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y experiencia
religiosa
Patricio A. Perkins, Francisco M. Bodean (eds.)
Estudios de fenomenología
y hermenéutica VI
Círculo de Fenomenología
y Hermenéutica de Santa Fe-Paraná
Patricio A. Perkins, Francisco M. Bodean (eds.)
ISBN 978-987-25008-5-6
Ilustraciones: Xul Solar, “Viñeta publicada en Anales de Buenos Aires”, “Místicos”. Gentileza de
Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar. Derechos reservados Fundación Pan Klub-Museo Xul
Solar.
Contenido
Presentación 7
1. Experiencia religiosa
2. Racionalidad crítica
Apéndice 2011
6| Contenido
Presentación
8| Presentación
los mitos bíblicos, especialmente neo-testamentarios, y
Jesica Buffone recupera el sentido contemporáneo y
humano del concepto teológico hebreo de recuerdo,
discutiendo sobre la memoria y su función humana hoy.
II. Racionalidad crítica. El otro grupo de exposiciones, que
llamamos racionalidad crítica, se esforzó en aplicar la
razón al fenómeno religioso con diferentes matices va-
lorativos y clases de procedimientos. Sin lugar a dudas,
aquí la razón toma la iniciativa sobre la religión, pi-
diéndole explicaciones sobre su función y valor, tal co-
mo implica el uso cotidiano de crítica en español, que
significa tanto cribar un asunto bajo los principios de la
ciencia y la razón, como censurarlo. Más allá de que la
religiosidad sea considerada una etapa necesaria dentro
de un camino de superación, una alienación o una face-
ta esencial de la existencia necesitada de autenticidad,
lo común aquí es que la razón se encarga de describirla
y evaluarla. María Cristina Greve, aplica las reflexio-
nes de Claude Romano acerca de la experiencia y su
sentido originario de peligro y travesía al análisis del
sentido de una experiencia religiosa; Martín Grassi ex-
plica el método discriminatorio de Henry Duméry para
fundar una filosofía de la religión en contraste con otros
métodos como el fenomenológico; Francisco Bodean
argumenta sobre el papel racional y ultra-racional que
juega el concepto de religiosidad en la filosofía de la ac-
ción de Maurice Blondel con especial énfasis en la inau-
tenticidad de la superstición; Ignacio De Marinis co-
menta la lectura de Heidegger sobre Nietzsche con la
mirada puesta en el pasaje posterior a un pensamiento
sobre Dios no-calculante ni metafísico; Celia Cabrera
bosqueja la superación husserliana de la deontología
por una teleología y la articulación entre un orden ra-
cional, el orden mundano y la divinidad; Lorenzo To-
ribio se pregunta por los puntos de comparación entre
Los editores
10| Presentación
1. Experiencia religiosa
El trasfondo pagano de la experiencia religiosa
según Franz Rosenzweig
1
ROSENZWEIG, Franz: La Estrella de la Redención, trad. Miguel García Baró, Sí-
gueme, Salamanca, 2006.
capaz de explicar y fundamentar la totalidad de la realidad y
al cual los otros dos principios deben subsumirse. Para la
tradición totalitaria que va de Jonia a Jena2 —esto es, desde
el “todo es agua” de Tales, pasando por la identificación par-
menídea entre ser y pensar, hasta la identificación hegeliana
entre lo racional y lo real y viceversa— el tema de la muerte
se presenta como algo irracional, puesto que no es algo pro-
ducido ni demostrable por el pensamiento. Ante este factum
irracional, la estrategia idealista para construir un Todo que
todo lo explique sin dejar nada fuera de sí, diluyendo con ello
la singularidad del sujeto en una objetividad abstracta,3 con-
siste, entonces, en negar la muerte. Y si la muerte no es nada,
no debe angustiar al hombre. Esta es, según Rosenzweig, la
mentira piadosa que inventa la filosofía para calmar al hom-
bre que sabe que va a morir. Sin embargo, dicha argucia fra-
casa en su misión consolatoria porque, aún lleno de congoja
por su finitud, el hombre se niega a aceptar la muerte y afir-
ma su voluntad de vivir. Su angustia revela que quiere man-
tener su individualidad, que se resiste a renunciar a su desti-
no particular para integrarse en una totalidad despersonali-
zada. Dado que la propia muerte no es reductible a un siste-
ma conceptual, puesto que se muestra al pensamiento como
un dato pre-reflexivo y no producido por él, el Todo no se to-
taliza sino que, según Rosenzweig, estalla en tres pedazos
separados igualmente pre-reflexivos que se repelen recípro-
camente: el sí mismo, el mundo y Dios. A estas realidades
que el pensamiento descubre como poseyendo una existen-
cia independiente y anterior a sí, Rosenzweig denomina
2
Ibidem, p. 52.
3
Mariana Leconte señala que para Rosenzweig “hay acontecimientos inobjeti-
vables, irreductibles, […] que se padecen y cuya significación es traicionada y
hasta desmentida en su traducción a la objetividad.” LECONTE, Mariana: Racion-
alidad y proximidad. La significancia ética como origen de la significación en
Emmanuel Levinas, Moglia, Corrientes, 2009, p. 18.
6
“Como esencialidades son Dios, mundo y hombre […] igualmente trascen-
dentes.” ROSENZWEIG, F.: El nuevo pensamiento. Observaciones adicionales a la
Estrella de la Redención, trad. Ángel E. Garrido Maturano, Adriana Hidalgo,
Buenos Aires, 2005, p. 24.
7
“Este ser propio del hombre […] es algo infinito y, sin embargo, ilimitado.”
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 105.
8
GARRIDO MATURANO, Ángel: La Estrella de la Esperanza. Introducción a La
Estrella de la Redención de Franz Rosenzweig desde una perspectiva fenome-
nológica, Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Buenos Aires, 2000,
pp. 29–35. Por su lado, Stéphane Mosès lo explica del siguiente modo: “Le Soi
est une réalité métaéthique: il n’est pas objet de l’éthique, mais son sujet, sa
source: il le est par-delà le monde moral.” MOS S, Stéphane: Système et Révéla-
tion. La philosophie de Franz Rosenzweig, Bayard, Paris, 2003, p. 71.
9
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 54 y 83.
El paganismo de la realidad
A fin de caracterizar con mayor claridad la realidad de
los elementos,12 Rosenzweig se remonta a la comprensión pa-
gana de la realidad tal cual es configurada por el pensamien-
to de la Antigüedad. ¿Por qué? Porque nuestro autor cree en-
contrar que la esencia del paganismo consiste, en último
término, en expresar una vida cerrada en sí misma:13 en él, el
hombre se afirma desde su soledad, el mundo se clausura so-
bre sí mismo y Dios se esconde en una trascendencia incog-
noscible.14 Por ello, usufructuar ciertas figuras del paganismo
permite, a los ojos de Rosenzweig, reflejar con precisión la
modalidad según la cual las tres realidades elementales se
manifiestan como separadas la una de la otra y como consti-
tuyendo un monismo autosuficiente e irreductible. El paga-
nismo de la Antigüedad no es interpretado por Rosenzweig
como aquello que se opone a la religión ni como un momen-
10
GARRIDO MATURANO, Á.: La Estrella de la Esperanza, op. cit., pp. 22–29.
11
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 57.
12
Manuel Reyes Mate destaca el valor pedagógico del siguiente argumento
rosenzweigiano. cf. REYES MATE, Manuel: De Atenas a Jerusalem. Pensadores
judíos de la modernidad, Akal, Madrid, 1999, p. 55.
13
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 74.
14
cf. MOS S, S.: Système et Révélation, op. cit., p. 60.
15
El término paganismo no connota aquí un sentido peyorativo, sino que sólo
describe la estructura constitutiva del pensamiento “puro”, previo a la “con-
taminación” o “mezcla” de la revelación bíblica. cf. RUIZ PESCE, Ramón Eduardo:
“Del Tú al Nosotros en judíos y cristianos”, en ROSENZWEIG, F.: El nuevo pen-
samiento, op. cit., p. 83.
16
cf. M S S, S.: Système et Révélation, op. cit., p. 61.
17
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 131.
18
Ibidem, p. 101. En otro pasaje afirma: “No es casualidad que cuando la Reve-
lación salió al mundo no tomara el camino de riente, sino el de ccidente.”
Ibidem, p. 75.
19
Rosenzweig sostiene: “La pasión del Dios, que corre libremente, rompe contra
el dique interno del oscuro mandamiento de su naturaleza.” Ibidem, p. 74.
20
Ibidem, p. 73.
21
cf. M S S, S.: Système et Révélation, op. cit., p. 63.
22
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 92.
23
Ibidem, p. 99.
24
En el contexto del pensamiento de la Antigüedad, acoger y experimentar la
figura mundanalmente perfilada tal cual se da constituye para Rosenzweig una
suerte de “fenomenismo primitivo”. cf. Ibidem, p. 101.
25
Esta reclusión del mundo plástico se refleja hasta el día de hoy en las leyes del
arte. En efecto, afirma Rosenzweig: “la obra de arte tiene que tener esa clausura
sobre sí misma, aquella falta de miramientos y respetos con todo lo que pueda
30
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 123.
31
cf. M S S, S.: “Rosenzweig et Levinas : Au-delà de la guerre”, Rue Descartes, no.
19, Emmanuel Levinas, 1998, p. 93.
32
ROSENZWEIG, F.: La Estrella de la Redención, op. cit., p. 152.
Conclusión
En contraposición a la filosofía idealista que identifica el
ser con el pensar y que pretende sintetizar toda la realidad
en un concepto, Rosenzweig plantea que Dios, el hombre y el
mundo no poseen una esencia común, sino que constituyen
tres elementos diferenciados que entran en mutua relación
en la realidad efectiva. El pensamiento experimenta las ideas
de Dios, hombre y mundo, pero no está en su dominio el po-
der fundarlas ni demostrarlas. Justamente, porque se dan a él
con anterioridad a su actividad configuradora, el pensamien-
to las reduce a una nada. Pero esa nada desestimada por el
idealismo es para Rosenzweig el punto de partida necesario
—como nada de nuestro saber— que permite el acceso a la
multiplicidad y facticidad de lo real. Dios, mundo y hombre
son tres realidades pre-reflexivas e irrelativas, cerradas en sí
mismas y separadas entre sí. Por ello mismo, constituyen la
condición de posibilidad de todo pensar sobre la realidad
efectiva. Para echar luz a esta intuición, Rosenzweig intenta
explicarla remontándose al paganismo de la antigüedad,
puesto que cree que las figuras del dios mítico, del mundo
plástico y del héroe trágico dan cuenta con mayor nitidez de
dichas notas de clausura y separación. El paganismo no debe
de ser considerado meramente como un polo antagónico a la
religión, sino también como su condición de posibilidad: la
lógica del pensamiento rosenzweigiano afirma que es necesa-
rio que las facticidades del pensar Dios, hombre y mundo,
sean primeramente mónadas aisladas unas de las otras para
33
cf. LECONTE, M.: “Las formas de la nueva racionalidad: de Rosenzweig a Levi-
nas”, en SCANONNE, Juan Carlos S. J. (ed.): Un nuevo pensamiento para otro
mundo posible, Educc, Córdoba, 2010, p. 63.
34
GARRIDO MATURANO, Á.: La Estrella de la Esperanza, op. cit., p. 38.
1
PATOČKA, Jan: Ensayos heréticos sobre la filosofía de la historia, trad. Alberto Cla-
vería, Península, Barcelona, 1988.
2
Ibidem, p. 123.
por la no-responsabilidad y, por esto, lo demoníaco desdibu-
ja el límite entre lo animal, lo humano y lo divino.
Para Derrida, siguiendo en esto a Patočka, la religión
comienza a partir del instante en que el secreto de lo sagra-
do, el misterio orgiástico o demoníaco, son si no destruidos,
por lo menos dominados, integrados y sometidos a la esfera
de la responsabilidad. El sujeto responsable es el que ha po-
dido someter a sí mismo el misterio orgiástico; por esto, la
religión supone el acceso a la responsabilidad de un yo libre
y, en este sentido, la génesis de la responsabilidad se confun-
de con la genealogía del sujeto.
Desde esta perspectiva, el paso desde lo sagrado a lo re-
ligioso o, en otras palabras, desde el ámbito orgiástico al
ámbito de la responsabilidad, comportó, según Derrida, una
transición desde la exterioridad a la interioridad, desde lo ac-
cesible a lo inaccesible. Asimismo esto implicó una doble
conversión: en primer lugar, bajo la forma de la incorpora-
ción desde el misterio orgiástico hacia el misterio platónico
y, en segundo lugar, bajo la forma de la represión desde el
misterio platónico hacia el mysterium tremendum cristiano.
Derrida señala que hay que confesar y analizar la rela-
ción secreta entre estas dos conversiones (incorporación y
represión) y estos tres misterios (el orgiástico, el platónico y
el cristiano). El análisis implica demorarse en lo que sucede
de una conversión a otra, es decir, el tiempo de la conversión
y en torno de lo cual gira, a saber la muerte dada. Pues, una
historia del secreto como historia de la responsabilidad se
vincula con una cultura de la muerte, es decir, con las dife-
rentes figuras de la muerte dada.3
La incorporación mediante la cual la responsabilidad
platónica triunfa sobre el misterio orgiástico, señala Patočka,
3
cf. DERRIDA, J.: Dar la muerte, trad. Cristina de Peretti y Paco Vidarte, Paidós,
Barcelona, 2006, p. 22.
7
cf. Ibidem, pp. 70–71.
8
cf. Ibidem, p. 70.
9
cf. Ibidem, pp. 71–72.
1
Valença localiza-se no litoral sul do Estado da Bahia, às margens do rio Una.
Têm uma área de 1.190 km2 e uma população, segundo estimativas do IBGE em
01.07.2005, de 84.136 habitantes, com economia baseada no turismo, comércio e
agricultura, mas durante muito tempo sua economia foi sustentada pelos em-
pregos gerados pela Cia. Valença Industrial, importante e histórico complexo
que marca a história da região e o desenvolvimento da cidade. No ano de 1844,
tem início em Valença, nesta época ainda Vila de Valença, a construção da
Fábrica de Tecidos Todos os Santos, uma fábrica de grandes proporções à
margem do rio Una. Três anos depois em novembro de 1847, esta fábrica inicia
sua produção. A Todos os Santos chegou a ser durante seu período de produção
a fábrica de tecidos mais importante da província, e talvez de todo o Império,
tanto no que se refere ao capital nela investido, 280 contos de réis, como
quanto à sua produção e número de operários.
condição de sujeito, buscam perceber a consciência do
“mundo da vida”, ao contemplar o sujeito religiosidade e ma-
ternidade figura a história de mulheres que vivem dupla jor-
nada de trabalho numa fábrica têxtil, nas revelações de suas
memórias o sujeito ricœuriano se diferencia do “eu” do ego
da consciência.
A relação com a figura materna de Maria como mãe ter-
rena de Jesus na religião católica, figura como modelo de
mulher espelho da família cristã, as operárias de Valença, BA.
O que se passa dentro de casa e no seio da família, fica priva-
do a família, são relações que foram vivenciadas dentro do
espaço reservado, as divisões sociais de trabalho, e as ques-
tões relativas a classe são divisores de águas nas experiências
de vida prática, cada realidade se manifesta conforme suas
condições sociais.
Esta tutela do marido fortemente exercido em algumas
mulheres da classe média, como forma de coibir o trabalho
da mulher fora do lar não funcionou com mulher das classes
baixas. Uma mentalidade pequena burguesa, que os pobres e
operários não associavam, pois o trabalho deveria ser feito
não só pela mulher, mas por todos os filhos que estivesse em
idade de trabalho, era uma maneira de sustentar a família e
esta contribuição não podia ser dispensada, a mulher pobre,
que trabalhava na fábrica, e nas horas vagas no ganho, lavan-
do e passando roupas para terceiros, fazendo bolos e meren-
da para as crianças venderem no comércio, costuravam
quando tinham um tempo, entre outras pequenas atividades
de ganho, quando se refere sobre o poder disciplinar, em re-
lação ao caráter do feminismo ele afirma que:
objetivo do “poder disciplinar” consiste em manter
“as vidas, as atividades, o trabalho, as infelicidades e os
prazeres do indivíduo, assim com sua saúde física e moral,
suas práticas sexuais e sua vida familiar, sob o estrito con-
trole e disciplina com base no poder dos regimes adminis-
2
HALL, Stuart: A identidade cultural na pós-modernidade, tradução Tomaz Tadeu
da Silva, Guaracira Lopes Louro, Dp&A, Rio de Janeiro, 2001, p. 42.
3
ANTUNES, Ricardo: Classe Operária, sindicatos e partidos no Brasil: um estudo
sobre a consciência de Classe, da Revolução de 30 até a Aliança Nacional Liber-
tadora, Cortez, São Paulo, 1982, p. 126.
4
OLIVEIRA, Waldir Freitas: A Industrial Cidade de Valença: um surto de industri-
alização na Bahia do século XIX, Centro de Estudos Baianos, UFBA, 1985, p. 35.
5
1750 Frei Bernardino de Milão, inicia construção da capela dedicada a Nossa
Senhora do Amparo, e em 1860. Bernardino de Sena Madureira associa a Luiz
Rodrigues Dultra Rocha Filho funda a Fábrica Nossa Senhora do Amparo. No
ano 1899 A Fabrica Todos os Santos e a Fábrica Nossa Senhora do Amparo se
torna uma só empresa, a Companhia Valença Industrial –CVI. Dados do IPAC:
Inventário de Proteção do Açervo Cultural da Bahia, vol. V, Monumentos e sítios
do litoral sul, Secretaria da Industria, Comercio e Turismo do Estado da Bahia,
Salvador, 1988.
6
D. Maria da Glória Oliveira Santos, de 72 anos. Entrevista concedida ao autor
em 24/07/2009, na Vila Operária.
7
GEERTZ, Clifford: A interpretação das Culturas, LTC, Rio de Janeiro, 1989, p. 41.
8
SANTANA, Charles D’Almeida: Fartura e Ventura Camponesas, Anablume, São
Paulo, 1998, p. 94.
9
NORA, Pierre: “Entre memória e história: a problemática dos lugares”, Projeto
História. Revista do Programa de Estudos Pós-Graduados de História, PUC/SP,
10, 1993, p. 11.
10
Ibidem, p. 15.
11
Imposto sobre as terras que pertenceram a Igreja Católica.
14
D. Maria da Glória Oliveira Santo, de 72 anos. Entrevista Concedida ao autor
em 24/07/2009 na Vila Operária.
15
RICŒUR, Paul: Finitud y culpabilidad, Trotta, Madrid, 2004, p. 145.
Daniele Petrella
(Fondazione Collegio “San Carlo” di Modena)
1
Esta ponencia anticipa algunas tesis de un artículo en vías de publicación en la
revista italiana Filosofia e Teologia, no. 3, XXVI, 2012.
2
cf. Anfänge reformatorischer Bibelauslegung, ed. J. Ficker, vol. I, Luthers Vorle-
sung über den Römerbrief (1515/1516), Dieterich’sche Verlagsbuchhandlung,
Leipzig, 1908, ahora en: Martin Luthers Werke. Kritische Gesamtausgabe
(Weimarer Ausgabe), vol. 56, Metzler Verlag, Weimar, 1938 [traducción italiana
de G. Pani, LUTERO, Martin: Lezioni sulla Lettera ai romani (1515–1516), 2 vols.,
Marietti, Genova 1991].
en el joven Heidegger, que en una nota de Los fundamentos
filosóficos de la mística medieval las cita expresamente3.
De este curso, previsto para el año académico 1918/1919
y que Heidegger nunca dio, nos queda un grupo de notas en
las que se propone realizar una interpretación fenomenoló-
gica de la mística medieval, que el filósofo quería profundizar
en el marco más amplio de la teoría de la “constitución”4
trascendental elaborada por Husserl. Compartiendo las tesis
de Harnack sobre el significado del dogma teológico como
resultado de la helenización de la experiencia de la fe propia
del cristianismo, Heidegger interpreta la escolástica como el
movimiento teológico y filosófico que “comprometió dura-
mente la inmediatez de la vida religiosa”5. Sin embargo, el in-
tento de Heidegger de comprender el sentido pre-teorético
de los fenómenos religiosos en el marco del “yo puro” de
Husserl, entendido como el “elemento constitutivo origina-
rio”6, ha sido pronto abandonado por él.
De hecho, la elaboración por parte de Heidegger de una
fenomenología “hermenéutica”7 en el Kriegsnotsemester del
1919 tiene como objetivo mostrar el carácter derivado de la
primacía de la actitud teorética en filosofía en relación con la
originalidad pre-teorética de la vida, interpretada por Hei-
degger como el horizonte pre-teorético de “motivaciones y
tendencias”8. En este sentido, para Heidegger en nuestra ex-
periencia cotidiana del mundo encontramos cosas que tienen
3
cf. HEIDEGGER, Martin: “Die philosophischen Grundlagen der mittelalterlichen
Mystik [Ausarbeitungen und Entwürfe zu einer nicht gehaltenen Vorlesung
1918/19]”, en Gesamtausgabe, ed. C. Strube, vol. 60, Klostermann, Frankfurt a.
M., 1995, p. 308.
4
Ibidem, p. 311 y passim.
5
Ibidem, pp. 313–314.
6
Ibidem.
7
HEIDEGGER, M.: “Die Idee der Philosophie und das Weltanschauungsproblem
(Kriegsnotsemester 1919)”, en Gesamtausgabe, ed. B. Heimbüchel, vol. 56/57,
Klostermann, Frankfurt a. M., 1987, p. 117.
8
Ibidem, p. 117.
9
Ibidem, p. 74.
10
cf. HEIDEGGER, M.: “Einleitung in die Phänomenologie der Religion (Winterse-
mester 1920/21)”, en Gesamtausgabe, ed. M. Jung y T. Regehly, vol. 60, Kloster-
mann, Frankfurt a. M., 1995, pp. 3–125.
14
Ibidem, p. 61.
15
HEIDEGGER, M.: “Einleitung in die Phänomenologie der Religion”, op. cit., p. 127.
16
HEIDEGGER, M.: “Grundprobleme der Phänomenologie”, op. cit., p. 257.
17
HEIDEGGER, M.: “Einleitung in die Phänomenologie der Religion”, op. cit., p. 92.
18
Ibidem, p. 100.
19
Ibidem, p. 112.
20
Ibidem, p. 143.
21
Ibidem, p. 144.
22
HEIDEGGER, M.: “Grundprobleme der Phänomenologie”, op. cit., p. 39.
23
HEIDEGGER, M.: “Einleitung in die Phänomenologie der Religion”, op. cit., pp.
121–122.
24
Ibidem, p. 122.
25
Ibidem, p. 107.
29
Ibidem, p. 110.
30
HEIDEGGER, M.: “Grundprobleme der Phänomenologie”, op. cit., p. 114.
31
HEIDEGGER, M.: “Einleitung in die Phänomenologie der Religion”, op. cit., pp.
16–17.
32
Ibidem, p. 117.
33
HEIDEGGER, M.: “Grundprobleme der Phänomenologie”, op. cit., p. 23.
Zulema A. Pugliese
(Universidad del Salvador)
1
HEIDEGGER, Martin: Estudios sobre Mística Medieval, trad. Jacobo Muñoz, FCE,
México D.F., 1997, p. 169.
2
OTTO, Rudolf: Lo Santo, lo racional y lo irracional en la idea de Dios, trad.
Fernando Vela, Alianza, Madrid, 1991, p. 182.
3
HEIDEGGER, M.: Gesamtausgabe, II. Abteilung: Vorlesungen, ed. V. Klostermann,
vol. 60, Phänomenologie des religiösen Lebens, Frankfurt a. M., 1995, p. 315. “Das
Heilige ist also das Normalbewußtsein des Wahren, Guten und Schönen, erlebt
als transzendente Wirklichkeit.”
4
HEIDEGGER, M.: Introducción a la Fenomenología de la Religión, trad. Jorge Us-
catescu, Siruela, Madrid, 2005, p. 127.
Para concluir
Como hemos visto brevemente, entre 1919 y 1921, el jo-
ven Heidegger se aboca a estudios teológicos con miras a
concebir una Fenomenología de la religión, basando sus in-
vestigaciones en un método que describe aquello que se
muestra en y por sí mismo, sólo en tanto que se muestra y
dentro de los límites en los que se muestra.
Heidegger trató de discernir lo que aparece respecto de
todo lo demás, evitando también lo que pondría aquel ante
quien aparece. Así logró liberar a las descripciones fenome-
5
HEIDEGGER, M.: Estudios sobre Mística Medieval, op. cit., p. 53.
6
Ibidem, p. 150.
Silvana Filippi
(Universidad Nacional de Rosario – CONICET)
1
HEIDEGGER, M.: “Phänomenologie und Theologie”, en Gesamtausgabe, ed.
Klostermann, vol. IX, Wegmarken, Frankfurt a. M., 1996, p. 66. cf. HEIDEGGER,
M.: Einführung in die Metaphysik, Niemeyer, Tübingen, 1953, p. 6, donde
Heidegger se expresa en los mismos términos.
de esta cuestión y mueve a la consideración de los motivos
que lo han conducido a esa convicción.
En efecto, para Heidegger, fe y razón resultan inconci-
liables. Que las verdades de fe puedan estimular la reflexión
filosófica, o inversamente, que la especulación racional logre
contribuir a la comprensión de lo creído, es algo que nuestro
autor rechaza de plano. Así, por ejemplo, frente a la pregunta
filosófica por excelencia: “¿qué es el ente y no más bien la
nada?”, el que cree ya tiene una respuesta: la creación, de
manera que quien se apoye en tal fe podrá hacer como si
preguntase, sostiene Heidegger, pero no interrogará en sen-
tido propio salvo que renuncie a sí mismo como creyente2.
Para la fe, la filosofía es tontería3. Inversamente, los esfuerzos
de la metafísica a fin de expresarse racionalmente acerca de
Dios como ente supremo y fundamento de todo lo que es,
fracasan, pues el Dios verdaderamente divino se le escapa a
este pensar objetivante que concibe a Dios como una “cosa
suprema” [eine Ur-Sache].
Estas pocas aserciones del pensador alemán ya nos
permiten efectuar algunas consideraciones. En primer lugar,
si bien es cierto que el hombre de fe puede vivir prescindien-
do de la especulación filosófica, no resulta menos evidente
que la mayoría de los pensadores que han recibido el califica-
tivo de “cristianos” no han hecho del preguntar filosófico un
mero simulacro con una respuesta preestablecida, sino que
han filosofado auténticamente y ello ha hecho que, aun
compartiendo la misma fe, a menudo sus respuestas filosófi-
cas no fuesen idénticas, sino contrastantes, incluso en cues-
tiones relevantes. Por el contrario, es preciso reconocer que
aquellos creyentes que han considerado la filosofía como una
2
Ibidem, p. 6.
3
cf. también HEIDEGGER, M.: Was ist Metaphysik?, ed. Klostermann, Frankfurt a.
M., 1955, p. 20. Aquí manifiesta Heidegger que ya sería tiempo de que la filosof-
ía cristiana meditara las palabras del apóstol San Pablo, quien considera una lo-
cura la sabiduría de este mundo.
7
Ibidem, pp. 68–69.
8
HEIDEGGER, M.: Identität und Differenz, Neske, Pfullingen, 1957, p. 57.
9
Ibidem, pp. 70–71.
3. Dios y el ser
10
HEIDEGGER, M.: Nietzsche, Neske, vol. I, Pfullingen, 1961, p. 366.
11
Ibidem, p. 324.
12
HEIDEGGER, M.: Holzwege, Klostermann, Frankfurt a. M., 1957, p. 179. cf. tam-
bién Zur Seinsfrage, Klostermann, Frankfurt a. M., 1956, p. 18.
13
BEAUFRET, Jean et al., Heidegger et la question de Dieu, Kearney et Joseph
’Leary, Bernard Grasset, Paris, 1980, pp. 333–334.
18
HEIDEGGER, M.: Vorträge und Aufsätze, op. cit., p. 183.
19
HEIDEGGER, M.: Unterwegs zur Sprache, Neske, Pfullingen, 1959, p. 96.
20
cf., por ejemplo, HEIDEGGER, M.: “Phänomenologie und Theologie”, p. 49.
82| ENRIQUE CAMILO CORTI – “Via per aliud” y “nihil”: el lenguaje del límite y la
experiencia religiosa en Anselmo de Canterbury
la creatura, y esto es imposible, porque entre el pensamiento
de lo posible como posible, y el pensamiento de aquello po-
sible como efectivamente existente, media el fiat de la liber-
tad creadora que interrumpe la continuidad necesaria argu-
mentativa en esta dirección. No hay saber, ni puede haberlo.
84| ENRIQUE CAMILO CORTI – “Via per aliud” y “nihil”: el lenguaje del límite y la
experiencia religiosa en Anselmo de Canterbury
que uno de los términos de la comparación es pre-
cisamente “nihil”;
- De Libertate Arbitrii aborda el tema de la libertad
de la voluntad —y no el del libre albedrío— y ape-
la a “nihil” para expresar una libertad original de la
creatura racional tal que nada (primer nihil = for-
ma) puede superarla en el orden de su naturaleza
aunque en el orden del uso (segundo nihil = acto)
sea pasible de la alienación de la injusticia;
- De Casu Diaboli, que tematiza el problema del
mal, concluye con una formulación de la categoría
que la ofrece lingüísticamente como una negación
determinada, esto es, como una negación no sola-
mente sincategoremática sino también dotada de
valor como categorema con contenido ontológico.
Nihil constituye, asimismo, un elemento decisivo en la
arquitectura textual y en la doctrinal. En los textos desempe-
ña su función como operador según el siguiente esquema:
- en Monologion hace posible el giro especular del
capítulo LXIV como un quiasmo entre la primera y
la segunda parte;
- en Proslogion articula los dos primeros estadios
del argumento, “gradatio” y “circuitus”, con los dos
últimos, “indicius” y “excessus”;
- en De Veritate sostiene el paralelismo entre las no-
ciones de verdad natural y verdad sujeta al uso de
la voluntad, permitiendo al texto del cap. X formu-
lar tres nociones de vínculo causal, sólo causado –
causado y causante – sólo causante;
- en De Libertate Arbitrii, cap. IX, vuelve factible la
afirmación inaudita “nec deus potest auferre volun-
tatis rectitudinem” y reconcilia los opuestos “liber-
tas – servitus” en el cap. XI;
- en De Casu Diaboli, ofrece el soporte de la conclu-
siva aserción “ipsa sibi causa efficiens fuit, si dici
86| ENRIQUE CAMILO CORTI – “Via per aliud” y “nihil”: el lenguaje del límite y la
experiencia religiosa en Anselmo de Canterbury
mo bonum inaccesible porque solamente se lo ha buscado
como correlato de un juicio. En la fábula, es lo que está ocul-
to debajo de la superficie del espejo del agua que devuelve la
imagen a Narciso.
Lo lamentable es que, tratándose de un juicio tautológi-
co, seduce al sujeto produciéndole una ilusión narcisista de
bien. Para trasponer el espejo superando la imagen y pasar
del otro lado, es preciso que el juicio se abra a la considera-
ción de lo bueno verdaderamente apetecido. Quien convoca
al alma al amor de sí mismo no puede ser buscado sin ser
amado: Narciso, en la ignorancia de qué ama cuando ama,
sólo se ama a sí mismo en un circuito puramente narcisista, y
como amar es poseer y ser poseído, se consume en una pura
tautología estéril.
Apelando al lenguaje dionisano, si la metafísica del
Éxodo implica una via ad eminentem, el camino especulativo
anselmiano constituye y funda una via in eminentem —
verdadera via eminentiae del clásico itinerario hacia dios—.
Dicho itinerario no es otro que el abierto por el mismo
bien sobreeminente que, como realidad inefable impresa en
el deseo humano de felicidad, libera el acceso y lo desbroza
para que el hombre pueda llegar hasta aquél reconociéndolo
como lo que es: don al mismo tiempo supremamente desea-
ble y soberanamente inefable. Tal el rostro del dios vivo en
quien los cristianos debemos creer con viva fe, el mismo dios
que las obras siguientes de Anselmo marcarán con diversos
acentos: el del gozo pleno del final de Proslogion (XXVI) y de
aquel que, gracias a la figura del hombre-dios diseñada en
Cur deus homo, introduce a la humanidad en su mismo mis-
terio de alianza dándole un nombre que está más allá de to-
do nombre (cfr. CDH, II caps. XVI–XX).
Lucas Bidon-Chanal
(Universidad de Buenos Aires – Universidad del Salvador –
Instituto de Enseñanza Superior en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández”)
1
MICHAUD, Yves: El arte en estado gaseoso, FCE, México, 2007, pp. 9–10.
puede llevar a pensar que corren los tiempos más artísticos
que pudieron haberse vivido reposa sobre una paradoja: la
expansión de la belleza y el simultáneo triunfo de la estética
se cultivan, se difunden, consumen y celebran en un mundo
cada vez más carente de obras de arte, de objetos dotados de
un aura, esa cualidad mágica que los haría únicos y durade-
ros. Fenómeno observado también por Gianni Vattimo o Ga-
briela Rebok2, la estética parece haber sobrepasado el campo
de lo artístico y teñir la cultura, la experiencia, la existencia
toda.
Como Arthur Danto lo hiciera a partir de los ready-
made de Duchamp y las cajas Brillo de Warhol, que dan por
terminada al modo hegeliano la historia del arte en cuanto el
arte ha tomado conciencia de sí mismo convirtiéndose en su
propia filosofía, inmersos en tal proceso de extensión (con
visos absolutos) de lo artístico cabe preguntarse hoy por la
situación de la estética contemporánea y el proceso de desa-
cralización del arte anunciado por Hegel a comienzos del si-
glo XIX. Su tan discutido planteo acerca del fin del arte apa-
rece así formulado en las Lecciones sobre la estética (dictadas
durante la década de 1820 y publicadas póstumamente entre
1832 y 1838):
Considerado en su determinación suprema, el arte es
y sigue siendo para nosotros, en todos estos respectos, algo
del pasado. […] Puede sin duda esperarse que el arte cada
vez ascienda y se perfeccione más; pero su forma [Form] ha
dejado de ser la suprema necesidad del espíritu [das
höchste Bedürfnis des Geistes]. Por muy eximias que encon-
tremos todavía las imágenes divinas [Götterbilder] griegas y
por muy digna y perfectamente representados que veamos
2
cf. VATTIMO, Gianni: “Muerte o crepúsculo del arte”, en El fin de la modernidad.
Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, trad. A. L. Bixio, Gedisa,
Barcelona, 1986; o REBOK, Gabriela: “¿Muerte del arte o estetización de la cul-
tura?”, Tópicos, no. 15, 2007.
3
HEGEL, Georg Wilhelm Friedrich: Lecciones sobre estética, trad. A. Brotóns Mu-
ñoz, Akal, Madrid, 1989, p. 79.
4
HEGEL, G. W. F.: Fenomenología del Espíritu, trad. W. Roces, FCE, Buenos Aires,
1992, p. 523.
7
La unicidad de la obra de arte se identifica con su ensamblamiento en el con-
texto de la tradición. No obstante, “esa tradición es desde luego algo muy vivo,
algo extraordinariamente cambiante. Una estatua antigua de Venus, por ejem-
plo, estaba en un contexto tradicional entre los griegos, que hacían de ella ob-
jeto de culto, y en otro entre los clérigos medievales que la miraban como un
ídolo maléfico. Pero a unos y a otros se les enfrentaba de igual modo su unici-
dad, o dicho con otro término: su aura. La índole original del ensamblamiento
de la obra de arte en el contexto de la tradición encontró su expresión en el
culto” (Ibidem, p. 35).
8
Ibidem, p. 36.
9
Ibidem, p. 43.
10
Habitualmente se subraya una suerte de optimismo benjaminiano en la obra de
arte; desoyendo la conclusión y varias de las tesis del ensayo y de otro texto
unos meses posterior a éste, “El Narrador”, donde Benjamin considera un
posible empobrecimiento de la experiencia en la vida moderna.
11
Por otro lado, la postura respecto de la técnica en ensayos como “La cosa” o “La
época de la imagen del mundo”, íntimamente ligados a “El origen de la obra de
arte” aportan elementos para sostener tal lectura.
12
HEIDEGGER, Martin: “El origen de la obra de arte”, en Arte y poesía, FCE, México,
2006, p. 56.
13
Ibidem, p. 57.
14
Así como la obra desoculta también se oculta. En términos de Heidegger, la
tierra es “aquello a lo que la obra se retrae [retira] y a lo que hace sobresalir en
este retraerse [retirarse]. Ella es lo que encubre haciendo sobresalir” (Ibidem. p.
67); la tierra se caracteriza por su misterio y ocultación, en tanto que physis, es
energía fundante y totalizadora inagotable e incomprensible completamente.
La obra de arte es una lucha entre esos dos elementos esencialmente diferentes
y que nunca están separados, ese elemento de apertura que es el “mundo” y el
elemento sobresaliente y auto-ocultante que es la “tierra”; en ese combate acon-
tece la verdad, como aletheia. Dice Heidegger: “El mundo es la apertura que se
abre en los vastos caminos de las decisiones sencillas y esenciales en el destino
de un pueblo histórico. La tierra es lo sobresaliente que no impulsa nada, lo
siempre auto-ocultante y que de tal modo salvaguarda. El mundo y la tierra son
esencialmente diferentes entre sí y sin embargo nunca están separados. El
mundo se funda en la tierra y la tierra irrumpe en el mundo. Sólo que la
relación del mundo y la tierra no se deshace en la unidad vacía de lo opuesto
que en nada se afecta. El mundo intenta, al descansar en la tierra, sublimar a
ésta. Como es lo que se abre, no admite nada cerrado. Pero la tierra, como sal-
16
Motivo por el cual podríamos decir que su ensayo se enmarca más en términos
de una estética (en sentido amplio) que de una filosofía del arte.
17
MICHAUD, Y.: El arte en estado gaseoso, op. cit., p. 98.
18
Ibidem, p. 101.
19
Ibidem, p. 104.
Adrián Bertorello
(CONICET – Universidad de Buenos Aires)
1. El concepto de mito
En una primera aproximación se puede decir que el mi-
to es un tipo de discurso que habla inadecuadamente de
aquello que se propone comunicar: en el mito se habla de
una realidad trascendente, que está más allá de lo mundano,
recurriendo a expresiones intramundanas, inmanentes. El
mito presenta aquello que de suyo no puede darse como ob-
jeto de la representación valiéndose de imágenes objetivan-
tes. En un segundo momento el mito se lo puede comparar
con la manera moderna de entender el mundo y la historia.
La concepción mitológica del mundo tiene tres rasgos
fundamentales (aquí Bultmann piensa en la mitología neo-
testamentaria): la geografía del mundo tiene tres sectores
bien diferenciados, cielo, tierra e infierno; el curso natural de
los acontecimientos históricos se ve interrumpido por poten-
cias sobrenaturales; y por último, la creencia en milagros y
en posesiones diabólicas. Bultmann llama a esta imagen del
mundo mitológica: “Llamamos a esta imagen del mundo mi-
tológica porque se diferencia de la imagen del mundo que
fue formada por la ciencia a partir de su inicio en la Grecia
102| ADRIÁN BERTORELLO – El programa de demitologización de la hermenéutica de
R. Bultmann
clásica y que ha sido aceptada por todos los hombre moder-
nos”1.
La concepción moderna del mundo delineada por las
ciencias, considera que el curso de los acontecimientos de los
fenómenos naturales se rige por una relación causal que
prescinde de la intervención de fuerzas sobrenaturales. Lo
mismo sucede en el ámbito de la historia: la historiografía
explica sus hechos recurriendo a causas que tienen su origen
en las decisiones humanas. Tanto en la historia como en la
naturaleza no hay lugar para la irrupción de poderes sobre-
naturales que suspendan milagrosamente el curso de los
acontecimientos.
El discurso mitológico tal como lo acabamos de descri-
bir fue utilizado por los redactores bíblicos para dar cuenta
de la acción de Dios en la historia y en la naturaleza. La pre-
sencia del mito en el Nuevo Testamento se halla en su con-
cepción del mundo pero fundamentalmente en la escatología
y en la descripción del drama escatológico (ambos aspectos
están íntimamente vinculados), mitos que proceden de la
apocalíptica judía y del gnosticismo.
La escatología es la doctrina que habla sobre aquellos
acontecimientos últimos que destruirán y pondrán un térmi-
no a este mundo. Bultmann traza una larga historia de su de-
sarrollo, desde la escatología cósmica griega, pasando por su
historización en Babilonia y en el pensamiento iranio hasta
llegar al libro de Daniel que recoge el pensamiento escatoló-
gico de su época. Lo interesante de esta crónica es que, a ex-
cepción del libro de Daniel, en el Antiguo Testamento no hay
una concepción escatológica que habla de un fin definitivo
de la historia y un posterior tiempo de salvación, sino más
bien lo propio del Antiguo Testamento es el género proféti-
co. Si bien la profecía habla de un juicio, ese juicio no recae
1
BULTMANN, Rudolf: Glauben und Verstehen: Gesammelte Aufsätze, vol. IV, Mohr
(Paul Siebeck), Tübingen, 1965, pp. 143–144 (la traducción es mía).
2. El programa de demitologización
Bultmann considera que la escatología se mueve en el
marco del pensamiento mítico. La razón de ello se debe a
que, en primer lugar, describe el obrar trascendente de Dios
recurriendo a un lenguaje objetivante; la acción divina se re-
viste de personajes y figuras mitológicas tales como el Mes-
ías, el Hijo del hombre que vendrá sobre las nubes, etc. El
obrar divino que está más allá de todo lo que el hombre tiene
a su disposición es presentado justamente con figuras antro-
pomórficas y mundanas. En segundo lugar, la escatología se
vuelve pensamiento mítico por comparación con nuestra
modalidad científica de comprender el mundo y el hombre.
Bultmann insiste permanentemente sobre ello: para el hom-
bre moderno que vive en un mundo cuyo criterio de verdad
está determinado por el pensamiento científico, las afirma-
ciones de la escatología acerca de un fin inminente de la his-
toria, sobre un juez celestial que aparecerá sobre las nubes,
las afirmaciones sobre la división geográfica del mundo en
104| ADRIÁN BERTORELLO – El programa de demitologización de la hermenéutica de
R. Bultmann
cielo, tierra e infierno y acerca del hecho de que si bien Dios
es el creador del mundo, éste permanece en la actualidad re-
gido por Satanás y sus huestes, origen de todos los males y
enfermedades, para el hombre moderno estas afirmaciones
carecen de realidad y significación.
En tercer lugar el carácter mítico de la escatología no
sólo salta a la vista por relación a nuestra autocomprensión
científica sino también por una dificultad inmanente a la es-
catología misma y que constituye un hecho innegable: el in-
cumplimiento de las promesas escatológicas. Bultmann lo
expresa gráficamente así: “La escatología mítica está funda-
mentalmente terminada por el simple hecho de que la parus-
ía de Cristo no ha tenido lugar tan pronto como el Nuevo
Testamento espera, sino que la historia del mundo continúa
y, como toda persona en pleno uso de sus facultades está
convencida, continuará”2.
La escatología mitológica plantea una seria dificultad a
la hermenéutica bíblica que Bultmann expresa con el nom-
bre de demitologización. En efecto, demitologizar significa
preguntarse por el sentido más hondo de las representacio-
nes escatológicas; significa interpretar el Nuevo Testamento
dejando de lado la concepción del mundo que da por senta-
do junto con las imágenes objetivantes que utiliza para
hablar del obrar salvífico de Dios. Dicho en otros términos: la
demitologización se pregunta por el sentido que se oculta (y
que hoy no percibimos) detrás de las figuras de la apocalípti-
ca judía y de la mitología gnóstica.
La condición de posibilidad de la demitologización se
funda en el hecho de que en el lenguaje mítico lo decisivo no
son sus afirmaciones cosmológicas sino su contenido antro-
pológico. El mito habla y se dirige al hombre, lo cuestiona y
lo interroga sobre las situaciones cruciales de su existencia.
2
BULTMANN, R.: Neues Testament und Mythologie (Das Problem der Entmytholo-
gisierung der neutestamentlichen Verkündigung), Chr. Keiser Verlag, München,
1985, p. 16 (la traducción es mía).
3. Consideración final
El cristianismo es una comunidad que se interpreta a
partir de los textos reunidos en el Nuevo Testamento. Dentro
de estos textos los evangelios ocupan un lugar fundamental
ya que narran la historia paradigmática a partir de la cual se
comprende la comunidad cristiana. El cristianismo lleva en sí
mismo la estructura de una narración que la liturgia (sea de
la confesión cristiana que fuere) rememora y actualiza ri-
tualmente a lo largo del año.
El estudio de la tradición sinóptica de Bultmann arroja
como resultado que el cristianismo es un conjunto finito de
formas discursivas que pueden ser revestidas de múltiples
temas. Los distintos paradigmas del cristianismo que H.
Küng estudia en su historia del cristianismo (Das Christen-
108| ADRIÁN BERTORELLO – El programa de demitologización de la hermenéutica de
R. Bultmann
tum) pueden ser interpretados como diversos investimentos
conceptuales de unos motivos literarios de una amplitud
formal muy grande. Esta riqueza formal quizás sea la razón
por la que el modelo literario del cristianismo sea una ma-
quinaria semántica riquísima, siempre dispuesta a encarnar-
se en los más diversos contenidos. Uno de los últimos inten-
tos de proveer al cristianismo de un nuevo investimento
temático es la interpretación de Gianni Vattimo. El debilita-
miento de la trascendencia divina en la figura de la encarna-
ción es una manera de situar determinados motivos narrati-
vos en el marco de una red conceptual forjada a partir de la
filosofía de Nietzsche y Heidegger. De este modo la interpre-
tación nihilista pone de relieve algunos recorridos semánti-
cos del cristianismo que quizás no fueron lo suficientemente
tenidos en cuenta en los modelos conceptuales anteriores.
Cualquiera de estos investimentos temáticos lleva consigo
una mayor o menor demitologización en el sentido que
Bultmann le da a esta expresión.
Cuando Bultmann afirmaba que para toda persona en
pleno uso de sus facultades el mundo continuará quiere decir
que para determinado tipo de lector el mundo mitológico
perdió sentido, a saber, para aquel que sabe que el curso de
los acontecimientos de los fenómenos naturales e históricos
se rige por una relación causal que prescinde de la interven-
ción de fuerzas sobrenaturales. Esta competencia epistémica
depende de una consideración del ser hecha desde el punto
de vista de la inmanencia, esto es, de una concepción de la
naturaleza y la historia como dominios autosuficientes. El
lector modelo implicado en la demitologización no necesa-
riamente coincide con el lector empírico contemporáneo.
Por ejemplo, en el discurso de la cultura de masas (el cine)
circulan hoy mundos ficcionales mitológicos cuya verosimili-
tud está fundada no sólo en la coherencia interna del relato
sino también en que esos mundos resultan todavía creíbles,
en que son capaces aún de otorgar identidad.
Jesica Buffone
(Universidad de Buenos Aires)
1
RICŒUR, Paul: La memoria, la historia, el olvido, trad. Agustín Neira, FCE, Buenos
Aires, 2010, p. 516.
Hayim Yerushalmi problematiza las implicancias de este
llamamiento a no olvidar: ¿qué lugar posee la historiografía
(si es que posee alguno) en este proceso?
Esta cuestión suscitada por Yerushalmi, nos invita a
preguntarnos no sólo sobre la incidencia que posee la histo-
ria en cuanto relato ordenado del pasado en la organización
de nuestro propio relato histórico, sino también nos interro-
ga en torno al rol que la transmisión intergeneracional de los
acontecimientos acaecidos posee en la reorganización colec-
tiva del pasado.
Por tanto, ¿es verdaderamente este mandato un impul-
so para asirse a los lindes de la historia? El mandato de “No
olvides, Israel” pareciera instalarse no sólo como la necesidad
de conservar la tradición y con ello los hechos que han mar-
cado a la comunidad, sino, ante todo, como la necesidad de
preservar el vínculo que posibilita esa transmisión.
2
YERUSHALMI, Yosef Hayim: Zakhor. Histoire juive et mémoire juive, La Décou-
verte, Paris, 1984, p. 21 (trad. de la autora).
3
Ibidem, pp. 21–22.
4
Ibidem, p. 22.
5
Ibidem, p. 26.
6
Ibidem, p. 31.
7
Ibidem, p. 42.
8
RICŒUR, P.: La memoria, la historia, el olvido, op. cit, p. 516.
9
YERUSHALMI, Y. H.: Zakhor. Histoire juive et mémoire juive, op. cit. pp. 109–110.
10
Ibidem, p. 111.
15
Ibidem, p. 229.
16
HIRSCH, Marianne: “The generation of postmemory”, Poetics today, 29, 1, 2008,
p. 110 (trad. de la autora).
2
cf. VELASCO, Juan Martín: Introducción a la fenomenología de la religión, Trotta,
Madrid, 2006.
Martín Grassi
(Universidad del Salvador – Universidad Católica Argentina
Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires – CONICET)
4
Ibidem, p. 194. La concepción de Dios como Unidad —tomada sobre todo de la
filosofía de Plotino— se encuentra desarrollada en: DUMÉRY, H.: Le problème de
Dieu en philosophie de la religion: Examen critique de la catégorie d’Absolu et du
schème de transcendance, Desclée de Brouwer, Paris, 1957. “In transcendental
Thomism the dynamism of the spirit is the ground of a metaphysics of partici-
pation on which is built the analogy of being which governs the proper predica-
tion of the divine attributes. In Duméry the dynamism of the spirit is the
ground of a metaphysics of procession which excludes the possibility of the
analogy of being. The crucial point of divergency between the two metaphysics
of the dynamism of the spirit is whether its term is Ipsum Esse, the Being of St.
Thomas, or the Plotinian ne” (MC COOL, Gerald SJ: “Duméry and the dyna-
mism of the spirit”, Theological Studies, XXX, 1969, p. 188).
5
DUMÉRY, H.: Critique et religion, op. cit., p. 196. Es de notar que Duméry ha tra-
ducido, hecho la introducción y las notas al tratado de San Buenaventura, Itine-
rarium mentis in Deum (SAINT BONAVENTURE: Itinéraire de l’esprit vers Dieu,
Vrin, Paris, 1960).
9
Ibidem, p. 198.
10
Ya en el comienzo de Critique et Religion, Duméry rechaza la noción de una
religión natural, y afirma de modo contundente que toda religión es de por sí
positiva e histórica (cf. Ibidem, p. 7).
11
Ibidem, p. 199.
13
DUMÉRY, H.: Phénoménologie et religion, PUF, Paris, 1962.
14
cf. DUMÉRY, H.: Critique et religion, op. cit., Cap. V, pp. 135–177.
15
Sobre la necesidad de atender a los aportes de las diversas disciplinas que abor-
dan el fenómeno religioso, cf. Ibidem, pp. 169–170.
16
Ibidem, p. 205.
17
Ibidem, p. 206.
18
Ibidem, p. 220.
19
Ibidem, p. 215.
20
cf. El mito del eterno retorno, Buenos Aires, Emecé, 2006.
Francisco M. Bodean
(Universidad Católica de Santa Fe)
1
cf. BOUILLARD, Henri: “La obra de Maurice Blondel”, en Blondel y el cristianismo,
trad. R. Vilardell, Península, Madrid, 1966.
2
BLONDEL, M.: “Lettre sur les exigences de la pensée contemporaine en matière
d’apologétique et sur la méthode de la philosophie dans l’étude du problème re-
ligieux” (1896), en Œuvres complètes, Vol. II, PUF, Paris, 1997, p. 127 (trad. nues-
tra).
manencia, debe desembocar sin artificialidades en las exi-
gencias del problema religioso en su integridad.
El objeto de esta comunicación es brindar una primera
aproximación al concepto de religiosidad en L’Action (1893)
de M. Blondel, entendida como planteo integral del proble-
ma humano y apertura a la trascendencia. Las instancias
principales de despliegue de este concepto en la obra pueden
caracterizarse en analogía con las etapas de la génesis de la
idea de sobrenatural propuestas por Bouillard3. La primera
instancia corresponde a los detonantes de la religiosidad co-
mo necesidad infinita y radical impotencia para satisfacerla,
en las conclusiones del determinismo de la acción querida y
del determinismo opuesto de lo involuntario. La definición
positiva e íntegra de la religiosidad tiene lugar ante el Ser, en
el punto en que la libertad y lo humano se ejerce plenamen-
te, i. e. en la alternativa decisiva entre la vida y la muerte de
la acción, voluntad de impotencia o voluntad de poder. Fi-
nalmente, la religiosidad auténtica encuentra una aplicación
insoslayable correlativa a la determinación del sobrenatural
cristiano en la tercera etapa. En la presente nos concentra-
remos en la definición negativa de la primera etapa, a partir
de la crítica de la superstición, como conclusión del determi-
nismo de la acción querida. A este fin, veremos: el problema
antropológico y el método de la ciencia de la acción (1), el
emerger de la religiosidad como estrato culminante de la ex-
periencia humana en el ámbito fenoménico (2), la crítica de
la superstición como su modalidad inauténtica (3) y la eluci-
dación de la espera religiosa como contrapartida auténtica
(4).
3
Las etapas son: (1) insuficiencia del orden natural (III parte); (2) necesidad de
abrirse a la acción divina (IV parte); y (3) necesidad de tomar en serio la hipóte-
sis del sobrenatural cristiano (V parte). cf. BOUILLARD, H.: “La génesis de la idea
de sobrenatural”, en Blondel y el cristianismo, op. cit., p. 71ss.
9
cf. Ibidem, p. 523 [469–470].
10
BLONDEL, M.: “Lettre à la Revue de métaphysique et de morale”, en Œuvres
complètes, vol. II, op. cit., pp. 52–53 (trad. del autor).
11
cf. BOUILLARD, H.: Blondel y el cristianismo, op. cit.
12
BLONDEL, M.: “L’Action”, op. cit., p. 479 [426].
13
Idem.
14
cf. CONWAY, Michael A.: “A positive phenomenology: the structure of Maurice
Blondel’s early philosophy”, Heythrop Journal, XLVII, 2006, p. 590.
15
cf. BOUTROUX, Émile: Les caractères de la philosophie moderne, p. 804. Cit. en:
BLONDEL, M.: Notes Philosophiques, ed. Peter Henrici (edición preliminar no
corregida en formato digital), acceso on-line en la web de Blondel-Forschung,
Quatrième série, 750 (550).
16
GUYAU, Jean-Marie: L’Irréligion de l’avenir. Étude sociologique, Alcan, Paris,
1906, pp. IX–X (trad. del autor).
17
Ibidem, pag. I.
3. Crítica de la superstición
La superstición consiste en el empleo imaginativo, fuera
de lo real, del excedente infinito de la voluntad. Su estructu-
ra invariante consiste en la identificación arbitraria de un
fenómeno dado con el objeto del querer infinito, desvin-
culándolo de la serie. Según una definición de Carlyle reco-
gida por Blondel en sus cuadernos, el ídolo es un “símbolo,
una cosa vista o imaginada que representa lo divino”20. Para
Blondel, por el contrario, lo finito supera la mera relación
simbólico-representativa para venir a identificarse en modo
ilegítimo con la “realidad misma del infinito”21. La lógica
esencial de la acción supersticiosa radica en la síntesis con-
18
BLONDEL, M.: “L’Action”, op. cit., pp. 311–312 [268].
19
Ibidem, p. 347 [303].
20
cf. BLONDEL, M.: Notes Philosophiques, op. cit., Troisième série, 143.
21
Ibidem, Quatrième série, 535 (335).
22
cf. GUYAU, J.-M.: L’irréligion…, op. cit., p. VI.
23
BLONDEL, M.: “L’Action”, op. cit., p. 352 [306].
24
Ibidem, p. 356 [310].
25
cf. GABELLIERI, Emmanuel: “Blondel, Weil et Arendt face à la montée des totali-
tarismes”, en COUTAGNE, Marie-Jeanne y de COINTET, Pierre (ed.): Maurice Blon-
del, dignité du politique et philosophie de l’action, Parole et Silence, 2006.
26
cf. BLONDEL, M.: Notes Philosophiques, op. cit., Quatrième série, 580 (380).
35
Ibidem, p. 367 [321].
Ignacio De Marinis
(Universidad Católica de Santa Fe – CONICET)
1
HEIDEGGER, M.: Nietzsche, vol. 1, Neske, Pfullingen, 1961, p. 51.
2
HEIDEGGER, M.: Gesamtausgabe, ed. Vittorio Klostermann, vol. IX, Wegmarken,
Frankfurt a. M., 1979, pp. 397–399, 421.
3
HEIDEGGER, M.: Gesamtausgabe, ed. Vittorio Klostermann, vol. V, Holzwege,
Frankfurt a. M., 1984, p. 236.
4
HEIDEGGER, M.: Nietzsche, vol. 2, Neske, Pfullingen, 1961, p. 394–395.
Celia Cabrera
(Universidad de Buenos Aires – CONICET)
1. Ética y razón
En sus primeras reflexiones sobre ética1 Husserl consi-
dera que, frente al peligro del escepticismo, se impone ante
todo la tarea de fundamentar científicamente la ética, de
modo que haga posible a los hombres un orden racional del
vivir en vistas a los fines superiores de la vida. Esta funda-
mentación, tal como aquella de toda ciencia aplicada, debe
provenir, según Husserl, de una ciencia teórica pura. De este
modo, el esfuerzo en esta época consistirá en fundar prime-
ramente la ética de modo puramente formal. Así, conforme a
la convicción de que la valoración y la voluntad están gober-
nadas por leyes a priori de carácter ideal que no pueden ser
reconducidas a ningún elemento de carácter empírico, dicha
fundamentación se realizará siguiendo el modelo de las In-
vestigaciones Lógicas: En primer lugar, mediante la refuta-
1
Nos referimos especialmente a los cursos dictados en la Universidad de Göttin-
gen en los años 1908–09, 1911 y 1914, editados bajo el título Vorlesungen über
Ethik und Wertlehre.
ción del psicologismo y, en segundo lugar, a través de la ex-
posición de las leyes a priori de la axiología y la práctica, jun-
to con la investigación fenomenológica acerca de la donación
de tales leyes. Con este propósito, las Lecciones sobre ética y
teoría del valor de 1908–1914 se proponen como tema central
el establecimiento de un fuerte paralelismo entre la lógica,
en tanto ciencia de las leyes del pensamiento correcto, y la
ética, en tanto ciencia de las leyes del correcto querer y ac-
tuar. En tanto estas disciplinas conforman, según Husserl,
distintas partes de una teoría comprensiva de la razón, se
trata del establecimiento de una analogía entre las esferas
lógico-cognitiva y axiológico-práctica motivada por la certeza
de que hay formas de evidencia propias de la razón valorativa
análogas a las de la razón teórica.
En el terreno de la práctica formal Husserl establece la
primera formulación del imperativo categórico, estrecha-
mente ligada a Brentano: “Haz lo mejor entre lo alcanzable
en toda la esfera de tu influencia racional!”2. Este principio
formal supremo se desprende de la más importante de las le-
yes axiológicas, la ley de absorción, según la cual en toda
elección lo mejor absorbe lo bueno y lo óptimo todo lo de-
más. Esta ley supone que todos los valores son comparables
entre sí, es decir, todos ellos son susceptibles de entrar en
una relación de preferencia racional.
Ahora bien, esta primera versión de la ética será más
tarde objetada por Husserl. En un texto de los años 20 sos-
tiene: “Toda esta ética del bien práctico más alto, tal como la
dedujo Brentano y fue tomada por mí en sus rasgos esencia-
les, no puede ser la última palabra. ¡Hacen falta limitaciones
esenciales!”3. Esta consideración tiene lugar a partir de una
2
HUSSERL, E.: Gesammelte Werke – Husserliana, ed. Ulrich Melle, vol. 28,
Vorlesungen über Ethik und Wertlehre, Kluwer Academic Publishers,
Dordrecht/Boston/London, 1988, p. 350.
3
HUSSERL, E.: Ms. B1 21, 65 a. Citado por MELLE, Ulrich: “Einleitung des Herausge-
bers”, en HUSSERL, E.: Vorlesungen über Ethik und Wertlehre, op. cit., pp. 47–48.
4
Ibidem.
5
Ibidem (cursivas mías).
2. Ética y amor
En un texto de 1919–20 Husserl escribe:
Yo tendré que abandonar toda la doctrina del impe-
rativo categórico, respectivamente, limitarla nuevamente
[…] Problema del amor ¿No puedo yo tener el amor como
ámbito de valor y de tal modo que este amor no sea uno
con el valor y se alegre por el valor que se tiene? Un amor
personal, algo personal específico, que como amor puro
mismo determina el valor de la persona.8
Como señalamos, en estos años Husserl comienza a
pensar la vida ética en relación a un deber fundado en el
amor. En los textos “Espíritu Común I y II”, cuyo tema es la
constitución de comunidades de nivel superior, Husserl ana-
liza las diferentes formas de amor, tanto el amor personal
6
cf. HUSSERL, E.: Ms. A V 21, 122 a/b. Citado por MELLE, U.: “Einleitung des
Herausgebers”, op. cit., p. 48.
7
HUSSERL, E.: Ms. E III 9, 34 a.
8
HUSSERL, E.: Ms. F I 40, 131b. Citado por IRIBARNE, J.: De la ética a la metafísica,
en la perspectiva del pensamiento de Edmund Husserl, Universidad Pedagógica
Nacional, Bogotá, 2007, p. 209.
9
cf. HUSSERL, E.: Gesammelte Werke – Husserliana, ed. Iso Kern, vol. 14, Zur
Phänomenologie der Intersubjektivität. Texte aus dem Nachβlas. Zweiter Teil, M.
Nijhoff, Den Haag, 1973, p. 174.
10
Ibidem.
11
Ibidem, p. 175.
15
cf. FICHTE, J. G.: La exhortación a la vida bienaventurada o la Doctrina de la Reli-
gión, trad. Alberto Ciria y Daniel Innerarity, Tecnos, Madrid, 1995.
16
cf. HUSSERL, E.: “Fichte’s ideal of humanity [Three Lectures]”, trad. James G.
Hart, Husserl Studies, 12, 1995, p. 126.
17
Ibidem, p. 127.
18
Este carácter inmanente de la idea de Dios difiere de la posición que Husserl
sostiene en Ideas I, donde se refiere al ser divino como una trascendencia aun-
que “en un sentido totalmente distinto frente a lo trascendente del mundo”
(HUSSERL, E.: Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenome-
nológica. Libro primero, trad. José Gaos, FCE, México, 1985, p. 134).
19
En este punto es posible encontrar en Fichte una anticipación de la doctrina
husserliana de las síntesis pasivas: en alusión al progreso que significó la con-
24
HUSSERL, E.: “Valor de la vida. Valor del mundo. Moralidad (virtud) y felicidad”,
op. cit., p. 820.
Lorenzo Toribio
(Universidad Católica de Santa Fe
Universidad Nacional de Villa María)
1. Introducción
Paul Ricœur, en su artículo “La libertad según la espe-
ranza”1, distingue tres niveles en los cuales puede ser practi-
cada la libertad religiosa: un primer nivel se ubicaría en una
dimensión psicológica o antropológica y se relaciona con la
posibilidad general de ejercer libremente el acto de poder
elegir una creencia, de poder formar una opinión. Un segun-
do nivel, en el cual la libertad religiosa podría ser ejercitada
en el espacio ético-político a partir del “reconocimiento mu-
tuo de las libres voluntades en el marco de una comunidad
políticamente organizada”2. Finalmente, un tercer nivel que
afectaría al filósofo-creyente en un caso particular: sólo
cuando su aproximación filosófica al discurso kerigmático y
1
RICŒUR, Paul: El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica, FCE,
Buenos Aires, 2003, pp. 361–381.
2
Ibidem, p. 361.
teológico se abstuviese de realizar una epojé metodológica
sobre su creencia religiosa al tiempo que se mostrase renuen-
te a concebir a la filosofía como una esclava de la teología.
Así, el filósofo creyente —luego de haber realizado libremen-
te su elección en las dimensiones psicológica y política res-
pectivamente— se permitiría ejercer su libertad religiosa en
relación al fenómeno religioso en cuanto tal, sin desenten-
derse de su creencia religiosa y sin capitular como filósofo.
Ricœur cualificó a este caso particular de aproximación al
discurso kerigmático y teológico con el término “enfoque fi-
losófico”3.
Se tratará de mostrar que la crítica de la religión reali-
zada por Ludwig Feuerbach es una condición de posibilidad
necesaria, más no suficiente, para poder ejercitar la libertad
religiosa en los tres niveles propuestos por Ricœur.
El análisis se orientará, entonces, a partir de estos inter-
rogantes: ¿qué tipo de preocupaciones guían cada una de es-
tas interpretaciones; qué entiende cada uno de estos autores
por religión y qué planos o niveles distinguen al interior del
fenómeno religioso?
3
Ibidem, p. 362.
4
FEUERBACH, Ludwig: La esencia de la religión, Prometeo, Buenos Aires, 2009, p.
48.
5
Ibidem, p. 47.
6
Ibidem, p. 196.
7
Ibidem, p. 55.
8
Ibidem, pp. 59–60 (las itálicas nos pertenecen).
9
Ibidem, p. 50.
10
Ibidem, p. 48.
11
RICŒUR, P.: El conflicto de las interpretaciones, op. cit., p. 140.
14
RICŒUR, P.: El conflicto de las interpretaciones, op. cit., p. 398.
15
Ibidem, p. 397.
16
Ibidem, p. 401.
17
RICŒUR, P.: Vivo hasta la muerte: seguido de fragmentos, FCE, Buenos Aires,
2008, p. 85.
18
RICŒUR, P.: El conflicto de las interpretaciones, op. cit., pp. 451–2.
19
Ibidem, p. 305.
20
Ibidem, p. 305.
21
RICŒUR, Paul: Finitud y culpabilidad, p. 708.
22
Ibidem, p. 710.
23
Ibidem, p. 711.
3. Conclusión
La filosofía política debe recuperar a Feuerbach aún
cuando los mayores críticos de su obra hayan sido teólogos y
filósofos teístas. A diferencia de mucho de sus discípulos,
Feuerbach nunca habría sostenido que la religión, conside-
rada como sentimiento de dependencia, podría ser un tema
superado o por superar históricamente.
Aquí se ha dado el nombre de lo religioso a esta dimen-
sión innata y genuinamente humana que Feuerbach también
llamó conciencia de finitud. Feuerbach no dudó en calificar
de verdadera religión a esa disposición religiosa presente en
cada hombre, frente a la falsa religión construida por los
teísmos teológicos.
A las astucias teológicas que se valieron del discurso re-
ligioso para legitimar la dominación y explotación de hom-
bres sobre hombres, Feuerbach les enfrentó una hermenéuti-
ca de la religión que se orientaba a explicar cuáles eran las
funciones psicológicas y políticas de la religión y cuyo objeto
intencional no era lo sagrado. Esta crítica redujo toda palabra
religiosa a su significación inmanente para mostrar sus con-
tradicciones racionales. Pero esa tarea se hizo al costo de
propiciar una futura y total amputación del sentido de lo Sa-
grado en los mythos y símbolos religiosos.
Si se admite que el estudio de la esencia de la religión
estuvo motivado en Feuerbach por una necesidad explícita-
mente política, se comprenderán los móviles de Ricœur al
momento de complementar la crítica reductora con una
crítica amplificadora de sentido. Sus necesidades históricas
no son menos graves que las esgrimidas por los maestros de
la sospecha: cuando el hombre olvida que pertenece al mun-
24
Ibidem, p. 32.
25
cf. Ibidem, p. 701–2.
26
RICŒUR, Paul: Historia y Verdad, Encuentro, Madrid, 1990, pp. 145–168.
1
cf. ROUSSEAU, Jean-Jacques: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la des-
igualdad entre los hombres, Losada, Buenos aires, 2003, p. 256.
2
cf. ROUSSEAU, J.-J.: Discurso sobre las ciencias y las artes, Losada, Buenos Aires,
2003, p. 236–238.
3
cf. ROUSSEAU, J.-J.: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad
entre los hombres, op. cit., pp. 286, 357.
En su obra On Revolution,4 Hannah Arendt indaga el te-
soro perdido y oculto en las experiencias revolucionarias, e
incluso coloniales americanas. Dedica dos capítulos de la
obra citada a la cuestión de la autoridad fundacional reali-
zando un examen comparativo entre la Revolución francesa y
la norteamericana. A propósito de esta cuestión, examina la
perplejidad de las mentes políticas del siglo XVIII, que con
independencia de su herencia absolutista o constitucional (la
monarquía absoluta en Francia y la monarquía constitucio-
nal en Inglaterra), se enfrentaron a la interrogación sobre el
fundamento de la legislación y el origen de la autoridad. Este
tema es nominado por Arendt como la pregunta por un nue-
vo absoluto.5
Esta investigación pretende examinar, en los autores
propuestos, la cuestión de la autoridad fundacional y la rele-
vancia de la invocación a un Ser Supremo (entendido tanto
como Dios, el Legislador inmortal o las Verdades evidentes)
como recurso fuertemente operativo para dar solidez y dura-
bilidad a los cuerpos políticos en el momento fundacional.6
Rousseau indaga el contrato social desde el punto de
vista normativo en la obra homónima publicada en 1761 y en
el Manuscrito de Ginebra, un texto preliminar, publicado
póstumamente. Se trata de un pacto de asociación por el cual
se constituye un pueblo; de tal alianza, que en el Manuscrito
se asienta sobre las promesas de los contratantes7, resulta
4
ARENDT, Hannah: On Revolution, The Viking Press, New York, 1963 (1ª edición).
5
Ibidem, pp. 156–157.
6
Se analizarán: ROUSSEAU, J.-J.: El contrato social, Losada, Buenos Aires, 2003, y
su primera versión, El manuscrito de Ginebra: “El contrato social o Ensayo sobre
la forma de la República”, Deus Mortalis, no. 3, 2004, pp. 549–608; ARENDT, H.:
On Revolution, op. cit.
7
cf. ROUSSEAU, J.-J.: “El contrato social o Ensayo sobre la forma de la República”,
op. cit., p. 560. Adviértase que, a renglón seguido, Rousseau admite la insufi-
ciencia de los juramentos y la necesidad de reforzarlos con la amenaza. Las
promesas constriñen sólo a condición de que estén acompañadas del temor al
castigo. Como se mostrará más adelante, Hannah Arendt sitúa en las promesas
libres y sinceras la piedra de toque de la fundación, no hace mención explícita a
17
ROUSSEAU, J.-J.: Discurso sobre el origen y fundamentos de la desigualdad entre
los hombres, op. cit., pp. 257–258.
18
ROUSSEAU, J.-J.: Escritos polémicos, Tecnos, Madrid, 1994, p. 157.
19
Ibidem, p. 157.
20
cf. ROUSSEAU, J.-J.: El contrato social, op. cit., p. 103. Se trata de la nota 2 al Libro
Segundo: “El acuerdo de dos intereses se forma por oposición a la de un tercero
[...] [y] el acuerdo de todos los intereses se forma por oposición al de cada uno.
Si no hubiera intereses diferentes, apenas se sentiría el interés común que no
hallaría ningún obstáculo; todo marcharía solo y la política dejaría de ser un ar-
te.”
21
Ibidem, p. 54.
22
Ibidem, p. 74.
23
Ibidem, p. 88.
24
cf. ROUSSEAU, J.-J.: “El contrato social o Ensayo sobre la forma de la República”,
op. cit., pp. 598–605.
25
cf. Ibidem, p. 604.
29
ROUSSEAU, J.-J.: Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad en-
tre los hombres, op. cit., pp. 311–314.
30
cf. Ibidem, p. 313: “[…] el hombre salvaje, carente de sabiduría y razón [...], se lo
ve siempre entregarse imprudentemente al primer sentimiento de humanidad.
En las revueltas, en las peleas callejeras, el populacho se reúne, el hombre pru-
dente se aleja. Es la chusma, son las mujeres de les calles quienes separan a los
que combaten e impiden a la buena gente degollarse una a la otra”.
31
cf. ROUSSEAU, J.-J.: Discurso sobre las ciencias y las artes, Losada, Buenos Aires,
2003, pp. 222–225, 231–233, 235.
32
cf. ARENDT, H.: The Human Condition, University of Chicago Press, Chicago,
1958, pp. 199–201.
33
cf. ARENDT, H.: On Revolution, op. cit., p. 173: “[…] the specifically American ex-
perience had taught the men of the Revolution that action […] can be accom-
plished only by some joint effort in which the motivation of single individuals
—for instance, whether or not they are an “undesirable lot” [Arendt alude a la
“banda de indeseables” del Mayflower]— no longer counts, so that homogene-
ity of past and origin […] is not required. The joint effort equalizes very effec-
tively the differences in origin as well as in quality […]”.
34
cf. Ibidem, pp. 166–167.
35
cf. Ibidem, p. 170.
36
ARENDT, Hannah, The Human Condition, op. cit., p. 244.
37
Ibidem, p. 166.
38
Ibidem, p. 166.
39
FRADIN, Dennis Brindell: The Mayflower Compact. (Turning Points in the U. S.
History), Marshall Cavendish Benchmark, 2007, p. 21.
40
ARENDT, H.: On Revolution, op. cit., p. 205.
1
“Por lo que atañe al bien y al mal, tampoco aluden a nada positivo en las cosas —
consideradas en sí mismas−, ni son otra cosa que modos de pensar, o sea, no-
ciones que formamos a partir de la comparación de las cosas entre sí. Pues una
sola y la misma cosa puede ser al mismo tiempo buena y mala, y también in-
diferente” (SPINOZA, Baruch: Ética demostrada según el orden geométrico, trad.
Vidal Peña, Hyspamérica, Buenos Aires, p. 248). Y más adelante: “I. Entiendo
por bueno lo que sabemos con certeza que nos es útil. II. Por malo en cambio lo
que sabemos con certeza que impide que poseamos algún bien” (Ibidem, p.
249).
202| MARÍA JOSÉ ROSSI – Ni experiencia religiosa ni juicio de razón: cuando el mal
sabe a mal (Spinoza en correspondencia)
su genuino amor a ella2. El amor a la verdad acerca lo distin-
to, compone relaciones para el filósofo. Siempre que sea con
honestidad, es decir, sin segundas intenciones, sin manipula-
ción. El desinterés exige combinarse con ausencia de sola-
pamiento. No hay ulterioridad ni falsos vericuetos cuando se
trata de inquirir por la verdad. Porque cuando es así, lo que
se prueba es gusto: gusto por la conversación, por el inter-
cambio de ideas. Spinoza no se anda con vueltas a la hora de
manifestar el placer que le depara poder discurrir con liber-
tad sobre temas tan afines; placer que puede medirse por las
utilidades y beneficios que trae a ambos: “Nada excepto la
verdad —le dice— puede unir temperamentos y ánimos dife-
rentes […] No hablo de las enormes utilidades que se siguen
de esto […] Si así lo he hecho, lo hice sólo para mostrar cuán
agradable me es y me será en el futuro tener la oportunidad
de prestar el servicio prometido”3. Es como si, para Spinoza,
el amor por la verdad (que en la carta aparece como inter-
mediario o término medio), fuese la salvaguarda de una
proximidad que pudiese tornar insidiosa la presencia de los
próximos; como si la incontrovertible objetividad de las de-
mostraciones racionales nos salvase de la peligrosa cercanía
con el otro. Como sucede con el lenguaje, ese otro simbólico
impersonal que desactiva o suspende la aparición de la alte-
ridad en su aspecto más monstruoso. El amor por la verdad
traza una línea que ubica al otro del otro lado, que deja a un
lado esa faz. Spinoza está convencido de que lo que desvela
al comerciante es la verdad. Y se entrega a una amistad sin
reparos.
Sin embargo, ya en la segunda carta se nota un abrupto
cambio de tono: en la tercera línea declara con inocultable
2
“Porque a mí, de todas las cosas que están fuera de mi poder, no hay ninguna
que merezca mayor consideración que tener el honor de entablar amistad con
gente que ama la verdad sinceramente” (SPINOZA, B.: Las cartas del mal, trad.
Natacha Dolkens, Caja Negra editora, Buenos Aires, p. 25).
3
Ibidem, p. 26.
204| MARÍA JOSÉ ROSSI – Ni experiencia religiosa ni juicio de razón: cuando el mal
sabe a mal (Spinoza en correspondencia)
El interlocutor de Spinoza es, como dijimos, un comi-
sionista de cereales y un teólogo calvinista. Pero eso no mella
la simpatía de Spinoza hasta que el otro devela su verdadera
faz, su estigma propio: tener razón a toda costa, la manía de
juzgar. La discrepancia teórica (y teológica) fundamental pa-
sa precisamente por este punto: en la imagen de la divinidad
como alguien que juzga. Spinoza percibe la violencia judica-
tiva y por eso va a retirarse del campo de batalla. Pero antes,
la antipatía en que ha quedado trocada la simpatía inicial lo
va a forzar a dejar todo en el campo. Su oponente lo va a
obligar a desenmascararse, a expresar cosas que no había di-
cho nunca antes con tanta osadía y determinación: el mal no
tiene existencia en sí, no surge más que por comparación,
Dios no es un ente que juzga y, por tanto, no premia el bien
ni castiga el mal. Para explicar el mal, Spinoza no apela ni a
las razones de la teología ni a las de la filosofía. No encuentra
su origen donde lo suelen ubicarlo las religiones ni donde se
empeña en ponerlo el juicio moral. El mal, antes que ser una
entidad o una falta de entidad, se percibe. Se siente. Ataca las
vísceras, produce una sensación. El mal es como el veneno:
su eficacia consiste en repugnar la naturaleza singular. Se
torna reconocible por sus efectos, por lo que produce en el
cuerpo. Y nos alcanza a todos en la doble dimensión de
víctimas y agentes: “No somos solamente seres envenenados,
dice Deleuze, somos envenenadores, y actuamos como toxi-
nas y venenos”7. Spinoza sustrae así el problema del mal del
orden de la religión y del orden de la razón para ingresarlo
en el orden de la naturaleza, es decir, hace de él una reacción
físico-química comparable al envenenamiento de un cuerpo
que entra en descomposición, en un desajuste general de sus
relaciones. Visto de esa manera, el mal queda definido como
obstáculo al deseo. Sólo el deseo conserva, regenera, mantie-
7
DELEUZE, Gilles: Spinoza: filosofía práctica, trad. A. Escohotado, Fábula, Barce-
lona, p. 46.
8
CHAUI, M.: Política en Spinoza, op. cit., p. 155.
206| MARÍA JOSÉ ROSSI – Ni experiencia religiosa ni juicio de razón: cuando el mal
sabe a mal (Spinoza en correspondencia)
desobediente”9), el segundo recompone indirectamente otra
relación: la de un hijo con su padre. Al vengar la muerte de
su padre, la acción de Orestes no sería punible éticamente. El
criterio de la eticidad pasaría entonces por la imagen de la
cosa que se asocia con el acto10. Desde luego, esta perspectiva
no podía sino resultar escandalosa al calvinista, que cifra en
este criterio no sólo la disolución del mal en sí, sino que, al
desproveer a las acciones de toda instancia de castigo, va a
coincidir con lo que dirá Dovstoieski, tiempo después: sin
dios, todo es posible.
[No obstante, el argumento de Spinoza resultaría obje-
table desde este punto: ¿Y si la acción de Nerón no fuese tan
gratuita como parece? ¿No es dable pensar que Nerón tam-
bién está recomponiendo una imagen con su crimen? Sabe-
mos hasta qué punto las imágenes sobredeterminan el modo
cómo experimentamos a los otros. Ubicadas en una dimen-
sión fantasmática, pueden llegar a percibirse o vivenciarse
como destructivas del sí mismo, por lo que su descomposi-
ción recompondría las relaciones del propio sujeto, es decir,
las compondría para sí mismo.]
Está claro que para el teólogo el criterio spinozista re-
presenta el colmo del relativismo y la disolución moral, al
que sólo cabe oponer la imagen de un dios implacable que
castigue a los impíos y premie a los justos. Aquí es donde el
calvinista muestra las cartas, pues hace depender el respeto a
la ley del miedo al castigo. El expediente del dios trascenden-
te y la ley se invocan para incentivar el miedo. Y con el mie-
do, el imperio de iglesias y de gobiernos sin pueblo. El cua-
dro de situación se completa cuando, de simple comisionista
9
SPINOZA, B.: Las cartas del mal, op. cit., p. 73.
10
Deleuze lo sintetiza con claridad: una acción es buena cuando opera una com-
posición directa de las relaciones, aún si se siguiera una descomposición indi-
recta; una acción mala opera en cambio una descomposición directa, aún oper-
ando una composición directa. Véase DELEUZE, G.: En medio de Spinoza, Cactus,
Buenos Aires, 2003, cap. V.
208| MARÍA JOSÉ ROSSI – Ni experiencia religiosa ni juicio de razón: cuando el mal
sabe a mal (Spinoza en correspondencia)
si incluso la antipatía puede ser la argamasa que acerque lo
distinto en su diferencia (por lo que simpatía y antipatía
constituirían el vector de la politicidad11), la tolerancia no
puede sobrevenir sino de dos maneras: o como virtud de los
fuertes, o como principio pospolítico, es decir, en la erradica-
ción de la politicidad (que es la erradicación de la potencia).
Sólo cuando se elimina la política, es decir, cuando se erradi-
ca la lucha y sobreviene la anulación de la tensión en el reino
supremo del achatamiento, la tolerancia encuentra una
chance para su despliegue.
11
Sostenemos que si simpatía y antipatía constituyen el vector de la politicidad, el
par empatía-apatía constituye el de la socialidad. En efecto, tanto el diccionario
como una escucha atenta al uso coinciden en definir la empátheia [Einfühlung]
como disposición para experimentar, con el otro, emociones análogas, mientras
que la sympátheia [Sympathie], por su parte, es entendida como inclinación ha-
cia el otro. La empatía relaciona con lo ajeno desde la identidad: la diferencia
presupuesta remite al sí mismo, es experiencia de desdoblamiento al interior de
sí. La suspensión provisoria del sí mismo para dar acogida a la alteridad se da,
en cambio, con la simpatía; en cuanto inclinación, supone la escisión del sujeto
con su otro, una auténtica diferenciación. Por eso puede ser disruptiva y derivar
en polemicidad. Contradictoria con la empatía resulta la apátheia, la falta de
emoción, lo que redunda en carencia de todo tipo de vínculo intersubjetivo.
Mientras que la antipátheia, en vista de que se trata de una experiencia de aver-
sión, sería, en cambio, vinculante desde la negatividad. Por su énfasis en la
mismidad y la apelación a la analogía, la empatía se emplazaría en una estruc-
tura de tipo “contractual”, mientras que la simpatía se hallaría incardinada en
una estructura de tipo “polémico”, con énfasis en la diversidad. Así, el vector
empatía-apatía constituiría el de la socialidad, que consiste en la capacidad de
estar con otros; su debilitamiento redunda en disolución de todo vínculo o ais-
lamiento. El vector simpatía-antipatía, en cambio, define el de la politicidad,
que es el que posibilita la conformación de grupos en base a la afinidad y la con-
frontación.
Gastón Beraldi
(Universidad de Buenos Aires)
1. La crisis de la razón
En este apartado pretendemos mostrar sucintamente
cómo la crisis de fin de siglo, presente en la obra de los años
inmediatamente anteriores y siguientes a la crisis del ‘97, se
le revela a Unamuno como un problema vital.
En “El mal del siglo”, escrito en octubre de 1897, abre
Unamuno con estas palabras: "Sentido desde cierto punto de
sentimiento pocos ocasos más tristes que el de este nuestro
siglo, en que a los espíritus cultos desorientados sumergen
en la tristeza de su cultura misma una gran fatiga, la fatiga
del racionalismo.”1
1
UNAMUNO, Miguel de: “El mal del siglo”, Cuadernos de la cátedra Miguel de
Unamuno, no. 34, 1999, p. 123.
212| GASTÓN BERALDI – Unamuno: agonía entre razón y experiencia religiosa en los
años de las crisis
Las referencias a la decadencia, a la crisis la razón o la
tragedia de fin de siglo, y al nihilismo de la época están pre-
sentes en varios textos desde ya unos años antes a 1897 y en
los años inmediatamente posteriores2. El siglo XIX se presen-
ta así como una época tecnicista, absolutamente repleta de
un especialismo miope, y recorrida toda ella por el materia-
lismo histórico. Pero es también el siglo de la crisis, el siglo
del pesimismo y del nihilismo. El famoso ideal de progreso se
transmuta así en el mal del siglo.
4
UNAMUNO, Miguel de: Obras Completas, ed. Manuel García Blanco, Escelicer,
Madrid, 1966, vol. III, p. 260 (en adelante Obras Completas “b”).
5
Ibidem, vol. VII, p. 318.
6
CEREZO GALÁN, Pedro: Las máscaras de lo trágico. Filosofía y tragedia en Miguel
de Unamuno, Trotta, Madrid, 1996, pp. 658–9.
7
UNAMUNO, Miguel de: Cómo se hace una novela, Alba, Buenos Aires, 1927, p. 141.
8
UNAMUNO, Miguel de: Obras Completas “a”, op. cit., vol. X, p. 96.
9
UNAMUNO, Miguel de: Obras Completas “b”, op. cit., vol. III, p. 879.
214| GASTÓN BERALDI – Unamuno: agonía entre razón y experiencia religiosa en los
años de las crisis
contradicciones!”,10 pero sin civilización y sin cultura no pue-
de vivir la cristiandad.11 Por ello “Todo es para nosotros libro,
lectura; […] Somos bíblicos. Y podemos decir que en el prin-
cipio fue el libro. O la Historia. Porque la historia comienza
con el Libro, y no con la Palabra, […]”.12 Así, el libro, la letra,
quedan sometidos al conflicto de las interpretaciones por-
que:
En cuanto un pensamiento nuestro queda fijado por
la escritura, expresado, cristalizado, queda ya muerto, y no
es más nuestro que será un día bajo tierra nuestro esquele-
to. La historia, lo único vivo, […] y la literatura no es más
que muerte. Muerte de que otros pueden tomar vida. Por-
que el que lee una novela, puede vivirla, revivirla —y quien
dice una novela dice una historia— y el que lee un poema,
una criatura —poema es criatura y poesía creación— puede
re-crearlo.13
Unamuno ve el mundo y la vida como un texto. Será a
partir de los diversos géneros literarios como enlaza la vida
con el texto: “el novelista que cuenta como se hace una nove-
la cuenta como se hace un novelista, o sea como se hace un
hombre.”14 “Pero hay otro mundo novelesco también; hay
otra novela. No la de la carne, sino la de la palabra, la de la
palabra hecha letra.”,15 —anticipándose así a lo que más tarde
denominara Ricœur como “el mundo del texto”. Así, vida,
mundo y texto aparecen estrecha y necesariamente vincula-
dos. La vida se puede leer como un texto, y el texto es el ca-
nal mediante el cual damos cuenta de la vida. En este sentido
Unamuno es también un lector del mundo y de la vida a par-
tir de los textos, en tanto un sentido “surge de la intersección
10
Ibidem, vol. VII, p. 320.
11
Ibidem, pp. 337–8.
12
UNAMUNO, Miguel de: Cómo se hace una novela, op. cit., p. 67.
13
Ibidem, pp. 14–5.
14
Ibidem, p. 149.
15
Ibidem, p. 139.
16
RICŒUR, Paul: “La vida: un relato en busca de narrador”, Ágora. Papeles de
filosofía, no. 2, 52, 2006, p. 15.
17
TANGANELLI, Paolo: Hermenéutica de la crisis en la obra de Unamuno entre fina-
les del siglo XIX y comienzos del XX: La crisis del ‘97 como posible exemplum de
la crisis finisecular, Ed. U. de Salamanca, Salamanca, 2001, p. 16.
18
ZUBIZARRETA, Armando: Tras las huellas de Unamuno, Taurus, Madrid, 1960, p.
33.
19
ZUBIZARRETA, Armando: Unamuno en su nivola, Taurus, Madrid, 1960, pp. 270–
6.
216| GASTÓN BERALDI – Unamuno: agonía entre razón y experiencia religiosa en los
años de las crisis
co/existencial por la situación política de España20 se mani-
fiesta en sus textos, fundamentalmente, a través de L’Agonie
du Christianisme (1925) y de los sonetos volcados en De Fuer-
teventura a París (1925), seguido de Comment se fait un ro-
man (1926), escritos en el exilio.
La tensión suscitada en sus escritos previos a la crisis
del ‘97 ya mostraba, como bien lo indica Cerezo Galán,21 que
la crisis personal era constante. Por un lado, en “Cómo se es-
cribe y para qué sirve la historia” (1889), alababa la labor del
positivismo científico, por otro en “Ver con los ojos” (1886),
mostraba como el protagonista del cuento había caído en un
profundo escepticismo fruto de su paso por la universidad y
de su estudio de filósofos alemanes. En “Elecciones y convic-
ciones. Diálogo divagatorio” (1892), Unamuno muestra en el
diálogo los polos en tensión entre el escepticismo y la fe. Y
en En torno al casticismo (1895–1902), Unamuno presenta la
situación en que se encuentra divida España, la lucha entre
casticistas y europeizantes, y allí hegelianamente, adopta una
posición sintética que surge de la dialéctica planteada, to-
mando el método de su maestro Hegel: buscar en el fondo
donde los contrarios se armonizan.22 Asimismo, en un relato
autobiográfico inédito escrito entre 1895–6 y publicado
póstumamente en 1994, que llevaba como primer título ten-
tativo Nuevo Mundo —y que es un alegato contra todo dog-
matismo—, se ve muy bien esa crisis no sólo porque Una-
muno decidió no publicarlo después del ‘97, sino que, como
se indica en el estudio de Zubizarreta, ese trabajo, tuvo un
segundo título tentativo bajo El reino del hombre, pero que
luego de su crisis espiritual, al decidir no publicarlo, indica
en una carta a un amigo que, de publicarlo debería ser re-
20
CEREZO GALÁN, Pedro: Las máscaras de lo trágico…, op. cit., p. 665.
21
Ibidem, p. 131.
22
URALES, Federico: La evolución de la filosofía en España, Laia, Barcelona, 1977, p.
164.
23
ZUBIZARRETA, Armando: Tras las huellas de Unamuno, op. cit., pp. 57 y 61.
24
UNAMUNO, Miguel de: En torno al casticismo, Alianza, Madrid, 1986, p. 21.
25
cf. UNAMUNO, Miguel de: Diario Intimo, Folio, Barcelona, 2007, pp. 5 y 31.
26
TANGANELLI, Paolo: Hermenéutica de la crisis en la obra de Unamuno…, op. cit.,
p. 15.
27
UNAMUNO, Miguel de: Diario Intimo, op. cit., pp. 31–2.
28
UNAMUNO, Miguel de: Del sentimiento trágico de la vida, Biblioteca Nueva, Ma-
drid, 2ª ed., 2006, p. 92.
29
Ibidem, p. 91.
218| GASTÓN BERALDI – Unamuno: agonía entre razón y experiencia religiosa en los
años de las crisis
El Unamuno de este período, […], no parece darse
cuenta de que todo ya no es lo que era, y con un gesto aún
excesivamente romántico, se decanta por huir en una di-
rección ‘trascendente’, auspiciando la recuperación de al-
guna dimensión más auténtica del ser (la soñada vuelta a la
niñez, a la fe infantil, etc.).30
Sin embargo, entre tanta decadencia, y tanto desencan-
to, brotan esperanzas, ¡y grandes! para la juventud que oscila
hoy entre la quietud y la batalla,31 ensayando en esa época
una especie de ‘neo-humanismo’ pero desde una noción de
subjetividad distinta de la cartesiana.32 La voluntad de querer
creer unamuniana ya se vislumbra en los trabajos de la época
de la crisis del ‘97,33 y en 1901, en el artículo “Sueño y acción”,
elogia la profundidad del pensamiento de Williams James y
su hermoso discurso sobre la voluntad de creer como volun-
tad de sobrevivir.34 Pero como ya dijo en su Diario que la fe
crea, y como dirá más adelante que “creer es crear”,35 pode-
mos arriesgar que esta creación de la fe y por la fe es, si-
guiendo a Deleuze, una creación como resistencia.36 Hay que
resistir al mal del siglo, y si la forma de la razón es la combi-
nación y el análisis, entonces la cura de esa enfermedad, vie-
ne del lado de la fe, que es creación.
Esta resistencia se presenta en mayor medida cuando es
destituido de su cátedra por el general Primo de Rivera. Co-
mienza la etapa de su destierro primero —en Fuerteventu-
ra— y su autoexilio luego —en París y en Hendaya. La etapa
30
TANGANELLI, Paolo: Hermenéutica de la crisis en la obra de Unamuno…, op. cit.,
p. 19.
31
UNAMUNO, Miguel de: Obras Completas “a”, op. cit., vol. V, p. 709.
32
TANGANELLI, Paolo: Hermenéutica de la crisis en la obra de Unamuno…, op. cit.,
p. 21.
33
ZUBIZARRETA, Armando: Tras las huellas de Unamuno, op. cit., p. 76.
34
UNAMUNO, Miguel de: Obras Completas “a”, op. cit., vol. V, p. 114.
35
UNAMUNO, Miguel de: Tres novelas ejemplares y un prólogo, Espasa Calpe, Bue-
nos Aires, 8ª ed., 1955, p. 17.
36
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix: Qué es la filosofía, Anagrama, Barcelona, 4ª
ed., 1997, p. 112.
37
CEREZO GALÁN, Pedro: Las máscaras de lo trágico…, op. cit., p. 634.
38
Ibidem, p. 650.
39
NOZICK, Martin: “Introduction” en UNAMUNO, Miguel de: The Agony of Belief,
Princeton University Press, Princeton–New Jersey, 1982, p. 61.
40
CEREZO GALÁN, Pedro: Las máscaras de lo trágico…, op. cit., p. 651.
41
ORRINGER, Nelson: “Pascal, portavoz de Unamuno y clave de la Agonía del Cris-
tianismo”, Cuadernos de la cátedra Miguel de Unamuno, Ed. U. de Salamanca,
no. 42, 2006, p. 43.
42
ZAMBRANO, María: Unamuno, De Bolsillo, Barcelona, 2004, p. 88.
220| GASTÓN BERALDI – Unamuno: agonía entre razón y experiencia religiosa en los
años de las crisis
cheano de confianza en el propio poder, sino de reconoci-
miento de la propia debilidad”.43 Podemos coincidir con el
estudio de Cerezo, pero creemos que no por las pruebas que
él nos trae, sino que este reconocimiento de la propia debili-
dad ya estaba presente en el ensayo Mi religión donde luego
de responder cuál era su “religión”, Unamuno nos muestra la
limitación al indicar que sabemos que no podremos encon-
trar la vida en la verdad y la verdad en la vida mientras viva-
mos, y que por eso, su “religión” es luchar.44
La lucha no es así una pura voluntad de supervivencia,
sino una voluntad de lucha, que ante la imposibilidad fáctica
de la supervivencia y el deseo de trascendencia, y a sabiendas
que en esa lucha no hay victoria alguna, porque no puede ni
debe haberla, —ya que es espíritu de tensión y no de disolu-
ción— hay una apuesta por la lucha y no por los contrincan-
tes.
Es la misma voluntad de lucha que le permitió resistir al
mal del siglo y a su crisis del ‘97, pero en aquellos momentos
la lucha se decantaba por la fe —aunque ya estaba en germen
su pensamiento posterior—, mientras que ahora, la lucha se
decanta por la lucha misma. En el ‘97 la crisis con el pensa-
miento ilustrado y sus seguidores, le hacen mirar por otro la-
do, por el lado opuesto, y lo opuesto ya estaba en quienes
denunciaban la crisis, los románticos. Por ello adopta a la fe
como forma de cura al mal del siglo. Pero ya para mediados
de los años ‘20, vuelve a las dudas primigenias, y si antes la
razón no daba respuestas a la vida, y ahora la fe sigue sin dar
respuestas a la verdad, entonces, debe mirar nuevamente por
otro lado.
Julián Marías sostiene que,
A Unamuno le faltó, en su labor intelectual y escrita
al menos, la fe: no sólo la fe religiosa sensu stricto, la fe en
la verdad total de la religión cristiana, sino también la fe en
43
CEREZO GALÁN, Pedro: Las máscaras de lo trágico…, op. cit., p. 655.
44
UNAMUNO, Miguel de: Obras Completas “b”, op. cit., vol. III, p. 260.
222| GASTÓN BERALDI – Unamuno: agonía entre razón y experiencia religiosa en los
años de las crisis
una razón absoluta o de un “sentimentalismo” absoluto, y
abriendo la posibilidad a una racionalidad del conflicto, que
es en definitiva, una racionalidad agónica.
Ignacio Soneira
(Universidad de Buenos Aires
Universidad Nacional de San Martín – CONICET)
i. INTRODUCCIÓN
1
La primera redacción manuscrita de “El origen de la obra de arte” data de 1931 y
fue publicada por Hermann Heidegger en 1989 en Heidegger Studies, Dunker &
Humblot, Berlin, 1989, pp. 5–22.
2
HEIDEGGER, Martin: “Der Ursprung des Kunstwerkes”, en Gesamtausgabe, ed.
Klostermann, vol. V, Holzwege, Frankfurt a. M., 1977, p. 59. Para referirse al
género literario “poesía” Heidegger utiliza la palabra “Poesie.”
228| IGNACIO SONEIRA – ¿Cómo se dice la vida? La Dichtung como potencial solución
a las dificultades del lenguaje de la analítica existenciaria
En las Frühe Freiburger Vorlesungen (1919–1923) Hei-
degger deja en evidencia la búsqueda de un medio expresivo
que le haga posible describir la vida en su propia dinámica y
movilidad. En ese sentido, el joven filósofo entendía que el
único camino para acceder al fenómeno de la vida sin defor-
maciones era evitando la teoría. En efecto, la teoría, sea fi-
losófica o científica, tiende a concebir lo analizado a partir de
la distinción sujeto-objeto; arribando, en definitiva, a un
modelo de conocimiento del mundo y de la vida atemporal y
objetivo. En rigor, en todo discurso teórico se incurre en un
proceso de objetivación que deviene en una comprensión
desfigurada [Maskierung] de los entes y del existente huma-
no consigo mismo, por ello para acceder a un sentido origi-
nario del fenómeno del caso es menester evitar partir de una
cosmovisión, un postulado filosófico o una teoría determina-
da3. Pero ¿cómo es posible acceder a la vida sin partir ni
arribar, en definitiva, a una teoría? ¿Cómo hacer para confec-
cionar una filosofía que se encuentre en condiciones de arti-
cular categorialmente el sustrato vivencial de la existencia
humana pero que no lo reduzca a una serie de enunciados o
conceptos estancos?
Heidegger encuentra en esta empresa un escollo signifi-
cativo: el enunciado filosófico. El conocimiento profundo de
las conclusiones de las Investigaciones lógicas y, fundamen-
talmente, su contacto con las ideas de Hartmann, Natorp y
Kierkegard (a partir de Jaspers); lo llevan al joven Heidegger
a afirmar que la proposición lingüística es esencialmente ob-
jetivante. En esa clave, es fundamental entender que si bien
para el profesor de Friburgo la modalidad por excelencia del
discurso filosófico es la proposición; ésta es parasitaria de un
modelo metafísico determinado que Heidegger quiere super-
ar o al menos evitar. Ello se hace evidente en el hecho de que
3
cf. HEIDEGGER, M.: La idea de la filosofía y el problema de la concepción del
mundo, trad. Jesús Adrián Escudero, Herder, Barcelona, 2005.
4
En una carta de Heidegger a Löwith en 1927, el primero le dice: “la indicación
formal, la crítica de la doctrina usual del a priori, la formalización y conceptos
semejantes todos existen aún para mi, aunque ahora no hable de ellos.” Ver en
PÖGGELER, Otto: Zur Philosophischen Aktualität Heideggers, Kloosterman,
Frankfurt, 1994, p. 79.
230| IGNACIO SONEIRA – ¿Cómo se dice la vida? La Dichtung como potencial solución
a las dificultades del lenguaje de la analítica existenciaria
35 del mismo tratado. Éstos no se corresponden ni se articu-
lan pese al hecho de que Ser y tiempo es la “repetición de una
experiencia fundamental” [Grunderfahrung] que explicita las
estructuras ontológicas fundamentales del Dasein desde una
dimensión existencial resuelta. En ese sentido “lenguaje de la
filosofía” y “lenguaje humano” no tendrían por qué diferir.
En síntesis, en Ser y tiempo se sostienen todas las pre-
ocupaciones relativas al lenguaje de la filosofía trabajadas en
los años anteriores, pero a las vez se mantienen las mismas
dificultades. Ello se hace evidente en el hecho de que Hei-
degger evade abordaje explícito del problema, trasladándolo
a una parte del tratado que finalmente nunca escribe5. Se
podría intuir, sin profundizar demasiado, que la objetivación
como dificultad intrínseca a la proposición filosófica es un
punto que Heidegger no logra resolver en su Opus Magnum6.
num6.
232| IGNACIO SONEIRA – ¿Cómo se dice la vida? La Dichtung como potencial solución
a las dificultades del lenguaje de la analítica existenciaria
Por último, existe una continuidad en el tratamiento del len-
guaje entre uno y otro período que algunos autores como
Wohlfart han explorado a través de la función del silencio11.
Hemos hasta aquí hecho explícita la relación entre len-
guaje y arte en las dos etapas del pensamiento heideggeriano.
Nos resta aún analizar en qué medida puede ser el arte len-
guaje de la filosofía y hasta qué punto este “nuevo lenguaje”
podría solventar las dificultades relativas a la objetivación.
11
Para este tópico ver los trabajos de WOHLFART, Günter: Der Augenblick. Zeit und
ästhetische Erfahrung bei Kant, Hegel, Nietzsche und Heidegger mit einem
Exkurs zu Proust, Alber, Freiburg/Munich, 1982; ROSSI, Alejandro: “La ‘Tierra’ y
la Historicidad en El Origen de la obra de arte de Martin Heidegger”, op. cit., pp.
213–228.
12
HEIDEGGER, M.: “Fenomenología y teología”, en Hitos, trad. H. Cortés y A. Leyte,
Alianza, Madrid, 2000, p. 68.
13
En Introducción a la metafísica dice: “el discurso sobre la nada nunca puede
iniciarse sin la mediación, por ejemplo, de un cuadro.” cf. HEIDEGGER, M.: Intro-
ducción a la metafísica, trad. Emilio Estiú, Gedisa, Barcelona, 1993, p. 33.
14
cf. HEIDEGGER, M.: “Der Ursprung des Kunstwerkes”, en Holzwege, op. cit., p.
22–23.
234| IGNACIO SONEIRA – ¿Cómo se dice la vida? La Dichtung como potencial solución
a las dificultades del lenguaje de la analítica existenciaria
to? Una respuesta plausible podría ser: ensayando un discur-
so no objetivante.
Por otro lado, no es casual que el ejemplo no haya apa-
recido en la versión preliminar de la conferencias sobre arte
de 1931. Su posterior inclusión responde al hecho de que
Heidegger a la par de estar buscando el “arte fundacional pa-
ra el pueblo alemán” está profundizando un método. Eviden-
temente uno y otro camino se confunden, pero de ninguna
manera podríamos creer que el cuadro de Van Gogh tiene el
mismo estatus fundacional que los poemas de Hölderlin.
Mientras éste último guarda en sus entrañas un “mensaje
histórico”, el primero es un mero elemento didáctico.
Si contamos las repetidas alusiones al tema en cursos de
esos años como el curso sobre Lógica del ‘34 o el dedicado a
los himnos de Hölderlin “Germania” y “El Rin”, podemos
afirmar que Heidegger está explorando una solución a una
dificultad vinculada a la expresión del pensamiento y el lugar
en el cual busca dicha solución es el arte [Dichtung].