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1
“La primera evangelización”, en: M. REUS CANALS (ed.), Evangelización y misión (Bilbao
2006) 47-73.
2
“Mission und Bekenntnis im NT”, en: Problem japanischer und deutscher Missionsstheolo-
gie (Heidelberg 1972) 95. El mismo autor en Das Verständnis der Mission im Neuen Testament
(Neukirchener 1963) 10 afirma que “una misión sistemática, como la promovida por Antioquia o
la emprendida por Pablo, fueron casos excepcionales”. R. Pesch también sostiene que si en
algún momento ha existido la comprensión misionera de la Iglesia ha sido en esta primera gene-
ración. Cf. “Voraussetzungen und Anfänge der urchristliche Mission”, en: AA.VV., Mission im
Neuen Testament (Freiburg 1982) 11.
ron en la “gran Iglesia”, los grupos que, con otra terminología al uso también
se denominan la línea “proto-ortodoxa” o “protocatólica”, aunque quizá habría
que introducir algún reparo respecto a la tradición joánica.
Llamo protocatólica a la línea o tradición cristiana que podemos conside-
rar antecedente de lo que después devendrá la “gran Iglesia” o cristianismo
canónico. Esta observación es necesaria porque hoy sabemos que existió
una pluralidad de líneas cristianas y que, además de la protocatólica, existie-
ron otras diferentes, que no tuvieron el mismo éxito histórico. Así como afir-
mo el carácter misionero del cristianismo protocatólico no se puede decir lo
mismo de las otras líneas cristianas. Quizá resida aquí precisamente la cau-
sa o, al menos, una causa fundamental del éxito histórico de esta forma de
cristianismo. Pero ni el judeocristianismo estricto y rigorista ni el gnosticismo
tuvieron el mismo talante misionero. Uno por su vinculación étnica al judaís-
mo que le llevaba a imponer condiciones muy difíciles a los gentiles que po-
dían incorporarse. Otro, el gnosticismo, porque por su propia esencia era un
movimiento elitista, reservado para una minoría de iluminados, que se dife-
renciaban de los seres humanos psíquicos o terrenos, incapaces del conoci-
miento salvífico.
La afirmación central que defiendo en estas páginas tiene pretensiones
históricas, pero es fructífera para el diálogo teológico, concretamente cuando
algunos teólogos3 afirman que “la misión crea la Iglesia”, lo que suscribo con
una radicalidad inesperada para los teólogos y desde una perspectiva estric-
tamente exegética.
No pretendo discutir las diversas opiniones que al respecto se han emitido
en el mundo académico, pero a título simplemente informativo diré que F.
Blachetière en un libro titulado Les premiers chrétiens, étaient-ils missionai-
res? (30-135)4, aparentemente al menos defiende la tesis contraria a la que
3
S. DIANICH, Iglesia en misión (Salamanca 1988).
4
F. BLANCHETIÈRE, Les premiers chrétiens, étaient-ils missionaires? (Paris 2002). Este autor
recurre varias veces a la famosa expresión de Plinio que, refiriéndose al avance del cristianismo,
habla de “el contagio de esta superstición” (Ep. 10,96). Ve en esta expresión la confirmación de
que es a través del testimonio como avanzó la fe cristiana. Pero hay que notar que Plinio escribe
a principio del siglo II y lo que está en discusión es la actitud en la primera generación cristiana
(del 30 al 70 aproximadamente). Blanchetière no diferencia entre la primera y la segunda gene-
ración cristiana, lo que es una grave deficiencia histórica y sociológica. Por otra parte, contra lo
que afirma este autor, tampoco está justificado calificar de anacrónica la utilización de la catego-
ría “misión”, “misionera”. La palabra misión, de origen latino, quiere decir envío, que aparece con
profusión en el texto griego del NT (apostellô). Es decir la palabra misión es tan anacrónica, o
tan poco, como la palabra “testimonio”, que también se encuentra en el NT (martureô). Lo que sí
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sería anacrónico es entender la misión para el tiempo que nos ocupa a la manera como se
entendió en la época de los descubrimientos o del colonialismo.
5
Mission and Conversion. Proselytizing in the Religions History of the Roman Empire (Ox-
ford 1994).
6
“Jewish Proselytism at the Time of Christian Origins: Chimera or Reality”: JSNT 62 (1996)
65-103.
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7
Kingdom and Community. The Social World of early Christianity (Englewood Cliffs NJ
1975).
8
La religión de los primeros cristianos (Salamanca 2002).
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9
O. c., 252.
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3. La misión en la diáspora
Bajo este título tan genérico habría que hablar sobre todo de los helenis-
tas de Jerusalén11, de las judíos visitantes de la Ciudad Santa por las fiestas
y que podían entrar en contacto con el anuncio de la fe en Jesús, y natural-
mente de Pablo. Es evidente que los discípulos de Jesús en la diáspora des-
arrollan una intensa actividad misionera, ante todo entre los judíos, pero al
final dan el salto decisivo de dirigirse a los paganos.
Sobre la figura decisiva de Pablo propongo a reflexión y debate dos cues-
tiones sobre el tema de la misión precisamente.
a) El indudable carácter misionero y proselitista de Pablo nace con nece-
sidad de su encuentro con el Señor Resucitado. El mismo recalca con énfa-
sis que es “apóstol”, enviado, y además, expresamente, “apóstol de los genti-
les”; igual que a Pedro se le ha confiado la evangelización de los circuncisos,
él ha sido enviado a los incircuncisos. Pero en la vida de Pablo hay una serie
de años obscuros, los que van desde su conversión hasta su primera carta y
me parece una hipótesis muy razonable pensar que fue, desde su experien-
cia del Resucitado, misionero, pero al principio, como es lógico en un “fariseo
e hijo de fariseos”, dirigiéndose a los judíos y solo tras un proceso llegó a ser
10
L. SCHENKE, La comunidad primitiva (Salamanca 1999) 311-332.
11
Digo sobre todo, de los helenistas de Jerusalén, porque, como acabo de decir en el párra-
fo anterior, no se puede excluir la posibilidad de que existiesen en Galilea judíos bastante hele-
nizados. Hoy parece fuera de discusión el carácter judío y no pagano de la Galilea del siglo I,
pero es mucho más oscuro el grado de penetración del helenismo, que, sin duda, estaba pre-
sente. En cualquier caso lo que importa subrayar es que judíos nazarenos, es decir creyentes en
Jesús, extendieron la fe en Jesús y crearon comunidades entre judíos fuera de Palestina.
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12
A. BUNINE, “Paul: Apôtre des Gentiles ou…des Juifs d’abord, puis de Grecs?”: ETL 82
(2006) 35-68.
13
P. Bowers afirma: “A mission of Pauline model requires unevangelized lands, not just
unconverted individuals”. Cf. “Paul and Religious Propaganda in the First Century”: NovT XXII
(1980) 322, nota 11.
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U. LUZ, El Evangelio según San Mateo. Mt 26 -28 (vol. IV) (Salamanca 2005) 568 s.
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Summary.- The first generation of Jesus’ disciples was essentially missionary, in the sense that
those who upheld the movement were devoted mainly or exclusively to gain supporters. These
missionary dynamics did not exist in the Judaism of the time and had either no continuation in the
second Christian generation, which spread differently. The reasons of this primitive missionary
dynamics —which is key both for the configuration of the proto-orthodox Christianity identity and
for explaining its historic success— are listed in the text.