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El impacto de la globalización

en la formación de una cultura organizacional

Mario Arámbula

Debido a lo que algunos llaman el “mundo sin fronteras” o “el fin de la geografía”, el campo de juego
es más grande y abierto que nunca antes. Esto significa que tenemos que competir con las mejores
empresas del mundo, independientemente de la ubicación y de donde se opere.

El empresario del siglo XXI, por un lado, ha de saberse manejar entre la expansión globalizadora de
los mercados y la contracción especialista de sus servicios o productos; pero también, por otro lado,
ha de lograr una síntesis entre las vertientes humanas y tecnocrática de la empresa; además, el
empresario que no consiga la subordinación de la competencia a la colaboración, no alcanzará
mantener a flote a su organización, cuya cohesión se observa cada vez más atacada. (Llano, 2001)

La globalización tiene un impacto determinante en la sociedad, en su cultura, en su modo de vida, su


forma de hacer negocios, a tal grado que la misma ha tenido apoyo y rechazo de gran parte de la
humanidad. Quienes la aceptan ven oportunidades de negocio, de expansión, dominio, crecimiento y
riqueza. Quienes la rechazan ven pérdida de valores, de cultura, de identidad nacional, y la amenaza
de competir en desventaja con las grandes potencias.

Una posición auténticamente crítica ante la globalización presupone ante todo una determinada
postura ética. Pues la globalización económica no es ni mala ni buena. Cuando la atacamos es debido
a la dificultad que entraña controlar la economía desde los Estados Nacionales que, mejores o
peores, son ya viejos conocidos nuestros. Pero parecemos haber olvidado algo, al hablar así, que los
Estados Nacionales de la mayor parte del planeta han consentido unas desigualdades internas
escalofriantes, que los imperialistas siempre han contado con títeres de cada nación, y que el estado
del bienestar, preocupado por las exigencias de justicia de sus ciudadanos, ha sido una realidad casi
exclusivamente europea. Cabe destacar la necesidad de instituir un eficiente control internacional de
la economía global y de unas reglas de juego más justas, porque las existentes favorecen a los países
más poderosos, que se protegen por los medios más retorcidos, practicando un neoproteccionismo
incluso en nombre del mercado. Y es que, en realidad, la globalización es no sólo reducida e
imperfecta, sino que en muchas ocasiones está amañada en favor de determinados intereses
hegemónicos. (Conill, 2001).

Las naciones, la sociedad, las organizaciones, y los individuos deben estar preparados para los
cambios mundiales que están sucediendo; el proceso de adaptación no es fácil y menos la aceptación
de una nueva cultura que en la mayoría de los casos es vista como capitalista, impuesta y que viene a
sustituir los valores y cultura actuales.

Preparar a cualquier empresa para competir en el siglo XXI no será fácil. El camino rara vez lo es. Pero
al hacer cambios ahora, al colocar a la organización de modo que pueda operar como una sola
entidad integrada en todo el mundo, al hacerla más esbelta, rápida, enfocada al cliente, impulsada
por productos, innovadora y productiva; creemos que estaremos preparados no sólo para sobrevivir
en la sacudida global, sino para prosperar y crecer en el siglo XXI. (Trotman, 1999).
Ya no es posible detener la globalización; sus impactos y consecuencias más importantes están por
venir. Nos veremos afectados en aspectos vitales como son la economía, la actividad colectiva, la
tecnología, la cultura, y la ecología. En otras palabras estamos viviendo hoy y para el futuro una
nueva realidad mundial llamada globalización; la manera de enfrentarla con éxito es formando una
cultura de adaptación a la realidad global basada en la ética y los valores individuales, sociales y
organizacionales.

La globalización y los retos culturales

Todos estamos viviendo un cambio global y más competitivo, donde la velocidad de adaptación, de
innovación y de información serán los factores clave de éxito.

La globalización se extiende a los ámbitos del mercado, de la adquisición, del capital, de la cultura y
del personal de trabajo. El mercado más grande del mundo no es los Estados Unidos, sino el mundo
mismo: nuestro primer reto es el de largar el horizonte de nuestra mirada. Pero debe tenerse en
cuenta que la globalización económica no monopoliza todos los aspectos internacionales de la vida:
la empresa ha de encararse con la multiculturización. Las diversidades caracterológicas, étnicas y
geográficas de cada pueblo están adquiriendo una mayor autoconciencia y autoafirmación, no
siempre de signo positivo. Nuestras empresas tienen que convivir sabiamente con la generalización
económica y con la especificidad cultural. (Llano, 1999)

El equilibrio entre la globalización de los mercados y la cultura de las naciones marcará el grado de
adaptación para con la globalización misma; esto permitirá a las naciones una preparación más
rápida y menos dolorosa para enfrentar la competencia. Entre los principales retos que enfrenta la
globalización está: la integración de los valores de la sociedad, las creencias, el respeto por los
derechos, y la igualdad de oportunidades para todos.

El papel de la cultura dentro de un ámbito globalizador es vital, pero así como la globalización tiene
retos para ser aceptada por las naciones, la cultura también tiene sus retos para con la globalización.
La globalización es un fenómeno que no podemos detener. La pregunta es: ¿de qué manera la
cultura puede permanecer y trascender en un mundo sin fronteras? Dentro de cada nación se tienen
diferentes culturas basadas en regiones geográficas o étnicas que conviven dentro de una misma
frontera, pero que están en conflicto; sectas o tribus de un mismo país luchan por su hegemonía. Al
abrirse las fronteras las culturas pueden permanecer y mantener su nacionalismo. Los retos de la
cultura ante la globalización son: mantener la identidad y/o raíz de cada nación, lograr una
reafirmación de los valores y principios culturales, aceptar la convivencia multicultural dentro de una
organización o nación.

La aceptación de que la globalización es inevitable, y que debemos abrirnos al mundo en los aspectos
económicos, tecnológicos y culturales nos permitirá estar preparados para la competencia.

Y ese es el motivo por el cual debemos pensar globalmente. Ya ha pasado la época en la que
podíamos limitarnos sólo a los mercados conocidos y amistosos dentro de nuestras fronteras.
Muchas organizaciones han tenido que aprender de la manera más difícil que un mercado es un
mercado, aun cuando se encuentre a medio mundo de distancia. El cambio es inevitable a nivel
empresarial, pero en ninguna parte sucede más rápido que en la arena internacional. Todo puede
suceder y, a menudo, sucede todo. Por lo tanto, permanezca abierto a lo nuevo y diferente. Estar
abierto significa mantener la flexibilidad y el equilibrio, sin importar los obstáculos con los que se
encuentre. Siempre podrá encontrar un camino viable por el cual transitar, aun cuando las señales
del camino hayan sido derrumbadas.

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