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Lacan y el fantasma de la adaptación

por Maximiliano Cosentino

Lo que evoco aquí para ustedes no es metafísica.


Es más bien un lavado de cerebro.
Lacan. La angustia. 1962-63

Foucault, en su célebre conferencia ¿Qué es un autor?, plantea una distinción fundamental


en el uso de la función autor en el discurso científico y en el discurso psicoanalítico o
marxista: el discurso científico prescinde de la función autor como fundador de discursividad.
En otras palabras, en el psicoanálisis o en el marxismo, Freud y Marx, en tanto fundaron una
discursividad, introdujeron una nueva forma de componer textos que requiere un retorno
constante a sus obras para comparar las proposiciones que se pueden derivar de ellas. Si bien
se puede considerar, en el discurso científico, a Newton y Galileo, para tomar los ejemplos
de Foucault, como fundadores de un nuevo modo de entender la física y la cosmología que
implicó una reformulación de sus teorías básicas, una novedosa formalización conceptual, el
trazado de nuevas generalizaciones y nuevos criterios de validez empírica, su acto fundador
se encuentra al mismo nivel que las transformaciones que introdujeron. En este sentido, la
validez de una proposición se decide mediante las reglas y predicciones empíricas que se
deducen de sus teorías. Por esto, ninguna nueva lectura o descubrimiento de un texto
desconocido de Newton o Galileo implicaría modificar el conocimiento que tenemos sobre
la física mecánica o la cosmología. Sin embargo, en los casos del psicoanálisis y del
marxismo es necesario un retorno los textos de Freud y Marx porque siempre encuentra
operando un proceso de olvido que es condición de posibilidad para el retorno al origen. De
otro modo, se retorna a lo que funciona como ausencia, hueco o laguna en el texto como
antídoto contra la plenitud ficticia que instaura el olvido. Retornar a las obras de los
fundadores de discursividad es siempre transformar el discurso mismo que instauraron y
vigorizar su potencia rupturista.

II

Lacan, quien se encontraba presente en el auditorio, celebró con entusiasmo las ideas
expuestas por Foucault. Efectivamente, desde su irrupción en el campo psicoanalítico, Lacan
sostuvo como leitmotiv el retorno a Freud frente a la ortodoxia teórica y clínica del
psicoanálisis de su época representado por la Asociación Internacional de Psicoanálisis (IPA,
por sus siglas en inglés). Armado con sus tres registros (simbólico, imaginario y real) y
empuñando los últimos desarrollos de la lingüística, la filosofía, la matemática y la
antropología, Lacan regresó a las obras de Freud para rescatarlas del silencio a que habían
sido sometidas por la ortodoxia del psicoanálisis. Sin embargo, esta operación de lectura,
lejos de ser bienvenida, provocó todo tipo de ansiedades en los dirigentes reaccionarios de la
IPA quienes le propusieron a Lacan el siguiente dilema: para continuar siendo miembro
reconocido del campo freudiano debía interrumpir su famoso seminario en el hospital de
Sainte Anne y se le prohibía tomar análisis didácticos, es decir, la formación de analistas. La
decisión de Lacan es conocida y marcó una fisura que continúa hasta nuestros días en el
campo freudiano: romper con su afiliación a la IPA. De esta manera, fundó, en 1964, la
Escuela Freudiana de Paris (EFP) y trasladó, gracias a la intervención de Althusser, su
seminario a la Escuela Práctica de Altos Estudios de París. Sin embargo, antes de su muerte,
Lacan disolvió la EFP, lo que produjo una dispersión del campo lacaniano. Jacques-Alain
Miller, yerno y editor de sus seminarios, formó la Asociación Mundial de Psicoanálisis
(AMP), que hoy ostenta gran parte del dominio político del campo lacaniano. De todos
modos, la AMP no logró unificar al lacanismo que hoy se encuentra conformado por un grupo
heterogéneo de instituciones con divergencias teóricas y clínicas que se arrogan la autoridad
sobre la transmisión de la enseñanza de Lacan. En consecuencia, surge el poslacanismo como
respuesta a la situación actual del campo lacaniano. Formado inicialmente por discípulos de
Lacan que no rompieron con la legitimidad de la IPA a los que se sumaron psicoanalistas
formados en la EFP a la que luego abandonaron, el poslacanismo no posee un proyecto
político ni un programa político en común. Más bien, se lo puede caracterizar por la consigna
del psicoanalista argentino Fernando Urribari: “Ni sin Lacan, ni sólo Lacan”. Ni lacanismo
dogmático ni antilacanismo reaccionario. El poslacanismo es una perspectiva que intenta
deconstruir las ideas de Lacan para ponerlas a trabajar en un nuevo contexto.

III

¿Por qué es necesario un retorno a Lacan? ¿Qué ideas conservan su vigencia? La distinción
lacaniana entre realidad y real permite superar el enfoque, impuesto por el capitalismo actual,
orientado a la brevedad y estandarización de las prácticas de salud mental que instan a la
adaptación del sujeto a la realidad.
Las Terapias Cognitivo-Conductuales (TCC) son un ejemplo del enfoque estandarizado y
adaptacionista en salud mental. Cuando abrimos el manual Terapia cognitiva de la depresión
de Beck y colaboradores, somos invitados a considerar el modelo cognitivo de la depresión
como análogo a los paradigmas científicos que Kuhn postula en Las estructuras de las
revoluciones científicas. Los autores hacen hincapié en comprender el paradigma personal
del paciente, es decir, su marco conceptual o conjunto de creencias idiosincráticas de
interpretar la realidad, que encontraría su expresión en alteraciones cognitivas, sesgos
negativos en la forma de procesar hechos y pensamientos erróneos. En consecuencia, el
trabajo terapéutico está orientado a modificar, mediante el paradigma científico del terapeuta,
el paradigma personal inadecuado para evitar observaciones e interpretaciones falsas. Para
llevar a cabo su tarea, el terapeuta cognitivo-conductual se vale de diferentes técnicas
estandarizadas como: la reestructuración cognitiva (a través del diálogo socrático), diferentes
tipos de tareas para el hogar (como la elaboración de cuadros de doble entrada con los
aspectos positivos y negativos de una situación) y el diseño de experimentos para contrastar
la validez de las creencias y pensamientos erróneos de los pacientes con la realidad. En
síntesis, la finalidad que persigue el terapeuta es la de fomentar una contrarrevolución para
lograr que el paradigma personal del paciente sea invertido y ajustado a la realidad. A esta
altura, cualquier lector de Las estructuras de las revoluciones científicas se debe encontrar
sorprendido por la apropiación que realiza el modelo cognitivo del concepto de paradigma.
Efectivamente, el paradigma se puede caracterizar como una forma de ver el mundo, un
marco conceptual o un conjunto de creencias; sin embargo, implica dos tesis que no son
consideradas por el modelo de la TCC. En primer lugar, y aquí radica la crítica de Kuhn al
modelo de cambio científico propuesto por Popper y el positivismo lógico, un paradigma no
se abandona por contrastaciones desfavorables de teorías. Por el contrario, el cambio
científico se produce por la aparición de anomalías, fenómenos no previstos por el paradigma,
resistentes a ser explicados por el paradigma dominante. En segundo lugar, como corolario
de la tesis anterior, el abandono del paradigma por uno nuevo -lo que Kuhn llama revolución
científica-, implica una reestructuración total del campo científico en lo que concierne a sus
reglas, problemas, soluciones y consideraciones ontológicas. De este modo, entre un
paradigma y otro, no hay superación o progreso; sino, más bien, un cambio radical que se
expresa en una inconmensurabilidad entre formas de ver el mundo. El paradigma abandonado
es tachado como acientífico o erróneo por el paradigma vigente, pero esto responde a la
consideración de los integrantes de la nueva comunidad científica y no a una característica
intrínseca al conocimiento. En resumen, resulta sorprendente, si se considera más en detalle
la perspectiva de Kuhn, la apelación que hace la TCC al paradigma personal del paciente
considerándolo intrínsecamente erróneo, no ajustado a la realidad y, por ende, no adaptativo.
En esta misma dirección, el abordaje terapéutico orientado a modificar las creencias erróneas
mediante la elaboración de experimentos entra en conflicto con la idea kuhniana de cambio
de paradigma.
Se podría argüir que la apropiación parcial que realiza el modelo de la TCC de la
filosofía de la ciencia desplegada en La estructura de las revoluciones científicas es, en
última instancia, un problema meramente conceptual que no incide en la práctica clínica a la
que nos entregamos cotidianamente. Sin embargo, considero que teoría y clínica son dos
aspectos indisociables que redundan en una ética, una política y una ideología. En esta
dirección, me interesa subrayar que el énfasis puesto en el modelo cognitivo por modificar
el paradigma personal del paciente, mediante el paradigma científico del terapeuta, no
significa otra cosa que adaptar al paciente a lo que los manuales de TCC -y en consecuencia
sus practicantes- consideran como realidad. Por esta vía, la modificación de los pensamientos
erróneos, las interpretaciones falsas y los sesgos cognitivos del paciente implica que el
terapeuta conoce y puede distinguir qué interpretaciones son verdaderas, qué pensamientos
son correctos y qué conductas son más adaptadas. Por lo tanto, el terapeuta se ubica en la
posición de garante de la realidad y sus normas, las que establecen los manuales de TCC, a
las cuales el paciente debe adaptarse para transformar su paradigma inadecuado en uno
adecuado y sus pensamientos erróneos en correctos.

IV

El psicoanálisis lacaniano no se presenta como un modelo de la persona ni pretende


establecer una realidad a la cual se debe adaptar el sujeto. Por el contrario, la orientación de
un análisis es que el sujeto atraviese lo que considera realidad. Lacan señala que la realidad
es siempre fantasmática. En este punto, no se debe confundir la tesis lacaniana con ideas del
estilo “la vida es un sueño” o “la realidad es una ilusión”. En cambio, el carácter fantasmático
de la realidad, expresa, más bien, que la realidad es un guion imaginario en el que sujeto pone
en marcha las condiciones sintomáticas de su deseo. En este punto, es necesario recordar que
para Lacan el sujeto es siempre en relación con el Otro. El sujeto es una posición ante el
encuentro traumático con el Otro. Dicho de otro modo, como el Otro no puede responder por
el lugar que debe ocupar el sujeto, éste se posiciona en una respuesta imaginaria para
orientarse en relación con su deseo. Esta imposibilidad del Otro de responder por su deseo
posee un efecto traumático que Lacan denomina lo real. De este modo, el sujeto es él mismo
una respuesta a lo imposible en la construcción de su realidad fantasmática –el marco por el
cual percibe el mundo–. Lo real como imposible traumático es subjetivado por cada uno
gracias a sus síntomas –el síntoma en psicoanálisis es una solución y no un problema–. Por
estos motivos, Žižek sostiene que el fantasma pertenece a la “extraña categoría de lo
objetivamente subjetivo”; es decir, el planteo de Lacan subvierte la oposición entre subjetivo
y objetivo: el fantasma no es objetivo en el sentido de existir de manera independiente al
sujeto; sin embargo, tampoco es subjetivo en el sentido de ser reducible a las intuiciones
conscientes del sujeto.
Desde una perspectiva lacaniana, la TCC opera en el plano imaginario, intentando corregir
representaciones fallidas del yo, ofreciendo al paciente una realidad como norma que fomenta
la identificación del paciente a los ideales del terapeuta. En otras palabras, el terapeuta TCC
se sostiene en la posición de “sujeto supuesto de saber” estableciendo así un contrato
imaginario con el paciente, que inviste al terapeuta con el poder de distinguir qué es la
realidad y, por tanto, de cómo se debe interpretar y pensar de manera correcta.
Por el contrario, la dirección de un análisis no puede ser nunca la de la adaptación, dado que
el analista está advertido del carácter fantasmático de su realidad. El psicoanálisis lacaniano
no pretende ser una dirección de conciencia basada en un saber hacer con la realidad; más
bien, procura que el sujeto despliegue su modo fantasmático singular de hacer con lo
imposible traumático. Por este motivo, si bien el psicoanálisis lacaniano trabaja con los
significantes –es decir, en y con lo simbólico- su orientación es lo real, es decir, el imposible
que sostiene la respuesta sintomática del sujeto. El psicoanálisis no es meramente una
reconstrucción del pasado, tampoco una adaptación a normas preformadas; más bien, como
sostiene Lacan en su seminario El deseo y su interpretación, el psicoanálisis se parece más a
“un relato que fuese, a su vez, el lugar del encuentro acerca del cual se trata en el relato”.
Lacan es un fundador de discursividad, por lo que la tarea que se impone después de Lacan
es la de retornar a sus textos, muchas veces silenciados en recepciones dogmáticas y
literalidades mortíferas, para renovar su potencia rupturista. Ante el avance del modelo
terapéutico de la TCC que apunta a generar individuos adaptados a realidades de manual, el
psicoanálisis lacaniano debe sostener el camino en dirección a superar la pantalla
adormecedora de la adaptación generalizada. Las TCC no cuestionan los supuestos
fantasmáticos que sostienen su realidad estandarizada, quizá sea momento de que se
recuesten en el diván para atravesar el fantasma que recorre su psicoterapia: el fantasma de
la adaptación.

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