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América Latina
Nuevos paradigmas y posibilidades de acción
La rápida e intensa urbanización que se produjo en América Latina en los últimos 50 años
se contrasta frecuentemente en la literatura con un sistema de planeamiento urbanístico
inadecuado para explicar los múltiples problemas sociales resultantes: alto precio del suelo
y especulación en propiedades, informalidad rampante, segregación socioespacial extrema,
infraestructura y servicios urbanos inadecuados, degradación ambiental, etc. Sin embargo,
la literatura omite, en gran medida, el rol de los sistemas legales nacionales, que han
contribuido a esta situación a la vez que también han reaccionado en su contra. El rol
central cumplido por el régimen legal no se puede subestimar.
Los sistemas legales también han contribuido al desarrollo informal por dos mecanismos
principales: disposiciones legales de exclusión del suelo, derechos de propiedad y normas
de registro; y los sistemas de planeamiento deficientes adoptados en muchas grandes
ciudades. Tanto la falta de regulación del suelo como la aprobación de leyes de
planeamiento elitistas que se niegan a reflejar las realidades socioeconómicas, que limitan
el acceso al suelo y viviendas a los pobres, han jugado un rol perverso, agravando, y a
veces hasta determinando, la segregación socioespacial. Las disputas institucionales entre
gobiernos locales y nacionales sobre el poder para regular el desarrollo urbano también han
producido problemas legales adicionales.
En muchas ciudades, los sistemas legales que regulan el desarrollo urbano son
significativamente obsoletos e incoherentes, generando un incumplimiento generalizado y
una creciente desconexión entre la ciudad legal y la ciudad real. Importantes avances en la
gestión urbana, promovidos por administraciones locales progresivas, han sido socavados
frecuentemente por los obstáculos creados por regímenes legal-urbanísticos nacionales
caducos. En el contexto más amplio de los procesos volátiles de democratización en la
región, se ha puesto un énfasis más grande en la posibilidad de que un ordenamiento legal-
urbanístico renovado podría avanzar la reforma urbana. Muchos académicos, políticos,
funcionarios públicos y organizaciones comunitarias comprenden que la promoción de
mercados de suelo eficientes, inclusión socioespacial y sustentabilidad ambiental sólo será
posible por medio de la adopción de nuevo paradigmas legales claramente definidos y
coherentes.
Los principios legales en general, y en particular los que regulan los derechos de desarrollo
del suelo y las relaciones inmobiliarias, se determinan políticamente y se asimilan
culturalmente. Los sistemas legales tienden a ser complejos, ya que incluyen disposiciones
distintas, contradictorias y hasta en conflicto, adoptadas en el transcurso del tiempo como
consecuencia de procesos sociopolíticos en evolución. El mantenimiento de un sistema
legal que no exprese de manera fundamental las realidades de los procesos
socioeconómicos y político-institucionales que se propone regular genera distorsiones de
todo tipo.
La racionalización de un sistema legal es una tarea exigente pero crucial, que requiere la
aprobación de nuevas leyes y también un esfuerzo continuo para (re)interpretar los
principios y cláusulas en vigencia. No obstante, dicha interpretación puede variar
significativamente según el paradigma legal adoptado por el intérprete. Distintos
paradigmas pueden coexistir en la misma cultura legal, causando ambigüedades legales y
conflictos judiciales potenciales, sobre todo en países donde la división tradicional entre el
derecho público y el derecho privado todavía no está claramente delineada.
Desde esta perspectiva, el accionar del Estado en la gestión del suelo y políticas
urbanísticas está seriamente restringido, y las iniciativas significativas de planeamiento
urbano han generado frecuentes conflictos judiciales. Los grandes proyectos públicos
generalmente requieren expropiaciones onerosas de suelo, y el pago de compensación se
calcula sobre los valores plenos de mercado. Las obligaciones de los emprendedores son
pocas y la carga de la construcción de infraestructura y provisión de servicios recae
mayormente sobre el Estado. Si bien los derechos de desarrollo y construcción se suponen
expresiones intrínsecas de los derechos individuales de propiedad del suelo, no hay un
ámbito establecido para la noción de que la administración pública debería recuperar el
valor incremental del suelo generado por las obras y servicios públicos. Esta tradición legal
ha sido agravada más aún por la burocratización de las transacciones contractuales y
comerciales, y también por las exigencias excesivas del registro de propiedades y el acceso
al crédito.
Como resultado de este enfoque laissez faire en el desarrollo del suelo, el ordenamiento
urbanístico-legal en las ciudades de América Latina no se puede considerar como
plenamente democrático. El proceso de desarrollo informal refleja la realidad de que cada
vez más personas han tenido que violar la ley para obtener acceso al suelo y la vivienda
urbana.
El planeamiento urbano en algunas grandes ciudades ha sido respaldado por los principios
legales del derecho administrativo. Este paradigma de derecho público ha intentado
reformar la tradición del derecho privado, pero ha limitado el alcance de la noción de la
"función social de la propiedad”. Este concepto ha existido en la mayoría de las
constituciones nacionales como principio nominal desde la década de 1930. Este paradigma
más intervencionista reconoce el “poder de policía” del Estado para imponer restricciones y
limitaciones externas sobre los derechos de propiedad individual en el nombre del interés
público, respaldando así formas tradicionales de planeamiento regulador.
Éstos han sido intentos tímidos, sin embargo, porque la imposición de obligaciones legales,
órdenes compulsivas y requisitos de reservación del suelo siguen encontrando fuerte
resistencia popular y judicial. En la mayoría de los países, los tribunales han dictaminado
que el Estado puede imponer ciertas limitaciones sobre los derechos de propiedad, pero la
imposición de obligaciones sobre los terratenientes y emprendedores ha sido más difícil.
Esto es particularmente cierto con las leyes locales que han intentando imponer la
obligación de asignar suelos o unidades para vivienda social como condición previa para la
aprobación de un proyecto inmobiliario, pero han sido declaradas inconstitucionales.
Muchas ciudades siguen aprobando nuevas subdivisiones del suelo, si bien ya existe un
inventario considerable de lotes vacantes. El problema es que no cuentan con instrumentos
legales para imponer un uso acorde con la función social. Si bien los emprendedores han
sido obligados a asumir una creciente responsabilidad por la construcción de
infraestructura, algunos desarrollos significativos, incluyendo comunidades cerradas de
altos ingresos, han sido aprobados sin condiciones de reserva del suelo o unidades de
viviendas para trabajadores domésticos o de servicio. Ello ha causado la aparición de
nuevos proyectos inmobiliarios informales y una mayor densidad de edificación en
asentamientos existentes para dar cabida al sector de bajos ingresos.
En algunas ciudades que han intentado imponer códigos de zonificación, planes maestros y
otras leyes urbanas complejas, ha emergido una tradición de planeamiento burocrático que
refleja una incomprensión de cómo las regulaciones urbanas y ambientales afectan la
formación y el movimiento de los precios del suelo. Los urbanistas siguen teniendo
dificultades para contradecir la noción establecida de que los dueños del suelo y la
propiedad tienen el derecho automático a las ganancias resultantes del planeamiento y
desarrollo urbano. En la mayoría de los casos, las administraciones públicas no han
recuperado el generoso incremento del valor del suelo producido por las obras y los
servicios públicos, como también por los cambios en la legislación urbana que gobierna los
derechos de uso y desarrollo de los suelos.
El uso y desarrollo del suelo es guiado por una amplia gama de derechos colectivos, como
el derecho al planeamiento urbano, una vivienda adecuada y un medio ambiente
equilibrado; el derecho de la comunidad y la obligación del Estado de recuperar el
incremento en el valor del suelo generado por la acción del Estado y la legislación
urbanística; y el derecho a la regularización de asentamientos informales consolidados.
Algunas ciudades colombianas han amasado recursos financieros significativos por medio
de mecanismos de recuperación de plusvalías del suelo, haciendo posible (si bien no
siembre practicable) formular un proceso más sustentable de acceso legal al suelo con
acceso a servicios por parte de los sectores urbanos pobres. En Brasil, algunas
municipalidades también han podido generar recursos financieros significativos como
resultado de sus “operaciones urbanísticas”, donde se negocian derechos de desarrollo y
construcción dentro del marco de un plan maestro. También se han promovido en varios
países programas de regularización para modernizar y legalizar asentamientos
consolidados.
No obstante, la disputa entre estos paradigmas legales continúa, y todos estos nuevos
principios y derechos siguen siendo objeto de un debate feroz. La Corte Constitucional de
Colombia ha adoptado en forma consistente una interpretación progresiva, respaldando la
noción de la función social de la propiedad y el derecho social a la vivienda. Un estudio
reciente de decisiones judiciales dictadas por las cortes superiores de varios estados
brasileños demuestra que el nuevo paradigma legal ha sido asimilado en aproximadamente
el 50 por ciento de sus decisiones, mientras que las restantes siguen siendo orientadas por el
paradigma conservador del Código Civil (Mattos 2006).
Independientemente de las deficiencias que existen en este proceso, el enorme desafío que
tienen los países y ciudades al promover la reforma del derecho urbanístico es garantizar el
pleno cumplimiento de las nuevas leyes aprobadas.
El derecho a la ciudad
Además de reinterpretar y reformar sus sistemas legales nacionales, los juristas, políticos y
activistas sociales de América Latina han promovido un debate internacional sobre un
Estatuto del Derecho a la Ciudad, que reconozca plenamente los derechos colectivos. Al
mismo tiempo, estos conceptos progresivos acerca de los derechos de propiedad y la
naturaleza del accionar del Estado con respecto al uso del suelo y el control del desarrollo
han sido enfrentados combativamente por aquéllos que siguen favoreciendo un enfoque
incondicional de los derechos de propiedad y la homogenización de los regímenes de suelo
y de propiedad.
Referencias
Fernandes, Edésio. 2007a. Implementing the urban reform agenda in Brazil. Environment
and Urbanization 19(1): 177–189.
———. 2007b. Constructing the “right to the city” in Brazil. Social and Legal Studies
16(2):201–219.
Mattos, Liana Portilho. 2006. Função social da propriedade na prática dos tribunais. Rio de
Janeiro: Lumen Juris.
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