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Vigor híbrido y el arte de mezclar / Martín Musiatowicz

... En la actualidad, un gran número de proyectos en curso –sobre todo


especulativos– necesitan alojar distintos usos a la vez. Esta
concentración de distintas funciones bajo la misma estructura, como
señala Steven Holl, es capaz de forzar los límites de la arquitectura
“hasta deformar un tipo edificatorio puro” (1).
El auge actual de la alta concentración de funciones se alimenta en
parte de la bonanza de las economías emergentes y del fortísimo
incremento del precio del suelo en estos mercados, especialmente en
China, durante los últimos 20 años. Esta situación ha llevado a los
proyectistas a plantear de nuevo soluciones híbridas consistentes en la
agregación de partes. El grado de concentración e hibridación es
entendido como un método para activar el edificio, cada uno de sus usos
y el tejido urbano que lo rodea.

La historia específica de los híbridos

La idea de híbrido o edificio de usos mixtos no es nueva. A lo largo de


la historia, densidad, precio del suelo y superposición de funciones han
estado íntimamente relacionados. En la antigüedad, las ciudades estado
se confinaron en el interior de sus murallas para defender y definir la
distinción entre lo civilizado y lo inexplorado (2). En aquel momento,
la mayor parte del transporte y movimientos de población se realizaba a
pie. Por consiguiente, los espacios de trabajo, vivienda y comercio
compartían lugar o se apilaban sin apenas distinción entre espacios o
funciones. Es este contexto de limitación del espacio, cualquier nueva
construcción o expansión implicaba anexión y superposición, y por tanto
densidad. Los usos, en vez de situarse en lugares aislados de la ciudad,
rellenaban cualquier hueco pendiente de la trama urbana, dando lugar a
una única entidad híbrida en constante evolución.
Más tarde, con la llegada de nuevos medios de transporte y sistemas de
defensa de mayor alcance, la ciudad traspasó sus murallas, dispersando
su contenido por el paisaje circundante.
A partir de entonces, la metrópolis evolucionó para convertirse en una
colección de estructuras programáticas individualizadas diseminadas en
el paisaje (3). La dispersión trajo consigo una nueva división de la
tierra, que no sólo redundó en la bajada del precio del suelo y en una
menor presión para compartir programas y espacios, sino que además
permitió abarcar (y por tanto controlar) áreas cada vez mayores. El
reparto de asentamientos y puestos fronterizos sirvió de herramienta a
los estados para ocupar regiones cada vez más extensas, tal y como hizo
el Imperio Romano. Posteriormente, la revolución en el transporte que
trajo la era industrial impulsó las ideas del planeamiento moderno hacia
la segregación de usos –vivienda, trabajo, comercio, ocio e industria–
no sólo por edificios sino por zonas repartidas en el territorio. La
forma de la ciudad quedó así determinada por un planeamiento
funcionalista que pretendía controlar el riesgo de enfermedades, la
contaminación y, sobre todo, el precio del suelo.
Hasta la recopilación de Joseph Fenton en 1985, los edificios híbridos
habían sido ignorados en tanto que tipología de edificios y se
catalogaban como mixed-use. Según Fenton, hay una clara diferencia entre
híbrido y mixed-use, en el sentido de que en los híbridos los programas
individuales se relacionan entre sí y empiezan a compartir intensidades.
El concepto de hibridación proviene de la genética y consiste en la
reproducción cruzada de varias especies. Si bien en el pasado encontramos
ejemplos de mezcla de usos –la vivienda comercio, o el puente habitado
(Ponte Vecchio)– el edificio realmente híbrido no aparece hasta el siglo
XIX (4). El incremento de los precios del suelo en los centros urbanos
hacia la mitad del siglo requirió de soluciones innovadoras. Además, el
acero estructural y la invención del ascensor permitieron el nacimiento
del rascacielos. Con estas herramientas, los promotores pasaron de
construir por necesidad a construir para especular, construyendo el
máximo posible para obtener los mayores beneficios. La imposibilidad de
rellenar las nuevas torres con un único uso fue lo que condujo a la
combinación de programas y, como consecuencia, a la aparición de los
edificios híbridos (5).
El catálogo de Fenton presenta una selección de ejemplos en EEUU
(sosteniendo que se trata del resultado de la evolución de la ciudad
norteamericana) agrupándolos de la siguiente manera:
Híbridos en el tejido, adaptados a la volumetría impuesta por el resto
del tejido urbano; Híbridos injertados, en los que cada programa se
muestra mediante un volumen distinto; e Híbridos monolíticos, donde los
usos se acomodan dentro de un volumen continuo (6). La diferencia entre
un híbrido y otro tipo de megaestructuras mixed-use radica en que los
híbridos se ajustan a la trama de la ciudad y son edificios únicos.
El papel de la normativa urbanística tampoco puede ser subestimado. La
promulgación de la Norma de Zonificación de Nueva York en 1916 limitó
la mezcla de “usos funcionalmente incompatibles” en los edificios y en
determinadas partes de la ciudad, estableciéndose distritos
exclusivamente residenciales y frenando la evolución de los edificios
híbridos (7). Distintas versiones de esta normativa se han ido sucediendo
y adaptando a otras ciudades del mundo donde permanecen vigentes. En la
actualidad, la escalada en el precio del suelo, unida a un cambio de
tendencia respecto a la segregación de usos, así como los avances en
tecnologías medioambientales, ha dado lugar a cambios normativos
tendentes a favorecer la mezcla de usos para regenerar la ciudad.

El retorno del híbrido

Las premisas que para el Movimiento Moderno conducirían a un nuevo y


mejor orden social no fueron capaces, en la práctica, de lidiar con la
complejidad de la vida real. Las críticas del post-moderno a esta
situación trajeron consigo un resurgimiento del interés por la
experimentación sobre el programa y un desafío a los modelos tipológicos
predominantes.
Más aún, el pensamiento post estructuralista se posicionó en un punto
en el que los conceptos dialécticos, en este caso los usos, coexistían
y se interrelacionaban. Diferentes escritores y arquitectos se han
ocupado durante las tres últimas décadas de explorar la implicación del
programa en la forma arquitectónica. Rem Koolhaas identificó las
condiciones excepcionales de los rascacielos de Manhattan en su libro
Delirious New York (1978). En él, frente al relato zoológico de los
híbridos, Koolhaas distinguió la cualidad genérica del rascacielos como
contenedor de cualquier combinación de programas repartidos por las
diferentes plantas del edificio8. En este sentido, la sede del Downtown
Athletic Club, también descrita en el catálogo de Fenton, fascinó a
Koolhaas por su “serena” y monolítica envolvente capaz de albergar el
máximo de “congestión urbana” y como “...condensador social
constructivista: una máquina para generar e intensificar deseables
formas de relación humana” (9).
Si nos fijamos en cualquier ciudad actual, veremos que hay un constante
flujo en la programación del tejido genérico de la ciudad que permite
ese tipo de juxtaposiciones cuyo diseño es casi imposible de controlar.
Estas primeras observaciones se han plasmado repetidamente en el trabajo
del estudio de arquitectura de Koolhaas, Office for Metropolitan
Architecture (OMA) en experimentos como Hyperbuilding (1996), concebido
como una ciudad dentro de un edificio, o más recientemente en ejemplos
también especulativos como su rascacielos de New Jersey (pág. 74-79).
Pero, a pesar de que Koolhaas despliega su fascinación por lo grande,
la escala no es uno requisito imprescindible para lograr la congestión.
De hecho, la crítica de OMA a las tipologías dominantes y la
indeterminación programática se ha introducido en obras de menos tamaño
e incluso en el paisaje, como fue el caso de sus propuestas para los
concursos del Parque de la Villette en París y Downsview Park en Toronto.
En la actualidad, asistimos a un resurgimiento de las técnicas de
hibridación, impulsado por un gran número de factores económicos y
políticos. Así, el auge del mercado inmobiliario que conlleva el
crecimiento económico en China y Oriente Medio ha llevado a los
promotores a buscar el máximo rendimiento de las parcelas a base de
combinar programas. Esta vez el ambiente es menos especulativo que en
ocasiones anteriores, tras haber aprendido de los kilómetros cuadrados
de oficinas vacías que resultaron del pinchazo de la burbuja inmobiliaria
en los años 80 o la explosión de la burbuja tecnológica en 2000 (10).
Ahora, en cambio, se buscan inquilinos en las primeras etapas del proceso
de diseño, lo que permite disponer de liquidez previa a la construcción,
al tiempo que los grandes clientes pueden intervenir en el proceso de
diseño, en vez de alquilar simples contenedores vacíos que deben adaptar
posteriormente. Esta necesidad de crear espacios específicos está
llevando a los arquitectos a ocuparse del programa en vez de proyectar
el máximo de flexibilidad genérica como se hacía anteriormente.
Hay además promotores cada vez más interesados en el “estilo de vida”,
que entienden que la complejidad es inherente a la ciudad y que la mezcla
de usos distintos debe aprovecharse para estimular lo que de otra manera
no sería más que un anodino collage de usos dispares.
A ello han venido a sumarse, recientemente, las políticas tendentes a
levantar nuevos barrios o regenerar barrios existentes que obligan a los
promotores a incluir usos mixtos y programas públicos. En este sentido,
la geógrafa Jane Jacobs destaca el papel fundamental de la diferenciación
y la diversidad a la hora de hacer ciudades “que parezcan ciudades”
(11), de modo que heterogeneidad y congestión, que también fascinaban a
Koolhaas, se están empleando en la promoción de los nuevos desarrollos
inmobiliarios, subrayando la diversidad de experiencias, usos y gentes.
Y aunque por desgracia estas imágenes de las promotoras no sean muchas
veces más que eso, anuncios de papel couché, los arquitectos tienen la
posibilidad e abogar por distinciones más difusas y nuevas combinaciones
de programas. Junto con los desarrollos especulativos, el aumento de los
precios del suelo y los costes de construcción han forzado a muchas
instituciones cívicas, afectadas además por el recorte de gastos que
están acometiendo muchos gobiernos, a buscar nuevos modos de financiación
y de búsqueda de sedes (12). Esta circunstancia ha llevado a menudo a
combinar usos tradicionales como, por ejemplo, un museo o una biblioteca,
con espacios comerciales.
A veces se trata simplemente de la inserción de algún espacio de venta
o de eventos, que acompaña al programa principal para aumentar los
beneficios. En otros casos más extremos se puede llegar a combinar el
museo con comercios, viviendas y oficinas para lograr la máxima
rentabilidad o simplemente conseguir que el proyecto sea viable. En este
sentido, el Museo de Arte de Seattle proyectado por Allied Works es un
caso paradigmático: en él se combina el museo con la sede central de un
banco, lo cual permitió financiar la operación mediante la construcción
de espacio flexible que podrá adaptarse a otros usos en el futuro. Un
caso parecido es el proyecto Scala Tower en Copenhague (pág. 38-45), de
BIG, que combina una nueva biblioteca municipal con hotel, comercios y
oficinas.
Estos ejemplos en que los usos se benefician unos de otros funcionan más
allá de las implicaciones espaciales de mezclar programas, estableciendo
una estrecha relación entre cultura y comercio que se traslada al plano
financiero. Dichas combinaciones a gran escala tienen otra peculiaridad,
y es que cada programa está obligado a desprenderse de una porción de
su individualidad.
Como resultado, los equipamientos públicos alojados hasta ahora en
edificios icónicos o monumentos repartidos por la ciudad empiezan a
formar parte de edificios anónimos integrados en la trama de la ciudad.
Si bien, al añadir una tienda o una cafetería a un museo, éste no pierde
su carácter de icono, al sumarle 60 plantas de comercio, hotel y oficinas
el museo se convierte en una parte más de un gran edificio.
Muchos de los edificios recientes o en proyecto que contemplan la
hibridación de usos o algún tipo de química programática se podrían
ajustar a las categorías descritas por Fenton en su catálogo. Sin
embargo, esta clasificación se debe más bien a su formalización final
que a las estrategias de diseño. Por este motivo cabe plantearse una
clasificación de los híbridos basada en una serie de tendencias que
podrían considerarse como estrategias para abordar la heterogeneidad y
la densidad.

Híbrido compacto

Se trata de la tendencia a reducir la expresión formal de cada programa,


y en este sentido no domina la expresión moderna de la función, como
ocurre en los híbridos injertados de Fenton. Este enfoque permite
independizar la imagen externa del edificio de su organización
programática interna y está presente en todas las escalas, desde pequeños
a grandes edificios.

Ciudades dentro de ciudades

Este es el caso de aquellos híbridos que aglutinan los usos de una ciudad
entera. Impulsados por el ritmo de la construcción en Oriente Medio y
en la región Asia-Pacífico, estas grandes construcciones alejadas de los
centros urbanos acogen el suficiente número de usos como para hacer de
ellas entidades autosuficientes en respuesta a su ubicación remota. La
necesidad de dotarlos de la diversidad presente en la ciudad, los
convierte en microcosmos o edificios ciudad. Además, cuando el territorio
circundante es un medio hostil, como el desierto, estos edificios
proporcionan un espacio protegido a sus habitantes tal y como lo hacía
la ciudad amurallada de antaño.
Existen numerosos ejemplos teóricos de este tipo de híbridos, como
Hyperbuilding de OMA o utopías como Sky City 100 de Takenaka Corporation,
un rascacielos de 1.000 metros de altura habitado por 135.000 personas.
Más recientemente, y en construcción, los híbridos de Steven Holl en
Shenzen y Pekín (pág. 20-29) cabrían dentro de esta estrategia.

Estructuras fusionadas

Una de las consecuencias de los edificios de gran altura es la


complejidad de su estructura, las fortísimas cargas de viento y la
infraestructura necesaria para prestarles servicio y permitir el acceso
de público. Una torre única exige cada vez más ascensores y más rápidos,
mayores conductos de instalaciones y, lo que es más importante, una
estructura de pórticos capaz de sostenerla. Por este motivo, los núcleos
estructurales que se requieren consumen cada vez más espacio, hasta
hacer que los proyectos sean inviables económicamente. Una solución a
este problema consiste en la deformación del núcleo estructural y la
piel exterior con el fin de triangular las cargas. Este es el método
empleado por SOM para levantar la torre Burj Dubai, que rebasará los 800
metros de altura.
Otra opción consiste en agrupar varios elementos o torres que,
combinadas, forman un único sistema. Tal es el caso del proyecto Museum
Plaza en Louisville, de REX (pág. 90-101), que además emplea esta
estrategia para aprovechar al máximo la pequeña parcela minimizando su
huella al adosar las torres a partir de la planta 23. Cada parcela
aislada reduciría la escala, tanto estructural como económicamente.

Yuxtaposición de secciones e indeterminación espacial

Parece haber una tendencia general a reducir la programación específica


de los lugares, optándose por potenciar el nivel de indeterminación y
dando lugar a superposiciones de programa sobre el mismo espacio. Según
Koolhaas, la planta era la protagonista cuando apareció el rascacielos,
mientras que en la actualidad ese protagonismo lo tienen la sección y
las infografías tridimensionales. Así, la tradicional separación
vertical, fruto del apilamiento de plantas, está dando paso a la
distribución de un mismo programa en diferentes niveles, como ocurre en
los proyectos de OMA para la Biblioteca de Jussieu y la Biblioteca
Pública de Seattle que, si bien no combinan diferentes usos urbanos en
su interior, alojan cierta hibridación programática.

Paisajes integrados

Impulsados en parte por los incentivos gubernamentales y en parte por


el interés en el espacio colectivo, muchos híbridos incorporan la esfera
pública añadiendo la superficie de la ciudad a su estructura o bien
distribuyéndola verticalmente en plazas elevadas, jardines o galerías.
De esta manera, tanto el espacio público como el paisaje se hibridan con
los demás usos urbanos.
Tal es el caso del proyecto de Office DA Kuwait Sports Shooting Club,
donde una gran cubierta articula los múltiples programas y espacios
públicos por el edificio. Otros ejemplos se basan en una matriz conectada
o paisaje de volúmenes construidos y espacios vacíos, como el proyecto
Architectural Moussaka en Atenas, de JDS Architects, o Asane, en Bergen,
de Transform. Mientras, el edificio Scala de BIG en Copenhague plantea
una crítica a los exteriores mudos de las torres monolíticas, y funde
su fachada con la calle y la plaza adyacentes mediante el aterrazamiento
de la fachada, que convierte la piel del edificio en espacio público.
¿Por qué nos interesan estas tendencias y el resurgimiento de los
edificios híbridos? En primer lugar, la evolución de los edificios
híbridos y las condiciones que los han hecho posibles o los han
demandado, se han desarrollado al mismo tiempo que la constante
renegociación y evolución del espacio público en relación con la ciudad,
desde la ciudad amurallada que protegía lo civilizado de lo inexplorado,
pasando por el formalismo de los espacios públicos de la ciudad
metropolitana, hasta llegar ahora a una nueva definición de espacio
público, disperso en un mundo interconectado.
En algunos casos, esta evolución coincide con la escasez creciente de
suelo, el aumento del precio y la necesidad de implantar en los centros
urbanos nuevos modelos de uso del suelo, combinando programas
aparentemente, o tradicionalmente, incompatibles. En otros ejemplos, la
densidad y la diversidad que crean los híbridos se utiliza como
herramienta de regeneración de los centros que, debido al crecimiento
de los suburbios y a una legislación restrictiva, han sido abandonados
como distritos de oficinas que luchan por sobrevivir, llenos de edificios
con poca o ninguna relación con el entorno. La intensificación que crea
la combinación de usos, así como la mezcla de funciones públicas y
privadas y la integración del espacio urbano circundante en los nuevos
edificios, facilita la reintroducción de la vida ciudadana en estos
centros baldíos. En contra de los modelos funcionalistas de talla única
para todos, esta visión considera que la complejidad de la ciudad
contemporánea favorece que la condición híbrida exista, no sólo a nivel
macro-programático, agrupando distintos organismos, sino en toda su
progresión desde los espacios individuales hasta la escala urbana...
Notas
1 Holl, S. Foreword to Pamphlet Architecture no. 11: Hybrid Buildings,
Princeton Architectural Press, New York, 1985, p.1
2 Nijenhuis, W. ‘City Frontiers and Their Disappearance’, Architectural
Design, v. 64, n. 3/4, 1994, p.14
3 Nijenhuis, W. pp. 15-16
4 Fenton, J. ‘Hybrid Buildings’ in Pamphlet Architecture no. 11: Hybrid
Buildings, Princeton Architectural Press, New York, 1985, p. 5
5 Fenton, p. 5
6 Fenton, p. 7
7 See: http://www.nyc.gov/html/dcp/html/zone/zonehis.shtml
8 See: Koolhaas, R. Delirious New York, Thames and Hudson, UK, 1978
9 Koolhaas, R. p. 128
10 Canary Wharf in London being a case in point
11 Jacobs, J. Hybrid Highrises, 2005, online papers archived by the
Institute of Geography, School of Geosciences, University of Edinburgh
12 See: Newhouse, V., Towards A New Museum, New York: The Monacelli
Press, 1998.

[texto. Martín Musiatowicz en Revista A+T n°31, Hybrids I. Híbridos


Verticales.] [sitio. A+T Publishers]

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