Todos los alimentos son susceptibles a ser alterados en mayor o menor espacio de
tiempo, debido a la acción de microorganismos que los contaminan o a reacciones
enzimáticas del propio alimento.
La alteración y el deterioro de los alimentos han sido una constante preocupación y
motivo de investigación para el ser humano con el objetivo de conservarlos el mayor tiempo posible y asegurar una disponibilidad de los mismos. Asi técnicas de conservación como salazones, encurtidos o secados fueron practicadas por el hombre desde tiempos muy remotos, dando paso a otros sistemas cada vez más sofisticados como son las conservas, congelados, alimentos al vacio, esterilizados, etc.
El Instituto Nacional de Nutrición (INN) recomienda aprender a conservar los alimentos
para economizar a la hora de hacer las compras, para variar los menús en la mesa familiar o bien sea para garantizar una buena salud mediante la correcta selección, compra y manipulación higiénica de los alimentos, pasos anteriores a la preservación de lo que comemos.
Refrigeración y congelación
El frío hace que las bacterias y hongos crezcan más despacio
o, si es muy intenso, que detengan su actividad casi por completo. De ahí que utilicemos la refrigeración y la congelación como técnicas de conservación de alimentos.
La refrigeración (en neveras) permite conservar los
alimentos unos días.
La congelación, por debajo de -10 °C en los
congeladores domésticos, nos permite conservar los alimentos mucho más tiempo (nunca indefinidamente), siempre que no se rompa la cadena del frío.
Los aditivos alimentarios
Los aditivos son sustancias que se añaden a los
alimentos para que estos mantengan sus cualidades, o para potenciar o recuperar algunas que se han perdido durante el proceso de elaboración. Los aditivos que nos interesan, en el contexto de la seguridad alimentaria, son los conservantes. Se trata de sustancias que dificultan o impiden el desarrollo de los microorganismos.
Además pueden servir para dar color, sabor, textura,