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Dossier

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OBREROS Y
MOVIMIENTOS OBREROS
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GÉNERO E I D E N T I D A D D E C L A S E .
L A CONSTRUCCIÓN D E L A C L A S E O B R E R A
VIZCAÍNA D U R A N T E E L P R I M E R T E R C I O
. D E L S I G L O X X * ••

' Miren Liona


•'. / R > ' i J , » J i .•.

Líos histnriiidon.s as i n i c r c s i d o s p o r la h i s t o r i a social han m o s t r a d o una iiKÍinación espe-


l^gl |)ot el estudio de periodos historíeos señalados por prcK-u-HO-. de transformación. Las s i -
fuaciones; de c n s i i han residtddo ser una excelente ocasión para e x p l o r a r tas claves q u e
p e r m i t a n entender e l c a m h i o social y para s u c u m b i r a la fascinación de encontrar u n antes
y i m después y de descubrir, sobresaliendo p o r encima d e la monotonía d e l t i e m p o históri-
co, los m o m e m o s de renovación. .A m e n u d o , estos pcríixlos de especial significación ofre-
cen la p o s i b i l i d a d de enfrentarse a la verdadcca c o m p l e j i d a d de los m o m e n t o s de crisi.s,
que Mipera la mera pugna entre lo v i e j o y l o nuevo >• que obliga a pensar sobre la c o n v i -
vencia entre ambos fenómenos, más que sobre la «¿uperación de u n o por o t r o . L o c i e r t o es
que es i n i p o i l a n i c l a m o calibrar la resislencia a desaparecer de los viejos paTáincIriis y su
pcrvívcncia en las nuevas siiuíicioncs, c o n i i i liallar las raices pasadas (te! n u e v o e q u i l i b r i o .

• Esta ínvcsligacion se ha reali/aili» c n et i ! i : i t L o ü*." los M g i n c n i c s p E o y e c l D ! - tic mvcscigaoon: "1.a i d c n t i -


darf (íe l«s n i u j i T c ^ i l r tla-st* trabajadoia ^ i i Btlhau í'M^í-t'í.l')". d i r i ^ i J o ptir l T 4 ^ c c ^ Líinniiji íOxíiwil t,'ni\tfr-
s i l y t ) l i n - u i t i a d o por e l ( i o b i c m o V'asio .'IIIIJ-^IMM y " L a conslructión hisicwica ik la idenlidatl y de la Jife-
riMíCra c u el l'als \ ' a « n " género, ctiisc y n.iiionalid;íd i!íí76-!97í>r. ñiiaiiciadn p o t ta J>KílC"V1. códi^iO
B ! ( . A 2 I K I 3 - ( H K K C I . 20I):-3I>I>5,
El énfasis que ha puesto la hisloria social en la actuación de las mujeres y de los hombres
en el desarrollo de esos procesos de cambio redobla el interés del análisis y cnfrcnia al his-
loriailor.'a a uno de los dilemas epistemológicos más dificites de dilucidar por las ciencias
sociales: la relación entre la realidad la conciencia y la acción del ser humano.
El contexto hisiiWico en el que vamos a locali/ai nuestto estudio, la expansión del ca-
pitalismo industrial cii Bilbao y en la comarca del Ncrvión durante las primeriis elccailas
del siglo XX, corn:spondc a uno de es<>s momentos históricos de cambio en el que en me-
nos de cincuenta años se produjo un colapso de los modos de vida tradicionales, que su-
cumbieron ante ei ímpetu de la crisis prmucada por el conjunto de transformaciones que
trajo consigo la expansión del capitalismo Dentro de este contexto, nuestro interés se cen-
tra en los procesos de formación de la identidad de la clase obrera durante ese pcrío<l(>
En iii presente comunicación queremos abordar dos territorios diferentes de estudio.
F.l primero se refiere a cuestiones inelodoló^sicas y entra de lleno en el debate histoiiopi-á-
fico que ha mantenido su vitalidad durante los últimos veinticinco años a propósito del ca-
rácter y de la naturaleza de la mediación que existe entre la realidad la cxpcrieinia y la
formación de la conciencia. Como sahcimis, estos debates, que comenzaron en el seno de
la historia social, han derivado en posicitmamientos que ho>' en día reclaman un nuevo es-
tatuto disciplinar cr la nueva historia cultural. Hi objetivo de esta comunicación no es
plantear el estado de la cuestión de este extenso debate sino justificar la elección de nues-
tras lierramienlas metodológicas y explicar, de ese modo, el lugar que ocupa nuestra pers-
pectiva de análisis dentro de la evolución de esc debate.
El segundo terreno de estudio de esta comunicación explora, en el contexto vij-caino,
la construcción de la identidad de clase y de la identidad de género, como dos realidades
inseparables. En este .sentido, no sólo queremos replantear la unilateralidad que ha invadi-
do los análisis sobre la clase obrera y que los ha hecho impermeables a la experiencia de
las mujeres, sino también afirmar que la identidad obreni se constituye en términos di- j ' é -
ncro.' Queremos nmulrar el proceso de construcción de las modernas fronteras de clase le-
vantadas entre la clase media y la clase trabajadora, proceso en el que la categoría humana
de los hombres y de las mujeres que formaban parte de la clase obrera estuvo puesia en
cuestión. Hn ese contexto, queremos ar¡;umenlar que los mecanismos de defensa y de re-
sistencia más relevantes de la clase obrera, capaces de contrarrestar los discursos esiigma-
ti/adores de las clases dominantes, se desarrollaron partiendo de la esfera privada. Pliui-
teamos que la figura, primero, de lo que hemos llantado la mují-rfuerte y a partir de los años
veinte y treinta, de la madre conmeiite. constituyeron, desde el punto de visla simbólico,
fuentes insustituibles de dignificación para la clase obrera en su conjunto. La mujer tuerte
mantuvo, como seiía principal de identidad la creación de un grupo familiar numeroso y
su responsabilidad sobre la supervivencia del mismo, y asumió el trabajo propio y la ges-
tión de los recursos de lodos.''as como tareas inexcusables. Fn el caso de la madre loiu-
ciente. no estamos asistiendo a la aparición de la figura del ama de casa Nos encontramos
frente a un nKxiclo femenino que tomó conciencia de lu posibilidad de reducir el tamaño
familiar y apostó por tener menos hijos;'as para asi poder aumentar su calidad de vida, pero
sin cuestionar la realización, por pane de la madre, de todo tipo de trabajos que hicieran
posible liberar a los hijos'as de ta realización de los mismos, hn este sentido, la madre
consciente no adoptó el sentido de la domcsticidad del ama de casa, para quien la fuente

' OMcrrmos señalar coinii rsluitiiis pionero!» .v cspccialmcnlc brillanics en el cjw.» ik I» tlasc olirtra. d ite
Sonía O. Rose, ¡.imuetl t.íví'ithmls. (}cntfpf and r7iK.v in Xim'iét'íUh í rn/Mn- Eníflttfíd. l.'nivcrsity of California
Press. Herkfle>-. Los Angeles. W2. asi corr» el Irabajo de Anna Clark. / V SimfíKlf.fi'r ihe Breecliei Cetiiler
tinti thf Xiakífii¿ ofthtf í¡titi.\h íVorkJ»ti C'tm-i. UnivcfsHy of Caiitíin:)),! Press. Berkcicy. t m .^nj^clcx t.mulTcs,
1995.
principal de obtención de bienestar familiar residiría en la inversión estricta de su trabajo
en el ámbito domestico.
Hemos querido poner en evidencia que en el proceso de construcción de una identi-
dad de clase posiiiv-a. la conquista de la respetabilidad es una tarca de primer orden, y que
en el logro de esa meta los contenidos de la feminidad y de la tnasculinidad se entrccru/:an
de forma inseparable. Hl análisis de este proceso lo realizaremos en dos partes: en la pri-
mem, nos centraremos en las fuentes de dignificación de clase del primer períoA) de la
formación de la clase obrera vizcaína de (SW a 191J; en la segunda parte, ya sumergidos
en los años veinte y treinta, estudiaremos la aparición de nuevas fuentes de respetabilidad
y la evolución de ¡as antiguas.

R l F S C B I B l E S D O 1A HISTORIA S O C l . - U '

Una parte muy importante de los estudios sobre la formación de la clase obrera se
han desarrollado desde de la historia stH.-ial. A finales de los años sesenta y principios de
los setenta la historia social adquirió un nuevo impulso que le llevó a rescatar la acción hu-
mana del complejo encamado de relaciones sociales y estructuras politica.s y económicas
que la ocultaban. Los historiadores.'as comprometidos en ese empeño subrayaron la capa-
cidad de los individuas para reelaborar el significado de su propia experiencia y para tras-
cender los factores que condicionan al sujeto. De esta manera, se puso en cuestión la exis-
tencia lie un siijein que respondía mecánicamenic a las dcicnninaciones de carácter
estructural. 1--I énfasis puesto en la subjetivitlad frente al absoluli.smo de las condiciones
objetivas, pnwocó debates dentro de la historia social que permitieron su renovación y su
desplazamiento hacia la historia socio-cultural.
El impulso que motivo estos nuevos posicionamientos en la historia social lomó fuer-
za también en otras disciplinas académicas como la literatura, la sociología y la anlroptv
logia, permitiendo que las reflexiones y lo.s avances teóricos producidos en cadjt una de
ellas tuvieran repercusiones en el recorrido de las demás.' Citemos que lodo este conjun-
to ile movimientos que exjicrimenió la historia «icial. asi como la intcrdiscipiinaricdai! que
invadió su metodología, fueron fundamentales en el desarrollo de una historia social respe-
tuosa con la iniciativa humana, con la que nos sentimos identificadas. Nos gustaría, a con-
tinuación, señalar los que, a nuestro juicio, han constituido los hitos de esa creciente im-
portancia del análi.sis cultural en la historia st)cial y, de esta manera, ir apuntando los
referentes historiográficos y mctotlológicos que utilizaremos en nuestra investigación.
Durante los años sesenta y setenta algunos de los principios metodológicos que vul-
neraron la historia social íiicton aquellos que creaban separaciones artificiales entre la
base material o económica y la superestructura cultural o ideológica. En realidad fue este
replanteamieoto conceptual el que provocó el desplazamiento progresivo de la historia so-
cial hacia la historia cultural y el reconocimiento de que era en el ámbito de \as manifesta-

lÍL'aulu R o o l i b rctomice ta impíWlanL-ia de Edward P. Tllomjisiin y de su ufara The Kíakin^ ftft/ie K»^-
lixli H ' í j í í í B j ; i'luM ai t i t j T i i p i i de Í 4 anlnijiwlo^u í n R Riisaldtf. ("elcbraling T h « i i i [ w i n ' > Hcrucs Sociai
Anaiysis in Hislory and Anthropology". en Harvey J K a y c y K c i l h M c l d l a n d . f P Tkompson CfitwaI Her^
spfcriívs, Poliiy PrcM. f'iimtiridEe, l W O . pp H U - I O d De la roisma manera, la hiaoria social c s l á c n doida con
Raymond Winiams y su Münistno •> !i!t'r<iiutn. ¿im ClifTprd O c c r r / y su Itrie'-jírt'íiu-tón Í/Í* lus afliuríí\. así
conio «011 Vkrtc Boutdicu y su O U Í Í W O/a Ihmn- qf Pmcike ciMijunlo de oht«s. cmrc curas, ha pcimiti-
do a los t i i s l o r i a d u r í s a s socio-culturaics iccotwcci n u t v » » fonnas de observar, compicndor c iittcqweUr la ac-
tiim de los seres liuinara».
cioiKS culturales, de las formas simbólicas y. en detmitiva. en el ámbito del lenguaje don-
de el sujeto histórico mejor podía ser explorado.
\-.n el inicK» de este desplazamiento crucial hacia el fenómeno de la cultura y el len-
guaje resultaron pioneros investigadores de origen marxista como Edrard P. Thompson o
Raymond Williams, que se propusieron la supeTatie'm de la relación mecánica base-super-
estructura en la que I j conciencia del sujeto resultaba ser un síntoma de la estructura eco-
nómica. Thompson elaboró un concepto de "'experiencia", que trascendía las relaciones de
prtKlucción y rccimiKÍa la importancia del conjunlu de las condiciones de existencia in-
cluidas la cultura y la tradición y que resultó un revulsivo frente al economicisino. Queda-
ba abierta así una nueva trayectoria de investigación en la que la atención a h iniciativa de
los seres humanos, y con ella, la atención a las prácticas y liiihitos de la clase se consti-
tuían en elemcnlos indispensables del análisis.
Sin embargo, era necesario ahondar en la relación entre la realidad y la experiencia
del sujeto y delcrniinar la naturalc/a de la mediación cxisicnic entre amias. VA lenguaje y
los modos de percepción de la realidad cobraron nuevo protagonismo. Raymond Williams
reticüiono sobre la manera de superar el dualismo malcrialismo'idcalismo planicando que
el lenguaje es una práctica material e indisoluble al ilesarrolk) htimatio Williatns concibió el
lenguaje como amcieiiáa pnkíiai.'^ de tal manera que ¡a dicotomía rcalidad'concicnciu
quedaba disuelta. IX'sdc su perspectiva, la conciencia adquiere existencia material a través
del lenguaje, o dicho de otra forma, a través de la ca-ación social de significados mediante
sigrKW.' Esta actividad resulta inseparable del resto de la actividad material humana, por lo
que la separación entre medios de producción y formas de conciencia resulla artificial, fil
lenguaje es también una realidad dinámica, que se encuentra en permanente creación y re-
creación por parte de los sujetos. WiHiams se refiere a él como la cambiante condeiiati
prúciicii." cuyii análisis permite explorar el cambio .social desde una instancia que es ge-
nerada socialnienie y que a su vez produce realidades sociales.
Esta concepción del lenguaje sitúa a éste en el centro del interés de los estudios so-
cio-ciihurales. A través de! análisis de la encienda práctica se puede observar la percep-
ción subjetiva de la experiencia y rescatarla como algo genuino y separado de la ideología
u del disnirso dominante Desde la perspectiva de Williams, existe espacio para la rcclabo-
ración social del discurso dt>minante. I.os cambios alternativos a este, así como la expe-
riencia de la gente de lo nuevo y diferente de lo heredado del pasado, pueden ser percepti-
bles en estado emergente a iravés de lo que é! demiminii csinwium del mtiir.' A través de
este concepto se pueden descubrir nuevas práctica.s culturales que están en formación en el
prtK-eso social.' Las estructuras del scnlir en suspensión en los relatos subjetivos permiten
detectar las contradicciones que existen entre los ideales dominantes y las experiencias v i -
vidas. En este sentido, la perspectiva analítica de Williams constituye una referencia meto-
dológica partictilarmente útil.
I.os planteamientos mctinkilógieos expuestos hasta ahora posibilitaban combinar el
estudio de la experiencia de la clase trabajadora con el análisis de los discursos y de las
narrativas presentes en el proceso de formación de las clases. Pero para comprender esos

' Lynii Hunl. "HiMory. CuUuiv and Te.>tl" en The- S'm Culttinil UiaU'rt: Uoiversil) of Califonii.1 l'a-sí.
BcriiclCT-fos .Angtlcs. i m . p. 17
' R. WiHianLí, Marxiymi y ttirniiurti, Pcni'nsgla, Baiccliina, 19X0. p. 49.
' Las lomcidcrcias de csia concepción material del l « i | m j c con las de Mijail Bajiín son puestas ilc lelic-
ve poi t;l rtii>i[TKi R. Wiüiam.*,. ihiJeni, pp. 4H-4y.
"• ttWcm. p. Su.
' IMm.v lí-l
* Miehac] Pic*kcrinj; rcali/a un eMensKv anátlsi'; ik Us propiedades de Id exiivaura cfi'í scmtr en M Pickc-
hng, Iliflim. tt/tf-rHWtt'aBi/íWftir-í// Srrn/r,j. MacVtillan PiL->.s. llouivlmilKLonürcs. I W . p p .tl-Jf
discursos sociales a través de los que una colectividad articula sus disyuntivas consideré
necesario buscar otras herramientas metodológicas. Durante los años setenta el antropólo-
go Clifford Gecrtz influyó decisivamente en la manera en la que los científicos sociales
debían pensar sobre la cultura cnfatizando la interpretación sobre la explicación. Su con-
cepto descripción densa'' responde a la idea de que los sujetos están suspendidos en redes
de significación tejidas por ellos mismos (esto es la cultura) y de que el investigadora,
para acceder al mundo conceptual de una colectividad, debe interpretar el sistema de signi-
ficados de esa cultura a través de sus símbolos, sus rituales, sistema de creencias, etc.
Existe en Gecrtz una renuncia a la explicación causal de los fenómenos pero no asi a la ex-
plicación hermenéutica de los mismos. Esta posición geertziana frente a los fenómenos
culturales ha sido especialmente influyente en la práctica del análisis cultural y simbólico
en general y en nuestra investigación en particular, para el tratamiento de los testimonios
orales.
Sin embargo, no sólo era necesario comprender las narrativas de los distintos grupos
sociales sino que había que interpretar esos discursos desde el escenario social en el que se
producen, donde la jerarquía y la exclusión están presentes. [)esdc la sociología, Fierre
Bordicu ha abordado, precisamente, la optwición entre objetivismo y subjetivismo y ha in-
dagado sobre los mecanismos que capacitan a los individuos para construir la realidad so-
cial y enfrentarse a la.s visiones hcgemónicas del mundo El concepto de pixier simbólico
desarrollado por Bourdieu resulta crucial para la búsqueda de los principios de diferencia-
ción que sostienen las sociedades y para deicmiinaT la manera en que los grupos de poder

I C. GeetU. imerprrmtiáit de tus rullurm. Gniisa, Mcíico, IWT. pp. ij-tl.


" P Boidieu. "Social Spate and S>mbültc Powei", ÍMHtoloí¡iaii }'ht'íin\" f. vol. 7 pp 20-13^
se constituyen y legitiman sus posiciones. Para este sociólogo, el poder Himhólko capacita
a los grupos sociales para definir categorias y para llevar adelante una política de diferen-
ciación y distincióíi s<jcial. " Hsta perspc-ciiva permite plantear cí proceso de formación de
las clases sociales como una disputa entre diferentes grupos socialcü por imponer sus re-
presentaciones de la realidad. '-^ En la medida en que los gnqios sociales buscan afirmar su
exislcncia social y legitimar su determinada visión del mundo a través del lenguaje y de
determinadas manifestaciones culturales, estos territorios de análisis han cobrado especial
significación para analizar el ejercicio del poder simbólico en los procesos de formación
de las identidades y de la» clases,
Finalmente, el análisis cultural y de! lenguaje han revelado que una visión no parcial
de la realidad exige un análisis inspirado en el género. La realidad social se articula en tér-
minos de género y sólo una atenta mirada a la construcción social de la masculinidad y de
la feminidad permite ctmprendcr en inda su complejidad el proceso social. Desde media-
dos de los años setenta, y coincidiendo con el desplazamiento de la historia social hacia la
hi^oria cultural, se fue introduciendo el género ixmo una categoría fundamental de per-
cepción y análisi,s de la realidad. Durante los años ochenta, la historiadora Joan W. Scott
avanzó en el análisis de género y planteó que la construcción social de significadcw se rea-
liza por medio del establecimiento de diferenciaciones que pueden explorarse en el len-
guaje. Scotl subrayó que el géiteni, como categoría representativa de la diferencia sexual,
resulta especialmente importante en ese proceso de formación de los significados, por la
frecuencia en que dicha diferenciación se manifiesta como fuente de organización y de le-
giiimación de otras relaciones de poder. " Scon ha planteado no sólo que la diferencia se-
xual y las dicotomías de género se encuentran en la base de la articulación de los límites y
de las posibilidades del comportamiento humano, sino que el género puede constituirse en
metáfora o en anakigia de las otras relaciones de poder de la socialad. '*
El concepto de génem pensado por Scott ha sido tremendamente poderoso y ha per-
mitido romper la supuesta neutralidad de género presente en los análisis históricos." En ta
actualidad, resulta ineludible incorporar a ia investigación histórica ircs ideas respecto al
género: la primera, que constituye un sistema simbólico que .satura el resto de las relacio-
nes sociales y económicas; la segunda, que resulta ser una pieza clave en !a construcción
de la identidad de hombres y mujeres y. en tercer lugar, que las distinciones de género son
un pilar fundamental en la articulación del proceso social.
Por otro lado, y en relación a !a historia social, Scotl ha manifestado la existencia de
una incompatibilidad entre esta diciplina y el desarrollo ik las potencialidades de la cate-
goría analítica de género. En su opinión, el excesivo peso en la historia social de! determi-
nismo económico debilita ia capacidad explicativa del génem, y obliga a la búsqueda de
una epistemología másradical,que Scotl identifica con el post-estructuralisrao. •'' Sin em-

" Eniesi Liclau y Chanlal Mtiuffc han planhadív. isi mismo, que ti lenguaje crea \ts clitscs desde el pumo
de vista Jiscutnivo prederniiendo jerarquías y difereticias emre grupos sociales. En E. I,adau y Ch. MoalTe, He-
gemonía V estrategia Sót^iülísía. Hadü mo radícatkation de ia d€múcrücia,a^)^\, Maibid. 1987, pp. 121-
125.
" P. Bordicu, '• Wial Makei. a Social Class? On Ihc Thearetical and Practical Exisletice of Groups", Ber-
Joumal ojSociolony. a' il (l W ) . pp. 13-17.

" J, W. Scott, "^ihre el lenguaje, el género y la hisloria de la date ubrera", timona Xorial. n* 4 (I W ¡ ,

" J. W. Scotl, Grnder ami ihs fhlitks aílltswry. Oávaiaa University Press. Nueva Vwk. im. pp 42-
43,
G. Bock. "La Historia de las Mujeres y la HiFtona del Género- Aspeólos de un debate imcmacionar'.
WjítttfW StviaJ. n' y (t <» 1!. p. W.
" J. W. Scoil. Ceritter and ilie Palmes of Huuwy, p. 4. LnuiKí Tilly Ira manlenido una polimiti) abierta
cun Scon a propbsiio de la capacidad de ta historia social para manejar la perspectiva de giiwro. en L. Tilly.
bargo, a nuestro juicio esa disyuníira entre historia social y deconstniccionisnio podría
soslayarse. Precisamente, el dBspla2aniiemo de la historia social hacia la historia socio-
cultural ha promovido la asimilación de nuevas conceptualizacioncs teóricasque ayudan
a ctitcnder, en buena parte de su complejidad, la construcción de la ¡denudad de los suje-
tos, la elaboración de sus experiencias individuales y colectivas y. en última instancia, el
cambio social.
Rn concreto, crecmcrai que la incorporación del análisis cultural y siittbólico ha penni-
lido a la historia social progresar en cuatro direcciones: la primera es el estudio de territo-
rios como la tradición cultural y las cosmmbres de una colectividad y su papel en la articu-
lación de la mentalidad c identidad de esa colectividad; e! segundo es el estudio de las
retóricas naturalizadas, como el sentido común o los discursos de la diferenciación de gé-
nero, que articulan la vida cotidiana; el tercero ha sido poder explorar las batallas discursi-
vas que aifrenian el imaginario que conforma "lo ya sabido" por una comunidad, con las
nuevasretóricaspolíticas o sociales pensadas para responder a las disyuntivas que encara
esa comunidad; finalmente, el análisis cultural y simbólico nos ha conducido al estudio de
la subjetividad. Esie terreno ha sido especialmente desarrollado por los historiadores'as
orales, quienes a través del estudio de la memoria y del recuerdo han explorado las formas
de interpretación y reelabomción de la expenencia vivida.Hl análisis discursivo de los
recuerdos ha permitido analizar la subjetividad como un hecho social c incorporarla, asi,
como fuente para la historia.
Los avances en estos cuatro terrenos han enriquecido los estudios sobre la formación
de las clases sociales y sobre los procesos de readaptaeión y supervivencia de las comuni-
dades »me crisis generali/.adas como la planteada por la expansión del capitalismo. De he-
cho, la batería de conceptos y de herramientas metodológicas que hemos desplegado no ha
sido arbitraria y estárelacionadocon la voluntad, manifestada en el título de esta comuni-
cación, de rccscríbir la historia social. Creemos que el giro cultural que inició la historia
social hace veinticinco años ha sido beneficioso y que hoy en día reescribit la historia so-
cial significa realittir «na lectura socio-cultnrai del pa,sado,' * a la ve/, que situar en el pun-
to de mira la relación entre clase y género.™

"Gtmfcr. Womcn's Hisioty «nd Social Htsttiry". Soc-hl Saeiice Hiaory, 4, vol. 13 {imi p. 25. Por au
parte, nicni Víirikus. lia descrito los léiinir»» de la polcmica cnifc Scolt y Tilly «i su articulo, E. Varikas. "Ckn-
dei. t-xpeijence and Subjcctívity- the Tilly Scott Disagreemcni". .Ven- Uñ RHVKH. n' 21! (m5>.
'' Viciaría F. Btmnell y I.ynn IIiuii pLanlean que una de te virlude;» de la leoiias posmoderruis ha sida el
cstabtecjmieiiiú de um mieva lengua franca nae hsi surgido de los pmblemas episicmoiógicos y metodológicos
comunes. Asi, tcminiís como cultura, pmritcfi, relaúS'tmin. ivtrciad. ilhcurm. Rarratun, micnihistffni] y oíros
w han hecht) comunes en la tnve&u^ióa dt mucliii& ciencias sociaicíi. Hn V. b. Bonncli y t. tium. Bsyoiiít íke
Cultural Ttim, A'w Dmetimi m IkeSludy oJSociery andCulltire, linivereiiy orCalifoniia Press, BcAeley.
Los Ángck», [,im<t«s, I W , p. 25.
El mi de la tiiomom. no w>lo como trananisora y consenadora de recuerdos, sino, sobre todo, como
pcmwncnlc rfcmsimcinni de la hisiori», ha sido anslíKido por Mercedes Vilanoví en M. Vilamiva, "Rcmemo-
ratii'm en la Hislotia", llutanú. AnirtOiKilo^ia y Furnics Ofúles, B" 30 (3003). pp 23-31.
*" Rc&pcclo a esta disyuntiva catre tustoii» social o historia si»ci(M;iiltMFal y la adopcifwi de u n a epistemo-
logía mis radical, Miguel Angel Catirefa mantiene una pa»uta üimilar a la de J. W. Scolt y se inclina por la dt^
fcnsa de la nueva kislomi ívliurcil En M. A. (labrera, Hislotia. len^jey leotia de la wtíedad. Fróncsis f i t c
dra, ünivmidad de Valencia. Madrid. 2U0I.
^" Ana Aguado plantea el cnriquceimicnto para el conjunto de I» Hisioria que supondría d«sleiiar la con-
cepción de las mujeres c<tnHi "lo olrt>", "^lo atrasarlo" o lo fM> íigui 11 cativo. Uti A. Aguado, "La iti&loria de ia&
mujeres como Historia Social", en-M." l éil Val Valdiviejo, Tomás M. Pérar, M,'J l>ucñas Cepeda y C. de U
Rosa C i ^ , La Hinvriü de ¡as Míí/t^rcs: itm* rmíiós kisUuiográfKa, UnivcrMdad de Valladolid. ABIHM, Va-
Uadolid. im, p. 68
LA RGURA DE LA UÍJJER FUERTE FUENTE PRINCIPAL DE DIGNIFICACIÓN DE LA CLASE OBRERA

Para el estudio de la construcción de la identidad obrera en primer lugar, nos dirigire-


mos a los lenguajes de clase activos y presentes durante el período de expansión de la eco-
nomía capitalista en Vizcaya. A través de la conciencia práctica^' de ta clase media obser-
varemos ia forma en que esta clase construyó las barreras de distinción respecto a las
clases trabajadoras- Kste proceso de diferenciación y de jerauxtuización at que nos referi-
mos favoreció la exclusión de las ciases trabajadoras de las nociones geiteralizadas de vir-
tud y de respetabilidad. La clase media utilizó la asociación entre consumo de alcohol y
masculinidad obrera como un elemento cstigmalizador de las clases trabajadoras. IX; la
misma manera, las mujeres y su dura existencia en los poblados mineros en condiciones
de hacinamiento, escasez de medios y exceso de trabajo fueron utilizadas como un medio
desde el que cuestionar la moralidad de la clase obrera en su conjunto. Rn el análisis de
la conciencia práctica de la clase trabajadora, prestaremos atención a ta articulación de la
defensa de su propia humanidad frente a la exclusión de la misma planteada por la clase
media. Argumentaremos que en ese proceso de dignificación y de conslrticción de una
identidad de clase positiva la figura de la mujer fuerte jugó un papel tniscendental, que
muestra, por un lado, que la identidad de clase y la identidad de género son dos realidades
inseparables, y por otro, que el ámbito privado puede constituirse en un foco de resistencia
y en un escenario para ia formación y desarrollo de las identidades de cla.se.
V.\o de clase media queda bien reflejado en el trabajo de campo tealÍ7<ido
por Jacques Valdour sobre la vida obrera española. Para ello, desempeñó diferentes tra-
bajos y oficios, entre ellos, contratarse como obrero en las minas de La Arboleda (Vizca-
ya) durante el mes de julio en el verano de 1913. El resultado de su im^esligación fue un
texto en el que se hace evidente el relato subjetivo y testimonial. Digno representante de la
clase media conservadora y ferviente católico, Valdour pretendió a través de sus estudios
denunciar la influencia dañina del socialismo entre la clase trabajadora y defender la doc-
trina social de la Iglesia, pero desde posiciones ultracatólicas. Creemos que su testimonio,
a pesar del origen francés de su autor, resulta representativo, tanto de los temores de la cla-
se media vasca y española respecto a la cuestión social, como de la ofensiva ideológica an-
tiliberal in^julsada por la derecha católica española desde fines del xix.
Así, resultó bastante habitual en ia época asociar las miserias que aletuizaban la vida
de los obreros a su naturaleza vici<)sa c ignorante. Rsa postura de clase convirtió el consu-
mo de alcohol entre los trabajadores, tanto en un elemento desencadenante de la "miseria
moral" que rodeaba la vida de los obreros, como en un símbolo diferenciador de la "pure-
za" de la clase media y de la "indignidad" de la clase trabajadora.'' "Si los mineros emi-
grames son ahorradores -describe Valdour-, la población obrera estable es, por el contra-
rio, muy derrochadora: ta vi(fci material [,..) se disipa en el cabaret, en e! juego, o en las
fiestas, las romerías de los pueblos vecinos [. .]. Los mineros beben, generalmente, dos li-

" RBynHind Williams dabnra este «mcepto coma siminiiiKi de lenguaje, definido éste como una prictlci
material 6 mJisoluble al deaianoilu humano. enR. Williams, Mürxíxmo} literatura, p. 49.
J9cquc^ Vjiídour ?s c) ^dónimo del investigador francés Louis Martin, doctor en Derecho por ta t.'ni-
vcrstdod de la Surluniic. A panir de HI4 publicó un conjunto de tjhns bajo el título genérico IM vie ouvriére,
uhsenatiout vd<m;j. en el que se describen condiciones de vida y de trabajo de dishnUs zonas de Francia y de
Fjipiafla. ai F. Luengo (cd. I. JKques Valdour. í7 obrero apuño! Eyieriendas vividas ten el País fteeoj. Uni-
versidad del País Va!tn>. Rilhao. 200fl, p, 15.
-' Ricardo Campos Marín plaiilea <)ue el tema del alcohol te convirtió en indicador tanto de las cualidades
ncgDiivas del obrero, coirto de cuáles eran los hábitos de vida correctos ostentados por la burguesía Hn R. Cam-
pox Mario, "Hl obrero abstemio, salud TT>oral y política cu el discurw anliaicohólico del soctaltoíinu cspaAol a
principios de siglo". Hhtona Social, n" 31 (I99B). p. 29.
tros de vino al día y un buen número de ellos tres Pueden tomar tan gran cantidad de vino
sin emborracharse. Los días de gran fiesta, el dia de la fiesta del pueblo y el 1° de Mayo,
la borrachera es general y k>s actos públicos inmorales no son extraños. [...J."-'
El socialismo, por su pane, llevó a cabo una tarea de reconstrucción de un discurso
dignificante de Sos trabajadores, pero en la realización de esa tarca no se enfrentó a! dis-
curso estígTTxati^cadur de ta clase media, a propósito del alcohol y de otras costumbres de
esparcimiento populares. El socialismo diseñó una nueva doctrina con la pretensión de
construir una cultura obrera equidistante, tanto de ía cultura popular, como de la cultura
dominante de la clase media. Esto se tradujo en e! abandono y ta condena de una serie de
elementos integrantes de los usos y costumbres de la cultura popular como eran el consu-
no de alcohol, los toros, los bailes populares y el juego. '• En 1905 era posible leer en el
semanario La Lucha de Clases: "¿Quiénes van a los garitos y tabernas? En su ms^oria son
trabajadores los que [... J actúan en estos inmundos sitios, templos del vicio y de la inmo-
ralidad. [...J Trabajador, no sigas por ese camino, donde malgastas tu dinero haciendo pe-
recer de hambre a tu familia".
Pero la aímciación entre consumo de alcohol y masculinidad obrera mantuvo su vi-
gencia entre las clases trabajadoras por largo tiempo. El testimoitio de Joaquina Ramos^'
nos permite percibir la solidez del vínculo entre el alcohol y ta masaiiinidad: "Amaya (la
nieta) -comenta Joaquina • me sucic decir: 'mi abuelo era un borracho". Digo 'No, tu
abuelo no era un borracho. Tu abuelo y todos aquéllos, decíamos que eran hombres. E!
que no bebía no era hombre ¿entiendes? E! que no bebía no era hombre. Yo tenia mi mari-
do, que csluvo en los pesqueros de Santurcc a los dic¿ añoü, y bebía como un cosaco. Y
yo, cuando mi hijo el mayor, Jesusito, empezó a trabajar con él, empezó a bcbet mi hijo'.
Y llegó un dia mi primo y le dijo: 'Jestis, a tu hijo no le des de beber". Dice: 'Tiene que ser
un hombre, como yo'
Aunque ya hemos planteado que la condena del alcohol y de la taberna formó parte
del proyecto socialista desde fechas bien tempranas, no sería hasta ta década de los veinte
y, sobre todo, en los años treinta cuando el socialismo acabó de perfilar un ideal obrero
masculino sohire nueras bases, que vinieran a sustituir al alcohol y a los usos asociados a
él, por otros elementos de dignificación masculina ligados al tratiajo y a la respon-sabilidad
familiar. * Antes de esto» cambios, el estereotipo de masculinidad obrera manhivo un es-
trecho vinculo con la taberna y el alcohol, incluso con el juego y con la posesión de un ca-
rácter penctenciero y agresivo.
Pero el discurso de las clases medias se propuso cuestionar ta respetabilidad de las
clases trabajadoras a través, especialmente, de juicios negativos sobre el comportamicnlo

^ Jacqucs Valdow, fJ ohrero fspanoi, pp. 88-91.


^ Ciirlt». Serrano it»<i1u el a^iulo c o i u r ^ de le» valoies y prácticas quf cimsiituyen la cultura pi^ular y
los que dan «rigen a li cultura tibrcra En C Serrano. "Culnira popular/cultura ntsrera en E.«paña atredcdor de
1900", HaUina Social, n'4 (1989),p. 24.
" "El juego y e! alcohof. La Luche lie CItises. 1 de julio de 1905.
Joaquinj» RanKís nació en Sciitao en 1926 en una familia de 7 licmianos/as. Su imdn; fue bamiTadora de
1.a Naval y d padre bóteru (ti bote es et baico que transporta gente de un tado al clro de la lia del Nervión), cn-
ucvm¡¡ 1,26 de noviembre de tW2
^ Nerea .Aresti lia planteadxi que el M K i a l i ) ^ ) adu|)iñ «»a fnnnutaciéri rnodema de la ma?sculimdad que
lenla muchos jnmsos de cmesiáo con la propuesia liberal, centrada en la valoración del líabaja, la responsabili-
dad familiar y ta crítica al donjuanismo. Kn N. Arcstí, Méilicas tkm Juanes y muferes modernas. Los idmles ¡k
fímmieliid y masculiiíiilaá. en el primer tercio M siglo w, ^..•ni^•crsi<Jad del País Vasco, Bilbao, 2001, pp 232 y
233 Por »u parfe, Pilar Pcre7. Fuentes Ka anali/iido, en el ca-'ío de Vi/cava, la bÚMqucda de una salida a lu» pro-
hlemaíi de la familia ot>Fera de!ule ei pumit de vi^la de \m reformadora ttocialeíi y de lo^ sectores sociales que
trataban de afianzar el orden social En P. Pcn» fuentes. "El discurso bigienisia y la irwralización de la clase
obrera en la primera industrialiir^ción vaisca", iliataria Cantemfmrwtea, n" 5 (1991).
í

de las mujeres. La moralidad de las habitantes del entorno minero de la Arboleda fue
puesta en cuestión por unos discursos de clase media que ponían a las mujeres bajo sospe-
cha al enjuiciar como impropias para la virtud femenina su vida en comiiciones de hacina-
miento, escasez de medios y abundancia de trabajo. Las observaciones de Valdour fueron
también en este aspecto representativas del poder simbólico ejercido pur la clase media,
que al poner en cuestión la honradez de las mujeres pretendía el descrédito de los hombres
de la clase obrera y la demosiracitw practica de la degradación de su humanidad. "Rn
cualquier época -afirma Valdour- la moralidad es deplorable: la promiscuidad produce
efectos inevitables, y los peores. [...) Padre, madre, niños se instalan en cuartos exiguos,
{...]. F.n una mina cercana a La Arboleda [,..], un minero discutía con unos peones que te-
nía en pensión: 'Por mucho que llagáis con mi mujer lo que os dé la gana, no podéis decir,
como pretendéis, nuestra mujer, ya que sólo yo estoy casado con ella; [...]'... f^stamos en
los montes de Vt/£aya, en el cnra/ón de una explotación indusirial [ .], una pequeña so-
ciedad salvaje, de bestias con fonna humana". ^
A principios de siglo, la observancia de los principios de la domesticidad resultó ser
la forma principal de consolidación de las serias de identidad de la cla.sc media y el meca-
nismo por el que calibrar no solamente el estatus de clase sino también la moralidad, de
los componentes de la clase media en su conjunto. ^ En «na perspectiva articulada desde
esos referentes de la domcsticidad de clase media, como la de Valdour, las fortnas de vida
y de relación de las mujeres de las clases trabajadoras sólo podían recibir un severo juicio.
Iji aparente ausencia de barreras al contacto entre los sexos en las casas y barriadas mine-
ras ievaniaN la sospecha de promiscuidad tu mismo que la convivencia estrecha de las
mujeres de la familia con los hombres, a veces extraños, acogidos en sus casas como peo-
nes, era interpretada como poliandria. A los ojos de Valdour. la supuesta falta de pudor de
estas mujeres haMaba significativamente de la debilidad moral de los hombres de la clase
trabajadora. Éstos ñieron merecedores del juicio más riguroso: la asimilación al salvaje y a
la bestia.
Sin embargo, las mujeres y los hombres de ios poblados mineros de La Arboleda se
juzgaron a sí mismos desde otra escala de valores. Sus fuentes de dignificación no se fun-
damentaban en los criterios morales de las ciases medias. Las fuentes de dignificación de
las clases trabajadoras emanaban de la tradición y ia costumbre y. sobre todo, de ias fór-
mulas ens^adas con éxito de encarar la necesidad, Asi, otros referentes simbólicos y otros
discursos, que narraban la épica de su propia supervivencia, ofrecían a las clases trabaja-
doras la oportunidad de encontrar formas de reconocimiento positivas y de generar autoes-
tima individual y colectiva. Uno de esas fiientes de dignificación para la clase obrera fiie
la figura de la mujer fuerte.
Durante el primer tercio del siglo x.\ la responsabilidad femenina sobre la subsisten-
cia de la familia flie una constante durante la época prcindusvial y continuó siéndolo du-
rante el primer período de expansión del capitalismo." La figura de la madre estaba estre-
chamente vinculada a la prole, mientras que la figura del padre resultaba más díALsa y su
desatención de las caigas familiares frccuenicmcnte excusada. Aun en las condiciones óp-
timas, en que el padre convivía y contribuia con su presencia y trabajo al desarrollo de la
unidad familiar, la responsabilidad última sobre las condiciones de supervivencia del gru-
" Jacques VakkMir. oftíwn n^Míoi. pp. 92-93.
» fzrí un emitidlo del papel de la donmiicidad en la canstmcción de la identidad de cliue media vasca ver
M. LfaMUU ünirt señorita v gaj\-otne Hisioria oral de las mujeres: bílhai/iax Je claxe meáia. /V/y-ííí.íV. l^ni-
vcnidad d« Mábga. Málajpi, 2002
" i;icn Rosa -leftila nue entre las cUses trabajadoras inglesas cnin las madres quiimev coi) su peiiwa y au-
losKfiricio amortiguaban el impacto de b pobreza. En E. Ross, /.ow aiuí rail Moihertioediir OiMmi Londm
im-tm. Oxford Univ-cniily Press, Nueva Yixt-Oifotd. 1993. p. 9.
po fue femenina. En la cultura de las clases trabajadoras la madre sabia que era su respon-
sabilidad hacer todo lo posible para organizar la subsistencia del hogar y sacar ta familia
adelante, Kn ese contexto, el sentido de ser una buena madre fue, sobre todo, ser una tra-
bajadora infatigable.
Las mujeres de los poblados mineros de La Arboleda apostaron por un tipo de familia
amplia con una dinámica interna de colaboración y de trabajo de todos sus componentes,
que oftecia mayores garantías para afrontar las duras condiciones de vida impuestas por la
industrialización. La familia numerosa y unida, con una capacidad de trabajo diversificada
en función de la edad y del sexo de los hijos e hijas, se constituyó en el mejor baluarte de
la supervivencia familiar.En ese medio, se desarrolló un modelo de identidad femenina
fiiertc: la figura de ia mujer fuerte, que realizaba múltiples babajos informales y que ges-
tionaba, tanto el potencial de trabajo de todos los componentes de la unidad familiar, como
los recursos que se obtenían con el concurso de todos.
La identidad de las mujeres cuya.s formas de vida se articularon en tomo al modelo
de la mujer fuerie estuvo atravesada por el autosacrificio. por la voluntad de servicio a la
fatnilia y por el trabajo. Kt referente de la mujer fuerte constituyó una fuente de dignifica-
ción entre las clases trabajadoras, que contribuyó a que estas tuvieran una percepción posi-
tiva de su vida, a pesar de ia pobreza de las condiciones matcnales. La capacidad de orga-
nización de un hogii obrero en condiciones de subsistencia, así como la gestión de la
pobreza y ia sabiduría para afrontar la adversidad, fueron reconocidas como un gran valor
por los componentes de la familia, y la mujer responsable de todo ello merecedora de re-
conocimiento. La identidad de las mujeres de las clases trabajadoras estuvo marcada por
este modelo de mujer robusta, fuerte, sacrificada y serviciaL madre de numerosos hijos/as
y con energía inagotable para trabajar por la familia.
Pero la identidad de los hombres de la clase obrera también se construyó en tomo a
ese rcfctente de la mujer faene. Esta figura constituyó un ideal femenino honesta y digno
a los ojos de la ciase obrera niasctilina. que contribuía a alimentar su propio orgullo de cla-
se. La dignidad emanada de esta figura permitió contestar los discorsos ofaistvos de la
clase media y construir tma identidad de clase positiva en tomo s tres elementos asociados
a esta figura de la mujerfuerte. El primero fue la reproducción de la vida: para las mujeres
y los hombres de la clase obrera el nacimiento de los hijos/as ttrvo una significación posi-
tiva y file motivo de orgullo." El segundo elemento giró en tomo a la fortaleza y salud fí-
sicas. En el medio minero existía una natural estinw de los hombres por esos atributos, que
eran vistos como condiciones imprescindibles para enftientar la dureza del trabajo. Las
mujeres participaron también de esos valores, de lal forma que ser fuerte y robusta consti-
tuyó una cualidad femenina positiva, que señalaba la capacidad para enfircotarsc al asalto

M^c«des Art»iza plsnlra que las famibs insialadis ,al bordt de U Ria de Bilbao se caracterizamn por
ftiroar WK trogariK en eSídes letnpranas y ponjue la flupcialidad era uticiicamemi; univctsai. ArbaiMi sulsava,
además, tifie el abultado núnterü de lu|OS tjue tuvieron las mujeres a fines del siglo xix y comicnjos del xx res-
pondió 3 estr,itcgÍ9,t de supervivencia colcctj^'a para hacer frcnle a la elevada mortalidad infantil, en M, Aif>aÍ73i,
"A prnpíiaito de la támilia niodema". en V. 1. taspistegui y M. tA. Lamía, htotlernizacim. tiesarralh econú-
miro y irans/armación ivdal en el fais Vasco y Nmarra, Eunatc, Panplona, 20rt3, pp, 79 y fO
••' Los hijos-'as eran bienvcniilíis y. adeiriás de celelwar su llegada al Tmíndt>, en algunos casos se mostraba
de ItXTna ritual cierta veneración pot la fcitilidad, quizás como un inodc de afiimación natutil tatc a la muer-
tc. I;s el caso de Li« lígula, que nació en 1(»I6 en Covarón en una fanulta de trece hennaiiosía!, cnenB el si-
guicme relato sobre su padre: ''Cuando mí madre NC ponía de parto, mi padie sabía ciiáodo tenia que aeluar^ Mi
madre amarraba tos oni^igt>s y mi padre Im oKlaba, Mr padre nos Cí^tü a Icrdo-s. Cortaba el ninMign y planta-
ba un árbol eon la placenta de cada uno. Plantaba un irbot (se ríe) y ini ea.>ia estaba llena de irticles. cada uno
un éitwl, que decíanlos: 'ese es el de Lu7. esc el de julio", todos teniaraos nuestro árbol pon|ue hsWa enterrado
laplaccmaallMseric)" I,uzF,guia, II de diciembre de 2002.
Homentt}!' a lii mai/rf i'as<^

permanente de ia miseria El tercer elemento asociado a la mujer fuerte fue la valorización


de la unidad. " La apuesta femenina por tejer redes de relaciones familiares y vecinales fa-
voreció el fortalecimiento de la solidaridad y .su comprensión de la misma como el instru-
mento más útil para afrontar la adversidad, E.stos elementos asociados a la figura de la mu-
jer fuerte constituyeron fuentes de dignificación no sólo femenina, sino de la clase obrera
en su conjunto.
Es posible descubrir en la subjetividad de las personas que vivieron sumergidas en
ese proceso de construcción en positivo de la identidad de clase, un orgullo respecto a sus
orígenes humildes, y una síntesis de vida final reconciliada con la durc/a de los tiempos
pasados. Los elementos de dignificación que antes hemos señalado constituyen señas de
identidad en la memoria de esos habilanics de La Arboleda. El concepto de descripción
densa " nos va a permitir el acercamiento a los significados inscritos en la memoria de
Elisa Antón y la interpretación de los mismos. Elisa perteneció a una familia amplia de
padre y hermanos mineros, en la que la madre y ei resto de mujeres de ia familia se es-
forzaron cotidianamente por elevar al grupo por encima del umbral de la subsistencia;
"Nací en la cuenca minera comienza a relatar Elisa . en lo más alto de Barrionucvo. un
barrio de La Arboleda Hija de mineros, Ramón y Vicenta. Padres maravillosos Me crié

^ niísa .Anión, que nactó en la yona minera, en B a m o n u c v o en !V| recuerda que su madre Vicenta, des-
puc.% de una vida llena de faltgas. reunió a sus hijos en t o m o a i u iecho de muerte para fiahiarles por última vez
y di|0 m. " H o y que estái-*i aquí Uxkis reunidos, no os pido nada en !a vU!a más que sems u n i d m los íicrntanol
Nunca os separéis, que la familia unida es lo que más vale en la v i d a " t n t r c v i a a a t^lisa Anión. I . 12 ilc no-
viembre de 200:
con bastantes hermanos lodos juntos " y con padres tan buenos, son cosas que jamás se ol-
vidan. Nos dieron mucha educación y mucho cariño. Ellos eran tan pobres, bueno como
todos los mineros de antes, que otras cosas no podían damos, nunca faltó el pialo du coci-
do y el pan en la mesa, con eso y su cariño era suficiente para nosotros y para no olvidar-
les jamás. [..] Antes de los catorce años, éramos muchos y hacía falta todo, a.si que ayu-
daba a todo lo que podía: traer escarabilla." ésta fiK una de las cosas que más hice para
poder tener calor y hacer las comidas; otra, la leña; luego, basuras para ks huertas; segar
hierba para el ganado; refsoner forraje, lavar, planchar, coser; bueno, infinidad de cosas y
todas se rae daban bien. Y todo esto mucho me ha valido en la vida. Bran tiempos dificilí-
simos y asi pasaron los años, mal calíada, porque no se podia mejor sin ofender a mis que-
ridos padres, pasando muchas nieves y muchos vendavales, con grandes fríos, pero mi
vida estaba casi siempre en la calle. Esto me hizo estar sana y hiertc y no acoquinarme por
nada. Todo cslo que yo pasé me ha valido mucho [..,], luchando en la vida aprendí de <udo
[.,.], en total, que yo no encontré nada difícil. Mis años de juventud fui fcli?,cn mi querido
Barrionuevo, en aquellos tiempos éramos una gran familia. Disfrutábamos todt)», había
mucha necesidad, pero padres, hijos, hermanos. Indos juntos con todos los vecinos nos di-
vertíamos, cantábamos, bailábamos y reíamos, era aquello una maravilla",
La escena recoge el conjunto de elementos asociados a! ámbilo privado que fueron
trascendentales para la dignificación de las clases trabajadoras: una familia bien goberna-
da, un buen número de hemianosj'as. trabajo y colaboración entre lodos para salir adelante,
salud y fortalecía físicas, la tuiidad familiar y la red vecinal. La importancia de estos ele-
mentos en la construcción de la identidad de clase nos pone sobre la pista de la necesidad
de poner en relación el mutwlo de la llamada esfera privada y la esfera pública y de consi-
derar las barreras entre ambas como algo a redefinir. La construcción de la identidad obre-
ra a partir de la cultura asociada a la figura de la mujer fuerte muestra que identidad de
clase e identidad de género constituyeron dos realidades inseparables."

LA mam COSSCIESTE V LAS NUIÍVAS «JENTES DE RKSPETABIUIUB DE LA CLASE OBRERA


La plena vigencia del ideal de la mujerfuerte coincidió en La Arboleda con el perio-
do de las grandes huelgas que dio paso al desarrollo del primer asociacionismo sindical y
a la expansión del socialismo en Vizcaya. Este periodo se inició con la primera huelga ge-
neral minera de mayo de 1890 y se extendió hasta 1915- Ese afto, la victoria de Indalecio
Prieto sobre Facundo Perezagua, traducida en la expulsión de ¿síe y de su agrupación del
Partido Socialista, luvo, desde el punto de vista simbólico, el significado de poner fin a
toda una etapa del movimiento obrero vizcaíno, caracterizada por la dureza de los conflic-

'* VicíBta. !a Mdte Je Tilia, tuvo catorce alumbraratcmos de tos tiaics salreron adctantc ílele hijosías.
Elisa recuerda que en la nicw» sicmpn; fueron ocho hcroianos, porque la madre tr»jo una riña de la Infancia para
criar, nue vivid cuino iHrn hcmiana con ellos, d padre, ¡a madre y cuatro posaderos. Elisa Antói, enlreviiHa I.
12 de noviembre de JOfiJ
" Son rcsidiios de carWn que quedan et) los ahedeilores de los IHHTIOS <tc calcinación del hienu y que la
jKihliurión recoge par» uso domcsltco.
^ Mcmonas mexlitas de Elisa .\miVn.
^ A propó&ito de estn, ICaiheleen Canning sostiene que la identidad de elau lie conitiaiye culiutalmcnle,
no solo en conflicto» pot salarios o por Ijtrapo de tratajo. sinotenibiénen teplanteamientos sobre ci orE.«lto, la
tespelabiilidad y la percepción ik los cuerpos y de !a dignidad familiar. En K. Carniinii;, "El género y l« política
de fonnjicíón de la clase H H H I U : nuevas rcflationcs sobre la liisUHia dct taoviimento obrero alemán", Atemty
tos laborales y el radicalismo ideológico de sus dingentes. ^ En este contexto, se produjo
un debilitamiento definitivo de la posición de los mineros en el movimienlo obrero vizcaí-
no, que coincidió con el fortalecimiento y finalmente con la supremacía de los trabajado-
res del sector siderometalúqgico, cuyo sindicato nació en 1914. A partir de 1915. Prieto se
apoyaría en este sector de obreros metalúrgicos, que serian los nuevos protagonistas de los
conflictos laborales. Desde 1918 Prieto fue elegido, repetidamente, diputado por Bilbao al
parlamento cspafioi. gracias, en gran parte, al voto republicano. La línea de acercamiento
entre la tradición liberal republicana y el .socialismo cnconin') nuevos cauces para profiin-
dizar durante los años vcinie, llegando a constituir la proclamación de la II República en
1931 la victoria de un proyecto de colaboración entre la izquierda y el liberalismo progre-
sista ya ensayado anteriormente.
Rn todo este largo período de modcrantismo político el socialismo desarrolló nuevas
fortnas de dignificación de la clase obrera, a menudo inspiradas en las costumbres e idea-
les de género de la clase media, en la pretensión de ver así incrementada su respetabilidad
como partido a ios ojos de las clases medias republicanas. Pero no sólo guiaba las nuevas
propuestas un afán utilitari^a, sino que existía, como ya vimos, en los dirigentes .socialis-
tas desde tiempo atrás, un empei'io de moralización y di.sciplinaniiento de la clase obrera.
A menudo, la adhesión del proyecto socialista con estos ideales inspirados en la clase me-
dia se ha confundido con la adaptación en la práctica de las clases trabajadoras al modelo
de domcsticldad de las clases medias. Sin embargo, nos gustaría argumentar que no se
produjo esa reproducción mimética de los ideales de género dominantes, por parte de los
hombres y las mujeres de la cla.se obrera, sino que más bien se trató de una interacción di-
námica entre los ideales hcgemónicos y las propias señas de identidad de genero de la cla-
se obrera.
Duranic la década de los años veinte y, sobre todo, en los años treinta, las jóvenes de
las clases trabajadoras, que habían convivido de cerca con la figura de la mujer fuerte, co-
menzaron a alejarse de ese modelo femenino en algunos aspectos fundamentales. En la
conciencia práctica de las mujeres cuyas madres habían encamado el valor y la ñmción de
esa figura simbólica es posible detectar una nueva estructura delsenlir" que nos pone so-
bre la pisca del desarrollo de cambios trascendentales en los ideales de género. La nueva
estructura del sentir que es posible percibir en esta nueva generación de mujeres pone de
manifiesto su renuncia, en lo que se refiere al número de hijos/as, a la vida de sus madres.
La aparición de contradicciones en tomo al hecho de tener muchos hijos'as y al grado de
atención que se les prestaba, nos pone sobre la pista de los cambios culturales que se esta-
ban produciendo en la concepción de ta familia obrera, en las relaciones conyugales y en
el modelo de maternidad.
Efectivamente, durante los aftos veinte y treinta se produjeron cambios significativos
en la concepción de la maternidad. Asi, la preocupación de los refonnadores sociales, que
a pnncipios de siglo se había situado en la reducción de las altas tasas de mortalidad infan-
til, pasó a ser las condiciones en que se ejercía la maternidad. La mejor madre dejó de ser
aquella que concebía el mayor número de criaturas y su lugar lo ocupó la madre conscien-
te, es decir, la que pwiía en relación el número de hijos/as con las posibilidades familiares
de criarios con garantías. Esta nueva concepción de la maternidad, que hacia prevalecer
" ir.fialt'oliticaohreiamelPm l'(!jTOí/».TO-/WJi,Tunicr,Madrid, 1975, p. .156.
' R.Williítns..W¡iriMJiro)./i(i-rt«M/u, p. lí-l
" Iji nueva geieración de mujeres la constiiuycmo jóvenes que ptoccdian de cjc modcl" de fvniUa iiiii-
plia en el que todos colatoraron i b sopervivcwU y donde aprendieron a imbaJM Asdc nite.
" Bl tcimino madre cnnmente, rescmado por Kciea Aresti de I» Icóric» de la época, nos parece el más
apropiado para definir la nueva etíruciura iM sentir de las mujeres respecto a la maternidad, en N. Aietti. Ué-
dkm. Dem Juanes, p. 178.
criterios de calidad en el ejercicio del cuidado materno sobre la cantidad de hijos/as, cons-
tituyó el autentico leitmotiv para que una nueva generación de mujeres jóvenes de las cla-
ses trabajadoras se propusiera la limitación de su capacidad reproductiva.
Hl cambio de mentalidad que supuso desear formar familias más pequeñas se rclacio-
m con el abandono de la idea de supervivencia colectiva que habia prevalecido anterior-
mente, Si antes los hijos'as habían constituido una pieza fundamental para la subsistencia,
ahora se trató de que los hijos/as quedaran eximidos, en lo posible, del trabajo y de las car-
gas familiares. Evitar el sufrimiento a ios hijos y garantizar su bienestar constituyó un ob-
jetivo anhelado por una nueva generación de madres. E\o consciente de la materni-
dad y el control de la reproducción fueron requisitos indispensables para alcanzar tales
cambios. La memoria de Purificación Lópcf nos permite un acercamiento a esa nueva es-
tructura del sentir de la que estamos hablando: "Una vez -comienza a relatar Puri- se casó
utia amiga mia. Bajaba yo de recados y me encontré con ellos, con el marido y con ella,
que habían venido ya de viaje de novios. Y estaba el cura Don José y otro, Txomin. Y le
dice Txomin; '¿Cuántos hijos vas a lenerV, Dice: 'Los que Dios quieta'. V le dice (se rie)
Don José, el cura, dice:' Los que Dios quiera, no Los que te haga ésic*. Yo me acuerdo de
aquello... siempre me acuerdo de aquello: °No los hijos que quiera Dios". Pues es verdad.
Y lo reconozco, si no haces uso del matrimonio, no tienes hijos. Tú puedes tener los que
quiera.';. Tú, kis que quieras hacer, porque si no los haces no vienen ¿no? Mis hermanas,
que tenían que estar trabajando de la mañana a la noche en la huerta y en todo, ¿cíano te-
nían ganas de hacer hijos? M i hermana Feli tuvo nueve. No se llevaban más que el año.
Yo, asi, hablando con mis hermanas, les decía: 'Yo he disfrutado poco del sexo... mucho
miedo a tener más hijos'. Porque yo ya veía que mi madre con todos los hijos que habia te-
nido... y mis hermanas... cómo tenían que andar para vestirles, calzarles, que si a la escue-
la, que si a todo. Dios mió, yo decía: 'Pero bueno, ¿por qu6?'. Y luego, pues claro, decían
que retirándose y que tal. Pues mira nosotros asi hemos estado".
Del relato de Purificación resulta significativo el cambio de perspectiva que supuso el
descubrimiento de la posibilidad de liberar la reproducción de la voluntad divina y de so-
meterla a las decisiones humanas. La conciencia de esta posibilidad puso en relación la
procreación con la responsabilidad en el ejercicio de las relaciones sexuales. La importan-
cia de cumplir con los ideales de una maternidad consciente parece haber prevalecido so-
bre el interés de practicar unas relaciones sexuales plenamente satisfactorias," La nueva
concepción de la maternidad fue capaz de provocar en la propia relación conyugal un nue-
vo consensi) en el que destacó la iniciativa de la mujer por controlar la sexualidad pero
también la aquiescencia masculina con el proyecto cuyo objetivo era la reducción del ta-
maño familiar
Ciertamente, un nuevo modelo de respetabilidad se estaba abriendo paso entre las
clases trabajadoras y se relacionaba cada vez más con la adopción de unos ideales familia-
res y de género inspirados en la domeslicídad de clase media, que el socialismo habia he-
cho suyos. En 1932 se podia leer en La Lucha de Clasey. "Hay algo que es inmanente en
la humanid»!: la voz de la especie. No nos referimos con esto a la procreación por el solo
fin de procrear, simi a Ima condiciones en que ésta debe tener lugar para llenar las obliga-
ciones que todo ser humano debiera .sentir vivas dentro de si para con sus seraejames"

* Purincaciún l..Apez naciiien l')09 oí Galdamcs en ima farnilia de doce hcnnanos.'is. eoticvista 1,24 de
julio de 2002.
hxí&lía una coociettcia generalizada de que no existía más mecanismo de control de ta rqmiduceión que
h "rcliiada" ii el cinKlón A este rcspccio Fhsa Anión icconocia: "Yo en la vida de malnmonio pioturalamos
sivmpie ií para airas... poique tiu había »ada y mi ntariib ctm las gtanuü. |a]c$ él no. .^sí que lodo lo que
pues ir para atrás". tntrcvisla a thsa Anión II. 4 defebrerode 2003.
*'•SobielarBmilia'',/jiAi(fAaifrr/o.>eí, lS(tcsepticml>rcdc I»*!!. '
Respecto al establecimiento de esas condiciones ideales pata la procreación, la reivindicü-
ción socialista más destacada giró en tomo a la creación de un hogar obrero dolado de una
vivienda digna en la que ni la mujer ni ]o$ liijos tuvieran que trabajar fuera de casa. Asi, el
paáre dcbia destinar su tiempo y su encrgia a la familia, no sólo trabajando pafa ella y
siendo su principal sostenedor, sino también preocupándose por ia creación de una autcitti-
ca atmósfera familiar a partir de su dedicación a la mujer y a los hijos. El núcleo de la
masculinidad de estos nuevos padres conscientes lo constituiría el trabajo. La materializa-
ción de este proyecto exigiría, en definitiva, la conquista del salario familiar.
Sin embargo, la realización de ese ideal de familia obrera entraba en contradicción,
no sólo con los hábitos octcndidos de irresponsabilidad paterna y con h tradicional res-
ponsabilidad femenina sobre la supervivencia del grupo familiar, sino también con la evo-
lución de las perspectivas económicas que estaban lejos de convertir e! salario tamiliar en
una realidad. El nuevo modelo dt madre amscmite incorporó a la identidad femenina de
la clase obrera la nueva responsabilidad de garantizar el bienestar y la calidad de vida de
los hijos.'as. y lo hizo desde el mantenimiento de fuertes lazos de identificación con el mo-
ífclo anterior de la mujer fuerte. E! principal de ellos lo constituyó !a continuidad del tra-
bajo como elemento vertebrador, también, de la experiencia de las nuevas madres. De esta
manera, se continuó dando la espalda a la domcsticidad de clase media y ia mujer de clase
obrera contiituó afirmándose, tanto en su capacidad para la realización de cualquier traba-
jo, incluidos los duros, como en su fortaleza y salud físicas Esta vez, la memoria de Puri-
ficacii'm López nos permite analizar esa experiencia: "Yo -comienza a relatar Puri - traba-
jar y trabajar con mi suegra y mi suegro. Yo trabajar como un hombre, de la mañana a la
noche... Mi cuñado decía que estaba hablando con un señor allí, que solía veranear, y le
dice: • ¡Hay que jodcrsc! j 1 -a flier/a que tiene Puri!". Estaba yo cargando un cesto de alfal-
fa y... atándcMnelo al hombro y decía: 'Jodcr!. ipcro es que no la ves cansada nunca! Se
levanta a las cinco de la mañana y son las oiKe de la noche y ahí la tienes, ordeñando!'. Yo
tenía salud". Como en el modelo de la mujer fuerte, el trabajo, la fortaleza y la salud fí-
sicas parecían continuar siendo un motivo de orgullo y dignificación también para la mu-
jer obrera durante los años veinte y treinta, l.a feminidad de las nuevas madres conscientes
no se veía puesta en cuestión por la realización de e.SQs trabajos duros ni por la posesión de
una fortaleza comparable a la del hombre, t i núcleo de la identidad femenina circra ahora
estaba centrado en los nuevos usos y mejores cuidados a los hijos.'as, y la consecución de
este fin justificó el trabajo, que constituyó un medio necesario y dignificador de conseguir
el bienestar familiar deseado.
El modelo de madrt consciente supuso para las mujeres ik las clases trabajadoras una
vida destinada a la conciliación permanente de los dos mundos, el del h-abajo y el domésti-
co. A veces esta conciliación se conseguía llevando el trabajo al hogar y realizando labores
a destajo e informales en él y, otras veces, cuando ta mujer se empleaba fuera del hogar, se
hacía imprescindible la colaboración y el apoyo de otras mujeres. Por ello, las redes de
ayuda a! cuidado de los hijos/as, normalmente formadas por otras mujeres de la familia o
por las vecinas, no decayeron, sino que continuaron siendo indispeiisabícs en la perspecti-
va, esta vez, de mantener la calidad de los cuidados hacia los hijos.^s y no scnlirlo.í aban-
donados, a pesar del trabajo. "Me acuerdo de haberle oído a mi madre empieza a relatar
Concha CMazua que cuando mi hermano era pequeño, a mi me dejaba donde una vecina
de a! lado cuando era pequeña, pero a mi hermano le dejaba con una de enfrente. Y aqué-
lla le solía poner en un balconcito y cuando mi madre iba a trabajar el chitjuillo le veía
desde el balconcito y entonces se ponía a llorar porque le veía marchar a mi madre. Y le

" Puñfioiciñn t,(i|Wí, entrevista I, 24 de julio de 2002


tuvo que decir que cuidadiiu que le soque «1 biticón porque ella que ya no va a trabajar
tranquila dejándole al hijo llorando, porque va iba mi madre con aquella preocupacióit a
trabajar" "
El modelo de la madre consciemc trajo consigo nuevas formas de respetabilidad para
la clase obrera centradas, esta vez, en el buen cuidado de b s hijos. La s a i u i el pelo, la
limpieza, el vestido de los hijos/as se convirtieron en los signos que podían ratificar o des-
moronar el éxito de una madre y la altura mora! de una familia obrera. Elisa Antón decla-
ra: "Había un señor en Barrójnuevo que me ilecia: 'Aquí, sabemos cuándo es domingo por
tus hijos'- Porque yo siempre les vestia de domingo, los domingos. Pero allí nadie más.
Pero yo tenía ese capricho".'" De la misma manera que en el periodo anterior los elemen-
tos asociados a la figura de ia mujer fuerte fueron fuente de dignificación general, en ¡a
nueva coyuntura, los signos que apuntaban al buen cuidado de los hijos/a-s .se convirtieron
en una de las principales fuentes de respetabilidad para la clase trabajadora.
En este análisis hemos querido destacar que la construcción de la identidad de clase y
de la identidad de género son dos realidades inseparables. En este sentido, no sólo hemos
querido replantear la unilaleraiidad que tta invadido tos análisis sobre la clase obrera y que
los ha hecho impermeables a la experiencia de las mujeres, smo también afirmar que la
identidad obrera se constituye en términos de genero. Hemos querido mostrar el proceso
de construcción de las modernas fronteras de clase levantadas entre la clase media y la cla-
se trabajadora, proceso en el que la categoría humana de los hombres y de las mujeres que
formaban parte de la clase obrera estuvo puesta en cuestiiVi, hn esc contexto, hemos argu-
mentado que los mecanismos de defeasa y de resistencia más relevantes de la clase obrera,
capaces de contrarrestar los discursos estigmatizadorcs de las clases dominantes, se desa-
rrollaron partiendo de la esfera privada. Planteamos que la figura, primero, de lo que he-
mos llamado ia mujer fuerte y, a partir de los años veinte y treinta, de la madn' amxdeme,
cíMstituyeron, desde el punto de vista simbólico, fuentes insustitiiibles de dignificación
para la clase obrera en su conjunto. La mujer fuerte mantuvo, como seña principal de iden-
tidad, la cTcación de un grupo familiar numercso y su responsabilidad sobre la superviven-
cia <lel mi»nK>, y asumió el trabajo ¡iropio y la gestión de los recursos de todos.'as como ta-
reas inexcusables. En el caso de la madrr cimcimu; no estamos asistiendo a la aparición
de la figura del ama de casa. Nos encontramos frente a un modelo femenino que tomó
conciencia de la posibilidad de reducir el tamaño familiar y apostó por tener menos
hijos-'as para así poder aumentar su calidad de vida, pero sin cuestionar la realización, por
parte de la madre, de todo tipo de trabajos que hicieran posible liberar a los hijosíás de la
realización de los mismos. En este sentido, l a madre asascieme no adoptó el sentido de
la domcsticidad del ama de casa, para quien la fuente principal de obtención de bienestar
familiar residiría en la inversión estricta de su trabajo en el ámbito domestico.

*• Concha Otazui cii Bilbao en l í ) ] 6 c n e l b a i T i o p ü p u i a f de A D U I I Í . S U madre íiie dgartera y s a p a -


nació
da- tornero oi I» Euskaldun», Amlxis hivicron tres hijos c inwntanttn conformar una familia ce la que
fáímca
M I . « C I H T a la familia. Entrevisla 1,28 de mar/o de 20O2.
ím ú IratMJu de ambus p u i l i c r m
enttevista 1,12 de noviembre de 2002.
t l i s a .^móii,

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