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la nutriología
NOTA
La medicina es una ciencia en constante desarrollo. Conforme surjan nuevos conoci-
mientos, se requerirán cambios de la terapéutica. El(los) autor(es) y los editores se han
esforzado para que los cuadros de dosificación medicamentosa sean precisos y acor-
des con lo establecido en la fecha de publicació n. Sin embargo, ante los posibles erro-
res humanos y cambios en la medicina, ni los editores ni cualquier otra persona que
haya participado en la preparación de la obra garantizan que la información conte-
nida en ella sea precisa o completa, tampoco son responsables de errores u omisio-
nes, ni de los resultados que con dicha información se obtengan. Convendría recurrir a
otras fuentes de datos, por ejemplo, y de manera particular, habrá que consultar la
hoja informativa que se adjunta con cada medicamento, para tener certeza de que
la información de esta obra es precisa y no se han introducido cambios en la dosis recomen-
dada o en las contraindicaciones para su administración. Esto es de particular importancia
con respecto a fármacos nuevos o de uso no frecuente. También deberá consultarse a los
laboratorios para recabar información sobre los valores normales.
ISBN: 978-607-15-0806-5
1234567890 1098765432
del Comité de Acreditación del Consejo Nacional para la Calidad de los Programas Educativos en
Nutriología, A.C. (CONCAPREN). Catedrática de las Universidades Iberoamericana -Ciudad
de México- y Anáhuac. Atención clínica nutriológica de individuos sanos y enfermos en consulta
privada. Consultora externa de empresas del ramo alimentario. Miembro del Consejo Directivo
del Colegio Mexicano de Nutriólogos para el periodo 2011-2013. Socia activa de: American
Dietetic Association; Sociedad Latinoamericana de Nutrición; Sociedad de Nutriología; Federación
Mexicana de Diabetes. Asociada del Colegio Mexicano de Nutriólogos, Sociedad Médica de
Clínica Londres, Grupo Ángeles.
Ciudad de México. Profesor visitante del Departamento de Counseling & Human Services of the
J. A. Panuska College of Professional Studies at the University of Scranton, PA. Profesor de psicología
a nivel licenciatura y posgrado, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Actual director
del Departamento de Psicología, Universidad Iberoamericana, Ciudad de México.
Editoras III
Colaboradores IV
Introducción IX
Anexo. Historia clínico nutriológica para el paciente con obesidad ....................................... 223
Claudia Chávez Murgía
Resulta innegable que uno de los principales problemas de salud que enfrentamos en nuestros días
es el sobrepeso, la obesidad y sus enfermedades concomitantes. Está por demás estudiado que su
atención debe darse en el contexto de trabajo multidisciplinario, aplicando un programa que incluya
dieta, ejercicio y modificación de conductas, los cuales en su conjunto lograrán el establecimiento de
un tratamiento adecuado que permita al paciente controlar la enfermedad y prevenir el desarrollo
de las patologías que comúnmente la acompañan;1,2 sin embargo este manejo, aunque ideal, no en
todos los casos puede lograrse por diversas circunstancias. Una de ellas es el costo que representa
para el sujeto acudir a por lo menos tres especialistas y obtener ese manejo de modo integral; este
elemento ha sido evaluado en relación con el costo y el impacto que representa, encontrándose que si
bien a corto plazo el valor del mismo es adecuado, a la fecha no se ha evaluado la relación entre
el impacto económico de este tipo de programas y la calidad de vida y el mantenimiento del peso
perdido a largo plazo del individuo.3 Por ello, en una gran cantidad de casos es el nutriólogo quien
debe no sólo responsabilizarse del manejo del plan alimentario del paciente, sino que debe definir
estrategias de apoyo en los aspectos de actividad física y cambios de conducta. Por lo anterior, el
objetivo de esta obra es proporcionar al nutriólogo los fundamentos basados en evidencia que
determinan el manejo de un programa para el control del peso corporal de sujetos adultos, sin
olvidar por ello que en todo momento se debe considerar la necesidad de referir al paciente con el
especialista del área que se requiera.
De las patologías antes mencionadas, la asociación entre la excesiva ganancia de peso, la adiposi-
dad central y el desarrollo de DM2 son convincentes.6 En la medida en que el peso corporal aumenta,
el riesgo de desarrollar DM2 se incrementa de manera dependiente, encontrándose que la prevalencia
en adultos obesos es 3 a 7 veces mayor que en aquellos con peso normal; a su vez, las personas con
obesidad tienen una probabilidad 20 veces mayor de desarrollar DM2.7 Por otro lado, la disminución
voluntaria de peso mejora la sensibilidad a la insulina y reduce el riesgo de desarrollar intolerancia
a la glucosa,6 por lo que mantener un peso corporal saludable y estable es la recomendación más
importante para prevenir el desarrollo de la enfermedad.8
Sin embargo, considerando que el tema de este libro es el sujeto que ya presenta sobrepeso u
obesidad, la recomendación es lograr por lo menos una disminución de 5 a 10% sobre el peso
inicial de la persona, ya que esto permite disminuir los problemas médicos en 90% de los pacien-
tes con obesidad, con lo cual mejoran la función cardiaca, presión arterial, tolerancia a la glucosa,
alteraciones del sueño, hemoglobina glucosilada y perfiles de lípidos.9-11 Lo anterior invalida la
propuesta tradicional, en donde se consideraba que el objetivo del tratamiento en la obesidad era
la reducción del peso corporal hasta llegar al “ideal”, estableciéndose en la actualidad que las metas
de peso corporal serán a corto, mediano y largo plazos, considerando para ello que el corto plazo
será la disminución del mencionado 5% -en algunos casos incluso se considera como primera
meta el no aumento de peso-, a mediano plazo el 10% y a largo plazo se buscará que el paciente
logre un peso saludable, el cual ha sido definido como: el mejor peso que pueda lograr el pacien-
te en el contexto general de salud, el cual se calcula con base en el rango alto normal de IMC
(talla2 × 24.99).12
nutricios y que le permite proporcionar una atención nutricia efectiva y de calidad, en cuya apli-
cación correcta utiliza la práctica basada en evidencia”.
Un proceso de atención nutricia estandarizado promueve de manera efectiva al profesional
de la nutriología como el único capacitado para dar este tipo de manejo, utilizando un método
sistematizado para pensar en forma crítica y tomar decisiones correctas, logrando así una atención
nutricia segura y efectiva. Es importante resaltar que se habla de un proceso de atención estandari-
zado -estructura que se utiliza para dar atención-, no una atención estandarizada, la cual infiere
que todos los pacientes recibirán la misma atención (de hecho, este proceso soporta y promueve
la atención individualizada). Para su aplicación se consideran cuatro pasos, diferentes pero in-
terrelacionados y conectados entre sí:
1. La evaluación nutricia, aplicando lo que se conoce como el ABCD (la utilización de indica-
dores antropométricos, bioquímicos, clínicos y dietéticos).
2. El diagnóstico nutricio.
3. La intervención nutricia.
4. El monitoreo o seguimiento del estado nutricio del sujeto.15
Aunado a la aplicación del proceso de atención nutricia, la ADA establece en sus guías basa-
das en evidencia16 los elementos centrales que deberán tomarse en consideración para el manejo
del paciente, los cuales se presentan en el cuadro 2 y que están en total congruencia con las pro-
puestas de los organismos nacionales e internacionales.1,2,4,6,14 Estos aspectos se tratan de manera
puntual en las dos primeras partes del texto (capítulos 1 a 10), mientras que en el capítulo 12 se
establecen los lineamientos para el manejo del paciente sometido a cirugía bariátrica.
Cuadro 2. Elementos del manejo nutricio para el paciente con sobrepeso y obesidad establecidos por la ADA.
Guías basadas en evidencia
Recomendaciones
• El índice de masa corporal (IMC) y la circunferencia de cintura (medida a nivel del abdomen)a se utilizan para
clasificar el sobrepeso y la obesidad, para estimar el riesgo de enfermedad y para identificar las opciones de
tratamiento. Razonable*
• El peso corporal, el IMC y la circunferencia de cintura (abdomen) deben utilizarse para determinar la efectividad
de la terapia aplicada, ya que su correlación es elevada con obesidad y masa grasa. Razonable*
• La disminución de peso o su mantenimiento debe basarse en dieta, actividad física y terapia conductual. Fuerte*
• La terapia médico-nutricia para la pérdida de peso debe mantenerse por lo menos durante seis meses o hasta
que se logren los objetivos posteriores a esto, incluyéndose en un programa de mantenimiento de peso corpo-
ral. Se debe establecer contactos frecuentes entre el nutriólogo y el paciente. Fuerte*
• Se deben establecer objetivos realistas para la disminución de peso corporal, la pérdida de peso debe darse
entre 0.5 o 1 kg por semana durante los primeros seis meses, determinando que la pérdida de peso deberá ser
de 10% sobre el inicial. Este objetivo es realista, alcanzable y sostenible. Fuerte*
• La estimación del gasto energético en reposo se deberá medir con calorimetría indirecta; de no ser posible se
estimará con la ecuación de Mifflin-St. Jeor utilizando el peso actual del sujeto. Fuerte*
• El manejo de restricción energética en la dieta debe ser individualizado. La reducción de lípidos o hidratos de
carbono es la forma práctica de crear un déficit de 500 a 1 000 kcal, que resultará en una disminución de peso
de 0.5 o 1 kg por semana. Fuerte*
• El contenido energético total de la dieta debe distribuirse durante el día a partir del consumo de 4 a 5 comidas y
refrigerios por día, incluyendo el desayuno. Es preferible consumir la mayor cantidad de energía durante el día
y no hacia la noche. Razonable*
• El control de porciones puede ser incluido como parte del programa de control de peso. Razonable*
• Las personas con dificultades para seleccionar o controlar las porciones pueden utilizar reemplazo de alimentos
para sustituir una o dos comidas o refrigerios. Fuerte*
• La orientación alimentaria al sujeto (clases de cocina, lectura de etiquetas nutrimentales, etc.) debe ser parte del
manejo para aumentar el conocimiento del sujeto y mejorar la selección de alimentos. Razonable*
• Dietas con bajo índice glucémico no se recomiendan para la disminución o mantenimiento de peso corporal, ya
que no se ha demostrado su efectividad para ello. Fuerte*
• Incluir el consumo de 3 a 4 raciones de lácteos al día para cubrir las necesidades de calcio; aunque no está claro
el mecanismo de acción, se ha observado que no consumirlos se asocia con aumento de peso corporal. Razo-
nable*
• Enfocarse en reducir el consumo de hidratos de carbono o lípidos, más que en kilocalorías, es una estrategia
de corto plazo para algunos pacientes. La investigación indica que enfocarse en reducir el consumo de hidratos
de carbono (< 35% de las kilocalorías) resulta en una disminución del consumo energético. Estas dietas están
asociadas con una disminución mayor de peso y grasa en comparación con las dietas hipoenergéticas durante
los seis primeros meses, pero las diferencias no son significativas al año. Razonable*
• La actividad física debe ser parte del programa para perder peso; el nivel de la misma debe ser evaluado y
establecido en forma individual. El objetivo a largo plazo es lograr 30 minutos o más de actividad física de mo-
derada intensidad en la mayoría o todos los días de la semana, a menos que esté contraindicado por cuestiones
médicas. La actividad física contribuye a la disminución del peso y la grasa abdominal, y ayuda a mantener el
peso corporal perdido. Fuerte*
• Se deben utilizar estrategias para lograr cambios de conducta (p. ej., automonitoreo, manejo del estrés, control
de estímulos, resolución de problemas, reestructuración cognitiva y soporte social). La terapia conductual, en
conjunto con la dieta y la actividad física, ayuda a la disminución de peso y previene la recuperación del peso
perdido. Fuerte*
• El uso de fármacos aprobados por la FDA puede ser parte del manejo del paciente, siempre y cuando se cubran
los criterios establecidos para ello. El nutriólogo debe colaborar con el médico cuando se utilizan estos medica-
mentos. Fuerte*
• El nutriólogo colaborará con el equipo de salud para atender a aquellos individuos que se incluyen en el trata-
miento con cirugía bariatrica. Fuerte*
a
Esta medición se realiza a la altura de las crestas iliacas.
*La ADA clasifica sus evidencias en: fuerte (strong), razonable (fair), débil (weak), por consenso y evidencia
insuficiente.
ADA. Evidence Analysis Library. Adult Weight Management Evidence-Based Nutrition Practice Guideline. 2009.
En relación con el ejercicio y la actividad física, las recomendaciones establecen que el incre-
mento de por lo menos 30 minutos de actividad física sobre lo realizado de manera habitual, los
siete días de la semana, reduce el riesgo de enfermedades crónicas. Por otra parte, para integrar la
actividad física como parte del manejo del paciente con sobrepeso y obesidad, la recomendación
se incrementa entre 60 y 90 minutos de actividad de intensidad moderada o vigorosa todos los
días de la semana, además de incluir ejercicio de fuerza y resistencia para la flexibilidad y mejorar
la condición muscular.17 Estas recomendaciones juegan un papel crucial para mejorar la condición
cardiovascular en el paciente con sobrepeso y obesidad; aunado a ello y de manera independien-
temente a la disminución de peso corporal, el incremento en la actividad física reduce las concen-
traciones de glucosa y lípidos séricos, la presión arterial y la grasa visceral, además de mejorar la
tolerancia a la glucosa y la sensibilidad a la insulina. Resulta importante resaltar y dar a conocer a
los pacientes que la actividad física per se no induce la pérdida de peso corporal -dado que, por
ejemplo, la cantidad requerida para perder medio kilogramo de peso corporal representa caminar
56 kilómetros por semana-, pero se ha demostrado que es uno de los elementos fundamentales
para lograr el mantenimiento del peso corporal perdido en las etapas iniciales.
Además de la recomendación previa para el aumento de la actividad física, la postura de la
OMS y los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos revisada por Wadden y colaborado-
res en 2012,18 postula que los sujetos con sobrepeso u obesidad pueden incluirse en un programa
de ejercitación en periodos cortos (10 minutos), en lugar de acumular toda la actividad física en
un solo momento, ya que se ha demostrado que esta estrategia brinda los mismos resultados que
periodos de 40 minutos de actividad continua; además, el aumento de actividad física en activida-
des de la vida cotidiana (p. ej., subir escaleras) también representa una buena opción para sujetos
sedentarios. Para lograr los objetivos anteriores se promueve la utilización de un podómetro, que
sirve también para monitorizar estas actividades, considerando que la recomendación es que el
sujeto camine 2 000 pasos extra por día, lo que le permitirá un gasto de 100 kcal, y para el man-
tenimiento del peso perdido, incrementar en 6 000 a 8 000 pasos diarios, logrando así un gasto
energético de entre 300 a 400 kcal.18 Para establecer las recomendaciones individuales de acuerdo
con las características del paciente, en el capítulo 11 se presenta toda la información y evidencias
en relación con este elemento.
Por su parte, la terapia conductual se refiere al grupo de principios y técnicas que, aplicados
al paciente con sobrepeso y obesidad, permiten ayudarle a modificar su dieta, actividad física y
hábitos que contribuyen al exceso de peso corporal. Existen diversas alternativas para el manejo
de este apoyo, pero los elementos clave para todos ellos son: a) el establecimiento de metas y ob-
jetivos en conjunto con el sujeto, instituyendo aquellos elementos de cambio que el paciente se
compromete a realizar, y b) el automonitoreo que debe realizar el sujeto, para lo cual debe efectuar
registros de consumo de alimentos, de actividad física (conteo de los pasos), y de su peso corporal,
anotando los tiempos, lugares y sentimientos asociados con el consumo de alimentos y la realiza-
ción de actividad física. Estos registros se deben revisar en conjunto con el paciente para identificar
aquellos elementos o áreas que necesitan mejora. Se ha considerado que el automonitoreo es uno
de los elementos centrales de apoyo para el paciente y es considerado un auxiliar consistente para
predecir el mantenimiento del peso corporal perdido, tanto a corto como a largo plazos.18
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Contenido
Capítulo 1
Evaluación clínica del paciente con sobrepeso y obesidad
Alejandra Guerra Montemayor
Capítulo 2
Evaluación de la alimentación del paciente con sobrepeso y obesidad
Karime Haua Navarro
Capítulo 3
Evaluación de la antropométrica del paciente con sobrepeso
y obesidad
Patricia Inda Icaza
Capítulo 4
Evaluación clínica del paciente con sobrepeso y obesidad
Alejandra Guerra Montemayor
Capítulo 5
Diagnóstico nutricio del paciente con sobrepeso y obesidad
Karime Haua Navarro
La evaluación clínica del paciente con obesidad permite ubicar la etiología del problema, hacer
diagnósticos oportunos y determinar riesgos o comorbilidad, así como la necesidad de solicitar al
paciente exámenes de laboratorio o referirlo con otro especialista (p. ej., endocrinólogo, cardiólogo,
psicólogo, etc.) y detectar complicaciones propias de la obesidad.1
Los componentes de la evaluación clínica incluyen la historia médica del individuo, el examen
físico y la interpretación de signos y síntomas relacionados con el estado de nutrición.2
Factores de riesgo
Tal vez uno de los elementos más importantes de la evaluación clínica sea la detección de los fac-
tores de riesgo asociados con la obesidad que implican un alto riesgo cardiovascular y de salud. El
ATP III* (Adult Treatment Panel)6 considera como factores de riesgo independientes un aumento
Cuadro 1-2 Historia médica del paciente obeso con elementos específicos para la obesidad1,3-4
(Continuación)
Con base en el estudio de Framingham se concluyó que comparados con individuos de peso
adecuado, los pacientes obesos presentan el doble de riesgo de padecer problemas cardiacos, y que
reducir el consumo de lípidos, así como mantener el peso y la presión arterial en límites saludables
y el ejercicio regular, suelen reducir el riesgo de enfermedades coronarias e infartos.8,10
El sistema de evaluación de riesgos de Framingham categoriza a los pacientes de la siguiente
manera: 1) alto riesgo (más de 20% de los individuos padecerá alguna enfermedad coronaria
o presentarán eventos recurrentes en los siguientes 10 años); 2) riesgo moderado (de 10 a 20% de
probabilidad), y 3) riesgo bajo (menos de 10%).7
Las variables valoradas como factores de riesgo a 10 años son: edad, promedio de las dos
últimas mediciones de las concentraciones séricas de colesterol total y lipoproteínas de alta den-
sidad (HDL, high density lipoprotein), presión sistólica (promedio de últimas siete mediciones),
tratamiento para la hipertensión y hábitos de tabaquismo (cuando menos en el último mes).6-8 Si
bien se optó por el colesterol total como variable por el número significativo de participantes, la
disminución de las lipoproteínas de baja densidad (LDL, low density lipoprotein) sigue siendo el
objetivo del tratamiento.6
Las tablas de estimación de riesgos de Framingham se utilizan según el siguiente procedimiento:
1) seleccionar el cuadro específico del sexo del paciente, 2) determinar el puntaje para cada varia-
ble, 3) sumar los puntajes totales de cada variable y 4) comparar el resultado final con los valores
de referencia.6,8 Ver cuadros 1-4 y 1-5.
(Continuación)
< 160 0 0 0 0 0
160-199 4 3 2 1 1
200-239 8 6 4 2 1
240-279 11 8 5 3 2
≥ 280 13 10 7 4 2
(Continúa)
(Continuación)
Puntaje final Riesgo de enfermedad coronaria Puntaje final Riesgo de enfermedad coronaria
a 10 años (%) a 10 años (%)
< 9 < 1 19 8
9-12 1 20 11
13-14 2 21 14
15 3 22 17
16 4 23 22
17 5 24 27
18 6 ≥ 25 ≥ 30
*Para la evaluación en línea, consultar el sitio http://hp2010.nhlbihin.net/atpiii/calculator.asp
Otros autores, como Wilson y colaboradores, han desarrollado algoritmos similares por sexo
que incluyen variables como LDL, diabetes y presión arterial (sistólica/diastólica) para definir el
riesgo de enfermedad coronaria.9
Además de los elementos antes mencionados, resulta indispensable considerar las comorbilida-
des, y entre las complicaciones más comunes de la obesidad se cuentan padecimientos como
diabetes tipo 2, dislipidemia, hipertensión, apnea obstructiva del sueño y resistencia a la insulina
o hiperinsulinemia.* Por otra parte, pueden presentarse problemas vesiculares y hepáticos como
colelitiasis, hígado graso o esteatosis hepática no alcohólica, así como afecciones psicológicas del
tipo de depresión y baja autoestima, complicaciones estructurales y degenerativas, como la osteoar-
tritis, y trastornos renales, hormonales y dermatológicos. La obesidad también es un factor de riesgo
de diversos tipos de cáncer (p. ej., mamario, ovárico, endometrial, cervicouterino, pancreático,
prostático, colónico, renal)3,7,10-13 El paciente con obesidad puede padecer una o más de estas com-
plicaciones a la vez, con lo cual aumenta el riesgo de morbimortalidad, de ahí la importancia de la
valoración y el monitoreo correctos a través de indicadores bioquímicos. En el cuadro 1-6 se des-
criben las complicaciones de la obesidad que deben tomarse en cuenta en la valoración clínica
del sujeto.
El siguiente aspecto medular de la evaluación del paciente es la determinación del síndrome
metabólico (SM), que se define como la presencia conjunta de obesidad (con tejido adiposo
acumulado principalmente en el área abdominal), dislipidemia [aterogénica: elevación de triglicé-
ridos y lipoproteína de baja densidad (LDL, low density lipoprotein) y disminución de la lipoproteína
*Es importante aclarar que la American Diabetes Association considera la resistencia a la insulina y la hiperinsulinemia como
un mismo padecimiento, no así la OMS y la International Diabetes Federation, para las cuales son entidades diferenciadas. Ver
el capítulo sobre indicadores bioquímicos.
Son varias las definiciones del diagnóstico del SM, pero no se ha llegado a un consenso defini-
tivo. La definición más utilizada es la propuesta por el ATP III (Adult Treatment Panel III ) en
2001, que lo definió como la concurrencia de tres o más de los determinantes descritos en el cua-
dro 1-7.6 En México se ha determinado que la prevalencia del SM es de 26.6%, según los paráme-
tros del ATP III.15
En el ATP III se identifican seis componentes del SM relacionados con las enfermedades car-
diovasculares: obesidad abdominal, dislipidemia aterogénica, hipertensión, resistencia a la insulina
o intolerancia a la glucosa, estado proinflamatorio (por aumento en los niveles de la proteína C
reactiva en la sangre) y estado protrombótico (por aumento de los niveles de fibrinógeno y del
inhibidor del activador del plasminógeno tipo I [PAI-1, plasma plasminogen activator inhibitor]).19,21
También puede haber microalbuminuria, aumento del estrés oxidativo, anomalías de la regulación
autonómica y de la activación del eje renina-angiotensina-aldosterona.21
Otros factores de riesgo subyacentes serían el sedentarismo y la dieta aterogénica, mientras que
factores de riesgo elevado son tabaquismo (cigarrillos), hipertensión, trastornos de la colesterolemia,
edad avanzada y antecedentes familiares de enfermedades cardiovasculares.19 En el ATP III se
recomienda valorar la probabilidad de una enfermedad coronaria en la siguiente década mediante
el puntaje Framingham ya descrito.19
Otras organizaciones han propuesto definiciones diferentes para el SM, las cuales se describen
en los cuadros 1-8 a 1-12.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define el síndrome metabólico, como un trastorno
obligado del metabolismo de la glucosa que genera resistencia a la insulina [p. ej., pacientes con
intolerancia a la glucosa, trastornos de la glucosa en ayuno, diagnóstico de diabetes tipo 2 o nive-
les adecuados de glucosa en ayuno (< 110 mg/100 ml) pero en el cuartil más bajo de captación de
glucosa de una población de referencia, en condiciones de hiperinsulinemia y euglucemia] además
de por lo menos dos de los determinantes descritos en el cuadro 1-8.19-20
La definición de la OMS, creada en 1999, es la más utilizada en Europa, y difiere del criterio
diagnóstico de la NCEP en que el valor de la presión arterial es un poco más elevado y en que el
índice cintura-cadera elevado no es opcional; por otro lado, la OMS incluye entre sus parámetros
a la de microalbuminuria y un trastorno franco del metabolismo de la glucosa.19-20
Cuadro 1-8 Definición alterna del síndrome metabólico generada por la Organización Mundial de la Salud.3,19-20
Factor de riesgo Parámetro de evaluación
Índice cintura-cadera Varones > 0.90
Mujeres > 0.85
Cuadro 1-9 Definición alterna del síndrome metabólico generada por la Federación Internacional de Diabetes22-23
Factor de riesgo Parámetro de evaluación
Obesidad central definida por Revisar valores por grupo étnico en el cuadro
la circunferencia de la cintura 1-10
Triglicéridos séricos elevados ≥ 150 mg/100 ml (1.7 mmol/L)
o en tratamiento específico al respecto
HDL reducido o en tratamiento específico al respecto Varones < 40 mg/100 ml (1.03 mmol/L)
Mujeres < 50 mg/100 ml (1.29 mmol/L)
Presión arterial elevada ≥ 130/85 mmHg
o en tratamiento específico al respecto
Glucosa plasmática elevada en ayuno ≥ 100 mg/100 ml (5.6 mmol/L)*
o diagnóstico previo de diabetes tipo 2
Índice albúmina-creatinina > 30 mg/g
*Si los niveles de glucosa rebasan el parámetro de evaluación, se recomienda realizar una prueba oral de tolerancia a la glucosa,
aunque no es indispensable para determinar el SM.
HDL, lipoproteína de alta densidad [high density lipoprotein]; mg, miligramos; ml, mililitros; mmol, milimoles; L, litros; mmHg, milímetros
de mercurio; g, gramos.
Cuadro 1-11 Definición alterna del síndrome metabólico generada por la Asociación Americana
de Endocrinología Clínica19,24
Factor de riesgo Parámetro de evaluación
Índice de masa corporal (IMC) o ≥ 25 kg/m2
circunferencia de cintura* Varones > 102 cm
Mujeres > 88 cm
Triglicéridos séricos ≥ 150 mg/100 ml (1.69 mmol/L)
Colesterol de alta densidad (HDL)
Varones < 40 mg/100 ml (1.04 mmol/L)
Mujeres < 50 mg/100 ml (1.29 mmol/L)
Presión arterial ≥ 130/85 mmHg
Tolerancia a la glucosa (75 g) > 140 mg/100 ml
de 2 h (140-200 mg/100 ml)
Glucosa en ayuno Valores entre
110 y 126 mg/100 ml
Antecedentes familiares de diabetes tipo 2
Hipertensión o enfermedad cardiovascular
Antecedentes de intolerancia a la glucosa o diabetes gestacional
Síndrome de ovario poliquístico
Sedentarismo
Edad avanzada > 40 años
Pertenecer a un grupo étnico de alto riesgo para diabetes tipo 2 Afroamericanos, latinos,
o enfermedad cardiovascular hispanoamericanos, americanos
nativos y asiáticos americanos
Acanthosis nigricans
Esteatosis hepática no alcohólica
*En la población no caucásica el valor de la circunferencia de la cintura se reduciría en 10 a 15%.
kg, kilogramos; m2, metros cuadrados; cm, centímetros; mg, miligramos; ml, mililitros; mmol, milimoles; L, litros; mmHg, milímetros de
mercurio.
Cuadro 1-12 Diagnóstico del SM propuesto por el Grupo Europeo para el Estudio de la Resistencia a la Insulina
(EGIR) para pacientes no diabéticos.25
Factor de riesgo Parámetro de evaluación
Hiperinsulinemia Concentración de insulina en ayuno por encima del cuartil superior para la
población no diabética*
Hiperglucemia Glucosa plasmática en ayuno ≥ 110 mg/100 ml (6.1 mmol/L) o glucosa en
sangre venosa ≥ 5.6 mmol/L
Hipertensión ≥ 140/90 mmHg o en tratamiento para hipertensión
Dislipidemia Triglicéridos en plasma > 180 mg/100 ml (2 mmol/L), colesterol HDL < 40
mg/100 ml (1 mmol/L) o en tratamiento para dislipidemia
Obesidad central: circunfe- Varones ≥ 94 cm
rencia de la cintura Mujeres ≥ 80 cm
*La población no diabética se define como aquellos pacientes sin diagnóstico médico de diabetes con glucosa plasmática en ayuno de
< 7.0 mmol/L o glucosa sanguínea en ayuno de < 6.1 mmol/L y tolerancia a la glucosa oral de 2 h de < 11.1 mmol/L; mg, miligramos;
ml, mililitros; mmol, milimoles; L, litros; mmHg, milímetros de mercurio; cm, centímetros.
apnea/hipopnea index) se define como el número de apneas e hipopneas por hora de sueño; cuando
es mayor de 5 y se observan síntomas característicos como los mencionados en el cuadro 1-13, el
diagnóstico será de OSA.
Además de la identificación de los síntomas clínicos, hay pruebas de detección de la OSA, como
monitoreo Holter, gasometría arterial (oximetría), electrocardiograma, ecocardiografía y prueba
de polisomnografía,1,14,26 las cuales permiten valorar niveles de oxígeno en la sangre (desaturación),
posición del cuerpo, ondas cerebrales (electroencefalograma), frecuencia respiratoria, actividad
eléctrica de los músculos, movimientos oculares y frecuencia cardiaca. Cabe señalar que el paciente
no debe tomar medicamento alguno para dormir ni consumir bebidas con cafeína o alcohol antes
del examen y tiene que pernoctar en la clínica de estudio del sueño donde se realizará la evalua-
ción.26,28 Por otra parte, conviene aclarar que, en este caso, la labor del nutriólogo es referir al
paciente para el diagnóstico adecuado y oportuno. El tratamiento implica utilizar un aparato que
genere presión positiva continua de aire a través de una mascarilla nasal (CPAP nasal).14,27
Examen físico
El examen físico permite conocer las características generales del paciente, entre otras, los signos
relacionados con el estado de nutrición y sus signos vitales;2 en el caso del paciente con obesidad
es indispensable incluir la medición de la presión arterial, para detectar riesgos de hipertensión y
el síndrome metabólico.
Hipertensión
140-159 o 90-99 Presión elevada
etapa 1
Hipertensión
≥ 160 o ≥ 100 Presión elevada
etapa 2
Crisis ≥ 180 o ≥ 110 Síntomas:
hipertensiva** • Cefalea intensa
• Ansiedad grave
• Hemorragia nasal
• Disnea
*Mediante la prehipertensión se identifica a los pacientes con alto riesgo de desarrollar hipertensión y que requieren de modificaciones
en el estilo de vida.
**Requiere atención médica urgente.
mmHg, milímetros de mercurio.
Para la adecuada medición de la presión arterial se necesita una manga o brazalete, un esfingo-
manómetro y un estetoscopio, o bien, un medidor electrónico. Siempre es importante utilizar la
manga del tamaño adecuado y en posición correcta (sobre la arteria braquial), sentarse con la
espalda recargada, los pies apoyados en el piso y sin cruzar las piernas; el brazo en que se lleva a
cabo la medición se recarga en una superficie plana, a la altura del corazón; las mediciones se deben
tomar a la misma hora del día y en múltiples ocasiones.32
Signos y síntomas
Conociendo las complicaciones más comunes de la obesidad (p. ej., el síndrome metabólico y
sus componentes individuales), es posible detectarlas en la evaluación clínica, por ejemplo, los
signos (identificados por el observador) y síntomas (reportados por el paciente) específicos y
los factores de riesgo de las mismas. En el cuadro 1-15 se mencionan algunas.
(Continúa)
(Continuación)
Complicaciones o
Signos y síntomas
comorbilidad en la obesidad
Problemas hormonales3 La resistencia a la insulina favorece la producción de andrógenos, además
de que en el tejido graso aumenta la conversión de andrógenos a estróge-
nos. Los niveles elevados de andrógenos provocan hirsutismo.
El aumento de los estrógenos provoca problemas de fertilidad y suprime la
ovulación.
Signos dermatológicos1,3,12,20 • Estrías blancuzcas o plateadas (estiramiento de la piel); estrías moradas o
rojizas (síndrome de Cushing)
• Acanthosis nigricans: formación de placas de queratina hiperpigmentadas
(diabetes y resistencia a la insulina)
• Plétora facial con hipertensión (síndrome de Cushing)
• Hirsutismo (hiperandrogenismo o síndrome de Cushing)
• Apéndices cutáneos en cuello y pliegues cutáneos (hiperinsulinismo,
diabetes y obesidad)
• Hiperqueratosis plantar: (en obesidad grave) aumento del grosor de la
piel por fricción y presión excesiva
• Dermatitis, várices, edema: insuficiencia venosa crónica
• Giba dorsal: distribución truncal de la masa grasa con depósito en el área
supraclavicular y de la espina dorsocervical (síndrome de Cushing)
Signos neurológicos1 • Debilidad muscular (hipotiroidismo o síndrome de Cushing)
• Reflejos lentos y fase de relajación retardada en el área del tobillo
(hipotiroidismo)
Climaterio* (porque se Síndrome climatérico: cambios en periodos menstruales, síntomas y signos
asocia con aumento de vasomotores (bochornos), trastornos genitourinarios, insomnio, cambios
peso)31,41 en la piel y el pelo, cambios psicológicos (irritabilidad, ansiedad), aumento
de peso, dolores articulares, retención de líquidos, cefalea, mastalgia
*Algunos factores que propician el síndrome climatérico son nivel sociocultural y escolaridad elevados, población urbana, ingresos
altos, altitud > 2 400 m sobre el nivel del mar (no comprobado) o en zonas cálidas (temperaturas altas), sedentarismo, alimentación
hiperenergética (rica en grasas y proteínas animal), tabaquismo, IMC < 18 (bajo) o > 30 (obesidad), factores psicológicos como
trastornos de la conducta y síndrome de depresión y ansiedad, factores ginecológicos, antecedentes de oligomenorrea, menarquía
tardía, atrofia vaginal, antecedentes de cirugía ovárica, acentuación del síndrome premenstrual en mujeres > 35 años, antecedentes
familiares de síndrome climatérico, trastornos urogenitales, antecedentes de quimioterapia o radioterapia, consumo de medicamentos
que afectan la función ovárica, enfermedades autoinmunitarias (p. ej., tiroideas).31
Cuadro 1-16 Elementos ambientales y equipo para la consulta del paciente obeso1,3-4
• Asientos sin descansabrazos, resistentes, o sofás firmes y de altura cómoda (no muy bajos)
• Separación entre los asientos de cuando menos 15 a 20 cm
• Mangas para la toma de la presión arterial de tamaño grande (16 cm de ancho para obesidad de leve a
moderada o circunferencia de brazo de 35, 45 cm, y de 20 cm de ancho para obesidad grave o circun-
ferencia de brazo > 45 cm)*
• Batas grandes, de tamaño adecuado para el paciente
• Área reservada para mediciones antropométricas en privado
• Baños amplios, con dispositivos de apoyo
• Acceso satisfactorio desde el estacionamiento (p. ej., rampas)
• Cintas de medir largas (2 m)
• Básculas de plataforma amplia que permitan medir el peso corporal superior a 160 kg (350 libras)
• Banco o escalerilla (para sentarse en la mesa de exploración)
• Escaleras suficientemente amplias
• Cuestionarios, recetas, folletos informativos (p. ej., información que fomente un estilo de vida
saludable)
• Cuadros y revistas seleccionados con criterio, sin mensajes negativos ni encomio de la imagen corporal
deseada por la sociedad
*Se ha sugerido que el ancho y la longitud de la manga debe corresponder a 40 y 80% de la circunferencia del brazo, respectivamente.
cm, centímetros; kg, kilogramos.
del proceso; es necesario trabajar en conjunto y de manera paralela y equilibrada, sin que el nutrió-
logo se ubique en una posición de poder (es decir, una relación en que sólo el nutriólogo opina y
dicta el procedimiento sin que el paciente participe). Tanto el paciente como el nutriólogo parti-
cipan en la toma de decisiones, siendo este último más un colaborador que un instructor, de modo
que las consultas deben ser funcionales, informativas, respetuosas, de apoyo y centradas en el
paciente.3,4,42
El papel tradicional del nutriólogo incluye atender a las preocupaciones del paciente, entablar
una relación confiable, dar consejos y guiar, además de ser un buen apoyo durante el tratamiento.
Y se ha observado que también es indispensable mostrar empatía (habilidad para entender la
situación, la perspectiva y los sentimientos del paciente y comunicarlo) y saber escuchar.3
Con el fin de lograr encuentros empáticos, suele recurrirse a estrategias cognitivas (negociar
prioridades, resolver dudas, ofrecer orientación sobre los alimentos), afectivas (consuelo, expresión
de emociones, apoyo, atención), conductuales (énfasis en el paciente, retroalimentación positiva
sobre los logros, alternativas para lograr los resultados deseados) y sociales (apoyo familiar y equipo
multidisciplinario).3
Una vez establecida la relación entre el paciente y el nutriólogo, identificados los objetivos y
elaborado el diagnóstico nutricio, para planear el tratamiento personalizado, es importante cono-
cer la etapa por la que pasa el paciente, a fin de lograr el mayor éxito posible. El tratamiento implica
la decisión de hacer cambios en la alimentación y, por ende, en el comportamiento y los hábitos
del paciente, de modo que resulta indispensable determinar si el paciente está listo; sería un error
dar por hecho que lo está.
Para guiar la intervención alimentaria y enfocarla a incrementar la motivación del paciente y
mantener el cambio hay varios modelos de cambios conductuales,43 algunos de los cuales se pre-
sentan en el cuadro 1-17; el más utilizado en la intervención nutricia es el Modelo transteórico
(MT), también conocido como Teoría de las etapas de cambio, aunado a la Entrevista motivacio-
nal (motivational interviewing).42
Modelo transteórico
El Modelo transteórico (MT), también conocido como Modelo de etapas de cambio, engloba
varios conceptos de distintos modelos de cambio de conducta;43 fue desarrollado en 1982 por
Prochaska y DiClemente con el fin de modificar la conducta específica de la adicción al tabaco,
el alcohol y las drogas.42,44 El MT fue el primer modelo que concibió el cambio de comportamiento
como un proceso, no como un evento aislado, y que propuso desarrollar y seleccionar estrategias
eficaces para instaurar un nuevo comportamiento.42-44
En este modelo se presume que en proceso de modificación del comportamiento, el paciente
pasará secuencialmente por cinco etapas motivacionales o niveles de preparación hasta lograr el
cambio: precontemplación, contemplación, preparación, acción y mantenimiento.40,42-44 (ver cua-
dro 1-18). Al definir el nivel en que se encuentra el sujeto se pueden planear estrategias específicas
de motivación y aprovechar el tiempo de la consulta de manera más eficiente.44
Podría pensarse que el proceso de cambio es lineal, sin embargo, se puede “entrar y salir” de
las etapas debido a los avances y las recaídas, de modo que el movimiento es constante (recicla-
miento) entre cada una de ellas.40,42-43 El paciente puede ubicarse en distintas etapas, según el
comportamiento en cuestión.42 Las recaídas son naturales, incluso esperadas, por eso es de suma
importancia la concientización del paciente al respecto, además de la retroalimentación positiva
por los cambios de comportamiento logrados. La autoconfianza debe preservarse lo más posible.
La conciencia de las recaídas también permite generar expectativas realistas.42,44
Debido a los movimientos entre etapas, es necesario determinar con frecuencia en qué etapa se
encuentra el individuo para ajustar la intervención nutricia y personalizarla; los cambios de etapa
permiten que el nutriólogo valore el tratamiento, porque los avances y las recaídas se hacen eviden-
tes. Este movimiento entre etapas del MT se representa gráficamente en la figura 1-2.
Precontemplación
Mantenimiento Contemplación
Acción Preparación
1. precontemplación. En esta etapa, el sujeto no tiene intenciones de cambiar a corto plazo (en
los siguientes seis meses); de hecho, la resistencia al cambio se debe a desconocimiento, nega-
ción, falta de preparación o de motivación (por los intentos fallidos). Por tanto, el objetivo
sería personalizar el riesgo y los beneficios del cambio, crear un ambiente favorable a éste,
valorar los conocimientos y la motivación, profundizar en la información y llevar a la concien-
cia el problema, lo cual implica aceptación empática. Es indispensable elaborar un enunciado
sin prejuicio que relacione la alimentación con el estado de salud actual del paciente.40,42-45
2. Contemplación. El paciente reconoce la necesidad de cambiar, pero hay ambivalencia alterna
entre los pros y los contras del cambio, es decir, que ha identificado la relación entre la alimen-
tación actual y las consecuencias negativas en su salud; sin embargo, persiste la preocupación
de que las ventajas de cambiar no sean mayores el esfuerzo o el costo percibido a corto plazo.
Como todavía se perciben barreras al cambio, el objetivo es aumentar y reforzar la autocon-
fianza y ordenar las prioridades, es necesario enfocarse en explorar las opciones para superar
los obstáculos. Como esta etapa puede ser prolongada, incluso de años, en espera del “momen-
to adecuado” para cambiar, es muy importante aumentar la confianza en la capacidad del
sujeto para adoptar los cambios de comportamiento.40,42-45
3. preparación. En esta etapa, el individuo está convencido de que las ventajas del cambio supe-
ran a las desventajas y se prepara para tomar medidas a corto plazo (en los siguientes 30 días);
se dan los primeros pasos del cambio, como hacer la cita con el nutriólogo o investigar si hay
algún gimnasio cercano. Una vez resuelta la ambivalencia del cambio, es importante hacer
énfasis en el compromiso y preparar un plan de acción específico, así como plantear las metas;
el objetivo radica en iniciar el cambio e identificar las estrategias que llevarán a cambios satis-
factorios.40,42-45
4. acción. Cuando el paciente ha modificado aceptablemente su comportamiento (a partir de
un día hasta seis meses) y lo perpetúa, se dice que ha entrado en la etapa de la acción, y si bien
hay resultados conductuales específicos y fácilmente observables, todavía no se consideran
como permanentes y existe el riesgo de recaída en los primeros 3 a 6 meses. Esta etapa requiere
de mucho apoyo social y entrenamiento de habilidades que favorezcan el cambio, siendo el
objetivo comprometerse con éste, reforzar la decisión y prevenir las recaídas con soluciones
premeditadas.40,42-45
5. Mantenimiento. Se han examinado las conductas no saludables, identificando las opciones
de cambio y mantenido los cambios de comportamiento cuando menos durante seis meses,
además de haberse consolidando las ventajas obtenidas en las etapas previas. El paciente nece-
sita seguir modificando su ambiente para evitar las recaídas, desarrollar la capacidad de resolver
problemas y contar con apoyo social y ambiental. También se deben identificar las estrategias
que han funcionado para mantener el cambio y reforzar la autorretroalimentación, de modo
de reforzar el mantenimiento y evitar las recaídas.40,42-45
Se ha subrayado la importancia de identificar la etapa de cambio de algún comportamiento
específico, así como de valorar si está preparado para cambiar y tiene la suficiente confianza. Para
ubicar al paciente en alguna de las fases de cambio, los nutriólogos pueden apoyarse en la escala de
valoración de la disposición al cambio.42 Para ello, se pide al paciente que indique el número de la
escala que refleja su nivel de preparación (estar listo) y de confianza preguntando, por ejemplo, 1)
en una escala del 0 al 10, ¿qué tan importante es para usted cambiar este comportamiento? (men-
cionar la conducta o el hábito); 2) ¿qué tendría que pasar para que se ubicara en los números más
altos de la escala? (para definir las barreras); 3) en una escala del 0 al 10, ¿qué tan preparado está o
qué tanta confianza tiene en usted mismo para realizar el cambio?42 La escala de preparación se re-
presenta en la figura 1-3.
0 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
La interpretación de los resultados en la escala sería como sigue: de 0 a 3 puntos: no hay inten-
ción de cambio, el paciente se encuentra en la etapa de precontemplación; de 4 a 6: el paciente
está en la etapa de contemplación o la de preparación; de 7 a 10: ya está listo para el cambio, y se
encuentra en la fase de acción o mantenimiento.40,42
Entrevista motivacional
Cuando mengua la motivación, sobrevienen las recaídas, por eso, como la Entrevista motivacional
(EM) se enfoca en estrategias que impulsan al paciente a incrementar el compromiso y llevar a
cabo el cambio conductual, complementa al MT.43 El primero en describir la EM fue Miller, en
1983. Más tarde, en 1991, Miller y Rollnick desarrollaron estrategias de aplicación clínica que
desde entonces constituyen una herramienta práctica para motivar al paciente a hacer cambios en
su estilo de vida y sus hábitos.40,42
Como el nutriólogo es directo y centra su intervención en el paciente, llega a ser un elemento
básico de motivación y sus estrategias al respecto son especialmente útiles en las etapas previas a la
acción, sobre todo para resolver la ambivalencia ante el cambio.40,42-43
La intención de la EM sería que ante la mayor motivación del individuo, el deseo de cambio
surja de él mismo, no de una sugerencia del nutriólogo, y si bien esta estrategia implica que ambos
trabajen conjuntamente, se enfoca en el paciente y en la identificación de sus objetivos.42
Los principios básicos de la EM se presentan en el cuadro 1-19.
Son tres las estrategias específicas que suelen aplicarse en la EM: 1) escucha reflexiva; 2) enun-
ciados de automotivación, y 3) preguntas abiertas que lleven a enunciados de automotivación
(cuadro 1-20).
Cabe subrayar que el estudio y la valoración clínico-nutricia del paciente con obesidad representa
el punto de partida para la determinación de una intervención nutricia exitosa, pues la información
obtenida permitirá conocer detalladamente aspectos de la salud y las enfermedades, así como su
estilo de vida. No debe olvidarse que la relación de empatía y respeto que se establece entre nutrió-
logo y paciente influye en gran medida en el éxito o el fracaso de la intervención subsiguiente.
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En el proceso de evaluación nutricia del paciente obeso, la dieta es de particular importancia por-
que equivale a la mitad de la ecuación del balance energético positivo (ingesta mayor a gasto) que,
en términos generales, es la causa de la obesidad. Sin embargo, es pertinente aclarar que la evalua-
ción de la dieta de los sujetos obesos no se limita a la cuantificación de la ingesta energética, pues
más allá de las kilocalorías es muy importante el consumo de ciertos nutrimentos porque se rela-
cionan con las comorbilidades de la obesidad.
Para valorar la dieta en la obesidad se utilizan los mismos métodos que para la población gene-
ral, entre otros, registro de alimentos, cuestionarios de frecuencia y recordatorio de 24 h, pero con
ciertas adecuaciones para los pacientes con sobrepeso y obesidad. A continuación se describen los
métodos antes señalados, así como la forma de aplicarlos, y las características y deficiencias de cada
uno.1
1. Recordatorio de 24 h. Este método cuantitativo consiste en explorar el consumo de alimentos y
bebidas en las 24 h previas a la entrevista. El proceso descriptivo puede empezar con la comida
más próxima al momento del reporte, dependiendo de la hora de la entrevista, y en secuencia
retrospectiva, explorar el resto de las comidas; o bien, iniciar con la primera comida del día pre-
vio y explorar siguiendo una secuencia temporal natural, hasta la última. Para algunas personas
funciona mejor una de estas dos estrategias, porque facilita que el paciente recuerde lo consumido.
Mientras más detallada sea la descripción de las cantidades, más confiable será la cuantificación
de la energía, por eso se recomienda usar réplicas físicas o fotográficas de alimentos, así como
tazas, cucharas y platos, para la descripción de las porciones.2 El Departamento de Agricultura
de Estados Unidos (USDA, US Department of Agriculture) adoptó la versión tradicional de este
método con resultados muy favorables en términos de la capacidad cuantitativa del mismo. Esta
adaptación del método de recordatorio de 24 h, llamada recordatorio de 24 h de pasos múltiples,
implica aplicarlo de acuerdo con una metodología en etapas muy específica, que reduce el ries-
go de olvidar u omitir alimentos y bebidas (cuadro 2-1).3 Debe tenerse en cuenta que con el
método del recordatorio de 24 h sólo se valora la dieta actual o reciente, pero si lo que se pretende
valorar es el consumo habitual, no es éste el método de elección, a menos que se repita con fre-
cuencia y se obtenga un promedio de consumo.
2. Cuestionario de frecuencia de consumo de alimentos (CFCA). Estos cuestionarios están confor-
mados por una lista de alimentos con opciones sobre la frecuencia con que se consumen
26
(cuadro 2-2); los alimentos seleccionados que la forman depende de las características nutri-
mentales o dietéticas que se quiera explorar, es decir, si el objetivo es explorar el consumo de
colesterol, los alimentos incluidos deberán ser buenas fuentes de este nutrimento. Además,
deberá diseñarse para la población en que se pretende aplicar, considerando las características
culturales de los hábitos de alimentación, así como la disponibilidad de alimentos en la región.
El cuestionario puede aplicarlo un entrevistador o bien, el paciente lo responde por sí mismo,
pero en ambos casos, las instrucciones deben ser muy claras; se debe explicar que lo reportado
se refiere al consumo habitual, no al reciente. Por ejemplo, se usan frases como: “en el último
año, ¿con qué frecuencia consumió…?” Por otra parte, se debe hacer énfasis en la diferencia
entre la opción de respuesta “nunca” y “ocasionalmente”, y reservar la primera para los alimen-
tos que no se consumen; por ejemplo, porque no están disponibles en la región, por restric-
ciones culturales o contraindicaciones médicas. Por otra parte, el consumo de un alimento es
“ocasional” cuando se come de manera esporádica y con menos frecuencia que la siguiente
opción, por ejemplo, “una vez al mes”. Hay CFCA cuantitativos, semicuantitativos y cualita-
tivos, según como se expresen las porciones (cuadro 2-3). Siempre debe tenerse en cuenta que
los cuestionarios de frecuencia de consumo de alimentos tienen implicaciones culturales, por
eso no es posible aplicarlos en forma generalizada y sólo deben usarse en las poblaciones para
las que se diseñaron y para los fines diagnósticos respectivos. Esta herramienta es el método de
referencia para valorar la dieta habitual de la persona y para hacer asociaciones epidemiológicas
entre factores dietéticos y de salud.
Cuantitativo
Frecuencia
habitualmente
consumida
Alimento
Cantidad
Nunca Ocasional Una Una vez Una 2-3 ve- 4-6 ve- Una Más
vez al c / 15 vez a la ces a la ces a la vez de una
mes días semana semana semana al vez al
día día
Leche
3. Diarios o registros de alimentos. Este método consiste en pedir al paciente que consigne por
escrito todos los alimentos y bebidas que ingiera durante un número determinado de días, que
suelen ser cuando menos tres, incluidos días laborables y de fin de semana. El detalle cuanti-
tativo de la recolección de datos dependerá de los fines para los cuales se solicita la información.
Si lo que se desea es conocer con precisión las cantidades de alimentos y bebidas consumidas
con objeto de cuantificar energía y nutrimentos, el paciente incluso puede apoyarse en herra-
mientas de medición, como báscula, tazas y cucharas medidoras. Sin embargo, no sólo es
importante la información cuantitativa obtenida con este instrumento, pues también arroja
muchos datos sobre hábitos de alimentación, como horarios, número de comidas, lugares
donde se come, preparaciones más comunes. El diseño clásico de este instrumento incluye un
espacio para anotar momento y hora y otro para lo consumido, pero puede modificarse para
conocer detalles sobre algún alimento o nutrimento en particular, o incluso, sentimientos
o percepciones (cuadro 2-4). Cabe mencionar que el registro de alimentos no sólo es útil como
herramienta de valoración de la dieta, también puede usarse como estrategia de automonitoreo
para favorecer el apego a la prescripción alimentaria.
(Continúa)
(Continuación)
Diario de alimentos adaptado para otra información
Momento (hora) Alimentos y bebidas consumidas (cantidades, tipos y preparaciones)
Señale nivel de hambre y apetito al inicio de esta comida: 0 (no apetito),
5 (“más que satisfecho”)
0 1 2 3 4 5
4. Descripción de la dieta habitual. Se pregunta al paciente qué alimentos y bebidas son caracte-
rísticos de su dieta habitual con frases como: “¿qué toma regularmente en el desayuno?”, o
bien, los alimentos que con mayor frecuencia se eligen en cada comida. Aunque este método
es más bien cualitativo, se puede obtener una estimación aproximada del consumo habitual
con el detalle de las cantidades que se consumen habitualmente. Es de suma importancia
explorar algunos rasgos de calidad en la selección de alimentos, como forma de prepararlos y
si se agrega azúcar o sal.
Además de obtenerse información para la evaluación dietética, con este método se pueden
sentar las bases del diseño del plan de alimentación porque es una descripción de los hábitos
del paciente. Es deseable que el plan se acerque lo más posible a esta descripción del consumo
habitual con sólo modificaciones pertinentes, pero sin cambios muy drásticos para no poner
en riesgo el apego al tratamiento dietético.
Los métodos antes descritos pueden aplicarse en su forma tradicional, o bien, mezclarse o
modificarse para adaptarlos a los requerimientos de evaluación de cada paciente.
cuantificado se compara con los requerimientos teóricos del paciente, que siempre son individua-
lizados.
Para el cálculo de las necesidades energéticas del paciente con obesidad, la evidencia señala que
la ecuación que con mayor frecuencia resulta en predicciones adecuadas* del gasto energético en
reposo (GER) es la propuesta por Mifflin-St Jeor (1990);6,7 de hecho, la Asociación Americana de
Dietética sugiere utilizarla para la atención del paciente obeso.
Mifflin
Mujer:
GER (kcal) = [9.99 × peso (kg)] + [6.25 × talla (cm)] − [4.92 × edad (años)] − 161
Varón:
GER (kcal) = [9.99 × peso (kg)] + [6.25 × talla (cm)] − [4.92 × edad (años)] + 5
Esta recomendación parte de una revisión de 38 artículos en que se comparaban estimaciones
por ecuaciones predictivas del gasto energético vs calorimetría indirecta, con una rigurosa revisión
de la calidad de los datos.7 Sin embargo, en observaciones publicadas e inéditas de los autores
de este texto y otros, se informa de que en poblaciones particulares pueden funcionar mejor
otras ecuaciones, inclusive la de Harris Benedict.8,9 En un artículo de validación de 12 ecuacio-
nes en una población estadounidense de sujetos obesos, Heshka y colaboradores encontraron
predicciones adecuadas del gasto energético con las ecuaciones de Robertson/Reid (1952) y de
Fletcher (1951).8,10,11
Es importante tomar en cuenta que la ecuación de Mifflin-St Jeor sólo ofrece estimaciones
sobre el gasto energético en reposo (GER), de ahí que para conocer el gasto energético total, habrá
que sumar el efecto termogénico de los alimentos (por convención, 10% del GER) y el gasto por
actividad física, usando factores de actividad. Ciertos autores han incluido el ETA en los factores
de actividad, de modo que ya no es necesario sumarlo (cuadro 2-4).
Al comparar lo consumido (evaluación dietética) con lo requerido (según cálculo con ecuación
de Mifflin más efecto termogénico de alimentos y actividad física), se debe conocer la adecuación
energética de la dieta, calculando un porcentaje, a partir del cual podrá determinarse si la dieta es
hiperenergética, hipoenergética o isoenergética (cuadro 2-5).
Una vez que se conocen las kilocalorías consumidas, se valora si provienen en proporciones
adecuadas de hidratos de carbono, proteínas y lípidos; las proporciones recomendadas varían según
la referencia (cuadro 2-6), aunque en el ámbito mundial, la OMS recomienda que los hidratos de
carbono aporten entre 55 y 75% de las kilocalorías; las proteínas, de 10 al 15%, y los lípidos,
no más del 30%.12 Para el cálculo de la distribución de la energía, conviene recordar que según los
factores de Atwater, se establece que un gramo de hidratos de carbono o de proteínas aporta 4 kcal,
en tanto los lípidos aportan 9. Es importante señalar que el concepto de “equilibrio” en la dieta
hace referencia a la adecuada distribución de la energía.13 En el cuadro 2-7 se incluye un ejemplo
de ello.
Por otra parte, también es necesario valorar el consumo de otros nutrimentos de interés particu-
lar para el paciente con obesidad, dada su relación con comorbilidades, tal es el caso de la fibra, el
tipo de lípidos y el consumo de sodio (cuadro 2-8).
*Se considera que una buena predicción es aquélla que no difiere en ± 10% del gasto medido por calorimetría.
Cuadro 2-5. Factores de intensidad de actividad física con ETA incluido (RDA)1
Mujeres Hombres
Cálculo Interpretación
Cuadro 2-7 Recomendaciones para la distribución de energía (proporción del total de kilocalorías)
Macronutrimento OMS Recomendación Recomendación Estados Consenso atención
mexicana Unidos y Canadá dislipidemias EU (ATPIII)
Hidratos de carbono 55-75% 55-63% 45-65% 50-60%
Proteínas 10-15% 12-15%* 10-35% ~15%
Lípidos 15-30% 25-30% 20-35% 25-35%
* No más de un tercio de las proteínas deberán ser de origen animal.
Cuadro 2-8 Cálculo de los porcentajes del valor energético total de la dieta (distribución de la dieta)
PASOS
4. Calcular % VET**
Ejemplo:
HC_
2 409 kcal = 100%
1 820 kcal = ¿?
(1 820 × 100) / 2 409 = 75.55%
Prot_
(220 × 100) / 2 409 = 9.13%
Líp_
(369 × 100) / 2 409 = 15.31%
** Verificar que los cálculos sean correctos sumando los %VET, el resultado debe ser ~100% = 75.55 + 9.13
+ 15.31 = 99.99%.
efectos se combinan para potenciarse o atenuarse mutuamente. Por ello, estos efectos combinados
sólo pueden detectarse cuando se observan conjuntamente los patrones alimentarios.
Es mayor la compatibilidad de este enfoque con el abordaje terapéutico, ya que las recomenda-
ciones apuntan a múltiples modificaciones del consumo de alimentos con el fin de cambiar el patrón
alimentario.14
En estudios en que se identifican los patrones alimentarios nocivos, se encuentran relaciones entre
éstos y varios indicadores de riesgo cardiovascular y de comorbilidades de la obesidad. Fung et al.,
informan de un patrón dietético que denominan “patrón occidental” formado por alimentos como
aderezos para ensalada, carnes rojas o procesadas, huevos, lácteos enteros, mantequilla, café, cerveza,
sal agregada, mayonesa, papas fritas, cereales refinados, sopas cremosas, licor, pizza, botanas, patrón
que, a su vez, se asocia inversamente con el consumo de fruta (entera o en jugos), harinas integrales
y cereales para el desayuno. Puntajes altos de este patrón occidental se relacionan con incrementos
en los valores de homocisteína, proteína C-reactiva, leptina y fibrinógeno, de reducción de folatos.14
La lógica del estudio de los patrones alimentarios puede trasladarse a la valoración dietética en
el ámbito clínico para analizar la información sobre la dieta de los pacientes que va más allá de la
cuantificación de kilocalorías o gramos de nutrimentos, de modo de hacer cambios específicos en
el consumo de algunos alimentos. Esta información incluye datos como:
• Tipo de pan: integral o blanco
• Tipo lácteos: enteros o descremados
• Tipo de edulcorantes: azúcar o edulcorantes sin calorías
• Tipo de embutidos: cerdo o pavo
• Tipo de bebidas carbonatadas: regulares o sin calorías
• Tipo de café: regular o descafeinado
• Preparaciones de alimentos: asado, horneado, capeado, frito, empapelado, hervido, etcétera.
• Horarios de comida, horas de ayuno y periodos interprandiales
• Preferencias y aversiones a alimentos
• Calidad de las colaciones
• Variedad de la dieta
• Inclusión de todos los grupos de alimentos en las comidas principales (dieta completa)
• Mitos en torno al consumo de ciertos alimentos
(1.556 × GER). Otros autores han adaptado esta propuesta modificando la forma de calcular
el GER y el nivel de actividad física elegido, utilizando para ello ecuaciones distintas a las de
Shoefield, así como factores de actividad física diferentes de los de la OMS.
A pesar de la evidencia respecto de la subestimación en el reporte por estos pacientes, es muy
importante reiterar que no siempre el sujeto “miente” en cuanto a su consumo de alimentos, y no
se debe pasar por alto que en ocasiones se trata de sujetos cuyo consumo energético ha sido restrictivo
durante años o incluso durante toda su vida adulta, aspecto que determina una marcada disminución
del metabolismo en reposo, evidente cuando se practica una medición por calorimetría indirecta.
Por otra parte, la proporción de masa grasa y muscular en el paciente con obesidad determina
un gasto energético menor que en pacientes considerados como “magros”. Esta última considera-
ción ha sido retomada por Mifflin-St Jeor con la ecuación predictiva a partir de mediciones en
pacientes con exceso de grasa vs individuos magros.
Finalmente, vale la pena resaltar que además de que la evaluación aporta evidencias de que la dieta
de los sujetos obesos presenta desviaciones y excesos, permite identificar los rasgos de la alimentación
que deben ser modificados a través del plan de alimentación o de la intervención nutricia, sea cual sea.
Es imperativo modificar el enfoque común, en el que la evaluación y la atención nutricional
prácticamente están enfocadas a las kilocalorías, estimando el consumo sólo con fines restrictivos.
En este sentido, la valoración de la dieta del sujeto obeso también debe dar pautas para la modifi-
cación de rasgos cualitativos, como tipo de preparación, elección de alimentos, tamaño de las
porciones, percepción de apetito/saciedad, horarios, etc., todos ellos elementos que permitirán al
paciente apegarse de mejor manera al plan de alimentación prescrito (cuadro 2.9).
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Cuando se habla de las implicaciones de salud y sociales del sobrepeso y la obesidad, invariablemente
se abren interrogantes sobre el peso, la composición y la imagen corporal,1 parámetros que se
medirán con indicadores antropométricos que, a su vez, son un buen indicador para dar seguimiento
a los efectos de una intervención nutricia.2
La antropometría tiene como fin cuantificar la cantidad y la distribución de los componentes
nutrimentales que conforman el peso corporal del individuo, es decir, es la técnica que permite no
sólo delimitar las dimensiones físicas del individuo, sino también conocer su composición corporal,
aspecto básico relacionado con la utilización de los nutrimentos en el organismo;2 por ello, la antro-
pometría es el método por elección para estimar la composición corporal en el ambiente clínico.1
Pero a pesar de su utilidad clínica, resulta importante reconocer que en el paciente con obesidad
suelen observarse emociones relacionadas con la imagen corporal y le resulta difícil aceptar que se
le mida o pese; por ello, se le debe explicar la importancia de las mediciones para dar seguimiento
a los cambios que se presenten, además de llevar a cabo esas mediciones en privado.3
Efectivamente, las mediciones antropométricas constituyen importantes indicadores para la
evaluación inicial y el seguimiento del paciente, ya que permiten valorar la eficacia de la terapia
establecida. De acuerdo con las recomendaciones de la Asociación Americana de Dietética y los
Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos,4,5 se establece que el índice de masa corporal
(IMC) y la circunferencia de la cintura (Cc) son los métodos recomendables para clasificar el
sobrepeso y la obesidad, estimar los riesgos de enfermedad e identificar la opción de tratamiento,
dada la gran correlación con la masa grasa del sujeto y el riesgo de enfermedad.
Las mediciones recomendadas para el paciente obeso se indican en el cuadro 3-1. A continuación
se incluyen observaciones puntuales sobre las mediciones del paciente obeso; por otra parte, se hace
hincapié en las técnicas que no se modifican respecto de lo indicado para individuos no obesos: estatura,
ancho de codo y circunferencia de brazo, derivadas del protocolo de medición establecido por Lohman.6
37
Peso
Para el peso, asegurarse de contar con una báscula con capacidad de más de 160 kg, ya que podría
resultar intimidante para el paciente subirse a una báscula que no registra su peso corporal. La
báscula debe estar en un lugar privado, donde el sujeto no esté expuesto a las miradas de los demás.3
Circunferencia de cintura
Para la circunferencia de cintura, el individuo debe estar de pie con el abdomen relajado, los bra-
zos a los lados y los pies juntos. El evaluador se coloca de frente al paciente y mide la parte más
angosta o breve del abdomen después de una espiración. Sin embargo, en los pacientes obesos
resulta difícil encontrar ese punto anatómico, de ahí que la medición se haga en el punto medio
entre las costillas y la cresta iliaca.2,6
Circunferencia abdominal
En la literatura se encuentran discrepancias respecto del sitio de medición de la cintura o abdomen,
término frecuentemente utilizado en forma indistinta. Para los fines de este texto se propone
diferenciar ambas mediciones, siendo la medición de la cintura la propuesta para integrar el índice
cintura-cadera, y la circunferencia de abdomen, la que indicará la adiposidad central, pues según
se ha estudiado, el sitio anatómico descrito como abdomen es el que mayor correlación tiene con
la grasa visceral a partir de comparaciones con tomografía axial computarizada. En particular, se
ha definido que la grasa visceral correlacionada con resistencia a la insulina se localiza a la altura
de la cuarta y quinta vértebras lumbares. Para medirla, el evaluador debe estar de frente al sujeto,
que estará de pie con los brazos a los lados y los pies juntos. La cinta antropométrica se coloca en
el borde lateral más alto de la cresta iliaca, paralela al piso (ver la figura 3-1); a diferencia de la
circunferencia de la cintura, este sitio con frecuencia corresponde a la parte más prominente del
abdomen.2,6 Suele ser difícil ubicar la cinta de manera estable, sin que se resbale, de modo que se
sugiere marcar los bordes de las crestas iliacas con un lápiz dermográfico y apoyarse en una segunda
persona para fijar la cinta.
Circunferencia de la cadera
Para la circunferencia de cadera, el evaluador deberá estar al lado del paciente que estará de pie con
los brazos a los lados y los pies juntos. La cinta antropométrica se coloca alrededor del paciente al
nivel de la mayor prominencia de glúteos en un plano horizontal con respecto al piso. La medición
se registra al 0.1 cm más cercano, la presión con la piel debe ser mínima. El evaluador puede tener
la asistencia de una persona para que le ayude a colocar la cinta en la posición requerida.2,6
Quizá la medición de las circunferencias sea uno de los mayores problemas para la valo-
ración del paciente con sobrepeso y obesidad por la dificultad para localizar los sitios anatómicos,
además de que en algunos casos los pliegues de grasa del paciente obeso se agrupan, complicándola
aún más. Por eso en algunos casos se cae en el error de omitir estas mediciones, sin embargo,
como ya se dijo, son indicadores básicos tanto para el diagnóstico como para el monitoreo de los
avances del paciente. Al respecto, Lohman establece que la medición de las circunferencias en
pacientes obesos deben incluso preferirse a la medición de los pliegues porque es menor la varia-
bilidad entre observadores y se pueden medir en cualquier paciente, sin importar el grado de
obesidad.6 Por su parte, la OMS establece que, en estos pacientes, estas mediciones y su localiza-
ción constituyen uno reto para futuras investigaciones.
Por ello, y con la experiencia clínica de la autora y las editoras, se propone que de no ser
posible localizar los sitios anatómicos específicos según las recomendaciones previas, se lleve a
cabo la medición a la altura del ombligo, que si bien no es el sitio indicado tradicionalmente, en
la mayoría de los sujetos representa la parte más prominente del abdomen; cabe mencionar que
incluso Lohman lo establece como alternativa para la medición. Por último, es importante recor-
dar que para medir a pacientes con obesidad, en ocasiones será necesario contar con otra persona
para medir las circunferencias, tanto para posicionar la cinta de manera horizontal como para
rodear al sujeto al hacer la medición.
Diámetro sagital
La medida del diámetro sagital se correlaciona con la grasa visceral, respecto de la determinación de
ésta por tomografía axial computarizada (estándar de oro para esta medición)14,15 y por tanto, con un
mayor riesgo de resistencia a la insulina y la consiguiente diabetes y enfermedad cardiovascular. Con
esta medición parece estimarse mejor la grasa visceral que con IMC, circunferencia de cintura o índice
cintura-cadera, incluso en pacientes con IMC en rangos de peso saludable.15,16
Petersson, Daryani y Risérus sugieren en su estudio14,15 que cada centímetro de incremento del
diámetro sagital se asocia a un incremento de proteína C-reactiva de 0.41 mg/L, el cual corresponde
a un incremento de 16% en el nivel promedio de esta proteína. Los niveles elevados de la proteína
*Plano de Frankfort: línea entre el punto más bajo de la órbita del ojo y el trago (eminencia cartilaginosa delante del orificio
del conducto auditivo externo).
A B
Figura 3-3 Diámetro sagital en posición de pie (A) y supina (B).
Pliegues cutáneos
La medición de los pliegues cutáneos permite valorar la grasa subcutánea e identificar los riesgos de
salud relacionados con el exceso de grasa corporal, además de que permite vigilar los cambios resul-
tantes del tratamiento nutricio aplicado para controlar el peso corporal del sujeto. Para esta medición
se utiliza el plicómetro, que ejerce una presión estandarizada en el pliegue. Los pliegues más utili-
zados para determinar el porcentaje de grasa corporal total son cuatro: tricipital, bicipital, subesca-
pular y suprailiaco. Sin embargo, en ocasiones no se pueden medir los cuatro, de modo
que se selecciona por lo menos alguno; de acuerdo con lo propuesto por Lohman,6 se medirá el
pliegue cutáneo tricipital o el subescapular, pues son los mejores para pronosticar una enfermedad
isquémica del corazón.
Sin embargo, es importante resaltar que estas mediciones implican la posibilidad de errores,
por ejemplo, por la variabilidad entre una medición y otra, y entre los evaluadores. Aunado a lo
anterior, en el caso de pacientes obesos, hay ocasiones en que los brazos del plicómetro no alcanzan
a tomar el pliegue o no abren lo suficiente como para hacer la medición; también se dificulta
localizar correctamente el sitio anatómico para hacerla, dada la acumulación de grasa en el nivel
subescapular y suprailiaco principalmente, que implican la identificación de estructuras óseas.
Los depósitos grandes de grasa tienden a ser más compresibles, fenómeno que depende del
tiempo que el plicómetro ejerce presión en el sitio; algunos pliegues muy grandes pueden despla-
zarse de los brazos del plicómetro y no permitir la medición. Otra limitante son las tablas de
referencia, donde el dato más alto reportado para el pliegue cutáneo tricipital es de 42 mm para
mujeres y 26 mm para hombres, y para el subescapular, de 43 y 34, respectivamente, datos que en
el paciente con obesidad suelen ser mucho mayores. De igual manera, los plicómetros más utili-
zados, como el Harpenden, cuya apertura máxima es de 80 mm y el Lange, de 70 mm; por su
parte, el Holtain (considerado el de mayor exactitud y precisión) tan sólo abre 50 mm, lo cual
dificulta la medición en personas con obesidad mórbida. Además, el hecho de medir directamente
las reservas de grasa en un paciente obeso puede ser incómodo para el individuo.19,20
Cuadro 3-2 Indicadores antropométricos a partir de las mediciones que deben hacerse al paciente
Índice de masa corporal (IMC)
Rango de peso saludable
Complexión
Porcentaje de grasa
Índice cintura/cadera (I c/c)
Circunferencia de cintura (abdominal)
Circunferencia de cuello
Diámetro sagital
Tomando como base los puntos de corte del IMC se ha establecido el concepto de “peso salu-
dable”, que representa el rango de peso en el cual el sujeto correrá un riesgo menor de padecer
comorbilidades asociadas con exceso o deficiencias de peso corporal, según sea el caso.2
Para determinarlo se utilizan las siguientes fórmulas:
Peso mínimo = (talla*)2 × 18.5
Peso máximo = (talla*)2 × 24.99
Esta determinación permite definir, para el paciente obeso o con sobrepeso, la pérdida de peso
esperada para ubicarse en un rango de peso relacionado con reducción del riesgo.
Complexión
La complexión corporal describe la estructura de soporte del esqueleto,22 y para calcularla, se define
la relación entre estatura y circunferencia de la muñeca, o por el ancho del codo. Para el paciente con
obesidad se recomienda esta última, ya que registra correlaciones bajas con adiposidad.2
Con esta medición, los individuos se clasifican en complexión pequeña, mediana o grande
(cuadro 3-4), valor que permite identificar el peso teórico del sujeto en tablas de referencia dife-
renciadas por complexión.
Mujeres
Grupo de edad en años Complexión pequeña Complexión mediana Complexión grande
18 a 24 ≤ 5.8 > 5.8 y < 6.6 ≥ 6.6
25 a 34 ≤ 5.8 > 5.8 y < 6.7 ≥ 6.7
(Continuación)
Varones
Grupo de edad en años Complexión pequeña Complexión mediana Complexión grande
18-24 ≤ 6.7 > 6.7 y < 7.6 ≥ 7.6
25-34 ≤ 6.8 > 6.8 y < 7.6 ≥ 7.6
35-44 ≤ 6.7 > 6.7 y < 7.7 ≥ 7.7
45-54 ≤ 6.9 > 6.9 y < 7.9 ≥ 7.9
55-64 ≤ 6.9 > 6.9 y < 7.9 ≥ 7.9
65-74 ≤ 6.9 > 6.9 y < 7.8 ≥ 7.8
Para ello, una vez que se suman esos cuatro valores, se calcula la densidad corporal por medio
de las ecuaciones de regresión de Durnin y Womersley (cuadro 3-5), y para el cálculo del porcen-
taje total de grasa se emplean las ecuaciones de Siri o Brozek (cuadro 3-6). Este porcentaje se
interpreta de acuerdo con la edad del paciente. La grasa corporal total se compara con los datos de
una referencia percentilar (ver anexo) para su posterior clasificación como normal, excesiva o
deficiente (cuadro 3-7).
A partir del porcentaje de grasa se determina el exceso en kilogramos para establecer pautas
generales para el tratamiento nutricio. Para ello, es necesario tener el dato de peso actual, porcen-
taje de grasa real y meta, y se hacen los siguientes cálculos:2
Obtención del peso de la grasa corporal total (kg):
*Para determinar el porcentaje de grasa ideal se considera el punto de corte más alto de lo aceptable (24 y 31% para varones y
mujeres, respectivamente [cuadro 3-7]).
kilocalorías, el exceso de tejido adiposo del paciente determinará la cantidad total de kilocalorías
de déficit para lograr un balance energético negativo.
kcal en exceso = kg de grasa en exceso × 7 000
Con este dato, y con la restricción energética que se establezca para el paciente, es posible
estimar, en teoría, el tiempo que tardará en lograr esa pérdida de peso y grasa corporal, elementos
que se observan en el siguiente ejemplo:
Paciente varón, 89 kg de peso corporal, IMC de 30.5 que lo ubica en obesidad grado 1;
exceso de grasa corporal de 10 kg. El peso esperado, sin exceso de grasa, es de 79 kg, con
un peso esperado, a partir de la pérdida de grasa corporal en exceso, de 76.5 kg.
Considerando su exceso de grasa corporal se estima que la restricción energética total
debe ser de 70 000 kilocalorías. Se prescribe restricción de 500 kcal/día y se estima
que en 140 días (4 meses) logrará la disminución de la grasa corporal en exceso.
Por otra parte, y cuando no es posible medir los cuatro pliegues indicados, se toman los pliegues
cutáneos tricipital y subescapular, o uno de ellos, de acuerdo con lo antes mencionado, y cuya
evaluación se realizará en forma independiente, como se menciona a continuación.
Cuadro 3-8 Clasificación antropométrica para valoración de la grasa corporal con los pliegues
cutáneos tricipital y subescapular
Percentil Interpretación
Frisancho AR. Anthropometric standards for the assessment of growth and nutrition status. Ann Arbor: University of
Michigan Press, 1990:35.
región de cadera, glúteos y muslos. La importancia de determinar este patrón radica en su correlación
con riesgos para la salud del sujeto, pues la androide se asocia con enfermedades cardiovasculares
y la ginecoide con problemas del retorno venoso que se manifiestan con varices en miembros infe-
riores.
Para determinar este índice se aplica la fórmula siguiente, la cual se interpreta en el cuadro 3-9.
Cuadro 3-9 Interpretación del índice cintura/cadera para determinar la distribución de la grasa2
Incremento ≥ 94 ≥ 80
Es importante mencionar que los puntos de corte anteriores pueden cambiar de acuerdo con
el grupo étnico, y pierden su valor predictivo en personas de baja estatura (< 152 cm) o IMC en
el rango de 25 a 34.9, por eso, la Federación Internacional de Diabetes25 estableció puntos de corte
específicos por grupo étnico, pero dada la carencia de datos de poblaciones de Centroamérica y
Sudamérica (incluido México), se propuso utilizar los correspondientes a la población del sur de
Asia, los cuales determinan ≥ 80 cm para el género femenino y ≥ 90 cm para el masculino.
Circunferencia de cuello
Como ya se dijo, la medición de la circunferencia de cuello ha cobrado importancia para la iden-
tificación de pacientes con sobrepeso y obesidad, así como para el riesgo de apnea del sueño.8 Los
puntos de corte aparecen en el cuadro 3-11. Se ha definido que en el caso de sujetos cuyos valores
los rebasen, no se requiere de más pruebas para el diagnóstico de obesidad.8
Diámetro sagital
Aún no hay consenso para el valor de referencia del diámetro sagital, sin embargo, se ha establecido
que ≥ 25 cm implica riesgo de resistencia a insulina o de enfermedad cardiovascular.16 Jebb señala
como valores a partir de los cuales existe riesgo, 22.8 cm para varones y 25.2 cm para mujeres.19
Por último, resulta importante resaltar que a pesar de la gran cantidad de métodos y técnicas
de valoración de la composición corporal, como bioimpedancia, densitometría de doble fotón
(DXA), pletismografía de desplazamiento de aire, tomografía axial computarizada, entre otros, la
antropometría sigue siendo el método de elección para la práctica clínica por su bajo costo y dis-
ponibilidad, y por ser, en términos generales, poco invasivo.
Anexo
1. Índice de pliegue cutáneo tricipital para la edad, mujeres de 18 a 74.9 años
5. Sumatoria de los pliegues cutáneos tricipital y subescapular para la edad, mujeres de 18 a 74.9
años
6. Sumatoria de los pliegues cutáneos tricipital y subescapular para la edad, varones de 18 a 74.9
años
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Perfil de lípidos
La medición de lípidos y colesterol sérico permite conocer la salud cardiovascular, detectar riesgos
y monitorear el tratamiento de la dislipidemia. El perfil de lípidos consiste en la determinación y
cuantificación de los diferentes componentes grasos de la sangre. Mediante estas pruebas suele
determinarse la concentración total de colesterol y triglicéridos, así como fraccionar el colesterol
total en lipoproteína de alta densidad (HDL, high density lipoprotein), lipoproteína de baja densidad
(LDL, low density lipoprotein), lipoproteína de muy baja densidad (VLDL, very low density lipopro-
tein) y quilomicrones, además de calcularse un índice aterogénico con base en los niveles de lípidos.
Para los análisis se toma una muestra de sangre de 5 a 10 ml después de un ayuno de 12 a 24 horas
y de abstenerse del consumo de alcohol en las últimas 24 horas.1,5
El riesgo de enfermedad cardiovascular es mayor cuando se elevan LDL, VLDL y triglicéridos,
así como el índice aterogénico, y disminuye la concentración de HDL.5,6 La Asociación Americana
54
Además del perfil de lípidos y la valoración de la presión arterial, cuando hay síntomas de pro-
blemas cardiovasculares se recomienda valorar el funcionamiento cardiaco mediante radiografía de
tórax, electrocardiograma y ecocardiograma,3,8 en cuyo caso se debe referir al paciente con el especia-
lista (cardiólogo), quien se hará responsable de la realización e interpretación de estos estudios.
Cuadro 4-4 Criterios de valoración y detección de prediabetes y diabetes tipo 2 en pacientes adultos
asintomáticos15
1. Valorar al paciente adulto con sobrepeso y obesidad (IMC≥ 25 kg/m2)* y uno o más de los siguientes
factores de riesgo:
• Sedentarismo
• Antecedentes familiares de diabetes en parientes de primer grado (padres)
• Grupo étnico de alto riesgo (latinos, afroamericanos, nativos americanos, pobladores de islas del
Pacífico y estadounidenses de ascendencia asiática)
• Mujeres con diagnóstico de diabetes gestacional o que hayan dado a luz un producto de peso > 4
kg (9 lb)
• Hipertensión (presión arterial ≥ 140/90 mmHg) o en tratamiento para control de la hipertensión
• Nivel de colesterol HDL < 35 mg/100 ml (0.90 mmol/L), triglicéridos > 250 mg/100 ml (2.82 mmol/L)
o ambos
• Mujeres con síndrome de ovario poliquístico
• Intolerancia a la glucosa o trastornos de la glucosa en ayunas (en pruebas previsas)
• Otras características clínicas relacionadas con la resistencia a la insulina (p. ej., obesidad grave,
Acanthosis nigricans)
• Antecedentes de enfermedad cardiovascular
2. Si no hay factores de riesgo, iniciar la valoración a los 45 años de edad.
3. Si los resultados de las pruebas son adecuados, repetir la valoración a intervalos de 3 años (o menores
en caso de anomalías en los resultados y factores de riesgo).
*En algunos grupos étnicos, el IMC considerado como de riesgo podría ser menor.
IMC, índice de masa corporal; kg, kilogramos; m2, metros cuadrados; mmHg, milímetros de mercurio; mg, miligramos; mmol, milimoles;
L, litros.
La Asociación Americana de Diabetes sugiere las pruebas descritas en el cuadro 4-5. La Orga-
nización Mundial de la Salud (OMS) publicó desde 1965 sus lineamientos para el diagnóstico y
la clasificación de la diabetes.17 En 2005, la OMS, aunada a la Federación Internacional de Dia-
betes (IDF, International Diabetes Federation), presentó sus recomendaciones más recientes en
cuanto a definición y diagnóstico de la diabetes, incluidas en en el cuadro 4-6.
A diferencia del criterio de la Asociación Americana de Diabetes (ADA), la OMS utiliza un
valor de glucosa en ayuno distinto para definir la IFG; además, incluye el valor de la curva de tole-
rancia a la glucosa de dos horas para definir IFG y el valor de la glucosa en ayuno para definir la
IGT. Por otro lado, la ADA recomienda la valoración de la glucosa en ayuno para diagnosticar
la diabetes asintomática mientras que la OMS recomienda la prueba de tolerancia oral de glucosa.17
Esta comparación se describe en el cuadro 4-7.
La vigilancia del control de la glucemia en el paciente diabético se puede llevar a cabo con el
mismo tipo de pruebas ya descritas, glucosa en sangre (valoración personal del paciente) y medición
de A1C. La frecuencia y el horario de la vigilancia personal depende de las necesidades específicas del
paciente, pero se sugiere tres o más veces al día. Esta vigilancia refleja el control de la glucemia y
también la eficacia del tratamiento; los valores recomendados se presentan en el cuadro 4-8.15,16
Cuadro 4-5 Diagnóstico y vigilancia de diabetes, prediabetes y diabetes gestacional; criterios de la American
Dietetic Association10,11,12,15,16
Prueba Parámetro Comentarios adicionales
Diagnóstico de En caso de valores anómalos, repetir la valoración
diabetes mellitus para confirmar el diagnóstico.
Se sugiere aplicar un solo tipo de prueba y confir-
marla, no combinar distintos tipos de pruebas.
a) Glucosa sanguínea en ≥ 126 mg/100 ml Concentración de glucosa en sangre en ayunas
ayunas (7.0 mmol/L) (por lo menos 8 horas de ayuno).
Es la prueba más conveniente: menor costo, muy
reproducible y la más fácil de aplicar.
b) Glucosa sanguínea al ≥ 200 mg/100 ml A cualquier hora del día, sin cuidar ayuno. Po-
azar (11.1 mmol/L) liuria, polidipsia y disminución involuntaria del
peso.
c) Curva de tolerancia ≥ 200 mg/100 ml Protocolo basado en lineamientos de la OMS; se
a la glucosa (2 horas) (11.1 mmol/L) toma muestra basal y posteriormente se admi-
nistra dosis oral de 75 g glucosa anhidra disuelta
en agua. Toma de muestras de sangre a una y
dos horas de ingerir la glucosa oral.
Prueba más sensible y específica, pero no reco-
mendada como prueba sistemática por mayor
costo y poco práctica.
d) Hemoglobina glucosila- ≥ 6.5% Recientemente recomendada para diagnóstico de
da (HbA1C) diabetes.16
Confirmar el resultado a menos que haya sínto-
mas clínicos, glucosa al azar ≥ 200 mg/100 ml
o ambos.
No utilizar en condiciones que favorezcan el
recambio de eritrocitos (p. ej., anemia hemo-
lítica, transfusiones de sangre, hemorragias y
paludismo crónico).
Prediabetes‡ Pacientes con alto riesgo de diabetes y enferme-
dades cardiovasculares.
Anomalías en la glucosa 100-125 mg/100 ml Valor menor de 100 mg/100 ml = adecuado
sanguínea en ayunas (5.6-6.9 mmol/L)
(IFG, impaired fasting
glucose)
Anomalías en la curva 140-199 mg/100 ml Valor menor a 140 mg/100 ml = adecuado.
de tolerancia a la glucosa (7.8-11 mmol/L) Como con esta prueba se detectan pacientes tan-
(2 horas) to con IFG como con IGT, es más sensible para la
(IGT, impaired glucose detección de la prediabetes.
tolerance)
Diabetes gestacional Identificación de pacientes de muy alto riesgo
(DG)*,† desde el inicio del embarazo; realizar las pruebas
lo antes posible en el embarazo.
Factores de muy alto riesgo • Obesidad grave
al inicio del embarazo • Antecedentes de diabetes gestacional o haber
dado a luz a producto de peso elevado para la
edad gestacional
• Glucosuria
• Diagnóstico de ovario poliquístico
• Antecedentes familiares de diabetes mellitus tipo 2
(Continuación)
Cuadro 4-6 Diagnóstico y vigilancia la de diabetes; criterios de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
y la Federación Internacional de Diabetes (IDF)17
Prueba Parámetro Comentarios adicionales
Diagnóstico de Para el diagnóstico de la diabetes se requiere
diabetes mellitus una prueba de glucosa en ayunas o una
a) Glucosa en ayunas curva de tolerancia de 2 horas; el término
b) Curva de tolerancia a la normoglucemia se utiliza para valores de glu-
glucosa de 2 horas cosa asociados con bajo riesgo de diabetes o
enfermedad cardiovascular
a) Glucosa sanguínea en ≥ 126 mg/100 ml Concentración de glucosa en sangre en ayunas
ayunas (7.0 mmol/L) (por lo menos 8 horas de ayuno)
b) Curva de tolerancia ≥ 200 mg/100 ml Prueba recomendable cuando la glucosa en
a la glucosa (2 horas) (11.1 mmol/L) ayunas es de 110-125 mg/100 ml (6.1-6.9
(Glucosa plasmática mmol/L)
venosa después de Con la glucosa en ayunas por sí sola se pasa
2 horas de dosis oral por alto 30% de los casos; la curva es la
de glucosa de 75 g) única forma de identificar pacientes con
IGT, de facilitar la confirmación o de excluir
anomalías en la tolerancia a la glucosa de
pacientes asintomáticos
Hemoglobina glucosilada No se recomienda como prueba de diagnósti-
(HbA1C) co de diabetes o hiperglucemia intermedia
Hiperglucemia intermedia Pacientes con alto riesgo de diabetes y enfer-
medad cardiovascular
(Continúa)
(Continuación)
Los parámetros glucémicos recomendados para el paciente diabético adulto (sin embarazo)
son: HbA1C = < 7%; glucosa preprandial = 70-130 mg/100 ml (3.9-7.2 mmol/L) y glucosa pos-
prandial = < 180 mg/100 ml (< 10.0 mmol/L) al tomar la muestra 1 a 2 horas después de haber
empezado a comer; para la paciente con DG son: glucosa preprandial = ≤ 95 mg/100 ml (5.3
mmol/L) y valores glucémicos después de una hora = ≤ 140 mg/100 ml (7.8 mmol/L) o de ≤ 120
mg/100 ml (6.7 mmol/L) después de dos horas de haber iniciado la comida. En caso de que el
embarazo se haya iniciado con diagnóstico previo de diabetes tipo 1 o 2, las recomendaciones
de glucemia serían 60-99 mg/100 ml antes de las comidas, antes de acostarse y durante la noche,
y glucosa posprandial máxima de 100-129 mg/100 ml y A1C < 6%.15
La medición de hemoglobina glucosilada A1c (HbA1C) es un parámetro que permite conocer el
control de la DM, ya que refleja el grado de exposición del paciente a la glucosa en los últimos tres
meses, considerando que la vida media de los eritrocitos es de unos 120 días1,16 y es de alto valor
predictivo de complicaciones diabéticas.15,16
Para valorar el manejo de la DM, el valor adecuado sería HbA1c = 5 a 7%; un valor mayor
reflejaría un mal manejo del padecimiento;5,10,11,12,16 el valor ideal sería < 7% para evitar complica-
ciones microvasculares y neuropáticas.15,16 Una vez controlada la glucemia, es necesario esperar
cuando menos cuatro semanas para valorar de nuevo la HbA1c.5 Con base en los valores de HbA1c,
es posible estimar el nivel promedio de glucosa en sangre (con una correlación de 0.92), como se
describe en el cuadro 4-9.
En el caso de A1C, la valoración debe realizarse cuando menos dos veces al año en pacientes con
valores de glucosa controlados o cada tres meses, si fuera necesario.5,15,16
En 2008 se integró el comité internacional de expertos de la Asociación Americana de Dia-
betes (ADA, American Diabetes Association), la Asociación Europea para el Estudio de la Diabetes
(EASD, European Association for the Study of Diabetes) y la Federación Internacional de Dia-
betes (IDF, International Diabetes Federation) y se propuso aplicar la prueba de A1C para diagnós-
tico de la diabetes cuando el valor resultara ≥ 6.5%, pues siendo menor, la posibilidad de
retinopatía moderada es prácticamente inexistente, mientras que a partir de ese valor, la preva-
lencia de retinopatía se incrementa.16 Esta prueba resulta por lo menos tan predictiva de DM
como la prueba de glucosa en ayuno.
Asimismo, la utilización del A1c tiene otras ventajas respecto de la prueba de glucosa en ayuno
para el diagnóstico de DM; por ejemplo, el protocolo para detección de A1C en el laboratorio está
mejor estandarizado, indica de forma más global la exposición a la glucosa y el riesgo de compli-
caciones a largo plazo; existe una variabilidad diaria < 2%, comparada con 12 a 15% de la glucosa
en ayuno; el paciente no tiene que prepararse ni estar en ayuno; es menor la inestabilidad de la
muestra; no se ve afectado por cambios agudos de la glucosa (en caso de enfermedad o estrés) y se
puede utilizar para valorar el tratamiento.16
Para una valoración del control de la DM a mediano plazo (2 a 3 semanas), se puede medir la
fructosamina sérica (a partir de las proteínas séricas glucosiladas), aunque la relación con la glucosa
promedio en sangre y la prognosis no sean tan claras como la de la HbA1C. Sería de esperar un valor
adecuado de 1 a 2% de las proteínas totales.9,15
Resistencia a la insulina
En 1988, Reaven propuso por primera vez que la resistencia a la insulina, y los trastornos fisiopatoló-
gicos que conlleva, podría explicar el síndrome metabólico. La resistencia a la insulina se puede definir
como una respuesta biológica deficiente a la insulina exógena o endógena.18 La prueba de la pinza
euglucémica-hiperinsulinémica se considera como el estándar de oro para el estudio de la insulinorre-
sistencia.18 Es importante mencionar que existen varios métodos para valorar la resistencia a
la insulina, los cuales se incluyen en el cuadro 4-10.
Para estudios individuales se recomiendan las técnicas de pinza, Minimal Model o CIGMA, y
para epidemiológicos, HOMA o insulinemia basal. Es necesario consolidar la validez de las demás
pruebas.18
*Una unidad de alcohol equivale a 10 ml u 8 g de alcohol puro que en un adulto se metaboliza aproximadamente en una hora;
por ejemplo, una copa de aproximadamente 100 ml de vino, 1 cerveza (aprox. 200 ml), media copa de coñac (25 ml) y un
tequila (25 ml). Las recomendaciones en Inglaterra son: consumo de 2 a 3 unidades para mujeres y de 3 a 4 para varones.25
minal. El paciente obeso (IMC > 30 kg/m2 y gran circunferencia de cintura) cuyas pruebas de
funcionamiento hepático muestren anomalías (cuadro 4-11), aumento de la concentración
de glucosa en ayuno, triglicéridos, insulina y ferritino y disminución de la de HDL, muy proba-
blemente padezca NAFLD. También es más frecuente en mujeres.20,21,24
*Los niveles de transaminasas superiores al rango de referencia indican lesiones hepáticas (p. ej., ALT > 45).
U/L, unidades/litro; mg, miligramos; ml, mililitros; L, litros; mmol, milimoles; s, segundos.
Otros parámetros están siendo estudiados como marcadores de NAFLD, porque son produci-
dos por el hígado, son ferritina, inhibidor del activador de plasminógeno tipo I (PAI-1, plasma
plasminogen activator inhibitor-1) y globulina transportadora de hormonas sexuales (SHBG, sex
hormone binding globulin).20
La elastografía (p. ej., equipo Fibroscan), nueva prueba poco invasiva con la cual se mide el
grado de rigidez del tejido hepático, refleja la gravedad de la fibrosis a través de vibraciones que
se valoran mediante ultrasonido; tiene la desventaja de que la opinión de los observadores varía
significativamente y no es confiable en casos de hígado graso u obesidad central.20
Para detectar la NAFLD y diferenciarla de la enfermedad hepática alcohólica (ALD, alcoholic liver
disease) no hay pruebas específicas de laboratorio, imagenología o citología, de modo que es necesa-
rio conocer el consumo de alcohol y valorar determinados parámetros clínicos y bioquímicos, prin-
cipalmente obesidad e insulinorresistencia en el caso de la NAFLD y aumento de triglicéridos y
HDL, así como el índice AST/ALT en la ALD, indicadores descritos en el cuadro 4-12.20,21,23
Cuadro 4-12 Pruebas de funcionamiento hepático e indicadores probables de NAFLD para distinguirla
de ALD20,21,23
Prueba Indicador de NAFLD Indicador de ALD
Alanino aminotransferasa Elevada* Sin cambio
(ALT) (2-3 veces mayor)
Aspartato aminotransferasa Sin cambio** Elevada
(AST)
Índice ALT/AST > 1.0*** < 1.0
γ-glutamiltranspeptidasa Sin cambio o elevada* Muy elevada
(GGT)
Volumen corpuscular medio Sin cambio Elevado
Peso Sobrepeso, obesidad Peso bajo o adecuado,
u obesidad
Glucosa en ayunas Sin cambio o elevada Sin cambio
Colesterol HDL Disminuido Muy elevado
Consumo de alcohol Bajo Alto (reportado por el paciente)
Triglicéridos Elevados Elevados o muy elevados
Fosfatasa alcalina Sin cambio o elevada
Bilirrubina, albúmina y Sin cambio si no hay
tiempo de protrombina cirrosis
*Tanto ALT como GGT se consideran como marcadores de acumulación de grasa en el hígado; se correlacionan con datos de resonancia
magnética y con SM.
**En casos de cirrosis, la AST puede estar más elevada que la ALT, de modo que en pacientes con NAFLD, el aumento de la AST y un
cambio en el índice ALT/AST puede ser signo de pronóstico negativo.
***Este índice puede revertirse en caso de necrosis hepatocelular.
Colelitiasis
La colelitiasis o litiasis vesicular (LV) es una patología que resulta de trastornos en la composición
lipídica de la bilis (sobresaturación de colesterol y formación de cristales) y es de origen multifac-
torial. La LV es frecuente en pacientes obesos (principalmente de tipo central o visceral) y se ha
observado una correlación lineal entre el peso corporal y la secreción de colesterol en la vesícula
biliar.26,27,28 De hecho, la obesidad es un factor independiente de riesgo de LV 3.7 veces más elevado
que en la población general; la probabilidad de colecistectomía es tres veces superior en mujeres
cuyo IMC es de > 30 kg/m.2,27 También se ha informado que la circunferencia de cintura y el índice
cintura/cadera suelen ser pronóstico de riesgo de LV, independientemente del IMC.26 En México
es frecuente, con una prevalencia estimada de 5.8% en varones y 19.7% en mujeres.27,28 La cole-
litiasis también se asocia con el síndrome metabólico y sus componentes individuales, como dia-
betes, hipertensión, dislipidemia, enfermedades cardiovascular y cerebrovascular, consumo de
alcohol, dieta (hiperenergética y exageradamente rica en lípidos y colesterol), masa y grasa corpo-
ral, actividad física y niveles séricos de calcio, magnesio, bicarbonato y hormona paratiroidea.3,19,26,27,28
Las pruebas de detección de LV incluyen exámenes sanguíneos del funcionamiento hepático
(cuadro 4-12) y ultrasonografía (requiere ayuno > 12 horas).19,26,29 También pueden utilizarse
métodos de imagenología, como tomografía computarizada, colecistografía y escaneado nuclear,
aunque el costo es más elevado, son penetrantes y difíciles de llevar a cabo.5
Hipotálamo: TRH
Hipófisis: TSH
Estimulación (+)
T3 libre en suero 16-20 años = 80-210 Forma metabólicamente más activa; vida media
(ng/100 ml) 20-50 años = 70-205 más corta que T4 y más inestable. Detecta
> 50 años = 40-180 principalmente hipertiroidismo.
Elevado = hiperT
Disminuido = hipoT
Captación de T3 24-34% Medición indirecta de T4; mide sitios disponibles
en proteínas (TBG y TBPA) para captación de T3
Globulina transpor- Adultos mayores de 20 años:
Identifica si el cambio en sangre es en el nivel de
tadora de tiroxina Varones = 1.7-3.6
secreción hormonal o de proteína transporta-
(mg/100 ml) Mujeres = 1.7-3.6
dora.
(principal transporte
de la hormona)
Anticuerpo antitirog- Dilución 1:100 o Para dx de tiroiditis de Hashimoto o tiroiditis
lobulina Varones 2% linfocítica crónica (niños).
Mujeres 10%
Anticuerpo Dilución 1:100 Para dx de tiroiditis de Hashimoto o tiroiditis
antimicrosomal Varones 3% linfocítica crónica (niños).
Mujeres 15%
*Se recomienda valorar al adulto en riesgo desde los 35 años y cada 5 años.5,8
**Número de veces que se multiplica el nivel basal, después de 30 min.
†Hipotiroidismo primario (HipoT 1º) = disfunción en tiroides; hipotiroidismo secundario (HipoT 2º) = disfunción en hipófisis;
hipotiroidismo terciario (HipoT 3º) = disfunción en hipotálamo.
TSH, tirotropina u hormona estimulante de tiroides; TRH, hormona liberadora de tirotropina; T4, tiroxina; T3, triyodotironina; hiperT,
hipertiroidismo; Dx, diagnóstico; hipoT, hipotiroidismo; µg, microgramos; µU/L, microunidades/litro; TBG, thyroid binding protein; TBPA,
thyroxine binding prealbumin.
Otros métodos para valorar la función tiroidea son captación tiroidea de yodo radiactivo (dosis
oral o intravenosa), ultrasonido, gammagrafía de tiroides para tamaño y posición, rayos X, etcétera.5
pg, picogramos; ml, mililitros; µg, microgramos; h, horas; mUI, microunidades internacionales.
Cuadro 4-16 Criterio de clasificación del Colegio Americano de Reumatología (ACR) para el diagnóstico de la
osteoartritis de cadera, mano y rodilla
• Dolor de cadera
• VSG menor de 20 mm por hora
Cadera
• Osteofitos en la radiografía acetabular o femoral
• Estrechamiento del espacio articular apreciable en la radiografía
*Las 10 articulaciones seleccionadas son: segunda y tercera articulaciones interfalángicas distales, segunda y tercera articulaciones
interfalángicas proximales, y primera articulación carpometacarpiana, de ambas manos.
Gota
La obesidad, el aumento de peso y el síndrome metabólico se han relacionado con el aumento de
la concentración de ácido úrico.
La gota es una enfermedad de tipo metabólico producto del depósito de cristales de ácido úrico
en el interior de las articulaciones; dichos cristales se forman debido a la hiperuricemia (valores de
ácido úrico en sangre > 7 mg/100 ml). El nivel de ácido úrico se relaciona directamente con la
cantidad de masa grasa y el consumo de alcohol y carne,35,36 y puede aparecer elevado en el síndrome
metabólico merced al inhibidor del activador de plasminógeno tipo 1 (PAI-1, plasma plasminogen
activator inhibitor-1).30
Conclusión
Tal y como se ha expresado a lo largo del capítulo, las pruebas de laboratorio y gabinete que se
soliciten al paciente con sobrepeso y obesidad dependerán de su condición y de los factores de
riesgo.
Resulta indispensable resaltar que ante anomalías en una o varias pruebas, se debe valorar la
necesidad de referir al sujeto con un especialista, que conjuntamente con el nutriólogo, trabaje en
pro del bienestar del paciente.
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74
y de las manifestaciones de la enfermedad descrita por el paciente. Indudablemente que para que
el interrogatorio sea bueno, se necesitan conocimientos básicos del tema, de lo contrario, la infor-
mación que se obtenga dependerá de la capacidad descriptiva y narrativa del paciente.
b) Examen físico: la exploración física complementa la anamnesis para la integración del diag-
nóstico. Un buen examen físico lleva un orden considerando los síntomas referidos por el
paciente, es decir, deberá guiarse por la información obtenida del interrogatorio; además, se
debe respetar el pudor y la privacidad del sujeto. También es importante llevar a cabo adecua-
damente las maniobras exploratorias y consignar con todo detalle los resultados.
Para llegar al diagnóstico se pueden aplicar diversas metodologías de integración de los datos
del interrogatorio y de la exploración física:
a) Diagnóstico por comparación. Mientras reúne la información, el profesional de la salud
empieza a establecer hipótesis sobre lo que puede estar pasando con el paciente y compara los
resultados concretos con los del perfil del padecimiento sospechado. Mientras más se apeguen
estos resultados a la descripción conocida de la enfermedad, más probable será que sea éste el
problema. Debe tenerse en cuenta que no siempre se presentan todos los signos/síntomas de
un proceso, pues depende de las condiciones específicas del paciente y del estadio de la enfer-
medad. Es el método más común en medicina.
b) Diagnóstico por intuición. En esta modalidad, el diagnóstico se lleva a cabo a partir de la
identificación de patrones de manifestaciones clínicas. En nutriología no es muy común, ya
que una proporción importante de las enfermedades de la nutrición sólo se expresan clínica-
mente en estados avanzados o crónicos. Para hacer este tipo de diagnósticos es importante
haber visto antes casos semejantes, además de que se requiere de capacidad de discernimiento,
asociación y vinculación para relacionar lo que se ve en el momento con lo visto antes.
c) Diagnóstico terapéutico. En este proceso, el tiempo es un elemento de diagnóstico, ya que las
hipótesis se confirmarán o rechazarán a partir de la respuesta de la enfermedad al tratamiento.
Esta vía es adecuada cuando se han descartado problemas graves en que demorar el diagnóstico
puede tener consecuencias graves.
Para la identificación de las hipótesis se han descrito cinco formas de pensamiento: probabilístico,
deductivo, causal, determinístico e hipotético-deductivo. El método probabilístico se basa en la
prevalencia de la enfermedad, pensando siempre en lo más común como probable fenómeno exis-
tente, pero sin olvidar lo poco común. En el método deductivo, el enfoque está en explicar el cuadro
clínico del paciente basándose en relaciones fisiopatológicas de causa-efecto entre los resultados. En
el estilo determinístico se considera que un conjunto de datos corresponde siempre a determinado
fenómeno de salud o enfermedad. Se recurre al reconocimiento inmediato de un patrón, con la
desventaja de que no es útil en caso de múltiples trastornos o en casos complejos. Finalmente, con
el método hipotético-deductivo se hace un diagnóstico presuntivo (hipótesis) que permitirá explicar
los datos encontrados en el paciente. Una vez que se tiene la hipótesis inicial se abunda en ciertas
áreas del interrogatorio, el examen físico y la solicitud de pruebas confirmatorias. Con este método
se ahorra tiempo, ya que sólo se reúne la información necesaria para confirmar la hipótesis primaria.
Hoy en día es amplia la disponibilidad de pruebas para complementar el diagnóstico, pero
desafortunadamente con frecuencia se olvida que el valor de estas pruebas puede diluirse o incluso
perderse si se aíslan del contexto clínico del paciente, de tal forma que puede llegar a dársele más
importancia a una pequeña anomalía en una prueba complementaria que a los resultados del
interrogatorio o la exploración del paciente.
Por otra parte, el resumen de los indicadores clínicos mostrará los antecedentes heredofamiliares
que conjuntamente con el sobrepeso o la obesidad, apuntan a un riesgo alto de ciertas enfermedades.
También deberán determinarse los elementos de importancia relacionados con los antecedentes de
salud y enfermedad del individuo, como padecimientos, cirugías y medicamentos asociados con su
condición del momento. Como parte importante de estos indicadores se debe acotar la información
relacionada con intentos previos de disminuir el peso corporal, así como el tipo de manejo aplicado
(fármacos, dietas y características de éstas). En este mismo sentido, resulta importante conocer los
antecedentes del aumento de peso y determinar los sucesos que en su vida se han relacionado con
periodos de incremento y disminución de peso corporal. Asimismo, la manifestación de enferme-
dades propias del paciente obeso, como hipertensión o signos asociados con ésta, como de acufenos,
fosfenos, palpitaciones o acantosis pigmentaria, relacionada con resistencia a la insulina.
Por último, la síntesis diagnóstica de la valoración de la dieta resaltará los problemas asociados
con la alimentación, derivados tanto de una evaluación cuantitativa como cualitativa. Deberá
hacerse énfasis en los rasgos de la alimentación relacionados con la obesidad, como energía de la
dieta, cantidad y tipo de lípidos, consumo de fibra, número de comidas, ayunos, frecuencia de
preparaciones ricas en grasas o sal, entre otros.
Un ejemplo de diagnóstico dietético para estos pacientes es el siguiente:
Dieta hiperenergética (determinado por R24h) hiperlipídica. Escasez de fuentes de
fibra y calcio; consumo excesivo de colesterol y sodio (130%, 142%). Dieta no com-
pleta (sin frutas ni verduras en la cena); el análisis del CFCA muestra una dieta poco
variada (selección de alimentos y preparaciones —fritas— monótona). Las caracterís-
ticas de la dieta no favorecen el control de la hipertensión ni un peso saludable.
Ahora bien, para integrar el diagnóstico nutricio definitivo se fusionan los diagnósticos de los cua-
tro indicadores, preferentemente en el orden C-D-A-B, que corresponde al sugerido para la aplica-
ción de los mismos logrando una adecuada identificación de los trastornos nutricios. Este
diagnóstico integrado por los cuatro indicadores puede formar parte del expediente del paciente,
específicamente del apartado “A” del formato SOAP, señalado más adelante en el capítulo 9.
listado, los términos diagnósticos se dividen en tres grandes áreas: 1. problemas relacionados
con el consumo excesivo o insuficiente de bebidas, alimentos o nutrimentos, por diferentes
vías; 2. problemas clínicos, que son los relacionados con problemas médicos o físicos, y 3.
problemas conductuales y ambientales, que abarcan errores en conocimientos, actitudes, creen-
cias, ambiente físico, acceso a alimentos o seguridad alimentaria. Del listado completo de
términos diagnósticos de la ADA se presentan aquí los que podrían presentarse en el paciente
con obesidad y comorbilidades (cuadro 5-1).
Cuadro 5-1 Terminología diagnóstica propuesta por la Academy of Nutrition and Dietetics. Extracto
de problemas comunes en el paciente con sobrepeso y obesidad
TÉRMINOS
Ingestión energética excesiva*
Predicción de consumo subóptimo de energía**
Predicción de consumo excesivo de energía**
Ingestión excesiva por vía oral*
Aceptación limitada de alimentos
Consumo subóptimo de sustancias bioactivas*/+
Consumo excesivo de sustancias bioactivas*/+
Consumo excesivo de alcohol*
Requerimientos nutrimentales disminuidos
Ingestión insuficiente de lípidos*
Ingestión excesiva de lípidos*
Consumo inadecuado de lípidos*
Ingestión insuficiente de hidratos de carbono*
Ingestión excesiva de hidratos de carbono*
Ingestión inadecuada de tipos de hidratos de carbono*
Ingestión insuficiente de hidratos de fibra*
Predicción de consumo subóptimo de nutrimentos**
Trastornos en valores de laboratorio
Sobrepeso/obesidad
Aumento involuntario de peso
Déficit en conocimientos relacionados con la alimentación y la nutrición
Creencias o actitudes perjudiciales sobre la alimentación
No estar preparado para cambiar de dieta o de estilo de vida
Automonitoreo deficiente
Patrón alimentario desordenado
Escaso apego a las recomendaciones nutricias
Opciones alimentarias no deseables
Inactividad física
Incapacidad o falta de deseo para el autocuidado
Calidad de vida deficiente por los problemas nutricios
Acceso limitado a alimentos o bebidas
*Con base en la comparación con estándares de referencia o recomendaciones basadas en necesidades fisiológicas.
**Se prevé que habrá condiciones que permiten anticipar la presencia del problema, según estándares de referencia o recomendaciones
para sus necesidades fisiológicas. Basado en la observación, experiencia y razón científica.
+
Sustancias bioactivas: componentes de alimentos fisiológicamente activos que pueden tener efectos sobre la salud. No son nutrimentos
y no existen recomendaciones respecto de la ingestión de los mismos para ellos. Ejemplos: Psyllium, proteína de soya, esteroles y
estanoles, β-glucanos.
b) Etiología. Se deben señalar las causas del problema identificado. Es importante que la etiología
identificada pueda ser resuelta o atendida por el profesional de la nutriología, de otra manera
se estaría señalando que ésta, o incluso el problema, no han sido determinados apropiadamente.
La identificación de la etiología es particularmente importante porque dirigirá la intervención
nutricia, de modo que tiene que enfocarse en reducir o desaparecer la causa del problema.
c) Signos y síntomas. Se les conoce también como características definitorias del problema, y no
necesariamente serán signos o síntomas, son los datos que evidencian el problema, por ejemplo:
Problema Etiología
Sobrepeso IMC = 27.5
Consumo excesivo de energía 178% del GET estimado
La importancia de determinarlos adecuadamente radica en que los signos y síntomas identifi-
cados representan las características que se deben vigilar para evaluar la eficacia terapéutica de
la intervención nutricia. En los ejemplos anteriores, con una adecuada intervención para sobre-
peso debería poderse reducir el IMC, en tanto que el consumo excesivo de energía acercará la
adecuación energética al 100 por ciento.
En principio, podrían generarse tantos enunciados diagnósticos como problemas nutricios se iden-
tifiquen, sin embargo, se sugiere plantear solamente los que incluyan problemas para los cuales
haya elementos (clínicos, económicos, psicológicos, profesionales) que permitan resolverlos al
momento de la valoración (cuadro 5-2).
En el caso de pacientes con sobrepeso y obesidad se debe prestar atención a no enfocar sólo
problemas de ingestión, como los que aluden a dietas hiperenergéticas, ricas en lípidos, pobres en
fibra, frutas y verduras, sino también indagar sobre problemas relacionados con conocimientos,
sentimientos y creencias sobre la propia enfermedad o la alimentación. Por ejemplo, es común que
el paciente obeso carezca de información suficiente o adecuada para elegir adecuadamente los
alimentos, o tenga mitos en torno a la efectividad de las dietas para perder peso; igualmente común
es que se encuentren en una etapa de cambio, de precontemplación o contemplación, que repre-
sentan un problema para el apego al plan terapéutico o que modificarán sustancialmente el plan
de acción de la intervención.
Los problemas nutricios identificados en la primera ocasión deberán valorarse en el monitoreo
para determinar el éxito de la intervención, además de que siempre se verificará la posibilidad de
un nuevo problema que atender.
Las propuestas anteriores reflejan el modo de redactar un diagnóstico nutricio, pero es impor-
tante reconocer que independientemente de la forma en que se haga, es indispensable determinar
y documentar el diagnóstico, pues ello permitirá establecer metas a corto, mediano y largo plazos
con el paciente, definir los problemas que se deben resolver y establecer los parámetros o variables
por valorar durante el monitoreo del sujeto y que permitan tomar medidas correctivas o reforzar
los éxitos conseguidos con el manejo. No tiene caso aplicar los indicadores de la evaluación del
estado de nutrición (ABCD) si con ellos no se consiguen los elementos antes mencionados, se corre
el riesgo de incurrir en una visión simplista de que la causa del sobrepeso o la obesidad del paciente
es que come mucho o come mal.
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Contenido
Capítulo 6
Intervenciones alimentarias para el tratamiento del paciente
con sobrepeso, obesidad y síndrome metabólico
Araceli Suverza Fernández
Capítulo 7
Selección y elementos de cálculo dietético para la determinación del
plan alimentario del paciente con sobrepeso y obesidad
Karime Haua Navarro
Capítulo 8
Metas terapéuticas
Otilia Perichart Perera
Capítulo 9
Monitoreo o seguimiento del paciente
Alejandra Zárate Collado
Capítulo 10
El apego al manejo nutricio
Resulta innegable que en el sobrepeso y la obesidad, la dieta representa uno de los factores etioló-
gicos más importantes. La Organización Mundial de la Salud define en su reporte de 2003 sobre
dieta, nutrición y prevención de enfermedades crónicas1 una serie de factores causales y protecto-
res relacionados con el desarrollo de la obesidad, elementos que en su conjunto caben en el contexto
del “ambiente obesigénico”; de ellos, se ha comprobado la influencia de los alimentos densamente
energéticos y ricos en grasa (cuadro 6-1).
De acuerdo con este reporte, hay pruebas de que el consumo elevado de fibra favorece la dis-
minución del peso corporal. Mushtaq y colaboradores valoraron la disminución de peso de 32
mujeres, quienes recibieron suplementos de cereales enteros y fibra durante cuatro semanas, y
encontraron una disminución significativa del índice de masa corporal (IMC).2
83
Cuadro 6-2 Recomendaciones generales para la integración de una dieta correcta y saludable en el adulto20-22
• Lograr un equilibrio energético que permita conservar o alcanzar el peso adecuado y prevenir enferme-
dades.
• Limitar la ingestión energética proveniente de lípidos, sustituir las grasas saturadas por insaturadas y
tratar de eliminar los ácidos grasos trans.
• Recomendar el consumo de carnes blancas, como pescados y aves asadas, por su bajo contenido de
grasa saturada y, de preferencia, el pollo sin piel.
• Consumir pescados (como atún enlatado en agua, salmón) cuando menos dos veces por semana. Es
importante considerar que en las mujeres embarazadas o en etapa de lactancia, debe restringirse el
consumo de pescados potencialmente altos en mercurio.
• Consumir lácteos descremados.
• Moderar el consumo de alimentos de origen animal por su alto contenido de colesterol y grasas saturadas.
• Aumentar el consumo de frutas y verduras, de preferencia crudas, regional y de la estación.
• Aumentar el consumo de leguminosas de modo de fomentar la recuperación del consumo de una
amplia variedad de frijoles y la diversificación con otras leguminosas, como lentejas, habas, garbanzos
y arvejas.
• Aumentar el consumo de cereales enteros e integrales ricos en fibra y oleaginosas.
• Limitar la ingestión de azúcares simples, en especial en bebidas.
• Limitar la ingestión de sal (sodio) de cualquier procedencia a 6 g/día (2 400 mg de sodio); consumir sal
yodada.
• Reducir el consumo de alimentos industrializados por su contenido de grasas, azúcar y sal, así como el
tamaño de las porciones.
• Preferir los alimentos preparados a la plancha, asados, cocidos; evitar frituras, empanizados o capeados.
• Limitar el consumo de alcohol a menos de 2 bebidas/día los varones y menos de una las mujeres.
• Consumir entre 750 y 2 000 ml de agua al día. Se ha definido que este consumo debe permitir la elimi-
nación de 2 L de orina/día.23
• Integrar una dieta correcta, cuyas características implican que sea completa, equilibrada, inocua, sufi-
ciente, variada y adecuada.
paciente. El logro de estas metas implica un balance energético negativo, prueba de que el contenido
energético de la dieta es el principal componente al respecto.24-33
Tomando en consideración lo anterior, el manejo nutricio del paciente con sobrepeso y obesi-
dad tiene tres objetivos principales:34,35
1. Como mínimo, evitar un aumento de peso mayor.
2. Reducir el peso corporal actual de 5 a 10% en seis meses.
3. Mantener un peso corporal menor al actual por periodos prolongados (mínimo un año) a
través de la práctica diaria de nuevos hábitos que favorezcan un estilo de vida saludable.
Para lograr los objetivos mencionados se debe establecer un plan de alimentación hipoenergético
respecto del consumo habitual o necesario para mantener el peso, pero conservando las caracterís-
ticas de la dieta correcta; además, la dieta debe ser individualizada, considerando las características
del paciente y adaptada a sus hábitos alimentarios. Con la dieta prescrita se deberá minimizar la
pérdida de masa libre de grasa y fomentar la pérdida de masa grasa, además de mejorar el perfil de
salud del individuo. Es muy importante que el plan de alimentación sea factible y que ayude a lograr
un peso saludable, según se detalla a continuación.
Restricción energética
La restricción energética se basa en el diagnóstico del paciente, según su índice de masa corporal
(IMC); si dicho diagnóstico es obesidad, se considerará una disminución de 500 kcal/día, para una
pérdida de 500 g/semana, en promedio. Por el contrario, si el diagnóstico por el IMC es sobrepeso,
la restricción energética es de 300 kcal, que permitirán una reducción de 250 g de peso/semana.24,35-37
Cabe aclarar, que a pesar de la restricción energética, los resultados dependerán de la homeostasis
energética individual.38,39
Esta restricción energética se define tomando como base que se requiere de un déficit energético
de 3 500 kcal para lograr oxidar 500 g de tejido adiposo (en promedio, cada kilogramo de tejido
adiposo representa 7 000 kcal de reserva energética); esas 3 500 kcal restringidas semanalmente
representan una disminución de 500 kcal/día (3 500/7), lo cual se traduce en una pérdida de 650 g
de peso corporal, pues aproximadamente 75% del peso corporal perdido a través de la dieta es
resultado de la disminución de grasa corporal, y el 25% restante se debe a pérdida de masa libre
de grasa.33,40
Se ha documentado ampliamente que la restricción energética de 500 kcal favorece una pérdida
de peso sostenida a expensas, principalmente, de masa grasa, sin que disminuya el metabolismo
basal, fenómeno observado cuando las restricciones son mayores. Asimismo, hay pruebas de que
cuando la dietas son muy bajas en kilocalorías (menos de 1 000) provocan compulsión, y hasta el
trastorno por atracón, además de que no es factible mantener la pérdida de peso perdido, aunado
al riesgo de complicaciones como hipocalemia, deshidratación y litos vesiculares.1,24,35-37,40-43
Con base en lo anterior, para reducir el consumo energético se recomienda:24
• 500 a 1 000 kcal/día para pacientes con diagnóstico de obesidad (IMC > 30 kg/m2)
• 300 a 500 kcal/día para pacientes con diagnóstico de sobrepeso (IMC 25 a 29.9 kg/m2)
El mencionado déficit se resta del gasto energético total (GET), si bien resulta importante
aclarar que uno de los principales problemas con el paciente obeso es estimarlo. El GET resulta
afectado por una serie de condiciones, entre otras, alteración de la termogénesis obligatoria (la
persona no obesa responde a la sobrealimentación eliminando el exceso de energía en forma de
calor, a diferencia del paciente obeso); menor actividad física; mayor proporción de grasa corporal
(la masa libre de grasa, o magra, es la masa corporal metabólicamente activa, cuya cantidad repre-
senta la mayor variación del gasto energético en reposo, o GER); capacidad del obeso para dismi-
nuir el GER en respuesta a los periodos de restricción energética (el organismo desarrolla la
capacidad de disminuir el GER hasta 15% en dos semanas como respuesta a etapas posteriores de
“privación energética”).36
En este contexto, Finkler y colaboradores44 valoraron la ecuación predictiva según la cual,
restringiendo 3 500 kcal/semana se obtiene una disminución de peso de 0.5 kg/semana, y encon-
traron que esto no es totalmente cierto, ya que el peso inicial y la edad del sujeto, así como la
frecuencia de las consultas con el nutriólogo, la prescripción energética y la duración del tratamiento
inciden en el índice de pérdida de peso. Llegaron a esta conclusión después de revisar 35 estudios
publicados, en los cuales se hacía evidente que a mayor peso corporal, mayor apego a la restricción
energética, ya que el aporte energético de la dieta prescrita era mayor al inicio y la cantidad de
alimentos que debían consumir no era “tan pequeña”. En relación con la edad, encontraron que a
mayor edad, mayor apego a la dieta, fenómeno que se correlaciona con el deseo, o antojo, de
ciertos alimentos que sienten los adultos jóvenes y que no se presenta en los de mayor edad. En el
mismo sentido, encontraron que como consecuencia de la restricción energética, estos últimos
presentaban menor disminución del gasto energético en reposo, comparados con los adultos jóve-
nes. En cuanto a la frecuencia de las consultas con el nutriólogo, observaron que mientras mayor
es el número de encuentros, mayor pérdida de peso corporal, lo cual llevó a la conclusión de que
analizar los progresos del paciente y encontrar salida o formas de corregir las desviaciones respecto
de metas y objetivos, permite incrementar el apego. Respecto a la duración del tratamiento se
ha determinado que el apego disminuye con el tiempo, pues el ritmo de pérdida ponderal se reduce.
En cuanto a esto, es importante considerar que una de las adaptaciones metabólicas de la dismi-
nución de peso corporal es que el gasto energético total (GET) disminuye en función del peso
corporal; si se considera que para la determinación del GET una de las variables es el peso corpo-
ral, al disminuir éste, el GET será menor. La determinación del GET se explica en el capítulo 7.
Tomando esto como parámetro general, son varias las posturas para el manejo del contenido
energético de la dieta, que puede ser muy baja en kilocalorías, cuyo contenido energético es menor
de 800 kcal/día; baja en kilocalorías, de 800 a 1 500 kcal/día, y dieta restringida en energía, que
proporciona 1 500 kcal o más diarias. Las primeras conducen a una disminución de peso de 15 a
20% del peso inicial del paciente en cuatro meses, a diferencia de las dietas bajas en kilocalorías,
que resultan en una pérdida de 5 a 8% en seis meses. A pesar de que con las primeras la disminu-
ción de peso es mayor y en menor tiempo, hay pruebas de que es menor la tasa de mantenimiento
del peso y mayor el incremento de éste respecto de una dieta baja en kilocalorías, por lo que el peso
perdido después de un año de tratamiento es prácticamente igual en ambos casos. Por otra parte,
el manejo con dietas < 800 kcal/día es particularmente problemático en pacientes afectados por
alguna enfermedad cardiovascular (ECV) debido al riesgo de hipocalemia (hipopotasemia), des-
hidratación y litos vesiculares.24,35,43
Los anteriores representan patrones generales de restricción energética, pero ésta debe indivi-
dualizarse, como ya se había mencionado, pero es un hecho que la tasa de reducción de peso dis-
minuye con el tiempo y una prescripción energética constante, fenómeno que sugiere que el gasto
energético del individuo disminuye, además de que el apego a la dieta se relaja; el contenido ener-
gético de la dieta se deberá reajustar tantas veces como sea necesario.33 Es importante considerar
que si el paciente no logra perder peso corporal es imprescindible que por lo menos lo mantenga.45
El cuadro 6-3 incluye las recomendaciones de diferentes organismos para la disminución energética.
ADA (American Dietetic Associa- El tratamiento para la obesidad consiste en reducir de 500 a 1 000
tion) b kcal/día para lograr una pérdida de 0.5 a 1 kg de peso/semana.
NICE (National Institute for Health Para adultos con sobrepeso se recomienda dieta con déficit de 600
and Clinical Excellence)c kcal al día.
International Obesity Task Force e No brinda una recomendación específica en cuanto a las kcal que se
deben restringir en sobrepeso y obesidad.
(Continúa)
(Continuación)
American Diabetes Association, Un déficit energético de 500 a 1 000 kcal/día resultará en una pérdi-
the North American Association da de 0.5 a 1.0 kg/semana y un promedio total de 8% de pérdida de
for the Study of Obesity & The peso en seis meses.
American Society for Clinical
Nutrition g
American College of Preventive Reducir la ingestión energética a niveles bajos (1 200 a 1 500 kcal/
Medicine Practice h día) o muy bajos (800 kcal/día).
Canadian Medical Association Reducir la ingestión energética en 500 a 1 000 kcal/día, durante seis
Journal i meses, puede generar una pérdida aproximada de 8% (4 a 13 kg) del
peso corporal o bien, 4% (2 a 11 kg) en un año.
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Aunado a la pérdida del peso corporal se deben monitorear los cambios en IMC y circunfe-
rencia de cintura como indicador de grasa abdominal, pues como ya se ha dicho, esto permi-
te determinar los cambios en grasa intraabdominal (visceral) asociados con el aumento de la
secreción de ácidos grasos libres, hiperinsulinemia, resistencia a la insulina, hipertensión y dislipi-
demia que impactan en los factores de riesgo cardiovascular.46-52 Sin embargo, cabe recordar que
la obesidad constituye un aumento de la masa grasa del sujeto, de ahí que la medición de la grasa
corporal, así como los cambios observados en ésta a partir del manejo nutricio, resulta indispen-
sable para valorar la efectividad del tratamiento.
Proporción de nutrimentos
La estrategia más estudiada para lograr la reducción de peso, y por ello la más recomendada por
los diferentes organismos, es la dieta hipoenergética, baja en lípidos. Como en la dieta éstos repre-
sentan el nutrimento que más kcal/g aporta (9, comparados con los hidratos de carbono y las
proteínas, que proporcionan 4), resulta muy útil restringirlos para disminuir el contenido energé-
tico; sin embargo, uno de los atributos de la grasa de la dieta es que favorece la saciedad, de modo
que al disminuirla, se logra el efecto contrario. La efectividad de este tipo de dietas, conjuntamente
con cambios en el estilo de vida y aumento de la actividad física, se ha comprobado en diversos
estudios, los cuales demostraron la pérdida de peso sugerida (5 a 10%), además de que se redujo
la prevalencia de hipertensión y diabetes.1,24,35,53,54
Por otro lado, la estrategia basada en la reducción de hidratos de carbono (HdC) es muy utilizada,
pues favorece una pérdida de peso inicial drástica porque la respuesta al menor consumo bajo de
hidratos de carbono es la depleción del glucógeno hepático, con diuresis excesiva, ya que cada gramo
de glucógeno está unido a 2 a 4 moléculas de agua, aspecto que se refleja en la disminución de peso
corporal. El agotamiento del glucógeno hepático conlleva la utilización de triacilglicéridos del adi-
pocito como fuente de energía, pero para el mantenimiento de las concentraciones de glucosa sérica
se oxidan aminoácidos glucogénicos y se utiliza masa muscular. Por otra parte, la producción de
cuerpos cetónicos como fuente energética para el cerebro provoca anorexia y favorece el apego a la
dieta.55 A pesar de que mucho tiempo se cuestionó que con este tipo de dietas aumentaba el riesgo
de enfermedad cardiovascular no hay pruebas contundentes de tal afirmación.56
Ahora bien, Fung y colaboradores exploraron la relación entre dos tipos de dieta, ambas con
restricción de HdC, la primera basada en el consumo de alimentos de origen animal, y la otra, de
verduras, con la mortalidad por cualquier causa en un estudio de seguimiento de 26 años. Los suje-
tos fueron 85 168 mujeres y 44 548 hombres que no padecían ECV, cáncer ni diabetes. El resultado
de este estudio fue que la mortalidad por cualquier causa fue mayor entre quienes seguían una dieta
baja en HdC con alimentos de origen animal respecto de todas las causas de muerte, incluidas las
ECV, de quienes llevaban el mismo tipo de dieta pero con verduras, como insumo principal.57
Aunado a lo anterior, es importante tomar en cuenta que los alimentos que aportan hidratos de
carbono no sólo proporcionan energía, sino que representan la principal fuente de minerales, vitami-
nas hidrosolubles y fibra. Igualmente debe tenerse en cuenta que el cerebro y el sistema nervioso
central dependen totalmente de la glucosa como fuente de energía, por lo que consumos menores
de 130 g/día no son recomendables.26,58,59 Por otra parte, la dieta baja en hidratos de carbono no es
adecuada para pacientes con osteoporosis, padecimientos renales ni concentraciones altas de LDLc.1
Al comparar los resultados obtenidos con ambas estrategias dietéticas (bajas en HdC versus
bajas en lípidos), los resultados son consistentes, pues durante los primeros seis meses de tratamiento,
la pérdida de peso es mayor con las dietas bajas en hidratos de carbono (5.8 vs 1.9 kg; 7 vs 3.2%),
pero el seguimiento a un año revela diferencias en pérdida de peso que no son significativas (5.1
vs 3.1; 4.4 vs 2.5 por ciento).60
Sacks y colaboradores61 estudiaron a 811 individuos con sobrepeso y obesidad a lo largo de dos
años, asignándolos a grupos de dietas hipoenergéticas, bajas en lípidos, bajas en proteínas y bajas
en hidratos de carbono; al final del periodo, no hubo diferencias significativas en cuanto a pérdida
de peso (2.9, 3.8, 3.1 y 3.5 kg, respectivamente), y concluyeron que la restricción energética, inde-
pendientemente de la proporción de nutrimentos asignada, provocó la pérdida de peso inicial, y
que se mantuviera al cabo de los dos años.
Reemplazo de alimentos
El método de reemplazo de comidas representa una alternativa para el manejo de la dieta del
paciente con sobrepeso y obesidad; su eficacia también ha sido valorada en pacientes con diabetes
tipo 2. La estrategia consiste en sustituir uno o dos tiempos de comida o algún refrigerio por alimen-
tos con una cantidad fija de kilocalorías y macronutrimentos en forma de licuados o barras; una
de las opciones comerciales disponibles en México es Slim Fast, que proporciona 200 kcal
en una porción de 240 ml preparada con leche descremada.
Hay pruebas de que este tipo de estrategias resulta en cambios en los parámetros de salud
implicados en la reducción de peso corporal de manera segura y efectiva, con pérdidas de peso
comparables con una dieta hipoenergética tradicional (baja en lípidos), además de que permite
mantener el peso cuando se prescribe a sujetos que han logrado la pérdida deseada. Heymsfield64
llevó a cabo un metaanálisis, y encontró disminuciones de peso de 2.5 kg y mayores al cabo de 3
y 12 meses en grupos de comparación asignados al azar, ya sea a un plan de alimentación tradicio-
nal o a reemplazo de alimentos, pero consumiendo la misma cantidad de energía; esta estrategia
es bien aceptada por sujetos a quienes se les dificulta el control de porciones, pero que pueden
incorporar este plan en su estilo de vida.40,64,65
Dieta Características
Dietas populares
Atkins Atkins, muy baja en HdC (20 g/día);
South Beach, Protein Power, The en las otras opciones se manejan restricciones no tan estrictas;
Carbohydrate Addict’s Diet, Dr. altas en proteína y lípidos
Bernstein’s Diabetes Solution, Life
Without Bread
Ornish Muy baja en grasa, 10 a 20% VET;
muy alta en HdC
alta en alimentos vegetales (cereales, fruta y verduras)
alto volumen de alimentos con baja densidad energética
Dieta de la zona Baja en HdC (40% VET), con HdC de bajo índice glucémico;
moderada en proteínas, limita las de origen animal; moderada
en grasas, privilegia la monoinsaturada
Programas comerciales
Weight Watchers, Hipoenergéticas
Jenny Craig, Nutrisistema Macronutrimentos equilibrados
Weight Watchers: planes alimentarios basados en el sistema de pun-
tos combinados con reuniones grupales o monitoreo por vía web.
Jenny Craig: ofrece alimentos empacados y maneja apoyo telefónico
o individual
Nutrisistema: ofrece alimentos empacados que se entregan a domi-
cilio; no ofrece apoyo, pero promueve el automonitoreo en línea a
través de su sitio web
Cuadro 6-6 Cambios de peso corporal e indicadores de riesgo con distintas dietas
Los resultados obtenidos con los denominados “programas comerciales” en cuanto a disminu-
ción del peso corporal al cabo de tres meses y un año sugieren que constituyen una buena opción
para quienes no pueden mantener un programa de “modificación terapéutica del estilo de vida”,
pero son poco accesibles para la población general, y en el caso de Jenny Craig y Nutrisistema, su
costo es muy elevado.65
El manejo de dietas populares para tratar al paciente no puede generalizarse, pues como se ha
dicho en varias ocasiones, lo recomendable siempre será una intervención específica e individua-
lizada, y no el manejo de programas estructurados, pero es importante conocer las opciones
disponibles, dada su amplia difusión. En México no hay información sobre el uso de estas dietas,
pero en Estados Unidos, el NPD’s New Dieting Monitor Tracks America’s Dieting Habits, organismo
que cuenta con un servicio de encuestas en línea para obtener datos sobre la aplicación de dietas,
maneja muestras de cuando menos 1 000 personas y cubre los requisitos para ser representativa
de la población estadounidense. Esta información se reunió en el mes de abril de 2004; se encon-
tró que las dietas más utilizadas por dicha muestra eran, en primer lugar, Atkins; en segundo,
Weight Watchers; después Jenny Craig, y en cuarto lugar, Slim Fast. Esto demuestra que las
dietas populares representan una de las primeras opciones para la población. De ahí la importan-
cia de no pasar por alto que cuando el plan de alimentación resulta factible porque se adecua no
sólo a las condiciones nutricias, fisiológicas o fisiopatológicas, sino también a las socioeconómicas,
y a los hábitos y estilo de vida, el paciente logrará mantenerlo por el tiempo necesario (mínimo,
seis meses) y lograr la modificación de hábitos y conductas alimentarias que le permitirán lograr
los objetivos del manejo nutricio, de lo contrario será la principal causa de abandono del trata-
miento nutricio.
Efecto meseta
Como ya se dijo, el individuo con sobrepeso u obesidad llegará en determinado momento (más o
menos a los seis meses de manejo nutricio) a lo que se conoce como “etapa de meseta”, es decir, al
equilibrio entre gasto energético y consumo, que se manifiesta como mantenimiento del peso, de
tal forma que el sujeto no logra seguir bajando a pesar de apegarse adecuadamente al programa.
Esta etapa implica un riesgo de abandono del tratamiento, por la frustración que representa cum-
plir con las recomendaciones y no obtener resultados.
Ante este fenómeno se deben explorar opciones para apoyar al paciente e intentar restablecer
el balance energético negativo, disminuyendo el consumo e incrementando la actividad física, de
modo de incrementar el gasto.
Las estrategias más utilizadas para este fin son:
Estas modificaciones deben mantenerse por lo menos durante 3 a 4 semanas para conocer la
respuesta del organismo antes de hacer nuevos cambios.
para el reemplazo de alimentos, preferentemente los que son ricos en proteínas. Por otra parte, se
identificaron como elementos útiles para el mantenimiento del peso, desayunar todos los días,
mantener niveles altos de actividad física, ver poca televisión y un patrón de consumo de alimen-
tos constante.74
Por otra parte, Neiberg y colaboradores estudiaron el mantenimiento del peso perdido al cabo
de cuatro años en un grupo de 2 438 individuos de entre 45 y 76 años de edad, con diagnóstico de
DM2, sometidos a intervención para bajar de peso; encontraron que los sujetos con mayor pérdida
de peso mes a mes, lograron mantener mejor el peso perdido.75
Considerando los elementos anteriores, resulta importante recordar que la obesidad es una
patología crónica, de modo que el plan alimentario deberá mantenerse indefinidamente, involu-
crando al paciente en un programa de control diario, y de por vida, de la dieta y la actividad física,
con el fin de integrar un “estilo de vida saludable”. Por ello, los objetivos del manejo nutricio
durante esta etapa serán evitar la ganancia de peso corporal y contribuir al control del riesgo meta-
bólico.24,35,39 En este contexto, Wing y Hill76 determinaron que el éxito del tratamiento para con-
trolar el peso corporal depende de que “el individuo haya perdido en forma intencionada 10% de
su peso inicial y lo haya mantenido así cuando menos un año”; esta definición se estableció con
base en la valoración de los datos de más de 4 000 individuos incluidos voluntariamente en el
Registro Nacional para el Control del Peso (organismo creado por los mismos autores en 1994).
Independientemente de la estrategia utilizada para la pérdida de peso inicial, el mantenimiento del
peso perdido se logró a través de cuatro estrategias comunes: a) seguir una dieta hipoenergética y
baja en lípidos totales durante los siete días de la semana, incluso en época de fiestas y vacaciones;
b) realizar actividad física diariamente; c) pesarse por lo menos una vez por semana, y d) desayunar
todos los días.32 Por su parte, Foster41 y Klein25 han determinado que además de las recomenda-
ciones de Wing y Hill, el paciente debe automonitorear su consumo de alimentos a partir de los
registros respectivos; hacer cuando menos tres comidas al día; reducir las porciones, evitar
los refrigerios con alimentos de alta densidad energética y no consumir alimentos fuera de casa.
Ante la poca esperanza de lograr mantener el peso perdido, Gage77 propone utilizar el Weight
Management System, cuya efectividad ha sido demostrada para el mantenimiento del peso corpo-
ral perdido; el sistema es manejado vía internet y combina cuatro elementos fundamentales: a)
monitoreo diario del peso corporal del sujeto; b) retroalimentación diaria por el propio sistema
y, en caso necesario, por algún profesional de la salud con base en el peso corporal registrado; c)
envío de información para cubrir las necesidades del sujeto, y d) detección inmediata de signos de
aumento de peso. Estos elementos son manejados directamente por el sistema, y hay pruebas
de que permite que el sujeto conserve el peso corporal perdido.
Es un hecho que para lograr mantener el peso perdido se puede y debe aplicar las estrategias
antes mencionadas, para lo cual es importante considerar que el monitoreo (cuarto paso del proceso
de atención nutricia) del estado del sujeto debe ser constante, cuando menos cada seis meses,
independientemente de que ya se hayan logrado las metas de reducción de peso corporal.
La patogenia del SxM no está totalmente aclarada, pero entre los agentes causales se incluyen
obesidad y resistencia a la insulina, que conllevan mayor riesgo de mortalidad y morbilidad relacio-
nado con dislipidemia aterogénica, que implica una combinación de concentraciones elevadas de
triacilglicéridos (TAG) y apolipoproteína B, bajas concentraciones de HDL, así como partículas
pequeñas y densas de LDL y HDL. Este patrón de trastornos lipídicos se observa en pacientes con
resistencia a la insulina y DM2, y representan un alto riesgo de enfermedad cardiovascular.52
Por su estrecha relación con la obesidad, resulta importante en este capítulo definir el manejo
nutricio para estos pacientes, considerando que el objetivo primario será reducir el riesgo de enfer-
medad ateroesclerótica y de DM2, cuando aún no se ha manifestado, ya que se ha demostrado que
al cambiar la dieta, se modifican positivamente las concentraciones de lípidos séricos, se reduce la
presión arterial, mejora la glucemia y, según se ha explicado ampliamente en este capítulo,
se controla el peso corporal.45,47 Para ello, y de manera general, se ha determinado que la dieta que
retarda el desarrollo de aterogénesis (cuyas características específicas son concentraciones elevadas
de TAG y bajas de HDLc) debe contener menos de 7% de ácidos grasos saturados, menos de
1% de ácidos grasos trans y menos de 200 mg de colesterol, lo cual permitirá disminuir las con-
centraciones de LDLc; además, se debe incrementar el consumo de fibra y ácidos grasos monoinsa-
turados y poliinsaturados, los cuales mejoran los niveles de lípidos séricos en general.45,46,48
Considerando estas líneas generales, la dieta mediterránea (concepto desarrollado en 1950) es
considerada por muchos como la mejor opción para disminuir el riesgo de DM y de enfermedad
cardiovascular (ECV), pues entre otras características, es baja en hidratos de carbono refinados y rica
en fibra, con contenido moderado de lípidos (la mayoría a partir de ácidos grasos insaturados) y de
moderado a alto de proteínas de origen vegetal. Cuando este tipo de dieta se prescribe a pacientes
con SxM, a los dos años se observa una disminución neta de 48%.78 Sus características específicas
implican incrementar el consumo de aceite de oliva y oleaginosas o nueces, en especial almendras,
así como una mayor proporción de frutas y verduras, además de 1 a 2 vasos de vino de mesa (sólo
con las comidas). La dieta mediterránea induce la reducción de la presión arterial, la glucemia en
ayuno y la insulina, y por tanto, del índice HOMA. Por otro lado, se incrementa en forma modesta
la concentración de HDL y disminuye la de TAG; aunado a lo anterior, disminuye marcadores de
inflamación y disfunción endotelial. Por otra parte, suele ser muy bien aceptada por los pacientes
por su sabor placentero, pero una de sus desventajas es que no favorece la pérdida de peso corporal.79-81
La dieta mediterránea efectivamente representa una buena opción para el paciente, pero no se
debe olvidar que no promueve la disminución de peso corporal, punto central de la presente obra;
por ello, y considerando que se trata a pacientes con sobrepeso y obesidad, con base en el diagnós-
tico se debe considerar específicamente si además es necesario modificar la dieta ante hipertensión
arterial, diabetes y/o dislipidemia, elementos que se presentan a continuación.
Dislipidemia
El perfil general de la dieta para pacientes con dislipidemia es reducción de peso corporal, con
restricción de lípidos totales, ácidos grasos saturados y trans, así como de colesterol, además del
incremento en el consumo de fibra, en especial soluble, y de fitoesteroles, cuyas fuentes principales
son brócoli, colecitas de Bruselas, coliflor, aceitunas, naranja y maracuyá.82,83 Se recomienda asimismo
consumir por lo menos dos raciones semanales de pescado, fuente de los ácidos grasos eicosapen-
talnoico y docosahexalnoico e incluir alimentos ricos en ácido linolénico. Para una dieta saludable
se considera adecuado el consumo de 3 g/día de ácidos grasos omega-3 para reducir el riesgo de
ECV, que con base en evidencias, reduce las concentraciones de TAG.83,84 Además de estas reco-
mendaciones hay aspectos específicos por considerar en la dieta, de acuerdo con el perfil del paciente.
• Para pacientes con hipertrigliceridemia grave, el objetivo es disminuir el riesgo de pancrea-
titis, por lo que se debe restringir el consumo de alcohol.82,85
• Para pacientes con HDL alto, evitar una dieta muy alta en hidratos de carbono.82
• Las dietas ricas en sacarosa (> 20% del total de energía), presente en azúcar, caramelos,
mieles, bebidas azucaradas, se relacionan con mayor concentración de TAG, por lo que
deberán restringirse, si es el caso.86
Hipertensión
Para el control de la presión arterial se recomienda, por las pruebas en cuanto a su efectividad, la
dieta DASH (Dietary Approaches to Stop Hypertension, por sus siglas en inglés), que entre sus reco-
mendaciones incluye disminuir el peso corporal, incrementar la actividad física, moderar el consumo
de bebidas alcohólicas, además de los fármacos necesarios en algunos casos. Las recomendaciones
alimentarias y nutrimentales incluyen disminuir el consumo de grasas totales, saturadas y coleste-
rol; énfasis en el mayor consumo de fibra a través de frutas (4 a 5 raciones/día), verduras (4 a 5
raciones/día), cereales enteros e integrales (7 a 8 raciones/día) y lácteos descremados (2 a 3 raciones/
día), además de pescado y pollo (2 raciones de 90 g/día) y nueces. Las indicaciones anteriores,
combinadas con restricciones de sodio, carne de res, dulces, alimentos con azúcar adicionada y
bebidas azucaradas. Con base en lo anterior, la dieta DASH se define como rica en fibra, calcio,
magnesio y potasio, y baja en grasa, sodio y colesterol, lo cual induce mejoría en la presión arterial
sistólica (reducción promedio de 11 a 12 mmHg) y diastólica (reducción promedio de 6 a 7 mmHg)
en sólo dos semanas, a partir de la modificación de la dieta. Cuando se ha aplicado esta dieta en
pacientes con SxM, se ha informado de disminuciones de hasta 35% en su prevalencia. Por
otra parte, influye positivamente en la disminución del peso corporal, el perfil de lípidos y la glu-
cemia en ayuno, además de que a la fecha no se ha reportado ningún efecto adverso.45,78,83-85
Para su aplicación y manejo se deben considerar los siguientes aspectos:
• Debido al incremento de fibra en la dieta, algunos pacientes pueden presentar problemas
gastrointestinales como distensión abdominal y, en algunos casos, diarrea, de modo que se
sugiere aumentar el consumo de fibra paulatinamente.
• Considerando el papel del potasio en el control de la presión arterial se debe fomentar el
consumo de alimentos ricos en este nutrimento, como papa, espinaca, calabacita, jitomate,
plátano, naranja, durazno, lentejas, frijoles, almendras, leche descremada, yogurt descremado,
pescados, pollo y pavo.
Diabetes mellitus
El manejo de la dieta en pacientes con DM incide directamente en el control de la glucosa sérica,
pues se ha demostrado que la disminución de hemoglobina glucosilada es aproximadamente 0.25
a 2.9% al cabo de 3 a 6 meses; 1% en pacientes con DM1 de diagnóstico reciente; 2% en pacien-
tes con DM2 y 1% en caso de diagnóstico de cuatro años de antigüedad; por otro lado, en el sujeto
prediabético previene el desarrollo en 58 a 71 por ciento.87
El manejo nutricio en el paciente diabético tiene como objetivo: a) lograr y mantener concen-
traciones óptimas de glucosa sérica y un perfil de lípidos y lipoproteínas adecuado para reducir el
riesgo de enfermedad macrovascular, así como niveles de presión arterial que reduzcan el riesgo de
enfermedad vascular; b) prevenir o tratar las complicaciones crónicas relacionadas con la DM
modificando el consumo de nutrimentos y el estilo de vida; c) cubrir las necesidades nutrimenta-
les tomando en cuenta las preferencias personales y culturales del sujeto y su motivación para el
cambio; d) mantener el placer de comer limitando sólo los alimentos cuya restricción dependa de
evidencias científicas.88
El elemento inicial para el manejo del paciente con obesidad y diabetes es, como en todos los
casos revisados, disminuir el peso corporal de 5 a 10% respecto del peso basal del individuo, lo
cual cobra mayor importancia en el paciente prediabético o con DM diagnosticada por la estrecha
relación entre el exceso de grasa corporal y la resistencia a la insulina. En el caso de los pacientes
con prediabetes, la recomendación es consumir 14 g de fibra/1 000 kcal e incluir alimentos con
granos enteros, además de limitar el consumo de bebidas azucaradas. Para los sujetos con diagnós-
tico de DM, las características para el manejo de la dieta de acuerdo con las evidencias publicadas
por los estándares de atención médica de 2012 son:89
• Las proporciones de HdC, proteínas y lípidos deben ajustarse para cubrir los objetivos
metabólicos (perfil de lípidos, función renal) y las preferencias alimentarias del sujeto.
• Debe mantenerse un consumo de 130 g/día de HdC para proporcionar glucosa como fuente
energética para el sistema nervioso central y evitar la utilización de grasas o proteínas para
este fin.
• El punto clave para el control de la glucemia depende del monitoreo de HdC, de ahí que se
recomiende aplicar la estrategia del “conteo de carbohidratos”.
• El consumo de grasa saturada debe ser menor de 7% del total de energía de la dieta; por otro
lado, el menor consumo de grasa trans disminuye las concentraciones de LDL e incrementa
el HDL, de ahí la razón de reducirlo al mínimo.
• El consumo de alcohol debe limitarse a una copa o menos por día para las mujeres y dos para
los varones.
Además de las recomendaciones anteriores se deben considerar los siguientes elementos:87,90-92
• Incluir alimentos que sean fuente de hidratos de carbono (HdC), en especial cereales enteros,
frutas, verduras y leche descremada.
Para concluir, a lo largo del capítulo se han presentado detalladamente evidencias que permiten
seleccionar el manejo nutricio más adecuado para los pacientes con sobrepeso y obesidad. En el
caso de comorbilidades asociadas se han presentado las líneas generales, pero es recomendable
ampliar la información con evidencias publicadas. El cálculo y definición de las intervenciones
específicas son responsabilidad del nutriólogo, ya que a partir de su criterio diagnóstico y las
opciones de manejo se determinará la mejor estrategia para un sujeto específico. Se reitera que cada
individuo es diferente, de ahí que el manejo de “patrones” queda totalmente fuera de contexto en
manejo profesional. Por lo anterior se puede concluir que no hay una dieta única e ideal, como
tampoco se puede establecer un sólo componente o nutrimento asociado con la dieta y la obesidad
o el sobrepeso, es más, lo que se debe considerar es que la interacción entre los diferentes compo-
nentes de la dieta redunda en beneficio del manejo del paciente.
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Los consensos terapéuticos internacionales para pérdida de peso coinciden en que las intervencio-
nes deben incluir:
• Estrategias para prevenir aumento de peso
• Mejoría de la salud en general, tanto física como emocional
• Pérdida ponderal sostenible
• Mejoría en conductas tanto alimentarias como las relacionadas con el ejercicio
Para lograr lo anterior es necesario modificar la dieta con el fin de reducir la ingestión energética
y el consumo de nutrimentos relacionados con el desarrollo de comorbilidades, así como aumen-
tar la ingestión de nutrimentos protectores y mejorar diversos rasgos cualitativos de la alimentación.
Como se ha señalado en capítulos previos, el proceso de cuidado nutricio comprende una etapa
inicial de evaluación nutricia y una segunda de integración del diagnóstico respectivo. En la primera
se reúne información sobre los diferentes indicadores del estado de nutrición, como antropomé-
tricos, bioquímicos, clínicos y dietéticos, mientras que en la segunda se valoran dichos indicadores
para identificar los problemas nutricios que deben tratarse (figura 7-1). Estos puntos se analizaron
ya en la parte I de este texto.
Evaluación
Monitoreo Diagnóstico
Tratamiento
105
En este capítulo se analizarán algunos elementos relativos a la ejecución del tercer paso del
proceso de atención nutricia, que corresponde al tratamiento, particularmente lo relativo a la
restricción energética para diseñar el plan de alimentación. En todo momento, el tratamiento
deberá ser congruente con el diagnóstico, de manera de atacar los problemas nutricios detectados.
Posterior al tratamiento, el proceso de atención nutricia considera la etapa de monitoreo, la cual
servirá para confirmar que el tratamiento haya sido adecuado y se haya logrado el control o la
remisión de los problemas nutricios. En su defecto, permitirá identificar si el tratamiento, o incluso
el diagnóstico, fueron errados y se requiere una revaloración.
Figura 7-2 Secuencia para el diseño del plan de alimentación del paciente con obesidad.
GEB
Gasto energético basal
ETA
Efecto termogénico
de los alimentos
AF
Actividad física
GET
El gasto energético basal (GEB) se puede medir directamente con diversos métodos (como
calorimetría directa e indirecta, agua doblemente marcada), de los cuales el más utilizado es la calo-
rimetría indirecta. Con este sistema se mide tanto el gasto energético basal como en reposo a partir
de la valoración del intercambio gaseoso según la producción de CO2 y el consumo de O2 en un
periodo determinado y extrapolándolo a 24 h. Dicho procedimiento supone que en la oxidación de
sustratos energéticos se consume O2 y se produce CO2 + H2O y que las pérdidas de nitrógeno por
la orina son reflejo de la oxidación de proteínas.4 Una vez que se cuantifican estos gases se calcula el
gasto energético en reposo mediante la ecuación de Weir, ya sea en su forma original o simplificada:
Ecuación de Weir
GER = [3.941 (VO2) + 1.11 (VCO2)] × [1.44 − 2.17(NU)]
Ecuación de Weir simplificada* (no incluye pérdidas de nitrógeno urinario [NU])
GER = [3.941 (VO2) + 1.11 (VCO2)] × [1.44]
*Diferencia en el GER calculado con la versión simplificada: ≤ 1 a 2%.
Cuando el CR excede de la unidad se supone lipogénesis del sujeto, si bien debe tenerse en
cuenta que un CR fuera del intervalo de 0.67 a 1.3 apunta a que la calorimetría no se ha ejecutado
apropiadamente y deberá repetirse.4 Para comprender mejor la interpretación de los CR se deben
considerar los principios bioquímicos básicos mencionados en el cuadro 7-2.
Lípidos 1 g lípido (Líp) + 2.019 O2 (L) 1.427 CO2 (L) + 1.09 H2O (g)
Proteínas 1 g proteína (P) + 0.996 O2 (L) 0.774 CO2 (L) + 0.45 H2O (g)
A pesar de que representa la forma ideal de determinación del GER o GEB, rara vez está dis-
ponible en la práctica clínica cotidiana dado su costo y la complejidad de uso e interpretación. La
alternativa es estimar el gasto energético en reposo (GER) a partir de diversas ecuaciones predic-
tivas (cuadro 7-3), tomando en consideración los errores que su uso conlleva. De ahí la importan-
cia de utilizar la calorimetría indirecta cuando está al alcance, ya que siempre será mejor que una
ecuación predictiva mediante la cual sólo se estima el gasto.
Autor Ecuación
Harris-Benedict Mujer:
Completa
GER (kcal) = 655.1 + [9.563 × peso (kg)] + [1.850 × talla (cm)] – [4.676 × edad (años)]
Simplificada
GER (kcal) = 655 + [9.56 × peso (kg)] + [1.85 × talla (cm)] – [4.68 × edad (años)]
Varón:
Completa
GER (kcal) = 66.5 + [13.75 × peso (kg)] + [5.003 × talla (cm)] – [6.775 × edad (años)]
Simplificada
GER (kcal) = 66.5 + [13.75 × peso (kg)] + [5.0 × talla (cm)] – [6.78 × edad (años)]
Varón:
GER (kcal) = [9.99 × peso (kg)] + [6.25 × talla (cm)] – [4.92 × edad (años)] + 5
Owen Mujer:
GER (kcal) = 795 + [7.18 × peso (kg)]
Varón:
GER (kcal) = 879 + [10.2 × peso (kg)]
(Continúa)
(Continuación)
Autor Ecuación
FAO/OMS GEB varones kcal/día GEB mujeres kcal/día
0-3 años (60.9 × peso) – 54 0-3 años (61.0 × peso) – 51
4-10 años (22.7 × peso) + 495 4-10 años (22.5 × peso) + 499
11-18 años (17.5 × peso) + 651 11-18 años (12.2 × peso) + 746
19-30 años (15.3 × peso) + 679 19-30 años (14.7 × peso) + 496
31-60 años (11.6 × peso) + 879 31-60 años (8.7 × peso) + 829
> 60 años (13.5 × peso) + 487 > 60 años (10.5 × peso) + 596
Valencia Edad (años) GEB (kcal/día)
Varón
18-30 13.37 kg + 747
30-60 13.08 kg + 693
> 60 14.21 kg + 429
Mujer
18-30 11.02 kg + 679
30-60 10.92 kg + 677
> 60 10.98 kg + 520
Adaptado de: Suverza A, Hava K. 20105
Mucho se ha discutido la utilización de estas ecuaciones para el paciente con sobrepeso y obesi-
dad, por ello, en su revisión sistemática, Frankenfield y colaboradores identificaron la capacidad
predictiva de varias de ellas respecto de la calorimetría indirecta, considerando que dicha capaci-
dad era adecuada cuando no difería más de 10% respecto de la medición por calorimetría,6 y
encontraron que la proporción adecuada en cada caso era la siguiente:
• Mifflin-St. Jeor: 82% para peso normal, 70% para sobrepeso/obesidad
• Harris-Benedict: 45 a 80% para peso normal, 38 a 64% para sobrepeso/obesidad
• Owen: 73% para peso normal, 51% para sobrepeso/obesidad
• FAO/OMS: reportes sobre validación respecto de calorimetría no disponibles para estos
parámetros
En el mismo estudio, Frankenfield valoró la pertinencia de usar el “peso ajustado a la obesidad”
(PAO) en alguna de las ecuaciones señaladas, y para Harris Benedict encontró que la capacidad
predictiva de la ecuación sufre menoscabo aún mayor cuando en lugar del peso actual se incluye
el peso ajustado a obesidad.6 Este último proviene de la observación repetida de que en las ecua-
ciones para estimar el GER suele subestimarse el gasto energético en reposo de individuos obesos
cuando es calculado según el peso corporal teórico y sobreestimarse cuando se utiliza el peso cor-
poral real.7 El uso del PAO se justificó originalmente por la idea de que del total de la masa
corporal excedente, sólo 25% está formada por masa magra metabólicamente activa, en tanto que
el 75% restante corresponde a tejido adiposo relativamente inerte:
En la literatura más reciente se ha determinado que estas fórmulas tienen limitaciones, tomando
en cuenta la amplia variabilidad de la composición corporal de los sujetos obesos, de modo que
actualmente este método está en desuso y no es recomendable.8
Con base en lo anterior, destaca la utilidad de la ecuación de Mifflin-St. Jeor para pacientes
con obesidad, y de hecho, la ADA propugna su aplicación para el manejo de pacientes con sobre-
peso y obesidad.
El segundo elemento para el cálculo del GET es el efecto termogénico de los alimentos (ETA),
que por convención se considera como 10% del GEB y se define como el incremento del gasto de
energía derivado del consumo de alimentos por cualquier vía de administración, incluidas enteral
y parenteral; incluye el gasto de energía por absorción, transporte, almacenamiento y metabolismo
de los nutrimentos.
Por otra parte, el gasto por actividad física (AF) se agrega como una proporción del GER,
siendo ésta mayor conforme más activa sea la persona. Se sugiere usar los factores de actividad de
la OMS, los cuales ya incluyen el ETA y no debe agregarse, de tal modo que para obtener el GET
basta con estimar el GER y multiplicarlo por el factor de AF que corresponda al estilo de vida del
paciente. Consúltese el cuadro 7-4 para elegir el apropiado.
Nivel de Factores
Sexo Descripción de los niveles
actividad de actividad
Varones 1.6 La mayoría de las personas que trabajan en oficinas, como profe-
sionistas, abogados, médicos, maestros, choferes, técnicos, músi-
cos y amas de casa sin útiles de aseo eléctricos. En este nivel de
Ligero Mujeres 1.5 actividad se incluyen 8 h de sueño y 12 h de estar sentado o de
pie, 3 h de actividad ligera (como caminar, lavar ropa, jugar golf,
ping pong) y 1 h de actividad moderada (tenis, baile, aeróbicos,
caminata).
(Continúa)
(Continuación)
Nivel de Factores
Sexo Descripción de los niveles
actividad de actividad
Una vez explicados los componentes del gasto energético total se abordará el cálculo de los
elementos anteriores:
Los cálculos anteriores se basan en la estimación teórica del GET, sin embargo, conviene tomar
en cuenta que, con frecuencia, la mejor base para la restricción energética no es el GET estimado,
sino el consumo energético habitual, pues el consumo es lo que realmente ha provocado el aumento
de peso. Considerando que el GET representa las kilocalorías necesarias para mantener el peso,
cuando éste no ha sido estable, estimarlo por GET, no es la mejor opción. Los lineamientos
europeos para el tratamiento de la obesidad sugieren, de hecho, “una reducción del 15 al 30% sobre
las kilocalorías habitualmente consumidas”;9 en muchos casos, estas últimas son muy superiores
al GET calculado, de modo que si la base de las restricciones fuera ésta, entonces la restricción real
sería mucho mayor. Con el siguiente ejemplo se pretende ilustrar tal situación:
• Varón, 53 años, talla 1.76 m, peso actual 98 kg, IMC = 31.6 (obesidad 1), actividad física
ligera.
• Consumo energético habitual determinado a partir del consumo promedio de dos recorda-
torios de 24 h habituales: 3 585 kcal
• GET para peso actual:
• GER (kcal) = [9.99 × 98)] + [6.25 × 176] – [4.92 × 53] + 5 = 1 823.26 kcal
• GER + AF = 1 823.26 kcal × 1.6
• GET = 2 916.8 kcal
• Comparación de restricciones:
• A partir del consumo: 3 585 – 500 = 3 085 kcal
• A partir del GET: 2 916.8 – 500 = 2 416.8 kcal
• Diferencia: 3 085 – 2 416 = 668 kcal
• Esta comparación muestra que si la recomendación energética se establece a partir del GET,
la dieta prescrita de 2 416.8 kcal implicaría que la restricción energética real sería de 1 169
kcal (3 585 – 2 416), y no las 500 que se habían prescrito, con lo cual se excedería cualquiera
de las recomendaciones establecidas para la restricción energética (casi 38% de restricción
respecto del consumo habitual).
proporción de hidratos de carbono, proteínas y lípidos que cubrirán el GET del paciente. De todas
las recomendaciones publicadas, las de la OMS y el consenso para la detección y atención de la
hipercolesterolemia de Estados Unidos (ATPIII) están específicamente diseñadas para reducir el
riesgo cardiovascular,11-14 por lo que se sugiere utilizarlas (cuadro 7-5).
Siguiendo con el ejemplo, a la mujer se le prescribieron 1 900 kcal, las cuales deben distribuirse
entre los tres nutrimentos energéticos de acuerdo con el siguiente ejemplo:
Las kilocalorías calculadas para cubrir el GET o la recomendación energética establecida para
cada uno de los nutrimentos (HdC, proteínas y lípidos) deben convertirse en gramos, dividiendo
entre los factores de Atwater, 4, 4 y 9, respectivamente:
recomendaciones en cuanto a alimentación se basen en este método, debe tenerse en cuenta que
sólo podrá cuantificarse la energía y los nutrimentos energéticos, no así las vitaminas ni los nu-
trimentos inorgánicos. A pesar de que, en términos generales, puede suponerse que las necesidades
de estos nutrimentos se cubren con una dieta equilibrada (con proporciones apropiadas de nutri-
mentos energéticos) que, por lo demás, tenga las características de la dieta correcta.15,16 En caso de
que sea necesario cuantificar con fines de verificación, deberá elegirse otro método para diseñar el
plan de alimentación, por ejemplo, las Tablas de valor nutrimental (del Instituto Nacional de
Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” o del Departamento de Agricultura de Estados
Unidos, disponibles en el sitio http://www.ars.usda.gov/main/site_main.htm?modecode=12-35-45-00)
o algún software especializado para análisis dietético, recomendable en caso de dietas muy bajas en
energía, las cuales no cumplen con los requisitos señalados.
Cuando la alimentación se prescribe con el método de intercambios, una vez definido el total
de porciones por grupo, por día, éstas pueden convertirse en recomendaciones de varias formas:
a) Diseñando menús a partir de las porciones calculadas, agotándolas para proponer platillos, en
cuyo caso deberán tenerse en cuenta las características de la dieta correcta y verificar que los
menús incluyan alimentos de los tres grupos (dieta completa), tengan variedad en cuanto a la
selección de alimentos de un mismo grupo (dieta variada), sean congruentes con los gustos y
la capacidad económica del paciente (dieta adecuada) y su condición actual (dieta inocua, dieta
adecuada). Los menús pueden ser semanales o mensuales.
b) Informando al paciente del total de porciones por grupo, por día, incluyendo una lista de in-
tercambio de alimentos para que él diseñe sus propios menús según ciertas pautas, por ejemplo,
número de comidas al día, distribución de porciones en los diferentes horarios de comida. En
estos casos, es útil mostrar un ejemplo de menú para que el paciente se guíe cotidianamente.
c) Indicando al sujeto opciones de platillos intercambiables para cada tiempo de comida. Ejem-
plo: 1 taza de arroz con 90 g de puntas de pollo o 2 tortillas de maíz con 90 g de fajitas de
pollo.
Para facilitar la selección de porciones del tamaño prescrito, el nutriólogo debe orientar al
paciente en cuanto al uso de básculas e instrumentos de medición (tazas, cucharas) o dar como
referencia elementos de la vida cotidiana, por ejemplo:3
No hay un parámetro general sobre la forma de dar al paciente el plan de alimentación, debe
adecuarse a las características del sujeto y su disposición para apegarse a las pautas.
La recomendación dietética expresada en el plan de alimentación deberá complementarse con
recomendaciones cualitativas, las cuales se detallan a continuación.
Cuadro 7-6
Desayuno Leche entera con café (1 taza) + Leche descremada (1 taza) + edulcorante.
2 cucharaditas de azúcar. Pan integral con mermelada sin azúcar.
1 pan dulce 2 duraznos
~385 kcal ~170 kcal
Cena Leche entera con café (1 taza) + Cereal sin azúcar (1 taza) con 1 taza de
2 cucharaditas de azúcar. leche descremada
1 pan dulce ½ plátano picado
~385 kcal ~265 kcal
TOTAL ~1 900 kcal ~1 125 kcal
Referencias
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Para que el tratamiento de la obesidad sea un éxito es indispensable establecer metas terapéuticas
y valorar paulatinamente el logro de las mismas. Las principales metas del tratamiento nutricional
del paciente con obesidad incluyen:1,2
• Lograr aproximadamente el 10% del peso inicial, y una vez logrado este objetivo, intentar
más adelante una pérdida de peso mayor.
• Fomentar la pérdida de 0.5 a 1.0 kg/semana en un periodo de 6 meses.
• Disminuir la circunferencia de cintura a < 80 (mujeres) y < 90 cm (varones), o en su caso,
mantenerla.
• Promover un perfil metabólico óptimo (glucosa, insulina, perfil de lípidos, marcadores de
inflamación).
• Controlar la presión arterial.
• Fomentar cambios de conducta que lleven a adquirir hábitos de alimentación y actividad
física saludables.
• Establecer un programa de mantenimiento del peso después de los primeros 6 meses de
tratamiento.
117
año de tratamiento, a diferencia de la intervención dietética por sí sola,6 de ahí que se considera
que los tratamientos con múltiples componentes (alimentación, actividad física y terapia conduc-
tual) son más efectivos para lograr los objetivos.3 En una revisión sistemática se observó que las
estrategias de tratamiento intensivo que incorporan componentes conductuales, dietéticos y de
ejercicio, resultan en una pérdida de peso de 3 a 4 kg, en un lapso de entre 1 y 3.3 años.7
En otra revisión sistemática se observó que con las intervenciones tendientes a la pérdida de
peso con dieta hipoenergética aunada a ejercicio se logra una pérdida de peso moderada de 5 a 8.5
kg (5 a 9%) a los 6 meses.8
Con las dietas muy bajas en energía (VLCD, very low density diet), la pérdida de peso suele ser
más rápida (5 a 15% en 12 a 16 semanas), pero siempre implican supervisión médica; sin embargo,
este tipo de dietas está cayendo en desuso porque no es mucha la diferencia en la pérdida de peso
a largo plazo (un año).1
Por otra parte, persiste la controversia respecto de que además de la restricción energética, la
distribución de los macronutrimentos tenga efectos diferentes en la pérdida de peso y grasa cor-
poral. En varios estudios clínicos se ha comparado una dieta muy baja en hidratos de carbono (fase
inicial de 20 a 60 g con aumentos graduales hasta 120 a 130 g/día) con una dieta baja en grasas
(< 30% de la energía total) y en general se ha observado mayor pérdida de peso con la primera a
los 6 meses de tratamiento (diferencia de –3.3 kg). Sin embargo, al año de tratamiento, la pérdida
de peso resulta similar (diferencia de –1.0 kg).9 En otros estudios que incluyen diferentes distribu-
ciones de macronutrimentos, y que incluso comparan el efecto de la dieta mediterránea, se han
encontrado resultados similares entre grupos al año de tratamiento.10,11,12
En el Programa para la Prevención de la Diabetes en que se valoró una intervención intensiva
en el estilo de vida (restricción energética con 7% de pérdida de peso como objetivo, 150 minutos
de actividad física por semana y estrategias conductuales), se logró una reducción promedio de 6
a –7 kg en un periodo de 6 meses; 50% de los participantes logró la meta de reducción de peso de
7 por ciento.13
La disminución de peso corporal esperada debe favorecer la pérdida de grasa corporal, princi-
palmente abdominal, dada su participación en el desencadenamiento de trastornos metabólicos
asociados con la obesidad. Además, se fomentará la conservación de la masa magra, de ahí la
importancia de que el paciente sepa que durante las dos primeras semanas de manejo nutricional,
la pérdida de peso corporal será, principalmente, a expensas del agua por la disminución del con-
sumo de sodio y la movilización del glucógeno; lo ideal es que de cada kilogramo de peso corporal
perdido, 75% sea grasa corporal y 25, masa libre de grasa (agua, músculo) restringiendo la veloci-
dad de la pérdida de peso a 0.5 a 1.0 kg/semana o 1% del peso inicial, una vez pasado el periodo
inicial del tratamiento.14
Por otra parte, el ejercicio ayuda a evitar que se pierda tejido muscular y a incrementar la pér-
dida de grasa visceral. Se ha informado que la práctica de ejercicio aeróbico como caminar, trotar
o la utilización de una bicicleta fija provocó una reducción significativa de grasa visceral en indi-
viduos obesos sin trastornos metabólicos.15
En un ensayo clínico comparativo del efecto de una dieta baja en grasas y una baja en hidratos
de carbono, se observó una reducción similar de grasa corporal y masa magra entre grupos. El
porcentaje de reducción de grasa respecto del total de pérdida de peso fue de 78% con la dieta baja
en hidratos de carbono y de 74% con la baja en grasa; en ambos grupos, el porcentaje de reducción
de grasa corporal fue de 2.8 a 5.8%, en tanto que la pérdida de agua sí fue mayor en el grupo de
la dieta baja en hidratos de carbono comparada con la baja en grasas.16
Parámetros clínicos
Con la pérdida de peso también mejoran varios parámetros clínicos que suelen sufrir modifica-
ciones en individuos obesos (presión arterial, apnea del sueño, dolor articular, osteoartritis, hígado
graso, entre otros). Mediante lineamientos clínicos basados en evidencias se ha demostrado que
en sujetos obesos no hipertensos, la reducción de 1 kg de peso corporal conlleva reducciones de
0.45 mmHg en la presión arterial sistólica y diastólica,2 mientras que en hipertensos, la pérdida
de 10 kg de peso corporal resulta en una reducción de entre 5 y 20 mmHg en la presión sistólica.19
En una revisión sistemática más reciente, se observó que la mera intervención en el estilo de
vida de individuos con obesidad moderada (IMC < 35) resulta en pérdida de peso variable con
efectos diferentes en la presión sistólica y la diastólica, en cuyo caso se observó una tasa de dismi-
nución de 1 mmHg en la presión sistólica por cada kilogramo de peso corporal perdido, pero sólo
en periodos de seguimiento de 2 a 3 años. No se observó una relación cuantificable entre la pérdida
de peso y la disminución de la presión arterial diastólica.20
En el estudio PREMIER, intervención conductual para fomentar la pérdida de peso restrin-
giendo el consumo de energía e incrementando la actividad física, se logró reducir la prevalencia
de la hipertensión. En el grupo que siguió el patrón de alimentación DASH (Dietary Approaches
to Stop Hypertension), basado en el consumo de lácteos descremados y frutas y verduras, se logró la
mayor reducción en la prevalencia de la hipertensión (–26%), a diferencia del grupo que recibió
consejería general (–12%) y del que se sometió a una dieta baja en grasa (< 30%) (–11%).21
Por otro lado, se ha visto que con una pérdida de peso de 8 a 10% puede disminuir el dolor
de espalda y de rodillas, así como mejorar la capacidad de movimiento en los individuos obesos
afectados por estos padecimientos.22 La pérdida de peso aunada a ejercicio apropiado en que se
evite el estrés repetitivo de las articulaciones tiene efectos positivos en el manejo de la osteoartritis
y suele evitar que siga avanzando;23,24 la mejor combinación es la pérdida de 5% del peso combinada
con ejercicio, relacionada con los mejores resultados en cuanto a reducción del dolor y de la dis-
capacidad, así como recuperación funcional. La mejoría de los síntomas suele observarse en pro-
gramas de 2 a 6 meses, con o sin restricción energética.25,26
La pérdida de peso también puede incidir positivamente en la apnea del sueño. En un estudio
clínico con pacientes obesos aquejados de diabetes tipo 2, la intervención intensiva en el estilo de
vida resultó en una mayor reducción de peso y una disminución significativa del índice apnea-
hipopnea (IAH), de 23.2 a 9.7 eventos/h, a diferencia del grupo que recibió sólo instrucción y
apoyo para la diabetes. Al año de tratamiento, tres veces más pacientes del grupo de intervención
intensiva presentaron remisión completa de la apnea del sueño obstructiva.27 En estudios recientes
se sugiere que las respuestas neurológicas relacionadas con la obstrucción de las vías aéreas supe-
riores que se presentan en la apnea del sueño también pueden mejorar con la pérdida de peso,
además de que se asocian con una menor concentración de los mediadores inflamatorios específi-
cos, locales y sistémicos.28 Durante el tratamiento de la obesidad, es importante vigilar las modi-
ficaciones de los signos de apnea (ronquidos, jadeos o sensación de asfixia durante el sueño); si el
problema persiste, es obligada la intervención del médico.14
Por otra parte, la pérdida de peso se asocia también con una menor infiltración de grasa en el
hígado, así como con la reducción de las concentraciones plasmáticas de las enzimas hepáticas
aspartato aminotransferasa (AST) y alanina aminotransferasa (ALT), fenómeno observable, aproxi-
madamente, al cabo de las seis primeras semanas de tratamiento.14
Parámetros bioquímicos
La pérdida de peso se relaciona con cambios favorables en la concentración de colesterol total,
colesterol LDL, colesterol HDL y triacilglicéridos, los cuales suelen reflejarse en el curso de las
primeras 3 a 6 semanas de tratamiento.14
En general, cuando se bajan 5 kg de peso corporal, las concentraciones de colesterol LDL
pueden reducirse entre 5 y 8%, en tanto que el incremento de las concentraciones de colesterol
HDL será de entre 5 y 20%.2,29 Por cada 3.5 kg de peso perdido se puede esperar un aumento
promedio de 1 mg/100 ml en las concentraciones de colesterol HDL;30,31 lograr concentraciones
sanguíneas adecuadas de colesterol LDL y reducir el riesgo cardiovascular es uno de los principales
objetivos del tratamiento: con una disminución de 1% en las concentraciones séricas de colesterol
LDL se puede reducir en 1% el riesgo de episodios cardiacos graves (muertes por enfermedad
coronaria, infarto de miocardio).29
Son diferentes los efectos de un plan de alimentación determinado en el perfil de lípidos. En un
análisis de varios estudios comparativos de una dieta muy baja en HdC y una baja en grasa (< 30%),
se encontró que esta última es muy favorable para las concentraciones de colesterol total (diferencia
entre grupos de –8.9 mg/100 ml a los 6 meses y –10 al año de tratamiento) y de colesterol LDL
(diferencia entre grupos de –5.4 y –7.7 mg/100 ml, respectivamente), a diferencia de la dieta muy
baja en HdC, la cual suele ejercer un mayor efecto en la disminución de triacilglicéridos (diferencia
de –22 mg/100 ml a los 6 meses y de –31 al año de tratamiento) y del colesterol HDL (diferencia de
+4.6 y de +3.1 mg/100 ml, respectivamente), respecto de la dieta baja en grasas.9
Por otra parte, ciertas estrategias dietéticas específicas suelen favorecer cambios del perfil de
lípidos en menor o mayor medida. Reduciendo 1% el consumo de grasas saturadas, suelen redu-
cirse 2% las concentraciones sanguíneas de colesterol, en tanto que 100 mg menos de colesterol
en la dieta por cada 1 000 kcal consumidas, se relacionan con disminuciones aproximadas de
10 mg/100 ml en el colesterol sérico. Con el consumo de 5 a 10 g/día de fibra viscosa (soluble)
(avena, cebada, leguminosas, manzana) se puede reducir 5% las concentraciones séricas de coles-
terol LDL. Además, se ha observado que consumiendo de 2 a 3 g/día de estenoles o esteroles
provenientes de plantas, el colesterol LDL se reduce entre 6 y 15%; algunos de los alimentos que
contienen estas sustancias son aceites vegetales, frutas, verduras, frutos secos, semillas.29
Aparte de las estrategias dietéticas, el ejercicio aeróbico se relaciona con disminución de los
triacilglicéridos y el colesterol total, así como con aumentos variables en el colesterol HDL (+5 a
+30%).2,29
Parámetros dietéticos
Se ha llegado a la conclusión de que la restricción energética (–500 a –1 000 kcal/día) es la estrate-
gia más exitosa del componente de alimentación para el tratamiento de la obesidad. Los cambios
en la alimentación implican modificaciones de conducta, y esto sólo se logra ayudando a los pacien-
tes a desarrollar ciertas habilidades.13,33 Por ello, la intervención dietética debe incluir estrategias
conductuales que favorezcan la pérdida y el mantenimiento del peso.
Las metas dietéticas de una intervención para tratar la obesidad en adultos pueden establecerse
de diversas maneras:35
1. Autoselección: el paciente las diseña y elige.
2. Asignación/prescripción: el profesional de la salud las diseña y elige.
3. Participación/colaboración: el paciente y el profesional de la salud las diseñan y eligen conjun-
tamente.
Aún no hay evidencias de cuál de estas formas de diseñar y elegir las metas del tratamiento
es la más efectiva, pero deberá tomarse en cuenta el contexto, así como el tipo de paciente y de
intervención para decidir cuál es la mejor alternativa.
Se ha propuesto que el establecimiento de las metas sea un proceso continuo; antes de diseñar
y elegir la meta, el individuo que va a modificar su conducta debe llevar a cabo una autoevaluación;
después de elegida la meta, viene el compromiso de cumplirla. Si una persona no se compromete
y no lucha por llegar a la meta, no se observará ningún efecto, tampoco se modificará la conducta.
De acuerdo con este esquema teórico, la retroalimentación y el monitoreo se enfocan principalmente
en los logros y aumenta la autoeficacia para lograr los objetivos. Por último, la persistencia suele
resultar en un cambio de conducta.35
Tomando en cuenta lo anterior, en el tratamiento de la obesidad, las metas dietéticas deben
individualizarse y enfocarse en un menor consumo de energía. Todos los individuos obesos de-
ben ser orientados y motivados para que mejoren sus hábitos de alimentación, aunque no pierdan
peso, pues un patrón de alimentación saludable puede resultar en otros beneficios para la salud.4
Como ya se mencionó, hay diferentes planes de alimentación que han mostrado resultados
comparables en la reducción del peso corporal, de modo que el profesional de la salud deberá tomar
en cuenta las preferencias y las creencias del paciente, así como su motivación, al optar por alguna
de esas dietas.
El patrón mediterráneo, caracterizado por un consumo elevado de verduras, frutas, nueces,
aceite de oliva, leguminosas y pescado; ingestión moderada de alcohol y bajo consumo de carnes
rojas o procesadas, hidratos de carbono refinados y lácteos enteros, se ha relacionado con menos
probabilidades de que los individuos con sobrepeso lleguen a la obesidad.36,37 Dicho patrón también
brinda beneficios de salud a sujetos en riesgo de presentar síndrome metabólico o que ya lo pade-
cen.38
Otro ejemplo de patrón de alimentación saludable es el DASH, caracterizado por consumo
alto de lácteos descremados, así como de frutas y verduras; ingestión limitada de carnes; reducción
del consumo de sodio; inclusión de leguminosas y semillas y menor consumo de grasas y azúcares
añadidos. Este patrón de alimentación ha demostrado efectos benéficos en la presión arterial y la
dislipidemia, principalmente,39 y ha sido recomendado a toda la población estadounidense para
la prevención primaria de enfermedades. El patrón DASH puede adaptarse también para reducir
el consumo de energía y favorecer la pérdida de peso.
¿Cómo?
• Preferir la leche y el yogurt descremados y los quesos blancos, bajos en grasa
(panela, fresco, requesón, mozzarella fresco, Oaxaca, cottage).
• Preferir las carnes magras (falda, filete, tampiqueña, aguayón, molida sin grasa).
• Consumir el pollo sin piel.
• Aumentar el consumo de pescado.
• Utilizar edulcorantes artificiales para endulzar los alimentos y preferir los produc-
tos endulzados con éstos (con moderación).
• Disminuir el consumo de cereales con alto contenido de grasas (pan dulce, tama-
les, pastelillos industrializados, frituras, pasteles, galletas).
• No abusar de productos industrializados “light”, pues muchas veces la reducción
se encuentra en el tamaño de la porción reportada en la etiqueta.
2. Reducir moderadamente el tamaño de las porciones: con esta estrategia suele reducirse el
consumo de energía sin estimular el hambre,42,43 estrategia que también se relaciona con mayor
pérdida de peso.3
¿Cómo?
• Medir las porciones de alimentos con tazas medidoras o báscula de cocina.
• Utilizar platos y utensilios más pequeños para servir los alimentos.
• Consumir la mitad de la porción habitualmente consumida.
• Seleccionar las porciones más pequeñas de los alimentos que se ofrecen en
restaurantes o establecimientos de comida.
¿Cómo?
• Evitar alimentos ricos en grasa como frituras, pastelillos industrializados, pan dulce, pasteles, embutidos,
chorizo, tocino, manteca, mantequilla, crema, quesos grasosos, aderezos cremosos.
• Evitar alimentos ricos en azúcares concentrados y refinados, como refrescos, azúcar de mesa, jugos
industrializados, dulces, miel, mermeladas, jaleas, postres, helados, chocolates.
• Evitar alimentos fritos, capeados, empanizados, moles, pipianes, salsas espesas, salsas blancas.
• Preferir alimentos asados, hervidos, cocidos, guisados con poco aceite, preparaciones con caldillo de
jitomate, con salsas de chile, con salsas de verdura.
• Limitar el consumo de alcohol, éste aporta 7 kcal/ml y ningún nutrimento.
Otras estrategias dietéticas graduales que han demostrado incidir directamente en la pérdida
de peso o grasa corporal incluyen:
1. Reemplazar los granos refinados por granos enteros: existe una relación inversa entre el consumo
de granos enteros y el IMC, de modo que al reemplazar los granos refinados por enteros se
puede reducir el aumento de peso y lograr una pérdida de peso significativa.47 En individuos
con síndrome metabólico, la sustitución de los granos refinados por enteros, con la misma dieta
hipoenergética, resultó en una mayor reducción del porcentaje de masa grasa en la región
abdominal y en los marcadores de inflamación.48
2. Aumentar el consumo de frutas y verduras: mediante estudios de cohorte se ha demostrado
que en las personas que ingieren más frutas y verduras, el riesgo de obesidad se reduce 24%
respecto de aquellos en quienes el consumo es menor.49
3. Aumentar la ingestión de leguminosas: un consumo mayor de leguminosas (frijoles, lentejas,
habas, garbanzos) se relaciona con menor peso corporal y menor circunferencia de cintura en
comparación con individuos que no consumen leguminosas.50
4. Reducir el índice glucémico o carga glucémica de la dieta: en una revisión sistemática de suje-
tos con sobrepeso u obesidad, una dieta con bajo índice glucémico resultó en mayor pérdida
de peso, grasa corporal e IMC, así como en disminución de las concentraciones séricas de
colesterol total y colesterol LDL que con otras dietas.51
Monitoreo
Como se mencionó anteriormente, las metas de corto plazo definidas en la primera consulta
dependen de la motivación y las características de cada individuo; además, se deberá establecer un
plan de automonitoreo (registros, diarios, otros formatos). El seguimiento implica revisar con el
paciente los logros alcanzados y establecer nuevas metas o reforzar las anteriores. El automonitoreo
y la evaluación de los logros por el propio paciente es fundamental para la retroalimentación y las
recompensas para modificar las conductas alimentarias. La frecuencia de este automonitoreo de la
dieta puede ser más intenso en los primeros meses del tratamiento (p. ej., diario) e ir espaciándolo
paulatinamente (p. ej., cada semana o cada mes). Hay pruebas de que el automonitoreo del con-
sumo dietético se relaciona directamente con el logro de las metas de pérdida de peso y de actividad
física.52
En el cuadro 8-2 se presentan algunos indicadores cuantitativos y cualitativos que pueden
ayudar al profesional de la salud a monitorear los cambios graduales y pequeños en el estilo de
vida, para finalmente lograr un patrón de alimentación saludable y cardioprotector. Es importante
reforzar continuamente los cambios positivos.
Cuadro 8-2 Indicadores útiles para el monitoreo de cambios graduales y pequeños en el estilo de vida hasta
alcanzar las metas planteadas
Meta a corto plazo Meta a mediano plazo Meta ideal
Peso saludable Mantenimiento del peso; Pérdida moderada (5%) Meta de pérdida (10%)
evitar seguir aumen-
tando
Consumo de energía –100 kcal/día –250 kcal/día –500 a 1 000 kcal/día
Consumo de grasas Disminución relativa < 10% de la energía < 7% de la energía
saturadas y trans
Consumo de fibra Aumento 20 g/día 25-35 g/día
Consumo de verduras Consumo diario 3 raciones/día 5-6 raciones/día
(Continúa)
(Continuación)
Consumo de lácteos Intercambia la mayoría 1-2 raciones/día de lác- 2-3 raciones/día de lác-
descremados (queso, de los lácteos enteros teos bajos en grasa. teos bajos en grasa.
leche, yogurt, jocoque) por bajos en grasa No incluye consumo de No incluye consumo de
lácteos enteros. lácteos enteros.
Pescado, pollo, carnes Cambio por carnes Más pollo (sin piel) y pes- 120 g pescado, 2 veces/
magras (falda, filete, cado que carnes rojas. semana
aguayón, tampiqueña, Carnes rojas < 2 veces/
etc.); aumento en con- semana
sumo de pollo (sin piel) y
pescado
Basado en: Patrón de alimentación DASH (DASH).54 Dieta de cambios terapéuticos en el estilo de vida (ATPIII).29 Lineamientos basados
en evidencia (Asociación Americana de Dietética).55 Enfoque de cambios pequeños.40
Conclusión
El tratamiento de la obesidad es un reto al que los profesionales de la salud se enfrentan día a día.
Definir las intervenciones en el estilo de vida debe ser prioritario, pues los riesgos relacionados con
esta enfermedad, así como los costos que genera para el sistema de salud, hacen que la modificación
de la conducta sea la única salida viable aplicable de manera general.
Para lograr intervenciones exitosas, los profesionales de la salud deben cambiar su enfoque de
tratamiento a uno centrado en el paciente y que tome en cuenta la situación individual tanto en
el ámbito médico, como en el psicológico y el sociocultural. Se debe cambiar a una perspectiva de
cuidados de por vida, pensando en el largo plazo como un proceso continuo. El plan de tratamiento
deberá enfocarse en la modificación del perfil general de riesgo, no de condiciones de salud aisla-
das.53
La aplicación de estrategias conductuales, incluida la definición de metas, así como el trabajo
multidisciplinario, puede hacer más viables las intervenciones del estilo de vida.
Referencias
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Hacer cambios en el estilo de vida puede resultar extremadamente difícil para la mayoría de los pacien-
tes con obesidad, por tal motivo es importante recordar que el nutriólogo debe motivar y ofrecer apoyo
al sujeto durante este proceso, procurando ser sensible, a pesar de que no haya logrado cumplir alguna
de sus metas, incluida la pérdida de peso. En estos casos, el paciente debe sentir que se le entiende y
apoya, y no hacerlo sentir culpable ni avergonzado cuando acuda a consultas subsecuentes.1,2
Por ello, las citas de valoración o monitoreo de la evolución del paciente deben fijarse a inter-
valos regulares, y si bien la frecuencia dependerá del estado del paciente, deberán programarse por
lo menos una vez al mes. El objetivo de las consultas es valorar todas las estrategias implementadas
para el logro de las metas,1-3 ya que tanto el estado de nutrición y las necesidades al respecto pueden
cambiar e incidir en el apego al plan de alimentación y a las estrategias de cambio en el estilo de
vida. Para esto, se requiere flexibilidad y diferentes técnicas y estrategias para apoyar al paciente en
el logro de los resultados deseados, así como reforzar la importancia de su participación en el
desarrollo y cumplimiento del plan; así, un manejo nutricio efectivo requiere de más de una con-
sulta subsecuente.2,4,5
Con este fin se necesita una buena relación y empatía con el paciente, además de explicarle no
sólo los cambios, sino el motivo de los mismos.
El abordaje del paciente durante la consulta se debe organizar de manera tal, que permita
ofrecer información clara y reforzamiento positivo de los avances. Se debe verificar que haya com-
prendido tanto los riesgos como los beneficios que obtendrá del tratamiento.1 Es importante
escuchar al paciente y permitirle expresarse libremente para lograr una buena relación; por otra
parte, se debe evitar actuar en forma tal que se perjudique la comunicación con él, por ejemplo,
expresiones faciales, exclamaciones o autoritarismo.6-8
En diversos programas se ha resaltado la utilidad de algunas herramientas, por ejemplo,2,8-10 que
el paciente se sienta apoyado y que se le sugieran cambios sencillos (en la preparación de alimentos);
enseñarle a leer y entender las etiquetas de información nutrimental; utilizar objetos para medir
porciones de alimentos, como réplicas de alimentos, tazas, vasos, cucharas, así como materiales
gráficos, como videos, carteles, trípticos. Igualmente importante es adaptar el plan de alimentación
del paciente a sus costumbres o fechas especiales (fiestas); monitorear el avance valorando el consumo
energético y nutrimental; que el propio sujeto valore su apego al plan (porcentaje de apego, cam-
bios en el peso o la percepción del tamaño de su cuerpo); felicitarlo cuando se logran cambios
positivos, por pequeños que parezcan, así como motivarlo a seguir mejorando y a establecer nuevas
131
metas. Por su parte, la Academia de Nutrición y Dietética (antes Asociación Americana de Dietética,
ADA, propone valorar mediante un instrumento en el cual se enumeren las metas acordadas con
el paciente desde la primera consulta, y pedir al sujeto en las consultas de seguimiento que asigne
una calificación (1, 2, 3, 4 o a, b, c, d) a su esfuerzo o cambio en pos de la conducta o el hábito
esperados. En el paciente con sobrepeso u obesidad que otorga una calificación alta a la práctica,
el hábito o la conducta valorados, el resultado directo esperado es la disminución del peso corporal.
Para lograr una revisión exitosa del paciente se considera que los puntos clave de la entrevista
son: 2,9-16
1. Revisar con el paciente los cambios en que se enfocó entre una consulta y otra, para lo cual
es básica la lista de metas acordadas.
2. Reiterar la importancia de los cambios en el estilo de vida y el riesgo de las enfermedades que
conllevan el sobrepeso y la obesidad.
3. Valorar su consumo actual de alimentos con métodos cualitativos y cuantitativos (dieta habi-
tual, recordatorio de 24 h, diario de alimentos) (capítulo 2).
4. Verificar la etapa de cambio en que se encuentra el sujeto (capítulo 14).
5. Investigar sobre los cambios realizados tanto en el plan de alimentación (sustitución o elimi-
nación de alimentos, modificaciones en la preparación) como en la actividad física.
6. Acordar los aspectos y metas para el siguiente periodo y revisar las estrategias que se incluirán
en el patrón de alimentación y de estilo de vida.
7. Negociar con el paciente los cambios o metas específicos que esté dispuesto a modificar.
8. Explicar los cambios antropométricos en cuanto a peso, circunferencia de cintura, cadera y
abdomen; masa muscular, porcentaje de masa grasa, masa libre de grasa, agua corporal total,
etcétera.
9. Hacer participar a la familia en los cambios.
10. Mantener abierto el canal de comunicación entre consultas, ya sea por vía telefónica, correo
electrónico o en el consultorio.
Los elementos anteriores permitirán valorar y, por tanto, monitorear los siguientes aspec-
tos: 2,9-11
1. Mejorar el estado de nutrición.
2. Corregir el consumo de alimentos y nutrimentos.
3. Lograr que se conozca el padecimiento y los riesgos que implica.
4. Lograr cambios positivos en el estilo de vida.
5. Mejorar las concentraciones de glucosa, colesterol, triglicéridos, ácido úrico y lecturas de
presión arterial.
6. Reducir factores de riesgo, prevenir complicaciones o retrasar la aparición de éstas.
7. Promover y lograr el automonitoreo.
8. Mejorar la calidad de vida.
La documentación debe ser continua para establecer la historia del manejo nutricio y las inter-
venciones y, en su caso, para informar a los miembros del equipo multidisciplinario del estado del
paciente. Estos registros constituyen un marco para la intervención, revaloración y seguimiento de
la terapia y contribuyen a un manejo preciso y de calidad; parte de su función es servir como punto
de referencia para la valoración del impacto de la terapia nutricia, los resultados y logros.2
El acrónimo SOAP (por las siglas en inglés de subjetivo [S, subjetive], objetivo [O, objective],
análisis [A, assessment], plan [P, planning]) es utilizado para identificar las cuatro categorías de
información que debe documentarse en el expediente y que se actualizan en cada consulta
de seguimiento. A continuación se describe cada rubro, y en los cuadros 9-1 y 9-2 se presenta un
ejemplo aplicado en la consulta inicial y en la de seguimiento.
S. Subjetivo: información que el paciente o un familiar proporciona. Se incluyen percepciones
(“la dieta es muy estricta para mí”, “siento que perdí peso”), síntomas (cefalea, mareo, debilidad),
modificaciones del estilo de vida (actividad física, tiempos de comida, horarios, ayunos) y otros
factores, como patrones de sed y hambre-saciedad. Es importante que esta información quede
asentada en los términos en que el paciente lo refiere.
O. Objetivo: información reproducible y medible, reunida o medida por el nutriólogo, como
valores de las pruebas bioquímicas (glucosa, colesterol), datos antropométricos (peso, estatura,
IMC, masa grasa, masa libre de grasa, agua corporal total), consumo energético y de nutrimentos,
medicamentos, edad, prescripción energética.
A. Análisis: valoración de los datos S y O que en conjunto permiten seguir el avance del paciente.
P. Plan: objetivos del tratamiento, así como nuevas metas. Los objetivos hacen referencia a los
logros finales del tratamiento (p. ej., reducir 10% de peso corporal), mientras que las metas son
acuerdos con el paciente para alcanzar paulatinamente los objetivos del tratamiento (caminar
cuatro días por semana cuando menos 30 minutos, sustituir dos vasos de refresco por agua natural).
Estas metas se modifican de acuerdo con los avances del paciente y deben corresponder a la capa-
cidad de compromiso del sujeto; es importante que se establezcan en términos cuantificables
concretos.
Cuadro 9-1 Ejemplo de formato SOAP para consulta inicial
S. Martha no hace ejercicio, “trabajo todo el día y no tengo tiempo”.
Come fuera de casa porque “casi no tengo tiempo”.
Estreñimiento, pirosis, cefalea.
O.
Peso 89 kg
Estatura 1.70 m
IMC 30.79
Circunferencia de la cintura 103 cm
% MG (método): 35.7 (pletismografía por desplazamiento de aire BOD POD)
NO toma medicamento alguno.
Edad 37 años
Análisis de la dieta habitual a partir del recordatorio de 24 h:
2 350 kcal %VET P: 24% L: 45% HdC: 31%
Fibra dietética: 7 g Colesterol: 350 mg Grasas saturadas: 25%
Consumo habitual de agua: 1 L
Bioquímicos: colesterol 230 mg; HDL 25 mg/100 ml; LDL 141 mg /100 ml; TAG 170
mg/100ml; glucosa en ayuno 115 mg/100 ml
(Continúa)
(Continuación)
A.
Paciente de género femenino, edad aparente, igual a la cronológica, que presenta obesidad
de grado 1 por IMC y % de MG excesivo, su circunferencia de cintura indica elevado riesgo
de diabetes, hipertensión y enfermedad cardiovascular. Presenta dislipidemia e intolerancia a
la glucosa. Su dieta es hiperenergética (500 kcal por arriba de lo recomendado). La distribu-
ción de su dieta es desequilibrada, alta en lípidos y baja en hidratos de carbono. Su consumo
de fibra es bajo (favorece estreñimiento) y el de colesterol y grasas saturadas, elevado. Bajo
consumo de agua natural. Su nivel de actividad física es sedentario.
P.
Objetivos del tratamiento nutricio:
• Disminuir peso corporal y masa grasa.
• Reducir consumo energético y de lípidos.
• Aumentar actividad física.
• Disminuir concentraciones séricas de colesterol total, LDL y glucosa.
• Aumentar niveles séricos de HDL.
Metas
• Aumentar consumo de agua natural a 2 L.
• Evitar estreñimiento aumentando consumo de fibra a través de frutas y verduras, cereales
integrales.
• Disminuir consumo de grasas saturadas y colesterol: evitar alimentos empanizados, capea-
dos, fritos, manteca y alimentos de origen animal con alto contenido de grasa.
• Aumentar la actividad física, con podómetro o cuentapasos. Meta inicial: 3 000 pasos al día.
Dieta hipoenergética de 1 800 kcal con distribución HdC: 50%, P: 20%, L: 30%.
(Continúa)
(Continuación)
P.
Metas:
• Consumir todas las raciones durante el día.
• No omitir comidas.
• Continuar con su consumo de frutas y verduras.
• Se le entregó un formato de actividad física para registrar sus pasos diariamente. Su nueva
meta es de 3 000 a 3 500 pasos al día y mantenerla.
• Consumo de agua natural, aumentar a 2 L diarios.
Se solicitaron estudios de laboratorio.
Al plan de alimentación se le agregó una colación por la tarde; no se modificó la recomenda-
ción energética.
Hipoenergética equilibrada con distribución normal: 1 800 kcal; HdC: 50%; P: 20%; L: 30%
Automonitoreo
El automonitoreo constituye una herramienta para que el paciente aprenda y adquiera la respon-
sabilidad y el control del manejo diario de su tratamiento.8,12,23,29 Para ello se debe proporcionar
información y herramientas que le permitan valorar avances y recaídas, para lo cual hay diferentes
estrategias, de las cuales, las que mayor evidencia de éxito presentan son los registros de alimentos
y de actividad física, que permiten al paciente controlar estímulos y buscar alternativas para la
resolución de problemas mediante identificación de barreras y estrategias para superarlas.
La utilización de registros de alimentos se explicó detalladamente en el capítulo 2, y para el
monitoreo de la actividad física también las hay, ya que está por demás documentado que el in-
cremento de la actividad física y el ejercicio fomenta la pérdida de peso; el mantenimiento a largo
plazo pronostica con certeza el éxito de la pérdida de peso por tiempo prolongado.9,18,19 El aumento
de la actividad se puede monitorear por etapas de 10 min continuos a lo largo del día19-23 o mediante
el cuentapasos o podómetro, que indica con precisión cuántos pasos se han dado durante el día.
Para control, y con base en diferentes estudios, se ha propuesto la siguiente clasificación para
determinar el tipo de actividad física de un adulto medida con el podómetro. Se considera seden-
tario a quien da menos de 5 000 pasos al día; la actividad ligera, de 5 000 a 7 499 pasos diarios;
moderada, de 7 500 a 9 999; intensa, 10 000 pasos o más. Más de 12 500 pasos al día se considera
como una actividad física muy intensa. A partir de esto, se ha recomendado que el número de pasos
al día se modifique, hasta llegar a por lo menos a 5 000, para que se considere un nivel leve de
actividad física.24-29
Los registros de automonitoreo facilitan al paciente con obesidad modificar los hábitos con-
traindicados para la pérdida de peso; también pueden enfocarse a identificar y cambiar los factores
ambientales que controlan la conducta, específicamente lo que estimula el comportamiento, y las
consecuencias o refuerzos que no son positivos para el paciente. En el cuadro 9-4 se incluye una
lista de actividades y conductas para apoyar el automonitoreo en un programa de reducción del
peso corporal.2,16
Las técnicas de automonitoreo del cuadro 9-4 deben incluirse paulatinamente en el tratamiento
del sujeto; no se puede esperar que modifique y adopte todas las técnicas desde el principio. Aunado
a ello, es importante reconocer que a pesar de todos los apoyos que se proporcionen al paciente,
éste puede entrar en un efecto de meseta (estado en el que no logra disminuir su peso corporal no
obstante el apego) o incluso aumentar de peso corporal.20 Elfhag y Rossner valoraron más de 60
estudios para determinar las causas de este incremento de peso corporal, y a partir de ahí, delimi-
taron una serie de factores que determinaban el aumento de peso corporal (cuadro 9-5); estos
elementos deben ser cuidados y monitoreados de manera especial por el nutriólogo.30
Cuadro 9-5 Factores relacionados con aumento de peso que deben monitorearse en el paciente
• Barreras que impiden mantener conductas relacionadas con la disminución de peso.
• Sedentarismo.
• Deficiencias en el soporte social y familiar.
• Pensamiento dicotómico (o blanco o negro).
• Antecedentes de aumento y disminución de peso frecuentes.
• Consumo desinhibido de alimentos (sobreconsumo de alimentos considerados como prohibi-
dos o limitados).
• Comer compulsivamente (grandes cantidades de alimentos en lapsos cortos sin “poder” parar).
• Sensación excesiva de hambre.
• Comer en respuesta a emociones negativas o estrés.
• Reacción pasiva ante los problemas.
• Poca confianza en sí mismo o en sus decisiones.
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Está por demás establecido que la modificación terapéutica del estilo de vida, cuyos componentes
son dieta, ejercicio y terapia conductual, constituye la primera opción de intervención para el
tratamiento y control del paciente obeso, dadas las evidencias de que permite reducir los riesgos
metabólicos de corto y largo plazos. Sin embargo, el apego del paciente a las estrategias primarias
—dieta y actividad física— es muy pobre, lo cual llevó a incluir la terapia conductual como parte
de este manejo, referida ésta al conjunto de principios y técnicas a través de las cuales se enseña al
paciente a lograr las metas de las dos estrategias primarias.1
En relación con el apego al manejo nutricio, objeto de este capítulo, se ha determinado que
uno de los aspectos que más influyen es la falta de gratificación derivada de la pérdida de peso
corporal limitada, pues según lo estudiado, la meta al respecto se establece entre 5 y 10% del
peso inicial del paciente, que se logra durante los primeros seis meses de manejo ya después, el peso
se mantiene, o en la mayor parte de los casos, se incrementa, que resulta lo esperado, dados los
mecanismos compensatorios del organismo ante la disminución del peso corporal, entre otros,
reducción de la tasa de metabolismo basal y de las concentraciones de leptina, así como incremento
de grielina. Aunado a lo anterior, el paciente cae en lo que se ha dado en llamar “fatiga conductual”,
por la cual, el individuo se cansa de restringir la cantidad de alimentos que consume y del tipo de
alimentos que debe seleccionar e incluir en su dieta diaria, que lleva a un patrón alimentario
monótono, pues durante los primeros seis meses de tratamiento consume el mismo tipo de ali-
mentos preparados de modo similar, y resulta aún más desconsolador saber que deberá mantener
de por vida estos cambios y sin el tan importante beneficio o recompensa de la disminución del
peso corporal. Estos aspectos dan lugar al “efecto de meseta”, que además de ser frustrante para
el paciente,1 resulta en el fracaso del programa de control de peso, pues según lo definen Wing y
Hill,2 se tiene éxito cuando “el individuo ha perdido en forma intencionada el 10% de su peso
inicial y lo ha mantenido así al menos por un año”. Esta definición se basa en la valoración de los
datos de más de 4 000 voluntarios inscritos en el Registro Nacional para el Control del Peso (orga-
nismo creado por los mismos autores en 1994). Los autores encontraron que independientemente
de la estrategia utilizada para la pérdida de peso inicial, mantener el nuevo peso depende de cuatro
estrategias comunes a todos los participantes: a) dieta hipoenergética y baja en lípidos o grasas
totales los siete días de la semana, incluso durante periodos de fiestas y vacaciones; b) actividad
física diaria; c) pesarse por lo menos una vez a la semana, y d ) desayunar todos los días.2
140
En lo anterior destaca que el éxito del manejo nutricio del paciente obeso implica un sólido
compromiso tanto del paciente para cambiar y mantener estos cambios, como del profesional de
la salud involucrado en este tipo de tratamiento.
Factores sociales
y económicos
Factores de la condición
Factores del paciente
o enfermedad
El apego del paciente al tratamiento debe analizarse desde la perspectiva de las cinco dimen-
siones anteriores, ya que representan barreras para mantener un tratamiento y que éste sea exitoso.
Así, es responsabilidad del profesional de la salud conocer y buscar alternativas y estrategias de
valoración y proponer alternativas de solución para que el paciente logre el apego esperado al
tratamiento prescrito.
Mejorar el apego de los pacientes requiere de un proceso continuo y dinámico que puede
segmentarse de acuerdo con el nivel de preparación para seguir las recomendaciones, lo cual implica
no hacer recomendaciones que el paciente no está preparado para seguir. El profesional de la salud
debe ser capaz de identificar el nivel de preparación del paciente para seguir las indicaciones, hacer
recomendaciones para que lo logre y seguir el progreso en cada consulta. Con este fin, el equipo
de atención de la salud debe tener un entrenamiento específico en adherencia, proceso de decisión
clínica y manejo de herramientas conductuales o del comportamiento que le permitan apoyar al
paciente, de ahí la necesidad del enfoque multidisciplinario.
Resulta por ello imprescindible la valoración precisa del apego, indispensable para la planeación
de un tratamiento efectivo y eficiente y para asegurar que los cambios en los indicadores de salud
del individuo sean atribuibles al régimen establecido. Y si bien no hay un estándar de oro para
medir el apego del paciente, hay alternativas muy utilizadas, como preguntarle su nivel subjetivo
de apego, evaluación que los profesionales de la salud normalmente sobreestiman. Como opción,
se solicitan al paciente reportes subjetivos, aunque se debe tomar en cuenta que el paciente que no
logra apegarse a las recomendaciones suele reportar de manera poco precisa. Otra forma es la
medición con cuestionarios estandarizados que responde el paciente. También pueden aplicarse
mediciones bioquímicas que permitan validar el apego (p. ej., niveles de hemoglobina glucosilada
en el paciente diabético).
Algunos de los cuestionarios que permiten pronosticar de mejor manera el apego son los que
evalúan aspectos muy específicos de las recomendaciones, por ejemplo, la frecuencia de consumo
de ciertos alimentos para precisar los hábitos al respecto.
Independientemente del instrumento o técnica que se utilice para evaluar el apego, no hay una
definición precisa sobre “adecuado o inadecuado”, pues todo depende de la respuesta del individuo
al fenómeno evaluado, ya que representa una función orgánica continua. Por eso es importante
diferenciar entre apego y cumplimiento; el apego implica que el paciente acepte la recomendación,
que participe activamente en su autocuidado, en conjunto con el profesional de la salud, de ahí la
necesidad de una adecuada comunicación para lograr una práctica clínica efectiva.
Finalmente, no hay una estrategia única calificada de óptima, la mejor forma de valorar el apego
es una metodología conformada por múltiples métodos e instrumentos que combine mediciones
de autoaplicación y mediciones objetivas.3
Zazpe y colaboradores7 llevaron a cabo un estudio de doce meses de duración con 1 766 indi-
viduos asignados al azar a uno de dos grupos con el fin de valorar el apego a la dieta mediterránea.
Al primero, o grupo de control, sólo se le proporcionó un folleto de la American Heart Association
con recomendaciones para aplicar la dieta, en tanto que al segundo grupo, el experimental, se le
ofrecieron sesiones de educación sobre nutrición, tanto individuales como grupales, y se aplicó la
técnica de entrevista motivacional; además se les proporcionó material escrito, que consistía en
listas de alimentos que debían incluir; lista de compras de alimentos de acuerdo con la estación del
año, planes alimentarios específicos adaptados a las preferencias y creencias, además de recetas para
preparar los alimentos. Al finalizar el primer año de seguimiento se encontró que el apego a la dieta
y por ende, la modificación de los hábitos alimentarios fue significativamente mayor en el grupo
experimental que en el de control.
Alhassan y colaboradores8 estudiaron el apego a cuatro diferentes tipos de dieta (Atkins, baja
en hidratos de carbono; de la Zona, relación 40/30/30 entre hidratos de carbono, lípidos y pro-
teínas; dieta Ornish, muy baja en lípidos, y el Programa Learn, dieta tradicional hipoenergética
con restricción de lípidos) de 181 pacientes. El resultado fue escaso apego de los pacientes a las
cuatro alternativas y se llegó a varias conclusiones importantes. El manejo de una dieta basada en
un “libro de dietas” resulta muy complicado para los pacientes, el apego se incrementa cuando un
nutriólogo ofrece sesiones explicativas. La disminución de peso y mantener el nuevo durante
un año está directamente relacionado con la tasa de apego a la dieta. La disminución de peso no
difirió significativamente respecto de la proporción de nutrimentos de las diferentes dietas, pero
sí se relacionó directamente con la densidad energética (cantidad de kilocalorías consumidas). Por
otra parte, se estudiaron diversas variables (edad, escolaridad, peso inicial y porcentaje de grasa
corporal inicial), siendo la escolaridad el único posible factor de predicción del apego al manejo
dietético (a mayor nivel de escolaridad, mayor adherencia). Así, se estableció que las características
psicosociales del individuo desempeñan un papel importante en el apego al tratamiento.
Lo anterior permite concluir que es cada vez más evidente y constante la necesidad de estrate-
gias alimentarias novedosas, diferentes al manejo tradicional basado en cambios terapéuticos de
estilo de vida, debido a las fallas o a la falta de resultados esperados por los pacientes. Sin embargo,
el apego a la dieta, sea cual sea, es lo que determina el éxito del manejo nutricio; resalta también
la importancia de crear estrategias que permitan apoyar al paciente en el manejo de su plan de
alimentación. Estos aspectos fueron evidenciados por Makris y Foster, al determinar que práctica-
mente todas las dietas mostraban efectividad en distintos parámetros, pero sólo si el sujeto se
apegaba a ellas durante el tiempo requerido, es decir, la efectividad dependía del apego del sujeto
a una dieta, más que del tipo de dieta en sí.30
En los estudios emprendidos por Wing y Phelan2 y por Burke y colaboradores9 se encontró que
de 30 a 50% de los pacientes valorados prefería llevar una dieta “modificada por ellos mismos”,
pero bajo la supervisión y control del nutriólogo, lo cual refuerza el principio de que las recomen-
daciones alimentarias que permiten mayor apego al tratamiento, tanto en tiempo como en tipo de
alimentos, deben definirlas conjuntamente el nutriólogo y el paciente.
Es irrefutable que los cambios en la dieta inducen la pérdida de peso en corto plazo; asimismo,
se ha demostrado en innumerables estudios que más que la proporción de nutrimentos, la reduc-
ción energética es lo que permite la pérdida de peso en el individuo con obesidad. No obstante, es
común que los pacientes apliquen dietas muy drásticas (muy bajas en contenido energético, menos
de 800 kilocalorías diarias) con el fin de bajar de peso rápidamente, pero se ha comprobado que
este tipo de dietas provoca compulsión.10
Cuadro 10-1 Definición del peso corporal deseado según las expectativas de pacientes obesos. Propuesta
de Foster y colaboradores12
Kilogramos de pérdida de peso
Identificación del objetivo Descripción
que representan
Peso soñado “El peso que siempre quise tener” 38 kg
Peso feliz “Me haría feliz tener este peso” 31 kg
Peso aceptable “Lo aceptaría, a pesar de que no me haga feliz” 25 kg
Peso inaceptable “No considero que sea un logro” 17 kg
(como mínimo); la correlación con edad determinó que los objetivos de las mujeres de mayor edad
eran más realistas. En cuanto a los hábitos de consumo de alimentos, se encontró que cuando las
expectativas de pérdida de peso eran más elevadas, ciertas características de la persona la hacían
sentirse fuera de control al consumir ciertos alimentos.
Lo anterior parece apuntar a que las expectativas del profesional de la salud, en cuanto a la
disminución del peso corporal (5 a 10% respecto del inicial) en el contexto de mejorar el perfil del
estado de salud y bienestar del individuo, están totalmente fuera del contexto de las expectativas
de los pacientes.
Cuadro 10-3 Guía para aplicar las etapas de cambio al manejo de la dieta24
Estrategias para pasar Aspectos que NO se deben
Etapa de cambio Aspectos que SÍ se deben manejar
a la siguiente etapa manejar
Precontempla- Incrementar – Proporcionar información perso- – No suponer que el
ción la información y nalizada. paciente conoce la
Objetivo: ayudar lograr la aceptación – Permitir que el paciente exprese información o que al
a reflexionar so- emocional. sus emociones sobre su enfer- enterarse de inmediato
bre el problema. medad y los cambios que tiene va a cambiar su dieta.
que hacer en su dieta. – No ignorar los sentimien-
tos del paciente respecto
de modificar su dieta.
(Continúa)
(Continuación)
Es importante reconocer que los cambios esperados para que el individuo modifique su dieta
se deben a un equilibrio en sus decisiones, determinadas por los pros y contras de los cambios, esto
es, sus ventajas y desventajas; cuando un paciente pasa de una etapa a otra es porque las ventajas
del cambio superan a las desventajas.26
Por último, se establece que la educación terapéutica y el manejo a través de la atención centrada
en el paciente, siendo éste el actor principal de su propia dieta, le permitirá cambiar tanto su peso
corporal como su calidad de vida. Es la mejor forma de abordarlo y de que logre los objetivos tanto
de corto como de largo plazo, de ahí que: “la mejor dieta es aquella que el paciente puede seguir
durante largo tiempo, que le ayude a controlar su peso corporal y, por ende, a mejorar su perfil
general de salud”.10,27-29
consiste en registrar consumo de alimentos, actividad física y peso corporal, con el fin de que el
sujeto sea consciente de sus hábitos. Estas estrategias de modificación de conductas se sustentan
ampliamente en la teoría de autorregulación, según la cual, para lograr un cambio de conducta, el
sujeto debe estar plenamente consciente de sus hábitos, así como de las condiciones en que ocurre
el cambio.31,32 Lora, Wang y Sevick33 hicieron una revisión sistemática de la literatura publicada
entre 1989 y 2009 con el fin de determinar la efectividad del mencionado automonitoreo y encon-
traron que los sujetos que lo hacían en forma continua, la pérdida de peso era mayor y mantenían
la pérdida por más tiempo, a diferencia de los que eran menos constantes (resultados de consisten-
cia y significancia estadística). También encontraron que los hombres tienen mayor apego a los
cambios que las mujeres y que el apoyo de sus allegados incrementa el apoyo.
Habitualmente estos reportes de automonitoreo se hacen “en papel”, es decir, que el paciente
anota en un libro u hojas de registro los datos y los presenta al nutriólogo en su consulta de segui-
miento para retroalimentación. Sin embargo, recurriendo a la tecnología actual, se ha propuesto
que estos reportes se envíen por internet y se les dé respuesta inmediata por correo electrónico
para apoyar a los pacientes en el momento necesario. Burke y colaboradores llevaron a cabo un
estudio aleatorio para determinar la eficacia de dichas estrategias respecto del apego de los pacien-
tes al programa de control de peso corporal y encontraron que cuando había retroalimentación
diaria por correo electrónico, la pérdida de peso era significativamente mayor.34 Los elementos
anteriores ponen de manifiesto que el manejo con autorreportes incrementa el apego de los suje-
tos al programa de control de peso corporal, y cuando reciben retroalimentación inmediata el
resultado es mucho mejor, aunque no se garantiza el apego del paciente al tratamiento.35
Por otra parte, buscando estrategias para mejorar el apego, aplicables a la práctica clínica coti-
diana del nutriólogo, Delahanty36 hace una interesante propuesta tomando como base los estudios
controlados Diabetes Control and Complications Trial, Diabetes Prevention Program and Look
AHEAD (Action for Health in Diabetes), tres proyectos dirigidos por los Institutos Nacionales de
Salud de Estados Unidos que se caracterizan por su excelente adherencia, con retención del 90%.
Por tanto, en su revisión, la autora destaca las actividades y actitudes de los nutriólogos en la con-
ducción de estos estudios y que determinan el éxito de los mismos; estos elementos se relacionan
en el cuadro 10-4.
Cuadro 10-4 Elementos que deben aplicar los nutriólogos en estudios controlados y que mejoran el apego
del paciente36
Actividades y elementos que el nutriólogo maneja en la Elementos específicos
atención de los pacientes
Establecer una buena relación con el paciente basa- • Escuchar con atención al paciente
da en la confianza
En la consulta inicial, discutir y explicar al paciente • Establecer el número de visitas recomendadas, así
lo que puede esperar, y lo que no, de la atención como la periodicidad y duración de las mismas
nutricia. Si de entrada no se especifican estos • Determinar las “tareas” del paciente entre visitas
aspectos, el sujeto podría considerar que la visita (automonitoreo)
inicial es suficiente
Acordar con el paciente los objetivos y metas, que • Determinar pérdida de peso
deben coincidir con las expectativas del sujeto. Si no • En caso necesario, delimitar objetivos de variables
son realistas y no se establecen conjuntamente con biológicas (p. ej., concentraciones de glucosa, de
él, se sentirá frustrado y abandonará el tratamiento colesterol, etcétera.)
(Continúa)
(Continuación)
Finalmente, en el cuadro 10-5 se recapitulan algunas de las estrategias propuestas para apoyar
al paciente a lograr el apego en el manejo de su plan alimentario.
(Continuación)
11. Después de los primeros seis meses de tratamiento nutricio, continuar con las sesiones de seguimien-
to (sesiones de mantenimiento); se ha demostrado que ofrecen apoyo y motivación para que los
pacientes continúen con los cambios en su dieta habitual.
12. Informar a los pacientes de que a pesar de que recuperen el peso perdido, los cambios en sus hábitos
alimentarios les permitirán mejorar su estado general de salud.
13. Enseñar a los pacientes a llenar los registros de alimentos y de actividad física, así como a vigilar su
peso corporal por lo menos una vez por semana.
14. Mantener contacto mensual con los pacientes que están en etapa de mantenimiento a través de correo
electrónico, llamadas telefónicas o por correo convencional; enviar mensajes y materiales impresos.
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Contenido
Capítulo 11
Recomendaciones sobre actividad física
Carmen Masliah Medina
Capítulo 12
Consideraciones nutricias en el tratamiento de la obesidad por cirugía
bariátrica
Claudia Chávez Murguía
Fabiola Navarro Sánchez
María Isabel Gómez Simón
Capítulo 13
Adaptación del manejo nutricio en la mujer embarazada con sobrepeso
y obesidad
Otilia Perichart Perera
Capítulo 14
Estrategias psicológicas de apoyo para el tratamiento nutricio
del paciente con obesidad
Antonio Tena Suck
anexo
Historia clínico nutriológica para el paciente con obesidad
Claudia Chávez Murguía
Introducción
Aunque la etiología de la obesidad todavía no se conoce a fondo, en general se ha acordado que es
resultado de un desequilibrio crónico entre la ingestión y el gasto energético. En la ecuación de la
balanza de energía, la ingestión y el gasto energético deben estar en equilibrio, de lo contrario, se
produce aumento o pérdida de peso. El equilibrio energético se compone de la ingestión de ali-
mentos (en la cual suelen influir factores psicológicos, emocionales, culturales, económicos y
religiosos) y el gasto energético (que incluye gasto energético basal, efecto termogénico de los
alimentos y actividad física). Se ha sugerido que ciertos factores sociales y ambientales, como servir
porciones de alimentos muy grandes o la disponibilidad de alimentos de bajo costo con alta den-
sidad energética, aunados a una mayor dependencia de la tecnología, han dado como resultado
una presión constante hacia un equilibrio energético positivo que fomenta la ingestión de alimen-
tos y desalienta la actividad física.1
Se puede inducir el equilibrio energético negativo (predominio del gasto sobre la ingestión
de energía), con la consiguiente pérdida ponderal, restringiendo la ingestión e incrementando el
gasto energético a través de la actividad física. Para lograr una pérdida ponderal de 500 g a 1 kg a
la semana, se requiere de un déficit energético de 500 a 1 000 kcal/día, respectivamente; lograr un
déficit de esa magnitud únicamente con actividad física es muy difícil para la mayoría de las per-
sonas.2,3
Saber qué lado de la ecuación de la balanza de energía es la causa de la creciente prevalencia de
la obesidad es complicado, dada la falta de información fiable sobre las tendencias nacionales
de consumo y gasto energético. Sin embargo, la disminución de la actividad física y, posiblemente,
el mayor consumo energético, parecen influir en dicho fenómeno. Cada año un mayor número de
personas afirma “estar a dieta”, pero la prevalencia de la obesidad aumenta progresivamente, situación
que pone de relieve la gran influencia del sedentarismo en el peso, así como la ineficacia de la dieta
por sí sola para mantener la pérdida de peso.1
El tratamiento que combina restricción energética con actividad física representa la estrategia
terapéutica más efectiva para inducir la pérdida de peso, si bien hay discrepancias respecto de la
efectividad de la actividad física como estrategia aislada. Parte de las pruebas científicas sugiere que
el ejercicio por sí solo no suele dar lugar a pérdidas de peso similares a las obtenidas con restricción
dietética únicamente, tal vez porque aumenta la ingestión de alimentos al incrementarse el gasto
energético o porque no se llega a los niveles adecuados de gasto energético a través de la actividad
155
física, probablemente porque los individuos obesos tienen baja capacidad cardiorrespiratoria que
limita su potencial.
Por otra parte, ciertas evidencias científicas sugieren que cuando el déficit energético se mantiene
constante y se controlan otros factores que suelen incidir en el equilibrio energético, el ejercicio
puede inducir pérdidas de peso significativas. En cuanto al efecto de la actividad física en el peso
corporal, es importante considerar también la posibilidad de que ciertos individuos “respondan o
no respondan” a una misma intervención de esta naturaleza, fenómeno que, a su vez, apunta a que
dicho efecto pudiera depender de aspectos genéticos. Igualmente, la efectividad de la actividad
física como herramienta para controlar el peso podría ser influida por el género, y hay estudios en
que se sugiere que el ejercicio produce mayor pérdida de peso en varones que en mujeres. Estos
factores deben ser tomados en consideración al valorar la efectividad de la actividad física en el
control del peso corporal.1,4
nución del riesgo se relacionaba con la pérdida de peso per se o con la actividad física.7 Gran parte
de las investigaciones sobre cómo la actividad y el acondicionamiento físicos mejoran la salud se
han relacionado con las enfermedades cardiovasculares; también se han valorado los mecanismos
primarios de la disminución del riesgo y la gravedad de estados de enfermedad individuales. De
hecho, a pesar de que las adaptaciones resultan de beneficio general para múltiples estados
de enfermedad, el ejercicio también resulta en adaptaciones específicas que inciden en el estado de
salud individual. Por ejemplo, en la diabetes mellitus tipo 2, las adaptaciones que afectan la
homeostasis de la glucosa son de gran importancia. Como resultado del ejercicio regular se produce
una serie de cambios (independientes del IMC) que incluyen aumento de la enzima glucógeno
sintasa y de la actividad de la enzima hexoquinasa, de la proteína GLUT-4 y de la expresión del
ARNm, además del mejoramiento de la densidad capilar muscular (que resulta en mayor aporte de
glucosa al músculo).5 La mayoría de los mecanismos propuestos se han analizado en el contexto
de las adaptaciones de largo plazo derivadas de la práctica del ejercicio regular, sin embargo,
recientemente los investigadores se han enfocado en la importancia de los cambios inmediatos
en los factores de riesgo de las enfermedades crónicas. El ejercicio intenso y dinámico puede dar
lugar a cambios transitorios, por ejemplo, disminución de los niveles de triglicéridos y aumento de
los de HDLc; disminución en la presión arterial y de la resistencia a la insulina, y mejoramiento
en el control de la glucosa. Estos cambios apuntan a la importancia de las sesiones de ejercicio
individual en el estado de salud.5
Aunado a los beneficios mencionados, uno de los elementos fundamentales de incluir la acti-
vidad física en el manejo del paciente con sobrepeso u obesidad, por demás demostrado, es que el
incremento de la actividad física es la mejor forma de mantener la pérdida de peso durante varios
años.6 El ejercicio regular también se asocia con mayor bienestar psicológico derivado de menor
estrés, ansiedad y depresión. El bienestar psicológico es particularmente importante en la prevención
y manejo de las enfermedades cardiovasculares, pero también tiene implicaciones importantes
en la prevención y el manejo de otras enfermedades crónicas, como diabetes mellitus, osteoporosis,
hipertensión arterial y algunos tipos de cáncer.5 En resumen, hay pruebas irrefutables de que la
práctica de ejercicio regular contribuye a prevenir varias enfermedades crónicas y se asocia con un
menor riesgo de muerte prematura. Parece haber una relación lineal entre la cantidad de ejercicio
y el estado de salud, de tal forma que los individuos más activos físicamente presentan el riesgo
más bajo, pero los mayores beneficios en el estado de salud se observan cuando los más sedentarios
inician un programa de actividad física. En el cuadro 11-1 se enlistan los beneficios de la práctica
de ejercicio regular.5
Para lograr los beneficios mencionados, resulta indispensable comprender las diferencias entre
actividad física, ejercicio y deporte, pues el impacto en la salud individual depende del tipo
de actividad.
• Actividad física: cualquier movimiento corporal producido por los músculos esqueléticos
que resulta en gasto energético. En la vida diaria puede catalogarse como ocupacional, prác-
tica de deportes, tareas caseras y otras actividades.
• Ejercicio físico: subgrupo en que la actividad física es planificada, estructurada y repetitiva,
y tiene como objetivo final e intermedio mejorar o mantener la forma física. Incrementa la
capacidad funcional del organismo.
• Deporte: ejercicio físico con ciertas reglas que se realiza de manera sistemática y se encamina
a un objetivo, la competencia.
Otros beneficios
Actividad física
Entendiendo que representa cualquier movimiento corporal producido por la contracción de los
músculos y que aumenta el gasto energético por encima del basal, se reconocen dos tipos, la de
base y la benéfica para la salud.
• Actividad de base: actividades de la vida cotidiana, como estar de pie, caminar lentamente
o levantar objetos ligeros; varía según las personas; si es lo único que hace una persona, se le
considera inactiva, a pesar de ocasionales episodios breves de actividad de intensidad
de moderada a vigorosa, como subir por la escalera algunos pisos; pero dichos episodios no
son de suficiente duración.3
• Actividad física benéfica para la salud: sumada a la actividad de base, produce beneficios para
la salud. Con el término “ejercicio” se hace referencia a este tipo de actividad, por ejemplo,
caminar a paso acelerado, saltar la cuerda, bailar, levantar pesas y hacer yoga.3
Normalmente, las actividades de base como las labores profesionales y domésticas, y muchas
de las tareas diarias, se realizan de la manera más eficiente posible, es decir, sin casi tomar en cuenta
el acondicionamiento físico y frecuentemente estructuradas de modo de ahorrar energía. Sin
embargo, un trabajador puede planificar y estructurar el desempeño de algunas labores de manera
menos eficiente para desarrollar fuerza muscular o incrementar el gasto energético. Del mismo
modo, se puede planificar y estructurar el desempeño de las labores domésticas u otras tareas
profesionales con la intención de generar esfuerzo, no de ahorrarlo.9 A pesar de que no hay prue-
bas de que incrementar la actividad de base beneficie la salud, el esfuerzo por fomentarla es justi-
ficable: algo de actividad siempre es mejor que nada.3 Por otra parte, el ejercicio constituye una
subcategoría de la actividad física, pero planeada, estructurada, repetitiva y con un propósito con
el fin de mejorar o mantener uno o más de los componentes del estado físico, de modo que debe
adaptarse a las características del individuo, es decir, a sus necesidades y su capacidad.8 En el
cuadro 11-2 se presentan las diferencias sustanciales entre estos dos conceptos, que desde la pers-
pectiva de la energía se ilustran con la fórmula siguiente, en la cual se relaciona el gasto energético
de la actividad de base con la actividad física benéfica para la salud:9
kcalactividad física intencional + kcalactividad física no intencional = kcaltotales de la actividad física diaria
El gasto energético (kcal) varía continua- El gasto energético (Kcal) varía continua-
mente de menor a mayor mente de menor a mayor
Por otra parte, el nivel de actividad física se puede dividir en cuatro categorías (cuadro 11-3),
inactivo, bajo, medio y alto, clasificación que informa acerca de cómo la cantidad de actividad
física se relaciona con los beneficios para la salud, es decir, los niveles bajos de actividad física
proporcionan ciertos beneficios, los medios, beneficios importantes, y los altos, grandes beneficios.3
Bajo Actividad adicional a la actividad de base, pero menos de 150 min (2 h 30 min) de intensidad
moderada a la semana, o equivalente (75 min) de actividad física vigorosa
Medio Actividad que va de 150 a 300 min (5 h) a la semana de intensidad moderada, o (75 a 150 min
de actividad física de vigorosa a la semana)
Alto Actividad superior al equivalente de 300 min de actividad física de intensidad moderada a la
semana
La escala de Pollock y Wilmore (cuadro 11-5) puede utilizarse para determinar la intensidad
absoluta del ejercicio. Dicha escala utiliza la fórmula de Miller para individuos obesos (200 latidos
− 0.5 × edad).10
SÍ NO • ¿Su médico le ha dicho alguna vez que tiene problemas del corazón y que
sólo debe hacer actividad física recomendada por un médico?
fin de garantizar que sea provechoso de aumentar el apego al plan de ejercicios y de minimizar
el riesgo de lesiones o fatiga excesiva.10 Durante la etapa inicial es necesario realizar por lo menos
150 min (2 h 30 min) semanales de ejercicio aeróbico de intensidad moderada o 75 minutos
(1 h 15 min) semanales de ejercicio aeróbico de intensidad vigorosa, o una combinación equivalente
de ejercicio aeróbico de intensidad de moderada a vigorosa.3
Para obtener beneficios adicionales de salud, es recomendable aumentar la duración del ejer-
cicio de tipo aeróbico de intensidad moderada a 300 min (5 h) semanales o 150 min semanales de
ejercicio aeróbico de intensidad vigorosa, o una combinación equivalente de ejercicio aeróbico
de intensidad de moderada a vigorosa.3 Esta recomendación de incrementar la duración del ejer-
cicio de 150 a 300 min a la semana o de inducir a través del ejercicio un gasto energético mayor
de 2 000 kcal a la semana se basa en evidencias científicas.12 Los beneficios siguen aumentando
conforme aumenta la actividad física al equivalente de 300 min (5 h) semanales de intensidad
moderada. Por ejemplo, en una persona que realiza 420 min (7 h) semanales de ejercicio, el riesgo
de muerte prematura es aún menor que para quien dedica al ejercicio de 150 a 300 min semanales.12
A la fecha, la ciencia no ha identificado un límite superior de actividad física total por encima del
cual no haya beneficios adicionales para la salud. De preferencia, se debe practicar ejercicio de tipo
aeróbico toda la semana.
En ciertos estudios se observa que el ejercicio realizado por lo menos durante tres días de la
semana produce beneficios en la salud, y repartirlo en cuando menos tres días, puede ayudar a
reducir el riesgo de lesiones y evitar fatigarse en exceso. Tanto el ejercicio de intensidad moderada
como el vigoroso, deben realizarse en episodios de cuando menos 10 min, lo cual demostradamente
mejora la condición física cardiovascular, además de reducir algunos factores de riesgo de enfer-
medad coronaria y diabetes mellitus tipo 2.3
Para lograr la estructuración del programa de ejercicio del paciente obeso, y por ende lograr
beneficios para su salud, el programa debe implementarse en tres etapas:
1. La etapa inicial comprende un periodo de cuatro semanas de actividad física de baja intensidad
(55 a 65% de la FC máxima), tres veces a la semana, p. ej., pedaleo en bicicleta estática; es una
actividad que demanda escaso gasto energético, pero al mismo tiempo proporciona beneficios
cardiovasculares y circulatorios. Se sugiere iniciar con una fase de calentamiento de 5 min a una
FC de 100 latidos/min. En la fase aeróbica de la rutina se debe alcanzar una FC aproximada de
110 a 120 latidos/min; para finalizar, la fase de recuperación o enfriamiento dura 5 min, a una
FC de 100 a 110 latidos/min. El gasto energético será de aproximadamente 200 kcal por sesión.
2. La segunda etapa comprende un periodo de 12 a 14 semanas de actividad física de baja a
moderada intensidad (70 a 80% de la FC máxima), de tres a cinco veces a la semana. Un
ejemplo de actividad física para esta etapa es caminar, actividad rítmica que tiene la ventaja de
ser progresiva en términos de velocidad; a mayor velocidad, mayor el gasto energético y mayo-
res los beneficios para la salud. Se sugiere iniciar con una fase de calentamiento, caminando
durante cinco minutos a una FC de 110 latidos/min. La fase aeróbica del ejercicio empieza
con 15 min a una FC de 120 a 130 latidos/min. Se sugiere incrementar la duración de la
actividad gradualmente hasta completar un entrenamiento de 25 min. La fase de recuperación
o enfriamiento comprenderá un periodo de 5 min a una FC de 100 latidos/min.
3. La tercera etapa es una etapa de mantenimiento, en la cual el ejercicio es de intensidad mode-
rada y sostenido. Estas etapas se describen en el cuadro 11-9.
cuerpo y reducir el dolor muscular posterior al ejercicio. La fase de calentamiento es una fase de
transición que permite al cuerpo adaptarse a las demandas fisiológicas de la fase de acondicionamien-
to de la sesión de ejercicio.8
El enfriamiento posterior al ejercicio permite el descenso gradual del ritmo cardiaco hasta que
se normaliza sin cambios bruscos y de manera progresiva. Su duración dependerá de la duración
de la sesión, aunque se recomienda un mínimo de 5 a 10 min; los ejercicios pueden ser similares
a los de la fase de calentamiento.3,10
Si las actividades de calentamiento y enfriamiento son de intensidad moderada, el tiempo que
se les dedica puede contar como parte del programa total de ejercicio; por ejemplo, caminar a paso
lento como ejercicio de calentamiento antes de trotar o cargar peso ligero como calentamiento en
un programa de entrenamiento de fuerza muscular.3
El principio FITT (frecuencia, intensidad, tiempo y tipo) es una de las estrategias más utilizadas
y recomendadas para los sujetos con sobrepeso y obesidad, y coincide con las recomendaciones de
ejercicio aeróbico, resistencia y flexibilidad para adultos sanos.
Del mismo modo, la dosis mínima de ejercicio para mejorar la salud y la condición física concuerda
con la recomendación de 150 min a la semana o 30 min de ejercicio la mayoría de los días de la semana.
Sus principios son los siguientes:
tiempo: se recomienda de 30 a 60 min diarios de ejercicio físico, para lograr un total de 150
min a la semana, avanzar a un total de 300 min a la semana de ejercicio de intensidad moderada
o 150 de ejercicio vigoroso, o bien, una combinación de ejercicio moderado y vigoroso. Se
puede hacer ejercicio intermitente de cuando menos 10 min de duración, ya que la acumulación
del ejercicio intermitente se considera como una alternativa efectiva al ejercicio continuo.
tipo: el modo principal debe ser el ejercicio de tipo aeróbico que involucre los principales
grupos musculares. Como parte de un programa equilibrado de actividad física, se deben incor-
porar ejercicios de resistencia.8 Resulta importante que para la determinación del tipo de ejerci-
cio se consideren las preferencias del interesado, para favorecer el apego.
Para elegir el tipo de actividad física se toman en cuenta tres grupos de actividades específicas:
a) actividades de intensidad constante que varían según el individuo y de gasto energético relati-
vamente bajo, como caminar, correr a ritmo lento o moderado, pedalear (especialmente en cinta
rodante o cicloergómetro); b) actividades que pueden mantenerse a intensidad constante, pero con
variabilidad interindividual en cuanto a gasto energético elevado, el cual depende de la habilidad
del sujeto, como la natación o correr a ritmo veloz, y c) actividades en que tanto la intensidad como
la variabilidad interindividual del gasto energético son elevados y muy diversos, como en los
deportes de raqueta o de equipo, por ejemplo, futbol y baloncesto.
De las tres, se prefiere el manejo del ejercicio de los grupos uno y dos. Además, Pollock y Wil-
more analizan las actividades aeróbicas en función del impacto en las articulaciones, aspecto por
demás importante en el paciente con sobrepeso y obesidad (cuadro 11-10).11
Instrucciones: marque el número debajo de la letra que corresponda a la alternativa que mejor describa
qué tan característico es el enunciado cuando se aplica a usted. Las alternativas son:
A: “Extremadamente” poco característico de mi persona
B: “Algo” poco característico de mi persona
C: Ni característico, ni no característico de mi persona
D: “Algo” característico de mi persona
E: “Extremadamente” característico de mi persona
A B C D E
5 4 3 2 1 1. Me desanimo fácilmente
5 4 3 2 1 2. No trabajo más duro de lo necesario
1 2 3 4 5 3. Rara vez o nunca me decepciono a mí mismo
5 4 3 2 1 4. No soy del tipo de personas que se fijan metas
1 2 3 4 5 5. Soy bueno para mantener las promesas, especialmente
las que me hago a mí mismo
5 4 3 2 1 6. No soy muy estructurado con mis actividades
1 2 3 4 5 7. Tengo una personalidad dinámica y agresiva
Puntaje: sumar los siete números que marcó. Una puntuación menor o igual a 24, sugiere un com-
portamiento propenso a la deserción. Cuanto menor sea la puntuación, mayor será la probabilidad de
incumplimiento respecto del ejercicio. Si la puntuación sugiere propensión a la deserción, deberá ser visto
como un incentivo para que continúe permaneciendo activo, y no como una profecía autocumplida para
abandonar el ejercicio.
a una reducción inicial de 5 a 10% del peso corporal. Sin embargo, el ejercicio parece tener escasas
repercusiones en la magnitud de la pérdida de peso observada a través de intervenciones iniciales
de seis meses de duración respecto de la reducción del consumo de energía, por tanto, es necesario
combinar una reducción modesta en el consumo de energía con niveles adecuados de actividad
física para maximizar la pérdida de peso en personas obesas. A pesar de que el impacto del ejercicio
sobre la pérdida de peso durante seis meses de tratamiento parece ser mínima, su práctica se con-
sidera importante ya que se ha evidenciado que ayuda a mantener el peso el peso perdido en ese
periodo.8
La recomendación general al respecto, son cuando menos 30 min de ejercicio de intensidad
moderada la mayor parte de los días de la semana. Esta recomendación se traduce en 150 min
de ejercicio a la semana (5 días/semana, 30 min/día), y se basa principalmente en los efectos del
ejercicio en las enfermedades cardiovasculares y en otras enfermedades crónicas como la diabetes
mellitus tipo 2. Sin embargo, la revisión de las pruebas científicas sugiere que niveles de ejercicio
superiores al mínimo recomendado pueden ser de importancia para mantener el peso perdido a
largo plazo.
Por ello, las siguientes consideraciones deben tomarse en cuenta:12
• Los adultos obesos pueden beneficiarse incrementando el ejercicio a aproximadamente 250
a 300 min a la semana, o 50 a 60 min, 5 días a la semana; este nivel de actividad física
parece incidir positivamente en la pérdida de peso a largo plazo. En algunos casos, para
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12. la Forge R. American College of Sports Medicine. Position stand on weight loss. Research, Apr 2002.
La obesidad se presenta cuando el individuo gasta menos energía de la que ingiere durante un
periodo prolongado (figura 12-1). En 95% de los casos, la etiología de la obesidad es un estilo de
vida incorrecto, y sólo el 5% restante se debe a mutaciones, síndromes hereditarios, fármacos
o trastornos endocrinos;1 por eso el tratamiento de la obesidad se enfoca en proporcionar al indi-
viduo herramientas que le ayuden a cambiar sus hábitos y su estilo de vida. Sin embargo, se ha
demostrado que, a largo plazo, los tratamientos que incluyen manejo dietético, farmacológico y
psicológico sólo dan lugar a pérdidas de peso moderadas, es decir, entre 3 y 5 kg, según el metaaná-
lisis de Rucker y colaboradores, así como otros estudios.2-5 De hecho, la Asociación Americana de
Dietética (ADA, por sus siglas en inglés, hoy Academy of Nutrition and Dietetics) menciona en
su postura sobre manejo de peso (2009) que el método más eficaz es la cirugía bariátrica, ya que
modifica la estructura y fisiología del tubo digestivo y disminuye la ingestión energética a largo
plazo, como se ha demostrado en diversos estudios (figura 12-1).6-8 Las diferentes técnicas quirúr-
gicas resultan en diversas pérdidas de peso, pero, en general, el paciente no pierde todo el exceso
de peso. Buchwald y colaboradores9 analizaron en un metaanálisis 136 estudios, para un total de
22 094 pacientes quirúrgicos, e informaron de que si bien el exceso de peso perdido después de la
cirugía fue de 47 a 70%, esta pérdida era suficiente para la remisión total de 61.7% de los casos
de hipertensión arterial, 76.8% de los de DM2 y 85.7% de los de apnea del sueño. De hecho, la
Federación Internacional de Diabetes (IDF, por sus siglas en inglés) publicó en 2011 que la cirugía
bariátrica debe incluirse en el algoritmo de tratamiento de los pacientes diabéticos obesos.10 La
ADA, la Sociedad Americana de Cirugía Bariátrica y Metabólica (ASMBS, por sus siglas en inglés),
la Asociación Americana de Endocrinólogos Clínicos (AACE, por sus siglas en inglés) y la Sociedad
de Endocrinología (ENDO) concuerdan en que para lograr resultados óptimos de pérdida de peso,
el paciente quirúrgico bariátrico requiere de manejo médico, psicológico y nutricio, además de que
debe comprometerse a modificar sus hábitos de alimentación y actividad física para evitar recupe-
rar el peso con el paso del tiempo.6,11-13 En Suecia, en un estudio prospectivo en que se
ha seguido durante más de 15 años a sujetos sometidos a cirugía para la obesidad (población
inicial: 2 010 pacientes), se ha observado que recuperan parcialmente el peso perdido entre uno y
172
dos años después de la operación,7 fenómeno que puede minimizarse modificando hábitos y estilo
de vida.6,14-15 Lo anterior reafirma que la obesidad es una enfermedad crónica y recidivante que
requiere de seguimiento profesional de por vida.
Largo plazo
Cirugía
bariátrica
a) Banda gástrica (figura 12-2). El mecanismo es una banda de silicón inflable colocada en la parte
superior del estómago, de manera de crear un reservorio gástrico. Esta banda se conecta a un
puerto adherido al tejido subcutáneo de la pared abdominal que permite ajustar la banda
posteriormente. La personalización de la banda depende del ritmo de pérdida de peso, el
apetito, la sensación de saciedad y de síntomas como disfagia o regurgitación y resulta una
ventaja respecto de los otros procedimientos. Las complicaciones más comunes son perforación
del esófago o el estómago, laceración esplénica, erosión gástrica, dilatación del reservorio,
prolapso gástrico, oclusión del estoma, infección del puerto y hemorragias.18,20,21
d) Derivación biliopancreática (figura 12-5). En este procedimiento se reseca gran parte del estó-
mago para crear un reservorio gástrico de menor volumen (gastrectomía vertical en manga de
150 a 200 ml), el cual posteriormente se conecta a los últimos 50 cm del intestino delgado.
Con este procedimiento se obtienen los mejores resultados en cuanto a pérdida de peso de
largo plazo, aunque las complicaciones que conlleva son mayores, de modo que es poco común.
Las complicaciones que aparecen con más regularidad son desnutrición energético-proteica,
enfermedad ósea, anemia, halitosis, diarrea, heces fétidas, flatulencia excesiva con mal olor,
debilidad muscular y hemorragias.19,25
Como ya se mencionó, todos los procedimientos implican un riesgo de deficiencias nutrimen-
tales de las cuales se hablará después.
Es importante considerar que cuando la pérdida de peso es considerable, suele aumentar la
probabilidad de formación de cálculos biliares secundaria a la movilización de grasa y colesterol,
así como a la menor secreción de ácidos biliares, dada la reducción de la cantidad de alimento en
el intestino.
En diferentes estudios se ha observado también que aumenta el riesgo de cálculos renales y de
vías urinarias por el consumo insuficiente de líquidos y calcio, frecuente en los pacientes quirúr-
gicos bariátricos, y por el cual aumenta la concentración de oxalato en la orina.26-28
• Sin riesgo quirúrgico alto o riesgo de problemas cardiopulmonares durante la anestesia; tam-
poco contraindicaciones como las que se resumen en el cuadro 12-1.
• Haberse sometido sin éxito a tratamientos para pérdida de peso supervisados, pero no qui-
rúrgicos.
• Obesidad por causas no endocrinas.
• Ausencia de abuso de alcohol o drogas legales e ilegales.
• Ausencia de enfermedad psiquiátrica descontrolada.
• Capacidad para comprender y estar informado de:
– riesgos, beneficios y limitaciones de la cirugía
– medidas de por vida para mantener un buen estado de salud
• Compromiso de cumplir con el seguimiento médico, nutricio y, de ser necesario, psicológico
después de la operación.
• Motivación y disposición para cambiar de hábitos y apegarse a las recomendaciones del
equipo de salud.
• No estar embarazada.
• En discusión: tener entre menos de 18 y más de 65 años de edad y haber perdido aproxima-
damente 10% del peso total antes de la cirugía.
(Continúa)
(Continuación)
Química sanguínea (glucosa en ayunas, perfil hepático y de lípidos), análisis de orina, tiempo de protrom-
bina (INR), tipo sanguíneo, cuenta total de células, perfil de hierro
Vitamina B1 (opcional), vitamina B12-ácido fólico (glóbulos rojos RBC folato, homocisteína, ácido metilma-
lónico) (opcional)
Vitaminas A y D (E y K opcional) (si el procedimiento será para malabsorción, hormona paratiroidea intacta
[iPTH])
Detección de infección por Helicobacter pylori (opcional) (si es positivo y hay síntomas gástricos se dará
tratamiento con antibióticos e inhibidores de bomba de protones)
Hormona estimulante para la tiroides (tirotropina) (opcional)
Testosterona total o disponible, sulfato dehidroepiandrosterona (DHEAS), ∆4-androstenediona (si se sospe-
cha de ovario poliquístico) (opcional)
(Continúa)
(Continuación)
Supresión de dexametasona, 24 h, cortisol urinario, 11 pm, prueba en suero o nivel de cortisol en saliva (si
se sospecha de síndrome de Cushing)
Valoración cardiovascular (radiografía de tórax, electrocardiografía y ecocardiografía si se conoce o sospe-
cha hipertensión pulmonar)
Valoración gastrointestinal (opcional de la vesícula biliar en personas asintomáticas o a reserva de lo que
diga el cirujano, endoscopia si hay malestar epigástrico)
Valoración de apnea del sueño en caso de sospecha; gasometría arterial si se sospecha de síndrome de
hipoventilación o en pacientes súper obesos
Consulta psicológico psiquiátrica
Tomado de: Aills L, Blankenship J, Buffington C, et al. American Society for Metabolic and Bariatric Surgery allied health nutritional
guidelines for the surgical weight loss patient. Surg Obes Related Di, 2008;4:S73-S108.
En cuanto al plan alimentario, se recomienda reducir el tamaño del hígado previo a la operación.
En Bélgica, Luyckx y colaboradores32 valoraron 528 biopsias hepáticas de pacientes obesos de
ambos sexos, 74% de los cuales presentaba anomalías en el contenido de grasa del hígado, siendo
la prevalencia de esteatosis mayor en hombres que en mujeres (91 respecto de 70%). Este padeci-
miento dificulta la operación, en especial cuando el lóbulo izquierdo del hígado es más grande de
lo normal por el exceso de grasa. Durante la cirugía, el crecimiento del hígado no permite visua-
lizar adecuadamente la parte superior del estómago ni el área gastroesofágica, además de que
aumenta la probabilidad de lesionar el hígado durante la intervención. Con una dieta baja en
hidratos de carbono (< 50 g al día) y consumo libre de energía se reduce el tamaño del hígado
debido a la disminución de glucógeno en un lapso de 4 a 6 semanas. Los alimentos de consu-
mo libre recomendados son verduras no feculentas, alimentos de origen animal de muy bajo o bajo
aporte de grasa, grasas insaturadas (aceites vegetales crudos y aguacate), bebidas con bajo aporte
de energía (agua, té, café, refrescos de dieta, gelatina de dieta, agua saborizada endulzada con edul-
colorantes no calóricos) y condimentos y hierbas con bajo aporte de energía.33-36 Kirk y colabora-
dores hicieron un metaanálisis de 13 estudios de sujetos con DM2 sometidos a dieta baja en
hidratos de carbono de menos de 120 días, los pacientes respondieron adecuadamente a este tipo
de dieta y mejoró su control glucémico y de triglicéridos.34 Las dietas muy bajas en energía (≤ 800
kcal/día) también favorecen la reducción del hígado.37
1. Dieta de líquidos 3 días Evitar bebidas gaseosas, azucara- Agua, gelatina sin azúcar, con-
claros das y con cafeína. somé desgrasado, té sin azúcar,
El consumo debe ser de 1.5 a 2 L jugo sin azúcar, nieves o paletas
por día. sin azúcar, bebidas para deportis-
Suplementar con multivitamínicos tas, etcétera.
masticables.
2. Dieta de líquidos Una El consumo debe ser de 1.5 a 2 L Yogurt descremado sin azúcar,
generales semana por día (50% líquidos claros y 50% flan sin azúcar, leche descremada
líquidos generales) o de soya sin azúcar, jocoque,
• ≤ 15 g de sacarosa por porción sopas en crema coladas, atoles
• ≤ 20 g de proteína por porción sin azúcar a base de harina de
arroz o fécula de maíz, comple-
Suplementar con multivitamínicos mentos proteicos en polvo.
masticables.
3. Dieta de papilla 2 Para el paciente con banda gástri- Queso cottage, atún en puré,
3.1 Molida o semanas ca; informar que es normal que jamón, pollo, carne de res, sal-
purés sienta hambre en esta fase. chicha molidos. Verduras y frutas
En el caso de manga gástrica, molidas, sopa de pasta remojada
bypass gástrico o derivación y molida, leguminosas molidas,
biliopancreática es normal que el comida comercial para lactantes,
paciente empiece por tolerar una aceite o aguacate en muy peque-
cucharada de papilla por comida. ñas cantidades.
3.2 Picado me- Ingerir de 4 a 6 comidas ricas en
diano proteína al día.
Consumir por lo menos 1.5 L de
líquidos claros.
Tomar los líquidos 30 min antes o
después de los alimentos.
Consumir primero los alimentos
fuente de proteína.
Suplementar con multivitamínicos
masticables.
4. Dieta suave Una Consumir por lo menos 1.5 L de Frutas y verduras peladas y, de
semana líquidos claros. ser necesario, cocidas. Algunos
Evitar alimentos con partes duras, alimentos, como carne de res
fibrosas y de difícil masticación. deshebrada, pueden causar
Licuar en la boca los alimentos an- disfagia.
tes de deglutirlos, especialmente
con la banda gástrica, para evitar
que la comida se atore en el
estoma.
Suplementar con multivitamínicos
masticables.
Más adelante, en la fase 2, con duración de una semana, el paciente ya consume líquidos ge-
nerales. El paciente obtendrá, además de electrólitos, proteínas y grasas por medio de alimentos
fáciles de deglutir y digerir. El consumo de líquidos debe ser de 1.5 a 2 L al día. Se incluyen
los líquidos de la fase anterior. Se proporcionarán suplementos con vitaminas y oligoelementos
masticables o inyectables.
En la fase 3 se incluyen alimentos sólidos cuya consistencia se modifica para hacerlos papilla;
también se incluyen alimentos de las dos fases anteriores. La duración de esta fase es de dos sema-
nas; en la primera se empieza con papillas molidas o purés para que al paciente se le facilite pasar
los alimentos sin necesidad de masticarlos. En la segunda semana, las papillas serán de picado
mediano para que la persona aprenda gradualmente a masticar de manera correcta y licuar los
alimentos en la boca antes de deglutirlos.
En la fase 4, la dieta es de consistencia suave. Se reintroducen alimentos sólidos de fácil mas-
ticación que el paciente pueda licuar perfectamente en la boca. Se debe evitar los alimentos con
partes duras, fibrosas y difíciles de masticar. Se incluye los alimentos de las tres fases anteriores.
Finalmente, se avanza a una dieta de consistencia normal. Se ofrecen tres comidas principales
y dos o más colaciones, dando siempre prioridad al consumo de proteínas para minimizar la
depleción muscular secundaria a la pérdida de peso. Es importante comer despacio y estar atento
a la sensación de saciedad. Se insiste en no consumir líquidos con los alimentos y esperar 30 min
después de comer para ingerirlos. Continúa la suplementación de vitaminas y oligoelementos; si
el paciente lo requiere puede recurrirse a proteína en polvo o complementos líquidos.
En el caso de la banda gástrica, estas fases se repiten cada vez que se ajusta aquélla.
El síndrome de Dumping se presenta sobre todo en pacientes con bypass gástrico cuando
ingieren alimentos con gran concentración de azúcares o grasas, como pasteles, galletas, helados,
malteadas, jugos, chocolates y otras golosinas. Los síntomas que experimentan son vértigo, palpi-
taciones, diaforesis, náusea, calambres abdominales, debilidad y diarrea. Este síndrome es resultado
de un vaciamiento gástrico acelerado que provoca hiperosmolaridad intestinal, por la cual aumenta
el influjo de líquido de los tejidos intersticiales al lumen del intestino y provoca la liberación de
los péptidos intestinales que causan los síntomas. El síndrome de Dumping puede manejarse con
las siguientes medidas: 1) consumir cantidades pequeñas de alimento; 2) ingerir líquidos 30 min
antes o después de los alimentos; 3) evitar el consumo de azúcares simples e incrementar el de
hidratos de carbono complejos, y 4) aumentar el consumo de fibra y proteína. Este síndrome suele
ser un efecto deseado en pacientes comedores de dulces, pero es importante mencionar que el
intestino se adaptará gradualmente hasta tolerar una mayor osmolaridad, de tal forma que no es
común varios años después de la cirugía.12,13,46
Antropometría
Los resultados de la pérdida de peso merced a la cirugía bariátrica suelen reportarse como porcen-
taje de exceso de peso perdido (%EPP). A partir de 2007, la Federación Internacional de Cirugía
para la Obesidad (IFSO, por sus siglas en inglés) recomendó usar el porcentaje de exceso de IMC
perdido (%EIMC).59 Las fórmulas para calcular los porcentajes son las siguientes:
Deitel y colaboradores explican que el peso ideal para un paciente sometido a cirugía bariátrica
es aquel que permite llegar a IMC = 25 kg/m2, y aunque un IMC = 25 kg/m2 se clasifique como
sobrepeso, se utiliza dicha cifra en vez de IMC = 24.9 kg/m2 porque al redondearlo se facilita el
cálculo. No se usan las tablas de referencia de peso teórico, como las de Metropolitan Life Insurance
Company, porque actualmente se considera que con un IMC < 25 kg/m2 disminuye el riesgo de
enfermedades relacionadas con la obesidad.59
El exceso de peso es la diferencia entre el peso previo a la cirugía y el peso ideal.59 Se dice que
la cirugía bariátrica ha sido exitosa a largo plazo cuando la pérdida de peso es igual o mayor al 50%
del exceso de peso perdido. La pérdida de peso máxima suele alcanzarse al año; después empieza a
recuperarse parcialmente, tal y como se muestra en un estudio que se llevó a cabo en Suecia, en
cuyo caso se llegó al máximo de peso perdido 1 a 2 años después de la cirugía.7 Se recomienda que
dicha recuperación del peso sea inferior a 80% de la pérdida total.11 El promedio de
%EPP para banda gástrica es de 40.7 a 54.2%; para bypass gástrico, 61.5 a 74.8%, y para deriva-
ción biliopancreática, 66.3 a 73.9%, según resulta en el metaanálisis de Buchwald y colaboradores,
de 2004, con 136 pacientes sometidos a cirugía bariatrica.9 Para manga gástrica, los resultados de
%EPP se limitan a 5 años, y fluctúan entre 33 y 85%, según una revisión de 36 artículos.22
Es importante comentar con el paciente los resultados de pérdida de peso de cada procedimiento,
pues en algunos casos las expectativas son poco realistas, y esto interfiere con el apego al tratamiento
nutricio y de actividad física, causa desilusión y predispone a trastornos de la conducta alimentaria,
si bien aún no se cuenta con estudios concluyentes de la influencia de las expectativas sobre la
pérdida de peso después de la cirugía bariátrica.60
Las otras mediciones de monitoreo de la composición corporal ya han sido descritas en capí-
tulos anteriores.
Para concluir, la cirugía bariátrica constituye una alternativa para pacientes con obesidad mór-
bida; sin embargo, se requiere control de por vida, igual que en el paciente obeso no sometido a
cirugía como opción de tratamiento. La obesidad representa una patología sólo controlable, no es
curable, y el manejo basado en los cambios del estilo de vida constituye la piedra angular del con-
trol. El manejo de la dieta del paciente en etapas posteriores deberá apegarse a los lineamientos
presentados antes.
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Durante los últimos años, en México y en muchos otros países la prevalencia de la obesidad ha
aumentado de manera importante, y entre 1988 y 2006 se duplicó1 en las mujeres mexicanas en
edad reproductiva, de tal forma que aumentó el número de las que inician un embarazo con esta
patología.
La obesidad en el embarazo aumenta el riesgo de hipertensión y diabetes gestacional y de
preeclampsia en la madre, además de que se asocia con una mayor frecuencia de intervención
cesárea y de las complicaciones relacionadas con los padecimientos anteriores. En el recién nacido,
la obesidad de la madre aumenta el riesgo de malformaciones congénitas, defectos del tubo neural,
muerte neonatal temprana, macrosomía (peso al nacer > 4 000 g), gran tamaño para la edad ges-
tacional (peso/edad > 90 percentil) y mayores reservas de grasa corporal.2,3
Durante el embarazo, el metabolismo experimenta adaptaciones importantes, al principio se
presenta un estado de adipogénesis, en tanto que, al final, aumenta la actividad lipolítica. Mientras
está en proceso se incrementa la resistencia a la insulina, disminuye la utilización de glucosa por
los tejidos de la madre y aumenta el flujo hacia el feto. La adiposidad materna afecta el desarrollo
desde la etapa embrionaria y hasta etapas posteriores. Las señales del ambiente materno de una
mujer con obesidad que influyen en el desarrollo fetal incluyen ajustes en la transferencia placen-
taria de nutrimentos (glucosa, ácidos grasos y aminoácidos), hormonas (insulina, leptina y adipo-
nectina) y posiblemente algunos marcadores de inflamación. Cuando estos parámetros metabólicos
alcanzan niveles anómalos se presentan diversos problemas perinatales (p. ej., diabetes gestacional,
preeclampsia). En las etapas tardías del embarazo, aumentan las demandas del feto que dan lugar
a ajustes metabólicos en la madre que incluyen un estado de resistencia a la insulina. Al aumen-
tar las reservas de grasa corporal, este ajuste metabólico se modifica y exacerba los cambios obser-
vados normalmente durante el embarazo.2 Un estado de hiperglucemia e hiperinsulinemia resulta
en una exposición excesiva del feto con el consiguiente aumento de tamaño, de adiposidad y de
las alteraciones metabólicas que se traducen en mayor riesgo de enfermedades como diabetes e
hipertensión.4
188
Evaluación nutricia
Para establecer el diagnóstico nutricio y el plan de atención individual respectivo, es necesario
valorar el estado de nutrición mediante indicadores antropométricos, bioquímicos, clínicos, die-
téticos y del estilo de vida. En el cuadro 13-1 se presentan las mediciones e indicadores cuya
valoración es prioritaria en la mujer embarazada con sobrepeso u obesidad.
(Continúa)
(Continuación)
Mediciones e indicadores
Clínicos Información sobre:
Síntomas gastrointestinales (náusea, vómito, diarrea, estreñimiento, acidez, etcétera.)
Edema
Antecedentes ginecoobstétricos (diabetes gestacional, preeclampsia, abortos, número de
embarazos, número de hijos, peso de los hijos)
Antecedentes familiares de obesidad y comorbilidades (hipertensión, resistencia a la
insulina, dislipidemia, apnea, osteoartritis, depresión, etcétera.)
Estado de salud actual (enfermedades diagnosticadas, comorbilidades relacionadas con
la obesidad)
Cifras de presión arterial
Medicamentos (nombre, dosis)
Suplementos o complementos (tipo, dosis)
Alergias o intolerancias alimentarias
Antecedentes de peso (aumento rápido o gradual, cambios recientes, duración de
obesidad)
Motivación para iniciar o continuar un tratamiento nutricio
Valoración de la etapa de cambio en que se encuentra la paciente (cuadros 13-4 y 13-5)
ACTIVIDAD FÍSICA Y EJERCICIO
Patrón de actividad física o ejercicio (tipo, frecuencia, duración)
Valoración de cambios recientes en patrón de actividad física
OTROS
Consumo de tabaco, drogas
Consumo de alcohol
Dietéticos CUANTIFICACIÓN DEL CONSUMO
Consumo de energía, macronutrimentos [hidratos de carbono (HCO), grasas, proteínas],
tipos de grasas (saturadas, monoinsaturadas, poliinsaturadas, trans), tipos de HCO
(fibra, azúcares añadidos), micronutrimentos (ácido fólico, hierro, calcio)
Instrumentos: recordatorio de 24 h de pasos múltiples o registro de alimentos (2 o 3 días)
o dieta habitual cuantitativa
RASGOS CUALITATIVOS DE LA DIETA
Consumo habitual de alimentos clave: lácteos descremados, frutas y verduras, refrescos y
bebidas azucaradas, comida rápida, azúcares añadidas, harinas refinadas
Instrumentos: dieta habitual cualitativa o frecuencia de consumo cualitativa
Antecedentes alimentarios: horario de comidas, número de comidas al día, colaciones,
comidas en casa/fuera, comidas en restaurantes, alimentos preferidos, alimentos que
no consume, preparación de alimentos, dietas anteriores, éxito en intentos de bajar de
peso, creencias sobre dietas exitosas, compulsión
Conductas alimentarias inapropiadas (p. ej., pica, compulsión, consumo nocturno,
aversiones)
Uno de los indicadores más útiles para evaluar el bienestar materno-fetal es el aumento de peso,
si bien no hay criterios universales de valoración y persiste la controversia sobre el que podría
considerarse como adecuado para el embarazo.10,11 Suele decirse que el aumento insuficiente de
peso se asocia con bajo peso al nacer y recién nacidos más pequeños para la edad gestacional, y el
excesivo, con recién nacidos grandes para la edad gestacional y macrosomía.12
El hecho es que en México no hay consenso en cuanto al aumento de peso en las mujeres
embarazadas obesas. La Norma Oficial Mexicana13 indica cumplir con los lineamientos del Instituto
de Medicina (IOM) de Estados Unidos.14 Estos lineamientos se actualizaron recientemente y esta-
blecen un rango de aumento de peso total y semanal (a partir del segundo y tercer trimestres del
embarazo) acorde con el índice de masa corporal (IMC) previo al embarazo, de tal forma que
el aumento de peso recomendable en caso de obesidad pregestacional difiere del de mujeres de peso
normal (cuadros 13-2 a 13-5).
Cuadro 13-2 Lineamientos de aumento de peso durante el embarazo con o sin obesidad previa al embarazo*
IMC pregestacional Ganancia total (kg) Ganancia semanal
(2o. y 3er. trimestres)
Peso bajo 12.5 a 18.0 0.51
(IMC < 18.5) (0.44 a 0.58)
Peso normal 11.5 a 16.0 0.42
(IMC = 18.5 a 24.9) (0.35 a 0.50)
Sobrepeso 7.0 a 11.5 0.28
(IMC 25 a 29.9) (0.23 a 0.33)
Obesidad 5.0 a 9.0 0.22
(IMC > 30) (0.17 a 0.27)
*Los cálculos suponen un aumento de entre 0.5 y 2.0 kg en el primer trimestre.
Cuadro 13-4 Valoración de las etapas de cambios en el estilo de vida de acuerdo con el modelo transteorético
Etapa Conducta Meta
Precontemplación No considera un cambio. Empezar a pensar en el cambio.
Contemplación Considera el cambio. Prepararse para cambiar.
Preparación Se prepara para el cambio (p. ej., lee sobre Empezar a actuar.
diferentes tratamientos dietéticos, pregunta sobre
gimnasios, etcétera.)
Acción Establece el cambio. Mantener el cambio.
(Continúa)
(Continuación)
Cuadro 13-5 Valoración breve de barreras y motivadores para iniciar un tratamiento para perder peso21
1. ¿Por qué empezar ahora? (motivación)
2. ¿Qué cambios se tienen que hacer? (costo)
3. ¿Qué cambiaría en caso de bajar de peso? (beneficio)
4. ¿Qué piensan los demás sobre su peso corporal? (apoyo social)
5. ¿Qué más está sucediendo en su vida en este momento? (estrés)
Algunos autores comentan que con estas recomendaciones no mejora el estado perinatal, sino
que puede aumentar el riesgo de consecuencias negativas tanto para la madre como para el feto.15
En otros estudios se ha encontrado que en el embarazo, el aumento de peso según los rangos
recomendados por el IOM se asocia con mejores resultados tanto maternos como fetales, pero
que la mayoría de las mujeres está fuera de los límites recomendados.16 En un estudio reciente se
informó que en caso de obesidad pregestacional de grado III, la pérdida de peso durante el emba-
razo implicó menores índices de preeclampsia, cesáreas y recién nacidos grandes para la edad
gestacional, pero mayor frecuencia de pequeños para la edad gestacional.10
Por otro lado, es bien sabido que un ambiente intrauterino desfavorable suele programar meta-
bólicamente al feto y aumentar su riesgo de hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovascu-
lares en etapas posteriores de la vida.17 La obesidad en sí se asocia con un perfil metabólico
desfavorable (hipertensión, hiperinsulinemia, resistencia a la insulina, trastornos en el perfil de
lípidos). Lo ideal sería que durante el embarazo, el perfil metabólico de las mujeres obesas fuera
óptimo, de modo de evitar estados de hiperinsulinemia e hiperglucemia, los cuales se relacionan
con adiposidad excesiva en el recién nacido y un mayor riesgo de resistencia a la insulina y diabe-
tes en la edad adulta.4
En caso de embarazo gemelar, la recomendación del aumento de peso es de entre 17 y 25 kg
en mujeres de peso normal previo al embarazo, de 14 a 23 y de 11 a 19 kg en caso de sobrepeso y
obesidad, respectivamente.14
Requerimientos
Energía
El embarazo es una de las etapas más demandantes de la vida, con cambios fisiológicos y adapta-
ciones del metabolismo dirigidos a una mejor utilización de los nutrimentos por la madre y el feto,
de modo que aumentan los requerimientos de energía y proteínas.
Los requerimientos de energía estimados para la mujer embarazada equivalen a los de una mujer
no embarazada más el costo específico derivado del embarazo (+340 kcal/día en el segundo trimes-
tre, +452 kcal/día en el tercero).22
Para estimar los requerimientos de energía previos al embarazo suelen utilizarse fórmulas como
las Harris-Benedict23 o de FAO/OMS,24 siempre y cuando se recurra al peso previo a la gestación
más el costoenergético del embarazo del segundo y tercer trimestres. En algunos estudios con muje-
res adultas no embarazadas se ha sugerido que la fórmula válida para estimar las necesidades de
energía en caso de obesidad es la propuesta por Mifflin y colaboradores.25
De acuerdo con ciertos lineamientos clínicos para el tratamiento de la obesidad y la diabetes
gestacional,26 se pueden utilizar fórmulas de urgencia para calcular los requerimientos de energía
durante el embarazo aplicando los siguientes criterios:
• Peso pregestacional normal: 30 kcal/kg peso actual.
• Sobrepeso pregestacional: 24 kcal/kg peso actual.
• Obesidad pregestacional: 12 kcal/kg peso actual.
Nutrimentos
Se estima que el costo proteico del embarazo es de 10 g/día en el segundo y tercer trimestres, por
lo que se sugiere calcular las necesidades de proteínas de una mujer no embarazada (0.8 g/kg peso
pregestacional) y sumar los 10 g/día correspondientes a los últimos dos trimestres.27
La ingestión diaria recomendada (IDR) de HCO para una mujer embarazada es de 175 g/día
respecto de 130 g/día para la mujer adulta no embarazada.22
Diagnóstico nutricio
El objetivo de la información obtenida en la evaluación nutricia es establecer el diagnóstico res-
pectivo detectando los problemas nutricios (P), su etiología (E) y la base de los mismos con datos
que den fe de su existencia (S). El formato PES, propuesto por la Academia de Nutrición y Die-
tética (antes Asociación Americana de Dietética),28 permite priorizar los problemas detectados para
individualizar el plan de tratamiento. Dependiendo de la importancia de los problemas se puede
establecer uno o más diagnósticos nutricios.
En las mujeres embarazadas obesas, algunos de los más frecuentes suelen ser:
• Aumento de peso insuficiente o excesivo.
• Consumo de alimentos insuficiente o excesivo.
• Consumo de energía y de macro o micronutrimentos insuficiente o excesivo.
• Anemia por deficiencia de hierro.
• Descontrol glucémico o hiperinsulinemia.
• Selección inadecuada de alimentos.
• Falta de conocimientos sobre nutrición y embarazo.
• Inactividad física.
• Apego inadecuado a las recomendaciones dietéticas.
Ejemplos de diagnósticos nutricios (PES) en mujeres embarazadas, con obesidad:
• Consumo excesivo de HCO (60%) por abuso en la ingestión de cereales, azúcares y refrescos
que se refleja en glucemia elevada (glucosa en ayunas = 100 mg/100 ml).
• Apego deficiente a las recomendaciones de alimentación (150% de recomendación de ener-
gía) por falta de motivación e interés reflejados en el aumento excesivo de peso para la edad
gestacional (133 por ciento).
• Hiperglucemia por obesidad y consumo excesivo de energía (200% req E) e HCO (65% del
VET) evidenciado por glucosa en ayunas = 115 mg/100 ml.
• Consumo excesivo de grasas e HCO por ingestión de un litro de refresco al día y alimentos
fritos y capeados (4 a 5 veces/semana) reflejado en obesidad pregestacional (IMC = 35) y
aumento excesivo de peso (140 por ciento).
Plan de alimentación
Hay muy pocos estudios en que se haya valorado una estrategia alimentaria para la mujer emba-
razada con obesidad.
Recientemente se han llevado a cabo estudios tendientes a restringir el aumento de peso de
mujeres obesas y se han obtenido buenos resultados en cuanto al peso al nacer del producto10 y los
parámetros bioquímicos del metabolismo de la glucosa (disminución significativa de insulina y
glucosa en sangre).29
Se ha llegado a un consenso respecto de evitar la pérdida de peso en el embarazo, aunque en
caso de obesidad mórbida (IMC ≥ 40), la pérdida moderada parece ser benéfica, siempre y cuando
la mujer esté bajo vigilancia médica y de un experto en nutrición.30
Hace varios años se observó que con una restricción energética moderada (33%), era posible
prevenir la macrosomía en el recién nacido sin que se presentara cetonuria cuando la madre pre-
sentaba obesidad y diabetes gestacional, de ahí que se recomiende una restricción energética
moderada, que suele ser de 24 kcal/kg del peso actual, equivalente a un aproximado de 1 600 a
1 800 kcal/día.31 Ni siquiera para mujeres obesas y con diabetes gestacional se recomiendan planes
de alimentación de menos de 1 600 kcal/día.32
gestacional, los cuales incluyen, además de restricción moderada de energía, restringir HCO,
fomentar el consumo de HCO saludables (más fibra, de alimentos de bajo índice glucémico) y de
grasas saludables (minimizar las saturadas y trans), así como la distribución equitativa de la energía
y los HCO a lo largo del día.28,33 Es importante vigilar el aumento de peso y el crecimiento fetal
(valoraciones médicas) para hacer las modificaciones pertinentes en cuanto a las recomendaciones
de energía y evitar que la restricción moderada de ésta incida negativamente.
Los HCO constituyen el nutrimento energético que más influye en la glucosa sanguínea y, por
tanto, en la respuesta de la insulina. En caso de diabetes gestacional, la glucosa posprandial es la
que mayor relación tiene con fetopatías diabéticas (macrosomía, hiperinsulinemia).34 Tomando en
cuenta que en caso de obesidad en el embarazo se pretende evitar estados de hiperglucemia e
hiperinsulinemia, también podría recomendarse restringir moderadamente el consumo de HCO
y distribuirlos equitativamente a lo largo del día para evitar exceso en una comida y deficiencia en
otra, fenómenos que podrían predisponer a picos de glucosa o insulina en la sangre. Se recomienda
utilizar como estrategia el conteo de HCO,35 en el cual, una ración equivale a 15 g de hidratos de
carbono; este sistema permite planificar con mayor facilidad el plan de alimentación y ofrece fle-
xibilidad en cuanto al intercambio de alimentos con la misma cantidad de ellos.
De acuerdo con el conteo de HCO, y utilizando el Sistema mexicano de equivalentes,36 una
ración de HCO equivale a una de cereales y tubérculos, de leguminosas, de leche o yogurt, de
frutas o de azúcares añadidos. Las verduras, que aportan 5 g por ración, no suelen cuantificarse,
excepto si el consumo llega a 15 g de HCO.
Por ejemplo, si la recomendación es de 200 g de HCO al día, puede consumir 13 raciones,
que distribuidas de manera equitativa en las comidas principales y las colaciones, podrían quedar
como se muestra en el cuadro 13-6.
½ plátano (1 HCO)
3 raciones
Colación 2 (30 g) 1 manzana (1 HCO)
1 yogurt descremado (1 HCO)
2 raciones
Comida 3 a 4 (45 a 60 g) ½ taza de arroz (2 HCO)
120 g de pescado a la plancha (0 HCO)
1 tortilla de maíz (1 HCO)
½ taza de frijoles de la olla (1 HCO)
Verduras
4 raciones
Colación 1 a 2 (15 a 30 g) 1 naranja (1 HCO)
1 ración
Cena 3 a 4 (45 a 60 g) 1 taza de papaya (1 HCO)
2 rebanadas pan de granos (2 HCO)
60 g de queso fresco (0 HCO)
Verduras
3 raciones
Total de raciones de HCO: 13
Además del conteo de los hidratos de carbono, también deben recomendarse fuentes saludables
de los mismos, que implican dos mensajes clave: aumentar el consumo de fibra y fomentar la
ingestión de alimentos de bajo índice glucémico.
Hasta hace unos años, para establecer su efecto en la salud se utilizaba la clasificación bioquímica
de los HCO y generalmente se recomendaba aumentar los complejos (almidones y polisacáridos)
y disminuir los simples (mono y disacáridos). Sin embargo, ya se ha documentado que lo más
importante es la respuesta glucémica que provocan, independientemente de su configuración
bioquímica. Por ejemplo, tanto las leguminosas como los almidones son HCO complejos, pero el
índice glucémico de las primeras es bajo, en tanto que el de estos últimos es muy elevado.
El índice glucémico es el área bajo la curva de la elevación de la glucosa sanguínea después de
consumir 50 g de HCO en forma de alimentos, a diferencia del área bajo la curva de la elevación
de la glucosa que provoca el consumo de 50 g de glucosa o pan blanco. Se considera que el índi-
ce glucémico de un alimento es alto cuando es > 70; el moderado fluctúa entre 55 y 70 y el bajo
índice es < 55. Actualmente se conoce ya el índice glucémico de muchos alimentos.37 En general,
almidones, harinas refinadas, panes y cereales presentan un índice glucémico muy elevado, y las
leguminosas, leche y yogurt son buenas opciones para reducirlo en la dieta. Algunas frutas son de
elevado índice glucémico (p. ej., sandía, piña, mango, plátano, papaya) y otras no (p. ej., manzana,
uvas, tuna, pera). En el cuadro 13-7 se presenta una clasificación muy general de alimentos de índice
glucémico bajo y elevado que permite que las pacientes seleccionen adecuadamente sus alimentos.
Los azúcares concentrados (sacarosa, miel, mermelada, jalea, chocolate en polvo, cajeta, etc.)
no necesariamente tienen un elevado índice glucémico, pues el de la sacarosa es incluso menor que
el de los almidones. Sin embargo, por su baja densidad nutrimental y alta densidad energética,
deben limitarse en el plan de alimentación de mujeres embarazadas obesas.
Aún no hay evidencias suficientes para avalar la recomendación de reducir el índice glucémico
de la dieta de mujeres embarazadas, aunque en algunos estudios pequeños se ha observado que
a mayor índice glucémico, mayores las concentraciones de hemoglobina glucosilada y glucosa
plasmática; también se ha asociado con mayor peso al nacer.38
En cuanto a un mayor consumo de fibra, debe ser de entre 25 y 30 al día, lo cual se logra
aumentando el consumo de cereales de granos enteros, leguminosas, frutas y verduras, así como la
ingestión de agua.
Grasas
Se ha observado que el consumo elevado de grasas saturadas durante el embarazo se asocia con
anomalías del metabolismo de la glucosa y mayor riesgo de diabetes gestacional.29,39 Por otra parte,
las grasas poliinsaturadas parecen ejercer un efecto protector contra la resistencia a la insulina en
el embarazo.40
En el plan de alimentación de la mujer embarazada con obesidad, la recomendación, igual que
en otros grupos de individuos, es mantener el consumo de grasas totales dentro de los límites
recomendados para el adulto (hasta 30 o 35% del valor energético total), además de que se deben
limitar las grasas saturadas y trans (< 7%) y aumentar las monoinsaturadas y las poliinsaturadas,
además de incluir especialmente buenas fuentes de ácidos grasos omega-3 y omega-6. Para la
embarazada en general se recomienda un consumo de entre 0.2 y 1.0 g/día de ácido docosahexae-
noico (DHA) o el equivalente de 2.7 g/día de ácidos grasos poliinsaturados omega-3.41 En México,
la recomendación al respecto es de 1 a 2% de ácidos grasos omega-3 y de 5 a 8% de omega-6.27
Se debe brindar información práctica sobre cómo reducir el contenido de grasas poco saludables
y aumentar las saludables (cuadro 13-8).
(Continúa)
(Continuación)
Frituras, chicharrones, papas fritas Palomitas de maíz (naturales), totopos horneados, pan pita (hornea-
do), pretzels
Huevo entero Sólo las claras
Jamón y salchicha de cerdo Pechuga y salchicha de pavo
Frito, capeado, empanizado Salsas de verduras, caldillo de jitomate, salsas de chile (pasilla, guaji-
llo), hervido, asado, al vapor, estofado, cocinado con poco aceite
Crema de verduras Sopa de verduras (con caldo de res o pollo desgrasado)
Flan, pastel, pay, postres Gelatina de dieta, frutas, fruta deshidratada, galletas integrales,
barritas integrales
Refrescos o bebidas azucaradas Agua natural, jugo de fruta natural (diluido), agua de limón o jamaica
(con edulcorante)
Tortilla de harina Tortilla de maíz
Plan de alimentación
De acuerdo con lo descrito anteriormente, en el cuadro 13-9 se sugieren algunos lineamientos para
diseñar el plan de alimentación de las mujeres embarazadas obesas.
Cuadro 13-9 Lineamientos nutricios para el plan de alimentación de mujeres embarazadas obesas
Recomendaciones
Energía* 35 a 40 kcal/kg de peso actual: < 80% peso/edad gestacional o IMC preg < 18.5
30 kcal/kg de peso actual: 80 a 120% peso/edad gestacional o IMC preg 18.5 a 24.9
24 kcal/kg de peso actual: 120 a 150% peso/edad gestacional o IMC preg 25 a 29.9
12 kcal/kg de peso actual: > 150% peso/edad gestacional o IMC ≥ 30
Nunca menos de 1 600 kcal
Hidratos de 40 a 50% del VET
carbono No menos de 175 g/día
Promover bajo IG
Colaciones 15 a 30 g
Fibra 25 a 30 g
Aumentar su consumo
Edulcorantes Están permitidos los aprobados por la FDA (no sacarina)
artificiales
Con moderación
Proteínas 20 a 25%; 0.8 g/kg de peso pregestacional + 10 g/día
Grasa ≤ 35% del VET (< 7% grasas saturadas y trans)
Promover el consumo de omega-3 (1 a 2%) y omega-6 (5 a 8%)
*Se debe valorar el aumento de peso, crecimiento fetal y perfil metabólico para decidir sobre la idoneidad de las recomendaciones para
cada mujer. Estos lineamientos son una guía inicial.
Adaptado de: Bourges H, Casanueva E, Rosado JL. Recomendaciones de ingestión de nutrimentos para la población mexicana.
Bases fisiológicas. Tomo 2. Energía, proteínas, lípidos, hidratos de carbono y fibra. México, DF: Instituto Danone, Editorial Médica
Panamericana, 2009; y American Dietetic Association. Medical Nutrition Therapy: Nutrition Practice Guidelines for Gestational Diabetes.
Chicago, IL: American Dietetic Association, 2001.
Micronutrimentos
Como ya se mencionó, los requerimientos de muchos micronutrimentos aumentan durante el
embarazo (hierro, ácido fólico, calcio, entre otros) y se debe promover el consumo adecuado de
los mismos en las embarazadas obesas. La ingestión diaria recomendada (IDR) de algunas vitami-
nas y minerales para mujeres embarazadas mexicanas se presentan en el cuadro 13-10.
Cuadro 13-10 Ingestión diaria recomendada (IDR) de vitaminas y minerales para mujeres embarazadas
mexicanas.
Nutrimento IDR
Calcio 1 000 mg/día
Magnesio 285 mg/día
Hierro 28 mg/día
Ácido fólico 750 μg EFD1/día
Vitamina C 138 mg/día
Vitamina A 640 μg/ER2/día
1
Equivalente de folato dietético.
2
Equivalente de retinol.
La suplementación de hierro (27 a 30 mg/día o 120 g semanales) y ácido fólico (400 a 600 μg/
día) es la única recomendación de suplementación consensuada para todas las mujeres embaraza-
das, y se ha relacionado con la prevención de la anemia por deficiencia de hierro y de defectos
congénitos del nacimiento, específicamente del cierre del tubo neural, respectivamente. La suple-
mentación de otros micronutrimentos parece tener efectos positivos sólo en mujeres embarazadas
con deficiencias o consumo insuficiente de alguno de ellos. En una revisión sistemática reciente
se concluyó que la suplementación de calcio (como mínimo, 1 000 mg) reduce en 50% el riesgo
de preeclampsia en mujeres de alto riesgo al respecto y en mujeres de comunidades en las que el
consumo es bajo; también se observó una reducción en el riesgo de parto pretérmino.42 Por otra
parte, la suplementación de zinc se ha asociado con una reducción aproximada de 14% en partos
pretérmino, aunque el efecto se vio en mujeres de bajos ingresos, lo cual podría implicar que se
relaciona con estados nutricios subóptimos.43 Debido al mayor riesgo de defectos congénitos en
productos de mujeres obesas, algunos expertos recomiendan suplementos de ácido fólico en dosis
mayores a las utilizadas normalmente (hasta 5 mg).
No obstante, persiste la controversia sobre los beneficios de la suplementación de múltiples
micronutrimentos en el crecimiento fetal y la anemia materna; en un metaanálisis reciente se observó
un mejor efecto en el peso al nacer que con placebo o con suplementos de hierro y ácido fólico.44
Hasta ahora, se debe valorar individualmente el consumo de alimentos con alto contenido de
estos micronutrimentos para determinar la necesidad de suplementación.
Otras recomendaciones
Hay otras recomendaciones para una alimentación correcta y un estilo de vida saludable para las
embarazadas obesas, entre otras:45
• Incluir un alimento de cada uno de los tres grupos de alimentos en cada comida (dieta
completa).
• Incluir diferentes alimentos en cada grupo (dieta variada).
• Realizar tres comidas principales al día (desayuno, comida y cena) y 2 a 3 colaciones (comi-
das ligeras entre las comidas principales) para disminuir el hambre y los síntomas gastroin-
testinales (reflujo, náusea) y favorecer el control glucémico.
• Fijar horarios para cada una de las comidas y colaciones; respetarlos todos los días de la
semana.
• Evitar ayunos prolongados (no más de 6 h entre una comida y otra).
• Ingerir diariamente: cereales integrales bajos en grasa, frutas y verduras (amarillas, verdes),
lácteos bajos en grasa y leguminosas.
• Consumir diariamente entre 8 y 10 vasos de líquidos al día.
• Disminuir el consumo de alimentos densamente energéticos (refrescos y bebidas azucaradas,
frituras, pastelillos industrializados, pan dulce, tamales, etcétera).
• Promover consumo de productos animales bajos en grasa: pavo o pollo sin piel, pescados,
quesos bajos en grasa (blancos); quitar la grasa visible de las carnes (piel, “cuerito”).
• Reducir el consumo de grasas añadidas: mantequilla, crema, salsas cremosas, mole, pipianes,
mayonesa, quesos grasosos, aderezos, etcétera.
• Promover la medición de porciones con taza medidora, réplicas, báscula de alimentos o
estimaciones con objetos comunes.
• Limitar el consumo de cafeína a < 300 mg/día:
60 mg/160 ml = café americano
40 mg/32 ml = café expreso
30 mg/160 ml = té negro
36 mg/380 ml = refresco de cola
• Manipular de manera higiénica los alimentos y utensilios de cocina.
• Evitar la leche o los productos lácteos sin pasteurizar, así como carne, pollo, pescado o huevo
crudos o parcialmente cocidos. Se recomienda consumir pescado dos veces por semana.
• El consumo de pescados como parte de la dieta es una práctica recomendable durante el
embarazo por su aportación de ácidos grasos omega-3, aunque algunos pescados y mariscos
deben consumirse con precaución, dado su contenido de mercurio, el cual se ha asociado
con anomalías del desarrollo del sistema nervioso central del producto; entre éstos están
cazón y pez espada, que deben excluirse de la dieta. Para los que presentan índices bajos de
mercurio, la recomendación es no consumir más de 360 g a la semana: camarón, atún enla-
tado light, salmón, merluza y bagre. El atún blanco (aleta amarilla y bonito) tiene mayor
cantidad de mercurio que los antes mencionados, de ahí que el consumo no debe ser de más
de 180 g a la semana.11
• Evitar tabaco, alcohol y drogas.
Estrategias conductuales
Se sabe que el tratamiento para la obesidad resulta más efectivo cuando incluye múltiples compo-
nentes (alimentación, actividad física y estrategias conductuales).45 La modificación del compor-
tamiento es esencial para lograr las metas de estilo de vida establecidas como parte del tratamiento.
Son muchas las estrategias basadas en varias teorías conductuales (social cognitiva, modelo
transteórico, cognitiva conductual) que se aplican en la consulta de nutrición con buenos resulta-
dos.
A continuación se presentan algunas, así como una breve descripción:45, 20, 21
1. Automonitoreo: registro del consumo de alimentos. Puede incluir raciones de HCO, lugar,
con quién se come, sensación de hambre y emociones en el momento de comer. También se
utiliza para monitorear la actividad física, así como algunas mediciones de salud (p, ej., peso,
glucosa capilar, presión arterial). Los registros se revisan con el paciente para verificar el logro
de los objetivos y ayudar en la resolución de problemas.
2. Definición de metas: se recomienda que sea el paciente, aunado al profesional de la salud, quien
fije las metas, las cuales deben ser realistas y factibles a corto plazo (p. ej., eliminar los refrescos;
subir escaleras 10 min/día, 2 veces/día); se puede empezar con una o dos.
3. Entrevista motivacional: estrategia centrada en el paciente, en cuyo caso el profesional de la
salud se “asocia” con aquél a través de la empatía, sin juzgarlo, para apoyarlo y escucharlo
activamente. Se ayuda al paciente a enfrentar las barreras para lograr el cambio de conducta a
Educación
El proceso educativo inicial de un plan de atención nutricia es fundamental para lograr el cambio
de conducta; se ha demostrado que aumentando los conocimientos, mejora la elección de alimen-
tos como parte de un programa de manejo del peso corporal en individuos obesos.45
Es importante que el plan de educación en nutrición sea individualizado, con contenidos
temáticos específicos y materiales educativos apropiados para la población con que se trabaja. En
cada visita se deben reforzar los temas anteriores e ir cubriendo los faltantes. Es importante valorar
si la mujer ha entendido los conceptos y ha desarrollado habilidades. El nutriólogo o profesional
de la salud puede llevar a cabo esto con preguntas abiertas, incluso con ejercicios breves o plan-
teando problemas que la paciente debe resolver (como diseñar el menú de un día de acuerdo con
las recomendaciones, contar raciones de HCO a partir de sus registros, dar ejemplos para modi-
ficar recetas).
Los temas que deberán incluirse en el componente educativo de la intervención nutricia de la
mujer embarazada obesa incluyen:
• Grupos de alimentos (alimentos de cada grupo; alimentos más saludables de cada grupo).
• Densidad energética (concepto, estrategias para disminuir la densidad energética en la
dieta).
• Cambios fisiológicos del embarazo.
• Importancia del aumento adecuado de peso durante el embarazo.
• Riesgos perinatales asociados a la obesidad y al aumento excesivo de peso.
• Conteo de HCO (alimentos que los contienen, identificación, medición, conteo e intercam-
bio de raciones de HCO, relación entre consumo de HCO y glucemia).
• HCO saludables (alimentos recomendables por su alto contenido de fibra o su bajo índice
glucémico).
• Grasas saludables (reconocimiento de las grasas saludables, estrategias para disminución de
las grasas poco saludables).
• Importancia del automonitoreo de conductas (registro de alimentos, registro de actividad
física, automonitoreo de glucosa capilar, entre otros).
• Beneficios de la lactancia materna.
Monitoreo
El monitoreo es el último paso del proceso de atención nutricia, y consiste en la valoración del
apego al tratamiento y de los cambios logrados por el paciente. También se valoran los cambios en
datos clínicos, antropométricos, bioquímicos, dietéticos y de estilo de vida. A continuación se
presentan los más importantes, que deben vigilarse para hacer ajustes al plan de tratamiento.
Antropométricos:
Peso, aumento de peso.
Bioquímicos:
Anemia, glucosa en ayuno, insulina en ayuno (en caso de trastornos), glucosa capilar (si hay
automonitoreo), proteínas en orina.
Clínicos:
Disminución o aumento de síntomas gastrointestinales (náusea, vómito, diarrea, estreñimiento,
acidez), inicio de algún medicamento, presión arterial, crecimiento fetal (ultrasonido), suple-
mentos vitamínicos, enfermedad nueva.
Dietéticos:
Apego a las recomendaciones de alimentación, consumo de energía, HCO, lípidos, omega-3
y omega-6.
Estilo de vida:
Valorar logros de metas específicas (alimentación y actividad física), motivadores/obstáculos
ante los cambios sugeridos, actividad física (tipo, intensidad, frecuencia, duración), datos sobre
dieta habitual (comidas, colaciones, preparación, comidas fuera).
Revisión de los registros de automonitoreo (alimentación, actividad física y glucemia) conjun-
tamente con la mujer.
Ajustes al tratamiento:
De acuerdo con los datos obtenidos se detectarán los nuevos problemas nutricios para llevar a
cabo el diagnóstico respectivo. Con base en éste, se ajusta el plan de tratamiento, se fijan nue-
vos objetivos de corto plazo o se refuerzan las anteriores.
Equipo multidisciplinario
Para el tratamiento de la mujer embarazada obesa también es fundamental el trabajo conjunto de
un equipo multidisciplinario (médico, nutriólogo, psicólogo) que mantenga la comunicación
desde el inicio del tratamiento y durante el seguimiento. Se ha demostrado que la participación de
un equipo multidisciplinario en el tratamiento de la obesidad es más efectiva para lograr las
metas.
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Por el carácter multifactorial del padecimiento (genético, sociocultural y familiar, además de las
características conductuales y psicológicas del paciente obeso) es necesario enfocar al paciente como
a un enfermo crónico y visualizarlo en la interacción de tres ejes principales:
1. Interacción con los profesionales de la salud y con las instituciones médicas.
2. Relación del paciente con su cuerpo y su psique como unidad.
3. Grupos de apoyo, como la familia nuclear y extensa, los amigos, etcétera.
Es importante señalar que cada persona con sobrepeso u obesidad es un individuo con una
historia particular, y sentimientos, pensamientos, necesidades e intereses propios, de modo que las
técnicas de intervención deben adaptarse individualmente.
Uno de los objetivos primordiales del tratamiento psicológico de la obesidad y el sobrepeso es
ayudar al paciente a comprender que el suyo es un padecimiento crónico que depende principal-
mente de su propio cuidado. De igual forma, necesita apoyo para aceptar y aspirar a un peso sa-
ludable y no su peso ideal, de modo que modifique hábitos que lo llevan a un estilo de vida
saludable, no pierda la motivación y supere los obstáculos para el cambio. El paciente y el terapeuta
han de plantear conjuntamente metas realistas a corto plazo y explorar las variables asociadas a las
recaídas, además de los aciertos y los fracasos de tratamientos previos.
Para el tratamiento de la obesidad se considera indispensable construir una alianza con la red
de apoyo del paciente por la influencia ambiental y delimitar las responsabilidades de éste, de la
familia y del psicólogo. De ahí la importancia del tratamiento integral del paciente con sobrepeso
u obesidad. En nuestro país, según Gómez Peresmitré,1 que estudió una muestra de 200 preado-
lescentes mexicanos, se ha demostrado que un porcentaje potencialmente elevado (50%) de éstos
mostró un indicador relacionado con insatisfacción con la imagen corporal.
En otros estudios, entre ellos los de Maloney, Mcguire, Daniels y Specker,2 se evidencia que el
55% de las niñas estudiadas, de entre siete y 12 años de edad, respondieron que desean estar más
delgadas; en ese mismo estudio, el porcentaje al respecto se incrementa en la adolescencia hasta en
80 por ciento.
Por otro lado, Baile, Guillén y Garrido3 informan que la insatisfacción con el cuerpo se instaura
entre los 12 y 14 años, por eso, ante las presiones patológicas que afrontan las adolescentes respecto
de la imagen corporal, es importante proponer un tratamiento integral, eficaz, que contemple
factores tanto preventivos como curativos en el aspecto nutricio, biogenético, psicológico, social y
207
cultural. En ciertos reportes no publicados se establece que, en México, 85% de las mujeres “hace
dieta” continuamente y están insatisfechas con su cuerpo y figura.
Lo que sí parece claro es que a la persona obesa se le atribuye la “responsabilidad” de su peso
por “problemas con su forma de ser”: perezosa, glotona y carente de autocontrol. También, al
hacerla responsable, se le considera “socialmente desviada”. En relación con los estereotipos de las
personas obesas se mencionan, entre otros aspectos, las siguientes descripciones: incapacidad de
trabajar duramente, menos fortaleza, menos estabilidad, menos autocontrol, lentitud, pereza y
debilidad.4
Hasta el día de hoy no se ha podido definir clínica ni estadísticamente la personalidad típica
del obeso, si bien se han encontrado rasgos de personalidad como tendencia a la impulsividad, baja
tolerancia a la frustración y dificultad para posponer la gratificación, aunque dichos rasgos no son
exclusivos de este padecimiento y no cumplen con los criterios de un trastorno de personalidad
según el DSM-IV-RT. Tampoco se ha podido determinar si la obesidad provoca trastornos psicológi-
cos como depresión, ansiedad y baja autoestima, o si dichos trastornos provocan la obesidad. Lo
que sí se ha demostrado en investigaciones es que la mayoría de los sujetos obesos de la población
general reporta limitaciones del funcionamiento físico, pero no siempre del emocional. Asimismo,
se ha demostrado que los que intentan bajar de peso reportan menor calidad de vida que los que
no lo intentan, pero los que presentan mayores conflictos son quienes pierden peso y lo recuperan
repetidamente.5-7
Sin embargo, clínicamente se ha encontrado que las personas con obesidad muestran caracte-
rísticas como baja tolerancia a la frustración, baja autoestima, depresión, ansiedad, agresión, celo-
tipia, excesiva demanda de atención y afecto, entre otras. Cabe aclarar que esto se refiere a
pacientes obesos que sufren y solicitan apoyo psicológico, no a la población obesa en general. Lo
anterior puede relacionarse con que el ideal cultural de belleza radica en la delgadez, y debido a
ello, se discrimina socialmente a las personas con sobrepeso. Tal situación se traduce en autorrechazo
en los obesos que han adoptado dicho ideal. Además, se observa que, con frecuencia, médicos,
nutriólogos, psicólogos y otros profesionales de la salud estigmatizan también a estos pacientes.
Estos aspectos se evidencian en el informe de Schwartz, O’Neal-Chambliss y Brownell,8 quie-
nes valoraron la actitud respecto de la obesidad de los profesionales que se dedican al estudio de
la misma. Los autores reportaron que al Congreso Anual de la Sociedad Norteamericana para el
Estudio de la Obesidad asistieron 389 de ellos, y asociaron los estereotipos de perezoso, estúpido y
despreciable con ser obeso.
Estas creencias de los profesionales de la salud tienen importantes implicaciones en el tratamiento
de la obesidad; sus prejuicios afectan la relación con el paciente e influyen en su conducta, pues
alteran la empatía, la calidad de la interacción y la capacidad de apoyo incondicional. Si las perso-
nas con obesidad se sienten incómodas al acudir a los servicios de salud, no sorprendería que
evadieran su propio cuidado. Por último, en una encuesta entre pacientes obesos, dos terceras
partes indicaron que “la mayoría de los médicos no entiende lo difícil que es tener sobrepeso”.5-7
Lo anterior podría explicarse, en parte, porque los conocimientos sobre conducta humana y
psicología de la salud que tienen nutriólogos y médicos son escasos, y esta ignorancia los hace más
propensos a mitos y prejuicios que les impiden comprender lo complicada que es la personalidad
del obeso.
La organización de la sociedad en sitios de trabajo o escuelas, por ejemplo, ofrece un importante
contexto en el cual se estimula la relación entre el peso corporal y los comportamientos, ya que
muchas veces la oportunidad de alimentarse es motivada o restringida. Las comunidades ofrecen
un contexto en que cada quien vive su vida. Algunas prácticas y políticas sociales como agricultura,
comida, transporte, recreación, etc., son factores clave que influyen en el peso de los ciudadanos.
La cultura es probablemente el determinante más poderoso del peso corporal, pues ofrece el
contexto en que se come y se realizan actividades, incluso asigna significados morales y sociales al
peso. Dar preponderancia a la delgadez como signo de salud, belleza, e incluso lujo, es una tradición
cultural y por consiguiente, la gordura ha sido estigmatizada y rechazada. En la actualidad, los
ideales de belleza para la mujer dan enorme importancia a la delgadez extrema.
Por último, el peso corporal es una parte claramente identificable del contexto social, y dichas
influencias sociales deben ser detectadas y tomadas en cuenta en las intervenciones para modificar
y mantener dicho peso.
A diferencia de otras enfermedades, los síntomas de los pacientes obesos y diabéticos tienen un
valor en su vida; no entender la utilidad de dichos síntomas para el enfermo puede hacer fracasar
los tratamientos. Esto explica el rechazo, la falta de apego, la ambivalencia y el abandono del tra-
tamiento, ya que con frecuencia la iniciativa de consultar al especialista proviene de la familia, los
amigos o los profesionales de la salud, de modo que aceptar la ambivalencia es básico en el programa
de tratamiento.
El peso de una persona depende del equilibrio entre la energía que entra y la que se gasta, pero
hay factores de influencia social importantes, como la comida en familia, las actividades, los valo-
res sociales acerca del peso adecuado que privan entre los miembros de una familia y que hacen
que el peso sea más que los factores genéticos que lo determinan. En la dinámica familiar, elemen-
tos como la cohesión y la adaptabilidad son a menudo influencias importantes que desencadenan
problemas con la alimentación.
Los programas desarrollados desde la psicología de la salud para promover estilos de vida ade-
cuados, así como para prevenir y cambiar comportamientos inadecuados, se impondrán por su
racionalidad, eficacia y eficiencia, y cuanto antes se implanten, mejor índice de salud tendremos
todos.
Una persona bien informada desarrollará estilos de vida saludables, sin embargo, esto no es
suficiente para provocar cambios, y con frecuencia genera impotencia, frustración, indignación,
etc., pues la motivación o el deseo de cambio de conductas y hábitos insanos depende de muchos
factores.
Para motivar a los pacientes es necesario desarrollar habilidades que faciliten fomentar la moti-
vación en los pacientes.
La estrategia para desarrollar estilos de vida saludables implica, en pocas palabras, estar con-
vencido de que el compromiso individual y social es la única forma de satisfacer necesidades
fundamentales, mejorar la calidad de vida y lograr el desarrollo humano respetando la dignidad
de la persona.11
Entre los comportamientos más aconsejables para desarrollar estilos de vida saludables, destacan:
• Dormir 7 u 8 h al día
• Desayunar todas las mañanas
• Mantenerse tan cerca como sea posible del peso conveniente en función de la talla
• No fumar
• Abstenerse de consumir alcohol o hacerlo sólo moderadamente
• Realizar alguna actividad física en forma regular
• Mantener un estado nutricio idóneo
• Evitar el consumo de drogas
• Adoptar prácticas de sexo seguro
• Llevar un estilo de vida en que se minimicen las emociones negativas
• Apegarse al tratamiento
Para el manejo de las recaídas es indispensable que el especialista no lo tome como un fracaso
profesional, pues como se mencionó antes, no hay una sola persona que tenga siempre un buen
control del padecimiento. Es muy probable que el paciente también lo viva como un fracaso per-
sonal, y el profesional de la salud puede ayudarlo a ver la recaída como lo que es, un retroceso o
regresión que, de superarse positivamente, resultará en aprendizajes y avances.
Uno de los problemas más importantes que puede enfrentar el clínico es que el paciente no se
apegue a sus prescripciones, a pesar de disponer de procedimientos eficaces para tratar, e incluso,
prevenir una conducta problemática, no deseable o patológica; hay dos factores principales que
influyen directamente en el tratamiento a largo plazo, que por lo general no son contemplados en
los sistemas de salud: motivación para el cambio y apego al tratamiento, ambos basado en el manejo
integral e interdisciplinario.15
En el manejo integral se busca que el del paciente esté saludable, lo cual sólo se logra si se
incluye su estado físico y emocional, de bienestar, para lo cual se necesita:
1. Enfatizar el impacto de un modelo terapéutico personalizado.
2. Adecuar el tratamiento al paciente, según sea el caso.
3. Tomar en cuenta género, edad, familia, nivel de estudios.
4. Integrar el programa de tratamiento, de modo de facilitar el autocuidado y la salud del paciente.
5. Conocer y valorar las expectativas.
6. Permitir modificaciones al programa en función de la respuesta del paciente.
Dicho manejo tiene que ser interdisciplinario, de ahí la importancia de:
1. Constituir y formar parte de un grupo profesional que trabaje en red, en equipo y en constante
comunicación, para poder discutir los casos clínicos; reforzar un enfoque integral para bene-
ficio del paciente; manejar un mismo encuadre clínico y adaptarlo según el caso.
2. Constituir una red con la familia y el entorno.
3. Trabajar en función de cuidado de largo plazo.
Para Barriguete y colaboradores15 hay cuatro factores interdependientes en la conducta de apego,
por lo que se requiere:
1. Conocer la propia capacidad: respecto de la enfermedad y las conductas de autorregulación,
sus mecanismos de acción y la importancia del apego.
2. Creer: en la gravedad, susceptibilidad, autoeficacia, expectativas de resultados y respuestas.
3. Motivación: valorar y reforzar el esfuerzo y el éxito, además de conocer muy bien las fases o
etapas del cambio en que se encuentra el paciente, mismas que se describieron antes.
4. Acción: estimular y reforzar, prestar atención a la forma en que el paciente conceptualiza los
rasgos de salud y valora los factores de riesgo.
El objeto del apego terapéutico es trabajar para el cambio, por ello se sugieren ciertas pautas
para el proceso de la entrevista, según Hayward, con objeto de motivar al paciente.14
1. Esforzarse por desarrollar una motivación intrínseca para el cambio, no imponerlo. Es deseable
permitir al paciente que presente sus argumentos para el cambio, que articule y solucione la
ambivalencia. En cambio, deberá evitarse argumentar, instruir o persuadir con argumentos
lógicos, así como hacer planteamientos morales, críticos (incluso “sermonear”) o juicios de
valor.
2. Conciliar las discrepancias entre la conducta actual y los objetivos de cambio, entre concepto
de sí mismo y conducta. Es deseable iniciar con las preocupaciones del paciente, no del médico,
y enfocarse en ellas. De igual manera, enfatizar la elección personal y la responsabilidad para
decidir conductas futuras y negociar objetivos y estrategias. Deberá evitarse entrar a debate,
forcejear sobre el diagnóstico o etiqueta.
3. Expresar empatía y aceptación al optar por la escucha reflexiva. Es deseable explorar y reflexio-
nar sobre las percepciones del paciente. Reflejar los estados de motivación iniciando con un
“usted”. Deberá evitarse el adoptar una actitud de autoritarismo o de experto, así como dar al
inicio un argumento de experto. Evitar ordenar, dirigir, advertir, amenazar, ser quien más hable,
plantear preguntas que el paciente pueda responder con monosílabos.
4. Apoyar la “autoeficacia”, la esperanza y el optimismo. Preferir el uso de connotaciones positivas
respecto del estado del paciente para reforzar la autoeficacia, y evitar responder a una pregunta
amplia del paciente con otra pregunta, así como decir al sujeto que está en problemas.
5. Mejorar la “autoestima”.
Utilizar connotaciones positivas respecto del estado del paciente para reforzar la autoestima
igualmente deseable es resumir periódicamente, al inicio y al final de las sesiones. Debe evitarse
plantear series de tres preguntas o más.
6. Estar listo para el cambio, ya que es producto del trabajo del paciente y el terapeuta. Reflexio-
nar de forma selectiva sobre los elementos que están llevando al paciente a cambiar sus con-
ductas.
7. La relación terapéutica debe ser una colaboración. Es deseable ofrecer apoyo y retroalimentación
cuando se juzgue apropiado. Deberá evitarse prescribir soluciones.
1. Motivaciones
¿Qué motivos llevaron al paciente obeso a intentar el control del peso? Es importante averiguar si
la motivación actual para bajar de peso es una meta de corto o largo plazo, pues esto influye en el
manejo de la motivación (según los cambios logrados) para mantener ese control.
2. Expectativas
Investigar las fantasías acerca de la velocidad y magnitud del cambio de peso, así como sobre las
ventajas asociadas con dicho cambio (maritales, laborales, etcétera).
sujeto, los asuntos que le preocupan, las expectativas del tratamiento, las posibles soluciones o los
temores relacionados con la modificación de sus conductas, incluso con la posible curación. Una
evaluación precisa de los pros y contras que todo cambio conlleva es de crucial importancia en el
proceso terapéutico de los pacientes obesos y diabéticos.
Esta valoración será posible si en la relación terapéutica se logra que el paciente exprese libre-
mente sus ambivalencias y si el propio terapeuta logra analizar las dificultades que el proceso de
cambio supone en cada caso particular.
Habitualmente, la causa del rechazo de determinada intervención por el paciente o sus fami-
liares dependerá de que le vean la utilidad o, aunque no la vean, no vaya dirigida al problema que
para ellos es prioritario en el momento. Entender en las primeras consultas el trasfondo de lo
que el paciente o los familiares exigen, implicará un esfuerzo por crear un clima que facilite la
expresión de miedos, amenazas veladas y expectativas y facilitará conocer la situación personal y
las necesidades que consideran como prioritarias. El paciente debe sentirse comprendido y enten-
der que los objetivos del tratamiento van orientados a su propio beneficio.
El problema del manejo psicológico intuitivo, sin un marco teórico, es el desconocimiento de
las repercusiones emocionales de los comentarios del especialista en la psique y conducta del
enfermo. Por ejemplo, para motivar al paciente, algunos médicos suelen hacer sugerencias con
reforzamiento negativo utilizando información amenazante. Por una parte, es probable que el
médico o nutriólogo desconozca las razones reales por las que el paciente no sigue las indicaciones
del tratamiento, y por el otro, que observe que, de momento, el paciente muestra una actitud de
preocupación y temor, aunque la experiencia de largo plazo demuestra que esto no necesariamente
incide en el apego.
El abordaje psicológico del paciente obeso es complejo, dado el carácter multifactorial del
trastorno; sin embargo, es indispensable entender la dinámica psicológica que rodea al paciente
para no pecar de ingenuo en el manejo de esta problemática y contribuir al abandono del tra-
tamiento.
También en el aspecto psicológico se abordarán los factores en que se sustenta la conducta
problemática:
La mejor forma de cambiar actitudes es comunicar de manera persuasiva las creencias más
destacadas del comportamiento. La percepción de que se tiene el control de una conducta suelen
realzarse cuando se domina una experiencia personal proponiendo y logrando pequeñas metas,
observando los logros de otras personas, aplicando técnicas de persuasión y de relajación.17,18
Los programas diseñados para prevenir el aumento excesivo de peso, aplicados por más de seis
meses y hasta por un año, parecen ser más efectivos que las intervenciones de corto plazo, y a su
vez, que los más prolongados.19
Las intervenciones que implican educación sobre la alimentación y fomento de la actividad
física son más efectivas si, además, se combinan con modificaciones de la conducta.19
Que los padres se involucren puede ayudar a garantizar la efectividad de los programas tenden-
tes a reducir el aumento excesivo de peso.19 A su vez, disminuir las actividades sedentarias, como
ver televisión durante periodos prolongados, resulta una influencia más positiva en las interven-
ciones diseñadas para prevenir la obesidad.17,18
Dichas intervenciones son más efectivas si se enfocan a factores protectores y de riesgo; es
necesario revisar los riesgos individuales, familiares, sociales y ambientales que puedan llevar a los
adolescentes a padecer obesidad o trastornos de la conducta alimentaria.
Asimismo, la forma de pensar influye directamente en los sentimientos. Las emociones inclu-
yen elementos fisiológicos, psicológicos y sociales, y para influir en ellas hay varios caminos:
Sin embargo, para que los cambios sean permanentes y profundos, parece virtualmente nece-
sario un cambio en la propia filosofía y un enfoque autónomo de la vida.
Cuando un psicólogo no es capaz de reconocer la normalidad de la ambivalencia respecto de
la recuperación, el paciente puede no sentirse comprendido, o incluso, sentirse censurado. Iniciar
una relación terapéutica donde no se considere la ambivalencia y se presuponga la decisión estable
del paciente de abandonar sus conductas o pensamientos disfuncionales, puede condicionar la falta
de entendimiento inicial. De hecho, dar por sentado que el paciente acepta aumentar de peso o
que rechaza las conductas purgativas en todas sus situaciones vivenciales, aunque sea el propio
paciente quien lo afirme, puede resultar en que las intervenciones del terapeuta no sean apropia-
das para la realidad del paciente. El resultado lógico de esta interacción será la frustración tanto
del paciente como del terapeuta.
Técnicas psicoeducativas
Para reducir la ansiedad se utiliza el modelo psicoeducativo, que consiste en informar acerca del
padecimiento y de la forma de controlarlo.20
Al respecto, se sugiere:
• Dar al paciente información exacta sobre diagnóstico, pronóstico, estado, progreso y trata-
miento. Es indispensable aclarar las responsabilidades del profesional de la salud, del nutrió-
logo, del psicólogo, del educador en diabetes (en su caso) y las del propio paciente, para tener
una visión más completa e integral del manejo y control de su padecimiento.
• Tratar de responder todas las preguntas, indagar si entendió perfectamente las explicaciones
del profesional de la salud respecto del tratamiento y corregir las malas interpretaciones y
mitos sobre la enfermedad, a modo de mejorar su capacidad para enfrentarlo. Se recomienda
no preguntar “¿fui claro?”, pues muy probablemente responderá que sí; es mejor “de lo que
acabo de explicar, ¿podríamos verificar si quedaron dudas?”, y entonces plantear preguntas
que lleven a corroborar que realmente quedó clara la explicación. El objetivo es no intimidar
ni angustiar al paciente, que no se sienta como si estuviera resolviendo un examen, porque
el efecto inmediato será un bloqueo.
• Tomar un papel activo en la discusión de sus preocupaciones, temores y dudas respecto del
padecimiento y el pronóstico, incluso hablar de la muerte cuando el paciente pregunte al
respecto.21
• Al hacer la exploración física (valoración antropométrica), explicar qué se hará, y para qué.
Cuando las emociones son inadecuadas, el sujeto tiende a observar la misma parte de la realidad
y a reaccionar violentamente; emplea sólo una parte de la información disponible; bloquea una
parte de la realidad.
El equilibrio racional emotivo se fundamenta en hechos, no en opiniones subjetivas: yo puedo
cambiar mi forma de pensar y las emociones al respecto; yo puedo observar y modificar las creen-
cias arraigadas que fundamentan mis acciones para pensar más claramente.
Este postulado depende de tres activantes: tengo un problema y hay causas; me he formado
ideas irracionales que siguen afectándome porque me adoctrino constantemente con ellas, consciente
o inconscientemente, de modo que se perpetúan; necesito cambiar tales ideas y trabajar con ahínco
en nuevas ideas más útiles.
La neurosis depende de las deficiencias de uno o varios de estos activantes.
Esquema de reacciones
El comportamiento neurótico se manifiesta en “ver” considerablemente más o menos una situación,
de ahí parte una escalada de probabilidades o certezas. Los síntomas neuróticos tienden a proyec-
tarse hacia las personas cercanas o hacia el medio ambiente físico o social. Las conductas neuróti-
cas representan también una búsqueda desproporcionada de la aprobación de los demás y hedonismo
a corto plazo.
El equilibrio racional emotivo frecuentemente es atacado por “ideas irracionales” que condenan
al hombre a la dependencia, el sufrimiento y la involución. Las principales “ideas irracionales”
son:22
1. Uno debe —sí, debe— obtener casi todo el tiempo aprobación y amor sincero de todas las
personas que considera importantes.
2. Uno debe probar que es competente, adecuado, con logros en todo, o tener, cuando menos,
una competencia o talento verdadero en algo importante.
3. Uno debe calificar a las personas que dañan o cometen fechorías como generalmente malas,
perversas, o considerarlas como villanos, y uno debe culparlas, maldecirlas y castigarlas seve-
ramente por sus pecados.
4. La vida resulta espantosa, terrible, horrible o catastrófica cuando las cosas no salen como uno
quisiera.
5. La desgracia emocional proviene de presiones externas y de que uno tiene poca capacidad para
controlar los sentimientos o liberarse de la depresión y la hostilidad.
6. Si algo parece peligroso o temible, uno debe ocuparse de ello y sentirse espantosamente afec-
tado.
7. Será más fácil para uno evitar enfrentarse con muchas dificultades y responsabilidades en la
vida, a someterse a formas recompensadoras de autodisciplina.
8. El propio pasado es sumamente importante y debido a que alguna vez algo influyó de manera
notable sobre la vida de uno, seguirá determinando los sentimientos y conductas actuales.
9. Las personas y cosas deben resultar mejores de lo que son, y se tiene que considerar que es
espantoso y horrible que uno no encuentre con rapidez soluciones adecuadas para las confu-
siones de la vida.
10. Uno puede lograr la felicidad por inercia y falta de acción, o a través de disfrutar de la vida
pasivamente y sin compromisos.
11. Uno debe tener un alto grado de orden y certidumbre para sentirse cómodo o se necesita algún
poder sobrenatural del cual depender.
12. Uno se otorga una calificación global como ser humano y la valía y autoaceptación generales
dependen de la bondad del comportamiento de uno y del grado de aprobación de los demás.22
Cuando el ser humano se enfrenta a una situación emocional, tiende a comportarse según un
patrón o estilo, lo cual origina conductas que repercuten en la toma de decisiones, el equilibrio
racional emotivo y las relaciones interpersonales.
El equilibrio emocional depende mucho de la actividad racional; cuando la mente tiende a la
pasividad, suelen generarse emociones recurrentes por las simples “anclas” que dejan los aconteci-
mientos. Es importante mantener la mente ocupada en asuntos relevantes que exijan la aplicación
de energía. Las metas con resultados medibles, de corto plazo, son excelentes para el equilibrio
racional emotivo.
• Es importante clarificar los objetivos de la relación terapéutica (evitar el “juego del gato y el
ratón”).
Características que facilitan el cambio: empatía (escucha concreta, sin imponer el propio mate-
rial), calidez no posesiva y autenticidad.
Características que dificultan el cambio:
• Estilo confrontador: a mayor confrontación del terapeuta, mayor resistencia del paciente.
• No influye: la aceptación del diagnóstico.
El terapeuta debe ser capaz de establecer una buena relación que ayudará a que el paciente siga
el tratamiento y se muestre dispuesto a ofrecer la información necesaria y a colaborar en el trata-
miento.
El terapeuta tiene que conocer todas las fases del proceso y desarrollar las habilidades necesarias
para que el tratamiento se desarrolle correctamente y se pueda lograr un cambio en la conducta
problema, asociada con hábitos poco saludables.
Para reforzar las conductas positivas, se recomienda:
Referencias
15. Barriguete-Meléndez JA, Pérez Bustinzar A, Styger A, Aguilar SC, Lara EA, Rosas M, Barquera S,
Hernández ÁM, Córdova VJA. Protocolo de adherencia terapéutica para la atención multidisciplinaria
de pacientes con enfermedades crónicas. México: Secretaría de Salud, 2010.
16. Schmidt U, Treasure J. Clinician’s guide to getting better bit(e) by bit(e). The therapeutic relationship.
Sussex: Psychology Press, 1997.
17. Conner M, Norman, Bell RP. The theory of planned behavior and healthy eating. Health Psychology,
2002;21:194-201.
18. Edmunds L, Waters E, Elliott E. Manejo de la obesidad infantil basado en la evidencia. BMJ,
2001;323:914-919.
19. Bautista-Castaño I, Doreste J, Serra-Majem L. Effectiveness of interventions in the prevention of
childhood obesity. Eur J Epidemiol, 2004;19:617-622.
20. Rodríguez-Gazquez MA, Castañeda-Gallego AD, Correa-Vargas LR, Sarabia-Londoño M. Estilos
de vida saludable de los estudiantes de la Corporación Universitaria Lasallista. Revista Lasallista de
Investigación, 2004;1:35-41.
21. Slaikeu KA. Intervención en crisis: Manual para práctica e investigación. México: Manual Moderno,
1998.
22. Ellis A, Grieger R. A Basic Clinical Theory of Racional-Emotive Therapy. En: Handbook of Racional-
Emotive Therapy, 1977:10.
Bibliografía
ANTECEDENTES FAMILIARES
Parentesco Parentesco
• Diabetes mellitus • Cáncer
• Hipertensión arterial • Litiasis biliar o renal
• Arterioesclerosis • Dislipidemias
• Infarto o embolia • Sobrepeso/obesidad
ANTECEDENTES PERSONALES
• Diabetes mellitus • Sx ovario poliquístico • Incontinencia urinaria • Enf. articular u ósea
• Intolerancia a la • Hiperuricemia o gota • Trastornos menstrua- • TCA o TANE
glucosa/resistencia a • Cáncer les • Apnea/hipoapnea
la insulina • Litiasis biliar o renal • Depresión o ansiedad • Otros (Sx Prader-Willi,
• Hipertensión arterial • Enfermedad renal • Infertilidad lesión hipotálamo,
• Arterioesclerosis • Reflujo • Hígado graso etcétera):
• Infarto o embolia • Gastritis • Cirrosis __________________
• Insuficiencia venosa • Colon irritable • Alcoholismo
• Hipotiroidismo • Hemorroides • Adicciones
• Hipertiroidismo • Dislipidemias
223
Aspectos ginecológicos
Menarca:____________________ Anticonceptivos:_______________ No. de embarazos totales:_______
FUM: _______________________ Embarazo actual: Sí No Lactancia actual: Sí No
Climaterio: Sí No Edad gestacional:______________
HISTORIAL DE PESO
• Establecimiento del sobrepeso: • Infancia • Pubertad • Adolescencia • Adultez
• Descripción de peso de la infancia a la adultez (de ser posible, anotar el peso en kg)
1-5
6-9
10-13
14-17
Mayor • Peso mínimo:
de 18 • Peso máximo sin embarazo:
(adulto) • Peso máximo con embarazo(s):
• Ganancia de peso en embarazo(s):
• ¿En la infancia del paciente alguno de los padres padeció sobrepeso u obesidad? Sí No
• Eventos relacionados con el establecimiento del sobrepeso: • Menarca • Pubertad
• Matrimonio • Embarazo • Menopausia • Enfermedad discapacitante
• Cirugía • Traumatismo • Fármacos • Ninguno • Otro
__________________________
• Eventos psicológicos relacionados con el establecimiento del sobrepeso: • Estrés • Sen-
timientos de tristeza • Ansiedad • Conflictos personales • Abuso (sexual, físico o
psicológico) • Otros____________________________________________________
ACTIVIDAD FÍSICA
• Cuenta con parques, canchas o calles seguras cerca de su casa o trabajo: Sí No
• Inscripción en algún gimnasio o club deportivo (aunque no haga uso del mismo): Sí No
• Horas de: sueño ______ televisión:_______ computadora:______ transporte sentado: _______
• Ejercicio: tipo de actividad
duración
frecuencia
• ¿Alguna vez ha realizado ejercicio físico de forma constante y prolongada? Sí No
¿Durante cuánto tiempo (meses o años)? _______________________ ¿A qué edad? __________
¿Qué tipo de ejercicio era? ________________________________________________________________
SIGNOS Y SÍNTOMAS
• Poliuria • Cefaleas • Hiperfagia con sensación • Varices
• Polidipsia • Disfagia de pérdida de control • Ginecomastia
• Polifagia • Ardor retroesternal o • Anorexia matutina con • Trastorno articular
• Pérdida de peso epigástrico hiperfagia nocturna • Xantomas/xantelasma
involuntaria • Dolor abdomen superior • Conducta compensatoria • Hirsutismo
• Parestesias • Estreñimiento/diarrea • Ansiedad, tristeza, etcétera • Cara de luna llena
• Deshidratación • Intolerancia al frío • Otro: ______________ • Giba
• Cicatrización defectuosa • Dolores articulares u A la exploración física: • Engrosamiento de piel
• Visión borrosa óseos (p. ej. lumbalgia) • Acantosis nigricans • Expresión somnolienta
• Debilidad o cansancio • Trastornos menstruales • Acrocordones • Piel seca
• Mareos • Impotencia sexual • Hirsutismo • Estrías rojizas
• Ronquido sonoro • Incontinencia urinaria • Intertrigo • Presión arterial:_____
• Sueño intermitente • Debilidad muscular • Edema __________________
INDICADORES BIOQUÍMICOS
SANGRE Valor Interpretación SANGRE Valor Interpretación
Ác. úrico (mg/100 ml) Hb (g/100 ml)
Colesterol (mg/100 ml) Hematocrito (%)
HDLc (mg/100 ml) T3 (ng/100 ml)
LDLc (mg/100 ml) T4 (μg/100 ml)
Triglicéridos (mg/100 ml) TSH (mUI/L)
Glucosa en ayuno (mg/100 ml)
Glucosa posprandial 2 h
(mg/100 ml) ORINA Valor Interpretación
HbA1c (%) Glucosa (+, –)
ALT (UI/L) Cuerpos cetónicos
AST (UI/L) (+, –)
Proteínas (+, –)
Se pide al paciente que califique su hambre antes del consumo de los alimentos en una escala de 0 a 10, también para la saciedad
después del tiempo de comida correspondiente.
• Tipo de líquidos: Agua simple al día: litros Refresco, jugos, agua de sabor,
etcétera al día: litros
• Complementos o suplementos: Hora del día con más
hambre:
• Cambios en fines de semana:
• ¿Agrega sal a la comida ya preparada? • Sí • No
• ¿Qué tipo de grasa usan en su casa para cocinar?
NECESIDADES NUTRIMENTALES
Nutrimento Consumo Recomendación Adecuación (%)
Energía kcal
Proteína g = % = g = % =
Lípidos g = % = g = % =
- Grasa saturada g = % = g = % =
- Colesterol mg • < 200 mg o
• < 300 mg
Hidratos de carbono g = % = g = % =
Fibra g 20 a 30 g
Sodio g g
Líquidos ml ml
ANTROPOMETRÍA
Valor Evaluación Diagnóstico
Estatura (cm) IMC (kg/m2) = Sobrepeso: ____
Obesidad grado ____
Peso actual (kg)
Peso habitual (kg) % peso habitual:
Ancho codo (mm) o cir muñe- Complexión:
ca (cm)
Peso teórico (kg) % peso teórico
Circunferencia de abdomen H < 90 cm, M < 80 cm (IDF,
(cm) 2005)
H < 102 cm, M < 88 cm (ATP
III, 2001)
Circunferencia de cintura (cm)/ / ICC = • Ginecoide
cadera (cm) • Androide
PCT (mm) Percentil:
PCB (mm)
PCSe (mm)
PCSi (mm)
% grasa por plicometría % grasa recomendado:
% grasa por otro método % grasa recomendado:
CB (cm) Percentil:
cAMB (cm2) Percentil:
Masa muscular total (kg)
#1
#2
#3
PLAN DE TRATAMIENTO
Prescripción nutricia:
Tipo de plan:
Energía: kcal HC: % Prot.: % Lípidos: % Otros:
Objetivos del tratamiento:
Metas acordadas con el paciente:
Notas:
Nota: los números de página seguidos de f corresponden a figuras; los que van marcados en
negritas indican cuadros.
A tratamiento, 142
definición del peso corporal deseado, 145
Acanthosis nigricans, 16 “el peso que siempre quise tener”, 145
Acetato de medroxiprogesterona, 5 “lo aceptaría, a pesar de que no me haga feliz”,
Ácido(s), fólico, 183 145
grasos, monoinsaturados, 90, 96 “me haría feliz tener este peso”, 145
poliinsaturados (AGP), 90 “no considero que sea un logro”, 145
saturados (AGS), 90 efecto de meseta, 140
trans, 84, 90, 96 estrategias, 150
Acrónimo SOAP, 133 de apoyo para que se incremente, 148
Activación del eje renina-angiotensina- modelo de cambio transteórico de Prochaska
aldosterona, 10 y Velicer, 147f
Actividad física regular, 83 acción, 147
AGP n-3, 90 contemplación, 147
AGP n-6, 90 mantenimiento, 147
Alanino aminotransferasa, 65 precontemplación, 147
Albumina en sangre, 64 preparación, 147
Alimentación al seno materno, 83 Apnea del sueño, 4, 9, 119
Alimentos, remplazo de, 91 Apolipoproteina, A (apo A), 56
Amenorrea, 69 B (apo B), 56
Amoniaco, 64 en adultos, 56
Anemia por deficiencia de hierro, 193 Asociación Americana de Endocrinología Clínica,
Antidepresivos tricíclicos de efecto sedante, 5 12
Apego al manejo nutricio, 140-152 Aspartato aminotransferasa, 65
aspectos conceptuales, barreras y aplicaciones Astenia, 16
prácticas, 141 ATP III* (Adult Treatment Panel), 3, 10
estrato socioeconómico, 141 Aumento de peso insuficiente o excesivo, 193
proceso continuo y dinámico, 142 Automonitoreo, 136
aspectos que afectan el, 143
la evidencia, 143
expectativas en relación con la pérdida B
de peso, 145
recuperación del peso perdido, 143 Banda gástrica, 174
relación y etapas de preparación para Bilirrubina total en sangre, 64
el cambio, 146 Bloqueadores de los receptores adrenérgicos beta
tipo de dieta prescrita, 143 y alfa-1, 5
mediterránea, 144 Bypass gástrico, 182
cinco dimensiones del, 142f
factores de, condición o enfermedad, 142 C
paciente, 142
sistemas y personal de salud, 142 Calcio total, 67
sociales y económicos, 142 Calorimetría directa e indirecta, 107
231
en formato PES, 77 E
indicadores A-B-C-D, 76
por comparación, 75 Ecuación(es), Durnin JVGA, 45
por intuición, 75 Harris-Benedict, 108
proceso en el contexto de la salud, 74 Mifflin-St. Jeor, 108
ambiente psicológico, económico y social, 74 Owen, 108
anamnesis, 74 Weir, 107
enfermedad sospechada, 74 Electrolitos, 66
examen físico, 75 Elementos de la dieta/cantidad por día, 90
signos y síntomas, 74 Emociones asociadas al consumo de alimentos, 137
terapéutico, 75 Enfermedad(es), cardiacas, 4
terminología diagnóstica propuesta por la crónicas, 4
Academy of Nutrition and Dietetics, hepática no alcohólica, 63
78 respiratorias, 4
Dieta, 32 vesiculares y hepáticas, 4
apego inadecuado a las recomendaciones, 193 Estado de salud actual, 4
cálculo de la distribución de la, 33 Estados Unidos, recomendación de, 32
correcta y saludable en el adulto, 85 Esteatohepatitis no alcohólica, 63
evaluación cuantitativa de la, 30, 33 Esteatosis, 65
habitual, 30 hepatocelular, 63
hipoenergética, 4, 32 Estilo de vida saludable, 95
isoenergética, 32 Estrategias psicológicas de apoyo del paciente
mediterránea, 96 obeso, 207
occidental (Western), 84 apego al tratamiento y la motivación para el
bajo consumo de, frutas y verduras, 84 cambio, 214
pescado, 84 expectativas, 215
productos elaborados con granos enteros, introspección del problema, 215
84 motivaciones, 215
consumo elevado de, alimentos fritos, 84 estilos de vida saludables, 209
bebidas carbonatadas regulares, 84 abstenerse de consumir alcohol o hacerlo solo
carnes rojas y procesadas, 84 moderadamente, 210
variedad de la, 34 adoptar prácticas de sexo seguro, 210
Diseño del plan de alimentación para paciente con apegarse al tratamiento, 210
obesidad, 106, 106f desayunar todas las mañanas, 210
cálculo de kilocalorías antes de la restricción, 106 dormir 7 u 8 h al día, 210
distribuir las kilocalorías entre los nutrimentos evitar el consumo de drogas, 210
energéticos, 112 mantener un estado nutricio idóneo, 210
elegir y aplicar restricción energética, 111 mantenerse tan cerca como sea posible del
gasto energético basal, 107 peso, 210
Dislipidemias, 4 no fumar, 210
Dolor, articular, 16 realizar alguna actividad física en forma
cadera, 70 regular, 210
de rodilla, 71 estrategias generales del nutriólogo, 215
o rigidez de la mano, 70 aspecto psicológico, 217
Dumping, síndrome de, 182 apego, 217
modelo transteórico, 19 F
motivacional, 22
examen físico, 14 Factores, actividad física, 110
categorías de hipertensión definidas por la condición o enfermedad, 142
AHA, 15 paciente, 142
presión arterial (riesgo de hipertensión), 14 protectores y causales del desarrollo de obesidad,
factores de riesgo, 3 83
historia médica, 4 actividad física regular, 83
medicamentos relacionados con el aumento alimentación al seno materno, 83
de peso, 5 consumo, de alimentos de bajo índice
signos y síntomas, 15 glúcemico, 83
objetivos en variables metabólicas en el paciente elevado de fibra, 83
con DM, 60 frecuente de alimentos, 83
valoración del riesgo cardiovascular, 54 relacionados con aumento de peso, 137
perfil de lípidos, 54 riesgo cardiovascular, 88
pruebas de funcionamiento hepático, 63, 64 sistemas y personal de salud, 142
colelitiasis, 66 sociales y económicos, 142
enfermedad hepática no alcohólica, 63 tratamiento, 142
e indicadores probables de NAFLD para Falta de conocimientos sobre nutrición y embarazo,
distinguirla de ALD, 65 193
alanino aminotransferasa, 65 Federación Internacional de Diabetes, 11
aspartato aminotransferasa, 65 Fenotiacinas, 5
colesterol HDL, 65 Fibra dietética, 90
consumo de alcohol, 65 Fibrinógeno, 34
fosfatasa alcalina, 64 Fosfatasa alcalina, 64
γ-glutamiltrans-peptidasa (GGT), 65 Fósforo (fosfatos), 67
triglicéridos, 65 Frecuencia de las consultas de seguimiento, 135
pruebas de funcionamiento renal, 66, 66 Friedewald, fórmula de, 56
calcio total, 67 Frutas y verduras, 85
creatinina, 66
electrolitos, 66
fosforo (fosfatos), 67 G
nitrógeno ureico en sangre, 66
pruebas de funcionamiento tiroideo, 67 Gasto energético, basal, 107, 107f
hipotiroidismo, 67 calorimetría en, 107
perfil, hormonal femenino (climaterio), en reposo. Véase GER
69, 70 total. Véase GET
tiroideo, 68 Gastrectomía vertical en manga, 174, 174f
pruebas para riesgo metabólico, 56 GER, 106
diabetes mellitus tipo 2, 56 ecuaciones para la estimación del, 108
pruebas para valorar los riesgos estructurales, GET, 107
70 Glucocorticoides, 5
gota, 71 Glucosa preprandial, 61
osteoartritis, 70 γ-glutamiltranspeptidasa (GGT), 65
resistencia a la insulina, 61 Gota, 71
P R