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Qué Quiere Decir “Nacer de Nuevo”?

El evangelicalismo moderno enseña casi universalmente que para que una persona nazca de
nuevo, debe primero ejercer su fe. Uno debe escoger nacer de nuevo. No es eso lo que
escuchamos? O quizás, no es eso lo que creen algunos?

Según una encuesta por George Barna, alrededor del 75% de los norteamericanos que dicen ser
cristianos, dicen haber nacido de nuevo; y más del 70% de estos cristianos creen que el hombre
es básicamente bueno. A que se debe esto? Muchos de los grandes teólogos de este siglo lo han
llamado el ‘analfabetismo bíblico’ dentro del evangelicalismo.

Este analfabetismo es quizás la mayor desgracia que le ha ocurrido al cristianismo. Cientos de


falsos maestros han venido, casi desde la fundación de la iglesia primitiva, como lobos con piel
de oveja, a engañar a esos cristianos ‘analfabetas.’

Charles G. Finney, es uno de estos maestros. Jerry Falwell lo llama “uno de mis héroes y un
héroe para muchos evangélicos, incluyendo a Billy Graham.” De hecho, en el Billy Graham
Center, existe para Finney un lugar de honor, y es nombrado por Graham como “el más grande
evangelista de América.” Qué enseñaba Finney acerca del nuevo nacimiento,

“La regeneración no es un cambio en la sustancia del alma o cuerpo. Si así fuera, los pecadores
no deberían ser llamados a hacerlo. Tal cambio no constituiría un cambio del carácter moral. Tal
cambio no es necesario, pues el pecador tiene todas las facultades y atributos naturales
requeridos para ejercer perfecta obediencia a Dios. Todo lo que necesita es ser inducido a usar
estos poderes y atributos como debe. Las palabras conversión y regeneración no implican ningún
cambio de sustancia, sino un cambio del estado moral o carácter moral. Los términos no son
utilizados para expresar un cambio físico, sino moral. La regeneración no expresa o implica la
creación de nuevas facultades o atributos de naturaleza, ni un cambio cualquiera de la
constitución del cuerpo o mente.” [1]

Qué pensamos de estas palabras? Cómo podríamos reconciliar esto con las palabras de Pablo,
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas.” (2Corintios 5:17). Qué otra doctrina ha sido similarmente enseñada
en la historia de la Iglesia? Para los que aman la historia eclesiástica, fácilmente les vendrá a la
mente una doctrina que fue proclamada por la Iglesia como una herejía en el Concilio de
Cartago: el Pelagianismo.

Finney insistía en contra de la creencia que el nuevo nacimiento es un regalo divino, e


insistiendo, como hemos leído, “en el cristiano cambiando su última escogencia, intención,
preferencia; o en cambiar del egoísmo al amor y benevolencia, mientras somos movidos por la
influencia moral del ejemplo de Cristo.” Es decir, Finney, al igual que Pelagius creía que el
hombre era esencialmente bueno, y al negar la doctrina del pecado original, afirmaba que el
hombre era capaz de hacer el bien y por lo tanto Cristo vino a proveer a los hombres un ejemplo
a seguir, para estar bien con Dios.
Finney, en sus escritos, rechazó la doctrina del pecado original, la expiación sustitucionaria, la
justificación por medio de la fe, y el carácter sobrenatural del nuevo nacimiento. Por ejemplo,
con respecto a la creencia de que el nuevo nacimiento depende exclusivamente de la actividad
divina, Finney dice, “Ninguna doctrina es más peligrosa que esto para la prosperidad de la
iglesia, y no hay nada más absurdo.” [2] Es Finney un hombre que deberíamos seguir…o
admirar? La respuesta es un rotundo no. De hecho, R. C Sproul escribe,

“Ahora, si Lutero estaba en lo correcto al decir que sola fide es el artículo sobre el cual la iglesia
se sostiene o se cae, si lo que los reformadores decían es que la justificación por medio de fe es
una verdad esencial del Cristianismo, quienes también argumentaron que la expiación
sustitucionaria de Cristo es una verdad esencial del Cristianismo; si estaban en lo correcto la
única conclusión a la que podemos llegar es que Charles Finney no era un cristiano. Yo leo estos
escritos y digo que no veo como algún cristiano podría escribir esto.” [3]

Muchos creen que fueron los reformadores los que formularon las doctrinas de la gracia,
especialmente la que veremos el día de hoy, sola gratia. Pero, cuando estudiamos la historia de la
iglesia, nos damos cuenta que la iglesia primitiva creyó y defendió esta doctrina, y su mayor
exponente fue Agustín quien dijo, “[Dios] Ordena lo que es tu voluntad, y decreta que [yo] haga
lo que tú has ordenado.” Además, cuando estudiamos la Biblia, es claro y obvio que los
apóstoles las creyeron también.

Cuando los reformadores utilizaron el término “sólo por gracia,” lo que querían decir es que
nuestra salvación de la ira de Dios se da debido a Dios, y no por nada bueno que hubiera en
nosotros. Lo que la Biblia dice de la naturaleza humana no es nada bueno, y muchos “cristianos”
como Finney tienen muchos problemas con esas y otras enseñanzas de la Biblia. En una cultura
democrática como la nuestra, creemos que nuestro voto cuenta, y que al ejercer nuestro derecho
a escoger, podemos cambiar el mundo a nuestro alrededor. Todos hemos sido enseñados que
tenemos la capacidad dentro de nosotros para hacer cualquier cosa, si ponemos nuestro mayor
esfuerzo. Este tipo de creencias muchos las aplican a su teología y pensamos que si Dios nos
ordena hacer algo, debe ser porque tenemos la capacidad de hacer lo que Él nos ordena. La
escogencia se convierte en todo, y es por eso que muchos caen en una de las herejías más
terribles de la historia, el Pelagianismo. Esa es la razón por la cual “sólo por gracia” no tiene
sentido para muchos evangélicos que no creen que la naturaleza humana sea tan mala, y que no
conocen verdaderamente lo que significa su pecado, y por lo tanto, la gracia no es algo que
necesitemos para ser salvos.

La doctrina de la sola gratia para el nuevo nacimiento es algo que ofende a muchos, y su rechazo,
como dije antes, no es nada nuevo, sino que en el siglo IV fue conocida como Pelagianismo,
llamada así porque fue enseñada por un monje inglés llamado Pelagius, y que fue el enemigo de
Agustín. El pelagianismo es la enseñanza que enfatiza la libertad humana, ve al pecado original
no como corrupción y culpa heredada de nuestro primer padre Adán, sino como un mal ejemplo
introducido por Adán en el mundo. El pelagianismo ve la gracia simplemente como una
influencia que nos hace actuar sobre la información adecuada. De Pelagius, no de la Biblia, es
que algunos evangélicos creen que los niños nacen inocentes, no como pecadores, y de Pelagius
viene la idea de que el pecado es algo que hacemos y no algo que somos. Para hombres como
Pelagius y Finney, casi 1500 años más tarde, la regeneración es la obra del hombre.
Qué quiso decir Jesús con “nacer de nuevo”?

La primera mención de esta frase en la Biblia ocurre en el evangelio de Juan, cuando el apóstol
describe un encuentro entre Jesús y Nicodemo. Este judío era parte del Sanedrín, una persona
religiosa y líder de la corte suprema de Israel (Sanedrín), que estaba formada por 70 ancianos de
la nación. Además era maestro para todos los judíos, lo cual habla de sus altas calificaciones para
este puesto. Juan escribe lo siguiente,

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este
vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque
nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo:
De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es
nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que
te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas
ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió
Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto? Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de
Israel, y no sabes esto? De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que
hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.” Juan 3: 1-11.

En este pasaje vemos a Nicodemos reconocer a Jesús como un maestro que viene de Dios.
Siendo el gran maestro de Israel, llega a Jesús adulándole, y asegurando reconocer el reino de
Dios en el ministerio de Jesús. El Señor no le hace caso a las palabras vanas de Nicodemo y le
enfrenta de una manera muy particular. Jesús le dice, “De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Esto es impresionante, ya
que Jesús le dice a Nicodemo que él no calificaba para el reino de Dios, algo increíble para él y
para Israel, ya que si Nicodemo estaba necesitado de algo, mucho más la nación israelita.

Jesús hace notar que Nicodemo no podía discernir la verdadera naturaleza del reino de Dios en
su estado (1Corintios 2:14), y le recordó a este hombre que era “maestro” en Israel, quizás
dando a entender que tenía amplio conocimiento del Antiguo Testamento como para reconocer
las palabras “nacer de nuevo.” Jesús quería hacer notar que se necesitaría un cambio radical para
poder ser parte del reino de Dios.

Pero, ¿porqué Jesús utilizó una metáfora del nacimiento para hacer su punto? Debido a que
tendría más sentido para los judíos de ese momento que para nosotros en la actualidad. Para los
judíos más que la circuncisión, seguir a Ley, y mantener el Pacto que Dios hizo con Moisés, uno
debía nacer hijo de Abraham para tener parte en el reino de Dios. Esa es la promesa que Dios le
hace a Abraham en Génesis 12.

Pero, Jesús no solo estaba retando el legalismo de los judíos, ni contra el ritual de la circuncisión,
ni de la fidelidad del pacto. Jesús estaba rechazando su ciudadanía, su sangre, su heredad. Jesús
le estaba diciendo a Nicodemo que él no había nacido de la manera correcta, pues ser un
descendiente de Abraham no era suficiente para entrar en el reino de Dios.

Es decir, debemos tener claro que ningún hombre nace un cristiano, pues todos nacemos en carne
(Salmo 51:5; 1 Reyes 8: 46; Jeremías 13:23). R.C. Sproul escribe, “nadie ha nacido cristiano
excepto Jesús. Él fue el único que nació y murió un verdadero cristiano. Todos los demás deben
nacer de Dios sobrenaturalmente.”

Lo que podemos ver del texto es que Nicodemo tomó la frase “nacer de Nuevo” literalmente.
Entendió que significaba un renacimiento físico (verso 4). Actuó como si la noción de un
nacimiento espiritual le fuera extraña, a pesar de que era enseñada en el Antiguo Testamento
ampliamente.

Luego de que Nicodemo cuestiona lo que Jesús le dice, Jesús le repite el enunciado pero de una
forma distinta, implicando lo mismo, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (verso 5). Lo que Jesús está
implicando con ambas respuestas es que uno debe nacer ‘de arriba’ o de Dios. No está dando una
formula o pasos que alguien debe hacer para nacer de nuevo.

Gillespie dice que las personas que toman seriamente la doctrina de la inerrancia de las
Escrituras son las que deben tomar en serio el estudio bíblico del griego. La Biblia inspirada por
Dios fue escrita en griego koine y por lo tanto es esta la que nos debe importar, y la que debemos
estudiar. Qué quiero decir? El estudio bíblico debe basarse en:

1. las palabras que el autor utilizó en griego;


2. lo que significaban para la audiencia a la que le escribía;
3. y como están ordenadas en las oraciones.

El lenguaje griego en este pasaje utiliza las palabras gennhqh anwqen (genn anoten) traducida
como “naciere de nuevo.” La mejor traducción para esa frase es “naciere de arriba” o “naciere de
Dios,” según el Diccionario de Strong. [4] Es importante saber que esto se basa en el uso que le
da el apóstol Juan a la palabra anoten en sus escritos, ya que siempre lo utiliza como “arriba”
(Juan 3:31; 19:11, 23). Jesús no nombra a Dios, pero si utiliza un eufemismo refiriéndose al
lugar donde habita Dios, es decir, “arriba.”

Es extraño que Nicodemo no comprendiera las palabras de Jesús, ya que al tropezar en la


enseñanza de Jesús falla al no ver la verdad más importante, es decir, que el renacimiento viene
de Dios. No entendió que el renacimiento es causado por Dios que está “arriba.” Ahora, es que
podemos esperar que Nicodemo no comprendiera lo que Jesús le estaba diciendo? Veamos. A
través de Moisés, Dios le prometió a Israel que Él mismo circuncidaría sus corazones y les daría
un nuevo corazón para que le amen. Pero existe dos pasajes claves para los judíos, que les
enseñaban acerca de lo que Jesús luego le enseñó a Nicodemo, y que le debieron haber puesto a
pensar. Por ejemplo, Ezequiel dice,

“Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh
casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las
naciones adonde habéis llegado. Y santificaré mi grande nombre, profanado entre las naciones,
el cual profanasteis vosotros en medio de ellas; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, dice
Jehová el Señor, cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos. Y yo os tomaré de las
naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro país. Esparciré sobre vosotros
agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os
limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de
vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros
mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por
obra. Habitaréis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me seréis por pueblo, y yo seré
a vosotros por Dios. Y os guardaré de todas vuestras inmundicias; y llamaré al trigo, y lo
multiplicaré, y no os daré hambre. Multiplicaré asimismo el fruto de los árboles, y el fruto de los
campos, para que nunca más recibáis oprobio de hambre entre las naciones. Y os acordaréis de
vuestros malos caminos, y de vuestras obras que no fueron buenas; y os avergonzaréis de
vosotros mismos por vuestras iniquidades y por vuestras abominaciones.” Ezequiel 36: 22-31

Este es quizás el pasaje en el Antiguo Testamento que es paralelo al de Juan 3. Cuando Cristo
menciona “nacer de Dios” o “nacer de agua y del Espíritu,” Nicodemo debió haber reconocido el
pasaje de Ezequiel 36. Es por ello que Jesús le dice, “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes
esto?” Es, además, a razón del porque Jesús les dice a los fariseos, “Dejadlos; son ciegos guías
de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.” (Mateo 15:14). Pero un
capítulo más tarde, Dios le da una visión a Ezequiel para que entienda la manera en la que Dios
junta a Su pueblo, es decir, la manera en la que Dios llama a los suyos, veamos,

“La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de
un valle que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he
aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo:
Hijo de hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces:
Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová
el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré
tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en
vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado;
y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada
hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por
encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo
de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y
sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en
ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo
de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se
secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto, profetiza, y diles:
Así ha dicho Jehová el Señor: He aquí yo abro vuestros sepulcros, pueblo mío, y os haré subir
de vuestras sepulturas, y os traeré a la tierra de Israel. Y sabréis que yo soy Jehová, cuando
abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en
vosotros, y viviréis, y os haré reposar sobre vuestra tierra; y sabréis que yo Jehová hablé, y lo
hice, dice Jehová.” Ezequiel 37: 1-14.

Qué es lo que deja claro este pasaje? La soberanía de Dios en la salvación del hombre. El
Antiguo Testamento deja claro que el hombre es por naturaleza, un pecador, es decir, como dice
David, “en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre” (Salmo 51:5). Y el
Nuevo Testamento explica que esa naturaleza humana significa que el hombre está muerto
espiritualmente (Romanos 3:9-12; Efesios 2:1-3; Juan 5:25). Cómo, entonces, puede un muerto
volver a vivir? Cómo explican aquellos que luchan por el humanismo, su propio nacimiento? A
qué quiero llegar con esto? Quiero que veamos que Jesús utiliza la metáfora del nacimiento de
una persona, no solo para que este “maestro” de Israel captara del Antiguo Testamento lo que
significaba pertenecer al reino de Dios, pero también utilizó esa imagen para que nos diéramos
cuenta de que así como ninguno de nosotros tuvo algo que ver en su propio nacimiento, pues
quién decidió nacer?, o, quién escogió sus padres? De esa misma manera, dice Jesús, es el Nuevo
nacimiento. Es algo que viene de Dios, y que es otorgado a los que Dios quiere. No es eso lo que
quiere decir Pablo,

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas (archalos-lo que ha
ido desde el principio) pasaron; he aquí todas son hechas (ginomai-vienen a existir) nuevas
(kainos-nueva sustancia).” 2 Corintios 5: 17

Es claro que Pablo está diciendo que aquellos que han nacido de Dios, a quienes se les ha
otorgado el Espíritu Santo, han sido regenerados. Esta regeneración implica la creación de una
nueva sustancia o naturaleza, una nueva ‘criatura,’ la cual es libertada del poder del pecado
(Juan 8:34).

Por lo tanto, es nuestra responsabilidad tener una correcta doctrina de nuestra conversión.
Debemos creer que nosotros contribuimos con Dios sinergísticamente en nuestra salvación? La
verdad de la Biblia es que la regeneración es un acto monergístico, es decir, un acto divino, del
cual nadie sabe ni cuando, ni como, ni donde, sólo que ha ocurrido (verso 8). Y eso es un acto de
Dios para Su pueblo. Nosotros somos los guardas de la gloria de Dios, y debemos luchar contra
cualquier cosa que trate de robarle la gloria a Dios. Es por eso que las enseñanzas de hombres
como Finney, y muchos otros autores modernos, deben ser rechazadas, al estar en contradicción
con la Biblia, pues en ella se muestra la soberanía de Dios en la salvación del hombre.

Quisiera concluir con unas palabras de Charles H. Spurgeon, llamado el más grande predicador
de todos los tiempos, quien en su sermón, “El Corazón Nuevo,” dice,

“Y doy inicio haciendo la observación que es una obra divina de principio a fin. Dar al hombre
un corazón nuevo y un nuevo espíritu es obra de Dios, y únicamente de Dios. El arminianismo se
desploma cuando llegamos a este punto. Nada funciona aquí, excepto la vieja verdad que los
hombres llaman calvinismo. “La salvación es sólo de Jehová;” esta verdad soporta la prueba de
las edades y no podrá ser conmovida nunca, porque es la verdad inmutable del Dios vivo. Y a lo
largo de todo el camino de la salvación tenemos que aprender esta verdad, pero especialmente
cuando nos encontramos aquí, en este punto particular e indispensable de la salvación: la
implantación de un nuevo corazón en nosotros. Esa debe ser la obra de Dios; el hombre tal vez
pueda reformarse a sí mismo, pero ¿cómo se puede dar a sí mismo un nuevo corazón? No
necesito abundar en este pensamiento, pues comprenderán al instante, que la misma naturaleza
del cambio, y los términos en que ese cambio es mencionado aquí, lo ponen fuera del alcance del
hombre. ¿Cómo puede el hombre ponerse un nuevo corazón, ya que siendo el corazón el poder
motor de toda la vida, debe ejercitarse a sí mismo antes de que pueda hacer alguna otra cosa?
Pero ¿cómo pueden los esfuerzos de un viejo corazón producir un nuevo corazón? ¿Pueden
imaginar por un momento un árbol con un corazón podrido, que por su propia energía vital, se dé
un joven corazón nuevo? No se puede suponer tal cosa. Si su corazón estuviera bien
originalmente, y los defectos estuvieran localizados en alguna rama del árbol, pueden concebir
que el árbol, por medio del poder vital de la savia dentro de su corazón, rectifique el problema.
Sabemos de algún tipo de insectos que pierden sus miembros, y por su poder vital son capaces de
recuperarlos de nuevo. Pero quiten el asiento del poder vital: el corazón; y, ¿qué poder hay que
pueda, con alguna posibilidad, rectificarlo, a menos que sea un poder externo, de hecho, un poder
de lo alto?” [5]

_______________________________________________
[1] Charles G. Finney. Systematic Theology. Lecture XLII. Regeneration.

[2] Charles G. Finney. Revivals of Religión. Páginas 4-5.

[3] R. C. Sproul. The Pelagian Captivity of the Church.

[4] Strong’s Greek Lexicon. Número 509.

[5] Charles H. Spurgeon. “El Corazón Nuevo.”

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