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real1.

(Del lat. res, rei).


1. adj. Que tiene existencia verdadera y efectiva.
□ V.
cantidad real
contrato real
derecho real
derechos reales
foco real
imagen real
parte real

real2.
(Del lat. regālis).
1. adj. Perteneciente o relativo al rey o a la realeza.
2. adj. realista2. Apl. a pers., u. t. c. s.
3. adj. Regio, grandioso, suntuoso.
4. adj. Se decía del navío de 3 puentes y más de 120 cañones.
5. adj. Se decía de la galera que llevaba el estandarte real. U. t. c. s.
6. adj. coloq. Muy bueno.
7. adj. coloq. Dicho de una persona: De muy buena presencia. Es un real mozo.
8. m. Moneda de plata, del valor de 34 maravedís, equivalente a 25 céntimos de
peseta.
9. m. Moneda de otros metales equivalente a 25 céntimos de peseta.
10. m. En diversos países de América, moneda fraccionaria de distinto valor.
11. m. pl. El Salv., Nic. y Ven. dinero (ǁ moneda corriente).

~ de a cincuenta.

Real
Real

El problema de la realidad aparece en Freud, desde una perspectiva biológica,


en 1895, en la sección 15 de la primera parte del texto de publicación póstuma
titulado «Proyecto de psicología». Se trata entonces de caracterizar
simplemente la clave perceptiva por la cual el organismo estaría en
condiciones de asegurar una situación favorable a la descarga. «La fuerza del
deseo y la producción de displacer pueden por igual tener efectos
biológicamente perjudiciales cuando se renueva la investidura del recuerdo.
Esto es lo que sucede en cuanto la fuerza del deseo supera ciertos límites
favoreciendo de tal modo una descarga. Es también lo que sucede siempre que
hay desprendimiento de displacer cuando la investidura de la imagen mnérnica
hostil emana (por asociación) del propio Y, y no del mundo exterior. En este
último caso, es también un signo, el que debe permitir distinguir entre una
percepción y un recuerdo (o representación). Muy probablemente son las
neuronas perceptivas las que proveen este signo: un «signo de realidad». Toda
percepción exterior produce siempre en o) una cierta excitación cuantitativa
que por sí misma no tiene ninguna acción sobre Y. Por lo tanto, hay que añadir
que la excitación perceptual conduce a una descarga perceptual y que el
anuncio de esta última (así como de todos los otros tipos de descarga) alcanza
a Y. Es este anuncio de descarga proveniente de o) lo que constituye para Y un
signo de cualidad o de realidad. Cuando el objeto deseado está copiosamente
investido, al punto de ser alucinatoriamente activado, se produce el mismo
signo de descarga o de realidad que se produciría en el caso de una percepción
exterior. En este caso falta el criterio.»

Más allá de este comentario biológico, el punto de vista propiamente


psicoanalítico se determinará en Freud por un doble movimiento. En un
primer tiempo, estando ya adquirida como sustituto de la satisfacción
pulsional la noción de fantasía optativa, la realidad se definirá como la
vertiente externa de la frustración. Tal será la presentación -ya tradicional- que
darán de la realidad, en 1911, el artículo «Formulaciones sobre los dos
principios del acaecer psíquico», o, más tarde, la «Revisión de la doctrina de
los sueños» (Conferencia nº 29, 1932).

No obstante, en esta fecha la incompletud subjetiva que consagra esa


emergencia de lo real está llamada a adquirir un valor positivo en el registro
de la negación. En efecto, lo real encontrará su dimensión teórica en el
momento en que la negación reciba su fundamento de su determinación
temporal, según la formulación freudiana de 1924: es real no lo que es
encontrado, sino lo reencontrado. Ahora bien, si es cierto que lo real es lo
reencontrado y que, con respecto a un sujeto histórico, el objeto de deseo es
por esencia el objeto perdido (la «primera» presencia auxiliadora a la que en
consecuencia le está interdicta la repetición), ese real se definirá precisamente
como lo imposible. En tal carácter, además, en su posición tópica se
caracterizará como ex-sistente (situado más allá de todo campo asignable).
Finalmente, y en cuanto le es de este modo conferido el estatuto de un vacío,
se articulará en una representación «borromea» con los vacíos constitutivos de
lo simbólico y lo imaginario. Falta aún precisar las razones de tal elaboración
teórica.

En 1958, la ex-sistencia es atribuida por Lacan al deseo del sueño en tanto


que inscrito en el Otro con el aspecto de lo realizado (erfüllt): «el sujeto ha
encontrado la estructura constituyente de su deseo en la misma hiancia abierta
por el efecto de los significantes en aquellos que vienen a representar para él
al Otro, en tanto que su demanda está sometida a ellos. Quizá se pueda aquí
entrever al pasar la razón de este efecto de ocultación que nos ha detenido en
el reconocimiento del deseo del sueño. El deseo del sueño no es asumido por
el sujeto que dice "yo" [Je] en su palabra. Articulado sin embargo al lugar del
Otro, es discurso, discurso cuya gramática Freud comenzó a enunciar como
tal. Es así como los votos que constituye no tienen flexión optativa para
modificar el indicativo de su fórmula.

»Esto nos remitiría a una referencia lingüística, en cuanto que lo que se llama
el aspecto del verbo es aquí el de lo realizado (verdadero sentido de la
Wunscherfüllung). Es esta ex-sistencia (Entstellung) del deseo en el sueño lo
que explica que la significación del sueño enmascare allí al deseo, mientras
que su móvil se desvanece por ser solamente problemático.»

Se observará que esta Entstellung es precisamente característica de la


paranoia, en los términos más antiguos de la correspondencia de Freud con
Fliess. A lo cual hace eco la exterioridad de lo real en el esquema R de Lacan.

En definitiva, la ex-sistencia de lo real como imposible se comprenderá


entonces mejor a partir del recurso a Heidegger. Paralelo sometido no obstante
a una condición imperativa: que se justifique en su alcance con respecto al
psicoanálisis. Ahora bien, en este caso, y en el período en que Lacan subraya
la prevalencia ad~ quirida por lo real en su pensamiento después de lo
imaginario y lo simbólico, la imposibilidad que lo define es la de la relación
sexual, manifestada ella misma por la angustia de castración.

adj.; a veces se usa como s. m. (fr. réel; ingl. real; al. [das] Reale). Lo que
la intervención de lo simbólico expulsa de la realidad, para un sujeto.
Según J. Lacan, lo real sólo se define con relación a lo simbólico y lo
imaginario. Lo simbólico lo ha expulsado de la realidad. No se trata de la
realidad ordenada por lo simbólico, llamada por la filosofía «representación
del mundo exterior». Pero vuelve en la realidad en un lugar donde el sujeto lo
encuentra bajo la forma de algo que lo despierta de su estado ordinario.
Definido como lo imposible, es lo que no puede ser completamente
simbolizado en la palabra o la escritura y, por consiguiente, no cesa de no
escribirse [juego de palabras con las categorías lógicas aristotélicas; en este
caso, lo imposible, como lo opuesto correlativo a lo necesario, implica
también una necesidad, la de escapar a lo simbólico en la repetición, pero
marcando por contraste, constantemente, lo que escapa al desplazamiento de
lo simbólico, que vuelve como trauma].

Lo real en su dimensión clínica. Análisis de un sueño de Freud por Lacan.


Para el sujeto moderno, Lacan ha dado a lo real un derecho de ciudadanía. Lo
real de que habla se liga a la estructura que forma con lo imaginario y lo
simbólico, deducido esto de una atenta lectura de Freud. El testimonio de que
es impensable sin estos otros dos lo ofrece ya la primera elaboración de Lacan
sobre lo real. En La interpretación de los sueños (1900), Freud analiza un
sueño propio en el que aparece una de sus pacientes, Irma. Lacan reinterpreta
este sueño, llamado comúnmente «el sueño de la inyección de Irma». Y
subraya la imagen terrorífica vista por Freud al fondo de la garganta de su
paciente: «grandes manchas blancas», «extraordinarias formaciones en
relieve», «y sobre ellas anchas escaras de un blanco grisáceo». Esta forma
compleja e insituable revela algo real último, ante lo cual todas las palabras se
detienen: «el objeto de angustia por excelencia», dice Lacan, para definir
aquello que, tanto en el sueño de Freud como en la teoría que nos ofrece,
aparece como primero. Efectivamente, precede a lo imaginario, que surge en
el sueño bajo la forma de los personajes en los que el sujeto Freud se proyecta
con cierto desorden. Parece llamar a lo que al final del sueño va a dar
estructura a esto imaginario caótico junto a esto real innombrable: lo
simbólico. El sueño en efecto concluye con una fórmula química, que Freud
ve ante sus ojos, impresa en gruesos caracteres. Ella manifiesta la presencia de
lo simbólico, y Lacan dice que viene aquí a apaciguar la angustia de Freud,
nacida de la visión de eso real. Es entonces en la relación estructural que
mantiene lo real con lo imaginario y lo simbólico en lo que insiste ya Lacan
con esta elaboración, en su seminario sobre «El yo en la teoría de Freud y en
la técnica psicoanalítica», 1954-55, Seminario II (1978).
Lo real en la alucinación. Por otra parte, en su Respuesta al comentario de
Jean Hyppolite sobre la «Verneinung» de Freud (febrero de 1954; en Escritos,
1966), Lacan precisa por escrito el alcance de esta relación estructural. «Lo
que no ha venido a la luz de lo simbólico reaparece en lo real». ¿En qué
sentido? Para que lo real no se manifieste más de una manera intrusiva en la
existencia del sujeto, es necesario que sea tutelado por lo simbólico, como
sucede en el sueño. Para ello se requiere la afirmación inaugural (al. die
Bejahung), en la que se enraíza el juicio atributivo del sujeto del inconciente,
que implica la afirmación de lo simbólico: su reconocimiento por el sujeto.
Este reconocimiento supone la castración y la asunción de la función paterna,
Si esto no llega a lo simbólico, toda la economía subjetiva resulta realmente
modificada, como sucede en las psicosis. «La castración (...) cercenada por el
sujeto de los límites mismos de lo posible, pero también sustraída así a las
posibilidades de la palabra, va a aparecer en lo real, erráticamente» (ibid.). Es
la alucinación. Común en las psicosis, fundadas precisamente en la forclusión
(al. Verwerfung) de la función simbólica del padre, surge un día para ese
paciente en análisis con Freud, el Hombre de los Lobos, cuando a los cinco
años cree ver que su dedo, seccionado, sólo se mantiene colgando de la piel
(De la historia de una neurosis infantil, 1918). La castración, que el sujeto
recusa hasta el punto de ignorar su incidencia estructural sobre la realidad,
retorna aquí de un modo errático tal que el sujeto, al volver de esta
alucinación, no puede decir nada sobre ello. Lo real de la alucinación irrumpe
en el campo de la realidad. Al no estar pacificado de ninguna manera, se
presenta bajo la forma de una imagen totalmente extraña al sujeto. Ella
manifiesta la presencia de esa cosa real de la que el sujeto no se ha separado al
haber evitado la sanción de lo simbólico. Es que, antes del advenimiento del
sujeto del inconciente y de su pasaje simbólico a la existencia, lo real, dice
Lacan, «ya estaba allí». Agreguemos que de ordinario le toca a la madre
encarnarlo. Esto real esperaba la intervención simbólica del padre, que le evita
al niño quedar a merced del deseo de la madre. Si esta intervención no opera,
los significantes de la paternidad y de la castración reaparecen en lo real para
un sujeto que ignora su sentido y no puede interpretarlos, como en el caso del
delirio del presidente Schreber. Que se dirija a Dios como a un significante
enigmático y que reciba mensajes de él es algo que da cuenta en lo real de la
forclusión de esta función paterna.

La existencia de lo real. Real y realidad. Si lo real es lo que ya estaba allí, es


por lo tanto evidente que es precisamente lo que escapa a la captación total por
lo simbólico: si lo real por lo común se calla, es porque se mantiene más allá
de lo simbólico que lo ha hecho callar. Lo simbólico vehiculizado por los
significantes permite al sujeto expulsar del campo de su representación la
realidad, eso real ya allí. En Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis (1964), Lacan retiene de esta puesta fuera de campo de lo real
por lo simbólico una definición que insiste en el retorno y la existencia
irreductible de esto real, aun tutelado: «Lo real es aquí lo que vuelve siempre
al mismo lugar, a ese lugar donde el sujeto, en tanto cogita (...) no lo
encuentra». Lacan se ve así llevado a indicar en el capítulo V de Más allá del
principio de placer (1920) la relación del pensamiento con lo real. En la
repetición, el automatismo determina el retorno de los significantes que
marcan el destino de un sujeto. Más allá de lo que el sujeto repite, lo real que
es de él se caracteriza por no ser encontrado, por escapar a la captación del
pensamiento. Puede también ser registrado en la clínica como el «mal
encuentro» experimentado por el sujeto: en el caso del accidente citado por
Freud y retomado como ejemplo por Lacan. Un padre sueña que su hijo,
muerto en la realidad a consecuencia de una fiebre, lo interpela: «¡Padre!, ¿no
ves que ardo?», sin despertarse, mientras en la otra habitación arden [al
haberse caído una vela] los despojos mortales del niño, cuidados por un viejo.
Pero enuncia para sí en el sueño una frase que es en sí misma una brasa «en el
punto más cruel del objeto», dice Lacan. Pues da testimonio de su deseo
imposible de que todavía viva. El fuego recae sobre lo que aquí es sustraído a
los significantes mismos: lo real del sufrimiento y la muerte («Sueño del niño
muerto que arde», en La interpretación de los sueños, 1900).

Lo real presentado por la escritura. Si vuelve siempre en ese lugar en que el


sujeto no lo encuentra, o tropieza con él, es porque este lugar mismo existe y
sostiene a lo simbólico en esta existencia por la que el sujeto lo ha expulsado
de su representación y ha construido su realidad. Lacan llega entonces a decir
que «lo imposible es lo real», y completa su definición afirmando que lo
imposible «no cesa de no escribirse». Esta definición permite precisar lo que
significa lo real con relación al lenguaje. El significante, soporte de lo
simbólico, permite inscribir la castración simbólica, que constituye el marco
de la percepción de la realidad. El lugar de lo real siempre es pifiado por el
sujeto, y lo imposible, en tanto real, ya no es, como lo era en la filosofía
aristotélica, lo que no puede ser. Con el discurso psicoanalítico, deviene
aquello que existe para un sujeto y que sólo puede ser registrado por él,
porque lo simbólico, al inscribirse para un sujeto, ha instalado al mismo
tiempo a lo real. Es que el sujeto, al conferirle un marco simbólico a su
percepción de la realidad, rechaza fuera de ese campo algo real que a partir de
allí instala y que para él permanece siempre presente. No puede tener de él
una aprehensión directa porque la dimensión simbólica recubre eso real al
mismo tiempo que lo cierne. Ahora bien, lo simbólico procede de una
necesidad que no cesa de escribirse, en particular en el uso que hace el lógico
de la escritura formal. Se comprende así por qué Lacan usó el escrito, para
intentar, por medio del escrito, cernir lo real con que el analista se las ve
privilegiadamente en la clínica. Lacan define, por lo tanto, al lado de lo que
«no cesa de escribirse» (necesidad de una primera inscripción simbólica), algo
real que, por su parte, no cesa de no escribirse, porque lo simbólico mismo lo
ha establecido: algo real que subyace en toda simbolización. Es así como, a
través de una escritura formal, Lacan se esfuerza por cernir eso real con lo que
trata la clínica psicoanalítica.

Pero esta escritura tomada de la lógica permanece tributaría no de las


concepciones de la lógica sino de su uso de los símbolos (cuantificadores,
variables) y, por lo tanto, de una formalización simbólica. Por eso Lacan va a
inventar una escritura que no le debe nada a los símbolos, sino a su
materialidad únicamente, y que le permite no sólo cernir lo real sino también
presentarlo materialmente. Esta escritura es tributaria de la teoría matemática
de los nudos y se presenta bajo la forma de redondeles anudados
conjuntamente: el redondel de lo real, el de lo simbólico y el de lo imaginario.
En última instancia, el nudo borromeo demuestra, por su sola materialidad, la
existencia de lo real definido treinta años antes. Si se quiere simplemente
prestar atención a este dibujo, se comprueba, dice Lacan, que, al ser
diferentes, los redondeles de lo real, de lo simbólico y de lo imaginario se
mantienen juntos gracias sólo a la materialidad «real» de su anudamiento. Si
se corta uno, todos se liberan. Una vez que se ha admitido que este
anudamiento está en el origen mismo del deseo humano, es forzoso notar que
ninguno de los tres registros es reducible a los otros y que lo real existe con
relación a lo simbólico, es decir, al lado, anudado a él gracias a lo imaginario.
La especificidad de esta escritura borromea está en que permite demostrar
materialmente la existencia de una estructura que se sostiene en algo real
irreductible para siempre a lo simbólico, pero ligado a él. Al mismo tiempo,
vuelve caduca la ambición de una ciencia exacta que pudiese cerrar el paso a
lo real hasta en sus últimos escamoteos, intentando reducirlo a un puro juego
de símbolos físico-matemáticos, por ejemplo. Pero al mismo tiempo enriquece
al psicoanálisis con un instrumento más exacto para abordar esto real en la
cura de un paciente.
Real

Alemán: Reale (das).


Francés: Réel.
Inglés: Real.

Término empleado como sustantivo por Jacques Lacan, proveniente a la vez


del vocabulario de la filosofía y del concepto freudiano de la realidad
psíquica, introducido para designar una realidad fenoménica, inmanente a la
representación e imposible de simbolizar.

Utilizado en el marco de una tópica, este concepto es inseparable de otros dos


elementos, lo imaginario y lo simbólico, y forma con ellos una estructura.
Designa la realidad propia de la psicosis (delirio, alucinación), en tanto
compuesta por los significantes forcluidos (rechazados) de lo simbólico.

A partir de la década de 1920, después de la revolución introducida en la


ciencia por la teoría de la relatividad de Albert Einstein (1879-1955), se
transformó la oposición clásica entre lo real dado y lo real construido; la
palabra real fue entonces corrientemente empleada por los filósofos como
sinónimo de un absoluto ontológico, un ser-en-sí que se sustrae a la
percepción. Jacques Lacan basó su primera reflexión al respecto en las tesis de
Émile Meyerson (1859-1933) sobre la ciencia de lo real. En efecto, en La
Déduction relativiste, obra publicada en 1925 y a la que Lacan se refirió en
1936 en "Más allá del principio de realidad", Meyerson sostuvo la existencia
de una similitud entre los objetos creados por la ciencia y aquellos cuya
existencia es establecida por la percepción,

Pero, aunque sin confesarlo nunca, Lacan tomó mucho más directamente de su
amigo Georges Bataille (1897-1962) la noción de lo real a partir de la cual,
incluyendo la idea (freudiana) de la realidad psíquica, forjó el concepto que
convertiría en uno de los tres elementos de su tópica y de su concepción
estructural del inconsciente determinado por el lenguaje.

Bataille descubrió la obra de Freud al interesarse sobre todo por Más allá del
principio de placer, Psicología de las masas y análisis del - yo y Tótem y tabú,
es decir, por la pulsión de muerte y las cuestiones de lo sagrado, la
identificación de las multitudes con el jefe y el origen de las sociedades y las
religiones. De allí la publicación, en 1933, de un texto titulado "La structure
psychologique du fascisme", dedicado a la vez al ascenso del nazismo y al
análisis de las sociedades humanas y sus instituciones. Bataille distinguía dos
polos estructurales: por un lado lo homogéneo, o ámbito social útil y
productivo, y por el otro lo heterogéneo, lugar de irrupción de lo que es
imposible de simbolizar. Con la ayuda de este último término, Bataille
especificaba la idea de parte maldita, central en su propio pensamiento. Más
tarde, entre 1935 y 1936, época en la cual, lo mismo que Lacan, seguía el
seminario de Alexandre Kojève (1902-1968) sobre la Fenomenología del
espíritu de Hegel, creó el término "heterología" a partir del adjetivo
heterólogo, que en anatomía patológica designa los tejidos mórbidos. La
heterología era para él la ciencia de lo irrecuperable, cuyo objeto era "lo
improductivo" por excelencia: los desechos, los excrementos, la inmundicia.
En síntesis, la existencia "otra" expulsada de todas las normas: la locura, el
delirio, etcétera.

Lacan construyó la teoría de lo real combinando la ciencia de lo real, la


heterología y la noción freudiana de realidad psíquica. Esa categoría hizo su
primera aparición en 1953, sin estar aún conceptual izada, en una conferencia
titulada "Lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real”. Más tarde, Lacan tomó la
costumbre de escribir las tres palabras con mayúscula.

Entre 1953 y 1960, en el marco de su relevo estructural de la obra freudiana,


Lacan le dio a este real un estatuto muy cercano al que le había asignado
Bataille. En la categoría de lo simbólico ubicó toda la refundición derivada de
los sistemas de Saussure y Lévi-Strauss; en la categoría de lo imaginario situó
los fenómenos ligados a la construcción del yo (anticipación, captación,
ilusión); finalmente, en lo real colocó la realidad psíquica, es decir, el deseo
inconsciente y sus fantamas conexos, pero también "un resto": una realidad
deseante, inaccesible a cualquier pensamiento subjetivo.

La idea de la ciencia de lo real aparece claramente en la lectura que realizó


Lacan del sueño de "la inyección a Irma", en su seminario sobre el yo de
1954-1955. En ese comentario asimila la boca de Irma a una terrorífica cabeza
de Medusa, y después subraya que lo real es el origen y la fuente de una duda
fundadora necesaria para la ciencia. En el origen de up descubrimiento -dice
Lacan en sustancia- no hay un sujeto sino una duda, puesto que todo
descubrimiento es la expresión de un itinerario en el que el error se mezcla
con la verdad. Esa duda fundadora equivale para Lacan al sexo femenino
como cosa real, imposible de simbolizar. Más tarde se encuentra su huella en
la concepción lacaniana de la sexualidad femenina: para Lacan, ésta es un
"suplemento", y le atribuye un goce que se sustrae a la racionalidad.
En 1955-1956, en el marco de su lectura de la historia de Daniel Paul Schreber
y de la concepción de una clínica de la psicosis centrada en la paranoia, Lacan
elaboró dos conceptos: el de forclusión y el de nombre-del-padre. La primera
es definida como el mecanismo específico de la psicosis, diferente de la
represión; consiste en el rechazo primordial de un significante fundamental
fuera del universo simbólico del sujeto. En cuanto al segundo, es el concepto
de la función paterna, el significante fundamental, el mismo forcluido en la
psicosis.

A partir de esta nueva organización de la estructura del sujeto, tal como


aparece en. la clínica de la psicosis, el concepto de real adquiere otra
dimensión. Se convierte entonces en el lugar de la locura. En efecto, si los
significantes forcluidos de lo simbólico retornan en lo real sin estar integrados
al inconsciente del sujeto, esto quiere decir que lo real se confunde con un
"otro lugar" del sujeto. Habla y se expresa en lugar del sujeto mediante gestos,
alucinaciones o deseos que el sujeto no controla.

La importancia atribuida a la psicosis como paradigma del psiquismo humano


siempre aparece ligada en Lacan a la cuestión de la ciencia. Se encuentran allí
las dos filiaciones (la ciencia de lo real, la heterología) que Lacan siempre
adoptó (sin decirlo claramente) y a las cuales sumó la referencia a la realidad
psíquica.

A partir de 1970, el interés cada vez más grande por la ciencia llevó a Lacan a
tratar de formalizar su propio material conceptual: por un lado, mediante una
mathesis de los discursos (o matema), y por el otro con una topología (el nudo
borromeo), destinada a reemplazar a la antigua tópica. Esta voluntad de
construir una ciencia de lo real se tradujo entonces en una reorganización de
los elementos de la antigua tópica, de modo que el lugar determinante dejó de
ser ocupado por lo simbólico, reemplazado por lo real. En consecuencia, a la
psicosis (forma teorizada de la locura y lugar de la simbolización imposible)
se le asignó la tarea de desafiar todas las certidumbres de la ciencia. A ese
tríptico en el que lo real era asimilado a "un resto", imposible de transmitir y
que se sustrae a la sistematización, Lacan le dio el nombre de R,S.I. (Real,
Simbólico, Imaginario).

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