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LEONARDO J.

PARRA

leonardo.parra@laopinion.com.co

Margarita Posada estudió Periodismo en la Universidad de la Sabana. Antes de graduarse, trabajó en una revista de la Casa Editorial El
Tiempo. Además, fue asesora de la secretaría privada de la Presidencia de la República.

En 2005 publicó su primera novela ‘De esta agua no beberé’, año en el que fue invitada a presentarla en la Feria Internacional del Libro
de Guadalajara.

Trabajó en la revista SoHo por más de tres años como editora internacional y de especiales, y como columnista de sexo bajo el
seudónimo de ‘Conchita’. Luego fue a escribir a París, y a los tres meses regresó a Colombia.

Ha hecho televisión y radio, y condujo programas sobre literatura para Señal Colombia. En el 2008 lanzó su segundo libro ‘Sin Título
1977, publicado por Alfaguara.

Enamorada de la palabra, esta novelista considera que los escritores en Latinoamérica son como islas literarias.

¿Había estado alguna vez en Cúcuta?

Nunca. En mi historia, dentro de mi imaginario, Cúcuta es la ciudad de una niña que se ennovió con mi gran amor de la vida, era el
punto del mapa en donde tenía que poner un chinche rojo (risas).

¿Conoce algún escritor nortesantandereano?

No tengo ni el más mínimo atisbo de literatura de acá, entonces eso también me interesa. Al final, uno nunca va a sentar cátedra en
ninguna parte, en realidad uno va es a aprovecharse de quienes creen que van a poder sacarle provecho a la visita de uno.

¿Cuál es la línea que divide la literatura del periodismo?

La verdad, es la mentira, nada que hacer. Lo absolutamente infinito y grandioso de la literatura, es que uno puede acomodar las fichas a
su manera.

¿Con cuál se queda?

Lo mío es sin duda alguna la literatura, pero soy súper agradecida con el periodismo y nunca lo he hecho pensando que sea un oficio
menor. Grandes como Kapuscinski, Gay Talese y Wolfe, me enseñaron una manera de hacer periodismo que no es la que a uno le
enseñan en la universidad, como lo es la noticia, lo verdaderamente aburrido y agobiante. También el periodismo es una fuente
inagotable de curiosidad porque cuando uno es periodista, no siente la necesidad de saber algo sino de contarlo a alguien. No me
quedo con ninguno de los dos, me parece que se complementan de una manera fantástica y si no hubiera tenido el periodismo a la
mano, seguramente sería una artista incomprendida, nunca me habría echado al agua a escribir literatura.

¿Entre más experiencias se tengan en la vida, hay más para contar?

Es relativo, porque siempre que uno dice ser escritor, alguien aparece con una historia estupenda. Pero la vida de todos los seres
humanos está hecha de historias fascinantes, particulares y dramáticas. Lo que hace a un escritor diferente de los demás seres
humanos, no es que tenga grandes historias sino, que quiere contar sus historias. Escribir es una necesidad y una pulsión, casi que algo
que sucede sin que uno se lo proponga.

Tras su paso por varios medios de comunicación, ¿qué rescata y qué rechaza?

Siempre rescato todo, aunque soy pesimista en general. Pero todos los pequeños munditos a los que uno puede asistir u observar de
cerca, o en los que uno se puede inmiscuir, son una fuente de riqueza inagotable para un escritor. En donde quiera que te encuentres va
a ver material literario. Chejov era médico y Kafka trabajaba en una oficina de seguros.

¿Qué quedó de su paso por la Presidencia de la República?

Mi primera novela tiene mucho de mi experiencia laboral en la Presidencia de la República, tarea que acepté, a sabiendas que era
material literario. Ni siquiera tenía en mis planes escribir una novela en ese momento, pero mi curiosidad era esa, no era para nada la
política ni el poder. Me interesaba ver qué pasaba detrás del telón, en ese circo que puede ser el Palacio de Nariño, donde permanecí
durante un año y medio.

¿Es difícil para una escritora joven posicionarse en el sector literario?

Sí, pero para mí no lo fue. Es horrible decirlo, no quiere decir que hable mal de mí, que diga que mi obra es una babosada ni nada por el
estilo, porque he trabajado. Las páginas impresas las hice dedo con dedo. Pero eso de publicar se da por añadidura, son golpes de
suerte. Si la ambición de alguien es que lo publiquen, no creo que sea un escritor. En Colombia debe haber ochenta mil mujeres que
viven igual o mejor que yo, y que sencillamente no han estado en el momento y lugar indicados.

¿Qué temas le interesa contar?

Uno nunca puede deshacerse de las cuestiones personales, cuando me preguntan qué tan autobiográfico es lo que escribo, siempre
contesto con una respuesta escatológica: ‘uno come algo que caga, pero no se come lo que caga’. Es decir, uno digiere lo que hace,
tiene procesos, inventa, traspone, junta personajes, lo marcan momentos y da particiones. Lo que está escrito en mis novelas es ficción
sin duda alguna, pero lo que siempre busco cuando escribo es la entraña, no creo en los grandes ejercicios de literatura súper virtuosos,
ni en el escritor que está concentrado en asombrar a todo el mundo con su estilo. Porque me parece que es algo similar a lo que en la
música llamo, ‘el solo ensorrador’, que es ese tipo de saxofonista que se cree la ‘chimba’ porque hace 300 notas (trolodlodo) y resulta
que no hace música. Creo más en algo que tiene que ver con la miseria de los humanos, con el consuelo que encontré en la literatura
cuando empecé a leer y la razón por la cual escribo, que hace entender que uno no está solo o que está muy solo en realidad.

Como lectora, ¿por qué literatura se inclina?

Me inclino por lo que quiera que sea que me deje seguir leyendo sus páginas, digamos que soy una lectora desordenada. Siempre lo
comparo con un gran catador de vinos, que prueba de esto y lo otro, que tiene un orden metódico para hacer. Soy una amante del vino
pero soy una borracha, sencillo, tomo lo que encuentro. También creo en las lecturas inducidas por amigos, por gente que admiro como
escriben. Pero sobre todas las cosas siento como negativo, que a los niños les traten de enseñar que uno lee para ser más sabio,
porque uno lee es para nada, por puro y físico placer.

¿Sigue de la mano de ‘Conchita’?

A mi ‘Conchita’, ‘putas’, la he asesinado como siete veces en público, ya no sé qué hacer con ella.

¿La aborrece?

No, la quiero mucho, me hace falta y siempre le digo bueno, ya no más. Fue una cosa fortuita. Cuando era la editora de especiales y
luego de internacional de ‘SoHo’, dentro de mis ochenta mil labores me tocaba recibir la columna de una actriz que no tenía ni idea de
escribir, a las dos de la mañana tenía que corregirla y me aburría profundamente el asunto. Hasta que un día el texto no llegó y Daniel
Samper (el director) entró a mi oficina y me dijo que la hiciera sólo por ese día. Entonces la escribí y al otro día había 800 mil correos en
la Internet. Seguí con esto durante un año y medio. Interesante y divertido pero obvio, es un proceso más sencillo que hacer literatura.

¿Quién disfrutó más con ‘Conchita’, usted en el proceso de escritura o los lectores?

Ellos. Para mí era como hacer la misma receta siempre, porque escribir una columna de sexo bajo un seudónimo para un lector tan
predecible como lo es un hombre, y para una revista tan predecible como es ‘SoHo’, entonces resulta sencillo. Obvio, quienes cocinan
bajo recetas tienen sus secretos. Además, cuando revelé que yo era la escritora de ‘Conchita’, dije que la única palabra que en realidad
hubiera generado algún tipo de riqueza personal, no se podía poner en una revista de sexo para hombres, ¡amor!. Y pues los orificios
del cuerpo humano se acaban y agotan, y no hay más por donde. Entonces me retiré y en definitiva ‘Conchita’ cumplió su ciclo.

¿Cuál ha sido el periplo de, ‘De esta agua no beberé’?

Escribí esta novela en el 2005, la primera publicada. Es un libro al que le fue bien y me siguen llamando a decir que vaya por el
chequecito. Aunque lo que recibo es una güevonada, es emocionante que a uno le digan eso por un libro que escribí hace cinco años,
pues no me alcanza ni para comprarle los pañales a un niño, pero como no voy a tener hijos, así que no me importa. En general, el
trabajo literario lo lleva a uno a muchos sitios, he estado en la Feria de Guadalajara (México) dos veces, y hace poco estuve en la Bienal
de Literatura de Mérida (Venezuela), que fue increíble.

¿Qué ha pasado con ‘Sin título 1977’?

Los libros son como los hijos, uno espera que cuando uno les paga la universidad, se gradúen y miren a ver qué hacen.

¿Es cierto que no quiere tener hijos?

Por lo menos en un 77 por ciento no (risas).

¿Es feminista?

La menos feminista está sentada acá al lado tuyo. En realidad es egoísmo, además como soy narcisa entonces tener un hijo sería el
acto más narciso del planeta. Fuera de eso es la resignación de decir, si no puedes con tu propia vida entonces para qué. Pero de
pronto, me vean después preñada con trillizos en cochecitos (risas).

Respecto a su estadía en París, ¿en algún momento dijo que desmitificó ‘la ciudad de la luz’?

Si, aunque adoro París, para ser franca odio a los parisinos (risas). Cuando renuncié a ‘SoHo’, meses después me fui a esta ciudad a
escribir y terminar la novela, y lo hice. Pero me devolví no sólo por el proceso literario que viví sino, también por un momento crucial en
la vida personal.

¿En Colombia hay competencia entre escritoras?

No sabría decirlo, no deberían distinguir entre si uno es hombre o mujer, sino si es bueno o no. Cuando uno escribe no compite con
nadie, uno tiene el tono de voz propio.

¿Se animaría a escribir un guión para cine?

Me parece fascinante el cine pero me agobia el trabajo en equipo. Creo que escogí escribir en la vida porque es un oficio solitario.
Además, hay voces en la literatura que no se pueden pasar por lenguajes diferentes como el cine.

¿A dónde quiere llegar en el plano literario?

No tengo ni idea. Pues qué, el Nobel (risas). Escribir es una pulsión, es algo que uno casi que ni decide. Después se asume cierta
disciplina y uno se cree el cuento. Pero esa es la otra vaina, asocio el asunto de publicar un libro con parir un hijo, porque las mujeres
creen que son las únicas embarazadas en el planeta y que tienen el hijo más bonito. Todo es absolutamente fastuoso y dramático pero
cuando se dan cuenta, da la depresión posparto, al igual que a los escritores.

En la actualidad, ¿sobre qué escribe?

Unos cuentos de vez en cuando. Preparo una novela que le voy a dedicar a ‘Conchita’, creo. Es sobre una columnista de sexo a la cual
no se la ‘come’ su marido. Se llama ‘La Caja de la Herrera’. Por lo demás, tengo una columna en un suplemento literario en un periódico
de México.

¿Ha escrito poesía?

No, mi chip de la poesía es terrible. No escribo poesía sino un par de cosas que pareciera que fueran poesía pero no lo es.

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