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Emilio Mitre

Historia y pensamiento histórico


' Estudio y antología

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CATEDRA
HISTORIA/SERIE MENOR
I I
I
Las grandes etapas del pensamiento histórico (I):
De la Antigüedad al fin del Antiguo Régimen

Se ha repetido hasta la saciedad que, en relación con el tiempo, las


civilizaciones se han movido en un dilema: tiempo circular versus
tiempo lineal. Es tanto como decir: o vivir en el presente deseando re-
tomar a un momento arquetípico primitivo, o caminar hacia un futu-
ro que encierra una promesa de plenitud. Una obra clásica de Mircea
Eliade habla de la cosmovisión cíclica como actitud propia, sustan-
cialmente, de los pueblos del Antiguo Oriente y de aquellos que, de
modo convencional, definimos como «primitivos». Los grandes ritua-
les no son más que la repetición permanente de lo que los dioses o los
héroes hicieron al principio: el poder de los sacerdotes del antiguo
Egipto era una imitación de la hazaña del dios Thot que había creado
el mundo por la fuerza del Verbo; la ceremonia de consagración de un
rey hindú reproduce la consagración de Varuna; los rituales religiosos
iranios recuerdan las acciones de Ormuz y la creación del mun-
1
do, etc... . La abolición del tiempo profano, se ha dicho, supone una
negación de la historia y, consiguientemente, de la conciencia históri-
2
ca. Ésta pasaría, así, a ser patrimonio de otros pueblos .. ..' .

1
M . Eliade, El mito del eterno retorno, Madrid, 1972, págs. 29-36.
2
Para A. Momigliano (La historiografía griega, Barcelona, 1984, págs. 73-74 y 92-93
especialmente), sin embargo, nunca se dio esa radical oposición entre tiempo lineal ju-
dío y tiempo cíclico de otros pueblos (griegos incluidos) ya que en ningún momento
hubo una visión tan monolítica de la cuestión. Véase también S. Mazzarino, Upensiero
storico clasico, vol. II, Roma, 1990, pág. 475.

23
cias, se prolongará a través de un «resto justo» ;que es primicia de un
nuevo pueblo. E n él, tal y como se deduce dé la literatura profética,
6 1
E L M U N D O ANTIGUO podrán insertarse algún día los gentiles . | I «..j
1
Pese a los frecuentes altibajos, la marcha de la humanidad tiene un
Hablar de Occidente como ostentador de una verdadera —y para sentido esencialmente lineal: hay un origen—la creación del mundo,
algunos incluso única— conciencia histórica resulta evidentemente la caída del hombre en pecado— y una meta, especie de aurora mesiá-
un ejercicio de orgulloso etnocentrismo. Cuanto menos, esta tesis nica en la que la historia, como tal, habrájde tocar a su fin . 7

debe obligatoriamente considerar unas raíces: las que se encuentran Bien tengamos en cuenta al profeta menor Amos de Tecoa o al re-
en el pensamiento bíblico y en el mundo clásico grecorromano. dactor del Libro de Daniel, la literatura profética pasa por contener
una de las primeras filosofías de la historia. La sucesión de los cuatro
imperios de Daniel se considera un precedente ¡de las periodizaciones
La visión bíblica: Dios en la historia de la historia. A l ¡cuarto imperio sucedería otro'celeste que significaría
8
la instauración definitiva del Reino .
Frente a los secos anales egipcios o babilónicos, la crítica bíblica E l cristianismo, inicialmente secta del judaísriio y más tarde reli-
ha destacado el relevante papel del pueblo judío en relación con la gión independiente, nació de un hecho histórico cual era la encama- !

historia: tanto por la guarda de una memoria como por la reflexión so- 9
ción del Verbo . E l fiel cristiano dispuso, así, de un elemento comple-
bre ella. Se ha insistido así en el contraste entre una religión histórica mentario a la hora de valorar la evolución de los hechos. Se trataba de
—la del pueblo de Israel— y otras naturales: las de los pueblos que le un acontecimiento central al que referir todo: hacia Cristo convergían
rodeaban . 3
• ' todos los acontecimientos del pasado; en función de su paso por el
10
De todo el corpus veterotestamentario, más de la mitad de los tex- mundo había qué interpretar los presentes . La! renovación que supo-
tos tienen alguna relación con la historia. Y un 25% aproximadamen- nía la nueva religión tenía unas características, ital y como lo expuso
te —cubierto por los llamados «libros proféticos»—• es una excelente San Pablo, supranacionales y suprasociales". La Encamación y la Pa-
cantera para evaluar la «filosofía de la historia» del pueblo hebreo . 4
sión salvadora implicaban que la batalla entre las fuerzas del bien y las
Es evidente que nos encontramos lejos de la utilización de un del mal se había'ya librado, aunque aún restasen algunos.combates
método crítico. Ello se debe, fundamentalmente, a que los redactores hasta que se produjera la segunda venida del Señor.
de los textos escriturarios teman más interés en educar religiosamente El cristianismo nació en el mundo palestino y, consiguientemen-
a sus lectores que en reflejar la realidad de los hechos. Una actitud que te, se lucró de la conciencia histórica del judaismo. Incluso se conside-
! . ; ' I I I ! . I
habría de pesar más adelante en el pensamiento histórico del cristia-
nismo. 4
J. M . Fondevila, Elprofetismo de los laicos, Barcelona, 1967, págs. 21-23.
Aunque ninguno de los pueblos del Próximo Oriente sea ajeno a
' VJJT-.EZ.34, 17-31 o Am. 9,11-15. ¡ ¡ ¡ •• | : | • \ ¡ i
la reflexión, la historia se manifiesta esencialmente en Israel —pueblo * Dan. 7, 1-28. Una idea —la de la sucesión de los cuatro imperios— que algunos
elegido por la promesa divina— como una continuada teofanía: Dios autores consideran producto de las influencias helénicas en el mundo palestino (A. Mb-
no es el creador de hazañas arquetípicas sino la autoridad que intervie- migliano, ob. cit., pág!.260). Hace ya muchos años B.Crqcei se expresó también en este
sentido en Teoría ehistoria déla historiografía, ed. de Buenos Aires, 1955, pág. 158. !
ne permanentemente en la historia y, en m á s de una ocasión, para cas-
5
' O . Gigon, La cultura antiguay el cristianismo, Madrid, 1970, pág. 19. .1
tigar la impiedad de su pueblo . Aun así, existe una línea de continui- 1 0
Al igual que el judaismo, el cristianismo aparece como una religión histórica que
dad Abraham-Isaac-Moisés que no se romperá y, con todas las peripe- no se funda sólo en la proclamación de verdades intemporales «sino en el hecho de una
intervención de Dios en el tiempo histórico, el tiempo real, vivido por los hombres en
la tierra camal». (H. I . Marrou, ¿Decadencia romana o Antigüedad tardía? Siglos W-Vl, Ma-
3
S. W. Barón, Histoire d'lsrael Vil ¡ocíaletíreligieuse, vol. I, París, 1956, pág. 5. drid, 1980, pág. 80). : ,...!..
4
— - Consideraciones recogidas en E. Mitre, Judaismo y cristianismo. Raíces de un gran " Gal. 3,^27-28: «Pues cuantos fuisteis báutizádóseri Cristo os révestístebTde Cris-
conflicto histórico, Madrid, 1980, pág. 147. to. No hay judío, ni griego, ni siervo ni libre, ni hombre ni mujer. Porque todos voso-
3
M . Eliade, ob. cit., págs. 96-98. tros sois uno en Cristo Jesús.» i ........ „i

24
ró el nuevo (e incluso, verdadero) Israel en permanente vigilia a la es- Como Hecateo, Heródoto de Halicarnaso (c. 484-c. 425 a. C.) era
pera del momento supremo. Pero el cristianismo alcanzó su madurez un griego del Asia Menor a quien Cicerón llamó «padre de la histo-
en el mundo meditenáneo al que el helenismo había dado cohesión ria». Heródoto, en efecto, presenta la historia como género despegado
cultural y Roma unidad política. Unos condicionamientos de los que, de la labor de los logógrafos o simples narradores de cuentos. Combi-
lógicamente j no; podía librarse . 12
na dos tipos de investigación: la de aquellos países de Oriente por los
17
que viajó y la de las guerras entre griegos y persas .
Las andanzas de Heródoto le permitieron recorrer las costas del
El mundo helénico: una cultura — !- —- - Mar Negro, la Grecia peninsular, el norte de África y el sur de la pe-
, .¡I i I i j i . [ ¡ ;j . •'- |• ...... nínsula Itálica. Sus Historias son muy ricas en datos geográficos y et-
i Para A . J.¡ Toynbee hay dos características en el pensamiento histó- 18
nológicos . Aunque pretenda aplicar unos criterios moderadamente
rico griego. La prirnera, que algunos de los grandes historiadores helé- racionales, la ingenua credulidad aflora con frecuencia en el texto.
nicos no eran de raza helénica pura: Heródoto era un heleno-cario, Lo más importante del pensamiento histórico herodoteo se rela-
Tucídides tenía sangre tracia, Flavio Josefo era judío. E l pensamiento ciona con una suerte de constante histórica: el enfrentamiento entre
histórico de la Hélade se inspiró, así, por contacto con otras civiliza- 19
Oriente y Occidente . En su caso está simbolizado en las guerras mé-
ciones. E n segundo lugar, la obra histórica griega no fue sólo labor de dicas que enfrentaron al imperio persa con unas polis griegas general-
historiadores profesionales. Colaboraron a ella también los filósofos, 20
mente mal avenidas pero que, llegado el momento, saben tomar
13
los poetas o los autores vinculados a la literatura médica hipocrática .
conciencia de su unidad cultural y de su superioridad institucional y
Platón (entre los siglos v y rv a. C.) ha sido considerado en ocasio- 21
moral frente al despotismo asiático . Algo que le lleva a incurrir en
nes como uno de los arquitectos de la filosofía de la historia. E n algu- 22
notables exageraciones .
nos de sus diálogos —Titneo, La República, Elpolítico—hay referencias
Según cuenta la tradición, de una lectura pública de Heródoto na-
a los ciclos cósmicos, al origen de la humanidad, a las edades del mun-
14 ció la vocación de historiador del joven Tucídides (c. 470-c. 395 a. C.)
do o a la sucesión de los regímenes políticos . Sin embargo, el apor-
que reforzará el rigor y coherencia del maestro, rehusando hablar de
te fundamental de los griegos a la ciencia histórica está en otras partes. 23
otra cosa que no fuera de credibilidad cierta ,. Del enfrentamiento en-
Está en los poemas homéricos o en Hesíodo, en donde la concep-
15 tre democracia y despotismo pasamos a las luchas entre las diversas
ción de la historia es enteramente religiosa . Está en Hecateo de M i -
leto (siglo vi a. C ) , con quien la historia se va despegando de la epo- polis griegas que marcan las Guerras del Peloponeso. Los dioses no
peya: el historiador se dispone no tanto a entretener al lector como a son protagonistas sino meros accidentes: no hay lugar en Tucídides
dar una información segura que, en ciertos casos, lo es en virtud de los para lo maravilloso ya que son las pasiones y los intereses de los hom-
numerosos viajes emprendidos por el autor. Y está, sobre todo, en la bres las auténticas causas de los hechos. La voluntad de poder se erige
tríada de grandes historiadores formada por, Heródoto, Tucídides y Je- en verdadera fuerza motriz del mundo. Ello explica que los puntos
nofonte. Habría que añadir un cuarto personaje que actúa de enlace culminantes de su obra se identifiquen con los discursos de los jefes
con la historiografía romana: Polibio. Estamos ya ante autores preocu-
16
pados esencialmente por las guerras y las revoluciones políticas . 17
Oíd, pág. 135.
1 8
" " "S: Mazzarino,"ob.~cit~vol. 1,'págs. 148-154.'"
' 1 2
Sobre el monoteísmo como conquista mediterránea —cristianismo primero y " Ibíd, pág. 176.
2 0
más tarde Islam—véase R. Amáldez, «Un solo Dios», en El Mediterráneo, ed. de F. Brau- Heródoto, Historias, lib. I, ed. de F. R. Adrados, Madrid, 1987, pág. 85.
2 1
del, Madrid, 1987, págs. 161-186. . ~; . ¡ F. Chatelet, Elnaámicnto de la historiografía. La formación del pensamiento histórico en
| 1 3
A. J. Toynbee, Elpensamiento histórico griego, Buenos Aires, 1967, págs. 9-12. Grecia (I), Madrid, 1985, págs. 60-61.
2 2
-- 1 4
L. Dujovrie, Lafilosofía de la historia en la Antigüedad y en la Edad Media, Buenos Por ejemplo, en relación con los efectivos movilizados por Jerjes contra Grecia.
Aires, 1958, págs. 114-122. Se habla de cinco millones de hombres y de más de cuatro mil naves. Cfr. G. Bravo,
¡ 1 5
Una «cuas¡-historia» para R. G.-¡ Collingwod, Idea de la historia, México, 1961, Historia del mundo antiguo. Una introducción crítica, Madrid, 1994, pág. 282.
2 3
págs. 23-25. f I. | j •j A. Momigliano, ob. cit., pág. 14. De ahí la primordial referencia a hechos del pre-
1 6
Á. Momigliano, ob. cit., pág. 160. sente. Ibíd., pág. 137.

26 27
políticos explicando las razones para implicarse en la guerra. La ora- de que la historia podía,facilitar a los políticos;—como maestra déla
ción fúnebre de Pendes a los caídos en las primeras batallas pasa por vida—- las pautas para comportarse adecuadamente. E l curso de la his-
ser una pieza maestra de la defensa de las instituciones atenienses. toria puede ser susceptible de dominio por el hombre aunque siempre
C o n todo, Tucídides nos refleja el fracaso de las ambiciones de quede una fuerza superior al margen de los! sistemas de leyes que pue-
Atenas como símbolo del fracaso de cualquier voluntad unificadora de condicionar la actuación de los humanos: la tyche o azar. ••; •
24
de la Hélade . -•- - -j Sí la historia de Polibio se cree universal es porque Roma ha logra-
La influencia de Tucídides es apreciable en la obra de Jenofonte 28
do la unidad del mundo . Las historias particulares —siempre incom-
(c. 430-c. 354 a. C ) , autor que cultivó distintos géneros: la historia, la pletas para conocer la realidad global—son como las distintas partes
filosofía, la didáctica... del cuerpo humano que simbolizaba historia universal . Polibio esta- 29

Entre sus obras históricas, los siete libros de hAnábasis son una es- ba convencido de que Roma era un régimen que sintetizaba perfecta-
pecie de memorias de guerra en las que se narra la retirada de un con- mente las diversas formas de estado antes conocidas. N o tiene ningún
tingente griego al servicio de Ciro el Joven a través del Imperio persa. empacho en definirla como «la más bella de las realizaciones». ;
Los siete libros de las Helénicas continúan la obra de Tucídides hasta
el 362. La obra de Jenofonte ya no se dirige a la ciudad pues el fraca-
so de los particularismos ha llevado a la Hélade a la desgracia. Busca] La historia en Roma: un imperio universal
más la exaltación del gobernante con buenas técnicas de gobierno,; wyf
honrado y capaz de infundir confianza para establecer la autoridad, Se ha destacado frecuentemente que Roma innovó poco en cuan-
25
Defensa en definitiva, se ha dicho, de un empirismo moralizante . - to a producción histórica en relación con Grecia. La historia en Roma
se considera, ante todo, un género literario que no persigue tanto la
exactitud de las informaciones cuanto la forma en que éstas se expre-
La cultura griega fertilizó el Próximo Oriente a través de las con- san. Algo que, en la forma más estricta, puede aplicarse al género Co-
quistas de Alejandro y de la creación, a su muerte, de las monarquías mentarios, practicado por César en relación con la guena de las Galias,
30

helenísticas. Grecia acabó sucumbiendo políticamente ante la pugna o a la multitud de biografías que se redactaron .'
de imperialismos desatada entre los siglos III y I. Roma fue la que aca- Si de Platón se ha dicho que elabora una filosofía de la historia, de
bó ganando la partida. La derrota de Perseo de Macedonia a manos de Cicerón se han recordado virtudes similares. E l conocimiento del pa-
las legiones en el 167 fue un golpe mortal para las ensoñaciones de li- sado era para este autor imprescindible tanto para el orador como
31

bertad de la Hélade. para el estadista . Igualmente, la historia demostraba que Roma había
Entre los jóvenes griegos conducidos a Roma como rehenes se en- perfeccionado las instituciones tomadas de fuera. Las prudentes deli-i
contraba el hijo del estratega Licortas, de nombre Polibio de Megaló- beraciones, la disciplina e incluso la suerte habían colaborado en ese
polis (c. 201-c. 120 a. C ) . Introducido en el círculo de los Escipiones, buen destino de la República, tal y como Cicerón pone en boca de Es-
pasaría de enemigo a leal colaborador de la potencia vencedora. U n cipion 32
proceso de cambio facilitado por la introducción de los ideales hele- Aquí está una de las claves del pensamiento histórico romano que
nísticos en los círculos aristocráticos romanos desde un tiempo atrás . 26
Tito Livio (64 a. C.-12 d. C.) desarrollaría en su Ab'urbe condita como;
Las Historias de Polibio constituyen, así, un excelente enlace entre continuador de la obra de Polibio, Estamos-ante un acabado produc-í
dos mundos: el de Roma, potencia vencedora, y el de las ciudades
I
27
griegas en crisis . A l igual que Tucídides, Polibio estaba convencido 2 1
A. Momigliano, ob. cit., pag. 274.
^LPolibio, Historia universaldurante la. república romana (I), ed. dej. Díaz Casamada,
;
2 4
F. Chatelet, ob dt~ vol I, pág. 176. Barcelona, 1986, pág. 21. _ „ • . ' . . . L l . u t - i ' 1 i ..I j j l i i . . . .] \jui i
25
Ibíd., vol. II, págs. 355-363. — 3 0 :
J- M . André y-A.- Hus, Labistoriaen J?tw«^Madrid, 1983, pág. 11; i——— i
2 6
A. Momigliano, ob. cit., pág. 218. 3 1
págs. 209-218. - • - ; . .. !
| !.' :
2 7
S. Mazzarino, ob. cit., vol. II, pág. 218. 32
Cicerón, La República, ed. deF.deP. Samaranch, Madrid, 1967, pág. 109.

28 29;
;
to de la cultura dirigida al servicio de la pax angustia. La obra se reali- Marco Aurelio Roma había entrado en un periodo de continua anor-
36
za sobre documentación libresca, despreocupándose de las causas pro- malidad . A las reflexiones de los autores paganos se fueron sumando
• rundas y con un escaso espíritu crítico . 33
las de los cristianos. C o n frecuencia compartieron los mismos maes-
Tampoco aportaron gran cosa cualitativamente otros autores: tros y muy parecidas pautas de estudio, por lo que —radicalismos al
; Cornelio Nepote' (c. 99-c. 24 a. C ) , quien con su De viris iüustribus in- margen— ni unos ni otros concebían un mundo distinto al de la ro-
' trodujo el género de la biografía alejandrina. O un griego, Plutarco manidad en la que vivían y en la que se habían educado.
(c. 46-c. 125), que escribió en su lengua materna las Vidas paralelas. Así cabe interpretar la obra del obispo Eusebio de Cesárea (muer-
I•
O Suetonio (c. 70-c. 128) con su colección de biografías de los prime- to en el 339), testigo del giro cristianizador de Constantino tras la te-
! ros emperadores Vidas de los doce cesares. rrible prueba de las persecuciones de Diocleciano. Su Historia eclesiás-
Estamos, fundamentalmente ante autores que pretenden bucear tica tiene un objetivo eminentemente apologético: mostrar «la protec-
37
I en los caracteres humanos alternando en algunos casos —Suetonio en ción benévola y propicia de nuestro Salvadop> . E l Imperio Romano
Tespeaalxon la teoría de la división—- la descripción"de las virtudes no es ya esa bestia del Apocalipsis ideada por algunos autores cristia-
;
con la de las depravaciones de sus biografiados . 34
nos sino el organismo querido por la Providencia: bajo Augusto había
La obra de Tácito (c. 55-c. 120) marca una inflexión en lo que con- puesto fin a la poliarquía y a las guerras civiles y, bajo su descendien-
cierne a la fe en los destinos de Roma. En sus Historias y en los Ana- te Constantino, con el triunfo del cristianismo, se había destruido la
les pretende, en tono moralizante, estigmatizar los vicios y salvaguar- tiranía de los demonios.
dar del olvido las virtudes. E n su Germanid exalta las cualidades de los La labor de regeneración política y social emprendida por los em-
bárbaros como contraposición a la depravación romana. C o n todo, la peradores del siglo rv hizo pensar a la clase gobernante de mediados
reflexión final es que no hay alternativa al orden romano: éste ha de de la centuria que se vivía una reparatio saeculi, una época de restaura-
38
ejercerse por un gobierno ilustrado y liberal apoyado en una élite res- ción . Algunos años posterior a Eusebio, el antioqueno —y pagano
ponsable. Grupo al que, precisamente, Tácito pertenecía como apro- en este caso— Ammiano Marcelino pasa por ser el último gran histo-
vechado funcionario de la administración . 35
riador romano. Su intención era continuar las Historias de Tácito, lo
que implícitamente suponía una valoración negativa de la labor de los
historiadores que habían escrito a lo largo de los dos siglos interme-
39
dios . Las Resgestae de Ammiano se extienden, así, desde el ascenso
- La idea de decadencia de las culturas había estado presente desde de Nerva hasta el 378. E n cierta forma estamos ante la antítesis de Po-
fecha temprana en los autores clásicos. Ya Polibio había hablado de libio: éste vivió la formación del estado universal romano mientras
peligros internos (crisis institucionales) y externos (presiones bárbaras) que Ammiano conoció —en esa fecha— la derrota de las legiones a
que podían quebrar las más brillantes realizaciones. Durante los pri- 40
manos de los godos en Adrianópolis . Las bostes extranei—los enemi-
meros tiempos del Imperio, sin embargo, la superación de graves cri- gos externos de los que había hablado Polibio— empezaban a intro-
sis llevó a pensar que Roma, llegado el momento, siempre tenía un ducirse por todas partes.
«nuevo Rómulo»; capaz de emprender una refundación. Treinta y dos años más tarde, los visigodos de Alarico saqueaban
[—-Las confnociones vividas desde finales del siglo n indujeron a au- Roma. E l golpe fue demasiado fuerte tanto para paganos como para
tores como Dión Casio o Herodiano a afirmar que con la muerte de
3 é
S. Mazzarino, Elfin del mundo antiguo, México, 1961, pág. 29.
1 7
Eusebio de Cesárea, Historia eclesiástica, vol. I, ed. de A. Velasco, Madrid, 1973,
pág. 45.
3J 3 8
Una labor de exaltación de Roma que, en otros niveles, acometerían también P. Brown, El mundo de la Antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma, Madrid,
Virgilio u Horacio. P. Grimal, El'siglo de Augusto, Buenos Aires, 1972. 1989, pág. 43.
M 3 9
Véase pbr ejemplo la descripción que se hace del comportamiento de Nerón, Vi- J. M . Alonso Núñez, La visión historiográfica de Ammiano Marcelino, Valladolid,
das de los doce cesares, vol. II, ed. de R. Agudo Cubas, Madrid, 1992, págs. 152-153. 1975, págs. 17-18.
40
" J. M: Aridré y A. Hus, ob. cit., pág. 142. - -!- - - - Ibíd.. 3£. 192.
P

30 31
O *
I I !

cristianos, enzarzados desde tiempo atrás en una polémica en tomo a El objetivo inicial era exculpar al cristianismo frente a los que le
41
las responsabilidades por la decadencia del Imperio . Para los prime- achacaban los males del Imperio. Por respetó a ese gran Dios —dice a l
ros por su confianza en un imperio regenerable que veía ahora su ca- inicio de la obra—muchos consiguieron salvar sus vidas en el saqueo
pital mancillada por una horda de bárbaros. Para los cristianos porque 45
de la capital del imperio en el 410 . Los sufrimientos de Roma n o
creían a la urbe a salvo gracias a su cinturón de santuarios y sepulcros han sido así peores que los causados por sus generales a lo largo de las
de mártires. De una forma inicialmente accidental se iba a elaborar así interminables guerras civiles. San Agustín; un romano después de
la primera y más importante filosofía de la historia cristiana. todo, debía de sentir natural desagrado por las hordas de bárbaros: sus
reflexiones están, así, en la línea de los autores latinos que, desdé tiem-
po atrás, se interrogaban por la causa de la decadencia y por "el desti-
L A CRISTIANDAD MEDIEVAL Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA no de las civilizaciones, la romana incluida.
En la segunda parte de La ciudad de Dios, San Agustín trata de dar
E l gran mérito intelectural de San Agustín fue hacer a la iglesia la- una explicación que sirva no para los disantos pueblos, sino para toda
46
42
tina dueña de su pensamiento . Desde el punto de vista de la especu- la sociedad humana . Desde los orígenes^ del mundo la historia se de-
lación histórica, el santo de Hipona hizo del cristianismo, dice Ferra- senvuelve e n u n continuo enrrentamiento <je dos ciudades o comuni-
ter, no sólo una religión sentida sino también pensada . 43
dades de hombres£los que viven de acuerdo conjlaíey divina (ciudad
deTDíos), predestinados a femareternamente con Dios, y j o s . que v i -
ven de acuerdo conilos_p_recepJos mundanos (la ciudad terrenal), cuyo
47
San Agustíny tí agustinismo histórico destino es «sufrir castigo con el diablo» . La imsíóriliérhistoriador
está en rastrear cómo han cristalizado a lo largo del tiempo esas dos al-
48
Las Confesiones de Agustín de Hipona son un excelente testimonio ternativas .
de la trayectoria espiritual de una sociedad en general y de un hombre La marcha de la humanidad ha cubierto seis edades —equivalen-
44
de excepción en particular . tes a los días de la Creación según el Génesis—\ que se inician con'
Nacido en Tagaste en el 354, hijo de un curial pagano y de una fer- Adán y culminan en una senectud abierta con la encamación del Ver-
viente cristiana, la vida del personaje discurrió entre el paganismo tar- bo y en la que la sociedad se encuentra en ese momento. E n un futu-;
dío en distintas variantes (la maniquea en especial) y el cristianismo ro se iniciaráuriaséptirnaedad definida"cómo «sábadoy descanso per-!
49
—profundamente vivido— al que se adhirió en Milán por influjo de petuo» . Una etapa que podría calificarse yá como transhistórica. '-
su maestro Ambrosio en el 386. Hasta su muerte en el 430 como obis- San Agustín tenía conciencia de vivir un momento postrero: todo
po y defensor de Hipona frente a los vándalos, la producción de lo que había que decir ya estaba dicho y nada nuevo podía ya suceder.
San Agustín se orientó tanto a la articulación del dogma católico (tra- N o era posible, sinembargo, calcular el fin del mundo ya que «no nos
tado Sobre la Trinidad fundamentalmente) como a la polémica contra !
toca saber los tiempos que el Padre puso en su potestad» . ¡.. j •! 50

herejes y paganos. De esta última actividad surgió La ciudad de Dios, Las reflexionesagustinianas dieron pie alio largo de los siglos a va-
una gran reflexión sobre la historia de la humanidad. riadas especulaciones historiológicas y políticas. Aunque con algunas
reservas, está admitido el magisterio del padre norteafricano sobre el

4 1
Un buen dossier sobre el tema lo recoge E. Sánchez Salor, Polémica entre paganos
y cristianos a través de los textos, Madrid, 1986. También A. Momigliano (ed.), El conflicto
entre elpaganismo y el cristianismo en ti siglo ¡v, Madrid, 1989. 4 5
La ciudad de Dios, 'lib. I, cap. I, versión de!Montes de Oca, México, 1978, pág. 3.
2
_ i H . I. Marrou, Saint Augustin ct lafindela culture antique, París, 1949, pág. 697. 46
J. Ferrater, ob. cit., pág. 48. HZÍ'.IJXZ
4 7
4 3
J. Fcrrater Mora, Cuatro visiones de la Historia Universal, Buenos Aires, 1971, La ciudad, lib. XV, cap. 1. Versión citada, pág. 3321
pág. 36. - - - y — - - — —
4 8
fT" —¡ —7 '- P. Brown, Biografía.:., pág. 423.
4 9
4 4
Sobre la figura y obra de San Agustín existe una abundantísima bibliografía. La ciudad..., lib. XXII, cap. 30, págs. 601-603. ! :1
5 0

Goza de gran crédito P. Brown, Biografía de Agustín de Hipona, Madrid, 1970. ". Ibíd, lib. XXII, cap. 30. 1 • Y

33


51
hispano Paulo Oiosio . Su obra Siete libros de historia contra paganos tie-
La especulación histórica convertida en profetismo histórico-polí-
ne una clara ¡ intención polémica. A l igual que San Agustín, Orosio
tico habría de dar aún productos más sugestivos.
considera a la providencia divina como motor de la historia. Y, de for-
ma similar al maestro, se remite a un encadenamiento de desgracias
padecidas por la humanidad que desembocan en el asentamiento de
La inflexión joaquinita: trinitarismoy milenarismo
los godos; en jOccidente en el 418. Una época de turbación pero tam-
bién tiempos cristianos de los que se esperan los más felices resultados
52
Venerado como santo por algunos (Dante exaltaría su visión pro-
habidos desde la fundación del mundo ;
fética), inspirador de generaciones de visionarios y condenado a la
En el 476 fue destronado el último emperador de Occidente. Sin
postre por la jerarquía eclesiástica, el abad cisterciense Joaquín de Fio-
embargo no desapareció la idea de restauración bajo el influjo moral
re (muerto en 1202) vivió en una Europa convulsionada por graves
de la Iglesia. Algunos autores han hablado a este respecto de «agusti-
conmociones heréticas. Su Expositio in Apocalypsim y su Liber de concor-
nismo político»: recreación de un imperio no tanto «romano» como
diaenoviacveteris Testamenti constituyen el eje de una renovada especu-
cristiano concebido como una trasposición de la Ciudad de Dios en
lación histórica. Si San Agustín pensaba en una tendencia hacia el de-
la Tierra. U n a tendencia según la cual el derecho natural del Estado
53
terioro, Joaquín creía en el establecimiento de un orden mundial nue-
debía ser absorbido por el derecho eclesiástico . 55
vo . E l discurrir del tiempo lo articulaba en tres grandes edades o
La'historia y la acción políticas concebidas como un despliegue 1
estado?' '. La edad del Padre había correspondido, grosso modo, a los
del reino de Dios en este mundo tuvieron en el obispo Otón de Frei-
tiempos del Antiguo Testamento y había sido el tiempo de la ciencia
sing (primera mitad del siglo Xll) un buen propagandista. Su Chronicon
y la sumisión de los esclavos. La edad del Hijo, abierta con Cristo, era
de duabus civitatibus supone —el título no exige mayores comenta-
el tiempo de la servidumbre, la sabiduría y la fe. La tercera edad —que
rios— una actualización del pensamiento historiológico agustiniano.
se abriría hacia 1260— sería la del Espíritu, dominada por la plenitud
La historia se ha desarrollado en una serie de actos en los que los ciu-
del conocimiento, la libertad y la paz. Para entonces, la Iglesia pura-
dadanos de la ciudad de Dios se han enfrentado a los de la ciudad
mente jerárquica desaparecería y daría paso a otra solamente espiri-
mundana. E l Imperio Romano—en la línea expuesta por Eusebio de
tual. Las esperanzas ultraterrenas de autores anteriores eran ahora sus-
Cesárea—'- fue la cumbre necesaria para preparar la venida de Cristo. 57
tituidas p o r u ñ a renovación del tiempo en la Tiena . ...
La emitas Déi tiene a partir de ese momento una estructura institucio
La popularidad y la condena de las ideas joaquinitas se produjeron
nal que es la Iglesia. A l integrarse el Imperio en la Iglesia, da lugar a la
con la publicación a mediados del siglo xm del Liber introdttctorium in
emitaspermixtaque vive entre fuertes tensiones: las derivadas de los en-
Evangelium aetemum por parte del maestro de París Gerardo di Borgo
fréntamientos entre los papas y los soberanos del Sacro Imperio Ro- 58
San Donnino, en donde se difundían las tesis del abad cisterciense .
mano Germánico. La historia culminará en ese drama último que es
54
En los años siguientes, miembros de algunas órdenes religiosas se atri-
la venida del Anticristo; y el Juicio Final . N o en vano, Otón de Frei-
buyeron la misión de abrir esa nueva edad del Espíritu. Mezclaron
sing y otros autores de menor relevancia trabajaron a favor del impe-
para ello sinceros deseos de renovación religiosa con vagas reivindica-
rialismo alemán (Otón era tío del emperador Federico Barbanoja) de-
ciones sociales. Los espirituales franciscanos, perseguidos por la jerar-
fendiendo la idea de que mientras hubiera un gobierno fuerte no se
produciría el triunfo del Anticristo. ;
5 3
D. C. West y S. TÁmddssSviitízJoaquín de Fiore. Una visión espiritual de la historia,
México, 1986, pág. 25.
5 4

.2 Cfj. H . I. Manou, «Saint Augustin, Oróse et l'augustianisme historique», en La Una síntesis de estos temas está recogida en E. Mitre, «Formulaciones trinitarias
storiografia Altomedievale, Spolétó, 1970. y especulación histórica en el Occidente medieval», en Historiografía y mentalidades his-
] - — - K Orosio, Historias, lib. VII, cap. 43, ed. de E¡ Sánchez Salor, Madrid, 1982. '• tóricas en la Europa Medieval, Madrid, 1982, págs. 97-115.
5 7
5 3
H . X.Arquilliere, L'augustinisme politique, París, 1955, pág. 152. M . W. Blomfield, «Joachim of Flora. A Critical Survey of his Canon, Teachings,
5 4
M . García Pelayo, El reino de Dios arquetipo político, Madrid, 1959, págs. 55-56. Sources, Biography and Influences», en Tradilio, 1957, pág. 270.
5 8
D. N. West y S. Zimdars-Swartz, ob. cit., págs. 116-118.

35
quía católica, quedaron reducidos a la condición de secta. Pero ello testimonio amplio —y contradictorio también— de; lo que fue el rei- i
no impidió que las facciones más radicales de los grandes movimien- nado de Justiniano. 1 : 1
j¡ j \ j; . i \i\
tos heréticos —wiclifismo y husismo en especial— abogasen en sus En Occidente, algunos autores cultivaron el género historia uni- :

proclamas por una suerte de anarquismo místico comunistizante. 1


versal al estilo de San Agustín u Orosio: será el caso de Isidoro de Se-
El mito del milenio igualitario, época en.la que junto a los señores y villa con su Chronicon. Sin embargo; serían mucho más populares las ¡
los curas cómplices desaparecerían las miserias sociales, fue capaz de historias de pueblos, bárbaros asentados en eljviejo; solar imperial. Fue-
mover a masas de desheredados más allá de los estrictos límites del ron la Histortafiancorum de Gregorio de Tours, a mediados del siglo vi;
9
Medievoy ."~"_T."IZ7¡ZZZZZiZ.Z. i "_. Z_l.". la Historia regum goihorum, tsandaíorum etsuevorum de Isidoro de Sevi-
lla a principios del siglo vn, o la Historia ecclesiastica gentis anghrum de
Beda un siglo posterior. Inconscientemente estaban echando las bases
L A NARRATIVA HISTÓRICA MEDIEVAL: D E LOS CLAUSTROS A LA CORTE de historiografías nacionales por ceñir su interés a territorios que, con
el tiempo, serían marco geográfico de los principales estados de Euro-
Las pautas ideológicas agusrinianas marcaron en buena medida el 62
pa . La intención de los autores, sin embargo; era muy otra: explicar
quehacer de los cronistas medievales. Las grandes cosmovisiones, sin el comprometido triunfo de la verdadera fe a través de unos agentes
embargo, sufrieron frecuentemente un serio handicap: el derivado de (obispos y monjes) sobre unos pueblos dominados por la barbarie, el i
la compartimentación política de Europa, que limitaba drásticamente paganismo o la herejía. En el fondo suponía aplicar, en un territorio
el campo visual de los autores. limitado, los esquemas ideológicos de Eusebio de Cesárea, Agustín u
Ante la necesidad de preservar la memoria del pasado, ninguna 63
Orosio . • ;
¡ - •• i - .• i •••• \ - :• '•}• j- ¡' i • • - ;

institución estaba mejor dotada que los monasterios con sus scriptoria A partir del 800 se dieron en Occidente diversos intentos de res-
y sus bibliotecas. En la mente de muchos están los nombres dejarrow, tauración política que contaron con una importante cobertura histo-
Saint-Denis, Saint Albans, Fuida, Saint Gal!, Silos o Ripoll. Cronistas riográfica. El mundo franco produjo el VilaKaroli de Eginardo, una
y analistas se van sucediendo en ellos y, cuando uno muere, otro toma biografía de Carlomagno intencionadamente idealizada y que sería j
60
el relevo . Los claustros no dejaron de ser talleres de historia a lo lar- 64
modélica en su género . Potenciará asimismo otro género que se ha-
go de todo el Medievo aunque, a medida que vaya avanzando el tiem- bía cultivado en Roma: los anales, enriquecidos por la producción de
po, tengan que sufrir competencias cada vez más fuertes: vgr., la de los 65
61
los claustros y de los propios círculos palatinos . E l modesto reino de
medios cortesanos . :
Asturias, a su vez, crearía la imagen históriccwdeológica de una conti-
nuidad con el reino hispano-godo de Toledo dando pie a un mito que
66
no dejará de crecer a lo largo de todo el Medievo . La Inglatena an-
La producción histórica altomedieval: reinos bárbaros
y proyectos de restauración política 6 2 l
El caso más claro es el de Beda,"que inicia su obra renriéndose a los límites de
Britania con la clara intención de transmitir al lector que es de este territorio exclusiva-
En los años del muy temprano Medievo, el Oriente meditenáneo mente del que se va a hablar. A Histoty of tbe English Church andPeople, ed. L. Sherley Pri-
—refugio de la autoridad imperial desde.la segunda Roma: Constan- ce, Londres, 1968, pág. 3 7 . - J ^ - U 1 _ | _ J — L_J ¡ : |
tinopla— prosiguió las viejas tradiciones historiográficas. Es reseñable 6 3
Cfr. E. Mitre, «Historia y pensamiento histórico en la transición al Medievo», en
en este caso una figura: Procopio de Cesárea, cuya pluma nos legó un Historiografía y mentalidades..., págs. 55-64. — -L
- - .]-i :—-j: -p: i—
M
Eginardo, Vida de Carlomagno, ed. de A. de Riquer, Barcelona,-! 986, pág. 46.
í 5 !
Sobre esta cuestión véase C . Orcástegui y E. Sarasa,I<i historia en la Edad Media,
5 9
Madrid, 1991, págs. 85-86. •- •- - - - - - — - J - — - p - - - -
Una adecuada síntesis para seguir estos problemas sigue siendo la de N. Cohn, 6 6
Este problema está tratado en" uno de los capítulosde la'obra de A. Barberoy
En pos del milenio. Revolucionarios, mienaristasy anarquistas místicos de la Edad Media, Bar-
M . Vigil La formación del/eudalismo mía península Ibérica, Barcelona, 1978, págs. 232-27?.
celona, 1972, págs. 215yss." r..T".*L*"... . Para la continuidad de linaje entre la monarquía visigoda y Alfonso I de Asturias, véase
6 0
B. Lacroix, L'historien au Mqym Age, Paris-Montreal, 1971, pág. 228.
por ejemplo «Crónica de Alfonso O I . A Sebastián», en Crónicas asturianas, ed. de Gil,
*' B. Guenée, Histom et culture historiqruc dans l'Ocádcnt medieval, París, 1980, pág. 69.
Moralejo y Ruiz de la Peña, Oviedo, 1985, pág. 207.

36
glosajona contaría también con una biografía de Alfredo el Grande de de esta historia eclesiástico-política lo facilita la Historia compostelana re-
Wessex, redactada por el monje Asser, y difundiría un texto de gran dactada a instancias del arzobispo Gelmirez (muerto en 1140) a modo
72

éxito: la Crénia anglosajona ' . 1 7 de registro y «en interés, honor y exaltación de su iglesia» .
En último término, el monje sajón Widukindo a través de sus Re- E n determinados reinos, cronistas e historiadores p o d í a n fomen-
rutn gestáe saxonicorum resaltaría las hazañas de estas gentes cuyo pro- tar un vago sentimiento nacional, tal y como puede deducirse de la
ducto más acabado sería el rey de Germania Otón I, coronado empe- producción de autores anglonormandos del momento. Ciertas tradi-
1 M
rador en el 965 . Se echaban así las bases de un principio: el del des- ciones locales pueden llegar a tener una gran relevancia: eso es lo que
plazamiento de l a autoridad imperial de los romanos a los francos y hará, por ejemplo, Geoffrey de Monmouth con la figura de Arturo,
de éstos a los alemanes. • .} un borroso personaje del folklore celta convertido en brillante monar-
73
ca y en protagonista de un importante ciclo literario . N o menos re-
levante es la exaltación cronística de algunos reyes cuya trayectoria po-
lítica es perfectamente verificable. Dos ejemplos pueden valemos: la
Historiografiay sociedadfeudal(siglos xi-xm) _.
Chronka Adephonsi Imperatoris dedicada a la figura del soberano caste-
1
I . ' ' ' .' ! llano-leonés Alfonso VII, o la Vida de Luis VI redactada por el abad
El Occidente de los siglos xi al XII conoce una extraordinaria pro- Suger de Saint Denis.
liferación de textos históricos y un cambio importante en lo que a mé- E n último término, la conjunción de teocracia papal e ideales mi-
todos se refiere. B. Guenée ha escrito que asistimos al triunfo de la eru- litares feudales impulsó una aventura que dio vida a todo un género
dición histórica y que es apreciable el interés del historiador por cono- narrativo: las historias de cruzadas. Guiberto de Nogent, Raimundo
69
cer la jerarquía de las autoridades sobre las que su obra descansa . dAguilliers, Guillermo de Tiro y los más tardíos Godofredo de Ville-
La regeneración monástica experimentada por Europa fue factor hardouin o Jacobo de Vitry son algunos de los más brillantes autores.
importante.para el impulso de los distintos géneros históricos. Las La gran empresa de ultramar era la Gesta.Deipeífrancos:los hechos rea-
abadías —sobre todo las borgoñonas y normandas con sus múltiples lizados por Dios a través de losfrancos,genérica denominación de los
filiaciones por todo el Occidente— dieron figuras de la talla de Gui- occidentales. Una especie de nuevo pueblo elegido, orgulloso de ha-
70
llermo de Jumieges, Hugo de Fleury, Dudon de Saint Quintín, etc. . ber tomado la iniciativa política frente al Islam en el Mediterráneo . 74

Las fuentes de información de los cronistas rara vez desbordan el


ámbito local. Smembargorimbuidos de las concepciones históricas
cristianas, pensaron que la cristiandad entera debía ser el ámbito de sus
Crónicasy cronistas en la Europa del gótico (siglos XIII-XV)
inquietudes. Dé ahí que, por lo general, se remonten a la Creación y li-
guen los acontecimientos del momento a una larga continuidad y a una
Todo autor medieval interesado por los hechos del pasado queda-
misma unidad. Las obras de estos cronistas desean seguir siendo en bue-
na medida «historias eclesiásticas» en un mundo en el que las fronteras ba generalmente convertido en un compilador que debía seguir unas
71
entre lo¡ espiritual y lo temporal están mal trazadas . U n buen ejemplo
72
Historia compostelana, ed. de E. Falque, Madrid, 1994, pág. 65. -
73
_ F . Heer, El mundo medieval Madrid, 1963,-págs.-305-307.El interés por la litera-
?LDJ.VUy Annalists andHistorians.-Western Historiography from tht-vulto tbe xvmth
r
tura artúrica ha crecido considerablemente en los últimos años. Algunos especialistas es-
Century, Londres, 1977, pág. 43. Cfr. Aifred tbe Great. Asser's Life ofKing Alfred and otber
pañoles (C. Alvar, C. García Gual, L.-A-de Cuenca...) han contribuido a ello de mane-
contemporary sources, ed. de S. Keyne y M . Lapidge, Londres, 1983.
ra muy positiva. En concreto, de Geofrrey de Monmouth Ediciones Siruela ha publica-
— C f r . C . Orcástegui y E. Sarasa, ob. cit, pág. 120.
w do dos cuidadas ediciones: Vida deMerlín a cargo de L C. Pérez Castro, Madrid, 1984,
. B. Guenée, «Les premiers pas de l'histoire de rhistoriographie en Occident au xa*
y la Historia de los reyes de Britania a cargo de L A . de Cuenca, Madrid, 1984.
ñecle», en Academie des inscriptions et Beües £í«rer, 1983, pág. 152. 7 4
La producción escrita'en" "torno á las cruzadas es prácticamente inabarcable.
—7* Una ordenada ¿jqpbsición del tema, en C . Orcástegui y E. Sarasa, ob. cit., pági-
Como guía para el tema de la narrativa se puede seguir consultando A. S. Atiya, The
nas 134-154. k j n ; j—7-r-flflj 1
r f
• '\ — - - -—'—- --
7 1 Crusade, Historiography andBihliograpliy, Oxford University Press y Bloomington, India-
P. Rousset, «La ccnception de l'histoire a l'époque feodale», en Metanges d'histoi-
na University Press, 1962.
rc du Mayen Age. Hómmagt a Louis Halphcn, Paris, 1951, pág. 628.

39
reglas: recogida de materiales, ordenación de los mismos, confronta-
ción para evitar contradicciones, revisión... . 75 observador que ellos, el memorialista Felipe de Commynes (muerto ]
80

Pero una compilación podía ser dgo más que la simple guarda de en 1511) anuncia ya unos nuevos tiempos .! |
1

la memoria del pasado. Podía también servir a los intereses del gober- Si los estados del Occidente europeo tuvieron a los monarcas
nante para quien el compilador trabajaba. Así, las abadías de Saint De- como centro de su historiografía, las ciudades italianas orientarían su
nis y Saint Albans rindieron excelentes servicios a las monarquías Ca- nanativa hacia la exaltación de las virtudes localesJ La península goza-
pelo y Plantagenet. En 1274 el monje Primat terminaba la redacción ba de una tradición: los laudes en los que se encomiaban las riquezas
en francés de Las gandes crónicas defrondaque habían de convertirse artísticas y el poderío económico de las urbes. Uno de los más tem-
en una especie de biblia histórico-política del país. N o menos impor- pranos ejemplos fue el Versutn de Medioknó civitaie, xtázcteáo én t\
tante fue el paso dado en esos años por Alfonso X de Castilla al pro- siglo vin por un anónimo autor y en el que se encomian las excelen-
81

mover una historia de España que prolongaba y enriquecía las obras cias de la ciudad lombarda . ! i
de autores precedentes: los obispos Lucas de Tuy y Rodrigo Jiménez Florencia puede tomarse como modelo de uña ciudad con una
de Rada . 76 abundante producción de historia urbana. Desdé el siglo xrv c o n t ó
Los grandes ciclos de crónicas que tomaban los reinados como hi- con una pléyade de destacados autores: Juan, Mateo y Filipo Villani
los conductores sirvieron también a esos intereses de las dinastías rei- o los cancilleres Coluccio Salutati y Leonardo Bruni (muerto éste
nantes. Fue, por ejemplo, el caso de la Corona de Aragón entre los rei- en 1444). Reflejaron en sus textos un orgullo cívico y'una rigurosa de-
82

nados de Jaime I y Pedro IV (de comienzos del XIII a finales del xrv): el fensa de las causas políticas de su ciudad . !
cronista Muntaner reflejará el patriotismo dinástico en la bella parábo- En conclusión: lo que pomposamente llamamos «Estado moder-
77
la de la mata de junco . A fines del Medievo, la aparición de una fi- no» fue un logro político que se fue gestando en los tiempos de la Eu-
gura —el cronista real— será fundamental para esa memoria histórica ropa del gótico. Cronistas e historiadores fueron importantes agentes
83

que se quiere fijar de manera oficial . 78 de esta conquista .


Las virtudes nobiliarias y caballerescas exaltadas por autores que no
teman que ser forzosamente gentes de la clerecía, enriquecieron la pro I
L A EUROPA DEL RENACIMIENTO Y EL BARROCO
ducción cronística de fines del Medievo. Fue la época de autores tan po-
pulares como Jean Froissart, el canciller Ayala, Enguerran de Monstre-
let, Gutierre Díaz de Games, Olivier de la Marche, etc., brillantes aun- A lo largo del tiempo han menudeado las «reglas de oro» para
que, en más de un caso, poco dotados de espíritu crítico. Ellos serán los orientar conectamente la labor del historiador. De mediados del si-
testigos de los grandes acontecimientos bélicos de la Europa del ocaso glo xv hay una del autor castellano Fernán Pérez de Guzmán, quien
del Medievo, que narran frecuentemente con gran prolijidad . Mejor 79 habló de las condiciones que consideraba imprescindibles para que
84
un testimonio fuera fiable . • ¡|
En este siglo, Italia —Florencia en especial— conoció el paso del
7 5
G. Martin, «Cinq operations fondamentales de la compilation: L'example de
l'Histoire d'Espagne (Étude scgmentaire)», en L'Historiographie medievaU en Europe, ed.
8 0
de J. Ph. Genet, París, 1991, pág. 109. ; _ Sobre los cambios representados por este autor, vid.). Durburnet, LaDestruction_
7 6
Alfonso X, Primera Crónica Generaltk España, ed. de R Menéndcz Pidal, Madrid, des mythes dans les Memoires de Ph. de Commynes, Ginebra, 1966, o J. Liniger, Philippe de
1
1977, págs. 3-4 en donde se hace mención de los autores manejados para la elaboración Commynes. Un Machiavel en douceur, París, 1978. ' '• -'
1 1
de este texto. - : ... '1 - Recogido por G. Fasoli y F. Bocchi, La cuta medievak italiana, Florencia, 1973,
7 7
Ramón Muntaner, Crónica, ed. dej. Jové, Madrid, 1970, pág. 609. Cada junco re- págs. 100-104.
K
presenta uno de los estados de la Corona. La cinta que les une y, consiguientemente, D . Hay. ob. cit, págs. 88-89. |_ l i
les da solidez, es la dinastía reinante." - - - - - - - _ _ _ _ _ _ ..... ----- n g Guenée, Histoire et culture bistorique..:,píg. 337. ¡
8 4
7 !
R B. Tate, «Los trabajos del cronista cuatrocentista-, en Studia Histórica (Historia Fernán Pérez de Guzmán fue sobrino del Canciller Ayala y dejó, entre otras
Moderna), Salamanca, 1995, págs. 2746. - obras, una hermosa galería de retratos de personajes de la época bajo el titulo de Gene-
7
' D. Hay, ob. cit, págs. 75-85. racionesy semblanzas. En su introducción se recogen estas reflexiones sobre la labor del
historiador que reproducimos en el texto núm. 11 de la antología. V- - -

40 :
: : :
j ¡ i i ' : ™ 4 1
85
clavitud ante la llegada de los nuevos bárbaros. Bajo tal acepción se co-
humanisrnc» «cívico» al humanismo «literario» . Supondría entrar en nocía a franceses y españoles, que convirtieron a la península en campo
arduas disquisiciones si queremos responder a la pregunta de ¿qué en- en el que dirimir sus ambiciones hegemónicas sobre Occidente . 89

tendemos por historiografía humanista? Tanto más arduas —y estéri- La debilidad de Italia ante la nueva coyuntura es la que llevó a Ma-
les incluso— si nos empeñamos en oponer los conceptos de medieval quiavelo a especular sobre la naturaleza del poder. Para ello ideó un
y humanista/renacentista, identificados respectivamente con el arcaís- modelo de gobernante capaz de unir a la patria frente a las influencias
mo y la m o d e r n i d a d . : extrañas. Objetivo que sólo se alcanzaría poniendo en juego unas ar-
Hace ya casi un siglo, B . Cróce escribió que «la negación de la tras- tes de gobierno en abierto contraste con las que hasta entonces se ha-
86
cendencia cristiana fue obra de la época del Renacimiento» . Aplica- bían predicado. Nació así Elpríncipej texto que le ha dado una equívo-
da esta idea ja los géneros históricos, el humanismo supondría, grosso ca fama a los ojos de muchos. Se trata inicialmente de una reflexión
modo, el abandono del providencialisnio de cuño agustiniano y el fin sobre los tipos de principado y los medios para adquirirlos y mante-
de las periodizaciones al estilo de la sucesión de los cuatro imperios. 90
nerlos . La buena gestión de gobierno debe ser una combinación de
Como contrapartida, nos encontraríamos ante una especial valora- Fortuna —importante pero no en sentido absoluto— y virtú, cualidad
87
ción de la patria vista desde una ó p t i c a secularizadora . que permite enfrentarse a las desgracias con ecuanimidad . Si el prín- 91

Evidentemente, la Europa del Renacimiento —y, por extensión, la cipe, a un mismo tiempo, se hace amar y temer, debe evitar al menos
del Barroco-^ supone mucho más para aquellos interesados en el es- 92
ser aborrecido . E l libro termina con una exhortación a expulsar de
tudio de la historia y el pensamiento histórico. Italia a los bárbaros siguiendo el ejemplo de «varones insignes que li-
93
braron sus provincias» del sometimiento a poderes extraños . Para
ello era necesaria una amplia reorganización militar, sobre la que Ma-
Maquiavelo: historiay técnica de gobierno j quiavelo ya había lucubrado en otros textos, afirmando que un buen
ejército es tan necesario como un techo para proteger de las inclemen-
Las primeras noticias de la actuación política de Nicolás Maquia- cias del tiempo a un hernioso palacio . 94

velo (1469-1527) le presentan vinculado a la segunda cancillería de la


ciudad de Florencia, para la que ejerció diversas misiones diplomáti- Maquiavelo —historiador o especulador político— acaba insta-
cas. Su labor en este campo y como consejero de príncipes le permi- lando al hombre en la realidad sensible, con sus impulsos y pasiones;
95
tió observar y comprender los procesos de transformación política al margen, por tanto, de las visiones trascendentes de tiempo atrás .
con una sensibilidad —^se ha dicho— similar a la de Polibio . La tur- 88
El agustinismo histórico-político sufre, así, un golpe mortal.
bulenta Italia del momento fueel punto de atención de la mayor par- Francesco Guicciardini (1483-1540) sería autor de una Historia de
te de sus obras: Vida de Castrucio Castracani, en donde ensayó el géne- Florencia y de una Historia de Italia. Aun desconfiando de Maquiavelo
ro biográfico; Discursos sobre ¡as Décadas de Tito Livio; la Historia de Flo- hará de las dos fuentes de conocimiento de éste-—historia y experien-
rencia cuya redacción le ocupó los últimos años de su vida; y, sobre cia política— una sola, limitando el discurso del historiador a las evi-
96
todo, su obra más divulgada: Elprincipé, redactada hacia 1513. dencias de su tiempo .
l a Historia de Florencia sigue los preceptos literarios de los autores
clásicos: inculcar lecciones morales a través de un estilo profunda- 8 9
O. Stónner. Mtupáavdo, Madrid, 1984, págs. 100-104. _. .
mente retóricot Toda la 'Historia se organiza en tomo al progresivo de- 9 0
Maquiavelo, Elpríncipc, Madrid, 1970, págs. 12 y ss.
clive de la ciudad, consumado cuando en 1494 Italia se hundió en la es- 9 1
Skinner, ob. cit., pág. 70.
9 2
Elpríncipc, pág. 83. — --
93

8 5
Ibíd, pág. 129.
Dos formas de humanismo que, desde fines del xv, derivarían en otro de carác- 9 4
Nicolás Maquiavelo, Del arte de la guerra, ed. de M . Carrera Díaz, Madrid, 1988,
ter cortesano. VULCBec,Les¡eclec¿esMedicis,T>zñs, 1977, pág. 123
8 6
P-g-6- :
B. Ctoce,,Tiorfai[historia de la hütcn'ogrifia, Buenos Mies, 1955, pág. 184.
8 7
9 5
J. L. Romero, ob. cit, págs. 14-16. 7 - -
— Consideraciones recogidas por G. Lefebvrei Elnaámiento déla historiografía moder- 9 6
G. Namer, Maquiavelo o los orígenes de la sociología del conocimiento, Barcelona,
n<«, Barcelona, 1977, pág. 6 6 . - -
8 8
J. L. Romero, Maquiavelo historiador, Buenos Aires, 1970, pág..7?. _ 1980, pág. 100.

_9
43
Es evidente que la historia despertó la estima!de personajes como
Las posicioms ante la historia: entre el escepticismo y la erudición Montaigne, quien decía que los historiadores eran su pasión, o Bodin,
102
anticipador en 1566 de una historia global ohistoireparfaile . Pero no
La Europa posterior al 1500 tenía sobrados motivos para enrique- lo es menos que también chocó con las reticencias de otras autorida-
cer sus fondos historiográficos y para utilizar los hechos del pasado y des que, como Rene Descartes, dudaron de las posibilidades del cono-
del presente corno instrumentos de una reflexión. N o se trataba sólo cimiento histórico. La excesiva "curiosidad por laslcosas del pasado
de las nuevas orientaciones humanistas con la consiguiente recupera- —venía a decir— podía llevar a una ignorancia del presente. Ajustar-
ción de recursos estilísticos. Se dieron también otras razones. Fue la se a las costumbres del pasado —añadía— conlleva dos riesgos: incu-
institucionalizadón de la figura del cronista de corte tal y como, por rrir en las extravagancias de los héroes de las novelas y concebir pro-
ejemplo, se hizo en los reinos hispánicos a partir de Jerónimo Zurita yectos que puedan superar nuestras fuerzas . 10

97
en Aragón y Florián de Ocampo en Castilla . Fue el enfrentamiento
Los argumentos de Descartes contra la inconsistencia de la histo-
entre católicos y protestantes que dio pie a una frecuente invocación
ria fueron un reto para autores que, desde la erudición, sentaron las
a la historia: Centurias de Magdehurgo'en el bando protestante, Annales
bases de disciplinas instrumentales básicas para acceder a un solvente
del cardenal Baronio en el católico, buceo en los movimientos heréti-
98
conocimiento del pasado. La congregación benedictina de San Mau-
cos del Medievo como raíz de la ebullición religiosa del Quinientos .
ro creó toda una escuela con una figura emblemática: Jean Mabillón
Fue, además, la ampliación de horizontes producto de los grandes des-
con su De re diplomática, publicada en 1681. Por los mismos años un
cubrimientos geográficos.
laico, Charles Dufiesne, señor de Cange daba a la luz un Glossarium
99
La Crónica de Guiñé del portugués Gomes Eanes de Zurara va ad Scriptores mediae et infimae Latinitatis, henamienta de trabajo que
abriendo un campo que se ensanchará con el salto al otro lado del At- 104
aún hoy sigue siendo útil para el estudioso . La erudición y la crítica
lántico. La producción biográfica o autobiográfica (Colón, Cortés, de fuentes daban así importantes pasos en la Europa del Barroco. Una
Cabeza de Vaca) es sólo una pequeña, aunque interesante, parte de la Europa que contó también con otros aportes de primerorden, éstos
cronística de Indias, que tiene una de sus f.guras señeras en Gonzalo en el campo del pensamiento histórico. j j !
Fernández de Oviedo y su Historia general y natural de las Indias. Se tra-
ta de un textode extraordinaria prolijidad que algunos han calificado
100
de enciclopedia americana .
Del'neoprovidencialismo a la'ciencia nueva: Bossuety'\Vico ~~~
América supuso el descubrimiento de una cierta Utopía, una so-
ciedad en estado natural muy distinta de la europea y que autores
Teólogo, prelado y preceptor del delfín Luis, Jacpbo Benigno Bos-;
como el padre Acosta en su Historia naturaly moral de las Indias retra-
suet fue autor de una amplia producción de interés para la historia.
tan en ocasiones con unos ciertos tonos idílicos. Una Utopía descu-
Sus Oracionesfúnebres, con amplias alusiones históricas, forman una es-
bierta y otras por descubrir, tal y como imaginaba Francis Bacon en su
101
pecie de catecismo en imágenes. Su Historia de Francia muestra su afec-
Nueva Atlántida, situada en una isla del Pacífico .
ción hacia las antiguas instituciones. Su Historia de las variaciones de las,
103
iglesias protestantes está dotada de una sólida documentación . Su
9 7
Entre 1538 y 1547, R. B. Tate, Ensayos sobre historiografía peninsular del J/V& xv, fama, con todo, se debió a su Discurso sóbrela historia universal escrito
Madrid, 1970, pág. 263.
78
Vid, por ejemplo, el número 14 de Cahiersde Fanjeaux dedicado a «Historiogra-
phie, du catharisme», Toulouse, 1979, especialmente págs. 23-143. 1 0 2
Cfr. F. Sánchez Marcos, Invitaciónala Historia. De Heródoto aVoltaire, Barcelo-
" J. Verissimo Serrao, Cronistas do seguía xv posteriores a Femáo Lopes, Lisboa, 1977 na, 1988, págs. 146-148. '" 1
"" " \" ~ \ ~ \
págs. 27-40. 1 0 1
R. Descartes, Discurso del método, ed. de E. Bello Reguera, Madrid, 1990, pági- 1

1 0 0
Para F. Esteve Barba, los cronistas de Indias actuaron como nuevos Heródotos nas9-io. '.i ..\;r!:r ir
en cuanto hirieron a la vez de historiadores, etnógrafos y geógrafos, Historiografía india- 1 0 4
Para una valoración de estas disciplinas —especialmente las aplicadas al Medie-
na, Madrid, 1992, pág. 11. ............
101
vo— puede consultarse R Delort, Introducáon aux sdences auxiliaries de l'Histoire, París,
E. ímaz, «Topía y utopía», introducción a Utopías del Renacimiento. Moro. Cam-
paneSa. Bacon, México, 1976, pág. 29. 1969. - • • •• • •• -;
1 0 5
B. Ehrard y G. Palmade, L'Histoire, París, 1965, págs. 31-33. -

44
en 1681 para la educación del heredero del trono de Francia. Su obje-
En ese esquema, la providencia no es ya lo que era para Bossuet: Vico
tivo era demostrar que la sucesión de los hechos históricos es un estu-
piensa que su actuación se deja sentir de una forma natural, simple y
dio no sólo útil sino también necesario para que los príncipes puedan
106 fácil, coincidiendo prácticamente con las leyes sociales y el desanollo
gobernar los pueblos . j 11
histórico mismo .. ..
Bossuet se erige en rehabilitador del más estricto providencialis-
Vico distingue en el discurrir de la historia tres momentos: una
mo. Siguiendo los cánones agustinianos, la evolución de la historia se
edad divina estrictamente teológica; otra heroica de carácter mitológi-
articula e n siete edades: la séptima y última se ha inaugurado con el
co y, por último, una edad humana o racional. De la anarquía se evo-
nacimiento de Cristo «o el ungido, del señor, nombre que cuadra a Je-
107 luciona hacia el orden y de las costumbres bárbaras y heroicas a otras
sucristo como pontífice, como rey y como profeta» . La sucesión de
más civilizadas. E l drama que conduce a este progreso desemboca al
imperios tiene una necesaria relación | con la historia del pueblo de
final en decadencia para luego permitir una resunección. Estamos así
Dios: han sido los instrumentos para «castigar o para ejercitar o para
108 antes una especie de movimiento circular: es el corso y el ricorso. Roma
extender o para proteger a su pueblo» .
cumplió su corso y el ricorso se inició a partir de su caída, con el «retor-
Pragmático y didáctico, Eossuet es autor de una de las últimas 115
109
no de las cosas humanas civiles en los nuevos tiempos bárbaros» .
grandes visiones clásicas cristianas de la historia .
Vico intentó un conocimiento de la historia más completo y filo-
. Nacido en 1668, Giambattista Vico es una figura difícilmente ubi-
sófico que el de sus coetáneos. Avanzó posiciones frente a los esque-
cable. | Fue un personaje cuya trayectoria no fue bien apreciada por sus
mas rígidamente teológicos de Bossuet pero no llegó a presentarse tan
contemporáneos y que, desde 1699, ejerció como titular de una mo-
innovador como Voltaire. ¡
desta cátedra de retórica en la Universidad de Ñapóles. En 1725 dio a
la luz una obra a la que la posteridad ha hecho justicia: Frincipi di ¡eteri-
za nuová d'intorno alia natura détte nazioni, per li quali si ritrovano altri
L A EUROPA DE LA ILUSTRACIÓN: LA RAZÓN E N LA HISTORIA
principideldiritto naturale dellegentí 'r—tr" -':~——•—
111
-

Ésa «ciencia nueva», pensaba Vico, debía ser, en uno de sus prin-
La Ilustración, aseveraba Kant, es «liberación del hombre de su
cipales aspectos, una «teología civil razonada de la providencia divi- 116
111 culpable incapacidad» . E l filósofo de Kónigsberg estaba expo-
na» . El propósito fundamental es mostrar «la historia ideal de las le-
niendo en pocas palabras lo que era un sentir muy extendido en el si-
yes eternas, según las cuales transcunen todos los hechos de todas las
glo XVIII.
naciones; en sus orígenes, progresos, plenitudes, decadencias y fina-
112
les» ., Frente >a la ciencia de los objetos físicos de sus contemporá-
neos, Vico trata de construir una ciencia de la realidad espiritual, algo
Las líneas maestras de una renovación
113
más que una amena narración o justificación de hechos acaecidos .
Sintéticamente, la Ilustración aspiraba a independizar al hombre
1 0 6
de las viejas tutelas políticas, sociales y religiosas e infundirle fe en sus
J. B: Bossuet, Discurso sobre la historia universal, ed. I. M . Calleja, t. I, Madrid
1842, pág. 1. i I propios medios de forma que, a través de la razón y de la ciencia, pu-
1 0 7
/fc'¿,pág.H6. .. L ; . _ J _ diese resolverlos problemas que se le planteaban y llegase a dominar
117
1 0 8
/Z™/.; t i l , pág. 234. i la naturaleza .
109 J. L. García Venturini, Filosofa de la historia, Madrid, 1972, pág. 70.
1

En el siglo XVIII el filósofo prolonga la imagen del intelectual que


110' ' Una; obra revalorizada por personas tan dispares como J. Michelet, B. Croce e
incluso P. LafárgeJDe este últirno véase «El método histórico», en El materialismo histó-
había dado en el xvi la figura del humanista y en el XVII la del hombre
rico en los grandes marxistas, México, 1973, págs. 68-75.
1 1 1
Vico; Unaáenáa nueva sobre la naturaleza común de las nadones.ed. de M . Fuentes I M
K. Lowith, El sentido de la historia, Madrid, 1968, pág. 178.
Benot, Buenos Aires,1960, vol. I, pág. 210. - -j 1 1 5
112 1 Vico, ob. cit., vol. IV, pág. 178.
Ibíd., vcL IV, pág. 205. "" . 1 1 6
3
I. Kant, Filosofía de la Historia, ed. E. ímaz, México, 1989, pág. 25.
" J. Ferrater,ob.cit, pág. 68. i• .., i 1 1 7
V. León, La Europa ilustrada, Madrid, 1989, pág. 14.

46
virtuoso. E l filósofo es el hombre de su tiempo que nunca puede ser mentó de las tres condiciones que la centuria exigió a la historia. En
118
ajeno a cuanto le rodea . primer lugar, el divorcio con la mera fábula, lo,cual i m p o n í a que los
La imagen más común es laque presenta el pensamiento ilustrado testimonios fueran sometidos a una rigurosa crítica. E n segundo lugar,
como un fenómeno esencialmente galocéntrico aunque, después de toda obra de historia tenía que renunciar a explicaciones maravillosas
todo, tuviera una proyección europea. Tal visión provoca un injusto y sobrenaturales. En tercer lugar^ el historiador fió debía lanzarse por
eclipse del papel que Inglaterra tuvo en este proceso. E Meinecke re- caminos espaciales o temporales ilimitados. Cuestión esta última que
saltó hace sesenta años que Inglaterra había sido la patria de la Ilustra- llevaría a insistir en lo monográfico, con historias de pueblos, de rei-
119
ción . N o ha/ que olvidar, en este sentido, que los cambios intelec- nados o incluso de ciudades. Fue la línea de W. Robertson coriHistory
tuales no arrancaron a partir del simbólico 1700, sino desde algunos ofScotland(1759) o History ofthe reign oftheEmperor Charles K(1769), de
120
años atrás como estudió en su momento P. Hazard . En esos años, Voltaire con su Historia de Carlos XIIde Suecia (1731) o de J. Móser con
125
precisamente, Inglatena había dado un paso decisivo en el teneno po- su Osnabrückische Geschichte publicada en 1759 .' i :
lítico con la «gloriosa revolución» de 1688 que destronó a los Estuar- Aplicando esos convencionales criterios galocéntricos que antes
do y consolidó definitivamente el sistema parlamentario. John Locke, hemos mencionado podríamos distinguir dos grandes etapas en lo
el filósofo de la revolución, redactó en tomo a esa fecha algunas obras que a la evolución del pensamiento histórico ilustrado se refiere.
(Ensayo sobre el gobierno civil, Carta sobre la tolerancia) que habrían de
121
; '| •i ' I I
ejercer una fuerte influencia en el continente . N o menor que la de
otros filósofos como David Hume (1711-1776) con su Tratado de la na- Los tiempos de Montesquieuy Voltaire: «leer la historia enfilósofo» '•
122
turaleza humana . , : I i I •i
El referente inglés fue, en efecto, muy fuerte en distintos autores Para el estudioso del pensamiento histórico hay dos obras de
franceses: para Montesquieu Inglatena era el país por antonomasia de Montesquieu de especial importancia: una referida a la-historia de
123
la división de poderes y para Yblíaire era el país con tal número de Roma y otrr. que l o es a la historia universal. I ! • ! ' •'
sectas que todo inglés «podía ir al cielo de la forma que mejor le aco- La visión que da este autor de P>oma en Consideraciones sobre las
124
modara» . causas de la grandeza de los romanosy su decadencia (1734) se aleja de los
Todos los historiadores estamos en deuda con autores que, en la esquemas trascendentes de Bossuet. Montesquieu creía en el poder di-;
mejor tradición erudita, promovieron la publicación de colecciones solvente de la corrupción pero pensaba que el hundimiento del impe-
de fuentes aparecidas a lo largo del siglo xvm: L. A . Muratori y su Re- rio se había debido, primordialmente, al «ataque¡conjunto de una se-
rum italicarum Scriptores, Thomas Rymer y sus Foedera, conventiones... orie de naciones bárbaras que penetraron por todas partes» , .i ¡ 126

el Padre Enrique Flórez con su España sagrada por citar algunos ejem- La gran obra de Montesquieu fue sin embargo El espíritu de las le-
plos. Desde el punto de vista del pensamiento histórico, el XVIII nos yes, en la que trabajó durante veinte años y que se publicó en 1748, sie-
legó otros aportes no menos relevantes. P. Hazard habló en su mo- te antes de morir su autor. C o n un cierto determinismo histórico nos
habla de las cosas que gobernaban a los hombres^efclima, la religión,
1 1 8
las leyes, las máximas de gobierno, los ejemplos ;del pasado, las cos-
J. M . Goulemot y M . Launay, El siglo ele las luces, Madrid, 1969, pág. 27.
1 1 9
Jumbres.^ Según fueran los pueblos, así sería mayor o menor la fuer-
F. Meinecke, El iistoricismoy su génesis, México, 1983, págs. 171-210.- - • 127
1 2 0
Cfr. P. Hazard, La crisis de la conciencia europea. 1680-1715, Madrid, 1988, passim.
za de esos condicionantes . Montesquieu ha sido así incluido en la
121
Véase, por ejemplo, G. Bonno, Les telations inttUtctucles de Locke avec la France, nómina de los fundadores de la sociología. | ! | j
Berkelcy, 1955. - - - — - - Voltaire, que sobrevivió veintitrés años a Montesquieu, abordó
1 2 2
Sobre el papel de la ilustración inglesa especialmente en el campo de la historia, distintos géneros (épica, tragedia, ensayo...) con notable éxito. Se ha
véase F. Sánchez Marcos, ob. cit., págs. 230-240. Interesantes reflexiones también en
J. Fontana, Historia. Análisis delpasadoy proyecto social, Barcelona, 1982, págs. 78-97.
1 2 3
Montesquieu, El espíritu de las leyes, ed., E._Tiemo Galván, Madrid, 1985, P. Hazard, Elpensamiento europeo en el siglo xvm, Madrid,"1991, págs. 215-216.
págs. 106-112. ~.~ . . ' :. - - Montesquieu, Grande2uiy decadencia de los romanos.Msidñd, 1962,pág. 125.
1 2 4
Voltaire, Cartasfilosóftw, ed. F. Savater, Madrid, 1983, pág. 55. Montesquieu, El espíritu..., pág. 11. — - —

48 49
aparecida en Berlín en 1751. Aunque la historia política ocupa la ma-
dicho, con íyleinecke, que historiadores ingleses del xvm como Hume,
yor parte de sus páginas, las más originales son las dedicadas a la his-
Robertson o Gibbon fueron en muchos aspectos superiores a Voltai-
re. D e Eduardo Gibbon es una obra aparecida a partir de 1776 y cuya toria de la civilización: vida artística, intelectual y material. Voltaire
lectura sigue siendo extraordinariamente útil: Historia de la decadencia dice que no es su intención escribir sobre las acciones de un solo hom-
y caída ¿elImperio romano. Emblemática es su tesis ante el fin del mun- bre sino hablar del «espíritu de los hombres en el siglo más esclareci-
128
do clásico: asistirnos al triunfo de la barbarie y la religión . Sin em- do que se ha conocido». E l genio de Francia había vuelto a destacar
bargó, Voltaire se manifestó mucho más eficaz que sus colegas insula- tras la larga decadencia abierta a la muerte de Carlomagno por falta de
res en cuanto al pensamiento histórico .' " - 129
-- ---- buenos gobernantes. Otros tres «siglos» gloriosos p o d í a n ser tomados
como precedentes: el de Pericles-Filipo-Alejandro; el de César-Octa-
E n su pequeño escrito Elogio histórico de la razón, Voltaire identifica 132
vio Augusto; y el de la Florencia de los Medicis .
la conquista de ésta con la propia historia del hombre. Una conquis-
ta no fácil ya que la razón se oculta con frecuencia, como sucedió en
la Europa invadida por los bárbaros y sometida a la ignorancia y el fa-
natismo. Sólo muy medrosamente la razón se va dejando ver . E l pa- De Rousseau a Condorcet: progreso y regreso
130

sado ha de ser leído, así, a la luz de la razón y de la crítica, por lo que


el historiador debe doblarse en filósofo. Uno de los juegos favoritos de los ilustrados era la discusión sobre
Voltaire fue el acuñador del concepto «filosofía de la historia», tí- el papel (positivo o no) de la civilización en la historia.
tulo de un trabajo tomado como introducción a su Ensayo sobre las cos- En 1750 Turgot publicaba su Discurso sobre los progresos del espíritu
tumbresy el espíritu de las naciones publicado en 1756. Pensaba que, has- humano en donde se presentaba a la humanidad en marcha hacia ade-
ta entonces, la historia se habí? limitado, a meras compilaciones cro- lante de una manera compleja y progresiva.
nológicas «sin que se haya escrito ni en ciudadano ni en filósofo». Le A partir de 1755, J. J. Rousseau exponía su tesis contraria: el desa-
parecía conecto que los nombres de los monarcas aparecieran en los nollo social había apartado al hombre de su simple estado primitivo
registros polvorientos para ser consultados una sola vez. Más que his- y le había hecho desgraciado. La desigualdad era de dos clases: la na-
toria de los reyes había que hacer historia de los hombres, «de las cos- tural, en función de las diferencias de edad, salud, fuerza o cualidades
tumbres, de las ciencias, de las leyes, de los usos, de las supersticio- de las almas; y la moral o política basada en los privilegios de unos po-
133
nes», de todo aquello que pudiera complacer, instruir y hacer me- cos en detrimento de los demás .
jor . ! ...} j . : U.-A
131
r !---- - Algunos años más tarde —en 1761— Rousseau redactaba dos
Voltaire retomó el hilo de la exposición donde la había dejado obras que se han considerado complementarias: el Emilio, encamina-
Bossuet —en el imperio de Carlomagno— pero siguiendo unos crite- da a formar hombres para la sociedad; y El contrato social orientada a
134

rios radicalmente distintos. Marcadamente anticristiano y provisto de estructurar la sociedad para los hombres . En esta última se nos ha-
una información mucho más amplia, procedió a integrar en el relato bla de la existencia de un cuerpo moral colectivo, de una persona pú-
orgánico a pueblos (India, China, Arabia) hasta entonces postergados. blica que está por encima de cada persona individual. En otro tiempo
135

, Gomo historiador en el sentido más común del término, Voltaire se llamaba ciudad «y toma ahora el de república o cuerpo político» .
dejó importantes obras:.Historia de CarlosXIIjey.deSueáa (1731), Histor Rousseau echaba así las bases de la legitimidad democrática cara a los
ria deRjtsia bajo Pedro el Grande (1759) y, sobre todo, El siglo de Luis XIV, importantes cambios sociales y políticos que se avecinaban.

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1 3 2
l 2 ! Voltaire, Sueles de Louis XIVet de Louis XV, París, 1820, págs. 1-10. '
Para estas cuestiones cfr. S. Mazzarino, Elfin del mundo antiguo, passim. _ 1 3 3
129 J. J. Rousseau, Discurso sobre elorigenyfundamento de la desigualdad entre los hombres,
F . Meinecke, ob. cit, págs. 171 y ss. — —- -
130 ed. M . Bustamante, Barcelona, 1973, pág. 35. Es la teoría que J. B. Bury definía como
J.Fenater.ob. cit.,págs 103-104..
131
de regreso histórico en La idea del progreso, Madrid, 1971, pág. 164. — —
Voltaire; «Carta a Jacob Vemet de 1 de junio de 1744», en Lettres choisis, ed. 1 3 4
J. M . Goulemot y M . Launay, ob. cit., págs. 525 y ss.
R. Naves, París,, 1963, págs. 132-133. En términos similares se manifiestan otros autores 1 3 5
J.J. Rousseau, Contrato social, Madrid, 1975, pág. 44.
como Bolingbroke en. 1752. Cfr. P. Hazard, Elpensamiento europeo..., pág. 214.

51
E l más importante de todos —la Revolución Francesa— costó la
vida a un aristócrata ilustrado: el marqués de Condorcet. Su obra Bos-
quejo de un cuadro histórico del progreso del espíritu humano fue escrita
e n 1793 mientras se ocultaba de los sicarios de Robespierre.
Frente a Turgor., que aún mantuvo un cierto respeto por la provi-
dencia, Condorcet concibió el progreso en todas sus dimensiones
como el auténtico motor de la historia. E l desanollo de las ciencias y
del espíritu humano —pensaba—hacía concebir amplias esperanzas.
136
El progreso sería a la postre la fuerza liberadora del hombre .;
Auguste Comte, quien, parcialmente, se inspiró en las ideas de
Condorcet, escribiría su mejor panegírico al decir que fue «uno de los 1• ,
ejemplos más decisivos de sublime y emotiva abnegación, mezclada
-H—i—1'
con una sencilla e inconmovible firmeza de carácter que las creencias
137
II
religiosas pretenden que sólo ellas pueden alimentar y mantener» .
Las grandes etapas del pensamiento histórico (II):
Del fin del Antiguo Régimen al fin
de la Historia

Refiriéndose al siglo xrx, el padre del positivismo, Auguste Comte,


dijo que «el siglo actual será principalmente caracterizado por la ine-
vocable preponderancia de la historia en la filosofía, en la política e in-
1 ;
cluso en la poesía» . . !

U N O S PLANTEAMIENTOS DE BASE

No está de más recordar que algunas de las más importantes co


mentes intelectuales de nuestro siglo son el desanollo de ideas impul-
sadas en la anterior centuria: el positivismo; el idealismo y el marxis-
mo. Tampoco es menos cierto que la historiografía moderna debe mu-
cho al pensamiento romántico que, alejándose del desprecio del
iJuminismo por las ipecas pasadas,_se propúsola «intelección de éstas
2
como parte del presente y el porvenir» .- ¡ -1 • 1 - - | • j •! - - - — • |
r

- E l siglo m "dio vida a una tradición liberal historiográfica que


arraigó especialmente en los países de Occidente y que en Francia dio
figuras como Guizot, Thiers o Michelet, y en Inglatena a Macaulay o
:
J. B. Bury, db."cit.,"pág. I89. Una obra mas moderna sobre el tema es la de
R Nisbert, Historia déla idea deprogreso, que dedica a Condorcet las págs. 291-299, Bar- 4i
celona, 1991." ----- i • 1
A. Comte, Sociologie (Tvetes choisis), ed. de J. Laubier, París, 1969, pág. 75.
1 3 7
Recogido por K. Lówith, ob. cit., pág. 134. 2
B. Croce, HistoriadcEuropacndsighxix, Barcelona, 1996, págs. 35-36. j i

53

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