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Historia de América I

Cayetano Bruno

N°31

Las reducciones jesuíticas de Indios Guaraníes (1609 – 1818)

PRIMERA PARTE – LAS FUNDACIONES

Los primeros jesuitas llegaron a las provincias de Tucumán, gracias al


Obispo fray Francisco de Victoria, desde el Perú en 1585 y, desde Brasil
por vía del Rio de la Plata en 1587. El Padre Claudio Aquaviva creó en 1604
la provincia jesuítica del Paraguay, con el Rio de la Plata, Tucumán,
Paraguay y Chile, y la puso bajo la dirección del Padre Diego de Torres,
quien se posesionó de ella en 1607. Dos años después comenzaban los
jesuitas la grande obra de las reducciones en los territorios de las actuales
República Argentina, del Paraguay y Chile.

Cap. I – Antecedentes
Se reconoció, ya desde los principios, la doble necesidad de juntar a los
naturales en pueblos para mejor adoctrinarlos y formarles hábitos de virtud
y de trabajo. Lo primero, - la necesidad de las poblaciones - se sintió
apenas comenzada la evangelización. Lo segundo - la presencia de sujetos
actos – se sintió con el advenimiento de la Compañía de Jesús en la región
y sus ensayos de apostolado entre los indios.
La doble necesitad
Los Reyes católicos hicieron provechosas tentativas. La instrucción de
Felipe II, fechada en Aranjuez el 16 de mayo de 1571, destinada al tercer
adelantado del Río de la Plata, Juan Ortiz de Zarate, tuvo un mayor efecto.
Debía que empeñarse para que los naturales habiten en pueblos cerca de
los españoles, apartarlos de los vicios y pecados, reducirlos y convertirlos
a nuestra santa fe católica y religión cristiana voluntariamente.

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Dos franciscanos, fray Alonso de San Bonaventura y fray Luis Bolaños,
llegados a Asunción el 6 de febrero de 1575, emprendieron las primeras
campañas reduccionales en la región de Paraguay y del Rio de la Plata con
éxito vario. Se lamentaba la falta de apóstoles y la falta de doctrina entre
los naturales. Los frailes, en general, llegados de Europa, preferían los
lugares más confortables. Esta situación desventajosa a la adoctrinación
llevó a que el Obispo Victoria introdujese en el Tucumán a los primeros
jesuitas.
La entrada de los jesuitas
El hecho fue un acontecimiento para la historia eclesiástica de la zona. En
Lima el Obispo Victoria tramitó el año de 1584 con el provincial padre
Baltasar Piñas el envío de los primeros jesuitas (P. Francisco de Angulo y
P. Alonso de Barzana y el hermano Juan de Villegas) llegando a Santiago
de Estero, donde fundaron una Casa. Comenzaron a catequizar Salta y la
zona norte, abrieron una casa en Asunción.
Las cuatro doctrinas de Juli en el Perú
La aceptación de estas cuatro doctrinas por parte de los jesuitas les granjeó
merito por el trabajo inusual y exitoso y por el modelo imitable y imitado
en toda la extensión de las Indias. Hasta se dice fue la matriz de las
reducciones del Paraguay. Las dichas cuatro doctrinas con la de Santiago
en el Cercado de Lima, fueron las únicas que atendieron en el Perú los
jesuitas hasta el extrañamiento de la compañía en 1767-1768. Llegaron al
lugar en 1576 y pronto entraron en función con el proprio plan pastoral:
misa, almuerzo con los caciques, procesión de doctrina religiosa etc. Cada
jesuita tenía su sector en la atención de los feligreses. La distribución de
las limosnas era punto capital en el plan propuesto. La escuela empezó a
tener varios alumnos, y tuvo asimismo una finalidad apostólica. Así,
reconociendo la perfección lograda por las doctrinas de Juli y su calidad de
modelo, las reducciones guaraníticas superaron al modelo peruano.

Cap. II – Las reducciones


Fundada en 1604 la Provincia del Paraguay de la Compañía de Jesús por el
padre Claudio Acquaviva entró en ella el padre Diego de Torres el año de
1607 con trece religiosos profesos y tres novicios; con ellos la obra jesuítica
tomó cuerpo en la región, tras el exhorto enviado por el gobernador
Hernandarias de Saavedra al al padre Torres en nombre propio y del Obispo
fray Reginaldo Lizárraga para la conversión de los gentiles del Guayra,
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Paraná y Guaycurúes. Seis jesuitas, repartidos por las tres recién citadas
direcciones, comenzaron la obra de mayor empuje misional que vivieron
las Indias.
Las primeras fundaciones
Se abrió una serie de fundaciones con la de San Ignacio Guazú el 29 de
diciembre de 1609 por obra de los padres Marcial de Lorenzana y Francisco
de San Martín, las demás se fueron sucediendo. Surgió Nuestra Señora de
la Encarnación de Itapuá, Natividad de Nuestra Señora de Acaray, Santa
María del Iguazú y Santa María de la Mayor, etc. En 1619, Nuestra Señora
de la Concepción, Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú, etc.
Precisamente por aquellos años se consagraba el uso de las armas de fuego
por los indios reducidos; y fue providencial esta permisión para la defensa
del dilatado territorio español contra el avance portugués, según se verá
más adelante: como que se constituyó una barrera humana defensiva no
solo con los pueblos guaraníes, sino también con los indios chiquitos, mojos
y Maynas.
Ubicación definitiva de las reducciones
La guerra paulista llevó a que ocuparan estas sus más definitivos parajes.
En vista a su mejor defensa se agrupó a las reducciones en las márgenes
del Paraná y del Uruguay. Se formaron dos grandes grupos: constituyen el
primero los pueblos cuyas vertientes daban a los ríos Paraná y Paraguay;
integraban el segundo grupo los pueblos de la vertiente del río Uruguay. A
estas veintidós reducciones se sumaron después las de Jesús, Santa Rosa
de Lima, Trinidad y las cinco del Uruguay. Se llega al número de treinta
reducciones, estos treinta pueblos guaraníes en 1747 juntaban hasta mil
familias y aún más cada uno creciendo juntamente en policía y gobierno.

Cap. III – Organización


Tras algunos ingratos sucesos, entraron las reducciones en un periodo de
asentamiento reconstructivo, que les permite ordenar la vida de relación,
como también los medios de subsistencia y principalmente el fin primordial
de las poblaciones: era, a saber la vida espiritual en la fiel y pacífica
observancia de la ley Santa de Dios, que fue lo que se dio en llamar muy
justamente la edad de oro de las reducciones jesuíticas del Paraguay, que
suscitó el afán imitativo de las demás organizaciones similares.

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Los edificios
Se busca en los edificios la practicidad conforme a la idiosincrasia atávica
india, ajena toda forma de ostentación. Las casas eran en algunos pueblos
de piedra en otros de piedra solos los cimientos y todas cubiertas de teja.
Eran las plazas cuadrados perfectos de 125 metros de lado y las calles
derechas a cordel, todas con soportales a una y otra banda, para andar sin
mojarse en tiempo de lluvia. Las habitaciones de los padres eran más altas,
aunque también de un piso, pero con dos espaciosos patios interiores. Las
iglesias constituían la fábrica principal de los pueblos, eran todas muy
capaces, como catedrales de Europa. Ocupaba el cementerio, rodeado de
tapia, el lado opuesto al patio de los Padres. Había, en fin, casa de
recogidas, cárcel pública y posada de los españoles en seis pueblos donde
suelen llegar a comerciar. Todo este conjunto de pueblos con sus estancias
se mantuvo relativamente aislado del resto civil y fue prudente medida
para salvaguardar el orden y disciplina de sus habitantes siempre
veleidosos y noveleros. La segregación de las reducciones respondía por lo
demás al espíritu de la legislación española vigente. No fue, sin embargo,
totalmente estricto este aislamiento.
Los doctrinantes
En cada uno de los treinta pueblos, hay dos sacerdotes cura y compañero
y en algunos tres. La exigua comunidad necesitaba de reglas especiales y
precisas para mantener al buen espíritu y asegurar la fecundidad del
apostolado. Las dio la Congregación Provincial de 1637 con el título de
Ordenaciones comunes a las misiones de la Provincia del Paraguay; la
segunda parte de ellas se refiere a lo que han de observar todos los padres
misioneros en general. Las citadas ordenaciones regulan, como primera
exigencia, la santidad personal del misionero. La moralidad y el honor de
los misioneros es asunto de mucho peso en las ordenaciones.
Dirección paternal de las reducciones
Elemento entre los más valiosos de la vitalidad de las misiones fue el
acierto con que las gobernaron los padres de la Compañía de Jesús. Era
singular la reverencia que el indio tiene al Sacerdote y con esta reverencia
juntan un amor bien particular. Para gente como los guaraníes, el lenguaje
del corazón fue sin disputa el más convincente y eficaz, más que las leyes
escritas, inteligibles para ellos y por lo mismo superfluas.

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Cap. IV – La formación espiritual
En las reducciones se vio un serio cristianismo gracias a la buena
organización y al celo de sus pastores, muchas obras misionales que corren
de 1609 a 1768.
Vida sacramental
La vida sacramental era bien practicada y permitía la docilidad de los
indios. Había para todos sermón y misa cantada en los días de precepto;
el domingo después de tocar a vísperas se administraba el bautismo con
los óleos; al tiempo de la confesión y comunión pascual se examinaba a
cada uno la doctrina; a los más ignorantes se los instruye antes de dejarlos
confesar. Dos congregaciones mantenían en los pueblos el fervor de todo:
de María Santísima y de San Miguel.
La devoción a María
Los jesuitas cultivaron esta devoción bajo el título de la Virgen de Loreto y
en la forma de congregación o esclavitud Mariana, con los mejores frutos
de piedad y vida cristiana. Con insistencia las cartas de los misioneros
aluden al fervor mariano. De hecho, se nota que el pueblo ha dado una
vuelta tan grande que espanta a los que antiguamente lo conocieron. La
devoción a la Virgen Santísima fue el remedio de estos pueblos.
La educación de los niños
Abarcaba no solo la instrucción religiosa, sino también la profana. Les
enseñaban a leer, escribir, contar, les enseñaban también, las oraciones
del catecismo. Desde la edad de siete años entraban ya en tropa con los
demás en cuanto a lo eclesiástico, y político hasta casarse. Llegado el grupo
entero a la mañana, empezaban con las oraciones del catecismo. Iban a la
misa niños y niñas; dicho luego el acto de contrición y cantado el Alabado,
los niños iban al primer patio de los padres y las niñas al cementerio, ahí
recitaban otra vez el catecismo, almorzaban y recitaban también el
Rosario. La escuela de las letras se tenía preferiblemente por la tarde y los
niños separados de las niñas.

Cap. V - Administración temporal


Bajo este aspecto el empeño de los jesuitas en las reducciones llegó a una
relativa perfección. Se los consideraba aquí, bajo todos los conceptos de
una sociedad organizada.

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El gobierno político
En cada pueblo había un corregidor indio, un teniente, un alférez real, dos
alcaldes, mayor y menor, cuatro regidores, dos alguaciles, también mayor
y menor, un alcalde de la Hermandad y un procurador, todos indios. Tenía
cada uno sus insignias. Estos oficios se concedían el primer día del año,
con asistencia dirección del cura. La proclamación era solemne. Ningún
corregidor alcalde, metía en la cárcel, ni castigaba a nadie, sin avisar
primero al cura y saber su beneplácito. El tributo que el pueblo tenía que
dar al rey era de un peso.
El gobierno militar
Las reducciones incluyeron a sus faenas ordinarias los ejercicios de guerra.
Los indios estaban muy bien apercibidos de armas (lanzas, espadas,
flechas) y seguían ejercitándose en las armas un día por semana y
realizaban mensualmente alarde general. En caso de guerra, el provincial
escribía al superior para reunir gente y este señalaba la gente a que le
tocaba en cada pueblo. Los indios obedecían con prontitud al mando. En
campaña obedecían a un jefe principal español, que los intimaba por medio
de los padres a no ser en el vigor de la refriega en orden a matar.
El trabajo
Notable acierto de la Compañía de Jesús fue mantener las reducciones con
productos propios, prescindiendo en lo posible de la ayuda oficial. Tenía
cada pueblo muchos trabajadores hábiles: estatuarios, doradores,
tejedores, pintores, zapateros, carpinteros, fabricantes de órganos; en el
pueblo casi todos eran labradores. A todos se les señalaban tierras del
común con un par de bueyes para su cultivo. A la propiedad privada que
cultivaban los indios para su consumo personal y familiar, se la llamaba
Abambaé. Cultivaban haciendas de maíz, legumbres y algodón, llamadas
haciendas de Dios (Tupambaé). En las tierras de cada pueblo, había
pastoreo de vacas para dar carne a todos. Vendían también sus productos.
En Santa Fe y Buenos Aires. Las mujeres corrían con el tejido.
La música
Fue nota característica de los guaraníes su predisposición por la música.
No fue solo medio de conquista, sino también estímulo para el trabajo y de
sereno esparcimiento; pero donde la música alcanzaba su más elevada
significación era en las funciones sagradas.

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Cap. VI – Beneficios resultados de las reducciones
Los testimonios vienen de fuente varia y son todos atendibles.
De fuente jesuita
Lo es el testimonio del Padre Pedro Romero en sus letras anuas al padre
provincial, testimoniando el cuidado y la atención que los jesuitas daban a
esta gente en Jesucristo. El propio padre Romero descubriría los beneficios
y resultados de las reducciones, como la de San Ignacio-guazú, cuanto a
lo personal y a lo espiritual. Los primeros frutos en la reducción son los
indios mismos: tenían constancia en la enseñanza de la doctrina, se hacían
más capaces para lo uno y para lo otro. Hay que agregar a ello la frecuencia
de los Santos Sacramentos. Tenían confianza en Dios, una notable
devoción ante las imágenes de Cristo y de María Santísima y de sus santos,
todos se confesaban, se comulgaban y rezaban sus oraciones. La cosa más
notable es que ninguno falta de conformidad en sus enfermedades.
De fuente episcopal
Proviene el primer testimonio de Fray Cristóbal de Aresti, quién visitó cinco
reducciones en 1631; era por entonces su ilustrísimo Obispo del Paraguay
y había de serlo de Río de la Plata poco después. Lo más confortante es
que no ha hallado en ninguna de las reducciones cosa ni pecado que
remediar. También mucha era la devoción con que lo recibieron.
De fuente gubernamental
Se alaba por parte de los gobernadores, la disciplina de los indios, su modo
decente de estar vestidos; sus buenas casas y buenas iglesias. Para los
indios de las reducciones es más que precisa la tolerancia con que los
padres de la Compañía los conservan y manejan. Los jesuitas tenían los
veintiocho pueblos de su cargo en vida verdaderamente política y cristiana,
mejorando cada día más. Lo que más impresionaba al hombre de gobierno
era el palpar con evidencia las raíces que va echando nuestra fe en aquella
gente tan devota y cristiana.

SEGUNDA PARTE – GUARDIANES DE FRONTERA

La recia organización que siempre caracterizó a la Compañía de Jesús les


dio consistencia, aún en el orden militar, a sus reducciones.

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Cap. I – La guerra Paulista
La guerra paulista fue el más terrible sacudimiento que experimentaron las
reducciones antes de instalarse definitivamente. La documentación es casi
toda española y jesuita porque los papeles portugueses no existen. La
veracidad del relato de fuente jesuita se acepta por otra parte con
uniformidad, entre los historiadores de las bandeiras paulistas.
San Pablo de Piratininga
la actual opulenta capital del estado homónimo fundada en 1553 por los
jesuitas fue andando el tiempo fecundo albergue de gente advenida y
maleante. Con ella conquistó en definitiva el Brasil la mayor parte de su
territorio en un movimiento sincrónico de expansión a carga cerrada sobre
todo el frente del territorio castellano. Precisamente, las reducciones de
maynas, mojos, chiquitos y guaraníes constituyeron como un poderoso
contrafuerte para la defensa del entero territorio. El plan de conquista
acaso abarcaba más por la parte española. Tratábase de salvar la
integridad del territorio. Las reducciones debían ser las bases tendidas
hacia él este sobre una dilatada zona de la soberanía de España que los
portugueses se reclamaban como propia. Este debió ser el plan de
Hernandarias y del provincial jesuita Diego de Torres, junto con el misional.
Los intereses de España estaban alli, en esta zona extensa de tierra y mar
que los representantes de la Corona, alucinados con las minas de Potosí,
menospreciaban. Y para colmo de males, la incomprensión que reinó entre
la provincia del Paraguay y la homónima de los jesuitas, vino a malograr
cualquier iniciativa.
Las malocas portuguesas
Las primeras correrías no fueron violentas, los bandeirantes o mamelucos
llegaban cargados de dadivas y volvían con un enjambre de indios incautos
para quiénes la villa de San Pablo era una causa alucinadora; las malocas
en gran escala entre pacíficas y violentas comenzaron con el nacer de las
reducciones y fueron aumentando año tras año hasta desenfrenarse del
todo. Las malocas siguieron robando y apresando las reducciones. Tan
precariamente se mantenían los supérstites, debido sobre todo a la
desigualdad de las armas con que luchaban, que decidieron los jesuitas
ponerlos en condiciones de una eficaz defensa.

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Las armas de fuego en las reducciones
La Compañía dudaba en el uso de las armas. En 1634 el padre Vitelleschi
era del punto de vista de que “por ningún caso los nuestros, defiendan a
los indios con las armas”. La carta del 30 de octubre de 1637 al provincial
padre Diego de Boroa fue aún más explícita, manifestando que el remedio
era utilizar las armas de fuego. Tan holgadas eran estas normas, que
consistieron a las reducciones armarse sin recelo y constituir una regular
línea defensiva del territorio español. Cuando se supo que una nueva
expedición paulista se proponía irrumpir en el Tape, los superiores jesuitas
(Diego De Boroa) entraron inmediatamente en acción para prevenir el
golpe y el mismo De Boroa encargó al Padre Francisco Diaz Taño la defensa
de las reducciones, confiando el adestramiento de los indios.

Cap. II – La batalla Mbororé y sus consecuencias


Fue decisiva la batalla de Mbororé el 11 de marzo de 1641 como que con
ella lograron los indios con tener definitivamente las invasiones y
concentrar sus pueblos en el territorio que hoy muestran las respetables
ruinas de las antiguas misiones.
El encuentro
Algo más al norte del pueblo de San Javier desemboca en el río Uruguay
el Mbororé, más al norte todavía entra en el río Uruguay el Aragua, junto
a él tenía establecida el padre Cristóbal Altamirano la reducción de la
Asunción. Precisamente por este punto, el más oriental y septentrional de
las misiones del Uruguay, se dispusieron a acometer los bandeirantes
paulistas, dos años después de las anteriores refriegas, con un enjambre
de embarcaciones colmadas de gente y armas. Los guaraníes decidieron
desamparar el Aragua y retirarse al Mbororé, ordenando secretamente
otras embarcaciones. Llegaron los mamelucos al Aragua y ocuparon la
reducción abandonada. El 11 de marzo de 1641 fue el choque; el resultado
fue que habían ya apresado las guaraníes catorce embarcaciones, con
todos sus despojos y el consiguiente estrago del enemigo. Fue una
resistencia desesperada por los portugueses.
Nuevos coques
Parecería que tan recio descalabro hubiese escarmentado para siempre los
paulistas; no hubo tal los bandeirantes volvieron al siguiente año más para
sufrir nuevo desastre. Pasaron nueve años sin que se registrase invasión
importante en el Tape. Las reducciones al norte del Paraguay soportaron
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rudos ataques paulistas que las obligaron a sucesivos cambios. Hasta fines
del siglo no cesaron del todo las invasiones, los mamelucos torcieron
rumbo en busca de otras presas con suerte varia. Las reducciones por lo
demás libres ya de incertidumbres y temores comenzaron una nueva etapa
de vida prospera.
La nueva situación
El provecho mayor en el orden político fue que los guaraníes de las
reducciones se constituyeron en guardianes de fronteras para la protección
de los dominios de España, lo cual llevó a incluir en sus faenas ordinarias
los ejercicios de guerra a todo evento. Sin embargo, una cedula real ordenó
el trasplante de mil familias de las reducciones al puerto de Buenos Aires
para defenderlas. Los indios de los siete pueblos sacrificados se resistieron
tenazmente al abandono de sus tierras y a fundar nuevas poblaciones al
otro lado de Uruguay. Esta resistencia se llama guerra guaraní. La oportuna
llegada del nuevo gobernador y futuro primer virrey del Río de la plata don
Pedro de Cevallos, salvó la Compañía de Jesús, porque las sectas europeas
trataban de estigmatizarla para su total ruina. Anulado el tratado de 1761,
volvieron los indios a ser los guardianes solícitos, de la frontera
hispanoportuguesa. Más por algunos años sólo, porque el extrañamiento
de la Compañía de Jesús de 1767, significó para la metrópoli la apertura
de la frontera por la parte del Brasil.

Cap. III – La Colonia del Sacramento


La fundación del fuerte o empalizada en lo que es hoy Colonia, frente a
Buenos Aires señala el comienzo de la expansión portuguesa por el Río de
la Plata.
Fundación de la Colonia
El plan portugués de expansión era bien meditado: por el sur con la
fundación de la Colonia del Sacramento amenazaban a Buenos Aires y por
el oeste vendían al Perú y a sus ricas minas. El 20 de enero de 1680
llegaban los portugueses frente a la isla de San Gabriel; el capitán era
Manuel Lobo en persona y venían del Brasil dispuestos a ocupar las tierras
de la otra banda del Río de la Plata en nombre del rey fidelísimo de
Portugal. Así que tocaron tierra a siete leguas, río en medio del puerto de
Buenos Aires, comenzaron la fortificación o ciudadela que llamaron Colonia
del Sacramento en el lugar de la tierra firme en frente a las islas de San
Gabriel.
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Reacciones y aprestos militares
La noticia llegó a Buenos Aires el 23 de enero inmediato y como era lógico
produjo enorme revuelo. El 7 de febrero, Garro ordenó la movilización,
pidiendo a los superiores jesuitas tres mil indios. El 27 de febrero todo los
indios estaban elegidos y listos.
La aventura de la isla de Flores
Por febrero de aquel año de 1680, partía de la isla de Santa Catalina, con
rumbo a San Gabriel, el general Jorge Suárez Macedo gobernador cesante
del Paranagua y qué pasaba a hacerlo efectivo de la nueva población de
Río de la Plata. La aventura de la Isla de Flores fue un hecho decisivo, al
que muchos atribuyeron al éxito de la Guerra. Venía Suárez Macedo con
gente y socorro de armas a bordo de una sumaca, una canoa mandada
delante desde Santa Catalina cargó con los náufragos que de este modo
cubrieron una jornada de viaje. Siguieron a paso lento con dirección a la
Colonia. “Estando frontero de las islas -representó Suárez- que parecían
ser las flores que llaman y en la playa vieron venir algunos indios a pie por
dicha playa y por cima de las barrancas con lo cual este declarante de
primera instancia recogió la gente por si acaso eran indios, bárbaros para
defenderse de ellos”. Los náufragos deseaban que los llevasen a la isla de
San Gabriel, ignorando que ya eran prisioneros de guerra. Pasaron a
Buenos Aires en cualidad de reclusos, a guardia de los indios.
Movilización de las tropas
Desde el pueblo de Santo Tomé, las flotas empezaron a movilizarse hacia
el sur. La tenacidad de los guaraníes impresionó también a Mujica. Debian
cubrir por tierra sobre doscientas leguas de caminos.
El asalto a la estacada
Estaba ya decidido y dispuesto para el 6 de agosto: tres escuadrones
formaban las tropas guaraníes junto a los regimientos españoles. La
defensa fue bizarra, la dirigió Manuel Galván porque el general Lobo estaba
en la cama moribundo. El saldo que arrojó la victoria fue de 125
portugueses muertos y 150 prisioneros; los españoles tuvieron 5 heridos,
104 de los portugueses entre muertos y prisioneros, no logró escapar
ninguno. Los honores de la victoria correspondían en máxima parte al
grupo de guaraní porque demostraron valor prontitud y obediencia. Mujica
estaba satisfecho del valor de los guaraníes.

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Cap. IV – La nueva situación
Temeroso, el Gobierno de Madrid, prefirió desautorizar a sus hombres de
ultramar y concluir el tratado de 7 de mayo de 1681. La Colonia debía
volver a los portugueses con el compromiso de parte de los paulistas de
restituir los indios capturados y excusar en lo por venir nuevas malocas.
Por febrero de 1683 llegaba al puerto de Buenos Aires Duarte Tejeda
Chaves, gobernador de Río de Janeiro, para las ceremonias de la
devolución. La Colonia se convirtió así en tan escandaloso foco de
contrabando con gente de Buenos Aires que la corte de España decidió al
fin su reconquista.
Antecedentes
Después de la muerte de Carlos II, el rey fue Felipe II y Portugal aliado de
ambos países firmaba el 18 de junio siguiente, el tratado de Alfonza, cuyo
artículo 14 confirmaba “el dominio de la dicha Colonia y uso del campo a
la corona de Portugal como al presente lo tiene”. Pero vino el contrarresto;
los informes de fuente jesuita discordantes con la postura de la metrópoli
enfrente de Portugal fueron llegando a Madrid. Así en 1703 Portugal se
separaba de España para echarse en brazos de Inglaterra. Este hecho trajo
como consecuencia la anulación del tratado de Alfonza y con ella todas las
cedulas anteriores favorables a lo portugueses y se disponía que el
gobernador de Buenos Aires procediese al inmediato desalojo de la Colonia.
El sitio
Los indios de las reducciones debían converger en Santo Domingo Soriano
y marchar en escuadrones a la Colonia. El armamento era desigual.
Durante el sitio de la Colonia se mantuvieron los indios con toda constancia
y trabajaron en todo lo que se les ordenó.
Saqueo y destrucción de la plaza
El sitio se fue por días estrechando, merced en mucho a los indios que
conducían las vituallas con gran fatiga, hasta la cabeza del ataque. El 1 de
febrero los cañones abrían el fuego. Al cañonero de los sitiadores
respondieron una y otra vez las baterías de la estacada con muchos indios
muertos y heridos. Los indios según el gobernador Valdés, habían
trabajado y luchado con denuedo; por lo que eran dignos de recompensa.
La plaza de la Colonia debía desaparecer por orden superior y el 3 de abril
ya estaba completamente demolida y arrasada.

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Cap. V – La fundación de Montevideo
Apuntó dicha fundación a la defensa del territorio de España y fue
providencial contra las pretensiones portuguesas.
Antecedentes
Tomada Colonia en 1705 pareció resuelta la cuestión hispano-portugués.
Hubo muchas consultas. Contrario a que los portugueses recuperasen la
Colonia, firmaba Felipe V el 6 de febrero de 1715 el Tratado de Utrecht,
cuyo artículo 6º era un regreso al tratado de Alfonza de 1701.
Consiguientemente a este tratado y a la Real Cédula firmada en Aranjuez
el 15 de junio de 1715 que ordenaba pasar a los portugueses la posición,
se efectúa en noviembre de 1716 la desdorosa entrega; fue sin duda un
mal paso que se convirtió en la pesadilla del rey como un cargo de
conciencia que había de reparar.
Malas consecuencias
Pero no estaban los habitantes de la Colonia para llevar vida monástica ni
dispuestos los de Buenos Aires a desatender sus ofertas. Comenzó pues el
contrabando y como quiera que al contrabando. Se sumaban las
incursiones de los portugueses dispuso su Majestad estar sobre aviso y
acudir a los religiosos de la Compañía de Jesús para que tengan
disimuladamente pronto al servicio del rey los pueblos de las doctrinas que
en otras ocasiones se han experimentado sumamente útiles y pueden ser
necesarios en las ocurrencias que puedan sobrevenir. Aludía esta real
cédula de 1717 a la población y fortificación de Montevideo. Para bien de
España y de su rey Felipe V, era gobernador de Buenos Aires, don Bruno
Mauricio Zavala. Pedía Zavala 500 indios de armas para desalojar a Colonia
del Sacramento.
La nueva fundación
El capitán de navío, Don Pedro Gronardo, comunicaba al gobernador la
presencia de naves portuguesas al pie del Cerro de Montevideo. Hubo un
cruce de notas entre los jefes pero Zavala no se aturdió. Movilizó a los
hombres de guerra, solicitó la ayuda de las misiones y dispuso el cerco de
la Colonia. Trabajaba don Bruno en los reductos, junto al cerro con la ayuda
de los indios de las reducciones. El rey se valió de mil indios tapes que
llegaron a Montevideo. El 28 de agosto de 1726 el gobernador Zavala
suscribía en Buenos Aires el llamado auto dirección de la ciudad de San
Felipe de Montevideo y el 24 de diciembre se fundaba la ciudad.

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Cap. VI – Los comuneros del Paraguay
Fueron hombres de la Sierra sublevados contra las autoridades
metropolitanas por un principio de autodeterminación en la primera mitad
del siglo XVIII; los indios de las reducciones constituyeron la principal
fuerza de orden al servicio del gobierno, comenzó con la administración del
juez pesquisidor don José de Antequera y Castro y se mantuvo con alguna
interrupción hasta 1735.
Don José de Antequera y Castro
Constituido juez pesquisidor y gobernador del Paraguay por el virrey
arzobispo de Lima don Diego Morcillo rubio de Auñón, inauguró Antequera
el 23 de julio de 1721 un gobierno tiránico en Asunción, expulsando
también a los jesuitas de Asunción. El nuevo virrey marqués de
Castelfuerte ordenaba a don Bruno Mauricio de Zavala, gobernador de
Buenos Aires, pasar a Asunción con 100 o 200 españoles y 4000 indios
auxiliares para reducir a prisiones y enviar con buen resguardo a Lima la
persona del gobernador. Ya va la obra con cuenta y razón y tomó luego el
camino de Asunción. Zavala obró con razón tomando el camino de
Asunción. Dos meses bastaron a Zavala para encaminarlo todo y restituirse
a Buenos Aires. Los jesuitas volvieron a Asunción en 1728.
Rebrotes del Común
Hay en este momento rebrotes del Común. Se dio el primero en febrero de
1732 con nuevo extrañamiento de los jesuitas de Asunción y la presencia
de 7000 indios de las reducciones en son de guerra junto al Tebicuary a
resguardo de las doctrinas. Una segunda explosión del Común se dio en
1733 con asesinato del nuevo gobernador Manuel Agustín de Ruiloba y la
proclamación del anciano obispo de Buenos Aires fray Juan de Arregui. Los
sublevados pedían paz y quietud, sosiego de esa miserable provincia y sus
habitantes. No había que preocuparse por las doctrinas, Zavala seguía
atentamente los movimientos del Común.
La pacificación del Paraguay
Fue la gran obra del gobernador Zavala. A quien el virrey marqués de
Castelfuerte, de acuerdo con la Audiencia de Lima, ordenaba el 30 de
diciembre de 1733 sitiar aquella provincia embarazando en que nadie salga
de ella, ni entre hasta sujetar las fuerzas del Común. Zavala se puso en
acción, poniéndose en guerra junto al Tebicuary. Y tan bien se manejó el
gobernador de Buenos Aires que en 1735 pudo afirmar que ya tenía
rendido al enemigo.
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Entró efectivamente en Asunción sin necesidad de empeñar combate el 30
de mayo de 1735; disponía de hasta 500 hombres de guerra y no llevó
indios. Con tres autos reorganizó la provincia pacificada y nombró
gobernador del Paraguay al capitán de dragones don Martín y José de
Echauri. Fue la última grande actuación política del ex gobernador de
Buenos Aires don Bruno Mauricio de Zavala.
Situación de las reducciones
No era ciertamente buena. El Estado de los pueblos por aquel entonces era
calamitoso. Las poblaciones recibieron muchos daños, también morales.
Muy lamentable es “el sumo decaimiento de ánimo que todo esto ha
causado en los misioneros y mirándolas otros con suma tibieza y casi todos
como cosa ya perdida”.
La reducción del Iberá
Es un hecho curioso. Índice al fin de la profunda crisis que atravesaban por
aquellos años las doctrinas guaraníes. El P. Bernardo Nusdorffer recogió
los datos un escrito: “población nueva de los fugitivos en Iberá en 1736”.
Principio determinante de la población fue el ningún apego de ciertos indios
al matrimonio monogámico que se mantenía en las doctrinas. Y como
hallasen inexorables a los padres en castigar todo género de adulterio,
decidieron fundar una reducción aparte con libertad gentílica en los
casamientos. No es que hubiesen abandonado todas las prácticas cristianas
como volviendo a su atávica barbarie. Los indios del Iberá no se olvidaron
de la Virgen y de tal cual resto de cristianismo que trataron de mantener
con fijeza a despecho de su malvivir. No duró largo tiempo la extraña
reducción del Iberá.

TERCERA PARTE – EL TRATADO DE LIMITES DE 1750 Y LA GUERRA


GUARANÍ

La guerra guaraní fue la consecuencia del tratado de Límites o de permuta


entre España y Portugal firmado en Madrid el 13 de enero de 1751. Los
indios de los siete pueblos sacrificados se resistieron tenazmente al
abandono de sus tierras y a fundar nuevas poblaciones al otro lado del
Uruguay. Esta resistencia armada se conoce con el nombre de la guerra
guaraní. La oportuna llegada del nuevo gobernador Pedro de Cevallos,
salvó a la Compañía de Jesús de las sectas europeas que querían su ruina.

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Se dio prácticamente con el tratado de Límites el primer paso en orden a
la expulsión de la Compañía de Jesús de España e Indias, expulsión
consumada al cabo en 1767.
Cap. I – El tratado de Límites
El Tratado de Límites sorprendió a la Compañía de Jesús en la plenitud de
su expansión misionera y tan rudo golpe recibieron los siete pueblos que
no lograron ya nunca más recuperarse del todo.
La realidad del Tratado
Por él España cedía a Portugal a cambio de la Colonia de Sacramento todo
el territorio comprendido entre el río Uruguay y el océano con obligación
de pasar a la otra banda los siete pueblos. En la elaboración del tratado
intervinieron por parte de España, el ministro de estado Don José de
Carvajal y Lancaster; por parte de Portugal, el embajador don Tomás de
Silva Trelles. Comisario de su ejecución fue el peruano don Gaspar de
Munive. Causante principal de este desbarajuste territorial fue el peruano
marqués de Valdelirios por la estimulación del tratado que prácticamente
cerraba el comercio de la Colonia y consiguientemente el de Buenos Aires
en beneficio de los negociantes limeños.
Defectos sustanciales del tratado
A. Las leyes de Indias. El primer reparo que se puso esta concepción con
renuncia de territorio fue la recopilación. Parecía que los pueblos siempre
estarían y permanecerían unidas a la Corona Real.
B. Falta de consultación. Esto fue otro de los grandes defectos del
tratado de 1750; se escribió la consulta y todo pasó como de contrabando.
C. Medida ilógica. El tratado tendía a proteger el comercio del Perú,
agravándolo.
D. Atentado contra los indios. Se imponía una odiosa desigualdad de trato
a los indios.
E. Responsabilidades. No es claro de todos modos en la documentación
de la época que el arreglo de 1750 fuese la primera gran maniobra anti
jesuita que culmina en 1767 con el extrañamiento de la Compañía de Jesús
o sólo un convenio de carácter estrictamente político resuelto después por
las circunstancias con choques fragorosos contra los jesuitas del Plata y
Paraguay.

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Cap. II – Repercusión del tratado
Explica este capítulo la agitación que despertó el referido ajuste en los
ambientes de acá, sobre todo. Y es índice del escaso buen sentido que
presidió su elaboración tanto en lo sustancial de sus cláusulas como en las
modalidades de su conducción.
Los comunicados
Los primeros comunicados no oficiales llegaron por septiembre de 1750.
Eran noticias volantonas que venían de los portugueses. La comunicación
auténtica se dio en la Candelaria el 2 de abril del 1751 expuesta
oficialmente por el provincial Manuel Querini en su segunda visita con la
carta del general de la compañía padre Francisco Retz. El motivo que todos
aducían era “la notable adicción y apego de aquel gentío más que ninguna
otra cosa a las tierras y pueblos en que nacieron ellos y sus antepasados”.
A fines de 1751 recibió el nuevo padre General Ignacio Visconti con
instrucciones para la entrega de los pueblos. Se recelaba que los jesuitas
del Paraguay excusasen dicha entrega si no era por la fuerza. Pero, el rey
se constituyó garante de la Compañía, empeñando su real palabra al
tiempo de la conclusión del contrato, ofreciendo que la Compañía sin la
menor resistencia obedecería a sus reales órdenes. Los jesuitas de las
misiones debían convencer a los indios en orden a la mudanza, aún
cargando con la odiosidad de sus resultas. Este precepto fue sumamente
penoso para los jesuitas del Plata.
Juicio del tratado y sus derivaciones
Es cierto que los jesuitas en general consideraron injusto el Tratado de
Límites y la orden de mudanza. El padre Juan de Escandón admitió que el
Padre Provincial y otros escribieron al padre Rábago que era injusticia la
que se hacía con los indios en mandarles dejar lo que era indudablemente
suyo. Claro es que aún aceptada la injusticia del Tratado no siendo acto
intrínsecamente malo la obediencia, la prestaban los indios para evitar el
mal mayor de que les quitas en ambas cosas por fuerza de armas con
perdida también de los muebles y de la vida de muchos. Igualmente, fuese
justo o injusto lo que se les mandaba, lo habían de hacer los indios.
Ejecución del tratado
Se los acusa de morosidad a los misioneros. Echó a andar esta acusación
también el padre Altamirano calificando de pasividad culpable lo que según
se verá después fue imposibilidad de concluir en tan corto plazo la mudanza
y aún atribuyendo a sus hermanos en religión los desastres de la guerra.
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La acusación aparece con insistencia en la carta del 20 de noviembre de
1752 al padre de Céspedes; carta que comprometió gravemente la
reputación de la Orden.
Los demás informes
En consecuencia, de esta actitud que dio tiempo a los indios para
reflexionar y rebelarse. Singularmente al publicarse el tratado, todas las
ciudades y gobernadores de esta provincia enviaron a Buenos Aires
exhortos de sus cabildos al comisario marqués de Valdelirios para que
suspendiese la Comisión, pero todo fue inútil.

Cap. III – Los comisionados reales


Dos personajes tuvieron la responsabilidad mayor en la ejecución del
Tratado y sus consecuencias: el marqués de Valdelirios y el padre Lope
Luis Altamirano. Uno y otro, pese a la distinta condición y fundamentales
discrepancias, mantuvieron la misma consigna de llevar adelante el propio
cometido sin reparar en sus efectos, con inflexible tesón digno de más
noble causa.
El marqués de Valdelirios
Estaba decidido a lo peor con tal de salir con lo suyo, aun a trueque de
transformar las poblaciones indias en un campo de sangre. Tanto como él
y acaso más que el pecaron los ministros de Madrid (Carvajal) por
competerlo a la inflexibilidad implacable que fue la nota característica de
todos estos manejos antiespañoles. Para él, la lógica del tratado era
incuestionable.
El padre Lope Luis Altamirano
Actuó deplorablemente. La acción de este jesuita fue desdorosa en frente
a la misma compañía de Jesús. No tiene disculpa su proceder inhumano
con los doctrinantes de los siete pueblos. Este hombre no tenía lastima
hacia los infelices indios a quienes el tratado ponía en situaciones
desesperantes; y parece que confundió el propio honor y el delantero
instituto, con el servicio del rey, así fuese infligiendo las peores injurias a
los derechos de la humanidad. Con lo que terminó, al cabo, infundiendo
desconfianza todos y envolviendo en su odiosidad al entero instituto con
serio peligro de su propia vida, tanto que, protegido por fuerte escolta,
debió abandonar las misiones y recogerse en Buenos Aires.

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Cap. IV – Levantamientos de los indios
No todos los 7 pueblos se resistieron de inmediato, cada uno tuvo sus
matices y vicisitudes, antes de llegar a lo que se llama la guerra guaraní
con la doble expedición del Ejército hispano-portugués a las misiones.
Prisas y contraórdenes
Intervinieron con buena dosis estos factores en la rebelión de los Indios,
que mostraron buena voluntad desde los principios cuando el P. Bernardo
Nusdorffer, comisionado por el P. provincial, les fue entrevistando. Solo
comenzaron excusándose con el poco tiempo que se les concedía, ya con
los muchos trabajos y la necesidad de sembrar para el cotidiano sustento.
El gobernador de Rio de Janeiro, Gómez Freire de Andrade, dio prisa, no
dejando tiempo a los indios, como, en cambio, se les había dicho; así que
la solución fue brutal para el P. Nusdorferr, no tuvo otro remedio que dar
contraorden. Esa prisa llevó a que se fastidien los indios y diesen por el
camino de la rebelión. Y hay que cargar sobre Freire, Valdelirios,
Altamirano, los horres de la guerra, quienes, no reconociendo su culpa, la
echaron a la Compañía.

Las razones de los indios


Los indios estaban llenos de confianza en Dios y quieren entregarse al
Señor y a la Virgen Santísima, se proponían sobre todo ampararse con el
sagrado manto de la Reina del Cielo mediante la principal práctica de su
devoción; ellos con esa mentalidad, casi ingenua de cristianos limpios, se
proponían de evitar primero el trato de cuántos pueden menoscabar los en
la posesión de sus tierras. Ellos tienen la conciencia tranquila. La causa
principal que llevó a la rebelión aparece también en un escrito de mano
jesuita: “a este único motivo se reducen todos a quedar persuadidos de
que no es voluntad del santo rey Fernando VI (así lo llamaban) que salgan
de sus tierras nativas para entregarlas a los portugueses”.
Las últimas diligencias
Los jesuitas tentaron todos los arbitrios para rechazar el espectro de la
guerra, aunque inútilmente, dada la postura asumida por los indios. “Por
lo que he visto, cuenta un Padre, lo infructuoso del empeño el Padre
Provincial procedía el 2 de mayo de 1753 a la renuncia de los pueblos
rebelados, con el retiro de sus curas; lo que insolentó más a los indios”.

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Cap. V – La doble campara del ejercito hispano-portugués
Se llama inadecuadamente esta doble campaña del Ejército hispano-
portugués, guerra guaraní; ambos ejércitos avanzaron infructuosamente,
la primera vez por el rigor de los fríos y libres de obstáculos sensibles, en
cambio, la segunda hasta desbaratar sin esfuerzo la frágil y resistencia de
las tropas indias y ocupar los pueblos.
Primera expedición
En la conferencia de Martín García de 24 de marzo de 1754 establecieron
el plan de batalla Valdelirios y Andonaegui por la parte española y Gómez
Freire de Andrade por la portuguesa. El ejército lusitano partiendo de Río
Grande atacaría el pueblo de Santo Angel. Partió la tropa española el 2 de
mayo, pero con ella avanzó también el invierno y tuvieron que retirarse.
En la retirada se dio el único encuentro con los indios.
Segunda expedición
Intervino en ella con Andonaegui el gobernador de Montevideo, don
Joaquín José de Viana. Las tropas españolas iniciaron la marcha el 4 de
diciembre de 1755. Se dio el primer choque el 7 de febrero con unos 70
indios en Bacacay. Más sangriento fue el encontronazo del 10 de febrero
en el cerro de Caybate, ocupado por 2000 indios. El tercer encuentro de
esta campaña fue el del arroyo Chunieví, el 10 de Mayo, donde tampoco
hicieron papel airoso los indios. En todo esto consistió la guerra guaraní
conforme a las declaraciones de los contemporáneos y protagonistas. La
ocupación de los pueblos sublevados fue su complemento. El hecho con
sus toques de ensañamiento brutal es indiscutible.

Cap. VI – La nueva situación


La nueva situación se presentaba angustiosa para la Compañía de Jesús
tanto en las Indias como en Europa y dondequiera se conociesen los hechos
a través de las publicaciones coetáneas.
El proceso de 1756
Recordamos el proceso de 1756 que lo ordenó el propio Andonaegui al día
siguiente de Caybate para esclarecer las responsabilidades de la Guerra.
Dispusieron catorce indios cautivos. Se advierte como defecto capital de
este proceso el haber escuchado a una de las partes tan sólo, y
precisamente a la parte rebelde, interesada en echar a los misioneros la

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responsabilidad de la contienda. Ocho sobre catorce declararon contra
algunos misioneros.
En la corte de Madrid
También tenemos en la Corte de Madrid otros procesos. No era menos
inquietante la situación de los jesuitas entre las intrigas fuertemente
prevenidas contra lo que se dio en llamar el jesuitismo invasor. Constituyó
el hecho más de relieve la renuncia del jesuita confesor del Rey, Francisco
de Rábago. Tomó defensa de la Compañía. Los jesuitas debieron resignarse
haber perdido la batalla enfrente de enemigos que habían tomado todas
las precauciones para inmovilizarlos. Por ejemplo, un personaje claramente
hostil a la compañía es el ministro Wall el cual sostenía que la presencia
de los Jesuitas entre los indios era la causa de la guerra y de cada tipo de
resistencia.

Cap. VII – Intervención del gobernador Don Pedro De Cevallos


Hombre de mano firme, fue el gobernador don Pedro de Cevallos, porque
dio a los ejércitos peninsulares del Plata las glorias más puras de toda la
época española. Para los jesuitas singularmente fue providencial su
llegada. De no poner Cevallos toda su honradez y firmeza servicio de la
verdad, acaso el extrañamiento de la Compañía de Jesús se anticipaba de
algunos años y no hubiera contado esta con pruebas tan irrefragables de
su recto proceder y sana conciencia.
Las instrucciones
Preocupada la Corte por el fracaso de la primera campaña de Andonaegui
mandaron un sucesor. Las instrucciones que se dieron a Pedro de Cevallos
resumían la posición de la corte contra la Compañía. Debía enviar once
jesuitas en Madrid (los más culpables); y quitar a los jesuitas las treinta
doctrinas y confiarlas al clero secular.
Sus relaciones con Valdelirios
Feron malas, dado el temperamento de uno y de otro; tanta era la
desconfianza de Valdelirios hacia Cevallos; pero Cevallos enfrentó a
Valdelirios con la impavidez del hombre consciente de sus obligaciones.
Valdelirios gozaba de alimento en la corte con los ministros anti jesuitas
de Carlos III y mantuvo al volver la banca en el Real Consejo de las Indias.
Los informes de Cevallos, por otra parte, consiguieron la anulación del
Tratado de Límites.
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La rehabilitación de la Compañía de Jesús
Fue obra de Cevallos la rehabilitación de la Compañía de Jesús. Con férrea
voluntad, desenmascaró Cevallos a hombres y sistemas, neutralizó
maniobras subterráneas y salvó de la ruina de esta Congregación. Un año
después contaba con las pruebas de la buena voluntad de los jesuitas; él
sostenía que no había otros clérigos que pudieran sustituirlos.
El proceso de 1759
Fue decisivo para los jesuitas, no tanto por lo que pudiesen valer en sí las
declaraciones de los indios, sino más bien porque este nuevo proceso venía
a contrarrestar el anterior de 1756 con la notable ventaja de que a los 8
indios que habían declarado allá contra los misioneros se oponían aquí 75
+ 10 oficiales técnicos del Ejército con disposiciones favorables todas
indistintamente a la Compañía de Jesús.
La actitud de la Corte
Las pruebas allegadas por Cevallos trajeron la consecuencia de que no se
molestase más a los jesuitas, pero ya los enemigos de la compañía tenían
dispuesta la ruina. El año siguiente el 18 de septiembre dejaba Cevallos el
gobierno y un año después se decretaba el entrenamiento de la compañía
de España e Indias.

Cap. VIII – La transmigración de los indios dispersos


La transmigración de los indios dispersos fue otra de las grandes
preocupaciones de Cevallos. El nuevo gobernador debía completar la obra
de Andonaegui con la entrega de los pueblos libres de indios al general
portugués Gomes Freire de Andrade e instalar a los transmigrantes en un
nuevo suelo.
La rebusca de los indios amontados
Comenzó Cevallos por imponer severa disciplina a la tropa. En el pueblo
de San Miguel se encontraron indios en lamentable estado por las
consecuencias de la guerra y el trabajo de juntar indios y sus familias
dispersas seguía sin interrupción.
La nueva situación
No fue cómoda a las reducciones que se habían mantenido más o menos
lejanas del conflicto, mientras se disponía a crear las nuevas poblaciones.
Los demás pueblos debieron sacrificarse a fondo en tan apurada situación,
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socorriendo a esta gente que se encontraba en condiciones desastrosas.
Se vieron oprimidos con un peso insoportable: el de contribuir a formar los
nuevos pueblos.

Cap. IX – Anulación del tratado de Límites


Lo que inútilmente habían aguardado durante una década los jesuitas del
Plata y las misiones llegó por fin en 1761, (la anulación del Tratado de
Límites) gracias al ahincado patriotismo y audaz esfuerzo del gobernador
don Pedro de Cevallos.
Disposiciones legales
El tratado de anulación se firmó de común acuerdo entre España y Portugal
en el PRADO en 1761
Su repercusión en las doctrinas
Cevallos recibió la decisión de la disolución del tratado de 1750, poniendo
a los indios en posesión de sus bienes. Con la entrega de las 7 poblaciones
a los padres jesuitas, terminaba la misión de las tropas destacadas en la
región que debían reincorporarse a las de San Borja. Los jesuitas exultaron
y se las prometían uy felices.
La nueva situación de los siete pueblos
Era grave, lo más grave era su recuperación, necesitaban ser acudidas.
Tampoco las demás doctrinas podían darles mucho aliento. Los jesuitas se
pusieron en colaboración.
La conquista de la banda oriental
Los portugueses habían ocupado tierras, así comenzó también, Cevallos,
la conquista de la Banda Oriental. Estas proezas militares clausuraban
gloriosamente la época del Tratado de Límites con la esperanza para las
doctrinas guaraníes de mejores tiempos y más provechosas faenas.
Constituido Cevallos el primer virrey de Río de la Plata por real cédula en
agosto de 1776, llegó al estuario con fuerza armada, tomó sin convertir la
Colonia en 1777 y de vuelta a España falleció en Córdoba de Andalucía el
26 de diciembre de 1778 con todos los sacramentos de la Iglesia. En la
Catedral de Córdoba se depositaron los restos mortales de quién se dijo
que fue “El último resplandor de la gloria de España en América”.

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QUARTA PARTE – EL EXTRANAMIENTO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS

El extrañamiento de la Compañía de Jesús es un hecho entre los más


angustiosos de la historia. La expulsión de la Compañía de Jesús solo puede
calificarse de obra satánica por sus enormes consecuencias en la vida lo
menos espiritual que cultural, política y social. Pero se saca también la
consecuencia de qué si los Reyes de España, figuran en esta historia, como
padres de los indios y sus más beneficios protectores Carlos III queda en
ella, por culpa singularmente de su ministro el conde de Aranda, como el
hombre nefasto que, entre lamentos de conciencia sutil y timorata, causó
a la Iglesia tan lacerante herida.
Cap. I – Causales del extrañamiento
El tema de los causales del extrañamiento fue objeto de muchas
discusiones. Más que a un motivo determinado se debió el hecho a un
conjunto de personas, ideologías y circunstancias que unidas
desencadenaron la catástrofe.
El móvil anticristiano
El nombramiento, sobre todo, de Conde de Aranda como presidente del
Consejo de Castilla significa la entronización del filosofismo volteriano en
el gobierno. No respondió pues la expulsión de la Compañía de Jesús
directamente a una actitud anticristiana, ni fue en su fruto de ideología
masónica, sí bien resultó también en las intenciones de algunos de los
corifeos del extrañamiento, un rudo golpe dado a la Iglesia y el triunfo
rotundo de todas las ideologías de izquierda y de la mentalidad típicamente
revolucionaria de la ilustración deísta y anticristiana.
La verdadera causa
Por lo que entonces se dijo y después se vio, fue la recia contextura de la
Compañía de Jesús, la cual dio las mejores glorias al Estado y a la Corona
en las Indias, pero a los ojos de los políticos pasó como una facción
poderosa destinada a la extinción y no una Congregación con intereses de
Dios y de hacer el bien. Los jesuitas tenían cierta influencia e importancia
en la sociedad y en la enseñanza. El mismo confesionario real, mantenido
por los jesuitas, hasta el retiro del Padre Francisco de Rábago en 1755, les
había resultado fatal por la enajenación de voluntades de quienes viéndose
desfavorecidos, se acoplaban a los émulos. Todo esto fue sustancial y
determinante como causa motivo del extrañamiento, si bien otros factores
llegaron como para dar el último impulso a la decisión final.
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Cap. II – Las victimas del extrañamiento
El decreto de expulsión firmado en el Pardo el 27 de febrero de 1767 por
el rey Carlos III halló a los jesuitas en estado de la más prometedora
expansión. Unas tras otras, iban surgiendo las reducciones y doctrinas, se
multiplicaban las obras apostólicas en las ciudades y pagos y nuevos
auxiliares llegaban como tropas de renuevo.
En el continente americano
Las reducciones del Paraguay habían brindado desde su fundación (1609)
un modelo imitable a todas las regiones de dicho continente. Muchas
fueron las fundaciones: en California, en Florida, en Nueva Granada, en
México del norte. También la provincia del Paraguay, junto con Tucumán
Río de la Plata y Tarija.
En la provincia jesuítica del Paraguay
En lugar de los jesuitas, quedaron con el cuidado espiritual de las
reducciones, religiosos franciscanos mercedarios y dominicos. En Faenza
pasaron los más el resto de sus días. En las reducciones el descenso fue
vertical; el de 1768 señala para las doctrinas guaraní es el principio del fin.

Cap. III – Perennidad de la obra jesuítica


Los indios emigrados de las poblaciones en la decadencia, después del
extrañamiento, no volvieron a la vida nómada de los bosques, sino que se
incorporaron en su mayor parte a la civilización o en los campos o en las
ciudades.
Causales del despueblo
Es de índole fisiológica; la peste, y el manejo en cambio, de los bienes por
administradores ineptos, provocó la deserción poco menos que
incontenible, así que todos los pueblos se veían reducidos a comparación
de primordial floreciente estado.
La dispersión por los campos
Sucedió en los comienzos, que la gente se refugió en los bosques, pero
este fenómeno pronto desapareció casi del todo. Mucha dispersión pobló
los campos para sus cultivos.

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En los centros poblados
Otros prefirieron la ciudad, especialmente los que manejaban un oficio
manual. De hecho, muchas ciudades crecían demográficamente con los
indios prófugos de las misiones. Varios indios se dispersaron también por
las parroquias limítrofes y de la provincia.

Cap. IV – Las últimas consecuencias


Las últimas consecuencias fueron dolorosas y humillantes para quienes
habían intervenido junto al rey Carlos III y el ministro Aranda en la
desarticulación de la obra jesuítica del Paraguay. A tal degradación, se
vieron reducidos los pueblos bajo el régimen de los administradores
gubernamentales, ávidos de enriquecerse renegaron España para echarse
incautamente en brazos de Portugal y al querer años después salvar lo
perdido, la venganza de sus nuevos amos fue tal y tanta, qué bien lo
muestran las desperdigadas ruinas todavía hoy existentes en la antigua
zona misionera.
Pérdida de los siete pueblos
La expulsión de los jesuitas trabajó con los años la apertura de la frontera
por la parte del Brasil. Por el Tratado de Límites, los indios de los siete
pueblos se rebelaron contra España, porque no pasasen sus tierras a
Portugal, con riesgo de que la rebelión envolviese las otras doctrinas
guaraníes; aquí hubo también levantamiento de los siete pueblos y amago
de envolver al resto, más por el motivo contrario de cercenar las tierras
orientales a la Corona española y pasarlas a Portugal como lo consiguieron.
Esta fue otra consecuencia del retiro de los jesuitas. Concluida la paz que
establecía la entrega de las tierras conquistadas, no hubo cambio. Los
portugueses detuvieron sin contraste ni molestia los 7 pueblos que pasaron
de hecho a su soberanía.
Los ultimas intentos de recuperación
A los siete pueblos arrebatados por los portugueses en 1801 se sumaron
otros. Empezó Andresito la conquista en 1815, a través del capitán Manuel
Miño. Por lo que, promediando el año siguiente de 1815, la orden de
Reconquista enderezaba los siete pueblos de la Banda Oriental. Fue así
como a mediados de septiembre habiendo cruzado Andresito el Uruguay,
embestía a San Borja, y el 24 y 25 intimaba una y otra vez la rendición a
los sitiados con amenaza de pasar a cuchillo a la entera tropa. La

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contraofensiva portuguesa llegó pronto, que sorprendió y dispersó a las
fuerzas del jefe que cruzaba el Uruguay en auxilio de Andresito.
El fin
La campaña terminó con un acto de ferocidad de parte de los vencedores
contra los infortunados indios; ferocidad sin atenuantes indigna de pueblos
civilizados. Se había consumado de esta suerte la secular inquina de los
portugueses contra los indios reducidos, en aras de la más desenfrenada y
feroz codicia. La historia de aquellos años presenta pocos ejemplares de
tan bárbaro exterminio cómo es de la invasión portuguesa en los pueblos
guaraníes.

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