulta, o de buen
revolucionario adulto... O también como proyectos amena-
zantes: proyectos de crápula, semillas de maldad.
Semilla de crápula es la guía práctica del planchado. Acá
no hay Justicia, hay secretarios de juzgado y un director de
prisión que hacen su trabajo con la misma dosis de pulcritud
y desidia. No hay Sociedad, hay una abuela cómplice, unos
tíos hartos, siete hermanos en una pieza, burócratas pacatos
y asustados, y educadores despistados. Y principalmente no
hay Educandos, niños-proyecto. Hay los pibes que hay: los
apáticos ante cualquier valor, sea cual sea, los obedientes
por entregados, los pasados de vivacidad, los hábiles para
algo inútil o delictivo, tan egoístas y celosos entre ellos como
compinches indestructibles, audaces y miedosos al mismo
tiempo, estrategas calculadores con el corazón lleno de bue-
nas intenciones un poco deformes.
Este libro de consejos, escrito en la precariedad social y
estatal de la Francia de posguerra, llega acompañado a la Ar-
gentina actual. César González lo lleva a pasear por los “te-
rritorios”, ese espacio institucional en el que los educadores,
los trabajadores sociales, los operadores convivenciales, los
militantes, entran en conflicto con las potencias fisiológicas,
físicas, léxicas y gestuales de los pibes. El Colectivo Juguetes
Perdidos lo toma como aliado para pensar el vínculo más
como contagio que como formación buenista, para ir al en-
cuentro de las fuerzas silvestres que mueven los rajes y las
fabulaciones de los pibes, que le arrojan preguntas urgentes
a nuestros modos de vida y se ofrecen como energía para
fisurar la “vida mula”. Diego Valeriano lo lleva a conocer una
escuela pública de lo más ordinaria con pibes ordinarios: la
escuela amenazante, irreconocible, espantosa y festiva que
hacen los pibes mientras crecen, la escuela que interfiere la
educación como intervención.

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¿Para que se educa entonces? Para que crezcan. No los
proyectos. Para que crezcan ellos, esos pibes, ni transparen-
tes para los modelos de adultez, ni resistentes heroicos a
ellos. Los pibes refractarios, los aliados.

Tinta Limón / Cactus

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Semilla de crápula
Consejos para los educadores
que quieran cultivarla

fernand deligny
semilla de crápula

Para consolarte.
Si tuvieras éxito, serías más fuerte que la estupidez.

Érase un asno, adulto desde hacía algunos años y maestro de es-


cuela de profesión, que le pegaba a menudo a los jóvenes cor-
deros porque sus orejas no crecían lo suficientemente rápido.
A su lado, un viejo geranio le enseñaba a jóvenes scabio-
sas cómo debían ponerse rojas.
Asignado al mismo trabajo, un viejo mirlo le enseñaba a
jóvenes lechuzas los secretos del buen canto.
Y ese Centro de reeducación era célebre en el mundo en-
tero, si no por la eficacia de los resultados obtenidos, por la
excelencia de sus métodos.

Érase un corazón de niño, poblado de buenas intenciones, vi-


vaces, discretas, y un poco deformes, como un pueblo de ena-
nos en un viejo bosque.
Pasó un día un adulto, que salmodiaba con una voz grave
buenos consejos y capítulos de moral.
Con solo haber escuchado su nombre proferido por esa
voz sonora, todos los enanitos han muerto de miedo.
Adultos, sean menos bulliciosos.

Cuenta con la fatiga que te asaltará un anochecer, con las


ganas de resoplar como lo hacen los caballos y el deseo de
marchar hacia el horizonte hasta el país de los niños sanos,
nobles y armoniosos, regordetes y bronceados por el sol.
Al día siguiente estarás allí una hora más temprano que
de costumbre a modo de disculpa.

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fernand deligny

Una vaca da a luz un ternero con cinco patas.


Cada vez que pasaba por el establo, el granjero le daba
cuatro o cinco bastonazos en la pata adicional.
La granjera quería mandar al ternero al catecismo para
que aprenda que una pata de sobra es un defecto muy malo.
La hija mayor llevaba a sus amigos, que se descosían de
risa o ponían carita de asco.
¡Hacen así, así muchos reformatorios!1

1 Ainsi font – font – font bien des maisons d’education! Deligny toma el es-
tribillo y la rima, que se pierde en la traducción, de una canción popular
infantil que se juega con movimientos de manos, similar a nuestra “Saco
una manito”: Ainsi font, font, font / Les petites marionnettes / Ainsi font,
font, font / Trois petits tours et puis s’en vont. [N. del t.]

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semilla de crápula

Su padre ya ha pasado ocho años en prisión; su madre, dos años


en el hospital; y él todavía quisiera, ese pequeño exigente,
que la Sociedad se ocupe de él.

Quizás sería preferible ver, junto a los niños desgraciados, a


viejos presidiarios engalanados con el título de educadores
antes que a algunas “almas” de buena voluntad.
Pues si unos pueden quitar el gusto por el vicio, los otros
quitan el gusto por la vida honesta.

Viven de a nueve en dos piezas. El padre está siempre enfermo


y la madre espera siempre otro hermanito.
El mayor es detenido por mendicidad. Te lo encomien-
dan. Lo sermoneas.
Podrías también ofrecerle al padre unos guantes de peca-
rí y a la madre un estuche de manicura en marfil.

Érase una pequeña sardina que no sabía nadar.


La pusieron en una lata, bien calzada entre otras dos. El
colmo de la atención, le agregaron un poco de aceite.
¡Qué feliz estaba la pequeña sardina!
Envejeció tres años. Abrieron la lata. Pero nadie intentó
nunca más hacerla nadar. Pues se trataba de una pequeña
sardina y no de un niño delincuente.

Una nación que tolera villas miseria, las cloacas a cielo abier-
to, las clases superpobladas, y que se atreve a castigar a los
jóvenes delincuentes, me hace pensar en esa vieja borracha
que vomitaba sobre sus pibes a lo largo de la semana y le
daba una bofetada al más pequeño, circunstancialmente, un
domingo, porque había babeado su delantal.

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