Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
La maldición sobre el goce tiene que ver también con el sexo. Ese
agujero de la excursión, no es sobre cualquier cosa sino que afecta
las relaciones sexuales. En este sentido, cual es el goce que no
hay, lacan responde: el goce que no hay es el de la
complementariedad entre los sexos. De esta idea se deriba la
famosa formula de lacan: la relación sexual no existe. No es que no
hay acto sexual, lo que no existe es la complementariedad, es que
esos dos seres hablantes se fundan en uno por mas que se
abracen con todas sus fuerzas.
No existe esa mitad que nos complementa, no existe ese otro que
nos completa y llena nuestro vacio. Hay que aceptar la castración,
una falta que no se puede colmar ni complementar. En el sentido
bueno de la aceptación. Asumir la castración, nos hace valorar lo
que tenemos y seguir deseando por desear. Para tener la
posibilidad en la vida del buen encuentro, de la contingencia
afortunada.
Para terminar se señala que en nuestro caminar por el goce y el
deseo no solamente vamos a ver cosas hermosas y horribles asi
como miles de palabras que rodean un agujero innombrable, sino
también nos vamos a encontrar una rara flor, porque no sucede
muchas veces en la vida, que es el amor. Y el amor es del orden de
la contigencia posible, por eso tiene la capacidad de contrarestar el
peso de la imposibilidad. Según lacan no hay relación sexual pero si
hay amor. La contingencia del amor se produce cuando entre dos
seres hablantes se produce un modo de encuentro que es
particular. Porque no se reconocen del modo “que guapo eres” sino
que se reconocen en sus síntomas, en sus fallas, en todo lo que
marca la huella en su exilio la relación sexual, la falta.
El amor digno se produce entre dos seres ideales sino entre dos
exciliados que por un momento construyen un refugio en común.
Por eso lo que despierta el amor por el otro es aquello que cojea.
Sus faltas, las huellas particulares de su exilio de la relación sexual,
que cursiomanete sintonizan con las mias. Si ese amor resiste el
embate del goce solitario de cada uno de los componentes de la
pareja le podemos augurar un esperanzado provenir. Si por el
contrario se enroca al modo de gozar del otro, que nunca consigue
coincidir con el propio y que lógicamente nos exluye es probable
que ese amor se convierta en nuestra mayor fuente de
desesperación. Todo dependerá de la posición que como sujetos
hayamos adquirido respecto a la castración, o a esta ausencia de
relación sexual. Eso solo puede hacerlo quien se ha podido
despojar antes de las falsas esperanzas del fantasma de
completud.