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Mauricio Golfarini
Introducción
Desde muy temprano los teóricos de la TAcDi (Teoría del Acontecimiento Didáctico)
notaron el impacto de la temporalidad (tanto subjetiva como cronológica) en la
interpretación de los fenómenos didácticos, empezando con la primera formulación
realizada por L. Behares (2003) del acontecimiento didáctico como acontecimiento
discursivo1. Dado que en los fenómenos hay sujetos, también debe haber dimensiones
subjetivas de la temporalidad en la que se inscribe dicho acontecimiento. Esas
dimensiones se deben distinguir del tiempo cronológico desde el cual se suele describir
los fenómenos como algo “impersonalmente abordable”, tal como lo hace la Didáctica.
Aún así, dada la naturaleza compleja del tiempo lógico y del texto de donde el mismo
surge, podrían quedar ciertos aspectos aún no considerados y que, por pocos que éstos
sean, representen una innovación en la interpretación del ordenamiento de las acciones
subjetivas, particularmente en lo que tiene relación con alguna forma de
intersubjetividad de la cual lo didáctico difícilmente se pueda sustraer.
Siguiendo los pasos de los anteriores autores, en el presente trabajo nos proponemos
continuar la exploración del impacto de la noción de tiempo lógico lacaniano en la
TAcDi, tratando de extraer de la misma, elementos que representen alguna forma de
aporte a dicha teoría. Para ello abordaremos el sofisma utilizado por Lacan como
justificación del valor del tiempo en la lógica mediante algunas herramientas basadas en
1
La noción de acontecimiento discursivo empleada en la TAcDi proviene del análisis del discurso francés
post-estructuralista, particularmente el de M. Pêcheux (1990), fuertemente influido por la teoría lacaniana
y el marxismo, noción que se pone a funcionar, en tal contexto, con la teorización de Y. Chevallard
(1998) de transposición didáctica.
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Debemos aclarar que nuestro estudio no nos centraremos en la compleja erótica que
pueda subyacer en los movimientos del tiempo lógico, sino que apelaremos a cierta
modalidad de análisis que podríamos calificar de cinemática2, o sea, focalizada en la
interpretación de las diferentes configuraciones lógicas y no en las causas últimas de las
mismas. Nuestra estrategia se basará en realizar pequeñas variaciones a los planteos
originales del sofisma sobre el que se asienta el concepto de tiempo lógico de manera de
poner de manifiesto, mediante las herramientas semánticas elegidas, cómo ciertos
factores pueden afectar los modos en que los sujetos alcanzan distintas certezas respecto
a determinado conocimiento.
2
No pretendemos llevar a cabo un estudio fisicalista del tiempo lógico, pero la elección del adjetivo
cinemático nos parece adecuada por representar un tipo de análisis que no busca introducirse en las
causas últimas del fenómeno. El más notable ejemplo de un estudio de tal naturaleza se puede encontrar
en las descripciones de los movimientos de los cuerpos celestes realizados por Galileo o Kepler, los
cuales, sin contar con la dinámica derivada de la teoría newtoniana, resultaron ser asombrosamente
exactos.
1. El instante de la mirada
En el texto “El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada. Un nuevo sofisma”,
Lacan (1945, p. 187) utilizó un acertijo para exponer su noción de tiempo lógico. El mismo
es una de las variantes de un rompecabezas lógico de origen popular, del tipo de los que
aparecen en las revistas de crucigramas y entretenimientos, y que en el momento en que
Lacan publicó su texto en Les Cahiers d’Art, no representaban un desafío interesante para
los estudiosos de la lógica. Sólo este psicoanalista fue capaz de comprender lo que estaba
oculto en la resolución de tales enigmas y tuvo la audacia de utilizar uno de ellos como
justificación y ejemplo de la génesis de algunas importantes certidumbres humanas.
Comenzaremos, por lo tanto, estudiando la fuente del acertijo, sus características y la
singular forma en que Lacan lo interpreta.
El artículo de Lacan, por sí mismo, no ofrece ninguna pista de la fuente del enigma que
inspiró su noción de tiempo lógico, a penas insinúa que “[...] el ingenioso anfitrión de
una noche lo trajo a nuestra reflexión” (LACAN, 1945, p. 189). Según Elizabeth
Roudinesco (1994), Lacan conoció el acertijo en cuestión bajo la forma de un
rompecabezas lógico presentado por el matemático André Weiss en el transcurso de una
velada en casa de su cuñado Sylvain Blondin en 1935, posiblemente como un
entretenimiento de sobremesa, pero que lo mantendría ocupado por largo tiempo. Tras
esa visita, en su afán por resolver el rompecabezas,
Mucho después, en 1945, luego de un mutismo intelectual que duró tanto como la
Segunda Guerra Mundial, Lacan aceptó la invitación de Christian Zervos, director de
Les Cahiers D’Art, a colaborar con algún artículo para un número especial de dicha
revista francesa que buscaba llenar el vacío del período de la ocupación alemana. Es así
como apareció “El tiempo lógico y la aserción de certidumbre anticipada” junto a una
exótica combinación de ensayos, reproducciones de pinturas, poesía, etc. Sin embargo,
el enigma que aparece en el complejo texto del psicoanalista tiene un nacimiento
bastante anterior. Mediante una exploración bibliográfica encontramos que la referencia
más antigua a una adivinanza de características similares proviene del folklorista
norteamericano William Wells Newell (1883, p. 274) en la que se indica que el acertijo
podría ser de origen suizo, y cita un juego descrito por Ernst Ludwig Rochholz en 1857,
“Alemanisches Kinderlied und Kinderspiel aus der Schweiz”3, en dónde el mismo se
formula en base a un grupo de niños que se pellizcan las orejas unos a otros con los
dedos tiznados, los cuales luego deberán deducir quiénes las tienen sucias y quiénes no.
A pesar de su raíz popular, parece que el acertijo logró penetrar los ambientes
académicos a través de las secciones de problemas de algunas revistas de difusión
3
Canciones infantiles alemanas y juegos infantiles de los suizos.
El “pequeño sofisma personal” como solía llamarlo Lacan (1961-62, p. 88), se desarrolla a
partir de un dilema que tres presidiarios tendrán que resolver por la vía del razonamiento,
argumentando lógicamente y excluyendo cualquier cálculo de probabilidades, para obtener
el perdón. Se les indica que les será colocado en sus espaldas un disco, de los cuales existen
cinco en total, tres blancos y dos negros. A continuación se les permitirá verse mutuamente
pero no podrán ver el color de su propio disco, por no existir ningún espejo para ello, a la
vez que les estará prohibido comunicarse de algún modo. Será liberado el primero que
llegue a la salida de la habitación y pueda explicar el razonamiento por el cual dedujo el
color de su disco, con las restricciones anteriormente establecidas.
''Soy un blanco, y he aquí como lo sé. Dado que mis compañeros eran blancos,
pensé que, si yo fuese negro, cada uno de ellos hubiera podido inferir de ello lo
siguiente: «Si yo también fuese negro, el otro, puesto que debería reconocer en
esto inmediatamente que el es blanco, habría salido en seguida; por lo tanto yo no
soy un negro». Y los dos habrían salido juntos, convencidos de ser blancos. Si no
hacían tal cosa, es que yo era un blanco como ellos. Así que me vine a la puerta
para dar a conocer mi conclusión" (LACAN, 1945, p. 188).
Tras establecer éstas condiciones iniciales, Lacan desarrolla una sección del texto bajo el
título “La solución perfecta”, de la que se extrajo la explicación antes citada, presentando al
lector el esquema lógico para justificar cómo los tres presidiarios (A, B y C) arriban a la
salida. Aplicando una sencilla estrategia gráfica y manteniendo la esencia de la solución
lacaniana, el razonamiento de uno cualquiera de los presos, por ejemplo A, podría
expresarse como un discurso de la siguiente manera:
Cuadro 1
Pensamiento del B imaginado Pensamiento del C imaginado
Pensamiento de A
por A por el B imaginado por A
Veo dos círculos blancos (B y
C). De lo que veo nada puedo
concluir.
Pero si yo (A) portara un
círculo negro entonces B
podría haber pensado...
Veo un círculo negro (A) y
uno blanco (C). De lo que veo
nada puedo concluir.
Pero si yo (B) portara un
círculo negro, al igual que A,
entonces C podría haber
pensado...
Veo dos círculos negros (A y
B), por lo que yo (C) sé que
tengo un círculo blanco.
Me abalanzo a la salida.
Por lo tanto, si yo (B) tuviera
un círculo negro, C se habría
puesto en marcha antes de
este momento. Como no lo
hizo mi círculo debe ser
blanco.
Me abalanzo a la salida.
Por lo tanto, si yo (A) portara
un círculo negro, B se habría
puesto en marcha antes de
este momento. Como no lo
hizo mi círculo debe ser
blanco.
Me abalanzo a la salida.
Toda ésta especulación, a pesar de lo razonable que pueda parecer, no es suficiente para
que el preso A pueda afirmar, con confianza absoluta, ser el portador de un círculo
blanco. Tal certeza sólo la alcanzará en algún momento posterior, el que Lacan explica a
través de una serie de mociones suspendidas (escansiones) que se estudiarán más
adelante en este trabajo.
1.3.Objetivación y subjetivación
Todo el proceso especulativo se inicia con la afirmación “veo dos círculos blancos”. Es
notorio que se está ante un dato sensorial en donde no hay nada que el preso pueda
asumir como subjetivo, en lenguaje coloquial se trata de algo que “está ahí”. Eso no
quiere decir que se niegue una dimensión subjetiva de tal aseveración, como lo harían
los neopositivistas en sus primeros intentos por desubjetivizar la realidad sensible
(protocolos originarios), pero es dable sustentar cierto valor objetivo de dicha
experiencia en el hecho de que un sujeto “razonable” describiría lo que ve sin la
necesidad de apelar a algún factor idiosincrásico.
Esta afirmación es la base para que el sujeto pueda, a continuación, asegurar “de lo que
veo nada puedo concluir”. El único caso en que el color del círculo que se porta es
inmediatamente deducible de la observación de los asignados a los restantes
participantes de la prueba es aquel en la que se está en presencia de dos círculos negros4.
Ningún otro escenario permite reconocer el color de su marca de forma tan directa, por
lo que el sujeto asume por exclusión que del dato sensorial no puede concluir nada, pero
aún así alcanza una forma de subjetivación en tal estado de cosas: “todavía no sé el
color de mi círculo, debo seguir pensando para averiguarlo”.
Lacan llama a este tiempo en que se subjetiva a partir del dato sensible (y por su escasa
duración) el instante de la mirada y lo caracteriza por su modalidad impersonal:
Un repaso atento al fragmento de discurso señalado permite acceder a una capa aún más
profunda del palimpsesto, el fundamento estructural que subyace. Asúmase que cierto
dato sensible se puede incorporar bajo la forma de un significante en el discurso de un
sujeto luego que el mismo es confrontado (lógicamente) con una estructura de sentidos5,
lo que en términos de Pêcheux (1990, p. 31) se traduce como la posibilidad de
adecuación de tal significante a un conjunto de espacios discursivos lógicamente
4
Si sólo hay dos círculos negros disponibles cualquiera de los restantes debe ser necesariamente blanco.
5
Según Lacan (1975-76, p. 78) “[...] el sentido resulta de un campo entre lo Imaginario y lo Simbólico”.
En el nudo borromeo queda claramente ilustrado como esa porción donde se solapan los toros (toroides) I
y S, con exclusión de la porción delimitada por el R. Es una magnífica representación de cómo el Real
sostiene el vínculo entre el Imaginario y el Simbólico, pero al mismo tiempo introduce permanentemente
la falta de sentido (no-sentido), característica de la dimensión del deseo.
estabilizados en donde “todo sujeito falante sabe do que fala, porque todo enunciado
pruduzido nesses espaços reflete propiedades estructurais independentes de sua
enunciação“. Con esto en mente cabe postular que el sujeto del sofisma, ante la visión
de dos círculos blancos, no puede asumir tal dato de sus sentidos como inmediatamente
significante (ser blanco o ser negro), sino que mediante una operación simbólica de
orden superior6 llega a significarlo como “debo seguir pensando para averiguar el color
de mi círculo”, de otro modo se abandonaría ante la fatalidad de su situación
contingente y no se podría concebir cómo progresa en la tarea deductiva7.
6
Asumir que todo el soporte de relaciones simbólicas posibles para un sujeto debe corresponderse con
una lógica de primer orden equivale a reducir su capacidad simbólica a la de una máquina (una
computadora), tal como lo pretendían los primeros modelos computacionales de la mente.
7
A pesar de que se ha elegido, por los motivos metodológicos anteriormente establecidos, no introducirse
en la erótica que subyace bajo los movimientos del tiempo lógico, es ineludible en este punto de la
exposición hacer una primera referencia a la dimensión del deseo en el contexto del sofisma. Queda claro
que todas las acciones emprendidas por los sujetos de la prueba están orientadas a un fin en apariencia
último, que sería obtener la libertad. Basta preguntarse por qué éstos presos quieren tal cosa para darse
cuenta que se está ante una de los incontables y camaleónicos efectos del petit a, algo que parece
funcionar como un poderosísimo atractor y que a la vez es imposible de alcanzar. Es Lacan el primero en
explicitar la inscripción del sujeto del deseo en el texto del “Tiempo Lógico” cuando posteriormente
indica que “Allí puede muy bien leerse, si se escribe y no sólo si se tiene oído, que ya la a minúscula
tetiza la función de la prisa.” (LACAN, 1972-73, p. 62).
8
El preso B de la prueba representa un otro (pequeño otro de Lacan) para el preso A porque B es al
mismo tiempo un otro para C. Tal hecho se repite especularmente en el caso del preso C como un otro
para el B. En la teoría lacaniana lo que caracteriza al otro es su reciprocidad (a diferencia del Otro), lo
que lleva a que el otro se pueda definir como aquél que contingentemente no soy yo.
9
No hay nada que garantice que los razonamientos de los presos sean idénticos bajo las condiciones
impuestas. Un repaso al cuadro 1 permitirá notar que la estrategia utilizada por el sujeto no es mucho más
que una complicada reductio ad absurdum, o sea, comenzó suponiendo algo que al final terminó siendo
falso. Pero no existe ningún elemento de la lógica que permita argumentar que tal estrategia es la correcta
para resolver el problema de la manera más eficiente, se trata de algo intuitivo. Por lo tanto, para que el
sujeto logre articular algún discurso que le permita resolver su dilema debe necesariamente apelar a la
verosímil ficción de que todos los participantes seguirán el mismo recorrido mental que él hace.
proceso se sostiene sobre la reciprocidad, por ser la única presunción que permite
adelantar algún razonamiento. Basta suponer un caso en el que el pensamiento de algún
participante de la prueba no pueda ser imaginado y se notará inmediatamente que las
deducciones del sujeto no lograrían avanzar. Tal reciprocidad se establece, en el caso
del preso A, luego de convertir en objetos de cálculo a cada uno de los participantes de
la prueba, incluso a sí mismo, en el contexto de una ficción, pudiendo ser totalmente
intercambiables en el esquema de sus especulaciones. Es así como nace la noción de
sujeto recíproco.
Al final de ese lapso de tiempo para comprender el preso ha logrado asignarle otro
sentido a la situación que percibe, su disco debe ser blanco, por lo que está obligado a
iniciar su abalanzamiento hacia la salida. El tiempo invertido en dilucidar el color de su
disco (la duración del tiempo para comprender) adquiere el sentido de un posible
retraso respecto a los otros presos, en razón de lo cual debe dirigirse rápidamente hacia
la salida o perdería la oportunidad de ser liberado. A esta instancia se la conoce como el
momento de concluir, en la cual el sujeto afirma mediante una acción concreta ser
poseedor de cierto conocimiento sobre sí mismo, en el caso de nuestro preso el color de
su disco10. Es el momento donde surge el sujeto del aserto o sujeto personal11, ése al que
generalmente se designa como sujeto a secas.
De tal modo el tiempo lógico puede entenderse como tiempo subjetivo y generalmente
se lo expresa como una temporalidad completamente distinta a la del tiempo
cronológico o tiempo “público”, aquel que basta con disponer de algún artilugio que
haga de reloj para que sea el mismo para todos los sujetos. Aún así, hay algo en los
nombres asignados por Lacan a las dimensiones del tiempo lógico que permite
comprender que la “desconexión” respecto al tiempo cronológico no es tan radical.
Tanto el “instante de...” (l’instant du...) como el “tiempo para...” (temps pour...) son
expresiones que se pueden entender referidas a períodos de tiempo, partes de una
temporalidad que no necesitan hacer uso de alguna referencia externa al sujeto y que al
implicar una duración poseen cierto carácter cuantitativo. En cambio el “momento de...”
(moment de...) es una expresión que generalmente no tiene sentido sino es en base a un
punto en una línea de tiempo continua12.
10
El conocimiento sobre el color del disco que porta el preso es sólo una metáfora de cualquier
conocimiento que el sujeto puede procurarse mediante los razonamientos desarrollados en el tiempo
lógico. Reconocer que se carga un círculo de un color o de otro no se diferencia en nada a saber algo
sobre el mundo en que se vive, dado que cualquier afirmación (subjetiva) es siempre una afirmación de sí
mismo. Lacan juega con tal equivalencia en múltiples ocasiones dentro de su texto cuando a veces afirma
que un preso “sabe que tiene un círculo blanco” y otras veces que tal preso “sabe que es un blanco”.
11
Basta comparar el sujeto cartesiano, sujeto que “es-en-razón-de-que-piensa”, con el sujeto del aserto
que “es-para-poder-afirmar-que-es” y se notará lo revolucionario de la propuesta lacaniana.
12
La posibilidad de postular una continuidad del tiempo es la base sobre la que se construye la noción de
tiempo cronológico. Cualquier sujeto sabe, a partir de su propia experiencia, que existen incontables
períodos en los que se pierde eso que podríamos llamar “conciencia del tiempo”. Por ejemplo, cada vez
que dormimos la línea del tiempo, a la cual nuestros discursos necesitan remitirse la mayoría de las veces,
queda interrumpida. Sin embargo somos capaces de sobreponernos a esas interrupciones suponiendo que
“el mundo siguió girando” mientras estábamos dormidos, reconstruyendo el tiempo perdido en esos
lapsos a partir de lo que los otros nos aportan. Tal capacidad humana es la que permite la existencia de
una disciplina tan fuertemente ligada al tiempo cronológico como lo es la Historia.
Es frecuente encontrar referencias al tiempo lógico o “los tiempos lógicos” en las que se
señala insistentemente la diferencia con el tiempo cronológico, cosa de la cual ya no
cabe duda, pero son pocas las ocasiones en las que se explica el verdadero fundamento
de tal diferencia. El hecho de que se trate de una forma subjetiva de la temporalidad no
justifica per se que la misma esté desconectada del tiempo cronológico (o tiempo
universal), sino que hay “algo” involucrado en el despliegue del tiempo lógico que
funciona de manera notablemente distinta.
Comencemos por el instante de la mirada. Aquí el preso afirma ver dos círculos
blancos, lo cual no le aporta nada útil para reconocer el color del suyo. Los enunciados
de esta fase del razonamiento están expresados en tiempo presente y no hacen referencia
a nada pasado ni futuro: lo que es “es” en éste instante. Pero en cuanto se supera tal
etapa se ingresa al tiempo para comprender, un auténtico show de malabarismos
mentales en pos de la deseada respuesta.
Lo que el sujeto (A) comienza planteando en esta fase es que si su círculo fuera negro
“el otro (B) podría haber pensado...”13, que es un enunciado condicional bastante
particular, ya que estamos ante alguien que plantea un posible recorrido mental de otro
desde un tiempo pasado. O sea, el pensamiento del preso “salta” hacia el pasado y a
partir de ahí reconstruye los razonamientos del otro como si los mismos arrancaran de
un presente virtual (un retorno al instante de la mirada), lo cual queda patente cuando
asume que tal razonamiento podría haber sido: “veo un círculo negro y uno blanco...”.
13
Nótese que en nuestro análisis no estableceremos diferencias, en lo que tiene relación con la
temporalidad exclusivamente, entre expresiones del tipo “B podría haber pensado...” y “el pensamiento
de B podría haber sido...” ya que ambas formas pueden ser reducidas a idénticos términos lógicos.
Entendiendo por anticipación al término que designa “[...] el modo en que el futuro afecta al
presente” (FERNÁNDEZ, 2004, p. 112) su entrada en el sofisma se puede establecer, sin
grandes dificultades, en el momento de concluir, en el cual el sujeto anticipa la certidumbre
absoluta que tendrá sobre el color de su círculo (algo que va a pasar en el futuro), motivo que
le permite en el presente, a pesar de la precariedad de sus razonamientos, iniciar su
movimiento hacia la salida:
“Lo que hace la singularidad del acto de concluir en el aserto subjetivo demostrado
por el sofisma, es que se adelanta a su certidumbre, debido a la tensión temporal de
que esta cargado subjetivamente, y que bajo la condición de esa anticipación
misma, su certidumbre se verifica en una precipitación lógica determinada por la
descarga de esa tensión [...]”15 (LACAN, 1945, p. 198).
Por otra parte la retroacción, o la forma en que “los acontecimientos presentes afectan al
sujeto a posteriori a los pasados [...]” (FERNÁNDEZ, 2004, p. 112), se manifiesta cuando el
sujeto comprende fehacientemente, tras las mociones suspendidas, que su círculo es blanco.
Para que ocurra tal cosa se tiene que haber producido un après-coup: algo que en el pasado
tenía cierto sentido logró, en el presente, adquirir otro completamente distinto.
14
Tal procedimiento sólo es posible si se supone la existencia de unos sujetos recíprocos, reciprocidad
que se manifiesta como un “transitivismo especular indeterminado” (LACAN, 1945, p. 197): el preso
A puede imaginar que el preso B se da a sí mismo permiso para reconstruir los pensamientos del C
porque él mismo (A) se permitió, en su momento, reconstruir los pensamientos del preso B.
15
Las negritas son nuestras.
El primero de ellos, el acertijo de los tres hombres sabios, tendría el siguiente planteo:
El soberano de un reino lejano quiere determinar cuál de sus tres asesores, Alnath,
Baham y Caph, es el más sabio de todos y por lo tanto idea una prueba. Convoca a
dichos sabios y les explica que a cada uno se le colocará una venda sobre los ojos y
luego un sombrero en sus cabezas, de los cuales hay sólo cinco, tres rojos y dos azules.
Posteriormente se les quitará las vendas y se les permitirá verse mutuamente, pero no
podrán ver el propio sombrero ni podrán comunicarse entre sí, y deberán responder
solamente cuando el rey les pregunte individualmente si saben el color de su tocado.
A continuación se les aplican los vendajes, se adorna a cada asesor con un sobrero
rojo, se retiran las vendas y se les da un tiempo para que se puedan observar entre sí.
El rey se aproxima a Alnath y le pregunta:
“¿Sabes el color de tu sombrero?”
A lo cual el desgraciado erudito responde:
“No.”
Se acerca a Baham y lo interroga:
“¿Sabes el color del tuyo?”
Obteniendo del tembloroso asesor:
“No, tampoco lo sé.”
Finalmente inquiere a Caph:
“¿Acaso tú sabes el color de tu sombrero?”
Y el hombre responde enfáticamente:
“Sí, ¡mi sombrero es rojo!”
El segundo interrogado (B) percibe lo mismo que el anterior (dos sombreros rojos) y de
ello nada puede concluir, pero cuenta con una información adicional: el primer sabio
(A) aún no sabe el color de su tocado. De todas formas no puede adelantar un
razonamiento porque todavía le hacen falta más datos para determinar su situación. Es
así que debió responder negativamente.
Pero el tercero (C), a pesar de ver dos sombreros rojos, sabe que ninguno de los otros
dos ha podido deducir el color de sus respectivos adornos, por lo que puede establecer
el siguiente razonamiento:
Cuadro 2
Pensamiento del B imaginado Pensamiento del A imaginado
Pensamiento de C
por C por el B imaginado por C
Veo dos sombreros rojos (A y
B). De lo que veo nada puedo
concluir.
Pero si yo (C) portara un
sombrero azul entonces B
podría haber pensado...
Veo un sombrero azul (C) y
uno rojo (A). De lo que veo
nada puedo concluir.
Pero si yo (B) portara un
sombrero azul, al igual que C,
entonces A podría haber
pensado...
Veo dos sombreros azules,
por eso sé que yo (A) porto un
sombrero rojo.
Cuando el rey me pregunte
responderé: “Sí, sé que mi
sombrero es rojo”
Pero A no respondió de esa
forma, por lo que el mío no
puede ser azul sino rojo.
Cuando el rey me pregunte
responderé: “Sí, sé que mi
sombrero es rojo”
A partir del razonamiento de C es fácil entender que la única forma en que A podría
responder afirmativamente es que estuviera ante la presencia de dos sobreros azules,
mientras que B, aunque sólo viera un sombrero azul, podría deducir el color del suyo.
Pero es C el único que puede completar su razonamiento basándose en el
desconocimiento evidenciado por los otros dos sabios.
Tres niños, Alain, Benoît y Claude, juegan en el jardín de su casa luego de un fuerte
chaparrón que dejó como resultado muchos charcos y barro. Al cabo de un rato la
niñera, que les había permitido salir con la condición de no ensuciarse, ve a los niños
correr por las partes fangosas del jardín con sus frentes embarradas, por lo que se les
aproxima con aire muy enojado.
“¡Les pedí que no se ensuciaran! Podría ponerlos a los tres en penitencia, pero se me
ocurre algo mejor. Voy a preguntarles tantas veces como sea necesario, y a los tres
simultáneamente, si saben si tienen, o no tienen, barro en la frente. El que responda
primero y correctamente será quien se libre del castigo. Pero les informo que al menos
uno de ustedes tiene la frente embarrada.”
Los niños se paran en círculo, mirándose unos a otros, y a continuación la niñera
pregunta:
“¿Sabe alguien si tiene barro en la frente?”
Y los tres pequeños responden al unísono:
“No.”
Nuevamente la niñera:
“¿Llegó alguien a saber si tiene la frente sucia?”
Y de nuevo los niños contestan:
“No.”
Por último la niñera interroga:
“¿Y ahora alguien lo sabe?”
A lo cual los infantes replican a coro:
“Sí, todos tenemos barro en la frente.”
sucio con sólo ver a los otros dos con sus frentes limpias. Denominando a los niños por
su inicial, el pensamiento de Alain luego de las dos primeras preguntas podría ser:
Cuadro 3
Pensamiento del B imaginado Pensamiento del C imaginado
Pensamiento de A
por A por el B imaginado por A
Veo dos frentes embarradas
(B y C). De lo que veo nada
puedo concluir.
Pero si yo estuviera limpio
entonces B podría haber
pensado...
Veo una frente limpia (A) y
una embarrada (C). De lo que
veo nada puedo concluir.
Pero si yo (B) estuviera
limpio, al igual que A,
entonces C podría haber
pensado...
Veo dos frentes limpias, por
eso sé que yo (C) tengo la
frente sucia.
Cuando la niñera nos
pregunte por primera vez
responderé: “Sí, sé que tengo
la frente sucia.”
Pero C no respondió tal cosa
la primera vez que nos
preguntaron, por lo que debo
estar sucio.
Cuando la niñera nos pregunte
por segunda vez responderé:
“Sí, sé que tengo la frente
sucia.”
Pero B no respondió tal cosa
la segunda vez que nos
preguntaron, por lo que debo
estar sucio.
Cuando la niñera nos pregunte
por tercera vez responderé:
“Sí, todos tenemos la frente
sucia.”
parece jugar el papel de ese omnipotente Otro que fija arbitrariamente las reglas del
juego16 en base al principio de autoridad, incide en el tiempo en que circulan los
enunciados que revelan la existencia o no de certezas entre los tres interpelados, a la vez
que establece la dirección en que ocurre tal flujo17. El rey determina cuándo y a quién
hacer las preguntas, de forma que si alterara la secuencia sería otro sabio y no Caph el
que podría responder afirmativamente. Pero en el caso del enigma de los niños
embarrados, la niñera sólo interviene en el ordenamiento temporal de la secuencia, ya
que los tres infantes son cuestionados simultáneamente.
Comparando ahora con el enigma usado por Lacan se puede comprender que en este caso
el Otro (el carcelero) no afecta el ordenamiento temporal ni la dirección del flujo de
enunciados18, simplemente estipula las restricciones iniciales y parece dejar que el control
del flujo lo asuman los sujetos dependientes. Recae en éstos últimos la “responsabilidad”
respecto a quién se entera del grado de avance de sus razonamientos (mediante
evidencias, como el abalanzarse o quedarse quieto) y el momento en que eso se expone a
los demás. Esta modalidad de circulación se la podría calificar de control implícito, por su
semejanza con las funciones matemáticas implícitas. Intentemos aclarar esta afirmación
mediante un ejemplo.
Desde los inicios de la matemática moderna se sabe que existen ciertas ecuaciones
(fórmulas) que permiten describir gráficamente las curvas planas, abiertas o cerradas, en
el sistema de coordenadas cartesianas x-y. Generalmente, cuando se estudian dichas
ecuaciones se trata de analizar cómo varía y en función de x, denominándose
16
Las intervenciones del rey y de la niñera, en los respectivos ejemplos, cobran sentido para los sujetos
luego de finalizados los razonamientos en pos de la solución. Es claro que para los que no tienen manera
de resolver el enigma los actos de aquellos personajes deben parecerles completamente fortuitos, típicos
del modo en que el Real puede comparecer ante cualquier agujero revelado en la estructura. “[...] el Otro
es sólo una ilusión retroactiva que oculta la contingencia radical de lo real.” (ŽIŽEK, 2000, p. 124). Por
esa misma razón las respuestas de los otros al Otro no podrían ser vistas por un sujeto, en primera
instancia, como algo distinto a tal irrupción del Real, serían un exceso, o mejor dicho, un excedente del
Real.
17
Utilizamos los términos “flujo” y “circulación” en el sentido de eso que “corre” entre emisores y
receptores, entre quien pronuncia y quien oye, la materialidad del signo sin ninguna otra connotación.
18
En el caso del sofisma no está permitida, por las reglas del juego, la oralidad. De todos modos se puede
comprender que el hecho de ver a uno de los participantes correr hacia la salida tiene el mismo valor que
escucharlo decir “yo sé el color de mi disco”.
Figura 1
Este ejemplo revela el sentido que usamos para explicar la condición de control
implícito en el problema de Lacan, ya que no hay forma simple de expresar las
direcciones y momentos en que fluyen los enunciados entre los tres presos como un
efecto de las intervenciones del Otro, las que en su esencia no son otra cosa que una
parte del Real enmascarado, recubierto o encarnado por el Otro durante el tiempo para
comprender. Para los sujetos del sofisma las comparecencias del Real aparentarán estar
mediadas exclusivamente por los otros, por esos que comparten el mismo dilema, por
sus recíprocos, y no por alguien que se pueda asumir como externo a la situación.
última condición no es más que una redundancia de la primera, ya que pensar del
mismo modo implica necesariamente pensar a la misma velocidad. De esa forma, en el
primer enigma la falta de movimiento debería tener el mismo sentido que la falta de una
determinada respuesta en los otros dos acertijos.
¿Por qué designa Lacan al problema de los tres presos como un sofisma?
El término remite a la crítica que Platón hacía a las enseñanzas de los sofistas, o a
ciertas corrientes de la lógica medieval, en donde ser recurría a ejemplos en los que
siempre intervenía una argucia, un engaño, totalmente intencional y cuidadosamente
implantado en la aparente solución.
Es natural que para Lacan la solución perfecta reuniera estas características, ya que el
problema no se puede resolver mediante el uso exclusivo de lógica elemental, ni siquiera
con la más elaborada lógica matemática, sino que se necesita incorporar algún recurso de
la lógica modal20 para su formalización completa. Pero en la época en que se escribió el
artículo aún no se había podido justificar la completitud de la lógica modal, o sea que no
existía forma de argumentar la verdad de un enunciado del tipo “si X, entonces es posible
Y”. Recién tras el desarrollo de una demostración mediante la semántica de mundos
posibles por parte de Saul Kripke (1959a), es que se poseen herramientas lógicamente
válidas para formalizar este tipo de problemas, descubrimiento que repercute
positivamente en el ámbito de la lógica aplicada a la cibernética generando
posteriormente una proliferación explosiva de nuevas modalidades.
20
Rama de la Lógica en la que la verdad de una proposición (afirmación) depende de ciertos operadores
modales, términos como “necesario” o “posible”. Su nombre deriva del modo en que se afirma algo.
21
Pierre Simon Laplace (1749-1827), Joseph Louis Lagrange (1736-1813) y Joseph Fourier (1768-1830),
fueron matemáticos franceses a quienes se les atribuye el desarrollo de gran parte del cálculo diferencial y
el análisis funcional moderno, ramas de las matemáticas que permitieron aplicar la teoría newtoniana en
la explicación de la mayoría de los fenómenos macrofísicos. Sus contribuciones fueron tan importantes
que sus nombres aparecen asociados a algunas herramientas muy básicas del cálculo, como las
trasformadas de Laplace, la interpolación de Lagrange y las series de Fourier.
y= 1
z= 1 x + 1 + 1 ≤ 3 x + 2 ≤ 3
por sustitución equivale a que es lo mismo que
x+ y + z ≤ 3 x + 1 + 1 ≥ 1 x + 2 ≥ 1
x+ y + z ≥ 1
Por lo que x puede valer tanto 0 como 1 y el sistema resulta ser indeterminado.
Retomando los razonamientos de los presos genéricos de Lacan, hoy sus argumentos se
podrían reconocer como lógicamente válidos mediante la noción de los mundos
posibles23 (un estado general de cosas dable en un ámbito distinto al mundo actual,
22
Antiguamente se llamó inecuaciones a aquellas fórmulas en donde la relación entre términos se expresa
como una desigualdad (<, >, , ) en vez de una igualdad (=). En las matemáticas actuales se las llama a
todas ecuaciones.
23
Uno de los primeros filósofos en introducir la noción de mundos posibles fue Gottfried Wilhelm
Leibniz para quien el poder Divino se extendía al conjunto de todos los mundos lógicamente posibles,
siendo el mundo actual, el mundo en que vivimos, el mejor de tales mundos. Cada mundo posible
representa cierta configuración que el Cosmos (el conjunto de todas las cosas) pudo haber desarrollado,
Por otra parte, ya se perfila una correlación entre lo que Lacan llamó el tiempo de la
mirada con la deducción directa del propio estado en base a los datos actuales, por
contraste con el tiempo para comprender, en donde el razonamiento debe recurrir
necesariamente a la formulación de algún mundo posible. Los detalles de tales
paralelismos se estudiarán más adelante con detenimiento y a continuación se planteará,
a modo de ejemplo, una versión simplificada del enigma original aplicando en el
procedimiento las nociones recién expuestas.
reservándose el nombre mundo actual para aquella configuración que mejor caracteriza a la forma en que
el Cosmos se nos presenta en los hechos, o sea, la que efectivamente adquirió para ser como es.
24
“Tres faciunt collegium, dice el dicho, y la colectividad está ya íntegramente representada en la forma
del sofisma” (LACAN, 1945, p. 201).
25
Antoine Laurent de Lavoisier (1743-1794) y Joseph Louis Proust (1754-1826), químicos franceses a los
que se los suele identificar como los iniciadores del análisis químico cuantitativo. Sus nombres se asocian
con dos de las formulaciones más importantes de la química moderna: el principio de conservación de la
masa (principio de Lavoisier) y la ley de las proporciones definidas (ley de Proust).
Tomando en cuenta que para la mayoría de los practicantes de las ciencias fácticas el
tiempo es una variable fundamental en sus cálculos y sabiendo que la demora en arribar
a una conclusión, para el problema dado, puede repercutir funestamente en sus destinos,
es razonable que los doctos presidiarios implementen una herramienta para determinar
la cantidad de tiempo que les insume cada etapa de sus consideraciones. Con esto en
mente, el pensamiento de Lavoisier (A) podría ser:
Cuadro 4
Paso Pensamiento de Proust (B) imaginado por
Pensamiento de Lavoisier (A)
s Lavoisier
Veo un círculo blanco (Proust). De lo que
1
veo nada puedo concluir.
Pero si yo portara un círculo negro,
2
entonces Proust podría haber pensado...
Veo un círculo negro (Lavoisier). Por eso
3
sé que cargo un círculo blanco.
4 Me abalanzo a la salida.
Por lo tanto, si yo portara un círculo negro
a Proust le habría tomado dos pasos
elaborar su pensamiento, mientras que a
5 mi me llevó cuatro, por lo que se habría
abalanzado antes de este momento. De ahí
que mi círculo no debe ser negro sino
blanco.
Pero si yo portara un círculo blanco, el
6
pensamiento de Proust podría haber sido...
Veo un círculo blanco (Lavoisier). De lo
7
que veo nada puedo concluir...
Y el pensamiento de Proust habría sido el
mismo que yo hice desde un principio y le
habría tomado la misma cantidad de
pasos que a mi, por lo que nunca se habría
8
abalanzado antes de éste momento (a
menos que no calculara sus alternativas,
como yo lo hice). De ahí que verifico que
mi círculo es blanco.
Proust y yo nos abalanzamos al mismo
9
tiempo.
También se debe tener especial cuidado en no confundir los pasos del esquema
anteriormente desarrollado con la noción de tiempo lógico de Lacan. Como ya se
explicó, el tiempo lógico o tiempo subjetivo se relaciona directamente con la
temporalidad contenida en cada una de las afirmaciones que el sujeto hace durante la
prueba, pero los tiempos (los “pasos”) que se muestran en el “acertijo de los dos
químicos” se refieren a la secuenciación, algo externo a las afirmaciones en sí. Dichos
“pasos” serían una forma de expresión del tiempo cronológico, y como se sostuvo
oportunamente, dicha temporalidad se cruza fugazmente con el tiempo lógico en un
único punto, el momento de concluir.
Las líneas de pensamiento elaboradas hasta aquí están expresadas en lenguaje natural y
aunque es válido sostener que se pueden representar mediante fórmulas lógicas, hay
algunos procedimientos involucrados que no son fáciles de visualizar como texto. Para
eludir tales dificultades es aplicable un recurso ampliamente utilizado en las ciencias
computacionales y desarrollado en base a la semántica de mundos posibles: las
estructuras de Kripke (1959b).
Para explicar qué son estas estructuras o modelos se debe partir de algunas definiciones.
Empecemos llamando AP a un conjunto no vacío de proposiciones atómicas (como
afirmar que “A es blanco” o que “B es negro”), a partir de esto una estructura de Kripke
se puede definir26 como un triplete M = (S, R, L) en el que:
26
También es posible definir dicha estructura como un cuadriplete M = (S, I, R, L) en la que I representa
un conjunto de estados iniciales o mundos posibles de partida. En nuestro caso no necesitamos introducir
tales estados en la definición porque los mismos son reconocidos durante el análisis que se realiza luego
de construir las estructuras.
En tal caso se pueden establecer relaciones entre mundos posibles en una estructura de
Kripke (FAGIN ET AL. 1995, p. 18) que cumplan con las condiciones de:
Figura 2
Figura 3
Figura 4
A A
Figura 5
A A A
Figura 6
A A
A A A
igual que antes, la reflexibilidad permite que se imagine en un estado a partir del mismo
estado, pero como eso se da por entendido se tiende a suprimir los lazos
correspondientes de forma de simplificar el esquema, quedando como en la figura 5. En
nuestro caso los usaremos para resaltar aquellas situaciones en que un sujeto no puede
acceder a un mundo posible distinto sin tener que imaginar obligatoriamente los
pensamientos de alguien que no sea él mismo, lo que para nosotros representaría el
haber alcanzado una certeza27. Por tal razón, en el ejemplo del prisionero y los dos
discos, la figura 5 sería la que mejor describe el problema, ya que el preso no puede
lograr ninguna certidumbre, a diferencia del caso con un solo disco, en donde sí la
consigue.
En primera instancia se deben formular los tres mundos posibles: uno en que A tiene un
círculo blanco y B uno negro, otro en que A tiene uno negro y B uno blanco, y el
restante en que ambos tienen círculos blancos. El mundo en que los dos presos tienen
círculos negros está excluido del conjunto de los posibles porque sólo se dispone de uno
de tales círculos. Representándolos quedaría:
Figura 7
A B
A B A B
Siguiendo la línea del pensamiento del preso A (cuadro 4), se podrá comenzar a
reconocer las relaciones de accesibilidad28. Por ejemplo, el primer enunciado era “Veo
un círculo blanco (B). De lo que veo nada puedo concluir. Pero si yo portara un círculo
negro [...]” (pasos 1 y 2) y posteriormente “Pero si yo portara un círculo blanco
[...]” (paso 6), lo cual nos indica que sus consideraciones se inician en un punto entre
los dos mundos en donde B tiene un círculo blanco (tal cual A lo ve) y puede tomar dos
direcciones: imaginarse a sí mismo con un círculo negro o con uno blanco.
27
La única situación en la que un sujeto necesita obligatoriamente imaginar los pensamientos de alguien
más (algún otro atrapado entre dos alternativas) para acceder a un mundo posible distinto es aquella en la
que, para él mismo, no existen disyuntivas respecto al mundo posible de partida, o sea, en tal mundo el
sujeto debe haber alcanzado una certeza sobre su propia condición.
28
No es necesario apelar al discurso de un sujeto para establecer las relaciones de accesibilidad entre los
mundos posibles dado que las mismas derivan directamente de las condiciones iniciales del problema, tal
como se puede ver en el ejemplo previo. En este caso particular elegimos hacerlo así para introducir el
modo en que se pueden correlacionar los enunciados de un sujeto con una estructura de Kripke.
Figura 8
A B
A B A B
En el mundo en que A posee un círculo negro, B tendría la certeza de poseer uno blanco
(paso 3). Eso queda representado como se había mencionado anteriormente:
Figura 9
A B
A B A B B
Figura 10
A B
B A
A B A B B
En tal caso B podría llegar a las mismas conclusiones que antes hizo A, o sea, que si él
portara un círculo negro A tendría la certeza de ser poseedor de uno blanco (paso 8), o
sea:
Figura 11
A B
B A
A A B A B B
Nótese la elevada simetría de la estructura, lo que justifica que el preso A afirme que
cuando se supone con un círculo blanco el pensamiento de B sería especularmente
isomorfo al suyo.
Otro aspecto importante que se pone de manifiesto con estos modelos es que la serie de
pensamientos de uno de los sujetos, que equivale a hacer un recorrido de la estructura
siguiendo los conectores, puede ser infinita. En la forma de un discurso, el preso A
podría razonar “Si yo tuviera un círculo blanco, entonces B podría pensar: “Si yo
tuviera un círculo blanco, entonces A podría pensar: “Si yo tuviera un círculo blanco
entonces...”, y así sucesivamente. Sin embargo eso no ocurre en el modo usual en que se
plantean las soluciones a este tipo de enigmas por una buena razón. La capacidad de los
sujetos para encontrar el camino lógico más directo dentro de un razonamiento se
relaciona con cierto conocimiento previo obtenido en la resolución de problemas del
mismo tipo, o sea, se requiere experiencia para reconocer ciertos patrones
característicos, no se puede fundamentar mediante argumentos puramente lógicos.
Como explica Lacan (1954-55, p. 272):
“Que el sujeto piense al otro semejante a él, y que razone como piensa que el
otro debe razonar [...] es un punto de partida fundamental sin el cual nada
puede ser pensado; pero sin embargo resulta completamente insuficiente para
ayudarnos a descubrir de un modo cualquiera dónde puede residir la clave del
éxito. [...] En el interior de este marco la experiencia es absolutamente
evanescente. No es logicizable29. Remítanse ustedes a la dialéctica del juego
de los discos negros y blancos, colocados sobre la espalda de tres personajes
que deben adivinar cuál es su propio signo a partir de lo que ven sobre los
otros dos, y podrán descubrir algo del mismo orden.”
La vía por la que se escapa a la complicación que ésto representa es mediante la ficción
de que todos los sujetos son igualmente idóneos en la resolución de tales acertijos por
estar en conocimiento de las estrategias óptimas que deben utilizar.
Las estructuras consideradas hasta aquí son esencialmente atemporales. No hay nada en
su naturaleza que permita definir con precisión a qué mundos se accede primero y a
cuales después. Para un problema lógico dado es viable construir su estructura de
Kripke asociada tan sólo considerando los mundos posibles y sus relaciones de
accesibilidad, sin atender en lo más mínimo a la secuencia discursiva que represente
29
Las negritas son nuestras.
para un sujeto. Lo que sí se sabe es que cualquier sujeto iniciará el recorrido por la
estructura en un punto cuyas alternativas estén en concordancia con su percepción. En el
caso del presidiario A del anterior ejemplo, en la región entre los mundos posibles en
que B tiene un círculo blanco, tal como se muestra en la figura 8. Este punto de
arranque es consistente con la definición del instante de la mirada: “[...] esta
modulación del tiempo introduce la forma que, en el segundo momento, se cristaliza en
hipótesis auténtica, porque va a apuntar a la incógnita real del problema, a saber el
atributo ignorado del sujeto mismo.” (LACAN, 1945, p. 194).
Siguiendo con el “enigma de los dos químicos”, el recorrido por la estructura se puede
“cronometrar”30, basándose en el esquema de pasos que se elaboró (cuadro 4),
obteniéndose lo siguiente:
Figura 12
A B
5 1
B A 2
A A B A B B
3y4
Las flechas grises muestran la primera parte del razonamiento del prisionero A,
iniciándose en el instante de la mirada (paso 1) en el que se da cuenta que lo que ve no
le permite obtener ninguna certeza, hasta el paso 5, en el que comprende que si él
tuviera un círculo negro el preso B ya habría iniciado su marcha, por lo que A no puede
tener un círculo negro. En la estructura ésto significa que el mundo no es posible
A B
y en algún momento será forcluido31 del modelo junto a las relaciones de accesibilidad
que incluyan a tal mundo.
Como es notorio, los pasos 2 al 5 representan lo que Lacan llama el tiempo para
comprender, el lapso en donde el sujeto debe abandonar las consideraciones sobre sí
mismo e imaginar el pensamiento del otro para ganar una certidumbre anticipada:
30
Nos referimos al modo en que el discurso del sujeto, ordenado según el tiempo cronológico, se vincula
con las relaciones simbólicas contenidas en la estructura de Kripke.
31
Forclusión es el término empleado por Lacan para explicar la eliminación de cierto significante del
conjunto de significantes que integran el orden simbólico, eliminación que se produce como si, desde un
principio, tal significante nunca hubiera existido. “Se trata del rechazo, de la expulsión, de un significante
primordial a las tinieblas exteriores, significante que a partir de entonces faltará en ese nivel.” (LACAN,
1955-56, p. 217). En nuestro caso el término se adecua perfectamente al efecto de “remoción” de un
mundo posible de la estructura de Kripke y su traslado al orden de lo “imposible” (Real): es como si éste
nunca hubiera formado parte del modelo.
el sujeto manifiesta en los términos que pone en labios del uno y el otro,
como si los hubiera visto inscritos en un banderín: «Si yo fuese un negro, el
habría salido sin esperar un instante. Si se queda meditando, es que soy un
blanco».” (LACAN, 1945, p. 195).
Es válido admitir en este punto que tal mundo posible debería ser un mundo imposible.
Aún así, lo que resta de la estructura puede ser objeto del razonamiento del prisionero.
Continuando el esquema de pasos antes mencionado:
Figura 13
8
A B
6
B
7 A
A A B A B
B
Al arribar al paso 8, el preso A descubre que el único mundo posible sería aquel en que
ambos presos llevan círculos blancos, el mundo tampoco puede permanecer en el
A B
esquema, por lo que éste, junto con el mundo , resultan forcluidos, y por eso los
A B
dos presos llegan a una certeza. Actualizando32 el modelo:
Figura 14
A
B
A B
32
La justificación del preciso momento en que ocurre la forclusión de los mundos imposibles y la
actualización de la estructura se tratan en detalle en la sección 2.9, “Actualizaciones y Escansiones
suspensivas”. Por otra parte, las relaciones de accesibilidad que aparecen en el modelo actualizado, o sea,
los dobles lazos que parten y arriban al único mundo posible, no surgieron de la nada, de hecho siempre
estuvieron ahí. Como ser recordará, habíamos tomado como convención dibujar las accesibilidades
derivadas de las relaciones reflexivas sólo cuando las mismas representaran alguna forma de certidumbre
para el sujeto.
certeza que B tiene sobre el color de su círculo. Y aún más, A puede entender cómo B
estaría al tanto de su certeza (la de A). Tal es la razón que le permite afirmar “El otro y
yo nos abalanzamos al mismo tiempo” (paso 9).
Nuestros cautelosos químicos no son buenos representantes del dilema de los presos
originales en el contexto del sofisma lacaniano ya que malgastan precioso tiempo en
validar sus primeras conclusiones. Toda esa circunspección es incompatible con el
sentido de urgencia que Lacan busca incorporar al problema:
Representa un acelerado retorno al “yo”, tras haberlo abandonado para imaginar los
pensamientos del otro en el tiempo para comprender.
Se debe recordar que, en el sofisma, los presos están en competencia, pues “[...] será el
primero que pueda concluir [...] su propio color el que se beneficiaría de la medida
liberadora [...]” (LACAN, 1945, p. 187). Si admitimos que los sujetos del problema
original no se plantean resolverlo en base a técnicas de la lógica modal o con criterios
de las Ciencias Naturales en los que la verificación posee elevada prioridad, es
razonable que los presos se encaminen a la salida tras arribar a una certeza anticipada.
Tal anticipación reforzará aún más la urgencia, la retroalimentará, ya que los presos
pueden pensar que cualquier demora modificaría la configuración inicial a tal punto que
no sería posible reconstruir el razonamiento ya hecho. En este aspecto, el argumento de
Lacan se vuelve débil, en razón de que las referencias al tiempo que se producen en los
discursos de los presos del problema original (cuadro 1) son relativas (“ahora”, “antes”,
“después”) y por lo tanto la validez de las afirmaciones en las que intervienen quedan
fijadas en el momento en que se enuncian. Atiéndase a lo que el autor pone en boca de
uno de los presos: “[...] si les hubiese dado tiempo para ello, los otros, gracias a
aquello mismo que hubiese sido mi solución, me habrían lanzado en el
error.” (LACAN, 1945, p. 200).
“nuestro sofisma [...] se presenta como una aporía para las formas de la
lógica clásica, cuyo prestigio "eterno" refleja esa invalidez que no por ser la
suya es menos reconocida: a saber que no aportan nunca nada que no pueda
ya ser visto de un solo golpe.” (LACAN, 1945, p. 192).
Por las reglas del juego, si el preso se demora, alguno de los otros llegará primero
a la salida, podrá hablar antes, y si sus conclusiones son “lógicas” será el único
liberado.
Por un problema de relatividad temporal, si no “marca” mediante su
abalanzamiento el momento en que obtiene algún grado de certeza de ser portador
de un círculo blanco (momento de concluir) no tendrá forma de explicar sus
deducciones al carcelero, aunque llegara a la salida primero que los otros.
Este último sentido queda más claro si se imagina el caso en que uno de los presos,
luego de haber realizado toda la serie de deducciones presentadas en el cuadro 1,
resolviera no moverse de su lugar. Obviando que quien llegue primero tendrá mayores
posibilidades de ser liberado, cuando el retrasado intente explicar cómo dedujo que su
círculo es blanco, a pesar de tener una fuerte convicción de que esa es su situación, no
podrá argumentarlo de modo alguno: “si yo tuviera un círculo negro los otros dos se
habrían puesto en marcha antes... ¿antes de qué?”. El preso podría tener pleno
Para el autor, el ver moviéndose a los otros induce en el preso una duda, cosa que no es
posible explicar en base a los argumentos anteriormente desarrollados. La última
conclusión del prisionero A (cuadro 1) es que si él “[...] portara un círculo negro, B se
habría puesto en marcha antes de este momento. Como no lo hizo [su] círculo debe ser
blanco”. Tal cosa no puede ser invalidada por ver a los otros moverse después o al
mismo tiempo que él. Se trata entonces del conflicto que se describió anteriormente
respecto a la función de la prisa. Lacan intuye la existencia de una duda, pero no puede
formularla en función de los aspectos temporales porque no sería posible, para él,
tratarla lógicamente. De esa manera la encausa a una forma de “rechazo” de las
conclusiones obtenidas, obligando al presidiario a repetir inversa y escalonadamente los
mismos razonamientos ya hechos, llegando a la regla N-1.
La regla antes mencionada es una característica común a todos los enigmas lógicos de la
familia del “pequeño sofisma”: dado un cierto número N de sujetos dependientes (niños,
sabios, presos, etc.), bastan N-1 “extrapolaciones33 de pensamientos” (por ejemplo,
pensamiento de B imaginado por A) para que alguno alcance una certeza. Lacan la
expone para el caso de los tres presos:
33
La noción de extrapolación (extra - por fuera, polo - extremo) nace en el campo de la geometría,
disciplina que para Lacan (1976-77, p. 37) trata de “lo que es simbólicamente imaginario”. Es una
operación que permite reconstruir las partes no conocidas de una figura geométrica extendiendo aquellas
que sí lo son. En nuestro caso lo utilizamos como un sinónimo de imaginar o reconstruir el pensamiento
del otro.
“Por eso, también, mientras una sola señal debería bastar para la única elección
que impone la primera interpretación errónea, dos escansiones son necesarias
para la verificación de los dos lapsos que implica la segunda y única
válida.”34 (LACAN, 1945, p. 193).
Y para el caso con cuatro presos tratado en la nota 5 del artículo explica que “la
certidumbre queda verificada en tres ocasiones suspensivas.”35 (LACAN, 1945, p. 202).
Si se revisa el acertijo de los hombres sabios (cuadro 2) o el de los niños embarrados
(cuadro 3) se verá que poseen idéntica cantidad de “pensamientos extrapolados” al del
sofisma lacaniano con tres presos.
A la luz de lo que las estructuras de Kripke revelan se puede postular una escansión, una
parada en el abalanzamiento, justificada en una duda que el preso tendría, pero cuyo
origen sería el aplazamiento de la instancia de verificación por la prisa de la
competencia y la necesidad de “marcar” el momento de concluir (“si mi círculo fuera
blanco, entonces...). Esa parada no tendría ninguna relación con ver a los otros
moviéndose al mismo tiempo y sería única, independiente del número de participantes
en la prueba. Aplicando estas nociones se realizará, a continuación, el análisis del
sofisma de Lacan en los exactos términos que el autor originalmente lo planteó.
Partiendo de las condiciones iniciales, o sea, tres presos, tres círculos blancos y dos
negros, la construcción de la estructura de Kripke asociada al “pequeño sofisma”
implica, en primera instancia, la enumeración de todos los mundos posibles. Las
combinaciones de presos y círculos resulta acotada a un total de siete mundos, los cuales
se pueden disponer en el plano de forma muy similar al método utilizado por Fagin et
al. (1995, p. 26) para resolver el acertijo de los niños embarrados en el caso de tres
sujetos. Si se utiliza la misma convención de símbolos anteriormente expuesta se
obtiene la siguiente distribución:
34
Las negritas son nuestras.
35
Id. n. a.
Figura 15
A B C
A B C A B C
A B C
A B C A B C
A B C
Figura 16
A B C
A B C A A B C
A A B C A
A B C A B C
A B C
Figura 17
A B C
B C
C
B
A B C A A B C
A A B C A
B C
A B C A B C
C B
A B C
Figura 18
A B C
B C
C
B
A B C A A B C
A A B C A
B C
Figura 19
A B C
B C
C
B
A B C A A B C
A A B C A
B C
De tal manera el preso A deduce que si su círculo fuera negro los otros habrían partido
antes, lo que tampoco ocurre, por lo que el mundo en que él carga un círculo negro debe
ser imposible también, contándose ahora con tres mundos que son buenos candidatos a
ser forcluidos de la estructura (junto a sus relaciones de accesibilidad). El presidiario
finaliza su tiempo para comprender y pasa al momento de concluir con la razonable
convicción de portar un círculo blanco, con una certeza anticipada, dado que su
verificación recae en alguna instancia futura.
Figura 20
B C
C
B
A B C A A B C
A A B C A
B C
A B C A B C
C B
A B C
Figura 21
C C
B B
A B C A A B C A B C A A B C
A A B C A A A B C A
B C B C
A B C A B C A B C A B C
C B C B
A B C A B C
A A
De esta forma llega a que los tres mundos de la parte inferior del esquema deben ser
también imposibles, dado que sólo son viables en el caso que uno o dos de los presos
partieran antes del momento en que todos iniciaron su marcha. Tras la forclusión de los
mismos, y los que anteriormente fueron hallados imposibles, quedaría un único mundo
posible, aquel en que los tres presos llevan círculos blancos, por lo que al actualizar la
estructura se obtiene:
Figura 22
A
B
C
A B C
Figura 23
A B C
B C
A A B C A B C A
C B
A B C
Cuadro 5
Pensamiento del C Pensamiento del A
Paso Pensamiento del B imaginado por el B imaginado por el C
Pensamiento de A
s imaginado por A imaginado por A imaginado por el B
imaginado por A
Sé que porto un
1
círculo blanco.
De tal manera B (o
2 C) podría haber
pensado...
Veo dos círculos
blancos (A y C). De
3
lo que veo nada
puedo concluir.
Pero si yo (B)
portara un círculo
4 negro entonces C
podría haber
pensado...
Veo un círculo
negro (B) y uno
5 blanco (A). De lo
que veo nada puedo
concluir.
36
En la estructura resultante todos los mundos posibles tienen al preso A portando un círculo blanco.
Pero si yo (C)
portara un círculo
negro, al igual que
6
B, entonces A
podría haber
pensado...
Veo dos círculos
negros (B y C), por
7 lo que yo (A) sé que
tengo un círculo
blanco.
Me abalanzo a la
8
salida.
Pero A no se puso
en marcha antes de
9 este momento, por
lo que mi círculo
debe ser blanco.
Me abalanzo a la
10
salida.
Pero C no se puso
en marcha antes de
11 este momento, por
lo que mi círculo
debe ser blanco.
Me abalanzo a la
12
salida.
Y así se explica
cómo B (o C)
13
salieron al mismo
tiempo que yo.
Figura 24
A B C
3
11 y 12
B C
4
A A B C 9 y 10 A B C A
C B
5
A B C 7y8
6
Dado que el razonamiento es válido para cualquiera de los presos B o C, el resultado del
proceso será similar al representado en la figura 21, por lo que, tras la segunda
actualización retroactiva, se arribará a que el único mundo posible es aquel en que todos
cargan con un círculo blanco (figura 22).
Los discursos estudiados hasta aquí siempre se han presentado como un recorrido
personal de la estructura, en el sentido que corresponden a los pensamientos que un solo
sujeto desarrolla ante cierta situación y en determinado momento, imaginados o no.
Pero también es factible realizar un tratamiento impersonal genérico del problema,
A pesar de los inconvenientes que presenta semejante abordaje, aún es posible utilizar el
lenguaje natural para expresarlo como una meditación del preso A:
Este enunciado es muy similar a la explicación que Lacan pone en boca de uno de los
presos en su “solución perfecta” con la salvedad de que no se está utilizando el “yo”
sino el “nosotros”. Para representar el recorrido por la estructura asociado ya no se
necesita recurrir al tiempo para comprender de un sujeto en particular sino al de los tres
simultáneamente. A partir de sus instantes de la mirada el desarrollo del proceso será
igual a la primera parte del estudiado anteriormente (figuras 18 y 19) pero
caleidoscópicamente reproducido por todos los sujetos. De tal manera se obtiene:
Figura 25
A B C A B C
B C B C
C C
B B
A B C A A B C A B C A A B C
A A B C A A A B C A
B C B C
A B C A B C A B C A B C
C B C B
A B C A B C
A A
Es así que los seis mundos que forman la parte exterior de la estructura deben ser
imposibles y al forcluirlos sólo resta aquél en que los tres sujetos llevan círculos
blancos. La actualización del modelo puede ocurrir inmediatamente (tras el primer y
único tiempo para comprender) y ya no es necesaria una moción suspendida para
asegurar la certeza, la cual sería absoluta. El resultado de la actualización retroactiva
sería el mismo que en la figura 22, por lo que tampoco quedarán partes inexploradas
que justifiquen una acción verificativa.
Por lo tanto, cuando un sujeto razona con estricto sentido genérico no hay modo de
explicar ni una certeza anticipada, ni una duda, ni una escansión suspensiva, lo que da
la pauta que tales componentes del tiempo lógico tienen una muy estrecha relación con
el yo, son efectos egocéntricos.
Las similitudes descubiertas entre los efectos del discurso de un sujeto desplazado hacia
lo colectivo durante el recorrido de la estructura de Kripke y el sujeto de la masa, por
contraste con lo observado en el análisis del sofisma en sus condiciones originales,
representan una importante evidencia de la potencia heurística de dichas estructuras.
37
Apelamos al famoso texto de Freud por su brillante descripción de los sujetos que integran una masa y
no por la explicación que el psicoanalista ofrece respecto el origen de tan singular comportamiento
humano.
38
Las itálicas son nuestras.
39
Id. n. a.
3. El momento de concluir
Como en toda aproximación a cierto conocimiento nuestro trabajo también se sitúa en la
disyuntiva entre continuar con las exploraciones de los distintos factores que afectan al
sofisma lacaniano y como consecuencia a la noción de tiempo lógico (cuestión que
podría extenderse casi indefinidamente dada la compleja naturaleza del tema), y la
conclusión de tal tarea para dar lugar a la consideración de los efectos que lo ya
encontrado podría tener en la interpretación de los fenómenos didácticos.
3.1.Breve recapitulación
Las particularidades del problema introducido por Lacan, en contraste con las
otras versiones del mismo, revelan cómo el ordenamiento temporal de las
acciones puede regularse implícitamente, o sea, a partir de los propios sujetos en
la igualdad de condiciones de una ficción y sin la intervención de agentes
externos.
Los fenómenos temporales, analizados a partir del discurso de un sujeto, se
pueden relacionar con la duración de un recorrido por la estructura asociada al
problema (figuras 12 a 14), de modo que es posible afirmar la existencia de una
correspondencia entre el instante de la mirada, tiempo para comprender y
momento de concluir con el inicio, tránsito y actualización del modelo.
La estructura del sofisma está organizada en base a una serie de reglas y depende
exclusivamente de la configuración de incertidumbres y posibilidades que
cualquier sujeto puede establecer en la ficción del problema, por lo que es
esencialmente atemporal pero actualizable: eterna, mientras dura.
La prisa del sujeto es producto de la competencia impuesta por las condiciones
iniciales del sofisma y de la necesidad de generar un punto de referencia temporal,
común a todos los participantes, para poder explicar el origen de sus convicciones a
otro, lo cual forma parte de cierto tipo de acontecimiento. Tal punto de referencia
implica un posible “cruce” entre el tiempo subjetivo y el tiempo cronológico.
La duda puede aparecer por efecto del aplazamiento de la verificación de las certezas
anticipadas en un primer razonamiento y es intrínseca al sujeto, no está relacionada
directamente con las acciones posteriores o simultáneas de los otros sino que es el
cierre de la anticipación.
Por lo tanto, es necesaria sólo una moción suspendida, independiente del número de
sujetos implicados, para alcanzar la certeza definitiva. Tras dicha escansión ocurrirá
una actualización de la estructura de carácter retroactivo: parte de lo que era posible
resultó ser imposible y no debería haber tenido lugar en el modelo desde el primer
momento (forclusión).
La alteración de la secuencia establecida por Lacan en su explicación del sofisma
modifica profundamente el sentido de la prisa, de la anticipación, la duda y la
escansión, lo que revela el elevadísimo grado de interrelación entre estos factores,
los que a su vez están indisolublemente conectados con el “yo” como eje de todo
discurso.
Lo explorado hasta ahora sólo parece tener consecuencias en las acciones que un sujeto
podría realizar dentro de un conjunto humano sometido a ciertas reglas bastante
estrictas, tales como las del sofisma lacaniano o las variantes que ya estudiamos. Sin
embargo lo que Lacan pretendía exponer con su noción de tiempo lógico es la forma en
que se puede sustentar una intersubjetividad genérica sin tener que apelar a ningún
vínculo “afectivo” entre los sujetos, ello efecto de una serie de procedimientos lógicos
en los que la temporalidad cumple el rol principal, tal como lo revela el acápite de
nuestro texto.
A pesar de esto existe una permanente asimetría en las posiciones de ambos sujetos,
dado que el enseñado no está en condiciones de entender el modo en que el enseñante se
relaciona con cierto conocimiento sino que asume que éste último posee un saber que él
mismo no tiene, que le será “otorgado” después, modificando las nociones que sobre el
asunto poseía previamente. De tal manera el tiempo didáctico legal, o tiempo
cronológico se desdobla en dos tiempos distintos: “Hay, entonces, el tiempo de la
enseñanza, caracterizado por la anticipación, y el tiempo del aprendizaje de naturaleza
retroactiva” (BEHARES, 2004, p. 56).
Si sólo se tomara ésto en cuenta, el único aspecto que podrían tener en común los
sujetos del sofisma con los del acontecimiento didáctico sería el carácter de ficción del
escenario en el que ambos fenómenos se despliegan. Todos los participantes del sofisma
(con la obvia excepción del carcelero) están en igualdad de condiciones respecto a
cierto conocimiento y todos poseen idénticas capacidades para acceder al mismo, lo que
no tiene ningún equivalente en el contexto del fenómeno didáctico. Del mismo modo,
los sujetos del problema de Lacan deben necesariamente alternar entre posiciones
anticipatorias y retroactivas sin establecerse definitivamente en ninguna de ellas, lo que
es completamente opuesto al caso del enseñante y el enseñado en una situación
didáctica.
Desde tal óptica, bastante limitada, del valor del tiempo lógico en el acontecimiento
didáctico, su calidad como modelo epistémico queda circunscrita a los aspectos
relacionados con el aprendizaje exclusivamente, o sea, a la aproximación del enseñado
a los saberes sin que cumpla ningún papel relevante el enseñante: da lo mismo que ese
rol lo ejerza un sujeto dando una clase, o quien se dirige al lector a través de las páginas
de un libro de texto o del relato en un documental presentado en la televisión. El
instante de la mirada, el tiempo para comprender y el momento de concluir pasarían a
ser una forma un poco más refinada de nombrar a las viejas y conocidas etapas del
“método racional”: observación - reflexión - conclusión.
Basta mirar el título del texto de Lacan para comprender que el tiempo lógico no se
puede relacionar directamente con los vínculos entre los sujetos y un “saber designado
para ser enseñado” (como por ejemplo, el maestro, el alumno y el teorema de Pitágoras)
sino con las formas en que los sujetos implicados en cierta situación colectiva pueden
alcanzar alguna certeza respecto a determinado conocimiento (de sí mismos o de los
demás). Es así que bajo esta perspectiva nuestros hallazgos adquieren otra relevancia.
Para dar cabida a la ficción didáctica, tanto enseñante como enseñado deben poseer
idéntica capacidad de anticipar cierta certidumbre. En el caso del enseñante se tratará de
la certeza anticipada de que podrá enseñar a sus alumnos determinada cosa, mientras
que para el enseñado tal certeza radica en que podrá aprender “eso” que el maestro le
enseñará.
Como se vio antes, el establecimiento del ordenamiento temporal de las acciones de los
sujetos implicados no necesita de la intervención de agentes externos, sino que
espontáneamente, implícitamente, queda regulada por esos mismos sujetos. Esto nos
lleva a concluir que en el acontecimiento didáctico las “reglas del juego” quedan fijadas
en un principio, como una condición previa, y tanto enseñante como enseñado, al
atenerse a ellas, consiguen establecer un régimen que les permite avanzar hacia los
objetivos propuestos sin que medie ningún actor ajeno a la situación didáctica.
Por otra parte, esas mismas reglas deben permitir que cada sujeto pueda plantearse tanto
incertidumbres como posibilidades respecto a su capacidad de alcanzar cierto logro. Un
enseñante que posea la certeza absoluta de que todo lo que explicará será comprendido
también será completamente incapaz de armonizar sus ritmos con el de sus alumnos,
tanto como aquel que esté convencido de que no tiene la más mínima posibilidad de
instruir sobre alguna cosa. Desde el punto de vista del enseñado ocurre lo mismo, si está
convencido de que absolutamente todo lo que se le explique lo aprenderá, o de que nada
de lo que se le presente logrará comprender, entonces no le será posible establecer
alguna forma de sincronía entre su propio tiempo subjetivo y el del enseñante. El
equilibrio entre incertidumbres y posibilidades, que no tiene relación con aspectos
temporales dentro de la ficción didáctica sino que es una más de las condiciones previas
para que la misma se desarrolle, puede ir variando paulatinamente en la medida que
nuevas incertidumbres y nuevas posibilidades sustituyan a aquellas que resultan
caducas, reemplazando a las anteriores como si nunca hubieran existido, de manera que
todo el proceso se pueda sostener en el tiempo con la apariencia de una continuidad,
como algo que fluye sin grandes sobresaltos.
De igual modo que para los sujetos del sofisma, la prisa podría tener dos sentidos
simultáneos. Por una parte se lo puede entender como el efecto de las condiciones
previas de la ficción didáctica, o sea, las imposiciones de cumplir con una planificación
de la actividad, con un programa, haciendo que todos los sujetos se apresuren a
completar lo pautado como si de un desafío se tratase. Por otro lado, cada sujeto debe
intentar concluir lo antes posible con el objetivo propuesto de manera de poder poner en
juego el saber enseñado o aprendido con el menor riesgo de que los otros le coarten la
posibilidad de comprobar qué tan verosímiles eran las certezas que había anticipado un
poco antes. Tanto enseñante como enseñado deben crear “marcas” en el tiempo público
(o tiempo didáctico legal) de manera de poder justificarse uno al otro cuándo y cómo
adquirieron la certidumbre de haber alcanzado (o no) cierta meta. Tales “marcas”
permitirían ir acompasando los ritmos del tiempo de la enseñanza con los del
aprendizaje de manera que la ficción del tiempo didáctico legal no se derrumbe por
quedar ambos regímenes totalmente desconectados.
En este punto la duda tiene la capacidad de introducir la consideración, por parte de los
sujetos, de aquellas posibilidades que no habían sido tomadas en cuenta previamente.
Su origen no necesita radicarse en evidencias que los otros puedan llegar a hacer
presentes, sino que cada sujeto posee la capacidad de comprender que para verificar sus
certidumbres anticipadas debe también tomar en cuenta aquellas alternativas que había
dejado de lado por efecto de la prisa que recién se comentó. Esta duda funcionará como
el desencadenante de una de las etapas más representativas del fenómeno didáctico: la
escansión.
Estas son algunas de las precarias conclusiones que hemos podido sacar respecto a las
implicaciones, para los fenómenos didácticos, del presente estudio sobre el tiempo
lógico de Lacan, en buena medida limitados por la prisa inherente a nuestro propio
momento de concluir. Aún así confiamos que nuestra certeza anticipada respecto al
valor de la elaboración teórica de Lacan para interpretar tales fenómenos se verá
confirmada en alguna instancia futura, tras alguna moción suspendida, en la que
posiblemente deberemos replantearnos buena parte de lo que intentamos plasmar en el
presente texto.
4. Referencias
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Spring Symp. on Log. Formalizations of Commonsense Reas. p. 33-40, 1991a.
FREUD, S. Psicología de las masas y análisis del yo. En: J. Strachey (comp.) Sigmund
Freud Obras Completas. Vol. XVIII, Amorrurtu: Buenos Aires, 1993, p. 63-136,
1921.
______. El Seminario 3: Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós, ed. 1997, 1955-56.
______. Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956. En: ______.
Escritos I. Buenos Aires: Siglo XXI, ed. 1985, p. 441 – 472, 1956.
______. El Seminario 20: Encore. Buenos Aires: Paidós, ed. 1998, 1972-73.
______. El Seminario 23: El Sinthome. Buenos Aires: Paidós, ed. 2006, 1975-76.
______. El Seminario 24: L’Insu que sait de l’une–béuve s’aile à mourre. Texto de la
Escuela Freudiana de Buenos Aires, 1976-77.
PAENZA, A. Matemática... ¿estás ahí?: episodio 2. Buenos Aires Siglo XXI, 2006.