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“Algún antepasado habla dentro de mí. No puedo vivir al mismo tiempo en mi cabeza y en mi cuerpo.

Por ello no puedo ser una sola persona.


Soy capaz de sentirme una infinidad de cosas simultáneamente.
El mal de nuestro tiempo es que no hay grandes maestros. El camino de nuestro corazón está
cubierto de sombra.
Hay que escuchar las voces que nos parecen inútiles. Es importante que, en los cerebros llenos de
tuberías cloacales, muros, escuelas, asfalto y prácticas asistenciales, entre el zumbido de los
insectos.
Tenemos que llenarnos los ojos y los oídos con cosas que sean el inicio de un gran sueño.
Alguien tiene que gritar que haremos pirámides y no importa si no se logran, pero hay que alimentar
los deseos.
Debemos estirar el alma por todos lados, como una sábana que se extendiera al infinito.
Si desean que el mundo avance, debemos darnos las manos, debemos mezclarnos los llamados
sanos con los llamados enfermos. Ustedes, los sanos, ¿qué significa vuestra salud?
Los ojos de la humanidad observan el abismo al que todos nos precipitamos. La libertad es inútil si
no se atreven a mirarnos a la cara, a comer con nosotros, a beber con nosotros, a dormir con
nosotros.
Son los que se hacen llamar sanos los que han llevado al mundo al borde de la catástrofe.
¡Hombre, escucha! En ti agua, fuego y luego cenizas. Y los huesos en las cenizas, ¡los huesos y las
cenizas!
¿Dónde estoy cuando no estoy en mi realidad ni en mi imaginación? Hago un nuevo pacto con el
mundo: que el sol salga de noche y haya nieve en agosto.
Lo grande se acaba, lo pequeño perdura. La sociedad debe volverse a unir y no seguir fragmentada.
Con ver la naturaleza tenemos que la vida es simple. Hay que regresar al punto inicial, al punto
donde ustedes equivocaron el camino. Debemos regresar a las bases principales de la vida, sin
ensuciar el agua. ¿Qué mundo es este si un loco les dice que deben avergonzarse?”

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