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Reflexiones, Empresa biología y física

por Aarón Morales


El tema empresa puede enfocarse desde muchos ángulos, indudablemente desde cualquiera de
ellos se tiene que convenir en que es un hecho biológico. Una empresa está formada por células
vivas y es, al mismo tiempo, célula, tejido y sistema, insertada en ese organismo mayor, la
sociedad, también un ente biológico.
Para explicarnos el fenómeno empresa comencemos entendiendo el comportamiento de los
seres vivos: cómo se trasmiten información, cómo se adaptan al medio, en fin, cómo
interaccionan para permanecer vigentes en el tejido social. Un individuo biológico es una
sociedad de células, tejidos y sistemas.
Un objetivo clave de los seres vivos es perdurar; su inteligencia biológica los debe llevar a ello;
la permanencia es la medida del logro para los organismos biológicos: mueren como individuos
pero permanecen como especie.
La empresa es la célula de la sociedad que genera un valor social específico; su prueba es la
permanencia, en un mundo en constante e impredecible cambio. Si la empresa no se comporta
como la sociedad espera ésta le niega sus recursos y la extingue. Si la célula biológica no se
comporta de acuerdo al algoritmo natural que regula su comportamiento y pretende
desarrollarse bajo sus propios algoritmos, el organismo la destruye –el sistema inmunológico se
encarga de cumplir esa función–, si no lo hiciera, las células caóticas se apropiarán de los nutrientes
vitales y matarán el organismo. Una empresa no tiene futuro si se comportara como una célula
cancerosa de la sociedad. La misión de la empresa se busca en la sociedad; no en los anhelos de
accionistas o gerentes.
¿Será lícito declarar que la misión de una empresa es maximizar el valor de los
accionistas?
La especie biológica para permanecer tiene que aprender a evolucionar y siempre en función de
la sociedad en la que vive y sus mecanismos de comunicación genética en continuo aprendizaje
y, siempre, mutando para adaptarse.
Para que una empresa pueda ganar el futuro –perdurar– el desafío central es el cambio
permanente. Si no cambia, fenece, porque agotará los recursos que acumuló en los tiempos de
aparente éxito. Pero debe entender, a su vez, que el éxito no existe, porque la vida es un
continuo de logros dentro de cada multiplicidad espacio-temporal. Alguien dijo que el espejismo
del éxito siempre fue el camino más seguro para el fracaso, o que el camino está lleno de
esqueletos de empresas ‘exitosas’. Cuando se la creen se olvidan de seguir innovando, se
duermen en sus laureles apelando a eso de “así lo hemos hecho siempre, para qué cambiar” y se
terminarán convirtiendo en un tumor canceroso en el tejido social.
La paleontología muestra muchas de las especies que poblaron la tierra, de las más simples a las
más complejas. Las menos complicadas sobrevivieron. Las complejas fueron las más débiles por
su menor capacidad de adaptación; y con esto una lección: ser simple; pero simple no es
sinónimo de fútil.
Para llegar a lo simple se requiere mucho más trabajo de calidad que para complicarse.
Todos los sistemas vivos toman decisiones integrales: en el núcleo de la célula se define su
naturaleza, allí está la información que permite la continuidad de la especie, a su vez la prueba
de su capacidad de adaptación. En la empresa el núcleo es el espacio de la alta dirección; pero
existen empresas que carecen de alta dirección así como células que carecen de núcleo.
Probablemente hace 3,000 millones de años, en que apareció la vida sobre la tierra, la mayoría de
las células eran las sin núcleo pero fueron cediendo su lugar a las con núcleo porque la naturaleza
de la vida así lo requería: las sin núcleo quizás no tenían la capacidad para conformar sistemas de
vida más evolucionados. Así, las empresas sin alta dirección permanecerán estáticas y darán paso a
las que sí cuentan con esa cualidad indispensable para cambiar y adaptarse. La alta dirección no es
un cargo, es una característica cultural, es la residencia del ADN empresarial.
La empresa legitimará su presencia al fijar una posición en el espacio-tiempo social. Ese
posicionamiento en el tejido social es esa decisión consciente que se denomina «estrategia», una
de las tareas de la alta dirección.

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Muchas veces la tarea gerencial se olvida de la estrategia y se concentra en los
problemas: se queda congelada en el tiempo y malgasta sus mejores recursos en
coyunturas.

La célula biológica además del núcleo cuenta con una superestructura externa a él y en
permanente contacto con el exterior, el citoplasma, donde se realizan las operaciones que le
permiten expresar su utilidad, allí la estrategia se transforma en moléculas que se estructuran de
acuerdo a los códigos determinados por la “alta dirección” que le permite mantener una relación
amigable con el medio.
Las empresas que trabajan sin estrategia se colocan a merced de las circunstancias que
generalmente tratan de maquillar –a veces buscando culpables– cuando se encuentran con
situaciones que no entienden. En el Perú ha sido muy común culpar a la crisis asiática, al
fenómeno del Niño o a la baja de los precios en el mercado de metales; no se entiende que las
llamadas crisis no son sino el resultado de una conjunción de circunstancias, indispensable para
poner a prueba las teorías y el carácter de los actuantes. Una crisis siempre será una grata
noticia porque es la oportunidad para recrearnos: para permanecer vigentes. Sin las crisis los
individuos se abandonan y desaparecen. Las crisis son principales alicientes del progreso: nos
obligan a innovar. La desaparición de tantas especies a lo largo de 3,000 millones de años podría
deberse a que no supieron vencer el reto de las crisis a las que eventualmente se tuvieron que
enfrentar.
La división atómica de GE quedó sin clientes luego de Chernobil. La crisis obligó a cambiar
la estrategia y más que triplicó sus ingresos. La primera idea había sido cerrar (J. Welch,
CEO GE).

Recordemos, la empresa se sitúa en una multiplicidad espacio-temporal en la que ni el espacio


ni el tiempo existen como entes independientes. Luego, los conceptos corto, mediano y largo
plazo no deberán tener cabida en el vocabulario empresarial porque la empresa es un continuo
de sucesos como cualquier hecho físico. Es una integralidad espacio-temporal.
Por las mismas razones, la economía no puede ser un objetivo, es sólo la parte externa, visible,
del fenómeno social en el espacio-tiempo. Por lo tanto referirse a objetivos económicos es un
despropósito. Un resultado sólo tiene sentido cuando se le ubica dentro del compromiso
estratégico: nunca deberemos emprender aventuras sólo porque sean «rentables» a priori. Pero,
a su vez, la empresa es realidades y no podría permanecer si no demuestra que cumple con su
responsabilidad económica, pero sólo como responsabilidad, no como meta.
Una inversión se decide solo porque se aviene a la estratega. La rentabilidad es la tarea
de la gerencia. Nada es rentable ex ante.

La empresa posee activos tangibles e intangibles y entiende que el «tangible» es un estado del
«intangible» así como la masa es un estado de la energía y que para desarrollar debe aprender a
transformar tangibles en intangibles. Que la conocida fórmula E = mc2 es perfectamente
aplicable en su esencia: E sería el intangible; m el tangible y c, la velocidad de la luz, el
conocimiento.
El progreso consiste en ir de lo tangible a lo intangible, de la materia a la energía.

La empresa se mueve en un mundo cada vez más caótico; el acto mismo de medir un fenómeno
ya lo está modificando. Para cada actuante el mismo fenómeno supone una realidad distinta: una
adaptación del ‘principio de incertidumbre’ de la física.
Y hasta aquí, un paralelismo entre la biología y la física, indispensables para entender el
fenómeno empresa.
Como resumen:
La empresa es un sistema biológico, no es posible dividirlo en partes. La costumbre de
fragmentar es un rezago de la línea de ensamblaje de la edad industrial. No existen
resultados parciales.
Las responsabilidades que asumimos como directivos nos llevan a integrar los diversos
elementos que sólo tienen sentido en el todo al igual que las células, tejidos y sistemas
del organismo biológico.

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Lima, marzo 2016

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