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sistematizados a traveí s de sus anñ os de formacioí n y preparacioí n, sino tambieí n, tiene que
estudiar, leer buenas obras, dictar conferencias, hacer seminarios y participar en cíírculos
de estudios y de lectura, todo esto con el propoí sito de actualizarse y acercarse maí s a la
realidad concreta.
De ser asíí , el buen educador siempre veraí en sus estudiantes sus mejores
discíí p ulos y colaboradores, porque la educacioí n es un esfuerzo compartido. Es
maí s, dice Paulo Coelho, “el verdadero maestro provoca en el discípulo la valentía
para desequilibrar el mundo, aunque también recele de las cosas que ha
encontrado, y recele todavía más de lo que le reserva la siguiente curva ”.
Pero ese paradigma hay que construirlo, y maí s que eso, ¡hay que vivirlo!, porque los
estudiantes siempre seraí n los mejores voceros para bien o para mal. Esto no implica que se
deba recompensar con buenas evaluaciones a quienes no han alcanzado los resultados
esperados. Esto exige la responsabilidad del trabajo conjunto, porque eso es la educacioí n,
un esfuerzo compartido entre el docente y el discente. Como dice Andrew Carnegie, citado
por John Maxwell en su obra El talento nunca es suficiente: “De nada sirve ayudar a las
personas que no quieren ayudarse a sí mismas ”.
Por eso, esa fuerza vital que impregna el educador de alto perfil en su
quehacer con vocación y entrega, debe ayudar al estudiante a despertar su
actitud críí t ica y comprometerse con el sistema y consigo mismo para el logro de
sus metas, logrando asíí , en su momento, superar a su mentor, porque en
palabras de Friedrich Nietzsche: “Se recompensa mal a un maestro si se
permanece siempre discípulo”.
Afortunadamente, desde hace tiempo me di cuenta de que la misioí n del
buen educador es orientar para aprender, para que, a traveí s de una metodologíí a
de orientacioí n, precisa y oportuna, un trabajo armonioso y en equipo, tanto el
docente como el estudiante, se entusiasmen en su misioí n fundamental: aprender
a aprender y aprender para cambiar. Pero, como dice el ingeniero Hugo Scolnik,
citado por Andreí s Oppenheimer en Basta de Historia (2011), “Si un profesor no
sabe para qué sirve lo que enseña, es muy difícil que pueda enseñar ”. O, como dijo
otro, “dime cómo evalúas y te diré cómo enseñas ”. Por eso, es muy preciso Bill
Gates, ese gran guruí de la tecno informacioí n y la economíí a del conocimiento,
cuando dice: “… si los jóvenes son motivados y saben por qué aprender, realmente
van a querer aprender.”
José N. Araúz-Rovira
Es docente universitario