Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Tesis #8. La ley es la vía para llegar al fin; es por esto que el punto central de la Ética no
es la ley, como en el caso de Kant, sino el fin como en el caso de Aristóteles y Santo Tomás.
Puesto que el fin le es dado al hombre con su misma naturaleza, hay también una ley moral
que le es dado con la naturaleza: es la ley moral natural. Esta ley moral natural no es otra
cosa que el reflejo en el ser humano de la ley eterna, lo anterior, plantea el problema de la
heteronomía o de la autonomía del actuar humano. La recta razón nos lleva al
conocimiento de la ley natural y de las normas y preceptos que de ella se derivan.
La ley, las normas y los preceptos deben, por medio de la virtud de la prudencia encontrar
su aplicación práctica en los diversos ámbitos particulares del actuar humano.
Para santo Tomás la regla de las acciones voluntarias es doble: una próxima y
homogénea, la razón humana; la otra tiene el carácter de regla primera o suprema y es la ley
eterna, que es la razón divina.1
Cuando decimos que la recta razón es regla moral, la razón se entiende como criterio y punto
de referencia objetivo. A ello alude el adjetivo “recta”. La recta razón es obviamente la facultad
cognoscitiva racional de la persona humana, pero la recta razón no se identifica siempre con el
juicio que una determinada persona formula acerca de lo que ella va a hacer o ha hecho, o acerca
de un comportamiento considerado en general. Estos juicios pueden ser verdaderos o falsos, son
sensibles, mientras que la regla o el criterio objetivo de medida es infalible, siempre recto.
Para él, es natural al hombre lo que es conforme a la recta razón, porque ésta es lo específico de
su naturaleza y ella es la regla moral. La ley natural se refiere a la naturaleza humana en sentido
práctico.
1
S. Th., I-II, q. 71, a. 6, c.
Aristóteles nos dice: en el hecho político una parte es natural, y la otra es legal. Es natural lo
que, en todas partes, tiene la misma fuerza y no depende de las diversas opiniones de los
hombres; es legal todo lo que, en principio, puede ser indiferente de tal modo o del modo
contrario, pero que cesa de ser indiferente desde que la ley lo ha resuelto.2
Ser naturalmente justo quiere decir ser conocido como tal por la razón humana, facultad
específica de nuestra naturaleza, en virtud de su misma constitución intrínseca y, por tanto, con
independencia de cualquier ley o mandato de la autoridad política, religiosa, familiar, etc.,
siendo ese conocimiento moral natural la condición que hace posible la inteligibilidad y la
recepción de cualquier ley humana.
Así pues la recta razón es lo que la razón humana dictamina de suyo acerca de una acción, es
decir, la recta razón es el dictamen obtenido cuando la razón procede correctamente (sin error
de razonamiento) según las leyes, los principios y los fines que son propios de la razón moral
en cuanto tal, sin interferencias ni presiones de ningún tipo. La recta razón es, podríamos decir,
la razón práctica que obra según su legalidad propia o, si se prefiere, es la razón práctica que
puede reconocerse enteramente a sí misma tanto en su modo de proceder como en sus principios
y en sus conclusiones.
La actividad de la recta razón tiene su raíz en los primeros principios prácticos que ella posee
naturalmente o, con más propiedad, que son naturalmente captados por el hábito intelectual
llamado sindéresis. Existe, por tanto, una ratio naturalis, una razón natural, conocida
normalmente con ley moral natural. Esos primeros principios de la razón práctica son,
fundamentalmente, las virtudes o, con mayor rigor lo que se llama dimensión intelectual o
normativa de las virtudes.
La ley moral natural designa en primer lugar un hecho, y no una teoría: el hecho reside
en que el hombre es por su misma naturaleza un ser moral, y que la razón humana es,
por si misma, también una razón práctica o moral.
La ley moral natural es, entonces, la luz de nuestra inteligencia en virtud de la cual las
realidades morales resultan accesibles al hombre, y que hace posible que este posea
espontáneamente una experiencia moral.
2
ÉN, V, 7, 1134 b 18-22
La ley moral natural consiste en la luz natural de la inteligencia,3 esta no significa un conjunto
de ideas innatas. Por eso no constituye una verdadera objeción contra la existencia de la ley
natural afirmar que existen personas que no entienden ciertos principios morales o que sostienen
principios erróneos. Objeción sería que hubiera hombres completamente amorales, sin razón
práctica, que no asumiesen ante su vida y la de los demás una actitud de valoración y de juicio,
aunque fuese una actitud que ciertas causas hubieran deformado bastante.
Dentro de la dimensión teónoma (del griego Theos, Dios, y nomos, ley, y "ley de Dios") de la
ley natural no es comprensible desde una perspectiva atea. La dimensión teónoma de la ley
natural no es un cómodo expediente para resolver todos los problemas. No se dice que el hombre
conoce la razón de Dios directamente y en sí misma, y que, por tanto, el sostenedor de la ley
natural puede presentar sus juicios personales como si fuesen juicios de Dios.
Se dice que cuando alcanzamos la verdad moral (que no siempre alcanzamos), alcanzamos
participativamente una ordenación divina, que tiene por ello valor absoluto y sobrehumano. El
valor de la racionalidad y de la verdad se ve reforzado por esta fundamentación trascendente.
3
Lex ergo naturalis nihil est aliud quam conceptio hominis naturaliter indita, qua dirigitur ad agendum in actionibus
propriis, In IV sent., D. 33, q. 1, a. 1, c.
4
Lumen rationis naturalis, quo discernimus quid sit bonum et malum quod pertinet ad naturalem legem, nihil aliud
sit quam impressio divini luminis in nobis, S. Th., I-II, q. 91, a. 2, c.
con su sentido negativo (aquello que ella excluye). En cambio si añadimos a este rasgo otro
nuevo: que la voluntad (independiente) es capaz también de determinarse por sí sola,
autodeterminarse, poseeremos también su sentido positivo y específico. Este aspecto positivo
es lo que Kant llama «autonomía» (darse a sí mismo su propia ley). Lo contrario es la
heteronomía, el que voluntad dependa de algo distinto de ella misma, que la determina5.
Las inclinaciones naturales presentan los temas o la materia que ha de ser ordenada, y las
virtudes son los criterios racionales de su regulación, criterios que son también naturales en
cuanto la razón los conoce «por naturaleza», en virtud de su propia constitución intrínseca, y
no solo porque existan leyes humanas que imponen esa regulación. En el nivel de la actividad
de la razón práctica, que es el nivel de los principios en el que opera la sindéresis (capacidad
5
Reale, Giovanni y Antiseri, Dario, Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo II, del humanismo a
Kant, 4ta Ed, Herder, Barcelona, 2001, p. 767.
6
Ibídem, p. 767.
natural para juzgar rectamente), el contenido de las virtudes es dado en términos generales, y
no en su concreción última que pertenece a la prudencia.7
Bibliografía
Rodríguez Luño, Ángel, Ética general, Eunsa, Pamplona, 2005.
Reale, Giovanni y Antiseri, Dario, Historia del pensamiento filosófico y científico, Tomo II, del
humanismo a Kant, 4ta Ed, Herder, Barcelona, 2001.
Aristóteles, Ética a Nicómaco, Alianza, 2002.
De Aquino, Tomás, Suma de Teología II, parte I-II, Biblioteca de Autores Cristianos, 2001.
Ramírez, S., La Prudencia, cit., pp. 171-172.
7
Ramírez, S., La Prudencia, cit., pp. 171-172.