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CARRERA DE DERECHO
“METODOS Y TECNICAS DE INVESTIGACION JURIDICA”
EL INDIO
PRESENTADO POR:
El Alto – Bolivia
2017
EL INDIO
RESUMEN
Analizaremos las formulaciones programáticas que los más importantes ideólogos
del indianismo-katarismo boliviano, Fausto Reinaga y Felipe Quispe, hicieron en
sucesivos momentos en las que proponen a los indios como sujeto político central
de la Revolución en su país. Identificaremos los elementos comunes y las
diferencias entre ambos. Sus planteamientos son el sustento ideológico y
organizativo de los procesos de emergencia indígena desarrollados desde la
década de 1970 y tienen su punto culminante en las movilizaciones contra las
políticas neoliberales de los años 2000 al 2005, que llevaron a la presidencia de
Bolivia al dirigente cocalero Evo Morales.
INTRODUCCION
Identificaremos las ideas comunes y las diferencias entre ambos ideólogos en torno
a tres ejes: la persistencia de lo comunitario indio como base de la organización
productiva aún vigente, como soporte para la lucha india, y como sustento de un
Estado indio alternativo futuro; el carácter de la revolución que postulan; y la relación
de los indios con el Estado. El discurso indianista de Reinaga quedó plasmado en
tres libros: La revolución india, El Programa delpib de 1970, y la Tesis india, 1971,
resultado del esfuerzo de elaboración ideológica estimulado por el proceso de
organización india autónomo que Reinaga promueve y acompaña. Las ideas de
Quispe fueron sistematizadas en el libro Tupak Katari vive y vuelve...
carajo, publicado en 1988 como parte del Ejército Guerrillero Tupak Katari. Quispe
ha escrito otros textos en los que hace el balance de sus experiencias organizativas
pero por dificultades materiales no han sido publicados. En ambos personajes, sus
ideas no se reducen a los libros que escribieron, pero éstos fueron el medio elegido
por ellos para hacer perdurables sus ideas, para prestigiarlas y prestigiar a los indios
en una sociedad que los margina de la cultura letrada, para enfrentarlas a las ideas
dominantes que buscan subvertir, es decir, para debatir con los adversarios políticos
mestizos e indios y, sobre todo, para hacerlas circular entre las masas indias,
letradas o no, a las que quieren formar políticamente, crear una nueva conciencia y
preparar para la lucha. Las ediciones publicadas de sus libros no dan cuenta cabal
del alcance de sus ideas entre los indios bolivianos, porque ellas han circulado
también en ediciones piratas y en fotocopias o por trasmisión oral.
Retomaremos sus biografías porque ellas también encarnan un programa político,
su voluntad y orgullo de ser indios, afirmando su identidad diferente y desafiando
con sus acciones políticas y performances al sistema de dominación blanco-mestiza
que pretende negarlos, desindianizarlos. Ambos personajes representan a las
multitudes indias que no tienen la capacidad oratoria en castellano o en aymara, ni
acceso a la cultura letrada, ni un papel protagónico en la historia como ellos tuvieron.
Las representan en un doble sentido: como encarnación de una identidad que
rechaza la inferiorización que les ha sido impuesta y como voceros de sus
aspiraciones.
OBJETIVO GENERAL
Analizar las formulaciones programáticas que los más importantes ideólogos del
indianismo.
OBJETIVOS ESPECIFICOS
MARCO TEORICO
Antes de la conquista española, lo que hoy se llama Bolivia tuvo otros nombres.
Constituía una de las cuatro ramas en las que se dividía el Tahuantinsuyo, o sea el
imperio de los Inkas. Estaba poblada casi por entero de quichuas y aimarás, que se
diferenciaban por ciertos rasgos étnicos y por su lengua. Los aimarás, que luego
fueron sometidos por el ejército del Inka, habitaban el norte del país, junto a sus
monumentos históricos de Tiahuanacu, a la orilla del Titikaka, su lago sagrado, de
donde emergieron, según la leyenda, los grandes reformadores del Kollasuyo.
Los quichuas se esparcieron hacia el sud y, para evitar las insurrecciones de los
aimarás, siempre rebeldes e insumisos, el Inka previsor ordenó formar un círculo de
“mitamaes” a su alrededor, vastas pobladas de súbditos que se entremezclaban con
los reacios. De esa manera, en el propio riñón aimará, cuyo foco de población actual
es La Paz, encontramos hoy día algunas provincias como las de Muñecas, Apolo y
otras, habitadas por quichuas.
Los quichuas y los aztecas formaban imperios enormes, tenían leyes, conocían el
arte, y su afán civilizador se extendía hasta las tribus atrasadas y bárbaras que
vivían nómadas en los bosques de América.
Sería inútil en este estudio, agregar el testimonio de los cronistas españoles para
fortalecer nuestro juicio. Quien desee penetrar en la historia admirable de estos
pueblos, puede acudir a Prescott, a Cieza de León, a Herrera, a Garcilaso de la
Vega y, por último, buscar en el archivo de Indias los documentos de Ondegardo y
Sarmiento. Pero lo que nos interesa, hoy día, es considerar la situación social de
los pobladores indígenas que habitan Bolivia.
En las dos razas indígenas, no obstante, hay un sentimiento de clase bien definido
que se exterioriza cuando estallan las insurrecciones del campo. Basta la más
mínima chispa para encender la campaña y convertir a los pacíficos labradores en
rebeldes intransigentes. El sueño que alimentan ambas razas es la reivindicación
de sus tierras, y, cualquiera que les hable con autoridad en este sentido y les haga
ver posibilidades inmediatas de lucha, logra sublevarlos. La burguesía boliviana
comprende perfectamente cuál es el punto neurálgico de su sistema social, basado
en la más completa sumisión, y evita por todos los medios preservar la agitación
entre los campesinos. Las sublevaciones indigenales no son de ayer ni aparecieron
con el comunismo actual. Son tan viejas como su misma esclavitud.
Todas terminaron ahogadas en sangre, reprimidas bárbaramente, fusilando a los
caciques, ametrallando pobladas enteras. Quien desee enterarse de estos crímenes
colectivos del gobierno boliviano no tiene que tomarse otro trabajo que leer las
crónicas de los mismos diarios de Bolivia. La última insurrección indigenal en el
departamento de Potosí, durante el gobierno de Siles, costó más de doscientas
vidas. El ejército boliviano ejercitó la puntería de sus armas modernas en los
cuerpos de hombres, mujeres y niños. ¡Los lanceros hicieron magníficas proezas y
derrotaron completamente a los pobres indios armados de palos!
Pero la más grande sublevación que conoce la historia del Alto—Perú es la que ha
pasado hasta nosotros, acaudillada por un formidable indígena llamado Tupac
Amaru, el corazón ardiendo y el cerebro ágil; sublevación que contó en sus filas a
más de doscientos mil indios y puso cerco a la ciudad de La Paz por 159 días, allí
por el año 1781. Derrotado Tupac Amaru más propiamente engañado por los
españoles, el caudillo fué condenado a muerte, siendo descuartizado después de
ser atado a la cola de cuatro caballos furiosos. Tupac Amaru habría podido vencer,
tal vez, si no cae en la hábil celada que le tendieron las autoridades. Como sucede
estos casos, se le hizo concebir proyectos de reformas si deponía su belicosa
actitud y suspendía el sitio. Se le habló de la justicia que asistía a su raza y,
finalmente, se le propuso una conferencia, a la que asistió con la mejor buena fe, la
que concluyó, como es natural, con aprehensión y juzgamiento, acusado de reo de
la más alta traición, la cual consistía en reclamar derechos para los indios
que morían y se agotaban a millares en las mitas, las encomiendas y los trabajos
forzados.
El indio jamás ha sido defendido ni atendido por nadie. Cuando ha ido a la ciudad
en busca de justicia y a proclamar sus derechos de la tierra que trabaja, ha
tropezado con el abogado ladino que le esquilma sus últimos recursos; con el juez
de piedra, sordo ante sus clamores, y el gobierno dispuesto a tolerar cualquier
exacción Entonces las sublevaciones son justificadas. Pero ese mismo gobierno
unido en un todo a los grandes propietarios, siempre y cada vez más estrecho,
dispone en seguida la defensa del “orden”. Y no es un delito en Bolivia matar indios
y exterminarlos. Y esta es la historia eterna de las sublevaciones y de las luchas
indigenales.
Esto ha sucedido en todas partes del mundo donde han habido clases terriblemente
sometidas y no hay por qué sorprenderse. Es preciso leer a los escritores más
antiguos, entre ellos al mismo Aristóteles, haciendo el elogio de la esclavitud y, por
consiguiente, de la ignorancia de las masas, para abominar de la sabiduría, porque
así convenía al predominio de las clases ricas.
Estos consejos no han sido escritos en vano. Los patrones del Alto-Perú los tienen
grabados en sus corazones. No han fallado. Su mano ha sido dura, así como su
conciencia. Por eso se sostienen hasta hoy día, sin importarles la sangre y el dolor
de los que gimen a sus plantas. Pero, por eso mismo, por su corta visión y su
estúpido egoísmo, soltarán la presa indígena, espoleados por el apetito voraz del
imperialismo que no admite competidores. Ellos, a su vez, mezclados con los indios,
serán los vasallos.
Sin embargo, estos mismos patrones que piensan con cerebro del medioevo y que
proceden sin ninguna hipocresía en sus fundos, cuando se encuentran en la ciudad
y participan en actos públicos, rivalizan en la expresión de un lenguaje conmovedor
de libertad, humanidad y fraternidad. Así, dicen: “hay que civilizar al indio”,
“necesitamos incorporarlo a nuestra civilización”. (La “civilización boliviana”, como
todas las civilizaciones, consiste actualmente en el fraude, el ocio, la prostitución, el
burocratismo, además del alcohol y del consabido motín; fuera de esto no se notan
las obras maestras). Pero al incorporarlo a su “civilización” y ya los mestizos
participan en las luchas políticas se tendría un nuevo factor no despreciable de
inquietud, y entonces los patrones no podrían dormir tranquilos en las haciendas ni
contemplar el cielo y las estrellas; desaparecerían el pongueaje, el derecho de
pernada y otros servicios denigrantes tan arraigados. Y el indio incorporado a “su
civilización”, arreglaría cuentas con sus opresores. El resultado sería la quiebra de
sus intereses. Por eso está de moda hablar sentimentalmente de los indios y
condolerse de su desgraciada situación; pero en la práctica de la vida, recurrir al
subterfugio, la astucia y el fraude, para retardar eternamente que ellos adquieran
exacta conciencia de la humillación que soportan.
Son parte de nuestra herencia histórica que nuestros antepasados nos han dejado
y que ellos han conservado y transformado a través de los años, pero que a pesar
del paso del tiempo y de los cambios que han sufrido, nos recuerdan de dónde
venimos y cuáles son nuestras raíces. No obstante no tenemos que considerarlos
como simples recuerdos de nuestro pasado. Son parte de nuestro presente, por
ello es fundamental darnos el tiempo de aprender a valorarlos y conocerlos, para
así garantizar un mejor futuro para todos.
Seamos respetuosos con sus formas de vestir, de hablar, con sus costumbres,
tradiciones. Aprendamos a valorarlos realmente, interesándonos por conocerlos
más a fondo, entendiendo que no son una minoría, son parte de la diversidad.
BIBLIOGRAFIA