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En torno al género como categoría de análisis

Amada Traba
Benjamín Porto
Universidad de Vigo
España

El término género se refiere a los aspectos sociales adscritos a las diferencias


sexuales. El género está presente en toda la vida social y tiene una enorme
influencia en la visión que tenemos de nosotros mismos, en nuestro
intercambio con los demás y en como nos desenvolvemos en todas nuestras
actividades y en la vida diaria.
Desde el punto de vista de la estructura social el género no implica una mera
diferenciación entre individuos de distinto sexo, sino que implica una relación
jerárquica en la que unos y otras ocupamos posiciones asimétricas en cuanto
al acceso a los recursos sociales.
En este sentido el género estructura la sociedad, da forma a las relaciones
entre hombres y mujeres y también sirve de base para la construcción social
de las identidades femenina y masculina. Estas identidades no se pueden
explicar simplemente por las diferencias biológicas precisamente porque están
cargadas de significado. En todo caso la biología puede limitar o proporcionar
ciertos impulsos, pero no so suficientes para determinar el modo en que las
sociedades han construido las diferencias en torno al género. Aunque se trata
de un tema en constante debate, no se puede decir que exista evidencia
acerca de la existencia de causalidad biológica directa en el comportamiento
humano, Fausto-Sterling, (1985), Sin embargo, las explicaciones que reducen
las diferencias entre hombres y mujeres a algo "natural", no solo se mantienen,
sino que son ampliamente aceptadas y muy populares. La razón estriba en que
son especialmente apropiadas para justificar el orden social existente.
La naturaleza sociocultural de las diferencias de género ha sido tratada en
investigaciones ya clásicas Mead (1972). En estos estudios se pone de
manifiesto que las sociedades utilizan el sexo biológico como criterio de
atribución de roles, pero existe gran disparidad respecto del contenido de los
mismos. La diversidad cultural en este aspecto es tan importante que

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constituye, por si misma, un importante argumento a favor del importante grado
en el que la cultura se ve implicada como causa de las mismas.
La relación masculino- femenino en el sistema social nos permite analizar la
realidad social desde esta perspectiva. La perspectiva de género nos permite
establecer un análisis diferente y que produce un discurso social emergente
como consecuencia de la lucha y las conquistas de las mujeres y de la
incorporación del discurso reivindicativo a las políticas públicas de los
gobiernos.

El género y la socialización
A través del proceso de socialización, los individuos interiorizamos en nuestra
personalidad unos rasgos determinados propios de la identidad masculina o
femenina, así como pautas de comportamiento con referencia en los roles de
género. En ese proceso los agentes socializadores refuerzan las definiciones
culturales de lo que cada sociedad define y construye como masculino y
femenino.
A través de estos agentes, especialmente de aquellos más específicamente
orientados a educar a los individuos, se produce una categorización y
diferenciación entre hombres y mujeres que se remonta incluso a antes del
propio nacimiento. De un modo profundo, aunque en la mayoría de los casos
inconsciente, vamos definiendo, valorando, llenando de significado y en
definitiva construyendo personalidades adecuadas y coherentes con las
relaciones de género existentes en la sociedad, introduciendo la desigualdad y
la jerarquización y asumiéndola como una consecuencia de las cualidades
naturales que poseemos como seres pertenecientes a uno u otro sexo.
El sistema sexo-género, se construye a partir de paradigmas religiosos,
legales y políticos, que impregnan incluso el pensamiento científico y que
definen en cada momento y lugar cómo deben ser las características y
atributos que deben poseer los hombres y las mujeres, no solo en el ámbito
público, (el de la producción), sino también en el denominado privado (o de la
reproducción), y lo que es más, construye la separación entre ambos espacios.

Valores y estereotipos asociados al género

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Los valores asociados al género son los responsables de mantener los roles
asignados socialmente a cada uno de los sexos, dando lugar a los
estereotipos, que se definen como creencias populares sobre los atributos que
caracterizan a una categoría social y sobre los que hay un acuerdo sustancial.
Son generalizaciones basadas en ideas preconcebidas, prejuicios o
preconceptos que se tienen acerca de cómo deben ser las personas. Las
expectativas de comportamiento que existen para cada sexo responden a
modelos socialmente aceptados y dispuestos para que las personas
desarrollen fácilmente un grado importante de identificación con los mismos. La
opinión generalizada socialmente, acerca de cómo debe ser el comportamiento
asociado a cada sexo, impone los modelos y orienta el comportamiento y las
expectativas que tenemos respecto de las personas con las que nos
relacionamos.
Como se indicó en los primeros párrafos, el sistema de género, constituido por
los valores, normas, significados, roles, estereotipos, sanciones..., da lugar a
una organización social jerarquizada, en la que los puestos clave de poder y en
general todo lo comprendido en los espacios públicos (incluido el deporte,
especialmente el que se construye como relevante en los medios de
comunicación) está ocupado mayoritariamente por hombres.

Estereotipos, género y deporte.


En el sistemasexo-género construido de forma rígida, la asignación de ciertos
atributos "propios de cada sexo" implica que los individuos desarrollemos unas
características y anulemos otras, lo que favorece la merma de las
potencialidades que todos tenemos y que se deberían desarrollar de forma más
equilibrada.
Para el caso de los hombres se potencia el desarrollo del individualismo, la
agresividad, la competitividad, la rudeza, mientras en las mujeres estos
comportamientos y actitudes se sancionan negativamente, fomentándose
características complementarias e incluso antagónicas como la sumisión, la
pasividad, la colaboración y la sensibilidad.
Son precisamente los atributos considerados tradicionalmente masculinos los
asociados a la práctica deportiva, por ello ha sido una actividad históricamente

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reservada a los hombres y del que las mujeres han sido excluidas o bien
acusadas como desviadas o masculinas, en caso de practicarlo al no cumplir
con las expectativas expresadas en el estereotipo.
Un somero repaso a la historia del deporte confirma esta afirmación, las
mujeres han estado excluidas de su practica en Grecia, en Roma, en la Europa
medieval y renacentista, incluso en el momento de la institucionalización del
deporte, Inglaterra, siglo XIX, las mujeres continuaron excluidas y la práctica
deportiva estaba impregnada de una fuerte carga ideológica con la que se
pretendía justificar la superioridad física e intelectual del género masculino.
La cosas empiezan a cambiar hacia finales del siglo XIX y en este punto es
importante señalar que aunque la escuela mantiene importantes dosis de
sexismo en el curriculum expreso y oculto, así como en la interacción informal,
es también una institución innovadora y menos discriminadora para las mujeres
que otras instituciones que pertenecen al ámbito de la economía o de la
política. Es precisamente en la escuela donde se produce un cambio
significativo y legitimador de la práctica deportiva femenina asociada a la salud
y al desarrollo armónico también para las mujeres, con la incorporación al
curriculum escolar femenino de un sistema de ejercicios desarrollados en
Suecia y generalizados en Inglaterra antes de terminar el siglo XIX.
Es también en esta época cuando se inicia una minoritaria práctica deportiva
femenina en juegos de equipo, dentro del ámbito escolar, este incipiente
progreso del deporte femenino tuvo que afrontar una considerable oposición.
En cualquier caso, la mayor o menor tolerancia en cuanto al acceso de las
mujeres a la práctica deportiva está en consonancia con el modelo de
feminidad hegemónico en cada coyuntura histórica. A esto hay que añadir que
la clase social también interviene y las primeras mujeres en incorporarse a la
práctica deportiva pertenecían a clases acomodas.
Por lo que respecta a nuestro país, el momento de la Segunda República
supuso un importante avance en la libertad de las mujeres y por lo tanto un
incremento de su participación deportiva, avance que se vio truncado durante
el largo periodo da la dictadura franquista, en el que se volvió a la exaltación de
la maternidad, la dependencia y la sumisión como modelo femenino. A partir de
los años sesenta se producen algunos cambios significativos (se levanta la
prohibición de determinados deportes) pero hay que esperar hasta la década

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de los ochenta para que los cambios en los valores sociales asociados al
género y al deporte produzcan una progresiva incorporación femenina en
muchas disciplinas que hasta el momento habían sido un coto masculino.
Podemos afirmar que en la actualidad el control y la sanción social negativa a
las mujeres deportistas ha ido perdiendo relevancia. De todas formas aún
existe rechazo social hacia la práctica de ciertos deportes, cuanto más alejados
estén del estereotipo hegemónico de feminidad mayor será el rechazo.
La aportación del enfoque feminista al análisis de la educación física de
las mujeres.
Siguiendo a Sheila Scraton debemos tener presente la existencia de una
posición feminista que supone superar la perspectiva androcéntrica, adoptar el
punto de vista femenino a partir de la percepción y la experiencia propias, la
oposición a la opresión de las mujeres y el reconocimiento de la experiencia
compartida de opresión por el hecho de ser mujeres. El pensamiento feminista
presenta diferentes perspectivas: liberal, radical, marxista y socialista, pero
todas ellas aceptan que las mujeres están oprimidas y subordinadas a los
hombres en muchos ámbitos de su existencia y que el conjunto de instituciones
políticas, sociales y económicas fortalecen esa relación de dominación.
El feminismo liberal se interesa por la discriminación que afecta a las mujeres,
además de la igualdad de oportunidades y de derechos, pero no tiene en
cuenta el contexto social como estructura de poder que impide a las mujeres
alcanzar la igualdad. En cuanto a la educación física, centra el problema en las
actitudes y en las prácticas del alumnado y del profesorado, pero obvia las
relaciones estructurales más generales. Para el feminismo radical, que emplea
el concepto "patriarcado" para argumentar las relaciones estructurales de
opresión, por medio de las cuales los hombres dominan a las mujeres, es
necesario cambiar estas relaciones de poder y dominación. El feminismo
marxista considera que las mujeres están oprimidas a causa de su papel en el
seno de la familia y por la división sexual del trabajo. La opresión es una
consecuencia del sistema de clases y de la propiedad privada de los medios de
producción, por lo que el principal enemigo es el sistema capitalista y solo con
su derrota se podrá modificar la situación de opresión de las mujeres. Centra el
problema en el análisis de la reproducción de las relaciones de clase y de
género en las sociedades capitalistas. El feminismo socialista intenta combinar

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elementos teóricos del feminismo marxista y del radical, procurando abarcar
tanto la opresión patriarcal como la de clase; defienden la relación entre sexo y
clase señalando la existencia de un sistema de opresión dual basado en dos
pilares: el patriarcado y el sistema capitalista o como un sistema unificado e
integrado que reconoce el carácter universal del patriarcado en los sistemas
sociales. Respecto a la relación entre el género y la educación física; señalan
que las ideologías de la masculinidad y la feminidad, especialmente las
referidas al físico, a la maternidad y a la sexualidad son fundamentales para
comprender esa relación. El acceso a los recursos y al ocio también depende
de la clase social, niñas y jóvenes de clase trabajadora o de clase media
experimentan de forma diferente las posibilidades de acceso al transporte, a
las instalaciones, a los clubes deportivos, lo que influye en las oportunidades y
experiencias extraescolares de las actividades físicas.
Además de esta reflexión sobre los análisis feministas, Scraton hace referencia
al etnocentrismo de estas perspectivas puesto de manifiesto por investigadoras
que incorporan el análisis de las desigualdades que tienen su origen en
opresiones relacionadas con el género y mediadas por el racismo.

Investigaciones sobre mujer y deporte.


En las últimas décadas las mujeres han ido incorporándose con rapidez al
deporte. Este cambio, junto con la persistencia de ciertos estereotipos en
cuánto a la mayor identificación entre deporte y masculinidad, así como la
orientación sesgada en la elección de distintas modalidades entre hombres y
mujeres ha dado lugar a un importante número de investigaciones sobre el
tema, desde diferentes perspectivas teóricas y disciplinares.
García Ferrando (1986), mantiene que la incidencia de los estereotipos sigue
siendo importante, de modo que el conflicto entre los roles asignados
tradicionalmente a las mujeres produce un fenómeno de disonancia cognitiva
entre lo que considerado propio de la identidad femenina y de masculina. Este
conflicto es inducido desde fuera, debido a la presión de los agentes
socializadores: familia, amigos, medios de comunicación etc.
Para la sociedad, tal como está estructurada es más ventajoso que un grupo
social se haga cargo por adscripción y de forma gratuita de una serie de
responsabilidades en el hogar y para la familia, de modo que se construyen

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una serie de mitos que tratan de hacer creer a las mujeres que el deporte es
malo para ellas porque las hace masculinas o incluso es perjudicial para su
salud y su responsabilidad como futuras madres. Para este autor, debido a
esta disonancia producto de los estereotipos, las mujeres reacciónan
retirándose prematuramente del deporte.
La exclusión de las mujeres de los ámbitos públicos, especialmente del político,
entendido en sentido amplio y por extensión del religioso, económico etc., se
ha llevado a cabo construyendo un discurso paradójico sobre el "modo de ser"
de las mujeres: por un lado postular que las mujeres son irracionales e
imprevisibles, por tanto inferiores, pero por otro exaltar ciertas cualidades
femeninas superiores e ideales en torno a la maternidad y lo que ello implica,
cualidades que de mantenerse, las ubican en un lugar especial. El fin de ese
discurso ideológico es convencerlas de que dada la inevitabilidad de lo primero,
es mejor mantener lo segundo, a riesgo de ser condenadas a la exclusión total.
Por ello no sorprende el resultado de diversas investigaciones que sitúan a la
familia como un agente de filtrado y disuasión de práctica deportiva de las
niñas y jóvenes. En ellas se comprueba que la familia ejerce un importante
papel como reproductora de prejuicios y fomentadora de patrones de
comportamiento tradicionales que alejan a las jóvenes del deporte. Vázquez
(1986) afirma que la presión y/o la dedicación a la familia, tanto la de origen, en
la infancia, como la propia en la edad adulta, dificulta no ya la dedicación al
deporte, sino en general dedicar tiempo al ocio.
Esto no es impedimento para que el cambio social, operado en los últimos
tiempos(en el sentido de incrementar la igualdad entre hombres y mujeres en el
trabajo, la educación, la sexualidad etc.), haya dado sus frutos también en el
ámbito deportivo. Las diferencias más persistentes se dan en lo siguientes
factores: tasas más bajas de participación femenina, segregación respecto de
la modalidad practicada, lo mismo respecto de las razones para practicarlo, la
retirada más temprana por parte de las mujeres.
Así mismo, es de destacar que el deporte masculino es hegemónico en su
presencia en los medios de comunicación y los deportistas cobran mayores
cantidades de dinero por participar en las pruebas.
Una decontrucción del deporte como expresión de valores exclusivamente
masculinos, y su reconstrucción como expresión de comunicación, desarrollo

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físico y mental, salud y mejora de la calidad de vida, compensación de las
agresiones cotidianas y potenciación de su valor lúdico y menos competitivo,
supondría la incorporación de todas las personas, la superación de las
contradicciones de género, de las de clase y étnicas.

Las niñas y jóvenes


Como ya se dijo, la escuela, a pesar de mantener ciertos factores de
discriminación para las niñas, ha supuesto un importante elemento de
igualación, así, García Ferrando (1986), mantiene que la escuela generaliza la
educación física, propiciando que las niñas practiquen más deporte,
legitimando su práctica como positiva para las mujeres y como consecuencia
de ello un incremento en las tasas de práctica de las más jóvenes así como el
de las deportistas de elite que se iniciaron en el deporte escolar. Con todo hay
autores que mantienen posiciones pesimistas, concluyendo que la educación
física es una actividad que en la etapa escolar se mantiene altamente
segregada (Alvarez 1990); esta conclusión que se puede corroborar a través de
las encuestas realizadas al alumnado de primaria y secundaria en las que entre
otras cosas se les pregunta por sus actividades y aficiones, las actividades
deportivas son las que más separan a los jóvenes según su sexo.
Según García Ferrando (1990) existe una gran coincidencia entre los motivos
aducidos para hacer deporte tanto por mujeres adultas como por mujeres
jóvenes: salud, amistad, forma física y diversión son los más señalados, datos
corroborados por Vázquez (1990 y 1993) En todo caso es claro que el factor
competición no tiene importancia entre las mujeres.
En cuanto al abandono prematuro de la práctica deportiva, García Ferrando
(1990), indica que en las jóvenes comienza a producirse a los 13-14 años, el
autor argumenta que se trata de una etapa en la que la práctica se vuelve más
exigente, aduciendose falta de tiempo por parte de las chicas. El abandono
prematuro puede beberse a la incidencia más acentuada del estereotipo a
través de la presión social y familiar combinadas, en una edad en la que se
busca intensamente la identidad de género y parece razonable pensar que la

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imposición los modelos tradicionales tiene éxito, sobre todo por estar muy
representados en los medios de comunicación.

BIBLIOGRAFÍA:
Fausto- Sterling, Anne. Miths of gender: biológical theories of men and women.
New York: Basic Books. 1985
Mead, M. Educación y cultura, Paidós Buenos Aires 1972 (tercera edición)
Lerena, C. Escuela, ideología y clases sociales. Ariel, Barcelona 1976
Gil Calvo, E. La mujer cuarteada. Anagrama Barcelona 1991
Izquierdo, Mª. J. et al. La desigualdad de las mujeres en el uso del tiempo.
Instituto de la Mujer. Madrid 1988.
Moore, H.L. Antropología y feminismo. Cátedra. Madrid 1991
Bourdieu, P. y Passeron, J.C. La reproducción. Barcelona. Laia. 1977.
Subirats, M. y Brulet, C. La transmisión de los géneros en la escuela mixta, en
Manual de Sociología de la Educación, Visor, Madrid 1989
Scraton, S. Educación física de las niñas: un enfoque feminista. Morata. Madrid
1992
Vazquez Benilde (Abraham)
García Ferrando "

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