Sunteți pe pagina 1din 11

REFLEXIONES SOBRE EL USO DE ENTREVISTAS NO DIRIGIDAS.

Liliane Kandel.

Los métodos no d de entrevista pasaron a formar parte de las costumbres 1- o al menos de la conversación. "Yo le hice
un no-directivo" (para decir: "lo oí hablar"); "mi analista es totalmente no-directivo" (para decir: "él es mudo como un
pez"), etc. Se habla de ello, se escribe al respecto, se vive de ello. El Ministerio de Educación Nacional sanciona a
profesores que (y porque) introducen en sus aulas "experiencias de no directividad no controladas" (circular Gauthier,
enero de 1971), los psicólogos experimentalistas se sorprenden y se afligen con el éxito del no directivo junto a los
clínicos, los analistas vilipendian esta pálida imitación de su ciencia. ¿Emprendimiento de subversión política? ¿Poderosa
vuelta del oscurantismo? ¿Método de tratamiento o de investigación barato? ¿Última astucia de la razón psicológica
burguesa? El no-directivo, convertido en término genérico, aparentemente se porta bien.
En un ejemplo restringido, su uso en (y su articulación con) estudios de opinión, se puede ver que, si su éxito es reciente,
una gran parte de los problemas evocados hoy no le son propios y han sido planteados desde hace mucho tiempo. Una
masa impresionante de críticas parciales fue poco a poco formulada. Cada una fue, separadamente, estudiada,
discutida, después integrada en un capítulo de manual. Ellas nunca llegaron, aparentemente, a un examen de conjunto
de la cuestión.
Pareció útil buscar lo que quedaba de las posibilidades de utilización de los métodos no directivos en las encuestas de
opinión, una vez reunido el conjunto de los problemas que ellos plantean.
Lo más sorprendente, cuando se consideran los usos de la entrevista no directiva en los diversos procedimientos de
recolección y de análisis de las opiniones o de las actitudes, no es tanto su éxito fulgurante y su persistencia cuanto su
carácter muchas veces oculto, casi clandestino. Por otra parte, no sólo lo no directivo se menciona raramente en los
informes de investigación -aunque numerosos y variados- en los que interviene, 2 sino que su uso nunca fue seriamente
discutido, analizado o justificado.
No es un caso totalmente aislado. En un reciente artículo de resumen, Kahn y Cannel (1968) hacen notar que, en 61
estudios citados como fundamentales en un manual de psicología social (Promansky, 1965), 37 se basaban en técnicas
diversas de entrevista oral y 20 en respuestas escritas para cuestionarios sólo 4 no utilizaban ningún material verbal,
hablado o escrito. Otro tratado, contemporáneo, presentaba un panorama del mismo orden. Un número mínimo de
investigación se realizaba sin ningún recurso a la entrevista que aparece, así, como la fuente principal de material
recogido por los psicosociólogos. 3
Los autores del artículo observaban que, en esas condiciones, la propia calidad de las investigaciones en psicología social
permanecía ampliamente tributaria de la naturaleza y de la calidad de las entrevistas efectuadas. De ahí concluían que,
en lugar de ocultar el rostro ante un fenómeno tan consistente, los psicosociólogos harían igualmente bien en tratar de
comprender sus razones y analizar su mecanismo. Lo que no es frecuente.
De hecho, en el ámbito de la opinión la situación es totalmente paradójica: por un lado, la literatura erudita -americana
o cualquier otra- parece mayoritariamente ocupada con la presentación, el análisis, la elaboración de orientaciones de
investigaciones diversas (experimentación, construcción de modelos matemáticos complejos para el estudio de las
actitudes, etc.) cada vez más sofisticadas y alejadas de la relación verbal directa entre el investigador y el (los) sujetos
que participan(n) del estudio; por otra parte, una considerable masa de trabajos 4 - o de secuencias de trabajos - todos
basándose en o utilizando medios de abordaje relativamente poco formalizados y estandarizados, pero de manera tan
"discreta" como sea posible, por no decir camuflada. Es especialmente el caso de un gran número de datos recogidos

1
Este texto fue iniciado, en lo esencial, en el marco de un trabajo colectivo sobre las encuestas, que reunía a psicólogos, sociólogos,
universitarios y los aplicadores de las encuestas. Sólo representa el resultado de un trabajo "individual" en el sentido de que las
corrientes, orientaciones y fuerzas diversas están en "acción" permanentemente en todo "individuo" y se expresan, por ejemplo, en
lo que puede ser llevado a escribir (y firmar). En este sentido, él refleja, de modo totalmente directo, un cierto número de
preocupaciones, de perspectivas y de problemas evocados, debatidos y vividos en el seno de acontecimientos, de reuniones y de
grupos diversamente (o de algún modo) institucionalizados, reuniones ‘de trabajo’ (en el laboratorio de psicología social o en otro
lugar), discusiones y problemas aparecidos especialmente con el movimiento de mayo y después de él en diversas corrientes
llamadas de "liberación": ahí están sólo las fuentes más localizables de la problemática debatida bajo una firma "individual" en este
texto.
2
Exceptuando, en un momento dado, las investigaciones llamadas ‘de motivación’, de las que hablaremos más adelante.
3
Los intentos de observación directa, de recolección de indicios indirectos (Webb et al, 1966), de experimentación sin intercambios
verbales de ningún tipo entre investigadores y sujetos permanecen, si no marginales, al menos minoritarios.
4
De hecho, a veces los mismos.
por medio de entrevistas 5 y, muy particularmente, cuando se trata de entrevistas poco estandarizadas de tipo "no
directivo".
En este caso preciso, se advierte que uno de los instrumentos más utilizados -en una etapa o en otra- en las
investigaciones sobre la opinión es también aquel cuyos fundamentos, presupuestos y efectos suscitan menos estudios,
análisis o evaluaciones. Todo pasa como si el no-directivo "fuese obvio" y planteara tan pocos problemas que no se
sintiera al menos la necesidad de interrogarse sobre su uso... A menos que, justamente, él plantee tantos problemas que
se prefiera, simplemente, evitar examinarlos.
Por una u otra razón, la entrevista no-dirigida se encontró y aún se encuentra, de hecho, totalmente censurada, vacía,
excluida del campo de la reflexión teórica o metodológica. 6 Más allá de la oposición tranquilizadora entre "clínicos" y
"experimentalistas" , "hombres de campo" y "hombres de laboratorio", "prácticos" e "investigadores", tal vez se ubique
exactamente el problema de las prácticas (sociológicas, psicológicas) y de su articulación con el superyó científico, sus
normas, sus prohibiciones, sus interdicciones y sus anatemas y con los usos sin pompas ni fastos del trabajo de
investigación cotidiano.
Ya hace algún tiempo, dos sociólogos estadounidenses (Benney y Hughes, 1956) observaban que la entrevista podría ser
no sólo un instrumento privilegiado para los sociólogos, sino quizás también un objeto de investigación y de estudio
privilegiado. Veían en ella, además de un simple instrumento de investigación, un modo original de interacción,
significativo tal vez, de tipos de relaciones nuevos e importantes -entre individuos, entre grupos- 7 producidos por las
sociedades modernas.
Es este doble aspecto de la entrevista lo que vamos a tratar de analizar, en particular respecto de la entrevista no
dirigida y de su uso en la encuesta de opinión.

A. De la entrevista terapéutica a la entrevista de investigación, o:


Una floreciente emprendimiento de importación-exportación

I. 0) En el inicio, el método no directivo fue perfeccionado por el psiquiatra americano de inspiración psicoanalítica Carl
Rogers, que preconizaba su uso principalmente en las situaciones de tipo terapéutico. Teóricamente, el objetivo es el de
minimizar -o incluso suprimir totalmente- cualquier intervención del psicólogo o del psiquiatra capaz de "influenciar" al
sujeto, para que éste pueda profundizar, explicitar y aclarar, él mismo, sus actitudes acerca de los problemas que se
plantea él (cf. Rogers, 1942 y 1951).
La actitud terapéutica se dice "centrada en el cliente": el papel del terapeuta es "análogo al de un catalizador" (opuesto
a un reactivo químico): 8 en particular, “no debe dejar adivinar en ningún momento sus propias opiniones, diagnósticos,
validaciones o sugestiones”. Al contrario, en toda circunstancia, debe manifestar con el cliente una actitud "calurosa" de
aceptación "incondicional", una total "permisividad" en cuanto a los sentimientos u opiniones expresados por este
último y una profunda comprensión de sus problemas.
Un punto importante para lo que sigue es que el terapeuta debe servir principalmente de espejo y escuchar lo que el
cliente dice sin manifestar ni aprobación, ni desaprobación, ni interés particular por un elemento cualquiera de su
discurso.

I.1) Más recientemente, las entrevistas no dirigidas fueron "importadas" a las ciencias humanas con la misma óptica:
dejar al sujeto entrevistado hablar de manera tan "libre" como posible ayudándolo "solamente" (?) a profundizar y

5
Hablamos aquí únicamente de lo que Kahn y Cannell llaman "entrevista de investigación" (o, "entrevista de investigación de
información"), que definen como una "conversación entre dos hecha por iniciativa del entrevistador, destinada a proporcionar
informaciones pertinentes para un objetivo de investigación y centrado (por el entrevistador) en temas igualmente pertinentes con
vistas a este objetivo"(op. cit., 527).
6
Incluso en los trabajos directamente pertinentes (por ejemplo, los artículos u obras técnicas sobre la entrevista en la investigación
psicológica y sociológica, Kahn y Cannell, 1954 y 1968, Richardson, Dohrenwend y Klein, 1965, Maccoby y Maccoby, 1954) el caso del
no dirigido se trate de manera extremadamente discreta, por no decir leve: tiene derecho a 4 páginas (en 380) en la obra de
Richardson et al, una en el artículo de Maccoby, etc.
7
Y particularmente entre científicos y no científicos.
8
Ex seminarista, Rogers funda su teoría en la hipótesis de la positividad del desarrollo humano: existiría así, en cada individuo, una
necesidad casi natural de auto-regulación y de autoconocimiento; la psicoterapia tendría simplemente el objetivo de ayudar a
restaurar el ejercicio de esas tendencias positivas naturales hacia sí mismo y hacia los demás.
formular mejor su pensamiento. Rogers (1945), en un artículo muy sucinto, justificaba su uso en las investigaciones por
la posibilidad:
1) de evitar las distorsiones introducidas por el investigador (entrevistador, "sesgos" en los métodos de cuestionarios
más estandarizados);
2) de superar así los niveles de respuesta más superficiales y de alcanzar las reacciones "más profundas y más
verdaderas" del sujeto interrogado.
La técnica tuvo, inmediatamente, un gran éxito y la entrevista no dirigida se convirtió, por algún tiempo, en un elemento
clave del estudio de las opiniones y de las actitudes y, a continuación, la panacea de las investigaciones de mercado y de
"motivación".
El problema de sus fundamentos teóricos y de su adecuación a los objetivos y a la situación de entrevista no fue más
debatido. Sin embargo, el simple hecho de la utilización, en un marco de investigación (sociológica o psicosociológica),
de métodos perfeccionados para fines terapéuticos (suponiendo incluso su validez probada y reconocida en este
ámbito 9) no es absolutamente obvio: es el conjunto de la situación de entrevista, de su orientación, de sus finalidades y
de su control lo que es totalmente modificado y desviado de sus objetivos iniciales. 10

I.2) Contrariamente a lo que ocurre en la entrevista terapéutica (con un médico, un psiquiatra, un consejero), aquí no es
el individuo quien tiene la iniciativa de la solicitud: al contrario, le piden algo (en el caso presente: información sobre él
mismo, sus representaciones, sus actitudes acerca de un objeto cualquiera), esperan algo de él. Y esto en vista de
objetivos que le son igualmente extraños (son los de la investigación llevada adelante), lo que, en todo caso, él no
contribuye a definir.
El individuo entrevistado tampoco tiene la iniciativa de los temas a ser explorados ya que éstos se fijan por los objetivos
del estudio (la mayoría de las veces, él no tiene siquiera conocimiento de ellos antes de que el entrevistador los haya
designado). En fin, tendrá pocas posibilidades de poder tratarlos a su voluntad pues el entrevistador allí está
precisamente para controlar el grado de digresión aceptable y reconducirlo, si es el caso, al problema planteado.
En cuanto a los beneficios que el sujeto puede esperar sacar de esta experiencia, son “frecuentemente mínimos y casi
siempre muy distantes de él (en el tiempo, en el espacio, en el tipo de efectos producidos). Contrariamente a lo que
pasa en la entrevista de tipo terapéutico, el entrevistador no tiene aquí ningún poder (ni deseo) de curarlo o de ayudarlo
(a encontrar trabajo, a instruirse, etc.). Si tal eventualidad se presentara, sería sólo después de un largo desvío que
necesita la recolección de muchas otras entrevistas análogas, de su examen minucioso, del análisis y la elaboración
científica de los resultados, de su publicación, en fin, de hipotético aprovechamiento al nivel de las aplicaciones o de las
decisiones políticas tendientes a modificar la situación descripta. Y, sin embargo, esta perspectiva es de gran provecho,
colectivo o individual, debido a la acumulación de saber, que parece constituir uno de los mayores impulsos, para los
sujetos, de la participación en las investigaciones.”

Este texto no fue sacado de un panfleto político, sino... del más académico de los tratados americanos de psicología
social, el de Lindzey (2° ed, 1968); él incluso constituye la introducción -o la advertencia?- del capítulo consagrado a las
entrevistas (Kahn y Cannel, op. cit.). 11

I.3) Lo que es necesario subrayar no es tanto el contenido de esas reflexiones, por cierto bastante evidentes, sino el
lugar que ocupan. Los mismos temas habían sido evocados por los autores en una obra anterior (Kahn y Cannell, 1957,
pág. 208-10); pero, en la época, se trataba aparentemente de simples contingencias técnicas, no planteando dificultades
particulares: 12 en el interior de los cuadros descriptos, y con las restricciones formuladas precedentemente, el sujeto

9
Lo que en sí mismo necesita ser examinado.
10
A tal punto que el propio Max Pagès (1956), en su presentación en francés de la "orientación no directiva", califica el uso de las
entrevistas no directivas en la investigación -aplicada o fundamental- de "contrario al principio de la no-directividad" y siendo antes
una "caricatura de tendencia manipuladora"(!). Lo que no le impedía, en la época, estar asociado a la dirección de una de las más
importantes empresas de estudios de motivación.
11
El mismo capítulo concluirá con reflexiones muy poco optimistas en cuanto a la legitimación posible, en el futuro, de
investigaciones de este tipo.
12
Haciendo homenaje a la contribución de Rogers, los autores se expresan como sigue (op. cit., p. VII): "La elaboración, por Rogers,
de la ‘entrevista centrada en el cliente’, como técnica terapéutica, así como su concepto de no-directividad, desempeñaron un papel
fundamental en nuestra concepción de la entrevista de investigación (o de información), aunque esta última no es no directiva, ni
centrada en el cliente en el sentido de la psicoterapia"(los resaltados son nuestros).
conserva -dicen los autores- la posibilidad de expresarse "con total libertad"; "el método cumplió sus dos objetivos de
motivación y de medición"...
En una obra anterior, en el artículo sobre la entrevista en la primera edición del tratado de Lindzey (Maccoby y Maccoby,
1954), el problema del paso de la entrevista terapéutica a la entrevista de investigación ni siquiera es abordado.
Se asistió, de hecho, durante quince años, a un cambio considerable de acentuación: ignorada en 1954, tecnicizada en
1957, la cuestión del contexto general de la situación de entrevista, de sus efectos sobre las interacciones efectivas
entre sujeto e investigadores (o entrevistadores) , sobre las posibilidades de iniciativa, respectivamente, de uno y otro,
de influencia o de dominio de uno sobre el otro y de los beneficios que ambos logran de la operación, se ha vuelto
totalmente central.
Desde este punto de vista es posible hoy reexaminar un cierto número de trabajos, incluso antiguos, sobre la naturaleza
real de las interacciones (verbales y no verbales) entre el sujeto y el entrevistador, en una perspectiva que ya no sea,
como ocurría a menudo, simple tecnología de entrevista.

II. Interacción verbal: empatía o condicionamiento

Es necesario recordar que la óptica no directiva descansa fundamentalmente sobre un doble presupuesto: ético y
epistemológico. En cuanto terapeuta, el psicólogo afirma preservar al máximo la "autonomía" de su cliente, su
"libertad", proponiendo, por lo tanto, desempeñar el papel de un "revelador" de su "personalidad auténtica" y no de un
agente de transformación; en cuanto investigador, busca principalmente no perturbar el fenómeno que quiere estudiar
(en este caso, las actitudes del sujeto) y espera lograrlo adoptando una posición de observación se supone puramente
pasiva, que anularía, al menos es lo que se espera, los efectos de interacción entre el entrevistador y el sujeto
interrogado (R. Pagés, 1965).
Ahora bien, puede advertirse que, en las dos perspectivas (terapia e investigación), el no-directivo puro es, en el mejor
de los casos, un deseo ingenuo y, en el peor de los casos, una mistificación peligrosa en la medida que los que lo
practican no sean conscientes de ello.

II. 1) Así, Truax (1966) analizó de manera sistemática una serie de entrevistas conducidas por el propio Rogers (se trata
de la grabación extensiva en cinta de la psicoterapia de un sujeto considerado como típicamente "exitoso"). La hipótesis
es de que incluso las mínimas intervenciones del terapeuta (gruñidos, interjecciones, murmullos: ‘hum, hum’, ‘ah’, etc.):
1) son intervenciones, esto quiere decir que ellas afectan, modifican, o influencian el discurso del sujeto, que ejercen
sobre él un efecto de refuerzo 13 (positivo o negativo);
2) no se distribuyen al azar, de manera no selectiva o independientemente de los temas abordados.
El análisis de las interacciones muestra, en realidad, que Rogers privilegia de manera totalmente sistemática en el
sujeto:
a) la claridad de la expresión,
b) los indicios de una buena comprensión de sí mismo y, sobre todo,
c) los efectos de aculturación, es decir, el hecho de que el paciente se exprese en la misma lengua y adopte el mismo
marco de referencia que el psicoterapeuta.
Inversamente, C. Rogers evita reforzar conductas tales como, por ejemplo, los bloqueos, la expresión de ansiedad, los
sentimientos negativos para con el médico o para con la situación, etc.
Truax concluye que la terapia denominada no directiva debe ser reinterpretada, en una perspectiva conductista, como
un proceso de aprendizaje fundado en el refuerzo diferencial, por el terapeuta, de determinadas expresiones o actitudes
impícitamente consideradas deseables. 14
Lejos de ser un "espejo" que devolvería simplemente al paciente a sí mismo y le ayudaría a explorar solo sus propios
intereses, sentimientos y deseos, Rogers controla y modifica su comportamiento; por sus intervenciones él favorece la
aparición de determinadas conductas -especialmente los signos de aculturación al terapeuta- y la desaparición de
algunas otras; su comportamiento casi no difiere del de una "máquina de refuerzo social" (Krasner, 1962). El conjunto

13
En el sentido de “refuerzo” en la teoría conductista.
14
En otros contextos, se habló de adiestramiento.
del proceso puede ser descrito como un fenómeno de condicionamiento y de aprendizaje y parece, dice Truax,
corresponder más a las concepciones de Skinner sobre la terapia que al ideal no-intervencionista de los rogerianos. 15
En otras palabras:
a) el método no directivo tal vez sea eficaz, pero por razones (y por mecanismos) que nada tienen que ver con la
explicación dada por el propio Rogers;
b) los terapeutas no directivos se engañan cuando afirman reaccionar de manera no diferenciada, uniformemente
empática y acogedora al discurso del paciente; por el contrario, "refuerzan" aspectos particulares -especialmente de
adaptación a la situación- exactamente del mismo modo que un conductista, , aunque con una definición mucho menos
clara de los objetivos. 16

II.2) De hecho, existe toda una serie de trabajos que, especialmente a partir de investigaciones sobre el
"condicionamiento verbal", acentuaron los efectos de aprendizaje en la situación terapéutica y en el papel -de ánimo o
de "discusión"- que allí desempeñan las intervenciones del terapeuta. Así, Quay (1959) intentó facilitar la aparición de
recuerdos de infancia relativos a la familia, Salzinger y Pizistán (1960) la expresión de los afectos, Buss y Durkee (1958)
los sentimientos de hostilidad, etc. (Se pueden encontrar reseñas detalladas de todos estos trabajos en Krasner (1958),
Richardson et al. (1965, cap. 8) y Lemaine (1971).) Los resultados son, con bastante evidencia, extrapolables a las
situaciones de investigación y de entrevistas de investigación.
Sin embargo, algunas experiencias simulan directamente la situación de entrevista. Así, Verplanck (1955) llegó, en
condiciones casi naturales -conversaciones improvisadas entre dos, cuyo objeto el sujeto ignoraba- a provocar la
aparición sistemática de enunciados de opinión ("creo que", "pienso que")- opuesto a otros tipos enunciados (hechos,
etc.). También logró, en la misma experiencia, provocar la desaparición del fenómeno (por interrupción del refuerzo).
Hildura y Brown (1956) mostraron que es posible, en entrevistas por teléfono, hacer variar sistemáticamente la
orientación y la frecuencia de opiniones específicas -a favor (o en contra) de un programa de enseñanza- simplemente
utilizando refuerzos "intensos" ("Bueno!") o más débiles ("Humm!"). Estos estudios ponen de manifiesto la influencia
que ejercen, en la situación de entrevista, las menores intervenciones del investigador (o del terapeuta), lo quiera o no
lo quiera. La cuestión del estudio sistemático de esta influencia, incluyendo sus finalidades, permanece planteada 17 aún
cuando los partidarios de la no-directividad y de la no intervención a cualquier precio manifiesten sobre este punto una
gran discreción.
Pero la expresión verbal no es el único elemento de refuerzo que interviene en la situación. El refuerzo puede también
estar ligado a características del experimentador cuyo control le es difícil, si no imposible, por ejemplo: el sexo (Binder et
al., 1957), la raza (Smith y Dixon, 1968), o aún ... sus propias opiniones, actitudes y expectativas. Se reencuentra aquí,
por otro camino, los problemas otrora tratados por el estudio de las distorsiones en la opinión ligadas al entrevistador
(interviewer bias).

III. La interacción no verbal en la entrevista y el efecto entrevistador.

15
De hecho, Rogers a veces varía en este punto. En un largo debate con Skinner (1956), admite que el terapeuta no-directivo
también está profundamente comprometido en actividades de "predicción", de "influencia" e incluso de "control" del
comportamiento (del paciente) y que se trata ahí de una "situación de control externo". La actitud no directiva induce en el cliente
"una autonomía mayor, una rigidez menor, una mejor organización e integración de la personalidad, una adecuación mayor a los
ideales que el sujeto escogió para sí". Podemos así, añade, establecer las condiciones de emergencia de conductas autónomas
(internal control) en el paciente, por métodos de control externo -sobre los cuales queda simplemente preguntarse en qué son no
directivos ...
16
Esto no constituye, evidentemente, una apología de las concepciones skinnerianas de la psicoterapia y menos aún de sus
prolongaciones -por ejemplo, en la dirección de la terapia del comportamiento (Eysenck, 1962)-, pero nos permite interrogarnos,
más allá de las intenciones que animan ambos métodos, o de sus "filosofías" del hombre y de la sociedad, sobre sus eventuales
semejanzas: en los modos de intervención, en las condiciones de ejercicio, en los efectos (psicológicos y sociales).
17
Y de sus prolongaciones, especialmente en la práctica terapéutica. Si, a pesar de sus vigorosos ataques al método clínico, la terapia
conductista no parece una respuesta más satisfactoria y plantea al menos igual número de cuestiones, es verdad que difícilmente se
pueden aceptar posiciones eclécticas defendidas, por ejemplo, por Lieberman (1969) . Este concluye una larga controversia con
Truax afirmando:
(a) que, una vez que el método no directivo "funciona", poco importan las teorías y las explicaciones (clínicas o conductistas) que de
él se dan; son concepciones "filosóficas en cuanto a la naturaleza del hombre (sic) que es mejor dejar al gusto de cada uno;
(b) que la "terapia de atmósfera" (?) y la "terapia conductista" difieren muy poco en sus efectos y sólo pueden distinguirse por las
intenciones de sus promotores; allí también la elección es dejada al ‘gusto’ y preferencia de cada uno...
III.1) Toda una serie de trabajos ha puesto de manifiesto, desde hace tiempo, un cierto número de efectos de
"distorsión" en las opiniones de los sujetos entrevistados, vinculados a determinadas características del entrevistador (y
no sólo a su modo de intervención).
Dos razones explican que volvamos a esas investigaciones ya antiguas: por un lado, a pesar de su orientación, en la
época, principalmente técnica (se trata de mejorar la tecnología de las encuestas, de "reducir" los errores, etc.), estos
trabajos planteaban un cierto número de problemas que permanecen perfectamente actuales -y no resueltos-, por otro
lado, la publicación por Hyman, en 1954, de un primer balance sobre la cuestión no parece haber estimulado
investigaciones complementarias, sino, a la inversa, haber agotado este dominio , hoy casi en el olvido.

III.1.1) El principio general de todos estos estudios es que la entrevista (de investigación) no es simplemente un trabajo
de recolección de información, sino siempre una situación de interacción, o incluso de influencia entre dos individuos, y
que, las "informaciones" dadas por el sujeto (el "material" que él proporciona) pueden ser profundamente afectadas por
la naturaleza de sus relaciones con el entrevistador. Si la mayoría de estos estudios se basan en el comportamiento del
entrevistador, su formación para las encuestas (y correlativamente en las mejores maneras de conducir (sic) la
entrevista, formular sus preguntas o intervenciones), otra serie de investigaciones puso en evidencia la influencia de
características propias al entrevistador y totalmente independientes de su comportamiento durante la entrevista o de su
competencia técnica. Lo más sorprendente es todavía el hecho... de sorprenderse con eso!
¿Por qué el asombro, por ejemplo, cuando entrevistados negros dan a entrevistadores blancos respuestas respetuosas
al orden establecido y a entrevistadores negros respuestas altamente reivindicativas (Hyman, 1954)? 18 ¿Por qué el
asombro, incluso, cuando entrevistadores de apariencia más proletaria encuentran entre los obreros más temas de
rebelión contra su condición que entrevistadores salidos de la alta burguesía universitaria (Katz, 1942)? Y cuando las
adolescentes se muestran notablemente discretas sobre sus preocupaciones (y muy ligadas a la familia) frente a
entrevistadores de edad madura -sobre todo hombres- mientras que se revelan particularmente elocuentes ante una
entrevistadora de la misma edad que la suya (Benney, Riesman, Star, 1956, Erlich y Riesman, 1961)? Y cuando los sujetos
no se expresan de la misma manera sobre el problema judío (y no expresan la misma dosis de antisemitismo) ante
entrevistadores visiblemente estadounidenses y entrevistadores con un nombre y/o un rasgo judío marcados (Robinson
y Rohde, 1946)? 19

III. 1.2) Ante estos resultados, surgió en primer lugar la hipótesis de un fenómeno parásito de "homofilia" (Merton), que
se podía intentar reducir (o compensar) haciendo que los negros fueran interrogados por los negros, los judíos por los
judíos, los obreros por los obreros, las mujeres por otras mujeres; es la solución que, en un momento dado, Kahn y
Cannel (1957) preconizan y que rápidamente resultó inaplicable e inadecuada.
a) Incluso en el plano material la tarea no es tan simple: la mayoría de los entrevistadores son reclutados, en los Estados
Unidos, en la clase media o, en todo caso, en medios relativamente instruidos y tal vez las jóvenes de raza negra y de
origen pobre no frecuenten los organismos de investigación (¿hay que ver en ello una de las razones por las cuales los
intentos citados anteriormente no tuvieron un desarrollo muy grande?)
b) Añadir a la muestra de los sujetos una muestra paralela de los entrevistadores lleva muy rápidamente a resultados
inutilizables al menos para un procedimiento de encuesta: el examen de los resultados obtenidos en ese sentido por
Benney y Riesman (1956) da una idea del grado de complejidad al que se llega simplemente con dos criterios distintivos
(el sexo y la edad).
c) Por otro lado, es difícil determinar previamente cuáles serán las variables pertinentes en la interacción; es claro, por
ejemplo, que el sexo, la edad o la raza no intervienen con la misma intensidad en cualquier investigación. Por lo tanto,
Williams (1964) mostró que las diferencias en las respuestas dadas (por negros) a entrevistadores blancos o negros sólo
aparecían en las preguntas que se referían directamente a problemas de discriminación racial y, sobre todo, cuando esas
respuestas comportan un riesgo o un peligro cualquiera (incluso hipotético) de sanciones para el sujeto. 20 (Estos

18
En el mismo cuestionario, está claro, es decir, en respuesta a las mismas preguntas (suponiendo que una formulación única pueda
bastar para asegurar la identidad de una pregunta para todos los públicos).
19
La mayoría de estos estudios se realizaron por cuestionario, pero sus resultados son directamente transponibles para la situación
de entrevista libre, no directiva o asimilada.
20
Del mismo modo, Smith y Dixon (1968) muestran que la raza del experimentador suscita diferencias de desempeño (en una tarea
de condicionamiento verbal) únicamente en los sujetos altamente prejuiciosos (que rechazan los "refuerzos" experimentadores
negros).
resultados siguen la misma dirección que aquellos descritos por Hyman, op. cit.) En otras palabras, los efectos de
interacción entre el entrevistador y el sujeto sólo son importantes cuando se abordan problemas directamente ligados a
esa interacción o problemas cuya importancia para el sujeto (intereses, afectos, implicación personal y emocional) es
elevado. (Como un número no despreciable de estudios -en particular los de motivaciones- no están en este caso, se
puede ver allí otra razón para la extinción de esta corriente de investigación.)
d) Principalmente, en nombre de qué se decidirá que las respuestas "homófilas" (dadas a los negros por los negros, a los
jóvenes por los jóvenes, etc.) son más -o menos- "verdaderas" que las que se dan al Wasp* medio ? Cuestión relevante,
pues lo que se encuentra allí cada vez son simplemente respuestas específicas, "adaptadas" al interlocutor, a las
expectativas que se tienen a su respecto o que él mismo tiene respecto a la situación.
De igual modo, el interés de todos estos estudios no es tanto el de haber puesto en evidencia la "dificultad" de alcanzar
las opiniones "verdaderas" (?) como el de haber subrayado los efectos de interacción en la situación de entrevista. Por lo
demás, si no contribuyeron a modificar ni las condiciones ni los métodos de encuesta, en contrapartida introdujeron la
posibilidad de una doble crítica:
1) de la noción de "opinión" - que se convierte en un comportamiento (verbal) de interacción como cualquier otro;
2) de las técnicas tradicionalmente utilizadas para estudiarla.

III.2) Es evidente, por ejemplo, que la expresión de las opiniones en un diálogo singular puede depender, típicamente, de
los efectos de influencia no deseada (y no deliberada), análogos a los que Rosenthal (1966) especialmente describió a
propósito de la intervención experimental: si un experimentador, colocado en condiciones de interacción tan
controladas y sistematizadas como sea posible, obtiene de sus sujetos la respuesta que espera (o desea) oír, si un
profesor obtiene de sus alumnos los desempeños que cree que ellos son capaces de lograr (Rosenthal, 1968) ), ¿cómo
estar seguro de que un entrevistador, en las condiciones de improvisación del estudio de opiniones, podrá evitarlo?
Un estudio muy antiguo de Rice (1929) ya era muy sugestivo a este respecto: en una investigación en desempleados
sobre las causas de su dispensa, una fracción de los sujetos atribuía gran importancia a factores de orden personal (y
especialmente al alcoholismo), otra fracción insistía sobre todo sobre las malas condiciones generales (económicas,
sociales) del empleo. Los primeros habían sido interrogados -con toda honestidad- por un entrevistador prohibicionista,
los segundos por un entrevistador socialista.
Así también, Cahalane et al. (1947) muestran que, en 100 preguntas incluidas en un cuestionario, más de la mitad
variaba significativamente según el entrevistador que aplicó el cuestionario y que esas diferencias seguían el sentido de
las opiniones propias del entrevistador. (Ferb & Wales (1952) encuentran indicaciones del mismo tipo.) En una tarea de
reconocimiento de figuras geométricas, los sujetos tienden a dar las respuestas que el experimentador creía correctas
(pero que no lo eran necesariamente) (Stanton y Baker, 1942). El interés manifestado por sujetos acerca de una
campaña electoral se aproxima a las frecuencias esperadas (y pronosticadas previamente) por cada uno de los
entrevistadores (Wyatt y Campbell, 1950), etc.
Hyman, en 1954, ve en este tipo de fenómeno sobre todo el efecto de diferencias de registro y de anotaciones de las
respuestas por los entrevistadores, en el sentido de sus propios deseos, expectativas u opiniones. Ella rechaza la
interpretación de Rice según la cual esas distorsiones "eran comunicadas seguramente de modo inconsciente por el
entrevistador al sujeto y aparecían efectivamente en las respuestas de este último". Sería necesario esperar las
investigaciones de Rosenthal para reubicar la cuestión del efecto de las expectativas, conscientes o no, del entrevistador
(por ejemplo, expectativas de papeles sociales), sobre el comportamiento verbal del sujeto interrogado. 21

III.3) Se puede mostrar, finalmente, que determinadas características del entrevistador -y de la interacción entre sujeto y
entrevistador- tienen consecuencias mucho mayores que la modificación de aserciones directamente ligadas a las
dimensiones en interacción. Así, Lenski y Leggett (1960) pusieron en evidencia ciertas conductas de "deferencia" que
llevan a los sujetos a acordar sistemáticamente con las proposiciones del entrevistador (aunque para ello deban aceptar,
con algunos minutos de intervalo, afirmaciones perfectamente contradictorias). También muestran que esas conductas
de "aquiescencia" están ligadas directamente a las diferencias de posición jerárquica entre el entrevistador y el sujeto
(son mucho más frecuentes en los sujetos poco instruidos y en los negros -cualquiera que sea su grado de instrucción).

21
Y aun así... Los trabajos de Rosenthal parecen totalmente ignorados en las síntesis recientes sobre la entrevista: no son
mencionados ni por Richardson (1965), ni por Kahn y Cannel (1968), cuyo artículo, entretanto, se acerca a una exposición detallada
sobre el "efecto experimentador".
Los comportamientos "deferentes" -tendencia a decir sí, a dejarse influenciar, incluso indirectamente, por el
entrevistador- ya habían sido objeto de numerosas investigaciones. Pero, mientras que la mayoría de los autores
consideran la "tendencia a aquiescer" un rasgo de personalidad - que ligan a la personalidad "autoritaria" (cf, Jackson y
Messick, 1958, Couch y Keniston, 1960) - Lenski y Leggett la analizan en términos de interacciones entre individuos.
Hay que ir más lejos. Podemos preguntarnos si comportamientos de ese género (así como en el párrafo precedente, los
efectos de condicionamiento -verbal o no verbal), lejos de estar vinculados a las características individuales o las
diferencias de status individuales respectivos (social, económico, de instrucción) del entrevistador y del sujeto, no son
directamente inducidos y provocados por la propia situación de entrevista, con sus características de asimetría en las
posibilidades de iniciativa y de unilateralidad en el intercambio. En este caso, tal vez sea la totalidad de la situación de
entrevista terapéutica o de entrevista lo que será necesario considerar simultáneamente con el origen y la fuente
principal de "refuerzo" y de los múltiples efectos de influencia, deliberada o no, sobre los sujetos, de "distorsión" de sus
actitudes, sentimientos u opiniones.

IV. La situación de entrevista.

Este examen de la orientación no directiva y, sobre todo, de los mitos no intervencionistas, no conduce necesariamente
a un panegírico de los sondeos o de la terapia de condicionamiento. La trampa es justamente (en determinados sectores
de las ciencias humanas al menos) la elección forzada, en el caso de las entrevistas, entre cuestionarios cerrados y
entrevistas no directivas, en el caso de la terapia, entre terrorismo conductista y "terapia de atmósfera" (sic) ). Como si,
por no agrupar y no clasificar 22 más los sujetos en categorías prefabricadas, se fuese necesariamente rogeriano; como si,
por interrogarse sobre los fundamentos y las condiciones de ejercicio de la entrevista no directiva, no se tuviesen
medios ni deseos de escuchar a los individuos o de dejarlos hablar.
Más que eso, la cuestión es examinar de manera tan sistemática como sea posible las condiciones reales en las que se
sitúa hoy el "diálogo" (?) no directivo y tal vez develar, más allá de las controversias entre escuelas, sus parentescos con
los otros términos de la alternativa: cuestionario o reeducación.

IV. 1) El intercambio desigual - Tal vez no sean, o no sólo sean, las diferencias de status sociocultural las que expliquen,
en el estado de Leggett y Lenski, la docilidad de los sujetos, su exceso de cooperación, su tendencia a acordar con todo
lo que el entrevistador propone. Es también, desde los primeros momentos, el carácter visiblemente desigual del
intercambio, la ausencia casi total, para el sujeto, de dominio posible sobre la situación y sobre su interlocutor.

Este tipo de relación no es, por lo demás, tampoco fatal; es posible modificarla en el sentido de una reciprocidad mayor.
Y basta, por ejemplo (Gouldner, 1955), que los sujetos entrevistados sean advertidos de que podrán, a su vez, plantear
preguntas al entrevistador para que el "material" recogido (y los resultados de la investigación) sea profundamente
modificado. Del mismo modo, se encuentra en Richardson et al. (1965, cap. 14) todo un capítulo sobre la necesidad,
para el entrevistador, de proporcionar al sujeto en uno u otro momento de la investigación un cierto número de
informaciones -sobre el objeto del estudio, sus hipótesis, tal vez algunos resultados o, también, cualquier otra cuestión
no directamente relacionada con el tema de la investigación. 23
En todos estos casos, sin embargo, el derecho (para el sujeto) de interrogar al entrevistador permanece otorgado por
este último, esencialmente a fin de obtener "mejores" informaciones. La reciprocidad (mutualidad), el carácter bilateral
de la expresión y de la interrogación son sólo instrumentos -a veces útiles- para la mejora de los resultados de la
investigación (la que se inserta en una sana óptica de "relaciones humanas"), ellos no modifican el cuadro de esta última
ni la naturaleza institucional de las relaciones entre sujeto y entrevistador. En todos los casos, el sujeto es utilizado por
el investigador (entrevistador); que produce "material" (verbal) que será ulteriormente explorado -como se dice tan
bien- por otros, con cuadros de referencia y objetivos que le son extraños y, en la mayoría de las veces, disimulados. 24

22
O no "reclasificar", como se dice justamente en la jerga de la psicología ortopédica o ... penitenciaria.
23
Otras preocupaciones, especialmente respecto a la intervención psicosociológica en las organizaciones, nos llevaron a utilizar, en
un momento dado, la "entrevista de información" (R. Pagès, 1965 y 1967) simultáneamente como medio de estudio de las
necesidades de información de los estudiantes y como medio de intercambio con ellos.
24
Sin hablar de las investigaciones comerciales "de motivación" en las que los temas evocados por los sujetos, sus reflexiones,
asociaciones y deseos proporcionan simplemente -y gratuitamente- a los publicitarios carentes de imaginación, no sólo "material"
de investigación a ser explorado sino también a menudo, las ideas que necesitaban para someter (y explorar) aún más a los mismos
sujetos convertidos en consumidores.
Ese es un problema básico: como las preguntas cerradas de los sondeos y las preguntas "abiertas" de las encuestas más
profundas, la entrevista no directiva mantiene al sujeto en una posición perfectamente unilateral en la cual el derecho
de interrogar, de plantear preguntas y de elaborar conclusiones es de propiedad exclusiva de los especialistas de la
investigación, en la cual el sujeto sólo tiene el derecho de responder, en el mejor de los casos, cuando se le pregunta (es
decir, precisamente, bajo la pregunta -y en posición de firmes): el derecho a la palabra se ha convertido en un simple
deber de respuesta.
Todo esto se inscribe maravillosamente en un modelo de funcionamiento social en el cual las funciones de interrogación
son monopolizadas por un número restringido de agentes, siempre los mismos (véase Pagès, R., 1971) y en el cual la
propia reciprocidad (interrogar a los interrogadores) permanece en el mejor de los casos, tolerada (con carácter
excepcional), en el peor de los casos, otorgada (es un gadget [artilugio] como cualquier otro), pero siempre bajo el
control del entrevistador. 25
No es tanto la entrevista, de una forma u otra, lo que está en cuestión aquí, sino lo que ella revela del conjunto de los
sistemas de intercambio, de comunicación, de interrogación -y de influencia- en el que tiene su lugar (al que, claro está,
contribuye, en cuanto modelo de intercambios asimétricos y jerarquizados, a reforzar aún más).

IV.2) Privatización y desprivatización - La entrevista, principalmente no dirigida, no hace más que reflejar un modo de
organización social. Ella también transmite, y aún más, una teoría.

IV.2.1) Entonces, finalmente, ¿cuál es la naturaleza del material que se busca alcanzar a través de una entrevista no
dirigida? ¿Cuáles son las actitudes "profundas" que el psicólogo, el investigador, el entrevistador, tendrían el privilegio
exclusivo de traer a la luz? ¿Y a quién -o a qué- beneficia tal exploración?
Rogers (1945) da un ejemplo entre otros: una mujer viene a consultarle sobre las fobias de su hijito. Después de largos
desvíos, se advierte que su "problema profundo" es "el temor de perder a su marido".
Concepción de "profundidad" que equivale a otra (no gira más -ni menos- alrededor del núcleo familiar). Rogers
considera la exploración suficiente: "la cliente podrá, de vuelta a su casa, enfrentar el problema de manera
constructiva", no hay más que hacer que mandarla de vuelta a casa.
Más prudentes, Kahn y Cannell (1957) también se preguntan cómo, en una entrevista, lograr determinar la actitud
"verdadera" de un sujeto -por ejemplo, respecto a sus superiores jerárquicos: ¿se debe entrevistarlo el día en que su
jefe le propone promoverlo? ¿El día en que él amenaza con despedirlo? ¿El día en que, al salir de la misa, él cree en el
amor y la fraternidad entre los hombres? ¿El día en que -con el conjunto de los obreros de su empresa- acaba de entrar
en huelga?
La respuesta es previsible: la actitud "profunda" del sujeto es aquella que, tras una larga entrevista privada con el
entrevistador, él podrá expresar acerca de las figuras de autoridad en general y tal cual fue forjada, especialmente en la
primera infancia, en el seno de la familia. 26

IV.2.2) Clínicos y psicosociólogos se encuentran, así, como los psicoanalistas -y sin duda después de ellos- (cf. Deleuze &
Guattari, 1972), enredados, a menudo sin siquiera saberlo, en una doble práctica: individualizante y familiarista.
Tal vez no sean sólo los presupuestos teóricos (en el caso, de inspiración analítica) del terapeuta o del investigador de
"motivaciones" los que incitan, por diversos medios, al sujeto a una auto-exploración de sí mismo progresivamente
orientada hacia -después concentrada en- la formación de los conflictos familiares actuales y principalmente lejanos. Es
el conjunto de la situación de entrevista, debido a su estructura, lo que privilegia esta orientación y constituye una
incitación permanente al reenvío del sujeto a sí mismo, a su inclinación -frecuentemente su encapsulamiento- sobre
“su” problema (puesto que es precisamente el único lugar donde se le permite hablar sobre esto): rápidamente
localizado, individualizado, después "familiarizado", el llamado "problema personal" se vuelve, a partir de entonces, con

25
Si los sujetos se rebelaran y tomaran la iniciativa de la interrogación, de la observación o, simplemente, de la escucha, tal vez el
liberalismo de los cuestionadores, su neutralidad y su comprensión empática dure poco. Basta que un paciente decida cuestionar a
su antiguo analista, grabar su discurso (cf. L'Homme au magnétophone, 1969), para que la situación se desequilibre, para que el
discurso del médico se vuelva repentinamente idéntico a los que tiene el hábito de oír (o de estudiar); el grabador no provocó un
intercambio fructífero, creó un enfermo más.
26
Ellos reconocen, sin embargo, que esta dimensión puede no ser la única verdadera o interesante y que esto depende en parte de
los objetivos del estudio.
destinos distintos, uno de aquellos que sólo se concibe, de los cuales sólo se habla , que sólo se resuelve (a veces) y de
los cuales sólo se sale (con suerte) a través de múltiples avatares de una relación entre dos -"transferencial" o no.
Así, el único lugar posible, en la entrevista, para la emergencia del deseo 27 se convierte en una mecánica eficaz
a) de privatización de los problemas (preferentemente en estructuras familiares);
b) de su relegación al nivel de "secreto" (Deleuze) o de la "confidencia" confesable y solucionable únicamente en el
marco de un tête à tête.
No es accidental 28 que los psicólogos clínicos y los psicosociólogos se hayan convertido, al menos en sus prácticas,
especialistas en la exploración, en un diálogo singular, de los problemas "privados", de la "vida privada". Pero esto
plantea de modo totalmente necesario la cuestión de los efectos sociales, deliberados o no, de la intervención
(psicológica o psicosociológica) a través de la entrevista. "Máquinas de refuerzo"? "Máquinas que desean"? Tal vez ahí
esté uno de los problemas claves de la práctica de las ciencias humanas hoy en día.

IV.2.3) Una consejera de planificación familiar percibía recientemente que, hace algún tiempo, las mujeres hablaban
espontáneamente y de modo totalmente libre de problemas muy difíciles de abordar antes, en particular de sus
abortos. Sin embargo, no fueron las técnicas de atención y de entrevista de las consejeras del PF que variaron, sino que,
en abril de 1971, 343 mujeres publicaron una declaración muy corta: declaraban públicamente que todas habían
abortado (a pesar de la prohibición legal) y exigían para todas las mujeres el derecho de abortar libremente, el derecho
de hablar sobre ello, el derecho de salir de la clandestinidad y del silencio, desafiaban a los jueces a perseguirlas.
La legislación sobre el aborto no cambió. Pero un año después, las mujeres (y los hombres) hablan de él: en las consultas
de contracepción, en los consultorios de sus médicos o psiquiatras, principalmente entre sí, en fin, en público ("denuncia
de los crímenes contra las mujeres", París, mayo de 1972). El cuerpo, la "vida privada", el "secreto" vergonzoso se
convirtieron en objeto de conciencia, de acciones y de debates colectivos.
Que una acción "ejemplar", como se decía en mayo (Movimiento del 22 de marzo de 1968), sea más eficaz que tres años
de psicoterapia o 500 páginas de informe de investigación para desentrañar el conjunto de una situación y para
"desbloquear" la palabra -y el dominio- de los individuos sobre su vida (incluso la más "privada"), nada tiene de nuevo ni
de sorprendente, pero nos lleva a plantear el problema de los presupuestos -psicológicos, sociológicos y políticos- de
determinadas prácticas de las ciencias humanas y de su articulación con los movimientos sociales...

El interés por los métodos no directivos es esencialmente el de demostrar por el absurdo hasta qué punto los métodos
clásicos de entrevista en las ciencias humanas, del sondeo al cuestionamiento profundo o a la terapia, derivan
finalmente del mismo modelo: en todos los casos el locutor -que los psicólogos, sin dudas por eufemismo, insisten en
llamar "sujeto", es típicamente objeto: de intervención (o de manipulación) con mucha frecuencia, de observación a
veces, de estudio tal vez.
Toda entrevista, toda investigación que se sitúa en el interior de este cuadro permanece, en lo esencial, prisionera -y, en
todo caso, solidaria- de la división social del trabajo de cuestionamiento (cuestionamiento de los demás, de la sociedad,
de sí mismo) y de la monopolización de las funciones de conocimiento (y de autoconocimiento) por los instigadores
(públicos o privados, universitarios o extra-universitarios) de las investigaciones (ella parece solidaria también, por el
momento, de una formalización fundada, en primer lugar, en la división entre el deseo y la praxis social, entre
inversiones "libidinosas" e inversiones sociales).
Y tal vez los psicólogos pudieran interesarse por la elaboración de otras técnicas de investigación y de otras teorías sobre
el funcionamiento psíquico.
En otras palabras, la cuestión tal vez no sea la de saber si toda investigación, toda entrevista es deshonesta (aunque un
gran número lo sea), ni de buscar al enemigo principal donde existen sólo síntomas o engranajes; sino antes bien
preguntarse en qué condiciones la iniciativa y el control de las acciones de cuestionamiento (y de autocuestionamiento)
individual y colectivo, de conocimiento (y de autoconocimiento) individual y colectivo pueden dejar de ser
monopolizados por y para el beneficio de organizaciones o de microgrupos de especialistas-interrogadores

27
Lo que quizás sea una otra y buena razón para la censura teórica sobre el método.
28
Se refleja allí simplemente la fuerza de uno de los presupuestos básicos del psicoanálisis, cf. Deleuze: el rechazo de examinar la
inversión [inmersión] libidinosa [de la libido] del campo social (histórico, económico, político) a menos que sea como "derivado",
"sublimado", "desviado", siempre en segundo grado en relación a las inversiones familiares - y la tentación de referirse siempre a
ella en última instancia.
(organizadores, investigadores u hombres de aparato), sino distribuidos igualmente y asumidos por el conjunto de
aquellos que, a partir de ahí, individuos o colectividades, no sería tan ridículo llamar "sujetos".
Se trata de saber si -y en qué condiciones -los que se consideran expertos de las ciencias "del hombre" podrían tener, en
tal proceso, papeles diferentes de los de consejeros (o asociados) de los jueces, sacerdotes y policías en el poder (como
Skinner prevé).

BIBILIOGRAFÍA.

BENNEY, M. y HUGHES, E. C., Of Sociology and the Interview. Amer. J. of Social., 1956. 62, 137-42.
BENNEY, M.; RIESMAN, D. y STAR, S. A., Age and Sex in the Interview. Amer. J. of Social:, 1956, 61, 143-52.
BINDER, A.; Mc CONNELL, D. y SJOHELM, N.A., Verbal Conditioning as a Function of Experimenter Characteristics. J,
Abnorm. Soc. Psychol., 1957, 55, 307-14.
BUSS, A. H. e DURKEE, A., Conditioning of Hostile Verbalizations in a Situation Ressembling a Clinical Interview. J. of
Consult. Psychol., 1958, 56, 130-45.
CAHALAN. D.; TAMULONIS, V. e VERNER, H. W., Interviewer Bias Involved in Certain Types of Attitude Questions, Int. J.
of Opin. and Attitude Res., 1947, 7,63-77,
COUCH, A. e KENISTON, D., Yeasayers and Nayayers: Agreeing Response set as a Personality Variable. J. Abnorm. Soc.
Psychol., 1960, 60, 150-74.
DELEUZE, G. e GUATTARI, P., L'Anti-Oedipe, 1972, Ed. de Minuit, Paris.
EYSENCK, H. J., Conditionnement et nevroses, nouvelle methods therapeutique, 1962, Gauthier, Villars, Paris, 407 p.
FERBER, R. e WALES, M., Detection and Correction of Interviewer Bias. Public Opin.Quarterly, 1952,16, 102-27.
GOULDNER, A. W., Patterns of Industrial Bureaucracy, 1955, Routledge and Kegan, Londres.
HILDUM, D. e BROWN, R. W,, Verbal Reinforcement and Interviewer Bias, J. Abnorm andSoc. Psychol., 1956, 53,108-11.
____. L'Homme au magnetophone, dialogue psychanalytique, in Les temps modernes, 1969,24, N. 274, p. 1824-840.

S-ar putea să vă placă și