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4. Si tenemos en cuenta que el destino de un individuo está determinada por la historia, ese
destino no es reducible a la historia de las relaciones emocionales entre los niños y adultos
que acompañaron en sus primeros aprendizajes. Estas relaciones están apoyadas en una serie
de relaciones que las determinan. Ellas son portadoras de cuestiones (enjeux) no solamente
emocionales, sino también ideológicas, culturales, sociales y económicas, ninguno de estos
niveles puede disociarse de los otros, ya que su entrelazamiento produce la estructura de
programación, la herencia, el marco de referencia en el que el niño va a apuntalar su propia
historia. Comprender el peso de la historia en sí misma, es entender la relación entre su
historia personal, historia familiar, y la historia social en la que aquella está inserta.
5. Pierre Bourdieu analiza este aspecto esencial del peso de la historia a partir de la noción de
la incorporación del habitus. El habitus es el resultado de un conjunto de prácticas que se
constituyen con el paso del tiempo. Adquiridos en función de su pertinencia, es decir, su
capacidad para dar respuesta a las condiciones concretas de existencia en un momento dado,
esos habitus se transmiten de generación en generación. Ellos son "tipos de programas
históricamente ensamblados" que indican las formas individuales de ser y de comportarse en
situaciones sociales. "La historia en estado incorporado se expresa en los habitus, productos
de una adquisición histórica, que permite la apropiación del acervo histórico." En otras
palabras, "el inconsciente no es otra cosa que el olvido de la historia que la historia misma
produce cuando, realizando las estructuras objetivas, se engendran esas cuasi-naturalezas que
son los habitus. Historia incorporada hecha naturaleza y por lo tanto olvidada como tal, el
habitus es la presencia activa de todo el pasado del cual es el producto "(Bourdieu, 1980, p.
94). Podemos evocar aquí un inconsciente social que organiza los procesos en el trabajo de
producción social de los individuos, en los que no son conscientes.
6. El inconsciente de Pierre Bourdieu no se refiere a una teoría del aparato psíquico . Por
inconsciente él entiende el conjunto de estructuras cognitivas, especialmente aquellas
imputables al sistema escolar (Bourdieu, 2000, p. 47). Él se refiere así a una psicología implícita
de tipo cognitivista, muy lejos de psicoanálisis. El individuo interioriza de manera mecánica
esquemas de apreciación, de percepción y de pensamiento, desde la escuela, la familia y el
entorno social. Se trata de estructuras sociales incorporadas que el individuo considera innata
cuando en realidad son adquiridas . Este desconocimiento que le permite pensar, hablar y
actuar, es la principal característica del inconsciente según Pierre Bourdieu.
7. Pero el inconsciente no tiene realmente existencia propia. Si Bourdieu nos ayuda a entender
la importancia de los determinismos sociales en la producción social de los individuos, es
lamentable que no se haya inspirado en la teoría psicoanalítica para comprender mejor el
proceso de incorporación. ¿Cómo es la internalización? ¿A través de qué canales? ¿De qué
manera? Se carece de una teoría de la interioridad para ir más lejos en este punto. Él no entra
en el análisis de los mecanismos que darían cuenta de la incorporación de habitus . Él postula
la correspondencia entre las estructuras sociales y las estructuras mentales sin explicar el
proceso de apuntalamiento mutuo. Esta dificultad surge cuando se le preguntó sobre el
estatuto de lo mental en Pierre Bourdieu, un término que nunca es realmente definido sino
como "estructura cognitiva" o "cadena de la percepción, apreciación y acción".
9. Pierre Bourdieu considera el aparato psíquico como una caja negra sobre la cual viene para
imprimirse la impresión de las estructuras sociales. En definitiva lo mental no tiene existencia
propia. Es un inconsciente "blando" orquestado desde exterior. Los esquemas de apreciación,
de percepción, de pensamiento y de acción son determinados desde el exterior por la posición
social del individuo, los intereses objetivos que defiende, las organizaciones a las cuales
pertenece y, en última instancia, por las relaciones de dominación del campo social o
institucional considerado. Las nociones de inversión, de inculcación, de interiorización y de
incorporación, que utiliza para dar cuenta de la interiorización por los agentes de los procesos
sociales, no designan de hecho procesos concretos.
10. No podemos criticar a un sociólogo por detener su análisis allí donde las tareas pertenecen
a otra disciplina. Pero, en este caso, la mono-disciplina conduce a analizar las
correspondencias entre las estructuras sociales objetivas y las estructuras mentales en sentido
único, por una determinación de las segundas por las primeras. Por falta de una comprensión
y de una conceptualización de los procesos psíquicos, la circularidad dialéctica y la
reciprocidad de las influencias no son analizadas. La construcción teórica funciona sobre un
solo pilar, el razonamiento es unívoco. Él cae en el sociologismo por ausencia de una teoría
sobre el funcionamiento del aparato psíquico. El proyecto de una «antropología total»
enunciado por Pierre Bourdieu para superar la oposición entre la evocación y la explicación, la
descripción que muestra y el modelo que explica, falla. Queda parcial por no develar, al lado
de las raíces sociales, las raíces psíquicas inconscientes de las conductas humanas. Y si no se
puede criticar a Sigmund Freud de desconocer la obra de Pierre Bourdieu, lo inverso no es
verdad.
11. Pierre Bourdieu era sin duda consciente de este problema. Frente a la visión de un sujeto
instrumentalizado por las estructuras sociales, él evocará otro, capaz de reflexividad, capaz de
desprenderse del peso de los determinismos por un trabajo de socioanálisis. Hay allí una
convergencia entre Sigmund Freud y Pierre Bourdieu. De un lado, una desconfianza frente a
las concepciones de un sujeto consciente y voluntario, capaz de dominar su destino; del otro,
la idea de que el sujeto puede efectuar un trabajo sobre él mismo frente a las contradicciones
que determinan sus conductas. Pero si la naturaleza de este trabajo es definida bastante
claramente en el marco psicoanalítico, no ocurre lo mismo con el socioanálisis.
12. Sigmund Freud descubre que el trabajo para acceder al conocimiento de los conflictos
intra-psíquicos se topa con resistencias, con mecanismos de defensa como la expulsión, la
denegación, el retorno en su contrario. Inventa entonces un método para acompañar el sujeto
en la exploración de su propio inconsciente. Inicialmente, practica la hipnosis, método que
permite encontrar las escenas traumáticas de la infancia, en particular atadas a la sexualidad.
Comprueba que estas reminiscencias tienen un efecto catártico inmediato. Los síntomas
parecen desaparecer, el paciente parece liberado de sus inhibiciones. Pero muy rápidamente
se desilusiona. Los síntomas reaparecen. El levantamiento de las inhibiciones es de hecho sólo
pasajero. El efecto catártico no dura. El caso Dora se hizo famoso porque plantea una duda a
Sigmund Freud: él creía haber hecho un descubrimiento fundamental sobre la génesis de los
disturbios psíquicos (el traumatismo sexual), sobre el medio de curarlos, y todo eso vuelve a
estar en cuestión (Freud, 1905).
15. Pierre Bourdieu ha estado confrontado con cuestiones similares a propósito del
socioanálisis. Lo percibimos en una respuesta a una cuestión de Loïc Wacquant. Cita un poco
laboriosa en cuanto a saber en qué condición los agentes sociales se hacen cómplices de la
acción de los determinismos que pesan sobre ellos, y por lo tanto en qué condición pueden
librarse de esta acción.
16. "Los agentes sociales son determinados solamente en la medida en que ellos se
determinan [..] Podemos servirnos del conocimiento de estos mecanismos para escapar de
ellos [..] Los agentes tienen alguna posibilidad de devenir sujetos sólo en la medida, y en la
medida solamente, en que controlan conscientemente la relación que mantienen con sus
disposiciones, escogiendo dejarlas actuar o, por el contrario, inhibirlas, o, mejor, someterlas
[..] Pero este trabajo de gestión de las propias disposiciones es posible sólo al precio de un
trabajo constante y metódico de explicitación. Por falta de un análisis de estas
determinaciones sutiles que obran a través de las disposiciones, nos hacemos cómplices de la
acción inconsciente de las disposiciones, ellas mismas cómplices del determinismo" (Bourdieu
y Wacquant, 1992).
17. En este extracto, sentimos un equilibrio entre la idea que el autoanálisis y la toma de
conciencia son mecanismos de liberación - "podemos servirnos del conocimiento de estos
mecanismos para escapar de ellos " - pero que este "escape" es posible sólo al precio "de un
trabajo constante y metódico de explicitación", por lo tanto de una inversión que va más allá
del simple conocimiento. La posibilidad de devenir "sujetos" (las comillas puestas por Pierre
Bourdieu indican que maneja la noción con precauciones) depende del control consciente de
la relación que ellos mantienen con su habitus, "escogiendo dejarlos actuar, inhibirlos o
someterlos". Los términos utilizados dan la sensción de un cuerpo a cuerpo entre el individuo
y su habitus, de una batalla interna feroz del sujeto con esa parte de él mismo que es el
producto de la historia incorporada.
18. Como llevar a cabo esta lucha? En qué marco? Con qué armas? Cómo efectuar este
trabajo metódico de explicitación? Pierre Bourdieu era muy consciente de las dificultades para
responder a estas cuestiones. Señalaba a propósito de eso: "fui mucho tiempo como el joven
Freud, pensé mucho tiempo que la conciencia bastaba "(2) El socioanálisis tiene como objetivo
acompañar teóricamente este "trabajo", pero la explicitación es suficiente para librarse de la
incorporación? Él mismo se no fiaba de eso cuando decía que pasaba lo esencial de su tiempo
haciendo la terapia cerca de sus colegas a fin de ayudarles a comprender mejor en qué medida
la actividad de investigador –de ellos- fue influida por la acción inconsciente de determinismos
sociales. Encontraba este trabajo "agotador, difícil" y sentía "no haber podido formar otros
para hacerlo". Lejos de ser hostil hacia el psicoanálisis, consideraba que no había diferencia
fundamental entre su diseño del inconsciente y el de Sigmund Freud: “es lo mismo, frente a la
acción inconsciente de las disposiciones, comprobamos resistencias, desplazamientos, la
expulsión, denegaciones..." (op. cit.). Por eso, no dio muchos elementos del socioanálisis: su
marco, su práctica concreta, sus soportes metodológicos, su desarrollo… Evoca repetidas veces
la necesidad de una sociología reflexiva, sin indicar los medios operatorios para llevarla a cabo.
19. Al final de su obra esboza su propio análisis (Bourdieu, 2004). Conocemos sus comentarios
mordaces sobre "la ilusión biográfica" (Bourdieu, 1986) y sus críticas frente al "intercambio
ordenado de los narcisismos y la complacencia de las evocaciones nostálgicas". En sus
“Meditaciones Pascalianas” escribe: "no tengo la intención de dejar de recuerdo memorias
personales que forman el telón de fondo grisáceo de las autobiografías universitarias:
encuentros maravillados con maestros eminentes, elecciones intelectuales entrelazadas con
elecciones de carrera. Eso que ha sido presentado recientemente bajo la etiqueta de ego-
historia me parece todavía muy alejado de una sociología verdadera y reflexiva. Los
universitarios felices, los únicos a los que se les pide este ejercicio escolar, no tienen historia. Y
necesariamente no es prestarles servicio a ellos, ni a la historia, que cuenten sin un método las
vidas sin historia " (Bourdieu, 1997). Si afirmaba así su gran desconfianza frente al relato de
uno mismo, no proponía tampoco un trabajo de explicitación y de elucidación de sí. Invitaba a
los sociólogos a aplicar el socioanálisis a sí mismos y preconizaba una forma de autoterapia
definida como el recurso sociológico para tratar de deshacer el trabajo de los determinismos
sociales que pesan ordinariamente sobre los sociólogos.
20. “¿Cómo ser a la vez sujeto y objeto, el que actúa y el que, en cierto modo, se mira actuar?"
(3). La objetivación del sujeto que analiza introduce al analista en un proceso dialéctico entre
el desarrollo de sus capacidades para comprender el conjunto de las determinaciones
"objetivas" que intervienen en su práctica y su capacidad de hacerse un "sujeto que analiza".
No se trata de "sustituir las delicias fáciles de la exploración de sí por la confrontación con las
realidades rugosas del terreno", sino de explorar las condiciones sociales de producción del
conocimiento. Más allá de la explicación de la experiencia vivida del sujeto que conoce, el
análisis debe referirse a los fundamentos de su sistema de valor, de sus elecciones
metodológicas y teóricas, del contexto social y económico, cultural, en el cual obra, pero
igualmente debe referirse a su posición en el campo del conocimiento y las apuestas
institucionales que dirigen su búsqueda. Por ejemplo, la elección de un director de tesis, las
estrategias de publicaciones, las perspectivas de carrera, las relaciones de poder en el seno de
un laboratorio, de una universidad, asociaciones profesionales, son tantos elementos que
sobredeterminan el modo de ser investigador y de hacer la investigación. Se trata de
aprehender "al mismo sujeto de la objetivación", es decir al investigador, analizando las
disposiciones socialmente constituidas que condicionan sus orientaciones teóricas y
metodológicas. También analizando las condiciones de producción de su "punto de vista", allí
dónde se apoya la mirada sobre el mundo, los núcleos duros de su pensamiento, las
intenciones latentes perseguidas más allá de los discursos manifiestos.
23. La objetivación científica necesita integrar el punto de vista del que lo efectúa y analizar los
"intereses" materiales e inmateriales, objetivos y subjetivos, manifiestos y latentes, que puede
tener en el proceso de objetivación. El proceso de elucidación se topa con resistencias
múltiples por parte del investigador y por parte de la comunidad a la que pertenece. Pierre
Bourdieu evoca a propósito de eso las críticas hirientes que le valió su obra “Homo
academicus” (1984), en el cual denuncia los resortes del poder en el campo universitario. El
socioanálisis revela los efectos de poder y de los procesos de dominación "inhibidos" por los
que los producen, sobre todo cuando se benefician.
24. Para sobrepasar estas resistencias, Pierre Bourdieu a menudo vacila entre una postura
crítica de denuncia y una postura clínica de comprensión. La postura combativa es a menudo
la que adopta en primer lugar: el conocimiento es una conquista contra las resistencias, los
intereses, los hábitos; hay que forzar las conciencias, denunciar las cegueras, descubrir el
errores de los colegas; la escucha debe ser "armada" para evitar todas las trampas de la
empatía (Bourdieu, 1993). Bourdieu es demasiado sensible a las apuestas (enjeux) de
dominación y a las múltiples ilusiones que provoca, en particular en el campo de la producción
del saber, para creer que una postura empática y una neutralidad benévola puedan ser
admisibles en este dominio.
26. Percibimos esta dualidad frente de la herencia. Pierre Bourdieu considera la historia del
individuo un peso del que debe liberarse: "cada uno de nosotros está colmado por un pasado,
por su pasado, y es un pasado social, que es "popular" o "burgués" [..] siempre estrechamente
entrelazado con el que explora el psicoanálisis, particularmente pesado y molesto cuando se
trata de hacer ciencias sociales " (Bourdieu, 2000, p. 55). Así la historia es analizada como un
conjunto de determinaciones pesadas, embarazosas, apremiantes. En ningún momento es
contemplada como un conjunto de soportes, de recursos, de aprendizajes. El sociólogo
entonces es designado como el que va a liberar al hombre del desconocimiento haciéndole
descubrir la acción nefasta de las determinaciones sociales.
27. Podemos interrogar el a priori negativo que conduce a considerar los determinismos
sociales como elementos de dominación mientras que pueden ser tanto soportes como pesos.
Si son factores de desigualdad, también son elementos de afiliación, de integración y de
construcción de la identidad. La historia pasada tiene no sólo aspectos embarazosos. Es a la
vez un freno y un estimulante, una limitación y un recurso, un factor de inhibición y de
movimiento, de reproducción y de cambio. Como el proceso de sujeción, la herencia es a la
vez un marco apremiante y un conjunto de "capitales" que el heredero va a utilizar para
construirse. Si la herencia "lo posee", como la tierra posee el campesino (Karl Marx), es
también el poseedor (Gaulejac, 1983). Podemos por cierto considerar que el inconsciente
socio-histórico es fuente de efectos de poder y de dominación y que existen unas resistencias
fuertes a todo análisis que conduzca a elucidar el funcionamiento. Por eso, como el
psicoanálisis nos lo enseña, no sirve para nada forzar las defensas, porque las refuerza aún
más. La postura guerrera sólo suscita posiciones combativas y ofensivas para los que
pretenden batallar para la verdad contra los poderes ocultos, y posiciones defensivas para los
que se sienten atacados y apremiados a legitimar lo que son. Si es conveniente denunciar las
desigualdades y la dominación en términos políticos, también es conveniente acompañar a las
personas que desean librarse del modo en el que han sido socialmente fabricados.
29. Este autoanálisis es luminoso. Las contradicciones atadas a su cambio de clase social lo
empujan hacia la sociología. Determinan su modo de hacer la investigación. El análisis de la
violencia simbólica es una forma de sublimación del odio experimentado frente a su medio de
origen; a partir del momento en que frecuenta otros medios, accede a la cultura "legítima", y
enfrenta las humillaciones múltiples que esta ascensión provoca. Él presenta aquí los
diferentes síntomas de lo que designé en su tiempo con el término "neurosis de clase" (4).
¿Pero verdaderamente tomó la medida de la vergüenza y de la culpabilidad? Desgarrado por la
ambivalencia frente a las instituciones escolares, entra en guerra contra los herederos y los
dominantes. El odio de clase se transforma en trabajo universitario y en posición militante
para descubrir los procesos de dominación y los resortes de la violencia simbólica en la
educación. Por eso, el socioanálisis no permite comprender los vínculos entre, por una parte
las apuestas (enjeux) de poder y de distinción, las violencias humillantes, el odio de clase, la
envidia, y por otra parte los efectos psíquicos de la ambivalencia frente a sus parientes, el
proceso de la culpabilidad, los conflictos de identificación, la desvalorización narcisista de
pertenecer a un medio marginal, las múltiples facetas del sentimiento de vergüenza que
experimentó frente a estas situaciones. Afirma sin embargo que el inconsciente social (la
acción de las determinaciones sociales en sí) está "siempre estrechamente entrelazado con el
inconsciente que explora el psicoanálisis " (Bourdieu, 2000, p. 55) sin sacar las conclusiones
que se imponen.
30. En su Esbozo para un autoanálisis (2004), escribe como epígrafe "Análisis sociológico que
excluye la psicología, salvo algunos estados de ánimo". Este radicalismo sociológico conduce a
excluir del socioanálisis todas las dimensiones no sociológicas, lo que limita evidentemente su
alcance. Sentimos sobre este punto la ambivalencia de Bourdieu entre la defensa de una
ortodoxia sociológica, con el fin de protegerla de los riesgos de una deriva humanista,
idealista, filosófica y psicológica, y la toma de conciencia de los callejones sin salida de esta
postura, en particular del riesgo de un reificación de la acción de las determinaciones
estructurales. Sobre diferentes cuestiones como las del sujeto, los "vínculos entre sociología y
psicoanálisis", la toma en consideración de la experiencia vivida de los actores, sus posiciones
alternan permanentemente entre una fuerte resistencia a todo lo que podría desnaturalizar la
postura sociológica (analizar lo social por lo social) y una apertura a un enfoque más clínico,
fenomenológico y psicoanalítico que dialectice las relaciones entre la acción de los
determinismos sociales y el trabajo del sujeto sobre lo social activo en él (Gaulejac, 1999).
31. La ambigüedad del socioanálisis reside en esta tentativa no exitosa de conciliar "un análisis
que puede ser llamada estructuralista, que tiende a recoger relaciones objetivas,
independientes de las conciencias y voluntades individuales [..] y un procedimiento
fenomenológico, interaccionista o etnometodológico, que tiende a recoger la experiencia que
los agentes obtienen de las interacciones, los contactos sociales y la contribución que aportan
a la construcción mental y práctica de las realidades sociales" (Bourdieu, 1987). El socioanálisis
propone, sin alcanzarlo verdaderamente, sobrepasar las tensiones entre el análisis de las
estructuras y la toma en consideración de la experiencia, entre lo que la sociedad produce y
las contribuciones de los individuos a esta producción, entre las condiciones objetivas y las
condiciones subjetivas que determinan las relaciones sociales.
32. La sociología clínica tiene la pretensión de sobrepasar estos límites a partir de un marco
teórico que pone en relación los registros sociales y psíquicos. Expusimos este marco en otro
lugar (Gaulejac, 1987, 1996, 2007). En conclusión de este artículo retengamos algunos
principios que guíen esta reflexión:
No podemos disociar *el análisis estructural de las relaciones sociales que determinan los
conflictos y los comportamientos de los individuos, *del análisis de las "respuestas", las
contribuciones prácticas, experienciales y subjetivas de los individuos en la producción de la
sociedad. Hay una relación de recursividad que conduce a considerar que la sociedad produce
a individuos que producen la sociedad. Las posibilidades para un individuo de transformarse a
pesar del conjunto de las determinaciones que pesan sobre él, son el efecto del trabajo que el
sujeto efectúa sobre sí mismo y su entorno para responder a las contradicciones con las cuales
está confrontado. Los determinismos sociales y los condicionamientos psíquicos son las
fuerzas plurales, heterogéneas y contradictorias que empujan el sujeto a intentar poner
coherencia y unidad allí donde reina la incoherencia y la diversidad. No podemos analizar de
modo similar las influencias recíprocas entre, por una parte, las relaciones objetivas sobre la
experiencia subjetiva y, por otra parte, las relaciones subjetivas sobre las construcciones de la
realidad social. Los procesos no son de la misma naturaleza aun cuando están en interacción
permanente. De allí el interés en combinar los métodos sociológicos con métodos más clínicos
con el fin de captar mejor esta reciprocidad de las perspectivas. Conviene pues analizar por
una parte la autonomía relativa de los procesos sociales y de los procesos psíquicos y, por otra
parte, las conexiones, las interacciones y las articulaciones entre estos dos registros. El
inconsciente llamado "social" está vinculado con el inconsciente llamado "psíquico". Estas dos
instancias no están totalmente diferenciadas. Los procesos intra-psíquicos también son
sociopsíquicos. Conviene, pues, integrar en el análisis las interacciones permanentes entre la
vida social y la vida psíquica.
33. Las "razones para actuar" son múltiples. La "verdad erudita" de las prácticas jamás puede
reducirse a un factor explicativo único. El pluralismo causal es una evidencia en el campo de
las ciencias sociales. La dualidad de las influencias entre los fenómenos sociales y los procesos
psíquicos es permanente. Un verdadero socioanálisis debe permitir analizar esta dualidad y
estas influencias recíprocas. El proyecto es ambicioso y complejo, más aun cuando las
tentativas freudo-marxistas, animadas por intenciones similares, no colmaron las esperanzas
suscitadas en su tiempo. La elección de la sociología clínica no es construir una meta-teoría de
la social, sino analizar los procesos socio-psíquicos en la acción de las relaciones
individuo/sociedad.
34. Conviene salir de la oposición simplista según la cual el psicoanálisis tendría las llaves para
comprender las profundidades del ser del hombre, mientras que la sociología tendría las que
abren el conocimiento del ser de la sociedad. Tal reparto de tareas posiblemente es cómodo
pero seguramente parcial y hasta mutilado, cuando deniega la presencia de la sociedad en el
ser del hombre y la presencia del hombre en el ser de la sociedad.
(Nota 4). Emmanuel Poncet, en un artículo del periódico Liberation en febrero de 2002,
algunos días después de la defunción de Pierre Bourdieu, titulaba su artículo "El origen
modesto y provincial del sociólogo puede explicar su solidaridad con todas las exclusiones. ‘La
neurosis de clase’ de Bourdieu". El periodista recuerda algunas características de esta
"neurosis", en particular la sobreinversión en el trabajo y en la escritura, la cólera, la rebeldía
contra las desigualdades, las reacciones defensivas contra la vergüenza social original que lo
hace solidario de todas las exclusiones y de todos los insultos hechos a las minorías. Acaba su
artículo observando: "finalmente, los crueles juegos del tribunal del liceo de Pau son más o
menos los mismos que los del campo intelectual-mediático parisino donde los clivajes son a
menudo los mismos, donde las lógicas de ascenso o conservación social perduran, se
acentúan, y donde los miembros no soportan ser desenmascarados, ser objetivados, devueltos
a su determinación social, sobre todo cuando están en posición de fuerza. La neurosis de clase
de Pierre Bourdieu tenía los defectos de todas las neurosis que hacen brillantemente algo:
creadora, productora, liberadora, pero tan imponente, enervadora. Su obra pudo liberar tanto
como bloquear, facilitar los desplazamientos sociales como inhibirlos".